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Relato erótico: “El ídolo 5: Vendo a mi sumisa por dinero” (POR GOLFO)

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Imaginaros que sois un niño y que después de dejaros probar un caramelo, os lo quitan. Así me sentí con Zulia. Habiendo pasado una noche de pasión con ella y con Olvido, al día siguiente y siguiendo las normas de su pueblo, desapareció de mi vida durante un mes.
Aún recuerdo su brillante actuación durante la cita con el gobernador de Chiapas. Si bien todos sabíamos que ese político había accedido a dotar de autonomía al pueblo lacandón gracias por una parte al chantaje y por otra gracias a la mordida, también era evidente que ella debía llevarse todo el mérito. Ella había adquirido las fotos de ese tipo con su “amiguita transexual” y plantándose frente a él, le había obsequiado los negativos después de acordar un precio.
Mi papel en el hito histórico más importante de los mayas desde la conquista solo consistió en sacarme una foto y extenderle un cheque al portador de un millón de dólares aunque, en un futuro, mis descendientes estudien que gracias a mí son libres.
Ya fuera del palacio de Gobierno, pedí a Zulia que me acompañara de vuelta a la sierra lacandona pero comportándose  por primera vez como una mujer de su etnia, me miró con lágrimas en los ojos diciendo:
-Mi rey, no puedo. La próxima vez que nos veamos será en nuestra boda….
Vuelvo al poblado.
Aunque no os lo había contado gracias al dinero que ahora disponíamos, estábamos construyendo un nuevo poblado lacandón a orillas del rio Ixtac. Manteniendo las tradiciones  tanto en la estructura del pueblo como el diseño de las casas, estas iban a tener todas las comodidades actuales. Agua corriente, baños, cocina, suelos y cristales se adicionaron para facilitar la vida de mi pueblo.
Mi propia “choza” era un claro ejemplo. Manteniendo la base circular y los techos cubiertos de hojas de palma, escondía en su interior todos los avances del siglo xxi. Dotada de diversas estancias, era digna de un marajá. Nada le faltaba. Desde los más novedosos sistemas de comunicación a una amplia estancia para recibir a mis súbditos.
Particularmente estaba satisfecho con el área destinada a mi uso privado. Con tres dormitorios y el mismo número de baños, mi vida era la de un rico hacendado. Mi cuarto previendo el uso que le iba a dar, era enorme y su cama mucho más.

Ese día reconozco que estaba de un pési
mo humor por tener que abandonar a la hija de Uxmal en Tuxtla y por eso quien pagó mi mala leche pero sobre todo mi calentura, fue mi antigua profesora. Ixcell, que poco a poco había asumido su papel, me recibió totalmente desnuda y con una sonrisa. Olvidando su anterior carácter altivo, cada día descubría el placer de vivir en función de mis deseos.
Desnuda y portando un collar que demostraba que no era una mujer libre sino que me pertenecía, me recibió en la puerta diciendo:
-Mi rey. Le tengo preparado el baño.
Su  sumisión me satisfizo y por eso la seguí por la casa. Nada más llegar al baño, la mujer se aproximó a mí y me empezó a desabrochar los botones sin ser capaz de mirarme a la cara. Sin dejar de valorar su entrega, llevé mi mano a uno de sus pechos. Al posar mi palma sobre su seno, disfruté de su gran tamaño. Inconscientemente, pellizqué su negro pezón. Al hacerlo, como si tuviese frío, se encogió poniéndose duro al instante.
Ixcell que siempre se había mostrado altiva, con lágrimas en los ojos, dijo sollozando:
-Lo echaba de menos.
Asumiendo que a esa zorra le gustaba ese trato, torturé sus pechos durante unos instantes antes de cogerla de la melena y levantándole su cara, depositar un suave beso en sus labios.
-En verdad, ¿Me extrañabas?
La rubia respondió abriendo su boca y dejando que mi lengua jugara con la suya. Durante un minuto, nos estuvimos besando tiernamente, tras lo cual y dando un sonoro azote en su trasero, le pedí que me terminara de desnudar. Para entonces, bajo mi pantalón, mi pene medio erecto necesitaba que lo liberaran. Ixcell, haciendo honor a su condición, me terminó de desnudar y después de hacerlo, me llevó hasta el jacuzzi.
-Puedo quedarme- respondió la mujer, al verme entrar en el agua. Al escuchar mi permiso, prosiguió diciendo: -Aunque no me  crea, le necesito. Mientras estaba fuera no he podido dormir pensando en si estaría bien cuidado.
-Eso no te importa- contesté.
La mujer asintió y entrando conmigo dentro de la bañera, comenzó a darme besos en el cuello mientras presionaba con sus pechos mi espalda. Me reconfortó sentir  sus caricias y apoyando mi cabeza sobre su pecho, dejé que continuara. Mi concubina me enjabonó la cabeza dándome un suave masaje al cuero cabelludo. Estuve a punto de quedarme dormido por sus caricias pero, antes que lo hiciera, la mujer empezó a recorrer mi pecho con sus manos. La sensualidad sin límite que me demostró al hacerlo, hizo que dándome la vuelta, metiera uno de sus pezones en mi boca y mordisqueándolo con ligereza, empezara a mamar de su seno como si de un crío me tratara.
Ixcell no pudo reprimir un sollozo cuando sintió mis dientes jugueteando con su areola. Envalentonado por su entrega, bajé mi mano hasta su entrepierna y separando los pliegues de su sexo, me concentré en su clítoris. Como el resto de su cuerpo, su botón estaba ya dispuesto y cogiéndolo entre mis dedos lo acaricié mientras miraba como su dueña se derretía ante mi ataque. Sus gemidos se hicieron aún más patentes cuando ahondando en mis maniobras, aceleré la velocidad de los movimientos de mi mano. Temblando como un flan, la rubia me confesó:
-Úseme, ¡Soy suya!
Su confesión despertó mi libido y se lo hice saber acariciando su entrepierna. Sus pezones se endurecieron en cuanto mis manos tomaron posesión de su trasero. Disfrutando de mi poder, se lo toqué diciendo:
-Mi putita tiene un buen culo.
Ixcell, entendió a la primera mis intenciones y por eso, separó las piernas para facilitar que mis dedos recorrieran la abertura de su sexo. Estos se encontraron su sexo empapado y apoderándome de su botón, la empecé a masturbar, diciéndole:
-Veo que disfrutas siendo mi sumisa.
Todo su cuerpo tembló al  oírme pero se mantuvo firme mientras su vulva era penetrada por mis dedos. El morbo de tenerla así en la bañera provocó mi pene empezara a ponerse erecto.
-Fíjate cómo me pones- dije obligándola a mirar hacia mi sexo.
Se estremeció al ver mi verga totalmente erecta y mordiéndose el labio, trató de evitar que de su garganta saliera un gemido. Mi concubina se agachó a darme un beso en mi glande pero se lo impedí ya que quería otra cosa. Agarrándola de la cintura, le obligué a ponerse encima de mí de forma lentamente fui penetrándola.
La rubia gimió al sentir como se iba llenando su cavidad y asumiendo que la tenía completamente dentro, se empezó a mover buscando el placer.
-¡Quieta!- ordené.
Sin poderlo evitar, soltó un  sollozo de disgusto. Mi antigua profesora estaba excitada y deseaba sentirme en su interior. Desilusionada, se quedó inmóvil y disfrutando al observar su completa obediencia, la premié con un pellizco en su pezón.  
-Eres una zorrita muy obediente- dije recalcando mi dominio. –Si te portas bien  quizás siembre tu útero con mi semen.
Mis palabras la excitaron hasta niveles insospechados e involuntariamente su sexo se licuó producto de su excitación. Aprovechando su entrega, separé sus nalgas con mis dos manos, acariciando su entrada trasera. Sonreí al descubrir que me había obedecido y que tal y como le había ordenado, Ixcell había mantenido su ano dilatado,  de forma que no encontré impedimento a que mi dedo se introdujera totalmente en su interior.
La arqueóloga al notar que estaba haciendo uso de sus dos agujeros no pudo reprimir un jadeo y empezó a retorcerse encima de mis piernas.
-Mi concubina está que arde- susurré- pero tiene prohibido correrse.
La rubia, tratando de complacerme y evitar su orgasmo, presionó con su pubis consiguiendo solo que se acelerara su clímax. Quizás fue entonces cuando realmente se dio cuenta que le ponía cachonda el ser mi sumisa y apretando sus músculos interiores presionó mi pene, buscando el darme placer. Al sentir sus convulsiones, me corrí dentro de ella mientras le decía obscenidades. Estas lejos de cortarla, le calentaron aún más, por lo que al sentir como la regaba con mi simiente, no consiguió evitar verse dominada por un gigantesco orgasmo.
Haciéndome el enfadado, le recriminé por haberme fallado. La rubia al escuchar mi bronca, con lágrimas en sus ojos, me pidió perdón. Tenía a mi disposición el cuerpo que me había subyugado desde que entré a la universidad y como quería volver a de él, le dije:
-Espérame en la cama y llévate crema.
La alegría que demostró al salir de la ducha, me reveló nuevamente que esa mujer había cambiado. Por eso con tranquilidad me aclaré y secándome fui a mi habitación. Al llegar Ixcell me esperaba tumbada en la cama. Fue entonces cuando pasando mi mano por su trasero, le di un azote mientras le ordenaba darse la vuelta. Incapaz de desobedecerme se tumbó boca abajo sabiendo de antemano que iba a hacer uso de su culo.

Sin pedirle permiso, separé sus nalgas para descubrir su esfínter.
-Dame la crema-, ordené a mi concubina.
Dominada por la lujuria, la rubia  se puso a cuatro patas y abriendo sus dos cachetes, me demostró su obediencia. Con mis dedos llenos de crema, acaricié su esfínter mientras ella esperaba expectante mis maniobras. Buscando que fuese placentera, introduje un dedo en su interior.
-¡Me encanta!-, gimió al sentir horadado su agujero.
No me sorprendió comprobar lo relajada que estaba y por eso metí el segundo sin dejar de moverlo. Poco a poco, su ano se fue dilatando mientras mi zorra no dejaba de disfrutar del placer que la invadía. Comprendiendo que estaba dispuesta, embadurné mi pene y posando mi glande en su entrada, fui empalándola lentamente sin que se quejara. La lentitud con la que se lo introduje, me permitió sentir cada una de las rugosidades de su ano al ser forzado por mi pene. Cuando sintió la base de mi sexo chocando con sus nalgas, pegó un grito y me rogó que la dejara acostumbrarse. Compadeciéndome de ella, hice tiempo cogiendo sus pechos entre mis manos y pellizcando sus pezones, le ordené que se masturbara.
No hizo falta que se lo repitiera dos veces, bajando su mano, empezó a acariciar su entrepierna a la par que empezaba a moverse. Moviendo sus caderas y sin sacar el intruso de sus entrañas, Ixcell fue incrementando sus movimientos hasta que ya completamente relajada, me pidió que empezara. Cuidadosamente en un principio fui sacando y metiendo mi pene de su interior mientras ella no paraba de rozar su clítoris con sus dedos. Sus suspiros se fueron convirtiendo en gemidos y los gemidos en gritos de placer al sentir que incrementaba la velocidad de mis embestidas. Al cabo de unos minutos, mi presa totalmente entregada me pedía que   acrecentara el ritmo sin dejar de exteriorizar el goce que estaba experimentando.
Al percatarme que estaba completamente dilatada y que podía forzar mis estocadas, puse mis manos en sus hombros y atrayéndola hacía mí, la penetré sin contemplaciones. Completamente dominada por el placer, mi profesora  chilló a sentir que se volvía a correr y pidiéndome perdón me dijo:
-Mi rey he vuelto a fallarle.
Me reí al comprender a que se refería y dando un azote en su trasero, le solté:
-Tendré que castigarte.
-Lo sé-contestó.
Cómo mi azote había espoleado aún más su ardor, fui alternando mis acometidas con sonoras caricias a sus nalgas. Ella berreando me rogó que siguiera y como poseída, mordió la almohada levantando aún más su trasero. La cachondez de esta muchacha no tenía límites y por eso no me sorprendió que, con su culito en pompa, me pidiera que la usara sin contemplaciones.
Accediendo a sus deseos, agarré su melena y la usé como riendas de un cabalgar desenfrenado, penetrando y sacando de su interior mi pene sin compasión mientras ella se derretía sollozando de placer. Atizando a mi montura, di una serie de palmadas en su trasero. La muchacha berreó como la yegua que era en ese momento lanzándose a un galope cuya meta era es ser regada. El tratamiento le gustó y chillando su calentura me pidió que no parara. Al oír que me respondía con un gemido cada vez que la atizaba en una nalga, mis caricias fueron creciendo en intensidad y frecuencia, hasta que con su culo totalmente colorado se desplomó sobre las sabanas mientras se corría.
Dejándome  llevar,  eyaculé rellenando su ano con mi semen, mientras ella se retorcía como una perra diciéndome que terminara. Los gemidos que brotaron de su garganta al recibir la ansiada recompensa, me obligaron a vaciarme por completo hasta que exhausto me dejé caer sobre las sabanas….
KuKulcan me visita:
A las tres noches el dios maya me volvió a visitar en sueños mientras descansaba en brazos de mis dos concubinas. Después de una jornada agotadora donde siguiendo las costumbres de mi pueblo de adopción, tuve que trabajar en las tierras de mi futuro suegro para demostrarle que, aun siendo su rey, era capaz de sustituirle en caso de enfermedad. Este uso ancestral tenía su lógica pero no por ello me resultó penoso y duro. Uxmal me tuvo desde las seis de la mañana hasta ponerse el sol detrás de un buey arando su terruño.
No debía llevar más de dos horas durmiendo cuando “la serpiente alada” se introdujo en mi mente.
Halach uinik, mi querido elegido, estoy satisfecho con tus progresos. Veo que poco a poco mis adoradores están recuperando su autoestima. Has hecho bien en mantener un perfil plano para no despertar envidias y por eso te informo que te he premiado germinando los vientres de las dos extranjeras que te sirven de distracción- me soltó con gran boato.
Tardé solo unos instantes en comprender a quien se refería pero sobre todo lo que significaba y hincando mi rodilla, le di las gracias. Fue entonces cuando elevando su voz me informó:
-De esas dos mujeres, solo te puedes quedar con la mayor. A la que llamas Olvido-Yatzin deberás entregársela a un enemigo para que sirva de puente entre ellos y nosotros.
Reconozco que la noticia no  me gustó sobre todo ahora que estaba preñada por mí y a regañadientes pregunté:
-¿En manos de quien debo ponerla?
-Conocerás a un poderoso cuyo único hijo acaba de morir  y que al ver a esa mujer, te ofrecerá aliarte con él siempre que le se la des.
Aterrado porque un desconocido criara a alguien de mi sangre, me invadió la ira y pensé en negarme pero entonces ese Dios, que me había leído el pensamiento,  me dijo:
-Te equivocas. Ese hombre no llegará a ser su padre. Morirá a los quince días del nacimiento de tu vástago, de forma que heredará su imperio y serás tú quien lo eduque. Así sumaremos a nuestro lado, las huestes del adversario.
Más tranquilo por el futuro del crío, acepté sabiendo que tendría que ser yo quien se lo contara a Olvido y cuando creía que había acabado, Kukulcan me ordenó:
-Se llamará Itzae.
Al escuchar que debía ponerle “regalo de dios”, no tuve más que admitir que era un buen nombre y por eso me despedí de él diciendo:
-Así se hará.
Ya sin la presencia del dios, me desperté. Mi sorpresa fue descubrir que a mi lado, Olvido estaba llorando. Comprendí que a esa morena también la había visitado KuKulcan y que por lo tanto ya conocía su destino. Tratando de consolar a mi concubina, la abracé. La mujer levantando su mirada, sonrió al decirme:
-Voy a ser madre.
Su respuesta me descolocó y  haciendo como no supiera nada, pregunté cómo lo sabía.
-KuKulcan me lo ha dicho y aunque me ha contado que deberás cederme por un tiempo, también me ha prometido que seré inmensamente rica.
Las palabras de la mujer me dejaron boquiabierto al informarme que era plenamente consciente de su destino y que lejos de revelarse, aceptaba de buen grado lo que esa deidad maya le tenía reservado. Tratando de averiguar la razón de semejante actitud, quise confirmar ese extremo:
-¿Qué es lo que te ha explicado?
Con todo lujo de detalles, la morena me relató  su sueño donde ese ser le había revelado que iba a ser la esposa de un magnate y que él aceptaría a ese hijo como suyo pero que a su muerte volvería a mi poder.
-¿Y eso no te apena?
Nuevamente me sorprendió al contestar con alegría:
-Por supuesto que no. Seré rica, nuestro hijo poderoso y si ya con eso no es suficiente, sé que dentro de menos de un año volveré a los brazos de mi rey….
Entrego a mi concubina.
La voluntad de KuKulcan no tardó en verse cumplida por que a la semana de conocerla, una mañana Uxmal el jefe lacandón me informó de la llegada de unos forasteros.
-¿Quiénes son?
El indígena solo pudo contestar que eran unos gringos que quería hablar sobre el arte maya que habíamos puesto en el mercado. Mi sorpresa fue rotunda porque hasta ese momento había pensado que era imposible que alguien pudiera seguir el rastro de las piezas que habíamos vendido y por eso bastante más nervioso de lo que me gustaría reconocer, me vestí para recibirlos.
Al bajar, encontré sentados a un par de gringos en mi  salón. No fue necesario ser un asiduo de los periódicos económicos para reconocer que el más viejo de los dos era William Default, un petrolero texano propietario de la mayor compañía de refinerías del mundo.
Sin saber a qué atenerme, me senté y protocolariamente pregunté que deseaban. Directamente, el sexagenario me contestó:
-Quiero comprar piezas únicas y sé que usted las tienes.
Haciéndome el extrañado, traté de negarlo pero entonces el tipo respondió:
-No hubiera recorrido tres mil kilómetros si no supiera que es usted quien está vendiendo. Le ofrezco el doble de lo que le paga el intermediario.
Todavía no estaba convencido y por eso le dije:
-Si hipotéticamente fuera yo, ¿para que las quiere?, ¡No sería legal poseerlas!
El anciano soltando una carcajada me comentó que su familia venia coleccionando arte maya desde hace dos generaciones y que gracias a un documento del propio gobierno mexicano, fechado ochenta años atrás, podía demostrar que había sido el propio estado quien se lo había vendido.
-No entiendo.
-Muy fácil. Cuando mi abuelo compró un lote de piezas mayas en el periodo de entreguerras, el funcionario de turno no detalló lo que vendía sino que certificó únicamente que el gobierno de entonces vendía un lote indeterminado de antigüedades mayas.
Asumiendo que era verdad, pregunté:
-¿Cuánto se podría gastar?
El señor Default guiñando un ojo me contestó:
-Usted por eso no se preocupe, necesito una verdadera obra maestra para el museo que llevará el nombre de mi hijo.
Comprendí entonces que era el viejales del que me había hablado KuKulcan y por eso hice llamar a mis concubinas. Al entrar casi desnudas en el salón vi como resoplaba mi invitado, el cual levantándose de su silla, se quedó mirando a Olvido con los ojos abiertos sin ser capaz de reaccionar. La morena se percató de esa reacción y dirigiéndose a él, se presentó con un beso en la mejilla. William al oler la natural fragancia de la mujer casi se desmaya y con un evidente bulto bajo su pantalón, me preguntó quién eran.
Muerto de risa, le expliqué que la rubia era Ixcell Ramirez y que la otra era su ayudante. Babeando e incapaz de disimularlo, respondió:
-¿La Doctora Ramirez es usted?
-Así es- contesté. –La mayor autoridad en arte maya.
El viejo estaba pasmado al descubrir que eran parte de mi equipo esa eminencia pero sobre todo al observar que ambas llevaban en sus cuellos sendos collares con mi nombre. Viendo su desconcierto, les ordené que nos acompañaran a la pirámide porque quería que le explicaran la importancia de nuestro hallazgo.
-Sus deseos son órdenes, amo- respondió Ixcell.
La confirmación que eran de mi propiedad hizo incrementarse más aún si cabe, la excitación del americano que no comprendía nada en absoluto. Ahondando su turbación, miré a Olvido y le comenté:
-Yaztin, mientras dure la estancia del señor Default, ocúpate que no le falte de nada.
La morena captando a la primera mi sugerencia, respondió mirando al anciano:
-Señor Default, ¿Me permite que le sirva de guía?
La cara del recién llegado reflejó su satisfacción cuando la morena le cogió del brazo pegando su cuerpo al suyo y juntos los seis fuimos a ver las ruinas. Ni que decir tiene que cuando entró en la gruta y observó por primera vez la estatua del dios, no pudo menos que admitir que era la mejor pieza de arte maya que había visto jamás y sin poderse aguantar me preguntó su precio:
-Ya hablaremos de eso después, ahora disfrute con nuestro descubrimiento.
Mi concubina reaccionando al instante, pasó su mano por el trasero del hombre mientras susurraba en su oído:
-Mi rey tiene razón, aproveche que está aquí y después ya en la casa, le juro que llegaran a un acuerdo mientras le ayudo a relajarse.
La promesa que encerraban sus palabras le hizo suspirar y dejando para luego la negociación, me rogó que le siguiera enseñando la excavación.  Su aceptación permitió a Ixcell lucirse explicando las distintas medidas del hallazgo así como la verdadera naturaleza de las distintas piezas durante dos horas, al cabo de las cuales y viendo que mi “invitado” estaba cansado, pregunté si ya tenía suficiente.
– Necesito descansar- respondió.
Al llegar a la mansión, como quería terminar de entretejer la red donde caería ese hombre, me deshice de su ayudante y le invité a pasar a mis dependencias privadas. Una vez allí, le dije:
-Señor Default, ¿Le importa que mis concubinas nos bañen mientras charlamos?
Antes de que pudiera reaccionar, Olvido le empezó a desnudar mientras Ixcell hacía lo propio conmigo. Si le quedaba alguna duda de las peculiares obligaciones de esas dos, estas desaparecieron cuando ya en pelotas y dentro del enorme jacuzzi, ordené que nos sirvieran una copa y que nos acompañaran. Inmediatamente la morena dejó caer su vestido y se acomodó junto al gringo mientras la rubia traía las bebidas.
Imaginaros la cara del pobre hombre cuando sin poder retirar los ojos de los pechos de la mujer, ella le comentó:
-Deje que yo le enjabone- tras lo cual cogiendo una esponja empezó a frotar su espalda.
Alucinando por el trato, Default gimió al sentir los pitones de Olvido clavándose contra su piel y no sabiendo cómo comportarse, me soltó:
-Agradezco su cortesía pero me temo que hace mucho que no estoy con una mujer.
El sufrimiento que mostró, me hizo comprender que temía no poder estar a la altura de semejante mujer y sabiendo de ante mano que gracias a KuKulcan, ese tipo  sería fácil presa en manos de mi concubina, respondí:
-Don William, ¿Cuánto pagaría por la estatua del dios?
El viejo zorro me contestó que unos diez millones de dólares. Su respuesta me hizo gracia porque yo no era un pazguato y era consciente que su valor era diez veces más, por eso, contesté:
-Vale al menos ciento cincuenta.
Por su expresión supe que me había pasado y forzando su avaricia, le solté:
-Le hago una propuesta. Déjese complacer por mis concubina, si ellas no logran satisfacerle, me pagará su precio pero si lo hace usted pagará el mío.  
El anciano debía estar muy seguro de que su edad y condición física, no le permitiría perder porque riendo y señalando su pene, me contestó:
-Muchacho, acabas de derrochar mucho dinero. Llevo años sin que esta mierda me regale una erección.
Lanzando un órdago imposible pero confiando en KuKulcan, me atreví a decirle:
-Hagamos otra apuesta, si mis dos zorritas consiguen que se corra tres veces, pagará el doble y si no nada.
El puñetero viejo se descojonó y dándole mi mano, cerramos el trato. Para aquel entonces, Ixcell había vuelto con el Champagne y metiéndose en la bañera, preguntó de qué nos reíamos. Olvido, que hasta entonces se había mantenido al margen, contestó:
-El amo se ha apostado con nuestro invitado a que somos capaces de provocarle tres orgasmo pero eso no es justo- la cara del americano mostró su decepción y cuando ya creía que no iba a haber apuesta, oyó que la morena decía: -Sin tu ayuda, soy capaz de conseguirlo.
Willian Default firmó su sentencia al contestar mirándome:
-Si lo que dice esta jovencita es verdad. Pago el triple.
Tronchándome de risa por la desfachatez de la mujer, acepté y llamando a mi lado a mi otra concubina, nos quedamos mirando mientras Olvido empezaba. Directamente, la muy bruja se puso sobre las piernas del vejestorio y mientras le daba un beso en la mejilla, susurró en su oído:
-Le aviso que ha perdido su apuesta y que estaré encantada en que lo haga porque desde que mi dueño me pidió que le cuidara estoy deseando ser suya.
La sorpresa se reflejó en el rostro del americano porque como por arte de magia su aparato adquirió una dimensiones que no recordaba. La morena al sentir la presión de su pene, se rio diciendo:
-Creo que a partir de esta noche, me tendrá en exclusiva.
Tal y como había anticipado, la chavala acomodó el glande del americano entre los labios de su sexo y con un pequeño movimiento de caderas, comenzó a empalarse:
-Dios, ¡Qué grande es!- gimió satisfecha al sentir la presión del miembro abriéndose camino por su vagina.
Ixcell al observar que Olvido estaba disfrutando no quiso ser menos y comportándose como una puta, se sentó encima de mí y llevó mis manos hasta sus pechos. No pude evitar al encontrarme con los enormes pezones de la mujer que mis dedos tomando posesión diesen sendos pellizcos a sus aureolas, mientras seguía observando al viejo. Este no cabía de gozo al ver que se le había despertado el monstruo que llevaba tanto tiempo dormido y ya sin ninguna cortapisa le cogió el culo y empezó a follársela.
Olvido al sentir que el americano empezaba a reaccionar, se retorció de gusto pensando en su futura riqueza y pegando su sexo contra la entrepierna de su víctima, buscó cumplir con el primer plazo de su promesa.  Default al notar la cabeza de su polla chocando contra la pared de la vagina de la joven, se volvió loco y hundiendo la cara entre sus pechos empezó a disfrutar de los negros pezones que tenía a su disposición.
La rubia giró la cara para observar lo que hacía la pareja y viendo que su antigua alumna tenía la situación controlada, me pidió permiso para empalarse. Lo que no se esperaba fue que le contestara:
-Quiero que mires y aprendas lo que hace una buena puta porque a partir de hoy estarás sola.
Haciendo un mohín de disgusto se bajó de mis rodillas y prestó atención a las maniobras de la otra.  Reconozco que a mí también me interesaba ver de qué herramientas se iba a valer mi concubina para cumplir los deseos del dios. La morena consciente de que la estábamos mirando, aceleró la velocidad con la que el miembro del tipo tomaba posesión de su sexo, diciendo:
-Don William demuestre a mi amo que usted es tan hombre como él.
El gringo azuzado por la mujer, no lo dudó y de un solo empellón, le incrustó toda su extensión. Olvido al sentir que su víctima estaba a punto de eyacular, gritó como si la estuvieran matando. El tipo  intimidado por sus chillidos quiso para pero entonces la muchacha incrementando su autoestima le pidió que no parara porque nunca había disfrutado tanto.
La exagerada actuación de mi sumisa me excitó y pidiendo a Ixcell que se pusiera de rodillas en la bañera, abrí sus nalgas y con urgencia coloqué mi pene en su ojete, mientras le decía:
-Me encanta tu culo.
Los ojos de William parecieron que se le iban a salir de sus orbitas cuando tomando impulso, forcé el trasero de la rubia. Esta al notar que se desgarraba por dentro, chilló como una loca pero no hizo ningún intento de retirarse y por eso tras unos instantes, comencé a cabalgarla sin contemplaciones.
Olvido, viendo que el viejo no había perdido detalle de como su amo acababa de violar el culo de la otra, incrementó su ritmo diciendo:
-Si le gusta el sexo anal, mi culo será también suyo.
Su afirmación venció todos los reparos del hombre, el cual pegando un gemido se corrió dentro de ella. La morena deseosa de no fallarme, exprimió el sexo del americano hasta que ya no salió gota y solo cuando comprendió que debía dejarle descansar, se bajó de encima suyo y dandole un cariñoso beso, le preguntó si le rellenaba la copa.
-Sí, cariño- contestó el aludido sin mirarla.
La escena con la que le estábamos regalando le tenía absorto  y por eso tuvo la morena que quejarse de que no le hacía caso diciendo:
-Esa puta no sabe hacer disfrutar a un hombre- y recalcando sus palabras con hechos cogió su cipote entre las manos.
Era tanta la concentración con la que el anciano disfrutaba del modo que cabalgaba a mi yegua que no se percató que su miembro se había levantado por segunda vez. Su sorpresa fue total cuando muerta de risa, mi sumisa le soltó:
-Futuro amo, esta zorra quiere saber que desea. ¿Prefiere mi boca o mi trasero?
Adoptando por primera vez el papel de dominante, Defualt  contestó con un berrido:
-Tu boca, ¡Puta!
La muchacha le regaló una sonrisa mientras agachaba su cabeza entre las piernas del viejo. Willian Default no se podía creer lo que estaba viviendo y por eso cuando la chavala abrió sus labios y comenzó a besar su verga, pensó que no podía permitir que esa belleza se le escapara y por eso bramó diciendo:
-José. Me da igual la puñetera apuesta. Te compro a esta mujer.
Haciéndome el duro respondí:
-No está en venta- y para reafirmar mi posición, pegué un azote a la rubia mientras le decía: -Por mil dólares, le vendo esta.
Ixcell temiendo ser objeto de una transacción, chilló:
-¡Nuestro dios me entregó a usted!
Su protesta cayó en saco roto y mientras le soltaba una serie de mandobles en sus nalgas a modo de castigo, rectifiqué:
-Es más se la regalo gratis.
Mi antigua profesora lloró por el maltrato pero no hizo ningún intento de separarse. Durante unos segundos, el anciano dudó pero justo cuando mayores eran sus dudas, Olvido se introdujo su miembro hasta el fondo de la garganta. La perfección de la mamada que estaba disfrutando, le hizo decidirse y sin pensarlo dos veces mientras eyaculaba por segunda vez, contestó:
-Gracias pero yo quiero a esta. Le pago diez millones.
-De acuerdo- respondí- pero la apuesta sigue en pie.
Tras lo cual, sabiendo que había conseguido mi objetivo, salí de la bañera y llamando a la que a partir de ese momento era mi única sumisa, le pedí que me acompañara y los dejamos solos.
Ya en mi cuarto y sin la presencia del americano, Ixcell se rio diciendo:
-Amo, por un momento creí que iba en serio cuando dijo que me vendía.
Fue entonces cuando cogiendo una fusta, le contesté:
-Iba a hacerlo pero eres tan mala puta: ¡Que no te quieren ni regalada!
 
 Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es


Relato erótico: “LA FÁBRICA (6)” (POR MARTINA LEMMI)

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Habíamos apenas terminado de arreglarnos la ropa cuando se abrió la puerta y entró Hugo; se me detuvo el corazón ya que, de haber entrado sólo un par de minutos antes, muy distinta sería la escena que hubiera visto.  Luciano, sin embargo, se comportó con absoluta normalidad.
“¿En qué andan ustedes dos acá?” – preguntó Hugo pero como desentendido del asunto y en tono de broma.  Yo me trabé y se me hizo un nudo en la garganta, pero por suerte Luciano habló, directamente optando por ignorar la pregunta de su padre.
“¿Y?  – preguntó -.  ¿Cómo está eso?”
“Está duro, está duro, pero bueno, ya para mañana o pasado tendremos una respuesta definitiva y a partir de ello veremos qué hacer – respondió Hugo y yo interpreté que hacía referencia a la designación de la nueva secretaria -.  Soledad, ¿se puede quedar un momento?  Luciano, si nos disculpas, te agradecería que nos dejaras solos; quiero hablar con la señorita Moreitz”
Fue una sacudida para mí y miré rápidamente al rostro de Luciano; había pensado que, tal vez, dejaría traslucir alguna expresión de celos aunque más no fuera en pequeña medida pero no: él siempre parecía comportarse del mismo modo y sin demostrar nada.
“Claro, Hugo – llamaba a su padre por el nombre -.  Nos vemos luego”
En el momento en que se retiró, me sentí desprotegida ante Hugo.  Sin embargo y considerando que estaban buscando nueva secretaria, abrigué la esperanza de que me hubiera hecho quedar con ese fin.  De hecho, sus primeras palabras una vez que quedamos solos en la oficina apuntaron en esa dirección.
“Dígame, Soledad – me espetó -, ¿ha pensado en la posibilidad de ser secretaria?”
La pregunta no me tomó desprevenida porque ya Luciano me había preparado, pero sí terminó de confirmar que lo dicho por éste no eran sólo conjeturas hechas en el aire: realmente se estaba barajando mi nombre entre las posibles candidatas.  Pensé que lo mejor en ese momento era fingir sorpresa:
“No, señor Di Leo, nunca lo…”
“Hugo”
“Hugo…; verdaderamente me honra usted con sólo mencionarlo pero no es algo en lo que hubiera pensado.  ¿Yo?  ¿Secretaria?”
“Sí – me respondió -; de todas formas es algo que estamos viendo: nos estamos manejando entre tres posibilidades de momento”
Hizo una pausa.  Quizás esperaba que yo le preguntara cuáles eran las otras dos pero por educación no lo hice; bien podía ser que el jefe me estuviera poniendo a prueba y tratando de chequear hasta qué punto era yo capaz de contener mi impertinencia.  Más allá de eso, por supuesto, fue inevitable, que yo me quedara haciendo cálculos en mi cabeza y, de acuerdo a lo que ya me había adelantado Luciano, no era tan difícil: estaba yo, estaba Floriana y alguien de fuera de la fábrica a quien no conocía.
“Ahora, Soledad… – dijo de pronto mientras se desabrochaba el cinto y dejaba caer el pantalón -; necesito una buena lamida de culo de ésas que usted tan bien sabe dar, je… Fue un día de stress para mí”
Se giró y, al igual que ocurriera dos días antes, volvió a mostrarme ese trasero fofo y sin forma.  Las arcadas volvieron a mí pero sabía una cosa: mi puesto de secretaria podía estar en juego y era casi un hecho que mis posibilidades quedarían reducidas a cero si no satisfacía a mi jefe.  Él, de algún modo, ya me lo había adelantado: “¿No es lo que siempre dicen que hacen las empleadas de oficina? ¿Lamer culos de jefes?”.  Esa frase perversa, aunque realista, seguía resonando en mi mente.  Así que, más que nunca, supe que Hugo no debía quedar insatisfecho esa tarde.  Planté rodilla en tierra y comencé a recorrer sus nalgas con mi lengua una vez más.
“Mmmm, sí, Soledad, así… En la zanja, por favor… Mmm, sí, eso.  Y no olvide meter su lengüita en el agujero”
Ese día, el encuentro con Daniel a la salida del trabajo transitó, como era de prever, por  fuera de lo habitual.  No paraba de mirarme como si tratara de comprobar si estaba bien; sólo faltaba que me tomara la fiebre.  Pero, claro, lo entendía; no es de lo más común que alguien llame a su novio desde el trabajo para decirle que quería oír su voz y así poder masturbarse.  Demás está decir que me llenó de preguntas y yo contesté con evasivas; hasta le pedí disculpas por lo que había hecho.  Él, sin embargo, no se dejó arrastrar por mi silencio sino que quería ahondar en la cuestión y rápidamente entendí en qué dirección iba: sobre todo cuando me confesó que se había masturbado con nuestra charla telefónica pero que se había vuelto a excitar con sólo recordarlo.  Quería sexo, desde ya: evacuar la calentura.  Pero la realidad era que yo no estaba para una revolcada luego de la particular tarde vivida en la fábrica; más bien sólo quería descansar pues Luciano me había dejado de cama.  No podía, obviamente, siquiera insinuar nada ni mencionar el nombre de Luciano, así que me excusé argumentando estar cansada (típica excusa de nosotras las mujeres cuando hemos tenido sexo con alguien no legal y no estamos para tenerlo con alguien legal, por lo menos en lo inmediato) y, para inflarle un poco su ego, le dije que la “masturbación telefónica” me había matado.  Tuvo que aceptar, desde ya, pero a regañadientes e inclusive sacó varias veces el tema durante el camino e incluso después cuando entró a mi casa.  Yo, de todas formas, me mantuve inflexible en mi respuesta y fingí incluso estar más cansada de lo que en realidad estaba.
Al otro día, por primera vez, me hicieron salir de la fábrica durante las horas de trabajo.  Había que llevar unos papeles al banco y estaba más que obvio que era Estela quien habitualmente se encargaba de tales menesteres y, al parecer, debía ser muy eficiente en ello ya que las veces en que la había visto salir de la fábrica siempre había vuelto con bastante rapidez.  Podría ahora haberle cabido a Luciano la tarea que me habían encomendado pero lo había visto muy temprano en la fábrica y luego ya no; seguramente habría tenido que salir por otro tema: el trabajo de Estela, al parecer, era tan variado y complejo que se necesitaba más de una persona para delegar sus labores habituales.
Salir de la fábrica con esa falda era, desde ya, un serio problema para mí.  No era lo mismo que subirme o bajarme del auto de Daniel.  Floriana me ofreció su moto para ir, pero la sola idea de imaginarme ahí arriba con esa falda tan diminuta me hizo desistir de la idea.  Opté por escoger la opción que, en primera instancia, me había ofrecido Hugo: pagarme un taxi para que me llevara, me esperara y me trajera.  Era, desde luego, la opción más decorosa aun cuando no sabía quién podía ser el taxista ni cómo se comportaría al verme subir al auto así.
La verdad fue que el taxista se comportó de modo bastante respetuoso, tanto durante el viaje de ida como el de vuelta, pero aún así, no paró de hacerme preguntas:
“Es nueva en la fábrica, ¿no?  Nunca la había visto antes…  ¿Qué edad tiene?  Se la ve joven…  ¿Veintiséis?  ¡Parecen menos incluso!…”
O cosas así…  Es decir, preguntas bastante impertinentes pero nunca llegando a ser guarras o irrespetuosas… o bien mis parámetros ya estaban totalmente alterados con las cosas que venía viviendo y que cada vez lograba manejar menos.  Noté, de todos modos, que el conductor acomodó bien el espejo retrovisor como para espiar por entre mis piernas pues yo viajaba en el asiento trasero.  Por pudor, me cubrí, pero al mismo tiempo… me excité un poco.  Me odié por eso.  ¿En qué clase de mujer me estaban convirtiendo en esa fábrica?  Unos meses atrás, simplemente le hubiera pedido al que se detuviese y me hubiera ido caminando.
El banco fue otra pesadilla.  Todos, ya fueran clientes, cajeros o personal de seguridad tenían los ojos clavados de mi cintura para abajo.  Los hombres lo hacían con los ojos llenos de un deseo perverso; las mujeres, las más de las veces, con una envidia que rayaba en el desprecio, aunque también las había que me miraban con admiración y hasta con lascivia.  Había incluso en el banco mucha gente que me conocía y no debía ello sorprender pues yo había ido en varias oportunidades cuando aún me desempeñaba en mi trabajo anterior.  Me tocó, a mi pesar, escuchar de parte de las mujeres algunos comentarios hirientes de quienes cuchicheaban en voz baja, pero no lo suficientemente baja como para que yo no las oyese, lo cual seguramente era deliberado.
“Mirá cómo se viene al banco la puta ésta…”
“Es una desvergonzada; debería estar revoleando la cartera al costado de la ruta….”
“¿Y qué esperás?  Me contaron que de su anterior trabajo la echaron por trola: se lo quiso voltear al jefe”
Y más comentarios así… Yo no podía hacer otra cosa más que tragar saliva y bajar la cabeza con vergüenza; era una espantosa humillación la que me tocaba vivir y más todavía cuando algunas de las cosas que decían no eran ciertas o, cuando menos, exageradísimas.  La gente que alguna vez me había visto como una mujer decente ya no me veía de ese modo.
Al regresar a la fábrica me encontré con la sorpresa de verlo a Hugo sentado a mi escritorio; no sé por qué, pero en ese momento se me ocurrió pensar, de manera optimista, que eso podía tener que ver con mi hipotética designación como secretaria: fue una locura suponer eso; más un producto de mis deseos que de la realidad, pero en ese momento lo vi como que si él se había sentado a mi escritorio era porque el mismo pasaba a quedar desocupado al menos por un tiempo.  Y si mi escritorio estaba desocupado, eso podía significar que ahora mi lugar en la fábrica era otro.  Eso fue, al menos lo que pensé, pero no tardé en descubrir lo lejos que mis cavilaciones estaban de la realidad…
Para empezar, había alguien sentado al otro lado del escritorio: un tipo que debía tener algunos años menos que Hugo pero que, al igual que él, era bastante relleno.  Tenía el rostro aplastado y pómulos bien marcados, cabeza casi completamente calva y cuello poco más que inexistente. 
“¡Ah, Soledad! – me saludó con alegría Hugo al verme -.  Perdón por usurpar tu lugar, ja… Te presento al señor Inchausti”
El alma se me cayó al piso; no sé cuándo sería el día en que no recibiría una estocada letal dentro de aquella fábrica.  Era el cliente de Corrientes, el mismo que había hablado conmigo por teléfono y al cual yo le había seguido un poco su juego de flirteo con tal de que hiciera su compra.  Por lo pronto, si estaba allí, se podía decir que tal objetivo había sido finalmente logrado,  Pero… ¡Dios!: si yo había entrado en su juego era por mi convencimiento de que nunca estaría ante él físicamente.  Y sin embargo, ¡allí estaba!
“Ho… hola, señor Inchausti, es… un gusto conocerlo” – musité, totalmente perdida y con la vista esquiva, sin saber bien adónde mirar. 
“Por el contrario, Soledad, el placer es mío.  Es usted tan hermosa como su voz lo sugiere al teléfono e incluso más” – dijo él mientras, en un gesto caballeresco casi fuera de contexto, me tomaba la mano para besármela como si yo fuera una princesa.
Poniéndome de todos colores, agradecí con un asentimiento de cabeza; traté también de decir algo pero no me salió nada. Me quedé un momento en silencio y, tratando de vencer mis temores, lo miré a los ojos lo más que pude; a pesar del trato caballeresco que había buscado exhibir, en ningún momento se levantó de su silla para saludarme.  Tampoco Hugo lo hizo para dejarme el lugar; era como si estuvieran resolviendo allí algo que era más importante que cualquiera de mis menesteres. Tenía Inchausti dos ojos enormes y oscuros dentro de los cuales casi no podían verse las pupilas, cosa que me inquietaba sobremanera; la sensación era que me estaba devorando y saboreando con la vista.  Siguiendo la misma línea de Hugo y de Luis no tenía casi pelo sobre su cabeza y, como detalle, particular en su caso, prácticamente no tenía cuello.  En el teléfono había declarado tener unos cuarenta y seis años pero viéndolo me daba la impresión de que me había mentido; no parecía ser más que cinco o seis años menor que Hugo.  Y suponiendo que no me hubiera mentido con la edad, sí lo había hecho al decirme que se mantenía en buen estado: nada más lejano.
“No… me imaginaba que lo tendríamos por aquí, por la fábrica” – dije, tratando de inventar una sonrisa como pude.
“Yo tampoco lo imaginaba – dijo él, siempre cortés y sonriente, pero aun así y, por algún motivo, desagradable – ; surgió un viaje de manera imprevista y no quería dejar pasar la oportunidad de llegarme hasta aquí por un motivo muy especial…”
Su sonrisa perversa me inquietó; hasta retrocedí un paso en mi lugar.
“¿Un m… motivo muy especial, señor Inchausti?” – balbuceé.
“El señor Inchausti me ha hablado muy bien de cómo lo atendió, Soledad – terció Hugo -.  Ha quedado, al parecer, verdaderamente maravillado por tu atención”
Descubrí en la expresión de Di Leo no sólo la plena satisfacción por haber concretado una venta importante sino que además rezumaba un cierto orgullo ya que probablemente se adjudicaba el mérito de haberme aconsejado bien acerca de cómo hablar con los clientes al teléfono.  De hecho, se me quedó mirando y fue como si en su mente estuviera repasando cada una de las palabras que yo pronuncié el día de la entrevista durante aquella fingida charla telefónica que terminó en manoseo y sexo oral.
“G… gracias, s… señor Inchausti; me alegra mucho que así haya sido” – dije, temblorosa y con la voz entrecortada.
Quedaba bien claro que estaba haciendo un papelón.  La joven que Inchausti tenía ahora enfrente era muy distinta a la que había escuchado en el teléfono en días previos.  De cualquier modo yo ya no sabía para esa altura qué era mejor, si decepcionarlo o seguirle el juego.
“El señor Inchausti me ha solicitado un pedido especial – dijo Hugo – y me parece justo satisfacerlo”
Mi temblor aumentó.  Ya ahora mis piernas eran un tembladeral y temía que se notara.  Miré por un segundo a Floriana pero ella estaba sonriente, como si se alegrara por mí.  O como si estuviera orgullosa por la empleada que le había conseguido a la empresa.  Yo estaba a la espera de que Di Leo acabase de decirme cuál era ese pedido tan especial, pero fue el propio Inchausti quien habló:
“Me gustaría invitarla a almorzar, Soledad”
Arrugué el rostro y fruncí el entrecejo.
“S… señor Inchausti, se lo agradezco p…”
“Yo ya le dije que sí – intervino Hugo -; me tomé ese atrevimiento mientras usted no estaba, Soledad”
Otra vez la incredulidad volvía a golpearme: parecía que tenía que acostumbrare a que allí se dispusiera de mí como si fuera un objeto.  Dirigí una mirada angustiada a Hugo.
“Pero…, no entiendo – balbuceé -.  ¿Cuándo?”
“¡Ahora! – exclamó Hugo abriendo los brazos en jarras y mirando, luego, su reloj -.  ¿Acaso no falta poco para la hora del almuerzo?”
“P… precisamente señor Di Leo.  Sólo d… disponemos de una hora y no va a haber tiempo para…”
“¡No se preocupe por eso! –exclamó Hugo con gesto desdeñoso -.  Tiene la tarde disponible por completo para satisfacer al señor Inchausti, Soledad”
Quería morir.  Eché un nuevo vistazo a Floriana pero seguía sonriente.  ¿Sería consciente mi amiga de lo que se estaba haciendo conmigo?  ¿Tan ingenua podía ser como para alegrarse por mi suerte?  De repente, recordé mi posible nombramiento como secretaria, como también el hecho de que yo seguía aún trabajando en la empresa a pesar del incidente protagonizado con Evelyn un par de días antes.  ¿Hasta qué punto estaba en condiciones de decir que no?  Y después de todo, sólo era una invitación a almorzar, aunque… ¿qué pasaba si me veía Daniel?  ¿O alguien de su entorno?  Confundida y llena de dudas acepté, sin embargo, la propuesta con la cabeza gacha:
“Está bien, señor Di Leo, como usted… disponga.  Le agradezco su invitación, señor Inchausti”
Recién entonces Hugo se levantó de mi silla; se le veía más que complacido.
“¡Perfecto! – exclamó alegremente -.  ¡Vayan ya mismo entonces!  Sólo faltan quince minutos para la chicharra del almuerzo.  Señor Inchausti, disponga a gusto de mi empleada…”
La frase me hizo abrir grandes los ojos y tragar saliva.  ¿Disponer a gusto?  Además estaba bien claro que Hugo parecía tratarme como su propiedad y casi me estaba “prestando”.  Nerviosa, miré hacia todos lados.  Floriana, sin embargo, parecía ahora enfrascada en lo suyo e indiferente ante la situación.  Busqué desesperadamente con la vista a Luciano.  ¿Por dónde andaría?  ¿Habría ya regresado a la fábrica?  De pronto sólo deseaba que él estuviera allí; estaba segura de que detendría esa locura o al menos se opondría.  Viéndolo hoy, sin embargo, creo que yo, en mi desesperación y ante la necesidad de auxilio, sobreestimaba desmedidamente el poder de decisión de Luciano allí dentro. 
Por lo pronto, Inchausti sonrió de oreja o oreja y agradeció a Hugo (no a mí) y, en lo que terminó de constituir el peor bochorno posible, me tomó de la mano para así, haciéndome desfilar ante el resto del personal, llevarme hacia la puerta de salida y de allí a su auto.
Me dio, al menos, la posibilidad de elegir adónde quería ir a almorzar aunque creo que ello se debió más a su desconocimiento de la ciudad que a otra cosa.  Aprovechando eso, lo guié hacia un restaurante bastante alejado del centro de la ciudad, en una zona periférica en la cual era bastante difícil cruzarnos con alguien del entorno de Daniel.  Ni siquiera me conocían en ese lugar, lo cual era para mí otra ventaja. 
Durante el trayecto en auto, Inchausti no abusó de las impertinencias; se siguió manejando caballerosamente y, en todo caso, lo que sí hizo fue insistir reiteradamente en cuanto a lo hermosa que yo era y lo contento que había quedado con mi atención.  Yo, sin saber qué decir, agradecí torpemente, casi con monosílabos y las más de las veces mirando hacia el exterior del habitáculo.  Quería, por todo y por todo, bajarme de ese auto.
Ya en el restaurante las cosas comenzaron a ir tomando otro cariz.  Se puso algo más meloso y en un par de oportunidades me tomó la mano.  Yo había tolerado ese gesto cuando me condujo fuera de la fábrica pero ya me parecía desmedido que lo hiciese en la mesa y enfrente de todos como si fuésemos pareja; retiré mi mano, por lo tanto, cada vez que lo hizo.  Por fortuna no conocía a nadie del resto de los clientes que había en el lugar pero, por otra parte, cada uno de ellos nos miraba de arriba abajo con ojos y semblantes que revelaban sorpresa al ver una pareja tan despareja.  Se estarían, seguramente, preguntando qué haría yo con un tipo que era lo más parecido que podía haber a un pez humanoide.  En un momento Inchausti se sinceró y, sin que yo le preguntase nada al respecto, admitió no tener la edad que me había dicho al teléfono, sino bastante más: era, en efecto, apenas un par de años menor que Hugo pero la diferencia era mínima.  También estaba claro que me había mentido al decirme que se mantenía en buen estado aunque en eso, claro, no se sinceró del mismo modo.  Me vino a la cabeza una escena de alguna de las películas de la saga Star Wars en la cual la princesa Leia era sometida y encadenada por un horrible monstruo mezcla de pez y sapo; sí, ésa era la imagen exacta; incluso se me escapó una risita involuntaria al hacer esa asociación: él me preguntó por qué me reía pero, claro, no le dije nada.
Pagó la cuenta luego de un almuerzo en el cual, como era fácil de prever, no escatimó en gastos más allá de que yo realmente comí muy poco; lo único que quería era marcharme cuanto antes y volver a la fábrica lo más pronto posible.  Por eso sentí un inmenso alivio al momento de dirigirnos caminando en dirección al auto y hasta le toleré que volviera a insistir con lo de tomarme por la mano: lo que fuera con tal de que todo aquello terminara.  Sin embargo, cuando instantes después, nos marchábamos del lugar, noté que, al conducir el auto, él tomaba otro camino, lo cual me comenzó a impacientar.  Supuse, aun así, que todo sería producto de su desconocimiento de la ciudad o bien de que había retenido muy mal el camino hecho a la ida.
“No… – dije, sacudiendo la cabeza -; no es por aquí: estamos yendo al revés”
“Lo sé, Soledad, lo sé” – dijo él simplemente, mientras asentía con una sonrisa.
Otra vez me volvieron los temblores.  Me mantuve en silencio en mi butaca, sufriendo por la ansiedad y la incertidumbre.  Pronto pude ver que tomábamos por una calle que hacía las veces de colectora a la ruta por la cual se entraba y se salía de la ciudad; el nerviosismo en mí aumentó.
“¿Hacia dónde… estamos yendo?” – pregunté.
Como respuesta, sólo sonrió.  La expresión de su rostro se me antojaba aun mucho más perversa que lo que me había parecido antes.  De pronto el auto se detuvo.  Al mirar a través del vidrio polarizado comprobé con horror que nos habíamos detenido… a la entrada de un albergue transitorio.
Lancé un gritito de espanto y me removí en mi butaca; intenté abrir la puerta pero no lo logré.
“Tranquila… – me dijo él con el tono de voz más sereno del mundo -.  ¿Qué le pasa, Soledad?  ¿Qué es lo que la incomoda?”
Cerré los ojos y me estrujé con dos dedos el tabique de la nariz.  Quería morir, pero tenía que hablar si pretendía zafar de la suerte que al parecer me esperaba en manos de aquel lunático.
“Señor Inchausti… – dije con tono paciente -; creo que esto se está yendo de tema.  No está dentro de las condiciones que yo…”
“Hugo me dijo que dispusiera de usted libremente – me replicó él siempre con la misma tranquilidad -.  Es su jefe, ¿no?”
Me mordí el labio inferior y sacudí la cabeza.  Era increíble que estuviera debatiendo aquello con ese tipo.
“Es mi jefe, sí, pero… no me parece que él haya autorizado a algo así”
“¿Cómo lo interpreta?”
“N… no sé, no sé, pero estoy segura de que no le dio permiso para llevarme a un hotel alojamiento”
Lo mío era una táctica, desesperada desde ya, pero táctica al fin.  No quise aparecer oponiéndome a la voluntad de Hugo sino, por el contrario, respetándola a rajatabla.  Bien podría haber dicho, por ejemplo: “Hugo es mi jefe, pero no mi dueño”, pero sabía que eso podía ser conflictivo y dejarme un panorama oscuro de frente al futuro inmediato.  Mi estrategia, más bien, era insistir en que Hugo había dado el visto bueno para un almuerzo y no para una cogida…
“Está bien – dijo Inchausti con toda calma -; lo llamamos, le preguntamos y de ese modo nos sacamos la duda.  Yo tampoco quiero caer en el atrevimiento de hacer algo para lo cual no se me ha dado permiso.  Lo mejor es llamarlo – extrajo su celular -; ¿lo llama usted o lo hago yo?”
“Lo llamo yo” – respondí luego de un breve momento de duda.  Mi conclusión era que si yo dejaba que Inchausti llamase, también me exponía a que presentara las cosas de un modo distinto y no como en realidad eran.  
Inchausti no objetó nada y guardó su celular encogiéndose de hombros mientras yo, en el mío, buscaba a Hugo en el directorio y lo llamaba:
“Señor Di Leo… Sepa disculpar la molestia pero está ocurriendo algo que me parece que se sale de lo previsto”
“¿Pasó algo, Soledad?” – preguntó desde el otro lado, con tono de preocupación -.  ¿Está usted bien?  ¿Y el señor Inchausti?”
“S… sí, señor Di Leo.  Estamos bien; no es eso.  Es que… el señor Inchausti me ha traído a un albergue transitorio y pretende que yo entre allí con él”
“Ah, sí – dijo Hugo -.  Yo mismo le indiqué cómo llegar a uno.  ¿Hay algún problema, Soledad?  ¿Está cerrado?”
Desde su lugar, Inchausti me echó una mirada que era claramente de triunfo.  Yo había tenido la no muy buena idea de poner mi celular en altavoz para que él oyese, pues estaba segura de la negativa de Hugo.  Pero ahora…, no podía creer lo que estaba oyendo: una vez más, por cierto.
“S… señor Di Leo.  ¿Me está diciendo que… tengo que entrar con él a ese lugar?”
El estómago se me revolvía y la voz, de tan angustiada, me salía casi como un sollozo.
“Bueno, Soledad, usted decide.  Pero recuerde que ésa no es una venta como para desperdiciarla”
Podría él, por cierto, decir más de lo que dijo, pero con eso alcanzaba.  Si yo no entraba al hotel con Inchausti, no habría venta; si la venta se caía, era malo para la empresa y para mi reputación como empleada.  De allí al despido había un paso muy corto y, por supuesto, debía decirle adiós para siempre a mi posible designación como secretaria.
“Está bien, señor Di Leo – dije en tono de derrota -.  Usted gana…”
“¡No, Soledad! – replicó Hugo -.  Aquí no se trata de ganar o perder.  Y, en todo caso, de ser así, usted es una de las que gana porque va a tener una suculenta comisión en la venta…”
Me sentí tan vencida y abatida que corté la comunicación sin siquiera despedirme, o al menos no recuerdo haberlo hecho.  Se me ocurrió en ese momento que podía llamarlo a Luciano; él se había convertido, súbitamente, en mi “protector” en todo lo relacionado con la fábrica, aunque la verdad era que yo le había dado un título exagerado y, de todas formas, no tenía su número: en algún momento había pensado en pedírselo pero no me atreví a hacerlo; después de todo él era casado y yo estaba en una relación formal. 
  Giré la vista hacia Inchausti, cuyo rostro exhibía la más triunfal y repelente sonrisa.  Alzó las cejas y colocó hacia arriba las palmas de las manos como diciéndome que no había nada que hacer.  El auto estaba estacionado sobre la entrada al hotel alojamiento pero no avanzaba ni retrocedía; otro vehículo llegó y se ubicó por detrás de nosotros, comenzando a tocar bocina al encontrar el acceso obstruido.  
“Adelante, señor Inchausti – dije, vencidas todas mis resistencias -.  Entremos al hotel”
Inchausti avanzó el auto unos pocos metros hasta ubicarlo junto a la caseta de recepción; mientras él solicitaba habitación, me puse a pensar en algo muy loco: yo llevaba una semana dentro de la fábrica y, a pesar de todas las situaciones perversas y delirantes que había vivido, aún nadie me había cogido… O mejor dicho, sí por detrás pero no por la entrada convencional.  Parecía casi una ironía pero fuera como fuese, ese dato estaba seguramente a punto de cambiar.
Mis piernas temblaban a más no poder cuando entramos en la habitación; la misma era espaciosa ya que Inchausti había arreglado por una de estilo “loft”; la parte baja estaba ocupada por el baño, el jacuzzi y un minibar al que realmente costaba llamar “mini”.  Una escalera en madera subía hacia la parte en la cual se hallaba la cama; nos detuvimos al pie de la misma.
“Usted primero, Soledad – me instó -.  No quiero privar a mis ojos del espectáculo de verla subir”
El muy cerdo quería gozar de llenarse la vista antes de cogerme.   Con el sonido de mis tacos retumbando por toda la amplia habitación, subí los escalones despaciosamente sabiendo que él, desde abajo, se deleitaba los ojos con mi culo entangado. 
“Hermosa… – decía de un modo asquerosamente sibilante -.  Un manjar; no me equivoqué al imaginarla a través del teléfono.  En realidad me quedé corto.  Contonéese un poco, Soledad, por favor”
Me detuve a mitad de la escalera y giré un poco la cabeza por encima de mi hombro.  No era que no hubiera comprendido sino más bien que no podía creer lo que me pedía.  ¿Podía ser tan repugnantemente pajero?  Sonriente, hizo con sus manos un movimiento de balanceo que imitaba claramente el contoneo que de mí exigía.
“Suba los escalones dando los pasos como siguiendo una misma línea – me explicó, con un tono entre paternal y pedagógico, pero a la vez terriblemente depravado -; como lo hacen las modelos: supongo que las habrá visto…”
En realidad la explicación holgaba.  Haciendo caso a su perverso pedido, ascendí los escalones que me quedaban caminando con lentitud y contoneándome tal como él me requería.  Su reacción fue inmediata:
“Mmmm, cuánta belleza… – decía -; créame, Soledad, que de muchachas sé bastante jeje… Pero me veo venir que de esta noche va a ser difícil olvidarme… si es que sobrevivo, jaja”
Por dentro pensé cuán bueno sería que no sobreviviera, que le diera un infarto allí mismo aun cuando ello implicase para mí tener que dar muchas explicaciones y ni qué decir de Daniel.  Una vez que llegué a lo alto de la escalera vi la cama de dos plazas y supe que tenía que ir hacia allí; no había demasiados destinos posibles.
“Deténgase ahí” – me dijo desde abajo, en tono de orden.
Haciendo lo que me decía, me detuve apenas llegué al tope de los escalones y, una vez más, giré la cabeza hacia él con gesto interrogativo.
“Tóquese” – me dijo.
Lo sentí exactamente como la bofetada en el rostro que, en su momento, me había propinado Evelyn; de hecho hasta trastabillé y me tomé de la baranda porque temí caer hacia atrás.
“¿Qué?” – pregunté con el rostro contraído en una mueca de incredulidad.
“Que se toque” – respondió él con toda naturalidad y, una vez más, acompañó con un gesto de sus manos como para graficar mejor lo que estaba pidiendo que hiciera.
Yo ya no sabía qué hacer ni qué decir.  En un momento pensé en mandarlo a la mierda.  También se me cruzó por la cabeza llamarlo nuevamente a Hugo, pero, ¿qué sentido tendría?  Y se me volvió a pasar por la cabeza la imagen de Luciano: cómo me gustaría que él estuviera allí o que, al menos, estuviese al tanto de lo que estaba ocurriendo.  Pero, en fin, llega un punto en el cual la incredulidad vence todo límite y el pedido más insólito acaba por terminar convirtiéndose en normal y aceptable llevando así la dignidad aun más bajo la dignidad de una.  Era paradójica la situación: yo me hallaba en lo alto de la escalera y él al pie.  Y, sin embargo, era como si yo lo mirara hacia arriba; me sentía baja, terrible e insoportablemente baja.
Me giré una vez más hacia adelante, dando mi espalda por completo mi espalda a Inchausti, quien seguía abajo..  No sabía muy bien a qué se refería con que me tocara o qué parte del cuerpo debía yo tocarme.  Se me ocurrió masajearme los muslos y, al parecer, le gustó:
“Mmm, un encanto, Soledad – me dijo -.  Usted es un llamado al pecado, jeje.  Inclínese un poco hacia adelante, por favor”
Degenerado de mierda; como si no se me viera ya lo suficiente el culo al estar en lo alto de una escalera y con una falda tan escandalosamente corta…  No obstante y con mucho asco, me incliné tal como él pedía y pude escucharlo que dejaba escapar algo así como una mezcla de silbido y exhalación; no cabía duda que estaba a mil.  No era para menos considerando la postura que me había hecho adoptar.
“Acaríciese las nalgas” – me dijo.
El pedido (u orden) no me sorprendió: de hecho me lo veía venir; sabía que sería el siguiente paso.  Inclinada como estaba llevé mis manos hacia mis nalgas e inicié un movimiento de masajeo como si trazara círculos; la imagen que me vino rápidamente a la cabeza fue la de Luciano aplicándome el ungüento y creo que eso me calentó, dado que intensifiqué el movimiento y me entregué por completo al mismo moviendo no sólo mis manos y glúteos sino también todo mi cuerpo: cerré los ojos y fue como si por un momento hubiera olvidado para quién estaba yo ofreciendo aquel espectáculo.  La voz de Inchausti, no obstante, se encargó de traerme rápidamente de vuelta a la realidad de que estaba en un hotel de la colectora haciendo un show de cachondeo para un cliente feo y de gustos repugnantes.
“Mmmm, así, así, Soledad”– no dejaba de repetir.
Tuve la sensación de que se debía estar tocando y no pude contener el impulso de echar un vistazo para ver si realmente era así.  Inclinada como estaba no ganaba mucho con girar la cabeza así que,  más bien, preferí mirar por el hueco entre mis piernas y apenas por el rabillo del ojo: la vista con que me encontré volvió a provocarme una sacudida poniéndome, una vez más, al borde de la caída.  Me incorporé y me giré, inyectados mis ojos en rabia e incredulidad; él estaba con su celular en mano y me estaba fotografiando o, tal vez, filmando.
“¿Qué… hace?” – pregunté, hecha una furia.
“La filmo, Soledad. Quiero tener un recuerdo, obviamente – explicó con suma tranquilidad -; espero que me entienda: no sé si en mi vida volveré a gozar de un espectáculo semejante al que usted me está dando”
Me mantuve en silencio, contando hasta diez para no insultarlo; crispé los puños.
“No… me gusta eso – repuse -.  Tengo novio y si llegara a ocurrir que…”
“Nadie va a ver jamás esta filmación – me interrumpió con tono tranquilizador -; es para mí, jeje… Para acordarme de usted cada vez que me masturbe.  Hmm, bueno, es posible que se la muestre a algún amigo muy íntimo pero no se haga problemas: viven lejos de aquí y no la conocen.  No pienso, además, pasarle la filmación a nadie; sólo mostrarla: a uno le gusta exhibir sus logros ante sus amigos y provocarles un poco de envidia, jaja…”
No agregué palabra; ¿qué podía decir?  Me mantuve allí, con los puños apretados y mirándolo con odio.  En algún momento, una lágrima estuvo muy cerca de correr por mi mejilla: yo no podía creer en lo que me habían convertido.  Notando mi turbación, él pareció tener un momento de piedad hacia mi dignidad y bajó la mano en la cual sostenía el celular en función de filmadora.
“Ya está – dijo -; interrumpí la filmación, pero le aclaro que cuando lleguemos a la cama no tengo pensado hacerle más concesiones a su pudor.  Ahora vaya y ubíquese a cuatro patas sobre ella.  Cuando yo llegue arriba quiero encontrarla con el culito bien levantado”
Es increíble la forma en que a veces pueden cambiarnos los parámetros de la dignidad o de lo que consideramos como tolerable.  Eso que me acababa de pedir era una guarrada indignante; y, sin embargo, lo consideré como una solución momentánea antes de que siguiera filmándome.  En efecto hice lo que me decía; llegué hasta la cama, lo cual implicó que él, desde abajo, ya no podía verme.  Me ubiqué en cuatro patas tal como había requerido y levanté un poco mi cola como si fuera una gata en celo.  ¿Tendría que bajarme o quitarme la tanga?  Él no había dicho nada al respecto.  Su voz, de inmediato, me llegó desde abajo y fue como si hubiera leído mis pensamientos.
“No se saque nada – me dijo -; deje eso por cuenta mía, jeje”
Me quedé allí, por lo tanto, inmóvil y a la espera de que él subiera; apenas unos instantes después llegó a mis oídos el sonido de sus pasos sobre los escalones de madera.  Entreví luego por el rabillo del ojo y le vi acercárseme por detrás; apoyó una rodilla sobre la cama y extendió uno de sus brazos hasta tocar mis nalgas con su mano.  Lo hacía con la misma dedicación que si estuviera palpando una joya valiosa y difícil de alcanzar luego de una muy larga espera; en parte era ése el clima que había ido creando con todo lo que me había obligado a hacer desde entráramos a la habitación.   Me sobó el culo centímetro a centímetro como si no quisiera perderse nada; el modo en que lo hacía no era, ni por asomo, el modo en que lo hacía Luciano cuando me embadurnada: más bien mostraba cierta torpeza, como si sus impulsos o su ansiedad gobernaran sus movimientos.  De hecho fue aumentando la presión y, por momentos, envolvía entre sus gruesos dedos grandes secciones de mi carne y tironeaba de ella casi como si quisiera arrancarla de mi anatomía. 
“Excelente… – decía, con un tono de voz que sonaba como extasiado o absorto -, excelente… Un precioso manjar para cualquiera”
Bajé la cabeza hacia la cama, avergonzada y derrotada; cerré los ojos e intenté imaginar que era Luciano quien me estaba manoseando las nalgas pero tal cosa era imposible: nada más lejano a su estilo.
“Me contó Hugo que es muy buena lamiendo culos” – soltó, de pronto, a bocajarro.
Alcé cabeza y hombros dando un respingo.  La indignación me envolvió.  No podía creer que Di Leo fuera tan hijo de puta como para decirle eso a un cliente depravado.  Traté, en ese momento, de imaginar la escena y me dio un escalofrío: ¿en dónde se lo habría contado?  ¿Sería cuando estaban sentados a mi escritorio y por lo tanto cerca de los oídos de Floriana y las demás chicas?  Y si pensar en eso resultaba ya de por sí vergonzante e indignante, peor aún lo era pensar en lo que se vendría.  ¿Por qué me comentaba eso?  Lo único que podía llegar a interpretarse era que, si me lo decía, era porque estaba a punto de pedirme que le hiciera lo mismo…
“A mí no es lo que más me gusta – siguió diciendo y me produjo, al menos momentáneamente, algún alivio; tardó unos segundos antes de seguir hablando, como si manejara la pausa o jugara perversamente con el silencio -.  Yo, más bien, prefiero lamer culos… sobre todo cuando son tan lindos como el suyo”
Antes de que llegara yo a terminar de captar lo que acababa de decirme pude sentir cómo su lengua comenzaba a recorrer mis nalgas del mismo modo en que antes lo habían hecho sus dedos.  Minuciosamente, se ocupó de que no quedara una sola pulgada de la piel de mi cola sin humedecer y, por momentos, me lamía con tanta fuerza que tuve un par de veces que tensar mis brazos para no caer de bruces sobre la cama.  En un momento enterró su lengua en mi zanja de tal modo que me introdujo la tira de la tanga hasta llevarlo lo más adentro de mi agujero que pudo; a mi pesar, debo admitir que eso, en algún punto, me excitó.  Me dio asco, pero me excitó.  Luego dejó de pasarme la lengua y se dedicó a morderme casi como si fuera un perro; sus dientes aprisionaban mi carne como queriendo comerla y, de hecho, logró arrancarme un par de gritos de dolor que, lejos de detenerlo o siquiera cohibirlo, parecieron, por el contrario, excitarlo aun más ya que aumentó la presión de los dientes.
En eso dejó de morderme y, al parecer, alejó su boca de mi trasero.  De momento constituía un alivio pero ya para ese entonces yo ya estaba acostumbrada a que cuando algo repugnante llegaba a su fin era porque, indudablemente, sobrevendría algo todavía más repugnante…
Alcancé a oír cómo se desprendía el cinto y vi de soslayo cómo dejaba caer su pantalón.
“Mueva el culo – me dijo -; ahora que ya la dejé calentita, mueva el culo, Soledad”
Qué asco.  ¡Dios!  “Ahora que ya le dejé calentita”: ¿se podía ser tan repugnante y detestable?  Siempre estando a cuatro patas sobre la cama, comencé a mover mi trasero tal como pedía y, casi al instante, sentí que el somier de la cama se hundía bajo su peso: estaba de rodillas detrás de mí.  Tomó mi tanga por los laterales y me la llevó a la mitad de los muslos; una vez que lo hubo hecho deslizó una mano cual serpiente por entre el hueco de mis piernas y llegó a mi sexo; comenzó a masajearme frenéticamente y luego introdujo un dedo en mi vagina para hurgar y juguetear dentro de ella.  Al rato, yo estaba, obviamente húmeda, lo cual lo alegró:
“Jeje, está mojadita la putita” – dijo sin ningún respeto.
No hacía falta ser adivina para prever qué era lo que seguía.  Cuando retiró su mano, contraje cada músculo de mi cuerpo y me aferré con fuerza al acolchado que cubría el somier.  Sabía perfectamente que su verga iba a estar dentro de mí en cuestión de segundos…
                                               
 Para contactar con la autora:

(martinalemmi@hotmail.com.ar)

                  

Relato erótico: “Una noche en un cine porno” (POR PERVERSO)

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Antes que nada hola a todos, soy un autor primerizo que pretende incursionar en el mundo de la literatura erótica, estoy inspirado por varios autores que aquí he leído y por las historias que podría desarrollar ayudado por mi imaginación y las características tan peculiares que presenta la zona donde vivo, la cual está plagada de hombres maduros lujuriosos y muchachitas provocativas que parece importar poco la edad y aspecto de los hombres; espero tener una buena aceptación por parte de ustedes.
Margarita, Maguito (como le dice su padre, único familiar con el que vive) o Mar (como le dicen sus amigos) es una chica muy hermosa, acaba de terminar la preparatoria donde era la sensación  de alumnos y maestros, no porque sea una chica fácil, pero si por vestirse sexy y poseedora de una belleza inigualable así como de un cuerpo que cualquier hombre admiraría y se imaginaria desnudo en una cama, es tal su popularidad que le llueven invitaciones a salir por el Facebook por la gran cantidad de muchachos y hombres maduros que la mandan solicitud de amistad día a día, tanta es su fama que apenas con un perfil de menos de 5 meses en esta red social ya supera los 1000 amigos, cada foto que sube recibe más comentarios y “me gusta” que cualquier otra muchacha que ella conozca, si algo le gusta a esta chica es que los hombres admiren su belleza.
Margarita, así como posee un bello rostro, también tiene un cuerpo muy bonito, desarrollado, y nos complace al mostrarlo usando shortcitos de mezclilla, cortas minifaldas, entallados vestidos y blusas pegaditas, haciendo voltear a más de uno, o más bien a todos cuando sale a la calle, vive sola con su padre, quien trabaja como empleado de una fábrica de la zona donde recibe un sueldo bajo como para mantenerse los dos, por eso es que Mar tiene que ayudar a la economía.
Ella trabaja como cajera en una tienda de conveniencia, una plantilla de siete personas de las cuales todas son mujeres y en donde la que recibe la mayoría de los piropos, saludos y presentes por parte de clientes y empleados de negocios vecinos es ella.
Cierto día, Mar venia entrando a trabajar, en la tienda se encontraban doña Claudia y Mary, esta última, joven también y muy fiestera, famosa por ponerse una borracheras y amanecer en la cama del primero que se la encuentra en los bares en tales condiciones, y eso que no es muy bonita, y de cuerpo algo gordita, no tiene nada que hacer si se le compara con Mar, existe una enorme distancia entre ellas.
Pues sí, Mar llego a la tienda y se encontró a Mary platicando a Doña Claudia una de sus aventuras del día de ayer, rápido Mar pregunto qué de que se trataba la plática a lo que Mary respondió:
-le estoy contando a doña Claudia que ayer fui con Cruzito a un cine porno- Cruzito es un gay que se lleva mucho con Mary, amigo de todas sus aventuras
-queeee- respondió sorprendida Mar, pues era la aventura más loca que le había escuchado a Mary
-un cine porno Mar, pero nada más a ver, asu pero no manches está bien fuerte- decía Mary
-porque, fuerte en qué forma?- pregunto Mar
-bueno, pues al que fuimos es así como un cine normal, con sus butacas y toda la cosa, solo que más pequeño, hay unos tipos en la entrada que no supe su función, solo están ahí parados, entré con Cruzito y no había mucha gente solo uno que otro viejo, pero no manches se están masturbando ahí enfrente de ti, lo bueno que fui con Cruzito y no yo sola, sino hasta me violan,-
-ay qué asco, imagínate que te coja un viejo de esos; y va puro hombre?- decía Mar mientras se ponía su uniforme
-pues al principio si, había puro hombre, creo que yo era la única mujer, asu pero me sentía bien incomoda, pero después llego una muchacha que pensé que era muchacha- seguía contando Mary
-como, no era?- pregunto Mar mientras la ayudaba a Doña Claudia a hacer su corte
-pues mira, yo estaba sentada junto con Cruzito hasta atrás, en una esquina, cuando en eso vi que entro una chava, en una faldita muy chiquita, su blusa bien escotada y unas zapatillotas, nombre parecía mujer pero era un choto,-
-apoco, y como te diste cuenta?- Mar empezó a reírse tapando su boca muy educadamente
-pues no manches, se sentó como a dos asientos de nosotros y de repente un señor llego y se saco su “ese” y se lo puso a la altura de la boca y el choto se la empezó a mamar, hay enfrente de nosotros, y después el señor se sentó y el choto se sentó arriba de el y se lo empezó a coger, y ahí  me di cuenta que era choto porque no traía calzón y se le veía su cosa, ay no, y sabes que fue lo peor, que el choto traía su cosa también bien parada- decía Mary
-jajajajajajajajajaja, solo te fijas en eso verdad?- Mar exploto en risa al igual que doña Claudia
-es que solo a ti se te ocurren esas locuras Mary- dijo doña Claudia
-asu no, deberás que yo no veía la hora de salir de ahí, es que no manches nada mas entras y te llega el tufo de viejos ahí masturbándose y cogiendo, ay no deberás que esta fuerte, casi me vomito-
-no regresarías otra vez?- pregunto Mar
-pues no, o al menos no sola, a lo mejor acompañada, porque? Quieres ir?, vamos nosotras dos solas un día- preguntaba Mary
-ay no, yo que voy a andar haciendo, donde me violen,- contesto Mar
-pues ya te dejas, imagínate que te quiera violar un chavo como el del poster que tenemos pegado en el baño, así hasta vas a querer regresar- dijo Mary
-pues sí, ojala y fuera uno de esos pero dices que va puro anciano, yo así no- respondió Mar
-no, pues yo pienso que para eso están los hombres esos parados en la entrada, por si pasa algo, porque no se sientan, ni se meten, ni siquiera te hablan ni nada, hasta se salen pero siempre se queda uno adentro- dijo Mary
-ay niñas- decía doña Claudia
Ya de regreso a su casa, Mar todavía llevaba ese pensamiento en su mente, se imaginaba como debía de verse el lugar, como seria esa clase de hombres, y se imaginaba ella ahí presente rodeada de hombres morbosos con sus vergas de fuera, babeando semen a chorros, llego a su casa, y después de comer y hacer sus quehaceres, se durmió no sin antes masturbarse, a pesar de que los viejos morbosos le daban asco su mente había estado en sus 5 minutos de perversión.
Pasaron los días y llego una tarde en que Mar se había quedado de ver con un chico que la contacto precisamente por el Face y la había convencido de invitarla a salir, se arreglo muy bonita pues le gustaba llamar la atención, además el muchacho estaba muy guapo y quería causar una buena impresión, Mar estaba en la tienda donde trabajaba esperando al muchacho, le había tocado descansar ese día y lo cito hay porque hacía mucho calor afuera y en la tienda hay aire acondicionado además de bancas para sentarse.
Mar se fue muy coqueta, llevaba unas zapatillas de tacón para estilizar su ya de por si estética figura, y un vestido blanco ajustadísimo y muy corto, mostrando mas pierna de la que se debe, debajo de ella una sexy tanguita de hilo estrenada para la ocasión además gustaba usar este tipo de prenda interior, en fin ese muchacho debía de ser la envidia de todos, Mary no dejaba de chulearla y de decirle que se portara bien, además de que le enseñaba una caja de condones, lo que hacía reír a Mar.
Mar veía que Mary también andaba maquillada, y le pregunto que a donde iba, lo que gano como respuesta que iba con su amigo Cruzito a dar la vuelta, pero ese dar la vuelta que para nosotros significa salir a pasear, para Mary significa ir a tomar a algún antro o centro botanero.
Desafortunadamente Mar recibió un mensaje de última hora por parte del muchacho, diciendo que no iba a poder ir pues le había salido otro compromiso, era uno de esos chavos riquillos que se creen que están por encima de los demás y que le hacen un favor a las mujeres al salir con ellas, Mar a pesar de ser tan hermosa como para que algún chavo la cancelara, para este tipo de muchachos no dejaba de ser solo una simple cajera y un pedazo de carne que sirve solo para pasar un buen rato.
-o sea, puedes creerlo Mary, que clase de compromiso puede ser más importante que yo- decía enojada Mar con justa razón, pues se había demorado toda la mañana arreglándose en vano.
-ay amiga, que mala suerte, no estés triste, si quieres ven con nosotros para que no arruines tu día- le dijo Mary
Mar dudo, pues ella sabía que ir con Mary era despertar en quien sabe donde, además no había avisado a su padre que llegaría algo tarde, y pues Mar asistía a antros,  no a bares o cantinas, lugares muy frecuentados por Mary, pero estaba tan enojada que acepto, a lo que Mary decía:
-eso amiga, lo que no aprovecha uno, que otro lo disfrute- Mar solo se le quedo viendo raro a Mary.
De todos modos aviso a su padre que se quedaría en casa de Mary, Mary por su parte avisaba a sus padres que se quedaría en casa de Doña Claudia, Doña Claudia por su parte ponía cara enojada pues pensaba que el día que le pasara algo a Mary ella se metería en problemas por alcahueta.
Llego Cruzito en su camioneta y se subieron las féminas, ya del otro lado de la cuidad, los chicos fueron a un cine (normal), vieron una película, se fueron a dar la vuelta por la costa, pararon a comer algo, a cualquier lugar que iban Mar robaba cámara por su vestimenta, Mar se veía tremendamente sexy capaz de levantarle la verga a cualquiera, incluso en el lugar donde estaban comiendo una mesera le llevo una bebida diciéndole que se la mandaba el caballero de la mesa 4, los tres amigos voltearon y vieron a un hombre maduro quien le cerraba el ojo a Mar, haciendo que la chica se pusiera roja de pena y sus compañeros la codearan y se burlaran de ella.
-Mar, salúdalo- decía Mary
-ay no maches, como crees, me da pena, es un viejo,- contesto Mar
-ay mana, esos son los mejores,- decía el choto
-los mejores para sacarles dinero,- decía Mary
-pues sí, pero va a querer que le de otra cosa a cambio de dinero- decía Mar
-amiga, pero por lo menos salúdalo, y agradécele el detalle- dijo Cruzito
Mar no sabía qué hacer, pero con mucha pena le mando una sonrisa al viejo y se levanto de su mesa, camino muy coqueta hacia la mesa del viejo, sentía que la tanguita le ajustaba perfectamente su sexo, además de la parte de atrás se le había metido completamente en la raya del culo.
Llego a la mesa y el viejo rápidamente se levanto y le cedió una silla
-buenas noches, vengo a agradecerle por la copa- dijo Mar con la copa en mano
-no tienes por qué bonita, cómo te llamas?- pregunto el viejo
-Margarita, pero me dicen Mar- contesto la joven
-mucho gusto Mar, vienes aquí seguido?- volvió a preguntar el viejo
-no, lo que pasa es que no soy de por aquí- respondió la joven
-quiero ser directo Mar, eres bellísima, me gustaría que saliéramos- dijo el viejo mientras colocaba su arrugada mano sobre la suave piel de las manos de Mar
-no creo que se pueda señor, soy casada- dijo eso Mar para haber si así el viejo se desilusionaba
-pero el que salgamos a conocernos no tiene nada de malo, solo depende hasta donde quieras que llegue jejeje- dijo el señor mientras reía algo lujurioso, así como su mano recorría ahora el brazo de Mar
-claro que sí, no me gustan los malos entendidos, en caso de que alguien que me conozca me vea con usted me metería en un gran problema- decía Mar mientras se cruzaba de piernas
-seriamos discretos Mar, me gusta las relaciones a escondidas, me gusta la adrenalina, a ti no?,- dijo el viejo lanzando una mirada seductora
Mar solo se le quedo viendo sacada de onda, sabía que estaba ante un viejo morboso que solo quería sexo, no podía entender cómo es que a pesar de que dijo que era casada a este viejo parecía no importarle, era claro, quería llevarse a alguien esta noche a su cama.
-en verdad me alaga su oferta señor pero no, gracias-
-de todos modos te doy mi tarjeta, llámame cuando quieras preciosa, me gustaría mucho platicar un día contigo- dijo el viejo sacando de su bolsillo una tarjeta
Mar volteo para su anterior mesa y vio que sus amigos ya no estaban, entonces se levantó y se despidió del viejo,
-bueno señor, hasta luego- dijo Mar guardando su tarjeta en su cartera
-hasta luego preciosa, llámame, espero verte pronto- dijo el viejo, lo malo para el es que ya no la vería mas, Mar estaba destinada esta noche para otro viejo, mucho más repugnante que este.
Salió de ahí lo mas apenada y lo más rápido que sus tacones le permitían, su sexy andar llamaba poderosamente la atención de los demás clientes, los empleados y sobre todo del viejo, pero más el exquisito meneo de su culito y la forma en que este se marcaba perfecto en su vestido, ya arriba de la camioneta Mary y Cruzito se burlaban ininterrumpidamente de la pobre mar, después de haberse llevado un momento muy apenado para ella.
-bueno y ahora a donde vamos- dijo Mary viendo que apenas eran las 8 de la noche
-ya vámonos- dijo Mar
-qué tal si vamos al cine porno para que conozcas- dijo Mary
-ay no, no maches- decía Mar insistiendo en que ya se quería ir
-sí, vamos, ahora que somos tres- dijo Mary
-no, no manches Mary, no ves como ando vestida- decía Mar esperando convencer a Mary
-con más razón, te van a llover hombres- decía Cruz
-pero no de los hombres que me gustan, ya me imagino la clase de hombres que han de ir, puro viejo, ay no que asco- decía Mar
-entonces porque te fuiste a sentar con el viejo de hace rato- pregunto Mary
-pues ustedes me obligaron- contesto Mar
-ay mana y tu bien obediente- respondió Cruz
-me dio su número- dijo Mar
-márcale,- decía insistente Mary
-um, todavía, ni que estuviera tan guapo, pinche viejo rabo verde- se quejaba Mar
-ay mana déjame contarte algo, tengo una amiga que es putísima y se ha acostado con viejos más ancianos que ese que te dio el numero, ese es un niño a comparación de con los que se ha acostado mi amiga- decía Cruz
-qué asco- decía Mar poniendo cara de fuchi al igual que Mary
-pero me ha dicho que, se verán ancianos y feos pero pegan unos mamadones de bollo que terminas buscándolos, además de que te dan una buena propina por un ratito en donde no haces nada, solo dejar que te laman el tamal-
-yaaa, que va ser, deja de decir eso, vas a hacer que me vomite- decía Mar
-pues no creerás tu, pero mi amiga orita jala un celular que dice que se lo regalo el viejo con el que anda ahorita, la otra vez fui a Coppel y vi que ese celular estaba en $5 999.00, imagínate- decía Cruz
-enserio- pregunto Mar
-claro que si mana, así se mueve el mundo, solo los viejos con dinero tiene acceso a nuestros cuerpos perfectos- decía Cruz enseñando su obeso cuerpo, haciendo reír a las dos jovencitas
-bueno niñas, díganme vamos a ir a putear sí o no- volvió a ganar la palabra Cruz
-sí pero primero vamos al cine- dijo Mary
-no, no hay que ir allí- volvía a decir Mar
-ay Mar, ya me chocaste, mira, nosotros vamos a ir, así que si tú no quieres te quedas encerrada en la camioneta y se acabo- dijo Mary ya chocada por la negatividad de su amiga
Partieron rumbo al cine porno, llegaron, y Mary y Cruzito se bajaron y después de pagar su entrada se perdieron ante la vista de Mar, la sensual chica se quedo adentro de la camioneta, no quería salir, pero también se estaba incomodando al estar ella sola, y más por que se veía un lugar muy inseguro, había una bolita de muchachos todos rapados ahí afuera y al parecer estaban provocando a otros muchachos, además un viejo muy borracho estaba orinando un coche enfrente de ella, sin mencionar los viejos que se estaban masturbando al aire libre viendo una revista para hombres, un coche delante de la camioneta de ella se movía de un lado a otro de forma sospechosa, parece que sus ocupantes la estaban pasando muy bien.
Pero donde se asusto fue cuando un viejo de apariencia de vagabundo golpeo el vidrio de la ventanilla con su rostro, asustando a la chica, y ya que estaba ahí lamio el vidrio de arriba hacia abajo viendo a Mar a través del cristal y dejando un camino de saliva con su lengua, el viejo hacia movimientos como si se estuviera masturbando con la imagen de Mar, expresaba un rostro orgásmico, como si estuviera a punto de correrse, además su boca al estar abierta se veía asquerosa y mostraba muchas ausencias dentales.
 
