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Relato erótico: “Placer en el cuarto piso” (POR ESTHELA)

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Placer en el cuarto piso.

Han pasado dos semanas desde que Martin entro a mi departamento en la noche y me cogió a la fuerza. Desde entonces trato de no topármelo en las escaleras, sin embargo, a veces la suerte no es buena conmigo y cuando lo veo no cruzo ninguna palabra con él, pero puedo ver una sonrisa de triunfo en su rostro. 
Dos semanas han pasado ya. Gracias a la escuela que me mantiene ocupada he podido seguir como si nada hubiera pasado, sin embargo a veces mientras me baño y veo mi cuerpo desnudo se me vienen a la mente pequeños momentos de esa ocasión, momentos en donde sentía un poco de placer, momentos donde sin ninguna razón mi cuerpo gozaba de todas las porquerías que me hacia, momentos donde perdía la mente por completo y me dejaba llevar por unos instantes.
Era un sábado por la mañana, me desperté temprano para lavar mi ropa antes que otro vecino del edificio se me adelantara. Cuando baje al cuarto piso pude escuchar unos gritos de uno de los tres departamentos. Esto no me extrañaba ya que a veces cuando bajaba para ir a la escuela me tocaba escuchar alguna que otra discusión. Seguí mi camino sin prestar mucha atención hasta que llegue al cuarto de lavado. Metí mi ropa a una de las lavadoras y la puse andar, como tardaría un rato en lavar me regrese a mi departamento. Cuando estaba apunto de llegar al cuarto piso pude ver como la pareja estaba discutiendo en el pasillo y cuando la mujer, que al parecer era la esposa, me vio, tomo una maleta y bajo las escaleras sin decir ninguna otra palabra. Por otra parte su esposo, un hombre algo mayor, con un poco de sobrepeso, canusco y un físico poco atractivo se quedo mirándome detenidamente. Como si nada hubiera pasado seguí mi camino hasta llegar a mi departamento.
Después de desayunar y haber limpiado un poco baje al cuarto de lavado por mi ropa, al llegar pude ver al vecino de la discusión de esta mañana sentado leyendo el diario y al lado de el un cesto con ropa. Cuando me vio entrar dejo de leer y me miro por unos momentos antes de decir:
–Disculpa por lo de esta mañana muchacha, que pena que nos vieras discutiendo en el pasillo. –Descuide no hay problema –le conteste
–Mi nombre es Alberto, tengo un placer.
–Yo si Esthela –le conteste.
–Oh ya veo, eres la chica que vive en el departamento del 69 verdad –me dijo
–Si soy yo –le conteste mientras sacaba rápido mi ropa de una de las lavadorasDe pronto Alberto se puso de pie y comenzó a acercarse hacia mí, de pronto se agacho cerca de mi y cuando creí que estaba apunto de hacerme algo me dijo:
-Toma se te cayó esto Esthela. Cuando mire lo que me estaba dando, vi que era una de mis tangas negras con encajes, le respondí con un gracia Y rápidamente me puse de pie y regrese a mi depa lo mas rápido posible.
La mañana transcurrió muy bien, limpie todo el desorden que tenia y tendí mi ropa en la azotea del edificio. Ya por eso de las doce del medio día, subí a quitar mi ropa y ahí se encontraba Alberto haciendo lo mismo. Cuando me vio me saludo de nuevo y comenzó a platicar conmigo. Me conto que trabajaba como camarógrafo, que tenia 48 años, que le gustaba el futbol, en fin, varias cosas, yo solo me limitaba a escucharlo. Hasta que de pronto me dijo:–Esthela, sé que no nos conocemos muy bien, pero, sino es mucha molestia, podrías preparar un poco de comida para mi. Yo no soy bueno en la cocina, de eso se encarga mi esposa, pero… ya viste lo de esta mañana…
-La verdad no se si pueda… tengo cosas que hacer ahorita –le conteste, pero aun así no dejaba de insistir.
–Por favor Esthelita, no seas malita, ayuda a este pobre viejo… -Ok, esta bien, nomas dejo mi ropa y voy a su departamento.
Baje a mi depa y deje mi ropa en la cama, cerré con llave y baje a su departamento, al llegar toque la puerta y me invito a pasar. Lo primero que note fue todo el desorden; latas de soda y cerveza tiradas en el suelo, bolsas de frituras y otras golosinas en la mesa o regadas en el piso, ahora entendí porque discutían tanto.
–Disculpa el desorden Esthelita, mi esposa no limpio antes de irse. Pero pasa a la cocina y ve que puedes hacer.
Sentí un poco de lastima por su esposa pero al menos ya había tomado una buena decisión al irse. Mire lo que había en el refrigerador y a pesar de que la mitad del refrigerador estaba lleno de cervezas pude encontrar lo necesario para hacer una comida decente.
Mientras preparaba la comida, Alberto se puso a limpiar. Después de una hora terminamos al mismo tiempo y nos sentamos a comer. Estuvimos platicando otro buen rato y ahora me toco hablar a mí: Le conteste puras preguntas que el me hacia: que estudiaba, que era de otra ciudad, que no tenia novio, etc.
De pronto sonó mi celular, era una de mis amigas, hablaba para invitarme a salir. Platicamos un poco y nos pusimos de acuerdo para la hora, colgamos y le dije a Alberto que me tenía que retirar, me dio las gracias por la comida y me acompaño a la puerta.
Cuando salí, pude notar que me metió algo en la bolsa de atrás de mi pantalón. Cuando me voltie me dijo con una sonrisa, esto es para que te diviertas esta noche y sin decir mas cerro la puerta. Cuando llegue a mi depa saque rápido lo que me había metido, era un condón envuelto en un billete. Me dio risa el detalle del preservativo pero el dinero lo acepte bien.
En el tiempo que faltaba para la hora acordada me puse a alistar mi ropa, había decidido usar una blusa azul con rayas, acompañada de una mini falda negra y unas zapatillas negras. De la ropa que había dejado en mi cama saque un brasier azul y mi tanguita negra de la mañana. Me metí a bañar y cuando salí del baño comencé a cambiarme. A las 8:30 pasaron por mí y fuimos a pasear, bailar y cenar.
Después de pasarla muy bien fui la primera a la que dejaron, eran alrededor de las dos de la madrugada cuando llegue al edificio donde vivía, desgraciadamente alguien había cerrado con llave la puerta del edificio y para rematar no tenia llave. Sin embargo, a los 10 minutos de no saber que hacer llego un carro, del cual se bajo Alberto. Cuando llego hasta donde estaba me miro y me pregunto: -Preciosa, que haces aquí sola a estas horas

–Hola, me quede afuera, la puerta esta cerrada y no tengo llave.
–Pues que mal, pero estas de suerte por que yo si tengo la llave –me dijo y sin más la abrió y pudimos pasar.
Mientras subíamos las escaleras me pregunto como me había ido, que si utilice el regalo que me había dado, a lo cual le conteste que solo el dinero. Cuando llegamos al piso donde él vivía me invito a pasar y acompañarlo con unos tragos, sin embargo no me gustaba mucho la idea
–Vamos Esthela, unos tragos y ya, te gusta el tequila, la cerveza…
–Ok, esta bien –De mala gana acepte, pero solo porque se me antojo un poco de tequila.
Me senté el la barra y sirvió dos shoot de tequila, le di un trago pequeño mientras Alberto se lo tomo de un trago.
–Vamos Esthela, tómatelo de golpe
–no me los tomo de golpe.
–Anda preciosa, yo creí que sabias tomar –me dijo. Y como no queriendo, me tome de golpe lo que me quedaba.
La sensación fue un poco amarga y Alberto se burlo por la mueca que hice. –Vez no pasa nada mamita… Anda tomate otro junto conmigo. –Me dijo mientras me serbia otro shoot. –a la cuenta de 3. 1… 2… 3. –y sin mas me pase otro shot completo.
Cuando sentí lo caliente del tequila en mi garganta comencé a marearme, pero trate de disimular un poco, sin embargo, Alberto se dio cuenta cuando me puse de pie ya que por poco me caigo.
–Apoco ya te mareaste Esthelita, que poco aguantaste –me dijo. Me tomo del brazo y me sentó en el sillón.
–lo siento, es que ya había tomado un poco de cerveza con mis amigas. –le conteste.
Cerré mis ojos por que la luz de la sala me molestaba. Alberto se sentó enfrente de mí y escuchaba hablaba pero no entendía muy bien lo que decía. Me quede un buen rato sentada con los ojos cerrados y de pronto sentí que Alberto se sentó a un lado de mi. No decía nada, solo se sentó a un lado de mí.
De pronto sentí que puso su mano en mis muslos y comenzó a acariciarlos lentamente, pegue un leve grito cuando lo sentí y quise abrir los ojos pero la luz me lo impedía. –Pero que esta haciendo –le grite –Shhh preciosa, solo déjate llevar –me decía mientras deslizaba su mano por debajo de mi minifalda.
Inmediatamente volvieron a mi mente los momentos que tuve con Martin hace dos semanas, ocasionando que sudara frio. Alberto acerco su boca a mi cara y comenzó a decir
–Vamos Esthelita, eres la chica del 69, acaso ¿no sabes cual es tu misión?
-¿Qué misión? ¿De que estas hablando? Le pregunte asustada.
–Parece que Martin nada mas se dedico a cogerte y no te explico nada.
-¿Martin? ¿Cómo sabes que…? –Estaba a punto de terminar mi pregunta cuando de pronto sentí los dedos de Alberto en mi conchita. Por instinto o por susto abrí mis piernas, situación que fue aprovechada por Alberto para continuar tocándome.
Sentada en el sillón y con sus dedos tocando mi conchita por encima de mi tanguita, hice un esfuerzo para ponerme de pie, pero Alberto me lo impedía. Con su otra mano puesta en mi pierna impedía que me levantara del sillón.
–parece que este es mi día de suerte, mi esposa se fue, conocí a la que será la nueva putita del edificio y por si fuera poco seré el segundo de todos en cogérsela. Me la pusiste muy fácil Esthela, cuando cruzaste la puerta de mi departamento hace unos momentos supe que no saldrías de aquí sin antes haberte pegado una buena cogida.
–Eres un desgraciado, como te a través a… -y de pronto sentí sus labios en los míos y pude sentir el asqueroso aliento alcohólico de Alberto. Trataba de quitármelo de encima pero me sujeto con su mano el rostro para impedírmelo. Fue el beso mas asqueroso que había tenido y me pareció eterno. De pronto Alberto me tomo con sus manos la cabeza y comenzó a movérmela. Cuando dejo de movérmela, me soltó y me dijo;
–Te quieres ir, intenta salir. –Sin pensarla dos veces me puse de pie pero sentía que todo me daba vueltas, cuando quise caminar tropecé con la mesa de la sala y caí al suelo. Escuche las carcajadas de Alberto y de pronto sentí que me levantaba y me llevaba a algún lado.
De pronto me soltó y caí en lo que parecía una cama, al parecer estaba oscuro así que abrí los ojos, pero no podía ver nada. Trate de incorporarme pero no podía por que aun me sentía muy mareada y sentía que todo me daba vueltas. Comencé a sentir que Alberto me quitaba los tacones. Después de haber logrado quitármelos comencé a sentir como sus manos masajeaban mis piernas y estas se perdían por dentro de mi vestido. Comencé a gritar pero recordé que la última vez que me paso algo similar no había funcionado.

-¿Que es lo que quiere? ¿Por favor déjeme en paz? –le decía entre sollozos.
–Vamos Esthelita, no te pongas así, deberías de disfrutar el momento, de que sirve que te pongas triste, igual te voy a coger. Mejor déjate querer y disfruta de la cogida que te voy a dar.
Y dicho eso me saco la tanguita rápidamente, mi minifalda le costó un poco sacármela pero igual lo logro y mi blusa y me brasier no fueron muy difíciles tampoco. Sus palabras resonaron en mi mente y al no tener otra alternativa deje de pelear. No le tomo ni dos minutos en dejarme completamente desnuda. Sin perder tiempo se fue directo a mi conchita y comenzó a chupármela salvajemente.
Me quede completamente quieta, sintiendo como su lengua húmeda recorría cada parte de mi rajita. Me tomo de mis pompis y comenzó a apretármelas con sus manos hasta el punto de encajarme sus uñas. -NNH… AHH… -exclame. Mientras Alberto seguía muy ocupado con mi conchita. Sin embargo después de probarla suficiente se incorporo y prendió la luz del cuarto. Pude notar que estaba desvistiéndose porque podía ver un poco, pero aun asi la luz me molestaba así que mejor decidí no abrirlos y quedarme quieta hasta que la apagara de nuevo.
–mmmm!! Que rica te vez desnudita Esthelita… Tu piel clara brilla con la luz… mmmm… que deliciosa te vez!! Que ricas tetas tienes, redonditas y sabrosas, tus piernitas, delgaditas y bien formadas, mmmm… me encanta tocarlas –Me decía mientras me las sobaba con sus manos…
-Me encantas amor, desde que te vi esta mañana en el lavado, con ese pelo enchinado me mataste preciosa, deseaba cogerte ahí mismo, encima del lavado… Pero ahora te tengo en mi cama y te voy a pegar la mejor cogida de tu vida.
Sin decir más se puso encima de mí y comenzó a chuparme los pechos. Lo hacia lentamente, de tal forma que pudiera sentir lo suficientemente bien su lengua en mis pezones.
–AHH… NNH… -gemía mientras lo hacia. Al escucharme comenzó a apretarme con su mano mi otro pechito y de vez en cuando me pellizcaba el pezón. Comencé a excitarme de inmediato, pero no quería que se diera cuenta. Quería por lo menos hacer que batallase, pero fue inútil, al poco tiempo llevo sus dedos a mi conchita y pudo notar lo húmeda que estaba.
–Así que ya estas caliente mi amor, ufff… que putita eres y mira que apenas te probé la rajita y saboree tus tetas. –Pero lo que no sabía es que empezó por lo que considero mis puntos débiles. Al igual que con Martin, me puse húmeda cuando me hizo lo mismo que Alberto.
Volvió a sumergir su cara en mi entrepierna y con su lengua empezó a extraer los líquidos que había producido y a calentarme más.
–ahhh!!! Están deliciosos amor… tus juguitos estas muy sabrosos… más sabrosos que los de mi esposa… mmm… –Y siguió chupando mi conchita.
-HAH!… AHN… basta… por favor… bast…a… me… estas… ma…tand…o. –le decía mientras ponía mis manos en su cabeza. Pero Alberto no me hacia caso, al contrario siguió chupando mas rápido y fuerte hasta que por fin comencé a correrme.
–AHHHH…NH HN!!  -sentía como la lengua de Alberto se movía mas rápido dentro de mi y extraía todo el flujo que había producido.
Cuando por fin me paso el orgasmo me quede muy quieta respirando, de pronto Alberto dejo de chupar mi sexo y me dijo.
–Eres una chica súper fácil de complacer. Pero que tan buenas eres complaciendo. –me pregunto. Y acto seguido se acostó a un lado de mí y me dijo.
–Te toca chupármela. –No captaba lo que me decía “chupársela a él” pero como… –Anda preciosa, solo mira como esta, necesita un poco de diversión… mire hacia donde me decía y pude ver su verga. Flácida pero larga. –Anda corazón, hazme feliz, hazme sentir lo que yo te hice sentir hacer unos momentos.
No sabia que hacer, tenia miedo de hacer lo que me pedía, no quería hacerlo, me sentiría como una puta si lo hacia.

–anda Esthela, te estoy esperando. –me grito. Y sin pensarla dos veces me baje de la cama y me puse de pie. Lo mire a los ojos y después mire a la puerta. Camine hacia ella y cuando estaba apunto de llegar Alberto me dijo.
–si te quieres ir será inútil, la puerta solo yo la se abrir. –Pero yo no iba hacia la puerta, toque el interruptor y las luces se apagaron. Volví lentamente hacia la cama y cuando por fin me subí a ella comencé a buscar con mis manos el pedazo de Alberto. Cuando por fin lo toque me hinque cerca, me puse un mechón de pelo que me estorbaba por detrás de la oreja y lentamente fui bajando mi cabeza hasta que mis labios tocaron la punta de su verga.
El corazón me latía muy rápido, cerré mis ojos y lentamente fui metiendo su pene en mi boca. Un gemido por parte de Alberto me indico que le gusto la sensación de tener su verga dentro de mi boquita, lentamente y como no queriendo la cosa comencé a meterlo y a sacarlo lentamente. De vez en cuando recorría con mi lengua toda la punta, ocasionando que Alberto temblara levemente.
Por algún motivo que no conocía, una parte de mi le gustaban esos temblores que le ocasionaba a Alberto. Y con cada temblor, seguía chupándosela mas rápido. De pronto escuche un ruido y abrí los ojos. No podía mirar la cara de Alberto pero podía ver un punto rojo que se movía enfrente de mí. Sin dejar de chupar seguía mirando fijamente ese punto rojo que no sabia que era hasta que decidí seguir con lo mio.
Poco a poco la verga de Alberto fue perdiendo flacidez y comenzó a ponerse muy dura. Comencé a chupársela mas rápido, parecía como si estuviera poseída y de pronto Alberto me tomo de la cara y me saco su pedazo de la boca. Escuchaba como su respiración muy agitada y de pronto me recostó en la cama, me tomo de las piernas y me dijo.
–Hiciste un buen trabajo con tu boquita, déjame recompensarte. –Y sin decir más me metió su verga por mi conchita. Por lo mojada que estaba su verga entro de inmediato. Estando recostada boca arriba Alberto comenzó a penetrarme en una posición que me dijo se llamaba el misionero.
El ritmo que llevaba Alberto no era conciso, cambiaba de lento a rápido y viceversa, lo cual ocasionaba que no me acostumbrara a la situación, sin embargo, a los minutos eso ya no importaba, puesto que comencé a excitarme demasiado. Escuchaba como Alberto bufaba. –Ahh… sii… eso… que rica tu concha… ummmm… es perfecta… me decía mientras me cogía. Estaba súper excitada, me dolían los pezones de lo excitada que estaba y pronto comencé a gemir. –AHH… NH AH AH Alberto se dio cuenta de mi situación y comenzó a darme mas duro. Cuando estaba apunto de alcanzar un segundo orgasmo, Alberto dejo de cogerme y se recostó a un lado de mí tratando de tomar aire. –vaya… me canse… eres difícil de complacer… ufff… ahhh…

Después de un tiempo Alberto seguía sin pronunciar ninguna otra palabra. Cuando por fin creí que ya todo había acabado y ya podía irme a mi casa Alberto se puso de pie y prendió la luz. Cuando lo hizo la luz me lastimo los ojos y los cerré de inmediato. Cuando por fin pude ver mire a Alberto desnudo acomodando unos objetos. Cuando se dio la vuelta pude ver el tamaño de lo que hace unos momentos tenia dentro de mi boca. Quede sorprendía y asustada por el tamaño de su sexo. Pronto volvió a la cama y me ordeno ponerme en cuatro. Pero no quería obedecer, ya quería terminar todo esto e irme a mi departamento, pero al ver que no le hacia caso me tomo del pelo haciendo que por instinto me pusiera en la posición que el deseaba. –Que es lo que quieres ahora –le pregunte temerosa. –Ahora Esthela, vamos a probar tu culito. Me contesto mientras me acariciaba los pompis. –Según Martin, tu culito aun esta sin estrenar, así que vamos a estrenarlo.
De pronto sentí que metía sus dedos en mi rajita y los movía en círculos, instantáneamente sentí que mis piernas perdían fuerza y por un instante pude ver como sus dedos estaban empapados de mis juguitos. Después de eso, los llevo hasta la entrada de mi culito y uno por uno me los metió. Sentí un espasmo intenso acompañado de un dolor agudo.
–Vaya, si que lo tienes apretadito Esthelita, pero con la ayuda de tus juguitos me pedazo entrara fácilmente.
–Espere por favor, no siga, me duele… por favor… y sin hacerme caso puso su mano en mis pompis y lentamente me fue penetrando. Mientras lo hacia ahogue un grito en el colchón de la cama. Alberto me tomo de las caderas y lentamente fue penetrándome. Después de lo que parecía una eternidad de dolor por fin me acostumbre a tener su verga en mi culito, pero para entonces estaba exhausta.
De pronto sentí que sacaba su verga y con sus manos me abría los pompis, sentí su peso en mis piernas, como si se sentara encima de mí y enseguida pude sentir como me la metía por mi conchita. Puso sus dos en mis pompis y lentamente empezó con el mete y saca. Me sentía agradecida de que no siguiera por mi culito pero ahora no me quedaba de otra más que dejarme llevar.
Dejo de sobarme los pompis y puso sus manos a un lado de mí para apoyarse en la cama y poderse acomodar. Yo mientras, me encontraba recostada boca abajo, casi en la orilla de la cama y concentrando todo mi peso en mis brazos con la cabeza ligeramente arriba. Alberto volvió a sentarse encima de mis muslos y puso su mano en la parte baja de mi nuca. Comenzó a cogerme lentamente. Después sentí como con su boca me mordía el cuello y de pronto me tiraba el cabello hacia enfrente.
–AHH…MMM… gemía. Y de pronto comenzó a tirar de mi cabello.
–AHHHH…NH HN!! … MMMM -decía mientras aumentaba la velocidad.
Sin aviso alguno comenzó a embestirme muy fuerte y rápido, ocasionando que me empezara a excitar.
– AHH AHH… AHH… MMMM…-gemía con cada embestida que me daba.
De pronto el peso de Alberto ocasiono que quedara completamente recostada en la cama y mi cabeza quedara colgando de la cama. Trataba de levantarme pero Alberto pesaba demasiado y con sus embestidas menos podía.
–NHH NHH NHH AHH.. Hasta que Alberto paro de inmediato.
Veo que te esta gustando, putita… tus gemidos son la provocación que necesito para seguir dándote mas fuerte. Pero al ver que no le respondía comenzó de nuevo. FAP, FAP, FAP… se escuchaba, al momento que Alberto me cogía.
–MMMM… AH… NH… -eso es preciosa, gime, muéstrame que te gusta la forma en que te cojo. Sentía el golpe de sus embestidas en mis pompis y como estas temblaban cada ve que su pelvis chocaba con ellas. –NHH AHH… NNHH UMMMM… Una vez mas Alberto dejo de embestirme y de pronto sentí como su lengua se introducía en mi conchita. Sentí unos espasmos deliciosos y como estos recorrían mi espalda.
Me quede quieta sintiendo todo ese placer y deje que mi cabeza colgara de la cama. Un momento después Alberto continuo de la misma forma que le principio.
–Estas bien rica putita… que rico te estoy cogiendo… tenia años sin coger tan rico… ni con mi esposa había cogido así de rico… ummmm… eres la mejor nena que se a hospedado en el 69 hasta ahora. –y sin decir mas comenzó el mete y saca.
La excitación comenzó a apoderarse de mi cuando Alberto comenzó a darme muy rápido. –UMMM… AH… AH UJUM… UMMM… AH AH-mientras gemía, Alberto me tomo del cabello y jalo de él, se recostó encima de mi espalda y siguió con lo suyo. Sentía como si me estuviera montando y mi cabello fueran las riendas con las que me controlaba.
De pronto escuche un gran gemido por parte de Alberto y sentí como algo caliente me llenaba por dentro. Alberto se estaba corriendo dentro de mí, sentía como su verga disparaba chorros de semen y estos chocaban con las paredes de mi conchita. De pronto Alberto se salió dentro de mi y me giro de tal forma que quedara boca arriba. En un instante chorros de semen comenzaron a caer en mi cara y mis pechos.
–si eso preciosa, siente la lechita caliente que te estoy dando… ummmm sii que rico, ver tu carita llena de mocos… ummmm. –al cabo de unos segundos Alberto se tranquilizo y se recostó a un lado de mi. Yo por otro lado tenía mi carita y mis pechos llenos de semen.
Al cabo de un rato Alberto se quedo dormido y fue cuando aproveche para salir de su departamento. Al ver que no se escuchaba ningún ruido en el edificio, tome mi ropa y subí al quinto piso desnuda, debido a que el cuarto y el quinto piso no tienen luz en los pasillos. Abrí la puerta de mi departamento y me metí enseguida cerrando con seguro de inmediato. Tire la ropa en la sala y me fui directo a la bañera a quitarme todo el semen que Alberto descargo en mi.

 
 

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Relato erótico: “El tatuaje” (POR ALEX BLAME)

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Me gusta pasear por la cafetería de la universidad, los cafés  son baratos y siempre encuentro alguien que me inspire un nuevo trabajo. La gente que acude allí viene atraída por las discusiones, los menús baratos, las mujeres jóvenes y hermosas o las timbas de mus y tute.
Me acodé en la barra y pedí un capuchino. A esas horas no había mucha gente y la enormidad del recinto junto con los muebles baratos y de color claro lo hacían parecer aún más vacío. Me giré y eché un vistazo a la parroquia. A la derecha, al fondo, había un grupito de jóvenes que murmuraban en tono conspirativo con unas cervezas en la mano. En el centro, cuatro aspirantes a veterinarios, los mismos de siempre, jugaban una partida de mus y se insultaban con furia a intervalos regulares.  A la izquierda, y lo más alejadas posible de los ruidosos tahúres tres pijas con tacones quilométricos y trajes chaqueta repasaban apuntes mientras tomaban café y soltaban miradas asesinas a los veterinarios.
Sin  embargo sólo ella llamó mi atención. Sentada en una mesa, delante de unos apuntes a  los que no hacía ningún caso, miraba al vacío a través de mí como si fuese transparente. Y eso no suele ser frecuente, con mi metro ochenta y cinco, mi pelo largo y desteñido por la práctica de deporte al aire libre y mis ojos color acero, podía crear atracción o rechazo pero pocas veces indiferencia.
Me moví inquieto y eso le sacó de sus ensoñaciones. Me miró con atención y aproveché para dedicarle una espléndida sonrisa. Durante un instante creí que habíamos conectado. Ella sonrió, pero enseguida recordó algo y su rostro adquirió tal tinte de melancolía que me conmovió y atrajo toda mi atención
Era una joven bellísima, o eso me lo pareció, la cara perfectamente ovalada enmarcaba unos ojos grandes y oscuros, una nariz recta y pequeña y unos labios gruesos y rojos a pesar de la ausencia de maquillaje. Sus pestañas eran largas negras y suavemente rizadas, lo mismo que su pelo, lo mismo que el ala del cuervo. Al saberse objeto de mi escrutinio, bajó la vista azorada y pasando el pelo por detrás de sus preciosas orejas, se concentró por fin en sus apuntes.
Unos segundos después aquella expresión  que mezclaba sonrisa y desconsuelo, me había convencido de que tenía mi musa. Me levante del taburete y me acerque a su mesa con un nuevo café en la mano.
-Hola  ¿Esta libre? Está todo tan lleno…  –dije con una sonrisa mirando la sala medio vacía.
Ella levantó la vista un poco descolocada. Era evidente que no era frecuente que nadie se atreviera a penetrar esa muralla invisible que había levantado a su alrededor.
 -Gracias, eres un sol. –continué, ignorando su mirada desesperada.
Bebí un sorbo de café y me quedé mirándola fijamente, ella miraba fijamente sus apuntes.  Un mechón de su pelo se escapó y calló sobre su cara. Yo sin pensarlo demasiado, se lo aparté con naturalidad con mis manos sucias de óleo y trementina.
Ella apartó bruscamente la cabeza  mirándome a los ojos por fin.
-Pensaba pegar la hebra un rato antes de proponerte nada pero como veo que eres mujer de pocas palabras iré al grano, necesito algo de ti. –dije  con una sonrisa intentando desarmarla.
-Por el aspecto de mis manos y mi ropa ya habrás llegado a la conclusión de que soy pintor, y resulta que tu rostro me resulta inspirador y me pregunto si te gustaría posar para mí.
El rostro de sorpresa que puso me pareció realmente encantador. Antes de que ella pudiese negarse o siquiera replicar continué:
-Sé que no es una petición muy común, así que,  ¿Qué te parece si vienes conmigo a mi estudio, te enseño mi obra y luego decides. No está muy lejos y puedes preguntar a cualquiera si no te fías de lo que te digo, todas las camareras me conocen.
-No lo dudo.
-Menos mal, creí que eras sordomuda, –replique con otra sonrisa –odio desperdiciar saliva.
-Venga, ¿Qué me dices? No te voy a obligar a nada, y aunque al final no poses, por lo menos pasaras un buen rato admirando las mejores obras que se han pintado desde la Gioconda.
-Al menos autoestima no te falta. –replicó ella ligeramente divertida.
-Tanta que nunca recuerdo que aún no soy mundialmente famoso. –dije riéndome –mi nombre es Jaime aunque todo el mundo me llama Jam.
-Yo soy Carolina y nadie me llama Carol.
-Encantado Carol, ahora que ya nos conocemos vamos de museos. –dije recogiendo sus apuntes y ayudándola a levantarse.
Salimos de la cafetería. Yo iba ligeramente por delante. Tenía a Carolina agarrada de la muñeca y tiraba de ella con suavidad. Ella se dejaba hacer medio hipnotizada por la seguridad que tenía en mí mismo. Yo no paraba de hablar y de hacerle preguntas, que ella, sólo en ocasiones respondía con  monosílabos. Afortunadamente el estudio estaba lo suficientemente cerca como para no hacerme pesado.
Mi taller era en realidad la buhardilla de un edificio de cinco pisos  de los años setenta roído por la aluminosis. Era bajo, caluroso en verano y frío en invierno y tenía manchas de humedad en todas las paredes, pero era barato, muy luminoso y lo bastante amplio como para que cupiesen todos mis trastos.
Abrí la puerta metálica y le franqueé el paso. Carolina entró y le echó un vistazo a la estancia.
-No parece el taller de Picasso precisamente –dijo con sorna acercándose al montón de lienzos que había apilados en la única pared que no rezumaba humedad.
Los repaso uno por uno, lentamente, parándose a inspeccionar los que le gustaban, haciendo preguntas y comentarios. Yo respondía lo mejor que sabía cada vez más atraído por su misteriosa actitud.
-Bueno ¿Qué opinas, soy digno de inmortalizarte para la posteridad?
-La verdad es que me has sorprendido, algunos son geniales, siempre teniendo en cuenta que no entiendo casi nada de arte.
-Estupendo,  ponte aquí –dije sentándola inmediatamente en un taburete antes de que pudiese negarse.
Al principio estaba tranquila y sonreía ligeramente, yo me limite a simular que esbozaba un boceto mientras esperaba. La sombra de melancolía que había nublado su mirada volvió y pude al fin captarla en el block. Durante los siguientes minutos me dedique a rellenar hojas del block con el carboncillo sin decir nada para no alterar aquel frágil estado de ánimo.
Finalmente no pude aguantar más deje el block en el suelo y la besé. Por un instante sus labios se quedaron quietos y fríos pero en seguida de cerraron sobre los míos y me devolvieron el beso. La timidez dejo paso a la avidez. Nuestras bocas sólo se separaban para respirar jadeantes.
Con un movimiento casual acerque mis manos a su pecho y acaricie su seno derecho a través de la blusa.
El efecto fue inmediato  y se separó dando un respingo:
-Lo siento pero no puedo –dijo mientras las lágrimas comenzaban a correr por su rostro.
-¿He hecho algo mal? –pregunté confuso.
-No, de veras, no es por ti –dijo cruzando los brazos sobre su pecho en actitud protectora.
Sin dejar que terminara de explicarse me acerqué de nuevo a ella y la abracé con fuerza. Carolina no se resistió, pero tampoco dejo de llorar. Le besé de nuevo, esta vez en  las mejillas, saboreando la sal de sus lágrimas mientras ella gemía quedamente y se intentaba resistir sin fuerza ninguna.
Puse una mano bajo su barbilla y  levantándole la cara, obligándole a mirarme a los ojos le besé de nuevo en la boca. El sabor de su boca inundo la mía  mezclándose con las sal de sus lágrimas. Esta vez dirigí mis manos hacía su melena. Ella notó que era un gesto forzado y se apartó una vez más de mí. Pero en vez de huir, como me esperaba, respiro hondo y empezó a desabotonarse la blusa.
Jamás olvidare los minutos siguientes.
Temblando como una hoja se desabrochó la blusa y se la quitó mostrándome un sencillo sujetador de color blanco. Con un movimiento de rabia tiro del cierre y el sujetador calló a sus pies. En el lado izquierdo, dónde debería estar su pecho, había una  prótesis de silicona con un par de feas cicatrices en vez de pezón.
Me acerqué lentamente y dudé. Finalmente decidí agarrar el toro por los cuernos y acaricié las dos  cicatrices.
-Ha debido ser duro.
-Ni te lo puedes imaginar –dijo Carol un poco más relajada al ver que reaccionaba con normalidad –fueron ocho meses horribles, pero ahora ya estoy perfectamente.
-¿Sabes por qué son hermosas? –pregunte sin dejar de acariciarlas –Porque son el símbolo de tu victoria sobre la enfermedad. No lo olvides cada vez que te despelotes delante de mí.
Del resto de su ropa me encargué yo con un masculino toque de precipitación y torpeza. Cuando la tumbé sobre la cama aún estaba un poco nerviosa, así que opté por recostarme a su lado admirando y acariciando todo su cuerpo  esbelto y juvenil como si fuese una obra de arte. Cada vez más segura de sí misma  se giró hacia mí mientras  me desabrochaba los pantalones y buscaba mi pene erecto en su interior.
Sus manos suaves y cálidas me hicieron hervir de excitación. Con dos patadas me quite los pantalones y los calzoncillos. Carolina me acarició la polla un poco más y se la metió en la boca. Sus labios gruesos y cálidos envolviendo mi verga y me arrancaron un gemido de placer. Su lengua caliente y húmeda me acariciaba el glande haciéndome temblar. Aparté su cabeza con delicadeza para evitar correrme inmediatamente y la tumbé debajo de mí.  Besando de nuevo su boca introduje mi mano entre su piernas acariciando su pubis. Su sexo se excitó y ella gimió con lujuria. Poco a poco mi boca fue bajando por su cuerpo mordisqueando y lamiendo mientras mis dedos jugueteaban con su sexo haciéndola retorcerse.
 Incapaz de contenerme un segundo más separé sus piernas y la penetré. Carol se apretó contra mí  y me arañó gimiendo con fuerza. Su coño estaba caliente y húmedo y mi polla se abría paso  con delicadeza en su interior.
Por fin su mirada era limpia, no había dolor, no había remordimiento, solo había deseo.
Me pidió ponerse encima y obedientemente la levanté y puse su cuerpo ligero sobre mi regazo. Sin dejar de mirarme a los ojos me cogió la polla y se la introdujo milímetro a milímetro en su interior. Con una sonrisa maliciosa comenzó a subir y bajar por mi polla con una lentitud desesperante. Si yo intentaba aumentar el ritmo ella hacia el gesto de separarse y volvía a tomar el control. A pesar de ello sólo verla disfrutar, estirando su cuerpo sudoroso y dejando que  lo acariciase sin vacilaciones era para mí suficiente.
Cuando creyó que me había hecho sufrir suficiente un rápido empujón dio paso a una frenética cabalgada,  sudorosa y jadeante subía y bajaba, se retorcía, gemía, gritaba y me insultaba.
Aún estaba encima de mi cuando me corrí. Mi pene se retorció y expulso su contenido en su interior excitándola aún más. Yo, con un movimiento rápido, me giré y me tumbe sobre ella penetrándola con todas mis fuerzas. A los pocos segundos noté como mi pene vibraba debido a los espasmos incontrolados de su vagina. Sólo un orgasmo brutal le obligo a apartar sus ojos de los míos.
Instantes después estábamos uno al lado del otro mirando al techo borrachos de sexo.
-Quiero hacerte un regalo –dije reflexionando en voz alta.
-¿Me vas a regalar un cuadro?
-No exactamente –respondí mientras le vendaba los ojos con un trapo casi limpio. – Y nada de trampas.
Después de asegurarme de que no veía nada fui a uno de los rincones de la habitación y cogí el carrito. Con un algodón extendí la solución antiséptica por su torso y lo que quedaba de su pecho izquierdo.
-Ahora no te muevas –dije mientras encendía la máquina de tatuar.
-Qué romántico? ¿Me vas a empastar una muela? –replicó Carolina entre risas. –¿Con esto te ganas la vida?
-No, con la pintura me gano la vida y con esto pago todo lo demás. –respondí  -Avísame si te duele.
-Muy bueno –dijo Carol cuando empecé mi tarea –¿Esto es de lo que se quejan tanto los que se hacen tatuajes? Tendrían que probar con sesiones de seis semanas de quimioterapia y una de descanso, y otras seis de quimioterapia y así varios meses.
-Debió de ser muy duro. –dije yo mientras avanzaba por su ombligo en dirección a sus pechos.
-Lo gracioso es que para mí era mucho peor la semana de descanso. El dolor no te deja pensar en lo que realmente estas pasando. Sin embargo cuando estas un poco mejor te planteas si todo este sufrimiento merecerá la pena o peor aún en la posibilidad real de que puedes morir cuando apenas has empezado a vivir.
La sesión de tatuaje, no fue tan dolorosa pero sí fue tan larga como una de quimioterapia, así que cuando terminé yo estaba rendido y ella acalambrada de estar obligada a no moverse.
Finalmente moví ligeramente su cuerpo para admirar como la piel de su torso agitaba las hojas y las flores que había tatuado igual que lo hubiese hecho el viento. Antes de quitarle la venda de los ojos embadurné el tatuaje con abundante crema antibiótica y lo tape con varios apósitos.
-Bueno, lista. –dije quitándole la venda de los ojos.
-Cabrón. ¿No me lo vas a dejar ver?
-Hasta dentro de tres días no puedes dejarlo al aire, si no podría infectarse y  se estropearían los colores. –replique maliciosamente.
-Dios mío. Es tardísimo. –Dijo Carol mientras se ponía la ropa a toda prisa y me daba un beso de despedida.
-¿Volveremos a vernos? Aún no he terminado contigo. –pregunté mientras me levantaba y la acompañaba a la puerta en pelota picada.
-Terminar, ¿En qué sentido? –replicó con una sonrisa maligna.
-En todos. Toma mi tarjeta, llámame cuando quieras o ven a verme. Lo he pasado muy bien Carol.
-Yo también –dijo Carolina con un mohín –y no me llames Carol.
Los días siguientes los pase bastante ocupado preparando una exposición pero eso no me impidió hablar con Carol por teléfono.  A duras penas conseguí mantenerla engañada para que no se quitase los vendajes.
El martes a las siete de la mañana finalmente se quitó los apósitos y me despertó al quinto intento. Estaba encantada con el tatuaje. Dijo que era lo más bonito que había visto jamás y casi entre lágrimas me dijo que nunca lo olvidaría. Me dijo que se pasaría por mi casa a la tarde y me colgó antes de que pudiese responder nada diciendo que tenía que hacer algo en ese momento.
El resto de la mañana lo pase superexcitado esperando a Carol, así que cuando recibí una segunda llamada de un número desconocido,  no estaba ni mucho menos preparado para lo que iba a oír.
-Diga –contesté intentando imaginar quién podía tener tanta prisa para hablar conmigo antes de la una de la tarde.
-Hola, -dijo una voz suave, aparentemente de una mujer de mediana edad, desde el otro lado de la línea – no me conoces pero yo acabo de conocerte a ti. Soy Julia, la madre de Carolina y quiero que sepas lo que has hecho.
Toda la excitación que había acumulado durante la mañana hasta ese momento, se me paso al instante. Me encogí instintivamente y estuve a punto de colgar pero no estaba dispuesto a renunciar a Carol tan fácilmente así que intente replicar:
-Señora, quiero que sepa…
-Lo siento, pero prefiero que no me interrumpas mientras te hable, porque si no,  no sé si podré terminar. –continuó  Julia dejándome con la palabra en la boca.
-Antes de tener la enfermedad Carolina era una chica preciosa y una hija perfecta. Siempre alegre y dispuesta a ayudar. Y entonces, hace tres años le diagnosticaron el cáncer. –comenzó Julia tomándose un segundo para coger aire – Durante la enfermedad luchó como una leona, se sometió a los ciclos de quimioterapia sin quejas. Incluso animándonos a nosotros en  nuestros momentos bajos. Incluso cuando le dijeron que iban a tener que operarle y vaciarle el pecho izquierdo, no pareció afectarse y siguió adelante con una fortaleza que nos sorprendió. Pero todo cambió tras la  operación. Cuando vio esas dos…. terribles cicatrices se echó a llorar y aunque totalmente curada del cáncer se sumió en una profunda depresión
A partir de ese momento en el relato, la voz de la mujer comenzó a temblar ligeramente:
-Pagamos la cirugía de la prótesis por nuestra cuenta para acortar al máximo el tiempo de espera, pero con las cicatrices los médicos no pudieron hacer nada. Durante el siguiente año y pico se encerró en sí misma y prácticamente cortó todo contacto con lo que antes le interesaba, amigas, lectura, estudios todo quedo aparcado, aparentemente para siempre. La llevamos a  dos psiquiatras sin resultado, hasta que hace seis meses conocimos al Dr. Blanco. Con una paciencia infinita logró sacarla de su mutismo y aunque no volvió a ser la misma por lo menos comenzó a interesarse por lo que le rodeaba. Y entonces apareciste tú.
-El viernes ya estábamos a punto de volvernos locos cuando llego. Mi marido, policía jubilado, ya estaba a punto de llamar a sus excompañeros. Íbamos a echarle una bronca de campeonato por no habernos avisado, pero la sonrisa que llevaba puesta en su rostro nos congeló los nuestros. La primera sonrisa franca en dos años y medio. Los días siguientes, al contrario de lo que esperábamos la sonrisa se mantuvo junto con algo más que sólo podíamos definir como expectación.
-Para nosotros cualquier cosa era mejor que el infierno que habíamos pasado, así que cuando esta mañana nos reunió vestida únicamente con un albornoz estábamos preparados para casi todo.  
-Cuando se abrió el albornoz no pudimos creerlo. –dijo la mujer con un profundo sollozo –Toda la parte izquierda del torso de Carolina estaba ocupada por una masa de vegetación y flores que se enredaban y se movían con cada respiración y cada movimiento de su torso. En vez de cicatrices ahora había flores e insectos de colores extraños, en vez de una mujer con un pecho mutilado había una mujer hermosa con una belleza única. Una mujer que por primera vez estaba orgullosa de ser como era.
El irrefrenable llanto  de la mujer interrumpió la narración y me dejo azorado sin saber qué hacer con el móvil. El momento se estaba alargando y estaba a punto de dar una excusa y colgar cuando una voz masculina se puso al aparato.
-Hola hijo, quiero que sepas que me has hecho pasar el momento más bochornoso de mi vida. No veía el cuerpo desnudo de mi hija desde que tenía seis años. En cualquier otra situación esto hubiera bastado para pegarte un tiro, pero lo que has le has hecho a mi hija  es el regalo más bonito que nadie le ha hecho ni nadie le hará en su vida. Y puedes hacer lo que quieras, dejarla tirada sin explicaciones incluso, que no bastara para que olvide que nos la has devuelto.
-A propósito ¿cómo ha dado conmigo?
-Oh, eso no importa. Aún conozco mucha gente en la policía. A propósito nos gustaría que… esto quedase entre nosotros, ya sabes, que no se enterase de que hemos hablado. Sólo queríamos agradecerte lo que has hecho, no sólo por ella sino también por toda la familia.
Cuando llamó a la puerta aún estaba un poco superado por los acontecimientos.  Era gracioso, ahora era yo el que parecía confuso y ella la que rezumaba alegría y vitalidad por todos sus poros.
-Hola Jam, ¿Me has echado de menos? ¿Quieres que pose para ti?
-Si te digo la verdad Carol, -dije cogiéndola entre mis brazos  –voy a hacerte el amor toda la noche, y luego quizás llore entre polvo y polvo. No hay mayor condena para un artista que no poder exponer su obra maestra.
-Míralo de otra manera, también  es la única oportunidad  de que un artista no se aleje nunca demasiado  de ella –replicó Carolina comenzando a desnudarse…
 

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alexblame@gmx.es

 

 
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 

 

“Mi nuera, ¡una ingrata! Mi venganza, ¡una necesidad!” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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SINOPSIS:

La relación entre un suegro y su nuera no siempre es idílica. Muchas veces con el paso de tiempo, el continuo roce hace que se vaya convirtiendo en auténtico odio. Ese fue el caso de nuestro protagonista. Creyendo que era una buena influencia, cuando su hijo presentó a su chica, incluso alentó el noviazgo. Pero tras diez años de conocerla, la rubia demostró ser una zorra egoísta e insaciable que terminó separando a la familia.
Un accidente en el que perdió a su chaval cambia su forma de pensar y dejando atrás todo el decoro y la hipocresía que hasta entonces habían marcado su actuación, Pedro decide vengarse de su nuera y como primera medida, la arruina y se queda con su nieto…

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

Para que podías echarle un vistazo, os anexo EL  PRIMER CAPÍTULO:

Capítulo 1

1

La relación entre un suegro y su nuera no siempre es idílica. Muchas veces con el paso de tiempo, el continuo roce hace que se vaya convirtiendo en auténtico odio. Ese fue mi caso. Cuando mi hijo Manuel me presentó a su chica, en un principio me pareció una rubita graciosa y bonita incapaz de romper un plato y por eso incluso alenté su noviazgo. Ahora tras diez años de aquello, me arrepiento porque esa cría demostró ser una zorra egoísta e insaciable que solo pensaba en el dinero que algún día heredaría. Si eso era de por sí motivo suficiente para detestarla, que tuviera por madre a un zorrón desorejado que exigía a su yerno cada vez más para mantener su alto nivel de vida, era algo que me sacaba de las casillas.

Cuando me di cuenta de que esa niña era un jodido parásito ya era tarde, porque Manuel ya se había casado con ella. Aun, así como padre me vi obligado a hablar con mi hijo y de hombre a hombre, explicarle la pésima opinión que tenía de su esposa y sobre todo de su puñetera familia.  Desgraciadamente, el chaval se puso de parte de ella de forma que nuestra relación se fue enfriando hasta el extremo que ni siquiera me invitó al bautizo de su hijo.

Os juro que, aunque esa descortesía me dolió, más lo fue el motivo que adujo mi chaval cuando le eché en cara no hacerlo:

―Sonia no tiene por qué aguantarte y quiero que ese día sea perfecto.

Ni siquiera me digné a contestarle lo que opinaba de esa arpía y desde entonces solo había hablado en contadas ocasiones con él.  Gracias a la esmerada educación que le había dado, mi hijo era autosuficiente. Con un buen trabajo y un mejor sueldo, no necesitaba de mi ayuda. Sé que hoy me arrepiento de no haber intentado otro acercamiento, pero el propio ritmo de vida en el que estaba inmerso evitó que lo hiciera pensando que tendría tiempo para ello en el futuro.

Para que os hagáis una idea más exacta de lo hijo de puta que resultó esa monada, un dato: Habiéndome separado de mi mujer hacía un montón de años, Sonia consiguió que mi ex y yo nos pusiéramos de acuerdo en algo:

¡Nuestra nuera era un mal bicho!

Conmigo ya lejos de Manuel, se concentró en su madre y cuando mi nieto tenía escasos tres meses de vida, un día la echó de su casa. Todavía recuerdo ese día, fuera de sí, Aurora me llamó para contarme lo sucedido. Por lo visto, había discutido con Teresa, la madre de Sonia y al enterarse su hija, a base de empujones la había puesto de patitas en la calle sin que mi chaval hiciera algo por evitarlo.

―Pedro, esa mujer está loca y tiene a nuestro hijo embobado― me soltó casi llorando

No pude estar más de acuerdo y dándole la razón, le pedí que, ya que Manuel había roto cualquier puente conmigo, ella al menos intentara seguir en contacto con él. Pero tal y como me temía, mi ex también se vio apartada de su lado y por eso durante dos años, apenas supimos nada de su vida.

Si obviamos mi fracaso con mi chaval, en ese tiempo, la vida no pudo más que sonreírme y aunque el resto del país estaba en crisis, mi empresa fue como un tiro y conseguí convertirla en una perita en dulce por la que diversos inversores empezaron a interesarse. Cansado del día a día y tras varios meses de negociaciones, conseguí venderla a un precio tan elevado que con cincuenta y cinco recién cumplidos me jubilé.

Con muchos ceros en mi cuenta corriente, creí que había llegado el momento de cumplir esos sueños que el trabajo me había impedido hacer. Desgraciadamente, los hechos se ocuparon de hacerlo inviable.

Estaba celebrando la venta y mi nueva vida con un amigo cuando recibí la llamada de mi nuera. Supe antes de contestar que algo grave pasaba para que esa egoísta se olvidara del odio que sentía por mí y me llamara.  Mis negros augurios se cumplieron al escuchar que, desde el otro lado del teléfono, Sonia me informaba de que su padre y mi hijo habían sufrido un accidente. Con su voz encogida por el dolor, mi nuera me contó que su viejo había muerto y que Manuel estaba ingresado en la unidad de cuidados intensivos.

Confieso que no supe que contestar y con el alma destrozada, solo pude preguntar por el hospital donde le estaban tratando. Al colgar, como un huracán, la angustia por haber fallado como padre me golpeó en la cara y sin ánimo de ni siquiera conducir, le pedí a mi amigo que me llevara hasta allá. Al llegar al Gregorio Marañón, la primera persona con la que me topé fue mi consuegra que ni siquiera me saludó. Pero lo más increíble fue que cuando sabiendo que había perdido a su esposo, me acerqué a darle el pésame, esa perra hija de siete padres tuvo los santos huevos de echar la culpa de su fallecimiento a mi hijo.

Con inaudita paciencia, la escuché achacar a Manuel ese accidente tras lo cual, le solté:

― ¡Qué te den por culo! ― y sintiéndome liberado, fui a ver a mi hijo.

Al llegar a su planta, pregunté si alguien podía informarme y tras varias gestiones conseguí que saliera un médico. El internista me explicó que el traumatismo craneal de mi chaval era tan importante que era difícil que sobreviviera y que de hacerlo le quedarían graves.  Mi vida se desmoronó en un instante al saber que lo perdía. Todavía estaba intentando asimilar la noticia cuando llegó Sonia hecha una energúmena y con muy malos modos, me echó de allí y prohibió a los médicos que me permitieran pasar a despedirme de Manuel.

Ese enésimo enfrentamiento fue la gota que colmó el vaso y os tengo que reconocer que, a partir de ese momento, mi rencor se transformó en autentico animadversión y solo podía pensar en cómo joder la existencia a esas dos putas.

Lo primero que hice fue llamar a mi abogado para intentar que un juez me permitiera acceder a donde estaba mi hijo, pasando por alto la orden de esa maldita. El letrado una vez había terminado de exponerle el asunto, me dio su opinión:

―Pedro, ¡no tienes nada que hacer! Con tu hijo incapacitado, la opinión de tu nuera es la que prevalece.

Cómo comprenderéis, eso no me contuvo y ordenándole que de todas formas lo intentara, comprendí que, si quería estar con mi retoño en sus últimos momentos, debía utilizar otros caminos.  Sin salir del hospital, me fui directamente a ver al director. El tipo resultó ser un ser humano excepcional y tras escuchar mi situación, se puso en mi lugar y me dijo:

―Cómo la orden de su nuera es tajante, legalmente no puedo hacer nada― ya creía que me iba a ir de su despacho con las manos vacías cuando le escuche decir: ―Pero como padre lo comprendo y por eso le propongo que vea a su hijo cuando tengamos la certeza de que su mujer no va a estar en el hospital.

Esperanzado pregunté:

― ¿A qué hora sugiere?

El director me contestó:

―De dos a tres de la madrugada.

Ese fue el motivo por el cual durante los treinta y tres días en que mi hijo tardó en morir, tanto Aurora, su madre, como yo fuimos una presencia nocturna constante en esos pasillos. Aleccionada por su jefe, la enfermera de la noche nos dejaba pasar y sentarnos durante una hora a ver como nuestro Manuel le costaba aspirar del oxígeno al que estaba conectado. Cada uno de esos minutos, no redujo sino acrecentó el odio que sentía por esas dos brujas hasta hacerlo mi razón de vivir.

Por eso, os tengo que confesar que antes de que tuviera que enterrar a mi hijo, ya tenía planeada mi venganza. Lo más gracioso fue que las armas con la que les iba a hacer pagar a esas zorras todas sus afrentas me las dieron ellas mismas. Acostumbradas a vivir al día sin pensar en el futuro, no habían ahorrado. Con sus hipotecas al límite y sin más fuente de ingreso que la pensión de viudedad, esas dos mujeres la iban a pasar mal. Averiguando a través de un detective, descubrí varios malos manejos de mi difunto consuegro y a través de una denuncia anónima, informé de ellos a la agencia tributaria. Sé que hice mal, pero falsifiqué un par de papeles para que pareciera que mi hijo había sido su cómplice de forma que Hacienda les instruyó un expediente y embargó incluso esa pensión.

Con la paciencia que da el resentimiento, esperé que fallaran en las cuotas de sus hipotecas y me acerqué a su banco. Tras una brevísima negociación, compré las deudas a través de una de mis compañías y a los tres meses del entierro de mi chaval, les metí una demanda de desahucio.

― ¡Qué se jodan las muy putas! ― pensé nada más firmarla.

Una vez con todo en marcha, me relajé y me puse a buscar una finca donde vivir. Por una vez, la suerte me sonrió y conseguí comprar un cortijo a cincuenta kilómetros de Sevilla, donde no solo iba a vivir con mi nieto, sino que era el sitio donde iba a tener lugar mi venganza. Los jueces, como no podía ser de otra forma, me dieron la razón y las echaron de sus casas.

«Sus penurias solo han empezado», me dije el día que conocí la sentencia y llamando a mi abogado, le di vía libre para que ejecutara mi siguiente paso.

Con otra vuelta de tuerca y basándome en la cuasi indigencia en la que había quedado mi nuera, reclamé la patria potestad de mi nieto. Sabía que esa reclamación teniendo en contra a un buen abogado no tendría éxito, pero como esa indeseable no podría pagarlo, me froté las manos por anticipado.

Tal y como había previsto, Sonia en cuanto se enteró de mi demanda me telefoneó hecha una furia y llamándome de todo menos bonito, me juró que no pararía hasta hacerme la vida imposible.

―Mira zorrita― la repliqué cuando dejó de soltar improperios por su boca: ― Soy mucho más rico e inteligente que tú y encima te llevo ventaja; he tenido tiempo para preparar mi venganza. ¡Llámame cuando quieras negociar! ― tras lo cual colgué.

Los acontecimientos a posteriori me dieron la razón y sin dinero con el que pagar a un defensor de prestigio, se tuvo que conformar con acudir a uno de oficio y como dice el viejo dicho: “Al que obra mal, se le pudre el culo”, mi pobre e hija de perra nuera tuvo la mala fortuna de caer en manos de un corrupto. El cual al enterarse de quien era su contrincante, prefirió pasarse por mis oficinas y sacar un buen redito de ese asunto en vez de pelearlo.

Cómo os imaginareis, se vendió traicionándola. El juicio, como no podía ser de otra forma, resultó ser un desastre para sus intereses y justo el día en que mi hijo hacía seis meses muerto, el juez me otorgó la patria potestad y la custodia de mi nieto. Cuando acompañado de un oficial de policía acudí a la pensión donde malvivían esas dos putas a recoger a Manolito, Sonia quiso darme pena y llorando a moco tendido, se arrodilló a mis pies pidiendo que no le quitara a su hijo.

Pateándola a un lado, me deshice de ella y cogiendo a mi nieto en mis brazos, descubrí que para el niño era un desconocido y que no quería venir conmigo. Curiosamente sus lloros y los berridos de la zorra de su madre me sonaron a música de Beethoven y mirando a esa rubia a la cara, le dije:

―Despídete de Manolito, dudo que lo vuelvas a ver. Ahora mismo nos vamos a vivir a Sevilla.

El dolor de esa madre fue inmenso, pero no mayor al que sentí cuando esa puta me apartó de mi hijo y por eso en vez de compadecerme de ella cuando desesperada me amenazó con suicidarse, le solté:

―Si quieres matarte, ¡hazlo! Pero si quieres otra salida, te espero con tu madre esta tarde en mi casa― y dejándola tirada en el suelo, me fui con su hijo en mis brazos.

2

Nada más salir de esa mierda de pensión y ante mi manifiesta incapacidad de acallar los llantos de mi nieto, decidí optar por la solución más fácil y llevé al crío a casa de su otra abuela. Aurora, con la que gracias a mi nuera me había reconciliado, se quedó muda al verme entrar con Manolito y cogiéndolo de mis brazos, lo empezó a besar como desesperada.

Mirando la escena, sonreí al darme cuenta de que, aunque seguíamos sin ser pareja, al menos nos hablábamos.

― ¿Cómo has conseguido que esa guarra te lo deje? ― me preguntó una vez había calmado su necesidad de cariño.

Muerto de risa le expliqué que desde que nuestro hijo había muerto, me había abocado a hacer que la existencia de esas dos fuera la peor posible y que por fin me habían dado la patria potestad del crío:

― ¡Qué se jodan! ― exclamó al escucharme y tras unos instantes comprendió que, si yo era el tutor del chaval, iba a tener la oportunidad de verlo cuando quisiera, directamente me lo preguntó.

― ¡Por supuesto! ¡Eres su abuela! ― le respondí y acercándome a ella, aproveché que tenía las manos ocupadas con su nieto para acariciarle el culo, mientras le decía al oído: ―Si quieres cuando vengas, puedes dormir en mi cama.

Aurora, al sentir mis caricias, suspiró como una gata en celo y retirando mi mano de sus nalgas me dijo:

― ¡Pedro! ¡No sigas que llevo muchos años a dieta!

Su confesión me extrañó de sobre manera porque mi ex era una cincuentona de muy buen ver y no tenía duda alguna de que debía de haber recibido más de una propuesta al respecto. El morbo de descubrir que llevaba tiempo sin sexo me hizo buscar el provocarla para ver como reaccionaba y pegándome mi pene contra su culo, la abracé y besándola en el cuello, le solté:

―Eso podemos arreglarlo ahora mismo.

Contra toda lógica, no solo no separó, sino que, forzando el contacto, restregó sus nalgas contra mi entrepierna mientras me pedía que me quedara quieto. Mientras con su voz me pedía paz, el resto de su cuerpo ya había iniciado la guerra, por lo que declaré abiertas las hostilidades cogiendo uno de sus pechos en mi mano.

Se me puso dura nada más oír el gemido que salió de su garganta y ya consumido por la pasión, le subí la falda y con mis manos acaricié uno de sus cachetes.

― ¡Para o no respondo! ― gritó descompuesta.

Incrementando su calentura metí mi mano por su escote y sacando un pecho de su encierro, pellizqué suavemente su pezón.

― ¡Tú lo has querido! ― chilló mientras salía corriendo de la habitación.

Tras dejar en manos de la muchacha de servicio al crio. y antes de darme cuenta, mi ex se había arrodillado a mis pies y me había bajado la bragueta:

 ― ¡Ya no me acordaba de ella! ― dijo con una sonrisa al sacar mi polla de su encierro.

Descojonado, le respondí:

― ¡Pues yo todavía echo de menos tus mamadas!

Su cara se iluminó al escuchar mis palabras y con un empujón me tumbó en la cama:

―Quítate la camisa, ¡cabrón! ― me dijo con voz suave pero dotada de una autoridad que no me pasó desapercibida.

Ni que decir tiene que obedecí y yendo por delante de sus deseos, me desnudé por entero. Mi ex al verme en pelotas se mordió los labios y subiéndose sobre mí, empezó a besar mi pecho mientras una de sus manos jugueteaba con mis testículos.

― ¡Estoy brutísima! ― confesó mordisqueando uno de mis pezones.

Sin darme otra oportunidad, su lengua fue dejando un húmedo rastro en dirección a mi sexo. Éste esperaba erguido su llegada. Usando su larga melena a modo de escoba, fue barriendo mis dudas y antiguos recelos, de modo que, cuando sus labios entraron en contacto con mi glande, ya no recordaba la razón por la que me había separado de ella.

Aurora, ajena a mis reparos, estaba con su particular lucha e introduciendo a su adversario hasta el fondo de su garganta, no le dio tregua. Queriendo vencer sin dejar prisioneros, aceleró sus movimientos hasta que, desarmado, me derramé en su interior. 

Mi ex no permitió que ni una sola gota se desperdiciara, como si mi semen fuese un manjar de los dioses y ella una muerta de hambre, recibió mi semen con alborozo y una vez hubo ordeñado mi miembro hizo desaparecer cualquier rastro de nuestra pasión.

Sus labores de limpieza provocaron que me volviera a excitar. Aurora, admirando mi sexo nuevamente erguido, se pasó la lengua por los labios y sentándose a horcajadas sobre él, se fue empalando lentamente sin separar sus ojos de los míos.

― ¡Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez! ― gritó.

Al oír que los gemidos de la que había sido mi compañera, recordé que le gustaban los pellizcos y cogiendo un pecho con cada mano, pellizqué sus pezones. Paulatinamente, su paso tranquilo fue convirtiéndose en trote y su trote en galope. Con un ritmo desenfrenado y cabalgando sobre mi cuerpo, sintió que el placer le dominaba y acercando su boca a la mía mientras me besaba, se corrió sonoramente sin dejar de moverse. Su clímax llamó al mío y forzando mi penetración atrayéndola con mis manos, eyaculé bañando su vagina.

Abrazados, descansamos unos minutos. Pasado el tiempo, Aurora levantó su cara y mirándome a los ojos, me preguntó si mi oferta seguía en pie. Sabiendo que se refería a compartir mi cama, preferí serle sincero y sin importarme que descubriera el resentido en que me había convertido, le conté los planes que tenía para nuestra nuera y la zorra de su madre.

Si en un principio, se sintió escandalizada con lo que les tenía preparado, recordó que ese par de putas la habían separado de su único hijo y soltando una carcajada, me dijo:

― Pedro, ¡cuenta conmigo!

Relato erótico: ” Hércules. Capítulo 18. Primera Misión.” (POR ALEX BLAME)

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Capítulo 18: Primera misión.

El dossier no decía mucho de la mujer. Se llamaba Francesca Lobato y cantaba en un sórdido club de las afueras. No tenía antecedentes de arrestos, pero el club en el que trabajaba era famoso por ser un lugar de encuentro de las mafias chinas.

Los servicios secretos habían puesto el club bajo vigilancia, y sospechaban que usaban a las mujeres como correo para pasar secretos industriales y militares, el problema es que eran extremadamente cautos y no sabían exactamente como lo hacían, ni cual era la mujer que lo hacía.

Tras unos meses de vigilancia habían restringido las sospechosas a cuatro mujeres. Una de ellas era especialmente prometedora. A principios de mes, nunca el mismo día, la mujer llegaba al trabajo con un bolso especialmente grande y salía a la hora del cierre con el bolso más abultado de lo normal.

Su misión era seducir a la mujer y hurgar en el contenido del bolso hasta encontrar el material, fotografiarlo y dejarlo todo en su sitio para detenerla posteriormente en caso de que resultase ser lo que esperaban.

Revisó el resto de las hojas del informe. Estaba claro que habían hecho un extenso trabajo de documentación, aunque curiosamente, la mayoría de la información era bastante reciente, no había apenas nada que tuviese más de cinco años de antigüedad.

Observó de nuevo la foto y se preguntó que ocultaban esos ojos grandes enmarcados por unas pestañas largas y rizadas. ¿Por qué no había datos anteriores? ¿Cómo haría para acercarse a ella?

Se acostó en la cama mirando al techo pensativo. Era su primera misión y no quería cagarla. Aunque dudaba mucho que aquello mejorase su estado de ánimo, estaba dispuesto a cumplir las misiones que le encomendasen. Al menos no tenía que matar a nadie, no quería empezar su nueva vida como había terminado al anterior.

Se acercó al teléfono y estuvo tentado de llamar a sus madres, pero no se sentía con fuerzas para enfrentarse de nuevo a ellas. Volvió a colgar el aparato y se quedó mirando al techo, con la mente en blanco, hasta que se quedo dormido.

Aquel garito era bastante más acogedor por dentro de lo que parecía por fuera. La iluminación era suave y la música disco de los ochenta y noventa no estaba demasiado alta, solo lo suficiente para que las bailarinas semidesnudas que se agarraban a las barras, contorsionando sus cuerpos, pudiesen seguir el ritmo.

Entre el público había bastantes individuos de aspecto oriental que veían evolucionar a las mujeres con lujuria y esperaban ganarse su favor a base de introducir billetes entre las tiras de sus tangas.

Hércules se dirigió a la barra, pidió un Glennfidich con hielo y acodado en ella esperó a que Francesca saliese al escenario que ocupaba el fondo del establecimiento.

Antes de su actuación tuvo que fingir interés en una torpe imitación del baile de Flashdance por parte de una rubia cuya enorme pechuga estaba más dotada para usar los pechos como los flotadores de un hidroavión que para realizar los relativamente complicados pasos de un baile moderno. Todo quedó compensado cuando el agua cayó sobre la mujer haciendo que la camiseta revelase el tamaño real de los pechos y erizase unos pezones de tamaño titánico.

Cuando se hubieron apagado los silbidos y los aplausos, la mujer se retiró dejando que un operario recogiese el agua del suelo con una fregona.

Pidió otra copa mientras observaba como el hombre dejaba la fregona y cogiendo un micrófono presentaba a Francesca. Después de describirla como la heredera de Sade y ensalzar su belleza se retiró para dejar paso a la mujer que aparecía en ese momento en el escenario.

Llevaba un vestido rojo de lentejuelas cruzado en la cintura con un escote en v estrecho y profundo. La falda era larga y tenía una raja en el lado derecho que le llegaba casi hasta la cintura y se cerraba justo en la cadera con un bordado plateado.

Hércules observó el pelo largo, negro y ligeramente ondulado que reposaba sobre su hombro izquierdo, tapando aquella parte de su pecho. La mujer se inclinó para saludar y sus pechos se movieron pesados y jugosos evidenciando que no llevaba sujetador.

El público aplaudió hasta que la cantante, con un ligero mohín de sus labios gruesos y rojos como la sangre, les invitó a callar y comenzó a cantar. Su voz era suave y acariciadora, pero Francesca le añadía un toque grave y ligeramente ronco que hacía que la canción de Sade tuviese un punto más sensual.

Apenas se movía, pero sus ojos recorrían la sala con intensidad haciendo que cada hombre presente se sumergiese en la melodía y creyese ser el protagonista. Durante unos instantes calló y dejó que el saxofonista que la acompañaba se marcase un solo. La melancolía del instrumento llenó la sala haciendo que todo el mundo se sintiese embargado por una profunda emoción.

Francesca fijó el micrófono al pie y acariciándolo con unas manos de dedos largos y suaves comenzó a cantar de nuevo, esta vez meciéndose suavemente, sin dejar de envolver con sus manos el aparato y acercando sus labios sensualmente hasta casi tocar la superficie cromada, dejando que la raja de su vestido se abriese dando a los presentes una visión de unas piernas largas y morenas encaramadas a unas sandalias de tacón alto.

Hércules bebió el resto del whisky de un trago mirando a la mujer fijamente a los ojos a pesar de que sabía perfectamente de que ella no le podía ver, cegada como estaba por los focos.

Cuando la canción terminó se impuso un silencio que se prolongó un instante antes de que la parroquia prorrumpiese en una sonora aclamación.

Hércules dejó el dinero sobre la barra y se escabulló antes de que las luces volvieran a encenderse.

A la mañana siguiente se dirigió al domicilio de Francesca, que figuraba en el informe y aparcó dos puertas más abajo su coche alquilado. Como esperaba, Francesca no se levantó hasta tarde y hacia el mediodía la vio salir del portal vestida con uno vaqueros, una sencilla blusa y calzando unas bailarinas. Abandonó la terraza del bar de la esquina en el que había pasado buena parte de la mañana y la siguió calle abajo. Tras unos doscientos metros dobló una esquina y entró en un supermercado.

Hércules entró a su vez y cogió un carrito. Paseó por los pasillos y eligió varios productos al azar mientras la buscaba. Finalmente la encontró en la sección de congelados. Se colocó a su lado y hurgó con interés entre las terrinas de helados mientras la observaba de reojo.

Era la primera vez que la observaba de cerca, aun en bailarinas era casi tan alta como él. Llevaba el pelo atado en una apretada cola de caballo dejando a la vista una tez morena y tersa, sin apenas arrugas o imperfecciones. Dos grandes aros de oro colgaban de sus orejas y una pequeña piedra en la aleta de su nariz junto con sus ojos grandes y ligeramente rasgados le daban un aire exótico y un inconfundible atractivo.

—Una mujer tan bella merece algo más que una comida congelada. —dijo Hércules mientras fingía inspeccionar una terrina de stracciatella.

—¿De veras? —preguntó ella con una sonrisa escéptica mientras metía una pizza y un par de cajas de canelones.

Su voz ronca y sensual, y la forma pausada de hablar hizo que Hércules sintiese como crecía su excitación.

—Pues claro, hay un montón de comida prefabricada sin tener que comerla ardiendo por fuera y hecha un témpano de hielo por dentro.

Sabía que no era una respuesta muy inteligente, pero había conseguido que ella le mirase por fin y rápidamente detectó en sus ojos una chispa de interés. Continuó charlando con ella y haciendo chistes malos sobre la comida preparada mientras elegían productos de los estantes.

Francesca hablaba poco y escuchaba lo que Hércules decía con una sonrisa irónica, pero se dejaba guiar por el supermercado en un tortuoso circuito por los distintos pasillos del establecimiento. Finalmente Hércules se presentó y le invitó a tomar algo en una terraza.

La mujer miró el reloj frunciendo el ceño pero finalmente aceptó y le sugirió el local dónde había pasado la mañana. Hércules fingió un poco de embarazo y le dijo que en aquel bar había hecho un simpa hacía poco para forzarla a elegir otro.

Finalmente acabaron en la terraza de una cafetería a un par de manzanas de allí. El calor del mediodía empezaba a ser intenso así que Hércules pidió una caña mientras ella pedía una cola sin hielo.

Fingiendo inocencia le dijo que se le iba a calentar muy rápido el refresco. Ella respondió que tenía que proteger su garganta ya que era cantante. Hércules aprovechó para interrogarla y mostrar su admiración. Inmediatamente le preguntó dónde podía ir a oírla cantar. Ella, al principio quiso negarse a contárselo, lo que le dio indicios de que quizás se avergonzaba un poco del lugar donde cantaba, pero al final terminó confesándolo.

Tras apurar las bebidas, Hércues pagó la cuenta y se despidieron con dos besos. El cálido contacto con su piel provocó otro pequeño chispazo como si la atracción creciente entre ellos se descargase con el contacto.

—¿No me vas a pedir el número de mi móvil? —preguntó ella al ver que él se daba la vuelta dispuesto a alejarse de ella.

—¿Para qué si ya sé dónde encontrarte? —respondió Hércules girándose y despidiéndose de ella para a continuación seguir su camino.

Aquella misma noche se presentó en el local de nuevo. Había cambiado de indumentaria. Se había puesto uno de los trajes de Armani del armario y se había llevado un Porsche Cayenne del garaje de La Alameda.

Esta vez había elegido un lugar cerca del escenario para poder ver a la mujer más de cerca y que ella pudiese verle a él. Francesca no tardó en salir de nuevo. Esta vez llevaba un vestido de seda de corte oriental color marfil con una raja en el lateral tan vertiginosa como la del día anterior.

Antes de que comenzasen los primeros acordes y la luz volviese a cegarla, la mujer exploró el lugar con la mirada y no tardó en localizarle. Con un sonrisa se acercó al micrófono y comenzó a cantar Sweetest Taboo. Al contrario que en otras ocasiones, la mirada de Francesca casi no se apartó del lugar donde estaba Hércules mientras acariciaba el micrófono posesivamente.

La canción terminó y el público rugió unos segundos antes de volver su interés de nuevo a las bailarinas. Francesca bajó del escenario y repartió algunos besos y confidencias con empleados y clientes hasta que por fin llegó a él.

—¿Te ha gustado? —pregunto ella sin poder disimular su interés por la respuesta.

—Has estado fantástica, derrochas tanta sensualidad que me han entrado ganas de lanzarme al escenario y hacerte el amor allí mismo, delante de todo el mundo.

La cantante sonrió satisfecha durante un instante pero su gesto se volvió rápidamente entre ansioso e inseguro.

Notaba que estaba a punto de echarse atrás así que Hércules se adelantó y mientras acariciaba su pelo negro y sedoso le preguntó a qué hora terminaba.

Francesca dudó, estaba claro que había algo que parecía sumirla en la indecisión. La mano de Hércules se desplazó por su cara y rozó los labios de la mujer recorriendo la abertura de su boca acabando por convencerla.

—Tengo otra actuación dentro de una hora y habré terminado. —respondió ella con un ronco suspiro.

Charlaron un rato más y él la invitó a una copa de Champán antes de que se retirara a prepararse para la siguiente actuación. Cuando salió de nuevo al escenario, Hércules había abandonado el local. Francesca lo buscó entre el público sin éxito así que terminó sumida en un mar de dudas.

Al salir se encontró con el joven apoyado en el todoterreno con una sonrisa traviesa consciente de que ella, por un momento, había dudado que se hubiese quedado a esperarla.

Con un “estúpido” se introdujo en el Cayenne dejando que el hombre cerrase la puerta. El acogedor interior y el olor a cuero se mezclaron con el aroma del perfume del hombre aumentando su excitación. Mientras se dejaba llevar, no le importaba dónde, Francesca pensaba en el siempre crítico momento de descubrir su secreto.

Odiaba ser así, odiaba tener que pasar por aquel trago cada vez que conocía a un hombre que le interesaba. Nunca sabía lo que pasaría. En ocasiones había terminado muy mal y viendo los músculos que amenazaban con romper el traje de Armani de Hércules un escalofrío recorrió su espalda.

Hércules la llevó a un pub del centro. Pidieron un par de copas y charlaron, la música estaba tan alta que les obliga a acercar la boca a la oreja del otro para poder entenderse y él lo aprovechó rozándola con sus labios y sus dientes mientras le hablaba.

Tras unos minutos Hércules no se contuvo más y abrazando a la mujer por la cintura le besó el cuello y la mandíbula. Francesca suspiró excitada, pero a pesar de todo Hércules notó cierta resistencia. Ignorando las indecisiones de la mujer la abrazó y la besó en la boca, explorándola con suavidad y saboreándola sin apresurarse, mientras sus manos acariciaban su espalda.

Sin dejar de besarla deslizó las manos por la resbaladiza seda del vestido hasta agarrar su culo apretándolo y acercando sus caderas contra él, deseoso de que ella pusiese sentir la erección que ocultaban sus pantalones.

—No, aquí no. —dijo Francesca apartándose sofocada como si las caderas de Hércules le quemaran.

Hércules estaba tan excitado que hubiese ido al mismo infierno con aquella mujer. Asiéndola por la cintura la llevó fuera del ruidoso pub y la guio hasta el todoterreno. Antes de arrancar se inclinó sobre ella y la besó mientras acariciaba el muslo que asomaba por la raja del vestido. Ella suspiró y le apartó diciéndole que le llevase a un sitio más íntimo.

Aun tenía las llaves de su viejo apartamento así que la llevó allí. Cuando abrió la puerta la imagen de Akanke recibiéndolo con una sonrisa le asaltó haciéndole vacilar. Francesca lo notó y para evitar unas preguntas que no quería responder se lanzó sobre ella y acorralándola contra la pared la besó con violencia. La mujer sorprendida respondió al beso con la misma ansia dejando que las manos de Hércules estrujaran con violencia sus pechos a través de la seda del vestido.

Abrazándose y tropezando avanzaron hacia el dormitorio. Por el camino Francesca fue quitándole hábilmente la ropa hasta que cuando llegaron a la cama Hércules se vio totalmente desnudo.

Aquel hombre tenía el cuerpo de un héroe griego. Sus músculos se marcaban bajo su piel incitándole a arañarlos y mordisquearlos. Lo tumbó sobre la cama y tras ponerse encima de él le besó durante unos instantes antes de comenzar a recorrer su cuerpo con su boca, sabia a sal y a perfume. Mordisqueó sus tetillas haciéndole suspirar y fue bajando por su vientre, acariciando con sus uñas cada uno de los abultados músculos antes de llegar a su pubis.

Levantó la vista y con una sonrisa traviesa cogió el tallo de su polla con una mano. Sin dejar de mirarle levantó el miembro y lamió su base para continuar con sus huevos. Hércules suspiró de nuevo dejándole hacer y acariciándole suavemente el cuello.

Poco a poco, con desesperante lentitud fue avanzando por el tronco de su polla hasta que al fin llego a su glande. Lo recorrió juguetona con la punta de su lengua, rozándola con sus dientes, sintiendo como crecía por momentos.

Sin aguantarse más lo rozó ligeramente con sus labios antes de abrir la boca y meterse la polla dentro. Dejándose llevar comenzó a chuparla primero suavemente, luego con más fuerza subiendo y bajando por aquel mástil palpitante y sintiendo como todo el cuerpo de Hércules se estremecía y sus músculos se contraían debido al intenso placer.

Había llegado la hora de la verdad. El momento que más odiaba, pero si lo retrasaba más sabría que no sería capaz. Ese chico le gustaba de verdad y lo deseaba con todo su ser. Esperando que los estremecimientos de miedo los interpretara como excitación se puso en pie y se desabrochó los botones que tenía el vestido en el hombro izquierdo.

Intentando librarse de la desagradable sensación de vulnerabilidad que sentía al descubrir su secreto, se bajó la cremallera del vestido quedando desnuda salvo por un culotte delicadamente bordado y las sandalias de tacón.

Sintió los ojos de él clavados en sus pechos redondos, del tamaño de pomelos con los pezones pequeños y erectos por su intensa excitación. Le miró un instantes a los ojos antes de inclinarse para bajarse el culotte. Se incorporó con las piernas muy juntas dejando que observara el pelo oscuro y rizado que cubría sus piernas.

Respiro hondo y cerrando los ojos separó las piernas.

Mudo de sorpresa, Hércules observó como de su entrepierna caía un pene semierecto. Francesca se quedó quieta esperando, con los ojos cerrados y temblando de la cabeza a los pies. Por un momento no supo qué hacer, se quedó petrificado, pero luego se centró en la misión y hasta agradeció que fuese tan diferente a Akanke. Eso le ayudaría a apartar las constantes comparaciones entre las dos mujeres de su mente.

Se levantó y se acercó a Francesca que seguía esperando con la cabeza baja y los ojos cerrados. La mujer, al sentir su presencia, se puso rígida y tembló expectante. Hércules adelantó la mano y acarició su mejilla con suavidad. Francesca reaccionó defensivamente ante el contacto hasta que se dio cuenta de que era una caricia, se relajó y abrió los ojos.

Las manos de Hércules rozaron sus labios antes de introducirlos en su boca. Sintió como los chupaba con fuerza envolviéndolos con su densa y cálida saliva. Al fin relajada, Francesca se dio la vuelta y apoyando las manos sobre un viejo tocador separó las piernas.

Hércules acarició los muslos de Francesca y separó sus cachetes introduciendole con suavidad los dedos embadurnados en su propia saliva en el ano. La mujer soltó un ronco gemido mientras dejaba que Hércules explorara y dilatara su esfínter.

Los gemidos y los estremecimientos de Francesca hicieron que su deseo creciese. Con suavidad acercó la punta de su polla al oscuro y estrecho agujero y con delicadeza la penetró. El calor y la estrechez del culo de Francesca eran deliciosos. Poco a poco comenzó a meter y sacar el miembro de las entrañas de la mujer, cada vez más rápido, cada vez con más fuerza, viendo la cara de intenso placer de ella en el espejo.

Asiendo su melena empujó con todas sus fuerzas mientras Francesca se agarraba con desesperación al tocador para no perder el equilibrio.

Dándose un descanso Hércules tiró de su melena y obligó a la artista a volver la cabeza para besarle de nuevo el cuello la mandíbula y la boca. Cuando se separaron, ella soltó un gemido de insatisfacción al sentir como escapaba el miembro de su culo.

Dándose la vuelta lo besó desviando la atención de Hércules de su miembro semierecto y lo tumbó en la cama. Dándole la espalda se ensartó su polla de nuevo con un largo gemido. Deshaciéndose de las sandalias coloco piernas y brazos a ambos lados del cuerpo de Hércules y comenzó a subir y bajar cada vez más rápido mientras su polla erecta se balanceaba golpeando su vientre.

El placer volvía a ser intenso y apenas se dio cuenta cuando las manos de Hércules agarraron su miembro y comenzaron a sacudirlo con fuerza mientras se corría en su culo. El calor de la semilla del joven unido a sus caricias hicieron que no pudiese contenerse más y se corriese derramando su semilla sobre su propio vientre.

Durante esos instantes sintió una intensa felicidad que pronto se vio disminuida por la sensación de no sentirse una mujer completa.

Hércules apartó a Francesca con suavidad y se tumbó de lado, abrazando su cuerpo para quedarse casi inmediatamente dormido.

Los días siguientes fueron una vorágine de sexo. Hércules la atosigaba y buscaba su contacto constantemente, haciendo el amor una y otra vez hasta que ella rendida y dolorida le pedía una tregua.

Él insistía en ir a todas sus actuaciones fingiendo no poder separarse de ella ni un minuto hasta que por fin un día la llevó al trabajo y observó que llevaba el bolso que aparecía en las fotos del dossier. Era tan grande que bromeó preguntándole qué diablos llevaba allí dentro. Francesca consiguió ocultar bastante bien la tensión cuando escuchó la broma, pero a Hércules no le pasó desapercibida.

No volvió a hablar del tema durante toda la noche y cuando llegaron al piso le hizo el amor consiguiendo que se corriera dos veces y acabara durmiéndose totalmente exhausta.

En total silencio, cogió el bolso y se lo llevó a la cocina. Una vez allí, en la oscuridad, lo abrió descubriendo varios fajos de documentos. Los inspeccionó y los fotografío con el móvil antes de volver a colocarlos en su interior, junto con un diminuto dispositivo de localización por GPS.

