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Relato erótico: “Gracias al padre 2, estuve con la hija y con la madre” (POR GOLFO)

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Llegó la hora de la verdad, estaba en juego no solo una enorme cantidad de dinero, sino la posibilidad de tener una preciosidad como mujer. Al abrir la puerta, no dejaba de pensar como iba a plantearle a Lucia, el acuerdo que había llegado con su madre (Yo me quedaba con el 50% del dinero y con ella). Tenía que hacerlo a solas, no quería enfrentarme a dos mujeres histéricas. Lucia entró con inseguridad al piso, quizás esperara que mi reunión con su madre hubiera terminado violentamente, razón no le faltaba, había habido violencia pero al final se había solucionado.
-Flavia, quiero hablar con tu hija a solas, puedes volver en media hora- le pedí, ella vió mi sugerencia como una salida, estaba aterrada de la reacción que pudiera tener la muchacha, por lo que cogiendo su bolso, salió hacia la calle.- Siéntate, bonita, tengo que explicarte lo que he descubierto-.
Me obedeció, sentándose en el sofá, lo que me permitió ver su magnifica silueta y contemplar sus piernas, la falda minúscula no podía tapar, y menos disimular la rotundidad de sus nalgas y la perfección de sus formas. Solo el pensar que podía ser mía elevó mi adrenalina.
-¿Quieres tomar algo?, ¿un café? o mejor como lo que te voy a contar es fuerte ¿prefieres un whisky?.-, al mirarle decidí elegir por ella, sirviéndonos dos Ballentines con coca cola, bien cargados.
-¿Qué has descubierto?, ¿es algo malo?-, estaba compungida, tenía idealizado a su padre.
-Vamos por partes, es malo y es bueno a la vez. Cuando me pediste que investigara el asunto, me dijiste que tu padre era inocente, que era un buen hombre y que la vergüenza lo mató-
-Así es, mi madre siempre me ha comentado que el no fue y que la desesperación de ver su nombre manchado, provocó que se suicidara, y es mas, nuestra mala situación económica, no se explicaría si tuviéramos ese dinero-, la fuerza con la que defendía a su padre, me afectó, tenía que ir con mucho cuidado, no fuera a ser que la desilusión de ver su figura derrumbada del altar, al que le había elevado, diera por traste todos mis planes.
-Déjame explicarte, por favor no me interrumpas-, asintió con la cabeza, todo en ella era tensión, pero pude adivinar que me iba a dejar terminar- Al salir esta mañana de la casa, me fui directamente hacia mi oficina, a tratar de averiguar como y quien había desfalcado todo ese dinero. Empecé a investigar el tema, no fue fácil, quien lo había realizado era un genio, la cantidad conseguida rondan los 20 millones de euros de hace quince años, por lo que al día de hoy debe de haber por los intereses unos 40 millones-.
 
Por su cara de sorpresa, deduje que no se imaginaba que hubiera sido un robo tan enorme, ella debía pensar en menos de un millón. Estaba cumpliendo su palabra, aunque notaba que quería intervenir, haciendo una acopio de coraje me dejó terminar.
– Mientras investigaba el destino de los fondos sustraídos, nada me demostraba quien lo había ideado, hasta que encontré el nombre del titular de la cuenta en la que está ese dinero-
Hice una pausa, en mi explicación, ella no pudo contenerse y me dijo llorando:
-Está a nombre de mi padre-
-No-, le contesté, -La titular eres tú . Tu padre era un ladrón , lo siento. Para lo que no tengo contestación es lo del suicidio, ya que era inmensamente rico, y no había forma de demostrarlo-.
La desesperación de sus llantos, me estremeció. Lucia lloraba, hecha un ovillo, con su cabeza entre las rodillas y las manos sujetando sus piernas. Permaneció así durante 10 minutos, mientras tanto lo único que podía hacer era acariciarle su cabeza, tratando de consolarla.
Poco a poco se fue calmando, el dolor seguía allí pero su cabeza debió estar asimilando mis noticias y decidiendo que iba a hacer.
Levantando la cabeza y mirándome a los ojos me dijo:
 
-Yo, en cambio, si tengo explicación a su muerte, mi padre era bueno, fue mi madre la que le empujó a ello, pero el no pudo soportarlo, todo es culpa de ella-, en su cara veía odio, pero también determinación.
-Puede ser, yo a tu madre, no la conozco-, no me gustaba por donde iban los derroteros de la conversación, podía quedarme sin negocio, – lo que tenemos que ver, es que vamos a hacer-.
Una sonrisa amarga de dibujo en su rostro, – Estamos en un brete, yo soy dueña de 40 millones y no sé donde están, y tu sabes donde se encuentran , pero no estan a tu nombre, por lo que no puedes hacer uso de ellos-
-Asi es-, empezaba lo difícil, si no andaba con cuidado podía estropearlo todo,- pero podemos llegar a un acuerdo-.
-Déjame pensar-, me dijo pero siguió hablando en voz alta,- mi madre te odia, para ella eres la persona que representa el fracaso de su plan y la mierda en que se convirtió su vida durante los últimos años, lo que odiara es tenerte en su vida, y yo mandando-.
En ese momento, se calló y cogiendome de la mano, me dijo:
-Pedro, te propongo un trato, si me ayudas el 50% es tuyo, vivamos juntos durante un año, un año que va a ser una pesadilla para esa mujer, al cabo de ese tiempo nos repartimos el dinero-.
No pude mas que aceptar, era mi plan en boca de ella, y encima creía que yo le hacía un favor. No cabía de gozo. Por el sonido del timbre, supimos que Flavia había llegado, así que la hice pasar al salón, Lucia tenia otros planes, nada mas entrar la cogió del brazo y la llevó a la habitación, encerrándose con ella. Por los gritos, supe que estaban discutiendo, lo menos que le estaba llamando era zorra, la madre callaba, no tenía defensa, tuvo que soportar los reproches de su hija, un sonoro bofetón terminó con la pelea.
Lucia abrió la puerta y me pidió que pasara, entré al dormitorio sin saber con seguridad que era lo que me iba a encontrar, las dos mujeres estaban desnudas.
-Mama, ya sabes lo que tienes que hacer-, la señora empezó a desnudarme, mientras la hija miraba sus maniobras, la excitación se apodero de mí, pero era un convidado de piedra, solo me dejaba hacer mientras mis ropas iban cayendo una a una.
Desnudo me tumbé en la cama, Flavia había terminado su labor, retirándose al píe de la cama se arrodilló, en posición servil, su hija se acerco.
-Bien hecho perra-, le dijo mientras se apoderaba de mi pene, con sus manos. –Ahora Pedro, demuéstrale a esa zorra como me amas-, su boca engulló toda mi extensión mientras ponía su sexo en mi boca.
Estaba afeitado, como a mi me gusta, separándole los labios me hice con su clítoris, con suaves mordiscos fui estimulándolo mientras con mis manos acariciaba sus pechos. Estaba mojadísima, de su gruta salía un torrente de flujo, que yo absorbía con fruición, lo recortada de su respiración, así como sus gritos, anticipaban la cercanía de su climax. Mi lengua se introdujo en su vagina coincidiendo con su explosión, ella olvidándose de mi, se incorporó para facilitar su goce, y con su manos apretó mi cabeza contra su sexo. Estaba poseída, mientras corría, no paraba de insultar a su madre y de decirla que ese era el futuro.
– ¡Házmelo por detrás!-, me pidió,-¡dame por culo!, ¡para que vea esa hija de puta, como disfruto!-.
 
Poniéndola a cuatros patas, mi mano se introdujo en su cueva para recoger una parte del fluido. Con la mano empapada, empecé a estimularle el ano, introduciéndole un dedo.
-¡Quiero que me hagas daño!- y con su mano acercó la punta de mi pene a su meta. Se lo encaje de un golpe mientras gritaba que no parara, de sus ojos salían lagrimas de odio, todas dirigidas a la mujer que la había engendrado. Mis embestidas eran sin piedad, cada vez que entraba en ella, lo hacia hasta que chocaba con su nalgas, y mis testículos rebotaban con su sexo. Era tal mi excitación que no dure demasiado, el estarme tirando a esa preciosidad en presencia de su madre era demasiado para aguantarlo, por lo que mi eyaculación explotó dentro de ella mientras con mis dientes mordía su cuello.
Exhausto me tumbé en su cama. Lucia no quería parar, bajándose se dirigió hacia Flavia y cogiendola de los pelos la llevo hacia mi, y con verdadera ira, le escupió:
-Ahora limpia mi sangre y mi mierda, que quiero que me haga el amor-
Flavia con lagrimas en los ojos, cogió mi pene dispuesta a limpiarlo.
-¡No le toques!, ¡Es mío!, ¡Utiliza tu boca, puta!.-
Sentí como su boca se abrió, para acogerlo en su interior, Lucia presionó la cabeza de su progenitora, introduciéndole de golpe todo, una arcada surgió de su garganta, pero no se quejó, era su castigo y lo aceptaba. No dejó rastro de nuestra primera sesión, con la lengua repasó todos los pliegues limpiando hasta el último resto de sangre y excremento. Estas maniobras consiguieron excitarme otra vez, cuando la mucha vio el resultado, de una patada, retiro a su madre, y tumbándose a mi lado, me dijo al oído.
-Ahora hazme el amor, despacio que tenemos un año-.
 
 

Relato erótico: “Gracias al padre 3, estuve con la hija y con la madre” (POR GOLFO)

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Llevábamos viviendo quince días juntos. Cada uno se había adaptado a su papel, Lucia seguía castigando a su madre, por cualquier motivo, su venganza era cruel e inhumana. La obligaba a estar desnuda en la casa, con una collar atado al cuello como única vestimenta, y a dormir en el suelo a los pies de la cama. Yo por mi parte, en mi papel de hombre de la casa, novio, esposo o pareja, me acostaba todas las noches con esa estupenda mujer, pero no podía participar mas que de los castigos a Flavia, pero no hacer uso de esa perra, en la que la estábamos convirtiendo.
Me desperté a las tres de la mañana, con ganas de ir al baño. Al levantarme como la mascota fiel, en que se había convertido, la que hasta hace dos semanas era una señora, me siguió a gatas, esperando cualquier recompensa, una caricia, una sonrisa, o unas buenas palabras. Sabía que de su hija, nada podía esperar.
La situación era dantesca, yo, de pié, con mi pene en la mano, orinando, y ella, a cuatro patas, esperando cualquier orden de su amo. Empecé a acariciar su cabeza, estaba dándole a entender, que agradecía su fidelidad. Ante esa actitud de cariño, me pregunto:
– ¿Le puedo servir en algo? -, por su actitud sumisa, supe que se estaba acostumbrando a su nuevo estado.
-Cuando termine, quiero que me limpies-, le respondí.
No esperó a que terminara, e introdujo en su boca mi sexo, de tal forma que tuvo que beberse los últimos restos de mi orín, antes de proceder a dejarlo inmaculado. Era una maestra, después de asearlo con su lengua, se concentró en mis testículos, lamiéndolos y mordisqueándolos. Mi reacción no se hizo esperar, poco a poco fue creciendo en mi interior la calentura, mientras mi cuerpo reaccionaba bombeando sangre hacia mi pene. En su cara, pude observar la satisfacción de mujer, que ha conseguido excitar a un hombre.
-Cierra la puerta-, le ordené.
Una vez que me había obedecido, me senté con las piernas abiertas, para facilitar mas sus maniobras. Se arrodilló en frente de mi, y volvió a meterse mi miembro, en su boca.
-Mastúrbate, tú, tambien- dije.
No se lo esperaba, ya que tenía prohibido obtener placer. Como una loca comenzó a frotarse su clítoris, mientras no dejaba de incrementar el ritmo de la mamada. Llevaba mucho tiempo siendo usada, excitada y controlada, por lo que al dejar salir toda sus emociones, se corrió en seguida. La suya fue una corrida silenciosa, no se atrevía a gemir, para no despertar a su hija. De sus ojos, salieron unas lágrimas de agradecimiento, mientras de su cueva manaban litros de flujo, que recorrían sus muslos. La obligué a levantarse, y a montarse encima de mi. Mi sexo la empaló con facilidad, y sus pechos quedaron a mi merced. Estaban firmes, acerqué mi boca a ellos, un suspiro surgió de su garganta, cuando sintió mi lengua jugar con sus pezones. Su movimiento que empezó siendo suave vaiven, se convirtió en el de un tren a punto de descarrilar. Fuera de si, clavó sus uñas en mi espalda, coincidiendo con su segundo orgasmo. El dolor que sentí, la humedad de su entrepierna, pero sobretodo el morbo de estármela tirando contra la voluntad de Lucia, hicieron el resto, como un volcan exploté, mientras con mis dientes mordía su cuello.
Un sabor dulce inundó mi boca, donde esperaba ver las marcas de mi mordisco, habia una pequeña herida de la que manaba sangre. Como un poseso, empecé a beberla, mientras ella, se deshacía en placer. Era una sensación nueva, jamás la había probado, pero su sabor, me gusto tanto que no pare de sorberla hasta que paró de salir.
-Gracias-, me dijo, quitándose de mis piernas, y volviendo a ocupar su puesto, a cuatro patas, a mi lado,-¡Por favor!, no se lo digas a Lucia, ¡me mataría!-. Todo en ella, denotaba preocupación, con su cabeza gacha mirando al suelo, estaba implorándome ayuda. Decidí aprovecharlo.
-De acuerdo, pero desde hoy, eres de mi propiedad, obedece a Lucia, siempre excepto si yo digo lo contrario-, le contesté. Al oirlo, levantó su cabeza, y en su mirada supe que lo haría.
Salí del baño, Lucia dormía ajena a lo sucedido. Estuve a punto de despertarla, para continuar con mi noche loca, pero prudentemente decidí no hacerlo, no fuera a imaginar que esa noche era el segundo plato. Relajado, me dormí en seguida.
Me despertó la alarma del reloj de la mesilla. Cansado por las pocas horas dormidas, me levanté de mal humor, tras una ducha rapida, salí de la habitación. Al llegar a la cocina, el olor a café recién hecho me relajó, pero sobretodo la escena con la que me encontré.
Lucia estaba desayunando, desnuda mientras su madre postrada a sus pies, le hacía la manicura. Al verme, me saludo, preguntándome que tal había descansado. –Bien, es fácil, acostumbrarse a lo bueno-, le contesté mientras le acariciaba un pecho, – y tu, eres lo mejor-. No hay cosa mejor, para una mujer que levantarse con un piropo, y ella no era la excepción.
-Gracias-, me contestó.
Divertido, pensé que en menos de cinco horas dos mujeres me habían dado las gracias, eso sí, por motivos muy diferentes. El resto del desayuno, fue rutinario. Después de preguntarme que iba a hacer ese día, me comentó que ella se iba de compras y después a comer con su amiga Patricia. Como no me sonaba, me explicó que era la muchacha con la que habíamos cenado cuando nos conocimos. –La morena de ojos verdes-, recordé. Algo en mi mirada, la enfadó.
-Que ni se te ocurra, tenemos un acuerdo, durante un año eres mío-, me espetó, celosa e indignada.
Como no tenía ganas de discutir, salí de la casa, cabreado, sin mediar mas palabras. Me estaba cansando de sus celos y de su dominación. Yo no era su esclavo y se lo iba a demostrar.
La propia actividad del día, los problemas de los clientes, y los pesados de mis socios, con sus interminables comités, terminaron por hacerme olvidar lo sucedido. Solo en el trayecto de vuelta, pude empezar a maquinar mi respuesta. -Lucia es una muchacha resentida, bellísima, pero resentida-, pensé, -el haber perdido a su padre, le ha marcado para siempre. Su necesidad de dominio, no es mas que un reflejo de esa necesidad de autoridad paterna-. Si necesitaba autoridad la iba a tener.
Convencido de mis pasos a seguir llegue a la casa. Lucia estaba sentada en el sofá de la sala, el mismo en el que habíamos tenido nuestro primer acercamiento, hablando tranquilamente con su amiga.
-Hola, cariño-, dije mientras me sentaba a su lado y le daba un beso, -Tráeme un whisky que llego cansado-. No se lo estaba pidiendo, se lo estaba ordenando. En su cara se reflejó el disgusto, pero no quiso montarla enfrente de la gente, y a regañadientes se levantó a servírmelo.
-Ah, y de paso, unas aceitunas. No te preocupes que mientras tanto, yo entretengo a Patricia-, mi alusión a lo sucedido en la mañana, fue como si un rayo la partiera en dos. Estaba jugando con ella, y lo sabía.
Mi conversación con su amiga divagó sobre temas triviales, pero el volumen de mi voz, parecía que estuviéramos hablando de temas íntimos. No dejaba de observarnos mientras localizaba la lata, y me servía la copa, por la tirantez de sus movimientos, supuse que se estaba enfadando . Yo, por mi parte, estaba disfrutando.
-Aquí lo tienes-, dijo al volver con la bebida, tratando de aparentar ser una novia cariñosa-.
-Ves, Patricia, me ha tocado la lotería, quien iba a suponer que iba a ser una mujercita de su casa-, y dirigiéndome a ella,-pero siéntate en mis piernas, al final de cuentas, es como de la familia. Que no te dé vergüenza-.
-Pedro, Patricia me acaba de comentar que se tenía que ir, la acompaño a la puerta y vuelvo a tus brazos-, me respondió con una sonrisa. Su amiga, percibiendo que algo pasaba, cortésmente cogiendo el bolso se despidió de ambos.

-No hace falta que me acompañes, quédate con él, que no le has visto en todo el día-, dijo saliendo de la habitación.

El silencio se apodero del salón, espero a que el ruido de la puerta al cerrarse, lo rompiera para estallar en cólera.
-Pero tu quien te crees-, me gritó, a la vez que intentaba abofetearme. Como era algo que tenía previsto, le sujeté la mano con fuerza, impidiendo sus movimientos.
-Tu pareja, al menos durante un año, si no te comportas como una buena mujer, tendré que enseñarte-, le contesté, mientras la ponía en mis rodillas, boca abajo y empezaba a darle unos azotes, los mismos que su padre podría haberle dado. Me gritaba que la soltase, pero lejos de parar, sus gritos eran un acicate para mí, cuanto mas berreaba, mas fuerte le pegaba. Tras unos minutos de castigo, su rebeldía había desaparecido, solo sus llantos respondían al sonido de mis manos al castigar sus nalgas. Cansado, por el esfuerzo, la solté.
-Tienes suerte, que no esté tu madre, sino ella, también me hubiera ayudado-
Se levantó y corriendo se encerró en el baño. A través de la puerta, se oían sus sollozos, cansado de ellos, puse la televisión con la esperanza de no escucharlos. En ese momento, llegó Flavia.
Su hija la había mandado a por la compra. Nada mas entrar, se despojó de su vestido, dejando solo el collar que mostraba su estatus. Al ver que no estaba su hija, se relajó, y acercándose a mi, andando, me preguntó que donde estaba. Como única respuesta obtuvo el mismo castigo que su hija, una tunda de azotes. Sus gritos, hicieron que Lucia saliera del baño, preguntándome la razón del correctivo.
-Se ha atrevido a andar como un humano, no a reptar como la serpiente que es-, le respondí.
Lejos de enfadarse, sacó una fusta de un cajón, y comenzó a ayudarme. Mientras, yo la sujetaba, ella con saña la castigaba. Sus palabras fueron bálsamo para mi:
-Pedro es tu amo, le mereces respeto-
La situación me había puesto cachondo, y retirando a su madre me levanté, abrazándola, la besé. Mis manos torpemente intentaron, liberar sus pechos de la prisión, a la que le tenían sometida la camisa y el sujetador. Lucia no podía esperar y rasgando su camisa, los libró de sus ataduras. Imitándola, la despojé de su falda, de sus bragas, dejándola desnuda. No tuve tiempo, de llevarla a la cama, alzándola, la deposité sobre la mesa del comedor. Sus piernas se abrieron, deseosas de recibirme en su interior. Su gruta brillaba por la excitación, de un golpe me introduje dentro de ella. Gritó de placer, cuando coloqué sus piernas en mis hombros, prosiguiendo con mis acometidas. La posición permitía que toda mi extensión fuera absorbida por su sexo y que mis testículos como en un frontón rebotaran contra ella. Su respiración entrecortada, el sudor que le corría por sus pechos, descubrían a mis ojos su excitación. Flavia no pudo soportar la calentura y con ansia desesperada empezó a masturbarse. –Tendré que aplicarla un correctivo-, pensé, mientras mordía la pantorilla de la muchacha, clavándole los dientes en su carne joven. Su grito coincidió con mi primera eyaculación, usando sus pechos como sujeción, proseguí en mi cabalgada, mezclándose su flujo con el torrente que salía de mi pene. Sus movimientos se aceleraron, sus músculos pélvicos se contraían rítmicamente. Me estaba, literalmente, ordeñando. Exhausto, caí encima de ella, coincidiendo con su propio climax, el cual prolongué castigando con mis caricias su botón del placer.
Era mía, todavía no era consciente pero lo era. Había aceptado mi autoridad, y yo iba a ejercerla.

Relato erótico: “La casa en la playa 2.” (POR SAULILLO77)

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La siguiente semanas fue un calco, daba igual en la piscina o en el mar, los 4, Jaime, Sara, mi madre y yo, jugábamos a hundirnos, y la temperatura subía cada vez más, me sorprendió que mi madre fuera tan extrovertida, mi padre tenia razón, Sara la cambiaba, nunca pensé que fuera capaz de retorcerle los huevos a Jaime para que la soltara, ni de usar sus pechos como arma asfixiante contra mi. Por suerte, mi Padre estaba perdido, no salía de casa, y si lo hacia era solo para ir a ver a los vecinos. Un día al volver de la playa nos fuimos a duchar y nos quedamos hablando Jaime y yo, mientras el se fumaba un porro.

-JAIME: ¡dios, ¿has visto como se ha puesto Sara?!, le importa una mierda que se la meta entre las piernas, se deja hacer lo que sea, me ha pegado tantos mordiscos en la polla para coger aire que tengo marcas.

-YO: estaba liado…..

-JAIME: ¡ya, tú madre no se queda corta!, me ha bajado el bañador para ver si la soltaba, y al no hacerlo, ¡te juro que me ha besado la polla!

-YO: ¿estás mal de la cabeza?, solo jugamos a sus ojos.

-JAIME: pues que juegue conmigo cuanto quiera.

-YO: ¡no seas brusco!, es mi madre.

-JAIME: a la que tú también la metes mano, no creas que no me fijo……- me puse rojo de la verdad que era, me masturbaba a diario, varias veces, por culpa de los juegos con mi madre y mi tía.

-YO: ¿y que vamos a hacer? – a estas alturas era un títere en manos de Jaime, quería sexo con mi tía, y la idea de hacerlo con mi madre no me era extraña.

-JAIME: tenemos que ser listos, tengo que pillar a tu tía vulnerable.

-YO: ¿y por que tú, y no yo?

-JAIME: por que la vas a cagar, deja que la dome primero, pero tu madre no se aparta de ella.

-YO: puedo distraerla un rato.

-JAIME: no basta, tiene que estar KO, mete pastillas del mareo en su bebida al cenar, tu padre se va a dormir pronto, y las chicas se van con los de la playa, nos vamos a quedar los 4 solos.

-YO: ¡no voy a drogar a mi madre!

-JAIME: hazlo, o te vas a pasar 3 meses matándote a pajas como hasta ahora, solo serán una o dos para que se adormezca, yo me ocuparé de Sara.

Busqué las pastillas y obedecí, en parte por que tenía miedo de Jaime, o de que me dejara solo y perdiera aquella diversión tan rara que sentía. Pasó el día de lo más normal, y a la cena mi madre se bebió su limonada de un trago, y nos quedamos abajo viendo la TV un rato. Todo ocurrió como dijo Jaime, mi padre se fue a dormir nada más cenar, y su sueño era profundo, nos quedamos los 4 solos en el salón de abajo, sentados en los sofás, mi madre y yo en uno, Jaime y Sara en otro. Mi madre empezó a dar cabezazos, se acurrucó a mi buscando calor y acomodo, y se apoyó en mi pecho para quedar KO, iba con un suéter largo de fina tela que la cubría poco más allá de los muslos, me recosté de lado y ella se venció sobre mi, usándome de colchón, la zarandeaba de vez en cuando pero estaba ya dormida. Jaime me miró y le leí en la mirada que yo me tenía que “dormir” igual, como si pudiera con el peso del cuerpo de mi madre pegado a mí, con sus pechos golpeándome con cada respiración.

Jaime era un genio, o me parecía, al sentarse se puso de tal forma que a Sara no le quedó otra que sentarse entre sus piernas, al pasar el tiempo ella se cansaba de mantenerse erguida y se iba ladeando hasta que estaban los 2 sentados con el pecho de Jaime pegado a la espalda de Sara, aprovechando para darla un masaje lento y calmado, Jaime iba solo con unas bermudas mientras que Sara llevaba una corta falda con vuelo y una camiseta de un solo hombro, de remate cogió unas mantas del sofá y la tapó cubriéndola desde las rodillas hasta el pecho, y tan relajada del masaje, que se dejó recostar sobre Jaime, que la rodeó con los brazos por el vientre, y la iba susurrando cosas inaudibles, la hacían sonrojarse y mirarlo hacia atrás con descaro, mientras de vez en cuando la besaba en el hombro libre de tela y de la melena rubia que le había acomodado al otro costado

-JAIME: odio estas de películas románticas, endulzan el amor y lo hacen irreal.

-SARA: no lo sabes tú bien……….y baja la voz, o los vas a despertar.

-JAIME: vale, pero es que no me imagino a hombres así, ¿su marido es tan romántico? – ahora susurraban los 2.

-SARA: mi ex marido, y si lo fuera, no seria mi ex…..

-JAIME: si no es indiscreción, ¿por que lo dejaron?

-SARA: pues por cosas de adultos…..

-JAIME: yo soy un adulto.

-SARA: verás…….es que……el tiempo…los roces……al final la pasión se apaga y te das cuenta de que ese hombre no te hace feliz – sorbió por la nariz disimulando su tristeza.

-JAIME: no creo que un hombre no sea feliz con usted a su lado, es una belleza de mujer.

-SARA: jajaja gracias, pero era yo quien no era feliz.

-JAIME: pues era un idiota, es usted hermosa y muy divertida.

-SARA: jajaja eres muy amable, pero no me llames de usted, que me siento vieja.

-JAIME: nada más lejos de mi intención, seria un insulto – la apretó contra si, y Sara le devolvió el gesto con una mirada de refilón por encima del hombro que derretiría a cualquiera.

-SARA: eres un cielo, me estoy divirtiendo mucho, y gracias a ti se me pasan los pesares – la acarició la cara y Jaime se quedó mirándola atónito.

-JAIME: pídame lo que sea, y la complaceré como pueda.

-SARA: por favor…¿me darías un fuerte abrazo? – se giró sobre si misma y extendió los brazos, se fundieron unos segundos, al separarse Jaime ya no se alejó, estaban tan cerca que Sara tuvo que levantar las piernas y pasarlas por encima de la de Jaime, para ponerse cómoda.

-JAIME: si puedo ayudarla en lo que sea, dígamelo, soy su fiel servidor.

-SARA: ya haces mucho – le estaba acariciando la nuca jugando con el pelo de Jaime, que empezó a vencerse hacia Sara, que sonreía dulcemente.

-JAIME: ¿puedo pedirla yo una cosa?… – Sara asintió con una sonrisa alegre – ….me gustaría besarla.

-SARA: jajaja, claro – puso la mejilla.

-JAIME: no, no me lo tome a mal, pero me gustaría besarla……..en los labios, desde el 1º día que la besé no me quito de la cabeza su sabor – Sara sonrió halagada, pero algo confusa.

-SARA: eres un encanto de niño, pero no se si….- no la dio tiempo y se lanzó a besarla, ella sonrió sorprendía, pero no se apartó mientras Jaime apretaba los labios contra ella, para justo después devolverle el beso, y cuando me quise dar cuenta sus lenguas se fundían en una.

-JAIME: dios, eres preciosa, y besas como un ángel.

-SARA: jajaja que bobo, para……pueden vernos – se había echado hacia atrás, por no se si para alejarse de Jaime, o para sentarse de frente y recibirle mejor.

-JAIME: están durmiendo, y tu sobrino es un capullo que aunque oyera algo no se atrevería a decirlo, te deseo Sara, y se que me deseas – se volvieron a besar, y esta vez ella le cogió del cuello y abrió tanto la boca para dejarse “violar” por la lengua de Jaime que al final un sonoro beso la cerró los ojos.

-SARA: jaja que bribón, me tienes cachonda perdida con estos juegos……. – acarició su pecho mientras le besaba el cuello.

-JAIME: pues juguemos.

La manta se bajó hasta las cinturas y pude ver lo que ocultaba, Jaime tenía una mano metida por dentro de la camiseta de Sara y amasaba un seno con delicadeza, mientras que la otra mano estaba metida por debajo del vuelo de la falda. Le quitó la parte de arriba y se dedicó a besarla las tetas que rebosaban en un sujetador azul de licra, lamió hasta oír gemidos de Sara que apretaba su cabeza contra sus tetas, mientras alguna vez nos miraba de reojo, por si nos despertábamos, pero mi madre estaba KO, y yo escondido detrás de ella, lo veía todo desde la seguridad. Entones Sara se volvió a poner de espaldas a Jaime, y se tapó de nuevo, solo veía sus cabezas y sus pies, el resto era un movimiento aleatorio bajo la manta, pero tenían las cabezas tan pegadas y los gestos eran tan rítmicos que podía adivinar que Jaime la estaba masajeando un pecho con una mano, mientras la otra hurgaba entre las piernas de Sara, que en un momento dado sacó su camiseta, y después el sujetador de debajo de la manta, Jaime la susurraba cosas y besuqueaba la piel de su espalda y hombro, ella giraba la cara buscando sus caricias. Pagaría por tener rayos x, me conformaba con estar usando a mi madre para frotarme de forma sibilina, la sujetaba de la cintura para que no se moviera, y apretar su culo hacia mi, que hacia de dique para mi brutal erección.

-SARA: ohhhh dios……..sigue…….- murmuraba con pausa.

La mano entre las piernas ya era rápida, y el ángulo de lo pies era amplio, Sara hacia fuerza para subir y bajar por el cuerpo de Jaime, mi idea fue rezar por que no se la estuviera follando ya, se le arqueaba la espalda de tal forma que la manta parecía hincharse, para luego caer a plomo, de forma que la manta cayó de nuevo, y vi a Jaime sonreír, una mano estaba pellizcándola un pezón rosado, magullado, totalmente duro y saliente, mientras que vi como la falda estaba del revés, y Jaime tenia la otra mano metida por dentro de las bragas, masturbando, ella estaba apoyada con ambas manos en las piernas de él, subiendo y bajando frotando su trasero con ritmo.

-JAIME: ¿te gusta?

-SARA: ¡oh. Dios….si…..me encanta…..no pares! – Jaime la besó en el cuello y apretó tan fuerte que sonó el vacío, y tras unos segundos se separó dejando una marca clara que duró días, eso solo hizo que Sara gimiera y se retorciera de placer.

-JAIME: vamos, córrete de una vez, yo también necesito de tus caricias – aceleró tanto la mano que Sara abrió los ojos y la boca, de la sorpresa casi ni respiraba, luego sentí como se tensaba hasta que unos minutos después su cadera dio fuertes latigazos.

-SARA: ¡madre mía, que gusto joder!

-JAIME: te toca, chúpamela – Sara soltó un bufido y le miró absorta.

-SARA: no seas grosero, te lo agradezco, pero no soy una cualquiera.

-JAIME: mujer, no me puedes dejar así – la apartó para dejar ver su miembro totalmente duro fuera del bañador, al verla, Sara palideció ruborizándose.

-SARA: jaja, está bien, pero una paja y punto.

Le cogió la polla y volvió a taparse, mientras se besaban con pasión, la manta revelaban un gesto repetitivo, de vez en cuando se bajaba, y al final veía como Sara le masturbaba a 2 manos mientras Jaime la pellizcaba los pezones con fuerza.

-SARA: jajaja estoy cansada, ¿puedes seguir tú?

-JAIME: yo no he parado, es injusto…..no se por que se la chupas a ese imbécil y a mi no….- me señaló con la cabeza, quise matarlo.

-SARA: ¿te lo ha dicho?, ¡dios que vergüenza!, por favor no lo digas, estaba borracha……..- borracha si, pero se acordaba, me había mentido.

-JAIME: claro que si, es un mierda, en cambio yo te doy lo que necesitas, pero solo si me correspondes.

-SARA: jajajaa vale, pero ni una palabra.

Se dejó caer hasta ponerse de rodillas y lamió su glande un par de veces, Jaime se recostó como el líder de una manada y dejó que empezara a comérsela, Sara usó la manta de escudo y se tapó ella sola, aunque era ridículo ver el bulto de su cabeza subir y bajar en la pelvis de él, cualquier a que mirara sabia que pasaba, con manta o sin ella. Jaime me chistó y me asomé, su gesto de OK con el pulgar me enfureció, luego me dijo que mirara bien.

Le quitó la manta de la cabeza, y le ayudó apartándola el pelo rubio, haciéndola una coleta con la mano, no hacia falta guiarla, se la comía con devoción, hasta que Jaime le cogió la cabeza con ambas manos y se puso en pie, sin sacarla de su boca empezó a follársela, tal cual, usaba su cabeza como un melón al que embestía, el sonido de ahogarse era claro, y la saliva brotaba de su miembro, poco pudo hacer Sara salvo dejarse penetrar la boca como si fuera su coño, y al rato Jaime se vació en su boca, sin pedirla permiso o avisar, , se sentó en el sofá sonriendo, mirando a Sara, de rodillas con la cara llena de babas y semen, pero no sonriendo menos.

-JAIME: eres un regalo del cielo.

-SARA: jajaja que bestia eres, me has hecho daño – le limpiaba la barbilla con el dorso de la mano.

-JAIME: lo siento, es que me pones a 100.

-SARA: no pasa nada, pero tienes que tranquilizarte, esto no puede pasar más.

-JAIEM: ¿como?

-SARA: si, ha sido peligroso, pueden vernos.

-JAIME: el único que tendría huevos a decir algo seria tu cuñado, si tenemos cuidado de que no nos vea podemos hacer lo que queramos.

-SARA: no es solo él, mi hermana y el pobre Samuel…..

-JAIME: no hemos hecho nada malo, pero si lo deseas no volveré a tocarte.

-SARA: NO, no es eso…- gateó hasta su regazo.

-JAIME: pues no soy de piedra, si te tengo cerca pasará esto, y lo sabes.

-SARA: está bien…..pero ten cuidado – Jaime sonreía de forma diferente cuando lograba que alguien hiciera lo que él quería, pensando que era idea suya.

-JAIME: ven aquí, mi sirena – la cogió de la mano y se la subió de rodillas encima, besándose con lentitud, mientras Sara se quitaba los restos de la cara.

-SARA: vístete, se van a despertar y no me pueden ver así.

Lo hicieron y se fueron a ducharse, yo solo pude quedarme abrazado a mi madre y rogar por que no le hubiera manchado la blusa con mi semen de tanto rozarme, al par de horas mi madre se despertó algo desorientada, y la tuve que ayudar a acostarse, al ir a mi cuarto Jaime estaba en la terraza, fumando un porro.

JAEIM: ¿has visto? Dios, es más puta de lo que pensaba.

-YO: está deprimida y se siente sola.

-JAIME: como quieras………ya está en mi mano, solo es cuestión de tiempo que me la folle.

-YO: ¿y yo?

-JAIME: tú cierra la boca y espera, no hagas nada ni digas nada, como si no hubiera pasado, como lo jodas te mato, ¿me oyes?

-YO: no me gusta que me faltes al respeto, le dices que soy imbécil y un mierda.

-JAIME: por que lo eres, la tienes en tu casa y no haces nada, menos mal que he venido, le hacia falta una buena polla y un hombre de verdad, tú no lo eres.

-YO: eres un capullo – me fui de allí ignorando sus palabras, al bajar vi a mi tía metida en la piscina, y me acerqué con curiosidad, estaba metida en el agua apoyada en la pared, con un biquini negro y diminuto.

-SARA: hola Samuel, ¿has ……dormido bien?, la película era horrible…….

-YO: yo……….como un tronco……

-SARA: me alegro, yo estaba algo acalorada y me he salido a refrescarme.

-YO: ¿estás bien?

-SARA: genial, mejor que en mucho tiempo…….- su sonrisa picara me acaloró las mejillas – ….ha sido una gran idea venir.

-YO: si puedo ayudarte en algo…..- metí ficha.

-SARA: muchas gracias amor, pero no necesito nada ahora mismo, salvo tu compañía, si me haces el honor – con un gesto me invitó a meterme en el agua, lo hice con calma, nadó hasta mi y me abrazó con dulzura, sentí sus pezones en mi piel y su olor a cloro y mujer saciada.

-YO: ¿a que viene esto?

-SARA: eres un gran chico, y quiero que lo sepas, se que Jaime está acaparando mi tiempo, pero siempre serás mi favorito – era un crío a sus ojos, me pellizcó la mejilla y me besó tantas veces en el carrillo que me dio vergüenza ajena.

Nos pasamos media hora haciendo el bobo en el agua, pera luego volver a casa, me metí en la cama y soñé con que era yo quien destrozaba la boca de Sara a golpes con mi pelvis, pero no lo era, y el amanecer me dio de bruces con la realidad, Jaime me azuzaba para ir a la playa con mi madre y mi tía, mi padre dormía, así que los 4 de siempre fuimos al mar. Mi tía seguía levantando pasiones con un biquini anaranjado y de medio culo, pero era mi madre la que me sorprendía, se presentó con un biquini rojo pasión, tan escueto que apenas le tapaba nada, Jaime le dedicó mucho tiempo en dar crema y luego en el agua jugamos un rato a hundirnos, hasta que Sara y Jaime se separaron, y mi madre tiró de mi un poco para alejarnos de ellos.

-CARMEN: déjales un rato a solas.

-YO: ¿por que?

-CARMEN: Sara está recuperando su sonrisa, Jaime la está ayudando, y no quiero que se estropee.

-YO: pero Jaime es …….- mi madre me acarició la cara – ….mamá, tengo que decirte algo, pero…….no se si………

-CARMEN: cariño, soy tu madre, y te quiero, puedes decirme lo que sea.

-YO: es que Jaime…..

-CARMEN: ya lo sé, es un poco bala perdida, pero es bueno que esté aquí, te hace ser mas abierto a ti también.

-YO: ya, pero es que mi tía…..y él……..

-CARMEN: no tienes que tener envidia de sus atenciones, Sara lo está pasando mal y solo coquetea con él…..

-YO: no es solo eso……..han estado ……ya sabes……antes – me miró confusa.

-CARMEN: seguro que son cosas tuyas…….no te preocupes, todo va bien.

-YO: pero mamá……

-CARMEN: tienes que dejar de pensar así, y divertirte tú, como cuando jugamos – increíble, tan abnegada era que se cegaba ante la evidencia.

-YO: pero es que estos juegos…….yo………

-CARMEN: ¿te refieres a los roces y eso?

-YO: es que…….alguna vez……..

-CARMEN: son cosas normales hijo, eres ya un hombre y esas cosas pasan, una erección no es nada malo – me alegraba que lo dijera ella, a mi no me salían las palabras.

-YO: pero no por que esté jugando contigo – me cogió de la cara, estaba rojo y su biquini minúsculo me la estaba poniendo dura.

-CARMEN: no pasa nada amor mío, hasta me siento halagada, que tú y Jaime, tan jóvenes, os pongáis…….contentos con nosotras, es dulce.

-YO: es raro….

-CARMEN: puede, pero es un precio bajo por verte reír, creo que te cuesta demasiado tener interacciones con los demás.

-YO: no soy muy afable, lo sé – me dio otro abrazo y apretó contra mí, sentí sus senos pegados a mí y sus labios besándome en la cara.

Quise insistir, buscar apoyo contra Jaime, pero si mi madre no venia maldad en aquello, ¿por que iba ha hacerlo yo?, Jaime y Sara jugaban a algo, se les veía de lejos, pero no a hundirse, aunque parecían divertirse, por la postura casi diría que la estaba masturbando en mitad del mar, al salir del agua Jaime le soltó varias cachetes en el culo a Sara, cada uno más fuerte que el anterior, Sara se reía después de sisear con cada golpe, al juntarnos mi madre les preguntaba.

-CARMEN: ¿que tal el baño?

-SARA: muy relajante…….- dio un golpe de cadera a Jaime que volvió a azotarla, tan fuerte que sonó un eco y Sara gimió.

-CARMEN: ¡que bruto jajaja! – Jaime la sonrió, mientras Sara se frotaba el culo escocida, y le soltó un cachete a mi madre, que dio un saltó, y sonrío coqueta, sorprendida.

-JAIME: tengo dos manos, tenga cuidado……

-CARMEN: ¡jajaja que trasto! – se retorció para ver la marca de la mano de Jaime en su nalga, y Sara tenia otras cuantas, al tumbarse boca abajo las vi bien, y Jaime me dio un palmada tan fuerte en la espalda que del dolor me doblé.

-JAIME: no seas nenaza, y ayuda a tu madre a echarse crema – deshizo el nudo de la espalda del biquini de Sara y se pasó 10 minutas frotándola con calma, yo hice lo mismo con mi madre, que ni se inmutó al soltarla las lazadas.

-CARMEN: uffff, que buenas manos tienes hijo…….deberías darme masajes más a menudo.

-SARA: te dije que hace maravillas con las manos – desde el principio me pedía masajes en los pies y la espalda.

-JAIME: no es el único – Sara tosió ante su osadía, pero mi madre, cándida, lo entendió mal.

-CARMEN: ¿ah si? Prueba tú, a ver si le mejoras…..

Le faltó tiempo para apartarme de mi madre y ponerse de rodillas en sus muslos, con el culo en 1º plano, y empezar a frotarla, mi madre ronroneaba pasados unos minutos, sin darse cuenta de cómo Jaime amasaba su culo con la pelvis con cada vaivén.

-CARMEN: la verdad es que tampoco lo haces mal jajaja.

-JAIME: será un placer darle un masaje siempre que quiera – hasta eso me quería arrebatar.

-SARA: ¿me tengo que poner celosa? – la sorna llevaba algo de certeza.

-JAIME: como he dicho, tengo 2 manos……..- y el muy cabrón le dio otro azote a mi madre en la otra nalga, hizo moverse su piel en una marea hipnótica, mi madre se sobresaltó alzando el cuerpo y dejándome ver sus pezones, eran diminutos y oscurecidos.

-CARMEN: ¡ah bestia!, jajajaja ten cuidado – se tapó con rapidez los senos con una mano mientras con la otra se frotaba con energía el culo.

-JAIME: jajaja lo siento, es que tiene un cuerpo increíble.

-CARMEN: eres un zalamero, anda y échate crema, que te vas a quemar.

No obedeció, pese a los 45º del medio día, hasta parecía querer quemarse. Una vez secos, regresamos a casa a comer, Jaime y yo caminábamos por detrás viendo a las 2 mujeres caminar en biquini y con la marca de las manos de Jaime en sus traseros. Sonia y mi hermana seguían perdidas con el grupo de amigos que habían hecho. La presencia de mi padre nos tranquilizaba a todos, Jaime dejaba de ser el “bribón o trasto” y se convertía en el yerno perfecto, creo que mi padre preferiría tenerle a él como hijo. Por la tarde nos quedamos en la piscina mientras mi padre y mi madre se echaban la sienta, pero algo me decía que podrían estar follando. Sara y Jaime compartían asiento mientras yo leía un libro.

-SARA: jajaja de verdad que me duele el culo, ¡eres un animal!, mira las marcas que me has dejado……- se ponía en pie, levantando el camisón y mostrando su culo enrojecido.

-JAIME: lo siento, es que los porros me ponen un poco tonto.

-SARA: ¿fumas porros?

-JAIME: marihuana, de hecho me fumo ahora uno – y de un petate sacó uno bien largo, ante la mirada de Sara, lo encendió y le dio varias caladas, echándole el humo a la cara para hacerla rabiar.

-SARA: que bien huele, hace tanto que no la pruebo…….

-JAIME: ¿fumabas?

-SARA: claro, en el instituto, lo dejé al casarme…………..¿me darías una calada? – Jaime sonrío y le ofreció el porro, lo cogió con elegancia y mirando de reojo, le dio varias caladas.

-JAIME: hey, más despacio, que es mierda de la buena….- Sara tosió al echar el humo, con una medio carcajada.

-SARA: jajaja es fuerte, ¿tú fumas Samuel?

-YO: no.

-JAIME: no paro de ofrecerle, pero se niega, se cree mejor que yo…….

-SARA: haces bien Samuel, esto no es bueno…..- y le quitó el porro de nuevo a Jaime para darle varias caladas.

-YO: ya veo…..- apartó la nube de humo con la mano con rapidez, no supe por qué hasta que mi madre apreció de la nada.

-CARMEN: ¿que hacen? – Sara sonreía y Jaime pretendía esconder el porro.

-JAIME: nada, charlando……..

-SARA: y fumando………marihuana……..- Jaime soltó un chorro de aire y la situación se pauso por un instante.

-CARMEN: pues que no se entere mi marido, que nos ahorca a todos – se sentó a mi lado y le rozo la pierna a Sara.

-SARA: ya se que lo dejé, por unas caladas no pasa nada….

-CARMEN: estabas muy rara cuando fumabas.

-JAIME: ¿y usted fumaba?

-CARMEN: ¿yo? jaja ni loca, algún cigarro – Jaime le ofreció el porro a mi madre, se quedó mirando curiosa.

-JAIME: pruébalo.

-CARMEN: no se si está bien…….

-SARA: venga mujer, que estamos de vacaciones…..

Timorata lo cogió y le dio una calada, puso cara de asco, y le dio otra antes de devolvérselo a Jaime, una serie de sonrisas fueron subiendo de nivel hasta que los 3 se reían sin un motivo, se pasaban el porro, y luego otro, hasta que se hico casi de noche.

-CARMEN: me mareo un poco…..

-JAIME: esa es la idea, me tira la espalda y así se me pasa.

-CARMEN: normal, te habrás quemado, por no ponerte crema.

-JAIME: ¿alguna buena samaritana que me ayude a echarme crema?

-SARA: yo misma, pásate por mi cuarto luego……….y te ayudo – de nuevo Jaime y su golpe de genio, ya tenia excusa para meterse en su cuarto.

-CARMEN: la verdad es que me viene bien, me duele el culo jajajaja.

-SARA: ¿a ti también? Mira como me ha puesto este bruto – se quitó el camisón quedándose en biquini, girándose mostrando el culo, las marcas eran menos visibles, pero allí estaban.

-CARMEN: pues mira yo – hizo lo mismo, pero solo levantó el camisón, mostrando el trasero, y apartando la nalga de sus bragas, la 1º mano casi no se veía, pero la 2º era como un calco perfecto, las 2 se tocaban y se frotaban con alegría ante mis ojos.

-JAIME: es que no puedo evitarlo – se puso en pie y azotó a Sara otra vez, apretando sin apartar la mano en su culo y besándola en la mejilla.

-CARMEN: jajaja, se agradece – al oírlo, con la otra mano, la giró y la dio tal azote que mi madre se puso de puntillas arqueando la espalda.

-SARA: ¡que la vas ha hacer daño! – mi madre se giró boquiabierta, le dio un manotazo tierno en el hombro mientras se apretaba la nalga al rojo vivo.

-CARMEN: no pasa nada boba, estoy bien – lo aparentaría, pero se apretaba tan fuerte el culo que debía de dolerla.

-JAIME: ¿nos vamos al agua? – y cogiendo de la cintura a Sara la alzó hasta tirarse a la piscina, y comenzaron a retozar, mi madre me cogió de la mano y me llevó al borde de la piscina, quitándose el camisón, me rodeó con sus brazos y nos dejó caer al agua.

Nos pasamos 2 horas jugando a calentarnos, Sara ya ni venia a por mi, Jaime la tenía colmada de todos los mimos que necesitara. Mi madre en cambio se mostraba atrevida y osada, sentía sus muslos en mi miembro y sus pechos en la cara de forma constante, la veía frotarse el culo y con un gesto hábil se lo agarré masajeando, cosa que agradeció con una sonrisa amable.

Al cenar las chicas aparecieron, apenas una hora, se ducharon y salieron vestidas con trajes de noche, Sonia destacaba con un escote que se sostenida de milagro con un vestido azul claro, mi hermana estaba vestida de blanco con una diadema de flores, parecía un hada del bosque. Al irse, mi padre y mi madre se fueron a pasear, y yo me quedé en casa, Sara se subió a su cuarto y al rato Jaime la siguió, no había que ser un letrado para saber que pasaría algo, salí corriendo a ver que pasaba por la escalera exterior.

Era de noche, subí a hurtadillas y vi como Jaime se estaba quitando la camiseta, estaba algo rojo pero nada que un día de cremas no subsanara, se tumbó boca abajo y Sara le repasó el cuerpo entero, luego se tumbó a su lado y jugueteaban a acariciarse, se fumaron otro porro y las caricias subieron de nivel, hasta que Jaime metía su mano entre los muslos de Sara, la comía la oreja hasta que asintió, y la desnudó en un abrir y cerrar de ojos, mientras Sara apuraba el porro, Jaime se metió entre sus piernas, lamía y besaba su coño, se retorcía cuando besaba su clítoris, pasados unos minutos Jaime subió por el cuerpo de Sara, lamiéndole las tetas y la susurró algo al oído, ella asintió otra vez, mientras le daba la última calada a Jaime, que embistió con la cadera y penetró a Sara, se dobló de gusto, mis temores fueron realidad, Jaime se estaba cepillado a Sara. Yo buscaba como masturbarme sin delatarme, mientras no apartaba la vista del cuerpo vibrante de Sara, recibiendo golpe tras golpe rebotando con más energía cada vez, eso me mató y me saqué la polla para machacármela fuertemente, mientras Jaime la pellizcaba los pezones, ella se masturbaba el clítoris durante el asedio, se abrió de piernas hasta rodearle con ellas y aferrarse a su nuca para gritar en silencio. Me corrí apenas 5 minutos después, Jaime duró unos minutos más, con mucho mejor ritmo que el desconocido que se la cepillo el 2º día, luego dejaba que Sara hiciera el trabajo con giros de cadera mientras él no se movía.

-SARA: ¡vamos cabrón, fóllame!

-JAIME: ruégalo.

-SARA: no seas crío, ¡fóllame ya!

-JAIME: o lo ruegas o te quedas como estás.

-SARA: ¡fóllame, te lo ruego, métemela y hazme vibrar, por favor!

-JAIME: si lo pides así……

Embistió, de nuevo, y hasta la cama se movió, al hacerlo Sara se alzó abrazándolo y dejó que él llevara el ritmo de cada acometida, una y otra vez, hasta que el sonido de sus sexos era atronador, se besaban y se daban cachetes o bofetadas leves. Jaime se separó y se sentó en el borde de la cama, Sara acudió dócil y le montó de rodillas, esta vez ella dominó y Jaime gozó lamiéndola un pezón cuando el vaivén se lo permitía, le metió un par de dedos en la boca, y ella los chupó, luego bajó la mano a su ano y lo acarició, apretando hasta que entraron un dedo tras otro, eso hizo a Sara gemir y gritar poseída, le daba igual todo, ya estaba vibrando como deseaba, Jaime y no yo la había llevado allí, ya era suya, y a fe que durante 10 minutos follaron como animales. Jaime se corrió tan fuerte que Sara salió disparada, acudiendo a chupar el semen caliente que aun brotaba, guiada por una mano de Jaime en la nuca.

-JAIME: ¡dios, follas como una diosa!

-SARA: para ser tan joven, no lo haces mal – un forma suave de decir que la había vuelto loca.

-JAIME: aún no has visto nada, me gusta tu culo, ponte a 4 patas.

-SARA: jajaja ¿serás capaz?……- otro azote la sumió en la lujuria, se puso sobre la cama a 4 patas y Jaime hundió su lengua en su coño, y su ano, se pasó unos minutos haciéndola gemir mientras ella se acariciaba el clítoris.

Para entonces, Jaime ya la tenia como una piedra, de nuevo una buena visión me dejó ver que aunque el acompañante de mi tía iba bien armado, pero la mía era mejor, o eso me parecía, más ancho al menos, aunque el escuálido cuerpo de Jaime resaltaba su miembro y no ayudaba a la comparación. Jaime apretaba contra su ano, y se la metió lentamente por el culo a mi tía, yo ya iba por mi 2º paja, y no podría creerme como rebotaba la piel de su culo ante cada golpe. Sara mordió una almohada para acallar unos gritos que se oían pese a ello, y cuando estaba dándole más fuerte, mi tía se dobló, arqueó la espalda y soltó un alarido animal, Jaime se separó y metido 3 dedos en el coño, con una velocidad terrible, vi como un chorro salía de Sara, que de inmediato echó el culo hacia atrás para volver a ser empalada. Jaime la azotaba tan fuerte que tenia la mano roja, la cogió del pelo como las crines de un caballo, hasta que se corrió dentro de su culo y se venció sudando sobre la espalda de Sara, que estaba jadeando y riéndose.

-JAIME: ¡madre mía, que culo, que animalada, que mujer!

-SARA: jajaja, gracias, echaba de menos buen sexo anal, gracias, te compensaré con creces.

-JAIME: guarda tus compensaciones, vamos a follar a diario, ¿me oyes?, ni loco te dejo escapar.

-SARA: es peligroso, si se enteran…….

-JAIME: no lo harán, somos listos, podemos hacerlo sin que se enteren – la metía una mano entre la piernas y cogió restos de mil cosas, se los hizo chupar cuando se dio la vuelta, y quedaron cara a cara, el rostro de mi tía era un puzzle desecho, pelo alocado, restos de rímel corrido y pintalabios por la cara.

-SARA: jajaja como negarme……

Los dejé jugando a besarse y vestirse, al bajar vi a mi madre dormida como un tronco en el sofá de abajo, no pude evitarlo y me tumbé a su lado, de forma inconsciente se abrazó a mi y me dejó su culo ofrecido, lo cogí con firmeza mientras me frotaba con ella, Jaime apareció y me vio, susurrando me decía que todo iba bien, y se fue a darse una ducha, a los pocos segundos vi la sombra de mi tía, y fingí dormir separándome de mi madre, debió de asomarse para asegurarse que no habíamos oído nada, y se fue. Me quedé dormido y fue mi madre la que me despertó por la mañana.

-CARMEN: ¿que haces aquí?

-YO: nada, te quedaste dormida abajo, y aquí me he quedado, ¿y tú?

-CARMEN: puf…..que sopor……..no se que me ha pasado, estaba tan cansada…….- evadía la respuesta, no era la 1º vez que mi madre dormía lejos de la cama de mi padre por alguna bronca de las que nunca hablaban.

-YO: ¿ya estás mejor?

-CARMEN: como nueva, ¿vamos a la piscina?, me apetece jugar…..- me dio un beso en el pecho y se levantó, no podía dejar de mirar el culo de mi madre, era increíblemente bonito.

-YO: ahora voy – subí a mi cuarto a ponerme el bañador, donde Jaime estaba tumbado cogiendo aire.

-JAIME: me ha dejado seco, ¡que mujer!

-YO: lo he visto todo.

-JAIME: jajaja vicioso, pues ya ves, ahora tu tía es mi puta.

-YO: no es tu puta, te aprovechas de ella……

-JAIME: y ella de mi.

-YO: me dijiste…..

-JAIME: me da igual, imbécil, voy a follármela hasta que me canse.

-YO: eres un desgraciado, no tendría que haberte traído.

-JAIME: pues estoy aquí, mala suerte, ahora vete, necesito descansar para follarme a tu tía.

Lograba echarme del cuarto de mi casa, tenía tal poder sobre mí con sus promesas vacías que le dejaba dominarme, o puede que simplemente fuera un cobarde. Mi tía ni me respondió cuando llamé a la puerta. Al salir a la piscina mi madre estaba en el agua chapoteando.

-CARMEN: ¿y los demás?

-YO: están cansados dicen – “seguro que lo están………de follar”

-CARMEN: jaja pues tú y yo, contra el mundo.

Me metí en el agua y nos abrazamos, mi madre me leía en la cara cuando necesitaba su cariño, y lo necesitaba. No jugamos a nada, solo nadamos, pero no por ello los roces pararon, mi madre estaba buena, ya era plenamente consciente, con sus biquinis ya no escondía nada, y todo lo que le podría faltar de pecho lo compensaba con un culo de cine, se movía con una elegancia increíble, colocándose el escote o sacándose la goma del bañador del culo, cosas poco refinadas lograba que parecieron estudiadas.

-CARMEN: ya estás triste de nuevo……..

-YO: no puedo evitarlo, Sara está muy……….centrada en Jaime.

-CARMEN: se que la quieres, por eso debes apartarte un poco, no pienses en ti, si no en lo bien que le va ha venir a ella estas vacaciones.

-YO: pero quiero ser yo quien juegue con ella….- sus caricias en mi cara me hacían sentir aún más crío de lo que me veía.

-CARMEN: pues juega conmigo – era su solución para todo, ser ella quien se desvivía por los demás.

Luchamos un rato a hundirnos, al estar solos no me cortaba, ni ella, roces, caricias, apretones y sentir nuestras pieles me puso como una piedra, y ella lo debía de sentir, pero no paraba. Una de las veces la hundí tanto tiempo que me bajó el bañador, me puse rojo, ella se rió al atacarme a traición, así que me enfurecí y la levanté por el aire, de un tirón la arranqué la parte de arriba del biquini y se quedó blanca tapándose las tetas, tiré la prenda tan lejos que golpeó la pared de la casa en la terraza, y la boca de mi madre se abrió tanto que temí haberme propasado.

-CARMEN: ¡ve a por ella, ahora! jajajajja – estaba atónito, mi madre con el agua por la cintura y el torso desnudo apretándose las tetas con las manos.

-YO: has empezado tú…..

-CARMEN: Samuel, no puedo quedarme así jajja por favor, ¿y si me ven?

-YO: yo te veo, eres preciosa mamá, deberías ir así a la playa – se puso colorada.

-CARMEN: ya, y tu padre me mata jajaja

-YO: la mitad de las veces no viene, por favor, me haría feliz……vértelas – puso ojos tiernos, y se soltó los pechos, dejándome grabar en la retina aquella imagen.

-CARMEN: ..…son horribles, se me han caído un poco y no es bonito, anda déjame que me ponga algo……

-YO: no, mamá, estás genial, de verdad, eres la mejor – la abracé, no me creía que aquella mujer, con tal de agradar, estuviera enseñándome las tetas.

-CARMEN: está bien, pero ni palabra, y menos a tu padre

Como si me fuera a creer, nos pasamos otra hora jugando, y ahora si, mordí, besé y lamí las tetas de mi madre, sin pudor, al igual que ella, se reía y se dejaba, creo que la rebeldía de aquello la atraía tanto como a mi, salimos al sol y se tumbó boca abajo, yo boca arriba con una erección tan clara que mi madre no apartaba la vista de ella.

-CARMEN: veo que has heredado cosas de tu padre.

-YO: ¿eso crees?

-CARMEN: también la tiene gordita – se tapó la boca como sin creerse decirlo en alto.

-YO: pues para lo que me sirve……..

-CARMEN: ¿puedo verla?, tengo curiosidad……- ¿me estaba volviendo loco yo, o mi madre?, pero al momento tenia la polla fuera, tiesa y dura.

-YO: ¿como la………?

-CARMEN: jajaja es una buena herramienta hijo, vas ha hacer feliz a unas cuantas….deberías irte con Marta y Sonia, alguna amiga podrá aliviarte – hacia esfuerzos por apartar la vista.

-YO: no sabría ni como hacerlo, me da pánico hablar con ellas, menos ligar, aquí solo hay tontas que no me gustan.

-CARMEN: no seas brusco, estamos de vacaciones y no todos somos cerebritos como tú, también se desinhiben y parecen menos de lo que son, deberías conocer mejor a la gente antes de juzgarlas.

Esa idea rebotó en mi cabeza unas horas, en las que tomamos el sol casi desnudos, podía tener razón pero yo solo deseaba a mi tía. Sara apareció un rato después, y me pidió que la llevara en moto al pueblo, ya que necesita ir a la farmacia, sentir sus senos en mi espalda valía la pena el viaje, quiso quedarse sola pero no la dejé, tenia curiosidad por ver que compraba, crema depilatoria, cuchillas, y con algo de disimulo la pastilla anti beby, por lo visto a Jaime le gustaban rasuradas y correrse dentro. Ella obedecía a Jaime, lo peor fue verla comprar otra caja de pastillas contra el mareo de mi madre, tenían intención de dejarla KO más a menudo.

Al llegar la noche todo se repitió, Jaime era tan educado con mi padre delante como fanfarrón sin él, empezó a azotar el culo de Sara a menudo, y el de mi madre, sin motivo, al cruzarse por la casa o al estar en la terraza o piscina, Sara jugaba, mi madre se reía, y ambas coqueteaban con descaro con aquel chico. Nos pasamos un buen rato en la terraza, Sara se sentó directamente encima de Jaime, mientras se fumaban un porro, sin muchos prejuicios por la presencia de mi madre, que les miraba con gesto alegre. Al final Jaime logró quedarse a solas con Sara, nos fuimos todos a la cama menos él, que se fue a la de ella, y follaron, les oía por que su habitación estaba debajo de la mía, y al par de horas Jaime subió exultante.

Relato erótico: “La fiera” (POR KAISER)

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La feria
Desde hace una semana que trabaja en la hacienda, decidió buscarse un trabajo para no pasarse todo el día en la casa encerrado teniendo que tolerar a sus hermanos mayores que no lo dejan en paz. No tiene amigos y ciertamente no extraña a ninguno de sus compañeros de curso con los cuales se lleva pésimo, de hecho el ansiaba que llegaran las vacaciones para no tener que verlos por al menos dos meses. No tiene polola ya que Ignacia, una guapa compañera de curso en la que se intereso se aprovecho de su ingenuidad para jugarle una broma pesada dejándolo en ridículo frente a sus compañeros, así que Joaquín tiene buenas razones para preferir estar ahí antes que ir a la piscina y toparse con alguien del colegio.
Su día empieza a eso de las seis de la mañana, se levanta cuando todos en la casa duermen, mejor piensa él, así evita a sus hermanos, que saben de sus problemas en el colegio y se los recuerdan a cada rato, y se va en bicicleta hasta la hacienda Los Manantiales, que esta en las afueras del pueblo y es una de las más grandes de la región. Desayuna ahí junto al resto de los trabajadores que siempre lo molestan por su aspecto flaco y desgarbado, sin embargo sus bromas son bastante más tolerables que las que recibe en el colegio y una vez que empiezan a trabajar las bromas se terminan, pese a lo exigente que es su trabajo desde el punto de vista físico Joaquín lo disfruta, se siente útil y de paso se gana unos pesos que le viene muy bien, aunque el dinero no es la verdadera razón de por que esta ahí.
El sonido de un motor lo hace reaccionar sacándolo de su trabajo mientras termina de ordenar los implementos y herramientas en el establo. Mira la hora en su reloj, “10:30, puntual como de costumbre” dice él y se asoma discretamente al portón. Ahí esta la verdadera razón por la cual quiso venir a trabajar a este lugar, Maria.
Es la dueña de Los Manantiales y una mujer reconocida por su fuerte carácter y temperamento, no por nada le dicen La Fiera, pero además por ser poseedora de una exuberante e impresionante belleza. Como todos los días visita sus establos en ese horario, se asegura que no falte nada y aunque conversa con el capataz que la pone al tanto de todo ella revisa por cuenta propia el lugar, y en esta ocasión lo hace sorprendiendo a Joaquín cuando entra al establo donde trabaja.

“¿Todo en orden?” le pregunta ella con su característica voz marcada por un tono de mando, Joaquín solo asiente con la cabeza, se siente intimidado no solo por su reputación que llega a ser casi legendaria, también por su belleza. “¿Aprendiste a acicalar los caballos?” le pregunta mientras se pasea por el establo, pero Joaquín no le responde, esta hipnotizado por la belleza de Maria, que a sus 44 años parece estar en su apogeo, “te hice una pregunta” recalca ella sorprendiéndolo observando su voluptuoso cuerpo de forma muy poco disimulada y que luce espectacular en esa camisa de hombre a cuadros, jeans azules y botas de cuero además de su tradicional sombrero vaquero, “si señora” le responde con su voz algo temblorosa, “levanta la vista” le dice ella, “se que se hablan muchas cosas de mi pero créeme no te voy a morder”, él lo hace y sus ojos se encuentran con los preciosos ojos pardos de Maria que parecen estarlo escudriñando en lo más profundo de su ser.