Mar no aguantó más y salió de la camioneta para alcanzar a sus amigos, caminó lo más rápido posible logrando dejar atras al viejo que la asusto ya que el pobre hombre estaba tan borracho que caminaba como un zombie, mientras los demás viejos que tenían el privilegio de que les pasara cerca le decían obscenidades como
-ay cosita rica, ven que te voy a ensartar-
-ey putita, estas buscando quien te de tu leche antes de dormir jajajajajaja-
-ey, putita, somos dos, yo por la panocha y mi amigo por el culo-
-tengo mucha leche guardada para la primera puta que pase, ah mira, ahí va una, jajajajaja-
Hasta que en eso otro tipo que parecía vagabundo se le paro enfrente y le dijo,
-mira como me tienes hija de tu puta madre- y acto seguido abrió su gabardina vieja y enseño a Mar su miembro completamente erecto, Mar no pudo evitar ver esa verga de tamaño considerable, lo que la hizo ponerse roja, además de lo asustada que estaba, aun así se armo de valor y se abrió paso entre el viejo, llego a la taquilla y pago su entrada no sin antes regalarle al taquillero un panorama de su provocativo escote.
Avanzo hacia las salas pero al llegar se dio cuenta de que había tres, pregunto a un hombre de esos que fungen como seguridad que si no vio a una muchacha gordita entrar con un muchacho que se ve gay, a lo que el señor respondió que sí, que parece que habían entrado a la sala A, así que Mar se metió a esa sala sin saber que era la equivocada.
Abrió la cortina roja de tela semitransparente que cubría la entrada de la sala, apenas y traspaso esa barrera y le llego un fuerte olor a tufo nauseabundo, tal y como le había explicado Mary, se acomodo el vestido pues al caminar se le subía de mas, trataba de reconocer las siluetas de las personas sentadas pero por la oscuridad y el reflejo de la luz que emitía la película no pudo.
La película estaba en una de sus escenas mas fuertes, un poderoso negro se cogía a una sexy y delicada rubia, y su macanón que parecía una culebra mazacuate se incrustaba en lo más profundo del castigado culo de la actriz, quien a pesar de estar acostumbrada a ese tipo de trato, este negro la hacía pegar unos gritos desgarradores.
Mar se sentó en una zona donde no había gente, de por si no había mucha en toda la sala, se incomodó pues la butaca aparte de estar floja, como si en vez de sentarse se le montaran, también estaba muy pegajosa, estaba muy incómoda pues sentía ese pegamento en sus desnudos muslos, ya que el vestido era tan corto que sentía la tela que cubría el asiento en sus glúteos, se cambio de lugar pero el asiento de al lado estaba en las mismas condiciones.
Se dispuso a disfrutar un poco la película, pensando que cuando esta acabara podría ver a sus amigos, aprovecho lo corto de su vestido para tocarse disimuladamente su sexo por encima de su pequeña tanguita, la cual rápido se empezó a mojar, al estar en esas condiciones nauseabundas no sabía cómo es que se podía excitar, recordaba a su ex novio, lo recordaba imaginando cuando él la tocaba.
Estaba a punto de irse pues un viejo había pasado cerca de ella y se le había quedado viendo muy descarado, regresaría a la camioneta pues pensaba que los vagos ya se habían ido, cuando en eso entro otro señor, viejo como de unos 54 años, su aspecto era de lo mas asqueroso, sudado y sucio como de grasa de automóvil, con la camisa abierta y algo rota, y enseñando una prominente barriga peluda y unas chiches caídas, su cabello era chino y muy esponjado, el tipo era muy moreno de piel, su cara grasosa, papada, labios gruesos, en fin, parecía un sapo.
Se paro en la puerta y lanzo un grito territorial, esto hizo que los pocos hombres hay presentes salieran de la sala con miedo, dejando la sala vacía, quedando solo el viejo panzón y Mar quien se escondía entre las butacas pues al ver que todos corrieron se asusto pero al querer salir de ahí se le cayó la cartera junto con su celular y por la oscuridad no los encontraba.
El gordo avanzo y para desgracia de Mar la vio, y al ver que no corrió como los demás, se sentó a su lado, el viejo se rio cuando la miro de cerca, Mar en cambio estaba asustada, la figura del viejo intimidaba, tenía muchas cicatrices de golpes en la cara, traía la camisa arremangada, mostrando unos brazos peludos y muy fuertes, el viejo se sentó haciendo que la butaca casi se rompiera.
-mira nada más, que haces aquí tan solita putita mía-
Dijo el viejo, estirando su brazo por el hombro de Mar, llegándole a la joven un fuerte olor a sudor proveniente de la axila peluda, también su otra callosa mano se fue a depositar sobre la suave y tersa piel de una de las piernas de mar, comenzó a pasarla por toda su pierna, Mar estaba más que asustada, nerviosa, no se explicaba como había acabado en esa situación, si no le hubiera hecho caso a la loca de Mary, seguramente estaría en casa descansando y no allí, ante un viejo desconocido de lo mas asqueroso y que imaginaba que le haría daño.
El cochino viejo le abrió las piernas y con su dedo medio tallo la depilada conchita de Mar, pasando ese maestro dedo por sus labios vaginales, Mar al principio se resistió, intento cerrar sus piernas pero aun así el viejo tenía más fuerza en su mano que Mar en sus dos piernas juntas, pero al sentir el cosquilleo rico sumado al miedo, inconscientemente empezó a emitir sus primeros gemidos de la noche, arqueando sus brazos para recargarlos en el respaldo de la butaca,
-señor por favor déjeme ir- decía débilmente Mar
-no perra, acabo de romperle la jeta a tres cabrones allá afuera y cada vez que le rompo la madre a alguien me dan ganas de cogerme una puta, y además putas como tú no vienen todos los días, jejejeje, traigo la verga bien caliente- decía el viejo con su vos rasposa y que mostraba leves efectos del alcohol
El viejo hizo a un lado la tanguita de Mar, y empezó a penetrarla con el dedo, comprobando la excitación que la envolvía pues estaba muy mojada por haberse autocalentado momentos antes, Mar gemía más fuerte, a pesar de la situación, estaba excitada, en parte ayudaba a que no podía ver bien al viejo, pues estaba algo oscuro, además el viejo la estimulaba de manera profesional, y como no, si prácticamente toda su vida se la había pasado cogiendo putas, logrando hacer que estas se vinieran que se podía esperar de una muchacha más decente.
El viejo se acerco a ella para besarla, metía su babosa lengua dentro de la boquita de mar, quien no hacía otra cosa que tragar saliva para no ahogarse, el brazo que antes rodeaba el hombro de la joven ahora manoseaba un seno, el cual era castigado por una mano muy callosa, en esos mismo momento el dedo medio del viejo estimulaba el clítoris de la joven que ya estaba hinchadísimo, Mar gemía cada vez más fuerte, su cuerpo se culebreaba en la butaca, sudaba y seguía tragando saliva, su vestido se había subido tanto que mostraba sin ningún pudor su cuerpo semidesnudo.
-te gusta de verdad puerca?, por eso veniste para que te cogieran verdad?, puta, eres una puta- dijo el viejo y arrojo un escupitajo que fue a caer al rostro de Mar
-no señor, noooo, pareeeeee, por favoooooooor, ohhhh,- decía la nena refiriéndose a la manoseada que le estaba dando, la cual estaba por robarle un orgasmo,
El viejo se seguía dando gusto, babeaba a la pobre Mar, hasta que saco su asquerosa lengua, esto fue aprovechado por Mar para tomar aire, parecía que se estaba ahogando pues jalo aire como desesperada, el viejo la tomo de la cara, Mar abrió sus labios y el viejo aprovecho para meter su lengua dentro de la boca de Mar en forma circular, Mar gemía de asco pues el viejo lanzo un eructo cuyo gas se metió todo en la boca tan fresca hasta ese entonces de la chica, su ex novio nunca fue tan asqueroso a la hora que hacían el amor.
El viejo seguía masturbándola con su dedo, le arrancaba suspiros y gemidos, la pobre Mar temblaba como si tuviera frio, pero en realidad estaba por venirle un orgasmo ya que el viejo logro estimular como se debe el clítoris de la nena, de pronto el viejo metió dos dedos dentro de su vagina y comenzó a moverlos muy rápido, tanto que se podía escuchar lo mojado del sexo de la muchacha, mientras Mar se perdía en gritos y pujidos.
Mar temblaba y se retorcía, su nivel de temperatura corporal subían a grados exagerados, abrió las piernas lo mas que pudo exponiendo su intimidad apenas cubierta por un semitransparente triangulo de tela a un viejo desconocido.
De pronto Mar apretó lo mas que pudo las piernas para después venirse en un descomunal orgasmo que le arranco un gemido tan intenso que nunca con su ex novio había tenido uno así, el orgasmo fue tan bestial que hasta lagrimas y mocos le saco, así como hilos de saliva salían por los extremos de sus labios, el viejo se llevo sus dedos empapados en jugos vaginales hacia su boca para chuparlos, degustando el mejor sabor vaginal que su paladar había saboreado.
-ahhh, que rico te sabe la concha, la tienes deliciosa, creo que te la voy a penetrar- dijo el viejo
-no por favor- decía Mar entre suspiros, aun no se recuperaba del orgasmo
El viejo prosiguió a desabrochar su pantalón y saco una poderosa herramienta venuda y completamente babosa, Mar se recuperaba de ese orgasmo, estaba exhausta recostada en la butaca, respirando entrecortada, el viejo toma a la chica y la medio incorporo, le puso su verga en la boca pero Mar se negaba a abrirla, entonces el viejo tomo su nariz y se la apretó impidiéndole la respiración, lo que obligo a Mar a abrir la boca.
La apestosa verga del viejo se alojo dentro de esa fresca boquita, el color rojo con el que Mar había pintado sus carnosos labios se había corrido, parte de ese color estaba embarrado en la boca del viejo y ahora se embarraba en el pedazo de carne morena.
-mámamela puta, chúpame la verga, anda- decía el viejo al tiempo que tiro otro escupitajo al rostro de Mar,
-mámamela o te rompo tu madre a ti también, hija de puta- volvió a decir el viejo muy enojado
Mar no tuvo otra que empezar a pasar su lengua por la cabeza de ese miembro, su lengua recorría cada centímetro de esa babosa cabeza, Mar saboreaba el liquido lubricante proveniente de esa pestilente verga, la verga olía a rayos, picaba la nariz el aspirar ese hostil aroma, sin embargo Mar aguantaba todo eso por miedo a que el viejo la pegara, pues se veía muy convincente a la hora de amenazarla, de pronto Mar empezó a llorar, esto encabrono mas al viejo.
-porque lloras?-dijo muy enojado el gordo
-señor déjeme ir, yo solo estoy buscando a mis amigos, por favor déjeme se lo suplico- decía Mar en medio del llanto y con saliva saliendo de su boca.
-mira hija de tu puta madre, todas las que viene aquí es para buscar verga, así que ahora no me salgas con pendejadas, o me mamas la verga o te rompo tu madre- y dicho esto el viejo saco una navaja de su bolsillo y la paso por uno de los cachetes de la asustada chica, era la primera vez en su vida que vivía una experiencia así que casi se desmaya.
-tienes una carita muy bonita y ambos queremos que siga a si de bonita, o no?- volvió a decir el viejo
Mar no contesto nada, sabía que nada podía hacer, miro hacia la entrada esperando ver a un guardia de seguridad o a uno de los tipos que decía Mary que estaban afuera pero nada, así que ante una segunda advertencia del viejo se dispuso a continuar con su desagradable labor, Mar de vez en cuando se sacaba el miembro de su boca para dejar caer una gran cantidad de saliva combinada con liquido preseminal, para después reanudar su labor, la verga apestaba demasiado y al estarla chupando poco a poco el aliento a menta de la boca de Mar fue desapareciendo para impregnarse de ese aroma asqueroso.
Hay estaba Mar, arrodillada, mamándole la verga a un viejo repugnante, no era tarea fácil así que trataba de imaginar que ese descomunal tronco era la verga de su ex novio, aunque no había comparación en tamaño y grosor, la misma Mar reconocía eso, después de un buen rato de estar así Mar con la mandíbula adolorida, sus pómulos enrojecidos y un enorme charco de saliva en el suelo Mar chupaba la verga del viejo se podría decir que voluntariamente, excitada, como si lo estuviera disfrutando.
Al poco tiempo tres sujetos mas entraron a la sala, uno de ellos vestido de policía fue quien llamo por su sobrenombre al viejo, a quien Mar le seguía mamando la verga
-los del cine quieren que te vayas, otra vez les estas causando problemas,- decía el joven policía
-yo no he hecho nada, y a ti quien te dijo que dejaras de mamar- dijo enojado a Mar, quien a pesar de la presencia de tres sujetos mas seguía mamando golosamente ese pedazo de carne sin hueso,
-está usted bien señorita?- dijo el policía gentilmente
-ella está bien, viene conmigo- dijo el viejo en un tono altanero
-le pregunté a la joven, está bien señorita?- volvió a preguntar el policía
-anda dile, dile que vienes conmigo, que pague por ti, es una puta, le gusta que le den por el culo- decía el viejo a los presentes
Mar saco el pedazo de carne llena de saliva de su sexy boca, estaba asustada, pero sin embargo tenía la oportunidad para librarse de esa situación, sin embargo el viejo le había causado temor, pero también le había regalado el mejor orgasmo de su joven vida.
-sí, vengo con el- dijo Mar mientras volvía a meterse el miembro del viejo a la boca, ante la mirada atónita de los presentes, incluso del mismo viejo a quien se le dibujo una gran sonrisa para explotarla en una sonora carcajada
-ves que es una puta, me salió cara como para que tú te la lleves, y es de primera, que rico me la esta mamando,- decía el viejo de la manera más patán que podía haber dicho
 -de todas maneras tienes que irte, podría arrestarte a ti y a la muchacha por hacer esto en lugares públicos, para eso están los moteles-dijo el policía
Pero los muchachos del cine ni se quejaban, miraban mas atentos esta amateur exhibición que la de los actores de la películas que todavía se proyectaba en la sala, se les podía ver que estaban más excitados que el mismo viejo, pues en sus pantalones se levantaba un pequeño bulto al igual que en el del policía.
-bueno, me voy- dijo el viejo rompiendo el silencio
-pero me voy con mi puta, y esto no impide que regrese a este puto cine hediondo otro día,- amenazaba el viejo
El viejo saco su verga de la boca de Mar y se abrocho su pantalón, al mismo tiempo Mar se levantaba mostrando su espectacular figura cubierta por el ajustadísimo vestido, además estaba tan subido que se podía apreciar su tanga a la vista, así como saliva que en vez de caer al suelo había caído en sus muslos, incluso su bello rostro se veía mojado, esto por la saliva que de la verga del viejo se pegaba a su cara y por los escupitajos que el viejo le había tirado, Mar se acomodo el vestido bajándolo un poco, acomodándose su cabello que aunque no lo usaba tan largo si se la había alborotado.
-queee, ehh, que vergas me ven- decía al viejo enojado a los empleados del cine que acompañaban al policía mientras avanzaba por el pasillo con el mujeron a su lado bien agarrada de la cintura.
El viejo y Mar desaparecieron por la cortina de la entrada,
-pero que pedazo de hembra lleva ese cabrón- decía el policía
-si no mames, ha de ser mas chica que tu- dijo uno de los empleados a su compañero, un muchacho de apenas unos 20 años
Ya afuera el viejo subía a Mar a un coche tan viejo casi como él, mientras el permanecía parado afuera del vehículo.
-oiga por favor ya déjeme ir, le mentí al policía para que no lo arrestara, le hice un favor, ahora déjeme ir por favor, se lo suplico- decía Mar desesperadamente
-nada, no me vengas con chingaderas, apoco crees que me iba a arrestar ese pendejo, tú te vas conmigo, todavía no acabamos y cuidadito y gritas que te rompo el chipo hasta dejarte sin dientes,- dijo el viejo golpeando la lamina de otro coche tan fuerte que la sumió.
El viejo encendió el auto, el coche comenzó a lanzar una humazón así como explosiones provenientes de su escape, la pobre Mar estaba asustada, volteaba a ver si de casualidad veía a sus amigos pero nada, el viejo le tomo de sus piernas y comenzó a manosearlas.
-suélteme, pare por favor- suplicaba Mar
-que buena estas, tú no eres de aquí verdad?, lo primero que voy a hacer llegando es cogerte y vaciar toda esta leche rezagada que tengo en mis huevos adentro de ese panuchon que te cargas jajajajajaja, nos vamos a divertir mucho- dijo el viejo mientras pasaba su babosa lengua por toda la extensión de sus asquerosos labios.
Continuara………
Para contactar con el autor:

vordavoss@outlook.com
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“Simona: mi ángel custodio” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Desde tiempos inmemoriales, las Îngerul păzitor han aterrorizado y maravillado por igual a la gente de los Balcanes. En lo más profundo de esas tierras, sus campesinos sueñan con ser elegidos por esos bellos y crueles seres como sus protegidos, pero temen aún más que esas bellezas escojan a un conocido.
Han pasado milenios, pero la leyenda de las ángeles custodio sigue vigente hoy en Rumanía, no así en Madrid. Desconociendo su existencia, Alberto nada puede hacer por evitar que una de esas arpías se adueñe de su casa.
En este libro, Fernando Neira nos describe como uno de esos ángeles custodios aparece en la vida de nuestro protagonista y entrando como la criada, gracias a su sexualidad desaforada y a la leche que producen sus pechos, consigue convertirse en su amante.

ALTO CONTENIDO ERÓTICO .

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo la introducción y los  primeros capítulos:

 
INTRODUCCIÓN.
Para poder explicar como una leyenda medieval se inmiscuyó en mi vida, tengo que empezar por contaros la conversación que tuve mientras tomaba unas copas con un amigo. En ella, Manuel comentó que sabía que me había dejado tirado mi criada y me preguntó si andaba buscando otra.
―Estoy desesperado, mi casa parece una pocilga― reconocí y abriéndome de par en par, le expliqué hasta donde llegaba la basura y el desorden de mi antiguamente inmaculado hogar.
Al escuchar mi respuesta, contestó que tenía la solución a todos mis males y sin dar mucha importancia a lo que iba a decir, me soltó:
― ¿Tienes alguna preferencia en especial?
Conociendo que para las mentes bien pensantes Manuel era un pervertido, comprendí que esa pregunta tenía trampa y por eso le respondí en plan gallego:
― ¿Por qué lo preguntas?
Captando al instante mis suspicacias, con una sonrisa replicó:
―Te lo digo porque ayer mi chacha me comentó si sabía de algún trabajo para una compatriota que acaba de llegar a Madrid. Me aseguró que la conoce desde hace años y que pondría la mano en el fuego por ella. Por lo visto es una muchacha trabajadora que ha tenido mala suerte en la vida.
No tuve que exprimirme el cerebro para comprender que esa respuesta era incompleta y sabiendo que Manuel se andaba follando a su empleada, me imaginé que iban por ahí los tiros:
― ¿No la has contratado porque Dana no está dispuesta a compartir a su jefe?
Soltando una carcajada, ese golfo me soltó:
― ¡Mira que eres cabrón! No es eso.
Con la mosca detrás de la oreja, insistí:
―Entonces debe ser fea como un mandril.
Viendo que me tomaba a guasa esa conversación, mi amigo haciéndose el indignado, respondió:
―Al contrario, por lo que he visto en fotos, Simona es una monada. Calculo que debe de tener unos veinte años.
«Será capullo, no quiere soltar prenda de lo que le pasa», pensé mientras llamaba al camarero y pedía otro ron. Habiendo atendido lo realmente urgente, comenté entre risas:
―Conociendo lo polla floja que eres, algún defecto debe tener. No creo que sea por el nombre tan feo― y ya totalmente de cachondeo, pregunté: ― ¿Es un travesti?
―No lo creo― negó airadamente: –Hasta donde yo sé, los hombres son incapaces de tener hijos.
Involuntariamente se le había escapado el verdadero problema:
¡La chavala tenía un bebé!
Como comprenderéis al enterarme, directamente rechacé la sugerencia de Manuel, pero entonces ese cabronazo me recordó un favor que me había hecho y que sin su ayuda hubiera terminado con seguridad entre rejas. No hizo falta que insistiera porque había captado su nada sutil indirecta y por eso acepté a regañadientes que esa rumana pasara un mes a prueba en mi casa.
―Estoy seguro de que no te arrepentirás― comentó al oír mi claudicación: ―Si es la mitad de eficiente que su hermana, nunca tendrás quejas de su comportamiento.
El tono con el que pronunció “eficiente” me reveló que se había guardado una carta y por ello, directamente le pedí que me dijera quien era su hermana.
― ¡Quién va a ser! Dana, ¡mi porno-chacha!

CAPÍTULO 1

Al día siguiente amanecí con una resaca de mil diablos, producto de las innumerables copas que Manuel me invitó para resarcirme por el favor que le hacía al contratar a la hermanita de su amante. Por ello os tengo que reconocer que no me acordaba que había quedado con él que esa cría podía entrar a trabajar en mi chalé desde el día siguiente.
― ¿Quién será a estas horas? ― exclamé cabreado al retumbar en mis oídos el sonido del timbre y mirando mi reloj, vi que eran las ocho de la mañana.
Cabreado por recibir esa intempestiva visita un sábado, me puse una bata y salí a ver quién era. Al otear a través de la mirilla y descubrir a una mujercita que llevaba a cuestas tanto su maleta como un cochecito de niño, recordé que había quedado.
«Mierda, ¡debe ser la tal Simona!», exclamé mentalmente mientras la dejaba entrar.
Al verla en persona, esa cría me pareció todavía más jovencita y quizás por ello, me dio ternura escuchar que con una voz suave me decía:
―Disculpe, no quise despertarlo, pero Don Manuel insistió en que viniera a esta hora.
―No hay problema― contesté y acordándome de los antepasados femeninos de mi amigo porque, a buen seguro, ese cabrón lo había hecho aposta para cogerme en mitad de la resaca, pedí a la joven que se sentara para explicarle sus funciones en esa casa.
«Es una niña», pensé al observarla cogiendo el carro y demás bártulos rumbo al salón, «no creo que tenga los dieciocho».
Una vez sentada, el miedo que manaba de sus ojos y su postura afianzaron esa idea y por eso lo primero que hice fue preguntarle por su edad.
―Acabo de cumplir los diecinueve― respondió y viendo en mi semblante que no la creía, sacó su pasaporte y señalando su fecha de nacimiento, me dijo: ―Lea, no miento.
No queriendo meter la pata y contratar a una menor, cogí sus papeles y verifiqué que decía la verdad, tras lo cual ya más tranquilo, le expliqué cuanto le iba a pagar y sus libranzas. La sorpresa que leí en su cara me alertó que iba bien y reconozco que pensé que la muchacha creía que el sueldo iba a ser mayor.
En ese momento decidí ser inflexible respecto al salario, pero, entonces con lágrimas en los ojos, me rogó que la dejara seguir en la casa los días que librara porque no tenía donde ir y dejando claro sus motivos, recalcó:
―Según Don Manuel, puedo tener a mi hijo conmigo. Se lo digo porque apenas tiene tres meses y le sigo amamantando.
Al mencionar que todavía le daba el pecho, no pude evitar mirar a su escote y os confieso que la visión del rotundo canalillo que se podía ver entre sus tetas me gustó y más afectado de lo que me hubiese gustado estar, respondí que no había problema mientras en mi mente se formaba un huracán al pensar en cómo sabría su leche.
―Muchas gracias― contestó llorando a moco tendido: ―Le juro que es muy bueno y casi no llora.
Que se pusiera la venda antes de la herida, me avisó que inevitablemente mi vida se vería afectada por los berridos del chaval, pero era tanto el terror destilaba por sus poros al no tener un sitio donde criar a su niño que obvié los inconvenientes y pasé a enseñarle el resto de la casa.
Como no podía ser de otra forma, comencé por la cocina y tras mostrarle donde estaba cada cosa, le señalé el cuarto de la criada. Por su cara, supe que algo no le cuadraba y no queriendo perder el tiempo directamente le pedí que se explicara:
―La habitación es perfecta, pero creía que… tendría que dormir más cerca de usted por si me necesita por la noche.
No tuve que rebanarme los sesos para adivinar que esa morenita creía que entre sus ocupaciones estaría el calentar mi cama como hacía su hermana con la de mi amigo. Tan cortado me dejó que supusiera que iba a ser también mi porno―chacha que solamente pude decirle que de necesitarla ya la llamaría.
Os juro que aluciné cuando creí leer en su rostro una pequeña decepción y asumiendo que la había malinterpretado, la llevé escaleras arriba rumbo a mi cuarto. Al entrar en mi cuarto y mientras trataba de disimular el cabreo que tenía porque me hubiera tomado por un cerdo, la cría empezó a temblar muerta de miedo al ver mi cama.
Nuevamente asumí que Simona daba por sentado que iba a aprovecharme de ella y por eso me di prisa en enseñarle donde se guardaba mi ropa para acto seguido mostrarle mi baño.
«Menudo infierno de vida debe de haber tenido para que admita en convertirse en la amante de su empleador con tal de huir», sentencié dejándola pasar antes.
Al entrar, la rumanita no pudo reprimir su sorpresa al ver el jacuzzi y exclamó:
― ¡Es enorme! ¡Nunca había visto una bañera tan grande!
Reconozco que antes de entrar en la tienda, yo tampoco y que, al ver expuesta esa enormidad entre otras muchas, me enamoré de ella. Me gustó tanto que pasando por alto su precio y el hecho que era un lujo que no necesitaba, la compré. Quizás el orgullo que sentía por ese aparato me hizo vanagloriarme en exceso y me dediqué a exponer cómo funcionaba.
Simona siguió atenta mis instrucciones y al terminar únicamente me preguntó:
― ¿A qué hora se levanta para tenerle el baño listo?
Sin saber que decir, contesté:
―De lunes a viernes sobre las siete de la mañana.
Luciendo una sonrisa de oreja a oreja y con una determinación en su voz que me dejó acojonado, me soltó:
―Cuando se levante, encontrará que Simona le tiene todo preparado.
No sé por qué, pero algo me hizo intuir que no era solo el baño a lo que se refería y no queriendo ahondar en el tema, le pedí que me preparara el desayuno mientras aprovechaba para darme una ducha. Nuevamente, surgió una duda en su mente y creyendo que era sobre qué desayunaba, le dije que improvisara pero que solía almorzar fuerte.
Mi sorpresa fue cuando, bajando su mirada, susurró muerta de vergüenza:
―Ya que no me ha dado un uniforme, me imagino que desea que limpie la casa como mi hermana.
Desconociendo a qué se refería, di por sentado que era en ropa de calle y no dando mayor importancia al tema, le expliqué que tenía un traje de sirvienta en el armario de su habitación, pero que si se sentía más cómoda llevando un vestido normal podía usarlo. Fue entonces realmente cuando comprendí el aberrante trato que soportaba su hermana porque con tono asustado me preguntó:
― ¿Entonces no debo ir desnuda?
Confieso que me indignó esa pregunta y queriendo resolver de una vez sus dudas, la cogí del brazo y sentándola sobre la cama, la solté:
―No te he contratado para seas mi puta sino para que limpies la casa y me cocines. ¡Nada más! Si necesito una mujer, la busco o la pago. ¿Te ha quedado claro?
Al escuchar mi bronca, los ojos de la mujercita se llenaron de lágrimas y sin poder retener su llanto, dijo:
―No comprendo. En mi región si una mujer entra a servir en casa de un soltero, se sobreentiende que debe satisfacerlo en todos los sentidos…― y antes que pudiese responderla, levantándose se abrió el vestido diciendo: ― Soy una mujer bella y sé que por eso me ha contratado. Dana me contó que usted insistió en ver mi foto para aceptar.
La furia con la que exhibía esos pechos llenos de leché no fue óbice para que durante unos segundos los recorriera con mi vista mientras contestaba:
― ¡Tápate! ¡No soy tan hijo de puta para aprovecharme de ti así! Si quieres trabajar en esta casa: ¡Hazte a la idea! ¡Tienes prohibido pensar siquiera en acostarte conmigo!
Tras lo cual, la eché del cuarto y lleno de ira, llamé a Manuel y le expliqué lo que había ocurrido. El tipo escuchó mi bronca en silencio y esperó a que terminara para, muerto de risa, soltarme:
―Te apuesto una cena a que antes de una semana, Simona se ha metido en tu cama.
Que en vez de disculparse tuviera el descaro de dudar de mi moralidad, terminó de sacarme de las casillas y sin pensar en lo que hacía, contesté:
―Acepto.

CAPÍTULO 2

No pasó mucho tiempo para que me diera cuenta del lío en que me había metido porque nada más colgar, decidí darme esa ducha y mientras lo hacía, el recuerdo de los rosados pezones de la rumana volvió a mi mente.
¡Hasta ese momento nunca había visto los pechos de una lactante!
Por eso y a pesar de que intentaba no hacerlo, no podía dejar de pensar en ellos, en sus aureolas sobredimensionadas, en las venas azules que las circuncidaban, en la leche que los mantenía tan hinchados, pero sobre todo en su sabor.
«Estoy siendo un bruto, esa niña seguro que viene huyendo de un maltratador», me dije mientras de trataba de borrar de mi mente esa obsesión.
Lo malo fue que para entonces era consiente que ante un ataque de mi parte esa criatura no pondría inconveniente en darme a probar y al saber que ese blanco manjar estaba a mi disposición con solo pedirlo, me afectó y entre mis piernas, nació un apetito salvaje que no pude contener.
«¡Ni se te ocurra!», me repitió continuamente el enano sabiondo que todos tenemos, ese al que yo llamo conciencia y otros llaman escrúpulos: «¡Tú no eres Manuel!».
Aun así, al salir del baño para secarme, mi verga lucía una erección, muestra clara de mi fracaso. Creyendo que era cuestión de tiempo que se me bajara, decidí vestirme e ir a desayunar.
Al entrar a la cocina, fui consciente que iba a resultar imposible que bajo mi pantalón todo volviera a la tranquilidad porque Simona me había hecho caso parcialmente y aunque se había metido las ubres dentro del vestido gris que llevaba, no había subido la cremallera hasta arriba dejando a mi vista gran parte de su busto.
«¡Ese par de tetas se merecen un diez!», valoré impresionado al observarlas de reojo y no era para menos porque haciendo caso omiso de las leyes de la gravedad, esas dos moles se mantenían firmes y con sus pezones mirando hacía el techo.
Mientras me ponía el café, la rumanita no dejó de mirarme a los ojos de muy mal genio. Se notaba que estaba cabreada por lo que le había dicho.
«No lo comprendo, debería estar contenta por librarla de esas “labores” y tenerse que ocupar solamente de la casa».
Como no retiraba su mirada, decidí preguntar el motivo de su enfado y aunque había especulado con todo tipo de respuestas, jamás me esperé que me soltara:
― ¡Cómo no voy a estar molesta! Me ha quedado claro que no piensa usar sus derechos sobre mí y también que piensa satisfacer sus necesidades fuera de casa. Pero… ¿y qué pasa conmigo?… Cómo ya le he dicho, soy una mujer ardiente y tengo mis propias urgencias.
Casi me atraganto con el café al escuchar sus palabras. ¡La chacha me estaba echando en cara no solo que no me aliviara con ella, sino que por mi culpa se iba a quedar sin su ración de sexo! Durante unos segundos no supe que contestar hasta que pensando que era una especie de broma, se me ocurrió preguntar qué necesitaba aplacar sus urgencias.
Sé que parece una locura, pero no tuvo que pensárselo mucho para responder:
―Piense que llevo sin sentir una caricia desde que tenía seis meses de embarazo… ― y mientras seguía alucinado su razonamiento, Simona hizo sus cálculos para acto seguido continuar diciendo: ―…creo que si durante una semana, me folla cuatro o cinco veces al día, luego con que jodamos antes y después de su trabajo me conformo.
La seriedad de su tono me hizo saber que iba en serio y que realmente se creía en su derecho de exigirme que aparte del salario, le pagara con carne. Sé que cualquier otro hubiese visto el cielo, pero no comprendo todavía porque en vez de abalanzarme sobre ella y darle gusto contra la mesa donde estaba sentada, balbuceé aterrorizado:
―Deja que lo piense. Lo que me pides es mucho esfuerzo.
Luciendo una sonrisa y mientras se acomodaba en el tablero, me replicó de buen humor al haber ganado una batalla:
―No se lo piense mucho. En mi país, las mujeres somos medio brujas y si no me contesta rápido, tendré que hechizarle.
El descaro de su respuesta, sumado a que, con el cambio de postura, uno de sus pezones se le había escapado del escote y me apuntaba a la cara, hicieron que por primera vez temiera el perder la apuesta. Me consta que lo hizo a propósito para que se incrementara mi turbación, pero sabiéndolo, aun así, consiguió que la presión que ejercía mi miembro sobre el calzón se volviera insoportable.
«Está zorra me pone cachondo», no pude dejar de reconocer mientras me colocaba el paquete.
Hoy pasado el tiempo, reconozco que fue un error porque mi movimiento no le pasó inadvertido y sin pedir mi opinión ni mi permiso, con un extraño brillo en los ojos se arrodilló ante mí diciendo:
―Deje que le ayude.
Sin darme tiempo a reaccionar, esa mujercita usó sus manos para acomodar mi verga al otro lado, al tiempo que aprovechaba para dar un buen meneo a mi erección. Peor que el roce de sus dedos fue admirar sus dos pechos fuera de su vestido y que producto quizás de su propia excitación de sus pezones manaron involuntariamente unas gotas de leche materna.
«¡No puede ser!», exclamé en silencio al tiempo que, contrariando mis órdenes, mi instinto obligaba a una de mis yemas a recoger un poco de ese alimento para acto seguido, llevarlo a mi boca.
Simona, lejos de enfadarse por acto reflejo, se mordió los labios y gimiendo de deseo, me rogó que mamara de ella diciendo:
―Ayúdeme a vaciarlos. ¡Con mi hijo no es suficiente!
Durante unos segundos combatí la tentación, pero no me pude contener cuando incorporándose, ese engendro del demonio depositó directamente su leche en mis labios. El sabor dulce de sus senos invadió mis papilas y olvidando cualquier recato, me lancé a ordeñar a esa vaca lechera.
Las tetas de la rumana al verse estimuladas por mi lengua se convirtieron en un par de grifos y antes que me diera cuenta, esa muchachita estaba repartiendo la producción de sus aureolas sobre mi boca abierta. Muerta de risa, usó sus manos para apuntar a mi garganta los hilillos que brotaban de sus senos para que no se desperdiciara nada.
Desconozco cuanto tiempo me estuvo dando de beber, lo único que os puedo asegurar que, a pesar de mis esfuerzos, no pude tragar la cantidad de líquido que me brindó y por ello cuando de pronto, retiró esas espitas de mi boca, mi cara estaba completamente empapada con su leche.
Afianzando su nueva victoria y con ello mi segunda derrota, se guardó los pechos dentro de su ropa y mientras su lengua recorría mis húmedas mejillas, me soltó:
―Si quiere más, tendrá que follarme― y aprovechando que desde su cuarto el niño empezó a protestar, terminó diciendo antes de dejarme solo: ― Piénselo, pero mientras lo hace, recuerde lo que se pierde…

CAPÍTULO 3

«¿Por qué lo he hecho? ¿Cómo es posible que me haya dejado engatusar así?», mascullé entre dientes mientras subía uno a uno los escalones hacia mi cuarto.
Si mi actitud me tenía confuso, la de Simona me tenía perplejo porque era algo incomprensible según mi escala de valores. Cuando llegó a mi casa, había pensado que me tenía terror. Luego al oír el trato que sufría su hermana, creí que su nerviosismo era producto por suponer que su destino era servirme como objeto sexual. Pero en ese instante estaba seguro de que si su cuerpo temblaba no era de miedo sino de deseo y que cuando me enterneció verla casi llorando al ver mi cama, lo que en realidad le ocurría era que esa guarra estaba excitada.
«¿Qué clase de mujer actúa así y más cuando acaba de tener un hijo?», me pregunté rememorando sus exigencias, «¡No me parece ni medio normal»!
La certeza que la situación iba a empeorar y que su acoso pondría a prueba mi moralidad, no mejoró las cosas. Interiormente estaba acojonado por cómo actuaria si nuevamente ponía esas dos ubres a mi alcance.
«Esa mujercita engaña a primera vista. Parece incapaz de romper un plato y resulta que es un zorrón desorejado que aprovecha su físico para manipular a su antojo a todos», sentencié molesto.
Seguía torturándome con ello, cuando mi móvil vibró sobre la cama. Al ver que quien me llamaba era Manuel, reconozco que pensé que ese capullo se había enterado de lo cerca que estaba de ganar la apuesta y quería restregármelo.
― ¿Qué quieres? ― fue mi gélido saludo. Ese cerdo era el culpable de mis males, si no llega a ser por él, no conocería a Simona y no me vería torturado por ella.
Curiosamente, mi amigo parecía asustado y bajando la voz como si temiera que alguien le escuchara, me dijo que necesitaba verme y que me invitaba a comer. Su tono me dejó preocupado y a pesar de estar cabreado, decidí aceptar y nos citamos en un restaurante a mitad del camino entre nuestras casas.
―No tardes, necesito hablar contigo, pero no se lo digas a nadie― murmuró dándome a entender que no le contara a mi chacha a quién iba a ver.
La urgencia que parecía tener y mi propia necesidad de salir corriendo de casa para no estar cerca de esa bruja con aspecto de niña, me hicieron darme prisa y recogiendo la cartera, salí de mi cuarto rumbo al garaje.
Al pasar frente a la cocina, vi que la rumana estaba dando de mamar a su bebé. La tierna imagen provocó que ralentizara mi paso y fue cuando descubrí que el retoño era una niña por el color rosa de su ropa. No me preguntéis porqué, pero al enterarme de su sexo me pareció todavía más terrible la actitud de su madre.
«¡Menudo ejemplo!», medité mientras informaba a esa mujer que no iba a comer en casa.
Su respuesta me indignó porque entornando los ojos y con voz dulce, se rio diciendo:
―Después del desayuno que le he dado, dudo mucho que tenga hambre hasta la cena.
El descaro con el que recordó mi desliz y su alegría al hacerlo, me terminaron de cabrear y hecho un basilisco, salí del que antiguamente era mi tranquilo hogar.
«Me da igual que sea madre soltera, cuando vuelva ¡la pongo de patitas en la calle!» murmuré mientras encendía mi Audi y salía rechinando ruedas rumbo a la cita.
Durante el trayecto, su recuerdo me estuvo martirizando e increíblemente al repasar lo ocurrido, llegué a la conclusión que era un tema de choque de culturas y que a buen seguro desde la óptica de la educación que esa jovencita recibió, su actuación era correcta.
«Al no tener donde caerse muerta ni pareja con la que compartir los gastos, esa jovencita ha visto en mí alguien a quién seducir para que se ocupe de su hija», concluí menos enfadado al vislumbrar un motivo loable en su conducta.
«Entregándose a mí, quiere asegurarle un futuro», rematé perdonando sin darme cuenta su ninfomanía.
Hoy sé que ese análisis no solo era incompleto, sino que me consta que era totalmente erróneo, pero en ese momento me sirvió y como para entonces había llegado a mi destino, aparqué el coche en el estacionamiento y entré en el local buscando a Manuel.
Lo encontré junto a la barra con una copa en la mano. Que estuviera bebiendo tan temprano, me extrañó, pero aún más que tras saludarle, yo mismo le imitara pidiendo un whisky al camarero.
Ya con mi vaso en la mano, quise saber qué era eso tan urgente que quería contarme. Lo que no me esperaba es que me pidiera antes que pasáramos al saloncito que había reservado. Al preguntarle el porqué de tanto secretismo, contestó:
―Nunca sabes quién puede oírte.
Mirando a nuestro alrededor, solo estaba el empleado del restaurante, pero no queriendo insistir me quedé en silencio hasta que llegamos a la mesa.
― ¿Qué coño te ocurre? ― solté al ver que había cerrado la puerta del saloncito para que nadie pudiera escuchar nuestra conversación.
Mi conocido, completamente nervioso, se sentó a mi lado y casi susurrando, me pidió perdón por haberme convencido de contratar a Simona.
― ¡No te entiendo! Se supone que estabas encantado de haber conseguido un trabajo para la hermanita de tu amante― respondí furioso.
―Te juro que no quería, pero ¡Dana me obligó!
Que intentase escurrir el bulto echando la culpa a su chacha, me molestó y de muy mala leche, le exigí que se explicara. Avergonzado, Manuel tuvo que beberse un buen trago de su cubata antes de contestar:
―Esa puta me amenazó con no darme de mamar si no conseguía meter al demonio en tu casa.
Qué reconociera su adicción a los pechos de su criada de primeras despertó todas mis sospechas porque, además de ser raro, era exactamente lo que me estaba pasando y con un grito nacido de la desesperación, le pedí que me contara como había él contratado a su chacha.
―Me la recomendó un amigo.
Su respuesta me dejó tan alucinado como preocupado y por eso, me vi en la obligación de preguntar:
― ¿Dana acababa de tener un hijo?
―Una hija, ¡esas malditas arpías solo tienen hijas! ― la perturbada expresión de su cara incrementó mi intranquilidad.
Por eso le pedí que se serenara y me narrara el primer día de Dana en su casa.
―Joder, Alberto, ¡tú me conoces! ― dijo anticipando su fracaso― siempre he sido un golfo y por eso desde el primer momento me vi prendado de los pechos de esa morena. ¡Imagínate mi excitación cuando se quejó de que le dolían y me rogó que la ayudara a vaciarlos!
«¡Es casi un calco de mi actitud esta mañana!», me dije asustado al verme por primera vez como la víctima de una conspiración cuyo alcance no podía ni intuir.
Manuel, totalmente destrozado, se abrió de par en par y me reconoció que la que teóricamente era su criada, en realidad era algo más que su amante:
―Me da vergüenza decírtelo, pero es Dana quien manda en casa. Lo creas o no, si quiero salir con un amigo, tengo que dejarla satisfecha sexualmente con anterioridad y eso ¡no resulta fácil! Ese demonio me exige que me la folle hasta cuatro veces al día para estar medianamente contenta.
Ni siquiera dudé de la veracidad de sus palabras porque esa misma mañana Simona me había dejado claro que esas eran sus pretensiones.
― ¡Su hermana es igual! ― confesé asumiendo que por alguna razón tanto ella como Dana eran unas ninfómanas. ―La mía me ha echado en cara que es una mujer joven y que necesita mucho sexo para estar feliz.
No acaba de terminar de hablar cuando se me encendieron todas las alarmas al darme cuenta de que había usado un posesivo para referirme a “mi” rumana. Si ya eso de por sí me perturbó, la gota que provocó que un estremecimiento recorriera mi cuerpo fue el escuchar a mi amigo, decir aterrorizado:
― ¡No te la habrás tirado!
―No― respondí sin confesar que lo que si había hecho era disfrutar del néctar de sus pechos.
Manuel respiró aliviado y cogiendo mi mano entre las suyas, me aconsejó que nunca lo hiciera porque las mujeres de su especie eran una droga que con una única vez te volvía adicto.
―Sé que es una locura, pero necesito ordeñar a Dana mañana y noche si quiero llevar una vida mínimamente normal.
Fue entonces cuando caí en que al menos esa mujer llevaba cinco años conviviendo con él y me parecía inconcebible que siguiera dando pecho a su hija.
―Por las crías no te preocupes, esas brujas utilizan su leche para controlar a sus parejas. ¡A quien da de mamar es a mí! La abuela se hizo cargo de la niña al mes de estar en casa y contigo los planes deben ser los mismos― contestó cuando le recriminé ese aspecto.
Por muy excitante que fuera el tomar directamente de su fuente la leche materna, me parecía una locura pensara que era una sustancia psicotrópica. De ser así el 99,99% de la gente sería adicto a la de vaca y al menos el 60% de los humanos a la de su madre.
«Nunca he oído algo así», pensé compadeciéndome de Manuel, «al menos, habría miles de estudios sobre como desenganchar a los niños de las tetas».
Sabiendo que era absurdo, deseé indagar en la relación que mantenía con su criada para ver si eso me aclaraba la desesperación que veía en mi amigo y por eso directamente, le pregunté si al menos era feliz.
Ni siquiera se lo pensó al contestar:
― ¡Mucho! ¡Jamás pensé en que podría existir algo igual! Esa zorra me mima y me cuida como ninguna otra mujer en mi vida. Según ella, las mujeres de su aldea están genéticamente obligadas a complacer en todos los sentidos a sus hombres… pero ¡ese no es el problema!
―No te sigo, si dices que eres feliz con ella. ¿Qué cojones te ocurre?
Me quedé alucinado cuando su enajenación le hizo responder:
―Sé que no me crees, pero debes echarla de tu vida antes que te atrape como a mí― y todavía fue peor cuando casi llorando, me soltó: ―No son humanas. ¡Son súcubos!
Confieso que al oírle referirse a esas rumanas con el nombre que la mitología da a un tipo de demonios que bajo la apariencia de una mujer seducen a los hombres, me pareció que desvariaba. Simona podía ser muchas cosas, pero las tetas que me había dado a disfrutar eran las de una mujer y no las de un demonio medieval.
Convencido que sufría una crisis paranoica y que producto de ella estaba desvariando, no quise discutir con él y dejando que soltara todo lo que tenía adentro, le pregunté:
― ¿Cómo has llegado a esa conclusión?
Manuel en esta ocasión se tomó unos segundos para acomodar sus ideas y tras unos momentos, me respondió:
―Esa zorra no ha envejecido ni un día. Sigue igual que hace cinco años. Cuando le he preguntado por ello, Dana siempre esquiva la pregunta apuntando a sus genes. No me mires así, sé que no es suficiente, pero… ¿no te parece extraño que, al preguntarle por la gente de su aldea, parece que no existieran varones en ella? Esa bruja siempre se refiere a mujeres.
Durante unos minutos, siguió dando vuelta al asunto hasta que ya casi al final soltó:
― ¿Te sabes el apellido de Simona?
―La verdad es que no lo recuerdo― reconocí porque era algo en lo que no me fijé cuando repasé su edad.
―Se apellidan Îngerul păzitor, ¿Tienes idea de que significa en rumano? ― por mi expresión supo que no y dotando a su voz de una grandilocuencia irreal, continuó: ― ¡Ángel custodio! Esas putas se consideran a ellas mismas como nuestras protectoras.
Dando por sentado que definitivamente estaba trastornado, dejé que se terminara esa y otras dos copas antes de inventando una cita, dejarle rumiando solo su desesperación.
Y ya frente al volante recordé que, según el catecismo católico, un ángel custodio es aquel que acompaña al hombre durante ¡toda la vida!…
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Relato erótico: “El ídolo 6: ” (POR GOLFO)

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Capítulo 9

A pesar de tener todas mis necesidades sexuales cubiertas no veía el día en que por fin iba a tener a Zulia entre mis brazos y es que esa preciosa lacandona de apenas un metro cincuenta me había dejado un recuerdo imborrable. El olor que desprendía había quedado impregnado en mi memoria y lo quisiera o no recorría mi hacienda soñando con hundir mi cara entre sus pequeños pechos.

Por eso cuando Uxmal, su padre, me notificó que mi boda con ella tendría lugar al día siguiente, me sentí pletórico y deseé que las horas pasaran con mayor rapidez mientras no dejaba de recordar la noche que habíamos pasado juntos y como le había hecho el amor a través de Olvido debido a la obligación de llegar virgen al matrimonio que existía en su pueblo.

Aunque durante esas horas cada vez que apuñalaba con mi verga el cuerpo de su sustituta me pareció que era el suyo y que los gritos de placer de esa morena cuando la tomaba salían de la garganta de mi princesa, necesitaba poseerla y que fuera mi pene el que desvirgara el coño lampiño de esa monada. La experiencia de esa noche me hacía no albergar duda alguna de que Zulia sería una mujer ardiente porque no en vano se había comportado como una zorra insaciable a pesar de ser virgen. Y es que usando a Olvido como instrumento de su lujuria, me había hecho el amor con una pasión pocas veces experimentada.

«Estoy deseando oír sus berridos», suspiré más afectado de lo que me gustaría reconocer al anticipar el momento en mi imaginación mientras me duchaba.

Mi pene se me había puesto duro y me pedía que me masturbara. Justo cuando estaba pensando en hacerle caso, un ruido me hizo abrir los ojos y descubrí a Yalit  desnuda junto a mí. La curva de su embarazo me  me puso a cien y tomándola en mis brazos, la introduje bajo el agua. Al depositarla sobre el suelo, vi a la rubia arrodillarse frente a mí y sin esperar a pedir mi opinión, comenzó a jugar con mi sexo. Al percatarse que mi pene había conseguido una considerable erección con solo tocarlo, me rogó que separara mis piernas y sin más prolegómeno, sacó la lengua y se puso a lamer mi extensión mientras con sus manos masajeaba mis huevos.

«Necesitaba esto», medité mientras observaba el modo en que mi concubina  se metía mi pene lentamente en la boca.

Demostrando una pericia sin igual, los labios de mi antigua profesora presionaron cada centímetro de mi miembro, dotando a su maniobra de una sensualidad sin límites. Cumpliendo su papel de sumisa, no solo fue dulce sino que se comportó como una autentica devoradora y con una sonrisa,  no cejó hasta tenerlo hasta el fondo de su garganta. Con él incrustado, empezó a sacarlo y a meterlo con gran parsimonia mientras su lengua presionaba mi extensión contra su paladar.

Poco a poco fue acelerando la velocidad de su mamada hasta convertir su boca en una ordeñadora y sabedora de lo que estaba sintiendo, se sacó la polla y con tono pícaro, preguntó:

-¿Estaba pensando en su boda?

-Así es- respondí y extrañado le pregunté cómo era que lo había adivinado.

Entornando sus ojos, me contestó:

-Hoy he conocido a su novia y me ha hecho saber que también será mi dueña.

La alegría que manaba de respuesta me hizo saber que de algún modo, Zulia había hablado con ella y por ello tuve que preguntar qué era lo que le había dicho:

-La Madre de Reyes me ha exigido que le mime hasta que ella pueda hacerlo en persona.

 Muerto de risa comprendí  a lo que se refería y con tono duro, la ordené que cumpliera con las órdenes de mi prometida. Satisfecha por mi respuesta, se volvió a embutir toda mi extensión y esta vez, no se cortó, dotando a su cabeza de una velocidad inusitada, buscó mi placer como si su vida dependiera de ello.

-¡Sigue!- exclamé al sentir que mi pene era zarandeado y deseando correrme dentro de ella, le avisé de la cercanía de mi orgasmo y de mi deseo que se lo tragara.

Mi aviso lejos de contrariarla, la volvió loca y con una auténtica obsesión, buscó su recompensa. Al obtenerla y explotar mi pene en bruscas sacudidas, sus maniobras se volvieron frenéticas y con usando la lengua como cuchara fue absorbiendo y bebiéndose todo el esperma que se derramaba en su boca.  Era tal su calentura que no paró en lamer y estrujar mi sexo hasta que comprendió que lo había ordeñado por completo y entonces, mirándome a la cara, me dijo:

-¡El semen de mi rey es un manjar!-tras lo cual, riendo me pidió que le diera su recompensa.

-¡Serás puta!- exclamé al ver que se daba la vuelta y separaba sus nalgas con sus dedos.

-¡Soy la puta de mi señor y mi culo es todo suyo!

Queriendo devolverle parte del placer que me otorgaba cada día, me agaché ante ella y ya de rodillas, saqué mi lengua y con ella me puse a recorrer los bordes de su ano. Yalit , al notar la húmeda caricia en su esfínter, mi pegó un grito y llevándose una mano a su coño, empezó a masturbarse sin dejar de suspirar. Su entrega azuzó mi calentura y deseando romper ese hermoso trasero por enésima vez, metí toda mi lengua en su interior y como si fuera un micro pene, empecé a follarla con ella.

-¡Estoy completa siendo la esclava de mi rey!- chilló al experimentar la incursión.

Espoleado por su confesión, llevé una de mis yemas hasta su ojete y introduciéndola un poco, busqué relajarlo. El chillido de placer con el que esa mujer me agradeció esa maniobra, me dejó claro que iba bien encaminado y metiendo lo hasta el fondo, comencé a sacarlo mientras ella se derretía al sentirlo. Al minuto y viendo que entraba y salía con facilidad, junté un segundo y repetí la misma operación.

-¡Necesito que me encule!- gritó descompuesta mientras apoyaba su cabeza sobre los azulejos de la pared.

La urgencia de Yalit  me hizo olvidar toda cautela y ya subyugado por la pasión, cogí mi pene en la mano y tras juguetear con mi glande en ese estrecho agujero, no esperé más y con lentitud forcé como si fuera su  primera ese culo con mi miembro. La rubia, sin quejarse, absorbió centímetro a centímetro mi verga y solo cuando sintió que se la había clavado por completo, se permitió decir:

-¡Solo espero que no sea la última!- tras lo cual empezó a mover sus caderas, deslizando mi miembro por sus intestinos.

Paulatinamente la presión que ejercía su esfínter se fue diluyendo por lo que comprendí que en poco tiempo el dolor iba a desaparecer y sería sustituido por  placer. Previéndolo aceleré mis penetraciones. La arqueóloga se quejó pero en vez de compadecerme de ella, le solté:

-¡Cállate puta y disfruta!

Como su dueño, di comienzo a un loco cabalgar sobre su culo.

-¡Ya lo hago!- aulló complacida  al sentir el rudo modo con el que la estaba empalando.

Fuera de mí y recalcando mis deseos, solté un duro azote en una de sus nalgas mientras seguía usándola. Esa nalgada exacerbó su calentura y ni siquiera esperó a que menguara el dolor que escocía en su cachete para decirme:

-¡Quiero más!

Recordando lo mucho que esa zorra disfrutaba de los azotes, decidí complacerla y castigando alternativamente ambas  nalgas, marqué con golpes el ritmo de mis incursiones. Dominada por la pasión y comportándose como una fiel sumisa, la profesora esperó con ansia cada nalgada porque sabía que a continuación mi estoque apuñalaría su trasero y dejándose llevar, me pidió que la siguiera empalando mientras su mano masturbaba con rapidez su ya hinchado clítoris.

Tanto estímulo terminó por colapsar todas sus defensas y casi llorando me informó que se corría. Su desahogo  fue el detonante de mi propio orgasmo y afianzándome con las manos en sus pechos, dejé que mi pene explotara en sus intestinos, tras lo cual y sin dejar de abrazarla me dejé caer sobre la ducha. Fue entonces cuando la que en otro tiempo había sido mi adusta profesora se incorporó y arrodillándose ante mí, comenzó a pedirme perdón por lo que había hecho.

-No te comprendo-  murmuré sin saber a qué se refería.

Con dos gruesas lágrimas surcando sus mejillas, respondió:

-Su prometida quería ver cómo me sodomizaba.

Estaba a punto de contestarle cuando de pronto, escuché:

-¡Es verdad mi rey!

Al girarme y mirar quien hablaba, descubrí a Zulia sentada tranquilamente en el lavabo. Confieso que me quedé pasmado y que no supe qué decir al observar  la sonrisa que lucía en su rostro pero comprendí que al menos no le había molestado el ser testigo del modo tan violento con el que enculado a esa mujer. Muy al contrario, la expresión de su cara y el brillo de sus ojos me revelaron que no era disgusto sino deseo lo que manaba de ellos.

-No podía esperar a verle en acción- comentó un tanto avergonzada – desde que estuvimos juntos,  no he parado de soñar en la noche que mi amado me hiciera mujer.

Si sus palabras eran suficiente elocuentes, más aún lo fue verla acercarse a mí maullando y sin esperar mi consentimiento, observar a esa joven arrodillarse ante mí.

-¿Qué estás haciendo?-  pregunté impresionado por la sensualidad de sus movimientos.

-Sé que va contra las normas de mi pueblo pero no me veo capaz de aguantar una noche más sin ser suya. Ansío probar su virilidad- contestó al tiempo que acercaba su boca a mi verga.

Mi pene reaccionó como impelido por un resorte y a pesar del poco tiempo que hacía desde que me había corrido, se irguió orgulloso ante la perspectiva de ser usado por ella.

-No debemos- mascullé a la defensiva y viendo que no se detenía, me levanté de la cama.

-¡Por favor! ¡Lo necesito!- protestó con tristeza.

-Tenemos que esperar a la boda- insistí.

-No puedo aguantar otra noche- replicó a moco tendido.

Yalit , hasta entonces había permanecido al margen y comprendiendo que estábamos en un callejón sin salida, decidió intervenir:

            -Hay otra solución.

            -¿Cuál? –preguntó mi princesa totalmente angustiada.

            La rubia, que era conocedora de la función de Olvido en el Hotel de Tuxtla, se acercó a la morenita y pasando una mano por su adolorido esfínter, la impregnó con mi semen y se la dio a probar diciendo:

            -Aquí tienes la esencia de nuestro rey.

            Durante unos instantes la dulce lacandona se quedó pálida pero ante la insistencia de mi concubina abrió sus labios y tímidamente comenzó a lamer los dedos impregnados que le ofrecía, para acto seguido lanzarse como una obsesa a dejarlos limpios

            -No se preocupe tengo más- Yalit  murmuró muerta de risa al ver la cara de tristeza de la joven. Corroborando sus palabras, se tumbó sobre la cama y separó con sus manos sus dos cachetes para así mostrarle su ojete rebosante de mi semilla.

 Zulia me miró pidiendo mi aprobación.

-Yalit  es de los dos- comenté dando implícitamente mi permiso.

Dudó durante unos segundos antes de arrodillarse entre sus piernas y viendo que no me oponía, agachó su cara y comenzó a devorar con auténtica ansia los restos de mi eyaculación que brotaban del interior de la rubia.

-Gracias amado mío- repetía una y otra vez mientras daba lametazos cada vez más profundos en el forzado ojete de la sumisa.

            Esa continua estimulación provocó los gemidos de Yalit  y eso lejos de contrariarla, la azuzó a seguir hurgando con su lengua dentro de ese trasero. Por ello antes que mi prometida hubiese conseguido recoger toda mi semilla, observé que se acercaba el orgasmo de la arqueóloga y sabiendo que no iba a poder frenar mucho más mi propio apetito, decidí dejarlas solas mientras ordenaba a mi esclava:

            -Consuela a la que va a ser tu dueña.

            La rubia comprendió mi orden y cambiando de postura comenzó a besar los diminutos pechos de la chavala. Viendo que esta no se oponía, salí de la habitación…

Relato erótico:”Estudiante de psicología” (POR WALUM)

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VPS
Hola, soy Roxana, con 25 años estoy terminando la licenciatura en psicología, la carrera que me apasiona, desde de venir desde el interior a esta gran ciudad a estudiar, ya estaba cumpliendo mi sueño, vivía sola en un departamento, cubría mis gastos y estudiaba, en esos momentos estaba por empezar las pasantias así que estaba muy feliz. Como mujer soy bastante llamativa pelo rubio que llega a mis hombros, un proporcionado cuerpo cuidado con el esfuerzo del gimnasio, y mi forma de caminar siempre hincada, como sacando pecho, que era de un tamaño bastante considerable, una cintura bien estrecha y lo que fue mas importante y encantador, que es mi cola, bien redonda, grande y muy parada, siempre estoy haciendo mucho ejercicio y mantengo mi cuerpo bien durito, en la calle siempre causa muchas miradas mi cola, mis amigos siempre me decían en tono de broma, que estaba justa para el crimen.
Llego el día en que se sorteaban las pasantitas, estaba realmente muy nerviosa, pero llego el momento y me toco un gran psicólogo, muy respetado en la ciudad, estaba muy ansiosa por ir, el consultorio era en una casa bien linda mas o menos cerca de mi casa. Después llegando el lunes fui a mi primer día, así conocí al doctor, que era un viejo amable pero gruñón, el me dijo que me sentara y seria su secretaria unos días, fueron pasando los días, y el viejo me usaba de una secretaria, no me hacia participar en ninguna sesión para que aprendiera, ya eso me estaba haciendo enojar bastante, pero nada podía hacer. Una mañana como cualquier otra llamaron del juzgado federal y allí comunicaron por teléfono, que era para el doctor, yo tomé tomo rápidamente los datos, ya que el doctor no se encontraba, me dijeron que era un tipo que sus abogados armaron un lío tan bien hecho que estaban dudando hasta de las pruebas. El sujeto estaba acusado de violación reiterada, con un poco de locura parecía y necesitaban que el doctor lo analizara.
Yo me quede bastante sorprendida y anoté todo lo que me dijeron del juzgado, luego volví a mi casa pensando. Al día siguiente llegaron dos policías bien armados, con un sujeto esposado el tipo era grandote, medio gordo con los pelos cortos casi militar, con unos ojos negros que daban miedo, llevaba puesta una remera negra sucia, unos pantalones negros que brillaban de tanto uso y mocasines marrones. El sujeto me miro fijamente, yo no lo mire y cambie la vista de lugar, mientras que los policías me dieron el expediente y metían al sujeto al estudio del doctor para luego salir y quedarse en la puerta. Yo agarre el expediente y lo leí, estaba acusado de depravación seguida de violación contra una madre y dos hijas. Yo me quede helada, pensando en lo vil y asqueroso del sujeto, de repente el doctor me pidió que si le podía llevar 2 cafés, totalmente idiota, los preparé y los llevé, cuando entre sentí la mirada del sujeto en mi cuerpo. Ese día estaba con una camisa blanca de seda y pantalones grises apretados, que como todos me marcan mi gran y hermosa cola, el sujeto rápidamente se percató de ella y tuvo los ojos clavados en ella todo el tiempo en el que estuve sirviendo los cafés.
Luego de ese día, llegué a mi casa cansada y enojada porque las pasantitas eran nada más que ser una simple secretaria, después de darse un baño para sacarse el enojo se quedo pensando en ese tipo tan extraño y depravado.
Al otro día llegue perturbada como siempre y seguí con la típica rutina, calentar el café, ordenar las citas del doctor. Ese día iba vestida igual que el día anterior, tenía una camisa blanca y un pantalón medio rosado.
El día siguió normal, trajeron al loco al cual el doctor seguía entrevistando, entonces de pronto el doctor me llamo, entré sin saber que quería, el doctor me comento que el sujeto era muy complicado y que le gustaría que lo ayudara, para dar el punto de vista de una mujer, sobre un sujeto tan raro. Yo me puse muy contenta y tome rápidamente mis cosas para anotar todo lo que el sujeto dijera. El doctor le seguía haciendo preguntas sin sentido, hasta que le pregunto sobre su vida sexual en su adolescencia, él tipo le contó con lujos de detalles como fue su primera vez y las siguientes, no me paraba de mirar mientras que contaba sus relatos. Tanto el doctor como yo tomábamos apuntes de todo lo que decía el morboso sujeto, hasta que mencionó algo que los dejo helados a los dos, el sujeto casi baboseando dijo –Debo admitir que me encantan los traseros de las mujeres, es algo que me vuelve loco, lo reconozco, me encanta romperles el culo, penetrarlas bien, metérselo todo adentro, aunque les duela muchísimo, yo no tengo culpa si lo tengo muy grande, largo y muy grueso. Luego de decir eso el sujeto me miro sonriendo, como burlonamente. Ya estaba terminando la sesión, cuando el sujeto le dijo al doctor –Sabe lo que me mas me gusta de venir a terapia? El doctor le pregunto que, y el sujeto le contesto –Ver a su secretaria que es impresionantemente llamativa. Yo me sonroje y me morí de vergüenza, pero no dije nada, ni el doctor tampoco y ahí termino la sesión de ese día.
Llego el lunes y ese día hacia bastante calor, así que decidí ponerme una falda negra, que me quedaba un poco chica pero era mi preferida, aunque me quedara bastante pegada al cuerpo marcándome de manera exagerada mi cola, y me puse un tapado negro arriba para ocultarla. Aunque era imposible ocultarla, se me levantaba el tapado también.
Preparé todo como la rutina diaria, pero ese día el doctor todavía no llegaba, como no tenia que hacer, me puse a ordenar los expedientes de arriba abajo, uno por uno, y por mas que tenia unos altos tacos, tenia que levantarme mucho para llegar al primer estante de la biblioteca, fue justo en ese momento cuando llegaron los policías, junto con el sujeto. Al girar la cabeza, ví como los tres la miraban, seguramente miraban la curva de mi cola con el tapado, rápidamente me salí de esa posición y los saludé, diciéndoles que el doctor ya estaba por llegar. Después de unos minutos, llego el doctor, al llegar me dijo que fuera llevando al paciente al consultorio que el iba al baño y ya iba. Yo obedecí y me paré diciéndole que me siguiera, entré primero que el tipo, camino hacia dentro y pude sentir la mirada penetrante en mi persona, entonces escuche algo que me intranquilizo, el sujeto dijo bajo pero sabiendo que yo lo oía –Sabía que tenías buen culo, pero no imaginé que tenías semejante culo.
Yo permanecí callada esperando al doctor. Luego de ese día de terapia, el sujeto no dijo nada mas, así fueron pasando las semanas hasta que el sujeto quedo absuelto frente a lo que presento el doctor de sus estudios y yo pude terminar mis aburridas pasantias. Después de unos meses decidí ir a la facultad a ver si había algún post grado para hacer, o algo por el estilo, me acuerdo que ese día me vestí muy bien porque después tenia una entrevista de trabajo, me puse una remerita ajustada celeste, junto con un pantalón blanco bien ajustado medio transparente, por lo cual use una mini tanga así no se traslucía y unos altos tacos, unos de los mas altos que tengo, luego de averiguar en la facultad, fui a esa entrevista, en la cual me fue muy bien.
Al estar a unas diez cuadras de mi casa decidí caminar, iba muy feliz por el resultado obtenido en la entrevista, mientras que me percataba de muchas miradas masculinas y algún comentario, yo seguía en mi mundo pensando y contenta por el tal vez futuro trabajo, luego de unas cuadras me empecé a sentir muy observada, no sabia porque, me volteé una vez y veía a mucha gente en la calle, pero algunos hombres mirando mi cola como hipnotizados, poco a poco cada vez que avanzaba hacia mi casa la muchedumbre se achicaba, volví a voltear y quedaban solo algunos hombres, de repente tres cuadras mas y sentí una mirada penetrante, pero no voltee, decidí apurar el paso y traté de perderme entre la gente que la verdad no era mucha por esas calles, yo sabia que los ojos estaban concentrados en mi figura, y mis nervios me empezaban a traicionar, intentaba no ser demasiada obvia así que crucé la avenida y sentí que alguien también hacia lo mismo, un intenso frió recorrió mi cuerpo, con miedo evidente y sin importarme que se me notara, aceleré el paso, quería estar sana y salva.
Ya estaba llegando a mi casa, una mezcla de alivio y temor se apodero de mi, ya que no sabia como hacer para abrir la puerta tan rápido y entrar, así que como pude apuré mas el paso, pero si entraba ahora tenia que arriesgarme mucho, decidí pasar de largo y meterme en un negocio que hay en la esquina, luego de un rato, vi que no paso nadie detrás mío, tal vez estaba un poco paranoica pensé, con un poco mas de alivio volví para mi casa, llegue a la puerta y con algo de nervio abrí la puerta y justo en ese momento fue cuando volví a sentir esa horrible presencia detrás mío, voltee fugazmente y una mano me dio un fuerte empujón hacia dentro de mi casa, yo entre miedo y desesperación intente dar un grito, pero una poderosa bofetada me quito el sonido, caí al piso tendida, llorando de terror. Estaba mi casa en oscuridad por lo cual solo veía una gran sombra, rápidamente sentí una respiración agitada que me decía -¡¡Quedate quieta y callada o te mato a golpes!! Luego me levantó de un solo tirón y tapándome la boca y sujetándome desde atrás me llevo hacia dentro de mi casa, mi corazón estaba muy agitado y mis lágrimas salían por miles, estaba aterrada, cuando llegábamos a mi habitación el sujeto que me tenia fuertemente agarrada, pasó su horrible lengua por mi cuello diciéndome al oído -¡¡Te aseguro que de esta noche no te olvidas mas!!
Yo me estremecí de miedo sabiendo lo que el sujeto buscaba y me empecé a mover intentando safarme, pero era inútil, el sujeto era mucho mas grande y tenia una fuerza impresionante, de pronto el sujeto gritó -¡¡Quédate quieta o te pego hasta matarte!! Yo me estremecí de miedo y me quede quieta, llorando, el sujeto al ver mi docilidad dirigió sus manos hacia delante mío y apretó mis pechos con pasión; los amasaba fuertemente mientras que me decía al oído -¡¡Que buenas tetas tenes, grandes y firmes!! Sentí que su cuerpo se pegaba al mío y que su miembro se apoyaba en mi cola y empezaba a puntearme fuerza. Sus manos me apretaban los pechos y su cuerpo me apretaba la cintura. Estuvo un rato largo estrujando mis pechos y apretando una y otra vez su miembro contra mi cola. Luego bajó una de sus manos y de pronto agarro mi cola y la apretó con bravura, luego dijo con voz fuerte -¡¡Ahora para tu hermosa colita!! Yo con lagrimas en los ojos lo hice, mostrándola en su máximo esplendor, el sujeto se quedo callado y dijo con un tono de euforia -¡¡Eso es, este si que es un enorme y rico culo!! Y me plantó una fuerte palmada en mi trasero. Mi cola se metía bajo su barriga, mientras el me tomaba de las caderas y me apoyaba con mas fuerza, entonces me dijo -¡¡Vamos, pará y mové tu hermoso culo, menéalo como a los hombres nos gusta verlo!! Yo sin oponer resistencia, muerta de miedo lo hice, pare lo mas que pude mi cola, la empecé a moverme de lado a lado, yo me sentía muy humillada con muchísimo miedo, y aumento cuando el sujeto me dio un fuerte empujón, en el cual caí en mi cama, rápidamente me di vuelta y vi al sujeto, no lo podía creer, era el sujeto de la terapia de la pasantia, me quede helada sin saber que hacer, un frió atravesó todo mi cuerpo al recordar su expediente, pero ahora no parecía aquel sujeto, estaba transformado, parecía un loco realmente y con una cara de depravado total, sus ojos estaban rojos, como inyectados de sangre, me dio mas miedo.
El sujeto sin mediar mas se tiró sobre mi, me manoseaba a mas no poder, mientras que me decía -¡¡El placer es dolor vas a quedar llena, vas a sentir mi pija en tu culo por un buen tiempo, te va a doler mucho, pero te va a gustar!! Yo llorando a mas no poder y con un miedo espantoso le suplique que no lo hiciera, que me dejara en paz, pero el estaba como poseído, luego me acomodó en la cama, de rodillas y me hizo apoyar en el respaldo, o sea que mi cola quedo totalmente expuesta para el, se acomodó detrás mío y tomando mi pantalón blanquito lo bajo junto con mi diminuta tanga, yo estaba esperando un milagro, no podía hacer nada, el sujeto me violaría sin piedad, era inevitable, se quedo un rato en silencio y luego dijo -¡¡Que culo tenes!! ¡¡Los de la vieja y las hijas eran gordos, pero con vos me saque la lotería, es como una manzana grande y paradita, diría perfecto y va a ser mío!! Yo lloraba mas por sus comentarios, pensaba en ese asqueroso y depravado sujeto que solo conseguía mujeres violándolas, ese asqueroso que había violado a esas gordas mujeres y ahora tenia un cuerpo mucho más joven y con buenas formas para darse gusto, y el sabia que me tenia impotente entre sus manos, mis pronunciados pechos y mi hermosa cola, en estos momentos eran suyos, suyos para gozarlos a voluntad, suyos para satisfacer cualquier capricho de su terrible desenfreno, yo me voltee y pude ver como el sujeto sacaba su enorme miembro, colorado, no podía creer que existiera miembro así, el sujeto al ver mi cara de sorpresa, tomó su miembro con la mano apretándolo mas, para hacerlo mas exagerado y me dijo -¡¡Desde que te vi el culo en la terapia, no hago mas que pensar en él, no te quisiera asustar pero te lo voy a romper, porque estoy desesperado por penetrarlo!!
Yo me estremecí de miedo y humillación, entonces el sin mediar mas palabras, se escupió un poco la mano, se paso la saliva por la cabeza de su miembro para luego apoyar la cabeza de su miembro en mi esfínter y empezar a presionar, el dolor fue tan intenso que grité lo mas fuerte que pude -¡¡AAHhhhhyyyyyyyyyyy!! Y en un movimiento rápido tire una mano para atrás para frenarlo al maldito, pero el tipo me agarró la mano y me pegó un cachetazo en una nalga diciéndome -¡¡Nada de manotazos y tomá!! Y empujó mas fuerte logrando meter la cabeza adentro, mis ojos estallaron de dolor y como que se me nublaba la vista de dolor, sentí como si me estuvieran metiendo un tronco allí atrás, era brutal el dolor y grité para descargar -¡¡Ahhhhhhhhhhhyyyyyyyyyyyyyyyy!! El sujeto seguía como si nada, presionando mas y su miembro con mucha dificultad empezó a deslizarse en mi interior, haciéndome retorcer del dolor y diciéndome -¡¡Sentila puta, bien adentro de tu hermoso culo, sentí como te lo rompo!! Y siguió empujando, me clavó sin piedad hasta el fondo, sentí que me derrumbaba, que se me partía mi hermosa cola, grité lo mas que pude, era imposible resistir tanto dolor, mientras que el sujeto se quedo quieto, manteniéndome toda enterrada, mientras que me acariciaba la espalda y me decía -¡¡Mirá como lo tengo a tu culo, bien ensartado, desafiándome para que lo rompa, y lo voy a partir!! Después el maldito empezó a sacarla casi toda y empujar con todo para adentro, golpeaba los huevos contra mis nalgas, luego empezó un vaivén mas rápido y mientras que yo seguía apoyada en el respaldo de la cama, el sujeto me bombeaba a todo lo que daba, mientras que gritaba a viva voz -¡¡Que buen culo acabo de abrir, ahora es mío!! Y me tuvo casi una hora a los bombazos por atrás hasta que arremetió con toda la fuerza y quedándose quieto acabo dentro mío. Yo estaba desarmada, no reaccionaba, sentía que mi hermosa cola me estallaba de dolor, lloraba desconsoladamente mientras escuchaba la risa de superación y victoria del sujeto, que me indignaban y me hacían llorar más aun. Siguió metiendo su miembro lo mas que pudo hasta que termino completamente en mi interior gritando de gozo -¡¡Aaaaaaaaaahhhhh!! Luego retiro su miembro, y cayo a mi lado, tendido agitado mientras que sonreía, yo lloraba mientras que me sobaba como podía, tirada en la cama sin fuerzas para levantarme, estaba destruida.
Habrán pasado unos quince minutos, cuando el sujeto se levanta rápidamente, agarra mis piernas y las levanta sobre sus hombros, toma su miembro ya erecto y lo mete en mi vagina grité del dolor al principio, luego me quede quita mientras que el sujeto me bombeaba con una fuerza increíble, yo no hacia nada solo esperaba que terminara, pero el sujeto bombeaba sin parar, no se cuanto tiempo y poco a poco mi cuerpo fue cediendo, y el calor empezó a invadir todo mi cuerpo, por mas que me resistía a aceptarlo, mis gemidos empezaron a ser evidentes y el al darse cuenta aceleraba mas aun su ritmo, yo no podía disimular mis gemidos y quejidos, el al escucharlos empezó a sonreír y dijo -¡¡Pero que puta sos, te gusta que te cojan como a una zorra!! ¡¡Estaba seguro que te gustaba, toma!!… como te gusta!! Yo llorando y completamente humillada igual no podía resistir mis gemidos cada vez mas fuertes -¡¡Ahhhhh… ahhhh…. ahhhhh!! El sujeto después de varios minutos gritó de puro gozo -¡¡AHhhhhhhhh!! Y termino dentro mío, luego la saco chorreando su asqueroso liquido y la puso delante de mi boca, yo no hice nada, solo mantuve mi boca cerrada, entonces el maldito empezó a pasar su miembro mojado por la cosedura de mis labios, manchándome con su asqueroso y oloroso liquido seminal, ya cansado de humillarme, se volvió a acostar a mi lado, descansando y con la respiración agitada, mientras que yo solo lloraba e intentaba limpiarme la cara. Habrá pasado media hora, y el sujeto estaba ya normalizado, yo permanecía inmóvil llorando, esperando que pronto se marchara al haber cumplido con su violación.
De pronto, el sujeto se paró y se sentó en un sillón que hay en mi pieza, desde ahí me dijo -¡¿Quieres que me vaya!? Yo conteniendo mis ganas de matarlo he insultarlo le conteste que si, entonces el sujeto me dijo con mucha arrogancia -¡¡Bueno, entonces venís acá, te arrodillas y me haces la mejor mamada de tu vida y me marcho!! Yo me quede pensando, pero no tenia mucho que perder, así que me levante temerosa, y cumplí con lo que el sujeto quería, primero tomé su miembro que estaba medio flácido y lo moví un poco, para luego meterlo en mi boca rápidamente, intentando satisfacerlo pronto y que se marchara, yo mantenía mi ritmo con los ojos cerrados pensando en otra cosa, entonces el sujeto me agarró de la cabeza con su mano y me dijo -¡¡No, putita, si me la vas a chupar, mirame mientras lo haces!! Yo con una bronca terrible por dentro, pero sin mas remedio obedecí, el sujeto largaba gemidos a cada estocada que daba su miembro en mi garganta, mientras que yo casi me ahogaba y solo lloraba cumpliendo con mi sucia labor, el sujeto gemía fuertemente, gozando de mi boca a su antojo mientras que gritaba -¡¡Zorra si que sabes chuparla!! Yo lloraba totalmente humillada, de pronto el sujeto se paro dejándome de rodillas y teniendo que seguir obviamente, lo hacia lo mejor que podía, pero el sujeto parecía no terminar mas, hasta que el sujeto gimió muy fuerte -¡¡Ohhhaaaaaa!! Me separó de su miembro diciéndome -¡¡Vamos putita, quedate ahí y abrí la boca!! Yo no tenia a donde ir, así que quede totalmente expuesta ante su miembro, el cual el sujeto movía rítmicamente, hasta que empezó a largar su inmundo liquido, los chorros comenzaron a salir con mucha fuerza, dando en mi boca y mi nariz primero, pero luego comenzaron a caer en toda mi cara, mi frente mis ojos, mi barbilla, el pelo, era un mar de semen lo que largaba el sujeto mientras que gemía fuertemente -¡¡OOHHaaaaa!! ¡¡OOHHaaaaa!! ¡¡OOHHaaaaa!! Era lo mas humillante de mi vida, y encima no terminaba, el sujeto tomó su miembro y lo puso en la entrada de mi boca diciendo -¡¡Dale un besito y límpiale el miembro a tu macho que te ha culiado tanto hoy!! El sujeto me humillaba cada vez más sintiéndose poderoso, y degradándome más y más. Yo hice lo que me pidió y luego el sujeto me llevo al baño para limpiarme.
De regreso a mi cuarto, el sujeto venia apretando mi cola fuertemente, yo no sabia que mas pretendía, solo pensé que se estaba divirtiendo, me ataría y me dejaría ahí en mi cuarto, pero de pronto al llegar cerca de mi cama, el sujeto me agarro del cuello y me tiró contra el colchón, manteniéndome sujetada y con mis rodillas en el piso, se puso detrás mío, mientras que yo forcejeaba y suplicaba, el sujeto tomó su miembro y dijo en tono burlón -¡¡Mi putita… ahora es todo o nada… seguramente te dolerá… pero ya no me puedo echar para atrás…quiero reventarte este rico culo otra vez, aunque grites de dolor!! Luego puso su miembro en la entrada de mi cola y tomando un puñado de mis cabellos, tiró para atrás al mismo tiempo que me penetraba, haciéndome gritar desoladamente -¡Aaaaayyyyyyyyy… ooooooooohhhhhhhh… aaaaggghhhh! De nuevo el dolor se hacia insoportable, mientras que el sujeto me embestía siempre violentamente, y tiraba mis pelos, su movimiento salvaje era como si quisiera desarmarme, y yo gritaba de dolor, suplicando que me soltara, pero el sujeto se había subido casi en mi, y mientras que separaba mis glúteos y los apretaba me decía -¡¡Te gusta putita… te gusta que te rompan el culo hasta hacerte llorar!! Yo lloraba intentando no pensar en eso, pero el dolor era tan grande que tenia que ponerle atención, sus embestidas eran cada vez mas fuertes, de pronto sin darme cuenta de mi boca salio un gemido, mezcla de odio y placer -¡¡Ahhhgggg!! El sujeto al escucharlo empezó a burlarse, mientras aceleraba sus embestidas diciéndome millones de vulgaridades como -¡¡Ohhh sii! ¡¡Que culo infernal tenes!! Mientras que me agarraba de mis pechos y seguía penetrándome violentamente, solo podía escuchar sus gemidos y ese horrible ¡plop! ¡plop! ¡plop! por las estocadas salvajes que recibía, el sujeto me tironeaba el pelo fuertemente y aceleraba, hasta que por fin termino en un río de semen en mi interior, gimiendo como un desaforado y sacando su miembro de mi interior, dejándome casi muerta, estaba media mareada, totalmente sin poder moverme, mientras que veía que el sujeto ya estaba casi totalmente vestido para irse, entonces al ver que yo no reaccionaba, el sujeto empezó a reír y con tono de superación dijo -¡¡Como me va a gustar ver ese culito por la calle y saber que fui el primero en romperlo!! Luego en menos de dos minutos se marcho.
Hechos ficticios.
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

Relato erótico “Forzando a Paulina” (POR ROGER DAVID)

