


-No hace falta que me acompañes, quédate con él, que no le has visto en todo el día-, dijo saliendo de la habitación.
La siguiente semanas fue un calco, daba igual en la piscina o en el mar, los 4, Jaime, Sara, mi madre y yo, jugábamos a hundirnos, y la temperatura subía cada vez más, me sorprendió que mi madre fuera tan extrovertida, mi padre tenia razón, Sara la cambiaba, nunca pensé que fuera capaz de retorcerle los huevos a Jaime para que la soltara, ni de usar sus pechos como arma asfixiante contra mi. Por suerte, mi Padre estaba perdido, no salía de casa, y si lo hacia era solo para ir a ver a los vecinos. Un día al volver de la playa nos fuimos a duchar y nos quedamos hablando Jaime y yo, mientras el se fumaba un porro.
-JAIME: ¡dios, ¿has visto como se ha puesto Sara?!, le importa una mierda que se la meta entre las piernas, se deja hacer lo que sea, me ha pegado tantos mordiscos en la polla para coger aire que tengo marcas.
-YO: estaba liado…..
-JAIME: ¡ya, tú madre no se queda corta!, me ha bajado el bañador para ver si la soltaba, y al no hacerlo, ¡te juro que me ha besado la polla!
-YO: ¿estás mal de la cabeza?, solo jugamos a sus ojos.
-JAIME: pues que juegue conmigo cuanto quiera.
-YO: ¡no seas brusco!, es mi madre.
-JAIME: a la que tú también la metes mano, no creas que no me fijo……- me puse rojo de la verdad que era, me masturbaba a diario, varias veces, por culpa de los juegos con mi madre y mi tía.
-YO: ¿y que vamos a hacer? – a estas alturas era un títere en manos de Jaime, quería sexo con mi tía, y la idea de hacerlo con mi madre no me era extraña.
-JAIME: tenemos que ser listos, tengo que pillar a tu tía vulnerable.
-YO: ¿y por que tú, y no yo?
-JAIME: por que la vas a cagar, deja que la dome primero, pero tu madre no se aparta de ella.
-YO: puedo distraerla un rato.
-JAIME: no basta, tiene que estar KO, mete pastillas del mareo en su bebida al cenar, tu padre se va a dormir pronto, y las chicas se van con los de la playa, nos vamos a quedar los 4 solos.
-YO: ¡no voy a drogar a mi madre!
-JAIME: hazlo, o te vas a pasar 3 meses matándote a pajas como hasta ahora, solo serán una o dos para que se adormezca, yo me ocuparé de Sara.
Busqué las pastillas y obedecí, en parte por que tenía miedo de Jaime, o de que me dejara solo y perdiera aquella diversión tan rara que sentía. Pasó el día de lo más normal, y a la cena mi madre se bebió su limonada de un trago, y nos quedamos abajo viendo la TV un rato. Todo ocurrió como dijo Jaime, mi padre se fue a dormir nada más cenar, y su sueño era profundo, nos quedamos los 4 solos en el salón de abajo, sentados en los sofás, mi madre y yo en uno, Jaime y Sara en otro. Mi madre empezó a dar cabezazos, se acurrucó a mi buscando calor y acomodo, y se apoyó en mi pecho para quedar KO, iba con un suéter largo de fina tela que la cubría poco más allá de los muslos, me recosté de lado y ella se venció sobre mi, usándome de colchón, la zarandeaba de vez en cuando pero estaba ya dormida. Jaime me miró y le leí en la mirada que yo me tenía que “dormir” igual, como si pudiera con el peso del cuerpo de mi madre pegado a mí, con sus pechos golpeándome con cada respiración.
Jaime era un genio, o me parecía, al sentarse se puso de tal forma que a Sara no le quedó otra que sentarse entre sus piernas, al pasar el tiempo ella se cansaba de mantenerse erguida y se iba ladeando hasta que estaban los 2 sentados con el pecho de Jaime pegado a la espalda de Sara, aprovechando para darla un masaje lento y calmado, Jaime iba solo con unas bermudas mientras que Sara llevaba una corta falda con vuelo y una camiseta de un solo hombro, de remate cogió unas mantas del sofá y la tapó cubriéndola desde las rodillas hasta el pecho, y tan relajada del masaje, que se dejó recostar sobre Jaime, que la rodeó con los brazos por el vientre, y la iba susurrando cosas inaudibles, la hacían sonrojarse y mirarlo hacia atrás con descaro, mientras de vez en cuando la besaba en el hombro libre de tela y de la melena rubia que le había acomodado al otro costado
-JAIME: odio estas de películas románticas, endulzan el amor y lo hacen irreal.
-SARA: no lo sabes tú bien……….y baja la voz, o los vas a despertar.
-JAIME: vale, pero es que no me imagino a hombres así, ¿su marido es tan romántico? – ahora susurraban los 2.
-SARA: mi ex marido, y si lo fuera, no seria mi ex…..
-JAIME: si no es indiscreción, ¿por que lo dejaron?
-SARA: pues por cosas de adultos…..
-JAIME: yo soy un adulto.
-SARA: verás…….es que……el tiempo…los roces……al final la pasión se apaga y te das cuenta de que ese hombre no te hace feliz – sorbió por la nariz disimulando su tristeza.
-JAIME: no creo que un hombre no sea feliz con usted a su lado, es una belleza de mujer.
-SARA: jajaja gracias, pero era yo quien no era feliz.
-JAIME: pues era un idiota, es usted hermosa y muy divertida.
-SARA: jajaja eres muy amable, pero no me llames de usted, que me siento vieja.
-JAIME: nada más lejos de mi intención, seria un insulto – la apretó contra si, y Sara le devolvió el gesto con una mirada de refilón por encima del hombro que derretiría a cualquiera.
-SARA: eres un cielo, me estoy divirtiendo mucho, y gracias a ti se me pasan los pesares – la acarició la cara y Jaime se quedó mirándola atónito.
-JAIME: pídame lo que sea, y la complaceré como pueda.
-SARA: por favor…¿me darías un fuerte abrazo? – se giró sobre si misma y extendió los brazos, se fundieron unos segundos, al separarse Jaime ya no se alejó, estaban tan cerca que Sara tuvo que levantar las piernas y pasarlas por encima de la de Jaime, para ponerse cómoda.
-JAIME: si puedo ayudarla en lo que sea, dígamelo, soy su fiel servidor.
-SARA: ya haces mucho – le estaba acariciando la nuca jugando con el pelo de Jaime, que empezó a vencerse hacia Sara, que sonreía dulcemente.
-JAIME: ¿puedo pedirla yo una cosa?… – Sara asintió con una sonrisa alegre – ….me gustaría besarla.
-SARA: jajaja, claro – puso la mejilla.
-JAIME: no, no me lo tome a mal, pero me gustaría besarla……..en los labios, desde el 1º día que la besé no me quito de la cabeza su sabor – Sara sonrió halagada, pero algo confusa.
-SARA: eres un encanto de niño, pero no se si….- no la dio tiempo y se lanzó a besarla, ella sonrió sorprendía, pero no se apartó mientras Jaime apretaba los labios contra ella, para justo después devolverle el beso, y cuando me quise dar cuenta sus lenguas se fundían en una.
-JAIME: dios, eres preciosa, y besas como un ángel.
-SARA: jajaja que bobo, para……pueden vernos – se había echado hacia atrás, por no se si para alejarse de Jaime, o para sentarse de frente y recibirle mejor.
-JAIME: están durmiendo, y tu sobrino es un capullo que aunque oyera algo no se atrevería a decirlo, te deseo Sara, y se que me deseas – se volvieron a besar, y esta vez ella le cogió del cuello y abrió tanto la boca para dejarse “violar” por la lengua de Jaime que al final un sonoro beso la cerró los ojos.
-SARA: jaja que bribón, me tienes cachonda perdida con estos juegos……. – acarició su pecho mientras le besaba el cuello.
-JAIME: pues juguemos.
La manta se bajó hasta las cinturas y pude ver lo que ocultaba, Jaime tenía una mano metida por dentro de la camiseta de Sara y amasaba un seno con delicadeza, mientras que la otra mano estaba metida por debajo del vuelo de la falda. Le quitó la parte de arriba y se dedicó a besarla las tetas que rebosaban en un sujetador azul de licra, lamió hasta oír gemidos de Sara que apretaba su cabeza contra sus tetas, mientras alguna vez nos miraba de reojo, por si nos despertábamos, pero mi madre estaba KO, y yo escondido detrás de ella, lo veía todo desde la seguridad. Entones Sara se volvió a poner de espaldas a Jaime, y se tapó de nuevo, solo veía sus cabezas y sus pies, el resto era un movimiento aleatorio bajo la manta, pero tenían las cabezas tan pegadas y los gestos eran tan rítmicos que podía adivinar que Jaime la estaba masajeando un pecho con una mano, mientras la otra hurgaba entre las piernas de Sara, que en un momento dado sacó su camiseta, y después el sujetador de debajo de la manta, Jaime la susurraba cosas y besuqueaba la piel de su espalda y hombro, ella giraba la cara buscando sus caricias. Pagaría por tener rayos x, me conformaba con estar usando a mi madre para frotarme de forma sibilina, la sujetaba de la cintura para que no se moviera, y apretar su culo hacia mi, que hacia de dique para mi brutal erección.
-SARA: ohhhh dios……..sigue…….- murmuraba con pausa.
La mano entre las piernas ya era rápida, y el ángulo de lo pies era amplio, Sara hacia fuerza para subir y bajar por el cuerpo de Jaime, mi idea fue rezar por que no se la estuviera follando ya, se le arqueaba la espalda de tal forma que la manta parecía hincharse, para luego caer a plomo, de forma que la manta cayó de nuevo, y vi a Jaime sonreír, una mano estaba pellizcándola un pezón rosado, magullado, totalmente duro y saliente, mientras que vi como la falda estaba del revés, y Jaime tenia la otra mano metida por dentro de las bragas, masturbando, ella estaba apoyada con ambas manos en las piernas de él, subiendo y bajando frotando su trasero con ritmo.
-JAIME: ¿te gusta?
-SARA: ¡oh. Dios….si…..me encanta…..no pares! – Jaime la besó en el cuello y apretó tan fuerte que sonó el vacío, y tras unos segundos se separó dejando una marca clara que duró días, eso solo hizo que Sara gimiera y se retorciera de placer.
-JAIME: vamos, córrete de una vez, yo también necesito de tus caricias – aceleró tanto la mano que Sara abrió los ojos y la boca, de la sorpresa casi ni respiraba, luego sentí como se tensaba hasta que unos minutos después su cadera dio fuertes latigazos.
-SARA: ¡madre mía, que gusto joder!
-JAIME: te toca, chúpamela – Sara soltó un bufido y le miró absorta.
-SARA: no seas grosero, te lo agradezco, pero no soy una cualquiera.
-JAIME: mujer, no me puedes dejar así – la apartó para dejar ver su miembro totalmente duro fuera del bañador, al verla, Sara palideció ruborizándose.
-SARA: jaja, está bien, pero una paja y punto.
Le cogió la polla y volvió a taparse, mientras se besaban con pasión, la manta revelaban un gesto repetitivo, de vez en cuando se bajaba, y al final veía como Sara le masturbaba a 2 manos mientras Jaime la pellizcaba los pezones con fuerza.
-SARA: jajaja estoy cansada, ¿puedes seguir tú?
-JAIME: yo no he parado, es injusto…..no se por que se la chupas a ese imbécil y a mi no….- me señaló con la cabeza, quise matarlo.
-SARA: ¿te lo ha dicho?, ¡dios que vergüenza!, por favor no lo digas, estaba borracha……..- borracha si, pero se acordaba, me había mentido.
-JAIME: claro que si, es un mierda, en cambio yo te doy lo que necesitas, pero solo si me correspondes.
-SARA: jajajaa vale, pero ni una palabra.
Se dejó caer hasta ponerse de rodillas y lamió su glande un par de veces, Jaime se recostó como el líder de una manada y dejó que empezara a comérsela, Sara usó la manta de escudo y se tapó ella sola, aunque era ridículo ver el bulto de su cabeza subir y bajar en la pelvis de él, cualquier a que mirara sabia que pasaba, con manta o sin ella. Jaime me chistó y me asomé, su gesto de OK con el pulgar me enfureció, luego me dijo que mirara bien.
Le quitó la manta de la cabeza, y le ayudó apartándola el pelo rubio, haciéndola una coleta con la mano, no hacia falta guiarla, se la comía con devoción, hasta que Jaime le cogió la cabeza con ambas manos y se puso en pie, sin sacarla de su boca empezó a follársela, tal cual, usaba su cabeza como un melón al que embestía, el sonido de ahogarse era claro, y la saliva brotaba de su miembro, poco pudo hacer Sara salvo dejarse penetrar la boca como si fuera su coño, y al rato Jaime se vació en su boca, sin pedirla permiso o avisar, , se sentó en el sofá sonriendo, mirando a Sara, de rodillas con la cara llena de babas y semen, pero no sonriendo menos.
-JAIME: eres un regalo del cielo.
-SARA: jajaja que bestia eres, me has hecho daño – le limpiaba la barbilla con el dorso de la mano.
-JAIME: lo siento, es que me pones a 100.
-SARA: no pasa nada, pero tienes que tranquilizarte, esto no puede pasar más.
-JAIEM: ¿como?
-SARA: si, ha sido peligroso, pueden vernos.
-JAIME: el único que tendría huevos a decir algo seria tu cuñado, si tenemos cuidado de que no nos vea podemos hacer lo que queramos.
-SARA: no es solo él, mi hermana y el pobre Samuel…..
-JAIME: no hemos hecho nada malo, pero si lo deseas no volveré a tocarte.
-SARA: NO, no es eso…- gateó hasta su regazo.
-JAIME: pues no soy de piedra, si te tengo cerca pasará esto, y lo sabes.
-SARA: está bien…..pero ten cuidado – Jaime sonreía de forma diferente cuando lograba que alguien hiciera lo que él quería, pensando que era idea suya.
-JAIME: ven aquí, mi sirena – la cogió de la mano y se la subió de rodillas encima, besándose con lentitud, mientras Sara se quitaba los restos de la cara.
-SARA: vístete, se van a despertar y no me pueden ver así.
Lo hicieron y se fueron a ducharse, yo solo pude quedarme abrazado a mi madre y rogar por que no le hubiera manchado la blusa con mi semen de tanto rozarme, al par de horas mi madre se despertó algo desorientada, y la tuve que ayudar a acostarse, al ir a mi cuarto Jaime estaba en la terraza, fumando un porro.
JAEIM: ¿has visto? Dios, es más puta de lo que pensaba.
-YO: está deprimida y se siente sola.
-JAIME: como quieras………ya está en mi mano, solo es cuestión de tiempo que me la folle.
-YO: ¿y yo?
-JAIME: tú cierra la boca y espera, no hagas nada ni digas nada, como si no hubiera pasado, como lo jodas te mato, ¿me oyes?
-YO: no me gusta que me faltes al respeto, le dices que soy imbécil y un mierda.
-JAIME: por que lo eres, la tienes en tu casa y no haces nada, menos mal que he venido, le hacia falta una buena polla y un hombre de verdad, tú no lo eres.
-YO: eres un capullo – me fui de allí ignorando sus palabras, al bajar vi a mi tía metida en la piscina, y me acerqué con curiosidad, estaba metida en el agua apoyada en la pared, con un biquini negro y diminuto.
-SARA: hola Samuel, ¿has ……dormido bien?, la película era horrible…….
-YO: yo……….como un tronco……
-SARA: me alegro, yo estaba algo acalorada y me he salido a refrescarme.
-YO: ¿estás bien?
-SARA: genial, mejor que en mucho tiempo…….- su sonrisa picara me acaloró las mejillas – ….ha sido una gran idea venir.
-YO: si puedo ayudarte en algo…..- metí ficha.
-SARA: muchas gracias amor, pero no necesito nada ahora mismo, salvo tu compañía, si me haces el honor – con un gesto me invitó a meterme en el agua, lo hice con calma, nadó hasta mi y me abrazó con dulzura, sentí sus pezones en mi piel y su olor a cloro y mujer saciada.
-YO: ¿a que viene esto?
-SARA: eres un gran chico, y quiero que lo sepas, se que Jaime está acaparando mi tiempo, pero siempre serás mi favorito – era un crío a sus ojos, me pellizcó la mejilla y me besó tantas veces en el carrillo que me dio vergüenza ajena.
Nos pasamos media hora haciendo el bobo en el agua, pera luego volver a casa, me metí en la cama y soñé con que era yo quien destrozaba la boca de Sara a golpes con mi pelvis, pero no lo era, y el amanecer me dio de bruces con la realidad, Jaime me azuzaba para ir a la playa con mi madre y mi tía, mi padre dormía, así que los 4 de siempre fuimos al mar. Mi tía seguía levantando pasiones con un biquini anaranjado y de medio culo, pero era mi madre la que me sorprendía, se presentó con un biquini rojo pasión, tan escueto que apenas le tapaba nada, Jaime le dedicó mucho tiempo en dar crema y luego en el agua jugamos un rato a hundirnos, hasta que Sara y Jaime se separaron, y mi madre tiró de mi un poco para alejarnos de ellos.
-CARMEN: déjales un rato a solas.
-YO: ¿por que?
-CARMEN: Sara está recuperando su sonrisa, Jaime la está ayudando, y no quiero que se estropee.
-YO: pero Jaime es …….- mi madre me acarició la cara – ….mamá, tengo que decirte algo, pero…….no se si………
-CARMEN: cariño, soy tu madre, y te quiero, puedes decirme lo que sea.
-YO: es que Jaime…..
-CARMEN: ya lo sé, es un poco bala perdida, pero es bueno que esté aquí, te hace ser mas abierto a ti también.
-YO: ya, pero es que mi tía…..y él……..
-CARMEN: no tienes que tener envidia de sus atenciones, Sara lo está pasando mal y solo coquetea con él…..
-YO: no es solo eso……..han estado ……ya sabes……antes – me miró confusa.
-CARMEN: seguro que son cosas tuyas…….no te preocupes, todo va bien.
-YO: pero mamá……
-CARMEN: tienes que dejar de pensar así, y divertirte tú, como cuando jugamos – increíble, tan abnegada era que se cegaba ante la evidencia.
-YO: pero es que estos juegos…….yo………
-CARMEN: ¿te refieres a los roces y eso?
-YO: es que…….alguna vez……..
-CARMEN: son cosas normales hijo, eres ya un hombre y esas cosas pasan, una erección no es nada malo – me alegraba que lo dijera ella, a mi no me salían las palabras.
-YO: pero no por que esté jugando contigo – me cogió de la cara, estaba rojo y su biquini minúsculo me la estaba poniendo dura.
-CARMEN: no pasa nada amor mío, hasta me siento halagada, que tú y Jaime, tan jóvenes, os pongáis…….contentos con nosotras, es dulce.
-YO: es raro….
-CARMEN: puede, pero es un precio bajo por verte reír, creo que te cuesta demasiado tener interacciones con los demás.
-YO: no soy muy afable, lo sé – me dio otro abrazo y apretó contra mí, sentí sus senos pegados a mí y sus labios besándome en la cara.
Quise insistir, buscar apoyo contra Jaime, pero si mi madre no venia maldad en aquello, ¿por que iba ha hacerlo yo?, Jaime y Sara jugaban a algo, se les veía de lejos, pero no a hundirse, aunque parecían divertirse, por la postura casi diría que la estaba masturbando en mitad del mar, al salir del agua Jaime le soltó varias cachetes en el culo a Sara, cada uno más fuerte que el anterior, Sara se reía después de sisear con cada golpe, al juntarnos mi madre les preguntaba.
-CARMEN: ¿que tal el baño?
-SARA: muy relajante…….- dio un golpe de cadera a Jaime que volvió a azotarla, tan fuerte que sonó un eco y Sara gimió.
-CARMEN: ¡que bruto jajaja! – Jaime la sonrió, mientras Sara se frotaba el culo escocida, y le soltó un cachete a mi madre, que dio un saltó, y sonrío coqueta, sorprendida.
-JAIME: tengo dos manos, tenga cuidado……
-CARMEN: ¡jajaja que trasto! – se retorció para ver la marca de la mano de Jaime en su nalga, y Sara tenia otras cuantas, al tumbarse boca abajo las vi bien, y Jaime me dio un palmada tan fuerte en la espalda que del dolor me doblé.
-JAIME: no seas nenaza, y ayuda a tu madre a echarse crema – deshizo el nudo de la espalda del biquini de Sara y se pasó 10 minutas frotándola con calma, yo hice lo mismo con mi madre, que ni se inmutó al soltarla las lazadas.
-CARMEN: uffff, que buenas manos tienes hijo…….deberías darme masajes más a menudo.
-SARA: te dije que hace maravillas con las manos – desde el principio me pedía masajes en los pies y la espalda.
-JAIME: no es el único – Sara tosió ante su osadía, pero mi madre, cándida, lo entendió mal.
-CARMEN: ¿ah si? Prueba tú, a ver si le mejoras…..
Le faltó tiempo para apartarme de mi madre y ponerse de rodillas en sus muslos, con el culo en 1º plano, y empezar a frotarla, mi madre ronroneaba pasados unos minutos, sin darse cuenta de cómo Jaime amasaba su culo con la pelvis con cada vaivén.
-CARMEN: la verdad es que tampoco lo haces mal jajaja.
-JAIME: será un placer darle un masaje siempre que quiera – hasta eso me quería arrebatar.
-SARA: ¿me tengo que poner celosa? – la sorna llevaba algo de certeza.
-JAIME: como he dicho, tengo 2 manos……..- y el muy cabrón le dio otro azote a mi madre en la otra nalga, hizo moverse su piel en una marea hipnótica, mi madre se sobresaltó alzando el cuerpo y dejándome ver sus pezones, eran diminutos y oscurecidos.
-CARMEN: ¡ah bestia!, jajajaja ten cuidado – se tapó con rapidez los senos con una mano mientras con la otra se frotaba con energía el culo.
-JAIME: jajaja lo siento, es que tiene un cuerpo increíble.
-CARMEN: eres un zalamero, anda y échate crema, que te vas a quemar.
No obedeció, pese a los 45º del medio día, hasta parecía querer quemarse. Una vez secos, regresamos a casa a comer, Jaime y yo caminábamos por detrás viendo a las 2 mujeres caminar en biquini y con la marca de las manos de Jaime en sus traseros. Sonia y mi hermana seguían perdidas con el grupo de amigos que habían hecho. La presencia de mi padre nos tranquilizaba a todos, Jaime dejaba de ser el “bribón o trasto” y se convertía en el yerno perfecto, creo que mi padre preferiría tenerle a él como hijo. Por la tarde nos quedamos en la piscina mientras mi padre y mi madre se echaban la sienta, pero algo me decía que podrían estar follando. Sara y Jaime compartían asiento mientras yo leía un libro.
-SARA: jajaja de verdad que me duele el culo, ¡eres un animal!, mira las marcas que me has dejado……- se ponía en pie, levantando el camisón y mostrando su culo enrojecido.
-JAIME: lo siento, es que los porros me ponen un poco tonto.
-SARA: ¿fumas porros?
-JAIME: marihuana, de hecho me fumo ahora uno – y de un petate sacó uno bien largo, ante la mirada de Sara, lo encendió y le dio varias caladas, echándole el humo a la cara para hacerla rabiar.
-SARA: que bien huele, hace tanto que no la pruebo…….
-JAIME: ¿fumabas?
-SARA: claro, en el instituto, lo dejé al casarme…………..¿me darías una calada? – Jaime sonrío y le ofreció el porro, lo cogió con elegancia y mirando de reojo, le dio varias caladas.
-JAIME: hey, más despacio, que es mierda de la buena….- Sara tosió al echar el humo, con una medio carcajada.
-SARA: jajaja es fuerte, ¿tú fumas Samuel?
-YO: no.
-JAIME: no paro de ofrecerle, pero se niega, se cree mejor que yo…….
-SARA: haces bien Samuel, esto no es bueno…..- y le quitó el porro de nuevo a Jaime para darle varias caladas.
-YO: ya veo…..- apartó la nube de humo con la mano con rapidez, no supe por qué hasta que mi madre apreció de la nada.