“Así esta mejor, sigue con lo tuyo volveré al día siguiente”, Maria se retira a paso firme, Joaquín no puede evitar poner su mirada en aquellas preciosas nalgas bien marcadas en esos jeans y ciertamente no es el único que lo hace, todos miran pero nadie se atreve a decirle siquiera un piropo y arriesgarse a llevarse un reto de su parte.
“El sabe tanto del campo como yo se de física nuclear” dice el capataz sobre Joaquín, Maria sonríe al escucharlo, “pero admito que él chico se esfuerza y trabaja duro” agrega después. Desde que la vio por primera vez cuando se topo con ella en el pueblo Joaquín quedo prendido de Maria, cautivado por esa belleza y la sensualidad que irradia de forma natural, su carácter y temperamento también lo atrajeron mucho, es una mujer ruda y no tiene problemas en demostrarlo, por ello decidió pedir trabajo en el lugar y si bien la ve solo una o dos veces al día para él es suficiente premio que compensa el tener que levantarse temprano y quedar rendido por el pesado trabajo.
Ya son casi ocho de la noche y Joaquín esta terminando con lo suyo. Esta más cansado que nunca, hoy fue un día particularmente pesado por los problemas que causa un caballo que llego recientemente. Se escapo en un par de ocasiones y a él lo culparon diciendo que lo había dejado mal amarrado pese a sus alegatos de lo contrario, el capataz amenazo con echarlo por esto.
Joaquín toma su bicicleta pero prefiere irse caminando ya que las piernas le duelen mucho como para pedalear, esta enrabiado por lo sucedido y bajo su aliento murmura una que otra palabra sobre la mama del capataz. En ese instante una bocina lo hace reaccionar, Joaquín se asusta tanto que tropieza y cae al suelo. “Lamento haberte asustado” le dice Maria que se baja de su camioneta y se inclina ofreciéndole una mano a Joaquín que de paso tiene una vista privilegiada de los grandes pechos de Maria a través del escote de su camisa, ella obviamente se da cuenta de tan indiscreta mirada pero no le dice nada, “vamos te llevo a tu casa te ves exhausto”, Joaquín deja su bicicleta en la parte trasera de la camioneta y sube, es la primera vez que esta a solas con Maria.
“El capataz me dijo lo que paso con el caballo hoy” dice ella y Joaquín esta a la espera que lo despidan, “pero no fue culpa tuya” le dice, “¿no lo fue?” pregunta él sorprendido, “no, hace una semana le dije que debía reforzar el corral y no lo hizo, además quien debía amarrar el caballo era él no tu”, Joaquín suspira visiblemente aliviado, “dime una cosa” dice Maria mientras conduce por un tranquilo camino rural, “¿por qué pediste trabajar en la hacienda?” pregunta, “pues por que necesito dinero” responde él, de hecho esa respuesta la tenia preparada, pero Maria ve de inmediato a través de la mentira, “hay muchos trabajos para un chico de tu edad en vacaciones que son bastante mas cómodos y productivos que romperse la espalda en el campo”, Joaquín se queda en silencio, no esperaba esta respuesta, por suerte Maria no insistió en la pregunta y pronto llego a su casa. Sus padres salen a recibirlo y Maria conversa brevemente con ellos diciendo solo palabras amables de él, “es un buen trabajador y muy empeñoso” agrega ella y antes de irse se despide de Joaquín dándole un beso en la mejilla que lo deja completamente paralizado, se siente como si Maria le hubiese dado un beso en la boca.
En la hacienda Joaquín trabaja con más ganas que nunca, se le ve más activo y a aprendido bastante, sin embargo aun se pone tenso cuando aparece Maria y eso le molesta que no sea capaz de controlar sus nervios. La ultima vez que la vio ella andaba de malas por demoras en unos trabajos. Joaquín ahí supo por que le dicen la Fiera y saco a relucir todo su carácter levantando su voz de forma considerable a unos trabajadores que no cumplieron con lo ordenado, sin embargo cuando hablo con él mantuvo un tono amable.
Ya es tarde y Joaquín esta solo en el establo, ahora como le tienen más confianza lo dejan por su cuenta y esta terminando de acicalar los caballos, además hay visitas en su casa y no tiene interés en volver temprano hoy. “¿Sabes montar acaballo?” le pregunta Maria que aparece en ese momento con una silla de montar en sus manos, “no señora” le responde él, “bien, ahora vas a aprender, partamos por el ensillado” y Maria comienza a enseñarle como ensillar un caballo. Joaquín le pone atención y hace lo que ella le dice, aunque con ciertos errores pero nada grave, “ves que no es difícil, ahora vamos a pasear”.
Con mucha agilidad Maria se sube al animal, “vamos dame la mano y subes tras de mi”, Joaquín se queda incrédulo, “vamos que esperas ven acá”. Finalmente lo hace y se sube. “Sujétame de la cintura con fuerza”, aquí Joaquín se pone aun más nervioso y tímidamente apoya sus manos en la angosta cintura de Maria, “así no muchacho, así” le dice de forma impaciente y literalmente lo obliga a que la abrace, “ves, así te sujetas con fuerza, ahora nos vamos” y Maria dándole un espuelazo al caballo este sale a toda velocidad por el campo.
Joaquín se sujeta tan fuerte como puede mientras cruzan un hermoso sector de la hacienda, pero no disfruta del paisaje, más bien disfruta al estar tan cerca de Maria, abrazándola y sintiendo su majestuoso cuerpo, su cabello castaño ondulado rozándole el rostro y el suave aroma de su piel. Joaquín simplemente esta en las nubes y no quiere descender. “Oye ya llegamos” le dice ella y Joaquín vuelve en si, “por lo visto disfrutaste el paisaje” le dice en broma y él solo sonríe nerviosamente. Joaquín desmonta primero pero cuando lo va hacer Maria el caballo se mueve de improviso y él reacciona para sujetarla, sin embargo por el impulso Maria lo empuja y lo derriba también terminando ambos en el suelo con Maria encima de un desconcertado Joaquín que quedo con su rostro metido en su escote.
“Buena atrapada chico, ¿estas bien?” le pregunta ella que se pone de pie, “si, estoy bien” le responde, “ya lo creo” agrega con una sonrisa llena de coquetería de su parte mientras se arregla los botones de su camisa varios se le abrieron mostrando un escote mayor a lo habitual. Caminan hasta la orilla de una laguna, es un sitio precioso y Maria planea hacer algunas cabañas para sacar provecho del turismo de la zona, sin embargo se muestra más interesada en Joaquín y le hace algunas preguntas acerca del por que vino a trabajar y de si es cierto lo que ha escuchado acerca de él y los problemas en el colegio.
Como nunca Joaquín acepto hablar con ella de estos temas, él siempre había sido muy cerrado y jamás había discutido de esto con nadie ni siquiera con su familia. Maria lo escucha atentamente y de cuando en cuando le da unas palabras de aliento y apoya una mano en su espalda, Joaquín siente un gran alivio al desahogarse, es como si se hubiera sacado un peso de encima y ahora respira más aliviado. “No le hagas caso a esa mocosa, solo mantente firme y anda siempre con la frente en alto, seguramente llegara el momento en que se dará cuenta lo que se perdió contigo” le dice Maria “se ve que eres un buen chico, algo inocente pero buen chico” dice con una sonrisa, “se hace tarde, ahora vamos de regreso y tu iras en las riendas”.
Joaquín sube al caballo y Maria se pone tras él tomándolo con fuerza de la cintura y además apoyando sus grandes pechos contra su espalda. Joaquín los siente de inmediato y Maria parece hacerlo apropósito. En el trayecto de regreso Joaquín demuestra una considerable habilidad para montar, algo que sorprende a Maria. “Eres un jinete innato” lo felicita ella que lo va a dejar al ser ya muy tarde. “Nos vemos” y le da un beso en la frente. Joaquín esta tan alegre esa noche que las bromas de sus hermanos ni siquiera lo afectaron, y estando ya en el baño duchándose se hace una tremenda paja pensando en ella y en lo que haría con ese magnifico cuerpo maduro que tiene. Maria realmente le quita el sueño y lo calienta, basta solo un simple gesto de su parte y lo deja hirviendo.
Maria hace su ronda habitual de nuevo, han pasado unos días del paseo a caballo y ella nota a Joaquín de mal humor, “¿qué te pasa, tus hermanos de nuevo?” pregunta, “no, mis papas quieren que vayamos a pasar las vacaciones con unos tíos”, “¿Y acaso no quieres salir de vacaciones con tu familia, por que?”, “pues por…”pero en ese momento duda en responder, “por que no podré verte” completa la frase en su mente. Antes que Maria vuelva a preguntarle aparece el capataz y la llama algo preocupado. “Tendremos tormenta esta noche” le dice apuntando hacia las oscuras nubes que se ven en el horizonte y que avanzan de forma amenazante, “y será fuerte” agrega ella, “guarden todo dejaremos de trabajar ahora mismo quiero a todos en sus casas antes que comience la lluvia”, el capataz obedece y a gritos da las ordenes, Maria vuelve al establo y le dice a Joaquín que guarde todo y se vaya a su casa, “¿pero usted que hará?”, “yo debo recorrer el resto del campo para ver que este todo protegido”, “voy con usted, necesitara una mano” le dice y rápidamente deja todo en orden y luego se va con ella, Joaquín avisa a su casa que llegara tarde ese día.
Ambos visitan los invernaderos y se encargan de reforzarlos así como asegurarse que toda la gente se ha ido a sus hogares. Los silos de grano, las bodegas también son revisadas y que el ganado este protegido en sus corrales. En ese momento comienza a llover, primero de forma ligera pero pronto la lluvia va haciéndose cada vez más intensa. Ambos hacen un par de paradas más y luego Maria quiere ir a dejar a Joaquín a su casa, pero al llegar a un cruce se percatan que el estero se ha desbordado y no se puede pasar, “mejor vamos a mi casa, te quedas ahí hasta que pase la tormenta, avisamos a tu casa y mañana te voy a dejar” le dice ella.
Sin embargo el camino de regreso esta peor que antes y Maria tiene problemas en controlar el vehículo, hasta que en una curva y de forma sorpresiva pierde el control caen a una cuneta al costado. “¿Estas bien?” le pregunta ella preocupada, “si, solo algo mareado pero nada grave”, tratan de salir pero sin éxito ya que el vehículo esta enterrado en el lodo, “deberemos continuar a pie, estamos a poco más de un kilómetro, pero nos mojaremos bastante” dice Maria. Sin más remedio ambos se bajan de la camioneta en el momento en que la tormenta arrecia con toda su fuerza y la noche se ve iluminada por los relámpagos. A duras penas ambos avanzan en medio de la lluvia y el viento, Joaquín tropieza un par de veces y Maria lo toma de la mano para poder ayudarlo y se refugian a la sombra de un añoso sauce cuyas tupidas hojas les dan algo de protección de la intensa lluvia.
Sin aliento ambos se protegen ahí, están empapados y calados hasta los huesos, pero Joaquín es quien esta peor, no estando acostumbrado a esto él tirita de frió y Maria se acerca y lo abraza, “abrázame fuerte eso te ayudara a pasar el frió” le dice al oído y él lo hace. Ambos se quedan ahí en silencio, Joaquín siente no solo el calor del cuerpo de Maria, también siente su voluptuosidad y al estar mojada eso parece hacer más intenso el aroma de su piel. Ella lo protege y hace apoyar su cabeza en su pecho, Joaquín respira de forma agitada y su aliento cálido Maria lo siente sobre la parte superior de sus senos.
“Dime una cosa, ¿por qué viniste a trabajar a esta hacienda?, no fue por dinero, ni diversión, ni por aprender, ¿por qué fue?” le pregunta ella ahora que lo tiene más cerca que nunca, “fue para verla a usted” le responde él, Maria se ríe un poco “ya lo sabia” contesta ella y Joaquín levanta la cabeza y la mira a los ojos sorprendido, “tengo 44 años y mucha experiencia, crees que por la reputación que tengo no me doy cuenta de estas cosas, crees que no me iba a dar cuenta de las miradas indiscretas de un chico de tu edad, desde que te vi por primera vez lo supe de inmediato, al comienzo no pensaba contratare pero algo en tus ojos me hizo cambiar de idea”, Joaquín baja la vista sintiéndose avergonzado, pero Maria lo toma del rostro y lo hace levantar la mirada otra vez.
“Cuando me miras tengo la impresión que me desnudas con la mirada, que me deseas cierto”, Joaquín asiente con la cabeza, “pues te diré que muchos hombres han llegado a este lugar con la intención de acostarse conmigo y han fallado, pero tu eres el primero que llega simplemente con la intención de solo verme y nada más”. Joaquín sonríe, “y por ello te daré el premio que tanto deseas”. Antes que Joaquín diga algo Maria le da un beso, un beso cargado de lujuria y pasión que lo deja completamente desconcertado y sin respuesta, “ahora ya no seré tu jefa, seré tu amante” le dice ella que de nuevo vuelve a la carga, pero esta vez Joaquín le responde como debe y no solo le devuelve el beso, desciende sus manos por la espalda de Maria y atrapa ese trasero que tantas pajas le ha provocado hasta ahora apretando con fuerza esas nalgas bien marcadas en los ajustados jeans.
La tormenta, la lluvia y el frió pasan a un segundo plano en comparación a la tormenta que se ha desatado entre ambos. Los besos se hacen más ardientes entre ellos y sus lenguas se cruzan a cada momento, Maria pacientemente le enseña el arte de besar a una mujer y como usar su lengua para ello y Joaquín demuestra estar a la altura del desafió, no solo usa su lengua de buena manera también sus manos que siguen agarrando y sobando el culo de Maria y con sus dedos presiona entre sus nalgas haciéndola suspirar notablemente, “me encanta ese trasero” le dice él mientras la besa en el cuello, “es todo tuyo” le responde Maria.
Ambos se apoyan contra el árbol, ella dándole la espalda y moviendo sus anchas caderas restregándole el culo sobre su miembro que esta duro como acero y Maria lo siente de forma muy evidente. Le toma las manos y las lleva hasta los pechos que él tanto desea, “ya sabes que hacer” le dice y Joaquín se los acaricia con muchas ganas, demasiadas ganas, “más despacio muchacho, son sensibles” le dice Maria y Joaquín baja las revoluciones un poco. El tamaño de los mismos lo impresiona, son grandes muy grandes y los aprieta suavemente sintiendo la firmeza de los mismos. Joaquín sigue besándola en el cuello y ambos juguetean con sus lenguas entre si pese a que la lluvia los empapa, Maria mueve sus caderas presionando su trasero contra Joaquín y este le masajea sus senos que tanto enloquecen a los hombres.
Joaquín mete sus manos bajo la camisa de Maria y siente la suave piel de sus pechos, poco a poco Maria se abre los botones de su camisa lentamente uno a uno para impacientarlo, ella lo disfruta tanto como Joaquín. El frió de la noche, la tormenta y la fuerte lluvia no es un problema para ellos que generan tanto calor como para derretir el hielo. Joaquín le aparta el sostén y los pechos de Maria literalmente brincan fuera mostrando su gran tamaño y firmeza con sus pezones erectos y duros. Cuando él se los roza con la punta de sus dedos ella gime profundamente, “mmm, así lo haces bien” le dice una muy excitada Maria.
Él se toma su tiempo para acariciar esos pechos, se los frota y juega con ellos, espero tanto por esto que ahora quiere hacerlo bien y Maria se chupa sus propios pezones y se besa con Joaquín que no deja de masajearlos en ningún momento. Maria le toma una mano y la lleva hasta ponerla entre sus gruesos muslos, él le sigue el juego y le frota su entrepierna pasando toda su mano, Maria se calienta más aun y Joaquín redobla los esfuerzo al verla como reacciona, “jamás pensé que estaría así contigo” le susurra al oído, “a veces los sueños y fantasías se hacen realidad” le responde.
Maria se abre sus jeans y Joaquín mete su mano debajo sintiendo el vello pubico y de ahí estira sus dedos hasta llegar a su sexo, “lo sientes, esta ardiente, esta mojado por tu culpa” le dice con un hilo de voz y Joaquín se lo frota delicadamente presionando sus dedos contra su vagina metiendoselos parcialmente. Los gemidos de Maria se hacen descontrolados mientras Joaquín le mete mano en su coño y le soba sus impresionantes pechos, “¡vamos, así, así no pares!” dice ella al sentir los dedos de Joaquín entrando y saliendo con fuerza al tiempo que él juega con sus pezones pellizcándoselos delicadamente mientras la lluvia los moja a ambos.
A ninguno de los dos le importa un carajo la tormenta que ruge en ese momento, Maria se quita sus botas y sus jeans, se aparta su calzón y le muestra su ardiente coño a Joaquín. Ella se apoya contra el sauce exhibiendo su culo redondo y bien parado,“ven acá y hazme una paja con tus dedos”. Joaquín no lo piensa dos veces y presiona sus dedos en el sexo de Maria que esta completamente mojado no solo por la lluvia, le mete dos y luego tres dedos. Ahí le hace un furioso movimiento de mete y saca haciéndola gritar de placer, Joaquín no le da tregua y sigue masturbándola e incluso le mete un dedo en su culo cosa que la enloquece, “¡vamos, mas fuerte, mas fuerte, ah, ah, ah!” pide ella demostrando que no solo es una Fiera por su carácter, también lo es cuando se excita. Maria agita sus caderas y presiona con su voluptuoso cuerpo sobre los dedos de Joaquín para meterselos bien adentro en ambos agujeros haciendo que sus senos se balanceen.
“¡Usa tu lengua, dame con tu lengua ahora!” le pide Maria y se hinca observando atentamente sus partes más intimas. Ella lo toma por sorpresa y con una mano lo carga sobre su sexo, Joaquín se ve sorprendido pero pronto se recupera y hace lo que ella le pide haciéndola gemir hasta dejarla sin aliento, por primera el siente el sabor de una mujer en su boca y Joaquín no se cansa de ello. Mete su lengua y la mueve en su sexo, le da unas tremendas lamidas partiendo de su ano hasta llegar a su clítoris que también se lo chupa, él la siente como reacciona, como su cuerpo se estremece, Maria siente como un shock eléctrico que la recorre de punta a punta y la deja sin habla. Joaquín usa sus dedos hábilmente y mientras le devora el coño le mete los dedos en su trasero casi haciéndola acabar de esa manera.
Maria se pone de pie y se besa nuevamente con Joaquín, “las chicas te van a dorar, sabes como lamer el coño de una mujer muy bien” le dice sonriendo. La lluvia sigue continua y debido al viento esta los moja a los dos, pero no les importa, siguen follando como locos bajo ese árbol y Joaquín esta teniendo la experiencia de su vida junto a Maria que también lo esta gozando al follarse a un chico que podría ser su hijo. “Dime una cosa, ¿cuándo te pajeas por mi me imaginas haciéndote una mamada?” le pregunta ella mientras se besan y le abre los pantalones, “pues si”, “¿te gustaría ver tu miembro desaparecer entre mis labios, que te la chupe, que pase mi lengua sobre tu verga?”, “pues seria genial” responde Joaquín.
Maria mete una mano dentro de los pantalones de Joaquín y acaricia su miembro, delgado pero bien duro y firme, “nada mal” le dice y se lo masajea demostrando que si bien hace tiempo que no tiene sexo con un hombre, hay cosas que nunca se olvidan. Delicadamente lo saca y se hinca ante Joaquín, se lo frota con ambas manos y lo pasa por su rostro, Maria lo siente palpitar  como si fuese un corazón y su roja cabeza se asoma por completo. Ella le sopla encima y Joaquín reacciona, “eres sensible” le dice y lo lubrica con su saliva para poder acariciarlo mejor. Joaquín cierra los ojos mientras las manos de Maria hacen su trabajo, ella nota lo mucho que lo esta gozando y en ese momento usa la punta de su lengua sobre el glande de Joaquín rozándolo y jugueteando con él.
Asombrado Joaquín observa como Maria le hace una mamada, ella lame su verga de arriba abajo, “es preciosa” le dice y la saborea ansiosamente para deslizarla entre sus carnosos labios. Joaquín observa esto como la culminación de un anhelo de toda su vida, Maria se la traga toda y la recorre con sus labios chupandola con fuerza. Joaquín apoya una mano en la cabeza de Maria y la guía en el movimiento que hace sobre su miembro, él suspira y jadea mientras siente esos carnosos labios envolver su verga sin detenerse. Maria le soba delicadamente sus testículos y se los chupa para luego pasar su lengua hasta llegar a su roja cabeza y meterla en su boca una vez más.
“Esto te encantara” le dice y atrapa el miembro de Joaquín entre sus majestuosos pechos y literalmente lo exprime con ellos. Su verga casi desaparece entre ambos pero Joaquín se siente en las nubes, es increíble el sentir la suave piel de los pechos de Maria envolver y frotar su verga. Maria saborea un poco de semen que se asoma por la punta del miembro, “¡no acabes aun!” le dice que ella que de inmediato se pone de pie para darle un respiro a Joaquín, “¡aun te falta lo más importante!” insiste.
Joaquín queda de espaldas en el suelo mirando como las hojas del sauce se mueven por el viento hasta que Maria se monta sobre él y frota su cuerpo contra el suyo. Ella restriega su coño sobre el miembro de Joaquín que esta duro como acero, se besan, se acarician y él le chupa sus pechos otra vez, “no me canso de estas bellezas” le dice haciéndola reír. “Concéntrate” le dice ella que guía su miembro hasta su sexo y se va dejando caer sobre el, Joaquín lo observa perderse en el coño de Maria que cierra los ojos y gime de la excitación.
Fue un momento mágico para ambos y Joaquín apoya su cabeza en el pasto cuando Maria se empala por completo sobre él, “¡oh, oh, siento como rozas por dentro, tu miembro palpita en mi vagina!”. Maria comienza a cabalgarle encima lentamente en un principio pero después va haciéndolo con más fuerza y rapidez gimiendo sin parar y Joaquín le toma sus senos que se balancean ante sus ojos y se los acaricia mientras ella se apoya en su pecho. “¡Si, si es fantástico!” dice de forma entrecortada mientras le cabalga, ella recibe todo el miembro de una vez y Joaquín, que es bastante delgado físicamente, parece desaparecer bajo el voluptuoso cuerpo de Maria.
La escena entre ambos es increíble, su mojado cabello se agita no solo por el viento, también por la forma tan salvaje en que le cabalga ahora con toda su fuerza. Joaquín le toma sus pechos en los que la lluvia escurre resaltando su forma y le chupa sus pezones mientras Maria le da bien duro a su verga irguiéndose de forma majestuosa sobre él.
En ese momento Joaquín la toma por sorpresa y la voltea poniéndola de espaldas en el pasto, “oh, que impulsivo” le dice con su característica coqueta sonrisa. Ahora es Joaquín que mientras la besa se mueve sobre ella con fuerza presionando con todo su cuerpo sobre el coño de Maria que lo abraza y le pide que no se detenga y él, ciertamente, no tiene ninguna intención de hacerlo. Ahora Joaquín sujeta las piernas de Maria y las apoya en sus hombros arremetiendo con más fuerza aun y eso le encanta. “¡Vamos, dame duro, bien duro!” le exige ella y Joaquín así lo hace llegando al limite de sus fuerzas y su resistencia.
El cuerpo de Maria se ve invadido por una serie de espasmos que la recorren por completo y ella siente lo mismo en Joaquín que con un par de fuertes acometidas se corre en su coño y queda tendido sobre sus pechos respirando de forma agitada, “nada mal, nada mal para ser tu primera vez” le dice Maria que lo abraza dándole unos momentos para que recupere. “Vamos, debemos regresar a mi casa” le dice Maria, “ahí podremos seguir” agrega ella y le hace un guiño.
A medio vestir y corriendo consiguen llegar al fin a la casa de Maria que esta a oscuras solo la luz de los relámpagos la ilumina y apenas entran Joaquín la atrae hacia su cuerpo y comienza a besarla de nuevo. “En la ducha, en la ducha campeón” dice ella en medio de los besos, “una ducha caliente necesitamos ahora” insiste ella y ambos van al baño sacándose la ropa mojada y embarrada y tirandola donde sea. Por fortuna Maria tiene agua caliente en su casa y con la duchas los dos parecen recuperar fuerzas. Joaquín pasa sus manos enjabonadas por el cuerpo de Maria que luce tan espectacular como siempre, los besos y caricias siguen entre ambos y ella tiene problemas en controlar a su joven y apasionado amante.
El dormitorio de Maria parece un lugar prohibido y místico para Joaquín, que ni en sus sueños pensó en estar con ella que lo toma de la mano y lo lleva a su cama donde hacen un furioso 69. Maria se encarga de atender el miembro de Joaquín chupandolo y lamiéndolo ansiosamente mientras él devora ese coño que tanto le gusta. Los gemidos de ambos llenan la habitación y parecen silenciar el ruido de la tormenta afuera.
“Así lo quiero ahora” dice Maria que se pone en cuatro sobre la cama exhibiendo su culo. Joaquín se pone detrás y la toma de las caderas, su coño esta tan mojado que la penetra de una sola vez. Joaquín la bombea con todo dándole bien duro a la fogosa Maria que es toda una fiera en la cama también. “¡Si, si, damelo todo,  follame fuerte!” exclama ella que se carga sobre Joaquín que la sujeta con fuerza, sus senos se agitan vigorosamente mientras la follan y ella aprieta sus manos por lo excitada que esta. “Tu sexo es increíble, parece que atrapa mi verga” le susurra Joaquín al oído, “devora mi culo” le pide ella y Joaquín algo sorprendido lo hace.
Con Maria aun en cuatro Joaquín le separa sus nalgas y mete su lengua entre ellas, Maria casi se derrite al sentirlo en su ano, Joaquín le besa su espléndido trasero y le mete los dedos en el coño para calentarla aun más de lo que ya esta, Maria mueve sus nalgas algo que le encanta a Joaquín. “Estaría todo el día comiéndome este culo” le dice, pero ella apenas le responde en medio de su gemidos. Ahora Joaquín la folla por ambos agujeros con sus dedos, Maria esta completamente extasiada, le encanta que se lo haga así follandola con los dedos por ambos agujeros a la vez, “rómpeme el culo” le suplica con su voz entre cortada por su calentura.
Nuevamente Joaquín se pone en posición, Maria se separa sus nalgas mostrándole su estrecho agujero, “la quiero aquí, bien metida aquí” le dice. Joaquín apunta su miembro como si fuese una daga lista para la estocada final. Al hacer contacto Maria se estremece y él presiona con fuerza, el culo de Maria es bien estrecho pero poco a poco va cediendo y su miembro se va hundiendo entre sus nalgas, Joaquín la presiona con fuerza y tras empujar ligeramente se la mete toda, hasta que sus genitales tocan las nalgas de Maria, “¡destrózame!” le pide.
La cama cruje ruidosamente, Joaquín le da bien duro a la ardiente Maria que esta gozando como nunca antes con un hombre. Él se esmera por satisfacerla y siente el estrecho culo apretando su miembro, Joaquín se la coge sin darle un respiro y Maria gime y jadea sin parar completamente nublada por la excitación. Joaquín se apoya sobre ella y hace sentir su peso para penetrarla mejor, los besos y caricias son más intensas que nunca.
Ambos amantes ruedan sobre la cama quedando de costado, Joaquín levanta una pierna de Maria y ella se frota su coño mientras le dan sexo anal. Joaquín se las arregla para tomarle los pechos y se los masajea mientras la folla en el culo, sus lenguas se cruzan fogosamente y Maria le dice que quiere sentarse encima. Ella le da la espalda y separa sus piernas, el miembro de Joaquín esta bien metido en su gran culo y Maria le empieza a cabalgar encima de la manera más salvaje posible gimiendo, jadeando y hasta gritando de placer mientras su joven amante la hace subir y bajar por su verga. Joaquín la sujeta con fuerza y le frota su coño y luego le mete los dedos en el moviéndolos rápidamente. El cabello de Maria le golpea en el rostro pero no le molesta en absoluto y le sigue dando tan duro como puede hasta que los fuertes gemidos de Maria delatan la intensidad de su orgasmo y Joaquín se corre en su trasero. Ella se recuesta a su lado y Joaquín se pone encima y se corre de nuevo salpicando sus pechos y su hermoso rostro, Maria se saborea y degusta el semen de Joaquín que se apoya en su cuerpo.
“Estuviste fenomenal” le dice Maria que lo abraza, Joaquín quiere decirle algo pero el cansancio no lo deja y los dos se quedan quietos en la cama mientras afuera la tormenta ruge con toda su fuerza, Maria lo acomoda y lo abraza como si fuese su hijo pequeño.
Joaquín despierta y mira al techo, que es igual al de su habitación y se pregunta si todo lo de anoche fue un sueño, ya que le cuesta creer que follo a Maria en medio de una tormenta protegidos a la sombra de un árbol, luego en la ducha y después en la cama y que todo eso haya sido verdad. Sin embargo al mirar a su lado esta ella desnuda tan hermosa como la Bella Durmiente, “fue verdad” dice él y ella despierta. Son las ocho y media de la mañana, para Maria normalmente seria muy tarde, pero hoy le importa un cuerno. “¿Cómo te sientes?” le pregunta Maria que se apoya en su pecho, “pues como el chico más suertudo del mundo” le responde y ella saca a relucir su preciosa sonrisa. Ambos se quedan ahí un rato, el teléfono de Maria suena pero lo ignora. Joaquín se lamenta por tener que salir con sus padres de vacaciones, “no te hagas problema, solo disfruta y pásalo bien, cuando vuelvas estaré aquí” y al cabo de un rato ambos se levantan y Maria le presta ropa a Joaquín que llama a su casa explicando lo sucedido a sus preocupados padres pero omitiendo los detalles cruciales de lo sucedido anoche.
Maria lo va a dejar a su casa en otro vehículo, ahí da las explicaciones a sus padres y al final todos felices, “llámame” le susurra al oído y cuando se quedan solos por un instante Joaquín le da un tremendo beso en la boca, “lo haré” le responde y Maria regresa a su vida cotidiana nuevamente sacando a relucir su carácter de Fiera, asombrada que un simple chiquillo haya sido capaz no solo de ver, sino que también de sacar a relucir a la verdadera mujer que realmente es.

Relato erótico: “Gracias al padre 4, estuve con la hija y sus amigas” (POR GOLFO)

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Nuestra relación mejoraba, día a día. La mujer, joven e inexperta, se había convertido en una Diosa. Mi vida adquirió sentido. Con ella, no existía la monotonía ni el hastío. Decididos a seguir juntos, tomamos posesión del dinero, que había robado su padre, y como habíamos acordado nos lo repartimos a partes iguales.
En cambio en menos de tres meses, nos habíamos aburrido de su madre, ya no nos divertía la sumisa en que se había convertido, era mas un estorbo que un entretenimiento, por lo que Lucia me pidió que le consiguiéramos una jubilación de lujo. Como buen yerno, que soy, se la conseguí, se la vendí a un socio por 500.000 euros. Lo mas gracioso del asunto, es que, Juan, quizás uno de los economistas mas brillantes que conozco, resultó ser un pésimo amo, y en menos de 15 días, ya bebía en los zapatos de Flavia.
Así fueron pasando los meses, Lucia y yo, yo y Lucia, pareja, amantes, dominantes o dominados pero felices, cuando ya creíamos que no podía existir algo mejor, ocurrió lo que a continuación os relato:

Ese día me desperté temprano, mi novia estaba acostada a mi lado, con la cabeza recostada sobre mi pecho. La tersura de su piel me enloquecía, no fue un acto voluntario pero al mover mi brazo, oí su suspiro. Como si fuera el banderazo de salida, con la yema de mis dedos, empecé a dibujar círculos en su espalda, hasta llegar a sus nalgas. El sentir mis caricias, provocó que se estremeciera, pegando mas su cuerpo en el mio, lo que me permitió recorrer la costura de su tanga, la hendidura de sus glúteos, y disfrutar con la rugosa piel de su agujero. Su suspiro se convirtió en gemido. Retiré mi mano, y llevándola a mi boca, ensalivé mis dedos. La humedad de mi saliva entró en contacto con su piel. Abrió los ojos, y sin mediar palabra, se puso de rodillas, con la cabeza en la almohada, dejando su culo expuesto a mis caricias.
Con mis manos, separé sus nalgas, teniendo cuidado que nada, ni siquiera su tanga, entorpeciera mis intenciones. Colocando mi lengua al principio de su espalda, fui bajando lentamente hacia el canalillo de su trasero, dejando tras de mi un rastro brillante. Al acercarme a su ano, me invadió el olor penetrante de hembra insatisfecha que necesita ser llenada. Con la punta recorrí las arrugas oscuras de mi destino, Lucia involuntariamente lo izó mas, dejando me entrever como se contraía al ritmo de mis caricias. Su mano descendió hasta su sexo, y con ansia castigaba su montecito del placer. Ver su calentura, me excitó. Escupí en su agujero, y con la lengua lo repartí, sin dejar pliegue, ni rugosidad, sin su dosis.
-Por favor-, me suplicó. Sabia lo que necesitaba, pero iba a hacerla sufrir un poco más. Sacando del cajón, un bote de aceite, derramé una gotas sobre su cuerpo, lo suficiente para que con mis dedos, aflojara su tensión. Mi anular tomó posesión dentro de ella, con desplazamientos laterales, de forma que su esfínter se relajó. Estaba preparada.
Apoyé mi pene en su entrada, sin forzarla. Tras unos instantes quieto, lo moví a lo largo de su canalillo, recorriendo su vulva hasta llegar a su clítoris. Ella protestó, queria que la tomara por detrás. Moviendo su cadera, intentaba introducírsela, pero yo no la dejaba. Me apiadé de ella poniéndola en la abertura de su anillo. –No te muevas-, le pedí. Ella me obedeció, quedándose quieta. Lentamente fui forzando su entrada, abriendo su pliegues, hasta que la cabeza de mi verga, entró totalmente en su interior.
-Ahora échate hacia atrás, para que sientas como te penetra-, dije. Obedientemente movió su cuerpo, introduciéndose toda mi extensión. No fue un movimiento continuo sino que con breves envites, centímetro a centímetro, rugosidad a rugosidad, fue absorbiéndome en su oculto tesoro. El dolor se mezclaba con el placer, ni una queja salió de sus labios, mientras se empalaba. Cerró los ojos al sentirla plenamente, mis huevos habían chocado, ya, contra sus nalgas. Experta, esperó unos momentos, para que su esfínter se acostumbrara a su castigo. Con suaves movimientos circulares me demostró que podía empezar, por lo que con un leve bombeo comencé a moverme. Poco a poco, fui aumentando la velocidad.
-Mas fuerte-, me exigió. Aceleré mis arremetidas, a la vez que con mis manos abiertas marcaba el ritmo con azotes en sus nalgas. –Me encanta-, gritaba al sentir como la vara de su hombre, se regocijaba en su interior. Mientras con una mano seguía castigando su clítoris, con la otra estrujaba mis testículos. Del interior de su vulva, emergía un manantial de caliente flujo, que se mezclaba con el aceite.
Era una pasada, verla moverse al ritmo de mis caricias. En su espalda, una gota de sudor bajaba por su columna, pero volvía a subir con mis embistes. Parecía jugar con nosotros, en un trío involuntario. Sus gemidos y la humedad de su cuerpo, aumentaron mi calentura. Previendo su climax, agarré su cuello con las dos manos, impidiéndole la respiración. Lucia no se preocupó por mi estrangulación, sabia que la necesidad de aire que sentía, aumentaría su placer. Sus brazos cedieron, de forma que mi cuerpo se clavó mas profundamente, mientras que su cadera se estremecía, y todo su cuerpo entraba en ebullición. En la palma de mis manos, latían sus venas hinchadas por la presión que ejercía. No aguantando mas, se desplomó en espasmos de placer. La solté, pero sin compasión proseguí con mi tarea, hasta que sentí como me derretía en su interior.
Exhausto y satisfecho, me quedé abrazado a ella, sintiendo como mi sexo, perdía poco a poco su dureza, dejando salir el rastro lechoso de mi placer. Estuvimos en esa posición unos minutos, hasta que el despertador rompió el encanto del momento.
Fui el primero en levantarme, tras una ducha rápida y un café con leche, cogí mi coche en dirección a mi trabajo. En la radio no había mas que noticias desastrosas, atentados, terremotos y las típicas peleas del gobierno con la oposición. Decidí apagarla, mi despertar había sido perfecto y no quería estropearme el día con cosas que no me afectaban.
La oficina me agobiaba, gracias al padre de Lucia, era rico, pero como era un dinero ilícito, tenía que seguir con la pantomima del trabajo honrado. Sería sospechoso, el dejar de trabajar en el momento de irme a vivir con la hija de un ladrón. Dediqué gran parte del tiempo a gestionar “nuestra herencia”, -La gente no sabe, lo que tiene que trabajar un rico, para ser aún más rico-, pensé, disfrutando, cuando verifiqué los impresionantes réditos, que me estaban dando las inversiones de la compañía que habíamos fundado en un paraíso fiscal.
Eran las dos de la tarde, cuando me llamó Lucia para avisarme, que esa noche, venía a cenar Patricia, su amiga. Resulta que tenía graves dificultades económicas, su socia y ella estaban a punto de ser embargadas por una compañía a la que debían dinero. Querían mi consejo y mi ayuda, ya que mi novia les había contado lo experto que era en temas financieros.
-No te preocupes, veré lo que puedo hacer, pero dile que venga también su amiga, para que nos den una visión global del problema-, le contesté.
Mi plan había resultado, durante los últimos tres meses, había estado comprando en el mercado, la deuda de ellas, pero como era lento, les di un empujoncito por medio de una compra masiva desde una empresa, que a la semana quebró. Por supuesto, la empresa quebrada era mía.
Decidí que esa tarde, saldría temprano, ya que tenía que explicar, a Lucia, el plan. Pero antes de salir de la oficina, la llamé. No quería llegar a casa y encontrarme con la sorpresa de que se había ido otra vez de compras, cosa que se había habituado a hacer con demasiada frecuencia.
La encontré enfrente del ordenador. Por lo visto, estaba buscando en internet, mansiones en las islas Caiman, para cuando nos fuéramos de España. Me enseñó la que le había gustado. Una verdadera exageración con 10 dormitorios, una barbaridad de terreno, piscina, padel, frontón, es decir un palacio. Estaba tan entusiasmada, que tuve que pedirle que se callara por que quería decirle algo importante.
-¡Nos han descubierto!-, me dijo totalmente asustada,-¡Dime la verdad!.
-No, tonta, es algo bueno-, mi respuesta le tranquilizó, por lo que con una sonrisa, me pidió que le explicara entonces que era eso tan importante.
Tomé un breve respiro, antes de empezar a hablar.
-Últimamente, te has quejado de no tener nadie de servicio. ¿Te gustaría educar a dos nuevas perras?, de 24 y 28 años, morenas, buenas tetas, y dos magníficos culos, que azotar-, le solté a bocajarro.
Se quedó con la boca abierta, aunque habíamos hablado de ello, no se lo esperaba. Tras unos momentos, empezó a sospechar.
-¿Quién son las candidatas?-, me preguntó.
-Patricia y su socia-, dejé caer como quien da la hora, sin darle la mínima importancia.
-¡Estas completamente loco!, son un par de estrechas, que están esperando a su príncipe azul-, dijo totalmente alterada, pero por el brillo de sus ojos, supe al instante que no le desagradaba la idea.
-Pues si tu quieres, a partir de esta noche, tendrán su rey y su reina-, le contesté, explicándole acto seguido que las teníamos en nuestras manos, o mejor dicho que sus cuellos estaban bajo nuestras botas, y que en cualquier momento podíamos apretar y asfixiarlas.
No se podía creer que hubieran sido tan bobas, y menos que yo hubiera ardido un plan, tan maquiavélico, que les hizo cavar su propia tumba.
-¡Eres un hijo de puta!, pero, ¡ me encanta!, ya que tu has diseñado la primera parte del plan, déjame que yo sea quien ejecute la segunda-
No tuve nada que objetar, era justo, y menos cuando sentí que me bajaba la bragueta y me empezaba a hacer una mamada. La sensación de poder, la había excitado. Separándola de mi, le indiqué:
-Guarda fuerzas, para esta noche. Si todo sale bien, vamos a estar muy atareados-.
Eran la 8:30 de la noche, quedaba una hora para que llegaran nuestras presas, por lo que nos fuimos a preparar la encerrona. Lucia se vistió para la ocasión. Cuando la vi salir, me quedé alucinado, llevaba puesto un vestido negro de cuero, que mas que tapar enseñaba, totalmente pegado, de forma que sus nalgas y su pechos resaltaban en su figura.
-¿Y eso?, le pregunté.
-Lo tenía preparado para una ocasión especial-, me contestó muerta de risa.
Como ella iba a ir de negro, en plan Madam Fatal, no quise quitarle protagonismo, por lo que me vestí de blanco, en plan moda ibicenca, con una camisa de lino y unos pantalones de pintor. No me había terminado de atar los cordones, cuando sonó el timbre.-Alea jacta es-, la suerte esta echada, pensé parafraseando a Julio Cesar, el conquistó un imperio, yo estaba formándome un haren.
Cuando llegué al salón, estaban conversando animadamente con mi novia. Patricia e Isabel se levantaron a saludarme, lo que me permitió observar sus cuerpos. La primera, delgada, menuda, una joven morena que parecía que no había roto un plato, de pechos pequeños pero apetecibles, en cambio su socia, era un mujerón, mas de un metro ochenta de lujuria, el pelo rizado, y dos espectaculares melones que serían la delicia de cualquier hombre, todo ello enmarcado en un cuerpo espectacular. Encima de la mesa, había dos carpetas con toda la documentación, que tenía que estudiar, por lo que tras las corteses presentaciones, me excusé y cogiendo todos los papeles me dirigí hacia mi despacho.
Conocía el contenido del 90% de los documentos, pero como tenía que hacer tiempo, me serví un whisky, mientras ojeaba las fotocopias de la empresa. Realmente, estas dos mujeres eran tontas, como dicen en México “las nalgas están peleadas con el cerebro”, desesperadas por su situación habían falseados sus balances, de forma que no solo las iban a embargar, sino que iban a pasarse una buena temporada en la carcel. Al pedir su último préstamo, en poder de mi empresa, se habían inventado unas partidas inexistentes, y para colmo, se les ocurrió poner como aval al padre de Patricia, que llevaba muerto seis años. Era un fraude de lo mas burdo, seis añitos en la trena, calculé.
Era bastante mejor, de lo que suponía, por lo que con la excusa de que quería otra copa, llamé a Lucia, explicándole las novedades, que ya no eran problemas económicos sino penales.
-Dame media hora-, me pidió.
Era su turno, tenía que preparar el terreno, por lo que me puse a leer una revista, para pasar el rato. Pero era imposible, no me podía concentrar en los artículos, no dejaba de especular en los tres bombones, que tenía a 10 metros de mi puerta, en como serían en la cama, y en el uso que les iba a dar. Los minutos transcurrían con una lentitud exasperante, parecía que el reloj no funcionaba, tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano, para quedarme sentado en la silla y no salir corriendo hacia mi futuro.
-Ya no puedo mas, no me importa que solo hayan pasado 20 minutos-, pensé, mientras recogía las carpetas y salía con aire preocupado a reunirme con la mujeres.
Al verme entrar tan serio, en la habitación, Patricia me preguntó:
-Tan mal, estamos-, en su voz noté que había bebido, sobre la mesa estaban dos botellas de vino, vacías y otra a medio terminar, Lucia les había dado de beber, para bajar sus defensas.
-Peor-, le contesté,- tenéis un 90% de posibilidades de terminar en la cárcel-.
-¡No puede ser!-, saltó Isabel,-nuestro asesor nos ha dicho que, como máximo, nos embargan-, su tono de voz se oía francamente preocupado, en su interior debía de saber que yo tenía razón.
-Seguro que no sabe, que el padre de Patricia está muerto, habéis suplantado su personalidad, con el objeto de engañar al banco. Eso es delito, y se paga con 15 años de cárcel-, exageré, pero nos venia bien. Las dos muchachas se desmoronaron, Patricia llorando, se refugió en brazos de Lucia, que la estaba esperando. Con delicadeza, acarició su cabeza, tratando de tranquilizarla.
Durante unos minutos, las dejamos llorando, para que se fueran hundiendo mas en su propia miseria. Isabel, estaba sola, nadie la estaba animando. Desesperada, se lanzó a mis brazos en busca de consuelo.
Mi novia, al ver que me abrazaba, se levantó de su asiento, y cogiéndola de los pelos, le gritó:
-No te parece bastante, lo que has hecho a mi amiga, que ahora, ¡quieres quitarme el hombre!-, a la vez que empezaba a pegarla, a insultarla, echándole la culpa de la desgracia de su amiga haciéndola sentir mas cucaracha, de lo que ya se sentía. Esperé unos momentos antes de intervenir, la violencia era un paso más en el derribo de sus defensas.
Separé a las dos mujeres, pidiéndolas tranquilidad, Lucia no quiso quedarse quieta, todo lo contrario, y dirigiéndose adonde estaba Patricia, le dio un sonoro bofetón, que le hizo caerse de espaldas.
-¡Eres imbécil, ¡no esperes que te vaya a visitar a la cárcel!, ¡ojalá!, ¡te encuentres con una bollera que te viole todas las noches!, dijo maldiciéndola, mientras la muchacha caída en el suelo, no paraba de llorar.
La cosa evolucionaba, mejor que lo que me hubiera podido imaginar, Lucia era toda una actriz, merecía una oscar por su actuación, echándose a mis brazos llorando me imploró:
-Pedro, ¡no lo puedes permitir!, no te lo he contado nunca, pero aunque estoy enamorada de ti, amo a Patricia, no puedo soportar que alguien la toque, ¡ayúdala!, ¡por favor!-
-Zorra-, le grité, mientras la separaba de mí. Las dos socias pararon de llorar, para mirarnos, mi novia seguía abrazada a mis pies, pidiéndome que las ayudara, tan buena era en su papel, que hasta yo me lo estaba creyendo.
-Pedro, eres millonario, tu puedes ayudarlas-, en los ojos de nuestras dos víctimas brilló una leve esperanza, que quedó deshecha al oírme decir que jamás ayudaría a la amante lesbiana de mi mujer.
Patricia, trató de defenderse, diciendo que ella era heterosexual, que jamás había estado con ella, pero no la escuché, y saliendo de la habitación, las dejé solas.
No me había dado tiempo a servirme una copa, cuando Isabel entró en mi despacho, sabía que yo era su única salvación, y no la podía dejar escapar:
-¿En serio, podrías ayudarnos?, me preguntó.
-Podría, pero no quiero-, fue todo lo que oyó de contestación.
-¡Por Favor!, ayudanos, haría cualquier cosa para no ir a la cárcel-, estaba destrozada.
-¿Cualquier cosa?, ¡a ver si es verdad¡, le contesté, mientras liberaba a mi miembro, el cual debido a mi excitación estaba totalmente erécto. Estaba anodadada, nunca se hubiera imaginado que eso es lo que le iba a pedir a cambio de mi ayuda.
-¿Y Lucia?, en su cara se reflejaba el miedo que la tenía, estaba más preocupada por su reacción que por el hecho de hacerme una mamada.
-¿Quieres que te ayude?-, le dije, y ella asintiendo con la cabeza, me contestó. Estaba en mis manos y lo sabía, si quería librarse de ser enchironada, debía de obedecerme.
Sumisamente, se arrodilló frente a mí.Mi pene le quedaba a la altura de de su boca, sin mediar palabra abrió su labios, introduciéndoselo en la boca. No pudiendo soportar la vergüenza, cerró los ojos , suponiendo que el hecho de no ver disminuía disminuía la humillación de ser usada.
-Abre los ojos, quiero que veas, que es a mí, a quién chupas-, le exigí.
De sus ojos, dos lágrimas de ignominia brotaban, entretanto sus labios y su lengua se apoderaban de mi sexo. De mi interior salieron una gotas pre-seminales, las cuales fueron sin deseo, mecánicamente recogidas por su lengua. Era una puta, pero no la perra que yo quería, cabreado la separé de mí, jamás me había gustado, como las prostitutas me follaban, les faltaba pasión.
-Así, ¡No me vale!-, le solté, dejándola sola, en el despacho.
En el salón, Lucia me esperaba impaciente.
-¿Patricia?, pregunté, notando su ausencia.

-Se ha ido-, su cara parecía preocupada, su amiga se había sentido ofendida y se había largado enojada.
-No te preocupes, ya caerá-, y llamando a Isabel que en ese momento se reunía con nosotros, con la cara desencajada por haberme fallado, le pedí que se sentara en frente de nosotros.
Dejé que se acomodara en el sillón, antes de empezar a hablar:
-Mira zorrita, estáis en un buen lío, si no os ayudo, y que conste que solo lo haría por ella-, señalando a mi novia, que seguía con su actuación, gimiendo y llorando,-vais directamente a la cárcel. Salvaros, me costaría un dineral, por lo que quiero algo a cambio-.
La morena sintió la dureza de mi mirada, fuera lo que quisiera sería muy duro aceptarlo, pero mas aun negarse. Se sentía como si le persiguieran una jauría de perros, y de pronto se encontrara con un precipicio, y la única vía de escape era lanzarse al vacío. Sin pestañear, siquiera, esperó mi propuesta.
-Solo, os voy a hacer una oferta, la tomáis o la dejáis, no acepto negociación. Tenéis dos opciones, el trullo, durante quince años, o ser nuestras, en cuerpo y alma durante dos años-.
No era tonta, comprendió a la primera a lo que me refería, su mente luchó durante unos instantes, no iba a ser fácil, pero la otra alternativa era mucho peor. Levantando los ojos, y mirándome a la cara, respondió:
-¿Qué quieres que haga?-
-Baila-, le exigí, mientras ponía musica.
Se levantó de su asiento y empezó a bailar, siguiendo el ritmo pausado de la canción. Dos lagrimas surcaban sus mejillas, pero ninguna protesta surgió de su garganta.
-Ahora sin dejar de bailar, desnúdate-.
Su ropa empezó a caer al suelo, dejándonos ver la rotundidad de sus formas, duras horas de gimnasio habían modelado su cuerpo, y se notaba. Miré a Lucia, por el color de sus mejillas, supe que se estaba excitando. Solo, le quedaban el sujetador y las bragas para terminar, tras un breve titubeo, se despojó de estas dos prendas, quedando totalmente desnuda.
Me puse a su lado, y cual ganadero revisando un ejemplar, sopesé el peso de sus pechos, la forma de sus glúteos, la fortaleza de sus bíceps y de sus piernas. De lo que estaba tocando, lo que mas me gustaba eran sus negros pezones, pero había que reconocer que estaba buena la condenada. Me concentré su sexo, la total ausencia de pelo facilitó mi reconocimiento, separando sus labios, introduje mi dedo índice en su interior. Estaba claro, que no le estaba gustando mi examen, se mantenía seco, sin flujo. En cambio, al probar su sabor, me encantó. Tenía todas las características necesarias, para terminar siendo una buena yegua, sonreí satisfecho.
Quien si se había sentido afectada, fue Lucia. No me había dado cuenta, pero durante mi exploración había aprovechado a desnudarse, y desde el sofá en el que estaba sentada y señalando su vulva, le ordenó:
-Cómeme-.
Sin protestar, se arrodilló en la alfombra. Desde mi puesto de observación, pude apreciar como los labios de la vagina de mi novia brillaban por la excitación que sentía, como su dueña los separaba en espera de su lengua. Isabel, sin dejar de llorar, se disculpó, diciendo que no sabía, a lo que le contesté que solo tenía que hacer lo que le gustaba que le hicieran a ella.
Mas segura de si misma, introdujo toda su lengua en el agujero, y deslizándola lentamente hacia arriba, se apoderó de su clítoris. Lo envolvió con sus labios, quedándose, allí, chupando y succionando con suavidad. Lucia, al notarlo, dio un respingo, y sujetándole la cabeza, la obligó a profundizar en sus caricias. Por sus gemidos, supuse que lo estaba haciendo bien. Nunca había visto a ella, con otra mujer, esa visión me entusiasmo. Me sobraba la ropa, quería hacer uso de ese coño depilado, por lo que con celeridad, busqué quedarme desnudo.
Arrodillándome, me acerqué a Isabel por detrás, sus nalgas duras y morenas me esperaban. Puse mi pene en la entrada de su cueva, seguía seca. Pero ese, no era mi problema, por lo que usando mi saliva, lo humedecí y separando sus labios, la penetré hasta el fondo. Un grito de dolor y humillación salió de su garganta, parando en su labor. Lucia le exigió que continuara, y yo para afianzar la orden, azoté su trasero. Reinició con sus maniobras, a la vez que yo incrementaba mis acometidas. Poco a poco, mi sexo entraba y salía con menos dificultad, aunque no estuviera excitada, no podía evitar que su cuerpo se fuera relajando. Mi novia, por su parte, arqueó su cuerpo al recibir las sacudidas de su orgasmo y con el vaivén de sus caderas, intentó prolongar al máximo su placer. Necesitaba descargar urgentemente, mi calentura era brutal, puse mis manos en su hombros, y usándolos de anclaje, ferozmente introduje toda la extensión de mi vara, chocando contra la pared, de su vagina. La pobre muchacha gritaba de dolor, pero eso no me amilanó, sino por el contrario aumentó la temperatura de mi libido. Notando que se acercaba mi explosión, aceleré mis movimientos, descargando en sus entrañas, en placenteras andanadas, toda mi energía acumulada.
Cansado y saciado, me senté junto a Lucia. Isabel, derrotada y degradada, lloraba, tumbada en el suelo, asimilando su desgracia. Esperé unos minutos a que se calmara. Cuando consideré que ya era suficiente, le ordené que se vistiera, avisándola, que las esperaba, a las dos, mañana en la noche, o no había trato.
Lentamente, se vistió, su mente debía de estar cavilando como convencer a Patricia, de su destino común. Para ella, no había marcha atrás, o convencía a su socia, o se pudría en la cárcel. Caminó como una zombie, hacia la puerta, donde mi novia la esperaba, pero antes de irse dirigiéndome una mirada de odio, se despidió con un “hasta mañana”.
Con una carcajada, le dije a Lucia:
-Mi amor, tenemos un problema-
-¿Cuál?-.
-Tenemos que comprarnos una casa mas grande, en esta, ¡no cabemos los cuatro!-, le respondí, dándole una palmada en su culo.
 
 

Relato erótico: “La fiera 2” (POR KAISER)

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La Fiera
María revisa las cuentas en su casa, el papeleo es la labor que mas detesta en el campo cuando alguien llama a la puerta. Al abrir se sorprende al ver a una amiga de la familia, Sonia, que es la única persona que se mantuvo con ella tras su divorcio, “tenemos que hablar” y le entrega un parte de matrimonio de su sobrina.
 La noticia del matrimonio de Graciela la toma desprevenida, María simplemente no lo puede creer, “por ello Graciela me pidió que te trajera el parte en persona” le dice Sonia, “debe estar loca, no voy a prepararme para esto en solo tres días”, “pues tu sobrina es chica lista, dijo que te fueras de inmediato y que ella te dejara como nueva para la ocasión”. Solo el gran cariño que le tiene a su sobrina hizo que María decidiera asistir a la boda, mal que mal fue su única familiar que la apoyo en los momentos más duros que debió pasar.
 A las cuatro de la mañana Maria se levanta y se pone a trabajar. Sus empleados la notan más activa de lo habitual y Maria les explica la razón, así que deja todo en orden y con los sueldos al día también. El capataz quedara a cargo de la hacienda. Vuelve a su casa se da una buena ducha y se cambia de ropa, cambio que solo implica que la ropa este limpia ya que siempre es lo mismo, camisa de hombre a cuadros, jeans ajustados y botas de cuero que ahora a duras penas pudo limpiar. “Tu te quedas tal cual, no tengo tiempo para lavarte” le dice a su camioneta que esta casi cubierta de barro.
 El viaje fue tortuoso, Maria detesta ir a la ciudad y lo evita en la medida de lo posible pero se las arregla para dar con la casa que Graciela tiene junto a su novio la cual es impresionante, toda una mansión y afuera se aprecian varios vehículos estacionados, todos de lujo los cuales contrastan con la camioneta todo terreno de María. Cuando toca a la puerta una empleada le abre y la mira con profunda desconfianza como si ella fuera una mendiga o algo así. Amablemente pregunta por Graciela, “la señorita esta ocupada ahora” es la seca respuesta, “me envió un parte de matrimonio y además soy su tía” responde con su ya típico tono de mando. La empleada revisa el parte y la deja pasar, “la señorita esta en el living” le dice la empleada dándole un desagradable mirada de arriba abajo.
 Maria va hacia el living y a medida que se acerca escucha voces, algunas familiares y otras no tanto. Ella cierra los ojos y respira hondo, “bien aquí vamos”. Maria se asoma y ve a varias personas, Graciela con un tipo joven y atractivo a su lado, su novio. Carla, la hermana de Maria esta ahí también junto a su nuevo esposo, además hay algunas modistas con varios vestidos de novia y una señora de bastante edad que al parecer es la madre del novio junto a otros familiares de este. “Sigue mi consejo este vestido debes elegir por…”, ella se detiene cuando nota que Graciela no esta poniendo atención, ella esta mirando hacia la puerta y todos lo hacen, las reacciones de sorpresa al ver a Maria son evidentes, “¡Tía!” exclama Graciela que sale disparada a saludarla.
 “¡Pero como has crecido niña!” le dice Maria al verla después de tanto tiempo, “¡ya pensaba que no ibas a venir!”, “que va por poco me lo pierdo”. “Disculpen pero, que hace esta señora aquí” dice la madre del novio en un tono de molestia dejando en claro que la presencia de Maria no es una sorpresa grata, “veo que mi hermana ya le hablo de mi” responde Maria con una mirada fría y dura, “yo la invite, supuse que la dejarían fuera así que le envié un parte por mi cuenta y le pedí a Sonia que le fuera a avisar” dice Graciela con un tono desafiante imitando a su tía. Carla se hace la desentendida al igual que otros de sus familiares ahí presentes.
 “Mucho gusto en conocerla” dice el novio que trata de distender el ambiente que se volvió muy tenso. Él hace un intento de besarle la mano a Maria pero ella no se lo permite y le da la mano igual que aun hombre apretándosela con fuerza, “gracias pero yo no soy para esos gestos, espero que cuides y hagas feliz a mi sobrina”, “es la mujer de mi vida” responde con un aire de galán de telenovela, “más te vale, le rompes el corazón y yo te romperé el cuello” le dice María dándole una fiera mirada a los ojos provocando carcajadas en su sobrina, una sonrisa nerviosa en el novio y mucha incomodidad en el resto.
 “Llegaste justo a tiempo, quiero tu opinión, tengo siete vestidos de novia aquí y no sé cual usar, y eso que la boda es unos días” le dice Graciela. “Pues dudo que alguien que se vista de una manera tan, simple, pueda dar consejos de moda” dice una de las presentes que mira a Maria con cierto desdén por su aspecto de vaquera. Maria revisa los vestidos uno a uno y mira a su sobrina, “este te queda, simple y elegante, es perfecto para ti, no necesitas nada más para verte bien”, las expresiones de espanto en las presentes eran de fotografiarlas, “hecho, este será mi vestido” dice Graciela dando por sentenciado el asunto, “les dejo los detalles de la boda a ustedes tengo que hacer con mi tía” y se vuelve a Maria tomándola del brazo, “ven acá tenemos mucho de qué hablar” agrega dejando el resto con los crespos hechos.
 “Por lo visto mi presencia no es bienvenida aquí” dice Maria pero su sobrina no se hace problema, “no les hagas caso son unas viejas amargadas, ya estaba harta con el asunto del vestido, pudiste llegar ayer, fue mi despedida de soltera y estuvo de pelos” dice con una picara sonrisa, “conociéndote ya me lo imagino”. En el jardín de la casa ambas conversan hasta bien entrada la noche, en ese momento aparecen otros sobrinos de Maria los cuales ella no había visto desde que eran unos bebes y a otros ni siquiera los conocía. Todos ellos quedan encantados encontrándola muy guapa y el verla vestida así solo la hace más atractiva aun algo que de inmediato le hacen ver con toda clase de piropos, “espera a que te vean una ves que cambies tu look y los dejaras muertos” bromea Graciela.
 A la mañana siguiente Maria baja a desayunar con su tenida habitual, “me vine tan rápido que no alcance a empacar nada” se excusa ante las miradas de recelo de algunos de los presentes. A la distancia cruza miradas con su hermana pero no se dicen una sola palabra. Graciela deja finiquitados los últimos detalles de su boda, “hoy tendremos que dejarte lista a ti” le dice a su tía que no luce muy convencida. Maria trata de escabullirse pero sin éxito y Graciela la lleva directamente al centro comercial, “veamos que podemos hacer contigo”.

La primera parada fue el estilista que casi se desmayo al ver el cabello de Maria, seco y sin brillo, “¡que horror pero que le has hecho!” exclama, solo por que esta con su sobrina Maria no lo estrangula. Debió soportar un sermón y un tratamiento para su cabello que la tuvo sentada en silla por dos horas, para una mujer tan trabajadora y activa como ella es todo un suplicio tener la cabeza llena de quien sabe que cosas sin poder hacer nada, “no puedo creer que antes me prestaba para esto” le dice a su sobrina que se esfuerza por no reír. También le hacen una manicura ya que las uñas de sus manos estaban muy maltratadas por el trabajo, pero al menos le reconocen que su piel se ve muy bien y que no necesita maquillarse demasiado para lucir las bellas facciones de su rostro.

 Con bastante alivio Maria salió del salón de belleza, “no te relajes que aun nos faltan el vestido y los zapatos”. Nuevamente fue una agonía para Maria, se impresiona que su sobrina tenga tanta paciencia para ello y la idea de usar taco alto le parece un suplicio, “te diré que hace muchos años deje de usar estas cosas” se queja mientras mira en una vitrina. Tras tener los zapatos viene el tema del vestido y Graciela la lleva con su modisto el cual pone una expresión de espanto, al ver a Maria vestida así, y de admiración al notar las curvas que posee a su edad. Se pasea a su alrededor, la mira y la toma de las caderas y la cintura, Maria se controla para no reaccionar ya que no aguanta que ningún hombre la toque así, pero Mauricio es, “diferente”.
 
Sorpresivamente Mauricio se pone detrás de Maria y estira sus manos tomándole sus pechos para comprobar la forma y firmeza de los mismos algo vital para el vestido que ella va a usar, por desgracia Maria no lo ve así y se voltea para golpearlo, solo Graciela lo evita. “Calma, calma él sabe lo que hace” le dice a su tía. Después de eso Mauricio se acerco a Maria con bastante precaución y le paso una tenida para que se la probara, “vaya te ves increíble, serás la reina de la fiesta”, “no mi niña, tu eres la novia y serás la reina, yo solo me conformo con ser la bruja que tape algunas bocas nada más”.
 Maria se dedico a colaborar con los preparativos de la boda, siendo una mujer de trabajo no tuvo problema alguno en estar con los empleados mientras otros simplemente se dedicaban a tomar té o a beber algo y a mirar. En ningún momento cruza una palabra con su hermana y la única razón por la cual Maria la tolera es por su sobrina. Su nuevo cuñado se le acerca, pero Maria de manera sutil le deja en claro que ella no esta para reencuentros con nadie, “será mejor que tengas cuidado con esas actitudes hacia mí, Graciela es la razón de mi presencia, pero ella sabe muy bien que mi paciencia tiene sus límites” le advierte.
 Es el día de la boda y hay todo un caos en la casa, la gente va de un lado para otro y desde tempranas horas María ya está en pie trabajando con los empleados en la decoración del hotel donde se hará la fiesta. Vuelve a la casa donde come algo y visita a su sobrina que está con los nervios hechos, “solo cálmate y respira hondo” le dice varias veces. Graciela le presta su auto para que no deba estar paseándose en su “tanque” como le dice a la camioneta que usa.
 La hora de la boda ya está cerca y María se va a cambiar de ropa, irá a la ceremonia pero se ubicara retirada a fin de evitar problemas. En la casa están casi todos listos en el living cuando ella aparece de improviso. Su cabello lo lleva tomado en un simple moño que resalta la belleza natural de su rostro y sus ojos pardos, sus carnosos labios los lleva pintados de un vivo color rojo haciéndolos aun más apetecibles. María usa una simple polera de tirantes de color rojo, pero con un escote capaz de provocar un infarto, una blusa blanca como si fuera chaqueta y una falda negra justo por encima de la rodilla. Es una tenida simple y sencilla, como a ella le gusta, pero que luce sus atributos de una manera que deja a todos con la boca abierta, precisamente lo que ella quería además de mostrar que pese a su aspecto habitual de vaquera, María tiene clase y elegancia cuando desea mostrarlo. “¿Nos vamos?” pregunta y de inmediato varios de sus sobrinos se pelean por acompañarla en el auto.
 Tras la ceremonia tía y sobrina se reencuentran en la fiesta donde Graciela no deja de alabar a María que se ha convertido en toda una celebridad, “¡te lo dije!” dice Graciela y María se ríe. Hacía años que no iba a una fiesta pero luego de un rato comenzó a disfrutarlo, manteniéndose alejada de su familia, se dedicó a charlar con otras personas e incluso acepto salir a bailar, pese a que no lo hacía hace mucho tiempo se divirtió bastante y demostró que puede mover sus curvas con bastante soltura lo que se convierte en un imán para los hombres de todas las edades, sus sobrinos la sacan a bailar a cada instante, “veo que causas furor, entre los jóvenes” le dice Sonia al oído y María le tira un codazo en respuesta, aunque se acuerda de Joaquín.
 A eso de las cinco de la mañana María se rinde y decide irse, está cansada y algo mareada, por lo que pide un taxi para volver a la casa. Desea dormir y regresar a su hacienda en la tarde, tres días fuera es demasiado. Al llegar el lugar está en calma, una empleada se despierta y va a recibirla pero María le dice que se vaya a dormir. Se saca sus zapatos que la están matando y sube a su habitación lista para unas cuantas horas de sueño, pese a todo se divirtió como nunca y se ríe al recordar las caras de algunos invitados al verla. María entra en su habitación y cierra la puerta dirigiéndose a su cama, pero alguien la abraza por detrás.
 “¡Hey que demonios!” exclama y de inmediato comienza a forcejear mientras otras manos recorren su cuerpo metiéndose bajo su falda y deslizándose de manera impertinente encima de sus pechos mientras ella escucha comentarios acerca de su busto y lo grande que es. “¡Malditos degenerados les romperé el cuello!” exclama ella pero le tapan la boca. Debido a la oscuridad María no ve quiénes son y ciertamente el exceso de copas le ha quitado fuerzas. Sus agresores sigue adelantes y cuando cierra sus piernas deja una mano atrapada entre las mismas. De improviso le suben su peto y le abren el sostén, María intenta forcejear pero la toman con fuerza de las manos. “Vamos tía, no se resista” le dice una voz y María se percata de quienes son, sus sobrinos a los cuales vio el otro día y que en la fiesta a cada instante la acompañaban.
 Son cinco en total y siguen adelante manoseándola y besándole los pechos pese a su oposición, “tía nos dejaste muy calientes con esas curvas, solo queremos divertirnos un rato” le dice uno, “tienes un tremendo cuerpo, mira como me tienes” agrega otro y le toma la mano llevándola a su verga que María siente dura y tiesa, otro hace lo mismo y ante esa avalancha de caricias y besos que recibe comienza a ceder.
  Por todo su cuerpo siente como la besan y el que la tiene por detrás le restriega su miembro en el culo y la besa en el cuello. Son caricias bruscas, pero que la provocan. Pese a que ella se resiste, su cuerpo reacciona de manera distinta, situación que le hacen notar cuando ellos advierten como sus pezones se ponen duros y su coño húmedo. Desde que se fue Joaquín, María no ha tenido sexo con nadie y solo se conforma masturbándose en las noches situación que no la satisface del todo, por ello ahora su cuerpo empieza a despertar.
 Sorpresivamente cuando una lengua acaricia su sexo se le escapa un profundo gemido que atrapa la atención de todos, María está caliente y ya no puede ocultarlo. “Lo haremos, pero a mi modo”. De inmediato la sueltan aunque la siguen rodeando. María se besa con quién está detrás cruzando sus lenguas, con sus manos ella soba las vergas que están a su alcance y el resto de inmediato vuelve a la carga, para devorarle sus magníficos pechos y su sexo. María va de boca en boca, besándose con sus sobrinos, algunos demuestran que saben, otros no tanto y otro no, pero con ella aprende a besar. Sus lenguas se pasan por su cuerpo, en su cuello, sus hermosos pechos, su vientre y su coño. María separa sus piernas y ellos le lamen entre sus muslos y uno presiona los dedos en su trasero, “es increíble, tan apretado” le dice uno de los chicos.
 Rápidamente comienza a desvestirse ellos y a sacarle la ropa, su falda queda tirada a un lado así como su blusa y su peto. María los siente recorriendo su cuerpo y a cada momento se ponen más osados metiéndole los dedos en su coño y luego pasándoselos en la boca, pronto siente como le hacen sexo oral en su coño y en su culo a la vez mientras le chupan y lamen sus grandes pechos, “¡oh si, vamos, más fuerte, más profundo!” demanda María al sentir como se lo hacen. Sus besos de boca en boca y sus manos de verga en verga, está decidida a atenderlos a todos y que todos la atiendan a ella.
 Sobre la cama la recuestan con algo de rudeza, María no alcanza a decir nada cuando uno de ellos le hunde su rostro entre sus gruesos muslos para lamerle el coño. Otro la sujeta y le mete su miembro de una vez en la boca casi ahogándola mientras la folla entre esos carnosos labios. De inmediato María atrapa con sus manos las otras dos vergas disponibles y otro chico se monto sobre ella haciéndose una paja con sus grandes pechos, María es ahora una Fiera sexual en todo su esplendor.
 Sobre la cama María da rienda suelta a su calentura, los atiende a todos por igual mamando sus vergas casi hasta hacerlos acabar. Les pide que no dejen de lamer su coño y darle tanto como puedan. No pasa mucho hasta que María siente una verga hundiéndose en su coño, libera un fuerte quejido mientras la penetran y pronto sus senos comienzan a agitarse y la cama a crujir. Su sobrino apoya sus piernas en sus hombros y la folla tan duro como puede mientras su tía se dedica a mamar cuanta verga tiene al alcance de su boca. María siente el sabor a semen y eso la excita aun más sumado al hecho que son sus sobrinos.
 María le hace una seña al más joven de todos, él cual es aun virgen, “acuéstate aquí” le ordena y ella se le monta encima empalándose en su miembro de una vez. María se besan con todos que le meten mano como quieren tomándole sus pechos y frotándole su clítoris mientras le cabalga encima a su sobrino más joven que apenas le sigue el paso. Los gemidos de María se ven ahogados por los miembros que se van turnando entre sus labios y los demás se dedican a lamer todo su espectacular cuerpo, chupando sus pezones y su clítoris, besándola y restregándole sus miembros en la cara.
 

Rápidamente María cambia de pose y ahora se pone en cuatro y de inmediato un miembro se hunde en su coño, “ven te la quiero mamar” le dice uno de ellos. Y mientras un miembro se hunde en su sexo en un extremo, otro lo atrapa en su boca. Le arremeten con todo y se escucha el sonido de las embestidas que le dan contra sus nalgas, sus pechos se balancean de un lado para otro y María se carga contra quien la penetra a fin de recibirla mejor. Uno por uno la cogen en su boca o en su sexo como a ella le gusta, se muestran tan fogosa y caliente que ellos se toman turnos a fin de recuperar fuerzas para poder satisfacerla, María los deja sorprendidos al demostrar lo ardiente que es en realidad.

  Le cabalga con todo a uno de ellos, le restriega sus pechos en el rostro mientras se lo monta gimiendo y suspirando. Le hace una paja a otro chico frotándosela hasta que el semen comienza a brotar y de inmediato la pone en su boca para hacerlo correrse. Unos dedos traviesos se van metiendo entre sus nalgas y eso le encanta, “mejor usa tu miembro” le pide, y él rápidamente le cumple penetrándola en su estrecho agujero que parece le va a exprimir su verga. Es la primera vez que María es penetrada por dos vergas a la vez, una fantasía que había querido realizar y ahora lo está cumpliendo.
 “Vamos tía, hazme una mamada” le pide uno y María se siente obligada a cumplirle. Entre tres se la follan al mismo tiempo, los otros dos María los atiende con sus manos, los quiere complacer a todos al mismo tiempo, por ello le encanta cuando comienzan a turnarse para darle en el culo, para todos es la primera vez que prueban la exquisitez de un culo, y más aun este considerando que es de su tía y de una madura tan guapa y caliente.
 María se voltea y hace que su sobrino acostado en la cama se la folle en el culo, quiere dejarlos a todos complacidos y él la abraza con fuerza metiéndole su miembro tan profundo como pueda. María separa sus piernas y rápidamente su coño la atención que se merece. “Muévete, dame espacio” dice uno y María se sorprende al ver como una segunda verga se metiendo en su coño hasta que se hunde junto a la otra. Los tres chicos se mueven al unisonó y María tiene un concierto de gemidos y quejidos mientras la follan. Los otros dos se acercan y ella los empieza a pajear con sus manos y a mamar sus vergas una y una. A esas alturas algo de luz solar comienza a llegar a la habitación.
 El clímax esta cerca, María lo siente venir en su cuerpo y en ellos también, “quiere que se corran sobre mí” les dice en medio de sus gemidos y pronto siente su culo llenarse de una calidez y otro se corren sus manos para luego poner sus miembros frente al rostro de María y dejarlo cubierto de semen. Otro se la pone en la boca y se corre con todo mientras los chicos que le dan a su ardiente coño hacen lo mismo también. María se recuesta en la cama y recibe un aluden de semen sobre todo su cuerpo, ella les saca hasta la última gota de semen y usa su boca para mamar sus vergas hasta el final. Los chicos la dejan cubierta en esencia de hombre.
 Tras tener sexo de manera tan salvaje María se duerme profundamente y despierta pasado el medio día con su cuerpo impregnado en semen y sintiendo su aroma. De forma rápida y discreta ella se da un buen baño y se pone su vestimenta habitual. Baja a la cocina a desayunar donde se entera que Graciela ya se fue de Luna de Miel. María se despide de los empleados y se dirige a su camioneta dispuesta a volver a su querida hacienda cuando es interceptada por algunos de sus sobrinos los cuales de inmediato avanzan sobre ella, pero está vez, María no es tomada por sorpresa.
 “Si me vuelven a hacer algo así sin mi permiso, los matos a todos” les advierte de manera severa dejándolos algo asustados, “¿y con su permiso?” replica uno de ellos, María sonríe, “es otra historia y eso no sucederá en un buen tiempo”, se despide de ellos y se va.
 Ha pasado una semana tras el matrimonio de Graciela cuando María nota a un grupo de trabajadores riendo y comentando algo. Ella no le presta atención, pero nota que la observan de reojo, al acercarse todos se alejan dejando al capataz, “¿podría saber cuál es el chiste?” pregunta con sarcasmo. De manera nerviosa el capataz le cuenta, “eh bueno, su sobrina, la señorita Graciela”, “señora” corrige María, “bueno, nos mando unas fotos de su matrimonio, en especial estas donde sale usted”. María abre los ojos de par en par al ver fotos de su persona luciendo como toda una dama, y muy sexy además, en la boda. En otras ella sale bailando y riendo algo muy extraño en María. “Si veo esas fotos de nuevo, los cuelgo a todos, ¿está claro?”, “si señora” le responde el capataz y María aleja sonriendo pícaramente.

Relato erótico: Verano en la casa rural (1 de 2) (POR TALIBOS)

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Mi nombre no importa en absoluto, al fin y al cabo sólo soy el narrador, no uno de los personajes, aunque eso sí, un
narrador un tanto particular, pues voy a permitir que sean los propios protagonistas los que cuenten sus peripecias, ya verán cómo. De todas formas, he de realizar una pequeña introducción para poner en antecedentes a los lectores.

