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Relato erótico: “MI DON: Raúl – Las amigas de mi hermana (38)” (POR SAULILLO77)

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La cosa iba bien, tenia la semana cubierta mas o menos, había pasado un mes desde que comencé a cepillarme a Yasira, la hija de Luz, todos los viernes y un sábado que se quedó en mi casa a dormir, se fue de fiesta conmigo y disfrutaba de su cuerpo tanto bailando en discotecas bien arreglada, como con el sexo, era una pantera insaciable, en poco tiempo ya aguantaba 3 polvos, y os juro que esa mujer adoraba el sexo anal, de las 3 corridas solo la 1º era en su coño, si llegaba, el resto era todo anal, el sábado que se quedó volvimos a salir de juerga ese día para volver a casa el domingo y no salir hasta el lunes, la dejaba durmiendo en casa mientras iba a trabajar, lo hacíamos al irme, al regresar, al acostarme o al levantarme, vaya ”fichaje” había hecho, pero solo era los fines de semana, entre semana tenia a Jeni por las tardes, de lunes a jueves venia a mi casa después de correr y disfrutaba de ella, enseñándola algunos trucos, aun se negaba al anal, pero ya le metía un par de dedos, se dejaba por que aprendía rápido y todo le gustaba. Además Eli regresó de su gira y la tenia todas las mañanas de lunes a viernes cuando venia a casa después de sus clases en antena, me dijo que Mariluz, la presentadora MILF, la presionaba para que le dijera quien era, con su calentura solo sabia mi nombre, mi numero y mi dirección, pero Eli la daba largas, así que presionaba al director de la cadena para que la echaran, hasta que el director de la cadena se cansó de sus reproches y la dijo que si no estaba gusto que se fuera, Mariluz agachó la cabeza y la dejó en paz a ella y a mi, que aun me llegaban mensajes suyos amenazadores.

Entre medias de todo eso también habían caído un par mas del cajón, nada destacable, una monitora del gim donde fui, una amiga del grupo que me pilló de fiesta sin Yasira, y en el trabajo una de los 2 cajeras, Adriana, durante ese turno no moví una caja pero si destrocé a la pobre, gritó tanto en el almacén donde nos metimos que retumbaba su voz como si la estuvieran matando, de igual forma me cogió pánico y se alejó de mi unos días. Aparte, la experiencia mas decepcionante fue Lucy, la madre del grupo de deporte, quedó conmigo un domingo para que fuera a su casa por la tarde, ya que sus hijos estaban con los abuelos, y “me chantajeó” para que me la tirara, como si hiciera falta, o si no, contaba lo mío con Jeni, como si a mi me importara mucho, una vez en su casa me acosté con ella, pero fue horrible, no la chupaba, casi le daba asco tocármela, se asustó al vérmela empalmada y al verla desnuda sus buenas tetas se convirtieron en 2 colgajos no muy atractivos sin sostén, no le entró mas de media polla y se cagó encima del esfuerzo al acabar, sobra decir que me fui de allí cabreado y no la volví a ver por el parque, la vergüenza la podía, aunque no le dije a nadie lo que pasó y la disculpé ante el resto. Por suerte me llamó Alba, la enfermera militar, y pasamos un par de horas entretenidas, quería irse calentita a casa, antes de que su marido regresara.

Estaba buscando algún hueco que llenar, me estaba encantando esto de follar a todas horas con mujeres diferentes, y si pasaba más de 3 horas sin alguna cerca me entraba una sed incontrolable de sexo, sobretodo desde que el jueves se iba Jeni y no tenia a Yasira hasta el viernes de madrugada al sábado, o los propios sábados y domingos en que si no se quedaba Yasira me debatía en llamar a Lara, pero no, quería reservarme ese piso, una idea estúpida danzaba en mi cabeza y necesitaba a Lara ansiosa de mi. Buscando entre los papeles un viernes a las 12 de la mañana, con Eli retozando del placer que nos habíamos dado hacia unos minutos, me llamó mi hermana, no somos muy de hablar por teléfono, si nos llamamos es por que queremos o necesitamos algo, si teníamos que hablar quedábamos y punto, me pidió que si podían ir ese fin de semana a mi casa, aun hacia buen tiempo de día y todas las piscinas publicas habían cerrado ya hacia semanas, le dije que si encantado, me parecía una idea genial, y mejor aun cuando me dijo que llevaría a un par de amigas, a mi madre y mi padre no les hacía gracia el plan y sentían que mi hermana necesitaba un descanso, un escape, así que no vendrían.

Me abalancé riendo sobre Eli que aun estaba en mi cama, se abrió de piernas para recibirme en su interior y me rodeó con ellas mientras me la comía entera, su cuello, su pecho y su vientre eran lamidos y chupados, me deleitaba comiéndola los pezones a Eli, a punto de estallar en un orgasmo, cuando me fui a correr me apartó y se metió mi rabo hasta el esófago tal y como me enseñó que era capaz, vi su nuez y su garganta expandirse con mi miembro dentro y derramé mi semen en su boca, donde no quedó nada cuando tragó. No la volvería a ver hasta el lunes y no nos podíamos despedir de mejor manera, si había suerte pasaría el periodo ese fin de semana y para el lunes retomaríamos el tema. Esa noche salimos de fiesta de nuevo, Yasira y su forma de moverse me deleitaron en la pista de baile y al llegar a casa su pasión era tan grande como la mía, ni se como iba vestida, solo la recuerdo desnudada cabalgándome, y luego la montaba por el culo, era espectacular vernos en ación y cada día Yasira era mas ardiente conmigo, creo que me agradecía, sin estar segura creo que sabia que la había dado cierta libertad de su casa, y darla por el culo era de lo mas placentero que tenia a mi disposición, que no era poco, me dormí después de llenarla le culo de semen por 2 veces, y me desperté con ella comiéndomela, mis empalmes mañaneros eran deleitados por sus labios carnosos, al verme despierto se situó de rodillas sobre mi metiéndosela entera en el coño y hasta que no me vacié en su útero no dejó de moverse pese a los continuos orgasmos. Nos dimos una ducha juntos en la que no me resistí en darla por el culo, pegándome a su espalda mientras el agua corría por neutros cuerpos, la levantaba de la bañera con cada embestida pero lejos de sentirte abrumada disfrutaba como una condenada. Me fui a trabajar con una gran sonrisa en los labios, en el trabajo Adriana me huía, como hacia desde que me la tiré, pero la jefa me miraba con ojos de deseo, como siempre, era mona pero eran mas las ganas de follarla para bajarla los humos de soberbia que tenia lo que me la fijó como objetivo, llegaba a ser cruel con algunas de las cajeras, casi todas la odiaban, y a mi me miraban mal por que ella se mostraba mas dócil y amable conmigo, apoyándose en mi hombro o dándome abrazos sin venir a cuento, ¿que culpa tenia yo de que me tratara mejor a mi?, pero seria más adelante, hoy no tenia tiempo, acabó mi turno y fui corriendo a casa, el móvil me quemaba a llamadas de mi hermana, habíamos quedado en que llegarían a casa cuando saliera del trabajo, pero siempre ha sido muy impaciente. Al llegar las vi en la calle con un par de mochilas.

-HERMANA: joder tato, ya era hora.- me golpeó en el pecho sin mucha fuerza.

-YO: joder, tata, vengo corriendo, ya sabias que vengo de currar.

-HERMANA: ya pero hace calor y estamos aquí tiradas, anda ayúdanos, date prisa – lo que para mi hermana significaba, “coge todo lo que mas pese y déjame a mi esa bolsa pequeña”, me dio igual, así me hice el fuerza ante sus 2 amigas, cogiendo 3 mochilas y 2 maletas.

Subimos en el ascensor tan apretados que pude escudriñar y sentir la piel de todas, mi hermana, como ya os dije alguna vez, era 4 años mayor que yo, morena de media melena, no era fea pero tampoco era guapa, estaba algo pasada de kilos, andaría por los 85, pero a su vez heredó el gen de altura de cierta rama de la familia, tengo 2 primos, uno de 1,98 y otro de 2,03, ambos mayores que mi hermana, ella media casi 1,86, por lo tanto sus kilos no se notaban tanto, y aun siendo mi hermana debo reconocer que tenia unas tetas bien puestas y grandes, casi una 100, que para mi deshonra fijaron mi mirada mas de una vez en mi pubertad, por lo demás su aspecto es como las pinturas de las diosas griegas, donde las curvas eran predominantes y la piel tersa no existía, tenia sus fans, nunca le faltó novio o pretendiente, pese a que su forma de vestirse siempre era mas cómoda que estilista. Ya os digo que con ella no pasó nada, nunca, no es que la quisiera y respetara tanto, es que la tenia cierto miedo, en le buen sentido, era una mujer ruda, de carácter hosco y muy dada a montar pollos por cualquier chorrada, mientras supieras llevara era simpática y graciosa, pero mas valía no enfadarla. Respecto a sus amigas, eso era otro tema.

Como le pasaba a Mara, la hermana de Alicia, su férreo carácter le había negado una vida social amplia, y su grupo social se fue reduciendo a cada afrenta que ella creía digna de merecer desterrar a alguien, y una vez que lo hacia estabas muerto, no había forma de recuperar su afecto si sentía que la fallabas, lo cual la dejó con únicamente 2 amigas de confianza:

una era Liz, amiga de toda la vida, y una de las primeras mujeres no familiares con la que tuve confianza, era española como su madre pero su padre era de Indonesia, no recuerdo de donde exactamente, lo único importante es que tenia la piel morena y el pelo negro como la noche, como sus ojos, era mas divertida y mas afable que mi hermana, crecimos juntos, era como otra hermana a la que si se la podía hablar, físicamente también estaba pasada de kilos, pero menos, unos 70, y corpulenta, 1.79 de altura, pero mucho mas cerca del canon de belleza actual, pechos normales y eso si, una cadera descomunal, su trasero era aun incluso mas grande que el de mi hermana, pero inexplicablemente era mas atractivo, vestía igual que mi hermana, mas cómodas que otra cosa y como os digo, fue la 1º relación con aun mujer que no era familia, aunque se comportara como tal, pero jugaba conmigo de críos, me rascaba la espalda, o aunque suene asqueroso, le encantaba reventarme los granos de los hombros, pero explica claramente el nivel de complicidad que teníamos. Ante la falta de novios o parejas de ambas se creó cierto rumor sobre si eran lesbianas y estaban juntas pero al llegar a los 18 y salirles las tetas se terminaron los rumores y les cayeron los novios.

La otra amiga era Iziar, alias “la peque”, una amiga que hizo en Internet con el tema de juegos de rol que les encantaban, era la cosa mas bobalicona y ñoña que me he cruzado nunca, se sonrojaba con nada y se escondía cuando yo hacia mis números desvergonzados, se reía como un cerdo y no se callaba nunca con voz de pito, pero si aun seguía al lado de mi hermana significaba que era buena gente y de fiar, físicamente le venia el alias al pelo, era pelirroja con el pelo algo largo pero siempre la veía con coleta, solo 3 años mayor que yo, usaba gafas, las necesitaría pero la sensación era que las usaba para tapar la multitud de pecas en la cara, tenia los ojos azul oscuro, mezclado con gris, diría que era lo mas bonito que tenia, mentiría, pese a medir menos de 1,55 y tener brazos, piernas y cintura finas y delgadas, pesaba 76 kilos, ¿como puede ser? Por unas tetas y unas caderas antinaturales, de frente era como un 8, tenia una 120 de pecho, aunque yo creo que más, le daría apuro cómpraselos más grandes y eso hacia que sus tetas rebosaran de forma exagerada, cada una debía de pesarle al menos 3 kilos, era una versión comprimida de Lara, pero mientras que a ella sus tetas grandes y tersas seguían manteniéndose firmes sin sujetador, la sensación era que si le quitabas el sostén a Iziar caerían de forma inevitable, de caderas no iba mal tampoco, eran como si hubieran cogido a una chica normal bajita y le hubieran hinchado la cadera y el pecho hasta el punto de casi reventar. Pero a diferencia de las otras 2 Iziar si usaba su cuerpo, su forma de vestir era más femenina y sobretodo lucia siempre un escote animal.

Todas iban vestidas con ropas ligeras de verano, obviamente mi miraba se fue a las tetas de Iziar que estaba pegada a mi de cara, roja como un tomate al no poder evitar que sus tetas quedaran en mi cintura, su coronilla a penas me llegaba al pecho, le sacaba más de cabeza y media, por fin llegamos arriba, y mi hermana y Liz no entendían por que Iziar salió riéndose como un gorrino, yo si, al moverse para salir, sus tetas repasaron el contorno de mi rabo, chocando claramente contra el, entramos en el piso y quedaron de nuevo alucinadas, mi hermana ya no tanto, pero Liz y sobretodo Iziar, que no la había visto aun, recorrieron toda la casa exclamando, mi hermana era una versión mas furiosa de mi madre y rápidamente me ordenó que las instalara, no quise empezar discutiendo que no era su criado, así que las acompañé a las habitaciones, la grande era la mía, pero al ver la cama enorme las 3 fueron a por ella saltando encima, les dio igual que estuviera desecha y oliera a sexo salvaje con Yasira, que se fue con unas amigas y no la volvería a ver hasta el viernes siguiente, las instalé en las 2 habitaciones de arriba y mi hermana se quedó en la de debajo de invitados, las escaleras no eran lo suyo, luego planearon la comida y hablamos de cómo lo haríamos todo, se quedarían todo el sábado y el domingo hasta la noche, comimos entre risas y me fui directo a la piscina, iba solo con el bañador bermuda, era mi casa y no iría incomodo con el slip debajo por la presencia de nadie, y bastante con que me tapaba, mi hermana se cambió y salió con un bañador de cuerpo entero, se lanzó al agua de cabeza, era muy buena nadadora, como yo, mi madre nos inscribió en cursos de natación y ella participó en salto de trampolín de 3 metros donde ganó algún premio provincial, era increíble como un cuerpo tan corpulento casi no salpicaba agua, Liz e Iziar decidieron dejar pasar las 2 horas de rigor tumbabas en las hamacas, con sus biquinis ya puestos y pareos a juego, no me di cuenta cuando se cambiaron, bastante tenia con chinchar a mi hermana que no tenia el menor problema en sobrepasarse a la hora de pegarme, sabia que muy mal se tenia que dar para hacerme daño, me reí como hacia mucho que no hacia, joder echaba de menos a mi hermana, quien lo diría, al salir fue cuando me percaté de sus cuerpos, a Liz ya la conocía, le había visto en biquini mas que a nadie hasta la operación, y fue Iziar la que me llamó, en vez de ir con un traje de baño o algo mas “aparatoso” para sujetarse las ubres, iba con un biquini que en otra seria normal, pero en ella quedaba ridículo, apenas le quedaba hilo para atárselo al cuello al tener que rodear todos su senos, y si pegaba el inicio de la tela a la piel de debajo de su seno la tela se acababa antes de llegar al pezón, así que como con los sujetadores, se cubría los pezones y luego tiraba pegándose los senos al torso hasta poder atarlo como fuera, esa visión me movió la polla, lo noté por que al ir solo con las bermudas el agua pegó la tela húmeda a mi piel envasándome al vacío, y no pasó desapercibido para ellas cuando me tumbé en la hierba, antes sus ojos me comían el cuerpo, estaba bueno que puedo decir, mi hermana se dio cuenta igual pero dejó pasar el tema tumbándose a mi lado, se soltó los tirantes del bañador para que la diera un poco el sol.

-YO: si queréis crema o lo que sea hay en el armario ese de la pared.

-LIZ: no gracias estamos bien.

-IZIAR: a mi no me vendría mal, estoy muy blanca.

-HERMANA: pues póntela mujer, que no pasa nada, tu – me codeó- ve a por la crema.

-YO: a mi déjame en paz que estoy aquí muy a gusto

-HERMANA: ¡¡Raúl!!

-YO: vooooooy……….- me levanté a desgana mojándola la espalda con los restos del agua de mi cabeza, fui a por el bote y luego se lo di a Iziar repasando sus tetas, que maravillas, las palabras “mega estructuras” se pasaba por mi cabeza.

-IZIAR: gracias….por todo.

-YO: nada peque, si no os dejo venir mí hermane me corta los huevos – se rió roncando, era tan fácil sacarla una risa tonta……

-LIZ: pues ya que estas puedes echarme crema en la espalda a mi.

-YO: calor aunque tu ya estas morena…….- otra broma estúpida al ser mulata, que me costó la 1º muerte por mirada de mi hermana.

-LIZ: jajaja no seas crío y échame – se giró sobre la hamaca dándome la espalda y sin rubor alguno se desató el biquini, no era raro, a lo largo de los veranos ya le había visto las tetas mas de una vez, de hecho creo que fueron las primeras tetas que vi.

Extendí la crema en su espalda y la di un suave masaje que la relajó, Iziar hizo lo mismo y me pidió que la diera crema en al espalda, pero esta no desató el biquini, bastante le habría costado tenerlo atado, mi mano abierta casi la cubría toda la espalda, sus senos asomaban por debajo de sus brazos aplastados contra la hamaca, y su cabeza daba con la frente en el respaldo, sus pechos no la dejaban bajar más, se los rocé con pericia, pero poco mas, ambas se quitaron el pareo, y el culo de Liz le robó protagonismo a Iziar, al moverse temblaba como la gelatina pero se mantenía en su sitio, y no se si queriendo pero se metió la braga del biquini por el culo a modo de tanga, algo que ya no era habitual, aun así mi hermana me llamó para que me sentara en la hierba y la diera crema a ella también, su concepto de hermano pequeño era la de un sirviente, y le daba igual que fuera mi casa.

Me tumbé boca abajo para disimular una posible erección, ladeándomela del todo, mi hermana me dio algo de crema, pero apenas dos pasadas de mano en los hombros, al pasar las 2 horas nos metimos todos en el agua, jugamos con una pelota hinchada, yo era el peor de todos, tenia la vista clavada en otros 2 globos hinchados, los de Izar que al saltar se tenia que colocar el biquini de nuevo, nadamos y bromeamos, las di un buen repaso jugando a las ahogadillas, a mi hermana en el tanteador, a las otras 2 en el tanteador y un repaso a sus cuerpos también, me estaba poniendo tonto al rozar la polla con el culo de Liz, pero la confianza era demasiada, en cambio Iziar estaba roja, se diría que de las continuas ahogadillas al ser la mas frágil, moverla me resultaba tan fácil como una pluma, era tan menuda que olvidaba sus enormes tetas, pero bajo el agua se las agarraba con firmeza, y como no decía nada lo seguía haciendo, a estas alturas ya planeaba como follárme a alguna de las 2, si es que no iba a por las 2, no eran ninguna maravilla dignas de revista, pero eran lo que tenia a mano, me daban mucho morbo, y mi hermana estaba descartada, y hasta agradecí que se quedara en el piso de abajo, allí no se oiría los ruidos de sexo de la planta de arriba, me reía a carcajadas mientras me dejaba ahogar algunas veces, bajo el agua veía el culo de Liz y las tetas de Iziar, mis 2 objetivos, ¿o eran 3?, si, tenia cierta ventaja, ¿pero como hacerlo? Planeaba hasta que la falta de oxigeno me obligaba a subir, y atacar a alguna de mis 3 sirenas por la ofensa, una de las veces fui a por Liz, la saqué del agua por completo con la fuerza de los brazos y la hundí de golpeteando mi polla en su culo, que para entonces ya marcaba cierta dureza, la sintió, vaya que si la sintió, su cuerpo quedó petrificado, la estaba rozando con el tronco todo su coño, lo sentía palpitar, cuando salimos al agua seguíamos igual, ella quieta si que yo la sujetara o presionara contra mi, y con mi rabo frotándola por detrás, la jugada sin bañadores hubiera acabado conmigo penetrándola, los 2 los sabíamos, los 2 callamos, y ambos disfrutamos de aquello, ya era mía, lo sabia, si no era yo seria ella quien vendría a mi, se giró por sorpresa y me agarró la polla y los huevos apretando con fuerza hasta que me dobló del dolor.

-LIZ: aquí la pirata sabe manejarse ante un buen mástil- me susurró al soltarme y salir corriendo.

Por raro que parezca no era la 1º vez que hacia algo así, cuando me pasaba de la raya con ella de crío me daba patadas o puñetazos en las pelotas, pero esta vez fue diferente, no golpeó, si no que sujetó, palpó y notó mi verga medio empalmada. Mi hermana y ella se salieron del agua, se iban duchar para salir de fiesta, Iziar se quedó en el agua conmigo, seguía roja como el principio y según me acercaba me apartaba la mirada, la tenia asustada, igual que Liz ya había sentido mi rabo rozándose y mis manos en sus senos, pero no había dicho nada.

-YO: que tal por aquí, ¿seguimos jugando tu y yo?

-IZIAR: no, no, jajajaja ¿yo sola?, me ganarais muy fácil. -Me puse en pie en esa zona algo menos profunda, me erguí como Poseídón saliendo de las aguas, a escasos centímetros de su cara, ella estaba de pie y el agua le llegaba al cuello, al estirarme apenas me llegaba al ombligo, se le escapó un suspiro al ver mi torso, girando la cabeza pero no la mirada.

-YO: venga podríamos divertirnos.- su risa de cerdito se deslizaba por sus labios.

-IZIAR: jajaja que bobo, ya podrás con una chica tan pequeña como yo.

-YO: no serás alta, pero de pequeña nada.- la levanté la vista con los dedos, me miró anonadada mordiéndose el labio, una mano casi me roza el pecho.

-IZIAR: que tonto, soy enana.- la cogí de los costados, la saqué del agua con fuerza y las senté en el borde de las piscina de un movimiento veloz, del golpe sus tetas rebotaron no menos de 4 segundos y se quedó abierta de piernas, lugar donde me coloqué.

-YO: enana pero con las tetas mas grandes y apetecibles que he visto nunca.- grandes si, pero las de Ana, Eleonor o Lara estaban mejor colocadas, se sonrojó, que era mi propósito, sin poder cerrar las piernas por mi presencia, acariciándola la cintura con las manos.

-IZIAR: jijiji para, que me vas a poner colorada, además ya te has deleitado bastante con las ahogadillas, que me he dado cuenta como las sobabas.- joder, ni que fuerza un secreto de estado, que chica tan inocente.

-YO: lo siento, no he podido resistirme, espero que mi hermana no…….- sonrío de nuevo roncando.

-IZIAR: tranquilo, no tiene importancia no hace falta que se entere.- sonreí al saber que estaba tan entregada como para ocultárselo a mi hermana, me alcé hasta casi pegarme a ella, se echó atrás para ganar terreno y apoyó las manos a su espalda, pero eso solo me dejó sus tetas aun mejor puestas.

-YO: con estas dos no te faltarán pretendientes.

-IZIAR: pues no, la verdad, aunque ahora estoy sola.- jajaja me reía a carcajadas, ella estaba tan en celo como yo, me estaba ofreciendo su cuerpo en bandeja de plata.

-YO: no te creo, con ese par de………ojazos – casi la beso – y este par de melones – le agarré una teta con descaro – los tienes que tener a tus pies a cientos, hasta yo estoy cachondo.- casi le revienta la cabeza del calor que sentía.

-IZIAR: jajaja, para, nos puede ver tu hermana.

-YO: así que no te molesta que te este cogiendo una teta ¿si no que te vean?- tosió entre risas, casi se ahoga, se vio pillada.

-IZIAR: pues no, pero si tu hermana se entera me tira por la terraza.- sus manos me apartaron de su pecho.

-YO: pues que no se entere.- me lancé a besarla, su corto cuerpo no la dio para evitarlo y nos fundimos en un beso rápido y fugaz.

Estaba a punto de meterla la lengua cuando al agacharme a coger impulso mi hermana me gritó desde el balcón de habitación, ya había terminado y tenia la ducha libre, no pareció percatarse de lo que ocurría por que justo en ese momento estabamos algo separados, al meterse en la habitación Iziar reía entrecortada, me salí del agua pesando por encima de ella, arrasándola, dejándola mi polla marcada y dura en su cara, la cogí de las manos y tiré hasta ponerla en pie pegada a mi sintiendo mi polla entre sus tetas.

-YO: una pena, ya lo acabaremos más tarde.- asintió entre risas, tardando un mundo en separarse de mi.

Al verla caminar podía oler su coño mojado, olía a hembra sexualmente dispuesta, era un polvo seguro, me fui a darme una ducha fría, iba a salir con ellas, mi madre me había obligado “tienes que cuidar de ellas”, me ponía de los nervios que durante toda mi vida mis padres me tuvieran por una especie de guardaespaldas de mi hermana, de mi hermana mayor para más cachondeo, ”pero como ella era mujer”, muchas veces tuve que ir a recogerla al metro o a su trabajo cuando salía tarde, y cuando había noticias de violadores no salía de casa sin mi, yo me quejaba de que igual que a ella le podía pasar algo, a mi también, “pero tu eres un hombre”, era la respuesta, así que me tenia que joder y acompañarlas de fiesta, bueno, eso era hasta esa tarde en la piscina, ahora estaba encantado, sobretodo por un conocimiento de tu familia que solo da el tiempo, mi hermana apenas aguantaba el alcohol, se pedía un par de copas, ni siquiera bien cargadas de bebidas fuertes, si no cócteles afrutados con sombrillas, y ya se mareaba, en cuanto cogía la cama se quedaba roca durante horas. Cenamos y se arreglaron para salir, yo lo de siempre, vaqueros ajustados sin slips y camiseta, la chaqueta me daba calor así que solía dejarla hasta que llegara el frío de verdad. Mi hermana y Liz como siempre, algo más pintadas, pero poco más, Iziar fue la que salió con un escote grotescamente llamativo, y una minifalda azul cielo, a ella la minifalda llegaba por las rodillas, sin ofender, parecía un puta de 20€ recién salida de una esquina, con botas de cuero altas y pintada como una puerta, no se le notaban las pecas siquiera.

Fuimos a un par de sitios que a mi hermana le gustaban y las invité a todas a unas copas, como pretendía mi hermana a la 2º ya estaba achispada, Iziar aguantaba mejor pero no bailaba mucho, bastante hacia con apartarse moscones de sus tetas, como solía pasar la morena de piel era la mas atrevida bailando conmigo, y esa vez Liz no fue diferente, incluso sus gestos eran más eróticos que cualquier otra vez, no le llegaba a la suela a Yasira, obviamente, pero no dejaba de pasarme su culo por la pelvis, hasta el punto de desear tomarlo allí mismo, al par de horas ya la tenia dura, y ella lo sabia y lo disfrutaba, Iziar trataba de despertar a mi hermana, pero estaba cansada y sentada en una esquina, Liz al verla resopló y se fue a ayudarla, yo me fui a por Iziar, la tuve que arrastrar a la pista de baile y casi obligarla a moverse, alguna copa más la ayudó a dejar de ponerse roja y contonearse un poco, cuando más estaba disfrutando de su tetas frotándose contra mi verga Liz apareció, me hermana pedía que nos fuéramos a casa, así que no quedaba otra pese a ser solo las 2 y media de la madrugada, la tuve que llevar agarrada del brazo al coche y luego subirla a casa, en la habitación las dejé desvestirla y ponerla el pijama dejándola acostada y si no los estaba ya, se quedó frita profundamente, al verlo sonreía, no estaba bien hacerle eso a mi hermana, pero era un carbón en busca de sexo, mi actitud era que todo valía. Liz se fue a su cuarto y nos quedamos Iziar y yo solos tonteando en un sofá, sus ojos eran de cansancio pero se obligaba a seguir por mi, le acariciaba una pierna mientras la regalaba los oídos, y cuando pensé en dar el ataque final se durmió mientras la hablaba, fue frustrante, la desperté sacudiéndola la cara, pero se volvió a dormir incluso cuando la estaba agarrando de las tetas, la cogí en brazos y la subí a su cama, la desvestí yo mismo viendo sus tetas enormes sin nada, y la dejé el tanga que llevaba y una camiseta mía que llegaba por las rodillas, joder, me la había puesto dura y ahora me iría a la cama sin follar, la única opción era Liz pero no sabia si ya dormía y no se me ocurría nada ingenioso para abordarla de golpe, tenia toda la sangre lejos de la cabeza, así que me fui a mi cuarto y me puse el ordenador un viendo de Ana, Eleonor y yo follando de los que guardé, ¿para que usar porno y no recuerdos reales?

No me di cuenta, la costumbre de vivir y dormir solo o como queráis llamarlo, pero me estaba pajeando con la luz encendida, la puerta abierta y el ordenador a todo volumen, era agotador hacerme una paja, se diría que hasta había perdido destreza, tardaba un mundo sin sentir el calor de una hembra siendo penetrada, así que llevaba mas de 10 minutos cascándomela, un reflejo de la pantalla del PC se movió, presté más atención a una zona oscura y el rebote de la luz me dejó ver a Liz mirándome escondida tras el marco de la puerta, a mis espaldas un poco de lado, lo justos para que pudiera ver mi polla erecta siendo masacrada, disimulé continuando, la situación era delicada, pero lejos de avergonzarme pensé en sacar provecho.

-YO: joder, así no hay manera, si no me tiro a una me puedo hacer viejo con esto.- hablé alto pero para mi, pero lo escuchaba ella, cogí el móvil y amagué que llamaba, mientras me la seguía cascando mirando la pantalla, pero miraba a Liz, no a lo que ocurría en ella – si, hola princesa, ¿como te va?……..si, es tarde, pero me preguntaba si podrías pasarte……venga no seas tonta, así nos divertimos…….pues vente y………que te jodan, no me vuelvas a llamar.- simulé llamar a otra.- y el mismo discurso sutilmente cambiado, así varias hasta que me levante enfadado, siempre de espaldas, Liz no se había movido del sitio.

Con gesto felino me deslicé en ángulo muerto, me puse el bañador con la polla tiesa marcándose de forma exagerada y salí por la puerta en apenas unos segundos, Liz estaba en mitad del pasillo fingiendo estar despistada, con la respiración agitada de tener que dar un salto para alejarse de la puerta en el ultimo segundo.

-YO: ah, hola Liz, ¿que tal?

-LIZ: bien, bien………aquí estirando las piernas…. ¿y……..y tu?

-YO: pues algo cabreado, no consigo……..- no podía ser tan directo- ……dormir.

-LIZ: jaja ya veo- me señaló el paquete fingiendo apartar la vista, yo no moví un músculo.

-YO: ya bueno, ese es el problema, me he puesto contento y no tengo con quien compartir la cama.

-LIZ: una pena…….- jugaba con los dedos descalzos en el suelo esperando una respuesta de mi parte, llevaba un camisón de seda blanco, escotado que le llegaba a los muslos, se le adivinaban los pezones tras la tela, sin sujetador.

-YO: pues si, sois crueles.

-LIZ: ¿las mujeres?

-YO: no, vosotras, Iziar y tú, lleváis todo el día danzando por aquí en bañador y uno no es de piedra.- me miró al paquete.

-LIZ: parte si.- sonrió con picardía.- pero no es culpa neutra, si no tuya, que tienes la cabeza muy sucia.

-YO: o tú el culo muy bonito- caminé hacia ella – así que esto es culpa tuya jajajaja

-LIZ: gracias.- al llegar a ella la pillé desprevenida, de lado le agarré de una nalga con una mano levantando la parte baja de delante de su camisón con mi erección, y me soltó un bofetón, pero no me apartó la mano ni se alejó de mi.

-YO: puede pegarme cuanto quieras, no quitare la mano de ahí.

-LIZ: ¿estas loco? – me volvió a abofetear – suéltame, tu hermana esta abajo.

-YO: dormida como un oso en invierno, ya la conoces cuando bebe, hasta mañana a la hora de comer no se levantará.- la otra mano fue a su otra nalga, cara a cara, y pegué mi polla a su vientre levantándola el camisón por el ombligo con mi rabo.

-LIZ: suéltame Raúl, por favor- golpeaba mi pecho con los puños sin mucho esmero, lo leía en sus ojos, era un no que quería decir si.

-YO: ¿a la pirata ahora le da miedo el mástil?

-LIZ: eso era una broma, por favor, déjame, esto no esta bien.

-YO: bien que te gustaba sentir mi rabo entre tus piernas esta tarde en la piscina, te recuerdo que seguías con ella en tus muslos después de que te soltara, o como te frotabas en la pista de baile, y ahí n o te tenia sujeta, ¿ahora te pones puritana?- apartó al vista avergonzada ante esas verdades.

-LIZ: Raúl, te lo pido como amiga tuya, suéltame.- la estaba masajeando culo haciendo que su cuerpo se elevara sobre mi y contra mi miembro.

-YO: esta bien, te soltare si me prometes algo.- me miró sin fiarse, y bien que hacia.

-LIZ: ¿el que?- sonreí.

-YO: no te lo diré si no aceptas- me golpeó el pecho sin fuerza.

-LIZ: carbón, eso no lo haré, suéltame o……o……..- la apreté tanto el culo que se puso de puntillas.

-YO: ¿o que? ¿llamarás a mi hermana? – alcé la voz – hermana, aquí Liz te quiere decir algo – me tapó la boca con las manos.

-LIZ: ¿que haces?

