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Relato erótico: “El juego de los mensajes” (POR MARIANO)

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Sé que hay muchos lectores a los que incomodan los relatos largos, del mismo modo que otros opinan a favor de los mismos. En alguna ocasión he partido un relato en varios episodios, pero siempre si conseguía que cada parte tuviera un mínimo contenido erótico-porno. Al escribir “Sorpresas de esposas” intenté escribir una versión corta del relato, pero a la media página lo tuve que dejar, incapaz de hilar la historia. Cuando comencé a escribir este relato, no pensaba que pudiera ser muy largo, pero, al hilvanar la trama, fueron surgiendo situaciones imprevistas que han hecho que se alargue. Espero que tengáis la suficiente paciencia para leerlo entero y que lo disfrutéis tanto como ya al escribirlo.

Gracias

EL JUEGO DE LOS MENSAJES

Estaba cómodamente tumbado en el sofá de mi casa, leyendo el periódico, cuando Susi me llamó desde el dormitorio. Intenté hacerme el remolón, pero ella insistió tanto que, aun de mala gana, acabé por acudir. Ella se encontraba allí, de pie, frente al ordenador, y con cara seria.

– ¿Has visto el mensaje que hemos recibido?

Me acerqué a la pantalla y leí el siguiente texto:

Hola Susi, hace tiempo que no se nada de ti pero te recuerdo a ti y los buenos momentos. 
Me gustaría que nos vieramos.

Ponte en contacto conmigo, contestame

Angel

La miré y le hice un gesto, como diciendo “¡Tú me dirás!”.

– No entiendo qué significa esto, no conozco a ningún Angel – replicó ella, como justificándose.

– ¿No será alguien del Zylom? – le contesté, refiriéndome al programa de Internet en el que ella solía jugar a cartas y donde eran habituales las charlas entre jugadores.

– Ya sabes que no chateo con nadie del Zylom. Hablamos mientras se juega la partida, pero nunca doy nuestra dirección de correo a nadie.

– Pues no sé, a lo mejor es una equivocación. Ya nos ha pasado otras veces, que recibimos mensajes de personas que se equivocan en la dirección del E-mail. Anda, déjalo estar.

Pero Susi casi ni me había escuchado. Se mantenía pensativa, sin dejar de mirar la pantalla, como intentando encontrar la explicación al enigma.

– Vamos, no le des importancia – insistí de nuevo, dándole un besito en la nuca, y por fin ella pareció salir del trance.

– Vale, pero no me gustan estas cosas, me cabrean – me contestó, aún molesta, y no muy convencida de querer dejar de pensar en ello.

Volví al sofá, pero ya no a leer el periódico, sino a meditar sobre el tema. En realidad era la segunda vez que Susi leía ese mismo mensaje. El primero lo había recibido 6 días antes. Sin embargo aquél lo leyó y se deshizo de él, eliminándolo, tanto de la bandeja de entrada como de la papelera. Seguramente el haberlo recibido por segunda vez es lo que tanto le había fastidiado.

Yo también conocía el contenido de ese primer correo, sencillamente porque lo había mandado yo mismo desde una dirección de correo que ella no conocía., haciéndome pasar por el tal Angel. Era el principio de una especie de juego con el que quería intentar conocer un poquito más de mi esposa, más concretamente, de una cierta etapa de la vida de Susi.

Llevaba más de un año divorciado de mi primera mujer, cuando invité a Susi a una fiesta social a la que podía acudir con una pareja. Ella era amiga de un primo mío, a la que yo había visto alguna que otra vez, estando aún casado. Ella también había tenido una relación estable y duradera con un chico, que tuvo como fruto una niña, pero al año de ese nacimiento él la dejó plantada, quedando ella en una situación complicada para salir adelante con comodidad. Habían pasado varios años desde entonces. Cuando la llamé para invitarle a la fiesta me dijo que si conseguía dejar a la niña con su cuñada, vendría conmigo, cosa que finalmente sucedió.

Desde ese día nos vimos tres o cuatro veces más, y en ellas charlamos de muchas cosas, de nuestras vivencias y también de nuestras relaciones sentimentales. Así supe que tras romper con el padre de su hija había tenido un par de relaciones sexuales más, de las de solo follar, sin sentimientos amorosos. Una de ellas con un tío algo violento al que, tras unos meses, prefirió dejar. La otra, más reciente y breve, fue con el dueño de un bar de copas, un tal Angel. Hablábamos de temas sexuales con fluidez, y así, sin yo pretenderlo, supe, entre otras cosas, que no le gustaba demasiado lo de chupar una polla, aunque lo había hecho alguna vez, y que había también practicado sexo anal, pero poco, porque había resultado algo doloroso.

Tras un par de meses sin vernos, volvimos a salir y poco después a intimar, y curiosamente, a partir de ese momento, ella pareció querer evitar hablar de la etapa entre el momento en que rompió con su ex y cuando empezamos a vernos nosotros. Y cuando empezamos a follar su actitud resultó pasiva y melindrosa. El día que quise ir más allá de la habitual penetración me sorprendió negándose tanto al sexo oral como al anal, aduciendo que no le gustaba y que nunca lo había hecho. Eso me extrañó y le recordé que no era so lo que me había dicho cuando empezamos a vernos. Ella se sorprendió y tras un tira y afloja, tuvo que reconocer que sí, que lo había hecho, aunque remarcando que había sido sólo una vez, y con su ex, no con sus posteriores rolletes. A mi me extrañaba que en esas dos relaciones, que ella mismo calificaba de puso sexo, no hubiera habido algo más que una simple penetración vaginal.

En realidad me daba la impresión de que quería hacerme ver que era recatadilla y “tradicional” en lo que a conducta sexual se refería. El caso es que desde entonces cualquier mención a ese periodo de su vida, nunca tuvo respuesta de ella, por más que en varias ocasiones intenté sacar algún detalle, y eso empezó a obsesionarme un poco.

Dudaba que el juego que había iniciado pudiera tener éxito alguno, pero al menos me permitiría divertirme viendo las reacciones de mi esposa, si seguía adelante con él.

Tras ese primer mensaje, el misterioso “Angel”, o sea yo, envió unos cuantos PPS, todos ellos sexualmente subiditos de tono. Susi se encargaba de eliminarlos cuando le aparecían como no leídos, y nunca los mencionaba si aparecían como leídos previamente por mí. La verdad es que yo efectivamente empezaba a divertirme viendo el comportamiento de mi esposa antes los mensajes del falso Angel.

Un par de semanas después, lancé un ataque más fuerte, con el siguiente mensaje, conscientemente no del todo bien escrito, igual que el anterior, para evitar levantar sospechas en ella:

Que pasa chica, que me ignoras. Queria saber de ti que nos vieramos para  recordar viejos tiempos en el local y como nos va ahora, lo ultimo que se es que estabas recién casada o apunto de hacerlo. Te he llamado al movil que tengo tuyo de la ultima vez que nos vimos pero me sale no operativo. Por lo menos me queda el recuerdo del pasado de los bueno polvos que esnifabamos y de los buenos polvos que luego echabamos y de la inolvidable mamada. Perdona si te he molestado. Adios

Angel

Lo de mencionar la cocaína era intencionado. Cuando salíamos con algunos de los amigos que ella me había presentado, era frecuente ponerse unas rayitas. Yo lo probé ahí por primera vez, lo admito, pero me di cuenta que a ella le gustaba bastante. Uno de esos amigos me contó que la coca la conseguían normalmente en el bar de Angel, con lo que yo suponía que cuando ella estuvo con él, las esnifadas debían ser algo normal. Esa mención y la del local, deberían ser suficientes para que Susi se pispara, si es que no lo había hecho ya con el primer mensaje, de quien podía ser el misterioso Angel. Lo de la mamada era, por supuesto, un farol.

De nuevo el primer mensaje ella lo hizo desaparecer, sin decirme nada, pero dos días después lo volví a mandar. Al llegar a casa del trabajo, miré nuestro correo en mi ordenador y vi que ella no lo había aún leído. Entonces fui yo quien intervino:

– Susi, parece que hay nuevas noticias de tu amigo misterioso.

– ¡No!, ¡No me digas que ha vuelto a enviar el mensaje! – se le escapó.

– ¿Es que ya lo había mandado antes?- le contesté, haciéndome el sueco.

Susi dudó un poco, pero no tenía más remedio que admitirlo:

– Bueno sí, pero lo eliminé. Mira, no quiero recibir mensajes de ese individuo.

– ¡Vaya! ¿Es que sabes ya quien es? – seguía yo acorralándola.

– Debe ser Angel, el del bar de copas, aquel con el que me enrollé una vez. No sé quien le ha podido dar nuestra dirección de correo. Seguramente ha debido ser Juan, pero me da igual, no voy a contestar.

Juan era un amigo suyo de aquella época, al que hacía tiempo que no veíamos. Ella siguió:

– Ese tío no es buena gente, creo que incluso ha estado en la cárcel.

– Pues no sé entonces como te liaste con él. Además parece que se acuerda mucho de ti y de las cosas que hacíais. – respondí con retintín, intentando llevar la conversación a mi terreno.

– ¿Lo ves? – Replicó Susi, que se iba enfadando – Por eso lo borré, para que no te hagas pajas mentales. Estuvimos liados, sí, pero lo de la mamada es un invento, ya sabes que yo eso no lo hago. ¿Te das cuenta de que es un cabronazo? Mira, no te pongas a pensar cosas raras, me enrollé una vez y ya está. No quiero que ahora salga a flote el pasado y te comas el coco.

– A mi no me importa lo que hayas hecho antes de estar conmigo – le dije – pero lo que sí me gustaría es saber algo de esa etapa de tu vida de la que nunca me quieres contar nada.

– Es que yo no quiero hablar de esa etapa. Ahora estoy contigo y estoy feliz, nada más.

– Bueno, pues creo que deberías contestarle y decirle que nos deje en paz.

– No pienso hacerlo, si lo hago seguro que a va aseguir incordiando. De verdad, cariño, que ese tío es chungo.

– Pues entonces le contestaré yo, al fin y al cabo él debe saber que los mensajes los leemos ambos. Le diré que nos deje en paz y que tú no quieres contestar.

– Haz lo que quieras. Tú sabrás.

Estaba claro, que, tal y como suponía, del juego no iba a sacar nada, pero me seguía divirtiendo hacer creer a mi esposa que uno de sus ex amantes la acosaba con mensajitos obscenos y observar las reacciones que ella tenía.

El mensaje que envié fue este:

Soy el marido de Susi y sólo quiero que sepas que ella ha leído todos tus mensajes y no te contesta simplemente porque no quiere saber nada de ti y además no tiene un buen recuerdo tuyo.

Por lo tanto haz el favor de quitarnos de tu lista de envíos de Pps y similares y deja de mandarnos más mensajes y menos atribuyéndole a ella cosas que no hace.

Dos días después mandé, como Angel, otro PPs, para mantener la atención de ella, y una semana más tarde envié el que pensaba que ya sería el último, igualmente mal escrito.

Haber chico, Susi y yo nos líamos y dos que se enrollan follan vale. si es por lo de esnifar te dire que a tu chica le gustaban más las rayitas que el barro al guarro y si es por lo de la mamada fue difícil conseguirlo pero con unas cuantas copas y  nieve ya está, y lo goce, asi como el trio y alguna otra cosita mas. Siento que te joda, pero es asi.

Adios

Angel

Tal y como suponía, ella se deshizo del mensaje de inmediato. Lo volví mandar al día siguiente y ocurrió lo mismo. Estaba claro que Susi no quería que yo lo viera. Esperé unos días y lo mandé por tercera vez, pero en esta ocasión entré de inmediato en nuestro correo y lo abrí, para que a ella le apareciera como ya leído por mí.

Al llegar a casa por la noche, no hizo falta que yo le dijera nada, ella misma me asaltó de inmediato, toda furibunda e indignada.

– ¿Has visto el gilipollas ese, el mensaje que nos ha mandado?

– Si, cada vez va siendo más explicito en sus comentarios – contesté con fina ironía.

– ¡Que no, Mariano! ¡Coño, que no es verdad lo que dice! ¿Pero es que no te das cuenta de que lo que quiere es jodernos?

– Pues no lo sé. Yo tampoco veo muy claras sus intenciones, pero tampoco sé por qué iba a mentir. ¿O es que no follasteis?- pregunté, jugando mis últimas cartas.

– Bueno… ¡Sí, joder! Estábamos enrollados, pero lo demás … Eso se lo inventa, lo hace para malmeter. Es un cabronazo.

– Ya, claro, destapando tu oculta etapa sexual. ¿Quieres un poquito de coca, a ver si te calmas? – volví a ironizar.

– Muy gracioso, hombre – contestó con mirada asesina.

– ¿Ahora me vas a contar que tampoco le dabais a la farlopa?

De nuevo tardó en contestar, sintiéndose algo acorralada.

– Bueno, vale, eso también. ¡Coño, ya lo sabías tú! – Y quiso cambiar el tercio – Mira, lo que hay que hacer es cambiar el correo electrónico. Así no podrá escribir más.

– De eso nada. – y volví a lo que me interesaba – A lo mejor sólo quiere que le contestes.

– Ni hablar, eso es lo que el quiere y no le voy a dar el gustazo. ¡Que le den! – terminó, manteniéndose inflexible.

Y yo creí que así había acabado el juego, ya no tenía sentido seguir mandando mensajitos, pues Susi se había puesto el caparazón, como siempre, y su pasado seguía escondido en él. Hasta que una semana más tarde recibí un mensaje en mi móvil.

Hola, soy Angel, un amigo de tu mujer. Me gustaría hablar contigo de unas cuantas cosas. Llámame.

Lógicamente el mensaje me sorprendió. Ahora resultaba que un Angel salía a escena, sin tener yo nada que ver con ello. Lo primero que pensé es que era cosa de Susi, que de algún modo se había enterado de mi juego y me estaba devolviendo la moneda, pero pronto me di cuenta de que algo no cuadraba, porque había un número de móvil de por medio, para mí desconocido, y una invitación a llamar a ese móvil. Si llamaba, ¿quien iba a seguir el juego? ¿Un compinche suyo? Luego me vino a la cabeza una idea aún más absurda ¿Y si fuera el ex de Susi el que me llamaba?

Sólo había una manera de comprobarlo, aunque reconozco que la idea no me entusiasmaba. Llamé, muy nervioso, al número desde el que provenía el mensaje y una voz masculina me contestó. Me identifiqué y le expuse el motivo de la llamada. El me confirmó que era Angel, y que, efectivamente, quería verme. Quedamos en un local de copas para la tarde siguiente, sin hablar de nada más.

Al colgar, mis nervios e intriga se desbordaban. Ahora resultaba que aparecía el autentico Angelito. Como no creo en casualidades, supuse que, de alguna manera, él se había enterado de mi juego y que probablemente estaba cabreado. No solo Susi, sino un buen amigo nuestro, que también conocía a Angel, estaba al tanto de lo de los mensajes, pero nadie sabía que yo era el autor ¿Por qué quería hablar entonces conmigo? No lo entendía y estuve tentado de no acudir a la cita, pero la curiosidad me pudo, y al día siguiente me presenté en el lugar donde habíamos quedado.

En la entrada del garito me recibió un hombre de color, ya curtido en años, calvo y alto. Le dije que quería ver a Angel y él, con un simple ademán, me hizo seguirle hasta una puerta, al fondo del local. Le seguí, con cierta desconfianza, preguntándome qué coño hacia allí. Atravesamos un pasillo, bajamos una escalera y finalmente entramos en una estancia, bastante grande, iluminada con luz artificial. Me dejó allí y se fue, sin decirme ni una sola palabra. Mientras esperaba, examiné la habitación. Había una zona a la derecha con una pequeña barra de bar y una vitrina repleta de bebidas. En otra zona observé un equipo de música, una televisión, varios estantes con DVDs y cojines en el suelo. Me acerqué y vi que había tanto Cds musicales como películas en DVD. Al fondo de la habitación había un sofá gris de tres plazas, con reposabrazos grandes, y adosado a él, otro sillón a juego. En medio, una mesa rectangular bajita. La luz, indirecta, provenía de varias lámparas encastradas en una especie de canalón, cerca del techo y apuntando a él, creando un ambiente muy relajante. En la mesa observé un pequeño recipiente rectangular de cristal del que sobresalían varios objetos finos y cilíndricos. Eran los típicos turulos que se emplean para esnifar. Me senté en un extremo del sofá, esperando a Angel.

Al cabo de unos diez minutos, apareció un hombre de unos 40 años, algo gordo y ciertamente corpulento, con una barba mal afeitada y una vestimenta muy sencilla, compuesta de jeans y camiseta blanca. Tenía el pelo oscuro y algo largo y las cejas llamativamente pobladas. No me pareció un tipo muy atractivo, la verdad, y además, al acercarse a mi, me inundó un desagradable olor a sudor.

Se sentó en el sillón gris, adosado al otro extremo del sofá en el que yo esperaba, me observó fijamente unos segundos, examinándome, y poniéndome aún más nervioso con su mirada, Finalmente esbozó una breve sonrisa y me habló secamente:

– Hola, yo soy Angel. ¿Cuál es tu nombre?

Al hablarme, me percaté de que le faltaba algún que otro diente o bien los tenía rotos, no sabía muy bien qué. Me presenté:

– Soy Mariano, el marido de Susi.

– Eso ya lo sé, lo que no conocía era tu nombre. Te preguntarás por qué estas aquí, aunque tengo la sensación de que algo te imaginas.

Y tenía razón, claro. Los mensajes inventados por mí, en su nombre, tenían que tener algo que ver con esa cita. Angel prosiguió:

– Bien, como te dije, tengo que hablar contigo, pero creo que es mejor que te sirva antes una copa.

Eso lo dijo con algo de sorna, como avisándome que lo iba a necesitar. Mis nervios aumentaban, tal vez debería haberle pedido una tila, pero para nada quería aparecer como un melindroso y le pedí un whisky con hielo. El se sirvió un cubata, e inició el siguiente relato:

Bien, hace dos días mi encargado me dijo que una tal Susi preguntaba por mí en el local. Yo, al principio, no sabía quien podía ser. Desde la parte superior del local, donde yo me encontraba, espié la mesa en la que ella estaba sentada y fue entonces cuando reconocí a la bella mujer de pelo moreno y largo, a tu esposa. Venía muy bien vestida, con un traje negro por encima de las rodillas y medias también negras. El traje era escotadillo y mostraba el comienzo de sus buenas tetas. Estaba muy guapa y sugerente, pero me extrañaba su presencia y su interés, pues hacía años que no sabía nada de ella.

No me gustó el tono en el que empezó a hablar Angel, con esa mención a los pechos de Susi. Pero lo que menos me gustó era que Susi hubiera ido allí. Angel siguió:

Muy intrigado bajé a saludar, pero en el rictus de su cara vi pronto que no le alegraba, precisamente, volver a verme. Le saludé y ella, de inmediato, comenzó a increparme:

– Hola, bien como verás te he hecho caso y aquí estoy, pero solo para decirte que eres un cabrón, enviándome esos mensajes ofensivos.

No entendía nada de lo que me decía, pero me gustaba su presencia y su mosqueo. No recordaba haber visto nunca a Susi cabreada, más bien lo contrario, era una tía simpática y cachonda, siempre de buen humor. Antes de contestar, le ofrecí una copa, que ella no rehusó, y le serví un cubata de whisky. Luego me senté junto a ella, deseoso de saber qué era eso de los mensajes y qué demonios tenía que ver yo con ellos. Le seguí el juego y le pregunté:

– ¿Por qué dices que son ofensivos?

– ¡Ja! ¿Y lo preguntas? Primero me escribes diciendo que hace mucho que no sabes nada de mí y que quieres que nos veamos para recordar viejos tiempos. Y luego, no contento con eso, me vienes con que lo pasaste de puta madre conmigo, follando y drogándonos. ¿No es para cabrearse, coño?

Por unos momentos tuve el impulso de acabar de inmediato la conversación, negando toda participación en eso, pero sus palabras me hicieron recordar la etapa en la que estuvimos ella y yo liados, y me pareció una buena idea seguirle la corriente.

– Bueno, no dirás que no lo pasamos bien, y que nos echamos buenos polvos, con las narices repletas de coca. ¿O no?

Ella se paró a reflexionar un buen rato, se bebió la mitad de su cubata y luego me dijo algo que me sorprendió mucho.

– De acuerdo, eso es cierto, pero coño, no puedes ir enviando mensajes a un correo personal, diciendo también que si te la he chupado o que si hemos hecho un trío y cosas similares.- bebió otro trago de su copa y siguió – Joder Angel, que los mensajes enviados a ese correo, que, por cierto, no sé cómo coño has conseguido, los lee también mi marido.

La cosa se ponía interesante. Unos mensajes falsos en los que supuestamente yo hablaba explícitamente de temas sexuales con Susi. Hay que reconocer que lo cosa era intrigante y maliciosa. Me empezó a parecer sumamente morbosa la presencia de Susi allí, con esas ideas en la cabeza. Cada vez me acordaba más de los momentos que pasé con ella y me estaban entrando unas ganas enormes de repetirlos en aquellos momentos. Y seguí indagando:

– ¿Pero es que a tu marido nunca le has contado lo nuestro?

– Bueno, él sabe algunas cosas, pero sin detalles. Nunca he querido contarle los pocos excesos de aquella época de mi vida tan jodida.

Y empezó a contarme cosas de su vida actual, de lo bien que estaba contigo, mientras yo me entretenía en atisbar lo que podía de sus tetas y, sobretodo lo que podía ver de sus muslos, imaginándome poner mis manos sobre ellos y subirlas hacia arriba por el interior de la falda.

Lo más normal es que le hubiera dado una hostia, pero ni se me ocurrió. Estaba muy aturdido por el hecho de que Susi hubiera estado allí y las sensaciones que Angel describía respecto de ella comenzaban a dar un tinte morboso al asunto, haciendo que, sin querer, me pusiera en su papel. El continuó su relato:

El caso es que ella se explayó lo que quiso, dejándome claro que de seguir con los mensajitos podría desestabilizar un tanto vuestra relación sentimental. En esos momentos reconozco que me importaban poco los mensajes y vuestra vida. Lo único que me apetecía, y no te molestes por ello, era follarme a tu cabreada y preciosa esposita, aunque conseguirlo se me antojaba imposible en esos momentos, con ella ya casada y tan feliz. Tenía que conseguir que pudiéramos volver a vernos más adelante y buscar entretanto una estrategia. Como no quería que se fuese aún, quise serenarla y le dije:

– Vale, tienes razón, seguramente no debí hacerlo, pero tenía ganas de volver a verte e insisto en que sería bonito recordar viejos tiempos. No lo haré más, pero ya que estas aquí, me gustaría que charláramos otro rato, como buenos amigos. Al fin y al cabo tantos años dan para mucho. ¿Te echo otra copa? – Terminé, viendo que había apurado con bastante rapidez su bebida. Ella se lo pensó unos instantes, pero accedió:

– Está bien. Ponme otra, por favor. Igual que la de antes.

Y le serví la segunda copa, bastante más cargada de alcohol. Estaba mucho más tranquila e igual de radiante. Me preguntó cómo me iba a mí y le conté los sucesos de mis últimos años y los problemas que había tenido para mantener el bar, sobretodo en los dos años que había estado en la cárcel por temas de drogas. Fue entonces cuando me preguntó:

– ¿Sigues distribuyendo polvo aquí, en el bar?

– ¡Sí claro! – le contesté – el local deja beneficios, pero lo que más deja es el trapicheo de cocaína. – y entonces, sin buscarlo, tuve, posiblemente, la mejor idea de la tarde.

– ¿Quieres una rayita, como en los viejos tiempos?

Ella tardó en contestar, pero en seguida noté en sus ojos que realmente le apetecía meterse algo de nieve. En el poco tiempo que había estado allí, ya se había bebido un cubata y medio y se había fumado varios cigarrillos. En eso no había cambiado y en la atracción por la cocaína, parecía que tampoco.

– No sé, se hace tarde. – se interrumpió, algo azorada y como con miedo de aceptarla, pero al final claudicó – Bueno, vale, hace tiempo que no le doy ese gusto al cuerpo. Una loncha no me vendría mal, estoy un poco nerviosa.

Le dije que me siguiera a esta misma estancia, le ofrecí una tercera copa, tan cargada como la anterior, y preparé dos rayas de la cocaína más pura que tenía, una para ella, bien gruesa, y otra para mí. Susi se lanzó a ella con tanto frenesí que estuve tentado de prepararle otra, pero me contuve. Quería ver cómo se desarrollaban los acontecimientos, viendo que ella estaba cada vez más suelta y alegre. Empecé a pensar que tal vez no era tan descabellado buscar el modo de tirármela esa misma tarde Nos sentamos juntos en el sofá y seguimos hablando.

Ella sentía mucha curiosidad por los amigos comunes que habíamos tenido. Le conté lo que sabía de ellos y pronto comenzamos a rememorar, cada vez entre más risas, episodios singulares que habíamos compartido con ellos.

En ese momento Angel tuvo que atender a su móvil, lo que me permitió desconectar de la atracción que su relato me estaba provocando. Parecía que, efectivamente, Susi podía haber estado allí, pero me parecían improbables las reacciones de ella que Angel me describía. A él le encontraba, por otra parte, ciertamente desagradable, pero había que reconocer que relataba muy bien. Quería que siguiera, me parecía estar en el intermedio de una película que estaba tomando un rumbo ciertamente morboso. Terminada su conversación telefónica, se puso otra copa y prosiguió:

Como te decía estuvimos hablando un buen rato de los amigos comunes y le pregunté si quería ver algunos videos que tenía de aquella época. Ella miró el reloj, sin estar muy segura de qué hacer. Entonces le dije:

– Venga, nos metemos otro tirito y lo vemos. No dura mucho, apenas un cuarto de hora.

Al oír lo del tirito, creo que sus dudas desaparecieron del todo y, sonriendo, dijo:

– Vale, pero que sea como la anterior. Estuvo genial.

Los efectos del alcohol y la droga eran cada vez más evidentes, se notaba que ella quizás ya no estaba acostumbrada. La llevé frente a esa televisión, apagué las luces, menos una pequeñita que dejaba una penumbra relajante, y nos acomodamos entre los cojines. Al sentarse ella sobre sus talones, estirando las piernas, su falda subió más, alegrándome la vista mostrando buena parte de sus muslos.

Me encendí un porro y en cuanto ella sintió el olor tampoco pudo evitar pedirme que le pasara el canuto. Yo me arrimé y la cogí del hombro, sin que ella mostrara rechazo alguno. Reímos, comentando las escenas inocentes del pasado que aparecían en la pantalla, en las que ella aparecía también alguna que otra vez.

Casi al final de la cinta le avisé:

– Prepárate porque lo que viene ahora, no te lo esperas.

– ¿Qué es? – preguntó curiosa, mientras aspiraba profundamente el porro que le acababa de pasar.

– Es una sorpresa – le dije para dejarla intrigada.

La imagen se oscureció mostrando una escena nocturna en un jardín con una piscina y varias personas cayendo una tras otra en el agua. Tu esposa no tardó mucho en reconocer el momento y el lugar.

– ¡No! ¡Ay no! No me digas que es el chalet de Jorge.

– Pues sí, es el chalet y aquella nochevieja.

Ella me miró, incrédula.

– Lo grabasteis. No me digas que habéis sido tan cabrones.

Le sonreí y le dije que siguiera viendo lo que ya sabía que venía después. La gente desnudándose, tirándose unos a otros a la piscina, aprovechando para magrearse un poco. El que manejaba la cámara fue pasando inflexible por todos los miembros de aquella panda, hasta que también le tocó el turno a Susi. Allí estaba ella, completamente desnuda, a la vista de todos los amigos.

-¡Joder! Quita eso ¿no ves que estoy en bolas?

– Ya mujer, y ahora me dirás que te de la cinta.

– ¡Qué cerdo! A saber las pajas que te habrás hecho mirándola.

No hice caso de la pregunta. Le pasé de nuevo el canuto y me arrimé más.

– Reconoce que aquella noche estuvo bien – le susurré al oído sugerentemente, besándole luego la oreja y el cuello.

– ¡Ahhh, sí! – dijo Susi suspirando – Fue una noche auténtica – y expiró lentamente el humo del cigarro, sin pasármelo de nuevo, y con la vista perdida en el techo de la salita.

Supe que ese era el momento y mis manos se pusieron en marcha, una acariciando las tetas de Susi por fuera del vestido, y la otra haciendo lo que llevaba imaginando toda la noche, reptar por sus muslos, por debajo de la falda. Cuando sobrepasé el encaje superior de las medias, tocando la tierna carne de sus muslos, tu mujer protestó, gimiendo levemente:

-Uhhmm, que haces Angel, estate quitecito, – pero en lugar de obstaculizarme el paso, lo que hizo fue separar un poco las piernas, ofreciéndose a mis caricias

– Estoy recordando esa noche y me pongo cachondo – volví a susurrarle, mientras mi mano ya estaba bajo el escote, tanteando por encima del sujetador los pezones abultados y excitados, y mis dedos habían alcanzado sus bragas, comprobando el calor que desprendía el chochito de tu esposa. Mantuve un rato de silencio, dejando que ella se impregnara de los efectos del porro, que seguía sin compartir conmigo. Luego continué:

– Me acuerdo del polvo que echamos en el jardín, ocultos tras el boj, con el miedo y el morbo de que nos viera alguien.

– Es verdad – me contestó ella, pasándome por fin el canuto, ya bastante consumido – sobretodo de que nos cazara in fraganti tu novia, que andaba por allí cerca. Aquello fue la leche.

– Con mi novia fue peor lo del coche. ¿Recuerdas? – Y me tomé otra pausa, sin cesar de acariciarla – Era de madrugada y estábamos en tu coche. Te pedí, medio en broma, que me la chuparas, que me ponía mucho esa situación, pero, por supuesto, no quisiste.

Ya en esos momentos tanto sus tetas como su coño eran completamente míos. Gimió dulcemente cuando mis dedos se posaron en su clítoris, antes de contestar:

– Ya, pero recuerda que conseguiste que te la sacara del pantalón y te la meneara. Estabas como loco, mientras te masturbaba.

– Claro, porque sabía que mi novia andaba por allí cerca y nos podía descubrir. Por eso cuando apareció por la puerta de salida del bar y se acercó, el morbo me pudo y me corrí. ¡Uff, que gusto me dio! Fue una paja memorable.

– ¡Menudo cabrón! A mi me pringaste con tu espeso semen. ¡Que asco! Eyaculaste un montón y no sabía donde coño limpiarme la mano.

Susi gimió de nuevo al alcanzarle yo de nuevo su mojado botoncito. Estaba muy excitada. Yo me había ya sacado la polla, completamente tiesa, y abandonando mis caricias en sus senos, le cogí una mano y la llevé a mi verga, incitándola a repetir lo de aquella noche. Tu querida esposa la agarró con suavidad y me empezó a pajear.

¡Ahh! No veas el gustazo de sentir de nuevos esos finos dedos deslizarse por mi rabo y apretármelo. Qué morbo tener a Susi ahí, toda para mí. De repente ella abandonó tan rico trabajo y se incorporó.

– ¿Sabes donde me limpié al final la mano, justo antes de que llegara tu novia y pudiera pillarme? – me dijo, mirando primero mi polla erguida y luego directamente a mis ojos. Con un gesto le di a entender que no tenia ni idea y ella siguió:

– Pues en el coño. Me restregué la mano por el chichi y lo dejé empapado y húmedo de tu semen. Cuando llegué a casa tenía las bragas pegadas al coño – y dicho esto se echó una preciosa risita, se levantó y regresó al sofá.

Yo también reí y me acerqué de nuevo a ella, convencido de que follármela era sólo cuestión de minutos.

– ¿Me pones otra rayita de esas? -me suplicó, poniendo el gesto de una niña que está haciendo una travesura.

– Claro – contesté, y le preparé otra lonchita, abundante y larga. Ella la esnifó con ansia y se tumbó en el sofá. Yo me acerqué y le levanté la falda, dejando al descubierto sus muslos y sus bragas blancas y húmedas. Se las bajé, contemplando su hermoso chocho, abierto y a mi disposición. Cogí otra bolsita de coca y comencé a entretenerme en desparramar la nieve por encima de su raja.

– ¿Qué me haces, cerdo? – me dijo ella, sorprendida.

– Esta es para mí. Voy a ponerte la coca en el coño. Tú no digas nada y déjate llevar. Ya verás como te gusta.

Y con mis dedos comencé a esparcirla por dentro de sus abultados labios mayores, sobre los menores, por su orificio vaginal y especialmente sobre el clítoris. La escasez de pelos en el coño de tu mujer facilitaba la tarea. Ella gemía y movía la pelvis de cuando en cuando, mientras yo la masturbaba, removiendo la nieve que, inevitablemente, se humedeció inmediatamente.

– Uhmm. ¿Pero qué coño estoy haciendo?- dijo después de un hondo suspiro de placer.

– Recordando viejos tiempos, tesoro. ¿No es a eso a lo que habías venido?- le contesté, insistiendo en su clítoris, y haciéndola gemir de nuevo, antes de que me insultara, rendida ya a mí:

– Eres un cabrón, Angel. Yo había venido aquí a echarte la bronca, y mira ahora – volvió a gemir mientras mis dedos recorrían toda su raja por completo – Estoy jodida ¿Cómo puedo estar haciéndole esto a mi marido?

– Que coño más delicioso tienes – le contesté sin mencionar su comentario, acercando mis labios a su encendido chochito. Por supuesto que la nieve ya no se podía esnifar, con lo mojada que ella estaba, pero no era eso lo que yo buscaba. Mi idea era comerme su deliciosa raja, empolvada de coca de la mejor calidad.

Angel interrumpió la narración, para encenderse un cigarro. Sabía lo que me iba a decir a continuación, que se había comido el coño de mi mujer y que se la había follado después, y seguramente otras muchas cosas más. En realidad todo me parecía tan absurdo que ya no creía ni que Susi hubiera estado allí, aunque de algún modo Angel sí había tenido conocimiento de los mensajes. Lo que no entendía es por qué se ensañaba conmigo, intentando joderme con esa historia ridícula. Pero reconozco que la narración resultaba interesante y las imágenes que pintaba de mi mujer me tenían extrañamente excitado. De modo que le dejé que siguiera contando su inventado guión original.

Cuando iba a iniciar la tarea de comerme el coño de tu esposa, llamaron a la puerta de la habitación. No iba a hacer caso, pero insistieron y no tuve mas remedio que incorporarme y ver lo que pasaba. Mi encargado, el que te ha recibido en el local, me indicó que un proveedor estaba abajo y que tenía prisa. ¡Mierda! Me había olvidado esa cita, con la emoción del momento, pero no tenía mas remedio que atenderle, pues era vital para mi negocio, ya te puedes imaginar el por qué.

Intenté despacharle rápidamente pero, por desgracia, la cosa se alargó más de lo previsto y regresé a donde había dejado a Susi, veinte minutos después. Estaba cabreado, temiendo que tu bomboncito ya no estuviera allí. Pero lo que sin duda no esperaba fue lo que me encontré. Allí seguía Susi, toda desnuda, de rodillas sobre uno de los asientos del sofá, con su rostro apoyado en el otro asiento, y Fredy, mi encargado, también en bolas, follándola lentamente por detrás, como un perro a una perra. Totalmente sorprendido, me fui acercando lentamente a ellos, percatándome en primer lugar de que Fredy se movía muy despacio, y después de que lo que él estaba realmente haciendo era encularla. Creo que no quería lastimarla, y por eso su ritmo era lento, pero continuo, metiendo y sacando en toda su extensión su negra polla, envuelta por un llamativo condón amarillo.

Me pregunté por unos instantes qué coño había pasado ahí, pero pronto le resté importancia. Me resultaba muy excitante ver a mi encargado, un colega colombiano que conocí en la cárcel en la que estuve preso, dándole por el culo a tu mujer. Era de película, un tiazo negro sodomizando morbosamente a tu tierna esposita blanca. Mi polla creció, meneándomela a medida que me acercaba al sofá, y me preparé para follarme yo también a tu mujercita. Me desnudé, me puse un condón y me acoplé por debajo de Susi, boca arriba en el sofá. Fredy se frenó unos instantes, para dejar que me colocara, y ella abrió en ese momento los ojos fugazmente, cerrándolos de nuevo, dispuesta a recibir también mi verga. Situé mi polla a la entrada de su coño y ella misma fue bajando poco a poco su cuerpo para dejarse penetrar.

Joder, qué gustazo me dio sentir la estrechez del chocho de tu esposa y sus continuos suspiros, durante el largo rato que tardó en deslizarse mi verga dentro de ella. Una vez hundida del todo, Fredy, impaciente, reinició sus movimientos, pero yo preferí quedarme un rato quieto, disfrutando de esa morbosa sensación de placer que produce la posesión de una mujer casada y aparentemente fiel a su esposo. La boca de tu Susi estaba a la altura de la mía y la besé con fuerza, recibiendo de ella el regalo de corresponderme con igual frenesí.

Poco después, ambos nos follábamos a tu esposita sin contemplaciones, recibiendo uno tras otro sus gemidos, en cada embestida. Fredy y yo peleábamos por apoderarnos de sus grandes tetas, que colgaban como dos apetitosos racimos, y de los cachetes de su trasero. La cabalgábamos con buen ritmo, pero frenándonos cuando sus gemidos se acentuaban, porque no queríamos que se corriera demasiado pronto. Nos gustaba verla, así, tan caliente, tan abandonada al placer que le ofrecíamos los dos machos, tan sometida a ambos.

Llevábamos ya un buen rato follándola, cuando Fredy me indicó con un gesto que abandonáramos nuestra bella presa. Al salirnos, dejamos a Susi boca arriba, semitumbada en el sofá, con cara desencajada. Mi encargado se sirvió una copa de ron y yo apuré un sorbo de mi bebida. Susi nos miraba sorprendida, sin decir nada, aunque se notaba en su cara que estaba preguntándose qué es lo que pasaba. Fueron un par de minutos de silencio, que rompió tu mujercita con unas palabras que tanto Fredy como yo queríamos oír:

– Vamos, no me dejéis así. Por favor, necesito vuestros rabos.

En el tiempo que estuve con ella, jamás había visto a Susi sexualmente tan anhelante. Ambos entendíamos su necesidad y nos acercamos de nuevo a ella, viendo como se le iluminaba la cara, al observar nuestras pollas tiesas dirigiéndose a ella, listas para poseerla de nuevo.

– ¡Eso es, venga! Necesito que me folléis ya. – nos volvió a suplicar, agarrando con sus manos nuestras vergas y atrayéndonos a ella.

Fredy levantó a Susi y se tumbó boca arriba a lo largo del sofá, poniéndola a ella tumbada sobre él, también boca arriba, y apuntó a su ano, por el que parecía tener autentica predilección, dejando de nuevo a mi alcance su coño. Antes de volver a follarme a tu deliciosa chica, me entretuve un rato en lamerle el chocho, algo que deseaba haber hecho antes de la interrupción. Uhmm, qué mojada y caliente estaba su rajita, y que delicioso aroma a hembra desprendía todo su coño. Ella quería mi polla en su interior y tiró pronto de mis pelos hacia arriba, instándome a joderla de una puta vez.

Qué quieres que te diga, volvimos a enloquecerla, la hicimos gemir como una desesperada, pero esta vez moviéndonos con mucha más rudeza que antes, sobándole con fuerza los pechos y sus endurecidos pezones, con ganas también nosotros de corrernos disfrutando de tu bella mujercita.

El problema es que a mi no me gusta correrme en el condón, de modo que me salí y me lo quité, esperando que Fredy me dejara ocupar su privilegiado aposento. Sin embargo él era el que llevaba la voz cantante y no estaba por la labor. No era cosa de incomodarle. Fredy se alzó del sofá y con Susi aun boca arriba, se arrodilló a la altura e sus muslos, la atrajo de las caderas hacia él y volvió a encularla, dejándome con las ganas. Pero había otras opciones. Sus tetas aparecían grandes y seductoras y me apetecía hacerme una cubana hasta correrme entre ellas, algo que casi conseguí una vez cuando nos enrollamos.

Me arrodillé en el sofá y envainé mi verga entre sus globos, apretándolos con mis manos, gozando el contacto de su carne sobre ella. Casi no hacía falta que yo me moviera para pajearme, Fredy embestía cada vez con más violencia, moviendo el cuerpo de Susi de arriba a abajo, favoreciendo mi propia masturbación. Tu esposa gemía, a veces gritaba, enloquecida, y fue entonces cuando se produjo lo más inesperado de la noche. Puso sus manos sobre mi trasero y me atrajo hacia ella. Parecía que me invitaba a algo que jamás conseguí durante nuestra relación y que, conociendo a tu chica, ni se me había pasado por la cabeza hasta ese momento. Arrimé la punta de mi verga a sus labios y de inmediato los entreabrió, franqueando la entrada y confirmando lo inesperado. No podía creérmelo, pero era cierto, tu mujer me quería chupar la polla, me la quería mamar, quería enterrarla en su boca. Era una invitación morbosa e irrechazable y el simple pensamiento de que en unos minutos podría estar follándomela por la boca me excitó aún más si cabe, poniendo mi rabo en su máxima erección. Has de saber que mi polla es bastante corta, pero tiene un grosor muy considerable. Si hubiera enculado a Susi, como era mi deseo, seguramente le habría hecho daño, pero metérsela entere los labios tampoco iba a ser tarea fácil.

Empecé por el glande, lo más sencillo, aprovechando que Fredy había hecho una pausa en sus embestidas. Tu mujercita abrió entonces los ojos y me lanzó una preciosa mirada de ánimo, al tiempo que renovaba su empuje en mi trasero para metérsela. Yo me dejé llevar, contemplando como su boquita se iba distendiendo, conforme mi pollón se introducía lentamente entre sus labios. Era una visión de lo más morboso, que se agudizó cuando su lengua se puso a jugar deambulando por toda la carne que ya estaba en su interior.

Y así, poco a poco, se la fue introduciendo entera, regalándome el goce de disfrutar de su humedad y calor. El golpe definitivo lo dio mi colega, cuando inició de nuevo la follada. Un fuerte tirón de las caderas de mi negro encargado, hizo que mi verga se hundiera, por fin y por completo, en la boca de tu querida Susi. Por unos instantes los fuertes movimientos de Fredy arrastraron de arriba a abajo el cuerpo de tu esposa y el mío, como si fueran uno solo, hasta que conseguí mantenerme firme, apoyando una de mis piernas en el suelo. De esta manera conseguí follármela por la boca sin esfuerzo, sin tener siquiera que moverme, pues los preciosos labios de Susi se deslizaban por mi rabo, desde la punta hasta los huevos, al compás del ritmo que imponía Fredy, follándosela con un ímpetu creciente.

Yo le acariciaba dulcemente el pelo, mientras que ella me arañaba el culo y la espalda, casi fuera de si. Era tan delicioso sentir como tu encantadora esposa se encendía siendo poseída por sus dos machos, que sentí la inminencia de mi corrida. Pero yo no era el único que iba a venirme, Fredy bufaba a mis espaldas acelerando las embestidas, y Susi gemía ahogadamente, bajo el poder de mi polla en su boca, ambos listos también para alcanzar su orgasmo.

Un desgarrador grito de Fredy, coincidiendo con el último tirón hacia él del cuerpo de Susi, anunció su corrida. Ella también se corría, y era tan morboso escuchar los gritos de su orgasmo perderse en su boca, taponada por completo por mi verga, que yo tampoco pude aguantarme y me corrí como un cerdo, soltando mi leche en su garganta, entre deliciosos espasmos. Cuando Fredy aflojó la presión, mi polla retrocedió y buena parte de mi eyaculación se quedó en su paladar, mientras se sucedían los gritos ahogados de tu esposa, en el orgasmo más largo e intenso que jamás he contemplado en una mujer.

Unos instantes después los sonidos de los tres orgasmos se habían apagado. Yo saqué mi polla, con el glande aún embadurnado de semen, y me limpié esparciéndolo por el rostro de tu mujercita, marcándole una A de Angel. Susi, atrapada todavía bajos los efectos del placer, mostraba los labios semiabiertos, con mi lefa aún en el interior de su boca, salvo un hilillo de leche que escapaba de sus labios resbalando por su mejilla y manchando el brazo del sofá, el mismo brazo en el que tú estas ahora mismo apoyándote.

Eché mi cuerpo ligeramente hacia atrás y mi culo rozó algo. Me giré y observé sobre la tripa de Susi un preservativo amarillo, hecho un higo, y unas gotas de sudor que caían de la frente de mi satisfecho encargado, quien aún sujetaba con sus manazas la cintura de Susi. Y también comprobé, con sorpresa, que en algún momento había cambiado de agujero, pues su larga polla estaba oculta por completo en el sexo de tu mujer.

Asombrado, viendo como deslizaba su verga, ya sin condón, fuera del cuerpo de tu mujer, me di cuenta de que se había corrido a pelo en el coño de tu esposita. La retiró despacio, saboreando las paredes de ese chochito que acababa de follarse. La piel oscura de su verga relucía de fluidos blanquecinos, de su propio semen y de los fluidos de Susi. Cuando terminó de sacarla, unas gotas de semen comenzaron a asomarse al exterior del coño. Fredy me miró, apretó los dientes y la volvió a penetrar con fuerza y hasta el fondo, dos veces seguidas más, como intentando conseguir que su leche se quedara ahí dentro para siempre, y provocando un gritito más de ella.

Nos vestimos y la dejamos allí, pues debíamos atender el local. Una media hora más tarde regresé con ánimo de volvérmela a tirar, ahora por el culo, pero ya no estaba allí. En realidad ni la vi marcharse.

Angel calló por fin, después de su larga y fantástica historia. No me apetecía ponerle a parir por contarme esa sarta de mentiras, poniendo a Susi de protagonista. Lo que seguía sin entender era el motivo de su comportamiento. ¿Qué coño le habíamos hecho nosotros, para querer jodernos de ese modo? Eso era lo que quería saber.

– ¿Porqué me has contado todo esto? ¿Tanto te gusta hacer daño a la gente? – le pregunté, haciendo tiempo para que me bajara la erección, que el muy cerdo me había provocado, y poder marcharme de allí.

Angel, se tomó su tiempo antes de contestar, y lo hizo tras un largo trago de su bebida:

– Pues mira, tío, lo he hecho porque tengo la sospecha de que tú eres el autor de los misteriosos E-mails que recibía Susi de mi parte. Y puesto que parece que tienes tanta curiosidad por saber cosas de tu mujer, me ha parecido una muy buena idea contarte todo lo que pasó el otro día. Sé que hay muchos hombres a los que les excita conocer las aventuras sexuales de sus esposas antes de conocerlas, y después también, sobretodo cuando no consiguen de ellas lo que sexualmente les gustaría, y las imaginan como hembras en celo con otros hombres, sin pensar que la culpa es de ellos mismos, porque no son capaces de ponerlas lo suficientemente cachondas. No me extrañaría nada que ahora mismo tengas tu pito tieso, después de todo lo que te he contado.

Tuve que reconocer, en mi interior, que en eso no se equivocaba. Había captado perfectamente mis ideas y sensaciones. También había tenido la polla a punto de explotar mientras le escuchaba, aunque en ese momento mi erección iba bajando. Angel continuó:

– Si no has sido tú, sólo sacarás en limpio hasta donde puede llegar tu mujercita y lo cornudo que ha sido capaz de hacerte. Y si has sido tú, que es lo más seguro, no sólo habrás tenido unos lindos cuernos, sino que además te tocará pensar en lo estúpido que has sido conduciendo a Susi a mi local. Porque sí que es cierto que follábamos y también que nos dábamos unas buenas esnifadas de coca, pero en lo de la mamada y el trío te columpiaste. Nunca conseguí que me la chupara, y eso que lo intenté varias veces en el tiempo que estuvimos enrollados, y por supuesto, nunca hicimos un trío. Y ya ves, ahora Susi se lo ha montado con dos tíos a la vez, que se la han follado por todos sus agujeros a placer. Una mentira hecha realidad. ¡Qué gilipollas!

Ahora que ya estaba en disposición de marcharme, sí que contesté:

– Mira, me da igual lo que pienses. Susi me ha hablado más de una vez de ti, y me ha dicho que eres un tío bastante despreciable. Evidentemente nos quieres joder, y te has inventado todas estas mentiras para hacerlo. Ahora pensaras que yo voy ir corriendo a mi esposa, todo cabreado, para echarle en cara lo que tú dices que ella ha hecho, pero Susi es incapaz no ya de ponerme de los cuernos, sino de hacer todas esas guarradas. La conozco bien desde hace tiempo. No sé como demonios has sabido lo de los mensajes, puede que en efecto Susi o un amigo nuestro, y tuyo, que conocía el tema, se hayan dirigido a ti para pedirte que nos dejaras en paz. El resto es, por supuesto, obra de tu imaginación.

El permanecía quieto, mirándome fijo a los ojos, sin decir ni mu. Me levanté y me fui de allí, pero antes de salir del cuarto le oí decirme:

– Ten cuidado, igual que he conseguido tu número de móvil, también tengo el suyo, y puede que la llame un día de estos, ofreciéndole unos cubatas y Lady Pura. Te aseguro que no se me resistirá.

Regresé a casa y allí estaba Susi, jugando, como siempre, su partida de cartas por Internet. Me recibió contenta y cariñosa, como siempre. ¡Cómo demonios iba a ser verdad el relato de Angel! Yo venía muy caliente y con ganas de follar. Por la noche, en los preliminares, logré que me cogiera la polla con sus manos y mientras ella me pajeaba, no pude reprimirme en indagar:

– Susi, que bien lo haces. Oye, ¿le has hecho alguna vez una paja a alguien?

– Te la estoy haciendo a ti ahora mismo, amor ¿no?

– Me refiero a una paja completa y a otro que no sea yo. No sé, al padre de tu hija, o a alguno de tus rolletes.

Me miró con cara extrañada, pero contestó con aparente naturalidad:

– Pues no, que yo recuerde, pero ¿a qué viene eso?

– No sé, se me ha ocurrido, ya sabes, curiosidad.

Me calló la boca con un beso y seguimos la faena.

Pensé que si realmente hubiera estado con Angel y hubieran hablado del episodio entre ellos y la novia de él, en el coche, su reacción habría sido otra, sin duda. Estaba claro que Angel era un fantasmón y un indeseable.

Un par de semanas más tarde, varios compañeros del trabajo charlábamos de lo que dicen que sucede en las fiestas de despedidas de solteras con los boys. Yo les dije que tenía una presentación con varias fotos de una de esas fiestas y que se las pasaría por correo electrónico. Por desgracia no las encontré, y las daba ya por perdidas cuando recordé que ese era uno de los PPs fuertes que había mandado en su día a Susi desde el falso correo de Angel. Entré en la dirección de correo para recuperarlas y allí, para mi sorpresa, me encontré, entre varios anuncios publicitarios, dos mensajes cuyo remitente firmaba como Susi. Lo primero que comprobé es que los mensajes no provenían de la dirección de correo que compartíamos mi esposa y yo, sino de otra completamente distinta que yo no conocía. Un ligero hormigueo me entró en el estómago y la imagen de Angel, que había olvidado ya por completo, reapareció.

En el primer mensaje Susi aceptaba quedar con Angel, pidiéndole que contestara para acordar el lugar de la cita. El mensaje era de unos días antes de mi cita con él. Por supuesto, ella nunca obtuvo respuesta a ese mensaje.

Pero el que más me intrigaba era el siguiente, cuya fecha comprobé que era justo un día antes del día en que me vi yo con Angel. Contenía el siguiente texto:

Hola Angel, no tenía intención de escribirte, pero ayer no tuve oportunidad de hablarte antes de irme del local. Aún no dejo de preguntarme cómo pasó lo que pasó, pero voy a intentar olvidarlo cuanto antes. Lo que sí te pido es que, por favor, en ningún caso se entere mi marido. Tienes que prometerme que vas a guardar total discreción y que no vas a volver a molestarnos. Espero que seas comprensivo y te guardes para ti lo de ayer.

Adios

Susi

Me quedé de piedra al leerlo. Las palabras de mi mujer confirmaban que, efectivamente, ella había estado en el bar con él, pero lo peor es que daban a entender que realmente había sucedido algo allí, algo que ella no quería que yo supiera. En realidad lo que ella decía era poco específico, con lo que no podía estar seguro de si tenía algo que ver o no con la historia de Angel. Sin embargo comencé a tener ya una gran desazón, ansiando y temiendo saber qué coño era a lo que se refería Susi. Durante un buen rato apenas pude pensar, pues por un lado me asaltaban las imágenes que tan bien me había descrito Angel, y se me hacían cruelmente reales, y por otro lado me torturaba intentando convencerme de que todo lo que él me había contado era imposible, de que Susi nunca podía haber hecho algo así.

Tras esos primeros instantes de absoluto desasosiego, me serené, y mis esfuerzos se centraron en ver la manera de poder conseguir más información de mi mujer, sin tener que preguntarle directamente a ella, por supuesto. Tenía una doble ventaja sobre Susi, la primera que ella no sabía que el que leía el E-Mail era yo y no Angel, y la segunda que podía de algún modo chantajearla, visto su temor a que yo llegara a saber los detalles de esa tarde con su antiguo rollo.

Mi mente calenturienta echaba humo. Si el mensaje lo estuviera leyendo el auténtico Angel, y su relato hubiera sido cierto ¿Qué tipo de contestación podía dar a mi esposa para obligarla a hablar sobre lo que quería ocultarme? Tras cavilar un rato, pensé que lo ideal era indagar sobre lo que el propio Angel no sabía, es decir como había llegado a montárselo el negro con ella. Debía aprovecharme del poder de chantaje que tenía, y contesté así:

Que tal guapisima. Siento mucho haber tardado en responderte, no he podido hacerlo antes. Será difícil que yo olvide lo que disfrutamos ayer contigo, pero no te preocupes, guardaré el secreto y te juro que no os volveré a molestar. Eso sí, hay algo que te quiero pedir: me gustaría saber como consiguió Freddy llegar a encularte. Se lo he preguntado pero el muy cabrón no me quiere decir nada. Joder, tienes que contarme con detalle qué coño pasó, ¿vale?

Un beso ahí, donde más me gusta

Angel.

Mandé el E-Mail, con no muchas esperanzas de obtener respuesta, pero no tuve que esperar mucho. A la mañana siguiente, en la oficina, revisé el correo de “Angel” y ahí aparecía la respuesta de Susi.

Eres un cabronazo. No sé si fiarme de ti, la verdad, ni sé qué interés morboso tienes en saber eso, pero creo que no me queda más remedio que contarte lo que pasó, aunque no comprendo por qué no lo hace tu coleguita.

Bueno, no sé que me ocurría, pero estaba superbien. Supongo que la bebida y la coca tuvieron mucho que ver en todo. Me habías dejado ahí tirada, después de manosearme el chichi restregándome la nieve. No sé si era por efecto de la coca en mi coño o por qué, pero el caso es que me encontraba tan caliente que empecé a masturbarme, y mientras lo estaba haciendo, de repente, una maravillosa lengua comenzó a lamerme el chochito. Creí que eras tú y me abandoné al placer, a disfrutar ese momento. Cuando estaba a punto de venirme, te agarré de la cabeza para apretarte contra mi sexo y, al notar la falta de pelo, me di cuenta de que no eras tú y di un respingo, sobresaltada.

El negrazo que me estaba comiendo la raja, abandonó entonces lo que hacía y se retiró. No dijo nada, sólo sacó un sobre del bolsillo y me ofreció otro tirito. Yo, por supuesto, acepté encantada y encendida, pero, el muy cabrón, se sentó a mi lado, se sacó del pantalón la polla y preparó la raya con cuidado sobre ella, instándome luego a esnifarla. Su verga estaba semi-erecta, pero ya aparecía larga y atractiva. Cuando terminó de prepararla, la nieve sobre su oscura picha producía un contraste realmente irresistible. Esnifé e, increíblemente, me lancé a chupar después los restos de polvo que quedaron sobre la piel de su verga, hasta que él acabó metiéndola sin mayores problemas en mi boca.

Me hizo chupársela un buen rato, y así fui notando, con agrado, como se le iba endureciendo, mientras él gruñía de gusto. Yo estaba cada vez más fuera de mí, me ardía el coño y necesitaba un buen rabo para calmarlo. Le pedí, le supliqué, sin más, que me follara. Siguió sin hablarme, simplemente se puso un condón y me giró con violencia para ponerme boca abajo sobre el sofá y penetrarme por detrás, sólo que no buscó mi coño, si no que se dirigió directamente a mi ano, escupiendo varias veces en él y masajeando y lubricando el orificio un buen rato. Yo tenía tanta necesidad de polla que no me opuse a sus esfuerzos por lubricarme el ano y aunque la polla de tu colega no es muy gruesa, sí es larga, y cuando comenzó a penetrarme me dolió. Hacía años que nadie me perforaba por ahí e intenté tímidamente oponerme y retirarme, pero me retuvo de las caderas hacia él y procedió a encularme, ya sin compasión.

Pese al dolor inicial, me fue gustando sentir ese trozo de carne dentro de mí, pero lo que yo seguía ansiando era que me follara por el coño. En eso apareciste tú, y cuando vi que te disponías a hacer lo que yo tanto necesitaba, sentí un escalofrío en mi interior, anticipándome al momento en que me metieras ese gordo pollón que te gastas. Reconozco que fue un polvo brutal y que los dos os portasteis como buenos machos, pero la follada final que me propinó ese negro amigo tuyo fue sencillamente genial, tan ruda, tan violenta. Estaba tan caliente que hasta me apeteció meterme en la boca tu pollón, pero ¡joder!, podías haberte corrido fuera ¿no? Me la dejaste llena de semen, aunque te contaré un secreto, ésta ha sido la única vez que un tío se ha corrido en mi boca, y supongo que por la excitación, el alcohol o las drogas, decidí cometer una ultima travesura y me tragué toda tu leche, en vez de escupirla. Ahora me da asco pensar en ello, pero en ese momento hasta me gustó. Ya ves, tú te has llevado el premio, cabrón.

Bueno, espero haber satisfecho tu curiosidad, y también espero que cumplas con tu parte y que nadie más que nosotros sepa lo que pasó. Debes comprenderlo, ha sido un episodio loco que si llegara a oídos de mi marido, podría traerme serios problemas, y tú ya sabes lo mal que lo he pasado antes.

Un besito

Susi

Leí el mensaje varias veces, línea a línea, como si no quisiera creer que fuera cierto lo que estaba averiguando, y a cada nueva lectura más me cabreaba, y a la vez, más tiesa tenía mi polla. ¡Joder!, si hasta se despedía con un besito, la cabrona. Qué cierto es eso de que a una mujer nunca se la conoce bien del todo. El caso es que yo había conseguido por fin mi objetivo de saber algo más de la enigmática etapa de Susi, antes de estar conmigo. Pero a la vez ese estúpido e inocente juego, iniciado por mi mismo, me había llevado a ser un enorme y excitado cornudo, y mientras mi esposa ahí, tan tranquila.

Bueno, quizás no tan tranquila, porque por la mañana me había comentado, un tanto preocupada, que llevaba unos días de retraso en la venida de la regla. Y me estaba acordando de las palabras de Angel y de la imagen de la polla de Freddy abandonando el coño de mi mujer, tras llenárselo de leche, sin usar condón. ¿Será posible que …?

FIN


Relato erótico: “Adiestrando a las hijas del jefe 3” (POR GOLFO)

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Esa mañana, decidí que tenía que cambiar de táctica, no fuera que las privaciones a las que tenía sometidas a las dos hermanas hicieran mella en sus cuerpos, y enfermaran. Para ello, debía encontrar una persona que me las cuidara mientras yo trabajaba. El problema era quien, no conocía a nadie que me inspirara la suficiente confianza para dejarle a Natalia y a Eva a su cuidado.
Nada más despertarlas, la obligué a darse un baño, a peinarse, y a pintarse, ya que las quería en plena forma.
Os necesito guapas-, les dije, mientras les elegía la ropa.
Encantadas con la idea, esperaron ilusionadas que les dijera que es lo que debían de ponerse. Por eso, creo que quedaron un poco decepcionadas cuando les mostré su vestimenta, la cual consistía en un collar de cuero y un conjunto muy sexy de sumisa, con el sujetador y el cinturón de castidad a juego.
La primera en vestirse fue la mayor. Eva, con sus grandes pechos y hermosas caderas, estaba perfecta. Esa noche había hecho uso de ella, pero al verla con ese atuendo, me empecé a poner bruto. Sólo el saber que tenía que vestir a Natalia, evitó que la tomara allí mismo. Ésta tampoco tenía desperdicio. Con su metro setenta, su piel blanca contrastaba con el negro del cuero, dotándola de una morbosidad fuera de lo común. Todavía no le había terminado de atar el cinturón, cuando con su cara de no haber roto un plato, me pidió que al volver la eligiera a ella, quería ser mi favorita esa noche.
Sonreí al darme cuenta que las estaba subyugando poco a poco, y llevándolas a la cocina, les dije:
Tenéis diez minutos para desayunar, y hoy os voy a dejar que os llevéis al cuarto toda la comida que queráis, pero debe ser rápido-.
Las muchachas no comieron, sino devoraron, recordando las penurias pasadas. De tal manera que pensé que les podía sentar mal, tamaña ingesta. Satisfechas, las llevé cada una a su cuarto, pero antes de cerrar sus puertas, les di a cada una, un consolador y un vaso, diciéndolas que esa noche cuando volviera a casa, debían de llenarlo de flujo, y que la que consiguiera más cantidad, iba a tener premio.
Todavía me estaba riendo al coger el coche, pensando en como las muchachas se iban a masturbar durante todo el día, intentando ordeñar sus coños al hacerlo, de manera que al retornar, me las iba a encontrar exhaustas y calientes. Pero sobre todo, que de esa forma, no iban a tener tiempo de pensar. “Soy malo”, me dije, disfrutando de la excelente idea que había tenido.
Al llegar a la oficina, el trabajo se me había acumulado, por lo que me pasé toda la mañana firmando pedidos y autorizando presupuestos. El tiempo voló y casi sin darme cuenta ya era la hora de comer. Isabel, mi secretaria, llegó con una bandeja de sandwiches.
-Fernando, ¿quieres algo más?-, me preguntó antes de irse.
Algo en su actitud, me hizo levantar la cara de mis papeles, y viendo que era ella, quien quería decirme algo, le pedí que se sentara.
-¿Qué te ocurre?-.
Se puso colorada, al saber que me había dado cuenta, y bajando la mirada me respondió:
-Disculpa, pero quería saber como te iba con las dos hermanitas-.
Era eso, recordaba como se había excitado oyendo los castigos que había inflingido a las dos mujeres el día anterior, y ahora, venía a que le siguiera contando más.
-¿Quieres escuchar como hice que Natalia azotara a su hermana?-.
La sola idea de pensar en ello, provocó que sus pezones se erizaran bajo la tela, y la muchacha totalmente ruborizada, no pudo más que reconocer que era lo que buscaba.
-¡Desabróchate dos botones!-
-¿Como?-, me respondió protestando.
-Si esperas que te cuente todo sin nada a cambio, ¡vas jodida!-
Estuvo a punto de levantarse indignada, pero tras pensárselo durante unos segundos, se llevó la mano al escote y aflojándose la blusa, retiró dos botones de sus ojales. Como ya conté Isabel era una mujercita regordeta, pero atractiva a la vez, y al hacerlo, su canalillo perfectamente formado tras un sujetador de encaje, quedó a la vista.
-¿Por donde empiezo?-
Por el principio-, me contestó, cerrando involuntariamente las piernas.
Sin darle tiempo a pensar, me coloqué detrás de ella, y posando mis manos en sus hombros, empecé a explicarle como las había hallado después de más de veinte horas sin comer y unas diez sin beber. Mi secretaria no dijo nada, su mente sólo estaba centrada en mis palabras, en como les había derramado el agua en sus cuerpos, obligando a las dos muchachas a absorberla de sus propios sexos.
-¡Que excitante!-, me alcanzó a decir, mientras ya sin ningún reparo le acariciaba el cuello.
-Quítate la camisa-, le susurré al oído.
Isabel estaba con la mirada ausente, debía de estar meditando acerca de lo bajo que iba a caer si me obedecía. Pero cuando ya pensaba que se iba a negar, mi secretaria suspiró y manteniendo la cabeza gacha, se despojó con rapidez de su blusa y de su sujetador. Sonreí al percatarme que se había desnudado totalmente de cintura para arriba, y eso era mucho más de lo que le había pedido.
Sus enormes pechos se me antojaron atractivos, y sin medir las consecuencias me apoderé de ellos, sopesándolos con mis manos. No hubo rechazo, al contrario se acomodó hacia atrás en la silla, para facilitarme el hacerlo. La muchacha se estaba calentando a marchas forzadas, con los pezones erizados, me pidió susurrando que siguiera.

La situación se estaba convirtiendo en algo muy fuerte, y previendo su curso, decidí cerrar la puerta de mi despacho. Al volver a su lado, directamente le pellizqué un pezón. Jadeó sorprendida, pero cogiendo mi otra mano se la llevó al pecho libre, para que repitiera la operación. Esta vez, como si estuviera sintonizando una radio, retorcí sus pezones, escuchando sus primeros gemidos de placer.
-¿Te gusta?-.
Con la respiración entrecortada, me respondió afirmativamente.
-¡Quiero ver como te masturbas!-
No tuve que repetírselo. Isabel abriendo sus piernas, se introdujo la mano bajo la falda pasando su dedo por encima de la braga, mientras yo alucinaba de su calentura. No había marcha atrás, y ella lo supo cuando separándome de ella, acerqué mi silla, para verlo mejor. En ese momento quiso parar, quizás cortada, pero dándole un tortazo le dije que no le había dado permiso para hacerlo.
Era la primera bofetada que le daba, pero no iba a ser la ultima, ya al contrario de la lógica le había excitado, y quitándose el tanga, se afanó en ser observada. Sus rollizos muslos terminaban en un sexo totalmente depilado. Pude ver, como se abría los labios, y se concentraba en su clítoris, mientras no dejaba de mirarme. En pocos minutos, ya olía a sexo, y sus gemidos se escuchaban en la habitación.
Fue el momento que elegí, para despojarme de mi pantalón, y acercando mi sexo a su boca, le ordené que me mamara sin dejar de pajearse. Sentada, con las piernas abiertas y con su mano torturando su pubis, abrió la boca para recibir mi extensión. Dejé que llevara el ritmo, acariciándole la cabeza. Su lengua era una experta recorriendo los pliegues de mi glande, de manera que rápidamente todo mi pene quedó embadurnado con su saliva, y la muchacha forzando su garganta, se lo introdujo lentamente.
Me encantó, la forma tan sensual con la que se lo metió, ladeando su cara hizo que rebotase en sus mofletes por dentro, antes de incrustárselo. Noté como se corría, sus piernas temblaban al hacerlo, pero en ningún momento dejó de masturbarme, era como si le fuera su vida en ello. No soy un semental de veinticinco centímetros, pero mi sexo tiene un más que decente tamaño, y aún así, la muchacha fue capaz de metérselo por entero. Por increíble que parezca, sentí sus labios rozando la base de mi pene, mientras mi glande disfrutaba de la presión de su garganta.
Fue demasiado placentero, y desbordándome dentro de ella me corrí, sujetando su cabeza al hacerlo. Mi semen se fue directamente a su estómago, porque Isabel no trató de zafarse, sino que profundizando su mamada, estimuló mis testículos con las manos para prolongar mi orgasmo.
-¡Fernando!-, me dijo feliz, al sacar mi pene de su boca,-tienes el miembro tan rico como me imaginaba-.
Su lujuria me dio la idea, y levantándola de la silla, mientras la terminaba de desnudar, le dije:
-¿Te apetece ayudarme con dos putitas?-.
-¿Qué tengo que hacer?-
-Por ahora, disfrutar-, le respondí mientras la inclinaba sobre mi despacho, dejando su trasero sensualmente dispuesto.
Su culo era enorme, pero bien formado. Separando sus dos nalgas, descubrí una entrada todavía virgen. Era rosada, cerradita y mía, saber que estaba a mi disposición me provocó una brutal erección. Isabel lo notó al instante, y cogiéndose ambos cachetes con las manos, me pidió que lo hiciera con cuidado.
Pasé mi mano por su sexo, y recolectando un poco de su flujo, lo unté en su hoyuelo. La muchacha, más alterada de lo que era normal, se tumbó directamente en la mesa, dejándome hacer. Con un dedo recorrí sus bordes, antes de introducirlo en su interior. Era tentador, pero no quería destrozarla por lo que me entretuve en relajarlo antes de meter el segundo. Escuché un jadeo. Le dolía pero no se quejaba, lo que me dio motivos para continuar. Forzando un poco sus músculos, fui encajando y sacando mis dedos hasta que desapareció la resistencia, entonces y solo entonces, acerqué mi glande a su entrada.
Durante unos instantes, jugueteé acariciándolo, y al percatarme que estaba lista, posé mi manos en sus hombros y le introduje la cabeza. Chilló de dolor al sentir violado su recto, creo que incluso derramó unas lágrimas, pero no se rajó, al contrario echándose para atrás, obligó a mi pene a empalarla con su consentimiento. Lo hizo tan lento, que me dio tiempo a notar, como toda mi extensión iba rozando las paredes de su ano, destrozándolo. Mordiéndose los labios, aguantó el dolor de sentirse desgarrada. Con mi sexo completamente en su interior, esperé a que se acostumbrara.
-¿Lista?-, le pregunté.
Al no contestarme, deduje que lo estaba, iniciando mi ligero trote. A Isabel nunca le habían echo un anal, y por eso le dolió brutalmente al principio, pero después de unos minutos, con el esfínter ya relajado empezó a disfrutar. Me di cuenta de ello, cuando bajando su mano, se empezó a masturbar. Sabiendo que era el momento, le azucé dando un azote en su trasero.
Fue como si se desbocara mi gordita, berreando como una hembra en celo, movió sus caderas violentamente hacia atrás, clavándose hasta el fondo mi herramienta. Gritando me pidió que la ayudara, y entonces comprendí que le excitaba el maltrato, y dándole una tanda a modo de aguijón, conseguí que su cuerpo adquiriera un ritmo infernal. Sus pechos se bamboleaban al compás de mis penetraciones y sus carnes oscilaban como un péndulo, mientras ella se desgañitaba chillando su placer.
Su orgasmo me empapó de arriba abajo, ya que de su sexo manó su flujo en demasía, recorriendo sus piernas, de modo que cada vez que chocaba contra su trasero, salpicaba por todos lados. Su brutal reacción terminó de excitarme, y uniéndome a ella, le regué con mi semen todos sus intestinos.
Agotados, quedamos unidos por nuestros sexos, mientras descansábamos del esfuerzo. Y sólo cuando nuestras respiraciones ya eran normales, ella separándose de mí, se arrodilló a limpiar con su boca mi pene. Era increíble, una máquina, usando su lengua retiró rápidamente todos los restos de nuestra lujuria, y al terminar como si no hubiese pasado nada se vistió sin hablar. Pero justo, cuando ya salía por la puerta, se volvió para decirme:
-¿A qué hora?-.
La muy zorra no se había olvidado de mi promesa, y riendo le contesté:
-A las ocho, pero tráete ropa, te vas a quedar por lo menos una semana-.
-¿Y el trabajo?-
-Soy tu jefe, ya veré que me invento-.
Meneando sus caderas, salió del despacho, no sin antes prometerme que no me iba a arrepentir. Poniéndome manos a la obra, llamé al departamento de personal de la compañía, para advertirles que Isabel iba a ser trasladada durante un mes a Barcelona, por lo que debían de preparar sus dietas. De esa manera, nadie la iba a echar de menos durante un mes, dándome tiempo para adiestrar de manera conveniente tanto a las hijas de mi jefe, como a mi más reciente adquisición.
Lo que no tenía claro, es cual iba a ser el papel de mi secretaria, porque le gustaba demasiado recibir azotes. Pero algo si era seguro, fuera cual fuese su participación, es que se había ofrecido voluntaria, por lo que me podía fiar de ella. Meditando sobre ello, pensé que detrás de una buena masoquista, se podía descubrir a una buena sumisa o a la domina más cruel. Cerrando mi ordenador, me dije que lo iba a saber en pocas horas.
Al salir de la oficina, me entretuve comprando en un sex-shop los artilugios que me faltaban, no en vano, aunque el viejo tenía todo un arsenal, era insuficiente al estar pensado para una pareja, y a partir de esa noche íbamos a ser cuatro. Llevaba años sin entrar en un tugurio parecido, y por eso me quedé pálido al observar hasta donde podía llegar la imaginación perversa de los fabricantes. Obviando el hecho de que había muchos instrumentos cuya finalidad no entendía, me maravilló observar la exageración del tamaño de muchos de ellos, siendo el culmen una verga que imitaba el sexo de un burro, con más de cincuenta centímetros de largo y al menos diez de ancho. También había otros, en los que mi sorpresa era lo retorcido de su uso, y que sólo una mente sádica podía haber diseñado, como una especie de ataúd, con clavos donde encerrar a una esclava.
No sé cuanto tiempo pasé dentro del local, pero mucho, cada estante tenía una novedad, de forma que cuando fui a pagar, el palo que di a mi tarjeta de crédito fue de órdago, más de dos mil euros. Al llegar a casa, cargado con tres bolsas, Isabel me estaba esperando en la puerta. Venía vestida como al mediodía, pero al ver el tamaño de su maleta, comprendí que me había hecho caso y que traía ropa suficiente para su estancia.