Esta es la historia de dos primos, Cristina y Francisco y de las aventurillas que tuvieron el pasado verano. Si me he enterado de lo que sucedió fue gracias a que llegaron a mis manos los diarios personales de ambos y, tras leerlos (bastante feo por mi parte, pero bueno), juzgué que la historia era lo suficientemente interesante como para contarla, así que me dediqué a clasificar y transcribir los pasajes “importantes”, de forma que conformasen una narración ordenada de los hechos.
Así que, en definitiva, éste no va a ser un relato al uso, sino una trascripción literal de fragmentos de ambos diarios, ordenados de forma que compongan una historia con sentido. Cuando lo estime necesario, insertaré algún comentario o aclaración propio, para explicar algún punto oscuro, pero, revisando el material, no creo que sea preciso hacerlo demasiadas veces.
Obviamente, no voy a copiar íntegramente los diarios de los dos chicos, pues hay literalmente cientos de anotaciones que no tienen nada que ver con la historia y carecen de interés para el lector, pero que sí me han servido para hacerme una idea de la personalidad de ambos y para conocer un poco a sus familias, lo que, como ya verán, tiene cierta importancia en la historia. Para esto me ha ayudado además mi propio padre, que conocía personalmente a uno de los matrimonios desde antes de los sucesos, por lo que he podido sonsacarle algunos datos para rellenar los huecos que me quedaban en la información familiar (aunque claro, él no sabía para qué quería yo esos datos).
Pues bien, según he averiguado, los padres de los chicos, Raúl (el de Cristina) y Juan Carlos (el de Francisco), son hermanos, nacidos en Madrid. Años atrás, Juan Carlos abandonó la capital del reino y se trasladó a Almería, donde conoció a su mujer, Lara, con la que tuvo un hijo.
Mi padre les conoce desde hace años, pues en su antiguo trabajo coincidió con Juan, con el que entabló cierta amistad. Según me contó papá, Lara resultó ser una mujer bastante religiosa y chapada a la antigua, ama de casa de oficio y totalmente centrada en cuidar de su hijito. En el momento de los hechos (verano del 2010), Francisco contaba con 17 años de edad y según he deducido de su diario era un pardillo de campeonato.
Su prima era harina de otro costal. Sus padres, Raúl y Noemí, eran mucho más liberales y eso se había reflejado en la educación de su hija. La chica, ya con 18 años, estudiaba primero en la universidad (no digo en cual pues sería dar demasiados datos teniendo en cuenta que no he cambiado los nombres de los protagonistas). Chica moderna, chica de su tiempo, llevaba una vida bastante alocada, a juzgar por las “anécdotas” que cuenta en su diario que, sin duda, sumarían material jugoso suficiente para escribir otro relato (o varios).
Según parece, sus resultados académicos de su primer año de facultad habían dejado mucho que desear, por lo que sus padres la habían obligado a pasar el verano con ellos para que estudiara, en vez de dejarla sola en Madrid como era su deseo. Así que no es muy de extrañar que la chica fuera de vacaciones con un cabreo impresionante.
Pues bien, resulta que ambas familias llevaban literalmente años sin verse, por lo visto desde la primera comunión de Francisco, y a los padres les pareció buena idea pasar las vacaciones de Agosto juntos, por lo que se les ocurrió alquilar una casita rural en la sierra.
Juan Carlos se acordó de su viejo amigo Luis (mi padre), que años antes había heredado unos terrenos en su pueblo y había construido o arreglado unas cuantas casitas para alquilarlas. De hecho, mis padres, un poco cansados de la vida en la ciudad y del estrés del trabajo, habían aprovechado y, juntando el dinero heredado con lo que habían ahorrado, adquirieron un pequeño supermercado en su pueblo natal, donde volvimos a trasladarnos cuando yo tenía 10 años.
Con lo que les daba la tienda y con la explotación de las cuatro casitas que tenían (dos heredadas de mis abuelos maternos, una de los paternos y una comprada), vivíamos muy cómodamente en el lugar, totalmente aclimatados a la vida rural. En breve, yo también iba a iniciar mis estudios universitarios, para lo que tendría que trasladarme a la ciudad, aunque eso es otra historia y no viene al caso para nada.
En Marzo, mi padre recibió una llamada de su antiguo compañero, preguntándole si tendrían una casa disponible para alquilar (a buen precio, claro) durante el mes de Agosto. Mi padre, encantado de tener noticias de un viejo amigo, le respondió afirmativamente e incluso quedaron un par de semanas después para que Juan Carlos pudiera visitar el pueblo y echarle un vistazo a las casas, para poder escoger la que más les gustara.
Papá estaba contento con el negocio, pues la visita de esta familia tenía grandes ventajas. Por un lado, querían la casa para todo un mes, lo que resultaba más cómodo que alquilarla por semanas o quincenas; y por otro lado, los inquilinos eran gente conocida, con lo que el riesgo de que se te metiera algún desalmado que te destrozara la casa desaparecía.
Las cosas se desarrollaron con normalidad, Juan Carlos y su familia nos visitaron en Abril, vieron las casas y escogieron una, la más lejana del pueblo, pues por lo visto les encantaba hacer senderismo y aquella estaba en plena sierra. Era una casita estupenda, de dos plantas, con cinco dormitorios, dos salones y tres baños, reformada y modernizada por completo. Era demasiado grande para tan poca gente, pero no les importó pagar más, pues disponía de una piscina bastante grande, rodeada de césped. También tenía un pequeño parque infantil, con columpios y balancines que mi padre compró de saldo al ayuntamiento cuando los cambiaron por unos más modernos, aunque eso no les interesó mucho, pues no tenían críos pequeños.
Ese día conocí a Francisco, que era de mi edad, por lo que intenté entablar conversación con él, cosa que no fue fácil, pues era bastante tímido. Aún así, me pareció buen chaval, inteligente y tranquilo, aunque un poco reservado.
Nuestros padres concertaron el precio, acordaron la señal para la reserva (que fue pagada religiosamente) y no tuvimos más noticias de ellos hasta Julio, cuando nos llamaron para decirnos que en vez de cinco personas serían seis, pues su sobrina iba a venir también, castigada por las malas notas.
Por fin, el 1 de Agosto se presentaron ambas familias en la casa, donde les aguardábamos mi padre y yo para entregarles las llaves y enseñarles la casa al hermano de Juan Carlos y a su familia.
Así conocí a Cristina y he de reconocer que me quitó el aliento. Estaba buenísima. Cabello rubio cobrizo, teñido con mechas y recogido en una larga cola de caballo, despejando su hermoso cuello, para combatir el calor. Su rostro era perfecto, labios carnosos, ojos claros, parecía una modelo.
Y qué cuerpazo, qué curvas, qué todo. Me dejó sin habla. Y además iba vestida de una forma…
Aunque claro, eso no importó demasiado, pues ella ni se dignó a mirarme. Un seco “hola” cuando su padre nos presentó y después se dedicó a ignorarme por completo, con una expresión de infinito aburrimiento en su dulce rostro mientras mi padre se esforzaba en ponderar las virtudes de la casa que iba a ser su hogar durante los siguientes 30 días.
Por fin, la visita terminó y mi padre les entregó los dos juegos de llaves. Nos despedimos y mi padre les dijo que nos avisaran si surgía algún problema. Antes de irnos, nos aseguramos de que al menos uno de sus teléfonos móviles perteneciera al principal operador del país, pues era la única compañía con cobertura en la zona y era conveniente disponer de uno para no quedar incomunicados.
Tras dejarles, nos fuimos a otra de las casas, pues los inquilinos de la misma también estaban a punto de llegar y había que repetir el proceso con ellos.
No volví a pisar la casa hasta el 26 de Agosto, cuando acudí con mi padre a revisar una avería eléctrica, lo que nos permitió asistir a uno de los espectáculos más impresionantes que he visto en mi vida. Pero no adelantemos acontecimientos.
Días después, sobre el 28 o el 29, encontré los diarios de los chicos.
Interesado por averiguar qué había sucedido, me los guardé y los leí, gracias a lo cual he podido componer este relato.
Bien, basta de preámbulos, ahora les cedo la palabra a Cristina y Francisco para que les cuenten su historia. Espero que les guste.

Sábado, 31 de Julio. Diario de Cristina.

Estoy hasta el coño de mis padres. Me han jodido pero bien. Hasta última hora, he mantenido la esperanza de que me levantaran el castigo y me dejaran sola en casa mientras ellos se iban con los plastas de mis tíos. Y una mierda para mí.
Joder, con la de planes que tenía para el verano. Sólo de imaginar en la de cosas que iba a hacerme Nacho si me hubieran dejado la casa para mí… mejor no pensar en eso, que me mojo toda.
A tomar por culo todo, me voy a pasar un puto mes encerrada en una casucha en el quinto coño, donde Cristo perdió la sandalia y seguro que allí ni discotecas, ni bares, ni juergas, ni mierda para mí.
Sólo de pensar en estar todo el mes con los plastas de mis tíos y el niñato de mi primo me pongo de los nervios. Joder, si hace tantos años que no nos vemos que vamos a ser desconocidos. Y mejor así, porque lo poco que recuerdo de tía Lara es para echarse a temblar. Todavía me acuerdo de cómo me miraba en la comunión de Francisco, como si yo fuera un monstruo por no haber querido hacerla también. Sí, para eso estaba yo, para pasarme las tardes en la catequesis…
Tentada he estado de largarme a casa de una amiga y joderles el plan. Pero ya veo a mi padre: “mientras vivas bajo mi techo, harás lo que yo te diga…”. Cabrones, me tienen cogida por las pelotas… bueno, por las pelotas no, por los ovarios. Y todo por unos cuantos cates…
Esta va a ser mi última noche de libertad, así que voy a salir a desfasar con mis amigas…
 
Sábado, 31 de Julio. Diario de Francisco.
 
Estoy ilusionado. Tengo ganas de volver a ver a los tíos y a la prima. Casi no me acuerdo de ellos, pero papá está contentísimo por reencontrarse con su hermano. Es extraño cómo se distancian las familias a veces, supongo que es un poco culpa de todos.
Espero caerles bien; mi madre me ha dicho que Cristina es un poco rebelde, que no ha hecho la comunión ni nada, al parecer, porque ella no quiso hacerla. No me lo creo, seguro que fue cosa de su madre, recuerdo que era atea. Mejor no criticar… “No juzguéis si no queréis ser juzgados”.
Eso sí, me da un poco de pena perderme las convivencias de este año, pero a papá le hacía mucha ilusión que pasáramos las vacaciones todos juntos, así que me disculpé con el padre Rafael por no poder hacer de monitor. Es un hombre muy amable, me dijo que lo entendía y que no me preocupara.
Me voy a ir a dormir temprano, mañana nos espera un viaje muy largo…
Domingo, 1 de Agosto. Diario de Cristina.

Pues qué bien. Ya estamos aquí. Estoy escribiendo un rato antes de bajar a cenar, por no aburrirme. Estoy encerrada en mi cuarto y desde aquí arriba escucho las voces que pegan desde el salón. Que se diviertan.

Menudo viajecito. Creí que me moría. La cosa ya empezó jodida cuando me presenté en casa a las seis de la mañana, justo cuando mis padres se levantaban para el viaje. Mi padre me ha echado una mirada que me acojonó un poco, pero por lo menos no me ha pegado la bronca. Menos mal que había dejado la maleta hecha, así que hemos cargado el coche y nos hemos puesto en marcha. No me han dejado ni cambiarme de ropa.
El viaje ha sido horroroso, me lo he pasado mareada y con ganas de vomitar. Al menos anoche me corté un poco y no bebí demasiado, con lo que me he ahorrado la resaca. A eso de las 9 hemos parado en un bar de carretera a desayunar. Estaba que me caía de sueño, por lo que me he tomado 2 cafés y un par de tostadas. Eso me ha asentado un poco el estómago. Mi padre me miraba divertido, regodeándose de que me encontrara tan mal. Ay, papi, si supieras que tu hijita va sin bragas y que no se acuerda de dónde las dejó…
Sin poder evitarlo, sonreí acordándome de la noche anterior. Tenía una buena polla el tío de la disco. Seguro que me las dejé en su coche. ¿O fue en el de Nacho? Mi padre se quedó extrañado por mi sonrisa. Que se joda.
Después de la parada, el muy cabrito ha procurado no dejarme dormir en todo el trayecto. Con la radio puesta a toda ostia o preguntándome gilipolleces. Y mamá muerta de la risa en su asiento. Cómo les gusta tocarme las narices. Aunque es divertido. Ya me vengaré.
He pasado todo lo que he podido de ellos, procurando concentrarme en cómo el fresquito del aire acondicionado se colaba por mi minifalda y me daba en el chocho…
…………………..
Y cuando llegamos… madre mía. Son justo como los recordaba.
Mi tío Juan es el más simpático de todos, me ha saludado con un par de besos y un abrazo. Apuesto a que le ha gustado estrujarme. Mi tía es un asco, pija y remilgada. A pesar del calor la tipa iba con una blusa de manga larga (gilipollas) y anda siempre jugueteando con el crucifijo que lleva en el cuello. Me da grima.
Aunque creo que es mutuo. Cuando me ha visto con el top y la minifalda ha puesto una cara… Va a ser un verano muy largo.
Y mi primo… menudo pringado. El otro día escuché en la tele a alguien diciendo que fulanito era un meapilas. No tengo ni puta idea de lo que significa eso, pero, sea lo que sea, estoy segura de que Francisco es un meapilas.
Menuda cara de agilipollado tiene el pobre. Cuando le he saludado, creí que iba a hacérselo encima. No ha dicho ni mú. Bueno, creo que ha dicho “Hola”, pero no estoy muy segura. En el fondo me ha hecho gracia, pues el pobre ha estado mirándome con disimulo todo el rato. Lo que me faltaba, que el pringado de mi primo se ponga palote conmigo.
Por allí andaban también los catetos que eran dueños de la casucha en que nos íbamos a recluir. Bueno, he de reconocer que la casa no está mal y la piscina es cojonuda. Por lo menos tomaré el sol.
Como estaba reventada, en cuanto he podido me he desmarcado y me he ido a echar la siesta. Le he dicho a mamá que no me llamen para comer y por una vez, me han hecho caso. Son ya las 9 de la noche, por lo menos he recuperado el sueño de anoche.
Joder, ya la oigo que sube a por mí para ir a cenar. Me voy disparada a meterme en la ducha.
……………………………………
Bueno, la cena no ha estado mal. Mi tío me ha vuelto a abrazar, saludando a la “Bella Durmiente”. Me parece que este veranito esos abrazos van a ser muy frecuentes. Me da igual, sobre todo porque veo que molestan a tía Lara.
En la cena he tratado de charlar con Francisco, pero le he sacado poco más. Se ve que no está muy acostumbrado a hablar con chicas. El meapilas lleva un crucifijo al cuello, como su madre y me da la sensación de que éste no ha visto un coño ni en fotografía. Quizás me divierta tomándole el pelo.
Y eso que es guapete el tío, si me lo hubiera encontrado en una disco quizás habría intentado calzármelo, pero tras hablar con él y ver que tiene menos personalidad que una piedra…
Además, es mi primo. Como me dice siempre Bego… “Cristi, no seas puta…”
Domingo, 1 de Agosto. Diario de Francisco.
El viaje ha sido estupendo, se me ha pasado rapidísimo. Me lo he pasado bomba jugando con mamá a lo de las matrículas. Tras un buen rato jugando, papá nos ha amenazado con tirarnos del coche si no nos callábamos y los tres nos hemos partido de risa.
Los tíos son un encanto, veo que mamá exageraba diciendo que tía Noemí era muy descarada. Me ha parecido muy simpática y me ha dicho que a ver si le pego a la prima un poco de mis ganas de estudiar. Me ha dado un poco de vergüenza, pues he comprendido que mamá ya le ha hablado de mis notas. Mamá a veces se olvida que el orgullo es pecado.
Y prima Cristina… es sencillamente preciosa. Me ha dejado sin habla. Luego he escuchado a mamá comentarle a papá que iba vestida como una golfa. Bueno, un poco de razón sí que tiene, pero según tío Raúl es porque salió por la noche y se ha venido para acá sin dormir. Pobrecilla, no me extraña que se haya ido directa a su cuarto sin comer ni nada.
Además, por la noche, cuando ha bajado a cenar, recién duchada y sin pintarrajear, se ha mostrado mucho más simpática, aunque, como soy muy tímido, me ha dado un poco de vergüenza. Espero que no se haya molestado.
 
Nota del autor: Durante unos días no pasa nada de interés, mientras la familia se va adaptando a la convivencia. El primer incidente reseñable se produce el día 4.
 
Miércoles, 4 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina.
 
Hoy ha pasado algo muy raro. Bueno, no estoy segura de si ha pasado en realidad.
Hasta hoy, Francisco se ha mostrado conmigo como un conejo asustado, cada vez que le hablo parece estar a punto de cagarse en los pantalones. Me resulta divertido, así que intento cachondearme un poco de él, pero en el fondo me da un poco de pena.
Me pregunto si lo habrá visto…
Esta mañana, como todos los días, me he ido a la piscina después de desayunar. Como me levanté la última, he desayunado sola y me ha tocado recoger la mesa. Esto es idea de mi tía, que dice que “Eso enseña responsabilidad”. Tócate los huevos, para ella la función de la mujer es esa: lavar los platos.
Bueno, a lo que iba. Tras recoger, me he ido a la piscina a tomar el sol. Me ha jodido un poco ver que hoy no se han ido a pasear por el monte con papá y el tío y estaban las dos allí. Mamá y la pija. Para tocar un poco las narices, me he paseado en bikini delante de mi tía, para que viera bien lo que es una mujer con curvas y no ella, que en sus mejores tiempos debía ser como el palo de una escoba. Me ha encantado ver la expresión de desagrado que ha puesto al verme.
Educadamente, les he dado los buenos días y he colocado mi toalla a unos cuantos metros, pasando por completo de su conversación. Me he untado un poco de aceite, me he puesto las gafas de sol y me he tumbado boca arriba, con los pies apoyados en el suelo y las piernas encogidas.
Francisco andaba por allí sentado en su toalla, casi junto a la piscina. Ha contestado tímidamente a mi saludo, pero no ha hecho ademán de venir a charlar conmigo, así que he pasado también de él.
Me he pasado un buen rato así tumbada, sintiendo cómo el sol iba calentando mi piel. Entonces, he pensado en darme la vuelta, para freírme bien por las dos caras, vuelta y vuelta, como un filete, pero, al hacerlo, me he dado cuenta de que uno de los lazos de mi bikini se había soltado.
A ver, el bikini que me he puesto es el rojo, el que tiene lazos que se anudan en las caderas para cerrar la braguita y uno de ellos se había desatado, con lo que la tela se había movido y dejaba al descubierto mi entrepierna.
Vaya, que me he pasado media mañana con el coño al aire.
Nerviosa, me he arreglado el bikini y entonces me he dado cuenta de que la toalla de mi primo estaba situada en una posición tal que era perfecta para disfrutar del espectáculo. Por suerte, mi primo no estaba allí, sino que estaba en la piscina, nadando como loco. Hay que reconocer que está en forma.
Joder. ¿Me habrá visto? ¿Habrá estado el muy cabrito toda la mañana mirándome el coño?
 
 

Miércoles, 4 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco.

 
Voy a ir al infierno. Dios mío, qué vergüenza he pasado. ¿Cómo voy a mirar a Cristina a la cara otra vez? No puedo creérmelo.
Dios. Cada vez que cierro los ojos lo veo otra vez. Soy un pecador. No puede ser. Con lo bien que había empezado la mañana.
Me había tumbado cerca de la piscina, lejos de mamá y la tía porque no me apetecía  que empezaran otra vez a hablar de mis notas y estaba allí tranquilamente tumbado cuando ha llegado Cristina.
Es guapísima. Es más guapa que las presentadoras de la tele. No he podido evitarlo y la he mirado y, aunque el padre Rafael dice que no tiene nada de malo que mire a las chicas, la verdad es que me siento culpable.
Cuando me ha saludado, le he devuelto el saludo con tranquilidad, ya no me pongo tan nervioso como al principio. Pero ahora…
Al principio no me he dado cuenta. Yo he seguido tranquilamente tomando el sol, pensando en darme un chapuzón. Pero mi mente pecadora me ha obligado a volver a mirarla. Y entonces lo he visto.
Cristina se ha tumbado en su toalla con las piernas recogidas y la pobre no se ha dado cuenta de que se le ha soltado el bikini. Me he quedado anonadado, no podía apartar la mirada de entre sus piernas. Jamás había visto nada tan hermoso…
Voy a ir derechito al infierno. He tenido pensamientos impuros con mi prima. Cuando me he querido dar cuenta, mi sucio pene se ha puesto durísimo dentro del bañador. Y me ha gustado. He sentido placer al notar mi ardiente carne apretarse contra la tela y he seguido mirándola en silencio, procurando que nadie se diera cuenta.
Me he tumbado en la toalla boca abajo, apretando con fuerza la pelvis contra el suelo y he encontrado placer impuro al hacerlo. Mis ojos no se han apartado ni un momento de su entrepierna, hipnotizados por la acogedora gruta de trémula carne que mi prima mostraba inadvertidamente.
Tiene razón mamá. Las mujeres son el origen del pecado. Pero somos los hombres los pecadores, pues no es culpa de ella el que yo sea un guarro que la ha espiado. Podría haberla avisado, podría haber movido mi toalla a otro sitio. Pero no. Me he callado como el pecador que soy y he seguido espiándola, frotando mi pene contra la toalla.
Cuando Cristina se ha movido, casi se me para el corazón. Asustadísimo, me he levantado de un salto y me he arrojado a la piscina. El agua fría me ha hecho bien, pero cuando he vuelto a mirarla y he comprobado que desde el agua podía seguir mirando entre sus piernas… Lo he hecho.
Y todavía peor. He descubierto que justo allí había un agujero de la depuradora de agua por el que salía un fuerte chorro. Me he colocado al borde de la piscina, de forma que el chorro impactaba directamente en mi erecto pene. Como el guarro que soy, me he bajado el bañador y he empezado a masturbarme con mucho disimulo, con el chorro de agua presionando contra mi erección. Y sin dejar de mirar la hermosa vagina de mi prima.
Sé que el padre Rafael dice que no es pecado que un chico joven se toque, pero yo me siento muy culpable cada vez que lo hago. Soy débil.
Y esta vez ha sido peor, porque sin duda ha sido la vez más placentera de todas, observando a escondidas la primera vagina que veo. He eyaculado con más fuerza que nunca y he mirado con expresión estúpida como mi semen se desparramaba en el agua de la piscina, saliendo disparado al pasar por delante del chorro de la depuradora.
Por fortuna, nadie se ha dado cuenta de nada. Tras acabar, mi pene ha bajado por fin, así que me he puesto a nadar, haciendo largos uno tras otro hasta agotarme, hasta olvidarme de todo, con la mente en blanco. Cuando no he podido más, he visto que mi prima ya no estaba, lo que me ha tranquilizado mucho.
Soy un pecador. Esta noche rezaré 100 padrenuestros, rogándole a Dios que me perdone. Estoy deseando regresar a casa para confesarme en la parroquia. Podría ir a la iglesia del  pueblo, pero me da vergüenza contarle estas cosas a un cura desconocido. Aunque quizás fuera mejor así.
 
Miércoles, 4 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina.
Estoy segura. El muy cabrón me ha visto el coño. Cuando nos hemos topado para ir a comer, no se ha atrevido ni a mirarme la cara. Estaba todavía más cortado que el primer día.
Muy bien, primito. Si quieres guerra, la tendrás. Vas a pasar un verano muy, muy largo.
Miércoles, 4 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco.
 
Me quiero morir. No soporto la vergüenza. Cristina me ha mirado de una forma… Lo sabe.
 
Jueves, 5 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina.
Me he quedado más tranquila. Es verdad que las cosas hay que consultarlas con la almohada. Anoche me acosté cabreadísima con Francisco, pero luego lo he pensado mejor y he visto que no ha hecho nada malo.
Qué demonios, al fin y al cabo no le pillé mirándome, sino que, cuando me di cuenta del espectáculo que estaba ofreciendo, él ya no estaba allí.
Me imagino lo que pasó. El pobre se dio cuenta de que su primita andaba con el chichi al aire y, muerto de vergüenza, no supo qué hacer, así que se tiró a la piscina.
Lógico. Qué iba a hacer el pobre. Con lo tímido que es no iba a acercarse para decirme: “Oye, prima, que se te ve el chochete”. Hizo lo único que se le ocurrió, comportarse como un caballero y no mirar.
Le daría las gracias, pero seguro que si le comento el asunto le da un infarto. Mejor dejarlo estar.
Trataré de ser más simpática con él.
Jueves, 5 de Agosto. Diario de Francisco.
 
No puedo expresar con palabras el alivio que siento. Esta mañana he bajado asustadísimo a desayunar por si me tropezaba con Cristina. Me encontraba cansadísimo, pues esta noche casi no he pegado ojo.
Como no andaba por allí, he tratado de quitarme de en medio. No sabía si irme a la piscina o a dar un paseo. Y entonces me la he encontrado. Me he puesto coloradísimo, pero ella se ha mostrado super simpática, más que nunca.
Me siento feliz. Sólo con el alivio que sentí cuando ella no dio señales de enfado casi me desmayo. Seguro que no se dio cuenta de que la estuve mirando. Ni de lo que hice después…
Soy un pecador y me merezco un castigo. Pero me alegro de que Cristina no se haya enterado de que soy un guarro…
Y qué bien nos lo hemos pasado. Por primera vez desde que estamos aquí hemos charlado tranquilamente. Cuando he visto que no estaba enfadada me he relajado mucho y por fin he podido hablar con ella sin problemas.
Hemos hablado un poco de todo, pero especialmente sobre ella y las clases de la universidad. Me ha contado muchas cosas sobre el ambiente de la facultad, lo que me vendrá muy bien para el curso que viene y yo le he contado anécdotas de la parroquia y del padre Rafael, lo que la ha divertido mucho.
Estoy super feliz, creo que podré hacerme amigo de mi prima. Incluso me he ofrecido para ayudarla a preparar los exámenes de septiembre para las asignaturas que le han quedado y ella se ha mostrado encantada.
Luego nos hemos bañado juntos en la piscina y ella me ha dicho que nado muy bien, con lo que me he sentido halagado…
Doy gracias a Dios por haber pasado un día tan bueno…
 
Jueves, 5 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina.
 
 

Y tanto que es un meapilas. Joder qué coñazo me ha dado toda la mañana contándome rollos de no sé qué cura y de la madre que lo parió. Es un pringado.

Pero bueno, es lo que hay. Si al pobre lo han educado así…. No me extraña con el coñazo de madre que tiene. Y es una pena, porque el chico es bastante guapete. Y no veas como nada, parece un delfín. Tiene un buen cuerpo, supongo que de tanta natación, pues me ha dicho que no ha pisado en su vida un gimnasio, pero que a la piscina sí que va. Lo dicho, una pena semejante desperdicio.
Por lo menos parece que se le ha pasado un poco el canguelo de hablar conmigo. Creo que cuando ha visto que no iba a montarle un pollo por haberme mirado el chichi en la piscina, se ha relajado tanto que casi se mea encima. Lo he encontrado hasta mono.
Y además es bastante amable. Se ha ofrecido a echarme un cable con los exámenes que tengo que preparar y yo he aceptado. Total, yo sola sé que no me iba a poner a estudiar, a ver si con el plasta del Francisquito rondando por alrededor logro concentrarme un poco. Además, seguro que así mamá estará contenta, si me ve liada con los libros…
Y seguro que a tía Lara no le gusta… ja, ja, ja…
Viernes, 6 de Agosto. Diario de Cristina.
Sorprendida me he quedado. Joder con Francisco, es ponerse con los estudios y parece otro.
Hemos pasado la mañana como ayer, en la piscina, charlando y dándonos unos chapuzones. Francisco se ve mucho más tranquilo y calmado hablando conmigo, ya no se aturrulla tanto. Eso sí, en cuanto le he preguntado si tiene novia, se ha puesto como un tomate, ja, ja, qué mono.
Es justo como sospechaba. No ha tenido novia ni nada parecido en su vida. De hecho, creo que ni siquiera ha salido mucho por ahí. Pobre chico.
Sin embargo, después de comer, cuando nos hemos puesto a estudiar, se ha transformado. Se ve que estaba en su salsa. Me jode reconocerlo, pero el tío es un profesor magnífico. Me parece que he aprendido más Física en un par de horas con él que en todo el curso con el capullo de Torres. He sido capaz de resolver problemas que esta mañana no habría sabido ni por donde empezar. Estoy impresionada.
Aunque más impresionada se quedó mamá cuando le dije tras el almuerzo que me iba a dar una ducha y que luego me iba a poner a estudiar. Ja, ja, con la boca abierta se quedó la pobre, para haberle hecho una foto.
Como apruebe Física en septiembre, voy a tener que hacerle un buen regalo a Francisco…
Viernes, 6 de Agosto. Diario de Francisco.
No sé si ha sido buena idea ofrecerme para ayudar a Cristina con los estudios.
No es por ella, no. He descubierto que es mucho más inteligente de lo que ella misma se cree. Esta chica se menosprecia mucho, parece que piense de sí misma que es sólo una cara bonita, pero detrás hay mucho más.
No comprendo cómo le ha ido tan mal en los exámenes. Coge las cosas al vuelo y, en cuanto se ha concentrado un poco, ha pillado lo que le explicaba sin problemas.
Pero no, la culpa no es de ella. La culpa es mía. Soy un pecador.
Cuando la he visto entrar al salón el corazón me ha dado un vuelco. Se había puesto una camiseta de manga corta de su padre a modo de vestido, que le quedaba tan grande que le llegaba a medio muslo, con lo que daba la sensación de que no llevaba nada más. Mi pecaminosa mente se ha puesto enseguida a especular sobre si llevaría algo de ropa debajo o estaría completamente desnuda.
Ya la he visto tantas veces en bikini que casi no me afecta, pero verla así, con esa camiseta amplia, las piernas desnudas, el pelo todavía húmedo tras la ducha… soy un enfermo.
Cuando se ha sentado a mi lado y se ha inclinado sobre la mesa no he podido evitar mirar subrepticiamente por el escote de la camiseta y me he sentido muy desilusionado cuando he comprobado que llevaba el bikini debajo. No sé qué esperaba.
Por suerte, nos hemos puesto en marcha enseguida y he podido concentrarme en la Física. No ha habido problema con la materia, he estudiado cosas más difíciles, así que nos hemos puesto con las primeras relaciones de problemas.
Todo ha ido bien durante un rato, mientras he estado explicándole cosas, pero, cuando se ha puesto ella con los problemas y yo no tenía nada que hacer… Que Dios me perdone, pero he vuelto a mirarla con ojos lujuriosos.
Qué bonita es, me encanta la cara que pone cuando se concentra. Es guapísima, pura, hermosa…
Y yo soy un maldito pervertido.
Aprovechando que estaba centrada en un problema, he acercado disimuladamente mi pierna a la suya, hasta que mi rodilla ha rozado su muslo desnudo. Cuando sentí el roce de su cálida piel, me creí morir. Y he tenido una erección.
Soy un enfermo. He empezado a tocarme el pene por encima de los shorts bajo la mesa mientras mi pobre prima estaba a mi lado, resolviendo el problema. No me creo nada de lo que me ha dicho mi madre. Esta chica es un ángel.
Y cuando ha resuelto el problema… Qué contenta se ha puesto. Me ha dado un abrazo y un beso en la mejilla, entusiasmada por haber sido capaz de resolverlo sola. He tenido mucho cuidado de que no se diera cuenta de que mi miembro estaba erecto. No quiero que sepa que soy un pervertido. Me moriría de vergüenza, pues ella confía en mí y mientras yo la espío como un guarro lujurioso.
Soy basura. Tengo que rezar…
 
Sábado, 7 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina.
Espero no arrepentirme. Esta mañana, a propuesta de Francisco, nos hemos pasado un par de horas estudiando. Mamá está contentísima de verme tan aplicadita, así que está super amable.
Lo gracioso es que a quien felicita es a Francisco, no a mí. Tócate los huevos.
Pero bueno, no me molesta mucho, pues la verdad es que mi primito me está ayudando mogollón.
Luego, ha llegado el tío Juan Carlos (que había bajado al pueblo a comprar unas cosas) y nos ha contado que ha visto unos carteles de una fiesta que celebran esta noche en la disco del pueblo.
¡Joder! ¡Se me han puesto los ojos como platos! ¡Una fiesta!
He mirado a mamá con ojos de cachorrillo y ella me ha comprendido sin necesidad de decir nada. Me muero por ir.
Yo esperaba que, como siempre, ella se negara de entrada y tuviera que pasarme el día detrás de ella dándole el coñazo y prometiéndole que iba a encargarme de cien tareas de la casa, pero me ha dejado descolocada diciendo que no le parecía mal dejarme ir si Francisco venía conmigo.
A mi tía Lara casi le da un soponcio. Ja, ja. Y Francisco no ha dicho ni mú.
Y es que no sé. La verdad es que me llevo mucho mejor con él ahora, pero llevármelo por ahí de discoteca… no sé.
Pero entonces ha surgido el problema del transporte. Ninguno de los dos tiene carnet y el pueblo está a unos cuantos kilómetros. Tío Juan Carlos se ha ofrecido a llevarnos y a recogernos, pero eso ni de coña. ¿Y si me sale plan qué? ¿Le digo al tío que espere en el coche mientras yo me enrollo con algún cateto?
Francisquito ha dado con la solución. Ir en moto. Para eso sí tenemos licencia. Y papá alquiló un scooter para ir y venir del pueblo. Pero claro, me dejan ir si me llevo al meapilas.
Como he dicho antes… espero no arrepentirme.
Sábado, 7 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco.
 
No puedo creerlo. Esta noche voy a ir a una fiesta con Cristina. Mamá se ha pasado la tarde dándome la tabarra para convencerme de que no vaya, pero no le he hecho caso. Seguro que lo pasamos muy bien.
Estoy deseando que llegue la hora…
 
Sábado, 7 de Agosto. Madrugada. Diario de Francisco.
 
Mamá tenía razón. Cristina es una puta.
 
 

Domingo, 8 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco.

 
No comprendo lo que pasó anoche. Fue un shock. Descubrí que mi madre tenía razón y que mi prima es una golfa. Qué desilusión.
Con lo bien que empezó todo. Iba a ser la primera vez que iba a una discoteca. Estaba muy nervioso.
Aunque habíamos quedado en salir sobre las nueve, yo estaba listo dos horas antes. Me puse un vaquero nuevo y la camisa azul a rayas, e incluso me engominé un poco el pelo, pues Cristina me había dicho que seguro que me quedaba bien.
Estuve esperándola mucho rato y yo estaba cada vez más nervioso. He aprovechado para comer algo. Tío Raúl me ha dicho que no me preocupara, que lo normal es que las mujeres tarden mucho. Será verdad, pues eran casi las nueve y media cuando por fin ha aparecido Cristina.
Pero ha merecido la pena esperar. Estaba guapísima. Iba vestida con una falda corta blanca (demasiado corta según mamá) y una camiseta de tirantes del mismo color (top creo que lo llaman). Me ha llamado la atención un brazalete de plata que refulgía en su tobillo y ella, dándose cuenta de que yo lo miraba ha posado el pie en el brazo del sofá para que pudiera verlo bien.
Casi me da un infarto al tener su hermoso muslo casi junto al rostro, pero he sabido controlarme y no he mirado donde no debía.
“¿Te gusta?” me ha dicho Cristina “Hace juego con esta otra” Y me ha enseñado una pulsera muy parecida que llevaba en la muñeca. Yo he balbuceado que me encantaba y ella me ha sonreído, haciéndome estremecer.
Y por fin nos hemos puesto en marcha.
Papá ha sido muy amable y me ha dado 50 euros para que invitara a Cristina a tomar algo. Mamá en cambio no estaba muy contenta, pero yo no le hice caso, lo que fue un error.
Yo quería conducir, pero Cristina no ha querido ni oír hablar de eso y se ha sentado delante. Yo, avergonzado, me he colocado detrás y ella ha arrancado.
Al principio todo ha ido bien, pero, en cuanto hemos perdido la casa de vista, me ha gritado que me agarrara bien y ha acelerado tanto que creí que nos matábamos.
Está medio loca, hemos ido zumbando por el camino de tierra que lleva hasta la carretera del pueblo. No sé cómo hemos llegado.
Cristina se ha reído de mí cuando le he dicho que fuera más despacio y ha acelerado más. Por suerte, hemos llegado a la carretera y, una vez en el asfalto, la moto ha dejado de pegar botes y se me ha pasado el susto.
Pero eso ha sido peor.
Me he dado cuenta de que me iba agarrado con fuerza a su cintura y de que su trasero estaba apoyado directamente en mi entrepierna. He comprendido rápidamente lo que iba a pasar y me he esforzado en pensar en otras cosas, pero no ha servido para nada: mi pene se ha puesto duro.
Qué mal lo he pasado, rezando para que mi prima no notara que mi erección presionaba contra sus nalgas. Por suerte, concentrada en la conducción, no se ha dado cuenta y no me ha dicho nada.
Cuando hemos llegado, me las he apañado para sacarme los faldones de la camisa por fuera para tapar el bulto de mi pantalón y no ha pasado nada.
Después la cosa ha ido bien durante una hora o así. Hemos comprado las entradas y Cristina me ha dado las llaves de la moto para que las guardara. Me ha convencido para que me tomara una copa con alcohol y no ha estado mal. Papá siempre dice que no pasa nada por tomarse una, siempre que no se abuse. A mamá seguro que no le habría gustado.
Como allí dentro no se podía hablar por culpa del ruido (no comprendo cómo a la gente le gustan esos sitios), Cristina me ha arrastrado a la pista de baile.
Es la primera vez que bailo con una chica y la verdad es que me ha gustado. Sé que bailo fatal, pero a Cristina no ha parecido importarle, pues me ha dicho que lo único que tenía que hacer era dejarme llevar y seguir el ritmo. Y yo lo he hecho.
Por todas partes había parejas bailando y he visto cómo se frotaban unos contra otros con total desvergüenza. Me he sentido muy incómodo, pero Cristina parecía encontrarlo lo más natural del mundo.
Poco a poco ha ido arrimándose a mí, bailando cada vez más cercana a mi cuerpo. En un momento dado, se ha dado la vuelta y ha pegado su cuerpo al mío, frotándose contra mí con todo el descaro. Y que Dios me perdone, yo no me he apartado.
Entonces, ha sucedido algo que al principio no comprendí.
Cristina se ha inclinado sobre mí, haciendo que el corazón me diera un vuelco. Lo que ha hecho ha sido hablarme al oído, diciéndome no sé qué de una chica que estaba mirándome.
Yo no entendía nada y he mirado adonde ella me indicaba, encontrándome con un grupo de 4 o 5 chicas que cuchicheaban entre ellas.
“Anda, vete a la barra a pedir una copa y éntrale a la de la blusa azul, que esa quiere tema”, me ha dicho entonces Cristina.
Yo estaba super confundido, no entendía qué quería decir mi prima ni a qué tema se refería. No sé cómo, ella me ha empujado suavemente hacia la barra y yo he caminado hacia allí sin saber qué pasaba.
Mientras pedía un refresco, la chica de azul se me ha acercado y me ha dicho hola, pero yo no le he hecho caso, pues iba vestida como una golfa. Me sentía muy confundido, la cabeza me daba vueltas. Sólo pensaba en regresar junto a Cristina y seguir bailando con ella. Lo estábamos pasando tan bien…
Entonces la he visto. Y he comprendido por qué me había mandado a la barra.
Me he sentido fatal, humillado y enojado. Nunca me había sentido así. En la pista de baile, mi prima se frotaba impúdicamente contra un tipejo del pueblo que había aprovechado que yo había ido a la barra para ir a por ella. Estaba que explotaba de ira, pero, lo que más me cabreó, fue que mi prima no parecía molesta en absoluto.
Con total impudicia, se frotaba descaradamente contra el tipo, que había posado sus manazas a medias en su cintura, a medias directamente en su trasero. Mi prima, mostrando por fin la clase de golfa que era, dejaba que el tipo incrustara descaradamente su muslo entre los suyos, mientras ella deslizaba lujuriosamente sus caderas contra él.
Enfadado, me he dado la vuelta y le he pedido al camarero otra copa con alcohol. Me la he bebido casi de un trago.
No sé muy bien qué pasó después. Recuerdo  únicamente un zumbido en los oídos y que,  de repente, lo he visto todo rojo. Cuando me he querido dar cuenta, estaba junto a Cristina que seguía frotándose sin ningún reparo contra el tipo, la he agarrado del brazo para que me mirara y le he gritado a la cara lo que pensaba de ella: que era peor que la ramera babilónica.
Me he vuelto a casa en la moto. La he dejado allí tirada. Da igual, seguro que su nuevo amiguito la trae. Como no quería dar explicaciones, no he regresado directamente, sino que he aparcado en un prado que hay antes y me he tumbado en la hierba a mirar las estrellas.
Me sentía fatal y he acabado vomitando. Seguro que ha sido culpa del alcohol. Ya me lo había advertido mamá.
Creo que me he quedado dormido. A eso de la una, he regresado a casa, procurando no hacer ni un ruido. Todos dormían. Y Cristina no estaba en su cuarto.
Puta.
 
Domingo, 8 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina.
¡La puta que parió al desgraciado éste! ¡Si ya lo sabía yo! ¡Quién coño me mandaba a mí salir con el puto pringado! ¡La escenita que me montó! ¡Ramera mongólica me dijo el niñato de los cojones! ¡En cuanto lo pille a solas le voy a cruzar la cara de un guantazo!
¿Se puede saber quién cojones se cree que es?
Y eso que al principio todo iba fenomenal. Nos montamos en la moto y nos largamos echando leches. Yo iba de muy buen humor, porque había visto cómo se le caía la baba al ver cómo me había vestido, así que sabía que estaba rompedora y que esa noche iba a triunfar. Y, aunque Francisco sea un pringado, una no es de piedra y le gusta saber que está atractiva.
He de reconocer que me sentía un poco rara. Cuando noté cómo sus manos se aferraban a mi cintura sentí un extraño calor recorriendo mi cuerpo, así que le di caña a la moto, no sé muy bien si para llegar antes o para obligarle a que se agarrara más fuerte a mí.
Siendo sincera, creo que fue más bien lo segundo, porque pensándolo bien, llevo desde que vinimos aquí sin echar clavo y, a estas alturas, ando un poco revolucionada. Sí, seguro que fue eso, que ando muy necesitada.
Pronto pasó lo que yo esperaba y pude notar perfectamente cómo su polla se endurecía contra mi culo. Sonreí sin poder evitarlo. Haciéndome la tonta, meneé un poco el culito y lo apreté contra su creciente bulto y he de reconocer que me quedé impresionada. Creo que el meapilas oculta un buen secreto dentro del pantalón. Quien lo hubiera dicho.
Así, notando perfectamente cómo la polla de mi primito se estrujaba contra mí, el trayecto se me ha pasado volando. Aunque no podía verle la cara, estaba seguro de que debía estar colorado como un tomate.
Cuando hemos llegado, el pobre ha intentado ocultar el asunto sacándose la camisa. Qué mono.
Entonces me ha pasado algo extraño. Mientras Francisco compraba las entradas, me he sorprendido mirándole y he notado que estaba mojada. Joder, tenía las tetas como rocas y los pezones de punta. No me lo podía creer, me había puesto cachonda con mi primo.
Eso no podía ser. Tenía que buscarme una polla enseguida, para quitarme de encima la calentura y tanta tontería.
Pero he acabado bailando con él. No sé qué me ha pasado. Cuando me he dado cuenta, estaba frotando mi culo contra él como una perra en celo. No sabía que fuera tan débil. Ha bastado una semana sin sexo para hacerme perder los papeles.
Entonces he visto que unas chicas no le quitaban el ojo de encima a Francisco. Qué cojones, no es tan raro. Bien mirado, es bastante guapo y además estaba bailando con un pivón como yo, así que seguro que las catetas del pueblo han sentido interés.
Muy confusa y queriendo apartarle de mi lado, lo he mandado a la barra, para ver si la golfa que le miraba le entraba o no. Ni un segundo ha tardado la muy puta. Eso me ha cabreado.
Pero justo entonces se me ha acercado un tipo del pueblo. Antonio, Ángel o algo así creo que se llamaba. Me da igual. Aunque hay que reconocer que en este sitio no pierden el tiempo.
 
Queriendo apartar mi mente de Francisco, le he dejado que me entrara, aunque no era mi tipo (demasiado musculitos) y me he puesto a bailar con él. He mirado a Francisco y he visto que hablaba con la golfa y eso me ha molestado mucho, no sé por qué, así que me he arrimado más al tipejo ese, que no ha tardado ni un segundo en agarrarme el culo.
Y entonces ha aparecido Francisco, echando fuego por los ojos. Me ha gritado que era una puta mongólica o no sé qué y se ha largado. He tenido que sujetar al maromo que estaba conmigo, pues iba a salir disparado detrás de él para calzarle dos ostias.
Como he podido, le he calmado y he seguido bailando con él, aunque lograrlo me ha costado un buen sobeteo de culo. El hijoputa ese no ha desaprovechado la oportunidad y me ha magreado a conciencia. Todavía me duele, seguro que lo tengo lleno de cardenales.
Y encima yo, como una gilipollas, estaba preocupada por donde estaría Francisco.
En cuanto he podido, me he escapado del salido ese y he ido a buscarle. Estupefacta me he quedado cuando, una vez en la calle, he descubierto que el muy mamón se había largado con la moto, dejándome tirada.
¡El muy cabrón! ¡Encima de que me monta el cirio me deja allí sola! ¡Será puerco!
Estaba que echaba chispas, si le llego a pillar en ese momento, me lo cargo.
Cabreadísima, he regresado a la discoteca y me he tomado un par de copas. El fulano de antes ha vuelto al ataque, pero he pasado de él porque no me gustó que me estrujara el culo. He oteado el panorama y pronto he visto a un chico bastante guapo que me miraba con bastante descaro. Una sonrisita y enseguida le tenía al lado invitándome a una copa.

Como no soy tonta, prácticamente lo primero que le he preguntado es si tenía coche. Al tipo se le ha puesto una cara de ilusión que hasta acojonaba, así que le he aclarado que necesitaba que alguien me llevara.
Él ha dicho que sin problemas, pero que los taxis no son gratis. Le he mirado a los ojos y he pensado que qué cojones, que por lo menos era guapo.
Como era temprano, hemos bailado un rato y por lo menos ha sido más comedido que el otro. A éste le gustaba más refregarme la entrepierna por el culo que estrujármelo a lo bestia, así que lo hemos pasado mejor.
Un par de bailes y de copas más tarde, me he encontrado en un rincón de la disco con la lengua del chico hundida hasta la garganta. Cuando me he querido dar cuenta, ha metido la mano por debajo de mi falda y dentro de mis bragas, empezando a acariciarme el coño con torpeza. Menudos dedazos tenía el tío. Su mano parecía un muestrario de pollas.
He intentado apartar su zarpa, pero, entre que ya andaba muy pedo y que la verdad es que no se le daba tan mal el asunto, he acabado por dejarle continuar.
El tío llevaba una empalmada de campeonato y la restregaba contra mi muslo con ganas, así que le he dejado meterme mano cuanto ha querido. Había que pagar el taxi.
Por fin, cuando se ha quedado a gusto, he logrado que me llevara a casa, pero él ha insistido en que nos tomáramos otra copa. Me dio igual, total, pagaba él.
Bastante colocada, tuve que apoyarme en su hombro para llegar hasta el coche, un SEAT León tuneado, cómo no. Menos mal que el tipo conocía al dueño de la casa rural y sabía adonde íbamos, porque yo ya no estaba para darle indicaciones.
Pero el muy cabrito tenía otra cosa en mente además de llevarme a casa.
Yo iba en el asiento del pasajero, bastante hecha polvo, con la cabeza apoyada en el cristal. Cuando hemos salido del pueblo, de pronto él ha posado la mano en mi muslo desnudo. Me he incorporado como he podido, para decirle que no podía más, que se dejara de rollos, pero entonces he visto que el muy cabrón se había abierto la bragueta y se había sacado el rabo, duro como una piedra.
“Siempre he soñado con que me la chupen mientras conduzco” me dijo el hijoputa. Yo iba a implorarle que me dejara tranquila, pero algo en su expresión me hizo comprender que, o hacía lo que me decía, o era capaz de dejarme allí tirada en medio del campo.
Acordándome de todos los muertos de Francisco y de la madre que lo parió, tuve que inclinarme hacia la entrepierna del cateto y meterme su asqueroso trozo en la boca. El tipo ha gemido como una niña cuando he deslizado su polla hasta el fondo de mi garganta y he empezado a juguetear con la lengua.
Enseguida, como siempre hacen estos tipos, ha posado su manaza en mi cabeza para marcar el ritmo, como si a estas alturas yo necesitara instrucciones. Deseando acabar con aquello lo más rápido posible, me he dedicado a chupársela con ganas, aguantando a duras penas las ganas de vomitar.
Y ha pasado justo lo que me esperaba. Este tipo de cerdos son todos iguales. Cuando ha notado que iba a correrse, me ha apretado por la nuca con fuerza, hundiéndome la polla hasta el fondo. Yo me he relajado todo lo que he podido, sabiendo lo que iba a pasar, pero, aún así, cuando ha descargado los primeros lechazos en mi garganta, me ha costado horrores soportar las ganas de potarle en el regazo.
No lo he hecho por la misma razón por la que no le he dado un buen mordisco en la polla. Para no quedarme allí tirada.
Cuando por fin se ha quedado a gusto, con los huevos bien vaciaditos, el hijo de puta me ha soltado. Me he incorporado como un resorte y he bajado a toda prisa la ventanilla, sacando medio cuerpo fuera para escupir.
Y ya no he podido más y he acabado echando hasta la última papilla. Una mezcla de vómito, alcohol y semen se ha desparramado por el arcén de la carretera, aunque yo he aprovechado para que salpicara el costado del coche. Que se joda ese hijoputa.
Todavía ha intentado convencerme para que echáramos un polvo, pero conseguí librarme diciéndole que estaba fatal y que el sábado siguiente volvería a la discoteca. Y un huevo de pato.
Por fin, a eso de las 3 de la mañana, me ha dejado en la casa. Sintiéndome un poco mejor tras vomitar, he entrado tratando de no chocar con nada y he subido a mi cuarto. La puerta de Francisco estaba cerrada. Seguro que el muy cabrón estaba dormido soñando con los angelitos.
Me he pasado la mañana durmiendo y me he levantado después de la hora de comer, con una resaca de mil pares de cojones. Como estaban todos en la piscina, he aprovechado para escabullirme y agenciarme algo para comer. Y ahora estoy aquí, escribiendo en mi diario. Relatando la increíble noche en que dejé que un completo pringado se burlara de mí.
Se va a acordar…
Nota del autor: En los siguientes días no pasa nada reseñable. Ambos se limitan a volcar su enfado con el otro en sus diarios, poniéndose a parir. Los padres notan que algo ha pasado entre ellos, pero lo atribuyen a una discusión.
Las clases se interrumpen y el ambiente se enrarece, así que los padres (Juan Carlos y Raúl) les dan una charla a sus respectivos hijos tratando de convencerles de que se lleven mejor.
Francisco, más calmado, parece estar por la labor, pero Cristina se lo toma como una nueva imposición de sus padres y se rebela. Pero, en vez de hacerlo abiertamente, decide ser más sutil para vengarse de su primo y humillarle todo lo que pueda.
 
Jueves, 12 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco.
 
He tratado de poner paz con Cristina. He estado pensando mucho en lo que pasó en la fiesta y la verdad es que no comprendo por qué me comporté así. Es cierto que estaba actuando como una prostituta, pero eso no es asunto mío y, si quiere condenarse para toda la eternidad, pues allá ella.
Yo soy su primo y lo único que puedo hacer es aconsejarla para que vaya por el buen camino, pero no puedo obligarla a que lo haga. Estuvo de más el gritarle e insultarla y sobre todo el dejarla tirada en el pueblo, a saber cómo se las apañó para volver.
Bueno, le he pedido disculpas como me dijo papá y ella las ha aceptado, así que me siento un poco mejor. Me he ofrecido a reanudar las clases y, aunque ha dudado un momento, ha acabado por aceptar, así que esta tarde, después de comer, estudiaremos un rato juntos.
Espero que las cosas vayan mejor a partir de ahora.
 
Jueves, 12 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina
El puto meapilas ha venido más suave que un guante. Seguro que mamá le ha dicho que trate bien a la perdida de su prima y al muy pringado le ha faltado tiempo para venir a disculparse.
Como si con eso bastara, cabrón. Por tu culpa tuve que chuparle la polla a un puto cateto. Y se me corrió en la boca.
Te haré pagar esa humillación. Voy a conseguir tenerte besándome los pies y al final te daré la patada.
Y ya me encargaré yo de que tu mami se entere de todo.
Agárrate que vienen curvas.
Jueves, 12 de Agosto. Noche. Diario de Cristina
 
Ja, ja, ja, ja… Hemos empezado bien. Voy a conseguir que este pringado acabe comiendo de mi mano. Voy a volverlo loco de deseo, a ver si es tan “santito” como su madre se cree.
Se me ha ocurrido la idea durante el almuerzo. El imbécil de mi tío ha empezado con sus gilipolleces de siempre, muy contento al parecer de que su retoño y yo nos hablemos de nuevo. Y una mierda para él, lo único que quería era aprovechar para abrazarme y sobarme un poco. Todos los hombres son unos cerdos.
Francisco se ha sentado a la mesa justo enfrente mía, para poder calentarme la cabeza con su cháchara sobre los estudios. Puto pringado.
Yo no le he hecho mucho caso, aunque he intentado mostrarme simpática, para que no sospeche lo que se le viene encima.
En un momento dado, al muy capullo se le ha escurrido el tenedor de entre las manos y se le ha caído al suelo, así que se ha agachado bajo la mesa para recogerlo. Pero ha tardado un poco más del segundo necesario en hacerlo y yo he adivinado lo que estaba haciendo: mirándome entre las piernas.
Yo iba vestida como siempre. Tras pasarme la mañana en la piscina, simplemente me pongo una camiseta de algodón encima del bikini y santas pascuas, pues prefiero darme una ducha y cambiarme después de comer.
Y claro, seguro que el maldito pervertido ha aprovechado para mirar mi entrepierna dado que la camiseta se me había enrollado en la cintura. Seguro que se acordó del día en que me vio el coño.
Pero eso me ha dado una idea.

Tras terminar de almorzar, he pasado de darme la ducha, así que no me he cambiado de ropa. Lo que sí he hecho ha sido pasar por mi cuarto para quitarme el bikini, quedándome tan sólo con la camiseta, que me llega a medio muslo.

Total, nadie iba a enterarse, pues papá y el tío iban a bajar al pueblo y mamá y la zorra querían echar la siesta.
Y que Francisco me viera, era precisamente lo que yo quería.
Cuando he estado lista, he bajado al salón, donde el meapilas me esperaba ordenando los libros. No me he sentado a su lado como siempre (¿qué creías? ¿que no me daba cuenta cuando me rozabas la pierna con la rodilla?) y me he sentado justo enfrente, tal y como estábamos a la hora de comer.
En cuanto me he sentado, me he subido disimuladamente la camiseta hasta la cintura, dejándome el coño bien al aire, para ofrecerle a mi primito el espectáculo de su vida. El imbécil no se ha dado cuenta de nada, sólo me ha mirado un  tanto extrañado, supongo que por no haberme sentado junto a él.
Y hemos empezado la lección.
Y eso es algo que empieza a sacarme de quicio. Joder, se le da bien darme clase. Aunque estoy cabreadísima con él, se las apaña para explicarme las cosas de forma que no me cuesta trabajo entenderlas. Cuando se pone así, está incluso atractivo.
Pero no me dejé distraer de mi objetivo.
Haciéndome la tonta, dejé caer el bolígrafo bajo la mesa y me agaché a buscarlo. En vez de recogerlo, lo tiré para que aterrizara en su lado.
“Francisco, perdona. ¿Puedes cogerme el boli? Está cerca de tus pies” le dije con voz de pastorcilla inocente.
El meapilas, seguro que ya frotándose las manos por poder volver a echarle un vistazo a mi entrepierna, se metió bajo la mesa sonriéndome. Ni corta ni perezosa, me abrí de piernas al máximo, dejando bien expuesto mi chochete, cuidando de que la camiseta no tapara el espectáculo.
Y entonces sucedió. Un tremendo golpe resonó y la mesa dio un salto. El muy capullo seguro que pensó que mi coño se lo iba a comer y dio un respingo, estampando su cabecita de empollón contra la mesa.
Ja, ja, ja, ja… Me parto al recordar la carita que tenía cuando salió de debajo. Parecía ir a echarse a llorar. Con expresión lastimosa, se frotaba la cabeza con una mano, cosa que no me extraña pues se había dado un buen porrazo.
Como pude, me las apañé para aguantar las ganas de reír y le pregunté si se encontraba bien. Contestó que sí con lágrimas en los ojos.
¡JÓDETE MAMÓN!
Pero no sé qué me pasa. Estoy rara. Le he visto allí frotándose la dolorida cabeza y me ha dado pena. Pena… u otra cosa. No sé.
No he podido evitarlo. Le he preguntado si había cogido el boli y él ha negado con la cabeza.
Le he mirado un instante a los ojos. No quería decirlo… Pero lo he hecho.
“Cógelo” le he dicho con un hilo de voz.
Y él ha regresado bajo la mesa. Y yo me he abierto de piernas otra vez.
Exhibiéndome para él.
No podía verle bajo la mesa, pero le imaginaba perfectamente. Mi respiración se ha vuelto agitada, mi corazón atronaba en mi pecho. He cerrado los ojos, pensando en si se atrevería a dar un paso más allá, si sería capaz de estirar la mano y deslizarla entre mis muslos…
He notado cómo me humedecía, cómo mi coño latía… mientras la boca se me quedaba completamente seca.
Por suerte, he recobrado el sentido a tiempo y he cerrado las piernas con brusquedad. El pringado ha salido como un rayo de debajo de la mesa, con el rostro encendido, cortado a más no poder, justo como yo quería.
Pero no comprendo qué me ha pasado a mí.
Joder, quizás debí dejar que el cabrito del SEAT León me follara la otra noche. Voy necesitadísima.
¡Ostias!… Acabo de acordarme de algo…
Jueves, 12 de Agosto. Noche. Diario de Francisco:
 
No puedo creerme lo que ha pasado.
He vuelto a ver la vagina de mi prima. Estoy alucinado. No comprendo por qué, pero iba desnuda debajo de la camiseta.
Se le ha caído un boli y yo me he agachado a recogerlo… y lo he visto.
Qué hermosura, Dios mío perdóname, pero no he podido evitar mirar… Pero no me esperaba que fuera desnuda… Esta vez lo he visto a menos de un metro de mí.
De la impresión, he pegado un bote y casi me parto la crisma contra la mesa. Todavía me duele…
Es curioso, antes, mientras estaba bajo la mesa… no me dolía en absoluto.
No lo entiendo. Al principio pensé que había sido un descuido, pero cuando me pidió que volviera a recoger el boli… No sé cuánto tiempo he estado mirándola. Me he quedado hipnotizado… es lo más hermoso que he visto en mi vida. Deseaba tanto acercarme… tocarlo…
Hace un par de años vi desnuda a mamá por accidente en la ducha. Ella no se dio cuenta, pero el pecador sucio que soy no pudo evitar mirar.
El de mamá no se parece en nada. A ella sólo se le veía una espesa mata de pelo… Pero el de Cristina casi no tiene, sólo una delgada línea de vello justo encima de la raja… he mirado libros de anatomía… pero esto es mil veces mejor.
Creo que incluso percibí su aroma… Y olía tan bien…
……………………..
Soy un enfermo. Tengo grabada en la retina la imagen de esa hermosura. No puedo pensar en nada más…
He tenido que masturbarme, no una, sino dos veces, cerrando los ojos con fuerza para evocar lo que he visto…
Voy a ir al infierno. Tengo que salir de aquí y confesarme. Debería haberme ido a las convivencias con el padre Rafael.
 
Jueves, 12 de Agosto. Madrugada. Diario de Cristina
 
He rebuscado en la maleta y, por suerte, lo he traído.
Mi querido vibrador. Menuda paja me he hecho. Joder, creo que nunca me lo he metido en el coño con tantas ganas, espero no haberme hecho daño.
Lo que me faltaba, tener que acudir a las urgencias del pueblo con el chocho dado de sí, ja, ja.
Pero me ha venido bien. Estoy más tranquila. Nada como un buen orgasmo para serenar el ánimo, ja, ja…
Mañana continuaré con el plan.
Estoy cansada. Me voy a dormir.
Viernes, 13 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina
 
Francisco me ha dicho que no se encontraba muy bien, que si no me importaba que pasáramos hoy de la clase.
Obviamente, he tenido que decirle que sí, aunque yo sé perfectamente lo que le pasa. Puto mirón.
Si se cree que se va a escapar de mí tan fácilmente, va listo.
Viernes, 13 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco
 
 

Casi no me he atrevido a hablar con Cristina, pero, por lo menos, he logrado librarme de la clase de hoy. Seguro que mañana me encuentro mejor.

Creo que bajaré a ver una peli después de comer, a ver si pienso en otra cosa.
Viernes, 13 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
Pero qué cojones me pasa. Estoy perdiendo el control.
Después de comer me encontraba tan bien… He subido a darme una ducha, sin perder de vista la posibilidad de quedarme a solas con Francisco, aunque en ese momento no sabía qué pensaba hacer el meapilas.
Nuestros padres parece que nos lo ponen en bandeja. Los cuatro se iban al pueblo. Parece mentira, no sé cómo se les ocurre dejar a dos jóvenes solos en casa. Será que confían en nosotros. Ja, ja… Y un mojón. Confían en Francisco.
Se van a enterar…
Tras ducharme, me he asomado vestida sólo con una toalla a ver si me encontraba con mi primo, pero no estaba en su cuarto. Espiando por la escalera, he visto que estaba en el sofá del salón grande, viendo la tele.
Se me ha ocurrido bajar tal cual, con la toallita nada más, pero, acordándome del susto que se llevó el día anterior, he pensado que sería mejor cortarme un poco, no le fuera a dar un infarto.
Además, no sabía cuándo regresarían los viejos y, si me pillaban en pelota picada en el salón, me la iba a cargar.
Así que me he puesto un bikini seco y una camiseta, que es un atuendo que sé que funciona muy bien con mi primo. Ja, ja.
En cuanto me ha visto bajar, se ha puesto tenso como un  palo, lo que me ha hecho un poco de gracia. Haciéndome la tonta, le he preguntado que qué estaba viendo y él me ha respondido que viendo una película. No me acuerdo del título, pero yo le aseguré que hacía mucho tiempo que tenía ganas de verla.
Y le he preguntado si le importaba que la viéramos juntos. Como si fuera a ser capaz de negarse… ja, ja.
Mostrándome recatadita, me he sentado en una punta del sofá, mientras él parecía a estar a punto de caerse por la otra, sentado todo lo lejos de mí que pudo. Muy calmadamente, he cruzado las piernas procurando que la camiseta dejase ver perfectamente mis muslos. Los ojos se le salían de las órbitas, pero logré evitar reírme.
Nos hemos quedado así un rato, conmigo refocilándome por dentro y con él más pendiente de mi muslamen que de otra cosa, justo como yo quería.
Entonces, poniendo mi voz más dulce de gatita mimosa, le he dicho que estaba un poco cansada y que si le importaba que me tumbara, a lo que él, obviamente, no ha puesto ninguna pega.
Estirándome voluptuosamente, para que mis senos se mostraran bien marcados en la camiseta, he simulado bostezar y me he tumbado tranquilamente, poniendo buen cuidado en que mi culito quedara apuntando hacia él.
No me había dado cuenta antes, pero, al tumbarme, he visto que podía observar perfectamente a mi primo en el reflejo del cristal de la vitrina que había junto a la tele, gracias a la luz del sol que penetraba por la ventana.
Contenta por tener la suerte de no perderme detalle sin tener que mirarle de reojo, he sacudido graciosamente el culito para atraer la atención de mi primo. Y vaya si lo he logrado.
El meapilas no ha aguantado ni dos minutos mirando la pantalla. Con disimulo, ha vuelto la cabeza hacia mí, regalándose la vista con mi trasero enfundado en el sucinto bikini.
Yo he sonreído para mí, sabiendo que cada vez lo voy atrayendo más hacia el “Lado Oscuro” tal y como es mi intención. Cuando se lo devuelva a su mamaíta, estará más salido que un balcón. Veremos qué reza entonces.
Casi podía escuchar los latidos de su corazón y he de reconocer que yo también estaba muy nerviosa, pues no las tenía todas conmigo sobre si se atrevería a meterme mano.
Pero que va, el meapilas es demasiado cobarde.
Eso sí, su polla es bastante más echada para delante. Ja, ja…
He podido ver perfectamente por el reflejo cuando ha empezado a empalmarse. Ha empezado a removerse en el asiento, cruzando las piernas con nerviosismo. Hasta se ha echado un vistazo a la entrepierna, como suplicándole a su nabo que se estuviera tranquilito. Pero se ve que a su nabo le gusta mi culo… Y quería saludarlo, ja, ja.
Pobrecillo, cómo se ha acojonado. No sabía cómo sentarse para ocultar el bultaco, no fuera a ser que yo me incorporase de repente y me encontrara de bruces con la empalmada. Si llego a hacerlo, seguro que se muere de vergüenza.
Como yo no me moví en absoluto, fue tranquilizándose poco a poco, volviendo a echar subrepticias miradas a mi retaguardia.
Y yo, maldita sea, me estaba poniendo un poquito cachonda.
Joder, no me gusta reconocerlo, pero me está haciendo falta un buen pollazo ya. A lo mejor tengo que volver de veras el sábado a la discoteca. Porque esta situación amenaza con escapárseme de las manos.
Cuando me he querido dar cuenta, tenía los pezones como rocas y ni siquiera pestañeaba mientras espiaba a mi primo admirando mi culo. Me ha gustado que lo haga.
Tenía la cabeza un poco ida, si no, no me explico cómo se me ha ocurrido hacerlo.
“Francisco, estoy un poco agarrotada. ¿Te importa si te pongo los pies encima?” le he dicho con mi mejor voz de furcia.
Mierda. No valen las excusas. Lo he hecho porque quería notar otra vez su polla. Quería comprobar cómo de dura la tenía.
Sin esperar respuesta, he estirado las piernas y he colocado los pies en su regazo, justo encima de su bulto. Al pobre se le ha escapado un gemido conmovedor, creo que no se ha corrido encima de milagro.
Y yo no me he cortado un pelo. He apoyado los pies directamente en su erección y así he podido calibrarla.
Puto pringado, el muy mamón tiene un buen trozo… Y estoy deseando verlo…
Joder. Con disimulo, he colocado una mano entre mis muslos y he apretado contra mi coño, haciéndome estremecer. Si sigo así, voy a acabar follándomelo. Mierda puta.
Por suerte, aquello ha sido demasiado para Francisquito. Balbuceando no se qué excusa, ha apartado mis pies y se ha levantado. Sin poder evitarlo, mis ojos han viajado hasta su entrepierna, admirando a mi pesar la tienda de campaña que había en sus shorts.
Ha salido disparado escaleras arriba y he escuchado cómo cerraba la puerta de su cuarto.
No me lo he pensado. Me he levantado y he subido detrás de él. Quería comprobar si estaba haciendo lo que yo creía, quería ver si había conseguido mi objetivo… ¿O era por otra cosa?
Sin hacer ni un ruido, con el corazón latiéndome desbocado en los oídos, me he acercado a su puerta. Les he hecho pajas a suficientes tíos para reconocer el inconfundible sonido “flap-flap” que hace una buena polla al ser meneada. Y los suspiros… Y los gemidos…
Joder, si la puta puerta hubiera tenido cerradura… Le habría espiado. Sí, yo, la gran Cristina, la devora hombres, de haber podido… habría espiado a mi primito mientras se la machacaba… Y me habría masturbado yo también.
Y eso es precisamente lo que estoy haciendo ahora. No quería escribirlo, para no sentir vergüenza cuando relea mi diario dentro de unos años, para no rememorar cuán bajo he caído. Pero éste es mi diario, no puedo engañarme a mí misma.
Cuando me he sentado ante la mesa de mi cuarto para escribir, me he metido el vibrador en el coño hasta el fondo y lo he encendido. Estoy a punto de correrme….
 

Viernes, 13 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco

Mamá tenía razón, Cristina es Jezabel, un espíritu maligno venido para corromperme, para comprobar cómo de fuerte es mi fe.
Sólo así se explica, ya no me quedan dudas, está intentando seducirme… Arrastrarme al amor incestuoso, condenando mi alma a arder en el fuego eterno.
Y yo soy débil, no puedo resistirme. Cuando estoy a solas pienso en ella continuamente, no puedo aguantarme, me toco… Pero cuando estoy con ella es peor, pues siento ansias de tocarla, de abrazarla, de tomarla…
Voy a ir al infierno.
Ha sido premeditado. Estoy seguro. Cuando me preparaba para ver tranquilamente una peli en la tele, ha bajado a reunirse conmigo. A tentarme.
Dios mío, debería haberme largado en ese momento, haberle dicho que no me encontraba bien y que me iba a echar una siesta. Pero soy débil y, en el fondo, me he alegrado de que se reuniera conmigo, allí los dos solos en el sofá.
Y olía tan bien… Recién duchada, limpia y hermosa… Pero tan malvada…
Y cuando se ha tumbado, el corazón casi se me sale por la boca. Por un enloquecedor instante he pensado si estaría de nuevo desnuda bajo la camiseta y me he sentido decepcionado cuando he comprobado que no era así y que traía puesto el bañador.
Pero aún así la he mirado. Su delicioso trasero, tan hermoso, con esas curvas… me acordé de ayer por la tarde, cuando pude ver su… su coño. ¡SÍ, MALDITA SEA, SU COÑO! ¡YA ESTÁ BIEN DE TANTA VAGINA, AYER LE VI A MI PRIMA EL COÑO!
Dios, estoy perdiendo la cabeza, me estoy volviendo loco, yo no soy así…
Y tengo dudas… ¿Será verdad que intenta seducirme? Pensándolo ahora, en frío, no lo tengo tan claro. Lo de ayer pudo ser un error, igual se le olvidó ponerse la parte de abajo del bikini. Y hoy… En realidad no ha hecho nada, se ha tumbado a mi lado en el sofá, sin mirarme siquiera, mientras yo la miraba con lujuria.
¿Seré yo?¿Será mi mente enfermiza la que ve cosas donde no las hay? Y cuando ha apoyado los pies en mi entrepierna… Creí que me moría. A lo mejor se ha quedado avergonzada al notar que el pervertido de su primo tenía una erección. ¿Será todo culpa mía?
Qué asco me doy. Me he masturbado una y otra vez recordando su contacto, su aroma, su belleza… su coño.
 
Sábado, 14 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
Vale, parece que voy recuperando el control. Esta mañana la cosa ha ido divinamente, le he dejado babeando y a mí no se me ha ido la pinza.
Ha sido facilísimo. Todos los viejos se han ido de excursión al monte. Pero Francisquito no ha querido ir. ¿Por qué será? Ja, ja, ja. A mí ni me han preguntado. Mejor.
El meapilas me ha esquivado yéndose a la piscina y se ha puesto a nadar, así que he decidido reunirme con él.
Ja, ja, el pobre no tiene escapatoria.
Me he traído en la maleta tres bikinis distintos, el rojo (con el que me vio el coño la primera vez), el de rayas… y el blanco con tanga.
Al principio, la idea era ponerme el blanco y darle un buen show al pajillero, pero entonces se me ha ocurrido una idea mejor.
“Primito” le he dicho tras reunirme con él. “Tengo un problema. He traído sólo dos bañadores y están ambos sucios. ¿Te importa si me baño así?”
Y me he quitado la camiseta, mostrándole mi cuerpo serrano vestido únicamente con unas braguitas y un sostén de color blanco. Muy virginales, como a él le gustan, ja, ja.
Sin esperar respuesta, he ejecutado un clavado perfecto zambulléndome en la piscina. Se ve que la lencería no está pensada para eso, pues se me ha salido una teta. He estado un poco tonta, pues lo ideal era que él lo hubiera visto, pero no sé por qué, me ha dado vergüenza y he devuelto mis encantos a su encierro antes de que él los viera.
Al principio estaba un poco aturrullado, pero pronto se ha calmado, al fin y al cabo ya está acostumbrado a bañarse conmigo en la piscina y el agua me llegaba hasta el cuello.
Pero yo lo tenía todo calculado.
Tras unos minutos de charla, le he dicho que me salía ya y me he dirigido a la escalera. A pesar de estar de espaldas, percibía perfectamente cómo sus ojos me devoraban, lo que me ha hecho sonreír.
Obviamente, las braguitas mojadas transparentaban mogollón, y yo me he dado la vuelta para que no se perdiera detalle. A través del fino tejido podían percibirse perfectamente los contornos de mi tierno chochito y las areolas de mis pechos se mostraban ante mi primo en todo su esplendor.
Me hubiera encantado quedarme allí un rato más, poniendo cachondo al meapilas, pero tenía miedo de que los viejos regresaran y me pillaran, pues no sabía cómo de larga sería la excursión, así que he realizado una retirada estratégica.
Ojalá te pongas a meneártela en la piscina y te pille tu madre, cabronazo.
Estoy muy cansada.
Sábado, 14 de Agosto. Noche. Diario de Francisco
 
He vuelto a masturbarme pensando en Cristina. Últimamente no paro. Madre mía, se ha bañado conmigo en ropa interior y se le veía todo. Me ha costado horrores no abalanzarme sobre ella. Tras hacerlo, la vergüenza me ha impedido salir de mi cuarto, no fuera a encontrarme de nuevo con ella, así que me he quedado encerrado hasta la hora de comer.
Y después ha sido peor. Cuando han vuelto nuestros padres después de la excursión, se ha ido todos muy cansados a echar la siesta y Cristina ha hecho lo mismo.
Durante un rato, he aguardado en el salón, sentado en el sofá como ayer, temiendo que ella bajara de nuevo y al mismo tiempo… deseando desesperadamente que lo hiciera.
La tenía durísima, no podía más, mi mente estaba completamente llena de imágenes de mi prima; su cara, su sonrisa, sus pechos… su coño…
He empezado a masturbarme, perdida ya toda precaución, me daba igual que me pillara mi madre, sólo quería (necesitaba) aliviar mi tensión, hundirme completamente en el pozo de depravación que se abría bajo mis pies.
Entonces ha abierto los ojos y he mirado a mi alrededor, alucinado. No sé cómo, he subido las escaleras sin parar de acariciar mi pene y me he encontrado de bruces con la puerta del dormitorio de Cristina.
Como un autómata, he abierto la puerta sin hacer ruido y he mirado al interior en penumbras. Cristina había cerrado las cortinas para que no la molestara la luz del sol, pero aún así, penetraba claridad suficiente para poder ver su cuerpo reposando sobre la cama.
El corazón me ha dado un vuelco al comprobar que estaba de nuevo en ropa interior, profundamente dormida en su cama.
No he dudado, sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, pero ni me he parado a considerarlo. He entrado y he cerrado la puerta tras de mí, procurando no hacer ni un ruido.
Con lentitud, he caminado hacia la cama, mientras el corazón atronaba en mi pecho, a punto de salir disparado por mi boca.
Cuando he llegado junto a ella, me he regalado de nuevo la vista admirando su excelsa anatomía, recorriendo con mis pecaminosos ojos hasta el último centímetro de mi piel, acariciándola con mi mirada.
Ni siquiera me había dado cuenta hasta ese momento, pero justo entonces vi que mi pene seguía como una estaca asomando fuera de mis shorts. Sin pensármelo dos veces, he vuelto a reanudar la masturbación, casi sin parpadear, observando en silencio el cuerpo casi desnudo de mi prima… y ansiando mucho más.
No he durado mucho, he eyaculado casi enseguida. Como he podido, me las he ingeniado para quitarme la camiseta  y atrapar el semen que brotaba a borbotones con ella, dejándola completamente pringosa.
Por fortuna, Cristina había conectado el ventilador para estar más fresquita durante la siesta y el suave zumbido que producía ha bastado para ahogar mis propios gemidos de placer.
Cuando por fin he acabado, mi mente ha recuperado el sentido y la gravedad de la situación me ha golpeado con fuerza. Si me pillan, me matan, o más probablemente, me suicido por la vergüenza. Debo estar volviéndome loco, no va a bastar con que el padre Rafael me imponga penitencia por mis pecados, empiezo a pensar que necesitaré también ayuda psicológica.
Avergonzado, he salido del cuarto lo más rápida y silenciosamente posible y me he precipitado al cuarto de baño. Al borde de las lágrimas, he lavado la camiseta, frotándola rabiosamente con jabón para eliminar los restos de semen y luego la he metido en la lavadora.
He regresado a mi cuarto y también me he echado a dormir, aunque el sueño no ha bastado para reconfortarme.
De mañana no pasa. Bajaré al pueblo e iré a misa para confesarme.
 
