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Relato erótico: “Entrenador de putas 3” (POR BUENBATO)

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Mientras la bombeaba no podía parar de mirar fijo hacia su apetitoso ano, comencé de nuevo a tratar de lubricar aquel hoyo, de modo que con sus fluidos o saliva mía me inicié en la tarea de abrirle paso a mi dedo pulgar para que entrara en el recto de Leticia, ella lo notó y seguramente iba a protestar de no ser porque la callaba con fuertes embestidas que le hacían caer rendida. Quizás jamás se lo esperó, o quizás si, pero lo cierto es que, minutos después, cuando lo creí conveniente, saqué mi verga de su vagina y de un certero golpe incrusté poco más de la cabeza de mi falo en el adolorido ano de Leticia; esta parecía haber tenido una descarga eléctrica pues su cuerpo se paralizó y su espalda se movió violentamente haciendo que su cabeza se hiciese hacia atrás lo que aproveché para tomarla de los cabellos como si fuesen las riendas de una yegua e inmediatamente comencé a introducir más y más mi pene. Golpeando el sofá, como señal de rendición, Leticia me pedía desesperadamente que me detuviera mientras yo invadía y forzaba el esfínter de su ano.
– ¡Puta madre! – gritó – si no me dejas gritare fuerte.
No le hice el menor caso y seguí empujando mi verga, enterrándola en el culo de Leticia que a pesar de intentar gritar apenas y pudo lanzar un pequeño grito que después se transformo en quejas adoloridas para, finalmente, terminar en un llanto de derrota. Los últimos tramos fueron un poco más forzosos pero finalmente logré enterrar mi falo hasta lo que consideré era lo más hondo de su recto. Leticia lloraba, no sé si de dolor o de vergüenza pero por otro lado me parecía de lo más excitante tener mi pene inflamado invadiendo el inexperto culo de Leticia y hacerla llorar por eso. Empezó a hacer el sonido de moqueo, y parecía estar terminando de llorar.
– Cabrón – dijo lanzándome una mirada con los ojos húmedos de lagrimas – te pedí que por ahí no, me dolió mucho – finalizó con una voz cansada, una especie de ronroneo tierno que me tranquilizó al demostrar que más que enojada estaba asustada.
Sin embargo mi falo seguía adentro y entonces comencé con el mete y saca. Lo hice lento al principio, procurando no dañar más el adolorido ano de aquella belleza. Conforme lo iba haciendo paulatinamente más rápido noté que Leticia iba descubriendo lo excitante de aquella manera de follar y poco a poco sus quejas se transformaron en gemidos que a su vez se fueron acompañando de una palabra: más.
– Sigue – murmuró – sigue más, más…
– ¿Te gusta? – pregunté.
– Si – me dijo con una sonrisa pero cerrando los ojos del tremendo placer que le daba por todo su recto – gracias por no hacerme caso.
Paré un momento y haciendo movimientos bruscos y seguramente ridículos de alguna u otra forma logré sentarla en el sofá y pararme sobre el suelo sin sacar mi verga de su todavía durito ano. Abrí sus piernas y colgué sus piernas de mis hombros lo que me daba la oportunidad de penetrar básicamente hasta su intestino; pareció dolerle así que lo regresé a su antigua posición. Me miraba sonriendo pero no dejaba de gemir conforme la bombeaba, de pronto comencé a realizar un movimiento ligeramente más profundo y más rápido que la volvió completamente loca de placer.
– ¡Huurgh! – dijo totalmente excitada – esto se siente demasiado bien.
Seguía fallándola y ella parecía no tener ni las fuerzas de más para siquiera abrir los ojos, se encontraba en un estado tal de excitación que parecía próxima al desmayo, ya ni decía la menor palabra sino que lanzaba unos gemidos ahogados que parecían reprimirse un su garganta.
– ¡Por Dios, Pablo! – dijo totalmente cansada – ya me hiciste venirme varias veces, ¿te piensas venir en algún momento? – preguntó como desesperada.
Su cuerpo empezaba a caer rendido hasta el punto en que se desplomó del placer, cayó acostada como pudo sobre el sofá mientras yo seguía taladrando su culo sosteniéndola de la cadera. Seguí así y ella seguía dando unos gemidos bajitos que se iban haciendo menos nítidos y constantes conforme pasaba el tiempo. Finalmente eyaculé y mi semen rellenó su culo. Ella debió sentir el calor de mi leche por que junto con un gemido celebró que por fin había terminado.
Saque mi verga mientras ella seguía agotada sobre el sofá. Mi verga estaba un poco sucia de la mierda de Leticia pero nada del otro mundo. Busqué su baño y dado que en aquel, que seguro era de las visitas, no había regadera me conformé con limpiarme el pene en el lavabo. Lo enjuagué y enjabone con mesura, cuando termine busqué el papel del baño pero me encontré antes con el short de licra blanco que Leticia llevó ese día a las prácticas de volibol, su sostén y unas pequeñas braguitas que seguro llevaba también y que al parecer en su conjunto se las había quitado antes de entregárseme. Tomé las bragas y al tocarlas me enteré de lo mojadas que estaban; Leticia, entendí, estaba bastante cachonda. Después tomé su sostén y me sequé la verga y mis huevos con su prenda.
Regresé y Leticia estaba ya sentada en el sofá, me miró y no paró de verme con una sonrisa de lo más sincera y sexy; su posé era de total entrega lo que me puso caliente por simple reflejo y mi pene comenzó a endurecerse de nuevo. Me dirigí a ella y cuando estaba ya a unos dos metros ella se puso de pie, dio dos pasos e inmediatamente volvió a caer, esta vez arrodillada frente a mí; apenas su cabeza llegó a la altura de mis pene ella se abalanzó sobre él y lo engulló de una bocanada, esto fue la gota que derramó el vaso y mi pene comenzó a pararse dentro de su boca de forma que tuvo que dejar salir buena parte del pedazo de carne que se había tragado hacia momentos.
Como una experta comenzó a mamar con una rapidez y una precisión admirables. Su mano se restregaba con desesperación en su coño y no paraba de mirarme con sus ojitos bien abiertos que la hacían ver como una pequeña niña inocente. En un instante sacó mi pene de su fresca boca y me miró con dulzura.
– Gracias por todo entrenador – me dijo, con una voz suave.
Besó tiernamente la cabeza de mi verga y siguió mamándola con el mismo entusiasmo, no paró en ningún momento hasta que mi semen no se disparó dentro de su garganta. La muy cachonda parecía dispuesta a darme el mismo nivel de placer que le había dado hacia unos momentos por que sin la menor muestra de piedad siguió mamando mi verga aun después de que esta había eyaculado en su boca.
Sin embargo lo había logrado y busque el sofá desesperadamente y me desplomé en el. Ella se levanto sonriente, sacó su lengua y me mostró mi semen para inmediatamente regresarlo a su boca y tragárselo todo. Le lancé una sonrisa y ella volvió a echarse al suelo y comenzó a avanzar hacia mí moviéndose como gatita. Llevó su boca hacia mi entrepierna y comenzó a lamer todo residuo.
– Profesor – me dijo mirándome con su miradita inocente.
– Dime – le dije.
– ¿Quiere una limpieza sencilla o completa?
– La completa – le respondí riendo por su ocurrencia.
– Entonces tendrá que pararse.
Le obedecí e inmediatamente comenzó a lamer mi pene, después siguió con mis huevos a los que besó y chupó con su fresca boca, comenzó a rodearme y sin inmutarse lamió mis nalgas; eso ultimo me pareció extraño pero ella parecía dispuesta a cualquier cosa, de pronto paso a la línea entre mis glúteos y con su lengua recorrió toda mi línea del culo. En eso estaba cuando vi la hora en el reloj, faltaban cinco minutos para mi cita con Paola, el tiempo se me había venido encima. Estaba a punto de decirle a Leticia que debía irme cuando de pronto su lengua comenzó a restregarse en mi ano, intenté dar un paso para alejarme pero ella me detuvo.
– Déjese profesor – dijo sonriendo – solo le quiero dar un buen servicio – dijo pasando su lengüita entre sus dientes.
La situación no me agradaba del todo pero me pareció de pronto una buena oportunidad para saber hasta qué punto podía llegar esta zorrita. Me arrodillé sobre el asiento del sofá y entregue mi culo entre abierto a aquella putita. Inmediatamente continuó con su “servicio” mientras yo pensaba en lo que Ignacio me había dicho y en las posibilidades de convertir a Leticia en una de nuestras putitas del mismo modo con que lo hicimos con Linda.
Para contactar con el autor:

buenbato@gmx.com

Relato erótico: “Descubrí a mi tía viendo una película porno 7 FIN” (POR GOLFO)

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Con este capítulo finalizo mi serie más leída. Gracias a todos por esas 500.000 lecturas.
Esa noche al escuchar a mi tía narrarme como había emputecido a la madre de Belén comprendí que, habiéndose despojado de todos sus complejos, había llegado la hora para que volase ella sola.
Elena todavía no se había dado cuenta pero me dejó claro que estaba obsesionada con su nueva faceta dominante al decirme:
―Nunca pensé que esa puta se plegara tan rápido a mi autoridad y menos que sería tan excitante.
Con esa frase, dio por finalizado nuestro idilio porque involuntariamente olvidó que en teoría éramos cuatro: Aurora, su hija, ella y yo.
Supuse que acabado el verano tomaríamos rumbos diferentes, por eso decidí colaborar con ella en la completa sumisión de la madura, asumiendo que una vez rota nuestra sociedad nos repartiríamos nuestros activos:
«Mi tía se quedará con la madre mientras que yo tendré a la hija», pensé disgustado porque, no en vano, junto a ella había descubierto que la sexualidad no tenía límites.

A la mañana siguiente, Elena confirmó mis sospechas cuando me despertó sin mi acostumbrada mamada. Cabreado porque no me hubiese regalado con ella, me quejé y entonces, esa zorra me soltó:
―Tienes que ahorrar fuerzas para esta tarde.
―¿Qué tienes planeado?― pregunté todavía molesto.
Muerta de risa, contestó mientras me sacaba a rastras de la cama:
―Vas a llamar a tu sumisa para que venga a casa y antes que llegue quiero tenerlo todo preparado.
Que me diera la propiedad exclusiva de Belén era otro síntoma porque hasta ese momento, en teoría, éramos los dos los dueños de mi novia, por eso no queriendo profundizar en el tema únicamente insistí en que me contara cual era el plan completo:
―He pensado que Aurora y yo os espiemos mientras te la follas sin que lo sepa. Con ello espero incrementar en su madre el deseo de ver cumplida su fantasía.
Dando por sentado que mi tía aprovecharía el momento para emputecer aún más a esa zorra, le pedí que me contara como tenía previsto hacerlo.
Soltando una carcajada, me explicó:
―He pensado en ir a un sex―shop y comprar una serie de artilugios con los jugar. Habrá algunos para que tú los uses con la cría y otros que me reservaré para su madre.
La imagen me quedó clara. Elena quería que Aurora fuera testigo de la sumisión de su retoño para poder reforzar su entrega. Lo que no sabía exactamente era las herramientas que me iba a brindar para experimentar con la sumisión de Belén.
No queriendo anticipar acontecimientos, ayudé a mi tía a mover una de las camas al salón para que les resultara más fácil el observarnos sin que notáramos su presencia, tras lo cual y mientras ella salía de compras, me puse a pensar que era lo que realmente me convenía.
«Como nuestros caminos se separarán hoy, tengo que decidir qué es lo que voy a hacer con la morena», sentencié al percatarme que el único interés de Elena era el poner bruta a Aurora antes de emputecerla.
Asumiendo que debía velar por mis intereses, decidí ir por libre y modificar los planes de mi tía. Por eso nada más quedarme solo, llamé a Belén y quedé con ella en vernos en un café.
Mientras iba adonde habíamos quedado, repasé mi relación con ella, como habíamos empezado a salir, como lo habíamos dejado pero sobre todo en nuestro reencuentro gracias a Elena y que gracias a él, había descubierto su exacerbada sexualidad y su inclinación por la sumisión y el exhibicionismo.
«Me gusta mucho esta Belén», mascullé.
La certeza de mis sentimientos quedó patente en cuanto la vi y me encontré babeando totalmente embobado con ella. Vestida con un traje de cuero, esa morena era todo lo que un hombre podía desear de una mujer. Su lento caminar hacía de ella, una hembra sensual y excitante.
«Es el sumun del erotismo», decidí al percatarme del efecto que producía en mí.
Bajo mi pantalón, la erección que lucía mi sexo era una prueba irrebatible de lo que sentía por ella. La naturaleza de esa atracción me quedó clara cuando al saludarme, pegó su cuerpo al mío, mientras me decía:
―Tengo ganas que me hagas el amor.
La expresión de deseo de su rostro era tan genuina que no me cupo duda que estaba excitada.
―Yo también― contesté al tiempo que le confirmaba esa afirmación dando un suave magreo a su culo.
Belén al sentir mis manos en su trasero, no pudo reprimir un suspiro. Inmediatamente afloraron en su camisa dos reveladores botones y restregando su sexo contra mi bragueta, me rogó que nos fuéramos a mi casa.
―No podemos, mi tía te está preparando una encerrona― confesé.
―¿Qué tipo de encerrona?― preguntó sorprendida.
Tomándola del brazo, la obligué a sentarse y llamando al camarero, pedí dos cervezas. Aproveché el tiempo que tardó en traerlas para que ordenar mis ideas y cómo de nada servía andar con paños calienta, una vez solos, le solté:
―Quiere que tu madre vea como te domino para así conseguir emputecerla aún más― dije dando por sentado que sabía que tanto Elena como yo nos andábamos tirando a su vieja.
Al enterarse de esa forma tan poco sutil del desliz de su progenitora, se cabreó y me exigió que le explicara cómo había sido. Por ello, no me quedó otra que narrarle que se me había insinuado en la playa y que a raíz de eso, no solo nos la habíamos follado entre los dos sino también le conté como las había sorprendido en mi casa.
―¡No me jodas! Sabía que mi madre es una puta, pero nunca me imaginé que lo fuera de esa manera― exclamó tras conocer los escabrosos detalles de la escena en la que hallé a su madre atada y a mi tía sodomizándola mientras la grababa.
Intentando tranquilizarla, le comenté quitando hierro al asunto que ella había heredado los mismos gustos.
―No exageres. A ti también te gusta ser sumisa.
Mi respuesta lejos de tranquilizarla, la exasperó y de muy mala leche, me exigió que quería ver esa película. Aunque traté de escaquearme, ella se mantuvo en sus trece y dando mi brazo a torcer, le reconocí que Elena me la había mandado al móvil.
―¿La tienes aquí?― al comprender por mi cara que era así, insistió en que se la mostrase.
―Tú misma― respondí y creyendo que había jodido nuestra relación para siempre, le di mi teléfono.
Nada más tenerlo en su poder, buscó el video y le dio al play. Durante unos minutos, fui testigo de su reacción al comprobar que no le metía. Si al principio mi novia estaba escandalizada al observar lo mucho que su madre disfrutaba con los latigazos de Elena, poco a poco su indignación fue menguando siendo sustituida por una extraña determinación.
La gota que colmó su paciencia fue cuando la oyó decirle a mi tía que su fantasía secreta consistía en comerle el coño a su retoño. Invadida por una ira sin límite, apagó el móvil y me dijo:
―Quiero hacerlo.
―¿El qué?― pregunté francamente preocupado al observar el brillo intenso de sus ojos.
Soltando una gélida carcajada, contestó:
―Si esa puta quiere ver cómo mi amo me domina, no podemos negarle ese capricho…
La encerrona.
Al llegar a casa estaba nervioso. No en vano había traicionado a mi tía al revelarle a Belén sus planes pero, como teoría había conseguido sacar a esa morena su compromiso para actuar como si no supiera nada, decidí ser hipócrita. Por eso cuando me la encontré en mitad del salón, le pregunté por sus compras.
―Te van a encantar― muerta de risa contestó y sacando una bolsa con diferentes aditamentos de dominación, me los fue enseñando uno a uno.
A ese arsenal, no le faltaba de nada. Había esposas, látigos, cuerdas, cadenas e incluso una docena de pinzas para pezones.
―¡Cómo te pasas!― descojonado solté al hallar un arnés al que estaba adosado un descomunal falo más propio de un burro que de un humano.
La desmesura de su tamaño hacía imposible que la anatomía de una mujer pudiera absorberlo. Al hacerle ver ese detalle, Elena con una pícara sonrisa respondió:
―Yo haré que le quepa.
No queriendo siquiera conocer cual eran sus planes, me metí a duchar mientras ella terminaba de organizar la velada. Bajo el chorro, os he de confesar que estaba nervioso por el resultado de esa noche y por ello sin casi secarme, me vestí y bajé a ver lo que con tanto sigilo había preparado mi tía.
Ni que decir tiene que me quedé alucinado al encontrar en mitad del salón un poste de tortura.
«Joder, nunca había visto algo parecido», pensé y recorriendo la superficie de ese mástil tan usado en dominación, descubrí unas esposas adheridas a la altura de mis ojos.
Solo imaginarme a Belén atada a esa madera, me puso verraco. Gracias a ello y aún sin tenerlas todas conmigo, esperanzado deseé que al entrar en esa habitación pudiesen más sus inclinaciones sumisas que el cabreo que tenía y que me dejara hacer uso de ese medieval instrumento de tortura con ella de protagonista.
Estaba todavía admirando esa artilugio, cuando entrando en la habitación, mi tía preguntó:
―¿A qué hora has quedado con la putita?
No sé si fue por la sorpresa o por la vergüenza de ser pillado espiando sus preparativos, pero solo pude contestar que mi novia llegaría sobre las siete.
―Estupendo, así tendremos tiempo para que me ayudes con su madre.
―¿Cuál es tu plan?
Elena me anticipó que era bastante perverso y soltando una carcajada, me explicó:
―Pienso estrenar esto con Aurora y dependiendo de cómo se comporte, dejaré que vea como tú lo usas con su hija.
No estaba muy seguro de querer participar porque no en vano, el sado me iba poco. Una cosa era dar unos azotes y otra cosa bien distinta era ser parte activa de un cruel suplicio. Conociendo el temperamento de Elena, no me cupo duda alguna que esa tarde iba a castigar duramente a su sumisa.
―¿Cómo quieres que te ayude?― insistí.
―Quiero que esa guarra sepa quién es su dueña. Para ello necesito que vea que está a mi merced.
―No me has contestado. ¿Cuál será mi función?
Muerta de risa, contestó:
―Yo daré las órdenes y tú serás mi verdugo.
―¿Me estás pidiendo qué sea yo quien la torture?
―Esa es la idea― con tono tranquilo, contestó.
El papel que me tenía reservado me escandalizó. Ni me gustaba ser quien provocara dolor y menos me apetecía ser un perrito faldero que se limitara a obedecer. Por ello, alzando la voz, me negué en rotundo.
―¡Lo haré yo!― escuché que alguien decía desde la puerta.
Al girarme me encontré a Belén mirándonos. Tras la sorpresa inicial de verla ahí, noté que seguía enfadada. Sus ojos, la expresión de su cara, todo su ser radiaba odio. La propuesta aun así me pareció una locura y por ello, cogiéndola del brazo me la llevé a otra habitación. Una vez solos, le prohibí participar pero entonces con lágrimas en los ojos, la morena expuso los motivos que tenía para hacerlo diciendo:
―No te enfades pero si llegué antes fue únicamente para pedirte que me ayudaras a vengarme de esas dos zorras. Se lo merecen: mi madre por puta y tu tía por cabrona.
Supe que tenía razón, tanto Aurora como Elena eran acreedoras a un escarmiento pero lo que no tenía tan claro era que participar en ese juego, le sirviera de venganza. Al exponerle mis reparos, me contestó:
―¡Me lo debes! Yo te he prometido ser totalmente tuya y tú juraste protegerme. ¿Qué clase de amo serías si no me defiendes?
El brillo de sus ojos y esa respuesta me desarmaron. Tras pensármelo durante unos segundos, accedí y de su brazo, volví donde mi tía nos esperaba. Una vez allí, le dije:
―Seremos los dos quienes te echemos un capote.
Elena, que desconocía por completo nuestra conversación, aceptó de inmediato y detallando los pormenores de su plan, nos dio una serie de instrucciones antes de irse a prepararse para la sesión.
Nada más verla desaparecer, mi novia y mientras empezaba a acariciar mi entrepierna, susurró en mi oído:
―No sé cómo agradecerte lo que vas a hacer por mí― su expresión enamorada y la sensualidad de sus caricias despertaron mi sexo y antes de darle tiempo de bajar mi bragueta, este ya estaba totalmente erecto.
Belén sonrió satisfecha al sacar mi erección y demostrando lo mucho que había aprendido desde que nos habíamos reencontrado, me pidió que me sentara en el sillón.
―Mi dueño necesita relajarse― murmuró.
Sin más prolegómenos, se arrodilló y acercó sexo hasta sus labios. La urgencia con la que se puso a devorar mi extensión, me informó de su entrega. Belén obviando que en menos de media hora a buen seguro tendría que usar esa herramienta, se la fue introduciendo lentamente en la boca hasta que sus labios tocaron su base.
―Me vas a dejar seco― mascullé divertido mientras presionaba su cabeza con mis manos, forzándola a proseguir su mamada.
Sin quejarse, se entregó a cumplir mis deseos y no pasó mucho tiempo para que gruñera admirado al disfrutar de la forma en la que mi pene se acomodaba perfectamente a su garganta. La humedad de su boca y la calidez de su aliento hicieron el resto y excitado por sus maniobras, todo mi cuerpo comenzó a sentir las primeras trazas de placer que poco a poco lo iban dominando.
Saber que Belén me estaba ordeñando por propia iniciativa y sentir que ponía todo su interés en ello, hizo que me corriera brutalmente en sus labios. Mi novia, recalcando su obsesión, no le hizo ascos a mi semen y prolongando su mamada, consiguió beberse toda mi simiente sin que ni una gota manchara su traje.
El deseo que descubrí en su rostro al terminar, me calentó nuevamente y levantándome de mi asiento, la obligué a apoyar su pecho sobre el sofá. Al hacerlo, su culo en pompa se convirtió en una tentación lo suficientemente atractiva para que nadie en su sano juicio, pudiera no caer en ella. Por eso bajándole las bragas, usé mis manos para separar esas dos duras nalgas y con la música de sus gemidos en mi mente, comencé a recorrer con mi glande los pliegues de su sexo.
―Me vuelves loca― aulló la morena al sentirlo. A punto de correrse, sin mediar palabra, extendió su mano hacia atrás y agarrando mi pene, lo colocó en su entrada.
Belén dejó clara su necesidad de ser tomada cuando usando un lento movimiento de caderas comenzó a introducírselo en su interior. Al escuchar sus gemidos, supe que era el momento y de un solo golpe, embutí todo mi falo dentro de ella.
―¡Fóllame! ¡Lo necesito!― gritó fuera de sí.
No tuvo que repetírmelo dos veces y usándola como una lanza con la que machacar su coño, mi extensión se hizo su dueña mientras esa morena hacia verdaderos esfuerzos para no gritar.
―Me encanta― exclamó a sentir como todo su ser hervía con cada penetración.
Su calentura se me contagió y con un pequeño azote, incrementé la velocidad de mis ataques.
―¡Dios! ¡No pares!― chilló descompuesta.
Ni que decir tiene que sus palabras me sirvieron de acicate y mientras asaltaba su cuerpo con mi verga, seguí azotando su trasero con nalgadas. Disfrutando de esas rudas caricias, esa muchacha se las ingenió para con una mano masturbarse sin perder el equilibrio.
―¡Disfruta de tu sierva!― pidió dando un aullido.
Fue entonces cuando comprendí que necesitaba sentir mi dominio y por ello aceleré mis caderas, convirtiendo mi ritmo en un alocado galope. Al experimentar el modo en que mis huevos estaban rebotando contra su sexo, se volvió loca y presa de un frenesí que daba miedo, buscó que mi pene la apuñalara sin compasión.
―Me corro― chilló al sentir que la llenaba por completo y antes de poder hacer algo por evitarlo, se desplomó sobre el sofá.
Al correrse, la humedad de su coño facilitó mis incursiones y azuzado con sus gritos, seguí cogiéndomela sin descanso. La entrega que demostró, aceleró mi placer, de forma que no tardé en sentir que se aproximaba mi propio orgasmo e incapaz de retener más mi orgasmo, me dejé llevar derramando mi simiente en su interior.
Una vez saciada nuestra sed de placer, durante unos minutos nos estuvimos besando como si esa hubiese sido nuestra primera vez. Viendo que se acercaba la hora en la que teóricamente Aurora iba a hacer su aparición, nos acomodamos la ropa y subimos a la planta superior porque tal y como habíamos quedado con mi tía, no debía vernos hasta que, ya atada, nos avisara.
Curiosamente al llegar a mi habitación, el rostro de mi novia mostraba una extraña desazón. Al preguntarle que ocurría, contestó:
―Quiero hacerte una pregunta pero me da miedo tu respuesta.
Intuyendo a lo que se refería, la besé y le dije:
―Pase lo que pase, nada podrá separarnos.
La sonrisa y la cara de alegría con la que recibió mis palabras, me informaron que había acertado pero aún así, esa morena no pudo dejar de insistir diciendo:
―Sé que es tu tía pero… ¿dejarás que sea yo quien la castigue?
Si saber a qué atenerme, contesté imitando su pregunta:
―Sé que es tu madre pero… ¿no te molestara ver cómo la enculo?
Soltando una carcajada, respondió:
―Al contrario, estoy deseando que sodomices a esa puta en mi presencia…

Aurora llega a la casa.
Ignorando que iba a ser la protagonista principal de esa velada, la madre de Belén aterrizó puntual en el chalet. Mientras subía por las escaleras de la entrada, no pudo dejar de sentir un escalofrío al recordar su entrega el día anterior. Todavía no se lo podía creer:
“Se había comportado como una obediente sumisa en manos de una mujer y lo que menos le cabía en la cabeza, ¡le había gustado!”
Sabía que bajo esa fachada de esposa fiel, se escondía una sexualidad desacerbada pero aun así le resultaba complicado reconocer no solo que tenía inclinaciones lésbicas sino también que su mayor fantasía siempre había consistido en ser dominada.
Por ello cuando Elena la abordó, no pudo reaccionar ya que en lo más hondo de su mente, siempre había deseado que alguien la violara.
«¿Cómo pudo descubrir esa faceta en mí?», se había repetido desde entonces. Si ya de por si eso fue grave, lo peor era que cada vez que recordaba la forma en que había abusado de ella, no conseguía evitar excitarse.
Incluso en ese momento, le costaba reconocer que tenía los pezones duros como piedras y que bajo las bragas de negro satén que Elena le había ordenado portar su sexo estaba húmedo. Por eso dudó un segundo antes de tocar el timbre de esa puerta y solo el saber que tras ella, iba a obtener una nueva dosis de placer, le dio los ánimos suficientes para llamar.

Mi tía estaba esperándola desde hacía rato. Llevaba toda la tarde preparando ese momento y por eso al abrir, Aurora se quedó con la boca abierta al verla vestida con un corsé negro y una fusta en su mano.
―¿A qué esperas? Lame mis botas― ordenó con tono duro.
La madre de Belén no se esperaba ese recibimiento pero tras un instante de vacilación, se agachó frente a ella y sacando su lengua se puso a relamer el brillante cuero de sus zapatos.
Desde nuestro puesto de observación, no me cupo duda de la excitación de esa cuarentona al hacerlo porque bajo su blusa, dos enormes bultos fueron la prueba incontestable de su calentura.
―Mira lo zorra que es mi vieja― susurró mi novia en mi oído –se nota que viene dispuesta a todo.
No pude contradecirle porque era verdad. La pasión con la que se entregó a tan humillante papel, revelaba su predilección por lo sumiso. Tampoco le comenté que ella había heredado esa misma vocación, lo que en cambio sí hice fue acercarla con mi brazo y mientras espiaba a esas dos, comenzar a acariciarle el trasero.
―No seas malo― me dijo en voz baja sin rechazar mi magreo.
Entretanto, Elena había colocado en el cuello de su esclava un collar y obligándola a ir a gatas, la llevó hasta el salón. Una vez allí, le ordenó que se desvistiera diciendo:
―Las perras no llevan ropa.
La que algún día pudiera terminar siendo mi suegra, obedeció al instante e iniciando un lento striptease, fue desabrochando uno a uno los botones de su camisa mientras su dueña la miraba embelesada. Esa mirada de deseo no pasó desapercibida a Belén y pegando sus pechos a mi cuerpo, murmuró:
―Fíjate, tu tía también está bruta.
Era cierto. Para entonces Aurora se había despojado de la blusa y sensualmente estaba poniendo sus tetas al alcance de su ama. Para Elena, eso resultó una tentación imposible de repeler y olvidando su papel, comenzó a mamar de ellos en plan golosa.
―¡Será puta!― gruñó enfadada mi novia al ser testigo de la cara de placer que ponía su madre mientras la otra mujer le chupaba las negras areolas― Estoy deseando darles un buen escarmiento a esas dos.
No me expliquéis el por qué pero en ese instante comprendí que gran parte de su cabreo era porque interiormente esa escena la estaba excitando. Aprovechándome de ello, levanté su falda y comencé a manosear su culo desnudo mientras ella no dejaba de espiar lo que ocurría en el otro cuarto. Obviando mis caricias mi novia, al ver que su madre se había desprendido de sus bragas, comentó:
―¡Tiene el coño totalmente depilado!
Sonreí al saber la razón de esa desforestación, ¡mi tía le había obligado a rasurárselo! Estuve a punto de contárselo, pero justo cuando lo iba a hacer, Elena la puso a cuatro patas y ante la mirada escandalizada de su hija, le incrustó un dildo por el culo mientras le decía:
―Si te portas bien, esta noche tendrás un premio que no te esperas.
Lejos de quejarse por la profanación de la que estaba siendo objeto, la cuarentona gimió descompuesta de placer y aún más cuando mi tía comenzó a descargar sonoros azotes en cada una de sus nalgas. Entre tanto, mis dedos se habían hecho fuertes en el coño de Belén y sin ningún disimulo, la estaban masturbando mientras ella no perdía de vista lo que ocurría en la otra habitación.
«Está jodidamente cachonda», sentencié al advertir lo encharcado de su coño.
Intentando retrasar lo inevitable, mi novia juntó sus rodillas sin darse cuenta que eso iba a acelerar las cosas. Por ello y mientras los pezones de su vieja eran objeto de pellizcos, no pudo contener más la excitación y con lentos movimientos de su pubis, se corrió entre mis dedos.
―¡Dios!― susurró al ver que mi tía se volvía a sentar y que separando las piernas, ordenaba a la otra que le comiera el chocho ― ¡Necesito que me folles!
Mientras Aurora hundía su cara entre los muslos de su dueña, me desabroché el pantalón y saqué mi extensión de su encierro. Tras lo cual, coloqué a Belén ligeramente hacia delante y me dediqué a juguetear con mi glande en los pliegues de su sexo sin metérsela.
―Se nota que no es su primer coño― protestó al ver la maestría con la que su madre daba los primeros lengüetazos en la vulva de mi tía.
Para mí, lo que ocurriera a pocos metros ya me traía al pairo y concentrándome en la mujer que tenía entre mis piernas, fui sumergiendo mi verga lentamente en su interior. A pesar de la cantidad de flujo que anegaba el coño de mi novia, me pareció gratamente estrecho. Hoy sé que cuando Belén está sumamente excitada, sus labios vaginales se le hinchan de tanto que reducen el diámetro de su conducto y se incrementa así la presión sobre mi pene.
Lo cierto es que fue ella la que forzó la penetración con un movimiento de caderas de forma que al mismo tiempo que la lengua de su vieja se follaba a mi tía, Belén sintió mi verga chocando contra la pared de su vagina.
―Eres una mamadora excelente― rugió Elena al sentir la cercanía de su orgasmo y presionando la cabeza de la sumisa contra su coño, forzó aún más el contacto.
Las palabras de esa mujer lejos de humillar a Aurora, la azuzaron a seguir mamando con mayor ansía y mientras su duela se retorcía de placer, aprovechó para comenzarse a masturbar ella misma.
―Es todavía más puta de lo que me decías― rugió su hija al verlo y comportándose de un modo parecido a su progenitora, incrementó el ritmo con el que sus caderas estaban ordeñando mi miembro.
―De tal palo, tal astilla― comenté divertido en su oreja.
Que la comparara con ella, encabronó a mi novia y tratando de zafarse de mi ataque, intentó darme una patada pero apoyando mi mano sobre sus hombros, no solo evité que se largara sino que aceleré el compás de mi follada. Mis duras penetraciones sí consiguieron su objetivo y pegando un chillido, se volvió a correr mientras oía que en el otro cuarto, su madre preguntaba quien estaba ahí.
―Tu premio, querida esclava― respondió Elena obligando a la mujer a reanudar lo que estaba haciendo y llamándonos a su lado, me dejó insatisfecho y con la polla tiesa.
Al entrar en el salón, fuimos testigos del modo en que Aurora se corría mientras era descubierta por su hija.
―¡Menuda guarra tengo por madre!― le espetó mi novia al ver a su ascendiente retorcerse en el suelo cual vil fulana y sin esperar a que mi tía le diera la orden, agarró a mi futura suegra del pelo y la ató al poste mientras le decía:―He visto el video donde reconoces que te gustaría follarme. Tendrá que ser otro día, porque hoy será otro el que te encule.
Belén no se apiadó de las lágrimas de la mujer y quitando la fusta de las manos de Elena, soltó un primer golpe sobre las nalgas desnudas de su vieja. La cuarentona intentó liberarse pero las esposas de sus muñecas se lo impidieron y viendo que era inútil, buscó que fuera la propia muchacha quien la desatara, diciendo:
―Quítame estos grilletes, ¡soy tu madre!
El tono imperioso con el que dio esa orden consiguió el efecto contrario, cabreada, su retoño le soltó una serie de mandobles sobre sus cachetes mientras a su lado, mi tía observaba satisfecha.
―Sigue, dale duro. ¡Qué aprenda!― ordenó creyendo todavía que la cría estaba siguiendo sus instrucciones. La mirada de desprecio que le dirigió mi novia debió de ponerle de sobre aviso pero Elena estaba tan absorta en su papel de ama que solo tenía ojos para el adolorido culo de Aurora.
Ya lanzada, Belén siguió castigando ese trasero con gran violencia. Su intento de descargar todo su resentimiento fracasó porque al cabo de un buen número de golpes, el dolor que sentía su víctima se transformó en placer y disfrutando como la perra que era, le pidió que no parara.
Al comprobar mi tía el estado febril de su sumisa, sacó de una bolsa un arnés que llevaba adosado un enorme pene y mirando a mi novia, le preguntó si quería ser ella quien lo usara.
―Me encantaría― contestó la muchacha y quitándoselo de las manos, se lo empezó a ajustar a la cintura.
Os reconozco que la imagen de esa cría con semejante aparato entre las piernas, me impactó. A quien también sorprendió pero de otro modo fue a Elena, que acercándose a Belén y mientras acariciaba uno de sus pechos, le dijo:
―Estás preciosa.
Mi novia vio en esa caricia la oportunidad de vengarse y llevando su boca hasta los labios de mi tía, la besó. Elena, en ese momento, creyó acertado demostrar a su sumisa quien mandaba y restregando su culo contra ese enorme falo, se lo fue introduciendo en su sexo mientras observaba la reacción de la que estaba atada:
―Zorra, mira cómo me folla tu hija.
Aurora se vio abrumada por el deseo y retorciéndose en el poste, rogó a su dueña que me ordenara hacer uso de ella. No hizo falta que me dijera nada, azuzado por tanto estímulo, ya estaba bruto. Por eso, arrimándome a mi suegra, usé mis manos para separar sus duras nalgas y cogiendo mi falo, se lo incrusté de un solo golpe.
La cuarentona al experimentar la brutal manera con la que la estaba rompiendo el culo, comenzó a chillar rogando que me apiadara de ella.
―Disfruta zorra― respondió Elena― una esclava está hecha para sufrir― y recalcando su dominio, arrimándose hasta el poste, pellizcó duramente una de sus areolas.
Ese acto fue su perdición porque al ver lo cerca que estaba de las otras esposas, Belén se aprovechó de ello y con un movimiento rápido, consiguió cerrarlas alrededor de las muñecas de mi tía.
―¿Qué coño haces?― protestó su víctima.
Mi novia, soltando una carcajada, le respondió:
―Tengo ganas de romperte ese culito maduro.
Acto seguido recogiendo del suelo la fusta, descargó toda su ira sobre ella mientras Elena no paraba de gritar que la dejara. Belén, lejos de obedecer, reaccionó incrementando la dureza de sus golpes mientras, a su lado, yo seguía sodomizando a su madre.
―Sobrino, ¡haz algo!― dijo pidiendo mi ayuda.
Muerto de risa, contesté:
―Ya lo hago, ¿no me ves enculando a tu zorra?
Mi respuesta la paralizó al comprender que estaba indefensa. Sin darse cuenta, se había quedado quieta y fue entonces cuando Belén consiguió hundir el enorme pene que llevaba adosado en su culo.
―¡Aaahhhh!― gritó al sentir su ojete desgarrarse.

―Ama, ¡me corro!― aulló mi víctima y sintiendo que estaba traicionando la confianza de su dueña, buscó el consuelo de sus labios.
Mi tía que estaba siendo objeto de un sufrimiento atroz, vio en ese beso una forma de olvidar su ignominia y respondió con pasión mientras a su espalda, Belén seguía metiendo y sacando ese enorme instrumento de plástico de su culo.
―Relájate y disfruta― la comenté, sonriendo, al ver ese lésbico beso con el que nuestras cautivas nos regalaron.
Queriendo incrementar la humillación a la que la tenía sometida, Belén llevó las manos a los pechos de Elena y cogiendo esos negros pezones entre sus dedos, los comenzó a retorcer con saña.
―Ummmm― gimió mi familiar al notar que esa caricia era de su agrado y contra todo pronóstico, notó cómo su coño se le encharcaba.
Qué estuviera gozando, desarboló a mi novia al no conseguir humillarla sino hacerla disfrutar y tratando de evitarlo, recomenzó los azotes sobre el culo de su montura.
―¡Muérdeme los pechos!― ordenó a su sumisa y dejando claro que estaba saboreando cada uno de esos golpes, en cuanto notó la boca de Aurora en sus pezones se corrió.
―¡Será puta!― rugió Belén todavía más cabreada al comprobar que, retorciéndose agarrada al poste, mi tía no paraba de gritar presa de la lujuria mientras la cuarentona mamaba de sus pechos y la hija de esta martilleaba su trasero.
Viendo que ya había sido un castigo suficiente y que todavía no había conseguido correrme, liberé a ambas y acercándome a mi novia, le quité el arnés mientras se quejaba amargamente de su fracaso.
―Vámonos a mi cama― le pedí al tiempo que la agarraba en mis brazos.
Belén apoyando su cara en mi pecho, comenzó a llorar desconsoladamente al ver que en el suelo, mi tía y su madre olvidaban lo sufrido y entrelazando sus piernas, se buscaban una a la otra…

Epílogo
De esta historia han pasado ya diez años. Durante un tiempo, Belén y yo fuimos novios y disfrutamos del sexo en todas sus variantes pero al final cada uno se fue por su lado y aunque seguimos siendo amigos, nuestra relación quedó en el olvido.
En cambio, Aurora dejó a su marido y junto con Elena, formó un nuevo hogar. Autoproclamadas lesbianas buscaron afianzar su unión con un retoño y por medio de la inseminación, se convirtieron en madres.
Un par de veces al año, me reúno con las tres y recordamos ese verano con añoranza.

Relato erótico: “Women in trouble 2” (POR TALIBOS)