-CARMEN: ¿que hacen? – Sara sonreía y Jaime pretendía esconder el porro.
-JAIME: nada, charlando……..
-SARA: y fumando………marihuana……..- Jaime soltó un chorro de aire y la situación se pauso por un instante.
-CARMEN: pues que no se entere mi marido, que nos ahorca a todos – se sentó a mi lado y le rozo la pierna a Sara.
-SARA: ya se que lo dejé, por unas caladas no pasa nada….
-CARMEN: estabas muy rara cuando fumabas.
-JAIME: ¿y usted fumaba?
-CARMEN: ¿yo? jaja ni loca, algún cigarro – Jaime le ofreció el porro a mi madre, se quedó mirando curiosa.
-JAIME: pruébalo.
-CARMEN: no se si está bien…….
-SARA: venga mujer, que estamos de vacaciones…..
Timorata lo cogió y le dio una calada, puso cara de asco, y le dio otra antes de devolvérselo a Jaime, una serie de sonrisas fueron subiendo de nivel hasta que los 3 se reían sin un motivo, se pasaban el porro, y luego otro, hasta que se hico casi de noche.
-CARMEN: me mareo un poco…..
-JAIME: esa es la idea, me tira la espalda y así se me pasa.
-CARMEN: normal, te habrás quemado, por no ponerte crema.
-JAIME: ¿alguna buena samaritana que me ayude a echarme crema?
-SARA: yo misma, pásate por mi cuarto luego……….y te ayudo – de nuevo Jaime y su golpe de genio, ya tenia excusa para meterse en su cuarto.
-CARMEN: la verdad es que me viene bien, me duele el culo jajajaja.
-SARA: ¿a ti también? Mira como me ha puesto este bruto – se quitó el camisón quedándose en biquini, girándose mostrando el culo, las marcas eran menos visibles, pero allí estaban.
-CARMEN: pues mira yo – hizo lo mismo, pero solo levantó el camisón, mostrando el trasero, y apartando la nalga de sus bragas, la 1º mano casi no se veía, pero la 2º era como un calco perfecto, las 2 se tocaban y se frotaban con alegría ante mis ojos.
-JAIME: es que no puedo evitarlo – se puso en pie y azotó a Sara otra vez, apretando sin apartar la mano en su culo y besándola en la mejilla.
-CARMEN: jajaja, se agradece – al oírlo, con la otra mano, la giró y la dio tal azote que mi madre se puso de puntillas arqueando la espalda.
-SARA: ¡que la vas ha hacer daño! – mi madre se giró boquiabierta, le dio un manotazo tierno en el hombro mientras se apretaba la nalga al rojo vivo.
-CARMEN: no pasa nada boba, estoy bien – lo aparentaría, pero se apretaba tan fuerte el culo que debía de dolerla.
-JAIME: ¿nos vamos al agua? – y cogiendo de la cintura a Sara la alzó hasta tirarse a la piscina, y comenzaron a retozar, mi madre me cogió de la mano y me llevó al borde de la piscina, quitándose el camisón, me rodeó con sus brazos y nos dejó caer al agua.
Nos pasamos 2 horas jugando a calentarnos, Sara ya ni venia a por mi, Jaime la tenía colmada de todos los mimos que necesitara. Mi madre en cambio se mostraba atrevida y osada, sentía sus muslos en mi miembro y sus pechos en la cara de forma constante, la veía frotarse el culo y con un gesto hábil se lo agarré masajeando, cosa que agradeció con una sonrisa amable.
Al cenar las chicas aparecieron, apenas una hora, se ducharon y salieron vestidas con trajes de noche, Sonia destacaba con un escote que se sostenida de milagro con un vestido azul claro, mi hermana estaba vestida de blanco con una diadema de flores, parecía un hada del bosque. Al irse, mi padre y mi madre se fueron a pasear, y yo me quedé en casa, Sara se subió a su cuarto y al rato Jaime la siguió, no había que ser un letrado para saber que pasaría algo, salí corriendo a ver que pasaba por la escalera exterior.
Era de noche, subí a hurtadillas y vi como Jaime se estaba quitando la camiseta, estaba algo rojo pero nada que un día de cremas no subsanara, se tumbó boca abajo y Sara le repasó el cuerpo entero, luego se tumbó a su lado y jugueteaban a acariciarse, se fumaron otro porro y las caricias subieron de nivel, hasta que Jaime metía su mano entre los muslos de Sara, la comía la oreja hasta que asintió, y la desnudó en un abrir y cerrar de ojos, mientras Sara apuraba el porro, Jaime se metió entre sus piernas, lamía y besaba su coño, se retorcía cuando besaba su clítoris, pasados unos minutos Jaime subió por el cuerpo de Sara, lamiéndole las tetas y la susurró algo al oído, ella asintió otra vez, mientras le daba la última calada a Jaime, que embistió con la cadera y penetró a Sara, se dobló de gusto, mis temores fueron realidad, Jaime se estaba cepillado a Sara. Yo buscaba como masturbarme sin delatarme, mientras no apartaba la vista del cuerpo vibrante de Sara, recibiendo golpe tras golpe rebotando con más energía cada vez, eso me mató y me saqué la polla para machacármela fuertemente, mientras Jaime la pellizcaba los pezones, ella se masturbaba el clítoris durante el asedio, se abrió de piernas hasta rodearle con ellas y aferrarse a su nuca para gritar en silencio. Me corrí apenas 5 minutos después, Jaime duró unos minutos más, con mucho mejor ritmo que el desconocido que se la cepillo el 2º día, luego dejaba que Sara hiciera el trabajo con giros de cadera mientras él no se movía.
-SARA: ¡vamos cabrón, fóllame!
-JAIME: ruégalo.
-SARA: no seas crío, ¡fóllame ya!
-JAIME: o lo ruegas o te quedas como estás.
-SARA: ¡fóllame, te lo ruego, métemela y hazme vibrar, por favor!
-JAIME: si lo pides así……
Embistió, de nuevo, y hasta la cama se movió, al hacerlo Sara se alzó abrazándolo y dejó que él llevara el ritmo de cada acometida, una y otra vez, hasta que el sonido de sus sexos era atronador, se besaban y se daban cachetes o bofetadas leves. Jaime se separó y se sentó en el borde de la cama, Sara acudió dócil y le montó de rodillas, esta vez ella dominó y Jaime gozó lamiéndola un pezón cuando el vaivén se lo permitía, le metió un par de dedos en la boca, y ella los chupó, luego bajó la mano a su ano y lo acarició, apretando hasta que entraron un dedo tras otro, eso hizo a Sara gemir y gritar poseída, le daba igual todo, ya estaba vibrando como deseaba, Jaime y no yo la había llevado allí, ya era suya, y a fe que durante 10 minutos follaron como animales. Jaime se corrió tan fuerte que Sara salió disparada, acudiendo a chupar el semen caliente que aun brotaba, guiada por una mano de Jaime en la nuca.
-JAIME: ¡dios, follas como una diosa!
-SARA: para ser tan joven, no lo haces mal – un forma suave de decir que la había vuelto loca.
-JAIME: aún no has visto nada, me gusta tu culo, ponte a 4 patas.
-SARA: jajaja ¿serás capaz?……- otro azote la sumió en la lujuria, se puso sobre la cama a 4 patas y Jaime hundió su lengua en su coño, y su ano, se pasó unos minutos haciéndola gemir mientras ella se acariciaba el clítoris.
Para entonces, Jaime ya la tenia como una piedra, de nuevo una buena visión me dejó ver que aunque el acompañante de mi tía iba bien armado, pero la mía era mejor, o eso me parecía, más ancho al menos, aunque el escuálido cuerpo de Jaime resaltaba su miembro y no ayudaba a la comparación. Jaime apretaba contra su ano, y se la metió lentamente por el culo a mi tía, yo ya iba por mi 2º paja, y no podría creerme como rebotaba la piel de su culo ante cada golpe. Sara mordió una almohada para acallar unos gritos que se oían pese a ello, y cuando estaba dándole más fuerte, mi tía se dobló, arqueó la espalda y soltó un alarido animal, Jaime se separó y metido 3 dedos en el coño, con una velocidad terrible, vi como un chorro salía de Sara, que de inmediato echó el culo hacia atrás para volver a ser empalada. Jaime la azotaba tan fuerte que tenia la mano roja, la cogió del pelo como las crines de un caballo, hasta que se corrió dentro de su culo y se venció sudando sobre la espalda de Sara, que estaba jadeando y riéndose.
-JAIME: ¡madre mía, que culo, que animalada, que mujer!
-SARA: jajaja, gracias, echaba de menos buen sexo anal, gracias, te compensaré con creces.
-JAIME: guarda tus compensaciones, vamos a follar a diario, ¿me oyes?, ni loco te dejo escapar.
-SARA: es peligroso, si se enteran…….
-JAIME: no lo harán, somos listos, podemos hacerlo sin que se enteren – la metía una mano entre la piernas y cogió restos de mil cosas, se los hizo chupar cuando se dio la vuelta, y quedaron cara a cara, el rostro de mi tía era un puzzle desecho, pelo alocado, restos de rímel corrido y pintalabios por la cara.
-SARA: jajaja como negarme……
Los dejé jugando a besarse y vestirse, al bajar vi a mi madre dormida como un tronco en el sofá de abajo, no pude evitarlo y me tumbé a su lado, de forma inconsciente se abrazó a mi y me dejó su culo ofrecido, lo cogí con firmeza mientras me frotaba con ella, Jaime apareció y me vio, susurrando me decía que todo iba bien, y se fue a darse una ducha, a los pocos segundos vi la sombra de mi tía, y fingí dormir separándome de mi madre, debió de asomarse para asegurarse que no habíamos oído nada, y se fue. Me quedé dormido y fue mi madre la que me despertó por la mañana.
-CARMEN: ¿que haces aquí?
-YO: nada, te quedaste dormida abajo, y aquí me he quedado, ¿y tú?
-CARMEN: puf…..que sopor……..no se que me ha pasado, estaba tan cansada…….- evadía la respuesta, no era la 1º vez que mi madre dormía lejos de la cama de mi padre por alguna bronca de las que nunca hablaban.
-YO: ¿ya estás mejor?
-CARMEN: como nueva, ¿vamos a la piscina?, me apetece jugar…..- me dio un beso en el pecho y se levantó, no podía dejar de mirar el culo de mi madre, era increíblemente bonito.
-YO: ahora voy – subí a mi cuarto a ponerme el bañador, donde Jaime estaba tumbado cogiendo aire.
-JAIME: me ha dejado seco, ¡que mujer!
-YO: lo he visto todo.
-JAIME: jajaja vicioso, pues ya ves, ahora tu tía es mi puta.
-YO: no es tu puta, te aprovechas de ella……
-JAIME: y ella de mi.
-YO: me dijiste…..
-JAIME: me da igual, imbécil, voy a follármela hasta que me canse.
-YO: eres un desgraciado, no tendría que haberte traído.
-JAIME: pues estoy aquí, mala suerte, ahora vete, necesito descansar para follarme a tu tía.
Lograba echarme del cuarto de mi casa, tenía tal poder sobre mí con sus promesas vacías que le dejaba dominarme, o puede que simplemente fuera un cobarde. Mi tía ni me respondió cuando llamé a la puerta. Al salir a la piscina mi madre estaba en el agua chapoteando.
-CARMEN: ¿y los demás?
-YO: están cansados dicen – “seguro que lo están………de follar”
-CARMEN: jaja pues tú y yo, contra el mundo.
Me metí en el agua y nos abrazamos, mi madre me leía en la cara cuando necesitaba su cariño, y lo necesitaba. No jugamos a nada, solo nadamos, pero no por ello los roces pararon, mi madre estaba buena, ya era plenamente consciente, con sus biquinis ya no escondía nada, y todo lo que le podría faltar de pecho lo compensaba con un culo de cine, se movía con una elegancia increíble, colocándose el escote o sacándose la goma del bañador del culo, cosas poco refinadas lograba que parecieron estudiadas.
-CARMEN: ya estás triste de nuevo……..
-YO: no puedo evitarlo, Sara está muy……….centrada en Jaime.
-CARMEN: se que la quieres, por eso debes apartarte un poco, no pienses en ti, si no en lo bien que le va ha venir a ella estas vacaciones.
-YO: pero quiero ser yo quien juegue con ella….- sus caricias en mi cara me hacían sentir aún más crío de lo que me veía.
-CARMEN: pues juega conmigo – era su solución para todo, ser ella quien se desvivía por los demás.
Luchamos un rato a hundirnos, al estar solos no me cortaba, ni ella, roces, caricias, apretones y sentir nuestras pieles me puso como una piedra, y ella lo debía de sentir, pero no paraba. Una de las veces la hundí tanto tiempo que me bajó el bañador, me puse rojo, ella se rió al atacarme a traición, así que me enfurecí y la levanté por el aire, de un tirón la arranqué la parte de arriba del biquini y se quedó blanca tapándose las tetas, tiré la prenda tan lejos que golpeó la pared de la casa en la terraza, y la boca de mi madre se abrió tanto que temí haberme propasado.
-CARMEN: ¡ve a por ella, ahora! jajajajja – estaba atónito, mi madre con el agua por la cintura y el torso desnudo apretándose las tetas con las manos.
-YO: has empezado tú…..
-CARMEN: Samuel, no puedo quedarme así jajja por favor, ¿y si me ven?
-YO: yo te veo, eres preciosa mamá, deberías ir así a la playa – se puso colorada.
-CARMEN: ya, y tu padre me mata jajaja
-YO: la mitad de las veces no viene, por favor, me haría feliz……vértelas – puso ojos tiernos, y se soltó los pechos, dejándome grabar en la retina aquella imagen.
-CARMEN: ..…son horribles, se me han caído un poco y no es bonito, anda déjame que me ponga algo……
-YO: no, mamá, estás genial, de verdad, eres la mejor – la abracé, no me creía que aquella mujer, con tal de agradar, estuviera enseñándome las tetas.
-CARMEN: está bien, pero ni palabra, y menos a tu padre
Como si me fuera a creer, nos pasamos otra hora jugando, y ahora si, mordí, besé y lamí las tetas de mi madre, sin pudor, al igual que ella, se reía y se dejaba, creo que la rebeldía de aquello la atraía tanto como a mi, salimos al sol y se tumbó boca abajo, yo boca arriba con una erección tan clara que mi madre no apartaba la vista de ella.
-CARMEN: veo que has heredado cosas de tu padre.
-YO: ¿eso crees?
-CARMEN: también la tiene gordita – se tapó la boca como sin creerse decirlo en alto.
-YO: pues para lo que me sirve……..
-CARMEN: ¿puedo verla?, tengo curiosidad……- ¿me estaba volviendo loco yo, o mi madre?, pero al momento tenia la polla fuera, tiesa y dura.
-YO: ¿como la………?
-CARMEN: jajaja es una buena herramienta hijo, vas ha hacer feliz a unas cuantas….deberías irte con Marta y Sonia, alguna amiga podrá aliviarte – hacia esfuerzos por apartar la vista.
-YO: no sabría ni como hacerlo, me da pánico hablar con ellas, menos ligar, aquí solo hay tontas que no me gustan.
-CARMEN: no seas brusco, estamos de vacaciones y no todos somos cerebritos como tú, también se desinhiben y parecen menos de lo que son, deberías conocer mejor a la gente antes de juzgarlas.
Esa idea rebotó en mi cabeza unas horas, en las que tomamos el sol casi desnudos, podía tener razón pero yo solo deseaba a mi tía. Sara apareció un rato después, y me pidió que la llevara en moto al pueblo, ya que necesita ir a la farmacia, sentir sus senos en mi espalda valía la pena el viaje, quiso quedarse sola pero no la dejé, tenia curiosidad por ver que compraba, crema depilatoria, cuchillas, y con algo de disimulo la pastilla anti beby, por lo visto a Jaime le gustaban rasuradas y correrse dentro. Ella obedecía a Jaime, lo peor fue verla comprar otra caja de pastillas contra el mareo de mi madre, tenían intención de dejarla KO más a menudo.
Al llegar la noche todo se repitió, Jaime era tan educado con mi padre delante como fanfarrón sin él, empezó a azotar el culo de Sara a menudo, y el de mi madre, sin motivo, al cruzarse por la casa o al estar en la terraza o piscina, Sara jugaba, mi madre se reía, y ambas coqueteaban con descaro con aquel chico. Nos pasamos un buen rato en la terraza, Sara se sentó directamente encima de Jaime, mientras se fumaban un porro, sin muchos prejuicios por la presencia de mi madre, que les miraba con gesto alegre. Al final Jaime logró quedarse a solas con Sara, nos fuimos todos a la cama menos él, que se fue a la de ella, y follaron, les oía por que su habitación estaba debajo de la mía, y al par de horas Jaime subió exultante.
“¿Todo en orden?” le pregunta ella con su característica voz marcada por un tono de mando, Joaquín solo asiente con la cabeza, se siente intimidado no solo por su reputación que llega a ser casi legendaria, también por su belleza. “¿Aprendiste a acicalar los caballos?” le pregunta mientras se pasea por el establo, pero Joaquín no le responde, esta hipnotizado por la belleza de Maria, que a sus 44 años parece estar en su apogeo, “te hice una pregunta” recalca ella sorprendiéndolo observando su voluptuoso cuerpo de forma muy poco disimulada y que luce espectacular en esa camisa de hombre a cuadros, jeans azules y botas de cuero además de su tradicional sombrero vaquero, “si señora” le responde con su voz algo temblorosa, “levanta la vista” le dice ella, “se que se hablan muchas cosas de mi pero créeme no te voy a morder”, él lo hace y sus ojos se encuentran con los preciosos ojos pardos de Maria que parecen estarlo escudriñando en lo más profundo de su ser.
Ese día me desperté temprano, mi novia estaba acostada a mi lado, con la cabeza recostada sobre mi pecho. La tersura de su piel me enloquecía, no fue un acto voluntario pero al mover mi brazo, oí su suspiro. Como si fuera el banderazo de salida, con la yema de mis dedos, empecé a dibujar círculos en su espalda, hasta llegar a sus nalgas. El sentir mis caricias, provocó que se estremeciera, pegando mas su cuerpo en el mio, lo que me permitió recorrer la costura de su tanga, la hendidura de sus glúteos, y disfrutar con la rugosa piel de su agujero. Su suspiro se convirtió en gemido. Retiré mi mano, y llevándola a mi boca, ensalivé mis dedos. La humedad de mi saliva entró en contacto con su piel. Abrió los ojos, y sin mediar palabra, se puso de rodillas, con la cabeza en la almohada, dejando su culo expuesto a mis caricias.
Con mis manos, separé sus nalgas, teniendo cuidado que nada, ni siquiera su tanga, entorpeciera mis intenciones. Colocando mi lengua al principio de su espalda, fui bajando lentamente hacia el canalillo de su trasero, dejando tras de mi un rastro brillante. Al acercarme a su ano, me invadió el olor penetrante de hembra insatisfecha que necesita ser llenada. Con la punta recorrí las arrugas oscuras de mi destino, Lucia involuntariamente lo izó mas, dejando me entrever como se contraía al ritmo de mis caricias. Su mano descendió hasta su sexo, y con ansia castigaba su montecito del placer. Ver su calentura, me excitó. Escupí en su agujero, y con la lengua lo repartí, sin dejar pliegue, ni rugosidad, sin su dosis.
-Por favor-, me suplicó. Sabia lo que necesitaba, pero iba a hacerla sufrir un poco más. Sacando del cajón, un bote de aceite, derramé una gotas sobre su cuerpo, lo suficiente para que con mis dedos, aflojara su tensión. Mi anular tomó posesión dentro de ella, con desplazamientos laterales, de forma que su esfínter se relajó. Estaba preparada.
Apoyé mi pene en su entrada, sin forzarla. Tras unos instantes quieto, lo moví a lo largo de su canalillo, recorriendo su vulva hasta llegar a su clítoris. Ella protestó, queria que la tomara por detrás. Moviendo su cadera, intentaba introducírsela, pero yo no la dejaba. Me apiadé de ella poniéndola en la abertura de su anillo. –No te muevas-, le pedí. Ella me obedeció, quedándose quieta. Lentamente fui forzando su entrada, abriendo su pliegues, hasta que la cabeza de mi verga, entró totalmente en su interior.
-Ahora échate hacia atrás, para que sientas como te penetra-, dije. Obedientemente movió su cuerpo, introduciéndose toda mi extensión. No fue un movimiento continuo sino que con breves envites, centímetro a centímetro, rugosidad a rugosidad, fue absorbiéndome en su oculto tesoro. El dolor se mezclaba con el placer, ni una queja salió de sus labios, mientras se empalaba. Cerró los ojos al sentirla plenamente, mis huevos habían chocado, ya, contra sus nalgas. Experta, esperó unos momentos, para que su esfínter se acostumbrara a su castigo. Con suaves movimientos circulares me demostró que podía empezar, por lo que con un leve bombeo comencé a moverme. Poco a poco, fui aumentando la velocidad.
-Mas fuerte-, me exigió. Aceleré mis arremetidas, a la vez que con mis manos abiertas marcaba el ritmo con azotes en sus nalgas. –Me encanta-, gritaba al sentir como la vara de su hombre, se regocijaba en su interior. Mientras con una mano seguía castigando su clítoris, con la otra estrujaba mis testículos. Del interior de su vulva, emergía un manantial de caliente flujo, que se mezclaba con el aceite.
Era una pasada, verla moverse al ritmo de mis caricias. En su espalda, una gota de sudor bajaba por su columna, pero volvía a subir con mis embistes. Parecía jugar con nosotros, en un trío involuntario. Sus gemidos y la humedad de su cuerpo, aumentaron mi calentura. Previendo su climax, agarré su cuello con las dos manos, impidiéndole la respiración. Lucia no se preocupó por mi estrangulación, sabia que la necesidad de aire que sentía, aumentaría su placer. Sus brazos cedieron, de forma que mi cuerpo se clavó mas profundamente, mientras que su cadera se estremecía, y todo su cuerpo entraba en ebullición. En la palma de mis manos, latían sus venas hinchadas por la presión que ejercía. No aguantando mas, se desplomó en espasmos de placer. La solté, pero sin compasión proseguí con mi tarea, hasta que sentí como me derretía en su interior.
Exhausto y satisfecho, me quedé abrazado a ella, sintiendo como mi sexo, perdía poco a poco su dureza, dejando salir el rastro lechoso de mi placer. Estuvimos en esa posición unos minutos, hasta que el despertador rompió el encanto del momento.
Fui el primero en levantarme, tras una ducha rápida y un café con leche, cogí mi coche en dirección a mi trabajo. En la radio no había mas que noticias desastrosas, atentados, terremotos y las típicas peleas del gobierno con la oposición. Decidí apagarla, mi despertar había sido perfecto y no quería estropearme el día con cosas que no me afectaban.
La oficina me agobiaba, gracias al padre de Lucia, era rico, pero como era un dinero ilícito, tenía que seguir con la pantomima del trabajo honrado. Sería sospechoso, el dejar de trabajar en el momento de irme a vivir con la hija de un ladrón. Dediqué gran parte del tiempo a gestionar “nuestra herencia”, -La gente no sabe, lo que tiene que trabajar un rico, para ser aún más rico-, pensé, disfrutando, cuando verifiqué los impresionantes réditos, que me estaban dando las inversiones de la compañía que habíamos fundado en un paraíso fiscal.
Eran las dos de la tarde, cuando me llamó Lucia para avisarme, que esa noche, venía a cenar Patricia, su amiga. Resulta que tenía graves dificultades económicas, su socia y ella estaban a punto de ser embargadas por una compañía a la que debían dinero. Querían mi consejo y mi ayuda, ya que mi novia les había contado lo experto que era en temas financieros.
-No te preocupes, veré lo que puedo hacer, pero dile que venga también su amiga, para que nos den una visión global del problema-, le contesté.
Mi plan había resultado, durante los últimos tres meses, había estado comprando en el mercado, la deuda de ellas, pero como era lento, les di un empujoncito por medio de una compra masiva desde una empresa, que a la semana quebró. Por supuesto, la empresa quebrada era mía.