Sábado, 14 de Agosto. Noche. Diario de Cristina
Estoy agotada, la siesta que he echado no me ha servido para nada. He tenido el sueño muy inquieto, casi no he descansado. Será por el calor…
Y una mierda por el calor. Ha sido por los sueños.
Joder, me estoy volviendo loca. He soñado con Francisco. ¿Qué me pasa?
Tengo que recuperar el control, sacarle de mi cabeza. Debería haberme ido esta noche a la discoteca… Pero no quería ir sin él.
Y qué sueños, madre mía. Francisco venía a buscarme a mi cuarto, se paraba junto a mi cama, contemplándome en silencio, acariciando su enhiesta verga, obligándome a que le suplicara que me follara de una vez…
Joder, cuando me he despertado, hasta me ha parecido oler su aroma de hombre… me estoy volviendo loca…
El resto del día ha sido una mierda. Los viejos han vuelto muy cansados y no se han movido de la casa en toda la tarde, así que he tenido que abandonar los jueguecitos, aunque me moría de ganas de hacer algo más con él. Me digo a mí misma que es por mi venganza pero… ¿es verdad?
Bueno, por lo menos hemos aprovechado la tarde estudiando después de la siesta y, parece mentira que sea yo la que dice esto, pero he de reconocer que con él estoy avanzando mucho.
La noche ha sido un muermo, pues a papá se le ha ocurrido que pasáramos una velada en familia y ha sacado el puto Trivial Pursuit.
Menuda paliza nos ha dado el meapilas. Claro, para algo tenía que servir.
CONTINUARÁ
TALIBOS
 
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Relato erótico: ” la orquidea y el escorpión 8″ (POR MARTINA LEMMI)

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 Qué mujer interesante y hermosa que era la enfermera, había que decirlo… Su presencia física era tan avasallante que hasta costaba imaginarla en rol de sumisa.  Ese momento de espera que se había producido me resultó ideal para animarme a hacerle algunas preguntas:                                           
            “¿Hace mucho que está en este lugar?” – le pregunté, sin atreverme a tutearla; en parte era su edad
y en parte su tipo lo que me hacía tratarla con una cierta reverencia.
           “Cuatro años”
            Había esperado que se explayara más allá del mero dato pero no lo hizo, así que cargué con una nueva pregunta:
            “Y… ¿cómo fue que cayó aquí?  ¿Fue Loana?”
            “Hmmm… no – me respondió -… Podría haber sido tranquilamente pero no… no fue Loanita, sino su mamá…”
              Claro.  Por lo poco que había llegado a percibir de la señora Batista, estaba bien claro que Loana era continuadora de una estirpe de mujeres dominantes.
               “Yo era doctora… – continuó explicando -.  Médica… Antes de dejar de tener nombre, yo era la doctora Rosales… Ufff… cuánto hace que no pronunciaba ese apellido” – con sus palabras, yo comenzaba a entender por qué le habían dado ese rol específico al que yo, de manera quizás algo general, llamaba “enfermera”.
               “Y… ¿qué pasó?” – pregunté, dudando sobre si mi indagatoria no constituiría una falta de respeto; sin embargo la esbelta mujer siguió respondiendo sin problemas.
              “Hace unos cuatro años yo tenía treinta – evocó, con la vista perdida en el pasado; caí en ese momento en la cuenta de que aparentaba menos años de los que tenía – ; me había graduado algunos años antes con brillantes calificaciones… y me tocó en suerte ser la médica de cabecera de Estela Durán, es decir la señora Batista… Lo que me pasó con ella no me había ocurrido con ningún otro paciente… Ella tenía un influjo dominante poderosísimo y yo no podía apartar la vista de….esa orquídea maravillosa…La estuve atendiendo durante algo más de un año y el hecho de ser su médico de cabecera me llenaba de orgullo y de satisfacción… No te puedo describir qué era lo que sentía cuando ella llegaba para un simple chequeo… Yo sólo sentía deseo de tener ese cuerpo desnudo ante mí y adorarlo, palparlo, sentirlo… Era como que la sola posibilidad de tocarlo era un placer que los dioses me estaban brindando… ELLA particularmente era mi diosa… – hizo una pausa, en una actitud como de ensoñación -.  Pero paralelamente a eso ella lograba hacerme sentir un ser tremendamente inferior – e l relato de la enfermera no podía dejar de lograr identificarme, ya que yo había experimentado sensaciones parecidas en relación con Loana -.  Un día dejó de venir a verme… nunca supe la razón… De pronto no había más chequeos, no más consultas; me quemé la cabeza pensando que tal vez hubiese decidido cambiar de médico y que ahora fuera otra la persona que gozaba del contacto con su cuerpo… Pasaban los meses y no venía, me sentí enloquecer… Perdí el control: le envié mails que nunca me contestó y la llamé un par de veces a su celular, tratando de aparecer lo más preocupada posible por su salud y por el hecho de que ya no me visitaba regularmente… Pero no me contestaba o cuando lo hacía, se mostraba fastidiada y me trataba con mucho desprecio… Y así fue como una doctora responsable, eficiente, bien conceptuada y además con una vida de mujer casada, se fue convirtiendo poco a poco en una mujer con su propia vida anulada y sus pensamientos absorbidos increíblemente por una mujer, en este caso en la señora Batista…”
         
 

 

Esta vez hizo una larga pausa.  Parecía que el recordar el momento vivido le producía una fuerte angustia; su voz había comenzado a quebrarse y en un momento dio la impresión de que ya no continuaría con el relato… Sin embargo se aclaró la voz y siguió:

           “Mi matrimonio se fue al cuerno… Ya no tenía relaciones con mi esposo y la convivencia se había hecho insoportable porque yo era como que estaba y a la vez no estaba… Así que tomamos cada uno por nuestro lado; por suerte no había hijos de por medio porque de ser así hubiera sido todo mucho más complicado… La cuestión era que yo necesitaba entrar en la vida de Estela; no podía dejar que siguiera su marcha por el mundo ignorándome o, tal vez, sin siquiera recodar que yo existía… Tomé la dirección de la ficha médica e hice lo que varias veces había pensado en hacer pero sin atreverme: fui hasta su casa…”
         “O sea… aquí” – le interrumpí.
         “Sí, aquí”
         “¿Y dónde es esto? ¿En qué lugar estamos?” – aproveché para indagar…
          Ella negó con la cabeza:
          “Lo siento – dijo -.  No puedo darte esa información… No se nos permite hacerlo ni a vos ni a ninguna de las sumisas… Es porque de no ser así puede ocurrir que el día que la familia Batista decida prescindir de los servicios de alguna y no la quieran más aquí, termine viniendo cualquier a de ellas por sus medios a instalarse en la puerta pidiendo ser admitida nuevamente… Bueno, de hecho fue lo que hice yo siendo que aún no era una sumisa de la familia… Pero es verdad lo que te digo… No sabés hasta qué punto puede llegar a rebajarse una sumisa que desea ser tomada nuevamente”
           Asentí con la cabeza tristemente.  Mi intento por saber nuestra ubicación había fracasado y, por otra parte, sí… entendía las reservas de la familia Batista porque imaginaba que de ocurrirme a mí el ser desplazada o expulsada del servicio de Loana, buscaría las formas más degradantes de satisfacerla con tal de ser readmitida. 
           “¿Y qué pasó?” – pregunté.
           “La esperé durante horas hasta que llegó… Me arrojé a sus pies apenas bajó del auto y los besé y lamí en un acto carente de toda dignidad y autoestima… Ella me insultaba, me apartaba a puntapiés… pero yo, de rodillas, le rogué que me permitiera complacerla, servirla… Ella estaba tremendamente molesta por el hecho de que yo me hubiera presentado en su casa… Me dijo que, una vez que yo había llegado allí por mis propios medios, que entendiera que si trasponía el portón ya no volvería a salir nunca más…”
           Un frío de hielo me recorrió el cuerpo.  La enfermera era prácticamente una esclava de la familia Batista… Un objeto de ellos…. ¿Tendrían algún plan semejante a futuro para mí?  Por lo pronto yo no sabía la ubicación del lugar en que nos hallábamos y eso jugaba a mi favor… o tal vez en mi contra.  Es que la revelación de la verdadera naturaleza del vínculo entre aquella mujer y los Batista sólo pudo producirme un fuerte sentimiento de envidia… La situación, claro, por un lado asustaba, ponía los pelos de punta… pero por otro lado no dejaba de producirme un hormigueo que remitía al deseo sexual… una excitación imposible de describir e imposible de ubicar en parámetros mínimamente lógicos para el común de la gente…
           “Así que… bueno… – cerró su relato -.  Estela Durán sólo me calzó un collar de perro, me colocó una cadena y, así, me hizo trasponer el portón de calle caminando a cuatro patas a su lado…  Cuando estuve de este lado, sabía que no había vuelta, que ya no volvería a pisar el mundo exterior…y que toda mi vida anterior dejaba de existir… Y así es hasta el día de hoy…”
           Su historia me había dejado anonadada.  Realmente no podía creer que todo eso ocurriera y que los Batista se comportaran prácticamente como si estuvieran fuera del mundo, ajenos a sus normas y a sus estilos de vida… Ellos eran un mundo en sí mismos… con sus propias normas… y su propio estilo de vida…
            “¿Y qué pasa con el señor Batista? – pregunté -.   No he visto un solo hombre de la casa desde que estoy aquí”
            La enfermera dejó escapar una risita:
           “Ja… hombre de la casa… – repitió, divertida -. No… no hay nada parecido a eso hoy en día aquí … Son las mujeres quienes rigen la casa Batista…”
            “Estela, Loana y…” – intervine, haciendo una enumeración.
            “Sí… y la guachita – cerró ella -.  Que por lo que se ve pinta para ser igual o peor que la hermana mayor… Siempre está dando problemas en el colegio… Lleva a compañeritas al baño y las utiliza, las degrada, les mea encima… Incluso lo ha hecho con chicas mayores que ella… De todos modos las cosas nunca pasan de una reprimenda o un aviso a la familia; nadie echaría del colegio a una Batista…”
           Me quedé cavilando sobre sus palabras y… sí, todo lo que me contaba parecía encajar perfectamente en el perfil que dejaba traslucir la chiquilla.  Pero yo seguía intrigada por el resto de la familia, si es que tal cosa existía…
            “¿No hay… nadie más? – indagué.
            “No… no hay más hijas… Tampoco ningún hijo varón”
             “¿Pero hubo en algún momento un señor Batista? ¿Quién es el padre de Loana y de Eli?”
             “Sí, claro, lo hubo – me respondió -.  Pero hace rato que no está…”
             “¿Falleció?” – inquirí, con un deje de tristeza.
              La enfermera sacudió su cabeza a un lado y a otro.
             “No está del todo claro…” – respondió enigmáticamente.
             Mi incomprensión iba en aumento.
            “Hmmm… no entiendo – dije -. ¿Cómo que no está del todo claro?”
    

        “Sólo sé que cuando yo entré en el mundo de los Batista, ya hacía un año que él faltaba… La verdad es que muchas de esas cosas, como te imaginarás, están vedadas para quienes aquí nos desempeñamos… No nos cuentan nada ya que no debería importarnos ni tenemos por qué meternos, así que no nos queda más remedio que tratar de sacar algo medianamente en claro a partir de las habladurías y rumores que circulan por la finca:

          “¿Habladurías? ¿Rumores?  ¿Por qué? ¿Qué es lo que se dice?
           Inhaló aire antes de seguir; yo temía que de un momento a otro fuera a decidir no contestarme más, pero no ocurrió; afortunadamente ya había un cierto código de confianza compartido entre ella y yo.
            “Bien… el rumor más fuerte habla de una separación y un divorcio millonario… Él manejaba empresas aparentemente y, con lo que ganaba, la cuota alimentaria proporcional que tenía que pasar a su ex esposa por sus hijas al separarse, alcanzaba sobradamente para pagar todo esto… – trazó un semicírculo con una mano en el aire, como si quisiera abarcar más allá de los muros de la habitación y hasta los confines de la finca -, pero sin embargo parece que ella no quedó conforme y fue por más… Maniobras legales que me son absolutamente desconocidas le habrían, aparentemente, servido a Estela para quedarse con el control de todo lo que él manejaba… Sus capitales, sus acciones, sus empresas, todo… Él quedó prácticamente sin nada y ni siquiera se lo volvió a ver por acá… Ignoro si las chicas siguen teniendo contacto con él de alguna forma o en alguna parte… Aquí los únicos hombres que ha traído Estela son amantes ocasionales o bien esclavos sexuales… muy jovencitos y muy lindos – hubo un destello en sus ojos al decir esto -… Eso es verdad porque te puedo asegurar que los veo y a veces hasta los atiendo… Pero nunca vi rastro alguno del señor Batista, de quien ni siquiera conozco el rostro ya que no hay una foto o retrato por ninguna parte de la casa… No sé bien en qué se basó la sentencia posterior al divorcio si es que realmente lo hubo…como tampoco sé cuánto de verdad puede haber en todo esto que te conté…”
            “Claro… – acepté -.  Y hay otra versión de la historia, supongo”
             La enfermera tragó saliva… Una extraña sonrisa que contenía un deje de amargura se dibujó en su rostro…
           “Sí, pero la otra versión es demasiado loca… Un disparate absoluto” – volvió a reír sobre el cierre de la frase.
           “¿Por qué? – pregunté, picada por la curiosidad y el suspenso -. ¿Qué es lo que se dice?”

            Ella seguía riendo por lo bajo; cuando habló, lo hizo entrecortadamente.

             “Bueno…hay quienes dicen que… el señor Batista fue devorado en un banquete por su esposa y unos cuantos invitados… y algunos hasta dicen que las chicas participaron de la comilona…”
            Esta vez soltó la risa más decididamente… Era un disparate total por supuesto, pero sin embargo yo no reí, sino que mis ojos se abrieron a más no poder… A mi mente había acudido, de pronto, la historia que Tamara me había contado sobre el Rey Escorpión… devorado por la Reina Orquídea… De hecho ambas versiones sobre la historia del matrimonio Batista parecían tener alguna convergencia con aquella charla con Tamara en el café cercano a la facultad: la historia de un divorcio millonario con Estela Durán quedándose con todo lo que había sido el imperio de su esposo también de alguna forma podía verse metaforizado en la Reina Orquídea derrotando al Rey Escorpión y hasta apropiándose de su imagen, de su ícono… Y la segunda versión acerca de una sesión de canibalismo… en fin: la piel se me erizaba y los pelos se me ponían de punta al pensar en qué lugar podía yo haber caído… Pero claro, era una locura demencial absolutamente inaceptable y en eso la enfermera tenía razón, así que alejé rápidamente esa idea de mi cabeza.  Mucho más verosímil era que, en efecto, hubiera existido un divorcio y que la asociación con la leyenda de la Reina Orquídea sólo fuera producto de lo traumada y paranoica que yo estaba ante los sucesos que estaban ocurriendo y las particularidades que parecía tener el universo Batista.  Existía, incluso, la posibilidad de que ni una ni otra versión se condijeran con la realidad y que simplemente el señor Batista hubiese fallecido dejando a su esposa viuda y a sus hijas sin una figura paterna, lo cual bien podría haber traído como consecuencia que se acentuasen en la personalidad de las niñas los rasgos dominantes que caracterizaban a su madre.  O bien podía ser que, simplemente, la verdad fuera algo que nadie realmente sabía a ciencia cierta y estuviese lejos de la comprensión de seres tan ordinarios como lo era yo o quienes allí moraban bajo el control de las Batista…
           “¿Cómo va eso? ¿Hacemos caquita?” – me inquirió, con tono siempre maternal, la enfermera, arrancándome así de mis divagues. 
            En efecto, la enema que me había suministrado comenzaba a hacer algún efecto: mis intestinos estaban moviéndose algo más y ya podía yo hincarme sobre la palangana para ver si podía hacer algo con eso… Así que, bueno, si ya la humillación había sido fuerte por tener que orinar en presencia de esa mujer, no puede el lector tener idea de lo que significó para mí el hecho de defecar con ella mirándome… Era tanta la vergüenza que llegué a pensar que ya no podría mirar a la cara a ninguna persona de las que habitaban el “mundo normal” más allá de los límites de la finca de los Batista.
            Cuando terminé, la enfermera me tomó por los hombros y me guió hacia el exterior de la habitación.
            “Es muy bueno que hayas hecho… – me dijo -… Ahora, vamos a limpiar ese culito”
          

  En el lugar, obviamente, no había ni la sombra de un bidet, ni tan siquiera un simple lavabo, así que me llevó afuera, sacándome desnuda al fresco de la noche; al llegar a la canilla que estaba no lejos de la construcción, me hizo poner a cuatro patas e hizo entrar el chorro de la manguera en mi ano; yo sentía cómo el agua entraba y salía de manera simultánea e ininterrumpida… y así siguió la cosa hasta que ella quedó conforme con el aseo.  Me llevó adentro nuevamente; me pidió que me inclinara hasta tocar las puntas de mis pies con mis dedos y, una vez que hube adoptado la posición requerida, se dedicó a secarme con sumo cuidado y prolijidad.  Justo en ese momento ingresó al lugar la mujerona de la limpieza; la reconocí por el arrastrado crujido de sus ojotas y la pesadez de sus pasos, absolutamente contrastante con el caminar elegante y sensual de la enfermera o bien el seguro, dominante y también sensual de Loana.  Agradecí en ese momento que la ex doctora Rosales estuviese allí; de algún modo me sentía protegida y sentía como que aquel monstruo con algún parecido a una mujer no tendría tanta “vía libre” conmigo, menos aún considerando que yo estaba siendo atendida.  Mirando de reojo mientras me mantenía inclinada, pude ver que fue hasta donde estaban los cuencos en el piso; llevaba un balde en mano y descargó parte de su contenido, agua en realidad, en uno de los platos, haciéndolo con tal violencia y descuido que la mayor parte del agua se derramó hacia afuera a medida que fue cayendo…

           “Hoy no hay comida para la perra – anunció secamente -.  Órdenes de Loana: sólo agua”
         Otra cosa que agradecí… Se suponía que era un castigo pero en realidad era una bendición para mí verme liberada del vomitivo menjunje siquiera por una noche.  La enfermera no dijo una palabra y la horrenda bruja se retiró del lugar; en ese momento sentí que un cuerpo extraño entraba y se abría paso en mi orificio anal: me sobresalté…
         “Shhh… tranquila – buscó calmarme la enfermera -… y quietita.  Estamos instalando el plug anal en tu colita… No pasa nada; está todo bien…”
          La verdad era que mi ano estaba dilatado y, por lo tanto, no podía haber problemas para que ingresase un objeto de forma y tamaño semejante a un corcho, tal vez un poco más grande, pero no mucho más… Sin embargo, una vez que el objeto pasó por entre mis plexos tuve la sensación de que se expandía o se hacía más grande… Las palabras de la ex doctora Rosales así me lo confirmaron…
          “Lo que estás sintiendo ahora es que en la cabeza del plug se despliegan tres aletas; puede doler un poquito, pero te acostumbrás y se te pasa… Te lo digo por experiencia, je… La función que cumplen esas aletas es que el plug quede trabado y no pueda ya regresar hacia atrás… Por eso es importante que hayas hecho caquita, linda… Porque no vas a poder sacártelo en toda la noche: no lo intentes porque te vas a lastimar y la única forma que hay de sacarlo es retrayendo otra vez las aletas de la cabeza pero para eso se necesita este control remoto – puso junto a mi cara el objeto mencionado, el cual, por cierto, tenía en mano – que, obviamente, no va a quedar en tu poder durante la noche”
         Todo lo que me contaba no hacía sino sobrecogerme; aun así, la sensación de indefensión frente a tamaño control sobre mis actos no dejaba de excitarme: debo reconocerlo ante el lector…
          “Vamos a probarlo – anunció la enfermera y otra vez sentí como si una araña de hielo me corriera por la espina dorsal -.  No te preocupes… va a ser algo muy pero muy leve…”
          Aún inclinada, pude ver por el rabillo del ojo cómo la enfermera se hincaba un poco para tomar mi celular del piso… Yo estaba aterrada porque no sabía lo que venía… Ella seguía hablando siempre con su tono maternal y pedagógico:
   “Vamos a marcar un número cualquiera… que no sea ninguno de estos dos – señaló hacia los de mis padres, que aparecían en el visor del aparato semejante a un cargador de batería – Hmmm… por ejemplo, vamos a suponer que marco un número siete… ya quedaría claro de entrada que es un número no autorizado porque ninguno de los dos empieza así…”
          No tuve ni tiempo de reaccionar a lo que me decía: una descarga se dejó sentir en mi ano y me hizo dar un salto.  Debo confesar que no era lo que esperaba: yo había pensado en una especie de electroshock pero no; se trataba más bien de un cosquilleo muy leve pero vibratorio y profundamente excitante… Nunca había sido penetrada por el culo (salvo por una verga contra natura, claro, esa misma tarde) y no tenía idea yo de cómo debía sentirse, pero aquello era como una especie de éxtasis anal incontrolable: placentero por un lado pero, a la vez, se sentía como una sádica tortura… Mi rostro dio contra la pared mientras me retorcía en espasmos extrañamente excitantes; doblé una de mis piernas y la froté contra la otra: francamente no sabía qué hacer… Quería que aquello terminase de una vez y por otro lado quería que siguiese… De pronto, para bien o para mal, todo cesó…
          “¿Ves? Apagué el celular – me dijo la enfermera -.  Ahora puedo volver a encenderlo y nada va a ocurrir… El plug sólo se activa cuando marcás dígitos incorrectos o en el orden incorrecto…
          Poco a poco fui recuperando mi normalidad.  Demás estaba decir que ni siquiera pensaba en la posibilidad de marcar el número de alguno de mis padres por el terror que me producía la idea de equivocarme en un solo dígito.  La enfermera me dio una palmadita cariñosa en la nalga:
         “Te tengo que dejar, ¿sabés? Que tengas una linda noche… Tratá de cumplir con lo que Loana te pide así no se enoja otra vez… ¿sí, linda?”
          La mujer se retiró… y volví a quedar sola… Sola en una habitación con un montón de libros desparramados por el piso, con una notebook, con un cuenco en el cual había muy poca agua ya que la mayor parte formaba un charco alrededor del mismo, en tanto que una palangana maloliente que contenía mis deposiciones…
           Me volví a dedicar al trabajo; al ir en procura de los libros y de la notebook me vi reflejada en el espejo y la imagen no pudo ser más patética.  Parecía un mono con cola larga… o algo así… Al moverme por la habitación, el cable sólo me permitía llegar hasta unos dos metros y medio del artefacto al cual estaba unido… Dado que este último se hallaba sobre la mesita rodante, ello me implicaba tener que mover la misma cada vez que necesitaba desplazarme a una mayor distancia.  Aun abatida por el sueño y el agotamiento, trabajé y trabajé… Ni siquiera podía sentarme sobre el piso ya que el plug no me lo permitía hacer cómodamente así que mayormente estuve echada boca abajo, hincada o bien arrodillada… No sé cuánto tiempo pasó pero ya era noche cerradísima y bastante tarde cuando la puerta se abrió…
         El primer rostro que vi aparecer fue el de la hermanita menor de Loana, lo cual, desde ya, no fue tranquilizador en absoluto.  Detrás lo hicieron sus dos amigas: todas estaban muy lindas y elegantes, luciendo vestidos de noche que realzaban su juventud y, por lo menos en dos casos notables, también la belleza… Claro, era sábado a la noche y las chicas se preparaban para salir… Yo no sabía bien cómo actuar, pero tuve el impulso mecánico de ubicarme sobre mis rodillas apenas vi la orquídea y el escorpión…
          Entraron con aire distraído y como si no dejaran de hablar del tema que ya traían: algún chico al parecer; eran adolescentes después de todo… Había alentado la ilusa esperanza de que, tal vez, quisieran al menos pedirme disculpas por lo ocurrido, pero la nube de indiferencia hacia mí en que parecían flotar hacía parecer bastante lejana esa posibilidad.  Sólo Belén, la morochita, mostraba su rostro algo más compungido y mantenía la vista perdida en algún punto de los ladrillos del piso, casi como si no quisiera verme o directamente no deseara estar allí: estaba claro que, si habían venido, era por decisión de Eli quien, ni falta hace decirlo para esta altura, se comportaba como la líder natural del grupito. 
        “Y bueno… ¿qué querés que haga? – iba diciendo, justamente, la rubia hermanita de Loana -.  ¡Me quedé sin crédito! ¡Es corta! ¿Más explicación hace falta?  Mi mamá me cargó una fortuna esta mañana pero… ya me lo gasté hablando con Seba y con Fabricio… No puedo pedirle que me cargue más hoy porque me va a sacar cagando… No es que nos falte plata, obvio que no, pero se la pasa diciendo que tengo que aprender a administrarme… Tampoco puedo pedirle crédito a Loana porque ya me cargó tres veces esta semana… Otra que me va a sacar cagando…”
           Mientras iba explicando todo eso, aparentemente para Sofi, caminó unos pasos dentro de la habitación pasando por delante de mí como si yo no existiese y se inclinó (muy sensualmente para su edad, por cierto) a recoger del suelo… ¡mi celular!…
            Fue entonces cuando se me vino el mundo abajo en un segundo.  ¿Qué se traía ahora entre manos aquella borrega de porquería?  ¡Ese celular no podía usarse! ¡Estaba activado con mi plug!  ¡Pendeja de mierda!  ¡Ni siquiera era capaz de pedirme permiso para utilizarlo!
            Quise decir algo: protestar o, mejor, rogar… pero estaba paralizada ante la inminencia de lo que sobrevendría.  Mis miembros estaban ateridos y mi lengua no conseguía moverse: cualquier intento por hacer brotar una palabra de mis labios sería en vano… Todo mi cuerpo se contrajo previendo lo peor cuando ella comenzó a accionar despreocupadamente las teclas… Mi vista fue y vino varias veces en pocos segundos de ella al visor del artefacto al cual yo estaba conectada… y viceversa… Sin embargo nada ocurría; claro, viéndolo hoy era lógico: hasta allí Eli sólo debía estar marcando los dígitos de la característica de área y era posible que fuera la misma de los números autorizados; por lo tanto nada pasó… Pero en cuanto accionó el cuarto o quinto dígito, la corriente vibradora se hizo presente en mi ano y me recorrió por dentro; mi cuerpo dio un violento sacudón y caí prácticamente de bruces hacia adelante… El hormigueo me recorría el recto y se iba haciendo cada vez más fuerte; a medida que eso ocurría, mi excitación aumentaba y mis jadeos se volvían imposibles de frenar… ¡Había que apagar el celular! Tenía que decírselo en caso de que no lo supiera… tenía que gritar… que pedir clemencia… hacer algo… Pero ella ya estaba hablando con vaya a saber quién, mesándose el cabello y con la vista perdida mucho más allá de la habitación en que nos hallábamos, casi como bien ocurriría con cualquier novia adolescente… No parecía darse por enterada de lo que me estaba ocurriendo o tal vez sí, pero me ignoraba…  Sofi me miraba con cierto asombro y una sombra de espanto en su semblante, en tanto que Belén, por primera vez, giró la cabeza hacia mí y advertí, también, en ella, una profunda consternación…
           

Las miré… Intenté incorporarme y extender una mano hacia ellas, ya que las palabras no me salían en absoluto: sólo emitía jadeos.  Pero no pude incorporarme demasiado a decir verdad: la intensa corriente de excitación que corría por dentro de mí me hizo caer nuevamente y quedé en el piso, vencida y retorciéndome bajo la tortura de un éxtasis anal difícil de describir con palabras… Eli caminaba por el lugar hablando con mi celular y en una oportunidad  pude ver sus zapatos muy cerca de mi rostro; intenté arrojar un manotazo pero fue en vano… La fuerza a la que estaba yo siendo sometida boicoteaba cualquier acción de mi parte… Y la excitación iba aumentando… y aumentando… Sentía un irrefrenable deseo de tocarme; necesitaba llegar al orgasmo en ese momento o de lo contrario, al menos eso creía, la tortura llegaría a límites insoportables… ¡Esa pendejita puta tenía que apagar el celular!  Pero en lugar de eso seguía hablando y deambulando por la habitación como si nada…

             Un taconeo de estilo diferente llegó súbitamente a mis oídos y logré, aun extenuada y con mi rostro pegado al piso, reconocer el escorpión en el empeine del pie de quien había entrado… Levanté la vista como pude, aun cuando se me hacía difícil mantener los ojos abiertos… Loana estaba allí… Y se me ocurrió pensar que eso era una buena noticia para mí… aun cuando portara fusta en mano…
            “¿Qué hacés, pendeja pelotuda?” – rugió furiosa y, en un rápido movimiento, arrebató el celular a su hermana, que la miraba con unos ojos enormes.  La corriente cesó; Loana había apagado el teléfono… y yo me sentí volver a la vida… aunque la experiencia me había dejado con un grado de excitación que creo que nunca había experimentado en mi vida.
             “¡Hablo por el celu! ¿Cuál es el problema?” – se defendió Eli a los gritos, quien parecía algo nerviosa pero mantenía su tono firme y seguro.
             “¡Todos los días hay que cargarte crédito y todos los días lo gastás!  ¿Por qué no vas y hablás personalmente con el taradito ese que tenés por novio o lo que carajo sea? – la voz de Loana atronaba en el lugar de tal modo que me hacía encogerme; era admirable la entereza de su hermana para mantenerse casi incólume a pesar de eso -.  Además… ¿quién te autorizó a venir acá y usar este teléfono?”
             La discusión entre las hermanas  mantuvo durante un par de minutos un alto nivel de decibelaje; alcancé a ver cómo Belén, temerosa y sobrepasada por la situación, se marchaba del lugar; Sofi, por el contrario, permaneció allí, aunque sin emitir sonido y atenta a la escena, cruzadas las manos por delante de la corta falda.  Casi en el mismo momento en que Belén se iba, alguien irrumpió con un marcado taconeo… La señora Batista estaba allí… y en su mano, al igual que su hija Loana, blandía una fusta…
             El rostro de Eli viró hacia un pálido mucho más marcado y por primera vez noté que sus ojos se teñían de terror… Comenzaba a entender yo en tales gestos cómo estaba distribuido el poder en la familia Batista: Eli era una chiquilla y, como tal, más allá del ascendente que su hermana mayor pudiera tener sobre ella, estaba aún bajo la esfera de su madre, posiblemente hasta que cumpliera la mayoría de edad y se convirtiera de hecho y por derecho en una mujer no sólo dominante (rasgo que ya mostraba) sino también independiente… Mientras tanto la señora Estela era quien disponía sobre ella…
             “¿Qué pasa acá? ¿Qué son todos esos gritos que se escuchan desde la casa?” – rugió enardecida la señora Batista.
             “Tu hijita – ironizó Loana, sin separar sus ojos ponzoñosos clavados sobre su hermana – estuvo tocando cosas sin permiso”
              Advertí claramente que, a pesar de ser madre e hija, no existía vínculo de subordinación entre ambas.  Contrariamente a lo ocurrido con Eli, Loana ni se inmutó con la llegada de su madre… Lo que hizo, en todo caso, fue ponerla al corriente de la situación como si hablase de igual a igual… Una vez que fue anoticiada por su hija, la señora Batista evidenció en su expresión estar montándose en cólera aún más de lo que ya lo estaba.   Sin decir palabra alguna, se dirigió hacia su hija menor y la tomó por los cabellos; sin compadecerse de los quejidos de dolor de ésta la llevó hasta la mesita rodante y la depositó, doblado su cuerpo, sobre la misma.  Eli parecía querer decir algo, pero al mismo tiempo algo la detenía: sabía seguramente que no había forma de torcer los designios de su madre y que cualquier cosa que intentase decir en su defensa estaría descalificada de antemano desde el momento en que su hermana mayor ya había dado cuenta de lo ocurrido; era como si las explicaciones estuviesen de más.
             La señora Batista llevó hacia arriba el vestido corto de la jovencita y de un violento tirón bajó la bombacha hasta las rodillas, dejándola expuesta con su cola en pompa, bien apetecible.  Yo no podía creer la escena que estaba viendo: se me hacía profundamente erótica y no puedo describir a qué niveles subió mi excitación cuando la madre comenzó a descargar con furia la fusta sobre las nalgas de su hija; los gritos de dolor de ésta hacían la escena todavía más caliente.  Sofi, que aún seguía allí, observaba muda e inmóvil, además de visiblemente estupefacta.  Loana pareció notarlo:
             “¿Y a vos qué te pasa? – le espetó la rubia diosa -. Bien que habrás sido cómplice, pendeja putita… Desaparecé de acá ya mismo como hizo tu amiguita o te juro que para vos también va a haber…”
             La amenaza cogió por sorpresa a Sofi; dio un respingo en el lugar, pero a la vez no dio un solo paso para irse… ¿Había quedado paralizada por el terror o bien la excitaba la idea de recibir un tratamiento semejante al de Eli?  Loana enarcó las cejas al comprobar que seguía allí:
            “Aaaaah… parece que vos también querés tener el culo rojo, ¿eh?” – le lanzó la altiva rubia, con tono de burla.
             Sofi temblaba; pareció querer decir algo pero no lo dijo… Loana tampoco se preocupó por esperar a que lo hiciera.  Simplemente la tomó por el hombro y la llevó contra la pared poniéndola de cara a la misma.  De modo análogo a como lo hiciera antes su madre con su hermana, levantó la falda de la desdichada adolescente y echó abajo sus bragas, que corrieron hacia el piso a lo largo de sus largas y bien formadas piernas.  Y la fusta comenzó a caer… La habitación se convirtió en un coro a dúo entre los aullidos de dolor de Eli y los de Sofi, mientras madre e hija mayor se ensañaban con las partes traseras de ambas… Viendo a una y a otra nadie podía no suponer que llevaran la misma sangre: ambas se mordían el labio inferior y trasuntaban en sus rostros la misma expresión de furia y arrogancia.  No puedo describir a qué niveles había subido mi excitación… Luego de la experiencia del plug anal y teniendo ahora semejante escena ante mis sentidos, me sentí arrastrada hacia el éxtasis sexual; la sensación era tanto de elevarme hacia el cielo como de caer hacia el infierno… Quería tocarme, cuánto lo deseaba… Quizás podía hacerlo ya que tanto Loana como su madre estaban demasiado ocupadas como para prestarme atención… Pero me abstuve de hacerlo… ¿Qué pasaría si me descubrieran?  Y además… ¿Loana autorizaría algo así? Seguramente no… Sólo me quedaba mirar, sentir, disfrutar y dejarme llevar… Los gritos de las dos chicas eran como música que poblaba aquella habitación triste y lúgubre en que me habían arrojado… En algún momento las vi a ambas reflejadas en el espejo mientras eran castigadas… y al multiplicarse tan cautivantes, bellas y perversas imágenes, me sentí más cerca del goce sexual que nunca, mientras de mis labios sólo brotaban gemidos y jadeos que no podía controlar y que, por suerte, los golpes de las fustas y los alaridos de las muchachas no dejaban oír… Quería tocarme, lo deseaba con todo mi ser… pero sabía que no debía hacerlo…

“UNA EMBARAZADA Y SU DINERO, MIS MEJORES AFRODISIACOS” Libro para descargar (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Descubrir que una embarazada y yo somos herederos de una fortuna, reavivan mi alicaído libido. Con 42 años, las mujeres habían pasado a un segundo plano hasta que me enfrenté a ese cuerpo germinado. Los pechos, el culo de Ana y su dinero se convirtieron en mis mejores afrodisíacos

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:
 
Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:

Capítulo uno

Como a muchos hombres de mi generación, el estrés continuado durante años producto del trabajo me había llevado a una inapetencia sexual. Aunque sea duro reconocerlo, no me considero un bicho raro al confesaros que, con cuarenta y dos años, las mujeres habían pasado a segundo plano en mi vida. Sin ser un eunuco, ya no eran mi prioridad y prefería una buena comilona con un grupo de amigos tras un partido de futbol a un revolcón con la putita de turno. Siendo heterosexual convencido y probado, era consciente de la belleza de determinadas mujeres que revoloteaban a mi alrededor pero me consideraba inmune a sus encantos. Simplemente no me apetecía perder mi tiempo en la caza y captura de una de ellas.
Lo más curioso de asunto es que todo lo que os he contado antes cambió con la persona menos indicada y en las circunstancias más extrañas. Os preguntareis cuándo, cómo y con quién se dio ese cambio. La respuesta es fácil:
“Con mi prima Ana, al verla embarazada y en Filipinas”.
Como en tantas historias, todo comenzó por un hecho fortuito y en este caso luctuoso: la muerte de un tío. Evaristo, el difunto era un familiar que después de la guerra había organizado las maletas y se había ido al extremo oriente en busca de fortuna. En mi caso, solo lo había visto una vez y eso hacía muchos años. Por eso me sorprendió la llamada de un abogado, avisándome de su muerte y de que me había nombrado heredero.
No creyendo en mi suerte, le pregunté cuanto me había dejado. El letrado me contestó que no lo sabía porque esa encomienda era un encargo de un bufete de Manila del que ellos solo eran representantes. De lo que sí pudo informarme fue que al lunes siguiente se abriría el testamento en sus oficinas con las presencia de todos los beneficiarios.
―¿Hay más herederos?― molesto pregunté.
El tipo al otro lado del teléfono notó mi tono y revisando sus papeles, respondió:
―Son dos. Usted y Doña Ana Bermúdez.
Así me enteré que mi prima Ana era la otra afortunada.
«Es lógico. Somos sus parientes más cercanos», pensé al recordar que ese hombre era el hermano de nuestro abuelo.
A pesar de haber perdido el contacto con ella, me tranquilizó saber con quién iba a tener que compartir lo mucho o lo poco que nos había legado ya que Ana siempre me había parecido una persona bastante equilibrada. Por ello, confirmé mi asistencia a la apertura del testamento y anotándolo en mi agenda, me desentendí de ello.

La cita en el bufete.
He de reconocer que una vez en casa, fantaseé con la herencia y me vi como un potentado a cargo de una plantación de tabaco al hacer memoria que el tal Evaristo se vanagloriaba de la calidad de los puros que elaboraba en esas tierras mientras gastaba dinero en el pueblo sin ton ni son, con el objeto de restregar a toda la familia su éxito.
«Quién me iba a decir que iba a disfrutar del dinero que ese viejo ganó con tanto trabajo», ilusionado medité al caer en la cuenta que el bufete al que iba a ir era uno de los mejores de Madrid y por ello asumí que el legado debía de ser importante.
Por ello, intenté contactar con Ana para conocer de antemano cuál era su sentir en todo ello, pero me resultó imposible porque increíblemente nadie que conocía tenía su teléfono.
«¡Qué raro!», me dije tras darme por vencido, «es como si hubiese querido romper con todo su pasado». No dando mayor importancia a ese hecho, la mañana en que iba a conocer cuál era mi herencia, ve vestí con mis mejores galas y acudí a la cita.
Tal y como era previsible, las oficinas en que estaban ubicado ese despacho de abogados destilaban lujo y buen gusto. Quizás por ello, me sentí cortado y tras anunciarme con la recepcionista, esperé sentado que me llamaran tratando de pasar desapercibido. Al salir de casa creía que mi vestimenta iba acorde con la seriedad de la reunión pero, al llegar a ese sitio, deseé haberme puesto una corbata.
«Esto está lleno de pijos», mascullé cabreado asumiendo que me encontraba fuera de lugar. Si ya me consideraba inferior, esa sensación se incrementó al reconocer a mi prima en una ricachona que acababa de entrar por la puerta. Envuelta en un abrigo de visón y con peinado de peluquería, Ana parecía en su salsa. Si yo había dado mi nombre y poco más, ella se anunció exigiendo que la atendieran porque tenía prisa.
«¡Menuda borde!», pensé al escuchar sus malos modos.
Levantándome de mi asiento, me dirigí a ella y saludé. La frialdad con la que recibió mis besos en sus mejillas me confirmó que en esa altanera mujer, nada quedaba de la chiquilla inocente que había sido y por eso volví a sentarme, bastante desilusionado. La diferencia de trato, me quedó clara cuando a ella la hicieron pasar directamente a un despacho.
«A buen seguro, Ana es la beneficiaria principal y yo en cambio solo recibiré migajas», sentencié mientras intentaba mantener la tranquilidad.
Enfrascado en una espiral autodestructiva esperé a que me llamaran. Afortunadamente la espera duró poco ya que como a los cinco minutos, uno de los pasantes me llamó para que entrara a la sala de reuniones. Allí me encontré con cuatro abogados de un lado y a mi prima del otro. No tuve que ser un genio para leer en su rostro el disgusto que le producía mi presencia.
«Debió pensar que ella era la heredera universal de Evaristo», comprendí al ver su enfado.
No queriendo forzar el enfrentamiento que a buen seguro tendríamos en cuanto nos leyeran el testamento, pregunté cuál era mi sitio. El más viejo de los presentes me rogó que me sentara al lado de ella y sin dar tiempo a que me acomodara, comenzó a explicar que nos había citado para darnos a conocer el legado de nuestro tío.
―Corte el rollo, ¿cuánto me ha dejado?― fuera de sí, le recriminó mi prima.
Su mala educación no influyó al abogado que, con tono sereno, le contestó que no sabía porque antes tenía que abrir el sobre que contenía sus últimas voluntades.
―Pues hágalo, no tengo tiempo que perder.
El sujeto, un auténtico profesional, no tomó en cuanta la mala leche de mi familiar y siguiendo los pasos previamente marcados, nos hizo firmar que en nuestra presencia rompía los sellos de ese paquete. Os juro que para entonces se me había pasado el cabreo al ver el disgusto de esa zorra y gozando a mi manera, esperé a que el abogado empezara a leer el testamento.
Tras las típicas formulas donde se daba el nombre de mi tío y el notario declaraba que a pesar de su edad tenía uso pleno de sus facultades, fue recitando las diferentes propiedades que tenía en vida. La extensa lista de bienes me dejó perplejo porque aunque sabía que mi tío era rico nunca supuse que lo fuera tanto y por ello, cuando aún no había terminado de nombrarlas, ya me había hecho una idea de lo forrado que estaba.
«¡Era millonario!», exclamé mentalmente y completamente interesado, calculé que aunque solo recibiera un pequeño porcentaje de su fortuna me daría por satisfecho.
Ana se le notaba cada vez más enfadada y solo pareció apaciguarse cuando el letrado empezó a leer las disposiciones diciendo:
―A mi adorada sobrina, Doña Ana Bermúdez, en virtud de haber dedicado sus últimos años a cuidar de mí…― la cara de mi prima era todo satisfacción pero cambió a ira cuando escuchó que decía― …le dejo el cincuenta por ciento de mis bienes.
Durante unos segundos, mantuvo el tipo pero entonces fuera de sí empezó a despotricar del viejo, recriminándole que ella era la única que se había ocupado de él.
El abogado obviando sus quejas, prosiguió leyendo:
―A mi sobrino, Manuel Bermúdez, como único varón de mi familia le dejo el otro cincuenta por ciento siempre que acepte cumplir y cumpla las condiciones que señalo a continuación…―os juro que mi sorpresa al saberme coheredero de esa inmensa fortuna fue completa y por eso me costó seguir atendiendo― …Primero: Para hacerse cargo de la herencia, debe vivir y residir en mi casa de Manila durante un mínimo de dos años desde su aceptación. Para ello, su prima Ana deberá prepararle la habitación de invitados o cualquier otra de la zona noble.
«La madre tendré que vivir con esa engreída», pensé.
El abogado siguió diciendo:
―Segundo: Deberá trabajar bajo las órdenes de la actual presidenta de mis empresas durante el mismo plazo.
No me quedó duda de quién era esa señora al ver la cara de desprecio con la que Ana me miraba.
―Tercero: La aceptación de su herencia deberá hacerse ante mi notario en Manila dando un plazo de quince días para que lo haga. De negarse a cumplir lo acordado o no aceptar la herencia, el porcentaje a él asignado pasará directamente a su prima Doña Ana Bermúdez.
Esas condiciones me parecieron fáciles de cumplir teniendo en cuenta que estaba hasta los huevos de mi trabajo como simple administrativo en una gran empresa y por eso, nada más terminar el abogado dije:
―¿Dónde hay que firmar?
El sujeto se disculpó y me recordó que según el testamento debía hacerlo en Filipinas y ante la ley de ese país. Dando por sentado que tenía razón ya me estaba despidiendo cuando escuché a mi prima que con tono duro decía:
―¿Nos pueden dejar solos? Manuel y yo tenemos que hablar.
Los abogados previendo que iba a producir una confrontación entre nosotros, desaparecieron por arte de magia.
Al quedarnos únicamente ella y yo en esa habitación, Ana se quitó el abrigo de pieles y dejándolo sobre uno de los sillones, se dio la vuelta y me soltó:
―¿Cuánto quieres por renunciar a todo?
La dureza de sus palabras me pasó desapercibida porque en ese momento mi mente estaba en otro planeta porque al despojarse de esa prenda, me permitió admirar la sensual curvatura de su vientre y la hinchazón de su busto.
«¡Está embarazada!», concluí más excitado de lo normal al recorrer con mi mirada su preñez.
Aunque siempre me habían parecido sexys las barrigas de las mujeres esperando, os tengo que confesar que cuando descubrí su estado, algún raro mecanismo subconsciente en mi interior se encendió y puso a mis hormonas a funcionar.
«¡Está buenísima!», pensé mientras por primera vez la contemplaba como mujer. Olvidando su carácter, me quedé prendado de esos pechos que pugnaban por reventar su blusa y contra mi voluntad, me imaginé mamando de ellos.
Mi “querida” prima creyó que mi silencio era un arma de negociación y sacando la chequera, con la seguridad de alguien acostumbrado a las altas esferas, me preguntó:
―¿Con medio millón de euros te sentirías cómodo?
Ni en mis sueños más surrealistas hubiera creído que de esa reunión saldría con esa suma pero para desgracia de esa pretenciosa, mi cerebro estaba obcecado contemplando el erotismo de sus curvas y nada de lo que ocurriera en esa habitación podría hacer que me centrara tras haber descubierto unas sensaciones que creí perdidas.
«Esta puta me pone cachondo», alucinado determiné al notar que mi sexo se había despertado tras meses de inactividad y que en esos momentos lucía una erección casi olvidada.
―Entonces, un millón. ¡No pienso ceder más!― subrayó cabreada.
Su ira, lejos de hacerla menos deseable, incrementó su erotismo y ya sumido en una especie de hipnosis, fui incapaz de retirar mis ojos de los pezones que se podían vislumbrar bajo su blusa.
«Debe de tenerlos enormes», medité mientras soñaba en el paraíso que significaría tenerlos a mi alcance, «daría lo que fuera por mordisquearlos».
―¡Solo un idiota rechazaría mi generosa oferta!―chilló ya descompuesta.
Su insulto exacerbó mi fantasía e imaginando que era mía, me vi sometiéndola. Ninguna mujer me había provocado esos pensamientos y por ello me intrigó que tras años de sexualidad aletargada, esa preñada me hubiese inyectado en vena tanta lujuria.
«¡Me la ha puesto dura!», sonreí.
Mi sonrisa nuevamente fue malinterpretada y tomada como una ofensa. Ana, dio por declarada la guerra y llena de ira, me soltó:
―No tienes idea de lo hija de puta que puedo ser. Te conviene aceptar mi oferta. Filipinas es mi terreno y si vives conmigo, ¡te haré la vida imposible!
Esa nada sutil amenaza tuvo el efecto contrario. Mi prima me la había lanzado con la intención de acobardarme pero al saber que viviría con ella, hizo que todas las células de mi cuerpo hirvieran de pasión.
―Ya veremos― respondí y dando por zanjado el tema, me acerqué a ella.
Ana se quedó de piedra cuando ya a su lado y mientras me despedía, susurré en su oído:
―Por cierto, nunca me imaginé que mi primita se había convertido en una diosa.

Quemo mis naves.
Saliendo de los abogados, decidí irle a decir adiós a mi jefe. Tras diez años de esclavitud y explotación en sus manos, ese capullo se merecía que alguien le cantara las cuarenta. A muchos os parecerá una locura quemar las naves de esa forma pero, asumiendo que lo mínimo que iba a sacar era el millón de euros que me había ofrecido, me parecía obligado hacerle saber a mi superior lo mucho que le estimaba.
Por eso cuando llegué a la oficina, sin pedir permiso, entré en su despacho y subiéndome a su mesa, me saqué la polla y le meé encima. Tras ese desahogo y mientras ese mequetrefe no paraba de chillar, recogí mis cosas y dejé para siempre ese lugar.
«¡Qué a gusto me he quedado!», pensé ya en la calle al recordar la cara de miedo que lucía ese cabronazo mientras le enchufaba con mi manguera. Acostumbrado a ejercer tiránicamente su poder, Don José se había quedado reducido a “pepito” al verme sobre su escritorio verga en mano.
Ya más tranquilo me fui a casa e indagando en internet, confirmé con la copia del testamento en mi mano que las posesiones de mi tío Evaristo se podían considerar un emporio:
«Estoy forrado», resolví tras verificar que formaban el segundo mayor holding de ese país.
Curiosamente mientras pensaba en esa fortuna que me había caído del cielo, no fueron solo mis neuronas las que se pusieron como una moto sino antes que ellas, mis hormonas. Dentro de mis calzones, mi pene se había despertado con una dureza comparable a la sufrida al ver las tetas de mi prima.
―¡Me pone cachondo la pasta!, muerto de risa, exclamé.
Juro que solo el saber que apenas tenía dinero para comprarme el billete de avión a Manila, evitó que saliese corriendo a un putero a descargar mi tensión con una hembra de pago. En vez de ello, abriendo mi bragueta, saqué mi hombría de su encierro y me puse a pajear pensando en Ana, en esas tetas que no tardarían en tener leche y en su estupendo culo.
―¡Esa puta será mía!― determiné en voz alta al recordar su sorpresa cuando le comenté lo buena que estaba.
Soñando que el desconcierto con el que recibió mi piropo fuera motivado por una debilidad de su carácter que me diera la oportunidad de seducirla, me imaginé poniendo mi verga entre las tetas de esa soberbia. En mi mente, mi adorada prima se comportó como una zorra y actuando en sintonía, me hizo una cubana de ensueño mientras soportaba mis risas e insultos.
Estaba a punto de sucumbir a mi deseo cuando de improviso sonó el timbre de mi puerta. Disgustado por la interrupción, acomodé mi ropa y fui a ver quién había osado interrumpirme. Al abrir, me encontré con una oriental. La desconocida, al verme, se presentó como la secretaría de mi prima y sin mayor prolegómeno, me informó que su jefa le había pedido que se pusiera a mis órdenes para que me ayudara con los preparativos de mi marcha.
Con la mosca detrás de la oreja, la dejé pasar. Esa criatura debía tener instrucciones precisas porque nada más pisar mi apartamento, me preguntó dónde tenía las maletas y qué ropa quería llevarme.
―¿A qué se debe tanta prisa?― pregunté.
Sin mostrar ningún signo de preocupación, la filipina contestó:
―Como futuro vicepresidente tiene a su disposición el avión de la compañía y Doña Ana ha preparado todo para que usted salga rumbo a Manila en tres horas.
Ese cambio de actitud y que esa guarra sin alma facilitara mi ida, me mosquearon. Sospechando que quizás buscaba un acercamiento como estrategia de negociación, interrogué a la muchacha donde recogeríamos a mi prima.
―La señora ya está de vuelta en otro avión. No quería esperar a que termináramos con su equipaje y me ha pedido que sea yo quien le acompañe.
Su tono meloso despertó mis alertas. Tratando de encontrar un sentido a todo aquello, me fijé en la muchacha y fue al percatarme de su exótica belleza cuando caí del guindo:
«Mi prima la ha mandado para que me seduzca».
Ese descubrimiento en vez de molestarme, me hizo gracia y sin cortarme en absoluto, me dediqué a admirar a la cría mientras recogía mi ropa.
«Hay que reconocer que tiene un polvo», zanjé tras recorrer con la mirada su esbelto cuerpo. Teresa, así se llamaba la mujercita, parecía sacada de una revista de modas. Guapa hasta decir basta, sus movimientos irradiaban una sensualidad que no me pasó inadvertida.
«¡Más de uno!», decreté al descubrir que tenía un culo con forma de corazón cuando la vi agacharse a cerrar la primer maleta. «Joder, ¡cómo estoy hoy!», protesté mentalmente mientras trataba de ocultar la erección entre mis piernas.
La incomodidad que sentía se incrementó exponencialmente al notar que esa cría se había dado cuenta de lo que ocurría entre mis piernas y se ponía roja.
«Parezco un viejo verde», refunfuñé en silencio avergonzado y desapareciendo de mi habitación, fui a la cocina a tomar un vaso de agua aunque no tenía sed.
Consideré esa huida como una sabia retirada porque era consciente que en el estado de excitación en que estaba, cualquier acercamiento por parte de ella terminaría en mi cama. Lo que no sabía fue que Teresa usó mi ausencia para revisar los cajones de mi cuarto y que durante ese examen, encontró mi colección de películas porno.
«Menudo pervertido», me reconoció posteriormente que pensó al deducir por su contenido que las asiáticas eran una de mis fantasías.
Curiosamente ese hallazgo, la satisfizo aunque su jefa le había prohibido expresamente cualquier acercamiento conmigo. Sus órdenes eran únicamente el convencerme de acudir cuanto antes a filipinas.
―Es un muerto de hambre. Fuera de su entorno conseguiré que firme la renuncia― fueron las escuetas explicaciones que le dio.
Para desgracia de Ana, esa muchachita era ambiciosa y al conocer mi debilidad por su raza, no tardó en decidir que la iba a aprovechar a su favor. De forma que ajeno a las oportunidades que se me estaban abriendo sin saberlo, la mente de Teresa se puso a elucubrar un plan con el que seducirme.
«Maduro, soltero y solo, no tardará en caer entre mis piernas», sentenció mientras se veía ya como mi futura esposa. «Si consigo enamorarle, me convertiré en una de las mujeres más ricas de mi país».
Por mi parte, en la soledad de mi cocina, mi excitación no me daba tregua y a pesar de mis intentos, seguía pensando en esa jovencita.
«Aunque está buenísima», sentencié al sentir mis hormonas en ebullición, «no debo caer en la red que Ana me ha preparado».
Desconociendo que iba a producir un choque de trenes, y que mi deseo se iba a retroalimentar con su ambición. Levanté mi mirada al oír un ruido y descubrí a Teresa apoyada contra el marco de la puerta. La perfección de sus formas y la cara de putón desorejado de la muchacha echaron más leña al fuego que ya consumía mis entrañas.
―Ya he terminado― comentó con tono dulce al tiempo que hacía uso de sus impresionantes atributos femeninos en plan melosa.
Reclinando su cuerpo contra el quicio, esa cría se exhibió ante mí como diciendo: “soy impresionante y lo sabes”.
Reconozco que mis ojos estaban todavía prendados en su piel morena cuando ella incrementando el acoso a la que me tenía sometido, me dijo:
―Todavía faltan un par de horas para que salga nuestro avión. ¿Le importa que me dé una ducha?
No tuve que quebrarme mucho la cabeza para comprender que se me estaba insinuando y por un momento estuve a punto de negarle ese capricho, pero entonces y ante mi asombro, Teresa dejó caer uno de los tirantes de su vestido mientras insistía diciendo:
―Me siento sudada y me vendría bien para refrescarme.
Os juro que antes de darme tiempo de reaccionar, ese bellezón de mujer deslizó el otro tirante e impresionado solo pude quedarme admirando cómo se me iban mostrando la perfección de su curvas mientras su ropa se escurría hacía el suelo.
«¡Es una diosa!», exclamé mentalmente mientras todo mi ser ardía producto de la calentura que esa criatura había suscitado en mi cerebro.
Si su rostro era bello, las duras nalgas que pude contemplar mientras la muchacha salía rumbo al baño me parecieron el sumún de la perfección.
«Tranquilo, macho. ¡Es una trampa!», me tuve que repetir para no salir detrás de ella.
Todo se estaba aliando en mi contra. Si esa mañana alguien me hubiera dicho que estaría en ese estado de excitación solo cuatro horas después de haber despertado, lo hubiera negado. La preñez de mi prima había avivado el deseo que creía olvidado, la pasta de la herencia lo había intensificado pero lo que realmente me convirtió en un macho en celo fue esa cría cuando, llevando como única vestimenta un tanga negro, me preguntó desde el pasillo:
―¿No me va a acompañar?
Mis recelos desaparecieron como por arte de magia y acercándome a ella, me apoderé de sus pechos mientras forzaba los labios de esa joven con mi lengua. La pasión que demostró, me permitió profundizar en mi ataque y olvidando cualquier tipo de cordura, le bajé las bragas.
―¡Qué maravilla!― clamé alucinado al encontrarme con su depilado y cuidado sexo.
Su sola visión hizo que casi me corriera de placer, Teresa no solo estaba buena sino que de su coño desprendía un aroma paradisíaco que invitaba a comérselo. Estaba todavía pensando que hacer cuando esa filipina pegando un grito se abalanzó sobre mí e me bajó los pantalones.
Sobre estimulado como estaba, no hizo falta nada más y cogiéndola entre mis brazos, de un solo arreón la penetré hasta el fondo. La cría chilló al sentirse invadida y forzada por mi miembro, pero en vez de intentarse zafar del castigo, se apoyó en mis hombros para profundizar su herida, diciendo:
―Hazme el amor.
Cabreado por mi rápida claudicación y por el hecho que mi adversaria creyera que me había vencido, la contesté:
―No voy a hacerte el amor, voy a follarte― tras lo cual moviendo mis caderas, hice que la cabeza de mi pene chocara contra la pared de su vagina sin estar ella apenas lubricada. Mi violencia y la estrechez de su conducto hicieron saltar lágrimas de sus ojos pero su sufrimiento solo consiguió azuzar mi deseo.
Sin importarme su dolor ni siquiera esperé a que se relajara antes de iniciar un galope desenfrenado. Sus aullidos al sentirse casi violada con cada incursión, me alebrestaron y ya convertido en un animal, seguí machacando su coñó con mi verga. Durante largos minutos, su cuerpo fue presa de mi lujuria hasta que contra toda lógica, Teresa consiguió relajarse y comenzó a disfrutar del momento.
Supe que algo había cambiado en su interior cuando el cálido flujo que brotó de su sexo me empapó las piernas. Fue entonces cuando me percaté que esa cría se arqueaba en mis brazos con los ojos en blanco. Su rostro ya no mostraba dolor sino placer e involuntariamente colaboró con mi infamia abrazándome con sus piernas.
―Eres un salvaje― musitó saboreando ya cada una de mis penetraciones.
No me podía creer la excitación que me corroía, siendo ya cuarentón no di muestra de serlo al tener izada entre mis brazos a esa mujer sin dejar de aporrearla con mi miembro. Con renovada juventud, continué follándomela en volandas mientras en su cuerpo se iba acumulando tanta tensión que no me cupo duda que iba a tener que dejarla salir con un brutal orgasmo. Sin estar cansado pero para facilitar mis maniobras, la coloqué encima de una mesa, sin dejarla descansar. La nueva posición me permitió disfrutar con sus pechos. Pequeños como el resto de su se movían al ritmo que imprimía a su dueña. Teresa, cada vez más abducida por el placer, olvidó sus planes y berreando, imploró mis caricias. Respondiendo a sus deseos, los cogí con mi mano, y extasiado por la tersura de su piel morena, me los acerqué a la boca.
La oriental aulló como una loba cuando notó mis dientes adueñándose de sus pezones y totalmente fuera de si, clavo sus uñas en mi espalda. Sé que buscaba aliviar la tensión que acogotaba su interior pero solo consiguió que esos rasguños incrementaran mi líbido y ya necesitado de derramar mi leche dentro de ella, me agarré de sus tetas y comencé un galope desenfrenado, usándola como montura.
Para entonces, mis huevos rebotaban como en un frontón contra su cuerpo. El brutal ritmo que adopté hizo que mi verga forzara en demasía su interior de forma que cuando exploté dentro de su cueva, mi semen se mezcló con su sangre y mis gemidos con sus gritos de dolor. Agotado y ya satisfecho, me desplomé sobre ella pero Teresa, en vez de quejarse, siguió moviéndose hasta que su propia calentura le hicieron correrse brutalmente, gritando y llorando por el tremendo clímax que le había hecho tener.
―No puede ser― chilló dominada por las intensas sensaciones que recorrían su cuerpo y con lágrimas recorriendo sus mejillas, me reconoció que le había encantado antes de quedarse tranquila.
―Vamos a la cama― dije en cuanto se hubo recuperado un poco.
La muchacha, al oírme, sonrió pero tras pensárselo me dijo con voz apenada:
―Me encantaría pero tenemos que coger un vuelo.
Sintiéndome Superman, besé sus labios y le pregunté:
―¿Cuántas horas tarda el viaje?
―Catorce― respondió alegremente al intuir mis intenciones.
«Tiempo suficiente para seguir follando», me dije y dando un azote sobre su trasero desnudo, le comenté que se había quedado sin ducha.
La cría muerta de risa, contestó:
―No me importa, en el avión hay un jacuzzi ¡para dos!

Relato erótico: ” La fiera 3″ (POR KAISER)

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LA FIERA
Una despiadada ola de calor azota toda la región justo en el momento en que se inicia la cosecha de los frutales. María va de un lado para otro acarreando gente y equipos así como asegurándose que no falte nada para una labor delicada y que necesita mano de obra en abundancia. Además se asegura que haya agua y todo lo necesario para que sus trabajadores se protejan del sol e incluso dio órdenes de parar todo a la hora de mayor calor. Es una tarea muy cansadora y que recién va en su primera semana y la ola de calor no ha dado señales de querer dar tregua.
María hace de todo, visita el pueblo, regresa por materiales, se reúne con los transportistas y negocia precios con sus clientes habituales. Es un continuo ir y venir que la tiene bastante cansada, situación que se comienza a notar en ella y algunos ya le han recomendado que haga una breve pausa para tomarse un pequeño respiro y recuperar fuerzas.
Regresando a su casa María decide hacer un desvío, precisamente para tomar un poco de aire y descansar aunque sea un momento. Toma una ruta alternativa y se dirige por un camino que solo ella conoce hacia el pie de un cerro dejando su camioneta estacionada entre unos árboles de forma discreta. Camina por entre la maleza y el suelo reseco y polvoriento hasta llegar a una pequeña quebrada donde siente una brisa de aire fresco debido a una caída de agua que brota de un manantial en la roca. María se acerca al borde de la pequeña laguna que se ha formado y se quita su sombrero para sumergir su rostro en las frías aguas para saciar su sed y a la vez refrescarse. Su cabello mojado se suelta y el agua se escurre por su cuerpo.
A la orilla de la laguna y sobre unas rocas María deja su ropa. Sus botas, su camisa, sus jeans, todo hasta quedarse desnuda y zambullirse. Las frías aguas del manantial le hacen olvidar el calor infernal que se siente en el ambiente y María se pone bajo la pequeña cascado cerrando sus ojos y manteniéndose quieta, permitiendo que el agua se deslice por las impresionantes curvas de su cuerpo que tanto hacen suspirar a los hombres del lugar y de las cuales solo un tímido muchacho, y sus atrevidos sobrinos han podido disfrutar. Tras un momento de relajo personal María se viste y regresa a sus labores aunque con un nuevo aire.
Tras pasar a supervisar la cosecha del día María llega a su casa y se sorprende al ver a una muchacha sentada en la entrada. “¿Qué haces aquí?” le pregunta a la chica que se le acerca a saludarla. “Soy sobrina de la señora Estela, ella me dijo que usted podría ayudarme” y le entrega una carta. María la lee con atención, a la tía de esta muchacha la conoce bien, fue una empleada a su servicio por varios años y una de las pocas que se quedo con ella tras su divorcio. “Así que buscas trabajo”, “necesito hacerme de unos pesos antes de volver al internado donde me quedo por mis estudios en la ciudad”. En esta temporada María lo que más necesita es mano de obra y le ofrece trabajo como recolectora aunque tiene sus dudas que sea capaz de lidiar con una labor así de pesada. Su aspecto de “citadina” es evidente en su forma de vestir. Peto, shorts, sus uñas pintadas y su cabello teñido de un color entre amarillo y naranjo no le inspiran mucha confianza. Sin embargo le da la chance y la hace alojarse en su casa en vista que no hay otro alojamiento disponible y también en consideración a su tía que fue muy buen persona con María. “Espero que te guste levantarte temprano, aquí madrugamos” le advierte.
A la mañana siguiente María se levanta como de costumbre antes de las seis. Se ducha y se prepara para otro día de arduo trabajo. Pronto advierte que Karina también está en pie y le pregunta si desea café u otra cosa. Sin pudor alguno Karina se asoma en ropa interior por la puerta, algo que desconcierta de forma evidente a María que aprecia la esbelta y delicada figura de la muchacha. Karina es un poco más baja que María, piel canela, cabello corto hasta los hombros y un cuerpo esbelto y delgado que contrasta con la voluptuosidad de María. Sus pechos pequeños pero bien firmes saltan a la vista así como se trasero bien parado y redondo. “Café con leche” le responde y vuelve a vestirse.
María la lleva a los sitios de trabajo y la deja con otras recolectoras con más experiencia que le explican y le enseñan lo que debe hacer. “Trabaja bien” le comentan más tarde a María mientras supervisa todo. Karina se muestra como una chica alegre y conversa bastante con los demás. En la tarde regresa con María a la cual le hace algo de compañía y charlan de todo un poco. “Me quedo en un internado de mujeres” dice Karina, “tengo muchas amigas ahí y me llevo súper bien con ellas, de hecho espero juntarme con algunas que andan turisteando en la zona, claro después que termine mi trabajo”. María se incomoda un poco cuando Karina le cuenta acerca de las historias que su tía le relataba sobre su persona, “¿así que le rompió el brazo a un sujeto que le agarro el culo?” pregunta ella, “y la nariz también” responde María en medio de las risas de la muchacha, “¡ay qué cosa, por eso prefiero las mujeres, los hombres son unos idiotas!”, tras decir esto decide irse  dormir y se acerca a María dándole un beso en la mejilla de buenas noches tomándola por sorpresa.
En los días siguientes Karina sigue siendo la misma con su alegría y simpatía habitual, aunque María comienza a sentirse intimidada por los gestos de la muchacha que cuando conversan, no deja pasar la oportunidad de decir directamente que es lesbiana aunque, “también he estado con chicos, pero con mujeres es mejor”, esto incomoda a María que de manera inexplicable pierde esa seguridad en sí misma y se muestra algo nerviosa en presencia de la muchacha. Esto se hizo más que evidente cuando María se estaba dando una ducha y de manera imprevista Karina entra al baño, “lo siento, como no estaba la puerta cerrada pensé que no había nadie”. María se queda sin habla, pero de inmediato se percata de la lasciva mirada que Karina le da, es como si la devorara con la vista y eso la deja algo excitada.
Tras dos semanas de arduo trabajo la cosecha esta casi lista, solo falta lo menos y María comienza a despachar a sus trabajadores cancelando sus sueldos. Karina recibe su paga y le pregunta si puede quedarse un par de días más antes de irse. María acepta y esa tarde la muchacha sale a juntarse con sus amigas, “queremos ir a la laguna a pasar la tarde”. María termina con sus labores y por primera vez en días tiene un momento de calma así que aprovecha de disfrutar de una cerveza fría con su gente celebrando el fin de la cosecha. De regreso a su casa y con una mezcla de curiosidad y morbo, María se detiene en la laguna. Ella se acerca ocultándose entre los arbustos y observa a Karina con sus amigas. La muchacha luce realmente hermosa en bikini y un escalofrió recorre su cuerpo cuando una de sus amigas le aplica bronceador en su piel deslizando sus manos de manera bastante libre por su cuerpo, para después comenzar a besarse entre ellas. María casi se derrite al ver esto y un escalofrió la recorre delatando lo excitada que se ha puesto, sin embargo decide seguir con su camino.

Es casi de noche cuando Karina regresa y María está llenando unos papeles en su oficina. “¿Cómo estuvo la tarde?” le pregunta, “de pelos, nos divertimos bastante” responde la muchacha con su típica alegría, “¿y usted es solo trabajo?”, “bueno estos documentos no van a llenarse solos, esto es lo que más detesto, el papeleo de nunca acabar” dice María que se queja de una molestia en su hombro. “Ve, mucho estrés, debe relajarse, déjeme darle una mano”.