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Women in trouble 2: El hombre que (se) tiró a Supergirl.
Cárcel de Metrópolis. Noviembre de 2014.
Martin Thomas Johnson estaba teniendo un día tranquilo. Ése era su verdadero nombre, aunque muy poca gente lo sabía. Y todavía menos eran los que se hubieran atrevido a llamarle por el mismo. Él prefería su apodo, su nombre de guerra, “Black Elephant” y, cuando una enorme masa de 130 kilos de músculos color azabache dice que prefiere que le llamen como a él le parezca, las personas tienden a hacerle caso.
Odiaba su nombre; Martin le parecía nombre de alfeñique y Thomas, tres cuartos de lo mismo. Y él odiaba a los alfeñiques. Despreciaba a los débiles, pues consideraba que simplemente eran demasiado cobardes como para hacerse fuertes.
Él era débil de niño, pero bastaron un par de palizas de los matones del barrio para que decidiera cambiar su destino. El pez chico se come al grande.
Se hizo fuerte. Y ahora, las palizas las daba él. Por eso estaba allí, en el ala sur de la cárcel, donde estaban recluidos los presos que habían tenido algún encontronazo con algún superhéroe. Siempre y cuando no tuvieran ellos mismos algún superpoder, claro. A esos los tenían en el ala especial, la de máxima seguridad.
No, los que estaban allí simplemente habían tenido la mala suerte de tener un tropiezo con alguno de esos bastardos con capa. Batman, Flash, Aquaman… Cualquiera de esos mamones que se creían con derecho a administrar justicia en aquel perro mundo. Joder, que se encargaran de los tipos peligrosos de verdad, los que echaban rayos por los ojos o por el culo y dejaran a la maldita pasma encargarse de los tipos como él. Sería más justo.
En su caso, había sido el puto Superman. Joder, todavía le dolía la hostia que le metió cuando le sorprendió regalando un par de zapatos de cemento al ayudante del fiscal del distrito en un almacén junto al río.
Menuda mierda. Y eso que el trabajo parecía fácil y bien pagado. Si llega a saber que el maldito gilipollas de los calzones por encima del pantalón iba a meter las narices…
¡Bah! Para qué quejarse. Tampoco estaba tan mal allí. Tres años ya. Cómo pasaba el tiempo.
Le había costado un par de semanas, pero había logrado hacerse con el control del ala prisión. Un par de tortas por allí, un par de billetes por allá y al final se había convertido en el gallo del gallinero. Allí nadie movía ni un pelo si no era con su permiso y aprobación.
Algunos habían tenido que aprenderlo por las malas, pero Martin se lo explicó con mucho gusto. Además, aquellas lecciones didácticas, como la doble luxación de hombros de Bobby Clemenza (coño, qué gracioso estaba con los dos brazos escayolados) o la rótula destrozada de Smithy Howard (que ahora podía doblar la rodilla hacia delante o hacia atrás) habían servido para que el resto de la población reclusa aprendiera también quien mandaba.
Bueno, eso no era del todo cierto, claro. Por encima de él estaba el señor Wolf, obviamente. En realidad, aquel tampoco era su verdadero nombre, pero todo el mundo le llamaba así por su gran parecido con Harvey Keitel en Pulp Fiction.
Pero Wolf no contaba. Jugaba en otra liga. A ese tipo le iban las operaciones a lo grande, movía millones con la misma facilidad con la que Martin hacía saltar dientes. Puede que más.
Y a Wolf no le importaba en absoluto que Martin fuera el rey del patio, pues sus intereses estaban principalmente fuera de la cárcel. Desde allí, él seguía controlando sus negocios, pues para él, la condena no era sino una simple molestia en su carrera para ganar dinero.
Ambos se respetaban y no se metían el uno en los asuntos del otro. De hecho, en un par de ocasiones Wolf le había pedido pequeños favores a Martin, que él había cumplido encantado. Se llevaban bien.
Ahora vivía con tranquilidad, gestionando su pequeño negocio con sabiduría. Le cobraba a los nuevos a cambio de protección, se encargaba de mediar en las disputas que surgían entre los reclusos, se las ingeniaba para suministrar a los que se lo solicitaban (previo pago) objetos del exterior que no deberían tener en la cárcel…
Como no era un déspota, ni se pasaba la vida amedrentando a los demás, los reclusos le respetaban, así que a ninguno de los que le conocían se le pasaría por la cabeza desafiar su liderazgo, pues, bajo su mando, a todos les iba medianamente bien.
La única pega eran, obviamente, los nuevos reclusos.
Esos se englobaban principalmente en tres categorías:
–          Los que entraban al talego por primera vez, los cuales, de puro acojone, se mostraban más bien agradecidos cuando comprendían que, por un módico precio, podían contar con su protección.
–          Los que ya habían cumplido condena, pero que, o bien conocían a “Black Elephant” personalmente, o bien le conocían allí dentro, bastándoles una sencilla comparación del perímetro de sus bíceps para comprender que lo mejor era no causar problemas.
–          Y, por último, los veteranos reclusos que estaban acostumbrados, como él, a ser los jefes del cotarro y venían con la estúpida idea de disputarle su puesto de privilegio.
Y estos, por supuesto, olvidaban esa idea inmediatamente después de haber recibido una buena lección didáctica.
Era por eso que Martin procuraba mantenerse en forma. Todos los días dedicaba al menos una hora de patio a ejercitarse, haciendo pesas o ejercicios, para conservar los músculos bien engrasados.
Era tal su aspecto de mastodonte, que entre los presos corría el rumor de que, cuando Superman se enfrentó a él, Martin logró incluso tirarle, hacerle morder el polvo. Eso era completamente falso, por supuesto, pero, como le convenía que la gente se lo creyera, nunca trató de desmentirlo, limitándose a dedicar una sonrisa insolente a quien le preguntaba por el tema.
En esas estaba, usando uno de los bancos de pesas que había en el patio, cuando Joe, uno de sus lugartenientes, se acercó tranquilamente para darle un mensaje, sentándose en el suelo, muy cerca del banco de ejercicios.
–          Oye, Elephant, he estado hablando un rato con Mendoza – le dijo su subordinado.
–          ¿Y qué te ha dicho? – respondió Martin, con voz tensa por el esfuerzo de levantar las pesas.
Mendoza era uno de los guardas de la prisión. Uno de los mejores. A pesar de ser poli, Martin le respetaba bastante. No les trataba como mierda por el simple hecho de estar allí prisioneros y, si se enteraba de alguna información interesante, la compartía con gusto.
No era uno de esos cerdos corruptos como O´Brian o Michaelson, a los que tenía que untar periódicamente para que hicieran la vista gorda. Mendoza, siempre y cuando se mantuviera dentro de los límites del orden y no montara ningún follón, no le hacía la puñeta.
–          Pues dice que hoy vamos a recibir un cargamento de carne fresca.
–          Ya veo. ¿Algún solomillo de calidad extra? – inquirió Martin.
Carne fresca quería decir que iban a ingresar en el centro a nuevos reclusos. Los de calidad extra eran los potencialmente peligrosos para el negocio de Martin.
–          Pues por lo visto sí – dijo Joe provocando que su jefe dejara caer bruscamente las pesas en su soporte y se incorporase – Cuando le he preguntado, se ha echado a reír y ¿sabes lo que me ha dicho?
–          No seas capullo, ¿cómo coño voy a saberlo si no ha hablado conmigo?
–          No te lo vas a creer, jefe, pero dice que uno de los tipos que viene fue capaz de tirar a Supergirl.
–          ¿Cómo? – exclamó Martin, atónito.
–          Lo que oyes, jefe. No me ha dado detalles, porque el mamón de O´Brian andaba cerca, pero, por lo que he entendido, uno de ellos se enfrentó a Supergirl y la tiró al suelo. Lo mismito que le hiciste tú a Superman.
–          Espero que sí que sea lo mismito – se dijo Martin para sus adentros.
El hombretón se quedó callado unos segundos, digiriendo a toda velocidad la información que acababa de recibir para trazar un plan de acción.
–          ¿Sabes cuándo llegarán los nuevos? – preguntó a Joe.
–          Creo que muy pronto. Me parece que ya han pasado la recepción, así que deben estar recibiendo los uniformes y eso.
–          Vete enseguida y cuéntale todo esto a Charlie y a Roy. A ver qué podéis averiguar de ese tipo. ¡Vamos!
Joe se levantó de un salto y salió disparado en busca de sus otros compinches, los otros lugartenientes de “Elephant”. Sin embargo, no les dio tiempo a obtener demasiada información, pues los nuevos presos llegaron pocos minutos después.
Habitualmente, Martin no se habría acercado a ver la llegada de los nuevos, pues le parecía una muestra de debilidad, pero esta vez quería descubrir pronto quien iba a ser su próximo rival.
El cargamento de carne estaba compuesto de 3 solomillos, dos blancos y uno negro y fue a éste último al que inmediatamente Martin identificó como su oponente. Era un tío alto, incluso un poco más que él, con una musculatura bastante impresionante, que podía causarle problemas si se decidía a desafiarle.
Sin embargo, los tres nuevos reclusos tenían la misma mirada de miedo que tan bien conocía, mirando a su alrededor con recelo, temerosos de que los hombres que les rodeaban se les arrojaran encima o algo así.
–          ¿Y este tío fue capaz de tirar a Supergirl? – pensó Elephant en silencio  – Si tiene pinta de blando. Está completamente acojonado.
Justo en ese momento Joe se reunió con él.
–          Su nombre es Reginald Williams. Y es de aquí, de Metrópolis.
–          ¿Reginald? Vaya nombrecito tiene el hermano – dijo Martin mirando de nuevo al tipo de color.
–          No, jefe. Ése no. El tal Reginald es ese blanquito de ahí – dijo Joe señalando a uno de los otros tipos.
–          ¿Ése? – exclamó Martin sin acabar de creérselo – ¡Si tiene pinta de contable!
Algunos de los reos que andaban por allí miraron sorprendidos a Martin al oírle alzar la voz, aunque ninguno dijo nada. El tal Reginald, que también lo oyó, volvió la vista hacia él y, al ver la enorme mole de músculo que le miraba fijamente, empalideció muchísimo y dio un involuntario paso hacia atrás.
–          Vamos. No me jodas – le dijo Martin a su lugarteniente – ¿Cómo cojones va a ser capaz de derribar ese mierdecilla a Supergirl?
–          Yo qué sé jefe. A lo mejor tiene algún poder…
–          No digas tonterías. Entonces no lo habrían metido aquí. ¿Estás seguro de que es él?
–          Seguro. Le he preguntado dos veces a Mendoza, porque tampoco me lo creía y me ha asegurado que sí. Por cierto, no sé qué cojones le pasa hoy a ese tío, pero cada vez que le pregunto se parte de la risa.
De repente, resonó la sirena en el patio de la cárcel. Hora de cenar. Sin pausa pero sin prisa, toda la población reclusa se dirigió a las puertas del comedor, formando las cotidianas colas frente a los mostradores de servicio, donde los presos que se encargaban de esa tarea repartían la manduca entre los prisioneros.
–          Joe. Llévate a Charlie y ponle las cosas claritas a los solomillos nuevos. Si el musculitos se pone tonto, no hagáis nada, me lo dices a mí. Mientras, que Roy me coja un plato con la comida.
–          ¿Vas a hablar con el tal Reginald?
–          Desde luego. Quiero saber cómo cojones se las ingenió ese tío para tirar a Supergirl. Si es que es verdad, claro, que empiezo a pensar que Mendoza ha querido cachondearse un rato de nosotros.
–          Puede ser. Ya te he dicho que hoy se ríe con todo, igual va colocado. A lo mejor es una broma.
Elephant entró en el comedor, buscando con la mirada al blanquito. No le costó localizarle en una de las colas para recibir el rancho.
Esperó un par de minutos apoyado en el marco de la puerta, observándole en silencio, convenciéndose cada vez más de que era imposible que aquel alfeñique se hubiera enfrentado a una superheroína.
Como siempre hacen los primerizos, Reginald buscó un sitio solitario donde sentarse, temeroso de hacerlo donde no debía y empezar su condena metiéndose en un buen follón. Una vez sentado, miró a su alrededor con nerviosismo, constatando con alivio que los hombres que allí había no le hacían el menor caso.
Pero entonces lo vio. La mole de músculos que estaba junto a la entrada cuando llegó le estaba mirando. Reginald, asustado, clavó la mirada en su bandeja y empezó a comer, pensando que, si evitaba el contacto visual, aquel monstruo comprendería que no quería problemas y le dejaría en paz.
–          Hola. Te llamas Reginald, ¿verdad? – resonó entonces el vozarrón de Elephant justo a su lado.
Dando un respingo, el hombre alzó la vista de la bandeja y se encontró de bruces con el gigante, que le miraba con un brillo la mar de inquietante en los ojos. Parecía estar a punto de arrancarle la cabeza si no le gustaba su respuesta.
–          Sí, sí – respondió tratando de imprimir firmeza a su voz – Reginald Williams. Encantado.
–          ¿Sabes quién soy yo? – dijo el negro, haciéndole temer que iba a crucificarle por no saberlo.
–          N… no. Lo siento. Soy nuevo aquí.
–          Aquí todos me llaman “Black Elephant” – dijo la mole sentándose frente a él.
Reginald vio que algunos presos les miraban con atención, con  lo que imaginó que todos estaban esperando a que el tipo aquel se pusiera a darle de hostias. Sintió perfectamente como una gota de sudor frío se deslizaba por su espalda y se le colaba por la raja del culo.
–          E… Encantado señor Elephant.
–          ¿Señor Elephant? – exclamó Martin sorprendido.
Y se echó a reír. Al ver que se reía, los reclusos que habían estado mirándoles por si acababa habiendo espectáculo en forma de lección didáctica, comprendieron que no iba a ser así, con lo que volvieron a concentrar su atención en sus platos.
Reginald, por su parte, esbozó una sonrisa nerviosa al ver que el otro se carcajeaba, comenzando a pensar que, finalmente, quizás terminaría la conversación con todos los dientes en su sitio.
–          Olvida lo de señor. Te juro que es la primera vez que me llaman así. Me ha hecho gracia.
Martin había comprendido sin el menor asomo de duda que aquel tipo no iba a ser ninguna clase de peligro potencial para él, así que se relajó inmediatamente.
–          Me he acercado a saludarte porque había escuchado unas cosas que… bueno, unas estupideces que quería comprobar.
–          Si puedo ayudarle en algo…
–          Tranquilo. Como te digo eran sólo tonterías. Pero bueno, ya que estoy aquí, aprovecharé para explicarte un poco cómo funcionan las cosas aquí…
Durante un rato, Martin expuso a Reginald cuál era su posición entre la población de reclusos, haciéndole ver con claridad meridiana lo que esperaba de él a partir de ese momento: que pagara su cuota como todos los demás.
Mientras hablaban, Roy se acercó a la mesa portando dos bandejas, la suya y la de Elephant y, viendo a su jefe tan relajado, se sentó con ellos a comer.
Reginald, que no era tonto, captó enseguida la situación y aseguró a ambos compañeros que estaría encantado de hacerse cargo de la cuota correspondiente y que, de hecho, le tranquilizaba mucho saber que unos tipos tan fuertes iban a velar por su seguridad.
Una vez los puntos sobre las íes, siguieron charlando un rato amigablemente y Martin descubrió, con cierta sorpresa, que el blanquito le caía bastante bien.
–          Tanto preocuparme para nada – se dijo para sí.
Finalmente, el turno de comidas terminó y el timbre indicó de nuevo a los reclusos que era hora de dirigirse a su módulo. Nuevamente, caminaron con parsimonia dirigiéndose a las puertas, mientras Reginald y sus dos acompañantes se quedaban un poco rezagados.
–          Oye, “Black Elephant”, ¿puedo preguntarte algo? – dijo Reginald sintiéndose cada vez con más confianza.
–          Dime – respondió el hombretón, poniéndose ligeramente en tensión.
–          Verás. Es sobre lo que dijiste antes. Cuando te acercaste a mí, parecías un poco… enfadado, por no sé qué “estupideces”. ¿A qué te referías?
Martin se relajó al ver que la pregunta era inofensiva.
–          ¡Ah! Una tontería. Verás, uno de los guardas nos había dicho que tú habías sido detenido por Supergirl. Que te habías enfrentado a ella.
–          Bueno, eso no es del todo cierto. No es así exactamente como ocurrió.
–          No, ya, ya. Eso lo he captado yo solo – rió Martin.
–          Pero, ¿dónde está lo estúpido del asunto?
–          Nada. Una gilipollez que nos dijo. Comentó que estabas aquí porque habías tirado a Supergirl. Que te habías peleado con ella y habías sido capaz de derribarla, vaya, pero ahora comprendo que todo era una broma.
–          ¿Cómo? ¿Que yo derribé a Supergirl? ¿Cómo iba a hacer eso?
–          Eso digo yo. Ya te digo que son tonterías.
Reginald miró al frente, con expresión confusa, sin dejar de darle vueltas al asunto. De pronto, su rostro se iluminó al lograr descifrar por fin el enigma que encerraban las palabras del guarda.
–          ¡Ah! ¡Claro! ¡Ahora lo comprendo! – exclamó dando una palmada.
Martin y Roy se volvieron a mirarle, al igual que otros reclusos que andaban por allí cerca.
–          ¡Ya sé lo que os dijo el guarda! No dijo que yo hubiera tirado a Supergirl, os dijo que ME HABÍA TIRADO A SUPERGIRL.
De no ser porque el escenario del drama, una cárcel repleta de criminales le quitaba gracia al asunto, hubiera sido divertidísimo hacer una foto de las caras de de asombro que pusieron Martin y el resto de presos que escucharon la exclamación de Reginald.
Y es que ver a un tío de 130 kilos con la boca abierta y los ojos como platos tiene su aquel.
………………………
La noticia corrió como la pólvora.
Era lógico, era algo realmente impresionante. Los reclusos que escucharon la afirmación de Reginald se lo contaron inmediatamente a sus compañeros de celda, con lo que automáticamente también se enteraron los de las celdas cercanas.
Por la mañana, cuando se abrieron de nuevo las puertas para que los presos acudieran a sus trabajos o actividades, todo el mundo se había enterado de sus palabras, sólo que, con el boca a boca, para la hora de comer ya se decía que el tipo se había montado una orgía con Supergirl, Black Canary, Wonder Woman y con todas las tipas con mallas a las que pilló.
Fuera como fuese, en realidad nadie se creía que sus palabras fueran verdad, porque ¿cómo iba a ser posible que aquel tipejo hubiera sido capaz de hacérselo con semejante tía? Era una locura.
Sin embargo, había un par de factores que provocaban que entre la población reclusa se mantuviera el runrun de los rumores. ¿Por qué a un preso recién llegado le habían dado una celda para él sólo? Y, sobre todo, ¿por qué los lacayos de Wolf habían estado haciendo averiguaciones sobre el tipo? Aquello era tan inusual que servía para fomentar los rumores más todavía.
Mientras tanto, Reginald era ajeno por completo a las ampollas que su afirmación había levantado entre sus compañeros, ya que, al ser su primer día en el centro, se había pasado toda la mañana con un funcionario de prisiones, decidiendo a cuál de los talleres de trabajo iba a apuntarse.
Reginald se había ofrecido voluntario para impartir clases a los presos que lo solicitaran, ya que tenía experiencia como maestro. Por ello, se había pasado prácticamente toda la mañana con el funcionario organizándolo todo, ignorante por completo de haberse convertido en el centro de atención de todo el mundo.
Incluso Martin, que estaba más que acostumbrado a las fanfarronadas que soltaban los presos, se sentía confuso. ¿Por qué coño había dicho aquello?
Sin poder quitarse el asunto de la mente, Elephant intentó tener una charla con Mendoza, pero, por desgracia, aquel era precisamente el día en el que el guarda libraba, así que, no queriendo interrogar sobre el tema a ninguno de los otros, decidió esperar a la hora del almuerzo.
–          Sí, eso será lo mejor – pensó Martin una vez decidido – Le obligaré a que me lo cuente todo durante la comida y si no… le retorceré el pescuezo.
No le importaba en absoluto tener que pasarse luego una semana encerrado en el agujero, si así salía por fin de dudas.
Sin embargo, a la hora del almuerzo Reginald no aparecía por ninguna parte. En realidad, no había pasado nada extraño, sólo que se había entretenido más de la cuenta organizando lo del curso, pero bastó su simple ausencia para que las lenguas se desbocaran en el comedor.
Cuando por fin apareció, a falta de menos de 10 minutos para el fin del turno de comidas, el silencio se apoderó de la sala y trescientos pares de ojos se clavaron en Reginald, que se llevó un gran sobresalto.
Muy lentamente, casi con miedo, Reginald caminó hasta el mostrador, escuchando sobrecogido cómo sus pasos resonaban en el silencio sepulcral y recogió una bandeja, recibiendo un cucharón de potaje de un silencioso recluso que le miraba sin pestañear.
Asustado, lo único que se le ocurrió al pobre fue sentarse al lado de Black Elephant, la única persona con la que había intercambiado unas palabras, en un intento de averiguar qué estaba pasando.
–          ¿Tú qué crees que está pasando? – le soltó Elephant al sorprendido Reginald tras la pregunta de éste.
–          Pu… pues, no sé…
–          ¿Cómo qué…?
Pero Martin no llegó a formular su pregunta, pues Denis, el segundo del señor Wolf, apareció como por arte de magia junto a la mesa.
–          Señor Williams – dijo con educación – Vengo de parte del señor Wolf. Si es tan amable, le gustaría tener unas palabras luego con usted, tras el almuerzo.
Reginald, desconcertado, miró a Martin sin saber muy bien qué contestar.
–          Será mejor que aceptes – le aconsejó el hombre de color – No es buena idea negarle nada al señor Wolf.
–          I… iré con mucho gusto – asintió Reginald mientras se preguntaba qué demonios estaba pasando allí.
–          Estupendo, se lo agradezco mucho. Por supuesto, su amigo Black Elephant está también invitado, si eso le place.
–          Iré con mucho gusto – dijo simplemente Martin, ganándose una sonrisa de agradecimiento del aturrullado reo.
Denis se marchó tras despedirse educadamente. Algunos presos, al conocerle por primera vez, interpretaban erróneamente que la exquisita educación de que hacía gala Denis era un signo de debilidad. Mientras no hicieran nada para comprobarlo, Denis les dejaba tranquilamente en su error, pero si a alguno se le ocurría verificarlo…
…………………..
A la hora convenida, Martin condujo a Reginald a la celda del señor Wolf. Mientras tanto, había aprovechado para ponerlo en antecedentes sobre quien era su anfitrión, así como del motivo por el que se había convertido en el centro de atención en el módulo prisión.
Reginald se quedó sorprendidísimo.
–          Pe… pero si es la pura verdad – dijo sin entender todavía a qué venía todo aquello.
–          ¿En serio? Pues eso espero, porque has logrado despertar el interés del señor Wolf y no me gustaría ser yo el que le decepcionara.
El estatus del prisionero conocido como Wolf, quedaba de relieve fácilmente viendo simplemente la celda que ocupaba. Era la última del módulo, con una ventana (cerrada con barrotes de acero) que daba al exterior, cosa que allí era un auténtico lujo.
Además, al ser la celda del fondo, sólo tenía una celda vecina, pues el otro lado daba a la calle. Invirtiendo unos cuantos dólares, Wolf había conseguido incluso que dejaran desocupada  esa celda contigua, que estaba a su disposición a modo de almacén.
Su celda (que obviamente no compartía con ningún otro reo gracias a otra buena inyección de pasta), estaba amueblada como una salita de lujo. Tenía TV de plasma, ordenador con conexión a internet y un par de butacones orejeros muy cómodos, en los que solía sentarse junto a su abogado cuando venía a visitarle, pues el señor Wolf no iba a rebajarse a celebrar sus entrevistas en el locutorio como todo el mundo.
Lo curioso del asunto era que Reginald ocupaba la celda diametralmente opuesta a la de Wolf, en el otro extremo del módulo por lo que, aunque él sí que tenía un vecino en la celda anexa, gozaba igualmente de una buena vista de la calle a través de su ventana, además de disponer igualmente de la celda para él sólo, lo que había provocado que la rumorología se disparara.
–          Le agradezco que haya aceptado mi invitación – dijo Wolf a modo de saludo tras la presentación titubeante que hizo Reginald al entrar – Si es tan amable de sentarse. Denis, acércale una silla a Elephant, por favor.
Martin se sentó en una silla plegable que le alargó Denis, dándole las gracias con educación, mientras Reginald ocupaba el sillón gemelo al de Wolf. A pesar de que la cosa no iba con él, Martin se sentía un poquito nervioso por estar allí, lamentándose por no haber rechazado la invitación.
Aunque lo cierto era que se moría de curiosidad.
–          Bien, señor Williams. ¿O prefiere que le llame Reginald? – preguntó Wolf en cuanto estuvieron todos sentados.
–          Reginald está bien. Regi si lo prefiere.
–          De acuerdo. Regi entonces – Wolf hizo una pequeña pausa antes de continuar – Supongo que sabe por qué le he citado hoy aquí, ¿verdad?
–          Po… por lo mío con Supergirl. Elephant me ha dicho…
–          Exacto. Por el asunto de Supergirl – dijo Wolf interrumpiéndole – Verás Regi, te mentiría si te dijera que lo que he escuchado no ha despertado mi curiosidad, pero, lo cierto es que, de haberse tratado únicamente de las afirmaciones de un preso, yo no les habría prestado la menor atención. Habría pensado que, simplemente, eras un poco más imaginativo que el resto a la hora de inventarte historias.
–          ¿Y no es así? – pensó Martin en silencio, bastante sorprendido.
–          Pero, esta mañana, he tenido una pequeña charla por teléfono con mi abogado…
Wolf desvió ostentosamente la mirada hacia los estantes que había junto a su cama, consiguiendo así que sus invitados pudieran ver no uno, sino dos teléfonos móviles de última generación reposando junto a unas carpetas.
–          Y, casualmente – continuó Wolf – me ha comentado un asunto que, al parecer, es la comidilla en los juzgados
Reginald pareció hundirse en su sillón, haciéndose más pequeño.
–          Intrigado, he interrogado a mi abogado al respecto y me ha puesto en antecedentes, con lo que he podido concluir que la afirmación de nuestro amigo es verdadera.
Martin, atónito, no se pudo contener y exclamó:
–          ¿En serio? ¿Es verdad? ¿Quieres decir que este tipo se ha tirado a Supergirl? ¿Pero cómo…?
–          Ese es el quid de la cuestión, querido amigo – dijo Wolf sin mostrarse molesto por la intervención de Martin – El “cómo”. Y ése es precisamente el motivo de esta reunión, Regi… Me interesa saber especialmente cómo lo hiciste.
–          Bueno, yo…
–          Eso digo yo – dijo Martin – Me encantaría saber cómo un tipejo como tú se las apañó para seducir a un pivón como Supergirl…
Mientras pronunciaba esas palabras, la respuesta apareció como un fogonazo en la mente del afroamericano. ¡Claro! ¿Cómo no lo había visto antes? ¡De seducirla nada de nada!
–          Parece que nuestro amigo ha comprendido por fin la situación – dijo Wolf sonriendo viendo la expresión en el rostro de Martin – Te pido disculpas por no haber sido más claro, Elephant. Creí que lo sabías. Nuestro amigo Reginald está entre estos muros condenado precisamente por el asalto y violación de una mujer cuya identidad no ha trascendido, pero que, según se rumorea en los juzgados… muy bien podría ser Supergirl.
Tanto Martin como Denis, que también estaba en la celda escuchando, miraron con asombro a Reginald Williams, tratando inútilmente de imaginar cómo aquel tipo se las había podido ingeniar para reducir y acabar violando a la que era probablemente la mujer más poderosa del mundo.
–          Por lo visto, el juez se ha mostrado muy estricto en cuanto al secreto de la identidad de la víctima, lo que podría ser normal hasta cierto punto; pero también me he enterado de que se han gastado ingentes cantidades de dinero en silenciar la noticia en los periódicos, lo que no es tan normal. Y, cuando te enteras de que Industrias Wayne ha gastado mucha pasta en que la prensa se calle algo… te hace sospechar.
Martin miró de nuevo a Regi, alucinado. Todavía no acababa de creerse lo que escuchaba.
–          Supongo que entendéis mi posición – dijo Wolf tras darles unos segundos para recuperarse – Fuera de estos muros tengo ciertos… “amigos” que se ocupan de mis intereses. Y esos “amigos” se sentirían más que satisfechos si averiguaran un método para derrotar a Supergirl. Pues, obviamente, supongo que el mismo sistema que permitió a Regi reducirla para violarla, podría servir para, digamos simplemente… jubilarla por anticipado.
Todos miraron en silencio a Reginald, que parecía haber encogido todavía más si es que era posible.
–          Así que, Regi, te estaría muy agradecido si me contaras la historia de cómo lograste derrotar a Supergirl…
–          Verá, señor Wolf – dijo Regi armándose de valor – Yo… yo le contaré la historia con gusto, eso no es problema. Pero, mucho me temo que yo no derroté a Supergirl. No creo que mi historia le sirva para nada.
–          Bueno, Regi, si me lo permites, seré yo el que juzgue eso. Y tranquilo, que si la información que me das no me resulta útil, no te culparé por ello – dijo Wolf dirigiéndole una sonrisa tranquilizadora al preso.
–          Gracias – dijo Reginald esbozando una sonrisilla temblorosa.
–          Pero, eso sí. Es preciso que me cuentes la verdad. Porque, si me mientes…
La frialdad de la sonrisa que dirigió entonces a Regi bastó para que éste decidiera contarlo todo en detalle. Una sonrisa más como esa y Regi habría contado incluso cómo robaba las bragas de su tía cuando era pequeño para masturbarse con ellas.
–          No… no se preocupe. No tengo razón alguna para mentir. Además, ya estoy aquí condenado precisamente por eso… Total, qué más da…
–          Pues, perfecto entonces – dijo Wolf retornando a su sonrisa simpática.
–          Bu… bueno… No sé muy bien por dónde empezar…
–          Por el principio, por supuesto. Y no tengas prisa, cuénteme los detalles. Podrían ser muy importantes…
–          De acuerdo – asintió Reginald, sentándose un poco más erguido en su asiento.
–          ¡Oh! Pero, ¿dónde están mis modales? Denis, sírveles una copa a nuestros invitados y tómate también tú algo. Estamos entre amigos.
–          ¿Whisky o coñac? – preguntó el lugarteniente, levantándose.
Los dos hombres escogieron el coñac. Ante la atónita mirada de Elephant, Denis abrió un armario y sacó una botella y unas copas, sirviendo con elegancia a todos los que estaban en la celda.
También le alargó una copa a Mike, el otro subalterno de Wolf, que estaba de pie junto a la puerta abierta de la celda, vigilando que nadie viniera a meter las narices, aunque procurando también, muerto de curiosidad, no perderse detalle de la conversación que se mantenía dentro.
Mike era fiel como un perro lazarillo, pero ni de lejos tan bien educado ni tan inteligente como Denis, por lo que Wolf prefería a éste último para conversar o jugar al ajedrez, utilizando a Mike más bien como guardaespaldas.
–          Siento no tener otra cosa que ofreceros – dijo Wolf mientras su subordinado servía las bebidas – Ahora ando un poco escaso de licores.
Martin y Reginald aseguraron que el coñac era perfecto, mientras se preguntaban cómo se las apañaba Wolf para disponer de tantos lujos a pesar de estar en la cárcel.
–          Vale – dijo entonces Reginald, más tranquilo tras haber catado el excelente coñac – Todo empezó… Hace unos 3 años. Sí. En junio de 2011 concretamente.
–          Estupendo. Me gustan las cosas narradas con precisión – alabó Wolf.
–          Sí, bueno, si me acuerdo tan bien es por lo que sucedió ese día. El 20 de junio concretamente. Fue la primera vez que la vi en persona.
Al oír la fecha, Mike, que seguía en la puerta, levantó la mirada bruscamente, clavándola en el tipo que estaba hablando.
–          Verá, ese día yo estaba aquí, en Metrópolis, en la sucursal del Banco Murray que está en la esquina de la tercera con Burlow. Mi jefe me había mandado a ingresar unos cheques en el banco, cuando un grupo de atracadores lo asaltó. La cosa no les fue bien, pues algún empleado hizo saltar la alarma silenciosa, por lo que la poli apareció enseguida y nos quedamos atrapados como rehenes.
–          ¡No me jodas! – exclamó de repente Mike, que había penetrado en la celda – ¡Yo era uno de la banda! ¡Por eso estoy aquí, precisamente! ¡10 años me cayeron!
Wolf miró a Mike, un poco molesto por su interrupción, pero, pensando que tampoco era tan grave, lo dejó estar, permitiendo a su subordinado que se reuniera con ellos en el interior de la celda.
–          ¿En serio? – exclamó Reginald sorprendido – ¿Y quién eras tú? Lo digo porque con las máscaras…
–          ¡El Conde Drácula! – gritó Mike entusiasmado – ¡Por eso aquí en el talego me llaman el vampiro!
–          ¿Drácula? – dijo Regi muy sorprendido – ¡Así que tú eres el tipo que casi logra que me cague en los pantalones apuntándome con la recortada!
–          ¡Ya decía yo que tu cara me sonaba de algo!
–          ¡Pues nada, encantado de conocerte al fin! Te agradezco que no me volaras la cabeza, allí de rodillas frente al mostrador. Muchas gracias.
–          ¡Bah! No se merecen. Yo soy un profesional y no voy a dispararle a nadie a no ser que no obedezca…
Martin miró a Wolf sorprendido, sin acabar de creerse lo que estaba escuchando. Éste, por su parte, pensando más o menos lo mismo, le devolvió la mirada y, encogiéndose de hombros, se echó a reír.
–          Vaya, qué pequeño es el mundo. Ahora, Mike, si eres tan amable de dejar a Regi seguir con su historia. Luego tendréis tiempo de poneros al día.
–          Perdón, señor Wolf – dijo Mike, dando un paso atrás.
–          Tranquilo. Puedes quedarte. Seguro que la historia te interesa.
–          Y tanto. Me encantaría saber cómo se las apañó el amigo para darle lo suyo a la puta que me metió entre rejas.
Reginald tardó unos segundos en reordenar sus ideas antes de continuar la narración.
–          Pues bien, como decía, la cosa se complicó y terminamos allí encerrados. Sin embargo, no duró mucho, pues, de repente, las puertas se abrieron de par en par y aparecieron ellas como un huracán.
–          ¿Ellas? – preguntó Martin desconcertado.
–          Sí. Supergirl y Zatanna. La súper mujer y la maga – dijo Regi asintiendo con la cabeza.
–          Dos mujeres extraordinariamente bellas – intervino Denis con elegancia.
–          ¡Dos putas del carajo! – respondió Mike, enfadado.
–          Bueno – dijo Regi – Comprendo su enfado Mike, está usted aquí porque ellas le detuvieron. Pero Denis tiene razón, son bellísimas.
–          Y tanto que lo son – pensó Martin, aunque no dijo ni pío.
–          Además, si no recuerdo mal, Drácula, o sea usted, tiró su arma inmediatamente, así que no le aporrearon ni le hicieron levitar como a sus compañeros.
–          Pues claro. Es que yo no soy gilipollas. En cuanto vi a las súper tipas, supe que estaba todo perdido. Para qué iba a perder el tiempo disparándoles, ¿para añadir más años a mi condena? No comprendo a los tíos que, cuando ven a Superman, se lían a tiros con él sabiendo que las balas van a rebotar. ¿Son subnormales o qué?
–          Sí. Supongo que fue muy inteligente por su parte reconocer la derrota – asintió Regi – Bueno,  a lo que iba. Supergirl, apoyada por los hechizos de Zatanna, que no paraba de recitar palabras que no entendía, redujeron a los atracadores en un instante. Yo, sentado en el suelo, las miraba alucinado, entusiasmado (sin ánimo de ofender, Mike) por el espectáculo que estaba viendo.
–          Tranqui, no me molesta – dijo Mike.
–          Cuando todo acabó… no veía a Supergirl por ninguna parte, parecía haber desaparecido, así que, miré hacia arriba y… allí estaba, de pie sobre el mostrador, con la capa ondeando a pesar de estar en una sala cerrada, bella, sublime… parecía una diosa. Me pareció la mujer más hermosa del mundo.
Los demás hombres, evocando mentalmente la imagen que tenían de la súper heroína, empezaron a mover afirmativamente la cabeza sin darse cuenta, dando la razón inconscientemente a Reginald.
–          Y no olviden dónde estaba yo en ese momento. Tirado justo a sus pies, mientras ella permanecía de pie sobre la mesa. Desde mi posición, podía ver perfectamente bajo su falda… ese día llevaba el uniforme azul, el de la falda roja con mucho vuelo que, como su capa, ondeaba agitada por algún viento inexplicable y yo…
–          ¿Le miraste las bragas a Supergirl? – exclamó Martin boquiabierto.
–          Bueno, en realidad lo que lleva debajo es una especie de pantaloncito de licra. La ropa interior va debajo…
–          Venga, no me jodas – exclamó Mike sin poder contenerse – Y yo que creía que lo único bueno que saqué aquel día había sido verle las bragas a esa golfa cuando revoloteaba por la sucursal. ¿Me estás diciendo que eran unos malditos shorts? ¿Y cómo te diste cuenta?
–          Bueno… En ese momento no lo supe. Lo averigüé más tarde. Ya saben, el día que…
Todos los que estaban en la sala se inclinaron un poco hacia el narrador. El relato estaba empezando a atraparles.
–          Bueno. Me faltan palabras para expresar lo que sentí en ese momento. No sé, quizás podría decir que me enamoré de ella. O quizás simplemente me obsesioné. En realidad da lo mismo. Lo único importante fue… que decidí que volvería a verla.
–          Es comprensible – dijo Wolf, más que nada para animar al hombre a continuar.
–          Empecé a fantasear. Me imaginaba que, de alguna forma, lograba una cita con ella y acababa seduciéndola. Soñaba con hacerle el amor, con casarme con ella, tener hijos…
–          Vaya, que te encoñaste – intervino Mike.
–          Sí. Supongo que sí. Empecé a cuidarme un poco, quería estar más atractivo. Fui al gimnasio…
–          Aunque no te sirvió de mucho – dijo Elephant, riendo.
–          Bueno. No sé qué decirte. Deberías haberme visto antes. Está claro que, al lado de un tipo como tú… Pero algo sí que obtuve.
Mientras decía esto, Reginald se subió la manga del uniforme y, tensando los músculos, exhibió unos bíceps bastante respetables, lo que causó asombro en el hombre de color.
–          Vaya, Regi. Reconozco que me has sorprendido. La ropa te oculta bastante.
–          Sí. La verdad es que desnudo gano mucho – dijo Reginald con tono enigmático.
–          Bueno. No nos desviemos – dijo Wolf deseando averiguar el método para vencer a Supergirl.
–          Pues bien. Durante un tiempo, intenté por todos los medios volver a encontrarme con ella. Me hice con una radio de la poli y, cada vez que me enteraba de un incidente en el que intervenían los superhéroes, me presentaba allí mezclándome con la manada de curiosos que siempre aparecen.
Como si fuera una demostración de lo que Reginald estaba diciendo, un pequeño grupo de reclusos se había ido reuniendo en el exterior de la celda, procurando no perderse detalle de la historia.
–          Cada vez que la veía, el corazón me daba un salto. Traté de hablar con ella un montón de veces, pero no hubo forma. Empecé a obsesionarme, recabé toda la información que pude sobre ella, tratando de averiguar sus hábitos, de enterarme si frecuentaba algún local… Me comportaba como un fanático.
–          Y tanto que sí – pensó Martin para sus adentros.
–          Tiempo después, les concedieron a Zatanna y a ella una medalla por lo del atraco y los rehenes recibimos invitación para participar en la ceremonia. Yo estaba que no cabía en mí de gozo, ilusionado con poder volver a verla y quizás poder por fin charlar con ella. Pero, cuando por fin logré verla e intercambiar unas palabras…
–          No te hizo ni puto caso – dijo Mike, expresando en voz alta lo que todos estaban pensando en ese momento.
–          Exacto. Y no es sólo que no me hiciera ni caso, es que… me pareció que ni siquiera se acordaba de quién era yo.
–          Lógico – pensó Martin.
–          Me enfadé. Estaba que hervía de ira. Mis sentimientos por ella pasaron inmediatamente de la admiración al más profundo de los odios. ¡Esa puta! ¡Joder! ¿No tenía tantos superpoderes? ¿Y no tenía supermemoria? ¡Coño, pues ya podría acordarse de mí, que me había salvado la vida! O quizás fuera que sí se acordaba y hacía como que no, para librarse de un fan pesado. O peor…
–          Que ni siquiera reparó en ti cuando te vio por primera vez. Eras insignificante para ella – dijo Wolf mirando muy seriamente a Regi.
–          Exacto – coincidió el hombre devolviendo la mirada – Justo eso. Y me cabreé muchísimo…
Martin le entendía perfectamente. Recordaba el tiempo en que él no era nadie en el barrio, cómo le dolía que pasaran de él… En cierta forma, era peor que las palizas.
–          Entonces decidí que lograría que se acordara de mí. Si no era por las buenas… sería por las malas. Iba a enseñarle a aquel pendón rubio de qué pasta estamos hechos los tíos de Metrópolis.
–          ¿Y cómo lo hiciste? – preguntó Wolf, deseando que llegara por fin al quid de la cuestión.
–          Bueno, primero seguí investigándola durante mucho tiempo. La grababa a escondidas, estudiaba sus costumbres, su comportamiento… lo que fuera que me pudiera servir para tenderle una emboscada.
–          ¿Nunca te pillaron?
–          No, supongo que el que fuera un ser insignificante a sus ojos me sirvió de algo. Lo cierto es que nunca me vio y si lo hizo… le dio exactamente igual. Incluso fantaseé con que mis labores de espionaje lograban llamar su atención y así conseguía que se fijara en mí. Pero nada de nada.
–          Continúa.
–          Pues bien. Tras mucho investigar, averigüé dos cosas de las que podía sacar buen provecho.
Wolf, sin darse cuenta, se incorporó en su sillón, muy atento a lo que Regi iba a revelar.
–          Por un lado, descubrí que su visión de rayos X no funciona a través del plomo. De esto en realidad me enteré gracias a una entrevista que publicaron en el Planet de su primo, Superman, pero supuse que, siendo del mismo planeta, padecerían la misma debilidad racial.
Wolf seguía muy atento, pero parecía un poquito desconcertado. No era eso lo que esperaba. Justo en ese momento, alzó la vista y se dio cuenta de que había varios reclusos fuera de su celda, escuchando sin duda la conversación.
–          Espera un segundo Regi – dijo, interrumpiendo la narración – No cuentes todavía lo de las piedrecitas verdes. Michael, si eres tan amable de despejar la entrada…
Mike se dio cuenta inmediatamente de la relajación en sus funciones y se levantó de un salto, disponiéndose a expulsar a los curiosos. Éstos, viéndole venir, empezaron a protestar y a moverse con desgana, deseando enterarse del final de la historia.
–          ¿Piedrecitas verdes? ¿De qué está hablando? – preguntó Regi con genuina ignorancia – No sé nada de ninguna piedra.
Wolf le miró atónito. No podía ser. Estaba convencido de que aquel tipo había logrado hacerse con un trozo de kryptonita, el mineral verde del que le había hablado Luthor. Era imposible, pero Reginald parecía completamente sincero.
–          Las piedras… – dijo Wolf – Ya sabes… el mineral verde…
–          No sé nada de eso.
Decepcionado, Wolf meneó la cabeza, incrédulo. No podía creer que hubiera errado tanto en sus cálculos.
–          Ya, perdona, Regi. Sigue con tu historia. Y tú, Mike, déjalos que se queden. No hay nada que no puedan escuchar.
Total. Qué más daba. No hacía falta cabrearlos.
Obediente, Mike regresó a su asiento, mientras los reclusos, una vez obtenido el permiso, se agolparon empujándose unos a otros en el dintel de la puerta, aunque bastó una simple mirada de Wolf para que ni uno solo se atreviera a rebasarlo.
–          Bueno. Como decía, había un segundo aspecto de Supergirl que pensé podía aprovechar.
–          ¿Cuál era? – preguntó Mike.
–          Su bondad.
Todos le miraron sorprendidos. No se esperaban aquello.
–          Sí. Su bondad. Sabiendo que es una buena persona, se puede predecir cómo va a comportarse según las circunstancias.
–          No acabo de entenderlo – dijo Denis, confuso.
–          Creo que yo sí le entiendo – intervino Martin – Se refiere a que puede saberse cómo va a actuar en una determinada situación. Por ejemplo, si yo me estoy peleando contigo y tú caes y te quedas aferrado a una cornisa, yo puedo decidir si ayudarte o no…
–          Pero un superhéroe, te salvaría sin duda alguna – concluyó Wolf felicitando con una sonrisa a Martin – Vaya, amigo Elephant, veo que no me equivocaba contigo al pensar que tienes la cabeza mejor amueblada de lo que quieres aparentar.
Dado lo oscuro de su piel, era muy complicado que Martin se ruborizase, sin embargo, quedó claro para todos que era eso precisamente lo que le había pasado.
–          Exacto – coincidió Regi – Y decidí que iba a aprovecharme de eso. Tardé más de dos años en concebir y financiar mi plan. Me gasté casi todos mis ahorros en ponerlo en marcha.
–          ¿Qué hiciste? – se escuchó una voz desde fuera de la celda.
–          Bueno, lo primero fue adquirir 4 contenedores de mercancía en el puerto. De esos de 6 metros por 2,5. Acudí a varias subastas de esas de desahucio, porque me habían dicho que algunos lotes incluían los containers.
–          ¿Pujaste por los lotes?
–          No, no. Me enteraba de quienes ganaban las pujas y, si el lote que habían comprado era una mierda, se mostraban encantados de recuperar algo de pasta con el contenedor.
–          ¿Y para qué los querías?
–          Ahora voy a eso. Para mi plan, tenía que revestirlos por dentro con plomo. Y eso sí que fue caro. Uno de ellos tuve que revestirlo por completo, las 4 paredes, el suelo y el techo, pero a los otros me bastó con una única pared.
–          Por más que lo pienso, no se me ocurre cual fue tu plan – dijo Wolf mientras hacía un gesto a Denis para que rellenara las copas.
–          Tranquilo. Pronto lo comprenderá. La idea era atraer a Supergirl al puerto, inmovilizarla y, una vez la tuviera a mi merced, tirármela a saco.
–          ¿Inmovilizarla? ¿Con 4 contenedores de mierda? – dijo Mike – Si le tiras encima eso a esa tipa, se pone a hacer malabarismos con ellos, tío.
–          No – dijo Martin muy serio, empezando a barruntarse por dónde iba la cosa – Lo importante no eran los contenedores. Sino su contenido. De ahí el plomo…
Wolf no dijo nada, pero dirigió una mirada aprobadora a Elephant. El chico valía más de lo que aparentaba.
–          Precisamente – aprobó Regi con un gesto – Además del plomo, practiqué dos pequeños agujeros en la parte superior del primer contenedor, de unos 10 centímetros de diámetro. Después, separé el suelo y volví a sujetarlo, instalando unas cargas explosivas que me permitieran desfondar el contenedor y luego los dejé todos en el puerto, alquilando un pequeño almacén.
–          ¿Explosivos? Joder tío, cuanto follón para echar un polvo – dijo Mike irreflexivamente.
–          Sí. Es verdad. Pero no olvides que la chica era Supergirl.
Todos asintieron con la cabeza sin darse cuenta.
–          Cuando lo tuve todo listo, esperé mi oportunidad. Pasó más de un mes hasta que la ocasión propicia se produjo. Me enteré de que Superman y algunos otros iban a Washington a no sé qué historia, pero ella se quedaba en Metrópolis.
–          Sigue, sigue. Es muy interesante – le animó Wolf.
–          Contraté 4 grúas en el puerto, situadas cada una en una punta, lo más separadas posible las unas de las otras. Ahí sí que me dejé un pastón, pues no quería que me hicieran preguntas. De esa forma conseguí que el día D, mis 4 contenedores quedaran suspendidos a 20 metros de altura en el puerto, repartidos en un radio de 3 kilómetros. Y entonces… hice venir a Supergirl.
–          ¿Cómo?
–          Lo tenía todo estudiado. Gracias a la radio de la poli, sabía cómo localizarla, así que me las apañé para mandarle una carta con un mensajero. Me costó 500 pavos que el tipo se pusiera a gritar “Supergirl, Supergirl” cerca de donde yo sabía estaba situada su base. En la carta le decía que acudiera sola al puerto, que tenía a un par de críos secuestrados y que les mataría en el acto si no venía sola. Me las apañé para que el texto insinuara que yo era uno de sus antiguos enemigos y que buscaba venganza. Con eso logré que viniera.
–          Joder, sigue, sigue – le animó Mike.
–          Estaba nerviosísimo, completamente acojonado, os lo aseguro. Y, cuando la vi acercándose surcando los cielos, majestuosa… Madre mía, seguía pareciendo una diosa.
–          ¿Cómo iba vestida? – preguntó Mike.
–          ¿Dónde estabas tú? – inquirió Martin casi al unísono.
–          Bien. Yo estaba de pie encima del contenedor completamente forrado de plomo, el de los agujeros en el techo… –  dijo Regi mirando a Martin – Y en cuanto a su ropa, esta vez llevaba el uniforme blanco, con la minifalda azul.
–          Esa que le queda ajustadita – siseó Mike rememorando la espectacular estampa de la heroína.
–          Sí, esa. Estaba preciosa y sexy. Madre mía, ver esa “S” dibujada en su pecho, hinchada y deforme por sus…
–          Vale, vale, nos hacemos una idea – dijo Wolf.
–          Por favor, jefe, déjele que de detalles – le suplicó Mike.
Un murmullo de aprobación se elevó fuera de la celda. Wolf, divertido, se encogió de hombros y permitió que Regi siguiera a su aire.
–          Con exquisita elegancia se posó encima del contenedor frente a mí.
  • Bienvenida, Supergirl – le dije cuando la tuve delante.
  • ¿Quién eres? – preguntó ella mirándome con desprecio.
–          Madre mía, no sabéis lo mal que me sentó. Aún ahora pienso que, si me hubiera reconocido, si hubiera mostrado el más mínimo interés en mí como persona, posiblemente lo habría dejado correr, abortando el plan… pero, que siguiera ignorándome de esa forma…
–          Acabó de decidirte – intervino Denis.
–          Exacto.
  • Me alegro de que hayas venido – le dije – Mientras sigas mis instrucciones, no les pasará nada a los críos.
  • ¿Dónde están?
  • Creo que ya lo sabes.
–          Yo era consciente de que, a esas alturas, ella ya habría intentado mirar en el interior del contenedor con su visión de rayos X… y no habría podido.
–          La verdad, tío – dijo Mike – Creo que te pasaste un poco. Secuestrar a unos niños sólo para follarte a una golfa…
–          No creo que nuestro amigo secuestrara a nadie, ¿verdad? – dijo Wolf con una sonrisa.
–          Por supuesto que no. Lo que hice fue meter unos maniquíes dentro de unas redes y éstas las suspendí a su vez del techo del contenedor, justo al borde de los agujeros que había hecho – explicó Regi.
–          ¡Ah! Vale – dijo Mike más tranquilo – ¿Y se lo tragó?
  • Chica lista – dije al ver cómo trataba de escrutar el interior del contenedor – Te ahorraré el trabajo. Dentro están mis dos víctimas. ¡Chicos decid algo!
–          Mientras decía esto. Di un fuerte zapatazo en el suelo, que resonó como un gong. Mientras lo hacía, disimuladamente pulsé uno de los botones del mando que tenía en la mano, con lo que se puso en marcha una grabación que yo había preparado previamente con la voz de alguien pidiendo ayuda con una mordaza puesta en la boca. Lo grabé de una peli. Yo no escuchaba nada de nada desde fuera, pero estaba seguro de que ella sí podía oírla.
–          Y con eso se creyó tu historia del secuestro – dijo Martin.
–          Exacto. Y yo sólo necesitaba que se lo tragara un momento. Sabía que, si la cosa se alargaba, ella acabaría por descubrir el farol.
  • Pues bien – le dije – Con este mando puedo detonar los explosivos que he instalado en la base de este contenedor, desprendiendo el suelo.
  • Adelante. Hazlo – me dijo ella con confianza.
  • Si lo hago, el suelo caerá y junto con él lo harán mis invitados.
–          Ahí hice una pequeña pausa dramática – dijo Regi.
  • Pero claro, con tu supervelocidad, te daría tiempo sin problemas a rescatarles antes de que lleguen a estamparse.
  • Probablemente – dijo ella con una sonrisa de suficiencia.
  • Eso sí, se me olvidaba decirte que, si te mueves, usaré este otro mando – le dije enseñándole otro control remoto que tenía en la otra mano – con el que detonaré otras cargas situadas en aquellos 3 contenedores. Y te aseguro que esos harán mucho más que simplemente desfondarse. Están cargados con nitro suficiente para borrar del mapa todo el puerto.
–          Ella miró los otros contenedores que yo le había indicado. No le costó identificarlos, pues se trataba simplemente de localizar aquellos dentro de los cuales no podía ver. Yo había ubicado los contenedores de forma que la pared revestida de plomo apuntara hacia donde estábamos.
  • Claro está que podrías abalanzarte sobre mí y quitarme los mandos. Pero te advierto que, si mi voz deja de escucharse por este micrófono – dije enseñándole un pequeño micro que tenía adherido al cuello – los explosivos harán igualmente explosión.
–          Mientras le explicaba todo aquello, ella seguía mirándome con desprecio. Yo procuraba mantener su atención fija en mí, no fuera a darse cuenta de que todo era un montaje.
–          ¿No había explosivos en los otros contenedores? – preguntó Mike.
–          No. Era muy arriesgado; si algo salía mal, podría haberle hecho daño a alguien. Además, el plan dependía de que ella creyera que yo había puesto una bomba, no de la bomba en sí.
Todos asintieron con la cabeza.
–          Sigue, sigue – le apremió Mike – Que ya debemos estar llegando a lo bueno, ¿no?           
  • Comprendes la situación, ¿verdad? Como ves, tienes pocas opciones de evitar la catástrofe, a no ser que obedezcas mis órdenes.
  • ¿Qué quieres que haga? – preguntó mirándome con odio.
  • Lo primero quiero que compruebes que nuestros invitados están bien. Mete las manos en esos agujeros y podrás tocar las redes con que los tengo atrapados.
–          Ese era el momento clave. Si me obedecía y no se daba cuenta del farol, ya estaría atrapada.
  • ¿Sólo eso? – preguntó extrañada.
  • De momento. Como ves es algo muy sencillo. Siendo Supergirl, no tienes nada que temer.
–          Se lo pensó sólo un segundo antes de aceptar.
  • Está bien. Lo haré – dijo caminando majestuosa hacia los agujeros.
–          Me sentía eufórico. Las cosas estaban saliendo a pedir de boca. El corazón me brincaba en el pecho.
–          Venga, sigue – dijo Mike entusiasmado.
–          Ella caminó hasta los agujeros e, inclinándose, metió las manos dentro. Yo había colgado las redes muy cerca de las perforaciones, de forma que pudo localizarlas inmediatamente con las manos.
  • ¿Tocas las redes? – le pregunté.
  • Sí.
  • Pues sujétalas bien.
–          Inmediatamente hice detonar las cargas, desfondando el contenedor y simultáneamente soltando las cuerdas que sujetaban las redes al techo. Ella dio un gritito de sorpresa, pero no perdió la sangre fría y sostuvo las redes con las manos, impidiendo que los “rehenes” se precipitaran al vacío.
  • ¿Les tienes bien sujetos? – le pregunté.
  • Sí, maldito canalla – me espetó la rubia, echando fuego por los ojos.
  • Bien. Pues no se te ocurra soltarles, pues, si lo haces, aunque seas capaz de salvarles del impacto, haré explosionar los otros 3 contenedores. Como ves, no voy de farol.
–          Para reforzar la ilusión, había instalado un pequeño motor en uno de los maniquíes para que  se moviera suavemente, de forma que diera la sensación de que había algo vivo atrapado en la red. Pero claro, ella podía darse cuenta en cualquier momento de la charada, simplemente percibiendo el ruidito que hacía el motor al funcionar, así que tenía que mantenerla distraída.
  • Ponte de rodillas – le ordené, obedeciendo ella tras un instante de vacilación.
–          A ver si lo he entendido bien – intervino Wolf – Tenías a la chica arrodillada encima del contenedor, con los brazos atrapados en los agujeros sosteniendo lo que ella creía eran dos chicos a los que habías secuestrado.
–          Exacto – asintió Reginald.
–          O sea, que estaba completamente a tu merced – coincidió Martin, mirando a Regi con admiración.
–          ¡A cuatro patas, vaya! – rugió uno de los presos de fuera, provocando la hilaridad del resto.
–          Sí, más o menos sí.
Todos miraban admirados a Reginald, que se estaba convirtiendo poco a poco en el héroe de los reclusos. Había demostrado una inteligencia asombrosa y, además, el hecho de que estuviera encerrado allí demostraba que había conseguido la increíble hazaña con la que los demás podían únicamente soñar: zumbarse a una súper tipa.
–          Madre mía, en cuanto la vi allí, de rodillas, con el culo en pompa… creí que iba a estallar de excitación. Ver cómo la tela de la minifalda se tensaba por lo forzado de la postura… cómo se subía imperceptiblemente unos milímetros, revelando una porción creciente de carne… ver cómo sus turgentes senos colgaban como fruta madura…
–          Joder, tío, me estoy poniendo cachondo hasta yo – se escuchó cómo decía una voz anónima.
  • ¿Y bien? Ya he hecho lo que querías – me dijo ella mientras yo la desnudaba con la mirada – Aunque no entiendo a qué viene todo esto. Sabes que no puedes hacerme daño…
  • Tienes razón – asentí – Pero en mis planes no ha entrado nunca la posibilidad de hacerte daño. Más bien, lo que quiero… es que lo pases muy bien.
–          Al escucharme, un chispazo de comprensión brilló en su mirada. Por fin entendía cual era la razón de que la hubiera atraído hasta allí. Sin poder evitarlo, sus ojos se desviaron un segundo hacia mi entrepierna, donde la incipiente erección comenzaba a ser cada vez más visible. Alarmada, levantó los ojos hacia mí, con el brillo inconfundible de la furia refulgiendo en ellos.
  • ¡Estás loco! – exclamó – ¿Se puede saber qué pretendes?
  • ¿Tú qué crees que pretendo? – respondí juguetón – Sólo quiero que lo pases bien…
–          Mientras hablaba, me desabroché los pantalones y me libré de ellos, mientras Supergirl me miraba espantada. Me costó bastante hacerlo, pues a esas alturas llevaba una empalmada de campeonato y la polla se me enganchaba por todas partes, sin contar con que no podía soltar los mandos que llevaba en las manos.
  • ¡E… estás enfermo! – me gritó Supergirl cuando mi estaca quedó por fin libre y bamboleando frente a sus ojos – Yo no…
–          Sin darse cuenta, empezó a sacar los brazos de los agujeros, como queriendo escapar de la visión de mi polla.
  • Yo de ti no sacaría las manos de ahí, amiguita – le dije riendo – Como lo hagas… ¡KATAPUM!
–          La pobre se rindió, volviendo a meter las manos en los huecos y a mantenerse a cuatro patas. Avergonzada, clavó la vista en el suelo, intentando no mirar mi rabo, pero yo sabía que la imagen ya había quedado bien grabada en sus retinas.
  • Vamos, vamos, niña – le dije riendo – No me irás a decir que una chica tan guapa como tú no había visto una polla antes. No me seas vergonzosa. Venga, mírala anda, que sé que te gusta.
–          Pero ella siguió obstinadamente mirando hacia el suelo.
  • ¡Que la mires, puta! – le grité enfadado – ¡O hago volar por los aires el maldito puerto!
–          A regañadientes, la nena alzó la mirada, clavando sus bonitos ojos en mi formidable erección. Entusiasmado, di un paso adelante, acercando mi polla a su rostro. Ella pareció ir a apartar de nuevo la cara, pero, supongo que recordando mi amenaza, hizo de tripas corazón y permitió que la acercara. Yo, exaltado, no me conformé con enseñársela, sino que, al estar cada vez más cachondo, empecé a restregársela por la cara.
–          Joder tío, eres un monstruo – siseó Mike completamente absorto en la narración.
–          Como no podía agarrarme la polla por tener las manos ocupadas, tuve que menear las caderas hacia todos lados, procurando que mi erección se frotara por todos los rincones de su piel. Me recreé especialmente en sus labios, frotando vigorosamente mi glande en su carnosidad, sintiendo su cálido aliento en la punta. Durante un segundo pensé ordenarle que abriera la boca para poder colársela dentro.
–          ¿Y no lo hiciste? – exclamó una voz anónima desde fuera.
–          No, porque, si lo hubiera hecho, me habría corrido enseguida. Y lo que yo quería era llenarle el coño de leche a aquella puta.
El público de fuera estalló en aplausos y silbidos de aprobación, que continuaron hasta que Mike puso un poco de orden.
–          ¡Callaos, coño, que quiero saber cómo sigue!
–          La pobre Supergirl se dejaba hacer sin protestar, aunque si las miradas matasen… no estaría aquí ahora con vosotros. Yo no paraba de cotorrear, diciéndole lo bella que era y lo bien que le quedaba una polla en la boca, recordándole continuamente de paso que las bombas también podían estallar si mi voz no se escuchaba por el micrófono, para quitarle de la cabeza cualquier idea de atacarme.
–          Qué tío – siseó Mike admirado.
–          Yo estaba que no podía más y el hecho de ver cómo los ojos de Supergirl miraban mi badajo… me tenía excitadísimo. Os lo juro, tíos, la muy zorra decía que no, pero yo podía sentir su mirada clavada en mi polla. Era increíble.
Todo el mundo escuchaba el relato con atención, casi sin respirar.
–          Por fin, me dejé de frotamientos y abandoné su cara y os juro, que durante un segundo me pareció ver la decepción en su mirada. La rodeé y me situé detrás de ella, admirando su espectacular trasero durante unos segundos. Ella, obviamente preocupada, volvió la cabeza para mirarme, así que le guiñé un ojo e hice que mi polla diera un bote, atrayendo su mirada, con lo que se ruborizó un poco. Me encantó.
–          Tío, eres mi héroe – dijo Mike.
–          Me arrodillé detrás de ella y dejé en el suelo los mandos a distancia.
–          Necesitabas las manos – dijo alguien riendo.
–          Pues claro. Eso sí, para mayor seguridad accioné uno de los botones, con lo que un pitido empezó a sonar.
  • ¿Lo oyes? – pregunté innecesariamente – Es una cuenta atrás para las bombas. Tengo que meter la clave cada tres minutos o las bombas estallarán. No intentes nada.
  • ¡Eres un canalla! – me espetó – Y si te crees que después de esto lograrás escapar…
  • ¿Y quién te ha dicho que pretendo escapar? – le espeté – ¡Lo único que quiero es follarte un rato y llenarte de leche! Tú sigue siendo buenecita y te prometo que, cuando acabe contigo, liberaré a los rehenes y desactivaré las bombas. Luego podrás meterme en la cárcel.
–          Sin decir nada más, me abalancé bruscamente sobre ella. Bueno, más bien me abalancé sobre su culo. Con ansia, aferré el borde de la minifalda y se la subí de un tirón, enrollándola en su cintura. Ella profirió un gritito por la sorpresa, lo que me resultó terriblemente erótico. Estaba cachondo perdido.
Lo mismo les pasaba a todos los que estaban escuchando su historia.
–          Ante mí, tenía un culo sencillamente espectacular, aún enfundado en una especie de pantaloncitos de licra azul, del mismo tono que la minifalda (fue entonces cuando lo descubrí). No me entretuve ni un segundo y, de un tirón, se los bajé hasta las rodillas, quedándome absolutamente anonadado ante el espectáculo que apareció ante mis ojos.
–          ¿Qué viste? – preguntó Mike.
–          La Estatua de la Libertad. ¿No te jode? – exclamó Martin sin poder contenerse.
Por fortuna para Martin, todos se echaron a reír, incluido Mike.
–          Frente a mí estaba el más hermoso ejemplar de culo que imaginarse pueda. Era simplemente… perfecto. No hay otra palabra para describirlo. Carnoso, redondeado, de piel nacarada…
–          ¿Qué bragas llevaba? – preguntó alguien
–          ¿Bragas? No, no, amigo mío. Semejante belleza no podía quedar escondida dentro de unas bragas. Supergirl usaba un finísimo tanga.
–          ¿Supergirl lleva tanga? – exclamó Mike con incredulidad.
  • ¡Hijo de puta! – siseó Supergirl avergonzada al notar cómo mis manos abrían sus nalgas – ¡Te mataré por esto!
  • Vaya, vaya Supergirl – dije divertido sin dejar de recrear mis ojos en su hermosa intimidad – Menudo lenguaje. Creía que las superheroínas eran más educadas.
  • ¡Te mataré! ¡Ah!
–          La pobre no pudo ahogar un gemido cuando uno de mis insidiosos dedos acarició la cálida carne que había entre sus glúteos. Excitado, me entretuve unos segundos jugueteando con su ano, presionando suavemente con la yema en la esponjosa carne de su esfínter bien cerrado. Asustada, la chica apretó el culo, pudiendo ver yo perfectamente cómo los anillos de carne se cerraban sobre sí mismos, temerosa de que me aventurara por donde no debía. Divertido, presioné con más fuerza sobre su ano, pero claro, con su superfuerza me era imposible penetrar a no ser que ella me dejara.
  • No te preocupes, preciosa – le dije riendo – Luego nos ocuparemos de tu culo. Recuerda lo que podría pasar si no me obedeces. ¡BOUM!
  • ¡Cabrón! –  siseó.
  • Niña, esa lengua…
–          En ese momento cogí uno de los mandos y apreté unos botones, simulando estar metiendo el código que impedía la explosión. Tras dejarlo a un lado, decidí ponerme de una vez en acción. Agarré el borde del tanguita y, muy lentamente, se lo fui bajando hasta sus rodillas, donde quedó enrollado junto con los shorts.
  • ¡Dios mío! – exclamé volviendo a separarle las nalgas y echando un buen vistazo – ¡Es el coño más hermoso que he visto en mi vida! ¡Un supercoño!
  • ¡CERDO! – gritó ella cerrando las piernas.
  • ¡ABRE LAS PIERNAS GOLFA! – grité dándole un fortísimo azote en el culo.
–          Ni que decir tiene que ella ni lo sintió, pero yo sí que vi las estrellas y los luceros. Su culo parecía estar hecho de mármol. Casi me parto la mano. Por suerte, enseguida obedeció, volviendo a separar las piernas.
  • ¡Así me gusta puta!
–          Mientras la insultaba, me incliné detrás del trasero de la joven, estrujando con ganas sus nalgas mientras me deleitaba con el bello panorama que escondía entre sus piernas.
  • ¿Te afeitas el coño, puta? ¿Cómo lo haces? – pregunté – Creía que ningún metal de la Tierra podría cortar siquiera uno de tus cabellos. ¡Contesta!
–          Os lo juro tíos – dijo Reginald mirando a su público – la muy golfa lo llevaba bien peladito, sólo con un mechoncito de pelo muy rubio por encima. Era precioso.
  • No me depilo – me dijo con un hilo de voz – Es que no me sale más vello…
  • ¡Joder, tía! – le espeté – ¡Hasta el coño lo tienes perfecto! ¡Es increíble! ¡Vamos a ver a qué sabe!
–          Y me abalancé como un jaguar sobre su presa. Manteniendo bien abiertas sus nalgas con las manos, incrusté mi cara entre sus glúteos, buscando su rajita con ansia con mi lengua y mis labios. Cuando la probé, os juro que fue el más delicioso sabor que jamás había probado. Sentí como una descarga eléctrica en la boca, como cuando chupas una pila… pero eso sí, súper agradable y delicioso.
  • ¡Nooooooo! – aulló la pobre chica al notar cómo mi insidiosa lengua se abría paso por su vulva, chupándolo y lamiéndolo todo a su paso.
–          El mejor que había probado en mi vida y, por desgracia, el mejor que nunca más probaré. ¡Qué coño! Menuda delicia. Desde entonces, hasta mis gustos culinarios cambiaron. Ahora, mi plato favorito es: coño de Supergirl.
Nuevamente el público prorrumpió en aplausos y silbidos.
–          Empecé a comérselo con ganas, aplicándole todo mi arte. Ella se esforzaba por resistir, apretando los dientes y tratando de cerrar las piernas, pero yo enseguida le ordenaba que volviera abrirlas, recordándole lo de las bombas. La pobre no tenía otro remedio que obedecer, dejando que hiciera lo que me viniera en gana entre sus piernas. Cuando le hube chupeteado hasta el último rincón, busqué la entrada de su coño y, sin pensármelo dos veces, le metí un par de dedos hasta el fondo, haciéndola aullar de placer.
  • ¡¡AAAAAAAHHHHH!! . gimió desesperada al notar la súbita intrusión.
  • ¿Te gusta, eh, zorra? – le espeté sintiendo un irrefrenable orgullo.
  • ¡No, bastardo! – siseó – ¡Me has hecho daño!
–          Pero ambos sabíamos perfectamente que mentía. Ni un obús habría logrado hacerle daño, así qué ¿me estaba diciendo en serio que le había dolido un simple dedo en el coñito? Ni de broma.
–          Un artista – dijo Mike con entusiasmo – Un artista.
–          Seguí practicándole sexo oral con ganas y ella empezó muy pronto a mojarse. Sus jugos resbalaban de mi boca, deslizándose por mi barbilla y empapándome el cuello. Yo estaba prácticamente en éxtasis, con el pecho a punto de reventar de orgullo por haber sido capaz de calentar nada menos que a la mismísima Supergirl. Y cuando por fin se corrió…
–          ¿Lograste llevar a Supergirl al orgasmo? – exclamó Wolf con incredulidad.
–          Y tanto. Se corrió como una perra, aullando e insultándome sin parar. Mientras se corría, me di cuenta de que me había olvidado fingir lo del código y el mando, pero os aseguro que, a esas alturas, estaba tan entregada que ella tampoco lo recordaba.
–          Madre mía – dijo alguien.
–          Yo ya no podía más. Tenía que meterla por fin en ese coño. Sin esperar a que terminara de correrse, me agarré la polla y, colocándola en posición, me dispuse a clavársela.
  • ¡No, espera! – jadeaba la pobre al sentir la punta de mi bálano ubicarse en la entrada de su gruta – ¡No lo hagas! ¡Por favor!
  • Pero nena, ¿qué esperabas? ¿Que te compusiera un soneto?
–          Y empujé, empitonándola por fin. Cuando mi polla sintió el calor, la suavidad, la tersura de la trémula carne que estaba invadiendo, creí que me volvía loco de placer. Aquel coño era… el paraíso. No tengo otra forma mejor de describirlo. No hay palabras.
Todo el mundo estaba en silencio, hipnotizados por las palabras de Reginald.
–          Era increíble, el calor, la humedad, la textura… Su carne ceñía la mía como un guante, trasmitiéndole su ardor, absorbiéndola hacia su interior, obligándome a seguir hasta el fondo. Poco a poco los centímetros de mi verga fueron hundiéndose en ella, mientras gimoteaba y boqueaba con desespero, su cuerpo tenso como una cuerda de piano pero… recibiéndome con gusto.
–          ¿Y cómo lo sabes? – preguntó Mike.
–          Es obvio. De no haber querido que se la metiera, le habría bastado con apretar su súper coño y no habría podido clavársela de ningún modo, obligándome a coaccionarla de nuevo. Pero no hizo falta. Su cueva me acogió deseosa y con ansia.
–          Madre mía.
–          Era demasiado. El placer era tan inimaginablemente intenso que no pude más. No hizo falta ni moverme. Bastó con llegar hasta el fondo, clavársela enterita para alcanzar el orgasmo. Cuando mi pelvis quedó apoyada contras sus nalgas, un devastador calambre azotó mi cuerpo y me corrí como una bestia.
  • ¡Nooooooo, cabróooooooo, no lo hagaaaaaaaas! – aulló la chica al sentir cómo mi semilla literalmente estallaba en su interior.
  • ¡TOMA, PUTA, AQUÍ TIENES MI LECHE! ¡SÉ QUE TE ENCANTA!
–          En mi vida había tenido un orgasmo como aquel. Me corrí como un titán, derramé litros de semen dentro de aquel glorioso coño. Tanto me corrí, que el semen comenzó a rezumar de su interior, escapando de su vagina, ensuciándonos ambos de pringoso líquido.
–          Impresionante. Un aplauso por favor – bromeó Mike, admirado.
–          Pero la cosa no acabó ahí – continuó Regi – A pesar de la corrida, mi miembro no perdió un ápice de dureza, continuando rígido como el asta de la bandera. Aferrándome cual garrapata a las caderas de la joven, eché el culo para atrás, extrayendo una buen a porción de rabo. Ella, al notarlo, pensó que iba a retirarme de su interior una vez satisfecho, con lo que pude notar cómo su cuerpo se relajaba notablemente. Sonriendo con picardía, afirmé el agarre de mis manos y, de un sólo empellón, volví a clavársela hasta la empuñadura, haciéndola aullar de placer.
  • ¡NOOOOOOOO! ¡YA BASTA! ¡NOOOO! ¡NO SIGAS, YA NO MÁAAAAS!
  • ¡Y una mierda! – exclamé.
–          Y empecé un metesaca feroz, hundiendo una y otra vez mi estaca en aquel glorioso conejito. El polvo de mi vida, os lo juro amigos, fue simplemente la hostia. El éxtasis absoluto.
–          Menuda historia – dijo Mike a Denis, inclinándose hacia él.
–          Ella no dejaba de gemir y jadear, poniéndome todavía más cachondo. Me suplicaba que parase, me decía que me dejaría escapar, creo que incluso me ofreció dinero (aunque puede que esto me lo imaginara). No lo sé, porque he de reconocer que, mientras me hundía una y otra vez en aquella magnífica carne, el resto del mundo desapareció para mí. No me importaba nada, no era consciente de nada. Sólo existía Supergirl.
Todo el mundo escuchaba extasiado.
–          Y entonces volvió a correrse, aullando como una loca. Su coño estrujó con tanta fuerza mi polla que creía que iba a reventármela. Indescriptible. Se pegó una corrida tremenda y, de repente, se desmayó.
–          ¿Cómo? ¿Lograste que Supergirl se desmayara? – exclamó Elephant con incredulidad.
–          Te lo prometo. Se desmayó. De hecho, segundos después escuché un golpe sordo en la calle, con lo que comprendí que los pobres rehenes se habían estampado en el suelo.
–          Increíble.
–          Me sentí pletórico, importante, poco menos que un dios. Seguí follándomela con brío, mientras ella seguía desmayada, desmadejada, con los brazos hundidos por completo en los agujeros y las tetas apretadas contra el frío metal. Y me corrí. La llené de nuevo hasta arriba, rebuznando y aullando como un animal.
Todo el mundo miraba con la boca abierta a Regi, admirándole y envidiándole al mismo tiempo.
–          Lentamente, le extraje mi todavía durísima verga del coño, sintiendo cómo su cuerpo trataba de retenerme en su interior. Cuando la saqué, un espeso borbotón de semen fue expulsado de la vagina, impactando con el metal del contenedor con un sonoro palmetazo. Yo esperaba que ella se derrumbara sobre el suelo, desmadejada, pero, por alguna extraña razón, fue capaz de mantener la postura, de rodillas en el suelo, el culo en pompa y los brazos hundidos hasta los hombros. Su coño, entreabierto, seguía rezumando semen y su ano, tentador, se ofrecía a mí completamente indefenso
–          Y entonces la enculaste ¿no? – preguntó Mike con avidez.
–          Por desgracia no – dijo Reginald para desencanto de su público – La cosa acabó justo en ese momento. Se produjo una especie de fogonazo rojo y sentí un tremendo golpe en la cabeza que me hizo perder el sentido. Cuando desperté, estaba esposado en la parte trasera de una patrulla de policía con la sirena aullando al viento. Mareado, me derrumbé en el asiento y volví a perder el conocimiento.
–          Entonces, ¿no le diste por el culo? – exclamó Mike con profunda decepción.
–          No. Lo siento, chico. Me quedé con las ganas.
–          Y de ahí al talego – dijo Martin, solidarizándose con el recluso.
–          Por supuesto. Reconocí todos los cargos. No tenía sentido negarlo. El juicio fue rapidísimo. 20 años me han caído. Asalto, violación, simulación de secuestro, amenazas… todo lo que se les ocurrió.
–          ¡Pocos son, cabrito! – exclamó Mike dándole una palmada en el hombro – ¡Te llevaste el mejor botín!
–          No tenía sentido defenderme – siguió Regi – Además, todo el mundo parecía más interesado en tapar el asunto que en otra cosa. Supergirl no apareció por el tribunal. Es más, ni siquiera se pronunció su nombre ni una sola vez. Cuando había que nombrarla, se la mencionaba únicamente como “la víctima”.
–          Es comprensible. Piensa en el escándalo que se formaría si se supiera algo así.
–          No, si lo entiendo – dijo Regi – Lo único que me molestó fue que la muy puta puso en su declaración que yo la había sodomizado, cuando era mentira. Su abogado leyó la lista de lesiones que yo le había provocado (como si eso fuera posible) y de las cosas que le había hecho y la golfa mintió descaradamente diciendo que le había dado por el culo, lo que, por desgracia, no es cierto.
–          No sé, quizás fue para que te cayera más tiempo.
–          Puede. Pero yo no sabía que la sodomización fuera un agravante. Aunque puede ser.
La conversación siguió por un rato, mientras los reclusos interrogaban a Regi, que respondía a todo lo mejor que podía.
Wolf se sentía decepcionado, pues finalmente no había encontrado una fuente de kryptonita como esperaba; aunque tenía que reconocer que había disfrutado mucho con el relato. Sin embargo, pronto se cansó del griterío que habían organizado los demás reclusos.
–          Mike, Denis, si sois tan amables…. despejad el pasillo. Quiero charlar un poco más con nuestro invitado.
Los dos secuaces se levantaron y empezaron a echar a la gente. No hubo muchas protestas, pues el pescado estaba ya todo vendido.
Cuando estuvieron solos, Wolf se levantó y sirvió una nueva ronda de copas personalmente, lo que demostró más que nada a Martin que al tipo también le había caído en gracia el bueno de Regi.
–          Una impresionante historia Reginald – dijo Wolf retornando a su asiento – Aunque, por desgracia, tenías razón y no va a servirnos de mucho ni a mí ni a mis amigos.
–          Sí, no creo que sean capaces de convencer a Supergirl de que vuelva a meter las manos en un agujero – dijo Martin sonriendo.
–          Tienes razón – asintió Wolf devolviendo la sonrisa – Sin embargo… Hay algo que no me cuadra en tu relato. Un pequeño detalle que me desconcierta.
–          Dígame – dijo Regi con nerviosismo.
–          Veamos… Cómo expresarlo. Verás, resulta que tu víctima… Era Supergirl, ¿entiendes?
–          Claro – dijo el hombre encogiéndose de hombros – No le sigo.
–          Quiero decir… En mil ocasiones mucha gente ha intentado encerronas y planes maquiavélicos contra estos súper tipos. Yo mismo he financiado algunas operaciones que… – Wolf lo dejó en el aire, no queriendo dar más detalles sobre sus actividades – Y los muy cerdos tienen la enervante costumbre de acabar venciendo siempre. Sin embargo esta vez…
–          Tiene usted razón – dijo Regi con seriedad – Yo mismo he pensado muchísimo en ello. Cuando ideé mi plan, creía tener controlados todos los detalles. Pensaba que era infalible (si no, no me hubiera atrevido a ponerlo en práctica). Pero luego… cuando la tuve delante… Joder, ¡era Supergirl! Podría haber ideado mil formas de escapar de allí, haberme dado una súper hostia, haber usado los rayos de sus ojos para abrir el container… no sé, cualquier cosa.
–          ¿Y entonces?
–          Medité mucho sobre el tema y sólo se me ocurrió una explicación.
–          ¿Y cuál es?
Regi volvió a hacer una pausa dramática.
–          Que yo… desnudo… gano mucho.
………………………………………
Horas después, Regi se removía inquieto en su catre, durmiendo de mala manera. Una vez terminada la cena, en la que comprobó que se había convertido en el héroe del momento, tuvo que volver a enfrentarse con la dura realidad de su condena. 20 años eran muchos, por más que hubiera merecido la pena.
En sus sueños, rememoraba una y otra vez la mágica tarde que pasó en el puerto, la mejor de su vida. El placer, la pasión, podía recordar hasta el más ínfimo detalle de aquel día…
De repente, despertó sobresaltado, sintiendo una intensa sensación de amenaza.
–          Pero, ¿qué coño? – pensó mientras se incorporaba en su catre, mirando a los lados tratando de atravesar la oscuridad de su celda.
La escasa luz que había en el cuarto penetraba entre los barrotes de su ventana, lo que le permitió buscar en las tinieblas el origen de su inquietud.
–          Te estás volviendo majara – dijo en voz alta.
Entonces lo vio. No podía ser. Era una locura.
A contraluz, se dio cuenta de que algo extraño sucedía en su ventana. Los barrotes, de acero forjado, parecían estar deformados, había algo raro en ellos. Era como si hubieran sido doblados o retorcidos, tratando posteriormente de devolverlos a su forma original, sin lograrlo por completo.
El corazón le atronaba en el pecho. Luchó para que el pánico no se apoderara de él.
A medida que sus ojos se acostumbraban a la oscuridad, percibió un bulto justo delante de la ventana, inclinado bajo el borde para no tapar la luz y pasar así desapercibido. Aterrorizado, Regi manoteó en el estante que había junto  la cabecera de su cama, donde debía encontrarse la pequeña linterna de lectura que los guardas le habían permitido conservar.
Con mano temblorosa, aferró el pequeño aparato y, tras respirar hondo para armarse de valor, accionó el botón de encendido, iluminando débilmente el interior de la celda. Se quedó petrificado.
–          ¿Qué? – balbuceó desconcertado, sin acabar de creerse lo que sus ojos le mostraban.
Supergirl estaba allí. Dentro de su celda.
Estaba de espaldas a él, inclinada delante de la ventana. Sus manos estaban fuera, asomando entre los barrotes y parecían sostener algo.
Pero lo más extraño, la locura más absoluta era que la joven llevaba una venda que le tapaba los ojos.
–          Maldito bastardo – le dijo la superheroína con voz desafiante – No te saldrás con la tuya. No conseguirás hacer conmigo lo que quieres…
–          ¿Qué? – repitió Reginald alucinado, con un hilo de voz.
–          No… No volverás a tomarme. No volverás a hacerme esas cosas horribles. Enseguida encontraré la solución, escaparé de tus garras y destruiré tus planes. Esta vez no podrás conmigo…
Mientras decía aquellos disparates, el cuerpo de Supergirl temblaba. Entonces Regi se dio cuenta de otro detalle de locura… Los pezones de la chica se veían claramente marcados en su uniforme.
Entonces comprendió lo que pasaba. Sonriendo, el afortunado recluso se puso en pié y caminó hacia la superheroína, que seguía con las manos introducidas entre los barrotes.
El cuerpo de la chica se encogió visiblemente cuando el hombre se acercó por detrás, poniéndose en tensión. Cuando él echó hacia delante la pelvis y apretó su entrepierna contra el culo de la joven, ésta no pudo evitar que un gemido escapara de sus labios, a pesar de que ella se los mordió inmediatamente, tratando de ahogarlo.
–          Estás perdida Supergirl – dijo Regi, llevando las manos hasta las tetas de la chica, estrujándolas con ganas por encima del uniforme – No podrás escapar de mí. Te tengo a mi merced.
–          Noooo. Por favor – gimoteó la joven, meneando turbadoramente el trasero contra la ingle del hombre.
Sonriendo, Regi se apartó del delicioso cuerpo y, con habilidad, le subió de un tirón la minifalda hasta la cintura. Esta vez no había shorts de ninguna clase.
–          Vaya, veo que venías preparada para la acción – dijo el hombre mientras apartaba con delicadeza el hilo del tanga del culito de la chica.
–          Noooo. Bastardo. Déjame.
Sin dejar de sonreír, Reginald apoyó su dedo índice en el ano de la heroína, presionando y logrando introducirlo sin ningún esfuerzo.
–          Estupendo – dijo con entusiasmo – Hoy lo reanudaremos justo donde lo habíamos dejado.
El súper culo de la chica se estremeció, dando un placentero estrujón al afortunado dedo. Satisfecho, Regi volvió a extraerlo y, sin demorarse más tiempo, extrajo su, a esas alturas, durísima polla de 30 centímetros del pantalón.
–          Supergirl, aquí está una vieja amiga tuya que se muere por verte – dijo Regi, enarbolando su enorme maza donde la chica pudiera verla.
Supergirl, sin poder controlarse, volvió la mirada hacia donde estaba la tremenda verga que le había nublado el sentido y una sonrisilla tonta se dibujó en sus labios.
Regi sabía perfectamente que, a pesar de la venda, Supergirl estaba deleitando la vista admirando con embeleso su rabo.
Al fin y al cabo… Tenía rayos X en los ojos.
Regi se sentía más que feliz en ese momento. De repente, 20 años no le parecían tantos.
Y, además era verdad, había podido confirmar que, desnudo… ganaba mucho.
EPÍLOGO:
Batman paseaba inquieto, dando vueltas a la mesa de reuniones una y otra vez, tratando de controlar su ira.
–          Eres un cabrón – le espetó a Flash cuando no pudo contenerse más – No me puedo creer lo que hiciste. Y lo peor es que, por el bien de la Liga, me he visto obligado a convertirme en tu cómplice.
Flash, vestido como siempre de rojo, permanecía sentado en una silla, con aire pensativo.
–          Se supone que somos los buenos. ¡No hacemos cosas como esa! ¡Eres un puerco! ¡Debería contar la verdad y dejar que te enfrentaras a las consecuencias! ¡Y encima he tenido que poner yo el dinero para que la cosa no llegara a los periódicos!
–          Te pido perdón, amigo. Ya sabes que, si pudiera borrar lo que hice, lo haría. Fui débil, lo sé. No pude resistirme…
–          ¿Resistirte? ¡Es tu compañera, por Dios! ¡Eres un cabronazo! ¡Cuando hice los malditos análisis de ADN no podía creerme el resultado! ¡Debería matarte, cabrón! O mejor, contárselo a Superman y ¡dejar que te mate él!
–          ¿Y qué querías que hiciera? – exclamó Flash dando una palmada en la mesa – ¡Me volví loco!¡No me di cuenta de lo que hacía!
–          Bastardo.
–          ¡Sí, lo que tú quieras! ¡Insúltame cuanto te apetezca! ¡A ti me gustaría haberte visto en esa situación!
–          No insinuarás que yo… – dijo Batman indignado.
–          Pero, ¿tú has visto lo buena que está? Imagínate el plan. Cuando llegué allí y tras verificar que todo era un montaje y que no había ningún rehén ni bomba en los contenedores me precipité a ayudarla. ¡A ayudarla!
–          Menuda ayuda que fuiste – dijo el murciélago.
–          Dejé ko al tipo enseguida y traté de socorrerla… Pero, cuando la vi allí, las bragas bajadas, el culo en pompa, con el conejito lleno de leche…
–          Calla. No sigas.
–          ¡No pude resistirme! ¡Antes de darme cuenta, tenía una empalmada de campeonato! ¿Qué querías que hiciera? ¡Las pelotas me iban a reventar! ¡Fue lo más erótico que he visto en mi vida! ¡Tanto tiempo fantaseando con esa piva y de pronto la tenía allí, a mi merced, abierta de piernas!
Batman movía la cabeza con enfado.
–          ¡No te hagas el santo! – le espetó Flash airado – ¡Que sé lo de la cámara que instalaste en las duchas! ¡No te hagas el bueno, caballero oscuro!
–          No sé de que hablas – respondió Batman, poniéndose tenso.
–          Lo que digo es que lo de esa tía no es normal. Está demasiado buena. No pude resistirme.
–          ¡Claro! ¡No pudiste resistirte! ¡Y por eso cuando analicé el semen que había en su ano y en su vagina, me salieron dos donantes distintos! Y, oh, sorpresa… Uno de los donantes resultó ser uno de los habitantes de la casa cuyo perfil de ADN está almacenado en nuestro ordenador. ¡Qué bien, cuanto me entusiasmó descubrir que mi querido compañero Flash…! ¡LE HABÍA FOLLADO EL CULO A UNA COMPAÑERA Y SE HABÍA CORRIDO DENTRO!
Batman se quedó callado, respirando agitadamente, temblando de ira. Flash, más calmado, volvió a dejarse caer en su asiento y dijo simplemente:
–          Venga, tío, no te cabrees, que no fue para tanto. Total, fue cosa de un momento. Un visto y no visto. Ya sabes que soy muy rápido.
FIN
PD: Querido lector, si conoces algún otro caso de Woman in trouble, házmelo saber y, si es interesante, podría animarme a contar su historia  (aunque no prometo nada). Un saludo y gracias por leerme.
 
 Si deseas enviarme tus opiniones, mándame un e-mail a:
 
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!/

“LA SECRETARIA, ESE OBJETO DE DESEO”, (POR GOLFO) LIBRO PARA DESCARGAR.

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Sinopsis:

Tirarse a una secretaria es uno de las fantasías mas concurrentes en la mente de todo hombre. GOLFO como autor erótico nos ha descrito muchas veces el amor o el desamor entre un jefe y una secretaria. Aquí encontrareis los mejores relatos escritos por el teniendo a ese oscuro objeto de deseo como protagonista.

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Capítulo uno.

Descubrí a mi secretaria en mi jardín.
Eran las once de la noche de un viernes cuando escuché a Sultán. El perro iba a despertar a toda la urbanización con sus ladridos. “Seguramente debe de haber pillado a un gato”, pensé al levantarme del sofá donde estaba viendo la televisión. Al abrir la puerta, el frío de la noche me golpeó la cara, y para colmo, llovía a mares, por lo que volví a entrar para ponerme un abrigo.
Enfundado en el anorak empecé a buscar al animal por el jardín, disgustado por salir a esas horas y encima tener que empaparme. Al irme acercando me di cuenta que tenía algo acorralado, pero por el tamaño de la sombra no era un gato, debía de ser un perro, por lo que agarré un tubo por si tenía que defenderme. Cuál no sería mi sorpresa al comprobar que su presa consistía en una mujer totalmente empapada, por lo que para evitar que le hiciera daño tuve que atar al perro, antes de preguntarle que narices hacían en mi jardín. Con Sultán a buen recaudo, me aproximé a la mujer, que resultó ser Carmen, mi secretaria.
―¿Qué coño haces aquí?―, le pregunté hecho una furia, mientras la levantaba del suelo.
No me contestó, por lo que decidí que lo mejor era entrar en la casa, la mujer estaba aterrada, y no me extrañaba después de pasar al menos cinco minutos acorralada sin saber si alguien la iba a oír.
Estaba hecha un desastre, el barro la cubría por completo, pelo, cara y ropa era todo uno, debió de tropezarse al huir del animal y rodar por el suelo. Ella siempre tan formal, tan bien conjuntada, tan discreta, debía de estar fatal para ni siquiera quejarse.
―No puedes estar así―, le dije mientras sacaba de un armario una toalla, para que se bañara.
Al extenderle la toalla, seguía con la mirada ausente.
―Carmen, despierta.
Nada, era como un mueble, seguía de pie en el mismo sitio que la había dejado.
―Tienes que tomar una ducha, sino te vas a enfermar.
Me empecé a preocupar, no reaccionaba. Estaba en estado de shock, por lo que tuve que obligarla a acompañarme al baño y abriéndole la ducha, la metí vestida debajo del agua caliente. No me lo podía creer, ni siquiera al sentir como el chorro golpeaba en su cara, se reanimaba, era una muñeca que se quedaba quieta en la posición que su dueño la dejaba. “Necesitará ropa seca”, por lo que temiendo que se cayera, la senté en la bañera, dejándola sola en el baño.
Rápidamente busqué en mi armario algo que pudiera servirle, cosa difícil ya que yo era mucho más alto que ella, por lo que me decidí por una camiseta y un pantalón de deporte. Al volver, al baño, no se había movido. Si no fuera por el hecho de que tenía los ojos abiertos, hubiera pensado que se había desmayado. “Joder, y ahora qué hago”, nunca en mi vida me había enfrentado con una situación semejante, lo único que tenía claro es que tenía que terminar de quitarle el barro, esperando que para entonces hubiera recuperado la cordura.
Cortado por la situación, con el teléfono de la ducha le fui retirando la tierra tanto del pelo como de la ropa, no me entraba en la cabeza que ni siquiera reaccionara al notar como le retiraba los restos de césped de sus piernas. Sin saber cómo actuar, la puse en pie para terminar de bañarla, como una autómata me obedecía, se dejaba limpiar sin oponer resistencia. Al cerrar el grifo, ya mi preocupación era máxima, tenía que secarla y cambiarla, pero para ello había que desnudarla, y no me sentía con ganas de hacerlo, no fuera a pensar mal de mí cuando se recuperara. Decidí que tenía que reanimarla de alguna manera, por lo que volví a sentarla y corriendo fui a por un café.
Suerte que en mi cocina siempre hay una cafetera lista, por lo que entre que saqué una taza y lo serví, no debí de abandonarla más de un minuto. “Madre mía, que broncón”, pensé al retornar a su lado, y descubrir que todo seguía igual. Me senté en el suelo, para que me fuera más fácil dárselo, pero descubrí lo complicado que era intentar obligar a beber a alguien que no responde. Tuve que usar mis dos manos para hacerlo, mientras que con una, le abría la boca, con la otra le vertía el café dentro. Tardé una eternidad en que se lo terminara, constantemente se atragantaba y vomitaba encima de mí.
Todo seguía igual, aunque no me gustara, tenía que quitarle la ropa, por lo que la saqué de la bañera, dejándola en medio del baño. Estaba totalmente descolocado, indeciso de cómo empezar. Traté de pensar como sería más sencillo, si debía de empezar por arriba con la camisa, o por abajo con la falda. Muchas veces había desnudado a una mujer, pero jamás me había visto en algo parecido. Decidí quitarle primero la falda, por lo que bajándole el cierre, esta cayó al suelo. El agacharme a retirársela de los pies, me dio la oportunidad de verla sus piernas, la blancura de su piel resaltaba con el tanga rojo que llevaba puesto. La situación se estaba empezando a convertir en morbosa, nunca hubiera supuesto que una mojigata como ella, usara una prenda tan sexi. Le tocaba el turno a la blusa, por lo que me puse en frente de ella, y botón a botón fui desabrochándola. Cada vez que abría uno, el escote crecía dejándome entrever más porción de su pecho. “Me estoy poniendo bruto”, reconocí molesto conmigo mismo, por lo que me di prisa en terminar.
Al quitarle la camisa, Carmen se quedó en ropa interior, su sujetador más que esconder, exhibía la perfección de sus pechos, nunca me había fijado pero la señorita tenía un par dignos de museo. Tuve que rodearla con mis brazos para alcanzar el broche, lo que provocó que me tuviera que pegar a ella, la ducha no había conseguido acabar con su perfume, por lo que me llegó el olor a mujer en su totalidad. Me costó un poco pero conseguí abrir el corchete, y ya sin disimulo, la despojé con cuidado disfrutando de la visión de sus pezones. “Está buena la cabrona”, sentencié al verla desnuda. Durante dos años había tenido a mi lado a un cañón y no me percaté de ello.
No solo tenía buen cuerpo, al quitarle el maquillaje resultaba que era guapa, hay mujeres que lejos de mejorar pintadas, lo único que hacen es estropearse. Secarla fue otra cosa, al no tener ninguna prenda que la tapara, pude disfrutar y mucho de ella, cualquiera que me hubiese visto, no podría quejarse de la forma profesional en que la sequé, pero yo sí sé, que sentí al recorrer con la toalla todo su cuerpo, que noté al levantarle los pechos para secarle sus pliegues, rozándole el borde de sus pezones, cómo me encantó el abrirle las piernas y descubrir un sexo perfectamente depilado, que tuve que secar concienzudamente, quedando impregnado su olor en mi mano.
Totalmente excitado le puse mi camiseta, y viendo lo bien que le quedaba con sus pitones marcándose sobre la tela, me olvidé de colocarle los pantalones, dejando su sexo al aire.
Llevándola de la mano, fuimos hasta salón, dejándola en el sofá de enfrente de la tele, mientras revisaba su bolso, tratando de descubrir algo de ella. Solo sabía que vivía por Móstoles y que su familia era de un pueblo de Burgos. En el bolso llevaba de todo pero nada que me sirviera para localizar a nadie amigo suyo, por lo que contrariado volví a la habitación. Me había dejado puesta la película porno, y Carmen absorta seguía las escenas que se estaban desarrollando. Me senté a su lado observándola, mientras en la tele una rubia le bajaba la bragueta al protagonista, cuando de pronto la muchacha se levanta e imitando a la actriz empieza a copiar sus movimientos. “No estoy abusando de ella”, me repetía, intentándome de auto convencer que no estaba haciendo nada malo, al notar como se introducía mi pene en su boca, y empezaba a realizarme una exquisita mamada.
Seguía al pie de la letra, a la protagonista. Acelerando sus maniobras cuando la rubia incrementaba las suyas, mordisqueándome los testículos cuando la mujer lo hacía, y lo más importante, tragándose todo mi semen como ocurría en la película.
Éramos parte de elenco, sin haber rodado ni un solo segundo de celuloide. Estaba siendo participe de la imaginación degenerada del guionista, por lo que esperé que nos deparaba la siguiente escena. Lo supe en cuanto se puso a cuatro piernas, iba a ser una escena de sexo anal, por lo que imitando en este caso al actor, me mojé las manos con el flujo de su sexo e introduciendo dos dedos relajé su esfínter, a la vez que le colocaba la punta de mi glande en su agujero. Fueron dos penetraciones brutales, una ficticia y una real, cabalgando sobre nuestras monturas en una carrera en la que los dos jinetes íbamos a resultar vencedores, golpeábamos sus lomos mientras tirábamos de las riendas de su pelo. Mi yegua relinchó desbocada al sentir como mi simiente le regaba el interior, y desplomada cayó sobre el sofá.
Desgraciadamente, la película terminó en ese momento y de igual forma Carmen recuperó en ese instante su pose distraída. Incrédulo esperé unos minutos a ver si la muchacha respondía pero fue una espera infructuosa, seguía en otra galaxia sin darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor. Entre tanto, mi mente trabajaba a mil, el sentimiento de culpabilidad que sentía me obligo a vestirla y esta vez sí le puse los pantalones, llevándola a la cama de invitados.
“Me he pasado dos pueblos”, era todo lo que me machaconamente pensaba mientras metía la ropa de mi secretaria en la secadora, “mañana como se acuerde de algo, me va a acusar de haberla violado”. Sin tener ni idea de cómo se lo iba a explicar, me acerqué al cuarto donde la había depositado, encontrándomela totalmente dormida, por lo que tomé la decisión de hacer lo mismo.
Dormí realmente mal, me pasé toda la noche imaginando que me metían en la cárcel y que un negrazo me usaba en la celda, por lo que a las ocho de la mañana ya estaba en pie desayunando, cuando apareció medio dormida en la cocina.
―Don Manuel, ¿qué ha pasado?, solo me acuerdo de venir a su casa a traerle unos papeles―, me preguntó totalmente ajena a lo que realmente había ocurrido.
―Carmen, anoche te encontré en estado de shock en mi jardín, , por lo que te metí en la casa, estabas empapada y helada por lo que tuve que cambiarte ―, el rubor apareció en su cara al oír que yo la había desvestido,―como no me sabía ningún teléfono de tus amigos, te dejé durmiendo aquí.
―Gracias, no sé qué me ocurrió. Perdone, ¿y mi ropa?
―Arrugada pero seca, disculpa que no sepa planchar―, le respondí más tranquilo, sacando la ropa de la secadora.
Mientras se vestía en otra habitación, me senté a terminar de desayunar, respirando tranquilo, no se acordaba de nada, por lo que mis problemas habían terminado. Al volver la muchacha le ofrecí un café, pero me dijo que tenía prisa, por lo que la acompañe a la verja del jardín. Ya se iba cuando se dio la vuelta y mirándome me dijo:
―Don Manuel, siempre he pensado de usted que era un GOLFO…, pero cuando quiera puede invitarme a ver otra película―
Cerró la puerta, dejándome solo.

Relato erótico: “Mi cita a ciegas resultó muy puta” (POR GOLFO)

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Ese día todo me había salido mal. El trabajo agobiante, el calor insoportable y encima una antigua novia que no dejó de llamarme, insistiendo en que quería que conociera a una amiga recién llegada de Panamá. Cansado por su insistencia, no me quedó más remedio que aceptar y quedé con esa desconocida en el Goizeko, un lujoso restaurante vasco ubicado en la zona más cara de Madrid.

Cansado y estresado hasta decir basta, al salir de trabajar, me tomé una ducha para relajarme. El chorro del agua cayendo por mi cuerpo consiguió lavar el sudor pero no consiguió expulsar el cabreo en el que estaba instalado por culpa de los negocios.

«Necesito una copa», pensé mientras me enjabonaba, «espero que mi cita sea divertida porque si no, no pienso quedarme a terminar la cena».  Con mis cuarenta y nueve años ya no estaba para perder el tiempo con una pareja aburrida y menos malgastar una noche con ella. Acostumbrado a alternar y con bastante éxito con las mujeres, últimamente tuve que reconocer, me aburría fácilmente. «Espero que no sea una niñata de veinte años», mascullé entre dientes ya escamado con el hecho que mi amiga no me hubiese querido contar como era esa tal Maite.

-No te preocupes, te gustará- me dijo al ver mi insistencia en que al menos me dijera qué edad tenía.

La seguridad de Ana contrastaba con mis pasadas experiencias con las citas a ciegas. «La que no era gorda, era insoportable», protesté mientras pensaba en mis gustos: «Soy fácil de complacer, me gustan más jóvenes pero no tanto para ir por ellas a la universidad. Altas, delgadas y con unas piernas largas que acariciar al terminar la noche».

-Joder como ella pero sin mala leche- exclamé cabreado al recordar cómo había terminado con esa morena por sus celos enfermizos.

El recuerdo del acoso al que me sometió durante tres meses pidiendo que regresara con ella, me alertó que quizás su conocida fuera también una celosa compulsiva. «Espero que no», maldiciendo temí, «otra más, ¡No!».

Enfadado sin motivo, salí de la ducha y ya desnudo sobre los azulejos del baño, dudé si afeitarme o no porque a muchas mujeres le gusta la barba de dos días que llevaba.

-Mejor me afeito.

Mirándome al espejo, la imagen del hombre maduro que me devolvió no me gustó porque a pesar de hacer ejercicio y mantenerme bien para mis cuarenta y nueve años, no podía negar que no era un niño.

«¡Qué jodido es cumplir años!», pensé mientras me enjabonaba la cara. La inseguridad de irme haciendo viejo sin tener a una mujer a mi lado, era un tema que empezaba a ser renuente en mi mente. «A este paso terminaré mis días en un asilo persiguiendo a las enfermeras».

Sabiendo que necesitaba no solo una compañera sino a una amante que me hiciera feliz dentro y fuera de la cama, me terminé de vestir dudando que esa tal Maite fuera la que el destino me designara.

«Eso solo ocurre en las películas».

Cita a ciegas en Gozeko Kabi

Al estacionar mi todoterreno, el aparcacoches vino raudo a por las llaves y por su propina mientras yo miraba alrededor buscando a esa panameña con la que había quedado y de la que no sabía nada. Para no saber, desconocía incluso su raza pero conociendo que el porcentaje de raza caucásica en ese país era de apenas un 11%, lo más seguro es que fuera de color. Personalmente, no me importaba su etnia. Una mujer puede ser guapa independientemente de su piel.

Al no ver a nadie esperando en la puerta, entré directamente al local. El maître, un conocido de años, me informó que todavía no había llegado nadie preguntando por mí y por eso le pedí una cerveza mientras esperaba.

«¿Cómo será?», me estaba preguntando cuando vi entrar por la puerta un espectáculo de mujer.

Con casi un metro setenta y unas piernas largas que no parecían tener final, la recién llegada era preciosa. Vestido con un  pantalón negro y una camisa con lentejuelas doradas, parecía una niña bien del barrio de Salamanca.

«Está buena», sentencié mirando su melena castaña.

La llegada de esa niña hizo que todo el respetable se girara a verla. Su boca pintada de rojo llamaba a ser besada y su trasero era perfecto a pesar que era delgada.

«No debe de pesar más de cincuenta y cinco kilos», calculé mientras observaba que esa mujer echaba un vistazo a la sala como si buscara a alguien.

Creyendo que era una española más y por lo tanto no era mi cita, me puse a leer la carta de vinos olvidándome de ella.

-Hola guapo- escuché que me decían desde mi derecha.

Al levantar la mirada, me encontré a esa muchacha sonriendo a mi lado. Abochornado por mi falta de educación, me levanté a saludarla con un beso en su mejilla.  Al acercarme, un aroma fresco invadió mis papilas:

«Miss Dior », adiviné.

Ese perfume era mi preferido y por eso me la quedé mirando, al imaginarme que mi amiga se lo había contado pero no queriendo empezar con mal pie, le pregunté cómo me había reconocido:

Con un desparpajo que solo las centroamericanas tienen, me contestó:

-Eras el único que cuadraba con la descripción- y entornando los ojos, me soltó: -Un madurito enorme con cara de golfo.

Que nada más empezar hiciera referencia a mi edad, no me hizo ni puñetera gracia y por eso calculando que no debía tener ni treinta años, le solté:

-En cambio, a mí me mintieron. Me dijeron que eras una mujer y no una niña.

Mis palabras podían ser tomadas como un piropo o como un insulto. A la castaña no le pasó inadvertido mi contraataque y poniendo cara de buena, bajo su mirada mientras decía:

-Gracias, pero tengo treinta y ocho.

La actitud de la mujer cambió y de ser una bomba sexual que dejaba boquiabiertos a los hombres a su paso, en ese momento parecía una cachorrita abandonada que invitaba a abrazarla. Sabiendo que había adoptado un papel y que en realidad esa muchacha seguía siendo la mujer segura y rompedora que entró por la puerta del restaurante, me quedé pensando:

«Cuidado que esta niña sabe lo que quiere».

La confirmación que Maite era consciente de su atractivo me quedó clara cuando al sentarse en la silla que le había acercado, lo hizo de forma tal que permitió que mis ojos recorrieran su trasero en forma de corazón.

«Tiene un culo estupendo la condenada», sentencié sin darme cuenta que esa mujer me estaba empezando a interesar. Curiosamente al percatarse del exhaustivo examen que había hecho a su anatomía, bajo la blusa de la panameña dos pequeños bultos la traicionaron al sentirse excitada. «La gusta sentirse observada», pensé dejando mi copa en la mesa y mirando con descaro su pecho.

Maite al sentir la caricia de mi mirada, se puso roja como un tomate y cambiando de postura, evitó que siguiera admirando sus senos pero algo en ella me aviso que también se sentía alagada de que la viera sexi a pesar de nuestra diferencia de edad.

-Cuéntame, ¿a qué has venido a España?

Muerta de risa, llamó al camarero y le pidió que nos trajera una botella de Merlot, antes de contestar:

-Podría decirte que de vacaciones pero en realidad, ¡he venido por ti!

-¿Por mí?- pregunté extrañado ya que esa criatura no me conocía.

-Sí. Tanto me ha hablado María de ti, que supe que si todo lo que decía era cierto, debías de ser mío.

Confieso que en ese momento me estaba empezando a cabrear el que directamente diera por sentado que si le gustaba lo que descubría, yo caería sin más en sus brazos. Por eso decidido a darle un corte, posé mi mano sobre su pierna mientras le decía:

-No crees que a lo mejor no me atraes.

Sin importarle que mis dedos estuviesen en ese momento acariciando su muslo, la castaña luciendo la mejor de sus sonrisas, contestó:

-Ningún hombre ha resistido mis encantos. Si me gustas, serás mío- recalcó mientras imitándome ponía su mano en mi entrepierna y al sentir como mi pene se ponía duro al contacto, susurrando en mi oído, se alzó con la victoria mientras me decía: -Lo ves, ya estás bruto.

Su desfachatez incrementó mi enfado pero para mi desgracia cuando estaba a punto de soltarle una fresca, oí que me saludaban. Al mirar quien había llegado, descubrí que era Manuel, uno de mis mejores clientes y amigos, con su mujer. No pudiendo contestar como se merecía a esa castaña, me levanté a saludar a la pareja sin presentar a mi acompañante pero entonces, esa manipuladora se levantó diciendo:

-Ya que mi novio es tan maleducado de no presentarme, me llamo Maite.

Mi cara debió de ser un poema al verme asaltado de esa forma porque no en vano Beatriz era también una buena amiga.

«¿De qué va esta tía?», pensé sintiéndome contra la pared porque aunque esa arpía no lo sabía, ese matrimonio llevaba mucho tiempo insistiendo en que me buscara novia y tratando de librarme de su acoso, me había inventado que tenía una.

Mis peores temores se hicieron realidad cuando la mujer se auto invitó a nuestra mesa diciendo:

-¿No me extraña que Fernando te hubiese tenido escondida? ¡Eres monísima!

El piropo de Beatriz me supo a cuerno quemado pero en cambio para la aludida fue el inicio de una agradable conversación en la que descaradamente se inventó que llevábamos casi seis meses juntos.

«¡Será zorra!», mascullé al saber que si la descubría quedaría como un mujeriego ante la esposa de mi cliente y por eso tuve que aceptar a regañadientes su versión.

Queriendo vengar de algún modo la afrenta, volví a posar mi mano sobre su pierna y mientras mis dedos iban subiendo por su muslo rumbo a su sexo, siguiendo su mentira pregunté a Manuel a qué hora era al día siguiente la montería.

-Tienes que estar en la finca a las ocho porque a esa hora sorteamos los puestos.

La sorpresa que leí en la cara de la panameña me dio el valor necesario para incrementar su turbación al recorrer las distancias que me separaba de mi meta mientras confirmaba mi presencia a esa hora.  Acababa de llegar hasta el tanga que  tapaba su sexo cuando noté que separaba un poco sus rodillas mientras le decía a la esposa de mi amigo:

-¿Vas tú también? Me gustaría acompañar a Fernando.

Beatriz que no sabía que en ese momento mis dedos estaban acariciando por encima de la tela el sexo de esa criatura, contestó que por supuesto que estaba invitada. Alucinado por su descaro, castigué su osadía rozando su clítoris con una de mis yemas. Maite al experimentar mi toqueteo y queriendo reprimir un gemido,  cerró sus piernas dejando mi mano presa entre ellas. Su indefensión me indujo a incrementar mi ataque deslizando mi yema por debajo del tanga.

-¿Te ocurre algo?- pregunté en plan irónico a verla sufrir.

-Cariño, me pone bruta que me metas mano frente a tus amigos- contestó con sorna.

Me quedé paralizado al creer que me habían descubierto pero entonces soltando una carcajada aclaró a Beatriz que era broma. Esa rubia que al igual que se había escandalizado se unió a sus risas creyendo que era broma y recalcando el tema, me tomó el pelo diciendo:

-Ya era hora que te encontraras una que te pusiera en tu lugar.

Humillado iba a quitar mi mano de su entrepierna pero reteniéndola entre ellas, esa casi desconocida susurró en mi oído:

-¿Quiero verte chupando tus dedos llenos de mi flujo?

La calentura que descubrí en su voz me hizo obedecerla y recreándome frente a mis amigos, me los metí en la boca mientras decía en voz alta que estaba riquísimo su coñito.

-¡Mira que eres bruto!- chilló muerta de risa Beatriz. –Menos mal que sé que es mentira.

En cambio, Maite me miró descompuesta mientras sus pezones se alzaban tan orgullosos de haber vencido como excitados porque por primera vez ese maduro probara el tesoro que escondía entre los pliegues de su sexo. Por mi parte, tengo que reconocer que me pareció un manjar su sabor y que desde ese momento no podía pensar en otra cosa que no fuera hundir mi cara entre sus muslos y recorrer sus pliegues en busca de más.

Me consta que la muchacha también deseaba que lo hiciera porque pasando sus dedos por mi entrepierna, me preguntó murmurando que si nos íbamos.   Ni que decir tiene que la perspectiva de hacer realidad mi sueño fue suficiente para acelerar la cena y en menos de diez minutos, salir de ese restaurante no sin antes confirmar que al día siguiente estaríamos a la hora concertada en la montería.

La panameña ni siquiera esperó a que encendiera el coche para con sus ojos entornados y en silencio, bajarme la cremallera. La rapidez con la que discurría todo me hizo temer que esa lindura fuera en realidad una puta que hubiese contratado María para abochornarme pero estaba ya tan caliente y mi polla estaba tan dura que no pude más que aceptar cuando Maite sacándola de su encierro, agachó su cabeza y abriendo su boca, se la puso a mamar sin decir nada.

«Dios, ¡Qué boca!», exclamé mentalmente al sentir el sensual modo en que esa castaña se apoderaba de mi miembro.

Con una lentitud exasperante, recorrió mi glande con su lengua y embadurnándolo con su saliva, me miró dulcemente antes de írselo metiendo centímetro a centímetro en su interior al tiempo  que usando sus manos, acariciaba mis huevos cómo sondeando cuanto semen contenía dentro de ellos. Desgraciadamente la excitación acumulada y la pericia que demostró mamándola, hizo que antes de tiempo descargara mi cargamento contra su paladar. Maite lejos de mostrarse contrariada, se puso a ordeñar mi simiente con un ansia tal que creí que tardaría días en que se me volviera a poner dura.

Solazándose con su lengua recogió mi semen y se lo tragó todo mientras seguía con su masturbación en busca de dejarme seco y no contenta con ello cuando notó que ya no había más explosiones, busco cualquier rastro de mi leche para bebérsela.  De manera que en menos de cinco minutos después de haber salido del local, había conseguido el postre que tanto deseaba desde que le metiera mano contra su voluntad.

Al terminar, levantó su mirada y sonriendo, me soltó:

-Déjame en mi hotel. Estoy cansada pero te espero mañana a las seis para que me lleves con tus amigos.

Os juro que no me creí que fuera cierto y que después de lo que había hecho, esa zorrita me apartara de su lado y por eso cuando me despedí de ella en la puerta de su habitación hice un intento por pasar la noche con ella. Pero manteniéndose firme, Maite me soltó:

-No sería apropiado acostarnos juntos la primera noche que nos conocemos.

Viendo que era verdad y que me pasaría la noche solo, intenté hacerla cambiar de opinión diciendo:

-Tú misma has dicho que llevamos seis meses saliendo.

Muerta de risa, me besó y sin despedirse, cerró su puerta en mis narices…..

El camino hacia la montería

Durante toda la noche fui incapaz de conciliar el sueño. Cada vez que lo intentaba, volvían a mi mente esos labios carnosos que me habían brindado tan gran pero efímero placer. En mi imaginación la vi llegando a mi cama pero cada vez que intentaba cogerla entre mis brazos, riendo desaparecía dejándome todavía más cachondo y desesperado.

Por eso llegué a recogerla de muy mala leche a su hotel. Al salir por la puerta descubrí que no se había vestido para pasar el día en el campo y que en vez de ponerse unos pantalones gruesos que la protegieran de las zarzas, la muy incauta se había colocado unos leggins azules que para colmo marcaban con rotundidad los labios de su sexo. Su indumentaria poco propicia para la caza se completa con una camiseta de tirantes negra que dejaba entrever que llevaba un brassier rojo.

Nada más sentarse junto a mí, hice ver a Maite que se había equivocado diciendo mientras llevaba mis dedos a la suculenta rajita que tan ufana mostraba:

-Imagínate que vas entre árboles y una rama te araña aquí. No creo que te gustara.

La idea no le gustó pero la caricia sí y pegando un gemido me dejó claro que permitiría que la fuera poniendo a tono durante el viaje pero aun así me dijo que si quería iba a cambiarse pero negándome por la falta de tiempo, le dije que en el camino pararíamos en una gasolinera que frecuentan los cazadores y allí le compraría algo más apropiado.

Nunca le dije que iba aprovechar esa parada para meterme con ella en el probador y arrancando el todoterreno, salimos rumbo a la finca de Manuel. Ya de camino, el sol de la mañana nos pegaba de frente y el habitáculo del todoterreno se empezó a calentar.

-¿Me podrías dar una botella de agua?-preguntó acuciada por la sed.

Mientras se le daba una idea perversa se me ocurrió y por eso en cuanto intentó beber, di un frenazo y se empapó por entera.

-Lo has hecho a propósito- dijo con mal genio al saberse burlada.

Riendo pasé mis dedos por su pecho mojado haciendo una breve parada en uno de sus pezones. Maite se contagió de mi risa y levantándose la camiseta, dejó que mi mano se hiciera con uno de sus pechos todavía cubierto por el sujetador mientras me decía:

-¿Te gustan? Uso talla noventa.

Su descaro me indujo a  retirar un poco tan incómoda prenda, dejando al descubierto una aureola rosada y grande que me hizo babear solo pensando en que pronto la tendría entre mis labios.

Ella, descojonada, me dijo al notar que lo cogía entre mis dedos

-Me captas de inmediato. Llevo toda la noche soñando con sentir tus dedos en mis pechos.

Sus palabras despertaron la bestia que había en mí y pegando u suave pellizco en su pezón, le pedí que se quitara los leggins.

-¿Aquí y ahora? ¡Podrían verme!- trastornada protestó por  mi petición.

-Sí, quiero ver el coñito que me voy a comer.

-Eso será si yo te dejo- contestó en absoluto mosqueada.

-Lo harás princesa- repliqué – y antes de lo que te imaginas.

Con una sonrisa de oreja a oreja y mientras me obedecía, insistió:

-Vas a hacer que me ponga húmeda y entonces querré que me tomes.

-Ese es tu problema- dije azuzándola a obedecer.