Decidí que esa tarde, saldría temprano, ya que tenía que explicar, a Lucia, el plan. Pero antes de salir de la oficina, la llamé. No quería llegar a casa y encontrarme con la sorpresa de que se había ido otra vez de compras, cosa que se había habituado a hacer con demasiada frecuencia.
La encontré enfrente del ordenador. Por lo visto, estaba buscando en internet, mansiones en las islas Caiman, para cuando nos fuéramos de España. Me enseñó la que le había gustado. Una verdadera exageración con 10 dormitorios, una barbaridad de terreno, piscina, padel, frontón, es decir un palacio. Estaba tan entusiasmada, que tuve que pedirle que se callara por que quería decirle algo importante.
-¡Nos han descubierto!-, me dijo totalmente asustada,-¡Dime la verdad!.
-No, tonta, es algo bueno-, mi respuesta le tranquilizó, por lo que con una sonrisa, me pidió que le explicara entonces que era eso tan importante.
Tomé un breve respiro, antes de empezar a hablar.
-Últimamente, te has quejado de no tener nadie de servicio. ¿Te gustaría educar a dos nuevas perras?, de 24 y 28 años, morenas, buenas tetas, y dos magníficos culos, que azotar-, le solté a bocajarro.
Se quedó con la boca abierta, aunque habíamos hablado de ello, no se lo esperaba. Tras unos momentos, empezó a sospechar.
-¿Quién son las candidatas?-, me preguntó.
-Patricia y su socia-, dejé caer como quien da la hora, sin darle la mínima importancia.
-¡Estas completamente loco!, son un par de estrechas, que están esperando a su príncipe azul-, dijo totalmente alterada, pero por el brillo de sus ojos, supe al instante que no le desagradaba la idea.
-Pues si tu quieres, a partir de esta noche, tendrán su rey y su reina-, le contesté, explicándole acto seguido que las teníamos en nuestras manos, o mejor dicho que sus cuellos estaban bajo nuestras botas, y que en cualquier momento podíamos apretar y asfixiarlas.
No se podía creer que hubieran sido tan bobas, y menos que yo hubiera ardido un plan, tan maquiavélico, que les hizo cavar su propia tumba.
-¡Eres un hijo de puta!, pero, ¡ me encanta!, ya que tu has diseñado la primera parte del plan, déjame que yo sea quien ejecute la segunda-
No tuve nada que objetar, era justo, y menos cuando sentí que me bajaba la bragueta y me empezaba a hacer una mamada. La sensación de poder, la había excitado. Separándola de mi, le indiqué:
-Guarda fuerzas, para esta noche. Si todo sale bien, vamos a estar muy atareados-.
Eran la 8:30 de la noche, quedaba una hora para que llegaran nuestras presas, por lo que nos fuimos a preparar la encerrona. Lucia se vistió para la ocasión. Cuando la vi salir, me quedé alucinado, llevaba puesto un vestido negro de cuero, que mas que tapar enseñaba, totalmente pegado, de forma que sus nalgas y su pechos resaltaban en su figura.
-¿Y eso?, le pregunté.
-Lo tenía preparado para una ocasión especial-, me contestó muerta de risa.
Como ella iba a ir de negro, en plan Madam Fatal, no quise quitarle protagonismo, por lo que me vestí de blanco, en plan moda ibicenca, con una camisa de lino y unos pantalones de pintor. No me había terminado de atar los cordones, cuando sonó el timbre.-Alea jacta es-, la suerte esta echada, pensé parafraseando a Julio Cesar, el conquistó un imperio, yo estaba formándome un haren.
Cuando llegué al salón, estaban conversando animadamente con mi novia. Patricia e Isabel se levantaron a saludarme, lo que me permitió observar sus cuerpos. La primera, delgada, menuda, una joven morena que parecía que no había roto un plato, de pechos pequeños pero apetecibles, en cambio su socia, era un mujerón, mas de un metro ochenta de lujuria, el pelo rizado, y dos espectaculares melones que serían la delicia de cualquier hombre, todo ello enmarcado en un cuerpo espectacular. Encima de la mesa, había dos carpetas con toda la documentación, que tenía que estudiar, por lo que tras las corteses presentaciones, me excusé y cogiendo todos los papeles me dirigí hacia mi despacho.
Conocía el contenido del 90% de los documentos, pero como tenía que hacer tiempo, me serví un whisky, mientras ojeaba las fotocopias de la empresa. Realmente, estas dos mujeres eran tontas, como dicen en México “las nalgas están peleadas con el cerebro”, desesperadas por su situación habían falseados sus balances, de forma que no solo las iban a embargar, sino que iban a pasarse una buena temporada en la carcel. Al pedir su último préstamo, en poder de mi empresa, se habían inventado unas partidas inexistentes, y para colmo, se les ocurrió poner como aval al padre de Patricia, que llevaba muerto seis años. Era un fraude de lo mas burdo, seis añitos en la trena, calculé.
Era bastante mejor, de lo que suponía, por lo que con la excusa de que quería otra copa, llamé a Lucia, explicándole las novedades, que ya no eran problemas económicos sino penales.
-Dame media hora-, me pidió.
Era su turno, tenía que preparar el terreno, por lo que me puse a leer una revista, para pasar el rato. Pero era imposible, no me podía concentrar en los artículos, no dejaba de especular en los tres bombones, que tenía a 10 metros de mi puerta, en como serían en la cama, y en el uso que les iba a dar. Los minutos transcurrían con una lentitud exasperante, parecía que el reloj no funcionaba, tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano, para quedarme sentado en la silla y no salir corriendo hacia mi futuro.
-Ya no puedo mas, no me importa que solo hayan pasado 20 minutos-, pensé, mientras recogía las carpetas y salía con aire preocupado a reunirme con la mujeres.
Al verme entrar tan serio, en la habitación, Patricia me preguntó:
-Tan mal, estamos-, en su voz noté que había bebido, sobre la mesa estaban dos botellas de vino, vacías y otra a medio terminar, Lucia les había dado de beber, para bajar sus defensas.
-Peor-, le contesté,- tenéis un 90% de posibilidades de terminar en la cárcel-.
-¡No puede ser!-, saltó Isabel,-nuestro asesor nos ha dicho que, como máximo, nos embargan-, su tono de voz se oía francamente preocupado, en su interior debía de saber que yo tenía razón.
-Seguro que no sabe, que el padre de Patricia está muerto, habéis suplantado su personalidad, con el objeto de engañar al banco. Eso es delito, y se paga con 15 años de cárcel-, exageré, pero nos venia bien. Las dos muchachas se desmoronaron, Patricia llorando, se refugió en brazos de Lucia, que la estaba esperando. Con delicadeza, acarició su cabeza, tratando de tranquilizarla.
Durante unos minutos, las dejamos llorando, para que se fueran hundiendo mas en su propia miseria. Isabel, estaba sola, nadie la estaba animando. Desesperada, se lanzó a mis brazos en busca de consuelo.
Mi novia, al ver que me abrazaba, se levantó de su asiento, y cogiéndola de los pelos, le gritó:
-No te parece bastante, lo que has hecho a mi amiga, que ahora, ¡quieres quitarme el hombre!-, a la vez que empezaba a pegarla, a insultarla, echándole la culpa de la desgracia de su amiga haciéndola sentir mas cucaracha, de lo que ya se sentía. Esperé unos momentos antes de intervenir, la violencia era un paso más en el derribo de sus defensas.
Separé a las dos mujeres, pidiéndolas tranquilidad, Lucia no quiso quedarse quieta, todo lo contrario, y dirigiéndose adonde estaba Patricia, le dio un sonoro bofetón, que le hizo caerse de espaldas.
-¡Eres imbécil, ¡no esperes que te vaya a visitar a la cárcel!, ¡ojalá!, ¡te encuentres con una bollera que te viole todas las noches!, dijo maldiciéndola, mientras la muchacha caída en el suelo, no paraba de llorar.
La cosa evolucionaba, mejor que lo que me hubiera podido imaginar, Lucia era toda una actriz, merecía una oscar por su actuación, echándose a mis brazos llorando me imploró:
-Pedro, ¡no lo puedes permitir!, no te lo he contado nunca, pero aunque estoy enamorada de ti, amo a Patricia, no puedo soportar que alguien la toque, ¡ayúdala!, ¡por favor!-
-Zorra-, le grité, mientras la separaba de mí. Las dos socias pararon de llorar, para mirarnos, mi novia seguía abrazada a mis pies, pidiéndome que las ayudara, tan buena era en su papel, que hasta yo me lo estaba creyendo.
-Pedro, eres millonario, tu puedes ayudarlas-, en los ojos de nuestras dos víctimas brilló una leve esperanza, que quedó deshecha al oírme decir que jamás ayudaría a la amante lesbiana de mi mujer.
Patricia, trató de defenderse, diciendo que ella era heterosexual, que jamás había estado con ella, pero no la escuché, y saliendo de la habitación, las dejé solas.
No me había dado tiempo a servirme una copa, cuando Isabel entró en mi despacho, sabía que yo era su única salvación, y no la podía dejar escapar:
-¿En serio, podrías ayudarnos?, me preguntó.
-Podría, pero no quiero-, fue todo lo que oyó de contestación.
-¡Por Favor!, ayudanos, haría cualquier cosa para no ir a la cárcel-, estaba destrozada.
-¿Cualquier cosa?, ¡a ver si es verdad¡, le contesté, mientras liberaba a mi miembro, el cual debido a mi excitación estaba totalmente erécto. Estaba anodadada, nunca se hubiera imaginado que eso es lo que le iba a pedir a cambio de mi ayuda.
-¿Y Lucia?, en su cara se reflejaba el miedo que la tenía, estaba más preocupada por su reacción que por el hecho de hacerme una mamada.
-¿Quieres que te ayude?-, le dije, y ella asintiendo con la cabeza, me contestó. Estaba en mis manos y lo sabía, si quería librarse de ser enchironada, debía de obedecerme.
Sumisamente, se arrodilló frente a mí.Mi pene le quedaba a la altura de de su boca, sin mediar palabra abrió su labios, introduciéndoselo en la boca. No pudiendo soportar la vergüenza, cerró los ojos , suponiendo que el hecho de no ver disminuía disminuía la humillación de ser usada.
-Abre los ojos, quiero que veas, que es a mí, a quién chupas-, le exigí.
De sus ojos, dos lágrimas de ignominia brotaban, entretanto sus labios y su lengua se apoderaban de mi sexo. De mi interior salieron una gotas pre-seminales, las cuales fueron sin deseo, mecánicamente recogidas por su lengua. Era una puta, pero no la perra que yo quería, cabreado la separé de mí, jamás me había gustado, como las prostitutas me follaban, les faltaba pasión.
-Así, ¡No me vale!-, le solté, dejándola sola, en el despacho.
En el salón, Lucia me esperaba impaciente.
-¿Patricia?, pregunté, notando su ausencia.
La primera parada fue el estilista que casi se desmayo al ver el cabello de Maria, seco y sin brillo, “¡que horror pero que le has hecho!” exclama, solo por que esta con su sobrina Maria no lo estrangula. Debió soportar un sermón y un tratamiento para su cabello que la tuvo sentada en silla por dos horas, para una mujer tan trabajadora y activa como ella es todo un suplicio tener la cabeza llena de quien sabe que cosas sin poder hacer nada, “no puedo creer que antes me prestaba para esto” le dice a su sobrina que se esfuerza por no reír. También le hacen una manicura ya que las uñas de sus manos estaban muy maltratadas por el trabajo, pero al menos le reconocen que su piel se ve muy bien y que no necesita maquillarse demasiado para lucir las bellas facciones de su rostro.
Rápidamente María cambia de pose y ahora se pone en cuatro y de inmediato un miembro se hunde en su coño, “ven te la quiero mamar” le dice uno de ellos. Y mientras un miembro se hunde en su sexo en un extremo, otro lo atrapa en su boca. Le arremeten con todo y se escucha el sonido de las embestidas que le dan contra sus nalgas, sus pechos se balancean de un lado para otro y María se carga contra quien la penetra a fin de recibirla mejor. Uno por uno la cogen en su boca o en su sexo como a ella le gusta, se muestran tan fogosa y caliente que ellos se toman turnos a fin de recuperar fuerzas para poder satisfacerla, María los deja sorprendidos al demostrar lo ardiente que es en realidad.
Mi nombre no importa en absoluto, al fin y al cabo sólo soy el narrador, no uno de los personajes, aunque eso sí, un
narrador un tanto particular, pues voy a permitir que sean los propios protagonistas los que cuenten sus peripecias, ya verán cómo. De todas formas, he de realizar una pequeña introducción para poner en antecedentes a los lectores.
Sábado, 31 de Julio. Diario de Cristina.
Pues qué bien. Ya estamos aquí. Estoy escribiendo un rato antes de bajar a cenar, por no aburrirme. Estoy encerrada en mi cuarto y desde aquí arriba escucho las voces que pegan desde el salón. Que se diviertan.
Miércoles, 4 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco.
Y tanto que es un meapilas. Joder qué coñazo me ha dado toda la mañana contándome rollos de no sé qué cura y de la madre que lo parió. Es un pringado.
Domingo, 8 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco.
Tras terminar de almorzar, he pasado de darme la ducha, así que no me he cambiado de ropa. Lo que sí he hecho ha sido pasar por mi cuarto para quitarme el bikini, quedándome tan sólo con la camiseta, que me llega a medio muslo.
Casi no me he atrevido a hablar con Cristina, pero, por lo menos, he logrado librarme de la clase de hoy. Seguro que mañana me encuentro mejor.
Viernes, 13 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco
Esta vez hizo una larga pausa. Parecía que el recordar el momento vivido le producía una fuerte angustia; su voz había comenzado a quebrarse y en un momento dio la impresión de que ya no continuaría con el relato… Sin embargo se aclaró la voz y siguió:
“Sólo sé que cuando yo entré en el mundo de los Batista, ya hacía un año que él faltaba… La verdad es que muchas de esas cosas, como te imaginarás, están vedadas para quienes aquí nos desempeñamos… No nos cuentan nada ya que no debería importarnos ni tenemos por qué meternos, así que no nos queda más remedio que tratar de sacar algo medianamente en claro a partir de las habladurías y rumores que circulan por la finca:
En el lugar, obviamente, no había ni la sombra de un bidet, ni tan siquiera un simple lavabo, así que me llevó afuera, sacándome desnuda al fresco de la noche; al llegar a la canilla que estaba no lejos de la construcción, me hizo poner a cuatro patas e hizo entrar el chorro de la manguera en mi ano; yo sentía cómo el agua entraba y salía de manera simultánea e ininterrumpida… y así siguió la cosa hasta que ella quedó conforme con el aseo. Me llevó adentro nuevamente; me pidió que me inclinara hasta tocar las puntas de mis pies con mis dedos y, una vez que hube adoptado la posición requerida, se dedicó a secarme con sumo cuidado y prolijidad. Justo en ese momento ingresó al lugar la mujerona de la limpieza; la reconocí por el arrastrado crujido de sus ojotas y la pesadez de sus pasos, absolutamente contrastante con el caminar elegante y sensual de la enfermera o bien el seguro, dominante y también sensual de Loana. Agradecí en ese momento que la ex doctora Rosales estuviese allí; de algún modo me sentía protegida y sentía como que aquel monstruo con algún parecido a una mujer no tendría tanta “vía libre” conmigo, menos aún considerando que yo estaba siendo atendida. Mirando de reojo mientras me mantenía inclinada, pude ver que fue hasta donde estaban los cuencos en el piso; llevaba un balde en mano y descargó parte de su contenido, agua en realidad, en uno de los platos, haciéndolo con tal violencia y descuido que la mayor parte del agua se derramó hacia afuera a medida que fue cayendo…
Las miré… Intenté incorporarme y extender una mano hacia ellas, ya que las palabras no me salían en absoluto: sólo emitía jadeos. Pero no pude incorporarme demasiado a decir verdad: la intensa corriente de excitación que corría por dentro de mí me hizo caer nuevamente y quedé en el piso, vencida y retorciéndome bajo la tortura de un éxtasis anal difícil de describir con palabras… Eli caminaba por el lugar hablando con mi celular y en una oportunidad pude ver sus zapatos muy cerca de mi rostro; intenté arrojar un manotazo pero fue en vano… La fuerza a la que estaba yo siendo sometida boicoteaba cualquier acción de mi parte… Y la excitación iba aumentando… y aumentando… Sentía un irrefrenable deseo de tocarme; necesitaba llegar al orgasmo en ese momento o de lo contrario, al menos eso creía, la tortura llegaría a límites insoportables… ¡Esa pendejita puta tenía que apagar el celular! Pero en lugar de eso seguía hablando y deambulando por la habitación como si nada…
Descubrir que una embarazada y yo somos herederos de una fortuna, reavivan mi alicaído libido. Con 42 años, las mujeres habían pasado a un segundo plano hasta que me enfrenté a ese cuerpo germinado. Los pechos, el culo de Ana y su dinero se convirtieron en mis mejores afrodisíacos
Como a muchos hombres de mi generación, el estrés continuado durante años producto del trabajo me había llevado a una inapetencia sexual. Aunque sea duro reconocerlo, no me considero un bicho raro al confesaros que, con cuarenta y dos años, las mujeres habían pasado a segundo plano en mi vida. Sin ser un eunuco, ya no eran mi prioridad y prefería una buena comilona con un grupo de amigos tras un partido de futbol a un revolcón con la putita de turno. Siendo heterosexual convencido y probado, era consciente de la belleza de determinadas mujeres que revoloteaban a mi alrededor pero me consideraba inmune a sus encantos. Simplemente no me apetecía perder mi tiempo en la caza y captura de una de ellas.
Lo más curioso de asunto es que todo lo que os he contado antes cambió con la persona menos indicada y en las circunstancias más extrañas. Os preguntareis cuándo, cómo y con quién se dio ese cambio. La respuesta es fácil:
“Con mi prima Ana, al verla embarazada y en Filipinas”.
Como en tantas historias, todo comenzó por un hecho fortuito y en este caso luctuoso: la muerte de un tío. Evaristo, el difunto era un familiar que después de la guerra había organizado las maletas y se había ido al extremo oriente en busca de fortuna. En mi caso, solo lo había visto una vez y eso hacía muchos años. Por eso me sorprendió la llamada de un abogado, avisándome de su muerte y de que me había nombrado heredero.
No creyendo en mi suerte, le pregunté cuanto me había dejado. El letrado me contestó que no lo sabía porque esa encomienda era un encargo de un bufete de Manila del que ellos solo eran representantes. De lo que sí pudo informarme fue que al lunes siguiente se abriría el testamento en sus oficinas con las presencia de todos los beneficiarios.
―¿Hay más herederos?― molesto pregunté.
El tipo al otro lado del teléfono notó mi tono y revisando sus papeles, respondió:
―Son dos. Usted y Doña Ana Bermúdez.
Así me enteré que mi prima Ana era la otra afortunada.
«Es lógico. Somos sus parientes más cercanos», pensé al recordar que ese hombre era el hermano de nuestro abuelo.
A pesar de haber perdido el contacto con ella, me tranquilizó saber con quién iba a tener que compartir lo mucho o lo poco que nos había legado ya que Ana siempre me había parecido una persona bastante equilibrada. Por ello, confirmé mi asistencia a la apertura del testamento y anotándolo en mi agenda, me desentendí de ello.
La cita en el bufete.
He de reconocer que una vez en casa, fantaseé con la herencia y me vi como un potentado a cargo de una plantación de tabaco al hacer memoria que el tal Evaristo se vanagloriaba de la calidad de los puros que elaboraba en esas tierras mientras gastaba dinero en el pueblo sin ton ni son, con el objeto de restregar a toda la familia su éxito.
«Quién me iba a decir que iba a disfrutar del dinero que ese viejo ganó con tanto trabajo», ilusionado medité al caer en la cuenta que el bufete al que iba a ir era uno de los mejores de Madrid y por ello asumí que el legado debía de ser importante.
Por ello, intenté contactar con Ana para conocer de antemano cuál era su sentir en todo ello, pero me resultó imposible porque increíblemente nadie que conocía tenía su teléfono.
«¡Qué raro!», me dije tras darme por vencido, «es como si hubiese querido romper con todo su pasado». No dando mayor importancia a ese hecho, la mañana en que iba a conocer cuál era mi herencia, ve vestí con mis mejores galas y acudí a la cita.
Tal y como era previsible, las oficinas en que estaban ubicado ese despacho de abogados destilaban lujo y buen gusto. Quizás por ello, me sentí cortado y tras anunciarme con la recepcionista, esperé sentado que me llamaran tratando de pasar desapercibido. Al salir de casa creía que mi vestimenta iba acorde con la seriedad de la reunión pero, al llegar a ese sitio, deseé haberme puesto una corbata.
«Esto está lleno de pijos», mascullé cabreado asumiendo que me encontraba fuera de lugar. Si ya me consideraba inferior, esa sensación se incrementó al reconocer a mi prima en una ricachona que acababa de entrar por la puerta. Envuelta en un abrigo de visón y con peinado de peluquería, Ana parecía en su salsa. Si yo había dado mi nombre y poco más, ella se anunció exigiendo que la atendieran porque tenía prisa.
«¡Menuda borde!», pensé al escuchar sus malos modos.
Levantándome de mi asiento, me dirigí a ella y saludé. La frialdad con la que recibió mis besos en sus mejillas me confirmó que en esa altanera mujer, nada quedaba de la chiquilla inocente que había sido y por eso volví a sentarme, bastante desilusionado. La diferencia de trato, me quedó clara cuando a ella la hicieron pasar directamente a un despacho.
«A buen seguro, Ana es la beneficiaria principal y yo en cambio solo recibiré migajas», sentencié mientras intentaba mantener la tranquilidad.
Enfrascado en una espiral autodestructiva esperé a que me llamaran. Afortunadamente la espera duró poco ya que como a los cinco minutos, uno de los pasantes me llamó para que entrara a la sala de reuniones. Allí me encontré con cuatro abogados de un lado y a mi prima del otro. No tuve que ser un genio para leer en su rostro el disgusto que le producía mi presencia.
«Debió pensar que ella era la heredera universal de Evaristo», comprendí al ver su enfado.
No queriendo forzar el enfrentamiento que a buen seguro tendríamos en cuanto nos leyeran el testamento, pregunté cuál era mi sitio. El más viejo de los presentes me rogó que me sentara al lado de ella y sin dar tiempo a que me acomodara, comenzó a explicar que nos había citado para darnos a conocer el legado de nuestro tío.
―Corte el rollo, ¿cuánto me ha dejado?― fuera de sí, le recriminó mi prima.
Su mala educación no influyó al abogado que, con tono sereno, le contestó que no sabía porque antes tenía que abrir el sobre que contenía sus últimas voluntades.
―Pues hágalo, no tengo tiempo que perder.
El sujeto, un auténtico profesional, no tomó en cuanta la mala leche de mi familiar y siguiendo los pasos previamente marcados, nos hizo firmar que en nuestra presencia rompía los sellos de ese paquete. Os juro que para entonces se me había pasado el cabreo al ver el disgusto de esa zorra y gozando a mi manera, esperé a que el abogado empezara a leer el testamento.
Tras las típicas formulas donde se daba el nombre de mi tío y el notario declaraba que a pesar de su edad tenía uso pleno de sus facultades, fue recitando las diferentes propiedades que tenía en vida. La extensa lista de bienes me dejó perplejo porque aunque sabía que mi tío era rico nunca supuse que lo fuera tanto y por ello, cuando aún no había terminado de nombrarlas, ya me había hecho una idea de lo forrado que estaba.
«¡Era millonario!», exclamé mentalmente y completamente interesado, calculé que aunque solo recibiera un pequeño porcentaje de su fortuna me daría por satisfecho.
Ana se le notaba cada vez más enfadada y solo pareció apaciguarse cuando el letrado empezó a leer las disposiciones diciendo:
―A mi adorada sobrina, Doña Ana Bermúdez, en virtud de haber dedicado sus últimos años a cuidar de mí…― la cara de mi prima era todo satisfacción pero cambió a ira cuando escuchó que decía― …le dejo el cincuenta por ciento de mis bienes.
Durante unos segundos, mantuvo el tipo pero entonces fuera de sí empezó a despotricar del viejo, recriminándole que ella era la única que se había ocupado de él.