Antes que María pueda decir algo Karina se pone detrás y la toma de los hombros, “vamos relájese” le dice al sobresaltarse. Con sus suaves manos le empieza a hacer un masaje en los hombros y el cuello notándola sumamente tensa. “Suelte esos músculos” le dice al oído y María poco a poco va cediendo, “lo ve, se siente mejor ahora”. Delicadamente continúa pasando sus manos sobre la espalda de María, el relajo y la excitación que la invaden se hace evidente y aun más cuando Karina le desabrocha algunos botones de su camisa y se la baja dejándole sus hombros al descubierto así como también parte de sus magníficos y grandes pechos. Las manos de Karina no se detienen y María lisa y llanamente no tiene fuerzas para detenerla quedando a su completa merced. Las pequeñas y suaves manos de la muchacha descienden ligeramente y le rozan la parte superior de sus pechos haciendo que María libere un pequeño suspiro que la delata por completo. Karina acerca su rostro al cuello y la toma del rostro buscando sus labios, pero en ese momento se oyen unos golpes en la puerta.
“Si me disculpa me voy a duchar y a dormir” le dice y Karina se retira dejando a María con los crespos hechos. Se arregla, y aun excitada y desconcertada va a ver lo que sucede.
Es pasada la media noche cuando regresa, problemas con un camión complicaron la salida de parte de sus productos, pero por fortuna el asunto no pasa a mayores. Trata de retomar su trabajo, pero al cabo de un instante deja todo de lado, no puede concentrarse y al mirar la silla recuerda vívidamente lo sucedido. María se va a dormir aunque la situación le ronda en la cabeza. Al pasar frente al dormitorio de Karina abre ligeramente la puerta y la encuentra tendida en la cama, completamente destapada por el calor. Viste solo una polera bien ligera que esta algo levantada dejando parte de sus pequeños, pero hermosos pechos a la vista. Un calzón bien coqueto de color blanco contrasta con la piel canela de Karina y su mano derecha está entre sus piernas. A María la boca se le hace agua y por un momento quiere entrar. Karina se mueve hacia un lado y su trasero salta a la vista. Firme redondo y con sus nalgas bien marcadas debido a que su calzón se pierde entre las mismas. María hace un enorme esfuerzo y cierra la puerta encerrándose en su habitación.
En la mañana María sale temprano y en silencio, ni siquiera toma desayuno para no despertar a Karina y come con sus trabajadores. Trata de enfocarse en su trabajo, pero se le hace casi imposible y siente su cuerpo arder de una manera increíble. A la hora de almuerzo apenas se detiene en la casa y solo cruza un par de palabras con Karina a la que evita mirar a los ojos y que actúa con total normalidad como si nada hubiese ocurrido desconcertándola aun más.
Ya por la tarde y tras terminar sus labores María hace su desvió nuevamente. Es el único lugar donde puede tener paz y tranquilidad. Su cuerpo lisa y llanamente necesita botar esa calentura que tiene y en su rincón privado es la única parte donde puede hacerlo.
En un dos por tres María se desnuda y se mete al agua donde se refresca y suspira profundamente al meter sus dedos en su entrepierna. Su coño lo siente más caliente que nunca y pronto desliza sus manos por todo su cuerpo acariciando sus grandes pechos y su sexo dejando salir esa excitación que Karina le provoca y que además la avergüenza, aun le cuesta convencerse que se haya excitado con una mujer, en especial una tan joven.
“Vaya, veo que la fiera es una mujer después de todo”. Al escuchar esa voz María se da media vuelta y observa atónita a Karina de pie junto a la laguna mirándola fijamente. “Sabe, yo no necesito dinero, ni un lugar donde quedarme, podía perfectamente haberme alojado con mis amigas que ya me habían invitado”, “¿y por qué viniste conmigo?” saca la voz María aunque de forma temblorosa, “pues por usted”. Tras decir esto Karina comienza a desnudarse lentamente mientras María la observa y respira de forma agitada.
“Es claro que no lo recuerda, pero usted me vio en una ocasión hace algunos años, antes que me tiñera el pelo” dice Karina que se va sacando su ropa interior, “a esas alturas yo ya era lesbiana y cuando la vi quede prendida de usted, de inmediato me dije a mi misma tengo que follarmela, tengo que acariciarla, tengo que probar su cuerpo, saborear sus pechos y coño, tengo que hacerla mía aunque sea una vez” le dice Karina a María que no le sale el habla. “Quise venir antes, pero no pude, sin embargo ahora se me presento la ocasión y le invente la historia que buscaba trabajo a mi tía sabiendo que me iba a mandar con usted, es ahora o nunca me dije y así fue como llegue”. Karina se mete al agua y tras darse un buen chapuzón avanza hacia María que retrocede torpemente.
“Debo admitir su reacción me sorprendió, cuando la note tan vulnerable ante unos gestos que hice. El beso en la mejilla, cuando le dije que era lesbiana y esa noche en su oficina de no haber sido por qué un idiota vino a interrumpir me la habría follado ahí mismo, incluso pensé que se animaría a meterse a mi cama cuando estuvo parada en la puerta mirándome”, María abre la boca de pura sorpresa y Karina se ríe, “¡pero claro que sabía que estaba ahí!, sin embargo cuando note su actitud en la mañana supe que estaba caliente, lo supe en el acto y me imagine que vendría a este lugar”, “¿cómo sabes de este sitio?” es lo único que María atina a preguntar, “pues con mis amigas recorrimos estas tierras hace un tiempo y lo descubrimos, si supiera las cosas que hicimos aquí, además el día que fui a su casa yo vine aquí a darme un baño y la vi desnuda refrescándose, tuve que controlarme para no venir a tirármela en esa ocasión, la vi disfrutando y yo me hacia una feroz paja a escondidas, pero ahora, la haré mía si o si” y Karina presiona su cuerpo sobre el de María poniéndola contra la roca mientras el agua cae sobre ambas.
Karina mueve su cuerpo frotándolo con el de María, la diferencia de tamaño del busto de ambas es evidente, sin embargo Karina presiona sus senos sobre los de una atónita María que reacciona ante las caricias que le dan. Karina trata de besarla, pero ella la evade hasta que finalmente la toma del rostro y le da un apasionado beso en la boca mientras presiona su rodilla derecha entre las piernas de María frotándole el coño. “Nada mal” le dice Karina con una sonrisa, “es obvio que nunca lo has hecho con una mujer, pero no importa, yo te voy a enseñar” y nuevamente la muchacha vuelve a la carga ante una María completamente entregada y vulnerable.
Los besos de Karina se hacen más intensos y sus manos se vuelven más inquietas a cada instante acariciando los pechos de María y luego apretándole sus nalgas, “pero que buen culo” le  dice mirándola a los ojos notando el desconcierto y tremenda excitación en ella. Karina le mete mano por donde quiere, la hace darse media vuelta y la toma por detrás frotando su pubis contra el esplendido culo de María al tiempo que le toma los pechos y desciende una mano hasta llegar al coño. María deja escapar un profundo gemido y Karina la besa en el cuello mientras juguetea con su sexo, acariciando su clítoris y presionando un dedo en su vagina. María no puede controlar su cuerpo que se estremece de manera increíble ante semejantes caricias.
Con una mano bien metida entre sus piernas y la otra sobándole los pechos María disfruta una barbaridad. El manoseo de Karina la tiene fuera de control y sus dedos se van metiendo más y más en su sexo. Se voltea un poco y encuentra el rostro de Karina intercambiando un beso con ella por primera vez de forma voluntaria. Sus lenguas se cruzan y María estira sus manos hacia atrás y la presiona contra su cuerpo. El agua del manantial que cae sobre ambas parece hervir mientras follan ahí.
María se da media vuelta de nuevo y ambas se besan con todo, Karina lleva el liderazgo presiona su lengua en la boca de María que trata de seguirle el paso a la fogosa chiquilla. Karina le toma los pechos y se los empieza a chupar, jugando con sus erectos pezones lamiéndolos y frotándolos con sus dedos y con la punta de su lengua, “cuanto quería hacer esto” le dice mientras le devora sus senos. María gime y respira profundamente, las caricias y lamidas que recibe la dejan sin aliento y Karina se muestra insaciable sintiendo la lengua de la muchacha bajar por su cuerpo hasta llegar a su coño, María está ansiosa y expectante. No sabe si pedirle que se detenga o que siga, pero esa decisión no es de ella y Karina pronto envuelve su sexo con su boca y María deja escapar un tremendo gemido. Karina se lo devora con todo, ansiaba hacerle esto y se lo chupa y lame saboreándolo y probando el coño de una mujer madura. María presiona el rostro de la chica entre sus piernas y Karina la toma con fuerza de los muslos y hunde su lengua tan adentro como puede mientras María se retuerce y se sujeta de las rocas ya que sus piernas parecen de hilo. “Delicioso” murmura

Karina que vuelve a la carga perdiéndose su rostro entre los gruesos muslos de María que está en completo éxtasis. Karina la sujeta del culo y va metiendo un dedo entre sus nalgas excitándola aun más de lo que ya esta y le da un nuevo beso en la boca haciéndola probar el sabor de su propio coño.

“¡Contra la pared!” le ordena y la hace inclinarse mostrando su precioso culo y su sexo, María la observa con ansias y sacude su cabello lanzando agua en todas direcciones, separa ligeramente sus piernas y Karina le frota el coño con mucha fuerza deslizando completamente su mano y dándole unas buenas nalgadas. No contenta con ello comienza a follarla usando sus dedos, se los va metiendo rítmicamente y de varios a la vez. María se mueve cargándose sobre ella y Karina usa su pubis para empujar como si la estuviera penetrando, “¡ah, que rico!” exclama María que esta descontrolada ante el intenso placer que siente.
No satisfecha con follarla por un agujero Karina decide darle en el culo y María la incita a ello, “¡vamos dale que mi culo te desea!” le dice y Karina se los va metiendo ahí también. El ser follada por ambos agujeros la tiene a mil a María, sus gemidos se oyen con fuerza y ya no trata de contenerse a sí misma, simplemente se deja llevar de la mano de Karina que al fin se da el gusto de cogerla, algo que ansiaba desde hace tiempo.
Sobre una roca María queda recostada, nuevamente Karina la recorre de arriba abajo con su boca lamiendo sus pechos y su coño. Le separa ampliamente sus piernas y frota su pubis con el de María moviéndose como si la estuviera penetrando. Ambas se enredan entre sí en un ardiente y apasionado abrazo lleno de besos y caricias, pero Karina tiene ganas de seguir y María también.
“Ahora es tu turno” le dice Karina poniéndole su coño en la cara a María haciendo un 69. En un comienzo María se muestra tímida y sorprendida pese a todo lo que ha hecho, pero Karina la incita. Tímidamente María se acerca al coño de Karina y siente su aroma, “vamos que esperas” dice la muchacha y María lo hace, le desliza su lengua en el coño y ahora Karina es quien deja escapar un gemido. Ella sigue presionando y Karina mueve sus caderas restregándole su coño en la cara a María.
Lo único que se escucha son los gemidos y suspiros de ambas con el ruido de la caída de agua en el fondo. Recostadas en la maleza Karina y María se dan bien duro lamiéndose sus coños y metiéndose sus dedos mutuamente. María nunca lo había hecho con una mujer antes y es increíble, nunca nadie le había dado un placer así de intenso. Se corren de tal forma que pierden la noción del tiempo y solo cuando ya se comienza a poner el sol se toman un respiro abrazadas la una a la otra.
“Mañana debo irme” dice Karina que le da un pequeño beso a María, “pues hay que aprovechar la noche” le dice y ambas se van a la casa. Apenas entran se empiezan a desvestir de nuevo. A duras penas llegan al dormitorio de María y Karina se pone con el culo al descubierto y María le regresa el favor follandola duramente con los dedos. “¡Oh si, oh si!” exclama ella y María le devora su pequeño pero hermoso trasero. Ambas mujeres se lo montan en todas las poses posibles, Karina se lamenta de no tener un juguete a la mano, pero a María no le importa. Siguen follando hasta que la luna se aprecia claramente en el cielo nocturno. Karina hace a correrse a María cruzando sus piernas con ella y haciendo que sus coños se froten directamente el uno sobre el otro provocando tremendos gemidos en ambas, en especial en María que nunca había experimentado algo así. Solo el cansancio pone la calma entre ambas con Karina durmiéndose entre los pechos de María.
El ruido de su teléfono despierta a María que trata de poner las cosas en orden en su cabeza. Mira hacia el techo y después a su lado encontrando su cama vacía y se pregunta si todo fue un sueño. Contesta el teléfono y se percata de lo tarde que es, “si estoy bien, solo que se me olvido poner el despertador” se excusa. Se sienta en la cama y ve una nota en la almohada, “estuviste genial, te prometo que volveré, besos Karina”. María sonríe y se recuesta de nuevo, “así que no fue un sueño” y se estira en su cama, preguntándose cuando volverá a ver a su nueva amante que le enseño el amor de mujer.

 

Relato erótico:”Gracias al padre 5, estuve con la hija y sus amigas” (POR GOLFO)

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Todo se había desencadenado, desde que Isabel se fue de mi casa, desesperada. Nunca en su vida había sido objeto de una degradación, así. Se sabía en mis manos, no había escapatoria, iba a ser mi esclava, y no podía evitarlo. Me tenía miedo, pero solo pensar en el ir a la cárcel, le aterrorizaba. Con este pensamiento, encendió su coche, dirigiéndose al apartamento de Patricia. Tenía que convencerle, que no había mas remedio que aceptar nuestra oferta. Eran amigas y socias, su destino era común, no podía dejarla en la estacada.

Vivía cerca, por lo que solo tardó cinco minutos, en llegar. Preocupada, tocó el timbre. Conocía el edificio, a la perfección, allí mismo habían decidido ser socias durante una cena. Desde que se conocieron, habían congeniado a la perfección, tenían los mismos intereses, los mismos ideales. Sabía que iba a ser difícil convencerla, tenía unos principios muy sólidos, y la oferta que tenían en la mesa, era todo lo contrario.
Al abrirle la puerta, toda la tensión y la humillación que había sufrido, hizo que se lanzara a sus brazos, en busca de consuelo. No había nada sexual en ello, Necesitaba cariño, apoyo. Durante unos minutos, se quedaron así, abrazadas. Isabel no podía hablar, por mucho que su socia le preguntara que es lo que había pasado. Se sentía hecha una piltrafa, no solo había sido follada, sino que le habíamos obligado a hacerle el sexo oral a Lucia. Era tal, su vergüenza, que era incapaz de contarlo.
Ya un poco mas calmada, se dejó llevar a la cocina.
-¿Quieres una tila?-, le preguntó Patricia, mientras le sentaba en una silla. No esperó su contestación, viendo que estaba hecha un mar de nervios, se la preparó en el micro. Como autómata empezó a bebérsela, mientras pensaba como abordar el problema.
-No nos van a ayudar-, afirmó su amiga. Había malinterpretado su desesperación, pensaba que era por tener que ir a la cárcel, y no porque su querida amiga y su novio la hubieran violado.
-No es eso-, le contestó, -Pedro ha prometido ayudarnos por con una condición-.
-¿Cuál?-,
Pensó unos momentos antes de contestar, su corazón le pedía contarle su angustia al ser penetrada contra su voluntad, su asco al sentir el sexo húmedo de Lucia en su boca, mi risa al despedirse, pero su mente se lo impidió:
-Pedro se hará cargo de nuestras deudas, si durante dos años nos convertimos en sus amantes-, le explicó quitando le hierro, a lo de ser sus esclavas sexuales.
-Amantes, ¿de quien?, ¿de Pedro?-, le contestó con un brillo en su mirada.
-De los dos, Lucia también participaría-.
-¡Habrás aceptado!-, le contestó con un deje de alegría en su voz. No se lo podía creer, lejos de rechazar la idea, le gustaba. Era una perra, mientras ella sufría la agresión, la había dejado sola, y encima, ahora , parecía encantada con la oferta. Todos estos años, haciéndose la mojigata, y resulta que era una puta.
-No, no les interesaba yo, sola, debíamos ser las dos quienes aceptáramos-, le contestó, cabreada.
 
-Llámalos y diles que aceptamos-, le dijo con una sonrisa. Hecha una furia, cogió el teléfono y me llamó.
Estaba dormido, cuando sonó mi teléfono, era Isabel que me pedía que fuera a casa de Patricia. Extrañado, le pregunté el motivo, solo me contestó que habían recapacitado y que querían hablar conmigo. Decidí, vestirme e ir a su encuentro, Lucia no se había enterado de nada, por lo que pasé de despertarla.
Nada mas colgar, llegaba Patricia con una botella de champagne y dos copas:
-Hay que celebrarlo-, venía exultante por su suerte. Fue la gota que colmo el vaso, Isabel sin poder refrenarse, se lanzó contra ella.
-¡Zorra!, no sabes por lo que me han hecho pasar-, le gritó, mientras de un bofetón la tiraba al suelo, -he sido usada, sometida, dominada, y tu entre tanto, en tu casa tranquilamente-.
-No sé, de que te quejas, en vez de pasarnos quince años en la sombra, vamos a ser amantes de una pareja, que además, está muy bien-, le contestó sin comprender, todavía el destino que les teníamos reservado.
-No seremos sus amantes, sino objetós de sus caprichos, meras esclavas-.
-Aun así, lo prefiero-.
-Entonces te voy a preparar-, le contestó Isabel, cogiéndola de los brazos, y llevándola a la habitación.
Era más fuerte que ella, en breves instantes, desgarró su ropa, dejándola desnuda. Su ira le impidió, siquiera oir sus quejas, hiciera lo que hiciera, sería menos cruel que lo que ella había soportado. El colmo fue sentir como Patricia, al defenderse le hincaba los dientes en su pantorrilla. La tumbó de espaldas en la cama, y sin piedad, empezó a azotarla.
Sus golpes, la hicieron llorar en un principio, pero rápidamente se transformaron en gemidos. “ A la muy zorra le gusta”, pensó asombrada, no solo no se oponía sino que para recibirlos mejor, había levantado su trasero, dándole un excelente objetivo a sus azotes. Su piel tenía un color rojizo, irritada por los golpes. Siguió con el castigo, pero algo en su interior estaba cambiando, notó como su rabia, se iba transformando en excitación. Tenerla a su merced, la ponía cachonda.
Consciente de ello, empezó a usarla, como ella había sido usada. Metió sus dedos en la cueva de su amiga, quien, fuera de control, abrió sus piernas para facilitar su maniobra, dejándola ver un sexo, poblado, y húmedo.
Isabel viendo que estaba como poseída, forzó su vulva, introduciéndole toda la mano en la vagina. Un grito de dolor salió de su garganta, el correctivo era demasiado doloroso, por lo que intentó zafarse, cerrando las piernas. “Pedro no había tenido clemencia conmigo”, pensó, “yo no tengo porque tenerla con ella”, por lo que llevando su mano al pecho de Patricia, torturó su pezón con un cruel pellizco. Volvió a gritar, pero su sufrimiento se trocó en placer, y mientras se retorcía disfrutando como una perra, su sexo empezó a segregar un manantial, que mojó el pantalón de Isabel.
En ese momento, toqué el timbre de la casa, lo que no le dio tiempo a castigarla por haberla empapado.
-Voy a abrir a Pedro, ¡ni se te ocurra moverte!, ¡quédate como estás, para que pueda ver, que tipo de puta, se va a follar esta noche!.
Al abrirme la puerta, pude intuir que algo había cambiado, sus mejillas estaban coloradas, producto del esfuerzo y de la excitación. Educadamente, me hizo pasar, sobre la mesa, estaba el champagne y las copas que Patricia había sacado para brindar. Sin preguntarle, abrí la botella, y sirviendo dos copas le pregunté:
-¿Qué es lo que tenemos que celebrar?-

-Nuestra completa sumisión a partir de mañana, pero con una única condición-, hizo una tregua antes de continuar. Mi expresión divertida le dio los ánimos, que le faltaban, para continuar,-esta noche, quiero ayudarte a seguir entrenando a Patricia-
Solté una carcajada, aceptando. Me picaba la curiosidad de lo que había ocurrido, por lo que me tuvo que relatar como se había sentido engañada, como la había castigado, y como había hecho uso de su coño, dejando para mi el culo, totalmente virgen. Satisfecho y cogiendo la botella, le repliqué:
-Vamos, no se nos vaya a enfriar -.
Entrando en la habitación, pude ver que la muchacha seguía en la misma posición que la había dejado. Sin mediar palabra, empecé a desnudarme, pidiéndole por gestos a Isabel, que hiciera lo propio. Mi alumna, no se hizo de rogar, quitándose toda la ropa. Al quitarse las bragas, me las tiró, diciéndome que tocara lo mojadas que estaban.
Acto seguido, levantó a Patricia, tirándola de los pelos. Ya erguida, empezó a mostrarme al ganado.
-Pedro, como puedes ver, esta zorrita tiene unos buenos pezones, que le encanta que se los pellizque así-, me dijo mientras los torturaba sin piedad. Patricia respondió a su tortura con un gemido, que no supe definir si era de dolor o de deseo,- su coño es vulgar, no está depilado, pero eso se puede arreglar, pero en cambio su culo es espectacular, está un poco rojo, pero es por que te lo he preparado, así-, dijo soltándole un tremendo azote, que hizo que se cayera en la cama.
-Siéntate en el sofá, con la piernas abiertas-, pedí a Isabel, y cogiendo a la zorrita, le puse su cara en el sexo de mi asistente. Como una loca, se apoderó del clítoris, y separando sus labios, mordisqueó suavemente el monte de placer, mientras que con sus manos acariciaba los pechos de su dueña. Esta, lejos de ser la frígida de antes, se la notaba cercana al orgasmo, y apretándole la cabeza, le grito: -¡Hasta dentro!¡Quiero sentir como me chupas!.
Me arrodillé detrás de la muchacha, y abriéndole las nalgas, observé su culito virgen, rosado y prieto que no había sido usado en su vida. Al sentir mis maniobras, paró, pero con un fuerte golpe, le obligué a que continuara con su mamada, lo que provocó la explosión de goce de la morena.
“Es un desperdicio, que nadie haya usado este culo”, medité y agarrando la botella, le introduje de golpe el cuello de la misma. Gritó de dolor, al sentir como se desgarraba su esfínter, y un fino riachuelo de sangre recorría sus mulos. Agitando la botella, el liquido a presión inundó sus entrañas, mientras ella se corría con fuertes aullidos de placer.
-Coge la botella, sin sacarla, ¡No vayas a mancharnos!, y quítatela en el baño -, le ordené.
La muchacha dócilmente se levantó a cumplir mi orden, lo que me dejó el sexo de Isabel, solo para mí. Como tanto ella, como mi pene, estaban listos, de un golpe certero, se lo encaje dentro de su cueva. Su sexo estaba empapado, lo que facilitó mis movimientos. Desde el principio mi ritmo fue brutal, mis pelotas rebotaban contra ella, de la misma forma que la punta de mi lanza, hería la pared de su vagina. Apretándome con sus piernas, se corrió en bestiales sacudidas, arqueándose entera, y pidiéndome mas. No me hice esperar y con la respiración entrecortada, me derramé en su interior, regándola de mi simiente.
 
Exhausto, me desplomé sobre ella, mientras desde el baño, oíamos la detonación provocada por Patricia, al sacarse la botella de su ano.
                                                               
 
 
 

Relato erótico: La mujer del empresario. Episodio 3 (POR RUN214)

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EPISODIO  III
 

EL LÍO

Raquel llevaba varias semanas sin venir a clase. Incluso antes de que dejara de asistir al colegio ya la encontraba rara, apática, sin rastro de su vitalidad y simpatía.
Qué cosas tenía la vida. Había conseguido follársela, nada menos que a la tía más buena y deseada de todo el colegio y ahora va la tía y desaparece. Con lo feliz que era viéndola cada mañana y pensando “te he follado el coño, me he corrido dentro y lo mejor es que tú no lo sabes”. Qué felicidad saber que ella desconocía su secreto; que le había metido la polla en su boquita de miel y ella ni se había enterado; que se había pajeado con su manita de princesa mientras veía como su padre le llenaba su coñete de semen.
Ahora sin ella no podía regodearse de su suerte. ¿Qué le habría pasado? Tenía que verla. La deseaba con todas sus fuerzas. El coño de su madre a la que se follaba varias noches a la semana no era suficiente para aplacar su deseo. Ni tan siquiera las nuevas fotos de su hermana follando con su novio por el culo le excitaban tanto como el recuerdo de Raquel desnuda. Al menos no tanto como el recuerdo del polvo que le echo a la bruja de su madre.
Al llegar a casa, su madre le dio el recado. El señor Perecet había llamado y quería verle. No sabía si alegrarse o mal decir su suerte. Ese hombre siempre terminaba jodiéndole de alguna manera, la última vez en sentido literal. No obstante había 2 mujeres en su casa que él se moría por volver a ver.
– – – – –
Miguel permaneció sentado en una de las butacas del despacho de Perecet mientras le escuchaba. Sudaba a mares, estaba mareado y casi a punto del desmayo. El señor Perecet no paraba de hablar mientras se movía de un lado a otro nervioso.
-¿Raquel embarazada?
-Te lo juro Miguel. Y tú puedes ser el padre.
-Pero… pero… si solo se la metí un ratito, el tiempo justo de correrme dentro. Usted estuvo dale que te pego todo el tiempo.
-Ya pero te corriste dentro, ergo… también la pudiste preñar.
-Solo fue una vez nada más y no me corrí mucho. –gemía.

Miguel tenía la boca seca. Maldita sea su suerte, mira que dejarla embarazada y todo por querer correrse dentro de ella. Sería imbécil.

-¿Y no habrá sido alguno de los tíos con los que folla?
-Uf, calla, calla, que resulta que Raquel era virgen después de todo.
-¡NO ME JODAS! P…Pero si eso es imposible. Los 2 vimos sus fotos guarras. Vimos como se metía consoladores por el coño y el culo. Tú mismo dijiste que en su coño tu polla entraba fácilmente debido a lo puta que era.
-Pues resulta que el coño lo tenía así solo de masturbarse con su consolador. Nunca ha estado con un hombre. Reservaba su cuerpo para el matrimonio.
-¿El matrimonio? Y si quiere llegar virgen ¿por qué se masturba?
-Porque una cosa es ser virgen y otra una frígida. Ella quería regalarle a su hombre ideal lo mejor de si misma en la noche de bodas.
Se quería morir. El año siguiente empezaba en la universidad y ese incidente jodía sus planes, le jodía la vida, iba a ir a la cárcel por violador.
-¿Y Raquel sabe que uno de nosotros puede ser el padre de su hijo?
-Creo que sospecha de mí.
-¿Y eso?
-Ejem… verás. –comenzó a decir Perecet dubitativo. –Es que he utilizado alguna vez más el sedante que me dejaste. Y… el caso es que… la última vez se despertó mientras me la estaba follando.
 
 

-¿Cómo diceeee?

-No veas como se puso cuando me vio brincando sobre ella. Se puso a gritar y a darme manotazos como una loca. Joder, en el mejor momento, justo cuando iba a correrme. Tuve que sujetarla para poder terminar el polvo.
-Pero, pero, no me lo puedo creer. Su hija estuvo despierta mientras la violaba y usted siguió forzándola ¿solo para correrse dentro?
-Y qué más da. Si ya me he estado follando durante más de 4 meses casi a diario, ¿qué importa que me corra dentro una vez más?
-¿Cuatro meseees? ¿A diarioooo?
Miguel estaba atónito. Se había follado a su hija una centena de veces y lo decía como si nada.
-El caso es que en casa se ha montado un follón del copón. Menudo cabreo que tiene Raquel. Llevaba tiempo preocupada porque estaba cogiendo peso de manera inexplicable a pesar de que hacía más ejercicio pero como me pilló follándomela pues se ha hecho las pruebas de embarazo y claro, resulta que su sobrepeso se debía a que está de 4 meses… buf, ahora me quiere matar. ¡Pero si todavía no sabe si es mío! ¿Te lo puedes creer?
-Se la ha follado más de 100 veces ¿Y todavía tiene dudas de que usted sea el padre?
-Oye, no te confundas, que si ella está embarazada de 4 meses es porque tuvo que quedarse preñada el día que la follamos los 2 y teniendo en cuenta que mi mujer también está preñada y que eres el único que se la ha follado en el último medio año, lo lógico es pensar que también hayas hecho diana con Raquel.
-¿SU MUJER TAMBIÉN ESTÁ EMBARAZADAAAA? Pero… pero… ¿¡Qué me está contando!?
-Pues sí, resulta que ella también estaba mosqueada porque estaba cogiendo peso sin motivo aparente así que después de que me pillara follándome a nuestra hija, también se hizo las pruebas.
Se hizo una pequeña pausa.
-Y a esa sí que la has preñado tú. En eso no hay duda.
-P…Pero ¿y ella sabe que he sido yo?
-Bueno, pues sí, se lo he dicho yo.
-¿Y por qué cojones hace eso? ¿Por qué me tiene que meter a mí?
-Joder, porque las 2 se pensaban que las había preñado yo. Y eso no es así, has sido tú, Miguel, son tus hijos, no míos, afróntalo.
-Ay dios, no me llega sangre a la cabeza. ¡Este tío es imbécil!
– – – – –
 
 
 

En contra de todo lo que se pudiera pensar, Miguel se casó con Raquel y se fue a vivir a casa de sus suegros con ella. Lo cierto es que pesó más el “qué dirán” que cualquier tipo de justicia.

La hipócrita cultura rancia que los Perecet profesaban y muy en especial la señora Lourdes Loma arreglaron un apresurado matrimonio de conveniencia entre su digna hija y Miguel Montes. A la celebración solo acudieron 6 personas: los novios y los padres de ambos.
-Ay hijo. –Decía la madre de Miguel. –Mira que dejar embarazada a tu novia.
-Ya ves mamá. No quería que hubiese sido así pero…
-Y yo que ni tan siquiera sabía que salías con nadie. Eres una caja de sorpresas.
-“Si tú supieras.” –pensó Miguel.
Si su madre supiera que el hijo que esperaba su reciente esposa no era suyo sino de su suegro y que su verdadero hijo estaba en la barriga su suegra que disimulaba su tripa con un vestido holgado…
No hubo celebración ni convite. Después de las firmas de rigor en el ayuntamiento cada cual se fue a su casa. Los recién casados tendrían su residencia habitual en el mismo chalet que los Perecet donde se había amueblado un dormitorio para que fuera su lecho nupcial.
-Mi madre dice que debo ser complaciente contigo en la cama y corresponder como una buena esposa a pesar de que te detesto casi tanto como ella. Eso será lo único que obtendrás de mí.
Miguel no comprendía como después de violar a Raquel le obligaban a casarse con ella incluso quedando probado científicamente que el hijo que esperaba era fruto de su propio padre y no suyo. Por otro lado y siguiendo con sus costumbres tan absurdas como hipócritas su mujer le debía sumisión en la cama. Podría decirse que la obligaban a dejarse follar por el hombre que la acababa de violar, ¡increíble!
Notó como una mano fría se posaba en su cuello desde atrás.
-Nunca olvidaré lo que me has hecho, Miguel. –dijo la voz tras de si. -Drogarme y violarme hasta dejarme embarazada. No sabes el asco que siento cada vez que pienso que me has metido tu pene y has eyaculado tu semen dentro de mí, monstruo asqueroso.
-N…No sabía lo que hacía. Cometí un error. Le he pedido perdón decenas de veces.
-Tu perdón no me libra de mi embarazo. –contestó Lourdes Loma. –Ni del de Raquel.
-A Raquel la ha dejado embarazada su marido no yo.
-Cuestión de suerte, tú también la montaste aquella noche.
Lo que desconocía su suegra es que hubo más de cien noches como aquella para su hija y que la suerte había sido que no tuviera un embarazo múltiple.
Pasaron los días en aquella casa y a los días le sucedieron las noches. Miguel disfrutó todas y cada una de esas noches de Raquel como si fueran las últimas. La folló todas las veces que pudo y de todas las posturas posibles con cuidado de no dañar al niño que llevaba dentro. Ella no gozaba ni participaba con él pero eso a estas alturas eso le daba igual.
– – – – –
Días más tarde Miguel se encontraba en casa de sus padres, haciendo una visita de cortesía, con los 4 miembros de su familia sentados a la mesa. Ya en los postres, la madre de Miguel y su padre les dijeron a sus hijos que debían darles una noticia. Fue su madre la que habló.
-Miguel, Iria… no estaba en nuestros planes… por lo visto no hemos tomado las debidas precauciones y… vais a tener un hermanito, estoy embarazada.
Miguel, que estaba bebiendo un vaso de agua, se atragantó y comenzó a toser.
-Pero, tjo, tjo, pero… ¿tú no tomabas la píldora?
-Uf, hace meses que no la tomo y para las veces que tu padre y yo lo hacemos, utilizamos condones. Por lo visto alguno debió fallar así que… estoy de 2 meses.
A miguel no le llegaba la camisa al cuello. Había preñado a su propia madre. Había pasado meses follándosela casi a diario sin ningún tipo de protección y la había preñado. Se había colado entre sus piernas tantas veces como las que ella tomada el “Sedalent” y su padre hacía turno de noche. Esto no podía pasarle a él.
-Bueno, no es para tanto, no te pongas así. –dijo su padre.
-No, no es por eso, es que… es que… no me lo esperaba.
-Pues venga, alegría y brinda conmigo. –cogió un vaso de agua y brindó con su hijo.
-Yo también tengo otra noticia que daros. –intervino su hermana.
 
 
 

Se hizo el silencio

-También estoy embarazada. Y no lo entiendo porque lo dejé con mi novio hace meses.
Su padre escupió el agua que estaba bebiendo sobre Miguel y empezó a toser.
-P…Pero ¿tú no estabas tomando la píldora? –preguntó su padre.
-Dejé de tomarla cuando corté con mi novio. Eso es lo que no entiendo porque al parecer también estoy de dos meses.

Su padre se aflojó la camisa y volvió a beber agua. Esta vez la bebió a raudales mientras sudaba profusamente.
Miguel miró a su padre que parecía que se iba a desmayar de un momento a otro, después miró a su hermana y de nuevo miró a su padre.
-¡Será cabrón! –pensó. –El puto Sedalent.
– – – – –
Horas más tarde, cuando Miguel volvió a su nuevo hogar en el chalet de sus suegros, era ya muy tarde. Subió las escaleras hacia su dormitorio con sigilo. Al entrar en el cuarto vio a Raquel, su mujer, tumbada boca arriba sobre la cama. La luz de la mesita de noche iluminaba su cuerpo desnudo. Su barriga prominente y sus enormes pechos hinchados la hacían si cabe más hermosa. Entre sus piernas, también desnudo, se encontraba su suegro que las sostenía en alto por los tobillos mientras la follaba rítmicamente. Sus tetas se bamboleaban con cada envite dibujando círculos en el aire con sus pezones.
-Joder, Miguel. Que susto me has dado. ¿Has traído más Sedalent?
Dejó un frasco sobre la mesilla que alegró la vista de su suegro.
-Menos mal, esta noche he utilizado lo último que quedaba.
-¿Tu mujer también está dormida?
-Como un tronco.
Miguel abandonó a su esposa con su padre, cruzó el pasillo y se metió en el dormitorio de su suegra. Una vez desnudo se metió en la cama con ella y palpó su barriga.
-Llevas a nuestro hijo aquí dentro. Podrás odiarme lo que quieras pero sigue siendo nuestro hijo por lo que tú y yo siempre tendremos algo “nuestro”. Ahora con tu permiso voy a lamerte el coño, voy a follártelo muy despacio y después voy a darte por el culo. Te recomendaría que pruebes a dar por el culo a alguien pero eso ya lo haces conmigo cada día.
Aquella noche Miguel se corrió varias veces al igual que Don Luis mientras Lourdes Loma y su hija Raquel dormían plácidamente.
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Se agradecen comentarios.SI QUERÉIS HACERLO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com

Con el permiso de su marido (por BRUNO Y MÍA)

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Un amigo me pasó el contacto de una compañera que andaba con ganas de tener alguna infidelidad o al menos tontear con el whats app ya que estaba muy aburrida en su casa. Así conocí a Lola.

Una mujer hermosa, alta como yo, voluptuosa pero con todo muy bien puesto, morocha, como me gusta a mí, y las charlas por whats app fueron calentándose cada vez más con el paso del tiempo.

Amaba a su marido y a su familia. Estaba 100% segura de lo que quería de su vida, estar junto a él por el resto de su vida. Pero un calor le invadía el cuerpo, quería tener una aventura, ni siquiera llamarla doble vida, porque tampoco iban a ser paralelas, iba a ser un encuentro ocasional, de eso Lola estaba muy segura.

Yo tenía muy claro el propósito de ella y también estaba de acuerdo, quería tener un “toco y me voy”. Pero para hacerlo más morboso y para no romper ninguna armonía, se me ocurrió lo más loco de todo. El sinceramiento.

Y así fue, le dije a Lola que se lo plantee a su marido, que se arriesgue y le cuente su plan, decirle que lo ama profundamente, pero que por las noches se imagina estar bien cogida en mi cama y sentirse toda una puta, deseo de casi todas las mujeres.

Lola en nuestras charlas de whats app cada vez estaba más caliente con la situación, ya que habló con su marido y no sólo aceptó la situación, sino que le sacó fotos desnuda en su cama para mandármelas, así podía conocerla. Que mujer, que cuerpo!

Y llegó el día. Después de muchos nervios quedamos en encontrarnos en una estación de servicio a mitad de camino de nuestras casas. Lola tomó un remis y yo la pasé a buscar en mi auto.

Cuando la ví acercarse caminando hacia mí (no me bajé para recibirla) me encontré con una mujer decidida a todo. Tacos altos, un pantalón ajustadísimo y una remera o blusa corta. Una hembra en celo. Me imaginé la situación tan caliente que habrá vivido en su casa, con el marido mirando cómo Lola se estaba preparando para ir a mi encuentro.

Ya en el viaje hacia mi casa mis manos no daban a basto para hacerla sentir que iba a pasar una noche de las mas calientes de su vida.

Al llegar a mi casa sintió la mirada de un par de clientes que estaban justo comprando en un kiosco que tengo debajo, la imaginación ya no existía, se sabía qué iba a pasar, el andar tan putón de Lola clarificaba todo. Caminaba como toda una hembra yendo a un lugar absolutamente desconocido para ella, al encuentro con un hombre que apenas había conocido media hora antes.

Subimos a mi apartamento y apenas cerré la puerta me abalancé sobre ella para ponerla contra la pared y a decirle que de ahora en más las cosas las manejo yo, que ella es sólo una puta y que encima salió con el permiso de su marido, así que en ese instante, su hombre iba a ser yo.

Alcancé a tocarla y ya estaba empapada, sus besos eran desesperados, Lola quería sentirse usada, cogida, humillada, tenía todas esas sensaciones juntas. Se habrá cansado de ver putas en televisión, en películas, en la calle alguna vez, y su cara evidenciaba que por primera vez iba a cumplir ese sueño.

Le indiqué que se saque la ropa delante mío. Mi atenta mirada la calentaba a más no poder. Se fue sacando la ropa de a poco hasta terminar con su lencería de encaje. Se lo había mostrado al marido en su momento y le había preguntado si estaba linda para mí. Lola era puro juego. No paré hasta que me pidiera que la cogiera, y así lo hizo. Verla chuparme la pija como una verdadera puta no solo me calentó a mí, sino a Lola mucho más. Después sólo alcanzpo con decirle que se prepare para recibir mi pija y a sentirse la mujer más deseada del Universo.

Cogimos toda la noche, en todas las posiciones, le decía que era una puta y me pedía que la siga cogiendo, que por favor no pare. Que buena catarsis es el sexo!

.- Sabés bien que tu marido está imaginando esto? Cómo te estas cogiendo un tipo que te persiguió hasta poseerte, pedazo de puta? Lola acababa de sólo escuchar lo que le decía.

.- Mirá bien lo que estás haciendo conmigo, porque le vas a contar detalle por detalle de todo lo que pasó, ok? Lola a los gritos pedía más y me decía que le iba a contar todo esto a su maridito.

Cuando terminamos, nos quedamos charlando y riendo los dos desnudos en la cama, Lola de a poco iba reaccionando dónde estaba, con quién estaba, qué hizo, y que estaba pasando en su casa. Su maridito estaba esperándola viendo alguna serie de Netflix, quizas?

La charla y el viaje de vuelta fue de lo más distendida y divertida, nos hemos matado de risa charlando de distintas cosas. Pero en un momento le dije a Lola que la quería llevar hasta su casa, no quería dejarla de nuevo en esa estación de servicio a mitad de camino. Estaba tan fuerta y tan puta, que no quería dejarla sola.

Lola accedió y para agregarle más morbo a la situación, y como frutilla del postre, la dejé en la puerta de su casa. Era tarde y todos los vecinos estaban durmiendo, pero igual, que Lola salga de un auto desconocido a esa hora y vestida para el infarto y dirigirse sola a su casa, fue algo tan morboso que por un momento tenía ganas de seguir cogiéndomela.

Unos días después, Lola me comentó que su marido esa noche estaba viendo tele en el living y la estaba esperando, hicieron el amor como bestias y durmieron abrazados toda la noche. Sin dudas, una hermosa pareja.

Lola me agradeció por todo, no sólo por sentirse cuidada y protegida (tuvo algo de miedo en la previa, iba a verse con un desconocido e iba a ir a su propia casa), sino por cogerla de manera salvaje y hacerle sentir el sueño de ser una verdadera puta.

Con su marido llevan la mejor de las relaciones, se entienden y se comprenden. Larga vida a ese matrimonio.

Amigos, esta historia me sucedió hace años, antes de conocer a Mía, la mujer de mis sueños, mi sumisa, la mujer que realmente me ha llenado de sensaciones y emociones. En la imagen de abajo pueden conocernos ya que mis historias con ella, absolutamente reales, están en ese blog. Gracias por leerme.

 

 

Relato erótico: “El bueno de Abel” (POR JAVIET)

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Hola lectores, de nuevo con vosotros y esta vez para algo serio, hace pocos días recibí una llamada de mi amigo Abel, me contó que llevaba varios días encerrado en su casa de campo y necesitaba mi ayuda, añadió que le llevase comida y bebida abundante pues no podía salir a comprar nada, mis intentos de que me explicase algo por teléfono fueron inútiles, solo me extraño un poco su insistencia casi histérica en que fuera solo, en fin dado que Abel es un gran amigo y un tío responsable le dije que iría al día siguiente (viernes) y pasaría el fin de semana con él.

Al día siguiente después del trabajo me subí a mi coche y me puse en camino, llegue a su pueblo casi de noche después de parar por el camino en un Híper a comprarle comida y bebida para más de una semana, por suerte conocía el lugar de anteriores visitas pues la casa estaba a las afueras del pueblo y a casi medio kilometro del mismo, a la derecha de la carretera una vereda arbolada por la que apenas podía circular mi coche me llevó hasta el caserón de mi amigo, cuando llegué a la puerta y empezaba a bajar del coche me sonó el móvil, era Abel:

– Veo desde la ventana que eres tú, ¿vendrás solo verdad, no te acompañara nadie?

– Oye tío, ¿estás tonto, o qué? No ves que si que vengo solo.

– Si perdona hombre, ya te abro.

La puerta de la casa se abrió y por fin vi a mi amigo Abel en chándal, estaba delgado y algo desaliñado lo cual me extrañó pues es un tío majo, sanote y con estudios; vive bien pero muy entregado a su trabajo en un laboratorio farmacéutico, tiene 31 años es solterón pero muy afable y simpático, moreno de 1,78 de alto y tiene algo de barriguilla pero sin ser el típico gordo, en fin que nunca le ha faltado alguna amiga, pero nada de novias ni mucho menos aquellas mujeres excesivamente aficionadas a las bodas.

Entré en la casa y tras saludarnos me dio un abrazo, me fije en una cicatriz nueva de unos 3 cm en su mejilla derecha, metimos la comida en la despensa, luego Abel cerró la puerta con cerrojo y me invitó a sentarme en el sofá, preparó unos cubatas y me contó lo que le había pasado.

—————————————–

LA SEMANA ANTERIOR, LUNES…LABORATORIO…

Abel estaba comprobando una serie de pruebas, mientras un líquido de color ambarino de una probeta burbujeaba al ser calentado por un mechero Bundsen, nuestro protagonista estaba tan concentrado en la lectura del resultado de unas pruebas que el sonido del teléfono le sobresaltó, al girarse para cogerlo movió la probeta haciéndola caer rompiéndose, su contenido cayó sobre otras pruebas ya preparadas para un posterior ensayo y algo de liquido cayó sobre la llama del mechero provocando un fogonazo y una detonación, el sintió como un pequeño trozo de vidrio se clavaba en su mejilla derecha, tras apagar el pequeño incendio y atender brevemente la llamada telefónica, procedió ante el espejo del baño a restañar la sangre de la herida, sacó de su mejilla con unas pinzas el pequeño fragmento de vidrio y procedió a desinfectarse el corte, tras colocarse un apósito recogió los restos de la probeta rota y después de limpiar todo el estropicio causado, volvió a reiniciar el experimento que se había cargado con aquella torpeza.

Era una solución bastante pura de Androstadienona que como todos sabéis, es una feromona que junto con la hormona luteinizante en las dosis adecuadas puede exaltar la libido de los humanos, en este caso dado se trataba de conseguir un perfume en aerosol que pudiera ser usado como un imán para atraer a las hembras hacia el usuario del mismo, independientemente de su sexo o aspecto físico pues como bien sabia Abel, en aquel negocio solo contaban el dinero del comprador y el olfato de la “victima” a estimular; Pero bueno, iré abreviando pues esto lo podéis encontrar en internet, ya que desde antes del 2008 se vienen realizando estos experimentos con feromonas con distintos e inciertos resultados, Abel siguió con sus pruebas y al acabar su jornada volvió a casa sintiendo que tenía algo de fiebre.

MARTES…

El corte estaba algo hinchado y escocía, tenía fiebre y un fuerte dolor de cabeza, al levantarse de la cama Abel se sintió muy mareado así que llamo al trabajo excusándose por no ir a trabajar, tras volver a limpiar y desinfectarse la herida se colocó un apósito limpio, desayunó y se tomo un antibiótico volviéndose a la cama, durmiéndose rápida y profundamente.

MIERCOLES…

Abel se ducho y salió de casa radiante, su cuerpo había dormido 23 horas seguidas, se sentía descansado y tenía prácticamente cerrada su herida en la cara, decidió ir andando hasta el metro y no coger el autobús, estaba algo lejos pero pensó que el ejercicio le haría bien, varios minutos después y una vez en el vagón del metro, notó como una mujer cincuentona y una quinceañera que tenía cerca no le quitaban los ojos de encima, la más joven sobre todo olfateaba en su dirección y entrecerraba los ojos, el se sintió algo cortado pues razonó que el paseo hasta la estación le habría hecho sudar un poco, la expresión de la mujer mayor era distinta, como… ¿excitada? Enseguida desechó la idea, el no era un adonis, se consideraba un tío normalito y las mujeres jamás le habían tirado los tejos, pero la expresión de aquellas dos era de cachondez sexual y no le perdían de vista, la quinceañera se pasaba lascivamente la lengua por los labios mientras le miraba.

Afortunadamente llegó enseguida a su parada y salió del metro, casi corrió por el andén de la estación al observar que la mujer madura bajaba del vagón tras él, agobiado por una extraña sensación de sentirse observado por cuanta mujer se cruzaba en su camino, decidió caminar rápidamente hasta su trabajo evitando mirarlas o devolverlas la mirada, a fin de cuentas el laboratorio solo estaba a tres calles de la parada de metro.

En poco más de cinco minutos había llegado a su destino, saludo al vigilante de la entrada y paso su tarjeta magnética por el torno de acceso accediendo así al hall del edificio, llego hasta los ascensores y mientras esperaba se giró, observo que el vigilante de la puerta estaba hablando con tres mujeres que respiraban algo agitadas, reconoció a la señora del metro y le pareció haberse cruzado con las otras dos, mientras se preguntaba de que estarían hablando el ruido de las puertas del ascensor abriéndose le hicieron volver a la realidad.

Entro en el ascensor y pulsó el botón de la planta a la que se dirigía, cuando se estaban cerrando las puertas de aquella pequeña cabina de metro y medio de ancho por dos de largo, entró una compañera y tras pulsar su piso le saludó:

– Hola Abel ¿Qué tal estas?

Mi amigo la había reconocido al instante, era Carmen la feúcha del despacho de arriba del suyo, conocida por el seudónimo de “la escoba” era simpática pero nada atractiva, treinta años, morena de pelo rizado hasta los hombros, usaba gafas y era algo mandona, sus pequeños pechos y sus escasas caderas junto a esa manera de andar muy tiesa, la habían hecho acreedora de su merecido mote, hoy llevaba chaqueta negra y una camisa verde jade con una falda negra de tubo hasta por encima de las rodillas, además de su bolso y zapatos de medio tacón a juego, Abel contestó cortésmente:

– Hola Carmen ya estoy mejor ¿sabías lo de mi accidente?

– Si claro todos lo sabemos, no pasa nada nos pudo ocurrir a cualquiera, lo importante es… que ya estés… repuuesto.

Abel la vio apoyarse en la cabina del ascensor, sus mejillas se sonrojaban sin dejar de mirarle, las ventanas de su nariz se agitaban y su respiración aumentó, sus ojos se entrecerraron mientras pasaba sensualmente su lengua por sus labios humedeciéndoselos con una creciente expresión de deseo en su cara.

– Carmen ¿qué te ocurre, estas bien?

– Siii… muy bieeen, pero… voy a estar mejor…

Se abalanzo sobre él, besándole en el cuello mientras tiraba decidida el bolso y sus manos le acariciaban el paquete genital y el pecho, era un torbellino de mujer ansiosa buscando una satisfacción a sus instintos, Abel intento apartarla y manoteo intentando apartarla pero el ataque le había pillado de improviso, ella le beso en el cuello y subió hacia su mandíbula y boca, sus manos entretanto le soltaron el cinturón bajándole la bragueta, Abel intento separarse de aquella loca, la empujo al sentir como le sacaba el miembro del eslip, ella retrocedió un par pasos con la mirada extraviada y jadeando de deseo, Carmen pulsó el botón que detenía el ascensor y ambos se sujetaron como pudieron al sentir el frenazo de la cabina, ella se abrió la chaqueta y la camisa dejándole entrever su sujetador color morado de Victoria secrets que realzaba y elevaba sus pequeños pechos.

– ¡Carmen por favor, razona! – exclamo Abel.- Estamos en el ascensor, es la hora de entrada del personal y en diez minutos habrá más de cien personas en el edificio, ¡nos despedirán! Además tú estás casada, estate quieta ¡coño!

Ella le miraba con aquellos ojos inyectados en deseo, se mordía los labios mientras se subía la falda negra enseñándole sus pantis y bajo ellos la mancha de color morado de sus braguitas a juego con su sujetador, volvió a abalanzarse contra Abel mientras decía a media voz:

– Te voy… a follar, tanto si quieres como si no.

Un autentico alud de besos y manoseos se descargo contra Abel, este aguantaba el tipo como podía e intentaba evitar a aquella loba, pero hacia algún tiempo que no tenia sexo y su cuerpo comenzó a responder a los manoseos de la mujer, en el momento en que empezó a responder a sus caricias y besos ella cayó de rodillas ante él, buscando su miembro erecto y se lo metió en la boca, no le hizo una mamada suave ni cariñosa ni tan siquiera meticulosa, eran una serie de chupadas ansiosas deseando que el órgano alcanzase todo su vigor, a Abel nunca se lo habían hecho así antes, ella se la metía hasta el fondo y lo sacaba sin dejar de lametearlo una y otra vez sin usar sus manos, las cuales en ese momento estaban rasgando con las uñas sus pantis a la altura de su sexo.

La sensación de placer era tan intensa que a nuestro protagonista le temblaban las piernas, Carmen le dio un fuerte tirón de los tobillos haciéndole caer sentado al suelo del ascensor, ella aun de rodillas se coloco entre las piernas de Abel y se movió rápidamente hasta colocar su pubis sobre el erecto miembro que deseaba ardientemente, sin perder ni un segundo Carmen metió su mano a través del desgarrón de sus pantis y tironeó de su braga hasta apartarla a un lado dejándose caer de golpe sobre el miembro.

El bueno de Abel estaba alucinado, ¡se lo estaba tirando, “la escoba” se lo iba a follar en el ascensor! Pensó en un ramalazo de lucidez que la expresión “tirando” era la más adecuada, pues eso es lo que ella había hecho exactamente, le había tirado el chochete contra el rabo y se lo había clavado directamente, la sensación era estupenda pues aquella tía estaba más que húmeda, estaba tan empapada en flujo que en cada bote que daba empalándose en su nabo salpicaba flujo manchando las ropas de ambos, sus gritos de placer resonaban por toda aquella bamboleante caja metálica, seguramente se propagaban por el hueco del ascensor y se debían de escuchar desde la azotea hasta el sótano más profundo.

Ella le abrazo por el cuello mientras botaba y saltaba sobre él, meneaba y agitaba rítmicamente las caderas mientras el miembro invasor le daba placer continuo en cada arremetida, Abel la tironeaba y pellizcaba los pezones tras haberla subido la camisa verde y el sujetador, ella jadeaba a grito pelado mientras se corría una y otra vez como nunca lo había hecho, prácticamente encadenaba los orgasmos cada pocos minutos, le arañaba la chaqueta y llego incluso a morderle una oreja en plena corrida, a estas alturas el bueno de Abel ya estaba prácticamente sordo de un oído por culpa de los alaridos de gozo de “la escoba”

– Cabrooon fooollameeeee asiiii maaas, maaaaas asiiiii meee voyyyyy.

La notó por fin relajarse entre sus brazos, pero el muchacho pensó que ya que aquella loca de los coj… se había cargado su empleo con toda seguridad por el escándalo que estaban montando, lo menos que debía hacer era correrse dentro de ella y con algo de suerte la dejaría un recuerdo, por lo menos se desahogaría pues aun no se había corrido.

El bueno de Abel, se movió sin dejar de sujetar a Carmen que no dejaba de agitarse ni de suspirar, la coloco en el suelo del ascensor sin sacarla el miembro de su empapada gruta, ella le ciño las caderas con sus piernas y el empezó a embestirla con furia sumiéndola el miembro hasta las pelotas una y otra vez, dado que un ascensor no suele ser muy amplio la cabeza de Carmen golpeaba contra la pared y el suelo de la cabina a cada embestida que Abel la propinaba.

– Aaahhhh- pom – asiii dame maaaas – pom- jooodemee masss.

– Toomaa zorraaa loocaa – pom- te voy a rellenaar de huevos, como – pom -la puta gallina que ereees –pom.

El movimiento de la pareja aumento rápidamente, los jadeos y golpes eran claramente audibles por todo el edificio, aquel porrompompom sazonado con gemidos y gritos más o menos obscenos, solo finalizaron cuando Abel estaba cerca del orgasmo, este en un ramalazo de cordura decidió no dejar muestras de su semen en la vagina de aquella loca ansiosa que se agitaba y corría sin parar bajo su miembro, así que se quedo de rodillas mientras sacaba su rabo de aquel chochete cenagoso, recubierto de blancos restos de flujo batido y asió a Carmen de la nuca obligándola a meterse el miembro en la boca hasta el fondo, allí descargo una abundante cantidad de esperma.

Estaba en la gloria descargando en el gaznate de Carmen con el pantalón a medio muslo y el eslip aun medio puesto, la soltó la cabeza para que pudiera respirar un poco, pero ella mantuvo la posición mientras tragaba con placer la donación del macho, Abel estaba disfrutando cuando notó los dedos de ella en su entrepierna, le empujaba el dedo índice por debajo de su eslip e hizo presión en su esfínter consiguiendo meterle parte del dedo y la tela en el culo, reanudando la mamada profunda y haciéndole ver las estrellas de puro placer.

– Para, para Carmen, – Dijo Abel- ahora que estas más tranquila debemos salir de aquí.

– Nooo dame mas, quiero más, seré buena.

– Déjate de tonterías Carmen, nos jugamos el trabajo no seas así.

Ella se resistía a dejar el cuerpo sudado de Abel después de la follada que habían realizado, parecía incluso más ansiosa que antes, mi amigo no tuvo más remedio que aplicar sus pequeños conocimientos de lucha y dejarla inconsciente con una llave en su cuello, comprobó que no la había hecho más daño que el necesario y precedió a vestirse tras sacarse el eslip del culo, seguidamente la coloco la ropa aunque se fijo e las manchas que tenia, la camisa verde tenía restos de saliva y esperma que intento limpiar sin mucho éxito, la quitó el panti roto guardándoselo en la chaqueta, la abrazó y pulsó el botón del ascensor.

En el rellano siguiente una multitud de caras socarronas y expectantes les esperaba, el dijo que ella se había desvanecido pero que estaban bien, la dejo al cuidado de los compañeros y se fue en cuanto que vio a algunas compañeras poner caras de vicio al oler su ropa sudada.

En su laboratorio aquella tarde había cola de compañeras entregándole muestras para analizar, pero Abel solo olía a limpio pues se había duchado a conciencia en los servicios del laboratorio, procuraba moverse poco y despacio para no romper a sudar, nadie le dijo nada durante aquel día acerca del incidente del ascensor, pero notaba sobre si las miradas socarronas de todo el mundo, volvió a casa a paso de tortuga para no sudar y tras cenar se acostó.

JUEVES…

Abel se levanto de la cama tras pasar una noche realmente mala, le había costado coger el sueño pues solo podía pensar en lo que le sucedía y como solucionarlo, cuando finalmente se durmió había tenido una pesadilla en la que una manada de tías zombis le atacaban y se lo comían. Se ducho y aplicó una generosa ración de desodorante por todas partes, comprobó que la herida de la mejilla cicatrizaba bien así que la dejo al aire, luego se vistió y desayuno en casa pues había decidido evitar en lo posible los sitios muy concurridos como bares y recintos pequeños y cerrados.

Para ir a su trabajo tenía que ir andando ó coger un autobús hasta el metro, una vez allí el trayecto de seis paradas era breve aunque solía ir de pie pues dos de las paradas eran céntricas y con transbordos, con lo que los vagones solían llenarse de gente de todos los tipos y razas, como alternativa tenía el coche pero no le apetecía lo más mínimo cogerlo para ir al trabajo y tener que aguantar el atasco mañanero, cuando lo hacía solía llegar al curro con los nervios alterados y además su sueldo era bueno aunque no muy abundante, con lo que aquel gasto extra se lo podía permitir sin que le fastidiase el presupuesto, aunque no le hacía gracia.

Pero Abel era un tío reflexivo como ya he dicho, así que decidió hacer su rutina normal y al llegar al laboratorio dedicarse a resolver el problema con todas las maquinas y aparatos que allí tenían, cogió el autobús y luego el metro con toda tranquilidad y sin apresurarse, llegó al trabajo sin percances ni sentir sobre el miradas extrañas de las mujeres con las que se cruzaba, bajó a su laboratorio y dejó de lado los asuntos pendientes dedicándose a trabajar en “su” problema que era lo que realmente más le preocupaba. A media mañana subió a la cafetería del edificio a tomarse un tentempié, allí notó las miradas socarronas y expectantes de varios compañeros hombres y mujeres, se sentó a una mesa con sus más allegados de su sección y mientras comía escucho las conversaciones:

– Oye tío, ¿Qué le pasaba ayer a “la escoba” parecía alterada? –Dijo uno.

– No lo sé, – Comentó el de al lado- pero cuando pase por el servicio médico se oían jadeos y tenían la puerta bien cerrada, dicen que la doctora y ella… ya sabes.

– A mí me han dicho que empezó en el ascensor con este, -Dijo una compañera señalando a Abel- dinos tío ¿Qué pasó?

Abel tragó apresuradamente el bocado de sándwich que tenía en la boca y se sintió enrojecer de vergüenza al sentir las miradas de todos sobre él, reunió el valor suficiente durante unos segundos y contestó:

– No seáis malpensados, el ascensor se averió y se puso histérica, forcejeo conmigo por culpa del miedo y finalmente se desvaneció, hasta que nos sacaron de allí.

– Pues dicen que los gritos que pegaba se escuchaban por todo el bloque, comentan que eran más jadeos que otra cosa y que las manchas que llevaba al salir del ascensor eran bastante evidentes, -Dijo la compañera- dinos Abel, ¿te la follaste?

– Ya he dicho lo que tenía que decir, dejadme en paz.

– Bueno el hecho es que de ahí pasó al botiquín, – Dijo el primero que había hablado- y que yo escuche como alguien estaba teniendo sexo tras esa puerta.

– Yo solo sé que hoy la escoba no ha venido a trabajar – Dijo la compañera – por lo visto tiene tres días de baja, ya vendrá el lunes o el martes y que se explique ella.

– A mi novia, – Intervino otro compañero de la mesa de al lado que no perdía onda de la conversación – le ha comentado su amiga Pepa la enfermera, que cuando llevaron a “la escoba” al botiquín, la doctora empezó a atenderla y de repente se puso a olfatearla como una perra y a ponerse nerviosa, los echo a todos de allí y cerró la puerta con llave, pero la Pepa que no es tonta, se fue a su despacho y vio lo que hacían por el circuito cerrado de televisión, mas tarde sacó una copia de lo que allí paso durante casi una hora y se lo ha pasado a varias amigas de confianza, entre ellas mi novia, si queréis os cuento lo que en ella se ve pues ayer noche en casa de mi chica la vimos varias veces.

– Si claro cuenta, cuenta, – dijeron varios al unísono.

Todos los de las dos mesas y alguno más que se apuntó, hicieron un corrillo mientras el hombre hablaba a media voz contando lo que se veía en la cinta de Pepa.

Al parecer la doctora Martín, una rubia algo regordeta con un buen par de pechos a la que todos conocían y algunos hasta deseaban, abrió la chaqueta y la camisa de Carmen “la escoba” y la auscultó con el fonendoscopio, estaba muy cerca de ella evidentemente y respiraba el aroma de la mujer desmayada, su respiración se acelero y se le nublaron los ojos, entonces se ve cuando echa a todo el mundo y cierra la consulta con llave, luego vuelve hacia la camilla y mientras se desabrocha la bata se acerca a la mujer tumbada y acercándola su cara la olfatea, la husmea por todas partes mientras una de sus manos se pierde bajo su propia falda, con la otra mano levanta el sujetador de Carmen y se dedica a chuparla los pechos, la otra se estremece aun semiinconsciente pero abre sus piernas, la doctora se da cuenta y se arrodilla al pie de la camilla y levantándola la falda se hocica entre sus piernas apartándola la braga con la mano, mete la cara y se dedica a comerla el coño mientras ella se masturba a la vez agitándose con dos dedos metidos hasta los nudillos en su propio chochete, desde donde hilillos de flujo resbalan por la cara interna de sus muslos.

Carmen se agita en la camilla, su cabeza oscila de un lado a otro y de su boca salen suspiros de placer, (esto último se lo imagina el que lo cuenta, pues la grabación no tiene buen sonido) entretanto la doctora Martín sigue comiéndola el coño con una gula extraordinaria, se distingue como pasa la lengua por la vagina y le rebaña el contorno como si fuera una gata hambrienta, para seguidamente introducírsela en la vagina y comenzar a penetrarla con ella, por la postura de la cabeza y los movimientos que hace parece estar usando su lengua como un pene y estar jodiendola en la camilla, su boca se aprieta contra la entrada de la vulva y parece estar mordisqueándola al mismo tiempo.

“la escoba” se estremece visiblemente, su cuerpo parece rebotar una y otra vez de cintura para abajo contra la cara de la doctora, se despierta (abre los ojos) y antes de darse cuenta de donde esta o que la ocurre se lleva velozmente las manos a sus pequeños pechos, apretándose los pezones y entre suspiros de gozo se corre entre agitados corcoveos y sollozos en la boca de su mamadora.

La doctora Martín siente ese aluvión de flujo en su boca, el sabor de esa tía la tiene loca de deseo y sus propios dedos en su chochete no han parado quietos ni un instante, ella jadea mientras lame, chupando y mordisqueando la vagina de Carmen, mientras se da placer a si misma jadea contra la vulva de la otra, metiéndola en el coño tanto su lengua como sus jadeos y su aliento, de su barbilla cae al suelo una mezcla de saliva y flujo que va formando un pequeño charco bajo su cara, la boca se la ha llenado con la corrida de Carmen y el liquido la resbala por su barbilla y cuello metiéndose por su escote bajo su ropa, mientras saborea aquella mezcla sin dejar de mover lengua y dedos a la vez, su propio orgasmo trepa por su cuerpo desde su vagina masturbada a su cerebro en un gozoso relámpago de puro placer que desencadena su propia y abundante corrida, se estremece gime ahogadamente contra el chochete de la otra y entre temblores se aprieta tanto contra ella que parece querer meter la cabeza en el coño de Carmen convulsionándose de placer, para lentamente relajarse e ir quedándose quieta, desmadejada y relajada al pie de la camilla unos instantes después.

– Jo tio, que pasada, – Dijo uno de los allí reunidos – me estoy poniendo a cien de solo imaginármelo.

– Toma y yo, – Respondieron varios a la vez – sigue ¿Qué más pasó?

Abel se dio cuenta de que aquella historia le estaba excitando, supo que la generación de endorfinas en su organismo ya había comenzado, su aumento de deseo y los procesos químicos que conllevaba no tardarían en hacerse patentes y eso desembocaría en… ¡joder, había varias tías en el corrillo! si comenzaba a sudar aquello desembocaría en… ¡una orgia!

Decidió que lo mejor sería retirarse ahora que aun estaba a tiempo, primero fue lo del accidente, luego el asunto del ascensor, ahora no podía verse implicado en una orgia en el comedor, sería el tercer escándalo en pocos días, su trabajo se iria a la mier… asi que se levanto y se despidió de sus colegas:

– Bueno tíos yo me vuelvo al curro que ya he perdido demasiado tiempo.

– No fastidies Abel, -dijo una compañera mirándole insistentemente, era María de contabilidad – ahora se ponía la historia interesante.

– No, de verdad tengo un experimento pendiente que quiero acabar hoy.

El relatador del grupo le dijo:

– Te vas a perder lo mejor, ahora viene cuando “la escoba” se despierta y se monta un 69 con la doctora, al final se follan la una a la otra tras sujetar un par de puñados de esos palitos que se usan para bajar la lengua en las consultas, los sujetaron con un par de gomas de escritorio e hicieron dos buenas imitaciones de pollas, se tiraron más de media hora jodiendose mutuamente con eso, eran las dos la autentica imagen del vicio en acción.

– Se llaman depresores, – Contestó Abel – lo digo en serio debo irme, no os molestéis.

El bueno de Abel salió del comedor, los del grupo dirían que era tonto o que bajaría al servicio a hacerse una paja después de lo que había oído, pero a él le daba igual lo que dijeran aquellos cenutrios, estaba convencido de que si hubiera permanecido allí unas minutos más hubiera desencadenado el deseo de las mujeres hacia él, naturalmente los otros tíos no se hubieran quedado quietos y hubieran participado, la historia que había escuchado le sirvió para descubrir dos cosas:

1ª Los restos de su sudor, sobre la piel o ropa de otra persona la convertían automáticamente en un imán para más mujeres, recordó que fueron varios tíos en la puerta del ascensor los que ayudaron a Carmen a llegar al botiquín, al parecer la reacción que tuvo la doctora no la experimentó ninguno de los tipos que se la llevaron.

2ª aun no sabiendo la orientación sexual de “la escoba” si que sabía que estaba casada, claro que podía ser bisexual pero siempre se la veía tan modosita y seria que lo dudaba, en fin que por lo que dijo el compañero que se veía en la cinta, al parecer una vez inhalado el olor por la victima, los efectos de su lujuria duraban bastante y el deseo que sentía la afectada, no interferían en hechos como el sexo o atractivo físico del portador del olor, ni en el hecho de ser el donante o receptor de una buena y fogosa relación sexual (una imagen fugaz de la rellenita doctora Martín haciendo un 69 con “la escoba” debajo, le dio escalofríos)

Las palabras “autentica imagen del vicio” que había dicho su compañero al relatar lo que vio, no se borraban de su cabeza mientras tomaba el ascensor para ir a su laboratorio, en su cabeza bullía un mar de ideas que iban desde embotellar su olor y venderlo, hasta patentarse a sí mismo como “imán atrapahembras”

De alguna manera supo que jamás volvería a dormir solo, le bastaba pegarse una carrerita y acercarse a una tía cualquiera para satisfacer sus deseos sexuales ¿Qué le importaba si esa tía era la esposa ó la novia de alguien? La vida le había dado muchos palos y era el momento de tomarse el desquite, mientras trabajaba hacía una lista en su mente de las mujeres a las que se tiraría, pero unas palabras se abrían paso en su cerebro “experimenta siempre, pruébalo antes”

Estaba trabajando con muestras de su propio sudor, dado que el proyecto original se había mezclado con las otras muestras justo antes de la explosión, no tenia manera de saber cuánto tanto por ciento de cada producto había en el fragmento de vidrio que se le clavó en la mejilla, la única manera de saber algo era analizar e identificar cada átomo que había en el sudor e intentar replicarlo, su primera intención era eliminar el problema y volver a ser “normal” pero ahora pensaba de manera distinta, quería sintetizarlo para forrarse sin descartar su primer objetivo es decir que sería normal, pero teniendo una buena provisión envasada y siempre a mano de “atrapahembras”

Aquel jueves no dejo su trabajo ni para ir a comer a mediodía, se metió en el despachito pequeño del fondo y con la calefacción puesta a casi treinta grados mientras trabajaba sin camisa, recogía con una regleta cada gota de sudor de su cuerpo y la ponía en una pequeña probeta con agua destilada para que no se evaporase, a las ocho de la tarde tenía una buena cantidad de “suero” con la que trabajar para unos días, se ducho y ventiló la habitación pues no deseaba que ocurriese algo con las mujeres de la limpieza, cuyos carritos y voces se oían cerca.

Antes de salir del laboratorio se dirigió a un anaquel y saco uno de los pequeños espráis vacios de 15 mililitros. Que se usaban para pruebas, era del tamaño de un dedo medio, desenroscó la tapa y añadió con una jeringuilla 2 mililitros de “suero” y el resto hasta la mitad de agua destilada, metiéndoselo en el bolsillo de la chaqueta junto a su pañuelo, guardo cuidadosamente el resto de las pruebas que había hecho y los informes saliendo en dirección a su casa.

ESTACION DE METRO DE… 15 MINUTOS DESPUES.

El bueno de Abel bajaba en las escaleras mecánicas, delante de él tenía a un tío de unas 40 años leía un folleto de publicidad que le acababan de entregar, no era un tío majéte de cara ni con un cuerpo atractivo para las tías, ni era nadie a quien conociera, en resumen: un cobaya perfecto, al comenzar a bajar el segundo tramo de escaleras mecánicas, saco el espray y el pañuelo del bolsillo, puso el dedo encima y le dio al tipo una buena rociada en la nuca al mismo tiempo que fingía un estornudo, llevándose el pañuelo a la cara y ocultando el espray, aquel hombre se giro como un rayo mientras decía:

– Pero que haces idiota ¿serás guarro?

– Perdóneme hombre, lo siento de verdad no me ha dado tiempo a sacar el pañuelo, disculpeme.

El tío se limpio la humedad de su nuca con un pañuelo de papel y al ver que Abel no parecía mala persona, admitió la disculpa y no dijo nada, aunque le miro severamente mientras escuchaba sus disculpas y durante los segundos que pasaron hasta llegar al andén, una vez allí se distanciaron el uno del otro unos metros para evitar más altercados o estornudos fortuitos.

Llego el metro y Abel se coloco de pie en el vagón de detrás del de su cobaya, allí vería lo que pasaba sin correr riesgos de que su propio olor interfiriera en el de su sujeto de pruebas, durante dos paradas no pasó nada pues el tío estaba de pie contra la pared del vagón rodeado de mas hombres de distintas edades, pero en la tercera se levantaron para salir varias personas, era una estación céntrica con conexión a otra línea y muchos hacían allí sus transbordos, el cobaya vio un asiento libre y se abalanzo a ocuparlo, de haber sabido lo que le ocurriría creo sinceramente que hubiera permanecido de pie y rodeado de tíos.

Erase una vez, dos amigas que habían salido del trabajo, una sudamericana delgada y pequeña de frondosa melena negra que hablaba con su amiga negrita, algo mas gordita y con moño, que viajaban en el metro hablando de no sé qué papeles sin meterse con nadie, un asiento libre y mas allá una rubia treintañera, rubia y pechugona de Cáceres que había venido a la ciudad a buscar curro infructuosamente hasta el momento, (diré para los MUUUY SENSIBLES, que esto no es una crítica social) bueno pues justo en ese asiento libre, rodeado de mujeres fue donde el ignorante cobaya de Abel asentó sus reales posaderas.

El tío ignorante del aroma que salía de su nuca, va y saca el pañuelo de papel para limpiarse el sudor de la cara, no debiendo acordarse del regalito que llevaba de Abel, ignorando que el mujerío alrededor de él ya empezaba a respirar más profundamente, husmeando en su dirección según los efluvios llegaban a sus narices, aquel pobre animal cuando se secó el sudor con aquel “perfumado” pañuelo abrió un segundo frente al que las tres féminas reaccionaron, la cacereña se le abrazo por la derecha, besándole en la nuca, la negra por la izquierda le dio un chupetón en el cuello y la sudamericana pizpireta de largo pelo moreno se levanto del asiento para situarse ante el hombre mientras le olfateaba toda la cara, el tío manoteo y protesto durante unos segundos hasta que la morena de delante le cerró la boca con un besazo apasionadísimo mientras se sentaba perniabierta en sus rodillas.