Lo primero que hice, fue mostrarle la casa, donde estaba el comedor, la cocina y los diferentes salones, dejando para el final lo más importante que eran las dos muchachas. A propósito, alargué el momento invitándole una copa, ella tomaba ron, por lo que mientras se sentaba en el salón, le expliqué que quería.

Mira, Isabel, como te dije esta mañana necesito ayuda, no puedo mantenerlas eternamente atadas, y me vendría estupendamente alguien que me relevara cuando no estoy-.
-Sólo tengo una duda, ¿voy a poder hacer uso de ellas?-.
Soltando una carcajada, le contesté:
Claro, deberás participar en su adiestramiento, tendrás barra libre cuando no esté yo, pero en mi presencia siempre tendrás que obedecerme-.
-Eso no será difícil-, me contestó en plan coqueta, –me imagino que la obediencia, también será sexual-.
-Sexual, oral, anal, y mental. A todos los efectos serás mi esclava, pero ellas tendrán que tratarte como su maestra, ¿comprendido?-.
-Si, amo-, dijo sonriendo,- creo que si me vas a presentar, será mejor que me cambie antes, no vayan a tener una idea equivocada de mi función-.
Su completa aceptación, me satisfizo. Isabel no sólo me iba a ayudar, sino que había aceptado voluntariamente ser mi esclava. Las próximas semanas iban a resultar placenteras, me dije, mientras aprovechaba para ir a por las dos muchachas, que ignorantes de su destino me esperaban cada una en un cuarto. Lo primero de lo que me di cuenta era que ambas habían cumplido mi orden y orgullosas me mostraron que el vaso con su flujo estaba lleno, pero además se había producido un cambio, las dos estaban perfectamente aseadas, peinadas y hasta pintadas, luego poco a poco se iban acostumbrando al nuevo rol que les había impuesto.
Sin explicarles que les tenía preparado, las llevé al salón. Ellas pensaron que era el premio a su diligencia, no suponían que les iba a presentar a su nueva ama y compañera, por lo que cuando les dije que se sentaran, creyeron que su suplicio había terminado. Por eso cuando les serví una copa, esperando a Isabel, Natalia me preguntó si podía quitarse el collar. No pude contestarle por que en ese mismo momento, mi secretaría entró en la habitación, vestida totalmente de cuero con un corsé que realzaba sus curvas, dotando a sus enormes pechos de un siniestro atractivo, al estar comprimidos por un sujetador con forma cónica.
Tanto Eva como su hermana menor se quedaron calladas, al verla entrar. Realmente, disfrazada de esa forma era una mujer impresionante. Tras ese atuendo, se adivinaba a una hembra seductora y fascinante, segura de su feminidad, cuya silueta rellenita, lejos de causar rechazo, tenía una belleza singular.
-Amo, ¿me permite explicarles que hago aquí?-, me dijo sabiendo mi respuesta por anticipado.
La rapidez con la que entró al meollo de la cuestión, me sorprendió, y haciendo un gesto con la cabeza, le autoricé a dirigirse a ellas.
-Zorritas, mi nombre no os importa, pero a partir de ahora deberéis dirigiros a mí como Maestra. Mi amo me ha ordenado que os enseñe las bondades de la sumisión. Debéis estar agradecidas, por que vais a descubrir lo maravilloso que es la entrega total-, para aquel entonces las muchachas se abrazaban asustadas, y con los ojos fijos en Isabel seguían sus instrucciones sin pestañear. –Una mujer que no ha probado la subordinación a un ser superior, no ha disfrutado del sexo-.
Hizo una pausa antes de proseguir, y yo viendo que mi función iba a ser la de mero observador, decidí ponerme una copa. Estaba sirviéndome los hielos, cuando escuché:
-Un amo no debe mancharse las manos teniendo tres sirvientas. ¡Tú! , la rubia, levántate y ponle su whisky. Lo toma con mucho hielo-.
No tuvo que ordenárselo dos veces, Natalia levantándose de un salto, llegó corriendo a auxiliarme, mientras su hermana se quedaba sola en manos de la mujer. Estaba nerviosa, sus manos temblaron al echar los hielos en el vaso, y susurrándome me dijo:
-Amo, ¿acaso está enfadado conmigo?-.
-No, preciosa, es por vuestro bien. Verás como en unos días me agradeces el haberos traído alguien que os enseñe-.
Isabel esperó que la niña volviese a su lugar para seguir hablando:
Antes de nada, os voy a enseñar a permanecer en posición de sumisa-, les dijo obligándolas a arrodillarse, con el cuerpo y los brazos echados hacia delante, de manera que sus culos quedaron en pompa, en disposición de ser usados. No le costó ningún esfuerzo ponerlas así, quizás debido al miedo o quizás por el interés de aprender algo nuevo, las muchachas dócilmente aceptaron sus órdenes. Contenta, por el resultado, siguió diciendo mientras les acariciaba con una fusta: –Este mundo está dividido entre amos y sirvientes, los primeros han nacido para mandar y ser obedecidos. Puede parecer que es el papel ideal, pero estáis equivocadas, porque jamás podrán liberarse del poder y disfrutar realmente de la vida. En cambio, las sirvientes, al no poder decidir por nosotras mismas, podemos lanzarnos al disfrute sin pensar en las consecuencias-.
Creo que fue entonces, cuando realmente empezó la clase, ya que eligiendo a Eva y recorriendo con la fusta los bordes de su sexo, dijo:
-Fijaros, ahora estoy acariciando a esta perra. Mientras ella sólo tiene que concentrarse en lo que siente, yo debo de decidir que hago. Por ejemplo, tengo dos posibilidades, o azotarla o penetrarla-, y dirigiéndose a la hermana preguntó, -¿qué quieres que haga?-.
Natalia, apiadándose de ella, respondió que penetrarla. Su maestra separando los labios de la mujer, le introdujo el instrumento duramente hasta que chocó con la pared de la vagina. Eva, indefensa, se retorció al sentirse violada. Mi secretaría sacando y metiendo la fusta, la estaba follando, de modo que en pocos instantes los chillidos de Eva se fueron transformando en placer. Viéndola disfrutar, volvió a preguntarle a la hermana, que venía a continuación. Ésta, levantó los hombros sin saber que responder, por lo que tuvo que ser Isabel quien le dijera que le pellizcara en ambos pechos.
La rubia, medio excitada ya, se acercó y agarrando los pezones de la otra, los torturó con saña, mientras su maestra sin dejar de mover la fusta, empezó a azotar el trasero de la sumisa con una mano. Eva no pudo resistir el notar como era violada, pellizcada y azotada, por lo que pude oír como se corría entre grandes gritos. Su coño rebosando de flujo, se licuó mientras pedía que no pararan.
Entonces, Isabel dio por terminada la primera lección diciendo:
-¿Quién ha disfrutado?, ¿Eva o nosotras?, ¿la sumisa sólo sintiendo?, o ¿Natalia y yo actuando?-.
Con la respiración todavía entrecortada, Eva respondió que ella.
-Lo veis, es mejor servir que actuar-.
En sus miradas supe que, aunque todavía no habían aceptado plenamente, había nacido la duda y sólo era cuestión de tiempo que ambas mujeres se convirtieran, en sus manos, en perfectas esclavas. El morbo de verla dando una cátedra me empezó a calentar, pero sabiendo que no podía intervenir, me mantuve en un segundo plano.
Sentado en el sofá, terminándome la copa, me dispuse a disfrutar de la segunda lección. Esta vez, no eligió a una de las dos, sino que sacando de la bolsa del sex-shop, unas cuerdas, las ató tumbadas sobre la alfombra, de modo que eran incapaces de moverse, con sus culos levantados, y sus sexos expuestos.
-Ahora, vais a aprender el placer de la inmovilización-, les dijo mientras colocaba en sus cuerpos dos cinchos, cuya principal virtud era el tener un enorme consolador adosado, y con él que las penetró,- No debéis correros, ni intentar disfrutar, nada más tenéis que sentir como os calienta y evitar el orgasmo, cuanto más duréis mayor será la recompensa. La primera que se corra, será azotada-.
En la habitación sólo se oía la vibración de los dos aparatos, ninguna de las dos mujeres se movía, creo que incluso ni respiraban, temerosas de defraudar a su maestra. Si verlas en esa posición era excitante, más aún fue ver a Isabel gateando hacia mí, diciendo:
-¿Le gusta a mi amo como las enseño?-.
Sus pechos se bamboleaban hacia los lados, mientras su dueña se acercaba a mí. Sus propios pezones, totalmente erectos, me gritaban que los tocase, pero no era el momento, debía permanecer quieto demostrando quien mandaba. Al llegar a mí, adoptando la posición que les había mostrado, apoyó su cabeza en mis piernas. Mi pene se alborotó por su cercanía, pero no dije que me lo sacara, sabía lo que quería y no pensaba complacerla fácilmente, quería que sufriera un poco.
De esa manera, estuvimos contemplando a nuestras dos siervas. Ninguna hacía demostración de lo que sentía, pero tanto Isabel como yo sabíamos que en ese momento sus sexos estaban hirviendo y que sólo era cuestión de tiempo que una o las dos se corrieran. Pudimos percatarnos de los primeros efectos de tanta estimulación , Natalia, sin poder reprimir unos ahogados jadeos, fue la primera en moverse, pero corriendo a su lado mi secretaria de un sonoro bofetón le cortó de cuajo el orgasmo. La sensación de poder me hizo soltar una carcajada y sacando mi pene de su prisión, le ordené que me complaciera.
Me sorprendió ver la cara de felicidad que puso al volver a mi lado, y sin esperar ninguna otra orden, se apoderó con sus manos de mi miembro.
-Con la boca-
-Si, amo-, me respondió sacando su lengua, y recorriendo sensualmente toda mi extensión.
No quise esperar y, cogiéndola del pelo, forcé su garganta al introducirla por completo dentro de ella. No se quejó, creo que se lo esperaba, de manera que permaneció con mi pene incrustado, esperando mis mandatos.
-Usa tu boca como un coño-, le ordené.
Dicho y hecho, sacándoselo, lo besó, para acto seguido metérserlo, y repitiendo la operación consiguió hacerme creer que la estaba penetrando, en vez de estar recibiendo una mamada. Era increíble, el sentir como su garganta presionaba mi glande. La mujer era una experta, rozándose, como una perra, contra mis zapatos se masturbaba en silencio. Su cara era todo lujuria. Con los ojos cerrados, parecía estar concentrada en disfrutar de la sensación de ser usada oralmente, sin dejar de moverse a mis pies.
-¿Qué desea mi esclava?-, pregunté.
-Servirle-.
Su respuesta me hizo recapacitar sobre su verdadera personalidad. La conocía hacía años, y durante ese tiempo jamás me había llevado la contraria, es más cuando estaba equivocado, me lo hacía saber de una forma tan sutil, que al final la rectificación parecía haber surgido de mí y no de ella. Me di cuenta que su vena sumisa la llevaba incluso al aspecto profesional, aceptando y maniobrando a mis espaldas, evitando siempre el enfrentamiento directo. Realmente, no conocía a Isabel.
-¿Eres bisexual?-.
-Hasta ahora, ¡ no!, pero seré lo que quiera mi dueño-, me contestó.
-Si quiero-.
Debía convertirse en la jefa del harén, no es que lo necesitase, pero me complacía la perspectiva de tener un firme aliado para controlar a tanta mujer, por lo que debería disfrutar de sus siervas. Recapacitando sobre ello, sentí que me iba a correr en su boca, y no era lo que quería, por lo que separándola le dije:
-Quiero verte con una de ellas, ¿quién prefieres?-
Tardó en contestarme, creo que dudó al elegir. Por una parte estaba Natalia con su cuerpo casi adolescente, y por la otra Eva con sus curvas y grandes pechos. No era una elección fácil, ya que ambas tenían su atractivo.
-La que me elijas, estará bien-
-Entonces, las dos-, su gesto me hizo saber que aceptaba gustosa mis órdenes, y más cuando le exigí que las llevara a mi cama, ya que si iba a gozar, mejor que lo hiciera cómoda,-suéltalas pero no le quites los cinchos, no quiero que se enfríen-.
Rápidamente, les quitó sus ataduras, manteniendo el cinturón con el consolador incrustado en sus cuerpos, de manera que al andar parecían que se acababan de bajar de un caballo. Ambas muchachas sudaban del esfuerzo continuado por no correrse. Me excitó verlas seguir a su maestra con la cabeza gacha, pero con la mirada plagada de deseo.
-Tumbar a vuestra maestra-, les ordené.
Sin vacilar, agarraron a Isabel y la echaron sobre el colchón.
-Inmovilizadla-, dije, lanzándoles cuatro ataduras que especialmente había comprado esa misma tarde, las cuales consistían en cuatro sujeciones a la cama, diseñadas para atar a la sumisa con unos brazaletes de cuero que se ajustaban con una hebillas corredizas.
Las caras de las muchachas eran de dicha, iban a poder abusar de su dueña y encima con mi consentimiento. No tuve que ordenarles lo que tenían que hacer, porque nada más atarla, se lanzaron como posesas a chupar y pellizcar sus pechos, mientras sus manos acariciaban el inmóvil cuerpo de mi secretaria. Era alucinante verlas apoderándose de su piel, parecía como si les hubiesen inyectado un afrodisiaco. Las dos hermanas competían en ser la que más excitara a la mujer, de manera que Isabel no tardó en notar los primeros síntomas del orgasmo.
-Tienes prohibido correrte hasta que yo te diga-, le susurré al oído.
Al oír Natalia y Eva mi orden, incrementaron sus caricias con el objeto de hacerla quedar mal. Pero la más perversa, a gran distancia de su hermana, fue la mayor que agachándose sobre el sexo cautivo de mi secretaria, le separó sus labios y cogiendo con los dientes su clítoris, empezó a mordisquearlo mientras la penetraba con los dedos.
-Toma-, le dije extendiéndole un estimulador anal, –úsalo como te gustaría que ella lo usase-.
Eva entendió a la primera, y metiéndoselo en la vagina, lo lubricó, para que no le doliera en exceso antes de introducírselo por el ano. Su maestría me confirmó, que de las dos era la que más inclinaciones lésbicas tenía. La muy perra estaba disfrutando incluso más que su victima, y sin poderse aguantar se corrió con grandes gritos, mientras no dejaba de maniobrar en el cuerpo de la mujer.
Tanta excitación me afecto, y quitándole el cincho a Natalia le puse a cuatro patas, penetrándola de un solo golpe. Gimió al sentirse llena, y como loca me pidió que acelerase. No tenía que pedírmelo por que mi propia calentura me hizo hacerlo, cogiéndole de los pechos y apuñalando con mi pene su ya bien mojada cueva, conseguí que se corriera.
-Por favor, amo-, chilló Isabel, viendo que le dominaba el placer.
Córrete!-, le dije apiadándome de ella.
Fue una explosión, berreando y reptando sobre las sábanas, gritó su placer, llenando la boca de su sierva de su flujo, la cual satisfecha de hacer conseguido su propósito se afanó en beber el resultado de sus caricias, de forma que prolongó el éxtasis de la mujer.
Sólo faltaba yo, pero no quería hacerlo en Natalia, Isabel se merecía el ser inseminada, por lo que quitando a Eva de su sexo, coloqué mi miembro en su entrada, y jugando con su clítoris, se lo introduje hasta el fondo. No me esperaba lo que ocurrió a continuación, ya que contra todo pronóstico la hermana mayor cogió a la pequeña y poniéndola en posición de perrito, la forzó analmente, mientras le azotaba el trasero. La cueva de mi secretaría me recibió totalmente mojada, pero a la vez con una suave presión que hizo mis delicias, y más cuando asiéndome de sus pechos le oí decir:
-Esto es lo que deseaba desde que le conocí, mi querido amo–.
La aceptación de su deseo y los gritos de Natalia al correrse por segunda vez, me llevaron al orgasmo y derramándome en su vagina, le llené de mi simiente mientras le gritaba mi deseo de preñarla. Incapaz de callarme mientras explotaba en su interior, le hice saber que debía dejar de tomar anticonceptivos, que si regordeta me gustaba, embarazada me iba a encantar. Mi imaginación volaba, idealizando las posturas que iba a tener que efectuar para penetrarla con una panza germinada.
Creo que a ella, le ocurrió lo mismo, por que me contestó que si yo quería me iba a dar familia numerosa, mientras de su cueva manaba el fruto de su gozo.
Exhausto, me desplomé sobre ella. Y usando sus enormes pechos como almohada, descansé mientras me recuperaba. Entonces la oí quejarse, no podía respirar, por lo que ordené a las dos hermanas que la soltaran y se despojaran de sus cinchos.
-¿Como nos colocamos?-, me preguntó Natalia.
-Una a cada lado –, ordené, de manera que se puso Eva a mi vera y ella, a la de Isabel.
“Debo de hacerme una cama a medida”, pensé al darme cuenta que aún siendo de dos por dos, quedaba estrecha para cuatro personas. “No sé que voy a hacer cuando vuelva el viejo, me he acostumbrado a lo bueno”. Inconscientemente, abracé a Eva, quizás como una forma de asegurar mi dominio.
Ella al sentir mi brazo, apretándola contra mi cuerpo, levantó su cara y susurrándome al oído me dijo:
-Amo, si usted quiere, a mi también me encantaría darle un hijo
Desde el otro lado de la cama escuché a Natalia gritar:
Yo al ser la más joven, le daría un heredero más fuerte-.
Sin dar crédito, las tres mujeres empezaron a discutir quien debía preñarse antes. En menudo lío me había metido, si no las ataba corto iba a tener un equipo de fútbol, por lo que estuve a punto de hacerlas callar, pero entonces pensé: “ Quieto que por fin, has conseguido adiestrar a Isabel y a las hijas de mi jefe”, y levantándome de la cama, dejé que se enzarzaran en una pelea, esperando sólo que si llegaban a las manos, al menos sus lesiones no fueran permanentes.

Relato erótico: “Mi don: marina – el instituto 1/3 (9)” (POR SAULILLO77)

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Hola, este es mi 6º relato y como tal pido disculpas anticipadas por todos lo errores cometidos. Estos hechos son mezcla de realidad y ficción, no voy a mentir diciendo que esto es 100% real. Lo primero es contar mi historia, intentare ser lo mas breve posible.

Mi nombre es Raúl, tengo 25 años y lo ocurrido empezó en mis últimos años de Instituto, 17-18 años, considero mi infancia como algo normal en cualquier crió, familia normal con padre, chapado a la antigua y alma bohemia, madre devota y alegre,  hermana mayor , mandona pero de buen corazón, todos de buen comer y algo pasados de peso, sin cosas raras, vivo a las afueras de Madrid actualmente, aunque crecí en la gran ciudad. Mi infancia fue l normal, con las connotaciones que eso lleva, sabemos de sobra lo crueles que son los críos y mientras unos son los gafotas, otros los empollones, las feas, los enanos….etc. Todos encasillados en un rol, a mi me toco ser el gordo, y la verdad lo era. Nunca me prive de nada al comer pero fue con 12 años cuando empece a coger peso, tampoco es que a la hora de hacer deporte huyera, jugaba mucho al fútbol con los amigos y estaba apuntado a muchas actividades extra escolares, ya fuera natación , esgrima, taekwondo, o karate, pero no me ayudaba con el peso. Lo bueno era que seguía creciendo y llegue muy rápido a coger gran altura y corpulencia, disimulaba algo mi barriga, todavía no lo sabia pero esto seria muy importante en adelante. Siempre me decían que era cosa de genes o familia, y así lo acepte. Como casi todo gordo en un colegio o instituto al final o lo afrontas o te hundes, y como tal siempre lo lleve bien, el estigma del gordo gracioso me ayudo ha hacer amigos y una actitud simpática y algo socarrona me llevo a tener una vida social muy buena. Eso si, con las chicas ni hablar, todas me querían como su amigo, algo que me sacaba de quicio. Pues no paraba de ver como caían una y otra vez en los brazos de amigos o compañeros y luego salían escaldadas por las tonterías de los críos, siempre pensando que yo seria mucho mejor que ellos, pero nunca atreviéndome por mi aspecto a dar ese paso que se necesitaba. Un tío que con 17 años y ya rondaba el 1,90 y los 120 kilos no atraía demasiado, cierto es que era moreno de ojos negros y buenas espaldas, pero no compensaba.

Además, tengo algo de educación clásica, por mi padre, algo mayor que mi madre y chapado a la antigua, algo que en el fondo me gustaba ya que me enseño a pensar por mi mismo y obrar con responsabilidad sin miedo a los demás, pero también a tratar con demasiado celo a las damas, y lo mezclaba con una sinceridad brutal, heredada de mi madre, “las verdades solo hacen daño a los que la temen, y hace fuerte a quien la afronta”, solía decirme. Una mezcla peligrosa, no tienes miedo a la verdad ni a lo que piensen los demás. También, o en consecuencia, algo bocazas, pero sin mala intención, solo por hacer la gracia puedo ser algo cabrón. Nunca he sido un lumbreras, pero soy listo, muy vago eso si, si estudiara sacaría un 10 tras otro, pero con solo atender un poco sacabas un 6 por que molestarme, al fin y al cabo es información inútil que pasado el examen no volveré a necesitar.

Con el paso de mi infancia empece a sufrir jaquecas, achacadas a las horas de tv, ordenador o a querer faltar a al escuela, ciertamente algunas lo serian pero otras no, me diagnosticaron migrañas, pero cuando me daban ningún medicamento era capaz de calmarme, así que decidieron hacerme un escáner  y salto la sorpresa, Con 17 años apunto de hacer los 18 e iniciar mi ultimo curso de instituto, un tumor benigno alojado cerca da la pituitaria, no era grande ni grave pero me provocaba los dolores de cabeza y al estar cerca del controlador de las hormonas, suponían que mi crecimiento adelantado y volumen corporal se debía a ello. Se decidió operar, no recuerdo haber pasado tanto miedo en mi vida como las horas previas a la operación, gracias a dios todo salió bien y con el apoyo de mi familia y amigos,  todo salió hacia delante y es donde realmente comienza mi historia.

Después de la operación, y unos cuantos días en al UCI de los que recuerdo bien poco, me tenían sedado, con un aparatoso vendaje en la cabeza e intubado hasta poder verificar que no había daños cerebrales. Me subieron a planta y pasadas una semana empece ha hacer rehabilitación, primero ejercicios de habla, coordinación y razonamiento, y después físicamente, era un trapo, no tenia fuerzas y había mucho que mover, pero pasaron los días y casi sin esfuerzo empecé a perder kilos, cogí fuerzas, en mi casa alucinaban de como me estaba quedando y ante esa celeridad muchos médicos me pedían calma, yo no quería, me encantaba aquello, pero tenia que llegar el momento en que mi tozudez cayo ante mi físico , a pocos días del alta, en unos ejercicios de rutina decidí forzar y mi pie cedió, cisura en el empeine y otra semana de reposo total, donde cumplí los 18. Aquí ocurrió la magia, debido a mi necesidad de descansar me asignaron un cuarto y una enfermera en especial para mis cuidados, se llamaba Raquel, la llevaba viendo muchos días y había cierta amistad hasta el punto de que en situaciones en que mi familia no podía estar era ella quien me ayudaba a…..la higiene personal, solía solicitar la ayuda de algún celador pero andaban escasos de personal, y yo hinchado de orgullo trataba de hacerme el duro moviéndome con la otra pierna.

Como os conté en mi anterior relato, ella fue mi 1º relación sexual, y la que me abrió los ojos, el tumor y su extracción me provoco una serie de cambios físicos, perdida de peso y volumen, además de, sin saber muy bien como, una polla enrome entre mis piernas. Pero las situación con ella, no dio para mas, me recupere perfectamente y llego el día de irme del hospital. Después toco poner en  práctica la teoría y Eli, la fisioterapeuta que me estaba ayudando con un problema en el pie, me la confirmo. Ahora era mi profesora y me enseñaba todo lo que se podría necesitar, y con unas amigas llego la magia. Después de mis 2 primeras semanas de aprendizaje y teoría, llegaba la hora del examen práctico. Ahora de mi aprendizaje,  Eli me invito a una fiesta que quiso usar de examen, y se desmadro. Un tiempo después inicie unas vacaciones tórridas con una familiar lejana, acabe desvirgando y abriéndola al mundo del sexo, teniendo que marcharse pero con planes de reencuentro.

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Ya he leído algunos comentarios, gracias por los consejos, tratare de corregir, debido a varios comentarios paso a quitar en negrita las conversaciones

Es cierto que quienes sigan la serie, es una lata, pero la 1º parte casi no cambia, con bajar un poco la rueda del ratón se soluciona, de ahí que ponga estas pequeñas anotaciones separadas del resto, Y así los que empiecen un relato sin seguir el orden, tengan una idea general rápida.

Y si, es una deformidad de polla, pero tenia que ser así.

Pido disculpas por los “tochazos” que escribo, estas primeras experiencias llevan mucha información, y es importante a mí entender. Alguno más así y os prometo que los siguientes no serán tan grandes.

Inicio una serie de relatos que detallan los últimos 5 meses de instituto, debido a la cantidad de información y a que muchas de las relaciones relatadas se sobreponen unas con otras en el tiempo, y pueden cambiar de género, los divido, con aclaraciones previas de su contenido.

Aquí inicio el relato donde explico algunas de las reacciones con otras alumnas del instituto.

Pasaron los días y toco volver al instituto, las primeras semanas las pase lacónico y mustio, la vuelta de Ana a su casa y el fin de nuestras sesiones de sexo  me tenían triste, no era por el sexo, si no por la sensación de tener una mujer a tu lado, que te desea tanto como tu a ella y que te reconforta, que calmaba  la fiera que llevaba dentro, y no me refiero a mi pene. Mis notas en el curso eran algo pobres, nunca fui un “listillo” pero siempre sacaba notas fáciles, 6-7 sin demasiado estudiar, la media la sacaba seguro, pero mis padres me dieron un toque, ya no colaba la historia del pobre crío operado, ya estaba mas cerca de los 19 que de los 18 y de la operación, “tenia que prestar mas atención en el instituto”, y a fe que lo hice, esas palabras retumbaron en mi cabeza unos días, ¿Qué me pasaba?, era un chico joven de 18 años, moreno,  de 1,90, de espaldas grandes y fuertes, apuesto, de unos 85 kilos,  con cierta tonificación, sin llegar a marcar músculo, había tenido sexo con penetración con 3 mujeres diferentes, repetidas veces con cada una, había echo de casi todo en el sexo sin penetración con otras 4 diferentes,  alguna de esas ex actriz porno, entrenado y con cierta experiencia, con una polla enorme y  una legión de colegialas adolescentes con las hormonas alteradas ante mi.

Según pasaron los días, la sensación de que estaba perdiendo el tiempo,  crecía en mi interior, llegue a quedar con Eli, que le iba de cine con su forma de llevar el gym,  deseando sexo con ella,  pero no me dejo,  me incito a lanzarme a por las del instituto. Todo indicaba una sola dirección, y fui a por ello convencido de que era lo que se tenía que hacer.

Os diré que durante los siguientes 5 meses folle no menos de 40 veces,  con mas de 12 alumnas distintas,  os sorprendería el numero tan corto de alumnas que ya no eran vírgenes a esas alturas, a mi me sorprendió al menos, me costo encontrar alguna y siempre de escalas menores en las clases sociales de los institutos,  siempre de ultimo curso y mayores de edad, por mi y las palabra de Eli, se me insinuaron igual chicas de 17, de 16 y me choco profundamente una de 15 que afirmaba no ser virgen ya y que quería guerra, las ignore a todas.

Sin contar las que lo intentaron y no se pudo por que literalmente no les entraba mi pene,  pero si sexo oral o masturbaciones mutuas,  otras salían corriendo al verme desnudo y la polla colgando, una incluso salió corriendo solo con sentarse encima de mi con la ropa puesta aun, el rumor de mi polla corría como la pólvora y note como, pasadas unas semanas desde que empece, las chicas que no conocía no me miraban a la cara, si no a la entrepierna directamente, y las que si me conocían cambiaron su actitud hacia mi diametralmente, se salvaron algunas de las mejores y mas morbosas por estar ya con novio y ser amigos míos, y lo digo así por que mas de 3 de ese tipo se me insinuaron claramente, y no digo insinuar si no cogerme la polla y arrastrarme al baño, pero me negué en casi todos los casos, en otros la chica o situación era demasiado excitante y el amigo no era tan cercano. Los compañeros no ayudaban,  pase, de ser el gordo y toda la enciclopedia de insultos y bromas que lleva detrás, a ser el trípode, el tres piernas o el hombre del bastón, al principio me molestaban sus comentarios, pero me di cuenta que lejos de avergonzarme a mi, (que estaba acostumbrado a usar el humor como mecanismo de defensa ante esos ataques cuando estaba gordo, y una gran polla no seria problema) o  a la chicas, esas palabras me fijaban como objetivo, era un reto para ellas, en el 60% de los polvos que eche, solo tenia que bajarme el pantalón, y otros con usar una trampa sencilla de presumir y hacerlas caer en el “no te creo”. Echaba de menos mucho los juegos y la conquista, buscaba un reto,  pero realmente no lo encontré en esas alumnas.

Como es demasiada información, y repetitiva en algunos casos, paso a relatar las 3 alumnas que merecen la pena ser contadas.

La historia debe continuar.

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1º La primera, Marina Fernández.

Si habéis seguido los relatos previos, Marina fue la 1º chica con la que salí, la menciono un poco de pasada, pero en realidad fue mi 1º amor, desde el colegio me había quedado enamorado de ella, era una de las pocas que me trataba bien y no con asco por mi aspecto orondo, fue la mujer que vio a través de toda aquella grasa y vio a un buen chico, y me dio la oportunidad de salir con ella un par de veces, la única que me concedió ese honor, y como tal quise que fuera la del pistoletazo de salida, quería regalarle eso al menos, se lo había merecido.

El problema era que cuando salimos un par de veces,  ella era la empollona de clase, una dulzura de niña, una muñequilla rubia,  de ojos azules, con cara de ángel, aun sin desarrollar su físico debido a nuestra edad, pero me parecía lo mas bello del mundo por entonces, para mi era como la historia de la bella y la bestia, la había protegido en el colegio de los que querían meterse con ella, pero las citas no fueron bien, aparte de tirarle una copa entera encima por ponerme nervioso en la 1º, en la 2º no acerté con el plan o algo,  se debió de aburir tanto que me dio las gracias pero me pidió,  amablemente,  que lo dejáramos allí, dándome un beso en la mejilla.

Aquel diamante en bruto se había convertido en una mujer de bandera, sus pechos habían crecido de manera veloz y sus curvas eran claras, pero disimuladas por su forma de vestir,  siempre elegante y poco provocadora, tenia una madre muy estricta en ese aspecto, que la había educado para ser una señorita, ¿sabéis?, de esas que para coger algo del suelo se agachan doblando las piernas y las rodillas, no poniendo el culo en pompa enseñando medio tanga. Su media melena rubia y su forma de moverse y colocárselo todo sobre un hombro, de forma elegante,  me habían tenido embobado durante cursos enteros, le pusieron unas gafas para leer de cerca, pero eso en vez de empeorarla le daba un rollo secretaria que ponía  100  a mas de uno, y su clase no paso desapercibida,  salió con chicos y aunque sus medias de 10 bajaron algo seguía siendo de las mejores de clase. Se echo un novio que le duro varios cursos, y tuvo sexo con el, el tipo era un bocazas y un imbécil y lo fue diciendo,   al inicio del ultimo curso le echaron por mala conducta y ella le dejo por ir divulgando sus relaciones sexuales, me entere en el hospital y me pareció genial, era un capullo.

Era mi oportunidad, estaba en mi clase y  fue de las chicas que mas se había preocupado por mi por la operación, y mas se había acercado desde mi vuelta, sin que se supiera aun de mi fama, y sin ver en sus ojos azules mas que cariño y ternura. No sabia como atacarla, no quería que fuera un acto mecanizado, si no un regalo, pase días ideando como lograr su atención y llegar a un punto en que ella volviera a aceptar salir conmigo de nuevo. Por suerte nos toco hacer un trabajo de Grecia en grupos de 2, no tanta ya que a mi me toco con un pesado que iba de anti-sistema pero con consolas y móviles de ultima generación con el dinero de sus padres, a ella le toco con otro chico, maniobre con la profesora para indicarla que erramos una mala pareja ya que los 2 éramos muy vagos, que si me pusiera con alguien mas listo rendiría mejor, supongo que por mi fama de la opresión y pena,  cedió y me puso con Marina, mas adelante os contare como se lo agradecí a esa profesora.

-YO: bueno parece que nos volvemos a encontrar, jejeje

-MARINA: menos mal, estaba harta de ese crío que me habían puesto, no hacia mas que tirarme los trastos.- vale, esto no iba a ser sencillo.

Temiendo cualquier represalia por su alerta, solo hablamos del trabajo, y como os decía, no soy tonto, si me pongo entiendo perfectamente y la historia antigua me encanta, atendiendo a sus directrices aportaba idas, ella era lista pero le faltaba creatividad, yo le daba ese plus a la hora de cómo presentar determinado tema, o que cosas eran las mas normales y que otras podíamos trabajar mejor para salirnos del trabajo convencional. La charla fue animada, se sentía cómoda conmigo, eso nunca había cambiado, y de vez en cuando aprovechaba para rozar la piel de su mano con cualquier excusa, como centrar su mirada a una pareja que estaba haciendo el tonto, o gastarla alguna broma, nada pecaminoso. Termino la clase y casi habíamos encuadrado la idea general de lo que queríamos presentar y como, me dio su nuevo teléfono ya que lo había cambiado, para estar en contacto por si se nos ocurría algo nuevo para el trabajo.

YO: perfecto, ¿así que borro el viejo número?

-MARINA: si….,   ese bórralo, ya no sirve para nada.

-YO: ¿y por que el cambio?- agacho algo la mirada, le incomodaba el tema, reaccione – seguro que te ha llamado alguna pesada de esas de venta telefónica ofreciéndote el oro y el moro si cambiabas de compañía, y has picado ¿no?- la di una salida.

-MARINA: si,… eso, es que me encantaba este modelo y me lo dejaban bien de precio jajajaja, oye ha sido un placer verte y hablar contigo de nuevo, nos vemos mañana y tráete los apuntes de lo que saques para así empezar el trabajo.- se levanto y paso por detrás de mi, se agacho y me dio un beso en al mejilla, aquel gesto tonto e inocente que había repetido en muchas de nuestros encuentros, me parecía lo mejor del mundo, no solo pro que antaño era lo mas erótico en mi vida, si no por que note que salvo a sus novios, no lo hacia con nadie mas.

Trabaje en casa como un vendedor a final de mes, buscaba y recopilaba la información necesaria que ella me había asignado y a la vez trataba de usar todo aquello para insinuarla que era un varón apto, y colarme  en su mente. Se me pasaron ideas rocambolescas, como hacer la presentación semi  desnudos o como las estatuas de la antigua Grecia, pero era demasiado para ella, aunque no para mi y mi desvergüenza,  quizá vestidos con túnicas, si,  aquello podía funcionar. Al día siguiente la presente toda la información, había mas que de sobra para el trabajo, y mientras lo organizábamos le ofrecí mi idea, le encanto, le parecía atrevido y que nadie mas lo haría, y eso subiría nota, quedamos en que cada cual se haría su ropa, siguiendo unas especificaciones para ir iguales en color y forma, yo iría de senador, para explicar la política de la época y ella de oráculo, hablando de la religión y los mitos, todo como si fuéramos de la antigua Grecia y nos hubieran transportado allí para contarles lo que hacíamos de 1º mano. La idea le pareció tan bien que no paraba de sonreír imaginándoselo, sin duda sacaría un 10 y era gracias a mí. Con el trabajo ya casi acabado, ya solo nos quedaba trabajar la presentación, enlazar los diálogos y que quedara bien. No nos daba tiempo en clase así que  quedamos en el descanso, era una hora y pedimos la sala de actuaciones.

Llevamos el trabajo y lo pulimos, nos organizamos para contar la historia, seria como una charla, o una discusión mas energética en algunas fases,  entre política y religión de un determinado año que elegimos de forma meditada,  para no dejarnos a nadie importante fuera del marco temporal,  usando a filósofos y teólogos de la época hablando de ellos en presente si estaban vivos o pasado,  si no,  rebatiendo los argumentos de ambos con ataques a sus famosas debilidades, nos quedo muy bien el dialogo y lo representamos, íbamos añadiendo partes con cosas que se nos ocurrían de lo estudiado y cogí unas mantas del trastero para movernos como si fueran túnicas. Nos lo pasamos genial y en nuestras cabezas se quedo la idea de que el 10 no se nos escapaba.

Al acabar nos aplaudimos y de forma inconsciente me llego a abrazar,  la gracia de la situación y la sensación de trabajo bien hecho eran evidentes en ella, pero yo me descoloque, de repente entre en conciencia de su cuerpo pegado al mío, de sus tetas contra mi pecho y de mi cabeza al lado de la suya, oliendo el pelo, mi abrazo paso de jovial a querer retenerla contra mi, ella lo entendió como mas diversión y se alzo doblando  las rodillas hacia atrás, colgando de mi, la sensación me encantaba pero no podio dar el paso aun, así que la baje con cuidado de no hacerla daño y al poner lo pies en el suelo, me beso de nuevo en la mejilla.

-MARINA: estoy segura del 10, no puede haber nada emerjo preparado, no se como se te ocurren estas cosas, siempre has logrado hacerme reír jajajjaja

-YO: un don que tengo, se hacer el  tonto.

-MARINA: pero no lo eres – ladeo la cabeza, ¿empezaba a mirarme con otros ojos?- solo me molesta dejar un poco de lado los JJOO, los mencionamos muy de pasada, al final deberíamos dedicarle algún comentario.- era cierto, decidimos hacer coincidir con unos de JJOO añadiendo algún comentario sutil durante las charlas.

-YO: sigue quedando muy liviano, al final hay que hacer algo………

-MARINA: ¿el que?

-YO: tu déjame a mi, algo se me ocurrirá.- puso cara de confiar en mi, no obstante la idea de esa presentación era mía y el encantaba.

Maquine en mi casa,  mientras,  con mi madre,  ideábamos la túnica, ya os dije que fue costurera, no le costo demasiado hacerse a un idea viendo unas fotos por internet, mientras ella terminaba de arreglar un par de sabanas blancas y azules, yo me encerré en mi cuarto y me dispuse a idear algo al final de la presentación, algo tenia que sacar de mi fabrica de ideas, pense en  los JJOO de nuevo, podía hacer algún tipo de ejercicio, pero correr era difícil y quedaría fatal en la clase, lanzamiento de peso podía romper algo, y de repente repase en mi mente, una imagen se clavo en mi cerebro, ya lo tenia y aparte de ser un genial final, podía llevarme a mi objetivo con Marina. Metí mano en el cajón de los calzoncillos y busque mi viejo bote de acuarelas. Cuando acabe le mande un mensaje

YO: “lo tengo,  el final, va a ser la leche.”

MARINA: “¿si? ¡¡¡¡ Que bien!!! ¿que es?”

YO:”mañana lo veras, no te preocupes, lo tengo todo controlado. 😉

Fui al instituto con un hormigueo en el estomago, era un gran día, y no solo era la presentación o el trabajo, era el final ese final, y era ella. Al llegar a clase me acerque y charlamos sobre temas finales, ambos con unas bolsas cerca, con las túnicas preparadas. Se dieron las horas y a cada clase nos poníamos mas nerviosos, en el descanso no nos separamos, sin parar de repetir el dialogo, tenia que quedar a fuego en la mente, ella metió palabras clave, para que si alguno se quedaba pillado el otro entrara con ellas para recordarle el guión al otro, joder era lista de cojones, y guapa,  ¿que coño habría visto esa mujer en mi hacia uno años? .Al terminar me separe de ella y busque a un buen amigo mío que estaba en nuestra clase, le comente algo, importante y volví con ella.

-MARINA: ¿que pasa?

-YO: nada, que me va a echar una mano con el final.

-MARINA: ¿y me lo vas a decir?

-YO: jajajja no, es sorpresa y tiene que ser así.- esta vez fui yo quien la bese en su mejilla, y me aleje correteando como un crío tonto.

Pasaron las clase y llego la ultima hora, la hora de la verdad, fueron pasando los trabajos y ninguno nos llegaba a la suela del zapato, todo presentaciones en que 1 del grupo leía en voz alta un retahíla de datos mientras el resto señalaba en las cartulinas, muy soso, alguno se había traído una sabana vieja y se la ponía por encima de la ropa. Pedimos ser lo últimos para así darnos tiempo a ir a cambiarnos, cogimos las bolsas y nos fuimos a nuestros respectivos baños, no tarde nada en vestirme y salir, ella tardo un poco mas y me dio pánico que se nos pasara el turno final, así que fui a la clase, espere que los que estaban exponiendo acabaran y entre, la carcajada fue sonora, burlas y sornas de todo tipo,  algún silbido  y comentario de mis amigos, la sabana blanca era bastante grande, me tapaba un hombro y de mi pecho hasta mis rodillas, cuide llevar unas sandalias  viejas, para hacer el efecto creíble, la sabana azul me rodeaba el otro hombro, mas pequeña y cosida a la banca, me colgaba para poder rodear mi brazo, tal y como habíamos visto en las fotos, mi madre se había salido del mapa, no se podía mejorar, o eso creía, era nuestro turno y ella aun no aparecía, así que me marque un arranque improvisado “quejándome de lo amargo de la tardanza de las mujeres y de que Aristóteles ya me había comentado el otro día que la mujeres del oráculo siempre tardaban tanto”, tenia imaginación y “sinvergonzoneria” de sobra para eso y mas, la gente se reía sin saber del todo si estaba preparado o no. Se bario la puerta y por el rabillo del ojo atisbe una túnica, debía ser ella, así que solté una presentación  leve para meterla en el papel, quería dejar espacio y tiempo para que las bromas y sornas de mis compañeros no afectaran al ritmo, pero me sorprendí a mi mismo parloteando solo, cuando me di la vuelta adivine por que.

Bien, no se si conoces el termino belleza clásica, es el que se usa para definir un objeto o persona que entra en los cánones perfectos de belleza estipulados, la mujer que tenia delante lo era, había cerrado la boca a todos los presentes con su belleza, incluido yo, llevaba un peinado estudiado al milímetro, con ondas y broches pequeños  que pegaban su cabello a la cabeza pero dejando caer unos mechones por los lados de su cara, iba con la cara lavada, y aun así su aspecto  era impecable, esculpida de manos de Miguel ángel, sus ojos azules eran imponentes, y la forma de su cuello era la perfección, llevaba un vestido blanco nuclear, nada obsceno y algo abultado, con un ligero escote, sin llegar a percibir su sostén,  amplias mangas  en los hombros, y largo, le caía hasta los pies,  llevaba una sabana blanca en uno de sus brazos y su cintura estaba rodeada de una cinta roja, con una cadena dorada que la rodeaba por varias partes del vestido. Si mi madre se había salido ¿la suya había contratado a un equipo de vestuario entero y estarían encerrados en el baño?

No reaccione,  estaba paralizado, fue ella la que se metió en el papel, disculpándose ante los presentes pero que había tenido unas revelaciones de Atenea, y no se podía hacer esperar a la mujer de Zeus. Yo seguía atónito, ella reacciono de nuevo metiendo la 1º palabra de control en una frase sobre lo lento que era siempre todo en la política con gente como yo.

Entre  en mi de golpe, recordé el ensayo y  arranque con alguna mención al cuidado que deben tener las mortales si no quieren generar envidias en el lado femenino del Olimpo. Ella la cazo al bueno, como algún otro de la sala que comento alguna grosería siendo callado por al profesora, iniciamos el dialogo ensayado, todo fue perfecto, incluso en las zonas donde debíamos enfadarnos, nos enfadamos, nos habíamos metido en el papel, había química entre nosotros.

Ibamos a terminar ya, la clase aplaudía por partes, cada vez que nos tirábamos alguna puya, como planeamos, ella lanzaba la ultima, y llegaba el final, era mi momento.

-YO: pues sepa usted, oráculo inservible, que si no fuera por los políticos y nuestra capacidad de razonamiento, no se podría llegar a disfrutar de la belleza  y el jolgorio de lo JJOO, ya que paramos las guerras cada 4 años para su realización, es mas, ¿le comento una cosa? – se quedo pillada, eso estaba fuera del guión, pero era lista.

-MARINA: pues díganos, oh gran senador, que inicia esas guerras que luego para, con intenciones de su disputa, que ha de comentar.

-YO: que yo participare en los  JJOO que están por llegar, y no adivinaría usted, con todo su poder de oráculo,  cual es mi especialidad.

-MARINA:    la supongo, pero no creo que beber vino y comer uvas sea deporte.

-YO no mi señora, ¡¡¡¡yo hago lucha!!! – diciendo esto me arranque las túnicas de encima, ella se quedo roja riéndose y el resto de la clase rompió en aplausos, profesora incluida.

Estaba solo con unos calzoncillos largos que me quedaban sueltos, bien me asegure debajo con unos slip de los mas ajustados para que no se notara mucho mi polla,  los había pintado de color carne, y en la zona de la ingle una hoja de planta, tal y como eran representados los luchadores en la época, pese a que iban desnudos y embadurnados en aceite para evitar agarres.

-YO: ¿existe aquí algún osado que quiera enfrentarse a mi por las corona de laurel?- mi amigo con el que hable en el descanso, con el que había hablado,  salto.

-AMIGO 1: yo mismo.

Nos lanzamos uno contra el otro, haciendo gestos de agarres y posturas de lucha grecorromanas, el lo había practicado de crío,  y se lo pedí. Me rendí ante una de sus llaves clamando mi derrota y felicitando a aquel hijo de Hercúles, la clase rompió entre aplausos,  vítores y sorna, con la profesora felicitándonos. Fuimos a nuestro sitio y la profesora fue llamando por orden de presentación dando sus notas y conclusiones, Marina me miraba riendo y yo no podía apartar mi mirada de sus ojos, eran preciosos. Ya había pasado la hora así que según acaban de ser examinados la gente iba saliendo hasta que al final nos quedamos solos. Nos pusimos al lado de la mesa de la profesora, yo aun medio desnudo con las sabanas medio tapándome pero sin ponérmelas.

-PROFESORA: sin palabras, ni rodeos, un 10, y por que no puedo poner mas – Marina salto dando palmadas de felicidad – no solo el trabajo,  que es perfecto y se nota la mano de Marina, si no la presentación,  la idea de las discusiones y como meter información en ellas, un placer  haberlo visto , ¿Cómo se os ha ocurrido?.

-MARINA: en realidad la presentación has sido cosa de Raúl, yo solo he organizado la información, no hay nadie que se le ocurriera algo así, y menos hacerlo- me puso la mano en el hombro, no podía dejar de mirarla, me preguntaba que coño habría visto en mi antes para poder reproducirlo, y en ese momento lo vi, se abrió una ventana en mi cabeza.

Ella era una chica rígida, estricta, educada en la rectitud y las formas, donde no había sitio para la improvisación,  la diversión absurda, el llevar las situaciones a momentos incómodos para sacar una sonrisa, atrevido,  justo todo lo que era yo. Le atraía esa sensación de no estar haciendo lo correcto, o de salirse del plan establecido.

-YO: no seas modesta, has trabajado como una campeona, yo solo he hecho el tonto, que es lo que mejor se hacer.- la di un toque con el codo.

-PROFESORA: pues me alegro de que lo hicierais juntos, lo habéis hecho de cine y os va a repercutir positivamente en al nota de final de curso.- Marina se abrazo a mi de alegría.

Recogimos y nos fuimos a los baños a cambiarnos, el instituto ya estaba vacío, me pare antes de separarnos y lance el anzuelo.

-YO: oye, estoy de subidon por lo bien que nos ha salido, déjame que te invite a tomar algo ahora y así charlamos – vi duda en su mirada, sopesaba si estaba bien o mal y no podía dejar que lo hiciera- venga por lo viejos tiempos.

-MARINA: esta bien,  pero vístete que vas a pillar una pulmonía.- y se lanzo a darme otro beso en la mejilla.

Cuando se dio la vuelta y se metió en el baño, y vi su cintura contoneándose debajo del vestido, dando saltos de traviesa,  joder, como había cambiado aquella empollona, di saltos de alegría cuando ya no me veía y me cambie a la velocidad del rayo, cuando salí todavía no lo había hecho ella y pasados unos minutos temí una espantada dejándome plantado, llame a al puerta.

-MARINA: ¿si?….

-YO: ah nada, solo quería saber si estabas ahí, ¿todo bien?

-MARINA: si,……bueno,  espera- la oía moverse- no, no va bien,  esto no sale, anda entra y échame una mano.

Lo hice según terminaron sus palabras, y medio mirando de reojo deseando encontrar su cuerpo medio desnudo, pero nada mas lejos, seguía igual llevándose las manos a la espalda.

-MARINA: anda, échame una mano, que se ha quedado pillado un imperdible con mi…..sujetador, y no llego.- me acerque a ella y era cierto, joder, esperaba alguna excusa.

Note que se le había clavado de mala manera el imperdible y por miedo a dañarla al sacarlo, tire y doble del sujetador, pidiéndola disculpas, para sacarlo limpio, cuando lo saque, el vestido se abrió por detrás lo suficiente para ver su espalda y su sujetado, incluso uno de los hombros del vestido cayo por su brazo, pero era lista, y ya se había asegurado apretando el vestido contra su pecho, para que no cayera.

-YO: uyyy, perdona, ya me salgo.- ande despacio esperando una interrupción.

-MARINA: bueno, ya quédate aquí no vaya a ser que necesite mas ayuda, siéntete aquí y me cambio dentro de uno de los baños.

Asentí, y vi como se metía en uno de ellos, mientras ella charlaba de algo que ni me importa recordar, veía la parte baja de sus piernas moverse, y luego su vestido caer al suelo, para luego colgarlo del marco de la puerta, y ver sus sombras mientras se vestía, aquella puerta en mi mente tenia una diana de 1 metro, tenia a un diablillo a un lado de la oreja rogándome que echara la puerta abajo, y un angelito al otro lado dándole la razón  e insultándome por no hacerlo. Resistí, más que por miedo al rechazo, por miedo a que me diera igual y no controlarme. Salió vestida como siempre, con clase y simpleza, sin enseñar ni insinuar nada, pero preciosa, se dejo el peinado, y la realidad,  le favorecía.

Nos fuimos a una famosa cadena de cafeterías cercana y charlamos un par de horas, sobre su vida,  la mía, la operación,  el trabajo,  los cursos,  el pasado…..etc. Ella había mandado un mensaje avisando que llegaría tarde a casa, pero aun así no paraba de mirar el móvil esperando una llamada reprobatoria.

-MARINA: pues tengo que decirte que el cambio te ha venido genial, estas echo un  ”hombreton” jajajaja.

-YO: ya, aunque es triste.

-MARINA: ¿el que?

-YO: pues la falsedad de la gente, soy el mismo, no he cambiado, sigo haciendo el tonto igual y sigo comportándome igual pero ahora, solo por perder 40 kilos, la gente me mira diferente, me trata diferente, incluso las chicas, antes me aborrecían y ahora noto como me tratan diferente.

-MARINA: bueno, no todas, yo te veo  igual.

-YO: pero tu eres especial, no se que diablos pudiste ver en mi, tengo que agradecerte las 2 citas que me concediste,  siento que salieran tan mal.

-MARINA: no salieron tan mal, me divertí, siempre lo haces, solo que mi madre se entero y tuve que dejar de salir un tiempo. 

-YO: pero has tenido novios después, algunos muy……

-MARINA: ¿imbéciles?, ya, no se, tengo  mal ojo, me dejo llevar por malos chicos, no se si te enteraste de lo que me hizo el ultimo.

-YO: pues no, andaba en el hospital.

-MARINA: pues el muy cerdo fue diciendo por ahí las cosas que hacíamos y algunas que no,  como si hubieran pasado, me hizo mucho daño, mi madre se entero,  – volví a notar tristeza en su mirada- sabes, lo del móvil no fue nada raro, fue el , al dejarle, no para de mandarme mensajes, pidiendo o exigiendo que vuelva con el, incluso ronda por mi casa o el colegio, mi madre quiere ponerle una denuncia o alguna orden de alejamiento, pero dicen que no hay base.

-YO: Que carbón afortunado

-MARINA: ¿afortunado?

-YO: si, por 2 cosas, primero por haberte tenido como novia, no se como los tíos no se matan a navajazos por ti, hoy has cerrado la boca a toda la clase, parecías Helena de Troya – reía halagada – no en serio, veo a un ejercito sitiando una ciudad por ti….

-MARINA: jajja no seas tonto, me he sentido rara, pero me ha gustado la sensación jajaja, ¿y cual es la 2º?

-YO: por que te hizo daño estando yo en el hospital, si lo llega a hacer conmigo aquí le parto la mandíbula, para que cada vez que hablara de más, recordara las consecuencias.

-MARINA: jajaja eres un bruto, pero se que lo harías, me has protegido muchos años, aun recuerdo como te pegaste con Jesús en 3º de primaria por que me había quitado la fiambrera jajajja.

-YO: pero he de decir que le entiendo, perderte debe de doler demasiado.

-MARINA: pues que hubiera cerrado la boca, no hablemos más de esto que me pongo tonta y lloro.

Cambie de tema haciéndola reír y olvidar aquella conversación, su móvil sonó, era su madre, se la oía gritar a través del teléfono.

-MARINA: era mi madre, preocupada, se ha hecho tarde, tengo que volver ya a casa.

-YO: pues te acompaño, no pienso dejarte ir……… sola a casa.- pague la cuenta y la lleve las bolsas, cogí el papel del mal llamado pagafantas pero no tenía ninguna intención de serlo.

La fui acompañando todo el camino, charlando y recordando viejos tiempos, de vez en cuando ella me iba dando sus mágicos besos en la mejilla, cada vez que le hacia un halago o la ayudaba a subir y bajar escalones donde íbamos, o la llevara las bolsas,  la fui cogiendo distancias, a cada beso giraba un poco mas la cabeza,  para cuando llegamos al destino nos bajamos del bus y había que caminar un kilometro, la ayude a bajar y fue a darme un beso, me la jugué y gira la cara, me dio un suave beso en los labios, la vi que los daba con los ojos cerrados, eso significaba algo, Eli me lo dijo,  pero no recordaba que.

-MARINA: uy, no seas bobo.

-YO: lo siento, no he podi……-fingí pensar-…..no, en realidad no, no lo siento, me ha encantado, y luchari a con 100 hombres por otro,  engañaría al diablo por otro mas, e iría al sol, y traería un pedazo en mis manos desnudas por otro, para que sepas que solo una estrella rivaliza con tu belleza. – llevaba trabajando la frase todo el camino, no se si era perfecta o no, pero me pareció bien en aquel momento y si quiera avanzar,  no podía seguir siendo un panoli.

-MARINA: esto…. yo …….

-YO: lo se, estas dolida y crees que no esta bien, pero no puedo seguir siendo ese hombre que es tu paño de lagrimas, te quiero, me tienes embobado desde preescolar y no quiero perder mas el tiempo, la operación me ha hecho pensar de manera diferente, no voy a dejarte escapar sin al menos haber intentado de nuevo conquistarte, ahora depende de ti, si quieres, voy al autobús  y me largo, entenderé que no quieres nada, que no me ves mas que como un viejo amigo que te hace reír, y eso siempre lo tendrás, pero si no, al menos déjame soñar, déjame que te acerque a casa, y sabré que en mi vida hay un rayo de esperanza.- otra frase trabajada en mi cabeza desde hacia días, me pareció muy ñoña, pero definitiva, me daría una respuesta. Ella callaba pensativa.

-MARINA: no es justo, no quiero perderte,  pero no se, estoy confundida, mi madre no esta nada contenta conmigo, no se si esto esta bien.

-YO: yo lo tengo claro y si tengo que convencer a tu madre,   o a dios,  de que soy bueno para ti, lo are, pero solo si tu quieres.

No se movía, decepcionado me gire caminando a la parada del bus, pero me agarro del brazo.

-MARINA: espera……- ¿había colado?- esta bien, dios, si quieres puedes acompañarme a casa.- era menos que nada.

AL llegar a la puerta de su casa, me fue a dar otro beso en la mejilla pero me aparte, ella me entendió, y girando la cara, me dio otro suave beso en los labios, y se fue correteando a su casa, no sabia si había calado o no, pero era un paso adelante. Los siguientes idas fueron como de película de dibujos animados, buscábamos alguna excusa para estar juntos y jugábamos a besarnos a escondidas del resto, eso a ella le emocionaba, desde luego no se si tendría zona erógena mágica, pero el atrevimiento y la emoción la ponían  a 100.Yo lo aprovechaba y hasta la sacaba de clase con excusas falsas, como que tenia que ir a ver a la directora,  y cuando salía la llevaba a un baño y allí la besaba, nada tórrido, pequeños besos de críos.

-MARINA: estas loco, nos van a pillar.

-YO: iría al sol y te traería un pedazo por un beso, ¿recuerdas? Sacarte unos minutos de clase esta chupado.

Sus besos con el paso del tiempo fueron mas profundos, y dulces, como era ella, dios, que ojos tenia, aveces me quedaba a milímetros de su cara, rozando nuestras narices, a punto de besarla sin hacerlo, solo para que abriera los ojos a ver que pasaba y poder admirarlos, su azul era de mar, del caribe, de un azul brillante y eléctrico. La acompañaba a casa todos los días,  íbamos besándonos como tontos en el autobús, empezamos a meternos mano y con el juego de algunas posturas ella noto mi polla a reventar alguna vez, pero no lo mencionaba.

Un día de estos, ella llego muy disgustada al instituto, al preguntarla , me dijo que su ex se había pasado por delante de su casa, no sabia como pero tenia su nuevo numero y la mando mensajes anónimos, muy violentos, al leerlos me enfade , mucho, hablaba de hacerla daño, de usar ácidos o cuchillos para quitarla su belleza, fueran reales o solo bromas de mal gusto,  era demasiado, el ultimo dijo que hoy la esperaría en su casa y que ella vería lo que tenia que hacer. Tarde un par de horas en calmarla, hasta hicimos pellas y charlamos en un banco de un parque cercano, lloro delate de mi, jure que no le perdonaría, y mientras trataba de calmarla rogué a dios que el muy imbécil cumpliera su amenaza y apareciera por su casa, conmigo a su lado, pense mil cosas que hacer y como plantear la situación si se daba. Pense de todo, desde violencia pura hasta llamar a la policía antes, pero nada me parecía definitivo, o que pudiera no acarrear consecuencias cuando yo no pudiera defenderla. Una idea se gestaba en mi cabeza aunque no sabia exactamente cual.

La calme diciendo que yo la acompañaría y que no la pasaría nada mientras estuviera a su lado, entramos al instituto y mas calmada fue pasando el ida, pero llegando a su casa en el bus se puso muy nerviosa preguntado que podía pasar.

-MARINA: ¿y si no esta? ¿Y si esta? ¿Y si cumple alguna de las amenazas?

-YO: tu,  déjame a mi,  se que estarás nerviosa, pero si te pido algo, hazlo, aunque no sepas por que, yo si, ¿confías en mi?

-MARINA: con mi vida.

-YO: perfecto, pero tu vida no estará en juego, no lo permitiré, pero la mía si, si aparece hazme caso en todo sin preguntar, no te ofusques ni te enfades ni hagas nada que no te pida, ¿de acuerdo?

Mis piernas empezaron a temblar, de adrenalina supongo, como os dije había practicado muchos deportes de contacto y artes marciales, si, recuerdo llaves y golpes, pero sobretodo te enseñan a pensar, a usar la cabeza de forma fría en momentos tensos, aquella no era una situación preparada como me paso en Navidad con Ana, era real, pero estaba dispuesto a todo por ella, mi padre me educo en unos valores y rectitud moral muy clásica, y el maltrato a la mujer esta a la cabeza de las cosas, no que no se deban hacer, si no que se han de evitar a toda costa. ( “ un hombre que no hace nada ante el mal ajeno no es un hombre, si no un cobarde, y yo no he educado a un cobarde”, esa frase de mi padre se marco  a fuego en mi cabeza cuando me lo dijo de pequeño, eso me llevo a mas de 1 problema en mi vida, pero nunca me he arrepentido de nada, y aun siendo aquí , espero que a vosotros os llegue.)

Retomemos, nos bajamos del bus y con ella del brazo nos fuimos acercando a su casa dando un rodeo para llegar por la zona menos esperada, nos apostamos en una marquesina y estuvimos 10 minutos esperando ver a alguien. No vi a nadie, parecía que era una amenaza en vano, aun así avise a emergencias de que unos críos andaban triando piedras a un coche  delante de la casa de Marina, para tener a la policía cerca,  por si acaso.  Me lamente, quería cruzarme con aquel tipo cara a cara, aun así la acerque a la puerta de su casa, siempre protegiéndola, siempre conmigo en medio, ella del lado seguro, pegada a la pared, y yo del lado débil, seguí acercándola hasta llegar a su portal, no había peligro.

-YO: pues nada, al final solo era un bocazas, aun así repetiremos táctica unos días………..joder, quería tenerle a mano.

-MARINA: muchas gracias, me has ayudado mucho- me dio un beso de los que ya era habituales, y me distrajo unas décimas.

EXNOVIO: ¡¡¡así que me has dejado por este mierda, ERES UN PUTA!!!- mire rápido y solo vi a un tío con un cubo en la mano que nos arrojo encima, Marina grito  un “¡¡¡NO!!!! ”  que se oyó por toda la calle mientras se agachaba, supuse lo peor así que la tape con mi cuerpo y ropa, temiendo que fuera ácido, logre que no la tocara ni una gota, pero yo estaba empapado, reaccione rápido quitándome la ropa, pero tenia la cabeza mojada, al llevarme la camiseta a la cabeza para quitármelo rápidamente,  me di cuenta, el desgraciado nos había tirado agua, fría en pleno invierno, pero solo agua.

La cara que puso ella  le hacia gracia a el, no paraba de señalarnos y reírse, cuando vio la mía se le paso de golpe.

EXNOVIO: ¡¡¡¡y tu que quieres payaso, que te parto la cara, esta golfa es mía, apártate antes de que te haga daño.!!!!

Entre en modo comando, si, muy de película pero os juro que fue así, me di la vuelta y pregunte a Marina si estaba bien, ella me miro constatándolo, la levante mientras ella me miraba preocupada.

-YO: tranquila,  es solo agua, estoy bien, coge las llaves y metete en tu portal, quédate dentro con la puerta cerrada, llama a emergencias y diles que has vuelto a casa y has visto a alguien entrar por la ventana a de tu casa cuando volvías del colegio,  si te ves en peligro súbete a casa.- reacciono recordando mis palabras en el bus, y asi lo hizo.

-YO: ¿que quiero?  Ven aquí.

-EXNOVIO: ¿que pasa? ¿Quieres bronca?- saco una navaja, pequeña como para hacer daño, yo plante bien mi poción al suelo, su amenaza parecía mas de boca que de acción,  esperaba que me asustara, y no lo iba a hacer.

-YO: te he dicho……….QUE VENGAS AQUÍ. – mire confiado a Marina que tenia el teléfono en la oreja hablado con emergencias. Pasara lo que pasara tenia que retenerlo hasta su llegada como mínimo y así tendría asistencia médica rápida si lo necesitaba.

Se lanzo con el cuchillo de forma evidente, torpe, me recordaba a los ensayos  en karate con cuchillos de goma espuma, lo tenia todo en la cabeza, gire mi cuerpo y atrape su mano izquierda con el cuchillo con mis manos,  una vez asegurado el agarre le aparte de mi manteniéndole cogido con mi mano derecha, el tío empezó a pegarme con todo lo que tenia, la otra mano o patadas, pero la posición no le permitía hacerme daño real, aunque alguna patada a las costillas  o el costado me dolió, pero  yo controlaba el cuchillo, le deje enfadarse, desahogarse, que gastara energías y golpeara cada vez mas cerca de mi,  hasta que le tenia dentro de mi radio de acción, le sacaba una cabeza y mas de 20 kilos, era mío, con su mano cogida,  di un tirón que le deje de espaldas a mi y lance una patada directa a sus gemelos, callo al suelo a plomo de espaldas,  no solté su mano con el cuchillo,  un vez en el suelo, puse mi rodilla en su pecho y le retorcí el brazo hasta que lo soltó, allí puñetazo a la mandíbula y quedo KO, me asegure de que no estuviera fingiendo y de que el cuchillo no se contaminara, tenia planes para el.

Me levante temblando, notaba mis piernas flaquear por el peso de mi cuerpo, respiraba de forma rápida y entre cortada así que nade en círculos, cogiendo el mayor aire que pudiera por la nariz y soltándolo por la boca, técnicas de respiración simples, el corazón me botaba en el pecho y los pulmones me ardían, tenia una sensación en el estomago,  que me iba a reventar, pero mi cabeza seguía fría,  había salido a la perfección todo, ni ensayado. Se abrió la puerta del portal y salió Marina corriendo a abrazarme, con su madre detrás, el grito de Marina la había hecho bajar a mirar.

-MARINA: ¿dios esta bien? ¡¡¡Dime que lo estas!!!! por favor,  ¿ te ha hecho daño?- acelerada, notaba su cabeza subir y bajar rápido al ritmo de mi pecho.

-YO: taquilla estoy bien, pero hay que darse prisa.

-MADRE DE MARINA: muchas gracias, este imbécil lleva atosigándonos desde que el dejo, como puedo agradecértelo.

-YO: este es un mierda, y no parara aquí, volverá si no se lleva un escarmiento de verdad, si quiere hacerme un favor dense prisa y hagan todo lo que yo diga.

Busco la mirada de su hija,  anexionada a mi cuerpo,  buscando aprobación, la vio.

-MADRE DE MARINA: ¿que necesitas?- dijo segura.

-YO: de inicio abran las puertas,  voy a meter a este idiota en su casa, y vamos a fingir un allanamiento, con eso tendrán de sobra para una orden de alejamiento y si lo hacemos bien le va a caer un puro, si tiene  antecedentes se va a cagar encima.

Lo levante a pulso y cargándolo como una bolsa de patatas lo subí con cuidado a su casa.

-YO: tenéis alguna ventana que de a unas escalera o un patio desde el que se pueda  entrar.

-MARINA: si, la de la cocina, hay un tubería y el subía por ella cuando venia a verme.- su madre la miro sorprendida de ese hecho.

Sin tiempo ya, se oían las sirenas de fondo, joder como se notaba un barrio rico, en menos de 5 minutos estaban allí, en mi barrio avisas de algo así y te da tiempo a recuperarte solo de una puñalada, aunque era cierto que habíamos llamado con antelación. Coloque al payaso boca abajo, y puse un silla en el suelo volcada de lado de donde le había golpeado, con un trapo y cogiendo de las puntas su navaja,  hice un leve corte en la zona y saque un gotas de sangre, las puse en un borde de la silla, luego cogí el cuchillo y le corte en la mano, nada grave pero si para crear el efecto, manchando el suelo debajo de la ventana de sangre y cogiendo su zapato hacer una marca en ella,  luego rompí el cuchillo contra el marco de la ventana, como si se hubiera roto al abrir la ventana desde fuera. Ambas mujeres mi miraban atónitas,  con Marina calmando a su madre para que me dejara hacer, y así lo hice con cuidado de no dejar huellas mías ni en la ventana,  ni en la sillas,  ni en el tipo del suelo.

-YO: bien, podéis decir lo que queráis pero si queréis quitamos a este payaso de encima vuestra, todo esta montado, vosotras decid que tu madre ha ido a recogerte al bus,  y allí nos encontramos los 3, yo te acompañaba a casa y cuando hemos venido aquí nos hemos   encontrado todo así, Marina tu baja a recibir a la policía, reconócelo como tu ex mientras les subes,  una vez aquí   muéstrales los mensajes y las amenazas, cuéntale toda la verdad hasta bajarte del bus, a partir de hay lo que te he dicho. ¿DE ACUERDO?- asintieron un poco asustadas.

Me aprecio creíble y dándole un beso a Marina tranquilizador, y sorprendiendo de nuevo a su madre, la incite  a esperar a la policía abajo, no podía ser yo el que fuera a buscarlas y dejarlas allí con ese “loco”, ni bajarnos los 3 y que escapara, y viéndolo desde el tema del miedo, su madre era mas madura para soportar la tensión, además pense que la imagen de nervios y miedo que Marina tenia,  ayudaría a convencer a la policía.

Cuando llegaron les contamos la misma historia, yo cuide no decir las mismas palabras para no parecer ensayado, había visto muchas series y películas de este tipo como para caer en eso, cuando vieron los mensajes les pareció cuadrar, y la escena parecía creíble, llamaron al samur para tratar al herido,  que seguía inconsciente en el suelo. Todo salió a la perfección, ese desgraciado nos había dado todo lo necesario para meterle en un buen lío, parecería que ante no doblegarse a sus amenas, el intentaría colarse en su casa para hacerla daño, el cuchillo era un indicativo, pero había tenido mala suerte y al usar el cuchillo para abrir la ventana se le rompió cortándose la mano, y la entrar resbalaría y se golpeara con la silla, así lo explicaron viendo las pruebas que había dejado, había colado.