El abogado obviando sus quejas, prosiguió leyendo:
―A mi sobrino, Manuel Bermúdez, como único varón de mi familia le dejo el otro cincuenta por ciento siempre que acepte cumplir y cumpla las condiciones que señalo a continuación…―os juro que mi sorpresa al saberme coheredero de esa inmensa fortuna fue completa y por eso me costó seguir atendiendo― …Primero: Para hacerse cargo de la herencia, debe vivir y residir en mi casa de Manila durante un mínimo de dos años desde su aceptación. Para ello, su prima Ana deberá prepararle la habitación de invitados o cualquier otra de la zona noble.
«La madre tendré que vivir con esa engreída», pensé.
El abogado siguió diciendo:
―Segundo: Deberá trabajar bajo las órdenes de la actual presidenta de mis empresas durante el mismo plazo.
No me quedó duda de quién era esa señora al ver la cara de desprecio con la que Ana me miraba.
―Tercero: La aceptación de su herencia deberá hacerse ante mi notario en Manila dando un plazo de quince días para que lo haga. De negarse a cumplir lo acordado o no aceptar la herencia, el porcentaje a él asignado pasará directamente a su prima Doña Ana Bermúdez.
Esas condiciones me parecieron fáciles de cumplir teniendo en cuenta que estaba hasta los huevos de mi trabajo como simple administrativo en una gran empresa y por eso, nada más terminar el abogado dije:
―¿Dónde hay que firmar?
El sujeto se disculpó y me recordó que según el testamento debía hacerlo en Filipinas y ante la ley de ese país. Dando por sentado que tenía razón ya me estaba despidiendo cuando escuché a mi prima que con tono duro decía:
―¿Nos pueden dejar solos? Manuel y yo tenemos que hablar.
Los abogados previendo que iba a producir una confrontación entre nosotros, desaparecieron por arte de magia.
Al quedarnos únicamente ella y yo en esa habitación, Ana se quitó el abrigo de pieles y dejándolo sobre uno de los sillones, se dio la vuelta y me soltó:
―¿Cuánto quieres por renunciar a todo?
La dureza de sus palabras me pasó desapercibida porque en ese momento mi mente estaba en otro planeta porque al despojarse de esa prenda, me permitió admirar la sensual curvatura de su vientre y la hinchazón de su busto.
«¡Está embarazada!», concluí más excitado de lo normal al recorrer con mi mirada su preñez.
Aunque siempre me habían parecido sexys las barrigas de las mujeres esperando, os tengo que confesar que cuando descubrí su estado, algún raro mecanismo subconsciente en mi interior se encendió y puso a mis hormonas a funcionar.
«¡Está buenísima!», pensé mientras por primera vez la contemplaba como mujer. Olvidando su carácter, me quedé prendado de esos pechos que pugnaban por reventar su blusa y contra mi voluntad, me imaginé mamando de ellos.
Mi “querida” prima creyó que mi silencio era un arma de negociación y sacando la chequera, con la seguridad de alguien acostumbrado a las altas esferas, me preguntó:
―¿Con medio millón de euros te sentirías cómodo?
Ni en mis sueños más surrealistas hubiera creído que de esa reunión saldría con esa suma pero para desgracia de esa pretenciosa, mi cerebro estaba obcecado contemplando el erotismo de sus curvas y nada de lo que ocurriera en esa habitación podría hacer que me centrara tras haber descubierto unas sensaciones que creí perdidas.
«Esta puta me pone cachondo», alucinado determiné al notar que mi sexo se había despertado tras meses de inactividad y que en esos momentos lucía una erección casi olvidada.
―Entonces, un millón. ¡No pienso ceder más!― subrayó cabreada.
Su ira, lejos de hacerla menos deseable, incrementó su erotismo y ya sumido en una especie de hipnosis, fui incapaz de retirar mis ojos de los pezones que se podían vislumbrar bajo su blusa.
«Debe de tenerlos enormes», medité mientras soñaba en el paraíso que significaría tenerlos a mi alcance, «daría lo que fuera por mordisquearlos».
―¡Solo un idiota rechazaría mi generosa oferta!―chilló ya descompuesta.
Su insulto exacerbó mi fantasía e imaginando que era mía, me vi sometiéndola. Ninguna mujer me había provocado esos pensamientos y por ello me intrigó que tras años de sexualidad aletargada, esa preñada me hubiese inyectado en vena tanta lujuria.
«¡Me la ha puesto dura!», sonreí.
Mi sonrisa nuevamente fue malinterpretada y tomada como una ofensa. Ana, dio por declarada la guerra y llena de ira, me soltó:
―No tienes idea de lo hija de puta que puedo ser. Te conviene aceptar mi oferta. Filipinas es mi terreno y si vives conmigo, ¡te haré la vida imposible!
Esa nada sutil amenaza tuvo el efecto contrario. Mi prima me la había lanzado con la intención de acobardarme pero al saber que viviría con ella, hizo que todas las células de mi cuerpo hirvieran de pasión.
―Ya veremos― respondí y dando por zanjado el tema, me acerqué a ella.
Ana se quedó de piedra cuando ya a su lado y mientras me despedía, susurré en su oído:
―Por cierto, nunca me imaginé que mi primita se había convertido en una diosa.
Quemo mis naves.
Saliendo de los abogados, decidí irle a decir adiós a mi jefe. Tras diez años de esclavitud y explotación en sus manos, ese capullo se merecía que alguien le cantara las cuarenta. A muchos os parecerá una locura quemar las naves de esa forma pero, asumiendo que lo mínimo que iba a sacar era el millón de euros que me había ofrecido, me parecía obligado hacerle saber a mi superior lo mucho que le estimaba.
Por eso cuando llegué a la oficina, sin pedir permiso, entré en su despacho y subiéndome a su mesa, me saqué la polla y le meé encima. Tras ese desahogo y mientras ese mequetrefe no paraba de chillar, recogí mis cosas y dejé para siempre ese lugar.
«¡Qué a gusto me he quedado!», pensé ya en la calle al recordar la cara de miedo que lucía ese cabronazo mientras le enchufaba con mi manguera. Acostumbrado a ejercer tiránicamente su poder, Don José se había quedado reducido a “pepito” al verme sobre su escritorio verga en mano.
Ya más tranquilo me fui a casa e indagando en internet, confirmé con la copia del testamento en mi mano que las posesiones de mi tío Evaristo se podían considerar un emporio:
«Estoy forrado», resolví tras verificar que formaban el segundo mayor holding de ese país.
Curiosamente mientras pensaba en esa fortuna que me había caído del cielo, no fueron solo mis neuronas las que se pusieron como una moto sino antes que ellas, mis hormonas. Dentro de mis calzones, mi pene se había despertado con una dureza comparable a la sufrida al ver las tetas de mi prima.
―¡Me pone cachondo la pasta!, muerto de risa, exclamé.
Juro que solo el saber que apenas tenía dinero para comprarme el billete de avión a Manila, evitó que saliese corriendo a un putero a descargar mi tensión con una hembra de pago. En vez de ello, abriendo mi bragueta, saqué mi hombría de su encierro y me puse a pajear pensando en Ana, en esas tetas que no tardarían en tener leche y en su estupendo culo.
―¡Esa puta será mía!― determiné en voz alta al recordar su sorpresa cuando le comenté lo buena que estaba.
Soñando que el desconcierto con el que recibió mi piropo fuera motivado por una debilidad de su carácter que me diera la oportunidad de seducirla, me imaginé poniendo mi verga entre las tetas de esa soberbia. En mi mente, mi adorada prima se comportó como una zorra y actuando en sintonía, me hizo una cubana de ensueño mientras soportaba mis risas e insultos.
Estaba a punto de sucumbir a mi deseo cuando de improviso sonó el timbre de mi puerta. Disgustado por la interrupción, acomodé mi ropa y fui a ver quién había osado interrumpirme. Al abrir, me encontré con una oriental. La desconocida, al verme, se presentó como la secretaría de mi prima y sin mayor prolegómeno, me informó que su jefa le había pedido que se pusiera a mis órdenes para que me ayudara con los preparativos de mi marcha.
Con la mosca detrás de la oreja, la dejé pasar. Esa criatura debía tener instrucciones precisas porque nada más pisar mi apartamento, me preguntó dónde tenía las maletas y qué ropa quería llevarme.
―¿A qué se debe tanta prisa?― pregunté.
Sin mostrar ningún signo de preocupación, la filipina contestó:
―Como futuro vicepresidente tiene a su disposición el avión de la compañía y Doña Ana ha preparado todo para que usted salga rumbo a Manila en tres horas.
Ese cambio de actitud y que esa guarra sin alma facilitara mi ida, me mosquearon. Sospechando que quizás buscaba un acercamiento como estrategia de negociación, interrogué a la muchacha donde recogeríamos a mi prima.
―La señora ya está de vuelta en otro avión. No quería esperar a que termináramos con su equipaje y me ha pedido que sea yo quien le acompañe.
Su tono meloso despertó mis alertas. Tratando de encontrar un sentido a todo aquello, me fijé en la muchacha y fue al percatarme de su exótica belleza cuando caí del guindo:
«Mi prima la ha mandado para que me seduzca».
Ese descubrimiento en vez de molestarme, me hizo gracia y sin cortarme en absoluto, me dediqué a admirar a la cría mientras recogía mi ropa.
«Hay que reconocer que tiene un polvo», zanjé tras recorrer con la mirada su esbelto cuerpo. Teresa, así se llamaba la mujercita, parecía sacada de una revista de modas. Guapa hasta decir basta, sus movimientos irradiaban una sensualidad que no me pasó inadvertida.
«¡Más de uno!», decreté al descubrir que tenía un culo con forma de corazón cuando la vi agacharse a cerrar la primer maleta. «Joder, ¡cómo estoy hoy!», protesté mentalmente mientras trataba de ocultar la erección entre mis piernas.
La incomodidad que sentía se incrementó exponencialmente al notar que esa cría se había dado cuenta de lo que ocurría entre mis piernas y se ponía roja.
«Parezco un viejo verde», refunfuñé en silencio avergonzado y desapareciendo de mi habitación, fui a la cocina a tomar un vaso de agua aunque no tenía sed.
Consideré esa huida como una sabia retirada porque era consciente que en el estado de excitación en que estaba, cualquier acercamiento por parte de ella terminaría en mi cama. Lo que no sabía fue que Teresa usó mi ausencia para revisar los cajones de mi cuarto y que durante ese examen, encontró mi colección de películas porno.
«Menudo pervertido», me reconoció posteriormente que pensó al deducir por su contenido que las asiáticas eran una de mis fantasías.
Curiosamente ese hallazgo, la satisfizo aunque su jefa le había prohibido expresamente cualquier acercamiento conmigo. Sus órdenes eran únicamente el convencerme de acudir cuanto antes a filipinas.
―Es un muerto de hambre. Fuera de su entorno conseguiré que firme la renuncia― fueron las escuetas explicaciones que le dio.
Para desgracia de Ana, esa muchachita era ambiciosa y al conocer mi debilidad por su raza, no tardó en decidir que la iba a aprovechar a su favor. De forma que ajeno a las oportunidades que se me estaban abriendo sin saberlo, la mente de Teresa se puso a elucubrar un plan con el que seducirme.
«Maduro, soltero y solo, no tardará en caer entre mis piernas», sentenció mientras se veía ya como mi futura esposa. «Si consigo enamorarle, me convertiré en una de las mujeres más ricas de mi país».
Por mi parte, en la soledad de mi cocina, mi excitación no me daba tregua y a pesar de mis intentos, seguía pensando en esa jovencita.
«Aunque está buenísima», sentencié al sentir mis hormonas en ebullición, «no debo caer en la red que Ana me ha preparado».
Desconociendo que iba a producir un choque de trenes, y que mi deseo se iba a retroalimentar con su ambición. Levanté mi mirada al oír un ruido y descubrí a Teresa apoyada contra el marco de la puerta. La perfección de sus formas y la cara de putón desorejado de la muchacha echaron más leña al fuego que ya consumía mis entrañas.
―Ya he terminado― comentó con tono dulce al tiempo que hacía uso de sus impresionantes atributos femeninos en plan melosa.
Reclinando su cuerpo contra el quicio, esa cría se exhibió ante mí como diciendo: “soy impresionante y lo sabes”.
Reconozco que mis ojos estaban todavía prendados en su piel morena cuando ella incrementando el acoso a la que me tenía sometido, me dijo:
―Todavía faltan un par de horas para que salga nuestro avión. ¿Le importa que me dé una ducha?
No tuve que quebrarme mucho la cabeza para comprender que se me estaba insinuando y por un momento estuve a punto de negarle ese capricho, pero entonces y ante mi asombro, Teresa dejó caer uno de los tirantes de su vestido mientras insistía diciendo:
―Me siento sudada y me vendría bien para refrescarme.
Os juro que antes de darme tiempo de reaccionar, ese bellezón de mujer deslizó el otro tirante e impresionado solo pude quedarme admirando cómo se me iban mostrando la perfección de su curvas mientras su ropa se escurría hacía el suelo.
«¡Es una diosa!», exclamé mentalmente mientras todo mi ser ardía producto de la calentura que esa criatura había suscitado en mi cerebro.
Si su rostro era bello, las duras nalgas que pude contemplar mientras la muchacha salía rumbo al baño me parecieron el sumún de la perfección.
«Tranquilo, macho. ¡Es una trampa!», me tuve que repetir para no salir detrás de ella.
Todo se estaba aliando en mi contra. Si esa mañana alguien me hubiera dicho que estaría en ese estado de excitación solo cuatro horas después de haber despertado, lo hubiera negado. La preñez de mi prima había avivado el deseo que creía olvidado, la pasta de la herencia lo había intensificado pero lo que realmente me convirtió en un macho en celo fue esa cría cuando, llevando como única vestimenta un tanga negro, me preguntó desde el pasillo:
―¿No me va a acompañar?
Mis recelos desaparecieron como por arte de magia y acercándome a ella, me apoderé de sus pechos mientras forzaba los labios de esa joven con mi lengua. La pasión que demostró, me permitió profundizar en mi ataque y olvidando cualquier tipo de cordura, le bajé las bragas.
―¡Qué maravilla!― clamé alucinado al encontrarme con su depilado y cuidado sexo.
Su sola visión hizo que casi me corriera de placer, Teresa no solo estaba buena sino que de su coño desprendía un aroma paradisíaco que invitaba a comérselo. Estaba todavía pensando que hacer cuando esa filipina pegando un grito se abalanzó sobre mí e me bajó los pantalones.
Sobre estimulado como estaba, no hizo falta nada más y cogiéndola entre mis brazos, de un solo arreón la penetré hasta el fondo. La cría chilló al sentirse invadida y forzada por mi miembro, pero en vez de intentarse zafar del castigo, se apoyó en mis hombros para profundizar su herida, diciendo:
―Hazme el amor.
Cabreado por mi rápida claudicación y por el hecho que mi adversaria creyera que me había vencido, la contesté:
―No voy a hacerte el amor, voy a follarte― tras lo cual moviendo mis caderas, hice que la cabeza de mi pene chocara contra la pared de su vagina sin estar ella apenas lubricada. Mi violencia y la estrechez de su conducto hicieron saltar lágrimas de sus ojos pero su sufrimiento solo consiguió azuzar mi deseo.
Sin importarme su dolor ni siquiera esperé a que se relajara antes de iniciar un galope desenfrenado. Sus aullidos al sentirse casi violada con cada incursión, me alebrestaron y ya convertido en un animal, seguí machacando su coñó con mi verga. Durante largos minutos, su cuerpo fue presa de mi lujuria hasta que contra toda lógica, Teresa consiguió relajarse y comenzó a disfrutar del momento.
Supe que algo había cambiado en su interior cuando el cálido flujo que brotó de su sexo me empapó las piernas. Fue entonces cuando me percaté que esa cría se arqueaba en mis brazos con los ojos en blanco. Su rostro ya no mostraba dolor sino placer e involuntariamente colaboró con mi infamia abrazándome con sus piernas.
―Eres un salvaje― musitó saboreando ya cada una de mis penetraciones.
No me podía creer la excitación que me corroía, siendo ya cuarentón no di muestra de serlo al tener izada entre mis brazos a esa mujer sin dejar de aporrearla con mi miembro. Con renovada juventud, continué follándomela en volandas mientras en su cuerpo se iba acumulando tanta tensión que no me cupo duda que iba a tener que dejarla salir con un brutal orgasmo. Sin estar cansado pero para facilitar mis maniobras, la coloqué encima de una mesa, sin dejarla descansar. La nueva posición me permitió disfrutar con sus pechos. Pequeños como el resto de su se movían al ritmo que imprimía a su dueña. Teresa, cada vez más abducida por el placer, olvidó sus planes y berreando, imploró mis caricias. Respondiendo a sus deseos, los cogí con mi mano, y extasiado por la tersura de su piel morena, me los acerqué a la boca.
La oriental aulló como una loba cuando notó mis dientes adueñándose de sus pezones y totalmente fuera de si, clavo sus uñas en mi espalda. Sé que buscaba aliviar la tensión que acogotaba su interior pero solo consiguió que esos rasguños incrementaran mi líbido y ya necesitado de derramar mi leche dentro de ella, me agarré de sus tetas y comencé un galope desenfrenado, usándola como montura.
Para entonces, mis huevos rebotaban como en un frontón contra su cuerpo. El brutal ritmo que adopté hizo que mi verga forzara en demasía su interior de forma que cuando exploté dentro de su cueva, mi semen se mezcló con su sangre y mis gemidos con sus gritos de dolor. Agotado y ya satisfecho, me desplomé sobre ella pero Teresa, en vez de quejarse, siguió moviéndose hasta que su propia calentura le hicieron correrse brutalmente, gritando y llorando por el tremendo clímax que le había hecho tener.
―No puede ser― chilló dominada por las intensas sensaciones que recorrían su cuerpo y con lágrimas recorriendo sus mejillas, me reconoció que le había encantado antes de quedarse tranquila.
―Vamos a la cama― dije en cuanto se hubo recuperado un poco.
La muchacha, al oírme, sonrió pero tras pensárselo me dijo con voz apenada:
―Me encantaría pero tenemos que coger un vuelo.
Sintiéndome Superman, besé sus labios y le pregunté:
―¿Cuántas horas tarda el viaje?
―Catorce― respondió alegremente al intuir mis intenciones.
«Tiempo suficiente para seguir follando», me dije y dando un azote sobre su trasero desnudo, le comenté que se había quedado sin ducha.
La cría muerta de risa, contestó:
―No me importa, en el avión hay un jacuzzi ¡para dos!
Es casi de noche cuando Karina regresa y María está llenando unos papeles en su oficina. “¿Cómo estuvo la tarde?” le pregunta, “de pelos, nos divertimos bastante” responde la muchacha con su típica alegría, “¿y usted es solo trabajo?”, “bueno estos documentos no van a llenarse solos, esto es lo que más detesto, el papeleo de nunca acabar” dice María que se queja de una molestia en su hombro. “Ve, mucho estrés, debe relajarse, déjeme darle una mano”.
Karina que vuelve a la carga perdiéndose su rostro entre los gruesos muslos de María que está en completo éxtasis. Karina la sujeta del culo y va metiendo un dedo entre sus nalgas excitándola aun más de lo que ya esta y le da un nuevo beso en la boca haciéndola probar el sabor de su propio coño.
Todo se había desencadenado, desde que Isabel se fue de mi casa, desesperada. Nunca en su vida había sido objeto de una degradación, así. Se sabía en mis manos, no había escapatoria, iba a ser mi esclava, y no podía evitarlo. Me tenía miedo, pero solo pensar en el ir a la cárcel, le aterrorizaba. Con este pensamiento, encendió su coche, dirigiéndose al apartamento de Patricia. Tenía que convencerle, que no había mas remedio que aceptar nuestra oferta. Eran amigas y socias, su destino era común, no podía dejarla en la estacada.
EL LÍO
Miguel tenía la boca seca. Maldita sea su suerte, mira que dejarla embarazada y todo por querer correrse dentro de ella. Sería imbécil.
-¿Cómo diceeee?
En contra de todo lo que se pudiera pensar, Miguel se casó con Raquel y se fue a vivir a casa de sus suegros con ella. Lo cierto es que pesó más el “qué dirán” que cualquier tipo de justicia.
Se hizo el silencio
Un amigo me pasó el contacto de una compañera que andaba con ganas de tener alguna infidelidad o al menos tontear con el whats app ya que estaba muy aburrida en su casa. Así conocí a Lola.
Una mujer hermosa, alta como yo, voluptuosa pero con todo muy bien puesto, morocha, como me gusta a mí, y las charlas por whats app fueron calentándose cada vez más con el paso del tiempo.
Amaba a su marido y a su familia. Estaba 100% segura de lo que quería de su vida, estar junto a él por el resto de su vida. Pero un calor le invadía el cuerpo, quería tener una aventura, ni siquiera llamarla doble vida, porque tampoco iban a ser paralelas, iba a ser un encuentro ocasional, de eso Lola estaba muy segura.
Yo tenía muy claro el propósito de ella y también estaba de acuerdo, quería tener un “toco y me voy”. Pero para hacerlo más morboso y para no romper ninguna armonía, se me ocurrió lo más loco de todo. El sinceramiento.
Y así fue, le dije a Lola que se lo plantee a su marido, que se arriesgue y le cuente su plan, decirle que lo ama profundamente, pero que por las noches se imagina estar bien cogida en mi cama y sentirse toda una puta, deseo de casi todas las mujeres.
Lola en nuestras charlas de whats app cada vez estaba más caliente con la situación, ya que habló con su marido y no sólo aceptó la situación, sino que le sacó fotos desnuda en su cama para mandármelas, así podía conocerla. Que mujer, que cuerpo!
Y llegó el día. Después de muchos nervios quedamos en encontrarnos en una estación de servicio a mitad de camino de nuestras casas. Lola tomó un remis y yo la pasé a buscar en mi auto.
Cuando la ví acercarse caminando hacia mí (no me bajé para recibirla) me encontré con una mujer decidida a todo. Tacos altos, un pantalón ajustadísimo y una remera o blusa corta. Una hembra en celo. Me imaginé la situación tan caliente que habrá vivido en su casa, con el marido mirando cómo Lola se estaba preparando para ir a mi encuentro.
Ya en el viaje hacia mi casa mis manos no daban a basto para hacerla sentir que iba a pasar una noche de las mas calientes de su vida.
Al llegar a mi casa sintió la mirada de un par de clientes que estaban justo comprando en un kiosco que tengo debajo, la imaginación ya no existía, se sabía qué iba a pasar, el andar tan putón de Lola clarificaba todo. Caminaba como toda una hembra yendo a un lugar absolutamente desconocido para ella, al encuentro con un hombre que apenas había conocido media hora antes.
Subimos a mi apartamento y apenas cerré la puerta me abalancé sobre ella para ponerla contra la pared y a decirle que de ahora en más las cosas las manejo yo, que ella es sólo una puta y que encima salió con el permiso de su marido, así que en ese instante, su hombre iba a ser yo.
Alcancé a tocarla y ya estaba empapada, sus besos eran desesperados, Lola quería sentirse usada, cogida, humillada, tenía todas esas sensaciones juntas. Se habrá cansado de ver putas en televisión, en películas, en la calle alguna vez, y su cara evidenciaba que por primera vez iba a cumplir ese sueño.
Le indiqué que se saque la ropa delante mío. Mi atenta mirada la calentaba a más no poder. Se fue sacando la ropa de a poco hasta terminar con su lencería de encaje. Se lo había mostrado al marido en su momento y le había preguntado si estaba linda para mí. Lola era puro juego. No paré hasta que me pidiera que la cogiera, y así lo hizo. Verla chuparme la pija como una verdadera puta no solo me calentó a mí, sino a Lola mucho más. Después sólo alcanzpo con decirle que se prepare para recibir mi pija y a sentirse la mujer más deseada del Universo.
Cogimos toda la noche, en todas las posiciones, le decía que era una puta y me pedía que la siga cogiendo, que por favor no pare. Que buena catarsis es el sexo!
.- Sabés bien que tu marido está imaginando esto? Cómo te estas cogiendo un tipo que te persiguió hasta poseerte, pedazo de puta? Lola acababa de sólo escuchar lo que le decía.