Usando toda la sensualidad que solo las mujeres de su país poseen, la panameña fue dejando caer lentamente esas medias a sus pies al tiempo que miraba de reojo como mi pene se iba sintiendo afectado por su exhibición. Al comprobar que se iba formando una dura erección bajo mi pantalón, Maite aceleró sus maniobras y ya sin los leggins, preguntó si seguía con el tanga rojo que llevaba a juego del sujetador.

-Hazlo princesa- fue mi escueta respuesta.

Esta vez ni siquiera protestó y quitándose las bragas, feliz separó sus rodillas mientras me decía:

-Mira, lo tengo encharcado con solo saber que tú lo estás viendo.

Mirando con un hambre atroz entre sus muslos, me quedé embelesado al comprobar que esa muchacha lo llevaba exquisitamente recortado y que solo un pequeño triangulo de vellos decoraba ese manjar.

-Tienes unas piernas preciosas- dije minusvalorando el bellezón de coño que tenía esa mujer.

Maite captó mi voluntaria omisión y mirando directamente a mis ojos, me dijo con tono pícaro:

-Y mi tesorito ¿no te gusta?

Reteniendo las ganas de parar a un lado de la carretera y forzar a esa mujer a entregar lo que ya consideraba mío, contesté:

-No puedo verlo bien. Usa tus dedos para enseñármelo.

Con una extraña felicidad en su rostro, esa muchacha que parecía no haber roto un plato, separó los pliegues de su sexo para cogiendo mi mano, fuera esta quien notara la tersura húmeda de su piel. Durante unos minutos recorrí con mis dedos esa dulce abertura mientras su dueña no paraba de gemir pidiendo que parara el todoterreno. Sus gritos y su respiración entrecortada me avisaron que estaba a punto de correrse y queriendo que obtuviera el primer orgasmos de los muchos que pensaba brindarle durante el día, incrusté mi dedo dentro de su almeja y como si fuera un pene pequeño empecé a follármela mientras le decía que era un poco zorra.

Mi insulto multiplicó la excitación de la mujer y colapsando en mitad del asiento, llegó al clímax mientras a nuestro alrededor los coches pasaban mirando al interior que ocurría extrañados que fuera tan lento en una autopista. Sabiendo que al menos un par de ellos se habían dado cuenta de la escena que ocurría en mi automóvil creí más prudente salirme de la carretera y aparcar bajo un árbol.

Ya con el coche apagado, me recreé mirando mientras Maite buscaba más placer forzando mi mano con las suyas. Su entrega me supo a victoria y bajándome los pantalones, le ordené que usara mi pene para empalarse.

Con lujuria en su rostro, la castaña no puso objeción y pasando una de sus piernas sobre mí, se sentó a orcajadas. Nada más sentir mi dureza en plenitud, la puso en la entrada de su sexo y dejándose caer, buscó rellenar su conducto con ella. La parsimonia con la que se embutió mi miembro me permitió observar como en cámara lenta el modo en que sus labios se abrían para dejar paso a mi incursión.

-Dime zorrita, ¿soy lo que esperabas?- pregunté aludiendo a los comentarios que su amiga había hecho de mí.

Exagerando su tono panameño y mientras terminaba de embutirse mi pene, contestó gritando:

-Si mi amorrrrr. Eres lo que esperaba y me quedaré todo el tiempo que quieras en España para estar contigo. ¡María no se equivocó contigo al contarme que encontraría mi hombre en ti!

Su entrega me permitió usar las manos para izarla sobre mi verga para acto seguido dejarla caer, de forma que el continuo empalamiento prolongó su orgasmo sobre todo cuando teniendo sus pechos a la altura de mi boca los cogí entre mis  dientes y los mordí buscando sacar una leche que no tenía.

-Mama todo lo que quieras pero sigue follándome- gritó casi aullando por el placer que recorría su cuerpo.

Dejando caer mi asiento para atrás, la obligué a ponerse a cuatro patas sobre él y de un solo golpe le volví a ensartar mi tallo en su interior. Fue entonces cuando hecha una energúmena trato de zafarse pero reteniéndola con mis brazos, lo evité mientras le decía:

-Ahora no te hagas la estrecha.

Sin dejar de debatirse, la muchacha me señaló que un pastor nos observaba con la cara pegada a los cristales.

Reconozco que debí hacer caso a sus súplicas pero era tanta mi calentura que me dio igual el tener público y acelerando el ritmo con el que acuchillaba ese coño, fui en busca de mi placer mientras murmuraba en su oreja:

-Deja que disfrute de una zorra como tú, seguro que solo ha visto una tan buena en las películas.

Espantada y excitada por igual, Maite dejó de luchar y se relajó al ver que el tipo era inofensivo y que se conformaba con ver cómo era poseída por mí, de forma que no tardó en contagiarse de mi pasión y abriendo la ventana, me gritó para que lo oyera ese inesperado voyeur:

-Demuéstrale lo macho que es mi hombre.

Desnuda y con sus pechos bamboleándose al compás con el que la hacía mía, el placer volvió a ella con renovados bríos y aullando como la perra en celo que era en ese momento, Maite sintió que su cuerpo se licuaba por enésima vez.

-¡Por dios! ¡No pares!- chilló sintiendo que el fuego la consumía desde dentro.

Con su coño convertido en un manantial, la muchacha fue objeto de un renovado ataque. Mi pene al entrar y salir de su interior, salpicó con su flujo tanto mis piernas como la tapicería mientras Maite se desgañitaba pidiendo más. Agarrándola de los hombros, incrementé la profundidad de mis penetraciones sabiendo que desde fuera el paisano se estaba pajeando viéndonos.

La excitación acumulada y los gritos de placer de esa zorrita, hicieron que como si fuera un volcán mi pene explosionara lanzando su ardiente lava contra las paredes de su vagina. La panameña al sentirlo, se dejó caer sobre el sillón totalmente agotada con su cara reflejando una total relajación.

Satisfecho por haber domado a esa mujer, me estaba acomodando la ropa cuando el pastor me preguntó si aceptaba que me cambiara una de sus ovejas por un polvo con ella. Maite al oir tan extraña propuesta se quedó petrificada al advertir que me lo estaba pensando.

Tras analizar los pros y los contras de ese negocio, soltando una carcajada, respondí:

-Aunque es una oferta tentadora, tengo que rechazarla. ¡Una oveja es demasiado valiosa!

Y encendiendo el vehículo, salí rumbo a la finca de mi amigo, sabiendo que esa castaña me seguiría dando mucho placer….

Relato erótico “¡Me voy a follar a tu mujer!” (POR AINAMOR)

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ME VOY A FOLLAR A TU MUJER!

Eran casi las dos de la tarde y en la playa no había mucha gente. Desde la tumbona contemplaba a mi niña de 9 años jugar en la orilla con sus amiguitas, vigilando que no se acercara mucho al agua, pues había oleaje. De vez en cuando echaba un vistazo al periódico que ya había leído dos veces en la mañana, o simplemente cerraba los ojos dejando que el sol me diera en la cara. Aun quedaban 10 tediosos minutos para volver al apartamento, donde mi esposa, Claudia, debía estar preparando la comida con la ayuda de su madre. Hacía casi media hora que las dos se habían marchado de la playa.
De repente, una voz masculina, surgida casi de la nada, me susurró al oído una frase impactante:
– ¡Me voy a follar a tu mujer!
Sobresaltado me incorporé y vi un hombre algo alto y moreno que se alejaba de mí. No pude verle la cara, pero por detrás parecía un tipo bien plantado, musculoso y bronceado. Me quedé perplejo y con poca capacidad de reacción en esos momentos, mientras el individuo desaparecía entre las rocas que escoltaban el camino de entrada a la playa.
Pensé que se trataba de un lunático, o bien que se había equivocado de persona, pero aún así las palabras que me había soltado, tan directas y ofensivas, me rebotaron en el coco durante un buen rato, provocándome una inquietante desazón nerviosa.
Cuando llegué al apartamento, ya apenas me acordaba del episodio. Tras la comida, mi mujer acostó a la niña y me dijo que se iba a la playa. Al escucharla, saltaron en mí unas estúpidas alarmas. En realidad todos los días ella se iba a la playa a esa hora, y jamás se me había ocurrido pensar en nada extraño en ello, es más ella me invitaba a veces a acompañarla, algo a lo que yo siempre me negaba poniendo como pretexto el calorazo de esa hora.
El caso es que en esta ocasión ella no me dijo nada de acompañarla y a mí me entraron ganas de hacerlo.
– Me voy contigo – le dije muy animado.
– ¿De verdad? – respondió ella, claramente extrañada – Esto sí que es una novedad.
– Pues sí, no sé, hoy me apetece pasar un rato allí, contigo – le contesté, ocultando el auténtico y ridículo motivo.
– Que raro, siempre te quejas de que si a estas horas no hay quien aguante el sol y me dices que estoy loca, que si el sol no broncea, sino que quema, que si es mucho más saludable echar una siesta.
– ¡Vale, vale! – la corté – pero alguna vez se puede cambiar de opinión, o ¿es que no quieres que te acompañe?
– No, no, en absoluto. Por mí, encantada, así verás que no se está tan mal. Además, suele soplar una deliciosa brisa. Me doy una ducha y nos vamos para allá.
Fueron tan naturales las respuestas de Claudia que me sentí un estúpido celoso sin fundamentos. En realidad no me apetecía en absoluto volver a la playa, sino quedarme tan a gusto en el sofá vagueando con la tele y con el periódico de la mañana, leyéndolo una vez más. Pasó el tiempo necesario para que, cuando Claudia ya estaba lista, yo hubiera renunciado definitivamente a irme con ella.
– ¿Nos vamos? – me dijo, toda alegre y risueña.
– ¡Puff! Lo he pensado mejor y … creo que me voy a quedar.
– ¡Vaya hombre! ¡Yo que me había hecho ilusiones! – y me miró, como esperando algo más – ¿Por qué has cambiado de opinión? – añadió, menos sonriente.
– Es que ya me he apoltronado y se me han pasado las ganas de sol – contesté, intentando seguir siendo convincente.
Claudia manifestó por unos instantes su claro descontento, pero no insistió en llevarme con ella.
– Bueno, no sé de qué me extraño. La tele, el periódico, el mando de la tele, el periódico, la tele… je, je ¡menuda diversión! – ironizó, no con mucha simpatía – En fin, yo me voy. Si cambias de opinión, ya sabes dónde estoy.
Y Claudia se fue, meneando su culito con la feminidad que la caracteriza. Y yo me quedé ahí, en mi sofá, con la tele, el periódico, el mando de la tele…. y mi suegra.
Hasta que, tras vaguear un rato aburridamente, empecé a pensar en las palabras irónicas de Claudia, dándome cuenta de que ese podía ser uno de los pocos momentos de intimidad que podíamos tener, pese al calor. Tras diez años de matrimonio y otros cinco de noviazgo, ya había, obviamente, cierta rutina en nuestra relación de pareja y pocos momentos que aportaran algo de chispa y novedad. Tal vez acompañarla a esa jodida hora de la tarde podría romper un poco la rutina y alegrarla.
Me la imaginé allí, sola en la playa, y me entró una extraña sensación de tenerla un poco abandonada. Fue entonces cuando de nuevo retumbaron las palabras que escuché por la mañana “Me voy a follar a tu mujer”. Varias preguntas surgieron en mi mente ¿Estaba suficientemente a gusto conmigo? ¿Necesitaría algo más? ¿Es posible que el tío ese de la playa se la hubiera ligado? Celos, inquietud y un extraño cosquilleo se juntaron para hacerme saltar del sofá, presto para ir a la playa con mi querida Claudia.
Al llegar, la vi tumbada sobre la arena, muy cerca de las rocas existentes en ese extremo de la playa. Casi no había nadie en la playa y antes de acercarme, me quise dar un homenaje visual. Llevaba un bikini rojo carmesí, de esos que se anudan con lazos, dejando al descubierto buena parte de sus generosos pechos. Claudia es una mujer muy atractiva, a sus 32 años, con una figura muy cuidada y de curvas muy femeninas, morena con el pelo muy liso de media melena, con facciones suaves y redondeadas y ojos marrones de color miel. Su esbeltez la hace más alta de lo que realmente es, destacando sus pechos, grandes para su figura, y los muslos, carnosos y redondos, dando también algo de contrapunto al resto de su cuerpo mucho más estilizado. Me fijé, no sé por qué, en su monte de Venus, escondido bajo la tela del bikini, abultado y sobresaliente, pese a no ser excesivamente velluda en esa zona del cuerpo.
Espiarla así, a escondidas, me hizo verla con otros ojos, y admito que me gustó, tanto que hasta empecé a empalmarme.
En ese momento salió del agua del mar un windsurfista y se acercó a mi esposa. Instintivamente retrocedí, intentando ocultarme lo más posible. El hombre llegó donde ella estaba y empezaron a conversar. Aunque estaba algo lejos vi que, por su altura y figura, el hombre podía ser perfectamente el lunático de la mañana, algo que hizo que mis nervios saltaran a flor de piel. Tras unas breves palabras él se retiró, dejando a mi mujer tan sola como antes y a mí mucho más tranquilo y dispuesto a reunirme con ella. Mientras me acercaba, de repente ella llamó con un “oye” al individuo que ya estaba a cierta distancia, y este volvió sobre sus pasos. Retrocedí otra vez, todo mosqueado, mientras él acudía presto a su llamada. De nuevo hubo unas palabras, pero esta vez Claudia se levantó, cogió su bolsa de playa, se anudó el pareo a la cintura y ambos caminaron hacia la caseta donde se apuntaban los alumnos que querían dar clases de windsurfing, entrando en ella y cerrando tras ellos la puerta. Ni qué decir tiene que me entraron unos celos terribles, pensando que tal vez lo de la mañana era cierto y que Claudia se había metido allí dentro con él para follar, sin que yo, desgraciadamente, pudiera hacer otra cosa más que esperar a que salieran de nuevo.
Apenas habían pasado un par de minutos de insufrible espera y estaba hecho un mar de dudas. Por un lado valoraba la conveniencia de entrar a saco por la puerta de la caseta, con el probable riesgo de poder meter la pata soberanamente. Por el otro podía quedarme ahí, esperando a que ellos salieran de nuevo, pero ¿Qué haría entonces? ¿Armar la de Dios, sin saber si realmente se habían acostado o no? Mientras pensaba qué hacer, involuntariamente me moví, rodeando la estancia, viendo que, adosada a la caseta por la parte posterior de aquella, había como otra estancia anexa mucho más estrecha, y una pequeña puerta de entrada a la misma.
Sin dudarlo, me colé en el estrecho recinto. No había ventanas, sólo unos ventanucos en la parte más alta de la pared contigua a la caseta principal. Pese a tener unas tenues cortinillas, permitían la entrada de la luz de aquella. Me percaté de que era el almacén donde se guardaban las tablas y velas de windsurfing, material que lo ocupaba casi todo.
Empecé a estudiar el modo de asomarme con cautela a alguno de los ventanucos, ya que mi escasa altura no me dejaba alcanzarlos sin alguna ayuda. Encontré un taburete y moví con cuidado los utensilios de windsurfing apilados en la pared para hacerme el hueco necesario. Ya me iba subir, cuando escuché con nitidez el ruido producido al abrirse una lata de bebida y la voz de Claudia diciendo “muchas gracias”. Eso ya me tranquilizó y mucho más cuando al asomarme por el lateral de la cortinilla de uno de los ventanucos, al que faltaba el cristal, vi a mi esposa sentada, bebiendo tranquilamente una coca cola, mientras el “supuesto” amante silbaba tras una puerta que supuse debía ser un cuarto de baño. Tal vez era eso lo que Claudia le había pedido, ir al baño, y él, galantemente, le había ofrecido después un refresco. Me empecé a sentir de nuevo ridículo y mal pensado, dudando incluso en salir de nuevo a la playa.
Pero cuando el tío salió del baño, todo cambió. Primero porque me sorprendió ver que su traje de neopreno estaba a medio quitar, con la parte superior colgando a su espalda, mostrando su torso desnudo, bronceado, musculoso y sin vello alguno, y segundo porque a esa cercana distancia casi podía ya asegurar que el pájaro era el de la frasecita de la mañana. ¿Qué coño estaba pasando realmente allí? Miré a Claudia y la vi impasible, con su lata de coca cola en la mano, eso sí, siguiendo al tío con la mirada, mientras él cogía unas zapatillas y se metía de nuevo al baño. La cosa ya no me parecía tan inocente, ni mucho menos, y mis dudas respecto a marcharme se disiparon por completo.
Si la primera aparición del tipejo ya había sido espectacular para mí, la segunda me dejó atónito. Ahora ya salió sin su traje de faena, totalmente desnudo, mostrándose sin tapujos a la vista de mi querida esposa a la que casi se la cae la lata al verlo aparecer como Dios le trajo al mundo. La verdad es que él ni la miró, simplemente se movía por la estancia como si estuviera buscando algo. Pero la que sí miraba era Claudia. Lo hacía a hurtadillas, nerviosamente, aprovechando los momentos más propicios para no ser cazada y esforzándose en espiar sobretodo el trasero del tío y lo que colgaba en la entrepierna, una polla que, aun en reposo, presentaba unas considerables y envidiables dimensiones. Seguramente ella estaba incómoda, pero a mí me dio la impresión de que no le disgustaba en absoluto gozar de tan sugerente espectáculo visual.
El caso es que, ocultando parcialmente sus vergüenzas, el tío acabó dirigiéndose a Claudia:
– Oye, tengo un pequeño problema, mi compañero se ha llevado en su bolsa mi bañador y no vuelve hasta las seis cuando empiezan las clases. No tengo nada que ponerme.
Vaya historia absurda, pensé de inmediato. Estaba claro de que todo era una treta para exhibirse ante mi esposa. Siempre cabía la posibilidad de que se pusiera de nuevo el traje de windsurfista, o una simple toalla que seguro había en el baño. Sin embargo mi esposa no debió caer en esa posibilidad. Con la cabeza gacha, sin querer mirarle, sólo contestó inocentemente:
– Mejor será que me marche, no quiero que estés incómodo – como si ella no lo estuviera.
– Por mí no hay problema – contestó él – te hago la cura en la herida en un santiamén y listo.
Al oír al chico me acordé de que la tarde anterior Claudia vino con una herida en la pantorrilla que, según ella, se había hecho en las rocas de la playa. La herida estaba limpia y desinfectada y pensé que ella misma se la había curado. Pero era muy posible que la cura se la hiciera él, o sea que ya hubieran estado allí mismo la tarde anterior. ¡De modo que era eso! Me vino un pequeño y celoso escalofrío, pero si algo estaba claro era que ambos guardaban unas distancias más que suficientes como para pensar que hubiera habido algo lujurioso entre ellos.
– Hombre, es que no sé – replicó ella, alzando la vista y sonrojándose al toparse de lleno y de frente con la virilidad desnuda del hombre, aunque con su rabo medio escondido por sus manos. Los ojos grandes y azules de ese hombre hasta a mí me impactaron. Ella bajó de nuevo la mirada y siguió – tú estás desnudo y ¿qué quieres que te diga? A mí me da vergüenza.
– ¡Ah! Lo siento. Yo pensaba que a ti no te imponía la desnudez natural – dijo él con aparente asombro, y se lo pensó antes de seguir con una sorprendente afirmación – al fin y al cabo yo ya te he visto también a ti desnuda, aunque sólo haya sido de cintura para arriba. – y dicho esto se acercó algo más a Claudia y quitó las manos de su polla, dejándola completamente al aire.
La rotundidad de las palabras del tío me impactó. Claudia reaccionó con rapidez y algo mosqueada, cruzando su mirada con la de él:
– ¿Qué estás diciendo? Tú estás mal. ¿Cuándo me has visto a mí los pechos? ¿A qué juegas?
– ¡Oye, que es verdad! Creo que fue antes de ayer cuando hacías top-less en la playa – contestó él con la misma rotundidad que antes.
Yo esperaba una rápida réplica de mi mujer, negándolo, pero ésta, por desgracia, no llegaba. Hizo una mueca de resignación y bajó la vista, aprovechando el momento, sin poder disimularlo, pare echarle un breve vistazo al sexo de él.
– Joder, si sólo fue un ratito – dijo finalmente en voz muy baja, confirmándolo, muy a mi pesar – hay que tener mala suerte para que, por una vez que lo hago, me hayas tenido que ver.
– ¿Es la primera vez que lo has hecho? – dijo él
– Pues la verdad es que sí – contestó una Claudia algo más relajada – Era algo que hacía tiempo me rondaba la cabeza, pero ya sabes, la vergüenza, los prejuicios morales y todas esas cosas. Además mi marido nunca me habría dejado hacerlo. Es un poquito… , ya sabes, …. retrógrado.
Yo alucinaba. ¿Yo retrógrado? Pero si ella jamás me había hablado al respecto. Vamos que no sólo la habría dejado ponerse en tetas en la playa, sino que incluso alguna vez pensé en proponérselo, pero no lo hice por temor a lo ella que me pudiera decir. Menudo monumento a la comunicación de pareja.
La conversación entre ambos siguió, con una Claudia mucho más distendida y sin preocuparse tanto de la desnudez del chico.
– Así que por fin te animaste a hacerlo ¿Y qué sensación te produjo?
– No sé, la verdad es que me sentí rara, como liberada, luchando nerviosamente contra el pudor y …., – ella no terminó la frase, pero evidentemente sabía lo que quería decir.
– Hay algo más, ¿verdad? ¿Tuviste otras sensaciones? ¿Qué pasa? ¿Te cuesta hablar de ello?
– Bueno, un poco sí – Claudia, se lo pensó antes de seguir – es que es difícil de contar, me da algo de vergüenza hablar de ello, y más con alguien a quien solo conozco por haberme curado una herida, alguien del que ni tan siquiera sé su nombre.
– Luis. Me llamo Luis, y hay algo más que conoces de mí – y lo dijo mirándose a la polla, comprobando que, fugazmente, ella lo hacía también.
– Está bien – se animó por fin ella – reconozco que la situación me excitó. ¡Ya está! ¡Ya lo he dicho! – concluyó, alzando la voz, con satisfacción – Lo que no sé es si es normal o no.
– La cuestión es si lo que te excitó fue el hecho de exhibirte. Esa es la pregunta que te debes contestar. A muchas mujeres les pone eso de exhibirse.
Cada vez me gustaba menos el cariz que estaba tomando el asunto. Claudia se había abierto con ese individuo como nunca lo había hecho conmigo, destapando algunos secretos que ni yo conocía, y lo peor es que parecía gustarle haber encontrado en un extraño al confidente ideal, un extraño que conversaba con ellas en pelotas. Incluso empezó a llamarle por su nombre.
– ¿Qué quieres que te diga, Luis? Para qué negarlo. Claro que me gustó sentir la excitación de lo prohibido, y de estar medio desnuda a la vista de cualquiera, aunque fuera en la naturalidad de una playa donde ya hay muchas mujeres que hacen top-less.
– Pues si en la playa tuviste esa sensación, ¿qué crees que sentirías si descubrieras aquí y ahora mismo, tus pechos, con un hombre también desnudo, a apenas un par de metros de ti, en un recinto cerrado? ¿Te lo Imaginas?
Las palabras de Luis, invitándola a volar con su imaginación, parecían sin duda cautivadoras para Claudia. Pese a la tela del bikini no era difícil constatar cómo ahora se marcaban sus grandes pezones El también se dio cuenta sin duda de que la situación era excitante para mi mujer. Otra cosa era que ella tuviera la valentía de llevar a cabo algo así. Como ella se mantenía callada, escondiendo sus íntimos pensamientos, Luis la tentó aún más, de un modo más directo y obsceno.
– Mira te hago una propuesta. Tú te quitas la parte de arriba del bikini y me dejas el pareo para que yo me cubra la polla y el culo.
– A ver, creo que estamos llevando las cosas algo lejos ¿no te parece? – contestó ella, tras pensárselo un rato y sin parecer excesivamente convencida – una cosa es imaginar y otra muy distinta es actuar.
– Tienes razón, son cosas distintas, pero la realidad es la que vale, la que te permite comprobar tus auténticas sensaciones – argumentó él poniéndose en plan filósofo, antes de ir de nuevo al grano – Mira, solo serán unos minutos, el tiempo justo para limpiarte la herida. Luego te marchas ¿Qué te parece la idea?
Supongo que ya había llegado la hora de que yo interviniera, pues era evidente que el amigo Luis estaba ya jugando fuerte sus cartas, con la clara de intención de ir envolviendo a Claudia en sus seductoras redes. No me imaginaba a Claudia desnudándose ante él, ella era una mujer abierta y simpática, pero, sexualmente reprimidilla, de las de polvito en la posición de misionero y poco más. Algunas de mis fantasías sexuales sólo las había podido poner en práctica, yéndome un par de veces de putas, nunca con mi esposa. El caso es que, sorprendentemente para mí, ella ahora callaba y dudaba, supongo que debatiéndose entre el pudor y el morbo de lo prohibido. Y como me interesaba demasiado conocer su reacción final, preferí estarme quietecito. Sucedió, claro está, lo que menos quería.
– Está bien, pero prométeme que no vas mirar y que en cuanto me cures la herida, me pongo de nuevo el bikini ¿vale?
– Mujer, a lo mejor a mí también se me se me escapa una miradita – contestó con un cierto aire de triunfo y haciéndole ver que no estaba siendo ajeno a sus fugaces actos de voyeur, antes de sentenciar – de acuerdo Claudia, procuraré no mirar.
¡Ya! Pensé yo. Menudo caradura, seguro que no sólo iba a mirar todo lo que pudiera, sino que iba a intentar algo más después. Incluso me pareció que su polla comenzaba a inquietarse, algo por otro lado normal, ante la morbosa situación que se estaba cociendo allí dentro. Claudia dudó algo más, pero aquello decididamente no tenía ya vuelta atrás. Se desató el pareo que aún llevaba anudado a su cuerpo y se lo dio a Luis ordenándole nerviosamente:
– Toma, aquí tienes el pareo. Date la vuelta y no te gires hasta que yo te diga. ¡Y no mires!
– ¡Vale! – dijo Luis, cogiendo la prenda anaranjada y semitransparente que le ofreció mi esposa y dándose obedientemente la vuelta, mientras añadía – por cierto, aún no sé cómo te llamas tú.
– Claudia – contestó ella sin más.
Y mientras comenzaba a desabrocharse la parte suprior de su bikini rojo, aprovechó la ocasión de estar él de espaldas, para contemplar a placer el trasero masculino, firme, rotundo y musculoso que se le ofrecía mientras el hombre se afanaba, seguro que con deliberada torpeza, en cubrirse sus partes nobles.
Vaya, vaya con mi esposa, pensé, viendo que no se cortaba un pelo observando ese culo masculino con aparente deleite. Cuando terminó de despojarse de la prenda, la colocó en la mesa y cubriéndose las tetas con los brazos, esperó a que él se tapara antes de darle permiso para girarse.
– Bien, ya está. ¿Me haces la cura en la herida?
El no se giró todavía. Se acercó a un pequeño armarito bajo con el símbolo de la cruz roja. Iba ridículamente ataviado con el pareo que, no demasiado bien colocado, le tapaba lo justo, sin contar que se transparentaba un montón. Cogió un pequeño botiquín y por fin se dio la vuelta para acercarse a mi esposa, actuando con naturalidad, intentando amortiguar el incipiente sonrojo de Claudia.
– Y bien Claudia ¿qué tal estás ahora? – le preguntó sin mirarla directamente, arrodillándose a sus pies para iniciar la cura en la pierna. Ella estaba muy tensa, se notaba en sus piernas cruzadas y en el modo en que se abrazaba fuertemente los pechos para ocultarlos a su particular enfermero.
– Extraña – acertó a decir, mientras se acentuaba su sonrojo – esto es algo muy nuevo para mí. Supongo que es cuestión de acostumbrarse, de tomarlo con naturalidad – añadió intentando autotranquilizarse.
– Aún está algo infectada – siguió él, recorriendo con sus ojos las piernas de mi mujer, sin hacer comentario alguno a lo recién escuchado – oye, y aquí ¿qué te ha pasado? – dijo, señalando el muslo de Claudia en el que por la mañana le había picado una medusa.
– ¿Eso? Una medusa que me atacó a traición.
– ¿Y no te duele? Esas picaduras suelen ser jodidas. No eres la primera a la que pica una medusa. Cada día atendemos a alguno más, pero tengo aquí una pomada que es mágica, te lo aseguro.
Fue en ese momento cuando él levantó la vista por primera vez, descubriendo la peculiar pose de Claudia y el encantador color carmesí de sus mejillas. No disimuló para nada un directo recorrido visual a Claudia, poniendo especial atención a la zona de sus pechos que, pese a los intentos de ella por cubrirlos, dejaban al aire sugerentes y redondas zonas. Claudia se estremeció leve e involuntariamente.
– Ponte mejor allí – le dijo Luis, señalando una tumbona de playa que estaba justo debajo del ventanuco desde el que yo espiaba ensimismado.
Aquello había sonado como una orden y mi esposa obedeció sin objeción alguna, levantándose de la silla y sentándose en la tumbona. Luis hizo lo propio en la silla, a su lado y frente a mi vista. Le cogió las piernas por las pantorrillas y las extendió en la tumbona, haciéndola perder el equilibrio. Para recuperarlo Claudia tuvo que agarrarse al borde de la tumbona enseñando por unos instantes uno de sus pechos y su gran pezón, detalle que no pasó inadvertido a los ojos de Luis. El reanudó su tarea de curandero lentamente, con la parsimonia necesaria para mantener el encanto del morboso momento. Al sentarse no se había preocupado de bajarse el pareo y yo descubrí de nuevo a mi esposa aliarse con lo prohibido, espiando con cautela la polla de ese individuo, que, para suerte y gozo de ella, quedaba parcialmente al aire.
Desconocía el rumbo que iba tomar aquello, pero algo me decía que la cura no iba a ser lo único que él iba a hacerle a ella. “Me voy a follar a tu mujer” sus palabras sonaron de nuevo fuertes y punzantes en mí, y por primera vez empecé a convencerme de esa posibilidad imaginándomelo lanzándose ya a lo bestia sobre ella, casi violándola.
– Ya está limpia, Claudia – dijo él de repente, con un tono susurrante y tranquilo, destrozando mis violentas imaginaciones y no sé si también las de mi esposa, que tuvo por fin que dejar de mirar donde no debía para fijarse en la herida ya apañada.
– Bien, vamos ahora a lo otro – volvió a intervenir con igual tono, sin que a mí me quedara muy claro si se refería a lo de la medusa o a algo mucho más atrevido.
Luis rozó suavemente con la yema de un dedo la zona de la picadura, a medio muslo y Claudia se agitó levemente. Ya con la pomada en los dedos, estos se movieron con más presión, extendiendo el ungüento amarillento y dando brillo a la piel afectada. Pero Luis ya no se limitó a la zona enrojecida, sino que empezó a extenderla en el resto del muslo de mi mujer, con círculos mayores, cada vez más cercanos a su sexo. Era tal el atrevimiento del hombre que ella tuvo que retirarle la mano cuando la caricia iba a alcanzar la única parte del bikini que aún llevaba encima, posándola de nuevo donde la picadura. Pese a ello, él reinició la ansiada exploración y esta vez llegó a alcanzar por unos instantes la zona púbica de mi esposa, justo antes de que ella le cogiera de nuevo la mano y la devolviera a su lugar adecuado, pero en esta ocasión sin soltarla, con lo que una de sus dos tetas quedó por completo al descubierto.
Luis alzó la mirada cruzándola unos instantes con la de Claudia. Luego se deleitó un buen rato observando el pecho desnudo de mi esposa. El pezón aparecía grande y turgente, mostrando los síntomas evidentes de su excitación. También la polla de Luis sufría esos efectos, sin que el pareo pudiera ya tapar su creciente erección. Fue ésta la última ocasión de la tarde en la que dudé en intervenir. Me dolía ver a mi esposa entregándose poco a poco y a él recreándose con ella. Estaba ya casi del todo convencido de que si no hacía algo, él realmente podía llegar a follársela, pero necesitaba saber hasta donde era capaz de llegar mi sorprendente esposa. Aunque otra cosa que me resultaba sorprendente y desconcertante era que la polla de Luis no era la única que se ponía en marcha.
Claudia se mantenía callada e inmóvil, y enrojeció de nuevo, sintiendo la devota y directa mirada masculina sobre su cuerpo. La mano de Luis comenzó de nuevo a reptar muslo arriba, sin que le importara tenerla agarrada por la de ella. Esta vez no hubo nada que le impidiera llegar a su objetivo. Alcanzó el coño de mi esposa, sobre el bañador, y tanteó a placer la zona del pubis y las ingles. Claudia se estremeció al contacto, cerró los ojos y echó su cabeza hacia atrás. Soltó la mano inquieta de Luis y se agarró a los bordes de la tumbona con las suyas. Sus dos tetas quedaban ahora generosamente a disposición total del macho y él no despreció la oportunidad. Dejó la silla y se arrodilló junto a ella. La tela del bikini no era ya obstáculo para que su mano palpara directamente por dentro el chocho de mi mujer. La otra se apoderó de una de las tetas y su boca de la otra, sobándolos y besándolos en su totalidad. Luis empujó suavemente con la testa para conseguir que Claudia quedara tumbada sobre el respaldo inclinado de la tumbona, en la mejor disposición para que él buscara con sus besos el cuello, las mejillas y por fin la boca de mi mujer.
Claudia correspondió excitada a su amante, y ambos se besaron usando sin reparo labios y lenguas. Mientras se besaban, ella le obsequió aun más, abriendo sus piernas e incitándole a acariciarla en su parte más intima, algo que Luis hizo de inmediato, arrancándole mayores y excitantes estremecimientos cuando las caricias se concentraron en su clítoris y en el orificio vaginal, donde él la follaba en ocasiones con un par de dedos, investigando la zona por la que sin duda pensaba tirársela después.
El beso fue largo y excitante, sobre todo para mi chica, asaltada en gran parte de su cuerpo por las voraces manos de Luis que iban y volvían sin cesar a los lugares más preciados y excitables, sus pezones y su raja. La entrega de mi esposa era ya total y el que él se la tirara parecía sólo cuestión de tiempo.
Luis se incorporó, se quitó el molesto pareo y se quedó así, de pie, un buen rato. Claudia contemplaba con auténtica devoción y sin pudor alguno el inmenso pollón que él le ofrecía.
– Mira lo que has hecho, niña mala – le dijo él con descaro ¿te parece bien calentarme de este modo?
– ¡Qué cabrón eres! – contestó ella, sin dejar de contemplar el cuerpo desnudo y sin vello alguno del tío, y añadió con un modo de hablar nuevo para mí, lleno de vicio y lujuria – tú eres el culpable, no cumpliste lo pactado. Me miraste las tetas y luego me las has tocado, y el chocho también. Me has puesto caliente. ¡Te lo mereces!
– Pues habrá que hacer algo ¿no? Esto no puede quedarse así.
– ¿Qué? ¿Me quieres follar? – preguntó ella llena de ansia y deseo.
– De momento me quiero comer tu precioso y regordete coñito.
Luis, sin más preámbulos, se abrió paso entre sus muslos y puso su cara frente al rico y jugoso bocado que quería llevarse a la boca, algo que yo mismo había querido hacer tantas veces y que por miedo a su posible reacción jamás le había propuesto a mi querida Claudia. Le quitó el bikini y hasta yo pude cerciorarme de lo mojado que estaba el coño de mi mujer, sobre todo los no muy abundantes pelos que apenas podían esconder su alargada raja. Se quedó un buen rato mirando el sexo recién descubierto, explorando sus rincones, sus prominentes y mojados labios, su vagina enrojecida por la excitación. Tanto le gustaba el espectáculo que ella parecía impacientarse:
– ¿De verdad que vas ser capaz de lamérmelo? – preguntó, tal vez dudando realmente que él lo hiciera.
Luis no contestó, simplemente bajó su cabeza y sus labios y lengua hicieron el resto, provocando que Claudia se contorneara y gimiera, presa del placer, dejándome además aún más como un idiota cuando, en medio de la comida de coño, exclamó roncamente:
– ¡Joder que gusto! ¡Qué maravilla esa lengua! – y añadió mientras hundía desesperadamente con sus manos al amante en su sexo – no sabes el tiempo que llevo esperando para saber qué se siente cuando te comen el chocho.
Yo no veía las maniobras de Luis, pero me las imaginaba. Su cabeza se movía enterrada en el sexo de mi esposa, arrancándole continuos gemidos de gusto. Noté que se acercaba el orgasmo de Claudia y entonces él paró, dejándola con las ganas.
– ¿Qué haces? – dijo ella confusa – ¡Me iba a venir! Vamos, sigue por favor – le suplicó.
– ¡No! – replicó él – No es el momento.
– ¿Cómo que no es el momento? ¿Qué dices? Si estaba a punto.
No sé si era lo que Luis pensaba, pero me dio la impresión de que él prefería tenerla así, excitada y caliente. Dejarla orgasmar podía producir que luego ella, una vez aliviado su deseo, se negara a follar con él.
– Aún no – insistió Luis, echándose hacia atrás y sentándose en los pies de la tumbona, con su verga absolutamente parada.
La cara de Claudia mostró aún su enfado, pero duró poco. La visión del cuerpo del windsurfista, desnudo, mirándola fijamente y con el deseo a flor de piel, la cautivaba. Debió darse cuenta de que él esperaba también algo por parte de ella y se le acercó sonriendo morbosamente.
¡No podía ser verdad lo que se avecinaba! Aquello era la leche. Mi modosita y pasiva esposa se disponía a prestar sus atenciones femeninas a ese individuo al que apenas conocía. ¿Sería capaz de tocarle la polla, o peor aún, de chupársela? Tuve un escalofrío y un fuerte cosquilleo en el estómago, pero eso no hizo que mi empinado sexo se durmiera.
Claudia le plantó un buen beso en los morros y luego fue ella la que se dedicó a explorar con manos y boca el atractivo amante. Mientras le besaba el cuello y hombros, sus manos se deslizaban arriba y abajo por la parte superior del cuerpo masculino, evitando, de momento, alcanzar la desafiante espada que esperaba ansiosa las merecidas caricias. Luis echó aún más atrás su cuerpo y se sujetó a la tumbona esperando ansioso lo que yo esperaba desesperadamente que no sucediera. Pero sucedió. Los besos bajaron a los pectorales y Claudia puso una de sus manos en la polla, arrancando el primer gran suspiro de Luis. Luego le besó y mordisqueó con dedicación las tetillas, mientras sus dos manos acariciaban sin pudor la imponente verga y las pelotas, provocándole más y más suspiros.
– Que grande tienes la polla – dijo ella en voz baja, interrumpiendo brevemente sus besos – Me encanta tocártela, sentir sus venas, su piel suave – ¡Ahh!, voy a disfrutar mucho cuando me la metas.
Estas palabras calentaron aún más a Luis, que no pudo evitar poner una de sus manos en la cabeza de mi esposa, incitándola a bajar, ansiando conseguir llevar esa deliciosa boca a su polla. Claudia se dejó guiar y cuando tuvo la verga de Luis ante ella, se entretuvo un buen rato en besarla, recorriendo por el tronco y por los huevos, descubriendo en sus labios y lengua las sensaciones de una polla grande, erecta y por momento palpitante, pero sin rozar para nada el húmedo glande. Luis quería obviamente más:
– Vamos Claudia, ¿a qué esperas? – resopló ansiosamente – Métetela ya en la boca. Vamos, que me vas a matar de gusto.
– ¡No! – contesto ella con energía, dándome una pequeña alegría.
– ¿Cómo que no? Vamos, mujer. Yo te lo he hecho a ti – suspiraba él impaciente.
– ¡De chuparla ni hablar! – insistió Claudia – Lo que quiero es follar – añadió, dándole un pequeño y único besito en el capullo y echándose para atrás, colocándose para ser penetrada.
Resignado, él obedeció. Tal vez se perdía un manjar, pero el coño de mi esposa, totalmente abierto y listo para él, superaba cualquier otra cosa. Ahora sí que se iba a cumplir la promesa del tipejo ese. Se iba a follar a mi mujer, se la iba a meter, y yo ahí, mirando excitado como un cornudo gilipollas, aunque con la pequeña satisfacción de saber que al menos no iba a conseguir que se la chupara.
Luis no perdió el tiempo, de inmediato se echó sobre ella, con su herramienta bien dispuesta, buscando la puerta de entrada al excitante agujero del coño de mi esposa. No le fue difícil encontrarlo, pues bastó un pequeño empujoncito para que la humedad de su coño la deslizara sin problemas al deseado umbral. Jugó un poquito a desesperarla, rozando sus labios y su estimulado clítoris.
– Bésame – le ordenó Claudia, atrayéndole la cabeza hacia ella. Antes de besarse él contestó:
– Te voy a follar, bombón. Vas a quedar bien jodida.
Se fundieron en un beso de lenguas lujuriosas, y él la penetró de un solo golpe, produciendo un quejido de dolor en ella, que hizo que sus labios se separaran. La sacó y metió dos veces, sin poder evitar manifestar su gusto:
– Dios, qué coño más estrecho, con qué gusto me oprime la polla. Va a ser una delicia follarte.
– Vamos, empieza de una vez. Muévete – volvió a ordenarle ella, antes de besarle de nuevo – pero, ni se te ocurra correrte dentro, no vayas a dejarme preñada.
Y se la folló. Durante casi un cuarto de hora la estuvo bombeando en esa postura, acelerando o ralentizando sus embestidas, evitando que tanto él como ella se corrieran prematuramente. Para mí lo más duro era ver cómo ambos no paraban de besarse mientras se lo hacían. Tal vez un equivocado concepto mío del beso como algo puramente amoroso y de poca carga sexual me engañaba. Era evidente que ahí había poco amor y mucho sexo, y el beso formaba parte de ese pastel sexual que ambos se estaban comiendo. En cambio ver la gruesa picha de ese individuo moverse adentro y afuera del suculento chocho de mi mujer y el deleite que demostraban ambos con ello, me excitaba sin remedio.
Cambiaron de postura un par de veces, siendo siempre Luis el director de orquesta, sin que se dijeran nada. Sólo se oían los suspiros, gemidos, a veces casi gritos, de ambos, sobre todo cuando el ritmo de la follada alcanzaba sus cotas más intensas.
Tras más de media hora de ininterrumpida follada, él hombre puso a Claudia tumbada boca abajo sobre la tumbona, dejando el trasero empinado para follársela al estilo perrito. Era preciosa la imagen del trasero blanco de mi esposa, contrastando con el bronceado cuerpo de su amante. Luis le sobó con ganas y fuerza los cachetes y pasó sus dedos por la raja de su culo y coño, creo que dudando si intentar forzar aún más la situación y penetrarla por el ano, otra de mis fantasías insatisfechas, que ni los días que me fui de putas llegué a cumplir, y de la que tampoco tenía duda alguna de que mi esposa fuera capaz de practicar.
No sé si Luis pensó lo mismo, pero el caso es que al final optó de nuevo por el estrecho coño y reinició la follada, ahora con un ímpetu descomunal, tirando de ella hacia atrás de la cintura mientras le clavaba sin piedad su estaca. Cinco minutos de brutales embestidas hicieron que mi esposa se pusiera a gritar y a agitarse de un modo histérico, corriéndose de una forma que yo jamás había visto. Incluso la oí decir varias veces la palabra “cabrón” entre grito y grito, refiriéndose, claro está, al tío que tanto placer le estaba proporcionando follándosela, aunque quizás el que más merecía ese apelativo era sin duda su marido oculto, viéndola orgasmar como una loca, dominada por ese musculoso macho.
Luis no bajó el ritmo de sus movimientos, tras correrse Claudia, y temí que eyaculara dentro de su coño. Hubiera querido avisarla a Claudia para que lo impidiera, pues ella aún estaba bajo los efectos de su reciente orgasmo y sacudida como una muñeca. De repente Luis sacó su arma del coño de mi mujer y la intentó ensartar en su ano, a lo bestia. Estaba tan dura que consiguió introducir algo del glande, pero no más. La brutal acción hizo reaccionar por fin a mi esposa que al sentir esa polla en el culo se movió lo suficiente para impedir una nueva intentona de él.
– ¿Qué haces, bruto? – le espetó con rudeza
– Deseo correrme Claudia, me has dicho que no puedo en el coño, y había pensado que tal vez …
Luis no terminó la frase, seguramente algo arrepentido por su incontrolado ardor. Mi esposa lo notó y suavizó la situación:
– Está bien. Ya sé que tú aún no te has venido y que debes estar deseándolo – y añadió con una dulce sonrisa – yo me he quedado más que satisfecha con ese pollón que me has metido dentro. Y tú también mereces quedarte bien a gusto, pero, podías avisar antes de hacer algo así. La tienes demasiado gorda y más para un culito virgen como el mío.
No me gustaba lo que estaba oyendo. O me equivocaba o mi esposa le invitaba a sodomizarla y correrse dentro de su culo. Hasta eso parecía ser ella capaz de hacer. Luis entendió lo mismo que yo, evidentemente, y buscó confirmar su permiso.
– Lo siento de veras, pero mira cómo estoy – y enseñó a mi esposa su picha, esplendorosa y sin perder nada de su rigidez. Luego señaló el trasero de ella y la halagó – tienes un culo tan divino, como el resto de tu cuerpo. Déjame que me lo folle.
Mi esposa no contestó, simplemente se volvió a colocar en la misma posición y esperó a que el la sodomizara. Luis lo intentó, pero no iba ser tarea fácil. Mi esposa estaba tensa, y la penetración se hacía muy complicada. La erección del macho empezó a decaer ante la dificultad. Claudia, dolorida, se dio la vuelta quedando frente a él y le dijo:
– Creo que no estoy ahora en situación de que me encules. Es mejor que me la metas y te salgas justo antes de correrte – le propuso ella, razonablemente.
Luis se empezó a masturbar para mantener tiesa su polla, dudando qué hacer. Al final hizo otra propuesta:
– No me gusta mucho esa opción. Prefiero correrme entre tus grandes tetas. Son otras de tus muchas virtudes.
– ¿Quieres una cubana? – Preguntó ella, sorprendiéndome con el conocimiento de tan peculiar práctica sexual. No es necesario que diga que con los pechos que ella tiene, más de una vez me vino la idea de hacerme una paja entre ellos. En fin, eso sí lo hice con una prostituta.
– Me encantará – contestó él decidido.
Tomó las tetas de mi esposa entre sus manos, apoyó su polla al canalillo y la escondió entre aquellas, empezando la cubana que debería llevarle al deseado orgasmo.
Luis se pajeaba entre las grandes tetas de mi esposa, pero noté que él iba subiendo su cuerpo poco a poco y que su pollón asomaba cada vez más fuera del hermoso desfiladero en el que se estaba dando placer, acercándose al rostro de mi esposa. Claudia le miró a los ojos y él debió entenderlo como una advertencia pues de inmediato retrocedió, ocultando de nuevo su instrumento entre los hermosos pechos. Aún así, repitió la jugada y de nuevo la mirada de ella le reprimió. Hubo una tercera intentona que acabó de igual modo y Luis debió pensar que era mejor no correr más riesgos y correrse en ese maravilloso valle, no intentando ya salir de él.
Pero ahí estaba mi esposita, demostrándome una vez más que sexualmente no la conocía en absoluto y que tenía tantas fantasías ocultas como yo mismo.
– ¿Quieres correrte sobre mi cara? – preguntó de repente a su amante, con voz maliciosa y pícara.
Luis, se detuvo en seco, tan sorprendido como yo, al escuchar la propuesta obscena de mi esposa.
– No me hablas en serio, ¿verdad? – y tras una breve pausa, siguió – ¿Me dejarías? – preguntó, todo ilusionado, pero no del todo convencido de que lo que había oído era real.
– Bueno, es una buena proposición, ¿no? Creo que a los tíos os pone mucho hacer esa guarrada, y supongo que mucho más si se lo podéis hacer a una cándida e inocente mujercita casada e infiel, como yo – Claudia parecía divertida con el asombro de su amante – te voy a contar un secreto, a mí me está poniendo mucho la idea de ver tu polla escupiendo semen y mojándome la cara – y recorriendo morbosamente la lengua sobre sus labios, le animó innecesariamente – ¡Anda, que lo estás deseando! ¿Qué dices? ¿Te animas?
– No me lo puedo creer – dijo Luis esbozando una incontrolada y viciosa sonrisa – qué zorra eres Claudia. Claro que me apetece, tus palabras de puta casi hacen que me corra ya, pero me lo voy a tomar con calma. Voy a disfrutar del momento que tan morbosamente me ofreces, cumpliendo tu deseo y el mío. Tranquila, que tengo mucha leche reservada para ti. Vas a quedar satisfecha.
Dio un paso adelante y acercó su espada al rostro de Claudia, reanudando la paja, ahora más despacio, cruzando sus ojos con los de ella, gimiendo y resoplando levemente. Con la mano libre le sobaba uno de los pechos, concentrándose en su pezón.
Mi mujer alternaba sus miradas a los ojos de su excitado amante y a los movimientos de la mano de él en su polla, movimientos que se iban acelerando irremediablemente, conforme aumentaba su gusto. Las delicadas manitas de Claudia subían y bajaban por los muslos de Luis, acariciándolos y toando con los dedos, en las subidas, sus repletas pelotas.
– Me encanta mirar esos ojos de placer mientras te masturbas, y esa polla tan gorda, palpitando sobre mí, lista para derramarse en mi cara – Claudia parecía haberle cogido gusto a hablarle así a Luis. Se daba cuenta del efecto excitante de sus palabras, provocando que subiera el ritmo de su paja. Además no dejaba de mirarle a los ojos con una expresión de vicio para mí desconocida.
– Si sigues hablándome y mirándome así vas a hacer que me corra ya – dijo Luis, frenando sus movimientos e intentando controlarse un poco.
– ¿Me dejas que te la menee yo un ratito? – le dijo Claudia con un encantador tono de niña melosa, capaz de derretir a cualquiera.
– ¡Claro! Es toda tuya. Agárrala con fuerza y sigue pajeándome, como una buena puta, que es lo que pareces.
Claudia le cogió el nabo con una mano y los huevos can la otra, empezando un meneo rítmico y sostenido. Luis bufaba y se retorcía, entornando los ojos para no ver los de Claudia que seguían fijos en lo suyos. Ella paró segundos para calmarle y luego siguió masturbándole, ahora con las dos manos, encerrando la polla de Luis entre ellas.
– Vamos – dijo él, casi con un hilo de voz, apoyando instintivamente sus manos en el pelo de mi esposa – sigue así. Dame gusto, cabrona. ¡Joder, como me la meneas!
Mi esposa bajó la mirada a la herramienta de Luis, sin dejar de masturbarle, y contestó:
– Qué maravilla de pollón, tan grande, tan tieso y tan caliente. Cuanto más tiempo la toco, mas me atrae. Buff, la verdad es que no sé si… – dejó ahí la frase, siguió contemplando unos segundos la verga de Luis, y se la acercó decidida a la boca, metiéndose entre los labios el grueso capullo y una pequeña parte de su tronco, sin dejar de meneársela.
Luis abrió los ojos al sentir la humedad de la boca de mi esposa sobre su polla, y miró extasiado el espectáculo que ella le ofrecía, mamándosela y masturbándole a la vez.
– ¡Dios, que delicia por favor! ¡Me la estas chupando! -exclamó entre suspiros – creía que no te gustaba la idea.
Claudia se sacó el pollón de la boca para hablar:
– ¿Quién ha dicho eso? Antes no te la chupé porque tú me habías dejado con las ganas de correrme – contestó, tras dar dos profundos lametones cubriendo todo el glande – pero tu polla es como un imán – ahora cubrió el capullo por completo y succionó antes de soltarlo – y yo tenía que probar de una puta vez la consistencia de una buena polla entre mis labios. Y me gusta, me gusta mucho sentir su dureza en mi paladar. Creo que voy a seguir mamándotela – y se le metió de nuevo para chuparla.
– ¡Qué puta! Así que antes me castigaste. Tal vez me lo merecía, pero ahora me merezco que me la sigas chupando hasta que me corra en tu cara. A una buena esposa infiel siempre le gusta mamar pollas, sobre todo si no son las del marido – Luis ya movía instintivamente la cabeza de Claudia, acompasándose a las penetraciones que ella dirigía – venga sigue chupando hasta que me corra, no vaya a ser que te arrepientas.
Pero estaba claro que Claudia no se iba a arrepentirse en absoluto. Su cara reflejaba una expresión distinta, no sólo de querer dar gusto, sino de estar recibiéndolo también ella.
Cada vez se introducía algo más la gruesa polla de Luis y ya apenas le masturbaba con las manos, utilizando en cambio los labios y seguramente la lengua para dar y recibir más placer.
– Me estoy excitando – susurró ella soltando la verga y llevando una de sus manos a su coño y la otra al trasero de él.
Luis probablemente agradeció que ella le soltara, pues ahora tenía plena libertad para moverse a su gusto, al ritmo que quisiera, utilizando o no sus manos para masturbarse, mientras ella se la mamaba. Decidió no pajearse con sus manos, concentrando sus esfuerzos en mover sus caderas adelante y atrás, follándosela por la boca, mientras le acariciaba el rostro con ambas manos. Sus primeros empujones fueron incluso algo delicados, cuidando de no introducir más polla de la debida en tan deliciosa boca, pero como todo hombre excitado, y él lo estaba, y mucho, su delicadeza se fue transformando en una creciente rudeza, espoleado por los prolongados gemidos guturales de Claudia, que seguía masturbándose, y porque parecía que ella le animaba con la mano en su trasero a penetrarla más salvajemente entre los labios. El tío disfrutaba sin duda como un cerdo.
Durante cinco largos minutos, Luis se la folló por la boca a placer, entre constantes exclamaciones de gusto por parte de ambos, consiguiendo, para mi sorpresa, que, sin aparente esfuerzo ni oposición, una gran parte de su pollón se enterrara una y otra vez en la boca de Claudia,. Era sorprendente su aguante, pero llegó un momento en el que él ya deseaba venirse, y se frenó, sacando su polla del exquisito aposento cuyos rincones había explorado en su totalidad. Masturbándose suavemente se dirigió a Claudia:
– Estoy disfrutando como un enano, zorrona. Ni en mis mejores sueños habría imaginado tener a una bella hembra casada como tú, recién estrenada en la infidelidad, tan a mi merced – Luis se agachó para darle un buen morreo en la boca y se incorporó de nuevo – ahora voy a correrme. Dime Claudia, ¿sigues queriendo que lo haga sobre tu cara? ¿O tal vez prefieres que te llene la boquita de leche? Tú eliges, putita mía.
Mientras Luis le decía estas palabras, Claudia se masturbaba a gran velocidad, ahora con ambas manos. Le costó mirar a Luis y concentrarse en contestar:
– Córrete donde quieras, en la cara, en la boca, en las tetas, me da igual. Quiero saber que se siente con un tío eyaculando sobre mí. ¡Ahhhh! – Claudia soltó un gemido, más grande, tal vez imaginando el anunciado final – Hazlo donde más te guste, cabrón, pero dame tu semen de una puta vez. Vamos, lléname de lefa ya – terminó gritando, con desesperación.
– ¡Vamos a ello! – exclamó él con aire de triunfo – hace dos semanas que no me tiro a una mujer ni he tenido tiempo de hacerme una buena paja. Vas tener una buena ración de leche, putita.
Luis arrimó la punta de su nabo a la cara de Claudia y la restregó unos instantes por ella, como si la estuviera pintando, antes de volver a penetrarla entre los labios y reiniciar una rápida y potente follada que en menos de un minuto le llevó al borde del orgasmo. Debió elegir el rostro de Claudia como lugar donde eyacular, pues la sacó para pajearse fuera de ella, a escasos centímetros. Era un excitante espectáculo ver a ambos, masturbarse y gimiendo como locos. Claudia se frotaba el coño con una de sus manos, mientras que con la otra se acariciaba una de sus tetas. Luis hacía lo propio en su nabo, y con la otra mano se dedicaba a estimular el excitado pezón del otro pecho de mi esposa.
Finalmente Luis dio el inequívoco y prolongado suspiro que anunciaba el inicio de su corrida, manteniendo su cuerpo en su tensión, antes de que al relajarse, con un enorme gruñido, lanzase su primer y potente disparo de esperma que se estrelló con violencia en la nariz y en la frente de mi chica, resbalando el semen rápidamente hacia abajo, mojando su labio superior y entrando en su preciosa boca abierta. Los dos siguientes chorros, tan abundantes y violentos como el primero, entraron directamente en la boca de Claudia, y con toda probabilidad se estrellaron en su garganta, produciendo un respingo involuntario de mi esposa. El resto de la eyaculación, con otros cinco o seis chorros más, menos copiosos, cubrieron todas las facciones de su cara, incluidos los ojos. Luis no la había engañado, los días de abstinencia y casi una hora de continuo y desbocado sexo con un bombón como ella, se habían aliado para provocar una corrida de grandes dimensiones y abundante leche.
Luis se había ya vaciado, aunque su polla aún sufría los espasmos finales de la brutal corrida, mientras ella se afanaba, sin reparo, en obtener su propio y merecido orgasmo. Más calmado, él se dedicó a coger entre sus dedos los restos de lefa depositados en la cara de Claudia y a llevárselos a la boca. Ella, masturbándose como una posesa, recogía y saboreaba con su lengua el manjar que su amante le proporcionaba, y así entre bocado y bocado, arqueó su cuerpo y a empezó a gritar los efectos de su propia corrida, larga, estruendosa y sin duda placentera. Viéndola en este estado de frenesí, Luis ahogó sus gritos metiéndole de nuevo el nabo en la boca, empujándolo con fuerza hasta el fondo, como queriendo demostrarle así su total dominio de macho sobre ella.
Nunca había visto a mi mujer gozar de esa manera, ni hacer tantas cosas sexualmente obscenas y guarras, según nuestro habitual modo de entender el sexo entre nosotros. No voy a poner en duda que estaba cabreado con lo que había visto, pero estaba muy excitado y no me había querido correr en ese momento en el que prevalecían unas ganas enormes de aprovecharme de todo lo que había descubierto de mi esposa, durante esa tarde de infidelidad, más que de mandarla inmediatamente a la mierda, que es lo que probablemente habría hecho en circunstancias normales. Además me interesaba muchísimo ver cómo reaccionaba ella, una vez que se esfumaran los efluvios del polvazo que se había echado con el cabronazo ese y de su segunda corrida. Fueron dos minutos de callada calma, en las que tan solo Luis seguía moviendo suavemente su morcillona polla, bien dentro de la boca de mi esposa, bien rozando con ella su cara, toda pringosa. De repente sonó el móvil de Claudia, y ella, saliendo del trance, se separó con brusquedad y se levantó de la tumbona en la que él se la había follado bien a gusto. Cogió el teléfono de su bolsita de playa
– ¿Sí? Hola mamá – era mi suegra la que llamaba – ¿qué? ¡Que son las cinco y media! ¿Ya?
Normalmente ella volvía a las cinco, hora de la merienda de nuestra hija. El retraso era considerable. Seguía hablando con su madre, acelerándose más y más:
– Dile a mi marido que dé a la niña de merendar ¿Cómo? ¿Que no está en casa? ¿Hace mucho que se fue? ¡Más de una hora! ¡Ay Dios mío! Voy para allá ahora mismo.
– Esto ha sido una locura – se dijo a si misma muy nerviosamente, mientras buscaba su bikini rojo, encontrando enseguida el top del mismo – pero una locura muy muy grande – añadió. Y siguió hablando sola, mientras buscaba y buscaba por el suelo – No sé qué le voy a decir a mi esposo. Vamos, no sé ni cómo voy a poder mirarle a la cara. Además me estará buscando en la playa. ¡Uff! Tengo que lavarme la cara – la verdad es que se la veía bastante descompuesta, hablando y gesticulando casi ignorando la presencia de Luis a su lado – ¡Coño! ¿Dónde está la parte de abajo del bañador? Hay que estar chalada. ¡Mierda, mierda, mierda! ¡Joder! ¡No encuentro el maldito bikini!
Luis sonreía divertido viendo los aspavientos y palabras de Claudia, por no decir el precioso y excitante trasero que quedaba expuesto a su vista, y a la mía, cada vez que se agachaba para mirar bajo la tumbona, buscando su preciada prenda. En esos momentos ella no estaba en una situación cómoda y Luis lo sabía. Sólo él podía ayudarla.
– ¿Buscas la parte de debajo de tu bikini? – le preguntó Luis, aunque ya conocía la respuesta.
– Sí, ¿la tienes tú? – contestó Claudia, asomándose de debajo de la tumbona, donde buscaba infructuosamente.
– Claro querida. ¿Ya no recuerdas que fue yo quien te la quitó, antes de comerme tu delicioso coñito? – le dijo él, rememorando sabiamente una de las muchos placeres conseguidos poco antes con ella, algo que a mi mujer no pareció hacerle mucha gracia.
– Mira, no es momento para bromas ahora. Ya he pasado bastante tiempo aquí. Mi marido está buscándome. Debo irme cuanto antes – dijo ella, alzando la voz y mirándole desafiante – ¡Vamos! ¡Dámelo ya!
– ¡Hey, hey, menos humos! – el rictus de Luis se puso en ese momento serio – ¿Qué pasa? ¿Ya se te ha olvidado todo lo que hemos hecho? – y añadió, ahora sonriendo – ¿Acaso no te ha gustado? Yo creo que te lo has pasado muy bien, follando como una perra en celo. Es más, creo que aun lo puedes pasar mejor, si me dejas probar ese precioso culito que me estás enseñando.
Claudia se puso de pie de inmediato, ocultando su culo en pompa, pero mostrando generosamente a la vista y sin pudor su exuberante parte delantera. Seguía mostrando enfado.
– ¡Debes estar loco, tanto como yo! ¿Es que no has tenido bastante? ¡Venga, dame el bikini de una puta vez!
– ¡No! – contestó él de nuevo con semblante serio – No hasta que me digas que te ha parecido, pero me tienes que decir la verdad.
Probablemente mi esposa se dio cuenta de que no lo iba a tener fácil, si seguía con esa absurda actitud de cabreo contra quien hacía apenas unos minutos se la había follado con su absoluta complacencia y complicidad. Se lo pensó unos momentos hasta que, resignada, se sentó en la tumbona y esbozando una sonrisa, se sinceró con él, regalándole los oídos:
– Está bien Luis, para qué negarlo. Ha sido la hostia. He disfrutado un huevo. He hecho por primera vez realidad muchas fantasías que solo satisfacía masturbándome, y admito que me has follado de puta madre, que tienes un pollón delicioso y que me ha entusiasmado comerme tu rabo. Pero ahora, te lo pido por favor, debo volver a mi realidad, con mi esposo y familia.
Otra novedad para mí, ahora resultaba que mi esposa hasta se masturbaba soñando con machos, con pollas y Dios sabe con qué más. Pero más me sorprendió a continuación Luis, refiriéndose a mí.
– ¿Y por qué no pones en práctica esas fantasías con tu marido?
El gesto de Claudia, al escuchar esa proposición, reflejó muchas dudas al respecto, y sus palabras lo confirmaron:
– Si lo hago creerá que soy una puta. Siempre hemos tenido un sexo de tres al cuarto, rutinario y aburrido, sin variaciones. El es muy tradicional, no le van todas estas cosas. Después de tantos años ¿cómo voy a plantearle todo eso? No, es imposible.
– ¿Por qué no se lo dices, Claudia? – insistió él, y señalando mi posición con el dedo, siguió – tienes a tu esposo ahí al lado, asomado, y ha visto absolutamente todo lo que hemos hecho esta tarde.
Mi shock fue total, no sólo por haber sido cazado in fraganti, sino sobre todo por descubrir que el amante de mi mujer sabía en todo momento que yo le estaba viendo besarla, sobarla, comérsela entera y follársela antes de correrse en su cara y boca. Fue tal mi confusión que sólo al rato me percaté de la presencia de mi esposa a la entrada de la estrecha estancia en la que me hallaba, aún ridículamente subido al taburete. Cuando la vi, tan asombrada y perpleja como yo mismo, aunque ella con el regusto de un polvo espectacular y yo con el de unos cuernos de campeonato, me bajé del taburete y ambos salimos al lugar de los hechos. Luis no estaba allí. Debió salir, probablemente para dejarnos solos, siendo el único gesto que pude agradecerle en esa alucinante tarde.
Durante varios minutos estuvimos sentados en la tumbona del delito, uno junto al otro, sin decirnos nada. Yo no sabía por dónde empezar. Extrañamente no estaba tan cabreado como hubiera querido, para mandarla a la mierda, y tuve que esperar a que fuera ella la que lacónicamente empezara:
– ¡Dios! Por qué no evitaste que pasara todo esto. Estabas ahí, viéndolo todo y te quedaste quieto, impasible. No lo entiendo.
– Tiene gracia – contesté casi sin vacilar – de modo que no lo entiendes. Ahora resulta que el culpable soy yo por haberte dejado hacer todas las guarrerías que has hecho. ¿Qué pasa, tú no tienes nada de culpa en esto? Te recuerdo que nadie te ha obligado, tú misma te has prestado a ello, y además con gusto, realizando tus fantasías con otro hombre, con un desconocido ¿tengo yo la culpa de eso?
– Lo siento – intentó rectificar ella – Me hubiera gustado contarte mis fantasías y haberlas puesto en práctica contigo, pero no sabía cuál podría ser tu reacción. De verdad que lo siento.
– ¿Qué lo sientes? – contesté, menos malhumorado de lo que pretendía demostrar – ¿Qué es lo que sientes? ¿Haberme puesto los cuernos? ¿Morrearte, sobarte y follar con ese tío, al que encima conociste ayer? ¿Haberle comido el rabo y haber gozado como una puta mientras él descargaba toda su leche sobre ti y dentro de ti? – y lo peor que pudo pasarme fue volver a empalmarme recordando esos momentos calientes de la sesión de sexo de mi esposa y su amante. Mi bañador no era suficiente para ocultar la erección, mientras Claudia seguía in tentando disculparse:
– Ya sé que yo soy la culpable, pero de verdad que nada ha sido premeditado. Las cosas han surgido así, sin buscarlas, me fui excitando, casi sin querer, y ya todo vino de corrido – y ahí Claudia se percató de mi excitación. Me miró unos segundos con asombro y callada, antes de añadir con cierta sorna – oye ¡se te ha puesto el pito grande! – y ante mi prolongado silencio, dictó sentencia – ¡No me jodas! ¡Todo esto te excita! ¡Eres uno de esos tíos que disfruta viendo a su mujer follar con otro! ¡Increíble!
Dudé, antes de replicar, pues la verdad es que ni yo mismo lo tenía claro. Y puestos a ser sinceros, así se lo manifesté:
– Mira, Claudia, no sé si es eso lo que me excita o saber que las cosas que has hecho hoy y otras muchas más las podemos hacer juntos. Te confieso que también son fantasías mías y que ya he realizado algunas, pagando a prostitutas por ellas.
Mi esposa me miró fijamente un rato que se me hizo eterno, sin importarle aparentemente mi propia confesión de haberle sido alguna vez infiel, aunque hubiera sido con una meretriz. Luego esbozó una sonrisa, se acercó a mí, me empujó en el pecho haciendo que me retumbara en la tumbona y se arrodilló frente a mi entrepierna. Al bajarme el bañador, mi polla saltó como un resorte. Cerré los ojos, agarré sus dos grandes tetas y me dejé llevar por el maravilloso trabajo de manos, boca y lengua que Claudia inició, por primera vez, sobre mi instrumento. Era fantástico y excitante, tanto que ni me inmuté cuando, en plena mamada, escuché una voz que me susurraba al oído:
– ¡Voy a romperle el culo a tu mujer!
Apenas un par de minutos después, Claudia soltó varios gritos, con mi polla aún en su boca. Luego los gritos se convirtieron en gemidos, mientras su cuerpo se balanceaba acercándose y alejándose de mi acompasadamente y unas manos grandes y masculinas se unían a las mías, luchando por apoderarse de sus excitados pezones.
FIN
escribirme a la dirección de correo:
 
Gracias a todos los que dejéis un comentario o una invitación.
 