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Forzando a Paulina
Edgar era un muchachón que recién había cumplido los 18 años, de carácter huraño e introvertido.
Su aspecto tampoco lo acompañaba mucho, era extremadamente gordo y mórbido, que lo obligaban a siempre vestir camisetas deportivas de talla extra grande, con zapatillas deportivas, y pantalones de mezclilla también grandes para su porte como todo un rapero, un poco bajo de estatura 1,55 mts., a lo más, con una cara llena de acnés de volcanes enrojecidos y amarillentos en sus cráteres dando la impresión que estos en cualquier momento erupcionaban su asquerosa materia orgánica.
En la familia y de entre todos sus primos era el menos popular, ya que a pesar de su edad este aun no terminaba sus estudios secundarios.
En clases la cosa no era muy distinta, el insociable joven era incapaz de llevar una buena y sana convivencia con sus pares, eran muchas las ocasiones en que mandaban a llamar a sus padres para notificarles su mala conducta y por andar agarrándose a trompadas con sus propios compañeros, o por intentar tomar fotografías bajo las faldas de sus compañeras de aula, y por distintos tipos de faltas de respeto hacia sus profesores, además que sus malas calificaciones ya evidenciaban que nuevamente iba a perder el año escolar, pero esta situación al joven le daba exactamente lo mismo.
Lógicamente tras esa notoria hosca personalidad y a pesar de su edad el muchacho continuaba con las hormonas más que alborotadas ya que no paraba de masturbarse impulsiva y frecuentemente.
A cualquier hora del día se encerraba en su cuarto para hacerse una o dos chaquetas consecutivas, sin mencionar que incesantemente por las noches sufría acalorados sueños húmedos, que en un principio estos tenían como protagonista principal a la única chava que había tenido por novia y que tras un traumático y fallido intento de mantener relaciones sexuales con ella y debido a la brutalidad e inexperiencia del salido muchacho la pobre chamaca  termino su noviazgo con él dejándolo con la calentura que se le salía por los ojos.
Pero estos sueños ya eran pasado, últimamente la única dueña de sus deseos y sus pajas era ni más ni menos que con una hermosa hembra hecha y derecha, desde su niñez siempre la vio como una joven muy bonita y de modales agradables, que lo regaloneaba con caramelos y con innumerables presentes ya sea para navidad o para su cumpleaños.
En el tiempo en que el gordito Edgar ya era todo un jovenzuelo e hiso la primera comunión fue esta atractiva joven de entonces 18 años quien quiso ser su madrina. El chamaco en esos tiempos no cabía de gozo al saber que la más jóvenes y atractivas de sus tías y la misma que desde siempre lo había consentido en todo ahora era su propia madrina, sentía que esta situación lo conectaban aún más a ella, incluso en forma inocente aun ya veía como si la curvilínea chica realmente le perteneciera.
Ya en esos años la joven tía, hermana de su madre, era dueña de una belleza desbordante, y el  gordo sobrino ya se daba cuenta de ello, pero la felicidad le duro poco, la hermosa y consentidora hembra al año se casó y se fue a vivir con su marido a otra ciudad.
Si efectivamente, Edgar ahora ya con 18 años era con la misma hermana de su mamá que ya estaba de regreso con quien ahora en forma desvergonzada se pajeaba la mente y la tranca.
Después de todo no era del todo raro, pues el chamaco en el momento de saludarla al momento de su primera visita desde su llegada vio que su agraciada tía Paulina volvía convertida en toda una hembra, la veía igual de hermosa que antaño, pero ahora con un cuerpo mucho más atrayente, en esa oportunidad la tía Paulina llevaba puesto un vestido blanco con tonalidades floreadas para nada provocativo y que le llegaba hasta un poco más arriba de las rodillas,  el caliente chamaco tras hacer sus comparaciones con el recuerdo de una hermosa joven de 18 años y con esta otra deliciosa y potente mujer de unos 27 años lo dejaron casi babeando de una extraña y prohibida calentura, dictaminando que su tía-madrina recién llegada estaba extremadamente buena.
Edgar tras el beso de saludo y el notar que su tremenda madrina no había hecho el menor gesto de asco ni nada debido a sus notorias y asquerosas espinillas se dio a estudiarla mientras ella le hacía preguntas sobre si tenía novia, y que como le iba en el colegio, que ya con 18 años era todo un hombrecito y que su conducta tenía que cambiar, y cosas por el estilo, en donde el salido chamaco solo contestaba entre balbuceos, ya que sus ojos y su mente estaban preocupados de poner atención en cada centímetro del endiablado y curvilíneo cuerpo de su atrayente familiar, notando así que era de piel canela clara, y que esta debía ser extremadamente suavecita debido a esa extraña forma de relucir, de cara bonita como lo fue siempre, con unos preciosos ojos color miel y con una naricita bien hechita perfecta para adornar su cara, de cabello castaño oscuro y lacio, y con un lujurioso físico que invitaba a cualquiera que se la comieran, fuese quien fuese, y Edgar pensaba que él no era la excepción para catar aquel cuerpo de 1.68 mts., de estatura y muy bien distribuidos, tetas bien paradas y grandes que para nada discordaban con su figura.
El obeso joven seguía mirando hechizado aquella diabólica conjunción de curvas y carne de hembra, todo ello embutido en aquel exquisito vestido blanco con flores, veía un vientre plano con una cintura pequeña y caderas pronunciadas, el vestido parecía estirarse aún más en aquella exquisita parte de su cuerpo se decía el muchacho para sus adentros, recorría  y no se cansaba de admirar esas piernas torneadas, imaginando abiertos aquellos soberbios muslos que debía tener su tía-madrina y para terminar se dio admirar un espectacular par de nalgas que se notaban duras por donde se les mirara.
Y así fue pasando el tiempo, si bien el muchacho tenía esa fantasía desde la llegada de su tía, sentía remordimientos por ello, pero ¿cómo no hacerlo?, pues ahora era asiduo a quedarse a dormir en casa de sus tíos pues ellos a su llegada habían comprado una gran casa con piscina, y era en  esas ocasiones en las que el aprovechaba para darse un “taco de ojo”, con el suculento manjar que era su tía.
Incluso en una de las tantas ocasiones en las que se quedaba a dormir en la casa de sus tíos, el muchacho se despertó a media noche con esa sed que te seca la garganta y te fuerza a ir a la cocina por un vaso con agua, pues resulta que regresando a su habitación, escucho unos ruidos extraños que venían de la habitación matrimonial, curioso, medio caliente y lleno de intriga se acercó a la puerta que estaba cerrada y se puso a escuchar lo que debía estar sucediendo al interior, los sonidos y crujidos que hacia la cama evidenciaban que sus tíos estaban en lo suyo, los sonidos de cuerpos que se sobaban y resortes que subían y bajaban continuaban en forma enloquecedora.
Edgar estuvo escuchando durante varios minutos su verga rápidamente se le había parado, escuchaba y sentía la potente cacha que se llevaba a cabo dentro de la habitación, con sus ojos cerrados y apoyado en el muro imaginaba aquel voluptuoso cuerpazo al desnudo que se gastaba su madrina, ya creía ver su bien formada figura, unas inmensas ganas de él también probarla se iban instalando en una parte de su mente, Edgar prácticamente se la estaba comiendo en su mente imaginándose que era el quien la cogía en forma desenfrenada, una de sus manos ya se refregaba la verga por sobre el pantalón del pijama.
Mientras aquel matrimonio seguía en su faena al interior de la habitación matrimonial el joven escucho la voz de su tío como empezaba a decir:
-Me corro Pauli…, me corroooo, te voy a llenar de lecheee!!!
-Avísame para salirme José… recuerda que aún no quiero quedar embarazada, le escuchaba decir entre jadeos a la excitada mujer a su esposo…
-Solo falta un poquito amor… yo te aviso para echarlo afuera…
El joven escucho como en esos momentos los movimientos debían ser más desenfrenados ya que por los sonidos que hacia la cama daba la impresión que está en cualquier momento se quebraba, pero Edgar solo seguía escuchando con los ojos bien cerrados y con un rictus en su cara como si el pobre chamaco estuviese sufriendo, de pronto escucho que su tío gruño de placer y que le decía a Paulina,
-Salte Paulina me corroooo!!!, el joven imaginaba a aquel pene dejando caer intensos chorros de esperma en el aire, a la vez que pensó que en cualquier momento la pareja se daría cuenta de su presencia al otro lado de la puerta y que podrían verlo, de inmediato se dirigió nuevamente a su habitación para encerrarse y tirarse al colchón mientras sacaba su pene erecto de entre sus pijamas y empezó a masturbarse como un desquiciado a salud de su tía.
Después de aquella gratificante experiencia, estuvo toda la noche masturbándose y divagando de lo grandioso que podría ser cogerse a su tía-madrina, mientras imaginaba que era el quien follaba a aquella suculenta hembra, el cansancio lo fue venciendo hasta que se quedó completamente dormido.
A la mañana siguiente y después de levantarse ya cerca del medio día el caliente y obeso sobrino bajo las escaleras para dirigirse a la cocina, de inmediato se percató de que su tía estaba sentada en el sofá, de espaldas a él y  viendo en su laptop, seguro que estaba trabajando desde la casa, ya que su tía era secretaria ejecutiva en una prestigiosa y renombrada corporación.
El resto del día transcurrió con normalidad como así mismo el resto de aquel prendido fin de semana, sin embargo unos días después al llegar desde la escuela a su casa se llevó la sorpresa de que cuando entro a su vivienda vio a su madre platicando con su tía Paulina, el joven nuevamente cayo en aquel erótico estado de ansiedad sexual en el cual quedaba por cada oportunidad en que estaba cerca de su deseada tía, y sobre todo en esta ocasión, ya que la hembra aquel día traía puesta un sugerente vestido amarillo de esos con tirantes al cuello, su largo pelo castaño lo traía tomado con una traba dándole un aire más fresco y jovial de lo que ya era, y para terminar este endiablado vestido era un poco más corto de los que habitualmente usaba, dejando ver a quien quisiese una buena parte de sus relucientes muslos color canela, la imagen de ver aquella monumental Diosa hecha para el pecado hicieron que su corazón y presión sanguínea del pobre chamaco se aceleraran a mil por hora.
Pues bien, resulta que ese día su tía había ido a verlo a él porque tenía fama de ser muy bueno con las computadoras y ella tenía problemas con su laptop personal, y por consiguiente quería que alguien le ayudara y quien mejor que una persona de confianza como su sobrino.
Edgar acepto ayudar a su tía gustosamente, al recibir en sus manos el notebook no pudo dejar de admirar aquellos magníficos melones que se escondían debajo de la parte superior del vestido, la imagen del nacimiento de aquellas suaves tetazas escondidas y que estaban solo a centímetros de su calentona mirada casi lo hacen soltar el ordenador y lanzarse hacia el cuerpo de aquel monumento de mujer para liberar el mismo aquellas tetotas para chuparlas y morderlas cuanto el quisiese, sin embargo el pobre chamaco tuvo que tomar aire y recomponerse, solo le dijo que tardaría algunos días en tenerla lista pues tenía que revisarla bien para evitar cualquier problema futuro, su tía sin problema alguno acepto y despidiéndose con un beso de su hermana y de su sobrino  paso a retirarse.
Después de cenar Edgar olvido por completo la computadora de su amor platónico y tras correrse una buena paja en honor a su tía y al vestido amarillo simplemente se durmió sin más.
Al día siguiente después de la escuela acompañado por su compañero de salón y compinche de andadas David, justo después estar varias horas escuchando Megadeth y fumando hierva a un lado de la ventana para no ser sorprendidos, la mama de Edgar entro a su habitación para recordarle que tenía que arreglar la laptop de su tía, sabiendo que no era nada grave, Edgar le dijo a David que encendiera otro porro mientras el arreglaba la laptop,  después de un rato y de haberla depurado, al muchacho le dieron muchas ganas de ir al baño, por lo tanto se dirigió al W.C.
Al regresar  vio como David ya estaba revisando la laptop de su tía, para Edgar no era nada malo, por lo cual no le dio importancia, sin embargo David rápidamente llamo la atención de Edgar diciéndole:
-¿Tu tía se llama Paulina?
-Sí, ¿porque?, contesto Edgar algo extrañado.
-dejo su Facebook abierto…
-Ah! déjalo así, mi tía es muy descuidada…
Sin embargo David no dejaba la laptop y permanecía en silencio, al menos hasta que nuevamente se dirigió a su amigo diciéndole:
-No mames cabrón…! tu tía ¿es estaaa?… si es así… esta buenísima…!!!
Edgar sabía que su tía era más que suculenta y muy apetecible, pero no imaginaba que por unas fotos de Facebook David se pusiera así, lentamente se fue acercando al ordenador y hacia su único amigo, y en efecto David miraba las fotos de su tía, con algunas amigas en donde efectivamente la hembra más llamativa era Paulina, o en las que aparecía en traje de baño en alguna playa con su flamante marido y en donde notoriamente ella estaba más joven, así estuvieron por espacio de unos buenos minutos admirando y comentando la buena que estaba la hembra, fue David quien nuevamente rompió el silencio que se había formado mientras ambos jóvenes calenturientos miraban las imágenes.
-Edgar tu tía esta que se cae de buena, maldito sátiro, seguro te la jalas pensando en ella…
Edgar por su parte no dejaba de mirar las imágenes, mientras su amigo continuaba el dialogo,
-Ni me haces caso viendo a tu tía pinche Edgar…
Pero David a pesar de tener la misma edad que Edgar y el ser también un joven problema en el colegio y en su hogar este era mucho más perverso y mal intencionado que su amigo, por lo que de inmediato tuvo lo que para él era una brillante idea, y de inmediato a sabiendas que necesitaría la complicidad de su amigo le dijo:
-¿Que pensarías si te digo que tenemos una oportunidad de culearnos a tu tía?
De inmediato Edgar volteo a ver a su amigo y con cara de incrédulo le contesto:
-No digas pendejadas imbécil, solo que la droguemos y nos la cojamos… y tal vez ni así.
Edgar al tener en aun en su mente el recuerdo de los exquisitos gemidos de placer de su tía favorita, como también las salidas palabrotas de su amigo, en su cabeza una lujuriosa necesidad de hacer verdad sus fantasías abrió una brecha para por lo menos intentar hacer realidad sus morbosas y desequilibradas ansiedades…,
-Y cual se supone que es tu idea…?, la morbosa idea que le había dicho su amigo a Edgar le había encantado, -No lo digo porque de verdad quiera hacerlo es solamente para saber, jejeje…
Para luego con una cara y una sonrisa triunfal David le revelo a su amigo su plan:
-No, eso de drogarla no será necesario, con lo que ya tenemos es suficiente para convencerla de que nos tiene que dejar cogérnosla… Edgar escuchaba atento los planes que tenía su amigo, David continuaba, -Mira con las mismas fotos de su face y con las otras que están en las carpetas podemos hacerle creer a tu tío, que su esposa le ha estado poniendo el cuerno…  desde tu pc harás un perfil de Facebook falso y comenzaras a mandarle mensajes a tu tía y yo desde la laptop de tu tía te contestare haciendo aparentar que tenemos algo y para que parezca real tú me pedirás fotos y yo te mandare estas en las que sale en traje de baño, tu sabes que días sale tu tío de viaje así que esos días serán los indicados para mandarle mensajes, incluso yo te mandare el primero para aparentar que tu tía quería verga, ya con eso le tomaremos capturas de pantalla a las conversaciones falsas con fotos y todo… Y con ese material chantajearemos a tu tía para poder cogérnosla un ratito, jejeje que tal te parece mi plan?
Edgar no podía creer lo que decía David, era un plan virtualmente perfecto al menos eso pensaba, pero el si es que cabía la posibilidad de chantajear y acostarse con su madrina no estaba dispuesto a compartirla, o no al menos por ahora así que de inmediato le dijo a su amigo:
-Tú si serás estúpido… estás loco de remate… mi tía está muy buena pero no por eso me la voy a violar contigo… creo que lo mejor por ahora es que te vayas… Le dijo finalmente Edgar a su amigo haciéndose el sentido,
-Pero amigo… no seas pendejooo… si tu tía está muy rebuena… yo pienso que deberíamos…
-Nadaaa!!! Fuera de mi casa hijo de putaaaa!!!…, Edgar no lo dejo terminar,
-Está bien… está bien… es que yo solo pensaba que tú también te la querías tirar…
Edgar había adoptado muy bien una actitud de hacerse el sentido con su amigo, pero la verdad era una sola, el llevaría a cabo el plan ideado por David pero lo haría solo, y si todo le resultaba como él quería y logreaba concretar la violación recién vería la posibilidad de pasarle a su tía a su amigo para que también la probara en honor a la amistad que existía entre ellos.
Una vez que David abandono la casa de Edgar el gordo muchacho se puso manos a la obra, con la insana idea en la cabeza de tener a su tía desnuda y abierta de piernas y decidido a llevarla a cabo a penas se le diera la oportunidad, el desquiciado muchacho se puso en campaña y empezó a crear aquella sórdida conversación apócrifa en la que haría aparentar que Paulina estaba deseosa de la verga de otro hombre que no fuera su esposo.
Las palabras que Edgar ocupo poco a poco se hacían más calientes, mientras las ideas fluían en su mente las  escribía, ocupaba las que le gustaría que le dijera su tía y cosas por demás sucias:
P-Ya tiene tiempo que no vienes a verme, necesito que estés aquí me siento sola,
F-¿Que tienes pedazo de zorra?, ¿quieres verga como la otra vez?,
P-Sí, quiero más, necesito que me cojas, como el otro día con esa tranca tan grande que te cargas,
F-No te creo, necesito pruebas, mándame algo para que me caliente,
P-¿Cómo qué?, dime que quieres ver,
F-Unas fotitos tuyas para que se me pare y me motives a ir a metértela.
En ese momento el salido joven puso las fotos de su tía en las cuales aparecía más ligera de ropas, escogió una que se había tomado especialmente para su marido, o sea en el caso que este ultimo las viera y que comprobara que efectivamente su mujer las había ocupado para enviárselas a otro hombre, este enloquecería de los celos, Edgar pensando en esto ya terminaba de enviar las fotos al Facebook falso que había creado haciendo aparentar que Paulina seguía las órdenes que le daban sin chistar.
La conversación falsa continuaba y el chico se explayaban poniendo cosas de cómo fue el último encuentro entre la hembra y aquel hombre que no existía, ocupando estratégicamente las fechas en que su tío no había estado en casa.
Después de eso a Edgar ya solo le hacía falta afinar detalles de cómo sería el momento en que le dieran la pesada noticia a la infortunada mujer que era el objeto de sus  insanos deseos.
El caliente muchacho estuvo durante toda la noche pensando en el asunto y decidió que ese mismo fin de semana era el idóneo, su tío no estaría pues habría salido de viaje de trabajo, y su tía Paulina  estaría sola, por eso mismo Edgar le llevaría la laptop y aprovecharía el momento para abordarla.
Tal como lo había pensado el ansioso muchacho fue a la casa de su deseada familiar, eran como las dos de la tarde y el joven sabía que su tía solo trabajaba hasta el mediodía de los días viernes.
Ya en la casa de Paulina Edgar le dio la laptop a su tía y le pidió permiso de quedarse a disfrutar la piscina, después de pensarlo durante un momento la suculenta y desprevenida  hembra no tuvo argumentos para decirle que no a su sobrino.
La idea no le parecía mucho a Paulina, se le hacía algo raro, estaría ella sola con su sobrino, de las oportunidades en que el chico se había quedado a dormir había estado su marido presente, pero sabía que era un simple adolecente que se encontraba algo desorientado, sin embargo durante toda la tarde no dejaba de sentirse incomoda pues se percataba de la forma lasciva en que este no la dejaba de mirar, lo había notado desde hace algún tiempo y ya creía sentir como su sobrino la desnudaba con la vista.
Por su parte el caliente muchacho al estar a las puertas de lo que sería un chantaje o una violación en todas sus letras, esta misma situación lo tenía en un angustiante  estado de nerviosismo, se comía el cuerpazo que se gastaba su tremenda tía quien en esos momentos estaba vestida con unos ajustados pantalones de mezclilla que daban la impresión que en cualquier momento se reventarían por lo ajustados que le quedaban, sumado a esas hermosas sandalias con taco que la hacían ver el culo más parado de lo que ya lo tenía, y que también mostraban en forma esplendorosa los hermosos deditos de sus pies.
Sin embargo el día transcurrió sin ninguna novedad, Paulina estaba convencida que debido a los ímpetus juveniles del gordo jovenzuelo este era el real motivo de su enajenante mirada hacia su cuerpo, además que el niñato ya llevaba un buen tiempo quedándose en su casa y nunca había demostrado tener alguna mala intención como se lo habían advertido algunos familiares.
Ya en el atardecer y mientras el salido mocoso se hacia el que veía películas, este vio cuando su tía estaba sentada en la mesa conectada a Facebook posteando con su marido, mientras miraba con ojos atónitos la belleza de aquella mujer que aún estaba lejos de realmente también el probarla, admiraba cada detalle de su cuerpo en tanto su excitación crecía, el deseo y la impaciencia  lo hacían de la misma forma, poco a poco aquel muchacho con características de Nerd  enojón decidió que una vez que ella saliera y se desconectara de la red seria el momento propicio para darle conocimiento de lo que él por pura casualidad se había enterado, y que mediría la reacción de la hembra para ver hasta donde él podría sacar provecho personal de aquella situación, sino se haría el loco, y le bajaría el perfil.
Paulina lo vio venir a sentarse a la mesa, le llamo la atención que este se sentó a un lado de ella, hasta que lo escucho hablarle,
-Tía… necesito que hablemos de algo…
Paulina solo lo quedo mirando extrañada, por lo general Edgar ya con 18 años de edad no era de los chamacos que hablaban, y ella muy bien lo sabía, por algo lo había hecho su sobrino favorito, su carácter tímido y retraído desde su  niñez la habían hecho sobreprotegerlo de los pergenios más brabucones, lo que no sabía la hermosa mujer de 27 años era el cambio de 180° grados que había sufrido el muchacho en estos últimos años y que ella no había visto debido a su larga ausencia, esa situación la había hecho confiarse.
-Dame unos minutos, termino de postear con tu tío y podremos hablar…
Una vez que Paulina  se despidió de su marido y se aprontaba a desconectar el face, escucho la vos de Edgar,
-No lo cierre tía… La mujer se lo quedo mirando extrañada, -Quiero mostrarle algo, continuo el muchacho. Paulina pensó que tal vez su sobrino quería mostrarle algún video cómico, o alguna publicación de importancia, pero más curiosa se puso al ver como el chamaco tomaba el mouse y se ponía a buscar en su lista de amigos, hasta que por fin lo escucho hablar nuevamente, -Explíqueme esto…
Paulina en un momento no entendía nada, solo leía con sus ojos a la vez que tomaba el mouse y hacia correr la conversación que supuestamente ella había tenido con un hombre extraño a su matrimonio, y que no sabía por qué lo tenía en su lista de amigos, la hembra no entendía nada, eran diversas conversaciones y en distintas fechas en donde ella había conversado como si fuese una puta con aquel indeseable, y para rematarla le había enviado fotografías de todo tipo a ese supuesto amante, Edgar había tomado la precaución de configurar y alterar las fechas del equipo, para que estas parecieran que esa adultera relación ya venía desde hace unos buenos meses.
Tragando saliva y tomándose la cabeza con sus dos manitas pudo decir al fin,
-Pero que significa esto Dios mío…!!
-No se pues tía… Encontré esto en su Face, y quería enseñárselo…
-Pero yo no conozco a ese hombre… no sé quién es…, la mujer no podía quitar su mirada de la pantalla y releer lo ahí escrito,
-Ya tía… no se haga la mensa conmigo está claro que desde hace un tiempo le pone los cuernos a mi tío… Tiene que ser más cuidadosa con su face para la próxima y cerrarlo… se imagina esto lo encuentra mi tío…?, el caliente chamaco estudiaba todas las reacciones de la hembra y ya la veía muy alterada,
-Gracias Edgar… gracias por avisarme… pero… pero de verdad que yo no he hecho nada malo… no sé de qué se trata todo esto…
-Jajajja como que no ha hecho nada malo, si ahí dice clarito que estaba deseosa de su verga, jajajaja…
Paulina dándose cuenta de la insolente forma en que su sobrino le estaba hablando, lo quiso frenar en el acto,
-No me hables así… recuerda que yo soy tu tía… además que la mujer que escribió eso no soy yo… es más bloqueare al instante a ese hombre…
-Bloquéelo… pero yo ya respalde todas las zorrerías en que Usted anda metida con quien sabe quién… además que yo mismo le diré a mi tío la forma en que puede desbloquear a su “amigo”, para que el mismo se dé cuenta de la puta que tiene por esposa, jejeje…
-Que no me hables así mocoso insolente!!!, Paulina no estaba dispuesta a dejar que su sobrino se sobrepasara con ella con su vocabulario, si hasta lo del Face como que pasaba a segundo plano al escuchar las groserías en que se estaba refiriendo ese mocoso, -Quien te hadado derecho para ha…
El niñato ataco al instante para no dejar pasar esa oportunidad,
-Y cómo quieres que te trate tía… si yo mismo vi y leí como le enviabas fotografías en traje de baño a tu amante, y se leía claramente que lo invitas a culear contigo cuando mi tío no está en casa… por eso hoy te la pensaste para que yo me quedara no es cierto…!? De seguro hoy tenías planeado acostarte con el…, jejejeje… pues bien me voy… pero desde casa llamare a mi tío y le contare todo, jajajaja!!!!
Paulina quien con todas las peladeces que le decía su sobrino ya estaba en estado de shock, lo vio dirigirse a la puerta de salida, automáticamente se interpuso entre él y la puerta en donde quiso explicarle que ella le decía le verdad, que lo que ahí estaba escrito no lo había hecho ella…
-Edgar!!… espera un momento… que le vas a decir a mi marido!!?
-Le diré la verdad… que cuando él se va a trabajar tú te pones a culear con el primero que va pasando, o eso fue al menos lo que entendí yo en tus conversaciones, y sé que él también lo captara al instante…
Paulina viendo las catastróficas consecuencias que todo aquel embrollo le traería a su matrimonio, dejo de lado sus primeras impresiones, además que pensaba que su sobrino con justa razón pensaba así de ella debido a lo que ya había leído también en su face, pero ella estaba dispuesta a aclarar la situación, después arreglaría cuentas con él por lo de su soez vocabulario,
-Mi niño… te lo juro… de verdad que esa no soy yo…
-Naaaaa de mi niñoooo!!! Ya no me digas así… ya no te creo nadaaa… solo eres una putaaa…! una autentica fulana sedienta de vergaaa!!! Jajajja!!!!
-Edgar no me trates así… yo no soy así como tú lo dices…, Paulina cambiaba de humor debido a la situación, ahora estaba enojada, para luego casi suplicarle al mocoso que la entendiera de una buena vez,
-Pus se nota lo contrario… pero ese no es mi problema… es problema del cornudo de mi tío… déjame pasar que ya me quiero ir…
-Edgar por favor no se lo digas…
-Ves! Ves cómo eres de puta… ahora me pides que no se lo cuente…, jajajaj…
-Te he dicho la verdad…!!!, le grito la hembra casi en su cara, -Es solo que nos ocasionarías un grave problema… como no entiendes!!??
-Pus no puedo entender lo inentendible, jejejeje…
-Dime necesitas dinero! Es eso acaso? Yo te puedo dar dinero pero no le muestres a José eso que dices tener…
-Ahhhh veo que podemos llegar a un acuerdo, le dijo el caliente muchacho quien ya estaba preso por la lujuria que se veía venir…
-Solo dime la cantidad… y este… este mismo lunes te hare un deposito…
-La verdad tía… Mmmm si quiero algo de ti… pero no es precisamente dinero, o al menos no por ahora…
-Solo dímelo Edgar… que es lo que quieres!?
El obeso y espinilludo chamaco se la quedó mirando de pies a cabeza, veía como esas tetas de concurso subían y bajaban producto del nerviosismo de su dueña, por lo que estimo que ese era el momento propicio para su desvergonzada propuesta,
-Escucha tía… de verdad que desde hace tiempo que te encuentro muy bonita…
-Ehhhh… Gracias… pero no entiendo que tiene que ver eso con lo que estamos hablando…
-De eso se trata madrinita que estas bien buena…
Edgar veía la expresión de su atractiva tía, de como ella lo miraba como no creyendo lo que el chico le estaba diciendo, así que finalmente y ya no habiendo más que hacer, se la soltó,
-Te prometo guardar el secreto… pero como ya te lo imaginaras… yo también quiero acostarme contigo… me conformo con hacértelo en las oportunidades en que mi tío debe viajar,
Paulina aun no creía estar escuchando aquellas infames palabras, y aun incrédula le pregunto,
-Que fue lo último que dijiste…!?
-Eso que escuchaste pues tía, yo también quiero cogerte… así de simple… tu culias conmigo y yo guardo en secreto todas tus puteadas, es justo no?
La hembra quien en su momento estaba muy preocupada por aquella extraña situación, en la cual su expresión de inquietud y pesadumbre se fue transformando poco a poco en la de una fiera en llamas, llena de cólera y enfurecida hasta mas no poder se paró en frente del obeso muchacho para violentamente asestarle una fuerte cachetada en el mofletudo rostro de su sobrino:
-Plaffff…!!! -Cómo te atreves a solicitarme semejante estupidez… chavo de mierdaaa!! Con quien crees que estas tratando pendejo desgraciado… si no te has dado cuenta soy tu tía, la hermana de tu madre y me debes respetooo!!!
El chamaco a quien la cachetada le daba lo  mismo ya que su agraciada tía no tenía las fuerzas necesarias como para amedrentarlo, más le causo gracia la actitud de la enajenada hembra, eran cuantiosas las ocasiones en que se había trabado a trompazos con sus enemigos del colegio, y a veces con más de uno, este sin inmutarse si quiera, le contesto,
-Entiendo… entonces me retiro… y vaya pensando en que le dirá a mi tío… llegando a casa le contare todo…
-Pues diceloooo… es más mira lo que hago, Paulina rápidamente se fue a su ordenador y cancelo su cuenta de Face, -Y ahora que le dirás chulito… no te crees tan vivo… si no hay cuenta… que le mostraras!?
-Jajajajaja!!!, A parte de puta… usted es tonta tía…, le dijo el caliente sobrino a su tía con un rictus de burla en su acnosa cara, -Le dije que yo tengo respaldos de todo lo que se decía usted con su amante… además que cree usted que pensara mi tío al saber que extrañamente y sin motivos usted cerro su cuenta después de yo darle a conocer la información que poseo?, o sea… si su situación ya era más que comprometedora ahora con lo que usted solita acaba de hacer esta peor, pero bueno Usted sabe lo que hace, me iré a casa caminando, piense en mi propuesta, o si no aténgase a las consecuencias, tengo todos los correos electrónicos de su trabajo y este mismo lunes todos sabrán lo zorra que es Usted cuando su marido no está en casa… Adiós…
Paulina viéndose ya sola en casa, solo se dejó caer en el sofá en donde había estado ubicado su sobrino regalón, sentada con las piernas juntas, con su espalda inclinada hacia adelante, y con una de sus manitas en la barbilla meditaba con todos sus sentidos alterados en lo extraño de toda esa situación, fugazmente pensó que tal vez había sido el mismo chamaco quien había intervenido su ordenador con semejantes atrocidades, pero no estaba segura que Edgar tuviera los conocimientos necesarios para armarle toda esas patrañas, y mientras seguía analizando su situación estimo que el chamaco tenía razón ahora que explicación le daría a su marido del motivo real de haber cerrado su cuenta de face en forma tan abrupta, se decía que inconscientemente ella misma se estaba incriminando y ahora sería más difícil dar las explicaciones si es que al endemoniado muchacho se le ocurría irle con chismes a su esposo.
Estando en eso la asustada hembra escucho claramente el sonido de su celular, como pudo se puso de pie y fue a contestar la llamada, con sumo nerviosismo entre las burbujas azules de su Galaxy comprobó que se trataba de su marido, intentando dejar de lado su preocupación se dio a contestarle a su esposo poniendo todo de su parte para que el no notara algo raro en su voz…
-Hola?, contesto Paulina de una buena vez,
-Hola cariño… que tal has estado?
-Ehhh… estoy bien… pero porque me llamas…? si acabamos de postear por el face?
-Y que tiene de raro que te llame… o acaso esperabas la llamada de otro hombre?
Un silencio sepulcral quedo en la línea telefónica, solo la pesada respiración de la hembra se escuchaba al otro lado de la línea…
-Jajaja… te la creíste… tu sabes que yo no soy celoso…jajaja… Mira me acaba de llamar Edgar dice que necesita hablar urgentemente conmigo, y cuando ya iba a seguir con su conversación se le corto la llamada… podrías llamarlo tú y ver qué es lo que necesita?, seguro que quiere algo de dinero para salir con alguna chava, así que si puedes ayudarlo en lo que necesite por favor apóyalo, me da pena ese chamaco…
Paulina pensaba en la situación, estaba claro que Edgar estaba dispuesto a cumplir con sus amenazas, en un momento pensó en contarle toda la situación a su marido, pero temió que este no le creyera ya que las pruebas que la condenaban aunque injustamente eran contundentes, en esas nebulosas, solo se dio a contestarle,
-Está bien José, le llamare para ver qué es lo que necesita…, pero ella ya creía saber que era lo que necesitaba ese condenado chamaco, si el mismo se lo había dicho sin asco, -Así que tú no te preocupes yo me encargo de la situación…
-Está bien cariño, ese chamaco está necesitado de afecto, y como tú eres su madrina eres la más indicada para sacarlo adelante…, Paulina pensaba con rabia como su marido hablaba como si aquel pendejo de mierda fuese una víctima, a la misma vez que se decía que ella también hasta hace poco rato pensaba lo mismo, pero fue su marido quien nuevamente la sacaba de estas extrañas cavilaciones, -Por cierto amor… después de colgarle a Edgar intente ubicarte por face, pero al hacerlo no me apareces en mi lista de agregados…
-Ehhh que extraño… no sé a qué te refieres (primera mentira), me conectare y veré cual pudo ser el problema…
-Ok mi vida… ve una buena película… recuerda que yo llego el lunes en la tarde…
-José…, Paulina a pesar de ella no haber hecho nada ya se sentía culpable con toda aquella situación…
-Qué pasa?, le contesto el marido a su mujer,
-Te amo cariño…
-Lo se… yo también te amo… Bueno estoy cansadísimo, así que te dejo… mañana a la noche te hablo por celu, o nos conectamos… revisa tu face…
-Así será amor… adiós…
Paulina una vez que toco el botón del celular para cerrar la llamada, su primera medida para normalizar su situación fue ir a intentar restablecer su cuenta de face, pero fue inútil, le aparecía un mensaje que le indicaba que no había posibilidad de restablecer la cuenta pasado 24 horas, así que ya no le quedó más remedio que aceptar la situación y ponerse a pensar como lo haría para hacer entender al muchacho que ella no se podía acostar con el bajo ninguna circunstancia.
(En una plaza algo retirada)
Mientras el nervioso muchacho cortaba maliciosamente la comunicación para ver cuál sería la reacción de su tía al momento en que su tío José la llamara para decirle que él le había llamado, solo se dio a sentarse a esperar en un banco de la plaza y a fumar, tenía unas leves esperanzas de que la buenota de su tía se desesperara y accediera a lo que él le había solicitado, ya estaba seguro que la hembra no sería capaz de abrir la boca diciendo que todo era una farsa, ya que aun así la más perjudicada seria ella misma.
Ya había pasado más de media hora desde que Edgar le había colgado la comunicación a su tío, las amarillentas luces de los focos de la plaza en la cual se encontraba ya lo iluminaban todo, y cuando el chamaco ya empezaba a pensar que quizás el plan de su amigo no había funcionado el zumbido de su móvil en el bolsillo de sus pantalones le avisaba lo contrario, al sacarlo y ver de quien se trataba, nuevamente su corazón empezó a latir a mil por hora, era su tía Paulina.
-Hola…? Veo que mi tío ya te hiso la llamada que yo pensé que te iba a realizar…
-Así es Edgar… y dime de una buena vez por todas… que es lo que pretendes con todo esto?
-Pus ya te lo dije tiita… tú estás muy rebuenota y quiero hacértelo, el muchacho ni él se la creía de la vulgar forma en que gradualmente ya se comenzaba a dirigir a aquella hembra de sus sueños, pero ya no había vuelta atrás…
-Edgar intenta moderar tu vocabulario por Dios!… además que eso que tú quieres hacerme es imposible… como no lo entiendes…, el muchachón recordando los consejos que le daban los unos viejos calientes con los que el conversaba los días domingos cuando iba a la cancha, determino que esta era unas de esas yeguas orgullosas y altaneras que necesitaban doma, según recordaba cómo le habían dicho, y siguiendo sus consejos se dio a contestarle,
-Escúchame zorra… tu sabes muy bien el tipo de material que poseo, y ya te habrás dado cuenta que soy capaz de hacérselo saber a toda la familia y en tu trabajo, con una simple llamadita a tu esposo y te cago la vida… así que si me estas llamando para continuar con tus zorrerías de poca monta no te hare caso, lo más bien que te acuestas y te refriegas la concha con otros tipos y no veo la razón por que no puedes hacerlo conmigo, así que decide… o me dices ahorita mismo que vaya para tu casa para que lo hagamos o simplemente cuelga y yo sabré cual habrá sido tu decisión…
Paulina quien no se atrevía a cortar la llamada sentía como las piernas le temblaban al imaginarse a ella en las catastróficas situaciones que le anticipaba su sobrino, pero aún no estaba dispuesta a darle en el gusto al muchacho,
-Edgar… debe haber otro tipo de solución… pídeme lo que quieras pero no me pidas que nos acostemos, es imposible soy tu tía por Dios!!!
-Eres mi tía, jajajja pero no estas muerta y con ese físico que te cargas es normal que un chico como yo quiera probar tus agujeros, jajajjaj…
-No me hagas esto Edgar… yo siempre te he querido mucho… Sniffsss!!!, La hembra viendo que su sobrino no cejaba en sus acaloradas y desquiciantes demandas sexuales simplemente se largó a llorar por el teléfono…
-Bien… me doy cuenta con tus lloriqueos que estas empeñada en salirte con la tuya… así que ya no hay nada más que hablar… adiós tía…
-Edgar!!! Esperaaa… no cuelgues… te lo repito… si de verdad alguna vez me quisiste algo piensa bien en lo que harás… te ofrezco lo que quieras… pero menos eso…
El muchacho por alguna razón sentía lastima de su tía, pero también sabía que ya casi la tenía lista, así que pensando a mil por hora en todas sus posibilidades le dio su dictamen,
-Me dices que harás lo que yo quiera?
-Siii… pero menos eso de acostarnos…
-Bien te daré una oportunidad…, el muchacho tomo aire y se dio a exponerle a su tía su extravagante solicitud, -Pues quiero que apenas me cuelgues el teléfono te vayas a tu dormitorio y escojas el mejor vestido que tengas en tu armario, te ducharas y te arreglaras como si fueras a ir a una cita con algún hombre que te caliente, como si tu misión fuese seducirlo a bajo cualquier costo, luego de eso saldrás a una dirección que yo te voy a dar,
Paulina quien no entendía nada, limpiándose las lágrimas de los ojos se dio a anotar las indicaciones que le daba su sobrino, aun así quiso preguntar,
-Pero para que quieres que yo haga eso y que vaya a esta dirección…
-Simplemente saldremos de juerga los dos solos, y tú actuaras como si fueses mi novia de toda la vida… si no me convences al final de la noche te arruino la existencia, si me dejas conforme me olvido del asunto y tu vida continuara normal como hasta ahora,
-Pero… pero… como voy a hacer cuenta que soy tu novia… si te conozco desde chamaco… no podre lograrlo…
-Tienes una hora para arreglártelas y superar tus traumas, jajajaja… si no llegas tú ya sabes. Con eso ultimo el desequilibrado muchacho simplemente corto la llamada y se fue a esperar sentado en la misma plaza en donde se realizaría el encuentro.
Paulina en total estado de conmoción una vez más pensó en el costo injusto que tendría que pagar por el silencio del muchacho, pero se conformaba el saber que si hacia bien las cosas al menos no se vería en la necesidad de tener que acostarse con él, solucionaría el rollo con el muchacho y después investigaría de como llego a su ordenador esa conversación que supuestamente ella tuvo con otro hombre.
Una vez que se bañó, se puso un hermoso vestido negro también con tirantes, medias color carne haciéndole ver sus torneadas piernotas aún más apetecibles de lo que ya eran, el vestido no era tan corto este le llegaba justo hasta la mitad de sus lustrosos muslos, pero si era lo suficientemente ajustado para hacer de su figura una femenina y despampanante imagen de hembra en todas sus letras.
Después de haber cepillado su cabello y estando al frente del espejo maquillando su cara se sintió como una verdadera idiota al estar tan esmerada en verse apetecible para la caliente mirada de un degenerado jovenzuelo de 18 años que aún estaba lleno de espinillas, y que para rematarla era su propio sobrino y ahijado.
El chamaco ya no daba más de la ansiedad, se paseaba de un lado a otro, ya eran cerca de las 10 de la noche, los minutos pasaban lentos y eternos en su angustiante espera, pero cuando se percataba que ya habían pasado 45 minutos y en el momento que levanto su mirada vio claramente que en la misma esquina de la plaza se acercaba una tremenda mujer con vestido negro a medio muslo, no lo podía creer, esa imponente hembra que irradiaba femineidad por todos sus poros que se acercaba a paso lento pero decidido y que llamaba la atención de casi todos los machos que a esas horas deambulaban por la plaza, era su misma tía Paulina… su Paulina!!!, se gritó para sus adentros.
Edgar viendo que la mujer de sus fantasías ya estaba solo a unos metros de él, tomo aire para no demostrarle nerviosismo ni pendejadas parecidas, le demostraría que él era todo un macho, tal como le enseñaban sus cincuentones amigotes futboleros, y que el también se la podía perfectamente con una hembra de su calibre y categoría.
Una vez que Paulina estuvo frente a frente con el obeso jovenzuelo, enojada con ella misma y mirando hacia cualquier parte, le dijo cruzada de brazos y con voz irónica,
-Bien aquí estoy… y ahora que desea el señor…
Edgar quien estaba apoyado en el respaldo de uno de los bancos que adornaban la plazoleta, y ya no aguantando más la necesidad de tocar con sus propias manos aquellas duras carnes que enfundaban aquella mística tela negra las poso tomando firmemente a su tía y atracarla contra su cuerpo…
-Esto es lo que he deseado desde hace mucho tiempo zorrita… jajaja… le dijo mientras con sus ojos cerrados tocaba y palpaba esas suaves y duras carnes por vez primera…
-Suéltame imbécil… acaso no te das cuenta que alguien nos puede ver!?, Paulina en forma desesperada miraba en todas direcciones intentando separarse del muchacho, y roja como un tomate, nunca espero que su caliente sobrino la tomara de aquella forma…
-No te preocupes tía… esta plaza está lejos de donde vivimos ambos, nadie nos conoce por aquí… así que tranquila… y recuerda que por esta noche somos novios… o en otras palabras eres mi zorra, jejeje… que hay con mi beso de bienvenida, jejejej…
-Edgar…por favor entiende… eso que tú quieres ahora tampoco puedo cumplírtelo… la hembra sentía como su sobrino la tenía agarrada firmemente desde su cintura, a la vez que lo miraba fijamente a sus ojos, ambos estaban muy juntos, para los ojos de cualquiera que los viera pensarían que ellos eran una pareja de novios disfrutando del frescor de la noche en aquella plaza…
-Paulina ya déjate de pendejadas… tu sabias muy bien a lo que venias, así que ahora me darás un apasionado beso en la boca o simplemente te subiré el vestido y te agarrare el culo delante de todos estos viejos que nos están mirando, jajaja!!!
-No… no lo hare!, además que no creo que seas capaz de…
La hembra sintió como en forma automática las regordetas manos de su sobrino bajaron para tomar su vestido y comenzar a subirlo, lo que la llevo muy en contra de su voluntad a cerrar sus ojos y estamparle un tímido beso en los labios, claro que sin abrirle su boquita, el beso duro solo unos 5 segundos, lo que para el feliz chamaco fue suficiente como para soltar el vestido y afianzarla contra su pecho en forma apasionada.
Una vez que Paulina se separó de la boca de su sobrino solo se dio a decirle,
-Ya está… ya te di lo que me pedias… ahora me podrías dejar tomar un poco de aire… la mujer sentía como el chamaco recorría con desesperación sus espaldas, sus manos regordetas parecían los tentáculos de un pulpo, para luego volvérselas a sentir que estas bajaban peligrosamente hacia sus caderas, pero cuando ya temía lo peor notaba como el muchacho volvía a subir por su espina dorsal recorriéndola toda.
Edgar por su parte sentía como el fresco aliento de su tía-madrina le impregnaba sus fosas nasales, no quería separarse ni un centímetro de ella, sus tetas se aplastaban contra su pecho, el chamaco estaba en la gloria, pero sabía que las cosas pintaban para bien así que después de agasajarla entre sus brazos todo lo que quiso por fin aflojo y se separó de ella,
-Uffff ese besito estuvo algo flojito, pero me gusto, le decía Edgar a Paulina pasándose su resbalosa lengua por los labios intentando retirar de ellos restos del brillo labial que había dejado su tía en estos.
-Qué bueno que te gusto… y espero que lo hayas disfrutado porque ese beso será el primero y el ultimo, me oyes!?, le dijo con semblante serio a la vez que de su bolso de mano sacaba un cigarrillo y lo encendía, la hembra intentaba parecer seria y que era ella quien dominaba la situación, pero en el fondo estaba muy nerviosa por todo lo que le estaba sucediendo en aquel extraño día.
-Te equivocas zorrita… esto es solo el comienzo, ya verás que dentro de un rato si nos estaremos besuqueando como Dios manda, este primer beso fue solo un preámbulo a lo que será esta noche, jejejjeje…
-Edgar…!, Paulina nuevamente se estaba comenzando a exasperar con las insolencias de su aprovechado sobrino, -Esto que estamos haciendo está mal… muy mal…, y yo ya no te daré pie para que tú te salgas con la tuya…
-Escúchame tía Paulina…, le corto el chamaco no dándole opción para que ella se empoderara de la situación, -Tú tienes un trato conmigo… debes olvidarte que yo soy tu sobrino y actuar como si fueras mi puta… ahora si no quieres que nos besemos en público perfectamente nos podemos ir a tu casa y acostarnos, jejejeje allí nadie nos vera y tu estarás más tranquila y así tu reputación estará a salvo,
La tía Paulina engalanada como estaba solo se dio a fumar su cigarrillo en silencio, pensaba que el chamaco se estaba poniendo de lo más odioso, ya no encontraba las palabras necesarias para hablarle, ya que por cada intento que hacía este le salía con una salida blasfemia aun peor,
-Está bien!, le dijo finalmente, -Hare todas las pendejadas que se te ocurran, pero solo será por esta noche, pero ni se te ocurra llegar más lejos de los besos y corridas de mano… si yo cumplo con mi parte de aquí a lo que termine la noche… me dejaras en paz?
-Por supuesto que sí “Paulina”…, el chamaco recargo su voz al pronunciar el nombre de su tía para luego continuar, -Escúchame bien… te lo repetiré nuevamente, desde este minuto te comportaras conmigo como toda una zorra, te olvidaras que soy tu sobrino consentido y me harás todas las puteadas que a mí se me ocurran, si lo haces bien… te doy mi palabra que toda esta pesadilla para mañana ya será pasado, jejejej tenemos acuerdo?
La hembra aun desconfiando lo quedo mirando de pies a cabeza, ahí estaba su sobrino regalón, con la misma polera que lo había visto desde su llegada ya casi hace 6 meses atrás, con los mismos desgastados pantalones y con unas viejas zapatillas.
-Me das tu palabra?, le dijo la joven familiar al caliente sobrino a la vez que le daba una última aspirada al cigarrillo que se estaba fumando…
-Ya la tienes, le contesto Edgar quien ya a esas alturas su mirada era de calentura absoluta…
-Y bien que se supone que haremos ahora?, le consulto Paulina a Edgar mirándolo a la cara, ella estaba puesta aun lado del chamaco también apoyada en el respaldo del banco, esta era la primera vez que se fijaba en las repulsivas y amarillentas espinillas que el muchacho tenía en su cara por doquier.
-Iremos a un pub… nos tomaremos unos buenos tragos y bailaremos, recuerda actuar en todo momento como si fueses mi mujer, y para estar seguro de ello quiero que ahorita mismo y aprovechando que ya tienes muchos admiradores nos besemos en forma apasionada por algunos minutos, cuando me sienta satisfecho nos largaremos, jejeje…
El muchacho se había percatado que ya eran varios los señores que merodeaban alrededor de ellos ya sean de la mano de sus esposas o haciéndose los que iban pasando por ahí, la verdad era que aquel monumento de mujer que estaba acompañada de un muchacho gordo los tenían en el verdadero limbo de una exquisita calentura, aquella atractiva mujer que vestía un ajustado vestido negro y de zapatillas con taco tenía un cuerpazo inigualable que rayaba en la perfección según estimaban con sus calientes miradas cuando pasaban cerca de ellos.
Paulina quien ya vislumbraba que no tenía otra alternativa, en forma muy desganada se puso al frente del chamaco posando sus dos manitas en los hombros del que sería su seudo macho por esa noche, para luego de cerrar sus ojos e imaginando cualquier cosa reclino su cabeza uniendo al fin sus sensuales labios con los gruesos labios de su mórbido sobrino.
El beso entre tía y sobrino en un principio fue desganado, Edgar quien se sentía en el séptimo cielo al estar en aquella plaza y en tales condiciones con la hermana menor de su madre y que estaba para comérsela, a los pocos segundos empezó a abrir su boca intentando meter su lengua en la fresca boca de ella, por su parte Paulina sentía como su sobrino en forma desesperada intentaba invadir su cavidad oral con aquella caliente lengua que ya se paseaba por sus labios, ella se negaba a abrirle su boca, pero cuando sintió como el atrevido jovenzuelo posaba sus dos manazas una en cada nalga, intento ponerse a reclamar ocasión que el intrépido chamaco aprovecho para inundarle la boca con sus propias salivas y pasear su lengua desde el paladar hasta las mismas amígdalas de la chica.
Paulina viendo que esa batalla ya la había perdido y que el joven al tomar por asalto su boca este subió sus manos hacia sus caderas, la pobre simplemente dio un suspiro de angustiante aceptación y dejo que aquel caliente y degenerado mocoso se saliera con las suya.
Estuvieron besándose deliciosamente (al menos para Edgar) por espacio de unos 10 minutos, en los cuales el chico de vez en cuando dejaba la boca de Paulina para dedicarse en forma apasionada a recorrer con sus labios el perfumado y desprotegido cuello de quien era su mujer en aquellos momentos.
La aun asqueada hembra solo se dejaba hacer, y cuando notaba que el entusiasmado muchacho peligrosamente se acercaba con su bocota hacia sus tetas era ella misma quien en protección de estas buscaba con sus complacientes labios la boca del chamaco en donde nuevamente se fundían en otro apasionado besuqueo en el cual la mujer notaba claramente el intercambio de salivas que su sobrino le imponía con sus frenéticos y ardientes besos.
A Edgar le costó trabajo separarse de la boca de su tía, pero sabía que aún quedaba mucha noche por delante así que una vez ya separado de ella pero siempre teniéndola bien agarrada de su esbelta cintura, le dio conocimiento de lo que se venía a continuación,
-Bien… antes que nada besas exquisito Paulina, jejeje… ahora nos largaremos a un local que queda por aquí cerquita, allí seguiremos con nuestra fiesta… vamos?
La tía quien aún sentía el repugnante sabor de la boca de su sobrino no lo quedo más remedio que acompañarlo adonde él quisiese llevársela, abrazados tal cual como si de una pareja de enamorados se tratara juntos caminaron hacia el local en donde seguiría la juerga.
Paulina solo caminaba dejándose llevar, su mente lidiaba con un sinfín de emociones encontradas, se preguntaba adónde iba a parar todo aquello, de lo que si estaba muy clara era que una vez que pasara la noche por fin se libraría de las idioteces que la estaban obligando a realizar, como también había sentido las tremendas ganas de agarrarlo de las mechas y darle una buena zurra por mal enseñado, pero ya a estas alturas que iba a hacer si ya hasta se habían besado en la boca y con harta lengua.
Luego de caminar unas cuantas cuadras la suculenta hembra comenzó a notar el notorio cambio de ambiente, los locales que estaban abiertos y que habían en aquellas sórdidas calles por donde la llevaba su sobrino solo eran ordinarios antros de mala muerte, en donde la música imperante solo era de cumbias y pachanga, como así mismo Paulina también se daba cuenta que los locales que a esas horas ya estaba cerrados solo eran de repuestos automotrices, de bicicletas y diversos talleres ya sean mecánicos y de toda índole.
-Edgar… tú conoces este sector…!? Yo nunca había andado por estos lugares, le decía con sus ojos bien abiertos y mirando la gran cantidad de puestos de fritanga que habían en las veredas, como a si mismo veía que en cada esquina por la que pasaban en estas habían numerosos grupos de jóvenes con aspecto de ser maleantes y que más encima se drogaban a diestra y siniestra, como si por aquellos lugares no existiera la policía, por cada paso que daba la asustada mujer se afianzaba más al grueso cuerpo de su sobrino, como si realmente necesitara de su protección,
-Cállate zorra tu solo camina yo sé lo que hago, Edgar aprovechaba de dirigirse de la forma más ordinaria y vulgar posible a la persona de su tía, ya que la veía asustada y sabía que esta era una oportunidad única, y si todo no le salía como él lo estaba planeando quizás nunca más se le iba a dar una oportunidad más o menos parecida.
Hasta que por fin llegaron al local escogido por Edgar, este era tan ordinario como los otros que habían visto en su recorrido según lo que los ojos de Paulina corroboraban, y muy popular por cierto, el ambiente era festivo y en aquellos momentos tocaban una tanda de música reggetonera, el piso era de baldosas antiguas y la gran mayoría estaban quebradas, las mesas eran cuadradas y con las típicas silla plásticas de color rojo que tenía el logo de Coca-Cola en sus respaldos, una vez que llegaron a una mesa desocupada y cuando por fin ya estuvieron sentados el salido chamaco se ubicó a un lado de ella poniendo una de sus grasientas manos en uno de los relucientes muslos de quien era su mujer por aquella noche, su tía quien se quedó mirando la mano de su sobrino puesta en una de sus piernas y entendiendo de que aquello era parte de la tarifa, simplemente y con un rictus de molestia en su cara poso una de sus manitas sobre la de él.
Estuvieron sentados por algunos minutos mirando el ambiente, la ensimismada hembra veía que la pista de baile estaba repleta de parejas que se meneaban al ritmo de Américo, y que tras la barra del antro un negrito con cara de simpático preparaba tragos moviendo la coctelera como si también estuviera bailando, mientras sentía como el chamaco con uno de sus brazos la mantenía bien abrazada y con su otra mano no se cansaba de masajearle las suavidades de sus piernas enfundadas en medias,  a la espera de ser atendidos por uno de los mozos.
Ya varios hombres que andaban solos en aquel tugurio en busca de acción con alguna chiquilla suelta de cascos, estos ya habían puesto atención en la atrayente y llamativa mujer que había entrado al lugar acompañada de un gordito.
Hasta que por fin un mozo se acercó a atenderlos, el desprevenido hombre quien llego algo molesto por la gran cantidad de pedidos que tenía, ya que el local estaba abarrotado de clientes, este se quedó boquiabierto viendo a aquel ángel que tenía ante sus ojos, el hombre que era flaco y de pómulos salientes con una camisa blanca y corbatín negro cambio su semblante de enojo y molestia en el acto y los atendió como si fuese el mismo rey de la simpatía, pero por dentro dictaminaba que esa tremenda hembra que estaba ante sus ojos era mucha mujer para el pendejo barrigón que la acompañaba.
-Que vas a tomar Paulina, le consulto Edgar a su tía en su perfumada oreja…
La pareja debía hablarse y casi gritarse en el oído uno del otro, la música ya era muy fuerte,
-Solo tomare un agua mineral… yo bebo solo para divertirme y te digo que en estos momentos no lo estoy haciendo, si he venido a este antro es solo por seguirte el juego en tus estupideces,
-Jejejej no te preocupes tiita yo hare que te diviertas…, le volvió a decir el muchacho junto al oído,
-Lo dudo!!!, le volvió a contestar Paulina de la misma forma al muchacho.
El mozo quien ahora esperaba pacientemente juraba de guata que aquella extraña pareja se estaban poniendo de acuerdo en que tragos pedirían para beber, sin disimulo alguno miraba aquellas fabulosas piernotas de ensueño que se cargaba la fantástica mujer
-Tráigase un Chivas Regal de 12 años y una hielera…, le soltó el muchacho que acompañaba a semejante beldad…
Mientras la tía y el sobrino esperaban que le trajeran el pedido, el caliente muchachote a sabiendas que eran varias las miradas masculinas que le estaban tasando el curvilíneo pedazo de carne que él tenía por compañera, se daba a besuquearla en el cuello y en la boca para que todos lo vieran, y los que efectivamente estaban al pendiente de ellos se extrañaban de ver como la mujer se dejaba hacer todo lo que quisiese aquel regordete muchacho.
Una vez que el mozo trajo la botella solicitada por Edgar este puso la cuenta en la mesa en el lado de Edgar, el chamaco separándose de su “novia” tomo la boleta y viendo el total a pagar, simplemente le dijo a su mujer…
-Acá está la cuenta hay que pagarla…
Paulina lo quedo mirando extrañada cayendo en cuenta que más encima seria ella quien tendría que pagar las locuras de su descocado sobrino…
-O sea… me traes a este tipo de lugares y más encima andas sin dinero…
-Pues si no lo recuerdas puta… yo no trabajo… y aun voy a la escuela… además que tú tienes dinero de sobra… y por ultimo pagaras esta botella porque yo te lo estoy ordenando!! Te queda claro zorra!!??
Paulina quien ya no daba más de cólera, de malas ganas tomo su bolso y saco dinero para cancelar el consumo, el joven casi se lo arrebato de sus manitas para luego dárselo al mesero y con aires señoriales le dijo,
-Quédese con el cambio…
La primera media hora de la pareja en aquel vicioso y vulgar antro, se la paso sentados en su mesa, Edgar casi forzó a su tía a que bebiera wiski junto con él, Paulina sentía bajar por su garganta el ardiente brebaje, además de sentir los continuos manoseos del caliente muchacho en cualquier parte de su cuerpo…
-Esta cosa es asquerosa Edgar… por lo menos me hubieses pedido un trago más suave, decía Paulina pasando una de sus manitas por su garganta,
-Ya te acostumbraras zorrita, jajaja… que tal si vamos a bailar!?
La notable tía del muchacho a sabiendas que estando en aquel lugar por lo menos sus partes íntimas no correrían peligro alguno acepto a regañadientes la invitación de su sobrino, se pusieron de pie y juntos se encaminaron a la pista de baile que en esos momentos la alegre música le daba con todo a una tanda de merengues de Juan L. Guerra.
En un principio la hermosa y curvilínea Paulina bailaba como una autómata, pero poco a poco se dio cuenta que el muchacho a pesar de su aspecto sebosamente sedentario era muy ágil para llevar ese tipo de baile, la daba vuelta como él quería y cuando ella creía que en cualquier momento salía volando para ir a azotarse a cualquier lado ahí estaba el brazo de su sobrino para recibirla y devolverla a la pista de baile, recordó del largo tiempo que no bailaba este tipo de música, ya que su marido si bien le hacía empeño no era un gran bailarín y se aburría rápidamente.
Una vez que la tanda termino tía y sobrino quedaron frente a frente, ella con sus brazos entrelazados en el cuello del gordo Edgar, y el con sus grasientas manos en la cintura de ella, ambos agitados por los frenéticos zangoloteos que se habían mandado en los casi 30 minutos de bailoteo, muertos de la risa y descubriendo que ambos si tenían algo en común se encaminaron hacia la mesa, el muchacho se sorprendió al ver que era su misma tía quien llenaba ambos vasos con hielo para luego hacer lo mismo pero ahora con wiski, y cuando ya comenzaba ahora otra nueva tanda de salsa, fue Paulina quien de un puro trago vació su vaso y agarro de la mano al chamaco para llevárselo a la pista de baile, Edgar noto al instante que por ahí tal vez estaba la clave para poder encamarse esa misma noche con su tía.
Comenzaron a bailar aquella sensual danza, Edgar ya se había percatado de la excelente bailarina que era su tía, pero aparte de estar pasándosela muy bien bailando salsa con Paulina, lo que él quería verdaderamente era llevársela a bailar otro tipo de danza, pero esta debía ser encuerados y acostados en una cama.
Mientras se sucedía la tanda de salsas, Paulina quien se lo estaba pasando realmente bien con su sobrino noto como de vez en cuando su esbelto cuerpo se rozaba involuntariamente con la mórbida figura de Edgar y cada vez que eso sucedía un extraño escalofrío recorría su espalda. No sabía si era por lo bien que bailaba el muchacho o porque el alcohol le estaba causando estragos en su mente, pero en aquellos momentos le apetecía muchísimo arrimarse y bailar más apretada junto al grotesco cuerpo de Edgar.
Después de estar bailando un poco más acaramelados durante unos diez o quince minutos decidieron regresar a la mesa, ya que estaban algo cansados, la hora avanzaba y las luces dentro del local las habían bajado, situación que el acalorado chamaco aprovecho para nuevamente darse a probar aquellos sabrosos labios que tenía su tía.
Paulina no entendía el porqué, pero mientras sentía como su sobrino la besaba y manoseaba como un desesperado y por donde él quería, la situación era que ya no le molestaba tanto, además que sabía que en un par de horas ya todo habría terminado y estaría en su casa ya sana y salva, por lo que simplemente debido a esta sensación de seguridad, dejo que Edgar tocara todo lo que quisiese.
Entre besuqueos, fumadas de cigarrillos y manoseadas por doquier la pareja le había ido dando el bajo a la botella, o al menos eso era lo que creía Paulina, ya que el astuto chamaco cada vez que su tía miraba para algún lado este mequetrefe botaba el contenido de su vaso a un lado de la mesa, para hacer creer a la mujer que él estaba bebiendo a la par con ella.
Estando Paulina algo estimulada por la bebida y por un extraño acaloramiento en su cuerpo, nuevamente tomo al muchacho y le dijo que quería bailar con él, esta vez bailaron algo más arrimados uno al otro, los roces eran muy frecuentes y Edgar pensaba que estos roces ya no eran por pura casualidad, pero Paulina a sabiendas que si ella como la mujer adulta que era no ponía atajo a las ricas sensaciones que ya creía sentir en los brazos del aprovechador de su sobrino quizás qué tipo de barbaridad podría resultar de todo eso, se acercó a la oreja del muchacho para decirle,
-Edgar aunque no me lo creas lo pase muy bien contigo… te deje tocarme y nos besamos tal como tú lo querías… ya he cumplido con mi parte… y creo que ya es hora que volvamos a nuestras realidades, diciéndole esto último se separó del muchacho y regreso a donde estaban ubicados.
El chamaco quedo estupefacto mirando como ese perfecto cuerpo de mujer lo dejaba plantado en la pista y volvía a la mesa, el creía que ya casi la tenía lista, con una angustiante pesadumbre volvió a la mesa en donde la encontró sonriente y esperándolo…
-Qué te pasa campeón… porque esa cara?, acaso creíste que la noche no iba a tener un final?, -Jijiji… como te dije en la pista, yo ya cumplí con mi parte y espero que tu hagas lo propio. Paulina se lo decía mirándolo a los ojos y bebiéndose otro vaso de wiski que ella misma se había preparado mientras esperaba a su sobrino para medir la reacción de este, Edgar se daba cuenta de la seguridad en que le hablaba su tía Paulina, pero también sabía que esta misma ya estaba algo alcoholizada, y justo en el momento en que el chamaco le iba a contestar cualquier cosa para dilatar la estadía de su tan deseada familiar, una ronca voz interrumpió a la pareja,
-Discúlpeme señorita… Usted sería tan amable de querer bailar conmigo!?, aunque se lo estaban pidiendo por favor, la voz se notaba entre chulesca y autoritaria.
Edgar y Paulina quedaron mirando al extraño que se les había acercado a la mesa, era un negro con pinta de chulo y que a lo lejos se notaba que estaba drogado, el mal viviente había estado oteando a la pareja desde su mesa, y el cuerpazo que se gastaba aquella tremenda hembra lo tenían más que caliente,
-No gracias estoy muy cansada y con mi novio ya nos retirábamos, contesto Paulina en forma de recompensar al muchacho por lo bien que lo había pasado bailando junto a él, Paulina era de esas típicas mujeres que se vuelven locas bailando y como que pierden los sentidos.
-Jajajajaj así que este gordo con cara de tarado es tu novio!?, pues eso a mí no me importa… Vi que te comportas como toda una zorra, de seguro que eres una puta camuflada…, así que agarra tus cosas porque te vas conmigo, jajajaja… le dijo a la vez que la tomaba fuertemente por unos de sus brazos…
Paulina quien con ese brusco cambio de personalidad de aquel siniestro hombre quedo paralizada y sintió con las fuerzas desmesuradas en que este la tomo y la levanto de su asiento haciéndole daño,
-Suéltala pendejo…! Fue lo primero que atino a decirle Edgar al delincuente que pretendía llevarse a la que había sido su mujer aunque sea por un rato…
-Jajajaja… así que te la vas a dar de machito conmigo!!?? a ver muéstrame de lo que eres capaz bola de manteca, le dijo el negro sacando de entre sus ropas una afilada cuchilla, Paulina quedo aterrada y temía por la integridad de su sobrino, Edgar que tampoco era un santo cuando salía de andadas con sus amigotes, sin pensársela dos veces tomo la misma botella de Chivas que estaba en la mesa y sin más se la planto en plena cabeza al negro quebrándosela y dejándolo automáticamente fuera de combate, pero en ese mismo momento sintió una fuerte patada en su espalda que lo hicieron irse al suelo, pero como él era gordito prácticamente reboto en el piso de baldosas, y cuando su nuevo agresor ya se le venía encima lo esquivo como obra de magia y aprovechando el mismo impulso de este lo tomo desde sus ropas y lo azoto contra el canto de la mesa, esa le salió de pura suerte, pero la cosa fue que este otro negro que era aún más horripilante que el primero y compinche del mismo quedo sangrando y llorando como una Magdalena.
Paulina quien vio todo en primera fila fue a socorrer a su sobrino que aún estaba arrodillado en el suelo, pero fue Edgar quien reacciono más rápidamente que ella…
-Toma tu bolso zorra…!! Nos largamos…!!!, junto con esto al ponerse de pie la tomo de la mano y aprovechando la batahola que se formó en el tugurio prácticamente saco a rastras a su tía de aquel tugurio…
-Como estas Edgar… te duele tu espalda… vi que te pegaron una patadaaa… estas bien…?, le consulto mientras caminaban rápidamente alejándose de aquel tugurio, Paulina aparte de estar bajo los efectos del alcohol también estaba muy preocupada,
-Solo camina putaaa…! no ves que nos pueden seguir…!
Cuando ya estaban algo alejados del local en donde ocurrió la pelea, la mente de Edgar trabajaba a mil por hora, sabía que ya estaban a salvo y que nadie los siguió, pero él no quería separarse de aquel portento de mujer que caminaba a su lado media ebria y muy agarrada de su brazo.
Paulina vio que el chico de pronto se había quedado parado y con los ojos fuertemente cerrados llevando una de sus manos a su espalda en señal de dolor,
-Qué te pasa Edgar…te sientes bien!?
-Dueleee!!, se quejó el chamaco ahora apoyándose en un árbol…, y volviendo a actuar para confundir aún más a su apetitosa familiar,
-Pero si yo misma vi cómo te patearon en la espalda… puedes caminar!?, Paulina a pesar de ir algo ebria ahora estaba más preocupada que hace un rato…
-Necesito recostarme… me duele muchooo…
-Caminemos a tomar un taxi… debe haber alguna calle más o menos concurrida por aquí, no?
-No… no la hay… y menos a estas horas…
-Y entonces que hacemos?
-Yo creo que lo mejor es que busquemos un lugar donde quedarnos…, el caliente chamaco ya hasta cruzaba los dedos de sus pies para que la treta le resultara.
-Pero… pero… tú dices quedarnos juntos!?…pero adonde?
-En un hotel… donde más…?
-Hay… no creo que sea una buena idea…, le contestaba le hembra mordiéndose los labios de puro nerviosismo, lo que para Edgar resulto fascinante,
-Además que estaremos más seguros recuerda que esos drogos en cualquier momento nos pueden salir a buscar… Auchhh mi espalda… me dueleee…!
-Vale…vale… busquemos uno… pero solo será para que te recuestes Ok…
-Y para que más podría ser, si tenemos un acuerdo no?, esto último el calculador chamaco solo lo dijo para que la mujer se confiara y no le hiciera problemas al momento de entrar a cualquier pocilga de las que por allí habían. -Caminemos por aquí cerca debe haber uno… Auchhh… mi espaldaaa…
Paulina media lucida y media ebria nuevamente se puso en camino hacia donde el chamaco quisiera llevársela, sabía que estaba haciendo mal y muy mal, pero su sobrino con sus últimas palabras le había dejado en claro que el también estaba presto en cumplir con lo acordado, así que tal vez no era tan malo que ella estuviera en camino a ir a encerrarse a un hotel con el muchacho, si lo estaba haciendo era solamente porque él estaba adolorido, y más encima por defenderla a ella.
Edgar había hecho muy bien el papel de estar adolorido al extremo de no poder caminar, pero la verdad en aquellos momentos era una sola, y era que estaba más que recaliente y ansioso por llegar lo antes posible a cualquier motel que pillara por el camino, sabía que estaba solo a minutos de estar a solas con su tía y adentro de una habitación con una cama para el poder descansar, reía para sus adentros.
Tras caminar solo una cuadra de donde estaban llegaron a una ancha calle de dos vías con un bandejon central, los ojos de la hembra veían que por ambas veredas habían numerosos letreros con luces rojas o amarillas que parpadeaban con la vistosa palabra “Motel”, u “Hotel”, aparte de ver que en las veredas de ambos lados habían muchas mujeres que vestían en forma escandalosa y que por cada auto que se detenía estas se acercaban a él como abejas a un panal, Paulina se sintió aterrada era la primera vez en su vida que veía en vivo y en directo a verdaderas meretrices de todas las edades ejercer su inmemorial y sacrificada profesión.
-Edgar adonde estamos…? quienes son todas esas mujeres?, le consulto a su sobrino con un dejo de preocupación en su voz, mientras caminaban por la misma vereda de las putas,
-Jajaja… estamos en la calle de las putas por si no te habías dado cuenta,
-Y por qué me traes para acá!?
-Es la única calle en donde encontraremos donde quedarnos, pero tranquilízate, yo conozco este sector…
-Mejor busquemos un taxi…, la muy nerviosa mujer ya se estaba arrepintiendo de ir a quedarse con su sobrino, pero por más que buscaba con sus ojos algún taxi no pudo ver ninguno,
-Tranquila… si ya llegamos…, le dijo Edgar al casi adivinar lo que estaba pasando por la mente de su mujer…
Cuando por fin la hembra vio que su sobrino la introdujo dentro de uno de esos hoteles escucho la rancia voz de un viejo pelado y de lentes que solo se dirigía a Edgar,
-Solo me quedan habitaciones simples…
-Está bien tomaremos una…
-La puta que lo atenderá anda con sus papeles al día?, no quiero problemas con la policía…, consultaba el vejete mientras abría un libro de registros,
Cuando Paulina quiso hablar para poner en su lugar a ese viejo desgraciado y decirle que ella no era ninguna puta, Edgar contesto rápidamente,
-No se preocupe… anda con todos sus papeles al día y también tiene sus vacunas…
-Bien… necesitare su identificación y también la de la puta… para registrarlos, Paulina nuevamente quiso poner en su lugar al viejo, pero viendo que este ni siquiera se limitaba a mirarla, simplemente le paso su identificación muy de malas ganas.
Una vez ya dentro de la habitación y cuando Paulina una vez más tuvo que pagar por adelantado la estadía de ambos en ese otro antro pero ahora con una cama, la hembra recriminaba al muchacho,
-No tenías para que haberle corroborado que yo era una puta, según creía ese viejo!
-Ja…! solo fue una broma… Auchhh mi espalda dueleeee!!!
-Recuéstate… recuéstate un rato… se te pasara de a poco…
Paulina ya más relajada y tranquila se sentó a un lado de la cama, el muchacho estaba recostado mirándola,
-Edgar… ehhh… quería darte las gracias… lo que hiciste allá en el antro fue muy atrevido… esos tipos pudieron lastimarte…, le dijo a la vez que se servía uno de los tragos que les habían llevado a la habitación como atención por cuenta de la casa…
-No es nada… tenía que hacerlo… si se querían llevar a mi zorra…!!
-Ya no me llames así… yo cumplí con mi parte ahora tu cumple con la tuya…
-Yo te hablo como quiero puta… el trato era por toda la noche y recién son las 3.30 am, así que recuéstate un ratito… y no te preocupes… mi espalda está muy mal… en este estado no veo que sea capaz de hacerte nada…
Tras la atrevida solicitud Paulina se dio a estudiarlo, el muchacho era bastante ancho de pecho y espaldas, su panza subía y bajaba como la de un animal en reposo, y al mirarle su cara llena de espinillas le dio risa tenerlo ahí tirado todo adolorido y por culpa de ella, extrañamente se sentía protegida por el chamaco, y algo en su confundida mente le decía que en el fondo la situación de como su joven sobrino la había defendido de dos delincuentes le había gustado… y mucho, por lo que decidió que en forma de agradecimiento seguiría un ratito más con el jueguito del mocoso, así que dándole otro sorbo a su vaso, le consulto…
-Así que se querían llevar a tu zorra!!??, le pregunto poniéndole a propósito una cara de picardía… y que más harías por tu zorra!?
-Lo que me pidas…!! Le contesto el chamaco tragando saliva, no sabía si su tía Paulina estaba diciéndole esas guarradas por encontrarse ebria  o por querer tomarle el pelo…
La mente de Paulina más se confundía a medida que pasaban los minutos, ella solo quería jugar con el niñato, tal como lo había hecho muchas veces cuando los hombres se creían que a lo mejor tendrían alguna oportunidad con ella, pero ahora era distinto, el ver con la vehemencia en que le contestaba su sobrino, esa forma en que la había tenido en sus brazos cuando bailaron, de cómo la defendió y ese extraño brillo de desesperación que veía en sus ojos por querer tocarla, sabía que aquel brillo eran de deseo, pero ella era casada y para rematarla el pendejo ese era su sobrino, hasta que ya bombardeada por tantas emociones, le dijo…
-Me recostare un ratito a tu lado… pero nada de cosas raras… solo puedes tocar…, y a penas empiece a aclarar nos vamos… ok?
-Pierde cuidado tía Paulina… le contesto el caliente muchacho haciéndole un lado a aquella curvilínea hembra que ya estaba presta a recostarse a su lado en la cama.
Apenas Paulina estuvo recostada en el viejo camastro, con su cabeza y sus cabellos desordenados apoyados en una de las amarillentas almohadas de aquella inmunda habitación de motel mirando fijamente a los ojos del exaltado muchacho, este mismo no hallaba que hacer ni como comenzar, a pesar que su papel de macho dominante le había salido espectacular en el transcurso de los acontecimientos de la noche, la verdad era una sola, él nunca pudo hacérselo a la única novia que había tenido, en otras palabras se podría decir que a pesar de los motivos y el condicionante que había solicitado esta nueva ninfa, esta era la primera vez que el pobre y nervioso chamaco estaba meramente acostado con una hembra de verdad.
Recostado a un lado de la desorientada mujer, por culpa del alcohol ingerido, y que ahora ella prácticamente se le ofrecía sin remilgos para lo que él quisiera hacerle, pero menos eso otro, Edgar casi se sobaba las manos por al menos intentar hacérselo, y agradeciéndole a los Dioses por su buena suerte se dedicó por algunos minutos a contemplar por unos momentos la figura de la mujer que tanto había estado deseando.
El caliente sobrino contemplaba de muy cerca aquellas perfectas y proporcionadas tetas que ya casi se asomaban por debajo del vestido negro de su tía, en donde estas parecían estar esperando ser manoseadas y chupadas por alguien y que ese alguien seria el mismo, se decía ya casi babeando el caliente chamaco, mientras la hembra aun esperaba ver cuál sería su primera reacción.
Edgar ya no aguantando más se lanzó a besarla tal como lo había hecho en las ocasiones anteriores de aquella acalorada noche, mientras la besaba sentía aquella boquita ahora tibia y con un fuerte aliento a hembra y a alcohol, por lo que supo que su tía aún estaba ebria, dictaminando así que si realmente sabía calentarla como corresponde ella le cedería eso que el tanto deseaba.
Paulina se dejó nuevamente besar por su sobrino-ahijado, al tiempo de ir ella entregándose cada vez más a ese ardiente y desesperado beso que el chamaco le estaba brindando, por lo que ella misma subió su otra mano para abrazarlo y mover sus manos sobre su mantecosa espalda, intentando en forma cohibida acariciarlo para hacerlo sentir bien y que captara de lo muy agradecida que estaba ella por haber sido defendida hace algunos momentos.
Así pasaban los minutos hasta que de pronto y sin darse cuenta la semi confundida hembra estando ya casi extasiada comenzó a abandonarse entre los brazos y los ardientes besuqueos de su sobrino, con su lengua buscaba e intentaba en forma desesperada juntarla y enredarla con la de él, mientras ahora le acariciaba sus desordenados cabellos en una forma más que maternal.
-Ohhh tía estas tan buena le decía el caliente chamaco en uno de sus oídos casi comiéndoselo, provocándole a Paulina una serie de exquisitas sensaciones las cuales se traducían en oleadas de escalofríos que la recorrían entera, mientras sentía como su sobrino ya le sobaba las tetas por sobre el vestido, pero cuando ella quería poner cierta resistencia su mente le acordaba que ella tenía un trato con el chico, y que aún no amanecía.
Edgar notando la pesada respiración de su compañera de cama y dándose cuenta de la pasividad de esta para el poder hacerle lo que quisiese, de un momento a otro le soltó la boca para comenzar a rozar con sus labios su aromático cuello y empezar a lamerlo y besarlo en forma exasperada  a sabiendas de ambos que su camino era uno solo, este era hacia sus tetas.
A todo esto Paulina seguía entregándose cada vez más y poniéndole menos restricciones al chamaco,  además que ya eran tantas las emociones del momento que ella por cada minuto que pasaba se sentía menos culpable por lo inapropiado de aquel tipo de tocaciones que ahora su sobrino intentaba sobre su cuerpo ya que este poco a poco le iba subiendo el vestido, este lo hacía de a centímetros para no espantar a la mujer, pero ella animada quien sabe por qué cosa sentía que todo aquello le estaba gustando demasiado y sin querer proponérselo le notifico su aprobación en el cometido dejando salir de sus labios un suave y genuino gemido de calentura que el muchacho capto al instante.
Enardecido por aquel erótico mensaje que le había emitido Paulina, Edgar dejo para luego lo del vestido y dirigió su boca a la de ella  abriéndosela y metiéndole nuevamente su lengua lo que más pudo como si literalmente se la estuviera comiendo, fueron intensos minutos de salivoso besuqueo, el chamaco la recorría entera, desde su boca, su cuello y el nacimiento de aquellas montañas de carne y viceversa dejándola vistosos y brillosos caminos  de saliva, para luego volver a un frenético atraque de bocas en donde Paulina le correspondía los besos como si ya verdaderamente le perteneciera al gordo de su sobrino.
La temperatura en aquella habitación de motel por cada minuto que pasaba era más intensa, por ahora solo se escuchaba el sonido de bocas que se comían y de lenguas que se probaban y enredaban una contra la otra, acompañados de tímidos rechinidos de la cama debido a los leves movimientos que hacían sus ocupantes para acomodarse mejor.
Mientras todo esto ocurría al interior de la habitación, Paulina sin tener muy en claro que ya estaba caliente, muy caliente, situación que le impedía pensar de una forma más clara y sensata, simplemente parecía estar ya en otra dimensión de la cual ella no quería salir, le estaba permitiendo a su sobrino que hiciera cuanto quisiese, mucho más de lo que ella horas atrás había acordado, pero estaba sintiendo todo aquello tan rico que se dio a permitirle a su cuerpo que mandara sobre su mente solo un ratito más, sabía que si el chamaco intentaba intensificar sus avances ella sabría como detenerlo.
Pero el obeso muchacho por cada momento que pasaba, por cada tocación de suaves y tibias carnes femeninas este se iba calentando cada vez más, su joven virilidad ansiosa por entrar en combate ya rosaba en forma más que sugerente la cadera de la casi entregada hembra, o al menos así le parecía a él, mientras que Paulina por su parte ahora empezaba a sentir como la dura apéndice del muchacho se incrustaba en su cuerpo, pero ella sabía que aún estaba protegida por su vestido, a sabiendas que todo aquello apuntaba a una sola cosa la embriagada mujer abría sus ojos para mirar hacia la ventana y viendo que el cielo por ahora se negaba a clarear y que todo estaba oscuro sencillamente cerraba sus ojos y se daba a seguir sintiendo todo aquello que le estaban haciendo en forma tan deliciosamente prohibida y a la vez enajenante.
El muchacho notando las lamentables condiciones en que se encontraba su tía, termino por decididamente ahora si subirle el vestido, sus temblorosas manos tomaron la tela negra y la fue corriendo hacia arriba descubriendo y desenfundando aquella endiablada figura llena de curvas lujuriosas, sus ojos se quedaron clavados en aquel atrayente y pequeño triangulo blanco que protegía la sagrada intimidad de aquella Diosa entregada, todo eso cubierto por las finas medias transparentes que llevaba puesta la joven mujer, el chamaco siguió subiendo el vestido hasta pasarlo por encima de las tetas de la pasiva y lujuriosa Diosa, sus ojos y su mente se llenaron con la imagen casi desnuda de aquella hembra que solo lo miraba sin saber cómo atinar ante aquel anti natural y erótico momento.
No dándole tiempo de reacción a su tía Edgar nuevamente se abalanzo a besarla ahora con más frenesí, a la vez que su nerviosa mano se posó en el tibio vientre de ella sobándoselo despaciosamente a la vez que alternaba sus caricias con los enfundados muslos de la mujer, haciéndose estas cada vez más atrevidas ya que su mano centímetro a centímetro se iba acercando a la zona prohibida.
En un momento de lucidez Paulina quiso poner término a toda aquella deliciosa locura, entre susurros le dijo a su sobrino…
-Ed…gar… esto… esto no está biennn…
El muchacho solo se dio a chuparle su oreja a la vez que le decía,
-Tranquila putita…slurpsss… slurpssss, así sonaban los sonidos de lengua en la oreja de la aturdida mujer, -Si no te estoy haciendo nada, solo te estoy… slurpssss… besando y tocando…slurpsss…tal como tu dijiste… slurpssss…
Paulina estando con sus ojos cerrados sentía como esa cosquilleante lengua bailaba en su oído otorgándole ahora oleadas de escalofríos que la hacían sentir más rico que antes, mientras advertía como la sudorosa mano de Edgar bajaba por su vientre en franca dirección hacia lo más íntimo de su ser, a la vez que ahora este le apuntalaba la cadera con más ímpetus que antes, y en el momento en que noto que al chamaco solo le faltaban centímetros para tomar posesión de su fisura prohibida apenas cubierta por su pequeña ropa interior blanca y las medias, rápidamente bajo sus manitas para protegérsela a la vez que le decía…
-No Edgar… por favor… ahí nooo…
-Tranquila zorritaaa… le dijo el caliente chamaco que ahora se movía en su cadera como si verdaderamente ya la estuviera culeando, -Tu dijiste que podía tocar todo lo que quisiera, y hasta el momento es lo único que he hecho, jejeje solo estoy tocando, le decía a la vez que el mismo le retiraba las manos de su zona intima, y estando esta ya nuevamente desprotegida, poso su sebosa mano en aquella erótica curvatura para comenzar a mover su dedo medio en la caliente rayita que el chico ya creía sentir…
Paulina quien escucho la explicación del muchacho pensó erróneamente que este tenía razón, solo estaba tocando por lo que simplemente lo dejo y envalentonada por la caliente morbosidad del momento se atrevió a recoger sus piernas e ir abriéndoselas para que su sobrino la tocara más a gusto, Edgar por su parte ya hasta se babeaba sin darse cuenta de ello, llevaba unos buenos minutos masturbando y besando a su tía, la fricción que hacían sus dedos en aquella exquisita parte lo tenían en la estratosfera, sentía en sus dedos el suave roce de sus medias contra sus calzones, e increíblemente sintió la erótica humedad que expelía desde la más recóndito de aquella sabrosa curvatura.
Por su parte la excitada Paulina solamente emitía unos ricos gemidos de placer, pero cuando salido muchacho intentaba meter la mano por debajo de la fina tela de las medias ella se lo impedía con sus dos manos, pero él quería más y sabía que tenía que ser moderado, su tía en cualquier momento podría caer en la cordura y ahí sí que todo se podría ir al traste sin el haber concretado lo que tanto deseaba, así que estratégicamente retiro la mano de la íntima hendidura de quien ya con seguridad iba a ser su mujer, simplemente se montó sobre aquel curvilíneo y semi desnudo cuerpo de Diosa.
Paulina sintió el peso del muchacho sobre su delineada figura quien no le dio tiempo para cerrar sus muslos, así que ahí estaban con ella abierta de piernas y con Edgar montado sobre ella y aun vestido, cuando la confundida chica quiso saber que era lo que pretendía el chamaco este nuevamente la asalto con su boca, a lo que ella se entregó casi al instante al tener en cuenta y solapando su calentura en que el muchacho aún estaba vestido así que no podría hacerle nada.
Edgar mientras la besaba en forma asquerosa, como pudo metió sus manos por debajo de sus espaldas para destrabar el sujetador, Paulina por más que quiso poner resistencia a esto no lo pudo lograr, ya que al estar bajo el pesado cuerpo del muchachón nada pudo hacer para impedirlo, solo vio cuando su brassier salió volando y fue a caer a una esquina de la habitación, para luego ver al frente de sus ojos como el muchacho le subía el vestido hacia los hombros para terminar de retirárselo haciendo que ella, sin oponer mucha resistencia, levantara sus brazos, este fue a caer a cualquier parte.
-Ohhhh tiaaa…!! tienes las medias tetasssss!!!!, le dijo el chamaco cuando se separó de la boca de Paulina para admirar aquellas enormes y duras chichotas que estaban a solo a segundos de que el mismo se las comiera, y volviéndose a acomodar sobre las abiertas piernotas de la hembra, poniendo sumo cuidado que su ya bien parada verga aun cubierta por sus ropas quedara apoyada en la misma vagina de su tía con la intención de que ella se la sintiera, vagina que también ya estaba solo a minutos de quedar al aire.
Edgar se lanzó a lamer esos duros melones de ensueño ensalivándolos y apretándolos con sus dos manos, no dándole tiempo de reacción a la mujer que como podía miraba extrañada como su mismo sobrino la tenía con las tetas al aire y chupándoselas como si de verdad quisiera sacarle leche de estas,
-No Ed…gar no ha…gas eso… no me chu…pes las te… tas… le decía con un hilillo de voz y en forma entre cortada…
-Solo disfruta zorraaa… estas tetas son mías… le dijo a la vez que se las volvía a zampar y comenzaba a moverse sobre su cuerpo paseando su duro paquete por toda la zona vaginal…
-Nooo… no te muevas así… no… que haces…!?
Pero el ya encendido chamaco no le contestaba nada y no le hacía caso simplemente se movía en forma ondulatoria sobre su esbelto y tonificado cuerpo, Paulina quien todavía estaba en el limbo, solo le decía todo eso como parte del ritual erótico en donde la hembra debe oponer cierta resistencia antes del momento del apareamiento.
Edgar quien ya estaba decidido a culearsela si o si, con una teta en la boca bajo sus manos hacia su paquete y comenzó a desabrocharse los pantalones, una vez que lo pudo lograr como pudo se los fue bajando, el trabajo era de por si infructuoso debido a su obesidad, la mismo hiso con sus calzoncillos, y ya con su verga afuera simplemente comenzó a moverla de arriba y hacia abajo por sobre las delgadas telas que aun protegían la entrada intima de su tía.
Paulina quien estaba tan caliente como aterrada por todo lo que estaba sucediendo y tal vez también por lo que ya casi era un hecho inminente no hizo nada por detener a su sobrino.
En el sulfurante momento en que sintió el roce de la verga de Edgar con sus dos únicas prendas íntimas y comprobando ella misma como estas hacían contacto directo con la piel de su vagina fue invadida por una extraña sensación de eroticidad que la animaban a que lo hiciera con su sobrino, y no supo cuál fue el momento en que se vio a ella también moviendo su pelvis para buscar con esta la cabeza de aquella herramienta que tan gratificantemente le friccionaba su ya muy mojada ropa interior con las carnes de su ya bien mojado coño.
Ya ambos sudaban moviéndose tal cual como si ya estuvieran culeando, se besaban y se recorrían con las manos, el gordo Edgar sentía que en cualquier momento era su último minuto, así que ya decidido de una buena vez por todas a hacérselo a su tía, nuevamente bajo sus manos hasta las caderas de la hembra quien se mantenía con los ojos cerrados dejándose hacer.
Paulina sintió las dos manos del muchacho puestas cada una a un lado de sus caderas y como este intentaba retirarle las dos últimas prendas que protegían su esbelta humanidad, inexplicablemente y notando el nerviosismo del chamaco que le costaba trabajo llevar a cabo aquella ardiente tarea fue ella quien voluntariamente junto sus piernas y apoyo la punta de sus pies en la cama elevando sus caderas para que el chico pudiera más fácilmente despojarla de las dos últimas prendas que le quedaban puestas en su cuerpo, que también una vez que se las sacaron medias y calzones fueron a dar a otra esquina de aquella viciosa habitación, para luego ella volver a abrirse de piernas y quedar lista para el incestuoso acoplamiento. A Paulina la tenían totalmente desnuda y entregada.
Fue en ese preciso momento en que una leve chispa de cordura la hicieron ver la cruda realidad, estaba totalmente encuerada y solamente a minutos de que su propio sobrino se la metiera, y cuando vio a este enderezarse y quitarse la camiseta dejando a su vista sus rollizas carnes y tetillas caídas todo el pudor que hasta ese momento había estado ausente le volvió la conciencia de sopetón para semi inclinarse en la cama y decirle,
-No Edgar… ya basta… esto… esto no es correcto… salte de encima que me voy a vestir…
El muchacho que estaba con sus ojos enrojecidos por la lujuria que se veía venir se la quedó mirando incrédulo, pero consiente de las condiciones en que la tenía, su tía aún estaba debajo de el con sus muslos bien abiertos, Paulina quien ya sabía que si no hacía algo rápido ya sería tarde intento mirar si había algo de su ropa al alcance de su mano, hasta que su vista se topó con la verga del chamaco, esta era mucho más grande que la de su marido, nacía desde debajo de la panza del chamaco donde todo era oscuro debido a un enjambre de pelos negros, era una cosa larga y gorda que tenía un grueso nervio interior que la cruzaba en toda su extensión llegando hasta el glande que en esos momentos estaba semi cubierto por el forro de piel, esta grotesca cosota palpitaba ágil e impaciente de arriba y hacia abajo, estando ella accidentalmente casi ensimismada estudiándole la terrible herramienta a su sobrino sintió como este nuevamente se echaba sobre su cuerpo aplastándola y haciéndola quedar tirada de espaldas…
El chamaco dándose cuenta que su tía ni pestañeaba al momento de estar mirándole su tranca se dio a decirle,
-Te gusta mi verga zorraaa, jajajaja… mide 24 centímetros exactos cuando está bien parada, ya me la medí en los baños del colegio y soy uno de los que la tiene más grandota… jajajaja!!!!
-No Edgar… no… no por favor… no me lo vayas a hacer…, esa cosaaa… esa cosaaa… no me cabraaa!!!, le exclamaba ahora en forma suplicante Paulina a su sobrino, o sea no si quiera tenía que hacer comparaciones, ya que las medidas vergales de su sobrino eran simplemente animalescas,
-Jajajaja… Si tía… te la voy a meter… si mira no más como estamos…, le decía el salido chamaco mientras se seguía acomodando para llevar a cabo la penetración entre medio de esos brillosos muslos de ensueño,
-Esto es un error Edgar por favor salte de encima mío… de verdad que yo no quiero hacerlo, le decía Paulina lanzándole manotones en el pecho…
-No te creo, jajajaja si recientito no más te movías como una fulana, le decía el chamaco mientras ya con una de sus manos se agarraba la verga y paseaba la cabeza de esta por toda la línea vaginal de su tía recordando que en su única experiencia de esta naturaleza en aquella ocasión le había ganado la ansiedad, pero ahora sería cuidadoso no estaba dispuesto a dejar escapar a esta nueva zorrita, y menos sabiendo de quien se trataba…
-Noooo sácala de ahí… no debemos hacerloooo!!!, le gritaba Paulina notando como la cabeza de aquella monstruosidad hacia leves contactos con su expuesta vagina…
-Si lo haremos putaaaa!!!, yo no te obligue a estar en las condiciones en la que te encuentras, además solo hace unos minutos nada más estabas meneándome la zorra buscando la punta de mi verga… ya no te hagas…
-Pero… peroooo ahora yo ya no quiero hacerlooo…!!!
-Jajajaja… me da lo mismo, si es así entonces tendré que hacértelo a la fuerza, jajajaja!!! -Ohhhh!!!!, bufo el chamaco casi en la misma cara de su tía, -Los pelos de tu zorra son suavecitos putaaa!!!, le dijo cuando sintió en su glande las sedosidades de los pelitos íntimos de la que muy pronto iba a ser la primera mujer de su vida.
-Ya bastaaa…! –Edgar… te juro que si me lo haces te voy a denunciar por violación!!!…
-Jajajaja…! -Déjate de decir webadas puta de mierda…!!! Si no te has dado cuenta estas metida en un motel en donde solo se culean a las putas, quien va a creer que una decente mujer de familia se la van a venir a encamar en forma obligada a un antro como este, recuerda que aquí hay cámaras y tu entraste solita y hasta te identificaste en la recepción… así que ahora relájate y déjame meterte la verga…
En el momento en que el muchacho se levantó para echarle un último vistazo a la preciosa flor que él se iba a comer con su verga sus ojos vieron un precioso triangulo de finos pelos negritos, bien encrespados y brillosos que parecían estar bordados a la piel de su hembra, este momento lo aprovecho Paulina para intentar levantarse de la cama y poder vestirse, pero fue tomada por Edgar quien no estaba dispuesto a dejar pasar esta oportunidad, y viendo como forcejeaba la desesperada mujer tratando separarse de la cama no le quedo más opción que echarse sobre ella con todo su cuerpo, Paulina nuevamente sentía el peso del muchacho sobre su anatomía,
-No Edgarrr… ya párale si… por favor nooooo me lo hag…
El chamaco haciendo caso omiso a las demandas de su tía acomodo su vibrante verga en la entrada de la vagina, Paulina quien ni siquiera alcanzó a terminar de decirle lo último cuando exhalando un suspiro, la angustiada tía sintió la firme y caliente carne del miembro abusivo de su sobrino entrar en contacto con su entrada intima, pensó que ya la tenían lista para metérsela,
-Ya estoy listo mi vida… prepárate que te la voy a meter…
-Noooooooo…!! Grito Paulina en forma desgarradora cuando sintió el accionar de las fuerzas de Edgar violando su tajito que hasta ese día solo había sido abierto por la verga de su marido, -Noooooooooooo… no me la metas imbécil… sacalaaaa… soy tu tiaaaaaa!!!!. Fue lo último que le grito Paulina a Edgar cuando sintió que la barra de carne caliente de su sobrino iba deslizándose y entrando hacía en interior de su cuerpo, queriendo lograr con esto que el muchacho se detuviera, siendo que contrariamente a sus pretensiones que ella fuera su tía era lo que más le calentaba al enardecido chamaco, que era a la misma hermana menor de su madre a quien se lo estaba metiendo.
Edgar seguía metiendo su miembro con los ojos cerrados no haciendo caso a los empujones y arañazos que Paulina le daba, sintiendo por primera vez en su vida como su gruesa verga en esos momentos estaba siendo abrazada y recibida por las tibias carnes y caldos interiores de una mujer y que estas eran las de su atractiva tía materna, ella por su parte en forma forzada dimensionaba como su cuerpo albergaba una nueva verga que no era la de su esposo sino la de su propio sobrino y ahijado, a los pocos segundos la desesperada hembra en contra de su voluntad caía en cuenta que su vagina había terminado por comérsela entera, la sentía grande y gruesa, palpitante y caliente.
Edgar al sentirse clavado en lo más profundo del cuerpo de su tía Paulina, y ayudándose con los dedos de sus pies le mando un fuerte empalamiento para que ella supiera que se la tenía metida hasta las bolas,
-Ahhhhhhhhyyyyy…! Aaaaahhhhgggg!!, gimió Paulina con su boca abierta y con su mirada puesta en el techo de la habitación, sentía como le tenían abierta su entrada vaginal, y en esta ya estaban ensartados casi 25 cms., de gruesa verga, el caliente chamaco sin proponérselo ni pensando en el estado de la mujer que estaba torturando con su animalesca herramienta estaba casi partiéndola en dos, se la había abierto casi hasta la última instancia que aguantarían las femeninas e íntimas carnes de Paulina sin llegar a rajárselas.
-Estooo… esto es el cielooooo…! Decía Edgar que sus ojos estaban bien abiertos y enrojecidamente resquebrajados por estar sintiendo valga la redundancia todo ese femenino calor que el interior de la vagina de Paulina le brindaba a su verga por primera vez en su vida, para luego pensar que lo que tenía aquella hembra entre medio de sus piernas no era una vagina, era fuego… un exquisito fuego que lo abrazaba desde su verga y que lo consumía entero.
Por su parte la hembra se había quedado estática, sintiéndose empalada y clavada hasta lo más recóndito de su ser, el muchacho se la había metido de una y sin consideraciones, la tenía agarrada por debajo de los hombros afianzándose así con más ímpetus a su figura, solo sentía su agitada respiración a un lado de su cara, sentía unas tremendas ganas de llorar por la tremenda estupidez que ella misma había permitido que ocurriera, si bien su estrecha vagina estaba adolorida y maltrata ante la bestial irrupción, su mayor dolor en aquellos momentos era la falta cometida, la imagen de su trabajador marido le machacaban la mente, el honor de la familia y todo eso, a todo esto se sumaba que no importando el motivo ni como se sucedieron los acontecimientos, la cosa era que ella estaba en un motel acostada desnuda y a segundos de que se la empezara a culiar un hombre que no era su esposo, y lo más estúpido de todo aquello era que ese hombre que prácticamente ya se la estaba cogiendo era su mismo sobrino y ahijado.
Estando en estos pensamientos la desdichada Paulina sintió como su sobrino empezaba a mover la verga dentro de su cuerpo, la sintió deslizarse hasta la mitad de su extensión para nuevamente volver a experimentar como se la metían con más fuerzas que la primera irrupción, para luego volver a padecer el mismo tratamiento pero ahora con más energías e igual de doloroso y lacerante, el cual al paso de los segundos estos se volvían mas repetitivos.
Mientras el chamaco se movía haciendo entrar y salir su verga en el curvilíneo cuerpo de su tía, este ponía todo de su parte para alargar el momento de eso tan rico que estaba sintiendo, tal cual como lo hacía cuando se masturbaba, pero esto… esto era mil veces mejor se decía mientras volvía a empujar hacia adentro experimentando todas aquella más que gratificantes sensaciones que le otorgaba aquella sabrosa y resbalosa rajadura que poseía Paulina en lo más íntimo de su anatomía.
Edgar metía, sacaba, empellaba y volvía a meter como un verdadero animal, sus movimientos se habían ido haciendo cada vez más acelerados a medida que creía que por cada fuerte estocada que plantaba en las carnes de su tía su tranca parecía ser succionada por aquella caliente y jugosa vagina, hasta que acordándose que aquel hoyo vaginal tenia dueña levanto la parte superior de su cuerpo, para ponerle en conocimiento todo aquello que estaba sintiendo…
-Ohhhhh… Tía… eres… eresss… estassss… muy bue… naaaaa!!!, le decía entre jadeos y arremetidas, los cuales Paulina recibía con sus ojos cerrados y en señal de dolorosa y no consentida aceptación, (no sé si entiende) –Te gus… taaa!!?? Te gus…taaaaa!!??? Le preguntaba ahora intentando metérsela lo más profundo que podía…
Paulina quien escuchaba todo lo que su sobrino le bufaba en su misma cara solo se mantenía con sus muslos bien recogidos y abiertos ya que debido al peso de semejante animal este la tenía prácticamente inmovilizada, deseaba con todo su ser que el muchacho terminara lo más rápido posible con aquella incestuosa tortura para poder ella por fin tomar sus ropas, vestirse y largase de aquel mugriento y barato hotel en donde la estaban mancillando, pero el chamaco no daba muestras de cansancio y seguía dándole batalla como un enajenado.
Casi 30 minutos ya llevaban desde que el chamaco se lo había metido a su tía, en la habitación solo se escuchaba el rítmico crujir de la cama productos de los bruscos movimientos que hacían sobre ella, acompañados de unos leves y quejumbrosos gemidos de hembra usurpada que se entremezclaban con sonoros gruñidos de placer desesperado por parte del joven y gordo macho, pero la bestial cacha que le estaban pegando continuaba, la hembra quien ya estaba toda sudada producto de los frenéticos movimientos que hacían sobre su cuerpo, y también por estar ella aguantado el peso de toda aquella mole de masa corporal, fue en eso que sintió lo que menos esperaba sentir en aquella desquiciada copulación, era testigo de cómo su propio cuerpo empezaba a reclamarle los placeres que ella se negaba a reconocer, sentía como su almeja se mojaba a cantaros por cada distención de esta misma ante las brutales apuntaladas que le estaban propinando.
Sin siquiera ella misma darse cuenta creyó comenzar a sentir como el  miembro de su sobrino palpitaba y crecía en su interior llenándola toda conforme a como el caliente y obeso muchacho aumentaba la profundidad e intensidad de sus embestidas al interior de su tajo íntimo, con todas estas acaloradas sensaciones a la hembra no le quedó más remedio de comenzar a moverse al mismo ritmo que lo hacia su chamaco regalón.
Edgar debido a su inexperiencia aun no era consciente de que aquella tremenda hembra que era objeto de deseo de muchos hombres ahora gemía y meneaba su cintura en busca de su verga, pero si lo fue cuando Paulina ya no se resistió mas de tanta calentura que le estaba haciendo sentir esa tremenda cosa que se gastaba su sobrino, simplemente comenzó a balbucear,
-Mmmmmm… me… te… me…laaa…! mas…!! me… te… me…la más a… den… trooo!!
La hembra sentía como el chamaco en cualquier momento terminaba por rajarla y se preguntaba que hacia ahí ella animándolo a que tal vez lo hiciera, pero el gusto que le estaba haciendo sentir era extraordinario, aquel enorme tronco entraba y salía de su cuerpo en una forma resbalosamente exquisita estremeciéndola y queriendo que aquello no acabara nunca, que esa verga monumental y que ella ya había comprobado que su vagina se la podía perfectamente con su largo y grosor no la abandonara nunca.
Paulina seguía sintiendo esa caliente verga como lo violaba todo en su interior y ya era consciente de como su zorra se había adaptado perfectamente relamiendo y aceptando su largura, notaba como esta entraba entera en su estómago, sintiendo los testículos del muchacho como estas chocaban en la parte baja de sus nalgas, a la vez que admitía que nunca en su vida había sentido tanto placer en toda la extensión de su cuerpo como así mismo tampoco en su alterado sistema neuronal. 
Fue en eso que su propia y femenina naturaleza la iba a poner a prueba, y esto era que por cada relación sexual que ella mantenía con su marido tomaban la precautoria medida de que este acabara fuera de ella para no dejarla embarazada, ya que por ahora no querían tener hijos pero en este momento y sintiendo que su propio orgasmo se acercaba al igual que el del muchacho debido a los bufidos de desesperación que este pegaba, esa natural medida anticonceptiva para ella simplemente en estos momentos no existía, es más ni siquiera le importaba,
-Aahhhhhhhhhh…!!! Uuuuuuuuuffff !!!!, Paulina gritaba como loca, le estaban taladrando las entrañas y a ella le encantaba, a la vez que por cada segundo que pasaba y por cada apuntalamiento de carne que le ponían ella creía que era su último momento, el placer que le daba aquella caliente y gruesa vergota era verdaderamente mayúsculo, sentía que un violento orgasmo se  aproximaba y esto le llegaba a poner la piel de gallina,
-Uuuuuuufffff…!! Ayyyyyyyy…!!! Edgar dale…!!! Dale… más… fuerte…!!! Más fuerte que me corrooo!!!!, me corrooooo!!!! Métela más para adentroooo!!! Dios… Dios… me estoy corriendoooo!!!!
La hembra se meneaba como una poseída, aminorando los movimientos de a momentos para luego con su pelvis ella misma volver comerse la gruesa verga del chamaco que la culeaba tan exquisitamente, para otra vez volver a calentarse más y más, y así corriéndose ella misma una y otra vez, bañándole la verga con sus jugos íntimos, y una vez que experimentando en su curvilíneo cuerpo múltiples orgasmos se atenazo desesperadamente con brazos y piernas al grotesco cuerpo de su sobrino que en esos momentos estaba dando su vida en perforar lo más profundo que podía el cuerpo de aquella celestial y caliente Diosa que le había enseñado los placeres de la carne.
Edgar quien mientras seguía perforando a su tía con fuerzas descomunales sintió como ella se afianzaba a su cuerpo abrazándolo fuertemente con brazos y piernas, y sintiendo en su verga una plena sensación de felicidad soltó un ronco bufido de placer como jamás en su vida lo había dado, ni siquiera cuando como gritaba celebrando un gol,
-Arrrrrrrggggggggghhhttttttsss!!!!!! Fue el atarzanado grito de excelso placer que sintió el enardecido chamaco, mientras seguía bombeando bestialmente el entregado cuerpo de quien había sido su hembra, sintiendo sus tremendas y resbalosas tetas como se comprimían contra su pecho, metiendo y sacando toda la extensión de su tranca en el cálido agujero de su tía Paulina, quien también ella le exprimía la verga al momento de recibirle su duro y gigante miembro, hasta que estando ambos cuerpos, femenino y masculino bien pegados y solamente moviendo sus pelvis, los músculos del muchacho  se tensaron y en un último vaivén de adentramiento dejó toda la ardorosa vergota metida hasta el fondo de aquella mística e íntima grieta de amor que le habían ofrecido, y tuvo una larga y potente corrida de condensado e hirviente semen, llenando todo el interior de la mujer con su vigoroso simiente.
Paulina quien con sus ojos cerrados y con una viciosa cara de vulgaridad  notaba como su sobrino eyaculaba semen a raudales al interior de su cuerpo, por cada espasmo en que este le inyectaba una buena cantidad de prolífica esencia, ella comprimía sus músculos vaginales con la insana intención de exprimirle desde la verga hasta la última gota de mocos que este tuviera en su conducto vergal, soltándole ella misma de sus jugos a la vez en que él la apretaba contra su pecho, sus cuerpos sudaban y brillaban uno pegado al otro con la respiración agitada producto del inmenso placer experimentado por ambos, ya todo había acabado, a Paulina se la habían culeado en toda ley.
Era cerca del mediodía cuando una adolorida Paulina se despertó desnuda sobre la cama de un mugriento cuartucho de hotel con un inmenso dolor de cabeza, hasta que su mente se comenzó a aclarar y le vinieron los estremecedores recuerdos de lo que había sucedido solo hacia unas horas, lo primero que recordó fue la imagen de la sudada cara de Edgar subiendo y bajando sobre sus tetas junto con esto percibió un intenso dolor en su vagina, con espanto cayo en cuenta que había fornicado con su sobrino y ya casi adivinando lo peor llevo una de sus manitas hacia su vagina en donde con espanto sintió en ellas unos cuantiosos restos de semen ya coagulado y que se había estado secando a la entrada de su violada hendidura, estos eran los que había escurrido hacia afuera luego de ella caer en un profundo sueño después de la bestial cacha que le habían plantado.
Así pudo comprobar que el infeliz de su sobrino aparte de habérsela culeado estando ella ebria, mas encima el pendejo mal nacido había acabado en su interior, en su mano tenía  la muestra de ello el semen ya estaba casi seco.
Con su mente en total estado de conmoción se dio a recoger sus ropas que aún estaban tiradas en los rincones de la habitación, cuando ya se disponía a ponerse su prenda interior vio que desde sus tetas hasta su vagina el muy sinvergüenza había escrito con su mismo lápiz labial: “Esta zorra es mía”, con una significativa flecha apuntando hacia su vagina, fue en ese momento que cayó en cuenta que el desgraciado de Edgar a parte de haberse aprovechado de ella, el muy hijo de puta se había ido dejándola a ella en aquel antro de putas.
Sintiéndose humillada y vejada hasta mas no poder la joven mujer de 27 años se vistió, con su cara bañada en lágrimas hiso abandono del “Hotel”, siendo vista por una gran cantidad de hombres que a esas horas de la mañana ya habían abiertos sus locales y talleres para iniciar otra jornada laboral, en donde al ver la suculenta yegua que venía saliendo de aquel vicioso antro la agasajaron con todo tipo de peladeces e invitaciones indecentes convencidos todos que ella era una puta en plena finalización de sus servicios sexuales, Paulina simplemente se alejó de ese sector hasta que por fin pudo tomar un taxi que la llevaría hasta la seguridad de su hogar.
(Continuara) 
 