Dos días después unos hombres se encargaron de llevársela. Nunca la volvió a ver.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

PRÓXIMO CAPÍTULO: SEXO CON MADUROS

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR :
alexblame@gmx.es

Libro para descargar: “YO, CAZADOR” (POR GOLFO)

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Sinopsis:
La fiscal Isabel Iglesias es secuestrada por un psicópata que trae en jaque a las policías del mundo y al que se le acusa de ser responsable de más de un centenar de muertes. Jefe indiscutible de una oscura secta de fanáticos ha sembrado de sangre las calles de Madrid.
Conociendo su siniestra fama la mujer ya se veía asesinada pero Manuel Arana la sorprende con una extraña propuesta:
“Quiere saldar sus deudas con la sociedad, usándola a ella como instrumento pero antes ¡Debe conocerlo!”.
A partir de ahí, se ve involucrada en un mundo lleno de violencia y muerte que nunca buscó ni deseó. Una historia sobre brujería y erotismo. 
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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:

Capítulo uno

Si en ese momento un desconocido hubiera prestado atención a las gotas de sudor que recorrían la frente de Mariana Zambrano, con seguridad hubiese asumido que las mismas eran producto del nerviosismo por estar rodeada de delincuentes. Nada más alejado de la realidad, la mujer por su trabajo de psicóloga forense estaba habituada a mezclarse con esa clase de individuos, esos que por diversas causas son catalogados como la lacra de nuestra sociedad.
La verdadera razón de su transpiración era mucho más mundana y residía en  los veintiséis grados de temperatura que había que soportar en los pasillos de los juzgados centrales de la Plaza de Castilla. Tanto calor era un contraste excesivo con el frío polar que castigaba inmisericorde a los pocos peatones que se aventuraban a deambular a esas horas por las calles de Madrid.
Esa mañana al despertarse, Mariana Zambrano se había abrigado a conciencia  al recordar que había quedado con la fiscal Iglesias y que la calefacción de ese edificio llevaba estropeada más de una semana. Construido en los estertores del franquismo, hoy en día es un elefante al que hay que inyectar constantemente enormes caudales de dinero con el objeto de tratar de paliar su deterioro.
Supo nada más traspasar el control de seguridad de la puerta principal que se había equivocado: « Mierda», gruñó para sí al sentir sobre su pelo el sofocante chorro que manaba del circuito de ventilación.
El sudor hizo su aparición en su frente, aún antes de llegar a la puerta del despacho donde había concertado la cita. Un estudiante de sociología vería en esos pasillos abarrotados de público, el contexto perfecto donde realizar su tesis doctoral pero para Marina esa fauna formaba parte de su vida diaria y por eso le resultaba sencillo distinguir a los procesados, de sus familiares; y a estos, de los letrados. Con solo mirarlos y debido a su lenguaje no verbal, podía discriminar cual era función de cada uno dentro de la opereta judicial. No era solamente que sus gestos los marcara como miembros de uno de esos grupos, también los delataba su expresión facial o el modo en que entraban en contacto visualmente con los de su alrededor.
Esa sociedad en miniatura se manejaba por un sistema de castas cuya rigidez haría palidecer a cualquier autóctono de la India. La cúpula de la pirámide está dominada por los magistrados y los miembros del ministerio fiscal; justamente debajo, los funcionarios; después los defensores, familiares, procesados y por último, los condenados. Las funciones, los deberes y los derechos de cada grupo estaban predeterminados y ninguna actuación individual podía atentar contra ese orden preestablecido.  
Tras saludar a la secretaria, tuvo que esperar sentada  a que la fiscal la recibiera, lo que le dio la oportunidad de aclarar sus ideas antes de encontrarse bis a bis con esa mujer. Su llamada la había cogido desprevenida. Nunca había creído posible que esa engreída tuviese los suficientes arrestos para bajarse del pedestal de diosa justiciera en el que se había subido para pedirle ayuda. No era que tuvieran una mala relación personal, era que no tenían ninguna. Aunque habían coincidido varias veces en  un juicio, ella siempre había actuado como perito de la parte defensora, es decir, siempre que se habían cruzado profesionalmente, ella había fungido como adversaria y siendo honesta, la psicóloga tenía que reconocer que consideraba que la fiscal era una perra dura e insensible que no tenía ningún escrúpulo en manipular la justicia  a su beneficio. Su único objetivo era conseguir sentencias condenatorias. Para ella, Isabel Iglesias era ese tipo de servidor público al que no le importaban las personas que mandaba a la sombra porque, en su retorcida forma de pensar, no eran más que  un número dentro de un expediente. Por eso le sorprendió su llamada. Marina era dentro de la carrera judicial y sobre todo a los ojos de esa fiscal, una loquera que tenía la vergonzosa costumbre de  justificar los más abyectos crímenes, dándoles la coartada de una enfermedad mental.
«En pocas palabras, me tiene por una blanda», pensó para sí mientras se desanudaba el pañuelo del cuello. Todavía recordaba la mirada que esa mujer le dirigió cuando dos años atrás Joaquín Berrea, un presunto parricida, quedó en libertad gracias a su testimonio: « ¿Qué querrá?».
Cuanto más lo pensaba, más difícil le resultaba difícil justificar que habiendo docenas de psicólogos forenses se hubiese dirigido a ella; sobre todo porque se había labrado la fama de ser proclive a los intereses de los procesados. Supo que iba a saber en pocos instantes el motivo de esa llamada; la puerta del despacho se acababa de abrir y con paso firme, la fiscal se dirigía hacia ella.
Con un deje de envidia no pudo evitar compararse con ella. Mientras a esa mujer le sentaba como un guante el ajustado traje de chaqueta que portaba, ella parecía embutida dentro del suyo.
― Mariana, gracias por venir― dijo la fiscal extendiendo su mano y dándole un fuerte apretón.
Ese gesto casi masculino y que teóricamente denota confianza y seguridad, la hizo sentirse aún más hundida al tener que asumir que por mucho que lo intentase, iba a ser la otra quien llevase la iniciativa. Era y se sabía inferior, por eso no pudo más que obedecer y sumisamente sentarse en la silla que le había señalado.
Un silencio incómodo se adueñó de la habitación. Ninguna de las dos quería empezar la conversación.
― Usted dirá― se atrevió a decir Mariana cediendo el testigo a su interlocutora.
Isabel Iglesias comprendió que no podía  dilatar el motivo que le había llevado a citarla y por eso entrando al trapo, le soltó:
― Le habrá sorprendido que le haya citado después de nuestras pasadas divergencias. Desde hace años, me hice a la idea que usted, a pesar de ser una persona con demasiado buen corazón, tiene una mente abierta que no se deja influenciar por prejuicios.
La muy puta estaba utilizando la estrategia del palo y la zanahoria. Primero le confirma que la opinión que tenía de su persona y como suponía la consideraba una cagarruta, para acto seguido alabar su manera de pensar.  Por mucho que la fachada fuera la de una atractiva cuarentona, era un maldito bicho que disfrutaba jodiendo la vida al prójimo. Era mejor tener cuidado en el trato con ella.
― Gracias por ambos piropos― contestó sin dejarse intimidar.― Usted dirá.
― Espere que cierre la puerta para así poder hablar con mayor tranquilidad sin que nadie nos moleste.
Esa actitud tan reservada en esa mujer era algo nuevo. A la señora Iglesias se la conocía por sus bravuconadas y por su prepotencia casi rayana en el exhibicionismo.  La psicóloga tuvo claro que el tema que quería tratar debía ser importante y por eso se mantuvo en silencio mientras se acomodaba en el asiento.
― Como le estaba diciendo, necesito su consejo experto respecto a un sujeto ― respondió dejando entrever un cierto nerviosismo. ―Pero antes de nada me tiene que prometer que nada de lo que se hable en esta habitación será comentado con nadie. Es demasiado serio y cualquier filtración puede resultar peligrosa.
― Se lo prometo. Mantendré un secreto  absoluto sobre lo que tratemos pero no porque me lo pida, sino porque es mi forma de actuar― contestó molesta por el insulto que escondían las palabras de esa mujer.
La fiscal supo que se había pasado de la raya pero no le importó y haciendo caso omiso a los sentimientos de la psicóloga, se centró en lo que le parecía importante que no era otra cosa que el motivo de esa entrevista:
― ¿Qué sabe de Manuel Arana?
La sola mención de ese nombre produjo un escalofrío en la psicóloga. Escalofrío comprensible porque todo el mundo conocía que ese asesino estaba acusado de ser,  entre otros muchos crímenes, el principal responsable de desencadenar de la sangrienta guerra entre mafias que asolaba Madrid. Su carrera delictiva había empezado hacía  tres años y actualmente era el enemigo público número uno en al menos una docena de países. Creía recordar que incluso existía una abultada recompensa para quien pudiese aportar cualquier dato que llevase a su captura.
― Solo lo que he leído en los periódicos. Se le acusa, además de  ser el causante y máximo responsable de una guerra entre bandas, de fundar y dirigir una secta satánica…
― Bien, pero me refería a cuál es su opinión profesional respecto a ese sujeto.
Esta vez se tomó su tiempo. Sabía que la fiscal le estaba pidiendo una opinión preliminar y no un dictamen pero, aun así, intentó ser todo lo precisa que se podía:
― Como usted sabe no me gusta sacar conclusiones sin haber tenido tiempo de estudiar al sujeto. Pero si me pide una primera valoración: creo que se trata del típico caso de  personalidad narcisista y mesiánica.
Al escucharla, involuntariamente desde su sillón orejero Isabel asintió. Era básicamente su misma opinión. Envalentonada por tal reacción, la psicóloga prosiguió diciendo:
 ― La nota predominante del carácter del señor Arana es su  autoritarismo. Ejerce su liderazgo sin padecer ningún tipo de  remordimiento por la violencia ejercida por su gente y sin que llegado el momento, le importe manchar sus propias manos con la sangre de sus enemigos. Según se dice es también intensamente narcisista, con sueños de gloria,  que se cree ungido por Dios y que a menudo ha mostrado tendencias paranoicas.
― Estoy de acuerdo contigo― contestó tuteándola por primera vez. ― Ahora, quiero que ahora me escuches con atención ― esperó unos segundos antes de continuar: ― Ayer en la noche, ¡Arana me secuestró!
“A las fiesta de tus amigos ve despacio, pero a sus desgracias deprisa”.
Refrán popular.
Los muros de la facultad de economía fueron testigos del día en que nos conocimos Pedro y yo.  Deseosos de triunfar y sin otra alforja que la ilusión que otorga la juventud,  ambos nos inscribimos en Empresariales porque  nos queríamos comer el mundo a mordiscos. Estábamos convencidos que nuestro paso por esa universidad solo era un escalón obligatorio que había que transitar para llegar a cumplir nuestros sueños.
Recuerdo todavía cómo cruzó la puerta de la que iba a ser nuestra clase esa mañana con sus pantalones militares y su corte de pelo al uno, avergonzado por llegar tarde y buscando un hueco libre donde sentarse, la casualidad hizo que ese día nos colocáramos juntos. No teníamos  nada en común y aun así nos hicimos amigos en seguida. Proveníamos de distintos  círculos sociales pero entre los raídos pupitres de la clase no se notaba. A él no le importó que yo fuera el clásico  niño bien, ni yo le di importancia a que su madre le hubiese tenido sin un padre reconocido. Esos convencionalismos estaban obsoletos y fuera de lugar a finales del siglo XX.
Físicamente tampoco nos parecíamos, su pelo casi albino y su constitución delicada hacían resaltar mi tez morena y el  metro noventa que los genes heredados de mis progenitores me habían conferido y que yo me había ocupado de perfeccionar con largas horas de gimnasio. Lejos de esas superficiales diferencias, lo que creo que nos unió fue el ser  unos críos de dieciocho años con toda una vida por delante. Juntos nos corrimos juergas, sufrimos desengaños e hicimos realidad gran parte de nuestras ilusiones. Nunca llegamos a ser socios; nuestra amistad, demasiado valiosa para estropearla por unos euros, no nos lo hubiera permitido pero cada uno compartió  los éxitos del otro como si fueran propios.
La vida nos había sonreído, o eso creí hasta que un funesto día contesté su llamada. Por su tono supe que  Pedro estaba hundido. La confirmación llegó al decirme que esa mañana le habían dictaminado que el cáncer, que había mantenido oculto, se le había reproducido. Desgraciadamente, ese pequeño bulto del costado que le indujo a ir al médico había demostrado ser uno de los carcinomas más virulentos. No había nada que hacer, era una sentencia de muerte. La única duda, que quedaba, era el tiempo que ese verdugo irracional se iba a tomar para hacerla efectiva. La quimioterapia y los demás  tratamientos no habían servido de nada, su único efecto realmente visible consistió en el dolor insoportable que con una infinita fortaleza tuvo que soportar. Los médicos al ver su inoperancia habían claudicado. El diagnóstico era definitivo, le pronosticaron tres meses de vida, de los cuales ya habían transcurrido dos.
Esa tarde fui a visitarle con Pepe, mi mano derecha en la empresa y otro buen amigo. Al llegar al hospital de la Moncloa, el cielo estaba encapotado. Parecía como si el sol, compartiendo mi ánimo, no se hubiese dignado a salir. Negro presagio. Su estado había empeorado. Del hombre duro y vital que se comía los problemas a bocados, sólo quedaba un despojo de piel y huesos tumbado en una cama. Lleno de cables y con una vía conectada en su brazo izquierdo, sonrió al verme entrar en la habitación. Jimena, su mujer, le acompañaba.
Con un rictus de dolor, me pidió que me acercara a su lado:
― ¿Cómo estás?― pregunté, sabiendo que me iba a mentir. Nunca podría reconocer su estado. Los machos, como él, nunca se quejan. Por eso me sorprendió que agarrándome la mano, contestara que se moría, que le quedaban pocas horas de vida y que necesitaba dejar todo atado para cuando él no estuviera.
― No exageres― respondí. ― De peores hemos salido―. Pero en mi interior, supe que tenía razón. Pedro se moría y nada podía hacer para remediarlo, solo aguardar lo inevitable.
― Manuel, necesito que me ayudes― su voz era un susurro, ― durante los últimos años mi compañía ha ido de mal en peor y mi enfermedad  solo ha hecho adelantar su colapso. He perdido hasta mi casa. Cuando muera, los bancos como aves de rapiña se lanzaran por todo. No tengo dinero ni para el entierro.
― Por eso, no te preocupes― contesté estupefacto. Hasta ese momento, siempre había creído  que Pedro era un hombre de negocios con un gran palmarés, inmune a las crisis. Estaba convencido que su mujer iba a heredar un emporio.
― ¡No es eso lo que quiero!― confesó con voz entrecortada por el dolor ― ¡Quiero que me prometas que te harás cargo de Jimena! ¡Te lo  pido por nuestra amistad!
― Te lo juro― respondí. Era como mi hermano en vida, por lo que jamás podría negarle nada en su lecho de muerte.
Agradecido al escuchar de mis labios esa promesa, cerró los ojos para no volverlos a abrir. Tardó tres horas en fallecer. Tres horas durante las cuales, permanecí sujetándole la mano mientras su mujer se asía desesperadamente a la otra. Destrozado, observé cómo se dejaba la vida en cada respiración y cómo su pareja desde los  veinte años veía que se iba apagando bocanada a bocanada y con él, ella.
A las seis con cuarenta y un minutos, los aparatos que le mantenían vivo empezaron a sonar. Una jauría de médicos intentaron reanimarle sin éxito. Ruido, gritos, carreras… tras las cuales una rutinaria frase certificando su muerte:
― Lo siento, el paciente ha fallecido.
¡Se había ido! Sólo su cuerpo vacío nos acompañaba.
Jimena me  abrazó llorando al oírlo. Como  una muñeca rota, la tuve que sujetar para que no se cayera al suelo. Al estrecharla entre mis brazos,  palpé lo desmejorada que estaba. Donde debía haber carne, no encontré más que huesos.  Los meses de la agonía de su marido habían hecho mella en su organismo; nada quedaba de la mujer explosiva que había enamorado a Pedro.
«Pobrecilla», pensé mientras la consolaba, « era todo lo que tenía».
Unidos en nuestro dolor fueron pasando los minutos, durante los cuales no pude dejar de pensar en mi promesa y en que pasara lo que pasase, iba a cumplirla. A  esa mujer, que mis brazos rodeaban, no le iba a faltar de nada  aunque eso arruinara mi vida.
Aproveché la oportuna llegada de unos amigos para escaparme de allí; tenía que  arreglar el  entierro y pagar la deuda contraída con el hospital. No deseaba que lo primero a lo que se tuviera que enfrentar Jimena fuera al dinero.
¡Ya tendría tiempo suficiente!
Dispuse que su despedida fuera cómo él hubiese elegido: por todo lo grande, en la catedral y con un coro cantando. Pedro se merecía una despedida alegre y triunfal acorde con su carácter. Resuelto el desagradable papeleo, retorné a la habitación. Jimena al verme, se lanzó a mis brazos, llorando y diciendo que Pedro había muerto. Estaba tan trastornada que no se acordaba que había estado presente durante su deceso. Por eso no la volví a dejar sola a lo largo de esa noche. No me atrevía dado su estado.
La procesión de amigos y conocidos se prolongó durante horas. Pésames, frases de apoyo y mucha pero mucha hipocresía. Con rabia pensé que algunos de esos que mostraban sus condolencias, en vida de Pedro no hubiesen dudado en clavarle una daga por unos pocos euros.
Ya bien entrada la madrugada, Jimena se durmió apoyando su cabeza en mis rodillas.
Al día siguiente era la incineración, sabiendo su pena hice traer de su casa un vestido negro. En su dolor, se negaba a  separarse del cadáver de su marido. Su duelo, mudo e introspectivo, era total. La  depresión en la que estaba inmersa la había paralizado. Absorta y con la mirada fija en Pedro, no reaccionaba. La enfermera de guardia, quizás acostumbrada a ese tipo de derrumbes, tuvo que ocuparse de ayudarla a cambiarse de ropa.
Fue una ceremonia triste, estábamos despidiendo a la mejor persona que había conocido. Su mujer,  se dejaba llevar de un lado a otro sin quejarse como una zombi. No creo que fuera realmente consciente de lo que ocurría a su alrededor. Habíamos tenido que suministrarle un calmante, no fuese a hacer una tontería. Aun así en el momento de cerrar la tumba, se desmoronó del dolor y gritando, nos rogó que la enterráramos con él porque su vida carecía de sentido.
Entre todos conseguimos tranquilizarla y tras unos minutos de forcejeo, logramos  montarla en el coche. Al salir del cementerio, el chófer preguntó por nuestro destino. No supe que responder; menos mal que Pepe, conocedor de la situación, le contestó:
― A casa de Don Manuel.
Durante la media hora que tardamos en llegar a mi chalet, Jimena se mantuvo callada, llorando en silencio.  Ya en casa, con cuidado, la subimos a la habitación de invitados donde nuevamente mi secretario había tenido el buen tino de ordenar al servicio que colocase tanto su ropa como sus objetos personales. Ella no lo sabía pero esa misma mañana el banco había embargado todas sus propiedades. Totalmente vestida, únicamente se dejó que le quitásemos los zapatos, la tumbamos en la cama y aprovechamos que momentáneamente se había quedado dormida para bajar a la cocina y servirnos un café.
Ninguno de los dos se atrevía a hablar. El frágil estado anímico de nuestra amiga era tan patente que no nos cupo duda alguna que iba a necesitar de apoyo largos meses. Estuvimos unos minutos en  silencio, reflexionando sobre la situación.  Fue Pepe quien pasando su brazo por mi hombro empezó la conversación:
― ¿Sabes dónde te estás metiendo?― dijo preocupado.
― No, pero es mi deber― contesté.
― Manu― por su tono fraternal estaba claro que no me iba a gustar lo que me iba a decir, ― esta mujer está enferma, necesita ayuda. Ayuda que tú no le puedes otorgar aunque quisieras―
― Lo sé pero voy a intentarlo― respondí angustiado.
― ¿Y tu vida?― por la expresión de su cara, compartía y sobretodo comprendía mi sufrimiento. ― Te quiero como un hermano pero conozco tus limitaciones. Tu tiempo lo divides entre el trabajo y tus devaneos. Jimena necesita que le dediques horas, no minutos. Recuerda que en estos momentos, Jimena es una mujer vulnerable.
― ¿A qué te refieres?―pregunté indignado.
― Lo sabes perfectamente. Ahora la miras y solo ves a la esposa de tu amigo pero, el tiempo pasa, es una mujer atractiva…
No le dejé terminar, ¡Cómo podía pensar así de mí! Irritado, me levanté de un salto con sus palabras retumbando en los oídos. Salí de la habitación y encerrándome en el despacho, escuché que cerraba la puerta de la casa no sin antes gritarme que no tardaría en darme cuenta que él tenía razón.
Jimena se pasó el resto de la tarde durmiendo. Usé su descanso  para ocuparme de los asuntos que se habían acumulado en los días que llevaba sin pisar mi oficina.  Pepe se había ocupado de todo, mis citas las había pasado para el lunes y  por medio de un mensajero, me había hecho llegar los cheques que debía firmar. Enfrascado en mi despacho, conseguí  dejarlo todo más o menos solucionado.
¿Todo?… ¡No! Durante ese fin de semana no me quedaría más remedio que hablar con ella y explicarle la delicadísima situación económica en que se encontraba para planear su futuro.
Reconozco que me daba terror abordar ese tema. Si despedir a un empleado ya era de por sí difícil; detallar a una amiga cuan preocupante era el escenario con el que se iba a enfrentar era un cáliz que con gusto hubiese dejado que otro bebiera.
No habían dado aún las nueve de la noche cuando subí a despertarla. Al no contestar a mis llamadas, intenté abrir la puerta pero la había atrancado. Temiendo lo peor tomé impulso y usando mi cuerpo como ariete, conseguí derribarla. Lo que vi me dejó helado. Sobre la mesilla había un vaso y un bote de pastillas vacíos. Sabía lo que significaba,  grité pidiendo ayuda. Al oír mis gritos, subió corriendo la cocinera. Afortunadamente, Paula, de joven, había sido enfermera y entre los dos conseguimos que vomitara el veneno que había ingerido para suicidarse.
― Hay que ducharla― gritó mientras la desnudaba. Paralizado, sólo podía observar sus maniobras. ― ¡Ayúdeme!
Como un autómata, la levanté en mis brazos metiéndome con ella  en la ducha. El agua helada la hizo reaccionar, terminando de echar los barbitúricos que todavía tenía en el estómago.
― Hay que evitar que se duerma, ¡Hágala caminar!― ordenó Paula.
Obedecí sin pensar en la imagen que estábamos dando. Ella desnuda y yo con el traje mojado, andando por la habitación. Durante media hora, la tuve en movimiento. Varias veces se me cayó de las manos, las mismas que la levanté del suelo, obligándola a incorporarse y seguir caminando.
― Váyase a cambiar― dijo mi criada al considerar que ya había pasado el peligro y percatarse del estado de mi ropa. ―Yo me quedo con ella.
Agradecí su sugerencia. Lo primero que hice fue secarme: estaba congelado. Al vestirme, no pude dejar de martirizarme con la certeza de estarle fallando a Pedro. ¡Ni siquiera había podido cuidar de su esposa durante un día!
De vuelta al cuarto, Paula la había conseguido vestir. Jimena estaba consciente pero con la mirada perdida. Sus ojos secos no podían ocultar que su corazón estaba roto y tampoco que en su interior, sangraba.
― Esta cría tiene que comer algo. Voy a la cocina y vuelvo― me explicó la mujer.
Me acerqué a Jimena, sentándome en la cama. Tenerme a su lado provocó que se desmoronara por enésima vez y que  llorando empezara a decirme que lo sentía pero que no quería seguir viviendo. Quizás en otra situación o con otra persona, un tortazo hubiese sido mi respuesta  para hacerla reaccionar pero al verla tan indefensa sólo pude abrazarla y acariciándole la cabeza, intenté calmarla. Resultó en vano. Cuanto más me esforzaba en tranquilizarla, más lloraba. Sus gemidos y llantos se prolongaron largo rato y ni siquiera se calmaron  cuando Paula apareció con la bandeja de la comida.
Cómo la cocinera tenía razón y necesitaba comer, tuve que obligarle a cenar. Jimena se comportó  como un bebé al que había que dárselo en la boca, evitando que lo escupiera y exigiéndole que tragara. No recuerdo cuanto tardé en conseguir que cenara. Al final lo logré tras muchos intentos. Con el estómago lleno, la tensión acumulada durante el día consiguió vencerla y gimoteando, se quedó profundamente dormida.
― Esta muchacha está muy mal, jefe.
― Lo sé, Paula, lo sé― respondí con mis manos sujetando mi cabeza mientras me hundía desesperado en el sillón.
 

Capítulo dos

― ¡No jodas!― soltó Mariana al oír de labios de esa mujer que la noche anterior la habían secuestrado: ― ¿Qué ocurrió?
La fiscal sonrió al oír el exabrupto. Tal y como había deseado, había captado toda su atención:
― Salía de trabajar y en el parking mientras estaba abriendo la puerta de mi coche, dos encapuchados sin darme tiempo a reaccionar me inmovilizaron. Tras lo cual, me metieron en la parte de atrás de una camioneta de reparto con los cristales polarizados. Pienso que eligieron ese tipo de vehículo para que no pudiese ver donde nos dirigíamos pero para serte sincera estaba tan aterrada que aunque hubiese ido en un autobús panorámico, no podría decirte con precisión a donde me llevaron.
Acostumbrada por su profesión a escuchar las violentas vidas de sus clientes, la dureza de la imagen fue lo bastante terrible para provocar en la psicóloga que un brusco estremecimiento recorriera su cuerpo e,  incapaz de reprimir su curiosidad, preguntó a Isabel que era lo que había sentido:
― Creí que me había llegado la última hora. Pensé que me iban a matar. Durante la media hora que me estuvieron dando vueltas por Madrid. Supuse que alguno de los delincuentes a los que había mandado a la cárcel se estaba vengado y por eso cuando llegamos al almacén que era nuestro destino y abrieron las puertas, respiré.
― No te comprendo.
― Verás, lo primero que vi fue a Manuel Arana de pie frente a mí. Lo reconocí al instante y aunque te parezca ridículo teniendo en cuenta su sanguinario currículum,  saber que nunca había tenido nada que ver con su expediente, me tranquilizó.
― Tiene lógica― contestó la psicóloga.
― Lo extraño fue su comportamiento. Nada más verme, me ayudó a salir mientras me pedía perdón por la forma en que sus hombres me habían obligado a ir a verle.
― No es raro― Mariana volvió a interrumpir. ―Él no comete errores, de forma que proyecta en personas de su entorno las posibles injusticias cometidas.
― ¿Me dejas terminar?― protestó airadamente Isabel. ― Si me interrumpes permanentemente nunca vamos a acabar.
― Perdón― masculló intimidada.
― No hay problema. Como temía una reacción violenta, le contesté que no había problema pero que se habían equivocado de objetivo porque yo no llevaba su caso y por lo tanto no poseía información que le pudiera servir.
― ¿Qué te contestó?
― El muy estúpido se echó a reír, preguntándome si no era acaso la fiscal Iglesias. Como comprenderás en ese momento, ya había perdido mi tranquilidad inicial y volvía a estar muerta de miedo. Solo pude asentir y esperar a que continuara.
Isabel Iglesias se estaba desahogando. Llevaba veinticuatro horas, tratando de asimilar lo sucedido y el exteriorizarlo le estaba sirviendo de catarsis.
― Fue entonces cuando sin parar de sonreír, me soltó que no era el monstruo que habían descrito los periódicos. Por tu experiencia: ¿Cabría la posibilidad que este hombre se entregara?
― ¡Nunca! Dicho acto entraría en contradicción con lo que él considera su misión. Debes de saber que Arana se ve como un defensor mesiánico de sus seguidores. Si se rindiera, estaría traicionándolos y lo que es más importante, traicionándose a sí mismo. Necesita la admiración continua y entregarse sería un fracaso.
― Bien, opino lo mismo pero ese loco me dijo que quería hacer las paces con la sociedad y que yo podía ser el canal por medio del cual se llevara a cabo.
― ¿No le habrás creído?
― No soy tan tonta y dudo mucho que el crea que lo soy. Por eso no comprendo sus palabras… Antes de ordenar a sus esbirros que me devolvieran a casa, dijo que no tenía prisa porque cuando lo conociera comprendería que se vio abocado a actuar así.
― Narcisista de libro― masculló la psicóloga.
― ¿Decías algo?
― Nada, pensaba en voz alta. Concuerda a la perfección con mi primer diagnóstico. Para Manuel Arana, todo el mundo que le conoce le ama. O lo que es lo mismo, si estás en su contra solo se puede deber a que no le conoces―. Sabiendo que estaba pisando suelo resbaladizo, se atrevió a preguntar: ― ¿Qué te pareció?
― Esa es la razón por lo que te he llamado. En teoría Manuel Arana es un tipo peligroso, un asesino en serie que debía de haberme repugnado estar en su presencia pero en contra de la lógica la persona que me encontré resultó ser un hombre agradable y hasta cariñoso.
― No te extrañe, esta clase de enfermos suelen tener una personalidad atrayente y en eso basan una gran parte de su éxito.
― Lo sé y eso es lo que más me cabrea. Soy una persona experimentada  que capta a la primera a esta gentuza y con él, he fallado. Debería haber sentido un rechazo frontal y en cambio, incluso me ha resultado simpático.
― Eso es lo que Arana quiere. En su locura desea que sientas empatía por él.
― De acuerdo pero ¿Por qué yo?
― Estos pacientes están permanentemente en busca de reconocimiento y creen que solo pueden ser comprendidos por personas que como él sean especiales. Busca rodearse de talento y belleza y tú: ¡Reúnes esas dos cualidades!
La fantasía nunca arrastra a la locura; lo que arrastra a la locura es precisamente la razón. Los poetas no se vuelven locos, pero sí los jugadores de ajedrez.
Chesterton
El amanecer me sorprendió sentado al lado de su cama. Me había quedado dormido en la butaca. Esa noche, no quise o no pude dejarla sola con su depresión. Al despertarme, Jimena dormía plácidamente mientras el sol de la mañana iluminaba su cuerpo.  Las largas horas de sueño habían hecho desaparecer las ojeras pero no así la palidez  de su rostro.  Debido al calor se había deshecho de las sabanas, dejando su cuerpo al descubierto. Eso me permitió observarla con detenimiento. Una mujer que solo unos pocos meses atrás era bellísima, hoy estaba totalmente demacrada. Los huesos del escote, demasiado  marcados, no podían disimular la rotundidad del pecho que había vuelto loco a Pedro cuando se la presentaron. Sus piernas habían perdido sus formas, se habían transformado en dos palillos. Hasta su piel estaba como ajada, mate, sin brillo.  ¡Daba pena ver en lo que se había convertido!
Decidí no despertarla y aprovechar su sueño para  ducharme. Cerré las persianas para prolongar su descanso y saliendo de la habitación sin hacer ruido, me dirigí a la cocina.
Mi cabeza empezó a funcionar después del segundo café. Reconozco que me cuesta espabilarme por las mañanas; no soy persona hasta que la cafeína corre rampante por mis venas. Ya despierto me desnudé metiéndome en la ducha, no sin antes encenderme un Marlboro.
El vapor del agua, junto con el humo del cigarro, produjo ese ambiente blanquecino y translúcido en el que me sentía tan a gusto. Muchos años de costumbre diaria convierten un hábito insano en una irremplazable y apetecible rutina.
De improviso la mampara de la ducha se abrió, acabando con mi ensoñación y atónito, me encontré con Jimena frente a mí.
― Pedro, ¡Cuantas veces te he dicho lo que me molesta que fumes en el baño!― la oí decir.
Cortado por mi desnudez, me tapé rápidamente con una toalla.
― No soy Pedro― dije mientras salía  envuelto en la tela ― Soy Manuel.
― ¿Dónde está mi marido?― preguntó.
En sus ojos no había rastro de tristeza, sino el enfado al encontrarse en una casa ajena sin su compañía. Noté que me flaqueaban las piernas. Para evitar caerme, me senté en la cama tratando de analizar sus palabras.
 «No se acuerda», pensé al tiempo que asiéndola de un brazo le pedía que se pusiera a mi vera.
― Jimena, Pedro está muerto, ¿No te acuerdas que le enterramos ayer?― le expliqué con el tono más calmado que pude. Interiormente estaba espantado, acongojado por el equilibrio psicológico de la mujer.
Tras breves instantes de duda, la certeza  del recuerdo se reflejó en su cara. El enfado se diluyó en lágrimas que intentó disimular ocultando su cabeza entre las piernas. Se sumergió en  un llanto mudo, donde su respiración entrecortada y el movimiento de sus hombros eran la única manifestación del duelo que sentía. Dejé que llorara durante largo rato mientras  trataba de consolarla.
Más calmada me preguntó con un hilo de voz qué iba a ser de ella.  Con los ojos cuajados de lágrimas, se quejó de que ni siquiera tenía una casa donde vivir.
― Por eso no te preocupes, le juré a tu marido que me iba a ocupar de ti y eso es lo que voy a hacer― contesté con mis manos sobre las suyas, ― lo primero es que te cuides para que no me vuelvas a hacer lo de anoche.
― ¿Qué te hice?― dijo.
Antes de que le respondiera, se acordó.
 ― ¿Qué me pasa, Manu? ¿Por qué me olvido de las cosas?― preguntó angustiada.
― Es normal― afirmé en un intento de tranquilizarla, ― has sufrido un duro golpe pero con mi ayuda lo vas superar.
Ni yo mismo me lo creía. Su única reacción fue mirarme. En sus ojos vislumbré gratitud y amistad, pero también ansiedad y sufrimiento.
No se podía quedar postrada rumiando su dolor. Si no se movía, podía volverse loca; si es que no lo estaba ya.  Levantándola de un brazo, la llevé a la cocina. Me espantaba ver lo delgada que estaba. Huesos sobre huesos. Pensando que gran parte de su estado debía deberse a la debilidad provocada por una deficiente nutrición, decidí que era imperioso que comiera algo.
El olor a café recién hecho inundaba la habitación. La figura bajita y rechoncha de Paula nos saludó con una sonrisa. En la mesa del ante comedor estaba dispuesto un magnífico desayuno, listo para que diéramos buena cuenta  de él.
― ¿Cómo se encuentra hoy, la señora?― preguntó con tono alegre.
Mirándola de reojo, tuve que reconocer  que era una joya de mujer y admitir  que me había tocado la lotería al contratarla hace ya siete años cuando llegó de la República Dominicana con una mano delante y otra detrás. Todavía recuerdo que curiosamente lo que más me había gustado de ella era su timidez. Estaba tan asustada  que fue incapaz de levantar la mirada mientras la entrevistaba. Por el aquel entonces, me jodía profundamente perder intimidad y gracias al  carácter huidizo de esa mujer, pensé que no iba a tener que soportar su presencia más allá de lo meramente profesional. 
― Mejor― debido a la ausencia de respuesta de Jimena, tuve que ser yo quién contestara. ― Siéntate, aquí― ordené a la viuda acercándole la silla.
Me hizo caso sin rechistar y mecánicamente, se bebió el café que le había servido pero rechazó de plano tomar ningún alimento. No tenía ganas.
Por primera vez desde su llegada a mi casa, Paula se sentó en mi mesa y regañándola con cariño,  insistió:
― Tiene que cuidarse, los males del corazón se agravan con los males del cuerpo. ¡Hágame caso!, ¡Coma un poco de tostada!― le susurró mientras le metía un trozo en su boca.
Anonadado, observé cómo con una paciencia digna de encomio la negrita conseguía que se terminara el plato que le había puesto enfrente.
― Gracias― fue todo lo que pude decir. Toda la ayuda que me brindaran era poca. Nunca en mi vida había  tenido una mascota, siempre había reconocido y asumido mi total  incapacidad de hacerme cargo de un ser vivo, por lo que ocuparme de una mujer enferma me sobrepasaba de largo.
En ese momento, caí en la cuenta que como única vestimenta seguía llevando  la toalla que me había enrollado al cuerpo  al salir de la ducha. Azorado, me excusé diciendo que tenía que vestirme, que no era apropiado el estar así vestido. Con una carcajada, Paula me contestó que hacía bien en irme a vestir, porque estaba demasiado atractivo para una vieja como ella y no fuera a ser que tanta belleza, le hiciera hacer algo de lo que más tarde tuviese que arrepentirse. Ese comentario soez cumplió con su objetivo al conseguir arrancar una débil sonrisa de los labios de Jimena.
Ya solo me afeité con rapidez mientras ellas terminaban de desayunar. Fue a la hora de vestirme cuando me entraron dudas sobre que ponerme. No sabía lo que iba a hacer ese día pero lo que tenía claro era que tenía que intentar que saliera de la casa para que le diese el aire y el frío de Madrid la animara. Cogí del armario unos vaqueros y una camisa azul oscuro. «Los colores son importantes. Está de luto», medité al ponérmelos. Entretanto la cocinera, después de recoger los platos del desayuno, había  subido a vestirla. Ella tampoco se fiaba de dejar a mi amiga sola. Con esa ternura que sólo las mujeres que han sido madre pueden tener, le abrió el grifo de la bañera y templó el agua para que se bañara. Jimena se desmoronó otra vez al sentir el calor del agua recorrer su cuerpo. Todo le afectaba, daba lo mismo el motivo.
― Tranquilícese― le pidió Paula y cogiendo una esponja la empezó a bañar, ― el señor no va a permitir que nada le pase. Si usted me deja, yo la cuidaré hasta que se ponga buena.
Sin esperar su autorización, lentamente le fue enjabonando la espalda.  Jimena se dejó hacer, no tenía fuerzas ni ganas de oponerse. Al irle a aclarar el pelo, le pidió que se levantara. Verla en pie le permitió percibir en plenitud la extrema delgadez de su cuerpo desnudo. Era una mujer alta. Todo en ella  apuntaba las penurias por la que había pasado. Tenía los brazos cruzados intentando tapar sus pechos; tentativa condenada al fracaso tanto por el poco grosor de aquellos, como por el volumen desmesurado de sus senos. No haciendo caso a la vergüenza que sentía la pobre niña, siguió lavándole las piernas dejando que se aseara ella sola su sexo.
Acercando una toalla, la envolvió en ella para secarla. Un quejido salió de su garganta, al observarse en el espejo Jimena fue  consciente quizás por primera vez en meses del  deterioro de su cuerpo.
― Ya engordará― le soltó sabedora de lo que sentía y cogiendo un bote de crema, empezó a embadurnarla tratando de devolverle la elasticidad perdida a su piel.
El masaje se prolongó durante veinte minutos, durante los cuales, Paula no dejó de recapacitar en la desgracia de la chica: quedarse tan joven viuda, sin dinero y teniendo como único apoyo al amigo de su difunto esposo, el cual, por muy bien que se portase no dejaba de ser un extraño. No era ni normal ni justo. «Pero la vida nunca lo es», pensó recordando a esos hijos que tuvo que dejar al cuidado de la abuela cuando emigró a España con el objeto de darles  una vida mejor.
― Vamos a vestirla― le espetó de improviso y revisando su ropa, le eligió un discreto traje  de chaqueta gris. ― Voy a decirle al señor que se la lleve a dar un paseo mientras yo ordeno sus cosas― y sin dejarla protestar, la peinó y poniéndole un poco de perfume, la echó del cuarto.
Estaba en el hall de entrada cuando la vi bajando las escaleras. Me sorprendió su transformación. Paula había obrado milagros, la Jimena que descendía por los escalones se parecía más a la mujer impresionante de hace unos meses que a la trastornada de hacía  cuarenta y cinco minutos. Su negro pelo enmarcaba un rostro dulce donde sus ojos de color marrón realzaban su belleza.
― Estás deslumbrante.
Un esbozo de sonrisa fue mi recompensa. Nadie es inmune a un piropo, siendo además una inocua pero efectiva medicina para mejorar la autoestima. Ya sea hombre o mujer el receptor de la flor, su efecto es el mismo. Sólo cambian los adjetivos y el aspecto a realzar. No se me ocurriría decirle a un amigo: “¡Qué figura se te ha quedado!”. O a una mujer: “¡Con el ejercicio te estás poniendo cachas!”. Una mujer de cualquier edad siempre acepta de buen grado que se le diga que está atractiva y Jimena no fue  diferente. Su propia pose cambió al oírme, levantando la cabeza a la vez que se incrementaba el contoneo de sus caderas.
Tuve que convencerla para salir a dar una vuelta, ella insistía en que no le apetecía y que no le importaba quedarse sola en el chalet. Sólo dio su brazo a torcer cuando poniéndome serio la amenacé con llevármela a la fuerza. A regañadientes se subió al coche. Comportándose como una niña malcriada que está haciendo un berrinche, se negó a colocarse el cinturón de seguridad y tuve que ser yo quién se lo atase e incluso quién le acomodase a su altura el respaldo del asiento.
Sin dirección fija arranqué el vehículo. Adonde no era importante, la mujer necesitaba distraerse.   Las musas tuvieron piedad de mí cuando de repente se me ocurrió llevarla al zoo. Enfilando la Castellana, me dirigí hacia la M-30. Hacía un típico día de noviembre en Madrid, frío y con esa luz velazqueña de la que tanto hablan los pedantes. Jimena no había emitido palabra durante el trayecto, se limitó  a mirar por la ventana, observando a las personas que andaban por la calle un sábado en la mañana. Intenté darle conversación mostrándole a los guiris que hacían cola en el museo del Prado con sus atuendos de turista y su piel enrojecida por un sol al que no estaban habituados, pero solo obtuve un gruñido por respuesta. El escaso tráfico nos permitió llegar en cinco minutos a la entrada del túnel. Justo cuando iba a entrar a esa obra faraónica de treinta kilómetros de subterráneos que vertebra la ciudad, abrigué miedo que en su estado sintiera claustrofobia y desándara el camino recorrido, hundiéndose de nuevo en su dolor. Para evitarlo, decidí ir a la Casa de campo por el exterior. Las obras inacabadas del Manzanares fueron nuestra compañía.
Lo primero que oímos al estacionar fue la risa y las peleas de los niños que hacían cola para entrar al zoológico. Con morriña, recordé a mi madre llevándome de la mano para que no me perdiera. Instintivamente, cogí la suya. Pero en este caso, no  era a mí sino a ella a quien tenía miedo de perder. Lo hice como algo natural sin pensar en que parecíamos dos enamorados visitando el parque y que si alguien nos hubiera visto, hubiese podido pensar en lo pronto que nos habíamos repuesto, o lo que es lo mismo que pudiera inventarse un chisme sabroso que haría las delicias de los cotillas. Jimena, lejos de retirar su mano, me la apretó con fuerza. Para ella, ese sencillo gesto era  un apoyo necesario.
Hacía muchos años que no estaba en el zoo. Como a unos críos, los animales nos hicieron olvidar momentáneamente nuestras vidas. Nos impresionó  el tamaño de los elefantes, nos reímos en la jaula de los monos y nos asqueamos viendo a las tarántulas. Estábamos acercándonos donde estaban los osos, cuando una oca decidió que había invadido su espacio vital. Yo con mi despiste habitual no la vi venir y sólo cuando sentí un picotazo en mi pierna derecha, me di cuenta de la agresividad del animal. Mi rápida huida provocó la carcajada de la muchacha. Mi enfado se tornó en risa uniéndome a la suya, cuando el puñetero bicho cambio de objetivo y la atacó a ella, dándole un certero mordisco en el trasero. Era una gozada el verla reírse después de lo que había pasado.
Relajados, nos paramos en  un chiringuito a comer algo. Sin preguntarle, pedí dos especiales y dos coca―colas. Nunca he sido un forofo de la comida rápida, me parece insulsa y asquerosa, pero tengo que reconocer que los llamados hotdogs son otra cosa; la combinación de pan, salchicha, cebolla, tomate y mostaza me parece una delicia. Es más, cada vez que voy a Nueva York tengo que hacer una parada obligatoria en el puesto de perritos que hay en una de las entradas del Central Park. No sé si será algo freudiano pero me vuelven loco.
Mientras nos atendían, Jimena encontró una mesa en el exterior del local donde sentarnos. La camarera fue eficiente y en menos de dos minutos nos había preparado el pedido. Con la bandeja me dirigí hacia  la terraza donde Jimena me esperaba, haciéndome señas con la mano.
Me senté frente a ella.
― No tienes idea de los años que llevo sin comer uno de estos― me comentó cogiendo un perrito y metiéndoselo en la boca.
― ¿No te gustan?― pregunté extrañado, no era posible que no fueran de su agrado. No se lo estaba comiendo sino que  lo estaba devorando.
Tuvo que tragar antes de contestarme, cosa que no fue fácil debido al tamaño de la porción que estaba masticando. Bebió un poco de refresco para ayudarse:
― Al contrario, me encantan. Pero Pedro, mi marido, me los tenía prohibidos― en su voz no había ni un deje de protesta, como mucho un atisbo de tristeza.
― Lo vas a echar de menos pero tienes que seguir adelante.
― Lo sé pero es que él era todo para mí― contestó casi a punto de llorar, ―desde que nos hicimos novios dejé que organizara mi vida. Él se ocupaba del día a día mientras yo únicamente vivía para cuidarle y, ahora, no está.
Su confesión me hizo recordar el extraño carácter de un amigo al que desde joven llamábamos Hassan por lo machista y celoso que era. No me extrañaba lo que me había contado; formaba parte de su forma de ser, cuadriculada y perfeccionista. Si creía que algo era perjudicial, lo apartaba sin contemplaciones de su lado. Hace años, cayó en sus manos un reportaje sobre la leche y sus efectos sobre el organismo, donde se hacía una dura crítica a su consumo y desde entonces no volvió a probarla. En cambio, Pedro era un experto enólogo. Cuando tomándole el pelo le recriminaba los perjuicios del alcohol, me rebatía enojado que por sus antioxidantes el vino era el elixir de la inmortalidad. ¡De poco le habían servido los miles de litros que se había bebido!
Volviendo a la realidad, miré a su viuda. Esta lloraba calladamente mientras se terminaba la Coca-Cola. Su soledad y la incertidumbre de su futuro me agobiaron. Me sentía responsable de ella, no sólo por la promesa realizada sino por mi tendencia a involucrarme en los problemas de los demás. Desde niño mi padre me llamaba defensor de causas perdidas.
Me levanté a abrazarla, ella necesitaba  consuelo y a mí me urgía el darlo. Jimena hundió su cabeza en mi pecho al sentir que mis brazos la envolvían. Sin cambiar de postura traté de expresarle que no tenía por qué agobiarse, que no estaba sola,  pero mis palabras lejos de producir el resultado apetecido azuzaron el volumen de  sus lamentos. Entonces decidí callarme. De nada servía seguir hablando, sólo le hacía falta verse arropada mientras descargaba su congoja. Cuando una anciana se acercó a darnos un pañuelo con el que la muchacha  secara sus lágrimas, caí en la cuenta  que todo el restaurante nos miraba. Incómodo, le pedí que nos fuéramos. El zoo había perdido su magia y nos sentíamos fuera de lugar. La estridente risa de los niños se había convertido en una tortura para nuestros oídos.
Sin mediar palabra, nos subimos en el coche. Un denso silencio nos envolvía. Tratando de romperlo, encendí la radio. Cogiendo mi mano,  me rogó que la apagara. No pude contradecirle. Acelerando, deseé llegar a casa cuanto antes. Al igual que a la ida, la ausencia de coches nos permitió hacerlo con rapidez.
Jimena estaba destrozada. Nada más entrar, me suplicó que la dejase sola. Traté que se tomara un té pero no pude insistirle. La puerta cerrada del cuarto no evitó que su llanto se oyera por toda la casa. Sin saber qué hacer encendí la televisión, no tanto en busca de una vana distracción sino como medio de ocultar el sonido de sus lamentos. Haciendo zapping, busqué un programa que aliviara mis propias penas pero me resultó imposible. Todas las cadenas estaban emitiendo programas basura donde unos desgraciados cuentan su inútil vida y sus frívolas experiencias. Todo ello, dentro de un ambiente de morbo y degradación. Cabreado, la apagué. Bastante mierda me rodeaba para que esa bazofia me jodiera aún más.
En ese momento, entró Paula por la puerta y acercándose a mí, en voz baja me preguntó dónde estaba la muchacha. Al contestarle que en su cuarto, respiró pidiéndome que la acompañase a la habitación donde estaban las pertenencias  de Jimena que acababan de llegar. Tanto misterio, picó mi curiosidad y como un perrito siguiendo a su ama,  fui tras de ella.
No tardé en saber que era aquello que tanto la incomodaba:
― Señor, quiero mostrarle algo― hizo una pausa antes de continuar,― cuando ustedes salieron, estuve ordenando la ropa de su amiga y al terminar, bajé a ver si algo de lo que estaba en esta habitación le podía ser necesario. ¡Mire lo que me encontré!― dijo señalando dos cajas.
Con sensación de cotilla, de estar violando su privacidad, abrí la primera de ellas. Me quedé de piedra al encontrarme un completísimo instrumental de práctica sadomasoquista. No faltaba nada, esposas, bozales, látigos y muchos otros aparejos cuyo uso no quería siquiera imaginar. Avergonzado por mi descubrimiento, cerré la caja. No podía creer que  Pedro y Jimena fueran aficionados a esa clase de depravación. Tratando de quitar importancia al asunto, expliqué a mi cocinera que  en algunas parejas el sexo duro era normal; que era un modo de entender la sexualidad como cualquier otro. Lo  que no me esperaba fue la reacción de la mujer. Sin decirme nada, abrió la segunda caja. Por su actitud, debía ser algo peor aún pero al echar una ojeada a su interior no vi más que objetos inútiles, cuya función si es que la tenían desconocía por completo.
 Asumiendo mi total ignorancia al respecto, dijo:
― Todo esto forma parte de los útiles de un brujo.
Si hubiera visto un burro volando, me hubiera extrañado menos que sus palabras.
― ¿Estás insinuando  que Jimena, mi amiga, es una bruja?― enojado, repliqué.
― No señor, ella no. Fíjese― insistió señalando un bastón ― es una vara de brujo. En mi país es un símbolo de poder masculino, sólo  lo pueden usar los bokors, nunca una mujer.
― Entonces Pedro era un bokor― le contesté sin poder evitar una sonrisa y sin saber con seguridad que significaba ese término.
― No se lo tome a risa― estaba indignada por mi incredulidad,― los bokors son hechiceros que controlan a demonios y que siembran el mal por donde pasan. ¿Sabe Dios, que le ha hecho pasar a esta pobre niña?
― Por favor, Paula, ¡Eso son sólo supersticiones! Debe de haber otra explicación. Seguramente coleccionaba estos chismes como mera diversión. Te puedo asegurar que mi amigo no era un brujo ni nada que se le pareciese.
― Ojalá tenga usted razón― contestó  entre susurros  y persignándose, cerró la caja, ― pero si es verdad lo que pienso y era un bokor, con su muerte se han liberado los malignos.
Masoquismo, brujería, seguía sin cuadrarme porque de ser así nunca había llegado a conocer a la persona que consideraba un hermano. Ahora no era el momento de preguntar a Jimena. Si quería ayudarla, nada se debía interponer entre nosotros y quizás al saberse descubierta, al estar al corriente que conocía esa oscura afición,  eso pudiera convertirse en  una barrera imposible de franquear.
― Paula, te voy a pedir que no le digas nada a la señora. No quiero que piense que hemos revisado sus cosas sin su consentimiento.
― No se preocupe― escuché su contestación.
Lo habría negado pero estaba intranquilo por todo lo que había visto. Saliendo de la habitación, me fui directamente al despacho y tras encender el ordenador, me metí en Internet con el propósito de averiguar algo sobre brujería.
Cuanto más me informé, más ridículo me pareció todo. Nadie en su sano juicio podría creer en esas memeces y menos una persona cultivada y educada en el mundo occidental. Todo lo que leía era producto del  analfabetismo y la incultura. Zombis, almas encadenadas, ron y mujeres. Chorradas para incautos y turistas que desgraciadamente muchas personas creen.  Negocio para gente sin escrúpulos, una forma como otra cualquiera para explotar la incultura. Pero aun así, algo me seguía reconcomiendo y proseguí leyendo. Así me enteré de la diferencia entre houngan y bokor. Lo que simplificando podría ser  “mago blanco” y “mago negro”, aunque tal distinción  es absurda en el culto vudú. Tanto unos como los otros utilizan la misma magia, siendo la única discrepancia sus fines. A los bokor se les define como seres intrínsecamente perversos, cuya existencia está dirigida a la dominación de los que le rodean. 
Seguía todavía absorto en la lectura, cuando escuché que Jimena salía de su habitación. Como no quería que me pillara leyendo sobre ese tema, me salí de las páginas sobre ocultismo entrando en las de un periódico.
― ¿Qué haces?― preguntó.
― Nada, leyendo que ha ocurrido por el mundo. Últimamente  todo son malas noticias, ya sabes la crisis…― contesté apagando el portátil.
Mi amiga me dijo que tenía ganas de salir a pasear. La casa le agobiaba, por lo que fuimos a dar una vuelta para distraernos. Durante el paseo, le pregunté por su infancia. Aunque conocía a esa mujer desde hacía muchos años, no sabía nada de sus padres, solo que habían muerto hace tiempo. Esa tarde, me contó que su viejo había sido militar de carrera y que aunque había nacido en Madrid, toda su niñez la pasó deambulando de una ciudad a otra sin domicilio fijo, dependiendo de los destinos que tuviese su padre en cada momento. De su madre  no se acordaba, murió siendo ella un bebé, por lo que nunca tuvo una figura materna, como mucho y tras un gran esfuerzo conseguía recordar breves atisbos donde una mujer de pelo largo la cuidaba. Al darme cuenta  que esa conversación empezaba a transcurrir  por malos derroteros, cambié radicalmente  de tema preguntándole si tenía frío. Jimena, con una sonrisa cómplice, me dijo que no hacía falta que me preocupara tanto. Según ella, todos los recuerdos de esa época eran felices y que, lejos de entristecerla, le servían para seguir adelante.  Podía estar dolida, jodida y echa papilla pero era una mujer inteligente.
Ya de vuelta, estaba anocheciendo. El sol en el ocaso coloreaba el cielo dándole una tonalidad rojiza. Siempre me había encantado ese fenómeno:
― Mira la puesta de sol.
Noté como la angustia recorría su cuerpo.  Angustia que me contagió al escuchar su respuesta:
― Parece  sangre.
No me había fijado pero en ese instante las nubes asemejaban una herida que se derramaba en un gran charco formado por el horizonte. La dureza de esta visión, me incomodó. Como estábamos  cerca del chalet, acelerando el paso, busqué el familiar cobijo de sus paredes.
Recibí con alegría el olor que provenía de la cocina. Durante nuestra ausencia, Paula nos había preparado la cena y sin apenas quitarnos los abrigos, nos sentamos en la mesa.  La caminata me había abierto el apetito por lo que aplaudí efusivamente  la llegada de la negra con  la sopera. Sin hacer caso a los reproches de Jimena, ordené que nos sirviera bastante a los dos.
― Está claro que me quieres cebar― protestó.
― Estás demasiado delgada y algo de chicha no te vendría mal― contesté bromeando cuando sonó el  teléfono.
Disgustado me levanté a contestar. Resultó ser mi secretario para recordarme las citas y demás asuntos que tenía ese  lunes. Con su perfeccionismo habitual me entretuvo durante  cinco minutos. José es una máquina que en cuanto se pone a funcionar no para.
― Pepe, ¡Estoy cenando! ¿Algo más?― protesté. Por mi tono supo que me había importunado su interrupción y disculpándose se despidió.
Al volver al comedor, Jimena no había probado la sopa.
― Come― le pedí, ― se te debe de haber quedado helada.
― Te estaba esperando― comentó apenada.
― Gracias pero no hacía falta. Ahora come― dije mirándola con curiosidad. En ella había una tensión que no comprendía, seguía sin hacer siquiera intento de llenar su cuchara. Con gestos le azucé  que comenzara.
Sus ojos se llenaron de lágrimas:
― No puedo hasta que tu empieces.
Comprendí que era algo condicionado, físicamente se sentía incapaz. Pedro le había enseñado que siempre el primero que debía comenzar era el señor de la casa y ahora esa figura era yo. Por mucho que intenté romper ese hábito diciéndole que era una tontería, no pude. Me parecía inaudita la forma en la que el que consideraba mi mejor amigo se había comportado con su mujer. No era sólo machismo de la peor especie, era sumisión, pura y dura. Sabiendo que era una lucha a medio plazo, probé el guiso. La tirantez desapareció de su rostro y empezó a comer.
No habló durante el resto de la cena. Se sentía avergonzada. En su fuero interno, debía de saber lo grotesco de su postura. Yo, por mi parte, seguía perplejo:
«El dominio ejercido sobre esta mujer debió de ser brutal», pensé recordando las cajas que habíamos descubierto, « no puede seguir así, tengo que explicarle que eso se había terminado».
Desde la adolescencia había sido un golfo, un mujeriego siempre dispuesto a la conquista de un nuevo trofeo pero jamás había considerado a una mujer como un objeto merecedor de ser encerrado en una vitrina con el único propósito  de ser observado y valorado como una obra de arte.
Estábamos tomando el café, cuando conseguí armarme  de valor y le dije:
― Jimena, tenemos que hablar.
― Estoy muy cansada, ¿Podemos dejarlo para mañana?― la amargura impregnada en su contestación me convenció a la primera. Suficientemente dolorosa era su cruz para que yo le añadiera otro clavo, insistiéndole.
― Claro, no urge― respondí.
Aunque hubiese podido forzarla, no quise que en su mente me viera como un ser injusto que se quería aprovechar de su estado.
«Menos mal que no soy padre», medité viendo a la muchacha levantarse, «me tomarían el pelo sólo con soltar una lágrima de  cocodrilo o con darme un besito con abrazo de oso. Siempre me he reído de las mujeres por eso y ahora me doy cuenta que  soy igual».
Desde mi silla, observé  como Jimena se despedía de Paula diciéndole que se iba a la cama. La cocinera, maternalmente, le dio un beso en la frente, deseando que pasara una noche tranquila.
― Necesita descansar.
Con paso cansino, salió del comedor, subiendo por la escalera. Parecía que tuviera miedo a la noche. La perspectiva de tener que hablar conmigo sobre Pedro y reconocer el grado de sometimiento que había llegado a alcanzar durante su matrimonio, la empujaba a irse contra su voluntad.
Me había quedado solo, como tantas otras noches pero en esta ocasión la soledad me incomodó, por lo que decidí hacer un poco de deporte que mantuviese mi mente ocupada. En mi habitación tenía una bicicleta estática. Desde hacía años, había tomado la aburridísima costumbre de ejercitarme mientras ponía la tele durante al menos  una hora todas las noches, haciéndola coincidir con la noticias. Esa noche mientras me dirigía hacia mi cuarto, pasé por delante de la habitación donde dormía la muchacha. La puerta estaba abierta. Jimena debía de estar en el baño. Sobre su cama, perfectamente colocado estaba el camisón que esa noche se disponía a usar. Aunque no llegué a verla, supuse que estaba bien.
Después de ponerme una camiseta y un pantalón corto, empecé a pedalear tranquilamente. Sentí que era el ejercicio lo que necesitaba para relajarme. La monotonía de las pedaladas me permitía concentrarme en mis pulsaciones. Un viaje introspectivo, durante el cual fui notando cómo evolucionaba mi respiración, como mis poros se abrían, permitiendo que mi cuerpo se liberara con la sudoración. Una vez superada esa fase inicial, incrementé la resistencia.  Cada uno de los giros de la rueda era una empinada cuesta que vencer.  El sudor me caía a chorros, la camisa empapada se pegaba a mi espalda y mis pulmones absorbían el esfuerzo en profundas bocanadas.
En ese momento, supe que estaba acompañado.
Al girarme, vi a Jimena de pie bajo el marco de la puerta sin atreverse a entrar. Se notaba que se había duchado. Su pelo, todavía húmedo, mojaba el camisón casi transparente que se había puesto. Era una visión provocadora, con su escote dejándome entrever las pronunciadas curvas de sus pechos. La luz del pasillo al atravesar la tela, me mostraba su silueta desnuda, convirtiéndose en copartícipe involuntaria de mi lujuria.  No sé cuánto tiempo estuve contemplándola, estudiándola de arriba a abajo, deteniéndome en su cuello, en la forma de sus hombros. Pude observar como sus pezones se endurecían al notar la caricia de mi mirada. Adiviné por su tonalidad oscura el inicio de su sexo. Iba descalza. Las uñas de sus pies pintadas de rojo resaltaban con la blancura de su piel.
Incómoda al saberse estudiada pero sobretodo deseada, rompió el silencio:
― Disculpa, venía a decirte que me iba a la cama― me dijo a la vez que con sus labios me daba un beso en la mejilla.
Un beso casto que estuvo a punto de hacerme perder la razón. Faltó poco para, que estrechándola entre mis brazos, la hubiera despojado de su ropa y allí mismo me lanzara entre sus piernas haciéndole el amor. Algo en ella me atraía, me volvía loco. Solo el  pensar que era la viuda de mi amigo recién enterrado me detuvo. Excitado, le di las buenas noches. Mi mente me felicitaba por no caer en la tentación, al contrario que todo mi cuerpo que se rebelaba presionando las costuras del pantalón. Algo me estaba cambiando en lo más profundo, el deseo no me permitía respirar.
«No soy un hijo de puta», pensé. Nada de eso era lógico. Asustado por lo que representaba, repasé mentalmente que me podía haber llevado a esa situación sin encontrar respuesta. ¡Jimena nunca me había atraído!. Buscando una explicación plausible, decidí que quizás solo era el morbo a lo prohibido o por el contrario que desaparecido Pedro estuviera aflorando una atracción oculta durante años  por ella. Con estos pensamientos torturando mi mente, me metí en la ducha.
Nada mejor que el agua fría para calmarme. Recibí su helado abrazo con impaciencia, las gotas iban cayendo y apaciguando mi calentura. Poco a poco el tamaño de mi pene volvió a la normalidad pero el fuego seguía ardiendo dejando bajo una estrecha capa de ceniza, rescoldos que cualquier gesto podía avivar convirtiendo mi cuerpo en un incendio.
Disgustado conmigo mismo, me acosté tratando que el sueño me hiciera olvidar ese mal rato. Pero lejos de sosegarme, no dejé de recibir en mi cerebro imágenes  de Jimena haciéndome el amor. Imágenes donde sumisamente me provocaba, mostrándose y exigiéndome que hiciera uso de ella como hembra. Como si estuviera en el cine por mi imaginación se emitían  pequeños episodios. En ellos, me llamaba a su lado pellizcándose  los pezones o insistía en que la atara a la cama mientras se introducía toda mi extensión en la boca.  Sin poderme aguantar, mi mano se apoderó de mi sexo y en un alarde onanista, liberé mi tensión derramándome sobre las sábanas.
No recuerdo si había conseguido quedarme dormido o no, cuando un grito sobresaltó la quietud de la noche. Saltando de la cama, corrí hacia su cuarto pero nada más salir de mi habitación, me quedé paralizado. La viuda de mi amigo, la mujer que en mi imaginación acababa de hacerme el amor, yacía acurrucada en el rellano de la escalera. Aterrorizada, no dejaba de balbucear incoherencias. Daban miedo sus ojos, colmados de locura y sin vida. Al acercarme a ella, pisé algo líquido. Líquido que descubrí asqueado que brotaba de sus piernas, creando un charco en la alfombra.
Impresionado, cogí a Jimena entre mis brazos. Fuera lo que fuese que hubiese soñado esa mujer, produjo en ella un pavor inexplicable.
― ¡No dejes que vuelva!― fue todo lo que conseguí entender de sus palabras antes que se  desmayara.
De no haberla agarrado, se hubiese caído al suelo. Como un peso muerto  la deposité sobre mis sabanas. Tratando de auxiliarla, busqué un camisón seco que ponerle. Mi atracción había desaparecido y sólo la urgencia motivó que la desnudase para cambiarla. En sus pechos descubrí  marcas de mordiscos que podía jurar ante un juez una hora antes no estaban. Era como si hubiese sido atacada por un salvaje. Cogiendo una esponja mojada, fui limpiando sus heridas mientras ponía en orden mis ideas.  Las señales de dientes eran claras, era imposible que ella se las hubiese podido haber auto infligido. Desconocía su origen, quizás Jimena estuviera somatizando sus traumas y que estos solo fueran una forma física de sus dolencias psicológicas, pero nadie me podía negar su existencia:
¡Los mordiscos estaban allí!
Mientras tanto, mi amiga se mantenía  en un duermevela, interrumpido frecuentemente por gemidos de angustia que no la llegaban a despertar pero que tampoco permitían que profundizara en el sueño. Aprovechando un momento de quietud en el que parecía que se había dormido, fui en búsqueda de Paula.
Hasta esa noche nunca había entrado en su cuarto, por lo que dudo si fue mayor su sorpresa por encontrarme  allí en su puerta o la mía al verla rezando ante un pequeño altar casero realizado a base de imágenes de santos.
― ¡Ven!  ¡Te necesito! ― fue todo lo que alcancé a decirle mientras tiraba de ella.
No hallé asombro en sus ojos mientras le explicaba lo sucedido,  sino la confirmación de sus peores temores. Al llegar a la habitación, como un médico examinando a una paciente  revisó las marcas de mordiscos y pidiéndome ayuda para darle la vuelta, descubrió que también las tenía en espalda y glúteos. Cuando hubo acabado, salió de la habitación, volviendo instantes después con una vela blanca.
― ¿Qué haces?― pregunté alarmado.
Haciendo caso omiso a mis palabras, se arrodilló frente a la muchacha y mientras rezaba en un idioma extraño para mí, encendió la llama. Sólo cuando la luz de la vela ya iluminaba la estancia, se giró para contestarme:
― Tranquilizarla― respondió extrañada de que no supiese interpretar sus actos.
Volví mi cabeza para observarla. Jimena se había hundido en un sueño sosegado. En su cara había desaparecido la rigidez y con gesto sereno, dormía como una niña. Lo sorprendente fue cuando abriendo su escote, Paula me mostró que no quedaba rastro de las señales que tanto me habían asustado. No podía ser real, ¡La piel de sus pechos volvía a tener un aspecto sedoso! ¡Nada quedaba del maltrato que habían padecido!
― Parece cosa de magia― murmuré sin atreverme a alzar la voz.
― Es magia, blanca pero magia― contestó señalándome el pasillo para que saliera de la habitación.
Fui tras ella. Siguiendo sus pasos, pude ver como entraba en el cuarto de invitados olfateando el aire en búsqueda de no tengo ni idea qué vestigio o resto. Deshizo la cama, estudiando las sabanas. Entró en el baño, encendió la luz, escudriñándolo todo. Sin Hacer ruido, cogió una escoba y barrió concienzudamente todas las estancias. Parado en la puerta, sin adivinar la razón de  sus acciones, comprendí que de alguna forma estaba tratando de averiguar que le había pasado a la mujer y que no me iba a quedar más remedio que convertirme en un mero espectador de lo que de ahora en adelante pasara en mi casa.
Acto seguido, me preguntó dónde me la había encontrado.
― Ahí, en el centro del pasillo― expliqué.
Fue al lugar exacto  donde le había señalado y mojando sus dedos en el charco todavía caliente, se los llevó a la boca. De no haber sido por lo aterrorizado que estaba, no hubiera podido resistir la repugnancia de verla saboreando los orines. Ya nada me escandalizaba por lo que no me pareció raro que me pidiera que me sentara con ella en el suelo y que le explicara con pelos y señales todo lo que había ocurrido.
Tomando aire, empecé con mi relato sin atreverme a ocultarle nada. Le conté con gran vergüenza que, mientras estaba  haciendo ejercicio, había entrado Jimena en mi cuarto y que su sola presencia me había excitado hasta lo indecible. Incapaz de mirarla a la cara, le reconocí que no estaba seguro de cómo había conseguido refrenar mis impulsos, que todo mi ser me pedía desnudarla y sin tomar en cuenta su estado, hacer uso de su cuerpo.  Paula se mantuvo callada, escuchando sin interrumpirme. Su rostro reflejaba no solo concentración sino un claro conocimiento de lo que le estaba contando. Al terminar mi relato,  me hizo repetir la frase que había llegado a entender de sus balbuceos. Cuando llegué al final de mi exposición, ella se quedó pensando un momento antes de contestar:
― Señor, no me pida que le explique ahora lo que ha ocurrido, debemos descansar para que  mañana tengamos fuerzas pero mientras tanto póngase esto― me ordenó a la vez que se quitaba  su medalla.
La recogí de sus manos sin protestar. Podía ser una locura pero, en cuanto la toqué, me sentí seguro y haciéndole caso  me la puse, no sin antes jurarle  que por ningún motivo me la iba a quitar. Dio la impresión que había quedado satisfecha con mi respuesta. Susurrándome al oído, me pidió que me fuera a la cama de inmediato y canturreando una triste melodía por el pasillo, me dejó solo.
Como Jimena estaba durmiendo en la única cama del cuarto, no me pareció apropiado el acostarme a su lado, tenía demasiado reciente mi reacción y temí que si compartía su lecho, ésta se volviera a repetir y no pudiese hacer nada por pararla. Cogiendo mi almohada y una manta, hice lo único que podía permitirme, tumbarme en el suelo a dormir.
 
 

Relato erótico “La estudiante universitaria” (POR ROGER DAVID)