 

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 

Relato erótico: “La difícil decisión de la rica Erika Garza de Treviño 6” (POR RAYO MC STONE)

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PARTE 6, La difícil decisión de la Rica Erika Garza de Treviño
Al borde de la cama matrimonial de esa bonita recamara en donde fue una mujer plena por primera vez en su vida y con los antebrazos apoyados, Erika completamente desnuda, excitada, sudorosa, exhumando sexo por todos sus rubios poros se dispone a ser “levantada” de las piernas por ese rudo hombre, por el cuñado de su difunto hombre, quien de pie detrás de ella, la empieza a penetrar sosteniéndola de los muslos. El enorme falo ahora si entra por completo, fue un allanamiento completo, limpio y de un solo sopetón…Ougggg, ahhhhh fue el alarido de dolor mezclado con placer que la mujer exhalo. El sentimiento de la penetración fue tan contundente que con claridad y en un interminable tiempo que dura una canción experimento esa entrada de tan descomunal falo…el placer la inundo de inmediato.
La canción que se escucha ahora es cantada por la maravillosa voz de la centroamericana Angela Carrasco: “Si tú eres mi hombre,  yo soy tu mujer”:
Pregúntale a la noche
si ha visto alguna vez,
dos pieles abrazándose
en una misma piel.
Mi cuerpo es casi tuyo.
Tu cuerpo es casi yo.
Dos islas que se buscan
entre la niebla de las dos.
Si tú eres mi hombre
y yo tu mujer,
dondequiera que estés amor,
contigo estaré.
Porque el Sol puede mentir.
Porque el Mar puede engañar.
Todo puede ser mentira
Pero nosotros somos verdad.
Si tú eres mi hombre
y yo tu mujer,
dondequiera que estés amor,
contigo estaré.
Lejana o cercana,
tú lo quieras o no.
No hay muerte en el mundo
que consiga matar una historia de amor.
La vida nos oprime.
Nos oprime el corazón.
Mi estrella es toda tuya.
Tu estrella es todo yo.
Si tú eres mi hombre
y yo tu mujer,
dondequiera que estés amor,
contigo estaré.
Lejana o cercana,
tú lo quieras o no.
no hay muerte en el mundo
que consiga matar una historia de amor.
Lejana o cercana,
tú lo quieras o no
no hay muerte en el mundo
que consiga matar una historia de amor.
En esta posición el estímulo y el placer se concentran en vagina y pene de estos dos, siendo Luis  quien con su enorme fuerza bruta lleva el ritmo atrayendo el cuerpo escultural de la “viuda” hacía el suyo.
La variedad de movimientos y sensaciones que permitía la fuerza y elasticidad de ambos  es asombrosa: circulares, ascendentes y descendentes, con las piernas de ella más cerradas o bien abiertas.
Erika estaba en el séptimo cielo, este hombre la estaba manejando a su antojo, su fuerza es descomunal, ella siendo una mujer alta, de curvas pronunciadas, no es una mujer ligera, pero este hombretón la hace como quiere, ella esta simplemente encantada: asisisii, ahhhh, papiiii, dammme más, dame masss, hazme sentir bien…A la mente se le vino una escena que le había impresionado en no recuerda que película de la hermosa mujer de color Halle Berry cuando le dice a su amante, el carcelero en donde recién fue ejecutado su esposo: “Hazme sentir bien”, se le vino el nombre de la película en medio de la cogida de campeonato que le estaban poniendo: “Monster´s Ball.
“Hazmmeeeee seeeeentiiiiir biiiiieeeeen” le grita la rubia Erika a su nuevo hombre, el rústico jarocho Luis.
Hummmm, ahhhh, ougggg, plac, plac, los murmullos y gemidos de ambos le hacían pensar que podían inquietar a la concurrencia que abajo velaba a su anterior hombre….ahhhhhh, hummmmm, ayyyy
Loooo siiiieeeeeento muuuuuy deeeentro de mí…..ya el sudor de la mujer era un mar que emanaba un aroma a sexo subido, a sexo bien llevado, a sexo puro y pleno, sí que la estaba haciendo sentir bien.
Cuando toda empapada, sudando a mares, inquieta, con el pelo enmarañado, se despierta en su recamara, ver que su verdadero esposo ante Dios y los hombres, el empresario Carlos Treviño duerme apaciblemente a su lado y ella toda asustada corrobora que sus jugos empapan su delicada panty de dormir.
El desgraciado Luis volvía aparecer otra vez en sus sueños y como no hacerlo si prácticamente lo veía todos los días, en ocasiones desnudo de su torso, paseando como si cualquier cosa fuera, presumiendo su envidiable musculatura.
El muy cabrón la punteo de nueva cuenta el tiempo que quiso el día de la velación de Roger, ella desmadejada se dejó hacer por un buen tiempo, sentía confort entre esos viriles brazos, sentía palpitar en sus nalgas ese miembro, todo ello de alguna forma la tranquilizaba, hasta que se percató que se trataba del desdichado cuñado que pretendía aprovecharse de su aparente conformidad. Afortunadamente, Rodri llego al rescate, portándose con un aplomo y diplomacia dignos de encomio al ver a la mujer sentada en la cama llorando ya a mares y al otro hombre en el ventanal. Con toda ternura fue con ella para abrazarla y reconfortarla. Todo el proceso fue un verdadero calvario para esa rica mujer que en carne propia experimentaba lo que el mexicano promedio vive, la consigna: “Dios te da y Dios te quita” nunca ha sido más verdad que en estos momentos.
Una acongojada Erika, miraba a través del gran ventanal de su lujosa recamara hacia los jardines de su enorme residencia, sin prestar mayor atención a lo que su marido Carlos le comentaba.
La sesión amorosa de la madrugada, el famoso “mañanero” fue un desastre para ella. Intento que su esposo por fin se decidiera a aprender a ser un buen amante. Los resultados fueron los de siempre, una eyaculación precoz la llenó de una infinita tristeza y nostalgia de los placeres vividos en un pasado reciente. Ni siquiera se “encendió”  por lo menos.
En días pasados furiosas masturbadas lo único que le provocaban era una amargura y negación ante un hecho fortuito que al parecer le adelanto la muerte a su verdadero primer hombre, aunque segundo por aritmética pura. Le hubiera gustado acompañar hasta el último momento a ese buen hombre que fue Rogelio Bautista. Ojala todos fueran como él, pero como casi siempre, los buenos se van, los malos se quedan. Las personas de las cuales no puedes prescindir, son las que precisamente se van. ¿Cuántos mexicanos buenos no han muerto en este tipo de eventos? El gobierno ya ni se preocupa por llevar la estadística. Solo cuando personas famosas tienen la infortuna de estar inmiscuidas en este tipo de eventos es cuando se le da un trato mediático de los mil demonios, aunque en realidad no llegan a resolver nada. Basta ver el caso del asesinado hijo del empresario Martí, el de las tiendas deportivas o el otro asesinato del hijo del ex Gobernador de Coahuila, el tristemente célebre por sus actos de aparente corrupción y desfachatez rayando en el cinismo, Humberto Moreira.
Solo podía ver los trabajos que Luis, el marido de la hermana de Roger, efectuaba en una de las casas asignadas al personal de servicio de la residencia. Sin duda, era un hombre habilidoso, que se estaba desempeñando muy bien en los quince días que ya llevaba laborando para la familia Treviño Garza. Se estremeció al recordar hechos vividos con ese rústico y salvaje hombre que debía reconocer la turbaba sobremanera.
Su hijo jugaba en la cancha de tenis con Rodrigo, que a pesar de su extrema delgadez era un excelente jugador de dicho deporte, por los gestos de ambos, se veía que Rodri estaba ganando. No había  podido explicar a Rodri su relación con Roger, por ello no podía quitarse de su mente, la mirada un tanto decepcionada que su joven enamorado le lanzaba de vez en vez. Estaba a punto de matricularse en la Universidad, aunque estaba en Monterrey, se iría a vivir en las residencias del Tec para un mayor aprovechamiento académico. Tiene expectativas de estudiar algunos semestres en el extranjero. Ya vería la forma de explicarle todo. Debía reconocer que era discreto y se estaba portando como todo un caballero: discreto, ante todo.
En una de las zonas extremas de la entrada principal divisaba con claridad la sutil elegancia del misterioso Esteban, su guardaespaldas, que acomedido daba entrada al auto deportivo de su Tío Alberto con el cual se había citado para ir de compras, desayunar, tontear y por qué no tal vez volver a posar en su estudio, ya que en estos trances, aunque él no supiera la razón de su alicaído estado de ánimo, se había encargado, de alguna manera, de sobrellevar de mejor cara el “duelo”. Debía reconocer que el Tío Alberto sabía darle vuelta a las cosas, el incidente del otro día, en donde trato de encularla, ni por asomo daba evidencias de repetirse. La pobre mujer estaba lejos de imaginar, que precisamente lo que seguiría buscando su familiar político era precisamente ello: cogérsela con todo.
Esteban, había demostrado una discreción que la enervaba, le ponía los pelos de punta de los nervios que le provocaba la indudable virilidad y masculinidad que proyectaba, debía muy a su pesar, identificar en su propio análisis, que hasta le gustaba el tipo en lo físico y le desconcertaba su trato a veces cálido, a veces amable, ya frío, ya indiferente, ya distante. En varias ocasiones, incluso atajo de una forma muy hábil a su suegro Don José. Al parecer no se dejaba intimidar por nadie, ni nada en este mundo.
También pudo ver que su suegro platicaba con su hija  junto a su suegra, el maldito se veía muy bien de bermuda deportiva y playera polo, su ligero sobrepeso se compensaba ya que lo tenía distribuido al ser muy alto. El socarrón viejo, en dos ocasiones que estuvieron a solas fue muy claro en darle a entender que ahora la veía distraída, triste, alejada de este mundo, y que no dudaría en hacer todo lo que fuera necesario por volver a tener una nuera radiante.
Días antes había tenido sueños muy candentes, en donde, no solo Luis, sino Esteban, y su suegro aparecían también cogiéndosela de diversas formas, lo que más le inquietaba es que en todos los sueños ella gozaba como toda una puta…la palabra, la estremeció, su entrepierna de inmediato reacciono humedeciéndose, lo sintió a plenitud.
Estando ya en el estudio del Tío Alberto, Erika maravillada veía que ciertamente las fotografías que le tomo el otro día, eran muy candentes, eran poses muy eróticas, como las que suelen estar en los calendarios y posters de mujeres hermosas que se encuentran en las paredes de los talleres mecánicos. La única diferencia era que se trataba de otro rostro, aunque el cuerpo si era de ella.
Ya vez, chiquita. Cumplo mi palabra, haciendo una señal como de besar la cruz en su mano, le decía un afable Tío Alberto.
El plan que el viejo socarrón tenía entre manos y entrepierna, era de mediano plazo, primero tendría que volverse a ganar su confianza, cosa que al parecer estaba realizando a la perfección. Después le haría ver que se trataba de un hombre solitario que tenía que buscar desahogo en prostitutas o aprovechar las escasas oportunidades que la vida le deparaba. No volvería a tocar el tema del otro día, para no demostrar culpabilidad. Al mismo tiempo, llenando de lisonjas que elevarán al parecer la baja autoestima que la rubia denotaba, así como despertar su lado exhibicionista, para poco a poco ir allanando el camino de lograr encamarla.
Aunque en realidad esas fotos se quedan con un nueve, exclama como apesumbrado el viejo…
Pero, ¿Cómo? Si están preciosas.
Claro que no, si el rostro fuera el tuyo, verías como cambiarían a diez, es más no habría calificación para describir a alguien tan bello como tú, bello por dentro y por fuera, con tintes de dramatismo contesta el ladino regordete.
Erika, ya riendo por la gracia con que su Tío se refiere a ella, de hecho, le causaba cierta diversión, los múltiples halagos que le hacía.
Pero, claro que no tienes esas fotos tal y como me las tomaste, ¿verdad, Tío? Picada de la curiosidad
El viejo fue a un estante para de inmediato traer tal como si fuera una ceremonia, un paquete en donde había bastantes fotos de ella, no solo las que le tomo, si no otras tantas, en donde resaltaba la belleza de esta mujer.
Pero, ¿Cuándo tomaste esta? ¿Y esta otra?…Ufff, se ven muy atrevidas estas fotos del otro día, son más como decir….no sé, diferentes. Huy Tío, ni se te ocurra mostrarlas a alguien, me moriría de la pena.
Debes reconocer, que son preciosas, ya vez, te decía que son de concurso de modelaje. Fácil la revista del conejito te sumaba varios ceros a tu cuenta, jajaja
Atreviiidoodoo, fue la respuesta como en un susurro que Erika exhalo, este hombre la estaba haciendo ya olvidar y reconfortarse de su “duelo”.
Chiquita…porque no te sacamos más fotos, hoy luces distinta, con un aire nostálgico como de tristeza que realza aún más tu belleza, de una forma distinta, casi arrodillándose, le dice Alberto.
Erika, que tenía todo el tiempo del mundo…Pues sí, verdad, pero no traje nada de ropa…
Mira, ya sabes que tenía una amiguita, ya me abandono, es triste, las mujeres no me entienden, no comprendo cómo no he podido tener una relación, para empezar un largo discurso de los que suele usar para explicarle su soledad y amargura, al fin también era un hombre rico lleno de necesidades humanas.
Erika posaba, se movía como un felino, se acomodaba, sonreía, ponía cara de misterio, de cachondez, su pelo caía sobre su rostro, sus labios estaban húmedos de tanto pasarse la lengua, se estaba calentando. De pronto toda la amargura que el ejercicio ni las masturbadas, ni el fugaz sexo con su esposo le lograban mitigar, encontraba que al exhibirse ante ese simpático gordito, mostrándose casi ya desnuda, con ropa íntima muy coqueta, más atrevida que la de la otra vez, le lograban dar un desfogue que ya necesitaba. De vez en vez al acomodarse, ya se le escapaban gemiditos de calentura. Su sudor fino ya perlaba su carita, que el viejo acomedido limpiaba con leves toqueteos con una toalla, incluso le llego a quitar el sudor de sus pechos, muslos. Los vellitos rubios de algunas de las partes de la blanca piel de la mujer estaban finamente parados, como lanzando al viento el grito de enorme deseo por sexo que la mujer contenía en cada movimiento. Estaba excitadísima, caliente, pero no tenía en mente hacer algo con su Tío.
Evidentemente que los pequeños roces, los pequeños masajitos que el gordito Tío hacía en su sobrina política causaban cierto nerviosismo a la mujer, que atribuía a  el acto en sí, de casi estar desnuda frente a él, de que a su memoria privilegiada le llegaban como chorros de agua caliente los recuerdos de las cogidas que se metió con Roger en su casa y en el pueblito de Veracruz. También a su memoria llegaba el recuerdo de la inminente cogida que el negro Luis le hubiera hecho esa noche, si no es que le salva la campana literalmente, también llegaba a su mente, aunque de inmediato lo borrará el orgasmo que le provoco su suegro haciéndose pasar por otro personaje en su misma residencia: ¡Desgraciado! Llego a decir…a lo cual su Tío sonriendo: ¡Qué pasa chula?…Nada, nada Tío…
Sus pezones ya estaban erguidos casi rompiendo la frágil tela que los cubría, la humedad de la entrepierna, así como los restos que dejaba en las prendas que se ponía y a las cuales, sin que se diera cuenta, el viejo Tío revisaba con una cara de sátiro burlón que proyectaba cuando ella no lo estaba observando. El viejo ya se la imaginaba en las mil y una posiciones en que la haría suya por fin.
Era muy sutil para no denotar sus soeces intenciones.
Uff, Tío que cansada, gracias, Tíiito para darle un beso en la frente, el viejo sonreía, su plan lento, pero estaba caminando.
Tío Alberto: ¿Te puedo preguntar algo? Erika
Erika: Si Tío dime, que quieres saber, ya vistiéndose para esperar a Esteban que pasaría a recogerla
Tío Alberto: ¿Por qué has estado tan triste, como nostálgica?
Erika, quien deseaba confiar en alguien, estuvo a punto de desahogar todo lo que llevaba dentro, los correos largos con su amiga (o) Natalia y las pequeñas conversaciones con Marisa, no lograron mitigar ese dolor que le acompañaban.
Incluso en dos días Natalia llegaba de “gira de trabajo” (las escort transexuales de altos vuelos suelen ir del DF ir a otras ciudades a ofrecer sus “servicios”. Ella estaría por una semana y media “trabajando” en Monterrey, por lo cual se citarían para platicar con mayor profundidad.
Erika, solo pudo explicar que continuaban los problemas de intimidad con Carlos. Fue lo primero que se le vino a la mente.
Ayy…chulita, creo que debes poner toda la carne al asador, deberías ser otra vez esa Erika rutilante, con ropa más ad hoc, más cache, mas cachonda…tu puedes, ya vez hoy estuviste simplemente sensacional, ¿Te parece si la semana entrante nos vamos de compras? Renovaremos tu guarda ropa nuevamente, a lo mejor lo que necesita Carlos es que le “piques” el orgullo, que lo pongas “celoso”, hasta que se ponga como perro en brama…Soy experto en ello…
Ayyy…Tío, Carlos es de hielo, pero no sé, si me ayudas, pues intentamos nuevamente, no sé qué voy a hacer, Dios mío. El viejo se relamió al escuchar esta frase, era cuestión de trabajar a la hembra para hacerla suya.
Hasta se atrevió a darle una cariñosa nalgada que no fue mal interpretada por la mujer que coqueta, hasta se volvió hacia él parándole el nalgatorio y decirle: Pero por qué será que esto no funciona con él, dándose ella misma una fuerte palmada que resonó en el estudio…Pues será que no se las has movido mejor…chulita, y volver a darle una serie de palmaditas…aprovechando que la mujer se las estaba ofreciendo…Ayyyy, Tiiiioo que manooo larggagga…
NOTA DEL AUTOR:
“He buscado una modelo que se asemeje a esta beldad, y la he encontrado, fue en un periódico deportivo de Monterrey, desafortunadamente “todo relatos” ya no permite subir fotos, pero si me ponen su correo, les envió por email este archivo con las fotos que pegue”.
De regreso a casa, ya que Esteban tendría que pasar por ella, la consigna era que el guardaespaldas la acompañara lo más cerca posible. Como había salido en el auto de su Tío, ahora de regreso estaba con él a solas en el auto. De hecho era la primera vez que estaban solos, no había existido oportunidad para que su guardaespaldas iniciará su plan de conquista de ese tremendo mujerón.
Esteban: Hoy luces radiante, más bella que de costumbre, te sienta estar con tu Tío, no será que te traes algo con él, que acaso ya sustituiste tan rápido al muertito
Erika: Pero que te crees, como puedes decir tal ruindad
Esteban: Como te dije el otro día, supe que hasta a Veracruz fuiste con el difunto, que en paz descanse, en un tono malicioso a más no poder. De hecho he platicado con tu cuñada, perdón con Sofía y con su hombre, el negro Luis. La hermana también estaba trabajando en la residencia Treviño Garza. La pareja entro a laborar, gracias a las diligencias de Rodrigo que era muy querido por su esposo Carlos.
Erika, sobresaltada. Que tanto sabría este hombre: Eso no te da derecho a hablar de esa forma
Esteban: Mira gacha (termino “cariñoso” muy usado en el Norte de México), tu suegro me contrato directamente a mí. No tengo tratos con tu marido. Por lo que veo, tu suegro te trae unas ganas enormes. No me gusta andar con rodeos. Soy hombre de palabra. En ti veo a una mujer que necesita varón. Por lo que deduzco tu marido no te cumple en ese aspecto y recién estabas con el profesor Rogelio, así que es preferible que lleves la fiesta en paz conmigo o acaso prefieres que le diga a tu suegro todo lo que se. El hombre es un maldito, tú lo sabes muy bien.
Erika, que razonaba que el hombre ciertamente tenía bastante discernimiento y capacidad de lógica, así como de deducción, sin emitir palabra alguna, solo con su lenguaje no verbal, acepto tácitamente toda la argumentación.
Esteban, ya sobre piso firme: Mira yo no quiero meterte en problemas. Su plan también llevaba dosis de inteligencia. Sabía que estaba jugando con fuego al querer meterse en terrenos en donde su patrón es implacable, se decía que tenía nexos muy fuertes con el narcotráfico e incluso en círculos ya más alejados de la clase alta, se le atribuían varias muertes.
Erika, que con todo esto, estaba muy nerviosa, empezó a sollozar, su pesadumbre era muy reciente como para poder manejar diversos frentes y situaciones. Si de por sí, todo lo que vivió con Roger fue muy rápido como para poder haberlo asimilado y de pronto, ya no más. Es que no sabes como es mi vida, es que es muy difícil…ya llorando a moco tendido.
Esteban paro el auto de manera hábil para pasarse al asiento de atrás. La calle era solitaria. Ya mujer, ya cálmate, yo soy un caballero, tu suegro no tiene por qué saber de tu desliz, al fin ya se acabó, verdad? ¿Me juras que ya no sales con nadie? No me digas que estas liándote con tu Tío Alberto, pasan mucho tiempo juntos, como dándole un pequeño regaño.
El cabrón era experto en psicología, sabía que si se ponía mentalmente arriba de la mujer, esta bajaría aún más la guardia.
Erika: No como crees, no salgo con nadie, pues que te crees, si solo han pasado dos semanas de la muerte de Roger…
Esteban ya reposando la cabeza de ella en su pecho y acariciando su cabellera rubia, sobaba tiernamente sus hombros y brazos…Cálmate mujer, yo solo quiero llegar a ser tu amigo, cuando te dije que contabas conmigo con todo, me refería a eso…no se me hace justo que quieran vigilarte o imponerte condiciones, te me haces una mujer muy inteligente, me gusta como ayudas a los demás…el canijo llevaba parte de verdad en sus argumentos, en suma era un tipo de cuidado, ya que en el fondo es bueno, pero cuando va a todas, no se detiene ante nada, también por sus actividades ya ha mandado al otro mundo a varios sujetos. Lo que él quería era tener a esa mujer, gozársela el más tiempo que pudiera, al ser un “libro abierto” la mujer, sabía que tendría que “trabajarla” para convertirla en su amante de planta. Su record personal se vería enriquecido con una lujosa y bellísima mujer de la clase alta. Tendría para platicarle a sus amigos, ya que no pensaba tener hijos nunca. Era un tipo solitario, sin familia, que buscaba el mayor nivel de satisfacción para sí mismo. Incluso ya se había “pasado por sus armas” a más de una de las más hermosas actrices famosas del país, a la buenísima  esposa extranjera de un ex gobernador muy famoso de un estado del centro de la Republica  y a varias jovencitas, hijas de embajadores extranjeros del país.
Siempre la supo manejar, siendo muy discreto, de ahí su reputación de cuidar a mujeres, sin meterse en problema alguno dentro de su ramo, Por eso fue seleccionado por el empresario José Treviño. Que lejos estaban todos sus antiguos patrones y el actual de saber que era un consumado don juan, que se las sabía de todas todas para hacer suyas a esas exquisitas y putas mujeres. Esta no sería la excepción, pensaba el taimado guarda espaldas.
Sin que se diera cuenta la mujer de sus oscuras pretensiones, ahora ya sobaba las rodillas y muslos de la hembra, que si sintió una especie de descarga eléctrica asumiendo que por todo el estrés vivido tenía esas reacciones. Así estuvieron ahora en silencio un buen rato, en donde Esteban siguió dando confort físico a la hembra, sin que ella denotará malicia alguna en ello.
Erika, se sintió reconfortada, por fin, podría tener un amigo, un aliado, sin proponérselo, coloco una de sus manos en el fuerte brazo de Esteban, sin quererlo, empezó a masajearlo, a palparlo, necesitaba sacarse esa furia, su otra mano empezó a hacer lo mismo, pero en el fuerte pecho del hombre.
Esteban daba por iniciada la conquista de tan bello ejemplar femenino, estaba acostumbrado a ello, conocía muy bien la mentalidad de las mujeres: Okey, Erika, cuando necesites platicar ahí estaré, pierde cuidado, solo te pido como un consejo si quieres, que tengas cuidado, no te metas con cualquiera. Los hombres son muy culeros. Date tu tiempo, espera, ya verás que todo se arregla con tu esposo. Él es un buen hombre.
El regreso de ese día a casa fue más reconfortante, a su llegada un desencuentro la volvería a hundir en desasosiego.
Ese día, toda su familia política se encontraba en su casa. Sus suegros estuvieron conviviendo con su hija, su esposo fiel a su costumbre fue a trabajar, a pesar de que se trataba de un día festivo.
Al prender la TV, las noticias del día, le anunciaban una cadena de sucesos ya costumbre en México: al parecer se trataba de que cada semana, o incluso a veces cada día, surgiera un evento fuerte a nivel nacional, del cual todos los medios se ocupaban un tiempo corto para luego pasar de inmediato a otro, en una sucesión de nunca acabar de eventos que lo único que provocaban eran comentarios hasta estúpidos o pendejos en las redes sociales o bromas que realmente eran de mal gusto, ah esa inclinación de buena parte del pueblo mexicano de tomar todo a desmadre, solo muy pocas opiniones de valor, muy poca aportación real. Otra vez la pesadumbre volvía a Erika. La liberación de una evidente secuestradora francesa, la muerte de un joven de 20 años en un autobús urbano en Torreón a plena luz por un sujeto que así de fácil se fue campante, las muertes que no paran en varias ciudades, la muerte de 37 personas en la Torre de PEMEX con explicaciones absurdas de lo que paso, el asesinato masivo de todo un conjunto musical a las afueras de Monterrey después de un concierto, el gasto excesivo de las campañas políticas, el ex presidente Calderón en la Universidad de Harvard, las españolas violadas en Acapulco (la 2° ciudad más peligrosa y violenta del mundo, hasta en la renuncia del papa el país salía a relucir por su último viaje aquí, uff…) una tras otra noticias relevantes, impactantes, de violencia, sexo, falta de educación tratadas con superficialidad por los medios y las personas en sí, no resueltas por toda la sociedad y tomadas más bien a la ligera por un pueblo sumido en la droga de la evasión.
Erika pensaba masturbarse una vez más, se había calentado en exceso en la sesión de fotos con su Tío, los sueños húmedos con Luis de la noche anterior, los evidentes toqueteos de Esteban y su Tío que si sintió, pero que no malinterpretó, la tenían en un trance del cual sabía solo podría salir a flote teniendo un nuevo macho que la domara como se debe a una mujer de su talla. Mientras ello se daba, tendría que conformarse con su propia mano y mente.
Al fin, ella era consciente de todo esto, suspirando, se despojó de su blusa, para empezar a quitarse su brasier, cuando unas manos fuertes se apoderaron de esos melones por detrás y la puntillearon con un grueso y largo pene ya erecto…de inmediato pensó que el cabrón de Luis tenía el atrevimiento de haber llegado hasta su habitación. Como era posible que estuviera metiéndose con ella, en cualquier momento pensaba despedirlo, pero se detenía por qué Sofía también trabajaba. Necesitaban por el momento el trabajo, ya que en su pueblo de Veracruz, no había buena pesca que era de lo que vivían.
Pero no era Luis, ya que se aprendió el grosor y tamaño de su verga, aunque este miembro lo sentía más duro, durísimo, increíble, pensaba que no podía haber mayor dureza que la que sintió en sus nalgas, pliegues y en sus mismas manos, senos y boca con el negro. ¿Quién sería?
En ese momento en su televisor, dejo de transmitirse la mesa redonda en donde un grupo de “expertos” hablaban de dichos temas, para dar paso a unas escenas que al principio estaban oscuras, para luego en toda su brillantez mostrar a una pareja bailando muy juntos. Era ella que evidentemente  embelesada parecía fundirse a  la virilidad del hombre que por las tomas y vestimenta, además de que el desgraciado viejo de Don José tenía puesto un antifaz y sombrero, no dejaban ver con claridad que se trataba de su suegro.
En la escena, se apreciaba como el hombre, bailando, bailando la fue conduciendo a otro apartado salón, un salón muy especial, ya que de ahí se podía ver hacia el otro salón en donde ya Tío Alberto le estaba dando una mamada de vagina a la desmadejada Marisa que se convulsionaba ante  las sabias caricias del viejo. La escena de su amiga y del tío también se apreciaba y escuchaba a la perfección. EL socarrón de su suegro, había grabado esas escenas.
Le escucho decir con la voz del supuesto “español”: Como vez, nuerita, ¿Qué dirían tus papás y la sociedad en general si esto sale a la luz pública? Ehhh…mira cómo te comportas como toda una puta redomada, que es lo que eres en el fondo, sin dejar de pellizcar, amasar, palpar, amasar, acariciar esos duros y erguidos senos, cuyos pezones ya estaban totalmente excitados ya que se encontraban “paraditos” cual si fueran pequeñas verguitas de un niño. La mujer estaba pasmada, por lo que no pudo responder, dejando que el viejo la siguiera punteando y magreando de sus pechos…su única respuesta fue hummmmm, hummmm que su mente no pudo refrenar.
Erika estaba mareada, relajada, descuidada, solo como hipnotizada seguía viendo, recreando las sensaciones de esa ocasión, en donde llego como un relámpago el hecho de que incluso comparo las caricias de Don José con las de su Roger….otra vez volvió a gemir cachondamente…ayyyy, ayyyy
El hombre en un tono de voz sensual, ronco y muy varonil le empezó a decir palabras de elogio, de aliento, de cachondez en sus oídos…ya vez…Erikaaa…te deseeeo, te quieerroro, siempre te he deseado…chiquita bonita….combinaba palabras dulces, con palabras más subidas de tono, más soeces, que notaba encendían a la rubia aún más…Putitttaaa, que lindddaa potrittaaa, tienesss un cuulooo de campeonato, cabrona, estas bien buena…pinche Carlos , tan buey que no sabe darte, pero ya sabré yo domarte y hacerte una real hembra, empezando una suave nalgeada, e irla subiendo de tono…
Erika, desconcentrada: Parreee Donnnn Jossseeee, porrr favooorr, respettteeemeeee
Una vez más el viejo empezó a acariciar suavemente la espalda, brazos, talle para poco a poco ir bajando hasta las poderosas y suculentas nalgas de su nuera que ya empezaba a emitir gemiditos apagados pero que eran perfectamente escuchados por el sabio hombre que redoblaba sus caricias de arriba abajo y de abajo hacia arriba. Erika solo se apretaba sin quererlo aún más a esa verga que le punteaba, que la sentía palpitar.
De pronto su suegro se separó de ella que sin proponérselo para más su culo como queriendo recibir el tratamiento de estar pegado tal perra al pitón de su perro…acto seguido, el viejo con una habilidad y seguridad en sí mismos que la pasmaron aún más, le empezó a quitar el pantalón con todo y panty, bajándoles por sus portentosas piernas, hasta alzo sus piernas para que se las pudiera sacar por completo, el viejo arrodillado empezó a besar y seguir acariciando las piernas y nalgas de la hembra
Erika: Paarrara ya Donnn Joseee, yaaaaa porrr favooor, alguien puedeee veirrrr…yaaaaa
Erika ya no pensaba, solo sentía y sentía, las caricias del padre de su esposo la enervaban, le quemaban la piel, en la televisión se recreaba la escena en donde  Tío Alberto con las piernas de Marisa en sus hombros en una especie de mesa redonda,  la bombeaba fuertemente haciendo que la mujer emitierá unos gemidos tremendamente excitantes, de evidente gusto y placer, sonidos que se escucharon y se mezclaron con los de ella.
Erika exhalaba ya fuertes gemidos, sabía que Carlos no había llegado del trabajo, pero su suegra y sus hijos podrían aparecer en cualquier momento.
El viejo Don José, sabedor de ello, no perdió el tiempo: Hoyyy te encullo  como es debido. Mande a Esteban con mi mujer y tus hijos afuera, así que solo estamos tú y yo. Carlos está ocupado en una reunión que va para largo, así que prepárate putita, hoy tendrás una cena como debe ser, jajajaja
Parándose de nuevo, le repegó su virilidad justo en el medio de las tremendas nalgas desnudas que incluso tenían lo que suele conocerse como “piel chinita” signo claro de que la mujer estaba caliente, excitada, cachonda. Estaba ya desnuda por completo, solo con sus zapatillas, por lo que las estaturas de ambos ya coincidían. Erika en un momento alzo su mirada para ver en el espejo de cuerpo completo que tiene en su recamara a una mujer sudorosa, con el pelo revuelto, con una mirada pérdida y deseosa de hombre, de verdadera pija que la hiciera sentir bien de esa tristeza que aún tenía. Otra vez la escena de Halle Berry se le vino a la mente. Por todo ello, se estremeció toda ella, con lo cual paro con mayor naturalidad su nalgatorio hacia la ingle del viejo que socarrón veía en el espejo la figura de ese hembrón que ya estaba a punto de degustar.
El hombre la empezó a puntear, a nalgear de suave a duro, a magrear sus pechos desde atrás, a besar su cuello…ahora, el bombardeo de eroticidad era ver a su amiga y Tío coger como animales en la televisión una vez más (la tercera para ser exactos), era más que cierto  que su amiga estaba gozando y ella también lo estaba recibiendo…estremeciéndose llego a un poderoso y reconfortante orgasmo, el segundo que tenía junto a sus suegro, su padre político. La acumulación de sensaciones del día exploto con su padre político, él solo estaba poniéndole la cereza al pastel.
El magreo continuo, no cesaba Don José Treviño, ya la dedeaba, ya la chupaba, ya la nalgeaba, ya le decía palabras subidas de tono en su inconfundible acento español haciendo que la mujer se retorciera, ya expidiendo zumos evidentes de su vagina, incluso le hizo que le  tocara con una de sus manos su fuerte miembro. Erika no pudo evitar tomarlo y empezar a recorrer con su manita el grosor y largo de esa dureza de piedra, incluso tuvo que casi como en un susurro expresar: ¡Queee durrroooo esss!
Erika: hummmm, yaaaaa, siiiii, poororr favoorrr, ahiiiii
Don José enervado le pregunto: ¿Quieres que te encule, puta?
Erika, que ya estaba muy caliente, ya no razonaba, solo se le venían a su mente ya confundidos y revueltos los sucesos que ha venido viviendo en los últimos meses, ¡Cuánto había aprendido! Ha sido voyeur, la han observado coger, se la han cogido por sus tres huecos: boca, ano y vagina, ha mamado, se la han mamado, se hizo amiga de un escort transexual de lujo, un negro estuvo a punto de violarla, su suegro ya le ha sacado dos orgasmos, vio en la pantalla como ciertamente había gozado como un animal junto al viejo esa noche…uffff, casi con una voz ronca que no se reconoció, le contesto: Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Así me gusta, chulita, no hay vieja que se me resista, pero pídemelo como es debido, putita
Erika ya muy candente, porrr favooroorr Donnn Josseeee hagamemme su mujeerrrr, siiiiiiiiiiii?
No que no tronabas pistolita, pero haber tu misma matate…
Erika tomando la verga de su suegro se fue hacia el tocador caminando de la manera más cachonda que podía para llegando al mismo, colocar sus manos y brazos en horcajadas sobre la superficie del mueble…su cara lucía ya feliz por la inminente cogida en el espejo, separo un tanto sus piernas, viro uno de sus brazos, con la mano tomo el miembro para empezar a pasárselo por su raja y empezar ella misma a metérselo….ufffff, hummmmm, ahhh entraba ya la dureza de su padre político.
Un grito de afuera de la recamara le hizo quitar la punta que ya entraba en su empapada vaina, para dándose la vuelta y con los ojos asustados casi gritarle al viejo suegro que se fuera, que todo encabronado volvió a maldecir: ¡Pinche Carlos y puto mocoso de Rodrigo, maldita sea, me hecharon a perder el asunto! Pero ni creas que esto se va a quedar así, la tercera es la vencida…yo te citare en algún lugar en los próximos días.
No, Don José, por favor, no se aproveche, esto ha sido un grave error, por favor nunca le he dado pie a nada….
Ay, mira no te hagas ahora la modosita, si tú misma me estas pidiendo que te encule, mira lo he grabado ahora, mostrándole una pequeño videocámara digital,,,jajaja no se ve que soy yo…así que tu decide…ya son dos ocasiones en que se ve que eres todo un putón…tu mama se moriría en el instante, tus hermanos se pelearían y que decir de tu papá que de la pena ya no sería nadie en la sociedad de Monterrey. Así que espera mi llamado, ahora sal a recibir al estúpido de tu marido y al mocoso ese, haber que quieren, para que yo pueda salir por otro lado. No sea que se lleven un susto los dos, jajaja, dándole una sonora nalgada.
Carlos y Rodrigo al unísono: Erika, Erika, una gran noticia.
Erika que solo alcanzo a colocarse una bata sobre su desnudo cuerpo y en zapatillas, salió a su encuentro cerrando la recamara, para con habilidad bajar con ellos las escaleras
Haber, con calma,  que les pasa, parecen chiquillos con juguete nuevo, sonriendo a plenitud la mujer (dentro de sí, se reconfortaba de haberse salvado de la cogida que le pondría su suegro, aunque no veía la forma de zafarse de su posible chantaje, su cabeza está a mil para evadir ello, ya vería después como hacerle)
Pues que los dos primeros semestres de Rodri en definitiva serán en Alemania, su buen examen de ingreso le va a permitir eso, le dice un orgulloso Carlos, que apreciaba bastante al joven. Recordemos que en sí, Carlos si es un empresario que busca la responsabilidad social, el extremo de lo que era su padre tanto en lo profesional como en las artes de la cama.
Así es, como mis papás hoy no estarán en la casa, quería decírselo a alguien, ya venía yo a avisarle Sra. Erika cuando me encontré a su esposo y pues le conté…
Cenaron juntos, departieron alegremente, en un momento a solas que Carlos fue por vino, Erika le dijo a Rodrigo: Me gustaría explicarte muchas cosas, no ha habido oportunidad de platicar.
El viejo suegro aprovechando que ya estaban en la cocina  y no en sala, bajo sin ser visto y se marchó del lugar.
Rodri: No se preocupe, no es cosa que me incumba.
Erika: Pero yo si necesito contarte, por favor, dame la opción de platicar a solas.
Rodri: Pues solo se podría en mi casa más tarde, ya que mañana me voy a realizar muchos trámites a la escuela, pasado mañana a ver lo de la visa  y así por el estilo…ya estaré muy ocupado, pero pierda cuidado Sra. Erika, yo no debo meterme en asuntos que no me competan.
Rodrigo al ser un joven muy educado quería mantener la suficiente distancia con su patrona. Prefería no meterse en detalles de la relación que tuvo con su profesor Rogelio.
Bueno, a lo mejor te voy a visitar, tendría que ver cómo me las arregló para salir más noche a tu casa. Es muy importante para mí, si, Rodri?
Bueno, estaré al pendiente, sin creerse mucho que lo fuera a ver.
Sus hijos llegaron alegrándose sinceramente por su compañero de juegos. Los hijos de Erika han sido educados de muy buena manera, afortunadamente, son buenos chicos y al parecer heredaron lo mejor de su papa y mama. Siendo ya cerca de las 10:30 hrs. de la noche Rodri se retiró a su pequeña casa en un alejado rincón de los amplios jardines de la residencia.
La familia Treviño Garza estuvo todavía un rato más para que cada hijo se retirara a su propio cuarto.
Carlos: Ufff, estoy muy cansado, de hecho tendré que tomar algo para calmarme. Se me vienen unos proyectos de largo alcance con el gobierno de Nuevo León. Estaré aún más ocupado, pero es por el bien de las empresas. Hasta mañana amor…dándole un fraternal beso a su mujer.
Erika ya recostada al lado de su dormido marido, que incluso hacía un leve ruidito de ronquido, meditaba como le explicaría al joven Rodrigo su relación con el difunto Roger. Dentro de su esquema mental y de valores, no concebía que alguien de su círculo cercano supiera de ese desliz. Tenía que explicarle, no se podía quedar así como así. De alguna manera buscaba auto justificarse de esa relación, aunque su desahogo completo con Natalia ciertamente ayudaba, necesitaba hacerlo cara  a cara con alguien más y sobre todo que el chico sabía de la relación.
Pensaba que Esteban era otro caso, era alguien aún nuevo para ella y que al parecer no le había dado mayor relevancia al caso. Se había dado el tiempo, con su dispositivo móvil y con el asistente personal de su suegro de investigar acerca de él. Le tranquilizó el saber que había estado con personas muy renombradas sin mayor problema alguno. Había sido guardia personal de la ahora ex esposa de un no muy bien recordado ex gobernador de uno de los estados céntricos del país. También fue guardia de Lucero, Alejandra Guzmán, Mariana Seoane, Gabriela Spanic, entre otras actrices famosas. Tenía un currículum vitae impresionante. Todas las referencias eran positivas. Si había estado con tantas mujeres bellas sin recibir ninguna mala recomendación significaba que se trataba de un profesional. Incluso la empresa donde laboraba ya desde años, mencionaba que por seguridad de todos, es conveniente rotar al personal, teniendo solo de 1 a 2 años de permanencia con una persona, por ello la alta rotación de celebridades con las cuales Esteban ha trabajado.
Entonces este tipo solo estaría un tiempo con ella, en el caso de Rodrigo, aunque ya se marchaba, siempre estaba la relación con sus papás y que vendría en días de descanso y vacaciones. Se sentía muy apenada con el joven delgado de lentes gruesos, inteligencia y educación de primera  y grandísimo pene.
Erika de puntitas asomándose a los cuartos de  su hijo e hija, vio que  ya dormían plácidamente en sus camas. Su marido estaba prácticamente sedado por el medicamento que ingirió. Así que con solo una bata sobre un conjunto finísimo de dormir consistente en shorcito y blusita y unas sandalias de descanso salió sigilosamente de la residencia para dirigirse a la casa de los jardineros. Eran las 11 con 15 de la noche.
Para llegar a la casita de los jardineros tenía que cruzar por una vereda que serpenteaba a su vez por otras casitas de otras personas de la servidumbre.
Ya casi llegaba a su destino, cuando unos fuertes brazos que de inmediato reconoció como los de Luis la jalaron hacia unos matorrales de un pequeño bosquecillo que ocultaba por lo tupido de sus árboles la vista hacia las casitas de los empleados.
Ahora, si negrita santa, he estado esperando el momento de tenerte a solas. Nadie te va a salvar de la culeada que te voy a poner…negrota buenota con su clásico estilo y tonos jarochos, le escucho decir a su oído…la voz y la presencia del negro que solo cubría con un short sus partes nobles le provocaron un escalofrió de miedo.
Carajo, que te crees, pinche cabrón…casi grita una desesperada Erika que empieza a forcejear con el tipo.
Estaban en los jaloneos, cuando un valiente Rodrigo llega ante ellos: Deja a la Sra. Erika
Jajaja, pues que te crees, quieres tu parte también, pinche mocoso de mierda
Te advierto que te puedo lastimar
Jajaja, soltando por un momento a Erika que por la inercia y la fuerza de los jaloneos fue a dar al suelo…Cuidado Rodri, Luis es muy fuerte
Pierda cuidado Sra., este hombre ya no lo molestará, porque primero lo voy a poner en su lugar, aprenderá a respetar a una dama y luego ya no trabajará más aquí. Mañana el Sr. Carlos lo despide.
Una dama, jajaja pues que no viste que se estaba encamando con el difuntito
Eso no me importa, la Sra. Erika es muy buena y para mí es una dama.
El negro se le fue encima de repente, solo para ser recibido con una magistral llave y una inusitada habilidad , destreza y fuerza que de inmediato y sin chistar lo domino por completo, al grado de empezar a lastimarlo auténticamente
Ya parrrraaaa, dueeelllee, yaaaa me voyyyy…
Así es, te vas, pero de esta casa, así que ve explicándole a tu esposa de que se trata todo esto.
No es necesario mayor explicación, ya le había aguantado lo suficiente, esto ya colmo el plato…así que lárgate Luis, a chingar a tu madre, so cabrón..una muy segura de sí misma Sofía, aventándolo un saco con sus pocas pertenencias.
El joven Rodrigo llevo el mismo y solo a Luis a la puerta de la residencia para sacarlo de forma humillante y tajante. El proceso le llevo unos minutos. Había visto que la Sra. Erika entraba a la casa de la Sra. Sofía, la hermana de su querido profesor Rogelio.
Mientras Sofía le ofreció un te relajante a una asustada y agradecida Erika en la casita que le fue asignada, que de inmediato se disculpó para retirarse. Sofía ya no vio que Erika no se dirigió a su casa, sino a la de Rodrigo, que pensando que ya todo había acabado, se encontraba en su recamara muy quitado de la pena.
Erika todavía agitada por tantas desventuras en un solo día  entro sin hacer mucho ruido a la casita de los jardineros. Al no ver a nadie y escuchar murmullos en la recamara, se dirigió sigilosamente a la misma (recordemos que ya había estado en una ocasión anterior, por lo que ya se sabía el camino) ahí sobre la  cama, completamente desnudo estaba su delgado amigo Rodri aparentemente dormido, ya que tenía puestos sus anteojos, aunque parecía estar como en trance, la cálida noche con una luz de luna le daba un brillo especial, como mágico a la desnudez de ese caballerito, de ese joven valiente y discreto.
Rodri estaba masturbándose, frotándose fuertemente su parado pene, murmuraba…Erikaaa, Erikkaa,,,,te ammmmoooo, mmmmaacciiiittttaaaa, chiquiiittaaaa
Pudo comprobar en vivo y a todo color que era casi igual a la del negro Luis, mucho más grande que la de su difunto Roger y que la de su suegro…de pronto se preguntó qué tan dura sería, ¿sería tan dura como la de su suegro? Pero qué joven tan más completo pensó: inteligente, deportista, valiente…pensó que si la juventud de México fuera como este hombrecito, otra cosa sería del país, no pudo resistir emitir un suspiro de admiración tanto física como mental y emocional hacia su joven amigo.
No atino a  moverse, estaba  congelada, azorada, pensó que debía respetar su intimidad e irse a su propia casa, sin embargo  una sensación de gratitud y ternura la invadió, se sentó al lado de su cama sin atemorizarse si se llegaba a despertar y la veía  ahí, esa verga inmensa, la de un joven de su servidumbre, era casi como si fuera su hijo, solo un año o dos más grande, un escalofrío le recorrió la espalda al ver como su mano subía y bajaba apareciendo y desapareciendo la enorme cabeza de su venoso miembro…lo veía ligeramente perlado de sudor…en que estaría pensando mientras se masturbaba?…Los lentes de sus anteojos estaban como con neblina del mismo sudor que exhalaba.
Erikkaaaaa, porquueueee, porqueuuee tuuuu? La respuesta le vino solita, claro que estaba pensando en ella y en su aventura con su profesor.
Rodriii, Rodiiiirrriii, intento despertarlo sin sobresaltarlo.
El joven de pronto se medio despertó para dando casi un brinco de la cama, Sra. Erikkakka….¿qué hace?
Erika toda compungida, le dice: Quiero que sepas que soy una  mujer infeliz en la cama, mi marido no me ha sabido hacer dichosa, por eso tuve esa relación con Roger. Él ha sido el único hombre que me supo hacer una verdadera mujer. Muchos me pretenden, pero yo solo quiero que me respeten y me quieran por lo que soy y no por mi cuerpo.
Sra. Erika, claro que eso lo entendí desde el primer momento. Yo sé quién era mi profesor Rogelio, era un hombre en toda la extensión de la palabra. Por eso deduje que solo podía tratarse de una buena relación entre ustedes. Pero eso no quita que sienta celos de él, aunque ya muerto y de su esposo, el Sr. Carlos.
Erika aliviada lanzo un fuerte suspiro: Entonces, no estás enojado conmigo, no me culpas de nada
Rodri, empezando con la otra mano a sobar las piernas del mujerón: Pero si sabe que la amo con todo mi corazón, como me voy a enojar con usted, si es mi cielo, mi pasión, solo estoy celoso, y triste por qué está sufriendo.
Ayyy Rodri, tomando la mano que le acariciaba para ella misma guiarlo a que continuará la caricia de forma más atrevida…Erika ya necesitaba hombre, ya había sido demasiado, en ese día le había sucedido de todo, necesitaba desahogarse como Dios manda, iría a por todas, ya su único razonamiento era enseñarle al joven, ahora ella sería la maestra, vería que tanto había aprendido, que tan capaz era…sabía que podía ser solo un encuentro fugaz de esa noche, ya que el joven no viviría ahí, pero quería agradecerle…quería sentirse mujer nuevamente, se auto justificaba en su atribulada mente
¿Has estado con una mujer alguna vez? Quitándole tiernamente sus anteojos al joven maravillado.
No, Sra….Erikkkaaa
Deja de hablarme de usted, háblame de tu…si, querido..
El joven estaba a punto de tener la mejor experiencia de su corta vida. Nunca olvidaría esa noche-madrugada.
En forma automática, al tener frente a frente , a su lado, ese mareante olor de hembra ya en celo, de un perfume caro que le sentaba a las mil maravillas, la batita estaba abierta, los melones de las enormes tetas de su diosa, se divisaban majestuosos, ese rostro bello todo sufrimiento, los mulsos que se dejaban ver en todo su esplendor, ya que la bata no le alcanza a cubrirlos, seguía metiéndose la paja que estaba haciéndose, y con la otra mano acariciando los muslos.
Todavía estaba adormilado, la adrenalina de haber sometido al negro Luis aun le corría por su cuerpo.
Erika, sonrió tiernamente, cual si fuera una paciente maestra con su pupilo, mientras lo miraba, con una exquisitez y fineza  le quitó  la mano y en su lugar colocó  la suya, se estremeció al sentir la enorme dureza de aquel pene aún virgen la cual hasta pareció crecer y endurecerse aún más  al contacto de la caricia femenina
Erika sentía claramente como palpitaba, como pidiéndole siguiera frotándolo, por lo que suavemente comenzó a subir y bajar la mano llevándose consigo la hirviente piel de la durisima verga hasta arriba y luego hasta abajo…ciertamente era igual de dura que la del suegro. Uff este joven es un estuche de monerías.
Erika, solo le susurro: déjame hacer Rodri, te estoy muy agradecida, ya no soy yo, entiéndeme, necesito, te necesittoooo
…”aaahhhh…”gimió ligeramente Rodri moviéndose sobre la cama, mmmhhhgggg…”otro gemido indicándole el placer que empezaba a sentir…con ojos de amor Erika  lo veía retorcerse cada vez mas según iba incrementando la velocidad en la faena que le estaba prodigando al hijo del jardinero.
…”aahhh…Erikaaaaa, estas bien buenaaaa?!…”susurro Rodri como asustado de su juvenil arrebato y atrevimiento.
…”ssshhhhh…”musitó  ella deteniéndose un momento…”relájate Rodri…!d-deja que  te ayude…si mi cielo?…”agregó  a la vez que iniciaba una vez más  el sube baja en la dura virilidad que parecía endurecerse cada vez más y más, más larga y más ancha si es posible, cada que ella la apretaba ligeramente, tratando de darle todo el placer posible.
…”aahhhh…Erika…”…”te gusta querido?…”…”s-si  chiquittaaaaa…”repuso con la voz entrecortada el que ya en absoluta confianza por el favor que su amada diosa le estaba haciendo…
“Erika…solo un poquito…s-si?…”inquirió el calenturiento joven a la vez que jalándola suavemente del brazo la instaba a que se acercara más…la cual adininando lo que él quería…”p-papito…lo que tú quieras, esta noche soy tuuuyyaaaa…”…”Gracias, Erika, …s-solo un poco…s-si?…Ok, solo que…p-prométeme que esto va a ser un secreto entre tú y yo…de acuerdo?…”…”t-te lo juro siempre, Erika…”replicó un anhelante Rodri, “soy un hombre, un caballerooooo, ahhhhh”
…”e-espera…”susurró  la caliente rubia  levantándose… y luego de ponerle seguro a la puerta de la recamara juvenil para mayor tranquilidad, incluso vio si estaba cerrada la ventana y corrió la cortina, quería la mayor privacidad posible… regreso a la cama con su cadencioso andar mientras se agarraba la caballera rubia por encima de la cabeza de una forma ciento por ciento erótica, se despojó sensualmente de la batita, de la blusa, y sus sandalias, quedándose solo con el shorcito, luego sentándose de nuevo a su lado y dando un profundo respiro…”oh Rodri!…”musitó  entreabriendo sus carnosos labios para poco  a poco irse comiendo  la venosa verga-pitón  que palpitante iba desapareciendo dentro de su cálida  boquita de mamadora.
…”aaahhhhhh!…”gimió el al sentir la tibia lengua de su patrona  que ya teniendo dentro de la boca más o menos la mitad de su virilidad…jugueteaba dándole lengüetazos…succionando…saliéndose un poco para luego volver a introducírsela aun más…así sucesivamente hasta que logró  engullir todo el vergón…hasta que sus labios hicieron contacto con los duros testículos los cuales parecía explotarían en cualquier momento al querer contener en su interior la gran cantidad de leche juvenil que seguramente tenían…por lo que solo los palpó  con delicadeza para no lastimarlos…no pudo evitar sentir un escalofrío al pensar que toda esa cantidad de semen en cualquier instante podría desbordar su boca…quizá ahogándola…estaba dando lo mejor de sí…quería hacerlo gozar…que disfrutara a mas no poder aquella mamada de película XXX…
…”Erikkaaaaaa…que rico…”…”t-te lo estoy haciendo bien?…” preguntó Erika  que para ese momento  ya estaba como desposeída, mamando como loca el enorme miembro de su sirviente…”s-si mi Diosaaaa…eres fantástica!…”…”mamas riquísimo Erika…”agregó  sorprendiéndola un tanto por lo coloquial del lenguaje   pero considerando que era parte de su misma excitación…”oh mi reeeeyyyy…”exhaló  la bella mujer   jadeando al momento que extrayendo el duro pitón…se daba a la tarea de mamarlo a todo lo largo…llegando hasta sus huevos los cuales lengüeteó suavemente…como saboreando un rico mango…su magistral lengua recorría con la punta las líneas venosas del enorme pitón…arrancándole gemidos de placer a Rodri, que sin ser muy brusco metía su mano en su rubio cabello…enredándolo en sus dedos…para luego ejercer cierta presión como guiándola…mientras la ya calientísima mujer …con los labios entreabiertos…chupaba…succionaba, algunos hilillos de su saliva mezclada con los fluídos  preseminales de él le escurrían por la comisura de los labios…embarrándole las mejillas…frotaba vigorosamente el enorme pene…se detenía…apretaba…aquella era un oral de auténtico campeonato mundial, ahora empezó a pasarse el durísimo pene sobre sus desnudos senos, amasando, apretándole suavemente con esas dos montañas su virilidad, iniciaba ahora una rica “cubana”, no dejaba de mirarle a los ojos, con un deseo ya animal, ya salvaje. Casi le estaba suplicando, rogándole que se la cogiera, que hiciera con ella lo que le viniera en gana.
Rodri estuvo a punto de venirse, pero el joven era sabio, se había estudiado el tema, sabía que llegado el momento de perder su virginidad como tendría que actuar. Sabía cómo controlarse, haciendo un esfuerzo sobrehumano, detuvo el enorme placer que su amor hasta ese entonces platónico le estaba prodigando para con ternura casi infantil detenerla, lanzando un fuerte suspiro.
La mujer supo que tenía que darle un espacio, así que valiente y atrevida se fue sobre su cara para darle un sabroso beso de lengua, iniciando ahora un apasionado besuqueo entre los dos…era la primera vez del joven, que agradecido, solo atinaba ahora con sus manos recorrer la espalda, los senos de esa maravillosa diosa, de su musa, de la mujer de sus sueños, por la que tantas “chaquetas” se había hecho en la intimidad de este, su cuarto.
Erika, ya atrevida al 100 % le empezó a acariciar espalda, pecho, aunque era muy delgado, su cuerpo era durito, firme, muy bien trabajado.
De pronto, Erika dominante y en su pose de maestra, le dice ya en un mandato caliente, en un susurro totalmente cachondo: Siéntaaateeee eeeen eeeel boooorde deeee tuuu caaamaaa, queridoooo…veeeráaas looo queee teeee vooooy haaaceeeer…
Muy obediente, Rodri se acomodo  cómodamente sentado sobre la cama. Erika se paró de espaldas a él, sugerente le dice: Papiii, bájaaameeee mi panty…presuroso y con unos ojos a punto de salirse de sus órbitas, el joven Rodri, presto con su dos manos le empieza a bajar la minúscula prenda, aprovechando para recorrer a plenitud nalgas y piernas de esa hembra deseosa de carne humana..hummmm, los gemidos de la mujer ya eran de un subido tono, de un color morado sensual máximo.
 Ahora es ella misma quien lentamente empieza a sentarse sobre la rigidez del juvenil pito, es ella quien  con su mano dirigió la maniobra. Rodri recibe a esa escultural mujer, que podría ser su hermana mayor o acaso hasta su madre,  él casi cumple 18, ella casi 33, así que la diferencia de edad es de 15 años, que moviéndose sensualmente trata de  encajarse  a su cuerpo sentándose también sobre su erección.
Erika empezó a darse a desear tomando el pene con la mano y posándolo sobre su vagina haciendo movimientos suaves sobre ella, pero sin introducirlo aún del todo.
Rodri trata de imponer su voluntad presionando a la mujer hacia su miembro lentamente, mirándola a los ojos a través del espejo del tocador que esta frente a ellos …ambos podían verse reflejados. Sus ojos se dicen todo. Es momento del empalamiento, de la inminente penetración, de que Rodri deje de ser virgen.
La pasión del abrazo, los toqueteos de las manos del joven sobre las tetas y pezones de su patrona, los juegos de lengua de Rodri sobre la espalda blanca y fina de su mujer causan escalofríos, estremecimientos y dan la decisión en este momento fácil de que sea la misma Erika que de un sentón fuerte, súbito y seguro reciba en su intimidad a un tercer hombre en su vida. A un hombre mucho menor que ella, pero también ya sabio en las artes del amar y del querer.
Ahhhh, Rodriiii…esss muyyy granndeeee y gruessooo…que riicocooooooo, ppappapiitoootoo, dammmeeem, ahhhhh, hummmmm, hummmm
Ella misma empezó a darse unos fenomenales sentones, su vagina rápido se adaptó a un nuevo tamaño, era como si de toda la vida estuviera esperando un miembro tan grande y tan duro…el mete saca era rápido, ya que la misma dureza de la virilidad permitía que se diera esos brincotes sobre esa maravillosa daga humana, carne humana de primera….hummmmmm, ricocoooo, asiiii., siiiiiii, ayyyyyyy, Rooodriiiiiiii, la cama crujía a más no poder, el plac, plac plac que hacía su enorme y duro culo sobre las ingles y verga de su amigo era fuerte, intenso, constante…el joven también ya murmuraba palabras que no se entendían….ambos estaban en el quinto paraíso…fueron minutos largos si hubiéramos podido observar en vivo la escena, cortos para ellos, que ya con los ojos blancos y babeantes seguían y seguían…hummmm, ahhhhhh, ayyyyy…el espejo del tocador les devolvía una imagen de una mujer dándose de sentones sobre un joven, sudorosos, exhalando, casi mascullendo gemidos que ya no se entendían…
Este tipo de doma puede ser un camino hacia un orgasmo intenso e inolvidable, para ambos llego casi al mismo tiempo…lo alejado de la casita oculto el grito animal que ambos profirieron, al llegar a Erika…..ahhhhhhhh, ahhhhhhh. Había sido primero  el orgasmo de ella, le hizo que se recostara por completo sobre su nuevo marido, poniendo su cara en uno de sus hombros, después con fuerza inaudita para estar sentado el jovencito le siguió dando otros diez empellones hasta que gritando llego a su primer orgasmo de esa triunfal primer faena en su vida.
Ah, bendita juventud sana, alejada de todo vicio que afecta la condición física, Rodri se vino, pero su virilidad permanecía apenas un poquito menos dura que en un inicio, sin  dejar de mirarla por el espejo, ahora se acomodó sentado en la cama, poniendo su espalda sobre la cabecera …”siéntate aquí sobre mi…” susurró como dándole ahora él una nueva orden.
Erika empezó a masajear esa virilidad semi erecta que de inmediato respondió volviendo a ponerse en firme. La mujer estaba maravillada, este joven tenía una recuperación muy prodigiosa. Había estudiado que hay hombres que se preciaban, presumían de poderse echar varios polvos de manera continua, pero no lo había creído, pensaba que era simple vanidad y presunción. Ahora comprobaba, que si era cierto que alguien puede venirse y seguir erecto…solicita obedeció.
Por lo tanto, Erika sin chistar fue a  colocarse  en la posición requerida. Rodri, como todo un caballero le dejó espacio para que se sentara sobre el cómo cabalgándolo…y una vez en posición comenzar a restregarse sobre la envarada verga… él también se movía siguiéndole el ritmo en sus movimientos circulares…extasiado de tener sobre el a su buenísima amada…
…”ooohhhhh…d-dios…!”exclamó Erika que apoyada con ambas manos en los hombros de él…se dejaba caer hundiéndose por completo el erecto miembro de su jardinero…hasta que sus exquisitas nalgas hicieron contacto con los muslos de él…inicio un fuerte remolino, se movía como desposeída, ya giraba, ya para la derecha, ya para la izquierda, arriba, abajo, fuerte, duro, despacito, lentamente…era una muy buena maestra, sin duda alguna, empezó el mete saca, el plac, plac, plac, los murmullo y gemidos, ya babeaba por completo…hummmmm, ayyyyy, ayyyy, exquisitotooooo, ricoococoococo
…”muévete mamacita…” le ordeno, más bien casi le rogaba un ya sudoroso Rodri que con las manos sobre las grandes caderas y nalgas  de su jefa la invitaba  a que se dejara conducir por el…la cual obediente siguiendo las indicaciones manuales de su amigo comenzaba a restregarse primero con fuerza y poco a poco incrementar sus movimientos de avance y retroceso sobre la dureza infinita de esa verga  distinta que por tercera vez en su vida estaba dentro de ella…
…”l-Te gusta a-así…Rodrii…? gemía  caliente subiendo hasta casi extraerse el pene  de su interior y luego bajar restregándose y por consiguiente introducirse nuevamente el durísimo, húmedo vergón…repitiendo este procedimiento muchas veces mientras se apoyaba en pecho, hombros de ese joven, según eran sus movimientos. Apretaba con sus manos hasta dejar visibles huellas en Rodri, que seguía sudando a mares, pero cuya dureza iría para largo rato. Estuvieron así bastante tiempo, una sudorosa Erika, casi le sugirió, le rogo cambiar a otra pose, ya que al llevar ella el ritmo tanto de la anterior venida al darse de sentones y ahora de estarlo montándolo, requería de otra, en donde su amigo llevará la fuerza y enjundia…
 …”v-ven…voltéate…”exclamó Rodri instándola a que se pusiera en cuatro sobre la cama…a lo cual muy obediente se prestó bajándose de su semental solo para cambiar de posición, se vio reflejada en el espejo y le gusto lo que vió… apoyándose con una mano en el colchón, mientras con la otra dirigía la reluciente cabeza del enhiesto miembro justo en la entrada de sus húmedos labios vaginales…lentamente el pito del joven estudioso fue desapareciendo en su interior centímetro a centímetro para que poco a poco la fuera llenando hasta quedar completamente empalada…esperando luego cual fina yegua con la palpitante verga adentro… que su  jinete le jalara las riendas para empezar a galopar…
…”aahhhh!…”gimió al sentír como el hijo de su jardinero tomándola del cabello se lo jalaba hacía atrás dándole la señal de que podía empezar…por lo que soportando los ligeros jaloneos que este le daba se acomodó de tal manera que le fuera más fácil moverse circularmente y en diferentes direcciones…
 Apoyada ahora con las dos manos en la cama…se dejaba guiar por las manos de tan joven , pero innato y sabio amante, el cual se apoyaba con sus manos   en sus grandes y duras caderas…en movimientos de avance y retroceso…despacio y fuerte…según él quería…excitado veía las penetrables nalgas de su primer gran amor  acercarse y alejarse…en un momento dado volteaba a ver hacia el espejo para ver cómo se estaba cogiendo por primera vez a su amada, le gusto lo que vio, como los senos se bamboleaban al ritmo de la descomunal monta que le estaba poniendo…repegándose  a ella pasó sus manos por delante para apoderarse de sus exquisitos pechos los cuales una vez más se dio a la tarea de amasar a su antojo mientras la elegante mujer le paraba lo más que podía su culo, poniéndose durita para recibirlo,  dándole en otras palabras las nalgas…”aaahhhh!…aaahhhh!…”seguía gimiendo sin dejar de revolvérselo mientras volteaba a verlo de una manera por demás provocativa…
…”aaahhh!…ooohhhh!…aaahhhh!…!…”gimió nuestra heroína repetidamente cuando éste tomándola de las caderas la instaba a que por sí misma se penetrará la dura virilidad…a lo cual no se opuso comenzando a hacerlo primero con ritmo lento…era un poema ver aquél suculento cuerpazo meter y sacar ese pedazote de pene…apareciendo y desapareciendo la empapada verga de su nalgatorio…”asiiii, queriiiidoooo, Rodriiiiiii…?…”inquirió sensualmente sin dejar de penetrarse…dejándose caer cada vez con más fuerza…ahhhhhhh, ayyyyyy, ahummmmmmm, yyaaaaa, siguueeeee
…”te mueves riquísimo…m-mamacita…!”…susurró Rodri,,,,
Ayyyyyyy, ayyyyyyyyyyy…el segundo orgasmo , pero no el último de esa noche-madrugada llegaba como un estruendo para la hermosa rubia que desmadejada se dejó caer en la cama, haciendo con la inercia que su joven amante también se le recostará por completo y seguirla enculando con todas las fuerzas de su sano cuerpo, en un momento dado, sin dejar de seguirla penetrando con todo y de una forma por demás hábil, le paso por debajo del vientre un gran almohadón que tenía a su lado, con lo cual las nalgas de la mujer quedaron aún más alzadas y sin decir agua va, empezar a lamerle, succionarle, chuparle todo ese gran culo con su boca, lengua y manos, era un pulpo que no dejaba centímetro, ni pliegue ya del rosado orificio que emanaba un olor exquisito, la mujer era muy higiénica y hasta perfume se ponía ahí…Rodri quería probarle todo, era un teórico que quería pasar a la práctica en una sola sesión.
Incluso llego el momento en que el orificio anal claramente palpitaba, como que se movía teniendo vida propia, por lo cual ahora Rodri se  sienta echando su cuerpo levemente hacia atrás hasta el respaldo de la cama y apoyando sus manos al costado de su blanco, delgado, pero fuerte cuerpo. En esa posición, las piernas de Rodri  pueden estirarse o flexionarse según la comodidad que se disponga y su  cabeza la tenía  relajada sobre la cabecera.
Le pidió a Erika, que asumiera el rol activo de esta nueva pose: Mamiiittaa, quiero verte a los ojos directamente ahora que te enculare….siiiiiii?
Una cachonda Erika sudada, feliz, con ojos radiantes: Lo que quierrrass ppaaapiiitoo chulllooo, esta nocheeee soy tuyyyayaa, lo que tu quierasss hacer está bien para mi…
Es entonces que Erika pasa sus piernas por encima de su compañero y apoya sus brazos atrás del cuerpo. La estimulación previa de su “chiquito” fue suficiente y basta, nuevamente ella con su mano dirige el enhiesto pene del muchacho para írselo metiendo  poco a poco  en ese hueco sagrado.
Hummmmm,es muy grnnnaanndee,,, ardeeee un poquiiitooo,,, hummmmm, yaaaa estattaaaa, uyaaaaa, ufffff, assiisiiii, queee riccooooooo, riquiiiiisiiiimo,Ohhhhh Diooosssss
La mujer marca el ritmo o se pacta un encuentro pene-recto con un movimiento de ambos hacia el centro. Ya lento, ya rápido, el mete saca ahora en esta nueva pose inicio y continuo por un gran rato…
La mirada que ambos se daban era de un amor, cariño, estima, agradecimiento infinito, las edades no importaron, las diferencias sociales y económicas tampoco, solo eran un hombre y una mujer que estaban  gozando por completo.
Rodri estaba colorado ya,,,,llevaban buen rato en esa pose, diciéndose palabras cariñosas, para de repente pasar a palabras “calientes”….
Erika: dalleleleleel, hombresottteeteee, mi macccchoooooo,, culeaammemee como a unaaaa de tusss noviaaass, soyyy tu yegguuuaaaa, hummmmmm
Rodri: Ahhhhh, chullllalaaaa, eres mi mujeeerrrrr, miii yeguuuaaaa, dallee,ee,e, dalleleleee
Erika, culeammmee, culeeeammeee siemprrree, chiiquuuiiiitooo llegando a un tercer orgasmo al mismo tiempo  que Rodriii,, amoorrrrrr, yaaaaa le inundaba los intestinos con una fuerte derrama de semen que incluso empezó a salir de las suculentas nalgas de la mujer que maravillada veía la enorme cantidad de líquido que el joven le estaba surtiendo….uffffff……llevaban cerca de dos horas cogiendo como si se fuera a  acabar el mundo.
Era la segunda venida del joven y el tercer orgasmo de la hembra. Todavía continuaron cerca de otras dos horas cogiéndose, comiéndose, disfrutándose mutuamente. Fue una noche muy intensa, la más intensa en la vida de la mujer ya que al estar con una persona sana y que con la fortaleza de su edad podía darle batería fácilmente. Para ella, fue un bálsamo, un oasis, entre la tristeza de haber perdido a un hombre querido. Entendía que lo de ellos no podría ser de fijo, ya que prácticamente por espacio de un año y medio Rodrigo se iría del país, de hecho ya no lo podría ver los días siguientes. Sabía que había sido una noche inolvidable, pero que difícilmente se repetiría en el corto plazo.
Platicaron, platicaron largo y tendido, rieron, se entendieron, la madurez emocional del estudioso amante permitía que el tono y profundidad de la conversación fuera de un muy alto nivel. Llegaron a conocerse bastante. Rodri lo único que le pidió es que se cuidará y ambos acordaron que abrían la expectativa para que en un futuro, cuando él regresará se pudiera repetir la sesión si el caso lo ameritaba. El joven también entendió que había sido una noche ocasional y especial, entendió que era difícil el tener una relación, sin embargo, le estaba definitivamente agradecido de haber sido ella quien le ayudará a perder la virginidad.
Eran cerca de las 5 de la madrugada cuando una relajada, pero aún preocupada Erika salió furtivamente hacia su casa. La rubia se despidió y se volteó a besar con todo a su tercer hombre en su corta vida sexual. Su bella anatomía se dejaba adivinar a través de la pequeña bata que cubría su coqueto atuendo de dormir que por lo visto no se ocupó para ello…también eran impresionantes las ojeras que se cargaba…y unas partes más rosadas casi rojizas en hombros, cuello y parte de sus muslos de portento que empezaron  a caminar hacia su casa…entró despacito, cuando la voz de Esteban le asusto enormemente, dentro de la salita de recepción de la misma:
¡Con que el negro Luis también quería lo suyo contigo! Y ¡mira cuanto tiempo estuviste con el joven Rodrigo! Cerca de 6 horas, ¿Pues qué tanto hacían? Con un dejo de ironía…tomándola de pronto y señalándole las partes rojizas de la parte que se asomaba de los senos, le inquirió ¿Esto qué significa, Erika?
Erika reponiéndose muy rápido: Calma, ¿quién te crees para estarme espiando? , ¿Quién eres para juzgarme?
Clarito te dije que te cuidaras, sin duda te acabas de liar con el muchachito, ya van dos Erika…recuerda que tu suegro me pagaría muy bien esta información…
A Erika se le vino el ingrato recuerdo del inminente chantaje del padre de su esposo, por lo que enojada: ¡pues mira, va…no me importa nada, por mí puedes platicarle lo que quieras! Estaba pensando cómo podría librarla con el suegro, pero por ningún motivo dejaría que Esteban quisiera intimidarla…
Calma amiga, ya te dije que no hablare, solo te pido que te andes con cuidado. El negro ya se fue, el chaval por lo que se también, espero que ya te calmes…
Así es Esteban, pero por ningún motivo quiero que seas una especie de guardián…soy grandecita y se lo que hago, te quedo claro, para iniciar su recorrido al interior de la casa.
Calma, querida, ya sabes que solo quiero ayudar, le contesta un taimado Esteban.
Acaso dormiría una escasa hora y media, su esposo le regalo un nuevo CD, era el soundtrack de la película “Hecho en México” (Se trata de un documental que busca hacer reflexionar sobre la mexicanidad y mostrar la vida diaria de los mexicanos más allá de las noticias negativas que se esconde en la vida diaria) que recién juntos habían ido al cine a ver.
Como en casi todo evento del país, el hecho de que dicho documental fuera dirigido por un extranjero y patrocinado por Televisa despertó opiniones encontradas, siendo muy fuertes las críticas de los “supuestos expertos”, a ella le gustó mucho por la música tan bella, lo colorido de los lugares y paisajes, los buenos artistas que salen. Su opinión era que se trataba de un buen documental que proyecta visual y oralmente un México bello y hermoso.
Le había impactado las imágenes, los lugares, la música y la creatividad del pueblo mexicano. Una de las canciones que más recordaba era una cantada por Natalia Lafourcade y Emmanuel del Real (Meme de Café Tacuba): “Cuando llegare” que expresaba su sentimiento de poder tener el apoyo ya no solo de buen sexo, sino emocional y moral de un hombre.
Claro que no podía platicar con su esposo de lo que estaba a punto de vivir con su suegro. Consideraba que sería inminente el tener que someterse a su chantaje. No veía alternativa, ni salida alguna, tenía todas las de perder, por ninguna razón podía permitir que sus padres vieran esos videos. Se morirían de la vergüenza. Ni que decir de sus hermanos e incluso si sus hijos, Ufff maldito Don José…Meditando escuchaba a Lafourcade y al Meme…
Había un árbol tan poderoso
Que cuando dormía hacia un ruido extraño
Tenía historias de amor escondidas,
Unas robadas, otras pérdidas
No sé a dónde va el destino
Si regalo mi cariño, si regalo mi cariño
No sé dónde va el destino
Caminando dando un paseo
Pisando muy fuerte, Pedí un deseo
Hierba sonaba, hacía calor
Cuando llovía, Nacía una flor
Cuando llegare, cuando llegaras
Cuando llegare, cuando cuando llegaras
Cuando encontré la orilla del rio
Mire en el reflejo una luz deslumbrante
Tan brillante la luz en el rio
Es lo que me guía por este camino
Si a la virgen le pidiera que tal vez tú me quisieras
Que tal vez tú me quisieras
Si a la virgen le pidiera
A veces pregunto si lo que me dieron
Tiene  sentido, algún motivo
Sé que al final este es mi destino
Mientras lo acepte lo lleve conmigo
Cuando llegare, cuando llegaras
Cuando llegare, cuando cuando  llegaras
Esto es lo que soy, esto es lo que doy
Esto yo seré, por nada lo cambiare
A veces pregunto si lo que me dieron
Tiene sentido algún motivo
 Sé que al final este es mi destino
Mientras lo acepte lo lleve conmigo
Cuando llegare, cuando llegaras
Cuando llegare, cuando cuando  llegaras
Esto es lo que soy, esto es lo que doy
Esto yo seré, por nada lo cambiare
Sonó su celular, que raro, tan temprano…contesto de inmediato…era su suegro…
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Relato erótico “Mi esposa no supo negarse y acabó disfrutando”. (POR MARIANO)

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Me llamo Eloy, tengo 35 años y estoy casado desde hace diez con Olga, una mujer preciosa de 32 años, morena, de pelo bastante largo, ojos castaños y boca grande y de labios bastante carnosos: su cara es realmente bonita; mide cerca de 1,70 y tiene un cuerpo muy sensual, sus pechos son grandes de pezones oscuros. Llama mucho la atención de los hombres que se la comen con la mirada.

Olga es una mujer extrovertida y que difícilmente es capaz de contrariar a alguien sacrificándose ella con frecuencia con tal de no tener que dar una negativa en cualquier aspecto de su vida cotidiana. Esta forma de ser también es aplicable al sexo en el que aun comportándose de manera muy pasiva, prefiriendo dejarse hacer que participar activamente, no rechaza casi nunca lo que yo pueda hacerle; no he conseguido sin embargo que me chupe la polla pues la primera vez que se lo propuse me dijo que le daba asco el agüilla del capullo cuando está en erección, de modo que nunca volví a insistir en ello.