Con el paso de los días, al tipo no solo le cayeron ordenes de alejamiento sobre Marina, su madre o su casa, si no el instituto, no podia estar a menos de 5 kilómetros de ellas y debido al buen abogado de pago de su madre le cayo un buen puro, no de cárcel pero si se volvía a meter en líos se jugaba una condena mayor.(así funciona la justicia supongo) Por lo que se a día de hoy, el tipo no se volvió a cercar ni a poner en contacto con ella, se esfumo, se oyeron historias de que se metió a camello y murrio por meterse la mierda que vendía, nunca lo confirme pero no se volvió a saber de el.

Para asegurarme, Marina  y yo íbamos juntos a todos lados y su madre me acepto en su casa gustosa, me presento como su novio, y por lo que había hecho parecí el 1º en caerle bien, no le gustaba que su pequeña fuera por el mundo con novio, pero Marina la hablo maravillas de mi y supongo que al final cedió, como todas las madres.

Llevábamos ya mas de 2 semanas saliendo después del incidente en su casa, a ella ya se le habían pasado todos lo miedos y males y no solo era la de siempre si no que sea atrevía a mas conmigo, hacíamos alguna locura de vez en cuando como colarnos en el metro o el zoo, aquellas aventuras la hacían reír y calentarse sobremanera, yo aprovechaba y recorría su cuerpo con mis manos, era una delicia, un joya, podría tener al tío que quisiera babeando por ella si aprovechara mejor el físico que tenia, pero allí estaba, conmigo. Su madre no se fiaba mucho de mi y no nos dejaba mucho a solas, y bien que hacia.

Un día,  estabamos en su casa, “haciendo deberes” y su madre se paso para decir que salía unas horas, y que no me quería allí cuando volviera. Me pareció  genial, teníamos al menos un hora para retozar como hacíamos cuando ella se iba.

-YO: creo que ya se ha ido.

-MARINA: ¿Y que?

-YO: pues que me encantaría llevare a al cama y hacerte mía.

-MARINA: jajaj estas loco ¿y si vuelve?

-YO: ya la has odio, tardara un buen rato,  me encanta besarte y mas desde que empezamos con la lengua y a acariciaron, pero tengo mis limites.

-MARINA: ya lo se, ¿te crees que no lo noto?, cada vez que te pones erecto me pongo mala solo de pensar en ella, nos hemos tocado por encima, pero sin verla aun ya se que es mas grande que cualquier que allá visto.

-YO: no lo sabes tu bien, llevo unos slip tan ajustados para que tu madre no me mate según la vea, que no la dejan crecer como debiera, y eres muy mala, la haces crecer mucho.- la bese en el cuello, repetidas veces de forma tierna, sabia que la ponía tontorrona.- dime que no lo deseas y paro, ahora mismo.

-MARINA: no quiero que pares ummmmmmm llévame a la cama.

Me levante y la agarre en brazos, como recién casados,  la deje con dulzura sobre la cama y me recosté sobre ella, besándonos apasionadamente, sin cargar todo mi peso, fui bajando por su cuello mientras veía sus labios morderse de pasión, deseaba aquello, pero me paro en seco.

-MARINA: espera,  quiero regalarte algo.- se levanto nerviosa, cogió una bufanda y me tapo los ojos- no mires espera 5 minutos.

-YO: no se si seré capaz.- la oía buscar por la habitación,  encontró lo que buscaba y oía como se movía, desee quitarme la bufanda peor algo me decía que seria mejor esperar.

-MARINA: ya esta, puedes mirar.

Lentamente me fue quitando la bufanda hasta que cayo al suelo, la imagen me provoco una erección instantánea, allí estaba ella, mi oráculo, con su vestido blanco nuclear, el pelo recogido y la cinta roja en al cintura, no se había puesto los imperdibles así que sujetaba el vestido con sus manos en el pecho.

-MARINA: que te parece, oh senador mío.

-YO: que si de verdad existirá el Olimpo no deberíais caminar entre mortales, no somos dignos de admirar tu belleza.

-MARINA: eres un bobo – lo dijo mientras mordía su labio inferior mirando mi abultada entrepierna.

-YO:   y tu una diosa-  el comentario era bonito, pero lo dije acomodándome la polla, grosero, pero es que me la estaba clavando con el slip.

-MARINA: pues esta diosa va  ser tuya.- se acerco a mi colocándose entre mi piernas y agachando la cabeza para besarme, yo  alzaba la mía para buscar sus labios, los besos fueron subiendo la intensidad y humedad, nuestras lenguas jugaban en la boca del otro, se dio la vuelta pegando su culo a mi vientre- ¿ me ayudas con el vestido?, es que soy muy patosa.

Me levante sin sepárame un solo milímetro de ella, levantándola parte del a falda del vestido como mi polla que iba a saltar los botones de m i pantalón, pero no lo hicieron por que al ponerme en pie apreté mi cintura contra su trasero, rodeándola con los brazos por la cintura, aprisionándola,  y besando su cuello por detrás.

-MARINA:  ummmmmmmmmmm creo que hoy lo que se me ha clavado no es el imperdible, aun así,  no llevo sujetador,  para evitar……… complicaciones.- joder con la niña empollona, sus palabras activaron el automático en mis manos y se fueron a sus pechos, corrobore que no había nada mas que la tela del vestido y los apretaba y masacraba con firmeza, con cada apretón hundía mas mi polla entre sus nalgas, la debía de sentir toda y le gustaba.

-YO: no es asunto mío,  pero dímelo, por el bien de ambos, aquel payaso dijo muchas cosas, pero por favor, dime que al menos no eres virgen.

-MARINA: no, no lo soy, me acosté con el varias veces, pero no hice las barbaridades que el decía sobre mi,  ¿por que te importa?

-YO: por que me has puesto demasiado caliente, no tengo tiempo ni ganas de tomarme esto con calma y cuidado, tengo ganas de hacerte el amor, fuerte y hacerte correr hasta que te desmayes.- lo hice llevando mi mano a sus hombros y con cuidado apartando el vestido, dando besos a las zonas que se iban quedando al aire en sus hombros.

-MARINA: pues eres un chico afortunado- su vestido cayo hasta su cintura dejando sus tetas al aire.

-YO: ¿afortunado?- lleve mis manos a sus pechos, era normales en tamaño pero con unos preciosos pezones diminutos,  rosados y erectos.

-MARINA si, por que yo quiero lo mismo.- se dio la vuelta y me empujo para sentarme, yo me lance a sus pechos, los chupaba y lamía con maestría, ella al inicio quiso apartarme, tendría otros planes pero mi fuerza al inicio, y mis caricias después le hicieron dejar que continuara., agarrándome la cabeza por el pelo y apretando contra ella.

Pase allí unos minutos, mordisqueando sus duros pezones, ella estaba roja, le quemaba algo por dentro, y era logro mío, me empujo y caí algo recostado sobre la cama, se arrodillo ante mi, como si fuera a rezar a algún dios griego, pero lo que hizo fue intentar sacar el tótem de mi entrepierna, desabrocho el vaquero y metiendo la mano,  acaricio por encima del slip un poco, buscando donde acababa, y con cada  palmo que metía y no acababa su boca crecía de impresión.

-YO: así no va a salir, ya te lo digo yo, esta diseñado para disimularlo y esta muy prieto, échate un poco para atrás – lo hizo dejándome algo de hueco para ponerme de pie, desabroche el pantalón y lo baje, su manos fueron a s u boca tapándosela y riendo sin apartar los preciosos ojos azules de mi bulto en los slips.- tranquila y veas lo que veas no te asustes, solo haremos lo que quieras y estés dispuesta………….

-MARINA: cállate tonto, y enséñamela.- vi tensión y curiosidad en su mirada.

-YO: tú misma.

Me la saque y quedo a su visión, tras unos segundos en que siguió su bamboleo en el aire con la cabeza, se pararon ambas, su cabeza y mi polla, apuntándola, totalmente hinchada.

-YO: si ya lo se, es enorme,  no sabes si………

Se tiro a por mi cintura, me empujo contra la cama para sentarme y cogió mi polla con ambas manos, su dulce mirada cambio, y pese a que la comparación con ella la hacia enorme, sus ojos pasaron de ternura a lujuria, se había convertido en una loba, y empezó a pajearme, con ambas manos y la maestría que entrenaría con sus ex, que  la tenían mucho mas pequeña que yo, lo deduje por su movimientos cortos, lleve mi mano a la polla, y  eche para atrás del todo mi piel, para que viera donde estaba el limite y de nuevo hacia arriba, ella entendió y acelero el ritmo con fuerza y movimientos amplios, la imagen era bestial, con aquella diosa griega medio desnuda con sus ojos azules brillando mientras admiraban mi polla, y sus tetas se movían al ritmo que su cuerpo, y no solo sus manos,  le imponían a la masturbación, la sorpresa llego cuando pasados uno minutos en que deje de mirarla a los ojos por no correrme ya, note su lengua recorriendo todo el tronco de mi miembro, llegando en engullir en sus labios mi glande, sin duda no era su 1º vez, lo hacia de forma inocente peor hábil, sus labios  paseaban  por mi polla y seguía pajeándome sin parar, desde luego sabia usar sus armas, en todo momento me miraba a los ojos, aunque se metiera el glande entero en la boca, o lamiera de lado el tronco, sus ojos azul eléctrico no se apartaban de los míos, era una visión celestial.

-YO: dios………como sigas así te vas a elevar el premio antes de empezar.

-MARINA: pues llega tu turno- se levanto y se puso a horcajadas sobre mi, echando sus tetas contra mi pecho, besándome con pasión, yo levante algo su torso para masajear su pechos, mi polla palpitaba entre su vestido, di gracias por que si seguía chupándomela con esos ojazos clavados en mi no daría la talla, y eso no podía pasar.

La levante del todo el torso y cogiendo de las piernas la hice andar de rodillas sobre la cama hasta ponerme el vestido en la cara, con su ayuda lo abrí y la visión fue aun mejor, no llevaba bragas, vi un coño perfectamente cuidado, con bello muy corito, pegue mis manos a su culo y baje su cadera hasta meter mi  cabeza en su interior, lamía su clítoris,  que andaba hinchado, y de ella goteaban fluidos que tragaba, no se como,  se giro, no lo veía por que tenia el vestido tapándome, y con una mano seguía pajeándome, yo me centre en su coño, logre meter una mano en su entrepierna mientras otra la tenia apegaba a uno de sus pechos.

Cuando estaba lo suficientemente húmedo, metí uno de mis dedos en su coño, buscando masturbación, sin dejar de lamer su clítoris, abriendo sus labios mayores,  entro fácil así que use 2, que tampoco es que fueran un gran impedimento, me alegro pensar que no seria difícil penetrarla cuando con 3 dedos lo hacia sin dificultad, abría su coño  sin resistencia, aun así saque un dedo y busque su punto G con el gesto de la mano aprendido en el gym, ya no goteaba, de su vagina caía un hilo de fluido en mi cuello. La fricción en su interior era desmedida y la oía gritar de placer, hasta que callo de golpe y se corrió, una fuente sobe mi cara, cayo de inicio hacia delante apoyándose en la pared, pero luego cayo hacia atrás pegando su espalda a mi vientre y golpeando con mi polla en su nuca, echo la cabeza hacía un lado y girándola daba besos a mi polla, como aquellos besos en la mejilla.

-MARINA: joder con el puto Raúl- fue la 1º vez que la oía decir tacos.

-YO: y aun no has empezado – remonte mi cuerpo para sentarme en la cama y ella quedo a horcajadas sobre mi, levante el vestido y sabiendo de la humedad y obertura de su coño en ese momento, dirigí mi polla a su entrada.- todavía nos queda un buen rato. ¿No?- la pregunta buscaba una doble respuesta de si.

-MARINA; por dios, si.

La emita de golpe, el glande entro limpio y parte del tronco, soltó un grito suave, la volví a levantar para sacarla un poco y volví embestir,  media polla dentro, y otro grito algo mas tenso. No forcé, la levante de nuevo y la hice bajar  con calma y cuidado hasta ese punto, una vez, dos, tres, le metí un ritmo pausado pero ascendente, sus gritos se fueron ahogando con cada penetración, yo no había sorpresa,  si no disfrute.

-MARINA: madre mía, es enorme la noto abrirme- era cierto, ya pasábamos de media polla sin dificultad, debería de tener dentro unos 18 centímetros, y cada minuto que pasaba iba penetrando mas.

Ella ya no era un muñeca en mis manos, agarrándome la cabeza hacia fuerza para subir y bajar con las piernas al ritmo que marcaban mis manos en su trasero, dejando sus pechos  botando a merced de mis labios, y no lo desaproveche, lamí  un pezón y jugueteaba con mi lengua sobre el, haciendo círculos para  luego chuparlo fuertemente. El ritmo ya se me fue de las manos, las embestidas ya metían mas de 24 centímetros en su interior, y pareció ser el tope, lo note por que se me desvanecía su cuerpo en las manos cayendo hacia atrás, la sujetaba como podía.

-MARINA: ¡¡¡me abres, dios, noto……..noto  como me abres, no pares,  me corro, me abres y me corro!!!!

Note como sus paredes vaginales se contraían y ella explotaba de placer sobre mi, cayendo agotada, la abrace mientas le daba besos en el brazos.

-YO: esto aun no ha acabado, yo sigo en liza.- se separo de mi con los ojos como platos, su mirada azulada no creía eso posible.

-MARINA: vamos a tener que usar mas energía.

Se descabalgo de mi, se quito el vestido entero, dejando su culo a mi visión, era mas plano de lo que sus ropa dejaba adivinar, pero cuando se acerco a mi de espaldas me dio igual, llevo sus manos a sus nalgas y se las separo, dejando caer su cintura sobe mi polla, cuando noto la punta de mi glande llevo una mano  a ella y la dirigió a coño, metió el glande dando un respingo  y una vez dentro llevo sus brazos atrás, buscando mi torso como apoyo, para iniciar un descenso suave,  lento,  pero continuo, se empalo ella sola hasta el punto previo, incluso un poco mas, casi eran 25-26 centilitros dentro, y aun me sobraran unos 5 o 6, pero no daba mas de si ella, llegado a ese punto subió de nuevo y volvió a bajar, lo hico repetidas veces hasta que se sintió cómoda y lo empezó a hacer de forma mas rápida, y fuerte, se echo hacia delante sin apoyo y ya era ella sola la que se metía y sacaba mi polla con sus golpes de cadera, en una de ellas, mi polla  penetro de mas y note que rozaba algo con mi glande, sabia por Eli que podía ser la pared de su útero y que aquello hacia daño, así que antes de llegar a eso tome el control, la cogí de la piernas y la levante por lo aires, recostando su espalda en mi pecho, sin sacar mi miembro de ella, la cogí de los muslos hasta que se encogió las piernas, haciéndose un poco de bola, y apoyando su cabeza en mi hombro, no me era difícil en esa posición levantar su cuerpo y bajarlo a pulso, no pesaba casi nada o en ese momento no me lo parecía, aumente el ritmo y ella me besaba en la mejilla todo el rato, yo aveces buscaba sus labios pero estaba centrado en el movimiento, me estaba volviendo loco,  siempre media hasta un punto con las manos para no llegar a hacerla daño pero las penetraciones ya eran animaladas, la levantaba mucho y la dejaba caer de golpe, notando como mi polla se abría paso en su interior, me iba a correr en breve y esa loca no quedaría insatisfecha. Me acerque a su oído.

-YO: ¿que crees que pasaría si tu madre abriera hora la puerta?- calvo su mirada a la puerta mientras no dejaba de recibir pollazos.

Esas palabras la erizaron la piel, el pavor de que la pillaran y la excitación por ello hicieron reacción en su cuerpo, note como me mojaba la polla, y su espalda se arqueo, corriéndose de nuevo, queriendo bajarse de mi pero como estaba en el aire,  era mía,  así que seguí un minuto mas, logrando un 3º orgasmo creo, o grito como si lo fuera, antes de correrme dentro de ella y explotar de tensión, fue una barbaridad, llevaba días sin evacuar. Pasaron uno segundos h asta que la deje tocar con los pies el suelo, sin sacarla aun pero notando como se desinflaba, ella rendida sobre mi de espaldas.

-MARINA: eres malo, me has puesto como una loca con ese comentario.

-YO: eres tu la que te excita esta situación, a mi me excitas tu.

-MARINA: pues según pasa el tiempo mas se acerca la posibilidad de que nos pillen.- movió su cadera de forma circular.

-YO: para,  o no respondo.

-MARINA: solo digo que aun hay margen – dio otro golpe de cadera.

-YO: a mi me da igual, como me la pongas dura de nuevo de aquí no salgo hasta volver a correrme dentro de ti, este tu madre delante o no.

-MARINA: ¡¡¡ ¿¿los condones???!!!- cayo en ello de golpe.

-YO: tranquila tengo la vasectomía hecha.

-MARINA: ¿en serio?

-YO: si, tengo un papel en la cartera que así lo certifica.- lleve mis manos al pantalón en el suelo para buscar la cartera, pero antes de que pudiera,  ella se salió de mi, me empujo de nuevo contra al cama y se puso a chupármela de nuevo, fuera de si.

Clavado sus ojos en los míos, ni un minuto paso hasta que estaba dura de nuevo, ella subió por mi cuerpo hasta besarme y poniéndose a horcajadas se ensarto sola, y apoyando sus manos en mi pecho fue llevando el ritmo ella sola hasta volver a correrse un par de veces, yo necesitaba mas así que me incorpore y pase su piernas por detrás de mi, para que me rodeara con ellas, y cogiéndola de la cintura la penetre duramente sin bajar el ritmo durante un cuarto de hora, la oía gritar de placer y rogar alternativamente que no parara, o que si lo hiciera, con varias corridas mas de su parte, por no pare hasta notar el latigazo previo, y me volví a correr en ella, aguantado la postura, ella era un trozo de carne sin vida, apenas respiraba, yo estaba agotado pero satisfecho. Nos quedamos así unos minutos, pero ya no me atreví a mas, una 3º ronda podría pillarnos su madre y no se si ella aguantaría hasta el final, estaba casi ida cuando la descabalgue de mi, y la incite a recoger y limpiar.

Tan mal lo hizo que su madre entro por la puerta, y vio el cuarto mal recogido y pese a que no había evidencias claras, el cuarto apestaba a sexo, me saco de la casa a rastras prohibiéndome volver a acercarme a su hija, amenazando con contarle a la policía lo que hice con su ex, pero pasados unos días Marina me tranquilizo diciéndome que era solo de boca y que no haría nada si no volvía por su casa. Pasamos un mes follando a escondidas por el Instituto, hasta que su madre le acorto la correa e iba y venia a buscarla, decidimos dejarlo alli, que había sido maravilloso pero que no podía ser. El polvo de despedida fue épico, casi la parto en dos y se desmaya, pero se corrió tantas veces que el dolor no le importo, yo eyacule varias veces  y salimos de nuestro escondite con la cara desencajada, pero felices.

Salvo algún polvo mas esporádico, nuestra relación paro allí, jamas hable del tema con nadie, ni se lo mencione a amigos, no hable ni bien ni mal de ella, y continuamos con la relación de viejos amigos que éramos.

CONTINUARA………….

Relato erótico: “Adiestrando a las hijas del jefe 4” (POR GOLFO)

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A la mañana siguiente, mi despertar me dio una pista de cómo sería el resto de mi vida si es que no la cagaba y lo digo porque seguía dormido cuando escuché entre susurros a mi secretaria decir:

        -¿Cuál de las dos quiere encargarse de nuestro amo la primera?

        Al pedir ambas el turno, Isabel riendo les replicó que ya que se mostraban tan solicitas, Natalia fuera a preparar el baño mientras Eva calentaba el desayuno de su señor.

Sin comprender a que se refería, la hija pequeña de mi jefe se dispuso a ir a la cocina, pero entonces la gordita muerta de risa le espetó:

-El desayuno al que me refiero está entre mis dos piernas.

Natalia sonrió al comprender a lo que se refería y demostrando su disposición para mimar y cuidar a la que ya consideraba su maestra, replicó mientras hundía la cara entre sus gruesos muslos:

 -¿Cómo de caliente quiere que lo deje?

-Tú ocúpate de dejarlo a punto de caramelo para que nuestro amo sea el que le dé el último calentón.

Entreabriendo los ojos, observé a la morena separar los pliegues de mi secretaria y con un cariño que realmente me sorprendió dejó que su lengua jugara con el clítoris de Isabel unos instantes antes de en voz baja decir:

-Nunca pensé que lo feliz que me haría el comer un coño por la mañana.

Atrayendo con la mano a la descarada chavala, la gordita le regaló un mordisco en una nalga mientras le decía:

 -Come y calla. Mi coño debe de estar húmedo para acoger la virilidad de mi señor.

No sé con seguridad que fue lo que más me gustó, si comprobar la sumisión que Isabel demostraba hacía mí o la devoción con la que Natalia la obedeció. Lo cierto es que no hizo falta que me pusieran sus garras encima para que poco a poco mi miembro se fuera alzando bajo las sábanas.

Mi verga alcanzó su longitud máxima al comprobar que Eva, al volver de preparar el jacuzzi, sin decir nada se puso a ayudar a su hermana en su misión.

-Así me gusta, putitas. ¡No tengáis piedad de mí!- dijo en la gloria mi asistente al sentir los dientes de la rubia mordisqueando sus pezones.

Decidí esperar a escuchar los primeros síntomas de su orgasmo antes de dar a conocer a ese trio de putas que estaba despierto.   Por ello cuando a mis oídos llegaron los sollozos de la gordita al sentir que se corría, directamente y sin mediar prolegómeno alguno, la ensarté. Ella al experimentar la invasión, se dejó llevar y llorando me agradeció que la tomara.

Riendo a carcajadas, la giré sobre la cama y poniéndola a cuatro patas, la volví a empalar sin compasión mientras exigía a las hermanas que colaboraran conmigo diciendo:

-Si conseguís que esta zorra se corra dos veces antes de que yo la insemine, os llevo de paseo.

El salir de casa después de tanto tiempo encerradas fue estímulo suficiente para que tanto Natalia como Eva se lanzaran en picado sobre Isabel y mientras la mayor se dedicaba a masturbarla, la pequeña se dio un banquete jugueteando con las ubres de la treintañera. La insistencia de esas dos putas y mi continuo martilleo sobre el chocho de la jamona provocó su primer orgasmo.

-¡Dios! – gimió descompuesta mientras el manantial que manaba entre sus piernas amenazaba con inundar la habitación.

Ese exabrupto junto con la promesa de sacarlas a la calle estimuló más si cabe a las dos hermanas y juntas se dedicaron a masturbar a su maestra mientras le retorcían con saña los pezones.

-¡Cabronas! ¡Me vengaré! – chilló mi secretaria al sentir que nuevamente su cuerpo colapsaba sobre las sábanas.

Las risas de las dos jóvenes y la satisfacción de mi montura me llenaron de gozo y tomando su negra melena como riendas, azoté su trasero exigiendo que se moviera. Como por acto reflejo, las caderas de Isabel se convirtieron en una batidora, batidora que exprimió, zarandeó y sobre todo mimó mi herramienta hasta que derramé en su fértil vagina la simiente acumulada durante el sueño. Ella al sentir las andanadas se corrió por tercera vez mientras aullaba su sometimiento a mí diciendo lo mucho que me amaba.

Juro que me sorprendió escuchar de sus labios que su entrega a mí iba más allá de lo sexual y contra todo pronóstico, no me importó. Por ello y mientras descargaba las últimas gotas en su interior, mordí sus labios con fiereza mientras le decía:

-Me gusta comprobar que eres y te sientes mía.

Mis palabras azuzaron más si cabe a Isabel y con dos gruesas lágrimas de felicidad recorriendo sus mejillas, disfrutó de las caricias de las hermanas mientras la inseminaba. Su actitud fue previsible, en cambio, la de Natalia no y es que la joven esperó a que me saliera de ella para abrazarla susurrando en su oído que, aunque yo era su amo, nos amaba a los dos. Si bien desde el primer momento había asumido la bisexualidad de la menor de las chavalas, me impresionó oír la respuesta de mi secretaria:

-Lo sé, pequeña, pero solo puedo aceptar tu amor si Fernando me deja. Soy suya por entero y para siempre.

Esa nueva confesión me hizo darme cuenta de que mis sentimientos hacia Isabel eran parecidos y por eso sonriendo respondí:

-Cariño, no puedo negar un capricho a la que es mi pareja. Por eso,  con solo pedírmelo, Eva es tuya.

-¿Me consideras tu pareja?- preguntó totalmente confundida.

-Claro- respondí: -Como quieres que llame a la mujer que mejor me comprende, que lleva a mi lado un montón de años y que encima vive conmigo.

Si bien estaba dichosa, vio que faltaba algo y por eso tanteó el terreno, preguntando:

-Pero… ¿me quieres?

Soltando una carcajada, repliqué tomándola entre mis brazos.

-Gordita, eres mi amiga, mi amante y mi mujer. No puedo pensar en que no estés a mi lado.

 Con una espléndida sonrisa, me besó y dándose la vuelta, miró a Natalia y le dijo:

-Zorrita, solo puedo darte las migajas de mi amor.

-Maestra. Me da lo mismo. Una caricia suya es suficiente para ser feliz- contestó la cría.

Su hermana que hasta entonces había permanecido callada, se atrevió a preguntarme cual iba a ser su papel ahora que Natalia era de Isabel. Comprendí al vuelo que Eva necesitaba que la confirmación de que seguía siendo mía. Por eso, despelotado, la senté en mis rodillas y regalando unas rudas caricias sobre sus nalgas, respondí que era una vergüenza que pusiera en tela de juicio quién era su amo.

Contra toda lógica, mi castigo la hizo reír y con alegría desbordante en su voz, me pidió perdón por su error y me juró que nunca volvería a dudar quien era su amado dueño.

-Así me gusta- contesté al tiempo que afianzaba mi poder mordiendo sus labios.

La rubia sollozó de felicidad al saberse de mi propiedad y como acto reflejo buscó con sus manos mi virilidad mientras restregaba su cuerpo contra el mío.

-Tranquilas- me reí al observar que tanto Isabel como Natalia la imitaban y que eran seis manos las que me acariciaban. Viendo que no me hacían caso y que buscaban con ahínco el excitarme, salí de la cama y mientras me dirigía al baño, pregunté quién me iba a enjabonar.

Al unísono mis tres mujeres corrieron a mi lado, compitiendo entre ellas para ver cuál iba a mimarme…

Tras la ducha, mandé a Natalia y a Eva a vestir sin caer en la cuenta de que las había despojado de toda su ropa y que era imposible que me obedecieran. Al explicármelo, Isabel asumió que esa era su función y tomándolas de la mano, se las llevó.

        Mientras las veía marchar, sonreí al percatarme de la naturalidad con la que esas tres habían asumido los papeles que les había marcado.

        «¿Quién me iba a decir que para estas niñas el saberse nuestras las iba a hacer tan feliz o que Isabel iba a resultar una amante tan ardiente?», me pregunté y encantado con el tema, me comencé a acicalar.

        Ya vestido tuve que hacer tiempo durante más de un cuarto de hora aguardando a que salieran y si bien me molestó la espera,  cambié de opinión al verlas salir. Cada una a su estilo, venía preciosa.

Isabel, embutida en un traje de ejecutiva agresiva que magnificaba sus curvas, me miró y señalando a las dos hermanas soltó muerta de risa:

-No sabes lo que me ha costado que estas dos locas se pusieran algo decente. Aunque no te lo creas decían que ya que eran nuestras putitas podían y debía vestirse como tales.

Observando la cantidad de piel que seguían enseñando, no quise ni saber cómo narices querían salir de casa y aceptando de plano la postura de mi secretaria, pregunté donde querían ir primero.

Para mi sorpresa, tomando la iniciativa, Eva me soltó:

-Llevamos tanto tiempo sin ver el sol que nos gustaría ir a una terraza.

Comprendí su elección y queriendo premiar el cambio que habían dado, las llevé a la terraza del Bernabéu sin saber que allí nos encontraríamos con el antiguo novio de Eva.

La alegría con la que llegaron al estadio mutó en cabreo al descubrir en ese lugar a Fefé y más cuando este, olvidando que junto a Toni las había tiradas en mis manos, se acercó. Supe con solo mirarla que la más enfadada era la rubia y por eso cuando con sus ojos me pidió permiso para vengarse, con una sonrisa accedí a que lo hiciera.

El incauto joven ajeno a lo que se le avecinaba tuvo el descaro de saludarla con un beso, beso que Eva no rechazó a pesar de dejarme claro su rechazo.

-Preciosa, ¿me has echado de menos?- seguro de su atractivo preguntó.

Siguiéndole la corriente, la chavala se pegó a él. Como si nada hubiera pasado y mientras disimuladamente comenzaba a acariciarle, respondió:

-No sabes cuánto.

Fefé asumió que su atractivo seguía intacto al sentir la mano de Eva buscando su virilidad y por ello le preguntó si no prefería un lugar más discreto. La sonrisa desapareció de sus labios y mutó en una mueca de dolor cuando la mano  de la rubia se cerró alrededor de sus huevos.

-¡Qué ganas tenía de sentirte!- con tono dulce susurró la joven mientras incrementaba la presión con la que torturaba a su ex.

El dolor que le subía por el cuerpo le atenazó e incapaz siquiera de gritar, imploró con la mirada que lo dejara. Lejos de apiadarse de él, Eva continuó con su venganza y sin dejar de estrujar con todas sus fuerzas los testículos de ese cobarde, acercando su boca al oído de Fefé, le comentó:

-Te tengo que dar las gracias. Al dejarme tirada en manos de Fernando, descubrí el placer que un verdadero hombre era capaz de dar.

Dos gotas de sudor corrían por la frente de joven y con un sufrimiento sin par, consiguió pedir su compasión con voz casi inaudible.

-No te he oído- replicó Eva mientras retorcía con saña los genitales de su presa.

-Perdóname- sollozó con el rostro ya amoratado.

-Pídemelo mas alto. Quiero que tus amigotes te oigan.

Temiendo por su hombría, no le importó quedar en ridículo y llorando, rogó a la  rubia que lo liberara. La joven demostró su desdén por el que había sido su novio. Tras retorcer un poco más los huevos de Fefé, se mofó de él diciendo:

-No comprendo qué pude ver en ti cuando lo cierto es que eres un ser patético.

El menosprecio de Eva fue tal que  sus propios compañeros de juergas se avergonzaron de él y mientras él intentaba levantarse del suelo, se giraron para no verle y más cuando sin cortarme un pelo, me puse a aplaudir en mitad del gentío.

Sonriendo, Eva me abrazó y buscando mis labios, susurró en mi oído:

-¿Sabe mi señor lo mucho que lo amo?

Aunque sabía lo mucho que había cambiado bajo mi mando, he de decir que me  cogió descolocado que la misma chavala que pocos días había intentado acabar conmigo de un tiro, reconociera de manera tan abierta que estaba enamorada de mí y por ello tardé unos segundos en asimilarlo, no en vano era la segunda que me lo decía ese día. Eva malinterpretó mi silencio y con lágrimas en los ojos, salió corriendo del lugar.

Isabel que hasta entonces se había mantenido al margen, se giró hacía mí y me dijo:

-Vete tras ella. Te necesita.

        Aceptando su sugerencia, fui tras ella. Mi rápida reacción me permitió alcanzarla antes que consiguiera cruzar la calle. Entonces,  tomándola del brazo, la atraje hacía mí y sin darle opción a negarse, la besé.

        -Déjame- sollozó.

        Obviando sus quejas, acaricié su rubia melena mientras le decía en voz baja que por mucho que me lo pidiera nunca la dejaría ir.

        -¿Por qué?

        Su pregunta me hizo plantearme muchas cosas. Fue justo entonces, cuando caí en la cuenta de lo mucho que yo había cambiado y que el solterón empedernido había desaparecido.

        «No me lo puedo creer», pensé al percatarme que estaba totalmente enculado por las tres.

        Aprovechando que Natalia e Isabel se nos habían  unido, la contesté:

-Una familia siempre tiene que permanecer unida y tú eres una parte esencial de nosotros. Me da igual lo que la gente piense. Sois mías y no pienso renunciar a ninguna.

Las risas de las tres me hicieron saber lo felices que se sentían y por eso, tomándolas de la cintura, les pregunté que les apetecía hacer.

-Siempre he tenido ganas de pasar una noche en el Ritz- en plan pícara, Natalia comentó.

Despelotado de risa y sabiendo que tenía dinero suficiente para cumplir ese y muchos caprichos más, volví con ellas a la terraza. Una vez ahí, llamé al camarero y pedí una botella de cava.

-¿Qué tenemos que celebrar?- quiso saber mi secretaria.

-¡El principio una larga vida los cuatro juntos!- declaré alzando mi copa.

Relato erótico: “El club 1+2 ” (POR BUENBATO

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Eliseo se sentía como una especie de forastero en su hogar. Había decidido, tras el divorcio de sus padres, quedarse a vivir con su madre pero no imagino que esta iba a volverse a casar tan pronto con alguien más. Desde hacía tres años había tenido que soportar el vivir, no tanto con su padrastro, sino con sus irritantes hermanastras, Blanca y Pilar. Blanca era un año menor que Eliseo e iban juntos en el mismo colegio; la rivalidad entre ambos no tenía sentido para Eliseo pero para la chica era una forma de vida. Pilar, dos años menor que su hermana, simplemente la imitaba.

A Eliseo le faltaba poco menos de dos años para terminar el bachillerato e irse de aquella casa a estudiar pero por lo pronto no era más que una especie de patiño de sus molestas hermanastras. Sin embargo, tampoco se mortificaba tanto y era feliz; salía constantemente y se la pasaba platicando con Santino, su mejor amigo. Santino tenía otra suerte respecto a las hermanas, tenía una, gemela, y ambos se llevaban de maravilla.

– Deberías entender – decía Santino – que en realidad les caes muy bien a tus hermanas, es solo que les da temor hacértelo saber.

– Te equivocas – repelía Eliseo – ni son mis hermanas y ambas son insoportables.

– Bueno, yo te lo he dicho, no me quieres entender. Como sea, hay que aprovechar que se suspendió la clase y terminar de una buena vez la exposición de mañana.

– No te preocupes; es más, ya hice la mitad de las diapositivas.

Eliseo llego cansado a su casa; era una casa grande, fruto del trabajo conjunto de su madre y su padrastro y realmente le gustaba. Estaba feliz de haber salido más temprano del colegio, de modo que llego y tomó una soda del refrigerador; se sentó en el sofá a descansar un poco puesto que en tres horas debía ir a recoger a Pilar de sus clases de ingles.

Terminando su soda y tras ver un rato el televisor se sorprendió de no haber recibido hasta ese momento ningún insulto de Blanca que a esa hora normalmente estaría viendo la televisión justo donde él se encontraba sentado.

Le dieron ganas de orinar por lo que subió al baño que se encontraba en el segundo piso; no llevaba la mitad de los escalones cuando un extraño sonido lo hizo detenerse. Siguió subiendo, lentamente, mientras sus ganas de orinar se esfumaban y aquel sonido tomaba forma. Era un sonido como gemidos, como los que se escuchan normalmente en una película pornográfica.

Llegó al pasillo y el sonido se escuchó venir claramente del cuarto de sus hermanas; las cosas se le aclararon: su hermana Blanca era guarra que diariamente llegaba a casa a ver pornografía en internet. No se asomó a comprobarlo sin antes ir silenciosamente a su cuarto y tomar la videocámara, a su padrastro le iba a ajustar ver las cochinadas que su hija ve cuando nadie está.

Encendió la videocámara en el cuarto para no despertar la atención de Blanca; en silenció se acercó de nuevo a la entrada del cuarto y se alegró de ver que la chica ni siquiera se había tomado la molestia de cerrar la puerta. Listo y preparado asomó con lentitud la cámara hasta que por fin la enfocó hacia donde se encontraba la computadora de sus hermanastras.

Lo que vio no era lo que esperaba, la sangre de Eliseo se congeló apenas miró aquella escena. Efectivamente, Blanca estaba mirando pornografía por la Internet pero no todos los gemidos provenían de las bocinas. La chica miraba desde su cama, posada en cuatro, el video al tiempo que un plátano de tamaño medio salía y entraba de su vagina. La fruta parecía devorada hasta la mitad por los tiernos y rosas labios de la chica cuyo cuello se contorneaba de placer. Eliseo tuvo el impulso de irse pero decidió quedarse ahí; sin perder tiempo aumentó el zoom de la cámara y grabó a detalle aquella escena. Era obvio que no se la enseñaría nunca al padre de la chica pero aquello había pasado de una travesura de hermanos a una situación bastante erótica.

Eliseo, hombre al fin, no pudo evitar que una enorme erección llenara su pantalón. Y es que la escena era simplemente insoportable; por más que su hermanastra fuera irritante no dejaba de ser una muchacha bastante hermosa. Ni siquiera se había quitado la ropa; la falda del uniforme de su escuela estaba echada sobre su espalda, mostrando las suculentas carnes de sus nalgas; más abajo, sus rosadas bragas apenas habían llegado a sus rodillas, como si apenas llegando del colegio estuviera ansiosa por meterse lo que fuera en el coño, aunque fuera un plátano.

En la computadora corría el video pornográfico de la escena de una orgia; la chica parecía gemir en coro con las actrices mientras no paraba de sacar y meter lentamente el plátano de su coño. Eliseo estaba excitado pero también nervioso de no saber si en cualquier momento su hermanastra voltearía a ver como él la videogrababa. Pero por lo pronto eso no sucedía y la verga del muchacho parecía volverse loca con semejante escena.

De pronto, los gemidos de la chica estallaron en grititos y su cuerpo se retorció de placer; Eliseo pudo comprender que Blanca se había provocado un tremendo orgasmo. Tras unos segundos la muchacha se calmó y cayo rendida y exhausta sobre la cama.

Eliseo no supo qué hacer, su hermanastra aun no se daba cuenta de que era observada, y tras meditar un poco y armándose de valor tomo una decisión.

– Ya vi quien se está acabando los plátanos – dijo en voz alta, con el comentario más jocoso que pudo ocurrírsele.

Blanca volteó inmediatamente y su piel se enchino totalmente mientras sus ojos parecían salírsele de la sorpresa; se levantó gritando de la cama con tal brusquedad que sus bragas se salieron de sus piernas y fueron a caer a varios metros. Se dirigió bastante enojada a su hermanastro mientras se abrochaba su camisa de la escuela y tapaba su coño con la falda; se dirigía a golpear con todo su odio a Eliseo pero se detuvo horrorizada al ver que este había grabado todo. Completamente avergonzada cerró la puerta de golpe y Eliseo solo quedó afuera, en el pasillo, escuchando los gritos, insultos, lamentos y lloriqueos de la pobre muchacha.

Eliseo despertó de aquella situación de incertidumbre y se dirigió directamente a su cuarto; cerró con seguro y encendió rápidamente su computadora. Descargó todos los videos en el disco duro y los reprodujo; de nuevo se proyectaba en la pantalla la escena erótica que jamás hubiera creído ver. Su pene volvió a erigirse sin más opción; Eliseo nunca se había puesto a pensarlo pero su hermanastra era simplemente hermosa, tenía un cuerpo espectacular además de la belleza que su edad le proporcionaba. El abdomen de la muchacha era suave pero estilizado con un culo redondo y bien erigido además de una piel clara que se adivinaba suave a la vista y un rostro hermoso con una pequeña nariz chata y redonda y unos labios gruesos, unas orejas pequeñas con unos lóbulos carnosos y un cabello largo, rizado y negro como sus ojos.

Eliseo ni siquiera se dio cuenta cuando su mano ya masturbaba sobre sus pantalones a su ansioso pene. Sacó su verga y se la masajeo con toda libertad mientras veía a su hermanastra meterse y sacarse un plátano del coño a través de la pantalla. Era imposible que pudiera volver a mirar a aquella muchacha con los mismos ojos.

Eliseo se llevó una buena paja y se dirigió al baño. Se dio un baño mientras su mente no dejaba de dar vueltas pensando en lo que haría tras todo aquello. No la iba a acusar con sus padres, por su puesto pero tampoco pensaba que fuera muy útil para estarla molestando con aquello, así como no era de aquellos que gustan de estarse burlando de la gente. Sin embargo, mientras se secaba el cuerpo con la toalla, una idea más perversa se apoderó de él.

Se enrolló la toalla en la parte inferior de su cuerpo y salió del baño y escuchó los pasos de Blanca en la sala; bajó, tratando de mantener una actitud fuerte y al llegar la vio en la sala. Se dirigió firmemente hacia ella, que miraba la televisión y se sentó junto a Blanca en el mismo sofá. Ella tenía los ojos rojos y lagrimosos y estaba visiblemente molesta, completamente enojada. Se mantuvieron en silencio un rato.

– Mira Blanca – dijo decidido Eliseo – te lo explicare de manera sencilla. Grabé todo, lo descargue en mi PC, subí el video a un correo electrónico y tengo a todo el colegio como destinatario – continuó explicando mientras Blanca permanecía inmóvil – No he enviado el correo y desearía no tener que enviarlo nunca, que se mantenga siempre como borrador…

– ¿Que quiere Eliseo? – interrumpió Blanca – ¿que te deje de molestar? Está bien, no te molestaré jamás, déjame en paz. – concluyó bastante molesta.

– Te equivocas Blanca – respondió Eliseo – lo que quiero es a ti.

Blanca volteo a mirarlo completamente ofuscada, se asustó con aquella última frase pero intento mantener la compostura.

– ¿A qué te ref…?

– Sabes a que me refiero, y si quieres que te lo aclare te lo aclararé: quiero follarte – dijo Eliseo lentamente.

Blanca se puso inmediatamente de pie pero Eliseo alcanzó a tomarla del brazo.

– ¡Hey, hey! Tranquila, esta es tu situación y sabes que no puedes repararla. ¿No quieres hacerlo?, bien, envió el correo y tú resuelves tus problemas.

– ¡No vas a enviar nada a nadie! – gritó molesta Blanca.

– ¡Oh! Por supuesto que lo hare, ¿por qué no habría de hacerlo?

– Te acusare con mi padrastro.

– Ok, acúsame con él, me correrá de aquí y me iré a vivir con mi padre mientras el video de tú y tu plátano recorre todo el colegio.

Blanca se quedó en silencio, era obvio que no tenía muchas opciones y su edad no le daba experiencia para resolver esta clase de situaciones.

– No puedes hacer esto – dijo Blanca con la voz entre cortada, sin saber que más decir.

– Claro que puedo – respondió Eliseo al tiempo que jalaba lentamente a la muchacha hacia él.

La sentó sobre sus piernas y se entusiasmo al ver que la chica no ponía ninguna resistencia. Aprovechando la visible rendición de la pobre chica Eliseo comenzó a acariciar la suave piel de su hermanastra. Su boca se dirigió al rostro de Blanca que se mantenía inmóvil y un tanto molesta. El muchacho besaba incontenible el rostro de la muchacha e incluso apretujaba con sus labios los de la muchacha que no se movía absolutamente para nada. Más abajo, las manos de Eliseo se escabullían debajo de la falda escolar de la chica y se dirigían rápidamente a rozar el coño de la muchacha a través de las mismas bragas que hacía unos momentos ella misma tenia bajo sus rodillas mientras se masturbaba con aquel plátano. Eliseo intentó retirar  las bragas pero esta vez Blanca si puso resistencia.

– No puedes hacer esto – dijo la muchacha con la voz temblorosa al tiempo que una lagrima corría por sus mejillas.

Sin embargo Eliseo, perdido en el deseo, hizo caso omiso a esto y continuo jalando la tela de las bragas hasta que estas cayeron al suelo. Paseó sus dedos por el exterior del coño que aun se mantenía húmedo e introdujo, en la medida en que Blanca se lo iba permitiendo, no uno sino dos dedos de su mano en el interior de aquel preciado tesoro. Fue entonces cuando un reflejo de placer invadió inevitablemente la mente de Blanca. Eliseo continuó con este mete y saca mientras seguía besuqueando los labios de la chica que poco a poco, dejándose llevar por el placer, se fundían con los de Eliseo.

Confirmada la aprobación de Blanca, Eliseo se apresuró a desabrochar la camisa escolar de la chica mientras por vez primera podía darse cuenta de las proporciones de sus tetas; eran juveniles aun pero le sorprendió que fueran tan redondas y tan carnosas, especialmente porque nunca se había fijado en ellas hasta entonces. Retiró el sostén y liberó los senos de la muchacha que ya comenzaba a retorcer las piernas ante el placer que el magreo de su hermanastro le provocaba; apenas los vio llevó sus labios a los rosados pezones de Blanca que parecían reventarse ante la menor provocación por la suave y delicada piel con la que estaban hechos, era en esos pezones donde se vislumbraba la juvenil belleza de aquella chica.

Con sus pechos al aire solo la falda escolar cubría el cuerpo de la muchacha; Eliseo pensó en quitársela pero le excitaba mucho verla así, de modo que decidió dejársela. Su verga ansiaba salir y se alcanzaba a ver bajo la toalla, fue entonces cuando decidió quitársela dejando libre una erecta verga dispuesta a follarse a aquella muchacha. Blanca, entre la excitación, pudo ver aquella verga que, estaba segura, la penetraría y la obligaría a dejar de ser virgen. Era más grande, por supuesto, que cualquier fruta u objeto que se hubiese metido antes pero era, por alguna extraña razón, algo que en aquel instante comenzaba a desear con desesperación.

 

Sin que ninguno de los dos se lo esperara, un extraño impulso llevó a la mano de Blanca a posarse sobre aquella verga; se detuvo un poco ante la nueva sensación de tocar un pene pero, tomando confianza, comenzó a acariciarlo como su solo instinto iba suponiendo, con la experiencia aprendida en los videos porno que había estado viendo durante los últimos seis meses de su vida. Inspirado por esta situación, Eliseo posó su mano sobre la nuca de su hermanastra y dirigió la cabeza de la chica lentamente hacia su pene; Blanca no solamente se dejó dirigir y se acomodó de rodillas sino que se apropió inmediatamente, con la frescura de su boca, a aquella verga encantada de recibirla. Era obvio que la chica había aprendido bastante con los videos porno pero lo realmente sorprendente era la facilidad con la que su hermanastra había aceptado aquella situación. El placer que recibía en cada bocanada de la muchacha le hacían retorcerse lentamente de placer; la chica chupaba con delicadeza y suavidad mientras su lengua acariciaba el glande de su afortunado hermanastro. Tras chupar aquella verga por casi cinco minutos el pobre muchacho no pudo evitar descargar su semen en la boca de Blanca, que lejos de apartarse asqueada siguió mamando con la misma suavidad mientras sus labios se embarraban de la leche de Eliseo. Emocionado por esta inexplicable e inesperada actitud de Blanca, el muchacho la levantó y, tomando las prendas de su hermana y su toalla, le pidió que le siguiera.

 

– Ven, vamos a tu cuarto. – le dijo mientras señalaba a su hermanastra las escaleras.

 

Obedeciendo, Blanca subía primero dejando a su hermanastro vislumbrar las dimensiones de su bien formado culito de Blanca que se dejaba ver apenas bajo la alzada falda escolar. Llegaron, y Blanca se dirigió a su cuarto mientras Eliseo corría al suyo; unos segundos después regresó al cuarto de sus hermanastras y se encontró con la bella imagen de Blanca, quien lo esperaba sentada sobre la cama, con las tetas al aire y un rostro de total incertidumbre.

 

Eliseo había ido por la videocámara e inmediatamente el rostro de la chica regreso a su anterior estado de rencor. Se le había olvidado por un momento el origen de su actual estado y le volvía a horrorizar el hecho de haberse atrevido a hacer todo aquello que su detestable hermanastro le había obligado. Pero Eliseo no perdió los ánimos y no paraba de grabar todos los detalles de aquella preciosa chica: su rostro furioso, sus tetas blancas con pezones rosados, su cintura estilizada y sus carnosas piernas abiertas, casi desnudas.

 

– Imbécil – declaró Blanca.

 

A Eliseo no le importó demasiado; colocó la cámara sobre un buró, de modo que apuntara hacia la cama de su hermanastra. La cámara continuaba grabando mientras Eliseo se acercaba hacia ella. Inició acariciándole los senos pero esta vez Blanca estaba un poco arisca y desviaba su pecho. Eliseo probó con las piernas, con el objetivo obvio de magrear el coño de la muchacha pero también había resistencia. Comenzándose a exasperar, Eliseo dirigió sus labios al oído de Blanca.

 

– No tienes opción – susurró.

 

Era cierto; Blanca sabía que no tenía opción, su hermanastro la había grabado en una situación tan desconcertante y tan difícil de explicar que cualquier cosa no sería peor que si toda sus amistades se enteraran de ello. No tenía opción y sus piernas perdieron fuerza al tiempo que permitían más y más que las ansiosas manos de Eliseo la recorrieran. Este aprovechó, masajeó las suaves y firmes piernas de la muchacha y jugueteó un rato con el coño de su hermanastra, que poco había logrado para resistir la excitación.

 

El pene de Eliseo recobró su excitación; estaba completamente desnudo y Blanca alcanzó a observar las dimensiones de aquella verga que hacía unos minutos había engullido y que, estaba casi segura, la penetraría ese mismo día. Más tardó en pensarlo que en suceder porque Eliseo abrió de lleno las piernas de la muchacha y la colocó frente a sí; sin mediar palabra con su hermanastra apuntó su falo a los jugosos labios vaginales de la chica y comenzó a empuñar su pene al tiempo que penetraba el virginal coño de su hermanastra.

 

Un arco apareció entre la espalda alta y el carnoso culo de Blanca, que se retorció al sentir la verga completa de su hermanastro en su interior. Más se retorció conforme el muchacho comenzaba el ir y venir de su verga; penetrando una y otra vez la vagina de Blanca que sentía lo que ni con todos los plátanos y vegetales había llegado a sentir. Las embestidas de Eliseo eran lentas pero venían adicionadas con cierto grado de ferocidad. La pobre muchacha gemía al tiempo que rogaba a su hermanastro que se detuviera un momento siquiera para respirar. Pero Eliseo no se detenía; seguía moviéndose al tiempo que el placer de su hermanastra reventaba en un orgasmo que mojaba su interior. Los gemidos se habían convertido en gritos ahogados de placer y su cuerpo se había rendido al goce de ser cogida por su propio hermanastro.

 

Eliseo se encontraba fabuloso; su verga se movía en un ir y venir del coño de su bella hermanastra al tiempo que sus manos acariciaban las nalgas y las tetas de aquella muchacha que hasta apenas esa misma mañana le había humillado con sus groserías de diario. La misma chica que junto a su otra irritante hermanita le habían hecho de la vida un martirio ahora era follada por su verga hasta los gritos. Eliseo se encontraba bien, bastante bien.

 

El interior de Blanca pulsaba de placer y se humedecía en cada orgasmo; está agotada y también Eliseo podía calcular que la eyaculación estaba cercana. Sacó su falo del coño de la muchacha y rápidamente la giró, de modo que el rostro de la chica se encontró sorpresivamente frente a la verga de su hermanastro que, sin mayor aviso, le salpicó la cara con tal cantidad de semen que su ojo izquierdo perdió completamente la visión y poco pudo hacer para limpiarlo porque inmediatamente sintió un empujón sobre su nuca que le obligó a engullir el pene del muchacho. Solo hasta ese momento pudo hallar las verdaderas dimensiones de su humillación; se preguntó en su interior si no hubiese sido mejor acusarlo, advertirle a su padre de sus intenciones y que algo se hiciera para evitar a toda costa lo que en ese momento sucedía. Pero no se le ocurría mucho que hacer; se sentía completamente frágil y débil para enfrentar los hechos y no tuvo más opción que aceptar aquello mejorara; porque en el fondo todavía tenía la tenue esperanza de que, de alguna manera, todo aquello se solucionaría.

 

Sus pensamientos se apartaron cuando una fuerza la apartó, sacó aquel pedazo de carne de su boca y volvió a empujarla hacia adelante, engulléndolo de nuevo. La chica posó sus manos sobre las caderas de Eliseo y obligó a detenerle. El muchacho apartó sus manos y Blanca comenzó a mamar su verga ella misma; podía hacerlo sola, no había por que empujarla con tanta brusquedad. Y así, con la cara embarrada en la leche del muchacho, Blanca se dispuso a chupar aquel falo hasta dejarlo limpio; eso era lo que Eliseo quería, supuso.

 

Veinte minutos después Eliseo se preparaba para salir a la calle; tenia, como cada inicio de semana, que ir a recoger a la menor de sus hermanastras a sus clases de inglés. En unos minutos también llegarían sus padres, que solo dejaban su negocio de agencia de viajes para comer en casa; e incluso muchas veces llamaban por teléfono para avisar que comerían en el local. Dando las tres y cuarto de la tarde escuchó el motor del automóvil de su padrastro y este era el aviso de que se le hacía tarde para recoger a Pilar. Salió y se encontró en el patio con su madre.

 

– ¿No has recogido a Pilar?

 

– Apenas voy

 

– Trata de apurarle, ya es tarde

 

– ¡Sí! – alcanzó a decir Eliseo mientras aceleraba el paso y saludaba con la mirada a su padrastro que aún no terminaba de estacionar el automóvil.

 

La escuela se encontraba a no más de diez minutos a pie, por lo que no corría tanta prisa, pero Eliseo tenía el leve temor de que Blanca fuese a decirles algo de lo sucedido a sus padres. Aceleró el paso pero llegó tan pronto que Pilar ni siquiera salía aun.

 

En casa los padres de Blanca llegaron y colocaron la comida que habían comprado sobre la mesa. Blanca miraba televisión en la sala y, aunque un poco seria, se le veía con total normalidad. Su madrastra le llamó para que ayudara a colocar la vajilla sobre el comedor; aunque un poco desganada, Blanca obedeció.

 

Tres y media en punto y Pilar salió; se despidió de sus compañeros de clases pero ni siquiera saludo a Eliseo. Caminaba delante de él, ignorándolo, como si solo se tratase de un guardaespaldas. El chico estaba más que acostumbrado a todo aquello y también solía ignorarla; pero esta vez había algo distinto, la mirada del muchacho se desviaba constantemente a los ligeros pantalones cortos del uniforme deportivo que Pilar vestía los días lunes. Las piernas de la muchacha se adivinaban suaves a la vista; su recién pero bien formado culito se distinguía en la tela azul que se alzaba y que no dejaba mucho a la imaginación.

 

Pensar en Pilar antes resultaba irritante pero ahora no podía evitar mirarla con otros ojos y que pensamientos que jamás se le habían cruzado por su mente definieran lo que su vista alcanzaba a distinguir: unas nalgas alzadas y unas piernas delgadas pero carnosas, bien torneadas, con una cintura delicada que se unía a un pecho virgen en el que, se adivinaba, ya se comenzaban a erigir un par de tetitas preciosas. Su rostro era un poco distinto al de su hermana; su cara redonda y su negro cabello lacio y largo, agarrado de una coleta, acentuaban su aspecto infantil. No era una niña, desde luego pero sus grandes ojos negros y su naricita achatada, parecida eso sí a la de su hermana, hacían verla demasiado inocente para lo grosera que se comportaba por lo general; al menos con él.

 

Un sin fin de posibilidades, en su mayoría meras fantasías, se dibujaban en la mente del muchacho. Pero la realidad ahora era otra; hace unos minutos había logrado cogerse con todo el gusto a la mayor de sus hermanastras, ¿qué diferencia podía haber ahora? Las fantasías comenzaban a tocar tierra y en la mente de Eliseo ya no eran posibilidades las que se deslumbraban sino planes, un plan en especial que dibujo sobre su rostro una discreta sonrisa.

 

Llegaron a casa; la comida estaba servida ya y, de manera cotidiana, todos se sentaron a comer. Todo parecía normal, era normal. Eliseo no tenía mucha hambre, había estado comiendo demasiadas ansias, pero aun así, aunque de forma más lenta, terminó su platillo. Lavó los trastes y miró un poco la televisión junto a sus hermanastras y sus padres, hasta que estos últimos; dando las cuatro y media de la tarde, regresaron como siempre a su oficina.

 

Los tres se quedaron solos; no pasó mucho tiempo cuando Pilar subió a su cuarto, diariamente pasaba horas jugando en Internet y este día no debía ser la excepción. Blanca estaba tan incómoda con la presencia de Eliseo que se puso de pie y se dispuso a irse a su cuarto con su hermana. Eliseo se levantó de inmediato y la jaló hacia sí.

 

– Me ayudaras a algo – susurró Eliseo

 

– ¿Qué? – respondió Blanca, con un claro tono de fastidió

 

Eliseo susurró en el oído largamente, diciéndole a su hermanastra lo que él deseaba que ella hiciera. El primer impulso de Blanca fue empujar al muchacho, alejarlo de si junto con sus asquerosos pensamientos. Pero Eliseo se resistió y comenzaba a acariciar a la muchacha mientras no paraba de narrar su plan; conforme hablaba la actitud de Blanca cedía, el muchacho no solo le describía la orden sino que le narraba a detalle los pormenores de sus deseos. La pobre Blanca no podía darse cuenta que la intención de su hermanastro no era más que excitarla; y solo pudo darse cuenta cuando debajo de su short la mano del muchacho se escabullía para masajear su clítoris. La chica estaba completamente caliente al tiempo que Eliseo no paraba de hablarle al oído.

 

– ¿Lo harás? – preguntó.

 

La muchacha no respondió; estaba muda ante la proposición de su hermanastro. Eliseo la atrajo hacia sí y la apretujó con su brazo mientras seguía magreando el húmedo coño de Blanca.

 

– ¿Lo harás? – repitió – tienes que hacerlo, dime; ¿lo harás si o…?

 

– Sí – interrumpió Blanca – hay que hacerlo.

“Millonario y dueño de un harén, gracias a un ladrón” (LIBRO PARA DESCARGAR POR GOLFO)

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Sinopsis:

Nuestro protagonista estaba con un amigo y dos mujeres cuando la madre de una de ellas le abofetea al considerarlo como el causante de todos sus males. En un principio, no reconoce a su agresora y eso le enfurece. La propia hija es la que le informa que años antes y durante una auditoría, había sido él quien acusó al marido de esa loca de haber hecho un desfalco y creyendo en la inocencia de su padre, le pide que descubra quien había sido el verdadero culpable.
Intrigado por el asunto e interesado en la muchacha, investiga y descubre que no se había equivocado en acusarlo pero lo que realmente trastoca su vida es descubrir veinte millones de euros a nombre de la cría en un paraíso fiscal.
Esa situación les pone en un dilema, él sabe donde está ese dinero pero no puede tocarlo y la muchacha es millonaria pero desconoce como hacerse con su herencia.
Entre los dos llegan a una solución….

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

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PARA QUE PODÁIS HACEROS UNA IDEA OS INCLUYO EL PRIMER CAPÍTULO:

 
CAPÍTULO 1

La ausencia de papeles amontonados sobre la mesa de mi despacho, engaña. Un observador poco avispado, podría suponer falta de trabajo, todo lo contrario, significa que 14 de horas de jornada han conseguido su objetivo, y que no tengo nada pendiente.
Contento, cierro la puerta de mi despacho y me dirijo hacia el ascensor. Son la 9 de la noche de un viernes, por lo que tengo todo el fin de semana por delante. El edificio está vacío. Hace muchas horas que la actividad frenética había desaparecido, solo quedaban los guardias de seguridad y algún ejecutivo despistado. Como de costumbre, no me crucé con nadie y mi coche resaltaba en el aparcamiento. En todo el sótano, no había otro.
El sonido de la alarma al desconectarse, me dio la bienvenida. Siguiendo el ritual de siempre, abrí el maletero para guardar mi maletín, me quité la chaqueta del traje, para que no se arrugara y me metí en el coche. El motor en marcha, la radio encendida, el aire acondicionado puesto, ya estaba listo para comerme la noche. Durante los últimos diez años, como si de un rito se tratara, se repetía todos los viernes: ducha, cenar con un amigo y cacería.
Iríamos a una discoteca, nos emborracharíamos y si había suerte terminaría compartiendo mis sabanas con alguna solitaria, como yo.
Las luces de la calle, iluminan la noche. Los vehículos, con los que me cruzo, están repletos de jóvenes con ganas de juerga. Al parar en un semáforo, un golf antiguo totalmente tuneado quiso picarse conmigo. Sus ocupantes, que no pasaban los veinte, al ver a un encorbatado en un deportivo, debieron pensar en el desperdicio de caballos; una piltrafa conduciendo una bestia. No les hice caso, su juventud me hacía sentir viejo. Quizás en otro momento hubiere acelerado, pero no tenías ganas. Necesitaba urgentemente un whisky.
Las terrazas de la castellana, por la hora, seguían vacías. Compañía era lo que me hacía falta, por lo que decidí no parar y seguir hacia mi casa.
Mi apartamento, lejos de representar para mí el descanso del guerrero, me resultaba una jaula de oro, de la que debía de huir lo más rápidamente posible. Además había quedado con Fernando y con dos amigas suyas, por lo que tras un regaderazo rápido salí con dirección al restaurante.
El portero de la entrada sonrió al verme. Me conocía, o mejor dicho conocía mis propinas y solícito, me abrió la puerta. Mi colega ya estaba esperándome en la mesa.
―Pedro, te presento a Lucía y a Patricia
Todo era perfecto. Las dos mujeres, si es que se les podía llamar así ya que hace poco tiempo que habían dejado atrás la adolescencia, eran preciosas, su charla animada y Fer, como siempre, era el típico ser que aún en calzoncillos seguía siendo elegante y divertido.
No habíamos pedido el postre, cuando sin mediar palabra, apareció por la puerta una mujer y me soltó un bofetón:
― ¡Cerdo! No te bastó con lo que me hiciste a mí, que ahora quieres hacerlo con mi hija.
Estaba paralizado. Aunque la mujer me resultaba familiar, no la reconocía. Fernando se levantó a sujetar a la señora y Lucía, que resultó ser la hija, salió en su defensa.
― Disculpe pero no tengo ni idea de quién eres― fue lo único que salió de mi garganta.
―Soy Flavia Gil. ¿No tendrás la desvergüenza de no reconocer lo que me hiciste?― contestó.
Flavia Gil, el nombre no me decía nada:
―Señora, durante mi vida he hecho muchas cosas y siento decirle que no la recuerdo.
La sangre me empezó a hervir, estaba seguro que estaba loca, si hubiera hecho algo tan malo me acordaría.
―¡Me destrozaste la vida!― respondió saliendo del brazo de su hija y de su amiga.
Fernando se echó a reír como un poseso. Lo ridículo de la situación y su risa, me contagiaron.
― ¿Quién coño es esa bruja? ― preguntó ― Ya ni te acuerdas de quien te has tirado.
―Te juro que no sé quién es.
―Pues ella sí y te tiene ganas― replicó descojonado ― y no de las que te gustaría. ¿Te has fijado en sus piernas?
―No te rías, cabrón. Esa tía está loca― respondí más relajado pero a la vez intrigado por su identidad.
Decidimos pagar la cuenta. Nos habían truncado nuestros planes pero no íbamos a permitir que nos jodieran la noche, por lo que nos fuimos a un tugurio a seguir bebiendo…

Estaba sonando un timbre. En mi letargo alcoholizado, conseguí levantarme de la cama. Demasiadas copas para ser digeridas. Mi cabeza me estallaba. Mareado y con ganas de vomitar, abrí la puerta. Cuál no sería mi sorpresa, al encontrarme con Lucía:
―¿Qué es lo que quieres?― atiné a decir.
―Quiero disculparme por mi madre― en sus ojos se veía que había llorado―nunca te ha perdonado. Ayer me contó lo que ocurrió.
No la dejé terminar, salí corriendo al baño. Llegué a duras penas, demasiados Ballantines para mi cuerpo. Me lavé la cara. El espejo me devolvía una imagen detestable con mis ojos enrojecidos por el esfuerzo. Tenía que dejar de beber tanto, decidí sabiendo de antemano la falsedad de esa determinación.
Lucía estaba sentada en el salón. Ilógicamente había abrigado la esperanza que al salir ya no estuviera. Resignado le ofrecí un café. Ella aceptó. Esta maniobra me daba tiempo para pensar. Mecánicamente puse la cafetera, mientras intentaba recordar cuando había conocido a su madre pero sobretodo que le había hecho. No lo conseguí.
―Toma― dije acercándole una taza: ― Perdona pero por mucho que intento acordarme, realmente no sé qué hice o si hice algo.
―Hermenegildo Gil― fue toda su contestación.
Me quedé paralizado, eso había sido hace más de 15 años. Yo era un economista recién egresado de la universidad que acababa de entrar a trabajar para la empresa de auditoria americana de la que ahora soy socio cuando descubrí un desfalco. Al hacérselo saber a mis superiores, estos abrieron una investigación, a resultas de la cual, todos los indicios señalaban al director financiero pero no se pudo probar. El directivo fue despedido y nada más. Su nombre era Hermenegildo Gil.
―Yo no tuve nada que ver― le expliqué cuál había sido mi actuación en ese caso, cómo me separaron de la averiguación y que solo me informaron del resultado.
―Fue mi madre, quien te puso bajo la pista. Ella era la secretaría de mi padre. No te lo perdona, pero sobretodo no se lo perdona.
―¿Su secretaria?― por eso me sonaba su cara ― ¡Es verdad! Ahora caigo que todo empezó por un papel traspapelado que me entregaron. Pero no se pudo demostrar nada.
―Mi padre era inocente. Nunca pudo soportar la vergüenza del despido y se suicidó un año después― contestó llorando.
Jamás he podido soportar ver a una mujer llorando, como acto reflejo la abracé, tratando de consolarla. E hice una de las mayores tonterías de mi vida, le prometí que investigaría lo sucedido y que intentaría descubrir al culpable.
Mientras la abrazaba, pude sentir sus pechos sobre mi torso desnudo. Su dureza juvenil, así como la suavidad de su piel, empezaron a hacer mella en mi ánimo. Mi mano se deslizó por su cuerpo, recreándose en su cintura. Sentí la humedad de sus lágrimas al pegar su rostro a mi cara. Sus labios se fundieron con los míos mientras la recostaba en el sofá. Ahí descubrí que bajo el disfraz de niña, había una mujer apasionada. Sus pezones respondieron rápidamente a mis caricias, su cuerpo se restregaba al mío buscando la complicidad de los amantes. La despojé de su camisa, mis labios se apoderaron de su aureola y mis dedos acariciaban sus piernas. Éramos dos amantes sin control.
―¡No!― se levantó de un salto― ¡Mi madre me mataría!
―Lo siento… no quise aprovecharme― contesté avergonzado, sabiendo en mi interior que era exactamente lo que había intentado. Me había dejado llevar por mi excitación, aun sabiendo que no era lo correcto.
Se estaba vistiendo cuando cometí la segunda tontería:
―Lucía, lo que te dije antes sobre averiguar la verdad es cierto. Fue hace mucho pero en nuestros almacenes, debe de seguir estando toda la documentación.
―Gracias, quizás mi madre esté equivocada respecto a ti― respondió dejándome solo en el apartamento. Solo, con resaca y sobreexcitado.
Por segunda vez desde que estaba despierto entré en el servicio, solo que esta vez para darme un baño. El agua de la bañera estaba hirviendo, tuve que entrar con cuidado para no quemarme. No podía dejar de pensar en Lucía. En la casualidad de nuestro encuentro, en la reacción de su madre y en esta mañana.
Cerré los ojos dejando, como en la canción, volar mi imaginación. Me vi amándola, acariciándola. Onanismo y ensoñación mezcladas. Sentí que el agua era su piel imaginaria, liquida y templada que recorría mi cuerpo. Mi mano era su sexo, besé sus labios mordiéndome los míos. Nuestros éxtasis explotaron a la vez, dejando sus rastros flotando con forma de nata.
Al llegar a la oficina, solo me crucé con el vigilante, el cual extrañado me saludó mientras se abrochaba la chaqueta. No estaba acostumbrado a que nadie trabajara un sábado:
«Algo urgente», debió de pensar.
Lo primero que debía de hacer era localizar el expediente y leer el resumen de la auditoría. Fue fácil, la compañía, una multinacional, seguía siendo cliente nuestro por lo que todos los expedientes estaban a mano. Consistía en dos cajas, repletas de papeles. Por mi experiencia, rechacé lo accesorio, concentrándome en lo esencial. Al cabo de media hora, ya me había hecho una idea: la cantidad desfalcada era enorme y el proceso de por el cual habían sustraído ese dinero había sido un elaborado método de robo hormiga. Cada transacción realizada, no iba directamente al destinatario, sino que era transferida a una cuenta donde permanecía tres días, los intereses generados que operación a operación eran mínimos; sumados eran más de veinte millones de dólares. Luego, esa cantidad desaparecía a través de cuentas bancarias en paraísos fiscales.
La investigación, en ese punto, se topó con el secreto bancario imperante a finales del siglo xx pero hoy en día, debido a las nuevas legislaciones y sobre todo gracias a internet, había posibilidad de seguir husmeando.
El volumen y la complejidad de la operación me interesaron. Ya no pensaba en las dos mujeres, sino en la posibilidad de hacerme con el pastel. Por ello me enfrasqué en el tema. Las horas pasaban y cada vez que resolvía un problema aparecía otro de mayor dificultad.
Quien lo hubiera diseñado y realizado, debía de ser un genio. Me faltaban claves de acceso y por primera vez en mi vida, hice algo ilegal: utilicé las de mis clientes para romper las barreras que me iba encontrando. Cada vez me era más claro el proceso. Todo terminaba en una cuenta en las islas Cayman y ¡sorpresa! El titular era Lucía.
¡Su padre era el culpable! Lo había demostrado pero tras pensármelo durante unos minutos decidí que no iba a comunicar mi hallazgo a nadie y menos a ella, hasta tener la ventaja en mi mano.
Reuní toda la información en un pendrive y usé la destructora de documentos de la oficina para que no quedara rastro. Las cajas de los expedientes las rellené con informes de otras auditorias de la compañía. Satisfecho y con la posibilidad de ser rico, salí de la oficina.
Eran ya las ocho de la tarde y mientras comía el primer alimento sólido del día, rumié los pasos a seguir: al menos el 50% de ese dinero debía de ser mío y sabía cómo hacerlo.
Cogí mi teléfono y llamé a Lucía. Le informé que tenía información pero que debía dársela primero a su madre, por lo que la esperaba a las nueve en mi casa. Ella, por su parte, no debía llegar antes de las diez.
Preparé los últimos papeles mientras esperaba a Flavia, la cual llegó puntual a la cita. En su cara, se notaba el desprecio que sentía por mí. Venía vestida con un traje de chaqueta que resaltaban sus formas.
No la dejé, ni sentarse:
―Su marido era un ladrón y usted lo sabe.
Por segunda vez, en menos de 24 horas, me abofeteó pero en esta ocasión de un empujón la tiré al sofá donde había estado retozando con su hija. Me senté encima de ella, de forma que la tenía dominada.
―¿Qué va a hacer?― preguntó asustada.
―Depende de ti. Si te tranquilizas, te suelto.
Con la cabeza asintió, por lo que la liberé:
― He descubierto todo y lo que es más importante, donde escondió su dinero. Si llegamos a un acuerdo, se lo digo.
―¿Qué es lo que quiere?― replicó con la mosca detrás de la oreja.
Su actitud había cambiado. Ya no era la hembra indignada, sino un ave de rapiña ansiosa hacerse con la presa. Eso me enfadó .Esperaba de ella que negara el saberlo pero por su actitud supe que había acertado.
―Antes de nada, me voy a vengar de ti. No me gusta que me peguen las mujeres― y desabrochándome la bragueta, saqué mi miembro que ya estaba sintiendo lo que le venía: ― Tiene trabajo― dije señalándolo.
Sorprendida, se quedó con la boca abierta. Cuando se dirigía hacia aquí en lo último que podía pensar era en que iba a hacerme una mamada pero, vencí sus reparos, obligándola a arrodillarse ante mí. Su boca se abrió, engullendo toda mi extensión.
Ni corto ni perezoso, me terminé de quitar el pantalón, facilitando sus maniobras. Me excitaba la situación, una mujer arrodillada cumpliendo a regañadientes. Ella aceleró sus movimientos cuando notó que me venía el orgasmo, e intentó zafarse para no tener que tragarse mi semen. Con las dos manos sobre su cabeza, lo evité. Una arcada surgió de su garganta pero no tuvo más remedio que bebérselo todo. Una lágrima revelaba su humillación pero eso no la salvó que prosiguiera con mi venganza:
―Vamos a mi habitación.
Como una autómata me siguió. Sabía que habían sido dos veces las que me había abofeteado y dos veces las que yo iba a hacer uso de ella:
― Desnúdate― exigí mientras yo hacía lo mismo.
Tumbado en la cama, disfruté viendo su vergüenza. Luego, la muy puta, me reconocería que no había estado con un hombre desde que murió su marido. La hice tumbarse a mi lado y mientras la acariciaba, le expliqué mi acuerdo.
―Son 20 millones, quiero la mitad. Como están a nombre de Lucía, me voy a casar con ella y tú vas a ser mi puta sin que ella lo sepa: tengo todos los papeles preparados para que ella los firme en cuanto llegue.
―No tengo nada que decir pero tendrás que convencer a mi hija― contestó.
Mis maniobras la habían acelerado. De su sexo brotaba la humedad característica de la excitación. Sus pechos ligeramente caídos todavía eran apetecibles. Sin delicadeza, los pellizqué, consiguiendo hacerla gemir por el dolor y el placer. Era una hembra en celo. Sus manos asieron mi pene en busca de ser penetrada. La rechacé, quería probar su cueva pero primero debía saborearla. Mi lengua se apoderó de su clítoris mientras seguía torturando sus pezones. Su sabor era penetrante, lo cual me agradó y usándola como ariete, me introduje en ella con movimientos rápidos. Para entonces esa madura estaba fuera de sí. Con sus manos sujetaba mi cabeza, de la misma forma que yo le había enseñado minutos antes, buscando que profundizara en mis caricias. Un río de flujo cayó sobre mi boca demostrándome que estaba lista. Con mi mano, recogí parte de él para usarlo. Le di la vuelta. Abriendo sus nalgas observé mi destino y con dos dedos relajé su oposición.
―¿Qué vas a hacer? ― preguntó preocupada.
―¿Desvirgarte? Preciosa.
Y de un sola empujón, vencí toda oposición. Ella sintió que un hierro le partía en dos y me pidió que parara pero yo no le hice caso. Con mis manos abiertas, empecé a golpearle sus nalgas, exigiéndole que continuara. Nunca la habían usado de esa manera, tras un primer momento de dolor y de sorpresa se dejó llevar. Sorprendida, se dio cuenta que le gustaba por lo que acomodándose a mi ritmo, me pidió que eternizara ese momento, que no frenara. Cuando no pude más, me derramé en su interior.
― Déjalo ahí― me pidió: ―Quiero seguir notándolo mientras se relaja.
No le había gustado, ¡le había encantado!
―No, tenemos que preparar todo para que cuando llegué tu hija, no note nada― dije satisfecho y riendo mientras acariciaba su cuerpo: ―¿Estás de acuerdo? Suegrita.
―Claro que sí, Yernito.