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Esa mañana Anais, una tierna nena de 18 años, se dedicó en forma considerable a maquillar su cutis con un cuidado que la sorprendió. Aunque sus padres eran de clase trabajadora Anais tenía todo para considerarse una niña fresa, o una niña bien, para que se entienda mejor. En aquellos momentos sus exóticos ojos celestes ponían especial atención en que su rostro quedara apenas sombreado y lo más natural posible. Su sedoso pelo largo y rubio lo había secado, este lucía ondulado y brillante hacia un lado de su cara, aun se mantenía envuelta en la toalla después de una reparadora ducha matutina.
Una vez que se sintió satisfecha de la imagen de su rostro frente al espejo, se puso de pie y camino descalza y en forma naturalmente cadenciosa hacia su armario, la ropa para este día ya la había dejado seleccionada desde la noche anterior según era su costumbre.
Dejo caer la toalla a un lado de la cama quedándose por unos minutos completamente desnuda frente al espejo que se encontraba a un lado del armario, la imagen que sus ojos veían en esos momentos era la de una verdadera hembra y ella a pesar de su candorosa y tímida personalidad lo tenía muy claro.
Tampoco diremos que Anais era una inocentona, o que no sabía nada de la vida, ella era una chica normal, le gustaba vestir bien y salir con amigas, a veces fumaba uno que otro cigarrillo, y cuando bebía para celebrar algo su cuota eran dos cervezas individuales, le gustaba ir al cine y salir con chicos como toda nena de su edad, estudiaba derecho, pero al ser una chica venida desde provincia y al no ser de condición económica acomodada como casi la gran mayoría de sus compañeros de estudios, esto la hacían ser un poco tímida y algo cohibida.
De 1.70 mt de estatura, caderas amplias y cintura perfecta, una piel suave y de tonos dorados, con un par de tetas hermosas y de buen tamaño: firmes, duras, y escasamente manoseadas, con todo esto la nena sencillamente estaba hecha para comérsela y muchas cosas más.
Todo su cuerpo al desnudo expelía una sensualidad infinita aquella mañana, su apetitosa carne, sus marcadas curvas, el pequeño y femenino piercing de cadena adornando su ombliguito, y un poco más abajo un endemoniado triangulo de escasos pelitos rubios y encrespados, que denotaban la recién terminada pubertad de la tierna jovencita, su trasero, ni para que decirlo, estaba hecho por un escultor profesional, del tamaño perfecto para su cuerpo, duro, bien formado y paradito, en fin y como ya se dijo anteriormente Anais con solo 18 añitos de edad expelía por todos sus poros una sensualidad enloquecedora, haciéndola ser una hembra sexualmente llamativa.
Era el cuerpo de una joven doncella contemporánea con un mínimo de uso en lo que a los placeres de la carne se refiere, ya que a pesar de su extraordinaria belleza no gustaba de tener novio, solo salía con un chico pero no le daba pie para que lo de ellos llegase a más allá, a veces se permitía con él unos apasionados besos con uno que otro toqueteo, pero nada más que eso.
Daniel, el pretendiente de esta encantadora muchachita, era un joven dedicado a sus estudios, su sueño era recibirse de arquitecto lo antes posible para poder por fin hacerse novio y algún día casarse con la joven. La llevaba cortejando por casi un año entero, año en el cual la joven había aprendido a conocerlo, por lo que viendo las serias intenciones de su pretendiente, termino por convencerse y ya estaba por aceptar ser la novia de Dan, como le llamaba ella (Daniel era uno de los muchos que la pretendían, entre estudiantes y profesores, ya que en la facultad en donde la nena estudiaba eran muchos los machos que soñaban con tener a tan encantadora y jovial hembra desnuda y con las piernas abiertas).
Anais era una joven que cautivaba a cualquiera, de gestos delicados y femeninos, pertenecía a una familia de clase media baja, pero decentes y muy trabajadores, sus abnegados padres se partían el lomo trabajando para pagarle sus estudios y para que ella no pasara necesidades en la ciudad, la nena se había esforzado mucho para lograr entrar a la facultad de derecho en una  prestigiosa y conservadora Universidad capitalina, situación que había llenado de orgullo a sus progenitores.
Todo el esfuerzo que ponía la nena en los estudios no se veía muy reflejado en sus calificaciones, la carrera era complicada, mucha información que leer, arduos trabajos en los cuales Anais se amanecía para poder cumplir, y a pesar de todo el empeño que le ponía, solo sacaba la nota suficiente para mantenerse vigente, pero ella no estaba dispuesta a dimitir ni nada parecido, el día que volviera a la casa de sus padres lo haría convertida ya en toda una profesional, así se los había prometido y ella cumpliría.
Pero había una situación que la abatía desde hace ya casi una semana entera, y que era el motivo del porque tanta precaución a la hora de maquillarse, intentando no pensar en ello se calzo unos preciosos y pequeños calzoncitos blancos, albos como la nieve y con llamativos encajes, brassier del mismo color y estilo, luego se puso las medias, estas parecían aumentar aún más el volumen de sus torneadas y apetecibles piernas, y ya casi terminando se vistió con una de sus mini faldas más ajustadas, esta le llegaba hasta la mitad de sus adorables muslos, para luego calzarse unos zapatos de medio taco que eran los que más le gustaban y que, según Daniel, engrandecían su hermosura y belleza esplendorosa a sus escasos 18 años.  
Se puso una camiseta blanca no muy transparente, y una chaquetilla de mezclilla que hacia perfecto juego con la endiablada mini falda que dibujaban pecaminosamente las líneas de su cuerpo que en esos momentos entallaba.
Cuando nuevamente se vio reflejada en el espejo, puso atención en su atuendo, se veía estupenda, se dijo para sí misma. Frunciendo los labios como niña mimada se dio media vuelta, solo para poder ordenar aún más su ropa y comprobar que a pesar de lo ajustada de esta no dejara ver más de la cuenta a aquellos horrendos vagabundos que la desnudaban en la calle diciéndole vulgaridades cuando ella se dirigía a tomar sus clases, y ni qué decir de los piropos salidos que le otorgaban aquellos calientes y viejos maestros con los cuales debía compartir las aulas estudiantiles, pero hoy debía verse seductora para los ojos del Jefe de Carrera con quien tendría una reunión.
Antes hare un breve recorrido de situaciones acaecidas en la vida universitaria de la nena para que se entienda la citación de Anais a la oficina del académico.
Los días transcurrían relativamente normal en la facultad, eran muchas las situaciones que estando la joven en la sala de clases todos sus compañeros de estudios se le acercaban para solicitarle esta materia o aquella otra, esto solo eran viles patrañas para solo estar cerca de tan sugerente anatomía, cada hombre que se cruzaban con ella por los pasillos de la institución estudiantil sentían como la calentura los invadía al ver a tan suculenta estudiante, y no era para menos, verla por los patios sentada en algún banco con un lápiz en la boca concentrada en algún complicado libro de Derecho Romano, o detrás de su escritorio con esas minifaldas con las cuales mostraba las suavidades de sus relucientes muslos, o con vestidos que se ceñían a su figura remarcando cada una de sus curvas, o cuando iba con apretados pantalones de mezclilla, o cuando miraba fijamente a sus profesores poniendo atención en las explicaciones de ellos, en donde estos pensaban que Anais los miraba con otras intenciones, en resumen lo que se pusiera la joven estudiante la hacían verse  endemoniadamente apetecible y encamable para los ojos de cualquiera.
Ella al ser una chica de pueblo, y el haber sido muy bien educada, respondía en forma atenta a las consultas de sus compañeros, y también de sus maestros, sumado a que ella le encantaba sumirse en el mundo de los estudios, era una nena muy simpática y sociable.
Pero no todo sería tan perfecto, a pesar de todas las virtudes de nuestra bella estudiante de segundo año de la carrera de Leyes, había algo negativo en su personalidad, y esto era que muy en su interior no aceptaba sus orígenes humildes.
A Daniel su pretendiente aparte de ser muy buen mozo,  lo estaba escogiendo también por la carrera que él estudiaba, pero aun así se sentía algo enamorada de él, sabía que una vez recibido el joven tendría un futuro brillante, claro que ella no lo daba a demostrar, y se lamentaba de sentir esas tremendas ganas de querer ser más que sus semejantes, o de desear tener aquel reloj, o aquellas caras ropas que los padres de tal compañera se los habían comprado por ser gentes adineradas, y no como ella que era una chica pueblerina, y que sus padres a punta de trabajo y esfuerzo le enviaban en forma mensual el dinero para pagar la universidad y otro tanto para darle a sus tíos con los cuales vivía desde que comenzó sus estudios.
A comienzos del segundo año académico, fue cuando cometió un inocente error que en forma lamentable cambiaría el curso de su existencia. Había notado que desde que había llegado a la capital el dinero enviado por sus padres le alcanzaba solo para lo justo y lo necesario, tenía compañeras que cada dos meses lucían ropas nuevas, y se vanagloriaban mostrando modernos Smartphone, Tablet, I Phones, etc., que sus papis les compraban, Anais solo tenía un antiguo teléfono con tarjeta de prepago que le servía únicamente para mantener una escueta comunicación con sus padres.
Por esos días, ya no aguantando más las ganas de ella también lucir ropas nuevas, o un moderno teléfono retiro el dinero enviado por sus progenitores y fue a dejar a la casa de sus tíos el dinero que les correspondía, y cuando llego el momento de ir a pagar la mensualidad universitaria, sencillamente se fue a un céntrico mall, y gasto una buena parte de la mensualidad en comprarse ropa.
Pasados unos días el remordimiento de conciencia la desconcentraba en los estudios, ya que no tenía forma de reponer el dinero sustraído de la mensualidad. Luego toco la casualidad de ir a almorzar con un grupo de compañeras que por lo general eran ellas la que siempre pagaban la cuenta, y ya habían comentarios de pasillo que Anais debía venir de una familia pobre, y sobre esto y lo aquello, en esa oportunidad la joven provinciana se ofreció para ser ella quien cancelara la cuenta, ya que también le habían llegado los cuchicheos sobre sus orígenes y de su familia, con esto daría a demostrar que ella también estaba a la altura de sus pares, y la sensación vivida de poder y tener el dinero suficiente para darse ese tipo de lujos con sus amigas casi la hechizaron, no dudo en volver al Mall y gastarse todo el resto del dinero en cosas que le hacían falta.
Al siguiente mes y al tercero la misma situación, solo le daba el dinero a sus tíos, y la parte para pagar la Universidad se lo había gastado en ropas juveniles, con sus nuevas amigas y con algunas invitadas al cine a su pretendiente, hasta los sentimientos de culpa se le habían olvidado por lo tan bien que la hacía sentir al verse ella bien catalogada y en tan buen status económico.
Así pasaron 7 meses, hasta que el coordinador académico de asuntos estudiantiles, le fue a dejar la citación para reunirse con el jefe de la carrera, Anais supo al instante para que la estaban llamando, era para cobrarle el dinero de la Universidad.
Es aquí donde comienza la historia, este era el día de ir a dar las explicaciones del excesivo retraso en los pagos de las mensualidades, por lo que ya no queriendo pensar más en el asunto por último, y como no era su costumbre habitual para cuando ella iba a estudiar, puso unas gotas del perfume más caro de los que se había comprado últimamente, se lo aplico a la altura de su cuello, detrás de las orejas, y en las muñecas.
Su sonriente mirada ante el espejo era casi triunfal, pero sin embargo la intranquilidad en su mente iba en aumento y ya casi la consumían, agravada por las consideraciones que hizo en intentar verse lo más apeteciblemente posible sobre todo para este día.
El día antes de la citación le había confiado sus problemas a Sabina una de sus amigas, una chamaca pelirroja hermosa, y de cuerpo exuberante, algo más baja que Anais, pero que a lo lejos se le notaba que no era ninguna santurrona, tenía una sonrisa de viciosilla que no se la sacaban ni a palos, demostrando así que ella ya se manejaba con honores en las artes carnales, ambas jóvenes eran polos opuestos en aquel sentido, la colorina amiga de Anais también vivía sola, con la diferencia que está siempre andaba con dinero en los bolsillos, y vestía ropas caras y hermosas, Sabina también de 18 añitos era menor solo por unos meses que Anais, pero no tenía el candor y sensualidad de nuestra antojable estudiante de derecho.
–Y que vas a hacer amiga…!? Ese es mucho dinero… pero como te lo fuiste a gastar todo?
–No lo sé snifss, sollozaba Anais, solo necesitaba comprarme algunas cosas que me hacían falta… y luego compre más… y no me di cuenta cuando ya me había gastado toda la mensualidad… luego vinieron los demás meses, y al darme cuenta que nadie en la U me decía nada… cometí el error de pensar que tal vez no se darían cuenta, pero ya vez que no, mañana debo ir a hablar con el profesor jefe de carrera, y todos sabemos que cuando el cita a los estudiantes es por no pago, sniffs… sniffsss!!
–Y si le pidieras dinero a tu novio… a lo mejor él te podría hacer un préstamo, le sugirió Sabina…
–Ay Sabi, Daniel aun no es mi novio… además… te imaginas lo que el pensaría de mi…!?, no…! eso no puedo hacerlo…, y menos ahora que la próxima semana piensa llevarme a conocer a sus abuelitos que con tanto esfuerzo lo criaron y le han pagado sus estudios…
–Mira Anais… yo te lo proponía porque pareciera que ya lo fueran, la colorina se quedó pensando mientras veía como su amiga se limpiaba algunas lágrimas que caían por sus mejillas, para luego decirle, –Anais… escúchame bien lo que te voy a decir… yo te conozco un poquito y sé que tú no eres como algunas de las chicas que nos hemos criado en la ciudad, pero viendo tu situación no me queda más remedio que sugerírtelo…
–Que cosa… vamos dime…, la carita de Anais se ilumino al ver que tal vez su amiga tendría una solución para su problema.
La pelirroja luego de pensárselo por otros segundos se lo dijo,
–Mañana es tu reunión con el maestro Gilberto verdad?
–Si es mañana…y de verdad que no sé qué explicación darle…
–Veras ese es un viejo verde empedernido, jijiji, a lo mejor si sabes manejar la situación le logres sacar un poco más de plazo…
–No te entiendo Sabi… no sé a qué te refieres…, Anais se la quedó mirando con preocupación…
–Que lo seduzcas pues mujer… es la única forma de que te dé tiempo para reunir el dinero…
–Pero amiga que cosas me estás diciendo…!, yo no puedo hacer eso… él es un profesor respetable y de edad avanzada… además que yo tengo a Daniel, pensaba en aceptar ser la novia de él para el día que iríamos a cenar con sus abuelos, y no puedo hacerle una cosa de ese tipo, la cara de la chamaca era de preocupación absoluta por las salidas propuestas de su amiga,
–Anais… no te estoy diciendo que te vayas a acostar con él, pero se coqueta cuando estés en la reunión… si sabes calentarlo bien estoy segura que le sacaras un buen plazo para cancelar las mensualidades… escúchame… ese viejo no tiene nada de respetable, yo sé de varias chicas que se han tenido que acostar en forma obligada con él para pasar los ramos y que ahora son exitosas abogadas, pero tú no tienes que llegar a tal extremo, solo es un plazo el que le vas a pedir, además que Daniel no tiene que por que enterarse, si no es nada malo lo que vas a hacer…
–Ay no lo sé amiga, eso es muy atrevido… no sé si pueda hacer algo parecido, fue lo último que le dijo Anais a su amiga, antes de despedirse y de quedar de pensar en el asunto…
Antes de salir de su habitación la consciencia de la estudiante estaba más que alterada, aunque sus ojos le evidenciaban su belleza y el magnífico arreglo que su hermosura recibió por parte y a voluntad de ella misma, su extraño desconcierto casi la hacen declinar en sus intenciones y de los consejos recibidos por Sabina, pero pensó en sus padres, que decepcionados se sentirían ellos al enterarse que su hija favorita, la misma que hace un par de años había comenzado estudios profesionales, los había engañado y se había gastado el dinero que ellos con tanto esfuerzo le enviaban para financiar sus estudios, por lo que se dijo que ella tenía que cumplir, a pesar de lo espeluznante que sentía al solo imaginarse a ella intentando de seducir a un honorable viejito de 65 años, ella no creía lo que le había dicho Sabina sobre el profesor Gilberto Troncoso y las otras chicas.
Sin tener claridad suficiente del porqué de tantas cosas que pasaban por su mente, prefirió no pensar más en aquello, sacudiendo la cabeza en forma negativa tomo sus libros y carpetas para salir de la casa de sus tíos y ponerse en camino al centro de la ciudad.
En el momento en que ella ya estaba por salir de la casa, sintió el fuerte vozarrón de su tío,
–Que tal sobrinita… jejeje como van los estudios?, el viejo tío de Anais la miraba en forma calientemente fascinerosa recorriéndola de pies a cabeza, la joven lo fue a saludar en forma normal, ella no sabía mucho de estas cosas,
–Todo bien tío Cornelio, le dijo acercándosele y dándole un femenino beso en la cara.
Don Cornelio, el tío de Anais era un gigantesco vejete de 57 años que trabajaba en la construcción, y desde que la encomiable hembrita llego a vivir con ellos, hacia todo lo posible por espiar a la tierna chamaca, incluso en una de sus incursiones, la había visto completamente desnuda secándose su cabello al frente del espejo de su habitación , en esa oportunidad Anais no había tomado la precaución de cerrar la puerta de su dormitorio después de haberse duchado, y el viejo quien es esos momentos se aprontaba para irse a trabajar y al sentir que su curvilínea sobrina hija de su hermano, que se aprestaba para irse a estudiar fue a echar una miradita encontrándose con semejante espectáculo, fueron 3 minutos en que estuvo admirándola en forma lujuriosa, recorriéndola centímetro a centímetro, imaginándose de todo lo que a él le gustaría hacerle, poniendo especial atención en aquel precioso triángulo dorado que lucía unos escasos pelitos áureos y encrespados.
Desde aquel día soñaba con tener una sola oportunidad para poder cogérsela, pero eso era casi imposible, su mujer vivía con ellos y casi no habían oportunidades, y lo segundo era que Anais era la hija de su propio hermano, pero él no la veía como sobrina, el solo veía en ella un tremendo cuerpo de curvilínea y femenina carne hecho para recibir verga por todos sus orificios.
–Hoy te veo preocupada sobrinita, jejeje no andarás metida en problemas verdad?, le decía a la vez que se rascaba su panza peluda por debajo de su sebienta y hedionda camisa impregnada de traspiración seca. Don Cornelio era muy fijón, y sobre todo con su sobrina que lo tenía obsesionado con las bondades de su cuerpo,
–Ehhh… no tío… no hay problema, solo me tienen preocupada algunos exámenes de termino del semestre… eso es todo…
–Pues manda los exámenes a la misma mierda y vayámonos a mi cuarto a culear, aprovechando que tu tía no esta casa…, pensaba el viejo Cornelio acomodándose la verga por debajo de sus ropas, esta había reaccionado casi por instinto cuando su dueño sintió el juvenil aroma a hembra en el momento en que su sobrina le saludo con un inocente beso en la mejilla, y lo que más le calentaba al depravado familiar de la nena era ver ese tremendo cuerpo de Diosa, pero con cara de pendeja, ni el mismo se la creía que la chamaquita ya había cumplido los 18 años.
–Tío que le ocurre!?, porque me mira de esa forma?, Anais nunca se habría imaginado de los oscuros deseos carnales de su tío, ya que era el hermano de su padre, por lo que la lujuriosa mirada del viejo no la asociaba con la del deseo…
–Nada sobrina… no es nada… es solo que te veo y me recuerdas a tu madre cuando era más joven, jejejeje, (como me hubiese gustado reventarle el culo a esa otra puta la vez que me dio a probar de su zorra, tal cual como ahora te lo quiero probar y reventar a ti ricura, el viejo no podía dejar de recordar la oportunidad en que se había acostado con la madre de la joven, como también en muchas otras morbosidades de igual connotación al tener frente a él a su impresionante sobrina),
–Bueno tío… ya me voy que estoy un poco retrasada… nos vemos en la noche…
–A qué hora llegas preciosa?, el vejete sacaba fuerzas de flaqueza para no abalanzarse sobre ella y violársela en el mismo comedor de su casa…
–Después de clases saldré con Daniel…así que llegare un poquito tarde…
–Ahhh claro… Daniel… el chamaco ese con el que sales…, desde que Anais se había puesto a salir con Daniel, don Cornelio había caído en un profundo estado celo patico, ya que él veía a su sobrina como de su propiedad, y aunque sabía que lo de el con ella eran solo sueños, le gustaba fantasear que de una buena vez despachaba del hogar a su mujer para el quedarse viviendo solo con su sobrina como marido y mujer y llenarla de chamacos.
Con la calentura saliéndole por los ojos y las fosas nasales el caliente tío de Anais la vio alejarse sonriente y feliz, no le quedo más opción que ir a correrse una paja a su nombre en la soledad de su habitación, aprovechando que su mujer se había ido a tempranas horas a ver a una amiga enferma.
Mientras la joven y escultural estudiante caminaba armoniosamente sin dejar de pensar en el asunto que la afligía, se percató rápidamente que casi todas las miradas masculinas iban dirigidas como siempre a su perfecto trasero y a sus piernas.
Otros días no prestaba ni la más mínima atención a esto, solo caminaba altivamente y de vez en cuando miraba a esos viejos babosos en forma avergonzada, pero hoy era distinto, esas calientes miradas de deseo se mezclaron con las asquerosas imágenes que le produjeron lo dicho por Sabina, no concebía que ese viejo gordo y feo que era el profesor jefe de la carrera se acostara con hermosas jovencitas a cambio de pequeños favores que ellas le pedían a él, y el hecho de que ella en estos momentos fuese en dirección a su oficina para también pedirle un favor, le enervaban los sentidos, de lo que si estaba clara era que ella por nada del mundo le entregaría su virginidad a un vejete asqueroso a cambio de que le dieran más plazo para pagar la U.
Caminaba lentamente y en forma cadenciosa, lo hacía de forma inconscientemente sensual, simplemente no supo por qué pero no quería llegar a esa entrevista con el profesor Gilberto Troncoso, y mientras más lentamente caminaba, más provocativamente se veía, situación que hizo a que varios tipejos comenzaran a gritarle ordinarieces.
Cuando estaba por llegar a una esquina para cruzar la calle, desde un camión  que iba cargado con materiales de construcción que pasaba lentamente con la ventanilla baja le gritaron un par de peladeces desde el interior de este,
–¡¡Que rica y putona te ves pendeja… como nos gustaría destrozarte la ropita y  romperte ese tremendo culo que te gastas, jajajaja!!, reían y le gritaban los cuatro albañiles que iban en la cabina del camión, quienes no se cansaban de admirarla en forma calentona, hasta que desaparecieron obligados por el tráfico.
Anais solo los miro de reojo y muy ruborizada, solamente llevo una de sus manos para arreglarse el cabello por detrás de una de sus perfumadas orejas, los viejos creyeron morir de amor, ante el sensual y femenino gesto que aquella endiablada jovencita les había regalado para ellos, ese pequeño gesto de femineidad les había alterado en forma morbosa el sistema hormonal.
La rica estudiante no se explicaba el porqué de su creciente nerviosismo, solo debía entrevistarse con su profesor jefe y explicarle que ella de alguna forma reuniría el dinero para pagar los aranceles, y asunto solucionado, pero las palabrotas y las miradas de lascivia con que la miraban sobre todo los viejos de más avanzada edad, le volvían hacer pensar en las palabras dichas por Sabina, ella no lograba entender y dar credibilidad sobre el enfermizo temperamento de ese señor que podría ser hasta su abuelito, pero aun así ella se había arreglado para él, para ver si así lograba que el anciano académico le diera un poco más de plazo para pagar la deuda estudiantil.  
Mientras seguía en su recorrido en dirección a su entrevista y pensando en todo aquello, la joven universitaria vio a otros cuatro viejos que eran de lo más asquerosos, todos ellos vestidos con llamativos overoles naranjos, y que estaban destapando un alcantarillado a un costado de la calle, en el acto intento no caminar en forma  provocadora, quería pasar desapercibida, los hombres todos fofos y obesos, de entre 50 y 60 años se percataron de su presencia y de su provocativa forma de menear sus caderas con sus libros tomados con ambas manos, estos comenzaron a babear de calentura inusitada, cuando la encomiable hembra ya iba casi al frente de donde estaban ellos trabajando, el que parecía ser el jefe de la cuadrilla no se aguantó las ganas de gritarle las cochinadas que pasaron en forma refleja por su cerebro, mientras sus compinches no dejaban de empelotarla con sus lascivas miradas, y murmurando por lo bajo de lo tan buenota que estaba aquella pendeja que iba pasando por al frente de sus ojos,
–¡¡Pero que putilla más rica es la que tenemos aquí muchachos… como me gustaría  chuparle y partirle la zorra a vergazos a ese pedazo de putaaaa!!
La joven estudiante camino más rápidamente, se asustó un poco al verle la cara de degenerado al viejo que le había gritado las ultimas groserías, pero por nada del mundo dejo de moverse en forma cadenciosa, hasta que doblo por la esquina que daba a la Universidad y pudo al fin estar más segura de tanta ordinarieces y vulgaridades de la que era víctima diariamente en el trayecto de la casa de sus tíos hasta su facultad, era día sábado y tenía solo dos clases, lo primero que haría sería solucionar el problema de las mensualidades.
La encantadora nena camino por los solitarios pasillos de aquel enorme y antiguo edificio señorial, solo el eco de sus zapatos retumbaban por el cielo y las paredes de la colonial arquitectura, hasta que por fin entro en aquella sobria oficina que era espaciosa, esta tenía una vista espectacular hacia los patios de la Universidad, sus estanterías estaban llenas de libros, a otro costado había un gran sofá, y justo al medio de esta se encontraba el escritorio del Profesor jefe de la carrera de Derecho,
–Tome asiento señorita Castillo, dijo el profesor Gilberto, quien estaba sentado en un tremendo sillón detrás de su escritorio.
–Gracias señor, contesto Anais, a la vez que tomaba asiento, y cruzaba sus torneadas piernas, con sus libros tomados en ambas manos, el viejo estaba atento a todo tipo de movimientos que hacia la chica.
Luego de haber mirado a su antojo esos formidables muslos bien delineados que se doblaron y se sentaron solo a un metro de sus fauces, el vejete se relamió sus resecos labios, para recomponerse y comenzar con aquella sórdida entrevista,
–Usted ya bien me conoce, soy su jefe de carrera, Gilberto Troncoso para servirle, pero me puede llamar don Jilo, así estaremos más en confianza, le decía el salido maestro a una de sus más llamativas alumnas, intentando que la joven entrara más en confianza.
–Para mí es un gusto conocerlo personalmente… don Jilo, la nena pensaba que todo pintaba para bien, el maestro se estaba mostrando muy simpático, ahora estaba más segura que Sabina estaba totalmente equivocada con sus apreciaciones.
Gilberto Troncoso era un vejete de alrededor de los 65 años, de estatura normal un poquito más bajo que Anais. Hacían 4 meses que a don Jilo le habían  informado de la deuda de Anais Castillo, pero el viejo zorro había estudiado muy bien la situación, ya que había llamado por teléfono a los padres de la chamaca para ver qué pasaba con el asunto de los pagos, ellos le dijeron que seguramente era un error ya que ellos mensualmente le enviaban el dinero a su hija, el astuto maestro casi adivinando cual era la situación les había dicho que seguramente era un error del sistema, y que volvería a revisar los documentos y que no tomaran en cuenta su llamada, como el viejo no volvió a llamar a los padres de la joven, ellos dieron por hecho que solo había sido eso, un error.
En aquella ocasión Don Jilo antes que nada mando a buscar la ficha académica de Anais, cuando por fin esta estuvo en sus manos y con solo ver la foto de cuerpo entero de la joven al viejo casi se le reventó la verga a lecherazos, sentenciando que debido a la información que el ya manejaba, esa tremenda zorra con cuerpo de Diosa y que se mal gastaba el dinero que le enviaban sus padres para pagar la Universidad la tendría que convertir en su puta los años que le quedaran de estudios, ya lo había intentado con otras chicas, pero estas le salían adineradas y fácilmente se le habían escapado de sus manos, no sin antes haberlas manoseado y obligarlas a que les chuparan la verga, pero Anais Castillo era una chica normal, no era de familia pudiente, y sus padres vivían lejos, con esto estimaba que le sería muy fácil embaucarla e iniciarla en un mundo lleno de vejámenes en el cual  su retorcida mente ya deseaba tener sumida a tan candorosa jovencita.
El viejo luego de estarla mirando y comiéndosela de pies a cabeza, decidió que ya era hora de entrar de lleno a lo que él había planeado para este día,
–Vera señorita Castillo, yo creo que Usted ya sabe el motivo del porque está en esta oficina, verdad?
–Me imagino que debe ser por el asunto de los pagos, le contesto la chamaca intentando no demostrar su nerviosismo…
–Y que me dice?, ya lleva 7 meses en los que nuestra casa de estudios le ha estado formando profesionalmente,  y usted o su familia no han pagado nada… creo que debe existir una muy buena explicación para esto no cree?, el viejo la miraba fijamente a sus hermosos ojos celestes que ya se notaban asustados, y esto a él le encantaba.
Anais por su parte intento buscar una explicación que pareciera lógica, para que su jefe de carrera le diera más plazo en los pagos,
–Vera don Jilo, mis padres han estado pasando por una seria crisis económica… yo me comprometo a telefonearles lo antes posible para que ellos me digan cuando me depositaran el dinero para poder cancelar lo adeudado.
El viejo quien no paraba de desnudarla con sus ojos de viejo verde, se volvía a relamer los labios imaginándose el sabor que tendrían aquellos suaves y relucientes muslos al momento de lengüeteárselos, a la vez que le contesto.
–Esa es una muy buena idea mi niña, le dijo el viejo profesor a la misma vez que se paraba de su asiento y caminaba en dirección hacia la joven, –Lo único malo de toda esta situación es que yo ya me comunique con tus padres, y ellos me han asegurado que te han enviado el dinero… el vejete puso especial atención a las reacciones de la joven a medida que él le hablaba, así que continuo, –Seguro que todo esto es un mal entendido, ahora mismo los llamaremos para que todos quedemos claros y tranquilos… te parece pequeña?
La asustada joven con solo imaginarse a sus padres dando explicaciones de que ellos le habían enviado el dinero a ella, y asegurando que todo era un mal entendido, todo su cuerpo comenzó a temblar, el vejete por su lado tomo el teléfono y la carpeta con los datos personales de Anais, e hiso como si de verdad estuviera llamando a los padres de ella, obviamente no los iba a llamar, lo del dinero le daba lo mismo, existían miles de formas de arreglar el asunto de los pagos, pero quería medir la situación para ver que provecho personal podría sacar el de toda esta situación.
–Por favor señor… no los llame…!, al viejo le pareció que la voz de la estudiante se quebraba, o que le faltaba el aire, por lo que no cejo en su plan,
–Pero que es lo que me dices muchacha!?, me acabas de decir que tú misma les telefonearías para arreglar la situación, y ahora me sales que no quieres que los llame?, o hay algo que no me has dicho?, la cara del viejo cada vez más se iba transformando en la de un sátiro, ya hasta sudaba de emoción calenturienta.
–Don Jilo… la verdad es que ellos me enviaron el dinero y fui yo quien no ha pagado las mensualidades… me lo he gastado en otras cosas… sniffsss, por favor no se los diga, ya no aguantando más Anais se puso a llorar de arrepentimiento apoyándose en el escritorio del viejo y caliente académico.
El lujurioso profesor aprovecho en el acto la situación que se le estaba dando, en forma que pareciera paternal le hiso que se levantara y comenzó a consolarla,
–Ya…ya… no llores chiquita, juntos encontraremos una solución para esto, le decía a la vez que la muchacha se echaba a llorar en sus brazos al notar las confortantes palabras de su maestro que al parecer estaba dispuesto a ayudarla, el vejete la abrazaba sintiendo en sus resquebrajadas manos de viejo las firmes carnes de la joven, a modo de consuelo la sobaba tiernamente a la altura de sus caderas, le encantaba sentir aquella marcada curvatura que había entre su esbelta cintura y el nacimiento de la parte en que se termina la espalda, su verga ya se le había parado.
–Gracias don Jilo… de verdad gracias por ser tan comprensivo… y le juro que nunca más me atrasare en los pagos…, le decía a la vez que ya la joven se comenzaba a separar de ese no tan paternal abrazo que le había pegado su profesor,
–Eso está muy bien lindura… pero tu situación es muy delicada le decía el caliente profesor, volviendo al ataque ya que estaba decidido a llevarse a la joven a su casa para estar culeandola por todo ese fin de semana, no sin antes presentársela a sus amigos y sacarla a dar una vueltita por la ciudad para que aprendiera cuales serían sus nuevas obligaciones para con él a partir de este trágico día.
–Pero Ud. Me acaba de decir que me daría más plazo… eso es lo que yo le entendí, le dijo Anais a la vez que con un pañuelo desechable limpiaba las lágrimas de sus ojos,
–O sea yo estoy dispuesto a ayudarte… pero tú también me debes dar algo a cambio, lo justo es justo ricura…
–No le entiendo… y que puedo darle yo a Usted…!? a la mente de Anais lentamente volvían las palabras de su amiga, como a su vez también notaba el cambio de vocabulario en que don Jilo le comenzaba a dirigir al hablarle,
–O sea… podríamos comenzar con unos besitos, yo seré bueno contigo, pero tú te deberás portar muy bien conmigo, mira podríamos comenzar aquí sentaditos en el sillón, veras que te vas a sentir muy cómoda.
El viejo se había sentado en el enorme sofá en el momento en que en forma descarada invitaba a Anais a que se fuera a besar con él. La joven poco a poco fue cayendo en razón a cuales eran las asquerosas pretensiones de aquel aprovechador vejestorio que estaba sentado en el enorme sofá mirándola con cara de calentura, lo que la hizo reaccionar en el acto,
–Pero que es lo que me está diciendo… yo no hare eso ni por todo el plazo o el dinero del mundo…!, para esto fue por lo que me cito a su oficina!?, fue un error haber venido a esta cita, así que con su permiso señor pero yo me retiro, cuando la exaltada y llorosa joven ya estaba por abrir la puerta de la oficina para largarse de ahí y volver a sus clases, escucho la voz del vejete que le gritaba desde el sillón,
–Bien…! si esa es tu última palabra te puedes largar de aquí chamaca sin vergüenza…!!, y no olvides de pasar por tu casillero y retirar todas tus porquerías porque a esta Universidad no vuelves a poner un solo pie… estas expulsada…!! Te queda claro pendeja estúpida!!, Ahorita mismo llamare a los de seguridad para que te saquen a patadas de este edificio maldita zorraaaa!!!.
Anais no entendía el brusco cambio de personalidad del maestro Gilberto Troncoso, si bien el viejo no la estaba forzando físicamente, lo último dicho sobre que no volvería a poner un solo pie en la facultad de derecho la hicieron recular por algunos segundos, no sabía si iba a estar segura de ir y sentarse en aquel sillón para besarse con el vejete, pero sabía que si ponía un solo pie afuera de su oficina todo el esfuerzo de sus padres por haberla enviado a estudiar serian echados a la basura, y con qué cara volvería derrotada a su pueblo, arrastrando una deuda de la cual solo ella era la culpable.
–Don Jilo… por favor no me haga esto…, la joven volteo y quedo de cara al viejo aprovechador, –Debe haber otro tipo de solución… de verdad que yo le pagare hasta el último centavo… pero no me expulse de la Universidad, yo y mis padres nos hemos esforzado mucho para yo poder estudiar…
El viejo solo la miraba con desprecio, había vuelto hacia su enorme sillón detrás de su escritorio,
–Pus ya te di una oportunidad… y la has desaprovechado, no es llegar y cancelar la deuda que tú misma te has acarreado… y yo solo te pedí unos besos en la boca… no era nada más que eso y te iba a dar todo el plazo que quisieras… pero claro una joven tan agraciada como tú no es capaz de besarse con un viejo tan feo como yo verdad?, Pues ahora te me largas… y hoy mismo le aviso a tus padres que estas despachada de esta universidad por sin vergüenza, ahora largo de aquí!!, el viejo echaba espumarajos de lo exaltado que estaba, pero por debajo de la mesa cruzaba sus dedos por que la chamaca no se le fuese a escapar de sus garras.
–Don Jilo… por favor no me eche…, la chamaca estaba punto de arrodillarse si es que era necesario y si es que el viejo así lo pedía, las lágrimas nuevamente ya asomaban por sus ojos,
–Tú sabes cuales son mis condiciones desde ahora…, así que tú decides…
Ahora la tierna estudiante lo veía tal como él era, un viejo verde asqueroso y narigón, que se estaba aprovechando de ella por el error cometido, mirándolo fijamente lo estudio, don Jilo era realmente feo, de labios gruesos y moreno, con una nariz alargada y ganchuda, calvo en la parte central de la cabeza, pero con unos hirsutos mechones canosos en ambas partes de las orejas y que le bajaban a modo de patilla formándole una especie de barba plomiza, ni siquiera le ayudaba el traje de chaqueta y corbata, y tan respetable que lo encontraba antes de este día, pensaba la contrariada jovencita.
–Está bien… me besare con Usted…, le dijo finalmente con sus ojos cerrados, no quería verle la cara de degenerado con que el vejete la miraba desde que había ingresado a su oficina, y que a estas alturas ya la tenía casi desfigurada de calentura…
–Jajajaja así me gusta preciosura… serás una excelente abogada el día que te recibas si sigues así de disciplinada, pero quiero que vengas hasta aquí y me lo pidas como corresponde, depende de la forma en que lo hagas yo tomare mi decisión, aún queda la opción de que te puedas largar por si te doy asco muñeca, jajaja…, se burlaba don Jilo desde atrás de su asiento…
Anais armándose de valor pensó en que solo se debía besar con el vejete hasta que el estuviera satisfecho y este le daría más plazo para ella reunir el dinero, lentamente comenzó a caminar hacia el escritorio donde don Jilo la esperaba,
–Un momento lindura… que tal si le pones tú misma el seguro a la puerta, no querrás que alguien entrometido llegue y entre a la oficina y vea como una puta estudiante se está besando con su profesor a cambio de algo verdad?
Anais se sentía humillada hasta mas no poder por lo como la estaban tratando, y de lo que estaba a punto de hacer por propia voluntad, pero ella necesitaba que le dieran más plazo para reunir el dinero, y lo principal que por nada del mundo a este viejo maldito se le ocurriera llamar a sus padres para acusarla que se había gastado el dinero de casi un año del cual ella debió haber cancelado las mensualidades.
Nuevamente se giró hacia la puerta de la oficina y con su blanca manita puso el seguro de esta para que nadie osara a ingresar mientras ella se estaría besando en la boca con el vejete, luego casi como una sonámbula se encamino hacia el escritorio en donde la esperaba un excitado don Jilo.
El viejo no se la quería creer estaba a punto de dar rienda suelta a sus más bajos instintos y con una chamaca que tenía un cuerpazo de concurso, como un verdadero hipnotizado vio venir a ese excepcional par de muslos relucientes para ponerse a su disposición.
Cuando Anais estuvo de pie justo al lado de su escritorio, el viejo solo la miraba sonriente, la nena no se atrevía a tomar la iniciativa como el vejete se lo había ordenado.
–Vamos… que esperas putita invítame al sillón para ir a besarnos en la boca, jejeje…
Anais viendo que ya no le quedaba más opción, solo repitió lo que el vejete quería escuchar…
–Don Jilo…lo invito a su sillón a que vayamos a besarnos en la boca…, le dijo con sus ojos cerrados y no creyendo aun de lo que ella misma estaba diciendo…
–Mmmm no está mal putilla, pero quiero que me lo digas con tus ojos abiertos y mirándome directamente a la cara, jejeje…
La chica tomo aire, esto ya era colmo, pero no tenía más alternativa, abrió sus ojos celestes, su semi ondulado cabello rubio caía frondoso a un lado de su cara, se lo quedo mirando fijamente  a su detestable y arrugada faz, para luego repetirle…
–Don Jilo… lo invito a su sillón para que vayamos a besarnos en la boca…
–Así está un poco mejor pendeja… pero te falto la palabra mágica…
–Por favor don Jilo, sniffs… lo invito…snifss…snifsss a que nos vayamos a besar en la boca…Sniffssss…, a estas alturas la nena ya estaba totalmente entre asqueada y chaqueada con ella misma por lo que estaba a segundos de hacer,
–Jajajaj claro que si lindura… avanza tú primero que yo te sigo, jejeje…
Anais lloraba por el profundo asco que sentía por lo que estaba a punto de realizar, a estas alturas recién se acordó que existía Daniel y que fueron meses en que el joven tuvo que cortejarla para ella darle el primer beso, pero ahora estaba a solo segundos de hacerlo con un asqueroso y repulsivo vejete de 65 años de edad, que por primera vez en su vida entablaba una conversación con él, pensaba que ella ni su familia se merecían tanta bajeza, pero si quería tener una alternativa de ella seguir en los estudios superiores tendría que atracar su boca con la de un viejo hipócrita y aprovechador.
La jovencita quien ahora se limpiaba las lágrimas con sus manitas se sentó en un extremo del sillón, y su profesor en el otro extremo, hasta que ella nuevamente escucho la pastosa voz del viejo académico,
–Qué esperas cosita rica, jejeje ven acercándote que ya quiero probar tu lengüita, para ver si bien vale la pena cumplir con el favor que tú me estas solicitando, el viejo le miraba las piernas, con fascinación recorría las líneas de aquella corta falda de mezclilla que dibujaban el portentoso culo que se gastaba la pendeja…
A la estudiante ya no le quedaba más opción, poco a poco se fue acercando al viejo quien ya estaba casi desesperado por manosear ese fabuloso cuerpo que ya se encontraba solo a centímetros, ya no aguantándose más y en forma desesperada la tomo de uno de sus brazos jalándola hacia él,
–Eres una perra exquisita Anais, jejeje vas a ver que lo vamos a pasar muy rico, le decía el viejo mientras se entretenía en olerla como un poseído por las fragancias de su cuello, a la misma vez que la manoseaba por distintas partes de cuerpo. Anais no sabía qué hacer, no podía pensar claro por la extraña situación en la que se encontraba. –Mira como me tienes la verga putita, le dijo corriéndose la chaqueta hacia un lado, en donde ella con espanto pudo notar fácilmente un gran bulto que sobresalía desde su pantalón. –Eres una zorrita bien rica, jejejeje, con solo verte de como venias vestida haces que tenga ganas de hacerte miles de cosas, que rico se siente tocar tus piernotas enfundadas en medias mamacita, y tus tetas ni que se diga, de todas las alumnas que estudian en esta facultad tu eres la que mejores chichotas tienes, desde hace 4 meses que te estaba observando lindura, y con solo deletrear tu nombre ya se me paraba la verga… qué opinas bonita?, no es una maravilla que al fin podamos estar juntos.
La joven quien se vio sorprendida por todas las peladeces que el viejo profesor le estaba diciendo rápidamente cambio de opinión no importándole las consecuencias, se dio cuenta que el vejete tenía un extraño brillo en sus ojos, determinando que tenía que abandonar lo más pronto posible aquella oficina,
–Es Usted un viejo pelado y cochino… un pervertidooo, como se atreve a…
En ese mismo instante don Jilo viendo que la chica hiso intentos de pararse del sofá, se recostó sobre ella casi asfixiado el cuerpo de Anais, para comenzar a sobarla por todas las partes de su cuerpo,
–Suélteme don Jiloooo!, que haceee!?… auxilioooo!!, auxiliooo!!!, ayúdenme…!!!!, gritaba la joven intentando que alguien la escuchara y viniese a socorrerla del sátiro que pretendía violársela,
–Jajaja grita todo lo que quieras zorra… nadie vendrá a ayudarte, hoy es sábado y todo el personal administrativo esta libre, solo estamos tu y yo y encerrados en mi oficina, jajajaja, aparte que me calienta aún más escucharte como pides ayuda para que no te metan la verga, jajajaja!!!.
–Nooooo…!! Usted me dijo que solo serían besos… lo otro nooo…!!
Anais forcejeaba por intentar liberarse de las garras del caliente y sulfurado vejete, este por su parte ya había comenzado a lamerle la cara, le pasaba su asquerosa lengua de viejo por todas sus mejillas dejándola ensalivada y baboseada, a la vez que le seguía diciendo en forma desvergonzada todo lo que él pensaba de aquella caliente situación,
–Pues mentí pendeja sinvergüenza, esto es lo que les pasa a las zorras como tú, que se gastan el dinero que no es suyo, jajajaja, el viejo seguía lengüeteándola, oprimiéndola contra el sofá de la elegante oficina, no le permitía que se moviera, la nena estaba muy asustada y nerviosa, el asqueroso viejo ahora la miraba directamente a los ojos y le sonrió burlonamente, mientras con mucho cuidado empezó a acariciarle las tetas  por encima de la polera, con sus dos manos haciendo círculos con ellas.
–Que me está haciendo don Jilo…por favor déjeme ir, por favor…, la actitud de la nena era suplicante, ya sabía que estaba casi perdida, el viejo no se iba a conformar con solo unos besos tal como él le había dicho, entendía claramente que se la iban a culear en la misma facultad en donde ella había entrado a estudiar tan llena de sueños e ilusiones.
–Nuestra pequeña fiesta apenas comienza pendeja, le dijo en tono burlón, la chica ya sentía en sus mismas fosas nasales el aliento a viejo que el maestro dejaba salir de su pestilente boca, –Mmmmm guachitaaa!! que ricas tetas tienes, como me moría de ganas por sobártelas, le dijo mientras se las apretaba cada vez con más fuerzas, y justo en el momento en que Anais abrió su fresca boquita para volver a pedir auxilio, el excitado y lujurioso profesor aprovecho esto para meterle la lengua en toda su estrecha boca, se la introdujo hasta casi provocarle arcadas, su aliento a tabaco y dientes podridos inundó su paladar, el viejo ahora la sujetaba de su rubio cabello,  con sus gruesos labios de lobo feroz bien pegados a los rosados y sensuales labios de la nena, haciendo rítmicos y chapoteantes círculos con su lengua alrededor de la de ella que lo esquivaba en forma desesperada, la nena sentía la puntiaguda nariz del vejete como se le clavaba en su cara, se la sentía helada y húmeda, como si este estuviera resfriado o con romadizo cuando se rosaba con la respingona nariz de ella, luego para coronar el erótico ritual lingüístico el degenerado profesor se separó de su boca y le mando un repulsivo escupo el cual impacto en pleno rostro de la asqueada Anais.
Don Jilo después haberla escupido y besuqueado a su total antojo y de haberle estado sobando las tetas todo lo el que quiso, comenzó a subirle la camiseta lentamente, Anais con su carita escupida y con sus manitas temblorosas en forma desesperada trataba de impedírselo pero el viejo profesor no encontró nada mejor que  levantar una de sus manos y darle una fuerte bofetada en el rostro que prácticamente la hicieron ver rayos y centellas, la chica ya no quiso seguir con sus estupideces, ahí  fue que supo que el viejo aparte de caliente también era agresivo.
Por su parte don Jilo al notar que la joven hembra ya había entendido cuál era su posición siguió subiendo sus ropas, primero le quito la chaqueta de mezclilla para luego continuar con la blanca polera, y sin dejar de mirarla directamente a sus ojos metió sus manos por debajo del sujetador blanco y comenzó a sobajearle las tetas con ansias animalescas.
–Mmm… que suavecitas se sienten tus tetotas mamasota…!, que rico par de melones tienes mi pendejita rica…!! –No se ven tan grandes cuando están cubiertos por toda tu ropa, pero te las encuentro perfectas… están duritas y suavecitas… como a mí me gustan jejeje.
Anais miraba aterrada todo lo que le estaban haciendo, y de vez en cuando ponía atención en la insana expresión de su rostro. Ese vejete desgraciado era horrible, y ahora tenía una mirada aún más lujuriosa que al principio, le daba la impresión de que este estaba imaginando miles de cochinadas que haría con ella a partir de estos momentos.
De pronto la asustada jovencita noto como el viejo con una de sus manos le destrabo el sujetador liberando por fin esa frescas montañas de carne tersa y juvenil, a la misma vez que sacaba un cigarrillo desde su apolillada chaqueta, para luego más trabajosamente aun proceder a encenderlo y tirarle todo el humo en su cara, a la vez que le mostraba la roja braza de la punta del cigarrillo, para decirle,
–Si continuas portándote mal y haciendo mamadas que a mí no me parezcan, de ahora en adelante tendré que utilizar esto, el desequilibrado vejestorio acercaba su cigarrillo encendido a las relucientes carnes de sus tetas, Anais estaba que se meaba de pavor al imaginarse el dolor que sentiría si a ese endemoniado viejo se le ocurría quemarle las tetas, en ese momento la atractiva estudiante de leyes ya no aguanto más se puso a llorar desconsoladamente, estaba temiendo lo peor.
El viejo vio como sus lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas, entendió que con eso ya era suficiente por lo que apago el cigarrillo en el suelo para luego ir acercando su boca a la cara de la nena en donde lamio todas las lágrimas que de sus ojos brotaban como así mismo el rastro acuoso que estas dejaban, siguió incursión abajo para llegar a lo que él ya quería degustar,
–Te gastas las tremendas chichotas pendeja, te las voy a chupar hasta lograr sacarte leche, jajajaja, y uniendo la acción con las palabras fue abriendo su bocota para pegarse la mejor chupada de tetas que en su vida se había mandado.
El viejo llevaba unos buenos minutos  chupándole las tetas a Anais, quien estaba en un lamentable estado de shock por lo traumático de la situación, el viejo la tenía casi inmovilizada recostada en el sillón y el sobre su cuerpo, la nena sentía como esa rasposa lengua se paseaba a su antojo por las suavidades de sus tetas, era la primera vez en su vida que se las chupaban, poco a poco empezó a tener una sensación que invadía todo su cuerpo, pudo sentir como su cara se ruborizaba por alguna razón, y esa razón era una sola, ella nunca había estado en tales circunstancias con ningún hombre, y ahora si lo estaba con un espantoso vejete casi 50 años mayor que ella, el resbaloso lengüeteo en las tetas que este le estaba pegando le hacían sentir algo rico, y esto la hacían sentir de lo peor.
Su mente le decía que no se permitiera sentir eso, que no se dejara avasallar por tan despreciable vejestorio, un verdadero lobo con piel de oveja, pero su cuerpo ya comenzaba a decirle lo contrario, a la nena por primera vez en su vida le estaba comenzando a gustar esa agradable sensación de placer.
Horrorizada por estar sintiendo tales sensaciones, gruesas  lágrimas comenzaron a brotar de sus bellos ojos celestes, en forma desesperada nuevamente comenzó a moverse e intentar escapar de las garras de ese viejo degenerado antes que se le ocurriera sacar su cosa y metérsela, el viejo casi no sentía los esfuerzos de la nena, solo se daba a chupar, lamer, succionar, mordisquear y luego volver a chupar y seguir chupando.
Anais quien llevaba unos buenos minutos contorsionándose y pataleando para salirse de aquel sofá, ya casi estaba entregada ahora solo sentía como le succionaban las tetas, con sus ojos cerrados se dejaba hacer sin saber qué hacer ni cómo reaccionar, el viejo la estuvo chupando por un buen rato, la jovencita no se dio ni cuenta cuando el depravado ya le tenía la falda subida hasta la altura de su cintura, lo que si sintió fue cuando de pronto percibió que algo se metía por entre sus muslos, como pudo levanto su cabeza para ver como el viejo asqueroso había puesto su mano encima de su vagina y comenzaba a masturbarla por arriba de sus medias y su blanca prenda íntima, hasta que el vejete se separó de sus mojadas tetas para decirle,
–Mira nada mas como estas de mojada putita… jajaja, tus jugos hasta atravesaron la tela de tus calzones y medias pendeja caliente, jajaja, le dijo mientras le mostraba sus arrugados dedos en donde se notaba una reluciente humedad, –Esto significa que tu zorra ya está pidiendo verga a gritos…, jajaja!! No llevo manoseándote ni 15 minutos, y vaya que te calientas muy rápido.
–Eso… eso… no es verdad, le contesto Anais con su voz muy bajita, le extraño que el vejete ya casi no la estaba sujetando y ella ahora no hacía nada por huir de aquel lugar, el viejo notando la pasividad de la tierna chamaca, aprovecho para bajar el cierre de la falda, y luego comenzar a retirársela hacia abajo junto con las medias y la ropa interior, Anais reacciono al instante,
–Nooo!! Eso sí que noooo…!! Por favor don Jilooo no lo hagaaaa…!!!, le decía mientras con sus manos luchaba con las del vejete para que este no terminara por desnudarla por completo,
–Siii, si lo hare preciosura y ya no te hagas la decente conmigo, jejeje se nota que estas desesperada por que te metan la verga, jajajaja, le decía mientras ya había logrado bajarle las vestimentas una buena cantidad de centímetros.
Se vinieron más manoteos y unos buenos jadeos por parte de ambos y la nena ya sintió el aire en su vagina, hiso el último esfuerzo por subirse los calzones, y fue el viejo quien salió victorioso, ya que al notar la férrea resistencia que opuso su joven oponente simplemente se los destrozo junto con las medias, la falda y los zapatos salieron volando y cayeron cerca del escritorio, la había terminado de empelotar.
Anais al saberse desnuda por primera vez en su vida ante la presencia de un hombre solo atino a taparse la cara con sus dos manitas y juntar lo que más pudo sus muslos para proteger lo que sabía que ya estaban a punto de usurpar.
El viejo se lanzó sillón abajo y quedo arrodillado contemplando el soberbio cuerpazo al desnudo de Anais, hace mucho tiempo que el destino no le había provisto un tan suculento bocado de carne fresca y juvenil que él solito ya estaba a minutos de degustar para él solo. Sin dejar de recorrerla en forma lasciva tragaba abundantes cantidades de saliva que se le formaba en la boca, veía esos atrayentes pelitos dorados que escasamente adornaban la pelvis de aquella exquisita criatura, sintió unas tremendas ganas de comérsela, de meterle la verga a la fuerza, culearla hasta la locura, pero sabía que era día sábado, y que ni siquiera era medio día, o sea… tenía todo el tiempo del mundo.
Don Jilo llevo su temblorosa mano al palpitante vientre de la muchacha, al posarla pudo sentir una suavidad jamás sentida en sus resquebrajadas manos, con sus dedos índice y pulgar se dio a jugar con el piercing, era la primera vez que tocaba uno, solo los había visto cuando por Tv miraba a las nenas bailar Axe hace algunos años, y Reggaetón, o cuando veía alguna película porno, su verga pulsaba por la ansiedad de meterse por entre medio de aquellas jóvenes carnes,
–Mmmmm que suavecita que eres pendejaaa… y te ves más rica todavía con esta mamada puesta en tu ombliguito, le decía jugando aun con el piercing entre sus dedos, –Y tu coñito se ve más rico todavía mi amor, se ve limpiecito, bien depiladito como a mí me gustan jejeje, (el viejo no sabía que por naturaleza propia a la joven le salían pocos pelos en la zorra), –No sabía que eras tan maraca para tus cosas jejeje, le continuaba diciendo mientras ya palpaba suavemente con la yema de sus dedos los rubios pelitos encrespados de la vagina de Anais. –Ahora prepárate porque vas a comenzar a disfrutar como una mal nacida, jajajaja!!!.
Dicho esto último don Jilo comenzó a sobarla con sus dos manos, los ojos de Anais lo miraban tratando de adivinar que le haría ahora, en eso vio como la mano del vejete bajaba hacia al medio de sus cerrados muslos para comenzar a tocarla en su rayita muy suavemente, ella desde hace rato que estaba mojada más por la turbación del momento que por realmente sentirse deseosa de que ese vejete asqueroso le hiciera algo, por nada del mundo pensaba en abrirle sus piernas, el viejo por su parte sintió una tibia acuosidad entre los apretados labios vaginales de la chica, así que le dijo,
–Pero mira que caliente me saliste pendeja… tu conchita está más mojada que antes, si hasta parece que te estuvieras miando, jajajaja!!! A la nena entre asustada y asqueada le daba rabia de como ese viejo asqueroso se burlaba de ella, ahora lo veía como se chupaba los dedos luego de volver a meterlos de su rajadita intima, noto que cada vez don Jilo incursionaba más en su panochita y ni se dio cuenta ella misma cuando el caliente maestro sencillamente comenzó a masturbarla, para conocer el mismo y con sus propias manos cada rincón de su inexplorada zorrita.
–Te la siento muy apretada pendeja, dime… alguna vez has probado la verga?, el viejo le consultaba con el vicioso brillo de la maldad saliéndole por los ojos. Anais no le respondió, solo tenía su celeste mirada puesta en cualquier parte del techo de la oficina, –Contesta maldita zorra!!! Le grito el viejo muy enojado, pero aun así ella se negó en darle una respuesta, el viejo como pudo rápidamente se montó sobre su cuerpo a la altura de las tetas y,
–Plaffff!!! Retumbo el certero tortazo en pleno rostro de la chamaca, la chica en el acto comenzó a llorar de susto y dolor, pero esto al viejo no le importo, Plaffff!!! Plaffff!!! Plaffff!!! Plaffff!!!, fueron indeterminadas las feroces bofetadas que Anais siguió recibiendo en el rostro,
–Ahora contéstame perra asquerosa, o te seguiré pegando hasta desfigurarte la cara, al viejo se le habían enrojecido los ojos, y su rostro lo tenía descongestionado, parecía como si en estos momentos fuera un verdadero demonio más que un respetable y serio decano de alguna Universidad, –En mi juventud estuve internado en el hospital psiquiátrico, y tengo carnet de loco…jajaja!!, para que vayas sabiendo tengo doble personalidad, de lunes a viernes soy un serio profesor, pero los fines de semana me vienen mis crisis de calentura y de agresividad si es que no me tomo mis pastillas, y te aviso que hoy no me las tome porque sabía que vendrías, jajajaja!!!, así que si me denuncias estaré solo unas semanas internado en una lujosa clínica, por lo que ahorita me contestas cuando yo te pregunte algo porque si no lo haces soy capaz de matarte, has entendido zorra inmunda, y para que no se te olvide… tomaaaa!!!!….Plaffffffff!!!!!!, resonó la más fieras de las cachetadas que Anais recibió en su angelical carita de niña buena.
–Has probado la vergaaa..!?, te han culeado alguna vezzzz!!???, el viejo estaba salido como un verdadero energúmeno,
–Sniffsss…! Por favor don Jilo ya no me pegue más…Sniffssss, Anais ya tenía su rostro enrojecido por los fieros guantazos recibidos,
–Entonces contéstame putaaaa…!!! te han metido alguna vez la vergaaa!!??
–Noooo… nuncaaaa don Jiloooo, nunca he hecho el amor con nadieeee, sniffssss!!!
–No te estoy preguntando eso putaaa!!, te he preguntado si alguna vez te has puesto a culear con algún chamaco de tu edad… o con el que sea… los ha hecho!!??
–No don Jilooo!! Yo nunca me he puesto a culear con nadie…snifffsss, la joven poco a poco entendía que tenía que contestarle como al viejo le gustaba…
–Jajajaja!! Así está mejor putita… pues hoy día mismo te voy a convertir en mi mujer, jajajaja, te voy a meter la verga mamitaaa…!! Te voy a poner a culear con quien a mí se me ocurra… jajajja!!! todos los fines de semana o cuando a mí se me ocurra… hasta que termines tus estudios en esta prestigiosa Universidad, así que ándate preparando dulzura, porque desde hoy pasas a ser mi puta, terminaras tus estudios puteando en las calles,  y culiando con mis amigos…jajajaja!!! Ahora sí que te voy a emputecer zorra asquerosa, jajajaja!!!!
El viejo una vez que termino de poner en conocimiento a la joven de cual ahora serían sus deberes para con él, como pudo se bajó del desnudo cuerpo de Anais, como si la muchacha fuese una muñeca de goma le abrió con fuerzas los muslos, la primera reacción de la joven fue cerrarlas en señal de protección de su vagina, pero con la feroz mirada que le pego don Jilo, recordó que aquello eran parte de sus nuevas obligaciones, así que no le quedó más remedio que dejarle sus bellas piernas abiertas y mostrándole su tajito rosáceo en toda majestuosidad.
El viejo con solo mirar aquella pequeña grieta rosada apenas jaspeada por pelitos rubios comenzó a babear como un mal nacido, abriendo lo que más pudo su pestilente y carnívora bocota se fue acercando hacia ella hasta que se zampo de un puro bocado la hermosa vagina de la muchacha hundiendo su cabeza en aquella rosada fisura de carne y sumergiéndose en las profundidades de aquellos preciosos muslos que estaban abiertos solo para él.
Don Jilo chupaba zorra con ahínco, metía y sacaba su lengua lo que podía en forma rápida, sorbiéndose todos los jugos que la nena ya desde hace rato estaba produciendo por su panochita en forma inconsciente, el viejo chupaba y lamia sin darle tregua, mas parecía un perro lamiendo la comida de un plato, que un hombre practicándole sexo oral a una mujer.
Anais solo se dejaba chupar su cosita con la cara contraída por el asco y la repulsión que le ocasionaba aquel horrendo vejete, se maldecía por el precio que estaba pagando por el error cometido, nunca había dejado que un chico la tocara más de lo necesario, de sus novios anteriores la mayoría le había pedido la prueba de amor, en la cual ella se negó rotundamente, para guardar ese preciado tesoro que ella sabía que poseía para el hombre que se casara con ella, pero todo esto ahora se había ido al traste, la tenían desnuda y abierta de patas con un exaltado viejo con características de psicópata chupándole lo que ella tanto había cuidado y protegido.
En la espaciosa oficina solo se oían los insistentes chapoteos de lengua de don Jilo, acompañados de los continuos reclamos y gimoteos de Anais para que el viejo la dejara tranquila de una buena vez por todas, pero el feliz profesor no estaba dispuesto a parar de chuparla por nada del mundo, esa vagina era un verdadero manjar solo hecho para príncipes se decía para el mismo, y mientras la nena más se quejaba para que la soltaran, el viejo más empeño le ponía en los lengüeteos.
Anais puso atención en la rasposa lengua que la asaltaba en la parte más femenina y bella de su cuerpo, se preguntaba porque  a ese viejo le gustaba tanto estarla lamiendo en esa zona, no estaba muy segura si todos los hombres serian iguales, pero se notaba que a este sucio y vil vejete le encantaba, una rara sensación muy parecida a la de  los nervios que a veces ella había experimentado en su estómago, se le empezó a instalar en su cuerpo, pero con la diferencia que esta vez no era en su estómago, la sensación se le había ido instalando en su panocha, situación que le alarmaron los sentidos, aquella gratificante sensación por cada segundo que pasaba se iba agudizando, hasta que al mismo ritmo de las lamidas sintió una exquisita secuencia de punzadas que se le instalaron adentro de su coñito, acompañado de unas tremendas ganas de dejar salir algo por su ranurita, nuevamente caía en cuenta que era una sensación muy parecida a como si tuviera verdaderas ganas de mearse.
Ajeno a esto el vejete ya tenía la lengua casi dormida de tanto lengüetear la belleza intima de la chamaca, las mandíbulas ya las tenía totalmente adoloridas de tanto abrirlas y cerrarlas mientras devoraba aquel aromático y místico tajito de carne, se sumía en aquella apretada panocha, al hacerlo movía su cabeza hacia los lados, como también hacia círculos sobre esta siempre intentando adentrar su lengua lo más posible, se notaba a la legua que el viejo la estaba pasando genial mientras se comía el coño de la joven, pero su felicidad fue sublime cuando sus oídos parecieron escuchar un femenino y casi apagado gemido de éxtasis por parte de su compañera sexual.
Y no era para menos, en un principio Anais veía que el viejo tenía su reluciente y arrugada cabeza sumida entre medio de sus muslos que estaban abiertos de par en par, sentía la gorda y resbalosa lengua de este como le acariciaba rápidamente la vagina como si esta fuese una batidora, como a su vez también sentía la helada nariz del vejete rasparse una u otra vez contra su pelvis, sus primeras sensaciones fueron de asco y rechazo, pero ya en estos momentos su sistema neuronal estaba a punto de colapsar antes los continuos cosquilleos y punzadas que desde hace un rato le estaban haciendo sentir en distintas partes de su grácil anatomía, ella no quería, pero su joven cuerpo casi se lo estaba imponiendo, hasta que su mente ya no pudo resistirse más y sencillamente se entregó a las delicias de la carne, sintiendo esa exquisita lengua como le revolvía los caldos que se habían instalado en su vagina y que parecían provenir desde lo más profundo de sus entrañas.
La nena lentamente comenzó a menear su pelvis, en un principio lo hacía muy despacito, no quería que el vejete se diera cuenta que ella ya casi aceptaba que el la estuviera lamiendo, pero todo era tan rico y tan nuevo para ella, que inconscientemente llego al estado de encontrarse moviendo e intentando hacerlo al mismo ritmo en que aquella lengua entraba  y salía de su tajito masturbándola y haciéndola gemir ahora más audiblemente, no importándole que el viejo la escuchara, su respiración ya era muy pesada y a la misma vez acelerada, sus fosas nasales se cerraban y sentía que le costaba respirar, a la vez que soltaba unos quejidos ya un poco fuertes y que hicieron que ella se comenzara a moverse en forma más acelerada, siendo participe de todo lo que le estaban haciendo, ahora  parecía que como si la nena estuviese poseída por algún ser maligno, y al viejo le gustaba mirarla de como ella gozaba, de cómo retorcía su cintura buscando con su pelvis la punta de su lengua, Anais ya estaba más que caliente, y el vejete ya lo tenía claro.
La chamaca ya  no daba más de calentura, pero sentía pena de ella misma por estar sintiendo algo tan rico con un asqueroso hombre que apenas conocía, y que para rematarle tenia desordenes psiquiátricos, en vano intentaba acallar sus gemidos de calentura con una de sus manitas puesta en la boca, estos ya resonaban por toda la oficina del decano, su otra mano que la tenía puesta en la cabeza del vejete en un principio con la finalidad de empujarlo para que ya le dejara de lamer, ahora en forma inconsciente había comenzado a deslizar sus dedos por entre medio de los enmarañados pelos blancos que este tenía por los lados, como si le estuviera haciendo cariño, sus piernas temblaban, se sentía extasiada, por su mente cruzaban miles de imágenes, sus propios gemidos los escuchaba como si estos estuvieran en otra dimensión, mientras se seguía retorciendo de placer en aquel imponente sillón de cuero donde la tenían acostada desnuda, se imaginaba la pestilente boca del viejo pegada a sus rosadas carnes intimas, con sus amarillentos dientes de fumador impregnados por la nicotina arrancando sus carnes vaginales y comiéndosela en total sentido de la palabra, estos últimos pensamientos la llevaron a que fuese ella misma quien agarrara los escasos mechones blancos que el viejo poseía detrás de sus orejas y se lo enterrara con fuerzas en lo más profundo de su zorra, punteándoselo y más bien dicho vulgarmente culeandole la boca con su afiebrado tajito de carne, el maestro estaba encantado con su alumna.
El vejete notando que la chamaca se le había unido a la fiesta, como pudo subió una de sus manos para agarrarle las tetas, se las apretaba, las sobaba, y volvía a apretar con más fuerzas, hasta que Anais sintiendo en sus poros algo que nunca antes había sentido pego una punteada magistral sobre la chapoteante boca de su maestro, uniendo esta acción con un gutural y ronco bramido de hembra siendo satisfacida sexualmente,
–Ahhhhhhhhhhhhyyyyyyyyyyyyyyy!!!!!!!, los jugos explotaron hacia afuera de la vagina de la joven y fueron a dar en forma directa hasta la misma garganta del feliz profesor quien se los bebía como un mendigo perdido en el desierto, el grito se debió haber escuchado en varias de las salas en donde aquel día sábado se estaban realizando clases, Anais luego de haberle mandados otras tres firmes punteadas de zorra en las mismas fauces del viejo aprovechador, poco a poco fue dejando de moverse, hasta que sus tensados muslos se fueron aflojando lentamente, para quedar prácticamente casi desmallada y a patas abiertas en el sillón, por primera vez en su vida había sentido un orgasmo, y este había sido tremendo.
El vejete luego de beberse los abundantes chorros de caldos ácidos y calientes que Anais le regalo desde sus entrañas, solo se quedó observándola tirado aun lado del sillón con su boca rebosantes de fluidos vaginales, estaba claro que el por su parte aun no terminaba con la encantadora y virgen universitaria, solo encendió un cigarrillo y se dedicó a masajearse la verga por sobre el pantalón, mientras admiraba aquel tremendo monumento de mujer que tenía para regodearse en el a su total antojo, y que había conseguido embaucar aprovechándose del candor e inocencia pueblerina de su dueña.
Luego de unos 10 minutos existía un silencio casi sepulcral al interior de la oficina, Anais continuaba con sus muslos abiertos, y de sus ojos caían lágrimas de rabia por haberse permitido sentir algo tan rico con un viejo de tan malos sentimientos, su respiración ya había vuelto a la normalidad, los espasmos habían desaparecido, y la sensación de placer en todo su curvilíneo cuerpo también se había extinguido, pero no del todo. Hasta que sintió la avejentada y desagradable voz del jefe de carrera hablarle.
–Me doy cuenta que disfrutaste la chupada de zorra que te pegue verdad putita?, jejeje, te quejas y gimes muy rico lindura, me hiciste sentir que a pesar de mi edad aun me la puedo con una zorra lujuriosa como tú, Mmmmm aun recuero el sabor de los meados que me soltaste por la concha, de verdad que fue un honor habérmelos bebido, jejeje, recién salidos y manufacturados desde tu zorrita, no recuerdo haberme bebido unos mejores y más calientitos que los tuyos, así que para la próxima que me los sueltes avísame para poner dos vasos y así podríamos hacer un brindis los dos juntos, ya que los sueltas a chorros, te parece preciosa?, jajajaja!!!.
El vejete viendo que la nena ni siquiera se dignaba a mirarlo cuando él hablaba, puso en práctica lo que él deseaba hacerle desde hace rato, ­­­­–Mmmmm veo que ya has descansado lo suficiente, así que ahora terminaremos lo que hemos empezado. Anais en forma espantada vio como el vejete diciendo esto último se puso de pie y ya comenzaba a sacarse la ropa, lo supo al instante… se la iban a culear.
La estupefacción y el cansancio no le dieron tiempo a reaccionar a la rubia muchachita. Luego de ver en forma despavorida como ese obeso y fofo cuerpo desnudo lleno de pelos canosos terminaba de empelotarse al frente de sus ojos, algo la hiso bajar su vista hacia esa parte en que ella sabía que estaba la asquerosidad que le iban a meter, pero lo que vio fue algo más repugnante y repulsivo todavía, el viejo tenía una gran mata de gruesos pelos plomos tirando para blancos, y entre medio de esta abundante y grotesca maraña de pendejos largos y semi encrespados una verga totalmente parada, el vejete no la tenía grande ni corta, entre 10 o 15 centímetros más que eso no era, pero para la nena era suficiente para casi desmallarse al imaginarse que esa asquerosidad que pulsaba rápidamente de desesperación estaba solo a minutos de hacer ingreso al interior de su cuerpo.
Don Jilo viendo que la hembra casi no se había movido pensó que tal vez ella también lo deseaba, en la forma más normal del mundo se subió al sillón y se acomodó entre medio de esos muslos abiertos que parecían estar esperándolo.
Anais nuevamente comenzaba a llorar por lo que le iba a suceder, sintiendo el peso del cuerpo del hombre que la iba a convertir en mujer echarse sobre el suyo, casi sin aire le quiso solicitar,
–Por favor don Jilooo… sniffssss, no me lo haga… mi sueño era llegar virgen al matrimonio, sniffssss…
–Jajajajaja, no me salgas con esas mamadas, esas son solo pendejadas de zorrasss románticas chamaca… y tú no estás para eso, además que ya estás en edad de recibir la verga… y eso es lo que harás desde hoy día… recibirás verga por todos tus orificios…jajaja, así que relájate y disfruta porque en este mismo momento te la voy a meter, jajajaja te estoy estrenando cosita rica, y todo gracias a que te gastaste la plata de la U, jajajaja!!!! Diciendo esto último el viejo poso su erecto falo en la íntima y nunca antes vulnerada entrada intima de Anais.
–Nooooo…!! Por favor no lo hagaaa!!, ahhhhgggg!!!, gimió de dolor Anais cuando sintió la primera compresión de carne sobre la entrada de su vagina…
–Siii pendeja… tu tranquilita que ya vas a ver de lo muy rico que vas a sentir, jejeje, ganaremos mucha lana cuando andes prestando la zorra por dinero y parada en las esquinas…, deberías estarme agradecida de todo lo que te estoy enseñando gratis, jajajaja, quizás hasta abandones los estudios para dedicarte a andar culeando por los callejones jajajaja… Uffff que apretadas la tienes putaaaaa!!!, el viejo ya le había propinado tres empujones sin lograr ni siquiera meterle un solo centímetro de verga al interior de su panochita.
–Profesorrrr…!! Ya noooo…!! me duele muchooooo…!! Sniffssss… salgase… dejemeee… sniffsssss!!!
–Jajajaja… relájate y distiéndeme los músculos de la zorra pendeja… desde hoy tú me perteneces, y este es solo el comienzo putita, no sabes cuantas veces me eh corrido la paja viendo tu foto de la ficha académica, jajaja, tendremos que sacar una nueva por que la actual ya la tengo toda moqueada de las veces que me corrí en ella cuando te imaginaba follandote aquí mismito de donde te tengo ahora, ahí te voy pendeja…aguantaaaa…!!
Anais no daba crédito de todo lo que le estaba sucediendo, las morbosas palabrotas del viejo que estaba dando su vida por follarsela le causaban un profundo asco, pero lo que más repulsión le causaba era imaginarse al viejo masturbándose mirando su fotografía de la ficha académica, de pronto cuando sintió otra feroz pero fallida arremetida contra su vagina, vio al vejete como se echaba sobre ella con todo el peso de su cuerpo, en donde la comenzó a besar en el cuello y en la cara, sentía los gruesos pelos del pecho pegársele en las suavidades de sus tetas, la nena desde hace rato que traspiraba, por los continuos jadeos que hacia cuando intentaba escabullírsele al desalmado vejestorio, pero sus esfuerzos no hacían mella con las fuerzas del profesor Jilo, ya viendo que casi no tenía escapatoria simplemente se puso a llorar más audiblemente que antes, pensó que ya todo estaba perdido,
– Déjemeee don Jiloooo…!! Snifffs… Ahhh… Me está lastimandooo… Sniffsss!!!…… auxilio por favor… me están violandoooooo!!!, grito como última medida de salvación…
– Jajajaja!! Eso putita… gritaaaa!!!, gritaaaaa todo lo que quieras…!!! Ya te dije que eso me enerva y me calienta aun masssss…, Jajajajaja!!!! Eres una criatura riquísima… una verdadera hembra en todas sus letras…, le decía el vejete totalmente poseído por la calentura.
El viejo le mando el más firme de todos los empujones que ya le había propinado, y cuando sintió una leve sensación de como si los apretados labios vaginales de la chamaca se fuesen por fin a abrir para él, su verga ya no aguanto más, haciendo que su dueño sintiera algo tan exquisito al imaginarse las tibiezas que lo esperaban al interior de aquel infartante cuerpazo que él ya quería poseer, que acompañado de un ahogado y sufrido grito de placer le mando tres sendos lecherazos que impactaron en el vientre de Anais, ensuciándola y regándola con tres gruesos cordones de blanco semen, el primero le llego casi hasta la altura de las tetas, el segundo y el tercero a su ombligo, el piercing se perdió ante las blancas condensaciones que impactaron en él, otras 4 chorreadas de menor potencia pero si muy espesas, escurrieron desde la verga del vejete para caer y bañar los rubios pelitos crespos de la vagina de la joven, el apesumbrado vejestorio aún estaba con los ojos en blanco por la emoción.
Estos 4 últimos goterones de semen tal como ya se dijo cayeron en forma acompasada sobre los dorados pelitos íntimos de la escandalizada nena al estar viendo ella misma y con sus propios ojos como aquel esperpento humano se corría asquerosamente sobre su cuerpo. Su pelvis y su escaso bello íntimo quedaron bañados de la inmundicia varonil del casi anciano y caliente profesor.
El viejo luego de haberse recuperado de aquel fatídico orgasmo, se hecho de mal humor a un lado del cuerpo de la joven, había quedado insatisfecho, se corrió antes de abrirla y metérselo, luego de unos minutos refunfuñando se paró del sillón y comenzó a vestirse.
La nena por su parte con sus ojos llorosos no sabía que hacer su vientre estaba bañado en semen del vejete, lo sentía pegajoso, y expelía un extraño y fuerte olor que ella nunca antes en su vida había sentido.
–Límpiate con eso y vístete, le ordeno don Jilo a una psicológicamente destruida Anais, a la vez que le lanzaba sus destrozados calzones blancos.
La joven como pudo limpio su cuerpo con su destrozada ropa íntima de aquel asqueroso liquido blanco con el cual la habían impregnado, en silencio se puso el resto de su ropa, las medias también habían quedado inutilizables.
Cuando la estudiante intento recoger sus libros para retirarse, supo que aún faltaba mucho para que su profesor la dejara tranquila.
–Deja tus libros aquí en mi oficina el lunes los puedes venir a retirar, ahorita mismo nos largamos a pasar el fin de semana juntos, jajajaja!!!
–Profesor… me quiero ir a mi casa… me duele todo el cuerpo…
–Me importa una verga como te sientas…!!, además que aun ni siquiera te he metido la verga, no sé de qué te quejas tanto,
–Señor…mis tíos se pueden preocupar si no llego a la casa…
–Pues diles que te quedaras a estudiar en la casa de alguna compañera… no son esas las zorrerías que ustedes las putas inventan cuando se quieren ir de parranda con los estúpidos chamacos que conocen… además que me da lo mismo si avisas o no, la cosa es que ahora iremos a mi casa para que te bañes, luego iremos a comprarte unos trapitos que yo quiero que uses, ya que en la tarde iremos a una fiesta con unos amigos, jajajaja!!!!
–Don Jilo… por favor déjeme ir… ya fue suficiente… además que he decidido irme a mi pueblo, ya no quiero seguir estudiando en esta universidad, así que no se moleste en darme más plazo,
–No pendeja…! te equivocas…!! si no quieres seguir estudiando es problema tuyo, la cosa es que desde ahora tu eres mi putita…, Anais se fijaba como los hoyos de la tremenda nariz del viejo se abrían y se cerraban a medida que este le hablaba, esta parecía que fuera la de un pelicano, esa sensación le daba a ella, el viejo continuaba hablando, –Y lo que no pude hacerte esta mañana si lo hare esta misma noche y en mi casa, y cuando yo me sienta totalmente saciado de tu cuerpo y de todos tus agujeros te llevare a putear por las calles hasta que reúnas el dinero que me debes, yo pagare tu deuda, así que a quien le debes desde este momento es a mí, te queda claro dulzura?, el viejo la miraba con una cara llena de maldad…
–Don Jilo de verdad que se lo agradezco pero no necesito que Ud. pague mi deuda, solo me iré y no le diré a nadie de lo que me hiso, se lo juro…
–Acaso piensas que soy un pendejooo!!!, ves esa cámara que está en esa esquina, el viejo camino rápidamente hacia donde estaba puesta la cámara que aún seguía grabando, –Que crees que pensaran tus papis cuando vean el video que acabamos de grabar los dos juntos pendeja, verán como casi te measte de calentura en mi boca cuando te fuiste cortada jajajaja!!!…
Anais como una verdadera zombi se volvió a sentar en el sillón donde casi se la violan, se llevó sus dos manitas hacia su cara, luego las perdió en el follaje de sus aromáticos y semi ondulados cabellos rubios pensando en todo lo que le había aclarado el chantajeador de su profesor, pensaba en la reacción de sus padres al ver ese escandaloso video, que dirían al saber que a su hija la habían expulsado de la Universidad por haberse gastado el dinero de las mensualidades y por andar acostándose con profesores?.
Un fuerte nudo se le formo en la garganta, en eso sintió cuando el viejo la tomo poderosamente del brazo casi arrastrándola para llevársela a donde a él le diera la gana, y ella simplemente se dejó llevar, su suerte ya estaba echada.
Una vez que salieron del campus universitario, el viejo hiso parar un taxi en donde se subió en compañía de una casi muda Anais, el joven taxista dio por hecho que la pareja que acababa de subir era una nena con su abuelito, y que este seguro que la había ido a matricular ya que los tomo a la salida de una casa de estudios, determino que la joven era dueña de una belleza inigualable, pero en su semblante denotaba que iba triste muy triste, a lo mejor no les había ido bien en el proceso de selección, cosa común en universidades tan remilgadas como lo era aquella en donde los había tomado.
Una vez que se bajaron del taxi, don Jilo la llevo a su departamento, este era pequeño y se encontraba en un buen sector residencial, estaba bien para un viejo solterón como el, a pesar de su fea apariencia el viejo vivía en forma decente, así por lo menos lo vio Anais, mientras se bañaba la joven temía que en cualquier momento el viejo se le metiera en la ducha y se la follara ahí mismo al interior del baño, o que este cambiara de opinión y la obligara a acostarse con él ya que estaban en su propia casa, pero esto no sucedió.
Cuando Anais salió del baño don Jilo la estaba esperando, listo para volver a salir, la nena se dio cuenta que el viejo se había cambiado de ropas. Cruzaron casi todo el centro con Anais tomada de la mano del viejo, ya desde hace rato que había pasado el mediodía, y la nena iba preocupada ya que ni se imaginaba para que parte la llevaba ese siniestro vejete, que prácticamente en solo un par de horas se había adueñado de su vida.
Ingresaron a un céntrico edificio, ella solo lo seguía en silencio, bajaron por unas escaleras mecánicas, el edificio estaba muy concurrido de gentes que realizaban compras o se encontraban haciendo algún tipo de trámite.
Anais conocía aquel edificio, ya que en muchas oportunidades había concurrido a este a comprar ropa en los pisos superiores, una vez que bajaron la joven se dio cuenta que en aquel subterráneo también habían variados locales comerciales, pero a medida que más avanzaban por los pasillos, los locales iban cambiando de giro, hasta que al doblar al fondo de la galería subterránea, se dio cuenta que en este sector estaba plagado de night clubs, que aún no abrían sus puertas a la clientela, no entendía muy bien por qué el viejo la llevaba por aquellos lugares, ¿acaso este viejo desgraciado pensaba convertirla en prostituta en este mismo día?, se preguntaba en el momento en que nuevamente estaba a punto de largarse a llorar.
Hasta que llegaron a destino, el viejo la metió al interior de un Sex Shop, la joven quedo ensimismada viendo todas aquellas luces rojas y verdes que iluminaban las vitrinas del lugar, Anais daba gracias a Dios que el local estuviese vacío a esas horas de la tarde, hasta que nuevamente escucho la vos de su caliente profesor,
–Espérame aquí pendeja, y no se te ocurra largarte, o si  no nuestro video terminara a la venta en este mismo local, jejejeje, no sin antes mandar una buena cantidad de copias gratis a la sucursal de tu pueblo, jejeje, así tu papis sabrían que su hija llego al estrellato en la capital, jajajaja!!!!
Anais vio como el viejo hablaba con mucha confianza con un tipo que parecía ser el dueño de aquel antro, los vio que cuando conversaban la miraban y se reían, obviamente se estaban burlando de ella y ya imaginaba lo que le podía estar diciendo don Jilo a ese otro tipejo, le dieron unas tremendas ganas de ir ella misma donde ese viejo asqueroso y apretarle su nariz de pajarraco, pero solo se volteo dándoles la espaldas, lo que le llamo mucho la atención y la descolocaban era ver la enorme cantidad de películas xxx que ahí se exhibían para la venta, y unos sachets que contenían en su interior unas vergas plásticas de distintos tipos de tamaño y colores, había oído hablar a sus amigas y compañeras de U de los famosos consoladores, y este día los veía en vivo y en directo, a fin de cuentas aquel exótico lugar le daba miedo por las perversidades que ahí se vendían.
De pronto la asustada Anais vio que su profesor le indicaba a que se acercara a donde estaban ellos, el hombre que lo acompañaba tenía pinta de chulo, sobre todo por un delgado bigotillo que se dejaba.
–Qué medidas tienes pendeja!?, jejeje…
Anais se sorprendió por el tipo de pregunta que le estaba haciendo don Jilo, no sabía que contestarle, ella nunca había puesto atención a sus “medidas”…
–Esteee ehhh… no lo sé don Jilooo…, le contesto muerta por la vergüenza ya que el otro tipo  extraño no paraba de mirarles las tetas debajo de su camiseta blanca…
–Tómale tú mismo las medidas Brandon jejeje,
Anais ahí se enteró del nombre de aquel sujeto, se llamaba Brandon.
Brandon saco de abajo del mesón una huincha amarilla de esa que usan las costureras y procedió sin ni siquiera decirle permiso a tomar sus medidas anatómicas…
–Mmmm… a ver a ver… 86 en las tetas…, dijo Brandon con cara de ser un experto en la materia, para luego continuar, –De cintura tenemos 61… y 89 de culo… –Es bien caderona la puta… pero sí, creo que tengo algo para ella. Luego de decir esto último desapareció por detrás de una cortina…
–Don Jilo… de que se trata todo esto…?, Anais estaba muy preocupada al no tener ni la más mínima idea de los planes que el vejete tenia para ella…
–Tu cállate putaaa!… solo te voy a comprar ropa… hoy iremos a una fiesta en el club de unos amigos y quiero que te veas bien putona… mañana volverás a tu casa y te puedes dedicar a tus asuntos hasta el viernes…tus fines de semana son  míos… te queda claro zorraaaa!!!
Anais a la misma vez que tragaba saliva solamente asintió muy avergonzada, sabía que no sacaba nada con intentar de suplicarle compasión a ese viejo desgraciado que estaba haciendo lo que él quería con ella.
Brandon aprecio con dos cajas por la misma puerta por la cual había desaparecido, don Jilo las tomo y se llevó a la joven a una especie de probador, le pasó una de las cajas a la joven y le dijo,
–Pruébate esto… cuando estés lista nos avisas para ver cómo te queda…
Ya estando sola al interior del pequeño probador, la joven abrió la caja y lo que vio la puso aún más nerviosa, era un pequeño conjunto de portaligas, con unos calzoncitos y bracier, todo de color negro…
–Estas listaaa!!, lo pastosa voz del profesor la estaba apurando. La avergonzada chamaca supo que eso era lo que tenía que ponerse, al menos no iba a andar sin calzones como lo estaba haciendo hasta este momento, eso le dio un poco de seguridad.
–Nooo!, aun no!!, espere… ya casi…
–Cuando estés en condiciones ve al mesón ahí te esperaremos, y apúrate!!
Rápidamente se deshizo de la falda y la polera y procedió a ponerse el erótico conjunto, las finas piezas de encaje negro, le quedaban a la perfección, al parecer Brandon sabía hacer muy bien su trabajo, se lamentaba la situación en que debería lucir estas prendas, ya que siempre había tenido la intención de alguna vez usarlas para el hombre del cual verdaderamente hubiese estado enamorada. Una vez que  ya estuvo en condiciones, tomo aire y se propuso a salir del probador,
Don Jilo y Brandon vieron cuando se abrió la puerta del cubículo, y lo que vieron fue como si estuviesen presenciando un verdadero encuentro cercano del 3° tipo, aquella tremenda Diosa rubia, de cara angelical y ojos celestes que se les acercaba con aquel precioso conjunto de portaligas negros no pertenecía a este mundo, la veían tal cual como era ella, un verdadero prodigio de mujer, ambos balbuceaban palabras lujuriosas apenas perceptibles para el oído humano, hasta que la hermosa nena que los cautivaba estuvo a medio metro de donde estaban ellos. Don Jilo fue el primero que saco el habla,
–Te lo dije Brandon… no esta buena la putita!?, jejejeje…
Brandon solo gesticulaba con sus mandíbulas abriéndolas y cerrándolas, el bigotito se le movía como una culebra, al pobre no le salía el habla ya que su vista no la podía sacar del pequeño triangulo de tela negra que apenas cubría lo justo para que a la nena no se le asomaran el nacimiento de los primeros pelitos dorados que ella poseía en su parte intima.
–Esta buenisimaaaa, fue lo primero que dijo el Brandon una vez recuperado, sin dejar de comérsela con cara de violador, –Y de dónde sacaste a esta puta…!!!
–Es una alumna… estaba un poco falta de dinero, y yo la estoy ayudando, jajaja!!!
Anais viendo y escuchando como esos dos pervertidos hablaban de ella, solamente llevo su dedo índice a su labio inferior mirando hacia el piso, demostrando lo muy nerviosa que se encontraba por estarse exhibiendo en esas condiciones ante un viejo casi anciano, y otro que por primera vez en su vida lo veía…
–Cuanto cobras por la hora zorraaaa!?, le consulto Brandon a la rubia chamaca, para ver si se podía pegar un raund con ella antes que el viejo se la llevara…
–Esteeee… ehhhh yo no seeee…
–Por ahora no está a la venta pendejo!, interrumpió el viejo profesor a Anais que no sabía que contestar ante tan salida pregunta, para luego continuar, –Así que no te hagas ilusiones, confórmate con haber visto la mercadería en su envase original, jajajaja!!!
–Y para cuándo estará entonces!?, consultaba Brandon quien ahora la rodeaba lentamente sin quietarle los ojos de su triangulito, y del suave culo que mostraba la nena, su reluciente piel dorada se veía apetitosa entremedio de los ligueros negros que parecían que se cortarían en cualquier momento de lo tensados en que se veían, o al más mínimo movimiento que hiciera Anais…
–Aun no lo sé… por ahora esta putilla es mía… cuando esté lista para ser emputecida profesionalmente te la puedo traer, si quieres ahí te la dejo por un fin de semana completo, el precio lo podemos conversar, pero será muy barato, así que no te preocupes, jajajaja…
La segunda caja contenía lo que parecía ser un pequeño trozo de tela roja, Anais ya estando nuevamente en el probador, descubrió que esa pequeña prenda era un mini vestido, el cual se le encajo en su cuerpo como si este hubiese sido hecho a su misma medida.
Nuevamente la imagen de aquella joven Diosa era de infarto, el ajustado vestido rojo parecía aumentar las voluptuosidades que se gastaba la tierna estudiante, sus marcadas curvas en la parte de las caderas y cintura parecían llamar a las manos de cualquier macho para que la manosearan bien manoseada, don Jilo a estas alturas ya se sentía capaz de nuevamente darle guerra a esa tremenda chamaca que aún se mantenía virgen, esta noche sí que no se le escaparía, solo iría a pavonearse con aquella rubita delante de sus amigos, y luego de beberse unos buenos tragos se la llevaría hasta su casa en donde pretendía estarla follando por lo menos hasta la tarde del día Domingo, el viejo ya se sobaba las manos al saber que tenía bajo sus garras a toda esa carne de primer corte que le había caído del cielo.
Antes de retirarse del Sex Shop Brandon le consulto al vejete,
–Y que hago con su ropa!?
–Me da lo mismo… si quieres bótala!, jajajaja!!, una vez dicho esto último don Gilo tomo a la joven del  brazo y la saco de ese lugar.
Una vez que el viejo profesor con Anais llegaron al “Club”, la joven se dio cuenta que este era solamente un vulgar antro muy parecido a una taberna, situación que la rubia chamaca ya había intuido, ya que el trayecto que hicieron nuevamente en otro taxi, la nena se fijó que el sector en que estaban era de lo más marginal y ordinario de lo que ella podía imaginar, al bajarse del vehículo los ojos de la joven dieron un rápido recorrido al sector, el antro estaba ubicado al interior de una callejuela muy angosta, en las veredas ya se podía ver que en las puertas de unos locales habían grupos de mujeres todas vestidas de como si estuviesen listas y dispuesta para irse de parranda, se fijó en los letreros que ya estaban encendidos parpadeaban con la palabra “HOTEL”, la pobre ni siquiera sabía en qué parte de la ciudad estaba parada.
–Ni se te vaya a ocurrir intentar escaparte pendeja, este barrio es muy peligroso, y los más seguro que te ocurriría si sales sola de aquí, es que te culien en un callejón o te lleven presa por puta, jejeje… pero tranquila y pasemos, lo vamos a pasar re bien ya veras, jejejeje…
Anais pensaba que como era posible que aquel señor que hasta solo el día de ayer ella lo veía como un serio profesor Universitario fuera tan desquiciado, se suponía que tenía conocimientos de leyes, por algo era el jefe de la carrera, además que ella muchas veces lo vio conversando con alumnos, y su vocabulario era el de un verdadero académico, nunca se imaginó que este asqueroso y pervertido viejo tenía una doble vida, cada vez se convencía más que eso de su extraña enfermedad era cierto, muy raro, pero cierto.
Al ingresar al antro a la Universitaria casi se le nublaron los ojos por el intenso humo y olor a tabaco, todo olía a alcohol rancio, la música que predominaba en esos momentos eran rancheras de Antonio Aguilar, aquel lugar estaba lleno de hombres borrachos, y de otros que jugaban al domino sentados en las mesas, atendidos por unas mujeres vestidas no tan sugerentes como las que había visto en la calle, pero si mostrando una buena parte de sus fláccidas carnes, notándose en sus rostro muestras de cansancio y de como si estuviesen heridas del alma.
Mientras caminaba tomada de la mano por don Jilo, todos los viejos se la quedaron mirando con cara de perros con rabia, no estaban acostumbrados a ver hembras de ese calibre por aquellos lugares, Anais solo miraba al suelo, esos hombres la intimidaban con sus lujuriosas miradas.
Mientras don Jilo consultaba por alguien en la barra, la nena vio como un extraño personaje no dejaba de mirarla de pies a cabeza, era un hombre más o menos joven, también era moreno, pero parecía estar más ennegrecido por la mugre que por la tez oscura tez de sus pellejos, era de abundante pelo crespo y enmarañado, en su rostro demacrado por los excesos le resaltaban unas llamativas ojeras, daba el aspecto que llevaba por lo menos una semana sin dormir ni bañarse, vestía en forma ordinaria, jeans azules  y desgastados que le quedaban un poco grandes, con una camisa que pretendía ser blanca pero que estaba percudida por la tierra y la traspiración, y con una chulesca chaqueta de cuero negra abierta, que hacia distinguirse de los demás, de unos 30 años según lo calculaba Anais, sus zapatillas Nike estaban todas rotosas, pero para su dueño así estaban bien.
Este asqueroso y mugriento tipejo estaba parado justo al lado de ella mientras el vejete conversaba algo con el hombre que atendía la barra, la estudiante quedo asombrada y asustada por lo que sus ojitos celestes estaban viendo.
Por su parte cuando el vulgar hombre que tenía toda pinta de ser un maleante vio que la joven hembra que venía acompañada por don Jilo lo estaba mirando, este siempre sonriéndole con una sonrisa de maldad que reflejaban sus oscuros ojos, y mostrándole un reluciente diente de oro que engalanaba su amarillenta dentadura llevo el billete que tenía enrollado en sus manos que eran más mugrientas todavía, hasta la altura de su nariz para luego inhalar un polvo de color blanco que había en el sucio mesón.
Luego de haber consumido la droga, el vicioso delincuente después de mover la cabeza en forma extraña según lo vio Anais, se atrevió a hablarle a la hembrota de vestido rojo que en esos momentos acompañaba a don Jilo,
–Hola muñeca… me llamo Gregorio…, pero por aquí me conocen como el flaco Gregorio, desde cuando que trabajas por aquí putilla…?, le decía mientras no paraba de comérsela con su caliente y exaltada mirada de adicto a las drogas…
–Ehhh… buenas tardes don Gregorio yo no trabajo… soy estudiante…
–Jejejeje… se nota que no eres de por aquí cosita rica… cuanto me cobras por botar a ese vejestorio que anda contigo e ir a acostarte conmigo… tengo mucha droga…  nos podríamos drogar juntos, y después lo pasaríamos muy rico… o si quieres te puedo pagar la follada con mercancía… que me dices putaaa, tienes un culo espectacular, y yo ya te lo quiero probar,
–Yo no consumo drogas señor, Anais estaba muy asustada el tipo ya se le había acercado bastante y sentía en sus narices el apestoso olor boca y a cuerpo sin asear…
Don Jilo al percatarse de que el flaco Gregorio, un conocido micro traficante de poca monta de aquel lugar, estaba acosando a su hembra, quiso ponerlo en su lugar en el acto,
–Que te pasa pendejo… esta mujer no está a la venta… A propósito andas con mercancía…?
–De la mejor anciano…cuanto va a querer,
–Dame 10 bolsas hoy la fiesta será en grande y hasta bien tarde, jajajaja, le decía don Jilo al traficante, refiriéndose a lo de bien tarde debido al tipo de hembra que lo acompañaba, el delincuente no le quitaba los ojos de encima a esa angelical nena de cabellos dorados, que se gastaba un tremendo cuerpo lleno de curvas lujuriosas, el flaco Gregorio nunca en su vida había probado el cuerpo de una jovencita tan encomiable como la que se estaba devorando con sus exaltados ojos de vicioso en esos momentos, ese tipo de putas no se veían por aquellos sectores, así que decidió que a esta la iba probar sí o sí, ya vería la forma de hacerse de ella.
Una vez que hicieron el intercambio de dinero y de droga, el flaco Gregorio vio como el viejo Gilo se llevaba a esa mamasota hacia el privado, en donde lo esperaban sus amigos, el maleante preso por los deseos carnales que la joven había despertado en su caliente y desequilibrado temperamento, se lamentaba de no tener tal status como para el también haber estado junto con ellos disfrutando de ese joven cuerpo femenino tan lleno de vida.
Una vez que estuvieron en el privado y cuando el vejete cerró la puerta de este, Anais vio que en este el olor a cigarrillo era más pesado aun, al ser un espacio cerrado y de menor tamaño, los 6 vejetes que ahí estaban encerrados jugando al póker, se pararon a saludar a los recién llegados.
La chamaca vio una gran cantidad de dinero en la mesa, fichas de múltiples colores, botellas de wiski, de cervezas y de distintos tipos de tragos, a un lado y solo a un metro de donde estaba la mesa había una especie de pequeño escenario alfombrado y de color morado oscuro, con espejos en el muro y con un caño, sus apreciaciones fueron alteradas por la pastosa voz del viejo,
–Como les baila a la tropa de viejos califas, jajajaja, miren el regalito que les traigo, dijo al mismo tiempo que exhibía a Anais enfundada en el vestido rojo y en todo el esplendor de su juventud,
Anais los vio uno por uno, muy sorprendida se dio cuenta que tres de ellos eran profesores de la Universidad, a los otros tres no los había visto nunca,
–Yo conozco a esta niña…!, dijo uno de los reunidos, –Pero si es alumna de mi clase…!, que mierda estás haciendo aquí pendeja, si a estas horas deberías estar haciendo un trabajo que te di para el lunes, jajajajaja!!!!, todos los vejetes se miraron y reían en coro, mientras la pobre Anais se ponía roja como un tomate y no hallaba donde meterse, para que esos calientes viejos no la siguieran mirando de la forma en que lo estaban haciendo…
–Salúdalos a todos, pendeja…, le ordeno don Jilo a su estudiante…
La joven saludo con un beso en la cara a cada uno de aquellos salidos hombres, todos casados y con hijos incluso mayores que Anais, estos ahora y después de la primera impresión recibida ante semejante beldad, la saludaban adoptando reacciones de como si ellos tuvieran la misma edad que la joven, no falto el que le quiso tocar el culo cuando la nena los saludaba, Anais rápidamente le saco la mano de su trasero y se puso a la defensiva,
–No me toque viejo cochino!!, le exclamo la asustada joven mirándolo con cara de angustia y de asco, como también miraba a don Jilo para ver si el intercedía por ella,
–Que te pasa putilla no es eso a lo que viniste acaso!?, creo que tendré que mandar a llamar a tu apoderado, jajajaja!!! Reían nuevamente todos los viejos incluyendo a don Jilo, que no hacía nada por defender a la joven, hasta que una vez que terminaron de reírse de Anais, fue el jefe de carrera quien puso orden en el asunto,
–A ver camaradas, se aceptan todo tipo de manoseos siempre y cuando sean por encima de la ropa, en las piernas solo una cuarta más arriba de la rodilla, pero nada de cachondeos, besuqueos ni cosas raras, esta putilla aun esta en rodaje, y la traje para que nos sirva los tragos, y si se portan bien hare que nos regale un baile, ahora a jugar póker se ha dicho, jajajaja!!!!, –Y tu zorra con cara de pendeja… ahí está el bar tienes que mantenernos los vasos llenos de trago, y limpiarnos los ceniceros, también tienes que preocuparte de la música, en esa pared están los controles, puedes beber lo que te apetezca, cuando te encuentres desocupada debes esperar en el escenario, y trátame bien a don Braulio que es el dueño de este lugar y muy amigo mío, ahora menea ese culo, que para eso te traje, jajajaja!!!!
Don Braulio que era un tremendo hombre con cara de Nerd, sufría de obesidad mórbida y se peinaba hacia un lado, este le levanto la mano a Anais para que supiera que era el quien tenía un poquito más de privilegios que los demás.
Todos los vejetes le agradecían a don Jilo por semejante chamaca que les había traído, y lo felicitaban por tener tan buen gusto, mientras jugaban la primera partida de póker el vejete les comentaba los pormenores de todo lo que hiso para poder adueñarse de la chica, los viejos lo escuchaban atentos como si estuviesen en el más importante seminario académico.
Anais mientras les servía trago, limpiaba ceniceros y encendía cigarrillos para los viejos, pensaba en todo lo que le había sucedido en este día, casi se la habían violado, había sufrido un orgasmo, el primero de su vida mientras un asqueroso viejo le lamia en forma forzada su vagina, la habían vestido de puta en un sex shop, y ahora esto último que casi la estaba haciendo de zorra para un grupo de viejos desconocidos para ella, ya los 6 viejos le habían tocado su trasero y las piernas, y ella solamente se tenía que dejar, para que a don Jilo no se le fuese a ocurrir llamar sus padres y darle conocimiento de los problemas en que ella andaba metida, conocía bien a sus progenitores y sabía que la condenarían por haberse gastado el dinero de la U, y del resto obviamente no le creerían a ella le darían la razón al jefe de carrera, todo esto pensaba mientras servía y limpiaba los ceniceros de los jugadores mientras sentía en sus piernas grasientas manos que la sobaban con desesperación antes de que ella se separara de la mesa.
–Oye Gilberto aún queda mucha noche por delante, son recién las 9 de la noche y esa puta aun no nos muestra nada, que tal si haces que nos baile un poco, así aprovechamos para descansar la mente un rato.
Anais al escuchar la caliente solicitud que le hacía don Braulio a su amigo, se quedó mirando con turbación a don Jilo, con solo ver el extraño brillo en sus ojos ese mismo que ella ya había visto esa misma mañana supo cuál sería la respuesta del vejete,
–Ya escuchaste a don Braulio zorra, al escenario y a mover ese tremendo culo que te gastas,
–Don Jilooo… por favor… noooo… yo no estoy acostumbrada a esto… ya es suficienteeee… es tarde y me quiero irrrr. La joven notando la pasividad del viejo que le estaba destruyendo la vida, miro a los demás para continuar con sus suplicas, –Por favor ayudenmeeee, este hombre me está obligando a hacer todo esto, les decía la acongojada jovencita a los demás vejetes para ver si alguno se compadecería de ella y la salvaban de tales humillaciones…
Don Jilo ya no aguantando más tanta mamada de suplicas, se levantó de su lugar y fue acercándose a Anais que con solo verle la animalesca expresión de su rostro se le quitaron en forma instantánea las ganas de seguir pidiendo ayuda, la joven comenzó a retroceder, a la vez que le suplicaba presa por el pánico,
–Nooo… no por favor don Jilo  no me vaya a pe… ¡¡¡Plaffffff!!!, resonó el firme y fuerte bofetazo en el rostro, Anais armándose de valor  y para demostrarle que ella ya había entendido se quiso comprometer en la causa, –Don Jilo ya no me pegue…ya le enetend… ¡¡¡Plaffffff!!!, fue el segundo, la chica fue a dar al piso que estaba todo sucio con restos de tragos, mugres y un sin fin de colillas de cigarrillos, tirada en el piso, y aun no recuperada, sintió cuando fue tomada de sus rubios cabellos y sin tener tiempo a nada el exaltado vejete, la arrastro hacia el pequeño escenario en donde la hiso que se parara para luego de ponerla contra el muro, asestarle otro tortazo aún más fuerte, ¡¡¡Plaffffff!!!, Anais quedo agachada y temblando de estupor tapándose la cara a la espera a que la siguieran zurrando, para su suerte escucho la voz del vejete, a la vez que nuevamente la hacía ponerse de pie agarrada de sus cabellos, el viejo le vociferaba a solo un centímetro de su cara,
–Escucha bien perra asquerosa, tu aquí estas para hacer todas las zorrerías que nosotros te pidamos… así que ahora tienes 5 minutos para ir a servirnos los vasos, nos enciendes un cigarrillo a cada uno, pones música y nos bailas hasta que te quedes encuerada, entendisteee!!!!
–Si, si don Jiloooo… claro que si… yo puedo hacer eso que Usted me pideee…
–Bien!, ahora has tu trabajo putaaaa!!!!
Anais se acomodó el vestido rojo que el vejete le había comprado, para luego de ordenar sus cabellos, y limpiarse las lágrimas de la cara, acercarse donde los otros 6 vejetes se refregaban las vergas ante la excitación que sintieron cuando don Jilo puso en su lugar a la rebelde chamaca, esta vez ninguno se atrevió a tocarles las piernas o el culo, daban por hecho que esa magnífica hembra era de propiedad de don Gilberto, y ellos eso lo respetaban como amigos que eran, además sabían que luego que el vejete se aburriera de ella, ellos tendrían su oportunidad para también gozarla.
La joven Universitaria les encendió ella misma un cigarrillo a cada uno, tal como se lo había pedido el viejo profesor causante de sus desdichas, para luego ir y poner una música lenta y volver a subirse al pequeño escenario que estaba solo a medio metro de donde estaban las 7 calientes miradas a la espera del espectáculo que ella les iba a brindar, y cuando al son de una conocida canción en inglés, la rubia estudiante de leyes comenzó a mover su cuerpo tal cual como lo hacia ella en las discotecas cuando quería seducir a un guapo chico, para que la invitara a salir, y a si no aburrirse tanto en la casa de sus tíos.
Los 7 viejos babeaban al ver semejante escultura moviendo su cuerpo en forma sugerente y cadenciosa, Anais a pesar de no ser de familia adinerada siempre paso por ser una niña fresa, nunca le había faltado nada, gracias a sus trabajadores padres siempre tubo todo lo que quiso tener, y era típico en ella que cuando iba a la Disco y no le gustaba ningún joven, solo se ponía a bailar sola en donde sabía que eran muchas las miradas que recaían en ella, y en eso se concentraba ahora, se imaginaba estar bailando sola en una discoteca y que todas las miradas de admiración eran de atractivos chicos que harían todo por conseguir su teléfono, y no esos 7 horrendos vejestorios que prácticamente ya se estaban masturbando viendo como ella les bailaba, pero el temor más grande de la nena en esos momentos era lo que se venía ahora, sabía que ya había llegado el momento de sacarse la ropa.
Con expectación los viejos vieron cuando la atractiva chamaca comenzó a subir su vestido lentamente, la nena lo hacía así por la tremenda disyuntiva que tenía en su mente, no quería sacárselo, no sabía que con esto lo único que estaba logrando era volver loco de calentura a sus 7 asquerosos espectadores, hasta que armándose de valor lo retiro completamente, sacándoselo por la altura de sus hombros y luego por la cabeza.
Los viejos quedaron fascinados al tener ese cuerpo casi al desnudo, esas relucientes piernotas enfundadas en las eróticas portaligas los cautivaban, sus amplias caderas, sus chichotas que ya estaban a punto de ser liberadas, la calentura estaba a mil al interior de aquel ordinario privado, la música que había escogido la joven se entremezclaba con las rancheras que se oían desde afuera, pero este solo era un detalle , lo importante era lo que se venía a continuación ya que Anais había llevado sus dos manos hacia la espalda y sin más que esperar se retiró el sostén mostrándole sus bien formadas tetas a las 7 enloquecidas miradas, todo sin dejarse de moverse eróticamente.
Los viejos ya se habían parado de sus lugares y se había acercado a la barra que delimitaba el pequeño escenario, cuando la joven se acercaba a ellos no faltaba la mano que tímidamente acariciaba cualquier parte de las suavidades de su cuerpo, la temperatura del ambiente cada vez subía más y más, hasta que Anais sabiendo que ya no había nada más que hacer lentamente se fue apoyando en el muro posterior para ir gradualmente bajando el calzoncito negro, lo bajo hasta sus tobillos, en donde primero subió una pierna y luego lo retiro de la otra, se alzó rápidamente en donde sus rubios cabellos producto de la inercia se le movieron haciéndola ver como una felina, no sabía que más hacer, solamente siguió moviendo su cuerpo al ritmo de la música, en eso se dio cuenta que los 7 hombres estiraban su manos en la misma forma que lo hacen los mendigos cuando piden comida, le estaban pidiendo sus calzones, los miro a uno por uno, hasta que sin saberlo porque escogió a don Braulio, caminando cadenciosamente hacia él se los entrego, el viejo no cabía más de felicidad, como un verdadero insano se los llevo a la narices para aspirarlos, se los pasaba por la cara con desesperación, a Anais medio asqueada y sintiéndose humillada igual le dieron ganas de reírse, al ver el semblante de urgido en el obeso vejete cuando se pasaba por la cara sus calzones, hasta que simplemente la música se terminó y ella quedo desnuda y apoyada en el muro posterior.
El estruendo de aplausos y vítores en agradecimiento por tremendo baile erótico no se hicieron esperar, Anais toda sudada por el tremendo calor que hacía en el encerrado lugar recogió el sostén y el vestido rojo, y cuando ya estaba dispuesta a vestirse, fue la voz de don Jilo quien se lo impidió,
–No te vistas pendeja… quédate así un momento…, el viejo se dirigió hacia donde estaba ella y le dijo ahora te vas a tomar un trago con nosotros así tal como estas… encueradita, jejeje…
–Pero don Jilo… yo no quiero beber…
El vejete estaba de buen humor por tan tremendo espectáculo que la joven les había regalado, por lo que no quiso aplicar la fuerza para convencerla,
–Solo será un trago… mira si quedaste toda acalorada, y no temas, estando yo presente nadie te hará nada, jejeje…
La joven solo se dejó llevar, uno de los viejos corrió la mesa de las fichas para que la escultural hembra se sentara en el viejo sillón y así estuviera más cómoda, y para también ellos poder mirarla a sus anchas.
Una vez sentada Anais toda avergonzada por estar desnuda con 7 viejos calientes, que más de uno ya tenían notorias manchas viscosas en los pantalones a la altura de sus paquetes, vio que don Jilo le servía hasta la mitad un tremendo vaso con distintos tipos de licores, entre ellos Wiski, Ron, Gin, Vodka, y otros no tan conocidos, para luego llenar una mínima parte del vaso con un poco de Coca-Cola, Anais no entendía muy bien qué clase de trago era ese, pero lo obvio de la situación era una sola el vejete la quería emborrachar.
–Tomate un refrigerio chamaca… de verdad que te lo mereces…, le dijo el vejete pasándole el trago a la joven.
–Que trago es este?… yo solo bebo cervezas…
–Es solo un traguito para que recuperes fuerzas lindura, aún es temprano y dentro de un rato vamos a querer otro show, jejeje… solo bébetelo y una vez que lo hayas hecho te puedes vestir…
Anais se vio rodeada de los 7 viejos, ninguno le hablaba salvo don Jilo, el resto se sentían intimidados ante la imponente belleza desnuda de la rubia Universitaria, solo se daban a devorársela en sus mentes.
La joven al saber que una vez que se tomara el brebaje se podría vestir, se llevó el vaso a los labios y se lo mando hasta la mitad, noto el ardiente recorrer del alcohol por su garganta y hasta el estómago, y sintió como su cuerpo rechazaba esa tremenda bomba etílica que le habían preparado, estiro una de sus manos para coger un cigarrillo, para ver si con el tabaco podía palear las sensaciones de arcadas que sentía su estómago, al llevar el cigarrillo a sus labios, al instante vio 6 peludas manos al frente de su rostro, cada una con un encendedor encendido, don Jilo solo la miraba sonriéndole.
La joven una vez que se fumó el cigarrillo en silencio y escuchando todo tipo de palabrotas y peladeces por parte de los vejetes, en donde le decían de la tan buenota que estaba y que apenas don Jilo lo decidiera cual sería el primero en cogérsela, se bebió el resto del vaso, esta vez lo soporto un poco más, y por fin pudo ir por su vestido, don Braulio se negó rotundamente a devolverle los calzones.
La noche pasaba y Anais veía como los viejos jugaban a las cartas, don Jilo ya le había preparado el tercer trago de las mismas características del anterior y por lo que hablaban los vejetes se daba cuenta que ya se acercaba la hora para un nuevo baile, la nena como que ya se sentía en más confianza, simplemente esperaba apoyada en la barra mareada y sonriente ante las bromas que hacían los calientes vejetes.
El alcohol estaba haciendo su trabajo en la mente de la Universitaria, hasta que la pastosa voz de don Jilo le anunciaba que nuevamente le llegaba la hora de empelotarse delante de ellos,
–Estamos pendeja, le dijo el vejete acercándosele y dándole un beso en la frente, –Qué tal si de nuevo nos bailas y nos muestras tus cositas… luego te vistes y nos vamos a acostar a mi departamento, le dijo el viejo profesor pero esta vez en sus oídos.
Anais que no estaba para oponerse a nada, solo le dijo…
–Ok don Jilo, pero tengo ganas de ir al baño antes que nada…, la nena producto de su estado medio etílico ni se acordó de lo que ella tendría que hacer con don Jilo una vez que ya estuvieron acostados.
–El baño está afuera pendeja, pero yo te acompañare para que no se te ocurra hacer algún tipo de mamada y te nos arranques. La joven no había pensado en esa posibilidad, así que mientras don Jilo con su hembra iban al baño el resto de los vejetes ya tomaban ubicación cerca de la barra para ver todo el espectáculo bien de cerca.
Ya estando afuera del privado en caliente y perverso profesor guio a la nena hacia el sector de los baños, Anais vio que ya quedaban muy pocas personas en el local, debía ser bastante tarde pensaba la turbada muchacha, no estaba del todo ebria pero sí bastante chisporroteada.
Al llegar a los baños de mujeres don Jilo reviso en su interior, quería asegurarse que este no le diera ninguna opción a la joven para que se pudiera escapar, así que la hiso entrar y el espero afuera.
Al cerrase la puerta el viejo lo único que sintió fue un fuerte dolor en la nuca, se le nublo la vista y simplemente se desplomo quedando tirado en el suelo.
Horas antes
El flaco Gregorio veía como esa hermosa putita se le escapaba de su verga, de la mano de un viejo que era conocido por aquellos lugares, pero solo era eso un conocido, no tenía que porque tenerle miedo, se quedó merodeando por el sector para ver si a los viejos se les ocurría soltar a la zorrita del vestido rojo, pero al pasar las horas se dio cuenta que estos la debían haber contratado por toda la noche y era tal el estado de calentura en que lo había dejado tan soberbia chamaca que había decidido de que de alguna forma él se la llevaría esa misma noche para cogérsela, por las buenas o por las malas, incluso estaba dispuesto a pagarle todas sus ganancias de la semana con tal de estar metiéndole la verga por toda una noche.
Sentado en una de las mesas llevaba varias horas esperando a que la putilla saliera del privado para seguirla y ver cuánto era lo que cobraba por la hora, temía que cerraran el local y lo botaran, ahí sería más difícil la situación, hasta que por fin vio que la puerta se abría y salía ella muy sonriente y de la mano del mismo viejo con el cual había llegado, en esto se percató que la pareja aún no se retiraba ya que estos había doblado hacia el sector de los baños, recordó la puerta trasera del local que el bien conocía, y las ardientes ganas que ya le había acumulado a la joven eran tantas, que simplemente lo decidió, tomo la botella de cerveza que tenía en la mesa y como un verdadero delincuente como lo era se propuso a poner fuera de combate al vejete quien se creía el dueño de tan linda chamaca.
Agazapado detrás de unas javas de bebidas, vio cuando la nena entraba al excusado y como el viejo la esperaba dándole la espalda, no lo pensó dos veces, con paso seguro camino intentando no hacer ruido, y le planto el feroz botellazo en plena cabeza de don Jilo, dejándolo totalmente fuera de competencia.
Anais una vez que hiso sus necesidades, se refresco la cara, el agua le ayudo un poco a aclarar las ideas, pensó en que la noche ya estaba muy avanzada y ni siquiera había avisado para su casa que hoy llegaría tarde. Media ebria y media sobria pensó en ir a darles el baile de sus vidas a esos calientes viejos que se estaban aprovechando de ella, así tal vez don Jilo una vez que llegaran a su Departamento, la dejaría dormir y ya no la molestaría.
Cuando la nena salió del baño con estupor vio a don Jilo tirado en el suelo, y que detrás de su cabeza había un pequeña poza de sangre, al instante pensó en escapar, pero realmente le preocupaba ver a ese viejito tirado en el piso, quizás hasta lo hayan matado pensó en forma alarmada, declinando sus intenciones de huir predomino en su persona la virtud de la solidaridad, y cuando ya se proponía a ir a pedir ayuda, sintió como una delgada mano la tomaba firmemente por la cintura, y otra que sintió salada ya que justo iba a gritar cuando le taparon la boca,
–Quietecita putita… tranquilita que no te va a pasar nada malo siempre y cuando te portes bien… Anais con sus alarmados ojos celestes pudo ver los gruesos y crespos cabellos del flaco Gregorio a un lado de su cara, este la tenía tomada por detrás de su espalda, –Ahora vamos a caminar hasta la puerta trasera y vamos a negociar cuánto vale tu noche.
Una vez que salieron por la puerta trasera del local el delincuente se la llevo a punta de cuchilla pasadas tres cuadras de donde estaba ubicado el local de don Braulio, Anais caminaba aterrada, veía que la calle estaba casi solitaria, solo se veían algunos borrachos durmiendo en la vereda y contra los muros, Gregorio la guio hasta un solitario callejón en donde solo predominaban contenedores de basuras y todo alrededor de ellos eran desperdicios, hasta que una vez bien adentrados en este el ajado criminal por fin la libero,
–Don Gregorio… que hace…?, le pregunto la joven Universitaria presa por el pánico al no tener la más mínima idea de lo que pretendía ese mugriento hombre que fugazmente había conocido hace unas cuantas horas…
–Nada putita… solamente te rescate de esos viejos, porque yo también quiero coger contigo… dime cuanto cobras por la noche completa…?
–Don Gregorio… esto es un mal entendido… yo no soy prostituta como Usted lo piensa… ese señor que Usted mato me estaba obligando a hacer cosas que yo no quería…, le decía la nena muy turbada por las extrañas situaciones que estaba viviendo,
–Jajajajaja!, no te preocupes por el anciano pendeja, solamente lo puse a dormir por una horas, solo se despertara con un fuerte dolor de cabeza… y déjate de pendejadas, que acaso piensas que soy un tarado!!, yo vi por un oyó de la pared cuando te estabas sacando la ropa delante de todos esos viejos hasta quedar encuerada, luego cuando te fuiste a sentar con ellos ya no pude ver nada más porque me taparon, lo único malo fue no poder ver todo el Show, llegue cuando le estabas mostrando las tetas, y no te vi para nada asustada, jajajaja, déjate de estupideces y dime cuanto me vas a cobrar por la noche putaaa!!!, el flaco Gregorio saco una buena cantidad de billetes para que la nena viera que el estaba dispuesto a pagarle por sus servicios.
–Don Gregorio se lo juro… yo soy estudiante de leyes… esto es un error… yo no puedo cobrarle nada a Usted porque no soy una p…
–Bien pedazo de zorra si quieres hacerte la difícil, mejor para mí, eso me recalienta aún más de lo que ya me tienes… si tu no me quieres cobrar, yo veré cuanto te pago dependiendo de cómo me muevas la zorra cuando ya estemos culeando, jajajaja, ven dame unos besitos, jejeje…
–No don Gregorio se lo jur…srpsss…oooo sropssss…, cuando la nena intentaba decirle al drogadicto que ella no era una puta, este sencillamente guardo su dinero en su chaqueta de cuero, y la tomo por la cintura para comenzar a intentar besarla en la boca…
–Vamos cosita dame esa lengüita que tienes, le decía mientras que con su boca buscaba la de Anais, ella por su parte intentaba por todos los medios esquivarlo.
El flaco Gregorio al posar sus manos negras por la mugre en la marcada cintura de la nena, sintió la extrema suavidad de su piel, se preguntó cómo sería está por debajo del vestido si con el puesto aun así ya percibía sus suavidades a través del tacto, lentamente las fue bajando hasta agarrarle el culo, Anais luchaba y se retorcía entre los brazos del desmadejado drogadicto, este ya prácticamente la estaba punteando, y mientras la nena más se le resistía este más se calentaba, pero el flaco Gregorio quería que ella también gozara, si por algo le iba a pagar por sus servicios, se decía para el mismo.
Desgraciadamente para Anais su actitud de no querer cooperar para las sucias intenciones del desalmado y asqueroso hombre, este metió la mano a su pantalón y saco una filosa navaja la cual abrió en forma automática frente a los despavoridos ojos de Anais, para luego decirle lo que él pensaba,
–Mira zorra estúpida… he intentado ser bueno contigo, el flaco Gregorio la tenía bien tomada de la cintura con una mano, y con la otra paseaba el filo de la cuchilla por la suave cara de Anais quien en este momento había quedado paralizada por el solo hecho de pensar que este chulo asqueroso se le pudiese ocurrir marcarle la cara, –Pero tú te empeñas en hacerte la difícil, así que desde ahora te vas a empezar a comportar como lo que eres, como una verdadera putaaa!!!
El drogadicto acerco su cara a la de Anais, mientras ella estaba ida, se acercó más y más, con la hoja de la cuchilla le levanto la cabeza para meterle el beso que el tanto deseaba, la nena muerta de miedo solo lo dejo entrar en sus labios, sintió como Gregorio iba metiendo su lengua en su boca, en ese instante reacciono e intento resistirse, pero el frio de la navaja en su barbilla la hicieron recapacitar, Anais sentía como la lengua de ese vulgar sujeto buscaba la de ella y que esta comenzaba a jugar dentro de su cavidad oral, el sabor de la lengua y de su boca eran repugnantes, la nena  sentía tanto asco que estaba que casi vomitaba de lo asqueroso que sabían sus besos, la pobrecita nuevamente comenzaba a llorar lágrimas de asco.
Una vez que el flaco Gregorio noto la pasividad de la chica este simplemente determino llevársela para su casa, la conmino a que lo acompañara, poniéndole la navaja en su cintura, Anais supo que nuevamente estaba perdida, ahora era otro sujeto aún más asqueroso que el anterior que también quería meterle su cosa al interior de su persona,
–Ahora nos vamos a mi casa putonaaa…, y nada de lloriqueos y mamadas parecidas, nos vamos a drogar y después vamos a culear bien rico así que andando!!
Caminaron otras tres cuadras alejándose aún más del antro en que Anais había estado bailando desnuda para 7 pelafustanes, hasta que por fin llegaron a la casa del flaco Gregorio, Anais quedo aún más sorprendida que antes, el lugar donde vivía el delincuente era peor de lo que esperaba, el portón de entrada y que estaba que se caía daba paso a un patio grande de piso de tierra y barro, lleno de cosas como sacadas de un basurero, habían neumáticos usados, maderas podridas, desperdicios de muebles baratos, hasta un colchón ya sin el forro solo con los alambres asomados, y al fondo de aquel infierno marginal estaba su casa hecha de paredes de un material muy parecido al cartón, parecía que el drogadicto vivía solo, y lo que más le llamo la atención a la nena fue ver la puerta de entrada, esta solo era una cortina de tela.
En el momento en que el delincuente cerro el portón Anais supo que ya no habría vuelta atrás, el flaco Gregorio la empujo hacia el interior de su miserable morada tras de la cortina, para luego encender la luz de una débil ampolleta que colgaba de unos alambres pelados, Anais vio que el interior de su malévola casa no era muy diferente al exterior, o al sucio callejón en donde solo hace unos minutos la había obligado a que lo besara, al interior de lo quizás se podría llamar vivienda habían muchos muebles amontonados, el olor imperante era nauseabundo muy similar a la comida avinagrada, que se entremezclaba con un pasoso olor a humedad y moho, no existían las ventanas y había ropa amontonada por todo el piso, las paredes solo estaban decoradas con posters e imágenes de mujeres desnudas o de revistas pornográficas. Para Anais esta era la primera vez que veía tantas obscenidades.
Aquel sucio delincuente no perdió detalle de cómo reacciono la nena al ver su casa, y haciendo una mueca de como si no le importara le dijo,
–Disculpa el desastre y el olor putita, no he tenido tiempo de limpiar, pero ponte cómoda, siéntete como en tu casa y has lo que se te dé la gana, yo me pondré listo en un momento, diciéndole esto último la tomo del brazo y la empujo a su cama que era solamente un colchón tirado en el piso y todo rotoso, a este también se le veían algunos alambres salidos en distintas partes, luego de esto se masajeo la verga por arriba del pantalón mirando las bellas piernas de Anais que estaba semi recostada de como si lo estuviese esperando para que comenzaran, luego se encamino hasta donde había una pequeña mesa de centro, la joven estudiante vio como aquel ordinario tipejo tomaba la mesa y la ubicaba a un lado del colchón, poso en esta la navaja abierta y una pequeña pistola calibre 22 toda oxidada, para luego sacar de sus ropas unas bolsas con droga, en donde después de abrirlas dibujo tres líneas blancas para luego decirle con su cara llena de excitación,
–Quieres un poco, es de la buena… así lo haremos con más ganas, le dijo con una mirada de desequilibrado.
Anais estaba muy asustada y nerviosa, su celeste mirada no la podía quitar de donde estaba la cuchilla la pistola y la droga, lo único que ella sabía de drogas fue que en una ocasión con sus compañeros de Universidad, había fumado un cigarro de marihuana, pero aparte de eso sus conocimientos eran nulos en esta materia, por lo que solamente le negó con la cabeza, el flaco Gregorio sin esperar nada más se jalo dos líneas y saco más droga dejando en total 5 líneas para más tarde.
Anais con asco y repulsión vio que una vez que el flaco Gregorio termino de drogarse, este sencillamente se comenzó a sacar la ropa siempre mirándola a ella. Su drogada mirada y su semblante eran de un malévolo desenfreno.
La vista de la nena fue impresionantemente repulsiva, el drogadicto ya estaba desnudo y parado junto al colchón, este era de lo más asqueroso, la estudiante vio que era extremadamente delgado, sus pellejos eran caídos, su negra piel era lampiña y llenas de tatuajes azules oscuros que no se lograba saber qué era lo que habían intentado dibujar cuando lo tatuaron, y lo más repulsivo para la nena fue descubrir una verga muy distinta a la que ella había visto aquella misma mañana, esta era por lo menos de unos 20 centímetros, flaca y alargada, Gregorio la tenía tan parada que esta se golpeaba contra el propio abdomen de su dueño debido a las rápidas pulsaciones que hacía, Anais estaba desesperada preguntándose qué iba a ocurrir ahora, solo atino a suplicar,
–No, no por favor…don Gregorio déjeme ir, estoy muy cansada por favor, se lo supl… La nena no termino de decir la frase de súplica cuando el flaco Gregorio se acercó a ella y sin darle tiempo a nada sencillamente le metió la verga en la boca… –Mmmmmmnnnnn… Ahhhggg… Noooggg… Mnmnmnmn…!!
–No te lo saques de la boca putaaa!!, ahora empieza a mamar la verga…!!!
Era el inicio de una brutal batalla de cuerpos en donde habría un solo triunfador, Anais intentaba por todos los medios hacer que esa calamidad de hombre le sacara la verga de la boca, el villano delincuente como si supiera las intenciones de la joven la tomo de la nuca y empujo muy fuerte tocando el fondo de su boca haciéndola sentir que estaba perdida y sometida, el flaco Gregorio le metía la verga hasta más allá de la garganta y se la sacaba por completo dándole apenas tiempo de tomar aire para luego volver a introducírsela por completo hasta comenzar a ahogarla, luego de un rato la saco por completo y le abofeteo el rostro con su verga varias veces haciendo que ella lo mirara hacia arriba y el mirándola con una sonrisa malévola, sin darle tiempo a nada la volvió a tomar firme de su cabeza con sus 2 manos metiéndole la verga nuevamente en su boca y la comenzó a empujar hacia adelante y atrás concentrándose solo en la angelical carita de pendeja que se gastaba la puta a la cual según el tenia contratada, luego de follarle la boca por unos minutos le dijo,
–Vamos putaaaa… juega con mi verga, mueve tu lengua y chupa bien mi pedazo de carne…
Anais totalmente perturbada tanto por los golpes recibidos aquel día, el baile erótico, las lamidas no consentidas en su sexo, un orgasmo no deseado pero si muy rico, el sex shop, la navaja, el alcohol ingerido, la droga y la pistola puestas en la mesa, todo para ella fue una conjunción letal y mortífera, supo que ya no tenía más opción e hizo lo que le pedían, simplemente empezó a chupar la asquerosidad que en forma forzada le habían metido en su fresca boquita, inconscientemente con su lengua limpiaba los prolíficos sedimentos que Gregorio tenía impregnados un su falo producto del desaseo, el sabor era salado y repulsivo para la chica, pero no le quedaba más remedio que ir tragándose toda esa mezcla de nauseabundos sedimentos de sabor fuerte que ella retiraba con su lengua de la verga de Gregorio y que se mezclaban con su saliva, a la vez que ya podía escucharlo gemir de placer,
–Eres toda una puta guachita ricaaaa!!!, mira que buena eres mamándola, Ummmm… tu lengua es realmente deliciosa…
Mientras Anais se esforzaba por hacer sentir bien al drogadicto, el solo atinaba a sonreír con lujuria, y mirar hacia el techo, aun la mantenía bien agarrada de la cabeza, realmente esa puta sí que era buena mamando la verga, el delincuente ni se imaginaba que la nena realmente era una joven estudiante de derecho, y que era la primera vez en su vida que tenía una vergota puesta en la boca.
Anais seguía succionado verga, al parecer ya se había adecuado a una técnica, la primera de su vida, succionaba unas 4 o 5 veces, para luego mover su cabeza de atrás y hacia adelante por tres veces seguidas y en la tercera dejaba sus labios rosando los negros pelos encrespados de Gregorio para regalarle una exquisitas circunferencias lingüísticas, sintiendo esa delgada vara de carne traspasarle la campanilla, luego repetía la operación, en eso estaba cuando de repente sintió que algo tibio le mojaba la frente y a un costado de su nariz escurriendo hacia su boca, era el delincuente asqueroso que mientras recibía sus atenciones bucales, de lo muy rico que estaba sintiendo, este se había comenzado a babear y dejaba caer un hilo de asquerosa saliva desde su boca hasta la cara de la nena a la vez que la miraba con lujuria y deseos malsanos, de un solo movimiento retiro su verga de la ya hambrienta boquita de Anais.
–Y como que no eras puta!??, si hasta da la impresión que tuvieras hambre de verga, jajaja!!! Ya entendí ese es el truco que usas para hacer sentir bien a tus clientes, jajajaja…!!!, le dijo Gregorio cuando desnudo tal como estaba se hincaba en el colchón para comenzar a besarla,
–Noooo, no es eso señorrr…usted no me entiendeeeee…, Anais no hallaba que explicación darle al delincuente…
–Jajajaja sigue actuando putita eso que vas inventando de que eres una estudiante me calienta aún más, vamos dale unos besitos a tu macho, y te prometo que te daré más verga…
Así hincados como estaban en el desvencijado colchón, el drogadicto la atrajo hacia su desgastados y desnudos pellejos para comenzar a besarla en la boca, Anais en su fuero interno aun quería explicarle que ella no era ninguna puta, pero cada vez que lo intentaba el negro Gregorio lo tomaba como si esto fuese un juego por parte de ella, sintió nuevamente como esa puntiaguda y mal oliente lengua le invadía la boca, mientras que en su vientre y por sobre el vestido rojo sentía como se le clavaba la verga dura y parada de aquel sucio hombre, la nena pensaba mil cosas, recordó el asco que le había producido haberle chupado la verga, pero nuevamente hacia el repaso de sus desdichas y sin darse cuenta nuevamente y quizás también por encontrase media borracha, simplemente correspondió el beso que el ajado drogadicto le estaba mandando.
El flaco Gregorio estaba en el cielo, la putita estaba exquisita y sabia besar bien rico, sentía como esa fresca lengua se enredaba con la de él, fue el mismo quien subió los brazos de la chamaca para que lo abrazara, mientras él se daba a seguir besuqueándola con más ahínco, y recorriéndola desde el culo y por toda su espalda, la imagen parecía como si de verdad ellos dos estuviesen enamorados por la forma en que atracaban sus bocas una contra la otra.
Una vez que el delincuente se separó del erótico beso con lengua la dio media vuelta y la agarro por las tetas, de la boca de Anais colgaban gruesas cantidades de saliva producto de lo acuoso que estaban siendo los besos cuando Gregorio se separó de ella, la chamaca sintió como la estaca de carne se alojaba entre las junturas de sus nalgas, está la hicieron entrar un poco en razón,
–Ya basta don Gregorio déjeme ir, le decía mientras ella misma veía las mugrientas manos con uñas negras por la tierra como le masajeaban las tetas, de la misma forma en que lo hacen los japoneses en sus películas porno.
–Tienes las medias tetas putaaa… de seguro que todos tus clientes te deben decir lo mismo, jajajaja!!!
–Ya se lo dije… yo no soy putaaaa… Anais sentía la dureza que tenía puestas en las nalgas y que le embutía la tela del vestido hacia dentro, haciéndole sentir cosquillas en esa parte…
–Jajajaja… si no eres puta entonces dime que eres!?…
–Soy estudianteeee de derechooooo… Anais respondía casi en susurros, sentía como el mugriento sujeto hacia círculos en su trasero con la puntiaguda verga, mientras con sus manos continuaba magreandole sus chichotas…
El delincuente sentía que su verga se acomodaba a la perfección en ese culo esponjoso, este se movía como si verdaderamente ya la estuviese culeando, la joven por su parte sentía en su trasero algo muy rico, pero la hediondez a cuerpo que expelía de los pellejos del sujeto la tenían asqueada, ahora sentía que Gregorio la tomaba de sus caderas y se daba a apuntalarla con fuerzas, mientras el caliente drogadicto le metía su asquerosa legua en una de sus oídos dejándoselo bien ensalivado, una serie de escalofríos recorrían su cuerpo por el ardiente accionar del drogadicto que ya casi la tenía en sus manos, la nena sin saber porque simplemente comenzó a parar más el culo hacia atrás, estaba sintiendo muy rico, pero la apenaba que don Gregorio se fuese a dar cuenta.
El desmadejado criminal con pinta de chulo no se la quería creer, la putita ya había comenzado a moverle el culo, señal inequívoca que ella ya estaba pidiendo verga a gritos, por lo que ya queriendo sentir más tomo el vestido de la nena, y se lo comenzó a subir, Anais nuevamente volvía a la realidad,
–Noooo don Gregorioooo…, no lo hagaaaaa…, le decía Anais sin dejar de mover el culo haciendo círculos, no entendía por qué no podía dejar de hacer eso si ella no lo quería, pero su cuerpo no le respondía,
–Lo siento zorraaa, a mí me gusta culearme a las putas en pelotas, y sobre todo a las que están tan rebuenotas como tú, pero mira nada más que rica eres para menearme el culazo que te gastas ajjajajaja!!!!!
–Don Gregorio de verdad… yo no estoy acostumbrada a todo estooooo… por favor dejemeeee…, le repetía sintiendo la inmensa necesidad de pararle su trasero lo que más podía,
–Como me calientas con tus salidas putita… ahora entiendo por qué aquellos viejos no te querían soltar, jajajaja!!!! Pero sigue, me gustan tus historias… de verdad que me calientan más rico todavía, hasta estoy pensando en convertirme en tu chulo… jajajaja en tu cafiche… ganaríamos mucho dinero pedazo de putaaaa!!!… te gustaría!!??
–Ya se lo dije…yo no soy putaaaa!!!
Cuando el drogadicto por fin logro subirle el vestido hasta la cintura y se pudo percatar que la nena andaba sin nada abajo del vestido y con un sexi portaligas casi le viene un paro cardiaco sumado a lo drogado en que se encontraba, Anais al sentir el contacto de la flaca y caliente verga de Gregorio hacer contacto con la suavidad de sus nalgas, automáticamente se quedó paralizada pero muy pegada a la verga del delincuente se la sentía larga y caliente, si como lo que estuviera alojado en sus junturas de las nalgas fuese un palo caliente y no una verga…
–Ohhhhhhhhh!!!!! Tu sí que eres bien zorra para tus cosas mamitaaa…!!! Qué manera de tratar a la clientela… debes ser muy solicitada… eres toda una puta profesional!!!!, le dijo cuándo aleonado de ver tan esplendida figura termino por sacarle el vestido por sobre la cabeza.
La visión fue impactante para el afortunado drogadicto, se había hecho de una hembra de las que nunca iban por esos sectores, y él la tenía en su pulguiento colchón desnuda y con portaligas, lista para disfrutarla el solo y hasta la hora que él lo quisiera, sus relucientes carnes, las caderas, esa cintura exquisita y bien formada, ese ombliguito coqueto con el piercing de cadenita adornándolo hicieron que la calentura del drogo se le elevara hasta la estratosfera, ya no aguantando más se propuso a hacerle lo que tanto había deseado desde aquella tarde,
–Yaaaa putaaaa…!! Es hora de ponernos a culear así que prepárate. El flaco Gregorio se inclinó hacia la mesita que estaba a un lado del roñoso y mugriento colchón para agarrar el tubo de un lápiz y mandarse otra porción de droga, para tener las fuerzas necesarias para gozar de ese tremendo cuerpo que lo esperaba.
Cuando estuvo a punto de pegarse la inhalada se quedó mirando a la rubia joven con la cual iba a tener sexo, la vio desnuda e hincada en su colchón, la estudio y recorrió su cuerpo,  vio esos bellos y torneados muslos juntos uno al lado del otro, y los tímidos pelitos dorados que se iban escondiendo hacia el interior de estos, recordó la suavidad del culazo que se gastaba que no era grotesco a pesar de ser grande y bien formado, estaba hecho a la medida de su cuerpo, y atrayente para los ojos de cualquiera, hasta que se dijo para el mismo… es ahora o nunca.
Anais vio que el asqueroso sujeto que pretendía convertirla en mujer, tomo una buena parte de la droga y se le venía acercando con cara de pervertido, verlo flaco, ajado, con la mugre pegada en su cuello y en distintas partes de su cuerpo casi la hicieron vomitar, se preguntaba como ella había sido capaz de haberse estado besando con él, y hasta moviendo su cuerpo sintiendo algo extraño pero muy rico en su trasero, si hasta la hediondez de su boca y de su cuerpo aun la tenía pegada en sus fosas nasales, la rubia chamaca ni se imaginaba que ese fétido olor a cuerpo y a sobacos marcarían su vida para siempre.
–Ponte en 4 patas zorraaaa! y parame bien el culo…, le dijo el Flaco Gregorio cuando ya estuvo junto a ella nuevamente,
–Noooo! qué es lo que me va a serrrr…, consultaba Anais presa del pánico ya que el alcohol estaba desapareciendo de su mente…
–Nada putita, jajajaja es solo que pienso darme un gusto contigo el cual será para mí solo, es algo que vi en una película de Leonardo D C, jajajaja!!!! Solo has lo que te dije, parame bien el culo, jajajaja!!!
La rubia viendo el filo de la cuchilla puesta en la mesa y a un lado del cuerpo del delincuente, lentamente se fue poniendo en la posición que le estaban ordenando…
–Parame más el culo y baja las tetas hasta que se aplasten en el colchón, la mirada del flaco era brillosa, la lujuria, las drogas, el pecado, mezclados con la exuberante belleza de la joven, prometían una desenfrenada sesión de sexo sin límites…
La verga de Gregorio estaba que se reventaba como desde hace mucho tiempo que no lo hacía, antes de hacer lo que en su mente se había instalado se dio a manosear por todos lados aquel escultural cuerpo de Diosa que se encontraba en posición de sumisión absoluta, mientras ella con sus ojos cerrados aguantaba las humillantes tocaciones sin oponer resistencia.
Hasta que ordinario delincuente de poca monta determino que ya pondría en práctica la fantasía que tanto deseaba, y que había visto en una película solo hace algunos días atrás, se acomodó detrás del suave y brilloso trasero de Anais, con una de sus asquerosas manos abrió las nalgas de las nena hasta descubrir aquel precioso puntito rosado que parecía estar saludándolo, inmensas cantidades de saliva se le formaron en la boca invitándolo a que paladeara el exquisito sabor que podría haber en esa mística parte del cuerpo de la joven, pero eso lo dejaría para luego, ya sin esperar más y con el mismo cuidado que ponían los alquimistas para preparar sus soluciones, deposito una buena cantidad de droga en aquel precioso punto rosado que se encontraba justo al medio de las nalgas de la chica, el polvo blanco lo cubrió todo hasta perderse, para luego temblando de emoción el mismo se tapó con un dedo una de sus fosas nasales posando la otra en el ojete posterior de la joven y de una fuerte aspirada nasal limpio toda la droga que él había puesto en el rosado ano de Anais. El ajado drogadicto se sintió un Dios por lo que acababa de hacer.
Anais puesta como estaba sentía que aquel asqueroso sujeto algo le hacía, en su trasero, y cuando supuso lo peor, sintió algo que nuevamente le producía cosquillas, se preguntaba qué cosa le estaría haciendo, en resumidas cuentas lo único que sintió fue el agradable cosquilleo justo al medio de sus nalgas.
Cuando el flaco Gregorio inhalo el narcótico desde el mismo esfínter de la nena se propuso a aprovechar la excelente posición en que se encontraba la putilla esa, y le puso en conocimiento de lo que le haría,
–Bueno putita llego el momento que tanto he esperado. Te la voy a meter muy rico preciosa, empezaremos por el culo, jajaja!!
Anais levanto su vista hacia atrás con desesperación por lo que acababa de escuchar, para luego comenzar a oponer una débil resistencia entre ruegos y lloriqueos, lo que quería el drogadicto era descabellado, en su corta juventud nunca se le había pasado por la cabeza la posibilidad de que alguien se atreviera a hacérselo por esa zona, entre sollozos suplicaba,
–Nooooo, por favor don Gregorio no me lo haga por ahí, que me va a dolerrr!!, Anais lo miraba desde su posición hacia atrás, con las lágrimas corriéndole por la cara,
–Jajajaja, que buena eres para actuar pedazo de zorra… mejor así preciosa, me calientas tanto que te lo voy a romper con ganas, jajajaja!!!
Y sin decirle más acomodo la cabeza de su delgada verga en el muy apretado y cerrado puntito rosado de Anais, mientras le decía,
–Sientes eso atrás de ti, jajajaja… esa es mi verga, y ya estoy ansioso por encajártela en el culo, no están gruesa como otras más gordas que tú ya debes haber probado, pero sé que te encantara, jajaja!!.
El drogadicto la agarró firmemente por la cintura y con fuerzas producidas por la droga empujo bruscamente,
–Noooo!…… déjeme!!… Me dueleeeee!!!… Por favor ya  noooooo!!!, a la Universitaria se le llegaron a poner los ojos blancos por el inmenso dolor que sintió con la primera apuntalada. La tiesa verga de Gregorio dio en el blanco pero el culo de la rubia Anais estaba tan apretado, que esta hasta se arqueo para saltar hacia arriba como un resorte.
El flaco Gregorio la volvió a tomar con su mano y la poso nuevamente en la entrada posterior de la nena,
–Toma putaaaaa de mierda… recibe mi verga que para eso estas hechaaaa!!!, volvió a empujar y la punta se introdujo a la fuerza violando la entrada anal de la adolorida chamaca.
Anais al sentir la irrupción, cerro fuertemente sus ojos y abrió su boquita en forma desencajada aguantando la perforación que le acababan de hacer en su trasero, lo sentía horrible, como si le estuvieran desgarrando las paredes de su recto, el drogadicto ahora empujaba con más fuerzas, se lo quería enterrar por completo, cada embestida que le daba era más fuerte que la anterior.
Las lágrimas empezaron a correr por la cara de la Universitaria sentía que le metían y sacaban un palo caliente por el culo. El delincuente echándose para atrás tomo fuerzas y le mando la clavada triunfal en donde termino por metérselo por completo.
Con un ahogado quejido de pavor Anais termino por recibirlo por completo, Gregorio creyó escuchar los sonidos de carne que se rompían, se le quedo enterrado por algunos segundos, hasta que lo empezó a sacar con cuidado, se dio cuenta que algo extraño ocurría con la putilla esa que estaba enculando, y en el momento en que ya se lo tenía afuera dejando solo la punta adentro, vio su verga bañada en sangre, que escurrió por el lacerado esfínter de la chamaca, su impresión mezclada con alegría elevaron su nivel de calentura,
–Mira nada más… jajajaja!! Estas sangrando putita!!!, Viendo que Anais estaba totalmente quieta y con sus alborotados cabellos rubios tapando su cara decidió que iba por terminar de destrozarle el hoyo.
–Tomaaaaa!… toma zorraaaaaa!!, tomaaaaa!!!, no tenía idea que eras virgen del culo, jajajaja!!! Entiendo que esto me saldrá más caro, pero tú no te preocupes, yo soy derecho para mis cosas y te pagare lo que vale tu culazoooo, Tomaaaaa!!!!
–Aaaaaaahh!… Aaaaaaahh!!!… Ahhhh!!!…Sniffffss!!!! Por favor don Gregorioooo deténgase…!!! Sniffsssss!!!!! Me dueleeee… mu… chooooooo!!!
Al drogadicto no le importaba nada él seguía dándole por el culo más y cada vez más fuerte, Anais intentaba arrancársele pero el con sus manos negras que contrastaban con las tonalidades doradas de las caderas de la chica, la empujaba con más fuerzas hacia su verga, enterrándosela cada vez más profundo.
Los gritos de Anais adentro de aquella miserable vivienda en la cual le estaban partiendo el culo por primera vez en su vida, eran guturales, la imagen del contraste de ambos cuerpos dándose era de lo más morbosa, eran la de un mugriento drogadicto de pellejos ajados, contra el tonificado y curvilíneo cuerpo de una chamaca rubia y de ojos celestes.
El flaco llevaba culeandola como 15 minutos por lo menos, y debido a los intensos lloriqueos y gritos de dolor por cada clavada que le pegaba, se le ocurrió una idea aún más malévola que en su desorientada mente de vicioso le hacían que se calentara aún más, ya desde hace rato se había dado cuenta o creía saber que aquella nena era una quizás una puta primeriza y no le importaban los motivos con los que aquellos viejos la hubiesen engatusado para que les bailara desnuda, pero a él también  le encantaba tratarla como tal, además que con sus gritos lo desconcentraba y no lo dejaba follarsela tranquilo, aún quedaba mucha noche por delante, así que fue aminorando sus aserruchadas.
La respiración de la chamaca era agitada, aun sentía la verga del delincuente alojada en sus intestinos, hasta que escucho su voz,
–Toma esto zorraaa… te hará sentir bien y ya no sentirás tanto dolor… Gregorio había tomado una buena cantidad de droga y la había puesto en la hoja de la cuchilla y se la estaba ofreciendo a Anais para que la inhalara, todo esto sin sacarle un centímetro de verga desde el culo de la chamaca, la nena como pudo miro hacia atrás y lo vio con su cara negra toda sudada y con una malévola sonrisa de vicio encajada en su rostro de delincuente,
–Don Gregoriooo… por favor ya dejemeee… yo no soy una putaaaa… y nunca me he drogadooo… no quiero hacerlooooo…sniffssss
–Aspírala putaaaa ya verás que te va a encantarrrr, le decía a la vez que le ofrecía el tubo de un lápiz…
En su desesperación Anais pensó que tal vez consumiendo aquella sustancia su dolor se vería menguado, pero recapacitó en el acto…
–Nooooo de verdad que se lo agradezco pero prefiero que noooo!!!…
–Escúchame zorraaaa si no la aspiras ahora mismo te juro que te marco la cara con la cuchillada que está al frente de tu rostro, le dijo con un tono siniestramente amenazante.
Anais viendo el filo de la navaja solo a centímetros de su cara se imaginó rasgándole su rostro, tomo el tubo del lápiz con sus delicadas manitas temblorosas y apunto donde estaba esa cochinada blanca, y así enculada como estaba se pegó la primera inhalada de su vida, cuando aspiro esa asquerosidad sintió como se le dormía algo muy adentro de sus fosas nasales, para luego sentir como algo amargo bajaba por su garganta. Para ser primeriza en esas lides la hoja de la navaja quedo completamente limpia.
El flaco Gregorio no daba más de  gozo, no se explicaba como aquella estupenda chamaca había ido a dar a esos lugares con aquellos viejos, la cosa era que en estos momentos la tenía como él se la había imaginado desde que la vio en el antro de don Braulio, desnuda enculada y drogándose con él.
–Jajajaja así me gustas putaaaa…ya verás que en un momento te vas a poner culiar con más ganas, jajajaja!!!!
El flaco se puso a follarla con más ganas todavía sabía que era solo cuestión de minutos para que la hembra sintiera en su cuerpo los primeros efectos del narcótico, y se pondría a culiar como desesperada…
Anais sentía como le flagelaban las carnes de su trasero, al poco rato su cuerpo lo sentía como adormecido, el dolor comenzaba a disminuir y en unos instantes concentrándose en todo lo que le estaban haciendo por detrás, una extraña excitación se apodero de toda su  perfecta anatomía, esto la animaron a que ella también se comenzara a mover junto con Gregorio, que al parecer ya hasta le caía bien, por la exquisita forma en que le estaba partiendo el culo.
La sustancia ya había hecho su trabajo, la joven de 18 años ya sentía como la verga que le ensartaban se inflaba dentro de ella, esto le ocasionaban que tuviera una dosis de excitación extra, la calentura se estaba apoderando completamente de ella, por lo que comenzó a gemir cada vez más fuerte, eran los momentos de enardecimiento sexual que hacían que se olvidara de oponer todo tipo de resistencia y hacían que se entregara al placer y a todo tipo de desenfreno que se le ocurriera al tipo que la había drogado.
Sus gemidos ya eran de auténtica calentura mientras ella con fuerzas se echaba para atrás con todo su culo para hacerle la tarea más rica y más fácil al negro de mierda que la había llevado a tal estado.
–Siiiii zorraaaaaaa… Siiii… ahhh… Toma…toma… putaaaaa…!!! La animaba el drogadicto para que ella se pusiera a culiar más rico de lo que ya lo estaba haciendo.
Anais solo recibía las estocadas con una sonrisa nunca antes vista en su bello rostro, era una sonrisa de vicio, con sus ojos cerrados y puesta en 4 patas, con sus chichotas bamboleándose hacia atrás y hacia adelante, se vio en la necesidad de comenzar a pedir más, estaba sintiéndose como nunca, esto era lo mejor que le podía haber pasado, pensaba su distorsionada mente…
–Ohhhh que ricoooo don Gregoriooooo… no pareeeeeee…!!
–Te gusta zorraaaaaa…!!!!
–Siiiii papiiiiiiiii… no pares nuncaaaaaa!!!!
–Jajajajaja!!!! Te voy a dejar desculada ya vas a ver!!!!… el flaco aserruchaba, empellaba, la agasajaba con su verga llegando hasta lo más profundo del recto de la muchacha…
–Guauuuuu…!!! Esto es muy buenooooo don gregoriooooo!!!!
–Jajajajaja… solo llámame flaco Gregorioooo… o negro de mierdaaaaa… o como tú quieras mamasotaaaa!!!, así me llaman mis amigosssss… y tú ya eres mi amigaaa jajajajaja!!!!
–Así… asiiiii…métemelo mas fuerte negro de mierdaaaaaa!!!! Párteme el culo tal como lo hiciste al principiooooo!!! Auchhhhhh que me dueleeee… pero es muy ricoooooo!!!! Pa…pi…toooooo!!!!
El drogadicto poco a poco fue aminorando las embestidas, Anais se preguntaba porque Gregorio se estaba deteniendo si lo estaban pasando tan bien…
–Que pasa!!??…yo quiero seguirrrr…
–Tranquila putaaaa… ahora quiero probarte la zorra… me la pasaras…!!??
Anais por un momento se quedó pensativa, estaba drogada y media ebria, pero aun así sabía que eso era algo que ella debía proteger, pero se lo estaba pasando tan re bien con su amigo Gregorio que le puso una sola condición para ofrecerle lo más sagrado que hasta ese momento le quedaba en esa acalorado noche de lujuria, sexo, alcohol y drogas…
–Solo con una condición…, le dijo una vez puesta de rodillas en el colchón y toda sudada…
–Que cosa quieres lindura…!!??
El negro que también estaba puesto de rodillas con la verga palpitándole a mil, pensó que le iba pedir que se lo hiciera con cuidado, o que usara condón, o por último que eyaculara fuera de su cuerpo, pero quedo aún más fascinado con la respuesta de la chica…
–Deme un poco más de droga!!!!
El flaco Gregorio quedo encantado, con esa respuesta supo que habría sexo para rato,
–Toda la que tú quieras mi amorrrr!!!!…
Como desesperado se lanzó hasta la mesa, se pegó otra jalada de cochinada y con mucho cuidado tomo una doble porción de droga para ofrecérselo a la rubita caliente que el destino había puesto en su miserable destino,
La rubia se extrañó de lo que estaba haciendo aquel asqueroso hombre, el alucinógeno no le permitía pensar claramente sobre la tremenda equivocación que estaba a punto de cometer, pero a estas altura ya todo le daba lo mismo, su suerte ya estaba echada, al menos por esta noche, lo vio como el negro se ponía la droga con mucho cuidado en el largo de su verga, Anais muy sonriente supo desde donde tendría que inhalarla,
–Ya está puta… inhálala desde mi verga, te la mereces por ser tan buena puta…, jajajaja…!!!
La universitaria estudiante de derecho tomo el tubo del lápiz, con su otra mano tapo el hoyito de su nariz que quedaba libre,  y sin pensarlo dos veces aspiro una buena cantidad polvo blanco desde la tiesa verga, cerrando sus ojos y sintiendo nuevamente como el alucinógeno invadía el interior de su cuerpo, pero aún quedaba más en la verga, se mandó la segunda dejando la verga totalmente limpia, solo unas vistosas manchas blancas fueron los vestigios de lo retirado por la rubia, y ella viendo esto sin pensarlo se llevó la verga a la boca para retirar con sus labios y su lengua todo lo que quedara y para que así no se perdiera nada.
Su cuerpo y su mente volaban en dimensiones desconocidas para ella producto del estupefaciente ingerido, que acrecentaban su nivel de extraña calentura que sentía su cuerpo por sentir lo que ya sabía de lo que a continuación tenía que hacer con el flaco Gregorio. Se la estuvo chupando por algunos minutos, y ya totalmente convencida que había llegado el momento de ella cumplir con lo que se había comprometido por un poco de droga, sencillamente se fue poniendo de espaldas.
Anais totalmente convencida de ella querer saber que era lo que se sentía tener metida una verga dentro de su vagina, femeninamente se recostó de espaldas en el mugriento colchón, sin pensarlo y sin ninguna preocupación se abrió de muslos recogiéndolos para quedar lo más expuesta dentro de lo que le permitiera su cuerpo y para que también su amigo el flaco quedara lo más cómodo posible en el momento en que se la metiera con total aceptación por parte de ella.
El drogadicto ya no dando más de felicidad y calentura por lo que estaba a punto de probar con su verga, se quedó mirando a la sonriente muchacha que lo esperaba con mirada de deseo y deliciosa vulgaridad para que el hiciera lo que quisiera con ella y con su cuerpo.
–Quítate el liguero y las medias putilla, te quiero tal como llegaste a este mundo, jajaja!!!
La sonriente Anais lo hiso sin juntar las piernas, abierta como estaba retiro con sus manos las ligas para luego continuar con las medias lanzándolas hacia un lado de la colchoneta en la cual se la iban a culiar, el flaco la miraba con deseos de maldad, quería hacerle miles de cosas, pero iría por partes, solo no quitaba su vista de aquel atrayente tajo de carne que al menos por esta noche tenía un solo dueño, o sea él.
Sin más preámbulos el delgado y ajado drogadicto se hecho sobre los ofrecidos muslos de la jovencita que se los tenia abiertos de par en par, preso por la acalorada ansiedad de colarse hacia el interior de aquel esbelto cuerpo, Gregorio tomo su puntiagudo instrumento y lo ubico en la entrada intima de Anais, y simplemente empujo hacia adentro.
El resultado fue el mismo que con el del profesor en la mañana de aquel fatídico día, la verga a pesar de ser más delgada que la del viejo salió expulsada, los labios de la nena se negaban a abrirse, otro intento y el mismo resultado, Anais esperaba el momento de la irrupción con una nerviosa calentura, extrañamente ella quería que Gregorio fuese su primer hombre, quería y sentía la imperiosa necesidad de ponerse a culiar con él por una eternidad sí  es que fuese posible, por lo que sabiendo que ella necesitaba esa vega adentro de ella porque así tenía que ser, se propuso a ayudarlo.
Fue Anais quien metió su mano por entre ambos cuerpo y tras agarrarle la verga a su amigo delincuente, pasear su blanca manita por toda aquella extensión de carne delgada pero si muy dura y caliente la apunto en la zona de su vagina en donde ella como mujer sabía que tenía que entrar más fácilmente, y le dijo,
–Ahora flaco, métemela con fuerza…
El flaco mirándola a su Angelical cara de niña fresa pero que en esos momentos sus ojos celestes estaban con el brillo de la exaltación, simplemente empujo con seguridad.
Anais sintió el dolor de carnes abiertas cuando la verga del drogadicto colisiono con su himen, pero una extraña fuerza la animaba que su amigo tenía que terminar por convertirla en mujer, por lo que no le soltó la verga, para que no se le fuera a salir, Gregorio con menos de un cuarto de verga enterrada, ya sabía que eso ya era algo, se limpió la traspiración de su frente con una mano y se dispuso a darle la estocada mortal,
–Estas lista zorraaa!??, porque ahora sí que te entra todaaaa, jajajaja!!!
–Siiiii, Gregorioooo… dámela conviérteme en tu mujerrrrr… tú te lo merecessss…!!
El drogadicto ya no daba más de lujuria, concentrándose le mando el segundo espolonazo, con el cual hiso triunfal ingreso en aquel soberbio cuerpazo de una joven rubia y de 18 años, la delgada y brillosa verga fue rompiendo el himen de la chamaca poco a poco, entrando centímetro a centímetro perdiéndose por completo en el rubio coñito de la joven que le acababa de regalar su virginidad a cambio de un poco de droga, la acababa de descartuchar, Anais ya era su mujer en todas sus letras, y no importaban los artilugios que este haya utilizado para lograrlo…
–Aaaaaaaaghhhhhhhhhh… flaco sácala que me dueleeeeee!!!!, grito la chamaca al sentir el dolor de cómo le rasgaban sus carnes vaginales…
A la ensartada universitaria se lo habían mandado a guardar limpiamente y en su totalidad, la verga flaca pero bien parada había roto el himen de la esplendorosa joven, quien adolorida al máximo aguantaba y experimentaba aquella extraña irrupción de carne hacia el interior de su cuerpo, el asqueroso delincuente por su parte estaba echado sobre sus muslos abiertos, paso sus negras manos por debajo de sus hombros blancos y femeninos de ella para poder contraerla más hacia su asquerosa herramienta, con la punta de sus pies se daba fuerzas para mantenerse bien ensartado en ella hasta que su cuerpo se acostumbrara a su larga y flaca herramienta viril.
Anais como pudo llevo una de sus temblorosas manitas hasta su boca abierta por la extraña sensación de nerviosidad que sentía al sentirse ensartada, su cuerpo sentía dolor pero algo le impedía quejarse y gritar, sentía los testículos del drogadicto comprimirse con su ano, y ella en vez de impedir que la siguiera mancillando, se esforzaba por mantenerse lo más abierta posible para él y solo para él, en su mente no existían sus padres ni su familia, tampoco Daniel, solo existía ella, el asqueroso delincuente y aquella mesa llena de drogas, esto la hacían calentarse más y dejar a un lado el inmenso dolor que estaba sintiendo.
El flaco Gregorio estando consiente de la pasividad de la hermosa joven que casi se le había regalado, comenzó a apuntalarla en forma gradual, a la vez que le preguntaba,
–A todo esto cuales tu nombre putitaaa!!??, jajajaja aún no me lo has dicho y ya me has pasado la zorra, jajajaja!!!!
La nena quien al fondo de su mente, pero muy al fondo sentía algo de humillación, le contesto…
–A…nais…me llamo Anaisssss!!!
–Anaissss…!!! Hasta tu nombre está hecho para andar parando vergas, jajajaja!!!! –Toma entonces Anaissss, esto es lo que te has ganado por estar tan buenotaaa!!! Tan ricaaaa!!! Tan sexy guachitaaaaa…!!!! Si desde que te vi en aquel antro con tu vestido rojo que me dieron ganas de meterte la vergaaaaa!!!!. –Que rico se siente quitarle la virginidad a una niña fresa como tuuuuuuu, le dijo esto mandándole una estocada recia atravesándola hasta lo más profundo de su estómago…
Anais solo se quejaba eróticamente, a pesar del dolor cerraba los ojos suplicando que todo esto no se terminara nunca, el flaco Gregorio se daba cuenta que su verga ya entraba y salía sin complicaciones del cuerpo de la nena…
–Listo preciosa ya estas lubricada, desde ahora te voy hacer gozar como una cerda en el barro, jajajaja…, le decía el mal nacido mientras comenzaba a sacar su espumeante verga hasta más de la mitad para volver a metérsela en forma profunda, Anais solo lo escuchaba con sus ojos bien cerrados y sus delineados labios semi abiertos, –Que apretadita tienes la zorra mi amor, de seguro nunca te metiste un consolador por aquí verdad!! –Te gusta perra!?… ehhhh!? Sí que te gusta mucho esto que te estoy metiendo verdad zorraaaa!!??
Fueron tantas las peladeces de grueso calibre que el drogadicto le estaba diciendo a la nena, que su nublada mente colapso en favor de su violador, de pronto ya no sintió más dolor, este se convirtió en excitación, calentura en todas sus letras, lo que la llevo a comenzar a gemir como nunca antes lo había hecho, ni siquiera como lo había hecho hace un rato cuando este mismo tipejo le había dado por el culo, esta vez ya no podía reprimir sus auténticos gemidos de placer. La calentura nuevamente se comenzaba a posesionar de su cuerpo.
–Uuuhhhhmmmm…! Uuuhhmmmmm!!… ahhhh!!!…. Huuummm….!!!! Siii…… ahhhhhh!!!! Ri… cooooooohhhhh, Uuuhhmmmmm!! Volvía a gemir por cada clavada que sentía al interior de su vientre
–Eso es putaaaaa!!!, eres toda una zorra!!!!!, vamos… sigue gimiendo, que me calienta aún más escuchar tus gemidos de perraaaaa!!!!!.
Anais con sus bellos muslos abiertos y con el drogadicto encima de ella culiaban ensimismados, ambos con los ojos cerrados  solo concentrados en el inmenso placer en el cual cada uno por su lado estaban sumidos y que se regalaban uno al otro, gotas de sudor se acumulaban por los lados de la nariz de la hermosa nena, se besaban asquerosamente, gozando, gimiendo, uno metiendo verga y la otra recibiendo la misma, sus cuerpos sudaban a mares, por el blanco cuerpo de la rubia  chorreaban vistosas cantidades de sudoración mescladas con mugre y la traspiración que su cuerpo recibía de parte de los negros pellejos del que en esos momentos la montaba y que era su pareja de apareamiento.
–Te gusta culiarrrr zorraaaaaa…, le consultaba de pronto el flaco Gregorio, pero Anais estaba tan caliente que su cuerpo y mente solo eran gemidos y eróticos movimientos que demostraban lo muy bien que se lo estaba pasando mientras la follaban al interior de esa pocilga, sus ojos celestes semi abiertos miraban solo a centímetros el reluciente diente de oro que el flaco le mostraba cuando le hablaba sus ordinarieces, esto la calentaban aún más,
–Uuuuummmmm…!! Sssshhhhtttttt!!! Shhhhttttttt!!!! Ummmmmhhhhh!!!!!, Anais no podía parar de gemir.
El drogadicto viendo en el lujurioso estado en que se encontraba su eventual compañera de juergas determino que ya era hora de cambiar de posición.
–Bien pedazo de zorraaaa, ahora me vas a cabalgar le dijo cuándo rápidamente saco su mojada verga de la ensangrentada panocha de la joven.
El colchón ahora tenía una gran mancha de sangre al medio de donde estaba la pareja, sangre que se entremezclaba con otros tipos de líquidos, que desde hace rato salían expulsados desde la vagina de la universitaria, pero a Anais esto pareció no importarle, simplemente al ver que su casi esquelético amigo estaba de espaladas con la verga apuntando hacia el cielo, solo ordeno sus cabellos por detrás de sus oídos y se montó sobre el deteriorado cuerpo del hombre que la estaba convirtiendo en hembra.
El mugriento drogadicto tomándola de la cintura se la acomodo encima de él para meterle la verga, Anais por supuesto que no oponía resistencia haciéndosela muy fácil para el meterle la verga, se la metió despacio dentro de su zorrita que nuevamente se la comió por completo, con ella sintiendo la irrupción nuevamente con risa de viciosa, y con la mirada perdida hacia el techo, Gregorio le dijo lo que ahora tenía que hacer,
–Escúchame perraaa… ahora quiero que me des tus mejores refregadas de conchaaaaa, jajaja!!!
Anais que estaba sintiendo muy rico y que también le agradaba la forma en que el asqueroso sujeto se refería a ella, comenzó a moverse lentamente encima de él, haciendo un exquisito vaivén pélvico de adelante hacia atrás, el flaco hipnotizado por cómo se movía el piercing de cadenita a la altura de su curvilínea cintura, comenzó a acariciarla en el vientre, la recorría con sus mugrientas manos, luego las subió hasta sus tetas, por más que quería cerrar sus ojos para gozar no podía, ya que para el en esos momentos era pecado cerrar los ojos y perderse esa imponente Diosa drogada, que prácticamente estaba culiando por inercia, esto lo calentaban y lo exasperaban aún más, sabía que ya faltaba poco para llegar a la gloria acompañado de aquel monumento de hembra, que en estos momentos lo cabalgaba en forma exquisita, como nunca antes lo había hecho otra mujer.
–Que ricas tetas tienes zorrita, son perfectas, grandecitas, bien formadas y duritas, me gusta ver como se te mueven en estos momentos, prométeme que cuando te vayas me dejaras tu teléfono y dirección, para ir a verte cuando me den ganas de probarte de nuevo, jejejeje…
Anais con solo imaginarse al flaco acostado y culiando con ella y en su propia casa, con sus tíos viendo Tv, o haciendo cualquier cosa nuevamente la excitación empezó a invadir su cuerpo, comenzando a menear sus caderas de arriba y hacia abajo, dejándose caer con brutalidad sobre la pelvis del delincuente, el drogadicto por su parte notaba lo que se avecinaba quito sus manos de sus tetas, para afianzarla de las caderas y empezó a rematarla con bestialidad, prácticamente Anais estaba saltando  arriba de su flaca verga, sus chichotas rebotaban de un lado a otro de tan fuerte que a su dueña le estaba dando al flaco Gregorio, la rubia nenota comenzó a gemir y a pedir descontroladamente que le dieran más verga,
–Ahora Gregorioooo dame más vergaaaa, te la siento todaaaaa… me vieneeee… me vieneeeee… ohhhhh que es esto por Diosssss!!!! Yaaaa!!! Yaaaa!!!! Yaaaa!!!!… yaaaaaaaa!!!!, gritaba por cada sentada que se pegaba sobre la cintura del drogadicto, el flaco se enderezo como pudo para besarla mientras ella gemía de calentura, Anais lo abrazo con una pasión verdaderamente descontrolada para empezar prácticamente a comérselo en húmedos besos con lengua, y sucedió lo más intensamente placentero para ella, sentía una serie de ricos orgasmos uno seguido del otro,
–Ohhhhh que rico negro de mierdaaaaa!!!! Me estas mandando cortadaaaaa!!!! Ahhhhhh…!!! Ahhhhhhhh!!!!, comenzaba a gemir y a gritar con sus ojos en blanco perdida en el placer que estaba sintiendo en sus carnes, el drogadicto viendo que su hembra se estaba yendo cortada acerco su cabeza hasta sus tetas y comenzó a chupárselas como un insano mental, mientras a la universitaria se le nublaba la mente y veía como toda la habitación se iba oscureciendo hasta que cayo desmayada sobre el ajado cuerpo del flaco Gregorio quien no daba más de tanto placer que le estaba dando la fogosa hembra.
Como pudo se abalanzo y se puso sobre el cuerpo de la muchacha para quedar montado sobre ella, y sin ya nada más que esperar se lo enterró lo más profundo que pudo y descargo torrentes de semen espeso y caliente que llenaron el útero de la muchacha,
–Toma zorraaaaaaa ahí te van mis mocos putaaaaa!!!! Ohhhhhhggggrgrgrgg!!!!, la rubia quien aún estaba sintiendo sus últimos orgasmos contrajo sus muslos lo que más pudo y dio su vida por contraerle la verga lo que más pudo con los músculos de su vagina con la sola necesidad de arrebatarle hasta la última gota de semen que este tuviera en su verga.
Anais quedo tirada aun lado del delincuente con sus bellos muslo abiertos, en esos momentos no le sentía vergüenza al estar en esas condiciones al lado de aquel hombre, y era lógico, los efectos de la droga aun no abandonaban su mente ni su cuerpo, de su vagina salían  espesas gotas de semen, poco a poco su cuerpo comenzó a recuperar la compostura, miro al drogadicto con todos sus cabellos rubios alborotados, sentía su corazón latiendo a mil por hora, y no entendía lo que le pasaba, había sentido un intenso orgasmo por segunda vez en su vida, pero este era 20 veces mejor que lo que el viejo le había hecho sentir esa mañana, y no se explicaba esa extraña necesidad que sentía su cuerpo por seguir apareándose con aquel mugriento sujeto que la miraba masajeándose la ya fláccida verga, tenía una inmensas ganas a que se la siguieran culiando.
El mugriento negro sabía muy bien por lo que estaba pasando la nena,
–Jajajaja…tienes ganas de seguir follando verdad?
–Siii don Gregoriooo tengo tantas ganas de que Usted me culie bien culiadaaa…! no sé qué es lo que me pasaaaa…!!
–Tranquila putilla, me voy a pegar otra dosis para poder calmar la calentura que estas sintiendo en la zorraaaa, jajajaja… Anais de rodillas y masturbándose veía al flaco Gregorio como se venía acercando al colchón con más droga, a la vez que le decía, –Límpiate la zorra, la rubia miro en todas direcciones por si encontraba algo para limpiarse solo vio el vestido rojo, sin pensarlos dos veces lo tomo y se comenzó a quitar los restos de semen desde su vagina, para luego escuchar al drogadicto,
–Quieres seguir drogándote preciosa, jejeje…
Anais relamiéndose los labios pensaba que todo eso que estaba haciendo estaba mal, muy mal, pero no supo el porqué de su respuesta,
–Si, la quierooo, dame más drogaaaa!!…
–Jajajaja…que viciosilla me saliste, te daré la última, eres nueva en esto y no quiero que te vaya a dar un patatús aquí en mi casa y te me mueras, tendría que ir a botarte a algún canal, ajajajaja!!!!
El malvado drogo se hecho el estupefaciente en su asquerosa mano e hiso que Anais la inhalara desde ella, una vez que la perdida universitaria la hubo inhalado, el salido mequetrefe le ordeno,
–Lengüetéame la mano, retira con tu lengüita toda la droga que haya podido quedar… y cuando termines te me acuestas de espaldas y te abres de patas.
Anais no lo dudo, ella misma tomo la mano del delincuente y se la comenzó a lamer, pasándole la lengua hasta dejársela bien limpia, el sabor de la mugrienta mano era entre amarga y salada, luego de eso se puso de espaladas y abrió sus muslos, tal como se lo había solicitado el flaco Gregorio.
Desde su posición la rubia estudiante vio cómo su amigo el flaco depositaba en su pelvis y entre medio de los pelitos dorados de su zorra, otra cantidad de droga de la cual se la jalo directamente desde su montecito jaspeado con bellitos rubios, extrañas situaciones que a ella le elevaban su libido, ese mugroso drogadicto hacia cosas que extrañamente la calentaban hasta mas no poder.
–Flaco culiameee!…tengo tantas ganas de culiarrrrr…!!, le dijo de una, y era verdad, ella realmente quería que se lo volvieran a hacer,
–Jajajaja!!, es tu primer día y mira como estas de caliente, jajajaja…
–No sé qué es lo que me pasa de verdad… pero necesito estar moviendomeeee…!!
–Que edad tienes zorraaa!!??
–18…, este otro mes cumplo los 19…
–Ve a ese cajón y anótame tu número y tu direccionnn…
Anais no lo pensó dos veces, rápidamente se paró desnuda como estaba su brilloso cuerpo aun relucia por la sudoracion, y al estar de pie sintio unas copiosas cantidades del semen que el drogo le habia depositado muy al interior de su intimidad, sintio como el varonil liquido ya helado escurria desde el interior de su vagina y resbalaban por el interior de sus muslos, no importandole nada fue en esas vulgares condiciones hasta el mueble que le indicaba su amigo el flaco y le anoto su dirección y número de teléfono, su mente estaba tan perdida que hasta le apunto los horarios en que salía de clases y las horas en que perfectamente la podía ir a buscar.
–Jajajaja, gracias zorrita rica a ver si cuando se te pase el efecto vas a tener ganas de verme, jajajaja!!!!
La rubia no entendió muy bien a que se refería el flaco, si se suponía que ellos eran amigos, pensaba, de lo que si estaba segura era de las tremendas ganas y de lo desesperada que estaba por ponerse a culiar nuevamente con el flaco Gregorio.
La mente del flaco ya tenía lista la nueva sesión de sexo y vejámenes que se daría con tan magnifica hembra, por lo que se recostó en el colchón y le pidió,
–Ven a chuparme la verga zorraaaa!!!… y no olvides de lamerme las bolas…
Anais que aún estaba parada en el mueble en donde había anotado su dirección, camino como desesperada para casi arrojarse en el mugriento colchón y quedar a 4 patas mamándole la verga al asqueroso drogadicto, esa era la otra nueva droga aún más poderosa que había descubierto aquella noche.
(Continuará)
 