 
 

Relato erótico: “El ídolo FIN” (POR GOLFO)

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Sabiendo que alguien podía haber visto a Zulia entrar en mi hogar, directamente me fui a la choza de Uxmal, el padre de mi novia y jefe del pueblo lacandón hasta mi llegada. Me urgía hablar con él y disculpar la actitud de su hija. El indígena parecía ser consciente de mi llegada porque me estaba esperando sentado frente a su casa.
-¿Podemos hablar?- pregunté.
Asumiendo que era importante, cogió su bastón y se dirigió al interior de la selva sin siquiera echar la vista atrás. Esa actitud que podía ser vista como falta de educación desde el punto de vista occidental, en realidad era todo lo contrario porque cuando alguien de ese pueblo quería entrar en sintonía con sus dioses buscaba el amparo del bosque. Sabiéndolo lo seguí en silencio mientras nos internábamos en la espesura.
Una vez habíamos perdido de vista el pueblo, me atreví a decir:
-Uxmal, quiero pedirle perdón porque he estado a punto de mancillar su honor.
El anciano se giró al oír mis palabras y tomando asiento sobre un tronco caído me preguntó qué había ocurrido. No sé porque le confesé que su hija había venido en busca de mis caricias y lo cerca que había estado a punto de sucumbir a la tentación.
– Halach uinik, elegido de los dioses y mi rey. Usted nunca podría deshonrarme pero le agradezco su franqueza y por ello le aviso que ya que desde mañana Zulia será su responsabilidad, deberá ser usted quien la castigue.
-No entiendo, no hemos roto ninguna ley- respondí preocupado.
Con tono suave pero firme, el viejo me respondió:
-Usted no pero mi hija sí, al ir a verle. Por ello le imploró que una vez haya tomado su cuerpo, la castigue porque si no la enfermedad caerá sobre ella.
Asumiendo que según su cultura los dioses escarmientan a los pecadores en su salud, únicamente pude preguntar el cómo y no el porqué.
-Como usted sabe entre los regalos que usted le ofrecerá, está una cadena de oro. Átela a su cama con ella y azótela hasta que Kukulcan se apiade de ella.
-¿Y cómo sabré que eso ocurre?- intrigado pregunté.
-No se preocupe, lo sabrá llegado el momento- lacónicamente respondió para a continuación cambiar de tema y explicarme que al día siguiente iba a tener lugar dos ceremonias. Por lo visto además de la boda íntima que se realizaría en su choza, iba a ser el día de mi coronación como rey lacandon por lo que se esperaba la llegada de todo mi pueblo.
-¿Cómo vamos a dar comida a mil personas?- exclamé preocupado porque sin ser un número excesivo, era demasiado grande para nuestras instalaciones.
-Por eso no se preocupe, llevamos semanas preparándolo…

El día de mi boda, el que iba a ser mi suegro me despertó al alba. Ni siquiera había amanecido cuando pasó recogerme. Lo primero que me sorprendió fue que no viniera solo sino acompañado por un nutrido grupo de ancianos. Junto a ellos, nos dirigimos a una especie de sauna, hecha a base argamasa, donde a duras penas entramos todos. Codo con codo, apretados y desnudos, la casi veintena de indígenas tomaron asiento mientras uno de ellos me cortaba el pelo al estilo lacandón.
Reconozco que no me gustó que me tocaran la melena que había dejado crecer durante esos meses y menos que a la usanza de ese pueblo, recortaran mi flequillo pero comprendiendo que era un trago amargo pero minúsculo y que debía soportar, no dije nada.
El sudor ya recorría mi cuerpo cuando de unas tinajas comenzaron a repartir gran cantidad de balché, una bebida de caña fermentada con la corteza de un árbol. Al probarlo asumí que llevaba otros ingredientes pero no fue hasta que sentí que se me nublaba la vista cuando comprendí que los sabores que no había conseguido identificar debían de tener propiedades alucinógenas.
No llevábamos mucho tiempo allí, cuando uno a uno los viejos comenzaron a entrar en trance. Desconozco si fui yo el último en sentir la presencia de los espíritus ancestrales a nuestro alrededor pero os debo confesar que al hacerlo, se me encogió el corazón al sentirme un intruso. Esa sensación fue desapareciendo al ritmo de los antiguos cánticos que ese grupo empezó a entonar y aunque resulte complicado de creer ya que jamás los había oído, en un momento dado me uní a ellos al conocer tanto la letra como la música. Eran canciones tristes que rememoraban un pasado glorioso y que se vio truncado al desaparecer la civilización maya.
Tanta autoflagelación me fue cabreando hasta que ya dominado por la ira, me levanté y a voz en grito, les hice callar diciendo que las penurias del pueblo habían acabado y que bastaba ya de lamentos. Justo en ese momento entre los vapores que poblaban esa construcción hizo su aparición KuKukcan, la serpiente alada.
Nadie se movió y un denso silencio se apoderó de todos nosotros.

Halach uinik habla en mi nombre y junto a él, mi pueblo recuperara el esplendor que nunca debió perder- escuchamos los presentes, tras lo cual se enroscó a mi alrededor y dijo antes de desaparecer: -Es mi elegido.
Todavía hoy no sé si esa alucinación colectiva fue producto de las drogas o si fue real pero lo cierto es que si ya tenía el favor de esos marginados, a partir de ese instante comprendí que de ser necesario todo el pueblo lacandón daría su vida por mí.
Asumiendo mi papel de rey, di por terminada ese acto comentando en voz alta:
-Es hora que me case para que los “verdaderos hombres”, además de Rey, tengan una reina.
Como si fueran mi guardia pretoriana, los ancianos me escoltaron hasta la casa de Uxmal, donde curiosamente Yalit estaba aguardando mi llegada con el ajuar que iba a regalar a la novia.
-Uxmal, mi dueño le hace entrega del muhul de su princesa- señaló mientras ponía en sus manos un conjunto de regalos donde destacaban varias cadenas de oro y dos delicados huipiles, uno de los cuales mi prometida llevaría puestos en nuestros esponsales.
La exquisitez del algodón y los magníficos bordados de esos vestidos despertaron la admiración de los presentes, mucho más que el casi medio kilo que pesaban esos carísimos adornos. El desprecio que sentían hacia los bienes materiales, confirmó la buena opinión que tenía de ellos como pueblo y con mayor orgullo me dispuse a ser su rey.
El padre de mi prometida sin inmutarse cogió los presentes y en silencio, los llevó dentro de su casa para que su hija juzgase si eran dignos de ella. Como no era descabellado en su cultura que una novia rechazase por exiguo un ajuar, esperé un tanto preocupado su resolución.
Al cabo de diez minutos pude respirar cuando Zulia apareció ataviada tanto con el huipil que le había regalado como con la costosa cadena. La sonrisa de su rostro al pedirme que le acompañara dentro fue estímulo suficiente para que todo mi cuerpo hirviera de deseo y dejando al sequito en la entrada, la seguí al interior de su morada.
Como no podía ser de otra forma, su familia en pleno nos esperaba en la única habitación de la casa. Mientras el jefe se mantenía en segundo plano, su madre me abrazó y me presentó a Itchel, su otra hija.
Aunque sabía de su existencia, nunca la había visto y por ello me sorprendió comprobar que era bastante más alta que su hermana, así como por todo el hecho que llevase puesto el otro vestido del ajuar. Estaba todavía tratando de comprender el motivo cuando caí en la cuenta que su cuello lucía otra de las cadenas.
«Menudos genes tienen en esta familia», sentencié mientras disimuladamente le echaba una ojeada.
La innegable belleza de la muchacha me distrajo durante unos segundos de la razón de mi visita y haciendo un esfuerzo para separar mis ojos de los pechos casi adolescentes de la cría, abracé a mi novia mientras le decía si estaba lista para comer en la misma mesa con sus padres conmigo ya que es el sencillo ritual con el que en esa cultura los contrayentes se unen de por vida.
Lo que no me esperaba fue que tanto ella como su hermana contestaran a la vez:
-Estamos preparadas para despedirnos de nuestra vida anterior y formar un hogar con nuestro esposo.
Al darme cuenta que era con las dos con quien me iba a casar, me quedé alucinado y apartando a Uxmal a un rincón, le interrogué por ello.
-KuKulkan me visitó y me informó que debía entregar mis dos hijas a su elegido y que mientras una iba a ser la encargada de gestar a los herederos de su pueblo, la otra iba a ser la que diera a luz una nueva dinastía que regiría los destinos de los descendientes de sus enemigos.
Sabía que entre los lacandones era habitual la poligamia pero no así que se permitiera el sororato por lo que recibí con sorpresa que me iba a casar con las dos hermanas y que encima obtenía el beneplácito de sus parientes. No me había repuesto de la sorpresa cuando ya estaba sentado a la mesa con Zulia a mi derecha e Ixchel a mi izquierda.
Sin saber cómo actuar, me quedé callado mientras Uxmal ofrecía a los dioses el pozol que íbamos a degustar. Ni siquiera había acabado la ofrenda cuando Zulia murmuró en mi oído:
-Mi rey no tendrá motivo de queja, mi hermana es aún más puta que yo.
Confirmando que había oído esa confidencia, la aludida sonrió dulcemente mientras disimuladamente ponía su mano en mi entrepierna para acto seguido, decirme en voz baja:
-Estoy desando que llegue esta noche para comprobar si tiene razón su otra zorrita cuando habla de lo dulce que sabe la semilla del que va a ser mi dueño.
Solo con eso, mi verga alcanzó su máximo esplendor y mientras una de mis futuras esposas comenzaba a pajearme bajo la mesa, agradecí a KuKulcan el haberme elegido para tan ardua tarea….

FIN


Relato erótico: “La musa desnuda” (POR CASIMIRO11)

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Quiero contar esta historia para que sirva de aviso y ejemplo a las chicas que, como yo, tienen el sueño de convertirse en actrices, y para que se planteen antes de nada hasta dónde están dispuestas a llegar para triunfar. En primer lugar, me presentaré, pues hoy no creo que mucha gente me recuerde. Me llamo Elena, tengo 28 años y soy, o mejor dicho era, actriz. Mido 1,75, soy morena y tengo los ojos verdes. Mi cuerpo no es espectacular, lo cual es un problema para la profesión, pero creo que puedo considerarme atractiva: tengo unos hermosos pechos, no muy grandes pero sí firmes y turgentes, y un culete redondo que siempre me ha dado muchos éxitos.
Como he dicho, desde muy joven he tenido el deseo de ser actriz, y desde que salí de la facultad, hace ya 6 años, todos mis esfuerzos han ido encaminados en esa dirección. Pero es francamente difícil triunfar, y hasta la fecha no había pasado de tener pequeños papeles en películas de poca monta o en obras de teatro sin mayor repercusión. Por eso, no podía creer lo que oía cuando Paco, mi agente de todos estos años, me llamó un lunes a primera hora de la mañana excitadísimo “Elena, siéntate, no te lo vas a creer: ¡te he conseguido un papel protagonista con Roberto Salazar en una obra de teatro!” Efectivamente, tuve que sentarme. Roberto era uno de los más prestigiosos actores de teatro del momento. Era un hombre ya maduro, debía rondar los 60, y su pelo blanco y su voz profunda le habían dado fama de galán irresistible. No me lo podía creer, iba a ser protagonista en una obra de teatro junto a él, uno de los ídolos de toda mi vida.
Siguiendo las indicaciones de Paco, me pasé al día siguiente por el teatro donde iba a tener lugar la representación, para conocer al director, Juan, y a Roberto, y para que me dieran una copia del guión para ir estudiando. Ambos fueron encantadores conmigo, especialmente Roberto, que me dijo unos cuantos requiebros y comentó que estaba seguro de que trabajar conmigo iba a ser maravilloso. Sin ni siquiera leer el guión, firmé el contrato, estaba como loca de alegría, me parecía increíble que, después de tanto esfuerzo y dedicación, mi sueño de triunfar como actriz se hubiera cumplido.
Nada más llegar a casa, saqué el guión de la carpeta y empecé a leerlo. Se trataba de una obra de un autor moderno, francés, un tal Jacques Ribery del que nunca había oído hablar. La obra pretendía ser un estudio del impulso creador del arte y un análisis de la relación del artista con sus musas. Una obra simbólica, según la definía su autor. “Puff, un pesado sin duda” pensé, pero no era como para perder la oportunidad. Empecé a leer la descripción de los personajes, éramos solamente tres:
-Roberto Salazar: compositor retirado, su crisis le lleva a refugiarse del mundo en sus musas. Pantalón gris, camisa blanca, va descalzo.
-Cristina Roig: esposa del compositor, intenta ayudarle, pero no le comprende. Lleva un vestido de flores y sandalias.
-Elena Gómez (yo): musa del compositor, le abre un nuevo mundo de creación. Permanece desnuda durante toda la obra.
¡¿Qué?! Tuve que leer tres veces la frase hasta que lo comprendí. Acababa de firmar un contrato para una obra de teatro en la que tenía que actuar desnuda desde el principio hasta el final. No podía creerlo, jamás había actuado sin ropa en ninguno de mis papeles anteriores, y la sola idea de que me vieran desnuda me ponía fuera de mí. Además, era teatro, el público estaría delante y, ¿qué pasaría si mis amigos o familiares iban a ver la obra? ¡Dios mío, mis padres SIEMPRE iban a ver todos mis trabajos! Llamé inmediatamente a Juan, el director, tenía que presentar mi renuncia inmediatamente.
Pero no era tan fácil, Juan había tenido dificultades para encontrar una actriz que quisiera aceptar el papel, y no quería dejarme libre “has firmado un contrato, y los contratos están para cumplirlos” Finalmente, me amenazó con que, si no aceptaba el papel, se encargaría personalmente de que no volviera a trabajar nunca en cine o teatro.
Sin saber qué hacer, lo consulté con la almohada, tratando de convencerme a mí misma de que no era tan terrible: que si es arte, que ya somos adultos, que en los tiempos que corren es de lo más corriente… Pero lo cierto es que iba a estar desnuda delante de 500 personas cada noche, durante dos horas, durante al menos un mes, que es el tiempo que en principio habíamos firmado. Eso suponiendo que la obra no fuera un éxito.
En fin, mi carrera era lo más importante, había trabajado mucho para llegar aquí y no pensaba ahora renunciar a ello, grandísimas actrices habían trabajado desnudas antes que yo, tenía que ser más profesional.
Así pues, estudié el guión y, el día señalado, acudí al teatro a empezar los ensayos. Teníamos sólo una semana, la dificultad de encontrar una actriz para mi papel había retrasado mucho los ensayos. Al principio todo fue bien, en el escenario nos movíamos Roberto, Cristina (la actriz que interpretaba a su mujer) y yo, vestidos con nuestra ropa de calle, pues era un ensayo. Sentados en la primera fila de butacas, el director y su ayudante (una chica de unos 30 años) nos iban haciendo correcciones. Aparte de ellos, el técnico de sonido y el de iluminación completaban la plantilla. Creo que el primer día fue un éxito por mi parte, al terminar, Roberto me felicitó, especialmente por la última escena, en la que, cubiertos por unas sábanas, ambos simulábamos hacer el amor. También Juan parecía satisfecho con mi actuación, sobre todo teniendo en cuenta que yo era casi una principiante.
Todo transcurrió con normalidad los tres primeros días de ensayos. Pero he aquí que el cuarto, Juan nos dice que la fecha de estreno se acera y quiere hacer un ensayo con el vestuario que llevaremos en la obra. El corazón me dio un vuelco, quizá había tratado de convencerme de que lo que leí en el guión nunca llegaría, pero lo cierto es que ahora estaba aquí, y no podía volverme atrás. Nos fuimos todos a los camerinos a cambiarnos, yo estaba aterrada. Me desnudé temblando y me puse una bata blanca que encontré sobre un biombo. Cuando regresé al escenario, Roberto y Cristina llevaban la ropa que exigía el guión. Las piernas me temblaban, me quedé en medio del escenario, con la bata puesta y sin saber qué hacer.
—Vamos Elena –dijo Juan- se hace tarde, quítate la bata y empecemos.
—Es que… no entiendo por qué tengo que estar desnuda, no añade nada a la obra.
—No empecemos otra vez con eso, somos profesionales y tú has firmado un contrato. Desnúdate por favor.
—Vamos Elena –intervino Roberto con una extraña sonrisa dibujada en la cara- he trabajado con muchas actrices en cueros, Cristina y yo haremos lo posible para que estés cómoda.
—Pero, esto es un ensayo –me defendí como pude- ¿no podemos dejarlo para el día del estreno?
—¡Maldita sea! –se exasperó el director- ¿pretendes estrenar sin hacer un ensayo completo antes? ¡quítate ahora mismo esa bata o estás despedida!
Casi sin saber dónde me encontraba, me quité la bata y aparecí desnuda ante ellos. Me sentí tan indefensa y expuesta que tenía ganas de llorar. Juan y su ayudante me miraban serios, Cristina parecía indiferente, a los técnicos de sonido e imagen no podía verlos, pero seguro que ellos sí me estaban mirando a mí. En cuanto a Roberto, me miraba de un modo que no me pareció nada profesional. Pero ése era ahora el menor de mis problemas. Intenté concentrarme, pero nada era igual. Era la primera vez que yo actuaba desnuda, y no era una simple escena de ducha o pasar fugazmente por el escenario. Tenía que estar en cueros las dos horas que duraba la obra, con un texto larguísimo, y cada vez que hablara yo, cientos de ojos estarían sobre mí.
Juan me regañaba continuamente, no daba una a derechas, y sólo faltaban tres días para el estreno. Finalmente, llegó la escena en que Roberto y yo simulábamos hacer el amor. Nos cubríamos parcialmente con las sábanas, él tumbado, con su pantalón gris y la camisa blanca, yo sobre él, desnuda. Las sábanas me cubrían de cintura para abajo, pero mis pechos quedaban al aire, tan cerca de Roberto que sentía su aliento. Mientras yo simulaba moverme encima de él, noté sus manos abiertas sobre mis nalgas. Iba a protestar, pero estaba tan cansada y deseosa de terminar, que no dije nada y seguí con la escena.
Cuando al fin terminó mi martirio, Juan estaba muy descontento conmigo “hoy has estado muy nerviosa y descentrada Elena, tienes que superarlo, los tres ensayos que nos faltan hasta el estreno los harás desnuda”. Sabía que tenía razón, debía superarlo y olvidarme de que estaba en el escenario sin ropa. No dije nada, me puse mi bata y me fui a mi camerino. Cuando pasé junto a Roberto le lancé una mirada de odio, que él respondió con una sonrisa.
Así pues, al día siguiente allí estaba yo, desnuda de nuevo en el escenario. Esta vez, y con el pretexto de que tenía que acostumbrarme, Juan hizo que estuvieran presentes en el ensayo todos los miembros del equipo, maquilladores, encargados de vestuario, etc. Debía haber 20 ó 25 personas viendo mi desnudez. Aun así, conseguí concentrarme y actuar mejor que el día anterior. Salvo las ya acostumbradas manos de Roberto sobre mi trasero en la escena final, el día fue más llevadero para mí. Al terminar, Juan me felicitó y me dio ánimos, sólo faltaba un ensayo antes del estreno.
Esa noche, mi madre me llamó, y me pidió entradas para el estreno. No podía negarme, era absurdo. Le dije que le dejaría dos entradas en taquilla y ella me contestó “no, déjame cuatro, los tíos del pueblo están locos por verte” Casi me pongo a llorar. Pensé en explicarle cuál iba a ser mi vestuario, pero me faltaron las fuerzas, quizá era mejor que las cosas siguieran su curso.
El último día de ensayo estuve francamente bien, conseguí concentrarme en mis frases y olvidarme de todo, incluso de las manos de Roberto, que cada vez se ceñían más a mi cuerpo, ocultas por la sábana. Estaba bastante satisfecha cuando, mientras me ponía la bata, oí que Roberto hablaba con Juan:
—Hay un pequeño problema con el look de mi musa
—¿Qué quieres decir?
—Bueno –carraspeó el galán- se supone que mi musa es alguien angelical, puro, inocente.
—No veo dónde quieres llegar –intervine mientras empezaba a ponerme nerviosa.
—No te ofendas Elena –siguió Roberto como si tal cosa- pero tienes demasiado pelo, creo que para parecer una ninfa auténtica y pura deberías afeitarte el pubis.
No me lo podía creer, estuve a punto de pegarle. Hablaba de mi sexo como si fuera un elemento decorativo, algo que él podía modelar a su antojo. Lo malo es que a Juan la idea le pareció acertada. Chillé y pateleé, pero no hubo manera, al director se le antojó que tenía que salir a escena desnuda y depilada “tienes que ser profesional” me dijo de nuevo.
No podía tirar por la borda todo mi esfuerzo, llevaba tres días ensayando desnuda ante un buen número de gente, sólo podía seguir adelante. Juan puso a mi disposición una peluquera “experta en la materia”. Cuando terminó su trabajo, me miré en el espejo. Estaba hermosa, ésa era la verdad, mis pechos con sus pezones erectos, el vientre plano, las nalgas redondas… y lo labios de mi vagina tan a la vista. Traté de no pensar.
Al día siguiente, en un teatro con 500 espectadores (entre los que se encontraban mis padres y mis tíos), llevé a cabo mi representación, totalmente desnuda y depilada.
Estaba muy nerviosa, por un momento pensé que no iba a ser capaz de hacerlo. No entendía por qué tenía que actuar desnuda, eso de las “exigencias del guión” me parecía absurdo, nunca son mujeres viejas u hombres los que tienen dichas exigencias. La obra me parecía ridícula. Si al menos todos los actores estuvieran desnudos… Pero era yo sola la que tenía que actuar sin ropa alguna.
Se alzó el telón, Roberto tenía un monólogo de cinco minutos en el que se quejaba de su falta de inspiración y reclamaba la llegada de su musa. Entonces, con el centro del escenario a oscuras, aparecía yo. Poco a poco, la luz iba subiendo de intensidad. Primero, apenas se adivinaban mis formas, finalmente, quedaba totalmente iluminada y expuesta. Se oyó un murmullo en la sala, nadie en la promoción de la obra había mencionado mi desnudez, y en los carteles de la taquilla sólo aparecían las caras de los tres actores.
Durante otros cinco minutos, Roberto y Cristina discutían sobre el arte, mientras yo permanecía de pie, en el centro del escenario, quieta y desnuda. Fueron cinco minutos horribles, porque tenía tiempo de pensar, e incluso ver a los espectadores de las primeras filas. ¡Dios mío, allí estaban mis padre y mis tíos! ¡en primera fila! Maldije a Juan, que les había dado tan buenas entradas. Mis padres estaban boquiabiertos, mi madre con una cara que era un poema. Mi tía, hermana de mi madre, estaba coloradísima, mientras mi tío… probablemente nunca había ido al teatro, pero estoy segura de que a partir de aquel día sería asiduo. Lo pasé fatal, saber que tenía que estar allí quieta durante tanto tiempo mientras ellos me miraban… y encima, pensar en mi sexo depilado, algo que siempre es llamativo, y más para gente mayor, aquello me hacía sentir más desnuda incluso.
Fue un alivio cuando tuve que empezar yo también a hablar. Poco a poco, conseguí ir olvidando mi estado y me centré en mi papel. Al final del primer acto, creo que había conseguido una actuación aceptable. Durante los cinco minutos de descanso, Juan vino a vernos. Yo tenía puesta la bata, aunque a esas alturas ya todo me daba igual. “La cosa va muy bien chicos, especialmente Elena está resultando muy convincente. Escuchad, me he enterado de que entre el público está David Cohen, el gran crítico teatral. Por favor, en la escena final quiero pasión, mucha pasión, quiero que parezca que vuestro coito es real. Tenemos que dejarle helado, es nuestra oportunidad de hacer algo grande”.
Empezó el segundo acto. Yo estaba cada vez más tranquila y segura de mí. Sabía que acaparaba todas las miradas del público. Decidí sacar partido de ello, las circunstancias me habían sido favorables, el actuar desnuda hacía que yo fuera la única protagonista de la obra, aunque Roberto fuera el actor consagrado y famoso. Me movía cada vez más suelta sobre el escenario, orgullosa de mi cuerpo. Mis pezones estaban duros como piedras, empezaba a disfrutar de mi trabajo. Incluso llegué a pensar que el desnudo estaba justificado, si el director me hubiera pedido vestirme, me hubiera molestado. Antes de llegar a la escena final, yo tenía un monólogo, de pie, en el borde del escenario. Fijé la mirada en el infinito y empecé, notaba las miradas en mi cuerpo desnudo, especialmente en mi sexo depilado. No me importó, hice el monólogo a la perfección y arranqué un gran aplauso del público. Cuando terminé mis frases, me di cuenta de que estaba húmeda.
Al fin, llegó la última escena. En total duraba diez minutos, durante los cuales, y mientras Roberto y yo fingíamos hacer el amor apasionadamente, Cristina recitaba una absurda poesía acerca del amor y del proceso creativo.
Roberto estaba tumbado, con su pantalón gris y su camisa blanca. Yo me subía a horcajadas sobre él y me tapaba con la sábana. Por primera vez desde mi entrada en escena, el público no podía verme de cintura para abajo, mientras mis pechos seguían descubiertos, próximos a la cara de Roberto, que me miraba con una leve sonrisa. En esta postura, empecé a moverme rítmicamente mientras, bajo las sábanas, Roberto ponía sus manos sobre mis nalgas, según su costumbre.
Estábamos poniéndole más pasión y sentimiento que nunca, de reojo vi la cara de mis padres, era un poema, ver a su hija fingir un coito en un teatro lleno hasta la bandera, mínimamente tapada con una sábana, era demasiado para ellos. De repente, noté que una de las manos de Roberto se retiraba de mi trasero para dirigirse… directamente a mi sexo. Por un momento me quedé paralizada.
Aquello era demasiado, no sabía qué hacer. No podía montar un escándalo, con mis padres mirando, y la escena estaba quedando brutal, además, yo era una profesional y estaba dispuesta a bordar mi actuación, mi futuro como actriz estaba en juego.
Las manos de Roberto eran ágiles y expertas. Ya he dicho que yo estaba un poco excitada al final de la obra. Mi compañero no tuvo problemas para introducir dos dedos en mi vagina y empezar a moverlos, acompasando el movimiento de sus manos al de mis caderas.
No podía creerlo, Roberto me estaba masturbando en público, con mi familia presente y yo, que tenía pánico a actuar desnuda… estaba disfrutando. Los cinco primeros minutos estuvimos así, el silencio era sepulcral en el teatro, sólo se oía a Cristina con su monólogo (creo que nadie le prestaba atención), y los gemidos que Roberto y yo lanzábamos. La diferencia era que, mientras los suyos eran fingidos, los míos eran reales: allí, ante todos, disfruté de un dulce y prolongado orgasmo. Entonces, Roberto sacó lentamente sus dedos de mi cuerpo. Debo reconocer que una parte de mí detestó que lo hiciera, quedaban cinco minutos de escena, el monólogo de Cristina era eterno, y yo hubiese querido seguir con los dedos de mi compañero dentro de mí.
Intenté rehacerme y concentrarme en mi trabajo cuando noté que, otra vez, algo pugnaba por entrar en mi vagina.
¡Dios! No sé cómo, Roberto se las había ingeniado para sacar su miembro fuera del pantalón, y ahora intentaba introducirlo en mi cuerpo. “Oh no –pensé- esto sí que no”, Roberto podía ser mi padre y, hablando de padres, allí estaban los míos, en primera fila y boquiabiertos. Afortunadamente, las sábanas no dejaban ver lo que realmente estaba sucediendo.
Traté de resistirme pero, mientras seguía adelante con la escena (era una profesional) en uno de los vaivenes, al bajar mi cuerpo sobre el de Roberto, éste acertó a introducir la punta de su verga en mi vagina. Al notarlo, levanté mi cuerpo enseguida pero, al volver a bajar, mi sexo estaba tan húmedo y abierto que, sin dificultad, la verga de Roberto se deslizó completamente en mi interior.
A partir de ahí perdí el control. ¡Oh señor!, estaba haciendo el amor en vivo y en directo, ante 500 personas y con mi familia asistiendo al espectáculo. Y lo peor de todo es que ya no podía parar, pude comprobar que la fama de seductor de Roberto estaba plenamente justificada. A cada movimiento, un misil tierra aire entraba y salía de mi cuerpo como una sacudida. Oleadas de placer me invadían sin remedio. Con un último resquicio de cordura, comprobé que las sábanas seguían cubriéndonos… y me entregué al placer.
Ahora nuestros gemidos eran tan altos que Cristina, colorada, tenía casi que gritar para que se la oyese, aunque ya nadie prestaba atención a su poesía. Finalmente, Roberto eyaculó dentro de mi cuerpo, su semen me inundó, su orgasmo parecía no tener fin, su rostro estaba congestionado. Yo grité como nunca, mientras tenía el más salvaje e intenso orgasmo de mi vida.
Era el final de la obra. Las luces se apagaron, el telón cayó y yo, a toda prisa, me limpié como pude los restos de semen mientras Roberto se ajustaba el pantalón. El aplauso era atronador, Juan se asomó tras el telón y, mientras me daba mi bata, nos dijo: “habéis estado magníficos, quizá un poco sobreactuados en la escena del coito. Rápido, salid a saludar”.
Tenía la bata puesta cuando pensé “¡qué diablos, es mi momento!”. Volví a quitármela y, totalmente desnuda, salí con Cristina y Roberto a recibir los aplausos. Hasta diez minutos estuvimos allí los tres mientras el público nos aplaudía. Entonces, Roberto y Cristina se retiraron y yo quedé sola en el escenario: debía reconocerlo, mi desnudez me había convertido en la gran triunfadora de la noche. Miré a mis padres y tíos. No sabían si aplaudir o irse, pero se quedaron y disfrutaron de mi éxito (en especial mi tío).
Eso fue todo, la obra fue un éxito (prueba de lo que una mujer desnuda puede conseguir). Durante un mes, Roberto y yo hicimos el amor apasionadamente ante un público que elogiaba el “realismo” de la escena final. Me convertí en una actriz famosa, una actriz a la que nadie había visto trabajar vestida. Tuve éxito pero, cuando al cabo de unos meses descubrí que estaba embarazada, decidí dejar las tablas y dedicarme a mi hijo.
Ahora debo dejaros, tengo que ir a recoger a mi marido Roberto y al niño, espero que mi historia os haya gustado.
***
Los que todavía sepan quién era Casimiro11 tal vez recuerden esta historia, que publiqué en TR hace ya unos cuantos años. Siempre pensé que el tema podía dar para un relato más largo y más elaborado, y finalmente me he decidido a intentarlo. Por si alguien pudiera estar interesado, pongo aquí el enlace (si buscáis me consta que hay muchos gratuitos en internet) de la primera parte de un cuento que narra las aventuras de una desdichada pelirroja, poseedora de un cuerpo espectacular pero terriblemente tímida, que se ve obligada a actuar desnuda en una obra de teatro. Sí, ya sé que soy inconstante y dudaréis de la posibilidad de leer el final de la historia, pero prometo que estoy trabajando en ello.
Gracias a todos los que aún recordéis a Casimiro 11, fue un placer estaR con todos vosotros.
 
 “si te ha gustado esta historia visita los siguientes enlaces con obras del mismo autor”, te lo agradecería.

Y gracias otra vez por tu interés.
 
http://www.amazon.es/Galeote-entre-sus-muslos-Freire-ebook/dp/B00H8RSU8M/ref=sr_1_4?s=digital-text&ie=UTF8&qid=1422966610&sr=1-4
 

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Para contactar con el autor:

ugly1122@hotmail.com
 

Relato erótico: “EL LEGADO (13): Ama Katrina.” (POR JANIS)

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Ama Katrina.
 
Noto como algunos tíos se interesan por mí, en el gimnasio. Puede que atraiga a alguno, pero no todos van a ser gays, ¿no? Así que algo no va bien. Todos están muy cachas y un par de ellos, muy bien definidos, como para competir. Al final descubro el por qué de tantas miraditas. Me he pasado de kilos en las pesas. Estoy levantando sesenta kilos con demasiada alegría. Debo cuidar los detalles, pero me he despistado, pensando en mis cosillas. Tengo mucho en el tarro.
Dejo el banco de pesas y empiezo a tirar de hombros y omoplatos en otra máquina. Poco a poco, se olvidan de mí, pero el entrenador me tiene fichado. He cometido demasiados fallos.
Por otra parte, mi cuerpo se va endureciendo perfectamente, sin demasiada rapidez, casi de forma normal. Lo único es que no tengo que tirar de dietas especiales, ni esteroides, ni cosas de esas. Mis músculos se alimentan de los depósitos de grasa, incrementando el volumen y desterrando la manteca.
Estoy rebajando centímetros en mi cintura y mis pectorales comienzan a marcarse. Ya no son tetas sebosas, sino finos músculos que se están combando por el ejercicio, aunque aún tengo cúmulos de grasa en los pezones.
Ha pasado semana y media desde que Pamela y Elke regresaron. Mi hermana no ha vuelto a follar con nosotros y Maby está de un humor de perros por ello. He intentado manipular a Elke, pero no encuentro un momento adecuado para ello. Cada vez que viene al piso, lo hace con prisa. No puedo entrar a saco con esa chica, ya está predispuesta y advertida. Debo de ser muy sutil y paciente, pero Maby me contagia de su nerviosismo.
El trabajo va bien. Me integro fácilmente. Las camareras ya bromean conmigo y me tienen confianza. Me conozco el setenta por ciento de los nombres de todas las chicas y Pavel no deja de pellizcarme las nalgas, el muy mamón.
Como Víctor esperaba, Konor no me hace el menor caso, delegando en mí, y en Pavel, casi todas las responsabilidades. Es como un pequeño dictador bien cebado. Solo quiere dormir y follar. La verdad es que me lo paso bien en el Años 20 y aún no he tenido mi primer problema.
A cada día que pasa, Dena insiste más en ser maltratada. Algunas veces, desobedece, a caso hecho, para que la castigue. Busco ser ingenioso y recurrir a métodos nuevos, pero debo tener cuidado. Hay una parte de mí que sugiere castigos excesivos, tentándome con experiencias enloquecedoras.
Pero debo reconocer que jamás he visto una mujer que se corra tan explosivamente con un poco de dolor y humillación. Sus orgasmos van en aumento, tanto en intensidad, como en duración. En más de una ocasión, se ha quedado boqueando, sin aire a causa del enorme placer que siente.
Mantiene su culazo todo el día preparado para mi visita. Siempre está esperando, abierto por una buena sesión matinal de vibrador, y limpio como una patena, gracias al enema diario que Dena se coloca. Puedo entrar en él, casi sin dilatarlo. Es una gozada y Dena se entrega como una perra, casi implorándome.
Sin embargo, Patricia me sigue preocupando. ¿Qué me pasa con esa chiquilla? La deseo y ella a mí, pero ninguno de los dos nos atrevemos a dar el paso final. ¿Es por su edad? ¿Por su madre? No lo sé, pero hay algo en mí que está tirando con fuerza de esos hilos, pero no distingo la dirección. No sé si es para frenarme, o bien para liberarme.
No entiendo el cambio de Patricia. Puede que haya aceptado lo que su madre siente por mí, o bien, tenga que ver con su nueva amiga. Puede que disponer de alguien muy parecida a ella, la haya calmado, de alguna manera.
Pero, ayer mismo, surgió otra imagen más, otra posibilidad sobre la que nunca he pensado. Es retorcida, de una claridad meridiana que jamás he experimentado, y tan perversa que me excita tremendamente. Es como si las tuviera delante. Patricia estaba sentada, como siempre me ha confesado, en el anexo del gimnasio, sobre las apiladas colchonetas. Vestía su conocido uniforme de colegiala católica, con rebequita azul y faldita plisada. Se comía el sándwich. A su lado, otra chiquilla como ella, a la que no podía verle los rasgos. Pero esta no comía, no, que va. Escuchaba lo que Patricia le contaba, sobre mí, sobre su madre, sobre los pecados que cometíamos en casa. Su amiga, con la faldita alzada, metía su manita entre las bragas, jadeando de excitación. Sus dedos se atareaban febrilmente sobre su hinchado clítoris, mirando como la boca de su amiga mordisqueaba el pan blanco, deseando que la mordisqueara a ella…
¿Es eso lo que está pasando con Patricia? ¿Le cuenta a Irene las disolutas entregas de su madre? Tengo que echarle un vistazo a su móvil y a su ordenador, sin falta. Cuanto más lo pienso, más lógico se vuelve. Una chiquilla de su edad buscaría un confesor para compartir esas vivencias, lo que sucede en casa. Pero Patricia no tiene amigos, al menos hasta que aparece Irene. ¿Quién mejor?
¿Es ese el motivo por el cual no quiere traer a Irene a casa?
No hay nada seguro, pero cada vez es más sugerente averiguarlo.
Mis primeros quince días de vida independiente. No es que haya cambiado gran cosa, salvo mi estado de ánimo. Para peor y no sé muy bien a qué es debido.
Mi cuerpo sigue moldeándose a mi gusto. Mi rostro ha perdido aquellos mofletes de niño grande, aquel rubor permanente que se debía a la rotura de los vasos sanguíneos por la presión, la doble papada, y los pliegues de la nuca. Sonrío al espejo y a mí mismo. La verdad es que no soy feo, me tengo que decir. Quizás mi nariz es un poco afilada para estos rasgos más definidos, pero ¿qué más da? He bajado a noventa y cinco kilos y estoy muy satisfecho. Pienso mantenerme en ese peso. Ahora, hay que esculpirlos y endurecerlos.
Maby me atosiga con sus quejas. Pamela nos mira con ojos tristes, cada vez que nos sentamos a comer o a ver la tele, por eso creo que no pasa apenas tiempo en el piso. No deja de salir con Elke con cualquier excusa. Tampoco la noruega aparece demasiado por casa. ¿Por qué no puedo encontrar el momento oportuno para hablar con ellas? ¿Demasiadas obligaciones? ¿Miedo? Puede, pero ¿miedo a qué? En casa ya no follamos de noche. Ni Maby, ni yo queremos hacerlos, pues Pam está al lado, y sería muy desconsiderado. Así que todos estamos nerviosos. Tampoco quiero plantear separar las camas. Sería como echar a mi hermana del piso.
Así que Dena se lleva el pato al agua, todos los días. Me desahogo con ella y la tengo contentísima.
Mañana se cumple un mes de trabajo. Tengo que hacer mi primer informe, y pienso cambiar las cosas. Definitivamente. Es una promesa que hago brindando con vodka ante uno de los espejos del mostrador del Años 20. Suzana, una hermosa rubia de Cracovia, casi licenciada en Arte e Historia, me mira con una pregunta bailando en sus ojos, mientras coloca botellas nuevas en los estantes.
―           ¿Está todo bien, Sergei? – las chicas suelen llamarme a la manera eslava.
―           Si, dulzura. Es solo un recordatorio. Ya sabes, como eso que os decís las chicas tras echar un mal polvo – le digo, con una sonrisa.
―           ¿No olvidar poner el consolador en el bolso?
―           ¡Jajajjaaa! – Suzana es muy graciosa, en verdad. – No, guapa, eso de “nunca más”.
―           Aaah… también, también…
―           Mañana tengo que redactar el informe mensual. ¿Las camareras tenéis alguna queja o sugerencia?
―           Hay que cambiar las bandejas. Son pequeñas y la base no resbala. Derramamos muchas copas por eso mismo.
―           Lo anotaré. Iré a hablar con Pavel, a ver si tiene algo que decir – me despido. Suzana me tira un beso.
Pavel está donde siempre, sentado ante la ventana de su despacho, que mira a las escaleras y al pasillo del tercer piso. Así puede hacer de conserje de las chicas y controlar los clientes que suben. Como la mayoría de homosexuales con mucha pluma, es muy vanidoso y no ha querido decirme su edad, pero yo diría que ronda los sesenta y cinco años. Lleva los ojos delineados con lápiz negro y algo de carmín en los labios. Siempre viste con traje de tres piezas y corbata de fantasía. Es un eterno galán de pelo cano y cuidado, muy en la línea de Sean Connery.
Se levanta al verme subir y me hace pasar a su despacho. Habla muy bien el castellano, con un deje sibilante muy particular. Le comento lo del informe y si quiere añadir algo. Es solo una cortesía, ya que Pavel presenta él mismo otro informe bimensual. Agita la mano hasta acabar colocándola en mi pecho.
―           Todas sanas y perfectas. Pronto recibiremos la nueva remesa y enviaremos parte de nuestras chicas a Alemania – me cuenta mientras me palpa. Lo hace con todos los tíos y ya me advirtieron que es inútil intentar quitarle esa costumbre. — ¿Sabes que tienes una admiradora más entre las chicas?
―           ¿Si?
―           Erzabeth.
―           ¿La rumanita?
―           La misma – se ríe.
―           ¿No crees que es muy pequeña? Podría hacerle daño…
No es que sea una niña, es que solo mide un metro y cuarenta y ocho centímetros. Sin embargo, no tiene ninguna atrofia, ni rasgos de enanismo, solo es muy bajita. Tiene veintitrés años y su esbeltez y sus rasgos finos y hermosos, así como su estatura, le permiten interpretar roles muy jugosos.
―           Eso es lo que crees tú – me dice, pellizcando uno de mis pezones. – Este fin de semana, sube cuando quieras…
―           ¿Estás dándome paso franco, Pavel? – le pregunto, con cara de fingido asombro.
―           Para ti, siempre, ladrón… pero, ya sabes, fuera de horas de trabajo.
―           Por supuesto. Soy un chico responsable.
Otra fase de integración conseguida. Tengo acceso a los dormitorios de las chicas. No es que sea algo realmente importante, pero así dispongo de intimidad cuando la necesite.
Esa noche, para atemperar mi ansiedad, aprovecho que Pam sale, para follarme largamente a Maby, hasta hacerla llorar e implorar que la deje descansar.
Una deliciosa rubita, vestida de criadita, me conduce hasta la biblioteca de Víctor. Me dice que su señor aún tardará unos momentos, que si puede traerme alguna cosa. Son las doce de la mañana, así que solo le pido agua. Víctor Vantia estará ocupado con otro asunto, pero, que conste que fue él quien me ha citado a esa hora. Pero, ya se sabe, donde manda patrón, no manda marinero…
Me entretengo repasando los títulos de los volúmenes expuestos. Me suenan a chino. La mayoría parecen antiguos, al menos un par de siglos. Hay tratados sobrela Revoluciónfrancesa, sobre el franquismo, sobre expediciones a África y a Asia. Encuentro una sección de libros heráldicos. Sin duda, compró todo esto junto con el palacete. Puede que haya verdaderas joyas literarias y ni siquiera es consciente de ello.
Resuenan pasos. Me giro cuando se abre la gran puerta. No es Víctor. No, por Dios, ni se le parece.
Me quedo bloqueado, como si me hubieran atrapado in fraganti. Me siento enrojecer. No puedo apartar mis ojos de ella. De verdad que lo intento, en serio, pero no puedo. Creo que hasta esa parte de Rasputín que tengo en mi interior, queda impresionado.
Es un ángel en plena gloria, un ángel rubio que acaba de entrar en la biblioteca. Es la rubia perfecta, aquella con la que todos soñamos,la Rubiapor excelencia. La acompañan dos chicas, una vestida de criada, con el mismo modelito que la que me ha traído hasta aquí, y la otra viste como una colegiala putona, con coletas incluidas. Las dos se mantienen a dos pasos por detrás, sus miradas en los pies de la perfección rubia.
Me digo que debe de ser Katrina. No, no es cierto. Sé que es Katrina. El destino es así de cabrón. Si ve que estás inmerso en problemas, te aplicala Leyde Murphy, para que te vayas enterando.
No me basta estar jodido con el asunto de Pam, o la sospechosa conducta de Patricia… No, ahora me quedo hechizado con la aparición de esa ninfa.
La hija única de Víctor, la niña de sus ojos, debe estar entre los dieciocho y veinte años. Su cabello aparece recogido en una cola de caballo, que descansa graciosamente sobre uno de sus hombros. Un gran lazo azul adorna el punto por donde el cabello se anuda, casi a juego con el color de sus grandes ojos. Viste informalmente, con unos pantalones estrechos, de pana negra, remetidos en unos botines de piel, de cómodo tacón. Un pull Lacoste, rosa, y una rebeca corta de lana rojiza complementa su indumentaria, poniendo de manifiesto sus femeninas formas.
La miro andar hacia mí y tengo que reconocer que sabe moverse. Es como una gran gata satisfecha, que pretende jugar conmigo, antes de devorarme. La comisura de sus perfectos labios se yergue apenas unos milímetros, componiendo una pequeña mueca despectiva y burlona, que eriza mi piel. Sus ojos me examinan de arriba abajo, como si fuera un mueble mal colocado y que hubiera que mover. Su cola de caballo apenas alcanza la altura de mi mentón.
―           Смятате ли, че това е място, където да се скрие и останалите? (¿Piensas que este es un lugar para esconderte y descansar?) – espeta con una voz muy musical, como si estuviera educada para ser una oradora. No me extrañaría, la verdad.
Pero lo que si me extraña es que entiendo el sentido de lo que me dice. No todas las palabras, pero si su contexto general. Debe de ser búlgaro, supongo. ¿Es que Rasputín entiende todas las lenguas eslavas? Porque yo seguro que no.
―           No – solo atino a responder.
―           Махай се, куче, и не казват нищо за баща ми! (¡Largo de aquí, perro, y no le diré nada a mi padre!) – me grita, esta vez, chasqueando sus dedos fuertemente.
―           Estoy citado aquí con tu padre, Katrina – ni me acuerdo de parpadear, pero, al menos, mi voz es firme.
―           Ah, no eres un perro guardián. Eres un españolito… — cambia de idioma como si se cambiara de zapatos, con facilidad. Apenas tiene acento.
“Españolito”. Me estremezco al detectar el desprecio que late en esa palabra, como si le hubiéramos hecho algo malo, en vez de acogerla en nuestro suelo, en una bella mansión. Anenka tiene razón. Es una víbora con cuerpo de ángel.
―           ¿Y cómo conoces mi nombre? – se planta ante mí, una mano en la cadera, la otra acariciando sus labios. Hasta el momento, sus ojos no se han cruzado con los míos, como si no le gustara mirar de frente, como si yo no fuera lo suficientemente importante como para recibir la atención de su mirada. Pero, parece que ahora si he llamado su atención.
―           El señor y la señora Vantia me hablaron de ti…
Me cruza la cara con una fuerte bofetada. Ya la esperaba, la verdad.
―           ¿Por qué me tuteas, perro? ¿Qué clase de confianza te da trabajar para mi padre?
No respondo. Me quedo quieto, sin alterar mi pose. Trata de hacerme bajar la mirada, acostumbrada a que la gente se humille ante ella, pero mantengo los ojos fijos en la pared de enfrente. Se acerca mucho más a mí, y alza su rostro. Su frente queda a la altura de mis labios. Noto su aliento en mi cuello, cálido y fiero.
―           ¿No respondes, perro?
No lo hago, porque, en verdad, no sé qué responder o hacer. No es cuestión de devolverle la ostia. Se le podría escapar esa rubia cabecita… pero, ¿debo quedarme así, parado como un idiota? Noto como se enfurece, esperando una contestación. Uno de sus botines repiquetea en el suelo, con impaciencia. Su pecho sube y baja, alterado. Detrás de ella, las dos chicas que la acompañan intentan pasar desapercibidas, dando un paso más atrás. El ángel víbora debe de tener un terrible genio, bien conocido por ellas.
―           ¿Me desafías? ¿Te atreves a desafiarme en mi propia casa? ¡Deberás disculparte de rodillas, gorila! ¡Al suelo! – señala con su dedo índice, con autoridad.
La miro un solo momento, antes de clavar mis ojos de nuevo en la pared. Ni caso. Su rostro enrojece por la furia. Por un momento, creo que va a arañarme.
―           ¡Maldito saco de…!
―           ¡Katrina!
El áspero tono de su padre la hace girarse. Víctor Vantia ha llegado, al fin. Rebajando el tono, se dirige a su padre y le comenta algo en voz más baja, que no capto.
―           ¡Limítate a los juguetes de tus dependencias! ¡Deja a mis hombrres en paz! – replica su padre, en voz alta, para que yo también lo escuche.
El bufido de Katrina es antológico, de escuela de arte. Con la barbilla en alto, se gira y se marcha, arrastrando tras de si a las dos pobres y asustadas chicas que, posiblemente, intuyen que les tocará a ellas aguantar su ira.
―           Has batido el record, Sergio. Has conseguido que mi hija te odie en tan solo minutos – se ríe.
―           Todo un carácter – suspiro.
―           Como su puñetera madrre.
―           Tengo entendido que tuvo que ejecutarla – no tengo ni idea de por qué le suelto eso, pero ya no hay remedio.
Me mira, a medio camino de servirse una copa.
―           ¿Entiendes ahora por qué le pegué un tiro?
Esta vez, nos reímos juntos. Se lo ha tomado bien.
―           Le garantizo, señor Vantia, que no he hecho nada para darle motivos.
―           Lo sé, lo sé… lleva todo el día cabrreada. Me ha pedido volver a París y me he negado. Solo estaba buscando brronca… — Remueve el líquido de su vaso, antes de apurarlo. Tiene la mirada un poco perdida. – Katrina es la prrimera y única persona a la que he amado. No he sabido educarla, y se ha convertido, a sus dieciocho años, en una mujer mimada hasta el infinito. Un ser caprrichoso, engrreído, egoísta y vanidoso. Puede llegar a ser incrreíblemente cruel y dañina si no consigue lo que desea.
―           Procuraré recordarlo.
―           Bien. Ahora, los negocios – me indica uno de los sillones.
―           La organización del club marcha muy bien – expongo tras sentarme. – El Chef desearía un horno de inducción un poco mayor, para la repostería, y las camareras solicitan cambiar las bandejas.
―           Eso son solo detalles sin importancia. Encárgate de dar las órdenes. ¿Qué hay de Konor?
―           Se lleva las cajas de Moet Caverné a pares. Directamente del almacén al maletero de su coche. Le he visto sisando más mercancías y hay un pago extraño de siete mil euros a un comercial de sanitarios.
―           Bien, bien – me extraña que se sonría de esa manera.
―           ¿Qué debo hacer?
―           Sigue así. Son prruebas, pero apenas menudencias. Necesito que le pilles en algo más gordo, indiscutible, ¿me entiendes?
―           Algo que no pueda refutar.
―           Exacto. Gordo como para condenarle y ejecutarle. Todo a la vez.
―           Entiendo, señor Vantia. Estaré atento.
―           Dime, Sergio, ¿qué te parecen las chicas del Años 20?
―           Simplemente maravillosas. Auténticas bellezas de los Urales – alabo.
―           Así es, joven. Las mujeres más bellas del planeta – declara, agitando su mano como si abarcara el globo.
―           Yo creía que ese mérito se lo llevaban Colombia y Venezuela. Creo que esos dos países han ganado más bandas de Miss Mundo que ningún otro – disiento solo por el placer de hacerlo.
―           No diré que no, pero sus mujeres son latinas… mestizas, y no puras sangres como nuestras eslavas, descendientes de largas dinastías – proclama con orgullo y amor patrio.
Allá cada uno con sus preferencias. Para mí, una mujer es una mujer, independientemente de si tiene uno u otro color, una u otra casta. Lo que cuenta es su deseo de agradar, su sometimiento, su dol… ¿Qué coño estoy diciendo? ¿He pensado en eso, concientemente, o el viejo sigue pinchando ahí dentro?
Víctor se despide de mí, diciéndome que debe atender otros visitantes, y abandona la biblioteca, dejándome aún pensativo sobre lo que acabo de experimentar. No puedo dejar que se me vaya la cabeza de esa manera. No soy tan hijo de puta… pero cada vez me cuesta más apartar esos pensamientos retorcidos.
Otra de las criaditas de Víctor entra en la biblioteca. Me pide que la siga al primer piso. Levanto una ceja, preguntándole para qué, pero, con una sonrisa, me indica que siga sus ondulantes caderas. La faldita no tendrá ni tres dedos por debajo de la nalga y hay que decir que es todo un espectáculo ver aquella nena menear su culito al andar.
―           Pasa, pasa, querido Sergio – me llama Anenka, una vez que la criada me hace pasar por una gran puerta.
Por el tamaño de la habitación, pienso que debe de tratarse del dormitorio del matrimonio. Es algo más allá de enorme. La cama podría servir perfectamente para rodar “todos los amantes de Mesalina reunidos” y aún cabrían las cámaras sobre el colchón. Cuatro columnas de madera torneada y tallada, sin duda a mano, sostienen firmemente un recargado dosel, del que caen sutiles y casi transparentes visillos.
Anenka, sentada a una gran cómoda, se está peinando ante un enorme espejo, sujeto por querubines de ébano. Pasa y repasa el cepillo por sus encantadores rizos, sin conseguir jamás alisarlos. Me mira a través del espejo y sonríe sensualmente. Se levanta y avanza a mi encuentro, con la misma seguridad que un buen vendedor de coches, sin importarle mostrarme que solo lleva una combinación de satén blanco, que no desciende más abajo de las caderas. Finas medias oscuras, de las de costura y al elástico al muslo, recubren sus largas piernas. Sus sandalias de vertiginoso tacón repiquetean hasta que llega hasta mí.
Me coge del brazo y me conduce amablemente hasta sentarme en la cama. Entonces, ella vuelve a sentarse frente al espejo, y sigue peinándose. Me fijo en que hay más puertas, quizás demasiadas, en el dormitorio. ¿Cuarto de baños? ¿Vestidores? ¿Comunica con el boudoir? Seguramente, todo ello. Una gran chimenea está encendida, frente a la enorme cama. Delante de las llamas, tiradas en el suelo, varias pieles de animales, exquisitamente tratadas, aguardan recibir algún pie descalzo.
―           Me han contado que ya has conocido a Katrina – me dice, algo irónica.
―           Pues si, señora.
―           Tsss tssss – chasquea la lengua. – Nada de títulos en la intimidad, por favor. Yo seré Anenka y tu Sergio, ¿o prefieres Sergei?
―           Como desees, Anenka.
―           Así está mejor. Me gusta escuchar mi nombre en boca de alguien tan… alto – se ríe alegremente. Uuuuy, ¡qué zorra! ¡Qué peligro tieneeeee! – ¿Qué te ha parecido mi hijastra?
―           ¿Con franqueza?
―           Por supuesto.
―           Tiene alma de Ama – le digo, mirándole los pechos que ella pone de manifiesto manteniendo sus manos detrás de la cabeza, haciendo lo que sea que esté haciendo con el cepillo.
―           Si, creo que tienes razón. Es una egocéntrica de postín. Le hubiera venido bien un par de azotes cuando pequeña.
―           Cualquiera se los da ahora – musito y Anenka se ríe.
―           Nunca es tarde si la dicha es buena.
―           Hablas muy bien el castellano, hasta con refranero incluido – le digo, buscando sus ojos con los míos.
Ella no los retira, coqueta. Eso es perfecto. A ver si es receptiva…
―           Ya tenía grandes conocimientos de este idioma antes de venir a Madrid. Estudié varios idiomas en Moscú. Con un poco de práctica, he acabado dominando el castellano.
―           Háblame de ti, Anenka. Me intrigas. Pareces muy joven, pero noto la experiencia en tu interior – la halago.
―           Podría decir lo mismo de ti, Sergei. Según Maby, ni siquiera eres mayor de edad, pero nadie piensa en eso al estar a tu lado. No solo es tu estatura, sino…
―           ¿Mis ojos? – la ayudo.
―           Si, exacto. No me dejas mirar más allá de esos ojos. No veo tu juventud, ni siquiera tus rasgos. Solo importan tus ojos y tu voz…
Ha dejado de peinarse y me observa, más o menos embelesada.
―           Cuéntame de dónde vienes, Anenka…
―           Mi padre pertenecía al Pólit Bureau, un político del Viejo Kremlin; mi madre una secretaria de alta acreditación. Aunque no estuvieron unidos legalmente, mi madre pasó varios años como su amante, por lo que no nos faltó de nada. Demostré mis aptitudes muy pronto, y me enviaron a una escuela especial, en Kiev, que resultó ser una pequeña fábrica de espías adolescentes. Todo coordinado por el KGB.
―           Interesante. ¿Cuántos años tenías?
―           Doce – responde ella, sonriendo.
―           ¿Doce? – me asombro.
―           Aprendí varios idiomas occidentales, sobre sus culturas y tradiciones, a moverme como una chica más de Liverpool o Roma. Me educaron para espiar, robar, asesinar, y huir – su desinhibición es total. Las palabras surgen con facilidad de su boca.
―           Fascinante. Así que no has tenido adolescencia…
―           No. Me desfloró un camarada agente, al inspeccionar mi dormitorio por sorpresa. Dijo que fue una “parada técnica”. Muy gracioso él… — se ríe, sin alegría.
―           Que triste.
―           Pero nunca llegaron a darme un destino, así que, cuando tuve la edad pertinente, me ingresaron en la universidad, para licenciarme en Ciencias Políticas.
―           ¿Eres Doctora?
―           Si. Acabé el doctorado hace cinco años, y, para entonces, Putin ya no sabía lo que iba a hacer con todos nosotros. Así que me puse a trabajar por mi cuenta. Tuve suerte y me convertí en la consultora de un nuevo rico, por medio del cual conocí a Víctor. Nos casamos, hace casi dos años, y vinimos aquí. ¡Ya está!
―           ¿Aún no has cumplido los treinta años?
―           Tengo veintiocho… ¿Aparento más? – pregunta, insinuante.
―           No, por Dios. Es increíble todo lo que has hecho en tan poco tiempo…
―           Sergei… ¿Follamos? – me pregunta, de sopetón.
―           ¿Estás segura de que es lo que quieres? Tu marido está en la mansión.
―           Mi marido tiene otras ocupaciones. Te lo he preguntado por respeto a Maby…
―           Muy considerada – digo con una sonrisa.
Mi mano palmea el colchón, justo a mi lado. Ella se levanta y se acerca. Solo le falta ronronear. Tiene una cara de viciosa que casi me asusta. En ese momento, soy conciente que no he tenido nunca contacto con una hembra así, una devoradora. Se sienta en mi regazo, sin despegar sus ojos de los míos. Le aferro las prietas nalgas, que parecen de piedra.
―           No me había sentido nunca tan excitada – susurra con voz ronca.
―           Eres preciosa, Anenka – le respondo.
Ella lame mis labios, saboreándome. La punta de su lengua asciende hasta la punta de mi nariz, para, seguidamente, lamerme toda una mejilla, obscenamente.
―           Voy a desgastar esa pollita española que guardas en tus pantalones.
Casi me hace reír. Veremos si puede soportar la “pollita”. Se frota contra mi regazo, con ansias, mientras desabotona mi camisa. Trata de parecer sensual y picarona, pero sus manos tiemblan y jadea levemente. Creo que está demasiado afectada desde que clavé mi mirada sobre ella. Lo hice con tanta intensidad que aún tengo un tic nervioso en mi párpado izquierdo. Anenka acaba arrancándome los botones y quitándome la camisa, casi con furia. Si, debe de estar tocada y nerviosa. Por lo que puedo reconocer, es una hembra dominante, controladora, educada para llevar las riendas. Debe ser cerebral y lógica, en todo momento. Mantener bajo control los impulsos primarios es básico, pero, ahora no puede hacerlo y no comprende por qué.
Sus caderas se mueven de forma histérica, buscando el punto de conexión entre nuestros pubis. Con un gemido, se abraza a mi cuello y devora mi boca, con real urgencia. Su lengua se introduce hábilmente, buscando recovecos y profundidades inusuales. Succiono con mucho placer esa lengua ágil y movediza. Aplico la suficiente presión como para aspirarla con fuerza, haciéndola gemir. Deslizo mis dedos por su entrepierna, comprobando que está muy húmeda, tanto que las finas braguitas ya no pueden retener más líquido. Las aparto y, con el mismo movimiento, rozo su clítoris. Gruñe en mi boca y, al mismo tiempo, me devuelve el truco de la lengua, chupando la mía, exprimiéndola. Sacó mi blando apéndice todo lo que puedo y ella la persigue, hasta morderla suavemente.
Pellizco dos o tres veces el clítoris, hasta sacarlo de su capucha de piel.
―           Ooooh… Sergei… que dedos… — suspira, apoyando sus rodillas en el colchón y alzándose más sobre ella, dejando espacio a mi mano, entre sus piernas.
Me dejo caer sobre la cama, dejándola a ella cabalgando mi vientre. Rompo sus braguitas con toda facilidad. Ella se ríe. Mis manos la empujan por las nalgas, obligándola a arrodillarse sobre mi cara. Se estremece cuando comprende lo que quiero hacer. Mi gruesa lengua se apodera de sus labios mayores, recogiendo la humedad que perla su piel y su escaso vello púbico. Al mismo tiempo, Anenka se saca su blanca y sensual combinación por la cabeza, quedando totalmente desnuda, salvo por las medias.
Mi lengua no tiene prisa. Repasa primero los labios externos y luego los menores, siguiendo el rastro de la humedad, al interior de su pequeña gruta rusa. Anenka intenta mirar lo que hago, y, para eso, debe inclinarse hacia delante, colocando una mano en el colchón. Su cabellera cae en cascada, ante su rostro. Con la otra mano, me acaricia el pelo.
Introduzco mi lengua todo lo que puedo, lamiendo las paredes interiores del coño. La hago gemir. Sus caderas responden alegremente. Se nota que es una mujer feliz en ese preciso momento.
―           ¡Jodeeeer!
Le meto un largo dedo en el culo, sin miramientos, mientras que me aplico directamente sobre su clítoris, con largas y lentas pasadas de lengua.
―           ¡Sergeeeeii… cabrón!
La penetro lentamente con el dedo gordo de la otra mano y añado un dedo más a su ano. La siento botar sobre mi cara. Al levantar la mirada, veo como se agitan sus rizos. Tiene los ojos entornados y su nariz palpita. Se mordisquea el labio sin parar. Bellísima.
―           ¡Sigue… sigue! Me voy… correr…aaaah… como nunca… Sergiooo… ¡No paressss!
Sus dedos se agarrotan sobre mi pelo, tirando fuertemente, en el momento en que sus caderas se ven aquejadas de varios espasmos. Un quejido intenso brota de ella, poniéndome aún más cachondo.
―           Lo siento… lo siento… lo siento… — murmura bajito y no sé a qué se refiere, pero pronto lo averiguo.
Sobre mi boca y parte de mi cara, cae con fuerza un chorro de lefa femenina, de líquido orgásmico, que me sorprende. No es que me importe, pero me toma por sorpresa. No sabía que una mujer pudiera soltar algo así en un primer orgasmo. A no ser que…
―           ¿Has estado ocupada antes? – le pregunto, con una risita.
―           Un poco. Mis criadas son tan serviciales… Tenía que hacer hora hasta que estuvieras libre – bromea ella, limpiándome la cara con la sábana. Después, me da dos besitos. – Una increíble lamida, precioso…
―           Gracias. Ahora, te toca a ti, ¿no?
―           Claro que si. A ver ese chorizo andaluz que guardas – se ríe, girando sobre sus rodillas y encarando mis pantalones.
Ahora está más tranquila y atina a la primera a desabrocharlos. Se baja de la cama para poder tirar de mis pantalones.
―           ¿Qué es esto? – pregunta al contemplar el glande brillante y humedecido que brota de una de las cortas perneras. Su tono es de auténtica sorpresa.
―           Mi chorizo… ¿o debería decir una larga y gorda longaniza?
―           ¡Por los santos de Basilea! – se asombra ella al desnudarme por completo.
“Saluda a una compatriota”, me digo torvamente.
Es que ver mi polla, es caer ante ella y adorarla. No falla. Anenka se comporta lo mismo que una niña arrodillada ante el árbol de Navidad, enfrentada a la muñeca que ha deseado durante todo un año. No sabe por dónde meterle mano. Ya tengo la polla casi erecta, se mantiene sola, buscando un suave cobijo.
―           ¿No has visto nunca una así?
―           ¡Jamás! ¿Le metes esto a Maby?
―           Con maña y cuidado, casi entera.
―           Ahora entiendo… — susurra, cogiéndola con sus dos manos.
―           ¿Qué es lo que entiendes?
Anenka se tumba en la cama, sin soltarla, y yo me remonto sobre los codos para ponerme a su altura. La prueba con la punta de la lengua y sonríe, como si el sabor es el que espera.
―           Hace un par de meses, Maby era, digamos, una protegida nuestra, mía y de mi esposo. Antes de que la cosa pasará a mayores, nos dijo que había conocido a un chico y que se habían hecho novios. Cortó la relación que nos unía, aunque seguimos manteniendo la amistad.
―           Ese era yo – comprendiendo donde Maby acudía cada vez que se iba de casa, sin decirnos nada.
―           Si, ese eras tú – le da un nuevo lengüetazo a mi manubrio. – No entendía que una chiquilla, tan extrovertida y traviesa como ella, lo abandonara todo de repente. Fiestas, reuniones, amantes… ¡todo por un novio! Pero ahora lo entiendo…
Nos reímos los dos. De repente, se pone seria.
―           No me va a caber en la boca – dice, mirando la polla fijamente.
―           Poco a poco. Empieza con besitos y lamidas… además, no es obligatorio metérsela en la boca.
―           ¿Estás tonto o qué? ¡Es cuestión de principios! – me mira de reojo.
Me desentiendo del tema. Pongo una mano sobre su cabeza y la animo a empezar. Vierte una buena cantidad de saliva sobre mi glande, que intenta meter en la boca como sea, pero la tiene demasiado pequeña para eso. En verdad, Anenka tiene una boca aristocrática, pequeña, de labios muy bonitos y bien perfilados por la naturaleza; una boca de cuadro, no de mamona. Veo difícil que se meta mi miembro en la boca, a no ser que lo haga mordiendo, y por ahí si que no paso. Está como loca con ella. Se la restriega por toda la cara, la acaricia con las mejillas, con el mentón y el cuello. Frota fuertemente el tallo con sus labios, haciendo ruiditos como los que emite un bebé. Finalmente, la desliza por sus pechos perfectos, de piel muy suave, dibujando arabescos sobre sus pezones. Parece encantada, pero yo me aburro.
―           Otro día me haces una cubana, chica del KGB – le digo. – Ahora, quiero follarte. ¿Debajo o encima?
―           Quédate así, yo llevo la batuta – no deja de sonreír.
Se sube sobre mi pecho, a horcajadas, y, sin apartar sus ojos de mí, comienza a recular y disponer la polla con una mano. Su coño parece tener voluntad propia. Se traga la cabeza de mi pene nada más rozarse con él. Anenka hace una mueca al engullir el glande en su interior. Sus ojos brillan con orgullo. Siento como sus músculos vaginales se acomodan al tamaño del intruso. ¡Joder! Es como desflorar a una virgen, pero sin sangre. ¿Es parte de su entrenamiento? Esta chica puede hacerse pasar las veces que quiera por virgen, con solo apretar los músculos de su coño.
―           ¿Te gusta, nene? – me pregunta, lamiéndose los labios resecos.
―           Eres toda una máquina sexual, Anenka.
―           Bien. No he podido meterla en la boca, pero en mi coño va a entrar toda, ya verás.
―           Cuidado, que a veces muerde – musito, sintiendo como me traga lentamente.
Respira lentamente, vaciando los pulmones cada vez que introduce unos cuantos centímetros en su interior. Ya no aprieta mi polla con esos fantásticos músculos. Los ha relajado para que entre todo el miembro. ¡Que fantástico control tiene sobre su cuerpo! Se muerde el labio con fuerza al empujar más fuerte, tratando de admitir la última porción de polla. Mis testículos reciben el suave tacto de sus glúteos. ¡Lo ha conseguido, la zorra! ¡Treinta y un centímetros en su coño! El día que tenga un hijo, le tendrá que poner un casco minero para que salga de ese túnel… jejeje…
Respira con ritmo, tratando de serenarse. No deja de mirarme, con ese gesto de putona mayor que adopta al follar. Daría cualquier cosa por saber lo que está pensando. Soy consciente de que “el toque de basilisco”…
¿Qué pasa? Así es como he empezado a llamar a la subyugación por la mirada. Me parece mucho mejor que eso de “clavar la mirada”, ¿no?
Como os digo, el toque de basilisco la ha motivado, la ha excitado, viciado, puteado, como queráis llamarlo, pero no he podido manipularla más allá de su propio deseo. Debo tener mucho cuidadito con esta perla, pues aún no sé a que atenerme con ella.
Comienza a moverse de forma muy pausada, al principio solo con las caderas. Después, va tomando impulso sobre sus rodillas, alzando su pelvis y alzándose un poco, para empalarse con cuidado, hasta tomarle las medidas al asunto. Una vez realizado esos cálculos instintivos, se suelta la melena y me folla con toda intensidad, subiendo y bajando como nadie más puede hacerlo. Parece que no tiene tope, que sus entrañas están absolutamente huecas, ya que mi polla parece llegar aún más adentro. Emite un gemidito con cada movimiento que realiza, que tiene la virtud de ponerme malo, malito. ¡Como me excita la puta! Y, sobre todo, no deja de mirarme a los ojos. Pero no os creáis que es como mi hermanita, quien me transmite su amor y su ternura con su mirada; no, que va. Anenka parece estar diciéndome que me va a tener el resto de mi vida atado a la pata de la cama y alimentado por sonda. ¡Solo apto para follar! Tengo la impresión que, en cualquier momento, me va a cortar la polla y la va a conservar en formol, para asegurarse que la va a tener siempre a su alcance.
Su primer orgasmo, el primero en esa posición, quiero decir, no da ninguna señal de aviso, al menos para mí. Se encuentra subiendo y bajando, y, de pronto, sin aumentar más el ritmo, ni más gestos, me pellizca fuertemente los pezones y agita sus caderas, como si estuviera experimentando una pequeña descarga eléctrica.
―           Bestial… — susurra, sonriéndome. — ¿Aguantas aún?
―           Prueba.
―           Oh, Sergei, que talento tan magnífico.
Giro sobre mi espalda, sin sacársela. La dejo debajo de mí. Me aferra con sus piernas, metiéndose casi los huevos en su coño. ¿Dónde tendrá la cerviz esta mujer? ¿En la nuca?
Bueno, me toca a mí rematar la faena. Tengo que demostrarle que en asuntos de cama, soy el que mando. Marco pequeños círculos con mis caderas, y me inclino sobre ella para comerle bien los pezones. No he podido mimar esas bellezas de peras. Me abraza por la nuca con un suspirito de madre superiora putona, de esos que parece que no ha roto nunca un plato, mientras la enculas en el reclinatorio de la capilla. Así suena cuando le muerdo el pezón izquierdo por primera vez. Muerdo con más fuerza y consigo un suave silbido, que dura exactamente el tiempo de mi mordisco.
Anenka lleva las manos atrás, sobre el colchón y por encima de su cabeza, permitiéndome lidiar con sus senos con libertad. Aumento el ritmo de la penetración, mientras succiono, pellizco y aprieto esas gloriosas mamas de un justo y hermoso tamaño.
―           Ooooooohh… oooooooooooooooooooooh… mi guapo y fornido… hidalgo españooool – exclama con un fuerte suspiro.
Hace que me pregunte si me habrá confundido con Don Quijote… Ya sabéis, estos guiris suelen confundir la bailarina sevillana, que se encontraba sobre los televisores de cada hogar hispano, conla Maja Desnuda.
Me araña la espalda al abrazarme de nuevo. Siento que me acerco a mi propio éxtasis, así que embisto fuerte y rápido, con una potencia que ella no ha conocido nunca (eso espero). Anenka abre muchísimo sus ojos, mirándome e intentando descubrir que le estoy haciendo. Tiene la boca abierta, pero parece en shock, incapaz de emitir un ruidito con su garganta. Noto como tiembla, como intenta respirar y, finalmente, sus pupilas giran hacia atrás, mostrando solo el blanco del ojo. Se estremece y un agudo gritito surge directamente de su diafragma.
―           ¡¡iiiiiiiiiiiiIIIIIIIIIIIHHHHHAAAAAAAAA!! – gritito que, en un par de segundos, se convierte en un alarido, al correrse.
Su cuerpo se arquea, apoyado solamente en sus talones y en su coronilla, con tal fuerza que levanta mis cien kilos con facilidad. Este súbito movimiento me toma por sorpresa y me hace descargar en su interior, con ganas, con fuerza. Caemos los dos pesadamente sobre el colchón. ¡Coño! ¡Nunca he visto nadie correrse tan brutalmente!
―           ¿Estás bien? – le pregunto en cuanto recupero el aliento, apartándole rizos de su pelo de los ojos.
Anenka tiene el rostro vuelto, los ojos cerrados. Solo veo su grácil perfil. Respira pesadamente, chupando uno de sus nudillos. De pronto, sonríe y abre los ojos. Busca los míos de nuevo. Su boca me atrapa, embriagándome con su cálido y dulzón aliento.
―           Gracias, Sergio, muchísimas gracias. Hoy has hecho de mí una mujer completa, de nuevo – no tengo ni idea de lo que habla y así se lo hago saber.
Me abraza y se acomoda contra mi pecho, sin intentar sacar mi polla de su interior; una polla que está menguando, aunque no demasiado.
―           Como agente del KGB, me educaron para controlar mi cuerpo. Hacer el amor es una de las tareas más habituales de un agente. Me acostumbré pronto a fingir mis orgasmos. Soy muy buena en eso, muy realista. A lo sumo me recompenso con un pequeño orgasmo, casi siempre al principio del acto, y con eso me conformo para seguir con la puesta en escena, ¿comprendes?
―           Si, Anenka – contesto, acariciándole una nalga. — ¿Has fingido tus orgasmos conmigo?
Se ríe del puchero que compongo con mis labios.
―           ¡No! ¡Ese es el caso! ¡No me has dado ni oportunidad de fingir, ni siquiera de planteármelo! He gozado como una niña, como cuando empezaba a probar el sexo. Me has hecho gozar una y otra vez, cada vez con más fuerza, más excitante… ¡Tres veces! Eres un portento, Sergei, y encima guapo…
―           Gracias, Anenka. Y ahora… ¿puedo darte por el culo?
La pillo descolocada. Me mira como si estuviera loco o algo así. Yo me quedo muy sereno y gentil, como si fuera lo más normal del mundo.
―           ¿Quieres hacerlo… otra vez?
―           Claro. Con Maby lo hago al menos tres veces…
―           Está bien, está bien. Dame unos minutos – ahora si se saca mi polla y se dispone a bajarse de la cama. – Pero… por el culo…
La atrapo de la muñeca, volviendo a subirla al mueble. La atrapo por los mofletes, hinchándoselos.
―           ¡No me digas que una agente como tú le tiene miedo a una sodomía de nada!
―           Nunca me han metido nada tan grande en mi culo, y hoy estoy un poco cansada para intentarlo – se excusa.
―           Está bien, tienes razón – la tranquilizo. – Entonces, ¿uno rapidito, a cuatro patas?
Sonríe, tomando confianza.
―           Espera, voy a limpiarme y…
―           Nada de limpieza. Me gustas así, guarreada. Vamos, bonita, ponte en cuatro… que te voy a partir ese coño de artista – le digo, mordiéndole el lóbulo.
Obedece son una risita. Al colocarse, su coño deja caer parte del semen que retiene. Me coloco detrás y, esta vez, mi polla entra fácilmente, pues está ensanchada y llena de leche.
―           ¡Hala, así, hasta la garganta! – exclamo, dándole una sonora cachetada.
En apenas cuatro embistes, parece una yegua desbocada. Solo le falta relinchar. Se mueve sobre pies y manos, haciéndome seguirla y alcanzarla a base de pollazos; ondula su espalda y sus hombros a cada embestida; sus caderas se agitan, perdiendo todo control. Acelero y la tomo de su espléndida cabellera azabache, tirando de ella como si se tratasen de unas bridas. Mis testículos golpean con frenético ritmo contra sus nalgas.
―           ¡Me estás… mataaandooooo! – gime largamente.
Hundo su cara en la sábana, amorrándola como una perra, y pongo el resto en la jodienda. Tiene que gritar de gusto.
―           ¡Sergei… te quiero… a mi la… lado todos los… días! Quiero que… me… oh, padrecito… me viene… quiero que me folles… todos los díaaaaassss… cabrón…
―           ¿Todos? – le susurró al oído.
―           Siiii…
―           ¿Y que pensará Víctor?
No contesta porque está concentrada en buscar mis huevos con su mano, por debajo de su cuerpo. Cuando los encuentra, los soba, consiguiendo un pequeño descanso.
―           ¡A la mierda Víctor! ¡Él tiene a sus putitas! ¡Yo te quiero a ti aquí dentro… mañana, tarde y noche! – se incorpora hacia atrás y me besa. – Ahora, acaba esto de una vez…
Justo lo que deseo hacer. Pellizco su clítoris con dos dedos y retomo el fuerte ritmo. Noto como su coño me comprime, corriéndose, pero no dejo de follarla y acariciarla. Ya no gime, ahora chilla. Intenta apartarme con una mano. Su cabeza se apoya en una de las almohadas, los ojos fuertemente cerrados, mordiendo el tejido con sus dientes.
―           ¡Sergeiiii! ¡Detenteeee!
Ni caso. Aún no estoy a punto.
―           ¡Para, párate… por Dios!
Incremento más mis embates. Mi polla entra como un pistón bien engrasado. La fricción tiene que ser elevada en el interior de la vagina.
―           ¡Hijo de putaaa! …no voy a poder aguantaaaar…
―           ¿Qué es lo que no vas poder aguantar, reina? – pregunto, con los dientes apretados.
―           ¡LA MEADAAAA, COÑOOOO! – aúlla, casi histérica.
―           Méate en la cama, guarra… hazlo como una puta asquerosa… vamos, meona… — susurro, a punto de correrme.
―           ¡Me corro otra veeeeezzz! – chilla, ya sin control.
Me salgo de ella, dejando caer mi esperma sobre su trasero y espalda, mientras ella suelta un gran chorro de fluido sobre la sábana, mezclado con el semen que aún queda en su interior. En unos segundos, ya sentada sobre sus talones, cierra los ojos mientras encharca el colchón de orina.
Me pongo de pie sobre la cama y me acerco a ella. Sigue sin abrir los ojos y recuperándose. Jadea dulcemente. La palmeo en la cabeza.
―           Límpiamela, anda.
―           ¿Te gusta jugar, eh? – me pregunta, abriendo los ojos.
―           Si. ¿A ti no?
No contesta pero atrapa mi picha, ya floja, y la limpia con unos lametones.
―           ¿Cuándo volverás de nuevo? – me pregunta.
―           Hasta el mes que viene no hay más informes – respondo.
―           Demasiado tiempo. Ya buscaré una ocasión – dice, tumbada y mirando como me visto.
―           Tu mandas – me encojo de hombros.
El viernes llego temprano al Años 20. Todas las chicas están en sus habitaciones, preparándose para la noche. Tres o cuatro camareras se ocupan en adecuar el local. Pura rutina. Le echo un vistazo al almacén y tomo nota de lo que han traído nuevo. Parece que está todo.
Se me va la mente, recordando la juerga con Anenka, hace un par de días. ¿Conseguiré algo con la amistad de esa loba o ha sido solo un gustazo por mi parte? Espero que si. Por muy buena que esté, no me gustaría complicarme la vida con una hembra peligrosa.
Decido subir a ver a Pavel. Puede que tenga más noticias de Erzabeth. Me sorprendo. El viejo mariquita no está en su despacho. Es la primera vez que no le encuentro allí. Pienso que estará en la habitación de alguna chica.
No tengo otra cosa que hacer, así que husmeo un poco. A medido que paseo por la planta (y es grande, os lo digo), las chicas me saludan, me sonríen, y algunas, más atrevidas o más necesitadas, entablan conversación conmigo.
Es el caso de Mariana, una bielorusa rubita y delgadita, que parece padecer timidez crónica. Rondará los veinte años, aunque parece bastante más joven, quizás debido a la indumentaria infantil que viste. Una colegiala católica de principio del siglo XX. Falda larga, marrón, camisa blanca, de manga larga y encajes en la pechera. Zapatos cerrados, planos, y calcetines altos, azules. Su peinado incorpora dos delgadas trenzas que rodean su cabeza como una corona. No sé si su mirada al suelo y su tartamudeo son reales o parte de su disfraz, pero me siento atraído por su indefensión y su belleza.
―           Sergei… ¿podría hablar un minuto? – me pregunta en un castellano demasiado fresco aún.
―           Si, por supuesto. ¿Eres Mariana, no? – le hablo con lentitud y correctamente.
―           Si, yo Mariana. Tener problema.
―           Pavel es quien se ocupa de vosotras.
―           Pero Pavel viejo y maricón.
―           Si – me río, ella me imita.
―           Dos años en España, yo – me indica el tiempo que lleva aquí, levantando dos dedos. – Madre y hermana conmigo, en comuna.
Por lo que puedo entender de lo que me chapurrea, Mariana solicitó que la organización trajera a España a su madre y a su hermanita. Mariana aumentó su deuda por ellas, pero no se arrepiente. Mientras Mariana cumple con la organización, su madre y su hermana viven en una comuna agrícola bielorusa, a una treintena de kilómetros de Madrid, pero no están bajo su protección. Al parecer, han caído bajo las garras de uno de sus compatriotas, un listo que ha empezado a explotarlas. Mariana quiere saber qué puede hacer, a quien dirigirse para exponerle ese problema. Sabe que no tiene dinero suficiente para contratar a un matón que le solucione el asunto, pero podría hablar con alguien de la organización. La pobre está muy angustiada y eso, sin duda, repercute en su trabajo, pero, la verdad, es que esa carita de indefensa me la pone tiesa.
¡Dios! ¿Qué estaría dispuesta esa chica a hacer a cambio de un poco de ayuda? Brrrr… mejor averiguarlo, jejeje…
Le prometo hablar con mi superior a ver que se puede hacer y ella palmotea, para, enseguida, enrojecer. Le pellizco la mejilla y se mete en su habitación.  
En el pasillo opuesto, me encuentro con Erzabeth. Está sentada en su cama, la puerta de la habitación abierta. Se está poniendo unas medias azulonas que completan su disfraz de duende travieso y terriblemente sexy.
Alza la vista y me mira. Sus pestañas aletean y sonríe golfamente. La saludo con dos dedos y paso de largo. Ahora no es el momento, van a empezar a bajar. Pavel está de regreso a su despacho. Me acercó a la ventana que hace las veces de taquilla.
―           ¿Dónde estabas? ¿Buscando novio? – le digo en broma.
―           Una emergencia femenina – responde, sin humor. Ni siquiera me mira.
―           Vale. Mariana, la bielorusa parece tener problemas con su familia, en una comuna.
―           ¿Y?
―           Me ha preguntado si alguien se lo podría solucionar y cuanto le costaría.
―           No es asunto mío – responde Pavel, encendiendo uno de sus cigarros turcos.
―           Ya lo sé, pero tú llevas más tiempo aquí. Una chica como Mariana deja un buen dinero, pero si no se concentra en su trabajo por culpa de sus problemas, pierde rentabilidad, ¿no? ¿Qué se hace en esta situación?
―           Mira, Sergei, será mejor que no te metas en esos asuntos – me mira, al fin. Sus ojos muestran tristeza. – Yo pasaré su queja, como siempre.
―           Está bien. Me voy abajo – le dejo con su malhumor.
El club ya ha abierto sus puertas. Algunas chicas se disponen a empezar la noche, aunque la mayoría bajará un poco más tarde. Los tres hombres de seguridad ocupan sus puestos: uno en la puerta, otros dos en la sala, y yo, de refuerzo. Miro hacia la barra. Suzana no trabaja esta noche. Lástima, me río bastante con ella.
Dos horas más tarde, Konor llega al club, llevando del brazo, como siempre, a su traductora. Me hace una seña para que me acerque. Suelta una andanada que la chica traduce en pocas palabras.
―           El señor Bruvin pregunta si ha solucionado el asunto del sótano.
―           ¿Qué asunto? – pregunto con extrañeza.
―           ¿No sabe nada del robo? – niego al ver la cara de asombro de la joven.
―           Anoche robaron parte del almacén, que se ha debido reponer rápidamente para hoy. Entraron por el sótano. El señor Bruvin ha dado órdenes expresas de reparar el muro.
―           Es la primera noticia que tengo.
Konor Bruvin me habla directamente, señalando sus pies, y creo que me dice que baje y lo compruebe yo mismo. La chica confirma, al segundo:
―           Debería bajar y verlo con sus propios ojos, si aún no sabe nada. Debe tomar medidas rápidamente. Ese agujero no puede seguir ahí.
Asiento y me dirijo a la puerta de acceso al sótano, la cual se encuentra en el área de almacén, fuera de la vista del público. ¿Qué han robado? Y lo que es más importante, ¿por qué no se me ha informado de nada? No me fío de Konor. ¿Es una estratagema para llevarse mercancías?
Desciendo las empinadas escaleras de cemento. El sótano es grande y fresco, con grandes manchas de humedad en las paredes. Allí no hay nada de valor. Se guardan algunas máquinas viejas y utensilios de pintura, así como restos de la decoración del local, pero no veo ningún agujero en los muros, ni cascotes en el suelo. Busco de nuevo, pero nada. Escucho pasos que bajan las escaleras. Me giro para preguntar en qué lugar está ese agujero, cuando un enorme pie cae sobre mi nariz, con mucha fuerza.
La sorpresa, más que el daño, es lo que me tira al suelo. Gruño y me pongo de rodillas. Muevo la cabeza, intentando despejar mis ojos, llenos de lágrimas. Una nueva patada me alcanza, esta vez en las costillas. El tremendo golpe me corta la respiración. Caigo a cuatro patas, boqueando más que una sardina en el Bernabeú. Hay unos pies delante de mis narices, calzados con unos monstruosos zapatos, pero la siguiente patada que me alcanza en la nuca, viene desde detrás, y es un golpe muy técnico y difícil. El impulso del golpe me aplasta contra el suelo de cemento. ¡Ah, son dos!
Intento hacerme una pelota porque sé lo que viene a continuación. Las patadas me llueven, en los costados, en las piernas, en la espalda, sobre los riñones, en los brazos. Intento proteger mi cabeza y mi cara, pero es difícil. Los que hacen esto son profesionales. Me han sorprendido y he perdido cualquier ventaja. No me dejan reaccionar, no…
En un arranque de furia, disparo mis piernas hacia uno de ellos, pescándole casi por chiripa, pero poco consigo, más que empujarle contra la pared. El otro se aprovecha de mi apertura para machacarme el pecho con su tacón. El que he empujado regresa con más bríos, furioso. Toso débilmente con uno de los golpes. Esputo sangre y la tos suena húmeda. ¡Mierda! ¡Un pulmón perforado! Esto tiene mala pinta…
Mientras me debilito y pierdo visión, pienso que Konor ha debido enterarse, de alguna forma, de mi doble juego, y me está dando una lección. Pero esto es más que una lección. Me están destrozando. ¿Piensa matarme?
Entonces, le escucho hablar desde muy lejos y los golpes se detienen. Por una rendija del hinchado párpado, le puedo ver, de pie en las escaleras que llevan al sótano. Me mira y se ríe, ufano y altivo. ¡Cacho cabrón! Entonces, Konor les ladra a los matones que me dejen allí y que llamen a una ambulancia. Le entiendo perfectamente, aún hablando en la puta lengua esa de los cojones. Es como si fuera aprendiendo a medida que la escucho. Aprendiendo o recordando, todo puede ser.
La chica se encuentra en un escalón más abajo, mirándome. Intenta no mostrar sentimiento alguno. No es bueno demostrar que me tiene lástima, pero se atreve a preguntar el motivo de este acto. Es cuando Konor suelta la bomba:
“No es nada personal, pero no es buena idea ofender a Ama Katrina”.
                                                                                                  CONTINUARÁ.
 