Relato erótico: “Donde nacen las esclavas V” (POR XELLA)

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Una vez más, Sofía fue despertada por su entrenadora. Volvió a sacarla de la jaula arrastras y después de lamer sus botas, le quitó el cinturón para que hiciese sus cosas, allí, en medio de la sala. 

Comenzaron a andar de camino a una nueva sala. 

 

– Parece que ayer tuvisteis una pequeña juerga los guardias y tu… – Comentó mistress Angélica. – ¿Te divertiste? Seguro que te quedaste con ganas de que te follaran entre todos, ¿Eh? 

Sofía, tras ella, agachó la cabeza. Seguía caliente como una plancha y, la verdad, es que el deseo de que la follaran como dios manda rondaba cada vez con más frecuencia su cabeza. 

– Ja ja ja. – Rió la dómina. – Te preguntarás cuando se pasará el efecto, ¿Verdad? No te preocupes, mientras comas nuestra comida y bebas nuestra bebida, estarás en el estado en que nosotros deseemos que estés… Permanentemente cachonda y preparada para ser follada. 

La reportera lo sabía… había sido tan reticente a beber de aquél “grifo” por que sabía que era el principio del fin… Pero ya lo había hecho y no había marcha atrás. Tendría que buscar otra manera de escapar de aquello. 

Durante varios días, lo sucedido en el último día fue rutina. Mistress Angélica la llevaba a aquella sala, la encadenaba y era obligada a chupar algunas pollas. Cuando se negaba, era fustigada y obligada a hacerlo por la fuerza. 

Al llegar de nuevo a su jaula, la daban de cenar. Había días que los guardias se portaban bien y no se corrían en su comida, pero eran los menos. De todas formas, cada vez le daba menos reticencia. No sabía si era por las drogas, por los castigos o por la fuerza de la repetición, pero cada vez era más dócil y obedecía más. 

Por las noches, los guardias entraban en la sala, elegían a dos o tres esclavas al azar y se las follaban. A veces la tocaba a ella, a veces no. Cómo llevaba el cinturon de castidad a ella sólo la follaban la boca. 

Internamente envidiaba a sus compañeras… Cada segundo que pasaba deseaba que la follaran y le quitaran esa calentura con la que convivía… Era un suplicio… El hecho de estar tan caliente la estaba carcomiendo por dentro, ocupaba sus pensamientos y condicionaba sus acciones. Cada vez pensaba durante más tiempo en que quería correrse… necesitaba correrse… 

No sabía cuanto tiempo llevaba allí, pero debía de rondar la semana. Y un día, cuando llegó la entrenadora, la cosa fué distinta… 

– Buenos días, perrita, ¿Qué tal te trataron anoche? – Dijo, viendo las ojeras que portaba – Fuiste una de las afortunadas, ¿Verdad?. Bueno, hoy vamos a hacer algo distinto, aunque no se si tú notarás la diferencia. – Añadió, con una gran sonrisa en la boca 

La primera sala en la que entraron, tenía un pequeño cubículo en el centro en el que Sofía fue introducida. No podía sino estar de rodillas, debido a la altura del cubo. En esa caja, había varios agujeros en las paredes. Estuvo varios minutos allí, sin saber que hacer ni qué querían de ella, hasta que apareció la primera. 

Una polla enorme y negra asomó por uno de los agujeros. Entonces supo lo que debía hacer. Sabía que no tenía opción, así que no pensó en oponerse. De todas formas, sería más agradable que el día anterior pues, estando dentro del cubículo no podrían forzarla. 

Y así se puso manos a la obra. Agarró la polla con las manos y la notó dura y caliente. Cuando acercó la cara, notó el olor tan característico que desprendía aquel falo, un escalofrío la recorrió de arriba a abajo, deseando con todas sus fuerzas poder llevar aquella polla a su coño. Se introdujo el glande en la boca, jugando con su lengua dentro de ella. Cuando empezó a introducir lentamente aquel rabo, una sensación de plenitud la embargó, realmente, comer una polla no era tan desagradable como había pensado en un inicio. 

Mientras mamaba rítmicamente, otra polla apareció en otro de los agujeros. Sabía que si tardaba en atenderla recibiría algún tipo de castigo, ya fueran descargas o azotes, así que se dirigió a ella mientras continuaba pajeando la primera. Fue turnándose entre ellas, mamando y pajeando por igual, hasta que apareció una tercera polla. ¿Cuántas iban a llegar? 

Intentó repartirse entre las tres, entre manos y boca, hasta que la primera que había aparecido empezó a correrse. Notó primero un chorretón de lefa sobre sus tetas, pues estaba atendiendo otra polla y, sabiendo lo que le iban a exigir hacer, intentó atrapar el resto de la corrida con su boca. 

Estuvo dentro de aquella caja varias horas. Tenía la boca cansada, le dolían las rodillas y estaba cubierta de semen, pero se sentía bien. En el fondo de su cabeza sabía que eso era debido a los químicos que le habían hecho tomar con la bebida pero, ¿Qué demonios? Ya que iban a obligarla a hacerlo de igual manera, por lo menos que le resultase agradable… 

Había perdido la cuenta de cuantas pollas habían aparecido, habrían sido decenas de ellas, incluso tenía la sensación de que algunas habían repetido. Tenía el estomago lleno, pero no se planteaba dejar escapar las corridas que provocaba. Aun así, muchas de ellas acababan sobre su cuerpo, por lo que estaba cubierta de arriba a abajo. 

Cuando mistress Angélica abrió la portezuela del cubículo, la luz la molestó en los ojos, de forma que tuvo que entrecerrarlos. 

– ¡Sonríe a la cámara!. – Exclamó la entrenadora. 

Cuando Sofía pudo abrir los ojos, vió que la estaba grabando con su cámara. 

– Deja que tome un primer plano de tu cara… A ver… Ahora muestrame tus tetas… Eso es… 

Sofía obedecía, no quería que volviese a pegarla con la fusta. 

– ¿Te ha gustado? Seguro que estás deseando que todas esas pollas llenasen tu coño en vez de tu boca, ¿Verdad? 

La reportera agachó la mirada, se sentía humillada porque realmente ese pensamiento sí que había pasado varias veces por su cabeza. Odiaba a aquella gente por esclavizarla, pero la odiaba todavía más porque estaban consiguiendo que le gustase. Le daba igual que fuese a través de las drogas, de químicos o de cualquier otro método. 

– Bueno, a lo mejor al final del día ese deseo queda colmado… pero antes quiero que hagas una cosa… 

Sofía miró a su mistress, atenta, sabía que no tendría que hacer algo fácil, ni siquiera satisfactorio, pero el premio que podía recibir ocupaba sus pensamientos. 

Mistress Angélica cogió a la chica de la cadena y comenzó a rodear el cubículo. En el otro lado había una vieja conocida… 

Y allí estaba Mar Loli… La esclava madura que acompañaba a mistress Angélica la primera vez que la vió.  

La mujer se encontraba en lo que le habían enseñado como posición de ofrecimiento, la cara pegada al suelo y separándose ella misma las nalgas para dejar un rápido acceso a todos sus agujeros y, por lo que parecía, lo habían usado bien… 

Tenía el coño y el culo enrojecidos y abiertos, dos grandes agujeros que chorreaban semen por sus muslos. Mientras ella estaba dentro del cubo, debían haberse estado entreteniendo con aquella mujer. 

– Creo que ya os conocéis. – Comentó la dómina. – La última vez que la viste, la mirabas con pena y compasión, con la superioridad que te otorgaba el ser una mujer libre. Ahora estás en la misma condición que ella, y entre compañeras, debéis cuidaros y manteneros en buen estado. ¿Ves como le han dejado sus agujeritos? Todos esos hombres que no han podido follarte, se han resarcido con ella… Mírala… ¿No te da envidia? Ese coño podría haber sido el tuyo… 

Sofía se sentía humillada… Pensar en lo que le podían haber hecho y lo que seguramente la llegasen a hacer en algún momento… y lo peor de todo es que le daba cierta envidia… ¿Le suministrarían a ella también afrodisiacos? Seguramente a todas les diesen un trato similar… 

– ¿No acabas de comprender lo que tienes que hacer? – Continuó Angélica. – Bueno, parece que eres más tontita de lo que me pensaba. Quiero que la limpies con tu lengua, sus dos agujeros, y que no pares hasta que esta perra se corra en tu boca, todas las veces que sean necesarias hasta que yo considere que lo haces correctamente. Que pensabas, ¿qué te ibas a librar de comer un coño? Una esclava debe estar preparada para satisfacer a su amo de cualquier manera, y tu amo no tiene porqué ser un hombre… 

Sofía nunca había tenido sexo con una mujer… Pero dudaba que tuviese la opción de elegir. 

El hecho de que la joven que la dominaba la estuviese enfocando con su propia cámara, era un punto más en su humillación. El resto de veces la cámara se encontraba en un lado de la sala, grabando todo, lo que hacía que se pudiese llegar a olvidar de ella, pero parece que quería obtener buenos planos de su primera experiencia lésbica… 

Sofía se acercó a Mari Loli, se situó tras ella… Y allí se quedó, inmóvil. 

¡ZAS! ¡ZAS! ¡ZAS! 

La fusta restalló contra su piel, arrancando gritos de dolor. Hacía tiempo que no recibía golpes con ella… Hacía tiempo que obedecía las órdenes… Pero chupar un coño… Era un nuevo nivel en su sumisión. Y además no sólo era chupar un coño, era chupar el coño de otra esclava, limpiarlo. Querían hacerla ver que tenía el mismo valor que el resto de las perras que se encontraban allí, incluso menos, si no era capaz de obedecer… 

No necesitó más fustazos. En ese momento se dió cuenta que realmente su única salida era ir hacía delante, mientras se rebelase, lo único que conseguiría eran castigos y palizas… Así que comenzó a lamer el coño que tenía enfrente… 

La madura esclava no reaccionó a los lametones de la reportera, continuó en su posición, separándose las nalgas para que Sofía pudiese acceder bien. La esclava pensó que el sabor no era tan desagradable… Y además, estaba cubierta de semen, y había aprendido a apreciar ese sabor como su fuera un manjar. El coño de la mujer estaba húmedo, olía a sexo, a mucho sexo. Sofía sintió envidia… Necesitaba que la follaran… Necesitaba una polla que la hiciera sentirse llena… 

Comenzó a seguir una rutina, comenzaba a lamer los labios de la esclava lentamente, entreteniéndose en ellos hasta llegar al clítoris. Allí jugueteaba con su lengua, haciendo circulos sobre él, presionando, mordisqueándolo, imaginándose qué le gustaría que le hiiciesen a ella. Luego pegaba una lamentón de arriba a abajo y vuelta a recorrer los labios. 

Introducía su lengua dentro del coño todo lo que podía, intentando extraer el semen. Se habían follado bien a aquella mujer, estaba repleta. 

– No te olvidas de algo, ¿Esclava? – Preguntó Mistress Angélica. 

Sofía la miró, sin entender. 

¡ZAS! 

– ¡Eres una inútil! ¿No vales ni para esto? – Sofía se asustó, ¿Qué quería que hiciera? – ¿Te crees que el culo se va a limpiar solo? 

La reportera miró el rosado agujero de la esclava, con algo de asco. Nunca había tenido intención de chupar un culo… La mujer tenía el agujero un poquito dilatado todavía y, efectivamente, estaba chorreando. 

¡ZAS! 

El segundo fustazo la hizo reaccionar. De un lametón recogió el semen que escurría por las nalgas de Mari Loli y, cerrando los ojos, llevó su lengua al primer culo que se iba a comer en su vida. Era más amargo que el coño, no tenía ni ese puntito dulzón, ni era tan “jugoso”… Pero igualmente no era tan desagradable como se pensaba. 

Tan enfrascada estaba con su tarea que no se dió cuenta de los movimientos de Mistress Angélica hasta que la tuvo tras ella. La dómina desenganchó el cinturón de castidad de la esclava. 

La alegría invadió a Sofía, parecía una perrilla a la que iban a sacar a la calle, ¡Iba a correrse por fin! 

Miró a su entrenadora y vió que llevaba puesto un arnés negro con una polla enorme… Estaba dispuesta a follarla.  

– ¿Qué te pasa esclava? ¿Por qué paras? 

Sofía se dió la vuelta y metió su boca de nuevo en el culo de Mari Loli, no estaba dispuesta a disgustar ahora a la dómina. 

La reportera estaba esperando el momento de ser penetrada, estaba cachonda y empapada, la obsesión que tenía en la cabeza casi había hecho que se olvidase de lo que era recibir una polla. Comenzó a pensar en ello, en como el falo se abriría paso entre los labios empapados de su coño, cómo presionaría las paredes de la vagina, ensanchándola y llenándola hasta llegar al fondo… 

Pero la entrenadora no hacía nada… 

Sofía seguía limpiando a la ya impoluta esclava, pero mistress Angélica no le daba su premio… La impaciencia hizo que volviese a darse la vuelta para mirar, y allí estaba, tras ella, cámara en mano y con la polla a escasos centimetros de ella, pero no actuaba. 

¿Por qué lo hacía? ¿Hasta en eso quería hacerla sufrir? Estaba consiguiendo que se desesperase, la idea de ser follada invadía su mente y no la dejaba pensar en otra cosa… 

– P-Por favor… – Se escapó de sus labios 

– ¿Qué dices? 

– Por favor, mistress. 

Mistress Angélica siguió sin hacer nada. 

– Por favor, mistress, fólleme. 

-…  

– Mistress… Oh dios… – Sofía no aguantaba más. Sabía que la mujer quería que se humillara todo lo posible, que le demostrase que estaba a su merced – ¡Le suplico que me folle! ¡Folleme, folleme! ¡Por favor, Mistress!  

Angélica estaba en la gloria. Le encantaba cuando sus perras se rompían. Todas se negaban al principio, pero después de un tiempo de doma, en este caso acelerado por las drogas, todas acababan como perras hambrientas de sexo.  

– ¿Tantas ganas tienes?  

– Sí, ¡Sí! Haré lo que quiera Mistress, pero folleme…  

– Lo que quiera, ¿Eh? Esta bien, quiero tu culo.  

Sofía se quedó blanca… Su culo… Quería su culo… ¿ Estaba dispuesta a ello?  

– Sí quieres que te folle, primero debes pedirme, debes suplicarme que me folle tu sucio culo de esclava. Debes demostrarme que lo deseas.  

Angélica quería hacerla pasar por esa última humillación. Sabía que si quería su culo no tenía más que tomarlo, la esclava no podría impedirlo, pero así era más divertido y más morboso… Una vez la suplicase pidiendo que la sodomizara, las bases de su entrenamiento estarían completas.  

Sofía debatía consigo misma. Debatía entre permitir a aquella mujer que la enculara o quedarse otra vez sin saciar su excitacion… Otra vez… Pensó en las noches que había pasado, había llegado incluso a envidiar a las demás esclavas que eran folladas… ¿Quería volver a eso?  

La reportera se dió cuenta de que la decisión estaba tomada casi antes de que se la plantearan…  

– Mistress, por favor…  

Angélica escuchaba, expectante.  

– Follese este sucio culo de esclava… Mi culo le pertenece, mi coño le pertenece… Mi cuerpo le pertenece… Haga conmigo lo que desee…  

Sofía agachó la cara y, llevando las manos a sus nalgas, se colocó en posición de ofrecimiento, mostrando su apretado agujerito trasero.  

La dominatrix, que ya tenía el falo de plástico lubricado, se acercó por detrás a la esclava y, lentamente, disfrutando del momento, comenzó a penetrarla.  

Notaba como la mujer se estremecia, como esa orgullosa reportera que la miraba con cara de asco mientras la entrevistaba estaba a sus pies, suplicando que la sodomizara. Y con la cámara no perdía detalle de la penetracion.  

Y Sofía disfrutaba. Estaba tan excitada por las drogas que el placer era mayor que el dolor, y el dolor era bastante grande… Notaba la polla penetrarla centímetro a centímetro dentro de ella, provocandola sensaciones desconocidas.  

La dominatrix comenzó un rítmico metesaca, primero lentamente, luego aumentando la velocidad. Le satisfacía ver como Sofía acompañaba sus movimientos para intentar conseguir una penetracion más profunda. En menos de un minuto, aquella zorra estaba gimiendo de placer, disfrutando cada una de las embestidas que le proporcionaba. Si seguía así, conseguiría que se corriese solo follandola el culo… Pero no eran esas sus intenciones.  

Angélica sacó la polla del culo de Sofía, que quedó abierto y expuesto. La esclava se retorcía de placer pensando que el siguiente destino del falo sería su coño. Y no pudo llevarse peor sorpresa al notar que su mistress, en vez de la polla, le estaba colocando de nuevo el cinturón de castidad…  

– Noooo – Gritó Sofía. – ¡Hice lo que me pedías!  

Angélica propinó una patada en el costado de la esclava, derribandola.  

– Ni se te ocurra volverme a hablar así, a ver cuando te enteras de que no tienes derecho a nada, tu vida ya no te pertenece… Y mucho menos tus orgasmos…  

Sofía rompió a llorar una vez más… Se había humillado, había duplicado que la sodomizaran con una polla de plástico… ¡Y todo para nada! La rabia la invadía, y entonces fue completamente consciente de su situación… Sólo haría lo que aquella gente quisiera que hiciera, comería lo que querían que comiera y se correría cuando quisieran que se corriera…  Estaba atrapada y no tenia escapatoria.  

Recorrió todo el camino de vuelta a su jaula cabizbaja, y allí la abandonaron su entrenadora y la madura esclava. ¡Se había comido el culo de otra esclava! Y ni aun así… Ni siquiera tenía hambre… Tenía el estomago lleno de semen…  ¿Cuantas pollas había mamado? Había perdido la cuenta… 

Intentó descansar el resto del día, pero parece que no le iban a dar la oportunidad. El grupo de guardias que entraba esa noche se acercó a su jaula… Estupendo… Más mamadas…  

– Hoy es tu día de suerte perra. – Dijo uno. – Mistress Angélica nos ha dado esto para ti.  

Cuando Sofía levantó la mirada y vió lo que el guardia tenía entre manos se le iluminó la cara, ¡Era la llave del cinturón!  

El guardia rió, divertido.  

– Mira esta zorra, como se alegra de que nos la vayamos a follar.  

Y así era, Sofía estaba exultante de alegría. Cuando la liberaron del cinturón,  se liberó de un enorme peso de encima.  

No puso ningún tipo de objeción a todo lo que quisieron hacerla los guardias. Tenía tanto ímpetu que la mayoría querían repetir.  

Los hombres no dejaron agujero sin tapar. Sofía comió más pollas, fue follada por el coño y por el culo. Todas sus reticencias habían desaparecido.  

Acabó la noche destrozada pero satisfecha… Por fin había podido saciarse y, lo mejor de todo, es que no habían vuelto a ponerle el cinturón.  

Al día siguiente, recibió a Mistress Angélica lanzándose a lamer sus botas, agradecida. Angélica vió satisfecha como todo el trabajo estaba hecho.  

Durante los siguientes días, Mistress Angélica sometió a Sofía de diferentes maneras, pero la esclava lo hacía de buena gana, sabiendo que al final, siempre acababan follandola.  

Los guardias habían quedado tan impresionados por el ímpetu de la esclava que casi todas las noches era una de las elegidas para la orgia.  

Comenzó a conocer a algunas de sus compañeras, siempre coges confianza con alguien cuando noche tras noche eres follada junto a ella.  

La reportera no opuso resistencia ni siquiera el día que la anillado los pezones. Durante el proceso, tuvo a Mari Loli comiendola el coño, lo que hizo que ni siquiera se hubiese dado cuenta del dolor. Ahora llevaba unos bonitos cascabeles plateados colgando de sus pezones. Cuando caminaba a cuatro patas, se bamboleaban junto con sus tetas sonando continuamente pero, como con el resto de las cosas, acabo acostumbrándose.  

Un día, Mistress Angélica, la llevó a los ascensores en vez de a las salas a las que la solía acompañar.

– Hoy vamos a variar un poco la rutina… Espero que te guste… – Comentó la dómina con una sonrisa en la cara.

Subieron a la planta donde Marcelo la recibió por primera vez, y recorrió todo el pasillo al lado de su entrenadora.

El sonido de los cascabeles era lo único que llenaba el ambiente.

Angélica se detuvo ante el despacho de Marcelo.

“¿Por qué me trae aquí?” Pensó Sofía, aunque sabía realmente que el motivo no le importaba, no tenía derecho a hacer otra cosa.

Cuando abrió la puerta del despacho, un recuerdo de su pasado la dejó helada. ¿Qué estaba haciendo allí?

Marcelo estaba de pie, en medio del despacho, pero no estaba sólo. Tomás Sandoval, el jefe… ex-jefe de Sofía se encontraba a su lado.

– Buenos días, Sofía. Me alegro mucho de verte… – Comentó el hombre. Después, dirigiéndose a Marcelo, añadió. – ¿Cómo habéis conseguido hacer esto? 

– Ya te dije que nosotros nos ocuparíamos. – Contestó Marcelo.

– Ya lo sé, ya… Pero… Es un cambio tan… radical… Llevaba todo este tiempo diciendo que hasta que no lo viese no me lo creería… Y ya ves si me lo creo…

– No os han presentado, ¿Verdad? Esta es Mistress Angélica. Ha sido la encargada de la educación de Sofía.

Tomás se acercó, tendiéndole la mano.

– Toda mi admiración para usted, señorita, parece que ha hecho un trabajo estupendo.

El hombre se acercó a Sofía y se quedó un rato observandola.

– ¿Y no se ha quejado? ¿No ha intentado escapar?

– Nosotros sabemos como evitar y corregir esos comportamientos. – Respondió seria la dominátrix.

– Por supuesto, no lo dudo…

Tomás se fijó entonces en los cascabeles que colgaban de sus pezones.

– ¿Y esto? – Preguntó, haciendo sonar uno de los cascabeles con un dedo.

El roce en el pezon hizo que éste se erizase, provocando en la esclava un escalofrío de placer. No entendía lo que estaba sucediendo, pero sabía que no podía preguntar.

– Unos pequeños adornos que nos ha pedido su comprador. – Explicó Marcelo

“¿Comprador?” Pensó Sofía, asustada.

– ¿Comprador? ¿Ya la habéis vendido?

– Casi antes de que llegara. Aunque ella no lo supiese, tenía su destino sellado en cuanto entró en aquél coche…

– Y… ¿Se puede preguntar cual es ese destino?

– Claro. Un importante jeque de Dubai está cansado del comportamiento de sus esclavos, éstos no desahogan su tensión sexual por ningún lado y eso hace que estén irritables y desobedientes. Así que nos pidió un juguetito para ellos.

– Esclava de los esclavos… – Tomás se quedó mirando a Sofía. – Vas a ser la última mierda de aquél lugar…

Sofía se puso nerviosa al oir aquello, pero realmente no estaba asustada. Por lo que había dicho aquellos esclavos lo que necesitaban era follar… Y ella estaría encantada de complacerles…

– Espero que todo esté de tu gusto, Tomás. – Dijo Marcelo, entregándole una cinta de video. – Por su puesto, hemos ocultado todos los rostros, nombres y lugares que podrían comprometernos.

– Claro, claro, después de todo esto lo que menos quiero es meteros en problemas.

Sofía miraba a su ex-jefe sin comprender.

– ¿No sabes lo que es esto? ¡Es tu reportaje! Y, ¿Sabes cual es el pago por él?

Sofía no decía nada, sólo le miraba.

– Tú. No querían concederme el reportaje de ninguna manera, hasta que saliste en la conversación… Por eso estaba interesado en que fueses tú la reportera… ¿Crees que me importaba una mierda tu futuro? JA. Me dejaron hacer el reportaje a cambio de entregarte como esclava. ¡Es una jugada redonda! Al menos para mí claro… Y además, es mucho más de lo que esperaba… Parece que han grabado todo tu entrenamiento… Será un éxito… Lastima que tú no puedas ni siquiera verlo… Ja ja ja

Todos se reían en la sala, todos menos Sofía. ¿Todo había sido un engaño? Nunca había confiado en ella más que por su cuerpo, para venderla… Pero, ¿realmente importaba? Ya no había marcha atrás. Había aprendido a ser feliz con su nueva vida, había aceptado su condición.

– Y, ¿No quieres probar a tu empleada antes de despedirte de ella? Te aseguro que es muy buena. – Preguntó Marcelo.

– No veo el momento de empezar. – Tomás comenzó a bajarse la bragueta. Marcelo le imitó.

– ¿Usted no participa? – Preguntó Tomás a Mistress Angélica.

– No. – Dijo la dominatrix. Se acercó a la mesa y cogió la cinta, introduciéndola de nuevo la cámara. – Yo voy a grabar el cierre del documental… Será un final perfecto para esta perra.

—————————————-

La vida de Sofía siguió tal y como la habían explicado. Viajó a Dubai dentro de una caja y allí fué entregada a los esclavos de su señor. Se notaba que aquellos hombres estaban faltos de sexo, por que durante los primeros días la follaban tanto que Sofía no podía ni andar. No entendía su idioma y ellos tampoco hacían nada por que lo aprendiera, la exigían y obligaban a hacer todo con gritos y golpes.

Poco a poco, la cosa se relajó. Después de desfogarse los esclavos se lo tomaban con más calma. Además, al poco tiempo y, viendo el buen resultado que había dado Sofía, el jeque trajo otra jovencita para que la ayudase en su trabajo.

Un día, dos esclavos la subieron a rastras a una pequeña habitación en la que tambien estaba el jeque, riendose. Una pequeña tele proyectaba un programa de televisión. Su dueño comenzó a señalar la pantalla, soltando sonoras carcajadas. Cuando Sofía dirigió la vista hacia la tele se quedó petrificada. Era ella. Ella, como había sido antes de todo aquello. El reportaje que ella había grabado estaba siendo retransmitido, y allí estaba, vestida de manera impecable, montándose en aquél coche que la llevaría irremediablemente a su destino. Un destino del que no podía ni quería escapar.

Relato erótico: “Navidad de cuero ” (POR ALEX BLAME)

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-¡Joder tío! Estamos volando. ¿Qué más quiere? ¿Que rompamos la barrera del sonido?–dijo Cometa.

-Y dale otra vez –añadió Cupido recibiendo un nuevo latigazo. –me voy a quejar al sindicato.

-Sí, hazlo. –Intervino Trueno –los duendes lo hicieron y ahora trabajan dieciocho horas diarias y les han bajado el sueldo un treinta y siete por ciento. El gordo les amenazó con echarlos a todos y traerse unos cientos de indochinos. Para eso valen los sindicatos.

-Callaos todos y tirad, -dijo Rudolph autoritario mientras por encima de ellos volvía a chasquear el látigo. –cuanto más rápido vayamos más rápido acabaremos con esta mierda.

-Papa Noel miraba aburrido el paisaje mientras sobrevolaban la campiña. Ni los campos blancos, ni los abetos con sus ramas dobladas por el peso de la nieve ni los carámbanos que colgaban de los tejados le emocionaban ya. Era siempre la misma mierda año tras año. Afortunadamente solo era un día, si no probablemente ya  se habría hecho el hara kiri con un bastón de caramelo.

Llevaba ya ocho horas repartiendo juguetes y afortunadamente solo quedaban unas cuantas casas en  un apartado y oscuro valle de los Cárpatos.  Cuando comenzó a bajar a la aldea, los aullidos de los lobos provenientes del bosque se trasmitieron con nitidez en el gélido aire invernal poniendo nerviosos a los renos. Papa Noel les arreó un par de amables latigazos para que pensasen en otra cosa. Una vez en la vertical de la aldea, dio un par de vueltas  y ante  los berridos del navegador (ha llegado a su destino, ha llegado a su destino…) aterrizó sobre el techo de una cabaña.

Cuando el trineo se detuvo el gordo sacó una lista del bolsillo y leyó el siguiente expediente:

-Csenge Tibor, veintitrés años y… ¡vaya, vaya has sido una niña buena este año! –Exclamó Papa Noel sorprendido –vas a recibir un regalo por primera vez desde los doce años.  ¿Qué has pedido, pequeña? –dijo para sí revolviendo en un saco ya casi vacío. –Aja, aquí esta. ¡Vaya! ¿Para que coños querrá  un bocado y unas espuelas si no tiene caballo? Bueno, yo sólo soy el mensajero, cada loco con su tema.

Cogió los dos regalos y silbando una alegre tonadilla navideña que provocó el resoplido furioso de Vondín y Pompón, se acercó a la chimenea y con la habilidad que le procuraban siglos de experiencia se coló por ella.

En cuanto salió de la chimenea notó que algo iba mal, aunque no supo exactamente que hasta que fue demasiado tarde; un furtivo movimiento a su derecha y un hábil golpe en la nuca con una porra de cuero y todo se volvió negro inmediatamente. 

Cuando despertó se encontró colgando por las muñecas totalmente desnudo salvo por su simpático gorro rojo. La cuerda que lo sujetaba colgaba de una gruesa viga del techo de la cabaña y estaba atada a un gancho de hierro sólidamente anclado a la pared. Sus pies apenas tocaban el suelo y sólo le permitían dos opciones igualmente dolorosas, o permanecer de puntillas como una bailarina del bolshoi, o dejarse colgar inerte dejando que sus brazos soportasen su considerable masa.

-Hola –dijo una voz de mujer fuera de su campo de visión.

Papa Noel se puso de puntillas y poco a poco con suaves golpecitos de la punta de sus pies fue rotando lentamente hasta que consiguió quedar cara a cara frente a su captora.

Papa Noel se estremeció involuntariamente a medias por el terror, a medias por la excitación. Sentada sobre sus piernas en un sofá, como una pantera  satisfecha le sonreía una mujer con un ajustado mono  de cuero negro, unos guantes  y unas botas de tacón alto y acerado. Lo único que estaba a la vista era su rostro de labios gruesos y rojos como la sangre y sus  ojos grises y grandes  de expresión cruel, enmarcados por una melena larga,  negra  y lisa que caía hasta sus hombros como si tuviese un peso en su extremo.

Sin poder evitarlo, nuestro querido amigo notó como su polla empezaba  a hincharse y a crecer  poco a poco a pesar de que no podía vérsela por el tamaño de su gigantesca e hirsuta panza. Csenge se levantó  del asiento con parsimonia y cogiendo un látigo entre los distintos instrumentos de tortura que había sobre una mesa se acercó al gordo colgante.

-Por fin estas aquí –comentó ella satisfecha con una sonrisa fría como el hielo –creí que no ibas a venir nunca, de hecho, he sufrido lo indecible este año siendo una niña buena  para poder estar hoy ante ti, pero ya se sabe, lo bueno siempre se hace esperar. –dijo rozando las ingles de Papa Noel  con el látigo.

-¿Qué quieres de mí?

-Oh, no es esa la pregunta, la pregunta correcta es  ¿Qué quise de ti? Dijo ella dándole un suave cachete en la mejilla mientras que con su muslo recubierto de suave cuero le rozaba la polla. Cuando era una niña, era una buena chica, obediente, aplicada y generosa. Y cuando llegaba la navidad esperaba mi recompensa, pero año tras año me decepcionabas. Cuando te pedía una Barbie, me regalabas una pepona, cuando te pedía un coche teledirigido me regalabas un camión de plástico con un cordel, cuando te pedía una cocinita me regalabas un par de cacerolas minúsculas, en fin que siempre fuiste una constante decepción. Finalmente con la llegada de la pubertad decidí volverme mala, y créeme cuando te digo que ha sido mucho más satisfactorio. Este año sin embargo he sido una niña buena y he recibido el regalo que quería por primera vez en mi vida; Papa Noel colgando de una cuerda…

-Oye Rudolph –preguntó Danzarín – no tarda el gordo un poco.

-Tienes razón ni siquiera cuando trae la barba llena de migas de galleta tarda tanto. Acerquémonos a la chimenea a ver si oímos algo.

-Se oye como sí… – dijo Danzarín al oír un silbido y un chasquido.

-…Le estuviesen fustigando –terminó Rudolph al oír el chillido del viejo cabrón.

-¿No deberíamos hacer algo? –preguntó Relámpago el buenazo.

-Sí dijo Rudolph escavar en la nieve a ver si encontramos algún liquen potable sobre la pizarra del tejado. Me temo que vamos a estar aquí un buen rato.

El látigo silbaba una y otra vez contactando con la espalda peluda de Papa Noel y, desplazándose por ella, continuaba abrazándole amorosamente su costado y terminaba en su barriga o en su pecho produciendo a su paso finos y dolorosos verdugones. El gordo gritaba angustiosamente  con cada golpe sin ablandar lo más mínimo a su torturadora que continuaba con su tarea minuciosamente, con una enorme sonrisa en sus labios.

Cuando terminó, Csenge se acercó al viejo. El sudor recorría todo su cuerpo y bañaba sus verdugones haciendo que  las diminutas erosiones en su piel le escocieran como el demonio. La joven se acercó contoneando sus apetitosas caderas y con sus manos enguantadas en unos finísimos guantes de piel de cabritilla comprobó que el viejo seguía tan empalmado como Urdangarín.  Le acarició suavemente la verga y esta se movió espasmódicamente buscando un coño que penetrar. Csenge frunció el ceño ante la reacción y castigo la lascivia del viejo con dos sonoros y dolorosos golpes en los huevos.

Papa Noel chilló como un cerdo y se dobló por la mitad tratando de aliviar el intenso dolor. Cuando logró recuperarse y levantó la vista  Csenge estaba ante él con un nuevo instrumento en la mano.

-¿Sabes qué es esto? Es un vergajo, la polla de un toro. –dijo ella lamiendo  una fusta   de poco más de un metro de longitud arrollada en espiral y con un bonito mango de cuero repujado.

-No, por favor…

Las súplicas del viejo fueron interrumpidas por una serie de violentos zurriagazos que Csenge le propinó con el vergajo en los muslos y el culo. El trabajo de la joven fue tan concienzudo que Papa Noel parecía vestido de nuevo de lo irritada que tenía la piel por los continuos golpes.

-Bien. –dijo Csenge satisfecha con lo que veía –Ahora un pequeño descanso.

Mientras Csenge metía su sinuoso cuerpo por la chimenea y empezaba a trepar, Papa Noel respiro profundamente tratando de relajarse. Debería estar asustado y loco de dolor pero lo que sentía en ese momento era un delicioso hormigueo en toda la superficie de su cuerpo, era como si aquella mujer hubiese conseguido que la sangre volviese a correr por sus venas como cuando era joven apasionado y atrevido.

-Joooder,  si es Catwoman–exclamó Juguetón al ver salir de la chimenea  a una mujer alta y delgada con unos pechos grandes y prietos y unas caderas rotundas –ahora me explico porque tarda tanto  el viejo.

-Hola chicos –dijo ella acercándose a los renos y repartiendo  caricias y golosinas entre ellos.

El frio viento del norte azotaba inclemente la esbelta figura y en pocos segundos los pezones de la mujer comenzaron a resaltar gruesos y duros sobre el fino y ajustado cuero, haciendo que los hocicos de los renos empezasen a parpadear en modo avería. 

Vigilada por la atenta mirada de los renos, Csenge se dirigió al trineo y eligió entre los bastones de caramelo uno grande que se adaptase   a sus necesidades.

-Adiós chicos –dijo la joven mientras embutía su redondo culo en la chimenea para volver a bajar.

-Veo que no has ido a ninguna parte, así me gusta –dijo Csenge con una sonrisa retorcida acercándose a la mesa de instrumentos y cogiendo dos mordazas unidas por una cadenilla de plata.

Cuando Papa Noel adivino las intenciones de la joven intentó resistirse moviéndose e insultándola, pero nada impidió que Csenge le acoplase dolorosamente las mordazas en los pezones. Con un tirón seco comprobó que estaban bien sujetas y de paso arrancó un grito de dolor al viejo.

Sin soltar la cadenilla  se acercó a la pared y soltó el nudo que mantenía colgando a Papa Noel. Este cayó como un fardo y soltó un suspiro de alivio.

La joven esperó a que se repusiese un poco y  este fue el momento que aprovechó el gordito para echarse encima de ella. Csenge  le estaba esperando y se apartó con soltura de la torpe embestida para seguidamente dar un fuerte tirón de la cadenilla.

Papa Noel gritó y se quedó tirado en el suelo. Antes de que pudiese coger aliento, la joven  le propinó una desganada patada en la barriga y el viejo quedó boca arriba jadeando entrecortadamente, rendido.

-A partir de ahora me llamaras Ama ¿de acuerdo? –dio Csenge dando una patada más suave al cuerpo inerme.

-Si Ama. –respondió el  viejo obediente.

-Muy bien, ahora incorpórate –dijo ella bajándose la cremallera del mono de cuero hasta la cintura y sacando unos pechos grandes y turgentes con unos pezones hermosamente erectos.

Con un ligero tirón de la cadenilla acercó la cara de Papa Noel a sus pezones y dejó que se los chupase. Csenge suspiró  y tras unos segundos  le obligó a bajarle la cremallera totalmente hasta dejar su sexo cuidadosamente depilado a la vista. Esta vez el viejo no esperó la orden y se puso a lamer y acariciar el coño y el clítoris de la joven ama.

Csenge separó las piernas y jadeando movió su pubis disfrutando de una lengua larga y unos dedos hábiles. Sus músculos se tensaban haciendo relieve sobre el cuero y excitando aún más al viejo que chupaba  cada vez más fuerte emitiendo sonidos húmedos.

-Ahora veamos mi regalos –dijo acercándose a los paquetes que había traído Papa Noel. 

-Perfecto –dijo sacando el bocado y poniéndoselo a Papa Noel  mientras le obligaba con la rodilla a ponerse a cuatro patas.  

El viejo intentó revolverse pero con un movimiento sencillo fruto de la experiencia tiró hacia ella y retorció la fina correa de cuero, haciendo que el hierro del bocado se le clavase al viejo en la encía dolorosamente obligándole a recular. Sin soltar la brida, puso un pie sobre una silla y se dedicó a colocarse una de las bonitas espuelas de plata con adornos de turquesa  sobre las botas  ignorando las miradas de lujuria que Papa Noel lanzaba sobre su inflamado sexo.

Después de colocarse la otra espuela, se sentó en la silla y, cogiendo el bastón de caramelo de cuatros dedos de grosor y abriendo las piernas para mostrarle su sexo al viejo, empezó a chuparlo y a introducirlo en la boca tanto como podía.

Papa Noel, excitado intentó acercarse a cuatro patas arrastrando la punta de su miembro erecto por el suelo pero la suela de la bota en frente de su cara lo freno en seco.

-¿Qué pretendías miserable? Como castigo por tu osadía me vas a limpiar las botas con la lengua –dijo acercándole sus botas y  haciendo tintinear las espuelas.

-Sí Ama –dijo él cogiendo la bota con delicadeza y lamiendo el suave cuero con detenimiento mientras Csenge se acariciaba su sexo abierto como una flor, sin dejar de chupar el bastón de caramelo.

-Muy bien, han quedado perfectas –dijo ella levantándose.

Seguidamente Csenge cogió el bastón y con un movimiento rápido  le metió a Papa Noel un palmo en el culo.  El viejo se revolvió un momento pero Csenge tiró fuerte de la brida y se sentó sobre su espalda.

Papa Noel se sintió dolorido y humillado, pero cuando comenzó a andar a cuatro patas azuzado por las espuelas de Csenge hincándose en sus muslos,  el movimiento del bastón en el culo y él coño de la joven frotándose caliente y húmedo contra su espalda le produjeron un intenso placer.

La joven le hizo dar unas cuantas vueltas mientras le dirigía con las bridas y le hincaba las espuelas cuando el viejo aflojaba el ritmo. Incapaz de contenerse más le dio la vuelta de un empujón y fustigándole con la brida del bocado se metió la polla de Papa Noel poco a poco hasta que estuvo entera palpitando dentro de su coño.

Csenge suspiró y acomodó su cuerpo como un vaquero haría buscando la posición adecuada en una montura nueva. Sin apresurarse comenzó a moverse arriba y abajo sobre aquella estaca dura y caliente hasta que se sintió cómoda y empezó a cabalgar, primero al trote y luego al galope tendido sin dejar gritar y  de fustigar a su gorda montura.

Nunca pensó Papa Noel que todavía fuese capaz de eyacular así; tres, cuatro, cinco chorreones de espeso semen inundaron la vagina de la joven justo antes de que esta se corriese a su vez.

-Sucio –dijo ella jadeando  apenas recuperada de su monumental orgasmo, fustigándolo de nuevo y tirando de las mordazas de los pezones –ahora, por correrte dentro de mí, vas a limpiarme el coño y los muslos, ¡No quiero que dejes una sola gota de tu asquerosa leche dentro de mí, perro sarnoso! –dijo quitándole el bocado y sentándose encima de su cara.

-Sí, Ama –dijo Papa Noel medio asfixiado.

Cuando Csenge quedó plenamente satisfecha le sacó el bastón de caramelo, le quito las mordazas y le devolvió la ropa.

-Y ahora vete, tienes aún algunos regalos que repartir. – Dijo ella subiéndose la cremallera satisfecha –Y el año que viene volverás a pesar de que voy a ser muy pero que muy mala.

-Si Ama –dijo el viejo mientras se colaba con dificultad por la chimenea.

-¡Joder, ahí viene el viejo! –exclamó Trueno.

– Ya era hora, casi está amaneciendo. Pero, ¿No está un poco raro? –preguntó Pompón.

-Si –dijo Danzarín –se tambalea como si hubiese bebido.

-Pues a mí me parece que tiene pinta de que le han dado una paliza. –añadió Rudolph.

-Y entonces ¿Por qué tiene la misma sonrisa que el día que Mama Noel dejó que la follase por el culo…?


Relato erótico: “Destructo: Dos rosas con demasiadas espinas” (POR VIERI32)

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I. 4 de junio de 1260

El sol del mediodía caldeaba un silencioso pueblo a orillas del río Damietta. A simple vista, al-Akhmiyyin distaba del tamaño, la majestuosidad, nivel de comercio y ajetreo de El Cairo, pero ofrecía alimentos y descanso para los viajeros fatigados, lo que lo convertía en un auténtico oasis en medio de las severas condiciones del desierto; un lugar en donde beber agua dulce se asemejaba a recibir una bendición, y en donde probar de una jugosa fruta se convertía en una experiencia valedora de miles de monedas de oro.   

La reciente declaración de guerra del Sultanato mameluco al Imperio mongol se había extendido paulatinamente y las órdenes para los guardias estaban más que claras: ni  los mongoles ni los cristianos eran bienvenidos. Solo les depararía la muerte si osaban pisar las sagradas tierras musulmanas.

—Tártaros, cristianos y saqueadores —se quejó un guardia conforme cabalgaba lentamente por una polvorienta calle—, me pregunto quiénes serán los siguientes.

—Como los escorpiones, salen de hasta debajo de las rocas —respondió su compañero, cabalgando a su lado—. Pero no les temo. Todos terminarán como esos tres emisarios mongoles que fueron a El Cairo, sus horribles cabezas están colgando a lo alto de las torres de  Bab Zuweila.

—¿Entonces ya lo oíste? Un mensaje muy claro para cualquiera que venga a desafiar al Sultán. He oído que dos de esos mongoles lograron escapar, pero es bueno saber que los capturaron y cortaron sus cabezas.

Una mujer vestida con un desgastado hiyab grisáceo se interpuso en el camino de los guardianes. Solo sus hermosos ojos atigrados destacaban de su rostro oculto por el niqab. Ambos se detuvieron admirando las curvas que resaltaban tímidamente de su túnica.  

—¿Habéis dicho que la cabeza de tres mongoles están colgadas a lo alto de las torres Bab Zuweila?

—Te lo puedo responder más tarde, en privado —sonrió uno—. Ahora apártate del camino, mujer.

—Has oído bien —aclaró su compañero—. No temas, yo te protegeré en caso de una invasión mongola.

—¿Y si invadiesen ahora? —preguntó ella con cierto temor—, ¿cuántos guardias custodian este pueblo?

—No los suficientes. Desde que el Sultán Qutuz hiciera el llamado hace dos días, casi la totalidad de los guerreros y esclavos fueron a la capital. No consideran al al-Akhmiyyin como un punto importante, por lo que solo la estamos custodiando una decena.

—De todos modos, mujer, dudo que invadan pronto. Apártate del camino.

Un anciano con capucha y larga túnica desgastada que se arrastraba por el polvoriente suelo, se acercó lentamente al grupo. Era jorobado y se ayudaba de un bastón para apoyarse en su caminar. Por su voz quebrada parecía estar desesperado ante lo que acababa de escuchar:

—¿He oído bien? —las manos el anciano temblaban mientras se sujetaba del bastón—. ¿Solo diez guardias en este lugar? ¿Qué pasa en la cabeza de nuestro honorable Sultán?

—Oye, viejo, también estás en el camino.

—No tiembles, anciano. Esta cimitarra cortará unas cuantas cabezas de esos ojos rayados antes de que pongan un pie en el pueblo.

—Así es, y luego purificaremos sus espíritus con una meada sobre sus cadáveres —carcajeó su compañero.

—Por el Dios Teng… —tosió el anciano—. ¡Por Alá!, qué bueno oír eso.

—¿Pero cuándo vais a salir del camino? Estamos de guardia, nos hacéis perder el tiempo.

El silbido de la flecha surcando el aire fue fugaz; la saeta atravesó el casco de uno de los guardianes, quien cayó desplomado de su montura, muerto inmediatamente. Las pocas personas presentes en la calle huyeron despavoridas al ver el macabro y silencioso asesinato; su compañero, en tanto, aún no había conseguido reaccionar cuando el anciano, utilizando su bastón, golpeó su pecho para desequilibrarlo. Por otro lado, la extraña mujer apuró el paso para darle una fuerte palmada a la grupa del caballo y así enervarlo.

—¡Por el Dios Tengri, repite lo que acabas de decir, parásito! —el anciano retiró su capucha en el momento que el guardia caía al suelo y su animal se perdía velozmente en las calles. El guerrero musulmán, preso del dolor y la confusión, le vio los ojos rasgado al supuesto viejo y supo que había caído en una trampa.

—¡Mongol! —gritó, revolcándose en el suelo, buscando su cimitarra.

—¡Tártaro! —La muchacha, retirándose el velo, observó nerviosa a Odgerel—, ¿¡tenías que gritar!?

—¡Solo son diez guardias, Roselyne! —el guerrero desenvainó su sable y rápidamente asestó un tajo al cuello del enemigo. Sangre y gritos desparramándose por la arena; su mirada feroz, de lobo salvaje, lo decía todo; aquello era su hogar natural—. ¡Hala! Bueno… ahora solo quedan ocho.

—¡Perro imprudente! —gritó alguien tras la columna de madera de un negocio, tensando un arco—, ¿¡es que quieres atraerlos a todos!?

—¡Que vengan, Sarangerel, mi sable ansía sangre!

—¡Pues el mío no, jala-barbas!

—¡Dime, Sarangerel! —tras secársela de la sangre, Odgerel enfundó su espada—, ¿has escuchado la conversación?

—Una de esas tres cabezas colgadas en El Cairo es la de nuestro comandante. —Sarangerel salió de su escondite y tomó una manzana de un tablero de frutas para darle un mordiscón—.  Me pregunto de quiénes serán las otras.

—Probablemente usaron las cabezas de algunos prisioneros para tranquilizar a los egipcios —la francesa se inclinó hacia el cuerpo del soldado musulmán para rebuscar algo entre sus ropas—. Como sea, al contrario de lo que habéis supuesto, no hay muchos guardias en la ciudad. Y además, nadie sospecha de que hay tártaros escapándose, por lo que nadie saldrá a vuestra caza. Apuremos el paso hasta Damasco sin miedo.

—Si no nos buscan, no veo motivo para apresurarnos, Roselyne —Odgerel sonreía, acariciándose el barbudo mentón—. Olvidémonos de aprovisionarnos. ¿Qué tal si descansamos por aquí? Buscaré una habitación solo para nosotros dos.

—Consíguete una puta, tártaro —respondió ella, entregándole las monedas que había encontrado en el cadáver. Sarangerel, guardándose el arco en la espalda, carcajeó al ver cuán rápido la francesa se había adaptado a la constante insistencia de su camarada.

La huida hasta Damasco llegaba a su tercer día y el miedo de ser perseguidos se había disipado al alejarse del Nilo y el Damietta. Sus caballos respondían bien a las condiciones del desierto, cabalgaban firmes y vigorosos, y el grupo se encontraba mejor aprovisionado que nunca. Aunque, al contrario que en otras ocasiones, Odgerel parecía estar más callado que de costumbre. El silencio era un lujo con el que Sarangerel no contaba a menudo, por lo que, quitándose el casco, aprovechó que el clima desértico se mostrara plácido y se dedicó a disfrutar de la tímida y cálida brisa del desierto que mecían las largas trenzas de su cabellera.

No obstante, fue Roselyne quien empezó a preocuparse.

—Guerrero tártaro, me odio al tener que decir esto, pero mis oídos zumban por el silencio. ¿Se puede saber a qué se debe que estés callado?

—Escúchame, Sarangerel —Odgerel no hizo caso a la mujer y paró la lenta cabalgata—. Cuando lleguemos a Damasco, y sepan que nuestro comandante ha muerto, es probable que te ofrezcan el comando a ti.

Sarangerel detuvo su cabalgar. El comando representaba uno de los más altos honores que podría recibir un guerrero del Imperio mongol. Aquello lo haría liderar su propio ejército de cien guerreros, o incluso mil como el caso específico de su asesinado comandante. Aceptarlo implicaba responsabilidades que entraban en conflicto con sus deseos: en plena guerra, no obtendría el retiro que buscaba ni mucho menos el ansiado reencuentro con su hijo desde que partiera para conquistar el Califato abasí y el Sultanato mameluco.   

Tras un tendido silencio en donde no hubo gestos de parte de ninguno, Sarangerel volvió a retomar su camino, rumbo a Damasco, ante la atenta mirada de su compañero.  

—Será un honor aceptar el comando del Gran Kan, Odgerel. Prosigamos.

—¿¡Podrías no disimular conmigo, amigo!? Tú no quieres volver a Damasco para aceptar el comando. Tú quieres volver a casa, a Suurin.

“Es allí donde está su hijo”, pensó rápidamente la mujer, quien se interesó inmediatamente en la conversación.

—Mi mente siempre está en Suurin —giró levemente su cabeza para sonreírle—, en cada paso que doy, Odgerel.

—Escúchame, Sarangerel. Permíteme volver a Damasco por mi cuenta. Diré que el comandante y tú habéis caído, que vuestras cabezas cuelgan en las altas torres de El Cairo.

—¿Qué pasa, perro? ¿Es que tú quieres asumir el comando?

—No me vendría mal, al frente otra vez, a ver si de una buena vez consigo morir con dignidad. Y tú, amigo, podrás ir a Suurin junto a tu hijo.

“Es una idea astuta para venir de un hombre que suele pensar con el nabo”, pensó Roselyne. Ella, más que nadie, comprendía el valor de los lazos forjados de una familia. No en vano estaba cruzando el desierto con su hermano presente en sus pensamientos. “Y ese otro tártaro me recuerda a mí; yo también tengo a alguien en mis pensamientos. Es tal como lo dice él, lo tengo presente en cada paso que doy”, recordó.  

—Aprecio tu preocupación, Odgerel. Pero voy a Damasco, lo tengo decidido desde el momento que derribaron a nuestro comandante.

—¿Acaso no habías dicho que tu hijo era lo más importante en tu vida? —Odgerel desenvainó su sable y tensó las riendas de su caballo—. Tal vez con un brazo roto o una pierna cercenada las cosas te queden más claras, amigo.

La francesa abrió los ojos cuanto pudo al ver aquello, por lo que decidió intervenir. Eran solo tres personas en pleno territorio enemigo; se necesitaban mutuamente para sobrevivir, que estallara un conflicto en el grupo derrumbaba cualquier esperanza de supervivencia.

—¿Has perdido la cordura, tártaro? ¡Baja la espada, no hay necesidad de pelear el uno contra el otro!

—¡Estoy lo suficientemente lúcido, Roselyne! —Odgerel mordía cada palabra—. No le darán el comandado del Kan a un desmembrado, no les quedará otra que devolverlo a casa. Le he hecho una promesa, que haría lo posible para que se reuniera con su hijo. ¡Pienso cumplirla!

La tensión en el aire era insoportable. Una sensación desagradable revolvió el estómago de la francesa, quien recordó momentos ingratos vividos en sus tierras. Impotencia, debilidad, ser una mera espectadora del espectáculo cruento de la muerte asomándose. Apretó los dientes y amagó agarrar el mango de su espada para impedir una lucha.

—Pues yo tengo un amigo —respondió Sarangerel, sereno como siempre, retomando su lenta cabalgata—, que me ha enseñado que no habrá paraíso para los hombres sin honor. El Dios Tengri no me dejará vivir con dignidad si huyo de mis camaradas y del imperio al que me debo. No habrá hijo si renuncio a quien soy, Odgerel.

—¿“Un amigo”? ¡Jo! ¡Eso me suena, cabrón! —Odgerel sonrió. Era la primera vez que su compañero de batallas hacía mención de sus palabras—. Supongo que así están las cosas, Sarangerel.

—Pues no te entiendo, tártaro —la mujer suspiró de tranquilidad—. ¿No deseabas volver a ver a tu hijo? Fingir tu muerte para volver a tu valle es un buen plan.  

—¡Deseo volver a verlo, mujer, cada día, cada noche! Pero también quiero que mi hijo me vea con orgullo al ver que le he rendido honor a nuestro imperio, estoy seguro de que tú también comprendes eso, Roselyne.

—¿Por qué habría de comprenderlo? Nunca me sentí ligada a tierra alguna. Reinos, imperios, el deber y el honor. Nada de eso tiene significado para mí. Solo te arrastrarán por un centenar de batallas y cortarán los lazos que te unen a tu familia, tártaro.

—Entonces procuraré sobrevivir ese centenar de batallas.

Roselyne observaba atentamente cada gesto del mongol. Había algo en él que hacía que lo quisiera escudriñar por largo rato. Cada movimiento, cada palabra, cada acto de aquel guerrero lo hacía cuidadosamente pensando en los lazos que lo unían con su hijo. “Más allá de sus ridículas motivaciones, en el fondo es un buen hombre”, concluyó.

—¿Sobrevivir un centenar de batallas? Eso suena admirable pero no es realista, tártaro.

—¡Ja, esa forma de pensar es lo que nos hace invencibles, mujer! —carcajeó Odgerel, quien parecía haber recuperado el brío. Con una sonrisa como no había esbozado en días, guardó su sable y señaló el horizonte—. ¡Apuremos el paso! ¡A Damasco hasta las últimas consecuencias!

II

—¿Podrías apurar el paso, enana?

Cargando dificultosamente unos cuantos libros, la pequeña Perla avanzaba junto con Curasán por las calles de Paraisópolis, el extenso poblado de los Campos Elíseos. Varios ángeles, sentados sobre las azoteas de las incontables casonas agolpadas alrededor del camino empedrado, dedicaban un par de segundos para observar curiosos a la Querubín, quien parecía estar sumida en sus pensamientos.

—Perla, ¿me estás escuchando?

Habían pasado cinco años desde su llegada, y la pequeña ya no era tan pequeña, sino que estaba acusando un crecimiento inusitado para los ángeles. “Los ángeles no crecen”, decían algunos entre murmullos, observándola cuando caminaba por las calles, siempre en compañía de su particular guardián. “Pero en el caso de Perla, va siendo hora de que le busquen una túnica más grande…”.

—Enana, despierta —Curasán sospechaba en qué andaba metida su protegida. Pero había responsabilidades que ella debía cumplir antes que fantasear en batallas contra dragones y ángeles perversos—. Oye, ¿en qué estás pensando?

—Esto… —se despertó del trance, tratando de mantener el equilibrio pues los libros eran varios—. ¡E-en tonterías, nada más!

Durante los cinco años en los que creció en el seno de la legión, Perla había mostrado un interés inusitado por la profecía de Destructo, el ángel destructor que se levantaría contra los Campos Elíseos y desataría el apocalipsis sobre la humanidad. Aquella profecía era la razón por la que día a día los ángeles entrenaban arduamente, comandados por los tres Serafines, con la esperanza de hacerle frente. Tal como Lucifer había desafiado a los dioses hacía milenios, todos creían que tarde o temprano, Destructo llegaría para sembrar el caos. 

—Ajá… ¿tienes un examen de historia humana dentro de un rato pero prefieres ponerte a imaginar que vas de heroína salvando a todo el mundo, no?

—N-no, claro que no… —mintió, mirando para otro lado. Lo cierto es que había dado en el clavo, pero aunque Perla le tenía estima a su guardián y por lo general se mostraba sincera, no estaba dispuesta a verlo enfadado con ella.

—A ver qué cara te pone el Trono cuando se entere de que no has hecho los deberes. Mis alas están en juego si fallas, ¿sabes? ¿Podrías, por favor, concentrarte un rato?  

—¡Hmm! Bueno…

El silencio cayó sobre la caminata del peculiar dúo, momento aprovechado por la pequeña para armarse de valor. “¿Debería decírselo ahora?”, pensó,  apoyando su mentón sobre la pila de libros, mirando a su ángel guardián con detenimiento.  “¿O tal vez luego del examen? Es que… tengo que decírselo… Ya está cabreado, y encima no he hecho los deberes… Me va a decir que no, pero… entrenar suena tan emocionante”, concluyó, tragando saliva.

—¿Puedo decir algo, Curasán?

—¿Habrá diferencia si digo que no?

—Estaba pensando que tal vez deberíamos asistir a una de las clases de entrenamiento de algún Serafín. Así, el día que venga Destructo, nosotros dos también estaremos preparados…

Su guardián la miró seriamente; estaba acostumbrado al tema preferido de la Querubín, pero era la primera vez que la niña mostraba un interés en mover cartas en el asunto. Ahora deseaba entrenar y dejar a un lado sus fantasías en donde derrotaba al ángel enemigo en medio de una horda de dragones. Pero era imposible que uno de los tres Serafines aceptara entrenarla, pensaba él, no solo por tratarse de una niña sino porque ella era la Querubín, el ser más importante de los Campos Elíseos, la enviada por los dioses. Arriesgarse a que se lesionara sería inaceptable.

—Te vas a lastimar, Perla —sentenció—. Me lincharán si te algo te sucediera. Y, oye, yo tampoco podría vivir conmigo mismo si resultases herida. Los entrenamientos no son precisamente un paseo sobre el bosque.

—Pues para eso estás tú, señor guardián. Cu-ra-sán —mordió dulcemente cada sílaba, acercándose a él. Ella también conocía bastante a su ángel protector, y desde luego sabía perfectamente sus puntos débiles—, ¿qué me dices? Me gustaría ver los entrenamientos de tiro de Irisiel, ¿me puedes llevar? 

—¿Irisiel? —miró de reojo su ala izquierda, a la que le faltaban unas cuantas plumas—. No creo que sea sano para nuestra salud física y mental ir a las clases de Irisiel. 

—Bueno… Celes me dijo que el Serafín Rigel suele ir hacia la gran fuente de agua a estas horas, antes de ir a las islas para entrenar a sus estudiantes. ¿Quieres ir un rato a verle?

“¿Celes?”, se preguntó el guardián. Levantó la mirada, observando el lento paso de las nubes a través del cielo. Él arrastraba sus propios problemas en su día a día, cuestiones y aprietos peculiares que lo tenían en ascuas y entraban en conflicto con la imagen que se esperaba de él. Curasán ni creía en la profecía de Destructo ni le gustaban los entrenamientos y, sobre todo, sentía un deseo irrefrenable por su compañera Celes. El romance que ambos vivían intensamente era un secreto, pues los sentimientos que tenían el uno por el otro eran innaturales en los ángeles. Vivir ocultando aquello durante cinco años lo tenía preguntándose constantemente si debía continuar o no el idilio.

Después de todo, era el guardián de la Querubín, debería ser un ángel ejemplar. Por más que él mismo supiera que la imagen de ángel responsable y virtuoso era completamente falsa, era lo que se esperaba de él.

—Curasán, ahora tú eres el que está soñando despierto…

—¿Eh? N-no, claro que no —meneó la cabeza—. Mira, Perla, puedes poner todas las vocecitas que te gusten, la realidad es que ni siquiera eres capaz de llevar un arco o una espada. No pienses que haré como el Trono y te consentiré todo lo que desees, ¿queda claro?

 “No me queda otra”, pensó la pequeña. “Perdón, Curasán…”.

 —Antes que pensar en entrenar deberías aprender a volar, es lo mínimo. O tal vez podrías, no sé, preocuparte por el examen que tienes dentro de un rato. No desperdicies toda la noche en vela que pasamos ayer… Oye… ¿Perla?

Cuando bajó la vista, solo vio un montón de libros esparcidos sobre la calle, y un par de pequeñas plumas revoloteando sobre ellos…

Por los pasillos del sagrado Templo de los Campos Elíseos se percibía un movimiento inusual. Una decena de ángeles avanzaba por los pomposos pasajes, guiados por el Serafín Durandal, rumbo a los aposentos de Nelchael, Trono y líder de la legión de ángeles.

La mirada del Serafín era intensa. Aquel ángel de un envidiable aspecto atlético era considerado por todos como el espadachín más habilidoso, además de ser reconocido por su personalidad fría y calculadora que lo destacaba del resto de ángeles. Su espada cruciforme, enfundada en el cinturón, poseía un elegante diseño de alas en los gavilanes, forjados en oro.

Eran horas muy tempranas y el propio Cygnis, consejero del Trono, se sorprendió al verlo mientras este recién llegaba al lugar.

—¡Durandal! —gritó, apurando el paso para alcanzarlo—, ¿a qué se debe esta interrupción? No recuerdo haberte organizado una reunión con nuestro líder.

—No te interpongas, Cygnis —respondió el Serafín, sin detener su avance en lo más mínimo.

—¡Cuánta insolencia! ¡Típico de los Serafines! El Trono es un ángel muy ocupado, ¿no lo sabes? ¡Claro que lo sabes! Además, hoy es un día importante…

—Entonces estamos de acuerdo, Cygnis. Hoy es un día especial.

Abrió las puertas de los aposentos del Trono de par en par, ante la mirada atónita de Cygnis, quien simplemente no daba crédito ante la falta de respeto mostrada por parte de un ángel de tanto nivel como el Serafín. Durandal sacudió sus seis alas y vació los pulmones.  

En el fondo del cuarto, el viejo Nelchael observaba el poblado de Paraisópolis desde su gigantesco ventanal. Parecía que ni la reciente interrupción lo quitaba de sus adentros.

—¡Nelchael! —el Serafín avanzó por el cuarto, conforme los demás ángeles, Cygnis incluido, se arrodillaban al estar en presencia de su Trono y líder—. ¡Cinco años! ¡Ya han pasado los cinco años que me prometiste!

—¡Perdóneme, mi señor! —se excusó Cygnis, sin atreverse a levantar la mirada—, pero me fue imposible detenerlo.

—Durandal —el Trono prefería observar la infinidad de casonas agolpadas en el horizonte. Mirar a uno de sus ángeles más queridos a los ojos era algo que en ese instante no podía. Sabía perfectamente a qué se refería con los “cinco años”, y la respuesta que le tenía preparada no iba a agradarle—. Hace tiempo que no te veía.

Durandal desenvainó su espada y la clavó violentamente en el suelo. Acto seguido se sentó sobre una rodilla, mordiéndose los dientes, agarrando la empuñadura de su espada. Después de todo, el Trono era su líder y le debía respeto.

—¡Nelchael, hoy se cumplen cinco años desde que llegara esa niña, esa supuesta enviada por los dioses, y no hemos obtenido respuesta de ninguna clase!

—¿Te refieres a Perla? Es verdad. Me haces recordar que debo tomarle un examen.

—¡Déjate de necedades! —el Serafín apretó con fuerza el mango de su espada—. ¿¡Cuánto tiempo más vamos a continuar con esta farsa!? ¿¡Cuánto más hasta que os despertéis y observéis la cruda realidad!? ¡Los dioses están muertos, Nelchael, no hemos sabido nada de ellos ni lo sabremos! ¡Esa niña no sabe absolutamente nada, ni siquiera recuerda cómo llegó aquí!  Me prometiste cinco años y que encontrarías la respuesta en esa Querubín. ¿Y bien? ¿Dónde están Andrómeda, Artemisa, Apolo, Zeus? ¿Lo sabes, Nelchael?

—¡Por el amor de todos esos dioses! —Cygnis, inmóvil en su posición, empuñó sus manos temblorosas—. ¡Tranquilízate, Serafín! ¡Todos estamos afligidos por la ausencia de nuestros creadores! ¡No culpes de ello al Trono ni a la Querubín!

—¡Respóndeme, Nelchael! Si los dioses están muertos, ¿¡por qué insistes en tenernos a todos encadenados aquí en los Campos Elíseos tal perros guardianes de los humanos!? ¿¡Viviremos encerrados aquí por la eternidad!? ¿¡Ese es tu magnífico plan!?

—¿Y qué es lo que propones, Durandal? Me interesa averiguarlo —preguntó el Trono, girándose para verlo. ¿Acaso había un mejor plan que no fuera esperar el regreso de los dioses? ¿Proponer que ahora eran seres libres no sería admitir implícitamente que sus hacedores estaban muertos o desaparecidos? ¿La libertad de la legión de ángeles no desataría la anarquía en los Campos Elíseos, y con ella, un nuevo Lucifer, el temido Destructo que asaltaba en los sueños del Trono?—. ¡Si vamos al reino de los humanos sin intervención de los dioses, sembraremos caos! ¡Entre ellos y entre nosotros!

—¿¡Qué ha hecho tu preciada humanidad por nosotros para que le rindas ese respeto!? ¡Al diablo los humanos, al diablo los dioses! —Durandal se tomó el pecho, hundiendo sus dedos. Sus estudiantes estaban preocupados, nunca lo habían visto en esas condiciones—. ¡Ya no somos los peones de nadie!, ¿¡por qué seguir cargando esta ridícula misión de entrenar para proteger a esa humanidad!? ¡En el reino de los humanos, seremos los nuevos dioses, Nelchael!

—¿Acaso te crees un dios, Durandal? ¿¡Quién es el que ahora dice necedades!? No tengo un plan perfecto, pero me ha servido para sobrevivir hasta el momento. La llegada de esa Querubín me dice que tal vez aún hay esperanza de que los dioses vuelvan. Yo, y toda mi legión, seguiremos esperando aquí. Te agrade o no, eres parte de esto.

—¿Me lo dices en serio, Nelchael? ¿Aún crees en ella? ¡Esa niña es una broma andante!, solo ha traído falsas esperanzas —quitó su espada del suelo, encendiendo las alarmas de todos los ángeles en el salón—. La Querubín representa ese lado ingenuo que tenéis vosotros esperando que los dioses vuelvan, ese lado patético del que hay que desprenderse.

—¡Suficiente, Serafín! —gritó Cygnis, golpeando el suelo de mármol—. ¿¡Acaso te estás escuchando!?