 
 

Relato erótico: “El ídolo 1: Mi compañera no es puta, es ninfomana”. (POR GOLFO)

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Os quiero aclarar antes de que empecéis a leer mis vivencias que sé que ninguno me va a creer. Me consta que os resultara difícil admitir que fue real y que en verdad me ocurrió. Para la gran mayoría podrá parecerle un relato más o menos aceptable pero nadie aceptará que un ídolo prehispánico haya cambiado mi vida. Reconozco de antemano que de ser yo quien leyera esta historia, tampoco me la creería. Es más si no fuera porque cada mañana al despertar mi antigua profesora de arqueología me trae desnuda el desayuno a mi cama, yo mismo dudaría que me hubiese pasado….
Para empezar, quiero presentarme. Me llamo José y soy un historiador especializado en cultura Maya. La historia que os voy a narrar ocurrió hace cinco años en lo más profundo de la selva Lacandona (para quien no lo sepa, esta selva está en Chiapas, un estado del sureste mexicano famoso por conservar sus raíces indígenas).
Por el aquel entonces yo era solo un mero estudiante de postgrado bajo el mando estricto de Ixcel Ramírez, la jefa del departamento. Esa mujer era una autoridad en todo lo que tuviese que ver con el México anterior a Cortés y por eso cuando me invitó a unirme a una expedición a lo más profundo de esa zona, no dudé un instante en aceptar. Me dio igual tanto su proverbial mala leche como las dificultades intrínsecas que íbamos a sufrir, vi en ello una oportunidad para investigar el extraño pueblo que habita sus laderas.
Desde niño me había interesado la historia de los “lacandones”, una de las últimas tribus en ser sometidas por los españoles  y que debido a lo escarpado de su hábitat nunca ha sido realmente asimilada. A los hombres de esa etnia se les puede distinguir por sus melenas lacias y sus vestimentas blancas a modo de túnicas, en cambio sus mujeres  suelen llevar una blusa blanca complementada por faldas multicolor. Se llaman a ellos mismos “los verdaderos hombres” y se consideran descendientes del imperio maya.
Me comprometí con Ixcell en agosto y como la expedición iba a tener lugar en diciembre para aprovechar la temporada seca,  mis siguientes tres meses los ocupé en estudiar la zona y prepararme físicamente para el esfuerzo que iba a tener que soportar en ese lugar. Pensad que no solo nos enfrentaríamos a jornadas maratonianas sino que tendríamos que sufrir más de treinta y cinco grados con una humedad realmente insana.  Previendo eso diariamente acudí al gimnasio de un amigo que comprendiendo mi problema me permitió, durante ese tiempo, ejercitarme en el interior de la sauna. Gracias a ello, cuando llegó el momento fui el único de sus cinco integrantes que toleró el clima que nos encontramos, el resto que no tuvo esa previsión lo pasó realmente mal.
Ahora me toca detallaros quienes éramos los miembros de ese estudio:
En primer lugar como ya os he contado estaba la jefa que con treinta y cinco años ya era una figura en la arqueología mexicana. Su juventud y su belleza habían hecho correr bulos acerca que había obtenido su puesto a través de sus encantos pero la realidad es que esa mujer era, además de una zorra insoportable, un cerebrito. Su indudable atractivo podía hacerte creer esa mentira pero en cuanto buceabas en sus libros, solo podías quitarte el sombrero ante esa esplendida rubia.
Como segundo, la profesora había nombrado a Luis Escobar, un simpático gordito cuyo único mérito había sido el nunca llevarle la contraria hasta entonces.
Para terminar, estábamos los lacayos. Alberto, Olvido y y yo, tres estudiantes noveles para los cuales esa iba a ser nuestra primera expedición. De ellos contaros que Alberto era un puñetero nerd, primero de mi promoción pero en el terreno, un verdadero inútil. Su carácter pero sobre todo su débil anatomía hizo que desde el principio resultara un estorbo.
En cambio, Olvido era otra cosa. Además de ser brillante en los estudios, al compaginar estos con la práctica del atletismo resultó ser quizás una de las mejor preparadas para lo que nos encontramos. Morena, cuyos rasgos denotaban unos antepasados indígenas, os reconozco que desde el primer día que la conocí  me apabulló tanto por su tremendo culo como por la fama de putón que gozaba en la universidad.
El viaje hasta el yacimiento.
Todavía hoy recuerdo, nuestro viaje hasta esas tierras. La primera etapa de nuestro viaje fue llegar a San Cristóbal de las Casas, pueblo mundialmente conocido tanto por su arquitectura colonial como por ser considerada la capital indígena del sureste. Esa mañana agarramos un avión desde el D.F. hasta Tuxtla Gutiérrez y una vez allí, un autobús hasta  San Cristóbal.
Haciendo noche en ese pueblo, nos levantamos y pasando por los lagos de Montebello nos trasladamos en todoterreno hasta el rio Ixtac donde tomamos contacto por vez primera con los kayaks que iban a ser  nuestro modo de transporte en esas tierras.
Todos nosotros sabíamos de antemano que esas canoas eran el modo más rápido de llegar a nuestro destino pero aun así Alberto no llevaba ni diez minutos en una de ellas cuando se empezó a marear y tuvimos que dar la vuelta para evitar que al vomitar volcara la barca.
El muy cretino había ocultado que era incapaz de montar en barco sin ponerse a morir. Como os imaginareis le cayó una tremenda bronca por parte de Ixcell ya que su enfermedad le hacía inútil para la expedición. Por mucho que protestó e intentó quedarse con el resto, la jefa fui implacable:
-Te quedas aquí. No vienes.
Sabiendo que entre los cuatro restantes tendríamos que llenar su hueco y que no había forma para reclutar otro miembro, le dejamos en tierra y tomamos los kayacks. Nuestro destino era una escarpada montaña llamada Kisin Muúl  . La traducción al español de ese nombre nos debía haber avisado de lo que nos íbamos a encontrar, no en vano en maya significa “montaña maligna”. Los habitantes de esa zona evitan siquiera acercarse. Para ellos, es un lugar poblado por malos espíritus del que hay que huir.
Tras seis horas remando por esas turbias aguas, nos estábamos aproximando a ese lugar cuando de improviso la canoa en la que iba Luis se vio inmersa en un extraño remolino del que se veía incapaz de salir. Esa fue una de las múltiples ocasiones en las que durante esa expedición Olvido demostró su fortaleza física ya que dejando su kayack varado en una de las orillas, se lanzó nadando hasta el del gordito y subiéndose a ella, remando  consiguió liberarla de la corriente.
Su valiente gesto tuvo una consecuencia no prevista, al mojarse su ropa, la camisa se pegó a su piel dejándome descubrir que mi compañera, además de un culo cojonudo, tenía unos pechos de infarto.
“¡Menudo par de tetas!”, pensé al admirar los gruesos pezones que se adivinaban bajo la tela.
Si ya de por sí eso había alborotado mis hormonas, esa morenaza elevó mi temperatura aún mas al llegar a la orilla y sin importarle que estuviéramos presentes, se despojara de la camisa empapada para ponerse otra.
“¡Joder! ¡Qué buena está!”, exclamé mentalmente al observar los dos enormes senos con los que la naturaleza le había dotado.
Como me puso verraco el mirarla, tratando que no se me notara desvíe mi mirada hacia mi jefa. Eso fue quizás lo peor porque al hacerlo descubrí que Ixcell estaba también totalmente embobada mirando a la muchacha. En ese momento creí descubrir en sus ojos el fulgor de un genuino deseo y por eso no pude menos que preguntarme si esa profesora era lesbiana mientras la objeto de nuestras miradas permanecía ajena a lo que su exhibicionismo había provocado.
Una vez solucionado el incidente, recorrimos el escaso kilometro que nos separaba de nuestro destino y con la ayuda del personal indígena, establecimos nuestra base a escasos metros de la pirámide que íbamos a estudiar. Para los que lo desconozcan, os tengo que decir que en el sureste mexicano existen cientos de pirámides mayas, toltecas u olmecas, muchas de ellas no gozan más que de una protección teórica por parte de las autoridades. Por eso la importancia de la de Kisin Muúl, su remota ubicación nos hacía suponer que nunca había sido objeto de expolio pero también era extraño que nuestros antepasados se hubiesen ocupado de esconderla ya que no aparecía en ningún códice ni maya ni español.
La ausencia de Alberto se hizo notar ese mismo día porque al no tener mas que cuatro kayacks para portar todo el equipo, tuvimos que dejar atrás tres de las cinco tiendas individuales previstas y por eso mientras las montábamos asumí que por lógica me iba a tocar compartirla con Luis. Nunca esperé que la jefa tuviese otros planes y que una vez anochecido y mientras cenábamos nos informase que como necesitaba repasar con su segundo las tareas del día siguiente, yo dormiría con Olvido en la más pequeña.
Ni que decir tiene que no me quejé y acepté con agrado esa orden ya que eso me permitiría disfrutar de la compañía de ese bellezón. Me extrañó que mi compañera tampoco se quejara, no en vano lo normal hubiese sido que nos hubiese dividido por sexos. Esa misma noche descubrí la razón de su actitud porque nada mas entrar en la tienda, la morena me soltó:
-No sabes cómo me alegro de dormir contigo- mi pene saltó dentro del pantalón al oírla al pensar que se estaba insinuando pero entonces al ver mi cara, prosiguió diciendo: -¿Te fijaste en cómo Ixcell me miró las chichis?
Haciéndome el despistado le dije que no y entonces ella murmurando dijo:
-Me miró con deseo.
Muerto de risa porque hubiese pensado lo mismo que yo, respondí tanteando  el terreno:
-Yo también te miré así.
-Sí, pero tú eres hombre- contestó y recalcando sus palabras, me confesó:  – No soy lesbiana y no me gusta que una vieja me observe con lujuria.
Sus palabras despertaron mi lado oscuro y acomodando mi cabeza sobre la almohada le solté:
-Entonces, ¿no te importará que mire mientras te desnudas?
Soltando una carcajada se quitó la camisa y tirándomela a la cara  respondió:
-Te vas a hartar porque duermo en tanga- tras lo cual, se despojó de su pantalón y medio en pelotas se metió dentro del mosquitero y sonriendo, me dijo: -Te doy permiso de ver pero no de tocar.
Su descaro me hizo gracia y cambiando de posición, me la quedé mirando fijamente mientras le decía:
-Eres mala- siguiendo la guasa, señalé mi verga ya erecta y le dije: -¿Cómo quieres que se duerma teniendo a una diosa exhibicionista a su lado?
Fue entonces cuando llevando una de sus manos hasta su pecho, descojonada, comentó mientras uno de sus pezones:
-¿Me sabes algo o me hablas al tanteo?
Como os podréis imaginar, me quedé pasmado ante tamaña burrada y más cuando con voz cargada de lujuria, preguntó:
-¿No te vas a desnudar?
De inmediato me quedé en pelotas sin importarme el revelarle que entre mis piernas mi miembro estaba pidiendo guerra. Olvido al fijarse, hizo honor a su nombre y olvidando cualquier recato, se empezó a acariciar mientras me ordenaba:
-¡Mastúrbate para mí!
Su orden me destanteó pero al observar que la mujer había introducido su mano dentro del tanga y que se estaba pajeando sin esperar a que yo lo hiciera. Aceptando que tal y como se decía en la universidad, esa cría era una ninfómana insaciable y que tendría muchas oportunidades de beneficiármela durante la expedición, cogí mi verga entre mis dedos y comencé a masturbarme.
-¡Me encanta cabrón!- gimió sin dejar de mirarme- ¡Lo que voy a disfrutar durante estos dos meses contigo!
La expresión de putón desorejado que lucía su cara me terminó de excitar y acelerando mis maniobras, le espeté:
-Hoy me conformaré mirando pero mañana quiero tu coño.
Mis palabras lejos de cortarla, exacerbaron su calentura y zorreando contestó:
-Tómalo ahora.
Como comprenderéis dejando la seguridad de mi mosquitero, me fui al suyo. Olvido al verme entrar, se arrodilló y sin esperar mi permiso, abrió su boca y se embutió mi verga hasta lo más profundo de su garganta mientras con su mano torturando su pubis. La experiencia de la cría me obligó a dejarla el ritmo. Su lengua era una maga recorriendo los pliegues de mi glande, de manera que rápidamente todo mi pene quedó embadurnado con su saliva. Entonces, se la sacó y me dijo:
-Te voy a dejar seco esta noche- tras lo cual se lo introdujo lentamente.
Me encantó la forma tan sensual con la que lo hizo: ladeando su cara hizo que rebotase en sus mofletes por dentro, antes de incrustárselo. Su calentura era tanta que no tardé en notar que se corría con sus piernas temblaban al hacerlo. Por mucho placer que sintiera, en ningún momento dejó de mamarla. Era como si le fuera su vida en ello. Si bien no soy un semental de veinticinco centímetros, mi sexo tiene un más que decente tamaño y aun así, la muchacha fue capaz de metérselo con facilidad. Por increíble que parezca, sentí sus labios rozando la base de mi pene mientras mi glande disfrutaba de la presión de su garganta.
La manera en la que se comió mi miembro fue demasiado placentera y sin poder aguantar, me corrí sujetando su cabeza al hacerlo. Sé que mi semen se fue directamente a su estómago pero eso no amilanó a Olvido, la cual no solo no trató de zafarse sino que profundizando su mamada, estimuló mis testículos con las manos para prolongar mi orgasmo.
-Dios, ¡Qué gusto!- exclamé desbordado por las sensaciones.
Sonriendo, la puñetera cría cumplió su promesa y solo cuando ya no quedaba nada en mis huevos, se la sacó y abriéndose de piernas, me dijo:
-Date prisa. ¡Quiero correrme todavía unas cuantas veces antes de dormir!
Hundiendo mi cabeza entre sus muslos, me puse a satisfacer su antojo…
El rutinario trabajo de campo tiene sus satisfacciones.
Esa mañana nos despertamos al alba y tras vestirnos, salimos a desayunar. Ixcell y Luis se nos habían adelantado y ya habiendo desayunado, nos azuzaron a que nos diéramos prisa porque había mucho trabajo que hacer. Los malos modos en los que nuestra jefa se dirigió tanto a Olvido como a mí me extrañaron porque no le habíamos dado motivo alguno o eso creí.
Alucinando por sus gritos, esperé que saliera para directamente preguntar al gordito que mosca le había picado.
-Joder, ¿Qué te esperas después de la noche que nos habéis dado?- contestó con sorna -¡No nos fue posible dormir con vuestros gritos!
“¡Con que era eso! Debe ser cierto que es lesbiana y me la he adelantado”, pensé temiendo sus represalias, no en vano era famosa por su mala leche.
Al terminar el café y dirigirme hacia la excavación, se confirmaron mis peores augurios porque obviando que había personal de la zona y que en teoría estaban ahí para esas tareas, esa zorra me mandó desbrozar la zona aledaña al área de trabajo. Queriendo evitar el conflicto, machete en mano, empecé a abrir un claro mientras dos “lacandones”, sentados sobre un tronco, me miraban y haciendo señas, se reían de mí:
-Menudos cabrones- murmuré en voz baja cada vez mas encabronado.
Uno de los indígenas al advertir mi cabreo, se acercó hasta mí y con un primitivo español, me dijo:
-Hacerlo mal. Mucho trabajo y poco resultado- tras lo cual me quitó el machete y me enseñó que para cortar las lianas primero debía de dar un corte en lo alto y luego irme a ras de tierra.
-Gracias- respondí agradecido al ver que esa era la forma idónea de atacar esa maleza.
El tipo sonrió y sin dirigirse a mí, se volvió a sentar junto a su amigo. Durante toda la jornada y eso que estaban a escasos metros de mí, ninguno de los dos me volvió a hablar. A la hora de comer, le conté lo sucedido a mi compañera, la cual me contestó:
-Pues has tenido suerte porque a mí esos pitufos directamente me han ignorado.
-Mira que eres bestia, no les llames así- recriminé a Olvido porque ese apelativo que hacía referencia a su baja estatura podía ofenderles.
Descojonada, murmuró a mi oído:
-El más alto de ellos, no me llega al hombro- y entornando los ojos, me soltó: -De ser proporcional, tendrán penes de niños.
La nueva burrada me hizo reír y pegando un azote en su trasero, le pregunté porque le pedía a uno que se lo enseñara y así lo averiguaba. Sabedora que iba de broma, puso gesto serio y pasando la mano por mi paquete, respondió:
-A lo mejor lo hago, si dejas de cumplir.
Solo la aparición de nuestra jefa, evitó que le contestara como se merecía y en vez de darle un buen pellizco en las tetas, tuve que tapar mi entrepierna con un libro para que Ixcell no se diera cuenta del bulto que crecía bajo mi pantalón. La arqueóloga tras saludarnos se sentó y desplegando un mapa aéreo de la zona, nos señaló una serie de montículos que le hacían suponer que había otras ruinas.
Al estudiar las fotografías, me percaté que de ser ciertas las sospechas de mi jefa, las estructuras estaban orientadas hacía un punto exacto de una de las montañas cercana.
-Tienes razón- contestó y dando la importancia debida a mi hallazgo, nos dijo: -Mañana iremos a revisar.
Una vez levantada la reunión, nos pasamos las siguientes horas haciendo catas en los terrenos con la idea de buscar la mejor ubicación donde empezar a escavar.  El calor y la humedad que tuvimos que soportar esa tarde nos dejaron agotados y fue la propia Ixcell la que al llegar las cinco, nos dijo que lo dejáramos por ese día y que nos fuéramos a descansar.
“Menos mal”, me dije dejándome caer sobre la cama.
Llevaba menos de un minuto cuando desde afuera de la tienda, me llamó Olvido diciendo:
-Voy a darme un baño a la laguna. ¿Te vienes?
Su idea me pareció estupenda y cogiendo un par de toallas salimos del campamento. Al tener que cruzar una zona tupida de vegetación, nos tuvimos que poner en fila india, lo que me permitió admirar las nalgas de esa morena.
-Tienes un culo precioso- dije sin perder de vista esa maravilla.
Mi compañera escuchó mi piropo sin inmutarse y siguió su camino rumbo a la charca. Cuando llegamos y antes de que me diera cuenta, Se desnudó por completo y se tiró al agua por lo que tuve que ser yo quien recogiera su ropa.
-¿Qué esperas?- gritó muerta de risa.
Su tono me hizo saber que nuestro baño iba a tener una clara connotación sexual y por eso con rapidez me desprendí de mis prendas y fui a reunirme con ella. En cuanto me tuvo a su alcance, me agarró por la cintura pegó su pecho a mi espalda. No contenta con ello empezó a frotar sus duros pitones contra mi cuerpo mientras con sus manos agarraba mi pene diciendo:
-Llevo con ganas de esto desde que me desperté.
No me costó ver reflejado en sus ojos el morbo que le daba tenerla asida entre sus dedos y sin esperar mi permiso, comenzó a pajearme. Mi calentura hizo que me diera la vuelta y la cogiera entre mis brazos mientras la besaba. Hasta entonces Olvido había mantenido prudente pero en cuanto sintió la dureza de mi miembro contra su pubis, se puso como loca y abrazándome con sus piernas, me pidió que la tomara.
Al notar como mi pene se deslizaba dentro de ella, cogí sus pechos con las manos y agachando la cabeza empecé a mar de ellos a lo bestia:
-Muérdelos, ¡Hijo de la chingada!
Sus palabras solo hicieron acelerar lo inevitable y presionando mis caderas, se la metí hasta el fondo mientras mis dientes se apoderaban de uno de sus pezones.
-Así me gusta ¡Cabronazo!
Reaccionando a sus insultos, agarré su culo y forcé mi penetración hasta que sentí los vellos de su coño contra mi estómago. Fue entonces cuando comencé a moverme sacando y metiendo mi verga de su interior.
-¡Me tienes ensartada!- gimió descompuesta por el placer.
Su expresión me recordó que todavía no había hecho uso de su culo y muy a su pesar, extraje mi polla y la puse de espaldas a mí.
-¿Qué vas a hacer?- preguntó al sentir mi capullo tanteando el oscuro objeto de deseo que tenía entre sus nalgas.
Sin darle tiempo a reaccionar y con un movimiento de caderas, lo introduje unos centímetros dentro de su ojete. Entonces y solo entonces, murmuré en su oído:
-¿No lo adivinas?
Su esfínter debía de estar acostumbrado a esa clase de uso por que cedió con facilidad y tras breves embestidas, logré embutir su totalidad dentro de sus intestinos.
-¡Maldito!- gimió sin intentar repeler la agresión.
Su aceptación me permitió esperar a que se relajara. Fue la propia Olvido la que después de unos segundos empezara a moverse lentamente. Comprendiendo que al principio ella debía llevar el ritmo, me mantuve tranquilo sintiendo cada uno de los pliegues de su ano abrazando como una anilla mi extensión.
Poco a poco, la zorra aceleró el compás con el que su cuerpo era acuchillado por mi estoque y cuando creí llegado el momento de intervenir, le di un duro azote en sus nalgas mientras le exigía que se moviera más rápido. Mi montura al oír y sentir mi orden, aulló como en celo y cumpliendo a raja tabla mis designios, hizo que su cuerpo se meneara con mayor rapidez.
-¡Mas rápido! ¡Puta!- chillé cogiéndole del pelo y dando otra nalgada.
Mi renovado castigo la hizo reaccionar y convirtiendo su trote en un galope salvaje, buscó nuestro mutuo placer aún con más ahínco.  Aullando a voz en grito, me rogó que  siguiera por lo que alternando entre un cachete y otro le solté una tanda de azotes.
-¡Dale duro a tu zorra!- me rogó totalmente descompuesta por la mezcla de dolor y placer que estaba asolando su cuerpo.
Desgraciadamente para ambos, el cúmulo de sensaciones hizo que explotando dentro de su  culo, regara de semen sus intestinos. Olvido al experimentar la calidez de mi semilla, se corrió con gritos renovados y solo cuando agotado se la saqué, dejó de chillar barbaridades.
Con mi necesidad saciada por el momento, la cogí de la mano y junto con ella salimos de la laguna.  Fue en ese instante cuando al mirar hacía la orilla, mi compañera se percató de una sombra en medio de la espesura y cabreada preguntó quién estaba allí.
-¿Qué pasa?- le dije viendo que se había puesto de mala leche.
Hecha una furia, me contestó:
-¡Alguien nos ha estado espiando!. Seguro que ha sido alguno de los lacandones- tras lo cual y sin secarnos, nos pusimos algo de ropa y fuimos a ver si lográbamos pillar al voyeur.
Pero al llegar al lugar donde había visto al sujeto, descubrimos que no eran huellas de pies descalzos las que hallamos en el suelo sino las de unas zapatillas de deporte.
-Ha sido Luis- dije nada más verlas.
-Te equivocas- me alertó y señalando su pequeño tamaño, contestó: -¡Ha sido Ixcell!
Las pruebas eran claras y evidentes. Como en cincuenta kilómetros a la redonda no había nadie calzado más que nosotros, tuve que aceptar que ¡Nuestra jefa nos espiaba!.
-Será zorra- indignada se quejó y clamando venganza, dijo: -Si esta mañana se ha quejado de mis gritos, ¡Qué no espere que hoy la deje dormir!
Su amenaza me alegró porque significaría que  esa noche me dejaría seco y por eso con una sonrisa en los labios, la seguí de vuelta a la base.
 
Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

Relato erótico: Entre mi esposa y yo, nos follamos a la inquilina (POR GOLFO)

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Si alguien me dijera hace dos meses que se podía sacar algo bueno de esta puta crisis, con seguridad le hubiera mandado a la mierda. No solo había perdido el trabajo sino que, debido a lo exiguo del paro, me estaba quedando sin ahorros.  Previendo que de seguir así la situación no íbamos a poder pagar la jodida hipoteca, me senté con mi mujer para decidir qué hacer.
-Deberíamos ir pensando en vender la casa- con dolor le informé.
Maite, consciente de nuestra pésima situación económica, se echó a llorar. El dolor por perder ese piso era mutuo, a mí tampoco me apetecía desprenderme de nuestra única posesión pero no se me ocurría nada más. Afortunadamente cuando ya habíamos acordado la venta, mi esposa llamó a su hermano y él le dio otra solución:
-¿Porque no alquiláis la habitación del fondo?
En un principio, Maite se negó en rotundo porque meter a un desconocido en casa significaría perder nuestra privacidad, pero entonces Javier le hizo cuentas:
-Por lo que me dices os faltan cuatrocientos euros al mes pues, antes de malbaratar la casa, alquila ese cuarto por esa cantidad y cuando las cosas mejoren, lo echas y sigues manteniendo tu hogar.
Visto desde esa óptica, tenía toda la puñetera razón por lo que antes de colgar el teléfono, Maite estaba convencida. A mí en cambio, la idea me gustó desde el principio por lo que al día siguiente colocamos una serie de carteles por el barrio. Durante una semana, nadie se interesó y cuando estábamos a punto de perder la esperanza, una mañana recibimos la llamada de una muchacha.
Recién llegada a Madrid por motivos de trabajo, necesitaba un sitio donde vivir y como no podía pagarse un piso para ella sola, cuando leyó nuestro anuncio decidió llamarnos. No que decir tiene que quedamos con ella ese mismo día. Al aparecer, nos quedamos de piedra:
¡La tal Rocío era un bombón!
Con veinticinco años y un metro setenta de altura, parecía sacada de una revista y para colmo su acento andaluz, le confería un gracejo que difícilmente pasaba desapercibido. Asumiendo que meter una preciosidad semejante en casa, no era buena idea, separando a mi mujer, le dije:
-Podemos esperar a otro inquilino.
Maite se me quedó mirando y extrañada, me preguntó el motivo de mis reticencias. Al escuchar que la única razón es que estaba demasiado buena, me contestó:
-Si lo que te preocupa son mis celos, olvídate. Confió en ti- tras lo cual cerró el trato con la morena.
Mientras lo hacía, no pude evitar comparar a esas dos mujeres. Ambas eran atractivas a su manera. Aunque mi futura inquilina era una autentica belleza andaluza, alta, guapa y dotada por un par de pechos de locura, mi esposa no tenía nada que envidiarle. Mas baja y con unas caderas mas prominentes, tiene un culo cojonudo y unas piernas todavía mejores. Aun así, al observarlas, preví problemas. Dos hembras semejantes con un solo macho no serían fácil de sobrellevar.
Mientras las miraba, llegaron al acuerdo y dándose un beso de despedida, quedaron en que al día siguiente traería su ropa.
-Te estaremos esperando- le contestó mi esposa mientras cerraba la puerta.
Nada más hacerlo, me soltó:
-¡Esa zorra te ha puesto cachondo!
La cara de viciosa que puso me recordó nuestra única experiencia en un lugar de intercambios donde conocimos a una pareja que tras una breve charla, acordamos irnos con ellos a un reservado. Una vez allí, mientras el marido nos miraba, nos follamos entre los dos a su mujer. Aunque Maite nunca le habían gustado las mujeres, al terminar me confesó lo mucho que había disfrutado viéndome follar con una extraña y si nunca repetimos, no fue por ganas sino porque nunca se dio otra oportunidad.
Estaba todavía rememorando esa escena, cuando acercándose a mí, se arrodilló a mis pies y sin mas prolegómenos, me bajó la bragueta. La necesidad que mostró, me calentó de sobremanera y cogiéndola en brazos, la llevé hasta nuestra cama.  Ni siquiera tuve que desnudarla, al verse sobre las sabanas, mi querida esposa comportándose coo una verdadera puta se quitó la ropa, mientras me decía:
-¡Estas deseando follarte a esa guarra!
Sin pensar en las consecuencias, le contesté que sí. Contra todo pronóstico, se echó a reír y llamándome a su lado, me contestó:
-¡Tendrás que conformarte conmigo!-
Ver a mi mujer, tirada en la cama y totalmente desnuda, fue más de lo que pude soportar y despojándome de mi ropa, me reuní con ella de inmediato. En cuanto me tumbé y como si lo tuviese programado, me cubrió de besos comportándose como la dulce amante a la que estaba habituado. Contagiado por su pasión, llevé sus pechos a mi boca. Maite gimió al sentir mi lengua jugando con su areola y tratando de forzar que la tomara, llevó mi pene hasta su pubis.
No llevábamos ni un minuto sobre el colchón y ya quería que sentir mi pene en su interior. Comprendiendo que para ella era morboso el imaginarme con otra, decidí forzar su ilusión y mientras mis manos recorrían su piel, le dije al oído:
-¡Qué ganas tenía de follarte! Rocío.
Al oir que la llamaba con el nombre de la otra, ni pudo reprimir un gemido de placer. Ante su entrega, le separé las rodillas y pasé mi mano por sus bordes sin tocarlo. Mi mujer se mordió los labios cuando sintió que uno de mis dedos separaba sus pliegues y que lentamente iba en busca de su clítoris. Cuando lo encontré, el botón ya estaba esperando mis caricias. Duro y mojado, su dueña se retorció sobre las sábanas cuando le dediqué un leve pellizco. Satisfecho por la calentura que demostró, me deslicé por la cama y acercando mi boca a su sexo, probé su néctar.  Sacando mi lengua, tanteé sus pliegues y al ver su respuesta, bebí de su flujo sin hartarme.
La cueva que tanto conocía, se convirtió en un manantial inagotable. Inbuida de una pasíon desbordante,  cuanto más bebía, más brotaba de su interior. Para entonces, Mi mujer estaba desesperada y cerrando sus puños, me rogó:
-Fóllate a tu Rocío.
Venciendo mis ganas de hacerlo, proseguí horadando su agujero con mi lengua. No tardé en oír como se corría y buscando prolongar su éxtasis, metí un par de dedos dentro de ella. Maite al notar la caricia, empezó a aullar de placer mientras su cuerpo convulsionaba sobre las sábanas.
-Por favor- me imploró: ¡Lo necesito!-
Al ver que no le hacía caso y que seguía enfrascado en mi particular banquete, Mi esposa se levantó y poniéndose a cuatro patas, me miró. La rotundidad de su trasero me terminó de convencer y pasando mis manos por sus nalgas, supe que era lo que realmente me apetecía hacer.
Aunque no era lo que mas le gustaba, no le di opción y separando sus cachetes descubrí que esa entrada trasera que tanto me gustaba y tan poco visitaba. Al observar que no se quejaba, embadurnando mi dedo en su flujo, empecé a recorrer las rugosidades de su ano. Juro que me extrañó que no hubiera resistencia por su parte y más  cuando suspirandoy con la voz entrecortada, me rogó:
-Házmelo pero con cuidado-
Solté una carcajada al escucharlo. Las otras veces que había hecho uso de su culo le había dolido y por eso en esta ocasión, decidí ir con mucha lentitud. Alternando mis caricias entre su sexo y su ojete, conseguí relajarlo y solo cuando estuve convencido que no le iba a doler, introduje una de mis yemas en su interior. Al no  retirarse, comprendí que había conseguido mi objetivo y tanteando sus paredes, fui aflojando aún más su resistencia mientras, centímetro a centímetro y falange a falange, enterraba mi dedo en ese terreno tantas veces vedado.
-¡Dios!- escuché que decía al empezar a sacar y meterlo por entero.
Convencido de haberlo dilatado suficiente, repetí la operación con dos. Maite protestó con un quejido pero no se apartó, al contrario, meneando su cadera, buscó ayudarme en la labor. Agradecí con sonoro azote su entrega y pegándome a su espalda, le pregunté si podía empezar.
-Sí, mi amor-

Cogiendo mi pene lo embadurné con su flujo, antes de hacer cualquier intento de acercarme a su ojete. Mi esposa al ver lo que hacía, poniendo cara de puta, me soltó:
-Mételo antes en mi coño-
Como su sexo estaba empapado, me pareció una idea cojonuda de un solo empujón lo embutí hasta el final de su vagina. Maite se retorció como una loca al sentir mi verga en su interior y me pidió que siguiera penetrándola de esa forma.
-Ni de coña- respondí y haciendo caso omiso a sus deseos, se la saqué.
Tras lo cual, puse mi glande en su orificio trasero y con un breve movimiento, lo desfloré.
-Ahhhh-, gritó sin moverse.
Sabiendo que debía dejar que se acostumbrara a tenerlo dentro, no me moví durante unos segundos. Cuando observe que su dolor había disminuido, le acaricié la espalda mientras enterraba mi pene en su interior. Poco a poco, sus intestinos terminaron de absorber mi extensión.
-Rocío, quiero verte masturbando- susurré.
Obedeciendo, bajó su mano a la entrepierna y se empezó a masturbar con un frenesí que me dejó asustado. Aullando como loba, me pidió que comenzara. Imprimiendo un lento ritmo fui sacando y metiendo mi falo, mientras ella no dejaba de torturar su clítoris.
-¡Cómo me gustaría que te follaras a esa puta!- me dijo totalmente descompuesta mientras movía sus caderas.
Sus palabras me hicieron comprender que se le había en la cabeza que nos tiráramos a nuestra inquilina. Vista su calentura, decidí incrementar mi vaivén y lo fui acelerando hasta que se convirtió en un loco cabalgar. Para aquel entonces, la respiración entrecortada de mi mujer me confirmó que estaba a punto de correrse y profundizando su excitación, cogí sus pechos con mis manos. Usándolos como punto de apoyo, me lancé en busca de mi propio placer.
-Dame duro
Su permiso me dio alas y apuñalando con mi pene su culo, prolongué su orgasmo. Nuevamente sus aullidos llegaron a mis oídos y mientras mis piernas se llenaban del flujo que brotaba de su cueva, eyaculé en su interior. Agotado, caí sobre ella. Maite nada más recuperarse, me besó y abrazándose a mí, me soltó:
-¡Esa niña no sabe dónde se mete!
 
Rocío empieza a vivir en casa.
A la mañana siguiente, nuestra nueva inquilina llegó a la hora acordada. Tal y como había quedado trajo con ella su ropa y demás enseres de forma que a partir de ese día empezó a vivir con nosotros. Nada me hacía presagiar que su estancia en un principio provisional se iba a convertir en definitiva. Por otra parte os tengo que reconocer que en cuanto le abrí la puerta y la vi vestida con ese top y esa falda, recordé la fijación de mi esposa con que hiciéramos un trío con ella.
“Mira que está buena”, pensé mientras le cedía el paso.
La morenaza ajena a que su casero le estaba mirando el culo, alegremente se dirigió a su habitación. Maite, mi esposa, tratando de agradar la ayudó a desembalar sus cosas aunque por la expresión de sus ojos supe que en realidad la estaba estudiando. No me cupo ninguna duda de que en esos momentos estaba analizando a esa cría buscando alguna debilidad para explotarla. Cómo yo solo podría estorbar, decidí darme una vuelta por el barrio para hacer tiempo hasta la comida.
“Tengo que conseguir trabajo”, me dije mientras salía de casa, “me estoy convirtiendo en una seta”.
La falta de actividad me estaba pasando factura. Mis días eran la mera repetición de los anteriores. Me levantaba, daba un paseo, comía, tele, cenaba, más tele y a dormir. Por eso aunque no fuera más que por la novedad, la presencia de esa monada me alegró y digo esto porque tenía el convencimiento de que mi esposa se iba a quedar con las ganas de tirarse a esa cría.
“¡Tiene que tener novio!”, sentencié al ser imposible que nadie le hubiese echado el lazo.
Dos horas después y con un par de cañas y un pincho de tortilla en mi interior, volví a mi piso. En él, me encontré a mi mujer y a mi inquilina charlando animadamente en su interior. La camaradería que parecía existir entre ellas, me hizo dudar si al final mi señora tendría razón y más cuando después de comer y mientras echábamos un polvo vespertino, me informó:
-Creo que al final va a ser fácil, la he pillado mirándote el culo.
Muerto de risa, contesté:
-Y yo, devorando tus tetas con los ojos.
Desgraciadamente, durante las siguientes dos semanas, la realidad nos bajó los humos. Por mucho que tanto mi mujer como yo intentamos un acercamiento a esa mujer, nos chocamos con su indiferencia y eso que en cuanto se sintió en confianza, Rocío comenzó a lucir noche tras noche una serie de sensuales camisones que nos hacían desearla cada vez mas.
Era alucinante, a la hora de cenar, esperábamos con ansia verla aparecer porque olvidándose de que no éramos más que unos desconocidos, esa cría se ponía unos modelitos que más que ocultar, realzaba su estupenda anatomía. Si algo tenían en común, era que nos obligaban a observarla con creciente desasosiego. Os juro que me resultaba difícil no saltarle encima y violarla sobre la mesa del comedor cuando llegaba moviendo su pandero con sus tetas apenas cubiertas mientras disfrutaba luciéndose ante nosotros dos.
-¡Es una calientapollas!- le dije  a mi mujer después de que una noche, la andaluza nos hubiese deleitado con la versión mas porno de sus camisones.
Sin ningún tipo de recato, se había sentado a cenar con un picardías traslucido a través del cual podíamos claramente distinguir los negros pezones que decoraban sus enormes pechos. Era una cosa tan descarada que, bajo mi pantalón, mi miembro se levantó como un mástil y lo peor es que nuestra inquilina se percató y luciendo su mejor de las sonrisas, me pidió que le pasara la jarra de agua, diciendo:
-¿No tienes calor?
Maite dándome la razón y mientras recogía entre sus manos mi dureza, me contestó:
-Lo sé y si se cree que puede jugar con nosotros, ¡Va jodida!
Al escucharla, comprendí que había decidido dar otro paso pero nunca imaginé que al día siguiente le tuviese preparada una encerrona.
 