Este último invierno decidimos hacer una obra en la casa de modo que tras contactar con varias empresas nos decidimos por una de ellas para que se encargara del trabajo.
El día que empezaron la obra mi mujer me dijo que de ella se estaban encargando dos chicos de origen rumano que no hablaban casi nada de español; me comentó también que al terminar la jornada les había ofrecido una cerveza y algo de embutido, cosa habitual en mi mujer y que ellos le agradecieron amablemente.
Un par de días regresé a casa antes de lo normal coincidiendo con la hora de salida de los dos trabajadores y al entrar observé a través del cristal de la puerta que daba al salón desde el hall, que mi esposa y los dos operarios se estaban tomando el tradicional tentempié que ella les ofrecía al terminar la jornada de trabajo. Al estar la puerta cerrada y la luz del hall donde yo me encontraba apagada, mientras que la del salón estaba encendida ellos no me habían oído llegar ni podían verme a través de la puerta.
Tras colgar el abrigo en el armario ropero me dirigí hacia el salón para saludar pero al acercarme a la puerta observé como uno de los dos obreros se acercaba a Olga por su espalda y le ponía la mano sobre la cabeza acariciándole el cabello. Iba a entrar pero lo insólito del hecho me frenó y me mantuve quieto observando lo que pasaba.
Mi esposa se sorprendió indudablemente con las caricias del chico, pero no hizo movimiento alguno de modo que el chaval se animó aun mas y tras cogerle la cabeza con ambas manos empezó a acariciarle las sienes con los dedos; entonces su compañero se levantó, se aproximó también a Olga y tras ponerle sus grandes manos en la cara empezó a acariciarle suavemente las mejillas. Ella permanecía sentada e inmóvil sin saber que hacer y yo pasmado viendo la escena y dudando en intervenir.
Unos instantes después, y viendo que Olga no reaccionaba negativamente, el que estaba a su espalda la levantó de la silla mientras que el otro apoyaba sus manos sobre los hombros de ella; pero no tardaron mucho en proseguir su avance y al cabo de unos minutos el que estaba detrás de ella paseaba sus manos por los brazo y hombros de ella y empezaba a besarle el cuello; por su parte el otro chico ya había bajado sus manos por el costado del cuerpo de ella hasta agarrar suavemente sus caderas mientras también besaba sus mejillas acercando su boca a la de Olga.
Mientras la magreaban y besaban me fijé que los dos tíos eran muy distintos: el que estaba delante de Olga era moreno con el pelo muy rizado y de cuerpo bastante fuerte aunque no excesivamente alto; el otro chico era rubio, mas alto y delgado que su compañero, y llevaba el pelo bastante corto.
Los dos hombres estaban cada vez mas animados toda vez que Olga no ponía reparos a los sobeteos de modo que intensificaron sus caricias por encima de la ropa. El rubio paseó sus manos por el cuello de ella hasta alcanzar sus pechos; el moreno llegó con su boca a la de Olga y comenzó a besarla en los labios; al principio Olga no respondió al beso pero la insistencia del hombre consiguió que ella entreabriera los labios y de inmediato él lo aprovechó para meterle su lengua y besarla con mas intensidad, mientras ya le acariciaba el trasero.
A través de sus monos de trabajo se podía constatar que los dos hombres se estaban empalmando mientras seguían acariciando a Olga e imaginaban lo que podía a venir a continuación. Mi esposa permanecía quieta entre los dos hombres respondiendo ligeramente al beso del rumano moviendo los labios mientras la lengua del tío exploraba el interior de su boca.
Yo ya había decidido no intervenir pues el morbo de la situación empezaba a ser enorme y quería ver hasta donde era capaz de llegar ella; me mantuve agazapado contemplando la escena.
Los dos rumanos no tardaron mucho tiempo en buscar un mejor acomodo para seguir progresando en sus acciones sobre el cuerpo de ella, de modo que la fueron lentamente acercando al sofá del salón; yo me desplacé a la cocina que también comunicaba al salón con un gran ventanal situado justo encima del sofá; desde ahí podía seguir observando todo sin que me descubrieran.
Los dos hombres sentaron a Olga en el sofá, ellos se pusieron cada uno a un lado y volvieron rápidamente el ataque; ahora fue el rubio el que buscó el beso en la boca mientras le acariciaba las mejillas; mi esposa aceptó también tímidamente el contacto bucal con el hombre que la besaba con intensidad; el moreno por su parte la besaba en el cuello y en el lóbulo de la oreja mientras que sus manos se posaban sobre de los pechos de Olga palpándoselos por encima de la blusa.
Mi mujer seguía dejándose hacer y los dos rumanos ya se convencieron del todo de que tenían el campo libre de modo que la tumbaron boca arriba sobre ellos; la cabeza de Olga reposaba ahora sobre los muslos del moreno mientras que sus piernas se apoyaban sobre las del chico rubio; este ultimo puso sus manos sobre su falda y tras acariciarle las piernas por encima de la tela , bajó una de ellas hasta el tobillo y tras introducirla por debajo de la falda empezó a subir por dentro de la misma; Olga mantenía las piernas cerradas notando como los dedos del chico iban subiendo inexorablemente hacia su sexo, recorriendo las piernas y luego los muslos, dejando con su avance al descubierto la carne desnuda de las piernas.
El otro chaval tampoco perdía el tiempo, y mientras con una de sus manos sujetaba la cabeza de Olga para acercar su rostro al suyo y poder besarla en la boca, la otra se metía una y otra vez por el escote de su camisa acariciando sus tetas por encima del sujetador y amagando meter sus dedos directamente sobre ellas; no tardó mucho en comenzar a desabrochar los botones de la blusa de ella dejando al descubierto el canal de sus pechos y el sujetador de encaje blanco que los cubría.
Los dos chicos se deleitaban contemplando y tocando ya al desnudo buena parte del cuerpo de mi mujer, hasta que noté un leve estremecimiento en Olga cuando el rubio alcanzó sus bragas y empezó a pasear sus dedos sobre ellas; pronto toda la falda quedaba a la altura de la cintura y sus bragas blancas al descubierto mientras que la mano del rubio intentaba escurrirse hacia su entrepierna que ella mantenía cerrada.
El hombre moreno ya había desabrochado todos los botones de la blusa de Olga y acariciaba y apretaba sus pechos por encima del sostén; el bulto de su polla erecta por debajo del mono de trabajo era evidente y acercó la cara de Olga hacia su cintura para que ella comprobara su calentura; cuando ella notó la erección de él giró la cabeza hacia el lado contrario, como si se hubiera asustado de la dureza de la polla del tío; él intentó de nuevo apoyar la cara de ella sobre su vientre pero mi esposa rechazó de nuevo la invitación; el rumano entonces se escurrió hacia abajo en el sofá hasta conseguir que la cabeza de Olga quedara apoyada sobre su miembro empalmado; luego metió sus manos por debajo del sujetador para agarrar directamente sus dos pechos; los masajeó varias veces y luego los liberó del sostén dejándolos por completo al descubierto.
Mientras el rubio seguía acariciando su entrepierna por encima de la braga introduciendo de cuando en cuando los dedos por debajo de esta y acariciando su vello púbico; al poco rato le agarró sus bragas y las bajó por las piernas de Olga dejando al aire la pelambrera negra de su coño.
Los dos chicos cada vez mas excitados contemplaban el cuerpo semidesnudo de ella paseando una y otra vez sus manos por él. Ella permanecía quieta sintiendo como ambos le metían mano sin parar, pero sin hacer prácticamente nada por su parte como era tradicional en ella.
Después de sobarla durante un largo rato el rubio se incorporó y se situó de rodillas sobre el sofá delante de ella; luego le agarró las rodillas con ambas manos y empujando hacia afuera le fue abriendo las piernas; Olga se resistió un poco pero al final cedió a la operación y la raja de su precioso coño apareció ante la vista del chaval que de inmediato llevó allí su mano para comenzar a acariciarle los pliegues de sus labios; cuando subió sus dedos y alcanzó el clítoris percibí claramente el gimoteo de gusto por parte de ella.
El rumano moreno se fue deslizando aun mas hacia abajo en su asiento en el sofá hasta conseguir que la cabeza de Olga reposara sobre su vientre; el chico entonces mientras con una mano seguía recorriendo el cuerpo desnudo de mi esposa con la otra se desabrochó los botones de la bragueta de su mono de trabajo y metiendo su mano en ella se sacó el miembro erecto; tenía una polla muy gruesa y oscura aunque no demasiado larga pero sobre todo lo que mas me llamó la atención fue el abundante vello oscuro que circundaba los cojones cuando también deslizó al exterior sus pelotas. Tras sacarse la verga la soltó de sus manos y de inmediato ésta se desplazó hacia arriba chocando contra la oreja de Olga; el chico entonces acarició suavemente el rostro de mi esposa y lo fue desplazando hacia el lado por el que su polla asomaba al exterior; era evidente que el rumano estaba intentando conseguir que ella llevara su boca a su tieso cipote para chupársela; su miembro tocó la cara e Olga a la altura de su nariz de modo que él se la cogió de nuevo y la guió despacio hacia los labios de ella, pero cuando Olga sintió el contacto apartó la cara hacia el lado contrario.
Mientras ambos porfiaban, él en el intento de meterle la picha en la boca y ella en su negativa de hacerlo, el otro chico ya se había tumbado boca abajo en el sofá sobre las piernas de Olga y lamía sus muslos acercándose cada vez mas hacia el sexo entreabierto de ella; alternaba sus lamidas de una pierna a otra mientras con sus dedos seguía jugueteando en el coño de ella: cuando ya estuvo próximo a alcanzar con su lengua las ingles de ella le agarró los muslos por debajo y le alzó ambas piernas abriéndoselas al mismo tiempo: el chocho de Olga estaba plenamente abierto a él: por fin llegó con su boca a los pelos que rodeaban su raja y abriéndole los labios introdujo la lengua en su chocho recorriéndolo de arriba a abajo repetidamente mientras mi mujer suspiraba sintiendo el gusto de la comida de coño que el hombre le estaba obsequiando.
El moreno acercó entonces su boca a los pezones erectos de sus tetas apoderándose de uno de ellos y lo lamió y mordisqueó mientras le manoseaba el pecho con una mano y con la otra seguía intentando inútilmente acercar la boca de Olga a su miembro; ella estaba cada vez mas caliente y no pudo evitar agarrar con sus manos la cabeza del rubio para empujarla hacia su conejo; este ya metía su lengua por completo en el agujero de su coño para luego salir y frotarle repetidamente el clítoris, aumentando cada vez mas la calentura de ella.
Al cabo de un rato el chico abandonó la comida del coño de mi esposa y agarrándola de las caderas volteó en un rápido movimiento el cuerpo de ella para dejarla boca abajo en el sofá; la maniobra hizo por un lado que el precioso trasero respingón de ella quedara a la vista del chaval rubio y por otro que el rostro de Olga impactara con la gruesa polla del moreno que no perdió la ocasión y sujetándole la cabeza con una mano la inmovilizó sintiendo con gran placer como los labios de ella se posaban en sus huevos sin poder despegarse de ellos.
Tras acariciarle las nalgas el rubio se entretuvo unos instantes en pasarle los dedos por la raja de su culo hasta que se levantó y con rapidez se despojó del mono de trabajo y de los slips; tenía un cuerpo delgado y atlético; su polla ya en plena erección no era demasiado gruesa pero tenía una considerable longitud; el chico se acercó de nuevo a mi mujer y apoyando su polla sobre el trasero de ella la frotó suavemente de arriba a abajo sobre la raja del culo y luego la dirigió aun mas abajo hasta alcanzar el chocho con la punta de su nabo; mi esposa gimió al notar el contacto de su polla, pero su grito fue mucho mayor cuando el rubio apretó y le introdujo su larga vara por el coño mientras la agarraba por las caderas y la levantaba para dejarla de rodillas sobre el sofá; entonces empezó a moverse follándosela muy despacio mientras con sus manos le desabrochaba el sujetador y la falda y luego le agarraba los dos pechos que le colgaban por la posición en que ella se encontraba; mientras seguía con la lenta follada empezó a besarle con su lengua la espalda recorriéndola de arriba abajo y con los dedos de sus dos manos a pellizcarle los erectos pezones de sus pechos.
El buen hacer del chico rubio hizo que la excitación de Olga aumentara de tal modo que ella empezó también a participar mas activamente: vi como con los labios empezaba a besar los peludos cojones del chico moreno que sonriendo suspiraba quedamente mientras con ambas manos acariciaba el rostro de mi mujer; luego sin dejar que ella apartara la boca de sus pelotas se incorporó y arrodillándose también el en el sofá movió con sus manos la cara de mi esposa hacia arriba a lo largo de su endurecida lanza; ella le besó con los labios la caña de la picha pero cuando él intentó acercar la boca de mi mujer hacia su grueso capullo esta hizo un claro ademán de rechazo dando a entender una vez mas que no tenía intención de mamársela.
El hombre, cada vez mas ansioso, siguió intentándolo durante un rato hasta que de repente sonó un móvil y él se incorporó para atender una breve llamada; cuando colgó se desnudó por completo dejando al descubierto su velludo cuerpo oscuro.
El rumano rubio se la estaba follando ya mas intensamente, metiendo y sacando su picha del coño de mi mujer con creciente rapidez mientras no dejaba de sobarle la espalda y los pechos; en ese momento Olga les avisó con un gesto que no podían correrse dentro de ella; el moreno, ya sin ropa alguna, se acercó de nuevo al sofá y tras hacerle un ademán a su compañero para que se saliera del interior de mi mujer se colocó tumbado boca arriba y manteniéndola a ella sujeta por la cintura y de rodillas apuntó el nabo hacia su coño, paseó la punta unas cuentas veces por su encendida raja y luego de un fuerte golpe se la introdujo por completo; Olga gritó al sentir la gorda polla del rumano abrirse paso dentro de ella pero no tardó en volver a gemir cuando sintió que él comenzaba a joderla rítmicamente; el rubio entonces volvió de nuevo a la carga y tras acariciarle con los dedos su ano aproximó su polla a él y empujó con intención de encularla; mi mujer hacía tiempo que no hacía sexo anal de modo que sintió dolor el notar el empuje del hombre pero como su polla no era demasiado gruesa fue entrando poco a poco en su recto; a los pocos instantes los dos hombre se follaban a mi mujer con entusiasmo en un precioso sandwich que la estaba enloqueciendo de placer.
El rubio llevaba el compás de la follada agarrando y moviendo de arriba abajo las caderas de mi mujer mientras que el otro tras chupetearle las dos tetas se las agarró con ambas manos mientras acercaba su boca a la de mi mujer; ahora sí que ella respondió, presa de excitación, al beso del hombre abriendo su boca y entrelazando la lengua con la de él mientras le acariciaba el velludo torso. La violencia en los movimientos se fue acentuando y Olga no tardó mucho en venirse entre gritos y suspiros aferrándose a la espalda del que tenía encima de su cuerpo y echando la cabeza hacia atrás.
Cuando comenzaron a apagarse los gemidos de mi mujer después de su orgasmo el chico moreno le dijo algo a su compañero al oído y tras salirse de ella la cogieron entre ambos y la tumbaron boca arriba sobre el sofá. Inmediatamente el rubio se colocó sobre ella y le enchufó la polla en el coño empezando de nuevo a follársela; por su parte el chaval moreno se subió al sofá y arrodillándose a ambos lados de su pecho se cogió la picha con una mano y la acercó a la cara de Olga; el tío empezó a tocar con su polla el rostro de mi mujer que recuperándose aún del orgasmo anterior prácticamente ni se inmutaba: rozaba con movimientos muy lentos sus mejillas, su frente, la barbilla, mientras que con la otra mano le acariciaba el pelo con suavidad: era evidente que una vez mas el hombre lo que buscaba era el contacto bucal pero sabedor ya de la reticencia de mi mujer a ello se extendió en acariciarle la polla por el rostro con extremada ternura.
Tras un buen rato de pasarle la polla por el rostro el hombre acercó la punta a la boca de Olga esperando que con la dulzura demostrada en sus actos pudiera haber vencido la manifiesta negativa de ella; sin embargo en cuanto mi esposa notó el contacto de su miembro húmedo en sus labios movió la cabeza hacia un lado en clara demostración de su falta de interés en metérsela en la boca.
Cuando el chico comprobó que sus intentos habían sido de nuevo inútiles acercó la caña de su tranca a los labios de mi mujer que tras titubear comenzó a besarla e incluso a lamerla pero procurando evitar arrimarse a la mojada punta de su miembro.
En cualquier caso el contacto de los labios y sobretodo de la lengua de Olga sobre su polla fueron encendiendo cada vez mas al hombre, a juzgar por los gemidos de gusto que éste mostraba, y su verga parecía que iba a explotar, pero el chico aún no debía tener intención de correrse puesto que de repente adelantó su posición colocándose sobre la cara de mi mujer poniéndole las pelotas sobre su boca en un claro deseo de obtener el mismo tratamiento en sus cojones que el que poco antes había conseguido en su picha. Mi mujer no se opuso y empezó a lamerle también sus peludos huevos recorriéndolos con su lengua de lado a lado mientras el tío cada vez más excitado se masturbaba lentamente con una mano mientras que con la otra seguía acariciando las mejillas de mi esposa.
El rumano rubio seguía mientras tanto con su lento mete-saca agarrado a las caderas de ella hasta que tras un ademán de su compañero llevó sus manos a los pechos de Olga, agarrándolos primero con firmeza y manoseándolos después por completo. Las caricias en las tetas junto al rítmico vaivén de la follada del rubio chaval empezaron a surtir efecto y Olga empezó a excitarse de nuevo soltando pequeños gemidos de placer.
Mientras tanto el chico moreno, acariciando ahora con ambas manos la cabeza de mi mujer, adelantó aun mas su cuerpo para facilitar las maniobras de su compañero con lo que sus huevos quedaron a la altura de la nariz de ella con el tieso capullo por encima de su frente y su recto a la altura de la boca de ella; el chico bajó cautamente su trasero hasta la altura de los labios de ella apoyando sus cojones sobre la nariz y empezó a moverlo lentamente hacia arriba y abajo; extrañamente mi mujer no puso pega alguna, lo que debió sorprender al hombre que seguramente pensaba que ella iba a apartar su rostro hacia un lado.
Entretanto el otro hombre se la seguía follando sin descanso mientras le sobaba las tetas a placer hasta que acercó su boca a una de ellas y apoderándose de su rosado pezón se lo chupó con fuerza mientras le pellizcaba el pezón libre con una de sus manos; la calentura de mi mujer aumentó con los lametazos que le propinaba el rubio y en un determinado momento agarró con ambas manos a la cintura del hombre moreno: éste, animado al notar el contacto de las manos de Olga sobre su cuerpo, bajó aun mas su culo presionando con mas fuerza sobre el rostro de mi mujer con lo que consiguió apoyar su ojete en los labios de ella; entonces empezó a restregar su trasero sobre la cara de Olga con movimientos circulares lo que le produjo una gran satisfacción y empezó a menearse de nuevo su polla mientras jadeaba y farfullaba palabras en su idioma de origen; alentado por las inesperadas últimas reacciones de mi esposa bajó su cipote de nuevo a la cara de ella para restregárselo por la frente mientras seguía moviendo y apretando el agujero de su ano sobre su boca, hasta que con un movimiento arqueó el culo hacia arriba y bajó rápidamente su capullo hacia los labios de Olga intentando de nuevo introducírsela por la boca, pero mi mujer se mantuvo firme y aunque esta vez no apartó la cara tampoco abrió los labios con lo que la enrojecida punta del nabo del tío se quedó apoyada sobre la boca de ella, y él tuvo que limitarse a restregárselo por los labios sin que ella, probablemente por la excitación que le producían las maniobras del rubio, opusiera resistencia a ello; el tío recorrió una y otra vez la punta de su nabo sobre los labios de Olga con la esperanza de que en algún momento ella abriera la boca, pero ésta siguió mostrándose inflexible a la mamada que el hombre moreno estaba desesperadamente intentando conseguir.
Cuando se dio cuenta de que no iba a conseguir su propósito, se giró hacia el compañero y le comentó algo que no pude entender; rápidamente el rubio se incorporó de su posición saliéndose del coño de mi mujer mientras que el otro bajó su cuerpo hasta la cintura de ella, le colocó la endurecida polla en su pechos para a continuación cogerle ambas tetas con las manos y acercándoselas entre sí apretar su miembro.
El rubio mientras tanto se había cogido la larga polla con la mano derecha y acercándola a la almeja de Olga empezó a frotarla sobre la raja mojada sin llegar a penetrar en su húmedo agujero, mientras que con los dedos de la otra mano le acariciaba el trasero; cuando el rumano que estaba sobre el pecho de Olga empezó a follársela entre las tetas el otro chaval arrodillado sobre una de sus piernas en el sofá y la otra de pie sobre el suelo, la agarró por los muslos y le introdujo de nuevo la verga en el culo empezando a joderla una vez mas, cosa a lo que mi esposa reaccionó de inmediato con suaves suspiros.
Durante un buen rato los dos hombres se movieron sobre el cuerpo de Olga cuya calentura iba en aumento a juzgar por la intensidad que empezaban a alcanzar sus gemidos. El aguante que estaban demostrando los dos rumanos era encomiable pero al cabo del tiempo observé que el moreno empezaba a acelerar el ritmo de la follada en el pecho de mi mujer y que empezaba a jadear mas alto, señal inequívoca de que se estaba acercando al orgasmo. El rubio había acercado una de sus manos a la raja completamente abierta de mi mujer, mientras su picha le taladraba el agujero del culo con continuos embistes; tras apoyar su dedo índice sobre el clítoris empezó a masajearlo alternando la caricia con la introducción del pulgar en su almeja; noté que también el hombre se estaba calentando por momentos pero los toqueteos que le estaba propinando a Olga en su inflamado clítoris junto a la penetración anal produjeron un gran efecto en mi mujer que empezó a mover su cuerpo a y gemir con mas fuerza.
El moreno, a punto de estallar, soltó entonces uno de los pechos de ella y, sin dejar de mover su tranca de arriba abajo entre sus tetas, cada vez con mas violencia, acercó su mano libre a las mejillas de Olga para acariciarlas; cuando ésta sintió el contacto de los dedos del hombre sobre su cara tenía tal grado de calentura que la movió hacia un lado apoderándose con su boca de uno de los dedos del rumano engulléndolo con placer, pues esta es una de las cosas que mas le gusta mientras folla; el hombre, sorprendido ante la inesperada reacción de mi mujer que le pareció del todo inusual, de inmediato redujo el ritmo de la follada que le iba a llevar a correrse sin remedio; acto seguido empezó a juguetear con sus dedos sobre los labios y la boca de Olga notando el gusto que le proporcionaba esta caricia a mi esposa; empezó entonces a introducir y sacar suavemente de la boca de mi mujer primero uno de sus dedos, luego dos y después hasta tres al mismo tiempo: los movimientos eran suaves hacia dentro y fuera de la boca mientras observaba como ella seguía entusiasmada con los vaivenes de sus dedos.
Se volvió a su compañero haciéndole gestos de que se moviera con cautela y siguiera acariciando el clítoris de Olga; él ya había dejado de restregar su tranca sobre el pecho de Olga y tras enderezarse sobre sus rodillas empezó a aproximar su capullo hacia la cara de mi esposa mientras seguía moviendo rítmicamente sus dedos en la boca de esta; la maniobra la realizó con una gran lentitud hasta situar el cipote a escasos centímetros de sus labios; había crecido todavía mas y le asomaba el glande que por efecto de la excitación estaba totalmente mojado de un liquido blanquecino.
Olga, con los ojos cerrados y ensimismada en las caricias de los dos tíos no se había ni percatado de que ya no la follaban por las tetas de modo que el moreno estudió el ultimo movimiento a realizar: mientras le acariciaba con una mano el pelo, con la otra le introdujo tres dedos en la boca, los movió dentro de ella y los sacó viendo como ella dejaba entreabiertos sus labios para recibir de nuevo la caricia; repitió varias veces mas la operación y cuando notó que la ocasión era propicia acercó su polla a los labios y tras deslizar los dedos fuera de su boca se cogió la picha y de un rápido empujón le introdujo la punta del rabo entre los labios.
Mi esposa no esperaba encontrarse el mojado cipote del rumano de modo que su reacción instintiva fue liberarse cerrando los labios y moviendo la cara de un lado a otro pero el hombre había estudiado perfectamente la situación y con el cuerpo presionaba su verga hacia dentro de la boca de ella mientras que con las manos le tenía sujeta la cabeza. Mi esposa porfió durante un rato intentando mover la cabeza de un lado a otro para librarse del grueso miembro del individuo pero él la tenía perfectamente atenazada con la presión de su cuerpo y manos sobre su cabeza.
Una vez frenados los iniciales intentos de ella por sacarse la verga de su boca, el hombre, quedándose quieto, la miró fijamente a los ojos con aire de triunfo dándola a entender que por fin te he metido el nabo en la boca; ella imploraba con su mirada que le sacara el pollón, pero los ojos suplicantes de mi mujer lo único que hacían era acrecentar la calentura del hombre cuya excitación era enorme; había conseguido lo que durante todo el tiempo había deseado y mi esposa le había negado, e iba a disfrutar plenamente de ello; miró al rubio y ambos sonrieron.
Los labios de mi esposa estaban completamente ocupados por el grosor de la polla del hombre que había conseguido introducir con su empujón cerca de un tercio de su tranca; tras unos instantes en los que solo se movió el rumano rubio follándose lentamente el trasero de Olga, el otro se posicionó mejor sobre sus rodillas subiéndolas a la altura de los hombros de ella y con el tronco bien erguido, y sin dejar de presionar su verga sobre la boca de mi esposa llevó una de sus manos a su polla agarrando la caña que sobresalía de los labios de ella; después empezó a juguetear con su cipote moviendo la piel de arriba abajo, pajeándose lentamente mientras suspiraba a cada movimiento de su mano.
Los movimientos que el hombre se estaba haciendo no provocaban una mayor penetración de su picha, puesto que mi mujer presionaba con sus labios el capullo para evitarlo, pero cuando también empezó a sacudirse el pene de arriba abajo provocó que su mojado glande totalmente dentro de la boca de mi esposa soltara en cada sacudida toda el agüilla que por la excitación se había ido acumulando en la punta de su capullo; el contacto salado del líquido no le gustó, como es obvio, a mi esposa e intentó de nuevo tímidamente escapar del tormento, pero pese a sus esfuerzos no tenía forma alguna de evitar la penetración de la gorda polla del rumano que empezó a masturbarse de nuevo dentro de su boca.
Durante un buen rato se la meneó despacio, hasta que de repente el hombre empezó a acelerar el ritmo del movimiento de la mano sobre su polla mientras su calentura aumentaba con la paja que se estaba haciendo dentro de la boca de mi esposa; los jadeos del individuo se acrecentaron conforme se acercaba al orgasmo, y vi en el rostro de mi mujer su expresión de pavor viendo que el tío iba a correrse dentro de su boca e iba a tener que degustar inevitablemente toda su lefa, pero cuando él notó que la corrida estaba cerca dejó de masturbarse, para alivio de mi esposa; pero tras descansar durante unos segundos, empezó de nuevo a pajearse; pese a la excitación que llevaba acumulada él hombre iba a seguir disfrutando durante mas tiempo de la penetración oral que tanto le había costado conseguir.
El rubio mientras tanto seguía su follada: el largo miembro entraba y salía del agujero del culo de ella mientras no paraba de masturbar su coño con los dedos de su mano, recorriendo la raja de arriba a abajo con el índice, acariciando los pelos de su almeja y deteniéndose en el clítoris para presionar suavemente el mismo; la jodía sin violencia, despacio, saboreando el contacto de su caña con las paredes del recto e intentando con el movimiento de sus dedos que ella volviera a ser presa de la excitación que había perdido al sentir la polla del hombre moreno introduciéndose por sorpresa en su boca: en comparación con su compañero parecía menos pasional, se movía sin cesar pero sin dar síntomas en ningún momento de estar cercano a correrse, aunque en su rostro sí se podía entrever que disfrutaba enormemente con el cuerpo de Olga y sobretodo con su chocho que acariciaba y manejaba a su antojo.
Tras varios minutos de pajearse el rumano de pelo negro soltó su polla y sujetando con ambas manos la cabeza de Olga empezó a apretar su tronco con más fuerza contra el rostro de ella intentando introducirle aun mas su gorda picha en la boca.
La posición arrodillada sobre el sofá y la resistencia que ofrecía mi mujer empujando con sus manos sobre la cintura de él no le permitían progresar en sus pretensiones, de modo que bajó su pierna izquierda y la apoyó sobre el suelo, echando a continuación su cuerpo hacia delante; con una pierna bien anclada sobre el suelo sí pudo empujar con mas fuerza sobre el rostro de mi esposa.
Ella se esforzó en evitar los avances, pero la fuerza que el hombre ponía en la presión se fue acentuando y pronto observé que su tranca se deslizaba poco a poco aun mas dentro de la boca de mi desesperada mujer que pugnaba por evitar la introducción de la gorda polla; el forcejeo que los dos mantenían se fue decantando sin remisión a favor del macho que empujando sin cesar consiguió introducir la mitad de su grueso pollón entre los labios de ella; en ese momento el rumano paró, pero mantuvo sujeta con ambas manos la cabeza de ella para impedir que ésta consiguiera liberarse, y tras descansar un rato reanudó el empuje de su polla hacia dentro de la boca de Olga intentando introducirla todavía mas dentro de ella; en esta ocasión facilitó su propósito presionando la cabeza de mi esposa, que tenía bien cogida con ambas manos, hacia su pubis.
Olga notaba con desesperación como, a pesar de sus esfuerzos, la gorda tranca del tío invadía centímetro a centímetro el interior de su boca mientras que el hombre pugnaba, sudando y jadeando, casi al borde del éxtasis, por metérsela lo máximo posible; sus esfuerzos estaban siendo recompensados pues pronto observé que tan solo una cuarta parte de su picha quedaba fuera del húmedo recinto de ella.
Olga, que comenzaba a tener dificultades para respirar, se resignó a su suerte al percatarse de que el hombre quería meterle el pollón por completo en su boca y de que no se iba a detener hasta conseguirlo, de modo que para intentar acabar cuanto antes dejó de luchar y tras apoyar ambas manos sobre el trasero del tío dejó de oponerse a la presión que él ejercía sobre ella.
Cuando el rumano notó que las manos de mi esposa no oponían ya resistencia supo que ya no iba a tener dificultades y al momento dio un fuerte golpe de riñones mientras emitía un ronco grito de triunfo; de inmediato su tranca desapareció por completo en el interior de la boca de mi mujer, sus pelotas chocaron contra la barbilla de ella y la nariz de Olga también desapareció dentro de la mata negra del abundante vello púbico del rumano.
El hombre estuvo disfrutando durante unos segundos del húmedo calor de la boca de mi mujer en todo su miembro hasta que notó que ella le ponía las manos en el vientre y le instaba a retirarse pues prácticamente no podía respirar; había por fin llegado el ansiado momento de comenzar a follársela por la boca; arqueó lentamente el cuerpo hacia atrás y parte de su picha fue reapareciendo de los labios de ella, pero de inmediato empujó de nuevo y se la introdujo de nuevo por completo; repitió la operación una y otra vez, jadeando cada vez con mayor intensidad mientras el placer invadía todo su cuerpo.
El otro hombre entretanto había cambiado de agujero y ahora la jodía por el chocho sin dejar de acariciar con uno de sus dedos la raja de su coño: sus embestidas se fueron acentuando al tiempo que inclinándose sobre ella se apoderó de nuevo de uno de sus pechos y empezó a succionar repetidamente su inflamado pezón.
Mi esposa se estaba habituando ya a la follada en su boca del moreno y sus labios soltaban y engullían sin problemas la gruesa vara del macho; empezaba de nuevo a calentarse mientras los dos tíos la jodían sin descanso y decidió abandonarse al placer; empezó a mover su pelvis de arriba abajo acompasándose al mete-saca del rubio rumano; alzó una de sus manos hacia el velludo torso del macho que tenía sobre su cabeza rozando la piel y la pelambrera negra de su pecho; con la otra mano empezó a acariciarle suavemente los cojones acompañando los movimientos de su follada.
El hombre empezó a pronunciar frases en su idioma y comenzó a pararse entre cada embestida para evitar derramarse; mi mujer ya era consciente de que no iba a poder evitar recibir por primera vez en su vida la eyaculación de un hombre en su boca y además iba a ser la leche de un extraño la que iba a tener que saborear y beberse sin remisión; decidió entonces intentar provocarle la corrida cuanto antes; la mano que acariciaba el peludo cuerpo del hombre se detuvo en una de sus tetillas recorriéndola suavemente con sus dedos, mientras que deslizó la otra mano desde los huevos hasta la abertura anal y movió uno de sus dedos en circulo alrededor del ano del tío.
Las caricias de Olga acabaron con la resistencia del macho, que se dio cuenta que aunque frenara sus movimientos iba a correrse sin remedio; comenzó a follarse la boca de Olga con violencia sujetándole la cabeza mientras ella no cejaba en sus caricias. Consiguió aguantar una docena de embestidas hasta que finalmente apretó su pubis todo lo que pudo sobre la cara de ella escondiéndole una vez mas su tranca en la boca y tras emitir un tenue suspiro su cuerpo quedó tenso durante unos segundos hasta que finalmente con un enorme rugido relajó sus músculos y empezó a eyacular.
El grito que acompañó el inicio de su corrida fue prolongado, señal evidente de que su polla estaba escupiendo en su primer envite una gran cantidad de leche que Olga recibía directamente en su boca; tras este primer y prolongado espasmo el hombre contrajo el cuerpo hacia atrás para de inmediato rugir de nuevo y empujar su picha hasta el fondo soltando una nueva oleada de esperma que llenó de nuevo la garganta de Olga obligándola a beberse todo el liquido. Se folló la boca de Olga varias veces mas gritando y descargando toda la leche que había ido acumulando en sus huevos y que en mas de un momento había estado a punto de derramar con anterioridad; ella, muy a su pesar, tuvo que tragarse todo el liquido que el pollón del rumano soltaba cada vez que con un golpe de riñones penetraba por completo entre sus labios.
Cuando él termino de vaciar sus cojones se incorporó permaneciendo quieto con el cipote aún dentro de ella mientras que el rubio se follaba cada vez mas impetuosamente el chocho de mi mujer sin dejar de amorrarse a sus pechos; la fuerza de la jodienda y los lametones del rumano en sus tetas estaban llevándola de nuevo al orgasmo, cosa que observó el rumano moreno pues retiró la polla ya morcillona de su boca y se apartó de Olga para dejarla orgasmar a gusto.
Mi esposa explotó al poco tiempo y con un grito contenido se corrió por segunda vez mientras agarraba al moreno por el culo intentando atraerle hacia ella.
Cuando ella empezó a relajarse observé que el rubio estaba a punto de correrse en su coño pero el moreno le advirtió que ahí no podía hacerlo; el rubio se salió y ocupó entonces inmediatamente el lugar que había dejado el moreno y agarrándose su estrecha pero larga picha empezó a pelársela sobre la cara de ella.
Se la meneó durante un buen rato jadeando intensamente: curiosamente movía su larga caña de arriba abajo sin dejar asomar el capullo; pronto la punta de su polla comenzó a cubrirse de un liquido blanco muy espeso hasta que él la apoyó en los labios entreabiertos de Olga; mi esposa, que acababa de correrse con la follada en su coño del hombre decidió recompensarle, y cuando notó que la vara del tío mojaba sus labios con el espeso moco blanco adherido a su capullo sacó su lengua al exterior y lamió suavemente la zona inferior de su pene; el roce de la lengua de mi mujer en su picha hizo estremecerse al rubio rumano que suspiró profundamente mientras llegaba al orgasmo: dejó asomar por fin el glande de su cipote y empezó a correrse.
De la boca de su polla comenzaron a brotar grandes borbotones de esperma bastante viscoso que se depositaron sobre la lengua de mi mujer y resbalando sobre ésta de inmediato se deslizaron hacia el interior de su boca hasta la garganta; la eyaculación del macho era lenta pero abundante y fue descargando su caliente y espesa leche en la boca de ella; la pringosa lefa que no paraba de fluir de su capullo seguía depositándose en la lengua de Olga sobre la que mantenía apoyada su larga polla para luego bajar hacia el interior de su boca.
Olga, que ya antes había tenido que tragarse sin poder evitarlo la corrida del otro hombre, no puso obstáculos a beberse por segunda vez la leche de otro extraño y se la fue tragando gota a gota mientras él suspiraba y jadeaba viendo como todo su esperma se introducía en la boca de mi esposa; cuando por fin su capullo dejó de soltar semen le metió la vara en la boca terminando de meneársela y sacudírsela dentro de ella para depositar en su interior los últimos restos de la corrida.
El rumano de pelo oscuro viendo el espectáculo que ofrecía mi esposa con toda la boca llena de la leche de su compañero mientras ella se la iba tragando, tenía otra vez su gruesa polla muy tiesa de modo que empezó también él a cascársela de nuevo; no tardó mucho en rugir de nuevo mientras se corría por segunda vez soltando tres o cuatro chorros de esperma caliente sobre la cara de ella.
Cuando los dos tíos se relajaron se miraron sonriéndose y mientras restregaban sus pollas y dedos por todo el rostro de Olga, recogieron y dirigieron a su boca los restos de leche acumulada por toda su cara. Mi esposa permanecía tumbada sobre el sofá, con los dos machos junto a ella, saboreando el semen que los dos tíos le daban a beber mientras les acariciaba tiernamente los huevos.
No voy a mencionar el estado en el que yo me encontraba, mezcla de excitación e incredulidad por lo que había visto, pero percatándome de que todo había terminado, salí de la cocina y de la casa y me metí en el coche hasta que, pasado un rato, los dos obreros salieron de mi casa con una amplia sonrisa de satisfacción.
Mi esposa se mostró en los siguientes días algo distante, pero al poco volvió a ser la de siempre, preguntándome yo si se habría repetido de nuevo la follada en los días que duró la obra.
Y la gran duda es si volver a proponerle que me la chupe, cosa que ahora deseo mas que nunca, sin decirle nada de lo que he visto, o contarle todo y ver como reacciona. ¿Vds. que harían? Por favor envíen sus comentarios.
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Gracias a todos los que dejéis un comentario o una invitación.
 
 

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Relato erótico: “Me cogieron en el taller.” (POR INDIRA)

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Hola mis queridos amigos, ¡calenturientos chamacos!
Nuevamente muchas muchas gracias por sus correos, fotos, invitaciones, flores, videos, etc. Muchos de ustedes me hacen pasar noches muy húmedas y otros tantos ya me conocieron J y eso es lindo.
Sé que les debo la continuación de mi fin de semana pero surgió un imprevisto que tengo que platicar por qué fue muy excitante, loco, hasta podría decir que es de lo más extremo que he hecho.
Pues bien, tuve la necesidad de salir el fin de semana pasado a Puebla, me fui con unas amigas de antro en la noche, todo normal, chicos, alcohol, baile, etc.
Como eh mencionado con mis amigos cercanos, familia, novios, etc soy una chica “normal” por lo tanto no pude llevarme a nadie a la cama esa noche, aunque ganas no me faltaron porque había cada tipo más sabroso en el antro, uf.
El asunto es que tenía que estar temprano, a las 9 am en un lugar en el cual iba a firmar un documento y de ahí tendría que esperar dos horas para regresar y continuar con los trámites.
El asunto es que cuando tomo bastante, pues, digamos, se me afloja el estómago al otro día, siempre me ha pasado y pues nada, en la casa voy al baño rico y todo en orden, pero en esta ocasión llegue del antro a las 4 am, dormí poco y salí volada por que se me hacía tarde.
No me arreglé mucho, tome un pantalón blanco pegadito a la cadera, una blusa de licra con encaje color chocolate y una torera, un sostén rosita claro de algodón cómodo y una tanga de encaje a juego con el sostén, tacones altos, me maquillé un poco y solo me cepillé rápido el cabello y me fui.
Llegué a mi cita volando, casi casi la pierdo, pero llegué, firmé y bueno, me disponía a ir hacia una plaza cercana a desayunar para matar el tiempo pero de la nada sentí un retortijón en el estómago, UFFF, “ganas del baño”, normalmente una se aguanta pero debido a lo que ya platiqué yo no puedo cuando es por “borrachera”, tengo que ir.
Me empecé a poner verde, no llegué al coche por que dije, no voy a aguantar, ¡no voy a aguantar!
Empecé a caminar para ver negocios abiertos, un café, algo que me salvara, camine dos cuadras a la redonda de donde estaba y como aún era temprano no había casi nada abierto.
Uf comencé a sudar, ya no aguantaba, caminaba con cara de desesperada, si alguno le ha pasado lo que me pasó sabe de qué hablo, ya estaba desesperada y vi a lo lejos un taller de bicicletas, SI de bicicletas y me acerqué y tenía el típico letreo al fondo de baño.
Había 3 tipos, un señor como de 55 feo y flaco, un tipo como de 32 con un muy buen cuerpo, alto, muy alto y con manos grandes y rudas (me encantan las manos grandes, sobre todo los dedos), moreno, espalda ancha y no tan feo y un chico de unos 16 años flaco y no tan feo. No se cómo me atreví porque después lo pensé bien, no sé cómo de verdad me atreví y les pedí que me dejaran pasar a su baño, ES UNA URGENCIA les dije contoneándome, casi doblándome por el estómago lo cual hacia que sacara más mi culito.
Ellos solo asintieron con la cabeza y me dieron el paso, obviamente me devoraron con la mirada, intenté abrir y no abría la puerta como si estuviera atorada, la puerta del baño estaba atrás del mostrador, y había un espacio relativamente pequeño.
Rápidamente el tipo alto fue a donde estaba yo y se puso a tras de mí, me rozaba las nalgas con su cuerpo y empujó fuerte la puerta, listo me dijo mientras me ponía una de sus manos en la cintura.
Entré lo más rápido que pude sin cerrar la puerta puesto que no aguantaba, él pudo ver cuando me baje el pantalón con la tanga, alcé la vista y le dije ¿cierras? Lo hizo y me dejó….
Uf, era la gloria, no me tarde mucho pero para mi sorpresa no había papel, así que les tuve que gritar a los chicos si tenían, entro el mismo tipo que me había visto antes y me aventó el papel, hice lo propio y no saben cómo descanse.
Me lavé las manos y entonces capté dónde estaba, era un lugar sucio, con el piso lleno de agua, con cubetas de agua por todos lados y ropas colgadas en las paredes, los muebles de baño estaban percudidos y note que me había mojado el pantalón al bajarlo completamente, puta madre pensé.
Tenía una mancha de agua y se veía bastante, ¿cómo iba  a salir así? Tomé papel y comencé a secar el pantalón pero la mancha no se quitaría fácilmente. Llevaba ya más de 20 minutos en el baño intentando secar la mancha y los chicos tocaron preguntando si todo estaba en orden.
Adelante dije ya que la puerta estaba dura y la tenían que empujar fuerte, era el mismo tipo, le dije me manche el pantalón de agua y me voltee enseñándole el culo.
Hasta este momento mi lívido volvió a funcionar, recordé que ya me había visto bajarme el pantalón y me había visto sentada en el baño, y ahora le estaba mostrando mi culo, vaya puta que soy debe pensar.
Me había quitado la torera y solo estaba en blusa sexy J
Me recorrió todo el cuerpo y se agarró el pito, uff, como me excita ver eso, comencé a mojarme…
¿Tienes secadora? O ¿Plancha? Le dije.
No, pero a una cuadra hay una lavandería si quieres lo podemos llevar, o puedes ir… Pero te lo tendrías que quitar allí de todos modos.
Vaya dilema pensé, o me voy con los pantalones mojados como si me hubiera orinado caminando una cuadra y de todas formas me lo tendría que quitar allí, o me lo quito aquí, lo observé bien, grandes brazos, tórax, piernas fuertes, y ya me había visto dos veces la tanga, como dicen más vale malo conocido que bueno por conocer así que mientras se lava el pantalón puedo “jugar” un poco con este “machote” pensé.
Como el piso estaba mojado extendí mi brazo tocando su hombro para agarrar equilibrio y evitar poner un pie en el piso, me puse frente a él y desabroche el botón del pantalón dejando ver mi tanguita rosadita de encaje muy sexy, ya estaba excitada y comenzaba a escurrir mis juguitos.
Me bajé los pantalones lentamente y su cara decía todo, me comía con la mirada y se acaricia el pito descaradamente, lo jale un poco para no tener el brazo tan estirado y quedamos a escasos 30 centímetros, saque una pierna y luego la otra, con la excusa de ayudarme puso su mano en mi cintura al final de la blusa y tocando un poco de piel, eso me electrizo.
Saque el pantalón y se lo di, ahora imaginen la escena, yo en tanga de encaje rosa con tacones, una blusa de encaje, se me  veían los tirantes del sostén rosas y por mi grado de excitación y el sostén de algodón mis pezones ya se marcaban bastante, la raja de mi panochita se marcaba en mi tanga y por atrás se me veía perfecto el contorno de mis nalgas, me veía como puta de calendario de taller mecánico, y vaya que estaba en uno parecido.
Él dijo, ahora vuelvo y me soltó sacando el pantalón y gritándole a su chalan, el chico de 17 años se  acercó y me recargué sobre el lavabo sacando mi culo, el chico me pudo ver semidesnuda, abrió los ojos como platos y mi “protector” le ordenó que lo llevara a la lavandería y que se esperara a que lo lavaran y secaran, saco un billete de 100 pesos mexicanos y se lo dio, también le grito al otro señor: “abuelo” vete a la casa un rato, no hay nada hoy.
En cuanto ambos se fueron se metió al baño conmigo, cerró la puerta y muy decidido me tomó de la cintura para pasar al baño y sin más se lo sacó y se puso a orinar enfrente de mí, vaya pedazo de puta pensé. Pero pude ver su pene, gordo y grande, un poco parado, él se lo sacudió viéndome a los ojos mientras yo alzaba la vista a sus ojos.
–          ¿Te gusta?
Me sonroje un poco la verdad, recuerden que me gusta sentirme “domada”, no supe que contestar, solo baje la mirada y él se lo jalaba un poco para que creciera, se acercó a mi así con el pene de fuera.
Yo me puse frente a él de espaldas a la puerta, estaba ya muy caliente, él se acercó y me dio latigazos con su pene en mi vientre y en mi tanga, ufff, dios.
Se quitó la playera y tenía un tórax hermoso, moreno pero lleno de músculos, se quitó el pantalón y sus nalgas estaban muy ricas y sus piernas duras, de verdad era un muy buen macho, se quedó solo en calzón con el pito de fuera y me tomó de la cintura, yo lo esperaba ya con los labios entre abiertos, nos fundimos en un beso súper cachondo, jadeante, excitante, su pene chocaba con mis piernas, vientre y dependiendo los movimientos de repente se ponía entre mis piernas.
Me desabotonó el sostén como un experto, con una mano, cuando me hacen eso sé que la pasaré muy bien, me alzó la blusa y empezó a mamarme las tetas, uy, qué rico, papi, así, con una mano manoseaba mis nalgas sobre la tanga que se metía un poco entre ellas y con la otra apretaba una de mis tetas mientras succionaba la otra, su pene me “punteaba” ya bastante grande, yo no perdía el tiempo y le agarraba las nalgas con una mano y con la otra lo masturbaba lo más que podía debido a la posición.
Así estuvimos un rato, la mano que acariciaba mis nalgas invadió mi espacio delantero, son la punta de sus dedos rozaba la entrada de mi vagina por atrás, estaba ya muy empapada, sacando jugos espesos, lubricante al máximo, quería tener una verga adentro.
Me comenzó a dedear por atrás y como él era más alto me alzo literalmente de mi panocha, una mano con la punta de sus dedos dentro de mí y la otra en las nalgas, quede separada del piso, me mordía las tetas, puse mis brazos en su cuello y con mis piernas rodee su cintura, era muy fuerte y me aguantaba sin problemas.
Como pudo hizo a un lado la tanga y sin guiar su pene me punteba, uffff, gemí como loca cuando sentí su cabeza en mi vagina, me deje caer y sentí como entró completamente su pito en mí, me llenaba bastante, era grueso, lindo, me apretaba (y para que a estas alturas sienta esa presión en mi panochita debe ser un gran miembro, jiji)
A las que se las han cogido así saben lo excitante que es que un macho te cargue, te sientes indefensa, a su merced y eso me excita bastante.
Me tomó por las nalgas y me empezó a dar duro, rápido, uff, yo solita me quité la blusa para que pudiera lamer cuanto quisiera y así lo hizo en cuanto me la quité volvió al ataque con mis tetas, las lamía, una y otra, el gemía también muy rico.
Nos besábamos cada que podíamos, besos calientes, cachondos, de lengua, nos lamiamos, sus dedos empezaron a jugar con mi ano, jalaba la lubricación de mi panochita y metía la punta de un dedo, eso me excita mucho, estaba realmente perdida, quería verga, más verga, se la pedía.
–          Dame, dame, mas, cógeme, papi, que rica verga tienes, me encanta, así, así, así, así …
–          Cógeme, ah, ahhhhh, ahhhh, ahhhhhh, ahhhhh, papi….
El estaba sudando bastante ya que me estaba cargando y llevábamos 15 minutos en esa posición, imagino que se cansó y me recargó de espaldas en la pared, al hacerlo me pudo coger aún más rápido, yo acariciaba su tórax, y él me la metía muy rápido.
–          Mami, estas bien buena, desde que te vi se me paró el pito
–          Estas bien rica, me encantas, quiero cogerte diario
Me daba muy duro y el tamaño que tenia de verga me excitaba demasiado, comencé a tener mi primera venida.
–          Ahhh papi me vengo, ahh me vengo, papi
Vente putita, vente putita, ¿me puedo venir adentro? Me dijo.
–          Aja, vente donde quieras amor, tomo pastillas
Me dio más duro mientras comenzó a pegarme en las tetas unas cachetadas, ahh como me excita que me den de golpesitos, me daba cada vez más duro.
Con una mano me jalaba de las nalgas hacia él y con la otra me pegaba y a veces la metía para acariciar mi clítoris ahhh, me vine una segunda vez muy rico, ahh, quería que me cogiera siempre este tipo, cogía delicioso.
–          Me voy a venir me dijo
Lo empuje con las piernas y lo “zafé” de mi panochita, él me intentó volver a ensartar pero me tiré al piso, no me importaba que estuviera lleno de agua, me tiré al piso y de rodillas con las piernas abiertas y me metí su enorme pedazo de carne a la boca.
–          Ahh que puta, así mami, eres increíble, mámamela putita, así …
En cuanto empecé a succionar su pene soltó mi premio, una enorme cantidad de semen que no me cupo en la boca y me empezó  desbordar por los lados, yo no tragué nada, solo la seguía mamando para extraer hasta la última gota.
Tenía la comisura de los labios llena de lechita, como pude me trague esa enorme verga hasta llegar con mis labios a sus huevos, los manchaba de su propio semen con mi labio inferior.
Me tomó de la cabeza y me lo metía hasta el fondo, casi me atraganto.
–          Ahhg, ahhg, ahgg se escuchaba
Me la sacó completa y la escena desde su ángulo debió ser de película porno, una putita de rodillas sin sostén, sin blusa, con unas tetas rojas por los golpes, la cara de salida, la boca llena de semen, un poco de semen escurrido en el pecho, en el pelo, con tanga puesta, con la panocha completamente abierta y con la boca abierta esperando más.
No aguanto más y me soltó aún más semen en la cara, yo abría la boca y le lamía los huevos, mientras me metía lo más que podía de dedos en mi pepita.
Uff me vine por tercera vez, esta vez sobre mi tanga y mano, solté muchos jugos.
–          Ahhhh, ahhhh, ahhhh, ahhhhh
Me recargue en la pared sacando mi mano de la panochita y dándosela a lamer, él como buen macho la aceptó y la lamió hasta dejarla limpia.
Su semen comenzaba a hacerse aguado y escurría por mis tetas, cara y piernas.
Lo tomé con mi mano y me lo esparcí por todas mis tetas y vientre, posteriormente lo lamía como una perra en celo
Su pene aún no se “bajaba” así que me lo llevé de nuevo a la boca para limpiarlo, le jale el pellejo hacia atrás y con la punta de la lengua lo lamí cuidadosamente, la base, los huevos, me comí cada mililitro de semen.
Él estaba en otro mundo, por lo puta que era y por la mamada y el show que le estaba dando.
Se me empezaban a entumir las piernas y me tuve que parar, ya parada él me manoseo las nalgas nuevamente mientras nos fundimos en un beso de lengua encantador, se pegaba a mí para sentir mis tetas en su pecho.
Así parados me hizo a un lado la tanga (como la vez en el probador con el taxista ¿recuerdan?) sin meterme la verga, solo la sentía con mis labios empapados y hacia como que me cogía pero sin meterla, mi panochita quedaba encima de su verga, la acariciaba horizontalmente, mis labios la envolvían, muy rico.
Estuvimos así besándonos y dándonos mimos como dos novios un buen rato, obviamente su pene ya estaba otra vez parado y mi panochita estaba lista siempre para la guerra.
Me volteo con besos, quede de espaldas a él, me beso el cuello, me lamió el cuello mientras de manoseaba las tetas desde atrás, apretaba mis nalgas fuerte, ufff.
Bajo con su boca por toda mi espalda, eso me calienta aún más, subía y bajaba lamiéndome la espalda llenándome de saliva cada rincón, con su mano jugaba con mis jugos y me los embarraba en el ano, sabía lo que quería y se lo iba  a dar gustosa.
Me bajo la tanga a medio muslo y me empezó a lamer el culito, ufff, ufff, los hombres no lo hacen muy a menudo pero lo deberían hacer más seguido, es súper excitante.
Me abría las nalgas y metía su lengua, lamia desde mi panochita hasta arriba, tomaba los jugos de mi panochita y los metía en mi ano, despacio, con calma, no era  brusco, era paciente, metía poco a poco la punta del dedo, iba por mas jugos y de nuevo, ayudaba con sus lamidas y su saliva.
Yo estaba en la gloria, gemía como una puta, alzaba mi culo para que pudiera hacerlo mejor, el ya metía un dedo completo en mi apretadito culo, lo sacaba y lo metía, lubricaba, lamia, ufff
Guio su pene a mi vagina y entró muy fácil esta vez, me tomó de las caderas y me cogía así desde atrás, yo me incliné y me separé las nalgas, quería que me cogiera por atrás así que le facilite las cosas, le mostraba mi ano y facilitaba que me siguiera dedeando en el.
Comenzó a cogerme lento, la metía completa y la sacaba completa, luego la punta de su verga la ponía en mi ano y hacia un poco de presión y la volvía  a meter por el frente.
Estuvo así un rato, yo me abría las nalgas con las manos y me movía para atrás, quería que me ensarta ya, él lo entendió perfecto y metió poco a poco su cabeza.
Ay, ay, ay, eso sí dolía por el tamaño de su pene, se quedó quieto y yo solita me empecé a mover, en círculos, despacio, mientras el me dedeaba la panocha para jalar jugos hacia arriba.
Se recargó en la pared y me dejó moverme, solita me echaba hacía atrás, sentía ese enorme pedazo de carne partirme en dos, me ardia el culito, pero me gustaba el dolor, ah, ah, ahhhh, ahhh, gemía.
El comenzó a darme nalgaditas, ufff eso fue lo que me hizo armarme de valor y comencé a moverme más rápido mientras él me nalgueaba más.
Tenía casi la mitad de su verga a dentro cuando él tomó el control y me tomo de las nalgas y me empujó fuerte hacía el, yo grité de dolor, un grito entre de calentura y dolor, pero él me nalgueo diciéndome ¿esto querías no puta?
Me comenzó a decirme cosas sucias, eres una puta, te encanta la verga, dime que te gusta mi verga, pide verga puta…
Yo le contestaba a todo lo que me pedía con gemidos.
–          Si papi me encanta tu verga, soy tu puta, cógeme por donde quieras papi, cógeme, dame más, ay, ay, ay gritaba cuando me daba nalgadas.
Se movía rápido metiendo su verga al fondo y sacando la mitad, me encantaba como me lo hacía puso sus dedos en mi boca y se los comencé a lamer de la calentura que traía, quería mamar una verga y sus dedos grandes y gordos eran perfectos para mi fantasía.
Me cogió así solo un rato más cuando a ambos nos empezó a doler por la falta de lubricación pero queríamos más así que me jaló del cabello y me llevo así ensartada hacia el piso, me puso de rodillas y me agache lo más que pude sin que me cara tocara lo mojado del piso, en esa posición sacaba más mi culo y el de un solo jalón me la sacó toda y escupió mi culito, su saliva me ardió un poco y me queje pero inmediatamente me la metió por la vagina.
–          Ahh que rico sentía de nuevo, como resbalaba fácilmente a la vez que me daba placer, me estuvo cogiendo así un rato, jalándome las nalgas hacia los lados, sabía lo que haría.
De repente en una embestida la saco de mi vagina y me la metió en el culo, ahhh, ahhh, que rico, me daba dos metidas por el ano y la regresaba a mi vagina.
Uff eso es lo máximo, que te cojan por los dos hoyitos a la vez, con mi vagina empapada se lubricaba el pene y luego me lo metía en al ano, rítmicamente, 4 o 5 metidas en la panocha 2 por el ano.
Me cogía rápido, lo metía al fondo de mi vagina varias veces, su pene largo y grueso se sentía delicioso, lo sacaba casi completo y lo metía de nuevo al fondo de mi panochita, lo hacía varias veces y luego lo sacaba enterito para meterlo en mi culo un rato, ufff dolía delicioso, abria mi ano al máximo, me sentía llena de verga, me encantaba como lo hacía, luego me volvía a coger por la panocha, me estaba usando muy rico y me sentía sucia, en el piso de un baño, cogida por un desconocido, sin condón, por el culo y por la vagina, roja de las nalgas y las tetas de los golpes y pidiendo más verga, me sentía una verdadera puta de taller mecánico.
Me nalgueaba, literalmente me cabalgaba y me pegaba nalgadas, me jalaba el pelo hacia atrás y me daba a lamer sus dedos a veces, cuando lo hacía más rápido me soltaba y se movía muy rápido, me empecé a venir por 4 vez, para él era su segunda creo, ah ay ay gemía, me vengo me vengo le dije.
Uf, ay ay ay siiiiii puta, eres increíble…
Gemí muy fuerte y nos venimos al mismo tiempo, él se vacío en mi culito, mi panocha palpitaba de la excitación, de la venida tan rica que me acaban de regalar y que seguía teniendo, escurría jugos parecía que estaba orinando un poco.
Saco el peno de mi culo y aun parado me lo metió un rato en la vagina, debido a lo sensible que estaba aún ese simple hecho me hizo prolongar mi venida, ufff, me vine como 2 minutos seguidos, sacaba jugos en exceso, embarraba sus bolas completamente entre mis jugos y su semen, estuvimos así un rato, moviéndonos suavemente.
Recogía el semen que salía por mi ano y me lo daba de beber con sus dedos, yo los chupaba como toda una puta caliente.
Estaba súper cansada, súper cogida, súper abierta por los dos hoyos, súper puta.
Mi vagina estaba súper sensible, yo temblaba de la venida que seguía teniendo.
Así como estaba me cargó fácilmente y se sentó en la taza del baño, yo encima de él, me recosté hacia atrás en su pecho moviéndome despacio, sintiendo aun palpitar esa rica verga.
El me lamia el cuello  me masajeaba las tetas, uff.
–          Eres increíble, de verdad increíble, quiero cogerte diario me decía.
Nos quedamos un rato así, casi me duermo recargada en él, su pene perdió fuerza y salió de mi vagina, nos despertó un grito de fuera.
Rodrigo, Rodrigo, eso nos sobre saltó y nos paramos, yo me subí la tanguita, estaba echa un asco, llena de semen de él y fluidos míos.
Él se paró rápido se puso su calzón, su pantalón, su playera y salió, ¿Qué paso? Dijo sin cerrar la puerta
El chalán estaba del otro lado del mostrador frente al baño por lo que me pudo ver en tanga y con las tetas al aire.
–          Ya, ya está, balbuceo y subió una bolsa en que seguramente traía el pantalón
Yo me cubrí escasamente con una mano pero le sonreí, siempre me han dado morbo los jovencitos, me imagino como se matan a “chaquetas” pensando en mí y cuando he tenido oportunidad de dejarme coger por uno de ellos se les para muy rico aunque regularmente se vienen muy rápido.
Rodrigo volteó a verme y vio mi mirada picara y que no me cubría lo suficiente por lo que entendió que no me molestaba en lo más mínimo si me compartía, aunque no sabía que yo ya no quería que me penetraran ¡me ardía todo!
Me sonrío y le dijo al chavito, ¿me ayudas? , necesito que seques el baño para que mi amiga se pueda cambiar a gusto.
Yo solo me reí y empecé a buscar mis cosas, me puse el sostén justo en el momento que el chalán entraba.
Tomó un trapeador y se disponía  a hacer lo que le ordenaron cuando lo detuve y le dije que no era necesario, solo ayúdame le dije.
Alcánzame mi bolso, siempre traigo calzones de repuesto ya que me gusta regalarlosJ, saque uno negro y lo extendí, ¿me combina le pregunte?
El solo decía si con la cabeza y podía ver un bulto en su pants, ok, le dije, puse mi mano en su hombro para no perder el equilibrio y me comencé a sacar la tanga rosa con cuidado mientras la tanga negra la agarraba con la boca.
Él estaba atónito, me veía con morbo y sus manos querían tocarme pero no se atrevía, hice como que perdía el equilibrio y tuvo que agarrarme con una mano de la cintura desnuda, me pegue a él y sentí su pene con mi pierna.
Gracias le dije, mi tanga aún estaba en mis muslos, mi panochita depilada completamente se veía deliciosa y el intentaba vérmela, lo mire a los ojos y me dijo: “perdón”, ¿perdón? Jaja, me dio risa y se me ocurrió regalarle el mejor momento de su día  este chico.
Se escuchó un “buenos días”, cierra la puerta que me pueden ver le dije, él la entrecerró mientras Rodrigo veía la escena desde afuera fumándose un cigarrillo y al darse cuenta que cerrábamos movió su cabeza de un lado a otro y me dijo con los labios “puta”.
Me tenía tomada de la cintura y su pene rosaba mi pierna, solo nos separaba su pants, su respiración era agitada, yo sentía un poco de morbo, su respiración incrementaba cada vez más, él no sabía que hacer así que decidí ayudarlo.
¿Quieres ver mis tetas de nuevo le dije? Él no lo podía creer y asintió con la cabeza, me desabotone el sostén y lo jale para que las lamiera, al principio hizo un gesto raro, como no, deberían saber a semen de su jefe, pero después me las empezó a lamer con mucha delicadeza, contrario a Rodrigo, me lamía con cariño, despacio, con la pura lengua.
Yo me empezaba  a mojar de nuevo y le tomé el pene encima del pantalón, le abrí el pants y metí mi mano, en cuanto agarré su pene soltó muchisisismo semen, ¡se vino con solo tocarlo!
Me embarró la mano entera, era demasiado semen, uf, yo nunca me he podido resistir al semen, le baje el pants, me hinqué y lamí su bóxer para probar su semen, luego lamí su pito, largo largo pero delgado, lo limpié con mucho esmero, él no podía ni hablar.
Se la mamaba rico, al fondo, acaricie sus huevos y me lleno de semen la boca, eso es lo bueno de los jóvenes pensé entre mí, nunca dejan de sacar semen, me comí hasta la última gota y para mi sorpresa aún seguía duro.
Bendita juventud ¿no? El me acariciaba las tetas desde arriba, me paré y le di probar su semen con mi boca, me beso como si fuera yo su novia, tiernamente, rico, despacio.
Su pene seguía muy duro, yo ya no podía la verdad meter algo más a mi conchita pero bueno, él está haciendo lo suyo pensé, jale su pito así como estábamos parados y lo comencé a meter en mi vagina, solo pudo entrar la cabeza, me recargué con las manos en el lavabo y abrí mis piernas, el me agarro las nalgas y me dio 3 embestidas, me metió todo su pene y sentí como “bufaba”, se estaba viniendo de nuevo dentro de mí, ¡vaya muchacho precoz!
Yo apenas comenzaba a sentir “rico” y él ya me había inundado de lechita, no quise seguir más, ya que estaba cansada y seguramente ya habían pasado dos horas y tenía que continuar con mis trámites, me separé de él, me quite la tanga y me limpié los restos de semen con ella.
Me puse mi tanga limpia, tomé el pantalón, me puse mi sostén y blusa, me acomodé el pelo un poco, me maquillé, me pinte, en fin todas las cosas que una mujer tiene que hacer después de una cogida de ese tamaño, y no me refiero a la del chico, si no a la del “grande” jaja.
Tome la tanga y se la di, “para tus próximas chaquetas” mientras le plantaba un beso de lengua en la boca.
Tomé mi bolso y salí como si nada hubiera pasado, Rodrigo atendía a un señor, yo pasé contoneándome, su cliente me veía con descaro, llegué con Rodrigo y le di un piquito diciéndole, me encantó tanto que te vendré a visitar.
El sonrío y me pidió mi número, que como me llamaba, etc. Yo solo sonreí y le dije nada de eso tendrás, pero prometo regresar y te daré todo lo demás.
Salí de allí camino a la esquina moviéndome como una puta y al dar vuelta voltee y estaban los tres tipos, Rodrigo, el joven y el cliente asomados viéndome.
Ufff, vaya historia, real, aunque no la crean, 100% real, he visitado a Rodrigo ya dos veces más desde ese día y sigo encantada con él.
Besitos a todos y espero hayan disfrutado mi relato.
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¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 

Relato erótico: “Mi cita a ciegas resultó muy puta 2” (POR GOLFO)

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Tal y como os comenté en el capítulo anterior, una cita a ciegas me permitió conocer a un monumento de origen panameño que se desveló como una amante sin par. Su dulzura solo era equivalente al fuego que recorría su interior cada vez que hacíamos el amor.
Esa mañana llegamos puntualmente a la finca de mi amigo y eso que durante el trayecto habíamos dado rienda suelta a nuestra pasión en mitad del campo.
Beatriz, su mujer, nos esperaba en la entrada y cogiendo del brazo a mi acompañante, empezó a presentárselas a todos los presentes como mi novia. Curiosamente al contrario que la noche anterior, ya no me molestaba que se refirieran a Maite con ese apelativo porque aunque por entonces no me daba cuenta, esa castaña me estaba conquistando con su modo de ser.
Estaban repartiendo los puestos cuando Manuel se me acercó un tanto inseguro porque se había presentado sin avisar una antigua amiga y no sabiendo donde meterla había pensado en colocarla con nosotros.
-No hay problema- contesté sin medir las consecuencias que tendría tener a esas dos mujeres juntas durante tres horas.
Reconozco que no se me pasó por la cabeza que Maite viera en Alicia una contrincante ni que Alicia asumiera que Maite era una caza fortunas sin escrúpulos que quería mi dinero. Lo cierto es que al explicarle el anfitrión que iba a estar en el mismo puesto que yo, esa rubia de pelo corto y ojos claros se acercó a agradecerme el detalle.
Desde que la vi acercarse a mí con esa delantera tan enorme supe que no era algo natural sino producto de la cirugía porque antes tenía unos pechos pequeños. Sé que a ella tampoco le pasó inadvertido el repaso que di a sus melones porque poniendo cara de putón desorejado, me los modeló diciendo:
-¿Te gusta la nueva Alicia?
Aunque esas dimensiones era exageradas para lo flaca que era, tengo que confesaros que se me hizo la boca agua pensando en que se sentiría estrujando esa silicona mientras oía gritar de placer a su dueña.
Desgraciadamente, Maite llegó justo en el momento en que con la mirada estaba repasando esas bellezas y por eso desde un principio, catalogó a Alicia como una guarra que quería quitarle su hombre.
-¿Me presentas?- preguntó la panameña mirando fijamente a la rubia.
-Alicia, Maite. Maite, Alicia- respondí percatándome que entre ellas saltaban chispas.
Como si fuera un combate de sumo, las dos mujeres se retaron con la mirada antes de educadamente darse dos besos en la mejilla. La hipocresía de ambas era evidente pero no queriendo echar más leña al fuego, me abstuve de hacer ningún comentario. Su enemistad quedó de manifiesto cuando la panameña pasó su mano por mi espalda mientras susurraba en mi oído:
-¿Quién es esta puta?
«¡Está celosa!» pensé al advertir su enfado y queriendo provocar a esa castaña, contesté:
-Alicia y yo fuimos novios.
Al enterarse que entre nosotros había existido algo más que amistad, se puso tensa y ya con un cabreo del diez, me preguntó si nos íbamos a nuestro puesto. Asumiendo que se iba a enfadar, le expliqué que teníamos que esperar a que el anfitrión nos avisara. Fue entonces cuando se enteró que Alicia iba a compartir la espera con nosotros. Sus ojos reflejaron la ira que consumía su cuerpo y tratando de cambiar la distribución fue en busca de Beatriz.
Para terminar de empeorar la situación, la rubia aprovechando su ausencia me pidió que la acompañara a su coche porque se le había olvidado el bolso dentro. Confieso que no vi nada extraño en ello y por eso tontamente la seguí rumbo al aparcamiento.
Ni siguiéramos habíamos llegado al mismo cuando Alicia pegándose a mí, me dijo que estaba muy guapo con la cabeza rapada y antes de que me diera cuenta, me estaba besando mientras pasaba su mano por mi entrepierna.
Si bien en un momento rechacé su contacto, al sentir esas dos ubres presionando mi pecho al tiempo que mi verga era liberada de su prisión fue más de lo que pude aguantar y levantándola entre mis brazos, la apoyé contra un árbol y usando un matorral como parapeto, de un solo golpe se la ensarté hasta el fondo.
-Sigue cabrón, ¡echaba de menos lo cerdo que eres!- chilló la rubia descompuesta al notarse llena mientras mis dientes se apoderaban de sus pezones.
Los gemidos de Alicia me impidieron oír el sonido de mi móvil cuando Maite viendo que no estaba dentro de la casa, me llamó. Os juro que no lo escuché aunque a buen seguro si lo hubiera hecho, tampoco lo hubiese contestado porque en ese preciso instante estaba ocupado dándome un banquete con esas tetas de plástico.
Usando mi verga como ariete, golpeé su coño repetidamente sin parar cada vez más caliente al sentir la cálida humedad que envolvía mi miembro al penetrarla.
-¡Me encanta! – aulló descompuesta mi presa sin impórtale que a cada empujón su pelo se llenara de las hojas que caían del árbol contra el que la tenía apoyada.
El destino quiso que fuera tanta la calentura de ambos que conseguimos corrernos rápidamente y por eso cuando ya satisfechos, salimos de detrás de ese matorral y nos topamos con la celosa panameña, esta no pudo echarme en cara que me la hubiese tirado aunque por sus ojos supe que lo sospechaba.
-¿Qué estabas haciendo?- preguntó echa una fiera al ver la melena despeinada de mi acompañante.
-Alicia había perdido su móvil –contesté aun sabiendo que no me iba a creer.
Maite que no era ninguna tonta, se mordió los labios para no gritar lo que opinaba de mi amiga y anotándolo en su libreta de agravios, decidió esperar a un mejor momento para vengarse tanto de esa rubia como de mí por haberla traicionado. A punto de darme una cachetada, prefirió darse la vuelta y acudir ante Beatriz, buscando su amparo.
«¡Está que muerde!», sentencié al verla irse enfadada pero contra toda lógica me gustó porque en ese estado Maite era todavía más atractiva.
Ya de vuelta, vi descojonado que la panameña se había agenciado a un incauto alemán para tratar de darme celos, olvidando que gracias a mi tamaño pocos eran los hombres que se atrevían a enfrentarse conmigo. Muerto de risa, me acerqué a ellos y posando mi mano en el trasero de Maite, la acerqué a mí diciendo:
-Cariño, te echo de menos.
La cara del pobre extranjero se transmutó al ver que su conquista era abrazada por un tipo más alto que él y despidiéndose nos dejó solos a esa castaña y a mí.
-Eres un maldito. ¡Te has tirado a esa puta!- me gritó dando por sentado que la gente a nuestro alrededor lo oiría.
En ese momento, solo tenía dos salidas o buscar el enfrentamiento o huir de él y por eso cogiendo su cabeza entre mis manos, forcé sus labios con mi lengua mientras ella trataba de patearme. Durante cerca de un minuto, Maite intentó zafarse de mi abrazo hasta que viendo la inutilidad de sus actos se relajó vencida. Fue entonces cuando mordiendo su oreja, comenté:
-Zorrita mía, tú eres mi única princesa.
Mi deliberado insulto tuvo un efecto no previsto, bajo la camisa de mi acompañante dos pequeños bultos la traicionaron, dejando patente que le excitaba mi dominante modo de ser y sabiéndolo, la cogí de la mano y la llevé rumbo al puesto que nos habían adjudicado.
Con Maite y Alicia en el puesto de caza.
El azar quiso que el lugar donde íbamos a apostarnos para esperar, fuera una pequeña peña donde se divisaba una buena porción de monte bajo.
«Es cojonudo», sentencié que ese sitio era ideal al tener una buena visión de un camino hecho por jabalíes. «Al ser su salida natural, debo estar atento».
Alicia que era una cazadora experta, al revisar el puesto también supo que esa pequeña vereda podía ser por donde salieran las presas y haciéndose la sabionda, me lo dijo en voz alta con el único propósito de molestar a mi acompañante.
-¡Será zorra!- escuché a Maite maldecir en voz baja.
Decidida a no dejarse amilanar por mi amiga, decidió aprovechar su inexperiencia con las armas para pedirme que le enseñara como apuntar. Estaba a punto de levantarme de la roca en la que me había sentado cuando escuché que la rubia me decía:
-¡Déjame a mí! Eres bueno como amante pero pésimo como profesor.
La panameña buscó mi ayuda con los ojos pero con gran disgusto, se dio cuenta que su jugada había salido mal al ver que no me movía y no queriendo descubrir su animadversión por Alicia, tuvo que aceptar que ella le mostrara como hacerlo.
-Lo primero que tienes es que saber cómo encarar el rifle- dijo la mujer al tiempo que pegaba su cuerpo al de la castaña tras lo cual le mostró la forma de colocarse la culata contra el hombro mientras aprovechaba para darle un buen magreo por su pecho.
Maite se quedó petrificada al sentir el descarado manoseo de su contrincante pero creyendo erróneamente que era inocente, dejó que la colocara en la posición correcta. En cambio yo si me di cuenta que ese toqueteo era una forma de venganza pero queriendo ver como salía de ese aprieto, no dije nada.
-Ponte recta y mete el culo- volvió insistir la rubia dando un sonoro azote en las nalgas de la panameña –debes de relajarte antes de apuntar.
«Se está pasando», me dije muerto de risa al ver la expresión de sorpresa de Maite al notar el duro correctivo sobre su trasero. Ya interesado, me quedé mirando como Alicia seguía metiendo mano a mi pareja ante el total asombro de ella pero lo que realmente me dejó pálido fue descubrir en los ojos claros de esa rubia una especie de deseo animal que sintiéndolo mucho, reconozco que me excitaba.
«¡Esto se está poniendo interesante!», exclamé al observar la ira que se iba acumulando en Maite y esperando que en un momento dado, la panameña explotara.
Por su parte, Alicia aprovechando la inacción de su víctima se dio el lujo de recorrer con sus manos los pechos de Maite con todo lujo de detalle, llegando a pellizcar uno de sus pezones aludiendo a un supuesto bicho que tenía sobre la camisa.
-¡Ya entendí!- protestó la castaña al saber que la otra estaba abusando pero justo cuando ya iba a encararse con la mujer, un ruido proveniente de la espesura le hizo apuntar hacia allí.
La cornamenta de un venado fue lo único que vio antes de cerrar los ojos y presionar el percutor del arma. Contra toda lógica habiendo hecho todo mal, el ciervo cayó en el acto porque la casualidad quiso que el tiro le entrara por el codillo, rompiendo en dos su corazón. La sorpresa de ver que había cazado por primera vez, hizo que Maite dejara caer el arma y se lanzara a mis brazos en busca de mis besos sin saber que Alicia quería su ración y que aprovechando lo feliz que estaba la muchacha, abrazándola la rubia la besara también en la boca. La panameña no hizo ascos a esos labios creyendo que era una muestra de cariño pero al notar la forma en que esa mujer la agarraba del trasero, se percató que era deseo lo que sentía esa mujer.
-¿Qué coño haces so puta? Déjame en paz. ¡No soy lesbiana!- le gritó a la vez que de un empujón la echaba a rodar por la pendiente.
La desgracia hizo que el empujón la hiciera caer entre zarzas y que los pinchos de esas plantas se le clavaran cruelmente en los prominentes pechos operados de la flaca. Maite al escuchar sus chillidos llenos de dolor en vez de compadecerse de su desgracia, desde lo alto de la pena le soltó:
-Zorra, ten cuidado. ¡No vaya a ser que se te exploten!- y con una sonrisa de oreja a oreja se volteó hacia mí diciendo: -Ya sabes lo que le ocurrirá a cualquier putita que mires estando yo presente.
La violencia de sus ojos me impidió siquiera socorrer a la pobre Alicia y tuvo que salir sola de entre las zarzas y volver al puesto no fuera que otro cazador la confundiera con una presa.
Como comprenderéis a partir de ahí, el estar con esas dos encerrado encima de la peña no fue un plato de mi gusto y por eso cuando al cabo de dos horas, escuché el aviso que la montería había acabado recibí con agrado el mismo a pesar que no había disparado un solo tiro…
La comida y el posterior festejo en la finca de Manuel.
La humillación y el cabreo de Alicia le impidieron cruzar palabra mientras volvíamos a la casa donde iba a tener lugar el recuento de las presas y el posterior almuerzo.
«Está planeando como vengarse», pensé al verla con el gesto fruncido.
Los hechos me dieron la razón porque ya en el cobertizo donde estaban acumulando los cuerpos de los venados y jabalíes que se habían cazado esa mañana, la rubia comenzó a extender la noticia que Maite era “novia”.
La panameña al recibir las primeras felicitaciones, me preguntó extrañada que era eso y dando por sentado lo que iba a ocurrir, riendo le dije:
-Se llama así a un cazador que abate su primera presa.
Lo que me callé fue el ritual al que se le sometía al incauto que reconocía en público que era un novato y por eso disfruté malignamente cuando esa mujer empezó a pavonearse de haber matado de un solo tiro a ese venado.
Por eso cuando Manuel actuando como anfitrión juntó a los cuarenta cazadores que habíamos tomado parte en esa montería supe en qué consistiría la venganza que había planeado la rubia. Valiéndose del privilegio de haber estado en el mismo puesto y quejándose que si no se hubiese adelantado la otra ella hubiera abatido a ese ciervo, exigió que le dejaran a ella ser el maestro de ceremonia de ese ancestral ritual.
Maite fue realmente consciente de lo que se le avecinaba cuando Alicia pidió un cuchillo y sajó el estómago del pobre bicho mientras el resto de la concurrencia aplaudía. Al ver los intestinos sangrantes esparciéndose por el suelo, la castaña estuvo a punto de vomitar pero entonces y antes que pudiese hacer nada por evitarlo, la rubia la agarró de la cabeza y le hundió la cara dentro de las entrañas del animal.
Asqueada y soltando hasta la primera papilla que le había dado de comer su madre, Maite se separó de su agresora mientras todos los presentes se reían de su expresión de desagrado.
-Serás hija de puta- dijo volteándose contra la mujer pero entonces los abrazos de la gente le impidieron dar una respuesta a modo de bofetada sobre la rubia que a carcajada limpia se reía de su desgracia.
Balbuciendo improperios a diestro y siniestro, la castaña llegó hasta mí y de muy malos modos, me pidió que le acompañara a una habitación porque necesitaba quitarse la sangre y los excrementos de encima. Llamando a mi amigo, le pedí me indicara cual era nuestro cuarto.
-El de siempre- respondió escuetamente porque estaba ocupado en reírle las gracias a un potentado que estaba en la fiesta.
Sabiendo que me había escogido una junto a la suya, volví con Maite y viendo sus fachas, no pude más que echarme a reír al comprobar el estado de su melena. El enfado de mi acompañante se magnificó y por eso en cuanto entramos al cuarto, cogió su maleta y se encerró en el baño sin darme opción a disculparme. Temiendo que una vez limpia, esa preciosidad me exigiera que la llevara de vuelta a Madrid, decidí aprovechar el poco tiempo que me quedaba para alternar con los amigos y tomarme una cerveza.
Llevaba al menos dos jarras ingeridas cuando un silbido de admiración me hizo darme la vuelta para encontrarme de frente con Maite. Con su pelo todavía mojado y embutida en un traje negro que magnificaba más si cabe su belleza, me quitó la cerveza de la mano y tomándosela de un trago, sonrió mientras me decía:
-Esa puta no sabe con quién se ha metido.
El rencor que vislumbré en el brillo de sus ojos me informó que pensaba responder con creces al ataque y supe al verlo que tarde o temprano esa panameña se vengaría. Por eso no me resultó raro, observar como miraba a su rival con ojos iracundos durante largo rato y que justo en el momento de tomar asiento, buscara colocarse a su lado.
«La va a putear todo lo que pueda», pensé al verlas juntas.
Sin demasiadas ganas, me senté en la misma mesa para intentar aminorar los daños una vez esas dos se enzarzaran en una pelea. Curiosamente, Maite cambió de actitud durante la comida y se puso a reír las gracias de Alicia con una intensidad que me hizo saber que estaba simulando. Los otros comensales resultaron ser un matrimonio y un conocido del anfitrión cuyo único atractivo era su cuenta bancaria porque además de pesar los ciento cincuenta kilos, Ricardo era el típico putero que acostumbrado a contratar prostitutas creía que todas las mujeres debían de plegarse a sus caprichos.
Tras varios comentarios machistas, la panameña me susurró:
-¿No crees que este idiota es perfecto para ella?
Más que una pregunta era una afirmación y por eso cuando todavía no nos habían retirado el primer plato y estaba charlando con el gordo, comprendí que algo extraño ocurría al ver que el tipo se ponía rojo mientras intentaba disimular.
«¿Qué le pasa a este?», me pregunté al ver que miraba de reojo a las dos mujeres que tenía enfrente totalmente sorprendido.
Al comprobar que Maite sonreía mientras estaba charlando con la rubia, supe que algo estaba haciendo y haciendo que recogía mi servilleta del suelo comprobé que mi acompañante estaba acariciando el paquete del Ricardo con su pie.
«¿Qué se propondrá?», mascullé al tiempo que me incorporaba.
El obeso que había visto mi maniobra, al verme otra vez incorporado me preguntó al oído cuál de las dos era quien estaba cachondeándolo. No queriendo delatar a Maite, contesté:
-La rubia.
Al observar la satisfacción del tipo y a modo de confidencia, le solté:
-Debe de andar caliente. ¡Lleva mucho tiempo sin que nadie se la folle!- la dicha que leí en sus ojos, me hizo seguir diciendo: -Te lo digo de buena fuente, no en vano hace años fuimos novios.
Mis palabras hicieron que como un resorte, su pene se alzara entre sus piernas y ya inmerso en la lujuria, me preguntó si iba en serio.
-Por supuesto. Alicia siempre anda en busca de un hombre que la domine.
Al creer que esa mujer compartía sus gustos sexuales, provocó que se mostrara interesado en ella y adueñándose de la conversación, comenzó un notorio coqueteo. La rubia ajena a los planes de Maite, se dejó tontear sin conocer a donde le llevaría su coquetería. La morena habiendo conseguido su objetivo, dejó al gordo en paz y riendo me dijo en voz baja:
-Esta noche, esa zorra será aplastada por esa tonelada de carne.
Aunque me extrañó su seguridad no pude más que soltar una carcajada al imaginarme a Ricardito echando un polvo a mi ex. Eso sí os reconozco que en ese momento, no creí que eso fuera a ocurrir y olvidándome de ello, me puse a disfrutar de la tarde.
Al terminar de comer, un pequeño grupo nos quedamos tomando copas mientras el resto de los comensales salían rumbo a sus localidades y como no podría ser de otra forma, Alicia y su supuesto galán se quedaron. Mientras la mayoría de los hombres jugábamos al póker, las mujeres se entretuvieron charlando y bebiendo en la sala de estar. Por eso cuando al cabo de una hora, vi a la panameña muerta de risa con la rubia, ratifiqué lo hipócrita que era mi acompañante. Pero lo que realmente me confirmó la mala uva de Maite fue cuando en un inter entre partidas, las dos mujeres se me acercaron y llevándome a un lado, me informaron que habían hecho las paces.
-Me parece bien- contesté sin creerlo.
Fue entonces cuando la morena pegándose a mí y de acuerdo con la otra, dijo mientras pasaba su mano por mi entrepierna:
-No bebas mucho, esta noche tendrás que complacer a dos.
Alicia que para ese momento ya llevaba unas copas, quiso confirmar las palabras de mi acompañante, acariciándome el pecho. El disgusto que se reflejó en la cara de la panameña fortaleció mi impresión que era una trampa y por eso cuando, en plan putón Maite me preguntó si se iban adelantando, supe que no tardaría en saber si era así:
-Perfecto, termino la partida y subo.
Al verlas subir abrazadas por las escaleras, me hizo dudar de sus intenciones y soñé con la posibilidad que esa tarde terminara gozando de un trío con esas bellezas. Por eso durante los siguientes quince minutos, no di con bola en las cartas y habiendo perdido más de doscientos euros, decidí subir a ver que hacían.
Cuando ya estaba abriendo mi habitación, vi salir del cuarto de al lado a la morena. Maite al verme, sonrió y pidiéndome silencio, dejó que entreviera el interior del aposento del que acababa de salir.
«¡Qué hija de puta eres!», descojonado, murmuré al ver a la rubia atada a los barrotes de la cama. La cosa no quedaba ahí porque no solo estaba totalmente desnuda y con un antifaz, sino que la había amordazado para evitar que gritara.
Sacándome de allí, Maite esperó a que estuviéramos en el piso de abajo para decirme:
-Esa zorra se creyó mis mentiras y está esperando a que te lleve hasta ella para que te la cojas.
Tras lo cual, sin darme tiempo a reaccionar, se acercó a Ricardo trayéndolo donde yo estaba, le dijo que Alicia le estaba esperando atada a la cama.
-¿Qué has dicho?- exclamó alucinado el susodicho.
Luciendo una sonrisa de oreja a oreja, Maite contestó:
-Mi amiga lleva años soñando con que alguien la viole y me ha pedido que la atara para ti.
El gordo se puso a sudar con solo oírlo y dejando su copa en la mesa, acudió raudo a cumplir el supuesto sueño de esa rubia. La panameña decidió que no podía perderse el observar como culminaba su venganza y cogiéndome de la mano, fuimos tras el tipo. Ya arriba, descubrimos que fueron tantas las prisas de Ricardo que ni siquiera cerró la puerta antes de bajarse los pantalones y por eso fuimos testigos de cómo saltaba con el pito tieso entre las piernas de su víctima.
Esta se dio cuenta de inmediato que no era yo quien se la estaba follando y retorciéndose sobre las sabanas intentó zafarse del acoso de su agresor. El obeso por su parte creyó ver en esa reacción parte de su fantasía y sin dejar de penetrarla, llevó sus manos hasta los pechos de la indefensa mujer y comenzó a morderle los pezones.
-Te gusta, ¿verdad puta?- escuchamos que decía al tiempo que machacaba el sexo de Alicia con su pene.
Mientras tanto y bastante más motivado de lo que debiera, pegué mi verga al culo de la panameña. Maite al sentir mi dureza contra sus nalgas, me rogó que la llevara a nuestra habitación pero entonces y para su desgracia ya estaba suficientemente excitado y por eso sin hacer caso a sus ruegos, le bajé las bragas mientras con la otra mano me afianzaba en sus tetas.
-¿No iras a follarme en mitad del pasillo?- protestó al ver mis intenciones.
Sin dirigirle la palabra, saqué mi instrumento y antes que pudiese hacer algo por evitarlo, se lo hundí hasta el fondo de su vagina.
-¡Serás cabrón!- aulló molesta.
La facilidad con la que mi verga se introdujo en su interior me confirmó que estaba cachonda aunque no lo quisiese reconocer y por eso sin esperar a que se acostumbrara a tenerlo dentro, comencé a meterlo y a sacarlo con rapidez.
-Llévame a la cama- rogó al sentir mi ataque.
Obviando sus deseos y mientras en la alcoba Ricardo seguía violando sin saberlo a Alicia, incrementé mi ritmo. Era tan brutal el compás de mis penetraciones que Maite tuvo que apoyarse con los brazos en la pared para no caer al suelo.
-Cabronazo, ¡me encanta!- gritó por fin asumiendo que le gustaba ser usada por mí.
Su entrega facilitó el contacto y ya inmerso en la lujuria, me agarré de sus pechos para seguir follando. La panameña al sentir mis manos apretando sus tetas, bramó como loca y moviendo sus caderas, colaboró conmigo buscando su placer.
-¡Así me gusta! ¡Muévete!- ordené al notarlo.
Mi acompañante supo que no pararía hasta descargar mi simiente en su interior y queriendo acelerar mi orgasmo, comenzó a chillar como loca que la embarazara. Lo creáis o no al escuchar de sus labios que quería quedarse preñada de mí, me dio morbo y cogiéndola de la cintura, llevé al límite mi ritmo.
La nueva postura provocó que mi verga chocara contra la pared de su vagina justo en el momento en que desde la habitación escuchamos a Alicia gritarle al obeso que no parara. No sé si los gritos de esa rubia contribuyeron pero en ese preciso instante, Maite empezó a convulsionar presa de un gigantesco orgasmo.
-¡Lléname con tu leche!- aulló descompuesta mientras brotaba de su sexo un torrente de cálido flujo que salpicaba mis piernas con cada penetración.
La idea que esa tarde podía inseminar a esa preciosidad me obligó a cogerla en brazos y sin sacar mi verga de su interior, la alcé y la llevé hasta el cuarto que nos tenían reservado. Una vez allí, la tumbé en la cama y reanudando mi asalto, le pregunté si era cierto que quería que la embarazara.
-¡Si quiero!- contestó con un ardor que no dejó lugar a equívoco… ¡Esa mujer deseaba ser preñada por mí!
Sabiendo que era más que una fantasía, aceleré y fui descargando mis cargados huevos dentro de esa mujer mientras ésta gritaba satisfecha de placer al tiempo que intentaba ordeñar hasta la última gota de mi cuerpo.
Agotado me dejé caer sobre ella y Maite lejos de incomodarle mi abrazo, se dio la vuelta y comenzó a besarme con pasión renovada mientras me decía:
-¡Júrame que me vas a hacer un hijo! Desde que me hablaron de ti, supe que el destino nos uniría….
Reconozco que lejos de molestarme, su fijación me alegró al percatarme que lo único que me faltaba para ser feliz en mi vida era un hijo, pero no queriendo perder la ventaja que me confería le dije:
-Si quieres un hijo, ¡lo tendrás! Pero antes, ¡me darás tu culito!- y sin esperar a que se lo pensara otra vez, le di la vuelta y pegando un largo lametazo en su ojete, me dispuse a tomar posesión de la última frontera que me quedaba por sortear.
Increíblemente, Maite sonrió y separando con sus manos sus dos blancas nalgas, me soltó:
-¡Es todo tuyo!
Al por oírla, comprendí que no dejaría a esa mujer volver a su país porque la quería junto a mí el resto de la vida….