El bueno de Abel no perdía detalle desde el otro vagón, su curiosidad científica le hacía ver la escena como si en lugar de personas aquello solo fueran cobayas de laboratorio, en el otro vagón el escándalo empezaba a propagarse, la cacereña después de chupetearle la nuca al cobaya cogió lo que creía la mano de este y comenzó a chuparla lascivamente, pero aquella mano era de un joven estudiante de derecho mercantil, que estaba mirando asombrado como aquella rubia pechugona le hacia una felación a su dedo índice, los restos del “suero” que había en la nuca del cobaya pasaron a los labios de la cacereña y ahora también a los dedos del joven estudiante, al otro lado del cobaya un maño que estaba mirando la escena con ojos como platos se sentó al lado de la negra del moño y comenzó a acariciarla los pechos mientas ella seguía dale que te pego con el cuello y boca de aquel pobre hombre, la morena pequeñita le había abierto la bragueta al cobaya y sacado su miembro de tamaño medio pero bastante erecto para tras levantarse la falda marrón a cuadros que llevaba, clavárselo en su chochete y dedicarse a saltar sobre él entre jadeos cada vez más ruidosos.

El resto de la población del vagón mantenía un estado de vergüenza, desdén y asco, sazonado con alguna expresión de envidia, pero el lugar era pequeño y el olor se fue acumulando poco a poco, sin ser conscientes las mujeres del vagón se fueron moviendo hacia el origen de aquellos efluvios atraídas como por un imán poderosísimo.

En la cuarta parada salieron algunas personas del vagón (las más alejadas del grupo) el resto se quedo haciendo piña en derredor y entraron algunas mas, que ya estaban en la parada ignorantes de lo que allí había, el metro siguió su recorrido y Abel siguió observando, las mujeres del otro vagón empujaban a quien fuera con tal de llegar a la fuente de olor, el estudiante seguía siendo chupado pero ahora no era su dedo sino su miembro el que recibía las atenciones felatríces de la cacereña, la morena pizpireta seguía clavada en la verga del cobaya pero un voluntarioso con pinta de obrero, la empujo hacia el pecho del tío haciendo que pusiera el culo en pompa y por allí tras desenfundarse el miembro, ya erecto por lo que estaba viendo se la metió en su atractivo culete.

A la negra del moño la hizo levantar el mañíco, que tras soltarse y dejar caer el pantalón se sentó en el sitio de ella haciéndola sentarse sobre su miembro, la boca gimiente de la negra que había besado ansiosa el cuello del cobaya, recibió enseguida una visita inesperada, la boca y pechos de una ama de casa que había ido a hacer unas compras y pasaba por allí de vuelta a casa, atraída por los efluvios aquella audaz ama de casa veterana de mil inicios de rebajas, consiguió abrirse paso entre achuchones y empujones (como era su costumbre) hasta el origen del aroma que tanto la atraía, finalmente alcanzo a su objetivo momento en que sacándose los pechos de la camisa se los acercó a la negra, quedando en el momento en que la negra del moño la puso la boca encima “contagiada” asimismo de aquellos mismos olores y siendo otro potencial objetivo de cuanta mujer respirase en el vagón.

No tardo mucho el cobaya en correrse en el chochete de la sudamericana morena, abandono su asiento en cuanto pudo saliendo de entre las piernas de la chica mientras esta era sodomizada muy activamente por el obrero entre abundantes gritos de placer, tras deslizarse y gatear hacia un lado se incorporo intentando acercarse a la puerta para salir huyendo de allí, pero todo fue inútil dos tías que se parecían asombrosamente a las abuelitas de “aquí no hay quien viva” le cortaron el paso y lo violaron repetidamente, el estudiante intento llevarse a la cacereña rubia a un lado para echarla un buen polvo, pero fue hábilmente interceptado por una jovencita que al ver pasar su miembro cerca se lo aferro con las dos manos y de un hábil movimiento le empujo contra una de las barandillas, cuando el chico cayó al suelo, los pantalones de la joven hicieron lo mismo y luego ella simplemente se clavo el rabo del joven hasta las mismísimas pelotas entre suspiros de placer, la cacereña había intentado moverse con el estudiante pero al ser este interceptado, ella se sintió agarrada por otra mujer de su edad más o menos, esta ni corta ni perezosa la atrajo hasta su asiento y levantándola el vestido la empezó a lametear el chochete apartándola un poco las bragas con sus dedos.

El marido de la del asiento se levantó mosqueado y se quedó mirando la escena, su amada, recatada y fiel esposa comiéndole el chochete a una perfecta desconocida en el metro y rodeados de gente, su erección fue automática y recordó que ella nunca se la chupaba porque decía que le daba asco, la idea le vino de golpe y enseguida la puso en práctica, empujo a una mujer que intentaba algo con la cacereña y se situó detrás de la rubia pechugona, la quito las bragas por debajo del vestido y se lo levanto metiéndole el miembro entre sus nalgas pero sin penetrarla, era alucinante notaba los labios empapados del chochete envolviéndolo, el tío se movió adelante y atrás hasta notar la boca de su mujer en su prepucio, la cacereña disfrutaba con aquel rabo entre las piernas y las manos del tío sobándola las tetas, entretanto su mujer lamia y chupaba todo lo que se le ponía por delante, aquel clítoris y vulva, así como el rabo que recorriéndolo por fuera aparecía y desaparecía intermitentemente, recibieron sus habilidades orales por igual.

Llegaron a la quinta parada y Abel vio como la acción se había distribuido en al menos cuatro focos, el cobaya y varias tías mayores por un lado, la negra del moño y la sudamericana morena bajita al lado de la ama de casa por el centro, el estudiante algo mas allá y al fondo la rubia tetona, en aquella parada no salió nadie de ese vagón pero si entro gente, los de la parada fueron los primeros, pero no fueron los únicos pues algunos de su propio vagón y del vagón anterior al de la orgia vieron lo que pasaba y se cambiaron entrando como podían en el de en medio, hasta llenarlo hasta los topes, se veían ropas tiradas en el piso y la gente estaba en diferentes estados de desnudez cuando el tren se puso nuevamente en marcha.

El cobaya fue usado por las dos mujeres mayores, cuando se corrió en el chochete de una de ellas pensó que tras su segunda corrida del día ya se le había acabado la diversión, pero la que se había quedado a medias le sacó de su error, se quitó la dentadura postiza y le hizo la mejor mamada que aquel hombre juraría que recibió en su vida, un poco más allá el maño rellenó de esperma caliente el chochete de la negra del moño, la cual se puso de rodillas pidiendo más caña a grito pelado, casi instantáneamente otra mujer se coloco detrás de ella y comenzó a lamerla el chochete ansiosamente, la ama de casa había quedado tumbada en los asientos, un reponedor de híper que la vio muy ansiosa, se apresuró a cubrir sus necesidades y de paso la endilgo su gordo miembro en su chochete, follándosela sin prisa pero sin pausa entre gritos de placer que fueron acallados por una rubia bombón que se quito el pantalón y la puso el coño en la boca, para que se mantuviera ocupada en algo útil mientras la follaban.

La chica morena había recibido toda la corrida del obrero en su bonito culo, ahora se dedicaba oralmente y con entusiasmo a devolver la vida al miembro de este mientras que de su coñito y ano resbalaban hilillos de esperma, el estudiante era follado sentado contra la pared del vagón, por la jovencita que estaba demostrando una maestría sin par en el tema de cabalgar miembros, al lado de ellos dos amigas se masturbaban la una a la otra tan furiosamente que no tardaron en correrse.

Un poco más allá la mujer sentada ante la cacereña se masturbaba con su propia mano metida hasta la muñeca, sin dejar de lamer y chupar todo lo que se la ponía por delante, su marido detrás de la rubia meneaba sus caderas cada vez más rápido, frotando su miembro en la parte baja de la vagina de la cacereña rozándola en cada vaivén la vulva, para enterrar su miembro en las fauces de su esposa que chupaba tanto coño como prepucio, finalmente la rubia gimió y se corrió mojándola toda la cara mientras se la doblaban las piernas de placer, la mujer se amorro con más ganas a lo que pudo que no fue otra cosa que el miembro empapado en flujo, de su amado esposo y fue seguidamente regada por varios lleretazos de esperma del hombre que la empaparon de blanco desde las pestañas hasta el escote.

La orgia era general en ese vagón, más gente se unió a los grupos formados y otros iniciaron grupos nuevos, donde quiera que les llevaran sus narices o su instinto, llegaron a la sexta parada y Abel se bajó del metro, por el altavoz de la estación se oía: ¡ESTE TREN NO ADMITE VIAJEROS, DISCULPEN LAS MOLESTIAS, POR FAVOR DESALOJEN EL TREN! Abel siguió su camino de salida y se cruzó con dos vigilantes que bajaban corriendo al andén porra en mano, salió sin problemas al exterior y anduvo hasta la parada del autobús.

Estaba llegando a su casa y seguía cachondo por lo que había visto, había poca gente en aquel bus apenas ocho personas, se acerco a la puerta de salida y una chica hizo lo mismo, era guapilla de unos 25 años y morena, tenia buen cuerpo y él no quería dormir solo esa noche, se levantó discretamente la chaqueta y se olfateó… si olía a sudor, se acerco a ella y la dijo:

– Oye perdona, creo que se me ha parado el reloj ¿me puedes decir la hora?

En ese momento llegaron a la parada, el conductor como muchos otros dio un frenazo, ella entretenida en mirar la hora fue lanzada contra Abel que la sujetó contra su cuerpo un par de segundos, la noto respirar asustada por el encontronazo, la soltó y bajaron del bus entonces el repitió la pregunta:

– ¿Me puedes decir la hora?

– Si claro son laaas… laass nueve y cuarto.

El vio los síntomas que ya conocía, las ventanas de la nariz moviéndose, el rubor de la cara, añadió:

– Anda te acompaño un ratito, no pareces estar bien después del frenazo.

– Yo sii… estoy bien, muuuy biiien…

Ella se arrimó a él y le besó, el no se resistió y participó en el beso activamente, al separar sus caras la dijo:

– Tranquila nena, que sepas que hoy no vas a dormir en casa, estas en buenas manos.

Se alejaron en dirección a casa de Abel.

CONTINUARA…

Este relato es casi totalmente ficticio, los experimentos y pruebas que he mencionado ¡SI! que existen, podéis consultar la red si dudáis.

Los personajes que he usado han sido muy variados, aparte de su nacionalidad, color, provincia o sexo, vaya por delante mis respetos para todos.

¡Sed felices!

Relato erótico:”Gracias al padre 6, estuve con la hija y sus amigas” (POR GOLFO)

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Capítulo 6

Ya eran las siete cuando llegué a mi casa acompañado de mis dos nuevas sumisas. Lucía seguía completamente dormida y por eso en cuanto comprobé que no se había enterado de mi ausencia, obligué a las putas a desnudarse. Tras lo cual les ordené que regalaran a su nueva dueña un dulce despertar.
Curiosamente Isabel que en teoría era la más lanzada de las dos, se quedó cortada y tuvo que ser Patricia la que la forzara a acostarse al lado de mi esposa mientras ella se arrodillaba a sus pies:
-Chúpale las tetas a nuestra dueña- exigió mientras ella comenzaba a usar su lengua para recorrer las piernas de la dormida.
«¡Vaya con la mojigata!», exclamé en mi interior, sabiendo que había hecho bien en no usarla yo primero al estar seguro que Lucía querría tener ese privilegio.
Durante un par de minutos, la muy puta se dedicó a lamer los muslos de mi amada mientras Isabel hacía lo propio saltando de un pezón al otro. Tanta estimulación consiguió despertar a la que iba a dirigir sus vidas durante dos años y todavía medio dormida, abrió los ojos pensando que era yo quien la estaba acariciando.
-¿Y esto?- me preguntó al darse cuenta de la presencia de esas dos.
-Han decidido entregarse a ti- comenté muerto de risa.
Lucía comprendió que mientras ella descansaba, yo había cerrado el acuerdo pero lejos de molestarla, sonrió y acomodando su cabeza en la almohada, ejerció por primera vez de ama diciendo:
-Para ser un par de estrechas, habéis vendido vuestra honra a mi marido muy rápidamente.
En esta ocasión, Isabel fue la que me sorprendió porque haciendo un alto, brevemente susurró:
-Señora, ni esta zorra ni yo tenemos honra. Por no tener, no tenemos ni nombre. Nuestro amo nos ha dejado claro que iba a ser usted quien nos bautizara.
Al oírla, Lucía soltó una carcajada y llevando la cabeza de la guarra que había hablado hasta sus pechos, le exigió que reanudara sus caricias diciendo:
-Ahora no me apetece elegiros uno. Lo que realmente quiero es disfrutar en silencio del placer, así que ponte a trabajar, ¡sucia esclava!
Alcancé a distinguir que ese insulto había hecho mella en su ánimo pero en vez de intentarse rebelar, se quedó callada, abrió sus labios y engulló una de las negras areolas de su señora mientras entre las piernas de la misma, la más bajita de las dos se dedicaba en cuerpo y alma a satisfacer su ansia de ser sumisa, buscando con denuedo el orgasmo de su antigua amiga.
Desde mi posición, la escena no podía ser más atrayente. De modo que de haberlo querido, creo que me hubiese resultado imposible retirar la vista de esas tres mujeres haciendo el amor. Mi esposa con la cabeza echada hacia atrás disfrutaba de las caricias de las otras. Isabel mamaba de uno de sus pechos mientras con sus dedos no dejaba de pellizcar suavemente el pezón que tenía libre su señora y Patricia ya inmersa en su papel de objeto sexual usaba la lengua para penetrar una y otra vez entre los pliegues del adorado sexo de Lucia.
Coparticipe de ese placer e incapaz de dejar de mirarlas, mi miembro despertó de su letargo irguiéndose. Nunca he sido un voyeur pero reconozco que ver a esas arpías dedicando sus esfuerzos a que mi mujer disfrutara era algo digno de ver y acomodando mi trasero en una silla, decidí no perder detalle de su estreno.
La entrega de Patricia era tan completa que no me quedó duda que tras esa fachada de niña buena llevaba años escondiendo que estaba enamorada de Lucía y por ello decidí preguntárselo al tiempo que le daba un duro azote sobre uno de sus cachetes.
-Putita, ¿cuánto tiempo llevabas deseando hacer esto?
Asustada, la pobre idiota trató de evitar la pregunta, respondiendo que no entendía a que me refería.
Con una nueva nalgada, le mostré mi disgusto y jalándole de los pelos, la hice ponerse de pie. Una vez allí y mientras mi esposa y su ex socia la miraban insistí:
-No te lo voy a preguntar otra vez, ¿cuánto tiempo llevabas soñando con acostarte con mi esposa?
Llorando y sin poder mirarnos a los ojos, la cría respondió:
-Desde niña la he amado pero jamás pensé que iba a tener la oportunidad de estar con ella.
La cara de Lucia era de sorpresa al saber que la que durante toda su vida había considerado su amiga estaba colada por ella.
-Te juro que no sabía nada- comentó preocupada de mi reacción.
Soltando una carcajada, saqué del armario uno de los arneses con los que mi esposa había sometido a su madre y lanzándoselo a la cama, comenté riendo:
-Por eso no la he tocado, quiero que seas tú quien la estrene.
-¿Me estás diciendo que mi esclava numero dos nunca ha estado con un hombre?
Despelotado repliqué:
-No. Al menos ha sentido entre sus piernas las rudas caricias de tu otra guarrilla pero lo que si tengo claro es que lo que más ha tenido han sido sus deditos cuando se masturbaba en tu honor.
No creyendo mis palabras, se lo preguntó y al escuchar de sus labios que la única vez que había estado con alguien antes de esa noche, había sido con una antigua profesora, Lucía se levantó y cogiendo de la melena a su antigua amiga, la obligó a ponerse a cuatro patas. Una vez en esa postura, cayó en la cuenta que al contrario de ella misma, Patricia llevaba una mata enorme de pelo que deslucía su estupendo cuerpo y poniendo cara de asco, le soltó:
-Pareces un chimpancé- tras lo cual ceremonialmente la bautizó con el nombre de “Chita”y olvidándose de ella, miró a su otra esclava diciendo: -¡Enséñame tu coño!
La morena no se esperaba esa orden. Totalmente colorada, se tumbó en la cama y separando sus piernas, mostró a su dueña que totalmente depilada. Lucía completamente dominada por la lujuria la obligó a darse la vuelta y nada más comprobar que tenía un culo cojonudo, le separó las nalgas diciendo:
-Al menos pareces humana, por eso a partir de hoy serás “Jane”.
La pobre “Chita” dio un gemido de dolor al comprender el nada delicado insulto que representaba para ella el nombre que había recibido su compañera de martirio pero incapaz de moverse, permaneció quieta mientras su recién estrenada dueña se entretenía relajando los músculos del esfínter de Isabel con su lengua. Es más, tuvo que morderse los labios para no gritar de celos al ver que no era su ano el que estaba siendo violado por los dedos de la mujer que tanto amaba.
Si aquello ya era de por sí humillante, más aún fue ver a Isabel que levantándose, se ajustaba un arnés con un tremendo falo a su cintura. Tras lo cual susurró unas dulces palabras a su indefensa víctima y colocando la punta del consolador en su esfinter, de un solo golpe se lo introdujo por completo en su interior.
Isabel-Jane gritó al sentir que se desgarraba por dentro pero no intentó liberarse del castigo, sino que sorprendiéndome por enésima vez, meneando sus caderas buscó amoldarse al instrumento antes de empezar a moverse como posesa. Su jinete esperó que unos segundos antes de darle una fuerte nalgada en el culo.
-Muévete, ¡puta!- gritó al tiempo que se lanzaba en un galope desbocado usando los pechos de la morena como agarre.
Patricia-Chita miraba desconsolada el momento. Con su corazón encogido, sufría cada envite de Lucía como una afrenta. Estuve a punto de intervenir y tomarla para mí pero decidí no hacerlo. Entre tanto mi esposa cambió el culo de la Jane por su sexo y con fuerza la penetró mientras su nueva adquisición se derrumbaba sobre la cama.
-Nunca me imaginé que esta zorra disfrutara tanto- dijo dirigiéndose a mí al comprobar que esa morena apenas podía respirar.
Fijándome en la cara de su víctima, descubrí que el placer había hecho mella en ella y que con la mirada perdida babeaba cada vez que su agresora le daba una estacada.
«¡Y parecía frígida!», me dije recordando su frialdad la noche anterior.
Confirmando su excitación, la morena comenzó a balbucear incoherencias mientras su cuerpo convulsionaba y pegando un grito, se corrió llenando con su flujo las sábanas de mi lecho. Lucía al escuchar y ver que había conseguido desencadenar ese tremendo orgasmo en la muchacha, decidió que ya era hora que esa puta le devolviera parte del placer. Intercambiando su lugar con ella, se quitó el arnés y tumbándose en la cama, exigió a Isabel-Jane que la masturbara.
Siguiendo sus instrucciones, empezó a bajar por el cuerpo de mi compañera. Mi rubia dejo que le abriese las piernas y al hacerlo, pude contemplar su pubis perfectamente depilado que dibujaba un pequeño triángulo con si fuera una flecha que indicara el camino que Jane tenía que seguir.
Para ésta, el sabor agridulce de su coño ya no era una novedad pero en este caso como estaba excitada fue un acicate para que sin meditar que estaba haciendo usara los dedos como si fueran un pene y penetrándola buscara el fondo de su vagina. Lucía recibió húmeda las caricias de esa lengua sobre su clítoris y sin pedirle su opinión me exigió que la tomase para mí, diciendo:
-Pedro, ¡quiero ver te la follas!
Sus primeros gemidos coincidieron en el tiempo con mi llegada a su lado. Mientras nuestra nueva esclava seguía dando buena cuenta del chumino de mi esposa, le abrí las nalgas para acto seguido darle un duro azote. Excitada por mi duro trato y pegando un grito, Jane me imploró:
-¡Hágame suya! ¡Quiero sentir la verga de mi amo en mi interior!
Su lenguaje sumiso espoleó mi lujuria y colocando la punta de mi glande en la entrada de su cueva, fui forzándola de forma muy despacio. Esa lentitud me permitió sentir el paso de toda la piel de mi miembro, abriéndose paso por los labios de su sexo mientras la llenaba.
Lucía exigiendo su parte, tiró del pelo de esa muchacha y acercándole la cara hasta su pubis obligó que su lengua volviera a introducirse en el interior de su vagina, al tiempo que mi pene campeaba libremente ya dentro del sexo de la morena. Isabel gimió desesperada al sentir mis huevos rebotando contra su culo pero realmente se volvió loca al sentir que dotaba a mis embestidas de un ritmo brutal. Y mientras su boca se llenaba con la riada que emergía sin control de la cueva de mi esposa, se creyó morir.
-¡Me corro!
Chilló nuevamente pero entonces me escuchó prohibírselo diciendo:
-Tienes prohibido hacerlo hasta que tu dueña lo haga.
No hizo falta que dijera nada más. Éramos un engranaje perfecto, mis embestidas obligaban a la lengua de Jane a penetrar más hondo en el interior de su amante y los gritos de Lucía al sentirse bebida, forzaban a un nuevo ataque por mi parte. La rubia fue la primera en correrse retorciéndose sobre la cama y mientras se pellizcaba sus pezones, nos pidió que la acompañáramos. Al oírla, aceleré y cayendo sobre la espalda de la otra mujer, me derramé regando el interior de su vientre con mi semilla. Lo de Isabel fue algo brutal, desgarrador, al sentir mi semen en su interior mientras seguía penetrándola sin parar, hizo que licuándose al sentirlo, chillara y llorara a los cuatro vientos su placer.
Durante unos minutos e ignorando a la pobre “Chita”, nos mantuvimos en la misma posición hasta que ya descansado me levanté y dirigiéndome a la insatisfecha ignorada, comenté:
-Zorra, prepara la bañera. Me apetece darme un baño.
La morena que antiguamente respondía al nombre de Patricia salió corriendo a cumplir con mi orden y a pesar de su rapidez, no pudo evitar que callera en la cuenta de los gruesos lagrimones que recorrían sus mejillas.
«Se siente una piltrafa, está pensando que su destino va a consistir en servirnos como criada y que nunca va a participar en nuestros juegos», medité descojonado. Al girarme y mirar a su ex socia, la descubrí mirándome con una veneración que me resultó hasta incómoda: «En cambio, Jane esta está feliz. Aunque en un principio era totalmente reacia a ser nuestra sierva, ahora no cabe de gozo. Se ha dado cuenta que a nuestro lado va a descubrir un placer que no sabía ni que existía».
Sabiendo que mi vida había tomado un nuevo rumbo y que a partir de ese día íbamos a formar un extraño cuarteto donde el único que iba a tener un papel definido era yo, comprendí que mi tiempo en España y en mi compañía había terminado y por eso tomando asiento en la cama, pedí a la morena que me trajera el ordenador.
Mientras Jane se levantaba a por él, mi querida esposa me preguntó el motivo de tanta urgencia. Muerto de risa, le solté:
-He decidido hacerte caso y quiero ver contigo otra vez esa mansión de la que tanto hablas…


Relato erótico: “Blood is thicker than water” (POR HELENA)

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Aquella noche la ciudad no  parecía distinta en nada. Y quizás no lo fuese y el único matiz de distinción es el que ahora le otorga mi mente al recordar lo que estaba por venir.

Todavía no había pegado ojo a pesar de que el reloj ya marcaba una hora muy poco ortodoxa para aquellos que esperan descansar algo. Pero no era el caso. Yo había salido de cena con los socios del bufete para celebrar un fallo a nuestro favor en un caso que había tenido bastante eco en Nueva York, y podía permitirme no aparecer por allí al día siguiente. Nadie esperaría que lo hiciese, a decir verdad. Era mi primer gran caso como socio, aunque ya habíamos tenido uno de bastante repercusión mediática poco después de que yo llegase aquí para ser durante unos meses el empollón colmado de sabiduría teórica que no tenía ni idea de moverse en el duro mundo de ejercer la abogacía en aquella parte del planeta en la que el vocablo adquiere su versión más cruda y audaz. Pero acabé abriéndome camino y ahora soy de ésos que lo tienen todo.
Miré a aquella chica que dormía a mi lado. Era una de las camareras de un exclusivo club en el que decidimos cerrar la noche. Y la presencia en mi cama de alguien que apenas debía gatear cuando yo entré en la Universidad debería colmarme de autosatisfacción, pero era precisamente el exhaustivo análisis de una situación como aquélla el que me hacían sentir cierta punzada de malestar. La satisfacción sólo duraba lo mismo que yo tardaba en correrme. Siempre ocurría lo mismo.
No es que yo sea un maldito viejo verde. Ya casi tengo mis cuarenta, cierto, pero el hecho de no encontrar a nadie que se ajustase completamente a mis expectativas me ha empujado casi por obligación a consagrar mi escaso tiempo libre a mi persona. Me gusta cuidarme, siempre me digo que me cuidaría de la misma manera si tuviese una mujer e hijos, pero sé que no lo haría. No tengo más que mirar alrededor y elaborar una vaga estadística para comprobar que mi vida probablemente cambiaría drásticamente. La experiencia me dice que resulta casi imposible arrastrar a esos hombres casados más allá de la una de la mañana, o quedar para hacer algo durante las vacaciones porque siempre tienen planes familiares. Y está bien, no digo que esté mal, para nada. Pero resulta trivial deducir que si apenas tienes tiempo para socializar, siendo el ser humano un animal social por naturaleza, ¿de dónde iba a sacar yo tiempo para mis horas de gimnasio, spa, masajes o cualquier otra cosa de las muchas que hago para mantener el tipo? En realidad sé que me miento a mí mismo al decirme que seguiría haciéndolo, porque tampoco soy de los que delegaría sus deberes paternales en otras personas para poder seguir manteniendo mi vida a pesar de estar en condiciones de poder asumir esos gastos.
Cavilaba en todo eso cuando mi teléfono comenzó a sonar. Ella se removió en cama, pero apenas se percató de que yo me levantaba. Me puse mis bóxer y me acerqué a la chaqueta de mi traje para rebuscar en ella hasta dar con mi teléfono.
Era mi madre. Suspiré pensando que nunca se acostumbraría a que yo viviese al otro lado del Atlántico ni aunque llevase allí ya casi quince años, y quité el sonido para tirar el teléfono sobre la butaca de mi habitación de invitados, donde podía vibrar hasta que se cansase de llamarme. Ya le devolvería la llamada dentro de un horario más prudente para ambos.
Pero me quede de pie en medio de la habitación mirando la pantalla del teléfono y constatando que mi madre me llamaba una y otra vez. Algo me dijo que tenía que contestar. Miré hacia la camarera, que seguía como un tronco sobre el colchón. Cogí el teléfono y salí de la habitación para contestar a medio camino hacia la cocina. El ajetreado saludo de mi madre me indicó enseguida que algo estaba perturbando la tranquilidad que siempre supongo para ellos.
-¡Por el amor de Dios! ¡¿Qué hacías?!
-Dormir, ¿tienes idea de la hora que es aquí? – contesté de todos modos. Su llanto me inquietó al instante. Iba a servirme un vaso de zumo pero me paré en seco – ¿qué ocurre, Mamá? – inquirí ya con el corazón en un puño.
-Tu hermana se ha ido.
Me quedé pálido al escuchar aquello mientras mi madre seguía llorando al teléfono y diciendo cosas que para mí no tenían sentido.
-¿Qué? ¿A dónde se ha ido Eva? – pregunté con la garganta seca. Cuando te dicen llorando que alguien “se ha ido”, el paradero de esa persona no suele ser un destino vacacional precisamente.
-No lo sabemos. No sabemos nada… – me informó entre sollozos.
Escuché una leve interferencia y luego me habló la voz de mi padre.
-Nano,  escucha. Parece ser que Eva y Carlos han discutido. Ella nos mandó a la niña hace un par de días e interpuso una demanda de divorcio. Es lo único que sabemos, porque nadie ha vuelto a verla desde entonces.
-¿Cómo? – respondí incrédulo – ¿y el padre? ¿No quiere a la niña?
-Eva nos dijo que se quedase con nosotros, que vendría cuando recogiese sus cosas, pero no volvió. Carlos vino a casa a por la cría, le hemos dicho que no se la llevaría hasta que no aparezca Eva, pero puede estar con ella el tiempo que quiera. La policía está buscando a tu hermana… – me quede petrificado en medio de la cocina, mirando al Hudson a través de las luces de los edificios que se elevaban entre él y yo, y por un momento me sentí como si me sumergiese en aquella masa de agua helada. Un escalofrío me hizo volver a la realidad y entonces escuché de nuevo a mi padre – ¿Nano? Nano, ¿estás ahí?
-Sí, dime…
-Hijo, que la policía nos ha pedido que te llamemos para preguntarte si sabes algo de Eva.
-¡No! ¡Claro que no sé nada de Eva! – Protesté levemente atemorizado al comenzar a pensar en dónde podría haberse metido mi hermana.
-Lo sé, lo sé… ya veo…
-Papá, Eva se ha ido sola, no le pasará nada… – musité con afán tranquilizador. Pero ni yo mismo me lo creía del todo. En ese momento sólo quería colgarles y marcar una y otra vez el número de mi hermana hasta conseguir hablar con ella.
-La policía dice que probablemente sea así, que no nos pongamos nerviosos, que llamará de un momento a otro. Pero tu madre está que no puede más, Nano. Tu hermana no coge el teléfono ni ha dejado nada que indique qué ha hecho o qué no. Carlos ni siquiera la vio por casa. Dice que si fue a coger algo, tuvo que ser mientras él estaba trabajando. También llamamos a su oficina, pero allí dicen que se excusó informándoles de que no podría acudir durante una temporada, que tomasen las medidas que creyesen oportunas. Le han pedido a Carlos que haga un recuento de sus cosas, pero él dice que bien podría pasársele por alto que se llevase algo. Al parecer, llevaban un tiempo bastante distanciados… ¿tú sabías algo?
-No. No tenía ni idea, Papá. Yo siempre que hablaba con ella me decía que estaba todo bien… aunque yo me intereso más por la niña. No sé, uno no pregunta “¿cómo van las cosas con tu marido?” si no se le dice algo antes…
-Ya, Nano. Pero a ti quizás te lo hubiese mencionado… – insistió mi padre.
-¡Pues no me lo dijo! Además, ¿de qué serviría saber ahora si me había dicho o no que estaba mal con Carlos?
-Está bien, está bien… Si se pone en contacto contigo, por favor…
-Lo sé, os llamaré enseguida. No tenías ni que decírmelo.
-Ya, bueno…  Nano, intenta hablar con ella, anda. Quizás a ti te coja el teléfono, hijo.
-Eso tampoco tenías que decírmelo. Es evidente que no voy a parar hasta que hable con ella, Papá. Tú intenta tranquilizar a Mamá – le pedí antes de deshacerme lo más rápido posible de ellos y marcar el número de mi hermana.
El teléfono no daba señal. Lo intenté en al menos diez ocasiones, pero el resultado fue el mismo. Comenzaba a ponerme nervioso ante semejante panorama. No entendía qué demonios podía haberla llevado a cometer aquella tontería de dejar a Irene con nuestros padres y esfumarse de la faz de la Tierra con esa demanda de divorcio pendiente.  Si su intención era divorciarse eso no serviría de nada si no seguía con el proceso. La demanda era sólo el principio. Pero ella lo sabía, le habrían explicado todo el procedimiento antes de interponerla. ¿Qué mierda estaba haciendo?
Fui a mi estudio, puse en marcha mi ordenador y comprobé que no se había puesto en contacto conmigo por medio de ninguna de las opciones que la red de redes nos ofrecía. Redacté varios privados y correos electrónicos con la esperanza de que su aislamiento voluntario no incluyese también el abandono de sus cuentas virtuales. Pero algo me decía que, de ser vistos, esos mensajes probablemente no iban a ser contestados. Al menos de manera inmediata.
Esperé como un idiota frente a la pantalla, alternando mi atención entre el ordenador y mi teléfono, quizás albergando la esperanza de que ella fuese a dar señales de vida de un momento a otro. Dejé pasar de ese modo un intervalo de tiempo que me pareció infinito, tan sólo interrumpido por retorcidas sensaciones de vértigo que se arremolinaban en mi estómago cada vez que yo reparaba en que mi hermana estaba en lo que oficialmente se conoce como “paradero desconocido”. Las estadísticas eran crueles con las personas en paradero desconocido.
Con una amarga nota de desesperación abrí la web de una aerolínea y reservé un billete a España para la tarde de aquel mismo día que todavía no había terminado de empezar. Dejé el ordenador en reposo y volví a la habitación de invitados para despertar a mi acompañante. De una manera muy suave al principio, pero casi sin piedad pasados un par de minutos sin que ésta mostrase la intención de responder.
-Hey, you have to go away – le dije cuando la vi abrir mínimamente los ojos.
Ella suspiró y dejó caer su cara de pleno contra la almohada. Después de una noche en la que yo le había descubierto un Dom Pérignon de trescientos pavos por botella supongo que tenía que estar cansada por narices, y yo tampoco me iba hasta la tarde siguiente. Lo pensé mejor durante un par de segundos, pero definitivamente ya no quería que estuviese allí. Su presencia casi me molestaba porque quería dejar la habitación ordenada y empezar a hacer la maleta para irme. Aquello me urgía como si el avión me estuviese esperando y su hora de salida dependiese sólo de mí.
-Bullshit!… – se quejó con una voz ronca y nada femenina – Why?
-I have to go to Spain. It’s an emergency, ok? Don’t ask me more, just go away, please ­– contesté molesto por su interés. Era ella la que estaba en mi casa y yo en el derecho de pedirle que se fuse de allí.
-Spain? ­– repitió mientras se erguía sujetándose la cabeza con una mano.
-I’m spaniard, remember?
No sé si se enteró de algo. Ella sólo se levantó y comenzó a recoger sus prendas del suelo de la habitación. Posó aquella desteñida mirada sobre mí tras mirar su reloj de muñeca y suspiró de forma poco cordial antes de volver a abrir la boca.
Yeah, but… can I have a shower before?
La miré como si no me lo pudiese creer, pero traté de relajarme y me comporté correctamente. Aunque no le profesase ningún cariño, tarde o temprano me reprocharía el haberla largado de aquella manera. Ella no tenía la culpa ni nada que ver con lo que me estaba empujando a despacharla así a un par de horas del amanecer.
-Ok. Come with me­ – le pedí saliendo de la habitación y llevándola a uno de los baños.
Mientras ella se duchaba cambié las sábanas de la cama y preparé café, pero lo dejé a la espera en la cafetera. Mis planes eran tomarme mis pastillas para el estrés a fin de poder dormir un poco antes de levantarme con el tiempo justo de ducharme, ingerir el café que para entonces ya no estaría “recién preparado”, llamar al trabajo para decir que necesitaba algunos días de asuntos propios antes de marcharme, preparar rápidamente una maleta y salir rumbo a casa. Repasaba mentalmente mi plan de acción cuando  la chica se acercó a la puerta de la cocina a tiempo de contemplar cómo me automedicaba.
-Hey, daddy – se burló con una media sonrisa que no correspondí. Seguramente no se creyese que tenía que irme a España, pero era cierto, y el motivo de aquello ya no me dejaba reaccionar del mismo modo que había reaccionado sólo algunas horas atrás cuando ella decidió que aquella noche yo sería su “daddy” -. Ok, I just came to say you goodbye – musitó casi con una mueca de ofensa en su cara.
La acompañé a la puerta por obligación y la despedí tratando de ser lo más humanamente cortés en mis nuevas circunstancias. Sólo cinco minutos después, estaba en cama esperando a que mis fármacos hiciesen efecto mientras sostenía mi teléfono con ansiedad y consultaba el correo en mi iPad con enfermiza insistencia. Ninguno de los dos dispositivos dio fe de que alguien tratase de ponerse en contacto conmigo. Al menos no antes de que me durmiese.
Más tarde la alarma me despertó con lo que me pareció un estruendo. Me apresuré para apagarla, azorado y lento en todos mis movimientos a causa de mi antinatural descanso. Pero lo suficientemente despierto como para que el estómago se me encogiese al comprobar que mi hermana seguía en un punto muerto del planeta. Me metí en la ducha, tardé un par de minutos en rememorar el esquema que había trazado minuciosamente antes de dormir y salí dispuesto a seguirlo al pie de la letra. Llamé al despacho mientras me tomaba una taza de café recalentado, me vestí, saqué una de mis maletas tras imprimir el resguardo del vuelo que había comprado y me dispuse a rellenarla con lo estrictamente necesario antes de que mi timbre sonase.  Me quedé de pie en medio de la estancia reparando en la inoportuna visita. Tenía que ser algún vecino, de lo contrario, Gaspar –el portero del edificio- me habría puesto en sobreaviso.
Suspiré molesto, pero me dirigí a la puerta de la entrada retorciéndome de ira por la insistencia con la que ahora timbraba quienquiera que osase perturbarme de aquella manera en aquel preciso instante.
-Hola Nano – fue todo cuanto mi hermana alcanzó a musitar antes de que la abrazase condensando en aquel gesto todo el miedo y la desazón que había sentido al creer que no volvería a hacerlo.
Eva estaba allí, en mi puerta, plantada en mi pasillo con una mísera maleta de mano y una pinta de haber venido de algún suburbio. No fui capaz de decirle nada. Yo sólo me esforcé por no derramar ninguna lágrima y no sufrir un infarto mientras la hacía pasar y cogía su equipaje. No le indiqué nada. No era necesario, Eva me había visitado en más de un par de ocasiones desde que me había comprado aquel ático, sabía dónde estaba todo y que podía moverse por allí con la misma libertad que yo.
-Supongo que ya lo sabrás… – balbuceó tras rebasar apenas el recibidor.
-Mamá me llamó de madrugada – confesé sin más preámbulos -. Espero que entiendas que tengo que decirles que estás aquí. Todo el mundo te está buscando.
Eva rechazó mi propuesta con un violento aspavientos. Como si de repente el hecho de haber venido a mí fuera un grave error por su parte. Fue entonces cuando me abandonó el mar de tranquilidad que me había sepultado al verla allí.
-¡Oye! ¡Desapareciste de tu vida sin decir siquiera: “estaré bien”! – le espeté sin más premeditación dejándola muda con mi arranque -. Es decir, nadie te reprocha que necesites un respiro. Pero, ¿tenía que haber sido así? Podrías haberte cargado tranquilamente a Mamá, estaba al borde del colapso… Y eso sin mencionar a tu propia hija… – rezongué tratando de suavizar las cosas mientras me iba a por mi teléfono.
Le pregunté si quería hablar con alguien, pero negó con la cabeza. Sin embargo, se acercó tímidamente más tarde, cuando escuchó que estaba hablando con mi sobrina. Supuse que querría oír la vocecilla de la niña, pero echó a llorar antes de que yo tuviese la certeza de que lo había hecho. Dejé a Eva en uno de los sofás mientras me dirigía a mi habitación tratando de tranquilizar a mi madre, que exigía imperiosamente hablar con mi hermana. Logré convencerla de que no era lo mejor en aquel momento, me despedí de ellos y regresé al salón.
Quería saberlo todo. Me escocía el ansia de que ella me diese alguna explicación para haber cometido toda aquella locura. Pero sólo fui capaz de corresponder el abrazo que ella buscó cuando me senté a su lado y de ofrecerle mi propia cama cuando mencionó  que le vendría bien echarse un rato.
Esperé una hora eterna en aquel sofá, cavilando sobre sus motivos e intentando ponerme en su situación pero fui totalmente incapaz porque en realidad, por mucho que yo la apoyase incondicionalmente, nunca lograría entenderla. Siempre había sido así. Finalmente me levanté, comprobé que dormía relajadamente sobre mi cama y salí a la calle para comprar un par de cosas tras dejarle una nota sobre la mesilla de noche. Desaparecí con sigilo, cerrando la puerta de mi casa como si acabase de hurtarme a mí mismo. Gaspar me recibió sonriente en el vestíbulo.
-¿Cómo le va, Fernandito? – Le sonreí tímidamente cuando su acento mejicano me saludó exactamente con el mismo tono de siempre. Gaspar se dirigía a mí en español desde que el primer saludo que articulé para él le bastó para clasificarme dentro de su amplio grupo de conocidos hispanoparlantes -. Qué sorpresa la de su hermana, ¿no? Me pareció un lindo detalle lo de presentársele a su hermano en la otra punta del globo.
-Sí – asentí  dándole la razón. Me había acordado de Gaspar antes de abrir la puerta, pero una vez que lo hice y vi allí a mi  hermana no me había planteado que tenía que haber pasado por su inquebrantable portería para llegar a casa. Supuse que no le había contado nada de interés si él creía que se había presentado allí para darme una “agradable sorpresa” -. Le hubiera anunciado su llegada de haberlo sabido. Suerte que estaba en casa, sino tendría que haber esperado aquí con usted.
-No se preocupe. Le hubiésemos telefoneado al celular y le habría dado la copia de las llaves que tengo para emergencias – informó sonriendo mientras me abría la puerta con gran naturalidad. Le había dicho infinidad de veces que no lo hiciese, pero nunca había logrado adelantarme a él para abrirla yo mismo -. Aunque para nada me disgusta la idea de tenerla esperando aquí conmigo, porque su hermana es muy linda, Fernandito. Yo mismo se lo digo bien de veces cuando anda por acá.
-Lo sé, a mi cuñado no le hace ninguna gracia – le informé poniéndome mis nuevas Ray Ban antes de salir al asfalto.
-Bueno, pero el bruto de su cuñado no vino esta vez. Aunque fíjese que sí me hubiera gustado ver a su sobrinita – dijo con cierta lástima -. La niña salió a su mamá, siempre lo dije. Con esos ojazos bien grandotes, esa risotada que es pura vida y ese pelo que le cae como la miel sobre los hombros… Más de un inocente se va a torturar con eso, créame…

Me reí de sus conjeturas despidiéndome con la mano antes de dejarme engullir por el bullicio de las aceras neyorquinas. Gaspar flaqueaba con Irene. Todos flaqueábamos con Irene, a decir verdad. Era cierto que era una niña guapísima y que mucho tenían que torcerse las cosas para que no lo siguiese siendo. Lo cual, también implicaba que –como Gaspar decía-, no había heredado ni un ápice de la apariencia de su padre. Un leve murmullo de lástima por mi cuñado recorrió esporádicamente mi cuerpo. Pero se esfumó con la misma facilidad con la que había aparecido. Carlos nunca me había caído exageradamente bien.

Esperaba que  Eva estuviese a pie cuando llegase a casa, pero todavía dormía cuando me asomé al umbral de mi habitación antes de volver a la cocina para colocar la escasa comida que había traído. Siempre me alimento fuera así que es totalmente imposible encontrar en mi casa cualquier cosa susceptible de convertirse en menú. Me asomé ligeramente a la terraza exterior comprobando que el sol comenzaba a caer tras la muralla de edificios que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Mi teléfono vibró en mi bolsillo: mi madre otra vez. Contesté sin vacilar, consciente del suplicio por el que debía estar pasando, pero repitiéndole una vez más que Eva estaba a salvo en mi cama. Había dormido desde que había llegado a la ciudad, lo cual no dejaba de ser una buena señal. Colgué el teléfono tras asegurarme de que se quedaba más tranquila y me acerqué al restaurado balcón de piedra. Observé detenidamente el entramado de asfalto que quedaba muy por debajo de mis pies y me pregunté cuánto podría tardar en cruzar el par de calles que me separaban del Starbuck’s más cercano. Trataba de calcularlo al segundo cuando la voz de mi hermana me distrajo de todo.
-Buenos días – bromeó suavemente acercándose a mi posición -. ¿No has ido a trabajar hoy?
-Tengo unos días de vacaciones. Los pedí porque iba a irme a casa esta tarde – le dije sin ocultarle nada.
 Ella suspiró derrotada y se desplazó hasta el sofá de exterior que todavía estaba cubierto con la lona de invierno. Me había olvidado de descubrir el mobiliario de la terraza aquel año a pesar de que el buen tiempo ya había llegado.
-¿En qué pensabas, Eva? – Le pregunté sin más rodeos antes de que ella sacase un cigarrillo y se aferrase al hecho de encenderlo como si eso fuese a condonar la explicación que le estaba pidiendo -. ¿Qué narices te ha llevado a hacer todo esto? – Insistí sin muchas expectativas.

Mi hermana tenía ese afán de espíritu libre por evadir responsabilidades y tomar alocadas decisiones de cuyas consecuencias no se encargaría si le era posible. Era lo que mi madre siempre tachó de “máximo exponente de irresponsabilidad”. Aunque para mí, ésa siempre fue una de sus grandes cualidades. Entre independiente y temeraria, mi hermana siempre fue mi imagen de esa persona que abandonará esta vida sin dejarse nada en el tintero. No obstante, se había pasado con creces.
-Las cosas con Carlos no funcionan – dijo de repente -. Llevamos algún tiempo bastante mal, aunque aguantábamos el tipo por la niña. Pero ya no lo soporto, Nano. No podía estar ni un día más bajo el mismo techo que él.
Sus palabras emanaban un visceral odio en el que no sabía muy bien si hurgar. Pero decidí hacerlo sin mucho convencimiento y le pregunté qué había sucedido exactamente para que tuviese que explotar de aquella manera. La respuesta me dejó de piedra. Mi querido cuñado andaba en líos de faldas con una treinteañera que trabajaba en su misma oficina de ingeniería. Tuve que escuchar estupefacto cómo Eva comenzó a sospechar de todo hasta que acabó leyendo uno a uno los e-mails que Carlos todavía conservaba en su cuenta de correo electrónico de la empresa. En ellos, aparte de dejar plena constancia de algunos de sus furtivos encuentros con la interpelada treinteañera, le prometía a ésta que algún día no muy lejano mi hermana sería agua pasada. No sentí nada por Carlos. Ni odio, ni apego, ni lástima. Sólo la más total de las indiferencias, como si siempre supiese que aquello terminaría pasando y no le culpase por haber jugado su papel en el devenir de las cosas.
-Tenías razón – sollozó Eva interrumpiendo mis cábalas -. No tenía que haberme casado con Carlos.
-Bueno. Ya es un poco tarde para eso – articulé débilmente volviendo mi cara hacia otro lugar por miedo a que ella viese más de mí que lo que yo realmente quería expresar -. Además, piensa que te ha dado a Irene.
-No le necesitaba para ello – objetó rápidamente mientras intentaba que su llanto no fuese a más.
No se me ocurría qué más podía yo decir. No podía aportar nada bueno de mi cuñado porque nunca me relacioné demasiado con él, y tampoco servirían de nada los discursos tipo “te lo advertí”, “esto lo sabía un tonto” o “siempre haces lo que te da la gana y luego te estampas”. Eva estaba harta de escucharlos y jamás los había usado. A sus cuarenta años yo no estaba en posición de entrar en ese sendero que no nos llevaría a ninguna parte.
-Pero Irene está ahí, Eva. Es maravillosa y te guste o no, es su hija… Te va a dar más de una jaqueca si pelea por la custodia… No debiste dejarla con Mamá y Papá sin ponerle al tanto – le dejé caer.
Eva suspiró dejando caer su cara sobre sus manos.
-¡Dios! ¿Es que no puedes dejar de pensar nunca en el trabajo? No te he pedido consejo de nada relacionado con el divorcio, y eres el mejor abogado que conozco, Nano – protestó molesta -. Sólo necesitaba ver a mi hermano, joder…
-Vale, sorry – me disculpé mostrando las palmas de mis manos en alto para implorar mi perdón.
Realmente no pude evitar el hecho de comentárselo. Irene era mi sobrina, yo no quería que el cabrón de Carlos le ganase una custodia y mi familia tuviera que limitarse a ver a la cría bajo un escueto y estricto régimen de visitas. La madre lleva las de ganar si sabe jugar sus bazas, pero ¿por qué tuvo que montar aquel circo? Supuse que en el fondo lo sentía aunque no lo exteriorizase.
Me sentí descolocado en mi propia terraza. Con mi hermana fumando aovillada sobre un sofá cubierto, en estricto silencio después de haber desaparecido como por arte de magia de la geografía española. La falta de palabras no era incómoda. No ante su presencia. Pero ella parecía tranquila mientras yo evaluaba su situación para mis adentros y determinaba que no debería estarlo. Aun con la infidelidad de Carlos, supuse que ella ya no tenía trabajo en España. Desconocía el estado de su economía ni el régimen con el que Carlos y ella se administraban. Esperaba que hubiera sido lo suficientemente inteligente como para conservar sus propias cuentas bancarias, puesto que había sido ella la que había abandonado la vivienda familiar. Carlos la dejaría sin un duro si tenían sus ahorros en la misma cuenta. Me alertaba y me tranquilizaba a mí mismo suponiendo lo peor y repitiéndome que sólo estaba haciendo eso: suponer. Pero no encontraba algo a lo que aferrarme definitivamente para no naufragar en la situación en la que Eva parecía mantenerse a flote sin problemas.
-Me alegro de que por lo menos a ti la vida te haya ido tan bien, Nano. Si alguien se merece todo esto, está claro que eres tú – dijo rompiendo el silencio con un atisbo de sonrisa en su cara -. Tenía que haber escuchado a Mamá cuando dejé la carrera, tenía que haber hecho un montón de cosas antes de casarme con ese gilipollas…
Me reí quedamente al escucharla de nuevo con la misma cantinela. A pesar de lo que yo opinaba de ella, Eva siempre tenía en mente una retahíla de cosas que “tenía que haber hecho”. Yo lo achacaba al inagotable ímpetu que sólo tienen quienes saben vivir de esa manera, pero curiosamente, era la primera vez en la vida que le escuchaba reconocer que tenía que haber terminado su carrera. Hubiera podido hacer grandes cosas sin una licenciatura, para mí sólo había errado al casarse e intentar ser la perfecta ama de casa durante los primeros años de su matrimonio. Eva era demasiado inquieta para eso.
-¿Qué demonios te queda por hacer a ti? – Inquirí con curiosidad mientras le robaba un cigarrillo -. Si eras tú la que siempre me decías que tanto libro iba a quemarme las pestañas.
Ella se rio abiertamente mientras asentía. Me alegré repentinamente de verla reír en medio de un momento como aquel.
-Es verdad. Pero mírate ahora, viviendo todo lo atrasado mientras yo trato de agarrar desesperadamente los trozos de una vida tirada por la borda.
-Es demasiado pronto para decir eso, Eva. Sólo tienes cuarenta años – intervine sin gustarme un pelo sus palabras. Ella me miró con aquellos penetrantes ojos que también había heredado Irene y, por un momento, creí verla sonreír -. Además, si vivir lo atrasado es para ti no tener tiempo para nada más que para mantener a raya un incipiente vello que de repente asoma desde tus fosas nasales. Bien, te aseguro que estoy viviendo mucho lo atrasado…
La carcajada  de Eva inundó momentáneamente la terraza, provocándome una leve risotada que se me pasó al preguntarme cómo podíamos terminar bromeando en medio de algo así.
-Anda, Nano, déjate de historias. Si eres una especie de soltero de oro. Siempre le digo a todo el mundo que eres el típico hombre por el que las tías de Sexo en Nueva York perderían el culo.
Sonreí sin muchas ganas pero no agregué nada más a su comentario. Me levante para ir a por la cena a la nevera y serví lo que había cogido en el japonés que quedaba de camino a casa. Eva comió poco. Protestó un par de veces por la dieta y me hizo prometerle que iríamos a por comida de verdad al día siguiente. Asentí sin añadir nada, a pesar de que yo sabía que aquello le gustaba porque pedí lo mismo que ella pide siempre que entra en un japonés. Hablamos un poco por encima sobre lo que debería hacer y concluimos vagamente que se quedaría alrededor de una semana antes de que yo la acompañase de vuelta. Supuse que sería un inmejorable momento para dejarme caer por España y que ella se iría mostrando más receptiva a tratar el tema de su divorcio conforme se acercase el día de irnos.
Eva instaló sus cosas en la habitación de invitados. Pero volví a pedirle que durmiese en mi cama una vez más cuando me asaltó el remordimiento al imaginármela allí sola, tumbada en la cama sobre la que yo culminaba sexualmente los encuentros que terminaban en mi casa, porque soy bastante reservado en cuanto a lo que considero “mi intimidad” y no acostumbro a meter en mi cuarto a ese tipo de visitas que sólo van a quedarse una noche. Me parece que es mostrarles demasiado sobre mí aunque vayan a ver cada parte de mi cuerpo. Una cosa es desnudarse por fuera y otra es desnudarse por dentro, y lo segundo me incomoda en grado sumo.
Un remordimiento del todo inútil al reparar también en el hecho de que ella ya había dormido allí cuando había venido con Carlos o con Irene. Mis padres también habían dormido allí, y todo amigo o familiar que me había visitado desde que vivía en aquel edificio. Sin embargo, en aquel preciso momento me pareció incluso sacrílego dejarla descansar allí sola donde la noche anterior había dormido una camarera que probablemente no volvería a ver en mi vida. Como dicen los yanquis; “blood is thicker than water” que literalmente traducido viene a decir que la sangre es más espesa que el agua, y en sentido figurado, hace referencia a la fuerza de los lazos familiares por encima de las demás relaciones. Debía de ser cierto porque la verdad es que no soporté la imagen de Eva pasando la noche sola en la habitación de invitados. Ella simplemente, estaba en otra categoría.
No obstante, ajena a todo mi caudal de culpabilidades infundadas y a lo ocurrido la noche anterior, aceptó sin darle más vueltas. Dudé un par de segundos sobre si debería manifestar mi intención de ser yo el que me fuese a la habitación de invitados pero ella misma dejó claro que no le importaba en absoluto mi compañía en cama. Así que apenas quince minutos después de aquella conversación Eva apareció en mi dormitorio mientras yo revisaba el correo desde mi iPad y se metió bajo las mismas sábanas en las que yo me hallaba. Sonrió ligeramente sin decir nada y se dio la vuelta como si no quisiera causar mayor molestia. La miré furtivamente antes de dejar la tableta sobre mi mesilla y apagar la luz para acomodarme en cama reparando en lo extraño y familiar que era tenerla allí.
Noté la calidez de sus piernas, su serena respiración y su olor llegando lentamente a mis sentidos para quedarse. Eva siempre olería a aquel matiz de hierba seca que yo relacionaría inequívocamente con ella hasta el fin de mis días. Cerré los ojos y volví a mis veinte años recién cumplidos, cuando el cuerpo de Eva era para mí lo que nunca ha sido otro cuerpo. Cuando la contemplaba tras la fachada de hermano culpándome por la manera en la que sólo yo sabía que la estaba viendo. Entonces ella siempre sonreía, siempre llegaba a mi habitación y se tumbaba en mi cama para hablarme acerca de su último descubrimiento musical mientras yo estudiaba. O me hablaba de lo idiota que era la gente en la Universidad. Sonreí plácidamente en la semioscuridad al tiempo que la voz de Eva rompió el silencio con suavidad.
-Nano, ¿cómo estaba Irene? – preguntó mientras se volvía hacía mí.
-Bien – le respondí abandonando mis recuerdos para volver a la realidad -. Quería venir aquí contigo. Se quejaba de que no le hubieras dicho que venías y de que la hubieras dejado allí. ¿Sabe lo que está pasando?
-No, no lo creo. Sólo es una niña.
-En el Bronx los niños de diez años ya saben disparar… – argumenté.
-Pero Irene no ha crecido en el Bronx – se defendió golpeándome el hombro.
-En el fondo, la proteges demasiado de cosas que no deberías – pensé en voz alta -. No creo que haya sido lo más acertado dejarla en casa de Mamá y Papá para que ellos la mantengan ajena a todo este jaleo… – ella no dijo nada -. En realidad, todo este jaleo es muy poco acertado.
No quería hacerle daño. Supuse que Eva lo sabía también, pero el silencio posterior dio fe de que algo no iba bien. Iba a disculparme tras hartarme de esperar alguna palabra por su parte, pero ella me interrumpió sin saberlo.
-Quizás tengas razón, ¿me ayudarás a hablar con ella cuando lleguemos? – Acepté sin reparo aunque de repente pensé en Irene llorando y se me encogió el corazón -. Se parece mucho a ti, ¿sabes? – Añadió mi hermana mientras se cubría con las sábanas hasta la mitad de la cabeza -, saca unas notas buenísimas y los profesores que le dan clase hablan maravillas de ella.
-Mamá dice lo mismo – le confirmé ligeramente orgulloso -. Pero me ha dicho que la niña dice que quiere ser ingeniera como su padre…
-Bah – desechó  rápidamente -, eso no son más que tonterías que Carlos le hace decir. Creo que apuntará más hacia algo de biología o ciencias naturales. Le fascina todo bicho y no hay quien le haga perderse un documental.
Me reí para mí mismo al escuchar aquello. Era cierto, el zoo de Central Park o el museo de Historia Natural eran visitas obligatorias que siempre me tocaba cubrir a mí cuando venía a verme. Bien porque sus padres ya estaban hartos de llevarla a sitios similares o porque me la enviaban unos días que para ellos debían suponer unas vacaciones. En cualquier caso, yo me ocupaba de aquello con sumo gusto.
A la mañana siguiente me desperté con el ruido del agua de la ducha. Había demasiada claridad allí así que miré el reloj, era relativamente tarde para mí. Hacía años que no dormía tanto sin ayuda de la ciencia. Me volví hacia el teléfono que había dejado en la mesilla y que debería haberme despertado hacía ya más de cuatro horas, pero no estaba allí. Lo busqué con la mirada, encontrándolo en la mesilla de Eva. Comprobé que estaba apagado, razón por la cual no desempeñó su rol de despertador aquella mañana.
Estaba encendiéndolo cuando Eva salió del baño de mi habitación recién duchada y vino a cama de nuevo.
-¡Buenos días! Apagué tu teléfono cuando Mamá te llamó de madrugada – me explicó.
-Podías haberle cogido – le reproché -. ¿Y si fuese algo de la niña? Y de todos modos, piensa cómo te sentirías tú si Irene te hiciera esto. Sólo quiere escucharte decir que estás bien, ¿tanto te cuesta hacer sólo eso?
Suspiró profundamente mientras yo encendía el teléfono y comprobaba cuántas veces había intentado nuestra madre ponerse en contacto conmigo en vano. Era insistente hasta lo molesto, pero me preocupaba su salud así que yo no era capaz de darle largas con la facilidad que mi hermana destilaba para ello.
Gruñí ligeramente mientras mi cabeza preparaba la continuación de mi discurso tras comprobar que nuestra madre seguramente no habría podido tomarse las cosas con más calma a juzgar por mi historial de llamadas, pero las manos de Eva sujetaron mis mejillas y me hicieron mirarla fijamente. Su cara se acercó con alarmante decisión hacia la mía hasta dejar que nuestras frentes se tocasen. Mi piel recogía el agradable cosquilleo de su respiración, mi corazón se aceleraba con el olor a baño matutino que su pelo desprendía, y mis manos no pudieron evitar temblar ligeramente dejando caer el teléfono sobre la colcha. Eva sonrió.
-Está bien. Llamaré a Mamá esta tarde, ¿de acuerdo?
No le contesté. Repentinamente molesto por aquella actitud, rodeé sus muñecas con mis manos y las aparté lentamente como si me estuviese librando de un frágil hilo de seda que se me había enredado. Traté de recomponerme y me dirigí al baño para hacer uso de mi turno mientras intentaba no volver la vista atrás.
Aquel día Eva habló con nuestros padres y con su hija. El huracán que había montado con su desaparición retrocedió hasta la categoría de “río desbordado”, que supuse que no abandonaría hasta que pusiera los pies en suelo español. Pero para aquello faltaban cinco días exactamente. Yo mismo imprimí nuestros billetes mientras ella hablaba por teléfono, pensando una y otra vez en aquel acercamiento que había tenido lugar a primera hora de la mañana. Me aferraba desesperadamente al momento por el que ella estaba pasando para justificarla, pero mis pensamientos oscilaban entre extremos tan opuestos como la imagen de una mujer insaciablemente irresponsable y caprichosa y la posibilidad de que yo me hubiese portado como un idiota al apartarla, alarmado por motivos que quizás sólo me incumbiesen a mí.

Habló durante más de una hora. Fui hasta la cocina tras ponerme ropa de casa para coger algo de fruta mientras ella todavía seguía al teléfono. Estaba sentada sobre la isla de cocina con su nuevo camisón de Victoria’s Secret mientras comía fresas que bañaba generosamente en un bol de yogur natural. Supe que hablaba con Irene por las continuas promesas de traerla a mi casa y el derroche de palabras cariñosas entre risas, sólo interrumpidas para dar evasivas sobre Carlos. Sentí lástima por ella al escuchar sus disculpas porque mi hermana podía ser cualquier cosa, pero a pesar de lo que había hecho, doy fe de que era una madre estupenda.
Saqué el melón que habíamos comprado aquella misma tarde y comencé a cortarlo mientras el movimiento de las piernas de Eva me distraía inevitablemente. Sus pies descalzos surcando graciosamente el espacio de mi cocina atraían mis pupilas haciendo de cebo para que, tras reparar en ellos, mis ojos surcasen sus tobillos y la rectitud de sus tibias para otear sus rodillas antes de llegar a sus muslos. Reconocí la misma piel de veinteañera en sus piernas de cuarenta años y me recreé en la infinita cantidad de veces que las había visto. Los veranos en familia ocuparon de repente todos mis pensamientos, mostrándome la imagen de Eva en la playa aferrándose como una lapa a mi brazo porque el agua solía estar helada. Su piel apuntillándose en el mismo momento en el que ella entraba en el mar haciendo de aquello un verdadero drama, y sus pezones acribillando los triángulos de su bikini. Después de aquel recuerdo, inevitablemente, vi mi lengua sobre ellos. Vi mis manos sobre los muslos que me habían hecho recordar todo aquello y vi a Eva sentada a horcajadas sobre mí mientras me abrazaba tan fuerte que mi estómago se retorció en un cosquilleo cuando creí sentir aquellas piernas rodeándome.
Salí del limbo cuando su mano robó la única rodaja de melón que había sido capaz de cortar y sus labios me regalaron un inocente beso en la mejilla a cambio antes de que ella abandonase la cocina. En aquel momento supe inequívocamente que era plenamente consciente de lo que me había pasado por la cabeza mientras yo hacía el tonto con un cuchillo y un melón, y volvió a embargarme la misma sensación de pánico, desazón y desesperada necesidad que sentía cuando vivía únicamente pendiente de ella.
Decidí al respecto que no podía permitirme a aquella edad tropezar en la misma piedra. Había llegado a perder la razón por Eva, pero lo había superado y se me antojaba imposible caer de la misma manera en aquel error años después.
Durante aquellos días Intenté no confundirme con sus muestras de afecto, me concentré en recibirlas con la mayor seriedad posible y sujeté mi imaginación todo lo que pude cuando ésta amenazaba con echar a volar. Y supongo que lo conseguí la mayor parte del tiempo. Cuando las cosas se ponían lo que yo consideraba “feas”, intentaba hablarle de Carlos, del divorcio, o sonsacarle alguna información que me sirviese para evaluar las posibilidades reales que ella tenía para que todo aquel asunto no le pasase una factura verdaderamente cara, no sólo económicamente hablando.
La verdad es que lo tenía bastante crudo por haber obrado de aquella manera tan absurda. Su abogada incluso se negó a defenderla por haberse largado dejando la demanda de divorcio pendiente y habiéndole “arrebatado la hija a su padre” -legalmente hablando-. Había tenido una suerte infinita de que éste no la demandase por aquello. Yo había vivido con el miedo de que le notificasen tal cosa desde que conocía el dato. Y si hubiera sucedido, podía olvidarse de la custodia de Irene, como poco hasta que mi sobrina fuese considerada mentalmente capacitada para decidir con cuál de sus padres quería vivir. Supuse que o bien Carlos andaba muy liado con la treinteañera, o bien era una deferencia que le concedía a mi hermana en compensación por su infidelidad. Al final tuve que mover algunos hilos con antiguos compañeros de carrera para encontrarle a alguien medianamente decente que nos hiciera el favor de llevar su divorcio. Habíamos quedado en ir a verle un par de días después de que llegásemos a España.
Acababa de cerrar mi maleta la noche antes de nuestro regreso cuando Eva apareció en la habitación.
-Nano – me llamó mientras avanzaba hasta mi cama para sentarse sobre ella -, ¿qué opinas sobre mis posibilidades en todo esto?
Bueno, había pensado mucho sobre sus posibilidades y no había concluido nada positivo, pero no quería decírselo.
-Depende – vacilé -. Depende de las expectativas que tengas… La casa, el dinero, la niña, el coche… ¿con qué esperas tú salir de un matrimonio de diez años?
-Con mi hija – contestó sin dudarlo -. Todo lo demás puedo conseguirlo de nuevo. No me importa si tengo que volver a casa de Mamá y Papá. Es más, me gusta la idea de empezar de nuevo por mí misma…
Yo suspiré al imaginarme que estaba haciendo de aquello su nueva aventura en la vida. Siempre está bien ser optimista, no dejaba de tener mérito. Pero no estaba en posición.
-Verás. No puedes quitarle una hija a un padre. Si quieres tener a Irene sólo para ti tienes que conseguir que Carlos renuncie voluntariamente… Pero igual no te resulta económicamente rentable que tal cosa suceda… Estas son el tipo de cosas que tienes que consultar con tu abogado. Los divorcios no son mi especialidad y la legislación española al respecto la tengo más que oxidada.
-Pero eso sería como alquilar a Irene, Nano… – dijo con aires de reflexión -. Si el cabrón renunciase, por mí podría quedarse con todo lo demás…
-Mira, entiendo que lo de la treinteañera y todo eso sea un golpe bajo y que le odies irreversiblemente por ello – le comuniqué mientras me sentaba a su lado -. Pero tiene toda la vida para reclamar a Irene aunque renuncie ahora a ella. Puede tenerte en los juzgados hasta que ella sea independiente. Así que fíate de lo que te diga tu abogado, consigue un reparto de bienes que beneficie a ambas partes y si él quiere seguir ocupándose de su hija, te aconsejo que hagas lo imposible por acordar el mejor régimen para los dos. Si lo solicitas, ni siquiera tienes que volver a verle… pueden ser parientes cercanos los que se encarguen de llevar y recoger a la niña.
Eva me miraba como si no pudiera creer lo que le estaba diciendo. Yo simplemente le daba mi humilde opinión en base a lo que suponía mejor para ella. Me parecía inviable renunciar a todo por la niña. Si luego Carlos la reclamaba alegando que Eva le había coaccionado o presionado para que lo hiciera a mi hermana no le quedaría ningún recurso para justificar que Irene estaba mejor con ella. Esas cosas nunca salían bien.
-¡No me jodas, Nano! ¿Qué beneficio puede aportarle a mi hija un hombre que engaña a su madre?
-Es mejor que no uses su infidelidad para nada más que para justificar la demanda de divorcio. Si él le hace preguntarse al juez qué beneficios puede aportarle una madre que se la lleva de casa sin previo aviso para dejarla con sus abuelos, abandona su puesto de trabajo y desaparece de la faz de la Tierra… créeme que no podrás levantarlo.
El silencio se apoderó de la estancia durante unos minutos aun estando en medio de Nueva York, hasta que finalmente Eva dejó caer su cara sobre mi clavícula para acomodarse cerca de mi costado sin que yo moviese un solo músculo para impedirlo.
-Siempre pensando en todo, ¿eh? –  dijo en lo que pareció una queja cargada de impotencia.
Su extrema cercanía era inusitadamente placentera e incómoda a la vez. Su tacto me arrastraba contra mi voluntad hasta verme a mí mismo obligándome a mantener mi posición mientras mentaba su desnudez en mi fuero interno. Mientras veía sus manos colándose veloces bajo mis calzoncillos mientras yo la observaba expectante y mudo, aunque deseando con todas mis fuerzas que sujetase por fin aquella erección que estaba aflorando.
Su brazo cercó mi cintura en aquel momento y me levanté apresurado para atajarla antes de que rodease mi torso. Eva se rio en cuanto me puse de pie, dejándose caer en cama para mirarme desde el colchón. Su camisón era demasiado corto para aquella postura, pero a ella parecía divertirle y ni siquiera dudó en atormentarme todavía más apoyando un pie sobre la cama, de manera que la inclinación de su muslo arrebolaba aquella fina prenda todavía más cerca de sus caderas.
-Nano, ¿puedo preguntarte algo?
-Algo más, querrás decir – contesté tembloroso tras tragar saliva.
-¿Todavía duele? – No la entendí y supuse que mi rostro me delató porque no pude contener el gesto de curiosidad al respecto -. Es decir, creía que lo habíamos superado. Ha pasado mucho tiempo… – contuve la respiración al entrever por dónde iban los tiros.
-No más de lo que ha dolido – contesté aturdido por un brote de irritación.
-¿Entonces? No hace falta que te apartes como si tuviera la peste – bromeó alargando una de sus piernas para intentar alcanzarme con ella.
Su ropa interior apareció al descubierto cuando lo hizo y mi primer instinto fue apartarme antes de que pudiese llegar a tocarme. Eso le provocó otra carcajada.
-No me gusta que bromees con eso, no me hace ninguna gracia – le espeté molesto.
-¿Bromear con qué? – inquirió casi con inocencia mientras se apoyaba en sus codos para elevar el torso.
-Con “eso” – enfaticé -. Lo sabes perfectamente.
Eva se levantó con rapidez felina y se plantó bajo mi cara antes de que terminase la frase. Quise apartarme de nuevo pero sus manos sujetaron mi cuello impidiendo que pudiese hacerlo sin antes deshacerme bruscamente de ella. No quería hacer eso así que mantuve mi posición aun cuando sus labios comenzaron a acercarse a los míos.
-Dilo, Nano. O voy a creer que todavía sigues pensando en “eso”.