-YO: esta tan borracha que no se despertará, igual que Iziar, créeme, ya lo he intentado, pero si por algún milagro consigues despertarla ¿que las vas a decir?, ¿que su hermano pequeño te esta metiendo mano?, ¿o que me has pillado pajeándome y te has quedado mirando? – abrió los ojos como platos.

-LIZ: yo….no…lo siento……….solo……..- le apreté de nuevo el culo levantándola del suelo unos segundos.

-YO: me dan igual tus balbuceos, y que miraras no me ofende en absoluto, guarda tus falsas disculpas, te has quedado mirando por el mismo motivo que has “zorreando” conmigo todo el día – agaché la cabeza hasta su oído – por que quieres que te folle, lo deseas tanto como yo o ya hubieras salido corriendo, solo te estoy agarrando el culo, no impido que te vayas.

-LIZ: no…….eso no es así………te conozco de hace mucho……….tus padres…..

-YO: eres una mujer y yo un hombre, estas cosas pasan, me la pones dura y se que tu coño rezuma ahora mismo, ¿o me equivoco? – sin soltarla una nalga metí mi imano por debajo del camisón en su coño – ¿que me dices?, si esta seco te suelto y te vas, pero si esta húmedo duermes conmigo.- fue una jugada maestra, si estaba mojado me daba la razón y si no lo estaba al sentir mis dedos se mojaría, o eso deseaba.

-LIZ: ¿solo dormir?- sonreí, había picado.

-YO: vamos, que estas chorreando – apreté su coño por encima de las bragas sentido su humedad claramente.

-LIZ: esta bien……..pero solo dormir.- me señaló con el dedo.

-YO: solo dormir no, ¿te crees que soy tonto?, esta polla no se calma con dormir a tu lado, quizá unas caricias……..- asintió vencida.

-LIZ: unas caricias hasta que se te baje, pero nada de sexo, no tengo condones.- jajajaja dios, que fácil, si ese era su impedimento solamente, yo podría tener preservativos y anular su argumento, pero no me hacían falta.

-YO: te cuento un secreto y así estamos a la par, yo se que te pongo cachonda – giró los ojos aceptando ese hecho – pues que sepas que tengo la vasectomía hecha, podría correrme dentro de ti cuanto quisiera y no te dejaría preñada.

-LIZ: imposible, tu hermana me lo habría dicho.

-YO: no lo sabe ni mi madre, ¿como lo va a saber ella? – conocía a mi madre y sabia de sus dones adivinatorios.

-LIZ: eso no cambia nada, no follaré contigo – el masaje en sus nalgas era mas sensual y su cuerpo se contoneaba, estaba cediendo.

-YO: como quieras, pero algo tendrás que hacer, yo no puedo estar así por tu culpa.- negociábamos desde hacia rato, ahora era el momento clave, si la convencía de una paja podría avanzar desde allí.

-LIZ: puf……..no se………… ¿y si te la chupo? – tosí con risas, esa mujer no sabia negociar, pero yo si.

-YO: puede que se me pase, aunque no te aseguro nada.- mis manos bajaron hasta levantarla el camisón y ahora le agarraba del culo piel con piel, salvo por unas bragas bastante grandes, negras y de seda.- vamos a mi cuarto.

Entramos y cerré la puerta, se quedó mirando el vídeo del PC que aun seguía, con mi rabo en 1º plano entrando y saliendo del coño de Eleonor, quité el vídeo y puse a grabar mi cámara escondida sin que se diera cuenta. Ella se estremeció al sentirme pegado a su espalda.

-YO: que sepas que duermo desnudo, tú también deberías, hace mucho calor para este camisón.

-LIZ: no puedo…………. no, no llevo sostén.- le acariciaba los muslos.

-YO: como si fuera la 1 º vez que te veo las tetas – sujeté del camisón y fui tirando de él hacia arriba, sus brazos hicieron algo de fuerza pero al tirar salió, y se dio la vuelta tapándose con las manos las tetas.

-LIZ: ¿y ahora que? – según terminó de hablar me bajé el bañador de golpe con mi polla saltando ante sus ojos, dura y apuntando al techo, instintivamente su cara de asombro fue acompañada por una mano que se tapo la boca, me lancé sobre ella agarrándola la teta libre y chupándole el pezón, oscuro y diminuto.

-YO: tus tetas saben genial.

-LIZ: gracias….digo, espera, eso no estaba en el acuerdo.

-YO: las caricias si.

-LIZ: caricias, no que me comas los pechos.

-YO: ¿y que es si no una caricia con mi lengua y mis labios?- su jadeo la cortó la respuesta, se soltó el otro pecho para agarrarme la cabeza y me aferré sus dos tetas con las manos mientras de rodillas lamía y succionaba sus pezones diminutos pero erectos.

-LIZ: por favor, no me hagas esto….- mordisqueaba un pezón cuando suspiró de gusto.

-YO: he dicho dormir desnudos, podría quitarte las bragas ahora mismo.- mentira eso no formaba parte de ningún trato, solo fue una sugerencia, pero coló.

-LIZ: no, no, vamos a la cama, pero déjame las bragas puestas, por favor- ¿acaso tenia poder para quitárselas o dejárselas puestas? Ahora parecía que si.

Se tumbó de espaldas a la cama y caí suavemente sobre ella sin dejar de comerme sus senos, amasándolos con las manos, se abrió de piernas para dejarme paso, sus respiraciones acompasaban mis movimientos, era delicioso verla cerrar los ojos y disfrutar de aquello, después de tantos años, mi polla cabeceaba en su vientre.

-YO: me pasaría el día comiéndotelas pero me la tienes que chupar.

-LIZ: cierto.- me sonrojé ante su increíble amansamiento.

Me tumbé en la cama con las piernas colgando y ella se arrodilló entre ellas, cogió con ambas manos mi tremenda 3º pierna, pajeo unos instantes, casi incrédula, cuando la iba a dar un toque besó mi glande, un par de veces, pajeaba bien, pero solo daba besitos en la punta.

-YO: ¿que haces?

-LIZ: pues comerte la polla, mira al otro……- se mostró ofendida.

-YO: ¿eso es lo que sabes hacer?- su ofensa se convirtió en vergüenza.

-LIZ: bueno…..yo es que…no…no he chupado muchas. – me alcé acariciándola la cara.

-YO: normal, si los haces así ninguno repite…….-me miraba como un cordero-……..anda déjame que te enseñe a comerte una buena polla de verdad.

-LIZ: vale.- sonrió casi agradeciéndolo, era increíble, abuso de esa palabra, pero no me creía que estuviera pasando, no tan fácil.

Le fui dando instrucciones, sus manos jamas debían de parar, sus labios deben rodear el glande, no dejarlo pasar sin rozarlos, tenia que lamer bien cada parte, el tronco era importante, chupar los huevos era excitante……….me reía por que cada cosa era mas atrevida y ella lo hacia sin pestañear, aprendiendo y memorizando, luego ayudándola por la nuca se fue metiendo mi rabo chupando y lamiendo cada parte hasta que metí media polla dentro, cuando vi su 1º arcada retrocedí un poco y la dejé así un minutos, casi se ahoga, al salir un río de babas llenaba todo, la indiqué como lamer y dejarlo seco, para seguir repitiéndolo una y otra vez hasta que la técnica parecía depura y me estaba matando, cuando me fui a correr la avisé, separó la cara y aumento el ritmo de las manos.

-YO: no, así no, tienes que hacerlo con la boca.

-LIZ: ya, y si te corres dentro……… ¿que? – más que una reprimenda, sonó a curiosidad, tenia parte de ambas.

-YO: así es como se hace, tu sigue – para mi sorpresa, con cara de disgusto, si, pero lo hizo – así muy bien, dios, aumenta el ritmo, sigue chupando el glande y no apartes …….dios…no apartes la boca, deja que uffffff……..deja que me corra en tu boca.

Obedeció asqueada, sintió con repugnancia en los ojos como mi semen la iba llenando la boca, la cantidad era enorme, casi 12 horas desde que se fue Eli.

-LIZ: arghhhhhh…………¿y……….y aforha? – mantenía la boca abierta y la cabeza hacia arriba, le cerré la boca con una mano.

-YO: ahora te lo tragas – negó con la cabeza – ¿como vas a chupar bien una polla si te da asco el semen?, tienes que demostrar que eres fuerte. – me miró creyéndome, cerró los ojos y con esfuerzo tragó, 2 y 3 veces, hasta que paladeó con a boca abierta.

-LIZ: ya esta, dios, que asco. – sonreía

-YO: no es tan malo.

-LIZ: ya, si, pero esta caliente, lo noto bajar por mi pecho.

-YO: pues ya esta, ya sabes comer rabo como tiene que ser, no era tan difícil ¿no?

-LIZ: pues no, ayuda practicar con alguien que sabe.- ¡¡¡se estaba repasando del contorno de los labios algunas gotas de mi semen y luego se chupaba los dedos!!! Apenas me podía contener la risa.

-YO: pues para ser la 1º vez no esta nada mal.

-LIZ: no es la 1º vez que……

-YO: si, querida, es la 1º vez que comes una polla como dios manda.- asintió dándome la razón, metiéndose un dedo con restos de semen en la boca y chupándolo.

-LIZ: bien esto ya parece mas clamado- mi polla flácida era clara.- ¿me puedo ir ya? – ¡¡¡me estaba pidiendo permiso!!! Obviamente se lo negué.

-YO: que va, el trato era que dormirías conmigo.

-LIZ: pero ya se te ha pasado.

-YO: esta, puede haber mas durante la noche – puede no, las iba a haber – y te has comprometido a dormir conmigo y calmarme todas las veces que pase.- otra mentira, eso no iba incluido, pero como la otra, no la negó.

-LIZ: esta bien, si te pasa otra vez te la chupo de nuevo- se levantó para ir a por su camisón.

-YO: ¿donde vas?

-LIZ: a ponerme…- me miró comprendiéndome -…….ah ya, desnudos, lo siento.- jajaja ¿En serio? ¿Me estaba pidiendo disculpas?

Gateó sobre la cama hasta tumbarse boca abajo yo me eché a su lado acariciándola la espalda.

-YO: ten cuidado, si vuelves a por el camisón te quito las bragas- sonreí dispuesto a todo, por ver hasta donde llegaba su sumisión.

-LIZ: si, si, tranquilo, no hace falta que me las quites si no quieres – si quería, ¿podía?

-YO: vale, pero solo por que me la has chupado como una campeona.- sonrió entendiéndolo como un halago, mi mano fue a su culo que apreté con fuerza provocándola un suspiro.

-LIZ: dios, no me creo lo que hemos hecho – el que no se lo cree soy yo bonita – eres el hermano pequeño de mi mejor amiga, he crecido contigo, esto no esta bien.- mi mano amasaba su nalga con habilidad.

-YO: ya no soy ese gordo al que animabas, siempre me has tratado con cariño y te lo agradezco.

-LIZ: no es nada, nos hemos divertido mucho pero ahora es diferente, tú eres diferente.

-YO: por fuera, pero por dentro siempre te he deseado – una verdad a medias.- tu culo me ha dado para muchas pajas – apreté de nuevo pero ahora metí mi mano por dentro de las bragas sintiendo el potencial de su trasero piel con piel.

-LIZ: ¿en serio?

-YO: ya lo creo, si hasta me pillaste una vez entrando en mi cuarto, aquel día del padre.

-LIZ: ¿si? – hizo memoria – bueno te vi en la cama tapado.

-YO: pues estaba con el rabo en la mano dándome placer pensando en tu culo.- otra mentira, si, me estaba pajeando, pero con unas fotos de la madre cachonda de un colega que nos dejó.

-LIZ: jajajaja que golfo, y yo sin darme cuenta. – suspiraba disimuladamente, mi mano en su trasero estaba haciendo maravillas.

ÝO: pues ahora puedes remediar tantos años de deseos truncados.

-LIZ: ¿en serio me deseas?

-YO: ¿a cuantas te crees que voy enseñando a comer pollas?- la cuenta iba por 12, Jeni la ultima, pero eso ella no lo sabia.

-LIZ: una pena que ya te hayas corrido – fue un pensamiento que se le escapó.

-YO: tranquila, ya la tengo dura otra vez- se giró viendo que efectivamente mi mano en su culo me la había puesto como una estaca.

-LIZ: ¡¡dios, ¿otra vez?!!

-YO: ya te dije que podía pasar.

-LIZ: normal si no me quitas la mano del culo……- tenia razón.

-YO: pues a chuparla otra vez, – asintió sin replique alguno gateando a mi cintura.- pero esta vez tu sola, demuéstrame lo que has aprendido.

Vaya que si lo hizo, me hizo una mamada de escándalo, más de 20 minutos pajeando sin parar, lamiendo y chupando el glande, besando el tronco con dedicación, lo que ella no sabia es que si era mi 2º corrida y con una mamada, por buena que fuera, no bastaba.

-LIZ: me duele la mandíbula.

-YO: puffff, me esta matando, tu sigue un paco más, a ver si sale……- mentira, no estaba ni cerca.

-LIZ: dios, no puedo más, me duelen los brazos. – se giró sin dejar de masturbarme mirándome a la cara.

-YO: y yo que quieres que haga, es culpa tuya.

-LIZ: ya lo se – ya no me sorprendía que se lo creyera – pero no se que mas hacer.

-YO: hombre, algo se me ocurre pero no te gustará – alzó la vista inocentemente.- quizá si…….no déjalo.

-LIZ: dilo, lo que sea, por favor.

-YO: no se, si te como el coño quizá me cliente más……- el silencio paró hasta su mano.

-LIZ: no…………. me da vergüenza.

-YO: ¿por que?

-LIZ: nadie………nadie me lo ha………..comido.- las carcajadas que solté la enfadaron.- no tiene gracia, vale, no todos vamos por ahí follando.

-YO: vale, perdona, déjame que te enseñe, solo para probar – asintió soltando la polla.- venga arrodíllate y déjame el coño en la cara.

-LIZ: vale pero apaga la luz.- la miré con un enfado inexistente.

-YO: mira que te quito las bragas del todo eh……..- negó nerviosa.

-LIZ: no, no, vale, vale – rápidamente se puso en posición, ¡¡que muslos la virgen!! , me sentía atrapado con ella sentada en mi pecho, la visión desde mi poción era espléndida, la veía todo el coño de las bragas totalmente empapadas, su vientre y sus pechos desde abajo y su cara de intriga.

Abrí un poco las bragas y las separé, el olor que salió me excitó aun más, hembra salida, al 1º beso se estremeció, cuando lamí jadeo y cuando chupé, golpeó la almohada con fuerza, tiré un poco más para tener el coño oscuro a mi alcance, rosado por dentro y con una leve mata de pelo mal cuidada, le separé los labios mayores y la comí el coño con dedicación, sus gemidos aumentaron rápidamente y al sentir mi lengua penetrándola se corrió a los minutos, pero la sujeté con fuerza las piernas y seguí lamiendo hasta llegar a su 2º orgasmo, me bañó, literalmente, la cara, su rostro era el de la sorpresa más placentera.

-YO: casi me ahogas.

-LIZ: lo………lo siento……….no me había pasado nunca…….no así…..

-YO: venga que esto me esta gustando, date la vuelta.

Lo hizo quedando ahora mirando a mi rabo, las seguí comiendo el coño hasta que por propia voluntad se dejó caer para comerme la polla entre gritos leves de lujuria, apenas recordaba nada de cómo chuparla, solo se aferraba a ella como a un clavo ardiendo, sus caderas se movían al compás de mi lengua y cuando la metí los dedos rompió en varios orgasmos seguidos mientras le chupaba el clítoris.

-LIZ: dios………..para por favor…………. para, córrete de una vez y para…….

-YO: lo siento, esto no va así, tienes que lograrlo tú.

-LIZ: pero no puedo mas, me voy a morir si sigues así – de rodillas subía y bajaba las caderas mientras seguía masturbando con una mano, con la cabeza echada hacia ataras disfrutando de mi pericia.

-YO: pues tú dirás, esto hay que acabarlo.

-LIZ: lo se, pero no puedo mas.- pajeaba con fuerza nula.

-YO: pues como no follémos no se me ocurre nada.

-LIZ: no, ya te dije que no, lo que sea, todo menos follar.

-YO: que no es cosa mía Liz, es que no existe nada más.

-LIZ: me da miedo, ¿y si me haces daño?

-YO: ¿eres virgen acaso?

-LIZ: no imbécil, he follado como la que mas pero es que tu polla es enorme.

-YO: me he tiro a mujeres mucho menos corpulentas que tú, se la he metido hasta la base y gozan como perras, prometo hacértelo con cuidado.

-LIZ: vale.- asintió pasados unos segundo en que mis dedos no la daban opción, al sentir como los volvía a meter – pero deja que apague la luz – y dale con la burra al trigo, ¿que más le daba?, pues le iba acostar caro.

-YO: mira, estoy candado de tus tonterías, si tienes el valor de llegar hasta aquí déjate de chiquilladas, ya eres una mujer, no una cría.

-LIZ: esta bien………. yo…….yo no…………- la azoté el trasero.

-YO: ahora quítate las bragas.- se giró negando con la cabeza.

-LIZ: no, por favor.

-YO: no me enfades que va a ser peor, sabes que te lo mereces, te lo he advertido.

-LIZ: lo se, pero por favor……………

-YO: ¿Como quieres que te folle con las bragas puestas? ¿O es que no quieres? – mi lengua regresó a su clítoris haciéndola temblar.

-LIZ: si, si quiero que me folles, pero es que me da cosa………- suplicaba con la mirada mientras decía que quería que me la follara.

-YO: no lo repetiré, o te las quitas tú o te las quito yo.- asintió, de nuevo, rendida.

Se sentó bajándose las bragas de la cintura y luego se dejó caer hacia atrás estirando las piernas sacándose las bragas por los tobillos que estaban en alto, al hacerlo, por inercia, se abrió de piernas y me metí entre ellas fugazmente, lamiéndola las tetas, y con mi mano en su coño acariciándola con varios dedos, me rodeó con los brazos y me levantó la cabeza para besarme, era al 1º vez y pareció la 1000, nuestras lenguas formaron 1 sola y abría tanto la boca que podría meter un puño cerrado dentro.

-YO: vamos a ver si es verdad que has follado tanto.- se aferró a mis hombros respirando profundamente.

La penetré de una sola estocada y le entró entera, solté un bufido animal de aprobación, de león en la batalla, ella arqueó la espalda y levantó el pecho hasta que la gravedad los hicieron caer hacia su cara, retrocedí y volví a penetrarla varias veces de igual forma, no me sorprendía que le entrara toda y tan fácil, tenia unas caderas enromes, aunque sentía fuerte presión la cadencia iba aumentando y sus respiraciones agitadas la devolvieron al planeta, recuperó una posición normal en la espalda mientras las tetas botaban y rebotaban de mis embestidas, me acariciaba el pecho con una mano mientras se tapaba la cara con la otra, cerrando el puño y mordiéndolo acallando sus gritos. Bombeé incesantemente para provocarla varios orgasmos, en el ultimo aceleré lo justo para estar a punto de llamar a la bestia y me corrí dentro de ella, sudando y victorioso, ella aun movía sus caderas de la inercia.

-YO: pues si que eres una buena pieza.

-LIZ: madre mía……….que polla………que forma de follar………me has partido en dos………- me agarró de la cabeza besándome con su lengua casi en mi campanilla.

-YO: eres una buena mujer.- y tu culo seria mío antes de una hora, seas virgen o no por allí.

-LIZ: dios, eres increíble……….. normal que tengas a todas detrás – la saqué de ella y me tumbé boca arriba en la cama con ella aun sintiendo tirones pélvicos.

-YO: pues solo van 2.- y la bestia aun no ha aparecido, mascullé.

-LIZ: ¿como que 2?- se limpiaba el sudor de la frente.

-YO: si, con algunas hago 3 o hasta 5 – su cara de horror fue graciosa.

-LIZ: ¡¡pero eso es imposible!!

-YO: dame unos minutos y lo veras – gateó con rapidez para besarme con pausa y tumbándose a mi lado.

-LIZ: no, no, por favor, no más, no podría con otro, menos con 5.- vi la oportunidad.

-YO: pues va a pasar, al menos otra más, y eso como poco.

-LIZ: no, por dios, páralo, haz lo que sea.

-YO: no puedo hacer nada, es pensar en tu delicioso coño y mira – ante sus horrorizados ojos veía como mi rabo cogía forma, de forma instintiva lo agarró queriendo parar su avance, pero lo que hizo fue aumentarlo.

-LIZ: no, no me hagas esto, me duele todo.

-YO. Que espada eres, que esto es culpa tuya.

-LIZ: si, lo se, pero no puedo mas, ¿que hago?

-YO: no se, aveces si es muy seguido me corro antes de que se ponga dura – de cabeza se fue a chupármela con fiereza, mientras mis dedos buscaban su entrepierna, llegó tarde.

-LIZ: nada, esto ya esta duro.

-YO: pues ya solo queda follar de nuevo.- su cara era de pánico era sexy, y sus ojos brillaban de pasión, la dejé caer boca abajo y la llamé con una palmada

Acudió gateando sin voluntad, paso una pierna por encima mía y se penetró el coño con temblores, según la sentí dentro la levanté con la cadera y con los pies plantados solté mi ira, todo lo que Raúl daba, de la impresión casi sale volando, pero la tenia sujeta de las caderas y me la estaba follando a base de bien, su cara era entre dolor y placer, desesperación y esperanza, hacia fuerza al caer para ser ensartada del todo y gemía sin parar. Desatado la daba azotes en el culo, cuando más ritmo llevaba ella gritaba de pasión, le daba igual todo, por fin un hombre de verdad la estaba haciendo correrse sin parar, la estaban haciendo el amor como toda mujer desea ser tomada, a los 20 minutos estaba rendida sobre mi pecho jadeando sin control, seguía siendo perforada sin compasión, y no mostró ningún gesto negativo al acariciar y meter un dedo por su ano, así que me levanté y la puse a 4 patas, ensartándola de golpe en su coño haciéndola salir de su ensoñación, aferrándose a 20 uñas a las sabanas mientras hacia fuerza contra mis embestidas, trabajándola el ano con 2 y 3 dedos, cuando se corrió de nuevo la saque de su coño, lamí su ano babeándolo bien, y apunté a su culo.

-LIZ: no……- me pareció escuchar antes de meter lentamente toda mi verga en su ano.

La sensación era de presión absoluta, de tornillos de submarino cediendo, un grito ahogado salió de su boca, hizo un nudo con una sabana y la mordió, amordazando los gemidos que la provocaba que estuviera sacándola y metiéndola lentamente en su culo, al poco tiempo me la estaba follando a conciencia, y ella desataba se erigió pegando su espalda a mi pecho, la sujeté de las tetas manoseándolas mientras su culo retumbaba ante los golpes de mi vientre, giró la cabeza mirándome, pidiendo compasión y a la vez que continuara, fue cuando me sentí más poderoso, me estaba pidiendo que la abriera aun más el culo con mi verga, la chica que hacia una hora larga me abofeteaba por agarrarla el culo.

La empujé para dejarla a 4 aptas y saqué a la bestia, eso la destrozó, sentía arrancarle la vida con cada penetración, y llegaron sus orgasmos anales, seguro que eran los primeros por como gritó, y como los disfrutó, yo ya algo agotado, daba azotes para marcar el ritmo y a los 10 minutos llené su culo de leche, dejándola dentro dar cabezazos para que sintiera como la manchaba. La cogí de las tetas para levantarla una vez más, estaba medio ida justo como la quería, tiré de ella hasta que quedó tumbada encima de mi, de espaldas, conmigo tumbado en la cama boca arriba, agarrado a su teta en una mano y a su coño en la otra, frotando levemente, cogí mi semen y sus fluidos mezclados con sudor, y los llevé a su boca, los lamió y chupó con gusto.

-LIZ: por favor, ya……..- la desesperación mas absoluta la atenazaba, cogí más mezcla, de hecho más de su ano goteante, y se lo fui dando como a una cría de teta, se lo comió todo.

-YO: eres una buena pieza, te quiero en mi cama cuando me de la gana, ¿esta claro?- asintió lamiendo con lascivia.

-LIZ: si, cuando quieras, pero por hoy ya, por favor.- la acariciaba el clítoris con esmero, y sentía su escozor.

-YO: ¿entiendes que no serás la única?, que me follo a quien quiera, como a ti, que es solo sexo – asintió cogiéndome la mano y lamiendo mis dedos. – y jura que no saldrá de aquí.

-LZI: si – ladeó la cabeza buscando mis labios.- lo juro no se lo diré a nadie.- la metí un dedo en el coño y la provocó un escalofrío.

-YO: ni a mi hermana, como se lo digas me enteraré, ya sabes como se pone, te traeré aquí, y no parare por mucho que me supliques, ¿me entiendes?- asintió asustada.

-LIZ: a nadie, tu hermana menos, pero por favor saca tu dedo de mi coño.- metí 3, una anguila se moviera menos, pero la sujeté con fuerza.

-YO: tú no das órdenes, aquí mando yo, si quieres algo te lo tienes que ganar con sexo, y yo decidiré si es suficiente o no.

-LIZ: de……..de acuerdo.- me gustaba esto, había olvidado lo que era tener a una esclava sexual, desde Lara no tenia a ninguna.

-YO: bien, por tu torpeza de hoy, que te he tenido que enseñar todo, vas a ir sin bragas siempre que este aquí, en falda o minifalda, sin nada mas, y sin bragas ni tanga, con la s tetas al aire, aféitate esa mata un poco, y siempre que te llame vendrás a mi casa, ¿como lo harás?

-LIZ: en falda y sin nada debajo, ni nada más.

-YO: bien, eso te recordara que puedo follarte donde y cuando me de la gana, ¿verdad?

-LIZ: si, pero…….- metí mis 5 dedos en su coño y cerré el puño, casi le entraba – …….dios……..si….¡¡¡SI!!!…….donde y cuando quieras.

-YO: cuidare de ti, eso hacen los buenos señores con las damas que se lo merecen, ¿me crees?- asintió angustiada, pero estaba grabando todo aquello a fuego en su mente.

-LIZ: si te creo….mi amo.- la solté un bofetón en la teta.

-YO: no soy tu amo, soy quien te folla, y mientras tu quieras seguirá siendo así, pero bajo mis condiciones.- asintió con miedo ha hablar.- por que quieres que te folle ¿verdad? – asintió otra vez al sentir como sacaba unos dedos de su interior.- ¿desde cuando? Y no me mientas….

-LIZ: desde…..desde que saliese de instituto, y te vi en la piscina con la polla marcada en el bañador, desde ese día quiero que me folles.

-YO: ¿has venido este fin de semana a que te folle?

-LIZ: no…..bueno…….no pensaba que con tu hermana pasaría….pero lo deseaba.

-YO: pues que te quede claro, bajo este techo mando yo, no mi hermana, aunque se lo haga pensar, tu eres mía ahora, vendrás cuando te llame, te montaré cuanto quiera te dejaré días en la cama sin salir, siendo follada por mi o por quien me de la gana, y tu no dirás nada a nadie, lo disfrutaras como has disfrutado conmigo, ya me aseguraré yo de eso, y cuando estés en esta casa, ¿que harás?

-LIZ: vender con falda, sin nada debajo, para que me folles en cualquier momento, me arreglaré el bello del coño, seré tuya.

-YO: muy bien, así me gusta – saqué mis dedos pringados de su coño y ella relajó el cuerpo, su boca lamió encantada hasta dejaremos limpios – muy buena chica, por ahora ponte las bragas mientras este mi hermana, pero por ser tan descuidada mañana te vas a poner en top less a tomar el sol, y en tanga, quiero ver tu cuerpo desnudo durante todo el tiempo posible, invéntate lo que sea, pero hazlo, y si puedes convence a Iziar para que haga lo mismo

-LIZ: lo haré, pero con Iziar no puedo asegurar nada.

-YO: lo se, pero haz lo que puedas el resto lo haré yo, que sepas que mañana me voy a follar a Iziar, y necesito que entretengas a mi hermana en la terraza con la puerta cerrada, así no nos oirá.

-LIZ: no habrá problemas.

-YO: bien, vamos a dormir, te has ganado un descanso, pero en cuanto te despiertes veras mi polla tiesa, me gusta despertarme con una mamada, hazlo, pero si no me corro no se me baja, así que sabré si no lo has hecho al despertarme, y si me despiertas haciéndola retomaré justo donde lo hemos dejado.- asintió agradecida y haciendo un esfuerzo por recordar mis palabras.

Se recostó sobre mi pecho con mi brazo rodeando su cuerpo y me dormí boca arriba con sus tetas pegadas a mi costado, acariciando su espalda, degustado mi nueva pieza de caza, tenia un morbo terrible al ser la amiga de toda la vida de mi hermana, de conocerla desde que tenia 8 años, y ahora era una marioneta en mis manos, fui muy brusco con ella, pero lo tenia que ser, la tenia que tener completamente a mi merced, 1 sola palabra a mi hermana y me cortaría la cabeza, esa idea me estaba pasando por la cabeza en sueños, quizá se le pasara el calentón y hablara, pero se disipó al despertarme, no me moví, pero sentía como me la estaba chupando, abrí un ojo para observar a 4 patas sobre mis piernas mamándomela tal y como la había enseñado, me contuve, tenia unas ganas locas de follarla otra vez, me había encantado la sensación, pero la dejé deleitarse y cumplir, al correrme se llenó la boca y se lo tragó sin decir nada, allí ya me ”desperté”, la cogí de la nuca y la tumbé encima mía, besándola con fuerza, mostrando mi entereza y que lo de anoche no era pasajero.

-YO: muy bien, eres una mujer obediente – le amasaba el culo con una mano.

-LIZ: ¿que hago ahora?

-YO: vete a tu cuarto antes de que alguna se despierte, y finge que esto no ha pasado, pero recuerda todo, eres mía, y tienes tus órdenes – le metí un dedo por el culo haciéndola gemir entre la depravación y el placer.- ¿las recuerdas o te las tengo que volver a enseñar?

-LIZ: no, lo recuerdo todo, por favor déjame ir.- tiré de su pelo echándola la cabeza hacia atrás y comiéndome una de sus tetas.

-YO: te los has ganado, con sexo como debe de ser, así que vete.- azoté su culo tan fuerte que al irse mi mano se intuía en su trasero.

Salió avergonzada pero mirándome con deseo, le había encantando tanto o más que a mi, se puso el camisón peor la quité las bragas y me las quedé de recuerdo, ya tenia 2, las puse junto al tanga de Yasira, me fui a trabajar con una gran sonrisa. Mi jefa seguía tentándome, se quedó en el almacén conmigo ayudándome a colocar cosas aunque no era necesario, acabamos tan rápido que me pasé más de hora y media ayudándola a hacer inventario, sujetando la escalera, y a ella, le metí mano tan descaradamente en el culo cada vez que subía que no podía ser obviado por ella, el pantalón verde fino le marcaba un trasero duro y bonito, pero era la camiseta marrón semi transparente la que me gustaba, marcando por debajo un sujetador fucsia, la sobé un poco sin pasarme y la debí de dejar con un calentón de narices cuando bajaba la escalera y no aparte mis 2 manos de la escalera, pegando su culo a mi polla, fingía seguir contando mientras me frotaba contra ella, sonriendo un poco y acalorándose, pero mi turno terminó sin incidentes, al llegara a casa me eché un par de horas, todas seguían durmiendo, hasta Liz en su cuarto, la vi solo con el camisón y el culo en pompa sin bragas, estuve por ir a follármela, pero era tarde, y ya se oía a Iziar en la otra habitación. Después de dormir me di una ducha y bajé a comer algo, saludé a mi hermana en la terraza, Izar estaba con ella habían salido a tomar el sol cuando terminaron de comer, y Liz en la cocina, me pegué a su culo metiéndola mano por debajo del camisón, se había puesto unas bragas pero metí mi mano por dentro de ellas, ella solo suspiraba y miraba a la puerta de la cocina no se si deseaba que entrara alguien o no para detenerme.

-YO: no olvides tu parte o lo pagaras……..- asintió aturdida.