Relato erótico: “Enemigo público IV” (POR ALEX BLAME)

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Después de la reunión con Ingrid, Mario tenía dos objetivos en mente, seguir con su campaña de hombre violento y peligroso y aliviar su tensión sexual creciente sin recurrir a sodomizar ningún puto.
La mañana siguiente,  cuando paseaba en el patio, se presentó la oportunidad.  Edu el majadero  estaba  sentado en un  banco haciendo pesas.
Edu era un viejo conocido, había hecho algunos trabajitos con el hacía años pero le daba tanto a los porros y a los esteroides que se terminó convirtiendo en un tío imprevisible. Llevaba en la cárcel dos años y aún le quedaban otros tres. Su novia era una colombiana más caliente que la superficie del sol y no se había logrado adaptar a la nueva situación de pseudoviudez. Seguía visitándole todos los fines de semana y gastando su dinero pero no podía evitar ir saltando de cama en cama cada vez que tenía picor de ingles, cosa que le ocurría con cierta frecuencia.
Antes de hacer el último atraco Mario estuvo vigilando el banco un par de días con un tal Antonio que además de ser uno de los amantes ocasionales de la colombiana era un gran narrador de historias. Entre todas las historias que le contó, una de las que más le gustó fue precisamente la de un polvo que echó con Opalina que así se llamaba la mujer.
La narración fue tan detallada y minuciosa que sólo un video podía haber mejorado la imagen que tenía de la novia de Edu.
Aunque sólo la había visto una vez y por unos segundos en una fiesta hacía años,  gracias a Antonio ahora Mario conocía hasta el lunar del lugar más recóndito de su anatomía, e iba a aprovecharlo.
Tras dar cuatro vueltas al patio corriendo y lanzando golpes con sus puños al aire como todas las mañanas, se acercó a Edu que seguía concentrado en lo suyo, levantar pesas y besar sus bíceps:
-Hola Edu ¿Qué tal te va?  -dijo a modo de saludo.
-Bien, bien. Aquí haciendo un poco de ejercicio.
-¡Ah! Eso está bien, no hay que dejarse sólo porque estés en este cuchitril –Dijo en tono conciliador antes de soltarle la bomba. –pero en realidad no quería hablarte de eso.
-Verás  -dijo Mario empezando una disculpa al más puro estilo “Me llamo Earl” –resulta que hace dos meses justo antes del juicio estaba estresadisimo y me encontré con tu mujer.
Edu dejo las pesas de repente y le miró fijamente con el ceño fruncido pero no dijo nada.
-No me mires así tío  –dijo Mario levantando las manos en actitud defensiva  -la culpa no fue del todo mía. ¿Quién se pude resistir a un culo y unas tetas así?
-Me estás tomando el pelo –replicó Edu levantándose del banco de pesas.
-¡Ojalá! –dijo Mario mientras  alrededor de ambos se formaba un corro que ya era capaz de oler la sangre. –no sabes cuánto lo siento y precisamente por eso y porque te considero mi colega tengo que contártelo.
-El caso es que yo estaba a punto de entrar en la vista para mi libertad condicional y me la encontré saliendo de un juicio rápido por unas multas de tráfico impagadas. Así que ella cabreada y yo nerviosísimo colisionamos en el pasillo provocando una nube de papeles en forma de hongo. Al agacharnos a recogerlos nuestras cabezas chocaron y en ese momento nos reconocimos y nos echamos a reír.
-La verdad es que en aquella cena apenas le puse los ojos encima –continuó Mario –pero en los juzgados los nervios y la conmoción cerebral no fueron capaces de evitar admirarme de lo buena que está tu mujer. La piel color tabaco, los labios gruesos, los ojos oscuros y profundos, el culo enorme y prieto que tienen las mulatas y esos pechos enormes. Encima llevaba un minúsculo vestidito amarillo  que dejaba ver sus muslos firmes y atléticos y que se cruzaba justo por debajo de su busto levantando y apretujando sus enormes melones contra un escote profundo haciendo que el Cañón del Colorado, comparado con su canalillo, pareciese un surco para plantar espárragos…
En ese momento Edu no pudo contenerse más y se lanzó contra Mario con toda la fuerza y la torpeza que le proporcionaba su ira. Mario, excampeón provincial de peso Crucero en su juventud, lo esquivó sin dificultad y aprovechó para hacerle la zancadilla cuando  aquella inmensa mole de ciento diez quilos de puro músculo pasaba a su lado  trastabillando levantando una nube de polvo y detritus al caer.
 -…Nos pusimos a charlar y en unos minutos Opalina me había contado su triste…  vuestra triste situación. –Dijo Mario sin inmutarse mientras dos buenos samaritanos ayudaban a levantarse a Edu y le sacudían el polvo del mono penitenciario mientras la parroquia sonreía disimuladamente –Me contó lo mal que lo pasaba por las noches y se echó a llorar desconsoladamente en mis brazos. Yo sin saber que hacer la abracé y en el justo momento que sus pechos y sus caderas se apretujaron contra mí me di cuenta de mi error…
Edu recuperado del batacazo, esta vez fue más listo y se acercó a Mario con más prudencia.
-… La reacción de mi polla fue instantánea y me hubiese muerto de vergüenza allí mismo si no fuese por la mirada y la sonrisa lujuriosas de tu hembra. –continuó Mario a la vez que esquivaba dos directos demoledores de Edu y le largaba un directo al plexo solar que le hacía retroceder unos pasos jadeante. –inmediatamente se dio la vuelta y apretó su enorme culo contra mi polla dura y caliente como un hierro al rojo…
A todo esto, no hay nada mejor para reunir a una multitud en una cárcel que la sangre y el sexo. Hasta los guardias se acercaron dispuestos a disfrutar del espectáculo y con las porras preparadas para evitar que la cosa se desmandase.
Tras los dos primeros minutos la gente ya estaba apostando, no sólo por el resultado de la pelea, cuantos heridos habría aparte de ellos dos o en que parte de su anatomía descargaría el contenido de sus testículos. Mientras tanto Mario seguía hablando, esquivando puñetazos y bailando alrededor de Edu sin siquiera jadear:
-… La casualidad quiso que justo enfrente de nosotros saliese una mujer de una pequeña habitación con material de oficina. Sin parar de frotarnos y sobarnos el uno contra el otro cogimos la puerta antes de que se cerrase y nos colamos dentro. La habitación era oscura cuadrada y pequeña pero estaba iluminada con una bombilla de sesenta vatios y lo mejor, contra la pared había apiladas tres cómodas sillas de oficina. Cogí una de ellas y me senté a ver como Opalina se meneaba y se iba desnudando poco a poco…
-¡Hijo la gran puta! ¡Cabrón! ¡Voy a arrancarte  los ojos y te los meteré por el culo! –Chilló Edu fuera de sí lanzándole un gancho que no le dio por milímetros.
Mario, sin perder su sangre fría interrumpió su relato para lanzarle un directo que impacto con un desagradable crujido en la nariz de Edu, la cual se puso inmediatamente a sangrar.
-El rápido estriptease termino con el orondo y turgente culo de tu novia a la justa altura de mi cara, -reanudo Mario su relato –así que separe sus nalgas dejándome obnubilado la vista del interior de su sexo rosado y húmedo contrastando con el intenso moreno de su piel y el abundante matojo de pelo negro que lo rodeaba. Ella, creyendo que yo dudaba agitó su culo como una avispa  gimiendo con el placer anticipado…
La sangre manaba en abundancia de la nariz torcida de Edu pero esto no impedía que redoblara sus ataques aunque siempre con escaso éxito. Mario mientras tanto, se limitaba, gracias a su envergadura, a mantenerlo a distancia con combinaciones de jabs y directos.
-…No me hice esperar y recorrí su sexo con mi lengua hasta terminar aprisionando su clítoris entre mis labios. Ella grito y se sujetó a una estantería temblando. Continué explorando su anatomía con mis dedos y mi boca, su sexo vibraba y expulsaba fluidos que yo chuperreteaba golosamente…
Edu seguía insultándole y con un buen amago logró superar la guardia de Mario impactando con su puño en el pecho. Mario vaciló y se dejó caer contra el círculo de espectadores para recuperarse. Edu se lanzó sobre él como una bestia y le lanzó un directo capaz de derribar un árbol pero Mario ya se había movido y en lugar de él,  un gilipollas del bloque tres volaba por un lado y sus dientes por el otro.
-… ¡Caray! Eso ha dolido Edu. –Dijo Mario sonriendo –Por dónde íbamos… ¡Ah! Sí. Como ambos teníamos algo de prisa ella se giró y se sentó encima de mí a la vez que se metía mi polla en su coño con un largo suspiro…
-Tan largo como tu polla, ¿eh tío? –dijo un payaso en primera fila justo antes de que Edu se volviese y le rompiese la mandíbula.
 -Gracias por pedir silencio Edu –dijo Mario ante la rechifla general –no sabes lo que me cuesta contarte esto y que me interrumpan constantemente lo hace más duro todavía.
-… Con toda mi polla en su interior comenzó a bailar una cumbia sobre mí. Su culo se agitaba y se retorcía a un ritmo endiablado mientras yo chupaba y mordisqueaba sus pezones duros y grandes con esas areolas del tamaño de galletas María…
-Tu chorba es tan caliente que en pocos minutos ya se había corrido  un par de veces y ante mi estupefacción  se levantó y agarrándose a la estantería y separando las piernas me dijo “follame el culo”.
-Ni corto ni perezoso lubrique un poco mi polla y la introduje poco a poco, suavemente en el culo de tu compañera. –Continuó Mario –A pesar de tener un culo tan grande Opalina tiene un ojete deliciosamente estrecho, su esfínter se contrajo varias veces intentando expulsar aquel cuerpo duro y caliente pero rápidamente se dilató permitiéndome penetrarla sin dificultad. Los primeros gemidos y lamentos de dolor  de Opalina rápidamente se convirtieron en suplicas para que entrase más rápido y más profundo…
Mario, que se estaba empezando a cansar, cambio de táctica y empezó a machacar a Edu a conciencia para poder derribarlo con el fin de la historia.
-…  Con cada nueva acometida, Opalina se agarraba con más fuerza a la estantería hasta que un nuevo orgasmo, más fuerte que los anteriores, le recorrió todo el cuerpo haciéndole temblar de pies a cabeza con una violencia tal, que acabó con la mayor parte del contenido de la estantería en el suelo.
La cara de Edu era un poema. Tenía un ojo hinchado y por el otro apenas podía ver y la sangre corría, proveniente de su nariz, por su mono manchando todo el pecho de un rojo intenso, arterial.
-… Sudorosa y jadeante Opalina se arrodilló ante mí y mirándome a los ojos se metió mi polla profundamente en su boca,  hasta casi atragantarse. Cuando la sacó, la rodeó delicadamente con sus manos  y empezó a jugar con sus labios y su lengua en mi glande. Mi polla palpitaba y se retorcía a punto de reventar. Opalina, consciente de que ya no podía aguantarme un segundo más, se la metió de nuevo en la boca y la chupó con fuerza hasta que me corrí.
-…Esta vez fue ella la que sorbió con gusto mi semen mientras me acariciaba los huevos con suavidad como queriendo exprimir hasta la última gota de su contenido…
En ese momento un último intento de Edu por alcanzarle falló estrepitosamente y  Mario aprovecho para sacudirle un violento crochet de derechas que le dio entre la sien y la oreja dejándole totalmente sonado. Un último directo acabó con Edu en el suelo totalmente inconsciente.
En pocos segundos la gente empezó a cobrar sus apuestas. Un pequeño malentendido degeneró en una reyerta que acabó con otras tres personas más en la enfermería, una por un pincho y las otras dos por las porras y los táseres de la policía.
No estaba mal, había empezado una pelea con innumerables testigos que había terminado con seis reclusos en la enfermería, uno de los cuales, Edu, estaba bastante más que abollado.
Dentro de dos días vería a Cat, y dentro de una semana… la libertad.
 
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
alexblame@gmx.es

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Relato erótico: “Mi prima, mi amante, mi puta y ante todo mi mujer” (POR GOLFO)

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Mi prima, mi amante, mi puta y ante todo mi mujer
Faltaría a la verdad si os dijera que nunca había soñado con tirarme a una de mis primas porque el capullo de mi tío Miguel había tenido no una sino tres preciosidades a cada cual más buena. Pero mis fantasías se hicieron realidad con la que jamás había ocupado las frías noches que pasé en el pueblo y del modo más inesperado.
Muy a mi pesar, he de reconocer que al igual que todos los chavales de mi pandilla durante años había fantaseado con María, la mayor de esa estirpe. Morenaza impresionante de grandes tetas y mayor culo, no solo era de mi edad sino que era de mi pandilla y por eso fue la primera en la que me fijé nada mas salir de la adolescencia.
Pero nuestro parentesco y la férrea vigilancia que ejercen los mayores en las poblaciones pequeñas hicieron imposible que ni siquiera pensara en hacer realidad mis sueños y por eso me tuve que conformar con pajearme en la soledad de mi habitación mientras mi mente volaba imaginando que ella y yo éramos algo más que primos.
A los veinte años, mi fijación cambió de objetivo y fue la segunda, Alicia la que se convirtió en parte de mis ilusiones. Morena como su hermana mayor, la naturaleza la había dotado de unos pechos todavía más enormes y aunque la llevaba tres años, tengo que confesar que con ella tuve un par de escarceos antes de que se buscara un novio serio. Cuando digo escarceos fueron escarceos porque no pasé de un par de besos y unos cuantos tientos a esas dos ubres que me traían loco pero nada más.
En cambio nunca y cuando digo nunca es nunca, posé mis ojos de un modo que no fuera fraterno en Irene, la pequeña. Con una cara dulce y bonita, mi primita era una flacucha sosa y remilgada que además de nuestra diferencia de edad era la mejor amiga de mi hermanita.
Si a eso le añadimos que al igual que una gran parte de los jóvenes del pueblo, salí a la capital a estudiar y ya inmerso en la vorágine de la gran ciudad, nunca me volvió a apetecer volver al pueblo de mis padres, mis visitas se fueron reduciendo poco a poco, hasta terminar por no pisar esas calles de mi infancia más que el día de Navidad.
Con los años, terminé la carrera. Me puse a trabajar en una multinacional donde ascendí como la espuma y con treinta años, me convertí en el director para Costa Rica. Ese país me enamoró y por eso cuando a los dos años de estar ahí me propusieron darme todo Centroamérica solo puse como condición no moverme de San Jose.
Con el apoyo de los jefes de Nueva York convertí esa ciudad en mi base de operaciones y en mi particular trozo de cielo que mi abultada cuenta corriente me permitió. Vivía solo en un chalet enorme al que solo accedían mis conquistas para follar porque escamado que alguna quisiera quedarse a compartir conmigo algo más, al día siguiente las echaba con buenas palabras aduciendo trabajo.
Trabajo, viajes y mujeres era mi orden de prioridades. Por muy buena que estuviera la tipa en cuestión si sucedía un imprevisto, la dejaba colgada y acudía a resolver sin mirar atrás. Lo mismo ocurría si me venían con un destino apetecible, lo primero que hacía era despedir a la susodicha no fuera a intentar pegarse a la excursión.
Por suerte o por desgracia, esa idílica existencia terminó un día que recibí la llamada de mi hermanita pidiéndome un favor. Por lo visto Irene se acababa de separar de un maltratador y el tipejo le estaba haciendo la vida imposible. Huyendo de él, había dejado el pueblo pero la había seguido a Madrid y allí la había amenazado con matarla si no volvía con él.
-¿Qué quieres que haga? pregunté apenado por el destino de la flacucha.
-Necesito que la acojas en Costa Rica hasta que su marido acepte que nunca va a volver- contestó con un tono tierno que me puso los pelos de punta.
-¡Tú estás loca!- protesté viendo mi remanso de paz en peligro.
Sin dejarse vencer por mi resistencia inicial, mi hermana pequeña usó el poder que tenía sobre mí al ser mi preferida para sacarme un acuerdo de mínimos y muy a mi pesar acordé con ella que Irene podría esconderse de ese mal nacido durante un mes en mi casa.
-Pero recuerda: ¡Solo un mes! ¡Ni un día más!- exclamé ya vencido.
La enana de mi familia soltando una carcajada, me dio las gracias diciendo:
-Verás que no será tan malo. ¡A lo mejor te acostumbras a tenerla allí! ¡Te quiero hermanito!
-¡Vete a la mierda!- contesté y de muy mala leche, le colgué el teléfono.
Ni siquiera había pasado dos minutos cuando recibí un mail de mi manipuladora hermanita en mi teléfono, avisándome que esa misma tarde mi prima aterrizaba en el aeropuerto de San José.
-¡Será cabrona! ¡Ya estaba cruzando el charco mientras hablábamos!- sentencié mirando el reloj y calculando que me quedaban dos horas para recogerla.
Sabiéndome usado apenas tuve tiempo de avisar a mi criada para que preparara la habitación de invitados antes de salir rumbo a la terminal internacional…
Mi prima Irene llega echa un guiñapo.
Tal y como me había contado eran tales los hematomas y la hinchazón que lucía mi pobre prima en su rostro que me costó reconocerla al salir de la aduana y por eso tuvo que ser ella la que corriendo hacia mí, me abrazara hundiéndose en llanto mientras a mi alrededor la gente nos miraba con pena pero también escandalizada por el estado en el que llegaba.
«¡Dios mío!», pensé al ver su maltrato, «¡No me extraña que haya querido poner kilómetros de por medio!».
Alucinado por la paliza que había recibido, en vez de ir a casa y mientras Irene no paraba de llorar que no hacía falta, llamé a un amigo médico para que la reconociera y me asegurara que no tenía nada que no se curara con el paso del tiempo. Afortunadamente después de un extenso chequeo, mi conocido me confirmó que los golpes siendo duros eran superficiales y que no le habían afectado a ningún órgano interno.
Lo que no hizo falta que me contara fue que lo verdaderamente preocupante era su estado anímico porque durante todo el tiempo tuve que permanecer cogido de su mano dándole mi apoyo mientras por sus mejillas no dejaban de caer lágrimas. Solo me separé de ella cuando la enfermera me avisó que tenía que desnudarla. Aprovechando el momento salí al pasillo y una vez en solo no pude reprimir un grito:
-¡Menudo hijo de puta! ¡Cómo se le ocurra venir lo mato!
No me considero un hombre violento pero en ese momento de haber pillado a ese maldito le hubiese pegado la paliza de su vida. Hecho una furia, cogí el teléfono y desperté a mi hermana, quien todavía dormida tuvo que soportar mi bronca y mis preguntas sobre cómo era posible que nadie hubiese tomado antes cartas en el asunto. Su respuesta no pudo ser más concisa:
-Le tienen miedo. Manuel es un matón y todo el mundo lo sabe.
Indignado hasta la medula, le espeté que no me podía creer que el tío Miguel se hubiese quedado con los brazos cruzados mientras apaleaban a su hija pequeña.
-Es un viejo y nadie se lo ha contado. Los únicos hombres de la familia son los maridos de las primas y están acojonados.
-¡Vaya par de maricones! ¡Les debería dar vergüenza!..
Cortando mi perorata, mi hermana me contestó:
-¿Ahora comprendes porque te la he mandado? ¡Necesita de alguien que la proteja!
Os confieso que en ese instante asumí mi papel de macho de la manada y ya que nadie en la familia tenía los arrestos suficientes para enfrentársele, supe que debía ser yo quien lo hiciera y por eso antes de colgar, me dije a mi mismo que mi próximo viaje iba a ser al pueblo a ajustar las cuentas con ese cobarde.
Dos horas después y con Irene bien asida de mi brazo, la llevé a casa. Una vez allí, llamé a la criada y presentándola como mi prima, le dije que se iba a quedar indefinidamente. Acostumbrada a mi esquivo ritmo de vida sobre todo en materia de faldas, no me costó reconocer en su rostro la sorpresa que le producía que una mujer se quedara más de una noche en ella pero luciendo una sonrisa de oreja a oreja, la cuarentona la acogió entre sus brazos y separándola de mí, la llevó escaleras arriba dejándome solo en mitad del salón mascullando barbaridades sobre lo que haría si el causante de tanto dolor caía en mis manos…
Poco a poco Irene se va recuperando.
Durante los siguientes días, mi prima hizo poca cosa más que vegetar. Hundida en una profunda depresión, deambulaba por el chalet de un sillón a otro, donde se sumía en un prolongado silencio del que solo salía para llorar. Sin llegar a imaginar el infierno que había sufrido en compañía del perro sarnoso que había escogido como pareja, dejé mi ajetreada agenda y me ocupé en cuerpo y alma en hacerle compañía.
Mi rutina se convirtió en ir temprano al trabajo y al terminar acudir a su encuentro para que sintiera que conmigo estaba a salvo sin darme cuenta que mientras se curaban las heridas de su cuerpo, con esa actitud iba creando una dependencia hacia mí de la que no fui consciente hasta que fue demasiado tarde.
También os he de confesar que una vez superada parcialmente su depresión, su propio carácter dulce y cariñoso hizo que yo me sintiera a gusto en su compañía por lo que las más que evidentes pruebas que Irene se estaba encaprichando conmigo, me pasaron totalmente desapercibidas.
De lo que fui consciente fue que la rubia flacucha de mi infancia había desaparecido dejando en su lugar a un espléndido ejemplar de mujer que de no ser por su delicada situación me hubiera intentado ligar sin dudar lo más mínimo. Os lo digo porque apenas llevaba dos semanas en casa cuando al volver del trabajo la descubrí nadando y sin saber con lo que me encontraría fui a su encuentro con las defensas bajas.
Al llegar hasta la piscina, quién salió del agua no fue mi primita sino una diosa griega de la belleza hecha mujer. Casi boqueando por la sorpresa, me quedé con la boca abierta al observar la perfección de ese cuerpo que hasta entonces había pasado oculto a mis ojos.
«¡No puede ser!», exclamé mentalmente valorando el innegable alboroto que se produjo en mis hormonas al verla salir con ese escueto bikini. «¡Es preciosa!».
Los maravillosos pechos de sus dos hermanas no solo quedaban eclipsados por los de ella sino que la belleza de ambas quedaba en ridículo cuando a la cara de Irene se le sumaba un trasero de ensueño. Incapaz de retirar mi mirada de su piel mojada, mis ojos recorrieron su cuerpo con un insano y nada fraternal interés.
«¿Cómo es posible que no me haya dado cuenta que es un bombón?», me dije al contemplar sus contorneadas piernas ya sin rastro de moratones, «¡Está buenísima!».
Mi examen fue tan poco discreto que Irene no pudo evitar el ponerse como un tomate al sentir la manera con la que me deleité observándola y completamente avergonzada, cogió una toalla con la que taparse antes de decirme como me había ido en el trabajo y de preguntarme que quería que me preparara de cenar.
Esa pregunta que en otro momento y hecha por otra mujer me hubiese puesto los pelos de punta al ser la típica que se le hace a un marido, me pareció natural y saliendo de mi parálisis, recordé que esa noche tenía una fiesta. Sin pensármelo le propuse que me acompañara y aunque en un inicio se negó aduciendo que no estaba preparada, tras mi insistencia aceptó a regañadientes.
Pidiéndome permiso para irse a su cuarto, Irene salió del jardín mientras me quedaba mirando descaradamente el contoneo de ese culo de campeonato. Sus nalgas duras y bien formadas eran una tentación irresistible de la que no me pude o no me quise abstraer y siguiéndola en su huida, disfruté como un enano de la manera en que lo movía.
«¡Menudo culo!», suspiré tratando de alejar de mi cerebro las ideas pecaminosas que se iban amontonando con cada uno de sus pasos. «¡Es tu prima pequeña y está desvalida!», inútilmente intenté pensar mientras entre mis piernas se despertaba un apetito insano.
Cabreado conmigo mismo, me tomé una ducha fría que calmara o apaciguara la calentura que asolaba mi cuerpo pero por mucho que intenté olvidar esos dos cachetes me resultó imposible y viendo que mi sexo me pedía cometer una locura, busqué la solución menos mala y me puse a imaginar que castigaba a los cobardes de sus cuñados tirándome a sus hermanas. Por ello y mientras el agua caía por mi piel, visualicé a María y a Alicia ronroneando en mi cama mientras sus maridos esperaban avergonzados que terminara desde el pasillo.
Muy a mi pesar y aunque lo intenté con todas mis fuerzas, cada vez que una de esas dos dejaba sus quehaceres entre mis muslos era la cara de Irene la que me besaba y aunque fueron sus nombres los que grité cuando llegando al orgasmo derramé mi semen sobre la ducha, la realidad que era en la flacucha en la que estaba pensando.
«¡Soy un cerdo degenerado!», maldije abochornado por mi acto y jurando que no dejaría que mi pito se inmiscuyera entre ella y yo, salí a secarme.
Ya frente al espejo, malgaste más de media hora tratando de auto convencerme que no iba a permitir tener ese tipo de pensamientos sobre ella pero todos mis intentos fueron directo a la basura cuando la vi bajando por las escaleras.
«¡Es la tentación en estado puro!», protesté totalmente perturbado al reconocer que me resultaba imposible retirar mi mirada del profundo escote de Irene y que de forma tan magnífica realzaba el vestido rojo que portaba.
Al contrario que en la piscina, mi prima no solo no se cortó al ver el resultado de las dos horas que se había pasado arreglando sino que comportándose como una cría, en plan coqueta me preguntó:
-¿Estoy guapa?
Varias burradas se agolparon en mi garganta pero evitando decir algo que me resultara luego incómodo, tuve el buen sentido de únicamente decir:
-Voy a ser el más envidiado de la fiesta.
Ese sutil piropo la alegró y entornando sus ojos, sonriendo contestó:
-Eres tonto- y olvidando por un momento era de mi familia, me soltó: – Seguro que se lo dices a todas.
Que se equiparara al resto de las mortales me dejó helado y reteniendo mis ganas de salir corriendo sin rumbo fijo huyendo de esa trampa para humanos con piernas, hipócritamente sonreí mientras la llevaba hacía el coche. Durante el trayecto hacia el festejo no pude dejar de mirar de reojo la impresionante perfección de sus tobillos y pantorrillas.
«¡Hasta sus pies son increíbles!», murmuré buscando concentrarme en el camino.
No sé si lo hizo a propósito pero justo en ese instante la abertura de su falda se abrió dejando vislumbrar el edén de cualquier hombre y me quedé tan impresionado con semejante muslamen que estuve a punto de salirme de la carretera.
Muerta de risa, cerró su falda diciendo:
-Deja de mirarme las piernas y conduce.
Que fuera consciente de la atracción que sentía por ella me aterrorizó, no fuera a ser que considerara que mi ayuda era interesada y por ello, haciéndome el gracioso le solté:
-La culpa es tuya por ser tan descocada. No soy de piedra.
Mis palabras lejos de cortarla, la impulsaron a hacer algo que me desconcertó porque acercando su cuerpo hacia mi asiento, me dio un beso en la mejilla mientras me decía:
-Siempre has sido mi primo preferido.
El tono con el que imprimió a su voz terminó de asustarme por el significado oculto que escondía. Afortunadamente no tuvimos ocasión de continuar esa conversación porque justo en ese instante llegamos a la fiesta y más afectado de lo que me gusta reconocer, me bajé del coche con un bulto de consideración que a duras penas el pantalón que llevaba conseguía esconder.
Mi erección era tan manifiesta que no le pasó desapercibida pero cuando ya creía que se iba a indignar, pasando su mano por mi cintura Irene me susurró:
-Eres un encanto. ¿Pasamos adentro?
La felicidad de su mirada me debió puesto de sobre aviso pero más preocupado por disimular el estado de mi sexo, no le di mayor importancia al hecho que pegándose a mí, Irene entrara apoyando su cabeza en mi hombro donde nos esperaban mis amigos.
Como no podía ser de otra forma, en cuanto los asistentes al evento nos vieron entrar de ese modo supusieron erróneamente que esa rubia en vez de ser mi adorada primita era la última de mi conquistas. Para ellos debió de ser tan claro el tema que la anfitriona, una antigua compañera de sábanas se acercó y luciendo la mejor de sus sonrisas, me pidió que le presentara a mi novia. Antes que pudiera intervenir, Irene aceptó el papel diciendo al tiempo que se acaramelaba más a mi lado:
-Soy algo más que su novia. Vivo en su casa. Me llamo Irene.
Mi ex amante se quedó de piedra porque sabía de mis reservas a perder la intimidad y asumiendo que lo nuestro iba en serio, solo pudo felicitarla por conseguir cazar al soltero inexpugnable. Su respuesta provocó la carcajada de mi prima y sin sacarla de su error, aprovechó para sin disimulo acariciar mi trasero mientras le decía:
-Edu lleva años queriéndome pero no fue hasta una semana cuando me di cuenta que yo también le amaba.
Cortado y confundido solo pude sonreír mientras ese engendro del demonio se pavoneaba ante mis amistades de tenerme bien atado. Mi falta de respuesta exacerbó su osadía y mordiendo mi oreja, me soltó con voz suficientemente baja para nadie lo oyera
-Lo que he dicho es verdad. Te quiero primito.
Reconozco que esa confesión me terminó de perturbar y como vil cobarde busqué el cobijo de la barra mientras mi familiar se reía de mi huida.
«¿Qué coño le pasa a esta loca?», me pregunté al tiempo que pedía mi copa: «¿No se da cuenta que está jugando con fuego?».
Aun sabiendo que podía ser cierto ese supuesto afecto no por ello me hacía feliz al comprender que debía ser producto de su propia situación afectiva y no queriendo ser segundo plato de nadie, me bebí de un solo trago el whisky que me puso el camarero mientras el objeto de esa desazón tonteaba con mis amigos. Lo que no me esperaba fue que mi corazón se encogiera lleno de celos al observar ese coqueteo y ya francamente preocupado por lo que suponía, me dejé caer hundido en un sofá mirando cada vez más cabreado que uno de los donjuanes de la fiesta posaba sus ojos sobre mi prima.
«Se lo tiene ganado a pulso», sonreí al ver su cara de angustia cuando el desprevenido ligón creyendo que era una presa fácil, le agarraba de la cintura.
El sujeto desconociendo que esa maniobra había avivado el recuerdo de sufrimientos pasados se vio empujado violentamente mientras Irene se echaba a llorar presa de la histeria. Obligado por las circunstancias me levanté de mi asiento al comprobar los malos modos con los que el costarricense se había tomado tanta brusquedad. Mi prima al verme me buscó y hundiendo su cara en mi pecho, me rogó hecha un manojo de nervios que la sacara de ahí.
-Tranquila, ya nos vamos- susurré en su oído al mismo tiempo que la alzaba entre mis brazos y ante el silencio de todos los presentes, la sacaba al exterior.
Durante la vuelta a casa y mientras Irene no paraba de llorar como una loca, me eché la culpa de haberla forzado antes de tiempo y por mucho que intenté consolarla, todos mis intentos resultaron inútiles. Ya en mi chalet, al aparcar el coche Irene seguía sumida en su dolor por lo que nuevamente tuve que cogerla y cargando delicadamente con ella la llevé hasta su cama.
Al depositarla sobre el colchón, creí más prudente retirarme pero entonces con renovadas lágrimas mi prima me pidió:
-No te vayas. Necesito sentirte cerca.
Conmovido por su dolor, me coloqué a su lado. Momento que esa rubia aprovechó para abrazarme con una desesperación total mientras posaba su cara sobre mi pecho sin darse cuenta que al hacerlo podía sentir como estos se clavaban contra mi cuerpo avivando la atracción incestuosa que sentía por ella. Sin moverme para que mi pene inhiesto no revelara mi estado, esperé que se quedara dormida pero para mi desgracia el cansancio hizo mella en mí e involuntariamente me quedé transpuesto antes que ella.
Tres horas después me desperté todavía abrazado a ella aunque durante el sueño algo había cambiado, una de mis manos agarraba firmemente el generoso pecho de Irene. Sorprendido y excitado por igual sopesé su volumen delicadamente temiendo que si hacía algo brusco mi prima se diera cuenta y me montara un escándalo.
«¡Es impresionante!», sentencié tras valorar su dureza y su tamaño.
El saber que era el seno más perfecto que había tenido en mi poder me hizo palidecer al saber que era un fruto prohibido y no solo por anticuados reparos sino porque sabía que me iba a arrepentir si daba otro paso.
«No soy un cabrón que se aprovecha de una mujer indefensa», me dije levantando mi brazo lentamente liberé mi mano y me marché sin hacer ruido.
Ya en mi cama, el recuerdo de Irene volvió con mayor fuerza y rememorando las sensaciones que experimenté al tener entre mis dedos su pecho y contra mis deseos, mi sexo se levantó con tal fuerza que no me quedó otra que dejarme llevar por mi memoria e imprimiendo un lento vaivén a mi mano comencé a pajearme mientras soñaba que esa criatura venía hasta mi cama ronroneando que la hiciera mía.
En mi mente, mi prima se acercaba  mientras dejaba caer los tirantes de su camisón mientras se contorneaba dotando a sus meneos de una sensual lentitud. Para entonces Irene se había convertido en una depredadora cuya presa era yo y mirándome a los ojos, fue recorriendo centímetro a centímetro la distancia que le separaba de su objetivo mientras mi cuerpo empezaba a reaccionar.
«¡Qué belleza!», maldije mentalmente al darme cuenta que no podía separar mis ojos del bamboleo de sus pechos y que mi pene había adquirido una considerable dureza solo con esos preliminares.
Lo siguiente fue indescriptible, esa chavala agachó la cabeza y como si fuera una gatita se puso a olisquear como si fuera en busca de su sustento y frunciendo la nariz, llegó a escasos centímetros de mi entrepierna tras lo cual metió su mano bajo mi pijama y me soltó con una seguridad que me dejó desconcertado:
-He venido por lo que ya es mío.
Para entonces mi corazón bombeaba a toda velocidad e impotente ante sus maniobras, me quedé paralizado mientras esa monada frotaba su cuerpo contra el mío.
-¡Chúpame los pechos! ¡Sé que lo estas deseando!- exclamó poniendo esos manjares a escasos centímetros de mi boca y antes que pudiera hacer algo por evitarlo, rozó con ellos mis labios.
Aunque sabía que era producto de mi imaginación, boqueé al verlos. Grandes y de un color rosado claro, estaban claramente excitados cuando forzando mi entrega, esa mujer forzó mi derrota presionando mi boca sin dejar de ronronear. Forzando mi voluntad retuve las ganas de abrir mis labios y con los dientes apoderarme de sus areolas. Mi falta de respuesta azuzó su calentura y golpeando mi cara con sus pechos, empezó a gemir mientras me decía:
-¡Te he ordenado que me comas las tetas!
Ese exabrupto me sacó de las casillas y aprovechando que mi pene había salido de su letargo, empezó a frotar su sexo contra mi entrepierna. De forma lenta pero segura, incrustó mi miembro entre los pliegues de su vulva y comenzó a masturbarse rozando su clítoris contra mi verga aún oculta bajo el pijama.
-¡No te hagas el duro! ¡Sé que eres un perro que lleva babeando con follarse a una de nosotras desde hace años!- soltó mientras con su mano sacaba mi miembro de su encierro.
Mi subconsciente me había traicionado dejando al descubierto mi fijación por esas hermanas mientras en mi imaginación esa rubia se estaba empalando usando mi verga como su instrumento de tortura. La veracidad de esa acusación no aminoró mi excitación al sentir los pliegues de su sexo presionando sobre mi tallo mientras se hundía en su interior.
-¡Cumple tu sueño cabrón y úsame!- chilló descompuesta.
Su aullido coincidió con mi orgasmo y derramando mi simiente sobre las sábanas, lloré de vergüenza al saber que lo quisiera o no todo lo ocurrido era una premonición de lo que me iba a pasar si no hacía algo para ponerle remedio…

Relato erótico: “Entrenador de putas 4” (POR BUENBATO)

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Leticia seguía chocando su lengua contra la entrada de mi ano. Yo sentía su fresca saliva y debo admitir que no se sentía nada mal que aquella estudiante mía, que ya muy bien me había demostrado lo caliente que era, me limpiara a conciencia la zona de mi pene a mis nalgas. Estuvimos así un par de minutos más pero volví a recordar la cita con Paola y esta vez sí decidí que era momento de irme. Le explique a Leticia que tenía un trabajo de la facultad y entre dudas término por creerme. Le di un último vistazo y pude comprender que esa tarde me había follado a, quizás, la mujer con mejor cuerpo que pude haber visto. Sus tetas, sus nalgas y su cuerpo entero parecían despedirse de mí con el mismo esplendor con que me recibieron. Leticia se acerco a mí y me dio un profundo beso que me pareció la cereza del pastel, yo aproveché ese último instante para recorrer su cuerpo con mis manos una última vez. Alejó sus labios y me sonrió y miró profundamente.
– ¿Volverá a darme clases particulares?
Pensé rápidamente en que responderle y de pronto se me ocurrió una idea que quizás hubiese sido algo atrevida pero que poco importaba ya con lo atrevida que era Leticia de todos modos.
– ¿Qué te parece si vienes a tomar esas clases a mi departamento?
– ¿En serio profesor? – me dijo con una sonrisa incrédula.
– Si – le respondí – aunque debo admitir que mi departamento no cuenta con tantos lujos.
– Eso no importa profesor – me dijo – no hacen falta lujos.
Me despedí y salí. Habíamos quedado que viniera cuándo yo le dijese, y es que todo parecía tan poco probable que ni siquiera me vino a la mente una fecha posible. Subí al auto y me dirigí a toda prisa a mi cita con Paola. Al llegar me constate de la gravedad del asunto: media hora tarde y yo sin bañarme. Cuando llegué me encontré con Paola que estaba sentada. Me sonrió al verme por lo que comprendí que quizás era demasiada buena persona.
– Se le hizo tarde profesor, ya hasta inició la película.
– Perdóname Paola, ¿crees que aun vendan boletos?
– No creo profesor, y no importa, mejor vayamos a cenar algo.
En efecto, fuimos a cenar en uno de los restaurantes de aquella plaza. La pasamos bien y entre la charla justifiqué la tardanza con un problema del auto. Me creyó sin problemas. Durante la noche noté lo realmente linda que era. Paola en si era una mujer bonita en general. Tenía un cuerpo no delgado pero si bien proporcionado. La razón por la que no se veía delgada era porque no era muy alta, debía medir a lo mucho un metro cincuenta y cinco, y tenía, además, dos senos enormes en proporción a su cuerpo que esa noche no escondió para nada. Era de piel muy clara y cabellos oscuros y lacios. Tenía, quizás como virtud, una sonrisa de lo más simpática y llamativa que podía mantener siempre. Y era esa zona justamente la que aquella noche lucia de maravilla, su hermosa y gran sonrisa acompañada de sus tetas grandes en un escote de lo más provocativo.
Terminamos de cenar y seguimos paseando un rato. Ya más tarde nos dirigimos a su casa. Estábamos llegando cuando me pidió que nos detuviéramos y girara a la derecha. Le pregunté el porqué y ella no me respondió y a cambio sonrió. Seguí avanzando hasta que llegamos a una calle bastante solitaria me pidió ahora que entrara a una especie de terreno baldío. Yo estaba un tanto nervioso y por un momento llegué a pensar que Paola era una especie de criminal o algo por el estilo. Tras unos cinco segundos se abalanzó sobre mí y comenzó a besarme. Estuvimos así hasta el punto en que comencé a tocarla pero no duré mucho así por que de inmediato se acomodó como pudo de modo que su cara estaba al alcance de mi para entonces erecto pene que no tenía que ser un genio para saber que recibiría otra inesperada mamada.
Evidentemente Paola se dispuso a sacar mi pene e inmediatamente lo introdujo en su boca. Apenas podía verla en la oscuridad pero su húmeda boca se sentía a la perfección en aquella bruma y la manera tan experimentada con la que chupaba mi verga me aclaró que Paola era una asidua mamadora. Seguía tragándose mi falo y parecía que nos habíamos puesto de acuerdo porque ningún comentario ni palabra había salido de nuestras bocas.
Yo ya estaba bastante excitado cuando de repente deje de sentir el frescor de aquella boquita para sentir el calor de dos suaves y enormes masas. Volteé hacia abajo y aun ante la poca visibilidad me percate de que aquello eran sus dos enormes senos aplastando mi pene; no debía ser tampoco la primera paja que Paola hacia en su vida porque lo hizo de tal manera que le bastó poco menos de un par de minutos para provocarme una erección que debió estallar en buena parte de sus tetas y su cara.
Por fin, se irguió y con la sonrisa de siempre se recargo sobré el asiento; la luz por fin mostró el resultado de aquella mamada, su cara estaba un poco manchada de mi semen pero sus tetas, aun desnudas al aire, estaban completamente mojadas con mi leche.
– ¿Te gustó? – preguntó
Le respondí que si con la cabeza y en seguida se alzó una teta con su mano y comenzó a lamer mis fluidos que en ella estaban pegados. Acabo completamente y siguió con la otra, lambia lentamente, como a propósito, y me miraba fijamente con una mirada de lo más sexy. Era curioso como una chica con aquel rostro tan angelical podía también ser una diablilla.
Cuando terminó de lamberse y comerse también el semen de su linda cara, Paola se alzó de nuevo la blusa y se sentó con toda normalidad, como si nada hubiese pasado. Mi mano se dirigió a su cintura y la llevé hacia mí, nos besamos largamente y de pronto mis manos se posaron y alcanzaron a darle un apretón a sus senos, grandes y hermosos ambos tenían una suavidad acorde a la angelical y tierna Paola. Al ver esto, Paola alejó mis manos.
– En este momento, profesor – me dijo sonriendo – me lleva a mi casa, ya habrá tiempo de hacer otras cosas.
No insistí, en parte para darle su tiempo y por otro lado porque mi pene estaba realmente cansado por la sesión de sexo con Leticia.
Dejé a Paola a su casa y, cansado, me dirigí a mi departamento. Allá estaba Ignacio viendo TV. Solo lo salude y después me acosté y dormí como un tronco.
Al otro día me levanté tarde, pero era sábado. Casi todos los sábados salía con mis compañeros de la carrera y obviamente iba con Ignacio. Esa tarde comenzamos yendo al cine; íbamos Ignacio, yo y, Federico, otro amigo. También iban cuatro de nuestras compañeras de clases. Después de la película platicamos un rato y después Federico y otra de nuestras compañeras, novia suya, se fueron por su lado.
También nosotros nos íbamos a ir, quizás a un bar a pasar el rato pero a alguien se le ocurrió la idea de ir a la playa a beber. Casi no me gusta ir a la playa y mucho menos de noche, pero la plática era tan entretenida que Ignacio y yo terminamos por quedarnos.
Nuestra relación con nuestras compañeras era muy de camarería, hasta donde sabia Ignacio a principios de la carrera fue novio de una de ella, Rocío, pero todos nos llevábamos muy bien. Aunque Rocío era un tanto introvertida sus amigas, Lucia y Gina eran más bien alocadas, les gustaba mucho ir a bares a cantar en el karaoke y les gustaba tomar alcohol todos los sábados. Era muy divertido salir con ellas aunque no quedábamos de salir con regularidad.
Aquella noche no fue la excepción y pasamos riendo y tomando en aquella playa por casi dos horas. De vez en cuando pasaban policías pero no nos decían nada, solo nos vigilaban un rato y al tiempo se iban. Lucia y Gina se pusieron un poco alocadas después de varias cervezas y decidimos mejor llevarlas a su casa. También Ignacio había tomado y los únicos que parecíamos consientes éramos Rocío y yo.
– Vale – dije – esto ya se está saliendo de control, las llevare a su casa.
Nadie me hizo caso pero Rocío se acerco un poco preocupada.
– Mira, Pablo – lo que pasa es que teníamos pensado ir a mi casa – pero así como están de tomadas no sé si sea buena idea. Vivo con mis padres.
– Pues no sé, ¿entonces dices que no las puedo llevar a su casa tampoco?
– Es lo que no se, así como están lo más seguro es que ni lleguen a entrar a sus casas, se van a ir a no sé donde a seguir pasándola.
Rocío, aunque exageraba, se veía preocupada. Entonces, después de mucho pensar planeamos que lo mejor sería llevarlas al departamento y que ahí pasaran la noche. Primero los llevaríamos a ellos y después yo pasaría a dejar a Rocío a su casa que estaba un poco más alejado. Por suerte aquellos se habían emborrachado rápidamente y no era tan tarde para Rocío. Con trabajo los subimos al auto y nos fuimos de ahí.
Para contactar con el autor:

buenbato@gmx.com

“Las jefas, esas putas que todo el mundo desea” (POR GOLFO) Libro para descargar

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Sinopsis:

Selección de los mejores relatos de Golfo sobre una jefa. 120 páginas en las que disfrutarás leyendo diferentes historias de ellas disfrutando o sufriendo con el sexo.

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Acosado por mi jefa, la reina virgen.
―Manuel, la jefa quiere verte― me informó mi secretaria nada más entrar ese lunes a la oficina.
―¿Sabes que es lo que quiere?― le pregunté, cabreado.
―Ni idea pero está de muy mala leche― María me respondió, sabiendo que una llamada a primera hora significaba que esa puta iba a ordenar trabajo extra a todo el departamento.
“Mierda”, pensé mientras me dirigía a su despacho.
Alicia Almagro, no solo era mi jefa directa sino la fundadora y dueña de la empresa. Aunque era insoportable, tengo que reconocer que fue la inteligencia innata de esa mujer, el factor que me hizo aceptar su oferta de trabajo hacía casi dos años. Todavía recuerdo como me impresionó oír de la boca de una chica tan joven las ideas y proyectos que tenía en mente. En ese momento, yo era un consultor senior de una de las mayores empresas del sector y por lo tanto a mis treinta años tenía una gran proyección en la multinacional americana en la que trabajaba, pero aun así decidí embarcarme en la aventura con esa mujer.
El tiempo me dio la razón, gracias a ella, el germen de la empresa que había creado se multiplicó como la espuma y, actualmente, tenía cerca de dos mil trabajadores en una veintena de países. Mi desarrollo profesional fue acorde a la evolución de la compañía y no solo era el segundo al mando sino que esa bruja me había hecho millonario al cederme un cinco por ciento de las acciones pero, aun así, estaba a disgusto trabajando allí.
Pero lo que tenía de brillante, lo tenía de hija de perra. Era imposible acostumbrarse a su despótica forma de ser. Nunca estaba contenta, siempre pedía más y lo que es peor para ella no existían ni las noches ni los fines de semana. Menos mal que era soltero y no tenía pareja fija, no lo hubiera soportado, esa arpía consideraba normal que si un sábado a las cinco de la mañana, se le ocurría una nueva idea, todo su equipo se levantara de la cama y fuera a la oficina a darle forma. Y encima nunca lo agradecía.
Durante el tiempo que llevaba bajo sus órdenes, tuve que dedicar gran parte de mi jornada a resolver los problemas que su mal carácter producía en la organización. Una vez se me ocurrió comentarle que debía ser más humana con su gente, a lo que me respondió que si acaso no les pagaba bien. Al contestarle afirmativamente, me soltó que con eso bastaba y que si querían una mamá, que se fueran a casa.
―¿Se puede?― pregunté al llegar a la puerta de su despacho y ver que estaba al teléfono. Ni siquiera se dignó a contestarme, de forma que tuve que esperar cinco minutos, de pie en el pasillo hasta que su majestad tuvo la decencia de dejarme pasar a sus dominios.
Una vez, se hubo despachado a gusto con su interlocutor, con una seña me ordenó que pasara y me sentara, para sin ningún tipo de educación soltarme a bocajarro:
―Me imagino que no tienes ni puñetera idea del mercado internacional de la petroquímica.
―Se imagina bien― le contesté porque, aunque tenía bastante idea de ese rubro, no aguantaría uno de sus temidos exámenes sobre la materia.
―No hay problema, te he preparado un breve dosier que debes aprenderte antes del viernes― me dijo señalando tres gruesos volúmenes perfectamente encuadernados.
Sin rechistar, me levanté a coger la información que me daba y cuando ya salía por la puerta, escuché que preguntaba casi a voz en grito, que donde iba:
―A mi despacho, a estudiar― respondí bastante molesto por su tono.
La mujer supo que se había pasado pero, incapaz de pedir perdón, esperó que me sentara para hablar:
―Sabes quién es Valentín Pastor.
―Claro, el magnate mexicano.
―Pues bien, gracias a un confidente me enteré de las dificultades económicas de la mayor empresa de la competencia y elaboré un plan mediante el cual su compañía podía absorberla a un coste bajísimo. Ya me conoces, no me gusta esperar que los clientes vengan a mí y por eso, en cuanto lo hube afinado, se lo mandé directamente.
Sabiendo la respuesta de antemano, le pregunté si le había gustado. Alicia, poniendo su típica cara de superioridad, me contestó que le había encantado y que quería discutirlo ese mismo fin de semana.
―Entonces, ¿cuál es el problema?.
Al mirarla esperando una respuesta, la vi ruborizarse antes de contestar:
―Como el Sr. Pastor es un machista reconocido y nunca hubiera prestado atención a un informe realizado por una mujer, lo firmé con tu nombre.
Que esa zorra hubiera usurpado mi personalidad, no me sorprendió en demasía, pero había algo en su actitud nerviosa que no me cuadraba y conociéndola debía ser cuestión de dinero:
―¿De cuánto estamos hablando?―
―Si sale este negocio, nos llevaríamos una comisión de unos quince millones de euros.
―¡Joder!― exclamé al enterarme de la magnitud del asunto y poniéndome en funcionamiento, le dije que tenía que poner a todo mi equipo a trabajar si quería llegar a la reunión con mi equipo preparado.
―Eso no es todo, Pastor ha exigido privacidad absoluta y por lo tanto, esto no puede ser conocido fuera de estas paredes.
―¿Me está diciendo que no puedo usar a mi gente para preparar esa reunión y que encima debo de ir solo?.
―Fue muy específico con todos los detalles. Te reunirás con él en su isla el viernes en la tarde y solo puede acompañarte tu asistente.
―Alicia, disculpe… ¿de qué me sirve un asistente al que no puedo siquiera informar de que se trata?. Para eso, prefiero ir solo.
―Te equivocas. Tu asistente sabe ya del tema mucho más de lo que tú nunca llegaras a conocer y estará preparado para resolver cualquier problema que surja.
Ya completamente mosqueado, porque era una marioneta en sus manos, le solté:
―Y ¿Cuándo voy a tener el placer de conocer a ese genio?
En su cara se dibujó una sonrisa, la muy cabrona estaba disfrutando:
―Ya la conoces, seré yo quien te acompañe.

Después de la sorpresa inicial, intenté disuadirla de que era una locura. La presidenta de una compañía como la nuestra no se podía hacer pasar por una ayudante. Si el cliente lo descubría el escándalo sería máximo y nos restaría credibilidad.
―No te preocupes, jamás lo descubrirá.
Sabiendo que no había forma de hacerle dar su brazo a torcer, le pregunté cual eran los pasos que había que seguir.
―Necesito que te familiarices con el asunto antes de darte todos los pormenores de mi plan. Vete a casa y mañana nos vemos a las siete y media― me dijo dando por terminada la reunión.
Preocupado por no dar la talla ante semejante reto, me fui directamente a mi apartamento y durante las siguientes dieciocho horas no hice otra cosa que estudiar la información que esa mujer había recopilado.
Al día siguiente, llegué puntualmente a la cita. Alicia me estaba esperando y sin más prolegómenos, comenzó a desarrollar el plan que había concebido. Como no podía ser de otra forma, había captado el mensaje oculto que se escondía detrás de unas teóricamente inútiles confidencias de un amigo y había averiguado que debido a un supuesto éxito de esa empresa al adelantarse a la competencia en la compra de unos stocks, sin darse cuenta había abierto sin saberlo un enorme agujero por debajo de la línea de flotación y esa mujer iba a provecharlo para parar su maquinaria y así hacerse con ella, a un precio ridículo.
Todas mis dudas y reparos, los fue demoliendo con una facilidad pasmosa, por mucho que intenté encontrar una falla me fue imposible. Derrotado, no me quedó más remedio que felicitarle por su idea.
―Gracias― me respondió, ―ahora debemos conseguir que asimiles todos sus aspectos. Tienes que ser capaz de exponerlo de manera convincente y sin errores.
Ni siquiera me di por aludido, la perra de mi jefa dudaba que yo fuera capaz de conseguirlo y eso que en teoría era, después de ella, el más valido de toda la empresa. Para no aburriros os tengo que decir que mi vida durante esos días fue una pesadilla, horas de continuos ensayos, repletos de reproches y nada de descanso.
Afortunadamente, llegó el viernes. Habíamos quedado a las seis de la mañana en el aeropuerto y queriendo llegar antes que ella, me anticipé y a las cinco ya estaba haciendo cola frente al mostrador de la aerolínea. La tarde anterior habíamos mandado a un empleado a facturar por lo que solo tuve que sacar las tarjetas de embarque y esperar.
Estaba tomándome un café, cuando vi aparecer por la puerta de la cafetería a una preciosa rubia de pelo corto con una minifalda aún más exigua. Sin ningún tipo de reparo, me fijé que la niña no solo tenía unas piernas perfectas sino que lucía unos pechos impresionantes.
Babeando, fui incapaz de reaccionar cuando, sin pedirme permiso, se sentó en mi mesa.
―Buenos días― me dijo con una sonrisa.
Sin ser capaz de dejar de mirarle los pechos, caí en la cuenta que ese primor no era otro que mi jefa. Acostumbrado a verla escondida detrás de un anodino traje de chaqueta y un anticuado corte de pelo nunca me había fijado que Alicia era una mujer y que encima estaba buena.
―¿Qué opinas?, ¿te gusta mi disfraz?.
No pude ni contestar. Al haberse teñido de rubia, sus facciones se habían dulcificado, pero su tono dictatorial seguía siendo el mismo. Nada había cambiado. Como persona era una puta engreída y vestida así, parecía además una puta cara.
―¿Llevas todos los contratos?. Aún tenemos una hora antes de embarcar y quiero revisar que no hayas metido la pata.
Tuve que reprimir un exabrupto y con profesionalidad, fui numerando y extendiéndole uno a uno todos los documentos que llevábamos una semana desarrollando. Me sentía lo que era en manos de esa mujer, un perrito faldero incapaz de revelarse ante su dueña. Si me hubiese quedado algo de dignidad, debería de haberme levantado de la mesa pero esa niña con aspecto de fulana me había comprado hace dos años y solo me quedaba el consuelo que, al menos, los números de mi cuenta corriente eran aún más grandes que la humillación que sentía.
Escuché con satisfacción que teníamos que embarcar, eso me daba un respiro en su interrogatorio. Alicia se dirigió hacia el finger de acceso al avión, dejándome a mí cargando tanto mi maletín como el suyo pero, por vez primera, no me molestó, al darme la oportunidad de contemplar el contoneo de su trasero al caminar. Estaba alucinado. El cinturón ancho, que usaba como falda, resaltaba la perfección de sus formas y para colmo, descubrí que esa zorra llevaba puesto un coqueto tanga rojo.
“Joder”, pensé, “llevo dos años trabajando para ella y nunca me había dado cuenta del polvo que tiene esta tía”.
Involuntariamente, me fui excitando con el vaivén de sus caderas, por lo que no pude evitar que mi imaginación volara y me imaginara como sería Alicia en la cama.
―Seguro que es frígida― murmuré.
―No lo creo― me contestó un pasajero que me había oído y que al igual que yo, estaba ensimismado con su culo, ―tiene pinta de ser una mamona de categoría.
Solté una carcajada por la burrada del hombre y dirigiéndome a él, le contesté:
―No sabe, usted, cuánto.
Esa conversación espontánea, me cambió el humor, y sonriendo seguí a mi jefa al interior del avión.

El viaje.
Debido a que nuestros billetes eran de primera clase, no tuvimos que recorrer el avión para localizar nuestros sitios. Nada más acomodarse en su asiento, Alicia me hizo un repaso de la agenda:
―Como sabes, tenemos que hacer una escala en Santo Domingo, antes de coger el avión que nos llevará a la isla privada del capullo de Pastor. Allí llegaremos como a las ocho la tarde y nada más llegar, su secretaria me ha confirmado que tenemos una cena, por lo que debemos descansar para llegar en forma.
―Duerma― le contesté,― yo tengo que revisar unos datos.
Ante mi respuesta, la muchacha pidió agua a la azafata y sacando una pastilla de su bolso, se la tomó, diciendo:
―Orfidal. Lo uso para poder descansar.
No me extrañó que mi jefa, con la mala baba que se marcaba, necesitara de un opiáceo para dormir.
“La pena es que no se tome una sobredosis”, pensé y aprovechando que me dejaba en paz, me puse a revisar el correo de mi ordenador por lo que no me di cuenta cuando se durmió.
Al terminar fue, cuando al mirarla, me quedé maravillado.
Alicia había tumbado su asiento y dormida, el diablo había desaparecido e, increíblemente, parecía un ángel. No solo era una mujer bellísima sino que era el deseo personificado. Sus piernas perfectamente contorneadas, daban paso a una estrecha cintura que se volvía voluptuosa al compararse con los enormes pechos que la naturaleza le había dotado.
Estaba observándola cuando, al removerse, su falda se le subió dejándome ver la tela de su tanga. Excitado, no pude más que acomodar mi posición para observarla con detenimiento.
“No comprendo porque se viste como mojigata”, me dije, “esta mujer, aunque sea inteligente, es boba. Con ese cuerpo podría tener al hombre que quisiera”.
En ese momento, salió de la cabina, uno de los pilotos y descaradamente, le dio un repaso. No comprendo por qué pero me cabreó esa ojeada y moviendo a mi jefa, le pregunté si quería que la tapase. Ni siquiera se enteró, el orfidal la tenía noqueada. Por eso cogiendo una manta, la tapé y traté de sacarla de mi mente.
Me resultó imposible, cuanto más intentaba no pensar en ella, más obsesionado estaba. Creo que fue mi larga abstinencia lo que me llevó a cometer un acto del que todavía hoy, no me siento orgulloso. Aprovechando que estábamos solos en el compartimento de primera, disimulando metí mi mano por debajo de la manta y empecé a recorrer sus pechos.
“Qué maravilla”, pensé al disfrutar de la suavidad de su piel. Envalentonado, jugué con descaro con sus pezones. Mi victima seguía dormida, al contrario que mi pene que exigía su liberación. Sabiendo que ya no me podía parar, cogí otra manta con la que taparme y bajándome la bragueta, lo saqué de su encierro. Estaba como poseído, el morbo de aprovecharme de esa zorra era demasiado tentador y, por eso, deslizando mi mano por su cuerpo, empecé a acariciar su sexo.
Poco a poco, mis caricias fueron provocando que aunque Alicia no fuera consciente, su cuerpo se fuera excitando y su braguita se mojara. Al sentir que la humedad de su cueva, saqué mi mano y olisqueé mis dedos. Un aroma embriagador recorrió mis papilas y ya completamente desinhibido, me introduje dentro de su tanga y comencé a jugar con su clítoris mientras con la otra mano me empezaba a masturbar.
Creo que Alicia debía de estar soñando que alguien le hacia el amor, porque entre dientes suspiró. Al oírla, supe que estaba disfrutando por lo que aceleré mis toqueteos. La muchacha ajena a la violación que estaba siendo objeto abrió sus piernas, facilitando mis maniobras. Dominado por la lujuria, me concentré en mi excitación por lo que coincidiendo con su orgasmo, me corrí llenando de semen la manta que me tapaba.
Al haberme liberado, la cordura volvió y avergonzado por mis actos, acomodé su ropa y me levanté al baño.
“La he jodido”, medité al pensar en lo que había hecho, “solo espero que no se acuerde cuando despierte, sino puedo terminar hasta en la cárcel”.
Me tranquilicé al volver a mi asiento y comprobar que la cría seguía durmiendo.
“Me he pasado”, me dije sin reconocer al criminal en que, instantes antes, me había convertido.
El resto del viaje, fue una tortura. Durante cinco horas, mi conciencia me estuvo atormentando sin misericordia, rememorando como me había dejado llevar por mi instinto animal y me había aprovechado de esa mujer que plácidamente dormía a mi lado. Creo que fue la culpa lo que me machacó y poco antes de aterrizar, me quedé también dormido.
―Despierta― escuché decir mientras me zarandeaban.
Asustado, abrí los ojos para descubrir que era Alicia la que desde el pasillo me llamaba.
―Ya hemos aterrizado. Levántate que no quiero perder el vuelo de conexión.
Suspiré aliviado al percatarme que su tono no sonaba enfadado, por lo que no debía de recordar nada de lo sucedido. Con la cabeza gacha, recogí nuestros enseres y la seguí por el aeropuerto.
La mujer parecía contenta. Pensé durante unos instantes que era debido a que aunque no lo supiera había disfrutado pero, al ver la efectividad con la que realizó los tramites de entrada, recordé que siempre que se enfrentaba a un nuevo reto, era así.
“Una ejecutiva agresiva que quería sumar un nuevo logro a su extenso curriculum”.
El segundo trayecto fue corto y en dos horas aterrizamos en un pequeño aeródromo, situado en una esquina de la isla del magnate. Al salir de las instalaciones, nos recogió la secretaria de Pastor, la cual después de saludarme y sin dirigirse a la que teóricamente era mi asistente, nos llevó a la mansión donde íbamos a conocer por fin a su jefe.
Me quedé de piedra al ver donde nos íbamos a quedar, era un enorme palacio de estilo francés. Guardando mis culpas en el baúl de los recuerdos, me concentré en el negocio que nos había llevado hasta allí y decidí que tenía que sacar ese tema hacia adelante porque el dinero de la comisión me vendría bien, por si tenía que dejar de trabajar en la empresa.
Un enorme antillano, vestido de mayordomo, nos esperaba en la escalinata del edificio. Habituado a los golfos con los que se codeaba su jefe, creyó que Alicia y yo éramos pareja y, sin darnos tiempo a reaccionar, nos llevó a una enorme habitación donde dejó nuestro equipaje, avisándonos que la cena era de etiqueta y que, en una hora, Don Valentín nos esperaba en el salón de recepciones.
Al cerrar la puerta, me di la vuelta a ver a mi jefa. En su cara, se veía el disgusto de tener que compartir habitación conmigo.
―Perdone el malentendido. Ahora mismo, voy a pedir otra habitación para usted― le dije abochornado.
―¡No!― me contestó cabreada,― recuerda que este tipo es un machista asqueroso, por lo tanto me quedo aquí. Somos adultos para que, algo tan nimio, nos afecte. Lo importante es que firme el contrato.
Asentí, tenía razón.
Esa perra, ¡siempre tenía razón!.
―Dúchate tú primero pero date prisa, porque hoy tengo que arreglarme y voy a tardar.
Como no tenía más remedio, saqué el esmoquin de la maleta y me metí al baño dejando a mi jefa trabajando con su ordenador. El agua de la ducha no pudo limpiar la desazón que tener a ese pedazo de mujer compartiendo conmigo la habitación y saber que lejos de esperarme una dulce noche, iba a ser una pesadilla, por eso, en menos de un cuarto de hora y ya completamente vestido, salí para dejarla entrar.
Ella al verme, me dio un repaso y por primera vez en su vida, me dijo algo agradable:
―Estás muy guapo de etiqueta.
Me sorprendió escuchar un piropo de su parte pero cuando ya me estaba ruborizando escuché:
―Espero que no se te suba a la cabeza.
―No se preocupe, sé cuál es mi papel― y tratando de no prolongar mi estancia allí, le pedí permiso para esperarla en el salón.
―Buena idea― me contestó.― Así, no te tendré fisgando mientras me cambio.
Ni me digné a contestarla y saliendo de la habitación, la dejé sola con su asfixiante superioridad. Ya en el pasillo, me di cuenta que no tenía ni idea donde se hallaba, por lo que bajando la gigantesca escalera de mármol, pregunté a un lacayo. Este me llevó el salón donde al entrar, me topé de frente con mi anfitrión.
―Don Valentín― le dije extendiéndole mi mano, ―soy Manuel Pineda.
―Encantado muchacho― me respondió, dándome un apretón de manos, ―vamos a servirnos una copa.
El tipo resultó divertido y rápidamente congeniamos, cuando ya íbamos por la segunda copa, me dijo:
―Aprovechando que es temprano, porque no vemos el tema que te ha traído hasta acá.
―De acuerdo― le contesté,― pero tengo que ir por mis papeles a la habitación y vuelvo.
―De acuerdo, te espero en mi despacho.
Rápidamente subí a la habitación, y tras recoger la documentación, miré hacia el baño y sorprendido descubrí que no había cerrado la puerta y a ella, desnuda, echándose crema. Asustado por mi intromisión, me escabullí huyendo de allí con su figura grabada en mi retina.
“¡Cómo está la niña!”, pensé mientras entraba a una de las reuniones más importantes de mi vida.
La que en teoría iba a ser una reunión preliminar, se prolongó más de dos horas, de manera que cuando llegamos al salón, me encontré con que todo el mundo nos esperaba. Alicia enfundada en un provocativo traje de lentejuelas. Aprovechando el instante, recorrí su cuerpo con mi mirada, descubriendo que mi estricta jefa no llevaba sujetador y que sus pezones se marcaban claramente bajo la tela. En ese momento se giró y al verme, me miró con cara de odio. Solo la presencia del magnate a mi lado, evitó que me montara un escándalo.
―¿No me vas a presentar a tu novieta?― preguntó Don Valentín al verla. Yo, obnubilado por su belleza, tardé en responderle por lo que Alicia se me adelantó:
―Espero que el bobo de Manuel no le haya aburrido demasiado, perdónele es que es muy parado. Me llamo Alicia.
El viejo, tomándose a guasa el puyazo de mi supuesta novia, le dio dos besos y dirigiéndose a mí, me soltó:
―Te has buscado una hembra de carácter y encima se llama como tu jefa, lo tuyo es de pecado.
―Ya sabe, Don Valentín, que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
Contra todo pronóstico, la muchacha se rio y cogiéndome del brazo, me hizo una carantoña mientras me susurraba al oído:
―Me puedes acompañar al baño.
Disculpándome de nuestro anfitrión, la seguí. Ella esperó a que hubiéramos salido del salón para recriminarme mi ausencia. Estaba hecha una furia.
―Tranquila jefa. No he perdido el tiempo, tengo en mi maletín los contratos ya firmados, todo ha ido a la perfección.
Cabreada, pero satisfecha, me soltó:
―Y ¿por qué no me esperaste?.
―Comprenderá que no podía decirle que tenía que esperar a que mi bella asistente terminase de bañarse para tener la reunión.
―Cierto, pero aun así debías haber buscado una excusa. Ahora volvamos a la cena.
Cuando llegamos, los presentes se estaban acomodando en la mesa. Don Valentín nos había reservado los sitios contiguos al suyo, de manera que Alicia tuvo que sentarse entre nosotros. Al lado del anfitrión estaba su novia, una preciosa mulata de por lo menos veinte años menos que él. La cena resultó un éxito, mi jefa se comportó como una damisela divertida y hueca que nada tenía que ver con la dura ave de presa a la que me tenía acostumbrado.
Con las copas, el ambiente ya de por si relajado, se fue tornando en una fiesta. La primera que bebió en demasía fue Alicia, que nada más empezar a tocar el conjunto, me sacó a bailar. Su actitud desinhibida me perturbó porque, sin ningún recato, pegó su cuerpo al mío al bailar.
La proximidad de semejante mujer me empezó a afectar y no pude más que alejarme de ella para que no notara que mi sexo crecía sin control debajo de mi pantalón. Ella, al notar que me separaba, me cogió de la cintura y me obligó a pegarme nuevamente. Fue entonces cuando notó que una protuberancia golpeaba contra su pubis y cortada, me pidió volver a la mesa.
En ella, el dueño de la casa manoseaba a la mulata, Al vernos llegar, miró con lascivia a mi acompañante y me soltó:
―Muchacho, tenemos que reconocer que somos dos hombres afortunados al tener a dos pedazos de mujeres para hacernos felices.
―Lo malo, Don Valentín, es que hacerles felices es muy fácil. No sé si su novia estará contenta pero Manuel me tiene muy desatendida.
Siguiendo la broma, contesté la estocada de mi jefa, diciendo:
―Sabes que la culpa la tiene la señora Almagro que me tiene agotado.
―Ya será para menos― dijo el magnate― tengo entendido que tu presidenta es de armas tomar.
―Si― le contesté, ―en la empresa dicen que siempre lleva pantalones porque si llevara falda, se le verían los huevos.
Ante tamaña salvajada, mi interlocutor soltó una carcajada y llamando al camarero pidió una botella de Champagne.
―Brindemos por la huevuda, porque gracias a ella estamos aquí.
Al levantar mi copa, miré a Alicia, la cual me devolvió una mirada cargada de odio. Haciendo caso omiso, brindé con ella. Como la perfecta hija de puta que era, rápidamente se repuso y exhibiendo una sonrisa, le dijo a Don Valentín que estaba cansada y que si nos permitía retirarnos.
El viejo, aunque algo contrariado por nuestra ida, respondió que por supuesto pero que a la mañana siguiente nos esperaba a las diez para que le acompañáramos de pesca.
Durante el trayecto a la habitación, ninguno de los dos habló pero nada más cerrar la puerta, la muchacha me dio un sonoro bofetón diciendo:
―Con que uso pantalón para esconder mis huevos― de sus ojos dos lágrimas gritaban el dolor que la consumía.
Cuando ya iba a disculparme, Alicia bajó los tirantes de su vestido dejándolo caer y quedando desnuda, me gritó:
―Dame tus manos.
Acojonado, se las di y ella, llevándolas a sus pechos, me dijo:
―Toca. Soy, ante todo, una mujer.
Sentir sus senos bajo mis palmas, me hizo reaccionar y forzando el encuentro, la besé. La muchacha intentó zafarse de mi abrazo, pero lo evité con fuerza y cuando ella vio que era inútil, me devolvió el beso con pasión.
Todavía no comprendo cómo me atreví, pero cogiéndola en brazos, le llevé a la cama y me empecé a desnudar. Alicia me miraba con una mezcla de deseo y de terror. Me daba igual lo que opinara. Después de tanto tiempo siendo ninguneado por ella, esa noche decidí que iba a ser yo, el jefe.
Tumbándome a su lado, la atraje hacía mí y nuevamente con un beso posesivo, forcé sus labios mientras mis manos acariciaban su trasero. La mujer no solo se dejó hacer, sino que con sus manos llevó mi cara a sus pechos.
Me estaba dando entrada, por lo que en esta ocasión y al contrario de lo ocurrido en el avión, no la estaba forzando. Con la tranquilidad que da el ser deseado, fui aproximándome con la lengua a una de sus aureolas, sin tocarla. Sus pezones se irguieron esperando el contacto, mientras su dueña suspiraba excitada.
Cuando mi boca se apoderó del pezón, Alicia no se pudo reprimir y gimió, diciendo:
―Hazme tuya pero, por favor, trátame bien― y avergonzada, prosiguió diciendo, ―soy virgen.
Tras la sorpresa inicial de saber que ese pedazo de mujer nunca había probado las delicias del sexo, el morbo de ser yo quien la desflorara, me hizo prometerle que tendría cuidado y reiniciando las caricias, fui recorriendo su cuerpo, aproximándome lentamente a mi meta.
Alicia, completamente entregada, abrió sus piernas para permitirme tomar posesión de su tesoro, pero en contra de lo que esperaba, pasé de largo acariciando sus piernas.
Oí como se quejaba, ¡quería ser tomada!.
Desde mi posición, puede contemplar como mi odiada jefa, se retorcía de deseo, pellizcando sus pechos mientras, con los ojos, me imploraba que la hiciera mujer. Si eso ya era de por sí, excitante aún lo fue más observar que su sexo, completamente depilado, chorreaba.
Usando mi lengua, fui dibujando un tortuoso camino hacia su pubis. Los gemidos callados de un inicio se habían convertido en un grito de entrega. Cuando me hallaba a escasos centímetros de su clítoris, me detuve y volví a reiniciar mi andadura por la otra pierna. Alicia cada vez más desesperada se mordió los labios para no correrse cuando sintió que me aproximaba. Vano intento porque cuando, separando sus labios, me apoderé de su botón, se corrió en mi boca.
Era su primera vez y por eso me entretuve durante largo tiempo, bebiendo de su fuente y jugando con su deseo.
Poseída por un frenesí hasta entonces desconocido, me ordenó que la desvirgara pero, en vez de obedecerla pasé por alto su exigencia y seguí en mi labor de asolar hasta la última de sus defensas. Usando mi lengua, me introduje en su vulva mientras ella no dejaba de soltar improperios por mi desobediencia.
Molesto, le exigí con un grito que se callara.
Se quedó muda por la sorpresa:
“Su dócil empleado ¡le había dado una orden!”.
Sabiendo que la tenía a mi merced, busqué su segundo orgasmo. No tardó en volver a derramarse sobre las sabanas, tras lo cual me separé de ella, tumbándome a su lado.
Agotada, tardó unos minutos en volver en sí, mientras eso ocurría, disfruté observando su cuerpo y su belleza. Mi jefa era un ejemplar de primera. Piernas perfectamente contorneadas, daban paso a una cadera de ensueño, siendo rematadas por unos pechos grandes y erguidos. En su cara, había desaparecido por completo el rictus autoritario que tanto la caracterizaba y en ese instante, no era dureza sino dulzura lo que reflejaba.
Al incorporarse, me miró extrañada que habiendo sido vencida, no hubiese hecho uso de ella. Cogiendo su cabeza, le di un beso tras lo cual le dije:
―Has bebido. Aunque eres una mujer bellísima y deseo hacerte el amor, no quiero pensar mañana que lo has hecho por el alcohol.
―Pero― me contestó mientras se apoderaba de mi todavía erguido sexo con sus manos,―¡quiero hacerlo!.
Sabiendo que no iba a poder aguantar mucho y que como ella siguiera acariciado mi pene, mi férrea decisión iba a disolverse como un azucarillo, la agarré y pegando su cara a la mía, le solté:
―¿Qué es lo que no has entendido?. Te he dicho que en ese estado no voy aprovecharme de ti. ¡Esta noche no va a ocurrir nada más!. Así que sé una buena niña y abrázame.
Pude leer en su cara disgusto pero también determinación y cuando ya creía que se iba a poner a gritar, sonrió y poniendo su cara en mi pecho, me abrazó.