Durandal se levantó y comenzó a retirarse. Tal como temía, encontró decepción en su breve reunión: más allá de sus deseos de ver a los ángeles libres, en el fondo esperaba hacerlo en compañía de Nelchael. Era un amigo, aunque sus convicciones chocaran contra sí; ambos, a su manera, buscaban el bien de la legión. Era un sendero en el que, sentía y deseaba, debían caminar juntos.  

—Yo que tú desistiría de esos ideales, Durandal —insistió el viejo Trono—. La libertad que sueñas traerá anarquía, la misma que acabó con los tres arcángeles, la misma que acercará la llegada de Destructo. Lo mío será toda la dictadura que quieras, pero el orden y nuestra sociedad estarán a salvo. Nada es perfecto, ni aquí ni a donde vayas.

—Tienes razón —se detuvo aunque no se atrevió a mirarlo—. Pero tus designios hace tiempo que carecen de significado para mí. A veces me pregunto, Nelchael, por qué los sigo.

Sin esperar réplica alguna, Durandal se retiró de los aposentos mientras, poco a poco, sus estudiantes se reponían para seguirlo. El ambiente empeoró a pasos agigantados en el cuarto; el viejo Nelchael prácticamente había sido testigo del nacimiento de una posible rebelión en los Campos Elíseos, algo que no había sucedido desde que Lucifer se rebelara contra los dioses en los inicios de los tiempos. El mayor miedo del líder estaba asomando lentamente, pero haría lo posible por mantener el orden en su preciada legión. 

—¡Por los dioses! —Cygnis se repuso—. ¿Va a dejarlo irse tras lo que acaba de decir, mi señor?

—¿Detenerlo y convertirlo en mártir, desatando una rebelión? —se frotó la frente—. Escucha, Cygnis, ordena al Principado para que lo vigile. También ordena un guardián más para la Querubín, aunque no menciones nada de lo que aquí ha sucedido. Lo último que necesito es desestabilizar a la legión con sospechas de una rebelión.

—Se hará, mi señor.

—Por cierto, Perla ya debería estar aquí para tomar su examen —el viejo Trono se giró de nuevo para mirar por el ventanal—. ¿Tienes idea de dónde está?

La única respuesta que halló por parte de su consejero fue un encogimiento de hombros. ¿Cómo iba a saber él que la pequeña Perla quería ser entrenada y que para ello había ido en busca del tercer Serafín? Una inocente decisión que tendría sus consecuencias para todos los habitantes de los Campos Elíseos.

El Serafín Rigel destacaba no solo por sus seis alas o su rostro de facciones gruesas, sino por su imponente contextura física, poco disimulada por su túnica angelical. El considerado por todos como el ser más fuerte de los Campos Elíseos, se encontraba sentado como todos los amaneceres en un banquillo frente a la gran fuente de agua, una pomposa estructura de mármol y madera, adornada con figuras pedregosas de ángeles. Con los ojos cerrados y oyendo el sesear del agua, no había quien le quitara de sus adentros.

Hasta que oyó un gruñido peculiar…

Levantó la mirada y esbozó una ligera sonrisa al ver a la Querubín frente a él. La pequeña estaba parada sobre la estructura de la fuente, más precisamente sobre un ángel de mármol que tensaba un arco hacia el cielo. Ella lo miraba desafiante, con los brazos cruzados. Lejos de su guardián, Perla se transformaba en una auténtica fiera que utilizaba indiscriminadamente su título de Querubín para obtener lo que deseaba.

Pero, aunque intentara generar temor o respeto, al Serafín solo le causaba gracia y ternura a partes iguales. “Será todo el ser superior de la angelología que quiera”, pensó, “pero también es una niña”. 

—¡Pequeña Perla! —se rio el Serafín, de voz gruesa y fuerte, levantándose para acercarse y sacudir la cabellera de la Querubín—. ¡Es un honor verte por aquí!

—¡Rigel!—respondió, agarrando su mano con fuerza—. ¡Entréname para ser fuerte como tú, te lo ordeno!

Varios ángeles que estaban de paso habían escuchado la peculiar petición y las risas generalizadas fueron inevitables, aunque nada cambiaría la expresión seria de la niña. Perla era probablemente la única que a esas alturas se tomaba en serio su posición de “Ser superior del linaje angelical”. Pero tras cinco años, a los ojos de los demás, se había convertido no solo en una enviada de los dioses, sino en una niña algo caprichosa a quien debían prestar atención para que no terminara lastimándose.

—¿Me lo dices en serio? Oye… Perla, eres muy pequeña para entrenar.

—¿A quién llamas “pequeña”? ¿Te parece esto una forma de responder una orden de tu superior?… ¡Ah! ¿¡Qué haces, Rigel!?

El enorme Serafín la tomó de la cintura para levantarla y hacerla sentar sobre sus hombros. Enrojecida y avergonzada como estaba, la niña no encontraban lugar donde posar la mirada, o en la decena de ángeles que reía a su alrededor o en el lejano suelo que parecía marearle. Extendió sus pequeñas alas sin poder controlarlas bien.

—¡Perla! ¿Ya sabes volar o aún te dan miedo las alturas?

—¡N-no es asunto tuyo!

—Me acuerdo de cuando recién habías llegado y siempre querías estar a mi lado. ¿Por qué te avergüenzas ahora?

—¡Rigel! ¡Quiero bajar!

—¿En serio? ¡Pero si antes no te querías apartar de mí porque decías que yo era el más grande y fuerte! Y tenías un apodo para mí… ¿Cuál era?

—¡Ya lo olvidé!

—Pequeña mentirosa. ¿Quieres bajar?

—¡Te he dicho que… ! —la volvió a bajar al suelo entre el torpe batir de sus pequeñas alas—. ¡Ah, con cuidado!

—Deberías volver junto a tu guardián, pequeña Perla —la tomó de la barbilla—. Las islas donde entrenamos no es el lugar más adecuado para la Querubín más bonita de los Campos Elíseos.

—Como si hubiera otra —se apartó de sus manos—. ¿Entonces no me vas a entrenar?

—El Trono me colgará del cuello si algo te sucediera. Ahora, dame un beso antes de que me vaya. Aquí, en mi mejilla, para la suerte.

—¡No te daré nada, Rigel! ¡Me voy!

Entonces él lo vio. Un chispear en esos ojitos verdes, una extraña fiereza en su mirada aniñada que le hizo estremecer. Tal vez fue su voluntad lo que se transmitió, o tal vez fue una señal de alguno de los dioses, después de todo la Querubín era el ser más cercano a ellos. Aunque entrenarla estaba descartado, el Serafín pensó que tal vez podría darle algo útil; Rigel siempre había sentido un cariño especial por la niña pues había revitalizado a los Campos Elíseos con su llegada, a él sobre todo.

La tomó del hombro antes de que se girara, y apartándole un mechón en la frente, le habló con un tono serio lejos de aquel bromista con el que acostumbraba dirigirse a ella: 

—Es gracioso, pero en tus ojos infantiles veo decisión, algo que falta a veces en muchos ángeles.

—¿Ah?

—Dime, ¿por quién peleas, Querubín?

—¿Qué?

—Escúchame, pequeña Perla, la clave para el éxito durante un combate es la motivación —la niña no daba crédito al cambio de actitud del Serafín. Salvo su ángel guardián, sus deseos, anhelos y miedos eran tratados con risas entre los demás ángeles, pero por fin alguien más la estaba tomando en serio, por fin alguien había dejado de verla como a una niña. Tragó saliva y escuchó atentamente—. Imagina el peor escenario que puedas encontrar.

—Destructo —se mordió el labio inferior y empuñó sus manitas—, esto, Destructo, rodeado de dra-dragones —completó, recordando su peculiar fantasía.

—¿Destructo? Perfecto. Cuando te concentras en aquello que quieres proteger, desaparecerán los gruñidos, el fuego y los dragones a tu alrededor, y podrás dar un golpe certero que podría darte la victoria. Te convertirás en un ángel tan fuerte como yo si encuentras la motivación adecuada, si la tienes presente en cada paso o aleteo que das. Pero yo que tú no perseguiría fuerza bruta, Querubín, sino una respuesta adecuada. Por eso, ¿por quién peleas?

—En cada paso que doy —susurró para sí, con la mirada perdida. Luego la fijó en los ojos del enorme Serafín—. Rigel, ¿y así podré hacer grietas como cuando tú golpeas el suelo?

—¿Todo esto solo porque quieres hacer grietas o qué? Te he dado un consejo sincero, pequeña, más no me exijas. ¿Vas a darme ese beso? ¿O es que quieres destrozarme el corazón?

—¡Puf! Señor Serafín, ¿es necesario este chantaje?—infló sus mofletes. Pero al menos había obtenido algo de Rigel, mucho más de lo que habría soñado. Aunque el rostro molesto de la niña no lo aparentara, en el fondo sentía que había avanzado un paso importante—. En fin, supongo que puedo darte un beso. Estarás orgulloso de recibir tal honor… —masculló sonrojada, arrancando una pequeña carcajada en el Serafín. Y empuñando sus manitas, se acercó para darle un beso en la mejilla, susurrándole el apodo que con cariño le había puesto tiempo atrás—. Muchas gracias… “Titán”.

III. 5 de junio de 1260

La imponente luna resplandecía en el cielo nocturno. Las infinitas dunas y la gruesa arena del desierto habían quedado atrás; la tierra dura, los altos árboles, el viento fresco y el agua empezaban a ser una constante en el viaje, propiciando mejores condiciones para el descanso.

Sarangerel se encontraba sentado bajo la copa de un grueso árbol, a orillas de un lago por donde se deformaba la luz intensa de la luna. Aparentemente fue el único de los tres que no podía conciliar el sueño, por lo que se tomó un tiempo para disfrutar de la brisa húmeda. El guerrero juraría que podía sentir las manos de su pequeño hijo jugando con sus largas trenzas al son del viento; cerraba los ojos y estaba en su hogar; casi sintiendo en la yema de los dedos ese rocío que bañaba la hierba de Suurin. “Pronto estaré allí”, pensó, “te lo prometo”.

—No me cansaré de agradecer la comida y la protección que me habéis dado —interrumpió la francesa, quien quitándose sus botas, se acercó para meter los pies al agua—. ¡Uf! ¡Frío!

—Con cuidado —Sarangerel sonrió—. Los cristianos son nuestros aliados, y los francos en especial nos han ayudado  a conquistar Alepo y Damasco. Solo hacemos lo que debemos hacer.

—Aún así…  

—Llegaremos a Damasco al atardecer de mañana. Deberías tomar la primera caravana cristiana que veas.

—Claro —dijo levantando su desgastada túnica para entrar un poco más al agua—. ¿Y dónde me quedaré mientras espero? No conozco a nadie más que a ustedes dos.

—No quiero sonar como Odgerel, pero te ofrezco mi tienda mientras dure tu estadía, mujer.  

—¡Ja! Suenas como todo un caballero. Tu amigo lo diría con sorna y tocándose la entrepierna. Gracias por ofrecérmela, tártaro, suena más cómodo que dormir en las calles. ¿Pero dónde dormirás tú mientras tanto?

—Me gusta el sonido del agua, por lo que probablemente vaya a pasar las noches a orillas del río Barada, que cruza en medio de Damasco. Muchos mongoles pasan la noche allí cantando y tocando instrumentos alrededor de fogatas. Estar allí es como estar en Mongolia, casi al lado de mi hijo.

—Mongolia. Pensaba que al salir de mi reino encontraría cosas diferentes a las que he vivido, pero me he topado con lo mismo: batallas y guerreros con motivaciones ridículas que no traen sino muerte. Pero tú eres especial. Siempre tienes presente a tu hijo en todo lo que haces, creo que es lo que te da la fortaleza que admiro —Se apartó un mechón de su pelo y miró al hombre que atentamente la escuchaba—. Guerrero tártaro, he estado pensando, mientras dure mi estadía en Damasco, que tal vez pudiera hacer de tu escudera. Para aligerarte la carga.  

—¿Mi escudera?

—Sí. Alguien que lleve tu escudo y espada —sus pies jugaban tímidamente con el agua—. ¿No tenéis escuderos en vuestra legión?, alguien que te cargue las armas y las mantenga limpias. Además, esos revestimientos de acero sobre el pecho de tu armadura deberían brillar también. Si vas a comandar un ejército como tu amigo ha dicho, necesitarás que tanto armas como armaduras resplandezcan.

—Pensaba en pedir algún novato —se levantó para desperezarse, comprobando con la mirada que su armadura ligera necesitaba de varias pasadas de trapos engrasados para que los revestimientos de acero volvieran a resplandecer como antaño, como cuando se despidió de su hijo. Sus armas, apiladas a un costado del árbol, probablemente también necesitaban limpieza—. ¿Este repentino ofrecimiento tiene algún motivo?

—Tártaro —se acercó hacia dónde él la observaba con extrañeza, siempre en el agua. Estaba nerviosa, ahora se la notaba insegura pues le costaba sostener esa mirada antes atigrada—. Por favor, déjame seguir a tu lado y entréname para ser fuerte como tú.  

Tal vez en otra ocasión se hubiera reído de la peculiar petición, pero notó algo en los ojos de aquella francesa cuando le rogó aquello. Un algo que le costaba describir. Como un destello fugaz de ferocidad, de un fogoso deseo bullendo; había una firme decisión en esa mirada; hacía tiempo que no había visto unos ojos que cobijaran tanto valor y decisión, que casi lo convencieran en un chispazo.  

No obstante, las costumbres del guerrero estaban muy arraigadas.

—En Mongolia admiramos a las mujeres fuertes —entró al agua para tomarla de la muñeca. El brillo de la luna se desparramaba por el lago; la mujer se asustó, mas Sarangerel sonreía—, pero ustedes no están hechas para los sablazos. He visto cómo agarras esa espada de tu hermano, lo haces mal y te cuesta sostenerla en alto.

—¡Pues enséñame a sostenerla! —apartó su muñeca.

—¿Por qué querría una mujer entrenar? —volvió a tomarla, mostrándole ferocidad y una curiosidad inusitada; Roselyne se estaba revelando contra varias de las costumbres que él conocía. “Esta mujer”, pensó, volviendo a comprobar la ferocidad en sus ojos. “Me recuerda a alguien”.

—¡Porque necesito aprender a proteger! Porque estoy harta de ser espectadora, porque no hay día que tenga remordimientos por ser débil.

Y esa mano fuerte del guerrero tomándola, trayéndola contra su cuerpo… era un salvajismo distinto el que ahora sentía Roselyne sobre ella. Algo avasallante que le hizo erizar la piel en el momento que se escrutaron las miradas. Si bien ella también tenía arraigadas sus creencias y costumbres que le hacían aflorar una sensación de culpabilidad ante los sentimientos de deseo carnal, deseaba seguir tocando al guerrero.

—¡Necia! —masculló Sarangerel, trayéndola más contra sí—. Deberías buscar a un hombre que haga ese trabajo por ti.

—Guerrero tártaro —puso su mano en su pecho y lo apartó, comprobando la firmeza y suspirando—, ¿tienes deseo de luchar? ¿O es que acaso ansías algo más?

La religión de la muchacha hacía mella en su conciencia; el sexo extramatrimonial era tabú aunque debía hacer sacrificios en pos de obtener lo que deseaba para cumplir con sus objetivos. Aunque ese “sacrificio” parecía agradarle en demasía; admiraba a Sarangerel más de lo que hubiera creído, en esa noche lo deseaba como a ningún hombre en su vida.

Roselyne se alejó del mongol con una sonrisa, y para desconcierto del guerrero, tomó de su túnica para quitársela ante su atenta mirada. Aquella perla que había resplandecido en la ribera del Nilo bajo el sol, se revelaba nuevamente pero ahora brillando por la luz azulada de la luna que se replicaba en cada gotita y cada surco del agua en su cuerpo, en cada una de esas curvas que atontaban a Sarangerel.

Extrañamente, tras haberle ofrecido un regalo a sus ojos, la mujer entró al lago para zambullirse y huir de esa mirada cargada de lujuria.

“¿A qué ha venido eso?”, pensó el mongol, quitándose lo que le quedaba de ropa y tirándola a la orilla; quería entrar al lago en su búsqueda.

Roselyne emergió del agua justo frente a él, pasando los brazos por su cuello, quedando los dos juntos frente a frente, lo que le permitió poder abrazarlo y atraerlo hacia sí, sintiendo cómo sus pechos se recargaban en el suyo. La erección del hombre se hizo imposible de ocultar.

—Por favor, tócame si lo deseas, guerrero tártaro.  

Y las grandes manos del guerrero se ciñeron rápidamente en la pequeña cintura, no fuera que Roselyne volviera a zambullirse. Los gruesos dedos comprobaron la firmeza de aquel trasero, los hundió en su piel y arrancó un suspiro en la muchacha.

“Menuda mujer más brava, hermosa como una rosa”, pensó probando de sus finos labios, dulces del agua. Roselyne mordió fuerte la boca del mongol para apartarse con una sonrisa de lado. Tomó la mano del guerrero y lo arrastró hasta la orilla.

Sarangerel observó con especial detenimiento las redondeces de ese trasero que endurecía hasta el hierro más pobremente templado. Se palpó la herida que le dejó en el labio y notó un pequeño rastro de sangre en la yema de un dedo. “Por el Dios Tengri, es hermosa, pero está repleta de espinas”.

El brillo de la Luna perlaba cada gota esparcida por los dos amantes que empezaron a unirse en la orilla. Uno era inmenso, fuerte como un lobo pero hábil en los movimientos, grácil como un leopardo. La otra era una pequeña rosa de aspecto frágil aunque escondía varias espinas dolorosas al tacto inmediato; uñas que se hundían en la espalda del hombre y dejaban surcos. Cuando el guerrero comprobó la estrechez y humedad de la francesa, primero con sus dedos, acariciando los suaves pétalos de su sexo, el aire cambió alrededor; el hombre se volvió delicado, no fuera a lastimarla, y la mujer dejó a un lado sus espinas para invitarlo a probar más, para abrirse de piernas y atenazarlo con fuerza.

“Esto es bastante bueno”, pensó ella, sintiendo perfectamente el contorno del duro miembro de aquel guerrero abriéndose paso en su prieto interior, recordando sus anteriores experiencias. Ninguna había sido tan buena como esa, todo fue a la fuerza. “Demasiado bueno, para ser sincera…”. Boqueó al sentir un inesperado envión que sacudió su pequeño cuerpo.

 —¡Ah! ¡Con cuidado! —protestó.

Cruzó la luna a través del cielo, tras los árboles, y nunca asomó algún atisbo de las desgracias que a ambos los tenían atormentados. Acostados sobre la arena, a orillas del lago, encontraron en cada uno un consuelo a esas heridas que la vida les había asestado.

“Esta mujer”, pensó Sarangerel, acariciándole la caballera mientras ella besaba su pecho. “Ya sé a quién me recuerda”.

—Tártaro, por favor, mi hermano era el caballero de armadura más brillante en toda su legión —los besos bajaban y bajaban y la concentración amagaba con abandonar de nuevo al guerrero—, permíteme ayudarte a ser el hombre que más brille de todo tu imperio.

—Suena bien —suspiró, sintiendo cómo esos finos labios llegaban a destino para abrigar con fuerza su palpitante sexo—,  pero si vas a ser mi escudera, deberías llamarme por mi nombre.

—¡Se llama “Sarangerel”! —gritó Odgerel, sentado bajo la copa del árbol junto al lago, con un odre de airag negro en una mano—. Significa “Brillo de la Luna”. Pronúncialo bien, mujer, porque el idioma mongol es el más dulce del mundo.

IV

—La Luna está preciosa esta noche, ¿verdad, Curasán?

Sentados en el borde de una azotea, perdidos en el montón de casonas de Paraisópolis, la pequeña Querubín y su particular guardián observaban el horizonte, adornado por la luz azulada de la luna. Aunque Curasán consiguió encontrar a su protegida hacia la gran fuente de agua, terminaron llegando tarde al templo. No obstante, el examen se llevó a cabo con éxito.

—Mira, Curasán, lo siento mucho —la Querubín de voz dulce había vuelto, y esta vez, subiéndose al regazo de su hastiado guardián, olvidándose por momentos cuánto había crecido.

—Menos mal aún no sabes volar, perseguirte sería una tortura —masculló él. Aunque, a su pesar, la rodeó con un brazo, estrechándola contra su pecho.

—Puede que un pastel te haga feliz esta noche. Celebraremos ese examen aprobado —respondió, levantando una mano hacia la enorme ala de su guardián, tirando de una pluma que estaba a punto de desprenderse—. Vamos, te lo prepararé…

—¡Jo! Lo cierto es que no me puedo negar a un pastel.

—Me alegra que hayas recuperado el humor —se levantó torpemente y tomó de la mano de Curasán—. ¿Qué te parece si mañana hablamos con Irisiel para que me entrene?

“Esta enana”, pensó, viendo cómo la Querubín le sonreía inocentemente, “no va a parar de esquivar sus responsabilidades hasta que consiga lo que quiere. Encima odia los estudios, le repelen las clases de coro y suele soñar despierta…”. Suspiró, levantando la mirada hacia las estrellas. “La he cagado a base de bien, cabrones, he convertido a vuestra enviada, al ser más importante de los Campos Elíseos, en el vivo reflejo de mi persona”.

Pero Perla, además, estaba creciendo, algo innatural en los ángeles. Y el temor de su guardián era justamente aquello: que tarde o temprano la Querubín dejara de necesitarlo ya sea para pedir una mano para alcanzar un libro a lo alto de una estantería, un par de alas para saltar entre azoteas, o simplemente consuelo cuando le asaltaba el miedo a las alturas. Temía que el sendero por el que ambos caminaran llegara a abrirse en cualquier momento, y que cada uno debiera tomar su propio camino.  

“Los ángeles no crecen”, decían todos cuando veían a la Querubín por las calles. “Pero Perla crece”, pensaba Curasán para sí, riéndose del sobre esfuerzo de la niña para tirar de su mano y levantarlo. Lo decidió en ese instante, en que él la acompañaría en el camino que quisiera recorrer, no abandonarla. Ignorar los deseos de ella sería traicionarse a sí mismo, a su vivo reflejo.

“Resuelto entonces. Al diablo con el falso ángel virtuoso y ejemplar”, sonrió para sí. Con los ánimos renovados, el guardián se levantó para sacudir la cabellera de su protegida.

—¡Por los dioses! Eres una auténtica rosa con espinas, Perla. Algo me dice que seguirás dando la tabarra con el tema de entrenar hasta que lo consigas.

—¡Suéltame, me despeinas!

—Perla, ¿por qué la fijación en entrenar?

—Bueno… —desvió la mirada hacia las casonas—. Eso es privado… 

—Ajá, ya veo, pues es una pena porque no creo que ninguno de los Serafines puedan ayudarte.

—Y que lo digas… —suspiró.

—Levanta el ánimo. Conozco a alguien —dijo tomando la barbilla de la niña con sus dedos, ladeando su rostro amistosamente—. Aunque no sé, es mucho problema, deberías dedicarte a lo que se te ha ordenado y ya.

—¡Curasán! —se apartó de su mano—, ¿hay alguien que me puede entrenar? 

—Pues tengo un viejo amigo que me debe un favor. Si has estado estudiando a la historia de los humanos, supongo que sabrás lo que es un guerrero mongol, ¿no es así?

—¿Hay un… guerrero mongol… en los Campos Elíseos? —preguntó sorprendida—. ¿Me estás diciendo que hay un guerrero mongol angelizado? ¿¡Aquí!? ¿Cre-crees que habrá conocido al mismísimo Gengis Kan? ¿O habrá conocido algún Sultán famoso?

—¿Sultán? No me parece que fuera de esa época, creo que más bien conoció a algún emperador japonés, pero no lo recuerdo bien —se desperezó, extendiendo brazos y alas—, ¡uf!, ¿por qué no se le preguntas tú? ¡Recoge tus plumas y vayámonos ya!

—¡Se-seguro que ese mongol sabe un montón de cosas! ¡Sobre todo de peleas!… ¡Eh, eh! ¡Curasán, espérame!

A solo un par de casonas de distancia, el Serafín Durandal observaba cuidadosamente al dúo desde una terraza. Antes de que la Querubín llegara hacía cinco años, en la legión de ángeles poco a poco era aceptada la idea de que los dioses ya no regresarían al mundo que crearon, fuera porque habían muerto o fuera porque simplemente decidieran abandonarlos. El sueño del Serafín, de abandonar los Campos Elíseos y vivir en libertad, poco a poco estaba siendo aceptado por la legión… hasta que la niña llegó y las esperanzas de que los dioses regresaran comenzó a surgir de nuevo.

“¿Cómo es posible?”, pensó, apretando fuerte el mango de su espada, viendo a la Querubín escalando dificultosamente sobre la espalda de su guardián. “¿Cómo es posible que esa pequeña granuja, que ni siquiera es capaz de volar, haya elevado tanto la moral de los Campos Elíseos?”.

Uno de sus estudiantes más habilidosos, Orfeo, descendió suavemente del cielo para para hacerle compañía, sentándose sobre una rodilla ante su presencia.

—Maestro Durandal, estuve buscándolo toda la tarde. Sus estudiantes estamos preocupados por la suspensión de las clases, pero los que lo han acompañado en el Templo nos han puesto al día acerca de su reunión con el Trono.

—¿Acaso vienes a darme un sermón por haberle faltado respeto al Trono, Orfeo? Recuerda tu posición en la angelología si piensas hacerlo.

—No es eso, Maestro Durandal. Sus estudiantes lo hemos discutido y lo tenemos decidido. No está solo en su lucha contra esta opresión. Estamos de su lado en este sendero que quiere recorrer. 

El Serafín se reconfortó con la idea de tener de nuevo consigo una cantidad considerable de ángeles decididos a seguirlo. Supo que sus ideales empezaban a geminar de nuevo, y que no estaba tan desencaminado como el Trono había sentenciado. Pero faltaba mucho aún. Para quitarse de encima lo que él consideraba “la ingenua esperanza de la vuelta de los dioses”, debía quitarse de encima a la Querubín, quien se había convertido en la amenaza de cumplir sus sueños de libertad.

Extendió sus seis alas, levantando vuelo.

—Nos espera un largo camino, Orfeo, plagado de decisiones difíciles por un bien mayor. 

—Estaremos con usted, Maestro Durandal. En cada paso del camino.

V. 7 de junio de 1260

Las estrellas refulgían con intensidad a orillas del río Barada, Damasco. Reunidos en una fogata, los más altos mandos del ejército mongol recibieron a Sarangerel, el segundo en mando de la misión diplomática de El Cairo. Alrededor de la reunión, varios hombres y mujeres llenaban la noche con dulces sonidos de flautas y tambores que retumbaban al ritmo del crepitar del fuego.

Era la primera vez que Roselyne, que observaba a lo lejos, recostada en un árbol, escuchaba el khoomii; fuertes reverberaciones de las gargantas de los mongoles que, para ella, se asemejaban a alguna canción primitiva y de tonalidad violenta. Era sobrecogedor oírlos. Odgerel, a su lado, seguía tímidamente la canción con su voz, con un pichel de aguamiel en la mano.  

—Cantáis raro —dijo ella.

—¡Ja! Te diré algo, Roselyne. He atravesado medio mundo y sé que la música de Mongolia es la más hermosa.

—¿Qué está pasando allí? —señaló con su cabeza la fogata en donde varios hombres rodeaban a Sarangerel.   

—Le están ofreciendo el comando—suspiró, antes de beber.

El fuego se agitó con fuerza conforme Sarangerel se arrodillaba para rendir respeto a sus superiores.

—Tu retorno demuestra tu valía como guerrero del imperio del Kan —uno de los superiores del círculo, el cristiano nestoriano Kitbuqa Noyan, tomó del hombro a Sarangerel—. Has demostrado que eres un auténtico guerrero.

—Estoy agradecido por vuestras palabras, General Kitbuqa.

—Dime, ¿cómo ha muerto mi querido hermano? —le acercó un cuenco repleto de kumis, la particular bebida tradicional de sus tierras. Leche fermentada y alcohol. Se desprendía de allí ese olor que le recordaba el hogar, los prados y ríos. Sarangerel cerraba los ojos brevemente y estaba en Mongolia.

—Murió con honor, General Kitbuqa  —respondió, aceptando el cuenco con ambas manos y bebiendo de ella un gran sorbo, antes de continuar—. Murió cumpliendo el deber del Kan, como un héroe. Tomo la responsabilidad por su muerte.

—No seas necio, Sarangerel.

Al terminar la bebida, miró a los ojos a su general.

—Mi deseo de volver a casa es fuerte, General Kitbuqa.

—Aún no es momento de volver, Sarangerel. Hay una misión más importante ahora que la guerra ha comenzado. Nuestro Kan te ofrece el comando para guiar a sus soldados en batalla. Conoces el rostro del enemigo mejor que nadie.

—Saif ad-Din Qutuz —afirmó, recordando al Sultán que traicionó la confianza de la misión diplomática. 

—El Kan pone en tus manos a cien guerreros, Sarangerel, que a su vez estarán comandando, cada uno, otros diez. Acepta el Mingghan, y guíalos a la victoria contra Qutuz y los mamelucos.

El sonido de cientos de gargantas llenó la noche a orillas del río en Damasco. En los ojos de Sarangerel se agolparon recuerdos y epifanías; guerras, sangre, gritos y sablazos sobre la arena. “Tal como dijo Roselyne, me quedan cien batallas por delante”, pensó. “Pero volveré a casa, te lo prometo”.

La guerra apenas estaba comenzando, y el ejército invencible se estaba preparando para la más cruenta de las batallas en el desierto. El fuego crepitaba con fuerza; las voces reverberaban en la noche de estrellas centelleantes, ocultando con belleza los peligros que les aguardaban.

—Esto es otro mundo para mí —susurró Roselyne, sintiéndose ajena a los cánticos y rituales—. A veces pienso que ha sido un error haberles rogado un lugar entre ustedes. 

—No digas eso—Odgerel tomó del hombro de la francesa—. Sarangerel y tú caminan juntos el mismo sendero. Llevan a los vivos en todo momento y creo que eso es lo que los vuelve fuertes en batalla. Los seres que más amo ya no están aquí, por lo que no temo en dar nunca el primer paso para atacar. Pero ustedes dos siempre van con cautela. Lo he notado en El Cairo, y lo he notado en al-Akhmiyyin.

Levantó la mirada al cielo, viendo el intenso brillo de las estrellas alrededor de aquella preciosa luna. Odgerel, tal como experimentaba su camarada, cerraba los ojos y sentía por breves momentos estar de vuelta en casa. Sentía la brisa y juraría que su esposa y hermanas le acariciaban la mejilla.

—Yo también iré con cautela a partir de ahora, pues le he prometido a mi amigo que lo ayudaría a reencontrarse con su hijo. Mi mujer y mis hermanas tendrán que esperarme en el cielo hasta que cumpla con mi palabra. Sé que me comprenderán… es decir, ¿tú lo comprenderías, no es así?

—Me empiezas a caer bien… Odgerel —Roselyne le codeó amistosamente.

—¡Es sobrecogedor escucharlo! Lo tengo decidido desde que pisamos Damasco. Te guste o no, Roselyne, a partir de ahora ustedes dos estarán en mi pensar —le ofreció su pichel con una sonrisa—, en cada paso de este largo camino.

Continuará.

Relato erótico: “Adiestrando a las hijas de mi jefe 5 ” (POR GOLFO)

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He de reconocer que no me percaté de que Natalia se sentía en cierto modo desgraciada al no haber conseguido demostrar su fidelidad a mí. Exteriormente todo eran sonrisas, pero la realidad es que no podía dejar de pensar que ella todavía no había hecho nada que me dejara patente su entrega. Por eso mientras su hermana y su maestra disfrutaban de esa tarde de copas en Madrid, su mente trabajaba a mil por hora buscando un medio de redimirse y de probar que, al igual que las otras dos, ella había cambiado.

        -Fernando, ¿no ves que necesita que le hagas un poco de caso?- susurró en mi oído Isabel señalando a la morena.

        Al girarme, observé que los ojos color miel de esa criatura destilaban una mezcla de cariño y de desconsuelo:

«¿A esta qué le pasa?», me pregunté al comprobar que no dejaba de mirarme con cara de cordero degollado..  

Desconociendo exactamente qué le ocurría, sonreí y pasando una mano por su cintura, la atraje hacía mí:

-Eres preciosa- comenté mientras le regalaba un mordisco en sus labios.

Natalia no pudo reprimir un gemido al sentir esa caricia:

-Gracias, mi señor. No sabes lo feliz que me hace sentir el saber que le gusto- pegando su cuerpo contra el mío, me dijo.

Su proximidad hizo que mi sexo se irguiera protestando por el encierro. Mi erección no le pasó desapercibida y encantada de haber provocado que me empalmara, con tono pícaro me soltó si podía hacer algo para arreglarlo. Despelotado de risa, le pregunté qué bragas se había puesto esa mañana. Colorada como un tomate, me confesó que llevaba el tanga de encaje que tanto me gustaba, el que decía que le hacía un culo estupendo.

-No sé a cuál te refieres- mintiendo como un bellaco comenté le exigí.

Natalia intuyó que le estaba pidiendo que me lo enseñase y acostumbrada a ser la diosa de ese bar en el que todos los parroquianos rendían pleitesía, me miró avergonzada.

-Hay mucha gente- respondió.

Por mi mirada comprendió que me daba lo mismo que estuviésemos en un sitio público y durante unos instantes dudó, pero el saber que si no me complacía podía enfadarme, la exhortó a levantarse la falda y lucirme así su ropa interior.

-Ya me acuerdo- sonreí y aprovechando que había separado sus rodillas, llevé mis manos a su entrepierna y sin cortarme en lo más mínimo por estar en un lugar tan concurrido, le empecé a acariciar el sexo.

Desprevenida, la morena intentó juntar las piernas, pero se lo impedí diciendo:

-¿Quién te ha dado permiso para cerrarlas?

Humillada, avergonzada y a punto de llorar,  puso su bolso en sus piernas para ocultar al público que atestaba el lugar que su dueño la estaba masturbando. Con las mejillas coloradas y el sudor recorriendo su escote, se dejó hacer mientras miraba a su alrededor, temiendo en cada instante que alguien se percatara de lo que estaba ocurriendo entre sus muslos.

Por experiencia sabía que tarde o temprano, la actitud de Natalia cambiaría y por eso aguardé a su angustia se fuera convirtiendo en deseo y el deseo en placer. El primer síntoma de su calentura fue la dificultad de la muchacha para respirar.

-¿Te gusta saber que eres mi putita?- susurré a su oído mientras mis dedos se apoderaban de su clítoris.

Mi pregunta quedó sin respuesta porque al sentir que jugaba con su botón, pegando un grito ahogado se retorció en su silla e intentando postergar el placer, cerró los ojos.  Para su desgracia, al cerrar los parpados se magnificaron sus sensaciones y sin poderse reprimir, se corrió por primera vez en público.

-Ese grupo de chavales te ha visto correrte- señalando a cinco jóvenes ejecutivos, comenté mientras bañaba mis yemas con su flujo.

Curiosamente al saberse en mis manos, sintió que la vergüenza y el sofoco se iban diluyendo por la acción de mis dedos. Pero fue la profundidad de ese orgasmo lo que la hizo sentirse libre. Por eso una vez recuperada, me dio las gracias nuevamente.

A carcajada limpia, le recordé que todavía no habíamos terminado:

-¿Qué quiere que haga?- preguntó sonriendo.

-Vete al baño y espérame ahí- susurré y viendo su consternación, la conminé a masturbarse para que no se enfriara.

Deseando conocer que había pensado hacer con ella en los servicios, se levantó y en silencio se dirigió hacia ellos mientras dando buena cuenta de mi copa observaba su lento caminar, seguro que en esos momentos una densa humedad debía estar anegando su sexo.

No estaba errado al suponer que Natalia deseaba con locura entregarse a la lujuria y por eso nada más cerrar la puerta, se puso a pajearse. Dando tiempo a que se ahondara su excitación, la dejé unos minutos sola.

Al decidir que ya era suficiente y que había llegado el momento, me acerqué donde estaba y tocando en su puerta,  exigí que me abriera. Nada mas abrir la puerta, la lujuria sin límite que observé en sus ojos me ratificaron que estaba dispuesta y sin mediar palabra, me bajé los pantalones.

Conociendo mis gustos, la morena se giró y dándome la espalda, se agachó sobre el lavabo esperando mis caricias.

-Eres una zorra dispuesta- murmuré mientras usaba mi glande para jugar con ella.

-Lo soy,  mi señor- suspiró llena de deseo al sentir mi verga recorriendo sus pliegues.

Me alegró comprobar que en cuanto notó que cogiendo un poco de su flujo me ponía a embadurnar su esfínter,  ella misma y sin tenérselo que pedir, esa cría separó sus nalgas con sus manos para facilitar mi labor.

Mis dedos provocaron un maremágnum de sensaciones y mientras sus primeros gemidos salín de su garganta, moviendo sus caderas, Natalia buscó profundizar el contacto.

-Así me gusta- comenté y satisfecho con su entrega, incrusté un segundo dedo en su interior.

 Para no hacer más daño del necesario, durante unos instantes, recorriendo sus bordes, me entretuve relajando sus músculos.

-Cógeme, por favor- rugió fuera de sí presa de un frenesí brutal al escuchar unas voces fuera del baño.

No tuvo que repetírmelo dos veces y acercando mi glande, lo puse sobre su entrada trasera para acto seguido forzar, con una pequeña presión de mis caderas, ese rosado ojete.

-¡Dios! – gimió al notar que lentamente mi trabuco iba traspasando su ano.

El dolor que provocaba mi extensión al desaparecer en su interior fue tan intenso que, apretando sus mandíbulas para no gritar, me mirara diciendo:

-Es enorme. Necesito unos momentos para acostumbrarme.

Dándole la razón, esperé a que el culo de esa morena se amoldara al grosor y a la longitud de mi polla antes de empezar a moverme.

-Soy toda tuya- musitó.

Gratificándola con un pequeño azote, le pregunté si estaba lista:

-Siempre lo estoy para mi señor- fue su respuesta.

Con su aceptación por delante, lentamente fui incrementando el ritmo mientras la muchacha no dejaba de susurrar en voz baja lo mucho que le gustaba sentirse mía. Tan encantado estaba metiendo y sacando mi pene de ese estrecho conducto, que no me percaté que Natalia se las había ingeniado para con una mano masturbarse sin perder el equilibrio.

-Más duro- me rogó en voz baja al escuchar que alguien llamaba a la puerta.

-¡Está ocupado!- respondí con un grito a los mamporros que resonaban en el diminuto baño.

El gemido que pegó mi pareja me hizo comprender lo bruta que le ponía esa situación y que necesitaba caña. Por aceleré mis caderas, convirtiendo mi tranquilo trote en un alocado galope. Natalia al sentir mis huevos rebotando contra su sexo, se volvió loca y presa de un arrebato que daba miedo, buscó que mi pene la apuñalara sin compasión.

-Me corro- chilló al sentir que la llenaba por completo.

Sus gritos de placer provocaron las risas de la gente que esperaba tras la puerta mientras sin poder hacer algo por evitarlo, la morera se desplomaba sobre el lavabo. Al caer, me llevó con ella y mi pene forzó aún más su trasero.

El pavoroso aullido que Natalia pegó al sentir que su esfínter había sobrepasado su límite despertó nuevamente la hilaridad de los que lo oyeron,  pero ésta en vez de pedirme que parara, hizo todo lo contrario y casi gritando me rogó que siguiera sodomizándola.

 Sin importarme el creciente número de gente que aguardaba en el pasillo, seguí follándomela sin descanso.  Afortunadamente para las vejigas de los que esperaban mear, no tardé en sentir que se aproximaba mi propio orgasmo y sabiendo que tenía toda una vida para disfrutar de ella, me dejé llevar y mi sexo explotó en el interior de su culo.

Mientras nos recuperábamos la besé y tras acomodarnos la ropa, salimos del servicio.

La larga cola de testigos que se había formado en el pasillo nos recibió con aclamaciones y Natalia en vez de asustarse por ese recibimiento, agradeció los vítores levantándose la falda. Su gesto despertó nuevos aplausos y en loor de multitudes nos retiramos a nuestra mesa, donde descojonadas Eva e Isabel nos esperaban.

 Ya en su silla, la morena me pidió que me acercara. Al hacerlo, susurró en mi oído:

-Lo volvería a hacer si mi dueño me lo pidiera.

Solté una carcajada al oírla y muerto de risa, la besé mientras le decía:

-No lo dudes, ¡te lo pedirá más veces!

Relato erótico: “Adiestrando a las hijas de mi jefe 6 ” (POR GOLFO)

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Un par de semanas después, tras una dura jornada en el trabajo,  Isabel saludó en la puerta al llegar a casa y tras mostrarme satisfecha que las hijas del jefe la habían dejado impoluta, me comentó que había llegado la hora de normalizar nuestras vidas.

        ―¿A qué te refieres?― pregunté.

        Midiendo sus palabras no fuera a enfadarme, mi dulce amante contestó:

        ―Dado que tus niñas están demostrando que saben cuál es su papel y que lo aceptan, creo que tienes que dejar que vayan a clase para que no pierdan el curso.

        ―Entiendo― murmuré un tanto molesto porque al fin y al cabo me había habituado a ese estatus quo.

―Además, yo también quiero volver a la oficina― añadió bajando su mirada: ―No quiero ni pensar en el desastre que me voy a encontrar.

Por su tono, comprendí que me escondía algo y que no me estaba diciendo toda la verdad:

―¿Qué más te pasa?

Totalmente colorada, la gordita reconoció que tenía miedo de perder su puesto y que alguna aprovechada se valiera de su ausencia para convertirse en mi secretaria. No tuve que ser ningún genio para entrever que alguien le había contado que una de sus compañeras llevaba algunos días sentándose en su mesa y trayéndome el café como hacía siempre ella.

«Está celosa», sonreí y con muy mala leche, contesté que no hacía falta que se diera prisa en reincorporarse porque Paula me cuidaba muy bien.

―Esa zorra nunca podrá sustituirme― bufó completamente fuera de sí.

Gozando de su cabreo, dejé caer que esa mulata además de tetona era muy eficiente y dispuesta. Mi respuesta la terminó de sacar de sus casillas:

―¡Solo falta que me digas que te hace una cubana todas las mañanas!― chilló con su cara colorada y con lágrimas en los ojos, salió corriendo por el pasillo.

Que Isabel mostrara tan claramente sus inseguridades, así como su rápida huida, lo sorprendieron:

«Joder, realmente teme que la cambie por otro», me dije mientras iba tras la gordita con un sentimiento ambiguo.

Aunque en lo más íntimo me alagaba que Isabel sufriera por mi cariño, decidí que no abusar de sus recelos, no fueran a darse la vuelta y me explotaran en la cara. Tras unos minutos buscándola por la casa, la encontré llorando en su habitación.

―No tienes nada que temer― murmuré con ternura: ―Nada ni nadie podría jamás hacer que te alejara de mi lado.

Mis palabras consiguieron abrir una espita de esperanza, pero cuando ya creía que se tranquilizaría, se echó a llorar nuevamente mostrando una angustia creciente.

―¿Por qué tienes tanto miedo? ¿Acaso no te he demostrado suficientemente que me gustas y que eres mi favorita?― la interpelé en un intento de consolarla.

―Fernando, te conozco … Paula es una mujer preciosa y si mueve bien sus cartas, tarde o temprano, te acostarás con ella.

La imagen de ese bombón entre mis piernas me resultó excitante y dándole la razón de cierta forma, me defendí diciendo a mi querida y dulce amante que no me interesaba acostarme con nadie si ella no participaba. Reconozco que lo dije en modo automático, sin meditar o vislumbrar sus efectos y por ello Isabel me cogió con el pie cambiado cuando limpiándose las lágrimas de las mejillas preguntó si era cierto.

Creyendo que la pregunta era acerca de mi interés, preferí contestar recordándole el papel que desempeñaba en mi hogar y acercándome a mi rolliza secretaría, tomé uno de sus pechos en la mano mientras le decía:

―Sabes que me vuelve loco ver el modo en que enseñas a las niñas cómo deben comportarse y más cuando las obligas a complacerte frente a mí.

Mis caricias provocaron un terremoto en Isabel y con la respiración entrecortada, me reconoció que la idea de acostarse con Paula y que una subsahariana se convirtiera en otra de nuestras putas era algo que la atraía.

―Creo que mi querida zorrita está un poco celosa. Paula ni es africana ni es negra, ¡es colombiana y mulata!― repliqué pellizcando suavemente uno de sus pezones.

Olvidando toda clase de celos y demostrando descaradamente su interés en acostarse con esa compañera, Isabel llevó sus manos hasta mi bragueta y sin dejar de mirarme a los ojos, comenzó a pajearme mientras me decía:

―Me da lo mismo si es negra o mulata… yo no puedo olvidar que esa puta ha querido robarme el puesto y por ello, no me da vergüenza confesarte que me encantaría ver cómo le rompes el culo.

Dado el brutal deseo que destilaba su voz, no me extrañó que mi amante aprovechara el momento para liberar mi sexo de su encierro y menos que una vez hecho, se arrodillara y abriendo sus labios, se lo incrustara hasta el fondo de su garganta.

―Mira que eres bestia― alcancé a decir muerto de risa: ―Si te dejo un día me lo arrancas.

La gordita se la sacó de la boca y riendo a carcajadas, me contestó que no era descabellado pero que lo prefería unido al resto del cuerpo.  

―¡Serás puta!― exclamé y girándola sobre la alfombra, descargué un sonoro azote en su trasero.

Con mi mano impresa sobre una de sus nalgas, Isabel me miró y corroborando su lujuria, me imploró que la tomara. Ni siquiera lo pensé y regalando otra nalgada sobre sus posaderas, acerqué mi pene a su sexo. 

―Mi señor― sollozó al sentir que jugando me ponía restregar mi glande contra su vulva…

Unos días más tarde en un gimnasio de barrio, Paula llevaba veinte minutos sudando la gota gorda en su clase de spinning. A pesar del esfuerzo, la joven hispana estaba cabreada porque cuando ya veía cada vez más cercano que su jefe no solo la hiciera fija sino que la nombrara su asistente, le acababa de informar que su secretaría iba a volver a su puesto.

        «Con Isabel en la oficina nadie puede acercarse a D. Fernando. Ejerce de perro de presa defendiendo sus dominios», se dijo mientras pedaleaba al ritmo de un reguetón pensando en lo mucho que le gustaba ese cuarentón.

Desde que trabajaba allí, siempre había soñado con que algún día ese hombre le hiciera caso. Por eso cuando esa acaparadora pidió una excedencia, vio su oportunidad de aproximarse a él.

«Me atrae hasta su olor, me pone bruta el aroma a macho que destila el maldito»», reconoció mientras regulaba la resistencia del pedaleo de la bicicleta.

De pronto, se puso roja al tener que reconocer que ese mismo día tras la charla en la que le informaba de la vuelta de su asistente había tenido que aliviar su calentura en el baño.

«No consigo controlarlo», se dijo al hacer memoria de cómo se encharcó su coño cuando D. Fernando le tocó el brazo al cederle el paso en el pasillo.

El destino quiso que en ese momento se fijara en el espejo y horrorizada comprobó que sus pezones se le marcaban traicioneramente bajo su top.

«No comprendo lo arrecha que me pone ese tipo», murmuró para sí mientras en su mente crecía la necesidad de sentirse querida y más cuando ya hacía casi un año que lo había dejado con su último novio y que ni siquiera recordaba cuando había sido la última vez en que había echado un buen polvo.

«Lo malo es que, si espero a que él me lo eche, me van a salir telarañas», meditó desesperada al asumir que para su jefe ella era un mueble y que cuando pasaba por delante de su mesa, ni la miraba.

«¡No entiendo el por qué!», se dijo: «Soy joven, soy guapa y estoy buena. Tengo unas buenas tetas y un mejor culo».

Seguía martirizándose con el nulo interés que provocaba en D. Fernando cuando al terminar la calase y de reojo descubrió que Isabel, su rival y compañera la miraba desde un banco.

«¿Qué coño hace ésta aquí?», se dijo mientras la observaba.

Contra toda lógica, su disgusto inicial pasó rápido y pudo más la curiosidad de conocer el motivo por el que estaba ahí, sabiendo ese no era su barrio.

«¿Con quién qué habrá venido?», se preguntó mientras trataba de descubrir si tenía acompañante.

Tras comprobar que no parecía venir acompañada, se concentró en ella. Nunca había creído que físicamente esa gordita pudiese ser competencia, pero esa noche al observarla enfundada en mallas, lejos de resultarle repulsiva, sus curvas le resultaron atractivas.

Espiándola detenidamente, le sorprendió comprobar que Isabel era dueña de un trasero impresionante y eso además de cabrearle, la excitó.

«¿Tan necesitada estoy que me pone caliente una cuca?», se preguntó mientras involuntariamente sonreía a la rival.

Su compañera le devolvió la sonrisa y acercándose, la saludó de un beso. Ese gesto cordial y carente de segundas intenciones, la alteró profundamente y sin poderlo evitar su panocha se puso en ebullición.

«¿Qué me ocurre?», masculló acojonada por el modo en el que su cuerpo estaba reaccionando y disimulando se subió en una elíptica. Mientras intentaba evitar que su mente siguiera pensando en ello,  trató de concentrarse en el ejercicio, pero para su desgracia no pudo dejar de espiar a su rival mientras se ejercitaba.

«Es fascinante», reconoció entre dientes al descubrir que Isabel llevaba unas mallas tan ceñidas que le marcaban por completo los gruesos labios de su vulva y muy a su pesar, se vio saboreando tanto ese suculento coñito como los gruesos pezones que decoraban sus ubres.

Preocupada por la humedad que para entonces le anegaba el coño, pedaleó más deprisa mientras observaba que su competidora cambiaba de maquina y se ponía en la que tenía enfrente.

«Lo está haciendo a propósito», maldijo en su interior al admirar la belleza de los gruesos muslos de su adversaria cuando al trabajar los abductores separaba sus rodillas lentamente para acto seguido sin dejar de mirarla las juntaba.

 «Sabe que la estoy espiando y eso le gusta», concluyó emocionada al fijarse en la mancha de humedad que a la altura de la entrepierna traspasaba el leggins de Isabel.

Sintiendo su clítoris a punto de estallar, Paula no supo que decir cuando tras unos minutos de sufrimiento,  la gordita se le acercó y sin mediar ni siquiera un saludo, le preguntó si se iban.

«¿Qué estoy haciendo?», murmuró al comprobar que como una autómata recogía sus cosas y la acompañaba.

Para entonces una mezcla de miedo y de emoción la dominaba y más cuando al llegar al vestuario comprobó que estaban solas.

 ―Desnúdate― escuchó que la secretaria de su jefe le decía.

Alucinada por la orden, se giró a ver a su acompañante y ésta riéndose, le acarició un pecho mientras le decía que esperaba no tener que repetirlo. Para Paula, a quien todas sus parejas la habían tratado y visto como si fuera una diosa, ese trato la cogió desprevenida y por ello no pudo hacer nada más que obedecer.

«Estoy loca», pensó dubitativa.

Sus recelos terminaros al sentir que le ponía cachonda el tema y sin dejar de mirar a los ojos a su rival, empezó a desnudarse.

«No entiendo qué me pasa», temblando murmuró para sí ya que, aunque ya había tenido varios escarceos con miembros de su mismo sexo, Paula no se consideraba bisexual.

Conociendo el efecto que sus pechos provocaban en los hombres, se quitó el top y coquetamente los tapó para intentar estimular el interés de Isabel.

―Estás muy buena― comentó la gordita cuando la mulata, y a modo de ofrenda, puso sus duras y bellas tetas a escasos centímetros de su cara.

―Lo sé― respondió la joven al experimentar una novedosa sensación de poderío al saber que esa mujer la consideraba atractiva y eso la animó a seguir.

Bajándose lentamente las mallas, se permitió el lujo de ir luciendo poco a poco su perfecto trasero ante ella y con sus mejillas coloradas, le preguntó si le gustaba su culo.

―Nunca he visto algo tan bello― susurró con los pezones totalmente erectos la gordita mientras se aventuraba a alargar una mano para comprobar que ese manjar tan apetitoso era real.

―Dios― sollozó la mulata al sentir los dedos de Isabel recorriendo temerosos una de sus nalgas.

Con tono firme, la gordita la forzó a darse la vuelta. Al cumplir dicha orden, Paula se percató que Isabel se había quedado petrificada al comprobar que llevaba el coño totalmente rasurado.

―¿Te apetece un baño?― preguntó tanteando la mulata al sentir que la secretaria de su jefe no era inmune a sus atractivos mientras con una sonrisa de oreja a oreja entraba en una de las duchas.

La gordita no se lo pensó y quitándose la ropa, fue tras ella, pero justo antes de pasar a la ducha se quedó mirando incapaz de reaccionar al contemplar la belleza de la morena y el erotismo de la pequeña cascada que formaba el agua al deslizarse por sus pechos.

Asumiendo que era su turno de llevar la iniciativa, Paula se echó champú y empezó a lavarse la melena mientras exhibía con descaro sus negros cantaros a escasos centímetros de la boca de Isabel.

 ―¿Me puedes enjabonar la espalda? Yo no llego― exigió con tono dulce y lleno de sensualidad.

Recordando que Fernando le había encargado la función de reclutar esa hembra para su harén, llenó de gel sus manos y delicadeza, comenzó a lavar los hombros de su presa.

―Me gusta― gimió la morena y con un sensual meneo de su estupendo trasero, pidió a la gordita que siguiera enjabonándola, dando por sentado el que, si era capaz de seducir a un varón, podía hacer lo mismo con una mujer.

Confiada y viendo más cerca el éxito de su misión, , las manos de Isabel llegaron hasta ese monumento con forma de corazón que era el culo de Paula.

―Sigue― replicó la mulata ya casi totalmente entregada.

Casi tan excitada como ella, la gordita comenzó a extender el gel por esos oscuros, pero sensuales cachetes y contra su voluntad se vio adorándola como si fuera su más fiel devota.

«Esta zorra está divina», se dijo la acariciaba con plena dedicación.

Paula advirtió de inmediato el cambio de actitud en su rival y queriendo averiguar a qué se debía, se dio la vuelta. Ese movimiento pilló desprevenida a Isabel, la cual no pudo evitar que un gemido de deseo surgiera de su garganta al sentir los pezones de ese portento clavándose en sus pechos.

―Puedes jugar con ellos― la colombiana murmuró en el oído de su dulce atacante.

Tragando saliva, Isabel comenzó a acariciar los senos de la mulata mientras intentaba observar algún signo de rechazo. Al no ver ninguno, recorrió los bordes de las negras areolas que los decoraban y sin pedir permiso, les regaló un mordisco.

―Perra― murmuró descompuesta al sentir los dientes de la gordita atacando sus pezones.

El tono tierno del insulto alentó más si cabe el carácter dominante de la gordita y con una sonrisa en la boca, siguió torturándolos a base de pellizcos.

―Cabrona― escuchó que gemía su presa.

Deseando capturar ese bello trofeo para su dueño, dejó caer sus manos por la cintura de la mulata hasta llegar a su culo y con determinación le acarició brevemente su vulva. Para acto seguido y con los dedos llenos de jabón, concentrarse en el rosado esfínter que apareció a su paso.

―Maldita― aulló Paula con los ojos cerrados al sentir los dedos de su rival comenzaba a explorar su rasurado coño y que no contento con ello, Isabel se apoderaba de su clítoris.

La gordita sonrió al observar que en un movimiento involuntario la colombiana separaba sus muslos, dando permiso implícito a que ella hiciera lo que le viniera en gana. Sabiéndolo, se agachó y mientras con dos de sus yemas invadía el interior de esa negra pero apetitosa vulva, usando la lengua, atacó el botón erecto que se escondía entre los carnosos pliegues de la morena.

―Hija de perra― alcanzó a balbucear Paula antes de que su cuerpo colapsara y derramándose sobre la boca de su rival, se rindiera al placer lésbico.

El sabor agridulce de la mulata se reveló como un manjar y mientras con los dedos seguía explorando su trasero, usando tanto sus labios como su lengua, Isabel buscó secar el manantial del que manaba ese delicioso, dulce y caliente jugo de mujer.

Un largo y penetrante aullido de desesperación y entrega acabó con cualquier resistencia de la hispana. Tras el cual, levantándose de la ducha, Isabel sonrió y con la seguridad que da el trabajo bien hecho, comentó:

―Vamos a secarnos porque quiero estrenar tu cama, antes de que Fernando me pida que te entregue a él.

Paula tardó unos segundos en asimilar esas palabras. Cuando lo consiguió, se abalanzó sobre la mujer que lo había hecho posible y besándola le dio las gracias.

―Por muchas que me lo agradezcas― contestó la gordita muerta de risa: ―¡no creas que he olvidado tus insultos!

  Al sentir que a modo de anticipo Isabel descargaba un azote sobre una de sus nalgas, Paula se sintió la mujer más feliz de la tierra y supo que nunca más competiría con ella por el puesto de secretaria del jefe…

Relato erótico: “Apocalipsis” (POR CABALLEROCAPAGRIS)

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Jaime bebió un sorbo más de la botella de whisky y la dejó sobre la mesa. Convenía no beber demasiado para estar alerta. Se secó los labios humedecidos con el antebrazo desnudo. La primavera avanzaba despacio y los días cálidos iban llegando a mediados del mes de mayo, o tal vez ya estuvieran en junio.

Miró a través de las tablas que aseguraban el amplio ventanal del salón, ahora reducido a una estrecha franja de unos diez centímetros por los que mirar y apoyar alguna de las escopetas si se aproximaban caminantes subiendo por esa zona de la colina. Todo estaba oscuro y en silencio.  Su madre apareció por la puerta del salón con algo de cena: ensalada con productos de la huerta, que cultivaban en una pequeña parcela colindante a la casa y atún de una de las muchas latas que acumulaban en el sótano.

Hacía meses, tal vez seis o siete, desde el suceso. Cuando la ciudad se sumergió en el caos Jaime escapó a toda velocidad con su coche, camino de la casa de sus padres en las montañas. La primera persona que vio fue a su padre, convertido en uno de ellos. Junto a tres caminantes desconocidos más luchaban por entrar en la coqueta y confortable casa de campo, desde la cual se escuchaban los gritos despavoridos de su madre luchando para que no pudiesen entrar.

Se bajó corriendo del coche y se apresuró a la caseta del huerto, donde se guardaban una serie de armas, merced a la afición balística de su progenitor. Cuando corrió llamó la atención del grupo de cuatro caminantes, los cuales avanzaron lentamente hacia la caseta en la que acababa de entrar.

Jaime se acomodó en un rincón con una escopeta cargada de balas, esperándolos. Anduvieron despacio, arrastrando los pies, con las mandíbulas desencajadas y la piel enrojecida y ensangrentada. Emitían ruidos torpes, como si tuvieran un apetito que jamás podrían llegar a saciar. Disparó a cada uno en la cabeza, conforme fueron entrando. Luego quemó los cadáveres en la zona de detrás del huerto y corrió para encontrarse con su madre dentro de la casa.

Después de la cena se sentaron cada uno en un sillón. Ella frente a él. Habían pasado ya muchos  meses y poco habían hablado de ello. Habían admitido la voluntad de Dios y a él le rezaban a diario porque no tuvieran que verse sumergidos en el cuerpo del diablo en el que tantas personas vivían inmersas; realmente rezaba ella, él a veces la acompañaba para no ofender sus credos.

Desde aquel día se habían tenido que enfrentar a cinco caminantes sueltos, que habían ido a parar colina arriba hasta su propiedad. Fáciles de abatir, a Jaime le bastó con un fuerte porrazo en la cabeza con alguna de las herramientas de jardinería. Posteriormente quemaron a todos.

Se habían fabricado lo que llamaban su lugar de supervivencia. Rodeada de montañas grandes, su casa de aspecto destartalado inmerso en un bosque en lo alto de una colina más baja, suponía un buen lugar en el que sobrevivir. No habían vuelto a ver a ningún ser humano normal desde entonces, lo cual ayudó a crear el ambiente de aislamiento, en el que seguramente viviría la mayoría de la humanidad que pudiera haberse librado de las garras del diablo.

Convinieron en hacerse fuertes y aislarse del mundo. En varias batidas por pequeñas aldeas cercanas, Jaime, no sin tener que matar a decenas de caminantes, logró almacenar más de dos centenares de latas de conservas de todo tipo. También consiguió semillas de muchas verduras y frutas, las cuales cultivaba en el discreto huerto, situado detrás de la casa y rodeado, premeditadamente, de árboles destartalados, dando al lugar un ambiente abandonado a lo lejos.

Almacenó linternas y decenas de pilas, así como todas las velas que había podido encontrar, ropas abrigadas, cambios de camas. Tapó todas las ventanas con maderas, dejando un hueco para espiar y disparar si fuese necesario. Consiguió todas las balas posibles para las armas y logró almacenar varios bidones de gasolina.

Tras meses de viajes, escarceos y sangrientos disparos y porrazos en cabezas de caminantes, Jaime había logrado otorgar a la casa de campo una mínima seguridad y comodidad para que su madre y él pudieran sobrevivir, sabiendo racionalizarse, durante años.

Ella, María, se encargaba de cuidar la huerta, sacar agua del pozo, limpiar la casa y cocinar. El solo haber visto a cinco caminantes desde el suceso,  le hacía sentirse optimista, segura de que Dios les iba a permitir vivir como seres humanos hasta el día en el que fuese a por ellos para llevarlos a su paraíso.

Se miraban en silencio, la noche más cálida que la anterior, tal vez estuvieran ya en verano. Un grillo cercano cantaba a ráfagas, como si no tuviera una hembra cercana a la que atraer. Jaime miraba a su madre y vigilaba a través de la ventana. María miraba a su hijo, agudizando el oído por si algún sonido exterior se salía de la normalidad.

Las noches eran largas.

Jaime miraba  su madre. A sus cincuenta años aun conservaba la belleza arrebatadora de su juventud. El pelo castaño con ciertas canas que intentaba tapar poco a poco con el poco tinte que le iba quedando en el limpio y pulcro cuarto de baño. Metida en uno de sus vestidos clásicos de estar por casa, color naranja pálido, mostrando sus cuidadas piernas. Insinuando sus anchas caderas y tapando sus amplios pechos. Mostrando la voluptuosidad que siempre tuvo, cuidándose todavía, a pesar de estar a expensas de Dios. Siempre le gustó cuidarse y ello lo hacía como un ritual que la mantenía atada a la vida. A veces la escuchaba suspirar, jamás le preguntaba por sus suspiros.

María miraba a su hijo. Desde el suceso siempre se rapaba el pelo, haciéndole aparentar algo más de sus veinticinco años. Sus grandes ojos le recordaban a los de su padre, aunque era más alto que él. Con su casi metro noventa la dejaba muy abajo, siempre le gustaba mirarlo estando juntos de pié. Ella levantaba orgullosa su mirada desde los metro sesenta y un centímetros. Era fuerte y ahora empleaba su vida en protegerla. Se sentía una madre muy afortunada, una mujer con suerte de poder contar con él en un mundo dominado por el diablo. Una mujer……. De nuevo un suspiro.

María dio las buenas noches a su hijo. Ella dormiría hasta el amanecer, luego su hijo dormiría unas horas en las que ella quedaría encargada de vigilar la casa. Luego emplearían el día en organizarse y vigilar. Esa era su nueva vida, y esperaban que así fuera durante muchos años más.

Estaban muy bien organizados, tal vez por eso habían logrado sobrevivir y tener esperanzas de seguir haciéndolo.

Ella subió las escaleras.  La planta de arriba era sencilla y amplia. Tres grandes habitaciones y el cuarto de baño. La habitación de matrimonio era la primera a la derecha. Amplia y bien cuidada, allí dormía ella. Después estaba la de invitados, donde se había instalado Jaime. Y al fondo la antigua habitación de Jaime, ahora empleada como almacén. El resto de cosas las guardaban en el sótano.

Pasó toda la noche caminando por la planta baja. Del recibidor a la cocina, de la cocina a la sala de estar, de la sala de estar al salón. En cada lugar se sentaba y miraba a través de la rendija de madera y daba un pequeño sorbo a la botella de whisky. Ni rastro de caminantes, ni rastro de vida.

Recibió el sol fuera. El astro rey pintó tonos violetas detrás de la más alta montaña de las que le rodeaban. Con su cima aun nevada. Apareció como una respuesta de esperanza, calentando su piel igual que siempre hizo, haciéndole ver que merecía la pena sobrevivir aunque solo fuera para verlo llegar e irse. Cuando no queden humanos que contemplen fascinados el baile del sol y la tierra, es cuando la vida habrá terminado, es cuando no quedarán esperanzas.

Su madre salió a darle los buenos días. Ella se metió a hacer las labores del hogar y él fue a por leña para que ella pudiera cocinar algo. Luego se tumbó en su cama, siempre con los oídos afinados, hasta que un dulce sueño se apoderó de sus miedos, dejándole ser feliz durante unas horas.

Despertó sobresaltado, como siempre hacía. Afinó de nuevo los oídos, no oía nada. Bajó despacio, siempre temeroso de enfrentarse a sus pesadillas.  Todo era normal. Su madre estaba en la cocina, cortando cebollas y cociendo patatas en el hornillo de leña.

Se dieron dos besos de buenas tardes, el sol estaba en todo lo alto, debería ser mediodía apenas habría dormido unas cuatro o cinco horas, como siempre.

Comieron casi en silencio espeso. Hablaban poco y casi siempre sobre cosas prácticas para mejorar su escondite y organizarse mejor. Las semanas pasaban y había días en los que solo se miraban. Habían aprendido a mirarse en silencio, y decirse mil cosas con solo clavar sus pupilas. A veces él se sorprendía recorriendo sus curvas bajo sus vestidos caseros. Ella lo notaba y no le decía nada. Miraba al cielo e imploraba a Dios por que ellos pudieran seguir siendo seres humanos, para que pudieran preservar el espíritu libre y limpio.

Pero ella siempre iba al cuarto de baño o a su habitación….. y suspiraba. Eran suspiros que recorrían despacio la casa, como una remota brisa marinera que llegaba entre las montañas. Suspiros que alertaban a Jaime y le hacían mirar al infinito hasta que dejaba de hacerlo.

Por la noche siempre se sentaban y se observaban hasta que ella se iba a dormir. Tal vez sus materias grises empezaban a coquetear con la locura. Tal vez cada vez fueran menos madre e hijo, y más hombre y mujer.

Se contemplaban, suspiraban y hablaban de cómo mejorar sus vidas.  Jaime sentía como era una persona diferente. Se centraba en sobrevivir y que ambos vivieran de la mejor manera posible. En proteger la casa y en que nunca faltasen reservas de todo lo que pudiera encontrar en sus batidas por la zona. Desde el suceso no había hecho otra cosa. Pero sentía que era otra persona que luchaba por ser el de siempre. Sus pensamientos eran más lentos y solía contemplar todo lo que le rodeaba de una forma más analista.

Su madre fue al baño, era noche cerrada y acababan de tomar una infusión a modo de cena.  Soltó un grito quedo, una angustia sonora. Jaime se levantó como un resorte y subió rápido las escaleras. Su madre estaba de pie en el baño, petrificada mirando a través de una pequeña ventanita colocada entre la ducha y el lavabo, la cual daba a la zona trasera de la casa.

Dos caminantes subían por la zona de atrás de la colina, la más escarpada y empinada. Luchaban contra los pedruscos y arrastraban los pies por las hierbas buscando las inexistentes zonas llanas. No miraban a ningún lado, aparentemente se desplazaban sin objetivo fijo. Eran dos hombres, sus ropas estaban desgarradas y emitían ese ruido constante que siempre erizaba la piel de Jaime.

María le imploró que fuera a matarlos con sumo cuidado. Jaime no estaba tan seguro de que fuera lo más inteligente. Le pidió que se encerrase en su habitación y que le dejase hacer. Algo olía mal y no sabía exactamente el qué.

Le dio una escopeta cargada a su madre y le pidió que se encerrase y estuviese alerta. Ella obedeció.

Bajó despacio y miró por todas las ventanas. Estaba muy oscuro, solo pudo ver a los dos caminantes, los cuales estaban llegando ya a la casa. Aun parecían no haber reparado en ella. Se colgó su escopeta favorita y metió un machete y un martillo en el cinturón. Toda la casa estaba a oscuras.

Esperó a que pasase lo que se olía que podía pasar, los caminantes pasaron de largo, colina abajo. Efectivamente no tenían como objetivo husmear en la casa, a pesar de que algo le decía que no iban hacia ellos un escalofrío recorrió su espalda. Supo reconocer ese escalofrío, simplemente era miedo, atroz miedo.

Abrió la puerta con sumo cuidado y se deslizó a través de la casa, yendo en silencio tras los caminantes, a una distancia prudente. Había buena luna y el cielo estaba despejado, la visibilidad era buena a pesar de todo, sacar la linterna hubiera sido sumamente arriesgado.

Descendieron la colina, los arces y castaños aumentaron su número en la zona del arroyo. Se perdieron en la parte más frondosa del bosque. Se acercó lentamente hacia la oscuridad que manaba de él.  Se escondió tras los árboles y entonces pudo verlo.

Podrían ser aproximadamente una docena, se arremolinaban en torno a un ciervo muerto, al cual devoraban como podían. Tanteo las posibilidades, dejarlos ahí podría acabar atrayendo a más caminantes, en cambio eran suficientes para poder causarle problemas.

Decidió que no podía dejar que más caminantes se acercasen a su guarida. Desechó el arma de fuego, que podría atraer a más, y buscó la forma de ir desgarrando los sesos de cada uno.

El primero no le fue difícil, aprovechó que se separó algo del grupo para acecharle hasta atacarle con el machete por detrás. Los demás no se dieron cuenta. El siguiente se complicó, no acertó y cayó al suelo, revolcándose entre los helechos. Rápidamente se vio rodeado, huyó rodando por un pequeño montículo, sintió el crujir de ramas en su espalda. Al levantarse los tenía  a todos tras de sí.

Decidió huir en la dirección opuesta a la casa. Atravesó una gran parte del bosque hasta que los perdió de vista, continuamente fue cayéndose por no ver el suelo por el que corría en plena noche.

Poco a poco fueron llegando, aprovechó que los hubo más rápidos que otros y los fue matando uno a uno. Se llenó de sus sangres y los acuchilló con sed de muerte.

Al acabar con todos regresó a su casa, no sin antes enterrar lo que quedaba del ciervo.

A los caminantes los dejó muertos esparcidos por el bosque.

Regresó despacio, con mucho cuidado. Intentando no hacer ruido, escudriñando los alrededores de la casa. Vista desde debajo de la colina parecía una guarida peligrosa. No incitaba a acercarse, cuidada y descuidada, bajo la luz de la luna parecía un centro de torturas, un lugar del que es mejor estar lejos. Tal vez por eso, y por las tablas que taponaban todas las entradas, los pocos humanos que hubieran pasado por allí la hubieran evitado. El objetivo estaba conseguido, pensó satisfecho, podría considerarse un lugar seguro.

No parecía haber más peligros. Entró y cerró corriendo la puerta. Se sentó momentáneamente en el suelo, apoyando la espalda en la puerta de entrada. Sentía dolor en un brazo y en el costado. Se tocó, tenía sangre. Varias heridas superficiales, nada serio.