 
 
Comentarios y opiniones, si lo desean, a janis.estigma@hotmail.es
 
 
 
 

Relato erótico: “Una amarga y repugnante tortura” (POR PERVERSO)

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UNA AMARGA Y REPUGNANTE TORTURA  
Antes de continuar pido una disculpa por la tardanza, también permítanme agradecerles por las más de 25 000 lecturas que la primera parte alcanzó en su primer mes, sé que no es la gran cosa pero son muchas más de las que yo esperaba, también a todos los que comentaron y valoraron el relato, independientemente la valoración y el comentario que fuese, aquí les traigo la segunda parte, como dije, es un poco más cruda y asquerosa, de una vez advierto.
Considero que este relato queda más en la categoría de No Consentido que la de Sexo con Maduros
SEGUNDA PARTE
Mar y el viejo salían del improvisado estacionamiento del cine, durante el transcurso del viaje Mar intentó inútilmente escapar del viejo, para esto se desesperaba tratando de abrir la puerta del copiloto pero esta no cedía, el viejo riéndose de sus fallidos intentos y de su desesperación e impotencia le dijo:
-jajajajaja, ay mamita esa puerta esta atorada, ni siquiera yo he podido desatorarla apoco crees que tu vas a poder con esas manitas tan débiles-
-señor, por favor, déjeme ir, le juro que no diré nada a nadie pero déjeme ir, mi padre debe de estar preocupado- decía Mar, como si esas palabras fueran a conmover al viejo.
-nada, a mi no me vengas con eso, eso debiste de haber pensado antes de salir de jarra, chamaca purija, y luego juran que no son putas, así que vele avisando a tu papacito que vas a llegar tarde porque vas a coger con un verdadero macho- decía el viejo con su rasposa voz.
Mar veía por la ventana con sus ojitos vidriosos y su rostro preocupado como las calles luminosas, pavimentadas y llenas de gente poco a poco iban siendo reemplazadas por calles oscuras, en pésimo estado y en donde pocas almas caminaban muy deprisa buscando la protección de sus hogares.
Llegaron a una zona ubicada en una parte de la ciudad muy peligrosa y desconocida para nuestra protagonista, un lugar que ni los más valientes se aventurarían a ir, las calles sin pavimentar, poco alumbrado y muchas cantinas y bares de mala muerte a los alrededores, mucho vago se veía en las calles, prostitutas en cada esquina, pero no de buen ver, prostitutas gordas usando vestidos tan ajustados que las hacían parecer tamales mal envueltos y hacían verles vientres muy abultados como si estuvieran embarazadas, la autoridad brillaba por su ausencia ya que la zona era controlada por una célula delincuencial de la que el viejo era parte y la misma policía recibía una buena tajada para seguir dejándolos operar.
El viejo estacionó su coche enfrente de una bolita de malandros, estos al verlo bajar y avanzar hacia ellos solo se abrieron pero a la vez contemplaron el pedazo de hembra que sacó del auto jalándola del cabello, pues se le había puesto algo rebelde en el transcurso del viaje, ella forcejeaba con el viejo y aun así no dejaba de caderearse coqueta gracias a sus tacones, Mar intentó liberarse del viejo pero le era inútil, el viejo se enojó y empujó a la joven haciéndola caer de culo sobre el suelo, cuando cayó abrió ligeramente las piernas volviendo a mostrarle su intimidad apenas cubierta por su húmeda tanguita, podía apreciarse todavía restos de jugos vaginales que aun no se secaban, productos del orgasmo que vivió en el cine, el viejo le dijo:
-mira hija de la chingada, si no te portas bien conmigo te dejo aquí afuera con estos pendejos, para que te hagan lo que ellos quieran, tú decides si después de que te metan sus vergas por  todos tus agujeros quieres que tus padres encuentren tu cuerpecito tirado en las vías del tren, así que, ¡o te comportas o te comportas!- dijo el viejo muy convincente, los malandros se acercaron un par de pasos hacia donde se encontraba tirada la joven, amenazando con empezar a rodearla.
Mar volteó tímidamente hacia donde se encontraban los vagos, si bien no eran tan viejos ni gordos si eran lo suficientemente feos y desarrapados como para que una muchachita tan limpia y perfumada se dejase manosear por ellos, y se les veía una cara de arrechos que ni ellos se aguantaban, que le quedaba a la pobre Mar que seguir en posesión del viejo, al menos estando al lado de él estos no se le acercaban, así que dejaría de luchar, se levantó acomodándose su vestido y solita se acercó al viejo mientras miraba asustada a los vagos, sabía que estaba a merced del viejo, escapar era imposible.
Mar sabía que independientemente del bando que escogiera, ya sea el viejo o los malandros, terminaría follada, pensó “el viejo por lo menos es uno, a lo mejor se emborrache y se quede dormido y me dé algo de tiempo para escapar, y en caso de que me vea, como esta obeso debe de ser lento para correr”, veía a los vagos y con la simple intuición aseguraba que ellos posiblemente la matarían durante la copulación, ya que estaban bajo la influencia de drogas, alucinógenos y aspirando líquidos corrosivos, se veían extremadamente agresivos, uno estaba hasta echando espuma por la boca y otro tenía una especie de machete en la mano, el viejo solo estaba bajo el efecto de un par de latas de cervezas.
-que le ven a mi hembra hijos de puta, váyanse a la verga, vayan a verle el culo apestoso a su madre,- decía el viejo mientras tomaba a Mar de su cintura y la pegaba a su obeso cuerpo, una cintura tan fina que casi podía ser abarcada por ambas manos y seguida por unas prominentes caderas y un orgulloso culito marcados perfectamente por el entallado y cortísimo vestido, un vestido de color blanco que ya presentaba algunas manchas de mugre debido a las sucias manos del viejo; los malandros no les quedó de otra que retirarse, a pesar de su estado y su superioridad numérica no eran lo suficientemente pendejos como para meterse con el viejo, sabían que estaba muy bien apadrinado.
-parece que ya vas entendiendo tu papel, putita rica, esta noche eres mi hembra, y si me gusta como coges te quedas conmigo,entendiste- dijo el viejo y plantó un beso asqueroso a la asustada chiquilla, ella lo correspondió pero no porque le gustara, sino por temor al viejo, pensó que si lo rechazaba este la golpearía, o peor aún, la echaría a los vagos, el viejo intentaba dentro de su boca enrollar su lengua con la de la joven pero esta se negaba, ya de por si era mucho estar soportando el pútrido aliento del vejete, el viejo dejó de besarla después de haberle llenado la boca de saliva asquerosa y emitió un sonido como aquel que degusta una bebida refrescante.
El viejo caminó junto con Mar, la había abrazado con uno de sus peludos brazos pasándolo por sus hombros y la llevaba como si se tratara de su pareja, la silueta obesa del viejo al caminar y moverse de manera gelatinosa y amorfa hacia contraste con la silueta perfecta de Mar, al caminar coqueta y mover su cuerpo de una forma tan seductora gracias a la vestimenta que portaba, Mar llevaba una cara de asco, primero por la desagradable sensación en su boca después del beso y segundo por el hedor que salía de la axila del viejo que al llevar el brazo en esa posición quedaba a escasos centímetros del rostro de Margarita.
El viejo y la chica llegaron a una de las tantas cantinas que formaban parte del colorido paisaje de la zona, detrás de este negocio estaba la casa del viejo, para llegar a ella se podía rodear la cantina, pero el viejo quiso atravesarla, sabía que muchos compinches suyos posiblemente ahí estarían y quería impresionarlos con el mujeron que llevaba.
-oiga yo no voy a entrar ahí,- dijo Mar
-como de que no perra barata, si es donde deberías de estar, órale- dijo el viejo y de un empujón la lanzó adentro del malsano lugar.
Adentro todo era desagradable, olor a cerveza, a cigarro, sudor, gritos, risas de cantineras, música de narcocorridos provenientes de un stereo a todo volumen, Mar pudo contemplar sobre la espesa niebla de humo de cigarro muchos borrachos de la misma calaña que su acompañante, gordos, feos y muy repugnantes.
Las meseras que atendía a tan selecta clientela eran chicas jóvenes y de buen cuerpo, si bien Mar reflejaba un rostro de vergüenza y timidez al estar en semejante situación, las chicas reflejaban un rostro de impudor y cinismo al estar atendiendo a los borrachos o estar sentadas junto a ellos, era como si estuvieran orgullosas por desempeñar este trabajo, aunque solo se trataba de un cascaron, por dentro estas pobres chicas guardaban tanto o quizás más asco que el que Mar sentía, pero lo que más indignó a Margarita fue ver entre los clientes un trío de policías, tomando y con una de las chicas en las piernas de uno de ellos, Mar poco a poco comprendía que ese mundo de justicia color de rosa que tanto le hacían creer en la tele y las noticias en realidad no existía.
El viejo y Mar avanzaban hacia la barra, mientras caminaban el viejo era saludado por un número considerable de personas, incluidas las chicas que fungían como meseras, los caballeros se dedicaban a admirar al trozo de carne que llevaba a su lado, digo trozo de carne porque para ellos Mar solo se trataba de eso:
“un trozo de carne, un par de melones para manosear a su antojo hasta que las manos duelan de tanto apretar y salgan cayos, un culo andante que solo sirve para ser penetrado hasta reventarlo, una boquita cuya única función es la de mamar y sacar la leche de vergas calientes y una panocha que su principal uso es el de utilizarla para penetrarla salvajemente hasta vaciarse dentro de ella al punto de quedarse seco, Mar había llegado a un mundo en donde todas sus cualidades, aptitudes y virtudes que hacen a la mujer un ser intelectual no tienen valía”.
Durante el trayecto, Mar pudo sentir sobre su exquisito cuerpo todo tipo de miradas lujuriosas y calientes, uno que otro viejo borracho se atrevía a lanzarle cantidades de piropos subidos de tono, sin importarles la presencia del viejo, además se escuchaban frases como:
-otra Pancho-
-que hembra te cargas Pancho-
-Pancho, porque no me prestas tantito a esa hembrita- dijo uno de los borrachos más ancianos ahí presentes, y aprovechando que Mar pasó cerca de él, le alcanzó a dar un pellizco en una de sus nalgas, haciendo que la chica pegara un brinco y volteara a verlo enojada al tiempo que se sobaba la nalga, varios borrachos comenzaron a reírse y alabar al viejo por semejante acto de valentía, siendo el viejo Pancho uno de los que reían.
-jajajajaja, será mejor que no te me despegues, si te quedas atrás te hacen cachos- decía el viejo Pancho, Mar solo apretaba el paso para alcanzar al que parecía ser su única defensa.
A pesar de que la distancia entre la entrada de la cantina y la barra no superaba los 30 metros, para Mar se le hizo una eternidad atravesar ese camino y fue en ese lapso cuando más veces acomodó su vestido intentando tapar un poco sus piernas, ya que por la forma en que la miraban sentía que caminaba desnuda.
-no te tapes mamita, esas piernas están para comérselas- decía un viejo
-que se lo quite, que se lo quite- decía otro
-me quiero orinar sobre esa zorra- decía uno cayéndose de borracho
En la barra estaba otro viejo, más longevo que el viejo Pancho, de aspecto horrible y vomitorio, era casi calvo, solo unos pocos cabellos canos y largos peinados hacia atrás cubrían su coco, desde que Mar entró la miró con una sonrisa enferma, mostraba dientes amarillos llenos de caries y muy mal acomodados, encimados unos con otros, algunos salían de su boca aun teniéndola cerrada debido a su deforme dentadura, un bigote completamente canoso y mal cuidado, podían apreciarse varios pelos que asomaban de sus fosas nasales al igual que de sus orejas, su pabellón de la oreja estaba lleno de cerilla, sus axilas habían manchado de sudor su vieja camisa, dicho viejo se encontraba limpiando un vaso con una especie de franela sucia y utilizaba escupitajos para despegar las manchas.
El viejo Pancho colocó a Mar entre su cuerpo y la barra, en esta posición podía repegarle todo su paquete es sus carnosas nalgas y lo hacía descaradamente, sentía la suavidad y tersura de ese trasero perfecto mientras que Mar sentía una autentica barra de fierro que no era otra cosa más que la verga del viejo en todo su poderío, en la mente de Mar solo se escuchaba “y todo eso me piensa meter”, el viejo de paso aprovechaba para llenarle de babas su nuca, cuello y todo lo que alcanzara, la pobre Mar solo se movía de un lado a otro intentando zafarse pero era inútil, el viejo la tomó de las caderas y hasta parecía como si estuvieran bailando por la forma en que ambos de culebreaban, el viejo Pancho llamó al viejo de la barra para pedirle un par de cervezas.
-Pancho el jefe me llamó la atención porque no le hemos dado su cuota del mes?- dijo el viejo de la barra (que se llamaba Felipe).
-fíjate que ando sobre una chamaca hija de un empresario, no se pero presiento que a ese si le vamos a sacar una buena feria, como para pagarle al jefe todo un año, además la chamaca esta rebuena, también podemos divertirnos un rato con ella y a lo mejor se le regresamos a su papito con sorpresa dentro- ambos viejo explotaron en una carcajada burlona mientras era vistos con temor y rabia por Mar después de haber escuchado sus maquiavélicos planes.
-y tú que vergas ves, no vas a tomarte esa cerveza,- reclamó el viejo a nuestra protagonista.
-no, no tomo cerveza señor- dijo Mar tímidamente.
-no tomo cerveza (decía el viejo arremedándola), quítate lo mamona y tómatela, ora- y dicho esto el viejo agarró la cerveza y se la empinó a Mar obligadamente haciendo que parte del amargo líquido cayera sobre su blanco vestido.
-y de que putero sacaste a este culito Pancho?- preguntó el viejo Felipe
-estaba en el cine porno de allá del centro, yo pase por ahí y me metí para jalármela un rato y allí me la encontré,- respondió Pancho.
-ahh, y como se llama?- preguntó el viejo Felipe
-no sé, deberás puta, cómo te llamas?- preguntó el viejo Pancho a Mar
-M… Mar….. Margarita- dijo la jovencita con un miedo que la hacía tragar saliva.
-ahh, Margarita, así se llamaba una novia que tuve cuando era joven, que tiempos aquellos, no que ahora estoy viejo y feo, las niñas ya no se fijan en mi, solamente obligándolas a coger conmigo, y dime Margarita, por donde te gusta más que te den, a mi me gusta más por la almeja, porque una vez le metí la verga a una niña casi de tu edad por el culo y se lo desgarré, y que desagradable es eso, que se te embarre de sangre, y luego estar soportando sus chillidos.- dijo el viejo Felipe, mientras Mar se quedó callada tratando de asimilar lo que había escuchado y que seguro era lo que tenían preparado para ella.
-y dime Margarita, cuántos años tienes?- pregunto el viejo Felipe
-dddd… diii….. dieciocho,- respondió Mar tímidamente
El viejo Felipe empezó a hacer cuentas en su mente y movía sus dedos como si estuviera realizando una sumatoria hasta que habló:
-18, osea que naciste cuando yo tenía 49 años, lo que son las cosas a Pancho, jajajajajaja, no cabe duda que ya estoy viejo jajajajaja- casi 70 años se cargaba el vejete y todavía andaba de culion.
-cuanto es de las cervezas?- preguntó el Pancho
-son 50 pesos,- respondió Felipe
-ora tu, Margarita, págale, págame mi cerveza, yo estoy acostumbrado a que las hembras me paguen las cosas- dijo Pancho
-oiga yo no voy a pagar eso- dijo Mar un poco mas envalentonada, sin embargo lo valiente se le fue cuando el viejo nuevamente volvió a amenazarla con golpearla y dejar que todos los presentes la cogieran si no pagaba las cervezas.
-ten, creo que es tuya, la recogí en el cine cuando te acomodabas tu vestido- el viejo dio a Mar su cartera, la pobre chica la creía perdida.
-págamela, o te meto esta botella por el culo- amenazó el viejo Pancho enseñando a Mar la botella de cerveza de 355 ml.
Mar resignada abrió su cartera y se dio cuenta de que estaba vacía, el viejo Pancho le había sacado el poco dinero que la joven llevaba, ese dinero que a Mar tanto trabajo le costaba ganarse, y que a pesar de trabajar en un negocio en donde se vendían bebidas alcohólicas y tener un poco de experiencia en la forma de cómo se comportan los hombres cuando están borrachos, estos no tenían nada que ver con los que ahora estaban a su alrededor, tipos tan despiadados de esos que no se tocan el corazón a la hora de quitarle la vida una persona, y que tenían armas de fuego arriba de las mesas sin importar que estuvieran a la vista de los policía que ahí se encontraban, aun así Mar sacó fuerzas quien sabe de donde para reclamar al viejo por su dinero.
-nooo, no tengo, devuélvame mi dinero viejo ratero,- decía Mar nuevamente rompiendo en llanto ante la impotencia de no poder hacer nada.
-devuélvamelo que es lo único que tengo y es para ayudar a mi papá,- decía insistentemente.
-devuélvamelo o le digo a la policía- decía Mar
-a cuales, a esos que están ahí,- señalo Felipe a los tres policías que estaban hasta el culo de pedos,
-no creo que te hagan caso putita, les estoy invitando las cervezas por protegernos y servirnos jajajajajajajajajajaja- reía el viejo Felipe
-devuélvamelo por favor- decía Mar ya casi sin fuerzas.
-ah que necia, yo no tengo nada, ehh, me dices ratero, quieres que te rompa el chipo perra desgraciada?,- dijo el viejo Pancho con una risa sarcástica y levantó un brazo amenazando con golpearla, rápidamente el viejo Felipe se interpuso y alcanzó a agarrarle el brazo.
-tranquilo Pancho, no te encabrones, espera, con dinero no es la única forma en que esta niña puede pagarme, porque no me la prestas para que me arregle allá atrás con ella,- dijo Felipe que con solo haber dicho esas palabras ya tenía la verga bien parada.
-si llévatela, para que se eduque, ya le pase muchas, ya le hace falta un escarmiento,- dijo Pancho
-jejeje, si no te preocupes yo se lo daré- dijo el viejo Felipe quien llevaba todas las intenciones de penetrarla y vaciarse dentro de ella.
-no me gusta tu risa Felipe, mejor te acompaño, no vaya a ser que te vengas dentro de ella, ese privilegio solo es para mí- dijo Pancho adivinando sus pensamientos pues conocía lo desalmado que podía llegar a ser su amigo.
El viejo Felipe dejó encargada la barra a otro viejo, tomó del brazo a Mar, la chica comenzó a forcejear pero el viejo Pancho que iba detrás de ellos la calmó poniéndole la punta de la navaja en su espalda baja, haciendo que la chica sintiera un escalofrío recorrer toda su columna vertebral y que su presión arterial se bajara hasta casi desmayarse.
-mira niña, acompáñanos y calladita- dijo Pancho
Los viejos y la jovencita atravesaban una puerta a la que solo el personal tenía acceso pero fueron vistos por una señora gorda y chaparra que fumaba un cigarro, la encargada de las chicas que atendían a los borrachos.
El trió llegó a un pequeño cuarto, donde solo estaba un deteriorado sillón, el viejo Felipe se sentó y se desabrocho el pantalón y lo bajó hasta los tobillos, exhibiendo unas piernas muy peludas y delgadas, en contraste con su voluminosa panza, su calzoncillo amariblanco dejaba ver un enorme bulto de color oscuro escondido debajo, además el calzón estaba un poco mojado exactamente en donde descansaba la cabeza de su miembro.
Mar estaba junto al viejo Pancho, intentaba no ver esa desagradable escena pero muy a su pesar y tratando de que ninguno de los dos viejos se dieran cuenta, volteaba tímidamente a ver el bulto que se cargaba el viejo Felipe, también recordaba el grosor del miembro del viejo Pancho cuando se la mamó en el cine, se pensaba que si acaso estaba en un mundo en donde los viejos más repugnantes y morbosos eran los que se cargaban los miembro más grandes y gruesos, sus pensamientos se revoloteaban en su mente y se los imaginaba penetrando los apretados coñitos de jovencitas tan hermosas como ella, hasta que su mente le jugó una mala pasada y la colocó a ella siendo penetrada por uno de ellos y gimiendo como una reverenda puta, Mar no supo en qué momento su sexo se empezó a mojar.
El viejo Pancho dio un ligero empujón a Mar, haciéndola llegar casi a donde se encontraba el otro anciano.
-ora puta, has tu trabajo, para lo que sirves, la única función para la que veniste a este mundo- ambos viejos rieron orgullosos
-ve niña, ya quiero sentir tus labios en mi trozo- decía Felipe
Mar estaba estática, era de suponerse que no debía mostrar su curiosidad hacia lo que el viejo Felipe escondía entre sus calzoncillos, pero el estar ahí parada en medio de ellos y vestida de esa manera hacia que su cuerpo tuviera reacciones tanto de repudio a los dos gordos como de excitación, un calor intenso recorría todo su cuerpo y sentía como si una mano invisible rascara su sensible conchita, el viejo llevaba una camisa sucia y se la había subido a la altura del ombligo, demostrando que también era un hombre peludo.
Mar dio un paso, pero más que por decisión propia fue por haber sentido nuevamente la navaja del viejo Pancho en su espalda, dio otro tímido paso y paró para tragar saliva al mismo tiempo que todo su cuerpo se erizaba demostrando el estado de nerviosismo en que se encontraba.
-rápido puta, si se ve que te estás muriendo por comerte esta verga- gritó el viejo Felipe de forma autoritaria asustando a Mar quien reaccionó del trance en que estaba, Mar avanzó hasta llegar a donde el viejo estaba sentado.
-arrodíllate,- ordenó el viejo Felipe, Mar se resistía a obedecer esa orden permaneciendo parada con una cara de no saber qué hacer y volteando constantemente a los alrededores, en donde no había nada que ver solo paredes y frases groseras escritas con plumón negro.
-que te arrodilles que no oyes,- dijo el viejo Pancho y presionó los hombros de Mar haciendo que se arrodillara ante el otro anciano.
-no por favor señor respéteme, no puedo hacer esto, yo no soy lo que ustedes creen, por favor, se lo ruego, déjeme ir por lo que más quiera, se lo suplico, solo quiero ir a mi casa, por favor- decía Mar en medio del llanto y escondiendo su bello rostro entre las desnudas y peludas piernas del viejo, las lagrimas habían cubierto sus hermosos ojos verdes y pensaba que con esto convencería a los viejos de dejarla en paz, mientras el viejo Felipe veía como la cabecita de la niña había quedado a escasos centímetros de su verga.
-jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja, oye Pancho tu le crees a esta puta, anda exigiendo respeto y mira nada mas como se viste, ora si me hiciste reir; no niña, tu eres una puta y yo te voy a enseñar a reconocerlo, todas las mujeres son unas putas, lo llevan en la sangre, basta con un empujoncito de verga en sus panochitas para que acepten lo que son, por lo que veo eso te falta a ti, por eso sales en las noches vestida de esa manera pidiendo riata verdad?, pues no te preocupes, si no te la han dado yo te la voy a dar, ahora mámamela, y no quiero volver a repetirlo y ya no me salgas con estupideces de que no eres puta, si casi casi lo traes escrito en la frente,- dijo Felipe
-mámasela puta, sino les hablo a todos para que te vengan a coger hasta que te revienten de tanta leche dentro,- dijo Pancho
Mar se secó sus lagrimas con sus muñecas, tenía mucho miedo, pero seguía sin ceder a la orden aun después de la fuerte amenaza y las crudas palabras, entonces el viejo Pancho se enojó y avanzó hacia ella.
-sabes que, ya me canse de esto- dijo Pancho sacando su navaja y apretándola con su mano, agarró a Mar de los cabellos y le puso el objeto punzocortante en su cuello, Mar podía sentir el frio del arma en su piel, un frio que quemaba, sus ojos se nublaron hasta el punto de no ver nada y otro frio intenso se apoderó de su cuerpo, sin duda la muerte la estaba abrazando, sin embargo su cuerpo se recuperó gracias a que dejó de sentir la navaja en su cuello, el viejo Felipe había detenido a su amigo Pancho.
-espera Pancho, cabrón, no mames, no sé cómo esta niña ha sobrevivido contigo, primero que me pague las cervezas, ya después haces con ella lo que quieras; mira niña, no seas orgullosa, se ve que eres una putita muy difícil de domar, pero sé que ante todo esto prefieres chuparme la verga antes de que Pancho te clave esa navaja en la tráquea, verdad, nadie quiere eso y mira que te la estoy poniendo fácil, no hagas las cosas más difíciles, de todas maneras nosotros si quisiéramos ya te estuviéramos cogiendo, y te vamos a coger a la fuerza si no me pagas esas cervezas, y créeme que no te va a gustar por las malas, así que abre la boca y mámamela hasta que me corra, si no lo haces todos los tipos que viste allá afuera vendrán y te llenaran tu panocha de leche,- decía el viejo Felipe mientras con una de sus manos agarraba a Mar de su mentón y le apretaba ligeramente los cachetes, haciendo que los labios de la nena tomaran forma de chipo de pescado.
Mar escuchaba atenta las palabras del viejo, sus bellos ojos miraban fijamente a los de Felipe, sus sensuales labios mostraban un brillo que los hacía ver mojaditos, y sus delicadas manos se apoyaban en las peludas piernas del viejo.
-como se- un par de palabras se escaparon de los sexys labios de Margarita.
-como se que ustedes no me violaran a la fuerza, después de que se la chupe, que garantía tengo Don Felipe,- dijo Mar en un intento de negociar con dos de las personas más tramposas y embusteras de la cuidad.
-jajajaja, eres lista putilla, hasta que conozco a una puta que sabe usar su cerebro y no nada más su culo, bueno niña, de ti depende que me dejes seco, que me pegues una mamada tan intensa que mi verga no vuelva a pararse en días, que me saques unos dos litros de leche, así que todo depende de ti, y por mi parte te prometo que si me mamas la verga, ninguno de esos pendejos de allá afuera se meterá contigo, estarás bien apadrinada te lo aseguro, podrás caminar tranquilamente por estas calles sin que nadie te moleste- dijo Felipe presumiendo que era el representante directo del jefe de la zona, la única persona que conocía en persona al jefe del que tanto hablaban, un grado más arriba que el mismo Pancho, el que podía decir quien vive y quien muere, y por tanto, la única persona que podía dar inmunidad.
-es más, si me mamas la verga, prometo no penetrarte, ni ninguno de allá afuera, ni Pancho, verdad Pancho?- decía Felipe
-ehhh, si, lo que sea- dijo Pancho sin ni siquiera escuchar lo que Felipe dijo
Mar reflexionaba, sabía que el viejo tenía razón, prefería mamar esa pestilente verga que ser abusada violentamente por más de una docena de tipos macuarros y horribles, pero algo dentro de ella sabía que no debía de confiar al 100% en estos tipos, aun así tímidamente tomó con sus manitas el calzón del viejo y poco a poco lo fue bajando hasta los tobillos, ante ella una verga enorme aparecía en estado de semiereccion, rechoncha y arrugada, un glande baboso, brilloso y una peste a esencia de verga sucia, los pelos resecos que cubrían su base eran enormes y canosos, pequeñísimos ácaros negros caminaban entre esa espesa selva blanca.
-vamos putita abre la boca- decía Felipe
Mar tímidamente abrió su boquita, sintió su propio aliento, ese aliento pulcro que tenía cuando salió de su casa esa misma tarde había desaparecido, ahora su aliento apestaba a verga sucia y aliento de viejo, acercó sus sensuales labios hacia esa otra pestilente verga, cuando llegó a ella cerró sus ojos y estiró un poco su lengua, hasta que sintió que había tocado la cabeza del miembro, nuevamente probó el salado sabor del líquido preseminal que se desbordaba de la verga del viejo Felipe, puso cara de asco pero volvió a estirar su lengua.
El viejo Felipe veía esa niña probar su carne, su rostro sin duda era el más bello que había visto en su cobarde y corrupta vida, ni siquiera las chicas que atendían la cantina poseían un rostro tan bello y un cuerpo tan perfecto como el que poseía Margarita, además todas esas putillas rebasaban los 25 años de edad y muchas de ellas con embarazos a cuestas, en cambio Mar recién había cumplido los 18, era casi una niña, su rostro aun mostraba facetas infantiles.
Mar daba ahora tímidos lengüetazos, recogiendo el líquido lubricante que impregnaba la cabeza del viejo, una sensación aceitosa imperaba dentro de su boca, poco a poco las lamidas aumentaban su velocidad y fricción, el viejo Pancho permanecía como un espectador recargado en la puerta, viendo como esa niña se comía la verga de un viejo para nada agraciado, incluso a Pancho le daba asco la escena, para calmar su malestar estomacal volteaba a ver el culo de Mar, quien al estar arrodillada su vestido se le había subido y dejaba ver buena parte de sus nalgas, su tanga había desaparecido entre esos carnosos atributos.
El viejo Felipe estaba que no cavia de la emoción, sentía las lamidas y se daba cuenta de la falta de experiencia de la jovencita, Mar lamia el tallo, la cabeza  e intentaba enrollarla con su lengua, el viejo tomó su verga y la empezó a tallar en el rostro de Mar, la chica no opuso resistencia, el viejo tallaba esa gruesa vara que ya había alcanzado su máximo, unos 18 centímetros de dura carne maciza morena, la verga empapaba de lubricante el bello rostro de la jovencita, quien solo permanecía con los ojos cerrados, su cara se llenaba de saliva y líquido preseminal hasta alcanzar un aspecto brilloso.
-continua- dijo el viejo Felipe
Mar como no queriendo pero teniéndolo que hacer comenzó a lamer nuevamente esa barra caliente, a Mar le llamaba la atención su grosor, su manita apenas y podía abarcar semejante tallo, a pesar de estar lamiendo la verga con una voluntariedad forzada Mar no estaba excitada, se decía ella misma que si iba a estar así los próximos minutos por lo menos tenía que excitarse para hacer más corto su suplicio, así que sin importar que los viejos se dieran cuenta subió un poco mas su vestido y abrió ligeramente sus piernas y con la mano que le quedaba libre se comenzó a estimular su sexo, exactamente los puntos más sensibles y de los cuales ya tenía conocimiento, cuantas veces no se masturbaba en su cuarto arrancándose orgasmos cuando su padre no estaba.
-pero que puta saliste chiquilla- dijo el viejo Pancho, Mar escuchó, pero no puso atención a los insultos, ya de por si había recibido bastantes que ya hasta se estaba acostumbrando, ella debía de concentrarse en hacer correr al viejo lo más rápido posible, que caras le estaban saliendo el par de cervezas.
Mar también sabia que con lamidas nunca se iba a correr el viejo, así que procedió a meterse a su boquita ese grueso mástil, lo enrolló con su lengua y procedió a realizar ese movimiento mamatorio que su exnovio le enseñó pero sin sacarse el miembro de su boca, el viejo echaba su cabeza hacia atrás y ponía sus manos sobre la cabeza de la joven, una sola de sus manos abarcaba por completo el cráneo de Margarita.
-que rico la mamas chiquilla, no cabe duda que las niñas de hoy en día son mejores que las viejas de nuestra época, verdad Pancho?- preguntaba el viejo Felipe
-así es,- respondía el viejo Pancho de forma seca, no había aguantado semejante panorama y ahora se había sacado la verga para masturbarse, a pesar de que al principio sintió asco, ese asco se le había trasformado en auténtico morbo, la situación ahí expuesta nunca la vería en ninguna película porno, un viejo que ninguna jovencita follaría con él ni por todo el dinero del mundo, que solo obligando y chantajeando a las mujeres era como podía disfrutar de ellas y que hasta las putas de la cantina lo veían con repulsión, ahora una muchachita por demás bellísima y con un cuerpo que cautivaría al mismo Papa, estaba arrodillada mamándole la verga a este viejo repulsivo quien gemía y reía altaneramente, y encima la niña se masturbaba, lo que hacía pensar a los viejos, que la joven lo estaba disfrutando.
Igual que en el cine, Mar dejaba caer saliva constantemente, poco a poco los pómulos de Mar se enrojecían, más que por la mamada era por la intensa masturbada que ella misma se estaba dando, incluso empezó a ahogar tímidos gemidos en su garganta ocupada por la verga de viejo, su clítoris se había hinchado y Mar atacaba ese botoncito sin tregua.
-levántate el vestido hasta la cintura perra malparida, enséñame el culo, anda, enséñame el culo de putona que te cargas- dijo Pancho mientras daba otro sorbo a su cerveza que aun la llevaba consigo, Mar obedeció y se levantó el vestido hasta la cintura, enseñando sus carnosas nalgas desnudas, su pequeña tanga había desaparecido casi por completo, solo los hilos laterales y un pequeño triangulo en la parte de atrás era lo único que intentaban tapar ese suculento manjar que la jovencita tenía por culo.
El cuerpo de Mar lucia exquisito, su espalda baja hacia una curva perfecta y daba nacimiento a un tremendo culazo, además había dos hoyitos en la parte baja de su espalda, los cuales vemos a muchas niñas de hoy en día presumir con sus blusitas ombligueras, sus caderas se engrosaban y daban lugar a unas bien cuidadas y firmes piernas, sus pantorrillas se veían carnosas y muy femeninas, el viejo Pancho podía ver la pequeña manita de Mar haciendo esos movimientos masturbatorios, el viejo hacia un gran esfuerzo para no arrojársele ahí mismo y penetrarla.
Mar comenzó a aumentar la velocidad, su boca bañaba de saliva la gruesa verga del viejo, de esta, chorros de lubricante no dejaban de salir, a menudo Mar sacaba esa gruesa verga para jalar aire, o como ya dije, para escupir el exceso de salivación, el viejo Felipe se acercó al rostro de la joven solo para hacer lo mismo que Pancho, lanzar un escupitajo al rostro de Margarita, ella lo recibió con asco, pero ya que le quedaba, el viejo en otro escupitajo junto tanta saliva e hizo un sonido raro con sus fosas nasales para arrojar otro cargado de gargajos, los cuales cayeron sobre el angelical rostro de la joven Margarita, todavía el viejo con su verga comenzó a esparcir esos asquerosos fluidos sobre la suave y delicada piel y así, llena de flemas, se la volvió a meter a Mar en la boca.
El viejo empujaba la cabeza de Mar como queriendo hundirla en su obeso vientre, haciendo que la muchachita se tragara de un solo bocado los 18 centímetros de su trozo, los carnosos labios de la joven llegaban a tocar el abultado y peludo vientre bajo del viejo, y ahí la dejaba hasta que veía que el rostro de Mar cambiaba de rojo a morado, liberando a la pobre chica ya cuando veía que sus ojos se ponían blancos, haciendo que Mar se alejara para jalar aire, tocia a más no poder, de su boca gruesos hilos de saliva caían hasta el suelo, sin embargo a el viejo poco le importaba y volvía a repetir la grotesca acción.
Mar resistía las ganas de llorar, no quería mostrar debilidad a ese par de viejos panzones, asquerosos, marranos, hijos de puta, esos viejos que si llegara a tener la oportunidad de matarlos no lo dudaría, aunque a estas alturas pensaba que hubiera preferido mejor que le ensartaran esa navaja en su cuello, lo único que la mantenía con ganas de seguir era su padre y todo lo que hizo el solo por sacarla adelante.
-abre la boca putita- dijo el viejo Felipe.
Mar abrió su boquita y dejo ver hilos de saliva que unían sus carnosos y mojaditos labios, el viejo le metió la verga dentro de su boca literalmente penetrándola por su cavidad bucal, el viejo elevaba su cuerpo para que la penetración fuera intensa, Mar solo recibía los empujones y movía su cabeza al ritmo de las embestidas, permanecía con los ojos cerrados recibiendo semejantes estocadas, se podía escuchar un sonido de glup glup glup glup, escaparse de la boca de Mar, saliva en forma de burbujas y cayendo por sus comisuras, risas de los dos viejos, y bramidos de toro que hacia el viejo Felipe solo para dejar en claro la superioridad del macho sobre la hembra.
El viejo aumentó su velocidad, una velocidad endiablada que hizo que los ojos de Mar comenzaran a lagrimarse, el viejo no dejaba de escupir sobre el bello rostro de la joven, además cada que sacaba su verga de la boquita de la joven la ponía sobre el rostro de ella, embarrándosele aun mas de saliva, Mar hasta parecía como si estuviera bizca, pues trataba de ver la verga que descansaba sobre su cara, exactamente en medio de sus ojos.
El rostro de Mar estaba irreconocible, lleno de saliva y babas asquerosas, de su barbilla caía una gran cantidad de saliva producto de la rudeza con que el viejo prácticamente se la cogía por la boca, el viejo solo veía a Pancho las risas, y con el rostro sudado a grasoso, pelaba los dientes en señal de la fuerza con la que profanaba la boca de la jovencita, la risa del viejo era asquerosa pues dejaba ver su mal formada dentadura.
-así quiero que me la chupes, te queda claro- decía el viejo Felipe
Mar asintió con un ligero movimiento de cabeza, de manera asquerosa se metió nuevamente dentro de su boca esa verga de viejo agrio en sudor, comenzó a chupar primero lento, pasaba su lengua por todo el glande, dio un ligero respiro para tomar aire y prosiguió con su labor, el viejo solamente veía la cabeza de la chica subir y bajar, la chica se sentía asquerosa haciendo esto, además sentía todas esas babas en su rostro secarse y pegársele como una mascarilla, sentía que apestaba a viejo, tanto asco que le daban los viejos morbosos y mas los desaseados, y ahora le mamaba la verga a uno y le enseñaba el culo a otro, que diría su madre, su padre o su exnovio al verla en esta situación.
Mar aumentó su velocidad, comenzaba a dolerle la mandíbula de tanto mamar, sin embargo en su masturbada había logrado estimular su clítoris de manera muy placentera, y no dejada de manosearse hasta que sintió nuevamente algo que estaba por venir dentro de ella, esa sensación tan deliciosa que le hacía imposible dejar de tocarse, sin importar que ambos viejos estuvieran viéndola hacer algo que solo hacía en su privacidad.
Los gemidos de Mar se hacían cada vez más notorios e intensos, no comprendía como el estar en esta situación y después de soportar tan despiadado trato podía sentir placer al estimularse, a pesar de que sentía asco de ella misma también reconocía que la masturbada tenía algo especial, algo que la estaba haciendo llegar al clímax mas rápido de lo normal, algo que nuca había sentido en su joven existencia, quizás ese algo es lo que se llame morbo, a lo mejor todo este trato estaba despertando en Mar ese morbo que permanecía dormido y que desarrollaría en ella una atracción hacia las personas y situaciones desagradables.
El cuerpo de Mar se calentaba en cada toqueteo, empezó a moverse muy sugestivamente mientras permanecía arrodillada y con la verga del viejo en su boca; continuo hasta que de repente apretó con todas sus fuerzas sus piernas, contrajo todo su cuerpo y sus gemidos comenzaron a salir cada vez más sonoros, hasta que apareció ese gemido que indicaba que Mar se había corrido.
El rostro de Mar se descompuso en un gesto orgásmico, sus cejas se fruncieron,  su respiración se aceleró, sus pómulos estaban colorados, y sacando la pestilente verga de su boquita se derramó en un intenso orgasmo, dejando escapar de sus labios un:
-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH-
Y se dejó caer sobre las piernas del viejo, su tanguita goteaba el liquido que Mar eyaculó segundos antes proveniente de sus glándulas de Skene, el viejo Pancho quedó con la boca abierta al igual que el viejo Felipe, una jovencita casi niña se había masturbado enfrente de ellos hasta correrse como una autentica puta, será que después de tantas veces que los viejos la llamaban así, Mar estaba empezando a creérsela, aunque recordar que se empezó a masturbar para darse placer y soportar un poco la desagradable labor a la que fue sometida.
-puta, te has vaciado, no tienes poca madre, y sin que te hayamos metido la verga, desgraciada casi haces que me corra con solo verte, vamos, vamos nenita, sácame la leche, ordéñame, ordéñame- decía el viejo Felipe
-si es que la pide a gritos, ni te conté Felipe, que me la encontré en el cine porno y también ahí se estaba tocando la muy puerca, que puta eres- dijo el viejo Pancho
Mar levantó su rostro completamente ruborizado, su mirada era distinta a la niña tímida que entró a la cantina, se notaba una lujuria que había estado escondida y que se asomaba de sus verdes ojitos, solita agarró la verga del viejo y se la llevó a la boca sin dudar, comenzó a succionarla y chuparla, por momentos casi parecía que quería arrancarla del obeso cuerpo del viejo, manoseaba los huevos del viejo, tan grandes como los de un toro, pesados y bien cargados de leche.
Mar estaba como desesperada, quería acabar con esta inmunda labor, la saliva que escurría desde su boca recorría todo su cuello y bajaba en forma de un pequeño arroyo hasta perderse en medio de sus voluminosos encantos que se asomaban más de lo que debían a través del provocativo escote del vestido, ni en su pesadilla mas retorcida se imaginó que acabaría así después de asistir a un cine porno, recordaba que justamente esa tarde había demorado un chingo para alistarse y arreglarse a manera que ese día fuera el que más radiante se viera, y como no, si quería causar impresión en un chico que era muy popular entre la chamacada femenina.
Ahora ese cuerpo de diosa griega estaba siendo disfrutado por dos perversos viejos panzones, feos, y que se dedicaban al repudiado e infame acto del secuestro, -ahhhhhh- gemía el viejo al sentir los suaves labios apretarle la cabeza de su miembro de forma exquisita, Mar sabía que era cuestión de tiempo para que el viejo se corriera, ya que podía sentir el aumento del palpitar de su miembro en su boca, las venas se habían engrosado y la verga se había puesto caliente hasta el punto de quemar, la boca de Mar apestaba tanto como la verga del viejo si no es que mas.
Mar sacó la verga de su boca y se dedicó a masturbarla con su mano al mismo tiempo que miraba al viejo a los ojos, con su boca comenzó a lamer las bolas del viejo, jalaba el escroto hasta casi arrancarlo, se metía las bolas a la boca y jugaba con ellas, sintiendo su sabor rancio y rasposo, entonces metió su mano hasta casi llegar al culo del viejo y comenzó a dedearlo, la verga del viejo se levantó como un resorte, su piel se estiraba hasta más no poder, con su fino dedo rascaba el culo del viejo y lograba arrancarle auténticas costras de mierda que tenia pegadas debido a su pésima higiene.
Mar nuevamente volvió a meterse la verga a la boca de forma golosa, viciosa, aunque con un odio y asco escondido muy en su interior, pero tenía que fingir para que el viejo se la creyera y se viniera pronto, detrás de ella, el viejo Pancho se masturbaba frenéticamente, su verga estaba tan babosa que se había cubierto de una especie de babilla blanca.
-aahhhh, puta que rico la mamas- decía el viejo moviéndose muy sugestivamente en el sillón, sudaba de su horrible cara, sus manos se aferraban a la tela de terciopelo que cubría el mueble, comenzaba a hacer los clásicos movimientos orgásmicos que hace un hombre cuando esta por correrse, sin embargo la leche no salía.
Mar estaba desesperada, ya quería acabar con esto, así que procedió a meterle el dedo al viejo en el culo, sintiendo como se embarraba de mierda y con todo el asco del mundo comenzó a moverlo en forma de círculo, el viejo no pudo evitar lanzar un suspiro.
-cabrona, quien te enseño eso- dijo el viejo con voz débil, la gruesa e intimidante voz del viejo había logrado ser acallada por una jovencita tan frágil y casi inexperta en cuestiones sexuales, sin embargo había visto uno que otro video en internet y además contaba con la experiencia de su amiga Mary, una verdadera experta en estos temas y quien le había contado que el meterle el dedo a los machos por el culo hacia que se les levantara la verga más rápido y que se corrieran de inmediato, y a quien le debía el estar en esta situación.
Mar movía su dedo en forma de círculo dentro del viejo, logro sacarle una flatulencia tan apestosa que hizo que Mar casi desmayara, sin embargo soportó ese mefítico gas, ya estaba tan cerca de conseguir su objetivo que una flatulencia no debía de desmoronarla,  sin embargo el hedor era tal que lo podía sentir en cada poro del cuerpo, lastimaba su respingada nariz, incluso la del mismo viejo Felipe, incluso Pancho tuvo que salir de ahí para no respirar ese putrefacto aroma a mierda reseca y frijoles agrios con huevo güero.
Mar succionaba el pedazo de carne que se alojaba en su boca, comenzó a chupar solamente la cabeza, sabía que era su parte más sensible, el viejo hacia sonidos extraños, su verga estaba que reventaba dentro de la boquita de la jovencita, las piernas del viejo temblaban sudorosas, en eso Mar movió su dedo dentro del culo del viejo y le causó una sensación tan intensa y electrizante, y como reacción en cadena, la verga del viejo comenzó a escupir semen dentro de la boquita de la joven.
-ahhh puta me corro, recibe tu premio- gritó el viejo
Mar sintió el primer chorro chocar violentamente dentro de su boca, un chorro muy potente y cargado que salió a una velocidad agresiva, como si de una pistola de agua se tratara, los ojos de Mar se abrieron como plato, intentó zafarse pero el viejo alcanzó a agarrarla para que no se sacara la verga de su boca, el viejo reía de manera aberrante y empujaba con más fuerza la cabeza de Mar para que la niña se tragara todos sus mocos, el viejo Pancho ya había regresado y se dedicaba a mirar sonriente y victorioso como esa pequeña putita que tanta resistencia estaba poniendo era vilmente humillada por un viejo mucho más longevo que él, quien le estaba dando su merecido.
Después de ese primer chorro de esperma, salieron otros tres de igual intensidad, seguidos por otros cuantos de menor carga y velocidad, Mar con lágrimas en sus ojos, sentía ese desagradable sabor en su boca, la pestilencia del esperma salía por sus narices, el sabor era desagradable, el líquido estaba muy caliente y espeso, además se pegaba a las paredes bucales y no podía ser quitado solo tragándolo, unas ganas de vomitar la invadieron, las arcadas no tardaron en aparecer y cuando el viejo soltó toda su leche dentro de la boquita de la joven y la liberó, Mar dejo caer una gran cantidad de esperma pestilente de viejo nauseabundo, un esperma que en vez de verse blanco, presentaba una tonalidad amarillenta verdosa desagradable.
El viejo Felipe se enojó al ver a Mar desperdiciar su valioso líquido, Mar tocia y tocia y parecía que se iba a vomitar, incluso logró sacar un poco de vomito al no poder controlar una arcada, sentía ese líquido grumoso pegado a su lengua, intentaba quitarlo con su mano pero solo lo desbarataba y esparcía aun mas, más que semen, el esperma del viejo tenia la consistencia de leche cuajada.
-pero que te crees que estás haciendo puta hedionda, perra asquerosa, maldita hija de puerca, mira nada mas, mira nada mas, que bruta eres,- dijo el viejo levantándose y empujando a Mar con uno de sus pies como si se tratara de un perro.
-que hizo Felipe- preguntó Pancho
-mira nada mas, esta hija de puta, se atrevió a escupir mis mocos, no sabes lo que acabas de hacer, ora si te cargó tu madre pendeja- dijo el viejo y se subió los pantalones para poder quitarse un cinturón desgastado.
-levántala, levántala con tu lengua o te agarro a cinturonasos, ora hija de la verga- amenazó el viejo y dio un cinturonazo al suelo que resonó por todo el cuartito.
Mar no tuvo de otra que sorber del suelo el esperma combinado con saliva y vómito para que el viejo no le pegara, lo hacía de manera asquerosa, con lágrimas en sus ojos, su culito se erigía orgulloso pues el vestido continuaba levantado arriba de su cintura, el viejo no contento con la forma en que Mar levantaba el semen del suelo con su lengua le dio un cinturonaso en sus carnosas nalgas, quedando marcado el golpe.
-levántala, pero que se vea que te está gustando, recuerda que a partir de hoy eres una puta, así que compórtate como lo que eres, Pancho, que pedazo de zorra te has encontrado, mira como le gusta la leche, jajajajajajajajaja- ambos viejos reían parados al lado de Mar, mientras ella seguía arrodillada limpiando el suelo, para mala suerte de Mar, el viejo Felipe se sacó nuevamente la verga y se la empezó a jalar de nuevo, su verga no estaba del todo flácida.
Mar limpio el suelo hasta no dejar ni una sola gota, volviendo a mostrar ganas de vomitar otra vez, pero las aguantaba, sabía que el viejo la obligaría de nuevo.
-que boquita, solo falta que te acostumbres a tragar leche para que no le hagas eso al jefe, si le llegas a hacer lo mismo te corta la lengua, jajajaja-
El viejo Pancho veía sonriente la escena, su verga estaba erecta al máximo y casi reventando, pero aguantaba, su verga únicamente podía reventar dentro de la panocha de Mar, quien a decir de ella, seguía en el suelo, ligeramente arrodillada y apoyada con uno de sus brazos, con su rostro mirando abajo, sollozando.
No así el viejo Felipe que después de meneársela en rato expulsó otra cantidad de semen, aunque menor, sobre el voluptuoso cuerpo que yacía arrodillado, cayéndole sobre su vestido y parte de sus piernas, y quedando el viejo ahora si fuera de combate, hasta sus huevos parecían haberse reducido de tamaño después de las potentes eyaculaciones.
-chamaca puta, quiero que me limpies la verga hasta dejarla como nueva,- dijo el viejo Felipe, en forma de burla, sabía que la chica estaba anímicamente destrozada.
Mar no tenía cara para mirar al viejo, su orgullo y autoestima estaba en los suelos después de hacerle semejante bajeza, Mar movía uno de sus dedos como si estuviera dibujando un círculo en el suelo, el viejo Felipe la miró y al ver que Mar no tenia orgullo ni para negarse optó por retirarse no sin antes decirle:
-eres una puta cualquiera; ah, y la cervezas que me debes, como no me dejaste lo suficientemente satisfecho, solo te descontaré una, jajajajajajajaj- y soltó una carcajada limpia.
-si Felipe, ahora debe tres, porque pienso agarrar otras dos para llevármelas a la casa- dijo Pancho
-si agárralas, la puta paga, jajajajajaja,-
El viejo Felipe salió del pequeño cuarto y Pancho fue a recoger su maltrecha muñequita, Mar lloraba en silencio, sus rostro mirando al suelo y tapado por su castaña cabellera, cubierto de saliva, flemas y semen de cuando lo recogió del suelo, su vestido sucio, su orgullo destrozado, su cabello alborotado y su boca aun con el sabor de semen agrio, pero aun faltaba el viejo Pancho, lo único que podría decirse aliviaría a la joven es que Pancho a pesar de ser agresivo, no sería tal salvaje con ella, este viejo, con ayuda de otro se dedicarían a arrancarle orgasmos a Margarita hasta dejarla inconsciente.
-vamos putita, levántate, que todavía falto yo, y yo si pienso meterte la verga hasta el intestino,- dijo Pancho
Mar reaccionó del estado en que se encontraba y con voz baja y mirando al viejo con unos conmovedores ojos que a cualquiera le inspirarían ternura, dijo:
-p…. pero, me prometieron que si le mamaba la verga a Don Felipe, ustedes no me cogerían- decía Mar
-ay mi amor, se me olvido decirte, yo cruce los dedos, jajajajajajajajajaja-
Continuara…….
Para contactar con el autor:

vordavoss@outlook.com

Relato erótico: “Pillé a la puta de mi suegra con otro” (POR GOLFO)

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Pillé a la puta de mi suegra con otro.
La venganza es un plato que, para que realmente te satisfaga, debe tomarse frio. En todas las culturas, se habla de tener paciencia con tus
enemigos porque de algún modo, sus propios errores harán que caigan en una trampa. Eso fue lo que ocurrió con la HIJA DE PERRA de mi suegra.
Ese mal bicho me había hecho la vida imposible desde que me conoció. Casada con un millonario, esa perra malparida me veía como un advenedizo que solo quería vivir de su adorada hija. Para ella, yo era poco más que un deshecho y por eso intentó boicotear primero nuestro noviazgo y luego mi matrimonio. Habiendo educado a su hija con esmero y lujo, pensaba que un “mediocre” jugador de baloncesto era poco para su tesoro.
En lo que respecta a “mediocre”, la muy zorra tenía razón porque mi estancia en un equipo de primera división solo fue de un año y viendo que mi vida profesional iba de mal en peor, tuve que reorientar mi vida y hacerme entrenador de un equipo de niños. Pero para Maria, mi esposa, yo era el marido ideal. Cariñoso y con tiempo para dedicarla, ella era la que metía el dinero en casa. Ejecutiva en la empresa de su padre, podía confiar en que yo me ocupara de la casa y de nuestros hijos sin tener que preocuparse de si estaba limpia o si los críos habían hecho los deberes del colegio. 
Respecto a mi suegro, poco que decir. Era lo que se llama “un buen tipo”. Esposo entregado y empresario de éxito, su única preocupación era que nada le faltara a su mujer ni a su hija.
Mi suegra es otro cantar. Para definirla hace solo falta una palabra:
“ARPIA”.
Si creéis que me pasó, realmente me quedo corto. Es una gilipollas altanera, presumida y clasista que desde que la conozco divide su vida entre el gimnasio, la cancha de tenis y los eventos sociales. Co-dueña de una gran fortuna, esa imbécil vive para y por ser aceptada como parte de la más alta sociedad de Madrid. Si por las mañanas quieres localizarla solo tienes que ir al club de campo, en cambio sí es durante las tardes cuando necesitas verla deberás recorrer los distintos centros, restaurante o tertulias del barrio de Salamanca. Nunca la busquéis en otro ambiente:
“Mi suegra es una pija de cuarenta y nueve años pero una pija”
Por eso cuando el destino quiso que una buena tarde me cruzara con ella en una zona de clase media, me extrañó. Recuerdo que estaba en una terraza de Moncloa, tomándome una cerveza con unos amigos cuando de pronto uno de mis colegas señaló a una morena que pasaba andando por la acera:
-Mirad qué culo tiene esa vieja- soltó sin saber que esa madura no era otra más que mi “querida” suegra.
Al  girarme,  reconocí al instante a Almudena y cuando ya iba a saludarla, de pronto vi que un joven menor que yo, la cogía de la cintura y le plantaba un beso en los morros. La reacción de la mujer me dejó claro que tenía un rollo con ese muchacho porque en vez de cabrearse, se rio.
“¡Será puta!”, pensé al pensar en su marido.
Inmediatamente mi mente empezó a cavilar y despidiéndome de mis amigos, me puse a seguirla con mi móvil en la mano. Grabando sus movimientos, fui testigo de los magreos y los arrumacos que se dieron ese par antes de entrar en un coche. Tras lo cual los dos “enamorados” desaparecieron por la calle Princesa.
Con ese video y la matricula del pequeño utilitario en mi poder, me quedé pensando en que hacer. Si llegaba con ese material a mi suegro, al ser de tan mala calidad y con tan poca evidencia podía ser contraproducente y por eso deseando obtener pruebas irrefutables de su infidelidad, llamé a Marta, una compañera de mi colegio que había montado una agencia de detectives.
Ni que decir tiene que gracias a mi amistad y a los mil euros que le anticipé, mi conocida no tuvo problema en aceptar el encargo:
-Dame quince días y te traeré las pruebas de su adulterio- me aseguró.
-¿En tan poco tiempo?- contesté.
-Unos amantes se ven una vez a la semana al menos. Teniendo la matrícula del coche, averiguaré quien es hoy mismo y empezaré a seguirle. Los humanos somos esclavos de la rutina y teniendo un sitio para retozar con nuestro amante, repetimos invariablemente. La primera ocasión que vaya a su nidito de amor, será suficiente. Al irse colocaré cámaras y ya sin riesgo desde mi ordenador seguiré sus andanzas mientras las grabo.
Marta me llama a su despacho.
A la semana justa, mi amiga me llamó y me pidió que fuera a su oficina a la cinco de la tarde. Su insistencia que fuera justo a esa hora, me mosqueó pero como no tenía nada que hacer, acepté.
Tal y como habíamos quedado, llegué faltando cinco minutos para la hora a la que me había citado. Marta estaba sola, con una sonrisa en los labios, me llevó a una pequeña sala donde después de hacerme sentar en un sofá, me preguntó qué quería de beber.
-Nada- respondí.
La detective soltando una carcajada, obvió mis deseos y poniendo dos whiskies, me soltó:
-Lo vas a necesitar.
-¿Tan fuerte es?
Muerta de risa, me contó que la parejita era de armas tomar y que  durante esos siete días, diariamente y a la misma hora, llegaban a un pequeño apartamento donde daban rienda a su lujuria y mirando su reloj, encendió la tele que había en la pared, diciendo:
-Faltan solo diez minutos.
Os reconozco que en cuanto el piso, me quedé absorto analizando la decoración del nidito. Se notaba a la legua que era un picadero, un lugar cuyo único fin era “follar”. La cama de dos metros era el centro de todo; espejos en las paredes, un jacuzzi en mitad de la habitación y para colmo un columpio colgando del techo.
-Se lo tienen bien montado, ¿Verdad?- riendo me preguntó.
No pude más que darle la razón, no le faltaba de nada y ya nervioso, solo se me ocurrió alabar la calidad de la imagen. Marta al oírme, contestó:
-Todavía no has visto nada- y con gran profesionalidad me mostró que había instalada cinco cámaras diferente para que nada de los que pasara en esa habitación nos fuera ajeno.
Alucinado observé que desde su ordenador podía dar al zoom para acercar la imagen y cuando ya creía que nada me podía sorprender, escuché el ruido de la puerta al abrirse:
-¡Tienes sonido!- exclamé justo cuando vi a mi suegra entrar con su Don Juan.
Confieso que en un principio me resultó incomodo estar con mi amiga observando como esos dos se comían a besos al sentirme un poco voyeur y apurando mi copa, le pedí otra. No supe entender la sonrisa de mi conocida cuando volvió con los dos vasos rellenos y pegándose a mí, dijo con tono meloso:
-Relájate y disfruta. Tu suegra es toda una artista.
En ese momento en la pantalla, Almudena se arrodillaba a los pies de su amante y desabrochándole los pantalones, sacaba su sexo de su interior. No me podía creer lo que estaba viendo, mi suegra, esa mujer que parecía asexuada, estaba introduciéndose centímetro a centímetro toda su extensión en la boca mientras con sus manos acariciaba el musculoso culo de su enamorado. La exasperante lentitud con la que realizó esa maniobra provocó que bajo mi calzón mi pene se despertara.
-¿A qué es una maestra?- me preguntó mi amiga cuando en la tele, esa zorra había metido el falo del muchacho hasta el fondo de su garganta.
No pude estar más de acuerdo. El brutal modo de hacerle esa mamada parecía más propio de una actriz porno que de una señora bien. No le faltaba nada para parecer una película, los gemidos, las babas y ese enorme falo clavado en su boca sin que le provocara siquiera una arcada. Durante unos minutos, la zorra se metió y sacó ese instrumento, haciendo que su boca pareciera su sexo.
En ese momento, noté una mano acariciándome la pierna y al mirar a la morena que tenía a mi lado, esta me comentó:
-No me mires a mí sino quieres perderte lo mejor.
Al girarme hacia la pantalla, pude observar como ese chaval, levantado a mi suegra del suelo, le desgarraba el vestido y tras apoyarla sobre la mesa del comedor, la penetraba de un solo golpe, mientras le preguntaba:
-¿Así es como te gusta?, ¡Puta!-
-Sí- berreó- ¡Enséñame quien manda!
Su amante no se hizo de rogar, y sin piedad brutalmente la embestía mientras a dos kilómetros unas manos habían sacado mi pene de mi pantalón. Incapaz de decir nada, me quedé callado mirando como ese tipo castigaba el trasero de Almudena con duras nalgadas. El ruido de los azotes y los gemidos de la madura, me terminaron de excitar y separando mis rodillas, facilité los deseos de mi amiga. Fue alucinante, mientras sentía como mi pene era absorbido por la boca de Marta, mi suegra chillaba como si  estuviera siendo desgarrada por dentro. Jamás pensé que observar a una pareja me pudiera poner tan bruto pero sin darme cuenta más excitado de lo que había estado en mucho tiempo, presioné con mis manos la cabeza de mi amiga, forzando así su mamada.
“¡Esta buena la hija puta!”, pensé al valorar el estupendo cuerpo de esa cuarentona. Su anatomía producto del gimnasio y de la cirugía no tenía nada que envidiar a la de su hija. Con un culo duro y grande, esa zorra era un bellezón.
Por eso no me resultó difícil, el imaginarme que era yo quien le daba ese castigo a mi suegra y por primera vez, pensé en cambiar el uso que iba a dar a esas grabaciones.
Para entonces, mi pene ya empezaba a notar los primeros síntomas de placer por lo que al escuchar a través de los altavoces el orgasmo de la mujer, encantado con el curso de los acontecimientos, me concentré en la hembra que tenía a mis pies y levantándola, le empecé a desabrochar su vestido mientras muerto de risa, le decía:
-No sabía que un polvo entraba dentro de tus honorarios.
Marta, descojonada, me respondió:
-Ni yo, pero ahora necesito que me folles por los viejos tiempos.
Comprendí que se refería al casi año que habíamos estado saliendo y recordando lo que le gustaba, tras dejarla desnuda, la tumbé sobre el sofá. Fue entonces cuando  Marta saltando encima de mí, me empezó a besar. La detective se convirtió en una dulce amante que pegando su cuerpo contra el mío, buscó su placer entrelazando nuestras piernas. Acomodándose sobre mi verga, forzó su sexo y lentamente se fue empalando mientras ponía sus pechos a mi disposición.
“Había olvidado  sus pitones”, pensé y cogiendo ese par de melones entre mis manos, llevé un pezón hasta mi boca mientras mis dedos pellizcaban el otro.
-¡Sigue que me vuelve loca!- gritó pegando un alarido que al contrario de los de mi suegra nadie escuchó.
No tardó en gemir dominada por la lujuria cuando, mordisqueando su oscura aureola, comencé a mamar de sus pechos.
-¡Muévete!- le exigí con un duro azote en sus posaderas -¡Más rápido!- insistí soltándole otro mandoble al notar que no incrementaba el ritmo con el que me montaba. -¡Más rápido!- repetí, cabreado porque deseaba que esa  mujer saltara sin freno sobre mi pene.
No comprendí su actitud hasta que soltando un gemido, mezcla de dolor y de deseo, me rogó que fuera yo quien le marcara el ritmo a base de nalgadas. Su entrega me terminó de excitar y mientras en la tele, mi suegra y su amante se daban un respiro, marqué una cadencia imposible que ella siguió como si nada.
-¡Cómo me ha gustado siempre el modo en que follas!- chilló – ¡Ojalá fueras mi hombre!- chilló fuera de sí.
Sus palabras me azuzaron a ponerla a cuatro patas tras lo cual, guié mi pene hasta su ojete y de un solo empujón se lo clavé hasta el fondo.
-Ahhh- gritó al sentir mi intromisión en sus entrañas,
-Recuerdo que esto era lo que más te gustaba- dije en su oreja mientras seguía machacando su interior con mi mazo.
Implorando mis caricias, Marta aulló al experimentar que su esfínter estaba sufriendo un castigo brutal pero no se intentó apartar y  por eso, incrementé la velocidad de mi estoque mientras le exigía que se masturbara. La morena obedeciendo, llevó su mano a su entrepierna y recogiendo su clítoris entre sus yemas, empezó a torturarlo hasta que estallando se corrió sonoramente.
Creí que ya estaba satisfecha pero me equivoqué al infravalorarla. Muerta de risa y mientras señalaba la televisión, me imploró que siguiera dándole caña diciendo:
-Mira al amante de tu suegra, ¡Ese si es un buen semental!
 En la pantalla, el muchacho había colocado a mi suegra en el columpio con el culo en pompa y cogiendo una fusta, le estaba dando duros golpes en los cachetes. Esa escena y su burla me sacaron de quicio y tomándola con ella, le di la vuelta y le solté un bofetón.
Mi amiga en vez de quejarse, limpiándose la sangre de sus labios, soltó una carcajada para retarme. Fuera de mí, empecé a estrangularla. Lo normal hubiese sido que se hubiese intentado zafar de mi ataque pero en cambio, cogió mi pene y se lo insertó en su sexo mientras me gritaba:
-Fóllame sin dejar de apretar.
Comprendí al instante sus deseos, esa putita deseaba que la asfixiara al ver reducido oxígeno que llegaba a su cerebro, eso le otorgara una dosis extra de placer.
-Eres una zorra- más tranquilo le solté y cumpliendo sus deseos, seguí apretándole el cuello mientras con mi miembro machacaba sin piedad su sexo.
No tuve que esperar mucho tiempo para  verla retorcerse sobre el sofá presa del placer y mientras su  cuerpo se derretía ante mi ataque, mi éxtasis se unió al suyo.  Derramando mi simiente en su coño, exploté dando un grito tras lo cual me desplomé agotado sobre ella con los berridos de mi suegra como música ambiente….
Dos horas más tarde y después de otro par de polvos, salí feliz del despacho de mi amiga. Había gozado de una hembra ardiente y dentro de una bolsa llevaba las pruebas con las que tendría a la zorra de mi suegra en mi poder. Mi vida y mi futuro habían dado un giro inesperado. Ya no me tendría que preocupar del continuo acoso de esa guarra sino que además había reiniciado una relación con esa morena.
Todavía recuerdo que al despedirme de ella, Marta me susurró al oído su declaración de intenciones:
-Sé que eres feliz con tu esposa. Por mí no te preocupes, cuando quieras echar una cana al aire o necesites que te ayude con esa puta de Almudena, llámame.
La insinuación no pudo ser más clara:
¡Mi amiga estaba dispuesta a pasárselo bien a costa de mi suegra!
Imaginarme esa situación me calentó nuevamente pero como eran casi las ocho y mi mujer debía estar a punto de salir del trabajo, decidí dejarlo para otro día y dándole un suave magreo en el trasero, me despedí de ella diciendo:
-No tengas duda de que te llamaré.
Ya en mi casa, puse las cinco horas de grabación bajo buen recaudo y yendo al cuarto de mis hijos, me puse a hacer la tarea con ellos mientras mi mente elaboraba sin parar mi venganza.
 
Culmino mi venganza.
A la mañana siguiente, como todos los sábados, me fui al club donde entrenaba a mis chicos. Llegando con dos horas de anticipación, fui a un local de internet donde después de dividir las películas en archivos de quince minutos, abrí en Outlook una cuenta  donde los subí sin dejar rastro, tras lo cual  me puse a escribir un email a mi “estimada” suegra. El nombre que elegí como Nick, no podía dejar de ser más ad-hoc con la situación, “Castigodeinfieles”,
Y antes de anexar, unos minutos de grabación, releí las dos frases que había escrito:
-Zorra, te he pillado. Espera instrucciones.
Satisfecho por haber reducido mis ganas de abusar de ella a tan escueto mensaje, lo mandé y con la tranquilidad que da el saber que tenía a esa guarra en mis manos, lo mandé y me fui a desayunar. Os juro que nunca me han sabido tan ricos dos churros y un café. Fue como si me hubiera inyectado una dosis de adrenalina en vena y por eso ya en el club, disfruté como un enano con el entrenamiento.
Al terminar, me dirigí directamente al restaurante donde había quedado con mi familia y mis suegros. Una vez allí, me encantó percatarme que mi “amada” suegrita estaba pálida y sudorosa. Haciéndome el buen yerno, la saludé diciendo:
-Almudena, tienes mala cara.
La hija puta me miró con desprecio y ni siquiera me contestó. Acostumbrado a sus desplantes, no dije nada mientras me reía interiormente cada vez que esa cretina miraba aterrada su móvil. No tuve que ser un genio para comprender que estaba revisando su email.
“Lo ha recibido ya y esta acojonada por el chantaje”, me dije al observar su gesto de angustia.
Decidido a incrementar su nerviosismo, me fui al baño y abriendo desde mi Smartphone mi correo, vi que me había contestado. Su respuesta era tan escueta como mi mensaje:
“Por favor, no quiero que mi marido se entere. ¿Es dinero lo que desea?”
Indignado porque creyera que se trataba de pasta, incluyendo otro archivo, contesté:
-Zorra, dinero no es lo que quiero. Quiero castigarte- y sabiendo que no tardaría en leerlo, corrí  de vuelta a la mesa donde estábamos comiendo.
Tal y como había anticipado, acababa de sentarme cuando observé que su teléfono vibraba y que disimulando, la mujer se ponía a leerlo. Su rostro empalideció al hacerlo y tirándose una copa encima, se levantó acojonada.
“¡Sufre Puta!”, pensé mientras la veía disculparse y decir que se iba a casa porque se sentía mal.
El buenazo de mi suegro se ofreció a llevarla pero Almudena se negó y cogiendo su flamante Mercedes, se fue del restaurante. Su espantada me dio la oportunidad de poder revisar mi correo sin que ella se diera cuenta. Debió parar su coche en el camino porque en menos de diez minutos contestó mi misiva con otra en la que me decía:
-Haré lo que usted quiera. Pero no destruya mi  vida. ¡Mi marido se divorciaría de mí! y ¡Mi hija dejaría de hablarme!
Sonreí al leerlo y disfrutando del momento, anexé otros quince minutos de su infidelidad antes de contestarle:
-A partir de hoy, serás mi marioneta. Sé que tu hija está casada,  ¿Qué tal te cae el marido de tu hija?
En treinta segundos, contestó:
-Fatal, es un inútil.
Descojonado porque en su soberbia no fuera capaz de sospechar que yo era el chantajista, rápidamente respondí:
-Perfecto, ¡Puta!. Como te cae tan mal, él será tu primera prueba. Si no quieres que tu marido reciba estos archivos, en menos de una semana, debes enviarme la prueba que te lo has follado.
Reconozco que me hubiera gustado estar presente cuando lo leyera pero sabiendo que no tardaría en saber de ella, apagué el móvil y con renovados ánimos, me puse a disfrutar de mis enanos…
(Continuará)
Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 

 

Relato erótico: ” Hércules. Capítulo 19. Joanna.” (POR ALEX BLAME)

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Capítulo 19: Joanna.

—Hola, ¿Cómo te sientes? —preguntó Afrodita mientras se sentaba a desayunar a su lado.

—La verdad es que no muy orgulloso. He mentido y traicionado la confianza de una mujer. Espero que haya valido la pena y los papeles fuesen realmente los que buscabais. —respondió Hércules contemplando el cuerpo de la mujer enfundado en una bata de satén gris perla.

—En realidad era más de lo que pensábamos y no te preocupes por Francesca, ha obtenido un buen trato a cambio de contar todo lo que sabe, que no es poco.

—Me alegro, no me gustaría que se pudriese en la cárcel. Espero que le vaya bien. A pesar de que no era mi tipo, ya sabes a que me refiero, no quiero que sufra y deseo que sea feliz.

—Hablando de felicidad y de parejas disfuncionales, —dijo la mujer untando una tostada— tengo una nueva misión para ti.

—¿Ah, Sí? —Preguntó el dominado por la curiosidad.

—Joanna Sorensen. —dijo chupándose los dedos antes de alargarle una carpeta— Es la hija del embajador Danés; se ha liado con un playboy treinta y pico años mayor que él y vinculado con el tráfico de drogas. El embajador ha intentado abrirle los ojos, pero no hay manera y ha recurrido a nosotros desesperado.

—Mmm, no sé, ¿Qué derecho tenemos a inmiscuirnos en la vida de una mujer mayor de edad?

—No es tu función valorar eso, pero si te sirve de consuelo tu otra función es mantenerla viva. Hemos investigado un poco al novio y últimamente no le ha ido muy bien. Ha perdido un par de envíos y los colombianos están cabreados…

—Entiendo. —replicó Hércules con la conciencia un poco más aliviada— Me pondré en ello.

—No me has contado que sentiste al hacer el amor con un hombre. —dijo afrodita con una sonrisa provocativa.

—No era una mujer, pero tampoco era un hombre, era… Francesca. Al principio pensé que era una putada, luego vi que era una mujer en todo menos por esa mierda que le colgaba y una mujer atractiva dulce y sensual. En otra vida podría haberme enamorado de ella.

—Vaya, es una lástima. Y yo que creía que tenía alguna oportunidad contigo. —dijo Afrodita metiendo las manos por el escote de la bata y frunciendo los labios a modo de despedida.

En cuanto terminó de desayunar se puso manos a la obra. Vigiló la casa de Joanna hasta que esta y su novio salieron a comer por ahí y aprovechó para colarse en su casa y poner micros por todas las habitaciones. Para cuando volvieron, al parecer para cambiarse y salir de nuevo, ya estaba en un piso que había alquilado en el edificio de enfrente con un telescopio terrestre.

Ser una especie de superhombre tenía sus ventajas. En cuanto vio que la pareja salía y montaba en el taxi subió a la azotea y les siguió saltando de edificio en edificio y corriendo por las cumbres de los tejados.

Podía haberlo hecho como todo el mundo cogiendo un coche o una moto, pero la sensación de libertad que sentía cuando saltaba y dejaba que el impulso y la gravedad le llevasen a su siguiente objetivo eran inigualables. Cuando el taxi paró a la puerta de una discoteca del centro casi sintió un deje de desilusión al no tener que seguir haciéndolo.

En la puerta había una cola considerable de gente que esperaba pacientemente ser seleccionada como una res. Sus objetivos pasaron delante y el hombre deslizó un par de billetes en el bolsillo del portero que les facilitó el pase sin tener que hacer cola.

Hércules tampoco estaba dispuesto a esperar así que de un salto se plantó en el techo de la discoteca y tras inspeccionarla un par de minutos encontró un tragaluz abierto por el que se coló sin dificultad.

Acabó en un pequeño almacén lleno de trastos y polvo. Orientándose con la linterna del móvil encontró la puerta que daba a un pasillo estrecho y bastante oscuro que acababa en una esquina de una de las pistas de baile.

Se coló tratando de no llamar la atención y buscó a Joanna y a su novio entre la multitud de cuerpos gritando y contorsionándose. No parecía estar por allí así que atravesó la pista en dirección a la que estaba en el otro extremo. Forcejeó con una multitud de hombres que le miraban con mala cara y mujeres que intentaban seducirle e incluso tocarle, aprovechando los pocos instantes que tenían antes de que se escurriese y siguiese su camino.

Al llegar a la segunda pista, la música cambió. Era más suave y lenta y el ambiente invitaba a la intimidad y a las confesiones. Estaba menos concurrida y no le costó encontrar a sus tortolitos enganchados y meciéndose en el centro de la pista. Procurando no llamar la atención se dirigió a la barra y pidió un bourbon.

Durante la siguiente hora y media se dedicó a beber y a observar como la pareja se dedicaba continuas muestras de afecto. Eran una pareja un tanto extraña. Ella era rubía, alta, con una figura robusta y un rostro angelical. Hércules se detuvo a observar sus grandes ojos azules su nariz pequeña y sus labios gruesos y perfectamente perfilados. Vestía una minifalda de vuelo que le llegaba un poco más abajo de unos muslos gruesos y potentes y una blusa oscura que se cruzaba en torno a un busto grande que temblaba lujurioso con cada movimiento de la joven.

Julio era un poco más alto que ella y a pesar de sus cincuenta y pico años se mantenía en bastante buena forma. Tenía el rostro afilado y moreno y una sonrisa chuloputas que a Hércules le daban ganas de aplastar. Con el pelo oscuro y engominado y la cadena de oro, gruesa como el cabo de un trasátlantico que asomaba por la abertura de su camisa de seda, tenía un aire de playboy ochentero trasnochado que le hacía muy dificil imaginar como una chica joven y sofisticada como Joanna se había enamorado de él.

En fin suponía que el amor era así. Tampoco Akanke y él habían sido una pareja convencional. Observó como se abrazaban y se besaban, preguntándose si alguna vez volvería a sentir una sensación parecida.

Desde que Akanke había desaparecido de su vida había sentido atracción por otras mujeres como Francesca y sobre todo Afrodita, pero en lo más hondo de su corazón sabía que lo que sentía por ellas era puramente físico, nada parecido a la comunión de almas que sintió el corto periodo de tiempo que estuvo con la joven nigeriana antes de que desapareciese de su vida.

En ese momento el hombre le dijo algo al oído de Joanna. La joven negó con la cabeza, pero él se puso serió y la sacudió con fuerza antes de cogerla por el brazo y arrastrarla sin contemplaciones a los baños.

Más curioso que preocupado los siguió con el tiempo justo para ver como se colaban en el servicio de caballeros. La estancia estaba vacía salvo por el ultimo de los retretes cuya puerta estaba cerrada.

Hércules entro en silencio y ocupó el retrete de al lado, cerrando con el pasador lo más silenciosamente que pudo, aunque por las risas y los susurros que emitían los dos enamorados en el cubículo adyacente hubiese dado igual que hubiese entrado un pelotón de infantería.

—Mmm, si. ¡Dios! ¡Como lo necesitaba! Julio, eres el demonio. —oyó decir a la chica con un fuerte acento escandinavo.

—Entonces, ¿Harás eso por mí? —preguntó el hombre sin dejar de besar a la joven.

—No puedo… es un delito. Yo no…

—Vamos, sabes que tienes carnet diplomático. En caso de que te pillasen, que no va a pasar, no podrían hacerte nada. No corres ningún riesgo. —le interrumpió él.

—¡Ja! No conoces a mi padre. Es capaz de enviarme a las autoridades con un lazooooh. —dijo ella a la vez que sonaba un golpe que hacía temblar el mamparo de aglomerado—¡Eres malo!

—Y lo seré más si no haces lo que te pido. —dijo con voz impaciente.

Un nuevo golpe y un apagado gemido de la joven le hicieron temer a Hércules por la seguridad de la joven así que sacó una pequeña cámara espía que iba dotada con un alargador y que manejaba mediante un pequeño joystick y la acercó a una pequeña grieta que había donde la mampara se unía a la pared.

Con precaución la fue introduciendo poco a poco hasta que tuvo una buena visión del cubículo. El hombre se había echado encima de Joanna y rodeaba su fino cuello con sus manos. Hércules estuvo a punto de tirar abajo la endeble tabla de aglomerado, pero se relajó al ver que el tipo acercaba su boca y besaba los delicados labios de la joven con lujuria. Joanna respondió con otro gemido ahogado mientras dejaba que las manos de su novio se colaran bajo su falda y sobaran su muslos pálidos y juveniles.

Aun en la pequeña pantalla de la cámara, Hércules no pudo por menos que volver a admirar la belleza de la joven. Su pálida piel y su melena corta y rubia contrastaban con la tez morena y el pelo teñido y engominado de su amante.

Mientras tanto, Julio seguía insistiendo en que le hiciese el favor, estrujando el culo de la joven y haciéndola gemir excitada.

Joanna le empujó un instante y se arrodilló en el sucio suelo del excusado con una sonrisa de suficiencia.

—Prefiero hacerte otro tipo de favores. —dijo ella bajando la bragueta de Julio y sacando una polla de considerables dimensiones.

Con una mirada de adoración la joven apartó la media melena de la cara y se metió la polla de él, aun morcillona, en la boca, comenzando a chuparla con determinación.

Poco a poco el miembro creció, sobre todo en grosor hasta que no pudo mantenerlo en la boca. Apartándose un instante para coger aire, la joven acarició aquel pene grande, grueso y brillante de saliva.

Continuó jugando unos instantes con él, lamiendo y chupando el glande, haciendo que el hombre gimiese y le acariciase el cabello agradecido antes de obligarla a incorporarse y ponerse de cara a la pared.

El hombre, a pesar de sus cincuenta y pico años sonrió como un chiquillo al levantar la falda de la joven y descubrir un culo blanco, grande y terso. Lo acarició como si fuese un preciado juguete antes de acercarse y golpearlo con su polla.

La joven dio un respingo y separó sus piernas mostrando a su novio una vulva depilada y congestionada por el deseo. El hombre acercó su miembro al jugoso coño y rozó sus labios con suavidad. Joanna gimió y se puso un instante de puntillas tensando sus muslos y haciéndolos aun más apetecibles.

Julio los agarró con las manos y dejando que su polla se deslizase entre los cachetes de la joven una y otra vez volviéndola loca de deseo. Tremendamente excitada giró la cabeza y fijó en él una mirada suplicante que se transformó en una de alivio y placer cuando el tipo metió su miembro dentro de ella, con parsimonia, dejando que disfrutase de cada centímetro.

Joanna se estremeció de pies a cabeza y gimió ajena al mundo exterior. Los empujones del hombre se hicieron más duros y profundos. La joven clavaba las uñas en la pared y gemía desesperada pidiendo más.

Julio se inclinó sobre ella y abriéndole la blusa estrujó sus pechos con fuerza. A continuación deslizó sus manos hasta asir sus caderas y aumentó su ritmo hasta que la joven estuvo a punto de correrse.

En ese momento se detuvo y se apartó con una sonrisa maligna.

—¿Qué haces? —dijo ella dándose la vuelta.

—No sé… estaba pensando. —respondió él balanceando su polla— Ya sabes cómo somos los hombres mayores necesitamos un estimulo para seguir con la bandera enhiesta…

—¿Ah? ¿Sí? —dijo ella apartando la blusa y exhibiendo y acariciando sus pechos— No seas gilipollas y ven aquí.

—¿Me harás ese favor? —dijo Julio acercándose y pellizcando con suavidad unos pezones grandes y rosados.

—Sí, sí. Pero termina lo que has empezado. —aceptó ella poniendo una pierna sobre la cadera de su novio.

Con una sonrisa de triunfo cogió a la joven por las mejillas y la obligó a besarle. Chupó su boca y sus labios disfrutando de la ansiedad de la mujer.

Finalmente fue ella misma la que cogió el miembro de Julio y lo guió a su interior. Esta vez no hubo interrupciones el tipo comenzó a penetrarla con fuerza mientras ella le abría la camisa y arañaba su pecho y enredaba sus finos dedos en las canas que lo cubrían.

Con una mano el hombre cogió a su novia por la nuca mientras que con la otra hincaba los dedos en el muslo que rodeaba su cintura sin dejar de follarla.