Al salir a la terraza con el bañador mi hermana me miró con resaca, 2 copas, ni siquiera se terminó la 2º y aun le duraba el dolor de cabeza, me di chapuzón rápido y me quedé tumbado en la hamaca, desde mi posición me comía las enormes peras de Iziar, apenas tapadas por el biquini, es que no daba mas de si, era demasiado a tapar, se metió en el agua sola y fui detrás de ella, para jugar, si, y volver a meterla mano bajo el agua, esta vez no solo en los senos, si no que la sujeté del coño acariciándoselo por encima de la tela, me miraba compungida y avergonzada, soltando risitas roncas, pero se abría de piernas para facilitar mi labor, se salió del agua tan caliente como yo, y se tumbó junto a Liz, que iba en top less, y con solo un tanga puesto, al verla Iziar se puso aun mas colorada si era posible, y lo mejor de todo era que Liz le había sacado un copa a mi hermana, y esta, aparte de ponerse en top less igual, se había vuelto a quedar frita tostándose al sol, que fácil me lo estaban poniendo, miré a Liz que me guiñó el ojo, esa copa había sido una genialidad de su parte, no tardaría en agradecérselo, y más aun al ver las tetas de mi hermana, joder, eran más pequeñas que las de Iziar, pero no mucho, y peor posesionadas que las de Liz, pero tampoco tanto, la mezcla era la mejor de todas. Iziar se quedó charlando con Liz mientras yo le hacia un gesto para hacerla entender que había llegado el momento, entré en casa y me quedé observándolas, no se que le dijo pero a la media hora se quitó la parte de arriba revisando si estaba mirando, pero detrás de un cortina el reflejo de la luz en el cristal me cubría, fue apoteósico, sus berzas cayeron bastante, pero no tanto como esperaba, tenia unas aureolas rosadas gigantescas y unos pezones enormes, se me puso dura solo de verlas, el bañador apenas me daba de si, y cuando Liz se puso a darla crema por todo el cuerpo casi salgo a follarlas a las 2 con mi hermana allí tirada medio achispada, no se si sabia que estaba mirando pero Liz la embadurnó entera, la dio la vuelta y le metió la braga del biquini a modo de tanga repasando sus piernas y su trasero, me asomé para que Liz me viera pero no Iziar, la señalé que la hiciera entrar, no necesitaba más, y que ella se ocupara de que mi hermana no entrara en casa, aunque ya parecía hecho, al menos en 2 horas mi hermana no levantaría la cabeza, como mucho se giraría ante el sol. La susurró algo al oído e Iziar pasó, di un rodeo a la cocina donde se dirigía y cerré la enorme puerta de cristal insonorizado, al entrar en la cocina Iziar estaba en la nevera buscando algo y al verme se tapó a duras penas las tetas con las manos, pero su mirada fue a mi paquete, tan dura estaba que me separaba la goma de la cintura de la pelvis.

-IZIAR: ho….hola……solo buscaba…

-YO: ¿algo de beber?

-IZIAR: si, Liz….me……..me ha dicho que……..- me puse detrás de ella posando mi rabo en su espalda, era tan bajita.

-YO: deja que te ayude……… – me estiré doblándome sobre ella – ………bonitas tetas, por cierto.

-IZIAR: ¿nos…nos has visto? – creía que dormías

-YO: claro, ¿por que te crees que la tengo así? – cogí su mano y la llevé a mi polla, la agarró con sorpresa, pero no se soltó ni se tapo el seno libre, que con el frío de la nevera se estaba poniendo un pezón largo y duro.

-IZIAR: que guarro eres……. ¿nunca te cansas de ir metiéndome mano?

-YO: que loco que se cansaría, y más después de lo de anoche.

-IZIAR: eso…….¿quien me cambió de ropa?

-YO: pues quien va a ser, yo, te quedaste dormida cuando estaba a punto de saltar a tus labios.

-IZIAR: pero estaba desnuda, vamos solo me dejaste el tanga – lo mejor era que seguía sin soltar mi polla.

-YO: y de milagro no te follé dormida, date por contenta, me pusiste muy cachondo ayer.

-IZIAR: que bruto, no te atreverías……no con tu hermana aquí – por fin me soltó la polla así que apreté contra la nevera buscando algo en el fondo, casi metiéndola en la nevera las tetas.

-YO: no me provoques mujer, no sabes de lo que soy capaz. – se ruborizó por el frío y por mis palabras sinceras y contundentes.

-IZIAR: mira, yoghurt liquido, de fresa además, ¡¡¡mi preferido!!! – desvió el tema, lo solía hacer cuando la vergüenza la podía, cogió bote y cerró la nevera, sacudiendo con gracia el yoghurt, sus tetas se bamboleaban de forma maravillosa, y yo no apartaba mis ojos de ellas mientras me colocaba la polla, me estaba doliendo.- ¿donde están los vasos?

-YO: ahí, en ese armario de arriba – lo miró como si fuera el Everest, caminó hacia él, no lo alcanzaba, ni dando saltos sujetándose las tetas para no golpearse la barbilla con ellas.

-IZIAR: jo, soy muy pequeña, no llego, ¿me ayudas?- asentí con una sonrisa frívola.

La agarré de las costillas para elevarla pero en vez de hacia el armario, la llevé a la encimera en mitad de la cocina y la senté en ella, quedando así a mi altura, aunque aun media cabeza por debajo de mi.

-IZIAR: jajja ¿que me haces?, solo quería un vaso. – su risa era grotesca pero hacia que sus senos se movieran y era brutalmente llamativo y excitante.

-YO: te estoy ayudando, yo seré tu recipiente.- le quité el bote de la mano, su cara era de sorpresa y timidez, más cuando lo abrí echando la espalda hacia atrás y dejé caer unas gotas del liquido espeso en mi pecho, el frío me erizó la piel, y ella se puso roja.

-IZIAR: ¿que haces? Vas a manchar todo.- su risa de cerdo era casi de lastima.

-YO: rápido, lame, date prisa antes de que se caiga…….- esa tontería y ver como 2 gotas caía con velocidad la apresuraron, sonriendo aceptando la “broma”, me sujetó de la cintura pegándome a ella echándose el pelo hacia atrás con cierta sensualidad, pasó su lengua por mi vientre recogiendo esas gotas, tragó y fue subiendo haciendo lo mismo, lamiendo mi tableta y mi pecho, mientras le rozaba los muslos con las manos.

-IZIAR: jajajja esta rico.

-YO: ¿quieres más?- asintió clavando su mirada en la puerta.- tranquila, mi hermana esta roca y Liz esta con ella, no nos verán ni nos oirán.- esas palabras la tranquilizaron.

Eché bastante más cantidad, tanta que goteó rápidamente y ella trató de pararlo con sus manos en mi torso, lamiendo como un perro, esta vez cerró los ojos y siguió lamiendo incluso cuando ya no quedaba nada, pasando sus dedos por mi piel.

-YO: sabes, a mí también me gusta la fresa – se contoneó sonriendo, pero fue la 1º vez que su risa no me provocaba desagrado, me había comprendido y le gustaba la idea.

Se juntó las enormes tetas, y derramé gran parte del yoghurt sobre ellas, un gemido se le escapó al sentir el frío espeso sobre su senos y su cuello, las ultimas gotas las dejé caer desde alto en su boca, sacó la lengua para recibirlas, tiré el bote al suelo y me lancé a comerme sus pechos descomunales bañados por encima con una gruesa capa de yoghurt liquido de fresa, sacó pecho como si la hiciera falta, lamí con placer y repasé su piel lentamente, lamiendo zonas especificas con detenimiento y pausa, sus pezones erectos del frío y las caricias eras aun mayores que los de Eleonor, del tamaño de meñiques de bebe, los chupé hasta dejarlos rígidos, sus gemidos aumentaban y al subir por su cuello me detuve a lamer, desde sus pezones hasta su barbilla, de varios lengüetazos que tardaban unos 5 o 6 segundos, al terminar le agarré las tetas como pude, ni siquiera mis enormes manos de gigantón daban para, si quiera, sostenerlas, si sujetaba de un lado rebosaban en otro, un ultimo lengüetazo lento desde su ombligo la hizo estirar el cuello hacia arriba al pasar por allí, el gancho de mi lengua al llegar a su barbilla la hizo soltar un suspiro de placer, cuando bajó la vista la besé con furia y me respondió con lujuria, aun sabia a fresa, su lengua se mostró hábil y mis manos aun más en sus pezones.

-IZIAR: dios……….que gusto……………. fóllame, ahora. – la di un manotazo en un teta mientras agarraba la otra chupando su pezón como un bebe hambriento.

Deslicé los nudos de la parte de abajo del biquini, y le arranqué de un tirón la prenda, mi mano se metió en su coño frotándolo, estaba chorreando, apenas hice esfuerzo y le estaba metiendo 3 dedos, jadeaba moviendo la cintura en círculos mientras sus tetas eran devoradas, tenia una mata de pelo brutal en el coño, la mas grande y menos cuidada que había visto nunca, me dio grima comérselo así que me bajé el bañador, cuando vio la polla tiesa apuntando a su coño casi se desmaya de la impresión, pegué la pelvis y posé mi rabo en su vientre, casi se ahoga de la risa ronca, con los huesos de la cadera juntos mi rabo se metía entre sus tetas, le llegaba del coño al escote, me dio miedo hasta a mi, si lo hacía por dentro igual no es que la rozara la pared del útero, es que podía dañarla un pulmón o algo. El deseo pudo más, como siempre, y apunté a su coño, temblaba de solo verlo, apreté y la punta entró fácil, deslizándose con suavidad, pasada media polla se retorció de forma incontrolada, pero le seguía entrando mas, agradecí que cuando iba por ¾ rocé la pared de su útero, levemente, lo agradecí por que al menos daba para follármela. La dejé dentro y sintiendo sus paredes vaginales palpitar cuando se expandían, su rostro era una bombilla de Navidad, roja redonda y con los ojos brillando entre lagrimas de gozo y dicha.

Tenia mas que claro que Iziar no había pasado la prueba, no me atraía como mujer lo suficiente como para ignorar ciertas cosas, así que me iba a desquitar con ella y no la volvería a tomar, pero la haría recordar ese día, saqué a la bestia y la follé salvajemente, midiendo siempre no pasarme y hacerla daño, sus gritos eran altos y fuertes, pero se aferraba a mis hombros siguiendo el rimo unos minutos, luego se dejó caer sobre la encimera, la altura me venia perfecta, algo alta y así no la metía entera, pero lo justo para poder estas montándola como a la mejor, la cogí de las tetas como lugares de apoyo y embestía sin parar mientras una oleada de orgasmos la hacia berrear y roncar como un camionero, la azotaba los senos al verlos botar incontrolados, las masas de carne eran independientes una de la otra y chocaban entre ellas en formas irregulares, tenia que sujetárselas para que no la dieran en la cara cada ida y venida, ella estaba aferrada a la encimera como con miedo a entrar en órbita si se soltaba, en algunos caos lo creí cierto, la cogí de la cintura y la bajé de la encimera follándomela cogida en el aire, me rodeó con las piernas cortas lo que pudo y trataba de hacer fuerza para elevarse, mientras seguía, me comía sus tetas al no haber otra opción, eran tan grandes que las tenia en la cara quisiera o no, mis dedos fueron a su ano, si iba a ser una sola vez, seria completo.

-IZIAR: no……….dios…….no…por el culo no…..soy virgen.- eso solo me dio mas deseos de hacerlo.

-YO: a partir de hoy, no lo podrás decir.- se puso colorada, tenía todas las gamas del rojo en su rostro.

Cogiéndola como a una niña de 4 años, la dejé tumbada boca abajo sobre la encimera, con el culo y las piernas colgando sin llegar al suelo por bastante, le separé las nalgas con las manos y las piernas metiendo las mías como tope para que no las pudiera cerrar, y me comí su coño desde atrás, luego jugué con su ano, se retorcía al sentir mis dedos metiéndose en su culo, al principio estaba cerradísimo, pero mi lengua la estaba relajando, una mano suya fue a su culo y me agarró del pelo de la cabeza, me pegaba más a su trasero, al 3º dedo me cansé, me puse detrás de elle haciendo presión para que mi cuerpo no la dejara moverse y mi rabo fue entrando en su ano, los golpes que dio en la encimera le debieron de hacer daño, unas palas de madera saltaron por los aires cuando braceó, pero se hizo un silencio abrumador hasta que le metí mi polla entera en el culo, Eli me lo enseñó con su amiga, “a las que no le entra en el coño, el culo es la mejor opción, es más profundo”, y allí estaba, azotándola el culo enrojecido mientras me la estaba follando como un oso tirándose a un conejo, estaba desatado de verdad, sus gritos de cólera se fueron apagando, sus “PARA, PARA”, ya no sonaban, y después del silencio llegaron los, “SIGUE, SIGUE”. La agarré de las tetas y la pegué a mi pecho, ella solo tocaba la encimera por la cintura, el resto del cuerpo suspendido en el aire botando ante mis acometidas, me separé de la encimera y la tenia en vilo solo agarrada de las tetas y de mi rabo en su culo, de un gesto acompasado la dejé caer de golpe y di una estocada con la cintura hacia arriba, del golpe gritó como si la hubiera atravesado con una espada, se mantuvo unos segundos flotando en el aire solo ensartada y luego se fue al suelo usando mi miembro como eje, a 4 patas, la cogí la cintura y la estiré las piernas, con su cuerpo haciendo una triángulo, y seguí machacándola el culo unos minutos hasta correrme, me dio igual que sus orgasmos anales la hubieran hecho desvanecerse, era un cuerpo inerte siendo ultrajado, pero me gustó que aun gimiera de placer, la cogí en brazos y la llevé a la puerta del cristal de la terraza, con cuidado de que mi hermana siguiera dormida golpeé llamando la atención de Liz, miró y entonces pegué a Iziar al cristal, sus tetas empotradas contra el viro, con las piernas abiertas casi en 180º sujetada en el aire por mis brazos y la volví a follar por el coño estrujándola contra el cristal, mirando a Liz a los ojos, estaba atónita frotándose la parte interior de los muslos , lo que buscaba. Como a un llavero cogí a Iziar y la llevé al cuarto de arriba, allí la abrí de piernas y le continué follando cuando estaba totalmente ida, no se desmayó pero no estaba allí realmente, solo se corría y jadeaba, su cuerpo estaba, su mente no, pero a mi me bastaba con eso, mas de una hora después de abusar de su coño y de su ano cuanto me dio la gana me corrí en su coño, con la mano, que me entraba en su coño entera, rebañé un puñado de mi semen y sus fluidos, se lo hice lamer de mi pecho, tal como habíamos empezado, le comí las tetas un buen rato y me fui a dormir a mi cuarto, dejándola desnuda, sudada, ultrajada con unos agujeros en el coño y el ano del tamaño de mandarinas, sollozando entre respiraciones y espasmos musculares profundos.

Dormía totalmente desnudo, boca arriba y con la polla brillante al no tener una triste sabana encima, medio tiesa aun de sentirme colmado por lo que le había hecho a Iziar, antes me hubiera comportado con mas delicadeza y hubiera sido más cuidadoso, pero ahora no, iba a reventar a quien se pusiera por delante, si aguantaba bien, si no, que pase la siguiente. Al transcurrir unas horas mi hermana apareció por la puerta y me vio durmiendo boca arriba con la polla medio tiesa aun.

-HERMANA: ¡joder Raúl, tápate hostias!- me sobresalté.- ¿y si te ven estas?- demasiado tarde hermana, Liz es mía e Iziar no andará bien en un par de semanas.

-YO: lo siento, ahora me tapo.

-HERMANA: Izar y yo nos vamos ya, dice que se encuentra mal.- y yo se de que, pero no abrirá la boca.

-YO: ¿solo vosotras? – me intrigó.

-HERMANA: si, Liz dice que prefiere quedarse un día más, no trabaja así que si quiere déjala por aquí unos días, ¿vale?- más que un favor parecía una orden – y trátala bien, no seas imbécil…..- la voy a tratar como se merece.

-YO: pues nada un placer verte, mi casa es tu casa y la de tus amigas.- bufó cansada.

-HEMRNA: no se si volveremos, a mi beber me ha sentado fatal e Iziar igual, dice que no quiere venir mas.- jajajajajajaja – pero Liz me ha dicho que va a venir a menudo, así que ten ojo de que no te pillé como ahora ni con ninguna de tus ligues.- jajajajajajjajajajaja, no sabia que me hacia mas gracia, si que Iziar no quisiera volver o que mi hermana me “obligara” a que Liz se pasara por allí a menudo.

-YO: una pena lo de Iziar, y tranquila, cuidaré de Liz.

Nos despedimos sin más y oí como se iban, silbé y apareció Liz por la puerta, totalmente desnuda, solo con un pareo atado a la cintura.

-LIZ: lo……………..lo siento…….no tengo faldas aquí, cuando pase por casa traeré todas.

-YO: ven siéntete conmigo, no pasa nada – sonrío y acudió a la cama corriendo con alegría tumbándose a mi lado, acariciándome el pecho con los dedos.

-LIZ: ¿que le has echo a Iziar? ¿parecía asustada al irse? – se abrió de piernas, me cogió de la mano llevándomela a su coño húmedo.

-YO: lo mismo que te hice a ti, pero mucho menos, aunque a ella la estrené en culo.- tosió de risa.

-LIZ: ¡¡peor si es virgen por detrás!!

-YO: ya no – separaba sus labios mayores con los dedos.- pero no me ha gustado, no le entraba toda por el coño y se ha desvanecido enseguida, no como tu – la besé en los labios con dulzura – tu eres mil veces mejor y ahora tengo mucho tiempo para disfrutar en una mujer de verdad.- sonrió feliz.

-LIZ: soy tuya.- su mano fue a mi rabo, que a estas alturas ya estaba como una piedra, al sentirlo sonrió.- ¿cuantas veces te la has……….?

-YO: 2 anda más, ¿por que?

-LIZ: quiero…- rectificó a tiempo -….me gustaría que me hicieras el amor como esta noche, me lo tengo que ganar, ¿como? – que joyas estaba encontrado en las chicas de piel morena, no solo recordaba mis palabras si no que quería ganárselo.

-YO: ya te lo has ganado, ¿que le has dicho a mi hermana para que la convenzas de que te quedes aquí?

-LIZ: tu hermana es un ogro, que si sabes llevar, no es más que un cordero – tenia razón.- si sabes que decir, puedes tener lo que quieras, y yo quería estar aquí, a tu lado – me besó con lengua pajeándome con suavidad.

-YO: te quiero en esta casa día y noche, múdate si hace falta, vas a ser la residente de esta casa.

-LIZ: ¿residente?

-YO: follas bien, pero no eres la mejor, ni serás la única, tengo a mujeres haciendo cola y a unas cuantas que me tiro a diario, vienen y van, son como pasatiempos, pero tú no, tu eres mía, vivirás aquí y dormirás en la habitación que quieras, no trabajas ¿no? – negó con al cabeza.

-LZI: mi madre gana dinero y no nos hace falta.

-YO: bien, pondrás parte para la compra, si te vas a quedar es lo justo, y ayudarás a Dani, mi sirvienta de las mañanas, con la casa, estas a sus ordenes como de las mías, menos en lo sexual, piensa que soy yo, y si la faltas al respeto me rendirás cuentas a mi.

-LIZ: así lo haré.- que sencillez, sus ojos eran de completa adoración.

-YO: cuando este con otra te quedarás en tu cuarto, y no saldrás a menos que te llame, ni montaras líos de celos, no soy tu novio ni tu amigo, soy quien te folla cuando quiere – accedió con la cabeza – si te portas bien será a menudo, las chicas con las que quedo no siempre están disponibles cuando yo lo deseo, TU SI.

-LIZ: ¿y lo de que folle con otros?

-YO: eso ya se verá, te avisaré si surge, pero tranquila, te dije que cuidaría de ti, no te obligaré a nada que no quieras hacer, si algo te molesta me lo dices y lo hablamos, no me debes obediencia ciega, escucharé tu opinión, eso si, queiro la verdad absoluta de ti, nada de mentirme, medias verdades o ocultarme algo.

-LIZ: seré sincera contigo, lo prometo.

-YO: bien, puede que por ahora te llame y juegues con otras chicas en tríos, nada más

LIZ: no hay problemas, soy bisexual.- me sorprendió mucho, tanto que no pregunté por mi hermana.

-YO: genial, y si quieres dejar todo esto, o llegas a un punto en el que esto no te gusta, dímelo, y me busco a otra residente.

-LIZ: no por favor, déjame ser tu residente, seré buena, lo juro.- se me subió encima besándome con pasión.

-YO: si aceptas todo esto, no habrá problemas, serás mi residente mientras te lo ganes.

-LIZ: lo acepto, pero quiero ganármelo, ahora.- la azoté el trasero dándola el si que buscaba, la hizo vibrar, se relamió arqueando la espalda y cayó sobre mi cara metiéndome la lengua hasta el esófago.

Respondí como mejor sabia, apunté mi rabo a su coño y la ensarté de golpe certero, esta vez gritó todo lo que se guardó aquella mañana, sabiendo que ahora estabamos solos, sus gemidos al comenzar a follarla mientras me cabalgaba eran atronadores y me encantaban, podía ver y sentir como la abría los labios mayores con cada penetración y como sus tetas botaban ante mi siendo pellizcadas por ella misma con una mano, la otra estaba en mi pecho, apoyándose o arañando a ratos, cuando se corrió la cogí de las caderas y aumenté el ritmo al limite, sacándola otros 2 orgasmos que la debilitaron, se recuperó un poco al correrme en su coño, pero aprendió la lección, cogía lo que caía y se lo comía con devoción, mientras me la chupaba hasta ponérmela dura de nuevo, se cuadró a 4 patas.

-LIZ: fóllame por detrás, te lo suplico.

-YO: eres buena, te dejo que decidas, ¿coño o ano? – golpeó las sabanas al sentirse tan dominada que sus pensamientos dieron paso a sus deseos, tanto que dijo la verdad, lo que ansiaba.

-LIZ: ábreme el culo, por favor, lo imploro.

Me arrodillé tras ella y lamí su ano con suavidad, abriéndolo con un par de dedos, luego apunté con cuidado y con un giro de cadera hábil la penetré casi la mitad del tirón y sin retroceder fui apretando ante sus gritos y su movimientos de cadera, hasta tenerla toda dentro, una sonora ventosidad se el escapó, me divertía, y saqué a la bestia, para que jugara, mas de 30 minutos percutiéndola el culo provocando orgasmos anales continuos y que pidiera más me llevaba de orgullo, y no se porque. Me corrí en su culo azotándola tan fuerte que me hice daño en la mano, pero tenia unas nalgas enormes, la piel morena estaba banca de los golpes, cayó rendida moviéndose de forma sensual y agotada por las sabanas, la cogí de un tobillo y tire de ella hasta abrirla de piernas y meterme entre ellas, le comí las tetas hasta tenerla dura otra vez, después de los 2 de Iziar, el descanso de horas, y ahora iba a por el 3º con Liz, y me sentía en la gloria, la penetré tan fuerte que la saqué la cabeza por el borde de la cama, la sujeté de una pierna mientras la bestia se deleitaba con su coño, sus orgasmos bañaron las sabanas una y otra vez, hasta que sus ojos se pusieron en blanco, allí aceleré el ritmo y me corrí con golpes de cintura tales que del ultimo resbaló por el borde de la cama y rodó por el suelo exhausta y riéndose de nervios, sudada, con el coño y el culo que goteaban semen, fluidos y despedían un olor deliciosamente atractivo.

-YO: vuelve a la cama, a partir de hoy dormirás conmigo siempre que no encuentre a alguna que cubra ese horario – se arrastró con los brazos temblando hasta la cama, la ayudé a subir y la tumbé boca arriba, esta vez fui yo quien me acosté sobre su pecho, lamiendo sus tetas mientras le acariciaba el cuerpo, ella me acariciaba, abrumada y perdida, el pelo de la cabeza, mientras sonreía.

-LIZ: rezo por que no encuentres a nadie.- la oí entre susurros y palabras de sexo.

Estaba encantando, no os podéis imaginar lo feliz que era de tener a Liz de “residente”, término acuñado recientemente, pensaba en Lara cada vez que tenia ganas de un polvo y no tenia a ninguna cerca, pero eso se acabó con Liz, la conocía de toda la vida, me fiaba de ella y la tenia tan dominada que si la pedía que saltara del 10º piso lo haría, era lista y hasta cierto nivel, manipuladora si sabia llevar a mi hermana, pero no tanto como para no sucumbir a mis encantos, me iba a ser tremendamente útil y encima follaba como pocas, o al menos a muy pocas la 1º y la 2º vez las había follado 3 veces sin que huyeran, menos por el culo y menos aun con la bestia de por medio gran parte del tiempo, su cuerpo era mas robusto y con curvas de lo que se denominaría una tía buena, ¿pero a quien el importaba eso?, con el tema pareo y faldas totalmente desnuda parecía una mujer de una tribu perdida de la selva. Charlamos unas horas, sonrojó al saber que las espiaba de crío a mi hermana y a ella, y que le había visto las tetas una docena de veces antes de aquel día, me daba igual, ella solo se reía y se mostraba complaciente acariciándome el pelo.

Se fue a duchar y la seguí para follarla por el culo en la ducha, pero me suplicó que la dejara descansar, así que me duche cuando se fue, hizo la cena, la manoseaba en la encimera, y también esperando al de la pizza ya que se nos había quemado la cena entre caricias, la cara que puso el chico al ver a Liz solo con el pareo pagándole fue un escándalo, cenamos y vimos una película, Liz me miraba desesperada, quería que la dejara en paz unas horas seguidas pero cuando terminó la película ya estaba chupándomela como toda una experta, nos dimos un chapuzón en la piscina desnudos y me la folle allí 2 veces, la ultima por el culo, su cuerpo empatado, con el pareo pegado a su piel trasparente y su pelo mojado brillando a la luz de la noche fueron demasiado, ya ni me salía semen, apenas unas gotas transparentes, estaba magullado, cansado y abrumado, ella mucho más que yo, pero mi maldito rabo seguía poniéndose dura cuando la tenia cerca, nos duchamos por separado, y por fin, con los cuerpos frescos y desnudos, nos dormimos, le expliqué que me encanta dormir de cuchara agarrado a la espalda de una mujer con mi polla entre las piernas, ella me dijo, servicial, que también le gustaba, pero que por los años de amistad, la dejara por esa noche, ella no podía mas, no pude mas que besarla y pegarme a ella con mi miembro rozando sus muslos, durmiéndome así.

Me levanté cuando sentía su culo pegándome en la pelvis, ni me había despertado y ya estaba follándome ella, que barbaridad, la 2º ronda ya participé y la 3º con la bestia la destrocé el culo para dejarla mansa y tranquila, se tragaba el semen de forma voraz, de mi rabo, de su coño o de su ano, había descubierto un manjar y le encantaba, cuando la pregunté por que siendo bisexual comía polla tan mal, me dijo que era bisexual por que tenia mucho mas éxito con mujeres que con hombres, aunque siempre era ella la que metía la cabeza entre las piernas, así que me susurró de forma lasciva que no tenia mucha idea de pollas, de follar con un hombre o de que la comieran a ella su vulva, pero comía coños como nadie, de nuevo no pregunté por mi hermana. Bajamos a desayunar, ella solo con el pareo, ya era más que yo, Dani llegó y las presenté, como si una no estuviera prácticamente desnuda, y yo sin el prácticamente, Liz se tapaba algo hasta que la di un azoté en el culo y vio como Dani ni se inmutaba, entonces se relajó un poco. Las expliqué y hablamos de la funciones de Liz en casa, Dani pareció encantada de tener una ayudante, y no prestó atención a que estuviera desnuda, Liz algo mas coartada me pregunto si me la follaba también, era normal, Dani estaba muy buena, pero no, al saberlo Liz sonreía picara, y me acarició el rabo, la puse contra la encimera y la masturbé el coño delante de Dani, a ella, su vida de prostituta y los 3 meses que llevaba conmigo la tenían curada de espanto, recogía parte de la cocina rodeándonos mientas Liz gritaba sin parar, me reí a carcajadas cuando recogió el bote de yoghurt liquido del suelo, Dani me pellizcó el culo al pasar a mi lado y yo rápido la agarré el suyo pegándola a mi cuerpo mientras Liz se movía cachonda ante mi mano, Dani se reía cuando la besaba el cuello, y no la dejaba irse aferrado a su culo, la cogí de la nuca a Dani y a Liz y las hice besarse, unos picos graciosos hasta que le pedí a Dani algo más de profesionalidad, que había sido puta, me golpeó el pecho con dulzura al reírse, y exhalando una bocanada de aire entendiendo que no la dejaría irse si no colaboraba, sus ojos azules se tornearon y se soltó la coleta del pelo rubio platino contoneándose para que su cuerpo recordara aquella actitud olvidada, agarró la cara de Liz que estaba morada de lujuria con mis dedos penetrándola, la lamió el cuello con lengüetazos largos y sensuales, tenia lengua de gata, enorme y larga, le abrió la boca a Liz con las manos y metió la lengua en ella con experta pasión, Liz cerró los ojos y se lo devolvió, sus mejillas se hinchaban al paso de sus lenguas revoloteando entre ellas, y una mano de Dani fue a un seno de Liz, lo acarició con maestría erótica, al separarse Liz la persiguió con los labios, y Dani la frenó con un pico sonoro, largo y sexy, Dani abrió los ojos y me miró, sonrió al verme con la boca abierta, y dio una palmada con las manos rompiendo en una carcajada, me pareció ver como aquella fugaz aparición de su yo del pasado se esfumó, pero me dejó claro que Dani era experta de 1º nivel, tenia a Liz aun con los ojos cerrados y buscando sus besos.

La solté cuando la bestia quiso follar el culo de Liz, hasta Dani se quedó mirando como el agujero de su culo se hacia enorme ante mi, y cuando me corrí, Dani se relamió al ver como Liz me dejaba la polla limpia y lamía sus dedos mojados en la mezcla de su ano.

Eran las 10 en punto, así que decidí darnos un respiro, quería estar bien para Eli, y así Liz seguía a Dani por la casa aprendiendo que cosas hacer, a las 10:47 llegó Eli, la recibí desnudo y con un dulce beso con legua nos saludamos, la desnudé en la misma puerta y la empotré contra la pared, penetrándola salvajemente, la hice ascender por la misma con cada envestida y al correrse me golpeaba los hombros entre gritos, vio como Dani pasaba y como Liz la miraba, pero estaba demasiado desinhibida para que el importara, la llevé al sofá y la follé por el coño para correrme, jadeaba atónita.

-ELI: ¡¡DIOS, lo necesitaba, como te echaba de menos!!……- me acariciaba el pecho con las manos -…….tu si que me has echado de menos, estas hecho un animal, ¿que te pasa? – sonreí.

-YO: Liz – la llamé, llegó corriendo y se puso de pie a nuestro lado, con la cabeza gacha – esto es lo que me pasa, acabo de descubrir que la mejor amiga de mi hermana, una mujer que conozco desde primaria, es adicta a que la folle – Eli sonrió sonoramente.

-ELI: encantada, soy Eli – extendió su mano mientras yo la comía las tetas.

-LIZ: encantada, soy………. la residente, yo cuidaré de él mientras no estéis ninguna por aquí.

-ELI: no lo dudo querida……no lo dudo……………pues un placer, si nos dejas, seguimos a lo nuestro, tranquila, te lo dejaré manso como un perro adiestrado – la cogí de la cintura y me la subí al piso de arriba.

-YO: jajaja que educación…….

-ELI: pobre muchacha, ¿que la has hecho? , tenía la mirada perdida y sonreía sin parar.

-YO: nada, nada que no quiera, y no sabes como folla, llevo apenas 2 días y creo que ya van 10 veces. – abrió los ojos incrédula.

-ELI: joder, a ver si no va a dejar para las demás.- me pasó por el pecho las yemas de los dedos de una mano, la puse a 4 patas y la penetré por el culo sacándola alaridos de lujuria que estarían escuchando abajo sin ninguna duda, Eli gritaba mucho y de forma esperpéntica, pero disfrutaba de un anal como la que mas, yo gozaba mientras me la follaba con bestia incluida.

-YO: tranquila, tengo para todas.

CONTINUARA………
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Relato erótico: “Emputeciendo a una jovencita (5)” (POR LUCKM)

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Eva se marcho a casa y yo me quede charlando con su madre.

Yo – Bueno, te veo encantada con todo esto.

Ana – Si, debería sentir asco de mi misma pero me da igual, mi niña se lo pasa como una loca y yo también la verdad, mientras no se sepa.

Yo – Jeje, hoy subiremos el nivel.

Ana – No puede ser, me marido regresa justo hoy.

Yo – Exacto. Bueno, deja de hablar y ven a chuparme la polla.

Ella se acerco, se arrodillo y cogiendola con la mano empezó a lamerla.

Ana – Puedo preguntar algo?

Yo – Claro.

Ana – entiendo las cámaras en casa, es morboso que siempre te puedan ver, pero por que nos sigues grabando cuando follamos? Obviamente estamos sometidas, no necesitas chantajearnos.

Se metió la polla en la boca y la fue sacando despacio mientras sorbía bien fuerte.

Yo – Me gusta tener una colección porno de dos pijas como vosotras, y además se que cada video que hacemos os sentís mas putas. Cuando aparece la idea en vuestras cabecitas de volver a tener una vida normal pensáis en los videos y sabéis que el único camino es ser todavía mas guarras, verdad?.

Ana – Si, la verdad es que si.

Yo – Además tu ya eres una guarra, pero tu niña todavía no. Cuando se enamore me la follare mientras me lo cuenta, antes de su primera noche con el me la follare también, veré como lo hacen la primera vez. Cuando se case igual me la follo también la noche de bodas, igual hasta la preño yo.

Ana – Pensé que igual esperabas y te casabas tu con ella.

Yo –Tampoco es mala idea, pasaríamos unas navidades estupendas.

Ana – Ufff, si, no quiero ni pensarlo.

Yo – Bueno, va siendo hora de ir a trabajar, termina la mamada.

Ella empezó a chupar mas fuerte, acariciaba mi polla con una mano y masajeaba los huevos con la otra. No pude aguantar mucho, cuando noto que me corría pego sus labios a mi capullo como una ventosa y sorbió todo mi semen según salía. Luego me lo enseño con unos ojitos de guarra que eran increíbles y lo trago. Se levanto.

Ana – Joder, nunca pensé que llegara a gustarme tanto comer polla y tragar semen…

Yo – Si, la de cosas que aprendemos jeje.