María soltó un lamento, estaba en la parte superior de la escalera, muy agarrada a la escopeta, como si fuese a caerse si la soltaba. Bajó los escalones apresurada, acercándose a su ensangrentado hijo.

Se dio un pequeño baño con dos cubos de agua del pozo y se tumbó en la cama. Su madre echó mano de la caja donde acumulaban todo tipo de utensilios sanitarios.

Alcohol, algodón, aguja e hilo. Una de las heridas reclamaba algún punto. Jaime yacía totalmente desnudo, solo tapada su cintura levemente por una sábana que olía limpia y confortable, ella le había cambiado la ropa mientras se bañaba.

“esta noche duermes tú y yo vigilo. Necesitas descansar y reposar las heridas”.

Él le había contado todo lo acontecido y ella había dado gracias al cielo de que no le hubiera pasado nada.

Se sentó a su lado, y curó sus heridas aplicándole cuidadosamente un poco de alcohol empapado en un trocito de algodón. Jaime respondió al dolor retorciendo levemente el cuerpo y apretando los dientes.

María contemplo el cuerpo de su hijo, era fuerte y las heridas mostraban el hecho de que daba su vida por protegerla. Se sintió dichosa. Una pequeña vela dorada colocada en la mesita de noche daba luz tenue y parpadeante a la limitada habitación.

Él se dio la vuelta, en la espalda tenía algunas rozaduras, también le aplicó alcohol. Se puso más encima y masajeó un poco su espalda, intentando otorgar un poco de relax a sus músculos y machacada espalda.

“Relájate cariño, mamá te necesita relajado y fuerte”.

Sus manos eran tan suaves que parecía que no habían vivido un apocalipsis. Jaime venció su cuerpo sometido al perfume de la vela, el cansancio y las manos de su madre.

Pero se relajó demasiado……

Mientras más se prolongaba el masaje más vergüenza la iba a dar darse la vuelta para que cosiera su herida del costado. No recordaba el tiempo que hacía que unas manos femeninas le habían provocado una erección de aquel tamaño, pero el hecho de ser su madre le sumergió en una infatigable intranquilidad, ahora el masaje no era tan relajante como antes.

“Voy a coserte esa herida del costado antes de que vuelva a sangrar. Date la vuelta amor”.

Se giró lentamente,  en un extraño movimiento mitad resignación mitad deseo de algo abstracto.  Su pene quedó abultando exageradamente bajo la sábana. No había posibilidad de disimulo, estaba totalmente desnudo y solo se le tapaba, torpemente, el miembro muy erguido.

María se percató rápido. Tragó saliva y pidió perdón disimuladamente, agarrando el crucifijo que tenía colgado en el cuello. Luego se lo quitó y lo colocó boca abajo sobre la mesita de noche.

Calentó la aguja con la vela, luego se echó sobre él a la altura de su cintura y cosió una de las dos heridas del costado. Él aguantó estoicamente el dolor, pero sin bajar un milímetro de su erección. La herida cosida estaba a escasos centímetros del abultamiento de la sábana, entre el costado y el vientre plano y marcado.  

Se echó más y besó la herida recién cosida con dos puntos.

“Pobre hijo mío, paga con su sangre la protección de su madre”.

Jaime no decía nada, solo hablaba con la permanente erección, como un perro que se comunica moviendo el rabo.

Otra vez la besó, esta vez restregó su lengua por la herida y parte del vientre.

Jaime sintió una quemazón de necesidad que le recorría todo el pene y le hacían hinchar los testículos.

“Mamá solo se dedica a estar en casa a esperar que su hijo, su macho, le siga manteniendo con vida”.

María apartó las sábanas. La polla de su hijo se mostró en toda su magnitud. Muy larga y regordeta, con ciertas venas marcadas, con el capullo muy rojo y medio fuera.

María miró de nuevo al techo y pidió perdón susurrando.

“Pero mamá sabe valorarlo y va a dar las gracias a su nene siendo complaciente, sumisa del destino que Dios nos tenía preparado”. Lo decía a gemiditos, con la respiración agitada, excitada por contemplar tan bello cuerpo y tan apetitosa polla.

“Mamá nunca podrá devolver a su hijo todo lo que está haciendo por ella, pero sabrá ser agradecida y con su cuerpo de mujer y sus manos de Santa elegida por Dios en un mundo dominado por el Diablo, ayudará a su hijo, con humildad y en la medida de sus posibilidades, a sentirse satisfecho y sin la necesidad del calor humano, que tanto ha distraído nuestro camino a lo largo de la historia, alejándolo de Dios. Porque es voluntad divina que mi hijo, Jaime, proteja a los posibles dos únicos seres humanos que quedan sobre la faz de la tierra que con tanto mimo creó. Es voluntad de su Santa, la Santa María, tener al hijo satisfecho y ser una buena hembra al servicio del destino que el todopoderoso nos tiene preparado”.

Jaime no sabía ni podía decir nada. Su madre estaba soltando ese discurso agazapada en torno a su cintura, al lado de su polla muy empalmada. Desde el suceso jamás la había escuchado hablar tanto, sin duda su mente estaba profundamente dañada, como la suya, como la de cualquiera que viviera aquella pesadilla.

Tras la magnánima petición de perdón y declaración de intenciones, su madre comenzó a masturbar su polla, y no tardó en acomodarse para meterla en su boca.

La falta de sexo le bastaba para saber agradecer la humedad de la boca de su madre en las envestidas. Jamás imaginó que aquello podría ocurrir, o al menos jamás imaginó que ella pudiera comer con aquella ansia y avaricia. Su boca subía y bajaba a la vez que masturbaba con su mano derecha. Sentía que la humedad  recorría tres cuartas partes desde el capullo para abajo en cada envestida, la lengua no dejaba de jugar con el capullo cada vez que subía. Sus pelos se alborotaban en torno a su frente.

La sacó y la trató a lametones durante unos instantes. Luego se desvistió, despojándose del vestido, sostén y amplias bragas blancas. Jaime la contempló, a pesar de que se cuidaba tenía ciertas carnes acumuladas en las caderas y los amplios pechos algo caídos. Además tenía mucho pelo púbico, algo que no le gustaba demasiado.

Pero era toda una hembra, con buenos pechos y amplias caderas, guapa y con ganas de follar. Le bastaba, no necesitaba más. Era algo no soñado jamás y que la situación de la vida lo había ordenado necesariamente. No tenía elección.

Ella se tumbó a su lado y se abrió de piernas.

“Vamos Jaime, súbete. Aquí tienes mi cuerpo cariño”.

Se incorporó y colocó entre sus piernas de rodillas. La agarró por la cintura y la atrajo un poco más hacia sí. Ella no lo miraba, solo dejaba reposar su cabeza sobre la almohada, girada hacia la derecha. Esperando, con la respiración excitada.

Buscó entre la inmensa mata de pelos hasta dar con la húmeda cueva. La acercó y la clavó. Su madre cerró los ojos y marcó una profunda y lenta inspiración. Se echó hacia delante, apoyando sus brazos en torno a ella. Y empezó a follar. Solo se movía él, clavándola con muchas ganas y sintiendo el gusto del calor interno de su madre. Cada vez la empujaba con más fuerza, a lo que ella respondía con pequeños gemiditos en los que no cesaba de morderse la lengua. Sin duda reprimía un gimoteo mayor, algo que Jaime lamentó.

Se sentía extrañamente excitado, era su madre pero en ningún momento la veía como tal, era la única mujer, y persona, que veía desde hace meses. Sentía como si fuera natural que hicieran eso y el tiempo esperado para que ocurriese hubiese estado marcado por una fuerza superior, como bien creía su madre.

“mamá estoy acabando”.

Lo dijo entre quejidos y suspiros que intentaban controlar la situación.

“Acaba dentro de tu hembra, tu sirvienta, la borrega de Dios”.

Seguía sin mirarlo, sintió una ráfaga de tristeza por su enfermiza mente creyente.

Al correrse la dejó clavada dentro y le agarró mitad muslos mitad nalgas. Sintió como salía cada mililitro de semen,  como conectando una manguera con el depósito de un coche. Dejó dentro hasta la última gota.

Al acabar se tumbó sin decir nada. Ella se levantó, se vistió, se colgó el crucifijo y se fue en silencio. En la puerta se giró.

“Duerme mi hijo. Esta noche vigilo yo. Te vendrá bien descansar una noche, debes estar bien para defender nuestro hogar”.

El canto de los pájaros lo despertó. Al sentarse en la cama se percató que esos pájaros estaban en sus sueños, desde el suceso no recordaba haber visto ninguno. Extrañamente tampoco los había visto muertos, es como si hubieran desaparecido de la faz de la tierra.

El Sol estaba lo suficientemente alto, analizándolo por la pequeña sombra que se colaba entre las maderas de las ventanas de su habitación, como para saber que habría dormido unas nueve horas seguidas. Hacía mucho tiempo que no descansaba tan bien, tan relajado.

Relajado.

De repente le vino a la mente lo ocurrido la noche anterior. Los caminantes, la huída a través del bosque, la emboscada para matarlos uno a uno, el entierro del ciervo medio devorado, las heridas, su madre curándolas, su madre mamándosela, su madre abierta de piernas esperándole, él follando, él sintiendo el calor de una mujer meses después, ella sin mirarle, él corriéndose dentro, el sentimiento de culpa de ella.

Lo siguiente que recuerda es quedar sumergido en un sueño placentero, cálido y necesario.

Bajó las escaleras con cuidado, arma en mano, como solía cada vez que bajaba de dormir. La casa estaba vacía. Miró alrededor por cada tabla, ni rastro de su madre. Con cuidado salió y se encaminó al huerto, allí estaba. Agachada de espaldas, recogiendo cebollas. Vestía uno de sus clásicos vestidos, se quedó admirando sus nalgas y anchas caderas. Una figura femenina, con la enigmática voluptuosidad madura que nunca supo apreciar en ella; y ahora empezaba a hacerlo obligado por las circunstancias.

Ella se levantó y giró, se miraron. Llevaba una cesta con dos cebollas y pimientos, listos para improvisar algo en el almuerzo. Ella le miró sonriente.

“Me alegra que hayas descansado, hijo. Mamá preparará algo de comer. Sin novedades en toda la mañana, he estado vigilante a medida que iba limpiando la casa, para que estuviera a tu gusto cuando te levantaras”.

“Debes dormir algo”.

“Dormiré esta tarde después de comer. Poco tiempo pues tendré que estar lista para preparar la cena”.

“Gracias”.

“Podrías revisar las tablas del tejado. Se acercan nubes. Esta noche lloverá, no quiero que nuestro hogar se inunde de goteras”.

Se fue para la casa. Jaime se preparó para subir a echar un vistazo al tejado. Desde arriba pudo ver los pequeños nubarrones negros que se acumulaban en lo alto de las montañas situadas al sur. Listas para entrar en acción cuando llegase el momento, como los actores esperan entre bambalinas a que el director les llame a escena.

Mientras aseguraba maderas sueltas y reforzaba con otras nuevas las zonas más húmedas y dudosas, no pudo evitar sentir el ardor de querer repetir cuanto antes la experiencia de la noche anterior. Le venían ráfagas de lo ocurrido: la forma en la que ella se la comió, el calor de su peludo sexo, su forma de gemir pausada mientras se mordía los labios y apretaba los dientes, el extraño regusto dulce y hogareño que sintió al correrse dentro…… Su pene creció y se preguntó si lo de la noche anterior fue el inicio de algo. Al fin y al cabo no hacían otra cosa que sobrevivir, y el sexo, el desahogarse, es una de las formas de supervivencia más ancestrales y naturales del ser humano. Su madre estaba en paz consigo misma, buscando hablar constantemente con Dios, entendiendo que él le había preparado un papel en estos momentos, e incluyendo el tener contento y consolado a su hijo como parte importante de lo que tendría que hacer. Sin duda había sido infiel a sus principios religiosos ofreciéndose a su hijo, sin duda el poder de la carne, la necesidad de calor y contacto humano, del hombre contra la mujer y viceversa, le habían hecho disfrazar su profundo credo para justificar un acto que hubiera considerado como imperdonable solo unos meses antes.

Cuando hubo acabado la labor, permaneció un rato más sentado en el tejado, contemplando el hermoso paraje en el que habían quedado aislados tras el apocalipsis. Pensó en el aspecto de por qué follan los animales, desde siempre, incluso madres con hijos e hijas con padres. El único dogma de la naturaleza era el no extinguirse, el hecho de hacer sobrevivir la especie al paso del tiempo. Tal vez hubiera algo de eso, macho y hembra se creen solos en el mundo, probablemente lo estuvieran. Follar intentando inconscientemente la reproducción podría también explicar lo acontecido, y también explicar el lento cambio de mentalidad, o tal vez el lento camino hacia la locura, que estaban experimentando día tras día. El problema era que su madre no era una hembra en edad de reproducción. Solo quedaría, por tanto, que ambos animales se aferraran al calor y al placer, escupiendo hacia arriba una y otra vez, hasta que Dios quisiera venir a por ellos.

Sobrevivir. Solo se trataba de eso, sobrevivir. No había que darle más vueltas. Y sin duda no existía Dios. Si no, no consentiría nada de aquello.

Comieron en silencio tras la bendición materna de la mesa. Luego fueron al sofá, uno delante del otro y dialogaron un poco.

“Esperemos que pasemos un tiempo sin más sobresaltos de caminantes”.

“Yo también lo espero mamá. Dime, ¿hace falta algo?. ¿Necesidad de que vaya a alguno de los pueblos en busca de algo?”.

“No hijo, todo está bien. No conviene salir mucho, tenemos reservas de comida para meses. En verano sí pediré que salgas, para aprovisionarnos fuerte de cara al invierno. Tal vez esperemos a que empiecen a caer las hojas de los árboles para ello”.

“Muy bien. Creo que tienes previsto ir a dormir. Te dejaré solo unas cuatro horas mamá. Cuando el Sol esté llegando a la montaña de atrás te despertaré. Quiero cortar leña y necesito que estés despierta para vigilar la casa”.

Ella asintió dócil. Se levantó y se fue escaleras arriba. Al llegar arriba se giró y lo miró. Luego entró en su habitación.

Jaime sintió el pene romper contra el pantalón. Un poco de sexo es lo único que necesitaba en aquel momento. Tenía miedo que se hubiera abierto la caja de pandora.

Bebió dos largos tragos de whisky y revisó panorámicamente los alrededores de la casa a través de las selladas ventanas. Todo tranquilo. Bebió otro largo trago y subió las escaleras despacio. Saboreando cada escalón, muy excitado.

Al llegar arriba golpeó un poco la puerta sin oír respuesta alguna. La abrió y contempló a su madre. Estaba tumbada de espaldas a la puerta, de lado. Se había colocado uno de sus camisones de dormir. Blanco, mostrando sus piernas de rodillas hacia abajo, con mucho vuelo y poco escote. Clásico a la vez de elegante y sensual.

Anduvo dos pasos en silencio hasta llegar a la cama. Su madre levantó un poco la cabeza hasta mirarle de reojo, luego se giró y quedó en la misma posición tumbada de espaldas.

Todo listo.

Se desnudó por completo y se sentó en la cama a la altura de su trasero, algo echado hacia atrás.  Levantó la bata y la colocó de forma que quedase el culo libre. No llevaba ropa interior. Lo agarró, nalga por nalga, con su mano derecha. Era blanco y más o menos amplio. Las nalgas algo regordetas y menos flácidas de lo que insinuaba su aspecto. Bello culo, pudo comprobar al fijarse detenidamente: redondo, proporcionado y sin demasiadas imperfecciones.

Lo apretó con sendas manos, una en cada nalga. Las abrió, dejando ver los pelos del coño que se colaban por debajo. Se agachó y lo abrió de nuevo. Pasó su lengua por el ano, sabía a limpio.

Ella gimió al contacto, posiblemente inesperado, de su lengua ahí abajo.

“Hueles a whisky”.

“Lo sé, he tomado un poco antes de subir”.

Permanecía con sus manos agarrando las nalgas y la cabeza ligeramente levantada para responder.

“¿Estás en paz con Dios?”.

“Sí”.

No dijo nada más. Tras el sí, se puso un poco más boca abajo y se abrió para facilitarle la labor. Él se situó justo entre las piernas y siguió lamiendo su ano con las nalgas bien abiertas. María levantó un poco el tronco, haciendo palanca con los brazos sobre la almohada. Jaime aprovechó para chuparse la palma de la mano y pasarla por el coño. Con los pelos apenas pudo notar su humedad, cuando por fin lo localizó bien se acomodó y metió su cara. La lengua empezó entonces a recorrer el sexo de su madre desde el ano hasta el botón y allí justo se detenía a jugar deslizándola en forma de circulitos concéntricos.

Sus gemidos se hicieron más audibles y no tardó en correrse.

“Soy una cerda, lo he tenido que poner todo perdido. Lo siento”.

“Cállate”.

“Sí. Perdona mi atrevimiento, ha sido tu voluntad señor”.

No supo si esto último se lo dijo a Dios o a él. Estaba demasiado excitado para averiguarlo.

Se subió encima y le dio una palmadita para que su trasero quedase más arriba. Ella obedeció echándose hacia adelante y levantando mucho las caderas, hasta quedar justo a la altura del paquete de su hijo.

Buscó el sexo y la clavó. Empezó a follarla lentamente, sintiendo el calor y el gusto que proporcionaba el que su polla adentrase poco a poco en aquella recién descubierta cueva de los placeres. Luego la sacaba hasta quedar el capullo solo con un centímetro dentro, y para adentro otra vez. Agarrando fuerte por las nalgas, y comprobando como su madre movía la cabeza de lado a lado, acompañando el movimiento con un ligero curveo de su espalda inclinada sobre la almohada, donde reposaba con su cara pegada a ella.

Continuó así un rato más. Podía comprobar cómo la necesidad de su madre crecía por segundos. No tardó mucho en que se incorporase un poco y se apoyase sobre los codos, para empezar a mover el culo hacia atrás. Intentando provocar una follada más fuerte. Dejó de empujar y ella empezó a moverse más rápidamente. De adelante atrás, pam pam pam, chocando sus nalgas contra su vientre mientras se la auto clavaba hasta el fondo.

Moviéndose sorprendentemente bien.

Incitado por el buen hacer de su madre, Jaime se impulsó sobre ella metiéndola a saco, hasta que a María no le quedó más remedio que caer totalmente vencida sobre la cama. Ahora él estaba en cuclillas sobre ella, taladrándole el coño de arriba abajo mientras levantaba sus nalgas con las manos para dejar el agujero plenamente accesible.

Cuando no pudo más se levantó gimiendo y masturbándose. Ella se giró hasta mirarle.

“Por favor, córrete en mi coño”.

Jaime la soltó y se tumbó en la cama, notaba como le palpitaba, había estado a punto de correrse sobre ella. Le empezaron a doler los testículos.

“¿Por qué tiene que ser precisamente ahí?”.

“Me da calor y seguridad. Me ayuda a cumplir la palabra de Dios. Es una forma de mostrar a mi hijo que el calor del hogar permanece intacto a pesar de las inclemencias provocadas por el diablo. De hacerte saber, amor mío, que tu lucha diaria por el bienestar de nuestro hogar y por nuestra seguridad da sus frutos”.

Ella se acercó y se la agarró con su mano izquierda. La masturbó a penas un poco y le besó en el sudado cuello, dejando deslizar la lengua hasta su oreja. Allí susurró.

“Vamos mi macho, vuelca tu hombría dentro de mamá”.

Se subió encima de ella. María se abrió rodeándole la espalda con sus piernas. Empezó a penetrarla. Le sorprendió que ahora sí le miraba, profundamente, con un extraño orgullo chispeante en su triste mirada. No tardó en transferir todo su semen. Al finalizar ella le besó en la frente y le secó el sudor con las manos.

“Gracias”.

Un trueno les invadió desde las montañas.

La noche se cerró rápido y una lluvia constante y fuerte les acompañó durante la cena. Luego se sentaron y Jaime bebió algo de whisky mientras se aproximaba a la ventana del salón, el amplio ventanal reducido a una estrecha mira a través de las tablas. Todo estaba oscuro. Se apartó y bebió algo más de whisky justo en el momento que un relámpago invadió de nuevo el salón. Se asomó de nuevo. Algo extraño ocurría, todo estaba muy oscuro y no podía saber exactamente qué era aquello que le extrañaba.

Bebió otro sorbo de whisky y volvió a asomarse. Justo en ese momento un nuevo relámpago proyectó los ojos fieros y sedientos de sangre de un caminante que se asomaba desde el exterior a través de la rendija.

Sintió que todo se desmoronaba.

Relato erótico: “Luisa y su hija Patricia… amor compartido…” (POR DULCEYMORBOSO)

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Luisa y su hija habían tenido que trasladarse de ciudad,  sin apenas organizar su nueva vida.         

    Trabajaba en una empresa que de la noche a la mañana había cerrado. Su jefe había hablado con un amigo y éste le ofrecía trabajo, pero tenía que ser una incorporación inmediata. No tuvo más remedio que aceptar.

     Desde que se había divorciado apenas llegaba a fin de mes. Patricia, su adolescente hija, aún estudiaba y el único dinero que entraba en casa, era su sueldo. Su hija de diecisiete años, apenas podía comprender cómo su madre le hacía esto. Tendría que cambiar de instituto y lo que más le dolía,  era que apenas podría ver a Rafa, su novio. Llevaba dos años saliendo con él y era feliz a su lado..Rafa era su primer novio en serio. Era el chico que habÍa tenido la paciencia de esperar a que superara sus miedos y vergüenza. Hacía un año le había ofrecido su virginidad.. Patricia lloraba en el coche mientras su madre conducía. Luisa intentaba animarla diciéndole que Rafa no la dejaría a pesar de la distancia. Le decía que en su nuevo instituto, conocería muchas amigas y amigos. Luisa recordó que debía poner en el navegador del teléfono la dirección que su amiga Marta le había dado.

 

     Marta era una amiga de Luisa. Esta, no dudó en llamar a su amiga Marta, cuando su jefe le habló de ese nuevo empleo en Santander. Sabía que Marta, conocía esa ciudad perfectamente porque allí vivía su padre desde que había enviudado hacía 4 años. Nadie mejor que ella  para recomendarle un hotel económico donde alojarse, mientras no encontraban un piso de alquiler. Fue la propia Marta quien le dijo que iba a hacer una llamada y la llamaría enseguida. Cuando la llamó le sorprendió el tono animado de su voz.

    –  Ya está arreglado!!! – le dijo a Luisa.

    – Lo que está arreglado? – luisa le preguntó confundida.

    – He hablado con mi padre, estaba buscando alguien para alquilar dos habitaciones y quien mejor que tu y la niña? – Marta hablaba muy contenta – estaréis perfectamente alli,te lo aseguro.

 

     Marta escribió la dirección de su padre en el teléfono y se la envió a Luisa . Le dijo que esa era la dirección donde tenían que ir.

     Luisa introdujo aquella dirección en el móvil, enseguida apareció la ruta más corta a seguir y la duración del viaje. Serían cuatro horas pensando en cómo sería su nueva vida. Luisa también se entristeció pero disimulaba ante su hija.

 

     Faltaba poco para llegar, Luisa le dijo a su hija que llamara al teléfono que había en el trozo de papel con la dirección. Patricia marcó el número y aquella voz de hombre la hizo sentir mucho respeto e incluso cierto temor. Era una voz muy grave.

      – Hola soy Patricia la hija de Luisa – su voz casi temblaba- me dijo mamá que le avisara que ya llegamos en cinco minutos

      – Hola Patricia, perdona si te contesté muy serio, llevan toda la tarde molestando con llamadas de propaganda – esas palabras la tranquilizaron un poco- enseguida bajo a ayudaros.

      – Vale, gracias – Patricia colgó – tiene voz de ogro mamá.

      –  Tranquila mi vida, ya verás como no. Marta me tiene dicho que asi como es de grande, también lo es de bueno.

 

     Cuando llegaron a la dirección , vieron que había un hombre en el portal. Las dos lo miraron como intentando analizar como sería. A las dos le sorprendió lo alto y fuerte que era. Luisa sabía que tenía 67 años pero se mantenía bastante bien. Su pelo era totalmente blanco , incluso el de sus brazos. El al verlas se acercó al coche.

     – Vosotras debéis ser Luisa y Patricia,verdad? – parecía muy amable aunque serio – bienvenidas, que tal ha ido el viaje?

      – Bien, gracias Manuel – dijo Luisa- ella es Patricia , mi niña

      – Hola…. – Patricia se sentía muy intimidada ante aquel señor tan grande.

      – Hola Patricia , mucho gusto de conocerte. Ya me contó mi hija Marta que estás disgustada pero ya verás como todo va bien. Te gusta pasear, verdad?

      – Si , con mi novio siempre paseábamos mucho

      – Bueno, yo no soy tu novio pero te enseñaré sitios muy bonitos para pasear.- Patricia miró a su madre sonriendo y hizo un gesto afirmativo con la cabeza como señal de que le gustaba la idea.

 

    Manuel les ayudó a subir las maletas, ellas casi no tuvieron que subir nada. El era muy fuerte y las dos se quedaron sorprendidas de la energía de aquel hombre. Una vez en el piso, él les enseñó las habitaciones. Decidieron que la más alejada del salón sería la de Luisa, ya que tendría que madrugar más , era mejor que el ruido de la televisión no la molestara. La habitación de Patricia estaba junto a la de Manuel. Patricia quedó encantada con su habitación. Luisa miraba con agradecimiento a ese hombre, pues sentía que hacía todo lo que estaba de su parte para que estuvieran cómodas en especial Patricia. Para Luisa aquel hombre era un angel caido del cielo.   

 

      Los primeros dìas fueron de adaptación a la nueva ciudad y también es cierto, de adaptación entre ellos, a conocerse. En especial Luisa y Manuel mantuvieron largas conversaciones para conocer sus gustos, sus manías. Durante esas conversaciones también tuvieron oportunidad de hablar del divorcio de Luisa e incluso de la viudedad de Manuel. Él le dejó claro que seguía muy enamorado de su fallecida esposa y no podría amar a otra…

       – Todo el mundo tiene unas necesidades….- dijo Luisa sin pensar bien lo que decía. Enseguida se ruborizó totalmente- …perdone, no debí decir eso…

       – Tranquila Luisa, no te ruborices mujer. Tienes razón, todo el mundo tiene unas necesidades, aunque creo que yo aprendí a valerme por mi mismo…- al decir eso fue Manuel quien se ruborizó.

 

      Luisa se levantó y recogió la mesa. Vió a Patricia escribiendo mensajes con el movil y le dijo si era Rafa, la niña asintió. Manuel le preguntó si era su novio y ella entristecida se levantó del sofá y se fue a su cuarto. Luisa le regaña por no contestar a Manuel y este le dijo que no pasaba nada. Manuel escucho sollozos en el cuarto de Patricia y con un gesto le pidió permiso para ir a junto de la niña. Luisa asintió y Manuel se levantó de la mesa. Al abrir la puerta la vió tumbada en la cama abrazada a un oso de peluche, el en silencio se acercó y se sentó a su lado.La dejó llorar, que se desahogara. Mientras le acariciaba el pelo y la cara…

      – Es normal que lo eches mucho de menos pequeña…él también te echará mucho de menos a ti porque eres una muchacha extraordinaria – sus manos grandes acariciaban la cara de Patricia. La voz de aquel hombre la hacía sentirse protegida, aquellas manos la calmaban- Ese peluche es muy pequeño para todos los abrazos que quieres darle, no?

     – Si… pero no esta mi novio y lo abrazo a él…

    Manuel la atrajo hacia él y  la abrazó con delicadeza para no lastimarla. Pensaba que era una muchacha encantadora y tierna. .Patricia se sintió sorprendida al sentirse abrazada por un hombre tan grande. Con mucha vergüenza lo abrazó muy fuerte. Se sintió nervioso. La verdad, hacia mucho que nadie lo abrazaba de esa manera…

 

      Manuel sintió que la muchacha se había dormido en sus brazos, con cuidado de no despertarla, apartó las ropas de la cama y la metió en ella. La observó antes de irse del cuarto. Es una muchacha muy hermosa y parece una muñeca, pensó mientras cerraba la puerta del cuarto. Luisa lo miraba desde el salón. le sorprendía que un hombre tan grande y de aspecto rudo, pudiera ser tan delicado.

      – La niña se ha dormido…

      – Gracias Manuel – le dijo Luisa

      – Gracias por que?

      – Por todo Manuel….- Luisa en un acto espontáneo acercó su cara a la de él y le dió un beso en la mejilla-  creo que debo acostarme, mañana madrugo.

         

        A media noche Patricia se despertó, no recordaba haberse metido en la cama. Lo último que recordaba era estar en brazos de Manuel. Recordaba esa extraña sensación que se apoderó de su cuerpo cuando él la abrazó y que le había llevado a abrazarse fuerte a ese hombre. Sintió de nuevo esa sensación…Pensó en su novio. Con Rafa había descubierto la sexualidad entre dos personas. Su novio la había desvirgado y desde aquella tarde hacía 8 meses, cada vez que podían hacían el amor. Cuando no podían ella necesitaba por las noches acariciarse pensando que era su novio quien la tocaba. Desde su traslado a esa nueva ciudad haçia quince días, no se había tocado. Pensó en Rafa y metió sus manos por el pantalón del pijama y acarició su vulva hasta que le alcanzó un orgasmo…Se levantó para ir al baño y al pasar por delante del cuarto de Manuel escuchó ruidos, le sorprendió por la hora que era que no estuviera todo en silencio. Pensó si el señor Manuel estaría malo y se acercó a la puerta intentando escuchar mejor. Una sensación de vergüenza y nervios le recorrió el cuerpo cuando al acercar su oído a la puerta escuchó aquel sonido. Era un sonido parecido a cuando alguna tarde no podía hacer el amor con Rafa y este le pedía que lo masturbara. Era el sonido inconfundible del movimiento de una mano masturbando un pene. Pensó que quizás estaba equivocada, el señor Manuel era un hombre de 68 años y eso solo lo hacían los jóvenes. De pronto escuchó al señor Manuel gemir. Patricia sintió mucho calor en su rostro. Su cuerpo era un manojo de nervios y extrañas sensaciones. Se metió en cama nerviosa. Estaba muy sorprendida pensando que Manuel también se masturbaba como ella.Se acurrucó y pensó en el abrazo de Manuel…

 

   Desde esa noche un extraño vínculo hacía sentirse muy unida a Patricia con el señor Manuel. La niña desde que empezó a masturbarse sentía mucha verguenza  que alguien se enterara. Se sentía una especie de bicho raro por necesitar acariciarse casi todas las noches.Desde esa noche que escuchó a Manuel se sentía como muy unida a él y sentía que el nunca se burlaría de ella por masturbarse. Manuel se sentía feliz viendo que esa muchacha ya sonreía más a menudo. Muchas veces después de comer, Patricia se quedaba en la mesa a hablar con su madre y con él. A veces por las noches, hasta se quedaba en el salón viendo alguna película con Manuel. Con él se sentía segura, protegida. Manuel se estremecía de ternura cuando la niña apoyaba su cabeza en su hombro y se aferraba fuerte a su brazo. Una de las cosas que más había sorprendido de Manuel a Patricia eran sus brazos tan fuertes. Le gustaba agarrarse a su brazo. Algún día incluso había pensado que le gustaría que Rafa tuviera unos brazos así de fuertes. Otra de las cosas que le llamaban mucho la atención de ese hombre era el vello de su cuerpo. Al agarrarse a su brazo, se quedaba observando el mucho vello blanco que tenía. Su imagen le llamaba la atención.

 

         Aquella noche estaban viendo la televisión y  Manuel llevaba un pijama de botones y el de arriba estaba desabrochado. A través de la abertura de la chaqueta asomaban sus vellos del pecho, eran también blancos como los de su cabeza y brazos.Una extraña curiosidad se adueñó de Patricia. El se dió cuenta que lo miraba con atención y le preguntó qué le pasaba….

         – No, nada….- le dijo ella ruborizada.

         – Seguro?….- el se dio cuenta que miraba la mata de vellos que asomaba por la chaqueta – piensas que debería cortarlos?

          – No, no…..solo pensaba si todo tu pecho es asi

        Manuel sonrió. La inocencia de aquella muchacha era maravillosa. El le dijo que sí, que era muy peludo. Se quedaron en silencio viendo la película. Al poco rato fue cuando sintió aquel suave cosquilleo y al bajar la vista vio aquellos pequeños dedos acariciando sus vellos. Ni siquiera dijo nada y le desabrochó los dos botones de la chaqueta para abrirla y mirar su pecho desnudo. Lo miraba asombrada. Nunca viera un hombre tan peludo. Cuando pasó su mano por el pecho sintió esa extraña sensación como cuando se abrazó a él aquella noche. Lo volvió a abrazar fuerte. Pensó en Rafa y si se preguntaba si algún día tendría también así mucho vello en el cuerpo. Pensó que siempre que pensaba en Rafa su cuerpo sentía esa sensación. Se sonrojó al darse cuenta que la sensación se apoderara de su cuerpo al acariciarle el pecho a Manuel y no por pensar en Rafa. Muy avergonzada se acordó que aquella otra vez, la sensación le viniera al abrazar a ese hombre…Patricia se sintió muy confundida y le dijo a Manuel que se iba a cama. Manuel la vio caminar saliendo del salón. Es una muchacha preciosa, pensó. Se sintió avergonzado al darse cuenta que la miraba a las piernas y a su…..culo…Se sintió nervioso,avergonzado…

 

          Patricia se tumbó en la cama. Tenía esa sensación en el cuerpo que tan bien conocía. Sabía perfectamente lo que tenía que hacer o no podría dormir en toda la noche. Se tapó con la sábana y se quitó el pantalón del pijama,  bajó la braguita hasta los muslos y se acarició. Notó que tenía su sexo muy húmedo. Cerró los ojos y pensó. A su mente venía la imagen de ese pecho desnudo con tanto vello, recordaba el tacto de esos pelos blancos tan suaves. Recordaba la imagen de esos pelos que se hacían muy abundantes en el ombligo y bajaban hasta perderse por el pantalón…Se puso muy nerviosa por estar pensando esas cosas.Su novio era Rafa y tenía que pensar en él…Además Manuel podía ser su abuelo,era una locura. Se acariciaba cada vez con más rapidez, le encantaba cuando sentía que su vagina iba a explotar de placer….Pensaba en las caricias de Rafa, se iba a correr muy fuerte….La imagen de Manuel volvió a su cabeza.  Pensaba que  acariciaba aquellos  pelos del ombligo y bajaba la mano por dentro del pantalón. Agarró el sexo de aquel hombre…..Su vagina explotó de placer con ese pensamiento. Fue un orgasmo intenso, largo. Se sintió avergonzada de haber tenido esos pensamientos. Ella quería mucho a su novio.

 

     Manuel se acostó nervioso. Se sentía culpable, una mala persona por haber mirado de esa manera a Patricia, se decía a sí mismo que era tan solo una niña. Sin embargo no podía evitar recordar el contacto de sus pequeñas manos acariciando sus vellos del pecho. Recordaba el calor del cuerpo de esa muchacha cuando lo abrazo. Pudo sentir hasta el contacto de sus pechos apoyados en el suyo. Al tener esos pensamientos sintió una erección. Dio gracias a Dios que la muchacha se había separado enseguida, pues de haberse prolongado ese abrazo temía que su cuerpo reaccionara y ella se diera cuenta. No se perdonaría que esa niña perdiera la confianza en él. Manuel en la cama sintió su fuerte erección. A pesar de sus años seguía manteniendo mucho vigor y apetito sexual que calmaba por las noches masturbándose imaginando y fantaseando. En los últimos días había fantaseado con Luisa. En varias ocasiones se había quedado observando en el cesto de la ropa sucia, la ropa interior de aquella mujer. Incluso en una ocasión se había atrevido a coger uno de aquellos diminutos tangas y solo el tenerlo en la mano le provocó una intensa erección. En un acto de osadía pensó en ello y se levantó para ir al balcón de la cocina donde estaba el cesto de la ropa sucia. Pasó en silencio por el cuarto de Luisa, bajo la puerta vió que estaba la luz encendida, debía de estar leyendo,pensó. Al ver el cesto sintió nervios, se acercó y su rostro se iluminó al ver que en el fondo se encontraba uno de esos tangas que con el paso de los días sabía que utilizaba esa mujer. Lo cogió y se excitó al tener en la mano esa prenda íntima. Aquella noche Manuel se masturbó pensando en Luisa, imaginaba que era ella quien le desabrochaba la chaqueta del pijama y le acariciaba el pecho, se imaginaba acariciando las piernas de esa mujer, pensaba en como sería acariciar su culo. Sentía su pene a punto de estallar, iba a correrse. Imaginaba las nalgas suaves,firmes…ella le miraba nerviosa y vio su cara, eran las nalgas de aquella niña las que estaba acariciando…Estaba acariciando las nalgas de esa muchacha. Sus testículos se contrajeron y comenzó a correrse abundantemente. Manuel se sintió avergonzado, se acababa de correr imaginando que acariciaba a la niña y no a su madre. Se durmió sorprendido y pensando que no podía volver a ocurrirle eso.

 

     Luisa llegó aquella mañana a casa y vió que no había nadie. En el frigorífico vio una nota escrita por su hija que le decía que Manuel y ella iban a pasear. Sonrió pensando en lo bien que había ido ese primer mes tras el cambio. Su hija era otra comparada a como había llegado. Pensó en Manuel y en lo mucho que tenía que agradecerle por cómo las había ayudado. Había ropa planchada de Manuel y decidió recogerla y guardarla. Era la primera vez que entraba en la habitación de Manuel. Estaba todo muy ordenado. Vió que en la mesilla de noche había una foto de Manuel con su esposa fallecida. Era una mujer muy guapa, pensó. La verdad que Manuel era un hombre muy apuesto y atractivo. Recordó la conversación con Manuel sobre que no podría amar a otra. Pensó que si quisiera a ese hombre no le costaría encontrar una mujer a quien amar. Recordó a su amiga Marta, que siempre le decía que tenía que buscarse un novio. Luisa era una mujer muy guapa, su cara aniñada ni siquiera daba a entender que tenía 37 años. Era bajita de estatura con un cuerpo perfecto. Sabía que tampoco a ella le costaría encontrar un novio pero se sentía volcada en su pequeña Patricia. Pensó en su divorcio, en su ex marido. Ya había superado aquellos primeros años y ahora no lo echaba de menos. Suspiró pensando que lo único que echaba de menos era estar físicamente con un hombre. Sexualmente ella se satisfacía plenamente. Recordó las palabras de Manuel diciendo que él había aprendido a cubrir sus necesidades el solo. Pensó que ella también aunque el acariciar a otra persona lo echaba de menos, Manuel sentirá lo mismo?…Se ruborizó con esa pregunta que le había venido a la cabeza. Guardó la ropa en el armario y vio una foto de Manuel en la playa. Le llamó la atención su torso fuerte y lleno de vello y aquellos brazos…

Decidió darse un baño relajante aprovechando que estaba sola. Cuando vivía sola con su hija le encantaba aprovechar cuando iba al instituto, para darse baños relajantes. Ahora era distinto porque era muy difícil encontrarse sola en casa. Preparó la bañera con agua bien caliente y llena de espuma. Se desnudó lentamente frente al espejo. Le gustaba mucho mirarse desnuda. Sus pechos estaban hinchados, se fijó en sus pezones oscurecidos por la sensación de excitación que le producía volver a vivir ese ritual del baño. Los tenía muy tensos y largos.y extremadamente sensibles. Desde muy joven le había acomplejado muchisimo el tamaño de sus pezones.Se sonrió y llevó su mano a su sexo desnudo. Acercó la mano a su cara y vio sus dedos mojados. Pensó que su cuerpo era muy sensible.. Una vez dentro de la bañera, Luisa se enjabona lentamente cada centímetro de su cuerpo , enjabonado sus pechos, sus pezones, su sexo totalmente suave sin ningún vello, enjabonar sus nalgas, su ano…Estaba muy excitada. Pensaba que la enjabonaba algún desconocido modelo de revista. Sus dedos recorrían cada pliegue de su sexo, su clítoris hinchado vibraba. Se iba a correr imaginando que ese modelo de revista la masturbaba bajo el agua. De pronto pensó en Manuel, era él quien la enjabonaba y masturbaba….el chapoteo del agua se hizo más intenso y Luisa se corrió temblando de placer….Se quedó sorprendida, temblorosa….avergonzada por pensar en las manos de Manuel tocándola…

Relato erótico: “Bluetooth 1ª Parte” (POR ALEX BLAME)

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-Hola Gus, ¿Cuándo llegas? Tengo ya todo preparado para la firma.

-¿Sí? ¡Estupendo, llegare dentro de dos días! –respondo levantando la voz por encima del ruido del viento.

-Pero… ¿Y el avión? ¿Han cancelado el vuelo?

-No pero he decidido  devolver el billete y alquilar un coche para ir hasta ahí. Llegaré con tiempo de sobra para la firma y siempre he deseado hacer un viaje así. He alquilado un Camaro descapotable que es una pasada. En estos momentos estoy atravesando Hoboken.

-¡Serás cabrón! ¿Y qué coños hago yo mientras tanto? Ya lo tenía todo preparado para esta noche…

-No te preocupes Jackie, -la interrumpo de nuevo –cuando llegue te lo compensaré.

-Eso espero porque estoy hirviendo de deseo. Conduce con cuidado, no estás en tu país, aquí lo del límite de velocidad se lo toman en serio.

-De acuerdo –respondo pensando que quizás me he precipitado en mi decisión.

-Bien, dos días entonces. Ahora tengo que colgar, me llaman por la otra línea. Te llamaré mañana para ver cómo te va. –dice Jackie mientras su voz se desvanece del bluetooth del Camaro.

***

-Hola Jackie, ¿Qué tal? ¿Me has echado de menos?

-Hola querido, ¿Por dónde andas?

-Acabo de pasar por las afueras de Mechanicsville, los americanos no os partís mucho la cabeza poniendo nombres. ¿Cómo llamáis a los de aquí?  ¿Transformers?

-Muy gracioso, ¿Dónde pasaste la noche? –Me pregunta Jackie con curiosidad.

-Paré a dormir en Fredericksburg. Llegué a las cuatro de la tarde y no pude resistirme a visitar el campo de batalla de la guerra de secesión. También vi la estatua del tipo que fue a la tierra de nadie a dar de beber a los heridos jugándose el pellejo. Como dicen en mi pueblo hay gente pa to.

-¿Y eso fue lo que hiciste toda la tarde?

-Básicamente, -respondo yo –A eso de las seis fui a cenar al típico restaurante de carretera. Tenían una carne estupenda, pero lo mejor fue la camarera. Morena pequeñita y vivaracha, con la típica mezcla explosiva de este país, padre colombiano y madre checa buff…

-No quiero saber más. –dice ella intentando cortar sin éxito mi conversación.

-El caso es que ayer era un día de poco movimiento –empiezo a contarle ignorándola –y la invité a sentarse un rato conmigo para tomar un café. Lucy era bajita y menuda pero tenía un cuerpo moreno perfectamente proporcionado y unos pechos redondos y tiesos capaces de hipnotizar a cualquier ejemplar del sexo masculino. Su boca era grande y tenía unos  labios gruesos y rojos la mar de sugerentes. El pelo negro y brillante cortado a lo paje le daba un aire de rebeldía y hacía destacar sus ojos grandes y de un azul  profundo, casi abisal con vetas grisáceas haciendo que me sintiera como un astrónomo viendo girar una galaxia.

-Hijo de perra, ¿cuantos años tenía esa chiquilla?

-Los suficientes, lo comprobé charlando un rato con ella. Era una mezcla de sensualidad y atrevimiento tal que no fui capaz de resistirme y la invité a tomar unas copas cuando terminase su turno.

-Cabrón…

-Quedamos en una cervecería en el centro del pueblo y como aún le quedaban un par de horas de turno me despedí y aproveché el tiempo que tenía para coger una habitación en un hotel cercano y acicalarme un poco. Yo fui puntual pero ella tardo unos veinte minutos más en aparecer. Había cambiado el traje de camarera rosa con su nombre en el bolsillo por unos pantalones cortos que dejaban  ver unas piernas deliciosamente torneadas y un minúsculo top de color azul petróleo. Algunos de los escasos parroquianos que se habían dejado caer a aquellas horas giraron sus cabezas pero Lucy ignorando las miradas de interés de éstos me localizó rápidamente y vino directamente hacia mí. Su movimiento felino y desenvuelto a pesar de las gruesas botas Caterpillar congelaron la cerveza a medio camino de mi boca. Sin más que un pequeño gesto de reconocimiento se sentó a mi lado en la barra y pidió una jarra de cerveza. Sólo después de bajarse la mitad del contenido de la jarra se volvió hacia mí con una amplia sonrisa. Dirás que yo un cuarentón, no tendría mucho de qué hablar con una joven de veintitrés años escasos pero resultó tener una licenciatura  en historia y se había especializado en finales del siglo diecinueve, así que nos pasamos discutiendo buena parte de la noche sobre el desastre del Maine y las semejanzas del periodismo americano de la época y el actual.

-Ya veo –replica Jackie –luego una cosa llevó a la otra y…

-La verdad es que no fue del todo así, Incluso se llegó a enfadar un poco cuando le dije que el hundimiento del Maine me olía a cuerno quemado, pero como el bar tenía que cerrar y ninguno de los dos quería terminar la discusión la invité a mi habitación para seguir hablándolo con un par de copas. Te juro que fue de lo más inocente. Entramos en la habitación, nos sentamos en dos sofás frente a frente y charlamos mientras el camarero nos servía; un Gin-tonic para ella y un Suntory de quince años para mí, pero cuando le dije que los americanos eráis capaces de aprovecharos de la muerte de vuestros conciudadanos para atacar una nación inocente se levantó como un resorte y se abalanzó sobre mí dispuesta a golpearme.

-Bien por ella, si me dices eso a mí te arranco los ojos mamón. Da gracias que estamos en este mundo para salvaros el culo repetidas veces, si no haría tiempo que Europa entera estaría practicando el paso de la oca.

-A duras penas conseguí atrapar su muñeca antes de que su mano me abofeteara con rabia. Sus ojos chispeaban con tal furia que como un encantador de serpientes no pude evitar acercar mi cara a la suya y besarla suavemente. Lucy reaccionó con mayor furia aún y sentándose encima de mí intentó inmovilizarme pero solo consiguió excitarme aún más, así que la cogí en volandas y la tiré sobre la cama. Aprovechando su momentánea desorientación me tiré sobre ella y con una sonrisa malévola la inmovilicé agarrándola por las muñecas. Intentó zafarse durante unos segundos sin resultado hasta que viendo la inutilidad de sus esfuerzos se rindió y se quedó quieta.

-Te parecerá bonito, abusón…

-Acerqué de nuevo mis labios a su cuerpo jadeante por el esfuerzo y le besé el cuello, ahora en vez de revolverse gimió ligeramente y estiró el cuello invitándome a continuar. Rápidamente retiré mis manos de sus muñecas para acariciar su pelo espeso y sedoso mientras recorría su cuello con mi lengua hasta llegar al arco de su mandíbula. Justo antes de besar de nuevo sus labios la miré a los ojos, la furia había dejado paso al deseo en esa galaxia en rotación. Los besos se sucedieron tórridos y violentos como la discusión anterior, sólo separábamos nuestros labios para tragar bocanadas de aire. Al fin logré separarme los segundos suficientes para quitarle el top y besar sus pechos morenos. Sus pezones se endurecieron inmediatamente  oscuros  y belicosos, los besé y chupé mientras introducía mis manos bajo el  escueto pantalón buscando su sexo. El interior de sus piernas estaba cálido y húmedo y Lucy estalló en un nuevo gemido cuando mis dedos acariciaron su coño. Adivinando su deseo no me demoré más en sus pechos y con fuertes y desmañados tirones le arranqué los shorts y le quité las odiosas botas. Me paré solo unos segundos para poder admirar el cuerpo moreno y suave que temblaba de deseo a mis pies. Acaricié sus piernas y besé sus pies y sus uñas pintadas de negro con esmero. Lucy respondió tensando todo su cuerpo y gimiendo suavemente. Su tanga se ladeó ligeramente y tuve un atisbo de su pubis cuidadosamente arreglado. Adelantando mis manos aparte la prenda con delicadeza, la visión de los labios de la vulva abiertos mostrando un pequeño piercing me volvieron loco y con rudeza envolví todo su sexo con mi boca. Lucy gritó y empujo su pubis hacia mí mientras con sus manos tiraba de  mi cabeza hacia ella. Mi lengua entró en su vagina, recorrió los labios rojos y húmedos por el deseo y terminó golpeando con suavidad el piercing obligando a Lucy a doblar su cuerpo con el placer.

-Sigue –dice Jackie con la voz extrañamente anhelante.

-Mientras yo me deshacía de mi ropa,  –continuo obedientemente mientras paso por las afueras de Rocky Mount –Lucy se quitó el tanga y  esperó pacientemente a que yo terminara de desnudarme. Con una media sonrisa se quedó mirando mi cuerpo pálido y delgado adornado con un pene erecto y congestionado.  Con un gesto de apremio Lucy entreabrió sus piernas y se acarició el sexo invitándome a acompañarla. Me acerque y ayudándome de las manos rocé su sexo con mi polla, Lucy gimió e intentó guiarme hacía su interior pero no la hice caso, me tumbé sobre ella y le besé los pechos y le mordisque el cuello mientras seguía frotando mi polla sobre su pubis y su vientre. Poco a poco fui bajando mis manos hasta el interior de sus piernas y separándolas la penetré de un rápido empujón. Mi polla resbaló en su húmedo interior hasta clavarse en el fondo de su coño arrancándole  un grito de placer. Con las uñas de ella clavadas en mi espalda comencé a empujar con rapidez hasta que todo su cuerpo se paralizó por el orgasmo. Ignorando sus protestas la levanté en vilo y seguí penetrándola ayudado por la gravedad. Lucy se agarraba a mí y gemía aún arrasada por el orgasmo. Cuando se recuperó un poco me senté en el borde de la cama y fue ella la que empezó a subir y bajar por mi polla con lentitud besándome e invitándome a acariciar su cuerpo febril. A punto de correrme me separé e introduje mis dedos en su coño metiéndolos y sacándolos rápidamente mientras besaba y mordisqueaba todo su cuerpo. Lucy se corrió y yo seguí masturbándola sin hacer caso de sus suplicas hasta que las oleadas de placer la obligaron a doblarse en posición fetal gimiendo y tensando todos los músculos de su cuerpo. Cuando su vagina termino de contraerse saqué mis dedos de su sexo y saboreé el orgasmo de Lucy, ácido y dulce al mismo tiempo, igual que ella.

-¿Y tú no te corriste? –pregunta Jackie suspirando.

-Claro que no. Mi leche la guardo para ti. Estos días solo estoy agitando mis huevos suavemente y manteniéndolos a la temperatura exacta, como si estuviese haciendo una salsa holandesa que sólo  tú probarás.

-Mmm –dice Jackie justo antes de que una sirena interrumpa la conversación.

-¡Vaya! me temo que me  he despistado un poco con mi relato y me he ha pillado el radar. –digo pidiendo a Jackie que guarde silencio pero sin apagar el bluetooth del Camaro.

-Buenos días caballero, la agente Simpson ayudante del sheriff del condado de Cumberland. ¿Sabe a qué velocidad iba?

-Lo siento agente –respondo sorprendido ante la belleza de las agentes de la ley de Carolina del Norte –creo que me he despistado un poco.

-Iba a sesenta y tres millas por hora en un lugar limitado a cincuenta y cinco. Documentación y papeles del coche –dice abriendo su talonario de multas mientras yo aún excitado por el relato anterior admiro el cuerpo voluptuoso de la mujer, un poco entrado en carnes, su melena larga y rubia y sus ojos oscuros rodeados por unas pestañas largas y rizadas.

-Cuanto me va a costar el despiste –digo alargándole los documentos y mirándole con rostro compungido.

-Doscientos ochenta dólares con cincuenta.

-Me temo que no tengo tanto dinero en este momento –replico yo –pero si me guía hasta el cajero más cercano se la pagaré con gusto, incluso le invito a un café y a un poco de tarta de queso.

-Hacía tiempo que no me topaba con alguien que se lo tomara tan bien, -dice la agente un poco sorprendida mientras me devuelve los papeles junto con la multa –sígame…

-No pensaras… -dice Jackie, que ha escuchado toda la conversación con atención.

-Hasta mañana querida –digo yo poniendo en marcha el gigantesco V8 de seis litros del Camaro y siguiendo mansamente a la agente de la ley…

Continuará…

Relato erótico: “Mi don: Rocío – el instituto 2/3 (10)” (POR SAULILLO77)

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Hola, este es mi 6º relato y como tal pido disculpas anticipadas por todos lo errores cometidos. Estos hechos son mezcla de realidad y ficción, no voy a mentir diciendo que esto es 100% real. Lo primero es contar mi historia, intentare ser lo mas breve posible.

Mi nombre es Raúl, tengo 25 años y lo ocurrido empezó en mis últimos años de Instituto, 17-18 años, considero mi infancia como algo normal en cualquier crió, familia normal con padre, chapado a la antigua y alma bohemia, madre devota y alegre,  hermana mayor , mandona pero de buen corazón, todos de buen comer y algo pasados de peso, sin cosas raras, vivo a las afueras de Madrid actualmente, aunque crecí en la gran ciudad. Mi infancia fue l normal, con las connotaciones que eso lleva, sabemos de sobra lo crueles que son los críos y mientras unos son los gafotas, otros los empollones, las feas, los enanos….etc. Todos encasillados en un rol, a mi me toco ser el gordo, y la verdad lo era. Nunca me prive de nada al comer pero fue con 12 años cuando empece a coger peso, tampoco es que a la hora de hacer deporte huyera, jugaba mucho al fútbol con los amigos y estaba apuntado a muchas actividades extra escolares, ya fuera natación , esgrima, taekwondo, o karate, pero no me ayudaba con el peso. Lo bueno era que seguía creciendo y llegue muy rápido a coger gran altura y corpulencia, disimulaba algo mi barriga, todavía no lo sabia pero esto seria muy importante en adelante. Siempre me decían que era cosa de genes o familia, y así lo acepte. Como casi todo gordo en un colegio o instituto al final o lo afrontas o te hundes, y como tal siempre lo lleve bien, el estigma del gordo gracioso me ayudo ha hacer amigos y una actitud simpática y algo socarrona me llevo a tener una vida social muy buena. Eso si, con las chicas ni hablar, todas me querían como su amigo, algo que me sacaba de quicio. Pues no paraba de ver como caían una y otra vez en los brazos de amigos o compañeros y luego salían escaldadas por las tonterías de los críos, siempre pensando que yo seria mucho mejor que ellos, pero nunca atreviéndome por mi aspecto a dar ese paso que se necesitaba. Un tío que con 17 años y ya rondaba el 1,90 y los 120 kilos no atraía demasiado, cierto es que era moreno de ojos negros y buenas espaldas, pero no compensaba.

Además, tengo algo de educación clásica, por mi padre, algo mayor que mi madre y chapado a la antigua, algo que en el fondo me gustaba ya que me enseño a pensar por mi mismo y obrar con responsabilidad sin miedo a los demás, pero también a tratar con demasiado celo a las damas, y lo mezclaba con una sinceridad brutal, heredada de mi madre, “las verdades solo hacen daño a los que la temen, y hace fuerte a quien la afronta”, solía decirme. Una mezcla peligrosa, no tienes miedo a la verdad ni a lo que piensen los demás. También, o en consecuencia, algo bocazas, pero sin mala intención, solo por hacer la gracia puedo ser algo cabrón. Nunca he sido un lumbreras, pero soy listo, muy vago eso si, si estudiara sacaría un 10 tras otro, pero con solo atender un poco sacabas un 6 por que molestarme, al fin y al cabo es información inútil que pasado el examen no volveré a necesitar.

Con el paso de mi infancia empece a sufrir jaquecas, achacadas a las horas de tv, ordenador o a querer faltar a al escuela, ciertamente algunas lo serian pero otras no, me diagnosticaron migrañas, pero cuando me daban ningún medicamento era capaz de calmarme, así que decidieron hacerme un escáner  y salto la sorpresa, Con 17 años apunto de hacer los 18 e iniciar mi ultimo curso de instituto, un tumor benigno alojado cerca da la pituitaria, no era grande ni grave pero me provocaba los dolores de cabeza y al estar cerca del controlador de las hormonas, suponían que mi crecimiento adelantado y volumen corporal se debía a ello. Se decidió operar, no recuerdo haber pasado tanto miedo en mi vida como las horas previas a la operación, gracias a dios todo salió bien y con el apoyo de mi familia y amigos,  todo salió hacia delante y es donde realmente comienza mi historia.

Después de la operación, y unos cuantos días en al UCI de los que recuerdo bien poco, me tenían sedado, con un aparatoso vendaje en la cabeza e intubado hasta poder verificar que no había daños cerebrales. Me subieron a planta y pasadas una semana empece ha hacer rehabilitación, primero ejercicios de habla, coordinación y razonamiento, y después físicamente, era un trapo, no tenia fuerzas y había mucho que mover, pero pasaron los días y casi sin esfuerzo empecé a perder kilos, cogí fuerzas, en mi casa alucinaban de como me estaba quedando y ante esa celeridad muchos médicos me pedían calma, yo no quería, me encantaba aquello, pero tenia que llegar el momento en que mi tozudez cayo ante mi físico , a pocos días del alta, en unos ejercicios de rutina decidí forzar y mi pie cedió, cisura en el empeine y otra semana de reposo total, donde cumplí los 18. Aquí ocurrió la magia, debido a mi necesidad de descansar me asignaron un cuarto y una enfermera en especial para mis cuidados, se llamaba Raquel, la llevaba viendo muchos días y había cierta amistad hasta el punto de que en situaciones en que mi familia no podía estar era ella quien me ayudaba a…..la higiene personal, solía solicitar la ayuda de algún celador pero andaban escasos de personal, y yo hinchado de orgullo trataba de hacerme el duro moviéndome con la otra pierna.

Como os conté en mi anterior relato, ella fue mi 1º relación sexual, y la que me abrió los ojos, el tumor y su extracción me provoco una serie de cambios físicos, perdida de peso y volumen, además de, sin saber muy bien como, una polla enrome entre mis piernas. Pero las situación con ella, no dio para mas, me recupere perfectamente y llego el día de irme del hospital. Después toco poner en  práctica la teoría y Eli, la fisioterapeuta que me estaba ayudando con un problema en el pie, me la confirmo. Ahora era mi profesora y me enseñaba todo lo que se podría necesitar, y con unas amigas llego la magia. Después de mis 2 primeras semanas de aprendizaje y teoría, llegaba la hora del examen práctico. Ahora de mi aprendizaje,  Eli me invito a una fiesta que quiso usar de examen, y se desmadro. Un tiempo después inicie unas vacaciones tórridas con una familiar lejana, acabe desvirgando y abriéndola al mundo del sexo, teniendo que marcharse pero con planes de reencuentro.

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Ya he leído algunos comentarios, gracias por los consejos, tratare de corregir, debido a varios comentarios paso a quitar en negrita las conversaciones

 CRISTIANCITO21, gracias por el cate, no se que andaba pensando con lo de Atenea.

Es cierto que quienes sigan la serie, es una lata, pero la 1º parte casi no cambia, con bajar un poco la rueda del ratón se soluciona, de ahí que ponga estas pequeñas anotaciones separadas del resto, Y así los que empiecen un relato sin seguir el orden, tengan una idea general rápida.

Y si, es una deformidad de polla, pero tenia que ser así.

Pido disculpas por los “tochazos” que escribo, estas primeras experiencias llevan mucha información, y es importante a mí entender. Alguno más así y os prometo que los siguientes no serán tan grandes.

Inicio una serie de relatos que detallan los últimos 5 meses de instituto, debido a la cantidad de información y a que muchas de las relaciones relatadas se sobreponen unas con otras en el tiempo, y pueden cambiar de género, los divido, con aclaraciones previas de su contenido.

Aquí inicio el relato donde explico algunas de las reacciones con otras alumnas del instituto.

Pasaron los días y toco volver al instituto, las primeras semanas las pase lacónico y mustio, la vuelta de Ana a su casa y el fin de nuestras sesiones de sexo  me tenían triste, no era por el sexo, si no por la sensación de tener una mujer a tu lado, que te desea tanto como tu a ella y que te reconforta, que calmaba  la fiera que llevaba dentro, y n me refiero a mi pene. Mis notas en el curso eran algo pobres, nunca fui un “listillo” pero siempre sacaba notas fáciles, 6-7 sin demasiado estudiar, la media la sacaba seguro, pero mis padres me dieron un toque, ya no colaba la historia del pobre crío operado, ya estaba mas cerca de los 19 que de los 18 y de la operación, “tenia que prestar mas atención en el instituto”, y a fe que lo hice, esas palabras retumbaron en mi cabeza unos días, ¿Qué me pasaba?, era un chico joven de 18 años, moreno,  de 1,90, de espaldas grandes y fuertes, apuesto, de unos 85 kilos,  con cierta tonificación, sin llegar a marcar músculo, había tenido sexo con penetración con 3 mujeres diferentes, repetidas veces con cada una, había echo de casi todo en el sexo sin penetración con otras 4 diferentes,  alguna de esas ex actriz porno, entrenado y con cierta experiencia, con una polla enorme y  una legión de colegialas adolescentes con las hormonas alteradas ante mi.

Según pasaron los días, la sensación de que estaba perdiendo el tiempo,  crecía en mi interior, llegue a quedar con Eli, que le iba de cine con su forma de llevar el gym,  deseando sexo con ella,  pero no me dejo,  me incito a lanzarme a por las del instituto. Todo indicaba una sola dirección, y fui a por ello convencido de que era lo que se tenía que hacer.

Os diré que durante los siguientes 5 meses folle no menos de 40 veces,  con mas de 12 alumnas distintas,  os sorprendería el numero tan corto de alumnas que ya no eran vírgenes a esas alturas, a mi me sorprendió al menos, me costo encontrar alguna y siempre de escalas menores en las clases sociales de los institutos,  siempre de ultimo curso y mayores de edad, por mi y las palabra de Eli, se me insinuaron igual chicas de 17, de 16 y me choco profundamente una de 15 que afirmaba no ser virgen ya y que quería guerra, las ignore a todas.

Sin contar las que lo intentaron y no se pudo por que literalmente no les entraba mi pene,  pero si sexo oral o masturbaciones mutuas,  otras salían corriendo al verme desnudo y la polla colgando, una incluso salió corriendo solo con sentarse encima de mi con la ropa puesta aun, el rumor de mi polla corría como la pólvora y note como, pasadas unas semanas desde que empece, las chicas que no conocía no me miraban a la cara, si no a la entrepierna directamente, y las que si me conocían cambiaron su actitud hacia mi diametralmente, se salvaron algunas de las mejores y mas morbosas por estar ya con novio y ser amigos míos, y lo digo así por que mas de 3 de ese tipo se me insinuaron claramente, y no digo insinuar si no cogerme la polla y arrastrarme al baño, pero me negué en casi todos los casos, en otros la chica o situación era demasiado excitante y el amigo no era tan cercano. Los compañeros no ayudaban,  pase de ser el gordo y toda la enciclopedia de insultos y bromas que lleva detrás, a ser el trípode, el tres piernas o el hombre del bastón, al principio me molestaban sus comentarios, pero me di cuenta que lejos de avergonzarme a mi, que estaba acostumbrado a usar el humor como mecanismo de defensa ante esos ataques cuando estaba gordo, una gran polla no seria problema, o  a la chicas, esas palabras me fijaban como objetivo, era un reto para ellas, en el 60% de los polvos que eche, solo tenia que bajarme el pantalón, y otros con usar una trampa sencilla de presumir y hacerlas caer en el “no te creo”. Echaba de menos mucho los juegos y la conquista, buscaba un reto,  pero realmente no lo encontré en esas alumnas.

Como es demasiada información, paso a relatar las 3 chicas que merecen la pena ser contadas.

La historia debe continuar.

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La primera fue Marina,  tuvimos 3 semanas largas de pasión, antes de que su madre cortara de raíz, y pese  que alguna vez volvimos a hacer el amor a escondidas, no había lazos entre nosotros, así que dejándola de lado, inicie una maratón, durante el siguiente mes, llegando ya a la primavera, logre mantener relaciones con, al menos, una mujer cada semana, al inicio solo eran de sexo oral o masturbaciones, pero fui cogiendo confianza y cada vez me resultaba mas sencillo lograr situaciones en que mi polla fuera a que hablara por mi, fui aumentando el numero, aveces,  un chica durante una semana en su casa después del colegio,   echábamos varios polvos, otras,  eran varias chicas en una semana una sola vez,   llegué a tener relaciones con 3 chicas diferentes en la misma semana y día, de forma alternativa, yo no ofrecía ni engañaba a nadie,  ni amor,  ni cariño ni ser novios o pareja, solo quería sexo, y era lo único que buscaba en ellas así que lo dejaba claro desde el principio, alguna rechazo ese tipo de relación esporádica y  lejos de la monogamia, una volvió pasado el tiempo rectificando su postura,   con todos era mas o menos igual,  trabajaba sus jóvenes coños con masturbaciones previas y las dilataba, cuando estaban listas y ya se habían lubricado bien con sus propias corridas, hundía parte de mi polla en ellas, casi ninguna logro pasar de mas de la mitad y solo una logro metérsela entera. Aveces usaba condón por que no me fiaba mucho, otras eran vírgenes y las trataba con mas cuidado.

Mi fama entre las féminas aumentaba, yo hablaba con Marina, como infiltrada,  y me contaba que se emplazaba a hablar mucho de mi y mi miembro, que se retaban unas a otras y las que no se atrevían eran dejadas de lado o tomadas por mojigatas.

Vaya por delante mi respeto por las mujeres, pero siendo sinceros, todos hemos tenido en el instituto, o clase,  una mujer, digamos…….”sueltecilla”,  la que lleva un cartel con letras de neón de puta o zorra, que era detestada,  por la imagen que daba de la mujer, y envidiada, por su libertinaje,  por las mujeres, y deseada por todos los tíos, si, esa mujer que no tendría ningún problema por su físico en lograr mantener a cualquier tío, pero que por algún motivo decidió compartirlo con mas, muchos mas. Esta es la historia de mi relación con la que me toco en mi último año.

2º La golfa, Rocío.

Era la zorra oficial de ultimo curso, de ella se había dicho de todo, que se dejaba hacer de todo, que se tiraba al profesor de francés,  que se follaba a cualquiera solo pidiéndoselo, yo constate a lo largo de los cursos que era una  falsedad, desesperado me acercaba a ella y la trataba bien con la esperanza de que fuera cierta su fama, pero nunca pensó en mi de esa manera, pero si que jugaba conmigo, lo hacia con todos,  yo la dejaba por que me sentía cerca de ella, se sentaba en mi regazo, me daba abrazos demasiado largos, pegaba su cintura a mi pelvis, la acompañaba a su casa, siempre jugaba y lograba lo que quería de mi, hasta la operación, cuando volví supe que tenia un novio o una especie de folla-amigo,  un “cani poligonero” con un coche de bajo presupuesto tuneado de forma cutre,  que la venia a buscar todos los días después de clase, si ella jugaba conmigo,  con el hacia lo que quería, supongo que a cambio de sexo, era su taxi personal.

Rocío era una mujer atractiva, morena, de melena larga, delgada, pómulos altos y sonrisa picara,  siempre iba con camisetas y tops ceñidos que resaltaban sus pechos, nada anormal pero los exhibía, se le marcaban muy bien y llevaba escotes pronunciados, pantalones de tiro bajo que se le pegaban a la cintura y no dejaban nada a la imaginación, algo de caderas anchas pero no exagerado, lo que llamamos en España un culo carpeta, siempre con tanga, y no era difícil  adivinarlo, siempre que se sentaba se le veía claramente el tanga y medio culo, casi hasta donde la tela se metía entre sus glúteos, era imposible que ella no lo supiera y un así siempre iba vestida igual, algunas otras  les pasaba, se puso de moda ir enseñando el tanga,  pero se medio tapaban o se subían el pantalón por el cinturón, ella no. Mediría 1,70, siempre en zapatillas y con el pelo suelto, y me fije que de forma natural, o no, ella siempre echaba los hombros hacia atrás, ofreciendo y pronunciando su pecho. Tenía 2 piercings, uno en el ombligo y otro en la lengua, con el que no paraba quieta, jugueteaba con su lengua  y  lo movía contra los dientes,  haciendo ruidos evidentes.

Como os he dicho, la conocía y hasta la defendía en ocasiones de sus zorrerías ante los demás cuando la acusaban falsamente de haberme follado a mi, ojalá, quizá con la esperanza de que me la follara  de verdad yo también, muchos chicos que habían estado con ella decían que era una loba en la cama, y otros muchos decían habérsela tirado  sin ser cierto, pero ella no lo desmentía nunca, le gustaba ese juego de dejar la duda en el aire.

Los primeros rumores sobre mi debieron llegarle a su oído, y note como con el paso de los días se fue acercando mas a mi, saludándome al inicio, luego quedándose conmigo en la hora de descanso, y esperándome luego para salir del instituto, charlábamos mientras su folla-amigo esperaba a su lado con el coche como un panoli, hablábamos de las cosas de siempre, tonterías, ella solo tenia, o demostró,  el recurso del sexo para hacer bromas, menospreciando su cuerpo, “joder como me gustaría tener las tetas de esa y no estas birrias” y se las agarraba levantándoselas, o me hacia a mi hacerlo delante de su pelele,  o el sexo para tratar de hacerme reír, “esa es mas fea que la polla de este” señalo al panoli. La seguía el rollo pero la cale enseguida, hace 7 meses me tendría comiendo de la mano como un chihuahua salido, pero yo ya no lo era, era un rottweiler. Llegaba a hacerme acompañarla a su casa, mientras nosotros íbamos en la parte de atrás del coche,  el panoli nos llevaba, era su chofer, me pareció ridículo y denigrante por el, pero así era yo no hacia mucho. Nos subíamos a su casa y mientras el se queda en el salón ella me llevaba a su cuarto y se cambiaba delante de mi, ya lo había echo alguna vez antes de la operación, pero ahora se recreaba, se quedaba en sujetador y tanga,  no tenia ninguna prisa por volverse a vestir.

Tenia un cuerpo de cine, como casi todas, la piel suave y tersa por la edad, el sujetador le levantaba las tetas un poco, casi le rebosaban, se notaba que eran alguna talla menos de la que debía de usar, la imagen de ella agachándose con el tanga la tendré gravada en mi cabeza para siempre, claro que me empalmaba, pero lo disimulaba bastante bien, no quería que notara la facilidad de mi reacción ante ella,  luego me desahogaba con alguna de las chicas que caían en mi juego, no quería que fuera rápido, quería que se esforzara, que lo deseara, que se enfadara por no lograrlo el premio, hacerla llegar  a la frustración,  como me había hecho a mi,  y seguí haciendo con los demás, el papel de mojigato lo clavaba,  había sido uno de esos  mucho tiempo.