.- Mirá bien lo que estás haciendo conmigo, porque le vas a contar detalle por detalle de todo lo que pasó, ok? Lola a los gritos pedía más y me decía que le iba a contar todo esto a su maridito.
Cuando terminamos, nos quedamos charlando y riendo los dos desnudos en la cama, Lola de a poco iba reaccionando dónde estaba, con quién estaba, qué hizo, y que estaba pasando en su casa. Su maridito estaba esperándola viendo alguna serie de Netflix, quizas?
La charla y el viaje de vuelta fue de lo más distendida y divertida, nos hemos matado de risa charlando de distintas cosas. Pero en un momento le dije a Lola que la quería llevar hasta su casa, no quería dejarla de nuevo en esa estación de servicio a mitad de camino. Estaba tan fuerta y tan puta, que no quería dejarla sola.
Lola accedió y para agregarle más morbo a la situación, y como frutilla del postre, la dejé en la puerta de su casa. Era tarde y todos los vecinos estaban durmiendo, pero igual, que Lola salga de un auto desconocido a esa hora y vestida para el infarto y dirigirse sola a su casa, fue algo tan morboso que por un momento tenía ganas de seguir cogiéndomela.
Unos días después, Lola me comentó que su marido esa noche estaba viendo tele en el living y la estaba esperando, hicieron el amor como bestias y durmieron abrazados toda la noche. Sin dudas, una hermosa pareja.
Lola me agradeció por todo, no sólo por sentirse cuidada y protegida (tuvo algo de miedo en la previa, iba a verse con un desconocido e iba a ir a su propia casa), sino por cogerla de manera salvaje y hacerle sentir el sueño de ser una verdadera puta.
Con su marido llevan la mejor de las relaciones, se entienden y se comprenden. Larga vida a ese matrimonio.
Amigos, esta historia me sucedió hace años, antes de conocer a Mía, la mujer de mis sueños, mi sumisa, la mujer que realmente me ha llenado de sensaciones y emociones. En la imagen de abajo pueden conocernos ya que mis historias con ella, absolutamente reales, están en ese blog. Gracias por leerme.
Hola lectores, de nuevo con vosotros y esta vez para algo serio, hace pocos días recibí una llamada de mi amigo Abel, me contó que llevaba varios días encerrado en su casa de campo y necesitaba mi ayuda, añadió que le llevase comida y bebida abundante pues no podía salir a comprar nada, mis intentos de que me explicase algo por teléfono fueron inútiles, solo me extraño un poco su insistencia casi histérica en que fuera solo, en fin dado que Abel es un gran amigo y un tío responsable le dije que iría al día siguiente (viernes) y pasaría el fin de semana con él.
Al día siguiente después del trabajo me subí a mi coche y me puse en camino, llegue a su pueblo casi de noche después de parar por el camino en un Híper a comprarle comida y bebida para más de una semana, por suerte conocía el lugar de anteriores visitas pues la casa estaba a las afueras del pueblo y a casi medio kilometro del mismo, a la derecha de la carretera una vereda arbolada por la que apenas podía circular mi coche me llevó hasta el caserón de mi amigo, cuando llegué a la puerta y empezaba a bajar del coche me sonó el móvil, era Abel:
– Veo desde la ventana que eres tú, ¿vendrás solo verdad, no te acompañara nadie?
– Oye tío, ¿estás tonto, o qué? No ves que si que vengo solo.
– Si perdona hombre, ya te abro.
La puerta de la casa se abrió y por fin vi a mi amigo Abel en chándal, estaba delgado y algo desaliñado lo cual me extrañó pues es un tío majo, sanote y con estudios; vive bien pero muy entregado a su trabajo en un laboratorio farmacéutico, tiene 31 años es solterón pero muy afable y simpático, moreno de 1,78 de alto y tiene algo de barriguilla pero sin ser el típico gordo, en fin que nunca le ha faltado alguna amiga, pero nada de novias ni mucho menos aquellas mujeres excesivamente aficionadas a las bodas.
Entré en la casa y tras saludarnos me dio un abrazo, me fije en una cicatriz nueva de unos 3 cm en su mejilla derecha, metimos la comida en la despensa, luego Abel cerró la puerta con cerrojo y me invitó a sentarme en el sofá, preparó unos cubatas y me contó lo que le había pasado.
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LA SEMANA ANTERIOR, LUNES…LABORATORIO…
Abel estaba comprobando una serie de pruebas, mientras un líquido de color ambarino de una probeta burbujeaba al ser calentado por un mechero Bundsen, nuestro protagonista estaba tan concentrado en la lectura del resultado de unas pruebas que el sonido del teléfono le sobresaltó, al girarse para cogerlo movió la probeta haciéndola caer rompiéndose, su contenido cayó sobre otras pruebas ya preparadas para un posterior ensayo y algo de liquido cayó sobre la llama del mechero provocando un fogonazo y una detonación, el sintió como un pequeño trozo de vidrio se clavaba en su mejilla derecha, tras apagar el pequeño incendio y atender brevemente la llamada telefónica, procedió ante el espejo del baño a restañar la sangre de la herida, sacó de su mejilla con unas pinzas el pequeño fragmento de vidrio y procedió a desinfectarse el corte, tras colocarse un apósito recogió los restos de la probeta rota y después de limpiar todo el estropicio causado, volvió a reiniciar el experimento que se había cargado con aquella torpeza.
Era una solución bastante pura de Androstadienona que como todos sabéis, es una feromona que junto con la hormona luteinizante en las dosis adecuadas puede exaltar la libido de los humanos, en este caso dado se trataba de conseguir un perfume en aerosol que pudiera ser usado como un imán para atraer a las hembras hacia el usuario del mismo, independientemente de su sexo o aspecto físico pues como bien sabia Abel, en aquel negocio solo contaban el dinero del comprador y el olfato de la “victima” a estimular; Pero bueno, iré abreviando pues esto lo podéis encontrar en internet, ya que desde antes del 2008 se vienen realizando estos experimentos con feromonas con distintos e inciertos resultados, Abel siguió con sus pruebas y al acabar su jornada volvió a casa sintiendo que tenía algo de fiebre.
MARTES…
El corte estaba algo hinchado y escocía, tenía fiebre y un fuerte dolor de cabeza, al levantarse de la cama Abel se sintió muy mareado así que llamo al trabajo excusándose por no ir a trabajar, tras volver a limpiar y desinfectarse la herida se colocó un apósito limpio, desayunó y se tomo un antibiótico volviéndose a la cama, durmiéndose rápida y profundamente.
MIERCOLES…
Abel se ducho y salió de casa radiante, su cuerpo había dormido 23 horas seguidas, se sentía descansado y tenía prácticamente cerrada su herida en la cara, decidió ir andando hasta el metro y no coger el autobús, estaba algo lejos pero pensó que el ejercicio le haría bien, varios minutos después y una vez en el vagón del metro, notó como una mujer cincuentona y una quinceañera que tenía cerca no le quitaban los ojos de encima, la más joven sobre todo olfateaba en su dirección y entrecerraba los ojos, el se sintió algo cortado pues razonó que el paseo hasta la estación le habría hecho sudar un poco, la expresión de la mujer mayor era distinta, como… ¿excitada? Enseguida desechó la idea, el no era un adonis, se consideraba un tío normalito y las mujeres jamás le habían tirado los tejos, pero la expresión de aquellas dos era de cachondez sexual y no le perdían de vista, la quinceañera se pasaba lascivamente la lengua por los labios mientras le miraba.
Afortunadamente llegó enseguida a su parada y salió del metro, casi corrió por el andén de la estación al observar que la mujer madura bajaba del vagón tras él, agobiado por una extraña sensación de sentirse observado por cuanta mujer se cruzaba en su camino, decidió caminar rápidamente hasta su trabajo evitando mirarlas o devolverlas la mirada, a fin de cuentas el laboratorio solo estaba a tres calles de la parada de metro.
En poco más de cinco minutos había llegado a su destino, saludo al vigilante de la entrada y paso su tarjeta magnética por el torno de acceso accediendo así al hall del edificio, llego hasta los ascensores y mientras esperaba se giró, observo que el vigilante de la puerta estaba hablando con tres mujeres que respiraban algo agitadas, reconoció a la señora del metro y le pareció haberse cruzado con las otras dos, mientras se preguntaba de que estarían hablando el ruido de las puertas del ascensor abriéndose le hicieron volver a la realidad.
Entro en el ascensor y pulsó el botón de la planta a la que se dirigía, cuando se estaban cerrando las puertas de aquella pequeña cabina de metro y medio de ancho por dos de largo, entró una compañera y tras pulsar su piso le saludó:
– Hola Abel ¿Qué tal estas?
Mi amigo la había reconocido al instante, era Carmen la feúcha del despacho de arriba del suyo, conocida por el seudónimo de “la escoba” era simpática pero nada atractiva, treinta años, morena de pelo rizado hasta los hombros, usaba gafas y era algo mandona, sus pequeños pechos y sus escasas caderas junto a esa manera de andar muy tiesa, la habían hecho acreedora de su merecido mote, hoy llevaba chaqueta negra y una camisa verde jade con una falda negra de tubo hasta por encima de las rodillas, además de su bolso y zapatos de medio tacón a juego, Abel contestó cortésmente:
– Hola Carmen ya estoy mejor ¿sabías lo de mi accidente?
– Si claro todos lo sabemos, no pasa nada nos pudo ocurrir a cualquiera, lo importante es… que ya estés… repuuesto.
Abel la vio apoyarse en la cabina del ascensor, sus mejillas se sonrojaban sin dejar de mirarle, las ventanas de su nariz se agitaban y su respiración aumentó, sus ojos se entrecerraron mientras pasaba sensualmente su lengua por sus labios humedeciéndoselos con una creciente expresión de deseo en su cara.
– Carmen ¿qué te ocurre, estas bien?
– Siii… muy bieeen, pero… voy a estar mejor…
Se abalanzo sobre él, besándole en el cuello mientras tiraba decidida el bolso y sus manos le acariciaban el paquete genital y el pecho, era un torbellino de mujer ansiosa buscando una satisfacción a sus instintos, Abel intento apartarla y manoteo intentando apartarla pero el ataque le había pillado de improviso, ella le beso en el cuello y subió hacia su mandíbula y boca, sus manos entretanto le soltaron el cinturón bajándole la bragueta, Abel intento separarse de aquella loca, la empujo al sentir como le sacaba el miembro del eslip, ella retrocedió un par pasos con la mirada extraviada y jadeando de deseo, Carmen pulsó el botón que detenía el ascensor y ambos se sujetaron como pudieron al sentir el frenazo de la cabina, ella se abrió la chaqueta y la camisa dejándole entrever su sujetador color morado de Victoria secrets que realzaba y elevaba sus pequeños pechos.
– ¡Carmen por favor, razona! – exclamo Abel.- Estamos en el ascensor, es la hora de entrada del personal y en diez minutos habrá más de cien personas en el edificio, ¡nos despedirán! Además tú estás casada, estate quieta ¡coño!
Ella le miraba con aquellos ojos inyectados en deseo, se mordía los labios mientras se subía la falda negra enseñándole sus pantis y bajo ellos la mancha de color morado de sus braguitas a juego con su sujetador, volvió a abalanzarse contra Abel mientras decía a media voz:
– Te voy… a follar, tanto si quieres como si no.
Un autentico alud de besos y manoseos se descargo contra Abel, este aguantaba el tipo como podía e intentaba evitar a aquella loba, pero hacia algún tiempo que no tenia sexo y su cuerpo comenzó a responder a los manoseos de la mujer, en el momento en que empezó a responder a sus caricias y besos ella cayó de rodillas ante él, buscando su miembro erecto y se lo metió en la boca, no le hizo una mamada suave ni cariñosa ni tan siquiera meticulosa, eran una serie de chupadas ansiosas deseando que el órgano alcanzase todo su vigor, a Abel nunca se lo habían hecho así antes, ella se la metía hasta el fondo y lo sacaba sin dejar de lametearlo una y otra vez sin usar sus manos, las cuales en ese momento estaban rasgando con las uñas sus pantis a la altura de su sexo.
La sensación de placer era tan intensa que a nuestro protagonista le temblaban las piernas, Carmen le dio un fuerte tirón de los tobillos haciéndole caer sentado al suelo del ascensor, ella aun de rodillas se coloco entre las piernas de Abel y se movió rápidamente hasta colocar su pubis sobre el erecto miembro que deseaba ardientemente, sin perder ni un segundo Carmen metió su mano a través del desgarrón de sus pantis y tironeó de su braga hasta apartarla a un lado dejándose caer de golpe sobre el miembro.
El bueno de Abel estaba alucinado, ¡se lo estaba tirando, “la escoba” se lo iba a follar en el ascensor! Pensó en un ramalazo de lucidez que la expresión “tirando” era la más adecuada, pues eso es lo que ella había hecho exactamente, le había tirado el chochete contra el rabo y se lo había clavado directamente, la sensación era estupenda pues aquella tía estaba más que húmeda, estaba tan empapada en flujo que en cada bote que daba empalándose en su nabo salpicaba flujo manchando las ropas de ambos, sus gritos de placer resonaban por toda aquella bamboleante caja metálica, seguramente se propagaban por el hueco del ascensor y se debían de escuchar desde la azotea hasta el sótano más profundo.
Ella le abrazo por el cuello mientras botaba y saltaba sobre él, meneaba y agitaba rítmicamente las caderas mientras el miembro invasor le daba placer continuo en cada arremetida, Abel la tironeaba y pellizcaba los pezones tras haberla subido la camisa verde y el sujetador, ella jadeaba a grito pelado mientras se corría una y otra vez como nunca lo había hecho, prácticamente encadenaba los orgasmos cada pocos minutos, le arañaba la chaqueta y llego incluso a morderle una oreja en plena corrida, a estas alturas el bueno de Abel ya estaba prácticamente sordo de un oído por culpa de los alaridos de gozo de “la escoba”
– Cabrooon fooollameeeee asiiii maaas, maaaaas asiiiii meee voyyyyy.
La notó por fin relajarse entre sus brazos, pero el muchacho pensó que ya que aquella loca de los coj… se había cargado su empleo con toda seguridad por el escándalo que estaban montando, lo menos que debía hacer era correrse dentro de ella y con algo de suerte la dejaría un recuerdo, por lo menos se desahogaría pues aun no se había corrido.
El bueno de Abel, se movió sin dejar de sujetar a Carmen que no dejaba de agitarse ni de suspirar, la coloco en el suelo del ascensor sin sacarla el miembro de su empapada gruta, ella le ciño las caderas con sus piernas y el empezó a embestirla con furia sumiéndola el miembro hasta las pelotas una y otra vez, dado que un ascensor no suele ser muy amplio la cabeza de Carmen golpeaba contra la pared y el suelo de la cabina a cada embestida que Abel la propinaba.
– Aaahhhh- pom – asiii dame maaaas – pom- jooodemee masss.
– Toomaa zorraaa loocaa – pom- te voy a rellenaar de huevos, como – pom -la puta gallina que ereees –pom.
El movimiento de la pareja aumento rápidamente, los jadeos y golpes eran claramente audibles por todo el edificio, aquel porrompompom sazonado con gemidos y gritos más o menos obscenos, solo finalizaron cuando Abel estaba cerca del orgasmo, este en un ramalazo de cordura decidió no dejar muestras de su semen en la vagina de aquella loca ansiosa que se agitaba y corría sin parar bajo su miembro, así que se quedo de rodillas mientras sacaba su rabo de aquel chochete cenagoso, recubierto de blancos restos de flujo batido y asió a Carmen de la nuca obligándola a meterse el miembro en la boca hasta el fondo, allí descargo una abundante cantidad de esperma.
Estaba en la gloria descargando en el gaznate de Carmen con el pantalón a medio muslo y el eslip aun medio puesto, la soltó la cabeza para que pudiera respirar un poco, pero ella mantuvo la posición mientras tragaba con placer la donación del macho, Abel estaba disfrutando cuando notó los dedos de ella en su entrepierna, le empujaba el dedo índice por debajo de su eslip e hizo presión en su esfínter consiguiendo meterle parte del dedo y la tela en el culo, reanudando la mamada profunda y haciéndole ver las estrellas de puro placer.
– Para, para Carmen, – Dijo Abel- ahora que estas más tranquila debemos salir de aquí.
– Nooo dame mas, quiero más, seré buena.
– Déjate de tonterías Carmen, nos jugamos el trabajo no seas así.
Ella se resistía a dejar el cuerpo sudado de Abel después de la follada que habían realizado, parecía incluso más ansiosa que antes, mi amigo no tuvo más remedio que aplicar sus pequeños conocimientos de lucha y dejarla inconsciente con una llave en su cuello, comprobó que no la había hecho más daño que el necesario y precedió a vestirse tras sacarse el eslip del culo, seguidamente la coloco la ropa aunque se fijo e las manchas que tenia, la camisa verde tenía restos de saliva y esperma que intento limpiar sin mucho éxito, la quitó el panti roto guardándoselo en la chaqueta, la abrazó y pulsó el botón del ascensor.
En el rellano siguiente una multitud de caras socarronas y expectantes les esperaba, el dijo que ella se había desvanecido pero que estaban bien, la dejo al cuidado de los compañeros y se fue en cuanto que vio a algunas compañeras poner caras de vicio al oler su ropa sudada.
En su laboratorio aquella tarde había cola de compañeras entregándole muestras para analizar, pero Abel solo olía a limpio pues se había duchado a conciencia en los servicios del laboratorio, procuraba moverse poco y despacio para no romper a sudar, nadie le dijo nada durante aquel día acerca del incidente del ascensor, pero notaba sobre si las miradas socarronas de todo el mundo, volvió a casa a paso de tortuga para no sudar y tras cenar se acostó.
JUEVES…
Abel se levanto de la cama tras pasar una noche realmente mala, le había costado coger el sueño pues solo podía pensar en lo que le sucedía y como solucionarlo, cuando finalmente se durmió había tenido una pesadilla en la que una manada de tías zombis le atacaban y se lo comían. Se ducho y aplicó una generosa ración de desodorante por todas partes, comprobó que la herida de la mejilla cicatrizaba bien así que la dejo al aire, luego se vistió y desayuno en casa pues había decidido evitar en lo posible los sitios muy concurridos como bares y recintos pequeños y cerrados.
Para ir a su trabajo tenía que ir andando ó coger un autobús hasta el metro, una vez allí el trayecto de seis paradas era breve aunque solía ir de pie pues dos de las paradas eran céntricas y con transbordos, con lo que los vagones solían llenarse de gente de todos los tipos y razas, como alternativa tenía el coche pero no le apetecía lo más mínimo cogerlo para ir al trabajo y tener que aguantar el atasco mañanero, cuando lo hacía solía llegar al curro con los nervios alterados y además su sueldo era bueno aunque no muy abundante, con lo que aquel gasto extra se lo podía permitir sin que le fastidiase el presupuesto, aunque no le hacía gracia.
Pero Abel era un tío reflexivo como ya he dicho, así que decidió hacer su rutina normal y al llegar al laboratorio dedicarse a resolver el problema con todas las maquinas y aparatos que allí tenían, cogió el autobús y luego el metro con toda tranquilidad y sin apresurarse, llegó al trabajo sin percances ni sentir sobre el miradas extrañas de las mujeres con las que se cruzaba, bajó a su laboratorio y dejó de lado los asuntos pendientes dedicándose a trabajar en “su” problema que era lo que realmente más le preocupaba. A media mañana subió a la cafetería del edificio a tomarse un tentempié, allí notó las miradas socarronas y expectantes de varios compañeros hombres y mujeres, se sentó a una mesa con sus más allegados de su sección y mientras comía escucho las conversaciones:
– Oye tío, ¿Qué le pasaba ayer a “la escoba” parecía alterada? –Dijo uno.
– No lo sé, – Comentó el de al lado- pero cuando pase por el servicio médico se oían jadeos y tenían la puerta bien cerrada, dicen que la doctora y ella… ya sabes.
– A mí me han dicho que empezó en el ascensor con este, -Dijo una compañera señalando a Abel- dinos tío ¿Qué pasó?
Abel tragó apresuradamente el bocado de sándwich que tenía en la boca y se sintió enrojecer de vergüenza al sentir las miradas de todos sobre él, reunió el valor suficiente durante unos segundos y contestó:
– No seáis malpensados, el ascensor se averió y se puso histérica, forcejeo conmigo por culpa del miedo y finalmente se desvaneció, hasta que nos sacaron de allí.
– Pues dicen que los gritos que pegaba se escuchaban por todo el bloque, comentan que eran más jadeos que otra cosa y que las manchas que llevaba al salir del ascensor eran bastante evidentes, -Dijo la compañera- dinos Abel, ¿te la follaste?
– Ya he dicho lo que tenía que decir, dejadme en paz.
– Bueno el hecho es que de ahí pasó al botiquín, – Dijo el primero que había hablado- y que yo escuche como alguien estaba teniendo sexo tras esa puerta.
– Yo solo sé que hoy la escoba no ha venido a trabajar – Dijo la compañera – por lo visto tiene tres días de baja, ya vendrá el lunes o el martes y que se explique ella.
– A mi novia, – Intervino otro compañero de la mesa de al lado que no perdía onda de la conversación – le ha comentado su amiga Pepa la enfermera, que cuando llevaron a “la escoba” al botiquín, la doctora empezó a atenderla y de repente se puso a olfatearla como una perra y a ponerse nerviosa, los echo a todos de allí y cerró la puerta con llave, pero la Pepa que no es tonta, se fue a su despacho y vio lo que hacían por el circuito cerrado de televisión, mas tarde sacó una copia de lo que allí paso durante casi una hora y se lo ha pasado a varias amigas de confianza, entre ellas mi novia, si queréis os cuento lo que en ella se ve pues ayer noche en casa de mi chica la vimos varias veces.
– Si claro cuenta, cuenta, – dijeron varios al unísono.
Todos los de las dos mesas y alguno más que se apuntó, hicieron un corrillo mientras el hombre hablaba a media voz contando lo que se veía en la cinta de Pepa.
Al parecer la doctora Martín, una rubia algo regordeta con un buen par de pechos a la que todos conocían y algunos hasta deseaban, abrió la chaqueta y la camisa de Carmen “la escoba” y la auscultó con el fonendoscopio, estaba muy cerca de ella evidentemente y respiraba el aroma de la mujer desmayada, su respiración se acelero y se le nublaron los ojos, entonces se ve cuando echa a todo el mundo y cierra la consulta con llave, luego vuelve hacia la camilla y mientras se desabrocha la bata se acerca a la mujer tumbada y acercándola su cara la olfatea, la husmea por todas partes mientras una de sus manos se pierde bajo su propia falda, con la otra mano levanta el sujetador de Carmen y se dedica a chuparla los pechos, la otra se estremece aun semiinconsciente pero abre sus piernas, la doctora se da cuenta y se arrodilla al pie de la camilla y levantándola la falda se hocica entre sus piernas apartándola la braga con la mano, mete la cara y se dedica a comerla el coño mientras ella se masturba a la vez agitándose con dos dedos metidos hasta los nudillos en su propio chochete, desde donde hilillos de flujo resbalan por la cara interna de sus muslos.
Carmen se agita en la camilla, su cabeza oscila de un lado a otro y de su boca salen suspiros de placer, (esto último se lo imagina el que lo cuenta, pues la grabación no tiene buen sonido) entretanto la doctora Martín sigue comiéndola el coño con una gula extraordinaria, se distingue como pasa la lengua por la vagina y le rebaña el contorno como si fuera una gata hambrienta, para seguidamente introducírsela en la vagina y comenzar a penetrarla con ella, por la postura de la cabeza y los movimientos que hace parece estar usando su lengua como un pene y estar jodiendola en la camilla, su boca se aprieta contra la entrada de la vulva y parece estar mordisqueándola al mismo tiempo.
“la escoba” se estremece visiblemente, su cuerpo parece rebotar una y otra vez de cintura para abajo contra la cara de la doctora, se despierta (abre los ojos) y antes de darse cuenta de donde esta o que la ocurre se lleva velozmente las manos a sus pequeños pechos, apretándose los pezones y entre suspiros de gozo se corre entre agitados corcoveos y sollozos en la boca de su mamadora.