Deje una cosa sobre la mesa y le di unas sencillas instrucciones para la noche.

Pase el día en la oficina de lo mas relajado, tener dos putas tan bien dispuestas la verdad resultaba una maravilla.

Llegue a las seis a casa y puse las cam para ver a mis putitas.

Ana estaba con su marido y otra pareja en el salón de su casa. Tenían la misma pinta que ellos, el algo mayor, trajeado, ella una señorona cubi$erta de ropa hasta el cuello y con unas perlas bastante gordas. Hablaban de las niñas. Sonreí, que poco había tardado mi putita en ponerse a trabajar. Puse la cam de su habitación. Estaba en su mesa estudiando con una chica morena, tenia una larga melena rizada y se intuían unas buenas tetas.

Estaban charlando.

Eva – Jo, que tostón de trabajo, esa profe y yo no vamos a llevarnos muy bien.

Laura – Jejeje, si, es un poco pesada. Bueno ya lo terminaremos. Que haces hoy?

Eva – Nada, mis padres no me dejan salir demasiado, tu?

Laura – Creo que nada, lo malo de vivir donde vivo es que salir es difícil, y mi padre no quiere que coja un taxi sola.

Eva – Pues estamos bien las dos. Oye, por que no te quedas a dormir. Están mis padres así que no pondrán pegas, y hay otra cama debajo de la mía.

Mientras decía eso miro fijamente donde estaba escondida mi cam, y sonrío.

Laura – No se.

Eva – Bueno, da igual, hace un mes que solo hablo con mis padres, estoy muy saturada.

Laura – Bueno, vale, preguntemos.

Las vi salir y escuche la charla, pusieron cara de buenas y tras prometer que saldrían a dar un paseo y que a las diez y media estarían en la cama ambos padres cedieron. Ana miro a su hija con curiosidad, sabia lo que tramaba.

Se dirigieron a la puerta y salieron de la casa. Escuche un rato la conversación de los padres pero me aburrí así que le mande un sms a mi putita para que me llamara desde cuando estuviera sola. No tardo ni diez minutos.

Eva – Te gusta amo?

Yo – Si, es muy mona, justo lo que quería, consigue que se duche y después…. Ah y antes de subir a tu casa…

Al cabo de una hora llamaron a la puerta. Entro con su amiga.

Eva – Hola Carlos – Y me dio dos besos- Esta es mi amiga Laura – ella se quedo en la puerta no muy segura de deber entrar en casa de un desconocido.

Eva – Tranquila Laura, es amigo de mis padres.

Laura – Ya, perdona, me tienen prohibido estar con hombres a solas y menos en su casa.

Eva – Bueno, no estas sola con el verdad? Estoy yo, además mis padres están justo arriba.

Ella la miro y se decidió a entrar, le di dos besos también a ella cogiendola por la cintura, note como se ponía tensa.

Eva me miro con cara de picara.

Eva – Necesito un favor.

Yo – Dime.

Eva – Nos darías algo de alcohol, Laura se queda en casa y vamos a hacer una fiestecita.

Laura – Pero yo no bebo.

Eva – Tranquila, arreglaremos eso.

Yo – ok, pero que no te pille tu padre.

Me acerque al mueble bar, saque una botella de tequila sin abrir y se la di. Ella la copio rápidamente y la metió en su bolso. Me dio un beso en la mejilla y salieron. Puse las cam del piso de arriba, las vi entrar en casa, los padres de Laura ya no estaban.

Jorge le dio un beso a su hija.

Jorge – Uff, como oléis a tabaco. Donde fuisteis?

Eva – A tomar una coca a un bar papa.

Jorge – Pues ducharos por favor, odio ese olor.

Laura – Lo siento, no me traje ropa.

Jorge – No te preocupes, Eva tiene ropa de sobra, mas de la que necesita la verdad.

Casi subo a besar al padre.

Entraron en la habitación de Eva, Laura puso el pestillo. Eva se acerco y lo quito.

Eva – No te preocupes, mi papa jamás entraría en mi habitación sin avisar diez minutos antes que iba a venir, me da que el tuyo tampoco.

Laura se rio.

Laura – Si, creo que se lo que dices, seguimos siendo su princesitas. No quieren ver que crecimos.

Eva – Exacto, y parece que las dos crecimos bastante bien.

Eva se saco el polo que llevaba.

Eva – A veces me parecen muy grandes – dijo mirándose el pecho.

Se acerco a un armario y lo abrió.

Eva – Coge lo que quieras, menos la ropa que hay al fondo del cajón de la ropa interior. Esa es mejor que no – Y le guiño un ojo-

Eva se quito la falda y en ropa interior se dirigió a su baño, dejando la puerta entornada.

Cuando se escucho el agua correr Laura se dirigió al armario y abrió el cajón de la ropa interior. Era una delicia ver a Eva ducharse, procuraba enjabonarse muy despacio, sus tetas, su coño, y siempre se metía un par de dedos en su coñito para mi deleite. Mientras, Laura sacaba la ropa que yo le compre a Eva y la examinaba con cara de sorpresa. Cuando escucho que el agua dejaba de correr volvió a guardarla rápidamente. Eva salio del baño con una toalla en su cabeza y otra envolviendo su cuerpo. En la habitación dejo caer la toalla y completamente desnuda empezó distraídamente a buscar que ponerse. Laura la miro sorprendida.

Laura – Te lo depilas?.

Eva – Si, es una gozada verlo así, y esta suavecito, me encanta. – Se paso un dedito por su rajita mientras lo decía.

Laura cogio la ropa que había elegido y fue al baño. Entro y cerro la puerta, me encantaba, iba a ver algo que ningún hombre había visto nunca. Ella se desnudo despacio, examinando el baño mientras lo hacia, miro con sorpresa la ducha, no había cortina, yo le había ordenado a Eva que la tirara días atrás.

Cuando se soltó el sujetador supe que me la tenia que follar, sus tetas eran mas grandes que la de Eva, en unos años se echarían a perder pero en ese momento eran una maravilla, grandes, duras, unos pezones oscuros, pequeños. Después vinieron sus bragas, grandes, y cutres, como las que Eva y su madre usaban antes. Asomo una mata de pelos negros, rizados. No se lo cuidaba mucho, se notaba, paso los dedos por la melena de su coño mirándose al espejo, comparando seguramente con el de Eva. Se hizo una cola en el pelo y se puso uno de esos gorritos para no mojarse el pelo, verla con los brazos arriba, sus grandes tetas me dio una imagen que tardare mucho en olvidar. A continuación se ducho. Se vistió antes de salir, Eva estaba desnuda, se estaba pintando las uñas de los pies. Al ver salir a laura se vistió a toda prisa, se puso una larga falda sin nada debajo un suje y una camiseta.

Laura – No olvidas algo?

Eva – Jejeje, nop, me gusta ir así, sobre todo con papa en casa.

Laura – Por?

Eva – Nunca eres mala? Tanta represión… tengo que escapar por algún sitio.

Laura – Estas loca.

Eva – Vamos, ahora me dirás que ni te masturbas cuando nadie te ve.

Laura – Nunca!

Eva – Jajaja, pues debes despertarte en mitad de la noche mojadita bastante a menudo.

Laura se puso roja y miro el suelo.

Eva – Vamos, quítatelas tu tb.

Laura – No.

Eva se acerco a ella, metió las manos bajos un falda, bastante mas corta que la que había elegido ella y se las bajo. Laura la miro sorprendida pero la dejo hacer. Nada mas quitárselas y tirarlas a un rincón llamaron a la puerta y entro la madre.

Ana – Vamos niñas, dejar de hablar y a cenar.

Salieron las tres Laura seguía roja. Durante la cena Eva forzó la cosa para que su padre hablara todo el rato con Laura, ella estaba azorada, se notaba que no paraba de pensar en su expuesto coño. Vi como Ana cumplía mis instrucciones y le echaba un par de pastillas machacadas a su marido en el postre. Las niñas se fueron a su dormitorio, Eva cogio una jarra de agua y unos vasos. Jorge no tardo en empezar a bostezar y se fue a su habitación, espere 15 min

Nada mas llegar a su habitación Eva Puso un par de copas, con la de Laura mucho mas cargada que la suya y se quito la ropa del todo, luego saco un par de minúsculos camisones y se puso uno tendiéndole el otro a Laura.

Laura se quito la ropa tratando de ocultar su coño.

Eva – Duermes con suje?

Laura – No, lo siento, me daba vergüenza.

Eva – Si quieres cambiarte en el baño – dijo sonriendo.

Laura la miro un poco desafiante.

Laura – No, no hace falta – Se quito el suje frente a Eva y a mi, todo sea dicho.

Eva – Jo, son preciosas.

Laura – Gracias.

Y se puso el camisón. Pusieron un poco de música y empezaron con las copas.

Eche un vistazo a la cam del dormitorios de los padres y viendo que estaba todo en orden subí entrando silenciosamente hasta su dormitorio. Una vez cerrada la puerta yo no se nos oía fuera. Instale el Portátil con sonido para ver a las dos zorras, una cámara extra de video y bese a Ana que estaba esperando con cara de nerviosismo.

Ana – Esto es muy fuerte.

Yo – Pues ya veras. Desnúdate y desnúdale a el.

Ella se quito la ropa a toda prisa, quitarle la ropa a el fue mas complicado, estaba nerviosa.

Ana – Seguro que no se despertara?

Me acerque, le di dos bofetadas a Jorge y le dije

Yo – Eh, Jorge, hace días que me follo a tu mujer y a tu niña, no te importa verdad?

Le cogi la cabeza moviéndosela como si dijera no e imitandos su voz – No, por favor, un placer, dales duro, son un par de zorras.

Yo – Ahora juega con su polla.

Ella se acerco y se puso a tocarla, al instante s puso dura como un palo.

Ana – Nunca se la había visto así, siempre lo hacíamos a oscuras tapados.

Yo – Tranquila, esta noche no se le bajara, aparte del somnífero le diste una viagra, la va a tener dura un buen rato. Ahora ven, te voy a enseñar a la nueva puta.

Le puse un par de fotos que había sacado del video de antes en las que se veía a Laura completamente desnuda.

Ana – Como esta la niña.

Yo – Ya te digo.

Ana – Te la vas a follar?

Yo – Si, Ahora chupame la polla delante del cornudo de tu marido, que vea lo guarra que es su señora mientras veo como trabaja la zorra de su hija.

Ana – Ummm, encantada. – Se arrodillo y empezó a chuparmela.

Eva estaba en la habitación con Laura, la botella había bajado bastante. Se reían como tontas, a Laura se le notaba bastante la borrachera, Eva disimulaba y le iba sacando las confesiones que me interesaban. Que si se despertaba caliente muy a menudo, que fantaseaba con un amigo, y al final que si, que se pasaba un dedito por su rajita de vez en cuando. Apenas quedaban un par de dedos en la botella.

Eva – Pues deberías probar con el coño bien depilado.

Laura – Ya, pero como lo hago, me da vergüenza ir a un sitio de esos, tu como te lo hiciste?

Eva – Jajaja, esa historia ya te la contare otro día.

Laura – Por?

Eva – hay secretos inconfesables

Laura – Pero yo ya te conté que a veces me masturbo, que puedes esconder?

Eva – Mucho, mucho mas, – dijo guiñándole un ojo.

Laura – No jodas, el vecino!!!! Carlos no? Pero es mucho mayor que tu.

Eva – Jajaja, si, mejor que sepan, digo yo, además no te confirme nada.

Laura – Vamos, cuéntamelo porfi,

Eva – No, ahora somos muy amigas pero si nos peleamos lo podrías contar en el cole y me meterías en problemas.

Laura – Pero quiero saberlo, como puedo hacer que me lo cuentes.

Eva – Ummm, coge tu móvil.

Laura lo cogio, y ahora?

Eva se levanto se quito el camisón y con los brazos detrás de la cabeza….

Eva – Hazme una foto.

Laura – Para?

Eva – Yo te hare otra, si alguna de las dos cuenta lo que se diga en esta habitación la otra podrá vengarse de la peor manera posible.

Laura se quedo pensando.

Laura – Mucho peligro.

Eva – Si, es como lo de la cena sin bragas, me excitan estos juegos, a ti no?

Laura – Ummm Así si que tendremos que ser las mejores amigas, vale.

Laura saco su foto y se levanto quitándose el camisón. Eva le hizo su foto y gruño.

Eva – No queda bien, con lo linda que eres ese matojo es horrible.

Laura – Ya, que podemos hacer?

Eva simulo pensar un momento dijo, – espera aquí.

Salio de su habitación y entro en la de sus padres encontrándose la escena de su madre chupandomela, su padre empalmado y yo viéndolas a ambas.

Eva – Joder, que morbo.

Se acerco y me beso.

Eva – Amo, te voy a entregar a esa puta para que te la folles bien follada.

Yo – No esperaba menos de ti, chupasela un poco a tu papi, mami esta ocupada con mi polla.

Eva – Joder!!

Se acerco a la cama, copio la polla de Jorge y se la introdujo en la boca acariciándole los huevos. Empezó a subir el ritmo, se notaba lo que quería, en un par de min logro se que se corriera, se trago toda su leche y nos miro.

Eva – No pude contenerme.

Ana – No me puedo creer que mi niña probara la leche de mi marido antes que yo.

Yo – Jajaja, por? Te falta mas de la que te doy?

Ana – Ni de broma, me gusta la tuya, es solo que….

Yo – Ya, bueno, Eva, a trabajar, tu amiga se aburre. – Miramos los tres el monitor, Laura estaba tumbada de espaldas en la cama con los pies en el suelo y se estrujaba las tetas.

Eva – Jo, parece que se va poniendo a tono, voy corriendo.

Entro en el baño de sus padres, copio unas cosas y se fue a su habitación. Al entrar pillo a laura en pleno magreo de tetas. Laura se corto y trato de levantarse, pero Eva de un suave empujón se lo impidió.

Eva – Tranquila, yo también acaricio las mías.

Laura – pero es que…

Eva – Es que nada, somos las mejores amigas recuerdas, lo que pase aquí no sale de aquí. Bebe un poco – dijo tendiéndole la botella.

Laura dio un largo trago y siguió tumbada. Eva metió una toalla bajo su culo.

Laura – jajaja, que haces?

Eva – Voy a dejarte el coñito como el mío.

Laura – No me puedo creer esta noche.

Eva – Ya veras que bonito queda.

Laura – Y me contaras lo de tu vecino?

Eva – Con pelos y señales, bueno, sin pelos jejeje

Eva se puso a trabajar. Unto de crema el coño de su amiga y empezó a afeitarla muy despacio, mientras la hacia acariciaba su coño delicadamente. Al poco laura solto un gemido.

Laura – De verdad no te importa si yo…

Eva – Jejeje, no, juega con ellas, tranquila.

Eva fue afeitándola y masturbándola, laura cada vez estaba mas caliente, jugaba con sus tetas y pezones mientras gemía. Eva termino de afeitarla pero siguió hasta que Laura se corrió.

Laura – Uff, ya?

Eva – No, espera.

Se levanto, fue al baño y copio una toallita, la mojo y volvió a su sitio, con mucha delicadeza la fue pasando por el coño de su amiga dejándoselo completamente limpio. Cogio su móvil y le hizo varias fotos desde distintos ángulos.

Laura – No era solo una?

Eva – Si, pero me encanta verte asi, estas preciosa.

Laura – Gracias.

Eva – Tengo que hacer algo, me dejas?

Laura – Ya a estas alturas que mas da, cuéntame lo del vecino….

Eva se sentó a sus pies y acariciándole el coño le contó una versión ligh de la historia, centrándose en la visita al corte ingles y en algunas cosas mas, la primer vez que se la metí… Mientras acariciaba el coño de su amiga. Laura se corrió pero Eva no paro, empezó a meterle los dedos, Laura gemía y gemía. En un momento Eva ya no aguanto mas y pego la boca a los labios del coño de Laura, Laura dio en respingo y trato de apartarle la cabeza pero Eva siguió chupando hasta que Laura cedió y volvió a tumbarse y dejarse hacer. Eva continuo chupando, haciendo que se corriera otra vez en su boca. En ese momento entro la madre haciéndose la indignada, con su gordo camisón de esposa decente.

Ana – Dios mío!! que pasa aquí!!?

Laura la miro con cara de pánico, intento taparse pero de un bofetón ana la dejo inmóvil, ni te muevas maldita zorra, pervirtiendo a mi niña!!!

Laura – No yo no! Fue ella!!

Ana – Mi niña no hace estas cosas pervertida – Cogio la botella de tequila y el móvil de Eva que estaban sobre la cama, examino las fotos. – Voy a llamar a tus padres ahora mismo, veras cuando vean esto –

Laura – No! Por favor! – empezó a llorar.

Ana – Como que no?, te invitamos como si fueras de la familia y tu conviertes a mi pobre niña en una puta.

Laura – No, mi padre no, me matara.

Ana – Pues espera a que le enseñe esto a Jorge, te echaran del colegio, todo el mundo vera tus fotos, te llamaran puta por la calle. Espera aquí y ni se te ocurra vestirte.

Laura lloraba en un rincón, Eva hacia como que ponía cara de preocupada.

Laura – Dios, que voy a hacer ahora?

Eva – Hay una solución, pero no se si te gustara.

Laura – Cual? Lo que sea, de verdad, lo que sea.

Eva – Estas segura? Será duro?

Laura – Pero que es?

Eva – Tiene que ver con o que te dije antes, lo que pase en esta casa no se sabrá, pero pasaran cosas, muchas.

Laura – No me importa, hare lo que sea para que mis padres no se enteren.

Eva – Bien, ven aquí, ponte de espaldas.

Eva rápidamente ato sus brazos a la altura de los codos, así su pecho salía mas.

Laura – Pero que haces?

Eva – Dijiste lo que sea no?

Laura – Si – bajo la mirada.

Bien, ahora ponte de rodillas con las rodillas separadas que se vea bien tu coño.

Laura – Pero esto para que?.

Eva – Calla, cuando venga mi mama dile que estas dispuesta a lo que sea.

Laura – Pero.. por favor…

Ana entro en ese momento.

Eva – Mama, laura reconoce que es una zorra y dice que hará lo que sea.

Ana – No puedo despertar a tu padre, tomo una pastilla para dormir.

Ana miro a Laura.

Ana – Tiene un buen cuerpo la zorra esta. Es fácil decir lo que sea pero luego se rajara y sabrá demasiado de nuestro secreto.

Laura – No, de verdad, lo que sea, no diré nada, nunca, pero por favor, mis padres no.

Ana – Seguro? Se acabara tu vida de niña inocente, pasaras a ser la hembra de un tio, su zorra, te follara cuando y por donde quiera.

Laura – Su marido?

Ana – Jajaja, esta no se entera de nada Eva.

Laura – El vecino, ud tambien se acuesta con el vecino?

Ana – Acostarse no es el termino exacto, ya lo averiguaras.

Laura – De acuerdo, me acostare con el si es lo que hace falta.

Ana – Haras bastante mas que eso. Véndale los ojos!

Eva se los vendo, la hicieron levantarse. Entraron en el dormitorio donde estaba yo, me acerque, agarre sus tetas.

Laura – Quien es? Es tu padre? Carlos?

Seguí estrujándoselas en silencio.

Eva – Dijiste que querías saberlo todo no?

Laura – Si, pero no me imagine esto.

Me senté y la hice sentarse sobre mi, notaba mi polla contra su rajita, estaba mojada de antes. Acaricie su coño y sus tetas, yo estaba desnudo, ella lo notaba y estaba nerviosa. Le hice una señal a Ana, se desnudo completamente se agacho y empezó a lamer su coñito mientras que yo lo habría con los dedos. Laura empezó a excitarse. Seguimos hasta que se corrió. Eva jugaba con la polla de su padre. Le quite la venda a Laura. Lo primero que vio fue a la madre de Eva comiéndole el coño.

Laura – Pero que es esto?

Luego miro hacia delante y vio a Eva jugando con la polla de sus padre.

Laura – Sois unos pervertidos!!

Eva – Si, y yo te engañe, no quería ser tu amiga, mi amo me dijo que quería una putita como yo y yo se la traje. Laura lloraba y se corría a la vez, Ana parecía poseída, tragaba y tragaba los jugos de la niña.

Ana – Joder, esta zorra no para de correrse.

Eva – Estas disfrutando verdad zorrita?

Laura – Si, cabrona.

Eva – Recuerdas lo que dijimos, que nos haríamos fotos para que tuviéramos que guardar nuestros secretos?

Laura – Si.

Mi novio es un poco mas perfeccionista pero servirá, el grabo toda nuestra charla, mira.

Puse el ordenador, salió ella en la ducha, sus confesiones, y Eva comiéndole el coño después de afeitárselo, salía revolviéndose en la cama, estrujándose las tetas, era indescriptible la escena.

Eva – Bien, ahora te cuento lo que va a pasar. Yo me voy a follar a papi y tu a mi novio. Después mama recogerá el semen de los dos de nuestros coños y te lo dará para que lo tragues.

Laura – Joder!

Yo – Pero tienes que decir que si quieres hacerlo, no te obligamos a nada, puedes vestirte y marcharte.

Laura – Y que pasara con las fotos y el video?

Yo – Todo el mundo lo ver, serás la virgen mas puta de Madrid,

Laura – No puedo dejar que eso pase.

Yo – Y que piensas hacer?

Laura – Follar!, todo lo que queráis!!

Levante a Laura y la acerque a Eva, de rodillas, hasta que casi se tocaban, me coloque en posición. Ana cogio mi polla y la puso justo en la entrada del coño de Laura. Después cogio la polla de su marido y la apunto a la raja de su niña. Eva miro a Laura.

Eva – Cogeme las tetas.

Solté a laura, ella levanto sus manos y agarro los pechos Eva con saña, eva dio un suspiro de gusto, la imito agarrando bien fuerte las tetas de Laura y apretando con fuerza. La miro y le dio un morreo. Ana había cogido la cámara y gravaba la escena buscando lo mejores planos.

Eva – Eres mi mejor amiga, te quiero.

Laura capto la señal.

Laura – Yo también te quiero, siempre seremos amigas.

Eva – Joder, me esta entrando Laura, la polla de mi padre, en mi coño, nunca pude ni imaginarlo.

Laura – A mi me la esta metiendo carlos, noto como mi coño se abre y su polla va entrando. Duele un poco pero su polla esta tan caliente.

Eva dio un fuerte empujón y se la clavo entera. Dio un grito, miro a su madre.

Eva – Mira mama, mírame, mira como me follo esta polla que nunca te hizo disfrutar.

Ana aguantaba la cámara como podía y se masturbaba como una loca.

Eva – vamos, ahora tu, clávatela tu misma, Carlos no empujara mas quiere que lo hagas tu, conviértete en su puta como mi mama y yo, seremos sus putas las tres, es nos dará toda la polla que necesitemos y nos convertirá en unas guarras.

Laura – No puedo, por favor. No se como paso esto.

Empezó a llorar.

Ana – Pues es simple, hasta hace unas horas eras un dulce de niña, estudiosa, adorada por sus padres y ahora eres una hembra salida y muy caliente, o crees que no vemos tu coño chorrear sobre la polla de Carlos?

Laura – Pero esto no esta bien!

Ana – Quizás, estas en una habitación viendo como Eva se mete la polla de su padre mientras te mete mano, estas sobre la polla de un tio que acabas de conocer, hasta las putas hablan mas con sus clientes antes de meterse sus pollas. Ah, y ese tio va a reventarte el coño y dejarte lista para ser follada como la hembra que eres.

Laura – Dios!

Ana – Jajaja, dios te dio ese cuerpazo, acaso creías que era para que un panolis como mi marido se lo follara durante 20 años a oscuras? Créeme, esto te va a gustar mucho mas.

Laura empezó a empujar lentamente, mi polla entraba, notaba la tensión de su coño pero iba abriéndose, su himen se rompió y al final di con mis pelotas en su culo, ella jadeo.

Laura – Ya esta, ya tienes lo que querías, Ahora follame.

Empecé a empujar y a empujar, ella jugaba con las tetas de Eva, Eva con las suyas, Eva botaba sobre la polla de su padre. Agarre el culo de Laura y empecé a empujar mas fuerte, quería correrme en ese coñito, Eva cabalgo mas fuerte a su padre. Note como me corría. Eva me miro.

Eva – Dios Carlos, noto su leche en mi coño, me esta preñando, dios!!

Ambas se corrieron devorándose las bocas, estrujando sus tetas y notando como nuestra leche llenaba sus coñitos. Caí a un lado, mi polla fue saliendo del coño de Laura, ella se quedo inmóvil. Ana corrió, puso los labios pegados al coño Laura y sorbió llenándose la boca con mi semen, Cuando se dio cuenta de que estaba todo le dio una palmada a laura en el muslo para que se apartara. Eva ocupo su lugar, me sonrío y note como hacia fuerza con los músculos de su coño, su madre hacia ruidos mientras sorbía. Cuando termino tumbaron a laura, ella me miro, y abrió la boca. Ana se inclino sobre ella, puso una mano sobre su pecho y la beso pasándole todo el contenido de su boca. Estuvieron besándose dos minutos, al final se separaron. Ana se tumbo de lado sobre ella jugando con su pecho. Eva se acerco y abriéndole las piernas puso su cara de lado sobre su coñito y lo acaricio suavemente. Las tres me miraron, sonrieron.

Ana – Amo, necesito una polla.

Yo – Pues ahí tienes la de tu marido. Follatelo como una puta, restriégale las tetas y el coño por la cara, insúltalo, diviértete mientras tu niña ve follar a sus padres.

Ana salto sobre su marido y se metió la polla de un golpe, jadeaba y babeaba sobre la cara de el, le decía que era una zorra, que le diera polla, que la preñara.

Laura los miraba sorprendida.

Ana – Que miras zorrita, este cabrón me dejo con las ganas durante años.

Eva se acerco a mi y se puso a jugar con mi polla. Laura la miro y se acerco también.

Eva – Mira Laura, esta es la polla que adoro.

Laura – Encantada.

Yo – Jajaja, cuando estés aquí debes olvidar tus modales, métetela en la boca.

Laura obedeció, Eva le fue dando indicaciones mientras veía a sus padres follar. Ana se corrió al cabo de un rato.

Ana – Joder, a este no se le baja la empalmada.

Yo – Laura, follatelo.

Laura subió a la cama, y de espaldas a nosotros empezó a apuntar a la polla de Jorge.

Yo – No, de cara a nosotros, que te veamos follarte a papi.

Laura se dio la vuelta, se puso en cuclillas sobre el y empezó a metérsela, poco a poco se la metió entera. Después empezó a botar, sus tetas se movían arriba y abajo, ella empezó a gemir. Eva se levanto, copio la cámara y la enfoco.

Eva – Que linda es mi amiga que se folla a mi papa. Te gusta la polla de mi papa Laura?

Laura – Si.

Eva – Si que?

Laura – Si, me encanta la polla de tu papa – dijo jadeando.

Eva – Eres muy guarra, es la segunda polla que te metes hoy.

Laura – Si, soy una guarra!

Me levante y me subí a la cama y me acerque a ella. Le metí la polla en la boca.

Yo – Vamos, ahora vas a saber lo que es que te llenen de leche por todos lados.

Ella empezó a chupar, no lo hacia muy bien pero lo intentaba. Ana se acerco por atrás y metiendo la cabeza entre mis piernas empezó a lamer mis huevos. Note que me corría, puse una mano en la cabeza de Laura para que no se la sacara y me corrí. Ella hizo algún ruido pero trago, un poco semen salio por sus labios, jorge se corrió al mismo tiempo. Y ella entre fuertes espasmos y gemidos, callo de lado sobre la cama y Eva y Ana se lanzaron a devorara cualquier resto de semen. La lamieron de arriba abajo, sobre todo sus grandes tetas, parecían fascinarlas.

Nos quedamos un rato tirados los tres, Eva consiguió que me empalmara otra vez y no paro hasta que me la folle mirando a su amiga y contándole las cosas que las solía hacer. Cuando me corrí se levanto, Ana se acerco a ella para comerle el coño los restos de mi corrida.

Yo – No.

Ana – Como?

Yo – Queda alguien que no trago todavía.

Eva – No te atreverás.

Yo – Yo no, tu si, Ana, ábrele la boca al cornudo. Eva, siéntate en cuclillas sobre su boca, y mastúrbate. Que pruebe los jugos del coño de su niña.

Eva tardo dos segundos en hacer lo que le pedía. Se masturbo con rabia hasta que termino, permaneció dos minutos haciendo fuerza con el coño para que saliera todo lo que tenia dentro. Al apartarse Ana ocupo su lugar.

Ana – Este cabrón nunca me lo comió, ahora se va a enterar a que sabe.

Ella tardo un rato, hasta que no se corrió dos veces no se aparto. Los tres miramos a Laura.

Laura – Supongo que no hay opción.

Se puso en la misma posición y mirándome fijamente se masturbo.

Di por terminada la sesión, vi como cambiaban las sabanas y le ponían el pijama a Jorge. Al terminar nada daba a entender lo que había pasado allí. Me fui a la habitación de las niñas, me metí en la cama de Eva, les indique que se ducharan y s metieran en la cama conmigo. Los tres desnudos nos dormimos. Por la mañana Eva me despertó con su habitual mamada. Ana entro a mitad de la mamada. No dijo nada hasta que me corrí. Laura se despertó en ese momento, tardo unos segundos en recordar la noche anterior, cuando le vi en la cara que había recordado le di un largo y húmedo beso mientras le tocaba las tetas, hasta que se relajo y acepto que era mía.

Ana – Jorge se esta despertando, se duchara y saldrá.

Yo – Bien, pon el desayuno para todos.

Cuando Jorge salio de la habitación me encontró desayunando con su mujer y las niñas.

Jorge – Carlos?

Yo – Hola, me comentaron ayer que llegabas hoy y subí a saludarte, un poco temprano me temo, lo siento, pero Ana insistió en que me quedara a desayunar, ya sabes que mi nevera no es comparable con la vuestra.

Jorge – Pues a ver si hay algo bueno, tengo un sabor de boca terrible.

Yo – No dormiste bien?

Jorge – Si, como una piedra. Pero no se, tengo mal sabor de boca.

Yo – Bueno, tomate algo a ver si se te quita.

Jorge – Vale, luego podemos ir misa, te vienes?

Yo – Que va, estoy cansado, yo dormí poco.

Jorge – Saliste?

Yo – No, – le guíe un ojo – tu me entiendes.

Jorge se indigno mirando a su mujer y las niñas.

Jorge – Bueno bueno, desayunemos.

Sonreí, mire a Laura, le guiñe un ojo y me puse un poco mas de café.

———––—————————————————————————

Encantado de ver que al final no es que los lean menos españolas solo que son más vergonzosas con estas cosas que las sudamericanas. Un saludo para un par de madrileñas que me agregaron y a una andaluza de lo más caliente. A las que me escribisteis y no conteste prometo hacerlo pronto.

ya sabéis como encontrarme, no me como a nadie y me gusta hablar con mis lectoras.