Con el paso de una semana estaba loca, ya no sabia que hacer para desatarme, me buscaba con su cuerpo, se pegaba a mí y se frotaba como un oso contra un árbol, subía el nivel de zorra hasta el infinito, al principio  a escondidas, luego con su payaso de “cani” delante, mas adelante delante de toda al clase, diciendo frases ambiguas,  tirándome los trastos públicamente. Ya me invitaba a su casa todos los días sin su chico delante,  aun así le hacia llevarnos a su casa y luego le mandaba irse, era patético. En su casa parecía que solo vivía ella, jamas vi a nadie que no fuéramos los 3  nombrados, y ya no solo se cambiaba delante de mi si no que me pedía ayuda, las desvestía con ella poniendo poses, pero no de modelo, si no de actriz porno mala, hasta dejarla en sujetador y tanga, que cada día eran mas minúsculos,    andaba así por toda la casa, se me tiraba encima “jugando”, me pedía ayuda para coger algo alto y sin dejarme tiempo a cogerlo se metía en medio pegando su culo semidesnudo en mi cintura.

Debo decir que me sentía como Gandhi, el aguante, la paciencia, la resistencia pasiva que tuve que soportar era titánica, luego  quedaba con alguna otra chica y la destrozaba a pollazos de ganas, para rematar la faena le pedí la casa para follarme a una,  ya que siempre estaba vacía, y además, para  ponerla desquiciada, le dije que era a su mejor amiga,  una aprendiz de zorra que tenia como mascota, una chica pequeña,  rubia,  de ojos negros,  con unas buenas tetas, y así lo hice, me folle a la aprendiz,  en su cuarto,  con ella en la habitación de al lado, y la hice gritar como una oveja en peligro, no solo por mi polla abriéndola, si no que me pare en seco y la dije que si no gritaba a pleno pulmón que la siguiera partiendo,  no lo haría, y a fe que lo hizo.  Eso logro que saliera de si misma, en su casa ya iba solo con el tanga, le quitaba yo los sujetadores y me hacia tocarla por todos lados, con excusas baratas, me hacia sujetarle las tetas, preciosas y tersas con pezones oscuros,  mientras se ponía crema corporal, cosas de ese tipo, pero me  daba igual, sabia lo que buscaba y no se lo daría hasta que rogara como una posesa por ello, había momentos en que no aguantaba mas y me iba al baño ha hacerme una señora paja o reventaría allí  mismo, ella se percató y dejaba sus bragas sucias por el suelo del baño nada mas llegar a casa, yo las usaba,  en parte por excitación y en parte por que las dejaba allí manchadas de semen para que supiera que prefería pajearme con  sus bragas que tirármela a ella. Nos ponía a ver películas, algunas porno,  y ella se acurrucaba contra mi, solo con el tanga, metiéndome mano, pegando sus pechos desnudos a mi, se metía una mano en el tanga y se tocaba, comentando lo que veíamos con comentarios obscenos, pero siempre que intentaba pasar de allí conmigo  la paraba los pies.

Llego un viernes en que habíamos quedado, de nuevo su panoli nos acerco a su casa pero ni se bajo del coche, se fue como un  taxi, ya hasta ella le insultaba por ser tan pelele, a la cara y delante de mi, pero el tío no reaccionaba, ¡¡¡¡¡lo que le tenia que haber hecho en el pasado para tenerle así de controlado!!!! Lo digo en pasado por que desde hacia una semana que  no le tocaba. Subimos a su casa, y empezó el ritual, contoneándose dejando mochila y abrigos por el pasillo.

-ROCÍO: anda ayúdame con al ropa – se desabrochaba el sujetador aun con la ropa puesta metiéndose en su cuarto.

Entre y ella ya estaba de espaldas con el culo ofrecido,  el pecho hacia fuera y girada mirando mientras se mordía un dedo, me acerque y como de costumbre se echo para atrás para dejarse reposar sobre mi y pegando su trasero a mi ya abultado miembro, lleve mis mano a la cremallera de su pantalón y lo abrí, metiendo mis manso por la obertura y desliando sus apretados jeans por las piernas hasta dejarlos caer al suelo, dejándola con un tanga minúsculo, luego cogí su top ceñido de la parte del estomago y lo fui sacando  con calma, en sus pechos se frenaba por sus obstáculos femeninos, pero tire fuerte apretando sus tetas,  medio sueltas entre el sujetador, hasta que pasaban de golpe y las notaba botar por  la gravedad, levanto sus brazos para terminar de sacarla el top, y luego le quite el sujetador fácilmente, ella contoneaba su trasero frotándose contra mi pelvis.

-ROCÍO: vamos, no tengo todo el ida, sujétamelas para poder untarme la crema.- se agacho sin separar su cintura un solo centímetro, a coger la crema, al levantarse de nuevo se volvió a recostar sobre mi y me extendió en la mano un buena cantidad- estoy cansada, hoy hazlo tu, y recuerda no dejarte parte sin pasar.

Sin saber como aun soportaba aquello sin follármela hacia días, supongo que el ansia de venganza podía mas que la lujuria, extendí toda la crema por su vientre, y fui masajeando y subiendo mis manos hasta llegar a sus pechos, las maltrataba un poco, pero ella gemía muy ligeramente, repase todo su torso, sus laterales , su cuello y espalda, me cogió de la manos y se las llevo a los muslos.

-ROCÍO: estas también necesitan se cuidados- y se pringo las piernas con el bote.

Repetí operación y recorrí todas sus piernas, muslos interiores incluidos, la di la vuelta y también repase su trasero, con ella buscando mis labios pero yo me hacia el distraído, mientas pringaba la raja de su culo de crema hasta acabar.

-YO: ya esta, ¿nos vamos a ver una peli?- y sin mas me di la vuelta y me fui, tan recostada sobre mi estaba que casi se va al suelo, mirándome atónita.

-ROCIO: vale……ahora voy…….tengo que…… ir al baño, ya sabes, cosas de mujeres jajaja- estaba perdida, a estas alturas cualquier tío ya se la habría tirado 10 veces.

Tardo unos minutos en salir, pensé que estaría dándole vueltas a al cabeza para saber que mas hacer, cuando volvió estaba solo con el tenga pero era otro, se había cambiado y si el otro era diminuto esta era apenas perceptible, le tapaba lo justo como para denominarse ropa interior y no hilo que la rodeaba.

-ROCÍO: que te parece, me lo acabo de comprar- no se podía referir a otra cosa que a aquel trapo diminuto.

-YO: WWOWW, lo luces genial- se vio halagada por 1º vez, y se dio un vuelta sobre si misma luciéndose,  dejándose caer sobre mi como si hubiera tropezado,  riendo, pero con gestos obscenos.- bueno ¿ que película toca hoy?- la aparte de encima mío,  descolocada de nuevo.

-ROCÍO pues tengo algo especial, algo que grabe hace unos dias, una peli subidita de tono, un versión de  una peli de niños, la llamamos “MY TOY´S STORY”.- ¿¿acaso había y hecho pinitos en el porno??

-YO: pues me muero de verla.

La puso y efectivamente era una versión cutre española de la peli de dibujos animados, tan cutre que me pareció que la habia gravado el panoli hacia unos días, solo salía ella, con consoladores disfrazados de los juguetes de la película, y de cómo se los iba metiendo en el coño. Ella toda orgullosa se pegaba a  mi y me daba los comentarios del director en vivo, hablando del tamaño de los consoladores,  de su aguante,  de su velocidad, de como lo hacia, acompañando con gestos, yo no podía dejar de mirar, alguno de esos consoladores eran grandes, no mi polla pero grandes. Ella se frotaba contra mi, la deje creer que había logrado caer, sus manos bajaron a mi polla que estaba por independizarse de mi y salir a mirar ella sola, me levante de golpe y me fui.

-ROCÍO: ¿pero donde vas?

-YO: me tengo que desahogar en el baño, ahora vengo.- ya era inútil fingir que se lo ocultaba.

-ROCÍO: uy , muchas gracias, es el mejor halago para una mujer, es mejor que te sientes y lo hagas aquí, delante de mi, así te puedo ayudar- se la veía como un corredor de maratón llegando a la meta, conteste rápido sin vacilar.

-YO: no gracias,  no hace falta.- y me fui con viento fresco al baño dejándolo perturbada en el sillón, su cara era de corredor de maratón llegando a la meta y le hubieran puesto de nuevo al inicio.

Según llegue al baño mire al suelo y vi el tanga que llevaba  cuando la puse la crema, lo cogí y lo lleve a mi nariz, olía a hembra en celo, estaba empapado en sus fluidos, me saque la polla dura como granito y puse la prenda en ella para pajearme, era mas un fetiche que una acción realmente útil, aquel diminuto tanga no me cubría nada del pene, me había puesto a mil, verla de piernas abiertas metiéndose  un consolador enorme con la forma de un guardián intergaláctico en el coño,  sin ningún tipo de piedad, así que me corrí rápido y me asegure de manchar bien su prenda, para dejarla de nuevo en el mismo sitio en el suelo.

Si la imagen al irme era bestial al volver era una animalada, allí estaba Rocio, ya sin el tanga,  abierta de piernas y hundiendo un consolador en su coño mientras frotaba su clítoris, me miraba fijamente, con desesperación en su mirada, era su ultima bala.

-YO: perdona, no sabia que estabas……… ya me voy.- su cara, sin dejar de sacar y meter aquel consolador en ella, era de incomprensión absoluta.

-ROCÍO: no por favor, quédate, me has puesto cachonda sabiendo que te pajeabas  en el baño por  mi vídeo, y necesitaba desahogar, pero no te vayas.

-YO: mira, no se si es tema mío, no me concierne, tienes chico y no me parece bien que te vea así.

-ROCÍO: ¿que chico?, ese es un payaso que no es ni la mitad que hombre que tu, dame un teléfono y le mando a la mierda ahora mismo.- se lo di, y certificando la llamada, le mando a paseo en menos de 1 minuto, pero sin dejar de penetrarse sola, colgó- ves, es un paria que no merece la pena, pero tu, tu eres otra cosa, quiero que me folles aquí y ahora.

-YO: pero acabas de romper con el, estas dolida, pobrecilla,  mejor te dejo sola para que te tranquilices.- recogí y me fui, necesite la fuerza de voluntad del imperio egipcio para salir de allí, pero la iba a dejar sin novio, caliente como una perra y desahuciada todo el fin de semana.

El lunes siguiente su actitud cambio, según me dijo Marina iba soltando pestes de mi, que era un maricón que no la había complacido al follarla, que la tenia enana y que todo lo dicho eran falsedades, lo que no sabia es que al 50% de las que se lo decía, ya me las había tirado o me la habían chupado y pajeado, directamente o alguna de sus amigas, así que cayo en desgracia por mentirosa y rabiosa, por no saber aceptar  que no quería con ella. Con el paso de la semana la volvieron a llegar noticias, me había ha vuelto a tirar a su aprendiz, se le veía rabia en la mirada, decepción, odio, para el siguiente viernes, acercarme a ella.

-YO: oye, ¿que te pasa?, llevas unos días muy raros y distante conmigo- pregunte inocentemente.

-ROCÍO: ¿que me pasa? Tu eres lo que me pasa, eres un imbécil y un gay de mierda, te vas foliando a todas,  me tenias a mi, allí,  abierta de piernas ¿ y te largas?, eso no lo hace un tío normal, capullo.- se desahogo, agacho la cabeza y medio lloro.

-YO: siento que te sepa mal, pero eres mi amiga desde hace tiempo, y siempre te has portado así conmigo, no se por que ahora te enfadas.- la tire el comentario de forma fina y estudiada, era cierto, ella solo quería follarme por la fama  que tenia,  no por que yo o ella hubiéramos cambiado, y quería que lo reconociera.

-ROCÍO: ya, pero las cosas cambian, ahora eres mas guapo  y……- la corte.

-YO: no soy mas guapo, no soy mas divertido, no soy mas nada, me he comportado igual que antes de la operación, has sido tu la que has cambiado ¿por que? he estado 2 años persiguiéndote y no querías nada conmigo, creía que había quedado claro – había que apretarla, y estallo en lagrimas ante mi.

-ROCÍO pues por que todas empiezan a hablar de ti, de cómo follas, de lo bien que las tratas, y de que la tienes enorme, y yo quiero eso, ¿me entiendes ahora?

-YO: pero eso mismo lo podías haber tenido desde hace 2 años, soy el mismo, ¿por que el cambio ahora? ¿Por que las demás tienen algo que tú no tienes? ¿Tan simple eres? Eres patética – me miro alucinando,  cortando su falso llanto-  si te follo será por que me lo ruegues, llores y supliques como la perra que estas demostrando ser, no por que te creas que con un poco de crema puedes tener a cualquiera.- espere una respuesta pero no la tenia,  di en el clavo, me fui lo mas orgulloso de su lado que recordaba en mi vida.- das pena.

La deje allí, llorando, ahora de verdad,  habiéndola dicho la verdad,  que era una zorra ansiosa,  egoísta, manipuladora  y que si me quería tendría que arrastrase, con  todo otro fin de semana por delante para pensar en ello. Me volví a zumbar a su aprendiz,  a la que ya estaba dejando de lado por tenerme a mi y ella no, pero sabia que le llegaría la información igual, de hecho la lleve de fiesta con mis amigos y me la folle repetidas veces todo el fin de semana, no la penetraba tan profundo como Rocio se metía consoladores, pero el plan no era ella,  si no que Rocio supiera de aquello, aun así aquella ”mujercita” sabia moverse y la disfruté, una fue en el baño de mujeres de la discoteca, la metí casi en brazos y sin dejarla tocar el suelo, la subí la falda, y la senté en la pila del baño, en el lava manos,  delante de otras 4 mujeres, la baje las bragas,  me saque la polla y la hundí en ella, follándomela de forma controlada con mas de media polla, logrando espasmos y gritos de ella, y que las otras mujeres se quedaran mirando,  alguna hasta saco el móvil para hacer fotos y vídeos, sin dejar de penetrar a la aprendiz, le pedí que me las mandara a mi móvil, después de un buen rato así, la di la vuelta, la puse de rodillas encima de la pila de espaldas  mi,  desde esa posición me la folle por el coño logrando orgasmo tras orgasmo, la sentía desfallecer ante mi, pero no pare hasta que me corrí, callo fulminada al suelo, llevándose las manos a la vagina retrayéndose de dolor, al darme la vuelta  las 4 mujeres estaban besándose y masturbándose,  así mismas o entre si, mirando mi polla flaqueando después del polvo, les había regalado un espectáculo. La chica del móvil, me dijo, mordiéndose el labio,  que me mandaría todo si me la follaba también, ni lo dude, la arranque el vestido dejándola solo con unas bragas que le baje sin piedad, la aplaste de espaldas contra la pared,  la abrí de piernas, masturbe su coño hasta tenerlo húmedo y abierto, y entonces la masacre, me puse un condón,  golpeaba con mi cadera,  hundiendo mi barra dura en su interior, la penetraba mas profundamente que a la aprendiz, también era mas alta,   logre que se corriera en menos de 10 minutos,  torturándola contra la pared, pero seguí de forma fuerte otros 10 hasta que casi me corro, ella con los ojos en blanco, y entre corridas,   me pidió que dentro no, así que la saque mi lanza y cayo a plomo al suelo, pero se lanzo a chuparme la punta de la polla hasta que eyacule encima de ella, la había quitado el móvil y había sacado fotos y algún vídeo mas, los mande a mi móvil y salí del baño como un gladiador  romano después de una dura sesión en la arena.

Todo lo del móvil, se lo mandé a Rocio, todo, con comentarios de “esta podrías ser tu chupándomela” o “cuando quieras podrías ser embestida así” mandándola un video. Ella contesto una vez llamándome de todo. Para el lunes siguiente  me invito de nuevo a su casa. Al llegar no hubo ritual, nos sentamos a hablar en el sillón.

-YO: bien ¿para que me has traido?

-ROCÍO: ya lo sabes, me tienes loca y esas cosas que me mandaste, ¿de verdad eres tu?

-YO: el mismo que viste y calza.

-ROCÍO: quiero follarte.

-YO: eso ya me lo has dicho, pero no veo que haya cambiado nada.

-ROCÍO: ¿y que quieres que haga?, no puedo hacer mas para excitarte.

-YO: no quiero que me excites, quiero que sufras, lo que has hecho sufrir a muchos chicos, como yo, usar tu cuerpo como imán para peleles para tenerlos a tus ordenes, hasta el pobre pelele al que dejaste en menos de 1 minuto solo  por un rumor de que la tenia grande. ¿que puedes ofrecerme para compensar eso?

Se quedo callada, no había respuesta de nuevo.

-ROCÍO: mira, los siento, se que soy una zorra, pero no tiene nada de malo disfrutar  de tu cuerpo.

-YO: tu no disfrutas de tu cuerpo, lo exhibes atrayendo abejas, y haciéndolas trabajar para ti, te estuve haciendo los trabajos del año pasado solo por que de vez en cuando me ponías las tetas en la cara o frotabas tu cintura contra mi, y a ahora estas aquí, suplicando que te folle……. ¿solo por unas fotos. ?

-ROCÍO: ya te he pedido disculpas, soy así, mi familia no esta,  les da igual lo que haga, tengo que buscarme la vida sola y lo único que tengo es mi cuerpo, ¿vale? Es lo quieres oír, que soy una desgraciada que cuando no tenga físico lo perderé todo.

-YO: eso es un comienzo, has admitido un problema, eres guapa,  si, pero no solo eso, puedes ser mejor, puedes llegar a algo en al vida sin tener que venderte.

-ROCÍO: eso dicen todos.

-YO: será por que muchos lo pensamos, y como las palabras se las lleva el viento, prometo ayudarte, te voy a apoyar, ayudar en el instituto, para que entres en la universidad, si quieres,  sabiendo que hacer con tu vida.

-ROCÍO: ya claro, y solo tendría que acostarme contigo, ¿no?

-YO: no, si no quieres, te ofrezco mi ayuda, que no mi servidumbre, a cambio de nada, no tienes que darme nada que no quieras, y si tiene que pasar algo, pasara, pero por que los 2 queremos y  lo deseamos, no por que quieras algo de mí. ¿De acuerdo?- lo penso unos segundos, me miraba preguntándose si era cierto, si de verdad había alguien en el mundo que estuviera allí para ayudarla  sin meter su cuerpo o el sexo de por medio.

-ROCIO: este bien, pero tengo un problema.

-YO: ¿¿cual??

-ROCÍO: que yo quiero ahora, quiero follarte y se que tu me deseas también, podemos hacerlo, solo por el placer de hacerlo, ¿sin trampas,  ni engaños,  ni dobles intenciones? Solo diversión, por que los videos me han hecho correrme mas de una vez al verlos.

-YO: solo si lo quieres tu, no la golfa que busca imbéciles por los pasillos, te aviso, que si lo hacemos y me fallas, cortare de raíz, y ahora sabes que te puedo hacer la vida muy difícil, no me obligues.

-ROCÍO: trato hecho.- extendió su mano para firmar el trato., yo dude, ya la había castigado lo suficiente, había logrado que fuera un cambio en su vida para que no hiciera daño a mas chicos o a ella misma, pero podía ser un truco, y al día siguiente ir divulgando su logro, pero mi objetivo no era ser un Mesías salvador, si no follármela salvajemente después de haber hecho suplicar, y eso había pasado.

Me puse en pie y me desnude de forma rápida y sin tonteras, dejando mi polla al aire, en reposo.

-YO: aquí tienes tu premio por ser buena chica, no por ser una zorra.- su mirada era fijo, no se sorprendió tanto, había visto las fotos pero mi polla en vivo ganaba.

Me puse a su lado y la levante para ponerla de pie, ella no apartaba la vista de mi polla, la pegue contra mi y la bese el cuello, metiendo mi mano por debajo de su camiseta,  acariciando su espalda, ella permanecía quieta, se dejaba hacer. Desabroche su sujetador y le quite la camiseta, atacando sus pezones con mis labios, mientras la ponía de puntillas debido al agarre de mis manos en su trasero, por fin reacciono y bajo una mano a mi miembro, cogiendo de la punta y dando un suave masaje al glande, mientas se me iba poniendo dura, alce mi cabeza para besarla en los labios, el primero fue bonito y dulce, el segundo  ya fue pasional, con legua, note el trozo de metal de su piercing en al lengua, ambos sabinas movernos, mi fuerza en el torso hizo que ella echara su espalda hacia atrás, peor no dejaba que su cintura se alejara, apretadora contra mi polla y separando sus nalgas a través de la ropa con las manos.

-YO: ¿si es lo que quieres?, pídelo

-ROCÍO: lo quiero

-YO: ¿el que?

-ROCÍO: ¡¡¡quiero que me folles!!!

-YO: ¿ah si?  ¿A cambio de que?

-ROCÍO: por nada, a cambio de nada, solo quiero sexo.

-YO: así me gusta, ahora lo tendrás por que eres buena y lo has pedido con educación, pero te advierto que me has puesto muy caliente y no respondo de mi, lo que le hice a las del vídeo va a ser una chorrada con lo que voy a hacer.- lo dije cerca de su iodo, para cuando acabara, lamerla el lóbulo de su oreja, por lo que había visto, le ponía tontorrona.

La di la vuelta cuando ya la tenia como un piedra, y metí mi polla por debajo del tiro de su pantalón, atravesándola hasta dejar mi glande a su vista cuando miraba abajo, lleve mis manso a su cremallera y repetí procedimientos previos para bajárselos, ella ayudo doblando el torso para terminar de quitárselo, pero sin doblar las rodillas, al levantarla recorrí su cuerpo, mis manos pasaron pos sus muslo, su cintura, el vientre,  sus pechos y allí quedaron apretando sus tetas, mientras,  con mi polla palpitando entre su piernas, comencé un mete saca suave, frotadora toda al tela del tanga, lo hice durante un rato, hasta asegurarme de que estaba mojada.

-YO: ¿te crees muy dura por meterte esos consoladores? Veremos si aguantas sin correrte antes de que te penetre.- se le erizo la piel, no estaba acostumbrada a ese tono o palabras.

La senté en el mismo sillón donde hacia unas 2 semanas le tenia abierta de piernas perforándose con un gran consolador, la abrí de piernas y me puse en medio atacando sus pechos,  con una mano frotando por encima de su tanga, fui bajando con deseo repasando cada zona, jugando con mi lengua el  piercing del ombligo, tirando un poco de el con los dientes, para cerrar dándole un chupetón en uno de sus muslos interiores, muy cerca de su vagina, ella se masajeaba las tetas mientras respiraba profundamente, mas que por lo hecho, por que  intuía que pasaría. La levante la cintura y de un tirón le arranque el tanga, mirándola a los ojos lo olí delante de ella.

-YO: hueles a gata en celo, y se como tratarte- inspire profundamente y las metí en mi pantalón, eran mi regalo.

Sin preámbulos ya que no era ninguna damisela, abrí sus labios mayores y chupe la zona, estaba bastante mojada, pero quería mas, cuando estaba bien lubricada, fui metiendo un dedo tras otro, metiéndolos y sacándolos con rapidez, la oía gemir con cada ida y venida de mi mano, me puse en pie pero doblado hacia ella,  , puse la mano en modo masturbación del punto G,  que ya había localizado, y mientras la besaba, mi mano se movía lentamente en su interior, acelerando con cada gesto, ella al inicio no se le notaba, me besaba como si no pasara nada, pero según iba aumentando el ritmo, también lo hizo los fluidos que salían de su interior, y la pasión en su lengua, repasando cada rincón de mi boca, hasta que no pudo mas y hecho la cabeza hacia atrás gritando de placer, para después, ante mi no parar, me miraba a los ojos poniendo morritos. yo metí mi cabeza entre sus tetas y sin parar de acelerar el ritmo de mi mano en su coño,  lamía y chupaba sus pechos, jugueteando con sus pezones, era difícil, se movía de forma agitada,   cerraba y abría las piernas muchas veces, hasta que reventó en un orgasmo brutal, bañándome la mano, el sonido de chapoteo era evidente pero seguí con la mano a buena velocidad, sin que ella mascullara una sola palabra, solo abría la boca de frenesí, logre una 2º explosión, y ya mi brazo se canso, acariciaba por fuera su empapado coño, mientras seguía comiéndole un pecho. Subí la mano empapada y me la limpie con la piel de sus tetas, ella automáticamente se llevo las tetas a la boca lamiendo por encima sus propios fluidos de sus  pezones.

Me senté enfrente en el sillón, mientras ella cogía con su mano mas fluidos y luego se chupaba la mano de forma obscena, estaba ya totalmente empalmado mirando la escena.

-YO: vaya, me has decepcionado un poco, ya voy 2-0 y aun no te he ensartado.- su mirada acepto el reto.

Se dejo caer el suelo, y andando a gatas hacia mi contoneado el culo, me decía guarradas.

-ROCÍO: sabes que es lo me mas me ha jodido de la fotos, que esa puta no sabia chupártela, apenas se metía el glande.

-YO: ¿y tu lo harás mejor?

La respuesta no fueron palabras, se coloco entre mis piernas donde estaba mi polla tiesa siendo masturbada ligeramente por mi, me quito la mano y la agarro con ambas manos, me pajeo suavemente midiendo los tiempos y las distancias, cuando noto los limites, bario la boca como desencajándola, saco la lengua y de un tirón se emito 1/3 de polla, la note toser pero no moverse, notaba su lengua estirada moviéndose por mi tronco, cerro sus labios y comenzó a sacársela de la boca sin dejar un solo ápice de piel sin embadurnar de babas y rodear con sus labios, al llegar arriba jugo con su lengua en mi glande, mientras con ambas manos seguía pajeándome, sabia lo que sea hacia, subía el ritmo y repasaba mi polla con su lengua a ratos, mientras en otros se  metía el tercio en la boca, y no solo metía, como muchas de la chiquillas que habían pasado por allí, aquella loba chupaba y sorbía las babas para volver a untarme la polla con ellas y volver a chuparla, ladeo la cabeza repasando con sus labios todo mi tronco y se la volvió a meter en la boca, dando mi glande con el dorso interior de sus mejillas, lo subía a y bajaba a ratos, otros lo dejaba allí, haciendo presión mientras con una mano por fuera se golpeaba la mejilla y por ende mi capullo. Me tenia a mil, y me mato cuando después de golpearse la cara con mi polla,  y seguía pajeando,  metió su boca en mis huevos, los lamía y metía en su boca de forma alternativa, con dulcera pero firmeza, lamiendo  y besando la base de mi polla, dios, aquel trozo de metal de su boca era una delicia. No aguante mas y me corrí allí mismo, fue tan fuerte que la paso el semen por encima casi sin tocarla.

-ROCÍO: 2-1

-YO: tender que sacar a los titulares.

Metí mis manos por dejado de sus brazos y de un tirón la subí encima mía, no soltó mi polla que estaba algo flácida, y la masajeaba para recuperarla para la causa, mientras nos besamos de nuevo, ya sin tonterías, de forma grosera y sexual, la apretaba tanto que mi polla ya endurecida paso por debajo de ella, quedando aplastada por su peso, la levante del culo hasta tener sus tetas a mi alcance bucal de nuevo, y mientras ella llevaba sus manos atrás,  a mi polla,  buscando que se endureciera, cuando ya estaba al 100% bajo su cadera.

-YO: ten cuidado, no se como de abierto lo tendrás

-ROCÍO: mucho.

Dirigió su polla a la entrada de su coño, metió el glande sin dificultad, estaba mojada, giro la cadera buscando impulso y de golpe se dejo caer, de largo 20 centímetros a la 1º, esa tía estaba bien entrenada, aunque el grosor la dejo quieta unos segundos,  mientras sus paredes vaginales se acostumbraban al tamaño.

-ROCÍO: dios, es mas grande que cualquier chico o consolador que haya metido, todavía queda mucha fuera y me siento a reventar.

-YO: pues ten cuidado pro que esto acaba de empezar.- baje mi cuerpo hasta sacar el culo del sofá, plante las piernas al suelo, y la agarre de la cadera, – preparaste para gozar.

Sin ningún ápice de cuidado ni piedad comencé a follármela, de forma bestia, cogí ritmo rápido y cómodo, fácil de aguantara y no pare, ella paso por todos los estados, tranquilo, excitado,  me vas a  partir, dios que grande y volvía a empezar, pasaba eso por que cada ciertas embestidas,  mi polla penetraba mas, notaba como su pelvis se abría y me dejaba llegar mas a su interior, no se la metía entera pero casi, y el ritmo era elevado, 15 minutos de golpes fueres y descansos, logre que emanaran fluidos de su coño bañándome, pero como era costumbre no pare, seguí, a los pocos minutos otro orgasmo, ella se quería bajar,  yo la sujetaba y seguía, ya no me gritaba  solo salían gemidos rítmicos con cada embestida, cayo hacia delante sobre mi , sin fuerzas, notando como su espalda se retorcía con cada espasmo de cada corrida. A los 20 minutos ya estaba a punto de reventar de nuevo, ella estaba asfixiada pero había entrado en un estado de aceptación de la situación y solo disfrutaba, di un par de golpes mas fuerte para terminar eyaculando sin control.

-YO: joder, así si se folla, vaya delicia de coño que tienes, casi te la metes toda. – la saque de mi y la deje medio de load sobre el sofá, cogiendo bocanadas de aire y llevándose la mano al coño para comprobar la abierto que lo tenia, era recurrente aquello.

-ROCÍO: me acabas de hacer la mejor follada de mi vida, no me he corrido tanto nunca, dios, no es solo larga, es que es ancha, me parte, noto como cede mi interior, normal que tengas a todas locas.

-YO: pues si quieres es toda tuya, solo tienes que comportarte y ser buena chica.

-ROCÍO: jajajaja que malo eres, pero esto no ha acabado llevas mucha ventaja en tu casilllero, déjame el del honor.

Se me monto encima de espaldas, llevando una mano a mi polla para levantar de nuevo el animo, cuando estaba dura de nuevo, fue a un cajón y saco lubricante, se tumbo a mi lado y se pringó un dedo, luego se lo llevo al ano, y lo acaricio hasta meterse el dedo, me lance a ayudarla, me moje dos dedos y la sustituí, luego tres, que maravilla,  como se abría, ya estaba lista y con los pezones duros, me coloque en la posición del misionero, pero apuntando a su ano, y haciendo presión mientras ella se retorcía bajo mi cuerpo, mi glande entro, deje un minuto para que se le quitara la cara de susto y su ano se expandiera, luego iba penetrando sin parar, abriéndome paso, cuando llegue lejos,  la saque, vi el agujero hecho y la volví a meter de golpe, repetidamente lo hice hasta que entraba y salia sin dificultad, entonces ya no tuve compasión, cogí posición y arranque un ritmo que hacia que ella rebotara contra el sofá con cada golpe, a los pocos minutos ya la penetraba totalmente, chocando mi pelvis con su trasero, su cara era de asombro total,  no paraba de moverse hacia cualquier lado, buscando algo que no encontraba. Llevó una mano a su coño para masturbarse y eso solo hico que se corriera de nuevo, la situación se descontrolo y se me salió, ella casi lo agradeció.

-ROCÍO: me partes, que sensación, veo estrellas, si sigues así me vas a matar, déjame a mi llevar el ritmo.

Me sentó y ella se puso de espaldas, apunto a su ano  con mi polla y una vez ensartada,  se recostó sobre mi, levantando las piernas apoyándose en las mías, así ella hacia fuerza y se levanta y baja  a su ritmo, con el paso de lo minutos la volvía a tener toda dentro de ella, que gritaba improperios incoherentes, mientras se masturbaba, se corría nuevamente, no paro de soltar fluidos, yo ya estaba harto de aquello y agarrándola de la cadera tome el mando y el ritmo, bombeando de forma brutal, coda golpe la levantaba un palmo del suelo y la hacia caer a plomo para recibir otro golpe, se llego a caer hacia delante poniéndose a 4 patas sacándose mi polla de dentro, al verla en esa posición,  con un tremendo agujero en medio de su culo, me puse de rodillas detrás de ella y la volví a empalar, haciendo que nuestros cuerpos fueran fuerzas opuestas, el sonido de mi pelvis golpeadora era rotundo y a cada golpe ella andaba un poco para adelante, queriendo alejarse y dejar de gritar de gusto, pero no la dejaba,  la volvía a atraer sobre mi , sin piedad. Cayo rendida al suelo apoyando la cara y el pecho al suelo, se había convertido en un culo en pompa inerte que era perforado si compasión, ya ni se corría, ni se movía, solo recibía. Me mantuve así los ultimos 5 minutos hasta que me corrí por 3º vez, desde Eli nadie me había puesto tan al limite.

Me senté el sofá,  roto de cansancio,  empapado en sudor y mirando aquel mueble decorativo en que se había convertido Rocío, no se movía,  seguía en la misma poción con el agujero de su culo cerrándose poco a poco.

-YO: esto es para que sepas que si me fallas no tender piedad de ti, lo sabré, no te diré nada y te llevare a este punto una  y otra vez hasta que supliques perdón.- su cuerpo cayo de lado, dando por fin indicios de vida en ella.

-ROCÍO: me has roto el culo carbón, ¡¡¡¡me lo has roto!!!

-YO: y mas que te romperé, esto es solo el inicio.

Durante los ultimos 3-4 meses de instituto la ayude como prometí y ella se comporto mucho mejor, hasta logre que vistiera de forma mas recatada, todo a cambio de no dejar las sesiones de sexo salvajes, en su casa casi todos lo viernes, y entre semana en el instituto, o hacíamos pellas un día y nos íbamos a su casa para follar de nuevo, se convirtió en una habitual, aunque no la única.

Las mejores sesiones fueron cuando empezó a invitar  los viernes a su casa a la aprendiz, no fue mi 1º experiencia con tríos, pero si la 1º real sin ensayos,  ni Eli cerca, al principio solo follamos Rocío y yo con ella masturbándose, pero la invitamos a jugar, era pequeña pero sabia lo que se hacia, la comía el coño mientras la otra me cabalgaba como una amazona, luego me chupaban la polla entre las dos, alguna vez cogí a la aprendiz y la hacia un 69 en el aire, mientras ella me comía la polla por arriba Rocío lo hacia por abajo, me sentaba en esa misma posición sin dejar de hacerse correr a la aprendiz y sin que ellas pararan de sacarme semen, Rocío hasta se lo tragaba ya. Las ponía a horcajadas una sentada  encima de la otra , se besaban y acariciaban,  yo desde atrás las iba penetrado alternativamente, metía mi polla en el coño de la aprendiz hasta que se corría, y luego en el de Rocío, y hacia lo mismo, ella tenia mucho mas aguante pero yo tenia mucho mas que ambas, cuando la pobre aprendiz se bajaba del carro por agotamiento, empezaban las sesiones anales con Rocío, siempre terminaban igual, con ella “muerta” sin reacción, tardaba unos segundos en volver en si, y para cuando terminaba con ella,  la aprendiz ya se había recuperado e iba a por ella, en un viernes logre echar  10 polvos con ellas en el margen desde el vuelta del colegio hasta la madrugada, mientras una se iba al baño,  descansar o comer, me follaba a la otra, cuando era yo el que me iba eran ellas las que seguían jugando.  Acabamos a las 6 de la mañana rotos, dormidos como críos los 3 desnudos en la misma cama, abrazados, ni que decir tiene que al levantarme me las volví a follar hasta la hora de comer, a Rocío ya le entraba toda mi  polla por el coño y el ano, y a la aprendiz mas de media polla en el coño y empezamos a disfrutar de su ano, dios, era tan pequeña que la comparación con mi polla era gigante, aun así logro meterse ¾ de polla por el culo, gemía como un cochinillo al que estuvieran matando, pero no se bajaba ni dejaba de rebotar sobre mi.

No era una relación, no quedábamos a tomar cañas o salir a pasear, y en el instituto solo nos mirábamos para secuestrarnos unos a otros para sesiones de sexo improvisadas, llego un momento en que me harte de aquellas 2, como había cambiado el tema, de matar por estar con una a follármelas tantas veces que me sentí hastiado, no daban mas de si, A Rocío la deje de lado en las sesiones de sexo,  aunque la ayudaba en todo lo demás, consiguió sacarse matricula y entrar en la universidad, hoy en día es asistente social y ayuda a la mujer maltratada. La aprendiz fue al revés, era una estudiante normal y con el paso de las sesiones se le fue a la mierda el curso, tuvo que repetir, pero a ella me la seguí follando hasta final  de curso, me daba mas morbo a  esas alturas.

CONTINUARA…………


“La obsesión de una jovencita por mí” LIBRO PARA DESCARGAR

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Sinopsis:

Todo da comienzo cuando una admiradora de mis relatos me envía un email. Sin prever las consecuencias, entablo amistad con ella el mismo día que conocí a una mujer de mi edad. la primera de veinte años, la segunda de cuarenta. Con las dos empiezo una relación hasta que todo se complica. Relato de la obsesión de esa cría y de cómo va centrando su acoso sobre mí.

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Capítulo uno.

La primera vez que tuve constancia de su existencia, fue al recibir un email en mi cuenta de correo. El mensaje era de una admiradora de mis relatos. Corto pero claro:

Hola soy Claudia.

Tus relatos me han encantado.

Leyéndolos, he disfrutado soñando que era, yo, tu protagonista.

Te he agregado a mi MSN, por favor, me gustaría que un día que me veas en línea, me digas algo cachondo, que me haga creer que tengo alguna oportunidad de ser tuya.

Estuve a punto de borrarlo. Su nick me decía que tenía sólo veinte años, y en esos días estaba cansado de enseñar a crías, me apetecía más disfrutar de los besos y halagos de un treintañera incluso tampoco me desagradaba la idea de explorar una relación con una mujer de cuatro décadas. Pero algo me hizo responderle, quizás el final de su correo fue lo que me indujo a jugar escribiéndole una pocas letras:

Si quieres ser mía, mándame una foto.

Nada más enviarle la contestación me olvidé del asunto. No creía que fuera tan insensata de contestarme. Ese día estuve completamente liado en la oficina, por lo que ni siquiera abrí mi Hotmail, pero la mañana siguiente nada más llegar a mi despacho y encender mi ordenador, vi que me había respondido.

Su mensaje traía una foto aneja. En internet es muy común que la gente envié imágenes de otros para simular que es la suya, pero en este caso y contra toda lógica, no era así. La niña se había fotografiado de una manera imposible de falsificar, de medio cuerpo, con una copia de mi respuesta, tapándole los pechos.

Claudia resultaba ser una guapa mujer que no aparentaba los años que decía, sino que incluso parecía más joven. Sus negros ojos parecían pedir cariño, aunque sus palabras hablaban de sumisión. Temiendo meter la pata y encontrarme tonteando con una menor de edad, le pedí que me enviara copia de su DNI, recordando los problemas de José, que había estado a punto de ir a la cárcel al ligar con una de quince años.

No habían pasado cinco minutos, cuando escuché el sonido de su contestación. Y esta vez, verdaderamente intrigado con ella, abrí su correo. Sosteniendo su DNI entre sus manos me sonreía con cara pícara. Agrandé la imagen, para descubrir que me había mentido, no tenía aún los veinte, ya que los iba a cumplir en cinco días.

El interés morboso me hizo responderla. Una sola línea, con tres escuetas preguntas, en las que le pedía una explicación.

― Claudia: ¿quién eres?, ¿qué quieres? Y ¿por qué yo?

La frialdad de mis palabras era patente, no quería darle falsas esperanzas, ni iniciar un coqueteo absurdo que terminara cuando todavía no había hecho nada más que empezar. Sabiendo que quizás eso, iba a hacerla desistir, me senté a esperar su respuesta.

Esta tardó en llegar más de media hora, tiempo que dediqué para firmar unos presupuestos de mi empresa. Estaba atendiendo a mi secretaria cuando oí la campanilla que me avisaba que me había llegado un correo nuevo a mi messenger. Ni siquiera esperé a que se fuera María para abrir el mensaje.

No me podía creer su contenido, tuve que releerlo varias veces para estar seguro de que era eso lo que me estaba diciendo. Claudia me explicaba que era una estudiante de ingeniería de diecinueve años, que había leído todos mis relatos y que le encantaban. Hasta ahí todo normal. Lo que se salía de la norma era su confesión, la cual os transcribo por lo complicado que es resumirla:

Amo:

Espero que no le moleste que le llame así.

Desde que la adolescencia llegó a mi cuerpo, haciéndome mujer, siempre me había considerado asexuada. No me atraían ni mis amigos ni mis amigas. Para mí el sexo era algo extraño, por mucho que intentaba ser normal, no lo conseguía. Mis compañeras me hablaban de lo que sentían al ver a los chicos que les gustaban, lo que experimentaban cuando les tocaban e incluso las más liberadas me hablaban del placer que les embriagaba al hacer el amor. Pero para mí, era terreno vedado. Nunca me había gustado nadie. En alguna ocasión, me había enrollado con un muchacho tratando de notar algo cuando me acariciaba los pechos, pero siempre me resultó frustrante, al no sentir nada.

Pero hace una semana, la novia de un conocido me habló de usted, de lo excitante de sus relatos, y de la calentura de las situaciones en que incurrían sus protagonistas. Interesada y sin nada que perder, le pedí su dirección, y tras dejarlos tomando unas cervezas me fui a casa a leer que es lo que tenía de diferente.

En ese momento, no tenía claro lo que me iba a encontrar. Pensando que era imposible que un relato me excitara, me hice un té mientras encendía el ordenador y los múltiples programas que tengo se abrían en el windows.

Casi sin esperanzas, entré en su página, suponiendo que no me iba a servir de nada, que lo mío no tenía remedio. Mis propias amigas me llamaban la monja soldado, por mi completa ausencia de deseo.

Contra todo pronóstico, desde el primer momento, su prosa me cautivó, y las horas pasaron sin darme cuenta, devorando línea tras línea, relato tras relato. Con las mejillas coloradas, por tanta pasión cerré el ordenador a las dos de la mañana, pensando que me había encantado la forma en que los personajes se entregaban sin freno a la lujuria. Lo que no me esperaba que al irme a la cama, no pudiera dejar de pensar en cómo sería sentir eso, y que sin darme cuenta mis manos empezaran a recorrer mi cuerpo soñando que eran las suyas la que lo hacían. Me vi siendo Meaza, la criada negra, disfrutando de su castigo y participando en el de su amiga. Luego fui protagonista de la tara de su familia, estuve en su finca de caza, soñé que era Isabel, Xiu, Lucía y cuando recordaba lo sucedido con María, me corrí.

Fue la primera vez en mi vida, en la que mi cuerpo experimentó lo que era un orgasmo. No me podía creer que el placer empapara mi sexo, soñando con usted, pero esa noche, como una obsesa, torturé mi clítoris y obtuve múltiples y placenteros episodios de lujuria en los que mi adorado autor me poseía.

Desde entonces, mañana tarde y noche, releo sus palabras, me masturbo, y sobre todo, me corro, creyéndome una heroína en sus manos.

Soy virgen pero jamás encontrará usted, en una mujer, materia más dispuesta para que la modele a su antojo. Quiero ser suya, que sea su sexo el que rompa mis tabúes, que su lengua recorra mis pliegues, pero ante todo quiero sentir sus grilletes cerrándose en mis muñecas.

Sé que usted podría ser mi padre pero le necesito. Ningún joven de mi edad había conseguido despertar la hembra que estaba dormida. En cambio, usted, como en su relato, ha sacado la puta que había en mí, y ahora esa mujer no quiere volver a esconderse».

La crudeza de sus letras, me turbó. No me acordaba cuando había sido la última ocasión que había estado con una mujer cuya virginidad siguiera intacta. Puede que hubieran pasado más de veinte años desde que rompí el último himen y la responsabilidad de hacerlo, con mis cuarenta y dos, me aterrorizó.

Lo sensato, hubiera sido borrar el mensaje y olvidarme de su contenido, pero no pude hacerlo, la imagen de Claudia con su sonrisa casi adolescente me torturaba. La propia rutina del trabajo de oficina que tantas veces me había calmado, fue incapaz de hacerme olvidar sus palabras. Una y otra vez, me venía a la mente, su entrega y la belleza de sus ojos. Cabreado conmigo mismo, decidí irme de copas esa misma noche, y cerrando la puerta de mi despacho, salí en busca de diversión.

La música de las terrazas de la Castellana nunca me había fallado, y seguro que esa noche no lo haría, me senté en una mesa y pedí un primer whisky, al que siguieron otros muchos. Fue una pesadilla, todas y cada una de las jóvenes que compartían la acera, me recordaban a Claudia. Sus risas y sus coqueteos inexpertos perpetuaban mi agonía, al hacerme rememorar, en una tortura sin fin, su rostro. Por lo que dos horas después y con una alcoholemia, más que punible, me volví a poner al volante de mi coche.

Afortunadamente, llegué a casa sano y salvo, no me había parado ningún policía y por eso debía de estar contento, pero no lo estaba, Claudia se había vuelto mi obsesión. Nada más entrar en mi apartamento, abrí mi portátil, esperando que algún amigo o amiga de mi edad estuviera en el chat. La suerte fue que Miguel, un compañero de juergas, estaba al otro lado de la línea, y que debido a mi borrachera, no me diera vergüenza el narrarle mi problema.

Mi amigo, que era informático, sin llegarse a creer mi historia, me abrió los ojos haciéndome ver las ventajas que existían hoy en día con la tecnología, explicándome que había programas por los cuales podría enseñar a Claudia a distancia sin comprometerme.

― No te entiendo― escribí en el teclado de mi ordenador.

Su respuesta fue una carcajada virtual, tras la cual me anexó una serie de direcciones.

― Fernando, aquí encontrarás algunos ejemplos de lo que te hablo. Si la jovencita y tú los instaláis, crearías una línea punto a punto, con la cual podrías ver a todas horas sus movimientos y ordenarla que haga lo que a ti se te antoje.

― Coño, Miguel, para eso puedo usar la videoconferencia del Messenger.

― Si, pero en ese caso, es de ida y vuelta. Claudia también te vería en su pantalla.

Era verdad, y no me apetecía ser objeto de su escrutinio permanente. En cambio, el poderla observar mientras estudiaba, mientras dormía, y obviamente, mientras se cambiaba, me daba un morbo especial. Agradeciéndole su ayuda, me puse manos a la obra y al cabo de menos de medía hora, ya había elegido e instalado el programa que más se adecuaba a lo que yo requería, uno que incluso poniendo en reposo el ordenador seguía funcionando, de manera que todo lo que pasase en su habitación iba a estar a mi disposición.

La verdadera prueba venía a continuación, debía de convencer a la muchacha que hiciera lo propio en su CPU, por lo que tuve que meditar mucho, lo que iba a contarle. Varias veces tuve que rehacer mi correo, no quería parecer ansioso pero debía ser claro respecto a mis intenciones, que no se engañara, ni que pensara que era otro mi propósito.

Clarificando mis ideas al final escribí:

Claudia:

Tu mensaje, casi me ha convencido, pero antes de conocerte, tengo que estar seguro de tu entrega. Te adjunto un programa, que debes de instalar en tu ordenador, por medio de él, podré observarte siempre que yo quiera. No lo podrás apagar nunca, si eso te causa problemas en tu casa, ponlo en reposo, de esa forma yo seguiré teniendo acceso. Es una especie de espía, pero interactivo, por medio de la herramienta que lleva incorporada podré mandarte mensajes y tú contestarme.

No tienes por qué hacerlo, pero si al final decides no ponerlo, esta será la última vez que te escriba.

Tu amo

Y dándole a SEND, lo envié, cruzando mi Rubicón, y al modo de Julio Cesar, me dije que la suerte estaba echada. Si la muchacha lo hacía, iba a tener en mi propia Webcam, una hembra que educar, si no me obedecía, nada se había perdido.

Satisfecho, me fui a la cama. No podía hacer nada hasta que ella actuara. Toda la noche me la pasé soñando que respondía afirmativamente y visualizando miles de formas de educarla, por lo que a las diez, cuando me levanté, casi no había dormido. Menos mal que era sábado, pensé sabiendo que después de comer podría echarme una siesta.

Todavía medio zombi, me metí en la ducha. El chorro del agua me espabiló lo suficiente, para recordar que tenía que comprobar si la muchacha me había contestado y si me había hecho caso instalando el programa. A partir de ese momento, todo me resultó insulso, el placer de sentir como el agua me templaba, desapareció. Sólo la urgencia de verificar si me había respondido ocupaba mi mente, por eso casi totalmente empapado, sin secarme apenas, fui a ver si tenía correo.

Parecía un niño que se había levantado una mañana de reyes y corría nervioso a comprobar que le habían traído, mis manos temblaban al encender el ordenador de la repisa. Incapaz de soportar los segundos que tardaba en abrir, me fui por un café que me calmara.

Desde la cocina, oí la llamada que me avisaba que me había llegado un mensaje nuevo. Tuve que hacer un esfuerzo consciente para no correr a ver si era de ella. No era propio de mí el comportarme como un crío, por lo que reteniéndome las ganas, me terminé de poner la leche en el café y andando lentamente volví al dormitorio.

Mi corazón empezó a latir con fuerza al contrastar que era de Claudia, y más aún al leer que ya lo había instalado, que sólo esperaba que le dijera que es lo que quería que hiciera. Ya totalmente excitado con la idea de verla, clickeé en el icono que abría su imagen.

La muchacha ajena a que la estaba observando, estudiaba concentrada enfrente de su webcam. Lo desaliñado de su aspecto, despeinada y sin pintar la hacía parecer todavía más joven. Era una cría, me dije al mirar su rostro. Nunca me habían gustado de tan tierna edad, pero ahora no podía dejar de contemplarla. No sé el tiempo que pasé viendo casi la escena fija, pero cuando estaba a punto de decirle que estaba ahí, vi como cogía el teclado y escribía.

« ¿Me estará escribiendo a mí?», pensé justo cuando oí que lo había recibido. Abriendo su correo leí que me decía que me esperaba.

Fue el banderazo de salida, sin apenas respirar le respondí que ya la estaba mirando y que me complacía lo que veía:

― ¿Qué quiere que haga? ¿Quiere que me desnude? ― contestó.

Estuve a punto de contestarle que si, pero en vez de ello, le ordené que siguiera estudiando pero que retirara la cámara para poderla ver de cuerpo entero. Sonriendo vi que la apartaba de modo que por fin la veía entera. Aluciné al percatarme que sólo estaba vestida con un top y un pequeño tanga rojo, y que sus piernas perfectamente contorneadas, no paraban de moverse.

― ¿Qué te ocurre?, ¿por qué te mueves tanto?― escribí.

― Amo, es que me excita el que usted me mire.

Su respuesta me calentó de sobremanera, pero aunque me volvieron las ganas de decirle que se despojara de todo, decidí que todavía no. Completamente bruto, observé a la muchacha cada vez más nerviosa. Me encantaba la idea de que se erotizara sólo con sentirse observada. Claudia era un olla sobre el fuego, poco a poco, su presión fue subiendo hasta que sin pedirme permiso, bajando su mano, abrió sus piernas, comenzándose a masturbar. Desde mi puesto de observación sólo pude ver como introducía sus dedos bajo el tanga, y cómo por efecto de sus caricias sus pezones se empezaban a poner duros, realzándose bajo su top.

No tardó en notar que el placer la embriagaba y gritando su deseo, se corrió bajo mi atenta mirada.

― Tu primer orgasmo conmigo― le dije pero tecleándole mi disgusto proseguí diciendo. ― Un orgasmo robado, no te he dado permiso para masturbarte, y menos para correrte.

― Lo sé, mi amo. No he podido resistirlo, ¿cuál va a ser mi castigo. Su mirada estaba apenada por haberme fallado.

― Hoy no te mereces que te mire, vístete y sal a dar un paseo.

Casi lloró cuando leyó mi mensaje, y con un gesto triste, se empezó a vestir tal y como le había ordenado, pero al hacerlo y quitarse el top, para ponerse una blusa, vi la perfección de sus pechos y la dureza de su vientre. Al otro lado de la línea, mi miembro se alborotó irguiéndose a su plenitud, pidiéndome que lo usara. No le complací pero tuve que reconocer que tenía razón y que Claudia no estaba buena, sino buenísima.

Totalmente cachondo, salí a dar también yo una vuelta. Tenía el Retiro a la vuelta de mi casa y pensando que me iba a distraer, entré al parque. Como era fin de semana, estaba repleto de familias disfrutando de un día al aire libre. Ver a los niños jugando y a las mamás preocupadas por que no se hicieran daño, cambió mi humor, y disfrutando como un imberbe me reí mientras los observaba. Era todo un reto educarlos bien, pude darme cuenta que había progenitoras que pasaban de sus hijos y que estos no eran más que unos cafres y otras que se pasaban de sobreprotección, convirtiéndoles en unos viejos bajitos.

Tan enfrascado estaba, que no me di cuenta que una mujer ,que debía acabar de cumplir los cuarenta, se había sentado a mi lado.

― Son preciosos, ¿verdad?― dijo sacándome de mi ensimismamiento, ― la pena es que crecen.

Había un rastro de amargura en su voz, como si lo dijera por experiencia propia. Extrañado que hablara a un desconocido, la miré de reojo antes de contestarle. Aunque era cuarentona sus piernas seguían conservando la elasticidad y el tono de la juventud.

― Sí― respondí ― cuando tengo problemas vengo aquí a observarlos y sólo el hecho de verlos tan despreocupados hace que se me olviden.

Mi contestación le hizo gracia y riéndose me confesó que a ella le ocurría lo mismo. Su risa era clara y contagiosa de modo que en breves momentos me uní a ella. La gente que pasaba a nuestro lado, se daba la vuelta atónita al ver a dos cuarentones a carcajada limpia. Parecíamos dos amantes que se destornillaban recordando algún pecado.

Me costó parar, y cuando lo hice ella, fijándose que había unas lágrimas en mi mejilla, producto de la risa, sacó un pañuelo, secándomelas. Ese gesto tan normal, me resultó tierno pero excitante, y carraspeando un poco me presenté:

― Fernando Gazteiz y ¿Tú?

― Gloria Fierro, encantada.

Habíamos hecho nuestras presentaciones con una formalidad tan seria que al darnos cuenta, nos provocó otro risotada. Al no soportar más el ridículo que estábamos haciendo, le pregunté:

― ¿Me aceptas un café?

Entornando los ojos, en plan coqueta me respondió que sí, y cogiéndola del brazo, salimos del parque con dirección a Independencia, un pub que está en la puerta de Alcalá. Lo primero que me sorprendió no fue su espléndido cuerpo sino su altura. Mido un metro noventa y ella me llegaba a los ojos, por lo que calculé que con tacones pasaba del metro ochenta. Pero una vez me hube acostumbrado a su tamaño, aprecié su belleza, tras ese traje de chaqueta, había una mujer de bandera, con grandes pechos y cintura de avispa, todo ello decorado con una cara perfecta. Morena de ojos negros, con unos labios pintados de rojo que no dejaban de sonreír.

Cortésmente le separé la silla para que se sentase, lo que me dio oportunidad de oler su perfume al hacerlo. Supe al instante cual usaba, y poniendo cara de pillo, le dije:

― Chanel número cinco.

La cogí desprevenida, pero rehaciéndose rápidamente, y ladeando su cabeza de forma que movió todo su pelo, me contestó:

― Fernando, eres una caja de sorpresas.

Ese fue el inicio de una conversación muy agradable, durante la cual me contó que era divorciada, que vivía muy cerca de donde yo tenía la casa. Y aunque no me lo dijera, lo que descubrí fue a una mujer divertida y encantadora, de esas que valdría la pena tener una relación con ellas.

― Mañana, tendrás problemas y te podré ver en el mismo sitio, ¿verdad?― me dijo al despedirse.

― Si, pero con dos condiciones, que te pueda invitar a comer…― me quedé callado al no saber cómo pedírselo.

― ¿Y?

― Que me des un beso.

Lejos de indignarle mi proposición, se mostró encantada y acercando sus labios a los míos, me besó tiernamente. Gracias a la cercanía de nuestros cuerpos, noté sus pezones endurecidos sobre mi pecho, y saltándome las normas, la abracé prolongando nuestra unión.

― ¡Para!― dijo riendo ― deja algo para mañana.

Cogiendo su bolso de la silla, se marchó moviendo sus caderas, pero justo cuando ya iba a traspasar la puerta me gritó:

― No me falles.

Tendría que estar loco, para no ir al día siguiente, pensé, mientras me pedía otro café. Gloria era una mujer que no iba a dejar escapar. Bella y con clase, con esa pizca de sensualidad que tienen determinadas hembras y que vuelve locos a los hombres. Sentado con mi bebida sobre la mesa, medité sobre mi suerte. Acababa de conocer a un sueño, y encima tenía otro al alcance de mi mano, pero este además de joven y guapa tenía un morbo singular.

Aprovechando que ya eran las dos, me fui a comer al restaurante gallego que hay justo debajo de mi casa. Como buen soltero, comí sólo. Algo tan normal en mí, de repente me pareció insoportable. No dejaba de pensar en cómo sería compartir mi vida, con una mujer, mejor dicho, como sería compartir mi vida con ella. Esa mujer me había impresionado, todavía me parecía sentir la tersura de sus labios en mi boca. Cabreado, enfadado, pagué la cuenta, y salí del local directo a casa.

Lo primero que hice al llegar, fue ir a ver si Claudia había vuelto a su habitación, pero el monitor me mostró el cuarto vacío de una jovencita, con sus pósters de sus cantantes favoritos y los típicos peluches tirados sobre la cama. Gasté unos minutos en observarlo cuidadosamente, tratando de analizar a través de sus bártulos la personalidad de su dueña. El color predominante es el rosa, pensé con disgusto, ya que me hablaba de una chica recién salida de la adolescencia, pero al fijarme en los libros que había sobre la mesa, me di cuenta que ninguna cría lee a Hans Küng, y menos a Heidegger, por lo que al menos era una muchacha inteligente y con inquietudes.

Estaba tan absorto, que no caí que Miguel estaba en línea, preguntándome como había ido. Medio en broma, medio en serio, me pedía que le informara si “mi conquista” se había instalado el programa. Estuve a un tris de mandarle a la mierda, pero en vez de hacerlo le contesté que si. Su tono cambió, y verdaderamente interesado me preguntó que como era.

― Guapísima, con un cuerpo de locura― contesté.

― Cabrón, me estás tomando el pelo.

― Para nada― y picando su curiosidad le escribí,― No te imaginas lo cachonda que es, esta mañana se ha masturbado enfrente de la Webcam.

― No jodas.

― Es verdad, aunque todavía no he jodido.

― ¿Pero con gritos y todo?

― Me imagino, ¡por lo menos movía la boca al correrse!

― No me puedo creer que eres tan bestia de no usar la herramienta de sonido. ¡Pedazo de bruto!, ¡Fíjate en el icono de la derecha! Si le das habilitas la comunicación oral.

Ahora si me había pillado, realmente desconocía esa función. No sólo podía verla, sino oírla. Eso daba una nueva variante a la situación, quería probarlo, pero entonces recordé que la había echado de su cuarto por lo que tendría que esperar que volviera. Cambiando de tema le pregunté a mi amigo:

― ¿Y tú por qué lo sabes? ¿Es así como espías a tus alumnas?

Debí dar en el clavo, por que vi como cortaba la comunicación. Me dio igual, gracias a él, el morbo por la muchacha había vuelto, haciéndome olvidar a Gloría. Decidí llevarme el portátil al salón para esperarla mientras veía la televisión. Afortunadamente, la espera no fue larga.

Al cabo de media hora la vi entrar con la cabeza gacha, su tristeza era patente. No comprendía como un castigo tan tonto, había podido afectarle tanto, pero entonces recordé que para ella debió resultar un infierno, el ver pasar los años sin notar ninguna atracción por el sexo, y de pronto que la persona que le había despertado el deseo, la regañara. Estaba todavía pensando en ella, cuando la observé sentándose en su mesa, y nada más acomodarse en su silla, echarse a llorar.

Tanta indefensión, hizo que me apiadara de ella.

― ¿Por qué lloras?, princesa― oyó a través de los altavoces de su ordenador.

Con lágrimas en los ojos, levantó su cara, tratando de adivinar quien le hablaba. Se veía preciosa, débil y sola.

― ¿Es usted, amo?― preguntó al aire.

― Si y no me gusta que llores.

― Pensaba que estaba enfadado conmigo.

― Ya no― una sonrisa iluminó su cara al oírme, ― ¿Dónde has ido?

― Fui a pensar a Colón, y luego a comer con mi familia a Alkalde .

Acababa de enterarme que la niña, vivía en Madrid, ya que ambos lugares estaban en el barrio de Salamanca, lo que me permitiría verla sin tenerme que desplazar de ciudad ni de barrio. Su voz era seductora, grave sin perder la feminidad. Poco a poco, su rostro fue perdiendo su angustia, adquiriendo una expresión de alegría con unas gotas de picardía.

― ¿Te gusta oírme?― pregunté sabiendo de antemano su respuesta.

― Sí― hizo una pausa antes de continuar ― me excita.

Solté una carcajada, la muchacha había tardado en descubrir su sexualidad pero ahora no había quien la parase. Sus pezones adquirieron un tamaño considerable bajo su blusa.

― Desabróchate los botones de tu camisa.

El monitor me devolvió su imagen colorada, encantada, la muchacha fue quitándoselos de uno en uno, mientras se mordía el labio. Pocas veces había asistido a algo tan sensual. Ver como me iba mostrando poco a poco su piel, hizo que me empezara a calentar. Su pecho encorsetado por el sujetador, era impresionante. Un profundo canalillo dividía su dos senos.

― Enséñamelos― dije.

Sin ningún atisbo de vergüenza, sonrió, retirando el delicado sujetador de encaje. Por fin veía sus pezones. Rosados con unas grandes aureolas era el acabado perfecto para sus pechos. Para aquel entonces mi pene ya pedía que lo liberara de su encierro.

― Ponte de pie.

No tuve que decírselo dos veces, levantándose de la silla, me enseñó la perfección de su cuerpo.

― Desnúdate totalmente.

Su falda y su tanga cayeron al suelo, mientras podía oír como la respiración de la mujer se estaba acelerando. Ya desnuda por completo, se dedicó a exhibirse ante mí, dándose la vuelta, y saltando sobre la alfombra. Tenía un culo de comérselo, respingón sin ninguna celulitis.

― Ahora quiero que coloques la cámara frente a la cama, y que te tumbes en ella.

Claudia estaba tan nerviosa, que tropezó al hacerlo, pero venciendo las dificultades puso la Webcam, en el tocador de modo que me daba una perfecta visión del colchón, y tirándose sobre la colcha, esperó mis órdenes. Estas tardaron en llegar, debido a que durante casi un minuto estuve mirándola, valorando su belleza.

Era guapísima. Saliéndose de lo normal a su edad, era perfecta, incluso su pies, con sus uñas pulcramente pintadas de rojo, eran sensuales. Sus piernas largas y delgadas, el vientre plano, y su pubis delicadamente depilado.

― Imagínate que estoy a tu lado y que son mis manos las que te acarician― ordené sabiendo que se iba a esforzar a complacerme.

Joven e inexperta, empezó a acariciarse el clítoris.

― Despacio― insistí ― comienza por tu pecho, quiero que dejes tu pubis para el final.

Obedeciéndome, se concentró en sus pezones, pellizcándolos. La manera tan estimulante con la que lo hizo, me calentó de sobre manera, y bajándome la bragueta, saqué mi miembro del interior de mis pantalones. No me podía creer que fuera tan dócil, me impresionaba su entrega, y me excitaba su sumisión. Aun antes de que mi mano se apoderara de mi extensión ya sabía que debía poseerla.

― Mi mano está bajando por tu estomago― le pedí mientras trataba que en mi voz no se notara mi lujuria. En el monitor, la jovencita me obedecía recorriendo su cuerpo y quedándose a centímetros de su sexo. ― Acércate a la cámara y separa tus labios que quiero verlo.

Claudia no puso ningún reparo, y colocando su pubis a unos cuantos palmos del objetivo, me mostró su cueva abierta. El brillo de su sexo, y sus gemidos me narraban su calentura.

― Piensa que es mi lengua la que recorre tu clítoris y mi pene el que se introduce dentro de ti― ordené mientras mi mano empezaba a estimular mi miembro.

La muchacha se tumbó sobre la cama, y con ayuda de sus dedos, se imaginó que era yo quien la poseía. No tardé en observar que la pasión la dominaba, torturando su botón, se penetraba con dos dedos y temblando por el deseo, comenzó a retorcerse al sentir los primeros síntomas de su orgasmo.

Para aquel entonces, yo mismo me estaba masturbando con pasión. Sus gritos y gemidos eran la dosis que me faltaba para conducirme hacía el placer.

― Dime lo que sientes― exigí.

― Amo― me respondió con la voz entrecortada,― ¡estoy mojada! ¡Casi no puedo hablar!… 

Con las piernas abiertas, y el flujo recorriendo su sexo, mientras yo la miraba, se corrió dando grandes gritos. Me impresionó ver como se estremecía su cuerpo al desbordarse, y uniéndome a ella, exploté manchando el sofá con mi simiente.

Tardamos unos momentos en recuperarnos, ambos habíamos hecho el amor aunque fuera a distancia, nada fue virtual sino real. Su orgasmo y el mío habían existido, y la mejor muestra era el sudor que recorría sus pechos. Estaba todavía reponiéndome cuando la oí llorar.

― Ahora, ¿qué te pasa?

― Le deseo, este ha sido el mayor placer que he sentido nunca, pero quiero que sea usted quien me desvirgue― contestó con la voz quebrada.

Debería haberme negado, pero no lo hice, no me negué a ser el primero, sino que tranquilizándola le dije:

― ¿Cuándo es tu cumpleaños?

― El martes― respondió ilusionada.

― Entonces ese día nos veremos, mañana te diré cómo y dónde.

Con una sonrisa de oreja a oreja me dio las gracias, diciéndome que no me iba a arrepentir, que iba a superar mis expectativas…

Ya me había arrepentido, me daba terror ser yo, el que no colmara sus aspiraciones, por eso cerré enfadado conmigo mismo el ordenador, dirigiéndome al servibar a ponerme una copa.

 

Relato erótico: “Adiestrando a las hijas de mi jefe 7 ” (POR GOLFO)

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Capítulo 11

Con Paula derrengada sobre un sofá, pregunté a Isabel qué había pensado hacer con ella y mi gordita, muerta de risa, comentó que llevárnosla a casa. La idea me resultó atrayente y a pesar de que no sabía cómo iban a reaccionar las dos hijas de mi jefe al saber que tenían competencia, accedí a que nos acompañara. Mis sospechas no tardaron en verse confirmadas cuando al llegar a la mansión esa noche, nos abrió la puerta Eva y en su cara descubrí el disgusto que la presencia de Paula le provocaba.

No queriendo entrar al saco, obvié su gesto y le pregunté por su hermana.

-Natalia está preparando la cena- contestó mientras me saludaba de un beso en la mejilla.

-Llámala, quiero presentaros a Paula- repliqué señalando a la mulata.

Su respuesta fue una muestra más del modo tan arcaico en el que habían sido educadas esas dos y es que demostrando un racismo beligerante, la morena se atrevió a comentar que no le parecía bien que hubiese invitado a cenar a una negra. El tono despectivo que usó mientras señalaba a mi más reciente adquisición me cabreó, pero asumiendo que a buen seguro la otra también sería poco menos que miembro del Ku Klux Klan esperé a que llegara. Tal y como había anticipado, la menor resultó tan supremacista como Eva y señalando a la recién llegada, preguntó en qué jaula la íbamos instalar porque un mono no se merecía compartir cama con ellas.

-Retira eso- rugió Paula en cuanto escuchó ese insulto.

-No obedezco a un orangután- añadiendo más leña al fuego, replicó la joven.

No me costó notar que la mulata estaba que se subía por las paredes y por eso cuando me miró pidiendo ayuda, creí que lo más conveniente era que ese tema se resolviera entre ellas y así se lo dije. La sonrisa de Paula al obtener mi permiso me hizo recapacitar sobre lo acertado de mi decisión, pero antes de poder rectificar vi que se lanzaba sobre ella. Natalia no supo reaccionar ante ese ataque y en cuestión de segundos, yacía en el suelo llorando.  

Comprendí por la violencia con la que la joven había defendido sus derechos que no era la primera vez que lo hacía y que era algo a lo que se había tenido que enfrentar desde niña.

Al ver a su oponente en el suelo, Paula se giró hacía su hermana. La hija mayor de mi jefe, totalmente aterrorizada, se fue a esconder tras de Isabel y esta, reponiéndose de la sorpresa, intentó calmar a la mulata pidiendo paz entre ellas. Paula no parecía dispuesta a hacerlas y eso, me obligó a ejercer de árbitro.

Acercándome a ellas, les ordené que dejaran de hacer tonterías y que se dieran la mano. Reconozco que no supe prever la determinación de la morena. Por ello me pilló desprevenido que aprovechara que Eva le extendía la mano para tirar de ella y tomarla entre sus brazos. Tan sorprendida como yo, la niña pija no pudo hacer nada más que separar sus labios al notar la lengua de la mulata forzando su boca.

«¡Joder con la chavala!», exclamé en mi mente al observar que no contenta con besarla, Paula le magreaba con descaro el trasero.

Supe que mi novísima amante deseaba dar una lección a la hija de mi jefe y divertido, impedí a Isabel acudir en su ayuda.  Llamándola a mi lado, observé junto a ella como Eva intentaba infructuosamente zafarse de Paula.

 -¿No deberíamos intervenir?- me preguntó al ver que la mulata riendo le desgarraba la blusa a nuestra sumisa.

Mas interesado en la escena que en contestar, senté a Isabel en mis rodillas y mientras admiraba el violento escarmiento al que estaba siendo sometida Eva, me permití el lujo de pellizcar los pezones de mi gordita. Ésta dio un largo gemido al sentir mis dedos castigando sus pechos y vio una orden en esa caricia.

-Mi señor es muy malo- comentó mientras me bajaba la bragueta.

Confieso que me alegró darme cuenta de lo bien que nos compenetrábamos y por eso no dije nada cuando levantando su trasero, se dejó caer sobre mi miembro.

-Me encanta sentir que me empalas- susurró en mi oído mientras los labios de su sexo se abrían para acoger en su seno mi pene.

Soltando una carcajada, la azucé a seguir espiando cómo la mulata daba cuenta de los pechos de su adversaría y que, sin perder el tiempo, usaba su manos para terminarla de desnudar.

-¿Crees que hacemos bien?- me respondió un tanto preocupada por no impedir que Paula violara a la hija de nuestro jefe.

-Mírale la cara- señalé mientras incrementaba el ritmo con el que me la follaba.

Isabel se unió a mí riendo al observar en el rostro de nuestra sumisa una expresión inequívoca de lujuria y que, donde debía haber asco o temor, solo se veía deseo.

-Será puta. ¡Está cachonda!- rectificando gritó mi gordita.

Su exabrupto llamó la atención de Natalia. Alucinada dejó de llorar al ser testigo de la claudicación de Eva.

-No me lo puedo creer- masculló al observar que ya en pelotas su hermana no se negaba a arrodillarse ante Paula y que tampoco se rebelaba cuando levantándose la falda, le ponía el chumino en su cara: -¡Eva! ¡Esa zorra es negra!

Sonriendo mientras la lengua de la mayor de las hermanas se sumergía entre los pliegues de su sexo, la mulata le respondió:

-Yo que tú iba a por un cepillo de dientes porque cuando acabe,  serás tú la que me lo coma.