La doctora Martín siente ese aluvión de flujo en su boca, el sabor de esa tía la tiene loca de deseo y sus propios dedos en su chochete no han parado quietos ni un instante, ella jadea mientras lame, chupando y mordisqueando la vagina de Carmen, mientras se da placer a si misma jadea contra la vulva de la otra, metiéndola en el coño tanto su lengua como sus jadeos y su aliento, de su barbilla cae al suelo una mezcla de saliva y flujo que va formando un pequeño charco bajo su cara, la boca se la ha llenado con la corrida de Carmen y el liquido la resbala por su barbilla y cuello metiéndose por su escote bajo su ropa, mientras saborea aquella mezcla sin dejar de mover lengua y dedos a la vez, su propio orgasmo trepa por su cuerpo desde su vagina masturbada a su cerebro en un gozoso relámpago de puro placer que desencadena su propia y abundante corrida, se estremece gime ahogadamente contra el chochete de la otra y entre temblores se aprieta tanto contra ella que parece querer meter la cabeza en el coño de Carmen convulsionándose de placer, para lentamente relajarse e ir quedándose quieta, desmadejada y relajada al pie de la camilla unos instantes después.
– Jo tio, que pasada, – Dijo uno de los allí reunidos – me estoy poniendo a cien de solo imaginármelo.
– Toma y yo, – Respondieron varios a la vez – sigue ¿Qué más pasó?
Abel se dio cuenta de que aquella historia le estaba excitando, supo que la generación de endorfinas en su organismo ya había comenzado, su aumento de deseo y los procesos químicos que conllevaba no tardarían en hacerse patentes y eso desembocaría en… ¡joder, había varias tías en el corrillo! si comenzaba a sudar aquello desembocaría en… ¡una orgia!
Decidió que lo mejor sería retirarse ahora que aun estaba a tiempo, primero fue lo del accidente, luego el asunto del ascensor, ahora no podía verse implicado en una orgia en el comedor, sería el tercer escándalo en pocos días, su trabajo se iria a la mier… asi que se levanto y se despidió de sus colegas:
– Bueno tíos yo me vuelvo al curro que ya he perdido demasiado tiempo.
– No fastidies Abel, -dijo una compañera mirándole insistentemente, era María de contabilidad – ahora se ponía la historia interesante.
– No, de verdad tengo un experimento pendiente que quiero acabar hoy.
El relatador del grupo le dijo:
– Te vas a perder lo mejor, ahora viene cuando “la escoba” se despierta y se monta un 69 con la doctora, al final se follan la una a la otra tras sujetar un par de puñados de esos palitos que se usan para bajar la lengua en las consultas, los sujetaron con un par de gomas de escritorio e hicieron dos buenas imitaciones de pollas, se tiraron más de media hora jodiendose mutuamente con eso, eran las dos la autentica imagen del vicio en acción.
– Se llaman depresores, – Contestó Abel – lo digo en serio debo irme, no os molestéis.
El bueno de Abel salió del comedor, los del grupo dirían que era tonto o que bajaría al servicio a hacerse una paja después de lo que había oído, pero a él le daba igual lo que dijeran aquellos cenutrios, estaba convencido de que si hubiera permanecido allí unas minutos más hubiera desencadenado el deseo de las mujeres hacia él, naturalmente los otros tíos no se hubieran quedado quietos y hubieran participado, la historia que había escuchado le sirvió para descubrir dos cosas:
1ª Los restos de su sudor, sobre la piel o ropa de otra persona la convertían automáticamente en un imán para más mujeres, recordó que fueron varios tíos en la puerta del ascensor los que ayudaron a Carmen a llegar al botiquín, al parecer la reacción que tuvo la doctora no la experimentó ninguno de los tipos que se la llevaron.
2ª aun no sabiendo la orientación sexual de “la escoba” si que sabía que estaba casada, claro que podía ser bisexual pero siempre se la veía tan modosita y seria que lo dudaba, en fin que por lo que dijo el compañero que se veía en la cinta, al parecer una vez inhalado el olor por la victima, los efectos de su lujuria duraban bastante y el deseo que sentía la afectada, no interferían en hechos como el sexo o atractivo físico del portador del olor, ni en el hecho de ser el donante o receptor de una buena y fogosa relación sexual (una imagen fugaz de la rellenita doctora Martín haciendo un 69 con “la escoba” debajo, le dio escalofríos)
Las palabras “autentica imagen del vicio” que había dicho su compañero al relatar lo que vio, no se borraban de su cabeza mientras tomaba el ascensor para ir a su laboratorio, en su cabeza bullía un mar de ideas que iban desde embotellar su olor y venderlo, hasta patentarse a sí mismo como “imán atrapahembras”
De alguna manera supo que jamás volvería a dormir solo, le bastaba pegarse una carrerita y acercarse a una tía cualquiera para satisfacer sus deseos sexuales ¿Qué le importaba si esa tía era la esposa ó la novia de alguien? La vida le había dado muchos palos y era el momento de tomarse el desquite, mientras trabajaba hacía una lista en su mente de las mujeres a las que se tiraría, pero unas palabras se abrían paso en su cerebro “experimenta siempre, pruébalo antes”
Estaba trabajando con muestras de su propio sudor, dado que el proyecto original se había mezclado con las otras muestras justo antes de la explosión, no tenia manera de saber cuánto tanto por ciento de cada producto había en el fragmento de vidrio que se le clavó en la mejilla, la única manera de saber algo era analizar e identificar cada átomo que había en el sudor e intentar replicarlo, su primera intención era eliminar el problema y volver a ser “normal” pero ahora pensaba de manera distinta, quería sintetizarlo para forrarse sin descartar su primer objetivo es decir que sería normal, pero teniendo una buena provisión envasada y siempre a mano de “atrapahembras”
Aquel jueves no dejo su trabajo ni para ir a comer a mediodía, se metió en el despachito pequeño del fondo y con la calefacción puesta a casi treinta grados mientras trabajaba sin camisa, recogía con una regleta cada gota de sudor de su cuerpo y la ponía en una pequeña probeta con agua destilada para que no se evaporase, a las ocho de la tarde tenía una buena cantidad de “suero” con la que trabajar para unos días, se ducho y ventiló la habitación pues no deseaba que ocurriese algo con las mujeres de la limpieza, cuyos carritos y voces se oían cerca.
Antes de salir del laboratorio se dirigió a un anaquel y saco uno de los pequeños espráis vacios de 15 mililitros. Que se usaban para pruebas, era del tamaño de un dedo medio, desenroscó la tapa y añadió con una jeringuilla 2 mililitros de “suero” y el resto hasta la mitad de agua destilada, metiéndoselo en el bolsillo de la chaqueta junto a su pañuelo, guardo cuidadosamente el resto de las pruebas que había hecho y los informes saliendo en dirección a su casa.
ESTACION DE METRO DE… 15 MINUTOS DESPUES.
El bueno de Abel bajaba en las escaleras mecánicas, delante de él tenía a un tío de unas 40 años leía un folleto de publicidad que le acababan de entregar, no era un tío majéte de cara ni con un cuerpo atractivo para las tías, ni era nadie a quien conociera, en resumen: un cobaya perfecto, al comenzar a bajar el segundo tramo de escaleras mecánicas, saco el espray y el pañuelo del bolsillo, puso el dedo encima y le dio al tipo una buena rociada en la nuca al mismo tiempo que fingía un estornudo, llevándose el pañuelo a la cara y ocultando el espray, aquel hombre se giro como un rayo mientras decía:
– Pero que haces idiota ¿serás guarro?
– Perdóneme hombre, lo siento de verdad no me ha dado tiempo a sacar el pañuelo, disculpeme.
El tío se limpio la humedad de su nuca con un pañuelo de papel y al ver que Abel no parecía mala persona, admitió la disculpa y no dijo nada, aunque le miro severamente mientras escuchaba sus disculpas y durante los segundos que pasaron hasta llegar al andén, una vez allí se distanciaron el uno del otro unos metros para evitar más altercados o estornudos fortuitos.
Llego el metro y Abel se coloco de pie en el vagón de detrás del de su cobaya, allí vería lo que pasaba sin correr riesgos de que su propio olor interfiriera en el de su sujeto de pruebas, durante dos paradas no pasó nada pues el tío estaba de pie contra la pared del vagón rodeado de mas hombres de distintas edades, pero en la tercera se levantaron para salir varias personas, era una estación céntrica con conexión a otra línea y muchos hacían allí sus transbordos, el cobaya vio un asiento libre y se abalanzo a ocuparlo, de haber sabido lo que le ocurriría creo sinceramente que hubiera permanecido de pie y rodeado de tíos.
Erase una vez, dos amigas que habían salido del trabajo, una sudamericana delgada y pequeña de frondosa melena negra que hablaba con su amiga negrita, algo mas gordita y con moño, que viajaban en el metro hablando de no sé qué papeles sin meterse con nadie, un asiento libre y mas allá una rubia treintañera, rubia y pechugona de Cáceres que había venido a la ciudad a buscar curro infructuosamente hasta el momento, (diré para los MUUUY SENSIBLES, que esto no es una crítica social) bueno pues justo en ese asiento libre, rodeado de mujeres fue donde el ignorante cobaya de Abel asentó sus reales posaderas.
El tío ignorante del aroma que salía de su nuca, va y saca el pañuelo de papel para limpiarse el sudor de la cara, no debiendo acordarse del regalito que llevaba de Abel, ignorando que el mujerío alrededor de él ya empezaba a respirar más profundamente, husmeando en su dirección según los efluvios llegaban a sus narices, aquel pobre animal cuando se secó el sudor con aquel “perfumado” pañuelo abrió un segundo frente al que las tres féminas reaccionaron, la cacereña se le abrazo por la derecha, besándole en la nuca, la negra por la izquierda le dio un chupetón en el cuello y la sudamericana pizpireta de largo pelo moreno se levanto del asiento para situarse ante el hombre mientras le olfateaba toda la cara, el tío manoteo y protesto durante unos segundos hasta que la morena de delante le cerró la boca con un besazo apasionadísimo mientras se sentaba perniabierta en sus rodillas.
El bueno de Abel no perdía detalle desde el otro vagón, su curiosidad científica le hacía ver la escena como si en lugar de personas aquello solo fueran cobayas de laboratorio, en el otro vagón el escándalo empezaba a propagarse, la cacereña después de chupetearle la nuca al cobaya cogió lo que creía la mano de este y comenzó a chuparla lascivamente, pero aquella mano era de un joven estudiante de derecho mercantil, que estaba mirando asombrado como aquella rubia pechugona le hacia una felación a su dedo índice, los restos del “suero” que había en la nuca del cobaya pasaron a los labios de la cacereña y ahora también a los dedos del joven estudiante, al otro lado del cobaya un maño que estaba mirando la escena con ojos como platos se sentó al lado de la negra del moño y comenzó a acariciarla los pechos mientas ella seguía dale que te pego con el cuello y boca de aquel pobre hombre, la morena pequeñita le había abierto la bragueta al cobaya y sacado su miembro de tamaño medio pero bastante erecto para tras levantarse la falda marrón a cuadros que llevaba, clavárselo en su chochete y dedicarse a saltar sobre él entre jadeos cada vez más ruidosos.
El resto de la población del vagón mantenía un estado de vergüenza, desdén y asco, sazonado con alguna expresión de envidia, pero el lugar era pequeño y el olor se fue acumulando poco a poco, sin ser conscientes las mujeres del vagón se fueron moviendo hacia el origen de aquellos efluvios atraídas como por un imán poderosísimo.
En la cuarta parada salieron algunas personas del vagón (las más alejadas del grupo) el resto se quedo haciendo piña en derredor y entraron algunas mas, que ya estaban en la parada ignorantes de lo que allí había, el metro siguió su recorrido y Abel siguió observando, las mujeres del otro vagón empujaban a quien fuera con tal de llegar a la fuente de olor, el estudiante seguía siendo chupado pero ahora no era su dedo sino su miembro el que recibía las atenciones felatríces de la cacereña, la morena pizpireta seguía clavada en la verga del cobaya pero un voluntarioso con pinta de obrero, la empujo hacia el pecho del tío haciendo que pusiera el culo en pompa y por allí tras desenfundarse el miembro, ya erecto por lo que estaba viendo se la metió en su atractivo culete.
A la negra del moño la hizo levantar el mañíco, que tras soltarse y dejar caer el pantalón se sentó en el sitio de ella haciéndola sentarse sobre su miembro, la boca gimiente de la negra que había besado ansiosa el cuello del cobaya, recibió enseguida una visita inesperada, la boca y pechos de una ama de casa que había ido a hacer unas compras y pasaba por allí de vuelta a casa, atraída por los efluvios aquella audaz ama de casa veterana de mil inicios de rebajas, consiguió abrirse paso entre achuchones y empujones (como era su costumbre) hasta el origen del aroma que tanto la atraía, finalmente alcanzo a su objetivo momento en que sacándose los pechos de la camisa se los acercó a la negra, quedando en el momento en que la negra del moño la puso la boca encima “contagiada” asimismo de aquellos mismos olores y siendo otro potencial objetivo de cuanta mujer respirase en el vagón.
No tardo mucho el cobaya en correrse en el chochete de la sudamericana morena, abandono su asiento en cuanto pudo saliendo de entre las piernas de la chica mientras esta era sodomizada muy activamente por el obrero entre abundantes gritos de placer, tras deslizarse y gatear hacia un lado se incorporo intentando acercarse a la puerta para salir huyendo de allí, pero todo fue inútil dos tías que se parecían asombrosamente a las abuelitas de “aquí no hay quien viva” le cortaron el paso y lo violaron repetidamente, el estudiante intento llevarse a la cacereña rubia a un lado para echarla un buen polvo, pero fue hábilmente interceptado por una jovencita que al ver pasar su miembro cerca se lo aferro con las dos manos y de un hábil movimiento le empujo contra una de las barandillas, cuando el chico cayó al suelo, los pantalones de la joven hicieron lo mismo y luego ella simplemente se clavo el rabo del joven hasta las mismísimas pelotas entre suspiros de placer, la cacereña había intentado moverse con el estudiante pero al ser este interceptado, ella se sintió agarrada por otra mujer de su edad más o menos, esta ni corta ni perezosa la atrajo hasta su asiento y levantándola el vestido la empezó a lametear el chochete apartándola un poco las bragas con sus dedos.
El marido de la del asiento se levantó mosqueado y se quedó mirando la escena, su amada, recatada y fiel esposa comiéndole el chochete a una perfecta desconocida en el metro y rodeados de gente, su erección fue automática y recordó que ella nunca se la chupaba porque decía que le daba asco, la idea le vino de golpe y enseguida la puso en práctica, empujo a una mujer que intentaba algo con la cacereña y se situó detrás de la rubia pechugona, la quito las bragas por debajo del vestido y se lo levanto metiéndole el miembro entre sus nalgas pero sin penetrarla, era alucinante notaba los labios empapados del chochete envolviéndolo, el tío se movió adelante y atrás hasta notar la boca de su mujer en su prepucio, la cacereña disfrutaba con aquel rabo entre las piernas y las manos del tío sobándola las tetas, entretanto su mujer lamia y chupaba todo lo que se le ponía por delante, aquel clítoris y vulva, así como el rabo que recorriéndolo por fuera aparecía y desaparecía intermitentemente, recibieron sus habilidades orales por igual.
Llegaron a la quinta parada y Abel vio como la acción se había distribuido en al menos cuatro focos, el cobaya y varias tías mayores por un lado, la negra del moño y la sudamericana morena bajita al lado de la ama de casa por el centro, el estudiante algo mas allá y al fondo la rubia tetona, en aquella parada no salió nadie de ese vagón pero si entro gente, los de la parada fueron los primeros, pero no fueron los únicos pues algunos de su propio vagón y del vagón anterior al de la orgia vieron lo que pasaba y se cambiaron entrando como podían en el de en medio, hasta llenarlo hasta los topes, se veían ropas tiradas en el piso y la gente estaba en diferentes estados de desnudez cuando el tren se puso nuevamente en marcha.
El cobaya fue usado por las dos mujeres mayores, cuando se corrió en el chochete de una de ellas pensó que tras su segunda corrida del día ya se le había acabado la diversión, pero la que se había quedado a medias le sacó de su error, se quitó la dentadura postiza y le hizo la mejor mamada que aquel hombre juraría que recibió en su vida, un poco más allá el maño rellenó de esperma caliente el chochete de la negra del moño, la cual se puso de rodillas pidiendo más caña a grito pelado, casi instantáneamente otra mujer se coloco detrás de ella y comenzó a lamerla el chochete ansiosamente, la ama de casa había quedado tumbada en los asientos, un reponedor de híper que la vio muy ansiosa, se apresuró a cubrir sus necesidades y de paso la endilgo su gordo miembro en su chochete, follándosela sin prisa pero sin pausa entre gritos de placer que fueron acallados por una rubia bombón que se quito el pantalón y la puso el coño en la boca, para que se mantuviera ocupada en algo útil mientras la follaban.
La chica morena había recibido toda la corrida del obrero en su bonito culo, ahora se dedicaba oralmente y con entusiasmo a devolver la vida al miembro de este mientras que de su coñito y ano resbalaban hilillos de esperma, el estudiante era follado sentado contra la pared del vagón, por la jovencita que estaba demostrando una maestría sin par en el tema de cabalgar miembros, al lado de ellos dos amigas se masturbaban la una a la otra tan furiosamente que no tardaron en correrse.
Un poco más allá la mujer sentada ante la cacereña se masturbaba con su propia mano metida hasta la muñeca, sin dejar de lamer y chupar todo lo que se la ponía por delante, su marido detrás de la rubia meneaba sus caderas cada vez más rápido, frotando su miembro en la parte baja de la vagina de la cacereña rozándola en cada vaivén la vulva, para enterrar su miembro en las fauces de su esposa que chupaba tanto coño como prepucio, finalmente la rubia gimió y se corrió mojándola toda la cara mientras se la doblaban las piernas de placer, la mujer se amorro con más ganas a lo que pudo que no fue otra cosa que el miembro empapado en flujo, de su amado esposo y fue seguidamente regada por varios lleretazos de esperma del hombre que la empaparon de blanco desde las pestañas hasta el escote.
La orgia era general en ese vagón, más gente se unió a los grupos formados y otros iniciaron grupos nuevos, donde quiera que les llevaran sus narices o su instinto, llegaron a la sexta parada y Abel se bajó del metro, por el altavoz de la estación se oía: ¡ESTE TREN NO ADMITE VIAJEROS, DISCULPEN LAS MOLESTIAS, POR FAVOR DESALOJEN EL TREN! Abel siguió su camino de salida y se cruzó con dos vigilantes que bajaban corriendo al andén porra en mano, salió sin problemas al exterior y anduvo hasta la parada del autobús.
Estaba llegando a su casa y seguía cachondo por lo que había visto, había poca gente en aquel bus apenas ocho personas, se acerco a la puerta de salida y una chica hizo lo mismo, era guapilla de unos 25 años y morena, tenia buen cuerpo y él no quería dormir solo esa noche, se levantó discretamente la chaqueta y se olfateó… si olía a sudor, se acerco a ella y la dijo:
– Oye perdona, creo que se me ha parado el reloj ¿me puedes decir la hora?
En ese momento llegaron a la parada, el conductor como muchos otros dio un frenazo, ella entretenida en mirar la hora fue lanzada contra Abel que la sujetó contra su cuerpo un par de segundos, la noto respirar asustada por el encontronazo, la soltó y bajaron del bus entonces el repitió la pregunta:
– ¿Me puedes decir la hora?
– Si claro son laaas… laass nueve y cuarto.
El vio los síntomas que ya conocía, las ventanas de la nariz moviéndose, el rubor de la cara, añadió:
– Anda te acompaño un ratito, no pareces estar bien después del frenazo.
– Yo sii… estoy bien, muuuy biiien…
Ella se arrimó a él y le besó, el no se resistió y participó en el beso activamente, al separar sus caras la dijo:
– Tranquila nena, que sepas que hoy no vas a dormir en casa, estas en buenas manos.
Se alejaron en dirección a casa de Abel.
CONTINUARA…
Este relato es casi totalmente ficticio, los experimentos y pruebas que he mencionado ¡SI! que existen, podéis consultar la red si dudáis.
Los personajes que he usado han sido muy variados, aparte de su nacionalidad, color, provincia o sexo, vaya por delante mis respetos para todos.
¡Sed felices!
Capítulo 6
Ya eran las siete cuando llegué a mi casa acompañado de mis dos nuevas sumisas. Lucía seguía completamente dormida y por eso en cuanto comprobé que no se había enterado de mi ausencia, obligué a las putas a desnudarse. Tras lo cual les ordené que regalaran a su nueva dueña un dulce despertar.
Curiosamente Isabel que en teoría era la más lanzada de las dos, se quedó cortada y tuvo que ser Patricia la que la forzara a acostarse al lado de mi esposa mientras ella se arrodillaba a sus pies:
-Chúpale las tetas a nuestra dueña- exigió mientras ella comenzaba a usar su lengua para recorrer las piernas de la dormida.
«¡Vaya con la mojigata!», exclamé en mi interior, sabiendo que había hecho bien en no usarla yo primero al estar seguro que Lucía querría tener ese privilegio.
Durante un par de minutos, la muy puta se dedicó a lamer los muslos de mi amada mientras Isabel hacía lo propio saltando de un pezón al otro. Tanta estimulación consiguió despertar a la que iba a dirigir sus vidas durante dos años y todavía medio dormida, abrió los ojos pensando que era yo quien la estaba acariciando.
-¿Y esto?- me preguntó al darse cuenta de la presencia de esas dos.
-Han decidido entregarse a ti- comenté muerto de risa.
Lucía comprendió que mientras ella descansaba, yo había cerrado el acuerdo pero lejos de molestarla, sonrió y acomodando su cabeza en la almohada, ejerció por primera vez de ama diciendo:
-Para ser un par de estrechas, habéis vendido vuestra honra a mi marido muy rápidamente.
En esta ocasión, Isabel fue la que me sorprendió porque haciendo un alto, brevemente susurró:
-Señora, ni esta zorra ni yo tenemos honra. Por no tener, no tenemos ni nombre. Nuestro amo nos ha dejado claro que iba a ser usted quien nos bautizara.
Al oírla, Lucía soltó una carcajada y llevando la cabeza de la guarra que había hablado hasta sus pechos, le exigió que reanudara sus caricias diciendo:
-Ahora no me apetece elegiros uno. Lo que realmente quiero es disfrutar en silencio del placer, así que ponte a trabajar, ¡sucia esclava!
Alcancé a distinguir que ese insulto había hecho mella en su ánimo pero en vez de intentarse rebelar, se quedó callada, abrió sus labios y engulló una de las negras areolas de su señora mientras entre las piernas de la misma, la más bajita de las dos se dedicaba en cuerpo y alma a satisfacer su ansia de ser sumisa, buscando con denuedo el orgasmo de su antigua amiga.
Desde mi posición, la escena no podía ser más atrayente. De modo que de haberlo querido, creo que me hubiese resultado imposible retirar la vista de esas tres mujeres haciendo el amor. Mi esposa con la cabeza echada hacia atrás disfrutaba de las caricias de las otras. Isabel mamaba de uno de sus pechos mientras con sus dedos no dejaba de pellizcar suavemente el pezón que tenía libre su señora y Patricia ya inmersa en su papel de objeto sexual usaba la lengua para penetrar una y otra vez entre los pliegues del adorado sexo de Lucia.
Coparticipe de ese placer e incapaz de dejar de mirarlas, mi miembro despertó de su letargo irguiéndose. Nunca he sido un voyeur pero reconozco que ver a esas arpías dedicando sus esfuerzos a que mi mujer disfrutara era algo digno de ver y acomodando mi trasero en una silla, decidí no perder detalle de su estreno.
La entrega de Patricia era tan completa que no me quedó duda que tras esa fachada de niña buena llevaba años escondiendo que estaba enamorada de Lucía y por ello decidí preguntárselo al tiempo que le daba un duro azote sobre uno de sus cachetes.
-Putita, ¿cuánto tiempo llevabas deseando hacer esto?
Asustada, la pobre idiota trató de evitar la pregunta, respondiendo que no entendía a que me refería.