Relato erótico: “MI DON: Raquel – Elisabeth Y Amigas –Últimas 2 semanas (3)” (POR SAULILLO77)

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Hola, este es mi 4º relato y como tal pido disculpas anticipadas por todos lo errores cometidos.Estos hechos son mezcla de realidad y ficcion, no voy a mentir diciendo que esto es 100% real.Lo primero es contar mi historia, intentare ser lo mas breve posible.
Mi nombre es Raul, tengo 25 años y lo ocurrido empezó en mis ultimos años de Instituto, 17-18 años, considero mi infancia como algo normal en cualquier crió, familia normal con padre, chapado a la antigua y alma bohemia, madre devota y alegre , hermana mayor , mandona pero de buen corazon, todos de buen comer y algo pasados de peso, sin cosas raras, vivo a las afueras de madrid actualmente, aunque crecí en la gran ciudad. Mi infancia fue l normal, con las connotaciones que eso lleva, sabemos de sobra lo crueles que son los críos y mientras unos son los gafotas, otros los empollones, las feas, los enanos….etc. Todos encasillados en un rol, a mi me toco ser el gordo, y la verdad lo era.Nunca me prive de nada al comer pero fue con 12 años cuando empece a coger peso, tampoco es que a la hora de hacer deporte huyera, jugaba mucho al futbol con los amigos y estaba apuntado a muchas actividades extra escolares, ya fuera natación , esgrima, taekwondo, o karate, pero no me ayudaba con el peso. Lo bueno era que seguía creciendo y llegue muy rapido a coger gran altura y corpulencia, disimulaba algo mi barriga, todavia no lo sabia pero esto seria muy importante en adelante.Siempre me decían que era cosa de genes o familia, y así lo acepte.Como casi todo gordo en un colegio o instituto al final o lo afrontas o te hundes, y como tal siempre lo lleve bien, el estigma del gordo gracioso me ayudo ha hacer amigos y una actitud simpática y algo socarrona me llevo a tener una vida social muy buena.Eso si, con las chicas ni hablar, todas me querían como su amigo, algo que me sacaba de quicio.Pues no paraba de ver como caían una y otra vez en los brazos de amigos o compañeros y luego salían escaldadas por las tonterías de los críos, siempre pensando que yo seria mucho mejor que ellos, pero nunca atreviéndome por mi aspecto a dar ese paso que se necesitaba.Un tío que con 17 años y ya rondaba el 1,90 y los 120 kilos no atraía demasiado, cierto es que era moreno de ojos negros y buenas espaldas, pero no compensaba.
Ademas, tengo algo de educación clásica, por mi padre, algo mayor que mi madre y chapado a la antigua, algo que en el fondo me gustaba ya que me enseño a pensar por mi mismo y obrar con responsabilidad sin miedo a los demás, pero también a tratar con demasiado celo a las damas, y lo mezclaba con una sinceridad brutal, heredada de mi madre, “las verdades solo hacen daño a los que la temen, y hace fuerte a quien la afronta”, solía decirme.Una mezcla peligrosa, no tienes miedo a la verdad ni a lo que piensen los demás. También, o en consecuencia, algo bocazas, pero sin mala intención , solo por hacer la gracia puedo ser algo cabrón.Nunca he sido un lumbreras, pero soy listo, muy vago eso si, si estudiara sacaría dieces, pero con solo atender un poco sacabas un 6 por que molestarme, al fin y al cabo es informacion inútil que pasado el examen no volvere a necesitar.
Con el paso de mi infancia empece a sufrir jaquecas, achacadas a las horas de tv, ordenador o a querer faltar a al escuela, ciertamente algunas lo serian pero otras no, me diagnosticaron migrañas, pero cuando me daban ningun medicamento era capaz de calmarme, así que decidieron hacerme un escaneó y salto la sorpresa, Con 17 años apunto de hacer los 18 e iniciar mi ultimo curso de instituto, un tumor benigno alojado cerca da la pituitaria, no era grande ni grave pero me provocaba los dolores de cabeza y al estar cerca del controlador de las hormonas, suponían que mi crecimiento adelantado y volumen corporal se debía a ello.Se decidió operar, no recuerdo haber pasado tanto miedo en mi vida como las horas previas a la operacion, gracias a dios todo salio bien y con el apoyo de mi familia y amigos todo salio hacia delante y es donde realmente comienza mi historia.
Después de la operacion, y unos cuantos días en al UCI de los que recuerdo bien poco, me tenían sedado, con un aparatoso vendaje en la cabeza e intubado hasta poder verificar que no había daños cerebrales.Me subieron a planta y pasadas una semana empece ha hacer rehabilitación, primero ejercicios de habla, coordinacion y razonamiento, y despues físicamente, era un trapo, no tenia fuerzas y había mucho que mover, pero pasaron los días y casi sin esfuerzo empecé a perder kilos, cogí fuerzas, en mi casa alucinaban de como me estaba quedando y ante esa celeridad muchos médicos me pedían calma, yo no queria, me encantaba aquello, pero tenia que llegar el momento en que mi tozudez cayo ante mi fisico , a pocos días del alta, en unos ejercicios de rutina decidí forzar y mi pie cedió, cisura en el empeine y otra semana de reposo total. Aquí ocurrió la magia, debido a mi necesidad de descansar me asignaron un cuarto y una enfermera en especial para mis cuidados,se llamaba Raquel, la llevaba viendo muchos días y había cierta amistad hasta el punto de que en situaciones en que mi familia no podía estar era ella quien me ayudaba a…..la higiene personal, solía solicitar la ayuda de algun celador pero andaban escasos de personal, y yo hinchado de orgullo trataba de hacerme el duro moviéndome con la otra pierna.
Como os conté en mi anterior relato, ella fue mi 1º relación sexual, y la que me abrió los ojos, el tumor y su extracción me provoco una serie de cambios físicos, perdida de peso y volumen, ademas de, sin saber muy bien como, una polla enrome entre mis piernas.Pero las situacion con ella, no dio para mas, me recupere perfectamente y llego el día de irme del hospital. Después toco poner en practica la teoria y Eli, la fisioterapeuta que me estaba ayudando con un problema en el pie, me la confirmo. Ahora era mi profesora y me enseñaba todo lo que se podria necesitar, y con unas amigas llego la magia.
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Ya he leído algunos comentarios, gracias por los consejos, tratare de corregir, pero la historia debe continuar.Después de mis 2 primeras semanas de aprendizaje y teoria, llegaba la hora del examen practico.
Pido disculpas, se me colo el 1º día de la 3º semana en el final del anterior relato, copio y pego. También pido disculpas por los tochazos que escribo, estos primeras experiencias llevan mucha informacion, y es importante a mi entender.Alguno mas así y os prometo que los siguientes no serán tan grandes.
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3º SEMANA PRACTICA.
Polla estancada en las medidas iniciales.La comparación mas simple es que en reposo era algo mas grande que un baso de cubata y en ereccion era como una botella de refresco de 1,5 litros si le quitaras el tapón.
El fin de semana voló, había futbol y se me paso rapidísimo.Cuando entre al gym no me percate, pero al fondo había un par de chicas, algo mas jovenes que nuestros acompañantes habituales, de la edad de Eli diría yo.Nada mas ver a Eli me lance a preguntar.
ELI: son clientas y amigas mías, normalmente vienen por las mañanas pero las he convencido de que vengan ahora para ser pares e iniciar ejercicios de parejas y bailes.
YO: ¿BAILES?
ELI: eso siempre ayuda a al gente a soltarse un poco y moverse
YO: tu sabras, pero ellas saben de mi………… vamos, de nuestro “acuerdo”
ELI: ya lo veras……- me miro con cara lasciva y poniéndome un dedo en le pecho se fue con actitud chulesca hacia su zona.
ELI: Bien, escuchen todos, hoy tenemos chicas nuevas en al ciudad, son Carla y Lara, UN aplauso fuerte para ellas y no las tratéis mal ehhhhh.
Eli puso algo de música suave como siempre, y se empezó con la rutina de siempre, las chicas no lo hacian mal, era cierto que eran clientas, conocían la rutina de ejercicios, durante media hora de ejercicios me dio tiempo a escanearlas a fondo, como todos los hombres de la sala, alguno no llego ni a los 10 minutos antes de sentarse.
Carla era un mico, propiamente dicho, no se si llegaría al 1,60, iba vestida con un chandal bastante holgado pero se podía notar que le sobraban algunos kilos, era pelirroja, con dos coletas , una a cada lado de la cabeza, llevaba gafas amplias y la cara bastante redonda.Si bien su figura no era facil de intuir, en varios ejercicios de repetición el suéter amplio que llevaba se le metía por debajo de la tetas, y se le notaban, debían de ser enormes.
Lara era el polo opuesto, era rubia, alta, casi 1,75 pude deducir, figura esbelta, los brazos eran muy delgados, se le veía bien la parte de arriba ya que llevaba un top ceñido, nada provocativo pero no dejaba lugar a engaños, pechos normales, quizá algo mas pequeños que Eli, eso si, en las piernas llevaba una especia de pantalones bombachos que no permitían mas divagaciones.
La clase fue como siempre la primera media hora, yo ya directamente salia con nada debajo del pantalon, no tardaron en venirse abajo los hombres y mujeres de siempre.Los hombre se hartaron de admiran a las nuevas, que estúpidos, Eli iba tan ceñida y ajustada como siempre. Algunos ejercicios me levantaron el animo y las nuevas no tardaron en fijarse en mi, alguna se paraba de vez en cuando fingiendo colocarse la ropa mientras comentaba algo a la otra.A la media hora de clase Eli paro.
ELI: esta bien, veo que nos quedamos muy pocos ya – apenas 10 hombres y 12 mujeres- vamos a probar algo nuevo, ejercicio por parejas¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Eso levanto la mirada de todos, como Suricatas en el desierto.
ELI: he preparado una ristra de canciones, duran 30 minutos , cada x tiempo habrá un cambio de canción, cuando ocurra, quiero que las mujeres paséis al hombre de la derecha y cuando lleguéis al ultimo hombre de la fila, empezáis con la fila de detrás, así todos bailaremos con todos.movimientos simples, y nada raro he don Manuel……..-sabia ganarse al publico-….ESTAMOS???¡¡¡¡
todos corrieron a posiciones iniciales. Eli se fue acercando cada uno y fue haciendo parejas por filas para que fuera sencillo.Obviamente yo empezaba con ella.
ELI : uno, dos y tres¡¡¡¡¡¡¡
Empezó la música y me deje guiar por ella, muchas risas de fondo y torpes movimientos.
YO: ¿y ahora que?
ELI: si queremos que funcione vamos a tener que ceder, nos van a frotar y restregar, procura hacerlas felices, y voy a ayudarlas- me guiño un ojo, se me froto como una perra en celo , me la puso como un mástil y toco cambio de canción.Solo pude sonreír
Sobra decir que hubo pelea sobre a que mujer le tocaba conmigo y que hombre se quedaba con alguna de las 3 “jovenes”, los 3 primeros turnos fueron algo caóticos pero se fue cogiendo velocidad y la verdad nos lo pasamos bomba, mas obviedad era que a Eli Carla y Lara, las metieron mano hasta en el carne de identidad.Y a mi , bueno no iba a ser menos, no era ningun, galán pero era alto, joven y sabían de sobra que iban a hacer, no creo que haya un record pero sin duda anduve cerca del tío al que mas veces le has restregado el culo, la cadera o directamente la mano en la polla. Aquello me divertía, y a ellas, siempre que se iban de mi turno se iban haciendo aspavientos al resto.
Llego el momento en queme toco a Lara, me hice el cortes regalando un saludo clasico de baile y la ofrecí mi mano, ella se sonrojo y se acerco mordiéndose el dedo indice de su mano derecha, dándome la otra, y con la vista baja clavada en mi mas que obvio pene.De tanto baile se me había salido de la pernera y casi era una tienda de campaña, ella al inicio no pegaba mucho su cuerpo y miraba hacia todos lados sonriendo, pero pasado unos segundos, me harte de llevarla como un pegote y la pegue a mi de un tirón, mi polla, aplastada entre nuestros cuerpos, la llegaba de lado a lado de la cintura, ella se sonrojo mas aun si cabe pero ahora me miro a la cara, e intercalaba con vistazos rápidos a su vientre, con la boca abierta, soltó pequeños golpes de aire, totalmente impresionada, estaba avisada pero no lo suficiente, la hice dar un par de giros sobre su propio eje pero sin separarme mucho dejado que mi barra golpeara casi toda su circunferencia, esto ya era practica de las enseñanzas de Eli, la llegue a poner de espaldas a mi pero cuando fui a acercarme cambio de canción. La oí mascullar.
LARA:……………..jo.
YO: te has librado por poco, otro día no fallo- la mire a los ojos y la repetí el saludo de baile clasico, la bese la mano, y la pase al siguiente.¿De donde había salido esa auto confianza y seguridad al tratarla? Eli era buena profesora.
Mi sorpresa fue que nada mas darme la vuelta para ver a mi siguiente dama, no vi a nadie, andaba pendiente de Eli, la vi agarrada de un hombre por cada brazo, se la estaban rifando.De nuevo mire y mi derecha y ya vi a Carla, se acerco como un obús, y casi sin reaccion me prepare para el impacto, se me tiro encima como si fuera papa noel y ella un crió de 6 años.
YO: bueno¡¡¡¡¡¡ ¿vienes con ganas o que?
CARLA: no te hagas el tonto, Eli me ha dicho que la tienes enorme y quiero constatarlo.- Su honestidad y firmeza me descoloco.
YO: venga -me tuve que agachar- pues si te portas bien, soy todo tuyo.
Ella no paraba de intentar pegarse a mi, y yo de alejarla con el baile, no la iba a dejar el premio tan facil, se lo tenia que ganar. Entendió mi propósito y se empezó a mover como no creía posible, le sobrarían kilos pero tenia ritmo.Al final la deje acercarse, no perdió el tiempo y se pego como una lapa, directamente me cogió la polla y la palpo de arriba abajo a través de la tela.
CARLA: madre de dios¡¡¡¡¡ que suerte tiene la muy guerra.- supuse que se refería a Eli.
Me la coloco de tal manera que era horizontal pero hacia abajo, me la volvió a meter en la pernera del pantalon cosa que le agradecí, se coloco de lado a esa pierna y se me pego de nuevo, ni me miraba a mi, solo constataba distancias, Yo no veía nada, sus 2 prominentes pechos hacian un angulo ciego en su estomago pero haciendo gala de mi capacidad de deducción espacial, mi cintura le llegaba a la altura de sus pechos, y mas de un movimiento note su muslo en mi punta del glande.No se molesto en decir nada, solo se restregaba contra mi, eso me ayuda a cerciorarme, cada vez que se movía de arriba a bajo sus pechos hacian efecto brocha en mi cadera, debía de pasar de la talla 100 segurisimo.
De nuevo cambio de canción, Eli salio despavorida del fondo de la sala y se me hecho a los brazos, ya habíamos dado una vuelta entera, todos con todos, y se acababa la hora. Eli era lista y puso el ultimo turno largo y pausado.
YO: ¿que tal, profesora? – levanto algo la mirada, pero no me miraba ami, si no a mi pecho.
ELI: ha …ha sido mas duro de lo que creía, no se si podre repetir, me siento…… me siento mal.- incluso la note temblar
YO: hey hey, tranquila morena mía; ya esta a salvo conmigo, aqui no te va a pasar nada malo – trate de calmarla- si no quieres no se repite esto.- de la impresión se me bajo el empalme que llevaba 30 minutos sin bajar.
ELI: ha sido duro, ¿para ti?
YO: no te voy a mentir Eli, me lo he pasado genial, y que sepas que tus amigas van bien servidas.- le saque una medio sonrisa.
ELI: siento si te molesto pero, tenia que convencerlas de venir a esta clase y eras el mejor argumento.
YO: no pasa nada, ahora cálmate y prepárate para terminar la clase.Si no quieres hoy descansamos, no hace falta que te quedes.- alzo la mirada de nuevo, ahora si amis ojos, la sentí débil así que le trasmití la mayor seguridad posible. Sonrió ampliamente.
Acabó la música, volvió a ser ella de repente, pidiendo aplausos y felicitaciones, se fue y pregunto por todos lados, que les había parecido. Mientras ella lo hacia yo cogí mis cosas y ni corto ni perezoso me fui directo a donde estaban Carla y Lara. Puse mis cosas al lado y sin decir nada me senté a esperar.Ellas cuchicheaban, bueno, Lara lo hacia, a Carla se le oían las burradas que decía claramente.Estaba claro que Carla era todo un carácter.
Eli termino de despedir a todos y se fue a nuestra zona, su rutina antes, cerro todo y comprobó los baños. Se me acerco directamente como la misma cara pálida y asustada de la ultima canción, la mire fijamente, miro a sus amigos y estallo señalándome con el dedo y saltando de alegría.
ELI: MUAHAAAAA HAS PICADO IDIOTA¡¡¡¡¡¡
CARLA Y LARA: jajajjaajjaj te la acaban de meter hasta el fondo.
YO : ¿PERO QUE COJONES PASA¡¡¡?
ELI: nada tonto, que estaba todo preparado.
YO: ¿todo que?
ELI: pues todo, mi debilidad al final de la clase……
CARLA: …….la timidez de esta pava- señalando a Lara
LARA: ……y tu atrevimiento, cerda – dijo algo molesta con Carla.
Las tres se echaron a reír, yo me quede a cuadros, como seria si me robaran en casa conmigo dentro y no me entraba, las miraba atónito, y alguna palabra mal sonante se me fue a la cabeza pero guarde calme.
ELI: ayyyyyyy¡¡¡¡ mírale que cara de mustio se le ha quedado………….. jijijiji. Te crees que una mujer como yo no puede soportar que la magreen un poco, eso me pasa a diario.- mientras decía eso agarro mi mejilla con una mano, a lo abuela, se la quite de mala manera, estaba cabreado, me la habían jugado, ¿por que? ¿que ganaban?.
Eli se acerco con ternura se puso de espaldas y se me sentó encima de forma lateral, de cara a sus amigas, yo miraba hacia su espalda, no queria saber nada.

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Relato erótico: “La difícil decisión de la rica Erika Garza de Treviño 7” (POR RAYO MC STONE)

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Erika miraba impaciente hacia el ventanal de ese restaurante céntrico de la ciudad de Monterrey. Vio maravillada como los hombres y hasta mujeres volteaban a ver a esa despampanante  “mujer” alta, bellísima que en un atuendo eminentemente provocativo y contoneándose a más no poder sonreía a todos y a ninguno…nadie parecía darse cuenta de la real condición de “ella”.
Solo Erika sabía que se trataba de su amiga “virtual” Natalia, que se trataba de una escort transexual de lujo, que en realidad era un hombre con pene, pero en un cuerpo de mujer perfecta, realmente podía pasar fácilmente por una bella modelo de pasarela.
Al ser lunes y no tener reunión con sus “otras amigas”, se había citado con ella. Esteban estaba cerca del lugar, lo sabía, porque la vino siguiendo en el automóvil de vigilancia que le habían asignado. Ella manejo sola desde San Pedro hasta el lugar.
Había tenido ya tiempo para repensar una y otra vez más los sucesos del último mes y medio. Como ríos de agua hirviendo venían a su cabeza los recuerdos nostálgicos de su amor con Roger. En definitiva, debía reconocer que en los breves momentos que estuvo con él, si se llegó a enamorar. Los acosos leves de Esteban y su Tío Alberto. No era una ingenua, sabía el poder que despertaba su cuerpo y su ser en ellos. Se preguntaba cómo había sido capaz la noche del viernes pasado de haber tenido relaciones sexuales con Rodrigo. Estaba apenadísima, cuando fue a visitarlo solo quería tener una auto-justificación para su amorío con el Profesor Rogelio.
Significaba que aún no se convencía a si misma de los pasos que había tomado, sin embargo, al ver al joven, reconocer su valía de correr al acosador y hostigador del negro Luis y verlo soñando con ella, se le despertó esa lujuria que sabía poseía en lo más recóndito de su esencia, estaba consciente de ello, lo tenía anidado en su alma como el tatuaje que Natalia tenía arribita de sus femeniles glúteos.
Claro que recordaba el cuerpo de esta, si estuvo arrodillada ante “ella” aprendiendo la felación. Acto que tuvo su noche de graduación, precisamente el viernes pasado con Rodri, al ponerle una mamada de super campeonato.
Solo pudo ver una vez más a Rodri que el domingo se marchó ya. Le regalo una película vieja de los años 70 y dos CD de los llamados soundtracks. Le platico que había dos películas que le habían impactado en su amor juvenil hacia ella.
Una es el “Graduado” con un incipiente Dustin Hoffman, en donde un joven universitario tiene amoríos con una mujer mucho mayor que ella. Pero que en esa película no se veía él reflejado, lo único que le llamaba la atención es la diferencia de edades del hombre y la mujer y la música de la misma. Sus canciones preferidas de la misma son Sra. Robinson, Los sonidos del silencio  y Cántico de Scarborough del dueto americano Simon & Garfunkel. Por eso le regalaba el disco con dichas canciones de la mencionada película. Sabía que a Erika le encantaba la música.
Pero la película que le regalaba si reflejaba lo que sentía. Se trataba de Verano del 42…en donde una mujer enviuda y la noche en que le es anunciada la muerte de su esposo en la 2° Guerra Mundial tiene relaciones con un casi niño, que era su amigo, en ese acto si se veía como protagonista de su propia experiencia, así mismo la música es simplemente hermosa, Erika se escuchó una y otra vez la música del Graduado, así como la de Verano del 42,  tarareaba la canción, tal vez para acallar la pena y vergüenza que le representaba ahora la relación que tuvo por  casi 6 horas con su joven sirviente, a pesar de que este la calmo lo más que pudo y le intentaba explicar que entendía su comportamiento, mientras ya entraba Natalia a su encuentro…
The summer smiles
The summer knows
And unashamed
She sheds her clothes
The summer smoothes
The restless sky
And lovingly
She warms the sand
On which you lie
The summer knows
The summer’s wise
She sees the doubts
Within your eyes
And so she takes
Her summertime
Tells the moon to wait
And the sun to linger
Twist the world
Round her summer finger
Lets you see
The wonder of it all
And if you’ve learned
Your lesson well
There’s little more
For her to tell
One last caress
It’s time to dress
For fall…
And if you’ve learned
Your lesson well
There’s little more
For her to tell
One last caress
It’s time to dress
For fall…
Un recuerdo que le laceraba la mente como hierro candente, fue que en el velorio de Roger, antes de subir a la recamara en donde el negro Luis la puntillo a gusto por cerca de 20 minutos y que le hizo incluso soñar con que se la beneficiaba a gusto en la misma cama de su amor perdido, pensó que su atribulada mente le jugaba una jugarreta de los mil demonios.
Le extraño sobremanera una conversación que escucho entre dos hermosísimas mujeres que sobresalían del resto, ya por su clase y porte, ya por su vestimenta. Nunca supo quiénes eran, ni porque estaban ahí, ni de que conocían a Rogelio. Las dos mujeres solo la abrazaron dándole el pésame, en donde pudo constatar lo hermosas que eran, así como sus cuerpos super esculturales y bien formados.
Recuerda incluso hasta los nombres. Esta fue la conversación que escucho:
Una mujer trigüeña, que ubico se llamaba Cristina le decía a otra que era rubia como ella y que evidentemente se encontraba muy nerviosa: No te entiendo, Gabriela, me dices que has gozado con ese señor y ya no quieres verlo más, pues que no has entendido lo que te he venido diciendo…
La otra bella mujer rubia que fue llamada Gabriela, le contesto: Es que no entiendes Cristy, que yo amo a  mi esposo, lo de Cipriano solo ha sido un grave error, el desgraciado me ha hecho ser una mujer distinta, me ha citado para el sábado a un Bar llamado “Zanzibar”
Erika, si algo tenía, era una excelente memoria, el nombre de Gabriela y Cipriano eran los de dos personajes de un relato erótico que había leído al estar en el DF en esa tarde encerrada en el Hotel en donde aprendió a masturbarse y se documentaba acerca de los temas sexuales. Se le hizo demasiada coincidencia, aunque con tantas cosas que se le vinieron después, ya no le dio importancia hasta que recibió el sábado muy temprano, la llamada de su suegro.
Claramente se le vino a la mente el imperativo, orden que el viejo le indico.
Don José: Hola putita, como amaneció hoy mi reina.
Erika: Buenos días Don José, que se le ofrece, que quiere, por favor ya no me moleste
Don José: Ve el correo que te acabo de enviar. De ese audio video tengo el original, así que ya sabes que tendrás que obedecerme. Mira tendré que salir unos pocos  días, pero a mi regreso el sábado próximo te deberás preparar. La cita será en uno de mis negocios “ocultos”, jajajaja Apréndete el nombre, porque serás por un día la reina del Zanzibar. Ya te hare llegar más indicaciones, mientras cuídame esas nalgotas que serán mías, jajaja
Zanzibar, Zanzibar, Zanzibar retumbaba en sus oídos combinándose con la tonada de la canción The summer knows . Era el nombre del Bar del cual platicaban esas mujeres en el velorio.
Natalia llego a su encuentro para darle un beso en la mejilla y piropearla: Diablos, condenada, la única mujer que me pone eres tú, no sé que tienes pero eres la única que despierta lo poco que me queda de ser hombre, jajajaja
Ay como eres, Natalia, que bueno que llegas, necesito que me ayudes a ordenar mis pensamientos.
¿Tus pensamientos? O ¿Tus calenturas, chiquita?
Si algo tienen las buenas escorts es que entienden de la naturaleza humana a la perfección. Al estar enterada de las vivencias de su amiga Erika, Natalia entendía a las mil maravillas los sentimientos que la embargaban.
Bueno, entonces te gusta lo que tu suegro te dio de placer, pero tu mente se resiste a aceptarlo como amante, te entiendo, ha de ser un desgraciado, digo para rechazar a alguien que te puede hacer vibrar…le decía Natalia a la compungida amiga.
Platicaron largo y tendido, Erika salió más reconfortada, Natalia la acompañaría al Bar Zanzibar el próximo sábado. Incluso le menciono que lo conocía al ser uno de los lupanares de mayor éxito en la ciudad de la clase media “congalera”. Su concurrencia era de personajes que muy poco sabrían de la existencia de Erika al no tener referencias de la clase alta. Aunque para mayor seguridad se disfrazaría (de hecho Don José le anunció que le enviaría un paquete con la vestimenta que quería vistiera en dicha ocasión, ella no podría escoger, era un mandato) y Natalia estaría cerca de ella para ver en qué momento podrían entrar en acción. Habían urdido un interesante plan de defensa para la adinerada mujer que no quería dar su brazo a  torcer con el suegro.
Reconocía que le había prodigado mucho placer, pero por ningún motivo quería caer en sus garras. Incluso, Natalia  le hablo por celular a un amigo suyo de Monterrey, experto en computadoras y todo lo relacionado a sistemas electrónicos que incluía la filmación, llamado Armando. Cosa curiosa, le comento que su amigo también conocía muy bien el lugar ya que incluso hace como tres semanas atrás tuvo una situación muy interesante en dicho congal, agenciándose a su nueva novia, una mujer casada, le decía que era bellísima llamada Cristina. También esa mujer los acompañaría, ya que dentro del plan podría ser de utilidad el contar con su presencia y conocimientos del sitio. Solo le pedía, que consiguiera un hombre fuerte, por si existía la necesidad de entrar al quite. Viendo por la ventana, Natalia, le pregunto: Oye, manita, ¿Y ese hombretón tan guapo de allá fuera? Mira insistentemente hacia acá…Ah…es Esteban, mi guardaespaldas…Ufff, preséntalo, chulita, está  buenísimo, el cabrón…oye él podría ser de bastante ayuda a lo que pienso podemos hacer.
Erika que en ese momento estaba pensando en la conversación que escucho en el velorio de Roger, casi brinca de la silla cuando escucho el nombre de Cristina, hecho que solo acrecentó en ella el deseo de que le  hubiera gustado saber quiénes eran esas mujeres y cual habría sido su experiencia en el citado bar. Seria coincidencia, pensó…
Al despedirse, ya que se verían hasta el mencionado día, Natalia lanzó su as escondido, en el sentido de querer tener un “agasajo completo” con su amiga, pero esta desistió amablemente.
Bueno chulis, ya sabes que si quieres calmar tus ansías de novillera, yo estoy puesto..oyetelo, puesto, en masculino, ehhhh para darte por ese cuerpito que te cargas, para que sin que nadie se diera cuenta darle un buen agasaje a las suculentas nalgas de la hembra cuando se abrazaron.
Ayyy, amigaaaa, no tengo mente para eso ahorita…
Por el instante, su concentración estaba en la pena que le dejaba el hecho de haberse encamado con Rodrigo y del inminente chantaje que su suegro se cobraría el fin de semana. Sus sentimientos eran muy encontrados, estaba a punto de darlas y todo por calentona, por no haberse sabido controlar. En el caso de Rodrigo, este insistió en que entendía lo que había pasado, sin embargo, no dejaba de sentir vergüenza.
La semana transcurría lenta, anodina, en la reunión con las amigas, ni siquiera ponía atención a los comentarios subidos de tono, sobre todo de Clara, en relación a su guardaespaldas Esteban.
El jueves, con Tío Alberto fueron de compras para renovar el guarda ropa, en esta ocasión la vestimenta sin dejar de ser elegante, si era más atrevida que la de la otra ocasión, aunque solo visitaron una sola tienda y muy rápidamente opto por las compras, como dándole el avión a su viejo pariente político.
A tal efecto, como estaba acompañada de él, además de que  casualmente a Esteban su marido lo había requerido, ya que el fin de semana completo se iría de viaje de negocios,   aprovecho para ingeniárselas con su regordete familiar para quedarse un instante a solas, necesitaba ordenar sus pensamientos, estaba a punto de dar un paso difícil dentro de dos días, no sabía cómo reaccionaría ante el suegro, tenía que ir, no le quedaba de otra, la tenía bien agarrada para perjudicarla sobremanera, su  mundo se derrumbaría, decidió tomarse un café a solas  en un pequeño lugarcito de ese inmenso centro comercial de lujo. Apenas eran las once y quince, se había despachado rápido al Tío Alberto, sus hijos estaban fuera de la ciudad por motivos escolares y regresaban hasta el domingo por la noche, así que como decía el novelista brasileño Paulo Coelho: “Cuando quieres realmente una cosa, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirla”, aunque ahora  parecía que todo el universo conspiraba pero en su contra  para ser enculada por su padre político.
No sabiendo que hacer, y al ver que varios hombres la miraban con insistencia y sin querer saber nada de ellos, recordó que la hermana de Roger le había dado las llaves de la casa del fallecido para solicitarte que en la primera oportunidad que tuviera fuera a darle una vuelta y ver que todo estuviera en orden. La hermana estaba demostrado ser una buena mujer y muy discreta. En su celular busco la dirección y ruta apropiadas para dirigirse a esa añorada casita de su querido y poco duradero amor. Además recién, en la noche anterior su suegro le hizo llegar un paquete regalo en donde seguramente venían las indicaciones y vestimenta que tendría que ocupar ya dentro de dos días. El tiempo se le hacía eterno. Parecía buena idea ir a la casa de Roger y a solas calmar un poco su congoja y pesadumbre por la inminente entrada a las estadísticas de las mujeres infieles que Don José se ha pasado por las armas. Lo peor que presentía, es que sabía que al final le gustaría, hasta llego a maldecir por la muerte de Roger, de no haber pasado eso, seguramente él la podría ayudarla a salir de esto.
Al parecer su único apoyo sería Natalia, pero su desenfado y la naturalidad con que tomaba las cosas no le inspiraban confianza alguna de poder evitar lo del sábado. Tendría que ver que vestimenta le mandaba el viejo, pero ya se imaginaba que sería el de una piruja cualquiera. Dios mío, murmuraba para sí, sabía que se venía un evento difícil.
Sin más se enfilo en su auto para dirigirse a la casa de Roger, cuidando de tener a la mano la lata de spray de defensa en caso de recibir ataque alguno, iría prevenida, ya sabía que el peligro podría surgir de cualquier lado.
Sin mayor contratiempo llego, no sin antes pasar dos retenes. Uno de militares y otro de policías estatales…Carajo, tanta exhibición de poder y nunca agarran a nadie, además de que se sabe que existen bajas con ellos y nada de los criminales, no se ve por donde se componga esto. Ahora la noticia era la detención de la corrupta, odiada y desagradable Maestra Gordillo, a ver cuando llegaba otra “bomba mediática” para aletargar al pueblo.
Su amiga Marisa que visitaba Torreón seguido, también le comentaba que la Comarca Lagunera estaba hasta peor que Monterrey y lo curioso es que la gente de aquí pensaba que el lugar ya no podía ponerse más mal de lo que ya estaba y al parecer si había otra ciudad cercana peor que esto,,,ufff…malditos fueron los que provocaron la muerte de mi Roger…Ahora estaban diciendo que habían detenido 21 personas en la Laguna, presuntos culpables de todos los desmanes que se daban, habría que ver qué pasaba en los siguientes días.
Llego a la casa, acciono el portón automático, pequeña la casa pero con todo el confort del mundo, eso ya lo sabía. Bajo de inmediato y se sorprendió…parecía que no había pasado nada en ella, todo lucía limpio,  ordenado. Solo el Cross Fox que tenía Roger sabía se lo había regalado a Rodri, ya que en la carta que dejo en caso de fallecer decía con claridad que solo a él le dejaría el auto…por supuesto que la buena mujer de la hermana así lo cumplió. El espacio del garaje sin embargo daba para dos autos…vio visibles huellas de que había sido usado…quizás el hijo soltero de 26 o 27 años de Roger venía de visitaba y dejaba todo así de impecable.
También vio que incluso el refrigerador y la cocina estaban surtidas.
Tenía un poco de hambre así que decidió prepararse algo ligero y tomarse un trago de tequila, acto seguido subió a la recamara con el paquete que el suegro le envío y con la poca ropa que llegó a comprarse. Acciono el equipo de música, decidió que como en aquella ocasión en que por primera vez convivio como mujer completa en el terreno de los actos amatorios de la cama, fuera el azar quien fuera seleccionando las piezas que se escucharían en esa bonita estancia.
En otra jugarreta del al parecer cruel destino empezó a escuchar:
Yo sufro lo indecible si tú entristeces,
no quiero que la duda te haga llorar,
hemos jurado amarnos hasta la muerte
y si los muertos aman,
después de muertos amarnos más.
Si yo muero primero, es tu promesa,
sobre de mi cadaver dejar caer
todo el llanto que brote de tu tristeza
y que todos se enteren de tu querer…
Carambas lo que menos pensaba escuchar, aunque la canción “Nuestro Juramento” era bellísima como que no era la apropiada para este momento, pero bueno, en fin…puso el paquete regalo del suegro sobre la cama.
Al abrir el paquete, no pudo evitar estremecerse, era un conjunto rojo de mini bikini y brasier que seguramente no dejarían casi nada a la imaginación. Un minivestido negro con generoso escote y bordeados en plateado, así como medias, ligueros, zapatillas altísimas completaban el por decir así, ajuar…también un sobre en donde encontró una especie de audífono para sus oídos con un pequeño aparatito, venía la dirección del Bar…el viejo era sabio, le comentaba que tendría que llegar por sus propios medios, a Esteban lo tendría ocupado enviándolo con su marido al viaje, así que su idea de pedir apoyo a este se derrumbaba, tendría que ingeniárselas para ver donde encontraba al hombre fuerte que le solicito Natalia o en su defecto hablarle para que ella buscará e involucrará a alguien más, si de por sí ya estaría esta, con el tal amigo Armando y su novia casada Cristina…no abrigaba esperanza alguna de tener éxito en evitar que el suegro se saliera con la suya, de recordar se le humedecía la vagina, ya que en el fondo había gozado de los dos escarceos anteriores con el padre de su marido, estaba excitadísima, el encuentro con Rodri lo único que logro es un sentimiento de vergüenza, pero más allá de ello, un avivamiento como hoguera que no se apaga de sus ansías de mujer, de sentir, de coger, de vibrar, de ayuntarse con un verdadero hombre y no con un remedo en este tema como lo es su esposo Carlos.
Un viejo cantante suponía, ya que no supo quién era, cantaba con una claridad “Te odio y te quiero”…otra vez todo parecía recordarle su situación actual. Al verificar en el equipo vio que se llamaba Julio Jaramillo. Nada que ver con los actuales, la voz era nítida y hermosa. Se acordó cuando en el DF fue al Auditorio Nacional a ver a Luis Miguel y como no entendía a las mujeres que enloquecían, cuando incluso en varias canciones no se entendía lo que estaba cantando.
Suspirando fuertemente, y apurando el trago que tenía en la mano, solía tomar muy ligero, nada del otro mundo,  pero ahora con todo esto, y con apenas un trago en la breve comida y el que sorbía lentamente, todo lo veía nublado…sin más se vistió. Su coquetería innata, no resistió el hecho de maquillarse de una manera más a tono con la vestimenta. Al verse al espejo, debió reconocerse a sí misma como otra mujer, se veía mucho más sensual, más alta, muy diferente, mucho mejor que la primera vez que estuvo con Roger, en donde vivió de todo en menos de un día. Para el sábado claro que se pondría peluca, no quería arriesgar su ya de por si precaria situación, pudiendo dar pie a que alguien la reconociera. Se paseaba delante del espejo coquetamente.
Su calentura subía de tono, en definitiva tendría que hacerse justicia por su propia mano…sus manos recorrían sus senos, los estrujaban y se detenían en su rajadura, jugueteando sabrosamente en esa intimidad vibrante que ya palpitaba…su cara de momento se ponía rosada, casi roja, sus sensaciones se estaban elevando…el olor, la limpieza del cuarto, el casi aislamiento del mundo de afuera y sobre todo la música contribuían a ese estado de cachondez y eroticidad elevadas.
La imagen que veía en el espejo era increíblemente sensual, erótica, evidentemente sexual y caliente,  se dio miedo a sí misma, sabía que se podía encender en cualquier momento y con cualquiera que supiera del arte de coger como Dios manda. Sin embargo, la educación recibida y sus principios humanos le indicaban que no podía convertirse en una cualquiera, en una puta más.
El mismo miedo que sintió cuando por primera vez vio a su amiga en el DF copulando como animal salvaje con un casi desconocido, la primera y segunda vez que se dejó manosear y perrear en el metro de dicha ciudad, llegando incluso al orgasmo.
La vez que dejó mamar un poquito en su vaina al pobre policía de la estación, miedo que sintió al agasajarse, fajarse, besarse, magrearse, y mamar el pene de su “amiga” Natalia, en donde también supo de la cúspide del orgasmo.
Los orgasmos provocados por su suegro, muy a su pesar tenía que reconocer que la había sabido calentar, cuando su Tío Alberto también casi se la coge y que llorando suplico por clemencia. Cuando el negro Luis en Veracruz estuvo a punto de mancillarla…todo esto y los últimos sueños se le revelaron a la inteligente, cerebral, pero cachonda Erika. Al fin era una mujer que había gozado aún a su edad muy poco de los placeres de la carne. Sin más se soltó a llorar de una manera desconsolada que cualquier ser humano que hubiera visto en esa cama donde ella estaba ahora sentadita, la hubiera cobijado sin más ni más.
En eso estaba, cuando sintió escalofríos y un miedo de muerte cuando se dio cuenta  que alguien la abrazaba…Juan Gabriel cantaba ahora:
NECESITO UN BUEN AMOR
PORQUE YA NO AGUANTO MAS
VEO LA VIDA CON DOLOR
QUÍTENME ESTA SOLEDAD.
NECESITO QUE ALGUIEN ME HAGA COMPAÑÍA
YA NO QUIERO NOCHES QUE SON DE AGONIA
YO NO TENGO NADA, NADIE TODAVIA
Y YO NECESITO QUE ALGUIEN ME REVIVA? ESCUCHEN.
AY QUE SOLEDAD, AY QUE SOLEDAD
AY QUE SOLEDAD, AY QUE SOLEDAD

No había escuchado ningún ruido ni nada parecido, la puerta de la habitación estaba abierta como la había dejado, cuando tuvo que casi brincar para separarse del abrazo que le daba, quien más…el Negro Luis que no atinaba a decir palabra alguna.
Pero, pero, ¿qué haces aquí?…poniéndose de pie y de alguna manera taparse parte del busto y de las piernas, ya que de inmediato se sintió casi desnuda ante ese hombretón que solo llevaba una trusa ajustada, estando desnudo del resto de su cuerpo.
El negro Luis ya llevaba tiempo observando a la mujer vestirse y pasearse delante del espejo, había entrado de manera sigilosa sin que ella se percatara y ya se había agasajado cuando se desvistió, maquillo y vistió, cuando posaba naturalmente frente al espejo
Al ser época de calor, el negro llego por la puerta principal en donde entraba como Pedro por su casa, ya que desde que fue corrido de la residencia de los Treviño Garza se fue a vivir a esta casa, a sabiendas de que estaba inhabitada. No se percató de que hubiera alguien hasta que escucho la música que se escuchaba en la parte alta de la casa. Para cuando se dio cuenta, él ya se había casi desnudado, ya que le agradaba andar así por la casa.
El aludido Luis solo atino a murmurar casi en un susurro raro para su tamaño: Negro, solo sabe que eres una mujer infeliz, triste por tu hombre muerto ya y que está necesitada de varón…
¿Qué, qué quieres?
Negro solo sabe que te puede hacer feliz el tiempo que quieras, Negro sabe que estabas gozando las otras veces…ahora lo que necesitas es una buena cogida que Negro te va a dar…poniendo su mano en su duro y grande paquete
Pero, ¿qué piensas hacer?
Negro solo pensar que tú debes decidir, a Negro realmente no le gusta forzar nada, si lo tuvo que hacer fue porque tú también provocaste…acuérdate como hacías en el bar del pueblo y la cabaña y como te paseabas por donde andaba en tu casa…Negro no saber mucho de cosas de mujeres, pero si entiende que yo gustarte y mucho…Negro nunca ha presumido en su pueblo a cuantas mujeres ha hecho feliz, Negro nunca ha usado la fuerza, solo contigo   ser la primera vez…es que eres una diosa y el diablo al mismo tiempo…
Erika, estaba aturdida, ciertamente le provocaba nerviosismo el hombre y más que se encontraba casi desnuda, el minivestido era eso, un minivestido de toda una señora piruja…
Por un momento hubo un silencio fuerte entre los dos…el aire se podía cortar con un machete de ser necesario.
No, no , no yo no quiero…de donde sacas todo esto…Erika bajo la mirada, le turbaba el dorso musculoso, esos brazos fuertes que ya la habían cargado, sobre todo ese miembro viril que ya estaba en firmes formando un tremendo bulto en la entrepierna de Luis.
Erika empezó a sollozar, acto que fue aprovechado por la inercia bruta del hombretón que diligente fue hacia ella para abrazarla, ella sin más remedio y a pesar de las zapatillas se acuno en el hombre para empezar a sollozar quedito…
Es que no sé qué me pasa, estoy confundida y me duele pensar lo que me va a pasar el sábado…o que me quieras violaaarr…
Negro puede ayudarte, solo tienes que pedir, sé que no puedo volver con mi mujer, el domingo me regreso a mi pueblo, sabía que sería difícil que ella me aguantara, pero Negro no tiene la culpa, las mujeres me buscan y yo solo las hago felices…Negro no busca dañar a nadie, para en un acto natural de calidez acariciar el suave cabello de la rubia, así como sus mejillas…la caricia venida de una mano ruda y grande fue como una descarga eléctrica fulminante que derribo los pocos muros de contención que la mujer libraba en su mente y en su alma.
Negro saber que tu ser una verdadera hembra en celo, eso sí lo sabe, Negro sabe que ahora si no te podrás salvar de una buena cogida, conocerás verdadero macho, hasta tu hombre muerto vas olvidar…pero tú tienes que pedir..
Negro no quiso lastimar muchacho en tu casa, me cae bien, vi que venía mi mujer y no quise armar más escándalo, pero fácilmente podía haber lastimado a Rodrigo, pero él me ayudo a encontrar trabajo y yo ser agradecido.
Negro sabe que cuando toma se pone un poquito loco como el otro día, pierde, por eso no toma seguido y esta fuerte como toro, para haciendo gala de ello, cargarla de las nalgas cómo se dice “de cartón de cerveza” y darle un giro completo de 360 ° en el aire y atraparla con agilidad pasmosa.
A Erika le sorprendió la seguridad con que ese rudo e ignorante le decía esto último, así como su pequeña demostración de fuerza.
El hombre fue un poco más, en su ignorancia, realmente entendía la naturaleza femenina al estar ya con bastantes mujeres en su haber, además de que era cierto que por su potencia sexual y fama, eran ellas las que lo buscaban, se trataba de un hombre rudo, pero sincero: Negro decirte que no debes preocuparte, ser muy limpio, ya el domingo me regreso, no molestarte nunca más, pero si tú me pides la luna, voy hasta allá y te la bajo. Por ti si puedo hacer lo que quieras…sé que tu marido verdadero nunca te ha atendido como debe ser. Negro estar loco por ti, eres una diosa blanca, nunca ha tenido una mujer como tu…puras negras como yo, mujeres de pueblo…sobando ya fuerte las nalgas de la mujer.
Otra vez a Erika se le vino una frase de unos de sus autores favoritos, Paulo Coelho:”Todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. El instante mágico es el momento en que un sí o un no pueden cambiar toda nuestra existencia”.
Erika pensaba y pensaba, pero también se repegaba más y más a ese musculoso hombre, su olor a macho encendido, la fuerza con que sentía el bichote que se cargaba le resultaba placentero y halagador en medio justo de su rajadura íntima. Las caricias, más que caricias, amasamientos que las manotas hacían en su culo le empezaban a dar calor. La combinación de rudeza y aspereza de las manos, con un intento de ternura la sobrecogían.
Sentía las palpitaciones de él y las suyas propias. Sin querer también empezaba a acariciar con sus manos los brazos y hombros fuertes. Nunca había sido abrazada por un hombre tan fuerte y más alto que ella, salvo con su suegro, pero el Negro era como de su edad y estaba muy firme, a diferencia de Don José, que a pesar de ser muy fuerte, si se le notaba y sentía la edad que tenía. Rodri tenía un cuerpo delgado, de casi adolescente aún. No podía evitar comparar. Su difunto hombre era alto, pero delgado y musculoso, este negro no, era un hombre super fornido, sin llegar a la exageración, que sabemos le choca a la mujer, era una musculatura bien proporcionada. Hasta eso, el hombre en realidad no era feo, tenía los rasgos africoides, pero muy bien definidos, se podía decir que hasta podía pasar por guapo en su estilo. De alguna manera hasta se parecía al actor estadounidense de color Denzel Washington. La mujer era coherente con su personalidad, su perfil y sus principios. En su mente todo eso entraba en juego: analizaba y comparaba. Su inclinación estética no podía evitar dejar de hacer analogía. Luis no era feo ciertamente, simplemente era de otro color, más alto y muy fuerte. Erika ya solo musitaba quedito…no, no, esto no está bien…pero seguía repegada al hombretón y sus manitas acariciaban pecho y brazos. 
Erika quería dar el paso, estaba totalmente consciente, sabía que el sexo era una droga poderosa, su adrenalina ya estaba al cien, sintió como su cara estaba roja de la vergüenza de reconocer que necesitaba macho y que otra vez el destino le ponía en charola de plata la ocasión. Entendía los argumentos del veracruzano, hasta le parecieron muy atinados, en realidad ella casi no había hablado, pero como era posible, que se estuviera dejando atrapar por las artimañas de ese hombre muy diferente a los que ha conocido hasta entonces.
Recordó a un compañero de clases de clase baja, por cierto, también veracruzano que al ser becado en el Tec fue muy mal tratado por sus gruñones y vigilantes hermanos cuando busco e intento acercarse a ella en esa época de la Universidad. Otra vez su maestro preferido en el Tec, el Profe Raymundo se le vino a la mente, cuando le decía que a una verdadera mujer se le conocía en sus decisiones, en el nivel de conocimiento que tenía de todo tipo de personas. Debía reconocer que le era sumamente atractivo el hombre y que sus explicaciones de su proceder pasado la estaban convenciendo de su honestidad.
Para reforzar las  caricias ya subidas de tono del Negro Luis, la canción “Sinceridad” que se escuchaba acabo por derrumbar como un tsunami arrasa un pueblo costero, las pocas dudas que la mujer albergaba. Al parecer el azar junto los llamados boleros, ya que ahora Marco Antonio Muñiz le acabo por despertar esa libido de mujer plena, extensa, cósmica y ciertamente sexual:
Ven a mi vida con amor,
qué no pienso nunca en nadie más que en ti,
ven te lo ruego por favor te adoraré
¡Cómo me falta tu calor!,
si un instante separado estoy de ti;
ven te lo ruego por favor, que esperándote estoy.
De inmediato Erika se abrazó con todo al negro y fue ella misma la que busco con su boca fundirse en un beso infiel, infernal, caliente, deseoso de experimentar nuevas y ya viejas pero poco transitadas sensaciones en su vida de treintona. No necesitaba hablar, fue muy claro el mensaje.
Erika ahora si sentía que crecía, aprendía  que ya había defendido mucho sus propias  mentiras y reticencias, sabía que ya no  se engañaría a si  misma o sufriría  por nimiedades, como el hecho de pensar que al ser infiel era culpable. Como todo buena mujer sabía que no debía culparse por ello, en todo caso, no había un hombre lo suficientemente hombre para evitar y ayudar a ello. Lo único que estaba haciendo era una elección, la elección de gozar como hembra en brama, como la puta que es en la cama. Al fin el hombre que la devoraba a besos, le había dado a elegir y ella había elegido que este la haría sentir bien…
Solo alcanzo a decir con una coqueta sonrisa: ¡Hazme sentir bien!, tal y como lo había soñado días atrás…no fue una pregunta, fue un imperativo, una casi orden.
Pero tampoco dejaría que sus propios errores se repetirían, sabía que al decidir darle las nalgas a este hombre, aprendería a buscar con sabiduría un buen hombre que la hiciera feliz como en su momento lo fue Roger, lo fue Rodri y seguramente lo sería este Luis. Con ello adquiría fuerzas para enfrentar a su suegro, al que si estaba dispuesto en no darle la razón y mucho menos el gusto de verla caer en sus manos, claro que no sería juguete de su colección.
Este cabrón ignorante con un discurso rudo, corto, pero efectivo la había convencido, y no habría marcha atrás en gozar con él por largo rato. Ya lo había decidido.
Respirando un poco agitada por esa comida de bocas que se dieron, No, No, No, espera, déjame quitarme esta ropa, no debo maltratarla y no quiero ni siquiera tener la molestia de tener que mandarla a arreglar, ya que el hombre ya la estrujaba y acariciaba por todas partes.
Separándose un poquito de él, y sin dejarlo de mirar a los ojos: Solo una cosa Negro, ni una palabra de esto a nadie, entiendes, ya soy una nueva mujer y no quiero problemas…además me vas a ayudar el sábado en un asuntito. Otra cosa, será la única vez, de alguna forma te estoy pagando por adelantado el servicio de ese sábado. Es mi elección.
El Negro al ver el cambio y conocedor innato de la esencia de la hembra, asintiendo con su cara: Tu mejor que nadie sabes quién soy y como soy, tú eres una mujer lista…solo te digo una cosa, te voy hacer bramar como una perra en celo, tus alaridos se escucharán, así que mejor súbele el volumen a la música, si no queremos tener molestia o que se asuste  la gente de afuera.
Estando así las cosas, el negro se empezó a bajar el mismo su trusa, dejando salir disparada como un resorte su enorme y fuerte víbora de carne sin hueso, mientras que Erika con un cuidadoso esmero se desprendía de toda su ropa ya sin pudor alguno…hasta el tequila y medio ya se le había bajado. Ahora solo quería vivir y sentir…
Ambos desnudos se vieron frente a frente…era de película, dos cuerpos perfectamente perfectos si vale la frase, contrastando, ella, blanca, él, negro, haciendo simetría, no hacía falta el que hablaran, sin más caminaron la corta distancia a encontrarse.
Así estando esta pareja alta y proporcionada, al promedio del país, de pie, desnudos por completos  y estando cara a cara, fue ella la que decidió el “arrancaaamoososs”…del juego amatorio.
La mujer ya no presta atención a la música, ahora está concentrada en ese hombre que esta frente a ella con una erección de super grado alto. Va a ser su primer hombre, de hecho, que es de edad similar a ella…los otros dos que cuentan: uno más viejo y otro muy joven…Carajo, en que cosas se pone a pensar la hembra en celo, sus comparaciones y análisis de siempre. Sería el cuarto en su record, aunque el primero no cuenta, solo la fecundo, pero nunca la ha hecho vibrar ni sentir mujer…alcanzo escuchar a Eydie Gorme con Los Panchos:” Si tuviera cuatro vidas, cuatro vidas serían para ti…”
Erika  trepa ágilmente a Luis por los hombros y abraza su cuerpo con las piernas. Luis toma a la rubia de sus turgentes y cálidas nalgas y la atrae a su cuerpo para penetrarla de un solo sopetón….Ahhhhhhh, cabrónnnnnnn, despacciiooooo, bruuutoooooo, ayyyyyy.
El abrazo total es parte de un sexo pasional y creativo, donde el contacto corporal es muy completo. La fuerza extrema de Luis, hace que la mujer se empiece a bambolear como un péndulo, un remolino que de inmediato empieza a machacar esa gran verga que le entra y sale de su humedecida vaina que ya escurre copiosamente. En sus sueños, su intuición de mujer divina había pronosticado que solo ese hombre la podía hacer como quisiera…ahhhhh, de forma rápida le llegaron los placeres de lava hirviente, de ríos de color purpura que le recorrían toda su bella anatomía.
El ritmo del coito era descomunal, violento, frenético…aún así la mujer percibe a la afamada Gloria Lasso cantando “Bésame con frenesí…” Luis imprime de dos maneras el acoplamiento, el allanamiento, la cogida fenomenal que se ésta dando con una verdadera diosa de carne y hueso: de arriba hacia abajo y de atrás para adelante, haciendo que la intensidad de placer que ambos experimenten con cada opción sea de un premio Oscar.
Es una postura que no deja al negro cansado, pero ni por un momento,  por la fuerza que tiene, para Erika  mereció la pena su elección.
Graciasss Dioossss míoooo, alcanzaba a gritar la rubia…dando mentalmente gracias por haber conocido espécimen humano de poderío sexual.
Luis caminando se llegó hacia uno de los muros de la recamara para ayudarse apoyándose en la pared, con lo cual sus embestidas adquirieron mayor velocidad, intensidad, así como la combinación de la disminución para pasar a un ingreso de su virilidad lento, pero firme y seguro a esa funda femenina que se amoldo al 100 % a su grosor y tamaño….Uffff….hummmm, los gemidos de su mujer eran también de una película XXX.
Más fuerza, provocaba más placer en la hermosa dama,  pero más por la intensidad mental y emocional que le pone Luis a su accionar…además los gemidos eróticos y frases que su mujer apareada le dice lo ponen a mil:
Ayyyyy, ayyy negrittotooo, que riccocoooooo, ppappppiittotootot, puedeees haceerr estttoo las veceeeess queee quierrassss
La mujer al primer round ya las estaba dando por completo, ya estaba pidiendo que se la surtiera para siempre, que fuera su macho, su querer, su quelite, su verga de cabecera…y es que el placer que daba ese duro miembro y la destreza con que la estaba manejando eran increíbles, fácilmente Luis podía trabajar de actor porno…
Palccc, plaaac, placcc, plaaccc, la mujer ya sudaba y realmente no se sentía manipulada con dificultades….ahhhhhh, ayyyyyy negrrrriiiitoo, ppapapappapiiitotootoo,,ricococoo, no parreesssss, mi rrrreyyyyyy…tuuu sisiisis sabbeessss…aajjjjjjhhhhhhhh
Ayyyyyy, hummmmm le llego su primer orgasmo de varios que tendría en esta su graduación máxima con alguien homólogo en estructura física y en edad…Luis seguía firmes, estaban así ya como veinte minutos…sin dejar de bombearla Luis virando se la llevo copulando a la cama.
Recostándola hasta eso con suavidad y como no queriéndola lastimar, ahora la bella y rica mujer rubia con las piernas elevadas y abiertas, ella aguarda a que el negro Luis le meta su  pene en su vagina para coquetamente colocar sus piernas en los hombros de él, que apoya sus manos en la suave cama para controlar a su antojo la copula infiel.
A muchas mujeres puede parecerles complicada, incómoda o dolorosa la visualización de esta postura, la llamada “patitas al hombro” pero vale la pena probarla porque ofrece la penetración absoluta y un contacto genital único: los testículos se posan suavemente entre las grandes y sabrosas nalgas de la caliente hembra y el clítoris comelón se encuentra presionado por la abertura de las piernas. Sin dificultad para ambos, gracias  a su atlético cuerpo, empiezan un mete-saca frenético, violento, virulento acompañados del ruido de sus propios cuerpos y fluidos…cerca de unos diez minutos bastaron para que la rica femenina estalle en otro glorioso y bastardo orgasmo. La mujer estaba haciendo catarsis tremenda, ya había llegado dos veces a la meta. Hummmmmm, queriiiidododoodd….fue lo que exhaló en un grito animal.
El negro tenía para largo, por lo que emitiendo gruñidos que no se entienden deja que su mujer permanezca desfallecida acostada boca arriba con las piernas abiertas y solo se las flexiona con sus grandes y toscas manos, haciendo que la hembra que ya jadeaba recuperándose  apoyara sus brazos detrás de los hombros, le eleva sus maravillosas caderas y la coloca para que ella misma se pose sobre las piernas flexionadas de él. Esta postura es la llamada “arco”.
El placer que Erika empieza a  recibir se centra en la penetración profunda y en la particularidad de sentir toda la zona vaginal y abdominal envuelta de la piel del hombre.
Plac, plac, plac, plac…al mismo tiempo combinado con las notas de: “reloj, no pierdas las horas…de Roberto Cantoral en la voz del trío  Los Panchos en dueto con el venezolano José Luis Rodríguez, “El Puma”…así como los cachondos gemiditos de la angelical voz de la rica Erika, su decisión estaba siendo ejecutada de manera sencilla por un rudo, pobre e ignorante pueblerino. Ella rica, rubia, blanca y educada; él, pobre, negro y sin educación académica alguna…como el agua y el aceite, solo que en este caso, si se estaban combinando a la perfección, ahora el Negrón metía sus dedos gruesos en el chiquito estrecho de su hembra…el cual succionaba cual si fuera aspiradora esa invasión.
Ayyyyyyy, ayyyyyy negritootoooo, ereees un tenttttónnn….dallellelee, dalleeee, másssss, queririiidoooo…calllmaaa, caaallmmmaaa..cambiememososs,,,estasss muy fuerteeeee, esperraaaa porrrr favvoorrrr…desapaaaciiiitoooooo, despaccciittooooo
Ahora ella se acuesta en el borde de la cama tal y como lo soñó la otra vez en su lujoso y amplio cuarto, solo que ahora tiende sus piernas flexionadas a un costado de su cuerpo, esto permite mantener su clítoris atrapado entre sus mejores aliados para llegar al preciado orgasmo: los labios vaginales.
Así, Erika ofrece su nalgatorio con su rosado orificio que ya palpita con el dedo gordo introducido de su amante en turno. Así la calenturienta mujer puede contraer y relajar toda su zona vaginal, mientras él la empieza a penetrar arrodillado frente a ella en su culote y tocando, magreando, estrujando, acariciando  sus pezones y pechos, en toda su extensión.
Un manjar de los dioses. Es la afamada postura del “tornillo”. Se requiere de condición física privilegiada, de flexibilidad, de cuerpos de dioses del sexo, y estos dos claro que lo son, y en exceso….ufffff….el calor de verano, el no accionar el clima, y su lujuria llevada al extremo hacen que  sus sudores se mezclen, parecía que estaban en un sauna.
El negro Luis se la seguía afilando, serruchando, copulando, cogiendo, culeando, sodomizando, y todos los adjetivos calificativos que le pudiéramos poner. Ningún hombre, de los dos que contaban le había aguantado este trote al mujerón, a la diosa rubia. Parecía que no se vendría nunca, ella estaba a punto de su tercer orgasmo…El hombre de hecho no musitaba palabra alguna, solo le daba y le daba, y ella extasiada, en suma, no se la estaba acabando….Yaaaaaa, miii reeeyyyy yaaaa veennnnteee,,,yyyaaa quierrrooo tu lechheeee , mi amoorrrr, yaaaaaa…ufffff….estallo el tercer gol, la tercera estocada. Los ricos cero, los pobres tres, pudiera haber sido un titular para la faena que se estaba dando en la cama de Roger, Erika y el Negro Luis.
En estas poses, el ritmo lo imprimía este semental, por lo que casi en un gruñido con voz media, le dice: Chiquittaaa, casiii llegoooo, eresss magnifica, simplemente la mejor mujer que Dios me ha dado, matate tú a gusto, para salirse de su apreciada funda e irse a sentar en la alfombra limpia que estaba al pie de la cama con las piernas flexionadas y se toma la parte posterior de sus rodillas.
Estando así sentado su pene parecía un periscopio, gateando la hambrienta Erika va tras su verga para empezar a lamerla, a chuparla, a hacerle una felación, tal y como se la hizo el otro día en su pueblo de Veracruz y tal y como se la hizo a Rodrigo en su cuarto.
Pero solo fue un instante breve, ambos querían llegar a lo que habían decidido: coger como animales, como burros en primavera, como animales que saben están en peligro de extinción.
Estando así sentado, Luis recibe al mujerón, a esa estatua de carne humana viva
perfecta que se hace penetrar acomodándose en el espacio que queda entre las piernas de él y su tronco. El presiona con las rodillas el cuerpo de ella, la atrae hacia el suyo provocando el vaivén de ambos aprovechando para lamer, besar y chupar  los pechos que están a la altura de su rostro.
Pero ahora es ella la que con su buena condición físico-atlética es la que se está penetrando, es con fuerza y precisión, ayuda el largo del pene que la profana, ciertamente, es ella la que se está matando a puro gusto, a base de puro bien, de buen coger, de buen sexo, de uno de los placeres terrenales más preciados…ufffff, de lo que se estaba perdiendo, este acto consumaba su noche de graduación, en definitiva ya era una maestra, la vinculación teoría-práctica llegaba a una nota alta, ya no era una asignatura pendiente para ella, mucho menos para él, que se estaba dando un banquete, viendo como esa diosa se le bamboleaba, como tenía los ojos semi cerrados, como goteaba salivita de esos rojos labios, como su pelo se le emarañaba en su bello rostro, no dejaba de mirarlo como perra agradecida a su amo, hummmmm, hummmm, ayyyy, además nunca había escuchado una voz tan tierna y lujoriosa a la vez, simplemente de escucharla, sentía el Negro Luis que ya estaba por venirse….lo sentía….por lo que por primera vez empezó a hablar: negriiiitaaaa, ersssss unaaa diossaaaaa, hummmm, hummmm sus gemidos ya se mezclaban, ahora la canción era una de la época disco de los 70´s: Gloria, gloriaa, cantas en el aire…..
Gloria es la que sentían los dos, una sensación única que recuerda el tierno ir y venir de las hamacas de la infancia, de la hamaca de su querido Roger en el pueblito de Veracruz en donde también se la beneficio en una hamaca, ese recuerdo le despertó el agradecimiento de que gracias a él conocía ahora a este hombretón que simplemente le estaba dando el mejor sexo de su vida…hummmm, hummmmm, yyayyyayayyaa, yayyaaaaa Erika sintió la Gloria tal y como la canción repetía una y otra vez, sus sensaciones eran escalofriantes, le recorrían cada poro de su ser, fue un orgasmo de Gloria….a tal efecto, Luis seguía muy firme aunque ya con visibles huellas de cansancio, pero por ningún motivo se quejaba, o daba signos de decaer…quería seguir disfrutando, era su oportunidad.
Al dejarse de bambolear y penetrar Erika, acaricio tiernamente la cabeza de ese hombre que la estaba haciendo sentir muy bien, para que parándose invitarlo en un mudo lenguaje a seguirla a la cama, abrazándose a él, caminaron cual si fueran novios de nueva cuenta hacia el tálamo nupcial de esa ya noche.
Erika estaba consciente de que Luis ya estaba a punto de venirse, ya que sentía entre sus dedos el líquido preseminal, por lo se decidió por una opción más relajada para ambos. Esto va para largo, por lo que también tomo la decisión de que la volviera a encular, al no ir prevenida no quería tener problemas con un posible embarazo…aún dentro de su calentura, era una mujer prevenida y cerebral.
De tal manera que se acostó, tal y como estaba, toda encueradita con las piernas juntas y recogidas de costado y relaja su cabeza hacia atrás, es decir, estaba adoptando la postura de “cucharita”, se viró y con una sonrisa maliciosa decirle, Te acuerdas, negrito, la otra vez estuviste a punto de cogerme, quieres saber la verdad, muchas veces he pensado que en el fondo si quería que me encularas, bueno ahora es una realidad para ti y para mí, así que dale papito, ahora si soy toda tuya, dale, encúlame, entiérrame esa cosota que tienes, para que siendo ella la que tomando ese viborón con su manita se lo fuera enterrando poco a poco en sus nalgas, hummmm, ayyyyyy  gime. Entendido el nuevo juego, enterrado ya parte de la verga de Luis en esas grandes montañas de carne blanca humana, es ella la que  se abre  con una de sus manos un poco más para que él la penetre por completo una vez más  por su ano.
Los movimientos deben ser suaves y coordinados y la penetración lenta y profunda: ambos cuerpos se amoldan como dos piezas perfectas de un rompecabezas… Esta pose de la cucharita también conocida como “El molde” es ideal para ellos que ya acostados se acompasan en el mete-saca, por momentos es él quien imprime esos movimientos de suaves a fuertes, por momentos es ella quien accionando su cintura y nalgatorio cual si fuera bailarina de hawaiano quien logra meterse esa virilidad fuerte, dura y grande, además de sentir como le entraba a placer, se causaba la fricción de su ardido clítoris, las piernas juntas logran este efecto tan placentero, al estar ella en mejor condición que él ya que Luis fue el que llevo en gran parte el esfuerzo en los anteriores escarceos, se deja querer, para lo cual se acuesta cómodamente entregando su placer a la voluntad de la alta mujer que se da unos repegones y reculadas tremendas, una vez más sus gemidos le enervan hasta el máximo.
Aprovechar este juego de sometimiento masculino puede ser un estimulante total para ambos, para ella porque se estaba dando un gustazo, para él también, así que estuvieron otro buen rato culeando de esta manera, plac, plac, plac, plac, los sonidos que hacían las nalgas de ella sobre las ingles de él eran ya fuertísimas, la fuerza que imprimía Erika era de campeonato, sus gemidos ya eran francamente escandalosos, sus frases ya eran de una entrega total, alcanzo a escuchar las notas de la canción “Entrega Total”….ufff….todo coincidía a las maravillas, hummmm, hummmm, ayyyyy, ayyyyyyy…ambos llegaron al mismo tiempo al orgasmo, la venida de Luis fue copiosa al ser la primera, hasta escurría de las nalgotas de la mujer, ni se diga de ella, que emanaba fluidos de ano y vagina,  uufff ambos cayeron rendidos y así abrazaditos se quedaron dormidos largo rato.
La mujer ya había decidido desde casi el inicio que se quedaría toda la noche y hasta el viernes se iría, por lo que cerca de las 3 am del viernes en un acto natural de espontanea similitud ambos volvieron a despertar para iniciar de nueva cuenta:
Ahora fue de todo, mamada entre ambos, llegando a realizar un sabroso 69, experiencia
que por primera vez probaba la rubia.
Largo tiempo cogieron como los perros: en la cama y en el suelo. Ya ella en cuatro patas, ya de pie y él atrás de ella dándole para sus tunas de una forma increíble.
También experimentaron la que había soñado Erika, ella encima de él estando de frente y también  de espaldas, se la volvió a coger cargada, repitieron la de cuchara, en suma estuvieron copulando hasta cerca de las 6 de la mañana, cuando ambos ya exhaustos volvieron a dormir otro rato más. Todavía la regadera fue testigo, al igual que ese infernal cuarto de los gemidos, sollozos, frases cachondisimas, arremetidas que esos dos se dieron, una y otra vez, Erika le suplico, le pidió, gimió como una gata en celo que podía hacer con ella lo que le viniera en gana, que la podía buscar cuando quisiera, es más hasta dejo que se viniera dentro de ella, ya que alcanzo a atisbar que podría tomarse la píldora de un día después.
Más tarde por la mañana de ese viernes,  ya calmados del trajín tarde-noche del jueves y madrugada de ese día y platicando como viejos amigos, la mujer desnuda recostada en el hombre, le dice: Bueno, Luis te espero en el Zanzibar, no nos podemos hablar, lleva esta libreta para poder apuntar…ahí te indicare a Natalia y ella a Armando y Cristina. Me tengo que ir, cuídate, dándole un beso cariñoso de puntita en la boca…al arreglarse vio visibles huellas del maratónico escenario sexual que aconteció. Sonriendo, se dijo: nada que una buena comida y descanso de aquí a mañana se pueda arreglar. El sábado era el día en que enfrentaría la inminente cogida de su suegro: ni en sus más remotos sueños, se hubiera imaginado que llegaría  a ese evento, super cogida y satisfecha, hummm, como que me está gustando ser putita….y se asustó de sus sentimientos y pensamientos…hasta sintió como se le volvía a humedecer la entrepierna: carajo, la tenía muy atrasada por lo visto, en pocos días ya se había mandado, encamado y disfrutado: primero con un joven hombre inexperto pero intuitivo y de rápido aprendizaje y el otro de su edad, muy corrido en esos lares.
La imagen que le devolvía el espejo de ese baño de un OXXO cercano al Zanzibar estremeció profundamente a la mujer. De algo estaba segura, ese sábado o el domingo volvería a tener sexo, lo llegaba incluso hasta oler, lo presentía en el fondo de sus pezones ya erectos y vagina humedecida.
Lo más probable es que daría un paso para ya convertirse en toda una redomada puta. En una mujer que en el fondo deseaba comprobar si lo que se decía del suegro era verdad, que era un auténtico garañón. Sonriendo con un dejo de nostalgia, se dijo a si misma: En fin, solo se vive una vez, ya me gusto y qué más da si es Don José u otro el que me haga gozar como me merezco…pero no, Don José, no….él, no…yo tengo que escoger.
Por un instante su mente le mando la señal de empatía hacia sus amigas Marisa, Clara y Susana, al entender porque se encamaban y buscaban macho cada que podían, al fin las entendía un tanto, aunque no justificaba, salvo en el caso de la primera, el que fueran muy “busconas” o declaradamente putas…no ella no caería en eso: de ir brincando de cama en cama y de hombre en hombre, era lo suficiente mujer en toda la extensión de la palabra, como para buscarse un buen hombre, que fuera quien la llenará en ese aspecto, era hora de dejar ir a Roger de su ser, y buscar un nuevo “amante”, el concepto no dejo de intimidarla y de que empezará a temblar, hasta la piel se le puso “chinita”. Sería ese hombre Don José…su piel se puso aún más sensible al aire fresco de la casi ya noche.
Saliendo, recibió un chiflido de un jovenzuelo que compraba en el expendio…el despachador, no pudo evitar: “Mammacccitta, si quieres te doy mi quincena”.
Al subirse a su auto, otro tipo, parecido a un indigente le alcanzo a gritar: “Si como lo meneas, lo bates, a que rico chocolate….mamiiittaaa, te comoooo enterrraa”.
Erika sonreía como disculpando a esos lobos hambrientos de carne humana de primera, ella lo era y con creces. Se dirigió al famoso y citado Bar Zanzibar: será algo parecido al Le Barón, pensó y empezaba a comparar…
 
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Relato erótico: “En mi finca de caza (1.-con la ex de mi amigo)” (POR GOLFO)

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Sentado un viernes en mi oficina, enfrascado en mi trabajo, no me había dado cuenta que estaba sonando el teléfono. Al contestar la voz de la telefonista de mi empresa me informó:
-Don Manuel, una señora pregunta por usted, dice que es personal-.
Molesto por la interrupción, le pedí que me la pasara, esperaba que fuera importante y no la típica empleada de una empresa que utiliza esta estratagema con el objeto que le respondas. Era Patricia, la esposa de Miguel, mi mejor amigo. Nunca me había llamado, por lo que al oírla pensé que algo grave ocurría.
-Pati, ¿en qué te puedo ayudar?-, le pregunté extrañado por su tono preocupado.
-Necesito hablar contigo-, en su voz había una mezcla de miedo y vergüenza, ¿me puedes recibir?-.
-Por supuesto, te noto rara, ¿ocurre algo?-, le dije tratando de sonsacarla algo, ya que su hermetismo era total.
Me fue imposible descubrir que es lo que le rondaba por la cabeza, debía de ser algo muy íntimo y necesitaba decírmelo en persona. Viendo el tema, quizás lo mejor era el encontrarnos en algún lugar donde se sintiera cómoda, lejos de las miradas de mis empleados, en un sitio que se pudiera explayar sin que nadie la molestara. Le pregunté si no prefería que le invitara a comer, y así tendría tiempo para explicarme tranquilamente su problema, sin las interrupciones obligadas de mi trabajo. La idea le pareció bien, por lo que quedamos a comer ese mismo día en un restaurante cercano.
El resto de la mañana fue un desastre, no me pude concentrar en los temas, ya que continuamente recordaba su llamada, la tensión de sus palabras. Conocía a Pati desde los tiempos del colegio, siendo una niña empezó a salir con Miguel, todavía me es posible verla con el uniforme del Jesús Maestro, una camisa blanca con falda a cuadros que le quedaban estupendamente. En esa época, todos estábamos enamorados de ella, pero fue él quien después de un partido de futbol, quien tuvo el valor de pedirla salir, y desde entonces nunca habían terminado. Eran la pareja perfecta, él un alto ejecutivo de una firma italiana, ella la perfecta esposa que vive y se desvive por hacerle feliz.
Llegué al restaurante con cinco minutos de adelanto, y como había realizado la reserva no tuve que esperar la larga cola que diariamente se formaba en la entrada. Tras sentarme en una mesa de fumadores, y previendo que tendría que esperar un rato, debido al intenso tráfico que esa mañana había en Madrid, pedí al camarero una cerveza. No tardó en llegar, como siempre venia espléndida, con un traje de chaqueta y falda de color beige, perfectamente conjuntada con una blusa marrón, bastante escotada y unas gafas de sol que le tapaban totalmente sus ojos.
Me saludo con un beso en la mejilla, todo parecía normal, pero en cuanto se sentó se desmoronó, por lo que tuve que esperar que se calmara para enterarme que es lo que le ocurría.
Estaba un poco mas tranquila cuando me empezó a contar que es lo que le ocurría.
-Manu, necesito tu ayuda-, me dijo entrando directamente al trapo, -Miguel lleva unos meses, bebiendo en exceso y cuando llega a casa, se pone violento y me pega-. No me lo podía creer hasta que quitándose las gafas, me mostró el enorme moratón que cubría sus ojos por entero.
Nunca he aguantado el maltrato, y menos cuando este involucra a dos personas tan cercanas. Si Miguel era mi mejor amigo, su mujer no le iba a la zaga, eran muchos años compartiendo largas veladas y hasta vacaciones en común, les conocía a la perfección y por eso era mas duro para mí el aceptarlo.
-¿Quieres que hable con él?, le indiqué sin saber que realmente que decir, esta situación me desbordaba.
-No, nada que haga me hará volver con él-, me dijo echándose a llorar, -no sé donde ir. Mis padres son unos ancianos y no puedo hacerles eso. ¡Está loco!, si voy con ellos, es capaz de hacerles algo, en cambio a ti te respeta-.
-¿Me estas pidiendo venir a mi casa?-, supe lo que me iba a responder, en cuanto se lo pregunté.
-Será solo unos días, hasta que se haga a la idea de que no voy a regresar a su lado-, en sus palabras no solo me estaba pidiendo cobijo, sino protección. Su marido siempre había sido un animal, con mas de un metro noventa, y cien kilos de peso, cuando se ponía agresivo era imposible de parar.
No pude negarme, tenía todo el sentido. Miguel no se atrevería a hacerme nada, en cambio si se enfadaba con su suegro con solo soltarle una bofetada lo mandaba al hospital, pensé confiando en que la amistad que nos unía fuera suficiente, ya que no me apetecía el tener un enfrentamiento con él. Por eso y solo por eso, le di mis llaves, y pagando la cuenta le expliqué como desactivar la alarma de mi piso.
Salí frustrado del restaurante, con la imagen de mi amigo por los suelos, cabreado con la vida, y con ganas de pegar al primer idiota que se cruzara en mi camino. Tenía que hacer algo, no podía quedarme con las manos cruzadas, por lo que cogiendo mi coche me dirigí directamente a ver a Miguel, quería que fuera por mi, como se enterara de que lo sabía todo y que no iba a permitir que volviera a dar una paliza a su mujer.
Me recibió como siempre, con los brazos abiertos, charlando animadamente sin que nada me hiciera vislumbrar ni un atisbo de arrepentimiento. En cuanto cerró la puerta de su despacho, decidí ir al grano:
-He comido con Patricia, y me ha contado todo-, le dije esperando una reacción por su parte.
Se quedó a cuadros, no se esperaba que su mujer contara a nadie que su marido la había echado de su casa al descubrir que tenía un amante, y menos a mí. Sorprendido, al oír otra versión de lo ocurrido, le dije que no me podía creer que ella le hubiera puesto los cuernos y que en cambio si había visto las señales de la paliza en su cara. Sin inmutarse, abrió el cajón de su mesa y sacando un sobre me lo lanzó para que lo viera.
Eran fotos de Patricia con un tipo en la cama. Por lo visto, llevaba mas de un año sospechando sus infidelidades y queriendo salir de dudas contrató a un detective. El cual, en menos de una semana descubrió todo, con quien se acostaba y hasta el hotel donde lo hacían.
“¡Que hija de puta!”, la muy perra, no solo se los había puesto sino que me había intentado manipular para que me cabreara con él. Hecho una furia, le conté a mi amigo como su mujer me había mentido, como me había pedido ayuda por miedo a que le diera una paliza, no podía aceptar que me hubiera intentado usar. Miguel me escuchó sin decir nada, por su actitud supe que no se había enfadado conmigo por haber dado crédito a sus mentiras, al contrario mientras yo hablaba el no dejaba de sonreir, como diciendo “fíjate con quien he estado casado”. Al terminar, con tranquilidad me contestó:
-Esto te ocurre por ser buena persona-, mientras me acompañaba a la puerta,-pero ahora el problema es tuyo, lo que hagas con Patricia me da igual, pero lo que tengo claro es que no quiero saber nada de ella nunca mas-
Cuando me subí en el coche, todavía no sabía que carajo hacer, no estaba seguro de cómo actuar, lo que me pedía el cuerpo era volver a la casa y de una patada en el trasero echarla, pero por otra parte se me estaba ocurriendo el aprovechar que ella no tenía ni idea que su marido me había contado todo, por lo que podía diseñar un castigo a medida, no solo por mí sino también por Miguel.
Llegué a casa a la hora de costumbre, la mujer se había instalado en el cuarto de invitados, colocando en la mesilla una foto de su ex, al verla me hervía la sangre por su hipocresía, si necesitaba un empujón para mis planes, eso fue suficiente. Se iba a enterar. Me la encontré en la cocina, en plan niña buena estaba cocinando una cena espléndida, como intentando que pensase lo que había perdido mi amigo al maltratarla. Siguiéndole la corriente, tuve que soportar que haciéndose la victima, me contara lo infeliz que había sido en su matrimonio y como la situación llevaba degenerando los últimos tres años, yendo de mal en peor y que la paliza le había dado el valor de dejarle.
-Pobrecita-, le dije cogiendo su mano,-no sé como pudiste soportarlo tanto tiempo. He pensado que para evitar que Miguel te encuentre lo mejor que podemos hacer es irnos unos días a mi finca en Extremadura-.
Su cara se iluminó al oírlo, ya que le daba el tiempo para lavarme el cerebro y que cuando me enterara de lo que realmente había ocurrido, ya estuviera convencido de su inocencia y no diera crédito a lo que me dijeran. Todo iba a según sus planes, lo que no se le pasó por la cabeza es que esos iban a ser los peores días de su vida. Esa noche llamó a sus padres, diciéndoles que no se preocuparan que se iba de viaje y que volvería en una semana.
Nada mas despertarnos, cogimos carretera y manta. Iba vestida con unos pantalones cortos y un top, parecía una colegiala, los largos años de gimnasio le habían conservado un cuerpo escultural, sus pechos parecían los de una adolescente, la gravedad no había hecho mella en ellos, se mantenían erguidos, duros como una piedra, y sus piernas seguían teniendo la elasticidad de antaño, perfectamente contorneadas. Era una mujer muy guapa, y lo sabía, durante todo el camino no paró de ser coqueta, provocándome finamente, sin que nada me hiciera suponer lo puta que era, pero a la vez buscando que me calentara. Sus movimientos eran para la galería, quería que me fijara en lo buena que estaba, que me encaprichara con ella. Nada mas salir se descalzó, poniendo sus pies en el parabrisas, con el único objetivo que mis ojos se hartaran de ver la perfección de sus formas. Poco después, se tiró la coca-cola encima, y pidiéndome un pañuelo se entretuvo secándose el pecho de forma que no me quedara mas remedio que mirar sus senos, que me percatara como sus pezones se habían erizado al tomar contacto con el hielo de su bebida.
Medio en broma le dije que parara, que me iba a poner bruto, a lo que ella me contestó que no fuera tonto, que yo solo podía mirarla como un hermano. Si lo que buscaba era ponerme a cien, lo había conseguido. Mi pene estaba gritando a los cuatros vientos que quería su libertad, ella era conocedora de mi estado, ya que la descubrí mirándome de reojo varias veces mi paquete.
Llegamos a “el averno”, la finca familiar que heredé de mi familia. La mañana era la típica de septiembre en Cáceres, calor seco, por lo que le pregunté si le apetecía darse un remojón en la piscina. Aceptó encantada yéndose a poner un traje de baño, mientras le daba las ordenes oportunas al servicio. Me quedé sin habla cuando volvió ataviada con un escasísimo bikini, que difícilmente lograba esconder sus aureolas, pero que ni siquiera intentaba tapar las rotundas curvas de sus pechos. Si la parte de arriba tenía poca tela, que decir del tanga rojo, que al caminar se escondía temeroso entre sus dos nalgas y que por delante tímidamente ocultaba lo que se imaginaba como bien rasurado sexo. Solo verla hizo que mi corazón empezara a bombear sangre hacia mi entrepierna, y que mi mente divagara acerca de que se sentiría teniendo encima.
Patricia sabiéndose observada se tiró a la piscina, manteniéndose unos minutos dando largos, pero al salir sus pezones se marcaban como pequeños volcanes en la tela. Viendo que me quedaba mirando, sonrió coquetamente, mientras me daba un besito en la mejilla. Tuve que meterme en el agua, intentando calmarme. El agua estaba gélida por lo que me contuvo momentáneamente el ardor que sentía, pero no sirvió de nada por que al salir, la muchacha me pidió que le echara crema en la espalda.
Estaba jugando conmigo, quería excitarme para que bebiera como un gatito de su mano, sabiéndolo de antemano me dejé llevar a la trampa, pero la presa que iba a caer en ella, no era yo. Comencé a extenderle la crema por los hombros, su piel era suave, y estaba todavía dorada por el verano. Al sentir que mis manos bajaban por su espalda, se desabrochó para que no lo manchara, dejando solo el hilo de su tanga como frontera a mis maniobras. Sabiendo que no se iba a oponer, recorrí su cuerpo enteramente, concentrándome en sus piernas, deteniéndome siempre en el comienzo de sus nalgas. Notando que no le echaba ahí, me dijo que no me cortara que si no le ponía crema en su trasero, se le iba a quemar. Fue la señal que esperaba, sin ningún pudor se lo masajeé sensualmente, quedándome a milímetros de su oscuro ojete, pero recorriendo el principio de sus pliegues. Mis toqueteos le empezaron a afectar, y abriendo sus piernas me dio entrada a su sexo. Suavemente me apoderé de ella, primero con timoratos acercamientos a sus labios, y viendo que estaba excitada, me puse a jugar con el botón de su clítoris, mientras le quitaba la poca tela que seguía teniendo.
Su mojada cueva recibió a mi boca con las piernas abiertas, con mis dientes empecé a mordisquearle sus labios, metiéndole a la vez un dedo en su vagina. Debía de estar caliente desde que supo que nos íbamos de viaje por que no tardó en comportarse como posesa, y cogiéndome la cabeza, me exigió que profundizara en mis caricias. Mi lengua como si se tratara de un micropene se introdujo hasta el fondo de su vagina, lamiendo y mordiéndola mientras ella explotaba en un sonoro orgasmo.
Me gritó su placer, derramándose en mi boca, ella estaba satisfecha, pero yo no, me urgía introducirme dentro de ella, y cogiendo mi pene, coloqué el glande en su entrada, poniéndole sus piernas en mis hombros. Despacio, sintiendo como cada uno de los pliegues de sus labios acogían toda mi extensión, me metí hasta la cocina, no paré hasta que la llené por completo. Ella al sentirlo, empezó a mover sus caderas en busca del placer mutuo, acelerando poco a poco sus movimientos. Era una perfecta maquina, una puta de las buenas, pero en ese momento era mía y no la iba a desperdiciar, por lo que poniéndola a cuatro patas, me agarré a sus pechos y violentamente recomencé mis embestidas. Ella seguía pidiéndome mas acción, por lo que sintiéndome un vaquero, agarré su pelo y dándole azotes en el trasero, emprendí mi cabalgada. Nunca la habían tratado así, pero le encantaba, y aullando me pidió que siguiera montándole pero que no parara de pegarle, que era una zorra y que se lo merecía. Su sumisión me excitó en gran manera, y clavándole cruelmente mis dientes en su cuello, la sembré con mi simiente. Eso desencadenó su propia uforia, y mezclando su flujo con mi semen en breves oleadas de placer se corrió por segunda vez.
Agotado me tumbé a su lado en la toalla, satisfecha mi necesidad de sexo, solo me quedaba mi venganza, sabiendo que me quedaba una semana, decidí dejarlo para mas tarde. Ella por su parte, tardó unos minutos en recuperarse del esfuerzo, pero en cuanto su respiración le permitió hablar, no paró, diciendo lo mucho que me había deseado esos años, pero que el respeto a su marido se lo había impedido, y que ahora que nos habíamos desenmascarado quería quedarse conmigo, no importándole en calidad de que. Le daba igual ser mi novia, mi amante o mi chacha, pero no quería abandonarme.
Mi falta de respuesta no le preocupó, supongo que pensaba que me estaba debatiendo entre mi amistad por Miguel y mi atracción por ella, y que al igual que yo, tenía una semana para hacerme suyo. Lo cierto es que se levantó de buen humor y riendo me dijo:
-Menudo espectáculo le hemos dado al servicio-, y acomodándose el sujetador, me pidió que nos fuéramos a vestir, que no quería quedarse fría.
Entramos en el caserío, y ella al descubrir que nos habían preparado dos habitaciones, llamó en plan señora de la casa a la criada, para que cambiara su ropa a mi cuarto. María, mi muchacha, no dijo nada pero en sus ojos vi reflejada su indignación, mi cama era su cama, y bajo ningún concepto iba a permitir que una recién llegada se la robara. “Coño, esta celosa”, pensé sin sacarla de su error. Error de María y error de Patricia, mi colchón era mío y yo solo decidía quien podía dormir en él.
Comimos en el comedor de diario, por que quería la cercanía de la cocina, permitiera a la muchacha el seguir nuestra conversación, y convencido que no se iba a peder palabra, estuve todo el tiempo piropeando a la esposa de mi amigo. Buscando un doble objetivo, el cabrear a mi empleada, y que Patricia se confiara. Nada mas terminar la comida, le propuse salir a cazar, me apetecía pegar un par de tiros de polvora, antes que en la noche mi escopeta tuviera faena. Aceptó encantada, nunca en su vida había estado en un rececho, por lo que recogiendo mis armas, nos subimos al land-rover. En el trayecto al comedero no dejaba de mirar por la ventana, comentando lo bonita que era la finca, creo que sintiéndose ya dueña de las encinas y los alcornoques que veía.
Durante todo el verano mis empleados habían alimentado a los guarros, en un pequeño claro justo detrás de una loma, por lo que sabía que a esa hora no tardarían en entrar o bien una piara, o bien un macho. No se hicieron esperar, apenas tuvimos tiempo de bajarnos cuando un enorme colmilludo, ajeno a nuestra presencia, salió de la espesura y tranquilamente empezó a comer del grano allí tirado. Tuve tiempo suficiente para encararme el rifle, y con la frialdad de un cazador experimentando, le apunté justo detrás de su pata delantera, rompiéndole el corazón de un disparo. En los ojos de Patricia descubrí la excitación del novato al ver su primera sangre, era el momento de empezar mi venganza y acercándome al cadáver del jabalí, saqué mi cuchillo de caza y dándoselo a la mujer, le exigí, que lo rematara.
Ella no sabía que había muerto en el acto, y temiendo que la atacara, se negó en rotundo. Cabreado la abofeteé, diciendo que no se debe hacer sufrir a un animal, por lo que recuperando el cuchillo, le abrí sus tripas sacándole el corazón. Patricia estaba horrorizada por mi salvajismo, por lo que no se pudo negar cuando le ordené que se acercara. Teniéndola a mi lado, le dije que como era su primera vez, tenia que hacerla novia, y agarrándole del pelo, le introduje su cara en las entrañas del bicho. Estaba asqueada por el olor y la sangre, pero la cosa no quedó ahí, y obligándola a abrir la boca le hice comer un trozo del corazón crudo que había cortado.
La textura de la carne cruda le hizo vomitar, solo el sentir como se pegaba a su paladar le provocó las arcadas, pero cuando se tuvo que tragar la carne, todo su estomago se revolvió y echando por la boca todo el alimento que había ingerido. Yo solo observaba. Al terminar, se volvió hecha una furia, y alzando su mano, intentó pegarme. Me lo esperaba, por lo que no me fue complicado el detener su mano, e inmovilizándola la tiré al suelo. Patricia comenzó a insultarme, a exigirme que la llevara de vuelta a Madrid, que nunca había supuesto lo maldito que era. Esperé que se desfogara, y entonces me senté a horcajadas sobre ella, con una pierna a cada lado de su cuerpo, y dándole un tortazo le dije:
-Mira putita, nunca me creí que tu marido te maltratara-, mentira me lo había tragado por completo,- es mas, al ver las fotos tuyas retozando con tu amante, decidí convertirte en mi perrita-.
Dejó de debatirse al sentir como con el cuchillo, botón a botón fui abriéndole la camisa, se paralizó de miedo al recordar como había destripado al guarro con la misma herramienta con la que le estaba desnudando. Realmente, estaba bien hecha medité mientras introducía el filo entre su sujetador y su piel, cortando el fino tirante que unía las dos partes. Su pecho temblaba por el terror cuando pellizqué sin compasión sus pezones erectos. Me excitaba verla desvalida, indefensa. Sin medir las consecuencias, le despojé de su pantalón y desgarrándole las bragas, terminé de desnudarla. Al ver que liberaba mi sexo de su prisión intentó huir, pero la diferencia de fuerza se lo impidió.
-Patricia, hay muchos accidentes de caza-, le dije con una sonrisa en los labios,-no creo que te apetezca formar parte de uno de ellos, ahora te voy a soltar y tendrás dos posibilidades, escapar, lo que me permitiría demostrarte mi habilidad en el tiro, o ponerte a cuatro patas para que haga uso de ti-.
Tomó la decisión mas inteligente, no en vano había estado presente cuando de un solo disparo acabé con la bestia y con lagrimas en los ojos, apoyándose en una roca, esperó con el culo en pompa mi embestida. Me acerqué donde estaba, y con las dos manos le abrí las nalgas de forma que me pude deleitar en la visión de su rosado agujero. Metiéndole un dedo, mientras ella no paraba de llorar comprobé que no había sido usado aun, estaba demasiado cerrado para que alguna vez se lo hubieran roto, saber que todavía era virgen análmente, me encantó, pero necesitaba tiempo para hacerle los honores, por lo que dándole un azote le dije:
– Tu culito se merece un tratamiento especial, y la berrea no empieza hasta dentro de unos días-, me carcajeé en su cara, dejándole claro que no solo no iba a ser la dueña, sino que su papel era el de ser objeto de mi lujuria.
El primer acto había acabado, por lo que nos subimos al todoterreno, volviendo a la casa. Esta vez fue un recorrido en silencio, nunca en su vida se había sentido tan denigrada, era tal su humillación que no se atrevía ni a mirarme a la cara. Yo por mi parte estaba rumiando la continuación de mi venganza.