Me costaba respirar en aquellas circunstancias. A duras penas podía regular el ritmo de mis pulmones, así que ni hablar de articular una respuesta coherente. Mis ojos registraron el movimiento de su rostro ante mi incapacidad para hablar a muy corto plazo, quizás por eso mis párpados los cubrieron antes de lo inevitable. Inmediatamente después, los labios de Eva devoraban los míos con la misma suavidad que yo no había conseguido olvidar en toda mi vida. La seguí inconscientemente, sabiendo que volvería a hacer de mí lo que se le antojase porque siempre había sabido que podría hacerlo en cualquier momento. Y mientras mis manos volvían a recorrer el cuerpo de mi hermana hasta estrecharla sobre mi torso yo sentía cómo se desmoronaba toda la lucidez que había ido acumulando desde la última vez que pude tenerla.
-Lo siento – susurró sin llegar a irse muy lejos. Mis labios la buscaron de nuevo para que no se echase atrás a aquellas alturas. Era demasiado tarde para arrepentirse de verdad por algo que habíamos hecho tantas veces.
Callé su boca con la mía. Ligeramente molesto por sus disculpas después de que ella misma me buscase conscientemente desde que había llegado allí. Molesto porque había sido yo el que me había propuesto no cometer el mismo error de nuevo y aun así no había hecho nada contundente mientras la veía venir. ¡Qué tontería! ¿Cómo no iba a verla venir si ya lo había sufrido más de mil veces? Eva iba y venía en mi vida desde que le dio la gana. La amaba hasta el extremo cuando ella decidía amarme y la odiaba también hasta el extremo cuando ella decidía que lo nuestro estaba mal. Me obligué a olvidarla tantas veces como ella volvió a mí haciendo que la recordase de nuevo. Un infernal zigzagueo de emociones que resucitaba en aquel preciso momento enterrando una relativa calma de más de diez años.
-Te quiero, Nano – susurró dejándose caer de espaldas sobre la cama cuando yo la arrastré allí.
No contesté. Me limité a buscar mi posición entre sus piernas tras levantar ligeramente su camisón y volví a besarla con toda la rabia contenida que sus palabras desataban. Me lo había dicho miles de veces. Me juraba y perjuraba que sólo me quería a mí y que nunca podría sentir eso por nadie más. Pero diez años después el tiempo había dejado claro quién de los dos había sido incapaz de olvidar a quién. Como también volvería a determinar quién era el eterno perjudicado en todo aquello y yo lo sabía de sobra.
<< ¡No soy una margarita que puedas deshojar al son de “me quiere, no me quiere”! ¡No voy a esperarte pacientemente en la habitación trasera a que te canses de lo políticamente correcto! Vete a la mierda, Eva… >>  Fueron las palabras con las que yo zanjé por teléfono nuestra última “ruptura”. Las había pronunciado ciego de ira y totalmente seguro de que nunca la tendría de nuevo. Consumiéndome en el odio más primitivo que me produjo la aterradora noticia de que se casaba con Carlos cuando apenas dos meses antes había venido a pasar unos días conmigo y se fue tras prometerme hasta la saciedad que todo había terminado entre ellos. Ni que decir tiene que no fui a su boda. Me disculpé poniendo la excusa del trabajo y aunque mis padres me insistieron hasta la desesperación, ella jamás volvió a llamarme. Para cuando volví a poner un pie en España y la vi de nuevo, Irene se aferraba a su pierna escondiéndose de mí y aprovechando el gesto para mantenerse en pie. En ese momento me arrepentí de no haber ido antes. No quererla fue imposible, Irene me ayudó inconscientemente a olvidar a su madre. Estar con ella era obligarme a contemplar al mismo tiempo lo increíblemente maravillosa que era y que, por lo menos, el hecho de que Carlos y Eva estarían irremediablemente unidos hasta el fin de sus días había dado como fruto algo tan adorable como ella. Quizás, sin Irene de por medio, yo jamás le hubiera vuelto a dirigir la palabra a Eva.
Pero allí estaba yo de nuevo, naufragando deliberadamente en el cuerpo de mi hermana. Respirando sobre su piel mientras la recorría con todos mis sentidos, justo como ella me había enseñado a hacerlo haciéndolo sobre mí. Eva había decidido volver y, como yo ya sabía, no estaba en mi mano el poder elegir una posición al respecto. Aquella era mi posición desde que todo había empezado hacía ahora ya más de veinte años.
-¿Tú no me sigues queriendo? – me preguntó su voz en un tenue y entrecortado jadeo mientras mis manos deslizaban los tirantes de su camisón sobre sus hombros y mi boca se enterraba en su cuello.
<> pensé mientras seguía mi camino. Ella ya sabía esa respuesta, de lo contrario nada de aquello estaría sucediendo. Sólo quería escucharla para que constase que yo era tan culpable como ella. Lamí con fuerza uno de sus pezones mientras mi mano abarcaba aquel pecho con voracidad y éste respondió alzándose rápidamente entre mis labios al mismo tiempo que Eva gemía suavemente y repetía la misma pregunta hundiendo sus manos en mi pelo, sujetándome contra su cuerpo como si yo tuviese la opción de separarme de él. Quería gritarle que parase de una vez, que no dijese nada, y menos para preguntarme aquello. La impotencia me corroía porque no quería contestar, no quería que preguntase, pero por encima de todo yo no quería contestar y tener que escucharme a mí mismo diciéndole de nuevo, como tantas otras veces, que nunca en mi mísera vida pude dejar de quererla.
-Tú no me sigues queriendo, Fernando… – afirmó esta vez de la misma manera que antes. Pero usando mi nombre completo y atenuando la presión de sus manos en lo que pareció un intento de reclamar cierta distancia que no existía en absoluto.
 -Estoy harto de esto, Eva – contesté con vehemencia elevando mi cara para mirarla. Ella continuaba deleitándose sobre el colchón con todo cuanto yo le hacía, incluso esbozó una débil sonrisa cuando escuchó mi voz.
No logré saber si decía algo al respecto o no, yo simplemente me incorporé levemente para deshacerme de mi fina camiseta de andar por casa y regresé sobre su cuerpo tras elevar aquel fino camisón hasta sus axilas. Pude sentir cómo ella misma se deshacía de la prenda mientras yo recorría su abdomen con mi boca, completamente desenfrenado y directo al calor de su entrepierna, que ella me dejaba ya sentir sin ningún tipo de complejos, situándose a horcajadas sobre la cama para facilitarme un sitio y retorciéndose como una verdadera culebra cuando atrapa a su presa.
Mis dedos se clavaron en sus nalgas cuando pensé en lo certero de mi metáfora. Eva se retorcía de placer mientras mis manos y mi boca la recorrían dando fe de mi total rendición, saboreaba su victoria igual que yo saboreaba cada escama de la piel de aquella culebra que iba a devorarme de nuevo.
Su sexo ardía sobre mi pecho cuando aparté su ropa interior para palparlo con mis manos y los dos gemimos al unísono cuando introduje un par de dedos en aquella cavidad que me esperaba atrayentemente húmeda. Retiré los dedos tras un par de suaves embestidas y recorrí con ellos todos sus pliegues antes de hacerlo con mi boca, al mismo tiempo que volvía a penetrarla.  La devoraba deliciosamente mientras ella disfrutaba haciéndome disfrutar con su cuerpo, y yo me consumía a medida que iba encontrándome de nuevo con esa suprema necesidad de tenerla. Después de tanto tiempo, después de superarlo mil veces, allí estaba yo a pie de mis cuarenta y saciándome en el sexo de mi hermana mientras una monumental erección me torturaba bajo los pantalones.
Cesé en mis atenciones cuando Eva se incorporó con decisión y se inclinó ligeramente hacia un lado para sacarse aquellas húmedas braguitas a escasos centímetros de mi cara. No fui capaz de apartarle mis ojos de encima en ningún momento, así que mi mirada la siguió incluso cuando se desplazó suavemente hasta tumbarse sobre las almohadas de mi cama, desde donde me miró con el mismo gesto de deseo que mi cerebro ha grabado a fuego en el legado de mi memoria.
-Ven aquí – susurró delicadamente.
Lo cierto es que yo ya me había incorporado y ya estaba en proceso de llevarlo a cabo incluso antes de que ella pronunciase su petición. No somos precisamente dos extraños y nos conocemos demasiado bien, incluso en ámbitos que no deberíamos.
Me tumbé a su lado y fui directo a su boca. Ella me dejo besarla durante un instante, entregando su lengua a la mía antes de desviar su mano a mi sexo y cernirse sobre mí para devolverme la atención que yo le había brindado. Para mí no era necesario, anhelaba penetrarla por fin y dejarme ir dentro de ella hasta que mi cuerpo no lo soportase más. Pero ahora era ella quién lamía cada centímetro de mi piel y se aventuraba en picado hacia mis pantalones de algodón, ya completamente incapaces de ocultar que toda la sangre de mi cuerpo latía en aquel momento dentro de aquella desmedida erección que Eva descubrió cuidadosamente con ambas manos.
Forcejeé ligeramente con mis pantalones, ayudado también por mi hermana, que me echó una mano para deshacernos de ellos antes de echármela donde yo temía y deseaba. Su mano me agarró con firmeza y recorrió toda la extensión de mi polla mientras yo comenzaba a derrumbarme ante la atenta mirada de una descarada Eva que no quiso perder detalle de mi absoluta entrega antes de envolver mi glande con su lengua. En ese momento fui completamente incapaz de reprimir un gutural gemido que se fugó de mi pecho al mismo tiempo que me enterraba en el mullido respaldo que me ofrecían las almohadas de mi cama. Cerré mis ojos y los cubrí con mi antebrazo mientras mi otra mano se aferraba ya a la colcha. Preferí no mirar activamente cómo Eva introducía mi miembro a punto de reventar en su boca, a pesar de que mi cabeza me lo mostraba con todo lujo de detalles según mi cuerpo lo iba sintiendo. La había visto demasiadas veces hacer aquello, y he de decir que en aquel momento me aniquilaba el hecho de que el placer que me producía siempre era mayor del que yo recordaba.
La dejé hacer sobre mí mientras me abandonaba por entero a su voluntad, luchando desesperadamente por no correrme entre la inmensa comodidad de su boca en al menos un par de ocasiones, mientras ésta liberaba y enfundaba mi verga como nadie más sabía hacerme aquello. De manera casi involuntaria desasí la colcha y posé mi mano sobre la cabeza de Eva, sólo por seguir con mi mano aquel exquisito movimiento que arrasaba mis sentidos, como si con ello le estuviera diciendo que así, de aquella manera, era simplemente perfecto.
Todavía aturdido por la majestuosa felación que me estaba proporcionando pude distinguirla deslizándose por mi cuerpo hasta que su boca atrapó mi mentón antes de besarme de nuevo en el mismo momento en el que mis brazos la abarcaron con gula. Jadeaba triunfante mientras hacía todo lo posible con sus caderas para que yo pudiera sentir su sexo resbalando una y otra vez sobre el mío, y mis manos fueron dejando su torso poco a poco para anclar con fuerza sus caderas y conducirlas sin reparo alguno hasta que mi cuerpo encajó perfectamente dentro del suyo.

Eva gimió salvajemente sobre mi boca a medida que iba colándome en su interior, un poco comedido al principio, para obligarme a disfrutar cada mínimo avance sobre aquel recorrido que tantas veces había dado por extinguido entre nosotros, pero acrecentando el ritmo paulatinamente ante la imposibilidad de contenerme haciendo aquello que deseaba con todo el anhelo del mundo. La voluntad siempre se me quedaba atrás cuando se trataba de mi hermana.
En un principio ella permaneció relativamente estática sobre mi cuerpo, besándome con avaricia mientras jadeaba y dejaba que la penetrase a mi criterio al mismo tiempo que la recorría con mis manos como si no pudiese creerme que estaba allí de nuevo. Pero poco a poco fue izándose sobre mí y retirándome la potestad sobre mis movimientos. Sin saber muy bien cómo, cuando quise darme cuenta mis manos reposaban sobre sus caderas mientras ella me montaba con desenfrenada voluntad. Al parecer, yo no era el único que se estaba dando cuenta de lo mucho que deseaba aquello de nuevo. O eso quería creer.
De todos modos, me regocijé en la idea de que solamente yo podía provocarle aquel amalgama de sensaciones, igual que sólo ella podía provocármelo a mí, y me incorporé sentándome sobre el colchón para volver a rodearla con mis brazos y meterme uno de sus pezones en mi boca. Esta vez un sabor ligeramente salado se durmió sobre mi lengua al hacerlo, estábamos sudando como dos toros, pero las diminutas gotitas que nuestra piel transpiraba no fue motivo para que nuestros cuerpos disminuyesen el frenético ritmo que nos mantenía unidos.
Ahora totalmente encajada sobre mi regazo, la pelvis de Eva galopaba lascivamente sobre mi sexo, que yo podía sentir latiendo en su candente interior, completamente perdido en aquel cuerpo al que juramos no volver en innumerables ocasiones aun sabiendo que volveríamos cada vez que tuviésemos la oportunidad.
-Córrete para mí – me pidió de manera apenas audible la voz de mi hermana.
Hice un esfuerzo por elevar mi cara hacia ella y pude verla observándome con atención mientras se clavaba mi enhiesta verga una y otra vez, completamente desatada y mordiéndose el labio inferior con furia a la vez que se aferraba mi cuello. Nos sonreímos ligeramente con cierta complicidad cuando apreté su cintura con fuerza y la obligué a enterrarme todavía con más saña entre sus piernas. Siguió con aquellas endiabladas embestidas hasta que yo sentí que me iba de manera irremediable, entonces redujo la intensidad y acompañó su vaivén con movimientos más suaves que me dejaban sentir su clítoris sobre mi vientre.
-Venga, Nano, córrete… -insistió.
Yo estaba a punto, los dos lo sabíamos, por eso ella me lo repetía con vicio. Sólo pude responderle con un tenue alarido que me abandonó cuando comenzó a aumentar el ritmo de nuevo. También ella estaba a punto, porque podía sentir sus dedos clavándose con ansia sobre mi cuello de tal manera que no tenía más remedio que mantener mi cara sobre sus pechos, observando metódicamente uno de sus pezones mientras podía sentir el otro bajo mi pómulo. Todo en Eva era exquisito para mí, era mi gran perdición. Me excitaba su forma de moverse, el aire de sus pulmones que conformaba aquellos gemidos que me acribillaban los sentidos, sus tetas, toda su piel y me excitaba hasta el corazón que latía junto a mi cara al unísono con todo mi cuerpo. Realmente no sabía si aquello era su corazón o era toda la sangre que se agolpaba en mis sienes y me hacía retumbar la cabeza con fuerza a causa del salvaje punto que estábamos alcanzando, pero me daba igual, para mí era el Nirvana.
Los alaridos que Eva emitía sobre mi frente se tornaron más profundos y primitivos mientras yo luchaba por no correrme sin remedio, porque si aguantaba solo un poco más terminaría con ella, nos fundiríamos en un solo orgasmo con la profundidad que yo no puedo encontrar en nadie más. No tardó demasiado, podría reconocer su clímax sólo con verla o escucharla, así que con todos mis sentidos saturados de su presencia es imposible para mí no darme cuenta y dejarme ir con ella. Mi cuerpo se contrajo brevemente cuando todo empezó, para aflojar y desmoronarse a medida que yo percibía mi propia eyaculación perdida en medio de la exaltación de mi hermana, que se retorcía de manera sensual y salvaje disfrutando con un apetito voraz de nuestra colosal culminación.
Adoraba verla de aquella manera, me desprendí de su cuerpo y me dejé caer de nuevo sobre las almohadas para contemplarla mientras jugueteaba ya con los restos de un delirante orgasmo. Me sonrió con cariño tras un par de segundos, antes de dar por extinto aquello que la enfrascaba y cernirse sobre mí para besarme de nuevo.
-Sigues siendo el encantador hermano pequeño en la cama… – dijo con impúdico entusiasmo.
Quise decirle que, al parecer, ella seguía siendo a la que le importaba todo un comino. Pero no pude.
-Sólo contigo… -susurré.
Mi respuesta le arrancó una imperceptible risita antes de que se tumbase a mi lado, apoyando su cabeza sobre mi pecho mientras yo la acomodaba entre mis brazos, tan cerca de mí como me era posible, para poder mirarla y sentir su trigueña melena cayendo sobre mi cama. Lo cierto es que no sé si le estoy mintiendo cuando le digo ese tipo de cosas, porque nunca estoy pensando en lo que hago con las demás, sólo pienso en ella, pero apuesto a que no ando muy desencaminado.
Permanecimos en silencio durante unos instantes, abrazados y sólo haciéndonos pequeños gestos de cariño de vez en cuando antes de movernos solo lo estrictamente necesario como para meternos en cama, apagar las luces y volver a acurrucarnos bajo las sábanas. Pero incluso entonces no dijimos nada. Ya sabíamos lo que acababa de pasar, y ya sabíamos también lo que acabaría pasando.
La odiaba ligeramente por seguir teniendo aquella influencia sobre mí, pero la amaba muy por encima de todo. Aunque ella fuera el icono de mi desgracia y miseria, aunque fuera a machacarme y hundirme en la mierda más sucia y apestosa cuando de nuevo decidiera que no podía ser. Y tampoco podía culparla porque ahora con Irene de por medio era bastante peor que con Carlos. Porque mi cuñado no me importaba lo más mínimo, pero mi sobrina era otra historia, y no podía crecer mientras su madre y su tío se querían hasta extremos insospechados o se odiaban algún tiempo con la misma intensidad.
Besé la yugular de Eva, ahora serenamente escondida entre mis brazos mientras yo cubría su espalda, y me culpé enormemente por no pensar en Irene antes de cometer aquel error de nuevo. Que yo querría a su madre hasta mi último aliento era una verdad tan firme como que no podría vivir sin ella, de modo que buscaría o esperaría pacientemente una nueva oportunidad de tenerla. Ése era el estigma de mi sino y nos odiaba a los dos si lo pensaba detenidamente.
-Eva, te quiero – musité acomodando mi cabeza ligeramente sobre la suya.
-Ya lo sé, Nano… – me contestó con dulzura tras acariciar mi antebrazo.
No estaba siendo incongruente, sólo pensaba que aquello estaba mal. Lo supe cada vez que lo hicimos, pero no me importaba y reconocía que ella era mi debilidad porque siempre la querría. Era la única persona a la que podría perdonarle todo y volver a ponerla de nuevo en mi vida en el mismo lugar de siempre. De hecho acababa de dejar a un lado que había estado casada con otro hombre los últimos diez años, que todavía seguía casada con él para ser exactos. Pero lo olvidaba porque ahora volvía a ser mía y entonces no podía evitar quererla muchísimo más que nunca.
Me dormí embelesado en la gratificante sensación que era tenerla otra vez y me desperté con los primeros rayos de sol en la misma postura en la que me había quedado dormido. Eva no se había despertado así que me levanté cuidadosamente y la observé mientras volvía a cubrirla con la ropa de cama. Su cuerpo apenas había cambiado tras diez años. Reflejaba el paso del tiempo, sí, pero no sabría decir si de una cantidad de tiempo proporcional o no, para mí seguía siendo perfecta.
Me duché pensando en cómo narices íbamos a salir de ésta. En cómo iban a ser las cosas cuando ella decidiese que ya había sido suficiente y que teníamos que volver a ser sólo hermanos, porque sin duda aquello terminaría pasando. Supongo que me dejaría ver a Irene y me la seguiría mandando a Nueva York, pero no podía estar tan seguro porque ni siquiera sabía cómo iban a quedar las cosas con Carlos. Con una custodia compartida no creo que quisiera malgastar el tiempo que podría estar con ella enviándomela a mí. Estaba bastante jodido, la verdad, pero me esforcé por no pensar en aquello.

Me vestí y bajé al Starbuck’s porque no quería preparar café. Nos iríamos a última hora de la tarde así que no quería utilizar mi cocina para nada. Iba sólo a por un par de cafés, pero también volví a casa con quince pavos en muffins, brownies y cookies variadas. No eran para mí, por supuesto. Eva me vacilaba por no tener comida de verdad en casa pero luego no censuraba toda la mierda del Starbuck’s e insistía en volver allí cada vez que pisaba la calle porque siempre tenían algo que no había probado.
Gaspar bromeó cuando me vio regresar con aquel arsenal y me contó que su mujer también sentía debilidad por las “tortas” de las susodichas cafeterías. Intercambiamos algunas palabras mientras esperaba el ascensor pero enseguida me hallé cruzando la puerta de mi casa. Eva ya estaba levantada, apareció desde la cocina con un fino vestido y el pelo todavía húmedo. La noté alegre, sonreía mientras se dirigía hacia mí así que supuse que todavía no se arrepentía de nada y le devolví el primer beso del día con la misma calidez con la que ella me lo ofreció.
Le encantó la dichosa cajita atestada de basura comestible, lo sirvió todo en un par de platos y lo llevó al salón, donde puso la tele mientras se quejaba inútilmente porque no quería irse.
-Si no fuera por Irene no me iría, te lo juro. No volvería jamás – me contaba entre bocado y bocado.
Bueno, yo la contemplaba y la escuchaba, y tampoco quería que se fuera. Mi vida era jodidamente sublime cuando sólo éramos ella y yo. Con nosotros e Irene también, claro. Pero era imposible tenerlas a las dos y poder seguir estando con ella como yo quería estar. De cualquier modo, era estúpido desear algo por mi parte. Nunca había salido bien parado con sus decisiones y creo que incluso dándose las circunstancias óptimas para que ella pudiese quedarse conmigo todo se iría a la mierda si decidía hacerlo. Yo me regocijaría en la perfección de mi vida a su lado, me olvidaría de todo menos de ella y la trataría como una especie de esposa. Pero más allegada, más intenso que eso porque es mi hermana y lo sabemos todo el uno del otro.  Viviría de esa manera sin ni siquiera proponérmelo hasta que algo le hiciese darse cuenta de nuevo de que somos hermanos. Entonces montaría uno de sus números de circo sólo para mí y me sumiría en la decadente existencia que llevo como puedo cada vez que tengo que olvidarla.
-¿Por qué estás tan callado? – su voz me sacó de mis pensamientos para devolverme al plano real. Seguía portando aquella inusual alegría.
Dudé un instante sobré lo que podría contestarle, pero finalmente me encogí de hombros y fingí interesarme por el noticiario matutino que estaban dando. En el fondo tenía miedo de sacar a colación el tema y desencadenar lo que más me temía, y me producía cierto malestar su exagerado buen humor. Parecía que quisiera envolverme con él para que no le diese demasiadas vueltas al asunto. Ojalá yo hubiera heredado solo un ápice de la despreocupación de Eva, pero a mí me carcomería la incertidumbre hasta que pusiésemos todos los puntos sobre las íes.
No obstante soporté estoicamente toda una mañana de compras con mi hermana. No compró demasiado, sólo algunas cosas para Irene y apenas un par de prendas de ropa que dejaría en mi casa. Me lo dejó caer de un modo muy casual, incluso con demasiado tacto para tratarse de ella, porque según sus propias palabras tenía intención de volver a pasar una temporada conmigo tras poner un poco de orden en todo lo de la separación. No le dije nada cuando mencionó la posibilidad de traerse a mi sobrina con ella, pero no iba a poder sacarla de España hasta que se aclarase lo de su custodia. Por mi parte no me opuse a nada, acepté sin reparo porque lo cierto es que me encantaría que hiciese lo que me decía, pero todavía estaba por ver cómo se desarrollaban las cosas cuando volviésemos.  
Regresamos a mi casa con comida para llevar y nos dejamos caer sobre el sofá para dar cuenta de ella mientras el televisor pretendía entretenernos. Eran mis últimas horas a solas con Eva en sabe Dios cuánto tiempo, éramos de nuevo dos fogosos amantes y yo sólo podía pensar en qué iba a ser de nosotros mientras me hablaba con ilusión de comenzar su vida con su hija. Llevaba todo el día hablándome de ello, remarcando lo de “su vida” y a veces también el “nueva”, pero entonces me sorprendió mencionando su última idea de bombero.
-¿Sabes, Nano? A lo mejor me replanteo mi vida por completo y cambio todo desde los cimientos – comentó ya con menos euforia. Hizo una pausa para dejar su plato sobre la mesa de café y continuó hablando con bastante cuidado -. He estado pensando en venirme a Nueva York contigo – anunció finalmente.
Mi espinazo reprodujo un escalofrío cuando mi cerebro procesó la información. Tragué la comida que estaba masticando lentamente y volví mi cara hacia ella. Alargó su mano para beber un poco de agua y pude notar que estaba ligeramente nerviosa.
-¿Conmigo? – Repetí. Ella solo asintió mientras alcanzaba un cojín al que abrazar y con el que cubrirse el torso – ¿a qué te refieres con “conmigo”? Es decir, ¿qué implicaría que te vinieras a Nueva York “conmigo”? ¿Vivirías aquí? – no se lo estaba preguntando porque no quisiera tenerla bajo mi techo, es evidente. Yo sólo estaba intentando circunvalar el gran punto que quería abordar.
-Bueno, con el tiempo tendría que buscarme una casa para mí y para Irene, claro… – contestó ciertamente decepcionada.
O sea, que su plan también implicaba a su hija. Yo seguía sin creerme que me estuviera planteando aquello.
-Eva, no es eso. No me importa que vivas aquí el resto de tu vida incluso si quieres traerte a Irene, ¿vale? Pero, ¿qué pasa con nosotros dos? – Solté del tirón sin amilanarme.
Ella permaneció callada durante un par de minutos. Iba a exponerle mi punto de vista, porque si ella había estado pensando yo no había sido menos. Pero entonces me contestó.
-Tú y yo siempre vamos a encontrar la forma de estar juntos – manifestó con una voz a punto de quebrarse -. No importa que tú estés aquí, que yo esté casada allí o que los dos lo estemos. Al final siempre vas a ser el único para mí.
Tengo que admitir que no era la primera vez que la escuchaba decirme aquello, y siempre lograba el mismo efecto que adormilaba y peinaba cada fibra de mi ser que manifestase opinar lo contrario. Pero aquel plan maestro seguía antojándoseme una locura.
-¿Y qué pasa con Irene? No podemos vivir así con ella, ¡menudo ejemplo!
-Irene no tiene por qué saberlo – me contestó como si aquello no fuera un impedimento razonable. No necesité decir nada al respecto, el gesto de mi cara tuvo que delatarme porque Eva continuó hablando -. Nano, no lo sé, ¿vale? No sé cómo hacerlo pero ya me he cansado de todo, no voy a volver a alejarme de ti –. Ahora estaba exaltada, parecía que iba a comenzar a llorar de un momento a otro y yo solo quería abrazarla para que no lo hiciese. Acabaría cediendo a sus alocadas ideas, es mi gran cruz, pero tenía que intentar que ella viese que no era viable -. No creas que solo has sufrido tú con todo esto, le he dado diez años de mi vida a un imbécil tratando de hacer lo correcto, pero no voy a volver a aparentar jamás que me conformo con lo que tengo para no hacer daño a nadie. No, Nano… te quiero a ti y jamás lo tuve tan claro. Me arrepiento de cada mierda que te he hecho pasar en la vida, pero te juro que no voy a molestarme en intentar estar con nadie que no seas tú.
Su voz la delató, definitivamente, iba  a llorar. Estupefacto todavía con todo lo que aquello suponía me arrastré hasta su lado para arrebatarle aquel cojín con el que se cubría y hacerlo yo mismo con mis brazos. La sentía frágil sobre mi cuerpo, sollozando sin remedio mientras que yo me quedaba sin opciones. Había esperado toda mi vida aquella determinación por su parte, y diez años atrás hubiera sido el ser más dichoso del planeta, pues yo mismo le pedí que se quedase conmigo allí, en aquella ciudad donde no nos conocía nadie. Pero se fue y luego supe lo de Carlos y todo se torció. Ahora, si quería ser sincero conmigo mismo, tenía que reconocer que seguía queriendo aquello con todas mis fuerzas, pero no tenía más que dudas al respecto.
-¿Estás con alguien? – musitó tras tranquilizarse un poco.
-No – respondí al instante.
Ella me abrazó acomodándose sobre mi pecho. Acaricié su pelo y besé su frente cerca de la sien que quedaba bajo mi barbilla.
-Nano… – susurró todavía entre un leve llanto. Yo le contesté acariciando su mejilla para apartarle un mechón de la cara y colocarlo tras su cuello con cuidado -. De verdad que quiero sacar a Irene de allí y traerla aquí con nosotros. Quiero empezar de nuevo y quiero que crezca contigo.
 Suspiré cerca de ella. Nada me gustaría más pero a falta de lo que el padre tuviera que decir, lo teníamos bastante jodido de entrada. Y de salir bien aquello, ¿qué pretendía hacer exactamente? ¿Decirle a todo el mundo que uno de los dos era adoptado y que estábamos juntos? ¿Qué le íbamos a decir a Irene? Y si Irene llegaba a saberlo, cosa que de por sí ya me resultaba aterradora, ¿qué pasaba con el resto de la familia? ¿Cómo no iba a reclamarla su padre si Eva daba aquel paso? No podíamos dar por hecho que todo iría sobre ruedas llevándolo en secreto, las cosas acaban saliendo a la luz. Y ni siquiera me había planteado qué sería de mí y de mi trabajo. No tenía una profunda amistad con nadie del bufete, al menos no como para presentarle a mi “familia”, lo que jugaba a mi favor, porque me protegía de sus voraces opiniones. Pero si aquello explotaba por algún lado, no importaba cuál, salpicaría todos los ámbitos de nuestras vidas.
-Eva, ojalá fuera tan fácil – le dije con delicadeza -. Tienes que hablarlo con Carlos. Tienes que contarle lo que pretendes para que vuestros abogados lo tengan en cuenta…
-Olvídate de Carlos, voy a intentar que renuncie a la custodia de la niña a cambio de todo lo demás.
-No lo hagas, no ganas nada con eso – le repetí.
-Nano, no lo entiendes… – me interrumpió mirándome a los ojos -. Irene no es hija de Carlos – me estampó antes de echar a llorar y refugiarse de nuevo sobre mi pecho.
Todas mis vísceras se arrebolaron en mis entrañas cuando escuché aquello. No sabía cómo debía sentirme, pero me sentía como en plena caída libre, sabiendo que cuando llegara al suelo iba a romperme el cuerpo entero en mil pedazos. Irene no era hija de Carlos. Mis manos tiritaron sobre la piel de Eva al darme cuenta de todo, al recapitular punto por punto lo que aquello significaba. Sentí escalofríos, vahídos e incluso náuseas. Sentí también cierta tranquilidad al conocer que Irene no guardaba parentesco con mi cuñado, pero se esfumó con el vértigo que latigueó mis vértebras cuando mi mente articuló para mí <>, y acto seguido quería llorar por todo lo que aquello significaba. Por todo lo que me había perdido y que no podría recuperar; aquellos momentos de nuestra hija que Eva le regaló a Carlos para que nadie tuviera que cargar con lo que habíamos hecho. Pude llegar a entenderla, al menos en parte, por querer escapar de todo el lío con el que tuvo que vivir tanto tiempo. Aunque también caía ahora en la cantidad de cosas con las que había tenido que lidiar completamente sola. Todo mezclado mientras Eva lloraba aferrada a mí, y eso me hizo quererla todavía más.
-Vamos a traerla, cariño… -musité finalmente conteniendo mis lágrimas.
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¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

Relato erótico:”Gracias al padre 7, estuve con la hija y sus amigas” (POR GOLFO)

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Capítulo 7

Descubro a Patricia, la amiga de mi esposa, mirándome desde los pies de la cama. Su cara revelaba su desesperación por haber sido excluida durante nuestra sesión de sexo de la noche anterior pero también que deseaba romper ese aislamiento entregándose a mí.

Esa noche dormí bastante poco porque me la pasé elaborando un plan para que no levantar suspicacias al despedirme de la compañía. Tenía claro que el tiempo pasado desde el robo cometido por el padre de Lucía hacía difícil que alguien pudiese relacionarlo con mi renuncia pero de todos modos comprendí que convenía extremar las precauciones. Si renunciaba sin más, mis propios compañeros se extrañarían pero si dejaba caer que una empresa extranjera me había hecho una oferta irrechazable, eso entraba dentro de lo normal y nadie se mosquearía. Por eso decidí que llamar al administrador de una de las compañías pantallas que había creado y decirle que mandara por “error” al mail de otro socio esa propuesta de trabajo, de forma que antes de llegar todo el mundo supiera de su existencia. Conociendo la práctica habitual en estos casos para evitar la fuga de información y de clientes, en cuanto les hiciera saber que iba a aceptarla, me separarían de mis obligaciones y me invitarían a irme lo más rápidamente posible.
«En quince días estaremos disfrutando del Caribe», dije para mí justo cuando escuché un ruido a mis pies. Al abrir los ojos descubrí que la causante era Patricia. Debía llevar tiempo despierta y por la expresión de su cara, supe que llevaba fatal haber sido excluida de nuestros juegos la noche anterior.
«No me lo puedo creer. Esta triste porque Lucía no la había dejado participar», medité muerto de risa y viendo que mi esposa y la otra sumisa seguían dormidas, le exigí que preparara el jacuzzi. Curiosamente la morenita sonrió al escuchar mi orden y desapareciendo rumbo al baño, fue a cumplir mis deseos sin decir palabra. No tardé el oír el agua correr y no queriendo que Lucía se despertara, me levanté.
Al entrar en el aseo, me encontré a Chita arrodillada en el suelo, apoyada en sus talones y con las manos en sus muslos. No me costó reconocer que había adoptado la posición de sierva de placer y eso me confirmó que esa cría había soñado desde antes con ser la propiedad de un amo y que por ello había aceptado de tan buena gana el convertirse en nuestra esclava.
Ejerciendo como diligente dueño, rectifiqué su postura obligándola a poner su espada recta y a separar más sus muslos, tras lo cual y sin dirigirme a ella, me metí en la bañera.
«Hay que reconocer que está muy buena», medité mientras recorría con la mirada sus erguidos pechos.
Mi inspección no le pasó desapercibida y sus areolas reaccionaron erizándose sin necesidad de ser estimuladas. Esa reacción despertó mi lado morboso y desde la bañera dejé caer:
-Veo que te pone bruta que te miré.
Totalmente colorada y sin atreverse siquiera a levantar su mirada, trató de disculparse diciendo:
-Lo siento, no he podido evitarlo.
-No me molesta que te sientas excitada. Una buena zorrita debe ser receptiva a su amo. ¿No estás de acuerdo?
-No lo sé- respondió mientras involuntariamente sus muslos temblaban: -La verdad es que llevo empapada desde que usted me ha permitido prepararle el baño.
Consciente del nerviosismo de “Chita”, decidí incrementarlo pidiéndole que me enjabonara. No pudo reprimir un gemido al escucharme y babeando de placer vino hacia mí gateando. Al llegar a mi lado, cogió una esponja y con una extraña timidez, comenzó a recorrer con ella mis hombros. La sensación de tenerla en mi poder era subyugante. Quizás por ello quise saber hasta dónde llegaba su entrega y sin avisar me puse a magrearle el culo.
-¡Dios!- susurró descompuesta al sentir que mis manos tomaban posesión de su pandero.
Asumí que a pesar que ese estimulo no pedido era bien venido por su parte, no se atrevía a exteriorizarlo en voz alta no fuera a despertar a Lucía y ésta se encabronara al enterarse.
-Tienes unas nalgas estupendas para ser tan puta- comenté explorando con mis yemas la unión de sus dos cachetes.
Ese piropo provocó un nuevo suspiro de esa cría y tratando de evitar que se le notara, siguió extendiendo el jabón por mi cuello como si nada pasara. Desgraciadamente para ella, sabía que era una fachada y que esa putilla se derretiría en cuanto yo diera el primer paso. Para demostrarle su debilidad, deslicé mi mano por su entrepierna en busca de su clítoris. No me resultó hallar su sexo completamente anegado y separando los poblados pliegues de su coño, me concentré en su ya inhiesto botón.
-Me encanta- berreó todavía en voz baja al sentir la caricia de mis dedos y acomodando su postura, facilitó la inspección de la que estaba siendo objeto.
Su claudicación estaba cerca y no deseando acelerarla, dejé de tocarla y cerré mis ojos, satisfecho:
«¡Qué sufra!», pensé descojonado al saber su frustración.
En ese instante, lo que Patricia deseaba más en el mundo es sentirse amada aunque fuera de un modo vil y por eso no pudo acallar su desesperación y a mis oídos llegó su sollozo.
-¿Por qué llora mi esclava?- comenté sin abrir mis parpados.
Llena de dolor respondió:
-Siento que mi amo no me desea.
Confieso que estuve a punto de ceder y regalarle las caricias que demandaba, pero como me interesaba incrementar su turbación hasta que fuera insoportable, me comporté como un cabrón al contestarla:
-No te has ganado mi favor.
Llorando ya a moco tendido, me rogó que le dijera que era lo que tenía que hacer para que la aceptara. Recordando que el nombre que Lucía le había elegido hacía referencia a su cantidad de vello púbico, repliqué en plan de cachondeo:
-¡Depílate! No nos gusta el pelo en el cuerpo.
Para mi sorpresa, la morena me pidió permiso para retirarse y al dárselo, salió corriendo del baño. Os confieso que en ese momento pensé que me había topado con un inusual tabú y que Patricia se sentía incapaz de cumplir ese nimio deseo. Sabiendo que su negativa solo haría alargar su sufrimiento, lo dejé estar y me empecé a enjabonar yo solo.
Tras más de veinte minutos disfrutando de ese baño, decidí que era suficiente y saliendo del jacuzzi, fui a coger el albornoz con el que secarme justo en el preciso instante el que por la puerta volvía la muchacha. Durante unos segundos me costó reconocerla porque su larga melena oscura había desaparecido.
-¡Te has rapado al cero!- exclamé al ver su reluciente mollera.
“Chita” se quedó de pie en mitad del baño y separando sus rodillas, me mostró que el denso bosque de su coño también había sido talado, tras lo cual, sonriendo dijo:
-Los deseos y gustos de mi amo son órdenes para mí y para demostrarle mi compromiso, he creído oportuno rasurarme también la cabeza. ¿He hecho mal?
No quise reprocharle su iniciativa e impelido por la curiosidad, la llamé a mi lado. La chavala obedeció de inmediato y acercándome una toalla, me preguntó si podía secarme. No me pude negar porque esa criatura había cumplido con creces cualquier prueba que le pusiera y saliendo de la bañera, acepté.
Su cara irradiaba felicidad al agacharse y arrodillándose, comenzó a secar mis pies sin dejar de lucir una sonrisa.
-Ésta zorrita está contenta de poder mimar a su dueño- susurró mientras recorría con una profesionalidad no exenta de dulzura mis tobillos, retirando cualquier rastro de humedad de los mismos.
Reconozco que me tenía impresionado su sumisión y más cuando al observarla, tuve que reconocer que no había perdido su atractivo y que estaba preciosa totalmente calva. Por ello al sentir que sus manos iban subiendo por mis muslos, no me importó que mi pene se alzara estimulado por sus caricias.
A pesar de mi erección, Patricia no dijo nada al ir secando todos y cada uno de los recovecos de mi sexo. Es más os puedo confirmar que tampoco me insinuó nada cuando sus manos entraron en contacto con mi pene. De modo que tuve que ser yo quien le dijera:
-Hazme una mamada.
El brillo de sus ojos me hizo saber la satisfacción que esa guarrilla sentía con esa orden. Por ello no me cogió desprevenido que cogiendo amorosamente mi extensión entre sus dedos, abriera sus labios y empezaba a lamer mi pene como si de un caramelo se tratara.
Pocas veces había sido participe de algo tan erótico, no en vano era la primera vez que una calva dedicaba todas sus energías en hacerme una felación y es que una vez había dejado bien embadurnada mi verga con su saliva, esa muchacha separando sus labios se fue introduciendo lentamente toda mi verga en el interior de su boca mientras con sus manos acariciaba mis huevos.
Deseando disfrutar cómodamente de ese instante, me senté en el wáter y eso desencadenó su lujuria. Ya sin reparo alguno, esa putilla se embutió mi pene en su garganta y mientras con sus manos seguía dando un suave masaje a mis testículos, comenzó a mover su cabeza con el objeto de ordeñarme.
-Para ser novata, haces unas mamadas cojonudas- comenté descojonado.
Lo que no me esperaba fue que sacando brevemente mi extensión de su interior, la morenita contestara:
-Su fiel Chita ha practicado muchas noches con un plátano.
Y sin dejar de sonreír, se la volvió introducir hasta que sus labios tropezaron con su base y dejando a un lado su anterior lentitud, buscó mi simiente con un ansia que me dejó helado.
Contagiado por su actitud, llevé mis manos hasta sus pechos y comencé a estrujárselos. Chita al sentirlo comenzó a gemir en silencio. Que tratara de ocultar su gozo, azuzó mi morbo y apoderándome de sus pezones, los empecé a pellizcar entre mis dedos. Indefensa, gimió al sentir como los torturaba y mientras gritaba su excitación, aceleró el modo en que su lengua jugueteaba en mi verga. La sumisa discreta había desaparecido totalmente, y en su lugar apareció una hembra ansiosa de ser tomada que restregando su coño contra mis pies, intentaba incrementar su calentura.
La cueva de la muchacha no tardó en mostrar su lujuria y derramando su flujo, este me empapó los tobillos mientras su dueña buscaba con mayor afán el néctar de mis huevos.
-Me corro- chilló sin dejar de frotarse.
Fue impresionante oírle berrear su placer mientras entre mis piernas se acumulaba la tensión de tanto estímulo.
«Está disfrutando todavía más que yo», me dije al tiempo que me cuenta que no iba a poder aguantar mucho más y por eso presionando con mis manos su cabeza, forcé su mamada y en breves pero intensas erupciones, mi pene se vació en su garganta.
Satisfechos, permanecimos sin movernos durante un tiempo hasta que ya recuperado le regalé un beso de amo, mordiendo sus labios. Chita respondió a mi beso de manera explosiva y subiéndose a horcajadas sobre mí, intentó reactivar mi pasión pero dándole un azote en el culo, le dije que ya era suficiente y que Lucía debía ser la primera en usarla. La chavala frunció su ceño molesta pero inmediatamente sonrió y con tono pícaro, me preguntó su a mi esposa le gustaría su nueva apariencia.
Despelotado de risa, repliqué:
-Ahora mismo, ¡lo sabremos!

Relato erótico: “A mi novia le gusta mostrar su culito” (POR MOSTRATE)

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A mi novia le gusta mostrar su culito.

Después de 2 años de pareja me entero que a mi novia le gusta mostras su culito y me lo demuestra con el portero y el de seguridad de nuestra casa.

La mayoria de las historias que leí destacan que son reales. No se cuanto habrá de verdad en eso. Lo que si les puedo asegurar que esta historia que les contaré sucedió tal cual se las relataré. Lo único que cambiaré serán los nombres de los personajes por motivos obvios.

Me llamo Sergio, vivo en Buenos Aires, Argentina, tengo 40 años y estoy viviendo en pareja hace 2 años con Marcela, una muy linda rubia de 25 años, 1,67 mts de estatura, 85 de pecho, 62 de cadera y una cola super paradita (a fuerza de mucho gimnasio) y con la piel muy suavecita. Al principio de nuestra relación en la cama siempre fuimos muy conservadores, nada de fantasias extrañas, nada de sexo anal, nada de películas porno ni nada de juguetes. Así como les cuento parece bastante aburrido, pero por lo recatada que siempre fue Marcela, yo no tenía otra opción que aguantarme una relación de esta forma.

Así transcurrían nuestros días hasta que en una ocación, yo estando en el baño de mi oficina escuche la conversación de dos compañeros, Eduardo y Leonardo, hablando de mi novia, la cual habían conocido en un evento para la presentación de unos nuevos productos que se había realizado el sábado anterior y al cual habíamos concurrido todos los integrantes de la empresa con sus respectivas novias o esposas.

Al escuchar el nombre de Marcela me escondí para no ser visto y al prestar atención no podía creer lo que escuchaba. A continuacíon les trancribo lo mas textual posible la charla:

– ¿Viste el culo que tiene la pareja de Jorge?, preguntó Eduardo

– Ni que lo digas, no pude dejar de mirarselo en toda la noche, contestó Leonardo

– También con ese pantalón que tenía y esa tanguita que se le marcaba toda.

– Además, me parece que le gusta mostrarlo, porque cada vez que notaba que la estaba mirando se hacía la tonta y lo paraba mas.

– Te parecerá a vos. Con Jorge siempre hablamos de lo tímida que es Marcela y lo que le cuesta a él realizar algunas de sus fantasias.

– Yo lo único que te digo es que me parece que esta es una putita barbara y que le encantaría que le rompan el culito de una buena vez y yo me anotaría en primer lugar.

En ese momento salieron del baño y yo me quedé con una sensación de bronca tan grande que solo era comparable a la calentura que me había dado escucharlos hablar así de Marcela.

A partir de ese día note lo que me exitaba saber lo deseada que era mi novia y cada vez que teníamos relaciones fantaseaba con la idea de que hubiera gente mirandole la cola a Marcela mientra ella la movía contenta de mostrarla. Así trascurrieron varios meses, hasta que en una oportunidad y en un momento que estabamos tomando sol en el balcon de casa, vi que se metía la tanga que tenía puesta bien adentro de la cola. Cuando le pregunte que hacía, me contesto que era para que no le quedaran las marcas de la malla, pero en realidad me di cuenta que se había levantado de la reposera y se había colocado de espaldas a la reja del balcón dandole un espectaculo barbaro a dos adolecentes que vivian en un edificio de enfrente y que no se podían despegar de la ventana. Al darme cuenta y creyendo que Marcela no se había dado cuenta le aviso:

– Marce, date vuelta que te estan mirando de enfrente.

– ¿En serio?

Da vuelta la cara y viendo a los chicos les saca la lengua, se las pasa por los labios, luego me mira y me dice:

– Dejalos que miren, me calienta pensar que esta noche van a hacerse una paja pensando en mi.

No podía creer lo que escuchaba y veía, la tan recatada de mi novia ofreciendo el culo para que unos desconocidos se lo miraran cuanto quisieran y además reconocer que eso la calentaba.

No supe que decir, automaticamente sentí que comenzaba a tener una erección monumental y comence a dar credito a lo que había mencionado mi compañero Leonardo en la ocación del baño.

Como pude, me pare de la reposera y me acerque a ella le di un beso en la boca y susurrandole al oido le comente que lo que estaba haciendo era una de mis fantasias de los ultimos meses y que si a ella le gustaba yo no me pondría celoso, al contrario, le ayudaría a desarrollar su fantasía y llegar hasta donde ella quisiera.

Cuando escucho esto, me miro fijo y me preguntó :

-¿ Llegar hasta donde yo quiera?

– Sí, ¿porqué? ¿hasta donde queres llegar?, le respondí.

– Me gustaría mostrarle la cola a estos chicos sin la mallita. ¿me dejás?

La conversacion había llegado al punto que yo ya no podía sopotar mas que mi chota estuviera encerrada en el pantalon.

Ella me miraba como esperando la respuesta, sin dejar por supuesto de arquearse cada vez más para mostrarse mejor a estos chicos que yá a esta altura y sin ningún disimulo habían sacado sus chotas y se estaban haciendo flor de paja.

– ¿No te parece que sería demasiado?, ¿no te da vergüenza? le pregunte.

– No, para nada, lo unico que me da un poquito de vergüenza es confesarte que siempre me gustó mostrarme y especialmente me excita muchisimo cuando los hombres me miran y desean mi colita.

Vi en su cara que contarme esto la calentaba terriblemente, y yo que con mi calentura no me quedaba atrás le seguí preguntando.

– ¿Le mostraste la colita a muchos señores en este ultimo tiempo?

– A varios, ¿querés que te cuente la última vez?

– Fue ayer cuando salí del edificio para el gimnasio con las calzas azules y al ver que Segio (el portero) y Ruben (el de seguridad) no podian sacarme los ojos de encima, me abrí un poco de piernas, me agache sin flexionar las rodillas y hice como que me ataba el cordon de las zapatillas, poniendole la cola a un metro de la cara de ellos. Me clavaron la vista y pude ver como Ruben se puso la mano en el pantalón y murmuro algo que no llegue a escuchar. Esto me calentó tanto que tuve que volver a casa a cambiarme porque me había mojado toda.

A medida que me contaba esto se había abierto un poco mas de piernas y empezaba a tocarse la conchita, siempre mostrando su culito a todos los que quisieran verlo en las ventanas de enfrente.

– Bueno, si no te da vergüenza, sacate la tanga, pero espera que me vaya para adentro, para mirarte desde ahí.

Lo único que yo quería era no perderme nada del espectaculo que estaba por dar mi novia, y lo quería ver mientras me hacía flor de paja.

Cuando la deje sola, giró la cabeza hacia los mirones, sacó la lengua pasandosela por los labios, tiró de cordón de uno de los costados de la maya desatando el nudo y voilá, ahí estaba parada en el balcon con las piernas abiertas, un dedo dentro de su conchita y apuntando su colita desnuda en plena luz del día a decenas de ventanas.

Se arqueaba cada vez más, se abria los cachetes con la mano, mostrando su lindo agujerito y siempre sin dejar de masturbarse, la escuchaba que decia en voz baja – ¿Les gusta mi cola? ¿Les gustaría chuparla?, aquí la tienen, toda para ustedes. De repente me miró a traves del vidrio y me rogó que le metiera la pija en la boca, cosa que no pude evitar ya que estaba por estallar. Asi que salí al balcon, la tome de los pelos, y ella me empezo a comer la chota, mientras yó ya fuera de sí, le gritaba ¿Te gusta que te vean la colita putita? ¿Te gustaria tener ahora otra pija por atrás? Ella asentía con la cabeza y gemía como nunca la había escuchado. Ya había acabado como 5 veces. Yo seguía: ¿Sabés todos los señores que se deben estar pajeando con tu culito?, ¿Te gustaría tenerlos todos aca, no puta?, Siiii decia ella, pero ya no aguante mas y tuve un orgasmo monumental, el cual Marcela se tragó hasta la última gota. Le dí una palmadita en la cola y nos metimos para adentro, sin antes ella darse vuelta y dirigir un beso hacia las ventanas.

Esa noche tuvimos el mejor sexo que habíamos tenido desde que nos conociamos, pero como se imaginarán la cosa no quedo ahí, y empezaron a pasar cosas que realmente nunca hubiese esperado que pasaran.

A la mañana siguiente al salir del edificio para dirigirme al trabajo, me cruzo en la puerta con Sergio y con Ruben, que como recordarán son el portero y el encargado de seguridad del edificio donde vivimos, los cuales, con una sonrisa, me comentan que ayer una persona había asentado una queja en la administración del edificio por las exhibiciones que había hecho mi novia en el balcon.

Imaginen la sorpresa y vergüenza mía enterandome que ya en el edificio sabían de las manías de Marcela. Por supuesto me hice el desentendido y se produjo este dialogo:

– ¿De que exhibiciones me hablan?, dije yo tratando de disimular.

– De mostrarse desnuda y con poses sexuales en el balcon, dijo Sergio.

– La verdad, no se de que me hablan, contesté.

– Con nosotros no tiene que disimular, ya hace rato que sabemos que a su mujer le gusta mostrar la cola, cada vez que pasa cerca nuestro se agacha o la saca para afuera y se queda un ratito en esa posición para que se la admiremos, dijo Ruben sonriendo.

Yo me quede mudo.

– Lo único, digale que en el balcon no lo haga más porque va a tener problemas con los vecinos, continuó Sergio.

– Digale que cuando quiera exhibir su culito, nosotros nos ofrecemos para mirarselo, no es cierto Sergio, dijo Ruben.

Ambos rieron y yo entre la vergüenza pero también la exitación que me producía la situación, solo atiné a contestarles – Se lo diré.

Todo el día en la oficina estuve con una calentura brutal. No veía la hora de volver a casa para contarle a Marcela lo que me había pasado a la mañana y ver la reacción que tendría.

De regreso a casa al llegar a la entrada del edificio me encuentro nuevamente con Ruben, el cual me saluda con una sonrisa y el caradura me dice que si mi mujer lo necesita a el y a Sergio esta noche, que cuente con ello porque hoy era su día libre y estaba disponible.

Yo no podia creer lo que escuchaba. No le conteste nada y subí lo mas rápido que pude a mi departamento.

Cuando abro la puerta me encuentro a Marcela cocinando vestida solamente con una tanguita roja de esas que se meten bien adentro de la cola. Se acerca a darme un beso y me dice que suerte que había llegado porque ya no se aguantaba mas de la calentura y quería que me la cojiera en el balcón a la vista de todos.

Le dije que eso ya no lo podíamos hacer mas, y le conte lo de la denuncia y cuando le conte el ofrecimiento que me habian hecho Ruben y Sergio pense que se moriria de vergüenza, pero no, estaba muy equivocado, me miro, se toco la conchita y despues de un gemidito me dijo:

– Que zarpados, y a vos amor ¿que te parece la idea?

– La verdad que me agarro por sorpresa, pero estuve todo el dia exitado.

– Vos sabes que a mi me encanta mostrar la colita todo el tiempo y si a vos no te molesta que me la miren mientras me cojes, podriamos decirle que subieran.

– Justamente hoy a la noche estan de franco, le dije.

– Porque no bajas y les avisas que vengan a las 10. Pero amor, no te olvides de aclararle muy bien que es solo mirar, no me voy a dejar tocar.

– Seguro, yo tampoco lo permitiría.

Así que baje, lo encare a Ruben y sin muchas vueltas, porque me daba bastante vergüenza, le dije que mi novia habia aceptado la propuesta de hoy a la noche.

– Estaba seguro que se moria de ganas de entregarnos el culito, me dijo.

– De entregar nada, le dije, es solo para que la miren, esta claro.

– Está bien, no hay ningún problema. Ya verle desnudo ese flor de culo que tiene me basta.

– Avisele a Sergio y suban a las diez, me despedí.

Volví al departamento y nos apuramos en preparar todo. Decidimos que lo haríamos en el living, porque es el lugar mas grande de la casa y podriamos poner distancia entre ellos y nosotros. Corrimos los sillones y los pusimos mirando hacia el colchon de la cama que tiramos en el piso. Trajimos una lampara de pie que daba un luz mas tenue, pero que a su vez iluminaba todo bien. Marcela se puso un vestidito de color turquesa que le llega un poquito arriba de las rodillas, de tela finita y ajustado lo suficiente como para dejar divisar la tanguita negra que apenas le cubría la cola y los pezones paraditos ya que no tenía puesto corpiño. Era la primera vez que iba a mostrar su colita desnuda a tan poca distancia a dos casi desconocidos. De solo pensarlo ya habia tenido un orgasmo mientras se cambiaba.

Ya se había hecho la hora, y como era de esperar, puntualmente tocaron a la puerta. Abrí, y ahí estaban Rubén y Sergio con una sonrisa y como cargandome Ruben me dice:

– Buenas noches, venimos a que su mujer nos muestre ese precioso culito que tiene, ¿podemos pasar?

– Adelante, los esta esperando, les dije para continuar la situación que me exitaba terriblemente.

– Mi amor, ya estan aca, vení a saludar, grite, mientras Ruben y Sergio se acomodaban en el sillon.

– Hola, como estan, dijo Marcela, como si se tratara solamente de una visita social, y estirando la cara le dio un beso en la mejilla a cada uno.

– Buenas noches señora, respondieron a duo, que por el grado de calentura que ya tenían les salio medio entrecortado.

– Esta muy hermosa, dijo Sergio, que siempre había sido el más galante.

– Y tiene el mejor culito del barrio, siguio Ruben, no veo la hora de que nos lo muestre desnudito. continuo, mientras ya se habia abierto el cierre del pantalón y se le notaba terrible erección.

– Así que quieren ver mi colita, contesto Marcela, mientras se mordia el labio, por la calentura que le habían producido las palabras de Rubén.

– Mi amor ¿vos me dejas que le muestre el culito a estos señores?, me preguntó.

– Si te gusta, hacelo, le contesté.

Se dio vuelta y fue caminando hasta el colchon, arqueo la espalda, abrió un poco las piernas, y se levanto un poco el vestido dejando al descubierto la mitad de su precioso culo. Los miró, saco la lengua para mojarse los labios y les preguntó

– ¿Les gusta mi colita?, ¿quieren verla toda?

– Por supuesto señora, pero espere que nos saquemos los pantalones, asi nos hacernos una buena paja con ese culito hermoso, contesto Ruben.

Así lo hicieron, se desnudaron por completo y dejaron ver dos miembros muchos mas grande que el mío y que estaban a punto de estallar. Cuando mi mujer dio vuelta la cara y vió terribles chotas no pudo evitar emitir un gemido de placer que hizo que Rubén me comentara:

– Me parece que a su mujer no solo le gusta que la miren sino tambíen ver pijas grandes.

– ¿es cierto eso mi amor?, le pregunté.

Marcela no contestó, pero se notaba en la cara que les había gustado, y que había llegado a un grado de calentura tal que casi de un tirón se arranco el vestido quedando solo con la tanguita negra que apenas le cubría el culo. Se puso en cuatro en el colchon, bajo la espalda y les entrego una fabulosa vista de su colita, mientras se metía un dedo en la conchita y preguntaba:

– ¿Les calienta mucho verme asi?

– La verdad me calienta que sea tan puta señora, contesto Sergio.

– ¿No tiene ganas de sacarse la bonbachita y mostrarnos el agujerito?, preguntó Ruben.

– ¿Me dejas mi amor que les muestre el agujerito a los señores?, me preguntó, mientras movia el culo para adelante y para atrás.

– Su marido le deja hacer lo que tenga ganas y como se que tiene ganas que alguno de nosotros le saque la tanguita, yo no voy a hacerla desear, le dijo Ruben.

En ese momento Ruben se paró del sillon y fue directo al colchon donde estaba Marcela. Ya todo se había descontrolado y pense que mi mujer se iba a resistir a que la tocara, pero me equivoque, al contrario, siguió en la misma posición y además se arqueó más para permitir que Rubén pudiera meter los dedos a los costados de la tanga y tirara hacia abajo dejando toda la cola de mi novia al aire.

– ¿Qué le parece mi agujerito?, le preguntó Marcela, tocandolo con un dedito.

Es un culito que necesita que le metan una lenguita, le contestó, y de inmediato se agacho y le introdujo la lengua en el culo de mi mujer, que ya fuera de si, se movía desesperadamente y gritaba cosas como:

– Si señor chupeme la colita por favor. Metame toda la lengua.

Rubén solo sacaba la boca del culo para gritarle barbaridades como:

– Yo estaba seguro que usted era muy calentona y que hacía rato que tenía ganas que le den dos hombres de verdad. Vení Sergio que entre los dos la vamos a partir al medio a esta putita.

Rubén se paró, me miró como pidiendome permiso y se dirigió directo a poner la boca en la cola de mi novia, lugar que le cedió Ruben, que se dirigió hacia la cara de Marcela y le comio la boca con un beso que ella respondió sacando la lengua y mirandolo de una forma que le pedía a gritos que le pusiera su tremenda chota en la boca, cosa que Rubén no se hizo rogar. No les puedo explicar con que desesperación se comía semejante miembro.

Yo a esta altura no podía creer lo que veía y me había sentado en el sillón y contemplaba la escena haciendome flor de paja.

– ¿Así que su señora no iba a dejar que la tocaran? Me dijo Ruben

– Digale a su marido lo puta que es, prosiguió.

Marcela solo se sacaba la pija de la boca para gritarme: – Mi amor, soy muy puta y me gusta que me chupen la colita. Siguieron así un rato y de repente Rubén le dijo a Sergio: – correte que le voy a romper ese agujero que tanto le gusta mostrar. Me quede atónito cuando Marcela, que nunca había tenido sexo anal, en vez de negarse, apoyo la cabeza en el colchon, sacó mas el culo para afuera, me miró y me dijo: ¿Mi amor me dejas que el señor me rompa la colita? Y enseguida se metíó el miembro de Sergio en la boca. Yo seguía la escena sin perderme detalle, y ya por el grado de calentura que tenía no podía ni hablar.

Ruben se arrodillo detrás de mi señora y de un saque le metió la pija hasta el fondo, lo que Marcela respondió con un grito mezcla de dolor y placer.

– ¿Con las ganas que tenía y su marido nunca le rompió el culito?, le preguntaba Rubén, mientras mi novia no paraba de moverse y gritar desaforadamente.

– Digale señora a su marido ¿cuantas pajas se hizo, imaginando mi pija en su culo?, continúo.

Mi mujer no contestaba, pero cada vez gritaba mas fuerte.

– Ahora se la va a meter Sergio y usted me la va a chupar y tragar toda la leche hasta la última gota, le ordenó.

Marcela por supuesto obedeció y mientras Sergio le destrozaba el culo con su pedazo, ella chupo hasta tragarse todo el semen de Rubén, y siguió chupando hasta que Sergio le lleno todo el orto con su leche.

Mientras yo ya no aguante más y largue toda mi leche, Marcela quedo tirada boca abajo exhauta y con un hilito de sermen que le salia de su culo y Ruben agarraba su ropa y le decía a mi novia: – Cuando quiera mostrarnos el culito otra vez, aviseme que tengo unos cuantos amigos que les va a encantar mirarselo, a lo que Marcela le respondío: – Me encantaría conocerlos, pero esto se los contaré en otro momento.

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Relato erótico: Verano en la casa rural (2 de 2) (POR TALIBOS)

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Domingo, 15 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco

 
No he sido capaz. No me he confesado. Soy un imbécil, me ha faltado valor para confesarle mis pecados a un cura que no conozco. Sólo confío en el padre Rafael. He asistido a misa con mamá y papá, pero no he entrado al confesionario.
Me estaría bien empleado. Si esta noche me muero, voy derechito al infierno por estar en pecado mortal.
Qué asco me doy.
 
Domingo, 15 de Agosto. Noche. Diario de Cristina
 
Menudo coñazo de día. Todo el día aquí metidos.
Un par de horas de estudio, con tía Lara zumbando por allí como un moscardón. Nada de nada.
Lo único interesante que ha pasado fue cuando se fue la luz por la noche. Aquí, en medio del campo, no podíamos saber si el corte era general o si habían saltado los plomos. Hemos estado una hora buscando con linternas a ver dónde coño estaban sin resultado alguno. Al final, hemos tenido que llamar a los dueños que nos han dicho que están fuera de la casa, en una caseta que hay al lado que es un antiguo establo donde guardan herramientas y cosas así.
Papá y el tío los han encontrado y han vuelto a activarlos. Bueno, por lo menos con luz, he podido escribir esto.
 
Lunes, 16 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
Ya está. Es oficial. La cosa se me ha ido definitivamente de las manos.
Bego tiene razón. Soy una puta del carajo.
Hoy han vuelto a marcharse todos. Y por un buen rato, pues mamá quería comprar unas cosas, así que han ido a  la ciudad, no al pueblo. Francisco estaba de nuevo a mi merced.
Pero el meapilas me estaba aguardando…
Cuando se han marchado todos después de comer, he bajado a ver qué estaba haciendo.
Estaba sentado en el sofá, justo donde el otro día… Esperándome.
“Te vas a cagar” he pensado y he subido a cambiarme. Nada de bikini esta vez, unas braguitas y un sostén bajo la camiseta. A hierro.
En mi cabeza me repetía una y otra vez que lo estaba haciendo para burlarme de él, para vengarme por lo que me hizo en el pueblo, pero si esa era la razón… ¿por qué estaba tan excitada?
He repetido el numerito, me he tumbado a su lado con el culo en pompa. No he podido evitar sonreír cuando he visto en el reflejo del cristal cómo se quedaba con la boca abierta al ver que esta vez llevaba puestas unas braguitas, que para más inri se me habían metido un poco entre las nalgas, dejando una buena porción de culo a la vista.

Le he dejado regalarse la vista un buen rato, devorándome con los ojos, poniéndose cada vez más cachondo. Pero, por desgracia, lo mismo me estaba pasando a mí.

Bruscamente, me he vuelto y me he puesto boca arriba en el sofá, mirándole directamente. He colocado los pies apoyando los talones en su muslo, cortándome un poquito, en vez de hacerlo directamente en su paquete como estaba deseando hacer, pero he intuido que sería demasiado para él y que se largaría disparado. Y yo no quería que se fuera.
Como quien no quiere la cosa y en un intento de tranquilizarle, he empezado a charlar con calma, diciéndole que la tele era un rollo, que era mejor que habláramos un rato.
Más calmado (creo que al ver que mis pies se quedaban quietecitos sobre su muslo), me ha dicho que vale, aunque seguía un poco avergonzado, pues, al volverse hacia mí, podía seguir viendo sin problemas mis braguitas que asomaban bajo la camiseta. He encontrado monísimo el ver cómo se ruborizaba cada vez que no podía aguantar más y sus ojos se apartaban subrepticiamente de los míos y echaban un disimulado vistazo a mi entrepierna.
Y claro, yo he ayudado abriendo progresivamente los muslos para darle un buen espectáculo…
Con la atención dividida entre donde debía mirar y donde no, Francisco no ha prestado atención a lo que decía, así que se ha mostrado menos reservado que otras veces, con lo que, poco a poco, he llevado la conversación hacia donde yo quería.
Ya sabía que no había tenido novia y, aunque estaba bastante segura de que era virgen, no sé por qué quería oírselo decir.
Cuando él lo ha admitido sin tapujos, me he sentido un poco descolocada, aunque, bien pensado, no es tan extraño que lo diga sin problemas, pues con una familia tan religiosa, era normal que le hubieran lavado el cerebro para llegar virgen al matrimonio.
Entonces un pensamiento se coló en mi mente sin poderlo evitar: “Eso habrá que solucionarlo” dije para mí, admitiendo por fin lo que llevaba días tratando de negar… Quiero follarme a mi primo.
Ese pensamiento me ha sosegado, me he sentido calmada, en paz. Mi objetivo había cambiado… Ya no era tratar de seducir a mi primo para devolverle la humillación sufrida el sábado anterior (si es que en realidad ése había sido mi objetivo alguna vez). Ahora quería seducirle… y punto.
Joder, cómo me mojé al pensar eso, creo que estuve a punto de correrme. Mi coño se mojó tanto que se notaba una manchita de humedad en la tela de las bragas, que mi primo miraba ya sin recato, con las pupilas dilatadas y la respiración agitada. Parecía un toro a punto de embestir. Y eso quería yo. Que me embistiera.
“Entonces… ¿Nunca has visto un coño?” Le pregunté sin tapujos, tirándome a degüello. Su mirada se alzó bruscamente, clavando sus ojos en los míos. Su expresión era suplicante, cómo preguntándome que por qué le hacía esto… Lentamente, negó con la cabeza, implorándome que no le torturara más…
Pero yo estaba demasiado caliente para compadecerme de él, quería oírselo decir…
“¿En serio? ¿Estás seguro de que no? Mira que la mentira es un pecado mortal” le dije separando todavía más los muslos.
Por fin, con un hilo de voz, Francisco admitió que me había visto a mí, con el rostro tan encendido que parecía estar a punto de salir ardiendo.
“Así me gusta. Me encanta que seas sincero. La sinceridad obtiene recompensa” insistí mientras él me miraba sin comprender.
Le pregunté si le había gustado verme y él, ya derrotado, asintió en silencio.
“¿Y querrías vérmelo otra vez?” pregunté por fin. Su cabeza se alzó como un resorte, mirándome con ojos asustados. Durante un segundo, pensé que iba a volver a largarse, pero la excitación pudo más y volvió a decir que sí.
Me sentí exultante. Triunfadora. Caliente como una perra.
“Te lo enseñaré… si tú me enseñas el tuyo”
Ahora, en la intimidad de mi cuarto, me río de esa frasecita. Parecía una niña de diez años tonteando con su primo, pero, en el fondo, la frase me pareció muy adecuada.
Y a Francisco también.
Lentamente, deslicé una mano temblorosa por la excitación sobre mi cuerpo, viajando hasta el borde de la camiseta, que subí unos centímetros, hasta dejar mis mojadas braguitas por completo a la vista.
Deslizando un inquieto dedo por el borde de la braguita, aparté levemente la tela de mi hirviente coñito. Me costó hacerlo, pues la tela se había pegado a los labios vaginales debido a la intensa humedad que brotaba de mi coño y el calor que sentía hacía parecer que tenía un volcán entre las piernas…
Francisco me miraba petrificado, con los ojos abiertos como platos, casi sin respirar.
Suavemente, le he dado permiso para que se acercara y observara mejor y él, muy despacio, se ha incorporado quedando de rodillas sobre el sofá, lo que me ha permitido observar el formidable bulto que se había formado en su pantalón., que ha provocado que se dibujara una libidinosa sonrisa en mi rostro.
Para ofrecerme mejor a él, he bajado la pierna izquierda del sofá, hasta apoyar el pié en el suelo y he alzado la derecha hasta dejarla reposar en el respaldo. Resumiendo, que me he abierto de patas como una puta.
Francisco se ha inclinado hacia mí, acercando el rostro a mi entrepierna, hundiendo la cara entre mis muslos, haciéndome desear con ardor que se armara de valor y posara de una vez su boca en mi coño. He llegado a sentir su cálido aliento… pero no se ha atrevido. Quizás si se lo hubiera pedido…
De repente, se ha incorporado bruscamente, con una expresión horrorizada en el rostro. La lucha interna en su interior era casi palpable, se veía que se enfrentaban con saña sus impulsos con la reprimida educación que había recibido.
Y me he decidido a intervenir.
“Ahora tienes que cumplir tu parte del trato” le he dicho mientras me incorporaba a mi vez y quedaba sentada a su lado. Él me ha mirado, sin comprender qué quería decir yo, hasta que, sin pensármelo dos veces, he llevado mi mano a su entrepierna y he aferrado su durísima polla por encima del pantalón.
Joder, qué cachonda me he puesto, el corazón ya no me latía en el pecho, sino directamente en el coño y he tenido que apretar con fuerza los muslos para reprimir el estallido que estaba a punto de producirse. Dominada por el deseo, he aferrado con fuerza esa verga, palpándola, acariciándola, mientras Francisco se derretía y gemía desesperado.
Y ha sido él el que ha acabado explotando.
Qué estúpida he sido, no debería haberle excitado tanto. No tenía ninguna experiencia…
Francisco se ha corrido a lo bestia en el pantalón. Mi mano se ha manchado de semen a pesar de que estaba separada de su polla por la ropa. El pobre se ha apartado de mí con brusquedad, avergonzado por lo que acababa de suceder.
Yo he tratado de calmarle, de decirle que no pasaba nada, pero él me miraba horrorizado, con una expresión que ya había visto antes la noche de la discoteca.
Y ha salido disparado escaleras arriba, dejándome atónita… y caliente a más no poder.
Por primera vez en mi vida… he seguido a un tío que me había dejado tirada y he subido tras él.
He llamado a su puerta y como no abría, he intentado hacerlo yo, pero el pestillo estaba echado.
Entonces he escuchado su voz sollozante que me pedía, me suplicaba que me fuera…A duras penas he conseguido sofocar el ansia de aporrear la puerta y rogarle que me dejara entrar. Por fortuna, todavía me quedaba una pizca de orgullo.
Enfadada, he siseado que era un mierda y un cabrón y me he encerrado en mi cuarto dando un portazo.
Entre lágrimas, he sacado el consolador del cajón y me he masturbado con furia. No sé cuantas veces me he corrido, pero apenas si me he aliviado.
Me siento sucia, baja, escoria, una completa puta… No comprendo cómo puedo estar así por un tío que ha vuelto a humillarme…
No debería haber venido aquí este verano. Me siento como una mierda.
 

Lunes, 16 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco

 
Soy basura. Estoy condenando mi alma al infierno una vez tras otra. Voy a pasar mil eternidades en el averno… y me lo merezco.
Soy un cerdo. Esta mañana estaba decidido a esquivar a Cristina, ni siquiera he ido a la piscina para no verla en bañador, para evitar la tentación.
Pero, al verla durante el almuerzo… me quería morir. Sólo puedo pensar en ella.
No me he atrevido ni a hablarle, pero cada vez que ella me miraba, el corazón me daba un brinco en el pecho.
Tras terminar estaba decidido a recluirme en mi cuarto, pues mis padres y mis tíos volvían a dejarnos a solas. Debería haberme ido con ellos pero… no quería hacerlo.
Soy débil, soy escoria. Me he sentado en el salón… y he rezado porque ella viniera.
Y lo ha hecho.
Ya sé que está jugando conmigo, ya sé qué clase de mujer pecaminosa es, pero no puedo evitarlo, no puedo resistirlo. Progresivamente, va llevándome un paso más allá, en una inacabable espiral de depravación… me pregunto si no será un demonio en realidad que ha venido a apoderarse de mi alma… Si es así, no le está costando mucho esfuerzo.
Esta vez iba en ropa interior, que ha exhibido impúdicamente ante mí, sin vergüenza alguna. Las últimas dudas que me pudieran quedar sobre ella se han evaporado mientras separaba los muslos sin ningún recato y me invitaba a mirar.
Y que Dios me perdone… Lo he hecho.
Ni siquiera me he parado a pensar, más bien, no he pensado nada en realidad, con la mente completamente en blanco. La muy pécora me ha obligado a admitir que había visto su vagina desnuda y entonces, como último paso en mi degradación… se ha ofrecido a mostrármela otra vez.
Virgen santa, soy tan débil…
Y el monstruo, en vez de conformarse con eso… Me ha tocado. Y el placer que sentí cuando lo hizo… Jamás había experimentado nada igual. He eyaculado como una bestia salvaje, sin control  y me ha costado horrores resistir la tentación de arrojarme sobre ella, arrancarle la poca ropa que llevaba y violarla.
Pero lo logrado, me he controlado y he huido despavorido de allí. Pero el maldito súcubo me ha perseguido, tratando de condenar mi alma…
Qué estúpida. Si mi alma está ya condenada. Mientras ella me pedía con su voz tentadora, cálida e insinuante que la dejara entrar en mi cuarto, yo estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la puerta, masturbándome con furia.
Revolcándome en mi crapulencia.
No debería haber venido aquí este verano. Me siento como una mierda.
 