El aglomerado crujía y amenazaba con desintegrarse cuando con un grito estrangulado la joven se puso a temblar asaltada por un orgasmo. Julio siguió empujando con fuerza hasta que finalmente se separó instantes antes de correrse sobre su falda.

Hércules recogió la cámara y se retiró mientras los dos enamorados se recomponían la ropa. Cuando finalmente salieron ya estaba de nuevo en la barra, con una cerveza, apartando a una morena bajita que insistía en llevarle con él para hacerle la mamada de su vida.

Afortunadamente a los dos tortolitos se les había acabado las ganas de fiesta y tras un par de zumos para reponer líquidos salieron del local. Hércules se les acercó lo suficiente para escuchar como Julio le daba al taxista la dirección de Joanna, así que sin temor a perderles de vista se dirigió a la parte posterior de un edificio cercano para poder subirse a la azotea y seguir a la pareja a su casa.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

PRÓXIMO CAPÍTULO: FETICHISMO

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR :
alexblame@gmx.es

Relato erótico: “Pillé a mi suegra con otro y por eso me la follé” (POR GOLFO)

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SEGUNDA PARTE DE “PILLÉ A LA PUTA DE MI SUEGRA CON OTRO”
 
Una venganza no es perfecta si creas mayores rencores en tu enemigo. Según la sabiduría popular, lo ideal es tirar la piedra y esconder el brazo para que cuando el objeto de tus odios reciba la pedrada nunca sepa que fuiste tú quien la lanzó. Así fue como castigué a la hija de puta que tengo por suegra, habiéndola pillado en una infidelidad, maniobré de tal forma que le obligué a satisfacer mis deseos sin que supiera que yo era el chantajista.
Para los que no hayáis leído la primera parte de este relato, Almudena, la madre de mi mujer, es una rubia de casi cincuenta años que desde que me conoció se dedicó a hacerme la vida imposible. Acostumbrado a sus desdenes y menosprecios, la casualidad hizo que me enterara que esa zorra tenía un amante. Decidido a castigarla, contrato a una antigua novia de instituto y gracias a ella, consigo pruebas irrefutables de la cornamenta de mi suegro.
Lo fácil hubiera sido hacerle llegar a su marido esos videos pero teniéndolos en mi poder, llegué a la conclusión que primero iba a abusar de ella. Un idiota la hubiese llamado y mostrándole las películas, hubiera aprovechado para follársela, pero ese no fue mi caso:
“Quería humillar a esa guarra y que se tuviese que rebajar intentando seducir al marido de su hija al que odiaba”.
Por eso y actuando como un vulgar chantajista, le di una semana para probar que se había tirado a su yerno.
Esa misma tarde recibí vía email, la confirmación de que esa puta había claudicado. A través del correo electrónico, mi suegra me pidió únicamente más tiempo aduciendo lo complicado que le iba a resultar seducir a un tipo que despreciaba y que estaba seguro que era recíproco.
“Suegrita, ¡No lo sabe Usted bien!”, pensé disfrutando de antemano y dando por sentado que no tenía ninguna prisa, amplié el plazo a un mes.
La mujer recibió con agrado dicha ampliación y segura de sí misma, respondió escribiendo:
-En menos de un mes, ese inútil estará babeando por mí.
Al leerlo, os tengo que reconocer que no me cabreó sino que afianzó mi determinación de ponerle las cosas difíciles y que tendría que esmerarse para obtener las pruebas que ese chantajista anónimo le exigía. Pensando en ella, esa noche me acosté con su hija mientras me imaginaba que era esa madura la que gemía cada vez que mi miembro la penetraba.
Almudena acepta el precio del chantaje.
Ese domingo supuse que de alguna forma daría inicio a su acoso y ¡No me equivoque!…
Estaba en la cancha, calentando con mi equipo antes del partido cuando la vi llegar acompañada de mi esposa y de mis hijos. Comprendí su estratagema aún antes de que me saludara. Esa arpía iba a intentar hacerse la simpática antes de lanzar todas sus dotes de seducción.
Poniendo cara de sorpresa, me acerqué a mi familia y tras darle un beso a mi mujer, la saludé con la mano diciendo:
-Almudena, ¡No me puedo creer que te hayas dignado a perder tu valioso tiempo con un grupo de cafres en camiseta corriendo tras una pelota!
Lo normal es que hubiese contestado mi misil con otra impertinencia pero buscando un acercamiento, contestó luciendo una sonrisa:
-Llevas tantos años hablando de la belleza de este deporte que he pensado comprobar si tienes razón. Cuéntame ¿En qué consiste?
Estaba a punto de soltarle otra fresca cuando interviniendo mi mujer le empezó a explicar las normas básicas. Cómo tenía que ocuparme de mis chavales, las acompañé hasta las gradas para acto seguido volver a la pista a seguir con mi labor de entrenador. Interiormente estaba descojonado al conocer los motivos de ese cambio, pero nadie hubiera podido leer en mi rostro algo que no fuera desprecio por su presencia.
“Ya ha dado el primer paso”, sentencié mientras daba el quinteto de inicio a los muchachos.
Mi suegra ni siquiera esperó a que empezara el partido para comportarse como una auténtica hooligan. Uniéndose a un grupo de críos comenzó a cantar y a vitorear  haciendo las delicias de los padres de mi equipo, no en vano Almudena es una mujer de muy buen ver y ninguno de ellos era maricón. Fue tanto el énfasis que le dio a su recién descubierta adoración por el baloncesto que aunque no fuera su intención consiguió llevar a mis jugadores en volandas hacia la victoria.
No contenta con ello al terminar el último cuarto, entró en la pista y antes que me diera cuenta  se lanzó a mis brazos para felicitarme. Cogiéndome de sorpresa, buscó mi abrazo sin importarle nuestra diferencia de tamaño por lo que de pronto, me vi alzando sus ciento sesenta centímetros y sus cincuenta kilos entre mis brazos. Me sorprendió su poco peso pero aún más que sin darle importancia la presencia de su hija, pegara su cuerpo a mis dos metros mientras me daba un beso en la mejilla.
Reconozco que aunque fue tan casto que nadie pudo malinterpretarlo, al saber sus verdaderas motivaciones, esa breve caricia me calentó. Lo que no me esperaba es que admitiendo que su actuación fue determinante en el resultado, una vez fuera del polideportivo los propios padres insistieran en invitarla a nuestro tradicional aperitivo. Mi suegra no se cortó un pelo en aceptar y desenvolviéndose como una más, acudió con toda mi familia al bar.
Una vez allí y ante la mirada incrédula de María su hija, ese mal bicho empezó a explicar a los presentes lo bien que había planteado el partido al elegir la defensa en zona.
-Los contrarios eran tan rápidos que hubiese sido un error plantear la defensa al hombre.
Mi esposa sin llegárselo a creer le preguntó cómo sabía tanto de tácticas, fue entonces cuando esa perra soltando una carcajada, le confesó:
-Hija cuando era una niña, ¡Jugaba de base!
“¡Será cabrona! ¡Toda la vida metiéndose con el baloncesto y ahora resulta que le gusta!”, exclamé en silencio. Sus siguientes comentarios no hicieron más que confirmar ese extremo porque hablando de tú a tú con todos, se permitió valorar con acierto las rotaciones de mis muchachos.
El éxito de mi suegra con los padres fue total y llevándoselos a su terreno, les prometió que a partir de ese día iría a ver los entrenamientos. Incluso María se creyó que una vez había vuelto a ver un partido, había renacido en ella el gusanillo por este deporte. De tal forma que ya en casa, me hizo prometerla que no menospreciaría a mi suegra si aparecía por el polideportivo.
-Te lo juro- respondí sabiendo que no me metería con ella sino que llegado el momento: ¡Se la metería!
Primer asalto.
Cumpliendo su promesa, ese lunes Almudena llegó con diez minutos de adelanto al entreno. Si ya de por sí eso era un cambio, más lo fue verla llevando una bolsa de deporte. Supe para que la traía cuando poniendo un tono dulce, me preguntó:
-¿Te importa que lance unas canastas?
Al decirle que me daba lo mismo, sonriendo me pidió permiso para usar mi vestuario. No queriendo parecer un maleducado ante mis chavales, le di mis llaves y comenzamos el calentamiento. Diez minutos más tarde y mientras seguía desde mi silla el entrenamiento, la vi aparecer vestida con la típica equipación de baloncesto, camiseta holgada de tirantes y pantalón corto.
“Definitivamente no parece de cuarenta y nueve”, concluí al admirar el estupendo culo y los duros pechos que esa arpía escondía tras la ropa.
En cuanto cogió el balón y dio un par de botes, comprendí que no había mentido respecto a lo de haber jugado en su juventud, porque aunque un poco oxidada demostró tener técnica. Para colmo al cabo de cinco minutos de práctica, esa zorra se puso a lanzar una serie de triples tan alucinantes que consiguió sacar de la grada un sonoro aplauso. Hasta yo me quedé alucinado de su maestría y por eso no pude más que reconocérselo cuando acercándose a mí, me preguntó cómo lo hacía:
-Muy bien, se nota que eres  una “vieja” gloria- respondí reiterando lo de vieja.
Mi suegra no pudo reprimir una mueca de desprecio al oír mis palabras pero recuperándose al instante, llevó su mano hasta mi cara y acariciándola contestó:
 -Mira que eres malo-, y dando por terminado el enfrentamiento, me pidió mi opinión respecto sobre cómo debería de ponerse en forma.
-Si quieres ejercitarte bien primero tienes que mover el culo- y decidido a no facilitarle las cosas, llamé a uno de mis jugadores  para que la acompañara a dar vueltas alrededor de la pista.
Almudena no protestó y comportándose como si fuera ella una alumna y yo su profesor, aceptó de buen grado mis órdenes y comenzó a correr. Sabiendo que aunque esa mujer hacía ejercicio a diario no iba a poder seguir el ritmo del muchacho, azuzé al crio para incrementar su velocidad. La rubia decidida a no darse por vencida tan fácilmente aguantó las tres primeras vueltas antes de dejarse caer sobre mi silla reconociendo su derrota.
Reconozco que me encantó verla sudada y exhausta pero aún más al comprobar que la camiseta mojada por el sudor se le pegaba dejándome admirar el volumen de sus tetas.
“¡Tiene un buen par!”, confirmé lo que ya sabía y apiadándome de ella, la mandé a ducharse.
Agradecida se acercó a mí y dándome otro suave beso en la mejilla, se dirigió hacia el vestuario. Estaba tratando de asimilar todavía el olor a hembra que dejó impregnado en mis papilas cuando me percaté del sensual movimiento de su trasero. Entonces comprendí su plan:
“¡Quiere seducirme para que sea yo quien dé el primer paso!”
Al analizarlo, caí en la cuenta que si era yo el que iniciaba el acercamiento, ella habría ganado porque siempre podría acusarme a mí de haberla forzado.
“¡Sera puta!”, exclamé al comprender que ese era su propósito, si me denunciaba por violación, esa sería la prueba que daría al chantajista y encima como efecto colateral habría conseguido su objetivo desde hace años: ¡Desembarazarse de mí!
Mis negros augurios se vieron confirmados al cabo de una hora cuando habiendo terminado el entreno, mi suegra no había salido. Conociendo de antemano su plan, llamé a otra entrenadora y le pedí que me acompañara al vestuario. Tal y como había previsto, no respondió cuando toqué en la puerta para entrar y por eso, hice que ella fuera la que pasase a ver si estaba bien. No llevaba ni cinco segundos dentro cuando vi salir totalmente colorada a mi compañera.
Al preguntarle qué había ocurrido, muerta de risa, me contestó:
-La he pillado masturbándose.
Me quedé de piedra al escucharla y sabiendo que no solo había desbaratado su ataque sino que había reducido a la nada el riesgo que me acusara de una supuesta agresión porque siempre podría llamar a declarar a mi conocida para que ella ratificara que había sido testigo de que esa zorra me había esperado haciéndose una paja, esperé que saliera.
Cinco minutos más tarde, Almudena apareció como si nada pero entonces elevando mi voz, la llamé irresponsable al echarle en cara que si en vez de esa mujer hubiera sido uno de los chavales quien entrara, me hubiera dejado a la altura del betún al tener una puta como suegra.
-No soy ninguna puta- respondió con mi trato.
Soltando una carcajada, le espeté:
-Y como llamaría a una mujer que se hace un “dedito” en un lugar público.
Indignada, no pudo contestar y cogiendo su bolso, salió huyendo de allí…
Segundo asalto.
Tengo que reconocer que mi suegra puede ser una puta infiel y una arpía pero lo que nunca podré dejar de admitir es que es una mujer con carácter y que tiene los arrestos suficientes para rehacerse ante las derrotas. La muestra más palpable fue su llamada esa misma noche, en la que me rogó que le diera una oportunidad de explicar su comportamiento. Su supuesto arrepentimiento fue tal que no me quedó más remedio que quedar con ella a desayunar al día siguiente. A lo que si me negué fue a que fuera en su casa porque preveía otro ataque y por eso la cité en un VIPS, ya que al amparo del público que frecuenta ese restaurant sería imposible que intentara seducirme.
Nuevamente la minusvaloré porque en cuanto entré en el local, supe que iba a intentarlo por otra vía. La mujer que nunca salía de casa sino iba perfectamente maquillada y vestida a la última, estaba sentada en una mesa apartada despeinada y ataviada con un descolorido chándal.
“¿Qué me tendrá preparado?”, me pregunté al ver sus ojos enmarcados por unas profundas ojeras.
 Conociendo su carácter ruin, me senté frente a ella sin saludarla. Almudena se sobresaltó al verme y echándose a llorar, nuevamente me pidió perdón por lo que había hecho la tarde anterior.
-Está olvidado- contesté secamente.
Fue entonces cuando sin dejar de llorar, cogió mi mano y me dijo:
-Sé que tú y yo siempre nos hemos llevado mal pero necesito explicarme…
-A eso he venido- con tono frío respondí.
Almudena al notar que no había hecho ningún intento por separarme de ella, creyó que había ganado la primera escaramuza y haciéndose la víctima, comenzó diciendo que ella misma no comprendía porque se había comportado así, tras lo cual, me rogó que su hija no debía de enterarse de nada de lo que me contara.
-Te lo prometo- solté contestándola.
Mi promesa le dio alas y con todo lujo de detalle, me explicó que su marido hacía años que no la tocaba y que aunque llevaba con resignación su olvido, el baloncesto había hecho renacer en ellas sensaciones que tenía olvidadas.
-No te comprendo- escuetamente la informé.
Reanudando sus lloriqueos, mi suegra dijo con su voz entrecortada:
-Te parecerá una tontería, pero recordé lo que sentía cuando era niña y deseé ser la cría de quince años que jugaba en un equipo…
-Y por eso, ¡Te masturbaste!- hipócritamente la interrumpí.
Enfadada levantó su mirada y olvidándose que podían oírla, me respondió:
-¡Pues sí! ¡Para ti seré una vieja pero me considero una mujer joven con sus necesidades!- y recalcando sus palabras, prosiguió casi gritando: ¿Te parece normal que ya no me acuerde de cuándo fue la última vez que alguien  me haya acariciado los pechos?
Si no llega a ser porque conocía su infidelidad y que esa puta tenía un amante, la hubiese creído con semejante actuación. Pero como tenía en mi poder las pruebas que echaban por tierra esa versión no me sentí conmovido cuando tratando de que me compadeciera de ella, llevó mi mano hasta una de sus tetas y me dijo llorando a moco tendido:
-Fíjate lo desesperada que estoy, que aunque sé que eres mi yerno y que me detestas, te ruego que me hagas sentir mujer.
Durante unos segundos dejé que mis dedos recorrieran su seno y localizando su pezón, le pegué un pellizco antes de contestarla:
-¡Estás loca!, amo a tu hija y ¡Nunca le seré infiel!
Tras lo cual, salí del restaurante dejándola sola. Al irme y a través del espejo, vi que esa zorra sonreía al creer que era cuestión de tiempo que me tuviera babeando de su mano.
“¡Menuda sorpresa se va a llevar!”, sentencié alegremente mientras encendía mi coche y sacando una pequeña grabadora de mi bolsillo, escondí la cinta entre mis papeles.
Esa noche al llegar a casa, mi esposa me contó preocupada que su madre estaba deprimida. Por lo visto, la había llamado para que fuera a verla y ya en su casa, le había reconocido que su vida la angustiaba y que no veía ninguna salida.
-Pobrecilla- mascullé entre dientes- ¡Deben haber cerrado una de sus tiendas favoritas!
Mi sarcasmo la sacó de las casillas y de muy mala leche me pidió que por una vez me olvidara de rencillas y la tomara en serio:
-Está muy mal y creo que es nuestro deber el ayudarla…- asumiendo que me iría como en feria si me seguía metiendo con mi suegra, me mantuve en silencio mientras ella seguía explicando que el problema es que quería irse de viaje a una playa y que por los negocios su padre y ella se veían imposibilitados de acompañarla.
Con la mosca detrás de la oreja, pregunté:
-¿Y por qué me cuentas esto? ¿Qué tengo que ver yo con este asunto?
Fue entonces cuando poniéndose en plan tierna, mi mujer respondió:
-Aprovechando que en la liga hay dos semanas de descanso, ¿No podrías hacer un esfuerzo y acompañarla?
-¡Ni de coña!
María que se esperaba mi respuesta, bajando su mano hasta mi entrepierna me la empezó a acariciar y cuando sintió que mi pene había reaccionado, cogió mis huevos entre sus dedos y apretándolos con una sonrisa me amenazó diciendo:
-Tú decides, o me haces ese favor y te lo agradezco con una de mis mamadas, o te niegas y te dejo eunuco.
Valoro mi virilidad ante todo y por eso ni que decir tiene que acepté, aunque eso supusiera tener la “desgracia” de saber que durante ese viajecito, la zorra de mi suegra sería mía.
Tercer asalto durante el viaje a las islas Seychelles.
Lo creáis o no, esa zorra estaba tan desesperada por el riesgo de que su vida se desmoronara que planeó con detalle sus siguiente pasos y buscó el lugar más apartado del mundo, creyendo que así nadie ni nada podría evitar mi tropiezo.  Como ya había levantado parcialmente sus cartas al pedirme que la  tomara aduciendo el supuesto abandono al que su marido la tenía sometida, durante la escasa semana que transcurrió hasta que me vi en el aeropuerto, siguió con su papel de mujer afligida ante todos.
Por eso y buscando incrementar su desasosiego, me permití mandarle un mail bajo el amparo del Nick de su supuesto chantajista. En él, le exigí que me informara de sus avances porque de lo contrario, haría llegar a su marido las pruebas de su relación con su amante. Su respuesta no tardó en llegar. Con un tono de súplica, aseguró a su interlocutor que a la vuelta de su viaje, tendría la prueba de haber follado con su yerno.
Al leerlo, mandándole otro mensaje, le pregunté porque estaba tan segura. Fue entonces cuando por enésima vez Almudena me sorprendió al contestar:
-No sé quién eres pero si lo dudas, ¡Mira otra vez los videos que tienes en tu poder!
Confieso que me costó parar de reír al comprender que como buena tigresa y aunque estaba contra la pared, esa mujer tenía todavía garras con las que dar uno que otro zarpazo.
El día de nuestra partida, toda la familia acudió a despedirnos. María, los niños y mi suegro mostraron con su presencia que apoyaban a Almudena y que le deseaban que se recuperara. Mi suegra vestida con un triste vestido gris parecía desconsolada y por eso al despedirnos, mi esposa me rogó que la hiciera caso.
-No te preocupes- respondí sabiendo que todo era una pose y que esa guarra no estaba en absoluto deprimida.
En cuanto pasamos el control de pasaportes, la teóricamente afligida me confirmó que estaba actuando al pedirme que me hiciera cargo de su equipaje de mano ya que necesitaba ir al baño.  Al salir apareció cambiada, no solo se había puesto un vaporoso traje con un gran escote sino que aprovechando el espejo se había maquillado.
“Empieza el ataque”, me dije nada mas verla y haciéndome el sorprendido, le pregunté a que se debía esa transformación.
La muy puta con descaro me respondió:
-Ya que vamos a ser pareja durante una semana, no quiero que piensen que vas con una vieja.
Reconozco que  pude haber permanecido callado pero la tentación de lanzarle una pulla fue tan fuerte que soltando una carcajada, le solte:
-Almudena, te recuerdo que me llevas veinte años.
La rubia, conteniéndose, contestó quitando hierro:
-Sí, pero no se nota-, tras lo cual cogiendo sus bolsas, se dirigió hacia la puerta de embarque del primer vuelo que ese día tomaríamos rumbo a nuestro destino, “Las Seychelles”. Para llegar hasta ese lugar desde Madrid, hay que ir primero a Paris y desde allí tomar el que va hasta Mahe,  la capital de esa pequeña república.  En total unas quince horas de trayecto.

Nada relevante ocurrió en el primer trayecto, al contrario del segundo donde nada más despegar, mi suegra llamó a la azafata y aprovechando que éramos los únicos pasajeros en primera clase, le pidió que bajara las luces porque quería echarse una siesta. Desde que la oí dar esa orden, creí que se traía algo entre manos pero contrariamente a lo que esperaba, lo único que hizo fue tumbar su asiento y tapándose con la manta, echarse a dormir.
“Curioso”, pensé extrañado.
Cómo no tenía otra cosa que hacer, sacando un “best-seller” me puse a leer. Llevaba mas de una hora gozando de tranquilidad, cuando la oí removerse y que dejaba caer la franela que la cubria. Al mirarla, me percaté que se le había desabrochado un par de botones del traje, dejando al aire el coqueto sujetador rojo que llevaba.
“Lo está haciendo a propósito” recapacité al observar que su “involuntario” destape incluía la falda que arremangada hasta arriba, me permitía disfrutar también de su tanga.
Interesado en ver que me tenía preparado, de reojo, me puse a admirar su entrepierna, llegando a la conclusión que llevaba el coño rasurado porque era tan pequeña la tela que lo cubría que de tener pelo, se le vería. En ese momento, la mujer dejó caer la mano por su cuerpo y haciéndose la dormida, se empezó a acariciar. Confieso que al observar que metiéndola por debajo de sus bragas, mi suegra comenzaba a pajearse, esa escena me calentó.
-Umm- aulló, lo suficientemente alto para que yo lo oyera pero lo suficientemente bajo para que la azafata no fuera consciente.
Lentamente, dio inicio a un concierto de gemidos mientras entre sus muslos, daba  rienda cuenta a su placer torturando su clítoris. La maestría que demostró al hacerlo, me anticipó lo mucho que iba a disfrutar de esa guarra y dejando el libro sobre mis rodillas, ya sin disimulo me puse a disfrutar del sensual modo en que se masturbaba. Al ver su cara descompuesta, mi polla se había puesto como una piedra mientras maldecía mi poca fuerza de voluntad al excitarme.
Cabreado por el bulto de mi pantalón, comprendí que de seguir sentado terminaría follándomela, decidí levantarme e ir al baño a desfogarme. Una vez en la seguridad de ese estrecho habitáculo, saqué mi pene y cogiéndolo entre mis dedos, me puse a pajearme con rapidez anticipando de alguna manera el placer que obtendría con esa puta.
Ya de vuelta a mi asiento, mi suegra estaba despierta y sonriendo me soltó:
-Ves como no estoy tan vieja- y por si eso no fuera suficiente, mirando mi entrepierna la acarició mientras seguía diciendo:- Pobrecito, ¿Se te puso muy dura viendo a tu suegra?
Su breve toqueteo recuperó de golpe mi erección y tratando de mantener la cordura, retiré su mano diciendo:
-Compórtate, ¡Eres la madre de mi mujer!
Almudena viendo que había ganado ese asalto, llamó a la azafata y le pidió un café. Os juro que creí que me iba a dejar en paz al menos hasta el hotel pero aprovechó que la muchacha le trajo también unas madalenas para lamerlas con gran erotismo mientras me miraba….
Cuarto y definitivo asalto en el hotel.
“¡Menuda zorra!, exclamé mentalmente al llegar a la habitación que había reservado al observar que en realidad era un pequeño bungalow con piscina y playa privada. No tuve que ser un genio para comprender que esa zorra había elegido a propósito ese tipo de cuarto porque al estar ocultos a miradas indiscretas, mi suegra podría pasar directamente al ataque.
Todavía no se había ido el botones, cuando la certeza de que era una encerrona se incrementó al percatarme que solamente disponía de una única cama. No deseando montar un espectáculo, esperé a que el empleado desapareciera para preguntarle como pensaba que durmiéramos.
Muerta de risa, la rubia me respondió:
-No seas tan pudoroso. Es enorme y si no quieres, no tienes por qué tocarme.
La determinación que leí en su rostro así como la ausencia de remordimientos por intentar seducir al marido de su hija con el objetivo de salvar su culo,  me cabreó pero no deseando que se me notara, cambiando de tema, le pregunté que deseaba hacer:
-Me apetece darme un baño- contestó y antes de que me diera tiempo de reaccionar, dejó caer su vestido quedándose en ropa interior.
-¡Qué haces!- furioso exclamé al ver que no satisfecha con ello, Almudena se estaba despojando del sujetador.
-Bañarme desnuda- respondió con tono alegre, tras lo cual quitándose el tanga se quedó en pelotas frente a mí.
Reconozco que no pude dejar de admirar la belleza de su cuerpo maduro. Dotada de un pedazo de ubres que serían la envidia de una jovencita, esa cuarentona estaba para mojar pan. Si sus tetas eran cojonudas, su duro trasero no le iba a la zaga. Con forma de corazón parecía diseñado para el disfrute de los hombres.  Mi suegra al advertir el efecto que  su desnudez provocaba en mí, se acercó y llevando sus manos a mi cinturón, comenzó a desabrocharlo. Bajo mi pantalón, mi verga se alzó traicionándome y por eso cuando me la sacó, ya lucía una impresionante erección.
-Reconoce que me deseas- susurró mientras se arrodillaba y lentamente se la metía hasta el fondo de la garganta.
Me quedé paralizado al notar sus labios abriéndose y recorriendo la piel de mi extensión. Aunque había visto en video una de sus mamadas, nunca pensé que al ser yo objeto de las mismas, iba a comprobar que era toda una diosa. Mi falta de reacción permitió que se la sacara tras lo cual usando su lengua, embadurnó de saliva mi tallo antes de volvérselo a embutir como posesa. Dejándome llevar por su maestría, permití que la madre de mi mujer imprimiera un pausado ritmo sin quejarme. Ardiendo en mi interior, me mantuve impasible mirando como devoraba mi sexo con fruición.
Con mis venas inflamadas por la lujuria, sentí su lengua recorrer los pliegues de mi capullo. Cuando la excitación me dominó por completo, ya sin recato alguno, la agarré de la cabeza y presionándola contra mí, le introduje todo mi falo en su garganta. Mi suegra lo absorbió sin dificultad y e incrementando el compás de su mamada buscó mi placer. Mi semen tardó poco en salir expulsado en su interior. Almudena al notarlo se lo tragó sin quejarse sin dejarme de ordeñar hasta que consiguió extraer hasta la última gota. Entonces alegremente, me soltó:
-¿Qué esperas para follarme?
Su pregunta me devolvió a la realidad y levantándola del suelo, le solté una bofetada mientras le llamaba puta. No debió esperarse esa violenta reacción porque cayendo al suelo, me rogó que no la pegara. Viendo una grieta en la coraza de esa mujer, la cogí de la melena y llevándola hasta el sofá, la obligué a sentarse. Almudena escuchó aterrorizada como le amenazaba con llamar a su hija y contarle acababa de ocurrir. Viéndose perdida, cayó de rodillas y me imploró que no lo hiciera.
-No tengo ningún motivo para no hacerlo- respondí con tono duro.
Entonces llorando me reconoció que si se había comportado como una puta, era porque era víctima de un vil chantaje.
-¡No entiendo!- exclamé sin dejar traslucir mi satisfacción por tenerla donde yo quería.
Mi sequedad la hizo continuar y como si llevara tiempo deseando confesarlo, me explicó que un desalmado había obtenido pruebas de que tenía un amante y que la estaba extorsionando.
-¿Qué tengo que ver yo en ello?- pregunté duramente sin apiadarme de ella.
Descompuesta reconoció que ese tipo la había ordenado acostarse conmigo y que de no recibir un video mostrando que lo había conseguido, haría llegar a su marido las películas de su infidelidad.
-¿Me estás diciendo que has preferido acostarte con tu yerno y traicionar a tu hija, a perder los lujos que te regala su padre?
Avergonzada e incapaz de mirarme a la cara, ratificó su deslealtad diciendo:
-No podría soportar ser pobre.
Incrementando su zozobra y mientras salía por la puerta, contesté:
-¡Lo pensaré!
Almudena claudica y se convierte en mi zorra.
Encantado con el curso de los acontecimientos, la dejé sola y acercándome hasta el bar del hotel, me pedí un par de copas mientras planeaba mis siguientes pasos. Hasta ese momento, mi suegra había actuado de acuerdo con su carácter egoísta pero no era suficiente, mi venganza no sería total hasta que de algún modo hiciera desaparecer al supuesto descubridor de su infidelidad y lo sustituyera por mí.
Esa zorra debía depositar su vida en mis manos sin acritud y que al final convencida de que toda mi actuación en este asunto se circunscribía a hacerle un favor, no se diera cuenta que solamente había cambiado de dueño pero que su destino no era otro más que servirme.  
El alcohol extrañamente me relajó y con ello, permitió que mi mente analizara el problema desde un punto de vista pausado. Por eso al cabo de una hora y con la solución en mi poder volví al bungalow. Al retornar me encontré a la madura rubia totalmente desesperada y disfrutando de ello le pedí que me pusiera un whisky.
Mi suegra vio en esa orden un signo de debilidad y moviendo su trasero de forma descarada, acató mis deseos creyendo que me había compadecido de sus lamentos.  ¡Qué equivocada estaba!
Esperé a que me lo trajera para decirle:
-¡Siéntate!
Me reí mentalmente al observar que esa arpía al oír mi tono seco, me había obedecido con premura. Con ella a escasos centímetros de mí, le dije:
-Voy ayudarte- mis palabras le hicieron sonreír pero entonces proseguí diciendo- pero comprenderás que no me fie de ti y por eso te exijo dos condiciones: La primera es que mientras te grabo, reconozcas tu infidelidad y confirmes que has sido tú quien me lo ha pedido….
-Lo haré- dijo interrumpiéndome.
-… La segunda es que ya que voy a tener que traicionar a mi esposa no sea solo por un polvo. Si quieres mi ayuda, durante esta semana, harás todo lo que yo diga sin rechistar.
-¿Nada más?- respondió la muy puta y para certificar su ignominia, cogió mi móvil y grabó su confesión sin guardarse ningún detalle.
Tranquilamente aguardé a que acabara y recogiendo mi teléfono, mandé ese archivo a un lugar seguro. Habiendo obtenido de esa forma, las evidencias de su culpabilidad y de mi inocencia, me tumbé en la cama diciendo:
-Demuéstrame que tengo una zorra por suegra- Almudena se quedó helada al no comprender por lo que soltando una carcajada, le solté: -¡Quiero que te toques mientras bailas!
Curiosamente, se mostró alegre con mi aclaración y poniendo música, comenzó a menear su pandero mientras seguía el son de la canción. Dotando a sus movimientos de un exquisito erotismo, llevó sus manos hasta los pechos y cogiendo sus negros pezones entre los dedos, los pellizcó suavemente. Como por arte de magia, esa caricia hizo que se le pusieran duros mientras su dueña modelaba su impudicia ante mí.
Olvidando que el hombre que la observaba era el padre de sus nietos, esa joven abuela se fue calentando con el paso del tiempo y ya desbocada, se acercó hasta la cama y separando sus piernas, me informó que para entonces su coño estaba encharcado.
-¡Con razón tienes un amante! ¡No eres más que una puta!- solté y recalcando mis palabras,  llevé uno de mis dedos hasta su clítoris.
La mujer gimió al sentir su interior hoyado por mi yema y en vez de escandalizarse, berreó como en celo pidiéndome que no parara. Aplacando su ardor  comencé un lento mete-saca mientras le decía:
-¿No te da vergüenza comportarte como una fulana ante quien te robó a tu preciosa hija?
Ese insulto que una semana antes la hubiese indignado, la enervó y buscando aún más mi contacto, hizo que sus caderas colaboraran con su agresor mientras gemía en voz alta su placer.
-¡Tienes un buen par de tetas!- exclamé al comprobar admirado el movimiento de sus pechos que esa madura hacía al respirar entrecortadamente- ¡Guarra!
Mi enésimo improperio, fue el acicate que necesitaba para llegar hasta el orgasmo y pegando un aullido, su sexo licuó sobre mi mano poniendo de manifiesto su deshonra. Forzando su entrega, cambiándole de posición le ordené que se separara las nalgas y me mostrara su ojete. Imbuida por la pasión no se lo pensó dos veces y solo cuando notó una de mis falanges dentro de su entrada trasera, cayó en la cuenta de mis intenciones y con cara angustiada, me preguntó escandalizada:
-¿Qué vas a hacer?
Soltando una carcajada, respondí:
-Lo que llevo años deseando. ¡Darle por culo a mi suegra!
Quitándome la ropa no permití que reaccionara y con mi pene totalmente erecto, presioné con él la hendidura de sus cachetes. Espantada por el tamaño del miembro que rozaba la raja de su culo, mi “querida” Almudena empezó a rogarme que no la sodomizara pero obviando sus lamentos, separando sus dos nalgas, escupí sobre su esfínter.
La rubia intentó zafarse al sentir la saliva pero reteniéndola, puse mi glande en su entrada. Su cara de terror de la mujer me confirmó que si no era virgen por ese agujero poco uso le había dado y recreándome en ese descubrimiento, le espeté:
-Grita todo lo que quieras. ¡Nadie va a oírte!
Tal y como había anticipado, mi suegrita al sentir mi verga rompiendo la resistencia de su ano, ¡Gritó!
-Por favor, ¡Para! ¡Me duele!- exclamó adolorida por mi intrusión.
Decidido a que esa maldita me pagara con carne sus múltiples desplantes, centímetro a centímetro, fui incrustando mi hierro en su trasero. Mi pausada penetración demolió sus últimas defensas y cerrando sus puños de dolor, me rogó que terminara.
Su entrega me envalentonó  y soltando un sonoro azote en su trasero, presioné con todas mis fuerzas mis caderas y se la enterré hasta el fondo.
-¡¡¡Ahhhhhh!!
Su berrido debió de oírse en todo el hotel y con muy mala leche, susurré a su oído:
-Se nota que te gusta tanto que es una pena que tu hija no vea como lo bien que  te cuido, ¡Amada suegra!
Que mencionara a mi esposa lejos de cortarla, la excitó y demostrando su falta de principios, gimiendo me respondió:
-¡Soy toda tuya pero no pares!
Profundizando su humillación, comencé a cabalgarla con denuedo alternando azotes en cada una de sus nalgas mientras le decía:
-Es injusto que tu marido nunca vaya a saber ¡Lo fácil que entregas el culo!
La infiel madura sintió que el dolor iba disminuyendo y que el placer lo sustituía con cada ataque por lo que dejándose caer sobre la almohada, mostrando su entrega me imploró que me vaciara dentro de ella. La nueva postura me permitió agarrarla de las caderas y comenzar una serie de penetraciones tan furiosas y rápidas que le hicieron rebotar contra el colchón. El intenso meneo desgraciadamente y aunque me apetecía seguir sodomizando a esa mujer, me hizo llegar al orgasmo con demasiada rapidez.
Por eso al sentir que estaba a punto de correrme, la cogí de los hombros y descargué mi simiente dentro de sus intestinos.  El berrido de placer que salió de su garganta al notar como se iba llenando su conducto, me hizo sonreír y siguiendo con mi galope, descargué toda la munición de mi arma dentro del culo de la mujer que dio a luz a mi esposa.
Una vez había terminado de eyacular, me dejé caer exhausto sobre las sabanas y fue entonces cuando mi suegra nuevamente me impresionó porque acunándose entre mis brazos, con gran descaro, me comentó:
-Nunca esperé que un baloncestista anotara una canasta en mi trasero pero ahora que lo he probado, ¡Me gustaría que se marcara un triple!
Solté una carcajada al escuchar su insinuación y creyendo que lo que quería era repetir, casi llorando de risa, le pregunté si tenía algo pensado. La muy zorra me sacó de mi error al contestar mientras se bajaba a tratar de reanimar mi verga con la boca:
-He visto cómo la azafata te miraba y aprovechando que está hospedada en este hotel, ¡Me gustaría que la  invitaras a nuestra cama!
 
 
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“CRISTINA: Invadida por el deseo” LIBRO PARA DESCARGAR (POR DANTES)

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Resumen:

Cristina, una bella y joven recién casada, es invadida por extrañas sensaciones. Esto la conducirá a ser víctima del sinvergüenza de su vecino, don Tito, un maduro huraño y sin escrúpulos. Una historia de infidelidad morbosa, deseos incontrolables y secretos inconfesables.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer CAPÍTULO: 

CRISTINA
CAPÍTULO 1

Me llamo Cristina, tengo veinticinco años, y estoy casada desde hace uno con un hombre maravilloso. Conocí a Pablo en la universidad; él estudiaba arquitectura y yo derecho. Lo nuestro fue algo así como amor a primera vista, Pablo era muy atractivo, y tenía a muchas alumnas babeando por él. Yo también causaba sensación entre mis compañeros, y más de alguna flor o poema apareció sobre mi pupitre en aquella época.
Uno de esos pretendientes cometió el error de presentarme a mi futuro esposo; todavía es amigo nuestro, y no es raro que reciba una que otra broma al respecto cuando nos juntamos con nuestros antiguos compañeros, aunque se defiende atribuyendo a mi belleza sus “errores tácticos”. Los demás terminan dándole la razón; incluso Pablo se suma a ellos cuando elogian mi rostro juvenil, “adornado con un par de rubíes azules”, agrega galantemente. Y siempre que se echan al cuerpo un par de copas demás, comentan mi increíble delantera, mi cintura, mis redondas pompis y mis largas y bien formadas piernas. Esa admiración es una de las razones por las que me gusta tanto el ejercicio; no puedo negar que cuido esmeradamente mi apariencia física. Pablo me dice que soy su Barbie.
Aunque ambos procedemos de familias de buen nivel económico, cuando nos comprometimos —Pablo recién titulado y yo a punto de recibirme—, decidimos empezar desde abajo, sin ninguna ayuda de nuestros padres. Así, después de casarnos, nos fuimos a vivir en un barrio común y corriente, donde habían casas bonitas y otras bastante feas. Esa misma heterogeneidad se daba en la calidad humana de la gente que las habitaba.
Por ese motivo, evitamos entablar vínculos de amistad con nuestros vecinos. Incluso a Pablo le caía bastante mal nuestro vecino de enfrente, don Tito. Decía que me miraba demasiado y que ni siquiera lo disimulaba como los demás; más de un encontrón habían tenido por esa causa. Yo pensaba que el tal don Tito, con sus cincuenta y tantos años a cuestas, su barriga cervecera y su cara de malas pulgas, nunca había tenido la oportunidad de admirar tan de cerca a una mujer tan atractiva como yo. Cuando le decía eso a mi marido, se relajaba y me devolvía una sonrisa. Por otra parte, la esposa del viejo, doña Raquel, era bastante amorosa, y me entretenía conversando con ella cuando venía a pedirme algo de vez en cuando; así que le rogaba a Pablo que no fuera tan antipático con su marido.
Al margen de esa molestia externa, que me parecía insignificante, nuestra intimidad era bastante relajada. Nunca había estado en la cama con otro hombre que no fuera Pablo, y él, aunque tenía más experiencia, me trataba con mucho respeto. Quién sabe, quizás no quería hacerme sentir incómoda. Sin embargo, de una u otra manera, yo intuía que no me satisfacía completamente en la cama, o tal vez que yo no lo complacía del todo como hombre, y eso me inhibía como mujer. Pero no le daba mayor importancia, pensando que se trataba de azares propios del matrimonio, y que el nuestro era razonablemente normal.
Por eso mismo, si me hubieran dicho lo que iba a pasar, no lo habría creído.
Todo empezó hace unos seis meses. Pablo trabajaba en una empresa constructora y le pagaban bien, mientras yo preparaba mi memoria para recibirme de abogada. Teníamos fe en que pronto me titularía y empezaría a aportar para adquirir la casa que soñábamos.
Una tarde de verano hacía tanto calor que me puse unos jeans ajustados y una blusa bastante ligera para salir a comprar unos refrescos. En la calle advertí que varias miradas masculinas se dirigían descaradamente a mi trasero o a mis pechos. Lo más sorprendente fue que me di cuenta de que eso me provocaba extrañas sensaciones; cuando veía a algún viejo verde o a algún chiquillo mirando mi cuerpo, instintivamente caminaba de forma sensual, para provocar más miradas. Cuando empezaron los piropos ―“Adiós, preciosa”, “¿Quiere que la lleve, mi reina?”―, me sentí halagada… y también excitada.
De vuelta en mi casa, no pude aguantar. Me encerré en el baño, me toqué, metí los dedos entre mis piernas, me acaricié los pechos… Tenía los pezones duros, me sonrojé de sólo pensar que se me notaban en la calle. Estuve masturbándome cerca de una hora, experimentando orgasmo tras orgasmo… Fue un día que nunca olvidaré: los placeres que yo misma provocaba en mi cuerpo, y el recuerdo de las miradas candentes de tantos hombres desconocidos, me dejaron relajadamente satisfecha, como si hubiera descubierto un insospechado acceso a niveles de experiencia erótica mucho más intensos.
A la mañana siguiente, después que Pablo se fue a trabajar, me quedé sola con esas extrañas sensaciones que se sucedían como oleadas de deseo, ansiosas de repetir lo sucedido el día anterior. No tardé mucho en ponerme los mismos jeans, una blusa aun más ajustada, y salir a caminar… Sólo a caminar, a provocar, a absorber estremecida las miradas que se encendían y las voces que se levantaban a mi paso. Los elogios eran a veces impertinentes, a veces incluso groseros, pero me escoltaban por las calles como un nimbo embriagador, generándome misteriosos impulsos.
Al otro día volví a salir… Lo repetí al siguiente… y al siguiente. Empecé a hacer más ejercicio para verme mejor. Compré maquillajes más provocativos, e incluso me hice tiempo para practicar formas más sensuales de caminar. Estaba encantada con mi nuevo hobby. Las miradas y sobre todo los dichos callejeros me llenaban de satisfacción erótica, me hacían sentir mujer, y en un barrio de esas características era frecuente encontrar algún sujeto que me mirara descaradamente y me dijera alguna grosería. “¡Tremendo culo, mi reina! “¡Con esa delantera, cosita, le pongo el pelao que quiera al arco!” Incluso la diferencia de estatus social me provocaba ideas locas y suspiros llenos de excitación. Era como una bella princesa entre plebeyos ávidos de mi cuerpo… sucios y malolientes plebeyos.
Una mañana estaba muy inquieta, con la temperatura por las nubes, y decidí que esa salida debía ser especial. Me puse una falda a medio muslo, tan ceñida que destacaba insolentemente mis nalgas; una delgada blusa dejaba mi cintura al aire libre, marcando gloriosamente mis pechos y mis pezones; unas sandalias de taco alto completaban mi increíble atuendo.
Salí de casa dispuesta a llamar la atención de cualquier hombre que se me cruzara por delante. Recorrí innumerables calles y escuché muchos comentarios asquerosos. Cuando cruzaba el Parque Central, vi de lejos a un viejo indigente sentado en un banco; supe que me iba a decir algo fuerte, e incluso sentí cierta emoción mientras me acercaba con mi contoneo mejor ensayado. Pasé junto a él… y no se me borra de la memoria lo que me dijo, con una voz carrasposa y hasta podría decir malévola: “Quiero lamer tu coño, puta”. Una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo, y me sentí empapada en un instante; fue como un orgasmo instantáneo. Me detuve un segundo, y luego seguí caminando como pude, asustada, emocionada, sobrecogida. Nunca me habían llamado así; de pronto todo era tan claro: me gustaba sentirme sucia, provocativa, rastrera…. ¡toda una puta! Sólo quería volver a casa, para masturbarme largamente. Me di cuenta de que estaba lejos, había caminado mucho, y tomé un taxi para llegar cuanto antes.
Apenas estuve en casa hice los preparativos para darme un voluptuoso baño de tina. Pensaba quedarme ahí por un par de horas, tocándome, excitándome, autosatisfaciéndome. “Quiero lamer tu coño, puta”; esas palabras sonaban una y otra vez en mi cabeza, produciéndome incontrolables estremecimientos.
La tina estaba casi llena cuando oí el timbre de la puerta de calle. “Mierda, ¿quién puede ser?”, pensé fastidiada. Mientras dudaba entre atender o no, el timbre sonó por segunda vez. Cerré la llave de la tina y fui a ver quién tocaba; seguramente era un típico vendedor inoportuno; lo despacharía en dos segundos con una rotunda negativa, y después me dedicaría a disfrutar mi sesión privada de erotismo. Incluso pensé desconectar el timbre, para que nadie me molestara en el resto de la mañana.
Abrí la puerta, y ahí estaba don Tito. Apenas me vio aparecer, sus ojos se clavaron en mi escote, y eso me excitó, no lo puedo negar. Primero me pidió disculpas por la molestia, y luego, recorriéndome el cuerpo con la mirada, me pidió un poco de azúcar. No me extrañó, nuestros vecinos siempre nos estaban pidiendo algo, pero hasta entonces sólo lo había hecho doña Raquel, así que le pregunté por ella. Me contestó en tono de broma que ella estaba enferma, y que por eso era él quien tenía el agrado de encontrarse conmigo. Observé disimuladamente cómo me devoraba con los ojos… y confieso que me gustó. Le dije que pasara y que me acompañara mientras llenaba el tazón que traía para llevarse el azúcar. Caminé hacia la cocina sabiendo que él me seguía deslumbrado por el sensual bamboleo que yo le imprimía a mi trasero. En el trayecto me di cuenta además de que el agua de la tina me había salpicado la blusa, de modo que estaba pegada a mis pechos, y mis pezones casi al desnudo, para deleite del afortunado vejete. Me preocupó por un momento la impresión que podía darle; quizás pensaría que yo era una provocadora. Esto último me excitó, y descarté toda posibilidad de que lo comentara con mi marido, ya que ambos sólo se dirigían la palabra para pelear.
Un extraño impulso me incitaba a jugar con don Tito; quería verlo deseándome, me estremecía al pensar que estaba sola en la casa con un viejo verde ansioso de probar mi cuerpo. Instintivamente mi cola se paró, mis hombros se fueron hacia atrás y mi caminar se volvió exquisitamente sexy pero casual a la vez. Cuando llegamos a la cocina, me incliné en ángulo recto para coger el azúcar de un compartimiento situado en la parte inferior de la estantería; me demoré simulando que no la encontraba. Cuando decidí que la había encontrado, me di vuelta, y vi cómo el viejo se enderezaba, advirtiendo al mismo tiempo la tremenda erección que se le notaba bajo los pantalones. Seguramente se dio cuenta de que le miraba el bulto, pero no dijo nada, así como yo tampoco dije nada al sorprenderlo admirando mi trasero. Estaba muy nerviosa, pero no de la forma común y corriente, sino de esa forma que sólo la excitación extrema puede provocar… Le pedí que pasara el tazón que traía, y lo puso a mi alcance, sobre la cubierta del mesón. Empecé a llenarlo, pero de a poco; quería que ese momento durara lo más posible. Sus ojos llegaban a la altura de mi cuello, pues era más bajo que yo; lo tenía a treinta centímetros de mí, y miraba descaradamente mi blusita pegada a mis pechos casi desnudos. Más que excitación, lo que vi en su cara era calentura. Ese viejo me quería comer los senos, y yo lo sabía… Lo sabía, y también me excitaba… Y lo que me excitaba más era el hecho de que yo se los estaba mostrando. Era una puta calentando a un viejo verde, al mismo que mi marido detestaba por sólo unas miradas indiscretas. ¿Qué diría si lo viera comiéndose con los ojos las ubres de su hermosa mujer?
Terminé de llenar el tazón de azúcar y me volví dándole la espalda; cerré los ojos y suspiré sin que él me viera, tratando de recobrar el control. Simulé que ordenaba algo en el mueble de la cocina; estaba consciente de que él me miraba por detrás, y el hecho de no saber dónde me clavaba la vista me generaba ideas demasiado turbulentas.
—¿Sabes, Cristina?, tienes unas piernas preciosas ―dijo de pronto. Me quedé helada―. Espero que no te moleste que te lo diga —añadió.
―No ―respondí. Estaba inmóvil; supongo que le parecí un poco sumisa, porque prosiguió:
―Y esa cintura… es de película. ¿Estás yendo al gimnasio?
Asentí con la cabeza; si le hubiera respondido con un “sí”, se habría escuchado más como un gemido que como una palabra.
―Y esa cola… nunca he visto nada más fantástico―. Sentí que daba un paso hacia mí, y luego posó suavemente sus manos en mis caderas―. Guauu… y tu piel es suave como la seda.
―Gracias, don Tito ―dije nerviosa, casi tartamudeando.
Sus manos empezaron a presionarme, impulsándome a mover mi trasero hacia uno y otro lado. El hecho de estar así con un viejo que me hacía menearle las nalgas voluptuosamente, acrecentaba cada vez más mi deseo. Me limité a obedecer lo que me indicaban sus manos, y a tratar de disimular mi turbación lo mejor posible. Fue un error, debí detenerlo cuando todavía era tiempo; pero las mismas cosas que me decían en la calle tenían un sabor especial dichas por él, y dichas con mi consentimiento, a solas bajo mi techo, en la casa que compartía con mi marido.
―Tienes un cuerpazo, y desde hace un tiempo lo estás mostrando descaradamente… —susurró cerca de mi oído—. Seguramente te dicen muchas groserías en la calle; deberías cuidarte, podría pasarte algo…
Dios, eso no estaba bien, me dije vagamente.
Oprimió su bulto contra mi trasero. Pude sentir en mis nalgas su palpitante erección; el maldito me estaba punteando desvergonzadamente. Nunca había sentido entre mis piernas un bulto que no fuera el de Pablo, y ese viejo podía ser mi padre, pero no hice nada para impedírselo. Quería, pero no podía.
―No debería estar tan cerca, don Tito, alguien podría vernos ―dije casi en un murmullo. Era un reclamo estúpido; ¿quién iba a vernos, si estábamos solos? No me hizo caso, y eso me excitó más; sus avances eran insolentes, no consentidos, pero no le importaba un comino. No pude evitarlo: empecé a frotar mi culo contra sus pantalones… tratando de atrapar suavemente con mis nalgas ese miembro palpitante. Era un movimiento sutil, pero era obvio que el bribón lo sentía, porque empezó a puntearme con más fuerza; no mucha, pero fue notorio. Estaba haciendo realidad los sucios deseos de aquel viejo, y no tenía fuerzas para evitar que abusara de mi cuerpo.
Sus manos subieron poco a poco, hasta que atraparon mis pechos. Me daba cuenta de que todo aquello era morboso e insano, de que iba a perpetrar una horrible traición a mi marido. Pero mi cuerpo no me obedecía, y mi voz apenas se mantenía fiel a mi cordura.
―Suélteme, don Tito ―exclamé, en un arranque que sonó entre súplica y gemido. Pero mi cuerpo seguía restregándose en el del maldito.
―Qué buenas tetas… ―susurró, respirándome en el cuello.
¡Se había referido vulgarmente a mis senos! Esas groserías que escuchaba en la calle, ahora me las decía al oído. Le tomé fuertemente las manos que sobajeaban mis pezones.
―Ya basta, don Tito ―supliqué. Pero mi cuerpo no sabía resistirse, y me di cuenta de que me excitaba pedir un alto y no obtenerlo, que aquel viejo no me hiciera caso, que su calentura fuera más fuerte. Me sentía deseada y abusada, pero sobre todo ardiendo de deseo.
Me manoseaba los pechos desenfrenadamente, murmurándome que estaban grandes y firmes. Me empezó a puntear con más fuerza; tuve que apoyarme en el mueble de la cocina para no perder el equilibrio. A fin de poner mis nalgas a la altura de su bulto, me incliné y flecté ligeramente las piernas; entonces empecé a restregar mi cola bajo su barriga, dejando que me embistiera a su gusto. Estaba fuera de mí, aunque no dejaba de pensar en lo morboso de la situación: ese viejo que todas las noches compartía la cama con una mujer de su misma edad, ahora estaba disfrutando un cuerpo joven y espléndidamente formado, y ese cuerpo era el mío, el de la esposa de su intachable vecino, que se dejaba poseer y lo disfrutaba tanto como él, porque le gustaba sentirse una perra, ¡sentirse puta!
Estuvo un rato masajeándome los pechos y restregando su paquete contra mi trasero. A mí me parecía tener un orgasmo atorado en mi interior; cualquiera podría pensar que la escasa sensatez que me quedaba me impediría entregarle el placer del triunfo a aquel viejo maldito; pero no, yo sólo ansiaba que ese magma estallara en una erupción final; la idea de ser dominada hasta el límite me estremecía.
Don Tito puso una mano en la parte superior de mi muslo derecho, y fue subiéndome la falda hasta que pudo acariciar mi pierna desnuda. Hizo lo mismo con mi muslo izquierdo, y de ahí en adelante sus manos se pasearon cada vez más violentamente sobre mis piernas. Me volví un momento, y vi que miraba todo lo que me estaba haciendo con el rostro desfigurado por un placer insano. De repente tomo la falda y la dio vuelta sobre mi espalda, y una mueca de deleite le crispó la cara al contemplar mi pequeña tanga atrapada entre mis nalgas desnudas. Instintivamente, paré aún más la cola, para mostrársela en todo su esplendor.
―¿Le gusta? ―pregunté, como una niña exhibiéndole una muñeca a un adulto.
―¡Eso es, párame el culo como debe ser! ―replicó, mientras me asestaba una fuerte palmada en el trasero. Ese inesperado golpe, que sentí como un ultraje, me hizo entender que ya no había vuelta atrás; me había provocado una excitación tan grande, que no podía resistirme a ella. Estaba a merced de esas viejas y asquerosas manos.
Mientras seguía admirando mis nalgas, me las separó y sobre el delgado hilo de mi ropa interior empezó a embestirme una y otra vez con el duro bulto que hinchaba sus pantalones. Yo sentía las palpitaciones de su excitado miembro, oía los roncos bufidos que soltaba a cada empuje, y respondí clavando también mi cola, a la vez que me salían ruegos de niña que sonaban como gemidos de mujer.
―Noooo… Déjeme, don Tito… No siga, por favor…
―¡Menea el culo, Cristina! ¡Menéalo más, como le gusta a tu macho! —acezaba el viejo canalla. Había cogido con sus manos mis caderas, y las guiaba en su frenético vaivén—. ¡Sacude tu rico culo, vecina!
No podía dejar obedecerle, y empecé a mover furiosamente mi cola de lado a lado. Me volvía de vez en cuando a mirarlo: el viejo estaba en la gloria, y el morbo de la situación me tenía también a mí al borde del éxtasis. Cada vez me daba más palmadas en el trasero, yo sentía dolor y placer al mismo tiempo, y el dolor me hacía sentir más gustosamente abusada, a merced de ese vejestorio deseoso de carne joven que me había atrapado.
Don Tito se apartó un momento, y empezó a hurgar bajo mi tanga buscando con sus dedos mi orificio anal y mi vagina. Yo dejé de moverme, en espera de lo que iba a seguir haciendo, cuando de pronto sentí una palmada mucho más violenta en las nalgas.
―¿Qué te pasa? ¡No te he dicho que pares, sigue meneando el culo, puta! ―vociferó el viejo, y me asestó en la cola una segunda palmada igualmente violenta.
―¿Cómo me llamó, don Tito…? —balbuceé, mientras reanudaba descontroladamente el meneo de mi trasero.
―¡Te llamé puta! ¡No eres más que una puta calentona! ¡Y además con un cuerpazo de diosa, putona! ¡Ya verás cómo voy a clavarte, y en la cama de tu lindo marido!
El dolor, mezclado con la increíble excitación que me provocó haberlo oído llamarme puta, desencadenó un orgasmo que se desbordó en fuertes gemidos y el estremecimientos de todo mi cuerpo. Mientras me recorrían esas múltiples sensaciones, la idea de que aquel viejo hablara mal de Pablo me excitaba aun más… Así mi primer orgasmo de ese día fue doblemente largo e intenso.
―¡Ahhhhhh!… Déjeme, don Tito… Uuuuyyyy… ¡Suélteme, por favor…! —gemía y suplicaba, mientras aquel descomunal orgasmo anulaba toda mi cordura. Además, el maldito seguía castigando mis nalgas con deliciosos palmazos.
Exhausta y adolorida, me quedé quieta sobre el mueble de cocina. Don Tito se había dado cuenta de que acababa de tener un orgasmo, y ya no me exigía que meneara el trasero; se limitó a manosearme mientras recobraba el aliento. Yo tenía los ojos cerrados, y mi entrecortada respiración revelaba mi pasividad. El viejo se acercó y metió su lengua en mi boca, jugó un momento ahí adentro y luego lamió mis labios y mis mejillas. De repente me arrancó la falda de un solo tirón y la tiró al suelo; yo reaccioné y me alejé un metro de él.
Ahí estaba yo, frente a mi vecino, casi desnuda de la cintura hacia abajo, con una blusa mojada que se pegaba a mis pechos, y parada sobre unas sandalias de altísimos tacos. De seguro me veía increíble, porque la sonrisa del viejo era enfermizamente caliente. Empezó a acariciarse su bulto ante mí; el hecho de que ese viejo se estuviera masturbando mientras miraba mi cuerpo me provocó el regreso de esos cosquilleos que creía extintos después del orgasmo.
―Estás bien buena, Cristina, qué suerte tiene el hijo de puta de tu marido.
―Por favor, no se refiera a Pablo de esa forma ―le pedí, sin mucha convicción.
―Ja ja… ¿Cómo quieres que lo llame?… Ah sí, cornudo, esa es la palabra; es un hijo de puta cornudo ―se burló, mientras seguía masturbándose y me miraba a los ojos―. Acabo de manosear como se me antojó a su linda esposa, incluso le metí la lengua en la boca, y ahora la tengo a poto pelado ante mí mientras me corro una rica paja… Mírate ese culo, esas piernas… ¡Estás de lujo!… Ahora quiero que desfiles para mí, que me muestres ese cuerpazo… ¡Anda, camina como una puta! ¡Caliéntame!
Dudé. Me decía cada vez peores groserías, pero a mí me sonaban como estallidos de lujuria. Me sentía realmente una puta, una perra que quería seguir jugando, o que jugaran con ella. “Perdóname, Pablo”, dije mentalmente, “perdóname por no poder evitar entregarme como una cualquiera”.
Caminé lentamente frente a él. Le exhibí mis pasos mejor ensayados, mientras le miraba el bulto en sus pantalones. Sabía que le gustaba que se lo mirara, y a mí me gustaba calentarlo; calentar a ese viejo que nunca había tenido una mujer como yo. Cuando pasaba casi rozándolo, el miserable no perdía la oportunidad de asestarme una nalgada o manosearme los pechos, a la vez que me insultaba llamándome puta, perra, culona… Yo estaba en el cielo.
―Eso, señora Cristina, menéele el culo a este viejo caliente… Muéstreme lo arrastrada que puede ser la esposa de mi vecino… Qué maraca más rica… ¡Y va a ser mía! ¡Cómo se me antoje! ¿No es así, putona?… ¡Vamos, respóndeme!―. El viejo se cruzó en mi camino, me tomó de las caderas y me clavó su bulto en la pelvis, mirándome a los ojos con una perversa mueca de satisfacción estampada en la cara.
―Sí, sí… don Tito… Mi cuerpo será suyo… y como a usted le plazca ―respondí, sumisa ante el avance de sus manos, que metió bajo mi blusa para sobajearme los pechos.
―¿Te gusta que te manoseen las tetas, putinga? —preguntaba apretándome los pezones, que estaban increíblemente duros.
―Sí, don Tito, me gusta mucho que me manoseen las tetas―. Llamar tetas a mis propios senos me excitó aún más.
―¿Y te gusta que te las chupen? ¿Quieres ser mi vaca lechera? —siguió, atrapando uno de mis pezones con la boca y dándole veloces lengüetazos.
—Me encanta, don Tito… Quiero ser su vaca, y ver cómo se traga mi leche…
Al oír mi respuesta, el viejo empezó a succionármelos con tanta fuerza que parecía una ventosa.
―Que lindas tetas Cristina, seguro a tu estúpido marido también le gustan― farfulló de repente en medio de su faena―¿le gustan?, ¿Cuánto le gustan?.
―Si, a él le gustan mucho Don Tito―respondí sin perder de vista su lengua, ofreciéndole mis senos para que los gozara alternativamente―se siente orgulloso de ser el único que las ha besado.
Al escuchar esto, abrió la boca hasta un grado increíble, y empezó a succionármelos como si quisiera tragárselos enteros. Yo me sentía ascender a un nuevo orgasmo, Pablo jamás había llegado a eso, me sentía muy deseada y sucia a la vez por permitirle a aquel viejo asqueroso manosearme de esa manera.
Al cabo de unos minutos, soltó mis tetas y puso sus manos en mi trasero.
―Ahora tu culo, yegua… Tienes un culo de ensueño, putona… y soy yo el que te lo va meter hasta el fondo, no el marica de tu marido… ¿Te gusta que te perforen el culo, perra?
―Me encanta, don Tito… me encanta que me abusen por el culo… y me encanta calentar a viejos como usted…
En eso sentí que metía un dedo en mi orificio anal, y solté un grito de dolor.
—¡Ayyyyy! ¡No, eso no…! ¡Por favor, suélteme don Tito, duele mucho! —gemí como una bebita asustada. El viejo retiró su mano, pero volvió a asestarme sus violentas y adorables palmadas en las nalgas.
―Qué puta eres, Cristina… —me decía—. Te quejas pero te encanta, como a todas las perras… Aunque tú eres una puta preciosa… Mira esa carita de ángel… qué labios más carnosos… perfectos para chupar… ¿Te gustaría chupar un rico dulce como premio?―. Se desabrochó el cinturón, y cuando iba a hacer lo mismo con el pantalón, se detuvo.
—Mejor no, búscalo tú, putita… Y cuando lo encuentres, demuéstrame cuándo te gusta comértelo.
Hasta ese instante no me había dado cuenta cabalmente de lo ansiosa que estaba por portarme como una verdadera puta. Ahora había llegado el momento, el momento de actuar en vez de dejarme hacer, y mi excitación iba en franco aumento.
―Adelante, señora Cristina, busque lo que les gusta a las perras como usted. Le aseguro que está bien duro y muy caliente… como usted se merece… ¡Anda, putona, sácalo y lámemelo bien!―. El viejo había percibido el morbo que me provocaba que me dijera puta, y lo aprovechaba diestramente.
Yo estaba asustada. Sabía que era muy diferente dejarme usar pasivamente por un hombre que asumir un rol activo para causarle placer, y más si se trataba de ese canalla a quien mi marido detestaba. Pero un impulso más fuerte que yo me impelía a seguir adelante, y la idea de tomar ahora la iniciativa me producía una tremenda efervescencia. Palpé lentamente el bulto que palpitaba bajo sus pantalones. El viejo soltó un suspiro lascivo cuando descorrí la cremallera e introduje mi mano hasta tocar su miembro desnudo. Era largo y grueso, duro como un músculo en máxima tensión. Lo recorrí con mis dedos; el viejo me miraba con una mueca enferma, que sin saber por qué me hacía sentir más hembra que nunca.
Le bajé el calzoncillo y dejé todo el paquete a la vista. Cogí con una mano sus peludos testículos y los acaricié suavemente; apreté con la otra su verga y empecé a masturbarlo lo mejor que podía. Nunca lo había hecho con Pablo, así que actuaba por instinto; tampoco había tocado otro pene fuera del suyo, y el del viejo me impresionaba enormemente. “Un macho bien dotado”, me dije, y decidí disfrutarlo sin reservas.
Mientras lo masturbaba me cogió de los hombros, me atrajo hacia él y volvió a meter su lengua en mi boca. Me beso con hambre, buscando frenéticamente mi lengua con la suya y chupándome los labios. Era asqueroso pero excitante, y dejé que el viejo me lamiera como un cachorro ansioso.
La piel de su verga estaba tan tensa que la sentía casi tersa; su glande goteaba un líquido viscoso que se me escurría entre los dedos. Parecía que su miembro crecía cada vez más, a tal punto que el de Pablo me parecía cada vez más insignificante.
Don Tito suavemente me oriento hacia la mesa de la cocina. Yo, sin soltar su miembro, lo seguí; ya estaba perdida, estaba hambrienta.
―Ahora me lo vas a chupar perra… le vas a chupar el pico a tu vecino― anunció Don Tito cuando me obligaba a inclinarme sobre la mesa. Me dejo apoyada en un vértice de esta, dejando mi cabeza a la altura de su miembro y mi cola en pompas por el otro lado.
—No te impacientes, ya te voy a dar tu dulce —me dijo—. Pero antes tienes que ponerte en pose para recibirlo como se merece —y me asestó una fuerte palmada en la cola. ―¡Párame bien el culo, perra, bien parado, para mostrarme lo ansiosa que estás de comértelo!
Obedecí automáticamente, y paré mi cola lo más que pude. Imaginé la posición en que estaba y en la que el viejo me veía: mi espléndido cuerpo ofrecido por completo a su deseo, suplicando ser usado como el viejo quisiera. Era una imagen abyecta, servil, y sin embargo embriagadora.
―¿Qué diría el imbécil de tu marido si te viera así, rogándome con el culo que haga contigo lo que se me dé la gana? ¿Qué diría si te viera con mi verga en la boca, putinga?
Yo estaba sumida en el delirio, y contesté sin saber lo que decía.
―Pablo nunca me ha pedido que se la chupe, don Tito ―dije, lamiéndole el glande y absorbiendo con mi lengua unas gotas de aquel fluido destinado a lubricar―. Su verga será la primera que saboree mi boca… y su semen el primero que me trague…
No podía creer lo que acababan de pronunciar mis labios; me asombraba haberlo dicho con esa mezcla de inocencia y sensualidad.
No me explico como pude sentirme tan tentada, pero no pude evitarlo; mi lengua recogió el viscoso fluido acumulado en el hinchado y palpitante glande del viejo. Estaba delicioso, era elixir de macho y supe que jamás dejaría de degustarlo, tragándome todo lo que aquel carnoso recipiente estuviera dispuesto a regalarme por mis cariñosos besos y lamidas. Después de limpiar su morada cabeza repase su miembro con la lengua, recorrí de la base de su gruesa verga hasta su protuberante glande, tenía sabor a sudor de hombre; me gustaba, el sabor a calentura de viejo me gustaba. Bañe su mástil con saliva y sus enormes testículos también, que me sumergiera entre su vello para alcanzar sus testículos con mi lengua le encantaba, podía sentirlo en los apretones o palmadas en mi cola. Cuando volví sobre su brillante cabeza, buscando cazarla con mis labios, cada una de sus manos apretó la respectiva nalga que tenía atrapada.
―¿Qué te parece tu dulcecito, putilla, te gusta? —decía el viejo, emitiendo quejidos de placer. De vez en cuando me lo sacaba de la boca y me daba sonoros golpes con el glande por toda la cara. O me cogía la cabeza con las manos y me lo hundía una y otra vez hasta la garganta, como si me estuviera follando.
—¡Chupa con más ganas, perra, suplícame que te culee por la boca! —bufaba el viejo, embistiéndome con su descomunal miembro. ¡Cuando te tenga bien enseñada me lo vas a hacer delante de tu estúpido marido!
Le chupé la verga como un animal hambriento. Me la metía en la boca hasta donde podía, y masturbaba con la mano lo que quedaba fuera. Mi lengua le lamía el glande sin descanso, deseosa del fluido que emitía con cada palpitación. Estaba delicioso, era elixir de macho, y me dije que quería disfrutarlo muchas veces, que nunca me cansaría de tragar esa sustancia fálica que transfiguraba mi condición de hembra.
Después de un rato, disminuí deliberadamente el ritmo, para ver cómo reaccionaba.
―¿Qué pasa, perra? —exclamó irritado, golpeándome violentamente las nalgas con un estruendoso palmazo—. ¿Quién te dijo que pararas? ¡Sigue chupándome el pico, y hazlo mejor que antes, es tu oficio, puta de mierda!
Obedecí. Había logrado lo que esperaba: era una puta, y merecía que me trataran como tal.
Al insultarme así, al mandarme como si fuera mi amo, me hacía sentir más deseable… más rastrera… más ansiosa de servidumbre sexual… Mientras chupaba no podía evitar emitir sonidos de gemidos atrapados en mi garganta. Mi calentura se notaba; y más crecía cuando disminuía el masaje en su verga, con la intención de que me volviera a gritar, a insulta y a darme palmazos como a una niña que no cumple con su tarea. Entretanto, el viejo proseguía su obsesivo monólogo contra Pablo.
—Pronto veré al tarado de tu marido mirando cómo se lo chupas a su odiado vecino… Cómo me culeo a su rica esposa por la chucha y por el culo… ¡Eso es, cómete tu dulce, putona!— gritó, sabiendo que yo me calentaba más con sus insultos.
De pronto aparto su delicioso miembro y se paró detrás de mí. Me arranco la tanga de un tirón. Di vuelta la cabeza y lo miré; estaba contemplando mi culo desnudo, y se lo ofrecí meneándolo descaradamente. El soltó un bufido de satisfacción y metió una mano en mi húmeda vagina.
—Cómo te gusta provocar, culona —masculló―. Y estás toda mojada, como perra en celo… —agregó, introduciendo la punta de su verga en mis labios vaginales.
Un morboso impulso me incitó a fingir que no quería.
―¡No, don Tito, no me la meta, por favor, no me viole! —imploré, sabiendo que no me haría caso; me encantaba que no le importara si yo quería o no.
―Estás desesperada por que te la meta, putilla… Pero no creas que lo voy a hacer así no más… Tendrás que pedírmelo, suplicarme que te penetre… Anda, pídeme que te atraviese, no te la voy a meter hasta que me lo ruegues…—dijo el desgraciado, mientras paseaba su glande por la entrada de mi vagina.
Estuvo un rato así, provocándome con el glande y diciéndome obscenidades. Yo ya no aguantaba las ganas de que me lo metiera. Me volví a mirarlo; su sonrisa perversa me sumía en un absoluto descontrol.
―Por favor, don Tito… Uuuyyy qué rico… —balbuceé—… Desquítese de Pablo follando a su mujer… Quiero sentir cómo abusa de mí… Uuuyyyyy… Quiero sentir su gruesa verga adentro… Por favor, don Tito, hágame gozar y seré suya para siempre… Desahogue su calentura en mi cuerpo… ―y lo miré a los ojos en forma suplicante, mientras me acariciaba el culo y lo meneaba como sabía que a él le gustaba.
El viejo esperó hasta que terminó mi súplica; se agasajó contemplando mi excitado rostro mientras le rogaba que me clavara su verga. Me tomó de las caderas, y entonces, como si no fuera suficiente, le solté:
―La suya es mucho más grande que la de Pablo, mucho más sabrosa que la de mi marido. Humíllelo metiéndomela hasta el fondo.
Oí su risa malsana. Aseguró la punta de su miembro en la entrada de mi vagina, y de una sola embestida me lo clavó entero. Sentí que se abría paso hacia adentro como un taladro implacable, y lancé un grito desgarrador. Se quedo así un momento, con todo ese pedazo de carne dentro de mí. Nunca me había sentido poseída a tal extremo; el dolor y el placer se confundían en una exquisita experiencia.
De pronto inició un violento mete y saca: me tenia cogida de las caderas y me atraía hacia él con la misma furia con que me estaba clavando. Pude sentir que su barriga oprimía mi cintura cuando se inclinó para agarrarme las tetas. Estaba sobre mí, follándome salvajemente. Yo tenía las piernas juntas, los codos apoyados sobre la mesa, dándole espacio para que manoseara a su gusto mis pechos. Me tenía montada como a una potranca, y volví a experimentar el tortuoso impulso de fingir desagrado y dolor.
―¡Aaayyyyyy!… ¡Me duele!… ¡Me está partiendo, don Tito!… ¡Deténgase, déjeme! ¡No puedo hacerle esto a Pablo! ¡Viejo asqueroso, deje de violarme!
—¡Cállate, maldita puta, apenas estoy empezando! —vociferó—. ¡Qué rico metértela entera! ¡No dijiste que serías mía si te la metía así? ¡Ahora eres mía para siempre! ¡Mañana, cuando el pelotudo de tu marido esté trabajando, yo vendré a culiarte otra vez! ¡Y me estarás esperando! ¡Me esperarás porque estarás hambrienta, hambrienta de mi pico y de mi semen!
―Sí, don Tito… ¡Aaaayyyyyy!… Lo voy a esperar… ¡dispuesta a todo!… Voy a ser su perrita… Uuuuyyyyy… La mujer de Pablo… ¡va ser su perraaaa!… ¡Aaahhhh!… ¡Aaaaahhhhh!…
Entonces estalló mi segundo orgasmo. Fue largo e intenso, pero no me dejó satisfecha. Necesitaba más.
El viejo se detuvo. Sin embargo, no me lo sacó; se quedó quieto detrás de mí, con su enorme miembro clavado hasta mis entrañas. Yo sentía palpitar adentro aquella monstruosa culebra que parecía tener vida propia, y no tardé en empezar a moverme con un suave vaivén; ahora era yo la que me estaba comiendo su falo. Un momento después, el viejo respondió con nuevos ímpetus, invadiéndome hasta que mis nalgas se pegaban a su ingle, angustiadas por no poder seguir engullendo más allá. Sentía el áspero roce de su miembro al salir de mí y al volver a entrar, y también el de su peludo cuerpo en mis muslos y en mi cola.
―Eso, puta calentona… Comételo con la chucha… Muéstrame que mi pico te vuelve loca… ―murmuraba el viejo mientras me manoseaba las tetas―. Ahora más rápido… Aaaahhhhh… ¡Más rápido, te dije!―. Y volvió a castigarme las nalgas con violentas palmadas.
Aceleré mis movimientos. Ahora él no se movía; era yo la que, bajo el yugo de sus golpes, devoraba su verga en un mete y saca descontrolado, mete y saca, mete y saca, mete y saca… como una yegua complaciendo a su jinete. Me daba cuenta de que le encantaba mirar cómo yo misma me daba placer recorriendo de entrada y salida su enorme miembro con mi vagina. Sabía que gozaba viendo cómo me dejaba golpear para que siguiera penetrándome, manteniendo su falo dentro de mí. Sentirme su puta, oírlo insultarme e insultar a mi marido, me inundaba de una histeria mórbida y gloriosa. Mi único control se reducía a dejar que abusara de mi cuerpo, con tal de que siguiera usándome como quisiera.
De repente me lo sacó y se apartó de mí. Sentí un gran vacío entre las piernas, me volví para saber qué hacía, y me asusté al verlo subiéndose los pantalones.
―Siga, don Tito, por favor… siga abusando de mí… ―supliqué jadeante.
Me asestó una mirada malévola, mientras me apuntaba con su monstruoso miembro reluciente de nuestros fluidos y lo hacía girar, para hacerme sentir que ahora yo estaba completamente sometida a las órdenes de ese falo.
―Voy a seguir culiándote en tu cama, puta, ahí donde duermes con tu tonto maridito ―dijo, como si fuera el dueño de un harén dirigiéndose a una de sus esclavas.
―Por favor, don Tito, no nos humille así… Haga lo que quiera conmigo, ¡pero no humille a Pablo! ―rogué, haciendo ademán de arrodillarme ante él, así como estaba.
—¡No te arrodilles, puta! —me gritó―. ¡Ya lo harás, cuando yo te lo mande!—. Me alzó hasta él, me cogió el rostro, y con dos dedos me torcíó la boca.
—Sólo por el placer de humillarlo me voy a culiar a su esposa en su propia cama —me dijo con voz sibilante—. Y la voy a hacer feliz mientras la penetro, porque está hambrienta de mi pico. Así que la muy perra me seguirá ansiosa a su dormitorio. Y no te demores, yegua, o la leche que tengo guardada para ti la voy a regar en tu almohada.
En tres segundos su desgarbado cuerpo desapareció por el pasillo.
No podía creer que aquel viejo me hubiera dejado botada en la cocina, seguro de que yo no podría aguantar el deseo de seguirlo. Quería humillar a Pablo follandome en nuestra cama matrimonial. Mi blusa estaba pegada a mi cuerpo, empapada con mi propio sudor. Recogí mi minifalda y pensé ponérmela, ir a buscar al maldito viejo y sacarlo de mi casa. Pero me dije que podría molestarse y hacerme algo peor; pese a su edad, era mucho más fuerte que yo. Pese a todo, la situación no dejaba de calentarme. Parecía una drogadicta privada de droga, dispuesta a hacer cualquier cosa para obtenerla. Al fin reconocí que necesitaba esa gran verga, y decidí ir por ella sin que importaran las consecuencias.
Cuando entré en el dormitorio me sentí como una niña que asiste por primera vez a clases. Estaba nerviosa y asustada, pero aun así adopté una actitud sensual y provocativa. Él viejo se hallaba desnudo sobre la cama; sólo conservaba puestos, como un detalle revelador de su irremediable vulgaridad, unos horribles calcetines que al parecer no pensaba sacarse.
―Aaaaahhhh… —exclamó al verme aparecer—. Parece que la señora no era tan decente como pretendía. Le importa un carajo ponerle los cuernos a su lindo esposo mientras ella se pueda comer un buen pedazo de pico bien parado, revolcándose en su propia cama—. Hablaba en tono burlesco y malévolo, mientras blandía su enorme miembro apuntándome con él—. Ven acá, putona, ven a saludar a tu nuevo dueño —y se lo señaló con un dedo, mientras seguía blandiéndolo—. De ahora en adelante vas a hacer todo lo que te ordene, tu mayor deseo será complacerlo y hacerlo gozar como te lo mande cada vez. Así que acércate meneándole el culo y las tetas, porque quiere calentarse bien contigo antes de perforarte hasta hacerte aullar de placer.
Me acerqué como me lo había ordenado. Cuando estuve parada ante él, se incorporó y me arrancó de un tirón los botones de mi blusa, dejando a la vista mis anhelantes pechos. Lucían más soberbios que nunca, coronados por preciosos y erectos pezones; yo misma admiré su perfección, y la idea de ofrendárselos a aquel perverso viejo me inundó de rabia, pero después de morboso ardor. Los atrapó con sus manos y empezó chuparlos como un becerro hambriento. Iba de uno a otro, alternando la succión con feroces lengüetazos y chorros de saliva que esparcía por mi piel, y que pronto usó para embadurnarme la cara. De repente se le ocurrió una grotesca maniobra: me chupaba un pezón haciendo toda clase de ruidos obscenos; luego me chupaba el otro y los repetía; por último, me metía desaforada-mente la lengua en la boca, descargándome dentro sonidos que sonaban como expulsiones acústicas de su propio cuerpo.
Yo respondía a todo en un estado de envilecido aturdimiento. Estaba completamente a su merced, casi deseando que me hiciera cosas peores todavía. Endurecía mi lengua para sentir más ásperamente la suya, que entraba hasta mi garganta tan rígida como su miembro; me tragaba ávidamente su saliva rancia y salobre, me estremecía al restregarme contra su piel peluda y húmeda, al percibir el extraño olor que despedía su cuerpo. Me parecía que estábamos pegados de frente, como desesperados por fusionarnos, por hacernos uno.
—¡Me cansé de chuparte las ubres! —gritó de súbito, y se apartó bruscamente. Me tomó de un brazo y me tiró sobre la cama. Caí de espaldas, dominada e indefensa. Se quedó inmóvil, mirando mi cuerpo con esa mueca enfermiza que tanto morbo me provocaba.
―Abre bien las piernas, puta, y muéstrame toda tu chucha…—me ordenó con voz ronca—. Ahora me vas a rogar… Me vas a implorar que te culee como a una perra de la calle en esta misma cama donde duermes con tu marido.
Yo sabía ya que le encantaba verme suplicándole como una hembra desesperada. Había aprendido a fingir a la perfección, así que repetí las palabras y los gestos rituales, que ahora me salían automáticamente.
—Por favor, don Tito… Poséame aquí… en esta cama que comparto con Pablo… ―. Abrí las piernas y flecté las rodillas, exponiendo por completo mi sexo—. Vamos, viejo, culéeme… viólese a la hembra de su vecino… Desquítese conmigo… yo respondo por mi marido…― cerré los ojos y voltee mi rostro, con eso me sumergí en las lujuriosas sensaciones que provocaran mis propias palabras, y le di a entender que el exuberante cuerpo desnudo sobre la cama: el cuerpo de la mujer del cabrón de su vecino, era suyo.
Basto sentir que subía a la cama, para que yo empezara a gemir delicadamente. Metió su glande en mi vagina, y se me escapó una exclamación agónica; me pareció que me perforaba una barra de acero candente, abriéndose paso con ferocidad de tiburón ahí donde el disminuido pene de mi marido entraba fácilmente. Solté el aire retenido en una explosión de angustia ante el voluptuoso dolor que me infligía el poderoso armatoste que me acometía. Su fofa barriga aplastaba mi vientre, haciendo patente nuestra diferencia de edad, su respiración era pesada y espasmódica, el mete saca cada vez más rabioso… Estaba recibiendo una follada descomunal, y mi tercer orgasmo no tardó en llegar.
Seguí respondiendo a las clavadas del viejo, que buscaba su propio clímax. Tenía los ojos cerrados y el rostro horriblemente contraído, como el de una gárgola. Miré hacia el velador, y vi la fotografía de mi boda: yo de novia, y Pablo sonriente junto a mí, como si fuera testigo de mi traición, de mi voluntario y total sometimiento a su odiado vecino. Me quedé pegada en esa imagen; sentí lágrimas que brotaban de mis ojos y corrían por mis mejillas. Lágrimas de culpa, de culpa por no poder decirle que no a aquel viejo que se saciaba conmigo. Le pedí perdón a Pablo, pero volví a incitar a ese desgraciado que me estaba convirtiendo en lo que yo secretamente deseaba.
―Más fuerte, viejo asqueroso… Perfórame más duro, viejo maldito ―lo apremié, gimiendo y sollozando, mientras las lágrimas inundaban mi cara y mi cuello. Se dio cuenta de que ahora no fingía, y eso le provocó una risa burlona.
―No sacas nada con llorar, putinga —me dijo—. Es demasiado tarde, y ya no hay vuelta atrás. Ahora no eres más que una perra sumisa a los deseos de cualquiera… de cualquiera que quiera montarte donde sea…
El muy maldito me beso, presionando mi cuerpo contra el suyo, lamiendo mi boca como un poseso.
―Toma puta… ¡¿Así te gusta que te la claven?!… aaaarrrrgggg… eres una niña mala que merece que le destrocen el culo a cachetazos―balbuceaba ―. ¡Eso perra!… me encanta ver como te saltan las lágrimas… grita puta, sigue gritando… llora todo lo que quieras… muéstrame como te duele que te parta con mi buena vergota… como te gusta que te la meta toda.
Sus insultos, sus golpes y sus miradas de desprecio me tenían en éxtasis. Arremetía contra mi cuerpo con ansias atravesadas de deseo y de odio. De súbito me escupió en el rostro, y yo lo incentivé recogiendo con un dedo los restos de esa humillación, poniéndolos en mi lengua y tragándomelos ávidamente. Era su perra, y con tal de que me siguiera follando era capaz de eso y más.
De pronto se detuvo deliberadamente, y contempló cómo yo seguía moviéndome al ritmo de sus embistes, transportada de lujuria.
―Siga, don Tito, por favor… ―le rogué entre jadeos.
―¿Quién te entiende, puta loca? —me increpó incrédulo—. Hace un momento llorabas a moco tendido, y ahora me pides más castigo.
Miré la foto de mi matrimonio.
―No lloraba por mí, don Tito… sino por Pablo…
―¿Te da pena tu cornudo hijo de puta?
―Me dio pena lo que le estoy haciendo. Pero lo que más me dolió fue darme cuenta de que él nunca podrá darme lo que usted me ha dado.
―¿Ah sí?―. El viejo agarró su portentoso miembro, aún erecto―. No tiene uno como éste, ¿verdad?
―No, don Tito, ni de cerca…
―Pues ahora vas a probar lo mejor, perra…—. Me dio vuelta, me tomó de las caderas, me hizo parar la cola y me introdujo la punta de su índice en el ano.
―¿Alguna vez tu marido te lo metió por el culo? —preguntó, haciendo girar su dedo en mi orificio anal y provocándome deliciosas sensaciones.
―No, don Tito ―respondí, imaginando anhelante lo prodigiosa que podía ser esa experiencia—. Me lo pidió dos veces, pero me negué. Quizás me estaba guardando para usted… —añadí, sabiendo que eso le iba a hacer subir a las nubes su enorme vanidad. ―Así que te guardabas para tu dueño, culona, ¡así me gusta! —profirió con infantil regocijo—. Entonces te voy a premiar. Prepárate para el trancazo final…— y empezó a acomodar su glande en mi ano.
―¡No! ¡No lo haga, don Tito, por favor, tengo miedo!— supliqué, envuelta en deseo.
Estaba asustada de verdad. Aunque sabía ya por experiencia que el dolor podía causar un inmenso placer, me atemorizaba la idea de intentar una experiencia desconocida, que podía ser terrible, y causarme daños inimaginables. Pero el viejo, como siempre, no me hizo ningún caso. Me aferró firmemente de las caderas, para que no pudiera escapar, y empezó a hundirme su verga en el culo. En cuestión de segundos sentí cómo su miembro rompía la resistencia de mi anillo rectal y seguía su inexorable avance hacia adentro. Me quedé inmóvil ante el empalamiento que me estaba infligiendo, sintiendo crecer en mis entrañas un oscuro dolor, cuyos alcances ignoraba. En el momento en que el viejo terminó de enterrármelo y sus peludos testículos se pegaron a mis nalgas, me atravesó una descarga de indecible sufrimiento que me hizo emitir un alarido de horror. Pero esa horrible tortura duró dos segundos, y luego empezó a ceder, mezclándose con un flujo de voluptuosidad que aumentaba progresivamente, hasta que todo se convirtió en una experiencia híbrida increíblemente intensa. El viejo se dio cuenta de lo que me estaba ocurriendo, y fue acelerando sus embestidas hasta convertirlas en tremendas estocadas. Mis gritos recogían alternativamente las sensaciones de sufrimiento y éxtasis que me recorrían entera.
—¡Aaayyyyy, Aaahhhh!… ¡Qué dolor más ricoooo! ¡Me estás partiendo el culo, viejo de mierda!… ¡Pero sigue, sigue!… ¡Culéame más fuerte, más fuerteeeee, viejo cabrón!
Me quedé exhausta sobre la cama. Sus últimas nalgadas me ardían en el trasero, la foto de mi matrimonio me decía que había sido ultrajada hasta el grado extremo del envilecimiento. Ese maldito viejo me había poseído a su gusto, y ahora se vestía para dejarme tirada como un desperdicio, envanecido de su aplastante triunfo y de la tremenda afrenta que le había infligido a mi marido.
Recogió las llaves de mi casa, que estaban sobre el velador. Miró mi foto de matrimonio, la levantó para verla mejor. La mueca perversa volvió a cruzarle la cara.
―Nada me gustaría más que mirar la cara que pondría tu marido si te viera bañada en mi semen como una perra asquerosa ―dijo guardándose las llaves―. Pero prefiero que por ahora no se entere, que siga manteniendo esta casa, alimentándote, vistiéndote y pagando tus emperifollamientos… para que me complazcas a mí.
Me senté en la cama y me cubrí con las sábanas. Se acercó, me tomó de la barbilla y levantó mi rostro para que lo mirara.
―Me llevo las llaves porque en adelante voy a entrar en esta casa cuando me dé la gana ―dijo con su voz carrasposa―. Volveré después de almorzar; quiero que te des un baño y me esperes en esta misma cama… con tu ajuar de novia puesto. ¿Oíste, puta? ―Se quedó mirándome, esperando una respuesta―. ¿Oíste, puta de mierda? —volvió a preguntar.
―Sí, don Tito…
Me lanzo un beso y salió del dormitorio. Escuché cerrarse la puerta de la calle. Me llevé las manos a la cara y lloré; de vergüenza, de rabia, de impotencia, no lo sé; sólo sé que lloré desnuda sobre la cama. Sentía secarse el semen sobre mi piel, y mi ano me ardía.
Me levanté, me di una ducha y me dispuse a hacer mis maletas. Era pasado el mediodía, y el viejo había dicho que volvería después de almorzar. Tenía por lo menos dos horas para empacar e irme de ahí. Llamaría a Pablo desde la casa de mis padres para que me fuera a buscar allá, y le pediría que nos fuéramos lejos, sin explicaciones de por medio, o dándole la primera que se me ocurriera. Él lo haría por mí, me amaba y se iría conmigo sin mayores preguntas; sería un gesto romántico muy propio de él.
Mientras empacaba encontré mi ajuar de novia; las palabras del viejo resonaban en mi memoria. Sin saber cómo, mi apuro se fue desvaneciendo; ahí estaban las blancas prendas que habían cubierto mi cuerpo en mi noche de bodas: mi portaligas, mi brassier de encaje y el diminuto colaless se deslizaron por entre mis dedos; estaban suaves, y recordé lo mucho que le gustaban a Pablo. Decía que me veía preciosa, que podía estar muy cansado, pero que al verme con esas prendas adornando mi cuerpo, no aguantaba las ganas de hacerme el amor. Cuando me di cuenta ya las tenía puestas, y estaba frente al espejo. Mi fina cintura se prolongaba en unas fabulosas caderas, mi portaligas ceñía mis nalgas y aseguraba mis medias en mis muslos. El brassier juntaba mis pechos, generando una gloriosa vista del escote. Me extrañaba no haberme detenido nunca a admirarme en mi tenida nupcial, y seguí unos momentos contemplándome en el espejo.
Cambié las sábanas y me introduje en la cama. Sentía mi ajuar ciñendo mi cuerpo. Me recosté de lado, dando la espalda a la entrada del dormitorio, y esperé. Sabía que Pablo no llegaría hasta las siete; estaba trabajando, y nunca sospecharía lo que su mujer estaba haciendo en su ausencia.
De pronto oí sonar la cerradura de la puerta de entrada. Después unos pasos avanzaron por el pasillo y entraron en el dormitorio, hasta detenerse junto a la cama. Por último, la sábana que me cubría fue arrancada de un tirón y quedó a mis pies. Un sonoro y burlón “guauuu” resonó en la habitación. Sentí el peso de otro cuerpo en la cama, y luego una áspera mano me cogió de la cintura.
─Ven acá, putona…
No voy a detallar lo que don Tito me hizo esa tarde. Me penetró, me insultó, me golpeó, me perforó por delante y por detrás. “Te voy a hacer un hijo macho como yo, puta”, me gritó cuando me inundaba con su semen. Después me obligó a chupárselo durante cerca de una hora, hasta que acabó en mi boca y en mi cara, haciéndome sentir más puta que nunca.
Así me convertí en una sumisa y obediente perra para el viejo. Me hizo hacer muchas cosas que ni en mis peores sueños había imaginado. Quizás otro día relate algunas; ahora debo arreglarme para cumplir lo que me ordenó hacer hoy: ayer le conté sobre el vejete indigente del parque y sobre lo que había despertado en mí. “Vas a premiar a ese iluminado”, fueron sus palabras.