Esa amenaza la dejó paralizada al ser proferida por la misma mujer que la acababa de tumbar de un solo golpe y con lágrimas en los ojos pidió mi auxilio.

-Será mejor que te vayas haciendo a la idea porque Paula ha venido para quedarse- contesté descojonado mientras montaba a Isabel.

La gordita que hasta entonces no había dado su opinión sobre el tema, apoyó mis palabras diciendo:

-Tanto tu dueño como yo hemos estado con ella ¿Te crees acaso mejor que nosotros dos?

Temblando como un flan, miró hacía donde la mulata disfrutaba de las caricias de su hermana y sintiendo que esa unión era contra natura, insistió pidiendo mi ayuda. Cabreado hasta decir basta, me levanté dejando a Isabel insatisfecha y tomando del pelo a la hija mayor de mi jefe, la llevé hasta Paula y retirando a Natalia, le exigí que no parara de comerle el conejo hasta que la que llamaba “orangután” se corriera un par de veces.

El temor por fallarme fue mayor que el “repelús” que le daba el complacer sexualmente a un miembro de otra raza. Por ello, llorando a moco tendido, sumergió la cara entre los muslos de esa mujer y sacando la lengua, cató brevemente el sabor agridulce del coño de la morena. El aroma que desprendía era más intenso que el de Isabel o el de Eva, pero muy a su pesar tuvo que reconocer que lo le repelía.

Al verla agachada y con su culo en pompa, decidí darle un nuevo motivo para seguir obedeciendo que a la vez fuera gratificante para mí.

-Demuestra a tu nueva amiga que te he educado bien y que sabes comerte un chumino- le ordené mientras le bajaba el short y dejaba su pandero totalmente expuesto.

-Si mi señor- gritó al sentir que mi verga se abría paso en su interior rellenando por completo su propio sexo.

Ya no tuve que insistir. Aleccionada por mis enseñanzas, Natalia comprendió que no podía llevarme la contraria y cambiando de chip, comenzó a explorar con un genuino interés la biología y naturaleza de esa espectacular mulata. Al cabo de un par de minutos, durante los cuales mi joven sumisa se afanó en satisfacer mi orden mientras ella era objeto de mi lujuria,  escuché un gemido de placer Paula.

-Sigue, oblígala a correrse- exigí a mi montura premiándola con un azote.

Mi insistencia no tardó en dar sus frutos y producto de tantos y tan continuados lametazos, la morena intensificó su gozo y dando un grito que resonó por la casa, se corrió.

-Mi señor, yo también lo necesito- pidiendo mi autorización para llegar al orgasmo, sollozó Natalia.

-Y yo- escuché decir también a Isabel.

Reconozco que había estado tan concentrado en disfrutar y hacer gozar a Natalia y a Paula que no me fijé en lo que ocurría con las otras dos. Fue entonces cuando descubrí que Eva al quedar liberada se había lanzado en picado entre las piernas de Isabel y mientras su hermana se comía el coño de la mulata, ella hizo lo mismo con el de mi gordita.

-Sois unas putas- alcancé a decir antes que mi cuerpo dijera basta y mis huevos descargaran su blanca esencia en el interior de la hija de mi jefe.

Al sentir las andanadas en su vagina, Natalia experimentó un renovado éxtasis y cayendo desplomada sobre el suelo, volvió a correrse. Confieso que fui un tanto hijo de puta, pero viendo que estaba totalmente exhausta no solo no me compadecí de ella, sino que abusando del poder que ellas mismas me habían otorgado exigí a Paula que se ocupara de ella.

-¿Qué quiere que haga?- me preguntó.

Despelotado de risa y mientras abría un cajón y sacaba un arnés con pene adosado, repliqué:

-Te podría decir que la amaras, pero como sería mentira y encima sonaría cursi, ¡quiero que le des por culo!

-Si lo deseas, nosotras podemos servir de ayuda- interviniendo,  Isabel comentó.

Aunque la gordita se había dirigido a mí, Paula creyó que se lo decía a ella y mientras se ajustaba el instrumento alrededor de la cintura, riendo contestó:

-Me encantaría. No sería bueno ni conveniente estropear el culito de este putón y que luego Fernando se cabree al no poder usarlo.

Todos excepto Natalia reímos la ocurrencia y aunque una de las que más se rio fue Eva, he de decir que también fue la primera en acudir donde la aludida se mantenía a cuatro patas.

-Mi señor, ¿puedo preparar a la putilla?- con tono lascivo me preguntó al tiempo que con los dedos le separaba los cachetes del trasero.

Sin esperar mi respuesta, escupió en el rosado ojete de su hermana…

Relato erótico: “Adiestrando a las hijas de mi jefe 8 ” (POR GOLFO)

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Capítulo 12

La presencia de Paula en casa añadió la dosis de picante latino que nos faltaba en nuestro día a día, dotándolo de música, risas y más variedad de sexo. Por ella resultó algo normal escuchar cumbias, merengues y reguetón por la casa,  pero también que entre la mulata y mi gordita se creara una sana y morbosa competencia.

Competencia o pique, en el cual rivalizaban a ver cuál de las dos tenía una idea más disparatada que realizar con las hermanas. Curiosamente, mientras Isabel usaba casi en exclusiva a la pequeña, Paula elegía siempre a Eva para dar rienda suelta a su imaginación. La mayoría de las veces, las ideas de esas dos eran de carácter jocoso y hasta se podía decir que las ideaban a propósito para poderse tirar a sus preferidas sin que ninguna pudiera sentirse desplazada.

Un ejemplo de esa indolora contienda establecida entre mis empleadas y amantes fue una mañana en las que Isabel me llamó para que sirviera de árbitro porque según ella, la colombiana era tramposa por naturaleza.

        ―¿Qué vais a hacer?― pregunté descojonado al verla ataviada con botas altas, unos pantalones de equitación totalmente pegados y una gorra de jockey.

―Esa zorra hispana y su montura se han atrevido a retarnos a una carrera por el jardín.

 No hizo falta que me aclarara a quien iba a montar cada una de ellas y deseando ver como habían engalanado a las dos hermanas, acepté de buen grado participar y siguiéndola por el pasillo, fuimos en busca de las otras tres participantes.

Tal y como había imaginado, la gordita se había reservado a Natalia para ella, al ver a Paula sujetando del bocado a Eva.

―Veo que habéis pensado en todo― comenté al fijarme que llevaba además de llevar una mordaza en la boca, le habían colocado un complejo sistema de correas que recorría su cuerpo el cual tras alzarle los pechos se introducía entre las nalgas para darle así una mayor apariencia de realidad.

―Si, mi señor. Como esta potranca es inexperta, la tengo que llevar bien sujeta― en plan profesional contestó la colombiana y haciendo gala del dominio que tenía sobre la rubia, con la fusta que tenía en la mano descargó un ligero correctivo sobre sus ancas.

Eva relinchó al sentir el cuero golpeando su trasero, pero rápidamente adoptó una pose orgullosa ante mí y demostrando la fidelidad y el amor que sentía por su jinete, meneó alegremente la cola que llevaba incrustada en el ojete.

«Quien lo hubiese dicho hace unos días. Está encantada con ser la mascota de la mulata», pensé mientras fijaba mi atención en Natalia.

La menor de las hermanas estaba igualmente espectacular. A los arneses que había visto en Eva se les añadía un corpiño de cuero que hacía todavía más evidente su carácter sumiso y entregado.

A su lado Isabel permanecía en silencio a que terminara mi inspección y al ver que me entretenía sacando el plugin anal que llevaba adosado la cola, comenzó a informarme de las condiciones de la carrera:

―Las jinetes tendrán que dar dos vueltas al chalet a lomo de sus monturas mientras ellas gatean sin que puedan levantarse.

―¿Cuál es el premio?― pregunté descojonado al observar la excitación que lucía en los ojos de las cuatro.

―La pareja que pierda deberá servir a la que gane durante todo el día y a modo de escarnio, la jinete vencedora sodomizará a su oponente mientras esta le come el coño a las dos yeguas.

La expresión de lujuria de las hermanas me reveló que estaban encantadas con el juego y por ello dándolo por bueno, pregunté cuando y donde iba a empezar la carrera.

―Antes debemos calentar un poco para evitar lesiones― contestó Paula mientras se bajaba el pantalón.

Como si fuera algo pactado, Isabel la imitó y ambas se sentaron sendas sillas con las piernas abiertas. Las hijas del jefe se acercaron a ellas y posando la cabeza sobre sus muslos, dejaron que sus dueñas les quitaran la mordaza para acto seguido y sacando la lengua, empezar a recorrer con una insana determinación el sexo de ambas.

Las risas de la gordita al ser objeto de las caricias de Natalia nada tenían que envidiar con los suspiros de placer que Eva consiguió rápidamente provocar en la colombiana. He de confesar que la imagen me comenzó a poner bastante bruto, pero interesado en como iba a terminar todo aquello, lo único que hice fue acomodar mi erección bajo el pantalón para evitar que me doliera.

―No sé cómo la zorra de tu hermana y la inútil de su jinete se han atrevido a retarnos― susurró Isabel al tiempo que presionaba con sus caderas la cara de su montura.

Ésta, en plan juguetón, replicó:

―Yo tampoco, mi señora. Usted es la mejor y encima ha escogido la potra más joven y atlética.

Con tono engreído y molesto, Eva contestó:

―Soy más rápida y fuerte que tú y encima Paula pesa menos. Claramente mi dueña se va a follar a la tuya.

La mulata, muerta de risa, besó a su rendida enamorada diciendo:

―Con una yegua como tú y mi señor mirando, no podemos perder. Es más, estoy tan segura de nuestra victoria que desde ahora te digo que dejaré que me prepares el culo de esa foca antes de que se lo rompa.

―¿Me has llamado foca?― aulló indignada la aludida mientras obligaba a Natalia a profundizar sus caricias atrayendo su cabeza con las manos.

―Si, delgadita mía. Te sobran al menos cinco kilos. Pero no te preocupes con la dieta de ejercicio que te voy a poner, los bajas en una semana.

Creí que esa andanada sobre su aspecto físico iba a molestar y mucho a mi secretaria, pero comprendí que Isabel no estaba acomplejada en absoluto cuando tomando sus pechos entre las manos, respondió a Paula:

―No dices eso cuando me ruegas por las mañanas que te deje a mamar de mis moles.

Los ojos de la morena brillaron intensamente al ver que su oponente se pellizcaba los pezones y lamiéndose los labios, le hizo ver que era genuina la atracción que sentía por ella. Ese gesto diluyó la tensión entre ellas y viendo que, como dos hembras en celo, se lanzaban una sobre la otra a besarse con pasión, lo aproveché para tomar a las hermanas de los bocados y llevándolas hasta donde habían dibujado la salida, les dije:

―Veis lo duro que es el trabajo de un amo… vuestras maestras se han olvidado de mis niñas y como las putas que son se entretienen entre ellas. Os propongo darles una lección. Haced la carrera y la que gane las tendrá a las dos durante una semana a su entera disposición.

Las caras de las hijas del jefe brillaron ante semejante premio y sin que yo les tuviese que explicitar que la competición seguía siendo a gatas, tanto Natalia como Eva se pusieron a cuatro patas.

―Preparadas, listas…. a correr― vociferé iniciando la competición.

Mi grito alertó a las otras dos de lo que ocurría y llegando hasta mí, me preguntaron porqué las había hecho correr solas a sus mascotas. He de confesar que me sorprendió comprobar que lejos de mostrarse contrariadas con el cambio que había introducido en su plan, se lo tomaron a bien e incluso mostraron abiertamente sus preferencias.

―Va a ganar mi puta. Es mucho más ágil que Eva― comentó Isabel mientras se ponía a jalear a la morenita.

―Te equivocas, vamos a tener que obedecer a mi zorrilla durante una semana porque tiene mucho más fuelle y se cansará más tarde― replicó Paula mientras se ponía a aplaudir a la mayor de las hermanas.

Como arbitro imparcial de la contienda, confieso que me daba igual la que ganara y que tampoco tenía una favorita. Por ello, la salida de Natalia al sprint me consiguió engañar al llevarle a la rubia al menos tres cuerpos a la mitad de la primera vuelta.

―A tu jaca le pesa el culo y va a perder ― comentó eufórica mi secretaria al ver que en la meta su preferida seguía ganando por bastante a Eva.

«No lo tengo tan claro», pensé hipnotizado con el bamboleo de los pechos de las participantes al gatear, ya que durante esa última parte la menor de las hermanas había perdido bastante de su ventaja.

La que no albergaba duda alguna sobre quien iba a ganar era Paula, la cual estaba segura de que su patrocinada iba a conseguir remontar y alzando su voz, le pidió un esfuerzo diciendo:

―Cariño, ya la tienes. Un esfuerzo más y podrás abusar de Isabel durante siete largos días.

La rubia al escuchar a su maestra fijó la mirada en el trasero de su hermana y se obligó a marcar un ritmo superior al de ella, de forma que se iba reduciendo la distancia entre ellas cuando de pronto desaparecieron por segunda vez tras la casa.

Observando de reojo a Isabel y a la colombiana, supe que ambas estaban excitadas con lo ajustado de la carrera y que ninguna de las dos tenía la plena confianza sobre la ganadora y por ello mientras estaban esperando que salieran no hacían más que picarse entre ellas diciendo como una iba abusar de la otra usando a su preferida.

―Creo que las hermanitas han decidido lo contrario― comenté al ver que aparecían por la vereda al trote, sin prisas y lo que es más importante, sin competir entre ellas.

―Zorra, ¡corre! ¡Todavía la puedes ganar!― gritó Paula a Eva.

La rubia sonrió al escuchar a su patrocinadora, pero lejos acelerar redujo su velocidad y alzando sus patas, marcó su paso con elegancia. Natalia no solo la imitó, sino que demostrando que se habían aliado en contra de sus maestras sacó la lengua a mi secretaria mientras feliz relinchaba.

―¡Debes cancelar la carrera! ¡Están haciendo trampas!― alzando la voz y sintiéndose burlada se quejó mi gordita.

―No solo eso, ¡debes castigarlas por desobedientes! ¡Eso no es propio de buenas sumisas!

Despelotado de risa, contesté:

―Tampoco el quejarse ante su amo.

Tanto mi secretaria como la mulata palidecieron al comprobar que ya había fallado a favor de las hermanas y por eso se mantuvieron en silencio mientras cruzaban la meta. Las hijas de nuestro jefe con una sonrisa de oreja a oreja llegaron a mí y con tono travieso, reclamaron su premio.

Viendo el cabreo de la mulata y de mi secretaria, ni lo dudé y accediendo a las pretensiones de las muchachas, les otorgué poder sobre sus maestras durante el tiempo prometido.

Dando saltos de alegría, Natalia y Eva demostraron su satisfacción mientras las otras dos se iban encabronando por momentos.

―Mi señor, ¿entonces podremos hacer uso de ellas indistintamente y cómo queramos durante una semana?― preguntó la pequeña.

―No― desternillado respondí: ― Sería injusto, seréis las dueñas absolutas de una de las dos.

―Entonces, elijo a Isabel― ingenuamente contestó Natalia.

Corté de plano la satisfacción de la gordita, soltando una carcajada y sin dejar de reír,  le hice saber que hubiese permitido eso, si hubiesen ganado justamente, pero dado que habían hecho trampas, yo elegía la distribución de las parejas.

―Paula te obedecerá a ti y la puta con kilos de más a Eva.

Isabel bufó cabreada al escuchar el modo en que me había referido a ella, pero tragándose el orgullo y sin elevar el tono de su voz, me replicó:

―Aunque a veces no lo entienda e incluso me parezca injusto, lo que mi amado dueño y señor decida, yo lo obedeceré.

Tras lo cual, con gran teatralidad se arrodilló frente a la mayor de las hermanas adoptando la postura de esclava de placer y le dijo:

―Señora, mi amo me ha entregado a usted y mientras no me reclame de vuelta, soy su humilde esclava… ¿en qué puedo servirla?

Asumiendo que esa rendición melodramática escondía una velada crítica a mi persona, no pude ni quise quejarme porque el deber de una sumisa no es estar de acuerdo con su dueño sino el acatar sus órdenes sin rechistar y eso fue lo que Isabel había hecho.

La mulata imitó a su compañera y cayendo postrada ante Natalia, a regañadientes aceptó su autoridad diciendo:

―Como humilde sierva de mi señor acepto su voluntad y me pongo en manos de quién él decida.

Implícitamente, Paula estaba reconociendo que no le gustaba esa decisión y recordando el comportamiento racista que había tenido con ella lo comprendí plenamente. Ese menosprecio no pasó inadvertido para la chavala, pero lo raro fue que lejos de enfadarse, Natalia se lo tomó a cachondeo y señalando la entrepierna de su hermana, le dijo muerto de risa:

―Ves esa almeja paliducha, quiero que le saques todo el jugo.

A la mulata le extrañó que la morenita no quisiera abusar de su nuevo poder y sin llegárselo a creer, se agachó ante Eva y dio un primer lametazo entre sus pliegues mientras su nueva dueña le comentaba que se lo tomara con tranquilidad porque tenía una semana para disfrutar de raciones extra de conejo.

Esa amenaza provocó una reacción doble en Paula. Por una parte era evidente que le hubiese apetecido caer en manos de la mayor, pero al escuchar a la pequeña insinuar que la iba a obligar a degustar su coño, algo en ella hizo crack y contra su voluntad sintió que su sexo se anegaba.

Esa imprevista calentura se hubiese visto quizás cortado de cuajo si hubiese advertido que Natalia se estaba atando un arnés a la cintura mientras ella daba buena cuenta del flujo de su preferida.

―Putita, me encanta que seas tú quien me lo coma primero― oyó a Eva decir.

Esa frase sonó a música celestial a los oídos de mi dulce negrita y con el corazón a mil por hora, se lanzó en picado a complacer a la que consideraba su mascota sin saber que al cabo de un par de segundos la pequeña de las dos se iba a acercar a ella por detrás.

―Para ser tan negra, tienes un buen culo― a modo de advertencia Natalia le dijo mientras usaba sus manos para separarle los cachetes y antes de que pudiera prepararse, de un certero pollazo, clavó los veinte centímetros de grueso plástico que tenía adosados en el interior de su coño.

Afortunadamente ese trabuco halló su sexo ya parcialmente lubricado porque de no haber sido así, esa violenta incursión podía haberle provocado daños mas graves que el dolor que la taladró al absorber ese ataque.

―¡Hija de tu puñetera madre! ¡Me has hecho daño!― gritó indignada.

Esa queja produjo el efecto contrario. Si bien había sido proferida para hacer notar su descontento y que tuviese cuidado, lo que realmente hizo fue azuzar el morbo que le daba a Natalia el follarse contra su voluntad a Paula y acercando su boca al oído de esta, le recordó que el día que las presenté, la colombiana no solo la había golpeado, sino que había abusado de ella.

―Te lo merecías, ¡puta!― respondió la de Cartagena.

        La joven soltó una carcajada al escuchar ese renovado insulto y girándose hacia mí, con los ojos, pidió mi permiso para educarla.

        ―Es tuya durante una semana― fue mi respuesta.

La piel cobriza de Paula perdió parte de su color al escucharme. Pero se volvió fantasmagórica a continuación al sentir el brutal escozor de una imprevista nalgada en su trasero mientras oía a su oponente:

―Gracias, mi señor… ¡se la devolveré sin daños permanentes!

Temiendo por su integridad al saber que estaba sola ante ella y que en modo alguno podía enfrentársela, se abstuvo de quejarse por mucho que le jodiera ese azote. Lo que reconozco que no esperaba fue que Eva se contagiara del espíritu vengativo de su hermana y tomando de la melena a Isabel, la pusiera a cuatro patas frente a mí.

―Demuestra que sabes mamar, además de hablar― le soltó con tono duro.

Mi querida y fiel gordita sonrió al ver el bulto de mi pantalón y acercando su boca, bajó mi bragueta tirando del mecanismo con los dientes. Ni que decir tiene que para entonces y después de tanto tiempo ejerciendo de mirón, mi pene estaba duro y listo para recibir sus caricias. Caricias que no tardé en experimentar porque abriendo sus labios en plan goloso Isabel se lo metió hasta el fondo de su garganta.

Apenas se lo había incrustado cuando de pronto y sin previo aviso, Eva la empaló usando un enorme cipote de plástico que había sacado del armario.

―¡Dios!― aulló pensando que le había rasgado por completo el ojete.

He de decir que personalmente sentí pena de mi secretaria al observar el diámetro que le había insertado en el culo.

«¡Qué animal!», murmuré para mí justo antes de ver que cogiendo otro todavía mas grande se lo metía en el coño.

Todavía no me había repuesto de la sorpresa cuando a mi lado escuché otro grito igual de desgarrador y al girarme, de pronto descubrí que Natalia había premiado a la mulata con el mismo tratamiento.

La perversión de las hijas del jefe no quedó ahí y cambiando de posición a sus víctimas, las pusieron una al lado de la otra y las obligaron a que cada una se dedicara a forzar a su compañera con los dildos que tenía insertados.

Tras observar que tanto Isabel como Paula seguían fielmente sus instrucciones y que ambas estaban siendo violadas por sus dos agujeros, sonriendo las hermanitas se giraron hacia mí y que al unísono me dijeron:

―Ahora que estas dos guarras están ocupadas, ¿podemos sus niñas mimarle a usted?

Despelotado asumí que había creado dos monstruos,  monstruos sumisos que preferían ser mías a actuar en plan dominante. Y por eso, ¡accedí!

-Venid a mí, zorritas.

Las hijas del jefe se lanzaron a mis brazos llenas de felicidad.

Relato erótico: “El club 3+4” (POR BUENBATO)

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Eliseo; que a pesar de las apariencias se encontraba en completo estado de incertidumbre, repleto de nervios, respiró aliviado ante la respuesta de Blanca. Sacó su mano de las bragas de la chica y con unas palmaditas en el culo le ordenó que subiera. La chica subía mientras Eliseo la seguía por detrás con los mismos o más nervios que la chica; hasta entonces se estaba dando cuenta de la gravedad de su proposición pero no pensaba echarse hacia atrás, se fundió en el mismo aura de valor que hacía unas horas le habían hecho conseguir el cuerpo de Blanca. Tenía nervios pero también toda la intención de hacerlos a un lado.

Blanca se dirigió a su cuarto, donde Pilar se encontraba. Eliseo, por su parte, se desvió hacia su cuarto donde rápidamente tomó la videocámara; en menos de un minuto ya se encontraba en la recamara de sus hermanastras, colocó la videocámara sobre la misma mesa donde hacia unas horas se había grabado mientras follaba con Blanca. Esta vez a la muchacha no le sobresaltó tanto la presencia del aparato; Pilar, por su parte, no se daba cuenta de nada pues no apartaba la mirada de la pantalla de la computadora.

Ahora Eliseo era el que estaba realmente nervioso; miró a Blanca, quien comprendió el sentir del muchacho e intentó tranquilizarlo con la mirada. Llenándose de valor el muchacho se acercó a ella y se tumbó sobre la cama; Blanca se hizo a un lado, incorporándose para después colocarse de cuclillas sobre las piernas del muchacho.

– ¡Tú, vete! – alcanzó a gritar Pilar al sentir la presencia del muchacho, pero este no respondió y Pilar, desde luego, no se tomó la molestia de voltear la mirada.

Eliseo y Blanca se miraron un rato y de pronto las manos de la chica se dirigieron a la cintura del muchacho, desamarrando las cintas de sus bermudas, tomando la parte superior de la prenda al mismo tiempo que las de sus calzoncillos y arrastrándolos hacia sí, quedando frente a ella la erecta verga del muchacho. Esta vez Blanca había tomado la iniciativa.

Pero Pilar, ignorante de esta situación, no se pudo dar por enterada, lo que ayudó a que ambos muchachos mantuvieran el mismo ritmo de la adrenalina y continuaran con lo suyo. De estar en cuclillas la chica cambió a una posición arrodillada; una liga en sus muñecas le fue útil para amarrar sus cabellos rizados que le hacían ver tan preciosa. Sin pena ni gloria se inclinó hasta el pubis de del muchacho que se estremeció al sentir la fresca y suave boca de su hermanastra masajeando el glande de su pene. Algunos rizos llegaban a caer y posarse sobre el vientre y los testículos de Eliseo pero Blanca los recogía y colocaba sobre su oreja, y de vez en cuando lanzaba miradas fugaces a su hermano que acariciaba el rostro que en aquel momento le llenaba de placer.

La suavidad de las primeras mamadas se tornaron más apasionadas; el falo del muchacho comenzaba a desaparecer dentro de la boca de su hermanastra que empezaba a engullir con más fuerza hasta lograr en algunos momentos devorar casi toda la envergadura de aquel pedazo de carne. La mano de Blanca ya masajeaba y sobaba los testículos del afortunado muchacho. Todo había sucedido en un relativo silencio hasta que, al engullir casi todo el pene de su hermanastro, Blanca no pudo evitar lanzar una arcada.

A Pilar le llamó la atención el extraño sonido por lo que volteó; lo que miraban sus ojos era algo que no podía creer. Lo primero que alcanzo a ver fue a su hermana, de rodillas frente a Eliseo que miraba como la pobre Blanca tosía levemente, con su verga metida en la boca y su mano ocupada con los huevos de su hermanastro. La chica enmudeció con esta escena y un gritito ahogado dio aviso a la pareja de que su plan comenzaba a tomar forma.

Ahora también Blanca se había puesto nerviosa pero recobró la actitud y siguió mamando. Pilar no supo que hacer de modo que se giró de nuevo a mirar la pantalla de la computadora mientras sus manos temblaba; su piel estaba erizada con la escena que acaba de ver. Entonces, lentamente, comenzó a ponerse de pie; Blanca la miró, y al ver esto se puso de pie inmediatamente y se dirigió a cerrar la puerta con llave; le lanzó el llavero a Eliseo y, sin más, volvió a su posición a seguir chupando aquella pija.

Pilar estaba completamente confundida; entendía perfectamente lo que estaba sucediendo pero simplemente no podía creerlo ni encontraba explicación alguna para el espectáculo que sus ojos presenciaban. Tomó asiento de nuevo e intentó desviar la mirada pero la escena era tan atrayente que por un tiempo no pudo dejar de ver el ir y venir de los labios de su hermana por casi medio minuto. La mano de Eliseo acariciaba el precioso cabello de Blanca mientras esta ya comenzaba a alternar entre besuquear el glande, lamer el tronco de la verga y chupar cada uno de los huevos de su hermanastro. De pronto Blanca sacó de su boca uno de los testículos para rápidamente deshacerse de su blusa y en seguida del sostén que cubría sus tetas; al dejarlas al aire libre regresó para seguir chupando y lamiendo los testículos del afortunado muchacho. Tan excitado se encontraba Eliseo como sorprendido por el inesperado comportamiento de la chica.

Pilar seguía petrificada, estaba visiblemente incomoda con la situación pero también atraída por todo aquello que sucedía frente a sus ojos. De pronto Eliseo se puso de pie; se deshizo definitivamente de su bóxer y sus bermudas y, ordenándole a Blanca que se mantuviera en aquella situación se subió sobre la cama y se colocó detrás de ella. Pilar no pudo evitar fijarse en las dimensiones del falo de su hermanastro ni tampoco fue capaz de desviar la mirada al ver como este comenzaba a bajar el short deportivo y enseguida las blancas bragas de su hermana; dejando a la vista el redondo culo de Blanca, que se acomodó sin más para recibir la verga de su hermanastro.

El muchacho apuntó su verga a la entrada de aquel rosado coñito y, lentamente, comenzó a cavar entre aquellas cálidas y suaves carnes hasta que todo el tronco de su verga se vio inmerso en las paredes de aquella vagina. Blanca se mordió los labios de placer al tiempo que su hermanastro iniciaba un lento ir y venir que le hicieron aumentar el ritmo de su respiración. Entonces Blanca volteó a mirar a su petrificada hermana Pilar; ese era el primer contacto visual que tenían desde que todo eso inició y ninguna de las dos pudo desviar la mirada. De pronto Blanca alzó su mano derecha y la dirigió hacia Pilar; esperando que esta posara la suya, pero Pilar no reaccionó, estaba completamente nerviosa.

Blanca insistió y movía sus dedos a fin de atraer la mano de Pilar que, finalmente, aceptó y posó su temblorosa mano sobre la de su hermana. Blanca apretujó aquella desconfiada mano y jaló para atraer a su hermanita hacia ella; Pilar estaba en un azoro total, sus piernas perdieron fuerza y se sentó sobre el colchón que se agitaba en cada embestida que su hermanastro repartía a Blanca. No sabía que hacer mientras miraba de cerca como su hermanastra gemía de placer en cada ir y venir de la verga que invadía su interior. Blanca miró de nuevo a la asustada Pilar, le sonrió con unos labios desfigurados por el placer que le provocaba la verga de Eliseo. La muchacha llevó sus manos al rostro de su asustada hermana y acarició sus ruborizadas mejillas. Después sus manos descendieron y apretujó el abdomen de la chica al sentir un impulso dentro de su vagina; se repuso y trató de tranquilizar a Pilar sobándole su tembloroso vientre. Ninguna de los tres cruzaba palabras.

Sin esperárselo, una mano comenzó a arrastrase por debajo de los pantaloncillos cortos de Pilar; se trataba de Blanca, que no paraba de gemir al tiempo que sus dedos se instalaban en el coño de una absorta Pilar que ni siquiera tuvo tiempo de evitarlo. Blanca manoseó las partes íntimas de su hermana y sonrió al darse cuenta de algo: Pilar tenía el coño completamente húmedo. De vez en cuando la mayor de las hermanas lanzaba gritos ahogados y daba retorcijones al sentir en su vientre el placer de un orgasmo.

La piel de Pilar se había enchinado; sentir los dedos de su hermana magreando su coño le causaban un insoportable placer que de ningún modo se atrevía a justificar. Su cuerpo comenzaba a retorcerse cada que vez que los dedos de Blanca se replegaban en los húmedos labios de su vagina y un sudor de nervios y goce surgía de su piel. Dio un vistazo a su alrededor y miró todo desde otra perspectiva; su hermanastro se había quitado su camiseta y su cuerpo desnudo y sudoroso se fundía con erotismo con el de su hermana Blanca.

El sudor estaba en la piel de aquel trio de cuerpos; Pilar comenzó a degustar el placer que las manos de su hermana provocaban en ella. De pronto sintió que una fuerza jaloneaba la tela de sus pantaloncillos cortos y la alzaba levemente; se trataba de la mano de Eliseo que acerco a la chica hacia él, Pilar pensó en resistirse pero no podía, simplemente no podía. La mano de su hermana seguía aferrada a su coño y su piel se estremeció al sentir una segunda mano, más grande y menos delicada, arrastrándose bajó la tela de la parte trasera de su uniforme escolar. Era la mano de su hermanastro que se escabullía bajo sus bragas y acariciaba con pasión su suave y firme culito. Los dedos del muchacho se pasearon entre las nalgas de la perturbada chica que reventó en sensaciones al sentir la caricia de aquellos dedos sobre el asterisco de su ano.

Las embestidas de Eliseo sobre Blanca no cesaban; pero Blanca le obligó a detenerse un instante; tiempo  en el que, además de tomarse un respiro, utilizó para desvestir a Pilar de su blusa y su sujetador deportivo. Esto permitió a Eliseo admirar por primera vez los tiernos senos que apenas iban brotando del pecho blanco y virgen de Pilar; que ya no oponía, porque no podía o no quería, resistencia a todo aquello que en aquella recamara sucedía. Eliseo bajó de la cama y se colocó inmediatamente detrás de Pilar, a quien orientó para que se pusiera de pie. La muchacha obedeció, cegada por aquel ambiente de erotismo; no opuso resistencia cuando las manos de su hermanastro apretujaron las carnes de sus senos ni tampoco cuando sus pantaloncillos cortos y sus bragas amarillas descendieron hasta el suelo.

 

Eliseo estaba completamente ensoñado con toda aquella situación; en unas cuantas horas su vida había dado un giro de trescientos sesenta grados. Las mismas muchachas que apenas esa misma mañana le habían tratado de la forma más grosera posible, como lo hacían diario, ahora estaban ahí, a su merced. Se dio cuenta de que lo que imaginaba era cierto: el sexo, de alguna forma u otra, lo cambia todo, y a todos.

 

Sentía que sus manos se hacían trizas en cara caricia que daba a la suave piel de Pilar; volteaba a mirar a la cama donde Blanca seguía esperándolo en cuatro y sentía que su verga estallaba de placer. Dirigió a la menor de sus hermanastras sobre la cama, de rodillas a un lado de Blanca. Volvió a su anterior posición y sin previo aviso volvió a penetrar hasta lo más profundo del coño de Blanca. Inició de nuevo un va y viene sobre las nalgas de Blanca al tiempo que su mano derecha se posaba sobre el culo de Pilar, a quien le masajeaba el húmedo coñito con sus dedos. Les estaba dando placer a sus dos hermanastras; las dos gemían en un coro casi celestial. Eliseo se sentía en el cielo, se sentía feliz; más feliz que nunca.

Todo aquello le obligó, irremediablemente, a sentir como el placer de la eyaculación venía a él. No dio ningún aviso y rellenó el interior de Blanca de su leche. La chica se percató al sentir el semen caliente en su vientre. Eliseo pudo dar unas cuantas embestidas más antes de hacer a un lado a Blanca y caer rendido sobre la cama.

Descansando sobre la cama atrajo los cuerpos de las chicas hacia sí, una a cada lado; pensó que así debían sentirse los reyes. Sus manos acariciaban las caderas, los glúteos y las piernas de aquellas bellas chicas. Manoseó durante un rato sus coños mojados, especialmente el de Blanca, del que brotaba su semen que hacía unos momentos había depositado en su interior. El delicado cuerpo de Pilar era un sueño; una piel suave, limpia y pulcra que podía toquetear a su antojo y un coñito rosado y virgen que apenas había comenzado a saborear los placeres del sexo. La felicidad de aquel momento no cabía en la mente del afortunado muchacho; cada uno de los pasos de su arriesgado plan habían funcionado, por mera suerte quizás pero realmente estaba seguro en la teoría que retumbaba en su mente: el sexo, el maldito sexo cambia a todos, a todos.

Lo ajetreado del día le devino en un cansancio repentino; ni siquiera dijo nada cuando se levantó, se metió al baño, se dio una ducha, regresó desnudo y confiado a la recamara de sus hermanastras que lo miraban recostadas sobre la cama. El muchacho se vistió con la misma ropa y solo alcanzó a decirles algo a sus también agotadas hermanastras.

– Tengo mucho sueño, iré a dormirme.

Eliseo entró a su cuarto y de un sueño hecho realidad paso inmediatamente a otro; durmió como un bendito y no despertó hasta la mañana siguiente.

Al día siguiente la alarma del despertador sonó a las seis de la mañana, como de costumbre. Eliseo despertó de un largo sueño y mientras lograba incorporarse pensó en lo sucedido el día anterior: todavía no le cabía en la mente que todo aquello hubiese acontecido; pero así era, lo recordaba perfectamente.

No había adelantado nada de la tarea que su amigo Santino y él tenían pendiente; pero las diapositivas las podía hacer entre clases así que puso a cargar la batería de la laptop que necesitaría llevar ese día. Tras esto salió a darse una ducha; del baño apenas salía Blanca de haberse bañado, se miraron pero además de no dirigirse alguna ofensa todo parecía ir con normalidad. Eliseo no hizo mucho caso a esto por lo que se metió al baño y se dio una ducha.

Media hora más tarde ya estaba listo y solo espero cinco minutos más a que su hermanastra estuviese lista; dando el cuarto para las siete salieron juntos, como de costumbre. La escuela estaba a menos de quince minutos y normalmente, durante el trayecto a pie, jamás se dirigían la palabra. Eliseo se preguntaba si lo ocurrido el día anterior cambiaría de alguna forma las cosas pero no parecía ser así; no le dio mucha importancia, a fin de cuentas no tenía mucho que platicarle a Blanca. Tras unos minutos llegaron.

– Acuérdate – dijo Blanca mientras cruzaba el portón de la escuela – que hoy no iré a casa, tengo que ir con Liliana a hacer un trabajo.

– ¿Ya sabe tu papa?

– Le dije a tu mama, ella le comentará.

– Ok, si, entiendo – dijo Eliseo mientras miraba como la chica se alejaba.

Era hermosa, no podía dejar de pensar en ello. A su mente le vino algo que había estado en su mente durante la mañana y no dio cuenta cuando grito.

– ¡Blanca!

La chica se acercó extrañada, pero supuso que se trataba de algo importante.

– Estaba pensando – dijo Eliseo – sobre lo de ayer.

Blanca no mostró molestia pero su rostro si manifestó que no era el lugar más adecuado para ponerse a platicar de eso.

– No, es que, simplemente quiero saber de, tu sabes; no utilizamos nada, no sé si me explico…

– Eliseo – respondió la muchacha – la regla me viene en un par de días, no me voy a embarazar.

– ¿Y Pilar?

– Pero, si ni siquiera lo hiciste con Pilar; además a ella le baja uno o dos días después que a mí. ¿Ya me puedo ir?

– Si; solo quería saber eso.

– Si, eso estaba pensando también ayer; pero en otra ocasión deberíamos usar condón – opinó Blanca al tiempo que se despedía y se alejaba.

La última frase dejo perplejo al muchacho: de modo que Blanca suponía que habría una siguiente ocasión. Fuera como fuera la situación lo tenía muy ansioso; durante las clases no dejaba de pensar en todo lo que había sucedido y en lo mucho que seguramente estaba por suceder. La última clase se había suspendido y fue la que aprovecho para terminar junto a Santino el trabajo de las diapositivas. A justa hora lo concluyeron e inmediatamente se dirigió a su casa. Por su mente solo paseaba una idea, un deseo; el reloj apenas marcaba las dos y cuarto de la tarde pero él moría porque ya que diesen las tres en punto para estar junto a Pilar. Sin nada que pudiera hacer se sentó en la sala y miró el televisor.

A las tres en punto ya estaba preparándose para ir a recoger a la menor de sus hermanastras a la escuela. Anteriormente no hubiese estado tan ansioso en ir por ella, todo lo contraria, era una molestia. Pero las cosas eran muy distintas ahora y no podía esperar el momento de estar solo con ella. Dando las tres y cuarto ya estaba fuera; de nuevo coincidió con su madre y su padrastro que llegaban del trabajo para comer, esta vez traían pizza.

 

– ¿Ya vas por Pilar? – preguntó su madre al tiempo que le besaba en la mejilla

 

– Si – respondió Eliseo con un fingido desinterés

 

Saludó de lejos a su padrastro que estacionaba el automóvil y se fue directamente a la escuela de la muchacha; llegó temprano y  la espero ansioso afuera. A las tres y media la chica salía se despedía de sus amigas y se acercó a su hermanastro.

 

– Hola – dijo Pilar

 

– Hola – le respondió el muchacho

 

Como si todo corriera con normalidad la chica caminaba delante de él sin ningún motivo aparente para mirarlo o cruzar palabra con él. El muchacho estaba algo confundido pero supuso que a la chica le daría pena mirarlo siquiera. Pero Eliseo no tenía ningún problema en mirarla a ella; esta vez vestía el uniforme de diario, una falda de rayas azulada con una ajustada camisa blanca que le hacía remarcar su preciosa silueta. El muchacho podía sentirse culpable de todo aquello pero escondía su vergüenza en la idea de que nadie que estuviese en su misma situación podría actuar de forma distinta, o al menos era lo que él quería creer.

 

Llegaron a casa y la chica entró con toda normalidad, primero a revisar sus juegos de internet y luego bajar a comer pizza, que tanto le gustaba. Eliseo tranquilizó sus ansias y comió con normalidad también; acabó y subió a su cuarto a terminar una tarea.

 

– ¡Llegamos al rato! – gritó su madre desde la planta baja.

 

– ¡Sí! – respondió Eliseo, mientras apuraba sus manos en el copia y pega que daba forma a su trabajo escolar

 

Acabó y, cansado, se acostó en su cama. Pensó inmediatamente en Pilar, y en el hecho de que se encontraba solo con ella. Comenzó a estructurar en su mente muchas formas de poder acercarse a ella; sin Blanca no se le ocurría alguna forma. Supuso que en primera instancia Pilar lo rechazaría, así que se fue haciendo la idea de que, al menos esa tarde, no podría hacer de las suyas.

 

– ¡Oye! – dijo una voz que le tomó por sorpresa

 

Azorado, Eliseo volteó hacia su puerta. Era Pilar, que se asomaba por la puerta. El muchacho no supo que decir, de modo que la muchacha entró y encendió las luces. Ella, desde luego, también estaba muy nerviosa por lo que desvió un poco su atención en el desorden de aquel cuarto. Tomando un poco de valor el muchacho se puso de pie y se acercó a ella. Le iba a abrazar pero la chica continuó con su camino hasta sentarse en la orilla de la cama.

 

Eliseo de veras no sabía que hacer de modo que se sentó junto a ella; no se dijeron nada pero la mano de Pilar, en un momento de lucidez, se posó sobre la pierna de su hermanastro. Motivado por esto la palma de Eliseo cayó sobre la rodilla de la chica. No soportando ya la idea de echarse atrás siguió arrastrando su mano sobre la piel de la chica, esta no dijo nada, lo que supuso como una especie de aprobación.

 

Sus dedos paseaban sobre las rodillas de la chica, y en seguida se escabulleron bajo la falda; manoseó las tiernas piernas de su hermanastra y continuó su camino hacia su entrepierna. Un bulto se formó bajo los pantalones de Eliseo y la mano de la chica se posó sobre su entrepierna, como queriendo contener la excitada verga que no pudo más que endurecerse aún más.

 

La mano de Eliseo ya se pasaba en la tela de las bragas de la chica, acariciaba sobre estas la posición del coñito que poco a poco se humedecía en respuesta a aquel roce.

– ¿Me las quito? – preguntó Pilar, acerca de sus bragas, con un dejo tal de inocencia que Eliseo no pudo más que sonreír

 

El muchacho se acostó de espaldas sobre la cama, tomando a su hermanastra de la mano y atrayéndola hacia él. El pequeño cuerpo de la chica quedo en cuatro sobre él y pudo sentir de pronto las dos manos de su hermanastro recorriendo sus piernas e instalándose en caricias sobre su culo. El chico arrugó las bragas en el canal que se formaba entre las dos nalguitas de la muchacha, confeccionando una especie de tanguita. La muchacha no sabía cómo reaccionar, por lo que se dedicó simplemente a disfrutar de las sensaciones que aquel manoseo le provocaba. Se mantenía recargada sobre el pecho de su hermanastro mientras este jugueteaba con las carnes de su culito alzado.

 

La chica se cansó un poco, de modo que suavemente tuvo que apoyar su coñito sobre el bulto de Eliseo. Este recorrió entonces todo el cuerpo de la chica con sus dos afortunadas manos; desde las piernas hasta las tetas, el muchacho saboreo con sus dedos el precioso cuerpo de su hermanastra. Entonces tomó el rostro de la chiquilla y lo acercó al suyo, estampándole en sus labios un apasionado beso en el que Pilar terminó perdiéndose. Poco a poco la chica se fue apasionando mientras juntaba sus labios con los de Eliseo, al tiempo que este seguía acariciando su delicado cuerpo. Mientras se besaban, Eliseo iba deshaciéndose de las bragas de la chica hasta que el húmedo coño de la muchacha se restregaba con su abultada entrepierna.

 

Eliseo, loco por aquella caliente situación tomó de la cintura a la chica y le oriento para que se girara, de modo que el virgen y húmedo coño de la chiquilla le quedó frente a su rostro. Sin perder el tiempo dirigió su lengua a la rosada raja de Pilar, que en seguida se contrajo al sentir aquella placentera sensación que la boca de su hermanastro le provocaba. El muchacho paseaba su lengua en cada pliegue de aquel coño e introducía su lengua todo lo que podía. La chica no sabía si iba a poder soportar todo aquello; trataba instintivamente de alejar su coño de aquella lengua que la conmocionaba pero las manos de Eliseo sobre sus piernas no dejaban alejar su culito de ahí. Pilar no pudo sostenerse más y la parte superior de su cuerpo se derrumbó sobre las piernas del muchacho; quedó recostada, con su mejilla sobre la abultada entrepierna de Eliseo mientras trataba de soportar cada lengüeteo que este le proveía a su excitado coño.

 

El placer le llenaba la cabeza a la chiquilla que, viendo su posición, se atrevió a desabrochar el cinturón y el pantalón de Eliseo para después comenzar a desvestirlo. La erecta verga de su hermanastro se erigió frente al rostro morboso de la chiquilla que, casi de forma instintiva, se llevó aquel pedazo de carne a su boca. Sin proponérselo había generado un perfecto sesenta y nueve; el pene de su hermanastro a duras penas le cabía en la boca y no tenía la menor idea de cómo debía chupar una pija. Pensaba preguntarle a Eliseo la manera en que debía hacerlo, pero este estaba tan bien ocupado lamiendo su rajita que prefirió no distraerlo. Tenía unas extrañas ganas de mamar aquel pedazo de carne que estaba frente a ella, por lo que opto por el autoaprendizaje. Se llevó aquella verga a la boca e inició un mete y saca que poco a poco tomaba buen ritmo; la chica era lista, sabía de antemano que no debía utilizar los dientes. Aplicada esta regla solo se dedicó, siempre y cuando los lengüetazos de Eliseo no la hicieran sentir desfallecer, a masajear con sus labios en forma de “O” toda la longitud posible de aquella verga. La muchacha aprendió con agilidad y en aquel momento Eliseo se sentía en el cielo.

Sin embargo la chica apenas podía concentrarse en chupar aquel pene pues la fuerza de la lengua de su hermanastro había aumentado y su coño comenzó a volverse más sensible; la pobre chiquilla se abrazaba a las piernas de Eliseo mientras su cuerpo se estremecía de placer con los últimos lengüetazos que soportó antes de que su coño reventara en fluidos ante tremendo orgasmo. Eliseo tuvo que entrecerrar los ojos cuando un chorrito de líquido escapo de aquel coñito estrecho. Sabía que la muchacha estaba en pleno punto y rápidamente se incorporó para inmediatamente colocarse detrás de ella. La chica apenas pudo presentirlo cuando el glande de Eliseo ya comenzaba a empujar en su virgen vagina.

 

La chica entró en terror pero en el fondo también estaba ansiosa de que aquella verga la penetrara hasta el fondo; el día anterior había quedado tan caliente que su desilusión fue grande al ver como Eliseo se había ido a dormir. Había esperado toda la noche sin poder dormir y durante todas las horas de clases para este momento; deseaba ya que ese pedazo de carne la follara de una buena vez. El muchacho comenzó penetrando poco a poco, mientras el diámetro de su verga empujaba las paredes del estrecho coño de Pilar. A la muchacha le dolía un poco y sus manos se aferraban y apretujaban las sabanas. El falo de Eliseo se abría camino y tuvo que hacer fuerza cuando una especie de elástico detuvo su camino.

 

– Duele – tuvo que admitir Pilar en aquel momento

 

Eliseo no dijo nada; se detuvo un poco a pensar y en seguida continúo empujando. Algo se resistía al tiempo que Pilar echaba su nuca hacia atrás con tal de soportar aquel dolor. De pronto, tras forzar un poco más, Eliseo pudo por fin penetrar a la chica. Un hilo de sangre fluyo del coño de la chica pero Eliseo prefirió no mencionarlo. Pilar dejo de sentir dolo poco a poco mientras Eliseo comenzaba la lenta y progresiva tarea de meter y sacar su verga de aquel estrecho coño.

Relato erótico: “La cazadora 1” (POR XELLA)

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La vida de Diego no podía ir peor. Desde hacía unos meses, todo iba cuesta abajo. Una compañera a la que odiaba, había sido ascendida en su lugar a directora, arrebatando el puesto por el que tanto había luchado… Y ahora encima era su jefa… Le hacia la vida imposible…   

 

Por si fuera poco, su mujer le había pedido el divorcio. Le había abandonado por un musculitos de medio pelo, más joven que él. ¿En eso habían quedado sus años de amor? Además, se las había arreglado para quitarle casi todo… La casa, el coche… Ahora era de ella… ¡Y encima le tenía que pagar pensión! La muy zorra había alegado malos tratos en el juicio y el no había podido desmentirlo, aunque nunca le hubiese puesto la mano encima.   

 

En sus 45 años de vida nunca se había sentido tan desgraciado… Sus años de casado con Alicia fueron maravillosos… Ella era unos años menor que el, morena, pelo castaño liso… Tenía un cuerpo diez… Con el dinero que ganaba Diego no le hacía falta trabajar, así que se fue convirtiendo poco a poco en una mujer florero, obsesionada con su físico y con las compras. En el sexo era una fiera, y solo de pensar que ahora se la estaba tirando ese cabrón…   

 

En el trabajo no le iba nada mal tampoco. Llevaba mucho tiempo en la misma empresa y había ascendido a lo más alto. Ganaba bastante dinero y su trabajo le gustaba… Pero esa zorra de Eva… Siempre la había odiado, y tener que obedecerla le sacaba de sus casillas… Y ella además hacia todo lo posible por hacérselo pasar mal… Le mandaba tareas de muerda y le ninguneaba delante del resto de la gente…   

 

Desde que todo empezó a irle mal, había gastado su tiempo libre en ir a un pequeño club de carretera a tomarse unas copas… Ni siquiera se tiraba a alguna puta… Con el dinero que tenía que pasar de pensión a su mujer no le daba para esos lujos, pero como tampoco le apetecía estar en el cuchitril en el que vivía ahora…   

 

Y allí se dirigía ahora. Estaba entrando en el 7Pk2, que así se llamaba el sitio, cuando escuchó por megafonia que iba a empezar la actuación de Rachel y Christie. Entonces se le escapó una sonrisilla, ese par de hermanas eran la bomba. Hacían un espectáculo de streptease temático, a veces eran policía y ladrona, india y vaquera… Siempre disfraces “opuestos” y al final una de ellas acababa follando brutalmente a la otra sobre el escenario.   

 

No se creía que realmente fueran hermanas… Había que ser muy depravadas para acceder a hacer eso… Pero era excitante pensarlo y habían elegido bien a las actrices, el parecido entre ellas era asombroso.   

 

Se tomó una copa viéndolas y regresó a su apartamento. El día siguiente tenía una dura presentación y tenía que estar fresco y despejado para aguantar a la zorra de Eva…   

 

Y todo se fue a la mierda…   

 

La muy puta le había preparado una encerrona. Le había dejado en ridículo y le había humillado delante de todos los directivos de la empresa y, al acabar, le había despedido. Así, sin más.   

 

Ya no tenía nada por lo que mereciese la pena vivir. No quería volver a su cuchitril, que le hacía ver la mierda de vida que tenía. Había estado paseando y se había detenido ante el puente de la autovía, planteándose acabar con todo… Pero no tenía valor para ello… Era un cobarde…   

 

Se decidió a ir al 7Pk2 de nuevo, ese había sido su refugio en los últimos meses así que, ¿Qué mejor lugar para huir de todo?   

 

Cuando entró vió que estaba medio vacío, era demasiado pronto. Ni siquiera había espectáculo todavía, simplemente le alegraban la vista las camareras con sus escuetos uniformes. Aun así, se pidió un whisky sólo.   

 

– Buenos días, que pronto has venido hoy, ¿No?   

 

Se dió la vuelta para ver quien le había hablado y se quedó mudo. Una impresionante asiática, con el pelo negro, largo y liso estaba frente a él. Unos espectaculares ojos verdes atraían las miradas casi tanto como su cuerpo. La había visto alguna vez por el local, por lo que tenia entendido, era la dueña.   

 

– ¿P-Perdón? – Diego estaba extrañado de que se dirigiese a él de forma tan directa.   

 

– Que normalmente sueles venir más tarde… ¿ Qué ha pasado? – La mujer quedó mirando fijamente a los ojos del hombre. – ¿Te han echado del trabajo?   

 

¿Era un chascarrillo? Seguramente… No podía saber eso…   

 

– No te preocupes. ¡Diana! – Dijo, llamando a la camarera. – El señor esta invitado a todo lo que tome.   

 

– Gra-Gracias… – Diego no sabia que decir. Se quedó observando su vaso, sin atreverse a mirar aquellos profundos ojos verdes que parecían traspasarle.   

 

– Llevas un tiempo viniendo aquí para ahogar tus penas. – Dijo la asiática, rompiendo el silencio. – ¿Y que has conseguido arreglar con eso?   

 

Diego se quedó mirando a la mujer, pensando que le querría decir con aquello…   

 

– Perdón, no nos han presentado. Tamiko, Tamiko Aizawa. Soy la dueña del local.   

 

– Diego Lozano. Soy el que viene aquí a ahogar sus penas. – Contestó con algo de sorna.   

 

– No has contestado a mi pregunta.   

 

La mirada inquisidor de la mujer le ponía algo nervioso. Apartó la vista de ella.   

 

– ¿Qué quiere decir con arreglar? Esto es un puticlub… Lo único que puedo arreglar aquí es la carga de mis huevos… Y no tengo dinero para ello…   

 

– ¿Y no te gustaría ser capaz de hacer algo?   

 

-…   

 

– ¿Ser capaz de arreglar tu vida? ¿De volver a tener éxito?   

 

Aquella mujer le hablaba como si supiese exactamente por lo que estaba pasando.   

 

– ¿De… Vengarte?   

 

Venganza. Esa palabra activó el pensamiento de Diego, y Tamiko se dió cuenta de ello. Lo que realmente deseaba era vengarse… Vengarse de la zorra de Eva por humillarle, por despedirle. Vengarse de la zorra de su mujer por dejarle tirado como a un perro. Vengarse del cabrón musculitos que se la había quitado y ahora disfrutaba gastándose su pensión…   

 

El silencio se alargaba entre los dos. La asiática miraba fijamente a Diego. Había planteado su pregunta y ahora quería que fuese él el que diese el paso.   

 

– ¿Cómo se supone que haría todo eso? ¿Y a usted que le importa lo que haga o deje de hacer?   

 

– Bueno, el cómo es algo que tratariamos más tarde…  si estuvieses dispuesto a hacer un pequeño trato… Y lo que me importa o deje de importar… Digamos que en este trato las dos partes saldríamos ganando…   

 

– Y ese pequeño trato… ¿En que consistiría?   

 

– No adelantemos acontecimientos… Si estás realmente dispuesto, ven aquí a las 22:00. Te estaré esperando en mi despacho. Te expondré nuestro trato y me dirás si aceptas o no. Si no lo haces, no volverás a tener noticias mías jamás. Pero. Si lo aceptas… No habrá vuelta a atrás…   

 

Diego quedó pensativo. Cogió su copa y dió un largo tragó de whisky. Cuando volvió a girarse, la mujer había desaparecido.   

 

Ni siquiera se molestó en salir del local, para darle vueltas a la cabeza… ¿Qué mejor sitio que aquel? Unas copas más de whisky le habían mantenido en un estado de ligera embriaguez, sin llegar a estar borracho. Cuando llegaron las 22:00 simplemente se levantó y se dirigió al despacho de la mujer.   

 

Había decidido escuchar lo que tenia que decirle, ¿Qué podía perder? Era demasiado cobarde para acabar con todo, pero era lo suficientemente desgraciado como para estar dispuesto a probar cualquier cosa.   

 

TOC TOC  

 

– Adelante.   

 

Diego entró dubitativo. No sabia que esperar de ese encuentro.   

 

– Veo que te has decidido a venir. La verdad es que no dudaba de que lo hicieras…   

 

La mujer estaba sentada tras un escritorio, observandole con aquella penetrante mirada. Todo el ambiente olía a lilas… A lilas y a grosellas… Era un olor agradable.   

 

– ¿Y bien? – Preguntó Diego.   

 

– Qué impaciente… Siéntate por favor.   

 

– Usted me dijo que me daría la posibilidad de recuperar mi vida… Y de vengarme… – Dijo mientras se sentaba.   

 

– No. No me gusta que tergiversen mis palabras… Tu vida esta pérdida. El Diego Lozano que tenía éxito y era feliz no existe, ni volverá a existir.   

 

El hombre no entendía nada.   

 

– Pero sí puedo darte una “nueva vida” en la que todo irá sobre ruedas. Y además, podrás ejecutar tu venganza.   

 

– ¿Nueva vida?   

 

– Exacto.   

 

El silencio de Tamiko le indicó que no revelaría nada más sobre eso.   

 

– ¿Y que saca usted de esto?   

 

– Tu me pertenecerás. Estarás a mi servicio y me servirás de cazador.   

 

– ¿Cazador?   

 

– Si. Necesito carne fresca en el burdel, y tu me la proporcionaras.   

 

Diego comenzó a atar cabos… Solo de imaginarse a las zorras de Eva y Alicia trabajando allí se le puso la polla como una piedra.   

 

– ¿Y como se supone que “cazaré”?   

 

– Eso de momento es irrelevante. Ahora solo debes saber que tu vida cambiará por completo en el momento que aceptes el trato… ¿Estás dispuesto a dar borrón y cuenta nueva, y comenzar una nueva vida de éxito y poder? ¿O te darás la vuelta y volverás a tu cuchitril, a rezar para reunir el valor suficiente para tirarte por ese puente? Es tu decisión.   

 

Diego solo necesitó media fracción de segundo para decidirse.   

 

– Acepto.   

 

Tamiko Aizawa se levantó y le tendió la mano. El hombre hizo lo propio. La mano de la asiática tenía una firmeza que nunca había visto en una mujer… Tanta que poco a poco comenzó a notar que sus propias fuerzas flaqueaban. La miro a los ojos y vió como sonreía.   

 

– Adiós, Diego.   

 

La oyó decir, antes de desmayarse.  

 

——————- 

 

Abrió los ojos lentamente, desperezandose. No reconocía el lugar donde se encontraba, ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era haber estado en el 7Pk2… Todo era muy confuso… Entonces, le vino a la cabeza la imagen de Tamiko Aizawa, la dueña del burdel y lo recordó todo. Se incorporó en la cama solo para notar como llevaba algo en la cabeza… algo que le colgaba y le rozaba los hombros… ¡Era pelo! Agarró con su mano una larga cabellera morena… Un momento… ¿Qué le pasaba a su mano? Era más pequeña… más… delicada… Apartó las sabanas para dirigirse a un espejo que había en una pared lateral y, del shock de lo que vió, volvió a caer sobre la cama.  

 

¡Tenía tetas!  

 

 

 

Inmediatamente apartó el resto de la sabana para comprobar con estupor que su polla y sus huevos habían desaparecido. En su lugar había un coño perfectamente rasurado. Estaba completamente desnudo… Bueno… Desnuda, en un lugar que no conocía. ¿Qué cojones había pasado?  

 

Se levantó de la cama y se dirigió al espejo. No sabia que le habían hecho, pero por lo menos habían tenido buen gusto… El espejo le devolvía la imagen de una mujer espectacular. Pelo negro, largo y ondulado, la piel suave y blanca, unas tetas perfectas, desafiando la ley de la gravedad con su firmeza, unas piernas larguísimas y definidas y un culo espectacular. Pero, de todo lo que vió, lo que más le llamó la atención fueron sus ojos… unos ojos verde esmeralda que le recordaban a los de la dueña del burdel. 

 

Desnuda como estaba, comenzó a recorrer la casa. Parecía que estaba sola. Estaba totalmente equipada, equipo de música, televisión, DVD, la nevera llena…  

 

En una mesa encontró un periódico abierto en la página de las esquelas. Ocupando un cuarto de página, había una dedicada a él… La fecha databa del 17 de Julio. Ni siquiera sabía en que día estaba. 

 

Así que era verdad que no volvería a ser Diego Lozano. 

 

No estaba preocupado por lo que estaba viendo, librarse de la vida fracasada que tenía era un alivio. Solo tenia en mente de qué manera le ayudaría todo eso a obtener su venganza. 

 

La puerta de la calle se abrió y apareció Tamiko.  

 

– Buenos días, Diana. Parece que ya te has despertado.  

 

– ¿Diana? ¿Esa soy yo ahora?  

 

– ¿Qué mejor nombre para una cazadora, que el de la diosa romana de la caza?  

 

– ¿Qué me has hecho?  

 

– ¿Yo? Todavía nada.  

 

– ¿Y esto? – Preguntó Diana, señalando su cuerpo desnudo.  

 

– Eso no te lo hice yo… Pero es necesario para lo que tengo planeado para ti.  

 

Diana se quedó en silencio, decidiendo qué quería preguntar a continuación.  

 

– ¿Qué día es hoy? – Preguntó al fin 

 

– 5 de septiembre.  

 

Diana lanzó el periódico a la mesa que estaba enfrente de la asiática.  

 

– ¿Qué significa eso?  

 

Tamiko observó la esquela. La tranquilidad con la que le estaba hablando Diana la satisfacía, se estaba tomando los cambios muy bien, realmente deseaba deshacerse de su anterior vida, tanto que no le importaban las consecuencias.  

 

– Diego Lozano ya no existe. Como te dije, al aceptar nuestro trato tendrías una nueva vida llena de éxito y poder, y lo primero que había que hacer era deshacerse de la antigua. Ahora eres Diana y tendrás que aprender a vivir con ello.  

 

– ¿Qué es este lugar?  

 

– Tu nueva casa. – Diana puso cara de incredulidad al oír eso. – No querrás volver a aquel cuchitril, ¿Verdad?  

 

– ¿C-Cómo? ¿Tanto vas a sacar de mi?  

 

– Y no sólo eso. Tienes un coche esperando abajo, móvil, ordenador… Y si necesitas algo más no tienes más que pedirlo… Pero no te equivoques, esto no es cosa mía. Tengo varios… contactos con una corporación muy interesada en nuestras habilidades.  

 

– ¿Nuestras habilidades?  

 

– Ahí quería llegar yo. ¿Recuerdas la última vez que nos vimos? ¿No notas nada distinto?  

 

Diana comenzó a recordar el encuentro anterior. Obvió el hecho de que ya no iba a mear de pie, pues suponía que no se refería a eso… Y entonces se dió cuenta. Se giró y avanzó hacia el espejo, mirando detenidamente los intensos ojos verdes que ahora poseía.  

 

– T-Tus ojos… – Dijo. – Parecía que pudiesen ver a través de mi… De examinar cualquier rincón de mi mente… Y ahora… Ahora no tengo esa sensación…  

 

– ¡Exacto! Veo que no me equivoque a elegirte. Te he otorgado el mismo poder que poseo. El poder de controlar a quien quieras. – Diana estaba sin habla, intentando asimilar las palabras de Tamiko. – Verás, en la antigua China, se creía que las mujeres de ojos verdes eras enviadas de los cielos, con la capacidad y la misión de orientar al resto de los mortales. Deberías saber que toda leyenda tiene algo de verdad. Pertenezco a esa antigua estirpe de enviadas de las diosas… Y ahora tu también.  

 

– Por eso debiste convertirme en mujer antes…  

 

– Exacto.  

 

– ¿Y como uso ese poder?  

 

– Lo primero que tienes que hacer es aceptarte a ti misma. Tu cuerpo y tu mente deben ser uno para que puedas controlar la mente de los demás.  

 

La cara de la chica era un poema. No tenía ni idea de como hacer eso…  

 

– No te preocupes. Es más sencillo de lo que parece. De todas formas, esta tarde te traeré a alguien para que practiques.  

 

– Entonces… ¿Ya está? Diego Lozano ha muerto y ahora soy Diana, una emisaria de las diosas en la tierra. ¿Todo es tan fácil?  

 

– Cómo te dije antes, hay una corporación muy poderosa detrás de todo esto. Ellos han preparado todo para que Diana tenga una vida. Tienes un colegio en el que estudiaste, instituto, universidad, trabajos que has realizado… Todo para que seas una persona real.  

 

– ¿Qué corporación haría tal cosa?  

 

– Tiene muchas ramas, pero la más importante es Xella Corp.  

 

– ¿Xella Corp? Nunca la había oído…  

 

– Claro que no, saben cuidarse muy bien. Pero te aseguro que están en más sitios de los que piensas… Ya lo iras descubriendo.  

 

Diana se quedó en silencio.  

 

– Bueno, te dejo a solas. Tienes ropa en los armarios y tu documentación en el cajón de la entrada. Esta tarde regresaré.  

 

Ropa en los armarios. No se había dado cuenta de que seguía desnuda… Aún así, antes de vestirse se acercó a ver su documentación. Diana Querol. Ese era su nuevo nombre. Dejó la documentación sobre la mesa y se dirigió al armario.Cuando lo abrió, vió la gran cantidad de ropa de la que disponía, ¡Qué barbaridad! Vestidos, pantalones, faldas, shorts, blusas, camisetas, tops… Por no hablar de la ropa interior… Había una cantidad ingente de lencería, medias, ligueros, tangas, culottes, sujetadores… Todos eran tremendamente sexys… Se imaginó a si misma poniéndose toda aquella ropa y, aunque tenía un cuerpo de escándalo, le pareció ridículo. En un lado de la habitación estaba el zapatero, repleto de zapatos con tacones altísimos… ¿Cómo iba a subirse a eso? Nunca lo había hecho. Estuvo un buen rato para ponerse el sujetador. Si era difícil quitarlo como hombre, tampoco era fácil ponerlo como mujer. Se puso un culotte y un pantaloncito de chándal con una camiseta para estar por casa y se dirigió al ordenador.

 

Pasó horas buscando información de Xella Corp y Tamiko Aizawa, pero no consiguió encontrar nada…

 

La puerta volvió a abrirse y Tamiko la atravesó acompañada de una mujer rubia que andaba dócilmente tras ella. 

 

– Esta es Missy. – Dijo la asiática. – Será tu cobaya.

 

Diana miró a la mujer a los ojos, y cuando los de ésta se cruzaron con los suyos, una marea de emociones y pensamientos la invadió, haciendo que apartase la vista.

 

– ¿Q-Qué ha sido eso? – Preguntó Diana, asustada.

 

– Cuando entres en contacto con una de tus víctimas, serás capaz de ver cada rincón de su mente, todos sus pensamientos, recuerdos, emociones… TODO. Cuando domines tu poder, serás capaz de moldearlo a tu antojo.

 

Diana pensó en lo que había visto, sin atreverse a mirar a la mujer de nuevo. No era capaz de sacar nada en claro de aquella amalgama de imagenes y sonidos…

 

– Ahora está tranquila porque la tengo bajo mi control. Te la dejaré atada para que no tenga manera de escapar. Quiero que la domines y la controles. Cuando seas capaz de hacerlo estarás preparada para la caza de verdad.

 

Tamiko enganchó una cadena al cuello de la chica, así como unos grilletes y una mordaza y la ató en una barra que había en un lado del salón.

 

– Volveré en un par de días, si necesitas algo, llámame.

 

Nada más salir por la puerta, la calma que tenía Missy desapareció, y la chica comenzó a revolverse y a lanzar gritos amortiguados por la mordaza. Diana se acercó a ella para realizar un nuevo intento, pero con el mismo resultado. La avalancha de imagenes y recuerdos la abrumaba y no era capaz de sacar nada en claro. Estuvo varias horas, dándose cuenta de que Missy no podía evitar mirarla a los ojos… Se revolvía, intentaba luchar, pero sus ojos la atraían como la miel a las moscas. Todos sus intentos fueron infructuosos, sólo consiguió un enorme dolor de cabeza así que decidió dejarlo para el siguiente día y darse un baño relajante.

 

Se dirigió al baño y se desnudó frente al espejo mientras se llenaba la bañera. Observó el maravilloso cuerpo que tenía ahora. Cuando era hombre, tenía un cuerpo normal, algo de barriguita, no era muy alto, se estaba quedando calvo… Ahora no. Como Diana, tenía un cuerpo que los hombres desearían y las mujeres envidiarian. Se imaginó que habría hecho con una mujer como ella y comenzó a calentarse. 

 

Se metió en la bañera y comenzó a enjabonarse, recorriendo su nuevo cuerpo, sus nuevas curvas. Se detuvo más tiempo del necesario en sus nuevos pechos, como hombre nunca le habían resultado excitantes sus pezones, pero ahora… El roce era maravilloso. 

 

Las sensaciones de calentura eran distintas también. Notaba el ardor por todo el cuerpo, cada caricia, cada roce lo aumentaba. El placer no estaba limitado a su entrepierna, sino que era global. 

 

Comenzó a descender e introdujo su mano en su coño. Dejó escapar un gemido de la impresión, era extraño tener algo dentro. Podía notar perfectamente lo lubricada que se encontraba, sus dedos entraban y salían con facilidad. Se detuvo en cada uno de los pliegues de su sexo, descubriendo las sensaciones que eso le reportaba. Con la otra mano se acariciaba el cuerpo. Pasaba de los pezones a sus caderas, sus piernas, sus pechos de nuevo… Comenzaron a invadirla oleadas de placer, ¿Qué estaba pasando? Aceleró el ritmo de sus dedos, usando uno para acariciarse el clitoris y otro para recorrer su coño. Los jadeos se incrementaban, comenzó a agitarse y a contraerse. Aquello era más de lo que había sentido nunca como hombre, un inmenso orgasmo la sobrevino haciéndola gritar de placer y, en vez de acabar ahí, siguió masturbandose haciendo que le viniese un orgasmo tras otro. Para, exhausta, y quedó tumbada durante varios minutos, disfrutando de las sensaciones que le brindaba su nuevo cuerpo. 

 

No sabia que una mujer vivía tan intensamente sus orgasmos… Incluso se le había despejado la cabeza, se sentía mejor que nunca… 

 

“¿Es posible que sea…?” –  Pensó Diana. 

 

Inmediatamente salió de la bañera y, desnuda y empapada como estaba, se dirigió a ver a Missy, la miró a los ojos y un mundo nuevo se abrió ante ella. 

 

Era abrumador. Podía ver y sentir a esa mujer como si fuera un libro abierto. Desde su más tierna infancia, todos sus recuerdos estaban a su alcance, seguro que Missy ni siquiera se acordaba de la mayoría de ellos… 

 

Vió que se llamaba Miranda, que tenía una hermana y que era policía. Vió que era independiente y que nunca había querido tener una pareja seria. Vió como la había conseguido Tamiko para ella. Vió el destino de su hermana. 

 

Missy la miraba atentamente sin dejar de revolverse. Diana podía ver sus sentimientos: miedo, humillación, deseo de libertad, odio hacia ella… quería hacerse oír por alguien, quien fuese. Entonces, sin saber bien como, comenzó a “cambiar” su forma de pensar… Hacerla ver que nadie la iba a oír, que no servía de nada resistirse, que sus esfuerzos eran inútiles… Notaba como los pensamientos de Missy cambiaban a la vez que dejaba de luchar. 

 

“¿Así de fácil?” Pensó. “Creo que me va a gustar mi nueva vida” 

 

Se retiro a su cuarto a descansar, mañana seguiría probando sus nuevas habilidades.

 

Antes de dormir, las palabras de Tamiko comenzaron a sonar en su mente. 

 

“Aceptarte a ti misma” “Tu cuerpo y mente deben ser uno”. 

 

Así que todo consistía en eso… aceptar su nueva vida a través de su sexualidad… 

 

Definitivamente, su primer orgasmo como mujer era el que más satisfacciones y beneficios le había dado. 

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