Con una nueva nalgada, le mostré mi disgusto y jalándole de los pelos, la hice ponerse de pie. Una vez allí y mientras mi esposa y su ex socia la miraban insistí:
-No te lo voy a preguntar otra vez, ¿cuánto tiempo llevabas soñando con acostarte con mi esposa?
Llorando y sin poder mirarnos a los ojos, la cría respondió:
-Desde niña la he amado pero jamás pensé que iba a tener la oportunidad de estar con ella.
La cara de Lucia era de sorpresa al saber que la que durante toda su vida había considerado su amiga estaba colada por ella.
-Te juro que no sabía nada- comentó preocupada de mi reacción.
Soltando una carcajada, saqué del armario uno de los arneses con los que mi esposa había sometido a su madre y lanzándoselo a la cama, comenté riendo:
-Por eso no la he tocado, quiero que seas tú quien la estrene.
-¿Me estás diciendo que mi esclava numero dos nunca ha estado con un hombre?
Despelotado repliqué:
-No. Al menos ha sentido entre sus piernas las rudas caricias de tu otra guarrilla pero lo que si tengo claro es que lo que más ha tenido han sido sus deditos cuando se masturbaba en tu honor.
No creyendo mis palabras, se lo preguntó y al escuchar de sus labios que la única vez que había estado con alguien antes de esa noche, había sido con una antigua profesora, Lucía se levantó y cogiendo de la melena a su antigua amiga, la obligó a ponerse a cuatro patas. Una vez en esa postura, cayó en la cuenta que al contrario de ella misma, Patricia llevaba una mata enorme de pelo que deslucía su estupendo cuerpo y poniendo cara de asco, le soltó:
-Pareces un chimpancé- tras lo cual ceremonialmente la bautizó con el nombre de “Chita”y olvidándose de ella, miró a su otra esclava diciendo: -¡Enséñame tu coño!
La morena no se esperaba esa orden. Totalmente colorada, se tumbó en la cama y separando sus piernas, mostró a su dueña que totalmente depilada. Lucía completamente dominada por la lujuria la obligó a darse la vuelta y nada más comprobar que tenía un culo cojonudo, le separó las nalgas diciendo:
-Al menos pareces humana, por eso a partir de hoy serás “Jane”.
La pobre “Chita” dio un gemido de dolor al comprender el nada delicado insulto que representaba para ella el nombre que había recibido su compañera de martirio pero incapaz de moverse, permaneció quieta mientras su recién estrenada dueña se entretenía relajando los músculos del esfínter de Isabel con su lengua. Es más, tuvo que morderse los labios para no gritar de celos al ver que no era su ano el que estaba siendo violado por los dedos de la mujer que tanto amaba.
Si aquello ya era de por sí humillante, más aún fue ver a Isabel que levantándose, se ajustaba un arnés con un tremendo falo a su cintura. Tras lo cual susurró unas dulces palabras a su indefensa víctima y colocando la punta del consolador en su esfinter, de un solo golpe se lo introdujo por completo en su interior.
Isabel-Jane gritó al sentir que se desgarraba por dentro pero no intentó liberarse del castigo, sino que sorprendiéndome por enésima vez, meneando sus caderas buscó amoldarse al instrumento antes de empezar a moverse como posesa. Su jinete esperó que unos segundos antes de darle una fuerte nalgada en el culo.
-Muévete, ¡puta!- gritó al tiempo que se lanzaba en un galope desbocado usando los pechos de la morena como agarre.
Patricia-Chita miraba desconsolada el momento. Con su corazón encogido, sufría cada envite de Lucía como una afrenta. Estuve a punto de intervenir y tomarla para mí pero decidí no hacerlo. Entre tanto mi esposa cambió el culo de la Jane por su sexo y con fuerza la penetró mientras su nueva adquisición se derrumbaba sobre la cama.
-Nunca me imaginé que esta zorra disfrutara tanto- dijo dirigiéndose a mí al comprobar que esa morena apenas podía respirar.
Fijándome en la cara de su víctima, descubrí que el placer había hecho mella en ella y que con la mirada perdida babeaba cada vez que su agresora le daba una estacada.
«¡Y parecía frígida!», me dije recordando su frialdad la noche anterior.
Confirmando su excitación, la morena comenzó a balbucear incoherencias mientras su cuerpo convulsionaba y pegando un grito, se corrió llenando con su flujo las sábanas de mi lecho. Lucía al escuchar y ver que había conseguido desencadenar ese tremendo orgasmo en la muchacha, decidió que ya era hora que esa puta le devolviera parte del placer. Intercambiando su lugar con ella, se quitó el arnés y tumbándose en la cama, exigió a Isabel-Jane que la masturbara.
Siguiendo sus instrucciones, empezó a bajar por el cuerpo de mi compañera. Mi rubia dejo que le abriese las piernas y al hacerlo, pude contemplar su pubis perfectamente depilado que dibujaba un pequeño triángulo con si fuera una flecha que indicara el camino que Jane tenía que seguir.
Para ésta, el sabor agridulce de su coño ya no era una novedad pero en este caso como estaba excitada fue un acicate para que sin meditar que estaba haciendo usara los dedos como si fueran un pene y penetrándola buscara el fondo de su vagina. Lucía recibió húmeda las caricias de esa lengua sobre su clítoris y sin pedirle su opinión me exigió que la tomase para mí, diciendo:
-Pedro, ¡quiero ver te la follas!
Sus primeros gemidos coincidieron en el tiempo con mi llegada a su lado. Mientras nuestra nueva esclava seguía dando buena cuenta del chumino de mi esposa, le abrí las nalgas para acto seguido darle un duro azote. Excitada por mi duro trato y pegando un grito, Jane me imploró:
-¡Hágame suya! ¡Quiero sentir la verga de mi amo en mi interior!
Su lenguaje sumiso espoleó mi lujuria y colocando la punta de mi glande en la entrada de su cueva, fui forzándola de forma muy despacio. Esa lentitud me permitió sentir el paso de toda la piel de mi miembro, abriéndose paso por los labios de su sexo mientras la llenaba.
Lucía exigiendo su parte, tiró del pelo de esa muchacha y acercándole la cara hasta su pubis obligó que su lengua volviera a introducirse en el interior de su vagina, al tiempo que mi pene campeaba libremente ya dentro del sexo de la morena. Isabel gimió desesperada al sentir mis huevos rebotando contra su culo pero realmente se volvió loca al sentir que dotaba a mis embestidas de un ritmo brutal. Y mientras su boca se llenaba con la riada que emergía sin control de la cueva de mi esposa, se creyó morir.
-¡Me corro!
Chilló nuevamente pero entonces me escuchó prohibírselo diciendo:
-Tienes prohibido hacerlo hasta que tu dueña lo haga.
No hizo falta que dijera nada más. Éramos un engranaje perfecto, mis embestidas obligaban a la lengua de Jane a penetrar más hondo en el interior de su amante y los gritos de Lucía al sentirse bebida, forzaban a un nuevo ataque por mi parte. La rubia fue la primera en correrse retorciéndose sobre la cama y mientras se pellizcaba sus pezones, nos pidió que la acompañáramos. Al oírla, aceleré y cayendo sobre la espalda de la otra mujer, me derramé regando el interior de su vientre con mi semilla. Lo de Isabel fue algo brutal, desgarrador, al sentir mi semen en su interior mientras seguía penetrándola sin parar, hizo que licuándose al sentirlo, chillara y llorara a los cuatro vientos su placer.
Durante unos minutos e ignorando a la pobre “Chita”, nos mantuvimos en la misma posición hasta que ya descansado me levanté y dirigiéndome a la insatisfecha ignorada, comenté:
-Zorra, prepara la bañera. Me apetece darme un baño.
La morena que antiguamente respondía al nombre de Patricia salió corriendo a cumplir con mi orden y a pesar de su rapidez, no pudo evitar que callera en la cuenta de los gruesos lagrimones que recorrían sus mejillas.
«Se siente una piltrafa, está pensando que su destino va a consistir en servirnos como criada y que nunca va a participar en nuestros juegos», medité descojonado. Al girarme y mirar a su ex socia, la descubrí mirándome con una veneración que me resultó hasta incómoda: «En cambio, Jane esta está feliz. Aunque en un principio era totalmente reacia a ser nuestra sierva, ahora no cabe de gozo. Se ha dado cuenta que a nuestro lado va a descubrir un placer que no sabía ni que existía».
Sabiendo que mi vida había tomado un nuevo rumbo y que a partir de ese día íbamos a formar un extraño cuarteto donde el único que iba a tener un papel definido era yo, comprendí que mi tiempo en España y en mi compañía había terminado y por eso tomando asiento en la cama, pedí a la morena que me trajera el ordenador.
Mientras Jane se levantaba a por él, mi querida esposa me preguntó el motivo de tanta urgencia. Muerto de risa, le solté:
-He decidido hacerte caso y quiero ver contigo otra vez esa mansión de la que tanto hablas…
Aquella noche la ciudad no parecía distinta en nada. Y quizás no lo fuese y el único matiz de distinción es el que ahora le otorga mi mente al recordar lo que estaba por venir.
Me reí de sus conjeturas despidiéndome con la mano antes de dejarme engullir por el bullicio de las aceras neyorquinas. Gaspar flaqueaba con Irene. Todos flaqueábamos con Irene, a decir verdad. Era cierto que era una niña guapísima y que mucho tenían que torcerse las cosas para que no lo siguiese siendo. Lo cual, también implicaba que –como Gaspar decía-, no había heredado ni un ápice de la apariencia de su padre. Un leve murmullo de lástima por mi cuñado recorrió esporádicamente mi cuerpo. Pero se esfumó con la misma facilidad con la que había aparecido. Carlos nunca me había caído exageradamente bien.
Capítulo 7
Descubro a Patricia, la amiga de mi esposa, mirándome desde los pies de la cama. Su cara revelaba su desesperación por haber sido excluida durante nuestra sesión de sexo de la noche anterior pero también que deseaba romper ese aislamiento entregándose a mí.
Esa noche dormí bastante poco porque me la pasé elaborando un plan para que no levantar suspicacias al despedirme de la compañía. Tenía claro que el tiempo pasado desde el robo cometido por el padre de Lucía hacía difícil que alguien pudiese relacionarlo con mi renuncia pero de todos modos comprendí que convenía extremar las precauciones. Si renunciaba sin más, mis propios compañeros se extrañarían pero si dejaba caer que una empresa extranjera me había hecho una oferta irrechazable, eso entraba dentro de lo normal y nadie se mosquearía. Por eso decidí que llamar al administrador de una de las compañías pantallas que había creado y decirle que mandara por “error” al mail de otro socio esa propuesta de trabajo, de forma que antes de llegar todo el mundo supiera de su existencia. Conociendo la práctica habitual en estos casos para evitar la fuga de información y de clientes, en cuanto les hiciera saber que iba a aceptarla, me separarían de mis obligaciones y me invitarían a irme lo más rápidamente posible.
«En quince días estaremos disfrutando del Caribe», dije para mí justo cuando escuché un ruido a mis pies. Al abrir los ojos descubrí que la causante era Patricia. Debía llevar tiempo despierta y por la expresión de su cara, supe que llevaba fatal haber sido excluida de nuestros juegos la noche anterior.
«No me lo puedo creer. Esta triste porque Lucía no la había dejado participar», medité muerto de risa y viendo que mi esposa y la otra sumisa seguían dormidas, le exigí que preparara el jacuzzi. Curiosamente la morenita sonrió al escuchar mi orden y desapareciendo rumbo al baño, fue a cumplir mis deseos sin decir palabra. No tardé el oír el agua correr y no queriendo que Lucía se despertara, me levanté.
Al entrar en el aseo, me encontré a Chita arrodillada en el suelo, apoyada en sus talones y con las manos en sus muslos. No me costó reconocer que había adoptado la posición de sierva de placer y eso me confirmó que esa cría había soñado desde antes con ser la propiedad de un amo y que por ello había aceptado de tan buena gana el convertirse en nuestra esclava.
Ejerciendo como diligente dueño, rectifiqué su postura obligándola a poner su espada recta y a separar más sus muslos, tras lo cual y sin dirigirme a ella, me metí en la bañera.
«Hay que reconocer que está muy buena», medité mientras recorría con la mirada sus erguidos pechos.
Mi inspección no le pasó desapercibida y sus areolas reaccionaron erizándose sin necesidad de ser estimuladas. Esa reacción despertó mi lado morboso y desde la bañera dejé caer:
-Veo que te pone bruta que te miré.
Totalmente colorada y sin atreverse siquiera a levantar su mirada, trató de disculparse diciendo:
-Lo siento, no he podido evitarlo.
-No me molesta que te sientas excitada. Una buena zorrita debe ser receptiva a su amo. ¿No estás de acuerdo?
-No lo sé- respondió mientras involuntariamente sus muslos temblaban: -La verdad es que llevo empapada desde que usted me ha permitido prepararle el baño.
Consciente del nerviosismo de “Chita”, decidí incrementarlo pidiéndole que me enjabonara. No pudo reprimir un gemido al escucharme y babeando de placer vino hacia mí gateando. Al llegar a mi lado, cogió una esponja y con una extraña timidez, comenzó a recorrer con ella mis hombros. La sensación de tenerla en mi poder era subyugante. Quizás por ello quise saber hasta dónde llegaba su entrega y sin avisar me puse a magrearle el culo.
-¡Dios!- susurró descompuesta al sentir que mis manos tomaban posesión de su pandero.
Asumí que a pesar que ese estimulo no pedido era bien venido por su parte, no se atrevía a exteriorizarlo en voz alta no fuera a despertar a Lucía y ésta se encabronara al enterarse.
-Tienes unas nalgas estupendas para ser tan puta- comenté explorando con mis yemas la unión de sus dos cachetes.
Ese piropo provocó un nuevo suspiro de esa cría y tratando de evitar que se le notara, siguió extendiendo el jabón por mi cuello como si nada pasara. Desgraciadamente para ella, sabía que era una fachada y que esa putilla se derretiría en cuanto yo diera el primer paso. Para demostrarle su debilidad, deslicé mi mano por su entrepierna en busca de su clítoris. No me resultó hallar su sexo completamente anegado y separando los poblados pliegues de su coño, me concentré en su ya inhiesto botón.
-Me encanta- berreó todavía en voz baja al sentir la caricia de mis dedos y acomodando su postura, facilitó la inspección de la que estaba siendo objeto.
Su claudicación estaba cerca y no deseando acelerarla, dejé de tocarla y cerré mis ojos, satisfecho:
«¡Qué sufra!», pensé descojonado al saber su frustración.
En ese instante, lo que Patricia deseaba más en el mundo es sentirse amada aunque fuera de un modo vil y por eso no pudo acallar su desesperación y a mis oídos llegó su sollozo.
-¿Por qué llora mi esclava?- comenté sin abrir mis parpados.
Llena de dolor respondió:
-Siento que mi amo no me desea.
Confieso que estuve a punto de ceder y regalarle las caricias que demandaba, pero como me interesaba incrementar su turbación hasta que fuera insoportable, me comporté como un cabrón al contestarla:
-No te has ganado mi favor.
Llorando ya a moco tendido, me rogó que le dijera que era lo que tenía que hacer para que la aceptara. Recordando que el nombre que Lucía le había elegido hacía referencia a su cantidad de vello púbico, repliqué en plan de cachondeo:
-¡Depílate! No nos gusta el pelo en el cuerpo.
Para mi sorpresa, la morena me pidió permiso para retirarse y al dárselo, salió corriendo del baño. Os confieso que en ese momento pensé que me había topado con un inusual tabú y que Patricia se sentía incapaz de cumplir ese nimio deseo. Sabiendo que su negativa solo haría alargar su sufrimiento, lo dejé estar y me empecé a enjabonar yo solo.
Tras más de veinte minutos disfrutando de ese baño, decidí que era suficiente y saliendo del jacuzzi, fui a coger el albornoz con el que secarme justo en el preciso instante el que por la puerta volvía la muchacha. Durante unos segundos me costó reconocerla porque su larga melena oscura había desaparecido.
-¡Te has rapado al cero!- exclamé al ver su reluciente mollera.
“Chita” se quedó de pie en mitad del baño y separando sus rodillas, me mostró que el denso bosque de su coño también había sido talado, tras lo cual, sonriendo dijo:
-Los deseos y gustos de mi amo son órdenes para mí y para demostrarle mi compromiso, he creído oportuno rasurarme también la cabeza. ¿He hecho mal?
No quise reprocharle su iniciativa e impelido por la curiosidad, la llamé a mi lado. La chavala obedeció de inmediato y acercándome una toalla, me preguntó si podía secarme. No me pude negar porque esa criatura había cumplido con creces cualquier prueba que le pusiera y saliendo de la bañera, acepté.
Su cara irradiaba felicidad al agacharse y arrodillándose, comenzó a secar mis pies sin dejar de lucir una sonrisa.
-Ésta zorrita está contenta de poder mimar a su dueño- susurró mientras recorría con una profesionalidad no exenta de dulzura mis tobillos, retirando cualquier rastro de humedad de los mismos.
Reconozco que me tenía impresionado su sumisión y más cuando al observarla, tuve que reconocer que no había perdido su atractivo y que estaba preciosa totalmente calva. Por ello al sentir que sus manos iban subiendo por mis muslos, no me importó que mi pene se alzara estimulado por sus caricias.
A pesar de mi erección, Patricia no dijo nada al ir secando todos y cada uno de los recovecos de mi sexo. Es más os puedo confirmar que tampoco me insinuó nada cuando sus manos entraron en contacto con mi pene. De modo que tuve que ser yo quien le dijera:
-Hazme una mamada.
El brillo de sus ojos me hizo saber la satisfacción que esa guarrilla sentía con esa orden. Por ello no me cogió desprevenido que cogiendo amorosamente mi extensión entre sus dedos, abriera sus labios y empezaba a lamer mi pene como si de un caramelo se tratara.
Pocas veces había sido participe de algo tan erótico, no en vano era la primera vez que una calva dedicaba todas sus energías en hacerme una felación y es que una vez había dejado bien embadurnada mi verga con su saliva, esa muchacha separando sus labios se fue introduciendo lentamente toda mi verga en el interior de su boca mientras con sus manos acariciaba mis huevos.
Deseando disfrutar cómodamente de ese instante, me senté en el wáter y eso desencadenó su lujuria. Ya sin reparo alguno, esa putilla se embutió mi pene en su garganta y mientras con sus manos seguía dando un suave masaje a mis testículos, comenzó a mover su cabeza con el objeto de ordeñarme.
-Para ser novata, haces unas mamadas cojonudas- comenté descojonado.
Lo que no me esperaba fue que sacando brevemente mi extensión de su interior, la morenita contestara:
-Su fiel Chita ha practicado muchas noches con un plátano.
Y sin dejar de sonreír, se la volvió introducir hasta que sus labios tropezaron con su base y dejando a un lado su anterior lentitud, buscó mi simiente con un ansia que me dejó helado.
Contagiado por su actitud, llevé mis manos hasta sus pechos y comencé a estrujárselos. Chita al sentirlo comenzó a gemir en silencio. Que tratara de ocultar su gozo, azuzó mi morbo y apoderándome de sus pezones, los empecé a pellizcar entre mis dedos. Indefensa, gimió al sentir como los torturaba y mientras gritaba su excitación, aceleró el modo en que su lengua jugueteaba en mi verga. La sumisa discreta había desaparecido totalmente, y en su lugar apareció una hembra ansiosa de ser tomada que restregando su coño contra mis pies, intentaba incrementar su calentura.
La cueva de la muchacha no tardó en mostrar su lujuria y derramando su flujo, este me empapó los tobillos mientras su dueña buscaba con mayor afán el néctar de mis huevos.
-Me corro- chilló sin dejar de frotarse.
Fue impresionante oírle berrear su placer mientras entre mis piernas se acumulaba la tensión de tanto estímulo.
«Está disfrutando todavía más que yo», me dije al tiempo que me cuenta que no iba a poder aguantar mucho más y por eso presionando con mis manos su cabeza, forcé su mamada y en breves pero intensas erupciones, mi pene se vació en su garganta.
Satisfechos, permanecimos sin movernos durante un tiempo hasta que ya recuperado le regalé un beso de amo, mordiendo sus labios. Chita respondió a mi beso de manera explosiva y subiéndose a horcajadas sobre mí, intentó reactivar mi pasión pero dándole un azote en el culo, le dije que ya era suficiente y que Lucía debía ser la primera en usarla. La chavala frunció su ceño molesta pero inmediatamente sonrió y con tono pícaro, me preguntó su a mi esposa le gustaría su nueva apariencia.
Despelotado de risa, repliqué:
-Ahora mismo, ¡lo sabremos!
A mi novia le gusta mostrar su culito.
Después de 2 años de pareja me entero que a mi novia le gusta mostras su culito y me lo demuestra con el portero y el de seguridad de nuestra casa.
La mayoria de las historias que leí destacan que son reales. No se cuanto habrá de verdad en eso. Lo que si les puedo asegurar que esta historia que les contaré sucedió tal cual se las relataré. Lo único que cambiaré serán los nombres de los personajes por motivos obvios.
Me llamo Sergio, vivo en Buenos Aires, Argentina, tengo 40 años y estoy viviendo en pareja hace 2 años con Marcela, una muy linda rubia de 25 años, 1,67 mts de estatura, 85 de pecho, 62 de cadera y una cola super paradita (a fuerza de mucho gimnasio) y con la piel muy suavecita. Al principio de nuestra relación en la cama siempre fuimos muy conservadores, nada de fantasias extrañas, nada de sexo anal, nada de películas porno ni nada de juguetes. Así como les cuento parece bastante aburrido, pero por lo recatada que siempre fue Marcela, yo no tenía otra opción que aguantarme una relación de esta forma.
Así transcurrían nuestros días hasta que en una ocación, yo estando en el baño de mi oficina escuche la conversación de dos compañeros, Eduardo y Leonardo, hablando de mi novia, la cual habían conocido en un evento para la presentación de unos nuevos productos que se había realizado el sábado anterior y al cual habíamos concurrido todos los integrantes de la empresa con sus respectivas novias o esposas.
Al escuchar el nombre de Marcela me escondí para no ser visto y al prestar atención no podía creer lo que escuchaba. A continuacíon les trancribo lo mas textual posible la charla:
– ¿Viste el culo que tiene la pareja de Jorge?, preguntó Eduardo
– Ni que lo digas, no pude dejar de mirarselo en toda la noche, contestó Leonardo
– También con ese pantalón que tenía y esa tanguita que se le marcaba toda.
– Además, me parece que le gusta mostrarlo, porque cada vez que notaba que la estaba mirando se hacía la tonta y lo paraba mas.
– Te parecerá a vos. Con Jorge siempre hablamos de lo tímida que es Marcela y lo que le cuesta a él realizar algunas de sus fantasias.
– Yo lo único que te digo es que me parece que esta es una putita barbara y que le encantaría que le rompan el culito de una buena vez y yo me anotaría en primer lugar.
En ese momento salieron del baño y yo me quedé con una sensación de bronca tan grande que solo era comparable a la calentura que me había dado escucharlos hablar así de Marcela.
A partir de ese día note lo que me exitaba saber lo deseada que era mi novia y cada vez que teníamos relaciones fantaseaba con la idea de que hubiera gente mirandole la cola a Marcela mientra ella la movía contenta de mostrarla. Así trascurrieron varios meses, hasta que en una oportunidad y en un momento que estabamos tomando sol en el balcon de casa, vi que se metía la tanga que tenía puesta bien adentro de la cola. Cuando le pregunte que hacía, me contesto que era para que no le quedaran las marcas de la malla, pero en realidad me di cuenta que se había levantado de la reposera y se había colocado de espaldas a la reja del balcón dandole un espectaculo barbaro a dos adolecentes que vivian en un edificio de enfrente y que no se podían despegar de la ventana. Al darme cuenta y creyendo que Marcela no se había dado cuenta le aviso:
– Marce, date vuelta que te estan mirando de enfrente.
– ¿En serio?
Da vuelta la cara y viendo a los chicos les saca la lengua, se las pasa por los labios, luego me mira y me dice:
– Dejalos que miren, me calienta pensar que esta noche van a hacerse una paja pensando en mi.
No podía creer lo que escuchaba y veía, la tan recatada de mi novia ofreciendo el culo para que unos desconocidos se lo miraran cuanto quisieran y además reconocer que eso la calentaba.