FIN CAPÍTULO 1.
 


“UNA EMBARAZADA Y SU DINERO, MIS MEJORES AFRODISIACOS” Libro para descargar (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Descubrir que una embarazada y yo somos herederos de una fortuna, reavivan mi alicaído libido. Con 42 años, las mujeres habían pasado a un segundo plano hasta que me enfrenté a ese cuerpo germinado. Los pechos, el culo de Ana y su dinero se convirtieron en mis mejores afrodisíacos

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:

Capítulo uno

Como a muchos hombres de mi generación, el estrés continuado durante años producto del trabajo me había llevado a una inapetencia sexual. Aunque sea duro reconocerlo, no me considero un bicho raro al confesaros que, con cuarenta y dos años, las mujeres habían pasado a segundo plano en mi vida. Sin ser un eunuco, ya no eran mi prioridad y prefería una buena comilona con un grupo de amigos tras un partido de futbol a un revolcón con la putita de turno. Siendo heterosexual convencido y probado, era consciente de la belleza de determinadas mujeres que revoloteaban a mi alrededor pero me consideraba inmune a sus encantos. Simplemente no me apetecía perder mi tiempo en la caza y captura de una de ellas.
Lo más curioso de asunto es que todo lo que os he contado antes cambió con la persona menos indicada y en las circunstancias más extrañas. Os preguntareis cuándo, cómo y con quién se dio ese cambio. La respuesta es fácil:
“Con mi prima Ana, al verla embarazada y en Filipinas”.
Como en tantas historias, todo comenzó por un hecho fortuito y en este caso luctuoso: la muerte de un tío. Evaristo, el difunto era un familiar que después de la guerra había organizado las maletas y se había ido al extremo oriente en busca de fortuna. En mi caso, solo lo había visto una vez y eso hacía muchos años. Por eso me sorprendió la llamada de un abogado, avisándome de su muerte y de que me había nombrado heredero.
No creyendo en mi suerte, le pregunté cuanto me había dejado. El letrado me contestó que no lo sabía porque esa encomienda era un encargo de un bufete de Manila del que ellos solo eran representantes. De lo que sí pudo informarme fue que al lunes siguiente se abriría el testamento en sus oficinas con las presencia de todos los beneficiarios.
―¿Hay más herederos?― molesto pregunté.
El tipo al otro lado del teléfono notó mi tono y revisando sus papeles, respondió:
―Son dos. Usted y Doña Ana Bermúdez.
Así me enteré que mi prima Ana era la otra afortunada.
«Es lógico. Somos sus parientes más cercanos», pensé al recordar que ese hombre era el hermano de nuestro abuelo.
A pesar de haber perdido el contacto con ella, me tranquilizó saber con quién iba a tener que compartir lo mucho o lo poco que nos había legado ya que Ana siempre me había parecido una persona bastante equilibrada. Por ello, confirmé mi asistencia a la apertura del testamento y anotándolo en mi agenda, me desentendí de ello.

La cita en el bufete.
He de reconocer que una vez en casa, fantaseé con la herencia y me vi como un potentado a cargo de una plantación de tabaco al hacer memoria que el tal Evaristo se vanagloriaba de la calidad de los puros que elaboraba en esas tierras mientras gastaba dinero en el pueblo sin ton ni son, con el objeto de restregar a toda la familia su éxito.
«Quién me iba a decir que iba a disfrutar del dinero que ese viejo ganó con tanto trabajo», ilusionado medité al caer en la cuenta que el bufete al que iba a ir era uno de los mejores de Madrid y por ello asumí que el legado debía de ser importante.
Por ello, intenté contactar con Ana para conocer de antemano cuál era su sentir en todo ello, pero me resultó imposible porque increíblemente nadie que conocía tenía su teléfono.
«¡Qué raro!», me dije tras darme por vencido, «es como si hubiese querido romper con todo su pasado». No dando mayor importancia a ese hecho, la mañana en que iba a conocer cuál era mi herencia, ve vestí con mis mejores galas y acudí a la cita.
Tal y como era previsible, las oficinas en que estaban ubicado ese despacho de abogados destilaban lujo y buen gusto. Quizás por ello, me sentí cortado y tras anunciarme con la recepcionista, esperé sentado que me llamaran tratando de pasar desapercibido. Al salir de casa creía que mi vestimenta iba acorde con la seriedad de la reunión pero, al llegar a ese sitio, deseé haberme puesto una corbata.
«Esto está lleno de pijos», mascullé cabreado asumiendo que me encontraba fuera de lugar. Si ya me consideraba inferior, esa sensación se incrementó al reconocer a mi prima en una ricachona que acababa de entrar por la puerta. Envuelta en un abrigo de visón y con peinado de peluquería, Ana parecía en su salsa. Si yo había dado mi nombre y poco más, ella se anunció exigiendo que la atendieran porque tenía prisa.
«¡Menuda borde!», pensé al escuchar sus malos modos.
Levantándome de mi asiento, me dirigí a ella y saludé. La frialdad con la que recibió mis besos en sus mejillas me confirmó que en esa altanera mujer, nada quedaba de la chiquilla inocente que había sido y por eso volví a sentarme, bastante desilusionado. La diferencia de trato, me quedó clara cuando a ella la hicieron pasar directamente a un despacho.
«A buen seguro, Ana es la beneficiaria principal y yo en cambio solo recibiré migajas», sentencié mientras intentaba mantener la tranquilidad.
Enfrascado en una espiral autodestructiva esperé a que me llamaran. Afortunadamente la espera duró poco ya que como a los cinco minutos, uno de los pasantes me llamó para que entrara a la sala de reuniones. Allí me encontré con cuatro abogados de un lado y a mi prima del otro. No tuve que ser un genio para leer en su rostro el disgusto que le producía mi presencia.
«Debió pensar que ella era la heredera universal de Evaristo», comprendí al ver su enfado.
No queriendo forzar el enfrentamiento que a buen seguro tendríamos en cuanto nos leyeran el testamento, pregunté cuál era mi sitio. El más viejo de los presentes me rogó que me sentara al lado de ella y sin dar tiempo a que me acomodara, comenzó a explicar que nos había citado para darnos a conocer el legado de nuestro tío.
―Corte el rollo, ¿cuánto me ha dejado?― fuera de sí, le recriminó mi prima.
Su mala educación no influyó al abogado que, con tono sereno, le contestó que no sabía porque antes tenía que abrir el sobre que contenía sus últimas voluntades.
―Pues hágalo, no tengo tiempo que perder.
El sujeto, un auténtico profesional, no tomó en cuanta la mala leche de mi familiar y siguiendo los pasos previamente marcados, nos hizo firmar que en nuestra presencia rompía los sellos de ese paquete. Os juro que para entonces se me había pasado el cabreo al ver el disgusto de esa zorra y gozando a mi manera, esperé a que el abogado empezara a leer el testamento.
Tras las típicas formulas donde se daba el nombre de mi tío y el notario declaraba que a pesar de su edad tenía uso pleno de sus facultades, fue recitando las diferentes propiedades que tenía en vida. La extensa lista de bienes me dejó perplejo porque aunque sabía que mi tío era rico nunca supuse que lo fuera tanto y por ello, cuando aún no había terminado de nombrarlas, ya me había hecho una idea de lo forrado que estaba.
«¡Era millonario!», exclamé mentalmente y completamente interesado, calculé que aunque solo recibiera un pequeño porcentaje de su fortuna me daría por satisfecho.
Ana se le notaba cada vez más enfadada y solo pareció apaciguarse cuando el letrado empezó a leer las disposiciones diciendo:
―A mi adorada sobrina, Doña Ana Bermúdez, en virtud de haber dedicado sus últimos años a cuidar de mí…― la cara de mi prima era todo satisfacción pero cambió a ira cuando escuchó que decía― …le dejo el cincuenta por ciento de mis bienes.
Durante unos segundos, mantuvo el tipo pero entonces fuera de sí empezó a despotricar del viejo, recriminándole que ella era la única que se había ocupado de él.
El abogado obviando sus quejas, prosiguió leyendo:
―A mi sobrino, Manuel Bermúdez, como único varón de mi familia le dejo el otro cincuenta por ciento siempre que acepte cumplir y cumpla las condiciones que señalo a continuación…―os juro que mi sorpresa al saberme coheredero de esa inmensa fortuna fue completa y por eso me costó seguir atendiendo― …Primero: Para hacerse cargo de la herencia, debe vivir y residir en mi casa de Manila durante un mínimo de dos años desde su aceptación. Para ello, su prima Ana deberá prepararle la habitación de invitados o cualquier otra de la zona noble.
«La madre tendré que vivir con esa engreída», pensé.
El abogado siguió diciendo:
―Segundo: Deberá trabajar bajo las órdenes de la actual presidenta de mis empresas durante el mismo plazo.
No me quedó duda de quién era esa señora al ver la cara de desprecio con la que Ana me miraba.
―Tercero: La aceptación de su herencia deberá hacerse ante mi notario en Manila dando un plazo de quince días para que lo haga. De negarse a cumplir lo acordado o no aceptar la herencia, el porcentaje a él asignado pasará directamente a su prima Doña Ana Bermúdez.
Esas condiciones me parecieron fáciles de cumplir teniendo en cuenta que estaba hasta los huevos de mi trabajo como simple administrativo en una gran empresa y por eso, nada más terminar el abogado dije:
―¿Dónde hay que firmar?
El sujeto se disculpó y me recordó que según el testamento debía hacerlo en Filipinas y ante la ley de ese país. Dando por sentado que tenía razón ya me estaba despidiendo cuando escuché a mi prima que con tono duro decía:
―¿Nos pueden dejar solos? Manuel y yo tenemos que hablar.
Los abogados previendo que iba a producir una confrontación entre nosotros, desaparecieron por arte de magia.
Al quedarnos únicamente ella y yo en esa habitación, Ana se quitó el abrigo de pieles y dejándolo sobre uno de los sillones, se dio la vuelta y me soltó:
―¿Cuánto quieres por renunciar a todo?
La dureza de sus palabras me pasó desapercibida porque en ese momento mi mente estaba en otro planeta porque al despojarse de esa prenda, me permitió admirar la sensual curvatura de su vientre y la hinchazón de su busto.
«¡Está embarazada!», concluí más excitado de lo normal al recorrer con mi mirada su preñez.
Aunque siempre me habían parecido sexys las barrigas de las mujeres esperando, os tengo que confesar que cuando descubrí su estado, algún raro mecanismo subconsciente en mi interior se encendió y puso a mis hormonas a funcionar.
«¡Está buenísima!», pensé mientras por primera vez la contemplaba como mujer. Olvidando su carácter, me quedé prendado de esos pechos que pugnaban por reventar su blusa y contra mi voluntad, me imaginé mamando de ellos.
Mi “querida” prima creyó que mi silencio era un arma de negociación y sacando la chequera, con la seguridad de alguien acostumbrado a las altas esferas, me preguntó:
―¿Con medio millón de euros te sentirías cómodo?
Ni en mis sueños más surrealistas hubiera creído que de esa reunión saldría con esa suma pero para desgracia de esa pretenciosa, mi cerebro estaba obcecado contemplando el erotismo de sus curvas y nada de lo que ocurriera en esa habitación podría hacer que me centrara tras haber descubierto unas sensaciones que creí perdidas.
«Esta puta me pone cachondo», alucinado determiné al notar que mi sexo se había despertado tras meses de inactividad y que en esos momentos lucía una erección casi olvidada.
―Entonces, un millón. ¡No pienso ceder más!― subrayó cabreada.
Su ira, lejos de hacerla menos deseable, incrementó su erotismo y ya sumido en una especie de hipnosis, fui incapaz de retirar mis ojos de los pezones que se podían vislumbrar bajo su blusa.
«Debe de tenerlos enormes», medité mientras soñaba en el paraíso que significaría tenerlos a mi alcance, «daría lo que fuera por mordisquearlos».
―¡Solo un idiota rechazaría mi generosa oferta!―chilló ya descompuesta.
Su insulto exacerbó mi fantasía e imaginando que era mía, me vi sometiéndola. Ninguna mujer me había provocado esos pensamientos y por ello me intrigó que tras años de sexualidad aletargada, esa preñada me hubiese inyectado en vena tanta lujuria.
«¡Me la ha puesto dura!», sonreí.
Mi sonrisa nuevamente fue malinterpretada y tomada como una ofensa. Ana, dio por declarada la guerra y llena de ira, me soltó:
―No tienes idea de lo hija de puta que puedo ser. Te conviene aceptar mi oferta. Filipinas es mi terreno y si vives conmigo, ¡te haré la vida imposible!
Esa nada sutil amenaza tuvo el efecto contrario. Mi prima me la había lanzado con la intención de acobardarme pero al saber que viviría con ella, hizo que todas las células de mi cuerpo hirvieran de pasión.
―Ya veremos― respondí y dando por zanjado el tema, me acerqué a ella.
Ana se quedó de piedra cuando ya a su lado y mientras me despedía, susurré en su oído:
―Por cierto, nunca me imaginé que mi primita se había convertido en una diosa.

Quemo mis naves.
Saliendo de los abogados, decidí irle a decir adiós a mi jefe. Tras diez años de esclavitud y explotación en sus manos, ese capullo se merecía que alguien le cantara las cuarenta. A muchos os parecerá una locura quemar las naves de esa forma pero, asumiendo que lo mínimo que iba a sacar era el millón de euros que me había ofrecido, me parecía obligado hacerle saber a mi superior lo mucho que le estimaba.
Por eso cuando llegué a la oficina, sin pedir permiso, entré en su despacho y subiéndome a su mesa, me saqué la polla y le meé encima. Tras ese desahogo y mientras ese mequetrefe no paraba de chillar, recogí mis cosas y dejé para siempre ese lugar.
«¡Qué a gusto me he quedado!», pensé ya en la calle al recordar la cara de miedo que lucía ese cabronazo mientras le enchufaba con mi manguera. Acostumbrado a ejercer tiránicamente su poder, Don José se había quedado reducido a “pepito” al verme sobre su escritorio verga en mano.
Ya más tranquilo me fui a casa e indagando en internet, confirmé con la copia del testamento en mi mano que las posesiones de mi tío Evaristo se podían considerar un emporio:
«Estoy forrado», resolví tras verificar que formaban el segundo mayor holding de ese país.
Curiosamente mientras pensaba en esa fortuna que me había caído del cielo, no fueron solo mis neuronas las que se pusieron como una moto sino antes que ellas, mis hormonas. Dentro de mis calzones, mi pene se había despertado con una dureza comparable a la sufrida al ver las tetas de mi prima.
―¡Me pone cachondo la pasta!, muerto de risa, exclamé.
Juro que solo el saber que apenas tenía dinero para comprarme el billete de avión a Manila, evitó que saliese corriendo a un putero a descargar mi tensión con una hembra de pago. En vez de ello, abriendo mi bragueta, saqué mi hombría de su encierro y me puse a pajear pensando en Ana, en esas tetas que no tardarían en tener leche y en su estupendo culo.
―¡Esa puta será mía!― determiné en voz alta al recordar su sorpresa cuando le comenté lo buena que estaba.
Soñando que el desconcierto con el que recibió mi piropo fuera motivado por una debilidad de su carácter que me diera la oportunidad de seducirla, me imaginé poniendo mi verga entre las tetas de esa soberbia. En mi mente, mi adorada prima se comportó como una zorra y actuando en sintonía, me hizo una cubana de ensueño mientras soportaba mis risas e insultos.
Estaba a punto de sucumbir a mi deseo cuando de improviso sonó el timbre de mi puerta. Disgustado por la interrupción, acomodé mi ropa y fui a ver quién había osado interrumpirme. Al abrir, me encontré con una oriental. La desconocida, al verme, se presentó como la secretaría de mi prima y sin mayor prolegómeno, me informó que su jefa le había pedido que se pusiera a mis órdenes para que me ayudara con los preparativos de mi marcha.
Con la mosca detrás de la oreja, la dejé pasar. Esa criatura debía tener instrucciones precisas porque nada más pisar mi apartamento, me preguntó dónde tenía las maletas y qué ropa quería llevarme.
―¿A qué se debe tanta prisa?― pregunté.
Sin mostrar ningún signo de preocupación, la filipina contestó:
―Como futuro vicepresidente tiene a su disposición el avión de la compañía y Doña Ana ha preparado todo para que usted salga rumbo a Manila en tres horas.
Ese cambio de actitud y que esa guarra sin alma facilitara mi ida, me mosquearon. Sospechando que quizás buscaba un acercamiento como estrategia de negociación, interrogué a la muchacha donde recogeríamos a mi prima.
―La señora ya está de vuelta en otro avión. No quería esperar a que termináramos con su equipaje y me ha pedido que sea yo quien le acompañe.
Su tono meloso despertó mis alertas. Tratando de encontrar un sentido a todo aquello, me fijé en la muchacha y fue al percatarme de su exótica belleza cuando caí del guindo:
«Mi prima la ha mandado para que me seduzca».
Ese descubrimiento en vez de molestarme, me hizo gracia y sin cortarme en absoluto, me dediqué a admirar a la cría mientras recogía mi ropa.
«Hay que reconocer que tiene un polvo», zanjé tras recorrer con la mirada su esbelto cuerpo. Teresa, así se llamaba la mujercita, parecía sacada de una revista de modas. Guapa hasta decir basta, sus movimientos irradiaban una sensualidad que no me pasó inadvertida.
«¡Más de uno!», decreté al descubrir que tenía un culo con forma de corazón cuando la vi agacharse a cerrar la primer maleta. «Joder, ¡cómo estoy hoy!», protesté mentalmente mientras trataba de ocultar la erección entre mis piernas.
La incomodidad que sentía se incrementó exponencialmente al notar que esa cría se había dado cuenta de lo que ocurría entre mis piernas y se ponía roja.
«Parezco un viejo verde», refunfuñé en silencio avergonzado y desapareciendo de mi habitación, fui a la cocina a tomar un vaso de agua aunque no tenía sed.
Consideré esa huida como una sabia retirada porque era consciente que en el estado de excitación en que estaba, cualquier acercamiento por parte de ella terminaría en mi cama. Lo que no sabía fue que Teresa usó mi ausencia para revisar los cajones de mi cuarto y que durante ese examen, encontró mi colección de películas porno.
«Menudo pervertido», me reconoció posteriormente que pensó al deducir por su contenido que las asiáticas eran una de mis fantasías.
Curiosamente ese hallazgo, la satisfizo aunque su jefa le había prohibido expresamente cualquier acercamiento conmigo. Sus órdenes eran únicamente el convencerme de acudir cuanto antes a filipinas.
―Es un muerto de hambre. Fuera de su entorno conseguiré que firme la renuncia― fueron las escuetas explicaciones que le dio.
Para desgracia de Ana, esa muchachita era ambiciosa y al conocer mi debilidad por su raza, no tardó en decidir que la iba a aprovechar a su favor. De forma que ajeno a las oportunidades que se me estaban abriendo sin saberlo, la mente de Teresa se puso a elucubrar un plan con el que seducirme.
«Maduro, soltero y solo, no tardará en caer entre mis piernas», sentenció mientras se veía ya como mi futura esposa. «Si consigo enamorarle, me convertiré en una de las mujeres más ricas de mi país».
Por mi parte, en la soledad de mi cocina, mi excitación no me daba tregua y a pesar de mis intentos, seguía pensando en esa jovencita.
«Aunque está buenísima», sentencié al sentir mis hormonas en ebullición, «no debo caer en la red que Ana me ha preparado».
Desconociendo que iba a producir un choque de trenes, y que mi deseo se iba a retroalimentar con su ambición. Levanté mi mirada al oír un ruido y descubrí a Teresa apoyada contra el marco de la puerta. La perfección de sus formas y la cara de putón desorejado de la muchacha echaron más leña al fuego que ya consumía mis entrañas.
―Ya he terminado― comentó con tono dulce al tiempo que hacía uso de sus impresionantes atributos femeninos en plan melosa.
Reclinando su cuerpo contra el quicio, esa cría se exhibió ante mí como diciendo: “soy impresionante y lo sabes”.
Reconozco que mis ojos estaban todavía prendados en su piel morena cuando ella incrementando el acoso a la que me tenía sometido, me dijo:
―Todavía faltan un par de horas para que salga nuestro avión. ¿Le importa que me dé una ducha?
No tuve que quebrarme mucho la cabeza para comprender que se me estaba insinuando y por un momento estuve a punto de negarle ese capricho, pero entonces y ante mi asombro, Teresa dejó caer uno de los tirantes de su vestido mientras insistía diciendo:
―Me siento sudada y me vendría bien para refrescarme.
Os juro que antes de darme tiempo de reaccionar, ese bellezón de mujer deslizó el otro tirante e impresionado solo pude quedarme admirando cómo se me iban mostrando la perfección de su curvas mientras su ropa se escurría hacía el suelo.
«¡Es una diosa!», exclamé mentalmente mientras todo mi ser ardía producto de la calentura que esa criatura había suscitado en mi cerebro.
Si su rostro era bello, las duras nalgas que pude contemplar mientras la muchacha salía rumbo al baño me parecieron el sumún de la perfección.
«Tranquilo, macho. ¡Es una trampa!», me tuve que repetir para no salir detrás de ella.
Todo se estaba aliando en mi contra. Si esa mañana alguien me hubiera dicho que estaría en ese estado de excitación solo cuatro horas después de haber despertado, lo hubiera negado. La preñez de mi prima había avivado el deseo que creía olvidado, la pasta de la herencia lo había intensificado pero lo que realmente me convirtió en un macho en celo fue esa cría cuando, llevando como única vestimenta un tanga negro, me preguntó desde el pasillo:
―¿No me va a acompañar?
Mis recelos desaparecieron como por arte de magia y acercándome a ella, me apoderé de sus pechos mientras forzaba los labios de esa joven con mi lengua. La pasión que demostró, me permitió profundizar en mi ataque y olvidando cualquier tipo de cordura, le bajé las bragas.
―¡Qué maravilla!― clamé alucinado al encontrarme con su depilado y cuidado sexo.
Su sola visión hizo que casi me corriera de placer, Teresa no solo estaba buena sino que de su coño desprendía un aroma paradisíaco que invitaba a comérselo. Estaba todavía pensando que hacer cuando esa filipina pegando un grito se abalanzó sobre mí e me bajó los pantalones.
Sobre estimulado como estaba, no hizo falta nada más y cogiéndola entre mis brazos, de un solo arreón la penetré hasta el fondo. La cría chilló al sentirse invadida y forzada por mi miembro, pero en vez de intentarse zafar del castigo, se apoyó en mis hombros para profundizar su herida, diciendo:
―Hazme el amor.
Cabreado por mi rápida claudicación y por el hecho que mi adversaria creyera que me había vencido, la contesté:
―No voy a hacerte el amor, voy a follarte― tras lo cual moviendo mis caderas, hice que la cabeza de mi pene chocara contra la pared de su vagina sin estar ella apenas lubricada. Mi violencia y la estrechez de su conducto hicieron saltar lágrimas de sus ojos pero su sufrimiento solo consiguió azuzar mi deseo.
Sin importarme su dolor ni siquiera esperé a que se relajara antes de iniciar un galope desenfrenado. Sus aullidos al sentirse casi violada con cada incursión, me alebrestaron y ya convertido en un animal, seguí machacando su coñó con mi verga. Durante largos minutos, su cuerpo fue presa de mi lujuria hasta que contra toda lógica, Teresa consiguió relajarse y comenzó a disfrutar del momento.
Supe que algo había cambiado en su interior cuando el cálido flujo que brotó de su sexo me empapó las piernas. Fue entonces cuando me percaté que esa cría se arqueaba en mis brazos con los ojos en blanco. Su rostro ya no mostraba dolor sino placer e involuntariamente colaboró con mi infamia abrazándome con sus piernas.
―Eres un salvaje― musitó saboreando ya cada una de mis penetraciones.
No me podía creer la excitación que me corroía, siendo ya cuarentón no di muestra de serlo al tener izada entre mis brazos a esa mujer sin dejar de aporrearla con mi miembro. Con renovada juventud, continué follándomela en volandas mientras en su cuerpo se iba acumulando tanta tensión que no me cupo duda que iba a tener que dejarla salir con un brutal orgasmo. Sin estar cansado pero para facilitar mis maniobras, la coloqué encima de una mesa, sin dejarla descansar. La nueva posición me permitió disfrutar con sus pechos. Pequeños como el resto de su se movían al ritmo que imprimía a su dueña. Teresa, cada vez más abducida por el placer, olvidó sus planes y berreando, imploró mis caricias. Respondiendo a sus deseos, los cogí con mi mano, y extasiado por la tersura de su piel morena, me los acerqué a la boca.
La oriental aulló como una loba cuando notó mis dientes adueñándose de sus pezones y totalmente fuera de si, clavo sus uñas en mi espalda. Sé que buscaba aliviar la tensión que acogotaba su interior pero solo consiguió que esos rasguños incrementaran mi líbido y ya necesitado de derramar mi leche dentro de ella, me agarré de sus tetas y comencé un galope desenfrenado, usándola como montura.
Para entonces, mis huevos rebotaban como en un frontón contra su cuerpo. El brutal ritmo que adopté hizo que mi verga forzara en demasía su interior de forma que cuando exploté dentro de su cueva, mi semen se mezcló con su sangre y mis gemidos con sus gritos de dolor. Agotado y ya satisfecho, me desplomé sobre ella pero Teresa, en vez de quejarse, siguió moviéndose hasta que su propia calentura le hicieron correrse brutalmente, gritando y llorando por el tremendo clímax que le había hecho tener.
―No puede ser― chilló dominada por las intensas sensaciones que recorrían su cuerpo y con lágrimas recorriendo sus mejillas, me reconoció que le había encantado antes de quedarse tranquila.
―Vamos a la cama― dije en cuanto se hubo recuperado un poco.
La muchacha, al oírme, sonrió pero tras pensárselo me dijo con voz apenada:
―Me encantaría pero tenemos que coger un vuelo.
Sintiéndome Superman, besé sus labios y le pregunté:
―¿Cuántas horas tarda el viaje?
―Catorce― respondió alegremente al intuir mis intenciones.
«Tiempo suficiente para seguir follando», me dije y dando un azote sobre su trasero desnudo, le comenté que se había quedado sin ducha.
La cría muerta de risa, contestó:
―No me importa, en el avión hay un jacuzzi ¡para dos!

Relato erótico: “MI DON: Raquel -Elisabeth Corroborando la teoria (2)” (POR SAULILLO77)

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Hola, este es mi 2º relato y como tal pido disculpas anticipadas por todos lo errores cometidos.Estos hechos son mezcla de realidad y ficcion, no voy a mentir diciendo que esto es 100% real.Lo primero es contar mi historia, intentare ser lo mas breve posible.
Mi nombre es Raul, tengo 25 años y lo ocurrido empezó en mis ultimos años de Instituto, 18 años, considero mi infancia como algo normal en cualquier crió, familia normal con padre, chapado a la antigua y alma bohemia, madre devota y alegre , hermana mayor , mandona pero de buen corazon, todos de buen comer y algo pasados de peso, sin cosas raras, vivo a las afueras de madrid actualmente, aunque crecí en la gran ciudad. Mi infancia fue l normal, con las connotaciones que eso lleva, sabemos de sobra lo crueles que son los críos y mientras unos son los gafotas, otros los empollones, las feas, los enanos….etc. Todos encasillados en un rol, a mi me toco ser el gordo, y la verdad lo era.Nunca me prive de nada al comer pero fue con 12 años cuando empece a coger peso, tampoco es que a la hora de hacer deporte huyera, jugaba mucho al futbol con los amigos y estaba apuntado a muchas actividades extra escolares, ya fuera natación , esgrima, taekwondo, o karate, pero no me ayudaba con el peso. Lo bueno era que seguía creciendo y llegue muy rapido a coger gran altura y corpulencia, disimulaba algo mi barriga, todavia no lo sabia pero esto seria muy importante en adelante.Siempre me decían que era cosa de genes o familia, y así lo acepte.Como casi todo gordo en un colegio o instituto al final o lo afrontas o te hundes, y como tal siempre lo lleve bien, el estigma del gordo gracioso me ayudo ha hacer amigos y una actitud simpática y algo socarrona me llevo a tener una vida social muy buena.Eso si, con las chicas ni hablar, todas me querían como su amigo, algo que me sacaba de quicio.Pues no paraba de ver como caían una y otra vez en los brazos de amigos o compañeros y luego salían escaldadas por las tonterías de los críos, siempre pensando que yo seria mucho mejor que ellos, pero nunca atreviéndome por mi aspecto a dar ese paso que se necesitaba.Un tío que con 17 años y ya rondaba el 1,90 y los 120 kilos no atraía demasiado, cierto es que era moreno de ojos negros y buenas espaldas, pero no compensaba.
Ademas, tengo algo de educación clásica, por mi padre, algo mayor que mi madre y chapado a la antigua, algo que en el fondo me gustaba ya que me enseño a pensar por mi mismo y obrar con responsabilidad sin miedo a los demás, pero también a tratar con demasiado celo a las damas, y lo mezclaba con una sinceridad brutal, heredada de mi madre, “las verdades solo hacen daño a los que la temen, y hace fuerte a quien la afronta”, solía decirme.Una mezcla peligrosa, no tienes miedo a la verdad ni a lo que piensen los demás. También, o en consecuencia, algo bocazas, pero sin mala intención , solo por hacer la gracia puedo ser algo cabrón.Nunca he sido un lumbreras, pero soy listo, muy vago eso si, si estudiara sacaría dieces, pero con solo atender un poco sacabas un 6 por que molestarme, al fin y al cabo es informacion inútil que pasado el examen no volvere a necesitar.
Con el paso de mi infancia empece a sufrir jaquecas, achacadas a las horas de tv, ordenador o a querer faltar a al escuela, ciertamente algunas lo serian pero otras no, me diagnosticaron migrañas, pero cuando me daban ningun medicamento era capaz de calmarme, así que decidieron hacerme un escaneó y salto la sorpresa, Con 17 años apunto de hacer los 18 e iniciar mi ultimo curso de instituto, un tumor benigno alojado cerca da la pituitaria, no era grande ni grave pero me provocaba los dolores de cabeza y al estar cerca del controlador de las hormonas, suponían que mi crecimiento adelantado y volumen corporal se debía a ello.Se decidió operar, no recuerdo haber pasado tanto miedo en mi vida como las horas previas a la operacion, gracias a dios todo salio bien y con el apoyo de mi familia y amigos todo salio hacia delante y es donde realmente comienza mi historia.
Después de la operacion, y unos cuantos días en al UCI de los que recuerdo bien poco, me tenían sedado, con un aparatoso vendaje en la cabeza e intubado hasta poder verificar que no había daños cerebrales.Me subieron a planta y pasadas una semana empece ha hacer rehabilitación, primero ejercicios de habla, coordinacion y razonamiento, y despues físicamente, era un trapo, no tenia fuerzas y había mucho que mover, pero pasaron los días y casi sin esfuerzo empecé a perder kilos, cogí fuerzas, en mi casa alucinaban de como me estaba quedando y ante esa celeridad muchos médicos me pedían calma, yo no queria, me encantaba aquello, pero tenia que llegar el momento en que mi tozudez cayo ante mi fisico , a pocos días del alta, en unos ejercicios de rutina decidí forzar y mi pie cedió, cisura en el empeine y otra semana de reposo total. Aquí ocurrió la magia, debido a mi necesidad de descansar me asignaron un cuarto y una enfermera en especial para mis cuidados,se llamaba Raquel, la llevaba viendo muchos días y había cierta amistad hasta el punto de que en situaciones en que mi familia no podía estar era ella quien me ayudaba a…..la higiene personal, solía solicitar la ayuda de algun celador pero andaban escasos de personal, y yo hinchado de orgullo trataba de hacerme el duro moviéndome con la otra pierna.
Como os conté en mi anterior relato, ella fue mi 1º relación sexual, y la que me abrió los ojos, el tumor y su extracción me provoco una serie de cambios físicos, perdida de peso y volumen, ademas de, sin saber muy bien como, una polla enrome entre mis piernas.Pero las situacion no dio para mas, me recupere perfectamente y llego el día de irme del hospital.
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Lo de Raquel me dejo roto, había tenido mi 1º situacion sexual con una mujer y la ruptura en menos de 1 hora, el hecho de que ella decidiera no repetir o continuar conmigo me tenia perdido, siempre me creí un buen tío y segun parece ahora era atractivo para las mujeres, o eso me dijo ella, quizá para zafarse de mi, pero con la vuelta a mi casa y mi rutina , los días fueron pasando y poco a poco fue disminuyendo mi rabia por lo injusto que me pareció y empece a darle vueltas a sus palabras. “RAQUEL: tranquilo, eres joven y aun no sabes lo que quieres, creeme, como te digo , soy mujer y esta (agarro mi polla de nuevo a través de la bata) esta te va a traer muchas alegrías, solo tienes que ……..dejarla notar………mira, como yo caí como una boba, solo al verla”.
Aquellas palabras empezaron a taladrarme el cerebro, seria cierto? era tan facil? bastaba con salir a la calle con el rabo al aire y las mujeres caerían a mis pies? Esa idea que empezó pareciéndome absurda fue cogiendo forma en mi mente, mientras me recuperaba en mi casa, ideaba formas sutiles o no tan sutiles de hacer que las mujeres vieran notaran o intuyeran el tamaño de mi herramienta, y que fuera ella la que actuara por mi, al fin y al cabo, una mujer con novio y de lo mas profesional, solo con verme la polla en un descuido me había ofrecido una mamada de campeonato.La verdad es que de imaginación iba sobrado para recrear en mi mente situacion propicias, pero entonces viendo una serie, no recuerdo muy bien cual, me recordó un momento que pase con Raquel, la incomodidad, la inexperiencia que tenia, si, la tenia enorme, pero era un novato sexual.La de deducción era simple, Raquel me abrió los ojos, pero tenia que ser yo quien aprendiera a moverme y desenvolverme con las mujeres antes, durante, y si queria mantener varias relaciones con una misma mujer, despues. Lo que paso en el hospital no podía volverme a pasar, no soy un trozo de carne, así que la solución era encontrar a una mujer, que tuviera experiencia, me enseñara a moverme en el sexo, a tratar con las mujeres y usar mi miembro.
Mi aspecto fisico actual era un paradigma del cambio, 1.90 de altura, unos 84 kilos, espaldas enormes y con algo de carne flácida, había perdido mucho peso en poco tiempo.
Tarde algunas semanas en recuperarme del todo y que no hubiera secuelas físicas para poder reincorporarme al instituto, en casa las cosas iban bien, despues de un trance así, volví al colegio con bastante atraso, el curso ya había comenzado, me costo bastante adaptarme, a estas alturas había perdido casi 40 kilos de peso, andaba por el 1,90 con unas espaldas enormes y un reluciente nuevo rabo de 25 cm de largo y 7 de ancho, toda la ropa me quedaba enrome y holgada, algo que me ayudo a disimular mi pene, el problema principal es que ahora no me entraba en los calzoncillos, pese a estar casi todos dados de si por mi aspecto anterior, no había manera de meter aquello en unos slips, así que me compre unos boxer de tela, casi como pantalones cortos, pero casi fue peor situacion, eso no sujetaba nada y me colgaba con el péndulo de un campanario, haciendo obvio cada movimiento al andar, termine con unos boxer de licra que se ajustaban mucho mejor a la piel y mantenían a mi nuevo amigo bien colocado. La situacion en el colegio no podía ser mas hipocrita, esto ya es reflexión personal, todo el mundo, que durante años me había insultado, obviado o degradado por mi aspecto empezaron a acercarse a mi, diciéndome lo bien que estaba y lo bien que había superado el trance, casi me convertí en una figura mediatica de superación, algo absurdo, yo solo había sido operado, no había hecho nada especial.Ciertos grupos de los chicos populares empezaron a invitarme a fiestas, ya les conocía, habíamos crecido juntos pero no era de su circulo de confianza. Las mujeres que siempre me habían tenido como amigo empezaron a acercarse a mi mas de lo que un amigo debe permitirse.Me aprecio de lo mas falso y populista que solo por un cambio fisico pasara de ser el gordo gracioso a una figura de renombre en el instituto.
Aparte de aquello, mi fijación era encontrar una mujer experimentada, yo ya no veía mujeres, si no posibles objetivos.La profesora de ingles? buen aspecto fisico y con 30 años pero si salia mal podía saltarme en la cara. La señora de la limpieza de casa? era demasiado mayor y me conocía demasiado bien de años en mi casa, ademas de una posible denuncia por acoso.Incluso me plantee volver al hospital y pedírselo a Raquel pero aquella no era una opción. En una da tantas clases, nos toco hacer un ejercicio de apoyo grupal o alguna mierda así y lo que paso es que mi empeine se resintió. Me mandaron unas revisiones con un fisioterapeuta, por motivos escolares solo podio ir por la tarde así que al final logramos encontrar a una mujer, Elisabeth, Eli, tenia 36 años y llevaba casi 13 como entrenadora personal y fisioterapeuta, la 1º vez que fui a su gym nada as verla sabia que era ella, un espectáculo de mujer , de 1,67 de altura, y no llegaría a los 66 kilos, morena, pelo largo y con coleta, debido a su profesión vestía con una chaqueta de chándal y unos pantalones elásticos ajustados, nos presentaron y pude notar firmeza en su mirada, se asombro de lo grande que era y me comento que era normal que me hubiera resentido, le habían comentado que no había pasado desde la operacion. Mientras me explicaba los ejercicios que tenia pensados para mi yo no paraba de mirarla a los ojos, algo que siempre me gusta al hablar con las mujeres, tenia unos ojos color miel que con la luz fuerte del gym le quedaban preciosos, tenia la cara curtida por los años y la forma de sentarse y cruzar las piernas denotaba una buena forma física .Casi no atendía a sus palabras.
ELI: la verdad es que no puedo empezar con nada muy fuerte , hay que fortalecer la zona primero así que vamos a iniciar una clase para gente algo mayor, de mantenimiento, para que nos veas movernos y así cuando empieces sepas como va a funcionar.
YO: Me parece bien aunque yo creo que se esta exagerando, solo me molesta al girar el tobillo.
ELI: eso es que no se ha recuperado del todo la zona y tienes que tener ejercicios leves para que los musculosos carguen mas peso y liberen al hueso. Vamos a empezar la clase , ya es hora, tu quedate aqui y fijate bien en los gestos y mis indicaciones para que mañana este preparado.
Aquello me encanto, me dio barra libre para admirarla, ella empezó con ejercicios clásicos de calentamiento, y poco a poco fue subiendo el ritmo, la mayoría de gente de la clase era abueletes o gente que estaba a punto de serlo, pero la verdad es que la seguían el ritmo, los movimientos empezaron a ser mas contundentes, y no podía parar de mirar las piernas de mi instructora, no se si llevaría ropa interior o no pero no se notaba nada, era como una segunda piel y en los giros empezó a enseñar el culo mas de lo habitual, enseguida todos los hombres de la sala se quedaron perplejos, muchos perdían el paso con tal de no perder de vista su trasero.En algunos se agachaba con repeticiones hacia sus pies sin doblar las rodillas, primero una pierna , luego la otra y luego al centro, giro y repetición, cuando le toco de espaldas a mi por poco estallo, no solo se le marcaba el culo si no que al agacharse a la zona mas baja se el marcaba directamente el coño, allí note que llevaría tanga por lo menos, no se le notaba el camel toe, si no el bulto abombado de la tela intima.
Entendí por que había mas hombres que mujeres en la clase, era un espectáculo, y tanto elevo el ritmo que mas de uno se tuvo que apear del ejercicio y sentarse, cansados o queriendo disimular, lo entendía perfectamente, a mi me estaba calentando muchismo, lo mejor llego a la media hora cuando debido al ejercicio empezó sudar y se quito la chaqueta del chándal, aquella prenda no me había dejado ver sus pechos hasta ahora y lo que vi me dejo como un piedra, no solo es que tuviera unos pechos de considerable tamaño, de una 94 para arriba, es que estaban perfectamente colocados gracias a un top, y cuando digo top no me refiero a una prenda que se le ajustaba, era un sujetador deportivo, no le llegaba ni al ombligo, bien formado de gimnasio, sin mangas y con un pronunciado escote.Le ponía las tetas a una altura y colocación perfectas, casi esculpidas, y con la consecución de los movimientos, las parte visible de sus pechos no dejaba de temblar, vibrar y votar ante mis ojos.Yo ya fuera de mi me tuve que medio cruzar de piernas y colocarme la polla ya totalmente erecta para evitar su evidencia, algunos ejercicios que la veía hacer ya no eran simplemente por moverse, era obscenos, de striper de barra en un bar, arqueamientos de espalada, movimientos de cintura, incluso hubo uno en que consistía en tocarse con los codos en el ombligo, algo que no había visto nunca en tablas de ejercicios pero que le hacia apretarse los pechos contra si misma, eso termino por “agotar” a los hombres de la sala y solo quedaron un par de ellos y las mujeres al final de la clase, termino con un sonado aplauso , vítores y las mujeres empezaron a gritar e increpar de forma cómica a los hombres por no poder aguantar el ritmo.
Ella empezó a saludar y felicitar con determinados personas, y despedirse, eso me dio tiempo a calmarme e ir al baño no me masturbe de milagro, me la coloca de nuevo , salí y mientras terminaban de recoger todos ella se acerco a mi y secándose con una toalla, me pregusto que le había parecido.
YO la verdad es que esperaba menos ritmo viendo a los de la clase, no creo que tenga problemas para seguirla pero alguno casi muere aqui- dije señalando a alguno de los hombres.
ELI: si , es cierto que para ellos quizá sea demasiado pero me pagan para mantenerlos en forma y para eso hay que forzarles un poco, bine, creo que por hoy hemos acabado, es la ultima clase y ya toca ir a descansar, mañana vienes entonces??
YO claro, no me perdería este espectáculo por nada.
ella sonrió levemente como sin querer entender mi comentario.
El día paso rapido y antes de ir a clase pasamos por un tienda a comprar algo de ropa deportiva, todo lo que tenia de antes me quedaba enorme.Al final compre un par de camisetas y pantalones de chandal no muy ajustados por que me intuía lo que ocurriría. pero queria o no que se me notara en la clase? tenia que dar el paso si queria saber si de verdad tenia ese poder sobre las mujeres.No arriesgue y fui a la clase.Nada mas llegar ella me coloco en una posicion para tenerme vigilado a través de los espejos del gym, andaba algo nervioso y mientras esperábamos al resto, inicie alguna conversación con los demás de la clase, no se por que pero siempre se me ha dado bien llevarme con las personas de mas edad que yo. Entre alguna risa y broma sobre la presencia de un joven como yo en esa clase todos llegaron y se empezó la clase.
Eli empezó un poco como ayer, ejercicios suaves de calentamiento, los seguía con mas atencion a su cuerpo que los movimientos, hoy venia con un pantalón largo negro mas suelto pero que no disimilaba su trasero, tenia botones a los lados de las piernas, seria de esos que se abrían, tipo baloncesto, otra vez con chaqueta de chandal arriba y se puso una gorra., era increible pero empezaba a notarme cansado, y algun giro con el pie me dolió pero aguante como pude, empezaron lo ejercicios de mayor nivel y los que eran muy eróticos, la repetición con el culo en pompa fue una gozada, y con el paso del tiempo los hombres empezaron a decaer, yo llegue con el objetivo de terminar la clase como fuera, y con el paso del tiempo Eli empezó sudar y se quito la chaqueta , por dios eso no era accidente, otro top-sujetador deportivo igual que ayer, de otro color pero igual de estilizante y sugerente, usando los espejos admire su delantera y mas de una ,y de dos veces, pillo a alguno de los hombres, yo incluido, mirándola con ojos en órbita.Yo me di cuenta pero seguía el ritmo, pasaron los minutos y el ultimo cuarto de hora, no se por que, ella acelero el ritmo, quedaba alguna señora que me dejaba impresionado, y yo , yo apenas podía, creo que Eli se pico y de un tirón se quito el pantalón a través de los botones, me dejo atónito hasta que me percate de que en realidad debajo tenia otro pantalón, un short bastante cortito, amarillo chillón, se le pegaba a la piel de nuevo y no se le le marcaba la ropa interior de nuevo, solo se le separaba algo de la piel en la zona de las cartucheras con unas oberturas.
Eso ya fue demasiado y pase de estar rojo por el ejercicio a estarlo por que mi polla empezó a crecer a gran ritmo, y siendo ya tan pocos los que quedábamos y siendo el nuevo las miradas de ella y mía se cruzaron mas de una vez , yo mirando su cuerpo y ella mis movimientos, o eso creía. Termino por fin la clase y mientras todos aplaudían y silbaban ella se dio la vuelta y aplaudiendo a todos nos felicito, yo entre cansado y temiendo una mirada directa a mi miembro me tire boca abajo fingiendo claramente un desmayo, sacando la carcajada de los presentes.Emitía sonidos de agotamiento, y si, lo estaba, ella se acerco ente risas se agacho y me felicito preguntándome si estaba bien, yo asentí entre respiraciones y se fue a hablar con los demás, me pidió que me quedara despues para hablar de como me había sentido con el pie.Aquello me sonó a excusa de peli o relato porno, y no me calmo en absoluto, siguiendo con al coña me moví a 4 patas hacia mi bolsa entre risas y felicitaciones del resto, cuando llegue me senté y con una toalla me seque y tape lo mas rapido que puse mientras retomaba el aire.Cuando se me paso el empalme me dirigí a las duchas y me lave, hasta me cambie de ropa, estaba totalmente encharcada en sudor, y los slip de licra no ayudaban a la ventilación , así que me duche y cuando salí lo hice solo con los pantalones, sin nada debajo.Al salir Eli me estaba esperando con la chaqueta ya puesta pero sin los pantalones largos, bebiendo alguna bebida isotónica quedando ya solos en el gym.
ELI: que tal?? como lo has llevado todo?
YO: puffff me ha costado mucho mas de lo que creía, no parecen ejercicios difíciles, per oel ritmo me ha matado.
ELI jajajja es normal, es tu 1º clase y llevas tiempo inactivo, con le pase de los días iras cogiendo forma y notaras menos los esfuerzos.como va el tobillo??
YO bien , me ha dolido algun giro al inicio pero aguante bien, pero ojala mejore, por que si no mi orgullo se vera hundido
ELI por que lo dices
YO estas señoras que me triplican la edad y aguantan sin problemas, y casi todos los hombres se acaban bajando del barco, eres terrible jajajaja
ELI bueno es lo que tiene la experiencia………………
ella siguió hablando pero cuando dijo esa palabra, experiencia recordé mis objetivos actuales, y ella la mejor opción no la conocía casi nada, tenia buena 1º impresión de mi y si se lo tomaba a mal solo tenia que buscarme a otro fisio, era preciosa y seguro que tendria mucha experiencia sexual, pero debía asegurarme y como había que tirar el anzuelo me le ne de orgullo y pregunte.
YO oye y como crees que es posible que aguanten las mujeres y no los hombres???
se quedo algo petrificada por la pregunta
ELI pues…. no se, la verdad los ejercicios son igual para todos, y tu has llegado al final.
YO pero casi no lo hago, eso si, tengo una teoria pero no te va a gustar.
ELI pues dímela a ver si me convence.
Era el todo o nada, allá voy, me santigüe mentalmente y….
YO veras, hay muchos mas hombres en la clase que mujeres, y me da que es por ti.
ELI ummmmm sigue
YO eres….. joder, estas buenísima y no creo que les importe pagar por verte 1h moviéndote.
ELI jajaja muchas gracia, me alaga pero no entiendo el por que eso les hace rendirse.
YO bueno mas que rendirse la idea que tengo es que llega un momento en que a todo hombre ….no puede…..mantener la verticalidad……sin que …
ELI se le note la espalmada?
Joder, me estaba constando un mundo decírselo y me dio con ello en la cara.
YO bueno si, no queria ser tan directo, pero es lo que creo.
ELI y crees que yo no me doy cuenta de eso?-dijo mientras se secaba las piernas con la toalla
YO no, mas bien al revés, creo que lo sabes y te aprovechas de ello.
ELI ah si….. y como.
YO pues la verdad muchos de tus ejercicios son normales pero hay algunos en que….. vamos que pondrías caliente hasta a un esquimal.
Ella soltó una sonora carcajada que compartimos y mientras bebía un trago de agua ello me escaneo de arriba abajo.
ELI si lo se y la verdad es que esos ejercicios los planteo así, hay mucha competencia y tengo que ofrecer algo a mis clientes para que vengan aqui y no falten y se vayan.No es muy profesional pero esto es lo que se hacer y de lo que vivo.
YO bueno pues la verdad es que dicho así parece menos emocionante de lo que sonaba en mi cabeza pero me alegro de haber acabado aqui.
ELI: se te ha notado.
YO que????¡¡¡¡¡
ELI digo que si, a ti tambien se te ha notado y me siento muy orgullosa de que aun así has acabado los ejercicios.
como un tomate aunque ya lo intuía, o deseaba, esperaba ese momento desde que salí del hospital.
YO bueno ….no soy de piedra.
ELI ni las señoras de aqui
YO como??
ELI no seas bobo, tu me has estado mirando a mi pero yo miraba a todos y mas de una señora que no falla nunca se ha perdido por estar mirándote
como no había caido, es una ley física que si puedes ver a alguien también pueden verte a ti, había obviado al resto de la clase. sabían que mis bromas solo pretendían disimular mi erección?, mientras pensaba todo aquello….
ELI la verdad es que en incluido algun ejercicio sobre la marcha de pelvis solo para lucirte ante ellas, ha sido muy divertido.
joder realmente era un inocente de cuidado, como no darme cuenta de eso?
YO pues me las has jugado bien, no he caido pero me alegro de haberlas divertido…………..y a ti??
ELI a mi que??
YO ………………..que si a ti te ha divertido ver mi empalme – había que jugarsela ya.
Esos segundos esperando su reaccion me devolvieron a aquella habitación de hospital
ELI bueno la verdad que me he divertido al hacerlo
YO no me refiero al acto, si no, que te aprecio verme con el enorme bulto – si era cierto lo que Raquel me dijo había que empezar a insinuar su volumen, algo difusa pro el adjetivo añadido
ELI bueno bueno, grande grande, lo suficiente para que se notara, pero no te vengas arriba.
me hirió en el orgullo y agarrándome la polla y poniendo cara de duro la solté una chorrada.
YO esta, esta parte yunques – dios visto ahora era un imbecil.
Soltó una carcajada sonora, hasta que agacho la cabeza para mirar mi mano, el pantalon algo suelto y el hecho de no llevar ropa interior hacia que se notara y bien el contorno y tamaño de mi miembro.Se le corto la risa de golpe.
ELI pero… dios en la clase no parecía tan enorme¡¡¡¡
YO y mas que se puede poner, solo esta morcillona
ELI dios…. eso…… pero como….?
YO no se , despues de la operacion he perdido mucho peso y volumen pero esta se ha quedado así de grande……..- viendo su cara de asombro sin despegar la mirada de mi polla- quieres……. verla?
ELI joder clar……….no, espera , no puedes…….- antes de que siguiera la interrumpi, me pues de golpe de pie y me baje el pantalón a los tobillos, mi polla salto como un resorte a escasos centímetros de su cara, se hecho para atrás de impresión y si antes estaba impresionada su cara ahora era de susto, seguido de una sonrisilla boba, aquello me aseguro, la tenia enorme, 2 mujeres como ellas no podían estas equivocadas.
ELI dios mio pero es enorme, y dices que esta solo morcillona??
YO si – dije firme y con orgullo, era cierto que la conversación me puso a tono pero no estaba al 100%
ELI madre mía puedo….tocar – me miro con suplica señalando mi enorme polla colgante, que apuntaba hacia ella.
YO toda tuya
Eli empezó a cogerla con una mano mientras se tapaba la boca con al otra, un gesto que ya vi antes, en el hospital, la levanto y ladeo para mirar mejor, me miro a os ojos y me comento….
ELI y con tanto bello púbico aun, madre mía que pedazo de polla¡¡¡¡¡
Otra vez ese comentario, decidido, me tendria que rasurar, pero otro dio, ahora tenia a una monitora preciosa agarrándome la polla.
ELI pero cuanto mide esta preciosidad??
YO la verdad es que no estoy seguro, cuando salí del hospital andaba en reposo con 19 cm de largo y 4 de ancho, en ereccion unos 25 y 7 de ancho.
Se quedo de piedra volvió a mirar mi polla y con la otra mano me la puso mirando al techo, a su vez con el otro brazo, puso su codo en la base del mimbro y dejo caer mi polla sobre el largo de su antebrazo, le llegaba mas allá de su muñeca, y de nuevo, al ver mi polla en comparación con otra persona me di cuenta de nuevo de la enorme que la tenia, pero aun había sorpresa,
ELI esto no son 25, cuanto ha pasado desde que saliste del hospital??
YO pues un mes largo, casi 2, mi cuerpo se ha ido adaptando a su nueva situacion pero es lo que media, lo juro.
ELI no no, si no es por que…… es que yo conozco mi cuerpo, de antebrazo tengo unos 25 cm
YO pues eso,
ELI no no, del codo a la muñeca, pero tu capullo pasa de largo mi muñeca.
Me extraño tanto que la situacion se fue un poco de las manos, se me relajo.Se levanto cogio su bolsa y saco un cinta métrica, que pasa todas las mujeres llevan una?? empezó a medirmela de nuevo
ELI lo sabia, esta monada esta en 24 CM de largo, y de ancho esta en unos……6 CM¡¡¡¡¡¡¡¡ no puede ser.
Lo corroboro varias veces mientras yo alucinaba, la muy jodida de mi polla sigue creciendo?? pero estaba centrado, tenia que ponérmela erecta y la mejor opción era ella
YO bueno en ereccion sera mas, no se echame un mano, no???
Me miro a sabiendas de mi argucia, pero no por ello dejo de soltar mi polla, se puso de rodillas y sin mas se la metió en la boca, dios allí estaba de nuevo la sensación maravillosa, notaba cada succión en mi pene y me quite la camiseta, me abrasaba, ello hizo lo mismo y se quito la chaqueta, la vision de esa mujer de rodillas comiéndome la polla y con el top y los short tan cortos ayudaron a una ereccion de campeonato. Eli empezó metiéndose gran parte de mi polla en la boca, mucho mas de lo que logro Raquel, pero con la ereccion apenas le entraba el capullo en la boca y lamia como una condenada cada centimetro de mi falo, con las venas hinchadas.
YO creo que ya esta, no creo que esto se pueda poner mas grande.
ELI cofff ufff pues menos mal, por que casi me partes la mandíbula.- dijo mientras chorreaba baba por la comisura de sus labios
Cogió el metro y midió el largo, se cerciono de nuevo, volvió a medir, y callaba, pregunte y sonrió.
ELI nene, esto no es normal, 33 CM de largo, esto es inhumano.
YO y de largo?? – había leído que era tan importante o mas el ancho que el largo.
ELI se agacho de nuevo midió y casi llegaba a los 9CM
YO madre mía, pero ha crecido muchisimo en estos meses
ELI no se, puede que ahora que no tienes el tumor en la cabeza las hormonas se tranquilicen y estén desarrollando tu cuerpo de forma normal, como no pare habrá que hablar con alguien.
YO lo mismo bato un record¡¡¡¡¡
Aquella chorrada nos saco una sonrisa a ambos, cuando la mire de nuevo recordé a Raquel y me lance a besarle, casi la tenia que levantar a pulso para que me llegara a los labios, le sacaba mas de una cabeza.No se separo ni forcejeo, solo se dejo hacer como una muñeca de trapo, me costo al inicio, era otra mujer y otra forma de besar pero logre adaptarme y sin mas empece a restregar su cuerpo contra el mio, siempre le sujetaba la cabeza un una mano, con miedo a que se separara de mi, y con la otra empece a acariciar de forma torpe todo su cuerpo, su espalda, su brazos, su cadera, llegue a su trasero y estaba como una piedra, del ejercicio y de tenerla de puntillas, en un areón levanto una pierna que sujete con el brazo y metí la mano por la obertura del pantalon por debajo,, estaba muy suave y duro, llevaba tanga por que no haba impedimento en el masaje de su trasero pero si lo note al llegar a la separación de sus nalgas.Ella no paraba de agarrarme la cabeza , casi colgando de mi, mi polla estaba a reventar y con la fricción de nuestros cuerpos, no paraba de darla con la polla entre el vientre y sus pechos.
En un movimiento mi glande choco con su top y me hizo daño, me separe de inmediato, me sentó, se quito el sostén con algo de sufrimiento, realmente la sujetaba bien, cuando acabo, sus preciosas tetas colgaban ante mi, habían cedido un poco a la gravedad pero tenia unos pezones enormes.
ELI no eres muy hábil pero sabes como calentarme
YO bueno mucha experiencia no tengo, recuerdas.-Mencione sus palabras para indicarla que en ese caso tampoco era un experto.
Sonrio de nuevo y se subió encima mía, de nuevo me lance a por los pechos de mi compañera, mientras masajeaba uno, chupaba el otro, mi otra mano se fue directa a su trasero, ella se dejaba hacer mientras acariciaba mi pelo.Cuando considero oportuno, separo un poco su cuerpo y me volvió a besar, bajo la mano y coloco mi polla hacia arriva, se subió encima de forma que mi pene era una barra sobra la que ella se frotaba, y empezó a acompasar sus beses con movimientos de pelvis suaves pero evidentes, mi mano en su trasero mas de un vez toco la punta de mi polla, la atravesaba de lado a lado, aquello se prologo una eternidad pero no me corrí, aguante como pude y recordado cantidad de vídeos, decidí que era hora de tomar el mando.
La levante a pulso y la senté con el culo al borde de la silla , me arrodille entre sus piernas y empece a intentar desabrochar el pantalon, al cabo de un minuto ella se reía de mi inoperancia, me parto se puso de pie y con un simple gesto desabrocho todo, se puso de espaldas a mi y se bajo el pantalon como solo saben hacerlo las mujeres cuando quieren presumir, efectivamente había un tanga allí, uno de hilo casi ni se notaba, color amarillo chillón tambien, me acerque con seguridad a su espalda, mientras me pajeaba suavemente, ella me miraba de reojo mientras se levantaba de haberse quitado los shorts, me acomode a su trasero, coloque mi polla entre sus nalgas, queria que la notara, teniendo que agachar mi cuerpo un poco, empece a besarle el cuelo y la espalda mientras su pelo, aun con la coleta, me hacia cosquillas en el hombro, empece a rodeara con mis brazos y masajear de nuevo sus pechos, baje suavemente, hasta tener su retaguardia en mi cara.Me tire como un poseso a morder y besar su trasero, casi la tiro y se tubo que apoyar en la silla algo agachada.Levante los brazos y mientras le comía sus glúteos bien formados, acariciaba sus pechos, ella bajo una de sus manos, mientras se apoyaba con la otra en la silla, y comenzó a frotarse el coño por encima de la tela.Me percate de ello y baje una de mis manos de sus pechos a su mano,no la aparte, deje que ella se tocara mientras la seguía los movimientos con la mía, tenia que aprender.
Al cabo de unos minutos ella aparto su mano y empezó a suspirar con energía, agarrándose con fuerza para no caerse, mientras con una mano atraía su culo hacia mi cara con la otra la masturbaba como me acababa de enseñar, y note como empezaba a empaparse mi mano en su coño
ELI ahh…….. si… ufffffff ………..dios……..
Yo apenas decía nada, tenia la boca llena de carne de un culo que partiría nueces.Me canse un poco de la posicion y la di la vuelta, la senté de nuevo y abriendola bien de piernas empece a darle besos en la cara interior de los muslos, poco a poco me acercaba a su coño, la mancha de fluidos en la tela de su tanga era evidente, y mientras con una mano se pellizcaba los pezones, poniéndoselos como clavos, la otra agarro mi cabeza y me hundió en su intimidad.Al principio lamia sobre al tema, el sabor era algo amargo, y olía a sudor , a hembra, pero aquello no me iba a parar, ella mismo aparto su tanga hacia un lado y por 1º vez en mi vida vi un coño de cerca, su aspecto no me era desconocido, había visto muchos vídeos , le tenia rasurado salvo por una especie de triangulo invertido, como una flecha en dirección a su vagina, pelo muy corto.
Me pare a admirar, recordé muchos vídeos e ideas y empece a lamer sus labios vaginales, como si fuera un helado al inicio, intentando llegar a todas las partes de su coño, ella se abrió con la mano los labios y vi su clítoris por 1º vez, todo era nuevo maravilloso y no podía parar, sabia por Internet que era delicado y había que tratarlo con cuidado, así lo hice y con un arrebato de pasion, acerque mi mano y mientras frotaba una zona lamia otra, ella se volvía loca, ella metió su mano de por medio, no sabia por que hasta que la vi intentando meterse un dedo por su ranura, era obvio, mucha exitacion pero no había hecho mas que sobarla por encima, era la hora, aparte su mano y poco a poco fui metiendo mi dedo corazon en su mojado coño, no sabia que hacer así que metía hasta un punto donde hiciera presion y lo sacaba un poco y volvía a empezar mientras seguía lamiendo el clítoris , ella se agarro con las dos manos al respaldo de la silla que tenia en la cabeza, abría y cerraba las piernas con cierta asiduidad, , los usaba como barómetro, cuando hacia algo y cerraba, es que le gustaba, y cuando se abría, o no le gustaba o no le generaba reaccion alguna.
Lego el momento en que tenia mi dedo corazon penetrándola a buena velocidad sin parar de lamer y chupar su clítoris, tenia claro que antes de nada tenia que logar aprender a hacerse correr a una mujer sin ayuda de mi amigo. Leí lo del punto G por algun lugar , a la altura del dedo corazon hacia arriba, con la mujer puesta boca arriba, me atreví a mas y empece a meter 2 dedos y darle la vuelta a la mano, buscaba algo pero no sabia que, encontré una zona pero no había reaccion, ella cogió mi mano y me guió, con mis dedos metidos en ella, la movió un poco hasta que note una zona muyyy suave, ella paro en seco , decidido, era eso, frote con suavidad pero si parar.
ELI OHHHH DIOSSSSSSS NO PARES¡¡¡¡¡ ES AHÍ¡¡¡¡¡
Cerraba muchos sus piernas por momentos y casi me apartaba la cabeza, pero no paraba, ni me alejaba , ella puso su brazos apoyando los codos en la silla y se elevo, cuando la mire no había rastro de aquella hembra segura y traviesa del día anterior, era una hembra en celo deseosa de explotar, casi había momentos que en que aprecia que iba a echar a llorar cuando me centraba en la zona suave, localizada, sin duda había dado en el clavo.
ELI DIOS¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
con algun lamento ahogado por la pasion , exploto, se movía como una epiléptica, casi no podía contenerla pero no paraba, era como ensillar un caballo salvaje, empezó a expulsar fluidos por el coño, literalmente me aprecio que se estaba meando pero aquello no era orín, me empapo toda la cara pero seguí,estaba allí para eso.En un movimiento propio de una gimnasta olímpica, casi sin apoyo se levanto en la silla, para separarse de mi, ella respiraba profundamente mientras se recogía la piernas,se hacia una especia de bola mientras se tapaba el coño con una mano y volvía a expandirse, repitió la situacion un par de veces.
Cuando me acerque de nuevo
YO para no tener experiencia como ha ido???
ELI madre….. madre mía…. llevaba mucho tiempo sin correrme así, eres un animal, tienes que ir mas despacio
YO no me ha aprecio que te disgustara
ELI no para nada, jajajajaja, pero esto mismo hecho con mas calma y cariño es un gloria, esta rudeza solo le gusta a unas pocas, y en determinados momentos.
anotaba todo aquella en mi cabeza, me estaba dando justo lo que queria.
YO bueno, yo he cumplido, te toca – me puse de pie, mi pene no había sufrido el paso del tiempo, como para bajarse despues del espectáculo que le había montado, ella la miro de nuevo mientras aun se tapaba su orificio,de verdad la había hecho daño??
ELI es cierto, pero se hace tarde – era cierto, paso casi 1 h desde que se acabo la clase, se puso de pie, me beso de una manera obscena, incluso lamia de mi cara sus propios jugos.
temiéndome otra espantada a lo Raquel, me apresure, la cogí por los brazos con firmeza y la aprisione contra mi, dejando que mi polla casi la ensartara por el vientre, me pareció un argumento valido, me agache a su oido y la dije
YO esto no va a acabar aqui, tienes novio o pareja?
ELI no, he dejado a mi novio hace unos meses, me………. me engañaba.
YO vete a la mierda, eso no hay quien se lo crea, que especie de asno dejaría a una mujer como tu??
ELI le dedicaba muchas horas al gym, no se, quizá por eso estoy algo subidita en las clases, quiero sentirme atractiva, de ahí los ejercicios, la ropa, mis movimientos…..
YO pues eso acaba hoy, me vas a enseñar todo, TODO.- No estaba dispuesto a perder a esa joya.
Cuando me separe de ella, la dureza y firmeza de mis palabras le puso las cosas claras, ante su perplejidad, mi seguridad.Recogimos, nos duchamos a la vez, pero no juntos , la imagen de su cuerpo, totalmente empapada en la ducha, entre el vapor de agua, me enloqueció, me costo dios y ayuda no atacarla, en cambio me hice un paja con su vision , yo creo que ella lo noto y se froto de forma provocativa, supongo que se sentía en deuda.No me costo demasiado, despues de lo visto eyacular bastante.
Salimos de allí, la ayude a limpiar y cerrar. Me acerco en su coche a mi casa para evitar preguntas si hubiera tardado aun mas en volver.Se despidió de mi con un beso de tornillo que casi me empalma de nuevo, se separo medio centimetro y me susurro…..
ELI hasta mañana.
 
 
CONTINUARA……
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Relato erótico: “LA FÁBRICA (7)” (POR MARTINA LEMMI)

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Mi más que obvia presunción quedó pronto confirmada.  Sentí el contacto de su húmedo miembro contra mi sexo y cómo el desgraciado lo hacía jugar un poco sobre mi entrada pero aún sin introducirlo.  A pesar de que me resistía a hacerlo, tal situación me hizo excitar y soltar una bocanada de aliento.  Él se dio cuenta y rio: había logrado su objetivo.  A continuación, me entró sin más trámite y esta vez lo que me arrancó fue un profundo grito que no logré contener.  Teniéndome entonces a cuatro patas, Inchausti inició su bombeo sin piedad alguna y sin darme respiro; sorprendente a su edad.   A cada una de sus embestidas, brotaba de mi boca un jadeo y hasta, a veces, un grito; era como si en ese momento no tuviese completo control de mí misma.  Él también jadeaba:

“Aaah, así, Soledad, así… aaah, mmmm, sienta la verga dentro suyo; siéntala… mmm… ¿Imaginó alguna vez ser cogida por un tipo tan feo?  Mmmm, así…”
Era la primera vez que hacía alusión directa a su poco ventajosa condición estética.  Parecía sentir morbo con eso de que yo era la bella y él la bestia y lo peor de todo fue que logró contagiarme algo de ese morbo pues volví a excitarme cuando dijo eso.  Seguía bombeando y bombeando y a medida que lo hacía el ritmo se iba incrementando; suponía yo que, a tal intensidad, la eyaculación le llegaría de un momento a otro pero supuse mal: estuvo un largo rato dándome verga, tanto que yo tuve dos orgasmos antes de que él llegara al suyo.  Cada vez que yo llegué al mío, él se excitó el doble y me entró aun con más fuerza sin parar de insultarme y degradarme:
“¿Se da cuenta de lo puta que es? – me decía al mismo tiempo que me zurraba en una de las nalgas -.  ¡Vea lo que está haciendo sólo por obtener una venta!  Es una auténtica zorra, Soledad, una putita de mierda que, a partir de hoy va a estar bien cogida… Mmm, aaah…”
Lo peor de todo era que tenía razón: yo era una putita o, de lo contrario, ya hubiera renunciado a trabajar en la fábrica sin someterme a cosas tan degradantes.   Cuando alcanzó el orgasmo, me lo hizo saber con un largo y profundo grito que resonó por toda la habitación, precisamente en el mismo momento en que yo llegaba al tercero de los míos.  Se dejó prácticamente caer sobre mí y, debido a su peso, ya no me pude sostener a cuatro patas por lo cual caí de bruces sobre la cama siendo virtualmente aplastada por su cuerpo fofo y sudado.  Su entrecortada respiración contra mi oído parecía propia de un lobo famélico.  Estuvo tanto rato sobre mí que hasta llegué a pensar que se había dormido; me resultaba más atractiva la idea de que estuviese finalmente muerto, tal como él mismo lo había adelantado a modo de broma pero la realidad era que el asqueroso aliento sobre mi nuca me decía lo contrario.  Finalmente se incorporó o, al menos, se arrodilló nuevamente sobre la cama.  Me acarició las piernas y tomó mi tanga, que yo tenía a mitad de los muslos, llevándola hacia mis tobillos para, finalmente, despojarme de ella. 
Me di la vuelta sobre la cama.  Yo también estaba exhausta y aún el pecho me subía y me bajaba pero, aun así, me las arreglé para girarme, intrigada por lo que estaría él haciendo.  Inchausti ya no estaba sobre la cama sino de pie al borde de la misma, sosteniendo mi tanga entre sus manos.  Levantó la prenda como si fuera un trofeo y la llevó hacia su rostro para estrujársela contra el mismo.  Su expresión era la más depravada que se podía llegar a imaginar.
“¿Qué… hace, señor Inchausti?” – pregunté, con cara de asco y frunciendo el entrecejo.
“Éste va a ser mi souvenir – anunció, sonriendo -.  Su prenda me va a ayudar a acordarme de usted cada vez que lo necesite.  E imagino que va a ocurrir seguido”
No puedo describir la repulsión que me produjo el verle pasándose mi tanga por la cara y chupándola como si fuera un caramelo.
“Señor Inchausti… No… puedo dársela – objeté -.  Mi falda ya es demasiado corta.  ¿Cómo se supone que voy a volver a entrar en la fábrica… o en mi casa?”
“Ya resolverá eso – dijo, como desentendiéndose -.  Pero esta prenda… es mía y eso no se discute.  Ya le dije que no habría más concesiones luego de que acepté cortar la filmación”
No se podía ser más repugnante y depravado.  Se mantuvo durante un rato llevando mi tanga de su rostro a los genitales y luego al rostro nuevamente.  Su verga, por cierto, comenzaba a hincharse y erguirse nuevamente; ahora que la estaba viendo, no dejaba de causarme asombro que un miembro en apariencia tan gastado y fláccido, fuera capaz de dar tales demostraciones de virilidad.  La imagen era tan chocante que busqué mirar hacia otro lado, así que fijé mi vista en los dibujos del acolchado.  Por otro lado, el hecho de que su pene estuviese irguiéndose de nuevo me hacía temer de parte suya una nueva arremetida; quería pensar que no, pero era fácil suponer que sí…   Intenté hablarle de otra cosa, desviar el tema:
“Creo que… ya deberíamos volver a la fábrica, señor Inchausti”
“Mmmm… ¿ya? – preguntó él dejando de chupar mi tanga por un instante y echando un vistazo a su reloj -.  Es temprano… y Hugo me la entregó por toda la tarde”
Se me nubló la vista y todo me dio vueltas en la cabeza.  Una vez más, se volvía a hacer referencia a mí como a una propiedad que se presta o se concede para su usufructo.
“Es que… – musité -, yo creo que…”
No me dejó terminar; supongo que ni siquiera me estaba oyendo.  Una vez más se abalanzó sobre la cama y, marchando sobre sus rodillas, avanzó hacia mí, lo cual me obligó a echarme aun más hacia atrás como acto de autodefensa.  Quedé con mis espaldas contra la cama mientras él, clavando en el somier una rodilla a cada lado de mi rostro, se me ubicó por encima.  Un chorro viscoso me cayó sobre el rostro obligándome a cerrar los ojos por un instante; no pude determinar si se trató de semen residual de la cogida que me había dado minutos antes o de líquido preseminal que actuaba como prólogo de lo que vendría.  Por lo pronto, su miembro, húmedo y chorreante, se hallaba a escasos centímetros por encima de mi rostro.
“Abra la boquita, Soledad – me ordenó -.  Ábrala toda que ya sé muy bien que sabe hacerlo”
Una vez más sentí repugnancia hacia Hugo.  El maldito puerco hasta eso le había contado.  ¿Habría dejado a salvo algún secreto, al menos? 
“Ábrala” – me insistió.
Haciendo de tripas corazón, abrí mi boca lo más grande que pude con lo cual su miembro entró limpio en ella, pero yo no estaba dispuesta a permitir más que eso así que le apliqué una buena mordida.  Se me quitó de encima de un salto y retorciéndose todo su cuerpo mientras profería un lastimero alarido que, a mí personalmente, me reconfortó y me arrancó una sonrisa..
“¡Puta de mierda!” – no dejaba él de vociferar mientras se tomaba el dolorido pene -.  Ya mismo voy a llamar a Hugo y que se olvide de su venta…”
Cuando tomó el celular me asaltó un acceso de terror.  De pronto, la realidad mundana volvió a chocar contra mi integridad y mi dignidad: recordé mi estabilidad laboral, los meses de desempleo, mis deudas, el puesto de secretaria…
“¡No! – aullé, implorante -¡No, por favor!  ¡No lo haga!”
Él ya había comenzado a marcar algo en el teclado de su teléfono pero se interrumpió y se quedó mirándome ceñudo y con cara de pocos amigos.
“No… quise morderlo – dije, desesperadamente y con mi voz cargada de angustia -; fue… una demostración de afecto que salió mal… ¡Le pido perdón!  Pensé que una mordida lo… excitaría, señor Inchausti, pero creo que se me fue la mano y mordí con demasiada fuerza.  Le ruego me disculpe, por favor, soy muy tonta…”
“Que es muy tonta es algo que ya sé – repuso.  Para mi alivio pareció dejar definitivamente de marcar en el celular y, en cambio, me mostraba la enrojecida cabeza de su pene -.  ¿Entiende usted esto como una demostración de afecto?”
“Le repito que salió mal; fue un error, señor Inchausti.  Lo siento. Lamentablemente… no tengo tanta experiencia en esto…”
“¿En qué?”
“En… el sexo oral”
“No me joda…”
“Es la verdad, s… señor Inchausti”
“Hugo me contó que se la mamó muy bien… Y creo que si lo hubiera mordido me lo habría dicho.  A lo que voy es a que dudo que, como usted dice, no tenga experiencia”
“Le juro que no la tengo, señor Inchausti.  La de Hugo fue… – yo estaba pálida; me costaba horrores decir las palabras -… la primera verga que mamé en mi vida”
Carcajeó estruendosamente; cuando menos podía alegrarme de que tal vez desistiera de su plan de llamar a Hugo.
“¿Y me va a decir, entonces, que la mía fue la segunda?”
Automáticamente me acordé de Luis y de la mamada que le tuve que dar en el interior de su auto.  Dudé, por lo tanto, unos instantes antes de dar mi respuesta y esa duda fue fatal para el supuesto caso de que decidiera mentir a continuación; para cuando finalmente hablé, ya estaba obvio que mi largo silencio había hablado por sí solo e invalidaba cualquier intento por decir otra cosa.
“N… no, la tercera en realidad” – respondí llena de vergüenza.
“Ja… ¿y está su novio en esa lista?”
Más vergüenza, más dudas, más silencio.  Negué con la cabeza.
“Jaja, lo imaginaba… Las putas de verdad nunca le chupan la verga a sus parejas formales; siempre se la chupan a otros, jeje… Bien, basta de charla; vuelva a echarse sobre la cama y abra la boca… ¡Y cuide sus dientes!”
Yo había conseguido, al menos, que no llamara a Hugo pero, claro, ahora debería atenerme a las consecuencias.  Él, al parecer, había recuperado su confianza en mí lo cual no era para mí poca cosa de cara a mi futuro inmediato: mi excusa acerca de la supuesta buena intención en la mordida había tenido éxito. 
Con resignación, me eché de espaldas nuevamente para aguardar lo peor que, por cierto, no tardó en llegar.  Se desplazó sobre sus rodillas tal como lo haría una araña o, al menos, ésa fue la imagen que me dio en ese momento.  Antes de que yo pudiera darme cuenta de algo ya se hallaba sobre mí.  No necesitó repetirme que abriera la boca; estaba suficientemente claro que si yo no quería volver a perder la confianza recuperada, debía hacerlo…
Una vez que mi boca estuvo abierta en toda su magnitud, su miembro ingresó en ella hasta prácticamente llenarla toda y lo increíble del asunto era que no había perdido su erección luego de mi mordida.  La punta del glande me tocó la garganta produciéndome arcadas y me dio la sensación de que él lo notó y, de hecho, lo disfrutó ya que, tomando la base de su miembro con una mano, lo movió varias veces de tal forma de volver a tocar mi garganta una y otra vez mientras sus testículos se aplastaban contra mi mentón.  Me sentí sofocada; se me dificultaba respirar y comencé a arrojar manotazos hacia los costados como un modo de que él entendiera la situación.  Levanté la vista para mirarlo y distinguí que tenía mi tanga adentro de su boca; en contrario a mis intentos por llamar su atención, jamás pareció él notar que yo no podía respirar o, al menos, no lo demostró…, o no le importó.  No me dejó respiro ni tampoco me dejó oportunidad de trabajar con mi lengua sobre su miembro como en su momento lo había hecho con Hugo o con Luis.  Esta vez fue totalmente diferente: se trató, literalmente, de una salvaje cogida por la boca.  Todo el trabajo lo hizo él: subiendo y bajando, aumentando el ritmo y entrando cada vez más profundo.  Sus jadeos me llegaban algo ahogados ya que tenía su boca ocupada con mi tanga pero aún así se notó que iban en crescendo, lo cual me dio la pauta de que se acercaba al orgasmo y me asaltó la duda acerca de qué debía hacer yo al respecto: Hugo me había obligado a tragar el semen; Luis no lo hizo pero yo lo tragué de todas formas y fui felicitada por eso.  ¿Y ahora?
Lo cierto fue que Inchausti no me dio oportunidad de decidir ni elegir.  En la posición en que yo estaba sólo pude entregarme mansamente a que me cogiera la boca hasta que su semen me invadió hasta la garganta sin que yo pudiera hacer nada al respecto.  Una vez que, ya satisfecho, se me levantó de encima, me tomó la blusa y tironeando de los lados me la abrió arrancándome un par de botones: otra prenda en problemas que necesitaría de excusas y justificaciones.  Llevó mi sostén por encima de mis tetas de tal modo de dejarlas al descubierto, para luego dedicarse a sobarlas sin el menor asomo de delicadeza ni, mucho menos, respeto.  No es mi pecho mi agraciado, pero aun así tengo lo mío.
“Mmm, hermosas tetas – dijo, demostrando una increíble rapidez para recuperarse del cansancio del orgasmo -.  No muy grandes pero sí bien delineadas, finas diría, con clase…., de las que a mí me gustan”
Dicho ello, zambulló su rostro contra mi pecho derecho y hundió su boca en mi pezón dejándolo rígido en cuestión de segundos.  De pronto me propinó una fuerte mordida que me hizo gritar.   Despegué la nuca de la cama y levanté un poco la cabeza para echarle una mirada recriminatoria.  Él había ya soltado mi pezón y me miraba sonriente:
“Una demostración de afecto, Soledad” – dijo, en tono de burla.
Hice un esfuerzo sobrehumano no sólo para no escupirle al rostro sino además para no demostrarle que la mordida en realidad… me había excitado.  Volvió a zambullirse sobre mi pecho y se dedicó a succionar mi pezón sin la más mínima delicadeza ni amabilidad; lo hacía casi como si estuviese chupando el jugo de una fruta y esa “cosificación” de la cual yo era objeto me incrementaba, a mi pesar, la excitación.  En ese momento quería que todo terminase de una vez; no soportaba la paradoja de sentirme asqueada por tener a ese inmundo tipo encima y, a la vez, excitada por lo que ese mismo asco me generaba.
Luego de ocuparse de mi teta derecha se dedicó a la izquierda.  No volvió a morderme lo cual, extrañamente, lamenté: al parecer, él ya consideraba la deuda como saldada.  Lo cierto fue que con todo ese trabajo de succión sobre mis pechos su verga comenzó a ponerse como roca nuevamente, cosa de la cual yo podía darme perfecta cuenta porque la tenía apoyada contra mi muslo.  ¡Dios!  ¿No iba a terminar nunca aquello?  ¿Cómo era posible que un tipo de su edad pudiera volver a poner su miembro en erección tantas veces en tan poco tiempo?  Ni siquiera lo había visto tomar una pastilla de viagra o algún sustituto, ni allí ni en el restaurante.
De pronto se desentendió de mis pechos.  Incorporándose, me tomó por hombros y cabellos, levantándome prácticamente en vilo de tal modo de arrancarme de la cama. Haciendo caso omiso de mis grititos y quejidos de dolor, me llevó prácticamente volando al punto de que mis pies casi no tocaban el alfombrado; una vez que llegamos hasta la baranda de la escalera, me soltó los cabellos pero lo hizo virtualmente arrojándome contra la baranda ya que yo quedé doblada por mi vientre sobre la misma, arqueado mi cuerpo y con mi cabeza y pechos colgando hacia el vacío.  Tuve que tomarme con fuerza de la baranda para no caer.  Un súbito e incontrolable espanto se apoderó de mí: él parecía mostrarse cada vez más violento en sus actitudes y me restalló en el cerebro la inquietante posibilidad de que el tipo fuera un psicópata peligroso y que su real intención fuera arrojarme de la escalera.  De sólo pensar en ello, todo me temblaba, desde mis tobillos hasta mi sien: todo me daba vueltas y comencé a ver borroso, tanto que sentí que perdía el equilibrio y caía finalmente.  Sin embargo, él volvió a tomarme por los cabellos y me hizo llevar la cabeza hacia atrás hasta que mi oreja quedó pegada a su boca.
“Además de no chuparles la pija – masculló, con un desagradable sonido a saliva entre sus dientes -, ¿sabe qué otra cosa no hacen las putas con sus novios?”
Negué con la cabeza.  Yo estaba aterrada y totalmente superada por la situación.  El cuero cabelludo me dolía y mi boca no conseguía articular palabra alguna sino que sólo soltaba interjecciones de dolor.
“Nunca les dan el culo – dijo, acercando aun más su boca a mi oído y deslizando desagradablemente su lengua por dentro del lóbulo de mi oreja.  Me dio una palmada sobre la cola -.  Eso es para cualquier tipo, pero no  para su novio ni su esposo, jeje…”
Di un respingo.  ¡No!  ¡Mi cola no!  Eso sí que no podía permitirlo, pues mi retaguardia era para… Luciano.  No había nada acordado ni Luciano me había dicho nada al respecto, pero yo en mi interior lo sentía así: desde el momento en que me penetró por detrás en la oficina de Hugo, yo ya había asumido que la exclusividad pasaba a ser suya: de Luchi…, quien bien se la había ganado al tratármela con tanto cariño tras la paliza que yo había recibido en la oficina de Luis.  Luciano sí se la merecía; ese cerdo repelente de Inchausti…, definitivamente no.  Pero, ¿cómo frenarlo?  Musité un débil “no” varias veces, pero él dio la impresión de no oír nada.  Teniéndome siempre sobre la baranda, tanteó con un dedo (creo que el mayor) mi entrada trasera y, a juzgar por la facilidad con que lo hizo entrar por entre los plexos, debió habérselo ensalivado.  Lo que menos podía yo adivinar en ese momento era con qué intención hacía eso; su siguiente comentario fue suficiente respuesta:
“Esa colita no es virgen, jeje…”
Me puse de todos colores y agradecí que no pudiera él en ese momento ver mi rostro.
“Y fue hecha hace poco – agregó como haciendo gala de un profundo conocimiento -; las estrías son recientes”
¡Dios!  ¿Hasta eso podía saber?  Yo seguía sin agregar palabra, ¿qué podía decir?
“Bien – dijo él -; eso va a facilitar bastante  la tarea, je”
Al sentir la cabeza de su pene sobre el orificio anal me sobresalté.  No podía permitirlo, no debía dejar que me entrara por allí, pero…, ¿cómo evitarlo?
“Ag… aguarde un momento, señor Inchausti” – dije, sin saber en absoluto qué aduciría a continuación.  Por lo pronto, noté que su pene seguía sobre mi orificio pero al menos ya no parecía intentar entrar en él; de momento, lo había logrado detener.  ¿Y ahora qué seguía?
“¿Sí, Soledad?” – preguntó Inchausti con tono extrañado.
Ya había conseguido la pausa que yo quería.  Ahora tenía que pensar rápido mi estrategia.
“¿No… sería correcto que hiciera eso con… un preservativo al menos?”
“Jaja – carcajeó desdeñoso -.  Ésa sí que es buena.  Soledad… le acabo de dar una cogida que, si no toma usted la pastilla o no recurre a ningún método anticonceptivo, lamento decirle que ya debe tener cuatro o cinco hijitos jugueteando dentro suyo, jeje.  No, Soledad, no sea estúpida…, no la puedo embarazar por el culo – me propinó una palmada en las nalgas al decirlo y, para mi terror, me dio toda la impresión de que se aprestaba nuevamente para penetrarme -, aunque, si tengo que serle sincero, me gusta la idea: suena muy perverso, jiji…”
“Pero… ¡no es higiénico!” – repuse yo desesperadamente.
“Jaja, no me joda, Soledad”
“¡Es verdad!  Siempre se aconseja no hacer sexo vaginal después del anal sin…”
“A cada segundo me sorprende con su estupidez, Soledad.  Es exactamente al revés; lo que no se aconseja es el sexo vaginal después del anal sin usar preservativo o sin cambiarlo.  Eso es porque la vagina podría ser contaminada por bacterias intestinales, pero… jeje, no tenga miedo, no funciona al revés”
Me sentía totalmente vencida; ya no sabía qué decir.  Giré la cabeza por sobre mi hombro y vi que junto a la cama había, sobre la mesita de luz, una caja de preservativos y un pequeño pomo de lubricante que, obviamente, el hotel dejaba allí para los clientes.
“¡Sangré la última vez! – aullé, implorante -.  Por favor, señor Inchausti, le ruego que por lo menos me lubrique…, será mejor para usted y para mí”
Resopló, como hastiado.  Aun así, pareció dispuesto a ceder y, tomándose el pantalón para evitar que le cayera a los tobillos, se dirigió hacia la mesita de luz en busca del lubricante.
“No sabe… cuánto se lo agradezco, señor Inchausti…” – balbuceé, dando gracias al cielo por haberlo siquiera frenado en su intento por un momento.
Él volvió a resoplar; no dijo palabra: más bien, parecía tener el fastidio propio de quien estaba por hacerme un favor para que, simplemente, me dejara de molestar y poder, así, entrarme por el culo de una vez sin más excusas ni ruegos de mi parte.
Ése era mi momento: ahora o nunca.  En mi interior se venía ya librando una batalla interna sin cuartel desde el día en que había entrado a trabajar a la fábrica o, más atrás aún, desde que hice aquella entrevista laboral que, ahora, parecía no sólo lejana sino además casi “light”.  A veces la Soledad que quería mantenerse digna e incorruptible lograba emerger pero las más de las veces venía perdiendo la batalla contra la otra, la sumisa que temía perder su trabajo… Más aún: la cuestión se había complicado porque a veces también me brotaba una tercera Soledad, la cual no sólo era nueva y de algún modo desconocida para mí, sino que además era mucho más baja que las otras dos al punto de encontrar morbo y hasta excitación en las situaciones que me venían ocurriendo: esa tercera Soledad me asustaba, me aterrorizaba, me hacía conocer un costado de mí que me repugnaba.  Pero ahora parecía haber también una cuarta Soledad, aun más reciente que la anterior: era la que había encontrado contención en Luciano y que había decidido, por cuenta propia, hacerlo a él merecedor del preciado trofeo de su cola.  Eran cuatro Soledades, por lo tanto, las que se batían en lucha dentro de mí: la rebelde, la sumisa, la morbosa y la fiel a Luciano.  Si realmente existía todavía una Soledad fiel a su novio, había ido quedando claramente en un quinto lugar.
Una vez que comprobé que Inchausti iba en procura del lubricante, giré mi cabeza en sentido inverso hacia la puerta.  Al diablo todo: tenía que huir de allí.  Eché a correr escalones abajo y, como era bastante previsible, me tropecé con los tacos; los últimos escalones prácticamente los recorrí dando tumbos y golpeando con mi cadera contra la madera hasta que, finalmente, me detuve en el piso, hecha un ovillo y junto a la puerta de la habitación.  Yo no tenía demasiada experiencia en albergues transitorios pero daba por sentado que la puerta no debía poder abrirse desde fuera pero sí desde dentro.  En ese momento Inchausti se asomó desde lo alto de la escalera puesto que, obviamente, el alboroto que yo había hecho, le había alertado acerca de mi tentativa de escape.
“¡Soledad! – rugió -.  ¿Qué hace?  ¡Tenga por seguro que su jefe se va a enterar de esto!”
No era que la amenaza no me doliera ni me intimidara pero ya no tenía la fuerza de un momento antes.  Bastó que mi cola fuera incluida en la negociación para que se dibujara en mi cabeza el rostro de Luciano y no había ya para mí otra prioridad más que huir de aquel monstruo que quería empalarme por detrás.   Poniéndome en pie presurosamente, tomé el pomo de la puerta y la abrí; la luz del día me dio de pleno pasando por entre las ramas de los árboles que jalonaban el patio.  Aún oyendo los desaforados gritos de Inchausti a mis espaldas eché a correr a través del pasillo que corría a cielo abierto pasando, una a una, frente a las habitaciones.  En varias de ellas, un auto estacionados ante la puerta delataba claramente que había una pareja dentro;  pensé en golpear pidiendo ayuda pero no tenía demasiado sentido intentar llamar la atención de gente que seguramente debía estar muy entretenida: más valía correr hacia la recepción y eso fue lo que hice siguiendo la flecha que decía “salida”.  Me quité las sandalias y las puse en mano para poder correr mejor: yo era joven y estaba segura de que Inchausti no tenía la más mínima posibilidad de alcanzarme.
Llegué hasta la recepción, la cual tenía en el medio una caseta con vidrios polarizados que dividía el carril de entrada del de salida de los vehículos.  Golpeé sobre el cristal desesperadamente.  Desde la nada, una voz me respondió.
“¿Qué ocurre, señorita?  ¿Qué le pasa?”
“¡Necesito salir de aquí! – yo seguía golpeando el vidrio con los tacos de las sandalias que llevaba en una de mis manos mientras, con un dedo índice de la otra, señalaba hacia el portón que permanecía, obviamente, cerrado.
“Es imposible – respondió el empleado con toda tranquilidad -. Las normas del hotel nos impiden dejar salir a personas solas.  Entran dos; salen dos.  Lo siento, señorita, no me está permitido hacer eso”
“Pero… ¡tiene que ayudarme!” – exclamé, llena de angustia.
“Está bien, pero para poder hacerlo necesito, por favor, que se calme y me explique qué es lo que está ocurriendo.  Su habitación es la 16, ¿verdad?  Es la que me aparece en este momento en el monitor con apertura de puerta”
Justo en ese momento sentí como si unos garfios me atenazaran el brazo izquierdo y, al girar la cabeza, me encontré con lo que, en realidad, ya temía y suponía: Inchausti estaba allí.
“No pasa nada, señor – dijo sonriente y con total serenidad dirigiéndose al empleado invisible que se hallaba al otro lado del cristal -.  La señorita es joven… y se puso un poco nerviosa porque, ejem…hmm, bueno, cómo decirlo… En fin: le quise hacer la cola”
Una carcajada brotó desde el otro lado del cristal mientras yo hervía de indignación y de vergüenza.  Estuve a punto de ensayar una protesta: hinché mis pulmones y ya estaba por hacerlo cuando los dedos de Inchausti apretaron mi brazo aun con más fuerza que antes.  Lo miré con odio y estaba ya dispuesta a golpearlo con mi brazo libre pero, en ese momento, noté que, siempre luciendo su repelente sonrisa, me estaba mostrando su teléfono celular.  Me sentí morir cuando en la pantalla me vi a mí misma subiendo la escalera de la habitación con un indecente contoneo y mostrando sin vergüenza mis cachas.  Inchausti se acercó a mi oído para hablarme en un cuchicheo:
“Va a ser mejor que se calme, Soledad… Acabo de subir el video”
Otra vez mi rostro se puso rojo de indignación; forcejeé para liberarme de su brazo.
“¿Q… qué?
“Como lo oye, Soledad.  Su video ya está en las redes sociales y será muy popular en unos minutos a menos, claro, que se tranquilice y coopere”
Cada vez más ganada por la incredulidad, aflojé la tensión poco a poco.  No entendía demasiado de lo que él me decía pero por lo poco  que comprendía quedaba claro que ese desgraciado estaba dispuesto a convertirme a hacer pública mi indecencia de un momento a otro.  Cuando notó que yo dejaba de removerme y forcejear, soltó mi brazo.
“Sepa disculpar – dijo dirigiéndose amablemente al empleado de la recepción, quien había quedado algún rato en silencio -.  Ya sabe; son chicas jóvenes… Se desesperó, eso es todo.  ¿No es cierto, Soledad?”
Me sentía perdida.  Sabía que si lo acusaba de intento de violación ya mismo se terminaba todo.  No sería fácil luego ganar la batalla legal siendo que yo había entrado con él a bordo de su auto pero, al menos, lograría zafar del momento y dilatar la cuestión.  Pero, ¿y el video?  ¿Qué era esa amenaza que acababa de hacer acerca de hacerlo público?  Tenía que balancear las cosas y ordenar mi mente.  Si yo lo acusaba abiertamente y le daba la espalda, no sólo tendría que explicar por qué había entrado con él a un hotel alojamiento sino también por qué había brindado para él ese espectáculo en la escalera.  Me quedaría sin trabajo, sin novio y sin la más mínima reputación pues nadie me creería un intento de violación en aquel contexto: a los ojos de cualquiera mi comportamiento sería juzgado como propio de una zorra… y hasta podía entender que así fuese.
“S… sí – musité, con la cabeza gacha -.  Disculpe, por favor: fue… la desesperación”
Al bajar la vista, reparé en mi aspecto.  Faltaban botones en mi blusa, mi sostén estaba por sobre mis tetas: en fin, la peor imagen posible.  Otra vez me volví a sentir baja e indigna.
“Está bien, señorita – dijo el empleado -.  No hay problema; créame que son cosas a las que aquí estamos acostumbrados.  Eso sí: si piensan retomar… en fin… lo que tenían pensado hacer les aconsejo que usen lubricante; sobre la mesita de luz debe haber un pomo”
Cuánta vergüenza.  Hasta el empleado, queriendo ser amable y caballero, me degradaba.
“G… gracias” – dije en un hilillo de voz.
Inchausti también agradeció, con toda cortesía.  Arrancándome las sandalias de mi mano las dejó caer al suelo y me hizo gesto de que volviera a calzarme.  Una vez que lo hice, me tomó por el brazo y me condujo de vuelta hacia la habitación.  Apenas nos hallamos nuevamente dentro de ella cerró la puerta y se encaró conmigo: su expresión era severa e incriminatoria; sin decir palabra alguna me cruzó el rostro con una potente bofetada que me hizo perder el equilibrio y caer sobre mis rodillas, segunda vez que tal cosa ocurría en una misma semana.
“Con esto aprenderá a comportarse, Soledad – me dijo en tono de reprimenda y ya sin sonrisa en su rostro -.  Si se sigue comportando de ese modo va a durar muy poco en su trabajo, téngalo por seguro.  Hugo me dijo que es nueva, ¿es así?”
Desde el piso asentí amargamente con la cabeza.
“En fin – continuó Inchausti -; esperemos que su estupidez sea culpa de su brevísima experiencia porque sólo si es así tiene solución.  Yo puedo comprometerme a no hablar palabra de todo esto pero usted debe portarse bien de aquí en más”
Me sentía vencida del todo; levanté la vista hacia él.
“¿Q… qué es eso que me dijo sobre las redes sociales?” – pregunté con la voz débil y los ojos llenos de angustia.
“Ah, es tal como lo oye, Soledad.  El video está subido a Facebook pero no desespere.  Por ahora sólo yo puedo verlo; eso sí, no tengo más que hacer un clic para cambiar la opción de privacidad y ponerlo público”
Definitivamente él jugaba, y más que nunca, con el as de espadas en la mano.  Ni siquiera podía contar con quitarle su celular, destrozarlo o incluso borrarle el video; era inútil, la imagen mía subiendo las escaleras con mi cola entangada al aire ya estaba en el universo virtual aun cuando, de ser cierto lo que él decía, nadie más pudiese verla.  De pronto, en un gesto de caballerosidad fuera de contexto, me extendió una mano para ayudarme a ponerme en pie.
“Ahora, Soledad, retomemos lo que habíamos comenzado.  Y sin lubricante: usted misma ha desperdiciado su oportunidad”
Una vez que estuve en pie me guió hasta el jacuzzi y me hizo inclinar de tal modo de apoyarme con las manos contra el borde; en tal posición, ni siquiera necesitó levantarme la falda: su verga, después de jugar un rato con mi orificio anal, comenzó a entrar y fue inevitable que me arrancara un grito de dolor.  Por cierto, el dolor anal no era para mí algo nuevo ya que lo había experimentado unos días atrás al ser penetrada por Luciano, pero esta vez era mucho peor: me ingresó por la retaguardia sin la más mínima piedad y tomándome por la cintura se balanceó una y otra vez dando clara impresión de sentirse complacido con cada uno de mis gritos.  Sus jadeos, casi animales, invadieron el aire de la habitación que, aun cuando climatizado y confortable, me resultaba ahora terriblemente espeso.  Me acabó dentro del culo, por supuesto; no tenía sentido que hiciera otra cosa.  Yo sólo podía pensar en Luciano y pensar, con tristeza, que mi cola ya no podía ser sólo para él…
Una vez que hubo acabado (cualquiera sea el sentido de la palabra) puso en marcha el jacuzzi para luego introducirse en el agua burbujeante e instarme con un gesto de la mano a que le imitase.  Parecía increíble pero todavía me daba pudor quitarme la ropa por completo; él ya había visto cada parte íntima de mi cuerpo y, sin embargo, la presencia de alguna que otra prenda, aunque desaliñada, consolaba a mi conciencia con la ilusa idea de que no estaba completamente desnuda.  Pero ahora sí lo estaba, con lo cual bien podía decirse que Inchausti no había dejado plato sin disfrutar: me había cogido vaginal y analmente, me había sometido a sexo oral, me había abofeteado y ahora me tenía desnuda con él dentro del jacuzzi.  Yo no sabía adónde mirar; fijé la vista en algún punto indefinido del techo a la búsqueda de vaya a saber qué respuesta a tanta locura en tan pocos días.
“¿Se puede saber quién es el que le estrenó ese hermoso culo hace poco?” – me preguntó de sopetón mientras su rostro iba asumiendo una expresión cada vez más relajada.
Negué con la cabeza; después de todo él no me había ordenado que se lo dijese y hasta me preguntó si podía saberse.
“¿Es de la fábrica?” – insistió él.
Esta vez afirmé con la cabeza.  Pensé que él estaba jugando a las adivinanzas o tratando de llegar por descarte al autor de mi desvirgue anal.  Sin embargo, para mi sorpresa, no siguió preguntando.  Antes que eso conjeturó:
“Entonces…, debe ser casi con seguridad alguien de la planta.  Las chicas como usted, cuando entregan su parte de atrás, lo hacen con el más ordinario, sucio y repelente…”
Me mantuve en silencio.  No quería afirmar ni negar nada que lo ayudara en sus elucubraciones. 
“Esto no era lo que yo planeaba para mi vida” – dije al cabo de un momento, como si pensara en voz alta.  Me miró, con el ceño fruncido.
“¿Cómo dice, Soledad?”
Sacudí la cabeza y esbocé una sonrisa que, en realidad, era más de tristeza que de alegría.
“Hasta no hace mucho yo era una chica seria y comprometida con un novio con el cual pensaba casarme, una persona totalmente digna y fiel que hubiera sido incapaz de hacer cosas como las que hoy hice… o como algunas otras que hice en estos días”
Inchausti se encogió de hombros.
“No trate de hacerme responsable de su propia decadencia moral, Soledad.  Nadie la obligó a coquetear conmigo como una hembra alzada a través del teléfono”
En otras circunstancias el comentario me hubiera irritado muchísimo pero yo estaba abatida y sin fuerzas; sólo atiné a sonreír una vez más.
“Eso es relativo – objeté -.  Hugo me dijo que para no perder el cliente yo tenía que…”
“Y usted aceptó” – me cortó tajantemente.
“Para no perder el trabajo” – repuse.
“Eso no se lo cree ni usted, Soledad.  Una puta nace, no se hace; en todo caso lo que pueda haber ocurrido es que las circunstancias hicieron que aflorara en usted algo que toda su vida trató de ocultar ante los demás y ante sí misma”
No pude evitar soltar una risa.  Era tragicómico que ese cerdo repugnante pretendiera, súbitamente, hacer alarde de conocimientos de psicología femenina.  Me duró poco el momento divertido; una sombra volvió a cubrir mi rostro.
“No puedo volver así a la fábrica” – dije, desviando el tema.
“¿Así?  ¿Cómo?”
“Estoy semidesnuda, señor Inchausti; sin tanga, con una blusa a la que le faltan botones y con el rostro marcado por una bofetada.  ¿Adónde cree realmente que puedo ir así?
Por pedido mío, Inchausti me dejó en la fábrica ya pasada la hora de salida del personal.  Lo que yo quería, por supuesto, era no cruzarme con nadie.  Previamente había llamado a Daniel para decirle que no me pasara a buscar; puse como excusa que quería dejar cerradas algunas operaciones de la semana que estaba terminando.  Demás está decir que Inchausti disfrutó muchísimo de ese llamado, tal cual lo evidenció en sus gestos y risitas.  ¡Dios!  ¿Eran todos iguales en ese sentido?  Él, por su parte, se encargó de llamarlo a Hugo un rato antes para dar por cerrada la operación; en teoría, eso era una noticia inmejorable para mí, pero jamás había imaginado que el éxito pudiese llegar a saber tan amargo… Me despidió tomándome la mano y estampándome un profundo beso que sólo me provocó asco y que, además, me inquietó sobremanera considerando que estábamos en la puerta de la fábrica; ni siquiera los vidrios polarizados me permitían sentirme tranquila…
Cuando llamé al portero eléctrico, tuve una gran intriga acerca de quién me iría a contestar; por cierto, no reconocí la voz cuando finalmente me llegó la respuesta.  Desde su auto, Inchausti tocó la bocina en señal de saludo; apenas le dirigí una mirada de soslayo pero ello fue suficiente para verlo besar asquerosamente mi tanga, convertida en su trofeo.  Un momento después me abría la puerta un tipo de rostro equino y de expresión algo bobalicona que, por supuesto, me miró de arriba abajo sin el más mínimo disimulo.  Yo me crucé de brazos de tal modo de cubrirme el pecho y, saludando con un ligero cabeceo, entré y fui en procura de mi escritorio.  Permanecí allí un rato sin saber qué hacer; el sujeto me seguía mirando.  Supuse que debía ser el sereno, a quien yo aún no había visto.  Se alejó, finalmente, en dirección hacia la planta y recién cuando lo hubo hecho, me sentí libre de llorar…
                                                                                                                                                                         CONTINUARÁ
 Para contactar con la autora:

(martinalemmi@hotmail.com.ar)

Relato erótico: “Diarío secreto de una Suicide Girl” (POR GOLFO)

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Antes de nada quiero explicaros que no soy una loca ni una perturbada sino la típica mujer de mi tiempo. Con dieciséis años perdí sin pena ni gloria mi virginidad en una fiesta. Sien
do una mocosa veía en ese rostro repleto de granos al amor de mi vida. Manuel, mi novio por entonces, era todo para mí. Cuando me miraba sentía que me derretía y por eso, le entregué mi cuerpo sin pensar que a los dos meses, le cazaría con la niña que me había sustituido en su corazón.
 
 
No me arrepiento de haberlo hecho. Para mí, el himen no es más que un estorbo del que hay que desembarazarse cuento antes. Lo que sí me lamento son los tumbos que dio mi existencia a partir de entonces.  Buscando un ansiado ideal, me fui entregando a cuanto hombre me prometía bajarme la luna. En mi fuero interno, necesitaba encontrar a ese príncipe azul que me hiciera subir a los cielos. Desgraciadamente, lo que siempre me ocurrió es que una vez había dejado el suelo, mi pareja de turno me soltara de la mano y sin excepción, la realidad se estrellara contra mi rostro.
Disfruté y mucho. El sexo para mí siempre fue importante pero si no va acompañado de magia se convierte en algo vulgar y aburrido. Un día como otro cualquiera, en el que me lamía las heridas de mi último amor, cansada de tanta mediocridad; decidí poner un anuncio en internet.
Tratando de definir que era los que ansiaba, fue Joaquín Sabina quien me sugirió parte del texto:
 “Ando en busca de un hombre que me haga soñar. Absténganse brutos y obsesos en busca de orgasmo. A estas alturas quiero alguien que sea capaz de satisfacerme. Necesito que me den un revolcón al corazón. Firmado…..Sola y necesitada”

Mi llamada de auxilio tuvo un éxito relativo, porque aunque recibí multitud de emails, lo cierto es que la gran mayoría provenían de cerdos que solo deseaban echar un polvo. Usando el sentido común fui borrando de mi correo a todos aquellos que no supieron encontrar la esencia de lo que pedía y cuando ya creía que había sido inútil y que ninguno había sabido leer y entender lo que decía, abrí uno que me enganchó:

“La verdadera esencia de un hombre es la inteligencia y saber captar los deseos de la mujer que tiene a su lado. Con muchos años sobre mis espaldas, soy lo que necesitas. Conmigo encontrarás lo que ningún hombre puede darte. Si me he equivocado y no eres una mujer deseosa de experimentar el placer que otorga la complicidad de una historia escrita, tira este mail a la basura. En cambio si eres una mujer que sabe interpretar la belleza que se esconde en las palabras, con más razón borra ahora mismo mi contestación. No te aconsejo establecer este juego conmigo, soy adictivo.

Si aun así quiere correr el riesgo, contéstame.
Un abrazo.” 
Debí de hacer caso de su aviso porque “Adictivo” no era precisamente la cualidad que buscaba. Desgraciadamente, esa forma sutil de expresarse siempre fue irresistible para mí. Todo mi ser sabía que ese sujeto sería  mi perdición pero sin embargo no pude resistirme y busqué las palabras idóneas que trasmitieran mis ganas de catar y saborear sus palabras. No obstante también no demostrar demasiado interés, no fuera a ser que lo confundiera  con ansiedad.
 Y respondí: 
“La verdadera afinidad no viene de la edad. Aunque tengo solo veintiséis años y ni siquiera había despertado cuando tú ya recorrías los caminos oscuros de la vida, sé que soy la idónea para ti y que tú eres lo que necesito. Deseando ser la coprotagonista de tu destino,  estaría encantada en seguir recibiendo tus mensajes llenos de erotismo y  amor.”
Todavía no sé qué fue lo que me llevó a contestarle. Quizás su tono lleno de seguridad, puede que la masculinidad que transpiraban sus frases o con mayor seguridad el seguro peligro que conllevaba. Lo cierto es que no tardé en recibir un mail plagado de imágenes sensuales, en el que me decía que llevaba mucho tiempo esperándome.
Si de por sí, mi experiencia con los hombre me había dejado un poco mosca, el establecer una relación por internet me dio miedo no fuera a ser que al cabo del tiempo ese desconocido, resultara  un niñato jugando a ser un hombre. No hacía mucho que una amiga me había contado que, tras más de dos meses carteándose con un tipo, al final resultó que el macizo con el que hablaba no había terminado secundaria.
Tardé un buen rato en elegir las palabras, no quería que sonara duro, pero después de mandar mi respuesta, la releí y me di cuenta que no lo había conseguido, y que mi email, era bastante rudo porque le exigía una prueba de que era quién decía ser.  Supuse que ni siquiera se iba a dignar a contestar por lo que esa tarde, no abrí mi correo y en vez de ello me fui a topar unas copas con unas amigas.
Ya en un bar, le confesé a mis acompañantes que había puesto un anuncio en internet y que me había puesto en contacto con uno de los tipos que lo contestaron. Una de ellas,  María, se pasó toda la noche tomándome el pelo, llamándome loca por buscar pareja de ese modo:
-¿Tú sabes el tipo de maniático con el que te puedes encontrar?,  nadie normal responde a eso, ¡Debe de ser un puñetero friki!.
Fue tal su insistencia, que me convencí que tenía razón y deseché la idea de continuar en búsqueda de mi ideal por esa vía, jurándome que aunque contestara, no pensaba hacerle caso.
-Linda– insistió – Aunque te haya ido mal en el pasado, eres una mujer guapa, con un buen culo, que puede conseguir  un hombre cuando quiera. ¡Déjate de tonterías!.
Cabreada conmigo misma, volví a casa. Sobre la mesa del comedor seguía encendido el portátil.
-¡Que desastre soy!- pensé al acercarme a apagarlo, pero fue entonces cuando vi que tenía correo nuevo.
Aunque soy una mujer que difícilmente se altera, algo en mi interior provocó que me pusiera nerviosa al ver que me había contestado. Temblando y sabiendo que no debía leerlo, lo abrí. Era un mensaje corto con una foto. El texto era lo de menos, la foto era lo que me interesaba.
Mi supuesto candidato se había fotografiado de cuerpo entero en la popa de un velero antiguo. Me quedé tiesa al comprobar que era un cuarentón de buen ver. El bañador que llevaba era de esos largos que tan de moda habían estado la temporada pasada. Con entradas sin llegar a ser calvo, su cara transmitía confianza. Quizás fue eso, su serenidad, o mi enfermiza afición a los hombres  de mar, lo que me excitó. ¡Ya me veía surcando las olas en sus brazos!

No respondas, qué te conoces-, susurró mi conciencia, esa pequeña arpía que tan a menudo me molestaba

 

Siempre he sido una inconsciente, y con mi edad no iba a dejar de serlo. Por eso, rebuscando entre mis fotos, elegí una muy sensual, donde estaba  totalmente desnuda pero  sin mostrar nada que me pudiera avergonzar,  y sin medir las consecuencias se la mandé.
Al meterme en la cama, ya me había arrepentido.
“Estoy loca”, pensé al temer que había mandado esa imagen a un desalmado que la hiciera circular por la red.
Intentando olvidar ese error, busqué en el sueño la expiación de mi pecado pero continuamente retornó a mi mente el recuerdo de ese hombre.  Por mucho que intenté borrarlo y dormir, no pude porque mi imaginación me traicionó trayendo secuencias en las que juntos recorríamos el mar. Poco a poco, se fue convirtiendo en una fijación y antes que me diese cuenta, estaba excitada.
La calentura que recorría mi entrepierna provocó que  involuntariamente dejara que mis manos acariciaran mis pechos mientras pensaba en ese tipo. Como si fuera una película, me vi en mitad de su camarote y a él, desnudándome lentamente. Esa imagen me hizo separar mis rodillas y soñar que era el cuarentón quien me estaba tocando.
Al sentir mis yemas separando los pliegues de mi sexo y mis propios dedos dentro de mi vulva, comprendí que estaba perdida si alguna vez llegaba a conocerlo y descubría en él, la masculinidad que manaban sus escritos.
Aunque fui consciente que nada de eso era real, os juro que sentí un latigazo en mi entrepierna al notar su caricia. La forma tan sensual con la que en mi sueño pellizcó mis aureolas, asoló mis defensas. Como era solo producto de mi imaginación, pensé en que no había ningún peligro en dejarme llevar por mi calentura y por eso no tardé en sentir su lengua recorriendo los bordes de mis pechos mientras sus manos bajaban por mi espalda. 
Entre mis sábanas, la temperatura de mi cuerpo subía por momentos. La imagen de ese lobo de mar me estaba volviendo loca con sus besos y aunque os parezca imposible, los sentí tan reales que rendida a sus encantos, gemí al sentir que sus dedos se hacían fuerte en mi trasero.
Excitada como pocas veces, traté de despertarme al notar que si ese sueño se prolongaba iba a correrme:
-No quiero- grité temiendo las consecuencias si seguía soñando con él y por mucho que sabía que era irreal, tuve miedo.
La seguridad de que no estaba a mi lado  no consiguió tranquilizarme y por eso cuando en mi mente me mordió en la oreja,  me estremecí. El que sabía que era solo un amante ficticio no se quedó ahí y bajando sus labios por mi cuello, lo recorrió lentamente poniéndome cada vez más nerviosa pero también más excitada.
Mi claudicación se  aceleró al notar que su mano había vuelto a apoderarse de mi pecho y lo acariciaba rozándolo con sus yemas. Fue entonces cuando puso mis manos en su cintura y me empezó a desnudar. Reconozco que me cautivó la lentitud con la que me despojó de mi vestido y me mordí los labios al ver  su masculino rostro lleno de deseo.
En mi sueño, el cuarentón  me agarró y me obligó a sentarme sobre él en una silla. Sin casi poder respirar, le miré pidiendo una tregua.
-Lo estas deseando- me soltó – Desde que viste mi foto, deseas ser mía.
-¡No es cierto!- exclamé a la defensiva.
-Te voy a follar, putita- susurró a mi oído mientras sus manos se apoderaban de mi culo.
Os juro que intenté rechazar su contacto pero mis manos, desobedeciendo a mi mente, desabrocharon su pantalón y sacando su miembro, me lo quedé mirando con deseo.
“¡Qué maravilla!”, pensé al disfrutar por anticipado del placer que ese enorme aparato me iba a dar y tragando saliva, esperé su siguiente paso. El maduro me devolvió la mirada  y cogiéndome de la cabeza,  acercó su boca a la mía mientras mientras volvía a poner su mano en mi pecho.
-Tienes unas buenas ubres- dijo con una sonrisa en los labios.
Acto seguido, su lengua  volvió a apoderarse de mi erecto pezón, provocando que una descarga eléctrica por todo mi cuerpo.  Al verle que no se quedaba contento con mi pezón, comprendí cual iba a ser su siguiente paso y por eso sabiéndolo me puse aún más nerviosa.
– Vas a disfrutar la zorra que eres- me soltó.
Su insulto lejos de enojarme, exacerbó mi ánimos.
– ¡No es real!- exclamé al sentir noté su mano bajando por mi estómago mientras la otra me acariciaba los muslos.
Fue  entonces cuando sentí que sus dedos acariciaban el interior de mis muslos. Totalmente entregada, temblé de placer.  Ese cuarentón al que ni siquiera conocía, anticipando su victoria, separó los pliegues de mi sexo y acarició mi humedad. De mi garganta brotó un sordo aullido. Mi amante al escucharlo sonrió sin que sus dedos  no dejaran de torturar mi clítoris.
Intenté nuevamente despertar. Necesitaba volver a mi habitación y dejar ese camarote pero en vez de ello, separé mis muslos ofreciéndome a él por completo.
El hombre, al ver mi entrega, besó los bordes de mis pliegues  mientras volvía a recoger mi botón entre sus dedos. Un gemido aún más ardiente surgió de mi garganta cuando sin dejarme descansar, agachándose entre mis piernas lo mordió.  Completamente excitada, le pedí que me tomara moviendo mis caderas. El lobo de mar hizo caso omiso a mi súplica y acelerando el ritmo de su lengua, consiguió llevarme desbocada hacia el orgasmo.

Sintiendo mi cuerpo al borde del colapso, cerré mis manos y con el puño golpeé las sábanas. Entonces mi dulce agresor metió con suavidad dos dedos en mi coño,  provocando que todo mi ser se derritiera. Disfrutando de sus imaginarias caricias, me corrí sobre el colchón.

Cuando ya creía que todo había terminado y que la cordura volvería a mí dejándome dormir, le vi incorporarse y cogiendo su pene entre sus manos, acercarlo a la entrada de mi chocho:
-¡Eres solo un puto sueño!- grité acojonada por la intensidad de mi sensaciones.
Mi insulto espoleó su lujuria y colocando la punta de su enorme glande en la entrada de mi cueva, la fue forzando lentamente. Mas encantada de lo que me gustaría reconocer, sentí el paso de su gigantesca extensión a través de mis pliegues mientras invadía mi estrecho conducto.
¡Dios! ¡Cómo me gusta!- aullé  al notar que su pene chocaba con la pared de mi vagina.
A partir de ahí, me dejé llevar y dominada por el placer que estaba sintiendo, disfruté como una cerda de sus huevos rebotando contra mi culo al ritmo marcado por sus embestidas hasta que, de improviso, su verga explotó en mi interior. Lo creáis o no, sentí su semen como si fuera real rellenando mi conducto. Cada una de las explosiones con las que regó mi interior, me provocaron un placer indescriptible y temblando sobre el colchón grité a los cuatro vientos mi placer.
Agotada desperté para descubrirme a cuatro patas sobre la cama y con mi chocho chorreando. Era tanto el flujo que brotaba de mi interior que me parecía imposible. Todavía aturdida, llevé mis dedos hasta mi sexo y cogí un poco de ese líquido viscoso que recorría mis piernas.
-¡No puede ser!- exclamé al comprobar que no parecía flujo y que por su color, lo que salía de mi coño, ¡Era semen!
Ese descubrimiento, me dejó aterrorizada y por eso durante toda la noche fui incapaz de conciliar el sueño, no fuera a ser que se repitiera.
Recibo un nuevo mail:
Sin haber casi descansado, me levanté con la sensación de que mi mente me había jugado una mala pasada y que todo lo ocurrido había sido producto de mi perversa imaginación. Aun así no podía dejar de pensar en ello y aunque me costara aceptarlo, estaba cachonda.
Al recordar el placer que había sentido la noche anterior, mi sexo se llenó de humedad:
-Estoy loca- exclamé en voz alta combatiendo las ganas de masturbarme.
Luchando contra lo que me pedían todas las células de mi cuerpo, fui a desayunar. En mi mente, seguían presentes todas y cada una de las sensaciones que habían asolado mi anatomía la noche anterior. El placer que había experimentad había sido tal que todavía  me seguía obsesionando sus secuelas y sabía que una leve brisa, podía convertir los rescoldos de esa hoguera en un incendio de incalculables proporciones.
El agradable calor de ese café con leche matinal me terminó de calmar y olvidando ese perturbador sueño, encendí mi ordenador  y revisé mi correo. Al encender mi Outlook, comprobé que tenía uno de él. Aterrorizada y excitada por igual, tardé un buen rato en abrirlo.
Me daba miedo pero aun así algo me impelió a hacerlo. Temblando, clickeé el mensaje y lo abrí. Solo con leer el encabezado, el sudor empezó a recorrer mi asustado pecho:
“Relato de nuestra primera noche”.
Deseando y temiendo leer su contenido, me puse a leerlo.
Desde el principio, me percaté que era una recreación de mi sueño. Letra por letra, mi desconocido amigo recreaba  en su escrito mi sueño. Si en un principio me había parecido casualidad, al leer de su mano mis propios sentimientos me empezó a perturbar y cuando terminé, la perplejidad se había convertido en miedo y el miedo en terror.
“¿Cómo es posible qué sepa lo que soñé?”, pensé mientras intentaba dar un sentido a ello.
Recordando la forma tan extraña con la que entró en contacto conmigo, la palabra “Adictivo” llegó a mi mente. La certeza de lo extraño que era todo aquello me golpeó en la cara y tratando de recobrar algo de cordura, decidí no contestar a su mensaje. La sensación de ser un juguete en sus manos me obligó a mandar a la basura su email y cerrando el ordenador, salí a correr a un parque cercano.
A través del cansancio, conseguí que su recuerdo se fuera diluyendo poco a poco de forma que al final del paseo, lo había dejado apartado en un rincón de mi memoria de donde nunca debía volver.

Ese sencillo ejercicio de disciplina solapó las brasas pero no pudo apagar y por eso, nada más ducharme, cogí mi bolso y salí de mi casa. Mi hogar se había vuelto opresivo y costándome hasta respirar, llamé a Itxiar.

-¿Comes conmigo?- le pregunté.

Afortunadamente, no tenía nada que hacer y por eso, aceptó ir conmigo a un restaurante.  En cuanto la vi, me abracé a ella y llorando le expliqué lo que me había ocurrido. Mi amiga escuchó con escepticismo mi relato y solo cuando acabé de relatárselo me dijo:
-Hay una explicación lógica- su seguridad me hizo aferrarme a ella y por eso permanecía en silencio mientras me decía:- Ayer bebimos bastante y aunque no lo recuerdes, debiste de leer su mensaje antes de irte a la cama…- esa explicación tenía sentido, tuve que aceptar:…-Tu sueño solo fue una recreación de lo que habías leído.
Aun no convencida, mostré mis reticencias diciéndole:
-Pero es que esta mañana, el mensaje aparecía como no leído.
Soltando una carcajada, Itxiar me soltó:
-Debiste de marcarlo ser tu quien lo marcara como no leído pero no lo recuerdas porque estabas borracha.
Su sensata respuesta me convenció porque de no ser así, le estaba otorgando a ese supuesto amigo de unos poderes más allá de lo razonable.
-Tienes razón- respondí quitándome un peso de encima y ya totalmente tranquila disfruté con ella de una comida agradable donde la única consecuencia de la noche anterior, fue que no probé el alcohol.
Mi segunda pesadilla.
Esa noche al llegar a casa, me negué a abrir el ordenador. Aunque mi mente me decía que no me preocupara, seguía teniendo miedo de ese sujeto y de sus mensajes y por eso, antes de meterme en la cama, escribí en un papel:
“No he bebido y no he leído ningún mensaje”, tras lo cual guardé ese mensaje en el portátil y me fui a dormir.
La seguridad de tenerlo escrito me hizo conciliar el sueño y aunque en un principio dormí a pierna suelta, enseguida volví a soñar con él. Me vi en su compañía recorriendo un paraje boscoso. El sol calentando mi piel me informó que estaba desnuda. .
“Joder, estoy cachonda”, pensé en sueños.
La sensación placentera se transformó en una siniestra pesadilla, al ver que mi acompañante iba vestido con las gruesas ropas de cazador. Sin saber que se proponía, intenté tapar mi desnudez con las manos pero entonces le oí decir:
-Corre por tu vida.
Fue su tono frio lo que me obligó a salir corriendo. Completamente aterrorizada, hui a través de la maleza. Las ramas me arañaron sin piedad pero el terror a lo desconocido, me hizo seguir tratando de alejarme de él. Nunca había pasado tanto miedo, me veía muerta y descuartizada si llegaba a alcanzarme y por eso, seguí sin descanso recorriendo las cuestas de ese hasta entonces paradisiaco lugar.
Mi falta de forma provocó que a los pocos minutos me faltara el resuello y cuando estaba a punto de parar a descansar, escuché un disparo y a él gritando que venía  a por mí. Azuzada por el miedo, incrementé la velocidad con la que luchaba con alejarme. Jamás en mi vida me había visto en una situación semejante y con la respiración entrecortada, empecé a subir una cuesta.
En mi fuero interno sabía que ese desalmado a darme caza, mi única duda era cuanto tiempo podría mantenerme a salvo. Deseando despertar y volver a la comodidad de mi cama, alcancé la cresta para descubrir desde ese punto alto que no se veía rastro de civilización.
“Mierda”, exclamé reiniciando la marcha.

A mi espalda, escuchaba sus pasos porque recreándose en mi búsqueda, a voz en grito, me decía lo mucho que iba a disfrutar cuando me capturara.  Con nuevos brios corrí por mi vida. Olvidando el cansancio que se acumulaba en mis músculos, bajé por una vereda llena de olmos. Ya abajo, mi propia desesperación me hizo cometer un error del que pronto me arrepentiría. Al ver un hueco entre unas rocas, decidí esconderme a su amparo, creyendo que mi perseguidor pasaría de largo.

Con la piel erizada, al cabo de unos minutos, escuché que se acercaba. Tratando de taparme cogí unas ramas y tras ellas, me puse a rezar. Sin moverme, le vi llegar al olmedo. Me aterrorizó comprobar que cuchillo en mano, miraba el claro rastro que había dejado a mi paso.
“Estoy perdida”, me dije al ver que se agachaba y revisando unas hierbas recién pisadas, sonreía. La frialdad de esa mueca hizo que me meara encima sin moverme. Curiosamente el calor de mi orín me resultó reconfortante y suponiéndome a salvo, me quedé observando a ese cabrón.
“Esta bueno”, con disgusto confirmé al ver la fuerza que manaba de su cuerpo. “No puede ser que me ponga bruta”, me quejé al percibir que la situación me tenía alborotada.
Involuntariamente separé  los pliegues de mi sexo y cogiendo entre los dedos mi botón de placer, me empecé a masturbar. Estaba a punto de correrme cuando de pronto, ese capullo se levantó y miró hacia donde estaba escondida, diciendo:
-“Zorra, ya sé dónde estás”.
La seguridad de haber sido descubierta, me hizo reaccionar y saliendo de mi inútil escondrijo, salí nuevamente despavorida. Mi huida lejos de molestarle, le agradó porque así haría más larga mi captura.  Viéndome desaparecer tras unos matorrales, soltó una carcajada mientras gritaba:
-Corre, puta, corre.
Al escuchar su risa, me di la vuelta y descubrí que sin prisa, seguía mi pista. Temblando de terror, di un grito y me seguí moviendo a través de la espesura. Supe que paso a paso, ese cabrón me iba ganado terreno y aunque entonces me parecía inconcebible, su cercanía iba acumulando tensión en mi entrepierna.
“No piense y huye”, tuve que repetirme para acelerar mi paso.  
Sin saber que cuanto más acelerase antes me cansaría, intenté abrir un hueco de él. Mis intentos resultaron infructuosos y con el sudor recorriendo mi frente, al girarme comprendí que estaba aún más cerca.          
Desde veinte metros de distancia, oí su nueva amenaza:
-Guarra, ¡Pienso disfrutar de ti!
Desfallecida y totalmente agotada me dejé caer sobre la hierba. El malnacido prolongó mi debacle, acercándose despacio. En sus ojos descubrí la satisfacción del triunfo y nada mas llegar a mi lado, me dio violentamente la vuelta.
-Por favor, ¡No me mates!- imploré mientras ese cerdo me ataba las muñecas.
Intentando zafarme, le lancé una patada que sin dificultad evitó. Mi resistencia le satisfizo y muerto de risa, terminó de inmovilizarme los tobillos. Sabiéndome en sus manos y llorando a moco tendido, le rogué que me liberara jurándole que no diría nada a la policía.
Estaba totalmente vencida. Mi agresor me tenía en su poder y esa sensación me resultó terriblemente excitante. Fue entonces sin dignarse a responder, el cuarentón, me puso a cuatro patas y separándome las nalgas, rozó  con sus yemas mi ojete mientras se reía de mí diciendo:
-Ves cómo eres una sucia puta, mírate… estás cachonda- y antes de que pudiera contestarle, metió uno de sus dedos en mi  interior.
Su brusca caricia me hizo daño pero  temiendo su reacción, ahogué la queja y me quedé quieta esperando a ver mi suerte. Mi total entrega le azuzó a seguir  y poniéndose tras de mí, cogió su miembro y lo acercó hasta mi entrada trasera.
-¡No lo hagas!- chillé indefensa.
Haciendo caso omiso de mi ruego, me desfloró en plan salvaje. Esta vez no pude evitar que un alarido saliera de mi garganta al sentir forzado de esa forma mi esfínter y con lágrimas en los ojos, traté de relajarme. Mi agresor, entusiasmado por mi claudicación, se puse a cabalgar mi culo olvidando mis chillidos hasta que mi resistencia inicial se fue relajando y al poco de empezar a moverse, su pene campaba libremente. Sintiendo mi culo violado no paré de gritar.
-Cállate, zorra- ordenó sin dejar de tomarme.
Paulatinamente mis  gritos de dolor fueron increíblemente transformándose en  gemidos de placer al verme apabullada por el cúmulo de sensaciones. La ferocidad con la que violó mi trasero, me hizo descubrir mi lado masoca y por eso cuando lo terminé de asimilar, me vi desbordada por un siniestro gozo. Al percatarme de que me gustaba ser usada, pegando un berrido, le imploré que continuara.
Disfrutando como el hijo de perra que era, no hizo falta que se lo repitiera dos veces y cogiéndome de los hombros, incrementó aún más la profundidad de sus cuchilladas.
-¡Dios!- aullé en voz en grito por el gozo que estaba asolando mi cuerpo.
Mi imprecación fue el banderazo de salida para que decidido a someterme  azuzara mis movimientos con un azote. Al sentir el escozor en mis nalgas, como si hubiera abierto un grifo, mi sexo se llenó de flujo, dando como resultado  un arroyo de placer que empapó mis muslos.
-¿Estás disfrutando? ¡Guarra!- increpó sin dejar de machacar mi esfínter con su verga.
-¡Sí!- Tuve que reconocer anunciando de esa manera mi rendición.
Hasta ese momento, nunca había experimentado la sensación de ser poseída en  cuerpo y alma por ese tipo y eso elevó mi calentura hasta extremos impensables. Sometiéndome a sus dictados, moví mis caderas y me dejé conducir hacia el orgasmo. Tras unos segundos de agonía y retorciéndome entre sus piernas, me corrí pegando berridos mientras el cuarentón explotaba  llenando mi culo con su lefa, tras lo cual caí derrumbada sobre la hierba.
Aterrorizada por lo que había sentido, me desperté y solo cuando me vi en la seguridad de mi cama, conseguí relajarme. Durante largos minutos me quedé paralizada hasta que no pudiendo aguantar más en el colchón, me levanté.
Mis miedos se convirtieron en  franca desesperación cuando mirándome al espejo, descubrí los arañazos que me había provocado huyendo de él…
-¡Estoy perdiendo la razón!- exclamé al ver lo hilos de sangre seca sobre mi piel.
No pudiendo volver a la cama, deambulé toda la noche por mi casa sin saber qué hacer.  
 
Nuevamente leo mi email y descubro aterrorizada  su contenido.
 
Al amanecer, reuní el valor suficiente para encender mi ordenador. Los dos minutos que tardó en arrancar me parecieron una eternidad y temblando descubrí que en esa ocasión, me había mandado dos mensajes.
El título del primero decía lacónicamente:
-Tu sueño de esta noche.
Mientras que en el segundo pude leer:
-El futuro de mi zorra.
Sabiendo de ante mano que el contenido del más antiguo iba a ser una repetición de mi sueño, decidí directamente leer el último en llegar.
 
Con lágrimas en los ojos, lo leí detenidamente varias veces sin llegármelo a creer:
 
Para mi incrédula putita:
Como ya has experimentado en carne propia desde que aceptaste mi contacto, te has convertido en mi marioneta y aunque te alerté de que no me contestaras, pudo más la guarra que llevas dentro. Ahora no me puedes echar la culpa de tu desdicha, fue tu elección y por lo tanto voy a seguirte usando a mi antojo.
Jamás me verás en persona, pero todas las noches acudiré a tu lecho para disfrutar de ti sin que puedas hacer nada por negarte.  Jugaré contigo como nunca nadie lo ha hecho y pronto te darás cuenta que tu vida sin mis visitas no tendrá sentido.
Ese día dejaré de acudir a tu lado y desorientada, irás en mi busca.
Atentamente
 
Lucifer
Epilogo:
 
Han pasado ya tres meses desde que el diablo me hizo su primera visita. Cumpliendo su promesa, ese engendro me usó como le vino en gana. En su perverso modo de amar, me entregó a un grupo de violadores, me hizo probar el látigo de una dominatriz, fui sodomizada por un caballo e incluso me vi envuelta en una orgía de dolor y sangre en la que estuve a punto de morir.
Pero lo peor es que lleva una semana sin venir a verme. Las noches sin él no tienen fin… ¡Me siento terriblemente  sola!
Tal y como me informó, no resisto su ausencia y necesito volver a  verle. Me urge estar entre sus brazos y sentir sus rudas caricias.  
Sé cómo ir a su lado y por eso llevo dos días despidiéndome de mis amigos y familiares.
Ninguno ha entendido que les llegara  y les diera un abrazo como si esa fuera la única vez. No pude explicarles a nadie que esta noche, después de escribir estas letras como testamento, voy a reunirme con mi amado.
Tengo todo preparado: la copa de vino en la que he disuelto el bote entero de pastillas, sus cartas impresas que me han servido de compañía desde que desapareció y por eso, deseando estar presentable cuando llegue a su reino, me he puesto el último camisón que él me destrozó.
 
Adiós a todos. Cuando leáis esto, no lloréis por mí.
 
¡Estaré en el  infierno!
 

Relato erótico: “Descubriendo a Lucía (9)” (POR ALFASCORPII)

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9

Me senté sobre la cama y acomodé mi melena echándola hacia atrás, pasándome por ella los dedos mientras mis tres mosqueteros me observaban expectantes. Me sentía profundamente bien, relajada, completa y satisfecha, aunque me moría de sed por tanto gemido y jadeo.

– ¿Quién me prepara una copa? – les dije. Me habéis dejado seca.

Luis se ofreció al instante, y salió hacia la cocina para coger hielos y preparar un combinado con la bebida que había quedado en el salón.

– Ufff – suspiré-, y lo que daría por poder fumarme ahora un cigarrillo…

– Alicia siempre tiene una reserva en su mesilla de noche- contestó inmediatamente Pedro mientras abría el cajón para sacar un paquete de tabaco, un mechero y un cenicero.

Me ofreció un cigarrillo rubio, y cortésmente me dio fuego. La calada del cálido y aromático humo me resultó de lo más satisfactoria y relajante al exhalarla a través de mis labios.

Luis volvió trayéndome un ron-cola que apagó la sed de mi garganta, y en cuanto el hielo de la copa rozó mis sensibles labios, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo haciendo que mis pezones volvieran a erizarse por la fría sensación. Mi particular camarero se quedó delante de mí mirándome fijamente, y mientras me llevaba nuevamente el cigarrillo a los labios para contrarrestar el cambio de temperatura, observé cómo su miembro respondía a mí volviendo a llenarse de sangre para engrosarse como una magnífica pieza de embutido. ¡Cómo me gustaba provocar eso!.

Pedro y Carlos salieron del dormitorio para recoger su ropa interior y servirse unas copas, dejándome a solas con aquel que se había quedado plantado ante mí.

– Chico – le dije tras exhalar el humo suavemente hacia él-, se te está poniendo dura otra vez, y yo no he hecho nada…

– Joder, Lucía, es que estás tan buena… -a aquellos chicos les encantaba alimentar mi ego con ese tipo de comentarios, como si el hecho de verbalizar cuánto les gustaba me convirtiese en algo real y no una simple fantasía casi adolescente-. Y tengo que confesar que tengo cierto fetichismo con el que me estás poniendo malísimo ahora mismo…

– ¿Ah, sí?- le pregunté con verdadero interés llevándome el cigarrillo a los labios- ¿y cuál es ese fetichismo?.

Su polla crecía por momentos, y empezó a alzarse para apuntarme directamente a la cara, a escasos veinte centímetros de ella. Sonreí al comprobar que realmente se estaba excitando más, y mis rosados labios soplaron el blanquecino humo hacia su descarada erección.

– Precisamente eso que estás haciendo. Me excita muchísimo ver a una mujer fumando, y más a una mujer como tú, y encima desnuda… – se agarró la tiesa verga y comenzó a acariciársela-. Eres mi fantasía hecha realidad…

Me quedé observando cómo se acariciaba el erecto miembro, contemplando con fascinación cómo se deslizaba en su mano con la punta apareciendo y desapareciendo de su puño y clavando en mí su mirada de un solo ojo. Siendo Antonio, cientos de veces me había masturbado de aquella manera, aferrando mi propia polla con la mano para darme placer como algo completamente natural. Pero ahora, ante mi nueva perspectiva de mujer, bajo la mirada de los azules ojos de Lucía, aquel acto me resultaba hipnótico, cautivador y erótico.

Escuchando cómo Pedro y Carlos parecían haberse enredado en una conversación con sus copas en la mano, me recreé en fumarme mi cigarrillo contemplando cómo Luis se masturbaba ante mi cara, excitándose más y más con cada uno de los besos que le daba a la boquilla del malsano vicio para exhalar suavemente el blanquecino humo, envolviendo la dureza empuñada de aquel jovencito en una cálida bruma.

– ¡Diossss, cómo me ponessss! – susurraba entre dientes aumentando la intensidad de las sacudidas en su polla-. Eres tan sexy…

Apagué el cigarrillo casi consumido, y vi un asomo de decepción en el rostro del muchacho.

– ¿Quieres que me fume otro para ti?- le dije sugerentemente cogiendo el paquete que Pedro había dejado a mi lado.

– Ufffff, si lo haces podría correrme en tu cara…

Con una mirada y sonrisa de picardía encendí otro cigarrillo, soplé el humo hacia el glande que asomaba del puño de Luis y me incliné para besárselo dulcemente.

– Jodeeeeerrrr… – gruñó.

Alterné mis labios entre el cigarrillo y la verga de Luis, combinando caladas con succiones de glande, hasta que el chico apretó los dientes cuando el humo salió de entre mis labios por última vez:

– Me corro en tu caraaaaaaahhhh…

Un chorro de espesa leche salió disparado de su polla para estrellarse contra mi rostro cruzándomelo con un reguero blanco. A pesar de su aviso, ocurrió tan rápido que no tuve más opción que cerrar instantáneamente los ojos para sentir cómo el denso fluido caía en mi rostro surcándolo desde la mejilla izquierda hasta regar mis labios. Como había visto hacer a las actrices de ciertas películas, abrí mi boca y la situé bajo su glande para que cayeran sobre mi lengua las últimas gotas de una exigua corrida, puesto que casi todo había salido en la eyaculación que adornaba mi rostro. Di una última succión a la rosada cabeza, y apuré la última calada del cigarrillo casi consumido.

– Eres una diosa… – me susurró Luis sentándose complacido a mi lado.

– Descansa, fetichista – le contesté con una sonrisa mientras me limpiaba la cara-, tienes que estar seco… Voy a ver qué hacen los otros dos en el salón…

Le dejé allí sentado, aún resoplando, y fui al salón donde encontré a Pedro y Carlos debatiendo. Ambos se habían puesto la ropa interior, y estaban tan enfrascados en su conversación, que no se habían enterado de lo ocurrido en la habitación contigua. Ni tan siquiera se dieron cuenta de mi irrupción en el salón, por lo que aproveché para recoger mi vestido del suelo y ponérmelo, aunque no encontré el tanga. Pedro se dio cuenta de mi presencia al hacer un aspaviento y girarse, momento en el que me encontró ajustando la prenda a mis curvas.

– Lucía, por favor, ayúdame – me dijo casi como una súplica-. Tú tienes más experiencia…

– ¿Me estás llamando vieja? – le aseveré poniéndome en jarras y taladrándole con la mirada.

– No, no, por favor, no quería decir eso… – contestó azorado como el chiquillo que realmente era a pesar de haberme follado como un semental-. Quería decir que tú tienes más experiencia, seguro, en cosas de pareja… Éste –señaló a Carlos-, está rayadísimo con que ha puesto los cuernos a su novia… ¡y sólo llevan un mes saliendo!.

– Era broma – le contesté suavizando mi gesto. Dejando a un lado el sexo, la diferencia de edad y madurez era muy palpable.

– ¿Qué te pasa, Carlos? – le pregunté sentándome junto al chico que apoyaba sus codos sobre los muslos sujetándose la cabeza, visiblemente atormentado.

Carlos estaba sufriendo una especie de depresión postcoito, autoculpándose por haber tenido sexo conmigo, un sexo que ni siquiera había llegado a tener aún con su novia. Yo traté de hacerle entrar en razón para quitarse el peso de la culpabilidad de encima, tal y como llevaba un rato intentando hacer Pedro, pero el joven no quería razonar, y no hacía más que repetir: “Me voy a buscar a Irina, me voy a buscar a Irina”.

Justo cuando Luis se unió a nosotros volviendo del dormitorio con una amplia sonrisa y su inquieta verga ya enfundada en los calzoncillos, mi paciencia llegó a su límite. Ya no podía aguantar más ver a ese muchacho tan dulce, con el que había disfrutado, tan hundido por vivir engañado, así que, de improviso, le solté lo que sabía:

– Deja de culparte por ponerle los cuernos a tu novia. Ella te los pone a ti sin miramientos. No la conozco directamente, pero, créeme, conozco a su jefe, y es un auténtico cabrón al que tu querida Irina le da cuanto aún no has catado tú.

Carlos lo negó, diciendo que era imposible, que me lo estaba inventando para hacerle sentir mejor, pero yo le di datos sobre el jefe de su novia y el pub que le hicieron dudar.

– Y es más –añadí echando más leña al fuego-, dudo que Irina esté ahora mismo trabajando. Más bien se está trabajando a su jefe…

– No puede ser… –contestó con la duda ya en su interior.

– Eso te lo puedo confirmar yo – intervino Luis por primera vez-. ¿Tiene Smartphone?, ¿qué modelo?. Dame su número, y, Pedro, déjame tu ordenador portátil…

Luis era un auténtico pirata informático, y nos explicó que, desde su ordenador, con ciertos programas, podía colarse en el teléfono de cualquiera si conocía el número, el modelo y el nombre y apellidos del titular. Siempre tenía su ordenador encendido, bajándose cosas de internet, y era capaz de acceder remotamente a él desde el ordenador de Pedro.

Asombrados, vimos cómo el pirata por afición entraba en su propio ordenador desde el portátil de Pedro y, partiendo de los tres datos iniciales que Carlos le facilitó, rápidamente fue averiguando más datos del teléfono de Irina, saltando de un programa a otro, hasta que, finalmente, obtuvo las claves precisas que a través de un programa creado por él mismo, le dieron acceso al teléfono de la rusa para tomar el control. ¡Era fascinante!.

Conectó la red GPS del teléfono, y en unos instantes obtuvo las coordenadas de su posición. Las introdujo en una popular web de mapas, y todos pudimos comprobar que señalaban el pub donde la chica trabajaba.

-¿Veis?- dijo Carlos con triunfalismo-. Está en el pub, trabajando.

– Bueno –observó Pedro-, no señala exactamente el pub… Indica un poco más alejado de donde está el local…

– Los GPS no son exactos –intervino Luis-, todos tienen un rango de error de unos pocos metros… Yo diría que sí está en el pub.

– Pues claro- contestó Carlos.

– La verdad es que sí lo parece… -dije yo. Aunque enseguida recordé un dato fundamental-. Pero… Sé bien dónde vive su jefe: en el portal de al lado, y es justo donde señalan las coordenadas…

– ¡Qué interesante se pone esto!- exclamó Luis-. Voy a activar la cámara, a ver qué vemos…

– Pero la pantalla se encenderá, y si lo tiene delante se dará cuenta de que pasa algo raro –dijo Carlos apurado-. Seguro que está trabajando, dejémoslo ya…

– Que no, que no – contestó Luis trasteando con el ordenador-. No se va a enterar de nada. Puedo controlar cualquier cosa del teléfono sin que se enciendan la pantalla o el auricular… Tú no te preocupes…

En la pantalla del portátil de Pedro se abrió una ventana de vídeo, aunque estaba en negro.

– ¡Vaya!- expresó Luis con frustración-. El objetivo debe estar tapado… A ver qué se ve con la cámara frontal…

Cerró la ventana y abrió una nueva. Sólo se veía lo que parecía ser un techo uniéndose con una pared.

– Ale, ya está –dijo Carlos-, no hay nada que ver, seguro que lo tiene encima de una cámara de bebidas del pub…

– A mí me parece que hay mucha luz para ser un pub a estas horas- observó Pedro.

Yo no quise decir nada por el momento, sabía que Pedro tenía razón y, además, recordaba que el color de la pared del pub era mucho más oscuro que el de la pared que estábamos viendo en el ordenador. Pero no me hizo falta verbalizar mis pensamientos, en un abrir y cerrar de ojos, Luis ya había activado el micrófono.

– A ver qué escuchamos… -dijo.

Nada, no se oía nada. Luis subió al máximo el volumen de los altavoces del portátil, y los cuatro aguantamos la respiración sabiendo que, si el teléfono estaba en el pub, tendría que oírse música. Sólo se oía el ruido ambiente que un micrófono de esas características no podía filtrar.

– Se acabó el espiar a mi novia – dijo Carlos-. Seguro que ha dejado el teléfono en el almacén…

No había terminado la frase cuando de pronto oímos algo. Sonó lejano, pero era un claro y breve gemido de tono grave, un gemido masculino.

Carlos me miró a los ojos con la boca abierta, y en ellos vi que la incredulidad había desaparecido para pasar a la expectación.

– Mmmm… -escuchamos nuevamente.

La mano de Carlos fue inconscientemente a mi muslo derecho, y lo aferró con fuerza. Aquello me produjo una electrizante sensación que, unida a lo excitante que estaba siendo pillar in fraganti a la “famosa” Irina, hizo que mis pezones se pusieran duros para marcarse claramente en la fina tela de mi divino vestido.

– ¡Uuffffff! -oímos a través del ordenador-, para ya, que vas a hacer que me corra…

No había duda, era la voz del primer tío con el que tuve sexo siendo Lucía.

Pedro y Luis esbozaron una media sonrisa, y Carlos atenazó con más fuerza aún mi muslo. Noté humedad en mi entrepierna…

– ¡Joder! –sonó en los altavoces-. ¿Serás loba?. Si no te la saco yo eres capaz de succionarme hasta la vida…Te he dicho que sólo hasta que se me pusiera otra vez dura…

– Mi gusta polla –oímos por primera vez la voz de Irina con su marcado acento ruso-. ¿Jefe no da más leche a Irina…?

Observé cómo las vergas de Pedro y Carlos despertaban de su merecido descanso y abultaban con descaro la ropa interior de sus respectivos dueños. Para Luis aún era pronto, pero en sus ojos vi cómo le había excitado escuchar aquello.

– ¿Todavía quieres más? –se escuchó al jefe de la rusa-. Anda, ponte a cuatro patas… Te voy a dar como a la loba siberiana que estás hecha…

Yo ya estaba cachondísima, tanto como mis compañeros de espionaje. Escuchamos con atención los ruidos de movimiento que llegaban a través de los altavoces.

– ¿Así quiere culo de Irina, jefe? –preguntó la chica pudiendo apreciarse su voz mucho más cerca del micro del teléfono.

– Ufffff, qué culazo tienes, lobita… Te voy a hacer aullar…

– ¡¡¡Aaaaaaaaahhhhhhhhhhhh!!! – se saturaron los altavoces con la aguda voz de la novia de Carlos en pleno grito de dolor-placer, indicándonos que su culo acaba de ser brutalmente penetrado.

El cornudo cerró la tapa del ordenador, no necesitaba escuchar más. Y yo tampoco, estaba como una perra en celo y sólo podía pensar en aullar como acababa de oír a la rusa, así que, recogiéndome el vestido, me puse a horcajadas sobre Carlos situando mi húmeda vulva sobre la dureza de su paquete. Él, preso del despecho, la excitación y mi lujuria, me tomó por las caderas y me metió la lengua hasta el esófago. Luis se apartó llevándose el ordenador para apagarlo y observarnos cómodamente desde el sillón situado frente a nosotros. Sin embargo, Pedro, con su erección a punto de reventar el calzoncillo, se puso en pie tras de mí y, apartándome la negra cabellera, comenzó a mordisquearme el cuello tratando de abarcar, desde atrás, mis pechos con sus manos, incendiando aún más mi deseo.

Haciendo diabluras con su lengua en mi boca, a pesar de estar sentado, Carlos elevaba su cadera para hacerme sentir su potente erección presionando mi monte de venus. Su mano izquierda recorrió mi culito para terminar de descubrirlo, y llevó la derecha hasta mi boca haciéndome chuparle los dedos. Yo sabía lo que él quería, lo que deseaba desde el momento en que sucumbió a mis encantos y que, hasta ese momento, le había negado… Y tras escuchar a su sodomizada novia, yo ya estaba dispuesta a dárselo. Embadurné sus dedos con mi saliva, y suspiré con el exquisito placer de sentir cómo uno de ellos entraba suavemente por mi estrecho orificio trasero.

Pedro tiró de mi vestido sacándomelo por la cabeza para dejarme, de nuevo, completamente desnuda. Pude sentir la calidez de sus manos sobre mis pezones mientras apretaba mis generosos senos con pasión y sus labios succionaban el lóbulo de mi oreja derecha. Complementaba a la perfección las acciones de su amigo, que ya se había aventurado a introducirme todo el dedo corazón en mi culito y lo movía dentro y fuera, dibujando espirales, dejándomelo bien impregnado de mi propia saliva y haciéndome gemir en su boca mientras devoraba la mía. Tener dos bocas y cuatro manos para darme placer era una experiencia sublime que me incendiaba y me hacía desear llegar más lejos.

Mi coñito se restregaba sobre el duro paquete de Carlos, empapando su calzoncillo y poniéndole más bruto aún, animándole a penetrarme por detrás con otro dedo para arrancarme una especie de gruñido de la garganta cuando se instaló en mi agujerito dilatándolo, haciéndome incorporar y estirar la espalda hasta el punto de escapar del alcance de sus labios, momento que Pedro aprovechó para apretarme desde atrás los pechos, cuyas cúspides apuntaban hacia el techo, e invadir por sorpresa mi boca abierta con su lengua… casi me corro…

Me atrajo hacia sí, e izándome con la fuerza de su juventud, me obligó a ponerme en pie y girarme para tenerme toda para él. Carlos, cuyos dedos se habían visto obligados a salir del conducto que estaban explorando, no estaba dispuesto a cederme con tanta facilidad, así que también se puso en pie tras de mí, y mientras Pedro devoraba mi boca y apretaba su paquete contra mi cuerpo, sentí cómo sus manos agarraban mis posaderas y su virilidad, retenida por su ropa interior, se colocaba entre ellas, ¡Como me excitaba sentir esa pétrea longitud instalándose en el cañón formado por mis redondas formas!. Bajé el calzoncillo de Pedro, y pude sentir el tacto desnudo de su dureza contra mi vulva y bajo vientre.

Carlos había vuelto a perder su ventaja, pero enseguida la recuperó. Él también se quitó el calzoncillo y, ya libre de la represión, me hizo sentir su varonil potencia entre mis nalgas, atrapando mi cuerpo entre el de su amigo y el suyo, haciéndome suspirar al sentirme como el relleno de un sándwich, con dos marmóreas pollas a las puertas de mis entradas delantera y trasera.

El joven de mi retaguardia estaba ansioso, el haber oído en el ordenador cómo enculaban a su querida novia, le había hecho perder la calma con la que una hora antes me había deleitado. La vez anterior que me tuvo, se quedó con las ganas de darme por detrás, pero en ese momento ya no podía resistirse más. Cogiéndome por las caderas, consiguió separarme del cuerpo de Pedro y acomodar su polla entre mis prietos glúteos, abriéndose paso entre ellos hasta hacerme sentir el grosor de su glande dilatando la entrada trasera de mi cuerpo. Me mordí el labio inferior gimiendo por la característica mezcla de dolor y placer que eso me causaba, y estaba tan cachonda, que antes de ser totalmente consciente, me descubrí a mí misma empujando con mi culito hacia atrás.

– ¡¡¡Aaaaahhhhhh!!! – grité extasiada cuando toda la verga de Carlos invadió la estrechez de mis entrañas.

– ¡Jooooder! – oí que exclamaba Luis desde su sillón de privilegiado espectador-. Le has taladrado el culo…

Ante mí, a dos escasos palmos de distancia, vi cómo Pedro me observaba boquiabierto con la polla tiesa, lo cual me hizo esbozar una sonrisa.

– Eres alucinante – me susurró.

– Diossss… cómo aprietas… – oí que me decía Carlos desde atrás-. Me encantaaaa…

A mí sí que me encantaba sentir toda su erección dentro de mí, y ya estaba anhelando el delicioso mete-saca y continuo azote de su pubis en mis nalgas. No tuve que pedírselo. Puso una mano en mi espalda y me obligó a reclinarme hasta que apoyé mi rostro sobre el pecho de Pedro. Éste me recibió dejando que me apoyase, y aprovechando la ocasión para agarrarme de mis pechos y masajearlos aumentando mi gozo.

– Uuuummmm… – gemí contra el torso de mi amigo al sentir la polla de Carlos liberando la tensión de mis entrañas, retirándose para volver a invadirlas deliciosamente con un golpe de su cadera en mis posaderas.

El empuje me obligó a sujetarme agarrándome a las caderas de Pedro, y al mirar hacia abajo, sólo pude ver su redondeado glande apuntándome hacia la cara. Se veía hinchado, rosado y suave, tan apetecible…

Otro envite por detrás me arrancó otro gemido con el placer de la verga de Carlos abriéndome las carnes mientras su pelvis presionaba mi culito profanado. La sentí tan dentro, que mi cuerpo se flexionó un poco más hasta que mi rostro quedó apoyado sobre los abdominales de Pedro. Su punta de lanza estaba a apenas un palmo de mi alcance, y mi calenturienta mente empezó a plantearse la idea de bajar un poco más para saborearla.

No daba crédito a los pensamientos que en ese momento se agolpaban en mi cerebro. Apenas unos pocos días atrás, la sola idea de contemplar el sexo de otro tío me habría repugnado… Pero en ese momento, me parecía la cosa más atrayente del mundo, un instrumento para proporcionarme placeres que jamás habría imaginado que existiesen, capaz de deleitarme introduciéndose en cada uno de mis agujeros para extasiarme con su sabor, suavidad, dureza, grosor, longitud, esencia… Tenía una de esas herramientas explorándome por dentro, dándome un gusto tan profundo y prohibido, que mi propio sexo vibraba haciéndome estremecer, pero la idea de tener otra dentro… Había descubierto que me excitaba sobremanera chupar una polla, mi coño se hacía agua con ella en la boca, y la sola idea de comerme una mientras otra me penetraba… Mi mente femenina se incendiaba con la posibilidad de tener dos pollas dentro de mí, se desquiciaba con el deseo de ser doblemente penetrada por los polos opuestos… Quería hacerlo, quería responder a ese anhelo femenino, y aquellos dos descarados yogurines me iban a dar exactamente lo que necesitaba…

Para encularme más a gusto, Carlos puso una de sus manos sobre mi espalda:

– Baja – me dijo entre dientes-. Te voy a dar como el cabrón ese le está dando a mi novia…

Presionó con la mano para ponerme perpendicular a él, y gruñó de gusto con la constricción que ejercieron mis entrañas y mi culito en su ariete mientras bajaba. Mi rostro bajó por el abdomen de Pedro, y oí cómo suspiraba ante la perspectiva de lo que ya era inevitable. Soltó mis tetas, que colgaron libres, y me sujetó por los hombros. Yo deslicé mis manos de sus caderas a su joven culito, y lo encontré tenso y duro por la excitación. Su ansiedad dio respuesta a mis deseos, y antes de que terminase de bajar, se puso de puntillas para que su glande incidiese contra mis húmedos labios. La mano de Carlos ya no necesitaba empujarme la espalda para que yo bajase. Mi coñito se hizo agua sintiendo cómo, con una polla metida en el culo, otra se deslizaba entre mis labios y me llenaba la boca de carne.

– Un puente precioso – oí que decía Luis a nuestro lado.

No podía verle por la postura y por tener los ojos cerrados concentrada en las dos estacas que ocupaban dos de mis 3 agujeros follables, pero me imaginaba que estaba contemplándonos con la verga nuevamente engordando en su entrepierna, y me encantó la idea de sentirme admirada en semejante circunstancia.

– ¿Pero en qué clase de puta te has convertido? – preguntó desde algún oscuro rincón mi olvidado ser masculino.

– En la que a ti te gustaría tener… – le contestó mi voz femenina dentro de mi cabeza.

Carlos cogió un lento ritmo de caderas, haciéndome sentir su falo dentro de mí en toda su extensión, abriéndome el culo y golpeándome los cachetes con su pelvis una y otra vez. Con cada una de sus embestidas engullía la polla de Pedro, degustándola cuanto podía, disfrutando de lo excitante que me resultaba tener ese duro músculo palpitando en mi paladar mientras su dueño gemía de aprobación.

Tan brutal era el placer que Carlos estaba dándome al sodomizarme, y tan excitante el comerme otra verga a la vez, que no tardé en alcanzar un orgasmo que me hizo sacarme la polla de la boca y aullar como una loba esteparia mientras mi cálido zumo de hembra corría por la cara interna de mis muslos.

En ese instante, Luis nos sorprendió a los tres uniéndose a la fiesta. Se metió entre mis piernas y, regalándome un delicioso cosquilleo, lamió el fluido que discurría por mis muslos, hasta que llegó a la fuente de la que manaba para beber directamente de ella, sin importarle que los testículos de su amigo Carlos rozasen su barbilla mientras seguía empalándome por el culo con pequeños empujones. Entre los dos, prolongaron mi orgásmica agonía hasta dejarme sin aliento.

Cuando mi clímax declinó, aparté a Luis de mi entrepierna, y obligué a Carlos a salir de mí para incorporarme y tomar aire. Las piernas apenas me sostenían, temblaban con los ecos del placer que había recorrido cada fibra de mi cuerpo.

– Chicos – les dije-, necesito descansar… Me habéis hecho correrme otra vez, y ni me sostengo en pie.

– Tranquila – me dijo Pedro sujetándome entre sus brazos -. Ponte en el sofá.

Manejándome fácilmente con su juvenil fuerza, me instaló en el sofá, pero en lugar de sentarme o tumbarme, me puso de rodillas sobre el asiento y me colocó los brazos sobre el respaldo, situándose detrás de mí.

– Antes me castigaste, y obedecí sin rechistar – me dijo-. Ahora eres tú la que tiene que obedecer… – añadió con tono autoritario

– ¿Mmmm?- gemí. Aquello me calentó de una forma que no era capaz de comprender.

– Te has pasado la noche dándonos instrucciones, pero ya somos mayorcitos y ahora somos los dueños de tu placer.

– ¿Ah, sí?, ¿y qué vais a hacer? – ese nuevo tono me estaba metiendo nuevamente en situación, haciéndome olvidar el cansancio.

– Ahora estás a nuestra disposición. Y harás cuanto te digamos…

– ¡Sí! – corearon los otros dos.

– Yo también quiero follarte por el culo – añadió dándome un cachete que avivó más mi deseo.

– Auummmm… – contesté con voz de gata en celo.

Había perdido el control de la situación, y estaba completamente a merced de aquellos tres muchachos con sus miembros rígidos por mí. Sentí cómo me ardían los pezones y mi sexo volvía a lubricar… Esa situación era tan excitante…

Pedro me sujetó de las caderas, y colocándome la cabeza de su ariete entre las nalgas, me perforó el culo hasta que sentí toda su polla dilatándome por dentro y presionándome las entrañas con el golpe de su cadera en mis glúteos. Me postró contra el respaldo del sofá, con mis pechos rebotando sobre él, aplastándose y produciéndome una descarga eléctrica que recorrió toda mi espalda hasta encontrarse con el placer de haber sido penetrada. Sentí que me partía en dos de puro gusto, y grité:

– ¡¡¡Aaaaaaaahhhhh!!!.

La penetración había sido suave, gracias a que mi saliva embadurnaba su taladro y que el agujero de entrada ya había sido abierto por su amigo, pero la tenía más gruesa que este, y mi culo la estrangulaba con unas contracciones que me hacían jadear en plena gloria.

– ¡¡¡Jodeeeerrrr!!! – exclamó mi empalador- ¡esto es la hostia…!

Y empezó a bombearme sin compasión, penetrándome a buen ritmo y haciéndome desear que tan exquisito placer no parase nunca. Los azotes de su pelvis en mis glúteos se repetían con mis pechos sobre el respaldo del sofá, y su polla dentro de mí se abría camino dilatando y relajando mis entrañas con un calor que me consumía por dentro. Me parecía increíble que el sexo anal pudiera ser tan satisfactorio o incluso más que el vaginal, y lo estaba disfrutando en toda su extensión.

Pero los otros dos no estaban dispuestos a mirar únicamente cómo su amigo daba por el culo a la tórrida madurita que para ellos yo era, masturbándose sin más participación. También querían su parte de mí. Carlos, movió uno de los sillones para colocarlo tras el sofá, pegado al respaldo. Entonces, se puso de pie sobre él, y acercó su congestionado miembro hacia mí. ¡Qué irresistible me resultaba tener una polla erecta ante mí!. Aproveché uno de los empujones de Pedro para que esa verga me penetrase entre los labios y me follase la boca mientras yo me deleitaba chupándola con la satisfacción de volver a tener dos duros falos profanando el templo de mi cuerpo.

Luis ya había recuperado todo su vigor, y pidió a Pedro el turno para probar mi culito. Cuando Pedro se detuvo sacándome todo su miembro de mis entrañas, sentí que me podría derramar sobre él al relajarse todo mi cuerpo. Pero eso no ocurrió, y la sensación de placer y alivio por el breve descanso embriagó mi cerebro.

Tras una profunda succión a la sabrosa polla de Carlos que le hizo emitir un gruñido, giré la cabeza y le dije a Luis:

– ¿Pero ya estás listo otra vez?. ¡Pero si no hace nada que te has corrido en mi boca!.

Estaba realmente sorprendida, aquel muchacho había disfrutado conmigo una vez más que sus compañeros, y ya estaba preparado para darme más. Me había dejado claro que yo le excitaba muchísimo, y me encantaba sentirme deseada así, pero ni en el momento álgido de testosterona de mi adolescencia siendo Antonio, yo habría sido capaz de alzar la bandera tantas veces en tan poco tiempo.

– Me pones tanto – contestó él-, que aún tengo leche calentita que darte…

Sin ningún miramiento, me cogió del culo, pero en lugar de penetrar mi agujerito trasero, introdujo su polla suavemente entre mis labios vaginales y me la metió hasta el fondo.

– Mmmmmm –gemí de gusto, gratamente sorprendida por la novedad del cambio.

– Estás chorreando –me dijo denotando el placer en su voz-. ¡Uffff!, y muy caliente… A ver qué tal por este culazo…

Me la sacó haciéndome suspirar, y con un delicioso cosquilleo y calor, me la introdujo entre las nalgas hasta apretármelas bien con su cadera y hacérmela sentir toda dentro de mí. El paso ya franqueado por sus dos predecesores, y mis propios jugos embadurnando su taladro, me permitieron disfrutar de esa exquisita tortura de ser sodomizada desde que la punta se asomó a mi ojal, hasta que sus colgantes pelotas chocaron contra mi húmeda vulva, y fui nuevamente postrada contra el respaldo del sofá, donde la verga de Carlos me esperaba para llenarme la boca aprovechando el empujón.

Luis me montó como a una jaca salvaje, con precisos y poderosos envites de su cadera para incrustarme su polla en mis entrañas y sentir cómo estas le comprimían haciéndole jadear. Y aunque su ariete era menos grueso que el de Pedro, la estrechez de mi entrada y la ferocidad de sus envites, me hacían sentirlo como una barra de acero al rojo que me rompía por dentro, una auténtica delicia. Sin duda, era el mejor de los tres en esa disciplina, sólo comparable con la fogosidad de mi cuñado, quien en la segunda ocasión en que tomó mi culo me hizo ver las estrellas entregándome la pasión reprimida de años deseando a Lucía.

Estaba a punto de correrme otra vez, y eso me hacía comerme el dulce plátano de Carlos con tanta glotonería que, a pesar de que su aguante había aumentado considerablemente por las anteriores experiencias, tuvo que sacarme la polla de la boca resoplando.

– Joder, Lucía, la chupas tan bien que estoy a punto de correrme… Pero quiero darte más por el culo…

– Venga, cambiamos – dijo Luis arrastrando su falo por mi recto para sacármelo-. Yo creo que esta vez puedo aguantar la mamada bastante más tiempo…

– Pero… – intenté protestar para que fuese Luis quien continuase dándole duro a mi retaguardia.

– Te recuerdo que ahora ya no mandas tú, preciosa – me interrumpió Pedro sentándose a mi lado en el sofá con su dura verga apuntando al techo-. Vamos a hacer que te corras hasta que no te tengas en pie…

Y dicho esto, me cogió de la cadera y una pierna, y me hizo sentarme a horcajadas sobre su miembro. Su glande encontró mis labios vaginales y penetró a través de ellos hasta que quedé ensartada sobre su regazo.

– Mmmmm – gemí extasiada.

Pero su maniobra no había concluido, y se fue dejando caer hacia un lado hasta que quedó tumbado en el sofá, conmigo encima y mis pechos aplastándose contra el suyo.

– ¿Se la metes ahora? – le preguntó a Carlos.

El aludido ni respondió, saltó del sillón y al instante lo tuve en el sofá, de rodillas tras de mí.

– ¿Pero estáis locos? – pregunté asustada-. ¿No creéis que habéis visto demasiado porno?.

Pedro sonrió y alzó ligeramente su cadera para hacerme recordar con gusto que su polla seguía dentro de mí.

– Mmmmm – gemí, y el miedo inicial se convirtió en una tentadora perspectiva.

Siendo Antonio, había visto en varias escenas porno cómo dos tíos se habían trabajado a la vez a una chica por delante y por detrás mientras ella gemía como loca. Pero aunque verlo me había resultado excitante, mi mente me decía que aquello no era real, sólo una ficción. Sin embargo, en ese momento en el que estaba, siendo una mujer, el rememorar esas escenas me puso a mil. El ser yo la protagonista de esa doble penetración, habiendo conocido ya por separado los placeres individuales de tener una polla dura en mi vagina o en mi culito, se convirtió en deseo por probarlo, aunque tenía mis dudas de si eso era posible.

– Joder, chicos, que no lo veo posible… -dije verbalizando mis dudas-. Me podéis hacer daño…

– Si no se intenta no se sabe –contestó Luis mirándonos a los tres con una amplia sonrisa.

Sentí cómo Carlos se posicionaba sujetándome por las caderas mientras su glande se colaba entre mis glúteos.

– Uuuufffff- suspiré.

– Necesito metértela por el culo ya- me dijo al oído.

Su glande volvió a dilatar mi ano y empezó a penetrarlo lentamente. Apenas podía entrar, por la postura y la presión que ya ejercía en mis entrañas la verga de Pedro alojada en mi vagina.

– Aummm, no entra, aummm, no entra… – conseguí decir entre gemidos de placer al sentir una gran presión dentro de mí.

Pedro elevó sus caderas un poco más, consiguiendo que mi culo quedase más en pompa, y Carlos aprovechó para empujar con más ahínco.

– Joderrrrrrr… – proclamé mordiéndome el labio inferior.

Aquella polla entraba justísima, pero entraba, y ya debía de tener dentro la mitad, porque sentía mi interior como si fuese a explotar, pero no una explosión de dolor, sino una explosión de puro placer, aún mayor que el de una simple penetración anal, porque a la vez que mi culo estrujaba la polla de Carlos, mis músculos vaginales se contraían exprimiendo la de Pedro sintiendo cómo se clavaba en el fondo de mí.

– Aahhh, aaahhhh, aahhhh, aaaaahhhhh…

Cada milímetro de duro y ardiente músculo deslizándose por mi interior sin tener apenas espacio para ello, era una oleada de calor y disfrute que hacía que mi cabeza diese vueltas.

– Diosssss, ¡qué apretada estaaaaaássss! – dijo Carlos entre dientes.

Y de pronto, me dio un empujón tan potente, que me la metió entera de golpe, dilatándome las entrañas salvajemente y empujándome con las caderas para clavarme aún más en la verga de su amigo.

Grité, grité de sorpresa y de puro placer. No sentí dolor alguno, como había temido unos instantes antes. Estaba bien lubricada y dilatada por tres pollas distintas que habían hecho sus trabajos de profunda prospección con ahínco, por lo que sólo un placer intenso y vibrante dominaba todo mi ser. Me sentía abierta en canal, llena a punto de rebosar, extasiada de cálidas sensaciones expandiéndose por mis entrañas… Y mojada, muy mojada, como si me estuviese licuando ensartada es esas dos lanzas de acero que incrustaban sus puntas en las raíces de mi lujuria.

No podía moverme, atrapada entre los dos cuerpos de aquellos dos deliciosos jovencitos que habían tenido el descaro de hacerme gozar de esa maravillosa doble penetración.

Carlos se afianzó agarrándome por las caderas y posicionando bien las rodillas, y se echó un poco hacia atrás deleitándome con el arrastre de su taladro por mi estrecho conducto, produciéndome una grata sensación de alivio al liberarse algo de tensión. Esto también me permitió incorporarme un poco y separar mi cuerpo del de Pedro, y la sensación se hizo aún más deliciosa cuando Pedro colaboró sujetándome de los muslos y me elevó para que su inhiesta barrena se moviera dentro de mi vagina para su disfrute y el mío.

– Uuuuuuuuffffff – suspiré.

Pero no tuve más tiempo para el relax porque, inmediatamente, Carlos me dio otra profunda enculada con la que me metió su polla a fondo y me clavó sobre la de Pedro haciendo que mi cabeza diese vueltas en puro delirio de sentirme invadida con tal intensidad. Y Carlos empezó a sentirse cómodo con la postura, gruñéndome al oído con cada golpe de su pelvis en mis posaderas mientras la gruesa anaconda penetraba entre ellas. A la vez, sentía la estaca de Pedro incrustándose una y otra vez dentro de mí, como si quisiera llegar hasta clavarse en mi corazón de lujuriosa vampiresa abriéndose camino a través de mi vagina. Ambos estoques mantenían un titánico duelo de esgrima dentro de mí, haciendo la experiencia tan intensa, que ni siquiera era capaz de abrir los ojos mientras mi boca jadeaba.

No podía soportarlo, era demasiado placer para ser contenido, y exploté en un increíble orgasmo con el que todos mis músculos se contrajeron hasta hacerme pensar que podría partirme en dos. Mis dos amantes rugieron sintiendo la fuerza de mi clímax, pero no se dejaron ir con él, resistiendo mi constricción a duras penas, por lo que siguieron prolongando mi agonía dándome más y más, manteniendo mi orgasmo en vilo con cada penetración en uno de mis agujeros seguido de un inmediato empuje en el otro. Habían cogido un buen ritmo combinando sus embestidas, y ya no tenían ningún miramiento. Me perforaban con rabia animal, haciéndome perder la cabeza sumida en un orgasmo que se prolongaba hasta el infinito, transformando mi cuerpo en un festival de sensaciones que convertían cada fibra de mi ser en una señal de puro placer que destellaba en mi cerebro como un millón de luces de colores dando fogonazos todas a la vez. Y cuando parecía que aquello declinaba, un potente envite de Carlos contra mi culo me hizo sentir su polla entrando en erupción dentro de mí con una descarga de cálido semen que inundó mis entrañas deliciosamente.

Salió de mí, y me sentí liberada para levantarme yo también y tomar un respiro sacándome la verga de Pedro de mi chorreante coñito. Me puse en pie y respiré profundamente, pero ya tenía ante mí a Luis con la polla alzada y una sonrisa de oreja a oreja. La capacidad de ese chico me tenía perpleja.

– Todavía no es momento de descansar – me dijo-. Quiero volver a follarme tu culito, preciosa.

– Y yo estoy a punto – añadió Pedro desde el sofá-. Tendrás que terminármelo.

Antes siquiera de ser consciente de ello, Luis ya me había vuelto a colocar sobre el sofá, a cuatro patas en la postura del perrito, con mi cabeza a la altura de la cintura de Pedro, cuya verga brillante, embadurnada de mis propios fluidos, me pedía a gritos ser devorada. Y así lo hice, bajé mi cuerpo, sujeté el inhiesto pedazo de carne y lo introduje entre mis labios hasta que llenó mi boca para satisfacer mi insaciable apetito.

Dejé que el intenso sabor de mis propios fluidos sobre su piel inundara mi boca y lubricase mis labios para que ese joven y delicioso falo se deslizase entre ellos mientras lo succionaba y acariciaba con la lengua. Me deleité con el auténtico e indescriptible sabor de puro sexo, degustando el exquisito manjar de zumo de hembra aderezado con unas gotas de líquido preseminal sobre suave piel de pétreo miembro viril.

Agachada como estaba, mi culo era una accesible diana, por lo que sentí cómo Luis me tomaba por la cintura para hacer un blanco perfecto con su glande penetrando entre mis glúteos e invadiendo mi ano para arrancarme un gemido con la boca llena de polla:

– Mmmmppffff…

Volvía a estar doblemente penetrada, ¡y cómo me gustaba aquello!, pero esa situación ya no pudo prolongarse más que unas cuantas embestidas de Luis, porque Pedro no era capaz de soportar por más tiempo mis profundas succiones. Sentí su músculo palpitar en mi paladar anunciándome la inminente corrida:

– ¡Joder, Lucía!,¡ joooder, Lucía!, ¡¡¡jooooooooderrrrrrrrrr!!!!.

La leche del muchacho se derramó en mi boca, y un magnífico envite de Luis en mi trasero hizo que el glande de su amigo se introdujese hasta mi garganta haciéndome tragar la corrida casi al instante. Tuve que sacarme la verga de la boca para poder respirar y no atragantarme a pesar de que la eyaculación no era abundante. Apenas tuve tiempo de paladear su dulzor deslizándose por mi garganta, y para terminar, los últimos estertores del orgasmo del muchacho regaron mi cara con pequeñas gotas del blanco elixir.

En aquel instante me sentí dominada, utilizada y humillada, pero eso hizo saltar un “click” en mi cabeza que lo convirtió en algo tan excitante, que tuve la sensación de reiniciarme como una máquina, recobrándome para disfrutar plenamente del excelente sexo anal que Luis me estaba proporcionando.

Ese pirata informático por afición era realmente bueno en la disciplina trasera. A pesar de no tener el grosor o longitud de la polla que acababa de mancillar mi garganta y rostro (tampoco es que Pedro fuese un superdotado, aunque sí estaba ligeramente por encima de la media), Luis manejaba su miembro en mi retaguardia con salvaje maestría, haciéndome sentirlo grande y potente, más placentero en mi culito que cualquiera que hasta entonces había probado. Experimenté con gozo cada penetración del inhiesto músculo a través de mi ano, dilatándolo y expandiendo mis entrañas hasta que la pelvis del chico alcanzaba a azotar mis nalgas, haciéndome desearlo más y más, hasta el punto de que volví a sentirme lo suficientemente fuerte como para retomar las riendas de la situación, desempeñando el papel de la ardiente y autoritaria madurita que se impone sobre el jovencito para aumentar su propio placer.

Tras tanto sexo, necesitaría sensaciones muy fuertes si quería acabar la noche con otro glorioso orgasmo, por lo que ordené a Luis que se sentara. El chico obedeció expectante, con su polla enrojecida y tiesa apuntando al techo.

Mi hermoso nuevo cuerpo me pedía sentirme completamente empalada, por lo que me puse de espaldas al chico y, sujetando su miembro con una mano, volví a colocarlo entre mis redondeces para sentarme repentinamente sobre él y ensartármelo hasta hacerlo desaparecer completamente dentro de mí.

– ¡Ooooohhhh! – gritamos al unísono mientras sus dos compañeros nos observaban sirviéndose unas bebidas.

Él agarró mis tetazas desde atrás estrujándomelas, y comencé a hacer sentadillas sobre él, saltando sobre su pértiga para clavármela a fondo bote tras bote. ¡Qué sensación tan intensa!, ¡qué maravilla de sexo duro y salvaje!. Sin duda, en una primera sesión jamás habría podido realizar esa práctica, pero estaba tan lubricada y dilatada, que la polla de Luis perforaba mi ojal sin ninguna dificultad, haciéndome sentir el fuego de un volcán en mis entrañas que estrangulaban aquel músculo cada vez que me sentaba por completo. Gracias a las corridas anteriores, los dos aguantamos el brutal polvo bastante más de lo que habríamos podido imaginar, y les dimos un magnífico espectáculo a Pedro y Carlos mientras terminaban de emborracharse mirándonos.

Subiendo y bajando, ya estaba a punto, sentía que me iba a correr pero no podía. Hasta que de pronto, Luis me sujetó del hombro tirando de mí hacia abajo y obligándome a clavarme al máximo su polla en mi culo. Sentí su corrida vertiéndose como incandescente lava en mi interior, y mientras él gruñía, noté cómo su otra mano se colocaba en mi coñito y dos dedos como garras lo penetraban con fuerza para hacerme estallar en un repentino e increíble orgasmo doble que casi me deja sin conocimiento.

Cuando conseguí levantarme, vi que mis otros dos amantes habían sucumbido al cansancio y la embriaguez, y dormitaban habiéndose perdido el apoteósico final. Luis se quedó sentado, sin mover un músculo y deleitándose con lo vivido y la contemplación de mi sudoroso cuerpo desnudo.

– Ahora sí que me apetece otro cigarrillo – le dije.

Cogí el tabaco de la madre de Pedro y me fumé un relajante cigarrillo ante el joven que me había confesado que aquello era su fetiche. Con una sonrisa en los labios, él también se quedó dormido.

Aprovechando que los tres habían quedado fuera de combate para un buen rato, me di una refrescante ducha fría en el cuarto de baño de la madre de mi amigo, llamé a un taxi, y me marché a mi casa dejando a los tres sementales dormidos como unos benditos, se lo habían ganado.

Al meterme en mi cama, mientras el cansancio y el sueño me convertían en su presa, un pensamiento afloró en mi cerebro:

– “Aunque sólo fuera por lo experimentado esta noche, merece la pena ser Lucía”.

CONTINUARÁ…

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