Lunes, 16 de Agosto. Madrugada. Diario de Cristina
 
¡HIJO DE PUTAAAAAA! ¡LO HA VUELTO A HACER! ¡PERO CUANTAS VECES VOY A PERMITIR QUE ME HUMILLE ESTE NIÑATO!
¿Qué pasa conmigo? ¿Dónde está Cristina? ¿Quién es esta estúpida zorra que me mira llorosa desde el espejo, que está demasiado alterada para poder dormir, que tiene que ponerse a volcar su ira en su diario para no empezar a pegar gritos?
¿Quién es esta extraña?
Joder, qué asco me doy. A lo que he quedado reducida…
No lo entiendo, ¿por qué me rechaza una y otra vez? ¿Y por qué le permito que lo haga?
……………………….
Después de lo sucedido por la tarde, no me he animado a bajar a cenar. Mamá ha subido a hablar conmigo y le he dicho que no estaba bien, que me iba a venir la regla, así que no me ha importunado y me ha dejado descansar.
Pero yo no he hecho otra cosa que pensar en Francisco.
¿Por qué me tiene así? ¡Si es un pringado! ¿Será porque quiero lo que no puedo tener? ¿Me interesa únicamente porque se me resiste? ¿Tan superficial soy?
Probablemente sí.
Cuando no he podido más, he tenido que salir del cuarto para ir al baño a mear y claro, con mi puta suerte, he tenido que encontrarme con él. No he podido aguantarme y le he susurrado en voz baja que es un cabrón y que espero que se muera. Me ha mirado con cara de cachorrillo herido, pero no me he dejado conmover.
Le he dicho que era un mierda y que ni siquiera tenía cojones para cumplir su palabra. No sé qué coño más le he dicho antes de encerrarme en el baño. Estaba que hervía de rabia. Pero me sentía contenta, pues prefería con mucho hervir de rabia… a hervir por lo otro…
Me he acostado temprano, agotada, pero ni aún así he logrado dormir, pues, en cuanto cerraba los ojos, veía el rostro de Francisco, sentía su aliento entre mis piernas, la dureza de su polla entre mis dedos…
No podía más, estaba de nuevo caliente al máximo. Enfadada conmigo misma, he rebuscado en el cajón y he sacado mi consolador. Me he quitado las bragas limpias que me había puesto tras mi humillante sesión con mi primo y las he tirado al suelo con rabia. He empezado a juguetear en mi coño con el juguete, acariciando los labios, para excitarme, pero era innecesario, pues ya estaba a mil.
Lentamente, me lo he metido en el coño, provocándome un suspiro de placer. Deleitándome con su dureza, lo ha sacado muy despacio y he empezado a acariciarme el clítoris con él, encendiéndolo para que las vibraciones del motorcillo enviaran oleadas de placer a mi cerebro.
Entonces me he dado cuenta de que no estaba sola. Asustada, he encendido la luz de la mesilla y me he encontrado con Francisco, que me miraba extasiado de pié junto a mi cama. No sabía cuánto rato llevaba allí.
Debería haberle gritado, haberle estampado el consolador en la cabeza, haber despertado a todos los demás acusándole de haberse colado en mi cuarto, mi venganza estaba allí, al alcance de mi mano… podría haberle humillado para siempre….
Pero lo único que sentía era felicidad porque él estuviera allí, a mi lado.
Excitada a más no poder, no le he dicho nada, simplemente he mirado su rostro, gozando enormemente por la expresión de lujuria que mostraba, sabedora de que él me deseaba tanto como yo a él.
He seguido masturbándome lentamente, sin dejar de mirarle, exhibiéndome para él, demostrándole que era completamente suya…
Francisco se ha quitado entonces la camiseta, permitiéndome deleitarme con su torso desnudo, con el bien moldeado cuerpo que me tenía robado el sueño.
Pero mi mirada se ha detenido sólo un instante en su cuerpo, pues enseguida he clavado los ojos en su entrepierna, donde un tremendo bulto amenazaba con hacer estallar en cualquier momento sus slips… Qué cachonda me he puesto.
Con un gesto de la mano, le he indicado que se sentara el colchón, a mi lado. Para mi infinita alegría, no ha dudado ni un momento y se ha sentado junto a mí. Con dulzura, ha acariciado mi rostro con sus dedos, y yo los he besado, lamido con cariño mientras él seguía acariciándome.
Ya no podía más, así que he agarrado esa mano con las mías, y muy lentamente, la he llevado hacia abajo, entre mis piernas, para que él continuara con el trabajo que estaba haciendo yo segundos antes.
 

No se ha resistido en absoluto, se ha dejado conducir hasta mi coño y cuando sus dedos han tocado por fin mi piel… UFFFFFFFFF. Me he corrido instantáneamente, ha sido increíble.

Él me miraba confundido, sin saber muy bien lo que acababa de pasar, lo que me ha hecho mucha gracia. Más calmada, he decidido explicarle que acababa de experimentar un fuerte orgasmo, pero en vez de hacerlo con palabras… he pensado en ponerle un ejemplo.
Por segunda vez mi mano ha aferrado con fuerza su magnífica hombría, lo que le ha hecho gemir de placer. Pero esta vez no me he conformado con eso, así que, hábilmente, he sacado su dura polla del interior del slip, para poder tocarla, para poder acariciarla, para poder admirarla.
Joder qué polla tiene. Qué maravilla. Es perfecta. Las he visto más grandes, más gordas, más nervudas… Pero ninguna tan bonita. Si algún artista dibujara el paradigma de polla, el modelo perfecto… sería la suya. Todo es hermoso, el tronco, el glande, los huevos…
“No digas que no cumplo mi palabra” me ha susurrado entonces, haciéndome reír por su inesperado sentido del humor.
Suavemente, he empezado a masturbarle, sintiendo como su verga se endurecía todavía más bajo mis caricias, sintiendo cómo su corazón latía en las venas del tronco. Gimiendo de placer, ha intentado echarse hacia atrás, sacando su propia mano de entre mis muslos, pero yo no lo he permitido, cerrando con fuerza las piernas e impidiéndole abandonar mi acogedora cueva. No le ha importado y, con bastante torpeza, ha empezado a explorar la zona, aunque hasta esa misma torpeza me resultaba excitante.
En cambio yo, que tengo mucha más experiencia acariciando rabos, enseguida he encontrado el ritmo que más satisfacía a mi primo. En voz baja, el pobre gemía y gruñía excitado, haciéndome sonreír, mientras mi habilidosa manita se deslizaba cada vez más deprisa sobre su ardiente barra.
Y la botella se ha descorchado con un fuerte taponazo. Con un rugido, Francisco se ha corrido con ganas, disparando gruesos pegotes de leche a diestro y siniestro. Se ha manchado él, me ha manchado a mí, ha manchado las sábanas… No podía creer que tanto semen saliera de sus preciosas pelotas.
Y entonces se ha levantado de un salto de la cama, con la toda vía rezumante polla bamboleando entre las piernas.
Me ha preguntado si había oído un ruido y yo no sabía de qué cojones estaba hablando, exaltada por sentir cómo su caliente semilla se deslizaba por mi piel. Entonces ha farfullado no sé qué de su madre y, ante mi infinito horror, se ha largado del cuarto dejándome (una vez más) caliente como una brasa.
¡EL MUY CABRÓN!
Nunca, nunca, nunca antes ningún hombre había conseguido desesperarme de esa forma. Estaba otra vez al borde de las lágrimas. He estado tentada de salir detrás de él, de gritarle, de partirle la crisma con un palo…
Pero no lo he hecho. Simplemente he hundido el rostro en la almohada y me he desecho en lágrimas.
He seguido llorando durante una hora y sólo he conseguido calmarme masturbándome otra vez. Y después me he puesto a escribir.
Está acabando conmigo.
Lunes, 16 de Agosto. Madrugada. Diario de Francisco
He tenido una epifanía. Me siento mucho mejor. No entiendo cómo no me di cuenta antes.
Ya comprendo lo que me pasa. He estado horas encerrado en mi cuarto, dándole vueltas a la cabeza.
Cuando mamá ha vuelto de la ciudad, me he obligado a salir a recibirles, pues era mejor aparentar normalidad para ahorrarme sus preguntas. Tía Noemí ha subido a hablar con Cristina y ha bajado diciendo que no se encontraba bien.
La cena ha sido tranquila, yo apenas prestaba atención a lo que decían, rememorando una y otra vez lo que había sucedido por la tarde, martirizándome por lo pecaminoso de mi conducta.
Entonces el tío Raúl ha dicho una cosa. Me he quedado anonadado tras escucharle, me ha parecido escuchar un “clic” cuando las piezas han encajado en su sitio…
El tío ha dicho que supo que estaba enamorado de su mujer cuando se dio cuenta de lo mucho que se cabreaba con ella… Enamorado…
¡Eso es! ¡Eso es lo que me pasa!¡No es que sea un pervertido enfermizo! ¡Amo a Cristina!
Con el corazón a mil por hora, me he despedido de ellos tras la cena y les he dejado con su charla. Quería hablar con Cristina, pero aún no me atrevía, quería analizar en profundidad mis sentimientos.
Me he encerrado en mi cuarto y he recordado uno a uno todos los instantes que he pasado con ella y me he dado cuenta de que es verdad: ya no siento por ella lo mismo que el día que la vi por primera vez… la quiero.
¡LA QUIERO! Un inmenso júbilo se apoderó de mí. Por fin entendía lo que me pasaba. La deseo, por supuesto que sí y eso es pecado, pero si siento amor por ella… No es tan grave, como dice el padre Rafael. Además, con una dispensa papal, los primos pueden casarse, al fin y al cabo, el rey está casado con su prima Sofía…
Estaba deseando ir a hablar con Cristina, confesarle mi amor… pero no podía con los mayores levantados, así que he esperado a la madrugada…
Y he vuelto a chocar con la cruda realidad. Cuando he entrado sigilosamente en el cuarto, me he encontrado con Cristina haciendo cosas sucias… las mismas que hago yo, aunque ella usa un juguetito que zumba…
Dios mío, ha sido verla y me he olvidado de todo lo que quería decirle, el deseo y la lujuria se han apoderado de mí…
Pero ya no me importa tanto, porque la quiero… así que me he dejado llevar…
Qué noche tan maravillosa. Por primera vez la he tocado, he acariciado su intimidad… No puedo describirlo con palabras, las sensaciones, el calor, la humedad… en cuanto la he rozado, ella se ha estremecido y se ha agitado con violencia. Creo que ha experimentado un orgasmo, así, sólo con tocarla suavemente. Si esa no es señal de que siente algo por mí…
Y cuando me ha tocado ella… Ya no he sentido miedo, ni vergüenza, sólo deseo, ganas de más… Nunca había estado tan excitado.
Hoy me he corrido (se me está pegando su lenguaje soez) no sé cuantas veces, pero aún así, al hacerlo entre sus dedos… el éxtasis…
Pero entonces se ha estropeado todo. No he podido evitarlo, he gritado mientras eyaculaba… Y estoy seguro de haber escuchado una puerta que se abría en el piso de abajo.
Me ha entrado el pánico. Si mamá me pilla desnudo en el cuarto de Cristina, me mata seguro. No me dejaría explicarle que la amo, me mataría y punto. Así que he huido como un cobarde.
Espero poder explicárselo todo mañana a Cristina.
 
Martes, 17 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina
 
No he dormido nada esta noche. Estoy hasta las narices de esta situación. Hay que ponerle final a esto.
Como estoy muy cansada, le he dicho a mamá que sigo fastidiada por la regla, para que me dejen en paz. Pero mañana hablaré con ella y le suplicaré que me dejen marcharme a Madrid. Si hace falta, le contaré alguna de las cosas que han pasado con Francisco. Seguro que así me deja.
No quiero ni verle. Me quedaré aquí encerrada todo el día.
Y para más jodienda, la luz ha vuelto a irse.
Martes, 17 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco
Llevo todo el día tratando de hablar con Cristina, pero no quiere verme. Su madre nos ha dicho que no se encuentra bien, aunque yo he intentado escabullirme al piso de arriba para hablar con ella.
Me ha mandado a la mierda y no me ha abierto. Me hubiera declarado allí mismo, a través de la puerta, pero tía Noemí ha subido a ver a su hija y he tenido que refugiarme en mi cuarto.
Esta noche lo intentaré otra vez.
 
Martes, 17 de Agosto. Noche. Diario de Cristina
Estoy atónita. No me creo lo que acaba de pasar. Estoy demasiado nerviosa para escribir, el corazón me late tan fuerte que creo que va a darme un infarto.
Espero que venga, que sea verdad… A pesar de todas las tonterías que me ha dicho. Dios, cuánto le deseo…

Miércoles 18 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco

Creo que nunca antes he sido tan feliz. Anoche pasé los momentos más extraordinarios de mi vida, no he querido esperar más para escribir en mi diario, deseo que todos esos preciosos instantes estén frescos en mi memoria para plasmarlo todo fielmente. Sé que en el futuro releeré estas líneas una y otra vez…

Dios mío, qué día el de ayer. Me pasé toda la mañana agobiado, tratando de hablar con Cristina, de explicarme… pero ella me rechazaba continuamente.
No quiso que diéramos clase y se pasó el día encerrada en su cuarto, sin bajar ni siquiera a almorzar.
Por fortuna mi tía, creo que un poco preocupada por ella, la ha obligado a bajar para la cena.
Cuando la he visto, el corazón me ha dado un vuelco. Estaba preciosa, con un vaporoso vestido veraniego, con finos tirantes blancos, que resaltaban la hermosura de su morena piel y con una falda a medio muslo… que me volvía a provocar malos pensamientos…
Sin embargo, ella me ha dirigido una única mirada tan cargada de odio que me ha estremecido y se ha sentado a la mesa sin dirigirme la palabra. Tenía que hablar con ella como fuera.
La cena fue bien, con mamá y la tía cotorreando sobre lo bien que lo habían pasado de compras en la ciudad mientras papá y el tío ponían los ojos en blanco.
Pero Cristina ha seguido ignorándome y no me ha mirado ni una sola vez. Me dolía el corazón.
Tras la cena, han vuelto a arrastrarnos a una partida de cartas, pero Cristina ha dicho que no le apetecía y ha salido de la casa. Yo me moría de ganas por seguirla, pero sin duda habría hecho recelar a mamá, así que he aguardado un rato.
En cuanto he podido, me he disculpado y he salido a la noche estrellada en su busca. No había ido muy lejos. Estaba sentada con aire melancólico en uno de los columpios, balanceándose suavemente con la mirada perdida.
Me ha conmovido lo bella que estaba, bañada por la luz de la luna, pero también me ha dado pena, pues tenía un aspecto muy triste.
Cuando me ha escuchado acercarme, ha alzado la mirada y me ha visto, brillándole de nuevo la ira en los ojos. Parecía estar a punto de largarse de allí, pero le he rogado que no lo hiciera, pues quería hablar con ella.
Me he sentado en el columpio de al lado y he empezado a balancearme también. Y se lo he soltado todo.
A medida que le abría mi corazón, ella me miraba con expresión cada vez más atónita, sin decir nada. Yo pensaba que la estaba dejando sin palabras, emocionada por saber por fin mis sentimientos… Pero lo que ha hecho es echarse a reír.
“Madre mía, Francisco…Estás loco… Ja, ja, ha bastado que una chica te toque un poco la polla para que te ”enamores”, ja, ja… menudo pardillo estás hecho”
Sus palabras se me han clavado como puñales. Me he enfadado, me he puesto en pié de un salto y me he colocado frente a ella, deteniendo su balanceo sujetando las cadenas del columpio con las manos, mirándola a los ojos con intensidad.
“Te digo que estoy enamorado de ti” he insistido, sintiendo que algo se desgarraba en mi interior.
“Eres imbécil” me ha dicho ella, desesperándome.
Enojado, me he apartado de ella un paso, dándole la espalda. No podía ni mirarla. Era un demonio, un súcubo enviado para torturarme. Yo le entregaba mi corazón y ella… lo pisoteaba.
“Lo que sientes es simple deseo, lujuria… te pones cachondo porque te gusto, porque me deseas, a pesar de todos tus santos, tus rezos y de esa madre que tienes. No estás enamorado de mí. Lo único que quieres es follarme”
“¡TE EQUIVOCAS!” le he espetado dándome la vuelta con rabia.
“¿En serio?” ha dicho ella con esa voz seductora que tiene, la que me atormenta en mis sueños.
Muy lentamente, ha empezado a columpiarse de nuevo frente a mí, incrementando poco a poco el ritmo. Yo no entendía qué estaba haciendo, hasta que he visto cómo la falda de su vestido iba subiéndose en cada vaivén, revelando cada vez más la exquisita piel de sus torneados muslos.
No he podido evitarlo, como siempre, en cuanto la diablesa me tienta, sucumbo sin remedio. Me he quedado anonadado, la boca seca por completo, casi sin respirar, mirando cómo aquella falda se subía poco a poco, permitiéndome ver cada vez un poquito más…
Y ella, la malvada diablesa, disfrutaba lo indecible de tenerme atrapado en sus redes. Libidinosamente, ha separado cada vez más los muslos, exhibiéndose impúdicamente, ofreciéndome el espectáculo de sus delicadas braguitas a la luz de la luna…
No he podido resistirlo. Con un gruñido animal, me he precipitado hacia ella y me he arrodillado frente al columpio. Agarrándolo con las manos, he detenido con brusquedad su vaivén, provocando que Cristina diera un gritito de sorpresa.
Como un animal en celo, he empezado a acariciar sus hermosas piernas, a besarlas, a acariciarlas, con el alma totalmente poseída por la lujuria. Y ella no me ha puesto freno, exaltada por mi total rendición, ha engarfiado sus dedos entre mis cabellos y ha estirado de ellos, jugando a apartar mi rostro de entre sus muslos, pero sin intención real de hacerlo…
Embrutecido, mis manos se han colado bajo su falda, deslizándose por sus muslos y sus caderas hasta aferrar el borde de sus braguitas. Con torpeza, he tironeado para lograr bajárselas y ella, riendo, me lo ha facilitado levantando unos centímetros el trasero del columpio, con lo que he podido librarla de la prenda.
No sé por qué lo he hecho, pero he sentido la necesidad de olerlas, así que lo he hecho sin pensármelo dos veces, enardeciéndome con el delicioso aroma que desprendían… el olor de Cristina.
Sin aguantar más, he vuelto a zambullirme bajo la falda de mi prima, mientras ella daba grititos y se reía suavemente, lo que me embrutecía todavía más. Mis labios, ardientes, febriles, han buscado con ansia el secreto que se escondía entre sus piernas, deseando lamerlo, besarlo, morderlo… y ella me lo ha puesto muy fácil.
Escucharla gemir, suspirar, susurrar mi nombre me ha vuelto loco por completo. No sabía lo que estaba haciendo, sólo quería tocarla, besarla, hacerla mía…
Pero entonces se ha estropeado todo. Bruscamente, Cristina me ha empujado con fuerza apartándome de si. Con la cabeza ida, he gruñido como un perro y he intentado retornar a debajo de su falda, pero entonces ella ha dicho algo de mi madre, lo que me ha hecho recuperar el sentido.
Como un resorte, me he levantado de un salto y, a indicación de mi prima, me he sentado en el columpio que había junto al suyo.
He visto entonces que mi madre había salido de la casa, buscándome. Que Dios me perdone, pero en ese momento creo que la he odiado un poco.
Deseando que nos dejara tranquilos, no he tenido más remedio que contestarle y ella ha caminado hacia nosotros.
De pronto, Cristina se ha agachado como un rayo y ha recogido algo del suelo: sus bragas, que reposaban allí donde yo las había tirado. No sabiendo donde meterlas, Cristina ha optado por levantarse, dejarlas sobre el columpio y volver a sentarse encima, cosa que ha hecho mientras se le escapaba una risita nerviosa. Yo también me he reído.
Por primera vez en mi vida, la presencia de mamá me ha resultado molesta. Estaba deseando que se largara y nos dejara tranquilos, pero ella insistía en que entráramos en casa, que ya era muy tarde y estaba empezando a hacer frío.
Como la conozco y sabía que no se iba a rendir, he claudicado y me he levantado para seguirla, procurando que el faldón de la camiseta ocultara el bulto de mi pantalón.
Mientras caminábamos hacia la casa en pos de mi madre, Cristina se acercó a mí y me susurró al oído: “Te espero más tarde en mi habitación” y, para sellar el pacto, deslizó en mi mano sus propias bragas empapadas en su aroma de mujer… No podía perderme esa cita.
No sé cuánto rato he estado encerrado en mi cuarto, esperando a que todo el mundo se acostara y el silencio se adueñara de mi casa, pero a mí me parecieron horas. Sentía miedo, ansiedad, deseo, nervios… todo a la vez. He resistido la tentación de masturbarme, lo que me ha costado un mundo, pues no he dejado de oler el aroma a mujer que desprendía la prenda que Cristina me había entregado.
Cuando por fin ha quedado todo en calma, me he armado de valor y he salido de mi cuarto. Tras detenerme unos segundos para ver si percibía algún ruido, he caminado sigilosamente hasta el dormitorio de Cristina.
He llamado suavemente a la puerta y cuando he escuchado su dulce voz preguntando que quien era, el corazón me ha dado un vuelco por la emoción. En voz baja, he respondido que era yo y entonces, la puerta se ha abierto muy lentamente.
Me he quedado petrificado. Mi prima me ha abierto completamente desnuda.
 

Qué belleza, qué hermosura, reniego de mí mismo por haber dicho que era un demonio… nada tan hermoso puede ser maligno… es un ángel…

Me he quedado anonadado, deleitándome con su belleza, recorriendo cada centímetro de su piel. Fue la primera vez que veía sus senos desnudos y me han parecido bellos, incitantes, plenos… y los pezones… Uffff, los pezones… me han vuelto loco, duros enhiestos, apuntando hacia mí.
No he podido más. Me he precipitado hacia delante y la he estrechado entre mis brazos, apretando su cuerpo contra el mío. Mis labios han buscado con ansia los suyos y ella ha respondido con idéntica pasión. Nuestro primer beso. Me ha sorprendido un poco cuando su lengua se ha deslizado en mi boca, buscando la mía, pero en cuanto han empezado a bailar la una con la otra, he notado que mi excitación crecía si es que eso era posible.
Mi erección se apretaba contra su cadera y ella, percibiéndolo, movió la cintura suavemente, frotándola contra sí, volviéndome loco…
Sin dejar de besarnos, he cerrado la puerta y he penetrado en la habitación, acariciando y tocando su exquisito cuerpo. Sin poder evitarlo, nos hemos derrumbado sobre la cama, que ha protestado con un chirrido estruendoso.
¡Mierda! ¡No podía ser! ¡La puta cama chirriaba como un maldito tren!. Sé que está feo decir palabrotas, pero fue eso lo que pensé.
Pero, a esas alturas, nada iba a detenerme. Asiéndola de la mano, he incorporado a Cristina y, agarrando el colchón, lo he arrastrado hasta el suelo. Ella ha comprendido enseguida mis intenciones y me ha dirigido una sonrisa encantadora que me ha hecho estremecer. En cuanto he acabado, se ha precipitado de nuevo entre mis brazos y ha vuelto a besarme, volviéndome loco de deseo.
Suavemente, Cristina ha ido empujándome hasta lograr que me dejara caer en el colchón. En cuanto he estado a su merced, me ha obligado a tumbarme, me ha quitado la camiseta y ha empezado a devorarme por completo.
Oh Dios, qué dulce placer… sentir sus labios recorriendo mi cuerpo, besando y lamiendo mi piel, su lengua jugueteando en mis pezones… me he sentido enloquecer.
Y cuando su mano se ha deslizado por la cinturilla de mi pantalón y ha vuelto a aferrar mi pene… uf, estaba ardiendo, no podía más.
Bruscamente, me he incorporado y la he obligado a tumbarse. Ella me ha mirado un tanto sorprendida, supongo que poco acostumbrada a que me comporte así. Loco de deseo, le he devuelto hasta la última de las caricias, besando y lamiendo cada centímetro de su piel… Y sus senos… Dios misericordioso, si esto es pecado… por qué hiciste que fuera tan bueno… Cuando he deslizado su pezón entre mis labios, cuando lo he lamido sintiendo su extraordinaria dureza, su exquisito sabor… Cristina gemía entregada, abrazándome, estrechándome contra sí…
He bajado, he vuelto a besarla entre los muslos, sintiendo el calor que emana de su interior, la promesa del éxtasis…
Ya no podía más… y ella tampoco.
“Ven a mí. Fóllame” me ha susurrado, con toda la lujuria del mundo acumulada en la mirada.
No necesitaba más, estaba deseándolo. Me he situado entre sus piernas abiertas, sabiendo instintivamente lo que tenía que hacer, pero sin la experiencia necesaria para ello. No ha importado, Cristina ha guiado mis pasos. Con mano experta, me ha atraído hacia sí y ha colocado mi pene en la posición correcta.
A una indicación suya, he adelantado las caderas, hundiéndome en ella, fundiéndonos en un solo ser…
No tengo palabras, cómo describir el paraíso… el calor, el placer, el deseo… Me he sentido morir…
Cristina ha vuelto a besarme, animándome a moverme y yo lo he hecho, sin saber muy bien cómo hacerlo, dejándome llevar por el instinto. Ella me ha guiado, acomodando mi ritmo, susurrándome, enardeciéndome… haciéndome feliz.
Y ella también disfrutaba, me daba cuenta de ello. Sus ojos brillaban, su rostro estaba encendido, las mejillas sonrosadas, la respiración agitada… Me ha susurrado que la follara, que le diera con todo, que se la metiera hasta el fondo y hasta esas obscenidades han hecho que me excitara más.
Entonces ella ha entrelazado las piernas a mi espalda, atrayéndome hacia si, abrazándome con fiereza, asfixiándome, uniéndonos por completo…
De repente, su cuerpo se ha puesto tenso y ha empezado a balbucear cosas extrañas. Me ha empujado, apartándome de ella, mientras su rostro adoptaba una expresión que hasta me ha asustado un poco. Entonces, supongo que para ahogar sus propios gritos, se ha mordido con saña un nudillo, mientras sus caderas no dejaban de dar pequeños espasmos bajo mi cuerpo.
La he mirado preocupado, preguntándole si se encontraba bien. Durante unos segundos, no ha podido responderme, apretando los labios para ahogar los gemidos que pugnaban por salir, asintiendo con la cabeza para tranquilizarme.
Entonces, ha empezado a repetir una y otra vez: “No puedo creerlo, es imposible, no puede ser” tantas veces que creí que se había vuelto loca.
He intentado hablarle, pero ella ha puesto un dedo en mis labios impidiéndome hablar. Por fin, se ha repuesto un poco y ha acercado mi rostro al suyo, para volver a besarme con infinita pasión.
Enardecido y con mi aún enhiesto pene clavado en su interior, he tratado de volver a moverme, de tratar de volver a follarla, pero ella me ha parado.
“No, no, espera, aún me estoy recuperando, dame un segundo” gimoteaba.
Yo no sabía lo que quería decir, mi deseo era continuar, regresar al paraíso, pero ella me ha obligado a salir de su interior, derrumbándome a su lado en el colchón.
“Increíble, increíble” repetía una y otra vez mientras su ardiente mano acariciaba mi pecho, deslizándose sobre mi sudor.
Entonces ella sí que ha hecho algo increíble. Arrodillándose a mi lado, se ha inclinado sobre mí y agarrando mi rezumante pene ha acercado la boca y ha empezado a chuparlo.
No podía creérmelo. Cuando he sentido el tacto de sus carnosos labios, de su caliente lengua sobre mi pene, he estado a punto de desmayarme. Era increíble, qué placer… sus manos, inquietas, jugueteaban en mi escroto, acariciando mis testículos mientras su cálida boca se hacía cargo de mi verga (así es como la llamaba ella).
Aunque parecía imposible, se me ha puesto todavía más dura y esta vez he sido yo el que ha tenido que morderse la mano para no empezar a aullar.
Entonces se ha detenido, yo he abierto los ojos y la he mirado, preparándome para protestar, pero ella no me ha dado ocasión, subiéndose a horcajadas sobre mí. Con libidinosa cadencia, ha empezado a deslizar sus caderas sobre mí, frotando con lujuria su ardiente gruta sobre mi pene. Yo le he suplicado, le he dicho que no podía más… y ella ha sonreído.
Agarrando mi polla, ha vuelto a ubicarla en su entrada y, lentamente, ha ido deslizándola en su interior hasta quedar sentada sobre mí, con mi verga clavada hasta el fondo.
Entonces ha cerrado los ojos y con un ritmo in crescendo, ha empezado a bailar con sus caderas agitándose sobre mí, llevándome a nuevos niveles de placer indescriptible.
A medida que se excitaba, se movía cada vez más rápido, hasta acabar de veras pegando botes sobre mí. Sus pechos bamboleaban enloquecidos de un lado a otro, lo que me ha encantado, así que he estirado las manos para atraparlos y acariciarlos con pasión.
De repente, ella ha empezado a farfullar de nuevo y esta vez ha ahogado sus gemidos enterrando el rostro en la almohada, que andaba por allí tirada. Me ha parecido que gritaba.
Pero yo no podía más, sentía que iba a explotar. Cristina lo ha notado y, apartándose de mí, ha sacado mi pene de su gruta justo en el instante en que eyaculaba. Enloquecida por el placer, me he ordenado que me corriera sobre ella y yo, medio loco, lo he hecho sin pensar.
Me la he agarrado y he descargado mi semen sobre su pecho, mientras ella lo extendía usando las manos, mezclando mi simiente con su sudor.
Agotada, se ha derrumbado sobre mí jadeando, mientras de mi pene brotaban las últimas descargas de mi orgasmo. Amándola intensamente, he acariciado sus cabellos durante un buen rato, mientras nuestras respiraciones iban serenándose.
Por primera vez en mi vida, me he sentido completamente feliz.
Al poco rato, ella se ha dormido abrazada a mí, con su linda cabecita reposando sobre mi pecho. He besado su cabello y, estirando la mano, he apagado la luz.
Gracias le doy a Dios por haberme despertado temprano esta mañana. Dándole un ligero beso en la mejilla, he salido de su dormitorio para refugiarme en el mío.
Me he duchado y he metido la ropa en la lavadora, bajando el primero a desayunar. Luego he subido a hablar con Cristina, pero, como seguía dormida, me he puesto a escribir.
La mejor noche de mi vida.
 
Miércoles 18 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
 
¡Ah, por fin estoy en paz conmigo misma! ¡Ja, ja, ya está mamá encima de papá y las cosas vuelven a ser como deben ser!
Lo hice. Me lo he follado. Y aunque me duela reconocerlo… ha sido el polvo de mi vida.
Todavía estoy flipando, anoche terminé hecha cisco. Me he despertado casi a la hora de comer y eso porque mamá ha venido a aporrear la puerta.
He tardado unos momentos en comprender dónde estaba y en recordar lo que había pasado. Como he podido, me las he apañado para volver a subir el colchón a la cama y le he abierto. Menos mal que no ha entrado, pues el cuarto olía a sexo que tiraba de espaldas.
Qué día el de ayer, mejor dicho… ¡qué noche! ¡Quien me iba a decir a mí que iba a terminar así!
Por la noche mamá me obligó a bajar a cenar, después de pasarme todo el día encerrada, rumiando y echando pestes de Francisco. Para no cabrearla, pues quería pedirle que me dejara volverme a Madrid, me he vestido y he bajado.
Me he puesto el vestido corto, el ligerito, que sé que me queda de muerte. Quería torturar a Francisco, que viera una vez más lo que se perdía por gilipollas… Y deseando sentir su mirada fija en mí.
En cuanto he podido, me he escaqueado, saliendo a dar un paseo. Como no se veía muy bien y no quería partirme un tobillo caminando a oscuras por el campo, he acabado sentada en los columpios, sintiéndome desgraciada.
Entonces ha aparecido él y mi primer impulso ha sido mandarle a la mierda. Qué mentirosa soy, en cuanto le he visto aparecer… me he sentido mejor.
Y entonces ha sucedido lo increíble… ¡SE ME HA DECLARADO! No podía creerlo, mi primo dice que se ha enamorado de mí… Ja, ja, ja… ¡Será pringado! El muy capullo confunde un simple encoñamiento con la primera chica que le ha hecho “cositas” con el amor de verdad… Ja, ja… Y me preguntaba A MÍ, si yo sentía lo mismo. Y claro, he tenido que reírme, menuda locura, enamorarme yo de él…
Entonces, ¿por qué se me ha estremecido el corazón?
Joder, madre mía, qué nerviosa me he puesto. No sabía qué decirle, cómo reaccionar… me he burlado de él para que no se diera cuenta de que estaba turbada. Se ha enfadado, creí que iba a marcharse, pero yo no quería que se fuera, quería gritarle que volviera…
Así que he hecho lo de siempre, lo que invariablemente me ha funcionado con los tíos… seducirle.
Le he enseñado las bragas desde el columpio, abriéndome de piernas, enardeciéndole, consiguiendo que dejara de hablar, de pensar, para así no tener que hablar ni pensar yo misma. Casi me caigo del columpio cuando se ha abalanzado sobre mí como un animal, asustada y jubilosa por haber logrado mi objetivo.
Se ha metido con rapidez bajo mi falda, besándome, acariciándome, volviéndome loca de deseo. Me ha quitado las bragas y ha empezado a sobarme el coño, sus labios me han besado en mi intimidad, me ha acariciado por todas partes, logrando que me sintiera feliz por primera vez en mucho tiempo.
Hasta que ha aparecido la perra de su madre.
Que poco faltó. Casi nos pilla. Si no llego a ver por el rabillo del ojo la luz que salía de la casa cuando abrió la puerta… hubiera trincado a si hijito bajo mi falda, comiéndoselo todo, todito, ja, ja.
La hubiera matado de buena gana.
Y lo mejor es que casi dejo las bragas por allí tiradas. Las he escondido bajo mi culo y he logrado que Francisco se sentara a mi lado. El pobre no quería salir de debajo de mi ropa… seguro que estaba calentito allí dentro, el pobre.
No podía más. Le he invitado a mi cuarto… “Como no venga, esta vez juro que le mato”, pensé mientras subía a mi dormitorio.
Pero ha venido. Esta vez sí.
Le he recibido desnuda y me ha encantado ver el efecto que mi cuerpo produce en él. Su mirada, admirándome y deseándome, me ha calentado más que cualquier novio que haya tenido antes.
Joder, qué me pasa… Si es sólo el meapilas…
 

No. Nunca más el meapilas. La meapilas soy yo. Y la gilipollas. Él es Francisco.

Nos hemos besado, nos hemos devorado… Como la cama hacía un ruido de mil demonios, Francisco ha arrojado el colchón al suelo. Lo he tirado encima, le he arrancado la camiseta, he chupado hasta el último centímetro de su piel…
Bueno, toda no y he de decir que no por falta de ganas. Estaba deseando chuparle la polla, sentir su dureza entre mis labios… pero ya no podía más, le necesitaba dentro…
Le he pedido que me folle y él ha obedecido. Me ha hecho gracia ver su torpeza, su inexperiencia, pero no me he burlado, simplemente le he indicado lo que debía hacer…

Y qué bien lo ha hecho. Cuando me la ha metido… casi me corro. He tenido que apretar los dientes, encoger los dedos de los pies, clavar las uñas en el colchón… No, no quería correrme antes que él, cómo iba a lograr ese niñato inexperto hacer que me corriera sólo con metérmela, era imposible…

Y una mierda imposible. Me he corrido como una burra a los dos minutos… Y nunca antes había tenido un orgasmo así.
Quería gritar, aullar, que el mundo entero se enterase del placer que estaba sintiendo. Pero la pizquita de sentido común que me quedaba me ha obligado a ahogar mis gritos como he podido. Creo que me he mordido una mano. Bueno, creo no, qué demonios, ahora mismo estoy viendo las marcas de mis dientes en el dedo índice. Cómo me puse de cachonda…
Y el muy cabrito quería seguir. Yo acababa de pegarme la corrida de mi vida, tenía el coño destrozado, hipersensible, todavía vibrando como la cuerda de un arpa… y el quería seguir pegándome pollazos.
Como he podido, he logrado que la sacara, aunque no le ha gustado mucho. Con miedo a que se enfadara, he empezado a acariciarle y he acabado chupándosela, lo que le ha encantado. ¿Y a qué tío no? Seguro que no se ha acordado de rezar en ese momento, je, je…
Lo extraño ha sido lo mío. Mi intención era hacer que se corriera, que se derramara en mi boca para darme tiempo a recuperarme… Pero en cuanto la he tenido entre mis labios, paladeando su sabor y el mío… he deseado sentirla de nuevo en mi interior.
Así que le he cabalgado a lo bestia. Y me he corrido de nuevo.
Por fortuna, él también ha estallado y menos mal que lo ha hecho, pues si un niñato inexperto logra en su primera vez que me corra dos veces sin hacerlo él… se habría hundido mi reputación, ja, ja…
Normalmente no me gusta que los tíos se me corran encima, pero esta noche no era yo, estaba medio loca, así que le he pedido que vaciara sus pelotas en mi pecho… El pobre ha obedecido, quemando mi piel con su ardiente semen.
Y ya no he podido más. Toda la tensión, todo el agotamiento de esta última semana, todo el placer recibido esta noche, me han golpeado a la vez y me han dejado sin fuerzas.
Me he derrumbado sobre él, derrotada, y me he quedado dormida sintiendo su mano acariciándome el pelo con cariño…
¿Será verdad que se ha enamorado de mí? ¿Y por qué le simple idea de que así sea hace que el corazón me lata con más fuerza?
No quiero saberlo…
Miércoles 18 de Agosto. Noche. Diario de Francisco
Soy feliz.
Miércoles 18 de Agosto. Noche. Diario de Cristina
 
La cosa está volviendo a descontrolarse. Pero no por lo mismo de antes.
Me siento confusa, no sé qué me pasa.
Durante el almuerzo, Francisco se ha sentado a mi lado, charlando amigablemente conmigo. Se le ve más apuesto, más masculino, ¿o serán imaginaciones mías?
Mientras comíamos, ha metido la mano bajo la mesa. Yo pensé que iba a meterme mano y he sonreído para mis adentros, pensando que había creado un monstruo, pero lo que ha hecho ha sido entrelazar sus dedos con los míos, uniendo nuestras manos… Y yo no me he soltado.
¡Joder! ¿Qué me pasa? ¡Yo no soy así! ¡No soy ninguna boba romanticona a la que le gusta andar cogidita de la mano con su novio! ¿Pero qué cojones digo, qué es eso de novio? ¡Me estoy volviendo loca!
No seas estúpida, Cristina, en todo lo que ha pasado ha influido lo necesitada de sexo que estabas. Tenías las hormonas alborotadas con todo lo sucedido, lo de la discoteca, los jueguecitos, la piscina… Pero ya deberías estar satisfecha. Reconoce que el polvo de anoche fue el mejor de tu vida, fóllatelo unas cuantas veces más este verano y a otra cosa mariposa, como haces siempre. Sí, eso voy a hacer.
Entonces… ¿Por qué no puedo dejar de pensar en él?
Esta tarde ha vuelto a darme clase. Y nada, ni un comentario, ni un besito, ni un roce sutil… He empezado a cabrearme, a pensar que el muy cabrito se había reído de mí, que todo había sido parte de un plan para follarme y que una vez que había logrado meterse en mis bragas, pasaba de mí.
Pero no, no es así. Cuando se daba cuenta de que yo estaba mirándole, me sonreía… y yo me derretía.
¡Jodeeeeeeer! ¡Quiero que me folleeeeeee!
Jueves 19 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina
 
No puedo creerlo. El muy cabrón no vino anoche. ¿A qué está jugando?
Voy a matarle.
Jueves 19 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
 
Otra vez estoy alucinada. Mi capacidad de asombro con este chico no disminuye.
He ido a la piscina y allí estaba el angelito, bañándose tranquilamente, con cara de no haber roto un plato en mi vida.
Tratando de conservar la dignidad, me he metido con él, aguantándome las ganas de tortearle y sintiendo la mirada escrutadora de tía Lara clavada en mí.
Le he dicho que era un cabrón, que por qué no había venido la noche anterior a mi cuarto. Y él, con toda la naturalidad del mundo, me ha dicho que porque yo no se lo había pedido.
Me he quedado estupefacta. ¿Qué se creía aquel niñato, que iba a andar detrás de él suplicándole que me folle?
 

Estaba a punto de ponerme a gritarle cuando ha empezado a explicarse. Me ha dicho que me quiere, que está enamorado de mí y que, precisamente por eso, me respeta. Como yo no le dije nada y no hice ninguna indicación al respecto, no vino a mi cuarto, aunque se moría de ganas por hacerlo.

Me dijo que quería portarse bien, “tratarme como una reina”, para que yo también acabara enamorándome de él. Y cuando eso sucediera, hablaría con mis padres para pedirle no sé qué al papa (al de Roma) para poder casarnos.
Ni un hilo de voz me salió. La mente se me quedó en blanco. Patidifusa.
Mira tú qué bien. Qué rico el muchacho. Qué bien pensadito lo tenía todo.
Sin saber qué decir, me he salido de la piscina y me he tumbado en la toalla. Como no quería que me siguiera, me he acercado a las dos viejas y me he puesto a charlar con ellas, lo que las ha sorprendido un poco.
El corazón me latía desbocado.
……………………
Después de comer, con las ideas más claras, me lo he llevado a dar un paseo, para poner las cosas en su sitio. He tratado de explicarle que lo que siente por mí es un simple encaprichamiento, que es sólo atracción física y nada más, que en cuanto esté con otras chicas, no volverá a pensar en mí.
Se ha detenido y aferrándome por los hombros, ha clavado sus ojos en los míos.
“Me da igual lo que digas. Te quiero. Y conseguiré que tú sientas lo mismo. No habrá otras chicas para mí” me ha espetado.
Las rodillas me temblaban, no sé cómo no me he caído.
He seguido insistiendo, le he dicho que somos primos, que no puede ser, que lo que tenemos que hacer es divertirnos los días que nos queden allí, que podemos ser amantes.
Le he indicado que, estando enrollados, no es preciso que espere a que sea yo siempre la que dé el primer paso, que hay ciertas cosas que se dan por supuestas, que si estamos manteniendo una relación física, cualquiera de los dos puede empezar el juego…
Entonces me he quedado callada, atónita. Básicamente, estaba pidiéndole que viniera a follarme siempre que le viniese en gana. En mi puta vida pensé que haría eso con un tío…
Jueves 19 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco
Cristina me ha dicho que no me quiere. No la creo, sé que siente algo por mí. La forma en que me mira…
Esta noche iré a su cuarto.
 
Viernes 20 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
Anoche volvió a mi cuarto. Y follamos como locos.
Yo no quería, me repetía a mí misma que había metido la pata en el paseo de por la tarde, que lo mejor era pasar de él, para quitarle poco a poco el encoñamiento.
Pero, en cuanto he oído que pegaban a la puerta, he abierto.
Me he resistido, lo juro. Le he dicho que era una locura, que debíamos terminar ya, que nos iban a pillar, que la cama hacía ruido y no quería volver a hacerlo en el suelo, como los perros. Todas las tonterías que se me han ocurrido han salido por mi boca, aunque creo que no se me entendía nada, pues la voz me temblaba. La voz y todo mi ser.
Francisco no ha dicho nada, mirándome desde el umbral de la habitación, desnudándome con la mirada. Me he reprochado mentalmente haberle recibido así, con la camiseta de algodón, llevando sólo las bragas debajo, sin sostén… con los pezones tan duros que me dolían al rozarse con la tela de la camiseta.
Ha entrado en la habitación, cerrando la puerta tras de sí, con mi corazón latiendo con fuerza. Ha acariciado mi mejilla, estremeciéndome y, cuando me ha besado, las rodillas han vuelto a fallarme.
Pero él no me ha dejado caer. Estrechándome entre sus brazos, besándome con pasión me ha apoyado contra la pared. Con mano firme ha elevado una de mis piernas, hasta que el muslo ha quedado junto a su cadera, acariciándolo y magreándolo a placer… y con nuestros sexos bien pegaditos, transmitiéndose su calor.
Qué cabrón, qué rápido aprende. Sabe truquitos nuevos. Con un suave movimiento de pelvis, ha frotado su erección contra mi chochito, calentándome, excitándome, haciéndome desear tenerle dentro…
No me ha hecho esperar, en menos de un segundo, sus shorts se han deslizado por sus piernas, quedando hechos un guiñapo a sus pies. Su pene, libre de su encierro, se ha apretado como una barra ardiendo contra mi vientre, donde ha empezado a frotarse de nuevo.
Yo estaba a mil, a punto de suplicarle que me follara y así lo habría hecho si sus labios hubiesen abandonado los míos un segundo, pero no fue así, por lo que sólo pude gemir y apretar mis caderas contra él.
Entonces ha apartado mis bragas a un lado, no me las ha bajado ni nada, sólo ha dejado al descubierto mi hirviente rajita. Se ha agarrado la polla y ha intentado metérmela, pero por desgracia, le falta todavía experiencia.
Así que le he ayudado, caliente a más no poder, he colocado su polla en la entrada de mi gruta y me la ha clavado hasta el fondo. ¡Qué placer! Para no gritar, me he metido su camiseta entre los dientes y he mordido con ganas. Deseaba hacérselo a él, pero, a saber qué habría dicho tía Lara al ver en la piscina a su hijito con un chupetón, ja, ja…
Dios, cómo me ha follado, allí contra la pared, sin desfallecer. Su verga se ha hundido una y otra vez dentro de mí, mientras yo estaba a punto de llorar de placer, gimiendo y jadeando, ahogando mis gritos mordiendo la maldita camiseta. Creo que la he roto.
He entrecruzado las piernas a su espalda, deseando que llegara lo más adentro posible, que me clavara en la pared.
Cómo he disfrutado, qué sexo tan increíble… si lo hubiese sabido antes, me lo hubiera follado el primer día, aunque hubiese sido en la mesa del salón, delante de todos…
“Fóllame”, le he susurrado al oído, mientras mis dedos se perdían entre sus cabellos, acariciándolo. Y él lo ha hecho.
Ya me da igual admitirlo, me he corrido por lo menos tres veces, allí contra la pared, follada como una perra.
Y cuando él se ha derramado en mi interior, inundándome con su calor, abrasándome por dentro… puro éxtasis.
Agotados, nos hemos dejado caer al suelo, quedando sentados jadeando el uno junto al otro, con la espalda apoyada en la pared.
He sentido perfectamente cómo su semen chorreaba brotando de mi coño, manchando el suelo. Me he dado cuenta de que debo de estar loca. Si me deja preñada nos matan a los dos.
Me ha dado igual.
Hemos dormido de nuevo juntos en la cama, abrazados.
……………………………..
Hoy he despertado antes que él, así que iba a espabilarle para que se fuera a su cuarto, pero no lo he hecho y me he quedado mirándole mientras dormía unos minutos antes de llamarle.
Me estoy volviendo loca.
Y tengo que comprar condones, me olvidé de traerlos de casa.
Y a éste no hay quien le pare…

Viernes 20 de Agosto. Tarde. Diario de Francisco

 
Estoy seguro de que siente algo por mí. Anoche volvimos a hacerlo en su cuarto. No pude resistirme y la tomé contra la pared. Fue increíble.
He dormido como un bebé con ella entre mis brazos.
…………
Cristina me dijo que no le importaba que yo tomara la iniciativa. Vamos a probar.
 
Sábado 21 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina
 
Tía Lara sospecha algo. Me echa unas miradas que…
Espero que sólo sea que no le gusta que su hijo pase tanto rato conmigo y que no sospeche que estamos liados.
Ayer no pudimos hacer nada de nada. Dimos clase y eso, pero tía Lara estaba sentada allí al lado, así que no pudimos darnos ni un beso.
Mierda, como si a mí me apeteciera besar a Francisco, lo que quiero es sólo sexo. ¿Verdad?
Voy a ir al pueblo
Sábado 21 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco
Me voy al pueblo con Cristina, los dos en la moto, pues queremos comprar unas cosas.
Mamá se ha enfadado, pero me da igual.
 
Sábado 21 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
Dios, he creado un monstruo. Hemos acabado follando entre unos árboles. Qué caliente me he puesto.
Francisco aprende demasiado deprisa. No le cuesta nada encender mi interruptor.
Hemos ido al pueblo en la moto y él ha conducido en la ida. Me he divertido un poco a su costa, frotándole las tetas en la espalda y haciéndole cosquillas, pero él se ha reído y no ha hecho nada.
Hemos comprado lo que mamá me ha encargado, unas cosillas que yo quería… y condones.
Francisco se ha puesto muy serio al verlos. Cuando hemos salido me ha dicho que la Iglesia no aprueba el uso del preservativo.
Yo me he reído y le he dicho que ni de coña pienso quedarme preñada, así que ya sabía, si quería seguir metiendo su palito en mi agujerito…
A la vuelta me ha pedido que condujera yo y ha aprovechado para vengarse de mis bromitas… vaya si lo ha hecho.
En cuanto salimos del pueblo, ha metido las manos bajo mi blusa y ha empezado a magrearme las tetas. Casi nos caemos de la moto. Entre risas, le he pedido que parara, pero lo que ha hecho ha sido apretar con ganas su entrepierna contra mi culo. Casi me tira por encima del manillar.
Y no ha parado, no, cuando he querido darme cuenta, había metido su mano en mis shorts y ha empezado a acariciarme el coño. Yo me resistía, le amenazaba entre risas… hasta que he empezado a ponerme cachonda.
Joder. He acabado aparcando en la cuneta. Me he dado la vuelta en el asiento y me he sentado en su regazo, hundiéndole la lengua hasta la tráquea, mientras él no paraba de meterme mano por todos lados.
Entonces ha pasado un coche, que nos ha saludado con el claxon, supongo que agradeciéndonos el espectáculo, así que nos hemos internado entre los árboles, empujando la moto.
Y allí, entre los almendros… Ha vuelto a follarme.
Loca de excitación, me he agachado frente a él y he empezado a chuparle la polla, para ponerle más a tono si es que era posible.
No aguantando más, yo misma le he puesto el condón y dándome la vuelta, me he apoyado en un árbol para que me tomara desde atrás.
Y él lo ha hecho. Esta vez no ha necesitado ayuda, me la ha clavado de un tirón y me ha follado con brío.
He vuelto a correrme. Joder, ni en mil años habría soñado tener un novio que logre provocarme un orgasmo cada vez que lo hacemos.
Pero qué digo, qué novio ni qué narices. Parezco gilipollas.
Mientras volvíamos, he notado que iba un poco serio. Le he preguntado qué le pasaba y me ha dicho que le había encantado hacerlo en esa postura, pues podía acariciarme los pechos mientras lo hacíamos, pero que lo del condón era una mierda, que seguro que era por eso que lo prohibía la Iglesia.
Casi nos estrellamos cuando he empezado a reírme.
Ay, Francisquito, quien te ha visto y quien te ve.
Domingo 22 de Agosto. Mañana. Diario de Francisco
 
Cristina me ha dicho que cree que mamá sospecha. Me ha dejado preocupado. Confío en que más adelante la convenceré de que Cristina es una buena chica y de que la amo, pero como nos pille haciéndolo… nos mata.
Tenemos que tener más cuidado.
 
Domingo 22 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
 
Se me ha ocurrido una idea. Podemos hacerlo en la casita que hay anexa, el antiguo establo, donde están los plomos de la casa.
Se me ocurrió anoche, pues la luz se fue otra vez y acompañé a papá para encenderlos. Es un sitio tranquilo, un poco apartado de la casa y hay acumulado en un rincón un buen montón de paja.
Ja, ja, podemos montarnos el numerito de Pedro y Heidi.
Se lo diré a Fran.
Domingo 22 de Agosto. Noche. Diario de Cristina
Qué bien nos lo hemos montado. Yo he dicho que me iba a dar un paseo y Francisco se ha metido a estudiar en su cuarto, así que tía Lara se ha quedado tranquila.
Me ha sorprendido lo ágil que es. Ha bajado de la ventana del primer piso como si nada. Ja, ja, con tal de echar un polvo, trepa como un mono.
Y vaya si hemos echado polvos en el pajar. Me pica todo el cuerpo, pero ha merecido la pena.
Voy a ducharme.
Lunes 23 de Agosto. Noche. Diario de Francisco
 
Últimamente ando excitado a todas horas. Parece que estemos compitiendo a ver quien pone al otro en el apuro más grande.
Si yo le meto mano mientras comemos, ella me soba la polla cuando estudiamos. Si le toco el culo en la piscina, ella me enseña las tetas… y todo con mi madre rondando.
Nos van a pillar.
Menos mal que hemos descubierto lo del pajar… Cuando me recluyo a estudiar, mamá no me molesta jamás, así que es bastante fácil escabullirme.
Volver no es tan sencillo, pues no puedo trepar hasta la primera planta desde fuera, pero con la ayuda de Cristi, me cuelo escaleras arriba sin problemas. O me planto en la cocina simulando haber bajado…
Mientras preparábamos la cena, le he magreado el culo a Cris, con mi madre a menos de un metro. Se ha puesto coloradísima. Me ha encantado.
A ver si esta noche puedo colarme en su cuarto.
 
 

Martes 24 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina

 
Mamá me ha dejado de piedra. Me ha preguntado que qué pensaba regalarle a Francisco por su cumpleaños.
¡Resulta que mañana cumple los 18! ¡Y no me lo había dicho!
Cuando le he visto, le he dado un buen coscorrón. Como me ha dado pena por la carita que se le ha quedado, le he metido la lengua hasta el fondo.
Ya sé lo que voy a regalarle… je, je.
Me voy disparada al pueblo.
Martes 24 de Agosto. Tarde. Diario de Cristina
 
Francisco quería venir conmigo, pero de eso nada. Le he dicho que teníamos que disimular, que su madre no nos quitaba ojo y le he convencido.
Pobrecito, qué carita se le ha quedado. Le compensaré luego.
Lo he comprado todo. Los dos regalos. El que voy a darle en la fiesta… y el otro.
Martes 24 de Agosto. Noche. Diario de Francisco
No aguanto más. Me voy a su cuarto. No lo hacemos desde ayer y encima, no me ha dejado acompañarla al pueblo después de haberme calentado dándome un morreo (y pegándome, que tendrá esta chica con los coscorrones).
Y si nos pillan… que nos pillen
 
Miércoles 25 de Agosto. Mañana. Diario de Cristina
 
¡Hoy es el cumple de Fran! Me he colado en su cuarto esta mañana a las seis. Estaba que me caía de sueño, pero aún así, le he despertado con una mamada.
Ha sido genial, cuando ha abierto los ojos se ha quedado estupefacto. ¡Qué cara ha puesto!
Aunque la boca me sabía a polla, me ha besado con pasión y me ha dicho que me quiere. Me ha faltado un pelo para responderle lo mismo.
Jodeeeer.
Miércoles 25 de Agosto. Noche. Diario de Francisco
 
Mamá no me ha dejado tranquilo en todo el día, con besos, tirones de orejas y todas las gilipolleces que se le han ocurrido. Me tenía ya hasta los huevos.
Estaba deseando quedarme un rato con Cris, pero no ha habido forma.
Por la noche, me han dado una fiesta, una barbacoa, con tarta y regalos. Ha estado bien.
Cris me ha regalado una camiseta, para reponerme la que me rompió el otro día me ha dicho y, aunque no es muy de mi estilo, me la pondré siempre.
Lo malo ha sido que ha vuelto a irse la luz. Qué coñazo de plomos. Me ha tocado a mí ir a encenderlos.
Mientras recogíamos la mesa, Cris se me ha acercado y me ha susurrado que mi otro regalo me lo dará mañana, cuando estemos a solas.
Me muero por saber qué es.
 
Miércoles 25 de Agosto. Noche. Diario de Cristina
 
Estoy super nerviosa. Mañana es el día. Lo he decidido. Ayer compré en la farmacia del  pueblo un tarrito de vaselina.
Siempre me ha dado miedo el sexo anal, nunca lo he probado… Pero si es con Francisco…
Qué vulgar soy, el regalo que le voy a hacer a mi novio es mi culo… Si fuera un chico corriente, seguro que le encantaría.
Pero Francisco no es normal y corriente…
Mañana va a ser un día muy largo. Espero que todo vaya bien, no quiero acabar en la consulta del médico con el culo roto, ja, ja.
………………………………………………………………………….
Y se acabó, esa es la última entrada que hay en los diarios de los dos amantes. Menuda historia ¿eh?
Pero tranquilos, aún falta un último capítulo, que puedo narrar gracias a que fui testigo presencial directo de los acontecimientos.
La mañana del 26 de Agosto, papá recibió temprano una llamada de su amigo Juan Carlos, quejándose de que los magneto térmicos de la casa saltaban continuamente, dejándolos a oscuras.
Como no era la primera vez que Juan Carlos le comentaba el tema ese mes (ni la primera vez que lo hacía un inquilino, pues otros ya se habían quejado antes), papá decidió tomar el toro por los cuernos y resolverlo de una vez, así que me mandó a comprar unas cuantas cosas a la ferretería y nos fuimos juntos para la casa.
Gran decisión.
Aunque no tenía carnet, yo era el que conducía, mientras papá llamaba a su amigo para avisarle de nuestra llegada. Nos recibieron los dos hombres, tan simpáticos como siempre y nos ofrecieron pasar a tomar café, cosa que hicimos.
Minutos después, salíamos de nuevo para tratar de solucionar la avería, acompañados por sus esposas, que se quejaban de lo molesto que resultaba que la luz se fuera todo el tiempo.
Yo entré el primero, mientras papá seguía de cháchara, con intención de abrir las ventanas del fondo para que entrara la luz del día, pues íbamos a cortar la electricidad.
Entonces escuché un ruido, una especie de murmullo seguido por un gemido. Pensé que se habría colado algún animal, así que rodeé un montón de cajas que había y me asomé al otro extremo de la habitación, quedándome petrificado.
Todavía no comprendo cómo no nos escucharon llegar, o cómo no se dieron cuenta de que yo había entrado, pero así fue.
Cristina estaba a cuatro patas en el suelo, completamente desnuda, mientras su primo, arrodillado detrás, la bombeaba salvajemente aferrado a sus caderas. Alucinado, me quedé mirándoles con la boca abierta, hipnotizado por el bamboleo feroz de las tetas de la chica, meneándose al ritmo que los culetazos del chico imprimía.
Lo más surrealista, fue que me pareció percibir un suave zumbido, que atrajo mi atención a la entrepierna de la chica, donde pude ver asomando lo que era con toda certeza un vibrador, cosa que me hizo comprender que el primo no estaba penetrando a la prima por el camino habitual…
Justo entonces, escuché a mi lado la incrédula voz de mi padre que exclamaba:
–         Jesús, María y José.
Miré hacia el lado y me encontré con que mi padre, su amigo y su hermano, observaban la escena espantados.
Los chicos se dieron por fin cuenta de que no estaban solos, y dando un grito de sorpresa, se derrumbaron entre la paja. Juan Carlos, reaccionando el primero, se volvió hacia la puerta y le gritó a su esposa que no entrara, consiguiendo, obviamente, que ésta penetrara en la caseta como un ciclón.
–         PUTAAAAAAAAAAAAAAAAAA – aulló la mujer cuando vio a los dos jóvenes desnudos y revueltos en un confuso montón.
Sin pensárselo un segundo, se arrojó sobre ellos y se lió a guantazos a mano abierta con los dos, sin dejar de insultar a la muchacha, mientras los demás los mirábamos sin saber cómo reaccionar.
Francisco, muy galante, trató de interponerse entre la ira de su madre y su amante, recibiendo la lluvia de golpes en su lugar. Pero, al moverse, pudimos constatar que su polla seguía bien alojada en el culo de su prima, que gritaba como loca.
–         Sácala, sácala, sácala – repetía la pobre chica mientras el joven luchaba por lograrlo.
Pero no podía.
No me pregunten cómo, pero se habían quedado enganchados como los perros.
Juan Carlos por fin reaccionó y trató de sujetar a su mujer, pero ésta, haciendo gala de una fuerza impensable en un cuerpo tan delgado como el suyo, se lo quitó de encima de un empujón, haciéndole caer al suelo.
El breve instante de tregua fue aprovechado por los chicos para tratar de huir de allí, pero, al seguir unidos, parecían el más extraño tren del mundo tratando de moverse campo a través por fuera de los raíles. Francisco sujetaba a la chica por las caderas, tratando de evitar que se fuera de bruces, mientras ella caminaba casi a cuatro patas, doblada por la cintura.
A Lara no le costó nada volver a alcanzarlos nada más salir del establo. Agarró a su hijo de los pelos y le propinó un par de buenos coscorrones. Mientras, Cristina, que seguía empitonada, estaba doblada por completo, con los pies y las manos apoyadas en el suelo, llorando y suplicándole a su amante que la desclavara.
Pero fue su tía Lara la que se encargó de eso. Dándole una formidable patada a la chica en las posaderas, la hizo caer de morros en el polvo, desenfundándose por fin el rabo de su primo de su culo. Desde donde yo estaba, pude ver perfectamente el dilatado y enrojecido ano de la chica, que se cerraba poco a poco.
Por fin, al ver cómo su hija era pateada, Noemí reaccionó y la ayudó a levantarse, llevándosela al interior de la casa. Mientras corría, el consolador se la salió de dentro y cayó al suelo, llenándose de polvo, pues estaba muy mojado. Como una de sus víctimas escapaba, Lara se revolvió contra la otra, su propio hijo, que seguía con una empalmada de narices apuntando al frente, lo que exacerbó todavía más la ira de la mujer, que la emprendió de nuevo a golpes con él.
Por fin, el chico despertó y realizó una retirada estratégica hacia la casa, mientras yo contemplaba admirado el montón de arañazos y moratones que su propia madre había sido capaz de inflingirle en tan poco tiempo.
Lara, por su parte, fue reducida por su cuñado, su esposo y mi padre. Una vez bien sujeta, Juan Carlos entró en la casa a buscar un tranquilizante del botiquín, regresando enseguida.
Ese fue el momento en que mi padre, muerto de vergüenza, le dijo a su amigo que ya vendría otro día a arreglar lo de la luz, así que nos largamos.
A mí me habría gustado quedarme, pues era muy posible que, cuando Lara regresara a la casa, agarrara a su sobrina por los pelos y volviera a tirarla en la calle, y, con un poco de suerte, quizás estaría todavía desnuda, ja, ja. Quizás habría podido llevármela yo… de recuerdo…
Mientras conducía, papá soltó una de esas frases tan suyas para resumir lo acontecido:
–         Pa mear y no echar gota”.
Esa misma tarde, papá recibió un sms de Juan Carlos, diciéndole que dejaban la casa. A la mañana siguiente, los dos nos presentamos, un poquito nerviosos por si nos encontrábamos con alguien, pero todos se habían largado. Recogimos un montón de cosas que se habían olvidado para mandárselas por correo, incluyendo la ropa de los dos chicos que se habían dejado en la caseta. A punto estuve de quedarme con las bragas, pero tampoco soy tan pervertido. El vibrador sí que me lo quedé, ja, ja (esto del ja, ja, se me ha pegado del diario de Cristina).
Los diarios los encontré unos días después, cuando realicé una limpieza a fondo, pues mis padres me pagaban por limpiar las casas cuando las dejaban los inquilinos.
No sé cómo sucedió, pero la noticia de lo acontecido corrió por el pueblo como la pólvora. Bueno, sí sé como sucedió; yo se lo conté a mi amigo Roberto y después… Y seguro que papá también se fue de la lengua con los del dominó. Qué coño, la historia era demasiado buena para callársela.
Me convertí en el centro de atención durante una temporada, mientras todo el mundo me pedía que les contara lo sucedido, lo que yo hacía con gusto, sobre todo si mi interlocutor era una chica guapa.
También andaban por allí Antón y Guille. Los dos decían que ya sabían que Cristina era una zorra, pues uno se la había follado en los servicios de la discoteca y el otro en su coche, los dos la misma noche. Sólo yo sabía que mentían, pero no dije nada, pues los dos son muy cabestros y podían partirme la cara.
Es curioso, llevo cerca de un mes poniendo en orden las entradas de los diarios y escribiendo este relato, pero fue hace un par de días cuando me enteré de los últimos datos de esta historia.
Papá tuvo que bajar a Almería y sorprendentemente, fue a tropezarse con Juan Carlos. Sintiendo vergüenza, pero sin poder reprimir la curiosidad, le preguntó que qué tal estaba su hijo.
Juan Carlos le dijo que se había ido de casa. Como estaba becado y tenía algo de dinero ahorrado, se había largado a Madrid y ahora vive allí con su prima. Son pareja formal y ambos combinan estudios y trabajo.
Por lo visto Lara ha jurado que un día matará a su sobrina…
Tras contármelo, papá ha sentenciado:
–         No me extraña que estén juntos. Mientras la moza le deje el culo, el tío estará pegado a ella como una lapa.
Mi padre sí que sabe lo que es el amor, ja, ja.
FIN
TALIBOS
Si deseas enviarme tus opiniones, mándame un E-Mail a:

ernestalibos@hotmail.com

Relato erótico: “Viviana 17” (POR ERNESTO LOPEZ)

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Viviana estaba a la espera que le dijera cual sería su castigo y mi cerebro trabajaba a mil para aprovechar lo mejor posible esta situación, con voz seria dije:

-“Primero vas a chupar la leche de todos los forros usados por vos y por Mierda, quiero verlos bien limpios, que no quede ni una gota”

Cuando vio la cantidad de condones que traía su madre, más los suyos, no le causó ninguna gracia, pero empezó a chupar el primero, lo tomo de la punta, con los dedos hizo que cayera el semen en su abierta boca, repitió dos o tres veces esta operación hasta vaciarlo por completo. Se disponía a seguir con otro cuando les ordené:

-“ Esto es muy lento, Mierda traé una tijera, anda cortándoles la punta y ordéñaselos en la boca”

“Y vos acostada con la boca abierta, yo te diré cuando tragar”

Se acostó en la cama con la boca bien abierta, su madre tomaba los preservativos usados, cortaba con la tijera la puntita que caía en la boca de Viviana y luego exprimía bien el forro para que cayera toda la leche.

Mientras, yo fumaba y tiraba la ceniza también en la boca de la esclava con lo que se hacia una pasta inmunda, cada tres o cuatro forros se llenaba la boca y le daba la orden de tragar, le era bastante dificultoso y le daban arcadas.

-“Ni se ocurra vomitar porque vas a tener que tragarte todo y será peor” la amenazaba mientras sacudía su cabeza agarrándola de los pelos, se ponía roja pero lograba tragar todo.

Le ordené a Mierda que la escupiera en la boca para diluir un poco la consistencia de la mescla, me miró agradecida. Mientras, había decidido como seguiría el castigo, lo dejaría en manos de Mierda para ver hasta donde llegaba su sadismo.

Así que cuando termino de tragar todo Viviana se levantó creyendo que el castigo estaba cumplido, la frené en seco: “pará un poquito nena, adonde crees que vas? Esto es solo el principio, ahora será Mierda quien te seguirá castigando hasta la hora de irte”

Esta vez logré sorprenderla, ella creía que sería ella quien ocuparía el papel de Ama, enterarse que sería la esclava de su propia madre-esclava la dejo descolocada, pero Mierda se ocupó de traerla a la realidad rápidamente, le dio un par de terribles cachetadas y le gritó: “ a ver si te despiertas , pedazo de pelotuda, o te voy a tener que seguir pegando”

La agarró de los pelos y la arrastró hasta un silloncito, la sentó mientras ordenaba “esperame aquí” Buscó algunas cosas en mi bolso y bajó a la planta baja a buscar otras. En unos minutos comenzó su trabajo, primero la hizo parar con el culo para afuera y le metió el inmenso butt plug que le compramos a Verónica.

Luego la hizo sentarse sobre el mismo para que se hundiera lo más posible, ato sus rodillas a los apoyabrazos dejando su concha totalmente expuesta, me llamó para mostrarme algo: “ Ves, este agujerito chiquito que tiene acá es la uretra, por donde mea, es muy sensible y delicado, por ello puede producir mucho placer o dolor, ahora verás”

Y pasando del dicho al hecho tomo una vela de forma cónica, empezaba finita y se iba agrandando hasta llegar a unos tres centímetros en su base, metió la puntita que entró sin dificultad pero hizo que Viviana pegará un gritito, Mierda se burló diciendo:”pero que te pasa, no me vas a decir que no te gusta, mejor te vamos a ayudar a estar callada”

Agarró todos los forros que había chupado Viviana y se los metió en la boca, sellando la misma con varias vueltas de cinta adhesiva gruesa, siguió con su tarea sin interrupciones. Fue metiendo cada vez más adentro la vela haciendo que la uretra se agrandara más y más, cuando ya tenía más de media vela adentro la comenzó a masturbar con ella metiéndola y sacándola, pero cada vez la introducía un poco más.

Viviana se estaba muriendo, se escuchaban sólo sordos quejidos, transpiraba y estaba totalmente colorada, parecía que iba a estallar, Mierda no se inmutaba seguía con su tarea hasta que estuvo toda adentro y el díámetro del agujerito de mear permitía fácilmente meter un par de dedos o un consolador pequeño.

Riéndose Mierda dijo:”bueno, con esto va a estar entretenida un buen rato, vamos a divertirnos nosotros mientras ella mira” pero antes de dejarla completó la decoración de la esclava con dos pinzas con dientes en los pezones.

Volvió a la cama conmigo y me dijo: “¿Qué te gustaría que te hiciera que te guste mucho y haga reventar de bronca e impotencia a esta puta, papi?”

-“ Para empezar me vas chupar el culo, las bolas y toda esa zona, yo cada tanto te voy a ir dando chorritos de meo”

Se esmeraba en hacerme gozar, lamia, besaba y chupaba todo con abundante saliva, metiendo su lengua lo más posible dentro de orto, a cada rato le decía:”ponete la pija en la boca” y le soltaba una breve meada que ella bebía con placer: Me agradecía diciendo:”si mi amo, deme toda su meada, toda su leche, toda su mierda, deme lo que quiera que yo lo engulliré con placer”

Mientras Viviana seguía en su incómoda posición sufriendo y sin ningún tipo de placer, de a ratos se dormitaba, en esos casos su madre la atendía y la despertaba poniéndole un cigarrillo en la teta, hundiendo aun más la vela en su uretra o con un terrible tirón de pelo al tiempo que escupía su cara.

Seguimos cogiendo hasta que amaneció, allí Mierda quitó la mordaza de Viviana y le preguntó:

”¿Tenés algo que hacer o querés seguir disfrutando un rato?

-“Por favor soltame que en cualquier momento se va a despertar Maxi y puede venir para acá”

-“¿Desde cuando te autoricé para que me tutees y además con reclamos e imposiciones? Pedazo de imbécil !!, ahora se prolongará tu castigo”

Por primera vez vi a Viviana asustada realmente, lo único que le importaba era su hijo y el sólo pensar que podía encontrarla en esa situación la hacía actuar de forma irracional, llorando rogó:

-“No por favor, no me haga eso mi Ama, si quiere después vuelvo y le juro que dejaré que haga conmigo absolutamente todo lo que quiera, las torturas más crueles, la peor humillación que pueda concebir… “

Mierda no la dejo terminar y con una sádica sonrisa dijo: “justamente eso es lo que pienso hacer ahora, abrir la puerta del dormitorio y traer a mi nieto para que vea a su mamá en esta situación. ¿Qué mejor humillación se te ocurre?

Viviana rompió en un llanto desconsolado, ya no podía ni rogar, solo lloraba desahuciada.

Mierda dejo un rato siguiera sufriendo y cuando se le ocurrió la desató, le quito la vela y las pinzas y le ordenó: “ponete algo y anda a ver como está”

Salió de inmediato poniéndose el vestido, regresó en unos minutos con cara feliz diciendo: “aún duerme como un angelito”

Mierda tomo la iniciativa: “bueno, esta vez te salvaste, tal vez la próxima le mostremos al chico una imagen de su mamá para que no se olvide en toda su vida”

Viviana sólo contestó: “vamos a vestirnos todos, prepararé el desayuno para cuando se despierte.”

Al poco rato estábamos los cuatros desayunando y haciendo bromas como si fuéramos una familia de lo más normal.

CONTINUARÁ

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