Skype: luckmmm1000

luckm @hotmail.es

Relato erótico: “Di por culo a la puta de mi cuñada en una playa” (POR GOLFO)

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El culo de una cuñada es el sumun del morbo, no creo que haya nadie que no sueñe con follarse ese trasero que nos pone cachondos durante las interminables cenas familiares. Muchos de nosotros tenemos a una hermana de nuestra mujer que además de estar buenísima, nos apetece tener a nuestra disposición. En otras ocasiones, nuestra cuñada es una zorra manipuladora que nos ha hecho la vida imposible durante años y para vengarnos, nos encantaría tirárnosla.
Mi caso abarca ambas situaciones. Nuria, además de ser quizás la mujer más guapa y sexual que he visto, es una cabrona egoísta que me ha estado jodiendo desde que me casé con su hermana.
Para empezar, la forma más fácil de describirla es deciros que esa guarra sin escrúpulos parece salida de un anuncio de Victoria Secret´s pero en vez de ser un ángel es un engendro del infierno que disfruta humillando a todos los que tiene a su alrededor.  Con una melena morena y unos labios que apetece morder, esa puta tiene una cara de niña buena que para nada hace honor a su carácter. Los ojos verdes de esa mujer y las pecas que decoran su cara mienten como bellacos, aunque destilen dulzura y parezca ser un muchacha indefensa, la realidad es que ese zorrón es un bicho insensible que vive humillando a diestra y siniestra a sus semejantes.
Reconozco que la llevo odiando desde que era novio de su hermana, pero también que cada vez que la veo, me pone como una puñetera moto. Sus enormes pechos y su culo en forma de corazón son una tentación irresistible. Noches enteras me las he pasado soñando en que un día tendría entre mis piernas a esa monada y en que dominada por la pasión, me pidiera que la tomase contra el baño de casa de sus padres. Ese deseo insano se fue acumulando durante años hasta hacerse una verdadera obsesión. Desgraciadamente su pésimo carácter y nuestra mala relación evitó que siquiera hiciera algún intento para intimar con ella. Nuestro único trato consistía en breves y corteses frases que escondían nuestra enemistad a ojos de su hermana, mi esposa.
Inés, mi mujer, siempre ha ignorado que la detestaba desde que una noche siendo todavía soltero, estando de copas con unos amigos, me encontré con ella en un bar. Esa noche al ver que Nuria estaba borracha, pensé que lo mejor era llevarla a casa para que no hiciera más el ridículo. Tuve que llevármela casi a rastras y ya en el coche, se me empezó a insinuar. Confieso que animado por el par de cubatas, caí en la trampa y cogiéndola de la cintura, la intenté besar. Esa guarra no solo se rio de mí por creerla sino que usando la grabación que me hizo mientras intentaba disculparme, me estuvo chantajeando desde entonces.
Su chantaje no consistió en pedirme dinero ni tampoco en nada material, fue peor. Nuria me ha coaccionado durante años amenazándome en revelar ese maldito material si no le presentaba contactos con los que pudiera medrar. Ambos somos ejecutivos de alto nivel y trabajamos en la misma compañía, por lo que esa fría mujer no ha dudado en quitarme contratos e incluso robarme clientes gracias a que una noche tuve un tropezón.
La historia que os voy a contar tiene relación con todo esto. La empresa farmacéutica en la que trabajamos realiza cada dos años una convención mundial en alguna parte del planeta y ese año, eligió como sede Cancún. Este relato va de como conseguí no solo tirarme a esa puta sino que disfruté rompiéndole el culo en una de sus playas.
Todavía me parece que fue ayer cuando en mitad de una reunión familiar, Nuria estuvo toda la tarde explicándole a mi mujer, el comportamiento libertino de todos en la compañía en esa clase de eventos:
-Y no creas que tu marido es inmune, los hombres en esas reuniones de comportan como machos hambrientos, dispuestos a bajarse los pantalones ya sea con una puta o con una compañera que sea mínimamente solícita.
-Manuel no es así- respondió mi mujer defendiéndome
-Nena, ¡A ver si te enteras!: solo hay dos clases de hombres, los infieles y los eunucos. Todos los machos de nuestra especie se aparean con cualquier hembra en cuanto tienen la mínima oportunidad.
Aunque estaba presente en  esa conversación, no intervine porque de haberlo hecho, hubiera salido escaldado. Al llegar a casa, sufrí un interrogatorio tipo Gestapo por parte de mi señora, donde me exigió que le enumerara todas y cada una de las compañeras que iban a esa convención. En cuanto le expliqué que era de carácter mundial y que desconocía quien iba a ir de cada país, realmente celosa, me obligó a contarle quien iba de España.
-Somos diez, pero a parte de tu hermana, las dos únicas mujeres que van son Lucía y María, las cuales, como bien sabes, son lesbianas.
Más tranquila, medio se disculpó pero cuando ya estábamos en la cama, me reconoció que le había pedido a Nuria que me vigilase.
-¿No te fías de mí?
-Sí- contestó- pero teniendo a mi hermana como tu ángel guardián, me aseguro que ninguna pelandusca intente acostarse contigo.
Sin ganas de pelear, decidí callar y dándome la vuelta, me dormí.
 
 
 
 
 
La convención.
Quien haya estado en un evento de este tipo sabrá que las conferencias, las ponencias y demás actividades son solo una excusa para que buscar que exista una mejor interrelación entre los miembros de las distintas áreas de una empresa. Lo cierto es que lo más importante de esas reuniones ocurre alrededor del bar.
Recuerdo que al llegar al hotel, con disgusto comprobé que el azar habría dispuesto que la hija de perra de mi querida cuñada se alojaba en la habitación de al lado. Reconozco que me cabreó porque teniéndola tan cerca, su estrecho marcaje haría imposible que me diera un homenaje con una compañera y por eso, asumiendo que no me podría pegar el clásico revolcón, decidí dedicarme a hacer la pelota a los jefes. Mr. Goldsmith, el gran sheriff, el mandamás absoluto de la empresa fue mi objetivo.  Desde la mañana del primer día me junté con él y estuve riéndole las gracias durante toda la jornada. Como os imaginareis, Nuria al observar que había hecho tan buenas migas con el presidente, me paró en mitad del pasillo y me exigió que esa noche se lo presentara durante la cena. No me quedó duda que su intención era seducir al setentón y de esa manera, escalar puestos dentro de la estructura.
Con gesto serio acepté, aunque interiormente estaba descojonado al conocer de antemano las oscuras apetencias de ese viejo. La hermana de mi mujer nunca me hubiera pedido que la contactara con ese sujeto si hubiera sabido que ese pervertido disfrutaba del sexo como mero observador y que durante la última convención, me había follado a la jefa de recursos humanos del Reino Unido teniéndole a él, sentado en una silla del mismo cuarto. Decidido a no perder la oportunidad de tirarme a ese zorrón, entre dos ponencias me acerqué al anciano y señalando a mi cuñada, le expliqué mis planes.
Muerto de risa, me preguntó si creía que Nuria estaría de acuerdo:
– Arthur, no solo lo creo sino que estoy convencido. Esa puta es un parásito que usa todo tipo de ardides para subir en el escalafón.
-De acuerdo, el hecho que sea tu cuñada lo hace más interesante. Si tú estás dispuesto, por mí no hay problema. Os sentareis a mi lado- y por medio de un apretón de manos, ratificamos nuestro acuerdo.
Satisfecho con el curso de los acontecimientos, le llegué a esa guarra y cogiéndola del brazo, le expliqué que esa noche íbamos a ser los dos los invitados principales del gran jefe. No creyéndose su suerte, Nuria me agradeció mis gestiones y con una sonrisa, dijo en tono grandilocuente:
-Cuando sea la directora de España, me acordaré de ti y de lo mucho que te deberé.
-No te preocupes: si llegado el caso te olvidas, ¡Seré yo quien te lo recuerde!
Os juro que verla tan ansiosa de seducir a ese, en teoría, pobre hombre, me excitó y apartándome de ella para que no lo notara, quedé con ella en irla a recoger a las nueve en su habitación. Celebrando de antemano mi victoria, me fui al bar y llamando al camarero, me pedí un whisky. Estando allí me encontré con Martha, la directiva con la que había estado en el pasado evento. Sus intenciones fueron claras desde el inicio porque nada más saludarme, directamente me preguntó si me apetecía repetir mientras me acariciaba con su mano mi pierna.
Viendo que se me acumulaba el trabajo, estuve a punto de rechazar sus lisonjas pero al observar su profundo escote y descubrir que bajo el vestido, esa rubia tenía los pezones en punta, miré mi reloj.
“Son las cinco”, pensé, “tengo tres horas”.
Al comprobar que teníamos tiempo para retozar un poco antes de la cena, le pregunté el número de su habitación y apurando mi bebida, quedé con ella allí en diez minutos. Disimulando, la inglesita se despidió de mí y desapareció del bar. Haciendo tiempo, me dediqué a saludar a unos conocidos, tras lo cual, me dirigí directamente hacia el ascensor. Desgraciadamente, no me percaté que mi futura víctima se había coscado de todo y que en cuanto entré en él, se acercó a comprobar en qué piso me bajaba.
Ajeno a su escrutinio, llegué hasta el cuarto de la mujer y tocando a su puerta, entré. Martha me recibió con un picardías de encaje y sin darme tiempo a reaccionar, se lanzó a mis brazos. Ni siquiera esperó a que la cerrara, como una salvaje comenzó a desabrocharme el pantalón y sacando mi miembro, quiso mamármelo. No la dejé, dándole la vuelta, le bajé las bragas y sin más prolegómeno, la ensarté violentamente. La rubia chilló moviendo sus caderas mientras gemía de placer. De pie y apoyando sus brazos en la pared se dejó follar sin quejarse. Si en un principio, mi pene se encontró con que su conducto estaba semi cerrado y seco, tras unos segundos, gracias a la excitación de la mujer, campeó libremente mientras ella se derretía a base de mis pollazos.
No os podéis hacer una idea de lo que fue: gritando en voz alta se corrió cuando yo apenas acababa de empezar y desde ahí, encadenó un orgasmo tras otro mientras me imploraba que no parara. Por supuesto queda que no me detuve, cogiendo sus pechos entre mis manos, forcé mi ritmo hasta que su vulva se convirtió en un frontón donde no dejaban de rebotar mis huevos.
-¡Dios mío!- aulló al sentir que cogiéndola en brazos, la llevaba hasta mi cama sin sacar de su interior mi extensión y ya totalmente entregada, se vio lanzada sobre las sábanas. Al caer sobre ella, mi pene se incrustó hasta el fondo de su vagina y lejos de revolverse, recibió con gozo mi trato diciendo: -¡Fóllame!-
Sus deseos fueron órdenes y pasando mi mano por debajo, levanté su trasero y cumplí su deseo, penetrándola aun con más intensidad. Pidiéndome una tregua, se quitó el picardías, dejándome disfrutar de su cuerpo al desnudo y moviendo su trasero, buscó reanudar nuestra lujuria. Alucinado por la perfección de sus pezones, llevé mis manos hasta sus pechos y recogiendo sus dos botones entre mis yemas, los pellizqué suavemente. Mi involuntario gesto fue la señal de inicio de su salvaje cabalgar. Martha, usando mi pene como si fuera un machete, se empaló con él mientras berreando como una loca me gritaba su pasión. Azuzado por sus palabras, marqué nuestro ritmo con azotes en su culo. Ella al sentir las duras caricias sobre sus nalgas, me rogó que continuara.
Pero el cúmulo de sensaciones me desbordó y derramándome en su interior, me corrí salvajemente. Agotado, dejé que mi cuerpo cayera a su lado y seguí besándola mientras descansaba. Cuando mi amiga quiso reanimar mi miembro a base de lametazos, agarré su cara y separándome de ella, le expliqué que tenía que ahorrar fuerzas.
-¿Y eso?-
Aunque pensaba que se iba a cabrear, le conté mis planes y que esa noche me iba a vengar de mi cuñada. Contra toda lógica, Martha me escuchó con interés sin enfadarse y solo cuando terminé de exponerle el asunto, me soltó:
-¿Por qué no le dices al jefe que me invite a mí también? Estoy segura que ese cerdo dirá que sí y de esa forma, podrás contar conmigo para castigar a tu cuñada.
No tardé ni tres segundos en aceptar y cerrando nuestro trato con un beso, decidí vestirme porque todavía tenía que contactar con Arthur y preguntarle si le parecía bien el cambio de planes. Lo que no esperaba fue que al salir al pasillo, Nuria estuviera cómodamente sentada en un sofá. Al verme aparecer de esa habitación todavía abrochándome la camisa, soltó una carcajada y poniendo cara de superioridad, dijo:
-Eres un capullo. ¡Te he pillado!
Incapaz de reaccionar, tuve que aguantar su bronca con estoicismo y tras varios minutos durante los cuales esa maldita no dejó de amenazarme con contárselo a su hermana, le pedí que no lo hiciera y que en contraprestación, me tendría a su disposición para lo que deseara. Viendo que estaba en sus manos y haciéndose la magnánima, me soltó:
-Por ahora, ¡No se lo diré! Pero te aviso que me cobraré con creces este favor- tras lo cual cogió el ascensor dejándome solo.
Al irse me quedé pensando que si el plan que había diseñado se iba al traste, me podía dar por jodido porque esa puta iba a aprovechar lo que sabía para hacerme la vida imposible.  Asumiendo que me iba a chantajear, busqué a m jefe y sin decirle nada de esa pillada, le pedí si esa noche podía Martha acompañarnos. El viejo, como no podía ser de otra forma, se quedó encantado con la idea y movió sus hilos para que esa noche, los cuatro cenáramos al lado. Más tranquilo pero en absoluto convencido de que todo iba a ir bien, llegué a mi cuarto y directamente, me metí a duchar. Bajo el chorro de agua, al repasar el plan, comprendí que era casi imposible que Nuria fuese tan tonta de caer en la trampa. Por eso, mientras me afeitaba estaba acojonado.
Al dar las nueve, estaba listo y como cordero que va al matadero, llamé a su puerta. Nuria salió enseguida. Reconozco que al verla ataviada con ese vestido negro, me quedé extasiado. Embutida en un traje totalmente pegado y con un sugerente escote, el zorrón de mi cuñada estaba divina, Sé que ella se dio cuenta de la forma tan poco filial que la miré porque poniendo cara de asco, me espetó:
-No comprendo cómo has conseguido engañar a mi hermana tantos años, ¡Eres un cerdo!
Deseando devolverle el insulto e incluso soltarle un bofetón, me quedé callado y galantemente le cedí el paso. Encantada por el dominio que ejercía sobre mí, fue hacia el ascensor meneando su trasero con el único objetivo de humillarme. Aunque estaba indignado, no pude dejar de recrearme en la perfección de sus formas y bastante excitado, seguí sus pasos deseando que esa noche fuera la perdición de esa perra.
Al llegar al salón, Mr Goldsmisth estaba charlando amenamente con Martha. En cuanto nos vio entrar nos llamó a su lado y recreando la mirada en el busto de mi acompañante, la besó en la mejilla mientras su mano recorría disimuladamente su trasero. Mi cuñada comportándose como un putón desorejado, no solo se dejó hacer sino que, pegándose al viejo, alentó sus maniobras. Arthur, aleccionado por mí de lo zorra que era esa mujer, disfrutó como un enano manoseándola con descaro.  Cuando el maître avisó que la cena estaba lista, mi cuñada se colgó del brazo de nuestro jefe y alegremente, dejó que la sentara a su lado.
Aprovechando que iban delante, Martha susurró en mi oído:
-No sabía que esa guarra estaba tan buena. ¡Será un placer ayudarte!
Sonreí al escucharla y un poco más tranquilo, ocupé mi lugar. Con Nuria a la izquierda y la rubia a la derecha, afronté uno de los mayores retos de mi vida porque del resultado de esa velada, iba a depender si al volver a Madrid siguiera teniendo un matrimonio. Durante el banquete, mi superior se dejó querer por mi cuñada y preparando el camino, rellenó continuamente su copa con vino, de manera que ya en el segundo plato, observé que el alcohol estaba haciendo estragos en su mente.
“¡Está borracha!”, suspiré aliviado, al reparar que su lengua se trababa y que olvidándose que había público, Nuria aceptaba de buen grado que el viejo le estuviera acariciando la pierna por debajo del mantel.
Estábamos todavía en el postre cuando dirigiéndose a mí, Arthur preguntó si le acompañábamos después de cenar a tomar una copa en su yate. Haciéndome de rogar, le dije que estaba un poco cansado. En ese momento, Nuria me pegó una patada y haciéndome una seña, exigió que la acompañara hasta el baño.  Al salir del salón, me cogió por banda y con tono duro, me dijo:
-¿A qué coño juegas? No pienso dejar que eches a perder esta oportunidad. Ahora mismo, vas y le dices a ese anciano que lo has pensado mejor y que por supuesto aceptas la invitación.
Cerrando el nudo alrededor de su cuello, protesté diciendo:
-Pero, ¡Eres tonta o qué! Si voy de sujeta-velas, lo único que haré es estorbar.
 Asumiendo que tenía razón, lo pensó mejor y no queriendo que mi presencia coartara sus deseos, me soltó:
-¡Llévate a la rubia que tienes al lado!
Tuve que retener la carcajada de mi garganta y poniendo cara de circunstancias, cedí a sus requerimientos y volviendo a la mesa, cumplí su orden. Arthur me guiñó un ojo y despidiéndose de los demás, nos citó en diez minutos en el embarcadero del hotel. El yate del presidente resultó ser una enorme embarcación de veinte metros de eslora y decorada con un lujo tal que al verse dentro de ella, la zorra de mi cuñada creyó cumplidas sus fantasías de poder y riqueza.
El viejo que tenía muchos tiros dados a lo largo de su dilatada vida, nos llevó hasta un enorme salón y allí, puso música lenta antes de preguntarnos si abría una botella de champagne. No os podéis imaginar mi descojone cuando sirviendo cuatro copas, Arthur levantó la suya, diciendo:
-¡Porqué esta noche sea larga y divertida!
Nuria sin saber lo que se avecinaba y creyéndose ya la directora para España de la compañía, soltó una carcajada mientras se colocaba las tetas con sus manos. Conociéndola como la conocía, no me quedó duda alguna que en ese momento, tenía el chocho encharcado suponiendo que el viejo no tardaría en caer entre sus brazos.
Martha, más acostumbrada que ella a los gustos de su jefe, se puso a bailar de manera sensual. Mi cuñada se quedó alucinada de que esa alta ejecutiva, sin cortarse un pelo y siguiendo el ritmo de la música, se empezara a acariciar los pechos mirándonos al resto con cara de lujuria. Pero entonces, quizás temiendo competencia, decidió que no iba a dejar a la rubia que se quedara con el viejo e imitándola, comenzó a bailar de una forma aún más provocativa.
El presi, azuzando la actuación de ambas mujeres, aplaudió cada uno de sus movimientos mientras no dejaba de rellenar sus copas. El ambiente se caldeó aún más cuando Martha decidió que había llegado el momento y cogiendo a mi  cuñada de la cintura, empezó a bailar pegándose a ella.  Mi cuñada que en un primer momento se había mostrado poco receptiva con los arrumacos lésbicos de la inglesa, al ver la reacción del anciano que, sin quitarle el ojo de encima, pidió más acción, decidió que era un trago que podría sobrellevar.
Incrementando el morbo del baile, no dudó en empezar a acariciar los pechos de la rubia mientras pegaba su pubis contra el de su partenaire. Confieso que me sorprendió su actuación y más cuando Martha respondiendo a sus mimos, le levantó la falda y sin importarla que estuviéramos mirando, le masajeó el culo. Para entonces, Arthur ya estaba como una moto y con lujuria en su voz, les prometió un aumento de sueldo si le complacían. Aunque el verdadero objetivo de Nuria no era otro que un salto en el escalafón de la empresa, decidió que por ahora eso le bastaba y buscando complacer a su jefe, deslizó los tirantes de la rubia, dejando al aire sus poderosos atributos.
Mi amiga, más ducha que ella en esas artes, no solo le bajó la parte de arriba del vestido sino que agachando la cabeza, cogió uno de sus pechos en la mano y empezó a mamar de sus pezones. Sin todavía creer que mis planes se fueran cumpliendo a rajatabla, fui testigo de sus gemidos cuando la inglesa la terminó de quitar el traje sin dejar de chupar sus pechos. Ni que decir tiene que para entonces, estaba excitado y que bajo mi pantalón, mi pene me pedía acción pero decidiendo darle tiempo al tiempo, esperé que los acontecimientos se precipitaran antes de entrar en acción.
No sé si fue el morbo de ser observada por mí o la promesa de la recompensa pero lo cierto es que Nuria dominada por una pasión hasta entonces inimaginable, dejó que la rubia la tumbara y ya en el suelo, le quitara por fin el tanga. Confieso que al disfrutar por vez primera de su cuerpo totalmente desnudo y confirmar que esa guarra no solo tenía unas tetas de ensueño sino que su entrepierna lucía un chocho completamente depilado, estuve a punto de lanzarme sobre ella. Afortunadamente, Martha se me adelantó y separando sus rodillas, hundió su cara en esa maravilla.
Sabiendo que no iba a tener otra oportunidad, coloqué mi móvil en una mesilla y ajustando la cámara empecé a grabar los sucesos que ocurrieron en esa habitación para tener un arma con la que liberarme de su acoso. Dejando que mi iphone perpetuara ese momento solo, volví al lado del americano y junto a él, fui testigo de cómo la rubia consiguió que mi cuñada llegara al orgasmo mientras le comía el coño. Nunca supuse que Nuria,  al hacerlo se pusiera a pegar gritos y que berreando como una puta, le pidiera más. Martha concediéndole su deseo metió un par de dedos en su vulva y sin dejar de mordisquear el clítoris de mi cuñada, empezó a follársela con la mano.
Uniendo un clímax con otro, la hermana de mi esposa disfrutó de sus caricias con una pasión que me hizo comprender que no era la primera vez que compartía algo así con otra mujer. Mi jefe contagiado por esa escena, se bajó la bragueta y cogiendo su pene entre las manos, se empezó a pajear. En un momento dado, mi cuñada se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y saliéndose del abrazo de Martha gateó hasta la silla del anciano y poniendo cara de puta, preguntó si le podía ayudar.
 Pero entonces, Arthur me señaló a mí y sin importarle el parentesco que nos unía, le soltó:
-Sí, me apetece ver como se la mamas a Manuel.
Sorprendida por tamaña petición, me miró con los ojos abiertos implorando mi ayuda pero entonces sin compadecerme de ella, puse una sonrisa y sacando mi miembro de su encierro, lo puse a su disposición. Nuria, incapaz de reusar cumplir el mandato del anciano y echando humo por la humillación, se acercó a mi silla se apoderó de mi extensión casi llorando.  Mi pene le quedaba a la altura de su boca y sin mediar palabra abrió sus labios, se lo introdujo en la boca. No pudiendo soportar la vergüenza, cerró los ojos, suponiendo que el hecho de no ver disminuiría la humillación del momento.
-Abre los ojos ¡Puta! Quiero que veas que es a mí, a quién chupas-, le exigí.
De sus ojos, dos lágrimas de ignominia brotaron mientras su lengua se apoderaba de mi sexo. De mi interior salieron unas gotas pre-seminales, las cuales fueron sin deseo, mecánicamente recogidas por ella. No satisfecho en absoluto, forcé su cabeza con mis manos y mientras hundía mi pene en su garganta, nuestro jefe incrementó su vergüenza diciendo:
-Tenías razón al decirme que esta perra tenía un cuerpo de locura pero nunca me imaginé que además fuera tan puta.
Intentando que el trago se pasara enseguida, mi cuñada aceleró sus maniobras y usando la boca como si de su coño se tratase, metió y sacó mi miembro con una velocidad pasmosa. Sobre excitado como estaba, no tardé en derramar mi simiente en su garganta y dueño de la situación, le exigí que se la tragara toda. Indignada por mi trato, se intentó rebelar pero entonces acudiendo en mi ayuda, Martha presionando su cabeza contra mi entrepierna le obligó a cumplir con mi exigencia. Una vez, había limpiado los restos de esperma de mi sexo, me levanté de la silla y poniéndome la ropa, me despedí de mi jefe dejándola a ella tumbada en el suelo, llorando.
Antes de irme, recogí mi móvil y preguntando a Martha si me acompañaba, salí con ella de regreso al hotel. Ya en mi habitación, la rubia y yo dimos rienda suelta a nuestra atracción y durante toda la noche, no paramos de follar descojonados por la desgracia de mi cuñada.
 
Rompo el culo a mi cuñada en una playa nudista.
 
A la mañana siguiente, Martha tenía que exponer en la convención y por eso nada más despertarnos, me dejó solo. Sin ganas de tragarme ese coñazo y sabiendo que mi jefe disculparía mi ausencia, cogí una toalla y con un periódico bajo el brazo, me fui a una playa cercana, la del hotel Hidden Beach. Ya en ella, me percaté que era nudista y obviando el asunto, me desnudé y me puse a tomar el sol. Al cabo de dos horas, me había acabado el diario y aburrido decidí iniciar mi venganza. Cogiendo el móvil envié a mi cuñada el video de la noche anterior, tras lo cual me metí al mar a darme un chapuzón. Al volver a la toalla, tal y como había previsto, tenía media docena de llamadas de mi cuñada.
Al devolverle la llamada, Nuria me pidió angustiada que teníamos que hablar. Sin explicarle nada, le dije que estaba en esa playa. La mujer estaba tan desesperada que me rogó que la esperase allí. Muerto de risa, usé el cuarto de hora que tardó en llegar para planear mis siguientes movimientos.
Reconozco que disfruté de antemano su entrega y por eso cuando la vi aparecer ya estaba caliente. Al llegar a mi lado, no hizo mención alguna a que estuviese en pelotas y sentándose en la arena, intentó disculpar su comportamiento echándole la culpa al alcohol. En silencio, esperé que me implorara que no hiciera uso del video que le había mandado. Entonces y solo entonces, señalándole la naturaleza de la playa, le exigí que se desnudara. Mi cuñada recibió mis palabras como una ofensa y negándose de plano, me dijo que no le parecía apropiado porque era mi cuñada.
Soltando una carcajada, usé todo el desprecio que pude, para soltarle:
-Eso no te importó anoche mientras me hacía esa mamada.
Helada al recordar lo ocurrido, comprendió que el sujeto de sus chantajes durante años la tenía en sus manos y sin poder negarse se empezó a desnudar. Sentándome en la toalla, me la quedé mirando mientras lo hacía y magnificando su vergüenza, alabé sus pechos y pezones cuando dejó caer su vestido.
-Por favor, Manuel. ¡No me hagas hacerlo!- me pidió entre lágrimas al ser consciente de mis intenciones.
-Quiero ver de cerca ese chochito que tan gustosamente le diste a Martha- respondí disfrutando de mi dominio.
Sumida en el llanto, se quitó el tanga y quedándose de pie, tapó su desnudez con sus manos.
-No creo que a tu hermana, le alegre verte mamando de mi polla.
Nuria, al asimilar la amenaza implícita que llevaban mis palabras, dejó caer sus manos y con el rubor decorando sus mejillas, disfruté de su cuerpo sin que nada evitara mi examen. Teniéndola así, me recreé  contemplando sus enormes tetas y bajando por su dorso, me maravilló contemplar nuevamente su sexo. El pequeño triangulo de pelos que decoraba su vulva, era una tentación imposible de soportar y por eso alzando la voz, le dije:
-¿Qué esperas? ¡Puta! ¡Acércate!.
Luchando contra sus prejuicios se mantuvo quieta. Entonces al ser consciente de la pelea de su interior y forzando su claudicación, cogí el teléfono y llamé a mi esposa. No os podéis imaginar su cara cuando al contestar del otro lado, saludé a Inés diciendo:
-Hola preciosa, ¿Cómo estás?… Yo bien, en la playa con tu hermana – y tapando durante un instante el auricular, pregunté a esa zorra si quería que qué le contara lo de la noche anterior, tras lo cual y volviendo a la llamada, proseguí con la plática –Sí cariño, hace mucho calor pero espera que Nuria quiere enseñarme algo…
La aludida, acojonada porque le revelase lo ocurrido, puso su sexo a escasos centímetros de mi cara. Satisfecho por su sumisión, lo olisqueé como aperitivo al banquete que me iba a dar después. Su olor dulzón se impregnó en mis papilas y rebotando entre mis piernas, mi pene se alzó mostrando su conformidad. Justo en ese momento, Inés quiso que le pasase a su hermana y por eso le di el móvil. Asustada hasta decir basta, Nuria contestó el saludo de mi mujer justo a la vez que sintió cómo uno de mis dedos se introducía en su sexo.
La zorra de mi cuñada tuvo que morderse los labios para evitar el grito que surgía de su garganta y con la respiración entrecortada, fue contestando a las preguntas de su pariente mientras mis yemas jugueteaban con su clítoris.
-Sí, no te preocupes- escuché que decía –Manuel se está portando como un caballero y no tengo queja de él.
Esa mentira y la humedad que envolvía ya mis dedos, me rebelaron su completa rendición. Afianzando mi dominio, me levanté y sin dejar de pajear su entrepierna, llevé una mano a sus pechos y con saña, me dediqué a pellizcarlos.  Nuria al sentir la presión a la que tenía sometida a sus pezones, involuntariamente cerró las piernas y no pudiendo continuar hablando colgó el teléfono. Cuando lo hizo, pensé que iba a huir de mi lado pero, contrariamente a ello, se quedó quieta  sin quejarse.
-¡Guarra! ¿Te gusta que te trate así?
Pegando un grito, lo negó pero su coño empapado de deseo la traicionó y acelerando la velocidad de las yemas que te tenía entre sus piernas, la seguí calentando mientras la insultaba de viva voz. Su primer gemido no se hizo esperar y desolada por que hubiera descubierto que estaba excitada, se dejó tumbar en la toalla.
Aprovechándome de que no había nadie más en la playa, me tumbé a su lado y durante unos minutos me dediqué a masturbarla mientras le decía que era una puta. Dominada por la excitación, no solo dejó que lo hiciera sino que con una entrega total, empezó a berrear de placer al sentir como su cuerpo reaccionaba. No tardé en notar que estaba a punto de correrse y comprendiendo que esa batalla la tenía que ganar, me agaché entre sus piernas mientras le decía:
-He deseado follarte, zorra, desde hace años y te puedo asegurar que antes que acabe este día habré estrenado todos tus agujeros.
Mis palabras la terminaron de derrotar y antes de que mi lengua recorriera su clítoris, Nuria ya estaba dando alaridos de deseo e involuntariamente, separó sus rodillas para facilitar mi incursión. Su sabor azuzó aún más si cabe mi lujuria y separando los hinchados pliegues del sexo que tenía enfrente, me dediqué a comérmelo mientras mi víctima se derretía sin remedio.  Su orgasmo fue casi inmediato y derramando su flujo sobre la toalla, la hermana de mi mujer me rogó entre lágrimas que no parara. Con el objeto de conseguir su completa sumisión, mordisqueé su botón mientras mis dedos se introducían una y otra vez en su interior.
Ya convertida en un volcán a punto de estallar, Nuria me pidió que la tomara sin darse cuenta de lo que significaban sus palabras.
-¿Qué has dicho?
Avergonzada pero necesitada de mi polla, no solo me gritó que la usase a mi gusto sino que poniéndose a cuatro patas, dijo con voz entrecortada por su pasión:
-Fóllame, ¡Lo necesito!
Lo que nunca se había imaginado ese zorrón fue que dándole un azote en su trasero, le pidiese que me mostrara su entrada trasera. Aterrorizada, me explico que su culo era virgen pero ante mi insistencia no pudo más que separarse las nalgas. Verla separándose los glúteos con sus manos mientras me rogaba que no tomara posesión de su ano, fue demasiado para mí y como un autómata, me agaché y sacando la lengua empecé a recorrer los bordes de su esfínter mientras acariciaba su clítoris con mi mano. Ilusionado comprobé que mi cuñada no me había mentido porque su entrada trasera estaba incólume. El saber que nadie la había hoyado ese rosado agujero me dio alas  y recogiendo parte del flujo que anegaba su sexo, fui untando con ese líquido viscoso su ano.
-¡Me encanta!- chilló al sentir que uno de mis dedos se abría paso y reptando por la toalla, apoyó su cabeza en la arena mientras levantaba su trasero. 
La nueva posición me permitió observar con tranquilidad que los muslos de la mujer temblaban cada vez que introducía mi falange en su interior y ya más seguro de mí mismo, decidí dar otro paso y dándole otro azote, metí las yemas de dos dedos dentro de su orificio.
-Ahhhh- gritó mordiéndose el labio. 
Su gemido fue un aviso de que tenía que tener cuidado y por eso volví a lubricar su ano mientras esperaba a que se relajase. La morena moviendo sus caderas me informó, sin querer, que estaba dispuesta. Esta vez, tuve cuidado y moviendo mis dedos alrededor de su cerrado músculo, fui dilatándolo mientras que con la otra mano, la empezaba a masturbar. 
-¡No puede ser!- aulló al sentir sus dos entradas siendo objeto de mi caricias.
Venciendo sus anteriores reparos, mi cuñadita se llevó las manos a sus pechos y pellizcando sus pezones, buscó agrandar su excitación. Increíblemente al terminar de meter los dos dedos, se corrió sonoramente mientras su cuerpo convulsionaba bajo el sol de esa mañana. Sin dejarla reposar, embadurné mi órgano con su flujo y poniéndome detrás de ella, llevé mi glande ante su entrada: 
-¿Estás lista?- pregunté mientras jugueteaba con su esfínter. 
Ni siquiera esperó a que terminara de hablar y tomando por primera vez la iniciativa,  llevó su cuerpo hacia atrás y lentamente fue metiéndoselo. La parsimonia con la que se empaló, me permitió sentir cada rugosidad de su ano apartándose ante el avance de mi miembro. Sin gritar pero con un rictus de dolor en su cara, prosiguió con su labor hasta que sintió la base de mi pene chocando con su culo y entonces y solo entonces, se permitió quejarse del sufrimiento que estaba experimentado.
-¡Cómo duele!- exclamó cayendo rendida sobre la toalla.
Venciendo las ganas que tenía de empezar a disfrutar de semejante culo, esperé que se acostumbrara a tenerlo dentro y para que no se enfriara el ardor de la muchacha, aceleré mis caricias sobre su clítoris. Pegando un nuevo berrido, Nuria me informó que se había relajado y levantando su cara de la arena, me rogó que comenzara a cabalgarla. 
Su expresión de genuino deseo no solo me convenció que había conseguido mi objetivo sino que me reveló que a partir de ese día esa puta estaría a mi entera disposición. Haciendo uso de mi nueva posesión, fui con tranquilidad extrayendo mi sexo de su interior y cuando casi había terminado de sacarlo, el putón en el que se había convertido mi cuñada, con un movimiento de sus caderas, se lo volvió a introducir. A partir de ese momento, Nuria y yo dimos  inicio a un juego por el cual yo intentaba recuperarlo y ella lo impedía al volvérselo a embutir. Poco a poco, el ritmo con el que la daba por culo se fue acelerando, convirtiendo nuestro tranquilo trotar en un desbocado galope. Temiendo que en una de esas, mi pene se saliera y provocara un accidente, hizo que cogiera con mis manos sus enormes ubres para no descabalgar.
-¡Me encanta!- me confesó al experimentar que con la nueva postura mis penetraciones eran todavía más profundas.
-¡Serás puta!- contesté descojonado al oírla y estimulado por su entrega, le di un fuerte azote. 
-¡Que gusto!- gritó al sentir mi mano y comportándose como la guarra que era,  me imploró más. 
No tuvo que volver a decírmelo, alternando de una nalga a otra, le fui propinando sonoras cachetadas marcando el compás con el que la penetraba. El durísimo trato  la llevó al borde de la locura y ya  con su culo completamente rojo, empezó a estremecerse al sentir los síntomas de un orgasmo brutal. Fue impresionante ver a Nuria, temblando de placer mientras su garganta no dejaba de rogar que siguiera azotándola:
-¡No dejes de follarme!, ¡Por favor!- aulló al sentir que el gozo desgarraba su interior. 
Su actitud sumisa fue el acicate que me faltaba y cogiendo sus pezones entre mis dedos, los pellizqué con dureza mientras usaba su culo como frontón.  Pegando un alarido, perdió el control y moviendo sus caderas, se corrió.
Con la tarea ya hecha, decidí que era mi momento y concentrándome  en mi propio placer, forcé su esfínter al máximo con fieras cuchilladas de mi estoque. Desesperada, Nuria aulló pidiendo un descanso pero absorto por la lujuria, no le hice caso y seguí violando su intestino hasta que sentí que estaba a punto de correrme. Mi orgasmo fue total. Cada uno de los músculos de mi cuerpo se estremeció de placer mientras  mi pene vertía su simiente rellenando el estrecho conducto de la mujer.
Al terminar de eyacular, saqué mi pene de su culo y agotado, me tumbé a su lado. Mi cuñada entonces hizo algo insólito en ella, recibiéndome con los brazos abiertos, me besó mientras  no dejaba de agradecerme el haberla hecho sentir tanto placer y acurrucada en esa posición, se quedó dormida. La dejé descansar durante unos minutos durante los cuales, al rememorar lo ocurrido caí en la cuenta que aunque no era mi intención le había ayudado a desprenderse de los complejos que le habían maniatado desde niña.
“Esta zorra ha descubierto su faceta sumisa y ya no podrá desembarazarse de ella” pensé mientras la miraba.
¡Estaba preciosa! Su cara relajada demostraba que mi querida cuñadita por primera vez  era una mujer feliz. Temiendo que cogiese una insolación, la desperté y abriendo sus ojos, me miró con ternura mientras me preguntaba:
-¿Ahora qué?
Supe que con sus palabras quería saber si ahí acababa todo o por el contrario, esa playa era el inicio de una relación. Soltando una carcajada, le ayudé a levantarse y cogiéndola entre mis brazos, le dije:
-¡No pienso dejarte escapar!- 
Luciendo una sonrisa de oreja a oreja, me contestó:
-Vamos a darnos un baño rápido al hotel porque Mr. Goldsmith me ha pedido que te dijera que quiere verte esta tarde nuevamente en su yate.
-¿A mí solo?- pregunté con la mosca detrás de la oreja.
-No, también quiere que vayamos Martha y yo- y poniendo cara de no haber roto un plato, me confesó: -Por ella no te preocupes, antes de venir a la playa, se lo he explicado y está de acuerdo.
Ya completamente seguro de que esa zorra escondía algo, insistí:
-¿Sabes lo que quiere el viejo?
-Sí, te va a nombrar director para Europa y desea celebrar tu nombramiento…- contestó muerta de risa y tomando aire, prosiguió diciendo: -También piensa sugerirte que nos nombres a la rubia y a mí como responsables para el Reino Unido y España.
Solté una carcajada al comprobar que esa zorra, sabiendo que iba a ser su jefe, maniobró para darme la noticia y que su supuesta sumisión solo era un paso más en su carrera.  Sin importarme el motivo que tuviera, decidí que iba a abusar de mi puesto y cogiéndola de la cintura, volví junto con ella a mi habitación.