Maite la droga:
Aunque era evidente que mi mujer había planeado algo, os juro que no creí que fuera algo tan brutal y menos que fuese tan pronto. Todavía recuerdo que la noche siguiente a nuestra conversación, Maite se comportó especialmente cariñosa durante la cena con nuestra inquilina, llegando incluso a servirle ella misma el café. Os confieso que creí que estaba intentando nuevamente seducirla pero no tardé en darme cuenta de lo que equivocado que estaba porque no debíamos llevar ni cinco minutos de sobremesa cuando Rocío se disculpó diciendo que estaba cansada y que se iba a dormir.
La reacción de mi mujer me dio la primera pista de que algo había hecho, porque sin ningún motivo la acompañó hasta su cuarto. Aún estaba limpiando los platos de la cena, cuando Maite volvió a la cocina con una sonrisa en sus labios:
-Ven –dijo con tono misterioso.
Sin saber a qué atenerme, la seguí por el pasillo. Y cuando ya creía que íbamos a nuestra alcoba, la zorra de mi mujer me metió en la habitación de la muchacha.
-¿Verdad que está guapa?- me soltó señalando a la andaluza que dormía plácidamente en la cama, totalmente tapada por las sábanas.
En voz baja respondí que sí. Fue entonces cuando soltando una carcajada, Maite me preguntó:
-¿Te gustaría verla desnuda?
Sin darme tiempo a responder, se acercó donde la cría dormía y lentamente empezó a destaparla. Os juro que me quedé petrificado al ver lo que hacía pero más al comprobar que la morena estaba en pelotas.
-¡Menudos pechos tiene la jodía!- soltó mi mujer al dejar al aire los senos de la muchacha.
Absorto contemplando esa dos maravillas, no estaba preparado páralo que vino a continuación. Maite, agachando su cabeza, cogió unos de esos melones y sin hablar se lo metió en la boca.
-¿Qué haces?- pregunté angustiado al darme cuenta de que la cría estaba sedada.
Mi querida esposa sonriendo contestó:
-Lo que debíamos haber hecho hace tiempo. Vamos a follárnosla.
Aunque debía haberme negado a hacerlo porque no iba a ser más que una violación, no pude evitar ponerme como una moto cuando bajando un poco más la sábana, Maite me mostró el sexo totalmente depilado de la muchacha:
-¡Fíjate qué coño tiene la puta!- dijo separando sus rodillas.
La visión de su entrepierna  ya de por sí era algo morboso pero incrementando mi calentura, mi señora me miró diciendo:
-Quiero que te la folles.
Reconozco que debí hacerla entrar en razón pero estaba demasiado excitado para intentarlo y por eso, en vez de oponerme, lo único que pude decir fue:
-No seas bruta. Si me la follo sin que esté lubricado su coño, mañana amanecerá escocida.
Mi mujer, con un brillo malvado en los ojos, me respondió:
-Eso se puede arreglar.
Y sin esperar mi respuesta, se agachó entre sus piernas. Como loca, sacó la lengua recorriendo la raja de la morena mientras con dos dedos  retiraba los labios del inerte sexo de la cría y suavemente se concentró en el bulto semi-erecto que descubrió. Al principio, lo hizo con pequeñas aproximaciones pero luego le dió una lamida profunda con la que poco a poco fue lubricando ese coño. Ya totalmente convencida de violarla, buscó prepararla metiendo un dedo en su vagina mientras seguía con la lengua torturando insistentemente su clítoris. Supe que mi esposa estaba disfrutando de la indefensión de la rubia, cuando empezó a gemir totalmente excitada.
-¡Qué rico lo tiene la muy puta!- exclamó poseída por la lujuria al percatarse de que aunque estaba sedada, su vulva estaba respondiendo a su mamada.
Como si fuera consciente, su coño se empapó al ser estimulado. Mi esposa al saborear su fluido, comprendió que estaba lista.
-Fóllatela.
No estoy orgulloso pero no pude negarme y bajándome la bragueta, saqué mi miembro de su encierro. Maite se rio al ver que estaba erecto y saliendo de la cama, me dejó en su lugar. Ni que decir tiene que poniéndome entre sus piernas acerqué mi polla hasta su sexo y de un solo empujón se lo clavé hasta el fondo. Os confieso que me encantó sentir lo estrecho de su conducto y olvidándome de que era un delito, me empecé a follar a esa preciosidad sin parar.
Estaba a punto de correrme cuando al notarlo Maite, me obligó a sacarla diciendo:
-Ni se te ocurra eyacular dentro de esta guarra.
Comprendí que de hacerlo dejaría un rastro, por lo que en contra de lo que me pedía el cuerpo, se la saqué. Mi mujer al verla totalmente erecta y empapada, no pudo esperar y arrodillándose frente a mí la buscó con desesperación. Como una obsesa, se dedicó a recoger el flujo de la muchacha con su lengua mientras me decía:
-¡Me ha puesto brutísima verte con ella!- tras lo cual se la embutió hasta el fondo de la garganta.
Excitado, disfruté de cómo mi mujer se metía y se sacaba mi falo de su interior mientras con la lengua presionaba sobre mi piel. Era tal su maestría que logró que pareciera que en vez de su boca fuera su sexo en el que se lo encajaba.
-Eres una zorra- le dije acariciando su melena.
Mis palabras le sirvieron de acicate y cómo si su vida dependiera del resultado, aceleró su ritmo de forma tal que mis huevos empezaron a rebotar contra su barbilla. No contenta con ello, llevó la mano a su entrepierna y sin ningún tipo de recato, se masturbó ante mi atenta mirada.
-¡Qué guarra eres!- le espeté al comprobar que metiéndose tres dedos, mi esposa buscaba correrse antes que yo.
Decidido a que no me ganara en esa loca carrera, la cogí de la cabeza y forzando su garganta, la empecé a usar sin contemplaciones llevando mis penetraciones hasta el límite. Sé que debía de haber tenido más cuidado pero actuando como un perturbado, follé su boca salvajemente hasta que explotando dentro de ella, me corrí. Por lógica, Maite debería de haberse indignado por el trato pero mi brutalidad le encantó y acompañándome en mi orgasmo, se dejó llevar por su pasión mientras se bebía con auténtica ansia el semen que estaba esparciendo dentro de su faringe.
Todavía no satisfecho y muy excitado, la levanté del suelo y llevándola hasta la cama, la tumbé sobre las sábanas. Sin pausa, me desnudé y mientras lo hacía, al mirarla, me di cuenta que mi mujer me miraba hambrienta desde el colchón.
-¡Estoy verraca!- me soltó y poniéndose a cuatro patas, me pidió: -¡Fóllame!-
Ni que decir tiene que acercándome hasta ella, se la metí hasta el fondo. Maite, al sentir su interior hoyado por mi herramienta, gimió de placer y sujetándose a una columna del dosel, me pidió que la tomara sin piedad. Su entrega me volvió a ratificar que mi mujer se había sobreexcitado con y por eso, usando su melena como rienda, la cabalgué con fiereza. Mi pene la empaló una y otra vez llevándola al borde del abismo pero ella, lejos de quejarse, bramaba como una yegua al ser cubierta por un semental.
-¿Te ha gustado ver cómo la violaba?- pregunté dejando caer un sonoro azote en sus glúteos.
-¡Sí!- chilló y alzando todavía más su trasero, soltó: -¡Pero ahora necesito que me folles!
Al oirla, incrementé aún más e mis embiste siguiendo el compás de los azotes. Nalgada tras nalgada, fui asolando sus defensas hasta que con su trasero enrojecido mi esposa se dejó caer sobre la cama aullando de placer.

-¡Me corro!- gritó al sentir que  se licuaba por dentro.

 

Azuzado por su lujuria, la cogí de sus pechos y despachándome a gusto, la seguí acuchillando con mi pene pero debido al cúmulo de sensaciones de esa noche, no aguanté más y pegando un grito, eyaculé en el interior de mi amada.
Una vez saciada nuestra mutua calentura, nos quedamos tumbados en silencio, sabiendo que a partir de esa noche íbamos a seguir aprovechándonos de nuestra incauta inquilina.
 
Violarla se convierte en una rutina.
 

A partir de esa noche, confieso que nos comportamos como unos drogatas. Sin darnos cuenta, la sensación que sentimos al violar a esa cría se convirtió en una obsesión y por eso a los tres días, Maite no pudo aguantar más y volvió a drogarla. Nuevamente, nos la follamos aprovechando su estado pero esta vez ni siquiera llegamos a nuestro cuarto. Sin importarnos en lo más mínimo que fuera su habitación dimos rienda a nuestra locura, fornicando como salvajes junto a ella.
No sé si fue el saber que, de descubrirnos, podíamos acabar en la cárcel pero lo cierto es que el morbo que nos daba nos hacía ser cada vez mas imprudentes. Si entre la primera vez y la segunda habían pasado tres días, la tercera fue al día siguiente. De forma que al cabo de una semana, era rara la noche en que no nos la follábamos.
Nuestra obsesión era tal que un domingo, llegamos incluso a drogarla durante la comida y aprovechando la siesta, dimos rienda suelta a nuestros bajos instintos. Rocío, por su parte, parecía que no era consciente de ser usada, llegando incluso, durante una cena, a decirnos que era increíble lo bien que dormía en nuestra casa.
Cuando la escuché decirlo, se me pusieron los pelos de punta y menos mal que mi mujer entrando directamente al trapo, le contestó que se debía a que llegaba muy cansada del trabajo.
-Eso será- respondió la morena cambiando de tema.
Lo lógico es que esa conversación nos pusiera en alerta pero lo único que consiguió fue que durante dos noches, no nos la folláramos pero comportándonos como unos inconscientes, a partir de la tercera, reiniciamos nuestras fechorías.
El mes siguiente, por lo menos cuatro veces a la semana, drogamos a nuestra inquilina, de forma que llegamos a ver como algo natural, que después de cenar la forzáramos una y otra vez. Desgraciadamente todo tiene un final. Un viernes en la tarde, Rocío llegó a casa con dos botellas de champagne, diciendo que tenía algo que celebrar pero por mucho que Maite intentó sonsacarle que era, no lo consiguió.
Todavía recuerdo, mi cara al verla salir esa noche de su habitación. No pude reprimir una exclamación al verla aparecer vestida con un picardías negro super sensual, el mas indiscreto hasta esa fecha. Aunque estaba acostumbrado a sus modelitos, me puso cachondo el observar sus negros pezones a través de la tela. Tampoco ese camisón le pasó desapercibido a mi esposa que aprovechando un momento en que nos quedamos solos, me soltó:
-¿Has visto como viene la zorra? Te juro que estoy deseando ver cómo te la follas- dando por sentado de que esa noche iba a drogarla nuevamente.
Pero tal y como se desarrollaron los acontecimientos, ni siquiera tuvo la oportunidad de hacerlo porque mientras estábamos terminando la cena, Rocío se levantó y descorchó una de las botellas que había traído, diciendo:

-Ya es hora que os cuente porque estoy tan feliz, pero antes quiero que veáis algo- tras lo cual se acercó a la tele y puso un dvd.

Juro que me quedé aterrorizado en cuanto empezó, pues la película no era otra cosa que una grabación de lo ocurrido ese lunes en su habitación. Si poder casi ni respirar, vi a mi mujer descojonada decirme que la zorra ya estaba lista y para demostrarme que estaba totalmente dormida, pegarle un doloroso pellizco en uno de sus pezones. No me hizo falta ver nada mas. Rocío nos tenía en sus manos, por lo que antes de que en la televisión me viera violando su inerte cuerpo, le pregunté cómo se había enterado.
La muchacha soltó una carcajada y sirviéndose una copa, me soltó:
-Habéis sido unos imbéciles. Desde el primer día me di cuenta que os atraía y que ambos querías llevarme a la cama, pero de pronto dejasteis de acosarme y eso unido a la forma en que dormía me dio las pistas de que algo estabais haciendo. Por eso decidí grabar mis noches….- para entonces mi mujer intentó disculparse llorando pero la morena soltándole un guantazo, la obligó a callarse tras lo cual prosiguió diciendo: -Os podréis imaginar que me 
enfadó ver que me violabais… pero tras ver varias veces la grabación decidí sacarle provecho.
La expresión de su cara delataba una seguridad tal que me puso la piel de gallina y mas cuando, terminando su copa, le exigió a mi esposa que la rellenara diciendo:
-Putita mía, sirve un poco más de champagne a tu dueña.
Maite se la quedó mirando y sumisamente, se la rellenó. La andaluza soltando una carcajada, la cogió de la melena y obligándola a arrodillarse a sus pies, separó las rodillas y dijo:
-Quiero sentir como me comes el chocho, puta.
Sin levantar la voz, su orden no pudo ser más enérgica y excitado vi a mi esposa obedecer. Juro que me pareció excitante ver el modo en que acató sus exigencias y mientras lo hacía, pregunté:
-¿Qué vas a hacer?
Muerta de risa, me contestó:
-Disfrutar. Si no queréis ir a la cárcel, a partir de hoy seréis mis juguetes. Viviréis para darme placer y desde ahora os aviso: Si no estoy satisfecha, iré a la policía con la película.
-No tendrás queja, mi ama- contestó mi esposa desde el suelo.
Aunque debía de estar aterrorizado, contra toda lógica me excitó el ser suyo y con mi pito tieso, pregunté que deseaba de mí.
-Por ahora, vete desnudando. ¡Quiero ver en persona mi mercancía! 
 
 
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Relato erótico: “El florista” (POR WALUM)

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Florista
Hola soy Laura y esto sucedió hace como unos meses atrás, le cuento que soy profesora, tengo 31 años vivo en una linda casa que esta en el centro de la ciudad casi, es muy acogedor y para ser una mujer que vive sola nunca había tenido problemas con ningún vecino, mas que alguno que por ahí intentara invitarme a salir, porque creo que soy una mujer bastante llamativa a los ojos de los hombres, aunque me estatura es mas bien baja 1,60 con tacos altos que siempre ando, hacen que tenga la estatura perfecta, mientras que mis años de gimnasio, en total 5 años de gimnasio han hecho de mi cuerpo que siempre fue bastante desarrollado, algo mas marcado y bien proporcionado con unos pechos normales o grandes, una cintura muy estrecha que me encanta y mi parte posterior que es lo mejor que he tenido siempre, mi cola bien salida para afuera y bien redonda y parada que es una de las causa de las cosas que escucho en la calle y las miradas, me encanta, es mi orgullo en total mis medidas son 90-56-97. Siempre supe que llamaba mucho la atención masculina, pero no siempre me favoreció. Mi vida estaba muy bien, conozco a mucha gente y cosas así.
No había nada que afectara mal mi vida, el único problema y algo que me desagradaba mucho era que siempre para ir a trabajar paso por unos locales comerciales, donde había uno que odiaba sobre todo, un local de flores donde siempre estaban un grupo de señores como de unos 45 – 55 años y siempre se la pasaban bebiendo alcohol, y el dueño de la florería era un gordo pesado, bien panzón medio pelado y baboso a mas no poder y cuando yo salía siempre se me quedaban viendo como queriéndome desvestir.
Pero no había tanto de que quejarme. Los ignoraba, pero un día que yo salí para ir a casa de mis papás de visita como de costumbre, y realmente me gusta vestir bien, me puse un pantalón rosadito súper ajustado y un top blanco, al salir de mi casa estaban otra vez la bola de viejos borrachos riendo y también como era costumbre bebiendo, al pasar por ahí el gordo asqueroso, se paró y me miró fijamente, yo me asuste pero no seguí caminando rápido, cuando pase me dijo -¡¡Mamacita que buen culo, me gustaría tocártelo!! Yo hice como que no oí nada y seguí caminando mas aprisa y solo oí que los viejos reían por que había dicho ese tipo, de regreso a mi casa temí encontrarlos de nuevo pero mi alivio fue que el local estaba cerrado imagine que habían acabado borrachos y se habían ido a dormir.
Después de unos días yo me tranquilice porque no los veía muy seguidos, un día como cualquier otro, fui al local que esta al lado de la florería que es de un amigo de mi padre, don Javier que es un viejito muy bueno que lo conozco de toda la vida, hablamos un rato largo, me contó que estaba mal económicamente que no sabia cuanto mas iba a poder mantener el local y cosas por el estilo, yo me sentí muy mal, de pronto escuche un grito de dolor fuertísimo y un golpe, parecía que venia de al lado, de la florería, yo hice una cara pero no pregunte hasta que se volvió a producir un golpe mas fuerte, entonces don Javier me dijo en tono bajito, que seguramente era el florista que le estaba pegando a su mujer, que era un loco agresivo y la golpeaba seguido.
Yo me sentí con mucho odio, me daba mas asco aun el maldito gordo asqueroso, pero no podía hacer nada, luego la charla duro un rato mas y me fui. Me había quedado media mal, pensaba en esa pobre mujer y ese asqueroso y maldito sujeto. Paso una semana y llego un lunes, pensé en ir a ver a don Javier a la cerrajería, sabia que no estaban los borrachos así que fui a buscarlo. Entre al local y no había nadie, me resulto extraño, dije hola, pero nadie contestó, pensé que tal vez había salido a comprar algo, así que decidí esperar un poco.

De pronto escuche ruidos en la parte de atrás del local, como pude me asomé por una pequeña ventanita que había atrás, se podía ver el patio de una casa, de repente vi a el gordo asqueroso los pantalones bajados y una señora medio gorda como de unos 45 años, debía ser su señora, arrodillada y desnuda haciéndole una mamada, metía y sacaba un miembro de un enorme tamaño, debía ser como de 25 cm y gordísimo, me quede sorprendida de como cabía en esa boca aquel enorme miembro se veía una enorme cabeza roja y brillante por la saliva de la señora, el vil sujeto solo cerraba los ojos y su rostro era de puro placer mientras aquella señora devoraba ansiosamente su miembro el viejo solo exclamaba -¡¡Si puta cometela toda, o no vas a comer nada!! ¡¡AHHh mamamela así puta¡¡¡ ahhh!! Yo escuche eso y me pareció mas que humillante, era su esposa y la humillaba sintiéndose todo poderoso, yo no se como pude estar observando todo eso pero algo no me dejaba irme estaba boquiabierta sorprendida, habrían pasado como unos 10 minutos en los que yo estaba ahí viendo como esa señora se humillaba frente a ese maldito sujeto que era su esposo, el de pronto dijo -¡¡Abrí bien la boquita¡¡ Luego, sacó su enorme miembro de la boca de la señora y la empezó a masturbar, la señora estaba quieta, solo con la boca abierta esperando la descarga, no tardo mucho mas y empezaron a salir los disparos de semen del miembro del gordo y se los hecho en la boca y en toda la cara, ya después de haber descargado todo el viejo agarro su miembro y empezó a pasárselo por la cara de la señora y a darle golpes en las mejillas y en los labios con su verga la señora solo permanecía quieta, todo eso que estaba yo viendo en ese momento me pareció asqueroso y obsceno, yo estaba mirando cuando de repente, el tipo miro hacia la pequeña ventana y yo rápidamente como un impulso reaccione para quitarme de ahí no se si el me reconocería, pero me asuste mucho y me fui a mi casa con miedo. Me parecía demasiado asqueroso lo que acababa de presenciar en esos instantes y en mi mente solo recodaba aquella imagen de la señora totalmente sometida mamando ese enorme instrumento y también estaba sugestionada por si el gordo asqueroso quizás me habría visto espiándolo y tal vez me habría reconocido, llegue a casa con un estado de nerviosismo. Me fui a duchar y otra vez en la soledad imagine esa escena y otra vez volvió el miedo en mi.
Lo peor es que tenia que ir a ver a don Javier para darle unas cosas de mi papá, pensé en positivo y pensé que tal vez no había visto y mucho menos reconocido del todo y no supiera que era yo la que había estado observando, otra vez fui para lo de don Javier con una velocidad impresionante, pensé en dejar los papeles y correr a casa de nuevo, cuando estaba llegando a la cerrajería de el, estaba afuera el gordo florista sentado en la puerta de su local, el corazón latía por que tendría que pasar cerca de ahí y imagine tal vez me diría algo por haberlo espiado a el y a su mujer, pero no podía voltear, así que al verlo solo camine y al pasar me miró, se sonrió con una sonrisa bastante burlona y con eso y su mirada me di cuenta que el ya sabia que yo había sido la que había estado observándolo, voltee la mirada y seguí caminando, me metí en lo de don Javier le deje los papeles sin explicarle mucho y salí rápidamente hacia otro lado, cuando llegue a mi casa estaba asustada pensaba miles de cosas, como de que pensaría de mi el gordo que yo estaba ahí viéndolo y un sin fin de cosas. Como pude intente evitar ese pensamiento y seguí preparando todo para el otro día de clases. Al otro día luego de dar largas jornadas de clases me olvide un poco del asunto, así pasaron los días yo trataba no salir tanto, tenia miedo de toparme con el florista y otra vez sentir su mirada, los días fueron pasando seguía todo bien y de manera simple fui olvidando un poco lo que me había pasado unos días antes.
Una semana después era un lunes salí tarde de mi casa porque no llegaba a clases y en el momento de salir, con la violencia de sacar la llave se me cortó por la mitad, maldije mi suerte pero debía llegar al trabajo, ese día me había puesto una diminuta tanga porque me puse un pantalón ajustado blanco y no tenia que notarse tanto y una camisita ajustada rosadita con mis altos tacos, me veía muy bien, luego que trascurrió todo el día era obvio que tenia q arreglar la cerradura y la llave, así que tenia que ir a lo de don Javier a decirle tenia un pequeño temor de encontrarme con el florista, pero con fortuna mía estaba cerrada la florería, entre a lo de don Javier mucho mas tranquila, le explique lo que me había pasado y el fue hasta mi casa y en unos minutos arreglo todo, cambio la cerradura y me dio nuevas llaves, mientras que hablábamos y me contaba que el negocio seguía muy mal y hasta debía varios meses de alquiler, realmente estaba duro el trabajo. Luego lo acompañe hasta el local sabiendo que la florería estaba cerrada y el seguía contándome sus altibajos, me hacia sentir mal el pobre, pero nada podía hacer, luego de unos minutos mas de charla decidí volver a casa a comer algo, me fui saliendo tranquilamente, pero cuando salí el corazón volvió a latir fuertemente al ver al florista, justo sacando los carteles de su local a la calle, yo pasé caminando rápido y el me miró sonriendo, yo giré la cara y vi a través del vidrio del local como me devoraba con la vista mi trasero, con muy poca discreción, una mirada de morbo total, camine mas aprisa, no me desagrada que miren, pero con discreción, no como ese asqueroso sujeto.
Esa noche, no tenia mucho sueño, así que me quedé en el comedor leyendo una revista y escuchando música, ya me había olvidado de lo que había visto estaba mucho mas relajada, a eso de las 10 me agarró sueño, apagué la luz del comedor, fui al baño y me acosté. Estaba con la luz del velador prendida leyendo hasta que vi que me dormía, justo que la iba a apagar, miré a la ventana y había la sombra de alguien parado justo en la ventana. Lo veía entre las hendijas de la persiana, juntando fuerzas dije “Quien está ahí?, nadie me respondió y la sombra siguió ahí. Cuando me dispuse a tomar el teléfono, la sombra desapareció sin hacer ruido. Me quede muerta de miedo, sin saber que hacer. Esa noche fue terrible, me moría de miedo sin saber que hacer. Pero paso, el otro día fue mas normal, no me tope con el maldito florista, que me daba cuenta que últimamente estaba cerrada la florería, seguramente debía impuestos o cosas por el estilo ese maldito. No le preste mucha atención igual.
Cuando iba llegando la noche todo estaba tranquilo, iba a salir a tomar algo seguramente, así que luego de ver varias veces si todas las puertas estaban cerradas, decidí darme una ducha, preparé el baño y llevé ropa nueva que me había comprado para cambiarme adentro luego de salir de la ducha. Terminé de ducharme, me puse una tanga rosadita bien chica, un pantalón blanco finito y unos tacos altos, arriba me puse una remerita negra media escotada. Fui saliendo acomodándome el pelo y cuando termine de salir del baño sentí un ruido en el comedor, fui rápido y allí lo vi. Quedé dura del terror al ver a un tipo gordo con una pasamontañas que le cubría la cabeza, quise correr a la puerta pero me agarró del brazo y me dio una trompada en el estómago que me hizo perder la respiración, me tiró sobre un sillón, luego se puso delante mío y me dijo -¡¡Mira te portas bien, o te mato a golpes, esta todo cerrado y nadie me ha visto, así que es muy fácil!! Yo llorando lo escuchaba y mire para todos lados dándome cuenta de que estaban todas las cortinas y persianas cerradas, algo que yo no acostumbro a hacer, porque no se ve nada de afuera.
Temblaba de miedo, el sujeto seguía con su pasamontañas en la cabeza dando vueltas. Era bien grande, yo empecé a recuperar el oxigeno y antes de que pudiera gritar me dio un cachetazo diciéndome -¡¡Ni lo intentes zorra!! Yo temblaba de miedo entre lágrimas sin saber que hacer, mi corazón estaba a mil de miedo. Luego de mirarme fijamente mientras yo temblaba de miedo dijo -¡¡Si haces todo lo que te diga, nada malo te va a pasar!! Estaba con el pasamontañas, me levanto del sillón, intenté hacer un movimiento con la mano y me dio un cachetazo tan fuerte que me dobló la cara.
Yo lloraba sin saber a que me sometería ese sujeto. Entonces el sujeto mientras me tenia del brazo dijo -¡¡Sabes Laura, tienes unas piernas preciosas!! Me quede helada, sabía mi nombre. -¡¡Y esa cintura!! ¡¡Y esa cola, es fantástica!! Sentí como dio un paso hacia mí y luego paso sus manos en mi cintura. Yo rogaba un milagro mientras seguía quieta, presa del pánico. De pronto apoyo su bulto en mi trasero, pude sentir sobre mis nalgas su excitación, una fuerte excitación. El maldito me estaba apoyando descaradamente. Mientras me decía al oído -¡¡Tenes un cuerpazo, y siempre lo estas mostrando descaradamente….deberías cuidarte, podría pasarte algo!! El sujeto se reía descaradamente, ante mi miedo total. Luego de estar así, sin saber que intentaría conmigo me dijo al oído -¡¡Tenés un culo divino, paralo y movelo contra mi bulto!! Yo le dije -¡¡No, por favor basta!! El sujeto me apretó fuertemente el cuello y me contesto -¡¡Hacelo o te mato a trompadas!! Yo con muchísimo miedo y sintiéndome totalmente humillada comencé a menear mi cola como me había obligado, su bulto era grande, se podía percibir, yo temblaba mientras seguía haciendo lo que el maldito sujeto me pedía, me decía al oído
-¡¡Que precioso culo tenes Laura redondo, grande y paradito te tengo que decir que es excitante vértelo mover por la calle!! Yo supe entonces que el maldito sujeto me tenia estudiado los movimientos, tal vez era un psicópata, el miedo se apodero aun mas de mi, que no sabia que hacer. Mientras seguía admirando mi hermosa cola, tomo mis nalgas y las separó, para apoyar mejor, su grueso bulto que se le notaba en los pantalones. Mi cola se enterraba bajo su barriga horrible, mientras me apoyaba su miembro con mas fuerza, y decía -¡¡Uyyy….mueve tu culo Laura…menéalo como a los hombres nos gusta!! Yo seguía con su humillante petición y pare lo mas que pude mi cola, la empecé a mover suavemente de lado a lado mientras rozaba su pantalón. De pronto aparto su bulto de mi cola, se paro junto a mí, apoyo su mano sobre mi cola y empezó a estrujar cada una de mis pompas. Deje de mover mi cola, pero el sujeto dijo -¡¿Qué pasa?! ¡¡No he dicho que pares!! ¡Sigue meneando el culo PUTA! Yo seguí moviéndolo, mientras el disfrutaba apretándolo, estrujándolo y sobándolo a mas no poder. Luego volvió a ponerse detrás mío y sus manos me rodearon hasta atrapar mis pechos, yo no hice nada, permanecí inmóvil, mientras que el sujeto decía a viva voz -¡¡Que buenas tetas tenes Laura!! Me apretaba los pechos con énfasis, los amasaba fuertemente murmurándome al oído -¡¡Que tetas!..¡Son enormes y están bien duras! El sujeto me estaba humillando completamente, sabiendo que me doblaba en tamaño, todas las puertas y ventanas estaban cerradas de modo de que nadie escuchara ni viera nada, en otras palabras en esos momentos el sabia que me tenia absolutamente impotente entre sus manos, era suya, a no ser que me salvara un milagro, era suya para gozarme a su voluntad.
Eso me hacia llorar completamente sintiéndome casi muerta. De pronto el maldito sujeto me tomó del pelo fuertemente, tirandoló y me dijo al oído -¡¿Laura que te pareció como mi mujer me la estaba chupando!? ¿¡¡Te gusto!!? ¡¡ Y por eso observabas con la boca abierta!! Yo ahí recordé eso, entonces el sujeto era el maldito florista de la otra cuadra, me empecé a sacudir para todos lados y a gritar, entonces el tiró mi pelo y me dio un cachetazo fuertísimo que me hizo callar, se sacó el pasamontañas y volvió a amenazarme, pero esta vez con una navaja que tenia, mis posibilidades eran nulas, el sujeto tenia mucha fuerza, y me sacaba mucho en tamaño, estaba totalmente indefensa, justo cuando iba a gritar nuevamente el me dijo con vos violenta -¡¡Si gritas te mato a golpes!! Yo me quede helada con su amenaza, no sabia que hacer.
El se puso delante mío, y entonces me rodeo con sus brazos e hizo bajar sus gordas manos mis nalgas agarro cada una con una mano y las apretó fuertemente, en ese instante grité -¡¡Auxiliooo!! ¡¡Soltame loco!! El soltó mi cola y me agarró fuertemente del cuello y volvió a amenazarme apretando fuertemente casi dejándome sin aire, luego me miró fijamente y me dijo -¡¡No me importa nada ricurita, estas bien buena y te voy a gozar, yo te voy hacer gozar y vas a pedir mas verga como mi mujer lo pide a gritos!! Y rió vilmente, yo comencé a llorar sin sentido diciéndole que me soltara, pero el sujeto estaba como poseído completamente. Después el gordo mugriento de decir eso metió su cabeza sobre mis pechos y en un movimiento fugas mordió levemente uno de ellos a través de la tela, como un perro hambriento mordía levemente y succionaba mis pechos por encima de la camisa mientras que sus manos masajeaban rítmicamente mi cola, yo estaba quieta sin reaccionar ante aquella tremenda manoseada que me estaba dando aquel gordo feo y asqueroso sujeto, no podía creer como me podía estar pasando esto a mi, de pronto sentí como el sujeto aparto su boca de mis pechos y en un movimiento rápido jaló mi camisita, dejándome con mi sostén blanco y nuevamente volvió hacia mis pechos lamiendo y mordiéndolos ahora con un poco mas fuerza.
El sujeto lentamente empezó a conducirme a una pequeña mesita donde preparo a mis alumnos, de pronto sentí como sus manos se apartaron de mis nalgas y las llevo donde estaba el botón de mi pantalón, yo furiosa aunque aturdida por la situación saque sus manos violentamente, pero el mordió súbitamente mi pecho y me hizo intentar cubrirme arriba sacando mis manos de abajo a lo cual, el pudo desprender mi pantalón, luego sus manos subieron hacia mis pechos y rompió mi sostén, quedando mis pechos al aire libre. El me miró y dijo -¡¡Estás muy buena de verdad.
Tenés unas tetas divinas y un culo espectacular. Te voy a perforar toda muñeca!! ¡¡Tus tetas las voy a saborear como nunca te lo han hecho!! Agarro con sus gordas manos mis pechos, los chupaba y lengüeteaba yo sentía mucha repulsión, lo observaba como el locamente no paraba de chupar mis pechos, yo estaba casi sobre la mesa, de pronto el gordo asqueroso se aparto de mis pechos y vi como jaló violentamente mi pantalón, dejándome solo en tanga y tacos, el sujeto al ver mi pequeña tanga dijo
-¡¡Heee Laura si que sos una calienta pijas mira la tanguita que usas!! Yo seguía llorando ante sus viles comentarios, totalmente desmoralizada sintiéndome una cualquiera, estaba en sus manos completamente seguramente el asqueroso gordo que siempre odie me iba a poseer y hacer lo que el quisiera conmigo, como lo hacia con su gorda esposa, pero ahora tenia a una mujer mucho mas joven de 33 años y con un buen cuerpo, quizás el siempre estuvo con mujeres viejas y gordas como su mujer, pero ahora era todo lo contrario, ahora iba a gozar un cuerpo joven que en su vida hubiera soñado con tenerlo.
Luego el sujeto dijo en tono de burla y superioridad -¡¡Ahora si mami, prepárate a gozar como nunca!! ¡¡Te voy a clavar como nunca vas a pedir más!! Yo solo lo mire con cara de odio y resentimiento pero no dije nada, enseguida se aparto de mi y bajo su pantalón negro sucio y quedo en slip, yo miré hacia abajo y vi un gran bulto, como que algo intentaba salir pronto, luego se colocó entre mis piernas y pude sentir su enorme bulto en pequeños vaivenes me lo restregaba a la altura de mi vagina por encima de la tanga, estuvo un rato así hasta que se aparto de mi y se bajo el slip, ante mi apareció un enorme miembro de unos 25 cm. gorda, muy gorda y venosa, con la cabeza brillante debido al liquido preseminal que había arrojado, el sujeto me dijo con vos fuerte -¡¡Ahora mámala puta, sabia que te gusto mi verga por eso me estabas espiando el otro día!! ¡¡Ahora es toda para ti cometela!! Me dio asco hacer eso, le grite con violencia y seguridad -¡¡Estas loco degenerado!! El rápidamente con violencia agarró mi mano y la puso en su miembro, estaba caliente me empezó a dirigir mi mano de arriba abajo, el sujeto tomo mis hombros y los hizo hacia abajo y por mas que puse mucha resistencia, me terminó dejando arrodillada como el quería, mi mano subía y bajaba de su enorme miembro, yo estaba justo enfrente de aquel miembro, me daba asco el olor a mugre que tenia, la situación era muy morbosa y bastante asquerosa, nunca habría yo podido imaginar estar en una situación así, el me tomó la mandíbula me obligo a abrir mi boca, como pude ante su violencia en mi, empecé a chupársela, el sabor me desagrado completamente, quería vomitar, era muy desagradable y humillante, ese pedazo de carne no cabía en mi boca así que no me lo metía todo. Miré hacia arriba mirando al maldito sujeto y al verlo llore con mas fuerza al verlo con una sonrisa grande y cara de total locura y placer, mientras que comenzó a decir
-¡¡Así mamita ahhh ahgg mas rápido putita!! Eso me torturaba aun mas, eran escalofriantes sus viles comentarios, el acariciaba mi cabeza dirigía mis movimientos cada vez más rápidos, mientras que gemía fuertemente y yo seguía chupando lamiendo y succionando su asqueroso miembro, no podía pensar en nada que en lo asqueroso de la situación, yo chupándole el miembro a aquel gordo morboso, dándole mucho placer con mi boca algo que nunca había hecho porque me parecía humillante, sin saber porque, el sujeto paró y me levanto, me agarro de mi cintura y me volteo hacia la mesa de espaldas a el, sentía mucho miedo y asco, el dijo fuertemente -¡¡Tenes un culo perfecto, quiero que lo pares para mí!! Luego agarro su miembro duro y empezó a dar pequeños golpes en mis nalgas, luego dijo -¡¡Mové tu colita!! Yo con miedo empecé a menear mi cola en círculos levemente, el rápidamente empezó a golpear mas fuerte mi cola con su miembro. Era lo más bajo que pensé que me sometería, no podía creer que ese gordo se aprovechara completamente de todo mi cuerpo. Yo antes de que el sujeto siguiera torturándome dije -¡¡No por favor ya basta váyase, déjeme se lo suplico!! Pero el hizo oídos sordos a mis suplicas y se burlo contestando -¡¡No te preocupes Laura te va a gustar, vos solo para bien el culo y disfrútala!! Luego con sus manos jalo de los tirantes de mi tanga dejándola a medio muslo, el sujeto se quedo quieto y casi gritó -¡¡Ahhh bueno, que cola impresionante tenes Laura!! ¡¡Esta bien rico paralo más putita!! El sujeto estaba apunto de violarme, estalle en mas lagrimas y luego sentí que la punta de su miembro estaba en la entrada de mi vagina, yo me quede estática esperando que el hiciera la violación y se marchara, poco a poco fue metiendo su miembro dentro de mi vagina el dolor se hizo insoportable y grite un poco
-¡¡Aahhhyyy!! Entonces volví a suplicar gritándole entre dolor y bronca -¡¡Nooooo soltame por favor, basta!! El siguió metiendo su miembro gordo dentro de mi ser mientras que decía burlándose -¡¡AAhhh que apretadita estas Laura, que rico me la aprieta AHHH!! ¡¡Solo falta un poco mas para que te la clave toda putita!! El sujeto llego a meterla toda, haciéndome sentir un dolor terrible y la dejo ahí un rato esperando que mi vagina se acoplara un poco a aquella enorme verga en ese momento miré hacia atrás y vi como el maldito sujeto me tenia totalmente expuesta para el, después me tomo por las caderas y empezó a moverse rápidamente casi violento, yo rebotaba de atrás adelante sintiéndome una cualquiera, totalmente entregada por la violencia y el sometimiento, ahí estaba aquel gordo repugnante haciéndome, disfrutándome y gozándome a su antojo. Luego el sujeto soltó mis caderas y me tomó por los brazos y los jalo hacia atrás y ahí impuso un ritmo violentísimo haciéndome morir de dolor, yo gritaba adolorida y con mucho odio pero el seguía mas fuerte y gritaba -¡¡AAhhh que bonita te vez asiiiii disfrutándoola como una putita!! El me seguía violando con mucha fuerza metía y sacaba su miembro de mi vagina de una manera salvaje increíble yo solo gritaba, luego de un rato de ese enfermizo movimiento se detuvo, sacó su miembro, me volteó y me puso de nuevo de rodillas diciéndome -¡¡Ahora te toca tomarte esta leche que esta guardada para vos puta!!
Su miembro seguía parada igual, parecía no cansarse, la tome con una mano y la empecé a chupar con odio y humillada, quería morir, el al ver mi falta de cooperación grito -¡¡Más rápido putita mas rápido!! Yo seguí igual, entonces el maldito tomó mi pelo desde atrás, lo anudo a su mano e impuso el ritmo que el quería mientras gemía -¡¡AAhh Aohhh así perra asiii ahhhhh mas rápido!! Mis mejillas me dolían de estar chupando ese miembro tan grande y rápidamente hasta que sentí que el cuerpo del vil sujeto comenzó a convulsionarse y grito -¡¡Me vengo putita abre tu boquita yaaaaa ahhhh!!
Saco su miembro, tomó mi cara obligándome a abrir mi boca y comenzaron a caer sus disparos de semen, yo cerré los ojos y sentí los chorros, sentí un liquido caliente y viscoso en mis ojos, nariz y boca. El sujeto me trataba peor que a una puta haciendo cosas que no haría ni por dinero. El luego de terminar de humillarme dijo -¡¡Yaaa, ahhh ahora si Laura has quedado bien cogida y bañada de semen como vos querías!! Yo como pude lo mire con odio de muerte, el sonrío y siguió burlándose diciendo -¡¡Te vez linda con tu cara llena de leche!! Luego fuimos al baño donde me limpio la cara y los restos de semen de mi pelo. Luego me llevo a mi pieza, y seleccionó un pantalón rosado bien ceñido al cuerpo con una mini tanga roja y una remerita ajustada de varios colores, luego me dijo -¡¡Que rica estas!! ¡¡Laura me gusta mucho tu culo y tus tetas bien paraditas, parece mentira que te acabo de culiar!! Yo pensaba lo mismo parecía mentira como yo una mujer soltera de 33 años, linda con un cuerpo envidiable había caído en sus manos, en las manos de un gordo baboso y sucio, que debería haber sido un sueño algún día tocarme y poseerme y que ahora lo había logrado.
El sujeto se aproximo a mi me tomó por la cintura y me aferro a su gordo cuerpo mientras decía -¡¡Ay Laura sabes que, tengo mucha leche para darte y disfrutarte!! Sus palabras vulgares en el tono de burla como me las decía producían mas odio en mí, quería matarlo a ese sujeto asqueroso, pero no podía hacer nada y me quedaba quieta esperando que se marchara, pero el maldito tomó mi mano y la puso sobre su pene, diciendo -¡¡Sentí como me pongo de verte!! Yo lloraba solamente, mientras que el sujeto comenzó a acariciarme un pecho y luego empezó a morder mis senos por encima de mi remerita y los estrujaba desaforadamente, de pronto me arrancó mi remerita de un tirón salvaje, dejando mis pechos libres totalmente el miro mis pechos diciendo -¡¡Que preciosa estas putita eres una muñequita!! Y luego empezó a chupar mis pechos y morderlos como un desesperado total. Eso me asustaba mucho y me daba mucho asco lo vil del sujeto. Luego dijo en todo fuerte -¡¡Quiero que mi pene disfrute estos limones!! Y me tomo de los hombros, me hizo agacharme, ponerme de rodillas enfrente de el, luego el agarro su pene y empezó a golpear mis pechos, era una humillación de sometimiento, pero no podía hacer nada, de pronto dijo -¡¡Ahora quiero que me hagas una paja con tus lindas tetas, quiero ver lo puta que sos!! Puso su miembro hinchado entre mis pechos y tomándome de los hombros comenzó a moverme de arriba abajo rítmicamente. El sujeto me miraba y decía -¡¡Aaahhh que rico Laura sos toda una putita, te encanta la verga se nota mucho que necesitabas algo de esto, pero no te preocupes que yo te voy a dar una culiada que nunca olvidaras!!
Eso era más humillante todavía sus humillaciones verbales, su ironía y que el sujeto se sentía mi dueño, lloraba y no podía creer que esto me pasara a mí. En medio de la humillación que me daba dijo -¡¡Ahora voy a disfrutarte mas todavía, vas a tener toda esta verga adentro de nuevo, pero primero quiero disfrutar mas todo tu cuerpo!! Me levanto de donde estaba agarro mis piernas y sus manos fueron su subiendo hasta agarrar mi cola con sus gordas manos, la estrujo fuertemente y luego me giró violentamente y me agarró por detrás apoyando todo su asqueroso miembro sobre mi pantalón, podía sentir completamente la rigidez de su miembro entre mis glúteos, el sujeto estaba excitadísimo y sus manos recorrían mis pechos y todo mi cuerpo mientras seguía apoyando su asqueroso miembro en mi cola diciéndome al oído -¡¡Tenes un culo perfecto putita quiero que lo pares de nuevo!! Y me sujeto fuertemente del pelo tirando de el, yo lo hice sin dudar por el dolor y el siguió con su tarea de seguir disfrutando de tener a mi cola paradita completamente sobre su asqueroso miembro, el sujeto me refregaba su miembro y decía vilmente algo que me dejo helada y muerta de miedo -¡¡Laura siempre te veía pasar, con este hermoso culito, cuando usas estos pantalones de putita y pasas calentando a todos, no hago mas que pensar en él, pensando en mi pene todo adentro de este divino culito, y ahora por fin lo tengo!! Yo estalle en mas lagrimas, no lo podía creer el sujeto me iba a violar analmente también y le suplique que no, que por favor no, pero el estaba poseído por el deseo y me gritaba que me callara o me mataba a golpes, luego con respiración agitada comenzó a bajar el cierre del pantalón y bajándolo dio un violento tirón dejando mis pantalones en los tobillos, dejándome solo con la diminuta tanga roja que me había hecho poner el maldito, el sujeto se babeo mirándome, luego dijo -¡¡Te ves bien putita con esa tanguita!!
Siguiendo con su miembro apoyado en mi cola, se sentía el calor que despedía ese aparato, yo miraba el espejo de mi pieza viendo a ese gordo teniéndome completamente entre sus asquerosas manos, era indignante. De repente tomándome por la cintura me tiró violentamente sobre la cama, cayendo boca abajo rápidamente intente levantarme pero el sujeto ya estaba arrodillado casi encima mío con una de sus manos sobre la espalda yo mire al gordo baboso que estaba excitadísimo, no podía creer que su miembro estaba totalmente erecto con su cabezota completamente roja, el sujeto comenzó a acariciar mis glúteos agresivamente apretándolos y sobandolos a mas no poder mientras decía -¡¡Que buen culito tenes Laura, grande, duro y bien paradito!! Luego me dio par de palmadas en mis glúteos, para después seguir acariciandolos, el sujeto se puso de rodillas y empezó con su miembro duro a golpearla, el sujeto se divertía conmigo entonces dijo -¡¡Tenés un culito rico, volvelo a sacar para afuera, paralo!! Yo lo hice con mucho miedo, entonces el con sus manos abría mis nalgas y metía su miembro entre medio de ellas, yo sentía su enorme miembro y me invadía un escalofrió terrible y muchísimo pánico, mientras que moría de resentimiento al ver a ese maldito sujeto a través del espejo, veía a ese gordo inmundo teniendo mi cola bien paradita para el.
Luego siguió con sus caricias a mi cola mientras que seguía balbuceando cosas como -¡¡Que bonito culo!! ¡¡Quiero cogerte por acá, te lo voy abrir todo mamita!! De repente en un movimiento violento tomo mi tanga y la jaló dejándola en tobillos, luego empezó a acariciarse su miembro duro y empezó a ponerlo con su dedo dentro de mi cola, yo me movía para todos lados intentado huir, el sujeto se enojó y grito -¡¡Quédate quieta zorra!! ¡¡No te preocupes que te lo voy hacer delicioso, vas aullar de placer cuando lo tengas bien adentro!! Yo veía fijamente al espejo para ver todo lo que pasaba atrás de mí, con sus manos separo mis glúteos y fue poniendo la cabeza de su enorme miembro en la puerta de mi esfínter, luego presiono contra mi haciendo entrar su glande en mi cuerpo, yo con lagrimas solté un grito fuerte de dolor -¡¡AAAhhhyyyyyy aahhh aahhh!! El sujeto seguía lentamente introduciendo su enorme miembro dentro mío desgarrándome mientras decía -¡¡Quédate tranquila putita ahora vas a gozar cuando te lo meta todo, cuando entre toda voy a ser quien mas desearas que te culee estoy seguro!! Yo lloraba mas aun por sus comentarios y por el desgarre de mi hermosa cola que no aguantaba mas el dolor mientras que el gritaba de placer al sentir mi estreches -¡¡AAaaahhh putita, que rico me lo estas apretando, hooooo haaaa!!
Poco a poco siguió metiendo su enorme miembro dentro de mi pequeño esfínter, yo sentía un dolor increíble, mire hacia atrás y ya estaba casi toda dentro de mí, grite suplicando al maldito que me dejara -¡¡AAAhyyyyy ah soltame por favor!! ¡¡¡Soltame!!! Pero su miembro ya estaba dentro de mi, y se perdía entre mis glúteos, después de eso dejo su enorme miembro dentro de mi por un rato sin moverse, mientras que yo miraba por el espejo como me veía, era lo mas terrible que había visto, no lo podía creer, veía mi hermosa cola clavada por la enorme verga de ese gordo asqueroso y sucio que sonreía con aire de victoria, luego comenzó a moverse contra mi despacio, subía sacando casi todo su miembro y lo volvía a meter completamente en mi ser haciéndome dar gritos de dolor fuertísimos -¡¡AAAyy!! ¡¡AAAyy!! ¡¡AAAyy!! ¡¡AAAyy!! Luego el sujeto comenzó a moverse mucho mas fuerte contra mi mientras gritaba de gozo y decía -¡¡AAAhhh tómala putitaaa aaahh que rico se ve tu culito ensartado aaaaaahhhh siempre había soñado este momento asiiiiiiii ahhhh!! Yo lloraba y gritaba de dolor y humillación mientras el sujeto gozaba a más no poder teniendo mi cuerpo a su disposición y aprovechándolo completamente. El sujeto luego comenzó un movimiento desenfrenado, puso sus manos gordas sobre mi espalda y se monto sobre mí aplastándome, su pelvis se movía violentamente contra mí, mientras que gritaba fuertemente
-¡¡Que culo infernal tenes Laura, por Dios!! Y se escuchaba ese asqueroso ¡plop! ¡plop! ¡plop! Por las estocadas salvajes que recibía, los cachetes de mi cola vibraban con cada penetración. El sujeto estaba todo traspirado y medio cansado pero seguía gozando y gritando cosas, me dijo -¡¡Te vez mas linda así, con un macho clavándote así… Ooooohhh, que rico me lo aprietas, este culito es mío!! El gordo asqueroso aullaba de placer, y así estuvo por lo menos 20 minutos aplastándome y penetrándome violentamente, cuando de repente dijo -¡¡Prepárate putita que te voy a bañar de leche!! Y grito -¡¡AAahhhhhhhhhhh!! Yo sentí como un chorro de semen caliente invadía mi interior, después saco su miembro dirigiendo las siguientes descargas hacia mis nalgas, las baño de semen, luego empezó a esparcírmela y a golpearlas con su verga en todo el contorno de mis nalgas. Luego cayó rendido agitado al costado mío, y me explico como había planeado todo, como había conseguido la llave, mientras que yo no podía hacer nada estaba muerta de dolor, el sujeto luego se vistió y me amenazo de muerte diciéndome que sabía todos mis movimientos y tenia varios amigos que podían hacer el trabajo sucio. Yo me quede llorando a más no poder muerta de dolor y miedo.
Hechos ficticios.
 

Relato erótico: “LA FÁBRICA (5)” (POR MARTINA LEMMI)

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Al salir de la oficina de Luis pasé frente a la de Hugo.  Con la conmoción reciente, había olvidado totalmente que Luciano me había dicho que pasara.  Quizás, pensé, ya se habría marchado y, de no ser así, bien podía hacerme la distraída e irme simplemente: ya no faltaba mucho para la chicharra de salida.  Pasé frente a la puerta sigilosamente o, al menos, lo más sigilosamente que mis tacos me permitían; no resultó…
“¡Sole! – exclamó en el momento mismo de asomarse por la puerta entreabierta; me llamó así: Sole, como si fuera su amiga de toda la vida -.  La estaba esperando; pase, por favor…”
Fue como si me hubieran arrojado un nuevo peso sobre mis ya castigadas espaldas.  Acababa de salir de una pesadilla en la oficina contigua y vaya a saber a qué nueva pesadilla me enfrentaría ahora.  Con abatimiento y resignación, bajé mi cabeza y entré en la oficina.
“¿Qué pasó ahí? – quiso saber Luciano apenas cerró la puerta -.  ¿Qué les hizo Luis?”
Yo no quería hablar; simplemente negué con la cabeza, como llamándome a silencio.
“No tengas miedo, Sole – me dijo, con un tono que pretendía ser tranquilizador -.  Tenés un amigo acá… Podés contar conmigo; a mí no me gustan algunos de los tratos que Luis tiene para con las empleadas.  Además, vos no sos empleada de él…”
Me mordí el labio inferior.  ¿Tenía que contarle?  ¿Sería posible que, después de todo y contrariamente a la primera impresión que me había dado, Luciano no fuera tan malo?  ¿Sería realmente sincero en su interés o simplemente un morboso deseoso de disfrutar con el relato de lo ocurrido? Quizás de verdad quería ayudarme y tal vez existiera entre los dueños de la fábrica alguna interna que yo desconocía.  De ser así, Luciano bien podía interceder ante su padre.  No era la mejor ayuda del mundo, desde ya, pero…
“Me… golpeó” – balbuceé.
Su rostro se contrajo en una mueca que parecía mezclar sorpresa e indignación.
“¿Qué?” – preguntó.
“Me golpeó… Me dio una zurra”
“¿En la cola?”
“En la cola…” – respondí, tragando saliva y con un apenas audible hilillo de voz.
“¡Es un enfermo! – vociferó -.  Ni a mi viejo ni a mí nos gusta su tendencia perversa a aplicar castigos corporales.  Además, ¡nos puede traer problemas legales!  En fin: ¿a ambas las castigó?”
“No… -, sólo a mí”
“¿A Eve no?”- preguntó extrañado y abriendo grandes los ojos.
“No”
“¿Por qué?”
“Ella se… fue simplemente.  No se quedó para recibir su castigo”
“¡Y lo bien que hizo! Deberías haber hecho lo mismo”
“Sí, tal vez, pero bueno…, temí por mi trabajo y pensé que…”
“Dejame ver ese culo”
Fue un balde de hielo.  Cuando empezaba a creer que Luciano era distinto a los demás e inclusive a la idea que de él mismo yo me había hecho a priori, cayó la frase más desubicada y guarra que podía esperar oír.  Arrugué el rostro y fruncí el entrecejo:
“¿Q… qué?”
“Dejame ver cómo está… ¿Duele?”
Lo insólito e insolente del pedido no cuadraba en absoluto con la caballerosidad y generosidad con que lo hacía.  Quizás fue esa contradicción lo que, de algún modo, me llevó a aflojar las defensas.
“Sí… – respondí -; duele”
“¿Me dejás ver?”
Con la cara de todos colores, me giré y, una vez más, llevé hacia arriba mi falda para, luego, bajar mi tanga y enseñarle mis nalgas.
“¡Hijo de puta! – rugió -.  ¡Te la dejó roja! Aguardame un instante…”
Salió a toda prisa de la oficina con destino impreciso.  Se me ocurrió pensar que, tal vez, hubiera ido en busca de Luis para molerlo a palos; sin embargo, en ningún momento llegó a mis oídos el sonido de la puerta contigua abriéndose.  Por otra parte, el quedarme allí sola con mi cola al aire estaba lejos de ser una situación cómoda: ni siquiera había dejado bien cerrada la puerta; comencé a intranquilizarme y rogué que Luciano volviera pronto.  Al cabo de un rato y para mi alivio apareció; llevaba en sus manos un pote blanco:
“Aquí lo encontré – me dijo -.  Es un ungüento muy útil para contusiones.  Lo usamos seguido aquí en la fábrica porque, cada tanto, algún operario termina con una mano o un pie aprisionado debajo de un motor o de un rollo de cortina.  Inclinate un poco hacia adelante así te lo puedo aplicar”
¡Dios!  Qué situación extraña.  Su tono y su actitud eran de caballerosa solidaridad, pero por otra parte…,¡estaba a punto de aplicarme una pomada en las nalgas!  ¿Era posible que hasta para ayudarme tuvieran que humillarme?
Me incliné tal como él pedía y al instante sentí el contacto de sus embadurnados dedos sobre mi piel.  Al principio estuvo bien claro que estaba desparramando el ungüento; luego comenzó a masajear y a trazar círculos con las yemas de sus dedos.  Me sentí muy extraña.  Lo hacía bien, con ternura y, a mi pesar, provocaba en mí una sensación placentera.  Cerré mis ojos y me entregué al acto; la suavidad de sus dedos era relajante y, de manera impensada, parecía exorcizar algunos de los temores y traumas que la fábrica venía instalando en mí.  De pronto sonó la chicharra: lo increíble del asunto fue que lo lamenté.  Luciano, casi de manera automática, retiró la mano de mi trasero como habilitándome a irme.
“No se detenga, Luciano… – dije, sin reconocerme -; siga, por favor”
No supe la reacción de él a mis espaldas ya que no podía verlo; se me dio por pensar que debió haber sonreído, pero quizás fue sólo una sensación o simplemente mi imaginación.  Por lo pronto, y para mí eso era lo importante, retomó el tan fino trabajo que estaba haciendo con mi cola.  Parecía que, de manera mágica, los dolores que me había dejado la paliza en la otra oficina estuvieran quedando atrás.  No quería que se detuviera y, de hecho, perdí noción del tiempo y hasta de que Daniel me esperaba en el auto.  Fue el sonido de mi celular lo que me trajo de vuelta a la realidad.  En efecto, al echar un vistazo a la pantalla, comprobé que era Daniel.
“Es mi novio” – dije y creo que, de manera involuntaria, se me escapó un deje de tristeza en el tono.
“Contestale – me instó Luciano -, o se va a preocupar”
Sí, él tenía razón; llevando el celular a mi oído escuché la voz de Daniel preguntándome si tenía para mucho.  Me dio culpa, mucha culpa, pero el delicado masaje de ungüento que Luciano estaba haciendo sobre mi cola lograba incluso erradicar eso.
“Un momento, amor – dije, al teléfono -.  Termino con un balance y ya estoy.  Bancame, ¿sí?”
Daniel, por supuesto, era un amor y me tenía infinita paciencia en todo; era capaz, si yo se lo pedía, de quedarse fuera esperando hasta que fuera ya noche cerrada.  Así que aceptó sin quejas.  Una vez que corté la comunicación, volví a entregarme al placer.  Luciano lo hacía mejor a cada momento y, verdaderamente, yo no tenía ganas de que terminara nunca.  Hasta me incliné aun un poco más hacia adelante para ofrecer mi cola al placentero masaje.  Fue él, finalmente, quien lo dio por terminado al cabo de algunos minutos porque, de ser por mí, quizás no se lo fuera a pedir jamás.
“Bien, Soledad – me dijo, hablando muy cerca de mi oído -.  Va a ser mejor que vaya porque su novio la espera”
Estoy segura de que en ese momento mi expresión debió haber sido la de una niñita a la que sus padres ordenan que entre a la casa luego de haber estado jugando todo el día en la calle: la misma decepción.  Pero, pensándolo con frialdad, Luciano tenía toda la razón y, por otra parte, la culpa volvió a invadirme al momento en que él interrumpió el masaje.  Me acomodé la ropa.
“Si sigue el dolor, mañana te sigo aplicando” – me dijo él en un tono que era pura dulzura.
Antes de irme me giré un poco hacia él y fue inevitable que nos sostuviéramos la mirada durante algún rato.  De pronto lo veía a él de un modo totalmente distinto a cómo lo veía hasta una media hora antes.  Me guiñó un ojo y, como para aumentar aún más mis culpas, el gesto me calentó.  Me despedí sin demasiadas palabras y me encaminé hacia el auto, en donde Daniel me aguardaba…
Como era dable esperar, el siguiente fue un día de bastante revuelo en la fábrica.  Aun en el supuesto caso de que lo ocurrido conmigo no hubiera trascendido demasiado, difícil era pensar que Evelyn se hubiera quedado en el molde sin decir palabra, no después de la actitud orgullosa con que había dado media vuelta para marcharse de la oficina de Luis en la tarde del día anterior.  Y aun en el suponiendo que se hubiera mantenido callada, el propio Luis había anticipado que Evelyn ya no iba a seguir trabajando allí, lo cual era en sí una forma de comenzar a hacer público lo ocurrido.  Por cierto, el eventual despido de Evelyn me producía una doble sensación: me generaba por un lado, alegría y no era para menos pues ella me había odiado desde el primer momento; su salida de la fábrica, tal vez, podría hacer más fácil mi inserción en el trabajo y la convivencia armoniosa con el resto del personal.  Pero por otra parte la cuestión me generaba un fuerte sentimiento de culpa e inclusive de vergüenza, pues ella se iba por no haber cedido ante los degradantes requerimientos de sus patrones.  Más allá de ello y aun si Luis hubiera dado marcha atrás con la decisión de la que tan convencido parecía el día anterior, estaba también Luciano, quien se había mostrado indignado al enterarse de la paliza y era posible que intercediera a mi favor.  Ninguna de todas esas posibilidades era, a decir verdad, completamente halagüeña para mí, ya que en todos los casos implicaba que la noticia de mi culo al aire recibiendo una paliza se iba a hacer vox populi dentro de la fábrica, llegando incluso a los operarios de planta: en verdad, no conocía a ninguno de ellos más que de vista pero, aun así, la perspectiva de imaginar mi historia en boca de todos ellos sólo me generaba espanto… y, una vez más, vergüenza.
Varias veces vi a Hugo salir de su oficina y entrar en la de Luis; se lo notaba alterado, a decir verdad.  Evelyn, contrariamente a lo que yo podría haber esperado, se presentó a trabajar y estaba ubicada a su escritorio, lo cual significaba que, o bien la decisión de Luis había sido revisada o bien ella aún no había sido formal y debidamente notificada de su despido.  Luego de la primera hora de jornada, sin embargo, Estela se acercó y le pidió que la acompañara en un par de oportunidades; las seguí con la vista y pude comprobar que fueron a la oficina de Hugo; luego Evelyn volvió sola; se la notaba contrariada pero serena.  Un rato después fue nuevamente convocada, pero en este caso a la oficina de Luis, luego otra vez a la de Hugo y cuando volvió lo hizo definitivamente; nadie más vino para llamarla ni tan siquiera le sonó el conmutador. 
Estela también parecía tener una mañana agitada entrando y saliendo de ambas oficinas de manera continua.  El dato curioso: nadie en ningún momento me llamó a mí; la sensación, una vez más, era que poco importaba lo que yo dijese u opinase.  El problema central no parecía ser tanto el castigo a mí aplicado sino más bien un conflicto de jurisdicciones: Hugo (o al menos ésa era la impresión que me daba viendo todo de lejos y sólo guiándome por los movimientos y gestos) no toleraba que Luis se hubiera tomado atribuciones sobre una empleada que, en realidad, era suya.  ¿Debía de ello sacar yo la conclusión de que entonces él me veía como su propiedad?   ¿Como un mueble?  ¿Un objeto?  En todo caso, fuera como fuese, no dejaba de sonar como algo demente el que yo tuviera que refugiarme en Hugo que era quien, en definitiva, me había obligado a practicarle sexo oral en mi entrevista de trabajo y a lamerle el culo en mi segundo día laboral.  Era como si yo necesitase un monstruo para protegerme de otro: me vino a la cabeza la película “Godzilla”.
Luciano estuvo ese día por la fábrica pero no pareció aportar por las oficinas, de lo cual podía yo inferir que no estaba participando abiertamente en lo que se estaba discutiendo o bien que no tenía voz ni voto.  No era desdeñable, sin embargo, la posibilidad de que hubiera sido él y no Evelyn ni Luis quien había iniciado esa mañana la aparente tormenta de dimes y diretes.  Debo confesar que, al verlo a la distancia, un cosquilleo me recorrió; él me sonrió y volvió a guiñarme un ojo, pero no se acercó a mi escritorio como lo había hecho en las dos ocasiones anteriores, lo cual, tengo que admitir, me generó una cierta decepción.  Sin embargo, casi al instante, vi entrar a su esposa y a su hijo, lo cual me clarificó un poco más la situación y el porqué de su comportamiento.  Qué extraño puede ser todo y cuán cambiante: apenas dos días atrás me había sentido aliviada ante la presencia de la esposa de Luciano y hasta la había visto como mi “salvadora”.  De pronto, sin embargo, su presencia me molestaba y hasta me despertaba algo de celo.  ¡Dios!  Me estaba volviendo loca.  Yo, que tenía planes de casarme (aunque postergados), estaba teniendo celos de un hombre que era casado: toda una locura…
Floriana, por su parte, miraba algo extrañada el revuelo que parecía estarse viviendo dentro de la fábrica.  Por lo que aparentaba, nadie la había puesto al tanto ya que un par de veces se me acercó para preguntarme, en voz baja, si sabía qué estaba ocurriendo.  Yo negué con la cabeza y me desentendí, pero me dio la impresión de que luego, alguna de las chicas algo le debió haber dicho y, desde ese momento, dejó de insistirme: quizás, si estaba ahora al corriente de lo que me había ocurrido, no quería hablarlo ni seguirme preguntando para no someterme a una humillación mayor que la que yo había pasado.  ¡Pobre Floriana!  Lejos estaba de pensar que ya, para esa altura, ésa era la menor humillación por la que yo podía llegar a pasar.
Poco antes del receso del mediodía Estela se acercó a Evelyn y le dijo algo al oído.  Luego de ello Evelyn se puso en pie y comenzó a juntar sus cosas; su rostro se mantenía impertérrito aunque ello parecía ser una cáscara, como si por dentro estuviera llena de resentimiento y odio.  La situación era más que clara: la acababan de despedir.  Siento culpa de decir que me alegré.  Y mi culpa tiene que ver, en buena medida, con el hecho de que ella era despedida por no haber accedido a aquello que yo sí: la que había mostrado dignidad y firmeza se estaba yendo, la que se había sometido sin dignidad alguna se quedaba.  Rocío, su amiga, lucía preocupada y compungida; hasta me dio la impresión de que fuera a romper a llorar de un momento a otro.  Habló algunas pocas palabras con Evelyn pero ésta siempre pareció comportarse como si no le diera verdadera importancia al asunto.  “Es lo mejor que me puede pasar”, le escuché decir en algún momento con aire de superación, lo cual aumentó todavía más mis culpas.  Las sensaciones en mí eran contradictorias; Evelyn se despidió del resto de las chicas, incluso de Floriana, pero no se acercó a mi escritorio.  Y aunque pareciera paradójico, yo sentía ganas de ponerme de pie y despedirme para que, al menos, las cosas quedaran bien entre nosotras.  Es que por un lado me alegraba su despido pero por el otro sabía bien que recaerían en mí buena parte de las culpas de ello.  Lo concreto fue que no me animé a saludarla; una vez más demostré cobardía y bajeza; ella se marchó sin siquiera volver la mirada hacia mí.
Alejando fantasmas y culpas volví a concentrarme en mi trabajo, pero no pasó mucho antes de que volviera a escucharse el clásico taconeo de Estela acercándose.  Ya para esa altura y habiéndose marchado Evelyn, su proximidad me producía una cierta inquietud.  ¿A quién vendría a llamar ahora?  ¿Y si era yo?  ¿Qué pasaba si finalmente Hugo había decidido despedirme una vez anoticiado de la reyerta del día anterior?  Estela se plantó entre los escritorios y echó una mirada en círculo hacia todas nosotras.  Aun cuando no hubiera aún dicho nada, cada una de nosotros interrumpió lo que estaba haciendo y se mantuvo en silencio ante la inminencia de que, con toda seguridad, se había ubicado allí para decirnos algo.
“Chicas…- dijo finalmente -.  Tengo que comunicarles que… renuncié”
Las expresiones en los rostros fueron, obviamente, de una gran consternación y una exclamación de asombro brotó al unísono de nosotras.
“¿Cómo que… renunciaste?” – preguntaba Floriana absolutamente boquiabierta y arrugando el rostro.
“Pero… ¿por qué?” – preguntaba Rocío, quien ni siquiera se había recuperado aún del despido de su amiga.
“¿Renunciaste o te despidieron?” – indagó, más incisiva, Milagros.
“Renuncié, chicas… repitió Estela levantando las cejas y asintiendo con pesadumbre -.  Es largo de explicar y no sé si viene a cuento hacerlo en este momento pero… para hacerlo simple digamos que tiene que ver con algo que pasó ayer y con un problema entre Hugo y Luis”
Al igual que ocurría con el resto de las chicas, una gran tristeza se apoderó de mí al ver a Estela de esa forma.  La realidad era que había sido mi superior jerárquico en esa fábrica por muy corto tiempo y, sin embargo, su presencia había significado, para mí, una cierta contención en aquel ámbito; sé que suena extraño decir eso: Estela había sido, después de todo, quien había recortado mi falda, como también quien me había llevado, según el caso, a la oficina de Hugo o de Luis para entregarme en sus garras o incluso quien había hecho de intermediario con Luciano.  Y, sin embargo, su trato amable se había convertido, en esos pocos días, en una cierto “refugio” para mí.  Pero, claro, no dejaba de ser cierto que, ya lo hiciera consciente o inconscientemente (o bien simplemente como parte de su trabajo), Estela había actuado de algún modo como mi “entregadora”, prácticamente envolviéndome como para regalo y colocándome un moño encima para ser disfrutada por aquellos perversos jefes que me habían tocado en suerte.  Y no me cabía ninguna duda de que, precisamente, en ese punto debía estar lo nodal de su renuncia.  Ella era, después de todo, empleada de Hugo, al menos desde el punto de vista formal; no era difícil suponer que, si realmente él se había molestado por lo ocurrido en la tarde anterior, también la habría acusado a ella por entregarme a disposición de Luis.  No la habría despedido, seguramente; se notaba que entre ella y él había una relación bastante estrecha y una gran confianza.  Pero Estela, quizás, no habría soportado el planteo o la acusación…
Todo esto que yo armaba en mi mente era, desde ya, una cadena de suposiciones que se iban ensamblando una con otra y, sin embargo, ya para esa altura yo estaba plenamente convencida de no estar muy lejos de lo realmente sucedido.  Por eso fue que mientras algunas de las chicas (sobre todo Floriana) no paraban de arrojarle preguntas a Estela o de indagar al respecto, yo me sumí en el triste mutismo propio de quien ya ha entendido todo.  Y si Estela no quería ahondar en detalles, eso podía tener que ver, por un lado, con la ética del secreto empresarial pero también con el hecho de no humillarme más de lo que ya había sido yo humillada.
Se despidió muy efusivamente de nosotras y hubo lágrimas en los ojos tanto de ella como de algunas de las chicas, sobre todo de Floriana.  Y en el momento en que la ahora ex secretaria abandonó la fábrica me asaltó una angustiante sensación de soledad y desprotección: de pronto tenía ganas de que Luciano estuviera allí.  De seguro que el hijo de Hugo andaría rondando por algún sector de la fábrica pero yo deseaba tenerlo allí, pues no estando ya Estela, él pasaba a ser ahora casi mi único “protector” dentro de la fábrica; era terriblemente paradójico verlo de ese modo, pero las circunstancias, tan particulares y cambiantes a cada momento, me arrojaban a tal paradoja .  Por suerte Luciano no tardó mucho rato en aparecer: habiendo renunciado Estela, él se movió, por lo menos en aquella tarde y algunos de los días posteriores, como si fuera el secretario.  Un cosquilleo me invadió cuando, en un momento, inclinándose y acercándose a mi oído, me preguntó cómo estaba mi cola.  Otra vez la paradoja y las sensaciones extrañas: la pregunta era terriblemente insolente…y sin embargo me sonó cargada de una gran caballerosidad.  La realidad era que mi trasero se había recuperado bien luego de que él me aplicara el ungüento, pero, no sin culpa, mentí:
“Más o menos – dije, casi en un cuchicheo -.  Es decir…, bastante mejor pero aún duele”
Qué mal me sentí luego de haber dicho eso; el rostro de Daniel se dibujó en mi mente.
“Bien – asintió Luciano -.  Después hablamos entonces”
Y otra vez me hizo ese guiño de ojos que me ruborizaba.  Apenas Luciano se fue, Floriana, desde su escritorio, se estiró lo más que pudo para hablarme cerca del oído.
“¿Qué onda con Luchi, Sole?” – preguntó, con una sonrisa que fusionaba complicidad y curiosidad.
Me ruboricé aún más.
“¡Nada!  ¡Nada, tarada!” – respondí también sonriendo, pero a la vez fingiendo estar sorprendida por la pregunta.
En tanto, Rocío, la amiga de Evelyn, me dirigió desde su lugar una mirada fulgurante.  Aun cuando no dijo nada, sentí en ese momento que era Evelyn quien me miraba a través de sus ojos.  Y era como si dijera “ahora también te vas a voltear a éste”.
Bajé la cabeza, avergonzada.  Cuando levanté la vista nuevamente, ya Rocío estaba nuevamente inmersa en lo suyo.
Respondí varios llamados de clientes y traté de sonar ante cada uno lo más solícita y servicial que fuera posible; tuve bien en cuenta los consejos que me había dado Hugo en aquella entrevista laboral de la cual parecía haber pasado una eternidad.  No tuve, sin embargo, necesidad de recurrir a formas de hablar lascivamente procaces o que implicaran una autodegradación frente al cliente.  Así fue, al menos, hasta que llamó Inchausti, el cliente de Corrientes que había quedado en volver a comunicarse.
“¿Cómo estás, Sole?  Extrañé tu voz…” – me dijo.
“Hola, señor Inchausti.  Yo también extrañé la suya” – mentí, dándole a mi voz un tono amable pero también muy sugerente.
La operación estaba casi hecha; preguntó acerca de las formas de llevar a cabo el pago a través de un “clearing” bancario así como también la forma de entrega, pero en el medio de dichas cuestiones, siempre se le escapaba alguna pregunta referente a detalles como, por ejemplo, cómo iba yo vestida o si me miraban mucho allí en la fábrica; se trataba, desde ya, de una insolencia a todas voces a pesar de lo cual traté de responder siempre lo más amablemente posible y buscando un cierto equilibrio entre “mantenerlo calentito” y manejar la operación con profesionalidad: después de todo se trataba de vender y la realidad era que Inchausti estaba a muchos kilómetros y no iba a verlo nunca.  Volvió a insistir en pedirme el número de celular y volví a negárselo con la mayor cortesía del mundo aun a pesar de los puntapiés que, por debajo del escritorio, me propinaba Floriana.
Poco después de haber colgado el tubo, Luciano volvió a acercarse a mi escritorio; al igual que antes, una sonrisa algo boba se dibujó en mi rostro.
“Hugo no está.  Va a tardar algún rato – me dijo -.  ¿Vamos a la oficina así te aplico eso?”
En efecto, yo había visto unos minutos antes a su padre salir con algo de prisa y notablemente contrariado.  Demás está decir que me puse en pie prestamente apenas Luciano me hizo la propuesta.  Mientras lo acompañaba a la oficina de Hugo, eché un vistazo a las chicas y pude detectar una vez más en los ojos de Floriana ese brillo cómplice y pícaro que tenía cada vez que me preguntaba sobre Luciano.  En Rocío, en cambio, noté un gesto de desprecio que, una vez más, me hizo por un momento sentir que Evelyn seguía allí.  De todas formas, Rocío no era Evelyn: lo suyo nunca iba a pasar de una mirada.
Una vez dentro de la oficina, Luciano volvió a pedirme que levantara mi falda y bajara mi tanga, a lo cual obedecí rápidamente.  Sentir otra vez el contacto de su mano embadurnándome las nalgas con el ungüento fue hermoso: cerré los ojos entregándome al momento mientras me mordía el labio inferior e, involuntariamente, una de mis piernas se flexionaba apoyándose sobre la otra. 
“Una pena lo de Estela…” – dijo él, con pesar y sin dejar de masajearme la cola; fue como un súbito ataque de realidad en medio del goce.
“Sí…- convine -.  La conocí poco pero me caía bien.  ¿Qué… pasó realmente?”
“Simplemente que a mi viejo no le gusta que Luis decida sobre empleadas que no corresponden a su ámbito.  Algo de eso ya te había dicho…”
“Evelyn sí es de su ámbito” – dije asintiendo con la cabeza.
“Claro, en ese caso él es libre de despedirla porque es… o, bueno, era su empleada, pero a vos no tiene por qué golpearte.  No puede dejarte a la miseria tan lindo culito…”
En el momento en que dijo eso sentí que me mojaba.  Otra vez el rostro de Daniel se me cruzó como una sombra; tenía que controlarme.
“Y ahora se han quedado sin secretaria…” – agregué, como para desviar el tema.
“Sí… y no va a ser fácil reemplazarla”
“Qué pena… ¿No tienen siquiera a nadie en vista? ¿Vos no te animás a ocupar ese puesto? – giré la cabeza ligeramente sobre mi hombro con una sonrisa complaciente -.  Se nota que sos muy inteligente y capaz y bien podrías…”
“No, no es lo mío – negó él, firmemente -.  No estoy para oficinas; me gusta estar cerca de los operarios de planta controlándolos… o bien cerca de las empleadas administrativas, je”
Me estampó un beso muy delicado sobre la mejilla al momento de pronunciar su última frase y mi cara se puso de todos colores.
“Y… entonces, ¿no tienen a nadie?” – desvié otra vez el eje de la conversación.
“Mi viejo salió de la fábrica para hablar con alguien pero no sé si será fácil de convencer.   En lo personal, me da la impresión de que la nueva secretaria saldrá de aquí dentro, de la fábrica…”
“¿De la fábrica?  Hmm, ¿quién?”
“Demasiadas preguntas, muchachita – dijo él riendo y con la voz entrecortada en el mismo momento en que uno de sus dedos, de manera en principio innecesaria aunque supuestamente accidental, se deslizaba todo a lo largo de mi zanja.  A mi pesar me arrancó un jadeo; él no pudo haberlo ignorado pero siguió hablando como si nada -.  De todas maneras, puedo adelantarte algo aunque, desde luego, no deja de ser sólo mi parecer.  Yo creo que hay dos candidatas fuertes: una es Floriana…”
“¿Flori?” – exclamé con alegría mientras mi rostro se encendía.
“Sí, Flori, es muy seria, honesta y conocedora del trabajo”
“¡Sí que lo es!  Me pone alegre por ella…”
“Tomalo con pinzas, no es seguro”
“Sí, sí, por supuesto, entiendo.  ¿Y la otra candidata?”
Interrumpió por un instante su masaje sobre mi cola y acercó la boca a mi oreja como para hablarme al oído; parecía no haber necesidad de tal cosa pues no había nadie cerca. 
“La otra se llama Soledad Moreitz” – dijo, propinándome un nuevo beso en la mejilla y retomando el masajeo de mis nalgas que, por unos instantes, había abandonado.
Yo no sabía qué decir; estaba como tonta.  No cabía en mí de la excitación no sólo por lo placentero de su delicado trabajo sobre mi cola sino también por lo inesperado de la noticia que acababa de soltar así, tan de sopetón.
“¿Vas a decirme que no lo habías pensado?” – preguntó.
“N…no, honestamente no… Nunca se me hubiera ocurrido” – respondí yo sin necesidad alguna de mentir.
“Mi viejo quedó muy impresionado por lo eficiente que sos y lo rápido que te acostumbraste a tus nuevas tareas”
Me quedé meditando sobre aquellas palabras en busca de su real significado.  ¿A qué tareas se referiría Hugo?  Me vino a la cabeza aquello que dijo acerca de la necesidad de aprender a lamer el culo del jefe.  ¿Sería que yo lo había hecho tan bien que eso me incluía en la lista de candidatas?  No obstante, la idea de que se pensara en mí para un puesto tan importante se me hacía harto demente considerando que yo me había peleado con Evelyn en las oficinas, pero a la vez había a la vez un plus que jugaba a mi favor: Luciano.
Continuó masajeándome la cola y volvió a deslizar la punta de un dedo por entre mis nalgas, lo cual me hizo descartar de plano que antes lo hubiera hecho por accidente.  Sin embargo, lo extraño fue que, lejos de ofenderme, lo que me hizo me gustó y el pensar que se trataba de una acción deliberada ponía mi excitación por los aires. Supongo que Luciano lo notó ya que insistió en repetir el acto un par de veces más.  Me humedecí.
“Te gusta, ¿verdad?” – preguntó poniendo su boca junto a mi oído.
Me sobresalté y hasta estuve a punto de acomodarme la ropa e irme; algo inexplicable, sin embargo, me detuvo.
“No lo ocultes; se nota que te gusta mucho” –insistió, besándome por detrás del lóbulo de la oreja.
Como cada vez que la culpa volvía a invadirme, el rostro de Daniel me apareció otra vez en la mente. Pero la manera en que Luciano me tocaba era muy especial y, por momentos, me aislaba del mundo, llevándome a un planeta en el que no existía traba ni límite alguno sino que estábamos sólo yo, él… y el placer.  Me devané los sesos pensando qué hacer.  ¿Qué era lo mejor?.  ¿Huir de allí?  ¿Quedarme callada y simplemente dejarlo hacer?  Elegí contestar:
“Sí – dije -, me… gusta mucho”
Luciano rió y me besó en el cuello.  Había hecho conmigo un trabajo perfecto, sutil y maquiavélico al mismo tiempo: me preparó, me calentó, me hizo desearlo… y ahora me tenía entregada en sus manos sin necesidad de dar órdenes.  A diferencia de lo que me había ocurrido con Hugo o con Luis, en este caso yo sí deseaba el contacto.  Y él se daba perfecta cuenta de ello.
Puso ante mis ojos un dedo índice con la punta totalmente embadurnada en el ungüento que me aplicaba.  Una vez que me lo mostró, bajó luego la mano llevándola lentamente hacia mi retaguardia y, súbitamente, sentí el dedo entrándome en el orificio anal.  Un gritito se me escapó de la garganta pero el placer tapaba cualquier sensación de dolor.  El dedo ingresó haciendo círculos y pude sentir cómo se doblaba dentro mío.  Estrellé varias veces uno de mis tacos contra el piso; no podía más de tanta excitación: sólo deseaba ser cogida.
“Nunca te hicieron la cola, ¿verdad?” – preguntó mientras su dedo seguía serpenteando por entre mis cada vez más separados plexos.
La pregunta me hizo sentir mucha vergüenza.  Negué con la cabeza, nerviosamente.
“Mi esposa jamás me entrega esa parte de su cuerpo – continuó él -.  Y eso es algo que me fastidia…”
No había más que decir: sus palabras eran algo más que insinuación; eran lisa y llanamente invitación.  Aun así, yo seguía muda, entregada al inconmensurable placer de dejarlo hacer a su antojo.  En un momento retiró el dedo de mi entrada trasera y lo lamenté en el alma.  Quería que volviera a introducirlo, pero… ¿podía rebajarme al grado de pedírselo?  No hizo falta de todos modos: estaba aún en pleno debate conmigo misma cuando sentí el esponjoso y húmedo contacto de su pene contra mi cola y sólo deseé tenerlo dentro; el rostro de Daniel volvía a dibujarse en mi cabeza pero aparecía cada vez más difuso, como alejándose.  Luciano jugó un poco con su miembro sobre el orificio; luego me tomó por los cabellos y por un brazo y así, con delicadeza pero a la vez imponiéndose como el macho sobre su hembra, me llevó hasta el escritorio de Hugo haciéndome inclinar y apoyar mi vientre sobre el mismo.  Con Daniel jamás me había sentido de ese modo; yo era, en ese momento, una hembra en celo: Luciano me hacía sentir de ese modo.
De cualquier modo, la inminencia de ser penetrada por detrás no dejaba de generarme temor ante lo desconocido.  Y había algo más: al inclinarme sobre el escritorio hasta apoyar mi mejilla detuve la vista en el pomo de la puerta y un súbito terror me asaltó:
“Lu… ciano” – musité.
“¿Sole?”
“¿Q… qué p… pasa si… alguien entra?  No sé, tu esposa, o Hugo…”
“Hugo va a tardar – respondió desdeñoso -.  Y, si por alguna razón decidiera volver antes de tiempo, no pienso de todas formas perderme ese culito precioso – me propinó una suave palmada -, así que correré el riesgo, jeje… En cuanto a mi esposa no está en la fábrica así que podemos trabajar tranquilos”
No agregó nada más ni tampoco me dio a mí tiempo de hacerlo porque su verga ya había comenzado a entrar en mi culo.  Placer y dolor fueron una misma cosa; su miembro avanzaba dentro de mí e, indudablemente, el ungüento que Luciano había aplicado unos minutos antes, estaba facilitando el trabajo.  Clavé las uñas contra el borde del escritorio hasta casi arrancar astillas de la madera en tanto que mi boca profirió un grito ultra agudo que no pude contener a pesar de todo cuanto intenté recordar que estábamos en un ámbito de trabajo y que podía haber gente deambulando fuera de la oficina.  Él me siguió entrando y entrando mientras yo pataleaba y arrojaba manotazos al aire sin poder contener el frenesí que me invadía y me descontrolaba; jamás había vivido algo así.  No era lo mismo que cuando hacía el amor con Daniel, no.  El modo en que Luciano lo hacía era totalmente distinto y si a eso se le agregaba que yo nunca había sido penetrada analmente, la sensación que me invadía era la de ser una hembra tomada por el macho, poseída en el real sentido de la palabra. De pronto sentí que él estaba hablando; giré apenas la cabeza sobre mi hombro para mirarlo por el rabillo del ojo y noté que tenía un celular en la oreja.
“Sí, linda… – decía -, nos estamos arreglando dentro de todo aunque no es fácil porque Estela era irreemplazable… No, no… No, todavía no hay nadie; veremos qué decide mi viejo… ¿Y el enano ése fue al colegio o se hizo el otario?”
Yo no podía creerlo.  Estaba hablando con su esposa y lo hacía con absoluta naturalidad; las palabras ni siquiera le salían entrecortadas.  ¿Podía ser tan morboso de llamarla mientras me cogía por el culo?  Y lo peor de todo fue que su depravada ocurrencia hizo subir bien alto la temperatura de mi morbo porque la situación me excitó.  Mi entrepierna estaba totalmente húmeda y yo sólo quería tocarme.  Al momento de cortar la comunicación con su esposa, Luciano le envió muchos besos y varias palabras edulcoradas.  Jamás dejó de bombearme por el culo y, en todo caso, lo que hizo fue intensificar el ritmo una vez que cortó la llamada.  Ya tenía yo su verga tan adentro que podía sentir sus huevos aplastándose contra mí.
“Llamá a tu novio” – me ordenó, de pronto.
Despegué mi rostro del escritorio y levanté levemente la cabeza; abrí enormes los ojos.
“¿Q… qué?”
“Llamalo, dale… Es muy divertido y muy excitante, vas a ver”
Yo no daba crédito a mis oídos y, por cierto, no podía hacer esa locura que me acababa de ordenar.  Me parecía terriblemente enfermo pero, además, lo cierto era que yo no podría nunca mantener el tono de mi voz así de sereno y natural como lo había hecho él al hablar con su mujer.
“N… no, no puedo hacerlo – dije… -.  Además, dejé mi celular en mi bolso”
Era una excusa, desde ya, y por cierto terminó siendo una mala idea recurrir a ella.
“¿Recordás el número de memoria? – me preguntó sin dejar de penetrarme.
“S… sí – respondí entre jadeos -, pero… ¿por qué…?”
“Llamalo con el mío” – dijo, apoyando su celular sobre el escritorio y haciéndolo deslizar hasta que se detuvo a escasos centímetros de mi rostro.
En ese momento me di cuenta de lo tonta que había sido al decirle que recordaba el número aunque, de todas formas, ni en mi más perverso cálculo hubiera podido yo pensar que Luciano iba a pedirme una locura así.
“Lu… ciano – balbuceé, con la voz entrecortada -.  N…no puedo.  Por favor te p… pido que…”
“Llamalo – insistió -; ya vas a ver cómo el placer aumenta diez veces por lo morboso de la situación-  Cuando estés hablando con él estando ensartada por el culo, te vas a sentir una verdadera puta”
Con gran culpa, tuve que admitir para mí misma que la idea era perversamente atrayente.
“Pero… Luciano – dije -. ¿cómo voy a hacer p… para que no se dé cuenta que…”
“Algo se te va a ocurrir.  Llamalo”
El tono de él era tan firme y concluyente que no me dejaba lugar a opción o, al menos, así lo sentía yo, pero por otra parte y como ya dije antes, la idea me empezaba a despertar mucho morbo.  No fue fácil mover mis dedos sobre el teclado mientras Luciano me seguía bombeando; de hecho, un par de veces me equivoqué y tuve que volver a empezar.  Finalmente logré comunicarme.  Casi se me paró el corazón al oír la voz de Daniel al otro lado:
“Hola…”
“Ho… hola, Dani, s… soy Sole…”
“¿Sole?  ¿Pasa algo?  ¿De qué celular me estás llamando?”
“N… no, no p… pasa nada, mi dulce.  Es que… tenía muchas ganas de hablar con vos”
“Pero… es raro que me llames a esta hora.  ¿No estás trabajando? Y repito, ¿de quién es ese teléfono?”
“El t… teléfono es de un amigo, un compañero de trabajo que me lo prestó de onda acá en la fábrica… – mentí yo y en ese exacto momento sentí una palmadita sobre la nalga en señal de cómplice felicitación -.  Y… simplemente: ¡tenía ganas de oír tu voz, Dani!”
“Pero… es todo muy raro.   Se te nota nerviosa, Sole”
“Es que… no es que esté nerviosa, Dani.  ¡Es que… estoy caliente!  ¡Aaaah!”
Justo en el momento de decirle eso, la verga de Luciano entró en mí incluso mucho más que antes.  Yo ya no podía contener mis jadeos ni evitar que se convirtieran en gritos.  Al otro lado de la comunicación se produjo un momento de silencio; era obvio que Daniel debía estar más que sorprendido.  Cuando volvió a hablar, lo hizo con la voz deliberadamente baja, lo cual era bastante lógico considerando que se hallaba en su ámbito de trabajo.
“Sole…; no entiendo nada, estás loca.  ¿En dónde estás ahora?”
“Estoy… encerrada en un baño; no te preoc… aaah, no te preocupes, nadie me ve ni me oye”
“¿Y… qué estás haciendo?” – preguntó Daniel quien, a juzgar por su tono de voz, debía estar pensando que yo estaba por entero fuera de mis cabales.
“M… me estoy t… tocando”
Nuevamente silencio al otro lado.
“¿Que te estás qué…?” – preguntó finalmente, corroída su voz por la  incredulidad.
“Estoy tocándome, Dani… M… masturbándome…”
Alcancé a oír detrás de mí una leve risita de Luciano; rogué que Daniel no la hubiera escuchado.  Por suerte pareció no ser así.
“P… pero, n… no entiendo, Sole, te desconozco.  ¿Qué…?”
“De pronto comencé a pensar en vos – lo interrumpí -.  Y no pude contenerme; tuve que venir al baño a masturbarme, p… pero… mmm… necesito oír tu voz para hacerlo mejor”
En ese momento Luciano me enterró la verga aun con más fuerza que antes y me hizo soltar un largo y ahogado gemido.  No quería pensar qué cara pudiese estar poniendo Daniel al otro lado de la comunicación.
“Un momento, Sole – dijo -… voy a ir a un lugar donde pueda hablar más en privado”
Tardó unos segundos y volvió al habla:
“Ya está.  Sole, te juro que no logro entender nada”
“No hay que en… tender nada, dulce… Quiero oír de tu voz cosas que me pongan… mmm… muy caliente, más de lo que ya estoy”
Un silencio se produjo al otro lado de la línea mientras Luciano seguía bombeándome por la retaguardia.  Daniel no decía nada, lo cual aumentaba el riesgo de que escuchara, así que fui yo quien habló:
“Dani…, tengo ganas de… t… tener tu pija entre mis p… piernas, ahora…”
“¡Sole! – aulló Daniel desde el otro lado -.  ¡Insisto en que te desconozco!  Ése no es tu lenguaje…”
“Así, así, quiero tu pija, dámela…” – no paraba de repetir yo en lo que era, en realidad, un claro mensaje para Luciano, quien no paraba de penetrarme como una máquina.  Pero fuesen mis palabras para quien fuesen, surtieron efecto: después de tanto insistirle, Daniel se sumó al juego.
“¿Asi que querés mi pija? – preguntó, de pronto, en el teléfono —  Ahí la tenés, atorranta…”
Sonreí.  Ahora era yo quien lo desconocía a él: eso que acababa de decir estaba muy lejos de su estilo.  Aproveché, no obstante, el momento propicio y di rienda suelta a tanta explosión contenida que tenía en mi garganta y en mi sexo:
“Mmmm, así, así, ¡Sí! Más, más… ¡más!”
Excitado al oírme, Luciano incrementó el ritmo de la cogida que me estaba dando y me hizo jadear el doble.  Me vi obligada a soltar el celular aunque lo dejé junto a mi oído y me aferré otra vez con fuerza a los bordes del escritorio.
“Mmmm, ¿así te gusta? – me llegaba la voz de Daniel desde el otro lado de la comunicación -.  ¿Así, putita, así?  ¿La querés más adentro todavía?”
“¡Sí! – aullé -.  ¡La quiero toda adentrro!  ¡Así!  Aaaaah, mmmm, sí, sí, mmmm, sin piedad, sí…. ¡Aaaay! ¡Qué grande y hermosa la tenés!  Mmmm…”
Los gritos que se intercalaban entre mis palabras y jadeos se debían a que Luciano, ya para esa altura, más que penetrarme, me estaba lisa y llanamente perforando.  ¿Hasta dónde era capaz de llevar su verga?  Daniel, por su parte, seguía diciéndome cosas lascivas al teléfono en la ingenua creencia de que era él quien me estaba excitando;  me llevé una mano hacia la vagina y comencé a masturbarme mientras mantenía la cara aplastada contra el escritorio.  El final fue apoteótico: los gritos de Daniel en el celular (¿se estaría masturbando?) se mezclaron con mis gemidos y con los cada vez más cavernícolas jadeos de Luciano, los cuales yo rogaba que no fueran oídos por Daniel.  La sensación de ser una hembra tomada quedó rubricada cuando el tibio líquido invadió mi canal trasero.  Mi último grito, prolongado y lastimero pero también placentero, debió sin dudas haber preocupado a mi novio.
“¿Sole?  ¿Sole? – preguntaba, con claros signos de angustia en la voz -.  ¿Estás ahí?  ¿Estás bien?”
Yo durante algún rato no dije palabra (en realidad no podía) sino que sólo emití jadeos que se fueron espaciando cada vez más en la medida en que iba recuperando, poco a poco, el ritmo de la respiración.  Aun ensartada en el falo de Luciano, me las arreglé para tomar el teléfono y responder:
“Sí, Dani, estoy bien, fue fantástico.  Muaaa, besito, te quiero, dulce”
Y corté la comunicación sin siquiera darle chance a preguntar algo más.  No me sentía en condiciones de hablar ni por el estado en que estaba ni por la culpa que, luego del éxtasis, volvía a hacer presa de mí.  De todas formas, no se podía negar que había vivido un momento fantástico y en eso no le había mentido a mi novio: acababa de tener el mejor orgasmo de mi vida, mal que me pesara… y mal que le pesara a Daniel.
                                                                                                                                                                                         CONTINUARÁ
Para contactar con la autora:

(martinalemmi@hotmail.com.ar)

Relato erótico: “El ídolo 2: Las nalgas de la profesora fueron mías” (POR GOLFO)

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Tal y como había amenazado, Olvido se encargó que esa noche nadie durmiera en el campamento. Cabreada al descubrir que nuestra jefa había estado espiándonos mientras follábamos en la laguna, decidió vengarse y cómo le interesaba tanto nuestra actividad sexual, le regaló una sinfonía de gritos y jadeos que nunca olvidaría.
Polvo tras polvo, me obligó a acompañarla en su lujuria durante horas y solo cuando comprobó que me había dejado seco y que por mucho que lo intentara, se había convertido en un imposible el reanimar a mi alicaído miembro, solo entonces me dejó descansar aunque fuera por poco tiempo.
Agotado como no podía ser de otra forma pero alegre al haber pasado unas de las mejores noches de mi vida, me levanté a desayunar. La jeta con la que nos recibió nuestra profesora fue increíble pero no hizo ningún comentario. Su gesto enfadado me informó del éxito que había obtenido mi compañera.
“¡Qué se joda!”, pensé descojonado al recordar el volumen de los gritos de Olvido y conociendo su lujuria supe que se iba a repetir durante el tiempo que tardara esa expedición.
Por su parte, mi compañera estaba en su salsa.  Sabiéndose victoriosa, demostró su buen humor a todos repartiendo sonrisas y bromas por doquier, lo que hizo todavía más amarga la derrota de Ixcell.
Media hora más tarde y acompañados por nuestros ayudantes nativos, salimos rumbo al punto donde convergían las pirámides. Lo curioso es que si bien en un principio, los lacandones no mostraron su disconformidad en cuanto se dieron cuenta, empezaron a mostrar su rechazo. En un primer momento fueron susurros entre ellos pero, al irnos acercando su malestar, fue in crescendo hasta que en un  determinado lugar se negaron de plano en seguir adelante.
La doctora intentó dialogar con su jefe pero por mucho que lo intentó no consiguió convencerle. Decidida a seguir adelante, Ixcell les pidió que nos esperaran allí pero entonces el nativo le respondió:
-Ese sitio está maldito, ¡No deben de ir allí!
La arqueóloga asumió que sus creencias y supersticiones le hacían actuar así y sin hacer caso a sus avisos, nos llamó  a los miembros de la expedición y tras informarnos, nos preguntó si alguien ponía algún reparo en continuar.
-No- respondimos casi al unísono los tres.
Una vez de acuerdo cogimos nuestras mochilas y reiniciamos la marcha hacía la montaña. El lacandón haciendo su último intento, nos gritó mientras nos internábamos en la selva:
-Los que osan entrar en esa tierra, o mueren o ¡salen cambiados!
Haciendo oídos sordos continuamos sin variar un ápice nuestro rumbo. Si de por sí sus temores me parecían fuera de lugar, no pude dejar de sonreír cuando acercándose Olvido hasta mí, susurró en mi oído:
-Te imaginas que es cierto y al salir de aquí, me ha crecido una polla. ¡Te juro que sería tu culo el primero que desvirgaría!
La burrada de la muchacha diluyó el escaso resquemor que había en mi corazón y ya completamente seguro que habíamos hecho lo correcto, le contesté:
-A lo mejor te sale otro coño. Si es así, podré decir que también yo fui el primero.
Tras lo cual al darnos cuenta que Luis e Ixcell se habían adelantado un buen trecho, tuvimos que correr para alcanzarlos. Al llegar hasta ellos, de muy mala leche, la doctora nos regañó diciendo:
-No hay que echar en saco roto sus advertencias, puede que haya animales peligrosos o trampas por lo que es mejor que vayamos juntos.
Asumiendo que esa rubia estirada tenía razón, procuré a partir de entonces seguir su ritmo. Ritmo atroz que hizo que Luis no tardara en resoplar y nos pidiera que hiciéramos una parada. Nuevamente, nuestra jefa demostró lo zorra que era y olvidando el sufrimiento de su segundo, se negó y le obligó a reiniciar la marcha. Incapaz de rebelarse y sudando a raudales, el gordito intentó seguir su paso pero no pudo evitar pegar un traspié y caer redondo sobre un matorral. Los alaridos que pegó el tipo nos alertó del problema y al aproximarnos con cuidados, Fue Ixcell la que descubrió que había caído sobre una planta que no solo tenía afiladas espinas sino que era venenosa:
-Esperad, es una “Urera baccifera” y ¡Es peligrosa!
Una vez avisado, me obligó a ponerme guantes y con mucho cuidado, ayudarla a levantar al accidentado. El pobre Luis lloraba de dolor pero eso no fue lo que me dejó aterrorizado sino el observar que en los lugares donde se le habían clavado las púas, se había formado de inmediato una pústula.
-¿Qué hacemos?- pregunté preocupado por el estado del accidentado.
Tomando el mando, la jefa vio que a cien metros había un claro y llamando a Olvido, entre los tres conseguimos llevarle a rastras para atenderlo allí. Una vez en ese lugar, lo tumbamos y con mucho cuidado empezamos a retirar una a una las espinas, aplicando al hacerlo un antiséptico en las heridas. La selva fue testigo de los berridos que pegó nuestro compañero. Su dolor fue tal que en un momento dado se desmayó, lo que facilitó nuestra labor y al fin conseguimos extraerle todas.
Acabábamos de terminar cuando al otear el cielo, vimos que se acercaba una tormenta.
-¡Mierda! ¡Hay que buscar un refugio!- gritó la arqueóloga por primera ocasión preocupada.
Fue entonces cuando mi compañera descubrió lo que parecía una cueva en un montículo cercano y señalándosela a nuestra jefa, esta decidió que valía la pena llevar a Luis hasta ese lugar. Con él a hombros, fue una tortura el recorrer ese kilometro porque una vez despierto, no dejaba de llorar. Por eso fue una liberación llegar hasta la entrada de la supuesta cueva, pero justo cuando estaba a punto de entrar en ella, mi jefa me paró diciendo:
-No es una cueva. ¡Es parte de una pirámide!
Alucinado por la noticia, levanté la mirada para descubrir que lo que suponíamos que era una montaña en realidad se trataba de una pirámide de dimensiones colosales. Os juro que me quedé sin habla al verla porque si no me fallaban mis cálculos debía ser la más grande jamás descubierta en tierras mexicanas.
Depositando al accidentado en el suelo, corrí alrededor de la increíble construcción contando los pasos. Al terminar con la respiración entrecortada por el  esfuerzo, la informé:
-Ixcell, ¡Mide unos novecientos metros de perímetro!
La constatación de que estábamos ante el mayor descubrimiento arqueológico de los últimos cien años, la trastornó y olvidándose del herido, nos exigió que empezáramos a documentar todo. Cuando le recordé que debíamos antes de terminar de cuidar a Luis, me contestó:
-Esa planta es dolorosa pero no mortal y como lo único que podemos hacer por él es esperar: ¡Pongámonos a trabajar! – y recalcando su verdadera motivación, me soltó: -¡Pasaremos a la historia!
Por eso siguiendo sus instrucciones, empezamos a fotografiar y medir la pirámide con el conjunto de aparatos que habíamos traído desde el D.F.  De esa forma confirmamos que con sus 72 metros de altura y sus 926 metros de diámetro, ¡Era mayor que la Pirámide del Sol!
“¡Cómo es posible que no se haya descubierto antes!”, estaba pensando cuando de improviso un grito de angustia retumbó en la selva.
Al reconocer la voz de Olvido salí corriendo a auxiliarla pero cuando llegue hasta ella, la encontré llorando arrodillada ante el cuerpo de Luis:
-¿Qué ha pasado?- pregunté pero al fijarme en el herido comprendí, ¡Había muerto!
Fue entonces cuando llegó nuestra jefa y al constatar el deceso de su  ayudante, se permitió el lujo de soltar una lágrima tras lo cual dirigiéndose a nosotros dos, tuvo los santos huevos de soltar:
-Me equivoqué. Luis debía de ser alérgico pero aunque hubiésemos intentado evacuarlo, su destino estaba marcado. Ahora nuestro deber es enterrarlo y honrarlo con nuestro descubrimiento.
Si no llega a ser mi profesora y necesitar su nota para doctorarme, os juro que le hubiese saltado al cuello por hija de puta. Pero en vez de hacerlo, busqué un lugar donde darle sepultura y cogiendo una pala empecé a cavar. Ixcell al ver donde había decidido excavar la tumba, pegándome un grito me obligó a buscar otro sitio más alejado, diciendo:
-Ahí no, está demasiado cerca y puedes destrozar algún vestigio.
“¡Será malparida!”, pensé y en silencio, me puse a localizar otra ubicación. Para evitar que me hiciera parar otra vez, le pregunté:
-¿Te parece bien en el claro?
La muy zorra ni siquiera me contestó porque ya había vuelto a documentar la pirámide. Gracias a que el terreno resultó blando, en media hora tenía lista la tumba y volviendo hasta donde se encontraban ellas, comenté que necesitaba ayuda para trasladar el cadáver. De muy malos modos y quejándose de tener que abandonar su trabajo, me ayudó junto con Olvido a llevar a Luis hasta su sepultura. Una vez allí y tras un breve responso, lo enterramos sin mayor ceremonia tras lo cual y con una sonrisa en su boca, comentó:
-Ahora que hemos acabado, vamos a por nuestro nombre en la posteridad.
“¡Menuda hija de la chingada!”, mascullé en silencio cabreado por su falta de humanidad pero asumiendo que una queja caería en saco roto, las acompañé de vuelta hasta las ruinas. En ese instante la hubiese matado con mis propias manos pero me tranquilizó observar en los ojos de mi compañera que ella también miraba con rencor a  nuestra jefa. Ella misma me confirmó que  albergaba mis mismos sentimientos cuando aprovechando que Ixcell se había adelantado, se acercó a mí y murmuró:
-Esta tía es una completa zorra. Si fuera por ella, nos mataría a todos para llevarse todo el mérito por nuestro descubrimiento.
Dándole toda la razón pero queriendo quitar hierro al asunto, le dije al oído:
-Quizás se lleve una sorpresa y sea ella quién desaparezca.
Aunque era broma, mis palabras la hicieron recapacitar y tras unos instantes, me soltó:
-Dejemos antes que trabaje y cuando ya hayamos documentado todo, hablamos.
Os confieso que me quedé helado al comprender que esa morena se había tomado en serio mi sugerencia y que esa idea no le desagradaba en absoluto. Si ya de por si eso era macabro, más lo fue percatarme pensando en cómo me cargaría a esa puñetera rubia.
El resto del día lo pasamos estudiando el exterior de la pirámide ya que nuestra jefa había decidido que el interior de la gruta lo haríamos al día siguiente. Faltaban dos horas para anochecer cuando Ixcell dio por terminada la jornada y recogiendo sus notas, nos ordenó volver al campamento.
Al llegar al lugar donde en teoría nos esperarían los lacandones, descubrimos que no estaban y creyendo que nos esperarían junto a las tiendas, seguimos camino hasta la base. Cuando llegamos a donde debían de estar las tiendas, nos encontramos con que no solo no estaban sino que habían desvalijado  parte de nuestras pertenencias y lo peor que habían robado nuestros kayacks.
Curiosamente lo único que no tocaron fueron los víveres y el resto de nuestros instrumentos pero lo que respecta a ropa, herramientas y demás, todo había desaparecido. Desmoralizados, nos sentamos y comenzamos a discutir sobre qué hacer. La postura de Olvido y la mía era intentar volver pero entonces Ixcell, halló que no se habían llevado el teléfono satélite y sonriendo, comentó:
-No hay problema, llamaré a la universidad y nos mandarán suministros y ayuda.  
Y tal y como había anticipado, telefoneó a uno de los catedráticos de arqueología y consiguió que se comprometiera en apoyarnos con nuevos recursos pero que tardarían una semana en llegar. Una vez había colgado, nos ordenó volver a la pirámide porque en el interior de la gruta tendríamos refugio. Retornando con los escasos suministros que habían dejado y al recordar la conversación con su colega, caí en la cuenta que en ningún momento le había mencionado nuestro descubrimiento.
“Lo quiere solo para ella”, me dije.
El camino de vuelta fue penoso porque además del peso extra de nuestras mochilas, nos tuvimos que enfrentar con la oscuridad. Por eso si bien habíamos tardado antes una hora en hacer ese trayecto, esa noche perdimos dos en llegar hasta las ruinas. Ya en la pirámide, Ixcell montó el campamento a la entrada de la gruta pero se negó de plano a que encendiéramos la hoguera en su interior, diciendo:
-Podemos dañar los restos.
Sin faltarle razón, no vi que después de seiscientos años a la intemperie que daño podía hacer un poco de humo pero como no quería discutir la prendí al aire libre. La cena como no podía ser de otra forma, fue extraña por una parte estábamos tristes por la muerte de Luis pero también entusiasmados con la idea de conocer el alcance de nuestro descubrimiento. Fue al final cuando comportándose por primera vez como humana, la profesora sacó una botella de ron y poniéndose en pie, nos pidió que brindáramos por el difunto.
No os tengo que contar que tanto Olvido como yo aceptamos de buen grado el alcohol y rellenando nuestros vasos con esa bebida, brindamos por Luis. Lo cierto fue que una vez abierta la puerta, no solo acabamos con esa botella sino que dejándonos llevar dimos buena cuenta de otra. Ese ron nos unió y empezamos a conversar como si fuéramos viejos amigos. Tras media hora y bastante borracha, la jefa nos mandó a dormir.
Asumiendo que iba a disfrutar del cuerpo de mi compañera y sin importarme que Ixcell me viera, me desnudé y metiéndome en el saco de dormir, llamé a Olvido a mi lado. La morena no hizo ascos a mi sugerencia y quitándose la ropa se unió a mí en su interior.  En cuanto sentí su piel contra la mía, la besé. Fue un beso posesivo, mi lengua forzó su boca mientras mis manos se apoderaban de su trasero. Ella, mas alterada de lo quele hubiera gustado reconocer, frotó su pubis contra mi pene, mientras me decía:
-Mira a la zorra de la jefa, ¡No nos pierde de vista!
-Tranquila, quiero disfrutar de ti-, le dije mientras la despojaba del camisón.
Saberme espiado por esa rubia, me terminó de calentar y bajando por su cuerpo, saqué la lengua dejando un reguero húmedo en su piel. Sus pezones reaccionaron incluso antes de que los chupara, de forma que recibieron las caricias de mi apendice duros y erguidos. Olvido gimió cuando pellizcándolos le dije que eran hermosos.
Tener su botón en mi boca, mientras tocaba su culo, era una gozad por lo que prolongué largo rato mi estancia entre sus pechos. Esa noche quería poseerla lentamente pero ella necesitada de ser tomada, separando sus piernas, restregó su pubis contra mi sexo. No tuve que ser un genio para comprender que buscaba que mi penetración pero decidido a dar un buen espectáculo a la puta que desde su saco nos miraba,  la rechacé diciéndole:
-¡Tranquila zorrita!
Con lentitud, seguí bajando por su cuerpo mientras le acariciaba las piernas. Mi compañera gimió al sentir que me acercaba a su entrepierna y deseando que me diera prisa, me avisó que no podía más. El sexo de la morena olía a hembra hambrienta y viendo lo dispuesta que estaba le separé aún más sus rodillas. Estaba a punto de lanzarme sobre ella cuando escuché:
-¡Déjame a mí!
Al darme la vuelta, me encontré a Ixcell totalmente desnuda frente a nosotros.  Sus pechos eran aún mejores de lo que me había imaginado y sin pedir opinión a mi compañera, dejé que ella me sustituyera entre sus piernas. Haciendome a un lado, observé como la rubia separaba los labios a mi alucinada amiga y antes que se pudiese quejar, la ví sacar la lengua y tantear con ella el botón rosado de la morena:
-No quiero- gritó al sentir que la mujer se ponía a devorar su sexo, pero no hizo ningún intento por evitar sus caricias.
Os reconozco que me puso a mil, admirar con mis propios ojos el modo tan sensual con el que esa zorra se empezaba a comer el coño que tenía a su disposición. Alternado lametazos y mordidas, la profesora llevó a mi amiga al clímax en menos de un minuto.  La morena que llevaba gimiendo un buen rato, aferró con sus manos la cabeza  de su jefa en un intento de prolongar el placer que estaba sintiendo mientras de su cueva brotaba un pegajoso arrollo:
-¡Qué rica estás!- soltó Ixcell paladeando su flujo y sin dejar de beber de su entrepierna, me ordenó: -¿Qué esperas para follarme?
Cumplí su mandato, poniendo la cabeza de mi glande en su abertura. Al hacerlo tuve que admitir que esa zorra estaba buena y mientras jugaba con su clítoris, le pregunté:
-¿Estás segura?
-Sí-, me respondió  con la respiración entrecortada por su excitación.
“Seré idiota”, pensé mientras lentamente le metía mi pene en su interior, “¡me podía haber dicho que no y me hubiera quedado con las ganas!”.
Mi pausada forma de penetrarla, hizo que toda la piel de mi extensión disfrutara  de los pliegues de su sexo al hacerlo. La cueva de esa rubia demostró ser estrecha y suave como si casi no hubiera sido usada.  Ixcell sin dejar de dar placer a Olvido y levantando su trasero, me rogó que acelerara diciendo:
-¡Hazme gritar como a está puta!.
Tras lo cual empezó a meter y a sacar mi pene de su interior a una velocidad inusitada. Estaba como poseída, sus ganas de ser tomada eran tantas que incluso me hizo daño.
-Quieta- grité al sentir que si seguía a ese ritmo iba a dejar mi pene inservible durante semanas.
Al ver que no respondía y seguía descontrolada, le di un duro azote en su culo diciéndole:
-O me haces caso o tendré que castigarte.
Ixcell se quedó parada esperando mis órdenes. Al comprobar que se había quedado quieta, le pedí que siguiera comiendo el chocho de una más que excitada Olvido y reinicié mi cabalgata. La profesora relinchó al sentir que me asía a sus pechos mientras mi pene la apuñalaba sin piedad. Escuchar sus gemidos y los de la morena cada vez que mi sexo chocaba contra la pared de su vagina, fue el banderazo de salida para que acelerara mis incursiones. Comportándonos como un engranaje perfecto, mi pene y su lengua dieron cuenta de sendos chochos mientras sus dueñas no paraban de gemir.
-Me corro- escuché que Olvido gritaba cuando la rubia incrementando su placer metió unos de sus dedos dentro del culo de la morena.
Al comprobar que mi compañera había llegado al orgasmo, decidí ir en busca del mío y cambiando de postura, agarré la melena de la rubia y renovando mis azotes, la azucé a incrementar su ritmo. Eso, la cabreó y chillando me exigió que parara.
-¡No me sale de los cojones!- respondí sin dejar de castigar su trasero.
Con su respiración entrecortada por el placer pero todavía indignada, mi profesora intentó separarse de mí. Sujetándola con mi brazo se lo impedí y riéndome de ella, seguí cabalgando su cuerpo mientras mis manos castigaban sus nalgas.
Todavía no quería correrme, antes me apetecía humillarla y sacar de su cuerpo un orgasmo que recordar en el futuro. Por eso ejerciendo una autoridad que nadie me había dado exigí a Olvido que se apoderara de sus pechos y los torturara.  Mi compañera no se hizo de rogar y cumpliendo mi mandato pellizcó duramente los pechos de su profesora mientras yo seguía follándomela sin parar. El doble maltrato llevó a la rubia hasta el límite y obteniendo un placer no deseado se corrió empapando  mis piernas con su flujo.  Su evidente derrota fue demasiado para mi torturado pene y exploté en el interior de su cueva.
Mi jefa, al sentir que mi simiente bañaba su entrepierna, se zafó de nosotros y poniéndose en pie, gritó:
-Os habéis pasado. Cuando lleguen los suministros, ¡Os iréis de vuelta!
Solté una carcajada al oírla porque me daba igual, ya había tomado mi premio y nada se podía comparar con haber violado a esa estirada. Lo que no me esperé fue que Olvido, abrazándose a mí, murmurara en mi oído:
-Cuando lleguen los suministros, ¡Será su cadáver lo que se lleven!
 
 
 Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 

Relato erótico: “Vacaciones Frustradas” (POR WALUM)

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Hola soy Vivian, tengo 34 años, realmente siempre me encanto la independencia, es por eso que me independice de mis padres aunque ya tarde tuve que hacerlo, aunque estaba viviendo con una amiga, decidimos cambiarnos por separado, yo conseguí un lindo departamento a muy bajo precio a unas cuadras de mis padres, era hermoso el departamento. Tengo que aclarar que soy muy atractiva, demasiado, o sea en realidad mi cuerpo tuvo mucho que ver mis años de gimnasio, ya que siempre quise mantener todo en su lugar. Junto con mi cabello rubio bien claro y suavemente enrulado. Mis ojos color miel y grandes, mis pechos bien erguidos, desafiantes, incitan, mi perfecta cola, bien parada, resaltada por la ropa que me coloco realmente es tan notorio que es inevitable las miradas continuas cuando ando por la calle, obvio seguidas de mis buenas piernas, no pasan desapercibidas, realmente mis medidas quedaron en 90-55-93.

Buscaba la aventura, rechazar pretendientes, nunca traer hombres a mi departamento, solo tener la cabeza puesta en mis metas, convertirme en una excelente profesora de matemáticas, ir a bailar, salir de compras, era lo que me gustaba.
Comencé a trabajar en un colegio importante de la ciudad, fue un buen salto. Luego de pasar un año excelente había juntado una determinada cantidad de dinero, suficiente como para emprender un lindo viaje a la costa, ya estábamos a fines de Diciembre, y esperábamos con una amiga las vacaciones ansiosamente, organizamos todo, conseguimos un excelente departamento estaba un poco apartada de las otras, pero era hermosa, teníamos la playa casi para nosotras solas.
Se nos hizo bastante corto el viaje y sin problemas por suerte, cuando llegamos me acosté en el dormitorio, mientras que mi amiga se quedo acomodando algunas cosas. Estábamos realmente muy felices. Al fin vacaciones. Al otro día estuvimos en la playa y con el ardor del primer día de sol, nos acostamos bastante temprano. Al otro día fuimos temprano a la playa. Las 2 íbamos vestidas con faldas muy cortitas y los comentarios de los jóvenes que pasaban no dejaban de escucharse, ya en la playa casi desierta estaba con una bikini negra chiquita que me quedaba bárbaro a pesar de ser bastante chica. Luego de ese excelente día de playa decidimos volver para comer algo temprano y salir a la noche, hacer algo. Cuando llegamos a la puerta de nuestro departamento, apareció de atrás de un árbol y de repente asustándonos mucho, un tipo que nos miro fijamente, yo sin saber le pregunte -¿Que desea?
El tipo alto flaco, pelo medio largo, bastante sucio enrulado, de tez media oscura, su ropa parecían harapos. Sus manos tenían las uñas largas y sucias. Con el pantalón como todo sucio y manchado. Luego de un rato en silencio y con mucha dificultad, como tartamudeando, dijo con una voz de ultratumba -¿Tienen algo de comer? Con un fuerte olor a alcohol, mientras nos miraba de arriba abajo sudando, mi amiga rápidamente contestó -Ah si, espere un poquito que le traemos algo de la casa. Las dos entramos rápidamente hacia el departamento. Mientras íbamos, me di vuelta y vi al tipo con sus ojos clavados en mi cola. Típico pero me dio risa verlo así con cara de tonto. Luego bajamos y le llevamos unos sándwich. Luego a la noche decidimos quedarnos a descansar porque el sol nos había cansado mucho, mi amiga se fue a dar un baño y yo me fui a ver el mar desde el balcón y escuchar las olas romper en la playa, como hacía calor, estaba solo con ropa interior, compuesta por una tanguita muy chiquita blanca y un corpiñito de levante blanco. Luego de terminar mi ceremonia me fui a acostar.
Al otro día volvimos a ir a la playa, salimos a comer de todo un poco, cuando volvimos al departamento casi al anochecer, apareció de nuevo el sujeto medio raro pidiendo comida nuevamente, las dos volvimos a ir a buscar algo, dándome cuenta como sus ojos se clavaban en mi cola de nuevo. Esa noche había buena tele así que vimos la tele y después a dormir, antes me fui al balcón como siempre lo hacia, siempre con ropa interior, contemplando la paz. Así pasaron dos o tres días, siempre muy parecido, el sujeto siempre iba a buscar comida, yo me reía de la cara de tonto al mirar mi cola, mientras que yo la movía mas aun para que pusiera esa cara. Un día íbamos con mi amiga con pantalones bien ajustados, ella verde claro y yo rosadito de gasa bien livianito hermoso, y nos encontramos con el mendigo en la puerta como siempre, fuimos a buscar algo, mientras que seguía mirando como se quedaba con cara de tonto, hasta que cuando volvimos, mire en su parte baja, un bulto sobre su bolsillo, pensé que seria algo que tenia guardado, igual no le di mucha importancia. Al otro día paso lo mismo, solo que ahí me di cuenta de que el sujeto se excitaba de sobre manera al vernos y era su bulto ese bulto, yo me reía con la idea y me movía mas vivamente. A la noche mi ceremonia en el balcón y así.
Llego el viernes y nos levantamos temprano, de repente a eso de las 10 de la mañana suena el celular de mi amiga. Veo que su cara empieza a cambiar para mal, corta y me cuenta que necesitaba volver para arreglar un tema en el trabajo si o si y volvía. Yo le dije que bueno nos fuéramos, pero ella me dijo que no tardaba, seguramente el domingo a la noche estaba acá. Yo con medio desgano acepte porque todavía nos quedaban días para disfrutar.
El día sin mi amiga fue distinto, la playa me aburrió así q fui a dar unas vueltas por ahí, después volví al departamento, para mi sorpresa no estaba el mendigo, me pareció muy raro. A la noche hice lo de siempre contemplando el mar y la soledad. Fue aburrido en realidad, al otro día hice lo mismo, volví a la hora de siempre, el mendigo tampoco estaba, me pareció mejor al estar sola. Cayó la noche rápidamente, salí al balcón con una tanguita rosadita bien calada, y un sostén de levante bien lindo rosadito también, era unos de mis conjuntos de ropa interior más lindas y chiquita de todas.
Estaba muy tranquila fumando un cigarrillo, cuando de repente escucho gritos de ayuda bien fuertes -¡¡Ayuda!! ¡¡Me muero!!Yo empecé a mirar para todos lados, hasta que pude asomarme sin que se viera mi cuerpo y vi que estaba el mendigo este de siempre, tirado casi en la puerta del departamento gritando y gritando -¡¡Me muero!! ¡¡Ayuda!! Yo me quede quita entonces el me vio justo, y gritó -¡¡Por favor señorita me muero de hambre!! ¡¡Ayudeme!! Y su voz se entre cortaba, yo me sentí muy presionada y con cargo de conciencia si no hacia nada, así que rápidamente me metí adentro, agarre la primer ropa que encontré, que era una remerita blanca media ajustada, un pantalón celeste ajustadito y unos tacos bien altos porque no encontré los otros, saque un sándwich de la heladera y baje rápidamente. Mientras seguía escuchando sus gritos de ayuda, baje, salí rápido a abrir la puerta del consorcio, cuando salí no había nadie, me pareció muy extraño así que salí unos metros mas, pero cuando iba menos de un metro una mano me tapó la boca violentamente desde atrás, entre en pánico extremo no sabia que pasaba, el miedo me invadió completamente intente gritar o morderlo pero quien me tenia, tenia mucha fuerza, me volteo y me metió al consorcio nuevamente yendo hacia el departamento, yo intentaba soltarme, pataleaba me sacudía, pero me tenia muy fuerte agarrada.
No sabia que hacer, llegamos al departamento y vi por el espejo que se trataba del mendigo, el que me sujetaba desde atrás fuertemente, entonces ya dentro del departamento me dijo al oído con su asquerosa y mal oliente voz -¡¡Tranquila gatita, me parece que no entendés. Estoy acá porque te vengo a coger toda la noche, me tenés loco yegua, te quiero romper el culo!! ¡¡Te cagabas de risa de mí y me mostrabas tu rico culito, pero ahora lo tengo en mis manos!! Y metió su asquerosa mano en mi hermosa cola. Yo estalle en llantos al escuchar sus aberrantes intenciones, el miedo me sobrepaso no sabia q hacer lloraba desesperada, el me dijo al oído nuevamente -¡Si gritas te mato a golpes! Y luego me empujo fuertemente, cuando estaba por gritar me dio un cachetazo fuertísimo, y otro así me dejo mas muerta de miedo sin saber que hacer, solo llorar. Luego me tomó fuertemente del brazo con su enorme y áspera mano, mientras me decía
-¡¡Todas las noches mirando el mar y con esas ricas tanguitas, me has estado calentado puta!! Yo lloraba, solamente las lagrimas se esparcían por mi rostro, mientras el se baboseaba, estaba aislada en un departamento sin nada para defenderme, el sujeto se debía sentir triunfador, al tenerme absolutamente impotente entre sus manos, era suya, suya para gozarme a voluntad, suya para satisfacer cualquier capricho de sus depravados instintos y desenfrenados deseos. No sabia que hacer el miedo era superior a cualquier cosa, el de pronto me giró y me tomó por detrás fuertemente apoyando todo su miembro en mi cola, se refregaba de lado a lado mientras me decía
-¡¡Estas infernal, putita, tenes un culo perfecto, quiero que lo pares para mí!! Yo escuchaba sus sucios comentarios y no hacia nada, entonces el me dio un golpe diciendo nuevamente -¡¡Vamos para tu culito zorra!! Yo ante el fuerte golpe lo hice sin dudar nuevamente y sentía su bulto que era bastante sobre la delgada tela del pantalón celeste, mientras el disfrutaba teniendo mi cola en popa totalmente. De pronto jaló mi remerita blanca arrancándola, yo sentí mucho miedo estaba solo con mi sostén blanco que rápidamente lo arrancó al no poder abrirlo, sus manos se apoderaron de mis pechos completamente y los comenzó a estrujar desesperadamente, mientras que seguía apoyando su enorme bulto en mi hermosa cola riéndose y diciéndome al oído -¡¡Estás muy buena de verdad. Tenés unas tetas divinas y un culo espectacular. Te voy a perforar toda muñeca!! Yo me moría de miedo sabia que iba a cumplir con lo que decía y le suplicaba contaste mente pero a el maldito solo le causaba risa. El silencio de afuera era espantoso, nadie en muchos kilómetros, el vil sujeto lo sabia, que por mas que gritara era poco probable que alguien me escuchara, el sujeto lo sabia y en esos momentos lo estaba haciendo saber, sabia que en ese momento era como mi dueño, que podía hacerme lo que quisiera, que podía apoderarse completamente de mí, y que sólo me iba a violar cuando y como él quisiera, y cuantas veces quisiera. Eso me daba un bajón emocional que casi me desmayo.
El sujeto de pronto me tomó del pelo y me dijo al oído fuertemente -¡¡Hace todo lo que te digo o te mato a golpes!! Luego jaló de mi pelo fuertemente hacia la pared, el dolor fue enorme, el sujeto me soltó y se apoyó contra la pared, yo estaba muerta de miedo frente a el no sabia que hacer, entonces el sujeto dijo -¡¡Vamos puta de rodillas!! Yo lo hice ante sus fuertes gritos y el miedo me invadió completamente al estar debajo de él, sometida completamente sin saber que se le ocurría hacer al maldito sujeto. Luego se bajó sus pantalones y su slip dejando su enorme miembro colgando, todo sucio y muy gordo, lo tomó con su mano teniéndolo fuerte riéndose, y me pegó con él en la cara, me lo pasó por la nariz, los ojos y luego se detuvo en mis labios, como demostrando su poder. El olor de su miembro era asqueroso y la humillación mas asquerosa todavía. Yo lloraba desconsoladamente sin remedio alguno. Luego me tomó por la mandíbula y a duras penas pudo colocar sólo parte de la gigante cabeza en mi boca, yo no hice nada, entonces el gritó
-¡¡Vamos chupa rápido o te mato!! Yo con mucho miedo obedecí rápidamente y chupaba rápidamente haciéndolo gemir desenfrenadamente. Luego de un largo rato, me sujetó la cabeza, gritó y acabó dentro de mi boca, manteniéndome sujeta a su pene para que ella trague todo. El líquido espantoso me lleno la boca, y como pude saque mi boca de allí, escupiendo mientras que chorreaba su asqueroso líquido blanquecino. Yo lloraba a más no poder, quería vomitar, era espantoso, el sujeto como si nada y rápidamente, él me tomó de la cintura, y me llevó a la cama, con su pene todavía duro, me dijo -¡¡Ponete en cuatro nena!! Yo completamente sometida lo hice, entonces el jaló mi pantalón dejando mi tanguita diminuta a su devoción. Rápidamente comenzó a acariciarme desenfrenadamente mientras que decía -¡¡Que rica estas, estas tanguitas de puta que usas demuestran que te gusta!! Yo lloraba desconsoladamente, pero poco a poco mi cuerpo empezaba a jugarme en contra, de prontos él se acomodó atrás y apuntó su pene a mi vagina. Yo con el último aliento grité -¡¡Noo, por favor!! Pero el maldito sujeto metió la cabezota de un golpe, y seguía metiendo el resto lo que me provocó un grito fuerte
-¡¡Noooooo, hijo de puta me reventaste, me duele sacala!! El tipo riéndose, metió mas hasta el fondo y comenzó a gran velocidad a meter y sacar. Mis gritos eran dolorosos -¡¡Ahhyyyy!! ¡¡Ahhyyyy!! ¡¡Ahhyyyy!! Mientras que intentaba acomodarme, porque cada empujón me tiraba para adelante. Después de seguir con la tortura del vaivén acelerado logré mantenerme, y despacio comencé a moverme para adelante y atrás acompañando su inmundo ritmo. Mis gemidos eran cada vez mas fuertes en cada empujón, mezcla de dolor y un calor extraño que empezaba a sentir todo mi cuerpo y no podía disimular, el sujeto se percató de eso rápidamente y gritaba al mismo ritmo que me embestía brutalmente
-¡¡Pero que puta sos, te gusta que te cojan como a una zorra!! Yo lloraba, pero mis gemidos seguían sin poder controlarlos para su asqueroso placer y seguía gritándome barbaridades -¡¡Ves como te gusta, puta!! ¡¡Querías que te cogiera!! ¡¡Desde el primer día que te vi, querías que te la meta toda!! ¡¡Puta!! ¡¡Tomá!! ¡¡Como te gusta!! Yo me sentí totalmente humillada frente a sus insultos y el vaivén asqueroso que mantenía sobre mi y grite como pude -¡¡Noooooo… no me digas asiiiii… aaaahhhhhh… por favooooor….. Ahhhhhh… ya bastaaaaaaahhhhhhh!! El sujeto siguió con sus violentos movimientos no sé cuanto tiempo, pero me pareció una eternidad, hasta que él volvió a gritar fuerte y acabó dentro mío. Esperó un rato atrás mío y sobre mí, bombeó otro poco, y la sacó, provocándome un dolor y una repulsión total. Luego se levantó para mi alivio, yo me quede tirada, rendida en la cama, el reviso un poco y tiró sobre mi pantalón rosado de gasa ajustadísimo, diciéndome -¡¡Vestite!! Yo rápidamente accedí sin preguntar suponiendo que por lo que me dijo pronto partiría, me levante, me puse el pantalón y el se acercó nuevamente, era enorme, me intimidaba su presencia, se puso bien adelante mío y llevó una de sus asquerosas manos a mis glúteos, apretándolos fuertemente, mientras me miraba libidinosamente y me decía babeando
-¡¡Me mostrás la concha y el culo y te reís de mí desde el primer día, te voy a destrozar puta!! Yo solo lagrimeaba sabiendo que la pesadilla no había terminado aun, de pronto tomó mi mano y la puso sobre su enorme miembro que ya estaba duro nuevamente, yo con bronca y muchas lagrimas en los ojos le dije -¡¿Que carajo querés ahora hijo de puta?! Las palabras me salieron del alma, el resentimiento era enorme, pero me quede muerta de miedo cuando el sucio sujeto contestó sádicamente -¡¡Quiero tu deliciosa colita!! Yo me morí de bronca y grite -¡¡Noooooo, hijo de puta, cualquier cosa menos eso!! Pero el sujeto me giró violentamente y apoyó su miembro sobre mi pantalón y comenzó a refregarlo vilmente, yo peleaba por impedirlo pero el sujeto me tenia fuertemente, mientras que comenzaba a decirme cosas al oído, el muy maldito disfrutaba completamente de la situación diciéndome –¡¡Desde que ví tu hermoso culito, cuando entrabas a buscarme comida, no hago mas que pensar en él, no dormí pensando en mi pene todo adentro de este divino agujerito, y ahora lo tengo aquí totalmente indefenso esperando que lo entierre hasta el fondo!! Yo estalle en mas lagrimas, no podía contenerme ante sus asqueroso comentarios, me superaban, estaba a punto de un ataque de nervios, cuando de repente jaló mi pantalón hasta abajo y me dio un empujón hacia la cama diciéndome –¡¡Volvete a ponerte en cuatro, pero apoyá el pecho en la cama para no irte para adelante!! Yo no lo hice, pero el me levantó de los pelos violentamente y enfurecido, luego me dejó como el quería, con mi cola apuntando hacia arriba, completamente indefenso, me sujetaba fuertemente del pelo sometiéndome a su antojo y me decía burlándose -¡¡Mirá como lo tengo a tu culo, parado, desafiándome para que lo rompa!! Se reía completamente, hasta que se puso detrás mío y dijo
-¡¡No te quisiera asustar mas, pero te digo que te lo voy a romper, porque estoy desesperado por penetrarlo, te voy a bombear peor que por la concha!! Yo cerré los ojos, y pedí un milagro, pero no iba a llegar, puso una de sus manos sobre mi espalda y me apretaba contra el colchón y con la otra empezó a dirigir su enorme y asqueroso miembro hacia mi cola. Empezó a empujar, sentía el calor de su miembro detrás mío, hasta que sentí que la cabeza de su miembro empezaba a romper mi orificio para entrar, solté un grito fuertemente con desesperación -¡¡Noooooo, pará hijo de puta que no entra!! ¡¡AAahhhhhyyyy!! Pero el seguía metiendo ese enorme miembro sin compasión y yo seguía gritando desaforadamente de dolor -¡¡Sacala turro degenerado, aaaayyyyyyyyy!! El maldito enfermo nuevamente como antes empujó violentamente, haciéndome ver las estrellas del terrible dolor, le daba trompadas al colchón mientras abría toda la boca buscando desesperadamente aire. Parecía que me iba a morir, cuando metió todo su miembro en mí, con su boca en mi nuca me dijo burlándose -¡¡Sentila bien yegua que te va a quedar el culo bien abierto!! Y comenzó a meter y sacar violentamente.
A un ritmo acelerado, haciéndome gritar de puro dolor, era impresionante, pensé que me iba a desmayar, gritaba de dolor permanentemente. No podía mas le grité suplicando casi -¡Aaaaaaaahhh!… Aaaaaaaaaaayyy….deja mi culo, por favor me duele!! ¡¡Ya no aguanto más!! El sujeto largo una carcajada espeluznante, asustándome más aun y dijo -¡¿A quién crees que engañas?! ¡¡Sé muy bien que té esta gustando, si me pides que te suelte es para calentarme y que té de más duro!! Y acelero su ritmo mas aun, haciéndome morir completamente de dolor, era insoportable y brutal. Estuvo casi dos horas así hasta que con un grito fuertísimo acabó en mi interior. Luego sacó su miembro, provocándome otro grito al salir la cabeza, y una vez afuera con los dedos le abrió los costados de agujero. Al ver que mi orificio estaba súper abierto, largó una carcajada y dijo -¡¡Que rica estaba tu colita zorra, ha sido deliciosa!! Luego se vistió rápidamente y salió sin dejar rastro, dejándome casi muerta física y psíquicamente, seguí llorando hasta el amanecer.

Relato erótico: “Descubriendo a Lucía (6)” (POR ALFASCORPII)

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8

– Desnudaos – les ordené.

Después de cuanto acababa de ocurrir, los chicos habían perdido cualquier rastro de vergüenza o timidez. Pedro y Luis se deshicieron de sus prendas, y el primero nos guio a ambos al dormitorio de su madre. Los dos entraron, pero yo me quedé a la puerta al ver que Carlos no nos seguía.

– ¿Tú no vienes? – le pregunté-. Cuento contigo – le dije utilizando un tono meloso que ni yo misma sabía que podía tener.

Sabía que con Luis y Pedro ya tendría suficiente. Aunque su juventud e inexperiencia les hiciera correrse con rapidez, su capacidad de recuperación (precisamente por su juventud casi adolescente) era casi igual de rápida. Y aunque ya me hubiese tragado una corrida de cada uno, sabía con certeza (porque yo también había sido un chico de 19 años), que serían capaces de darme unas cuantas más turnándose para regalarme algún orgasmo que aplacara mi fogosidad. Pero este otro chico también me gustaba, y quería saber qué cantidad de placer sería capaz de proporcionarme. Tres mejor que dos, pensaba en aquellos momentos.

– Tengo novia. Irina… – me contestó Carlos subiéndose la ropa y tratando de vestir su desafiante erección.

Me acerqué a él, y viendo que aunque lo deseaba con todo su cuerpo, el chico no quería llegar más allá por un sentimiento de fidelidad. Estuve tentada de contarle la verdad, pero estaba segura de que tarde o temprano la descubriría por sí mismo, y su reticencia me estaba incendiando más de lo que podía soportar. Le deseaba como se desea una fruta prohibida, y tenía que ser mío.

– Te has corrido en mi boca – le susurré eróticamente en el oído-. ¿Ahora no te gustaría follarme? – añadí pegando mi cuerpo al suyo para sentir la dureza de su falo.

– Jodeeerrrr – resopló cogiéndome de la cintura.

Con la punta de mi lengua acaricié sus labios y mis manos volvieron a soltar el único botón de sus pantalones que había abrochado, para hacerlos caer hasta los tobillos.

– Ella no está – seguí susurrándole-, pero yo sí, y estoy deseando que me folles….

Ya no respondió, era completamente mío. Me tomó con violencia y metió su lengua en mi boca hasta la campanilla, dándome un beso apasionado y visceral. Tiré de su ropa interior, y le ayudé a quitarse la camiseta. Se deshizo del calzado y se dejó guiar de mi mano al dormitorio, donde los otros dos esperaban sentados en el borde de la cama. Le dejé tras de mí, acercándome a él para que volviese a cogerme por la cintura mientras mi culito se apoyaba en la dureza de su asta de bandera.

– Ahora sí que os tengo a los tres… – les dije-. ¿Por dónde queréis empezar? – añadí levantando mis brazos para ofrecerles todo mi cuerpo.

A Luis se le había bajado un poco la erección por la espera, pero con esa invitación, se le puso la verga otra vez como una pértiga. Pedro, que había sido el último en darme su leche, ya se había recuperado, y su reacción fue exactamente la misma que la de su amigo.

– Divina juventud – pensé.

Sentí cómo las manos de Carlos recorrían mi cintura desde atrás, mientras apretaba su dureza contra mis nalgas. Sin girarme, yo le cogí por la nuca, y le ofrecí mi sensible cuello para que depositara en él unos besos que me produjeron escalofríos. En esa posición mi culito se restregaba contra su verga, haciéndome sentir toda su longitud y contundencia. Con mis brazos en alto sujetándole la cabeza, mis pechos se mostraban alzados, aún más prominentes de lo que ya eran, y con sus duros pezones marcándose en mi precioso vestido como el colofón de dos magníficas montañas.

Pedro se levantó, y se acercó a mí para poner sus manos sobre mis tetazas y recorrerlas como si fuera una escultura. Luis se le unió, y poniéndose a mi lado derecho, recorrió mi silueta de perfil metiendo una de sus manos entre la cadera de Carlos y mi culito para agarrarme con fuerza de una nalga.

Me sentí en el paraíso del tacto. Seis manos recorrían mi anatomía acariciando todas mis formas para transmitirme una mezcla de agradables y electrizantes sensaciones. Esos chicos me trataban como a una diosa a la que reverenciar, y yo estaba dispuesta a ser su afrodita para que derramasen en mí el néctar y ambrosía que su mortal juventud podía ofrecerme, volviéndome terrenal con el poder de sus pasiones desatadas.

Mientras sus manos acariciaban todas mis curvas memorizando cada una de mis femeninas formas, sus voces alimentaban mi vanidad regalando mis oídos con toda clase de apreciaciones: “Pero qué buena estás”, “qué pedazo de tetas tienes”, “eres preciosa”, “tienes un culito riquísimo”, y un largo etcétera de piropos de chiquillos excitados ensalzando mi anatomía.

Estaba flotando en un cielo de suaves caricias, pero en mi interior me estaba consumiendo en un infierno de rugientes hogueras de lujuria. A pesar de haber mancillado mi boca y garganta con sus orgásmicos fluidos, parecía como si ninguno de los tres jóvenes se atreviera a dar el siguiente paso, como si me fuera a desvanecer siendo tan sólo un sueño que se esfuma cuando trata de alcanzarse. Por lo que tuve que tomar la iniciativa y tirar del borde de la falda de mi vestido para sacármelo por la cabeza. Me quité también el empapado tanguita, pero no me saqué los zapatos, ya que los tres eran más altos que yo y los tacones me propiciaban la altura perfecta para ser más fácilmente accesible. Cogiéndome de una mano, Pedro, que ya había disfrutado de la visión de mi cuerpo desnudo dos días atrás, me hizo dar un giro de 360 grados para que sus amigos se embebiesen de mi desnudez.

Mi coñito estaba tan lubricado que, sin el tanga, mi zumo de mujer excitada corrió por la cara interna de muslos, inundando el dormitorio con su aroma. El inconfundible perfume de hembra excitada pareció sacar de su ensoñación a los tres jóvenes, haciéndoles ver que era muy real, lo que provocó que me atacasen los tres a la vez como si fueran lobos que rodean a su presa. Pedro me atacó desde el lado izquierdo, punzando con su lanza mi cadera mientras con una mano me cogía de una nalga, y con la otra se llevaba mi pecho izquierdo a la boca. Luis me abordó por el lado derecho, me hizo gemir cuando sentí que dos de sus dedos penetraban en mi vulva y exploraban la humedad de mi entrada vaginal mientras su otra mano me sujetaba del hombro, y su boca atrapaba con voracidad el pecho libre. Carlos me atacó por detrás, sujetándome con una mano por la cintura y atenazando la nalga libre con la otra. Se pegó a mí, y colocó la cabeza de su polla entre mis glúteos, empujando para presionarme con ella, abriéndose paso por la raja que tanto la mano de Pedro, como la suya, abrían estrujando mis redondas posaderas.

Estaba totalmente inmovilizada, y no podía más que disfrutar de las múltiples y excitantes sensaciones que estaba experimentando, dejándome hacer. La boca y mano de Pedro exprimían mi pecho izquierdo, y su forma de mamar de él con gula, llenándose la boca con cuanto volumen podía succionar, conseguían hacer que el sensible pezón ardiese y vibrase cada vez que su lengua lo lamía. Como ya ocurriera la vez anterior que había tenido mis pechos a su alcance, el chico mamó como si quisiera extraer de mí la leche maternal. Su fijación por comerse así mis tetas me hizo pensar que tal vez le recordasen a los bonitos pechos de su madre, Alicia, transformando el innato instinto de ser amamantado en un fetichismo sexual que debía satisfacer.

Luis chupaba mi otro pecho con más suavidad, rodeando el pezón con sus labios y lamiendo la erizada cúspide, dándome unas deliciosas y húmedas caricias, Su mano derecha exploraba mi coño, acariciándome la vulva, masajeándome el clítoris y metiéndome la primera falange de un par de dedos a través de mi abertura. Me hacía gemir con sus íntimas caricias, y a la vez me hacía desear con mayor intensidad el ser penetrada con más profundidad, manteniéndome en un placentero limbo.

Carlos me sujetaba por la cintura mientras su otra mano masajeaba mi glúteo derecho. El izquierdo era propiedad de Pedro, quien me lo acariciaba concentrado en saciar su apetito por mis tetas. La verga de Carlos empujaba con su cabeza la raja entre mis nalgas, alojándose entre ellas para darme la magnífica impresión de tener algo duro introduciéndose por mi trasero, lo cual se había convertido en una de mis sensaciones favoritas, especialmente desde la experiencia con mi cuñado. Los dedos de Luis en la parte delantera me hacían moverme con el placer que me proporcionaban, pero ese atrevido ariete que se friccionaba entre mis carnes, era el que me hacía empujar con mi cadera hacia atrás para que su punta incidiese sobre mi angosta entrada. Deseaba que esa polla me empalase por el culo, pero la ausencia de lubricación lo hacía casi imposible, por lo que disfruté de las continuas presiones sobre mi ano mientras mis manos tiraban de su nuca tratando de atraerlo más hacia mí.

Luis abandonó mi pecho dejándome el pezón listo para rayar cristal, sacó los dedos de mi lubricada cueva de placer, y descendió por mi anatomía acariciando mis muslos con sus manos, mientras su legua recorría el valle de mi vientre tomando rumbo sur.

– Essso essssss – susurré-. Que no puedas volver a beber con: “Yo nunca le he comido el coño a una tía”.

Se puso de rodillas en posición de samurái, y yo abrí mis piernas ligeramente, franqueándole el acceso. Sus labios se acoplaron a mis labios mayores besándolos y haciéndome estremecer, y cuando la punta de su lengua se introdujo entre ellos, suspiré de gozo:

– Uuuuuuffffffff…

Se llenó la boca acariciando mi vulva con sus labios mientras su lengua exploraba la entrada produciéndome un delicioso cosquilleo. Lamió la raja arriba y abajo con algo de torpeza (sólo tenía como referencia la exquisita comida que me había hecho mi amiga Raquel), pero al agradarle mi sabor se aventuró a introducirme su escurridizo músculo cuanto pudo, arrancándome un gemido. Su suave lengua cobró vida propia, y empezó a retorcerse en la antesala de mi vagina, con lo que esta le obsequió manando su zumo en respuesta. El chico aprendía rápido.

Carlos recorrió toda mi espalda con sus manos, provocándome un escalofrío que me obligó a arquear la columna incrustándome la punta de su barrena con tanta fuerza, que ésta venció levemente la resistencia de mi pequeño orificio dilatándomelo para asomarse a su interior. Me ardió el ano, y sentí un calambre que me dejó sin respiración por un segundo.

– ¡Joder! – se me escapó, y ante su reacción retirándose asustado, suavicé el tono-. Así no…

– ¡Lo siento! – contestó-, tienes un culito tan rico que no podía pensar más que en follármelo…

– Uuuuummmm– gemí antes de poder contestar.

Luis seguía mejorando su técnica lingual en mi coñito, y Pedro se estaba dando un festín con mis tetazas, moldeándolas con manos de alfarero y alternando succiones y leves mordiscos de un pezón a otro.

– Dessspuéeeessss – dije entre jadeos-. Uuuuufffff, lubricaaaaahhhh…

Los otros dos me estaban consumiendo de gusto y, para mi sorpresa, Carlos se tomó mi sugerencia/orden al pie de la letra. Se arrodilló tras de mí y sentí eróticos mordiscos en mis sensibles nalgas. Sus manos abrieron el camino y su rostro se situó entre mis redondeces para que la punta de su lengua alcanzase a acariciar la suave piel de mi ojal.

– ¿Ummm? – gemí con sorpresa.

Esa lengua en tan recóndito lugar me brindó unas maravillosas cosquillas afanándose en lamer la estrecha entrada, embadurnándola de saliva, y estimulándola de tal modo, que toda mi piel se puso de gallina con mi espalda arqueándose para ofrecerle a Carlos todo mi culito.

Aquellas tres bocas comiéndome como un manjar de dioses me estaban transportando hacia el nirvana. Mi piel respondía febrilmente a las caricias de aquellas escurridizas lenguas y el incesante masaje en mis pechos, acelerándose mi respiración. Cerré los ojos dejándome llevar por las sensaciones, y agradecí al cielo el haberme convertido en una sensual mujer y brindarme la oportunidad de experimentar aquello. El placer recorría cada una de las fibras de mi ser, hasta que se hizo tan insoportable, que alcancé el clímax en el instante en que la inquieta lengua de Luis dio con mi clítoris haciéndolo vibrar con un lametazo.

– Oooooooooohhhhhhh – grité orgásmicamente descargando la tensión sexual que llevaba toda la noche acumulando.

Inundé la boca del cunilingüista con mis cálidos fluidos y agarré a Pedro de la cabeza para separarle de mis pechos, y unir mis labios a los suyos con el irrefrenable deseo de besar y ser besada. Carlos se levantó, y me abrazó desde atrás cogiendo mis liberados pechos mientras su verga se apretaba contra mi culo haciéndome sentir toda su longitud.

Luis abandonó mi vulva y, succionando el labio inferior de Pedro, aparté a éste con dulzura para tomar a Luis y poder degustar de su boca el intenso sabor de hembra orgásmica, satisfaciendo así a lo poco de hombre que quedaba en mí.

– Eres la cosa más deliciosa que he probado jamás – me dijo tras compartir mis propios jugos conmigo.

– ¿Te has corrido? – preguntó Carlos dándome sensuales besos en el cuello.

– Mmmm, sí – le contesté-. Me habéis puesto malísima entre los tres… aprendéis rápido. Ahora sí que me alegro de haberme quedado.

– ¿Entonces, hasta aquí hemos llegado? – preguntó Pedro mostrando decepción.- Yo quiero follarte…

Su decepción me pareció totalmente injusta, puesto que no sólo había podido disfrutar toqueteándome o comiéndome a placer, sino que también había gozado del sexo oral igual que los otros dos. Es más, él ya me había tenido montada sobre él dos días atrás, por lo que ya había obtenido mucho más de lo que jamás habría imaginado. Sin duda, yo no tenía ninguna intención de dejarlo en ese punto. Una vez que me había lanzado, estaba dispuesta a llegar hasta donde pudiese para descubrir mis propios límites, puesto que cada nueva experiencia no hacía más que abrirme puertas hacia nuevos mundos llenos de placeres. Tenía a tres chicos para mí sola, dispuestos a darme cuanto gustase, y era una oportunidad que no debía desperdiciar.

Su ansia por volver a tenerme, por un lado me resultaba halagadora y estimulante, pero por otro, me indignaba el que pudiese pensar que podía disponer de mí cuando quisiera. Aunque yo hubiera fomentado la impresión de que estaba allí para satisfacer sus deseos y los de sus amigos, la realidad era que quien tenía el control era yo. Esos tres yogurines estaban allí para satisfacer mis propios deseos, por lo que tomé la determinación de dejárselo claro.

– Ni mucho menos hemos terminado. Pero tal vez tú seas el menos indicado para exigir nada – le contesté con el autoritario tono de Lucía “La jefa”.

Pedro se sonrojó como un niño al que han echado una reprimenda, y los otros dos le miraron sin entender nada. Su reacción fue exactamente la que esperaba, su rubor me indicó que seguía respetándome.

– Ahora me voy a follar a Luis – continué cogiendo la dura polla de éste-, y Carlos podrá tocarme… pero tú no.

A Luis se le dibujó una enorme sonrisa en los labios, y Carlos asintió apretándome levemente los pechos. El tono rojizo del rostro de Pedro se hizo más patente.

– Y después voy a follar con Carlos – proseguí-, y Luis podrá tocarme… pero tú no.

Luis se relamió y Carlos me dio un excitante y succionante beso en la sensible zona de mi clavícula derecha.

– Sólo podrás mirar – continué-. Y no podrás masturbarte, porque si cumples estas sencillas órdenes, podrás follarme. ¿Entendido?.

– Sí, señora – respondió dando un paso hacia atrás.

Ejercer ese dominio sobre él me resultó de lo más gratificante. Una cosa era que me comportara como una puta, y otra muy distinta que lo fuera. Yo era dueña de mí y de mis actos, y lo que quería hacer era por mi propia voluntad, aunque me dejase llevar por las circunstancias.

– Vamos, lengua juguetona – le dije a Luis-. Quiero montarte – sentencié empujándole sobre la cama.

Se quedó tumbado boca arriba, con las piernas colgando de la cama y la polla erecta esperándome. Me despegué del cuerpo de Carlos y le hice soltar mis pechos cogiéndole la mano para invitarle a seguirme. Subí a la cama colocándome a horcajadas sobre Luis, y cogí su duro miembro para que apuntase hacia mi húmedo coñito. Carlos, desde atrás, se tomó la molestia de quitarme los zapatos para que estuviera más cómoda, lo que le agradecí agarrándole la cabeza para que mis jugosos labios tomasen los suyos dándole un tórrido beso. Y poco a poco me fui dejando caer, viendo la cara de salido que en ese momento tenía el chico que tenía debajo, y sintiendo cómo el que tenía tras de mí me cogía de la cintura para ayudarme a bajar lentamente. La redonda cabeza rosada que me había hecho tragar más leche que ninguna, fue abriéndose paso entre mis pliegues y penetrándome con suavidad para que mi conejito engullera pausadamente la zanahoria, hasta que se la tragó entera.

– Uuuuufffffffff – suspiré de gusto con Luis haciéndome el coro.

Me quedé sentada sobre él, completamente ensartada, disfrutando de esa sensación, y volví a agradecer al cielo el haberme convertido en una mujer.

– No te imaginas la cantidad de pajas que me he hecho imaginándome que una mujer como tú me montaba así – me dijo.

– ¿Ah, sí? – le pregunté levantando los brazos para echar hacia atrás mi melena – ¿Y qué te parece la realidad?.

– Ufffff… ¡Mucho mejor!. Estás tan caliente y mojada… Y las vistas desde aquí son espectaculares… ¡Joder, es que no me puedo creer lo buena que estás!.

– Gracias – le contesté con una sonrisa-. Pero ahora es cuando empieza lo bueno…

Moví las caderas de atrás hacia delante, recreándome en el gustazo de tener una dura polla dentro de mí. El chico gruñó, y mis potentes músculos vaginales se contrajeron apretando esa dureza que les estimulaba. Comencé un suave vaivén hacia atrás y hacia delante, disfrutando del movimiento de esa verga deslizándose en mi interior como una anguila en una gruta, con mis labios mayores frotándose sobre su suave vello púbico.

– Uummmm – gemí mordiéndome el labio.

– Joooodeeeerr, Lucíaaaa… – verbalizó el muchacho atenazando mis muslos.

De pronto sentí cómo unas manos recorrían mi cintura desde atrás, acariciaban mi región lumbar, y proseguían descendiendo para masajear mi culo en suave movimiento. Con la satisfacción de ser penetrada, me había olvidado por completo de Carlos, que permanecía a un paso de la cama.

– No te cortessss, mmmm… – le susurré girando la cabeza hacia él mientras me clavaba la estaca de Luis en lo más profundo – …acércate.

Se acercó aún más quedándose al borde de la cama, y pude sentir el contacto de su glande en mi espalda. Se agachó un poco, y cogiéndome las tetas me metió la lengua en la boca para enredarla con la mía y devorar mis suaves labios con los suyos. Ese chico besaba realmente bien. Sus besos eran eróticos y apasionados, unos besos que aceleraron el ritmo de mis caderas y que saboreé follándome a su amigo. Sus manos acariciaban mis pechos, recorriendo su contorno, sopesándolos, apretándolos, masajeándolos y estimulando mis pezones con sus dedos.

Las manos de Luis recorrieron mis muslos y caderas para, finalmente, cogerme de las nalgas y tirar de mí consiguiendo que el extremo de su falo me punzase en la máxima profundidad.

Mis gemidos se ahogaban en la boca de Carlos, y este liberó mi lengua y labios para oírlos con claridad:

– Ummm, mmmm, ummmm…

Miré hacia mi izquierda, y me di cuenta que, concentrada en mi gozo de follarme a un jovencito mientras el otro le complementaba con caricias y besos, me había olvidado de Pedro. Mi amigo se había sentado en una silla, y contemplaba la escena haciendo un auténtico esfuerzo por no agarrarse el obelisco con el que me apuntaba.

– Muy bien – le dije-. Sigue aguantando y tendrás tu premio.

– Eres mala – contestó -. Verte follar es el mejor espectáculo que he tenido jamás delante… pero no poder hacer nada…

– ¡Oh! – exclamé de gusto al sentir cómo Luis elevaba su cadera taladrándome con su pértiga – . A este ya le queda poco, sé paciente…

Efectivamente, Luis me apretaba del culo con fuerza. Ya no podía soportar la lenta cabalgada con la que yo me estaba deleitando mientras mis músculos exprimían su miembro, y su cuerpo empezó a pedir más intensidad dándome golpes de cadera con los que me hizo botar sobre él.

– Ah, ah, ah, ah – expresé mi placer con interjecciones.

– Lucía, Lucía, Lucía… – apelaba mi empalador.

Su polla me presionaba una y otra vez con un delicioso repiqueteo en el fondo de mi coño, consiguiendo que la sintiese más intensamente para mi propio disfrute. Aunque para mí era demasiado pronto para llegar al orgasmo, él ya estaba a punto.

Carlos seguía aferrándome los pechos, que ahora botaban en sus manos, y comenzó a susurrarme al oído:

– Haz que se corra, haz que se corra, haz que se corra…

Me hizo saber cuánto deseaba follarme apretando su rabo contra mi espalda, aumentando mi deseo de querer follármelo a él también, así que le aparté las manos de mis pechos y se las entrelacé tras su nuca junto a las mías, de tal modo que me estiré completamente arqueando un poco la espalda para apoyar mi cabeza sobre su pecho. Mis tetas se alzaron y botaron libres subiendo y bajando. Aquello fue lo máximo para Luis, mientras mi coño estrangulaba con crueldad la dura barra de carne que se movía en su interior, los ojos del muchacho se llenaron con la contemplación de mi cuerpo respondiendo a su pasión, grabándosele a fuego en el cerebro la imagen y las sensaciones para explotar en una gloriosa corrida.

– Lucíaaaaaaaaaaaaahhhhhh… – gritó.

Sentí un estallido de calor en mis entrañas, y el placer de su leche escaldándome por dentro fue tal, que a punto estuve de irme con él. Pero el polvo en sí había sido corto, y aún necesitaba más para llegar al clímax.

– Cabrón con suerte… – oí que comentaba Pedro desde su silla.

Mi montura bajó la cadera y todo su cuerpo se relajó mientras resoplaba. Me separé de Carlos y me tumbé sobre Luis para darle un dulce beso en los labios.

– Muy bien, tigre – le susurré al oído-. Ahora deja sitio al siguiente.

Me levanté poniéndome a cuatro patas sobre la cama para que el chico saliera de mí. Obedeciendo mi orden, se deslizó hacia el cabecero de la cama pasando todo su cuerpo ante mis ojos. Cuando sus caderas estuvieron a la altura de mis manos, el aroma procedente de su verga llegó a mi olfato estimulándolo. Olía deliciosamente a sexo, y cuando siguió subiendo la vi aparecer, aún erecta y recubierta de mis fluidos y los suyos; no me pude reprimir, y me sorprendí a mí misma acercando mi boca a ella para envolverla con mis labios y succionarla.

– ¡Diosssssss! – exclamó Luis sintiendo la succión como un placer cercano al dolor.

Me saqué la polla de la boca dejándosela limpia y degustando su corrida mezclada con mi jugo. Una delicatesen que satisfizo a mis papilas gustativas.

– ¡Qué tía! – oí exclamar a Pedro.

Carlos esperaba su turno, pero la impaciencia empezaba a adueñarse de él, así que sentí como me tomaba por las caderas y su glande comenzaba a abrirse camino entre mis glúteos. ¡Cómo me gustaba esa sensación!.

Luis por fin salió de debajo de mí y fue junto a Pedro.

– Ha sido la hostia… – le dijo -. Me voy a pasar toda la vida agradeciéndote el que me hayas invitado hoy a tu casa y me hayas presentado a Lucía. ¡Es una diosa!.

– Lo sé… Pero cállate, que ya estoy sufriendo bastante con sólo mirar…

La lanza de Carlos abrió mis nalgas y su punta alcanzó mi ano. Le resultó fácil, aún tenía la rajita húmeda por su saliva, y cuando sentí que presionaba para perforarme el agujerito, me gustó tanto, que tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para reprimirme y no ayudarle yo misma empujando hacia atrás con mi culo para que me lo penetrase salvajemente. Estaba lubricada por su trabajito lingual de antes, y mi ojal estaba relajado por la cabalgada que le acababa de dar a Luis, por lo que me encontraba preparada para una rica enculada, pero mi coñito se había quedado a medias y pedía más polla que le llenase, así que miré hacia atrás y dije:

– Por el culo aún no… Si quieres cabalgar, antes tendrás que aprender a montar…

– ¡Apunta más bajo, chaval! – le dijo Pedro con envidia e impaciencia.

Carlos no dijo nada, es cierto que tenía mi culito a punto y dispuesto, y a pesar de mi negativa podría habérmelo perforado y yo lo habría aceptado con gusto, pero aunque me tenía a cuatro patas, a su entera disposición, su voluntad se doblegó a la mía.

Sentí cómo su glande se deslizaba hacia abajo y encontraba mis abultados labios mayores. Penetró suavemente a través de ellos, y estos lo envolvieron invitándole a continuar con su avance.

– Uuuuffff – suspiró sintiendo la humedad y el roce en su suave piel.

Su cadera sucumbió a la placentera sensación y, con un espasmo reflejo, arremetió repentinamente haciendo que todo el tronco de su dura verga me invadiese, clavándomela entera con un delicioso azote de su pubis en mis nalgas: “¡Plas!”.

– Uuummmm – gemí de puro gusto acompañado de un gruñido suyo -. Eso essss, móntame.

El chico de la novia rusa no necesitaba más indicaciones. Sacó lentamente su sable de la vaina que era mi cuerpo, arrastrando por mi interior su longitud y estimulando con su gruesa punta una rugosa región de mi vagina desconocida para mí, proporcionándome tal placer, que llegué al borde del orgasmo. Los brazos me flaquearon y tuve que apoyar mi cabeza sobre la cama, quedando todo mi coñito expuesto a él para su deleite y el de los dos espectadores que observaban con muda fascinación. Resoplé por la fuerte impresión de esa sobreexcitación tan repentina, y sentí cómo las manos de Carlos subían de mis caderas a la parte más elevada de mi culo en pompa, agarrándome de las nalgas como si fueran unas riendas a las que aferrarse antes de incitar al galope…

Y me arreó. Me dio una embestida con tal violencia que su polla me penetró salvajemente hasta que se clavó en mis profundidades y su pelvis me golpeó el culito, empujándome para que mi cara quedase pegada al colchón mirando hacia los otros dos chicos.

– ¡Aaaaaaaaaaahhhh!h! – grité extasiada.

– Joder, ¡qué bestia! – exclamó Luis mirándome alucinado, con Pedro a su lado mordiéndose los labios y haciendo un sobrehumano esfuerzo por no masturbarse a conciencia.

No tuve tiempo de reponerme, porque Carlos me cogió con ganas y empezó a bombearme el coño repetidamente, a un ritmo tan frenético que me hizo jadear mientras me tenía postrada con mi rostro hundido en la cama, sintiendo cómo su ariete entraba y salía de mi chorreante coñito en endiablado frenesí.

El cabrón follaba como un conejo, y me estaba matando. Mis pechos rebotaban como locos sobre la cama, su cadera golpeteaba mis nalgas mientras sus manos casi me clavaban las uñas en ellas, y su glande repercutía insistentemente en mis adentros, haciendo que mi goce fuera in crescendo hasta hacerme explotar en un brutal orgasmo con el que aullé como una loba en celo en noche de luna llena. El clímax alcanzó unas cotas a las que aún no había llegado, siendo increíblemente intenso, pero a la vez, extremadamente corto.

– Qué pedazo de cabrón – comentó Luis-, ha hecho que Lucía se corra. Claro, como ya se la había dejado yo a punto…

– Calla – le contestó Pedro-, que al final veo que no llego a mi turno. Y yo sí que voy a hacer que se corra…

Carlos no me dio tregua, y siguió follándome al mismo ritmo, reiniciando mi ciclo de placer para ir entonándome nuevamente.

Conseguí hacer fuerza con las palmas de mis manos sobre la cama y pude estirar los brazos para incorporarme y quedarme nuevamente a cuatro patas, guiñándole un ojo a Pedro, con lo cual casi se me derrite. Al levantarme, mis músculos vaginales estrangularon con tanta crueldad la barra de carne que los abría, que mi particular conejito de pilas alcalinas no pudo soportarlo, y se corrió dentro de mí llenándome con su cálido semen en una última embestida que me obligó a esforzarme para no volver a dar con mi cara contra el colchón.

Al sacarme la polla, tuve la sensación de vacío que me indicaba que seguía excitada y necesitaba más para estar completamente satisfecha. El chico se había portado bien, y aunque, al igual que su predecesor, se había corrido bastante rápido, me había provocado un intensísimo aunque breve orgasmo, por lo que ya estaba lista para más, y Pedro estaba mordiéndose las uñas esperando su turno para dármelo. Sin duda, el poder disponer de esos tres casi adolescentes para satisfacerme y complementarse, era un auténtico lujo que debía aprovechar.

Me giré poniéndome de cara a mi jinete, que resollaba mirándome con su instrumento aún erecto a mi alcance, recubierto por nuestros fluidos mezclados. Así que, como ya hiciera con su amigo Luis, no pude reprimirme en degustar esa selecta mezcla de sabores en mi paladar, por lo que me metí toda su verga en la boca haciéndole gruñir mientras se la chupaba, dejándosela totalmente limpia.

Me puse en pie para dirigirme al que me faltaba, mi postre tras un ligero entrante y un buen segundo plato. Al recuperar la verticalidad, sentí cómo el néctar que acababa de paladear sobre la piruleta de Carlos, rebosaba de mi coñito y resbalaba por mis muslos. Tomé al jovencito de la cabeza, y tirando de él hacia abajo le susurré: “Cómetelo”. Obedeció sin dudar, arrodillándose para lamer la cara interna de mis muslos produciéndome un maravilloso escalofrío que se transmitió por toda mi columna vertebral. Recorriendo el rastro dejado por la mezcla de zumos de fruta de la pasión, subió hasta mi carnosa vulva besándola e introduciendo su lengua entre sus pliegues para libar de ella.

– Mmmmmm – gemí.

Tuve que sujetar su cabeza y obligarle a detener su trabajito oral tirando de él hacia arriba, podría hacer que me corriese en su boca, y tenía una dura polla esperando con impaciencia para penetrarme. Se levantó obedeciendo mis deseos.

– Sería un buen esclavo – pensé-, si yo quisiera ser su ama…

La imagen de una explosiva Lucía dominatrix ataviada con sugerentes prendas de cuero negro se materializó en mi mente, y como consecuencia, el resquicio masculino que en ella quedaba, confinado en un oscuro y distante rincón de mi ser, se corrió con sólo contemplarla.

Mis labios fueron al encuentro de los de Carlos, y nuestros sabores se fusionaron en un tórrido beso. Qué bien sabían nuestros orgasmos en su boca, cómo me ponía su forma de besar…

– Lucía – oí la voz de Pedro a mi derecha-. No puedo más, levántame el castigo…

Aparté suavemente a Carlos a un lado, e invité a Pedro a acercarse a mí para ocupar su lugar. Agarré su tremenda erección con una mano, y le susurré al oído para que los otros no lo escuchasen:

– El otro día te follé yo a ti… Ahora quiero que seas tú quien me folle a mí.

– Es lo único que quiero desde que te conocí – me contestó agarrándome del culo con firmeza.

Me atacó con fiereza, atrapando mis suaves labios entre los suyos para devorarlos y meterme la lengua hasta casi tocarme la campanilla. Rodeé su cuello dejándome llevar por su ímpetu, y su cuerpo se pegó al mío hasta aplastar mis pechos contra su pecho e incrustar su asta en mi abdomen haciéndome sentir toda la extensión de su empalmada. Mientras nos besábamos, me restregué contra su mástil, posicionándolo y sintiendo su dureza en mi vulva, hasta que él directamente lo agarró y apuntó con la gruesa cabeza para acariciarme el clítoris con ella y recorrer toda mi entrada embadurnándose con mi jugo. Esa agradable sensación me hacía pedir más de él, aunque no me fue necesario decírselo. Me tomó de un muslo obligándome a levantar la pierna y ponerla sobre su cadera mientras esta empujaba para que su glande penetrase entre mis labios vaginales, alojándose entre ellos. Intentó metérmela entera así, pero la postura lo impedía, así que tiró de mi otro muslo para que me subiese sobre él.

Me colgué de su cuello y él me alzó del suelo abriéndome de piernas y colocándomelas alrededor de su cintura. Aguantó mi peso flexionando ligeramente las rodillas y poco a poco me fue dejando caer para que me deslizase sobre su barra de carne clavándome en ella. Suspiré sintiendo cómo el grosor de su polla expandía las paredes de mi coño, y una carcajada de satisfacción se me escapó al corroborar con mis propias carnes que Pedro tenía una verga más gruesa que la de los otros dos.

– ¿De qué te ríes? – me dijo con el esfuerzo de seguir aguantándome en vilo.

– De lo que me gusta tu gorda polla – le susurré al oído-. ¡Clávamela! – grité para que también lo oyeran los otros dos.

Me dejó caer más y estiró sus piernas para, por fin, ensartarme completamente.

– Uuuummmmm – gemí mordiéndome el labio.

– Joder, tío, se la ha metido de pie – le comentó Luis a Carlos.

– Y mira cómo goza ella – le contestó éste-. Qué cara de gusto…

– A mí ya se me empieza a levantar con sólo ver cómo se muerde el labio… – concluyó Luis.

Me quedé mirando fijamente a los ojos de Pedro, y éste me hizo dar un pequeño salto sobre su lanza, dejándome sin respiración. Él jadeó e intentó repetir el movimiento, pero atenazando mis piernas a sus caderas se lo impedí.

– Me encanta – le dije-. Pero si no nos apoyamos en ningún lado acabarás haciéndote daño en la espalda. Túmbame en la cama y fóllame a gusto.

Sin que saliera de mí, bajé mis piernas por las suyas, pero no pude llegar al suelo, pues era unos diez centímetros más alto que yo, así que seguí colgada de su cuello hasta que, de pronto, me hizo caer sobre la cama y terminé arrastrándole conmigo.

– Aaaaaauuuuhhhh – aullé de gusto.

Sentí todo el peso de su cuerpo sobre el mío aplastándome, pero lo que me hizo aullar fue el magnífico gustazo de su pértiga dando con el fondo de mi gruta. Nos acomodamos, levantándose él con los brazos para dejarme respirar, y empezó a empujarme suavemente con las caderas.

Me encantaba cómo su polla me dilataba y se movía dentro de mí estimulando mi cueva para que ésta acogiese al invasor estrangulando su longitud. Su pelvis me masajeaba el clítoris con cada empujón, proporcionándome destellos de placer que me hacían aferrarme a sus caderas con mis piernas para sentirlo con más intensidad.

Agarré su joven y duro culo, y clavé mis uñas en él, incitándole a que me empujara con más fuerza, que me incrustase su verga más adentro, que me hiciera sentir toda su longitud sacándola casi entera de mí para volver a metérmela a fondo, invitándole a compartir conmigo la deliciosa sensación de toda esa pétrea carne deslizándose por mi cálido interior como una anaconda en su húmedo refugio. Y así le marqué el ritmo de un pausado sube y baja de sus caderas con el que me deleitó haciendo que la gruesa punta de su taladro apareciese de entre mis rosados labios vaginales para volver a perforarme con ella, recorriendo el túnel y frotándose por su paredes hasta tocar fondo y presionarlo.

– Uuuuuummm, aaaaah, uuuuuuummmm, aaaaah… – me hacía gemir y jadear con cada entrada y salida.

Con mis uñas marcándose en la piel de sus glúteos en cada bajada, y relajándose en la subida, le di la pauta que debía seguir para follarme lentamente y que el placer se acumulara en nuestros cuerpos experimentándolo en su máxima extensión. Tras dos polvos más o menos apresurados, quería recrearme en el hecho de ser penetrada, quería sentir claramente la forma del glande entre mis labios y cómo iba entrando lentamente, con mis músculos recibiéndole en una oleada de placenteras contracciones mientras toda la longitud de esa gruesa polla era acogida en mi interior para llenarme.

Pedro estaba demostrando tener más aguante que sus compañeros para poder proporcionarme lo que en ese momento necesitaba. No es que fuera más diestro en el sexo o superior físicamente a los otros, era prácticamente igual de inexperto e impetuosamente joven, pero yo ya tenía claro que ese día se había dado un homenaje manual pensando en mí, y eso estaba propiciando el que pudiera regalarme varias penetraciones tan lentas y profundas, que yo podía disfrutar cada una de ellas individualmente.

Luis y Carlos nos observaban en silencio, sabiendo que el severo castigo al que yo había sometido a Pedro, acatándolo este estoicamente, le concedía el privilegio de tenerme para él solo en ese momento.

Tras un glorioso tiempo de pausado y profundo mete-saca, los dos ya necesitábamos aumentar el ritmo de las penetraciones para empezar a descargar la adrenalina que se había ido acumulando en nuestros cuerpos con ese relajado sube y baja de caderas. El chico se incorporó sentándose sobre sus talones mientras me sujetaba firmemente de las caderas, tirando de ellas sin sacar su miembro de mí. Esto hizo que su músculo hiciera de palanca en mi interior, presionándome en mis más recónditas profundidades con tal intensidad, que me dejó sin aliento por la impresión y el increíble placer que me proporcionó. Estuve nuevamente el borde del abismo, aunque sólo fue un atisbo fugaz.

– Te ha molado, ¿eh? – me preguntó desde las alturas al ver mi cara de sorpresa y gusto.

– ¡Uuuuufffff!, me ha encantado… Por un momento he pensado que podías levantarme con la polla. Ha sido increíble…

– Eres la tía más cachonda que he conocido nunca … ¡Cómo me gusta follarte, Lucía!. Quiero matarte a polvos…

– Pues hazlo – sentencié mordiéndome el labio.

Sujetándome por las caderas, comenzó a manejar mi cuerpo para que su palpitante verga me penetrase una y otra vez, haciendo que nuestros pubis se fusionaran atrayéndome hacia él. La postura hacía que sintiese el golpeteo constante en mi vulva mientras su glande me perforaba hasta el abdomen, por lo que no podía parar de jadear con cada embestida como si estuviese corriendo en una maratón. Era un juguete en su poder, un instrumento que utilizaba para darse satisfacción marcando él el ritmo de las embestidas que a ambos nos hacían vibrar.

Mi culito estaba sobre sus muslos, frotándose adelante y atrás, y mi espalda arqueada de tal modo, que sólo mis brazos, hombros y cabeza permanecían apoyados sobre la cama. Sentía mis pechos bailar como dos grandes masas de gelatina coronadas con puntiagudos pezones que, desde mi perspectiva, se asemejaban a las cumbres del Himalaya apuntando hacia el cielo. Cogí las dos bamboleantes masas, y me las acaricié y masajeé descubriendo que eso exacerbaba el placer y lo extendía por cada fibra de mi cuerpo.

– Joder, cómo me mola cuando las tías se soban así las tetas – oí que comentaba Luis.

Pedro estaba aumentando el ritmo de sus acometidas, atrayéndome hacia él con una violencia y velocidad que me estaban haciendo enloquecer en un maremágnum de gemidos, jadeos e incluso pequeños gritos. Mis manos se afanaban estrujando frenéticamente mis pechos, y las contracciones de mi vagina se sucedían tan rápidamente, que todo mi coño ardía extendiéndose su calor por cada milímetro cuadrado de mi piel en febril delirio. Estaba a punto, estaba tan a punto, que ya necesitaba liberarme de la carga de placer que saturaba todos mis sentidos. El mundo giraba en torno a mí y sentía que me despegaba de la realidad, hasta que, de pronto, Pedro detuvo su vertiginoso ritmo, me dio tres violentas y profundas estocadas, y gritó:

– ¡¡¡Diooooooossssssss, Lucíaaaaaaaaaaa!!!.

Su corrida escaldó mis profundidades, y actuó como un perfecto catalizador para desencadenar la reacción que me elevó hasta los campos elíseos del orgasmo femenino. Sin voz, en mudo grito de satisfacción, mi columna vertebral se contorsionó, y me corrí por tercera vez aquella noche.

Me relajé apoyando toda mi espalda sobre el lecho, y Pedro salió de mí dejándome tumbada. A cuatro patas subió por mi cuerpo, y cuando su polla, aún dura, llegó a la altura de mi rostro, bajó la cadera, me colocó la brillante punta sobre los labios, y me penetró la boca sin contemplación. Degusté la mezcla de fluidos sobre su piel, y al succionar mientras me la sacaba de entre los labios, me obsequió con un leve lechazo que regó mi lengua para alimentar mi recientemente descubierto vicio.

Estaba haciendo realidad las fantasías que como hombre había deseado cumplir con una mujer. Ahora yo era esa mujer, y mi nueva realidad estaba superando con creces a cualquier fantasía.

CONTINUARÁ…

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Relato erótico:” La cuñada de mi compañera” (POR ELMISMO)

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LA CUÑADA DE MI COMPAÑERA
La cuñada de mi compañera se llama Mercedes y tiene 33 años, y una hija de 15 años que se llama Ainara, por supuesto esta casada, y su marido Francisco, tiene 37 años.
Son un matrimonio casi perfecto, por que solo cuenta y se hace lo que ella quiere y como quiere.
Mercedes, es una mujer, que va de progre, liberal y sexy. Pero es una autentica caprichosa, que solo disfruta siendo ella el centro de todo y cuando todo se hace según ella quiere y decide, cuando a ella le apetece y como le apetece.
Ya he dicho, es muy sexy, es algo natural en ella, y cuando se esfuerza, es una calienta pollas excepcional; no puedes quedarte indiferente a sus “coqueteos”
Como mujer no esta mal, mide unos 165 cm, cintura de avispa, pechos grandes y culo muy bien formado, piernas largas y torneadas. Guapa de cara con unos ojos claros que ni son grises, ni verdes, ni azules, su color es indefinido, pero oscila entre esas tonalidades y su boca casi grande para el ovalo de su cara, destaca entre unos pómulos muy marcados y una barbilla alargada; resulta sobretodo atractiva.
Viste muy convencional, aunque resulta muy sexy, faldas normales siempre con aberturas, si son amplias, dos y si son estrechas una, que siempre dispone muy estratégicamente, de forma que los ojos se van y están pendientes de la abertura. El pecho y la cintura siempre muy prietos, yo diría que con una o dos tallas menos en el sujetador y los jerséis sobretodo, pero luego siempre por encima, camisa o chaqueta amplia, una o dos tallas mas, de forma que se disimula y solo aparece cuando ella decide mostrarlo. En invierno siempre con zamarras o chaquetas largas o abrigos muy largos bastante amplios; que pocas veces se quita, pero siempre por debajo enfundada en prietas mallas de licra y tops, jerséis o sudaderas muy ajustadas. Muy pocos hombres le negarían un favor, incluso mas de una mujer tampoco.
La miran, o se hace mirar, eso si con gran naturalidad, igual por hombres que mujeres.
Pero como he dicho es muy caprichosa.
Yo soy dominante por naturaleza; de hecho he tenido una relación dominante con mi anterior pareja, mujer ya que estuve casado, aunque ahora mi relación es de lo mas normal. Pero a ella no la puedo aguantar, por que siempre, para conciliar la vida familiar, hay que hacer lo que ella quiere.
No nos resultamos mutuamente simpáticos, por no decir que nos somos claramente antipáticos. Yo lo disimulo todo lo que puedo, pero ella se esfuerza por todo lo contrario. Menos mal que yo, por carácter, paso olímpicamente de mujeres como ella. Y eso a ella la saca de quicio y se esfuerza todo lo posible para machacarme, y hacer evidente que le caigo mal y que soy una mierda; cuestionando mi hombría y dejando entrever que si estoy con su cuñada es por que a ella le doy pena, y yo no tengo otra cosa.
Así después de cuatro años de relación, de esto hace ya 7 años, en Navidades, durante la cena de Nochebuena, surge el contacto o se abre la puerta de la forma mas extraña y antinatural, para que ahora ella se haya convertido en mi sumisa, en mi esclava, que solo hace aquello que yo deseo y le mando o incluso solo le tengo que insinuar.
Por que cuento esto ahora, pues bien, por que lo mismo que antes, cuando una relación de esclavismo o sumisión sexual, llega a los limites mas extremos acaba estallando y haciéndose visible, es decir acabando al ser de conocimiento publico, y teniendo que cambiar de aires, por que todos te dan la espalda, por que has conseguido todo lo que ellos, muchas veces, ni consiguen soñar aunque lo deseen con toda su alma; y por otro lado, aunque desearían ser tus aprendices, están aterrorizados, con la idea de que puedas someter a las mujeres de su entorno mas próximo.
Pues como decía, durante la cena de Nochebuena, a Mercedes, se le ocurrió, hablando de su tío, en aprovechando las fiestas, hacerle una visita y pasar unos días con el.
Su tío vive en Gerona, es soltero y tiene muchísima pasta, tiene una masía en la zona de Roses, hacia las ultimas estribaciones del pirineo que es un primor y un piso esplendido en plena rambla de Gracia en Barcelona. Un hombre mayor, en aquella época ya tenia 77 años.
Y todo surge al decir mi compañera que yo tenia que ir a Barcelona una semana, por motivos de trabajo, la semana siguiente de Reyes.
Se le ocurre la brillante idea de ir a visitar a su tío como regalo de Reyes, y volver con un buen regalo ella.
Hace todos los planes, tema monográfico en la cena; aunque su marido, le dice que el no puede ir por motivos de trabajo, y lo mismo le pasa a sus padres, que son otros de los fieles lacayos de ella; ya que aunque no es hija única ya que tiene dos hermanos, hermano y hermana para los efectos es como si no existieran.
Mercedes a lo suyo, planifica el viaje y sin mas, toda la noche su película. Va a hablar con su tío, y decidirá si sale el día 27 y esta hasta el día 2 de enero, ya que Francisco la ira a buscar el día 31 y pasaran allí la Noche vieja; o ira el día 2 y estará hasta el día 7 de enero, que la ira a buscar su maridito el día 6 que no tiene que trabajar. La niña ya es mayor y su madre, es decir la abuela la cuidara; que hablara con el tío el día de Navidad y cerrara el calendario. Con el tío, no es caprichosa, pero si muy mimosa, dice su madre, ya que el es muy bueno con ella y le hace regalos impresionantes, pero rechaza profundamente a la gente caprichosa.
El día de Navidad, sigue con su película. Ya ha hablado con su tío; el esta ahora y hasta la despedida de año en la masía, ya que le encanta la nieve y esta todo nevado, casi completamente aislado, el en la Masía y el matrimonio que se la cuida en la casita de jornaleros, para cuidarle en lo que se le antoje y cuando se le antoje, que para eso paga, pero sin que le molesten, a su disposición, pero lejos, que ni lo escuchen, ni que les escuche. Así lo describe Mercedes.
Y por supuesto, Mercedes, esta toda contrariada, por que sus planes del día anterior se han estropeado, ya que el acceso a la Masía es en coche, y el tío no se ha ofrecido a ir a buscarla a Gerona. Y el pobre Francisco, no puede trabajar y llevarla, pues desde Santander hasta Gerona ida y vuelta sin parar, no le da, para desde que sale de trabajar volver a la hora de trabajar otra vez.
Ella, yo no se porque, la toma conmigo, como si yo fuera el culpable, solo porque yo digo, que si no puede ser la alternativa A del día anterior, ella ya había previsto la alternativa B también. Así que queda, el 2 de enero se va y vuelve el día 7 y en paz; incluso y de la forma mas inocente digo: que la puede llevar Francisco el día 1 de Enero y así aunque este en la masía el tío, ella puede ir con el, aunque no la valla a buscar a Gerona. Y, por la boca muere el pez, nunca digas nada dándolo por hecho, para que se vuelva irrealizable, ni des algo por desecho, para que sea completamente realizable al instante siguiente.
Hubo de todo, menos tiros, la comida fue mas un funeral que una celebración. Tuvimos que aguantar a la niña, y digo niña, por que y le saco 15 años de diferencia, toda la comida y encima quedarnos a la tarde para consolarla; y todos eran pocos a consolarla, su madre, su hermana, sus cuñadas, mi compañera incluida.
Y como los imposibles, o desgracias no vienen solos, a mi que estaba de vacaciones, el día 27 me llega un correo electrónico cambiándome la fecha del viaje, del 7 de enero, me lo adelantan al 3 de enero, para concluir el día 5 y sino continuar el día 7.
Yo cuando recibo el correo, me pillo un cabreo, ya que me jode las vacaciones navideñas, y además Nieves mi compañera no podrá acompañarme, ya que empieza a trabajar el día 2 de enero.
Cuando se lo digo a Nieves, lo primero que me dices, que no se puede uno reír de las desgracias ajenas, que después se convierten en las nuestras.
Yo que ni entiendo ni me imagino de que va;  me quedo todo extrañado, y le digo de mala leche, ni que lo estuvieses deseando, para quedarte sola a complacer a la borde de tu cuñada. Y ella con una carcajada, me responde: haber si el que va a tener que complacerla eres tu.
La semana, sigue de fiesta, y de putamadre, de compras, de comidas, de cines y de reuniones, no da para mas. Estoy mas relajado cuando estoy trabajando; y eso que me suele decir que con mi trabajo la mayoría, acabarían reventando como una olla exprés sin válvula de escape.
Y llega el gran día, Noche vieja, con los amigos, desde primera hora de la tarde, hasta las 10 de la noche del día de Año nuevo, nos hemos cogido una casa rural en Fuente De, desde el día 30 hasta el día 2.
Primer tropezón, Nieves, me dice que el día 31, ya que no vamos a estar a la noche, el 30 tenemos cena con su hermano y sus suegros.
Segundo tropezón, llegamos a cenar, perdiendo un día con los auténticos amigos, y Mercedes esta de un humor de perros, por que su tío, ha decidido continuar en la masía hasta el día 7 u 8 de enero, disfrutando del aislamiento que es casi total en la masía. Y ella no puede ir, ya que el tiempo es malísimo y Francisco, su marido, no se atreve a llevarla en el coche, y ella tampoco se fía de el, porque es un inútil conduciendo, que se pierde hasta con GPS y además su coche es pequeño y no esta preparado para viajar con este tiempo de temporal.