Relato erótico “Las apariencias engañan: Lucía y Pedro”. (POR MARIANO)

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Las apariencias engañan: Lucía y Pedro.
 
Lucía abrió perezosamente los ojos y miró el reloj eléctrico sobre su mesita de noche. Con dificultades por la somnolencia en la que aún estaba sumida comprobó que ya habían pasado quince minutos desde que sonara el despertador.
 
Durante unos segundos meditó la posibilidad de alargar ese maravilloso sopor al que solía acogerse todas las mañanas al despertar, pero la idea fue fugaz. Había un montón de cosas por hacer ese día y, aunque sabía que Pedro se iba a ocupar de casi todo, era consciente de que ciertas tareas solo podía hacerlas ella.
 
Torpemente se puso en pié y tiró de las cortinas para iluminar la habitación. Cuando sus ojos se habituaron a la cascada de luz observó su cuarto de toda la vida semivacío y un leve sentimiento de nostalgia le invadió. La mayoría de sus pertenencias ya estaban en lo que iba a ser su nueva casa, aunque aún iban a pasar unos días antes de ocuparla. Había sido duro el traslado pero Pedro y su hermano se habían encargado casi por completo de ello.
 
Quedaba algo de ropa en el armario y un leoncito amarillo de peluche que conservaba desde que era niña y que, pese a los años transcurridos, mantenía un aspecto impecable.
Eso sí, aún estaba ahí su ordenador personal, uno de los pocos caprichos que se había podido permitir desde que cuatro años antes se pusiera a trabajar en la fábrica para apoyar económicamente a su familia, y que le permitía comunicarse con Estrella, su gran amiga y confidente.
 
Hacía tres años que Estrella había abandonado el pueblo en el que ambas habían compartido su infancia y juventud. El espíritu inquieto de su amiga y las disputas familiares que, sobretodo tras la muerte de su padre, mantenía de continuo con su madre, una mujer exuberante y de vida disipada y libertina, le habían hecho abandonar el pueblo natal para desplazarse primero a la capital y posteriormente a Londres donde actualmente vivía. Allí se había buscado la vida dignamente encontrando trabajo en una tienda de modas y alojamiento junto con otras dos chicas, una venezolana y otra italiana, en un piso alquilado.
 
A Lucía le apenaba que las obligaciones laborales y la distancia hubieran impedido a su gran amiga acompañarle ese día. Se detuvo ante la pantalla de su ordenador dudando en encenderlo y releer el contenido del mensaje que Estrella le había mandado el día anterior: un chiste muy malo, un par de anécdotas de sus compañeras de piso, muchas palabras de ánimo para el futuro y sobretodo su última locura nocturna en la capital británica.
 
Apenas se había alejado dos pasos de la mesa cuando se detuvo y volvió a ella decidiendo finalmente abrir de nuevo el último E-Mail que había recibido de Estrella. El chiste y las vivencias de las dos chicas que vivían con ella los ojeó muy deprisa, casi sin mirar, sonriéndose. Luego leyó un par de veces, conteniendo a duras penas las lágrimas por la emoción, las felicitaciones y manifestaciones de sincero convencimiento por parte de la amiga de que todo le iba a ir muy bien con Pedro.
 
Una vez recuperado el sosiego se dispuso a repasar la última parte del mensaje de su amiga. Un ligero estremecimiento recorrió su cuerpo antes de comenzar la lectura y es que Estrella tenía el don especial en sus narraciones de hacerle sentir casi como propias todas sus locas aventuras sexuales. En realidad Estrella siempre se había caracterizado por su abierta inclinación a todas las manifestaciones del sexo.
 
Lucía recordó como con catorce o quince años, estando en casa de su amiga, ésta las había conducido a ella y a Elisa, otra amiga, al dormitorio de su madre para mostrarles el curioso juguete que guardaba en su armario, un pene de plástico cuyas dimensiones dejó a ambas perplejas al nacerles la incertidumbre de que en la realidad pudieran alcanzar semejante tamaño. Estrella se había puesto a juguetear en guasa con el instrumento haciéndolo resbalar repetidamente por su cuerpo mientras simulaba un baile erótico que culminó con un beso en la punta del magnifico pene. En ese momento, con sus labios apoyados sobre el juguete y viendo la estupefacta expresión del rostro de sus dos amigas que la contemplaban, había estallado en grandes carcajadas a las que se unieron rápidamente las risas de Elisa y las suyas propias.
 
Luego el instrumento empezó a pasar de las manos de una amiga a la de otra y las risas se multiplicaban en cada postura erótica adoptada. Lucía recordaba como se le quedó grabada la tersura casi humana de ese plástico con el que estaba confeccionado el juguete sexual.
 
Unos días después, al salir del instituto Estrella volvió a reunirlas en las afueras del pueblo para mostrarles un nuevo hallazgo, una revista guarra. Su amiga comenzó a hojear las páginas y se sucedieron las fotos que mostraban las inimaginables cosas que se podían hacer con un hombre o incluso con más de uno a la vez. Estrella no paraba de alabar las excelencias del sexo y proclamaba abiertamente su predisposición a probar todo lo que allí se exponía y aún más. Lucía, por el contrario, experimentó en ese momento una repulsión generalizada hacia semejantes actos de copulación antinatural y de grupo, por no hablar de las escenas finales en las que los protagonistas masculinos depositaban su semen en cualquier lugar menos donde realmente debían.
 
Lucía iba a comenzar a leer la última parte del mensaje de Estrella cuando oyó las voces de su madre instándola a apresurarse. De mala gana apagó su ordenador y se dirigió al único cuarto de baño que había en la casa, para ducharse.
 
Mientras se enjabonaba, su mente no pudo evitar volver al relato de la noche loca de su amiga.
Estrella había salido de la tienda junto con otra compañera de trabajo y, tras cenar, las dos se fueron a un conocido pub de la city. La amiga le decía que se había enrollado con un chico guapísimo, alto y rubio de ojos azules. Lucía siempre dudaba de la veracidad de las descripciones de los amantes de su amiga, pero le daba igual, porque nunca veía en ello un intento de pavonearse por sus conquistas.
 
El príncipe rubio la había invitado a su casa y ella por supuesto no se había opuesto. Mientras él conducía ya se exploraron mutuamente por encima de la ropa, ella con las dos manos y él con la única que la permitía la conducción. El recorrido por el cuerpo musculoso del chico le permitió comprobar la excitación de éste cuando le alcanzó con sus manos el sexo que por la erección provocaba un notable abultamiento en sus pantalones. Estrella también estaba caliente, como pudo comprobar el chaval cuando tras acariciarle los muslos había subido una de sus manos a su pubis para constatar la humedad sexual concentrada en sus bragas. Ella se lanzó directamente a liberar la henchida verga del chico de la opresión de los pantalones, estudiando la posibilidad de hacer algo mas con ella, pero él le retuvo las manos ansiosas dándole a entender que no había prisa.
 
Ya en la casa del apuesto chaval los dos se lanzaron a tumba abierta a gozar del placer desnudando sus cuerpos y dando rienda suelta inicial a todo tipo de caricias. Las manos primero, luego los labios y finalmente las lenguas se entretuvieron en obtener y dar el placer de acariciar la piel desnuda hasta quedar ambos en posición invertida, ella encima de él, devorando cada uno el sexo del otro hasta degustar el resultado del frenesí final alcanzado por ambos.
 
Recordando las andanzas de su amiga Lucía ni se había percatado que sus manos estaban recorriendo su propio cuerpo bajo el agua templada de la ducha, como si fueran las del rubio chaval del que su amiga había disfrutado un par de noches antes.
 
Seguía rememorando el relato de Estrella que le describía cómo tras el natural reposo ambos habían reiniciado las caricias besándose ardientemente y recuperando el deseo de sentirse de nuevo unidos el uno al otro, y cómo durante buena parte de la noche ella había sentido como él la penetraba con su verga de cien maneras distintas llevándola al cielo en mas de una ocasión hasta que él consumó su propio placer dentro de ella
 
La placentera sensación que Lucía sentía mientras se acariciaba su sexo imaginando la escena de su amiga fundida sexualmente con su conquista londinense, se truncó con dos fuertes golpes en la puerta del baño. Su madre le reiteraba de nuevo que iba a llegar tarde a la prueba de maquillaje, primera de sus obligaciones en ese día tan especial para ella.
 
Aunque ya no le repugnaban las tórridas escenas sexuales de aquella primera revista, que su amiga le contaba haber realizado con todo lujo de detalles más de una vez, Lucía se sentía incapaz de ponerlas en práctica.
 
Un año antes de empezar a salir con Pedro había tenido un primer contacto amoroso con un chico que había conocido en una discoteca de un pueblo cercano al suyo. El buen saber estar del chaval, guapo y divertido, y las palabras obscenas de ánimo de su amiga Estrella la estaban convenciendo de aventurarse hacia lo desconocido.
 
Una última copa en el momento justo terminaron de vencer su natural reticencia y llevada de la mano del chico se encontró en un rincón oscuro de la discoteca. Aceptó con gusto besarse con él en la intimidad del escondido lugar, pero se le hacía difícil dejarse tocar por las ansiosas manos del chaval.
 
Cuando éstas le subieron la falda lo suficiente para poder tomar posesión de su sexo, Lucía ya comenzó a dudar en seguir adelante, y cuando el chico se afanó aun más abiertamente para primero acariciarle por encima de las bragas y deslizar después dos de sus dedos por el extremo de éstas deslizándose por su vello púbico hasta alcanzar su mas íntimo recodo, ella no pudo soportarlo y separándose bruscamente se alejó de allí sin dar explicaciones ni a su sorprendido amante ni a su propia amiga que estaba a lo suyo con uno de los amigos de él.
 
Una vez fuera de la discoteca y recuperada la calma se dio cuenta de que, pese a sus propias objeciones, el episodio la había extrañamente excitado y notó en su entrepierna la misma humedad que debió haber sentido en sus dedos el pobre chaval, y se culpó de haberle dejado, como a ella misma, en esa situación en la que se mezclaban la confusión y la frustrada excitación.
 
Sus pensamientos volvieron a Pedro, que le había demostrado en los tres años que llevaban saliendo juntos un cariño y una ternura que la llenaban plenamente sin tener que adentrarse, tal vez afortunadamente, en los obscuros secretos del sexo.
Tras unos primeros meses en los que la relación sentimental se basó más en largas conversaciones que en gestos amorosos, llegaron los primeros besos y las púdicas caricias que Pedro le prodigaba con repetida constancia.
 
Lucía esperaba que tarde o temprano él se aventurara mas allá en sus manifestaciones sexuales, aunque ella tampoco tenía mucha prisa en ello y eso que su amiga del alma, como no podía ser de otro modo, la empujaba continuamente, en sus misivas o por teléfono, a que tomara ella misma la iniciativa.
 
De hecho un día, apenas un mes antes, en el interior del coche de Pedro, éste, mostrándose extrañamente acalorado en sus caricias, le había comenzado a recorrer bajo las ropas zonas de su cuerpo que hasta ese momento permanecían inexploradas. Lucía se sintió gratamente sorprendida por el atrevimiento de su chico y dejándose llevar comenzó a experimentar esas sensaciones de placer que ya conocía.
 
Intentando corresponder, siguió los consejos de su amiga y ella misma adentró sus ligeras y femeninas manos bajo la camisa de él, acariciándole el torso y las tetillas, para luego ir mas abajo en busca de su virilidad. Llegó a desabrocharle la cremallera del pantalón y consiguió introducir sus manos por debajo del slip degustando entre sus dedos el crecido pene que tembló al contacto de éstos.
 
Fue en ese momento cuando Pedro le cogió la mano y tras retirarla de su apreciado aposento, frenó sus propias caricias y con un dulce beso en la boca dio por concluido el paseo por el más allá del sexo que ellos mismos se habían tácitamente impuesto, dejando a Lucía perpleja y en cierto sentido culpable, sin saber muy bien la causa, de lo que había pasado. No hubo palabras sobre el hecho y todo continuó siendo como antes.
 
Lucía sabía que esa noche los dos iban a tener que ir mucho más allá en el amor aunque desconocía hasta donde serían capaces de llegar. Mirándose desnuda en el espejo, tras la dilatada ducha, se sintió hermosa: su pelo corto y oscuro, sus ojos castaños, de cejas densas pero bien arregladas, la nariz recta a juego con los rasgos generales de su rostro y la boca de labios rosados y no demasiado anchos. Un lunar de pequeñas dimensiones bajo uno de sus ojos junto a la nariz daba a su cara un toque peculiar que se acrecentaba cuando al sonreír se le marcaban los hoyuelos en los pómulos.
 
A sus veinte años su cuerpo, aún esbelto, le resultaba algo delgado y sus pechos pequeños, aunque firmes y de puntiagudos pezones. El triángulo de su sexo aparecía bien marcado por una estrecha y alargada mata de pelo que ella se encargaba regularmente de mantener alejada de las ingles utilizando sus pinzas de depilar.
 
Los nuevos gritos de su madre delataban ya la desesperación. Lucía se percató de lo tarde que era y decidió no pensar mas en el pasado y dedicarse de lleno a su futura vida en común con Pedro. Cuando salió del baño le guiñó un ojo a su enfadada mami y le envió un beso al aire. Después, sonriendo, volvió a su cuarto para vestirse y empezar a disfrutar de ese hermoso día.
 
 
* * * * *
 
Pedro no recordaba el sueño que le había hecho despertarse sobresaltado. A decir verdad no estaba ni tan siquiera seguro de que hubiera sido un sueño. En los últimos días siempre había apagado el despertador mucho antes de que éste cumpliera su misión, pero ese día le pareció especialmente temprano. Encendió la lamparita de noche que colgaba de la cima del cabecero de su cama y comprobó con malestar que en efecto aún no eran ni las 6 de la mañana y que faltaban más de dos horas para el momento en que se había propuesto ponerse en pie.
 
Se incorporó de la cama y se dirigió al baño a orinar regresando luego a su cama con el firme propósito de aprovechar durmiendo el tiempo que aún le quedaba antes de levantarse. Quería dejar la mente en blanco, pero pese a sus esfuerzos, un torbellino de pensamientos se le venía a la cabeza. Cuando finalmente se convenció de que iba a serle imposible conciliar el sueño decidió aprovechar para repasar todo los acontecimientos del día siguiente.
 
A las nueve de la mañana tenía que acercarse a la iglesia. Don Cristóbal, el cura, le había pedido que se acercara para concretar los últimos preparativos de la ceremonia litúrgica. Pedro sabía que esa no era la intención del viejo clérigo, sino la de sermonearle una vez mas sobre las excelencias del matrimonio y su obligación de estar siempre con su futura mujer, de cuidarla y, por supuesto, de no serle jamás infiel.
 
Pedro ya había escuchado reiteradamente todo eso en los últimos meses. El cura visitaba con frecuencia la casa paterna no solo por la amistad que mantenía con su padre desde que eran niños sino, sobretodo, por el apoyo financiero que éste ofrecía a la económicamente mal nutrida parroquia de la localidad. Tampoco le importaban demasiado las peroratas de Don Cristóbal con cuyo mensaje, por otra parte, estaba totalmente de acuerdo y convencido de poder cumplir a rajatabla.
 
La floristería era el siguiente lugar al que debía acudir con el fin de pagar las flores que iban a adornar la iglesia. Lucía, con el gusto que solo una mujer podía tener, había elegido básicamente rosas, belladonas, orquídeas y lirios.
 
Necesitaba después un ratito para saludar a Antonio, su entrenador de fútbol, al que una inoportuna, aunque no grave enfermedad, le iba a impedir asistir a la ceremonia. Pedro siempre había sido un buen deportista aunque algo endeble muscularmente. Antonio le había convencido para visitar con frecuencia el gimnasio que él mismo regentaba y, como en todo lo que hacía, Pedro se lo tomó bien en serio acudiendo tres días en semana. Apenas un año después de iniciar sus ejercicios gimnásticos podía ya presumir de haber desarrollado un cuerpo más atlético y vigoroso.
 
Los preparativos finales del banquete también le iban a llevar parte de la mañana. El convite se iba a celebrar en el gran jardín de su casa donde, al estilo americano, ya se había instalado una carpa, pero las mesas de los invitados aún se agolpaban en la entrada a la espera de ser colocadas cada una en su sitio. Pedro tenía anotado en un folio la situación y composición de cada mesa, pero lo había estudiado tantas veces junto a Lucía que en su mente se dibujaba perfectamente la estructura final del lugar de celebración.
 
Lo que mas le incomodaba de todo era tener que acudir también esa mañana a la fábrica. Su padre le había comentado la noche anterior que había surgido un problema que solo él podía solucionar y que no le llevaría mucho tiempo. De nada sirvió protestar y exponerle al padre el significado del día que ya comenzaba a despuntar. Los trabajos informáticos efectivamente eran su tarea fundamental en la empresa que su padre había construido con esfuerzo y dedicación y que habían convertido a su familia en una de las más ricas del pueblo.
 
Pedro recordó como se inició en esa actividad. Cuando tenía doce años lo único que le interesaba era jugar con los chicos de su edad, quedando los estudios en un segundo lugar y sus malas calificaciones más de una vez le supusieron un serio castigo.
 
Sin embargo el día en que su hermano mayor abandonó el hogar le regaló una extraña consola de juegos que había desempolvado de algún lugar de su habitación. El chisme se conectaba a la televisión pero para jugar se utilizaba una casete como las de música que emitía unos ruidos insoportables antes de poner en marcha el juego.
 
Su hermano le mostró un juego en el que había que desplazar una nave de izquierda a derecha para evitar que unos meteoritos impactaran contra ella. Cuando Pedro le indicó que era muy simple en comparación con los juegos de su videoconsola, su hermano le miró con aire desafiante y pulsó un par de teclas hasta que unas líneas de números y letras aparecieron en la tele. Después modificó un par de líneas y le devolvió el control a Pedro instándole a jugar de nuevo. La velocidad y número de meteoritos se había incrementado de tal manera que aquello no había quien lo controlara.
 
Pedro consiguió que su hermano le explicara qué había hecho y él mismo empezó a adentrarse en el lenguaje Basic de ese simple jueguecillo. Desde entonces se apasionó por el mundo de los ordenadores, los estudió y ahora manejaba todos los temas informáticos de la empresa paterna.
 
A medida que repasaba sus quehaceres matutinos y se acercaba la hora de incorporarse de la cama, Pedro se sentía cada vez mas inquieto. Intentaba echar la culpa de su nerviosismo a la amplia y variada programación del día de su boda, pero internamente sabía que el origen de esa inquietud radicaba e su propia relación con Lucía, su futura esposa.
 
La había conocido en la fábrica donde ambos trabajaban. Un día en el que se acumulaba los problemas en la red de ordenadores de la empresa, bajó a desayunar a la cafetería mas tarde de lo habitual. Era la hora del desayuno de los operarios de la fábrica y para él resultaba desconocido el gentío y desfile de batas de colores allí existente en ese momento.
 
En una de las mesas más cercanas a donde él había conseguido sentarse, observó a cuatro chicas bastante jovencitas que conversaban animadamente. Ninguna le llamó inicialmente la atención hasta que alguna dijo algo que las hizo reír. Entonces sí que le llamo la atención la sonrisa de una chica morenita de pelo corto, una sonrisa franca y limpia adornada por unos preciosos hoyitos en sus mofletes. Hasta que se terminó su pulguita de atún y su café Pedro estuvo observando, con algo de disimulo para no ser descubierto, a aquella chica cuyo rostro, de momento le había hechizado.
 
Su hora de desayuno se retrasó a partir de ese día para poder coincidir con ella. En los días siguientes siguió observándola de soslayo, y se fue prendando no solo de rostro, sino de sus gestos, de su modo de caminar, de su bata de trabajo azulona y hasta de lo que aún no conocía de ella pero podía imaginar.
 
Por supuesto que no comentó nada a ninguno de sus compañeros de trabajo y amigos más cercanos. Siempre había sido muy reservado con sus amigos a la hora de entrar en detalle sobre sus sentimientos amorosos. Incluso cuando en las habituales tertulias se hablaba de sexo, por lo general él se escondía de la conversación y sus escasas intervenciones solían acabar, incluso sin motivo alguno, con un enrojecimiento general de su rostro que solo su rizada barba y bigote dorados conseguían parcialmente ocultar.
Afortunadamente ninguno de sus amigos se aprovechaba de su natural timidez ante todo lo relacionado con el amor y sexo. Cuando alguno de ellos le instaba a echarse novia o a tirarse una canita al aire, él les decía que no lo necesitaba y que todo lo haría cuando encontrara y se casara con la mujer de su vida. Bien porque realmente creían sus explicaciones, o solo por no incomodarle, ninguno de ellos se metía con su evidente mojigatería y, como mucho, bromeaban compadeciendo a esa mujer por lo que pudiera pasarle el día que él se soltara.
 
En realidad Pedro no desechaba el amor y el sexo, ni mucho menos, simplemente tenía miedo a no saber encarar correctamente una relación con una mujer y, especialmente, a recibir una respuesta negativa de ésta. Recordaba como a los 18 años, unos chicos de su pandilla le convencieron para ir con ellos a un club de carretera cercano a su pueblo natal. Mientras se dirigían allí su mente comenzó a cavilar sobre lo que se encontraría al entrar en el tugurio, y sobre lo que debería hacer si, como parecía inevitable, se le acercaba alguna de las chicas del club, y eso le puso casi enfermo.
 
Su inútil arrepentimiento no iba a sacarle de esa situación, pero por suerte para él, cuando llegaron allí uno de los cuatro amigos decidió no entrar y Pedro se ofreció gustosamente a acompañarle. Los dos se quedaron en el coche, en silencio, esperando el regreso de los otros dos. La espera fue demasiado breve, sobretodo teniendo en cuenta todo el provecho que decían haber sacado al tiempo los dos valientes y presumidos amigos.
 
Pedro volvió a recordar la cafetería de la fábrica y el día en que, como de costumbre, espiaba a su amor platónico. En un momento dado una de las compañeras de ella se percató de la directa atención que él la prestaba, y emocionadamente le susurró algo en los oídos. Muchos de los trabajadores de la empresa sabían que él era el hijo del dueño y Pedro estaba convencido de que ese era el mensaje que estaba recibiendo la chica de sus sueños. Con una clara mirada de incredulidad ella fijó su vista en él y le envió una sonrisa que, además de ruborizarle, le desarmó por completo.
 
Dos días más de escondidas miradas cómplices le convencieron de dar el paso que jamás había imaginado ser capaz de afrontar. Aprovechando un momento de despiste de las amigas la invitó a un café a la salida del trabajo. La contestación afirmativa de Lucía, acompañada de esa preciosa sonrisa, provocó que también se enamorara de su voz y, lo más importante, que se revitalizara su deteriorada autoestima en lo que al amor se refería.
 
A partir de entonces se sucedieron los encuentros y con el pasar del tiempo llegó a alcanzar con ella el grado de confianza suficiente para atreverse a plantearle formalizar su relación, algo que Lucía aceptó encantada y que además tranquilizó a los padres de Pedro que empezaban a inquietarse ante la astenia amorosa de su hijo menor.
 
Pedro reconocía que su noviazgo se asentaba en una buena compenetración entre ambos, con conversaciones variadas y buenas dosis de humor. Sin embargo su temor a la posible reacción de ella ante cualquier tipo de manifestación puramente sexual, incluso la más liviana, alimentaban la existencia de un total desconocimiento mutuo de la actitud de cada uno de ellos en esa parcela.
 
Pedro ponía todo su afán en mantener viva la relación a través de todo tipo de detalles y manifestaciones de tierno cariño hacia ella, considerando que incluso su “castidad” contribuía a enriquecerla.
 
Su buen hacer pudo estropearlo aquel día en el que al salir de la fiesta de cumpleaños de su compañero Ángel se sentía extrañamente desinhibido, posiblemente por llevar unas copillas de más. Mientras la acariciaba y besaba tiernamente en la boca, algo en su interior le animó a romper los límites y se atrevió a meter una de sus manos por el escote del jersey de pico que Lucía vestía. La sensación que le produjo sentir la suave piel desnuda de ella no hizo sino acrecentar sus reprimidos deseos y dejándose llevar le acarició los pechos primero por encima del sujetador y luego directamente sobre ellos constatando como los puntiagudos pezones se erizaban al contacto de sus dedos.
 
Embriagado por la excitación, casi ni se había percatado de que se besaba con su novia con una pasión hasta entonces desconocida y de que una de sus manos se había adentrado bajo las ropas en lo más recóndito del cuerpo de ella, cuando notó como Lucía también iniciaba su propia exploración en el torso de él, bajo la camisa, para luego apoyar una de sus manos sobre su entrepierna recorriendo con sus dedos toda la longitud alcanzada por su crecido miembro. La intensidad de su placer alcanzó el punto más álgido cuando ella, sorprendentemente, se las ingenió para atravesar las barreras de sus pantalones y slip y, apoderándose de su pene, le acarició con dos de sus dedos el babeante glande.
 
Lleno de confusión y contemporánea excitación, Pedro se dio cuenta de que con poco que ella siguiera maniobrando iba a mancharla y ante esa cruel posibilidad abandonó sus propias caricias en el sexo de ella, le sacó la atrevida mano de su pene a punto de explotar, entrecruzándole los dedos como cuando caminaban en el parque. Tras darle un dulce beso en los labios arrancó el coche deseando estar solo cuanto antes para poner en orden sus pensamientos.
 
Desde ese día su absurdo miedo a un posible rechazo de ella se convirtió en un temor, no sabía si igual de absurdo, a no estar a la altura esperada el día en que inevitablemente tuvieran que adentrarse en los misterios del sexo.
 
Y ese día acababa de llegar, le anunció el despertador sacándole de sus últimas y mas preocupantes reflexiones.
 
 
* * * * *
 
Pedro, molesto con sus compañeros de trabajo, les había abroncado delante de todos los invitados. Aunque sabía que era un gesto tradicional no le había gustado la permanente insistencia de aquellos en quitarle la corbata para cortarla en trocitos y subastarla entre los invitados. Finalmente lo habían conseguido, pero, a su entender, demasiado pronto, aún faltaban las fotos del baile y él no podía aparecer en ellas con chaqueta y la camisa desnuda.
 
Mientras subía por la escalera culpó a los nervios, que le acompañaban desde la mañana, de su fácil irascibilidad y decidió poner todo su empeño en disfrutar del resto de la fiesta. Agradeciendo la suerte de haber hecho la celebración en el hogar paterno, se dirigió a su dormitorio con objeto de buscar entre sus ya escasas ropas una corbata que le ayudara a salir dignamente del paso.
 
Al entrar en su cuarto escuchó unos ruidos en el aseo contiguo. Cuando abrió la puerta se topó con la imagen de una mujer agachada sobre el lavabo. Llevaba una falda azul turquesa aterciopelada pero su espalda apenas aparecía cubierta por el tirante del sujetador. La blusa turquesa que debía completar el vestuario estaba entre las manos de la mujer que, percatándose de la presencia de él, se giró y le explicó que estaba intentando limpiar una inoportuna mancha sufrida durante el brindis por los novios.
 
Pedro ni llegó a escuchar los motivos de aquella intrusión. Al girarse la mujer había puesto ante sus ojos unos enormes pechos que, aún suficientemente recogidos en el sostén blanco, dejaban al descubierto buena parte de sus carnes. Sujeto al marco de la puerta él permanecía callado, admirando la voluptuosidad de aquellos senos y deseando irracionalmente liberarlos. Como si le leyera el pensamiento ella, dándose cuenta del efecto producido, soltó la prenda que los encerraba exponiendo todo lo que él deseaba ver. Pedro contemplaba, ya al desnudo, esas voluminosas tetas, algo caídas por el peso, pero suficientemente firmes, y coronadas por unas no menos grandes aureolas en cuyo centro apenas sí se conseguían distinguir los pezones.
 
Hipnotizado por la visión, Pedro se encontró de repente empujado sobre su cama y con aquella mujer con sus rodillas plantadas a ambos lados de su cintura, moviendo sensualmente sus globos mamarios y acercándolos a su cara. Sabía que debía parar aquello pero no encontraba el modo de sustraerse a la excitación que aquella mujer le estaba provocando. Perdió toda resistencia cuando uno de los pezones cayó apoyado sobre sus labios y, como un bebé hambriento, aferró su boca a él chupándolo y lamiéndolo mientras sus manos asían los dos pechos atrayéndolos aún más, como queriendo evitar que ella pudiera quitarle semejante manjar.
 
 
* * * * *
 
Lucía seguía recibiendo toda clase de cumplidos de los invitados. La boda estaba cubriendo, con nota, todas sus expectativas y se sentía la protagonista principal del acontecimiento. Tenía tal alegría que, incluso cuando se acordaba del error cometido por Pedro en la ceremonia de la iglesia aturullándose al pronunciar una de las consabidas frases, le daban ganas de reír.
 
En uno de los pocos momentos en que dejó de recibir atenciones se le acercó el maestro de ceremonia para advertirle que en apenas un cuarto de hora debía empezar el baile. El carrusel de personas a su alrededor le había hecho olvidarse por completo de Pedro después de la trifulca de éste con los amigos, pero el baile debía empezarlo lógicamente con él. Tras otear sin éxito entre las mesas y los invitados preguntó a los más allegados si sabían de él. A la cuarta o quinta tentativa le informaron haberle visto entrar a la casa.
 
Extrañada de que su meticuloso y previsor recién esposo pudiera cometer el desliz de desatender a los invitados, aún estando molesto por la tontería de la corbata, se adentró en la gran casa. Su intuición femenina le llevó en primer lugar ya directamente al dormitorio de él y conforme se acercaba se extrañó por los suspiros y gemidos que se escuchaban al final del pasillo y que procedían del cuarto de Pedro.
 
Su extrañeza se tornó en sorpresa cuando, acechando cuidadosamente por la puerta entreabierta, contempló a Irene, la madre de su amiga Estrella, e invitada a la boda como acompañante de un amigo del padre de Pedro, jadeando de rodillas sobre la cama con el torso desnudo, el oscuro y rizado pelo agitándose al aire y cabalgando sobre el rostro de un hombre al que inicialmente no pudo reconocer por estar su cara escondida bajo la falda turquesa de la mujer.
 
Una vez analizada la figura emergente de ella, Lucía se concentró en el hombre sin rostro que, boca arriba, yacía sobre la cama con las manos bien aposentadas sobre las nalgas de Irene. Un rápido estudio fue suficiente para que se le hiciera un nudo en el estómago y tuviera que agarrarse, para no caerse, al pomo de la puerta del dormitorio que indiscretamente había violado con su mirada. No había duda, aquel era Pedro, su Pedro, las ropas y las manos le delataban, y le estaba comiendo el coño a esa guarra, a la madre de su mejor amiga.
 
Tras unos breves instantes en los que, incrédula, no pudo apartar la vista del caliente espectáculo que se le ofrecía, su opresión en el estómago se acrecentó a un límite tal que le obligó a acudir al baño del dormitorio del hermano mayor al que llegó a duras penas antes de dejar allí el postre con el que había finalizado el festín nupcial.
 
 
* * * * *
 
Ella había deslizado su cuerpo al compás de sus rodillas recorriendo su torso de abajo a arriba con el borde de la falda turquesa. Pedro, pesaroso por haber perdido de vista los excitantes pechos que con ansia se comía, tenía ahora sobre su cara el regazo de ella.
La mujer se subió la falda, mostrándole la ausencia de bragas, y tras sujetarla sobre la cintura dejó caer suavemente su cuerpo hasta enmarañar el denso y negro vello púbico que cubría su sexo con los cortos rizos dorados de la barba y bigote de él.
 
Pedro se encontró de golpe con su boca en contacto con los húmedos y salados labios sexuales de ella. Luego sintió la falda caer sobre su rostro, y en la casi total oscuridad, apenas matizada de azul, se concentró en llenarse del aroma cálido, húmedo y penetrante que el ardiente sexo de la mujer desprendía.
 
Besó y lamió la totalidad de la raja que ella generosamente le ofrecía moviéndose de arriba a abajo sobre su boca, sintiendo con orgullo como conseguía extraerle tempranamente el licor del éxtasis.
 
* * * * *
 
Sintiéndose algo mejor, Lucía intentaba reflexionar sobre la situación. Movida por la ira, su primera e impulsiva idea fue bajar al jardín y hacer público lo que estaba ocurriendo en el dormitorio contiguo.
 
Después su mente se centró en Pedro y no pudo evitar contener las lágrimas ante la traición a la que la estaba sometiendo. Conocía la mojigatería de su ya marido y además estaba segura de que Irene era una absoluta desconocida para él. Su impensable comportamiento esa noche debía tener una explicación aunque jamás justificable
 
Conforme cavilaba se dio cuenta de que lo que mas le dolía no era tanto el hecho de que estuviera con esa mujer, sino que en los años que llevaban de noviazgo jamás se hubiera atrevido a aventurarse en el sexo con ella de esa forma.
 
Su mente volvió a revivir la escena de su marido subyugado por el sensual cuerpo de Irene y comprobó con sorpresa que en el fondo deseaba estar en el lugar de ella, y que pensar en ello incluso le producía ciertas vibraciones más abajo del estómago.
 
Con ese torbellino de pensamientos y sensaciones en su cuerpo, Lucía no pudo evitar volver al escenario de la infidelidad y comprobar hasta donde era capaz de llegar su esposo.
 
 
* * * * *
 
Pedro estaba a punto de derramarse en el interior de la boca de la mujer que, obtenido su placer, parecía querer recompensarle con idéntico trato en su erecto miembro viril.
 
Pese al gozo que estaba recibiendo de la experta lengua de aquella mujer, su mente pugnaba entre seguir adelante o acabar con aquello y reservar ese mágico momento del orgasmo para Lucía. Por suerte para él, ella abandonó su presa y con una hábil maniobra en la base de su pene impidió lo que ya le parecía, por desgracia, inevitable. Después se incorporó y le ofreció un nuevo y más excitante habitáculo para su atribulada verga.
 
 
* * * * *
 
Lucía contemplaba, ya presa de su propia excitación, los últimos momentos de aquella impensable cópula. Irene se movía con frenesí sobre la polla de Pedro en cuyo rostro Lucía podía, o mejor aún quería, percibir un conflicto de sentimientos a caballo entre la culpabilidad y el absoluto disfrute sexual.
 
La madre de su amiga Estrella dejó de moverse justo en el momento de dar rienda suelta al mayor de sus placeres con un ronco y glorioso grito. Rápidamente se ajustó de nuevo las ropas y salió de allí, apenas un instante después de que Lucía hubiera abandonado su mirador, y dejando a Pedro tumbado sobre la cama y de nuevo al borde de culminar su propio placer.
 
 
* * * * *
 
Pedro se levantó con el fuerte temblor de piernas provocado por la alucinante situación que acababa de vivir. Como en un malévolo carrusel sus miedos habían cambiado de nuevo de dirección. Ya no temía fallarle sexualmente a su esposa, había colmado por dos veces a su improvisada profesora de sexo resistiendo estoicamente sin venirse él. Ahora le espantaba la reacción de Lucía cuando le contara, y pensaba hacerlo, lo que acababa de sucederle. Era consciente de que podía perderla, pero también sabía que no podía iniciar su matrimonio ocultándoselo.
 
Se llevó un gran susto cuando al salir se encontró a su esposa de pie sobre el último peldaño de la escalera que daba acceso a los dormitorios y escrutándole con la mirada.
 
Lucía se percató de la obvia turbación de su marido. Sin poderla mirar a los ojos, él se le acercó y con un hilo de voz le dijo que tenían que hablar. Ella, con una pícara sonrisa le contestó que por supuesto, que lo harían más tarde.
 
Mientras bajaban por la escalera de nuevo al jardín, Lucía se repetía a si misma “Por supuesto que hablaremos, mi amor, pero antes tenemos que hacer muchísimas cosas esta noche”.
 
 
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Relato erótico: “En mi finca de caza (2.- María la consuela)” (POR GOLFO)

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Aparqué el todoterreno en la puerta del caserio, Patricia se quedó sentada cuando abrí la puerta. Estaba como ida, por su mente pasaban imágenes de cómo había abusado de ella en la cacería, y temía entrar en la casa, sabiendo que su escarmiento no había hecho mas que empezar. No me importó que se quedara, el estar sola le serviría para que asimilara lo ocurrido, asumiendo el papel que le tenía reservado.
María, la criada, me abrió al ver que me dirigía a la entrada. Llevaba conmigo seis años y me conocía perfectamente, sabía por el brillo de mi mirada que algo había pasado en el campo. Sus sospechas quedaron confirmadas en cuanto vio que la muchacha no salía detrás de mi corriendo, por eso no le extrañó el oirme decir que se ocupara de ella, que la quería bañada y peinada en una hora.
Obedientemente, sacó a la mujer del coche, y ayudándola a caminar, la subió al cuarto de invitados, dejándola en la cama, mientras preparaba la bañera. Desde el baño, no paraba de escuchar los lamentos de la mujer que solo dos horas antes ya se creía la dueña de la finca. Aunque entonces le había caído mal, no pudo mas que apiadarse de su situación, ella también había pasado por ello, por lo que conocía en carne propia lo que significa el ser usada.
Comprobando que el agua estaba a la temperatura ideal, fue a por la muchacha, y tiernamente empezó a desnudarla, comprobando que estaba llenas de arañazos, como si se hubiera tropezado, y las zarzas tan comunes en esa zona, le hubieran ocasionado esos cortes, pero en su interior supo que eran producto de mi lujuria. La muchacha se dejó hacer, era una muñeca rota, la altanería con la que le había tratado anteriormente, había desaparecido totalmente, y solo se quejó cuando la sumergió en la bañera, al escocerle las heridas con el agua caliente.
Patricia era una belleza, tuvo que reconocer al quitarle con una esponja los restos de tierra. Sus pechos, aun maltratados, seguían siendo imponentes, y las aureolas rosadas de sus pezones pedían a gritos ser besados. Pero lo que mas le impresionó fue la belleza de su monte, perfectamente depilado, en sintonía con la perfección de sus piernas. Se tuvo que contener cuando lavándole su entrepierna, la oyó gemir, al no saber si era de deseo o de dolor. María se había convertido en bisexual durante esos años de trabajo y placer en mi casa, y aunque me era fiel, esta hembra que estaba bañando le había excitado, por lo que solo el convencimiento de que iba a compartirla conmigo y el miedo a mi disgusto, evitó que ansiosamente se lanzara a devorar ese sexo, que estaba tan cerca, y que era tan apetecible.
La muchacha ajena a estos pensamientos, estaba disfrutando del baño, siempre había tenido la fantasía que una mujer la masturbara en el agua, pero el terror a su reacción evitó que se lo pidiera cuando como una descarga eléctrica sintió como la mano de ella recorría su sexo, al enjabonárselo. La temperatura del agua había conseguido calmarla, relajarla, pero el contacto de las manos de María había avivado su deseo, se volvía a sentir la mujer que había sido, con sus apetitos y sus deseos, una mujer que usaba y disfrutaba del sexo. En su imaginación la mujer se entretenía con sus pechos, antes de acomodarse entre sus piernas, pero María era distinta, mas sensual, bajo la profesionalidad con la que la bañaba, se escondía una sensualidad encubierta que solo lo erizado de sus pezones, dejaba entrever. Soportó como un suplicio, esconder su excitación mientras la secaba, la suavidad de la toalla al recorrer su piel, el aliento de la criada al agacharse entre sus piernas, hizo que la humedad inundara su cueva. Lejos quedaba la humillación sufrida, diluida por su deseo, por su necesidad de ser tocada, de ser amada por esos labios gruesos que la consolaban.
Las dos deseando el contacto, las dos temerosas de dar el primer paso, sin darse cuenta se estaban preparando para lo que les tenía reservado.
Con Patricia ya seca, María no podía prolongar el placer que sentía viéndola y acariciándola desnuda, por lo que cogiendo de un cajón un camisón de la muchacha, se lo empezó a poner. La muchacha levantó los brazos para facilitar su maniobra, pero sin querer su pecho golpeó la cara de la criada al hacerlo, que al sentirlo tuvo que cerrar sus piernas, para que su deseo siguiera siendo algo privado. La suavidad de sus senos sobre su mejilla era una prueba, no podía defraudarme, aunque lo que le pedía su cuerpo era abalanzarse sobre ella, y tumbándola en la cama, como loca, apoderarse de su sexo, venció la cordura, reservándose para lo que seguro se avecinaba.
Con el sudor recorriéndole la piel, la sentó en frente de un espejo, y empezó a peinarla. El cristal le devolvía la imagen de una mujer en celo, cuyo escote mostraba orgulloso la rotundidad de sus formas, transparentando el color oscuro de sus areolas que se marcaban indiscretas sobre el raso. Solo el escuchar su llanto, la devolvió a la realidad.
-¿Por qué lloras?-, le preguntó sin esperar respuesta, porqué sabía perfectamente que le ocurría, que provocaba su llanto.
-Le odio-, contestó la muchacha, comparando el trato que había recibido de mí, y el que le estaba dando mi criada.
No llores, mi jefe es estricto, pero es bueno. Le conozco y aunque sus maneras sean rudas, jamás se me ocurriría buscarme otro-.
“Debe de estar loca, Manuel es un verdadero hijo de puta, me ha tratado peor de lo que se trata a un perro, y encima le defiende”, pensó Patricia sin atreverse a exteriorizarlo. Pero haciendo honor a su género, le venció la curiosidad y no tuvo mas remedio que preguntar:
-¿Desde cuando lo conoces?-
La pregunta encerraba trampa, pero María decidió ser honesta con la mujer, al fin y al cabo, ambas iban a compartir un destino común aunque ella no lo supiera.
Si por conocerle te refieres a cuando empecé a trabajar con él, fue cuando tenía diecisiete años, pero si lo que quieres saber es cuando intimé con él, fue el día en que cumplí dieciocho-.
Patricia, la miró desconcertada, era una pregunta retórica, para nada había sospechado que Manuel estaba con la criada, siempre le había conocido novias de la alta sociedad, pero fijándose bien en la mujer, comprendió la razón, Maria era una monada de veintitrés años, dulce, prudente y cariñosa. Sus movimientos recordaban los de una pantera al caminar, sus caderas estaban rematadas por un estrecha cintura que prologaban unos firmes senos, pero lo mejor era sus manos, pensó recordando el placer que había experimentado al sentir como recorría su cuerpo al bañarla. No lo pudo evitar y nuevamente la humedad invadió su hambriento sexo. Cortada, pero excitada le dijo:
Sé que es personal-, bajando los ojos por la vergüenza,-pero ¿me puedes contar como ocurrió?-.
-¡Claro!, si no te lo cuento yo, te enterarás tarde o temprano-, le contestó encantada, siempre le gustaba rememorar esa primera vez.
“Por aquel entonces, yo no era mas que una niña de pueblo que tuvo la suerte de ser contratada para el servicio del caserío, y que compartía sus labores con Luciana, una señora muy mayor que había criado al señor. No debía llevar mas de tres meses en la casa cuando la viejecita se cayó en la cocina, rompiéndose la cadera, por lo que me quedé sola ayudando a Manuel”.
“La vida en la finca era muy agradable, de lunes a viernes la casa era para mi sola, solo teniendo trabajo los fines de semana que el señor venía a cazar. Te puedes imaginar lo que era sentirse la dueña de todo esto, para una cría cuya familia difícilmente llegaba a fin de mes, esto era el cielo. Manuel desde el primer momento fue muy agradable conmigo, otorgándome toda la confianza, el era el jefe y yo su empleada, nada mas pero eso cambió el fin de semana en que cumplí los dieciocho”.
“Ese viernes en contra de lo que era su costumbre, vino solo, sin los amigotes que normalmente le acompañaban, y durante la cena, le pedí si el domingo me podía ir temprano a casa de mis padres, por que me habían preparado una fiesta, para celebrar mi cumpleaños. Manuel me felicitó y me preguntó que quería de regalo, yo le dije que no hacía falta que me comprara nada, que en su casa estaba feliz y que con eso me bastaba. Pero él insistió preguntándome si tenía vestido para la fiesta, y yo que era bastante tímida le respondí que no. Ahí quedó la conversación, y al día siguiente, salió muy temprano y no volvió hasta bien entrada la tarde. Cuando llegó, lo primero que hizo fue decirme que preparara la mesa para dos, yo que seguía siendo tonta, pensé que iba a tener compañía. Estaba molesta por que no se había acordado de felicitarme, pero cual fue mi sorpresa cuando le pregunté que cuando iba a llegar su amigo, contestándome que no lo había, que era yo la invitada”.
 
“La cena fue estupenda, era la primera vez que me sentaba en el comedor principal, y Manuel se comportó como un maravilloso anfitrión, nos pasamos todo el tiempo charlando y riéndonos, aunque llevaba trabajando con él casi un año, realmente no lo conocía, es mas creo que nunca me había fijado en sus ojos, en lo varonil de sus maneras. Nada mas terminar, se levantó trayendo una enorme caja, que resulto ser mi regalo, al abrirlo descubrí un vestido rojo de fiesta. Nunca había tenido algo tan caro, por lo que cuando me pidió que me lo probara, me faltó tiempo para salir corriendo a ponérmelo. Era precioso, al verme en el espejo me encanto como el raso se pegaba a mi cuerpo y que el escote sin ser excesivo, me hacía un pecho muy bonito. Manuel, al verme, me dijo que era toda una mujer, piropo que hizo que me sonrojara. Poniendo música, me dijo que eso era una fiesta y que no había fiesta sin Champagne. Fue a la cocina, volviendo con una botella y dos copas. Nunca había lo probado, era una bebida de gente bien, pero me gustó el sentir las burbujas en el paladar y su sabor dulce que engancha”.
“No tenía novio, y mi única experiencia con los hombres había sido un par de besos con un muchacho del pueblo, por eso cuando me sacó, me quedé cortada, pero al sentir su abrazo y oler su colonia, algo en mi cambió. No se si fue el alcohol, o la sensación de protección que sentí entre sus brazos, pero el caso es que apoyé mi cabeza contra su pecho, empezando a bailar. No paraba de decirme lo bella que estaba, mientras sus manos recorrían mi espalda, pero yo solo podía pensar en sus labios, por lo que levantando mi cara le besé. Manuel me respondió con pasión y en menos de cinco minutos estábamos en su cama”.
-¿Y que pasó?-, preguntó Patricia,-No me puedes dejar así
-¿Quieres que te dé todos los detalles?-, respondió María, encantada de ver como del camisón dos pequeños bultos resaltaban en la tela , traicionando a la muchacha.
-Sí-, dijo Patricia, avergonzada por que la criada, se hubiese dado cuenta de su calentura pero ansiosa por saber como terminaba.
“Al llegar a la habitación, Manuel me besó tiernamente, mientras con sus dedos me despojaba de los tirantes del vestido, esté cayó al suelo dejándome desnuda con mis braguitas como única vestimenta, y pude sentir como sus labios bajaban por mi cuello lentamente aproximándose cada vez mas a mis pechos mientras que con sus manos me acariciaba mi espalda. Al llegar a mi pecho, se entretuvo jugando con cada rugosidad de mis pezones, sentir su lengua en mis aureolas me excitó, y por primera vez, noté como mi sexo se licuaba dejando una mancha húmeda sobre mi tanga. No pudiendo mas, le pedí que me hiciera el amor, pero que tuviera cuidado ya que era virgen”.
“En mis ojos descubrió mi miedo, pero me tranquilizó diciendo que no me preocupara, y tumbándome, se puso a mi lado sin dejarme de acariciar. Todo era una novedad para mí, era como si por mi piel miles de hormigas caminaran dándome un placer hasta entonces desconocido. Estaba fuera de mí, deseaba sentir que se sentía haciendo el amor, pero Manuel había decidido hacérmelo despacio. Su lengua era una tortura, no me podía creer lo que sentía al notar como bajaba por mi pecho, al bordear mi ombligo, con destino a mi sexo. Fue cruel, durante unos momentos que me parecieron horas, se acercaba a mis labios, retrocediendo sin tocarlos, por eso al apoderarse de mi clítoris, besándolo, chupándolo y mordisqueándole, me corrí como una loca, gritando que era suya, que lo amaba”.
“ Sonriendo se incorporó y abriéndome lentamente las piernas, colocó la cabeza de su glande en la entrada de mi cueva, jugando con el botón de mi placer, prolongó mi orgasmo, el placer me inundaba y rogando le pedí que me estrenara. No se hizo de rogar, y de un pequeño empujón, rompió mi virginidad, esperando mi reacción. Noté que me partía en dos, pero mi deseo era mayor que mi dolor, por lo que volví a pedirle que siguiera, que me hiciera mujer. Empezó a moverse a un ritmo lento, mis labios notaban como su extensión entraba y salía de mis entrañas, como si de un columpio se tratara. Poco a poco fue incrementando la velocidad y la profundidad de sus embestidas, mientras con su boca mamaba de mis pechos. Al sentirme llena, con la cabeza de su pene golpeando la pared, de mi vagina, me corrí por segunda vez”.
“Manuel, ya era un amante experimentado, por lo que recibió la humedad en su sexo, no como una señal de que ya se podía correr, sino como la confirmación que había hallado en mi una hembra caliente. Siguió al mismo ritmo penetrándome, durante minutos que me parecieron eternos, fue tocándome aquí y allá en todos mis lugares de placer. El sudor de su pecho me excitaba, como posesa empecé a lamerle sus pezones, mientras mi cada vez mas mojada vulva era atacada. Ya para entonces su respiración se había acelerado, y anticipándome su venida, le abracé con mis piernas, violentamente obligué a su pene a profundizar en su asalto. Esto provocó que en breves oleadas de placer me inundara con su semen, y esté al mezclarse con el flujo del río que era mi entrepierna, aceleró mi propio climax. No me podía dejar así, y cambiando mi posición y antes que se relajara, subiéndome encima de él, me empalé de una solo golpe, corriéndome”.
“Estaba agotada, y me quedé dormida”.
Había terminado, y saliendo del ensimismamiento de sus recuerdos, vio como Patricia con su mano entre las piernas se masturbaba frenéticamente, afectada por el relato. Decidió ayudarla, sustituyéndola con sus manos, mientras introducía su lengua en la boca de la muchacha, ésta al sentir como jugaba con su clítoris se corrió de inmediato, dejando un reguero líquido en la silla, producto de su calentura.
La muchacha agradecida se levantó tratando de besar a la criada, pero esta la rechazó suavemente, diciéndole que era hora de ir a verme, que ya debía estarlas esperando. Patricia, tuvo que reconocer no solo que tenía razón, sino que el relato de María le había hecho olvidar la humillación sufrida y que curiosamente, deseaba volver a sentir mis labios y mis manos sobre su piel.
 
 

Relato erótico: “Mamadas gratis” (POR INDIRA)

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Hoy es un día de esos que me despierto muy caliente, mis bragas amanecen mojadas, mis pezones erectos y siento una comezón en la vagina y en mi culito increíbles.
Desde qué me desperté tengo ganas de ser cogida, más bien no, de ser manoseada, poseída, deseada pero sin ser penetrada, eso me baja la calentura y hoy quiero chorrear de caliente.
Estando caliente se me ocurren mil cosas para hacer,  tomar un autobús lleno, dejarme meter mano, que algún desconocido me dé un “ride” y se la mame por el favor.
Marcar a la compañía de gas y dejarme ver un poco, llamar al plomero con cualquier pretexto y mostrarle mi culo o mis piernas, o tal vez llegar a más y dejarme coger por cualquiera de los antes mencionados.
Tomo una mallas grises delgadas, una minifalda muy pegada de tela negra y muy corta, tacones altos y un camisón largo, sexy,  holgado de esos que de un lado puedes bajarlo hasta mostrar mí sostén sexy sin llegar a lo vulgar y que son largos de abajo pero puedes controlar su longitud subiendo o bajándolo de la cintura.
Como siempre un juego coqueto de Bra y panty y mucha actitud para calentar hombres y sentirme muy puta el día de hoy.
Enciendo el coche y voy a la oficina, el día pasa como cualquier otro excepto que tengo que ir a una bodega de una sucursal a verificar unas propagandas que llegaron.
El chofer de la oficina no está y para manejar en esta ciudad del DF en horas pico se necesita estar loco.
¿Taxi? No mejor metrobús, a esta hora está a reventar y seguramente estaremos todos pegaditos y no faltará quien se atreva a meterme mano como ya otras veces lo han hecho.
Me subo e inmediatamente me rodean, altos, bajos, guapos  y feos no me importa hoy sólo quiero ser sobada, manoseada y deseada por extraños.
El camión avanza y nadie hace nada, solo se me quedan viendo con ganas de violarme pero nadie se “acomide” así que suspiro de resignación pero en la siguiente parada muchos de los que me rodean bajan y sube un grupo de chicos de prepa, 8 aproximadamente, todos me ven y se me pegan, quedo exactamente en la unión de los vagones, pegada a la ventana y completamente rodeada por ellos.
Quedó de frente a la ventana y empieza el primer atrevido, se pone detrás de mí y siento el dorso de su mano en mis nalgas, siguiente parada sube más gente y todos nos tenemos que apretar, quedo completamente pegada a él y paro el culito, veo como le hace señas a sus amigos para que vean mi culito.
Empieza el vaivén nuevamente, un chico a mi lado roza mis tetas con su hombro, las roza varias veces fingiendo acomodarse, mis pezones se endurecen y yo me esfuerzo por que me las toque más haciéndome de lado.
Un tropiezo del camión y me voy de espaldas hacia el chico de atrás, como reflejó lleve mi mano atrás y toqué su pene y también pudo sentir todas mis nalgas en su verga.
El movimiento del camión me hace moverme, rozar su pantalón que debajo de esa tela delgada esta una verga parada por mí.
Entre ellos se empujan entre juegos tontos pero eso hace que me peguen arrimones, están jugando a empujarse para tocarme, estoy jugosa, con ganas que me manoseen y paro el culito más y me subo mi falda por el frente, atrás me ven el inicio de las nalgas enfundadas en mis mallas delgadas, el chico detrás de mí se anima y me dice al oído: “señorita con todo respeto pero esta buenísima”, todos ríen.
Su mano toma mi cintura con el pretexto de que no me caiga con el vaivén, la siento en mi vientre y me electriza, la tomo y yo misma la bajo a mi panochita, me la acaricia sobre la falda, empuja fuerte para sentir mi rajita, al hacerlo me mete la tanga en la panochita.
Esta completamente pegado a mi mientras sus amigos están babeando, juegan como niños pero les dice el que me manosea “fíjense pendejos” pidiéndoles que tapen lo suficiente para que nadie se dé cuenta.
Mi blusa muestra la mitad de mi sostén y todo un hombro descubierto, me muerdo los labios y el al notarlo lo entiende como una clara invitación a que haga más.
Mete su mano bajo  mi blusa y sube hasta mis tetas, las estruja fuerte y yo me pego lo más que puedo a él por atrás como perra en celo, quiero sentir su verga dura en mis nalgas, como quisiera poder mamársela y sentir su lechita.
Bajo una mano y siento su bulto, mi parte externa lo acaricia, comienzo a acariciar con descaro y siento el cierre, lo bajó y acaricio sobre su bóxer, él tiene una mano en mis tetas y otra en mi panochita bajo mi minifalda pero encima de las mallas, aun así el contacto es delicioso, placentero, prohibido, meto mi mano dentro del bóxer y siento su verga dura, palpitante, lo masturbo lo más que puedo y al hacerlo siento como se viene en mi mano, muchos chorros de espeso semen, desperdiciados, mi calentura está al máximo, mis dedos están llenos de semen, espeso, caliente, ufff.
Retiro mi mano llena de su semen y viéndolo a los ojos me chupo los dedos, sus amigos están que no se la creen, mi amante ocasional casi se desmaya.
La parada próxima anuncia mi retirada, le doy un beso de piquito en la boca y comienzo la retirada, siento como aferra sus dedos a mí, a mi panochita, camino aún con su mano dentro de la mini, pero no puede hacer nada más por desgracia para él y para mí, al pasar siento toqueteos por todos lados de todos los demás amigos, seguro querrían lo mismo y no se los hubiera negado pero no se “apuraron”.
Me bajo más caliente de lo que subí, caminar con mi calzón metido en la panocha me excita más, mi olor, mis ganas, mi calentura.
Termina el día laboral sin mayor cosa que contar pero todo el día estoy caliente y al llegar a casa a las 7:30 pm aún tengo ganas, todo el día caliente, es increíble ….
Tomó mi laptop para ver algún video que me inspire meterme los dedos.
A mi mente se vienen recuerdos de mis doce años, cuando conocía gente por chat y para comprarme mis caprichos a veces los dejaba toquetear un poco y a veces más, teclee en Google: chat df, le dí click al primero que salió.
Nombre: Indira69
Sexo: Femenino
Al entrar a la sala muchos mensajes sin sentido, emoticones sin sentido y nada interesante que leer.
Lo único que se me ocurre escribir es, “Tengo una dieta estricta y necesito voluntarios que quieran donar un poco de su lechita para apoyarme un poquito, requisitos: foto de su instrumento parado, foto de cara, que tenga coche y que pueda llegar a la plaza ##### en menos de 20 minutos, soy mujer buena, bonita y muy caliente”, yo vivo enfrente de esa plaza así que para mí no es problema.
De inmediato recibo miles de ventanitas que atender, contesto algunas pero sólo hago caso a una que me manda exactamente lo que pedí.
No me importa el nombre ni la edad con lo que me mandó me basta, y le contesto:
  • Te veo en el estacionamiento techado, 2do piso en el rincón del otro lado de la rampa de subida.
  • Ve higiénico para chupartela delicioso, en cuanto llegues pásate al asiento de atrás que yo me subiré contigo.
  • Llego en 10 minutos como te reconozco.
  • Estaré en un coche ###### blanco, te estacionas a mi lado y me paso a tu coche.
  • ¿Es en serio?
  • Claro, no me dejes plantada.
  • Nunca lo haría me preparo y llego de volada.
Me lavé los dientes, me puse perfume, me retoqué un poco y me dirijí al lugar.
No espere mucho y un coche se pone a mi lado, el estacionamiento esta semi vacío a esta hora y es fácil hacer esto, ya me han cogido en ese estacionamiento muchas veces.
El hace lo acordado y yo me subo con el atrás, al sentarme mi minifalda se sube bastante y mis mallas muestran la forma de mi panochita, está caliente.
  • Hola, Indira, soy Jorge.
    • Mucho gusto, ves como yo no juego con esto, ¿y bien? ¿Te gusto?
    • Jaja esa pregunta es por demás tonta, eres preciosa, pero, bueno, antes de empezar o no sé cómo decirlo, ¿me va a costar?
      • Jaja, claro que no, tú me ayudarás a mi recuerdas, tengo una dieta estricta de (y señale a su pene) y necesito de su contenido para mantenerme así, la realidad es que tengo 100 años y ese es mi secreto para mantenerme joven, jaja ambos reímos.
Él estaba nervioso y yo estaba ardiendo así que sin más me acerqué a él y le plante un beso en la boca mientras mi mano se dirigió directamente a su pene, se sentía duro.
Mientras lo besaba él no sabía qué hacer con las manos, jaja, me dada ternura y flojera pero yo iba por algo solamente así que empecé a desabrochar su cierre y lo saqué.
Una verga curva, uy, esas te raspan rico, que lástima que no me la iba  a meter, quería seguir caliente hasta el final.
Me baje la blusa y saque mis tetas mientras bajaba a mamar, ay que rico, por fin una verga en mi boca, todo el día lo estuve deseando, me la metí completa a la boca, hasta la garganta, mis tetas chocaban con su pierna y él se recostó a gozar de mi boquita, no hizo nada, solo se recostó a gozar.
Yo devoraba su verga, me la sacaba completa y me la volvía a meter, le pasaba la lengua en la punta, bajé a lamerlo los huevos mientras se la jalaba arriba con la mano, el gemía, me la volvía meter en la boca y me agarró la cabeza para cogerme por la boca, me encanta cuando me cogen la boca, embestidas fuertes, que me atraganten, ay dios de recordarlo me mojo, estaba ardiendo, ahhg, ahhhg, ahhhg, se escuchaba ya que me entraba hasta el fondo.
  • Que rico la mamas, así putita, me voy a venir, ahhh, ahhh.
Se la mamé más rápido, hasta sentir sus primeros chorros en mi lengua, que rico, todo el día esperando esto en mi boca, la chupé con desesperación, deje que se me escurriera la lechita por los labios, me separé de el para que viera mi boca semi abierta llena de su semen, ver la cara de ustedes cuando una hace ese tipo de cosas es lindo, no saben cómo “agradecer” jaja.
Sentí aún unos chorros directo a mi boca salpicando un poco mi nariz y mejillas, me la volvía a meter y tragué, tragué como si tuviera sed, pasaba mi lengua en círculos por su cabeza, estaba palpitante, roja.
Alcé la cara y con los dedos me limpié los restos de su semen den mi cara, me los chupe, mi mano seguía en su pene, comenzaba a bajarse, lo lamí despacio agradeciendo esa cantidad de lechita que me había regalado.
Metí mis tetas en su lugar, no tuvieron suerte esta vez, jaja.
Me alcé y le planté un beso muy cachondo para que probara su semen, el me besó con locura, le di las gracias por la lechita y me bajé, él me quiso detener metiéndome mano pero yo coquetamente me zafé y le dije “bye” con la mano.
Ufff, estaba caliente, mi panochita palpitaba, mis tetas pedían a gritos ser manoseadas, mis nalgas, mi ano, mi cuello pedía ser lamido, me subía mi coche, lo encendí y regresé a mi casa, el solo roce entre mis piernas al caminar me excitaba, me animaba a querer más ese día.
Volví a entrar al chat y puse la misma frase con las mismas condiciones, de nueva cuenta me llovieron ventanitas pero solo hice caso a las que mandaron lo que pedí, me llamo la atención un tipo guapo de cara, güerito, ojos claros, barbón, de esas barbas de dos días, se veía muy sexy, y lo mejor de todo se le veía un pene descomunal, uyyy palpitó mi amiguita solo de imaginarlo entrando en mí.
Quedamos, me lavé los dientes, y al salir me vi en el espejo, chupe mi dedo, me quite las mayas y la mini, me había quedado solo en el blusón, no me gustó así que tomé un vestido pegadito azul, hermoso, de tela elástica, se me pegaba al cuerpo muy rico, lo acomodé y me llegaba 3 o 4 dedos abajo de las nalgas, solté mi sujetador y lo retire, se me marcaban los pezones, la tanga me la dejé puesta xD.
Me subí al auto y mientras esperaba me tocaba la entre pierna, estaba muy caliente, con ganas de un hombre, con ganas de coger, con ganas de ser una puta y la imagen de él en mi mente me excitaba más, era guapo, muy guapo.
Un motor se escucha a mi lado, era una camioneta familiar grande, con vidrios polarizados atrás, asientos de piel, lujosa, WoW pensé, aparte de guapo con dinero, jiji, combinación perfecta.
Nos vimos, él se bajó y se dirigió a mi vehículo para abrirme la puerta, lo cual le sumó a todo lo antes mencionado: caballeroso, me vio las piernas y al inclinarme para salir pudo notar que no traía sostén.
Israel, me dijo y me plantó un beso en la mejilla, abrió la puerta de su camioneta y me ayudo a subir en ella, al sentarme en al asiento el vestido se me subió bastante.
–       Que rica estás mami
Mientras metió sus manos en mis piernas y me alcanzó la boca con un beso, uff, con decisión el chico, otra cualidad más.
Nos besamos como novios un buen rato mientras me metía mano en un tipo “pre” para calentarme, él no sabía que yo ya venía ardiendo, empezó a bajar por mi cuello, lamiendo despacio y sus manos juguetonas recorrían la redondez de mis nalgas y la firmeza de mis piernas, subían también por mi ingle hasta sentir la entrada de mi vagina sin llegar a ella, parecía un amante perfecto, que disfrutaba el momento, un cazador que quería poner a su presa justo en el lugar preciso para atacar.
Yo abría la boca en señal de excitación y echaba mi cabeza hacia atrás, abrí un poco las piernas invitándolo a que me dedeara y así lo hizo, me empezó a meter mano abajo mientras bajaba mi vestido sacando ambas tetas, con su lengua se apoderó de un pezón, solo un pezón, la lengua hacía círculos en él y eso me hacía chorrear, me recosté en el asiento y el en una maniobra rápida movió algo y el asiento prácticamente quedo reclinado casi como cama, alcé una pierna para recargarla en al asiento y el bajó, de mi pezón a mi abdomen, lamió sobre la blusa mi ombligo, hizo a  un lado mi tanguita y me dio lamidas deliciosas en mi panochita.
Madre mía, este tipo era único, me la chupaba delicioso, tenía una lengua riquísima y su barba me raspaba, era una sensación muy rica, me metía un dedo mientras su lengua y sus labios se apoderaban de mi clítoris, me hizo terminar riquísimo, arqueaba la espalda en señal de que estaba viniéndome, estaba dominada por él, haría lo que él quisiera.
Terminé y el subió a besarme, para pasarme el olor penetrante de mi sexo, uy, lo recibí como perra en celo, lamí sus labios, su boca, chupe su lengua y tenía que agradecerle, de muy buena manera así que sin pensarlo saque su pene del pantalón y me hinque en el piso para mamársela, él se sacó el pantalón con todo y su bóxer, se la mamé lo mejor que podía, desde la base hasta la punta, los huevos, la lengua en la cabeza y de la nada me la tragaba completa sintiéndola en mi garganta, mi labio inferior trataba de meterse los huevos a mi boca lo más que podía, pero con cada embestida crecía más, llego un momento que al metérmela completa me ahogaba, debía medir no se unos 23 centímetros o algo así, no era muy gorda pero si lo suficiente como para llenar por completo mi boca, era como mi tamaño ideal, me llenaba perfectamente.
Seguí en mi labor por 20 minutos algo así, me encanta chupar la verga, él estaba recostado disfrutando y desde arriba me metía mano en las tetas.
–       ¿Te quieres subir?
Pensé que nunca lo diría y mi panochita estaba ansiosa, al sacármela de la boca tomó un condón y se lo puso, me extraño y me “decepcionó” un poco porque a mí me encanta al natural, pero no me importó, me paré, me bajé la tanga, me quité él vestido y me subí en él, desnuda completamente, él se retiró la playera también quedando desnudo completamente.
Ay, mi vagina sitió la primer verga del día, y estaba deliciosa, al estar de frente me manoséo las tetas a placer, me las lamía y yo me movía como puta en celo sobre él, me panochita soltaba muchos, muchos jugos, empapaba su pene de ellos, me jalaba de las nalgas, me metió un dedo en el culito y me jalaba de él para moverme, uy, estaba a reventar.
Me movía frenéticamente sobre él y el me lamía las tetas, paso a los costados de mis tetas, las costillas, ufff, que rico me calentaba, se fue saliendo y me la sacó, quedé recargada sobre el asiento en 4, se puso de tras de mí y me empezó a lamer la vagina en esa posición, obviamente su nariz tacaba mi culito, ay que rico.
Subía con su lengua de mi panochita a mi culito, los lamía delicioso, su lengua entraba lo más que podía en mi culito, yo como buena zorrita me abrí las nalgas para que pudiera maniobrar más ahí, me punteaba con la lengua en el culo, luego metió un dedo completo, yo gemí, gemí muy cachondo.
Me movía solita hacia atrás queriendo sentir más, con mi mano acariciaba sus huevos y sentí la dureza de su verga, yo solita me la acomodé en la entrada de mi culto, él me ayudó y metió la cabeza en él, yo me aventé hacia atrás para sentirla toda de un solo jalón, ay dios, que rico, que rico, me ensartaba yo solita, el solo cerraba los ojos y me decía: Que rica estás mami, así me gusta así, dale.
Me ensarté solita por un muy buen rato, gemía de placer, y comencé a gritar literalmente cuando me empezó a  dar nalgadas, uy que rico, cada vez que me ensartaba en él hasta atrás sentía una nalgada fuerte, que rica sensación, me encanta el sexo duro cuando estoy ardiendo.
Me jaló hacia él, mi culito lleno de su verga y me empezó a sobar las tetas, muy duro, presionó mis pezones, los pellizco, ufff, más dolor, que rico, me pegaba en las tetas también y me mordía la espalda, cuando me soltaba me daba nalgadas, yo estaba en la gloria.
Empezó a gemir muy fuerte, estaba a punto de venirse pero yo no quería desperdiciar esa lechita así que me zafé de él y le quite el condón, me voltee y la puse entre mis tetas, con la lengua  abierta para que en cada embestida sintiera su verga grande, palpitando en mí.
Me dedee yo sola y con la otra mano agarra mis tetas para ponérselas en su verga, la escena era demasiado morbosa, una rubia güerita muy rica dedeandose sola y ofreciendo sus tetas como una puta, el no aguantó mucho y me soltó sus chorros de leche, dios, eran demasiados, me cayeron en la boca, en la cara, agarró su verga y dirigió sus chorros a mis tetas, a mi ombligo, a mi panochita, prácticamente me baño en su lechita.
La sensación de ser bañada literalmente me excita demasiado y yo me comencé  a venir también con él, gemía y sacaba la lengua para recibir más chorros, lo miraba a los ojos, el me pegó con su verga en la boca, yo trababa de aprisionarla para limpiarla.
Tome los restos de semen de mis tetas y me los embarre en ellas como si fuera una crema cara, la que cayó cerca de mi vagina me la metí, sí, me la metí en mi panochita para sentirla, la que estaba cerca de la boca la jale con los dedos y la saboree, la cara de mi nuevo amigo lo decía todo, aparte de que había terminado ver una escena así de cachonda lo tenía boqui abierto.
Se acercó a mí, nos besamos, se recostó encima de mí, cansado, había sido una muy buena sesión de sexo de casi una hora recibiendo verga muy rico.
Nos abrazamos como novios, me besaba, me manoseaba, su verga aún estaba semi parada y no la quise desaprovechar, me le monté encima, esta vez sin condón, ay que rico, me movía despacio, en círculos, el me veía con cara de sorpresa, no decíamos nada, el lenguaje corporal lo decía todo, me moví rápido, hice todo el trabajo, el soló cerró los ojos y me acariciaba las tetas.
Sentí como se infló de nuevo su instrumento y me inundó la panochita, que rico, que rico ….
Caí rendida sobre él, con su verga ensartada en mí, el auto apestada a sexo, mi cuerpo más, mi sudor y el suyo estaban mezclados igual que nuestros fluidos, era suya y él era mío.
Qué extraña, rica y placentera situación sentía con un extraño, con mi extraño, porque a partir de ese día lo haría mi extraño, y de ese día a hoy he repetido ….
Anexo una foto de la última visita que tuvimos, aún me mojo de recordarlo, aún lo siento como si fuera ayer.
Me vestí, le regalé mi tanga, mi teléfono, le agradecí bastante y le pedí, le rogué que me buscara, que con gusto lo atendía.
Ese día dormí completamente feliz como novia de secundaria …. Llenita, satisfecha, cansada …..
Indira.
Aquí unas fotitos.
PARA CONTACTAR CON LA AUTORA:
indira2bebe@gmail.com

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