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/

 

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

 

Relato erótico: “Las costumbres de mi novio 3” (POR MARQUESDUQUE)

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Después del sexo nos quedamos un rato besándonos.

-¿Somos lesbianas?- preguntó Ana al fin. No puede evitar soltar una risa sonora.

-¿Qué ya no te gustan los chicos? ¿No te gustan las pollas, no quieres que te la metan nunca más?

-Bueno, yo…- titubeó ella, ante lo que me reí de nuevo

-No cielo, no somos lesbianas, solo buenas amigas.

Aclarado este punto, que parecía preocupar a Ana, nos arreglamos, nos vestimos y fuimos a mi casa. No quería que Ana se quedase sola en ese estado, aunque parecía mucho mejor después del sexo, y le dije que se quedase a dormir conmigo. Miguel saludó a Ana con un beso en la mejilla y no tuvo inconveniente. Cenamos, vimos un poco la tele y nos acostamos pronto. Miguel se quedó en nuestra cama y yo me acomodé con Ana en la habitación de invitados.

-¿A Miguel no le importa?- preguntó, no sé si tanto en referencia a que se quedara solo en la habitación como al hecho de que ella y yo compartiéramos cama.

-Claro que no- la tranquilicé. Nos acurrucamos en la cama y nos besamos.

-¡Que majo!-dijo

-¿Así que al final sí que te gusta mi novio?- dije entre risas, haciéndole cosquillas y fingiendo indignación. Ella se retorcía intentando librarse de mis cosquillas y también se reía.

-Un poco- contestó al fin- Al principio me parecía rarito, pero ahora me pone cachonda. El día que nos hiciste besarnos mojé las bragas. Tal vez por eso me cabree tanto, porque tenías razón.

-No te preocupes- le dije- Mi ofrecimiento de aquella noche sigue vigente. Cuando te sientas preparada, puedes follártelo- le susurré al oído mientras mi mano se perdía entre sus piernas.

Al día siguiente se fue a comer con su familia pero regresó a cenar con nosotros. Durante la cena estuvo risueña y coqueta. Inevitablemente salió el tema del beso en la discoteca. “En realidad me gustó”, volvió a confesar delante de él. “Pues aprovecha y dale un morreo”, la provoqué yo. Algo ruborizada se acercó a él y lo besó tímidamente. Miguel aprovecho y sacó la lengua, cosa que ella aceptó. “Ahora uno a mí, que me pongo celosa” dije y la besé a ella yo también notando aun el sabor de mi novio en su boca. El resto de la cena estuvo haciendo piececitos con Miguel, cosa que observé complacida. Cuando acabamos nos tomamos un cubata para ponernos a tono. Luego nos sentamos en el sofá muy juntitos dejándola a ella en medio. Besé a Miguel delante de las narices de Ana, luego la besé a ella. Nuestras lenguas bailaron contentas acariciándose. Después se besaron Ana y Miguel de nuevo. El beso fue más largo, mordiéndose los labios, batallando las lenguas. Mientras yo la besaba en el cuello y en el hombro y le acariciaba la pierna, cada vez más cerca de las bragas, hasta que mi mano se tropezó con la de Miguel, que le acariciaba el otro muslo. Me levanté y me cambié de sitio, poniéndome al lado de mi novio. Él giró la cabeza y me morreó, olvidando a Ana por un instante. Luego la volvió a besar a ella y luego otra vez a mí. Nos estuvimos besando alternativamente un buen rato, mientras yo le metía mano al paquete, hasta que me apiadé de él y liberé su miembro a punto de estallar. Me agaché para chupársela mientras seguía morreándose con Ana. Me encantaba su polla y me encantaba chuparla, saborear ese pedazo de carne que me daba tanto placer. Ana me cogió suavemente del pelo y las dos nos besamos. Bebí de su boca la saliva de mi novio y ella probaría de la mía el sabor de su miembro. Volvimos a centrar nuestra atención en él y se la mamamos entre las dos. Pasábamos nuestras lenguas por su tronco, cada una por un lado, le lamiamos la punta, ella le chupaba los huevos y yo me la metía en la boca, luego cambiábamos. Antes de que Miguel pudiera correrse con este tratamiento, desnudé a Ana y la senté sobre mi macho. Su pene desapareció engullido por la ávida entrepierna de mi amiga. Ella gemía extasiada. La abracé por detrás y la besé en el cuello y le estiré los pezones con los dedos y juntas comenzamos el bamboleo, arriba y abajo, cabalgando a mi novio, a nuestro novio esa noche. Él se incorporó y la besó a ella, luego me besó a mí y abrazados los tres siguió follándola. Así tuvo ella su primer orgasmo, temblando como una ramita azotada por el viento entre nuestros brazos.

A penas le di unos segundos para recuperarse y la puse a cuatro patas delante de mí. Miguel la penetró hasta que sus nalgas chocaron contra su pelvis. Yo la acariciaba y la besaba. Mi chico fue de menos a más, acelerando la velocidad y la profundidad de sus embestidas podo a poco. Conocía ese tratamiento porque lo había usado muchas veces conmigo. Cuando la vi a punto de caramelo le froté el clítoris y Ana se derrumbó en un orgasmo intenso, largo, agotador, un orgasmo que parecía interminable. Miguel había llegado al paroxismo y se la follaba lo más fuerte que podía, deseando estallar dentro de ella, cosa que finalmente logró, entre gemidos y gritos de placer de ambos. “Gracias, gracias” murmuró ella abrazada a mí. “Gracias a ti cariño”, le contesté.

*******

Después de aquello follamos muchas veces, tanto las dos solas como con Miguel. Ana aprendió a comerme el coño y terminó siendo una experta. Me encantaba que me lo comiera mientras Miguel se la follaba. Se tumbaba bocarriba y yo me sentaba sobre su cara mientras mi chico se la metía. Como quedábamos cara a cara a veces nos besábamos.

También nos veíamos de vez en cuando con María y Julio. En cierta ocasión se los presenté a Ana. Sobra decir que terminamos en su casa intimando. María se fue con Ana, encantada de tener otra amiguita con la que jugar, y yo me quedé con los dos chicos. Comencé a besarme con uno y con otro mientras que con sus cuatro manos me toqueteaban por todo el cuerpo. Nos desnudamos despacio. Yo estaba encantada de tener tanta atención masculina solo para mí. Miguel se puso a chuparme una teta y Julio la otra. Giré la cabeza y pude ver a María comiéndole el coño a Ana. Me arrodillé y contemplé los penes que se alzaban ante mí. Los acaricié, los besé y me los metí en la boca, primero uno y después el otro. Eran dos buenos miembros, algo más largo el de Julio, pero más grueso el de Miguel. Los masturbé y se las chupé hasta que me cansé. Miguel tomó la iniciativa y me puso a cuatro patas. Me la metió con facilidad porque estaba muy excitada. Frente a mi cara seguía levantándose imponente la polla de Julio. Me la metí en la boca de nuevo u se la mamé al ritmo de las embestidas de mi novio. La nariz me rozaba con el vello púbico de Julio, frondoso y desarreglado, y me hacía cosquillas. De fondo podía oír los gemidos de Ana mientras María le daba el tratamiento que yo tan bien conocía. Imaginaba la lengua de María jugueteando con el clítoris de mi amiga, llevándola al paroxismo. Sus gritos, de hecho, indicaban que estaba alcanzándolo. Acelerada por el placer de mi mejor amiga y con el coño y la boca ocupados por sendos cipotes no pude resistir más y me corrí yo también.

Después del brutal orgasmo, me tumbé rendida en el suelo. Ana vino arrastrándose hasta mí y me abrazó. Ni los chicos ni María se habían corrido todavía así que se juntaron y comenzaron a hacerse carantoñas. La besaron los dos, comiéndole la boca alternativamente, mordiéndole los labios y el cuello, succionando su lengua y chuperreteándole el hombro. Luego bajaron a sus tetas y se las repartieron, como habían hecho con las mías minutos antes. Me estremecí al recordarlo. Ana, mientras, me acariciaba, acurrucada a mí. Como si tuvieran una coreografía ensayada, María se sentó sobre su marido y Miguel se puso tras ella. Anonadadas comprobamos como la polla de mi chico iba entrando en el culo de nuestra amiga, que ya alojaba la de Julio en su coño. Era obvio que ya lo habían hecho antes, aunque hiciera ya tiempo. No tuvieron que hablar, conservaban la memoria muscular o, si se quiere, sexual, y no tardaron en acoplarse. Antes de que nos diéramos cuenta María ya estaba ensartada por los dos machos que se movían, aun lentamente, pero a un ritmo ascendente. Ana deslizó sus dedos entre mis piernas y comenzó a besarme la nuca y el cuello. La doble penetración que se desarrollaba ante nuestros ojos continuaba brutal, magnífica, excitante. Me encantaría que me hicieran eso algún día, me susurro mi mejor amiga al oído, desmelenada. A mí también, confesé, y sentí un estimulo de placer al hacerlo, ayudado por sus sabias caricias. Los gemidos de María iban en ascenso, ya eran gritos, que temí, alarmasen a los vecinos. El sonido de los miembros masculinos taladrando sus dos agujeros completaba la sinfonía y el olor a sexo invadía la habitación. Ana y yo seguíamos con la mirada clavada en el espectáculo, en los tres cuerpos jadeantes. Los chicos cada vez la follaban más fuerte y María parecía volverse loca de placer. Me pregunte si le dolería, sobre todo por detrás, pero su actitud denotaba que estaba disfrutando, así que debía ser que no, o no lo suficiente como para estropearle el placer. Finalmente los tres se corrieron. Primero Miguel empezó a acelerar sus movimientos llevándolos al paroxismo hasta que quedó desplomado sobre María. Esta comenzó a dar muestras de un ruidoso orgasmo mientras mi chico la taladraba, orgasmo que se prologó en el tiempo mientras Julio terminaba también. Ana me acarició con destreza y me corrí por segunda vez entre sus dedos. Giré el cuello y la besé para agradecérselo.

*******

Después de aquello volvimos a nuestra rutina normal. Ocasionalmente quedábamos con Ana o con Julio y María, incluso se que ellos quedaron alguna vez para hacer un trío, pero nuestra vida social se diversificó poco a poco. Tras unos meses Ana comenzó a salir con un chico y dejamos de verla íntimamente. A veces quedábamos con Mario, el hermano de Miguel, que seguía solo, en opinión de su hermano, porque no había superado la ruptura con Rita, la hermana de María, y la seguía echando de menos.

A lo largo de esos meses Miguel y yo habíamos estado practicando la penetración anal. Antes nunca lo habíamos hecho por ahí, pero desde que vi a María ensartada por mi chico y su marido me había apetecido probarlo. Cuando Miguel me desvirgó por detrás me dolió un poco, pero cada vez que lo hacíamos el dolor era menor y el placer más intenso.

Cierto día Mario llamó a Miguel deprimido. Había quedado con Rita y habían echado un polvo. Después, ella había vuelto con su amante lesbiana y él, que se había hecho ilusiones, se había quedado muy jodido. Por lo que me había contado Miguel no era la primera vez que ocurría. Me daban ganas de pedirle a María, con la que tenía confianza, que hablara con su hermana y le rogara que por favor dejase de jugar así con Mario, pero entendía que no era asunto mío y que no debía entrometerme, todos eran adultos en esa historia. Pero Mario me daba tanta pena, con su aspecto de amante romántico despechado, como un joven Werther de nuestros días…

Conocí a Mario al poco de salir con Miguel. Me pareció guapo, pero no tuve con él ningún pensamiento lascivo. Mis fantasías sexuales en aquella época eran bastante más convencionales. Cuando nuestra vida erótica se hizo más liberal, por así decirlo, y Miguel me empezó a contar historias calientes en las que participaba su hermano, sus intercambios de parejas, sus orgias y demás extravagancias sexuales, le empecé a mirar de otro modo. Lo que me ponía cachonda, sin embargo, era más el concepto de su hermano que la persona en sí, más las historias sobre él, que su aspecto físico o su personalidad. Sin embargo, cuando lo veía sufriendo por amor, con esa figura de héroe trágico, mojaba las bragas.

Aconseje a Miguel que invitara a Mario a cenar, para tratar de consolarlo y, sobre todo, para que no estuviera solo. Cuando llegó le abracé fuerte y mis tetas se clavaron en su pecho. Él me dio un beso en la mejilla, muy cerca de los labios. Primero hablamos de sus problemas, de lo que sentía por Rita y de sus decepciones. Miguel le aconsejó que se olvidara de ella o, cuanto menos, que asumiera que aquello se acabó por una buena razón, como él había asumido la ruptura con Sofía. Luego, para relajar el ambiente les pedí que me contaran anécdotas sexuales en las que ambos estuvieran envueltos. A esas alturas Miguel ya me las había contado prácticamente todas, pero quería volver a oírlas, en especial de labios de Mario. Al principio andaban un poco tímidos, pero a medida que avanzaba la noche y caían los cubatas se fueron soltando. En un momento dado estaban contando un trío con Rita en el que le hicieron una doble penetración, como la que había visto de Julio y Miguel con María. “¡Que envidia!”, dije sin poder contenerme. “¿Es una invitación?”, respondió en seguida Mario y los tres reímos. “Mira que te tomo la palabra”, añadió Miguel. “Pues cuando quieras y con permiso de mi hermano yo estoy a tu disposición”, continuó la broma Mario. Estábamos de risas y pasándolo bien, pero yo me estaba acalorando. Mario, por su parte, parecía que ya no se acordaba de Rita y que no estaba tan deprimido, incluso volvía a reír de nuevo.

-¿Y cuál fue la primera vez que os follasteis a una chica a dúo?- pregunté excitada. En seguida pude ver la cara de disgusto de Miguel antes de que Mario contestara.

-Fue con Rita.

-Lo siento cariño, no quería recordártela- y al decir esto le cogí la mano y le di un beso en la mejilla. Cuando le solté la mano, él la dejó caer sobre mi rodilla y yo no la retiré.

-Tranquila- dijo él- La verdad es que fue todo muy natural, ya habíamos hecho intercambios de parejas, así que un día que nos fuimos de fiesta los tres porque la novia de este estaba demasiado mayor para seguirnos el ritmo.

-¡Eh, no te metas con ella!- protestó Miguel- Bien que te la follabas cuando tenias ocasión.

-Al volver de la disco con unas copas- prosiguió Mario ignorando a su hermano- Rita me besó a mí, luego a él y terminamos en la cama los tres.

-¿Y todo por un besito?- dije yo dándole a Mario un piquito. Mis labios a penas rozaron los suyos, pero eso ya sirvió para ponerme a mil- ¿Así?

-No- respondió Miguel- Más bien así- y me calzó un morreo brutal, paseando su lengua por mi boca. Eso terminó de humedecerme.

-Vamos al sofá, para ponernos cómodos- dije, porque aun estábamos sentados a la mesa y la mano de Mario había estado avanzando por mi muslo y ya estaba muy cerca de mis bragas.

-Esto me recuerda a la primera vez que hicimos un trío con Sofía, la primera novia de Miguel- dijo cuando no sentamos- Ella se colocó en el centro del sofá, como tú ahora, y abrió los brazos para que cada uno nos pusiéramos a un lado.

Inmediatamente hice lo mismo y los dos me abrazaron y me besaron cada uno una mejilla, lo que me estremeció. Giré la cabeza hacia mi novio y nos besamos apasionadamente. Nuestras lenguas se acariciaron y sorbí un poco de su saliva. Lentamente, giré el cuello hacia el otro lado en el que su hermano esperaba mi atención. Miré de reojo un momento a Miguel como buscando su aprobación. De lo que hiciera en ese momento dependía el resto de la noche y, tal vez, de muchas noches más. Mario me miraba a los ojos con los labios entreabiertos, pero no se atrevía a dar el primer paso. Fui yo quien acerqué mis labios a los suyos y, con la mano que le acariciaba el pelo, lo atraje hacia mí. Oh, qué bien besaba. Recordaba a la técnica de su hermano pero con mayor firmeza y seguridad. Su mano había entrado en mis bragas y dibujaba círculos con los dedos índice y corazón en mi clítoris. Volví a besar a Miguel y luego otra vez a Mario. Mientras lo hacía, Miguel me mordió la oreja como sabía que me gustaba. Le morreé entonces a él y su hermano aprovechó para besarme el cuello. Estaba claro que sabían trabajar en equipo. Me quitaron la ropa despacio y me besaron los pechos. Allí estaba yo, con un hermano mamando de cada teta, como una madre magnánima. Los dedos de Mario entre mis piernas, que ya me masturbaban sin disimulo, y las bocas de ambos atrapando mis pezones, me pusieron al borde del orgasmo. Sin poder aguantar más le baje la bragueta al hermano de mi chico, le saqué la polla, que asomó firme y dispuesta, e hice ademán de sentarme sobre ella, pero él me detuvo.

-Las reglas son que el novio es el primero en metérsela.

-Ah, ¿pero hay reglas?- respondí balbuceante.

-Unas normas de cortesía que adoptamos consuetudinariamente- intervino Miguel colocándose detrás de mí. Contrariada miré el miembro que se me negaba, lo acaricié, lo meneé y, finalmente me lo metí en la boca, ya que entre las piernas aun no podía.

Miguel acudió en mi auxilio, me colocó a cuatro patas y me la metió mientras yo seguía chupándosela a su hermano. Empezó dándome duro desde el principio, pero estaba tan mojada que lo agradecí. No me era fácil mamársela a su hermano con las embestidas con las que mi chico me obsequiaba, pero lo hice lo mejor que pude. Tras unos minutos supuse la cortesía cumplida y desencajándome de Miguel me arrastré sinuosa hasta Mario y, esta vez sí, introduje su polla en mi coño húmedo y anhelante. Fue maravilloso sentirla dentro, por fin, pero no me moví, sino que puse el culo en pompa y miré a Miguel, que entendió en seguida lo que quería y se acercó a mi cultito. Al ser doblemente penetrada casi pierdo la respiración. A mi chico le costó un poco más que de costumbre metérmela por el culo, pero lo hizo con algo de esfuerzo. Me sentía llena, inmóvil, dolorida, pero rebosante de satisfacción. Fueron ellos los que se movieron por mí. Al principio despacio. Mario me agarraba la teta izquierda y Miguel la derecha, Mario me besaba en el cuello y Miguel en la nuca. Cuando ambos me metieron la lengua en la boca fue brutal. Sus penes apenas estaban separados por las paredes de mi vagina y mi ano y podía sentir sus movimientos pujantes, su competencia por estar más dentro de mí. Poco a poco fueron acelerando sus movimientos. Comencé a tener un orgasmo intenso y prolongado. Miguel sintió venirse y comenzó a embestirme con fuerza, como nunca lo había hecho cuando me daba por detrás. No parecía que nada pudiera detenerle. En el momento cumbre me mordió el hombro y se vació en mí. Unas sacudidas después su hermano inundó mi vagina mientras nos besábamos, mientras nos comíamos las bocas como posesos. Me tumbé en el sofá desfallecida y Miguel me besó tiernamente.

Relato erótico: “Di por culo a la puta de mi cuñada en una playa 2” (POR GOLFO)

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Esa tarde habíamos quedado con Mr. Goldsmith, el gran jefe de la empresa farmacéutica donde trabajábamos tanto mi cuñada Nuria como yo. El motivo de la reunión era doble: Por una parte, el viejo quería repetir la orgía de la noche anterior en la que obligó a la hermana de mi mujer a hacerme una mamada, pero por otra era, quería comunicarme mi ascenso.
Para los que no hayáis leído mi relato anterior,  la zorra de mi cuñada había caído en su propia trampa. Sabiendo de la amistad que D. Arthur tenía conmigo, me obligó a presentárselo sin saber que ese anciano era un auténtico voyeur, disfrutaba de sobre manera mirando mientras otros follaban.  Sin saber dónde se metía, insistió en acompañarme cuando el jefe me invitó a tomar una copa en su yate y allí, la situación le sobrepasó:
Su idea era acostarse con él pero las circunstancias la obligaron primero a tener sexo con otra mujer y luego a mamarme el miembro mientras el puto viejo la miraba. Gracias a ello, no solo pude liberarme de su chantaje sino que grabándola con el móvil, se convirtió ella en la victima. Esta mañana, le hice saber que tenía ese video y la guarra de ella no pudo evitar que le estrenara ese culo con el que tantas noches había soñado en la playa.
Curiosamente, disfrutó de sobre manera del sexo anal y por eso mientras hacía  tiempo para que  llegase el momento de recogerla en su habitación, no pude más que rememorar en mi mente lo ocurrido. Aunque me constaba que la sumisión mostrada por esa zorra del demonio era en gran parte ficticia y que si tenía la oportunidad de joderme la vida, lo haría sin pestañear, decidí  hacer buen uso de ella mientras pudiera. Por eso antes de pasar por ella decidí pasar a un sex-shop a comprar una serie de artilugios con los que disfrutar tanto de ella, como de Martha, la inglesita que iba a acompañarnos.
Conociendo como conocía a Mr. Goldsmith, no me quedaba duda alguna que el jueguecito que le tenía preparado sería de su gusto. Ese yanqui era un pervertido de libro y en cuanto se enterara del papel que tendrían que desempeñar esas dos mujeres, no solo se mostraría de acuerdo sino que colaboraría para que se llevara a cabo. Por otro lado, Martha tampoco me daría problemas porque esa rubia era un hembra insaciable desde el punto de vista sexual que siempre había disfrutado, como una cerda, de mis más locas ocurrencias. Respecto a Nuria, me la sudaba lo que pensara. Con esa grabación en mis manos, no podría negarse y por eso   tenía seguridad en el éxito de mi plan.

Como todavía me quedaba dos horas, decidí ir al área de relax del hotel. Gracias a que era un establecimiento de máximo lujo, esa zona estaba compuesta de sauna, jacuzzi y demás instalaciones pensadas para el confort de sus huéspedes. Os juro que cuando tomé la decisión de ir, lo hice pensando en que me vendría bien un poco de calor para sudar el alcohol de la noche anterior pero nunca supuse lo que la suerte me tenía reservada.

Ya desnudo y con una toalla alrededor de mi cuerpo, me metí en la sauna. No llevaba ni cinco minutos, soportando la sana tortura de ese calor artificial cuando vi entrar en la misma a Hilda, una alemana de la delegación de Berlín. Conocía a esa mujer desde hacía años pero apenas habíamos hablado durante todo ese tiempo. Tampoco había hecho ningún intento por mi parte porque, aunque era una mujer mona, sus casi dos metros me coartaban bastante.  Contrariamente a la lógica, cuando vio que había otra persona en ese cubículo y que para colmo el susodicho no era otro más que yo, en vez de retirarse discretamente, me sonrió y obviando nuestra vestimenta, se sentó en la tarima de enfrente y me saludó, diciendo:
-Felicidades Manuel.
Al oírla comprendí que la noticia de mi  nombramiento, aunque seguía sin ser oficial, era vox populi y haciéndome el inocente, le pregunté a qué se refería. Mi contertulia ya debía saber que yo iba a ser su superior porque poniendo una voz dulce, me respondió:
-Ya me he enterado de que te han nombrado director para Europa y quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que necesites.
Aunque sus palabras eran corteses, su tono escondía una sensualidad, teñida de sumisión, que no me pasó inadvertida. Alucinado por la actitud de semejante mastodonte, decidí ir con paso cauto no fuera a ser que antes de ser nombrado ya tuviese mi primer incidente con una subordinada. Por eso, adoptando un gesto serio, se lo agradecí sin más y me puse a pensar en los pasos que tendría que dar esa misma tarde.
La teutona viendo mi reacción y quizás intentado que diera el siguiente paso, dejó caer por su cuerpo la toalla en la que estaba envuelta, permitiendo que sus enormes pechos quedaran a la vista. Os reconozco que la muy puta consiguió fijar mi atención porque jamás en mi vida había visto unos pitones semejantes. Haciendo un cálculo estimado, pensé:
“¡Deben de pesar al menos cinco kilos cada uno!”

A pesar de que claramente estaba recorriendo su anatomía con la mirada, Hilda no se tapó sino que incluso alegando el calor que hacía cogió agua de un recipiente y se empezó a untar con ella las tetas. El tamaño de sus areolas iba en concordancia con el resto de sus pechos y aunque sea difícil de creer, estimé que al menos debían medir ocho centímetros de diámetro.
“¡Menudos pezonacos!” exclamé mentalmente mientras pensaba en cómo sería mamar de las ubres de esa vaca lechera.
La alemana, sabiéndose observada, no se cortó un pelo y cogiendo uno de sus pezones, lo pellizcó mientras me preguntaba:
-¿Tiene algo que hacer esta noche? Me gustaría salir a celebrar tu ascenso.
Os podréis imaginar mi cara al escuchar de los labios de esa mujer una insinuación tan evidente. Siendo apetecible su sugerencia, ¡Había quedado!. Por eso casi tartamudeando de puro nerviosismo, me disculpé con ella aduciendo una cita anterior. La rubia escuchó mi excusa con manifiesto desagrado pero sin dar su brazo a torcer, me dijo:
-Aquí hace mucho calor, ¿Te apetece que vayamos al jacuzzi?- tras lo cual dejando la toalla en su asiento se levantó completamente en pelotas.
“¡La madre! ¡Está bien buena!”, tuve que aceptar al comprobar que aún siendo enorme esa mujer estaba perfectamente proporcionada pero sobre todo al admirar que su enorme culo cuando dándose la vuelta, abrió la puerta de la sauna.
-¿Vienes?- preguntó con un tono tal que no me pude negar.
Sin darme cuenta de que mi pene se había rebelado, me levanté de mi sitio. La rubia se me quedó mirando la entrepierna, tras lo cual, se pegó a mí. Avergonzado, descubrí que mi cara llegaba a la altura de sus pechos, no en vano esa guarra me llevaba unos veinte centímetros.
“Soy un enano a su lado”, pensé.
Si se dio cuenta de mi cara de susto, no le demostró. Mientras tanto no podía dejar de observar lo descomunal de los pechos de esa dama y sin darme cuenta, llevé mi mano a uno de ellos. Al posar mi palma sobre su seno, descubrí que ni siquiera tapaba una cuarta parte de su superficie y ya francamente interesado, me dejé llevar por la situación y pellizqué su negro pezón. Al hacerlo, se encogió poniéndose duro al instante.
Su dueña debía estar acostumbrada a provocar esa reacción en los hombres, porque riendo me dijo:
-Son enormes-.
Avergonzado por mi falta de sensibilidad, le pedí perdón. Hilda en absoluto molesta, aprovechó la circunstancia para darme un suave beso en sus labios. Al sentir su caricia, abrí mi boca dejando que su lengua jugara con la mía y de esa manera tan sensual, rompimos el hielo y esa mole se mostró dispuesta a compartir conmigo algo más que trabajo.
Os confieso que fue una sensación extraña el estar abrazado a una hembra tan alta. Pero echando por suelo la visión preconcebida que tenía de las alemanas, esa rubia se comportó de un modo tan dulce que mi pene que se había mantenido medio erecto, se elevó a su máxima extensión.
No contenta con esas suaves caricias, Hilda me llevó hasta el jacuzzi y sin darme opción a negarme, me depositó dentro de la burbujeante agua. Acojonado por la lujuria que leí en sus ojos, no pude evitar que cogiéndome me colocara entre sus piernas. Sin esperar nada más, comenzó a darme besos en el cuello mientras presionaba con sus pechos mi espalda. Ni que decir tiene que sentir esos dos globos contra mi cuerpo, me gustó y y ya convencido, apoyé mi cabeza contra sus tetas. Hilda lentamente me enjabonó la cabeza dándome un suave masaje al cuero cabelludo. Estuve a punto de quedarme dormido por sus caricias pero, antes que lo hiciera, la mujer empezó a recorrer mi pecho con sus manos. La sensualidad sin límite que me demostró al hacerlo, hizo que dándome la vuelta, metiera uno de sus pezones en mi boca y mordisqueándolo con ligereza, empezara a mamar de su seno como si de un crío me tratara.
-Jefe, ¡Siga mamando!- me susurró sin poder un gemido al sentir mis dientes mordisqueando su oscuro pezón.
Envalentonado por su entrega, bajé mi mano hasta su entrepierna y separando los pliegues de su sexo, me concentré en su clítoris. Como el resto de su cuerpo, su botón era enorme y cogiéndolo entre mis dedos lo acaricié, mientras miraba como su dueña se derretía ante mi ataque.
-¡Dios!- aulló de placer.
Sus gemidos se hicieron aún más patentes cuando ahondando en mis maniobras, aceleré la velocidad de los movimientos de mi mano. Temblando como un flan, la enorme mujer me rogó que la usara diciendo:
-Fóllame-
Su petición no cayó en saco roto y obligándola a levantarse sobre el jacuzzi, le di la vuelta. Fue entonces cuando colocándome tras ella, le metí un par de dedos en su coño mientras con la otra mano, masajeaba una de sus ubres.
-Eres una puta calentorra- le dije mientras abriendo la boca, le mordía en el cuello.
La alemana, al no estar acostumbrada a recibir insultos y menos  mordiscos, se mantuvo quieta sin moverse como temiendo haberse equivocado al ofrecérseme. Su pasividad me dio alas y colocando mi glande en su coño, empecé a jugar con meterlo.
-Tócate, zorra- ordené.
Al notar que la mujer me miraba sin saber que hacer, llevé una de sus manos hasta su clítoris y dejándola allí, insistí:
-Mastúrbate-

Liberada por mis palabras, separando sus labios, se comenzó a masturbar. Dominada por un deseo hasta entonces desconocido para ella y con la respiración entrecortada, esperó a que mi pene entrara en su interior para correrse ruidosamente. Al comprobar que esa puta, había llegado al orgasmo sin haber empezado todavía a moverme, supe que acababa de ganar una escaramuza pero tenía que vencer en esa batalla.