Tercer tropezón, como el ambiente esta como esta, y viendo como va a estar en Nochevieja y en Año Nuevo, Nieves, me suplica delante de todos que nos quedemos a hacerles compañía, ella sufriendo por su hermano, al imaginarse lo que van a ser esos dos días para el. Comiéndome los cojones y esperando que Nieves reaccione, a mi no se me ocurre otra cosa que decir: lo que quieras cariño, y mirando a Mercedes claramente y a Nieves a la vez, no vallas a enfadarte y me des puerta, haber que va a ser entonces, solo y en la calle, y esto era cierto, ya que vivíamos en casa de Nieves, y sin una mujer que me haga caso, ni siquiera que me mire. Nieves con una sonrisa maquiavélica, y eso fue uno de los desencadenantes de mi comportamiento posterior, dijo, bueno nos quedamos a haceros compañía estos días, para hacerle las fiestas mas alegres a Mercedes y compartir su desengaño.
Cuarto tropezón, durante la cena de Nochevieja, a Nieves, no se le ocurre mejor cosa, que comentar el cambio de mis fechas de viaje al día 3 de enero en lugar del 7 previsto, fastidiándome la semana de vacaciones, el descanso previsto, y lo que mas me fastidiaba a mi que era el romper la planificación hecha. Y todo para consolar a Merceditas, que estaba dándonos la noche, con el desconsuelo de su viaje cancelado.
Se desata la tormenta, y viene la caída en vertical.
El día de Año Nuevo, Mercedes estaba feliz y radiante en la comida, tanto, que le comente a Nieves, tu hermano merece un monumento, menudo polvo que le ha echado a su mujer esta noche, la ha puesto en la gloria, mira que cara trae, y además esta de un cariñoso subido, dando besos a diestro y siniestro, acompañados de dulces palabras; haber si hay suerte y acaba el año como lo empieza. No acababa de decirlo cuando se acerco a nosotros y me planto dos besos en la cara, bueno uno en todo el morro y con boca abierta, debido a mi sorpresa, y a pesar de que de un modo reflejo, yo bese su boca, sorprendiéndola también, en aras a que todo era algo inocente y no premeditado, no dijo nada, ni mostro señal de disgusto.
Nieves se apresuro a decirme que no me podía quejar, que la reina casi me había dado un beso de tornillo, ella no se había dado cuenta de que aunque era una situación fruto de la casualidad, yo de manera refleja, le había dado un carácter sexual profundo, aunque no intencionadamente.
Quinto tropezón, y como colofón de los postres. Mercedes, le pregunta a Nieves, si ella tendría inconveniente en que ella, Mercedes, y yo pasásemos 2 ó 3 días juntos. Y Nieves, de mala pipa, le respondió, le había tocado la fibra mas sensible, que ningún inconveniente, como si era si salir de la cama; que el que podía poner o no inconvenientes era yo
Mercedes, toda cariñosa y muy mimosa, le respondió, en vez de dándose por ofendida, disculpándose y pidiéndole perdón, por la pregunta, mejor dicho, según ella, por la forma de plantear la pregunta. Yo intuí el temporal, la catástrofe y  trate de mediar, diciendo que no tenia importancia, que el destinatario de la puya era yo y que estaba suficientemente acostumbrado para tomármelo a mal.
Mercedes, como si yo no existiera, se levanto de la mesa y se acerco a Nieves y le dio un beso y le hizo cuatro carantoñas, añadiendo, no me he explicado bien, lo que yo quería decir Nieves era:
Si podrías convencer a tu novio, que ya que tiene que ir a Barcelona el día 3, para que me acercara a la masía del tío, que esta entre Camprodon y la Alta Garrotxa, cerca de Figueres y Rosas  y me recoja a la vuelta, el día.
Nieves, muy hábil, pero con algunas personas nunca se es lo suficientemente hábil, le dijo, seguro que ni yo ni el tendríamos ningún inconveniente, pero para ese “pequeño” desvió o rodeo, necesitaríais salir ya, ya que Miguel tiene que estar en Barcelona el día 3 antes de las 10 de la mañana de mañana.
Y la muy zorra de Mercedes, me pregunta, ¿Ya me llevaras?; y añade, yo ya lo tengo todo preparado.
Francisco tímidamente dice, eso es mucho esfuerzo, además el tiempo es de perros, hay un temporal de nieve impresionante, incluso no se si podréis llegar, y a buen seguro que harán falta cadenas.
Y la cosa se complica, Nieves me mira y dice cómplice, a José se le da muy bien la nieve y el frio, los maneja por igual de bien, aquí esta la prueba, y seguro que no tiene ningún inconveniente.
Me coge del brazo y me separa y dándome un beso, me dice en plena boca, llévala por favor, hazlo por mi, dame esa satisfacción, una semana tranquilos todos, y si vienes dentro de 2 semanas mejor que de una, ya te recompensare.
Y como frase lapidaria, me dice y si la jodes bien jodida, eso si que no proteste, no diré nada y te dejare que la jodas todo cuanto quieras, como si quieres embarazarla, esto ultimo era en referencia a que le respondiera a sus pullas, dejándola incluso en ridículo, algo que yo ya le había comentado a Nieves que me gustaría hacerle a Mercedes, y Nieves siempre me respondía con lo mismo, si la jodes y se da por jodida, tu y yo acabamos.
Volví a decir, lo que quieras cariño, y mirando a Mercedes claramente y a Nieves a la vez, no vallas a enfadarte y me des puerta, haber que va a ser entonces, solo y en la calle, y sin una mujer que me haga caso, ni siquiera que me mire. Nieves con una sonrisa maquiavélica, añadió, cariño vete a preparar las cosas y no te hagas de rogar, a ver si la dejas en casa del tío hoy a la noche, que ya se que tu puedes.
Francisco añadió, no creo que podáis llegar a la noche, parar en Vielha, si vas por la Seo de Urgell o en Toulouse o Ax les Thermes si vas por Puigcerda, aunque lo mas seguro seria ir por Perpiñán y Figueras; ya que en los otros sitios no es seguro que tengan los alojamientos abiertos. Por lo que se ve Francisco sabia muy bien de lo que hablaba. Incluso, en un aparte me dio las gracias, diciéndome que se había pasado toda la noche haciendo los planes con Merceditas, bueno la que hacia los planes era ella, hasta la hora de la comida.
Cuando volví listo para salir, eran las 6 de la tarde, Francisco, con unas copas de mas y en un arranque de solidaridad y de compasión hacia mi, me dijo que fuese con mucho cuidado, que la mayor parte del recorrido desde Andorra, no había cobertura de teléfono, y que no le hiciese caso para nada a Mercedes, por que cuando se le metía una cosa en la cabeza era insoportable, que el había lamentado muchas veces, no haberle dado un par de tortas o incluso una paliza, la primera vez que se puso así, para que no fuera costumbre como ahora.
También me pidió perdón , por que no llegaría a Barcelona para las 12, ya que según el era Imposible y que si llegaba para el día siguiente igual era mucho, que seguro que nos quedábamos tirados en mitad de ninguna parte, con la tormenta un par de días, que ese era el pronostico del tiempo. Me recomendó que fuera por Francia, por la autopista de los pirineos, y que hasta la frontera en Bagneres de Luchón o Llivia, tendría “bien” el viaje, ya que los franceses se curraban mucho la zona de esquí, y solo en contados casos los desbordaba la naturaleza. Y volvió a insistir, en que fuera por Perpiñán y Figueres, a pesar de hacer muchos mas kilómetros.
COMIENZA EL VIAJE
Salimos de viaje, con toda la familia despidiéndonos, eran las 18:30.
Mercedes toda simpática, diciendo que íbamos a tener un buen viaje y que llamaríamos si había algo o sino cuando llegáramos.
Nada mas arrancar, se puso a enredar en la radio, y cambio a la música, como todo lo que encontraba, nada le gustaba paso a enredar de nuevo en la radio, despotricando todo el rato y dedicándome comentarios a cada cual mas despectivo e incluso humillante; yo soportando la tentación cada vez mas fuerte de parar y tirarla del coche, incluso, sin gran esfuerzo, tirarla sin parar el coche.
Al cabo de un par de horas y cerca de San Sebastián se durmió, llego la calma, se durmió profundamente, quedando toda despatarrada en el asiento, con el abrigo abierto, y la falda se le fue abriendo poco a poco, hasta mostrar las bragas, la muy cabrona, se había puesto una falda larga con dos aberturas casi, o sin casi, hasta la cintura, que cuando andaba, le permitían exhibir sus largas y torneadas piernas, pero en esa posición desmadejada, lo que permitían era enseñar los muslos y sobretodo la parte baja de sus braguitas, que apenas tapaban su coño, que parecía estar casi rasurado, ya que no se veía, ni un solo pelo en los laterales, a pesar de lo exiguo del triangulito de trapo.
Puse la radio y me relaje, 2 horas después, ya pasado Bayona, tuve que renunciar a oír la radio, y puse música, una música, no se porque, Relajante y romántica, muy sensual; y digo que no se por que, ya que yo conduciendo, siempre pongo música muy rítmica, ya que me ayuda a mantenerme despierto, activo y dinámico, alejando sueño, distracciones y cansancio.
Pero que cierto es que las cosas buenas duran poco; después de pasar Tarbes y llegando a Lannemezan, la ventisca arrecio, casi no se veía la autopista y el piso ya tenia casi 5 cm de nieve, decidí, parar y poner las cadenas, unas cadenas textiles con clavos, muy buenas, que me compre en Suecia, hace un par de años que estuve allí en un trabajo. Pero para eso debía de parar, y a poder ser sin salir de la autopista, porque corría el riesgo que me encontrase con algún coche de la gendarmería, que me aconsejase parar hasta el día siguiente, ya que eran casi las 2 de la madrugada. Y como los males nunca vienen solos, Merceditas se despertó, consciente de su postura, arremetió contra mi diciéndome que era un pervertido, que me iba a enterar, que le iba decir a su marido y a Nieves que me había aprovechado de ella, y que la había tocado mientras dormía. Yo no me había dado cuenta, pero por lo que ella decía, se había puesto cachonda con la música y estaba toda mojada.
Calmada un poco me pregunto, donde estábamos, y que hora era, le dije que estábamos llegando a Saint Gaudens, y que eran casi las 2 de la madrugada. Me dijo que saliéramos en Montrejeau y que iríamos a dormir a Bagneres de Luchón, justo llegábamos al indicador de a 1000m sorti Montrejeau.
Salimos y en el peaje ella se entendió con la del peaje, y esta le dijo que el acceso de Bagneres de Luchón a Vielha, estaba impracticable desde hacia 2 días, que tendríamos que ir por Melles.
La frustración de no poder ir por donde quería, la frustración de no poder hacer lo que le daba la gana, la hizo ponerse insoportable e insultarme sin parar, el tiempo empeoraba y mi malhumor también; a la vez que la carretera se complicaba, impidiéndome darle una buena hostia como respuesta a su actitud. Pero el coche se me iba de un lado a otro de la carretera. Trate de parar en Fos, pero se puso histérica diciendo que si parábamos, no podríamos arrancar, y allí no había ni posada.
Seguimos rumbo a España, en Melles unos cuantos kilómetros mas adelante me salí de la calzada, delante de una casa, llamamos, llamamos en dos o tres puertas mas, pero nadie nos hizo caso. No se como conseguí volver a la calzada y continuar. Seguía el rosario y cada vez peor.
Yo me puse a pensar, que tranquilos se habían quedado todos, ya que nadie se había molestado en llamar, ni para preguntar que tal íbamos, y mi cabeza mas negra, continuaba pensando que bien se quedarían todos, si no volvíamos.
Sin darme cuenta estábamos en la que había sido la antigua frontera, las edificaciones de la Gendarmería, parecían resguardadas de la nieve y con una especie de nave abierta. Se me encendieron las luces a la vez que el coche me daba varios bandazos. Dirigí el coche a la nave, entre y lo detuve, en el fondo, no había nieve y parecía muy iluminado, ya que la luz del coche reverberaba en la pared.
Era una oportunidad única, para poner las cadenas, para poder seguir con un mínimo de seguridad, hasta la primera población española, que seguro que encontraríamos alojamiento hasta que pudiéramos continuar.
Me baje, Mercedes seguía chillando e insultándome, saque las cadenas, así como el gato y demás herramienta, y procedí a poner las cadenas, primero en las ruedas traseras, el coche es un A8 Tracción Total, por eso lo del día anterior con Francisco y la diferencia de coche. Puestas las cadenas en las ruedas traseras, procedo a ponerlas en las ruedas delanteras; entonces me fijo en Mercedes, colocada delante del coche, abierta de piernas, en una postura agresiva y desafiante, que no para de insultarme, con la melena alborotada; y pienso, esta impresionante, que a gusto la violaba ahora y la sometía. Sigo poniendo las cadenas. Ya solo me falta una, suelto la rueda, la rodeo con la tela de la cadena y la cierro, cojo la rueda para poner y se me escapa rodando, tengo que ir a buscarla barios pasos mas allá, al fondo de la nave.
Mercedes, grita mas, gesticula, me insulta y cuando me doy la vuelta con la rueda, lo que veo me deja sin aliento, la polla me causa dolor contra el pantalón, y mi cabeza grita, fállala, viólala, demuéstrale quien manda, menuda hembra mal alimentada tienes delante.
Sigo coloco la rueda, ni le hago caso a mi cabeza, ni le hago caso a Mercedes. Acabo de colocar las cadenas, recojo la herramienta y la guardo.
Me doy cuenta que estoy chorreando de sudor, por que debido al frio, noto el sudor que se esta quedando helado en mi cuerpo.
Rápidamente, abro una maleta y cojo una toalla y ropa interior seca que llevo allí, y cojo también un cobertor, tipo edredón que tengo siempre en el maletero, para cualquier contingencia, picnic, siesta campestre, siesta en el coche en pleno viaje etc.; y miro alrededor y me fijo que hay una pequeña puerta que da a una especie de pequeña habitación.
Cojo la linterna y me dirijo allí para cambiarme. Mercedes sigue con su letanía, cada vez mas enfadada, cada vez mas excitada viendo que no le hago caso.
Estoy desnudo secándome enérgicamente con la toalla, cuando entra Mercedes, no se si me ve o no, pero se calla de pronto; y enseguida se pone a chillar, que no la vaya follar, que no va dejarme que la viole. Me doy cuenta de que tengo la polla como un hierro; me acerco a ella, cuando ella trata de escapar, la cojo de la melena, le doy una bofetada, luego otra; Mercedes, se calla, esta aterrorizada; yo la contemplo en su máxima expresión, al contraluz, parece desnuda, se marca una figura perfecta. La tiro encima del edredón, forcejamos, le arranco  la braga y noto que no esta depilada del todo, le doy una nueva bofetada; y al tratar de escapar ella, teniéndola sujeta del pelo, le doy una palmada en el culo, con todas mis fuerzas, ella se queda quieta, desmadejada, suplicándome que la deje.
Yo le respondo, Merceditas, te voy a follar, por las buenas o por las malas; voy a disfrutar de tu cuerpo y me vas a hacer disfrutar, como desagravio a todo lo que me has hecho sufrir; tu elijes como lo hacemos; si por las buenas, o te muelo a palos primero, y lo hacemos después; Si me vas a dar placer tu disfrutando, o yo disfrutando contigo y a cuenta tuya, y la verdad es que cada vez que te doy una bofetada o zurra, casi me corro; podemos probar cuantas te tengo que dar y donde antes de correrme.
Mercedes, dejo de suplicar, paso a decir que no le haría daño, que ella no se resistiría, pero que por favor no le hiciera daño, ni le dejase marcas. Se tumbo en el edredón y se abrió de piernas en una clara invitación a que la penetrase.
La cogí de un pie le di la vuelta y le volví a dar una zurra en el culo, que a mi me dolió la mano, diciéndole, tu harás lo que yo diga, hasta que me canse, y no te marcare la cara mientras me obedezcas y me des placer,  es lo único que te voy a garantizar; y te vas a desnudar inmediatamente y te sentaras encima de mi polla y te la clavaras hasta que ter salga por la boca.
Mercedes, me dijo, pero estoy seca, me va a doler y no te voy a dar placer. Me levante la levante del pelo y le volví a pegar otra zurra en el culo. La solté y me tumbe boca arriba, y no es por presumir, pero a la luz de la linterna, mi polla, parecía una de esas estacas, que Vlad el Empalador, usaba para empalar a sus enemigos.
En esa guisa, mire a Mercedes y ella sin dudarlo ni un solo segundo, gimiendo y llorando a moco pleno, se dirigió hacia mi, se coloco y se la aboco, se la metió poco a poco, que dolor, era como meterla entre ropa de lo mas áspero, para ella tenia que ser dolorosísimo. Con un grito se la clavo hasta casi el final, a la vez que se levantaba de golpe fruto del gran dolor que debía de haberle producido.
Sin piedad, la sujete delas caderas y se la hundí de golpe de nuevo, pero esta vez completamente, Mercedes aulló, y se la casi saco de golpe, cosa que yo aproveche para volverla a empalar, así, hasta una docena de veces.
Me escocia la polla, que no aguantaba, a ella debía de arderle su coño; así que con ella completamente clavada, con Mercedes chillando como una loca; pare y le dije lo mas cariñoso que pude; Merceditas, si quieres seguimos así un par de horas, hasta que me aburra, o me corra por equivocación, o te la saco y me la mamas, hasta que me corra en tu boca o con ella bien lubricada decida volverte a follar y correrme en tu asqueroso coño. Tu decides de nuevo. Ella tratando de sacarse el hierro que la abrasaba el coño, sin dejar de llorar, me dice que me la chupara, pero que nunca lo ha hecho. Que intentara tragar la corrida, pero que no me corra en su coño, que no toma anticonceptivos, que los ha dejado hace mucho tiempo, por que la hacían engordar. Y que con Francisco solo lo hace con condón, desde que dejo los anticonceptivos hace ya casi 14 años.
La suelto y se arrodilla y me la empieza a mamar, no tiene ni puta idea, de cómo se mama una polla, ni como se da placer a un hombre, pero la chupa y se la mete en la boca. No aguanto el dolor de huevos; este placer hace años que no lo sentía, desde que deje a mi mujer y su familia concretamente.
Lo decido en un instante, lo mismo que decidí follarla, decido someterla.
Le guio la cabeza, le doy instrucciones básicas de cómo chuparla, como dejarla entrar en su boca cada vez mas, guio su cabeza, la acaricio, trato de calmarla, de relajarla, cosa que parece que va consiguiendo, desde que se la quite del coño.
Se la clavo mas profundamente en la boca sujetándole la cabeza; le digo que estoy para correrme, que lo hare en su boca, que si derrama una gota que la próxima corrida se la daré en el coño, y que no será la única; esta aterrorizada con quedarse preñada. Le digo que voy a empezar y que si me muerde en el intento de quitársela de la boca, le daré una paliza hasta matarla. Me meo, poco a poco primero, mas fuerte después, se la clavo profundamente y se la tengo que retirar, por que con las arcadas casi se ahoga.
Ha devuelto, le doy los restos de su braguita para que se limpie. Me siento y la invito a continuar chupando, le retiro la boca y le digo que se siente en ella, acede dócilmente, esta llorando en silencio. La polla se desliza en su interior con mas suavidad de la esperada, sus babas son mas abundantes y ella parece mas relajada. Le como la boca, le como los pechos, mientras entro dentro de ella suavemente, en una postura tan forzada para ella, que no puede hacer casi resistencia.
Comiéndole las lagrimas, le digo, Merceditas, eres una niña consentida, que ni sabe follar, ni sabe mamarla, y que con este amanecer se va a quedar preñada, por que tal y como la tengo, antes de que salgamos de aquí me correré en tu interior media docena de veces y no habrá pastilla del día después hasta después de 24 horas, y probablemente haya alguna corrida mas. Mercedes llora con mas fuerza, y yo termino diciéndole, salvo que como imagino tu culo sea virgen y me lo ofrezcas para taladrar; aunque tengo que decirte que lo de la anterior penetración, no habrá sido nada comparado con lo que te espera.
Me responde, mas en un gemido que en otra cosa, lo que tu quieras.
Mercedes gime, ha notado el crecimiento, que con su respuesta, ha experimentado mi polla en su interior.
 La levanto, extrayendo mi polla de su interior.
La pongo de rodillas, se deja hacer.
Abro sus nalgas, escupo en su ano.
Escupo en su culo.
Escupo en mi polla.
Escupo en mi polla, una, dos , tres veces.
Vuelvo a escupir en su ano, se deja hacer.
Se la acoplo en el agujerito y empiezo a presionar.
Intento clavársela de golpe.
Merceditas aúlla como un perro, cosa que le evita oír mi grito de dolor.
Tanto es mi placer que se la he hundido de golpe en el culo casi hasta la mitad, pero parece que mi prepucio, fuera a romper, por no poder entrar.
Mercedes, grita a voz en cuello, gime chilla, y forceja por soltarse.
Yo sigo penetrando milímetro a milímetro, cada vez mas empalado por la excitación del momento.
Al cabo de no se cuanto tiempo, Mercedes esta desmadejada, no se mueve, quieta y abandonada a mis instintos y deseos; mi polla la ha taladrado completamente y estoy a punto de correrme, derramándole toda mi leche, que tiene que ser mucha, dada la presión de mis huevos, cuando suena su teléfono, suena en su abrigo al lado de nuestras cabezas.
Yo dejo de penetrarle, fijo mi polla en lo mas profundo de su culo dispuesto a regarle los intestinos. Es lo único que se me ocurre.
Mercedes extrae el teléfono del bolsillo, lo mira y dice, es Francisco y son las 8 de la mañana.
Se acaba la llamada.
Mercedes dice: creo que había tenido que haber cogido la llamada.
Yo le agarro los pechos, estrujo sus pezones por primera vez, y le digo; lo que tienes que hacer es dar muestras de normalidad; al menos si quieres salir de esta.
El Placer, con mayúscula, me rompe.
Suena de nuevo el teléfono.
Mercedes responde, diciendo, que quieres a estas horas, empezando una bronca con su marido, que se disculpa apresuradamente, diciéndole de su preocupación.
Yo deslizo la polla, que no he dejado de moverla, de su culo a su coño, y mordiéndole el lóbulo de la oreja, le digo, sigue hablando, que me voy a correr en tu coño puta, te voy a hacer un hijo de puta, en las mismas narices del cornudo de tu marido; y me vacío dentro de ella.
Mercedes sigue la conversación, con suspiros, con su marido, diciéndole que esta muy jodida, mas que jodida, que la situación la desborda como un embarazo y llora suavemente.
Mi polla que se había vaciado y perdido su tamaño, estaba casi fuera despierta y empieza a coger tamaño y volver a introducirse dentro de Mercedes. Y yo le digo: zorra, sigue así que voy por el segundo intento.
Mercedes, sigue desahogándose con su marido, que ni se imagina por lo que ella acaba de pasar, y esta pasando.
Le doy la vuelta, le recojo las piernas, y la penetro lo mas profundo que puedo; esta perfecta, súper lubricada con mi corrida anterior. Le muerdo los pechos y le digo, si no quieres que te arranque los pezones, sigue, sigue hablando hasta que me vuelva a vaciar dentro de ti zorra, que garanticemos un hijo de puta; y me vacío de nuevo dentro de ella.
Le quito el teléfono, me hecho encima de ella y se la meto en la boca, la tengo a reventar, de ganas de mear, juego con su clítoris, y vacío mi vejiga en su boca mientras no paro de jugar con su clítoris.
La dejo, y le digo, vístete, te quiero vestida como una puta, no se cuanto tiempo tendremos que estar aquí, hay medio metro de nieve y encima esta helada.
Te quiero con falda corta y sin bragas; y el mas pequeño de tus sujetadores te lo pones de sostén, es decir, por debajo de las tetas, sujetándolas bien altas y con los pezones en oferta.
Mercedes me replica, que hace mucho frio, que esta casi helada; y me doy cuenta que con el ardor de los polvos ni me he dado cuenta del frio.
La tumbo sobre el capot del coche y le doy media docena de azotes en la nalgas, poniéndoselas a punto de sangre, y le digo eres mi juguete, hasta que salgamos de aquí, así que sufres complaciéndome o te hago sufrir para complacerme.
Entramos en el coche y pongo la calefacción a tope; y le digo ábrete de piernas y mastúrbate, juega con tus tetas y tu coño, que yo lo vea bien.
Son las 10 de la mañana.
Se masturba y enseguida alcanza un orgasmo, me quedo sorprendido, solo acierto a decirle, sigue, ya te diré yo cuando pares; y ante la duda de ella, le retuerzo un pezón de forma brutal, arrancándole un grito bestial.
No se lo piensa y continua masturbándose, segundo orgasmo, tercer orgasmo, cuarto orgasmo, quinto orgasmo, son las 11:00 y caemos rendidos de sueño.
A las 12:00 suena el teléfono y me despierto, estoy de nuevo empalmado y me duelen los huevos, tengo necesidad de vaciar, tanto las pelotas como la vejiga.
Mercedes se despierta y coge el teléfono todavía medio dormida, es su madre.
Me hecho encima de Mercedes y la penetro, ella sigue hablando con su madre, pero Toñi, nota algo raro en su hija y empieza a preguntarle si esta bien y demás zarandajas.
Mercedes esta empapada, mis anteriores corridas pugnan por salir; la obligo a darse la vuelta y la penetro por el culo, le entra mucho mas fácil, mitad por el desfloramiento, mitad por la lubricación; pero todavía se le escapan unos grititos de dolor, y vuelve a llorar, cuando le digo, perra, mas que perra, primero delante de tu marido, te dejas preñar y ahora delante de tu madre, te dan por el culo; no se si disfrutarías mas así comiéndole el coño, a la Toñi, o haciéndole a ella que te coma el coño a ti mientras ofreces su culo. Perra, mas que perra.
Mercedes, me sorprende, replicándole a su madre, como quieres que este, follada, y no solo por el coño, sino mas que nada por el culo y con riesgo eminente de quedarme preñada, aquí en mitad de ninguna parte, con el estomago lleno de leche y siendo un juguete para el placer de alguno.
Yo asustado, se la deslice en el coño y me corrí profundamente, de nuevo dentro de ella.
Y Mercedes continuaba diciéndole a su madre, y a cada minuto que pasa, mas atada, mas sometida, y con mas posibilidades de quedarme embarazada.
Yo estaba a reventar, no podía mas y encima su conversación donde me estaba denunciando, me excitaba mas y mas.
Le dije para de hablar, y trágate la polla, que me acabe de vaciar en tu boca, y que no caiga una gota que te deslomo puta zorra. Que a gusto, se lo hacia también a tu madre, aunque a ella no la podría preñar como a ti; podríamos incluir a tu hermana y preñarla a ella; que es mas inútil que tu, y no vale ni para tener hijos.
Mercedes, con calma y recochineo, le dijo a su madre, espera un momento, que me van a dar de beber ahora y no se me puede caer ni una gota, si no quiero que me rompan.
La ahogue con mi meada, todavía devolviendo, le dijo a su madre, que la tenia que dejar, pues se había derramado la leche y que se tenia que cambiar.
Salió del coche y se puso a cambiar, justo en el momento que un gendarme asomaba la cabeza y nos preguntaba si estábamos bien
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

Relato erótico: “El ídolo 3: la profesora y mi compañera, mis putas”. (POR GOLFO)

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Al amanecer, me despertó el ruido de Ixcell al levantarse. Zafándome del abrazo de Ol
vido, salí del saco de dormir y cogiendo un pantalón, me vestí al recordar que la noche anterior y motivado quizás por el alcohol, había medio violado a esa profesora.
La rubia al contemplar que me había despertado, ni se dignó a mirarme y obviándome se puso a preparar el desayuno, sin darse cuenta de la sorpresa que nos tenía preparada esa mañana.
En un principio tampoco yo, advertí que a escasos metros de la hoguera, alguien había dejado frutas y un pequeño cervatillo a modo de ofrenda.
-¡No comprendo!- exclamé al saber que quien lo había dejado allí no podían ser más que los lacandones. Que esos hombres que el día anterior habían robado nuestro equipo hubieran dejado todo eso, era algo que no me entraba en la cabeza. Era como si a su modo, nos estuvieran pidiendo perdón.
Mi exabrupto alertó a la arqueóloga de las viandas y acercándose a ellas, su cara mostró también su extrañeza pero tras pensarlo durante unos instantes, se dirigió a mí diciendo:
-Si hubieses estudiado en vez de andar violando mujeres, comprenderías que por alguna razón nos están reverenciando. Y ya que lo único que hemos hecho ha sido sobrevivir una noche en este lugar, deben vernos como seres superiores dotados con algún poder.
-¿Qué poder? ¡Estamos varados en mitad de la selva!- respondí pasando por alto la pulla que me había lanzado.
Con genuina tranquilidad, peló uno de los mangos que nos habían dejado antes de contestar:
-No tengo ni idea pero sé que no tardaremos en descubrirlo.
Confieso que me deslumbró su serenidad pero aún más su mente porque sin dejarse llevar por el pánico, había buscado una respuesta aceptable a ese cambio de actitud de los indígenas.
“Será una zorra estirada pero tengo que reconocer que sabe de lo que habla”, refunfuñé admirando además lo bella que estaba esa mañana.
Tratando de sacar de mi cerebro la imagen de las piernas de esa rubia, volví a donde seguía durmiendo mi compañera y la desperté. Debido a la resaca, Olvido tardó unos instantes en espabilarse y cuando lo hizo, me sonrió diciendo:
-¿Cómo está la lesbiana? ¿Está escocida?
Su burrada me reveló que al contrario que yo, ella no estaba arrepentida por haber forzado a nuestra jefa. Obviando su comentario, le expliqué lo sucedido y tras escucharme con atención, el único comentario que hizo fue al comerse un plátano y decir lo bueno que estaba.
Descubrimos el ídolo y sufrimos sus consecuencias.
Con el hambre saciada, nos pusimos a preparar nuestro equipo. Como esa mañana íbamos a explorar la cueva que se introducía en la ladera de la pirámide, comprobamos las linternas y sus baterías. Hallándolas en perfecto estado, Ixcell nos ordenó seguirla al interior.
La primera estancia que era la única que veíamos desde el exterior consistía en una cavidad sin ningún tipo de adorno. Eso calmó nuestra inquietud al creer que en contra de nuestras expectativas esa gruta no tendría valor arqueológico más que el de estar ubicada en el interior de esa monumento.
Pero nada más cruzar y vislumbrar la siguiente, pudimos observar que estaba profusamente decorada con símbolos mayas. Pero lo que nos dejó realmente impresionado fue un enorme monolito de más de dos metros en el que habían tallado la imagen del dios Kukulkan. Gracias a haber permanecido siempre en el interior de esa cueva todavía conservaba sus colores y por eso la “serpiente alada” mantenía el esplendor de cuando fue tallada.
-¡Qué maravilla!- exclamó la arqueóloga emocionada.
Dejándose llevar por la emoción de sus ojos brotaron unas lágrimas al contemplar tamaña belleza, tras lo cual, empezó a fotografiar la estancia mientras yo intentaba traducir los mal llamados jeroglificos porque en realidad se trataba de un sistema silábico. Centrándome en los esculpidos en el dintel de la puerta,  fui anotando el significado de cada uno pero no fue hasta que había acabado cuando caí en su significado:
-¡Es una amenaza!- grité consiguiendo obtener la atención de mi jefa.
Llegando a mi lado, la arqueóloga leyó:
“Solos los dignos de Kukulcan serán perdonados por perturbar su descanso”
En cuanto acabó, girándose buscó a Olvido con la vista y al no verla se preocupó:
-¿Dónde está esta pendeja?
La respuesta a su pregunta llegó a nuestros oídos cuando desde el fondo de la gruta, oímos gritar a la morena llamándonos. Sin pensar en la maldición cruzamos dos nuevas habitaciones antes de llegar a donde estaba mi compañera. La encontramos en una estancia mucho mayor que las anteriores señalando con la linterna un altar en honor a ese dios.
-Leed- gritó emocionada.
Al revisar el conjunto de grafías, Ixcell las leyó de corrido:
“KuKulcan elige a sus favoritos con gran sabiduría, solos los dignos podrán lucir su emblema mientras los indignos sufrirán su venganza. El poder sobre la vida y la muerte quedará reservado al elegido”.
-¿De qué emblema habla?- pregunté confundido.
La boba de la morena olvidando todas las precauciones y antes de que pudiéramos avisarle cogió del altar un colgante de oro con el rostro de ese dios. Inmediatamente empezó a sufrir convulsiones E Ixcell queriendo ayudar intentó quitarle la joya de sus manos pero por desgracia sufrió las mismas consecuencias.
Sin saber que hacer me las quedé mirando mientras las veía morir ante mis ojos. El dolor que sufrían debía de ser inmenso puesto que sus rostros se retorcían presos del castigo. En ese momento escuché en mi espalda:
-Si no quiere que mueran debe ponerse a KuKulcan en el pecho.
Al girarme, descubrí al jefe de los lacandones mirándome con respeto. Sus palabras me parecieron una locura y así se lo hice saber. No estaba dispuesto a morir por ellas.
-Si han sobrevivido a esta noche, se debe a que uno de ustedes es el elegido. Como podrá comprobar, ninguna de las mujeres ha sido aceptada por mi Dios, luego usted es su predilecto.
Os juro que fueron los estremecedores gritos de las dos los que me hicieron decidirme y temblando de terror, me agaché a coger el colgante.  Al agarrarlo, en vez de notar dolor solo fui capaz de percibir que estaba templado y ya más tranquilo me lo colgué del cuello.
De improviso, vi que se iluminaba toda la gruta y aunque os parezca una mera alucinación, me vi de frente con KuKulkan. Nuevamente aterrorizado, esperé mi final pero entonces esa gigantesca serpiente con la cabeza repleta de plumas me habló:
-Cinco siglos mi pueblo ha esperado un líder que le haga resurgir de sus cenizas. Sabiéndote digno, te ordeno que recuperes su antiguo esplendor.
Sin ser todavía consciente de los designios de ese Dios, KuKulkan desapareció y con el la luz que iluminaba la gruta, dejándome solo con las dos mujeres y con el indígena que permanecía arrodillado a mis pies.
Halach uinik, su pueblo le espera.
Al escuchar que se refería a mí usando el título que los mayas daban a su rey, me percaté también que me había hablado en ese idioma que llevaba teóricamente desaparecido casi medio milenio. Si ya de por sí eso era imposible, aún más el que yo lo comprendiera como si fuera mi lengua materna. Aturdido como estaba, estuve a punto de acompañarle fuera pero entonces recordando a las dos mujeres, le pedí que me ayudara.
Fue entonces cuando me contestó:
-Si es su deseo que vivan, tóquelas. Con ello, el aliento de la serpiente las sanará.
Haciéndole caso, agachándome a su lado las toqué y como por arte de magia, ambas se recobraron recordando lo que había pasado. Asustadas por lo que habían soportado pero sobre todo por lo que habían visto, me miraron con terror al temer que una `palabra mía haría volver su sufrimiento.
Su miedo me quedó claro cuando quise ayudarlas a levantarse y la propia Olvido se retiró asustada. Incluso la jefa de la expedición rehuyó mi contacto y viendo que ya se acostumbrarían salí de la cueva.
En el exterior me llevé una nueva sorpresa porque a la salida de la pirámide, me esperaban unos quinientos lacandones. Sabiendo que solo seguían vivos unos mil, comprendí que la mitad de todo ese pueblo esperaba en silencio mis palabras y dirigiéndome a Uxmal, el jefe, le pregunté cómo era posible.
-Ayer cuando usted entró en la tierra sagrada, llamamos a nuestros hermanos para que vinieran. Solo los viejos y los niños no han podido venir.
Como sabía que esperaban un discurso, me limité a repetir la misión que me había encomendado el dios. Al oírme se echaron a llorar y a reír agradeciendo el favor divino. Fue entonces cuando Ixcell, ya medianamente recuperada, se atrevió a echarme en cara que los mintiera.
La reacción de los indígenas no se hizo esperar y antes de que pudiera intervenir la despojaron de la poca ropa que llevaba y atándola a un poste me preguntaron:
-¿Qué quiere Halach uinik hacer con su ingrata concubina?
Estaba a punto de obligarles a que la desataran cuando la arqueóloga hecha una furia, me gritó que jamás sería mi esclava.
-Darle cincuenta azotes pero que no le quede marca- respondí y dirigiéndome a Olvido, le pregunté mientras dos mujeres lacandonas empezaban a cumplir con el castigo: -¿Aceptas servirme?
Tras unos segundos de indecisión al oír los gritos que pegaba la rubia, la morena se echó a mis pies diciendo:
-Tú me has salvado, tú eres mi dueño.
Su postración dio inicio a la fiesta y mientras en la selva se escuchaban renovados gritos de guerra, uno a uno los miembros de mi pueblo se arrodillaron ante mí reconociéndome como su rey….
Mi primera noche como Halach uinik
Los cánticos se sucedieron sin pausa y mientras las mujeres preparaban la fiesta, Uxmal y un consejo de ancianos me pidieron permiso para ponerme la túnica sagrada. Aceptando de buen grado, descubrí que lejos de ser algo ostentoso consistía en una espléndida camisola blanca muy parecida a la que portaban los lacandones pero confeccionada de un lino espectacular.
Sabiendo que los más viejos llevaban debajo solamente un taparrabos, me desnudé totalmente suponiendo que me entregarían uno. Lo que no me esperé fue ver llegar a Ixcell totalmente desnuda y con la espalda y el trasero enrojecidos portando esa prenda.
-Concubina, cubre la virilidad de tu amo- le ordenó uno de los ancianos.
La pobre arqueóloga sin poderse negar se arrodilló a mis pies pensando que su única función sería ponérmela, pero entonces recibió un nuevo varazo en la espalda y escuchó:
-Límpiala antes con la boca. Nuestro rey debe estar inmaculado para su fiesta.
Por el brillo de sus ojos comprendí que estaba a punto de llorar al saber que se esperaba que me hiciera una felación enfrente de todo el pueblo. Disfrutando del momento separé mis piernas para que facilitar la labor de esa rubia. Ella al advertir que iba a colaborar con semejante felonía, me lanzó una mirada cargada de odio pero viendo que era inevitable, abrió su boca y sacó su lengua para comenzar a despojarla del polvo acumulado durante el día.
Sus lamidas no tardaron en levantar una brutal erección en mi pene. Los presentes empezaron a murmurar sobre mi tamaño y viendo que ya la había embadurnado por completo con su saliva, aproveché para decirle:
-Métetela toda.
Enfurecida por mi orden, separó sus labios y lentamente fue introduciendo mi verga en su garganta. Al sentir que empezaba a sacársela sin haberla terminado de embutir, agarré su cabeza y presionando se la incrusté hasta el fondo. Sin compadecerme de sus arcadas, una y otra vez usé su boca como si su sexo se tratara y cuando estaba a punto de descargar mi semen en su interior, me dirigí a ella, diciéndole:
-Trágate toda mi lefa si no quieres un castigo.
Temiendo que cumpliera mi amenaza, la mujer buscó complacerme imprimiendo a su lengua nuevos bríos e incluso llegando a estimular a la vez con sus manos mis testículos. Su entrega fue el acicate que necesitaba y desbordándome dentro de ella, mi semen se fue directamente a su estómago. Aleccionada mi antigua jefa no cejó en su mamada hasta dejarme seco. Habiendo comprobado que no quedaba nada en mis huevos, supo que había llegado el momento de ponerme el taparrabos y sin levantar la mirada, me colocó esa prenda.
El único vestigio de su antiguo orgullo, llegó a mis oídos mientras los ancianos me ponían la túnica. En ese momento no supe que solo lo había pensado porque lo escuché como si lo hubiese gritado:
-Mataré a este cabrón.
Agachándome donde estaba ella, murmuré en su oído:
-Soy difícil de matar- y actuando como si fuera de mi propiedad, la levanté y lanzándola a los pies de Olvido y ordené a la morena: -Ata a esta furcia. Esta noche le demostraré quien manda, rompiéndole el culo.
Mi compañera asumiendo su papel de concubina y deseando ser mi favorita, agarró a Ixcell de la melena y mientras tiraba de ella, contestó:
-No tendrá queja de mí, me ocuparé personalmente de que esté preparada.
Solté una carcajada al oírla pero sobre todo cuando se la llevó a rastras. Tras lo cual y olvidándome de ambas me uní a la fiesta de mi pueblo, sentándome en un tronco como improvisado trono. Mis nuevos súbditos recibieron mi llegada con alborozo y con canciones me hicieron saber su alegría mientras un nutrido grupo de mujeres empezaba a repartir las viandas entre los presentes.
El banquete consistió en tamales de maíz con frijoles, hongos, venado y mucho pero que mucho balché (para los que no lo sepan es una bebida alcohólica hecha a partir de la corteza del árbol que le da nombre).  Tras varios vasos de ese brebaje sagrado, vi aparecer a Olvido vestida al modo lacandón y sentándose a mis pies, puso su cabeza en mi rodilla mostrando a todos que ella era la favorita de Halach uinik.
Muerto de risa, levanté su cara y le dije que estaba preciosa vestida así. Fue entonces cuando me respondió:
-Mi rey soy suya y por lo tanto lacandona, por lo que le pido que me dé un nombre de nuestro pueblo.
Tras pensarlo unos instantes y alzando la voz para que todos lo oyeran, contesté:
-Nombre me has pedido, nombre te doy. A partir de hoy todos te conocerán como Yatzil.
Emocionada porque hubiera escogido un nombre que significa “cosa amada”, puso nuevamente su cabeza en mi rodilla y empezó a llorar. En ese momento y de no haber estado en mi fiesta de coronación, la hubiese hecho el amor allí mismo pero haciendo honor a mi papel, seguí disfrutando durante horas del acontecimiento.
Ya en los estertores de la ceremonia, se acercó Uxmall y me dijo en voz baja:
– Halach uinik, usted es el primero que debe irse. Nadie se moverá de su asiento mientras no lo haga. Hemos preparado una choza para que usted y sus concubinas descansen.
Asumí de inmediato que tenía que marcharme y levantándome del tronco, dejé que el indígena me llevara hasta donde iba a pasar la noche. No tardé en ver que justo en la entrada de la pirámide, habían construido a marchas forzadas una típica vivienda lacandona. De forma circular y con el techo formado con hojas de platanero, era la más grande que había visto.
Al entrar en ella, vi que de alguna forma se habían agenciado un colchón y que a sus pies permanecía amordazada y atada mi antigua profesora. Satisfecho por la imagen, me acerqué a ella y mientras Olvido-Yatzil me desnudaba, me entretuve acariciando su sexo. Ixcell incapaz de moverse, tuvo que soportar mis toqueteos con lágrimas en los ojos y sin poder hablar.
-Quítale la mordaza-, ordené a la concubina.
Mientras la morena se dedicaba a soltar las hebillas que la mantenían muda, calmé a la rubia acariciándola el pelo. Con palabras dulces, le dije que no le guardaba rencor pero que ella era la culpable de lo que le había pasado. Totalmente aterrada,al sentir que ya podía hablar me imploró:
-Por favor, no vuelvas a violarme. Te juro que nunca te denunciaré.
Sonreí al escucharla y tirándola sobre el colchón, la contesté:
-Un rey no viola, toma lo que es suyo. Tu destino es servirme y eso harás.
Yatzil sabía en cambio que debía hacer y solo estaba esperando mis órdenes. Cuando le hice la seña, le separó las piernas y comenzó a besarle los pies sin importarle los gritos de su antigua profesora. Descojonado mientras mi concubina cumplía mis deseos, me entretuve acariciando sus pechos. Involuntariamente los pezones de la rubia se erizaron y profundizando en su desesperación, bordeé  con mi lengua su aureola.
-No quiero- la escuché decir con su boca pero en su mente descubrí que había despertado su deseo y por eso me entretuve en morderlos suavemente con mis dientes.
-¿Te gusta putita?
-No- me dijo con la respiración entrecortada pero su cerebro empezaba a cambiar.
Mi otra concubina ya estaba a la altura de sus muslos cuando pellizcando sus pechos, pasé mi mano por su trasero. Valorando que esa mujer tenía un culo, bien formado, sin apenas celulitis disfruté de su indefensión y forzando su entrega, le pedí a Yatzil que introdujera su lengua en su vagina.
-Os lo ruego, dejadme- gritó descompuesta al sentir que iba a ser incapaz de resistir mucho tiempo sin correrse.
Dejé que durante un minuto, la morena le comiese el coño hasta que pegando un grito no pudo evitar sufrir un largo e intenso orgasmo mientras derramaba su flujo sobre el colchón.
-Ves que no somos tan malos- me reí de ella.
Sin dejarla descansar, le di la vuelta y separando sus dos nalgas, le informé que iba a cumplir mi promesa:
– Hoy romperé este culito- y dejando mi lugar a la morena le ordené que me preparara ese virginal ojete.
Yatzil con un brillo en los ojos que nunca le había visto, se puso entre sus piernas y dando primero un sonoro azote a una de las nalgas de la rubia, le dijo:
-Será mejor que te quedes quieta.  Aunque no quieras, nuestro rey tomará lo que es suyo y te aconsejo que te relajes- tras lo cual introdujo un dedo en el rosado ano de la mujer.
Esta lloró y se quejó pero no sé si por la imposibilidad de evitarlo o porque las caricias de la morena le empezaba a hacer efecto pero lo cierto es que cuando Yatzil metió el segundo ningún lamento salió de su garganta. Poco a poco observé que la estirada rubia entraba en calor.  Por mi parte el sentirla en mi poder me excitó y cuando comprendí por el movimiento de sus caderas que estaba empezando a gozar, retirando a mi concubina me acomodé entre sus piernas. Tras lo cual, colocando mi pene en la entrada de su ojete, esperé…
La mujer al sentir mi glande, se quedó aterrorizada pero en vez de penetrarla, ordené a Yatzil:
-Pon tu coño en su boca.
La mujer me obedeció, colocando su sexo a la altura de la boca de Ixcell pero sin forzarla a que se lo comiera. Satisfecho al ver que estábamos listos, me agarré a las sogas que la tenían inmovilizada y tirando de ellas, metí la cabeza de mi pene dentro de su ano. La catedrática jadeó al sentir que su espalda se doblaba y que mi extensión tomaba posesión de su trasero.
-¿Quieres que siga?- pregunté sabiendo que me daba igual lo que respondiera.
Sin ser consciente de que eso significaba su entrega, echándose hacia atrás buscó que la penetrara. Su movimiento no por inesperado resultó menos placentero y tirando nuevamente de las sogas, forcé su entrada dolorosamente hasta que sumergí todo mi miembro en el interior de su intestino.
-¡Viólame!- gritó con una mezcla de dolor y placer.
Apiadándome de ella, no quise forzar aún más su ano y esperé a que se relajara, momento que Yatzil aprovechó para presionar la cabeza de la rubia contra su sexo. Ese fue el instante en que todo se desencadenó. Sus barreras cayeron y olvidando su papel de víctima, hizo que su lengua se apoderara del clítoris de la morena mientras yo penetraba su trasero sin piedad. La estirada rubia no tardó en correrse, y con ella, mi concubina. Los jadeos y gemidos de ambas mujeres fueron la señal que esperaba para lanzarme como un loco en busca de mi propio placer y agarrando firmemente las cuerdas a modo de riendas, inicié la cabalgada.
Mi pene apuñaló su culo impunemente mientras ella se retorcía gritando su sumisión. Disfrutando de mi poder, metí y saqué mi miembro cada vez más rápido, cuando de improviso sentí que mi mente se unía a la de ellas. Fue esa la primera vez que experimenté que el colgante que me regaló KuKulcan servía de amplificador y dominando mi cuerpo, empezó a apoderarse de mí algo que  me obligaba a seguir montando a Ixcell sin importarme su destino. Me dio lo mismo que en ese momento estuviera sufriendo y disfrutando de igual forma de una tortura sin igual.
Al estar atada, su espalda se dobló cruelmente pero el dolor se mezcló con el placer y  pegando sonoros aullidos  se corrió una y otra vez. Dominada por una lujuria suicida, se retorcía buscando sufrimiento al saber que eso acarrearía de igual forma un gozo sin igual. La propia Olvido-Yatzil sin saber por qué,  estaba igualmente dominada por la lujuria y se masturbaba con dedos de las dos manos.  
La escena era dantesca, mientras la morena reptaba por el colchón en busca de la boca de Ixcell, yo empalaba a la susodicha. Fue entonces cuando sin dejar de penetrarla, me vi dominado por el placer y explotando en su culo, derramé mi simiente en su interior.
Cayendo agotado, me desplomé sobre el colchón. Tardé un  buen rato en recuperarme y cuando lo hice, vi que mi concubina estaba desatando a la mujer, la cual permanecía postrada babeando y con la mirada perdida.
-¿Qué ha pasado?-, pregunté viendo su estado.
-No ha aguantado tanto placer – contestó la morena y sonriendo, me preguntó:  -¿Desea mi rey hacer uso de su favorita?

Recalcando sus palabras y abriendo su boca, se puso a reanimar mi alicaído miembro… 

Para comentarios, también tenéis mi email:

golfoenmadrid@hotmail.es

 

 


“Conociendo íntimamente a Paloma ( La vecina que encontró la paz y el placer con nosotros)” Libro para descargar (por GOLFO)

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Sinopsis:

En todos los edificios hay una mujer buenorra que levanta el ánimo de sus vecinos cuando la ven pasar por el portal y si la comunidad tiene piscina, su mera presencia tomando el sol provoca que aumente el número de hombres que por casualidad bajan a darse un chapuzón. Parece algo connatural a los tíos: sabiendo que es peligroso acercarse a ella, olvidan que su esposa puede pillarlos y se pavonean metiendo tripa por el borde del jardín, con la inútil esperanza que se fije en ellos.Así era Paloma. Una impresionante hembra de enormes senos y mejor culo a la que un buen día su marido cambió por otra mas joven.

Queriéndola ayudar, mi esposa la invita a pasar las vacaciones de verano con nosotros sin saber la atracción que siento por ella y lo caliente que esa zorra está.

A partir de ahí,  SE SUMERGE en una espiral de sexo.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo EL  PRIMER CAPÍTULO

1

En todos los edificios hay una mujer buenorra que levanta el ánimo de sus vecinos cuando la ven pasar por el portal y si la comunidad tiene piscina, su mera presencia tomando el sol provoca que aumente el número de hombres que por casualidad bajan a darse un chapuzón.

Parece algo connatural a los tíos: Sabiendo que es peligroso acercarse a ella, olvidan que su esposa puede pillarlos y se pavonean metiendo tripa por el borde del jardín, con la inútil esperanza que se fije en ellos.

Así era Paloma. Una impresionante hembra de enormes senos y mejor culo.

Todo lo que os diga es quedarse corto. Con sus treinta años y su melena morena era todo un espectáculo el verla andar al ser dueña de un trasero grande y duro que excitaba y estimulaba las mayores fantasías de todos aquellos que teníamos el privilegio de observarla.

Era tanto el morbo que producía entre los casados del bloque que corrió como la pólvora la noticia que se había divorciado. Curiosamente, esa buena nueva me llegó antes que por los amigotes por mi esposa cuando en una cena, me soltó como si nada ese bombazo diciendo:

― ¿A que no sabes de lo que me he enterado en la peluquería?

Harto de chismes de vecindad seguí comiendo sin preguntar, pensando que iba a contarme una historia sobre un hijo de algún vecino, pero entonces poniendo cara de asco me reveló que Juan, el marido de esa belleza, la había dejado por su secretaría. Reconozco que ya interesado, le pregunté cómo había sido.

Satisfecha de que le hiciera caso, me explicó:

―Por lo visto, le pilló una factura de un hotel e investigando descubrió que le ponía los cuernos con una jovencita que resultó ser su empleada.

Aunque me parecía inconcebible que alguien dejara a ese monumento, me quedé callado no queriendo hablar de más y que mi mujer se enterara que la encontraba irresistible.  María ya envalentonada, prosiguió diciendo:

―Ya le he dicho que el que pierde es él porque siendo tan guapa, no le costará encontrar alguien que le sustituya.

En ese momento, mi mente trabajaba a mil por hora al imaginarme a mí remplazando a ese cretino en su cama y por eso casi me atraganto cuando sin darle mayor importancia, me dijo que había invitado a esa preciosidad a nuestra casa en la playa.

Tratando de mantener la cordura, pregunté únicamente cuando había pensado que nos acompañara:

―La pobre está tan sola que le he dicho que puede pasarse con nosotros todo el mes.

«¡No puede ser!», pensé al comprender que se refería a nuestras vacaciones.

Asustado por tener esa tentación tan cerca, protesté diciendo que con ella en el chalé nos limitaría nuestras entradas y salidas, pero entonces, insistiendo me respondió de muy mala leche:

―Seguro que ahora me dirás que si su marido la ha abandonado es por algo. Tú verás que haces, pero ella viene.

Reculando di mi brazo a torcer temiendo que de insistir mi esposa sospechara que indudablemente me sentía atraído por nuestra vecina y como quedaban dos meses para el verano, lo dejé estar suponiendo que, llegada la hora, Paloma no nos acompañaría.

Lo cierto es que me equivocaba. Tan desolada se había quedado esa monada con el divorcio que, buscando compañía, se convirtió en habitual de mi casa. Rara era la noche que, al llegar de trabajar, no me encontraba a María y a Paloma charlando en el salón de mi casa. Afortunadamente en cuanto yo aparecía por la puerta, nuestra vecina se excusaba y desaparecía rumbo a su apartamento. Tan cotidiana era su huida que con la mosca detrás de la oreja, pregunté a mi mujer si Paloma tenía algo en contra de mí.

― ¡Qué va! ― contestó riendo― lo que pasa es que es muy tímida y se corta en tu presencia.

Aun pareciéndome ridículo que se sintiera cohibida ante mí, no dije nada porque me convenía que María no se percatara de lo mucho que me gustaba esa mujer.  Lo que no pude evitar fue pensar que difícilmente aceptaría acompañarnos a la playa si llevaba tan mal el verme.

Contra todo pronóstico una semana antes de salir de vacaciones, mi mujer me confirmó que la vecina iba a acompañarnos. Confieso no sé si esa noticia me alegró o por el contrario me molestó, porque sentía un sentimiento ambiguo. Por una parte, una pequeña porción de mi cerebro deseaba que viniera, soñando con que el roce entre nosotros la hiciera caer entre mis brazos. Mientras el resto temía con razón que mi esposa me pillara mirándole el culo o algo peor.

«Tengo que evitar que se me note», sentencié viendo que era inevitable que esa morena tentación pasara treinta días en nuestra casa.

Reconozco que el lavado de cerebro al que me sometí durante esos días no sirvió de nada y quedó en buenas intenciones en cuanto vi aparecer a Paloma el día que nos íbamos.  Ajena a la atracción que provocaba en mí, ese mujerón llegó vestido con un top y un short que más que tapar realzaban la rotundidad de sus formas. Babeando y excitado por igual tuve que retirar mi mirada de sus tetas para que, bajo mi pantalón, mi apetito no creciera sin control:

«¡Está buenísima!», sentencié mientras trataba de descubrir de reojo el tamaño y el color de sus pezones.

El destino o la suerte quisieron que ni ella ni mi mujer advirtieran el sudor que recorría mi frente mientras intentaba evitar la excitación que me nublaba la mente, de forma que en un cuarto de hora y con todo el equipaje en el coche emprendimos la marcha hacia nuestro lugar de vacaciones.

Ya frente al volante y mientras María y Paloma charlaban animadamente, usé el retrovisor para recrearme la vista con la belleza de esa mujer.

«Es perfecta», admití tras notar que todas mis hormonas estaban en ebullición por el mero hecho de observarla.

Sus ojos negros y sus carnosos labios eran el aditamento necesario para que esa mujer fuera el ideal de una hembra. Para colmo hasta su voz era sensual, dotada de un timbre grave casi varonil con escucharla era suficiente para que cualquier hombre soñara con que ella te susurrara al oído que te deseaba.

«Estoy jodido», maldije mentalmente al darme cuenta de que mi atención no estaba en la carretera sino en las dos piernas y en el pantaloncito de Paloma.

Las cuatro horas que tardamos en llegar a nuestro destino me resultaron un suplicio. Por mucho que intentaba olvidar a nuestra pasajera, continuamente mis ojos volvían a quedar fijos en ella. Tantas veces, la miré a través del espejo que la morena se percató e involuntariamente se puso roja.

«Estoy desvariando», pensé al ver que bajo su top dos pequeños bultos habían hecho su aparición y creer que se había sentido excitada por mi mirada. «Ni siquiera me soporta, en cuanto me ve sale por piernas».

La confirmación de mi error vino cuando charlando entre ellas, María le preguntó porque no se echaba un novio:

―Estoy bien así, no necesito un hombre que me vuelva a hacer daño― contestó mientras fijaba sus ojos en los míos.

El desprecio con el que se refirió a todos los de mi género fortaleció mi primera impresión y comprendí que, sintiéndose una víctima, odiaba a todo el que llevara un pene entre sus piernas.

«¡Qué desperdicio!», mascullé entre dientes al sentir que no existía posibilidad alguna de poner mis manos sobre esas dos nalgas.

Al llegar al chalé entraron hablando entre ellas, dejándome solo para subir las maletas. Cabreado subí primero las nuestras y fue al volver a por las de Paloma cuando localicé un consolador en una de sus bolsas.

― ¡Qué calladito se lo tenía la muy puta! ― reí tras asimilar la sorpresa de hallar ese enorme aparato entre sus cosas.

Ese descubrimiento me abrió los ojos e intuí que su supuesto desprecio por los hombres era una fachada con la que luchar contra su sexualidad, por eso mientras recorría el jardín rumbo a la casa decidí que haría todo lo posible por excitarla sin que mi mujer se diera cuenta…

2

Como era temprano María y Paloma decidieron darse un baño en la piscina. La morena ignorando lo que se le venía encima tuvo a bien plantarse un bikini azul tan provocativo que temí no poder aguantar semejante provocación y lanzarme sobre ella sin importarme que mi esposa estuviera presente.

Os puede parecer una exageración, pero si hubieseis contemplado como yo cómo la tela de su parte de arriba apenas conseguía ocultar de mi vista sus pezones estaríais de acuerdo. Sabiendo que de quedarme cerca María hubiese adivinado mi excitación, resolví dar una vuelta por la urbanización corriendo para borrar de mi mente su cuerpo.

Desgraciadamente por mucho que me esforcé tanto física como mentalmente, al volver todo sudado por el ejercicio seguía pensando en su culo y en sus tetas.

Ya de vuelta me acerqué a la piscina y al saludarlas, el modo en que esa morena se quedó mirando a mis pectorales llenos de sudor me hizo ratificar que su desdén por los hombres era ficticio.

«¡Está bruta!», con alegría asumí el exhaustivo examen al que me sometió y queriendo forzar su calentura, me acerqué a donde estaban y me lancé sobre mi mujer a darle besos.

― ¡Para! ― gritó muerta de risa por esa muestra de afecto― ¡Eres un guarro! ¡Estás empapado!

Obviando las quejas de María, la besé mientras miraba fijamente a los ojos de nuestra invitada. Esta sintió la lujuria con la que mi mirada recorrió su anatomía y mientras se ponía roja, involuntariamente cerró sus piernas para que no descubriera que había incitado su calentura. Desgraciadamente para ella, no dejé de comerla con la vista mientras descaradamente acariciaba los pechos de mi mujer por encima de su bañador. Al verlo, no pudo evitar morderse los labios exteriorizando su deseo.

― ¡Vete a duchar! ― me echó de su lado sin que nada en su actitud demostrara enfado por mi exhibición ante su amiga.

Satisfecho, me despedí de las dos y subí a mi cuarto de baño. Ya bajo el chorro de agua, el recuerdo del brillo de sus ojos me hizo desearla aún más y sintiendo una brutal erección entre mis piernas, me puse a pajearme mientras planeaba mis siguientes pasos para conseguir hundir mi cara entre las tetas de la morena.

Lo que nunca preví fue saliendo de la ducha y mientras me secaba en mi habitación que mi esposa llegara y sin hablar, se arrodillara ante mí en ese momento y que viendo mi pene estaba lo suficiente erecto, sin más prolegómenos, se lo metiera de un golpe hasta el fondo de su garganta.

― ¿Te ha puesto cachonda que te tocara frente a Paloma? ― pregunté descojonado al comprobar la virulencia con la que me hacía esa mamada.

Azuzada por mis palabras, usó su boca para imitar a su sexo y gimiendo, comenzó a embutirse y a sacarse mi miembro con una velocidad endiablada. Era tal su calentura que mientras metía y sacaba mi extensión cada vez más rápido, usó una de sus manos para acariciarme los testículos mientras metía la otra dentro de su bikini y ya totalmente excitada, gritó en voz alta:

― ¡Necesito tu leche!

Al exteriorizar su deseo elevó mi excitación y sin poderme retener me vacié en su boca. Andrea, al sentir mi semen chocando con su paladar, se volvió loca y sin perder ni una gota, se puso a devorar mi simiente sin dejar de masturbar.

― ¡Qué gusto! ― la oí chillar, mientras su cuerpo convulsionaba de placer a mis pies.

Absorta en su gozo, no le preocupó el volumen de sus gritos. Berreando como si la estuviese matando, terminó de ordeñarme y aún seguía masturbándose sin parar. Al ver que se comportaba como una ninfómana en celo, me excitó nuevamente y levantándola del suelo, la llevé hasta la cama.

Desde el colchón, me miró llena de lujuria y quitándose la braga se puso a cuatro patas mientras me pedía que la follara. Ver a mi mujer en esa postura, fue motivo suficiente para que mi verga recuperara todo su esplendor y acercándome hasta ella, jugueteé con mi glande en su entrada antes de que de un solo empujón se lo metiera hasta el fondo. María, al sentir su interior hoyado por mi herramienta, gimió de placer y sujetándose a la cama, me pidió que la tomara sin piedad.

Justo en ese momento percibí un ruido y al levantar mi mirada descubrí a nuestra vecina espiando desde la puerta. Mirándola a los ojos, agarré la melena de mi mujer y usándola como si fueran mis riendas y María, mi montura, la cabalgué con fiereza. Sin dejar de verla de pie en mitad del pasillo, mi pene empaló una y otra vez a mi esposa mientras Paloma se tocaba uno de sus enormes pechos ya excitada.

Sabiendo que la morena no perdía ojo de nuestra pasión, pregunté a mi mujer dejando caer un azote en sus nalgas:

― ¿Te gusta?

― ¡Sí! ― aulló y levantando todavía más su culo, chilló: ― ¡Me encanta que me folles como un animal!

Sé por la cara de sorpresa que lució Paloma al oír a su amiga que nunca se le pasó por la cabeza que pudiera ser tan zorra y por eso, deseando azuzar la calentura de mi vecina, incrementé mis embistes sobre el sexo de mi mujer siguiendo el ritmo de los azotes. Nalgada tras nalgada, fui derribando las defensas de ambas hasta que María aulló de placer con su trasero enrojecido mientras se corría. Paloma viendo que íbamos a acabar, se tuvo que conformar con huir con una inmensa calentura hasta su cuarto.

Ya solos sin espías, cogí a mi mujer de sus pechos y despachándome a gusto, dejé que mi pene se recreara en su interior, pero con mi mente soñando que a la que me estaba tirando era a la morena que se acababa de ir. El convencimiento que Paloma iba a ser mía fue el acicate que necesitaba para no retrasar más mi propio orgasmo. Y mientras María aullaba de placer, sembré con mi semen su interior mientras mi cuerpo convulsionaba pensando en la otra. Mi mujer al sentir las descargas de mi verga en su vagina se desplomó agotada contra el colchón.

Contento y queriendo ahorrar fuerzas no fuera a ser que nuestra vecina cayera antes de tiempo en mis brazos, me acurruqué a María y mientras le acariciaba tiernamente me pareció escuchar el ruido al encenderse de un consolador. Sonriendo, pensé:

«Ya falta menos» …

3

Sabiendo lo cachonda que está mi vecino, aprovecho para poco a poco irla calentando mientras mi mujer sigue en la inopia. Relato reescrito y vuelto a subir.

Pasado un rato y viendo que mi mujer se había quedado dormida, decidí levantarme e ir en busca de una cerveza fría. Al llegar a la cocina, me topé de frente con Paloma que al verme bajando su mirada intentó huir, pero reteniéndola del brazo, le pregunté si le había gustado.

― ¿El qué? ― contestó haciéndose la despistada y sin querer reconocer que ambos sabíamos su pecado.

Me hizo gracia su amnesia y acercándola a mí, llevé su mano hasta mi entrepierna mientras le decía:

―Conmigo cerca no tienes que usar aparatos eléctricos.

Asustada, intentó retirar sus dedos de mi pene, pero queriendo que sintiera una polla real, mantuve presionada su muñeca hasta que bajo mi pantalón pudo comprobar que mi miembro crecía. Cuando ya había alcanzado un tamaño decente la solté y susurrando en su oído, le dije:

―Si necesitas algo, ya sabes dónde estoy.

Indignada me recriminó mi comportamiento recordando que María era su amiga. Siendo cruel, acaricié su pecho al tiempo que le contestaba:

―Eso no te importó cuando te quedaste mirando ni tampoco cuando ya excitada te masturbaste pensando en mí.

Esa leve caricia provocó que, bajo su bikini, su pezón la traicionara irguiéndose como impulsado por un resorte y viéndose acorralada intentó soltarme una bofetada. Como había previsto tal circunstancia, paré su golpe y atrayéndola hacia mí, forcé su boca con mi lengua. Aunque en ese instante, abrió su boca dejando que mi lengua jugara con la suya, rápidamente se sobrepuso y casi llorando se apartó de mí diciendo:

―Por favor ¡No sigas!

No queriendo violentarla en exceso, la dejé ir, pero cuando ya desaparecía por la puerta, riendo le solté:

―Soy un hombre paciente. ¡Tengo un mes para que vengas rogando que te haga mía!

Consciente que esa zorrita llevaba más de cuatro meses sin follar y que su cuerpo era una bomba a punto de explotar, sabía que solo tenía que tocar las teclas adecuadas para que Paloma no pudiese aguantar más y cayera entre mis piernas. Para hacerla mía, debía conseguir que sus reparos se fueran diluyendo a la par que se incrementaba su calentura y curiosamente, María se convirtió esa noche en involuntaria cómplice de mis planes. Os preguntareis cómo. Muy sencillo, al despertar de la siesta, decidió que le apetecía salir a cenar fuera de casa y eso me dio la oportunidad de calentar esa olla a presión sin que pudiese evitarlo.

Cuando mi mujer me comentó que quería ir a conocer un restaurante que habían abierto, me hice el cansado para que no me viera ansioso de compartir mantel con ellas dos. Mi vecina al escuchar que no me apetecía, vio una escapatoria a mi acoso y con gran rapidez, aceptó la sugerencia.

―Si crees que te vas a escapar de mí, ¡Estas jodida! ― susurré en su oído aprovechando que María había ido a la cocina mientras con mi mano acariciaba una de sus nalgas.

La morena no pudo evitar que un gemido saliera de su garganta al sentir mis dedos recorriendo su trasero. Me encantó comprobar que esa mujer estaba tan necesitada que cualquier caricia la volvía loca y sin ganas de apresurar su caída, me separé de ella.

― ¡Maldito! ― masculló entre dientes.

En ese instante, no estuve seguro si el insulto venía por haberle magreado o por el contrario por dejar de hacerlo. De lo que si estoy seguro es que esa mujer tenía su sexualidad a flor de piel porque ese leve toqueteo había provocado que sus pitones se pusieran duros como piedras.

―Estás cachonda. ¡No lo niegues! ― contesté sin sentir ningún tipo de piedad.

La vuelta de María evitó que siguiera acosándola, pero no me importó al saber que dispondría de muchas otras ocasiones durante esa noche.  Paloma por el contrario vio en mi esposa su tabla de salvación y colgándose de su brazo, me miró retándome. El desafío de su mirada me hizo saber que se creía a salvo.

«¡Lo llevas claro!», exclamé mentalmente resuelto a no darle tregua.

Desgraciadamente de camino al restaurante, no pude atacarla de ninguna forma porque sería demasiado evidente. Mi pasividad le permitió relajarse y por eso creyó que si se sentaba frente de mí estaría fuera del alcance de mi hostigamiento. Durante unos minutos fue así porque esperé a que hubiésemos pedido la cena y a que entre ellas ya estuvieran charlando para quitarme el zapato y con mi pie desnudo comenzar a acariciar uno de sus tobillos.

Al no esperárselo, pegó un pequeño grito.

― ¿Qué te pasa? ― pregunté mientras iba subiendo por su pantorrilla.

Mi descaro la dejó paralizada, lo que me permitió continuar acariciando sus muslos camino de mi meta. Su cara lívida mostraba su angustia al contrario que los dos botones que lucía bajo su blusa que exteriorizaban su excitación. Ya estaba cerca de su sexo cuando metiendo la mano bajo el mantel, Paloma retiró mi pie mientras con sus ojos me pedía compasión.

Ajena a la agresión a la que estaba sometiendo a nuestra vecina, María le comentó que estaba muy pálida.

―No me pasa nada― respondió mordiéndose los labios al notar que mi pie había vuelto a las andadas, pero esta vez con mayor énfasis al estar acariciando su sexo por encima de su tanga.

La humedad que descubrí al rozar esa tela ratificó su calentura y por ello, olvidado cualquier precaución busqué con mis dedos su clítoris y al encontrarlo, disfruté torturándolo mientras su dueña disimulaba charlando con mi señora.

«Está a punto de caramelo», me dije al notar su coño totalmente encharcado, «¡No tardará en correrse!».

Nuevamente, Paloma llevó su mano bajo la mesa, pero en esta ocasión no retiró mi pie, sino que empezó a acariciarlo mientras con uno de sus dedos retiraba la braga dándome acceso a su sexo. Como comprenderéis no perdí la oportunidad y hundiendo el más gordo en su interior, comencé a estimularla lentamente.

«¡Ya es mía!», pensé y recreándome en su mojada cavidad, lentamente saqué y metí mi dedo hasta que en silencio la morena no pudo evitar correrse por primera vez.

Satisfecho, volví a ponerme el zapato, al saber que ese orgasmo era su claudicación y que no tardaría en pedir que la follara. Habiendo conseguido mi objetivo, me dediqué a mi esposa dejando a Paloma caliente e insatisfecha.

Al terminar de cenar, María estaba cansada y por eso nos fuimos a casa. Y allí sabiendo que la morena nos oiría, hice el amor a mi esposa hasta bien entrada la madrugada….

4

A la mañana siguiente me desperté sobre las diez totalmente descansado y sabiendo por experiencia que María no iba a amanecer hasta las doce, me levanté sin levantar las persianas y me fui a desayunar.  En la cocina me encontré a Paloma con cara de haber dormido poco y sabiendo que yo era el causante de su insomnio, la saludé sin hacerle mucho caso.

― ¿Dónde está tu mujer? ― preguntó dejando traslucir su enfado.

―Por ella no te preocupes. Seguirá durmiendo hasta el mediodía― respondí dando a entender que podía entregarse a mí sin miedo a ser descubierta.

La superioridad que encerraba mi respuesta, la cabreó aún más y llegando hasta mí, se me encaró diciendo:

― ¿Quién coño te crees? ¡No voy a ser tuya!

Soltando una carcajada, la atraje hacia mí y pegando mi boca a la suya, forcé sus labios mientras mis manos daban un buen repaso a ese culo que llevaba tanto tiempo volviéndome loco. Durante un minuto, forniqué con mi lengua el interior de su boca mientras mi vecina se derretía y empezaba a frotar su vulva contra mi muslo. Habiendo demostrado a esa zorrita quien mandaba, le solté:

―Ya eres mía… solo falta que lo reconozcas― tras lo cual, la dejé sola y café en mano me fui a la piscina.

Llevaba solo unos minutos sobre la tumbona, cuando la vi salir con un bikini azul aún más diminuto que el del día anterior con el que parecía completamente desnuda. Interesado en saber que se proponía, me quedé observando como sus pechos se bamboleaban al caminar.

―Reconozco que tienes un par de buenas tetas― solté sonriendo al ver que arrastraba su tumbona junto a la mía

―Lo sé― contestó mientras dejaba caer la parte superior de su bikini.

Girando mi cabeza, la miré. Sus pechos eran tal y como me había imaginado:  grandes, duros y con unos pezones que invitaban a ser mordidos. Sabiendo que si me mantenía calmado la pondría aún más cardiaca, me reí en su cara diciendo:

― ¿Me los enseñas para que te los coma o solo para tomar el sol? ― fingiendo un desapego que no sentía al contemplarla.

¡Paloma era perfecta!

Su escultural cuerpo bien podría ser la portada de un Playboy. Si de por si era bellísima, si sumábamos su estrecha cintura, su culo de ensueño, esa morena era espectacular. Sonriendo, se acercó a mí y pegando su boca a mi oído, dijo con voz sensual:

―No me sigas castigando. Sabes que estoy muy bruta―su calentura debía ser máxima porque sacando una botella de crema bronceadora de su bolso, se puso a untarla por sus tetas mientras me decía: ― ¿Qué tengo que hacer para que me folles?

Su cambio de actitud me divirtió y mostrando indiferencia, le ordené:

― ¡Pellízcate los pezones!

La morena sonrió y cogiendo sus areolas entre sus dedos, se dedicó a complacerme con una determinación que me hizo saber que podría jugar con ella.

― ¡Quiero ver tu coño! ― le dije mientras bajo el traje de baño mi pene iba endureciéndose poco a poco.

Bastante más cachondo de lo que mi cara reflejaba, esperé a que esa zorrita se desprendiera de esa prenda. Paloma al comprobar mis ojos fijos en su entrepierna, gimió descompuesta mientras se bajaba la braga del bikini lentamente.

― ¡Acércate! ― pedí.

Rápidamente obedeció poniendo su sexo a escasos centímetros de mi boca. Al comprobar que lo llevaba exquisitamente depilado y que eso lo hacía más atrayente, saqué mi lengua y le pegué un largo lametazo mientras mi vecina se mordía los labios para no gritar. Su sabor me enloqueció, pero asumiendo que no estaba lista, separé mi cara y con voz autoritaria, ordené:

―Mastúrbate para mí.

Por su gesto supe que esa zorrita había advertido que no iba a poseerla hasta que todo su cuerpo estuviera hirviendo. Esperaba una queja, pero entonces se sentó frente a mí y separando sus rodillas dejó que su mano se fuera deslizando hasta que uno de sus dedos encontró el botón que emergía entre sus labios vaginales y mirándome a los ojos, preguntó:

―Si te obedezco, ¿me vas a follar?

―Sí, putita― respondí descojonado por la necesidad que su rostro reflejaba.

Mis palabras la tranquilizaron y con sus mejillas totalmente coloradas por la calentura que sentía, deslizó lentamente un dedo por su intimidad. El sollozo que surgió de su garganta ratificó mi opinión de que Paloma estaba hambrienta y gozoso observé que, tras ese estremecimiento de placer, todos los vellos de su cuerpo se erizaron al sentirse observada.

―Daté placer― susurré.

En silencio, mi vecina dibujó los contornos de su sexo con sus dedos mientras pensaba en el polvo con el que le regalaría después. La imagen de verse tomada tras tantos meses de espera provocó que toda su vulva se encharcara a la par que su mente volaba soñando en sentir mi verga rellenando ese conducto.

―Eres un cerdo― protestó necesitada al percatarse de la sonrisa que lucía mi rostro mientras la miraba.

Lo quisiera reconocer o no, Paloma comprendió que nunca había estado tan excitada y por eso decidió dar otro paso para conseguir que yo la complaciera. Sabía que, en ese instante, estaba mojando la tumbona con su flujo y que desde mi lugar podía advertir que tenía los pezones duros como piedras. Decidida a provocarme, llevó sus dedos empapados a la boca y me dijo mientras los succionaba saboreando sus propios fluidos.

― ¿No quieres probar?

Asumiendo que sus comentarios subidos de tono iban destinados a calentarme aún más, me negué y poniendo un tono duro, le exigí que se metiera un par de dedos en el coño. Al obedecer, esa zorrita notó que el placer invadió su cuerpo y gimiendo de gusto, empezó a meterlos y sacarlos lentamente. La calentura que asolaba su cuerpo la obligó a aumentar el ritmo de su masturbación hasta alcanzar una velocidad frenética.

― ¡Me voy a correr! ― aulló al tiempo que sus caderas se movían buscando profundizar el contacto con sus yemas.

Pero entonces, levantando la voz le prohibí que lo hiciera y recreándome en el poder que tenía sobre ella, le solté:

―Ponme crema.

Reteniendo las ganas de llegar al orgasmo, cogiendo el bote de protector, untó sus manos con él y me obedeció. Sus ojos revelaban la lujuria que dominaba toda su mente cuando comenzó a extender con sus manos la crema sobre mi piel.

― ¡Necesito que me folles! ― murmuró en mi oído mientras acariciaba mi pecho con sus yemas.

Cerrando los ojos, no me digné a contestarla al saber que con solo extender mi mano y tocar su vulva, esa morena se correría sin remedio. Envalentonada por mi indiferencia, recorrió con sus manos mi pecho, mi estómago y mis piernas. Al acreditar que bajo mi bañador mi pene no era inmune a sus caricias, me rogó que le diera permiso para subirse encima de mí y así poderme esparcir con mayor facilidad la crema bronceadora:

― ¡Tú misma! ― contesté al saber que era lo que esa guarrilla buscaba.

No tardé en comprobar que estaba en lo cierto porque sin pedir mi permiso y poniéndose a horcajadas en la tumbona, incrustó el bulto de mi entrepierna en su sexo y haciendo como si la follaba, se empezó a masturbar. No quise detenerla al saber que eso solo la haría más susceptible a mi poder ya que a tela de mi bañador impediría que culminara su acto, eso solo la haría calentarse aún más. Muerto de risa, me mantuve a la espera mientras Paloma se frotaba con urgencia su clítoris contra mi pene.

―Me encanta― berreó mientras se dejaba caer sobre mi pecho, haciéndome sentir la dureza de sus pezones contra mi piel.

Sus primeros gemidos no tardaron en llegar a mis oídos. La temperatura que abrasaba sus neuronas era tal que buscó mis labios con lujuria. Sin responder a sus besos, pero deseando dejar esa pose y follármela ahí mismo, aguanté su ataque hasta que pegando un grito se corrió sobré mí dejando una mancha sobre la tela de mi bañador.

Entonces y solo entonces, le ordené:

―Ponte a cuatro patas.

Mi vecina no necesitó que se lo repitiera para adoptar esa posición. Su cuerpo necesitaba mis caricias y ella lo sabía. Verla tan dispuesta, me permitió confesar:

―Llevo años deseando follarte, zorra.

Mi confesión fue el acicate que necesitaba para entregarse totalmente y por eso aun antes de que mi lengua recorriera su clítoris, Paloma ya estaba berreando de deseo e involuntariamente, separó sus rodillas para facilitar mi incursión. Su sabor dulzón al llenar mis papilas incrementó aún más si cabe mi lujuria y separando con dos dedos los pliegues de su sexo, me dediqué a mordisquearlo mientras la morena claudicaba sin remedio. Su segundo orgasmo fue casi inmediato y derramando su flujo por sus piernas, mi vecina me rogó que la tomara.

―Todavía, ¡No! ― respondí decidido a conseguir su completa rendición. Para ello, usando mis dientes torturé su botón mientras mis dedos se introducían una y otra vez en su interior.

Al notar que su cuerpo convulsionaba sin parar, vi llegado el momento de cumplir mi fantasía y cogiendo mi pene entre mis manos, lo acerqué hasta su entrada. La morena al advertir que me eternizaba jugando con su coño sin metérselo chilló descompuesta:

― ¡Hazme tuya! ¡Lo necesito!

Paloma era un incendio sin control. Berreaba y gemía sin pararse a pensar que mi esposa podría oír sus gritos. Lentamente, le fui metiendo mi pene. Al hacerlo, toda la piel de mi verga disfrutó de los pliegues de su sexo mientras la empalaba. La estrechez y la suavidad de su cueva incrementaron mi deseo, pero fue cuando me percaté de que entre sus nalgas se escondía un tesoro virgen y aun no hoyado cuando realmente me volví loco. Mi urgencia y la necesidad que tenía de ser tomada provocaron que de un solo empujón se la clavara hasta el fondo:

― ¡Házmelo como a tu esposa! ― gritó al notar su sexo lleno.

Su grito me hizo recordar la tarde anterior e imitando mi actuación de entonces, la cogí de la melena y dando un primer azoté en su trasero, exigí a Paloma que empezara a moverse. Mi vecina al oírme se lanzó en un galope desenfrenado moviendo sus caderas sin parar mientras se recreaba con mi monta.

― ¡Sigue! ― relinchó al sentir que me agarraba a sus dos tetas y empezaba a cabalgarla.

Apuñalando sin piedad su sexo con mi pene, no tardé en escuchar sus berridos cada vez que mi glande chocaba con la pared de su vagina. Para entonces, su calentura era tal que mi pene chapoteaba cada vez que forzaba su vulva con una nueva penetración. Contagiando de su pasión, agarré su a modo de riendas y con una nueva serie de azotes sobre su trasero, le ordené que se moviera. Esas nalgadas la excitaron aún más y comportándose como una puta, me pidió que no parara.

Disfrutando de su estado de necesidad, decidí hacerla sufrir y saliéndome de ella, me tumbé en la tumbona mientras le decía que se sirviera ella misma.

―Eres un cabrón― me soltó molesta por la interrupción.

Con su respiración entrecortada y mientras paraba de quejarse, se puso a horcajadas sobre mí y cerrando los ojos, se empaló con mi miembro. No tardó en reiniciar su salvaje cabalgar, pero esta vez mi postura me permitió admirar sus pechos rebotando arriba y abajo al compás de los movimientos de sus caderas.

― ¡Chúpate los pezones! ― ordené.

Desbocada como estaba, mi vecino me obedeció y estrujando sus tetas, se los llevó a su boca y los lamió. Ver a esa zorra lamiendo sus pechos fue la gota que necesitaba para que el placer se extendiera por mi cuerpo y derramase mi simiente en el interior de su cueva. Paloma al sentir que las detonaciones que bañaron su vagina aceleraron los movimientos de sus caderas y mientras intentaba ordeñar mi miembro, empezó a brutalmente correrse sobre mí. Con su cara desencajada por el esfuerzo, saltó una y otra vez usando mi pene como eje hasta que ya agotada, se dejó caer sobre mí mientras me daba las gracias diciendo:

―Me has hecho recordar que soy una mujer.

Viendo su cara de alegría, acaricié su culito con ganas de rompérselo, pero entonces miré el reloj y me percaté que mi mujer debía estar a punto de despertar. Sabiendo el riesgo que corría si María veía a su amiga tan feliz porque podría sospechar algo, le pedí que desapareciera durante un par de horas. Paloma comprendió mis razones, pero antes de irse y mientras sus manos jugueteaban con mi entrepierna, me rogó:

―Espero que esto se repita. ¡Me ha encantado!

Muerto de risa, contesté:

―Dalo por seguro. ¡Estoy deseando estrenar tu pandero!

Mi vecina sonrió al escuchar mi promesa y cogiendo su ropa, se fue a vestir mientras yo subía a despertar a mi esposa. Ya en mi habitación me tumbé a su lado y pegando mi cuerpo al suyo, busqué sus pechos.  María abrió los ojos al notar mis manos recorriendo sus pezones. Por su sonrisa comprendí que debía cumplir con mis obligaciones conyugales para que no sospechara y sin más prolegómeno, me desnudé mientras ella se apoderaba de mi sexo. Al contrario del día anterior, esa mañana mi mujer y yo hicimos el amor lentamente, disfrutando de nuestros cuerpos y solo cuando ambos habíamos obtenido nuestra dosis de placer, me preguntó por Paloma:

―Se ha levantado pronto y ha salido― contesté con más miedo que vergüenza que algo en mí hubiese hecho despertar su desconfianza.

Pero entonces, María que soltó una carcajada comentó:

―Tenemos que buscarle un novio.

Su pregunta me cogió fuera de juego y deseando saber por qué lo decía, pero sin ganas de mostrarme muy interesado, pregunté por qué:

―Ayer nos estuvo espiando cuando hacíamos el amor. La pobre lleva tanto tiempo sin un macho que está caliente― respondió en voz baja creyendo que podía enfadarme.

Haciéndome el despistado me reí y sin darle mayor importancia, contesté:

―Te lo juro: ¡No me había fijado!

“Un pequeño gran hombre y sus compañeras de clase” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Este libro trata sobre el descubrimiento de la sexualidad de Pedro, un enano. Pero antes un aviso a los HATERS, solo encontraran superación y no menosprecio hacia el héroe de la historia. En , nuestro protagonista tiene con luchar contra todo, pero también contra sí mismo para salir adelante y llevar una vida normal. Para ello cuenta con la ayuda de dos compañeras de clase, las cuales lo acogen como amigo sin importarlas ese trastorno genético. Aunque en un principio las dos jóvenes son incapaces de verlo como hombre, todo cambia cuando llega una mulata y se enamora de su “mascota”. Sintiendo que las está intentando robar algo suya, se lanzan a recuperarlo, dejando a Jorge entre dos fuegos.
Historia llena de erotismo y superación al estilo GOLFO.

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:

1

Nacer con acondroplasia es una putada. No seré yo quien lo dude, ya que nací con esa mierda de trastorno genético que provoca al que lo sufre enanismo. Sí, ¡soy un enano! Uno de esos que la gente políticamente correcta llama gente pequeña. Desde siempre me ha tocado los cojones esa denominación porque es un paternalismo de la peor especie. La aceptación pasa por llamar a las cosas por su nombre y me niego a usar la forma “educada”, prefiero la mía… nací enano, crecí enano y moriré enano. Que asuma el hecho de lo que soy, no me permite olvidar las dificultades que he tenido para reconocer mi situación. Es más, confieso que mi infancia y mi adolescencia se vieron marcadas por ese trastorno.

No creo tener que explicar lo que sentía cuando veía que mis amigos me doblaban en altura o la rabia que me corroía cuando no podía correr como los demás debido a la cortedad de mis piernas. Pero lo peor fue durante la adolescencia cuando mis hormonas se empezaron a desarrollar y tuve que tragar la evidencia de que resultaba físicamente repulsivo para la gran mayoría del sexo opuesto.

Fue una época dura horrible, que me llenó de inseguridades y de rencor. Odiaba mis minúsculas piernas, mis irrisorios brazos, mi cuerpo rechoncho y mi cabezota. Fueron unos años en los que no podía mirarme al espejo. A algunos les sonará raro, a otros lógico, pero no me reconocía en él.

Mi madre siempre me intentaba consolar diciendo que, aunque la naturaleza me había hecho esa cerdada, me había dado una gran inteligencia. Mi padre al contrario nunca me consoló. El muy cabrón, y ahora se lo agradezco, me obligó a superar mis limitaciones. Me inscribió en una academia de karate, me mandó a un gimnasio y me exigió acompañarle en sus salidas en bicicleta. Para un hombre deportista y de uno ochenta, el hecho que su hijo no superara el metro veinte era durísimo y decidió que, dado que era un enano, al menos fuera un enano sano, fuerte y en cierta medida atlético, sin tomar en cuenta las burlas que mi físico despertaba entre mis compañeros cuando me enfrentaba a ellos sobre el tatami o el cabreo que provocaba mi ritmo entre sus colegas cuando no podía seguirles en la carretera. Sé que hizo bien en no tratarme como un inútil, pero su puñetero carácter no me ayudó en ese momento a superar mis miedos.

Tengo pocos amigos de ese periodo y gran parte por culpa mía, ya que como reacción a mi minusvalía me convertí en un ser irascible y violento, que era incapaz de controlar su mal genio. Incluso con Manuel, el más cercano y que jamás me ha dado la espalda, me pegué en innumerables ocasiones. Daba igual el motivo, cuando se me cruzaban los cables, me convertía en un huracán con ganas de sangre. Las chicas eran algo en lo que no pensaba, para no sufrir y de mi paso por el colegio, no puedo asegurar que hablé con una más de cinco minutos seguidos. Las tenía miedo y las miraba con tirria al enfocar en ellas todo mi resentimiento.

Afortunadamente al final de la adolescencia, mis padres aceptaron matricularme en magisterio. Ahí conocí a Ana y a Cayetana, dos de las chavalas más guapas de la clase, las cuales, y como no podía ser de otra forma, en un principio me ignoraron. Y solo cuando un profesor les insinuó que me pidieran ayuda para aprobar matemáticas, fue cuando por primera vez intimé con ellas.

 Todavía recuerdo que fue durante un descanso cuando se acercaron a mí y haciéndome un favor, me exigieron que les diese clase porque si no iban a repetir. Para mí fue un shock porque nunca una fémina me había pedido ayuda y menos dos bellezas como aquellas. Aun así, tragándome mi mala leche acepté y eso fue lo mejor que he hecho en mi vida, porque su amistad me permitió en gran medida ahuyentar mis temores y reconciliarme con el sexo opuesto.

Confieso que no fue fácil el darles clase porque mientras les explicaba los diferentes teoremas o hacíamos un problema, no podía dejar de mirarles las tetas o sus espléndidos culos.  Sé de sobra que tanto Ana como Cayetana se daban cuenta, pero lejos de ofenderse se lo tomaron como a cachondeo y me adoptaron como su mascota. Para aclararos por qué digo que me trataban como mascota solo tengo que narraros la primera tarde en las que repasé con ellas esa materia.

Como quería evitar el inevitable chascarrillo de mis viejos si dos crías tan guapas aparecían por casa, decidí que quedáramos en casa de Cayetana. Al llegar al enorme piso de Serrano donde esa niña pija vivía, las dos cabronas todavía no habían llegado.