No supe que decir, automaticamente sentí que comenzaba a tener una erección monumental y comence a dar credito a lo que había mencionado mi compañero Leonardo en la ocación del baño.
Como pude, me pare de la reposera y me acerque a ella le di un beso en la boca y susurrandole al oido le comente que lo que estaba haciendo era una de mis fantasias de los ultimos meses y que si a ella le gustaba yo no me pondría celoso, al contrario, le ayudaría a desarrollar su fantasía y llegar hasta donde ella quisiera.
Cuando escucho esto, me miro fijo y me preguntó :
-¿ Llegar hasta donde yo quiera?
– Sí, ¿porqué? ¿hasta donde queres llegar?, le respondí.
– Me gustaría mostrarle la cola a estos chicos sin la mallita. ¿me dejás?
La conversacion había llegado al punto que yo ya no podía sopotar mas que mi chota estuviera encerrada en el pantalon.
Ella me miraba como esperando la respuesta, sin dejar por supuesto de arquearse cada vez más para mostrarse mejor a estos chicos que yá a esta altura y sin ningún disimulo habían sacado sus chotas y se estaban haciendo flor de paja.
– ¿No te parece que sería demasiado?, ¿no te da vergüenza? le pregunte.
– No, para nada, lo unico que me da un poquito de vergüenza es confesarte que siempre me gustó mostrarme y especialmente me excita muchisimo cuando los hombres me miran y desean mi colita.
Vi en su cara que contarme esto la calentaba terriblemente, y yo que con mi calentura no me quedaba atrás le seguí preguntando.
– ¿Le mostraste la colita a muchos señores en este ultimo tiempo?
– A varios, ¿querés que te cuente la última vez?
– Fue ayer cuando salí del edificio para el gimnasio con las calzas azules y al ver que Segio (el portero) y Ruben (el de seguridad) no podian sacarme los ojos de encima, me abrí un poco de piernas, me agache sin flexionar las rodillas y hice como que me ataba el cordon de las zapatillas, poniendole la cola a un metro de la cara de ellos. Me clavaron la vista y pude ver como Ruben se puso la mano en el pantalón y murmuro algo que no llegue a escuchar. Esto me calentó tanto que tuve que volver a casa a cambiarme porque me había mojado toda.
A medida que me contaba esto se había abierto un poco mas de piernas y empezaba a tocarse la conchita, siempre mostrando su culito a todos los que quisieran verlo en las ventanas de enfrente.
– Bueno, si no te da vergüenza, sacate la tanga, pero espera que me vaya para adentro, para mirarte desde ahí.
Lo único que yo quería era no perderme nada del espectaculo que estaba por dar mi novia, y lo quería ver mientras me hacía flor de paja.
Cuando la deje sola, giró la cabeza hacia los mirones, sacó la lengua pasandosela por los labios, tiró de cordón de uno de los costados de la maya desatando el nudo y voilá, ahí estaba parada en el balcon con las piernas abiertas, un dedo dentro de su conchita y apuntando su colita desnuda en plena luz del día a decenas de ventanas.
Se arqueaba cada vez más, se abria los cachetes con la mano, mostrando su lindo agujerito y siempre sin dejar de masturbarse, la escuchaba que decia en voz baja – ¿Les gusta mi cola? ¿Les gustaría chuparla?, aquí la tienen, toda para ustedes. De repente me miró a traves del vidrio y me rogó que le metiera la pija en la boca, cosa que no pude evitar ya que estaba por estallar. Asi que salí al balcon, la tome de los pelos, y ella me empezo a comer la chota, mientras yó ya fuera de sí, le gritaba ¿Te gusta que te vean la colita putita? ¿Te gustaria tener ahora otra pija por atrás? Ella asentía con la cabeza y gemía como nunca la había escuchado. Ya había acabado como 5 veces. Yo seguía: ¿Sabés todos los señores que se deben estar pajeando con tu culito?, ¿Te gustaría tenerlos todos aca, no puta?, Siiii decia ella, pero ya no aguante mas y tuve un orgasmo monumental, el cual Marcela se tragó hasta la última gota. Le dí una palmadita en la cola y nos metimos para adentro, sin antes ella darse vuelta y dirigir un beso hacia las ventanas.
Esa noche tuvimos el mejor sexo que habíamos tenido desde que nos conociamos, pero como se imaginarán la cosa no quedo ahí, y empezaron a pasar cosas que realmente nunca hubiese esperado que pasaran.
A la mañana siguiente al salir del edificio para dirigirme al trabajo, me cruzo en la puerta con Sergio y con Ruben, que como recordarán son el portero y el encargado de seguridad del edificio donde vivimos, los cuales, con una sonrisa, me comentan que ayer una persona había asentado una queja en la administración del edificio por las exhibiciones que había hecho mi novia en el balcon.
Imaginen la sorpresa y vergüenza mía enterandome que ya en el edificio sabían de las manías de Marcela. Por supuesto me hice el desentendido y se produjo este dialogo:
– ¿De que exhibiciones me hablan?, dije yo tratando de disimular.
– De mostrarse desnuda y con poses sexuales en el balcon, dijo Sergio.
– La verdad, no se de que me hablan, contesté.
– Con nosotros no tiene que disimular, ya hace rato que sabemos que a su mujer le gusta mostrar la cola, cada vez que pasa cerca nuestro se agacha o la saca para afuera y se queda un ratito en esa posición para que se la admiremos, dijo Ruben sonriendo.
Yo me quede mudo.
– Lo único, digale que en el balcon no lo haga más porque va a tener problemas con los vecinos, continuó Sergio.
– Digale que cuando quiera exhibir su culito, nosotros nos ofrecemos para mirarselo, no es cierto Sergio, dijo Ruben.
Ambos rieron y yo entre la vergüenza pero también la exitación que me producía la situación, solo atiné a contestarles – Se lo diré.
Todo el día en la oficina estuve con una calentura brutal. No veía la hora de volver a casa para contarle a Marcela lo que me había pasado a la mañana y ver la reacción que tendría.
De regreso a casa al llegar a la entrada del edificio me encuentro nuevamente con Ruben, el cual me saluda con una sonrisa y el caradura me dice que si mi mujer lo necesita a el y a Sergio esta noche, que cuente con ello porque hoy era su día libre y estaba disponible.
Yo no podia creer lo que escuchaba. No le conteste nada y subí lo mas rápido que pude a mi departamento.
Cuando abro la puerta me encuentro a Marcela cocinando vestida solamente con una tanguita roja de esas que se meten bien adentro de la cola. Se acerca a darme un beso y me dice que suerte que había llegado porque ya no se aguantaba mas de la calentura y quería que me la cojiera en el balcón a la vista de todos.
Le dije que eso ya no lo podíamos hacer mas, y le conte lo de la denuncia y cuando le conte el ofrecimiento que me habian hecho Ruben y Sergio pense que se moriria de vergüenza, pero no, estaba muy equivocado, me miro, se toco la conchita y despues de un gemidito me dijo:
– Que zarpados, y a vos amor ¿que te parece la idea?
– La verdad que me agarro por sorpresa, pero estuve todo el dia exitado.
– Vos sabes que a mi me encanta mostrar la colita todo el tiempo y si a vos no te molesta que me la miren mientras me cojes, podriamos decirle que subieran.
– Justamente hoy a la noche estan de franco, le dije.
– Porque no bajas y les avisas que vengan a las 10. Pero amor, no te olvides de aclararle muy bien que es solo mirar, no me voy a dejar tocar.
– Seguro, yo tampoco lo permitiría.
Así que baje, lo encare a Ruben y sin muchas vueltas, porque me daba bastante vergüenza, le dije que mi novia habia aceptado la propuesta de hoy a la noche.
– Estaba seguro que se moria de ganas de entregarnos el culito, me dijo.
– De entregar nada, le dije, es solo para que la miren, esta claro.
– Está bien, no hay ningún problema. Ya verle desnudo ese flor de culo que tiene me basta.
– Avisele a Sergio y suban a las diez, me despedí.
Volví al departamento y nos apuramos en preparar todo. Decidimos que lo haríamos en el living, porque es el lugar mas grande de la casa y podriamos poner distancia entre ellos y nosotros. Corrimos los sillones y los pusimos mirando hacia el colchon de la cama que tiramos en el piso. Trajimos una lampara de pie que daba un luz mas tenue, pero que a su vez iluminaba todo bien. Marcela se puso un vestidito de color turquesa que le llega un poquito arriba de las rodillas, de tela finita y ajustado lo suficiente como para dejar divisar la tanguita negra que apenas le cubría la cola y los pezones paraditos ya que no tenía puesto corpiño. Era la primera vez que iba a mostrar su colita desnuda a tan poca distancia a dos casi desconocidos. De solo pensarlo ya habia tenido un orgasmo mientras se cambiaba.
Ya se había hecho la hora, y como era de esperar, puntualmente tocaron a la puerta. Abrí, y ahí estaban Rubén y Sergio con una sonrisa y como cargandome Ruben me dice:
– Buenas noches, venimos a que su mujer nos muestre ese precioso culito que tiene, ¿podemos pasar?
– Adelante, los esta esperando, les dije para continuar la situación que me exitaba terriblemente.
– Mi amor, ya estan aca, vení a saludar, grite, mientras Ruben y Sergio se acomodaban en el sillon.
– Hola, como estan, dijo Marcela, como si se tratara solamente de una visita social, y estirando la cara le dio un beso en la mejilla a cada uno.
– Buenas noches señora, respondieron a duo, que por el grado de calentura que ya tenían les salio medio entrecortado.
– Esta muy hermosa, dijo Sergio, que siempre había sido el más galante.
– Y tiene el mejor culito del barrio, siguio Ruben, no veo la hora de que nos lo muestre desnudito. continuo, mientras ya se habia abierto el cierre del pantalón y se le notaba terrible erección.
– Así que quieren ver mi colita, contesto Marcela, mientras se mordia el labio, por la calentura que le habían producido las palabras de Rubén.
– Mi amor ¿vos me dejas que le muestre el culito a estos señores?, me preguntó.
– Si te gusta, hacelo, le contesté.
Se dio vuelta y fue caminando hasta el colchon, arqueo la espalda, abrió un poco las piernas, y se levanto un poco el vestido dejando al descubierto la mitad de su precioso culo. Los miró, saco la lengua para mojarse los labios y les preguntó
– ¿Les gusta mi colita?, ¿quieren verla toda?
– Por supuesto señora, pero espere que nos saquemos los pantalones, asi nos hacernos una buena paja con ese culito hermoso, contesto Ruben.
Así lo hicieron, se desnudaron por completo y dejaron ver dos miembros muchos mas grande que el mío y que estaban a punto de estallar. Cuando mi mujer dio vuelta la cara y vió terribles chotas no pudo evitar emitir un gemido de placer que hizo que Rubén me comentara:
– Me parece que a su mujer no solo le gusta que la miren sino tambíen ver pijas grandes.
– ¿es cierto eso mi amor?, le pregunté.
Marcela no contestó, pero se notaba en la cara que les había gustado, y que había llegado a un grado de calentura tal que casi de un tirón se arranco el vestido quedando solo con la tanguita negra que apenas le cubría el culo. Se puso en cuatro en el colchon, bajo la espalda y les entrego una fabulosa vista de su colita, mientras se metía un dedo en la conchita y preguntaba:
– ¿Les calienta mucho verme asi?
– La verdad me calienta que sea tan puta señora, contesto Sergio.
– ¿No tiene ganas de sacarse la bonbachita y mostrarnos el agujerito?, preguntó Ruben.
– ¿Me dejas mi amor que les muestre el agujerito a los señores?, me preguntó, mientras movia el culo para adelante y para atrás.
– Su marido le deja hacer lo que tenga ganas y como se que tiene ganas que alguno de nosotros le saque la tanguita, yo no voy a hacerla desear, le dijo Ruben.
En ese momento Ruben se paró del sillon y fue directo al colchon donde estaba Marcela. Ya todo se había descontrolado y pense que mi mujer se iba a resistir a que la tocara, pero me equivoque, al contrario, siguió en la misma posición y además se arqueó más para permitir que Rubén pudiera meter los dedos a los costados de la tanga y tirara hacia abajo dejando toda la cola de mi novia al aire.
– ¿Qué le parece mi agujerito?, le preguntó Marcela, tocandolo con un dedito.
Es un culito que necesita que le metan una lenguita, le contestó, y de inmediato se agacho y le introdujo la lengua en el culo de mi mujer, que ya fuera de si, se movía desesperadamente y gritaba cosas como:
– Si señor chupeme la colita por favor. Metame toda la lengua.
Rubén solo sacaba la boca del culo para gritarle barbaridades como:
– Yo estaba seguro que usted era muy calentona y que hacía rato que tenía ganas que le den dos hombres de verdad. Vení Sergio que entre los dos la vamos a partir al medio a esta putita.
Rubén se paró, me miró como pidiendome permiso y se dirigió directo a poner la boca en la cola de mi novia, lugar que le cedió Ruben, que se dirigió hacia la cara de Marcela y le comio la boca con un beso que ella respondió sacando la lengua y mirandolo de una forma que le pedía a gritos que le pusiera su tremenda chota en la boca, cosa que Rubén no se hizo rogar. No les puedo explicar con que desesperación se comía semejante miembro.
Yo a esta altura no podía creer lo que veía y me había sentado en el sillón y contemplaba la escena haciendome flor de paja.
– ¿Así que su señora no iba a dejar que la tocaran? Me dijo Ruben
– Digale a su marido lo puta que es, prosiguió.
Marcela solo se sacaba la pija de la boca para gritarme: – Mi amor, soy muy puta y me gusta que me chupen la colita. Siguieron así un rato y de repente Rubén le dijo a Sergio: – correte que le voy a romper ese agujero que tanto le gusta mostrar. Me quede atónito cuando Marcela, que nunca había tenido sexo anal, en vez de negarse, apoyo la cabeza en el colchon, sacó mas el culo para afuera, me miró y me dijo: ¿Mi amor me dejas que el señor me rompa la colita? Y enseguida se metíó el miembro de Sergio en la boca. Yo seguía la escena sin perderme detalle, y ya por el grado de calentura que tenía no podía ni hablar.
Ruben se arrodillo detrás de mi señora y de un saque le metió la pija hasta el fondo, lo que Marcela respondió con un grito mezcla de dolor y placer.
– ¿Con las ganas que tenía y su marido nunca le rompió el culito?, le preguntaba Rubén, mientras mi novia no paraba de moverse y gritar desaforadamente.
– Digale señora a su marido ¿cuantas pajas se hizo, imaginando mi pija en su culo?, continúo.
Mi mujer no contestaba, pero cada vez gritaba mas fuerte.
– Ahora se la va a meter Sergio y usted me la va a chupar y tragar toda la leche hasta la última gota, le ordenó.
Marcela por supuesto obedeció y mientras Sergio le destrozaba el culo con su pedazo, ella chupo hasta tragarse todo el semen de Rubén, y siguió chupando hasta que Sergio le lleno todo el orto con su leche.
Mientras yo ya no aguante más y largue toda mi leche, Marcela quedo tirada boca abajo exhauta y con un hilito de sermen que le salia de su culo y Ruben agarraba su ropa y le decía a mi novia: – Cuando quiera mostrarnos el culito otra vez, aviseme que tengo unos cuantos amigos que les va a encantar mirarselo, a lo que Marcela le respondío: – Me encantaría conocerlos, pero esto se los contaré en otro momento.
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
Domingo, 15 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco
Le he dejado regalarse la vista un buen rato, devorándome con los ojos, poniéndose cada vez más cachondo. Pero, por desgracia, lo mismo me estaba pasando a mí.
Lunes, 16 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco
No se ha resistido en absoluto, se ha dejado conducir hasta mi coño y cuando sus dedos han tocado por fin mi piel… UFFFFFFFFF. Me he corrido instantáneamente, ha sido increíble.
Miércoles 18 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco
Creo que nunca antes he sido tan feliz. Anoche pasé los momentos más extraordinarios de mi vida, no he querido esperar más para escribir en mi diario, deseo que todos esos preciosos instantes estén frescos en mi memoria para plasmarlo todo fielmente. Sé que en el futuro releeré estas líneas una y otra vez…
Qué belleza, qué hermosura, reniego de mí mismo por haber dicho que era un demonio… nada tan hermoso puede ser maligno… es un ángel…
No. Nunca más el meapilas. La meapilas soy yo. Y la gilipollas. Él es Francisco.
Y qué bien lo ha hecho. Cuando me la ha metido… casi me corro. He tenido que apretar los dientes, encoger los dedos de los pies, clavar las uñas en el colchón… No, no quería correrme antes que él, cómo iba a lograr ese niñato inexperto hacer que me corriera sólo con metérmela, era imposible…
Estaba a punto de ponerme a gritarle cuando ha empezado a explicarse. Me ha dicho que me quiere, que está enamorado de mí y que, precisamente por eso, me respeta. Como yo no le dije nada y no hice ninguna indicación al respecto, no vino a mi cuarto, aunque se moría de ganas por hacerlo.
Viernes 20 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco
Martes 24 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina
ernestalibos@hotmail.com
Viviana estaba a la espera que le dijera cual sería su castigo y mi cerebro trabajaba a mil para aprovechar lo mejor posible esta situación, con voz seria dije:
-“Primero vas a chupar la leche de todos los forros usados por vos y por Mierda, quiero verlos bien limpios, que no quede ni una gota”
Cuando vio la cantidad de condones que traía su madre, más los suyos, no le causó ninguna gracia, pero empezó a chupar el primero, lo tomo de la punta, con los dedos hizo que cayera el semen en su abierta boca, repitió dos o tres veces esta operación hasta vaciarlo por completo. Se disponía a seguir con otro cuando les ordené:
-“ Esto es muy lento, Mierda traé una tijera, anda cortándoles la punta y ordéñaselos en la boca”
“Y vos acostada con la boca abierta, yo te diré cuando tragar”
Se acostó en la cama con la boca bien abierta, su madre tomaba los preservativos usados, cortaba con la tijera la puntita que caía en la boca de Viviana y luego exprimía bien el forro para que cayera toda la leche.
Mientras, yo fumaba y tiraba la ceniza también en la boca de la esclava con lo que se hacia una pasta inmunda, cada tres o cuatro forros se llenaba la boca y le daba la orden de tragar, le era bastante dificultoso y le daban arcadas.
-“Ni se ocurra vomitar porque vas a tener que tragarte todo y será peor” la amenazaba mientras sacudía su cabeza agarrándola de los pelos, se ponía roja pero lograba tragar todo.
Le ordené a Mierda que la escupiera en la boca para diluir un poco la consistencia de la mescla, me miró agradecida. Mientras, había decidido como seguiría el castigo, lo dejaría en manos de Mierda para ver hasta donde llegaba su sadismo.
Así que cuando termino de tragar todo Viviana se levantó creyendo que el castigo estaba cumplido, la frené en seco: “pará un poquito nena, adonde crees que vas? Esto es solo el principio, ahora será Mierda quien te seguirá castigando hasta la hora de irte”
Esta vez logré sorprenderla, ella creía que sería ella quien ocuparía el papel de Ama, enterarse que sería la esclava de su propia madre-esclava la dejo descolocada, pero Mierda se ocupó de traerla a la realidad rápidamente, le dio un par de terribles cachetadas y le gritó: “ a ver si te despiertas , pedazo de pelotuda, o te voy a tener que seguir pegando”
La agarró de los pelos y la arrastró hasta un silloncito, la sentó mientras ordenaba “esperame aquí” Buscó algunas cosas en mi bolso y bajó a la planta baja a buscar otras. En unos minutos comenzó su trabajo, primero la hizo parar con el culo para afuera y le metió el inmenso butt plug que le compramos a Verónica.
Luego la hizo sentarse sobre el mismo para que se hundiera lo más posible, ato sus rodillas a los apoyabrazos dejando su concha totalmente expuesta, me llamó para mostrarme algo: “ Ves, este agujerito chiquito que tiene acá es la uretra, por donde mea, es muy sensible y delicado, por ello puede producir mucho placer o dolor, ahora verás”
Y pasando del dicho al hecho tomo una vela de forma cónica, empezaba finita y se iba agrandando hasta llegar a unos tres centímetros en su base, metió la puntita que entró sin dificultad pero hizo que Viviana pegará un gritito, Mierda se burló diciendo:”pero que te pasa, no me vas a decir que no te gusta, mejor te vamos a ayudar a estar callada”
Agarró todos los forros que había chupado Viviana y se los metió en la boca, sellando la misma con varias vueltas de cinta adhesiva gruesa, siguió con su tarea sin interrupciones. Fue metiendo cada vez más adentro la vela haciendo que la uretra se agrandara más y más, cuando ya tenía más de media vela adentro la comenzó a masturbar con ella metiéndola y sacándola, pero cada vez la introducía un poco más.
Viviana se estaba muriendo, se escuchaban sólo sordos quejidos, transpiraba y estaba totalmente colorada, parecía que iba a estallar, Mierda no se inmutaba seguía con su tarea hasta que estuvo toda adentro y el díámetro del agujerito de mear permitía fácilmente meter un par de dedos o un consolador pequeño.
Riéndose Mierda dijo:”bueno, con esto va a estar entretenida un buen rato, vamos a divertirnos nosotros mientras ella mira” pero antes de dejarla completó la decoración de la esclava con dos pinzas con dientes en los pezones.
Volvió a la cama conmigo y me dijo: “¿Qué te gustaría que te hiciera que te guste mucho y haga reventar de bronca e impotencia a esta puta, papi?”
-“ Para empezar me vas chupar el culo, las bolas y toda esa zona, yo cada tanto te voy a ir dando chorritos de meo”
Se esmeraba en hacerme gozar, lamia, besaba y chupaba todo con abundante saliva, metiendo su lengua lo más posible dentro de orto, a cada rato le decía:”ponete la pija en la boca” y le soltaba una breve meada que ella bebía con placer: Me agradecía diciendo:”si mi amo, deme toda su meada, toda su leche, toda su mierda, deme lo que quiera que yo lo engulliré con placer”
Mientras Viviana seguía en su incómoda posición sufriendo y sin ningún tipo de placer, de a ratos se dormitaba, en esos casos su madre la atendía y la despertaba poniéndole un cigarrillo en la teta, hundiendo aun más la vela en su uretra o con un terrible tirón de pelo al tiempo que escupía su cara.
Seguimos cogiendo hasta que amaneció, allí Mierda quitó la mordaza de Viviana y le preguntó:
”¿Tenés algo que hacer o querés seguir disfrutando un rato?
-“Por favor soltame que en cualquier momento se va a despertar Maxi y puede venir para acá”
-“¿Desde cuando te autoricé para que me tutees y además con reclamos e imposiciones? Pedazo de imbécil !!, ahora se prolongará tu castigo”
Por primera vez vi a Viviana asustada realmente, lo único que le importaba era su hijo y el sólo pensar que podía encontrarla en esa situación la hacía actuar de forma irracional, llorando rogó:
-“No por favor, no me haga eso mi Ama, si quiere después vuelvo y le juro que dejaré que haga conmigo absolutamente todo lo que quiera, las torturas más crueles, la peor humillación que pueda concebir… “
Mierda no la dejo terminar y con una sádica sonrisa dijo: “justamente eso es lo que pienso hacer ahora, abrir la puerta del dormitorio y traer a mi nieto para que vea a su mamá en esta situación. ¿Qué mejor humillación se te ocurre?
Viviana rompió en un llanto desconsolado, ya no podía ni rogar, solo lloraba desahuciada.
Mierda dejo un rato siguiera sufriendo y cuando se le ocurrió la desató, le quito la vela y las pinzas y le ordenó: “ponete algo y anda a ver como está”
Salió de inmediato poniéndose el vestido, regresó en unos minutos con cara feliz diciendo: “aún duerme como un angelito”
Mierda tomo la iniciativa: “bueno, esta vez te salvaste, tal vez la próxima le mostremos al chico una imagen de su mamá para que no se olvide en toda su vida”
Viviana sólo contestó: “vamos a vestirnos todos, prepararé el desayuno para cuando se despierte.”
Al poco rato estábamos los cuatros desayunando y haciendo bromas como si fuéramos una familia de lo más normal.
CONTINUARÁ