Directamente la penetré y saboreando mi triunfo, conseguí profundizar en su deseo. Su coño ya se había convertido en un pequeño manantial y sin dejarlo descansar seguí machacándolo con mi pene mientras Hilda no paraba de gemir como una loca. Su segundo orgasmo cuajó de improviso y gritando su placer, me rogó:
-¡No puedo mas!
Sin darle tregua, ralenticé mis penetraciones para disfrutar de su mojado conducto.  La mujer sollozó al sentir el cambio de ritmo y sacando fuerzas imprimió a sus caderas un ligero ritmo mientras me pedía que acelerara. Poco a poco la cadencia de nuestros movimientos fue alcanzando una velocidad de crucero, momento en que decidí que forzar su entrega y entonces convertí mis penetraciones en fieras cuchilladas. Ella chilló descompuesta al experimentar mi ataque.
-¡Muévete! ¡Puta!
De nuevo, mis insultos la hicieron experimentar sensaciones arrinconadas largo tiempo y gritando a voces su sumisión y entrega, se corrió dejándose caer sobre el jacuzzi. Alargué su clímax, con una monta desenfrenada hasta que explotando de placer eyaculé rellenando su sexo con mi semen.
Agotado, me tumbé a su lado. Hilda me cogió entre sus brazos y sonriendo, me preguntó:
-Cuando vayas a Berlín ¿Me dejarás ser nuevamente tuya?
-Por supuesto- respondí satisfecho por la pasión que había demostrado.
La gigantesca mujer posó mi cabeza en su pecho y feliz por haber conseguido convertirse en la amante de su futuro jefe, me informó:
-¡No te vas a arrepentir! Soy una mujer sumisa y fogosa.
La zorra de mi cuñada me da una sorpresa.
Al llegar a mi cuarto, miré el reloj y me percaté de que había perdido mucho tiempo y solo me quedaba un cuarto de hora para tener que ir a recoger a las dos mujeres. Por eso, me metí rápidamente a duchar para no llegar tarde, gracias a ello, diez minutos después, estaba listo y recogiendo una bolsa donde se encontraban los juguetes que había comprado en el sex-shop, salí en busca de Nuria.
Lo que no había previsto es que como la coqueta que era, mi cuñada no estuviera lista cuando toque a su puerta. Su retraso me permitió repasar mis planes, aunque sabía que la supuesta aceptación de esa zorra de mi ascenso era fingida o al menos interesada, iba a aprovecharla. Por parte de Arthur, no me cabía ninguna duda de que ese pervertido iba a disfrutar con ellas y en cuanto a Martha, la inglesa, no tenía nada que temer por que no solo era una calenturienta de órdago sino que además estaba de mi parte. Estaba todavía meditando sobre ello, cuando Nuria salió de la habitación.
Confieso que me cogió despistado y por eso, me sorprendió verla salir vestida así. Os juro que si esa guarra hubiese salido medio desnuda o incluso si hubiese aparecido encorsetada en un vestido medieval, no me hubiese sorprendido tanto como verla disfrazada de colegiala.
No le faltaba nada del estereotipo que adjudicamos a las niñas de un colegio. Lo creáis o no, Nuria salió luciendo gafas de pasta, una camisa blanca, falda escocesa a cuadros y medias blancas a mitad del muslo. Nada más verla comprendí que gran parte de lo que había adquirido esa mañana no me servirían de nada y por primera vez, temí que ese engendro del demonio fuera capaz de sacarme la delantera.
Sonrió al ver mi embarazo y tratando de profundizar en él, giró sobre si misma mientras me modelaba su conjuntito:
-¿Estoy guapa?- me preguntó coqueteando descaradamente.
Fue entonces cuando me percaté de un detalle que me había pasado desapercibido: “Esa zorra llevaba bragas de perlé!
Aunque ese complemento le iba al pelo, no pude dejar de pensar como lo había obtenido porque las madres de hoy en día, ya no obligan a sus hijas a llevar semejante prenda y si alguna lo intenta, tenía seguro que en cuanto lo intentara su retoño se revelaría.
-¿No te gusto?- insistió haciendo un berrinche.
-Mucho- respondí- se te ve muy…. juvenil.
Encantada por haberme sorprendido, se agarró a mi brazo y juntos fuimos a por Martha a su cuarto. Al salir mi segunda acompañante, comprendí que no era casual y que ambas putas lo tenían planeado, porque la rubia salió vestida exactamente igual que mi cuñada.
“Mierda”, maldije, “en cuanto las vea, a Arthur se le va a hacer la boca agua”. Si una ya era de por sí, excitante, dos colegialas unidas eran una tentación difícil de soportar. “Cualquier miembro de la especie humana se excitaría con esa imagen”.
Tratando de encontrar una salida y que esas dos no marcaran el ritmo de esa noche, comprendí que aunque no lo supieran esos disfraces en nada cambiaban mis planes porque podían ser complementarios. Más tranquilo, cogí a la hija de la gran puta de Nuria y a la hija de la gran Bretaña de Martha y abrazado a ellas, me dirigí hacia el ascensor. Aprovechando el momento, dejé caer mis manos por las cinturas de ambas y con descaro, empecé a manosear esos dos esplendidos culos.
Mi cuñada, contra todo pronóstico, se pegó a mí y mientras me daba un beso en la mejilla, me dijo:
-¡Quita inmediatamente la mano del trasero de Martha!  ¡Esta noche eres mío!
Mi desconcierto fue todavía mayor al cerrarse las puertas, porque aprovechando que estábamos solos los tres en ese estrecho habitáculo, dándose la vuelta, empezó a restregar sus nalgas contra mi entrepierna, diciendo:
-¡Qué ganas tengo que repitas lo de esta mañana!
Como podréis suponer y sobretodo perdonar, la imagen que dí al salir al hall del hotel fue francamente ridícula. Franqueado por dos  tremendos ejemplos de mujer, disfrazadas de niñas, y yo con el pito señalando al norte. Para colmo, tanto Nuria como Martha no dejaron de saltar y de pegar chillidos imitando a una fans mientras cruzaba el salón rumbo a la salida.
-Dejad de hacer el tonto- les pedí al advertir que todo el mundo nos miraba.
Pero ellas, contagiándose una a la otra, se dedicaron a atraer todavía más la atención, bailando mientras salían. La vergüenza que pasé fue inmensa y tirando de ellas, les conminé a darse prisa. Los doscientos metros que nos separaban del embarcadero donde mi jefe tenía su barco, me parecieron kilómetros y por eso no descansé hasta llegar a la pasarela que daba acceso al yate.
Arthur nos esperaba en la cubierta y tal y como había previsto y temido, al contemplar a esas dos con semejante disfraz, se excitó y perdiendo la compostura, les ayudó él mismo a subir a la embarcación. El entusiasmo del anciano les hizo saber que habían acertado y sacando ambas de sus bolsos una piruleta, la empezaron a lamer en plan obsceno.
Mientras el viejo las llevaba dentro, me quedé pensando en la actitud posesiva que mostraba mi cuñada y sin llegármela a creer, empecé a dudar de si me convenía estar con ella. Los gritos de alegría de ambas me hicieron salir de mi ensoñación y entré a reunirme con ellos.
La escena con la que me encontré no pudo ser más elocuente de cómo se iba a desarrollar esa noche. Arthur estaba regalándoles una joya a cada una, mientras estas se arremolinaban a su alrededor.
“¡Estoy jodido!” pensé temiendo incluso que mi nombramiento fuera papel mojado.
Nuria al verme llegar, se pegó aún más al anciano y sin dejarme de mirar, le dijo:
-Profesor, ¿Qué lección va a explicarnos hoy?

Totalmente imbuido en su papel, Arthur en vez de explicarles algo, las obligó a sentarse en dos taburetes y comenzó a hacerles preguntas de todo tipo. Ambas mujeres fueron contestando acertadamente pero en un momento dado, Nuria respondió mal a una de ellas y entonces el tipo la cogió del brazo y colocándola en sus rodillas, le empezó a azotar suavemente.

Curiosamente, la cara de mi cuñada no era de satisfacción y viéndolo Martha, intervino diciendo:
-Profe, ¿Si fallamos o nos portamos mal, usted nos castigará?
-Por supuesto- respondió nuestro jefe.
Entonces, poniendo una cara de zorrón desorejado y a propósito, tiró nuestras copas. Arthur comprendió que era parte del juego y sustituyendo a Nuria por la inglesa, le propinó una serie de duras nalgadas en su trasero. Mi cuñada una vez liberada y sin pedir mi opinión se sentó sobre mis rodillas, mientras me decía:
-Aunque apenas la conozco, Martha es una buena amiga. Me ha salvado de ese cerdo porque sabe que esta noche quiero ser nuevamente tuya.
Reconozco que aunque con esa frase, me acababa de confirmar mis peores augurios, el sentir su piel contra mis piernas me hizo calentar y empecé a acariciarla por debajo de la falda. Nuria al percibir que debajo de su cuerpo, iba creciendo un bulto que segundos antes no estaba, sonrió y pegando sus nalgas contra mi entrepierna, se empezó a frotar como hembra en celo.
-Eres una puta- le susurré mientras con una mano, acariciaba sus pechos.
Mi cuñada, más alborotada de lo que se suponía debía estar, dejó que mis dedos desabrocharan su camisa sin dejar de hacerme una paja con su culo. Su insistencia consiguió que mi miembro se alzara hasta su máxima extensión y sabiendo que había logrado, llevó su mano hasta mi bragueta.
-¿No vas demasiado rápido?- le pregunté al sentir que bajándola, sacaba a mi miembro de su encierro.
-¿Tú crees?- contestó separando con dos dedos sus bragas y colocando mi pene entre los labios de su sexo sin meterlo.
La humedad que envolvió mi verga me alertó de que esa zorra estaba totalmente cachonda y antes que lo pudiese evitar, se empezó a mover haciendo que se deslizara rozando todo su sexo por el exterior. Al sentirlo, comprendí que estábamos dejando a un lado a la otra pareja y aunque lo que realmente me apetecía era follarme a esa mujer, decidí hacer partícipes a los otros de nuestra calentura, diciendo:
-Jefe, ¡Su pupila está bruta! 
Arthur nos miró de reojo y al descubrir lo que estábamos haciendo, cogió a Martha del pelo y la obligó a colocarse entre nuestras piernas. La inglesa supo cuál era su cometido y por eso, nada más arrodillarse a los pies de Nuria, le sacó por los pies las tan nombradas bragas de perlé y sin más hundió su cara en su entrepierna.
-¡Dios!- gimió la morena al sentir la lengua de su amiga recorriendo los pliegues de su sexo y sin esperar a nada más, se ensartó usando mi pene como herramienta.
El modo tan lento en que se empaló, me permitió sentir cada centímetro de su conducto abriéndose para dejar pasar mi polla dentro. Con auténtica urgencia, mi cuñada consiguió embutírsela completamente y solo cuando sintió que mi glande chocaba contra la pared de su vagina, se quedó satisfecha y dejándose caer sobre mí, me dijo:
-Desde anoche sueño con esto: Estar siendo follada por ti mientras tu antigua amante me mama el conejo.
Lo extraño, no fueron sus palabras sino que se quedará quieta mientras la rubia daba cuenta de su coño. Decidido a participar de algún modo, terminé de quitarle la camisa y con mis manos me apoderé de sus pechos. Si en un principio mis caricias fueron suaves, poco a poco fui elevando su intensidad y llevando mis dedos hasta sus pezones, fui incrementando la presión de mis yemas hasta que el pellizco la hizo gritar de placer.
Sé que también influyeron los lametones de Martha pero lo cierto es que mi cuñada, involuntariamente separó sus rodillas, momento que aprovechó la inglesa para torturar su clítoris con un mordisco. Ese triple ataque demolió sus defensas y pegando un berrido se corrió sobre mis pantalones.
-¡Me encanta!- aulló y dando vía libre a su lujuria, comenzó a moverse usando mi pene como montura.
Su cabalgar impidió que Martha siguiera lamiéndole el coño y queriendo seguir colaborando en el placer de mi cuñada, se incorporó y sustituyó con su boca a mis dedos en los pechos de la morena. Arthur que hasta entonces se había quedado en un segundo plano, aprovechó la feliz circunstancia para bajarle las bragas a la rubia y de un certero pollazo desflorar su culo.
La Inglesa gritó al sentir la herramienta del anciano forzando su ojete, pero en vez de quejarse, besó a mi cuñada en la boca. Nuria respondió con pasión y sacando la lengua, jugueteó con la boca de la rubia mientras su sexo nuevamente se licuaba. Al sentir que por segunda vez, la zorra de mi cuñada se había corrido y que yo todavía no lo había hecho, cogiéndola de los hombros la empalé con más fuerza.
-¡Qué gusto!- chilló la morena confirmando a los cuatro vientos que le encantaba ser follada por mí y convirtiendo sus caderas en una batidora, buscó mi placer antes que el suyo.
Para ese momento, la edad de nuestro jefe le pasó factura y derramándose en el interior de Martha, eyaculó dejándola insatisfecha. La inglesa comprendiendo que no debía ni podía echárselo en cara, berreó como si hubiese llegado al clímax aunque luego me reconocería que se había quedado insatisfecha. La verdad es que el viejo se lo creyó y separándose de ella, se sentó en un sofá a observar como seguía follándome a mi cuñada.
Ya liberada de sus obligaciones, la rubia se concentró en Nuria y cogiendo sus pezones entre los dedos, los pellizcó mientras le susurraba al oído:
-¡Me debes una!
Mi cuñada que para entonces estaba absolutamente poseída de la lujuria, le prometió que en cuanto acabara se dedicaría a ella. Al oír que entre esas dos iban a regalarnos un show lésbico fue más de lo que pude soportar y pegando un alarido, eyaculé dentro de su vagina. La que ya consideraba mi morena, al ver rellenado su sexo con mi simiente, buscó ordeñar mi miembro con mayor énfasis hasta que agotada se dejó caer sobre mi cuerpo.
Después de descansar unos minutos, me fijé que Arthur estaba realmente cansado, sus ojos se le cerraban producto de dos días de juerga y acercándome a él, le pregunté si estaba bien. El yanqui se incorporó en su sillón y con gesto fatigado, me contestó que estaba hecho trizas.
-¿Quiere que nos vayamos?- pregunté un tanto preocupado.
-Para nada, hoy sois mis invitados- tras lo cual nos  enseñó un gigantesco camarote, diciendo: -Quedaros hoy a dormir aquí.
Y saliendo hacía el suyo, me dejó con esas dos mujeres sin saber qué hacer.
Mi cuñada demuestra lo putísima que es.
Una vez en la tranquilidad de nuestro alojamiento, abrí una botella de champagne para celebrar con mis acompañantes el éxito de nuestra velada. Aunque para nada se parecía a lo que había planeado, no podía negar que  nuestro jefe se había visto encantado porque jamás en los años que le conocía, se había tirado a nadie. Como mucho había permitido que le hicieran alguna que otra mamada.           En cambio, esa tarde se había follado a la inglesa.
-¡Por vosotras!- brindé levantando mi copa- Estoy orgulloso de las dos.
Las mujeres recibieron mi felicitación con una sonrisa y mirándose entre ellas llegaron a un acuerdo tácito. Supe en qué consistía al verlas llegar a mí y pegando sus cuerpos al mío, comenzar a desnudarme.
-¿No estáis cansadas?- pregunté soltando una carcajada.
Mi cuñada me contestó:
-Todavía no- tras lo cual me empujó sobre la cama.
Entre las dos me quitaron los pantalones y la camisa, dejándome casi en pelotas. Con mi bóxer como única vestimenta, creí que había llegado la hora en que tuviera que satisfacer a ambas. Cuando ya creía que como una jauría se lanzaría contra mí, Nuria puso música y cogiendo de la mano a la inglesa, se pusieron a bailar.  No tardé en observar como, con sus cuerpos totalmente unidos, las dos muchachas iniciaban un sensual baile, teniéndome como testigo.  Sus movimientos cada vez más acusados me demostraron que ambas los deseaban.
Mi cuñada tomando la iniciativa, cogió la cabeza de su acompañante y aproximó sus labios a los ella. El brillo de los ojos de Martha me informó de su excitación cuando su dueña, abriendo la boca, dejó que la lengua de Nuria  entrara en su interior.   Con sus dorsos pegados mientras se comían los morros una a la otra, siguieron bailando rozando sin disimulo sus sexos. Para aquel entonces, los corazones de ambas estaban acelerados y más se pusieron cuando oyeron mi siguiente orden:
-¡Quiero ver como os amáis!
Actuando al unísono, Nuria desabrochó la blusa de la rubia. Me encantó disfrutar del modo en que sus pezones ya duros se clavaron en los pechos de la mujer que tenía enfrente. La inglesa no pudo  evitar que de su garganta brotara un  gemido de deseo al sentir la mano de la que ya consideraba su amiga recorriendo su trasero.
Aunque su entrega se iba desarrollando según lo planeado, comprendí al ver el nerviosismo de la rubia que como se había quedado insatisfecha, estaba sobre excitada. Por eso, para facilitar las cosas, me acerqué a mi cuñada y le susurré al oído:
-¡Fóllatela rápido!
La morena comprendió mis razones y mientras rozaba con su pierna la  encharcada cueva de la otra, cogió uno de sus pechos. Antes de seguir, la miró a los ojos y al vislumbrar deseo, decidió seguir. Desde mi posición, la observé bajar por su cuello y con suaves besos acercar su boca al pezón erecto de su víctima.  Completamente excitada, la rubia experimentó con placer la lengua de esa fémina recorriendo su rosada aureola.
-¡My God!- exclamó en voz baja.
Durante un rato, Nuria se  conformó con mamar esos pechos que había puesto a su disposición. Con la destreza que da la experiencia pasada, chupó de esos dos manjares sin dejar de acariciar la piel de su partenaire. Viendo que había conseguido excitarla y que Martha estaba preparada para dar el siguiente paso, siguió bajando por su cuerpo dejando un húmedo rastro camino alas bragas de perlé de la mujer.
Arrodillándose a sus pies, le quitó con ternura esa mojada prenda, tras lo cual la obligó a separar las piernas. Incapaz de negarse, Linda obedeció y fue entonces cuando se apoderó de su sexo. Con suavidad retiró a los hinchados labios de la rubia, para concentrarse en su  botón.

-¡Me encanta!- suspiró.

Esa confesión dio a Nuria el valor suficiente para con sus dientes y a base de pequeños mordiscos, llevarla a una cima de placer nunca alcanzada. De pie, con sus manos apoyadas en la cabeza de mi cuñada y  mirándome a los ojos, se corrió en la boca de la mujer arrodillada. Ella al notarlo, sorbió el río que manaba de ese sexo, y profundizando en la dulce tortura, introdujo un dedo en la empapada vagina.
-¡Por favor! ¡Sigue!
La maniobra de Nuria hizo que Martha diera un chillido de deseo y sin dejar de mirarme, siguió masturbando a la morena, metiendo y sacando su dedo de ese coño. Desde la cama, observé a la morena separar aún más las piernas de la rubia mientras le lamía la parte interna de los muslos. La humedad que encharcaba el sexo de la rubia me avisó de la cercanía de su orgasmo. Con su respiración entrecortada, esperó las caricias de la lengua de mi cuñada. Al sentir la acción de su boca sobre su clítoris, pegó un grito y se corrió dando gritos.
Os reconozco que me encantó ver que su cuerpo temblaba mientras Nuria no daba abasto a recoger el flujo que brotaba de su sexo con la lengua pero mas aún observar que una vez cumplida su promesa, Nuria se levantaba del suelo y poniendo cara de puta, me decía:
-Ahora, ¡Quiero mi ración de leche!
Nada más llegar a mi lado, me quitó los calzoncillos y frotando su cara contra mi sexo, me informó que pensaba dejarme seco.
-Tu misma- le respondí muerto de risa.
Habiendo obtenido mi permiso, mi cuñada abrió sus labios y mientras me acariciaba la extensión con sus manos, se dedicó a besar mis huevos. Una vez había conseguido crecer a su máximo tamaño, la engulló y succionó hacia arriba, humedeciéndola por completo. No satisfecha con ello, lamió mi glande y viendo que ya estaba listo, se dirigió a la inglesa diciendo:
-¿No me vas a ayudar?
La rubia sonrió acercándose se sentó a su lado. Comprendí que iba a ser objeto de una mamada a dos bandas por lo que separé mis piernas para facilitar sus maniobras. Ambas mujeres ya se habían agachado entre mis piernas cuando mi móvil empezó a sonar en la mesilla.
Al ver que era mi mujer, antes de contestar, le dije:
-Es Inés, tu hermana.
Mi cuñada no pudo ocultar su disgusto y tras unos momentos quieta, decidió que le daba lo mismo y haciendo una seña a Martha, le dijo que empezara. Al rubia esperó a ver que ocurría pero al observar que su compañera con la lengua empezaba a lamer mi extensión, decidió no quedarse atrás y recogiendo en su boca mis testículos, colaboró con ella mientras yo seguía hablando por el teléfono.
“¡Será Puta!” pensé tratando de seguir la conversación con Inés. Mi esposa ajena a que su marido estaba siendo mamado en ese momento por su hermana, quería saber cómo había salido el congreso.
-Estupendamente- le contesté- me han nombrado director para Europa.
La noticia, lógicamente, la agradó y tratando de saber más, me insistió que siguiera contándole como había sido. Explicarle mi ascenso era lo último que me apetecía hacer porque en ese momento y entre mis piernas, Nuria y Martha competían entre sí para ver cuál de las dos era capaz de absorber mayor superficie de mi miembro.
-¿Te importa que te llame luego?- le respondí poniendo por excusa una supuesta cita.
M mujer aceptó pero antes de colgar, me interrogó por su hermana.
-No te preocupes por ella- contesté – sé que tiene algo grande entre sus manos.
La puta de Nuria al oírlo sonrió y ganándole la partida a la inglesa, se incrustó mi miembro hasta el fondo de su garganta. Al sentir sus labios en la base, me quedé pasmado por  su maestría. Martha viendo que mi cuñada se había apoderado de mi polla, cambió de posición y colocándose detrás de su oponente, le separó las nalgas y con la lengua le empezó a comer el ojete.
Afortunadamente, había colgado antes porque al sentir la morena la incursión en su entrada trasera, se dio la vuelta gritando:
-¿Qué haces?, ¡Mi culo es de Manuel!
Que esa mujer me diera en propiedad su trasero era atrayente pero comprendí que de alguna forma tenía que demostrarle quien mandaba por eso, tirando de ella le obligué a retornar a la mamada mientras le pedía a la inglesa que me acercara la bolsa que había traído.
Embarcada entre mis piernas, Nuria no se percató de que su amiga había vaciado el contenido en el suelo ni que siguiendo mis deseos había recogido y se había puesto un arnés con un enorme aparato. Viendo que ya lo tenía ajustado a sus caderas, le dije:
-Fóllatela.
Al oír mi orden, se giró pero nada pudo hacer porque la inglesa ya le había metido semejante instrumento hasta el fondo de su sexo.
-¡Joder!- gritó la morena al experimentar cómo su conducto era forzado brutalmente.
Tardé en advertir que Martha había malinterpretado mis palabras y que en vez de forzar su culo, estaba usando la vagina de mi cuñada. Cuando por fin me di cuenta, cabreado, me separé de las dos y les ordené que intercambiaran las posiciones. Si creía que eso iba a molestarlas me equivoqué porque Martha necesitaba que alguien se la follara y para Nuria, que nunca había usado uno, le resultó tremendamente morboso. Por mi parte confieso que, al ver a mi cuñada desnuda y con ese pedazo de herramienta, también me calentó. Parecía una preciosa shemale con tetas y pene. 
-Vamos a hacer un trenecito- descojonado les solté.
Martha no entendió mi frase, por lo que tuvo que ser la morena quien se lo aclarara diciendo:
-Manuel me va a follar mientras yo hago lo mismo contigo.
-Te equivocas- respondí corrigiéndola: -¡Te voy a dar por culo mientras té se lo rompes a ella!
Mis palabras le sonaron a música celestial y antes de que me diera cuenta, había obligado a la inglesa a ponerse a cuatro patas y sin preparación alguna, la sodomizó de un solo empujón. Como el culo de la inglesa ya había sido usado por mi jefe, no le costó absorber el impacto y desde el primer momento empezó a disfrutar como una perra. Gritando de placer le pidió que acelerara.  Mi cuñada que jamás había usado ese instrumento le costó coger el ritmo pero cuando lo hizo, no paró.
Mirándola a la cara, descubrí una luz en sus ojos que antes nunca había advertido y ya totalmente excitado me puse a su espalda. Al meter mis dedos en su sexo para embadurnarlos con su flujo, comprobé que chorreaba como nunca y por eso recogiendo parte, unté con él el orificio trasero de mi cuñada.
-¡Hazlo que no aguanto más-
Su calentura era tal que decidí hacerle caso y sin pensármelo dos veces, le clavé mi pene hasta el fondo de sus intestinos. El grito con el que recibió mi incursión me confirmó que me había pasado, pero en cuanto quise esperar a que se acostumbrara a tenerlo dentro, Nuria reanudó sus movimientos metiendo y sacando el trabuco del arnés del culo de la inglesa y al hacerlo, provocó que el mío hiciera lo mismo con su ojete.
-¡Cómo me gusta!- berreó como loca  y al escuchar que también Martha estaba disfrutando, me gritó: -¡Sigue cabrón!
Esa nalgada fue el banderazo de salida y sincronizando nuestros cuerpos, entre los tres formamos una maquinaria perfecta sexual. Al sacar Nuria el aparato del culo de la inglesa, metía mi pene hasta el fondo de sus intestinos y al meterlo, se lo sacaba casi totalmente de su trasero.  Poco a poco, nuestro vaivén se fue acelerando hasta que lo que en un principio había sido pausado se convirtió en un movimiento desenfrenado de tres componentes.
La primera en correrse fue Martha que quizás por ser la que más tiempo llevando siendo sodomizada, se dejó caer sobre la almohada pegando un berrido. Su caída provocó la nuestra, de forma que tanto mi cuñada como yo nos vimos lanzados hacia delante siendo su ojete la víctima inocente de ese accidente:
-¡Qué bruto eres!- se quejó.
Haciendo caso omiso a sus gimoteos y sin compadecerme de ella, reinicié con mas pasión mi asalto. Mi cuñada al sentir que nuevamente forzaba su maltratado esfínter, me rogó que bajara el ritmo. Pero en vez de hacerlo, le solté una nalgada diciéndole:
-¡Muévete puta!
Mi insulto consiguió mi objetivo y con renovados ímpetus, Nuria movió sus caderas forzando aún más la profundidad de sus penetraciones. Para entonces, la inglesa ya se había repuesto y quitándole el arnés, se introdujo entre sus piernas. Mi cuñada para facilitar sus caricias, abrió un poco sus piernas pero a sentir su boca lamiendo con dulzura su clítoris mientras su ojete era violado brutalmente por mí, no pudo más y pegando un aullido empezó a correrse. Martha, ducha en esas artes, en cuanto observó el manantial que salía del sexo de la morena, con más ahínco, fue sorbiendo el maná que el destino había puesto a su disposición logrando prolongar el éxtasis de mi cuñada.
Mi cuñada enlazó un orgasmo con el siguiente hasta que no pudo más y desesperada me pidió que me corriera. Sus palabras fueron el acicate que necesitaba y con un último empuje, exploté dentro de ella rellenado su culo con mi esperma.
Agotado, me dejé caer en el colchón. Las dos mujeres satisfechas se colocaron cada una a un lado de mi cuerpo y abrazándome, descansaron durante unos minutos. Os juro que en ese instante, me sentí como un pachá rodeado de un harén sin importarme que una de sus miembros fuera la hermana de mi mujer.
Al cabo de un rato, Nuria se desperezó y mientras me daba un beso en los labios, me preguntó con voz picara:
-Manuel, ¿Qué otros juguetes me has traído?
Le enseñé las esposas y el látigo todavía sin estrenar. Muerta de risa, me soltó:
-¿A qué esperas para usarlos?
Tras pensarlo durante unos segundos….
“¡Comprendí que había creado un monstruo!”
 

Relato erótico: “Exhibiendome en la playa 5 y final” (POR JESSICA97)

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Exhibiéndome en la playa 5

Sábado

Me desperté de pronto, tenía un sueño y en él justo me estaban haciendo el amor, pero al despertarme y volver en mi me di cuenta que la situación no era del todo un sueño, pues mi novio estaba justamente empezando a introducir su tranca en mi panochita. Sin decir nada, simplemente me acomodé para facilitarle la faena, pues él se encontraba atrás mío, yo recostada de costado y simplemente tuve que acomodar de una mejor manera mis piernas. Mi sueño, al menos eso pensé en ese momento, me tenía totalmente mojada, aunque luego me enteré que mi novio ya tenía un buen rato de estar sobando y tocando mis partes, y más bien fue eso lo que provocó posiblemente mi sueño. El asunto es que la razón era lo que menos me importaba en ese momento, el pene de mi novio estaba llegando hasta lo más profundo de mi ser, sentí como sus bolas chocaron contra de ser, señal inequívoca de que aquel tremendo aparato había logrado entrar por completo en mi ajustada vagina, y ahora empezaba un mete-saca, primero con suavidad, pero con el pasar de los segundos se fue incrementando hasta convertirse en unas embestidas tremendas, donde prácticamente mi novio sacaba su picha casi por completo de mi vagina y luego la volvía a introducir hasta el fondo, sacando de mí en cada movimiento un quejido de placer, y claro está, por más acostumbrada que yo pueda estar a él, sus dimensiones son algo fuera de lo normal, cosa que cada vez que me hace el amor me hace sentir como la primera vez. De pronto, en una de esas embestidas, mi novio saco por completo su pene de mi vagina, y sin previo aviso lo colocó en la entrada de mi ano y lo introdujo sin mucho miramiento, si bien mi ano no estaba dilatado ni lubricado, la lubricación que tenía el pene de mi novio ayudado por la tremenda excitación que el tenia ayudo a facilitarle el ingreso por aquella cavidad, mis gritos no se hicieron esperar, pues en esa posición no tenía mucho acomodo, y sentí como esa verga me iba destrozando mi interior hasta llegar hasta el fondo, sin dar tiempo alguno para que mi culo se acostumbrara, mi novio empezó esta vez en mi ano su mete-saca, con un ritmo que sentí más fuerte que el que tenía en mi chochito, provocando un tremendo orgasmo en mí, que ayudé con una de mis manos en mi clítoris. Mi novio continuó destrozándome el interior de mi ano por algunos minutos más, hasta que de pronto sentí como sacaba su miembro, se levantaba muy a prisa y me obligo a tragar su pene, o lo que entrara en mi boca al menos, donde inmediatamente empezó a correrse de nuevo. Yo por mi parte trataba de tragar todo el semen que me fuera posible, pero la cantidad era tal que algo se me escapaba por las comisuras de mis labios.

-Te ha gustado despertar así Jessi? Dijo mi novio.

-Me encanta, no hay mejor manera de empezar el día.

-Te molesta que me haya corrido en tu boca? Preguntó el, y claro, es que normalmente no hacemos eso, él sabe que no me agrada mucho dar sexo oral, y mucho menos recibir el semen en mi boca, pero no entendía porque, en ese momento no me disgustó para nada. Otra cosa extraña en él era la manera en que me estaba tratando, pues había sido mucho más humillante con migo estos días. Cosa que se aclaró inmediatamente, y aunque ya me lo había dicho días atrás, nuevamente me dijo:

-Jessi, no quiero que te sientas mal ni que pienses mal de mí actuar. Quiero que sepas que en cualquier momento cuando sientas que algo no te gusta me lo digas, si no quieres hacer algo me lo dices y te lo voy a respetar.

-Lo se amor, y como ya te había dicho, te lo repito, estoy disfrutando mucho todas las situaciones, quiero que sigamos como hasta ahora, me gusta tu juego, me excitó sobre manera que me dejaras atada ayer y que luego vinieras y me hicieras tuya, sabes que me gusta ser tu sumisa, tu obediente perrita, y quiero que terminemos estas vacaciones de esa manera, juega con migo, úsame, que quiero sentirme tuya. Esas palabras fueron como un alivio en su rostro. Inmediatamente nos fundimos en un beso apasionado, de esos que das con mucho amor, en los que se siente la pasión desbordando, beso que poco a poco se fue transformando en toqueteos, su boca empezó a lamer la mía, y paso a ser ya un beso más sexual, mi calentura empezó a subir nuevamente, y ya mi panochita estaba nuevamente inundada, esperando ser penetrada nuevamente. Baje mi mano hasta su pene, estaba totalmente empalmado, así que empecé a darme vuelta para ofrecerle mi culo de nuevo, momento en que me hizo regresar a la realidad:

-Que haces perra, ya estas mojada de nuevo. Eres una puta legítima, deberías estar satisfecha después de la culiada que te he dado ya. No había duda, la conversación anterior le volvió a dar la confianza necesaria a mi novio y ya era nuevamente su perra sumisa. El continuó:

-Ve a limpiarte perra, que salimos pronto a correr. Me incorporé inmediatamente, me fui derecho a la ducha donde me di un baño rápido. Al salir ya mi novio se había alistado, y sobre la cama estaba la ropa que habíamos comprado el día anterior. Noté que mi novio no había colocado ningún hilito en la cama, por lo que deduje que quería que fuera sin nada abajo, y claro, era mi intención de todas formas, por lo que procedí a ponerme la ropa, la mini y el top en síntesis, luego me senté en la cama para ponerme las medias y los zapatos, momento en el que mi novio me dijo:

-Eres una legítima perra, con esa mini sin nada abajo.