«No me extraña que suspendan, si a dos días del examen se van de compras», me dije cabreado al tener que aguardar en un salón en el que bien cabría el piso de mis padres.

Media hora tarde, aparecieron por la puerta sin disculparse y en vez de ponernos a estudiar, se dedicaron a lucirme los modelitos que habían comprado. Sé que debería haberme negado y obligarlas a empezar, pero me resultó imposible al ver su alegría por lo que me senté en una silla con la intención de pasar ese trago cuanto antes.

Si bien en un principio estaba a disgusto, ese sentimiento se transformó en excitación al ver a Ana salir del cuarto de baño con una minifalda, que bien podía definirse como un cinturón ancho.

«¡Está para comérsela!», recuerdo que exclamé al admirar sus muslos desnudos mientras se lucía ante mí.

Cualquiera en mi situación hubiese sentido lo mismo al ver a ese pedazo de hembra meneando su trasero mientras sus tetas rebotaban arriba y abajo.

«No puede ser», murmuré absortó mirando su culo pequeño y respingón sin advertir que, a mi lado, Cayetana miraba muerta de risa mi reacción.

―Ponte el top rojo― comentó ésta observándome de reojo.

 Su amiga, ajena al alboroto de mis hormonas, volvió al baño a cambiarse la blusa. Cuando la vi volver con sus pechos comprimidos bajo esa prenda no pude más que adorarla como a una diosa:

―¡Quien fuera tu novio!― grité olvidando cualquier recato.

Curiosamente, mi exabrupto no la incomodó y en plan de guasa, se acercó a mí luciendo esas dos moles mientras se quitaba la coleta.

―¿Por qué lo dices?― preguntó meneando su larga melena en plan sensual.

            Dominado por un deseo que jamás había sentido, contesté:

            ―Porque estás buenísima.

            Aunque nunca esperó que le respondiera de esa forma, al oírme sonrió. Interviniendo y en plan coqueta, Cayetana me hizo saber que ella existía al murmurar en mi oído si no la encontraba a ella tan bien guapa. Tratando de esconder la erección de caballo que crecía bajo mi pantalón, repliqué:

―Las dos sois bellísimas.

Y no mentí porque aun siendo diferentes, en ese momento no supe discernir cuál de las dos me gustaba más, si Ana con su metro setenta o la rubia con su metro sesenta. Para mí, ¡ambas eran inalcanzables!

Mi piropo no satisfizo a Cayetana. La muy cabrona quería verme babeando con ella al igual que con su amiga y yéndose a cambiar apareció con unas licras que dejaban poco a la imaginación.

«¡Su puta madre!», entre dientes mascullé con la vista fija entre sus piernas al comprobar que iba tan pegada que se le marcaban los labios de su coño.

No contenta con la expresión que leyó en mi rostro, se puso a bailar frente a mí. La diferencia de altura y el hecho de que estuviera sentado hicieron que su pandero quedara a la altura de mis ojos.

―Verdad que soy tan bonita como Ana― en plan meloso comentó mientras movía sus cachetes a escasos centímetros de mi cara.

He de decir que, en ese momento, en lo único que pensaba era en darles un mordisco. Por eso me descuidé y la morena descubrió el bulto de mi pene empinado bajo mi ropa.

―Parece que tu amiguito se alegra de vernos― a carcajada limpia, comentó mientras señalaba mi pecado.

Colorado hasta decir basta, les pedí que dejaran de hacer tonterías y que nos pusiéramos a estudiar. Por un momento creí que me iban a hacer caso, pero rápidamente descubrí que no iban a dejar de cachondearse de mí. Mientras hacía un verdadero esfuerzo en concentrarme y explicarles el tema uno, las dos aprovecharon cualquier momento para mostrarme el canalillo o complacerme con la visión de su trasero.

Ni que decir tiene que ambas suspendieron, pero a partir de esa tarde me pegué a ellas como una lapa y cuando aparecían ellas solas, todo el mundo sabía que tarde o temprano llegaría yo a acompañarlas. Mis padres vieron en ese par una bendición y por ello cuando quería pedirles un permiso solo tenía que decir que había quedado con ellas. En cambio, mis amigotes tuvieron celos de ellas y se cabrearon al percatarse que cada vez que me llamaban perdía el culo por ir con ellas.

Como le gustaba Ana, Manuel no solo lo aceptó, sino que insistió en que se las presentara. Durante un par de meses me negué porque las sentía mías y no quería que nadie se interpusiese entre nuestra amistad, pero fue tanta su insistencia que al final accedí.

Se la presenté un viernes en Cats, un disco bar de la Moncloa que frecuentan los niños bien, que era y es uno de los sitios favoritos de Cayetana porque Borja, su novio de siempre, era relaciones públicas de ahí. Cuando llegué con Manuel, ya nos estaba esperando en la puerta y desde el primer momento surgió el flechazo entre los dos. Me consta que no se liaron en ese momento, porque por el aquel entonces Ana estaba tonteando con un imbécil. Aun así, se pasaron toda la noche bailando y riéndose las gracias.

Recuerdo que al salir del local Manuel estaba pletórico e ilusionado y desde ese día, no hubo modo de sacármelo de encima. En cuanto llegaba el viernes, me llamaba para ver por dónde iba a ir con “mis amigas” e irremisiblemente, se hacía el encontradizo. Fue un flechazo por coñazo. Tal fue su insistencia que no tardó en sustituir al cretino y comenzó a salir con ella.

No puedo dejar de reconocer que no me gustó, sobre todo porque creía que iba a perderla, pero curiosamente nada cambió. Para todos yo era un pagafantas que se podía dar con un canto en los diente por ser parte del grupo, pero para mí Cayetana, Ana y yo éramos los tres magníficos a los que se pegaban sus novios.

Interiormente sabía, pero no lo quería reconocer que para ellas yo era como el amigo gay al cual podían contar sus andanzas. Puede parecer raro, pero estaba cómodo con ese papel, ya que siendo su confidente conocía de primera mano sus movidas de todo tipo, incluidas las sexuales. Tanto Ana como Cayetana disfrutaban contándome éstas últimas, ya que les divertía comprobar que me excitaban. Para poner un ejemplo de estas confidencias, me tengo que retrotraer a los meses en que Ana salía con el fulano:  

Una tarde que estábamos tomando una cerveza en Santa Barbara, llegó cabreada y al preguntarle el motivo, dijo que tenía un novio que era un parado.

―No te entiendo― recuerdo que respondí.

            Indignada y tomando aire, replicó:

            ―¿Te puedes creer que, después de haberse corrido antes de tiempo, no ha querido repetir?

            Juro que pensé que conmigo no le hubiese pasado, pero en vez de decirle que lo dejara y que me autonombraba candidato a sucederle, contesté:

            ―No me lo creo. Algo le debe haber pasado.

            ―Sí, que es un mamón. Cómo mis padres estaban en el pueblo, quedamos en casa y le estaba esperando vestida únicamente con una camiseta ancha y unas braguitas.

La imagen que se formó en mi mente era demasiado tentadora para no preguntar si no llevaba sujetador. Al oírme y poniendo cara de mala, me dijo que no y que encima estaba tan cachonda que se le marcaban los pezones.

―Yo te hubiera saltado al cuello― le solté visualizando la escena.

―Pues, él no. Al llegar y verme así, en vez de empotrarme contra la mesa, me pidió una Coca Cola.

―Menudo idiota― comenté.                     

―Estoy de acuerdo, pero espera que te cuente. Indignada y con mi chocho chorreando, voy a la cocina y se la traigo. Al dársela, va y me dice que si quería podíamos echar uno rápido porque se tiene que ir a estudiar.

«Ese tío es gilipollas», recuerdo que pensé mientras daba un sorbo a mi cerveza.

Mi silencio le permitió continuar diciendo:

―Debí mandarle en ese instante a la mierda, pero estaba tan necesitada que preferí uno que nada y cogiéndolo de la mano, me lo llevé al cuarto.

Pensando en que Dios da pan a quien no tiene dientes,  la azucé a continuar:

―Una vez allí tomé la iniciativa y mientras él se tumbaba en la cama, me puse a bailar mientras le hacía un striptease.

Nuevamente la escena me puso como una moto, pero no dije nada para que Ana siguiera explayándose.

―Te prometo que, si llego a saber lo que me haría, nunca me hubiera quitado la camiseta en plan sensual y menos le hubiese provocado de esa forma.

―¿De qué forma?― dejé caer sabiendo lo mucho que le gustaba recrearse en sus encuentros sexuales.

―Ya sin ella y mostrándole mis pechitos, me los pellizqué con ganas de calentarlo.

―Se debió poner a mil― musité sin aclarar que en ese momento el que estaba hirviendo era yo.

―Mas o menos. La tenía morcillona pero como lo necesitaba erecto, tuve que azuzarlo quitándome las bragas y poniendo mi coño en su cara.

―¿Te lo habrá comido? Yo al menos sería lo que hubiese hecho― pregunté dejando claro mi interés.

―¡Qué mono eres! – y sin ofenderse por mi burrada, me dio un beso en la mejilla, antes de proseguir: ―Eso era lo que pretendía, pero olvidándose de mí el muy cabrón se quitó los pantalones y se puso a pajear pensando que eso era lo que tocaba.

―¿Teniéndote en pelotas y dispuesta, se masturbó? – exclamé indignado.

―Pues sí― confesó.

―Ese tío es bobo.

―Lo sé, pero no se queda ahí. Viendo que se le había puesto tiesa, decidí que al menos erecta me podía empalar con ella y subiéndome a horcajadas sobre él, le pedí que me diese caña mientras me lo clavaba hasta el fondo.

Para entonces, el que estaba como berraco era yo y Ana lo sabía, pero en vez de cortarse se recreó en los detalles diciendo:

―Estaba tan mojada que me empalé sin que el tuviese que hacer nada y ya con eso dentro, me puse a cabalgarlo como a mí me gusta.

Conociendo la predilección de mi amiga por ejercer de cowgirl en el sexo mientras sus parejas se quedan quietos sobre las sábanas, no dije nada mientras soñaba que un día fuera yo a quien montara. Mis ojos debieron traicionarme porque me tomó la mano diciendo:

―Para colmo, tras un par de segundos, el muy imbécil se corrió y cuando quise repetir, me dijo que tenía prisa. Imagínate mi cara cuando veo que se viste y que se va, dejándome cachonda e insatisfecha.

Venciendo mis temores y tan caliente como ella, se me ocurrió decirle que yo le podía ayudar.

―Y lo haces. Sabes escuchar, por eso eres mi mejor amigo. Contigo tengo la confianza de contarte mis cosas sin correr el riesgo que vayas con el cuento a otros o que pienses de mí que soy una puta― dijo mientras se tomaba de un trago su cerveza.

«Como soy un enano, no piensa en mí como hombre», pensé mientras la imitaba vaciando la mía.

Cayetana en cambio era más modosita y tardó más en abrirse, pero cuando lo hizo descubrí que tras esa cara de ángel se escondía una mujer ardiente que también tenía una sexualidad desbordada.

Recuerdo que la primera vez que contó una escena de cama, estábamos los tres en su casa y Ana al ver que estaba extrañamente alegre, preguntó qué le pasaba. Un tanto cortada me miró y sabiendo que nunca me había ido de la lengua, contestó:

―Hoy he hecho mi primera mamada.

―No jodas, cuéntanos― replicó Ana mientras yo me quedaba paralizado porque siempre había soñado con disfrutar de sus gruesos labios mientras me hacía una felación.

Cayetana estaba tan emocionada con la experiencia que no dudó en contestar:

―Borja llevaba tiempo pidiéndome que se la hiciera y hoy se han dado todos los elementos que necesitaba para dar el paso.

Desternillada de risa, la morena le espetó:

―Déjate de monsergas y al grano.

Con una picardía que hasta entonces no había mostrado, replicó:

―Estábamos en la piscina de sus padres y aprovechando que no estaban, nos empezamos a besar. De una cosa pasamos a otra y de pronto me encontré haciéndole una paja.

«Joder con la mojigata», murmuré para mí porque hasta ese momento creí que el sexo era algo vedado en su mentalidad.

―Detalles, quiero detalles― la azuzó Ana.

Colorada hasta decir basta, Cayetana continuó:

―No sé lo que me pasó, pero al verla totalmente dura me apeteció darle un besito.

―Y del beso, pasaste a comértela― riendo la morena le soltó mientras en mi cerebro era mi polla la que recibía esas caricias.

―No fue así. Al posar mis labios en ella, la encontré tan sedosa que no vi nada de malo en sacar la lengua y lamerla.

―Serás cursi. Tan sedosa… di la verdad, era tentador mamársela.

―Yo no soy tan puta― protestó con una sonrisa: ―Era tan suave que usando la puntita recorrí su glande mientras Borja se quedaba callado.

«Qué suerte tienen algunos», exclamé en mi interior.

La rubia ya lanzada prosiguió diciendo:

―Poco a poco, seguí lamiéndosela hasta que de pronto me vi abriendo los labios y metiéndola en mi boca.

―Mentirosa, lo estabas deseando― nuevamente Ana comentó.

―No lo sé, pero os tengo que confesar que, al tenerla ahí, quise experimentar que se sentía al mamársela.

―¿Y qué sentiste?― me atreví a preguntar.

Con las mejillas coloradas, contestó:

―Me gustó y por eso la metí un poco más.

―¿Tu novio qué hizo?

―Nada, Borja es un caballero y se quedó quieto, dejando que yo fuera a mi ritmo. Al no sentirme presionada, comencé a metérmela y a sacármela cada vez más rápido mientras sentía una humedad brutal en mi coñito.

Para entonces, he de decir que, si hubiese habido más confianza, hubiese sacado mi polla y me hubiera puesto a pajear del calentón que llevaba, pero en vez de eso me quedé en silencio.

―Sigue cabrona. Que esta noche, cómo me encuentre con mi novio, me lo follo― señaló también excitada nuestra amiga.

 Alucinando con el estado de Ana, pensé en decirle que, si no se lo topaba con él que me tenía a mí para desfogarse, pero no queriendo que dejara de narrar su experiencia tampoco dije nada.

 A Cayetana esa burrada le dio el empujoncito que necesitaba para confesar que, ya entrada en faena, continuó lamiendo el trabuco de su novio hasta que este le avisó que se iba a correr.

―¿Y?― preguntó Ana sin advertir que bajo su camiseta lucía los pitones en punta.

Con tono dulce pero picante, la rubia prosiguió con su relato:

―Tantas veces has alabado su sabor que me dieron ganas de tragármelo, pero al final no me atreví y me lo saqué de la boca… y eso fue peor.

―No te entiendo – interviniendo replicó su amigota.

Muerta de risa, Cayetana explicó que al correrse su novio fue tanta la potencia con la que explotó que le llenó la cara de esperma.

Por unos segundos, la imagen de los blancos borbotones recorriendo sus mejillas me impactaron y sin poderme contener, a carcajada limpia me uní a ellas …

2

El noviazgo de Manuel y Ana no varió en absoluto la amistad con ellas. Al igual que Borja no era un impedimento para ser amigo de Cayetana, que mi colega de la infancia saliera con la morena solo provocó que, en vez de cuatro, saliéramos cinco de copas teniéndome a mí de enano sujeta velas. Es más, la confianza que me unía a él desde niño determinó que mi conocimiento de las andanzas sexuales de mi amiga se incrementase, al contar con la versión de ambos. Un claro ejemplo de ello fue la primera vez que tuvieron relaciones. Manuel me había anticipado que una tarde iba a intentar tirársela aprovechando que sus viejos no estaban en casa, por ello al día siguiente le pedí que me contara cómo le había ido.

―De puta madre― contestó: ―Fue increíble.

Andando con pies de plomo para que no advirtiera mi desaforado interés en saber cómo era Ana en la cama, le llamé exagerado.

―¿Exagerado? Todo lo que cuente es poco porque ha resultado una fiera insaciable que solo me dejó en paz cuando comprobó que había descargado completamente los huevos.

            ―Menos lobos― insistí en desdeñar sus logros.

            Cabreado al ver que no le creía, se envalentonó y me contó que se había preparado a conciencia para que cuando su novia llegara todo estuviera listo.

            ―Ya me conoces, música, unos cubatas y sobre todo una caja de condones.

―Eso sí te lo creo― riendo comenté azuzando la locuacidad de mi colega.

―Serás cabrón― respondió herido en su amor propio: ―Tu amiguita debía saber a qué venía porque nada más abrirle la puerta, saltó sobre mí buscando mis besos.

―No será para tanto, a lo mejor fueron solo unos piquitos― le repliqué encantado por lo fácil que me estaba siendo sonsacarle.

―¡Piquitos! ¡Mis huevos! Tú que la consideras tan casta, debes saber que me empujó contra la pared y antes de que me diese cuenta, me estaba bajando la bragueta.

Desternillado de risa, quité hierro al asunto, diciéndole que seguro de que, al ver el tamaño de su polla, Ana debió de perder todo el interés.

―No solo no se quejó, pedazo capullo, sino que al ver que la tenía tiesa me regaló una mamada de campeonato.

Volviendo a minusvalorar su éxito, le dije que seguro que esa mamada de la que se vanagloriaba realmente había consistido en un par de lametazos mal dados.

―Te he de decir que hasta mí me sorprendió su maestría y es que lo suyo fue de manual de una película porno. Tras sacármela, acercó su cara y comenzó a darle besitos mientras le decía las ganas que tenía de conocerla.

―¿Me estás diciendo que se puso a hablar con tu verga?― pregunté impresionado porque eso sí era algo que no me esperaba.

―Sí, pero no se quedó en eso y mientras la tomaba entre sus dedos, tu santa amiguita susurró a mi glande que si se portaba bien se verían casi todos los días.

―¡Qué animal eres! Te lo estás inventando― dije desternillado, aunque en mi fuero interno sabía que no mentía.

Mis dudas acentuaron su necesidad de darme detalles y obviando mis palabras, prosiguió diciendo:

―Crees que también me inventé que contenta del tamaño de mi erección, Ana mirándome se lamió los labios y me dijo que iba a dejarme seco.

En esa ocasión, me quedé callado porque bastante tenía con evitar que Manuel se diese cuenta del calentón que esa imagen había provocado en mí. Mi mutismo azuzó su descaro y recreándose en lo sucedido, me explicó que acto seguido la morena se la había metido hasta la garganta.

«Joder», pensé en silencio y lleno de envidia.

Envalentonado al ver mi cara, siguió narrando la experiencia dando una vital importancia a la expresión de puta de Ana mientras se la comía.

―Parecía dominada por la lujuria. No te imaginas el brillo de sus ojos al mamármela. Estaba obsesionada en conseguir ordeñarme.

Aunque me cuadraba con la desmedida sexualidad que ella me había confirmado en “petite comité”, no dije nada y dejé que mi amigote continuara describiendo la escena.

―Como te puedes imaginar, yo encantado y más cuando sentí que usaba la lengua para presionar mi polla mientras se la comía.

«¡Cómo me gustaría haber sido yo!», exclamé para mí mientras Manuel seguía erre que erre tratándome de convencer de lo sucedido.

―Pedrito, aunque no te lo creas, la muy zorra ni siquiera se cortó cuando le informé que me iba a correr, sino todo lo contrario y como si le fuera la vida en ello, siguió mamándomela todavía más rápido.

―Ahora me dirás que eyaculaste en su boca.

―Sí, puñetero cretino. Te parecerá imposible pero tu inseparable amiga al sentir que me venía, se la sacó solo un momento para decirme que me corriera dentro porque quería saborear mi semen.

«Hijo de puta suertudo», murmuré para mí dando total veracidad a su relato, sin sentir curiosamente ningún rastro de celos.

Ya interesado le pedí que me contara si al final se lo había tragado, a lo que no pudo ni quiso negarse y con todo lujo de pormenores, me describió la cara de satisfacción de mi morena mientras devoraba ansiosamente toda la leche que él expulsaba.

Desmoralizado al saber que Ana nunca se fijaría en mí al ser un enano, perdí el hilo de lo que me narraba hasta que, pegándome un puñetazo en el hombro, Manuel me hizo reaccionar para decirme que después de la mamada y sin más prolegómeno, su novia le había llevado casi a trompicones hasta la cama y que una vez allí le había hecho un striptease.

―Fue alucinante. Imagínate la situación: conmigo desnudo sobre la cama, tu amiga encendió el equipo y siguiendo el ritmo de la música, se puso a bailar mientras se iba desabrochando uno a uno los botones de la camisa.

―Supongo que te volviste a poner como una moto.

Despelotado y nunca mejor dicho, confirmó mis palabras diciendo:

―Como burro en primavera. Creo que jamás la había tenido tan dura.

Tras lo cual, me explicó que, aunque ya le había tocado las tetas, al verlas rebotando al compás de la canción le parecieron maravillosas. Nuevamente la envidia corroyó mi diminuto cuerpo al visualizar la escena y es que los pechos de esa morena eran mi escondida obsesión.

Ajeno a lo que yo, su colega, estaba sintiendo, Manuel me explicó su sorpresa cuando Ana se quitó las bragas y descubrió que llevaba el coño totalmente depilado.

«Ya lo sabía», dije entre dientes mientras él detallaba con lujo la belleza de esos labios húmedos confesando que jamás en su vida había estado con una niña sin un pelo en el chocho.

«Yo en cambio, nunca he estado con una», amargamente me quejé en silencio.

Entusiasmado con la narración, se puso a fanfarronear que Ana había llegado hasta él y que sin que tuviera que hacer nada, se había empalado y usando su pene como silla de montar, se había puesto a cabalgar desbocada.

«Eso también debió ser cierto», medité excitado al coincidir con lo que confidencialmente ella me había contado:  «Le encanta ser ella la que lleva la iniciativa en el sexo»

―Macho, ¡qué fiera es esa chavala! Incluso me pellizcó los pezones mientras meneaba su pandero.

―¿Al menos habrás cumplido?― pregunté inmerso en una espiral autodestructiva pensando que yo al menos no hubiese desaprovechado ese momento.

―Claro que me corrí, cabrón,…¡ no soy un eunuco!

Con ganas de abofetear a mi amigo, rehíce la pregunta diciendo:

―Me refería a si la llevaste al orgasmo.

Mis palabras causaron una conmoción en Manuel y totalmente colorado, me reconoció que no se había fijado.

Como esa misma tarde tenía que darles clase y sabía que a buen seguro me enteraría,  preferí no ahondar en la herida y zanjé el asunto cambiando de tema:

―¿Te apetece una cerveza?

―Una no, ¡media docena!― exclamó agradeciendo que no hiciera leña de él y cogiendo su chamarra, nos fuimos al bar de la esquina.

Sobre las seis de la tarde y con cuatro birras en el cuerpo, llegué a casa de Cayetana donde hallé a mis dos amigas charlando animadamente.

―¿De qué habláis?― dije a modo de saludo.

―Esta zorra que me está contando el polvo que ha echado con Manuel― dijo muerta de risa la rubia haciendo el clásico gesto de follar.

Disimulando como si no supiera nada, mirando a Ana le pregunté cómo se lo había pasado, a lo que, sin ganas de extenderse en el tema, me contestó que podía haber ido mejor.

―¡Que te diga! Tu amigo ha resultado ser otro flácido que no les llega a los zapatos.

―No seas mala, Manuel es un buen chico. Ha puesto mucho interés y a buen seguro las próximas veces lo hará mejor.

―No mientas, dile la verdad. Reconoce que te ha dejado con ganas de más y que tras una tarde follando, solo te corriste una vez― insistió Cayetana ante la brevedad de la morena.

―Quizás la culpa fue mía, porque llegaba tan cachonda que solo se me ocurrió a mí mamársela en vez de follármelo directamente.

―Claro y lo dejaste sin fuerzas― riéndose de ella, comentó su mejor amiga.

―Eso no es cierto, le hice un pequeño striptease y rápidamente se puso a tono― protestó Ana defendiendo a su novio mientras yo confirmaba punto por punto lo que me había dicho mi colega.

―Ya pero luego al montarte a horcajadas sobre él, no tardó en correrse, apenas te dio tiempo a cabalgarlo un par de veces.

―Tenemos que acostumbrarnos el uno al otro― reconoció molesta y nuevamente a la defensiva, me contó que luego su recién estrenado novio le había hecho una buena comida de coño.

«Eso se lo ha callado el muy cabrón», medité mientras ponía cara de póker para que no supiera que habíamos hablado.

Riéndose de ella y de su mala suerte con los hombres, Cayetana le insinuó que, si quería conocer un buen macho, un día le podía prestar a Borja.

―¿A ese pijo? Antes me tiro a Pedro.― replicó indignada, pero al ver mi cara de enfado, rápidamente me pidió perdón y tratando que olvidara sus palabras, sacó sus libros y nos rogó que tenía prisa y que había mucho que estudiar.

«Ni siquiera como segundo plato, me toma en cuenta», desangrándome por dentro pensé.

Y sin volver a mencionar el tema, comencé a darles clase…

Relato erótico: “MI DON: Raquel – El despertar con la enfermera” (POR SAULILLO77)

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Hola, este es mi 1º relato y como tal pido disculpas anticipadas por todos lo errores cometidos.Estos hechos son mezcla de realidad y ficcion, no voy a mentir diciendo que esto es 100% real.Lo primero es contar mi historia, intentare ser lo mas breve posible.
Mi nombre es Raul, tengo 25 años y lo ocurrido empezó en mis ultimos años de Instituto, 18 años, considero mi infancia como algo normal en cualquier crió, familia normal con padre, chapado a la antigua y alma bohemia, madre devota y alegre , hermana mayor , mandona pero de buen corazon, todos de buen comer y algo pasados de peso, sin cosas raras, vivo a las afueras de madrid actualmente, aunque crecí en la gran ciudad. Mi infancia fue l normal, con las connotaciones que eso lleva, sabemos de sobra lo crueles que son los críos y mientras unos son los gafotas, otros los empollones, las feas, los enanos….etc. Todos encasillados en un rol, a mi me toco ser el gordo, y la verdad lo era.Nunca me prive de nada al comer pero fue con 12 años cuando empece a coger peso, tampoco es que a la hora de hacer deporte huyera, jugaba mucho al futbol con los amigos y estaba apuntado a muchas actividades extra escolares, ya fuera natación , esgrima, taekwondo, o karate, pero no me ayudaba con el peso. Lo bueno era que seguía creciendo y llegue muy rapido a coger gran altura y corpulencia, disimulaba algo mi barriga, todavia no lo sabia pero esto seria muy importante en adelante.Siempre me decían que era cosa de genes o familia, y así lo acepte.Como casi todo gordo en un colegio o instituto al final o lo afrontas o te hundes, y como tal siempre lo lleve bien, el estigma del gordo gracioso me ayudo ha hacer amigos y una actitud simpática y algo socarrona me llevo a tener una vida social muy buena.Eso si, con las chicas ni hablar, todas me querían como su amigo, algo que me sacaba de quicio.Pues no paraba de ver como caían una y otra vez en los brazos de amigos o compañeros y luego salían escaldadas por las tonterías de los críos, siempre pensando que yo seria mucho mejor que ellos, pero nunca atreviéndome por mi aspecto a dar ese paso que se necesitaba.Un tío que con 17 años y ya rondaba el 1,90 y los 120 kilos no atraía demasiado, cierto es que era moreno de ojos negros y buenas espaldas, pero no compensaba.
Ademas, tengo algo de educación clásica, por mi padre, algo mayor que mi madre y chapado a la antigua, algo que en el fondo me gustaba ya que me enseño a pensar por mi mismo y obrar con responsabilidad sin miedo a los demás, pero también a tratar con demasiado celo a las damas, y lo mezclaba con una sinceridad brutal, heredada de mi madre, “las verdades solo hacen daño a los que la temen, y hace fuerte a quien la afronta”, solía decirme.Una mezcla peligrosa, no tienes miedo a la verdad ni a lo que piensen los demás. También, o en consecuencia, algo bocazas, pero sin mala intención , solo por hacer la gracia puedo ser algo cabrón.Nunca he sido un lumbreras, pero soy listo, muy vago eso si, si estudiara sacaría dieces, pero con solo atender un poco sacabas un 6 por que molestarme, al fin y al cabo es informacion inútil que pasado el examen no volvere a necesitar.
Con el paso de mi infancia empece a sufrir jaquecas, achacadas a las horas de tv, ordenador o a querer faltar a al escuela, ciertamente algunas lo serian pero otras no, me diagnosticaron migrañas, pero cuando me daban ningun medicamento era capaz de calmarme, así que decidieron hacerme un escaneó y salto la sorpresa, Con 17 años apunto de hacer los 18 e iniciar mi ultimo curso de instituto, un tumor benigno alojado cerca da la pituitaria, no era grande ni grave pero me provocaba los dolores de cabeza y al estar cerca del controlador de las hormonas, suponían que mi crecimiento adelantado y volumen corporal se debía a ello.Se decidió operar, no recuerdo haber pasado tanto miedo en mi vida como las horas previas a la operacion, y gracias a dios todo salio bien y con el apoyo de mi familia y amigos todo salio hacia delante y es donde realmente comienza mi historia.
Después de la operacion, y unos cuantos días en al UCI de los que recuerdo bien poco, me tenían sedado, con un aparatoso vendaje en la cabeza e intubado hasta poder verificar que no había daños cerebrales.Me subieron a planta y pasadas una semanas empece ha hacer rehabilitación, primero ejercicios de habla, coordinacion y razonamiento, todo ok, físicamente, era un trapo, no tenia fuerzas y había mucho que mover, pero pasaron los días y casi sin esfuerzo empecé a perder kilos, cogí fuerzas, en mi casa alucinaban de como me estaba quedando y ante esa celeridad muchos médicos me pedían calma, yo no queria, me encantaba aquello, pero tenia que llegar el momento en que mi tozudez cayo ante mi fisico , a pocos días del alta, en unos ejercicios de rutina decidí forzar y mi pie cedió, cisura en el empeine y otra semana de reposo total. Aquí ocurrió la magia, debido a mi necesidad de descansar me asignaron un cuarto y una enfermera en especial para mis cuidados,se llamaba Raquel, la llevaba viendo muchos días y había cierta amistad hasta el punto de que en situaciones en que mi familia no podía estar era ella quien me ayudaba a…..la higiene personal, solía solicitar la ayuda de algun celador pero andaban escasos de personal, y yo hinchado de orgullo trataba de hacerme el duro moviéndome con la otra pierna.
Raquel no era una top model, pero el rollo enfermera, mi pubertad y el tiempo sin desahogarme la hacian preciosa, en realidad era una chica normal , quizá hasta algo escuálida, sin muchas curvas, de un 1,70, rubia teñida con raíces morenas, media melena que siempre llevaba recogida, el uniforme no le hacia justicia la verdad, siempre de blanco impoluto, muy tapadita, salvo algun día caluroso que no llevaba camisa debajo y con el movimiento dejaba ver algo de su sujetador, y con esas sandalias con agujeros, muy cómodas pero por estilizadoras. se le adivinaba buen culo, mas de una vez al agacharse a coger algo se le notaba, iba corta en pechos, no llegaría ni a una 84, tenia gafas de cerca, unos preciosos ojos marrones y una boca enorme, de esas sonrisas que enseñan encía por todos lados.Era muy graciosa, y tenia muchas tablas con los pacientes , tenia 28 años.
Ella misma fue la que me en una de tantas visitas que me hacia, yo ya casi me movía solo y me comento:
RAQUEL: mírale que chulo, que bien te mueves ya.
YO: gracias , me encuentro mucho mejor y cada día me cuesta menos moverme
RAQUEL: voy a tomarte unas medidas para el seguimiento
a lo que cogió unas cintas métricas y un cuaderno de notas, y la verdad es que era increible, el crecimiento acelerado había parado, seguía por el 1,90 pero lo importante era que había bajando de peso, en 94 kilos estaba , unos 30 kilos perdidos en 1 mes y medio, donde ya había cumplido los 18 en el hospital con fiesta y tarta en al 3º planta jajaja había perdido muchisimo volumen en el estomago y gracias a la rehabilitación aquello no colgaba, estaba lejos de una buena forma física y de marcar tableta pero el cambio era impresionante en todos los aspectos, hasta que……en un descuido al bajar los brazos , y con Raquel terminado de tomarme las medidas de la cintura, se me cayo la bata al suelo quedándome desnudo, muriéndome de verguenza me tape como mas rapido pude y me di la vuelta, esperaba alguna sonora carcajada , y deseaba alguna actitud profesional restandole importancia al asunto, pero no hubo nada, solo silencio y mi cara roja, me disculpe y con mas miedo que otra cosa me di al vuelta y lo que vi me asusto, Raquel totalmente pálida con la boca abierta y tapándosela con una mano, no lo entendía, acaso había visto algo raro, algo medico???, tan absorta la vi que decidí preguntarla
YO. estas bien? Raquel, si me pasa…… algo………… dimelo
tras un par de segundos volvió en si
RAQUEL: si ……perdona…….. nada, no he visto nada………malo.
Me la tomE a risa, esa ultima palabra me lo parecio, pero termino de recoger y se fue.Los siguientes ultimos días fueron algo extraño, Raquel seguía con sus rutinas pero la notaba algo mas distante, incluso oí que había pedido algun cambio de turno, pero en mi higiene diaria se tomaba mas tiempo del habitual y ya no eme gastaba bromas ni me las concordia, el penultimo día, preocupado por el tema, la pregunte.
YO: oye, no se se he hecho algo malo, o si te he ofendido pero llevas unos días muy rara y distante y no se por que.
algo sorprendida
RAQUEL: Si bueno, siento que lo hayas notado pero ando algo cansada ……
al sonarme a excusa insistí
YO: esta es de las veces en que las mujeres decís nada pero es algo??
algo hastiada y pensando mucho lo que iba a decir
RAQUEL: oye mira, no es que me importe pero no te hagas tan el loco, se que te diste cuenta
totalmente perdido respondí
Yo : de que? te juro que no se de que me hablas
deputes de pensarse seriamente si responder de nuevo , me dijo
RAQUEL el otro dia, cuando se te cayo la… bata
recordé el instante y me puse como un tomate pregunte
YO si??? que ocurrió?
RAQUEL: pues que te puede ver ……..todo y…….mira soy enfermera he vito de todo pero eso no es normal.
despues de unos segundos que me parecieron horas , y viendo mi cara de bochorno, ella siguió
RAQUEL: no digas que no te has dado cuenta o no eres consciente de lo que tienes ahí?? es enorme
algo confuso balbuce
YO: pues la verdad es que ….no, osea no se, no me he parado pensar, siempre he ido con mucha verguenza por mi aspecto y la verdad es que no he ido por ahí comparando, nunca me pareció nada raro
siendo cierto , si que siempre me pareció un pene normal, pero despues de la operacion y la perdida de peso, mi pene había sufrido las consecuencias de las hormonas y en comparación a mi cuerpo actual, no el de antes, se veía grande, algo que tenia que haber visto yo mismo, pero que por algun motivo, hasta que ella no lo dijo, no le di importancia.
YO: de verdad dices eso? por que la verdad es que nunca…….. la use
viendo mi cara de verguenza, retomo el hilo
RAQUEL: pues eso, ya lo sabes, y desde que lo vi , se me han pasado por la cabeza cosas, no se, te lo has debido de pasar muy bien con eso jaajjajajja
y allí estaba de nuevo la Raquel dicharachera y graciosa que me había cuidado tanto tiempo, empezamos hablar y la comente que por mi fisico, mis escaramuzas sexuales eran casi nulas, mas que algun beso robado o algun baile caliente, y si, obviamente era virgen.El tono de la conversación , mas que caliente, que lo era, fue un descubrimiento para mi, ella no paraba de hablarme de novios parejas y de cosas de mujeres que para mi eran un misterio hasta entonces y de como ella había tenido sexo con hombres que no gastaban la mía ni de lejos.la conversación dio un vuelco cuando me pregunto
RAQUEL: tu nunca te has medido el pene o has comparado con amigos, o vídeos???
YO: si, bueno no, nunca le di importancia, mi aspecto no me deja llegar a mas, me da verguenza ir a vestuarios con los demás chicos, realmente nunca me importo, lo veía como una herramienta que algun día usaría, pero no sabia cuando.
RAQUEL pero habrás, no se, sacudido el pájaro no??
YO jajajaja si es cierto que todo adolescente lo hace y mas hombres pero ese tipo de juegos, no se, no me servían de nada, cuando empece con 13 años a tocarme lo probe y andaba muy corto no se si 7-8 cm de largo…..
me sorprendí a mi mismo hablar con tanta naturalidad de ello.
RAQUEL: pues eso va a cambiado, ya eres todo un hombre…..
Se levanto cogió la cinta métrica y me pidió que me pusiera en pie, yo sin entenderla el todo , aun, empezó a tomarme las medidas de control, todo igual, y por algo que no entendía el casi metro de hombro a hombre , de espalda, me hacia enorgullecerme , de peso andaba ya por los 87 kilos, la masa corporal había bajado muchisimo pero tenia carne flácida, cuando se disponía a medirme las piernas, se agacho y sin mas tiro de la bata, aquello me descoloco, sujete como pude la prenda , no sabia que hacer , me tenia muy confuso, pero era un novato y aquella cara que me puso me congelo
RAQUEL: venga dejame, suelta la bata y vamos a ver que tenemos.
lo hice con clama , solté la bata despacio y cuando cayo, mi polla empezó a retraerse, si, maldita, mi 1º experiencia y la jodida se empequeñecía. ella se dio cuenta, y con una sonrisa tonta me dijo que así no se podía hacer, que tenia que medirla en reposo y en exitacion para ser………… rigurosa
os juro por dios que no hubo hay ni habrá manera de decir la palabra “rigurosa” con mas entonación sexual.solo con eso se me paso el acojone, me relaje lo que pude, mientras ella se fue a asegurarse de cerrar la puerta de la habitación, contoneando aquel trasero que mas de una vez me pillo mirándole, cuando se dio la vuelta, se soltó el pelo de forma muy sensual , jugueteando con la cinta métrica se acerco con tanta calma que no soporte mas y me lance a por ella, la medio estampe contra la pared como si fuera un lobo ante carne fresca, y sin saber muy bien que hacer me queda a 1 milímetro de sus labios y deje que ella decidiera…..
RAQUEL: antes hay recabar datos……
se acerco a mi oido y soltó un delicioso y exquisito.
RAQUEL: te voy a medir la polla.
se deslizo contra la pared de espaldas y quedo a la altura de mi miembro, sin estar en ereccion, cogió con su mano la punta del capullo, con prisa y sin miedo, casi como admirando, me espeto algo que me dejo frió
RAQUEL tienes bastante bello púbico, y aun así parece enorme, deberías depilartelo y seria aun mayor la impresión.
Nunca le preste mayor importancia al pelo en mis partes hasta ese momento. ella sabia lo que hacia, o a mis ojos parecía una experta, se echo la cinta a la boca y con ambas manos me sostuvo el pene lo mejor que pudo, cogió la cinta y con la mano derecha puso el 0 en la base de mi polla y empezó a estirar con la mano izquierda la cinta por todo mi miembro, sentí cada centimetro, hasta que con cuidado llego a la punta y espeto….
RAQUEL joder, y aun esta en reposo, calzas unos……….19 cm de largo, a ver de ancho.
La miraba pasmado por como en comparación con ella, y no con mi fisico, el único con el que había tenido vision directa en la comparación, , realmente parece enorme y sus palabras me llenaban de algo, no se de que, pero de algun sentimiento que aun no sabia que era. cogió la cinta y la puso de lado para medir el ancho
RAQUEL en el lado mas grande esta en unos 4 cm
la cosa se complico, yo ya mas que relajado estaba empezando a notar sus “caricias medicas” y aquello empezó a levantarse, le dio tiempo a Raquel a levantarse de nuevo, aprisionada entre mis brazos apoyados en la pared, me miro a los ojos y pregunto que tal estaba
YO bi…bien hu…huh…uhu…hu
Ella sonrió, y yo asentía con la cabeza como un cachorro ante un juguete, la pregunte que venia a continuación , deseando un arranque pasional ,pero nada mas lejos, ahora tocaba medir con el “miembro en estado erecto”, y se volvió a deslizar hacia abajo .que pese a lo erótico de todo siguiera usando palabras tan tecnicas me encandilaba
Esta vez sin miramientos cogió con ambas manos y empezó a pajerame muuuuy lentamente, aquello me aprecia la gloria, inocente de mi, sin demasiado meneo se me empezó a poner como una piedra, si no lo estaba ya era de milagro, no si cabe era la 1º persona que me estaba haciendo una paja que no era yo. durante el corto proceso de endurecimiento no paraba de escuchar a Raquel bufar, como no dando credito, y al final cuando estaba como una estaca se paralizo medio segundo y como recordando para que estaba allí, cogió la cinta métrica y de nuevo cogió medidas, algo mas acelerada esta vez.
RAQUEL largo……….joder 25 cm¡¡¡¡¡¡ y de ancho casi 7, la virgen¡¡¡¡¡
Casi no me lo creía, como era posible que no me hubiera dado cuenta?? al ver el pene erecto a poco espacio de su cara no me lo creía, de donde había salido aquello, las putas hormonas??? la perdida de peso?? herencia? pubertad??? la verdad es que me daba igual, cuando me quise dar cuenta tenia a Raquel de nuevo de pie entre mis brazos y con algo de guasa me soltó.
RAQUEL: ten cuidado, con eso vas a asustar a mas de alguna, no te digo ya jovencitas de tu edad que no estén preparadas y las vas a destrozar.
todo aquello me parecía perfecto, era como un sueño, como si un genio de lampara me hubiera concedido un deseo, y si no fuera por ella hubiera tardado mucho tiempo en darme cuenta y quise agradecérselo, queria que fuera la 1º mujer, MI 1º mujer, y pensado rapido y mal para insinuarme solté una insinuación demasiado obvia
YO: tienes razon …..pero……….. que puedo hacer ahora?? no tengo ni idea……. ni experiencia………
He de reconocer que en esa frase había mas suplica y deseo de lo que quiero pensar.Ello torno los ojos y por unas décimas vi duda en sus ojos, se quito las gafas y me beso, un simple beso, sin mas un pico mal llamado, corto suave y delicioso y el 1º que alguien me daba sin verse obligada por el juego de la botella.aquello me electrifico la espalda, y cuando ella se retiro avance en búsqueda de sus labios de nuevo, de inicio retiro la cabeza, pero entre mis brazos , apoyados en al pared desde hace tiempo, no había mucho margen de movimiento, nuestros labios se volvieron a juntar y junto a la ternura que me pareció, ella sonrió.
YO que pasa?
RAQUEL nada , es que besas como un periquito, jajajaja no mueves los labios, ni nada, eres como mi 1º beso.
molesto con su insinuación la reprendí sobre mi poca experiencia, y arremetí de nuevo esta vez intentando recordar besos en películas y demás, muy grotesco debio parecer, ella me separo y se hizo cargo de la situacion , me cogió la cabeza y me dijo
RAQUEL: así…..
Acerco lentamente sus labios a lo míos, cerrando los ojos, y empezó un beso , normal al inicio, yo la iba siguiendo en sus movimientos, pero fue acelerando y termino en un beso de tornillo que casi me deja seco, abrió al boca y guiado por ella hice lo mismo, empezó a meter la lengua y se choco con al mía , un poco torpe pero empece a cogerle el ritmo, a cada beso me acercaba con mi cuerpo al suyo , hasta que llego el punto en que no había mas sitio y “ensarte” mi enorme polla recién descubierta en su vientre, ella aprovecho, y con una mano la coloco de tal manera que iba desde su pelvis hacia su pecho y termino de pegar mi cuerpo al suyo, empezó un sube y baja muy leve con el cuerpo, mi altura la ayudaba, despues de un rato glorioso me separo y me llevo a la cama aun cojeando , podria estar muriéndome sin piernas que ni un ejercito armado hubiera evitado que la siguiera, un dolor en el tobillo no seria un impedimento para seguir aquella maravilla de culo, me sentó al borde de la cama, ella empezó a quitarse la parte de arriva del uniforme , dejándose el sujetador, era granate, sin florituras, y que realmente adornaba, ya que no tenia demasiado pecho ni tampoco necesitaba de sujeción, bien plantados sus senos, no tenían peso para que la gravedad los hubiera afectado, los vi mejor al agacharse para bajarse el pantalón, unas bragas de dibujos, cómodas pero no muy sexys se plantaron ante mi, me fije en su contorneadas piernas. a mi me daba igual todo era una diosa, en ese momento lo era para mi.
se acerco mordiéndose un dedo con lujuria y me volvió a besar con pasion, como alumno aventajo ya sabia como funcionaba aquello, entre besos, la atraje hacia mi cogiéndola de la cintura, , y con una mano la acariciaba la mejilla y la otra arqueaba su espalda hacia mi, mientras ella , con una mano sujetaba mi cabeza y se enredaba en mi pelo, ya libre de vendas, la otra mano de ella bajo hasta mi miembro palpitante y empezó a masturbarme como calma y acoplando con sus movimientos, cada embestida entre nuestros cuerpos era correspondido con una movimiento de su mano, me puso a mil, una de mis manos cogió vida propia y fue cayendo por su espalda hasta que acabo en su espectacular trasero , realmente estaba tenso, las horas de pie por las rondas en el hospital la tenían en forma, empece s sobar sus glúteos con ansia por encima de las bragas, y viendo la celeridad d ela situacion, probe a meter mi mano por dentro de ellas acariciando con cierta dosis de fuera su culo, ya piel con piel, sin dejar de besarnos, y con tanto tiempo sin evacuar, y ante una primera experiencia de ese tipo, tan centrado en gravar aquel momento en mi cabeza, no me percate de mis propias reacciones . eyacule como un animal, sin avisar ni nada, ella apenas se aparto y esparcí todo mi semen por mi vientre la cama y parte de su pecho, casi hasta la barbilla
YO lo…..lo siento , no puede……….. ohh dios……… es que………
ella me corto, y mirándose a si mismo pringada de mi semilla
RAQUEL: no pasa nada, tranquilo es normal, bueno, no, tanta cantidad, no, llevabas tiempo sin tocarte no??
algo avergonzado respondí que si, a mi entender desde la operacion, tenia otras cosas en que pensar y centrarme.
RAQUEL pues esto no va a quedar así
dijo mientras miraba mi pene que se volvía a retraer ante mi precocidad, se limpio lo que pudo con unas servilletas, igual que a mi me tumbo boca arriba y se subió encima mía, a horcajadas, se quito el sujetador y me dio ver sus preciosos aunque pequeños senos, me lance a ellos, eso se ve en vídeos porno y sentía un debe con ella, eso le gusto y continué hasta que mi pene volvió a estar en reposo, mezclaba sus senos con su cuello y labios , ella empezó a notar entre sus piernas que mi nuevo mejor amigo estaba tono de nuevo, y empezó a bajar, suavemente me iba besando desde mi frente hasta el ombligo y una vez allí me miro, sonrió y adivinado que iba hacer, aguante la respiración, no se por que, pero lo hice, y cogiendo mi polla morcillona, con ambas manos. empezó a darle besitos, cortos y suaves a la punta de mi pene, si antes me parecía el paraiso ahora estaba desando que el mundo se parara, que aquello no acabase, empezó a lamer, pajear, succionar e introducir mi polla, todo a la vez, o por separado o combinando varias a la vez, estaba de nuevo con toda mi sangre concentrada en un solo punto y a ella le empezó a costar introducirse mi falo en su boca, cada cierto tiempo paraba , separando algo su boca de mi polla y mientras seguía masturbándome cogía aire y se lanzaba de nuevo al ataque,, la imagen era tremenda, yo tumbado con el respaldo algo subido de la cama, con las piernas abiertas y una mujer con solo unas bragas chupándome la polla como nunca creí posible, su espalda al aire arqueada hacia sus piernas, que tenia flexionadas, lo que le hacia tener el culo en pompa, esa imagen jamas se borrara de mi cabeza, yo aveces ponía mis manos en su cabeza , mas que por que querer guiarla, no lo necesitaba, es que me sentía estupido con ellas, no sabia que hacer y no llegaba a acariciarle nada, mientras que ella se canso de la postura y se tumbo boca abajo con las piernas levantadas , como una colegiala escribiendo en su diario, ya que la cama no daba mas de si, por 1º vez entendí que lo que se ve en los vídeos no siempre es tan hermoso y guionizado, esto es dificil pero era maravilloso
esta vez me vi venir y logre avisarle antes de que me diera un latigazo la espalda, electricidad pura, ella alejo algo su cabeza y siguió acelerando el ritmo de su mano con mas fuerza hasta que de nuevo explote, manche casi todo lo que había cerca, Raquel hasta se tapo la cara con la otra mano mientras sonreía.Cuando acabe, agotado , ella se volvió a poner a mi altura, a horcajadas y me beso, algo que por estupido que sea, me hubiera parecido asqueroso hace 30 minutos, que me besara un mujer manchada de mi semen despues de comerme la polla, en ese momento me pareció lo mejor del mundo, se coloco de lado mientras seguíamos besándonos y literalmente la restregaba contra mi.
YO ha sid ………..no se…….pufffffffff
atinaba a decir entre besos.al final ella se sentó de espaldas a mi, recostando su espalda sobre mi pecho, la rodee con mis brazos, teniendo que recolocar mi pene, flácido, para no hacerme daño, nos quedamos así unos minutos, lo que me aprecio la posicion mas romántica y sexy que pueda existir, dándole besos en el cuello , la mejilla o su oreja de vez en cuando, mientras olía su pelo, repitiendo la palabra gracias demasiadas veces, mientras mi mente volaba, ya pensando en que había encentrado al amor de mi vida, las citas que tendiéramos, como la presentaría a mi familia, las noches de sexo, en una vida juntos, tenia 18 años y había tenido mi 1º experiencia sexual, tan perdido estaba que no me di cuenta de que ella tambien estaba pensando pero su cara no era de felicidad.
al final se levanto nos duchamos por turnos en el baño de la habitación , nos vestimos , arreglo la habitación y todo lo hizo en silencio, con cierta pena en sus ojos, yo no sabia como proceder, así que pregunte
YO que te pasa? estas rara otra vez
RAQUEL no es nada, es solo que….mira no quiero hacerte daño, pero tengo novio, eres mi paciente, te saco 10 años, esto……………esto no esta bien.
aquello me partido en dos, durante todo el tiempo nunca la había preguntado, ni me había importando la verdad , si tenia o no pareja, temas de médicos o la moralidad de la situacion, despues de la pasion llega la reflexión y la calma donde caes en la cuenta de estas cosas.
YO lo siento, no sabia…. joder, pero …. y ahora ……..que???
pregunte con miedo a la respuesta, ella se sentó en el sillón de la habitación y cogiéndome la mano , levanto su cabeza y me miro fijamente
RAQUEL ahora nada, tu te iras pasado mañana, yo volvere a mi vida, esto no puede salir de aqui, me entiendes??
de nuevo una mujer me daba plantón , me dejaba de lado, se iba con otro y de nuevo tenia la sensación de que yo podria ser mejor que el para ella.me vine abajo, me senté en el mismo sitio donde minutos antes aquella mujer me estaba masturbando, y ella lo noto, se acerco , se puso de rodillas delante de mi, y me suplico por el bien de su trabajo y de su vida, no podía saberse.yo entendí que era correcto pero no por ello dolía menos, casi a la desesperada pegunte.
YO pues si estas tan bien con tu vida por que ha pasado esto??
RAQUEL: lo siento, se que no es justo, pero por eso te andaba evitando, desde que te vi con eso colgando se me ha pasado por la cabeza mil cosas y las cosas en casa no andan bien, se ha mezclado todo, y lo siento por ti, pero creeme, soy mujer y eres un encanto de hombre, chicas de tu edad se pelearan por ti en cuanto salgas de aqui, tu vida va a cambiar a partir de hoy.
YO si??? supongo , no se – conteste con rabia- pero has sido tu, tu me has hecho feliz, de que me sirve ser delgado o tenerla de caballo si no tengo lo que quiero.
Se hizo un silencio de los que se hacen cuando no hay mas que decir, solo comprender. asentí con la cabeza.
YO: tranquila, por mi parte esto no ha pasado, y aunque lo diga nadie me va creer…….. – queria darle algo de sorma pero allí estaba de nuevo mi yo del pasado, el que usaba las bromas para enmascarar un complejo claro.
RAQUEL: tranquilo, eres joven y aun no sabes lo que quieres, creeme, como te digo , soy mujer y esta (agarro mi polla de nuevo a través de la bata) esta te va a traer muchas alegrías, solo tienes que ……..dejarla notar………mira, como yo caí como una boba, solo al verla.
se puso en pie, me beso una ultima vez, con sabor a despedida y se fue. Seria verdad? la rabia no me dejo pensar en esas palabras hasta que salí del hospital, pero eso ya es otra historia.
continuara…………
espero sus comentarios y tratare de mejorar lo que se pueda. gracias¡¡¡¡
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Relato erótico: “Cogiendo con desconocidos.” (POR INDIRA)

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 Hace tiempo que no escribo nada para todo relatos, la verdad aunque mi último relato ha sido leído bastante a veces una requiere motivaciones para contar sus experiencias.

Como sea aquí estoy de nuevo, relatando algo real que pasa en mí y quiero externarlo.
En mi relato anterior me describí así que ya no lo haré aquí, pero si debo recordarle a mis lectores que soy una mujer muy caliente y cuando me despierto inquieta de verdad necesito a alguien que me quite la calentura y sobre todo que me haga sentir muy puta.
Yo necesito, esa es la palabra correcta y ahora la externo, necesito un hombre u hombres que me usen, que me hagan sentir el placer al máximo de mil formas posibles,  desgraciadamente los novios o amantes que he tenido cuando me empiezo a portar super caliente, casi ninfómana  regularmente se alejan, no del plano sexual pues a que hombre no le gusta una puta en la cama, pero el trato hacia mi comienza a cambiar, me ven de forma diferente y eso me molesta, ¿porque no puedo ser su novia y su putita a la vez y no solo lo segundo?
Esta mala experiencia ahora me hecho ser diferente, en el trabajo, amigos, pretendientes y novios soy una persona he internamente soy otra aunque a veces necesito sacar mis ansias pero debo hacerlo con gente que no me conozca, que nunca vuelva a ver y en un lugar ajeno a mi círculo social.
Este relato cuenta una de mis tantas escapadas a un lugar cercano a donde vivo, un pueblo a 1 una y media de distancia donde tengo un amigo que conocí por el chat, no con mi correo real si no un chat de los muchos que hay abiertos al público, me agradó su plática y comenzamos a frecuentarnos.
Pues bien cuando estoy que no aguanto planeo un fin de semana, mi amigo vive solo pero trabaja en un pueblo de su localidad por lo que a veces no tiene tiempo de ir a su casa los fines de semana y a mí me ha dejado sus llaves por lo que puedo ir los días que desee lo cual es perfecto para mí.
Ese viernes por la tarde salí de la oficina a las 5, pasé por una maleta pequeña con lencería, muchos bikinis tipo tanga (a lo mejor posteriormente explico por qué) y dos vestidos cortos, más el que llevaba puesto, un traje de baño por si las dudas entre otras cositas y me dirigí a la terminal del norte en un taxi, el tipo era un señor como de 35 años muy educado, no era un taxista común y corriente vestía bien y olía a loción de marca, en el trayecto no me quitaba la vista de las piernas ya que el vestido amarillo se me subía bastante y yo cruzaba las piernas muy a menudo para que se subiera más aún, el taxista estaba tan distraído que casi se pasa un alto y al frenar bruscamente me derramó un café que tenía en el portavaso sobre mis piernas, el muy apenado saco klinex de su guantera e intento limpiarme, al hacerlo me tocó las piernas y mi vestido se subió aún más, al darse cuenta que fue atrevido ya que casi mostraba mis bikini me ofreció disculpas y apenado me dijo que si yo aceptaba el gustoso me reponía el vestido.
Su ofrecimiento me saco de onda pero vi una oportunidad de coquetear un poco así que acepte, después de todo no tenía prisa por llegar a ningún lado.
Nos dirigimos a una plaza cercana y entramos a una boutique de mediana calidad con muchas ofertas.
Escogí dos vestidos, un short y una blusa y me dirigí a los probadores, él se sentó en una banca enfrente de estos, a estas alturas mi plan estaba trazado era lograr que me viera desnuda y por qué no dejarme tocar un poco, entre al probador y para mi buena suerte para mis planes no tenía ni un banco, ni un gancho para sostener mi ropa por lo que me asome y le pedí que se acercara, le comenté la situación y le pedí que sostuviera mis prendas y me las pasara conforme lo fuera necesitando por lo que se tuvo que quedar al lado del probador.
Me quite el vestido muy, muy lentamente, dándole la espalda que aunque tenía la cortina cerrada estaba segura que por alguna apertura me vería. Al quedarme solo en bragas y sostén le dije que metiera su mano para tomar mi vestido y para que me pasara el primero que me probaría.
Me paso un vestido rojo muy parecido al mío, corto y de tirantes arriba, me lo puse rápidamente y le pedí su opinión, inmediatamente tenía su cabeza asomada por la cortina, me gire y me chifló, le pregunté si se me notaba mucho la tanga (lo cual era obvio que si puesto que el vestido era pegado) y el asintió con la cabeza.
A estas alturas yo estaba empapada por la situación y el morbo, le hice señas que se saliera y me quite la tanga, la sentí mojada ya que como comenté en un relato anterior yo soy una mujer muy jugosa cuando me caliento, le dije mete la mano y le puse la tanga en la mano teniendo cuidado de que notara que estaba mojada.
Le pedí que viera ahora, él se asomó por la cortina y asintió con la cabeza, en la tienda había una persona atendiéndonos que en ese momento gritó: “como le quedó”, eso nos hizo salir del trance porque yo lo veía directo a los ojos y el me veía directo al cuerpo acariciando la tanga con descaro entre sus dedos. Rápidamente cerró la cortina y yo me quité el vestido solicitándole que me pasara el otro vestido, me lo probé y “desgraciadamente” me quedo muy chico, se me veían todas las nalgas y estaba muy ajustado arriba, más bien parecía una puta callejera con él así que le pedí a la dependienta que si me lo cambiaba por una talla más grande, ella comentó que no tenía en piso pero que en bodega si, y pidió que la esperáramos unos 5 minutos que iba rápido por el vestido.
Eso fue el incidente que me hizo lograr mi plan, en cuando escuchamos como se fue le pedí que me pasara mi tanga para probarme el short y la blusa, me paso la tanga, pero al hacerlo dejó la cortina a la mitad, yo no la cerré y me puse la tanga frente a él, a estas alturas yo ya estaba super excitada y quería que me tocara por todos lados pero el simplemente no hacía nada, solo me miraba hasta que empezó a tocarse encima del pantalón con descaro yo aproveche eso y lo jale hacia  adentro del probador, le planté un beso en la boca super cachondo, metiendo mi lengua lo más que pude, él no desaprovechó la oportunidad y me metió la mano bajo el vestido tocando bruscamente mi tanga sintiéndola sobre mi panochita empapada.
Yo me movía sobre su mano como si estuviera encima de él montándolo, y el con la otra mano me jalaba hacia él de las nalgas, prácticamente embarraba mi panochita en su mano y me empezó a meter dos dedos, luego tres, dejo mis nalgas con el vestido muy alzado para hacer a un lado los tirantes del vestido y manosearme las tetas, me las apretaba fuerte, recorría mi pezón y comenzó a lamerlas, mientras abajo ya metí a 3 dedos y lo que podía del dedo meñique.
Yo estaba super caliente y le empecé a desabrochar el pantalón para sentir su pito, quería sentir ese pedazo de carne, tenía ganas de que lo metiera junto con sus dedos, siempre me ha gustado sentir como me abren la panochita, como se les moja la mano y el pene de mis jugos.
Al desabrocharlo rápidamente salto una verga de buen tamaño, gorda y con rastros de líquido preseminal, no podía desaprovechar el momento y la jale así en la posición que estaba frente a él y la empecé a embarrar en mi panochita, es decir tomó el lugar de su mano pero obviamente por la posición en que estábamos no me lograba penetrar, solo estaba yo montada sobre su aparato, jalándolo para sentirlo bajo mis labios completamente mojados, el hizo a un lado mi tanga he intentó metérmela logrando solamente meter la cabeza, y así estuvimos en una vaivén delicioso.
Imaginen la escena, una mujer desnuda del torso con el sostén bajo las tetas y de abajo el vestido hecho una piltrafa, con las nalgas al aire y el frente todo levantado, el lugar apestaba a sexo ya que soy muy olorosa, alce una pierna para que pudiera cogerme bien al momento que mordía su cuello, de repente siento como me moja completamente, se estaba viniendo en mi panochita, no adentro de ella, afuera, en mi tanga, sentía sus chorros espesos en mí y  bajó la mano para meterme sus dedos junto con su lechita, me metió 3 dedos completamente mojados, yo gemía ya como toda una puta, estaba super caliente, me metía los dedos, los sentía pegajosos de su semen y mis jugos, movía intensamente sus dedos, sentía como toda su mano entraba en mí y me mordía las tetas, me las mordía fuerte, a la vez que me jalaba de las nalgas metiendo un dedo en mi culito, no pude más y me vine, ahhhh, ahhhhhh, ahhhhh, ay papi, papi, me vine riquísimo, sin cogerme hizo que me viniera delicioso.
Estuvimos un rato mas así sin movernos, el sentía como palpitada mi panocha en su mano mientras yo el acariciaba el pene, tenía la mano llena de semen y me la lamí, me encanta el sabor y sobre todo la cara que ponen cuando lo hago, nos separamos un poco y cuando saco su mano me los puso en los labios para lamer, yo como toda una putita lo hice, le deje limpia la mano y me agache a limpiar también su pene, me lo metía  la boca completo y lo succionaba hasta dejarlo limpio.
Uff estaba exhausta debido a la posición y a la adrenalina que comenzaba a bajar, me acomodé la ropa al igual que él y salió del probador, yo me recargué en la pared un momento cuando la dependienta me pasó el vestido, ya no me lo probé puesto el que traía apestaba a sexo por lo que tenía que cómpralo, solo le pedí que de favor me vendiera los vestidos pero me llevaría puesto el rojo.
Ella realizó todo su trámite y mi “novio” pago gustoso, salimos del lugar bastante acalorados con una enorme sonrisa y mi boca apestaba a semen, al pasar junto a los demás algunos hombres regresaban la mirada al olerme pasar puesto que apestaba a sexo.
Subimos al taxi y me llevó a la terminal del norte para retomar mi camino, en el trayecto me adulaba, me decía que estaba hermosa que le encantaría ser mi novio, etc, etc. Yo solo le agradecía los cumplidos.
Al llegar a la terminal, se estacionó y me dio un beso super cachondo mientras me tocaba las tetas encima del vestido, yo tome mi tanga de ambos lados y me la saqué entregándosela de recuerdo, intercambiamos números y me rogó porque le marcará en cuanto regresara de mi viaje.
Nos dimos un beso de despedida muy caliente pues me volvió a manosear completita …..
Me baje del auto sin calzones, apestando a sexo, caliente, y con un vestido nada apto para las horas y mucho menos para viajar, todo me veían y me comían con la mirada.
Compré mi boleto y me dispuse a esperar la salida, mientras lo hacía me dieron unas ganas tremendas de ir al baño  pero me daba asquito los baños de ahí así que le pedí a los chicos de la puerta si me dejaban subir al autobús rápido. Se acercó el chofer, un señor gordito como de 50 años y amablemente aceptó y me acompaño. Me cedió el paso y al subir antes que el pude sentir su mirada en mis nalgas, me ayudó con mi equipaje y corrí al baño, el corrió tras de mi indicándome que la puerta no cerraba y que él me la detenía, no me importó ya que me andaba bastante y me senté rápido a hacer pis pero al quererme limpiar me percaté que no había papel por lo que tuve que pedirle al chofer que me consiguiera algo, el sacó un klinex y tuve que abrir la puerta para que me lo pasara, él me pudo ver completamente las piernas y mi escote, mi limpié, me arreglé y salí.
Le agradecí bastante por la ayuda y en cuanto me iba a bajar me dijo que no había problema que podía esperar allí, que estaría más cómoda. Acepté gustosa y él se fue a su asiento delantero a preparar cosas del viaje me imagino, yo sentí a un poco de frio al andar sin calzones y busqué uno en mi equipaje para ponérmelo.
Me quedé relajada viendo la ventana cuando de pronto siento que se empiezan a subir personas, pocas, eran a lo mucho 12 personas en total, a mi lado se sentó un supervisor de la línea, lo supe después y él iba solo a la primer caseta. Me hizo la plática, era un chamaco de 23 años muy lanzado, desde que se sentó me empezó a tirar la onda, rápidamente me imagine montándome encima de él, eso me excito y comencé a seguirle la plática.
Continuará …..

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Relato erótico: “El ídolo 4: la hija del jefe resultó ser una diosa”. (POR GOLFO)

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Si creía que el haber sido designado por KuKulcan como su elegido iba a ser gratuito y que si ese Dios me había encargado convertirme en rey de los lacandones no iba a traer acarreado otras obligaciones, me equivoqué.
¡KuKulcan tenía otros planes para mí!
Afortunadamente y como podréis leer a continuación, me dio un deber que me traería muchas satisfacciones.
 
Ese Dios me da una misión
La misma noche en que fui entronizado como rey de los lacandones y luego de haber hecho uso de Olvido-Yatzil y de Ixcell como mis concubinas, ese ser me visitó. Os aviso que fue en sueños pero como comprenderéis por los hechos posteriores, ¡Fue real!
Agotado después de una jornada extenuante, caí en la cama y me quedé dormido en seguida, por lo que me resulta imposible determinar en qué momento de mi sueño recibí su visita, pero al despertar su recuerdo fue tan nítido que a raíz de él se desencadenó toda esta historia.
En  esa visión onírica, me vi entrando en la famosa gruta solo, sin compañía. En su interior me esperaba “La serpiente alada”, la más grande deidad maya y una de sus divinidades creadoras, enroscada alrededor del monolito esculpido en su honor.
Nada más verme y como desperezándose tras un largo tiempo de vigilia, se deslizó y en toda su magnificencia, pronunció mi misión y mi condena:
-Halach uinik debes saber que te he encomendado sacar a mi raza de su ignominia. El dolor acumulado durante estos seis siglos no tiene traducción humana y valorándote digno, te voy a dar los elementos para que “Los verdaderos Hombres” renazcan.
Comprendí que se refería a los indígenas que se mantuvieron fieles a sus dioses y que nunca aceptaron a los que trajeron los españoles a esta parte de América.
-Tu misión será difícil porque su degradación y muerte ha llevado a ese pueblo antes glorioso a su casi total extinción. El orgullo de los mayas ha sido salvaguardado por un puñado de hombres que sin mi ayuda difícilmente llegarían a soportar otros veinte años de pobreza y marginación. Por eso tu primera encomienda será acabar con su miseria, darles estudios y un estado para que se convierta en lo que siempre debían haber sido y no fueron: Los elegidos de KuKulcan.
“Puta madre”, pensé, “lo suyo es un mal endémico, cuya solución es un tema que rebasa la vida de un hombre”. Como si me hubiese escuchado, prosiguió:
-Los recursos te serán dados y bajo tu mando, mi pueblo debe crecer y multiplicarse. Eres mi semilla y como un manglar nace de un solo fruto, tus descendientes se extenderán por todo el orbe- y antes de desaparecer, me amenazó: -¡Hay de ti sino cumples mi mandato o permites que mi pueblo olvide quien es y será siempre su Dios!
Cuando me desperté con el vivido recuerdo de su visita, creí que había sido solo un sueño pero no llevaba ni cinco minutos en pie cuando Uxmall, me sacó del error. Pidiendo permiso para entrar en mi choza, el jefe indígena se postró ante mi diciendo:
– Halach uinik, KuKulcan me ha pedido que te haga entrega del tesoro que hemos resguardado para ti durante siglos.
Tras lo cual, me hizo salir para observar a lo que se refería. Os podréis imaginar mi sorpresa cuando vi a un nutrido grupo de cargadores trayendo un saco cada uno a sus espaldas. En cuanto el primero de ellos depositó su carga ante mí, le pedí que me la mostrara. No os puedo contar mi sorpresa al descubrir que ese pueblo que no tenía donde caerse muerto había sido depositario de una verdadera fortuna en oro y piedras preciosas. Haciendo un rápido cálculo de cincuenta kilos por porteador, esos hombres acaban de hacerme entrega de más de  una tonelada.
Mi cara de sorpresa fue malinterpretada por el indígena y saliendo al paso antes de que le preguntara, me soltó:
-No he creído conveniente traer hoy el grueso del tesoro, pero si son sus deseos deme una semana y lo tendrá aquí….
Empiezo a cumplir mi misión, empezando por casa.
Sin haber asimilado suficientemente que gracias al regalo de KuKulcan podía considerarme uno de los hombres más ricos de México y con ello del mundo, entré nuevamente en mi choza Yatzin, al verme entrar, me comentó:
-Halach uinik, Ixcell quiere comentarle algo.
Girándome hacia la nombrada, la vi con una mezcla de miedo y esperanza en sus ojos:
-¿Qué quieres?- pregunté.
Cayendo de rodillas y besándome los pies, me dijo:
-Mi rey, acabo de caer en la cuenta que por mi culpa el secreto de esta pirámide corre peligro. Le pido que me permita llamar al D.F. para que cancelen la ayuda que solicité. ¡Todavía estamos a tiempo!
Disfrutando de la sumisión de la rubia pero sobretodo deseando comprobar hasta qué punto era leal a mí, no le expliqué que la madre del profesor con el que había hablado era “lacandona” y que por lo tanto no hacía falta.
-No me fio de ti- respondí.
La mujer al oírme, se echó a llorar al saber que por su comportamiento anterior, mis dudas eran lógicas. Buscando convencerme, me confesó:
-Si vienen otros miembros de la universidad, se apropiarán de nuestros descubrimientos.
Se arrepintió nada más terminar de hablar porque me había reconocido que lo único que le seguía importando era pasar a la posteridad como una gran arqueóloga y no es destino del que ya era mi pueblo.
-Sigues siendo una zorra- dije y deseando darle un escarmiento, le ordené: -Las zorras no llevan ropa, desde ahora y hasta que cambie de opinión, irás desnuda.
Tras lo cual la obligué a salir de la choza. Aunque mi idea había sido quedarme solo porque tenía muchas cosas en las que pensar, Yatzin no cogió la indirecta y viendo que me había sentado, se acercó a mí, diciendo:
-Puedo ayudar a mi rey, ¿Necesita que le relaje?
Sin pedir mi opinión, se arrodilló y metiendo su mano bajó mi túnica, empezó a acariciar mi entrepierna. Muerto de risa y recordando la misión de KuKulcan, la comenté:
-Te aviso que el Dios me ha ordenado esparcir mi semilla en todos los vientres que pueda.
Lo que no me esperaba fue que poniendo cara de putón desorejado, contestara:
-Mi cuerpo es tuyo- y recalcando sus palabras, buscó mi contacto subiéndose sobre mis rodillas.
No tardé en responder a su beso con pasión y ella al sentir que mis manos acariciaban su culo desnudo, sacó mi pene de su encierro mientras me decía:.
-Hazme madre.
Incapaz de contenerme, le separé las piernas y dejé que se incrustara mi miembro en su sexo. Contra toda lógica, era ella la más necesitada y quitándole la sudadera, redescubrí con placer la perfección de sus pechos. Dotados con unos pezones grandes y negros, sus pechos juveniles se me antojaron todavía más apetecibles que la primera vez y abriendo mi boca, me puse a mamar ese manjar con sus gemidos como música ambiente.
Olvido-Yatzin, contagiada por la pasión, se quedó quieta mientras lengua jugaba con los bordes de sus areolas. Poco a poco,  mis caricias se fueron haciendo cada vez más obsesivas y disfrutando de mi ataque, sus caderas comenzaron a moverse en busca del placer. Ajeno a su calentura y mientras mi pene se afianzaba dentro de su cueva, con mis manos sopesé el tamaño de sus senos y haciéndola disfrutar, pellizqué uno de sus pezones. Al sentir mi caricia, se mojó, haciendo correr su flujo por mis muslos.
-Fóllame, mi rey- suspiró totalmente indefensa.
Comprendí que me estaba retando y por eso cogiéndola en brazos la llevé hasta el colchón.
-Quiero tener un hijo- me soltó  con voz temblorosa.
Le respondí hundiendo mi cara entre sus piernas. Su sexo me esperaba completamente mojado y al pasar mi lengua por sus labios, el aroma a mujer necesitada inundó mi papilas. Recreándome en su sabor, recogí su flujo en mi boca mientras mis manos se apoderaban de sus pechos. Mi antigua compañera colaboró separando sus rodillas y posando su mano en mi cabeza, me soltó:
-Soy toda tuya.
Su confesión me termino de excitar y pellizcando nuevamente sus pezones, introduje mi lengua hasta el fondo de su sexo.  Yatzin bramó de gozo y reptando por la cama, me rogó que la penetrase. Haciendo caso omiso a su petición, seguí tanteando con mi lengua en el interior de su cueva hasta que comprendí que esa morena estaba lista.  Solo entonces,  puse la cabeza de mi glande entre los labios de su sexo.
-Tómame-, exigió moviendo sus caderas.
Comprendiendo que de no darme prisa se correría, de un solo arreón llené su sexo con mi pene. Mi concubina, al notar la cabeza de m glande chocando contra la pared de su vagina, gritó presa del deseo y retorciéndose como posesa, me pidió que la cogiera los pechos.  Obedeciendo me apoderé de sus senos y usándolos como ancla, me afiancé con ellos antes de comenzar un suave trote con nuestros cuerpos. Fue entonces su cuando,  berreando entre gemidos, gritó:
-Júrame que  no vas a parar hasta preñarme. Quiero pertenecerte y que tu simiente florezca en mi vientre.
Como eso era exactamente lo que deseaba, me hizo enloquecer y fuera de mí, incrementé mi velocidad de mis penetraciones. Yatzin respondió a mis esfuerzos con lujuria y sin importarle que sus gritos fueran oídos por mi pueblo, me chilló que no parara. El sonido de la selva no pudo acallar sus gemidos y completamente entregada a mí, se corrió nuevamente. Al querer yo también disfrutar, convertí mi lento trotar en un desbocado galope cuyo único fin era satisfacer mi lujuria.  Mientras alcanzaba mi meta, mi amante al soportar mi ataque unió uno tras otro una sucesión de ruidosos orgasmos.
Su rotunda entrega me terminó de excitar y por eso cuando con mi pene estaba a punto de sembrar su vientre, informé a mi concubina de lo que iba a ocurrir. Yatzin al oírlo, gritó alborozada que me corriera dentro de ella y contrayendo  los músculos de su vagina, obligó a mi pene a vaciarse en su vagina.
-Mi rey- sollozó al notar las explosiones de mi miembro en su interior y sin dejar que me apartara de ella, convirtió su sexo en una ordeñadora y no cejó hasta que vació todo el semen de mis huevos,
Agotado por el esfuerzo, me desplomé a su lado. La morena me abrazó y riendo, me soltó:
-Nunca creí que el pensar en quedarme embarazada me hiciera ser feliz. Durante toda mi vida, he disfrutado de mis parejas pero me sentía vacía. Ahora sé que se debía a que esperaba al hombre que me llenara.
Su confesión me hizo gracia y en plan de guasa, pregunté:
-¿Y ya lo has encontrado?
Muerta de risa al escuchar mi respuesta, se apoderó de mis huevos mientras me decía:
-Sí y aunque sea el elegido de un Dios, ¡Todavía no ha conseguido saciarme!…
Establezco el marco con el que asegurar el renacimiento del pueblo lacandón.
Mis primeras decisiones como líder de ese pueblo fue dotarle de los instrumentos económicos con los que afianzar su futuro. Acudiendo al mercado, transformé una pequeña parte del tesoro que me habían dado en dinero en metálico y con ello, me transformé en uno de los hombres más adinerados de México, para acto seguido comprar a través de un conocido participaciones en las empresas que cotizaban en la bolsa del país.
Una vez con esos paquetes en mi poder, nombré a personas de mi confianza en sus consejos y conseguí que dedicaran parte de sus recursos a invertir en la educación y la sanidad de la zona donde se ubicaba mi pueblo. Esa decisión provocó las dudas en el consejo de ancianos, el cual me pidió una reunión. En ella, fue Uxmal quien  las expresó.
Halach uinik, ¿Por qué permite que sean otros quien invierta aquí y no lo hacemos directamente?
Comprendiendo sus reticencias, contesté:
-Debemos ser cuidadosos mientras sigamos estando indefensos. Si mostramos al exterior que tenemos oro, vendrán a saquearnos. De este modo, para los demás seguiremos siendo un pueblo pobre del que nadie puede sacar nada.
Mi respuesta le satisfizo porque no en vano seguía la tradición centenaria de su gente que, siendo inmensamente ricos, habían ocultado su riqueza. Habiendo aclarado el tema, le anticipé mi siguiente paso:
-Siguiendo el mandato de KuKulcan, he concertado una cita con el Gobernador de Chiapas. En ella le vamos a pedir que dote al pueblo Lacandón de un territorio exclusivo en el que se aplique nuestras leyes.
Todos sin distinción estuvieron de acuerdo pero dudaron que fuera capaz de sacarle esa antigua reclamación:
-Jamás nos concederán ese tipo de autonomía.
Solté una carcajada, diciendo:
-¡Poderoso caballero es don dinero!
 Como en teoría yo solo era un asesor de ese pueblo, el consejo nombró unos representantes para entrevistarse con el mandatario local. La elección me sorprendió porque olvidándose del que había ejercido como su jefe durante años, Uxmal no estaba entre ellos. En cambio decidieron incluir a su hija Zulia a la que yo no conocía.
Al preguntarle la razón, el indígena me contestó:
-Zulia es entre todo mi pueblo la más capacitada para ello, no en vano, es de las pocas licenciadas con la que contamos.
Extrañado que en una sociedad tan machista, la hija del jefe hubiese estudiado en el exterior, pregunté:
-¿Qué ha cursado?
-Leyes y economía, mi rey.
Ante su respuesta, le mostré mi extrañeza de no haberla conocido antes. Creyendo que era una queja, contestó:
-Vive en Tuxtla Gutiérrez. Trabaja para el departamento de asuntos indígenas del estado.
“Vendrá estupendamente tener a alguien versado en el interior del gobierno”, pensé satisfecho. Al preguntarle cuando iba a conocerla, el antiguo jefe lacandón respondió:
-Le estará esperando en el palacio de gobierno.
Saber que no conocería a esa mujer hasta instantes antes de reunirme con el gobernador me molestó y por eso cambiando los planes, le informé:
-Como la reunión es el miércoles, llegaremos a esa ciudad el martes y así tendré tiempo de hablar con ella y que me cuente que es lo que ella piensa.
Nuevamente, Uxmal me malinterpretó y pidiéndome perdón de antemano, me soltó:
-Señor, como usted sabe mi hija le está reservada pero creí que no le urgía tomar otra esposa.
Como podréis comprender esa revelación me dejó de piedra y por eso midiendo mis palabras para que el indígena no se sintiera ofendido al pensar que rechazaba su retoño, contesté:
-No me urge pero si Zulia conoce los intríngulis del gobierno, me vendría bien conocer su punto de vista con anterioridad.
Uxmal respiró aliviado porque en su modo de pensar, el casamiento de su hija mayor exigía una fiesta y más se iba a unir con su rey. Una vez arreglado el malentendido, le expliqué pormenorizadamente mi plan….
La tarde anterior a la cita, junto con un  nutrido grupo de lacandones, Olvido-Yatzin y yo llegamos al hotel Camino Real. Mi concubina había elegido ese y no otro por su cercanía sin pensar en que dirían al vernos llegar. Siendo la cadena de lujo por excelencia de México, los empleados de la puerta nos cortaron el paso.  Solo cuando demostré que había pagado la reserva y amenacé con publicar en todos los periódicos que nos habían negado la entrada por racismo, el director salió y viendo el problema que se le avecinaba decidió dejarnos pasar. Sé que lo hizo a regañadientes y que por eso no relegó en un ala apartada del hotel.
Mi cabreo fue máximo y en mi mente decidí que lo primero que iba a hacer de vuelta a casa, iba ser dar un escarmiento a ese racista.  Durante siglos ese pueblo había recibido menosprecios sin responder y no pensaba dejar que eso siguiera siendo la norma.
“Este cabrón tiene los días contados en este Hotel”, vengativamente pensé.
Al entrar en el Hall a recoger nuestras llaves, vi que se acercaba hacia mí una belleza indígena. Morena de piel y diminuta de estatura no por ello dejaba de desprender a su alrededor un aura de extraño magnetismo. Supe que era Zulia desde que mis ojos se posaron en su cuerpo pero no tardé en confirmarlo cuando los otros miembros de la delegación se arrodillaron a sus pies. Fue entonces al honrarla cuando escuché por primera vez su título:
-¡Madre de Reyes!
La muchacha sabedora que su destino estaba unido al mío y sin importarle el que nunca nos hubiéramos visto, se inclinó ante mí diciendo:
-Señor, estoy honrada de conocer a mi rey.
Su voz grave y casi masculina contrastaba con la exquisita femineidad de su silueta pero a la vez tenía una suavidad que me erizó todos los vellos de mi piel. Cortado por desconocer cómo debía de dirigirme a ella en público, directamente se lo pregunté:
-Lo correcto sería “Cariñito” o “Amor” pero con Zulia será suficiente- bromeó luciendo una espléndida sonrisa.
La modernidad que demostró al reírse de ese ceremonial trasnochado me encantó pero no así uno de los ancianos que de muy mal humor le soltó:
-No le haga caso, debe tratarla como “Princesa”.
La regañina del viejo me hizo gracia y dotando a mi tono de una excesiva formalidad, le pedí que me acompañara diciendo:
-¿Podría escoltar a la excelsa princesa de mi pueblo a su habitación?
Mis palabras cayeron como un obús entre los lacandones porque, siguiendo su extraño protocolo, Zulia estaba bajo mi protección y por lo tanto debería dormir en mi choza. Como estábamos en un hotel, se suponía que debía de compartir mi cama. Al escuchar las quejas de mis súbditos, llevando a mi prometida a una esquina le informé que había prometido a su padre no adelantar nuestra unión:
-Se lo agradezco pero aunque no formalicemos nuestro matrimonio, aun así debo dormir con usted.
-Pues entonces no hablemos más- respondí y dirigiéndome a los miembros de la delegación, informé: -La princesa dormirá con vuestro rey.
Asumí que se habían dado por satisfechos cuando en silencio nos acompañaron hasta la habitación. En aquel momento no me fijé que Olvido había seguido nuestra conversación con cara de pocos amigos porque, no en vano, la presencia de esa monada directamente la delegaba a un segundo plano. Fue al llegar hasta nuestro cuarto cuando Zulia se quedó charlando con uno de los ancianos, la morena muy enfadada me comentó:
-¿Madre de reyes? ¡Si no mide ni siquiera un metro y medio!
-Así es- respondió desde la puerta Zulia: -Mido uno cuarenta y ocho.
Al mirarla, descubrí que seguía sonriendo como si no le hubiese afectado el insulto. Quitando hierro al asunto, pedí a mi concubina que me sirviera una copa. Ésta  viendo que había metido la pata, sin protestar fue al serví-bar y me puso un ron. La pequeña pero orgullosa dama aprovechó el momento para decirle a su rival:
-Sirvienta, ponle otra copa a la futura esposa de nuestro rey.  
Sé que fue poco apropiado pero no pude reprimir la carcajada al comprobar que Olvido refunfuñando cumplía la orden que había recibido. Al principio creí que motivada quizás por el miedo a recibir un castigo había claudicado pero me equivoqué porque de pronto al traérsela se la echó por encima, empapando por completo su vestido.
Os juro que pensé que iba a montar una buena pero en vez de ello y con una voz dulce, Zulia me rogó:
-¿Podría mi rey darse una vuelta por el hotel y no volver hasta dentro de media hora?
Comprendí que deliberadamente me estaba echando para ajustar las cuentas con la morena. Asumiendo que en algún momento ese enfrentamiento iba a ocurrir y que eso solo adelantaba acontecimientos, me despedí y huyendo de esa planta, me refugié en el bar.
Tal y como me pidió no volví a mi cuarto hasta pasados cuarenta y cinco minutos. Al entrar no me cupo duda de quién había ganado al ver a Olvido con un ojo morado peinando a la diminuta mujer que permanecía sentada totalmente desnuda.

Sin poder retirar la mirada del espectacular cuerpo de la cría, las saludé diciendo:
-Veo que habéis llegado a un acuerdo- y sentándome en una silla, pregunté a Zulia que problemas tendíamos con el gobernador.
La muchacha demostrando que tras esos ojos negros había una cabeza muy bien amueblada, me empezó a detallar uno por uno los escollos con los que nos encontraríamos sin ahorrar ningún detalle. Reconozco que me costó concentrarme en sus palabras y no en los pequeños pero perfectos pechos de la princesa. Esta con su discurso aprendido se explayó durante largo rato sin que le hiciera mella la calidez de mi mirada. Cada minuto que pasaba y ante el apabullante número de trabas, pensé que nuestra petición no tenía futuro porque era legalmente imposible el forzar esa autonomía indígena.
Pero entonces alzando tanto su voz como su diminuto cuerpo, me soltó:
-Sabiendo esto, prometí a mi padre que no fallaría a mi rey. Como sé de qué pie cojea el gobernador, mañana en la reunión, firmará el decreto reconociendo a los lacandones como pueblo y dotándolo de las cincuenta mil hectáreas que usted quería.
Disfrutando de su culo perfectamente contorneado y no por ello menos impresionado, tuve que preguntar como lo había conseguido. Zulia, sonriendo, contestó:
-De algo me ha debido servir tener unas fotos de ese hombre con su amante transexual pero también debo reconocer que aceptó gracias al cheque que usted le va a dar de un millón de dólares.
Descojonado  por la astucia de ese bicho de mujer, me atreví a agradecer su intervención con un beso en los labios. La muchacha obviando la presencia de mi concubina se dejó llevar y me respondió con pasión. Los duros pitones de la niña se clavaron en mi pecho y sin recordar la promesa que le hice a su viejo, la cogí entre mis brazos y la llevé hasta la cama.
Ella al observar que bajo mi pantalón, mi pene pedía que lo sacara de su encierro, murmuró en mi oído:
-Mi rey lo deseo pero no podemos fallar a nuestro pueblo- reconociendo que tenía toda la razón, la dejé de besar porque no me fiaba de no ceder a la tentación. 
Pero nuevamente esa chavala que no parecía haber roto nunca un plato, poniendo un gestó pícaro, llamó a Olvido y la ordenó:
-Desnúdate y vente a la cama. Mi futuro marido me va a hacer el amor a través de ti.
Esa peculiar orden sorprendió a la morena que, sin saber exactamente en qué iba a consistir su función, dejó caer su vestido y tímidamente  se tumbó junto a ella. Zulia, muerta de risa, la acogió entre sus brazos diciendo:
-Mi rey tiene buen gusto a la hora de elegir sus mujeres- y ante mi atónita mirada la besó mientras le decía: – Si vamos a compartir a nuestro hombre será mejor que seamos amigas.
Y recalcando sus palabras puso su pecho en la boca de la asustada concubina. Comprendí al instante los planes de esa cría y desnudándome, acudí a mi lugar entre las sábanas.Cómodamente tumbado en el colchón fui testigo de cómo se besaban. Tengo que reconocer que por mucho que estuviese ya acostumbrado a tener a dos mujeres en mi cama, ver a Olvido separando las rodillas de la princesa me excitó. Con una ternura inaudita con una mujer que solo media hora antes odiaba, la morena se agachó a sus pies y sensualmente empezó a darle besos en los tobillos mientras le decía que nunca tendría queja de ella.
“¡Qué maravilla!” exclamé mentalmente al observar cómo sacando la lengua, iba subiendo por sus piernas mientras dejaba un húmedo surco sobre la piel de Zulia.
La lacandona cada vez más excitada, pidió a mi concubina que se diera prisa porque quería ver a su rey tomándola pero Olvido ralentizó más si cabe la velocidad de sus caricias, de forma que cuando su boca ya estaba a escasos centímetros de su sexo, Zulia no pudo evitar empezar a gemir mientras con los dedos pellizcaba sus pezones.
-Amor mio, ¡Fóllame a través de esta puta!- rogó descompuesta.
No tardé en comprender que a la morena, la idea de compartirme con ella, le había sobre excitado y por eso cuando sintió que con mi mano acariciaba sus pechos, se volvió loca y cogiendo entre sus labios el clítoris de la mujercita, empezó a masturbarla con verdadera ansia.
-¡Mas!- chilló Zulia y llevando  un pezón hasta mi boca, me lo dio como ofrenda.
Aunque temía luego no poder contenerme, no me hice de rogar y abriendo mis labios, me apoderé de si aureola. Ella al sentir la humedad de mi boca justo en el momento en que Olvido le torturaba el botón de su sexo con un par de dedos, fue más de lo que pudo soportar y se corrió sonoramente sobre el colchón. La morena al saborear su placer, decidió prolongar su orgasmo con una serie de suaves mordiscos.
Fueron tantos y tan altos sus gemidos,  que ambos pudimos comprobar que esa mujer iba a ser una fiera en la cama. Entonces aprovechando que la postura de ambas me daba una inmejorable visión del culo de Olvido,  poniéndome a su espalda, acerqué mi miembro y me puse a juguetear con sus labios inferiores. Zulia al observar mi glande acariciando la vulva de nuestra concubina, gimió de deseo y besándome, me rogó:
-Fóllanos,
Como supondréis de antemano, obedecí metiendo mi pene en el interior de la morena
-¡Gracias!- gritó la susodicha al experimentar mi intrusión.
La total aceptación de la princesa quedó clara cuando presionando con sus manos la cabeza de la mujer, forzó nuevamente su contacto. Ésta agradecida se concentró en el clítoris de la cría mientras yo iba acelerando lentamente la velocidad de mis caderas.  La calentura de ambas se iba desbordando por momentos y con las de ellas, la mía. Acuciado por las ganas de disfrutar de esa mujercita pero tirándome a la otra, en un momento, le solté:
-He prometido a tu padre que no te desvirgaría pero nada he dicho sobre tu culo.
-Será tuyo en su día – contestó con un deje de rabia- pero ahora, fóllate a nuestra putita sin contemplaciones-
Su oferta me dio alas y agarrando a la morena de las caderas, profundicé en mis embestidas. Usando mi pene apuñalé su sexo con ferocidad. Mi nuevo ímpetu provocó que Zulia deseara saber que se sentía al ser poseída por un hombre y elevando la cota de su excitación hasta límites nunca antes experimentados, gritara:
-Me corro.
Su entrega fue la gota que derramó el vaso de Olvido, la cual, uniéndose a su princesa, abrió la espita de su coño derramando su flujo por mis piernas. Demasiado excitado para aguantar más, permití que mi miembro se liberara y con una copiosa eyaculación, sembré de blanca simiente la vagina de mi concubina.
Satisfecha, Zulia me abrazó diciendo:
-Gracias mi rey por hacerme disfrutar tanto sin tocarme pero como sabes es tu deber dar a nuestro pueblo muchos descendientes… – y poniendo voz de puta, me soltó: -¿Te apetece que repitamos?
 
 

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