-Me puse lo que has colocado en la cama amor.

-Yo solamente saque las cosas de la bolsa, pero bueno, era de suponer que no ibas a usar nada por abajo.

-Si tu prefieres me pongo un hilito amor, propuse.

-No, déjalo, igual ya todos en la playa conocen tu cuerpo casi por completo! Apresúrate más bien.

-Voy, solo me falta un zapato.

Dicho esto terminé de colocarme el zapato y seguí a mi novio quien ya estaba saliendo de la habitación. No había terminado de cerrar la puerta cuando ya él iba corriendo, así que me apresure a cerrar y ponerme en marcha tras él. Hoy no tenía ninguna excusa para no correr, tenía calzado, y si bien el top era muy provocativo por lo ajustado que era, me sostenía muy bien las tetas, permitiéndome correr a gusto, claro, siempre estarían bailando de un lado a otro, pero al menos no de una manera molesta. Prácticamente tuve que correr a lo máximo que me daban las piernas para poder sostener el ritmo de mi novio, y esta vez, contrario al día anterior, íbamos hacia la montaña, no hacia la playa, por lo que íbamos de subida, y el desgaste era mucho mayor. Yo iba unos diez metros atrás de mi novio, y cada que pasaba un auto sus ocupantes, si eran varones, mi gritaban algún piropo, y aunque la mini se había sostenido muy bien en su lugar, tapando todo lo que debía tapar, aun así la visión de mi cuerpo, mis piernas, mi vientre desnudo y los pechos botando bajo el top eran algo digno de elogiar. Al cabo de unos quince minutos sentí que no podría mantener el ritmo por mucho tiempo más, mi novio parecía incansable, me había echado un polvo unos veinte minutos atrás, y estaba como nada, yo por mi lado sentía temblar ya todo mi cuerpo, el polvo de la mañana me había dejado interiormente destrozada, y no me había dado tiempo a recuperar fuerzas cuando ya habíamos salido a correr. Forcé un poco el paso y alcance a mi novio.

-Amor, bájale un poco el ritmo por favor, no voy a aguantar más así.

-Ahora que es el problema, ya tienes zapatos y ropa adecuada!

-Si amor, lo sé, discúlpame, pero no tengo la condición que tú tienes, y el polvo de la mañana me ha dejado muerta.

-Pues yo eche el polvo con tigo, y voy muy bien aún, así que esa no es excusa.

-Amor, no voy a poder mantener el paso.

-Grrrrr… eres un atraso perra… nos detendremos a descansar un poco ahí adelante. Me señalo un aparcadero que había a unos seiscientos metros de distancia, en una curva más adelante. Él se adelantó, mi cuerpo no daba más, y aunque no deje de trotar si baje totalmente el ritmo. Al llegar, ya mi novio estaba sentado en una banca que había a la orilla del precipicio, era un sitio como un mirador, pues había una vista preciosa de toda la playa. Me senté a su lado y le abrace cariñosamente. El me devolvió el gesto, acariciando mis piernas por un rato.

-No andas muy bien de condición Jessi, me dijo mi novio.

-No estoy tan mal amor, pero es que tu estas muy acostumbrado a correr mucho, y muy rápido, yo no puedo tanto, me defendí.

-Pues yo creo que ya no tienes más aire, me desafió.

-Pues quizás no tengo tanto aire como tú, pero sí que tengo condición. Esas palabras mías fueron como retadoras, y yo estaba segura de que tenía suficiente aire. Mi novio no se quedó atrás, y entonces propuso.

-Bueno, entonces hagamos una carrera.

-Pues, no puedo competir en igualdad de condiciones con tigo, es evidente, como dije antes, que tu estas mucho más acostumbrado que yo a esto. Mi novio se quedó pensativo por unos instantes, hecho un vistazo y entonces dijo:

-Bueno, hagámoslo justo entonces. Mira, de aquí al hotel por donde veníamos habrán unos tres kilómetros, si seguimos por este camino hacia adelante, se puede llegar también al hotel, pero rodeando esta montaña, calculo que deben haber unos cinco kilómetros por este otro lado. Ve tú por el lado corto, yo por el largo, y quien gane se llevará un premio. La idea me sonó bien, pero cuál sería el premio? Se lo pregunté de una:

-Y el premio, cuál es?

-Si tú ganas, tendrás libertad para hacer las cosas como tú quieras, vestirte a tu gusto, sexo en el momento que quieras, y todo lo que desees. Eso me gustó, pero quería saber cuál era la otra parte.

-Y si tu ganas?

-Pues, si yo gano seguirás siendo mi esclava! Me pareció que no tenía nada que perder, ya de todas formas era su esclava, y si ganaba podría tener sexo a mi gusto. Acepté de inmediato, y no había terminado de decir que si cuando mi novio ya iba corriendo en dirección de su objetivo. Yo me levante a como pude, y empecé a correr lo más rápido que podía, quería ganar a toda costa esa carrera. Esta vez iba de bajada, así que pensé que sería más fácil, los autos pasaban a mi lado, y los chicos me gritaban cosas, más ahora que seguro me miraban totalmente sola. Iba a toda marcha, más rápido de lo que había ido en el trayecto inicial, empecé a sentir como la mini ahora ya se me empezaba a subir de a poco, dejando mi culo a la vista, y posiblemente mi pubis. En ese momento no tenía tiempo para pensar en eso, y mi concentración estaba enfocada totalmente a dar el máximo rendimiento en aquella carrera. El camino se me hizo mucho más corto, y pronto pase frente al restaurante donde en la noche debería ir al concurso de camisetas mojadas, a los pocos minutos ya estaba en la entrada al hotel, estaba segura que había ganado, era imposible que mi novio rodeara la montaña más rápido que yo, pero al entrar por el portón lo divisé sentado en una de las sillitas de la piscina. Estaba ahí, me había derrotado, y mi sumisión seguiría de ahí en adelante. Avancé hasta donde se encontraba mi novio, quien con una gran sonrisa me estaba esperando, incluso daba la impresión de estar hace rato ahí sentado, pues no se le miraba para nada agitado, me empecé a sospechar que había gato encerrado, pero no tenía pruebas, y en realidad no me molestaba seguir con el juego que me había ya montado.

-Te has tardado demasiado perrita. Me dijo mi novio.

-Y yo que juraba que te ganaría, pero bueno, creo que ya estoy más que acostumbrada a perder en estas cosas, sigo siendo tu esclava.

-No, ahora eres mi esclava, antes estábamos jugando! Las palabras de mi novio me pusieron a pensar por un instante, pero al final de cuentas concluí que sería lo mismo, no le di mayor importancia. Mientras pensaba, mi novio se levantó de su sitio y se dirigió a la habitación, yo le seguí. Entramos en la habitación, inmediatamente me dijo:

-De rodillas perra! Me arrodille inmediatamente, él se acercó a mí, se sacó la picha de sus pantaloncillos y me la metió en la boca directamente. No la tenia del toda dura, pero empezaba a ponerse en forma. Empezó a follarme literalmente por la boca, yo hacía lo posible por no ahogarme, con forme su pene iba creciendo en tamaño, cuando sentí que ya estaba en su máxima dimensión, su semen empezó a salir, se había corrido en menos de dos minutos de acción. Yo me trague su corrida, tenía una calentura tremenda, aunque suponía que no habría penetración por ninguno de mis orificios. Cosa que mi novio me confirmó, y me hizo saber que la situación era más crítica de lo que yo esperaba:

-Si quieres satisfacción, tendrás que ganar el concurso de camisetas mojadas hoy en la noche, de lo contrario, no habrá más para ti durante el resto del paseo!

-Pero… intenté protestar, pero una bofetada en mi rostro fue lo que obtuve.

-Calla perra, de ahora en adelante, como mi esclava tendrás que mantenerte en silencio, no tienes derecho a decir ni reclamar nada puta, haces exactamente lo que yo diga. Entendido?

-Si amor.

-Nada de amor, AMO, entendiste?

-Si… amo, dije yo muy sumisa.

-Muy bien, otra cosa, en la noche elegirás los trapos que te pondrás para el concurso, pero mi condición es que con lo que vas a concursar es con lo que sales de aquí, y no tienes derecho de llevar nada más. Si en el concurso te quitas la camiseta y la vientas, pues reza a encontrar luego tu camiseta, no puedes pedir más nada prestado, y deberás regresar con lo que te queda después del concurso, entendido?

-Si amor, momento en que me dio otro bofetón en el rostro, se me había ido, tenía que decirle amo, pero no dije nada más, pensé que el bofetón pagaba la omisión, pero no pasaron 10 segundos y me dio otro, más fuerte, momento en el que comprendí que debía corregirme:

-Disculpa amo, si amo.

-Bien. Él se levantó y se fue a la ducha, yo estaba de rodillas en el suelo, y pensé que sería prudente quedarme ahí en esa posición. Empecé a pensar en lo que me dijo mi novio, debía ganar el concurso, y aunque la mayoría de los chicos me había dicho que fijo ganaba, me preocupaba la situación. No veía ningún problema en salir de la habitación con lo que participaría, iría en un hilito dental y una camiseta, incluso me podría colocar un pareo para salir. Me preocupaba un poco más el regreso, ya que estaba claro que la camiseta me la quitaría, y posiblemente en el calor del momento la arrojaría al público, lo que me obligaría a regresar con las tetas al aire, aunque igual, pensé que eso no sería problema para mí. En eso mi novio salió de la ducha, se puso su ropa y salió de la habitación sin decir nada. Al menos no había visto ningún problema en mi quietud, y no me había dejado amarrada como el día anterior. Pocos minutos después regresó, traía algo para desayunar.

-Levántate puta, vete a duchar.

-Si amo. Me incorporé y me fui directo a la ducha, me desnude y entré a bañarme. Tardé un par de minutos lavándome, al salir, tome una toalla y me seque el cuerpo, regresé a la habitación, vi en la cama un hilito dental, el blanco de uno de mis trajes de baño, y frente a la cama unos tacones, blancos también. Me quede parada frente a la cama, y pensé en preguntar a mi novio:

-Que ordenas amo?

-Mmmm, ponte lo que he preparado para ti. Inmediatamente me coloqué el hilito, y me senté en la cama para ponerme los tacones. Una vez estuve lista, me levante y me coloqué frente a mi novio de nuevo.

-Algo más amo? Pregunté yo. Esperaba que me diera algo para desayunar, el polvo de la mañana más los ejercicios me tenían con mucho apetito.

-Ve al restaurante y solicitas tu desayuno, te vienes de regreso para acá sin detenerte a platicar con nadie más, te estaré vigilando.

-Si amo, contesté yo con algo de duda. Por un instante eché un ojo a la cama, pues no tenía nada en mis tetas, y el bikini que me había puesto si tenía la parte superior, pensé que yo no lo había visto, pues mi novio pretendía que fuera al restaurante, pero al mirar la cama no vi nada, así que no lo pensé más, pues si me tardaba mi amo se enfadaría, empecé a caminar, momento en el que mi novio me detuvo diciendo:

-Espera perra, pensé que me buscaría el bra del bikini. Sin embargo él se levantó de su sitio, fue a mis cosas y sacó de ahí mi cadenita de cintura, me lo entregó y me dijo:

-Colócate esto.

-Si amo. Me coloque la cadenilla en mi cintura, y sin decir más salí de la habitación. Serian cerca de las ocho de la mañana, al salir noté que los chicos de la limpieza de la piscina estaban nuevamente ahí, y claro, se quedaron mirándome al pasar por la orilla de la alberca con las tetas al aire, yo iba caminando bastante a prisa, así que el baile de mis tetas libres era tremendo, así como el sonido que producían mis tacones en el piso. Pasé frente a la recepción, buscando la salida del hotel, pues el restaurante estaba al frente de este, cruzando la calle, Juan estaba en la recepción, y también se quedó mirándome al verme pasar. Salí por el portón, no había mucha gente afuera, pero si algunos afortunados chicos que me vieron cruzar la calle con las tetas desnudas, entré en el restaurante, habían algunas personas tomando el desayuno, todos, hombres y mujeres se me quedaron viendo, no era de extrañarse, una rubia entrando prácticamente desnuda al restaurante, no era algo que pasaba todos los días, y mucho menos como para no mirar. Me dirigí directo al mostrador, donde uno de los chicos me atendió:

-Supongo vienes por el desayuno que dejo pagado tu marido?

-Sí.

-En seguida te lo traigo, dijo el muchacho, quien no había apartado sus ojos de mis tetas en todo momento, y claro, no lo podía culpar. Parece que mi novio ya había dejado sobre aviso que vendría yo, y todo estaba ordenado.

-Aquí tienes Jessica.

-Muchas gracias, le dije al chico, quien me entregó una bolsa cerrada, no la revisé, me di media vuelta, ya a como entré salí del lugar, causando la misma impresión en mi salida. Crucé la calle a prisa y regrese al hotel. Juan ahora estaba fuera de la recepción, al verme me dijo:

-Bueno días Jessica.

-Buenos días Juan.

-Luces hermosa, veo que te estas alistando para la noche.

-Gracias Juan, espero no defraudarte, le dije yo sin detenerme. En eso los chicos de la piscina nuevamente se me quedaron mirando muy fijamente a mis movimientos, pero yo seguí mi camino hasta la habitación. Al llegar a la puerta esta estaba cerrada, así que toqué la puerta. Mi novio no me abría, en eso Juan, que se había venido tras de mí, me dijo:

-Tu novio salió, pensé que estaría con tigo.

-No Juan, yo estaba en el restaurante. Me podrías abrir tú la puerta por favor?

-Claro que sí, dame un momento, que voy por la llave. Juan se alejó a prisa, mientras yo me quede parada frente a la puerta, los chicos de la limpieza de la piscina no perdían detalle, me miraban sin hacer nada más, con pleno descaro, aunque tenía que aceptar que la descarada parecía más bien yo. A los pocos minutos regresó Juan, con la llave, me abrió de inmediato la puerta y me permitió pasar adentro.

-Muchas gracias Juan, eres un sol.

-Con gusto Jessica. Cerré la puerta y coloque mi desayuno en la mesita. Pensé por un momento la situación y entonces me di cuenta que mi novio me había autorizado para desayunar. Por lo que me senté en la única silla que había aun, pues la otra la habíamos roto el día anterior, abrí la bolsa y saque la comida. Había una taza con frutas en cuadritos, un emparedado y una taza de café. Devoré prácticamente todo, tenía mucha hambre. Terminados los alimentos, me quede esperando, al cabo de unos quince minutos sonó mi celular, era mi novio quien me llamaba. Conteste de inmediato, y me dijo que había salido un rato, regresaría más tarde, que me fuera para la piscina a broncear, pero no tenía permitido pedir ayuda a ningún chico para colocarme el bronceador, únicamente Andrea podía hacerlo si estaba. Me colgó sin darme tiempo a decir nada. Seguí sus instrucciones, tome mi bolsito de objetos personales, mi toalla grande y salí de la habitación. Me fui directo a mi silla habitual, nuevamente era el centro de atención de los chicos. Coloqué el paño sobre la silla, inclinándome para hacer esto de la manera normal, es decir, sin flexionar mis rodillas, dando en cada caso una inmejorable vista de mi culo a los chicos. Luego me tumbé en la silla, boca arriba, y empecé a untarme el cuerpo con la crema bronceadora. Me deleite sobre manera en mis tetas, y luego en la zona del bikini, metiendo mano por mis intimidades, pero sin tocarme mi sexo. Me puse las gafas de sol y me relajé. No había pasado mucho tiempo cuando escuche que Andrea salía de su habitación y se aproximaba hacia mí, al mirarla, vi que venía ya con su bikini lista para tomar el sol. Preparó su silla y se acostó, saludándome:

-Buenos días Jessi, que tal la noche? Me sonó que su voz tenía algo de malicia, y claro, de seguro había escuchado la situación que se dio la noche anterior, y lo que no sabía, pues lo debía suponer.

-Buenos días Andre, muy bien, todo excelente!!!

-Se te nota en el rostro!!! No contesté nada a eso. A los pocos segundos me dijo:

-Me ayudas con el bronceador? Ella ya se había acostado sobre su toalla, boca abajo, por lo que me levante de mi sitio y procedí a darle cremita en toda su espalda, despojándola de la parte superior del bikini, y luego continúe dando crema en sus piernas y culo. Termine la labor, regresé a mi silla, acostándome boca abajo igual que ella, entonces le solicite que me diera el mismo tratamiento. Ella accedió de inmediato, se levantó de su silla, y pese a tener el par de mirones a su espalda no se cortó para mostrar sus tetas, empezó con sus masajes, los cuales igual que siempre, se prolongaron en la zona de mi culo. Entonces me dijo:

-Y este milagro que no traes nada en tus orificios!

-Ja ja ja, no seas cabrona Andrea! Pero pese a eso, ella empezó a hurgar entre mis piernas, metió un dedo por mi vagina, como revisando si no era que tenía algo metido más adentro, esa situación hizo que me sacara un gemido, e instintivamente alce mi culo para darle un mejor acceso, inmediatamente metió un dedo en mi ano, como comprobando su interior, y al sacar sus dedos me dijo:

-De verdad que no llevas nada, no me lo puedo creer!

-No seas cabrona Andrea, regresa a tu sitio mejor! Ella regresó a su lugar, nos relajamos las dos y al rato le pregunté:

-Cómo crees que sea ese concurso de camisetas mojadas?

-No tengo ni idea Jessi, tú eres la experta en eso.

-Bueno, como que experta no, participé un par de veces, eso no quiere decir que sea experta en el tema.

-Bueno, que importa, disfrútalo nada más. No quería decirle a Andrea que debía ganar ese concurso a cualquier precio. A los pocos minutos, tuve la idea de consultarle a Juan, quizás él tendría algo de información sobre el concurso y de esa manera me podría preparar mejor. Me levante de mi sitio y me fui hacia la recepción, los chicos del ase de la piscina seguían ahí, y cada movimiento que yo hacía lo seguían con detenimiento. Al llegar a la recepción, noté que había alguien dentro, pero debido al sol, estaba encandilada, y no podía distinguir quien era dentro de la habitación. Al entrar, mi vista pronto se acostumbró a la luz, y entonces vi que había un hombre de unos 30 años frente al mostrador, que no me quitaba los ojos de encima, de mis tetas para ser exactos, además de que igual bajaba su mirada a mi entrepierna. Juan estaba del otro lado del mostrador. El nuevo chico se me hacía conocido de algún sitio, pero no lograba relacionarle.

-Hola, buenos días, saludé yo.

-Buenos días Jessi, me saludó Juan.

-Buenos días, dijo el otro chico, casi al tiempo que Juan.

-En que te puedo ayudar Jessi, preguntó Juan.

-Quería hacerte una pregunta, pero veo que estás ocupado, mejor regreso luego.

-No Jessica, para nada, no estamos ocupados, él es Gerardo, un amigo, trabaja en un restaurante aquí cerca, estábamos hablando de cosas sin importancia. Pregúntame lo que gustes. La situación me incomodó un poco, pues no sabía quién era el chico, pero ya estaba ahí, y bueno, no me iba a ir ahora.

-Bueno, es que quería preguntarte si tú sabes algo sobre el concurso de hoy de las camisetas mojadas, me refiero a la mecánica y eso, como para saber a lo que voy. Al momento de decir esto, vi que Gerardo se alertó, y entonces me miró aún mejor, Juan al mismo tiempo se hecho una risita y dijo:

-Pues mira qué casualidad, has llegado en el mejor de los momentos para hacer las preguntas, Gerardo es el organizador del evento!

-En serio!!! Dije yo con asombro.

-Así es, dijo el propio Gerardo, y continuó: que es lo que quieres saber?

-Pues no sé, como es el asunto, que esperan de las chicas? Como hacen la elección, en fin, para saber a qué voy. Gerardo se me quedó viendo, y después de algunos segundos de repaso dijo:

-Yo al menos esperaría justo lo que veo ahora. Si te inscribes y participas así veo amplias posibilidades de que seas elegida.

-Mmmm, en base a que hacen la elección entonces? ¿La que enseña más gana?

-No, en realidad la elección la hace el público, tienes que gustarle a los asistentes, y a la chica que le hacen más bulla será la ganadora. Te digo algo más, hasta ahora hemos realizado el concurso dos veces, y las dos veces lo ha ganado la misma chica, una chica de aquí mismo, del pueblo, aunque para ser sincero, estas mucho más guapa tu que ella, y bueno, muchísimo más atrevida! En ese momento me puse a pensar, y la curiosidad me pico:

-Y participara esa chica de nuevo hoy?

-Sí, fue la primera en inscribirse, ella trabaja en una tienda deportiva acá cerca. En ese momento mi mente amarro todos los cabos sueltos, y no podía ser otra, la chica del día anterior que me había vendido la ropa deportiva, claro, es una belleza, joven, de unos 20 o 22 años, piel bronceada, cabello negro largo y rizado, aunque algo más bajita que yo, pues debía medir más menos 1.60 a 1.65, pero debía tener medidas perfectas, o muy cercanas a eso. Entonces dije:

-Creo que se quién es la chica, ya la he visto en ese negocio.

-Bueno, entonces ya sabes a quien te enfrentas, de hecho, ella ha sido hasta el momento la única que ha dejado ver sus tetas en el concurso, siempre se apuntan chicas tímidas, que no se quitan ni el bra de sus bikinis, y entonces, obvio, la camiseta mojada no sirve de nada. Claro, me parece que tú no vas a tener problemas con eso, según veo.

-Ja ja ja, reí yo, y pues, era evidente que dentro de mis intenciones estaba quitarme la camiseta, lo cual aparentemente me daba cierta ventaja. Entonces, continuó Gerardo hablando, y bajó su mirada directo a mi panochita:

Y bueno, parece que si usas ese bikini se verá algo que nunca se ha visto!!! No me había dado cuenta, pero la línea de vellitos de mi pubis asomaba por encima del triangulito, el cual se me había bajado e incrustado entre los labios de mi vagina, dejando ver incluso parte de los labios fuera del bikini. Ya no era momento para sonrojarme por la situación, por lo que decidida dije:

-Bueno, quizás entonces pueda quitarme algo más que solo la camiseta! Mis palabras causaron el efecto que esperaba, pues tanto Gerardo como Juan se quedaron mudos por un momento, para ser Gerardo luego el que volvió a hablar.

-Nosotros no vamos a impedir que muestres lo que tú quieras mostrar, para ganar todo se vale. Esas palabras me las iba a tomar muy en serio, pues para mí era una necesidad ganar ese concurso.

-Dime una cosa Gerardo, que debo hacer para inscribirme? Pregunté yo.

-Nada, solo me dices y estas inscrita, pero mira, te voy a dar un consejo, no te inscribas aun, hazlo hasta el último momento, justo antes de comenzar, para que tengas el último puesto, eso te dará ventaja sobre las otras participantes pues podrás ver lo que hacen y lo que debes superar. Igual, la chica a vencer es la primera, pero bueno, nunca se sabe quién más podría inscribirse.

-No tienen cupos limitados? Pregunté de nuevo.

-No, para nada, se inscriben tantas como quieran, igual, la primera vez solo habían cuatro chicas, y la vez anterior cinco, ahora si bien ya hay más, llevamos ocho, pero por mí que se inscriban cien!!!

-Hay que pagar algo por la inscripción? Pregunté de nuevo.

-No Jessica, si cobráramos algo no se inscribe ninguna chica, más bien debemos tratar de mejorar los premios para atraer más concursantes, quizás por eso ya hay ocho, por mejorar los premios. La verdad no me interesaba el premio que me pudieran dar ellos, yo ya tenía una premiación si era la ganadora, y era todo lo que necesitaba en aquel momento.

-Bueno, entonces en la noche al llegar me inscribo. Señalé

-Date por inscrita, pero igual, cuando escuches que vamos a comenzar te acercas a la mesa para inscribirte, igual estaremos toda la noche llamando a más chicas para animar el ambiente.

-De acuerdo. Bueno chicos, regreso a tomar sol. Me despedí de ambos regalándole un besito a cada uno en sus mejillas. Salí de la recepción, los chicos de la limpieza, Pedro y Roberto seguían ahí, y nuevamente estaban pendientes de mi paso, en ese justo momento pensé en que sería bueno conseguir apoyo para el concurso, y ellos dos serian buenos candidatos. Al llegar a mi silla, Pedro quedaba de mí como a unos 5 metros, me miraba como bobo, totalmente ido en mis tetas, por lo que aproveche para llamarlo:

-Pedro, como estas, ven aquí un momento porfa. El pobre estaba tan embobado que no reaccionó, y fue Roberto quien de un golpe en su cabeza lo espabiló.

-Pedro, cabrón, no hagas esperar a la señorita! Al escuchar a Roberto, tan atento, le llamé también.

-Roberto, tú también puedes venir por favor. En ese momento Andrea, que estaba media dormida reacciono, y me dijo:

-Que haces, porque los llamas, no ves que estoy con las tetas al aire!

-Estas boca abajo, y solo los llamo un momento. En ese momento ya los dos estaban llegando a mi sitio, por lo que me levante, y los salude debidamente:

-Como están chicos, les dije, dándoles un beso a cada uno, continué, quería pedirles un favor a ambos:

-Con mucho gusto si está a nuestro alcance te ayudaremos preciosa, dijo Roberto.

-Gracias Roberto, mi nombre es Jessica, el asunto es que hoy por la noche hay un concurso de camisetas mojadas en… me quede pensativa, y es que no sabía cómo se llamaba el lugar, pero Roberto, que estaba muy atento dijo:

-Sí, el del restaurante aquí cerca, estamos enterados, de hecho, iremos ahí en la noche!

-Ah, grandioso, entonces no debo solicitarles que vallan, solo quiero pedirles que me den su apoyo!

-PARTICIPARAS? Dijeron ambos en coro.

-Sí, les dije.

-Uyyyyyyyyyyy madre mía, entonces no me lo pierdo por nada, esta vez sí que va estar bueno!!! Dijo Roberto de nuevo.

-Bueno, pero deben apoyarme, si?

-Cerraré los ojos cuando salgan las otras chicas para solo mirarte a ti, dijo Roberto para confirmarme su apoyo, mientras el pobre de Pedro no sabía ni que decir.

-Gracias chicos, estaré agradecida con ambos! Me di media vuelta, dándoles la espalda, e hice como que reacomodaba la toalla sobre la silla, inclinando mi cuerpo y dándoles una vista inmejorable de mi culo a ambos, que estarían a centímetros de mi culo en ese momento, luego me recosté de nuevo, boca abajo y me relaje, no me atreví a solicitarle crema a ninguno de los dos, aunque gustosa lo hubiese hecho, pero las ordenes de mi novio eran claras. Al escuchar que los chicos se alejaban, pude distinguir que Roberto le decía a Pedro:

-Vio Pedrito, esa perra llevaba hasta los pelitos del panochito fuera del hilo, es una verdadera puta esa! La respuesta del “pedrito” no era ya audible para mis oídos, pero la nueva frase de Roberto, quien hablaba un poco más fuerte si la volví a escuchar, y era deducible lo que le dijo Pedro:

Coooomo que no se fijó en los pelitos, si se le veían… Ya ahí mis oídos no lograban distinguir palabra alguna, por lo que supe que ya estaba lejos de nosotras.

-Andre, me pones crema de nuevo en la espalda porfa?

-Porque no se lo pediste a ese par, seguro lo hacían con gusto, contesto ella un poco cabreada.

-Andre, no seas malita porfa, que me voy a quemar si no. Andre, mirando que ya los chicos se habían retirado se incorporó y tomando el bronceador me empezó a sobar la espalda con la crema entre sus manos. Al tiempo que empezó a decirme:

-Te has tomado muy en serio el asunto del concurso eh, como que estás muy interesada en ganarlo!

-Algo, cuando me meto en algo me gusta dar lo mejor, lo sabes, como si no me conocieras.

-Es cierto, pero creo que esto es más de lo normal en ti, llamar a esos chicos, ir a hablar con Juan, en fin, y como si fuera poco, andas por todo el hotel con las tetas al aire y prácticamente tu panocha igual.

-No, mi cosito no, tengo siempre mi hilito puesto.

-Bueno, si lo andas, ahí, pero es como si no, mírate no más, se te ve todo, lo traes todo metido entre tu vagina, como si tapara tanto, y lo desapareces!!!

-Hay Andre, me vas a poner bronceador o me vas a criticar el resto de la mañana!

-Jessica, es que mira, si andas desnuda! Diciéndome eso metió su mano entre mis piernas y dos de sus dedos se metieron en mi chochito, llevando consigo el hilito de mi bikini más adentro de mi cavidad sexual. Yo di un gemido de placer al sentir sus dedos entrando en mi vagina, y como de costumbre, en un acto casi reflejo levante un poco mi culo dejándole más a su disposición mis partes.

-Que eres una perra Jessi, en lugar de protestar gimes y levantas más tu culo para que te meta más.

-Es que me haces muy rico Andre. En ese momento me percaté que justo estaba llegando a espaldas de Andrea Gerardo, que había notado la situación y estaba con la boca abierta. Yo como la más tranquila le dije:

-Hola Gerardo, que gusto verte de nuevo. En ese momento, Andrea brinco del susto, pues no había notado la presencia del observador, acto seguido, instintivo por cierto, se puso sus manos sobre las tetas para cubrirse, y su rostro se enrojeció de la vergüenza, pues sabía que la habían visto hurgando entre mis partes. Gerardo dijo en seguida:

-Había olvidado decirte que el concurso empezara a eso de las once, no valla ser que llegues tarde Jessica.

-Ahí estaré, no te preocupes.

-También debes ir pensando en alguna canción para tu presentación.

-Ah, pondrán una canción para cada concursante?

-Pues sí, claro, es la idea, que bailes al ritmo de alguna canción, de tu preferencia.

-Está bien, no sabía eso, pero pensaré en algo.

-Excelente, y tu amiga no quisiera participar?

-No, yo no, paso de esas cosas, dijo Andrea cortante.

-Bueno, al menos esperamos verte para que le des tu apoyo a Jessica.

-Ella estará ahí, apunte yo antes de que Andrea dijera otra conchada. Gerardo se retiró nuevamente sobre sus pasos, y para mí era evidente que lo de la hora fue solo una excusa para venir a verme nuevamente, y valla si me vio, totalmente penetrada por los dedos de Andrea!

-Andre, termina de ponerme el bronceador! Le insistí a mi amiga, quien nuevamente de mala gana se levantó y me puso el bronceador, esta vez de manera rápida, parecía haber aprendido la lección de no estar metiendo mano donde no quiere que la miren! Durante la mañana, no hice más que tomar el sol, al rato salió Carlos, quien nos acompañó por un rato, y luego se retiró con Andrea dejándome nuevamente sola. Mi novio aún no había llegado. Durante todo este tiempo estuve pensando en el concurso, cual canción seria apropiada para el numerito que montaría. La chica de la tienda deportiva, era mi rival de turno, ella tenía la ventaja de ser de la zona, por su atractivo debía ser muy popular, evidentemente era una chica de gym, por lo que tendría muchas amistades, y por ende, mucho apoyo, mucho más joven que yo, en fin, desde ese punto de vista tenia las de ganar. Aunque yo también tenía lo mío a favor, si bien la chica de la tienda es una belleza, yo me considero a mí misma de muy buen ver, claro está, mi estatura me hace ver más elegante, y bueno, mis pechos son bastante más grandes que los de ella, y dado que el concurso es de camisetas mojadas, evidentemente es lo que más va a llamar la atención, y bueno, lo que sentía más a favor mío era mi experiencia como stripper, cosa que a menos que la chica trabajase en las noches también, no tendría esa ventaja. Mis pensamientos iban y venían, que si una canción, que si otra, recordaba los numeritos cuando trabaja, las canciones que solía usar, ya que la mayoría de las chicas que trabajamos de stripper tenemos algunos numeritos ya montados con ciertas canciones, y claro, al haber trabajado por cinco años, y repetido cientos de veces posiblemente los diferentes números, pues, tenía todos muy bien grabados aun en mi mente. Si bien, cuando trabajaba de stripper me gustaba mucho usar música reggae, Bob Marley, Inner Circle, UB40, me encantaba bailar con Romie, de Beenie Man, esas canciones, mas latinas, tenían mucho “pegue” en Canadá, donde trabajaba y era únicamente yo latina, pero en mi ambiente, donde el ser latina no hacia diferencia, esas canciones no tendrían mucha influencia, igual, supuse que la mayoría de participantes serian chicas jóvenes en comparación a mí, así que empecé a pensar en canciones más viejas, de rock o pop, decidiéndome finalmente por una de Roxette, How do you do, que usaba también frecuentemente cuando trabajaba de stripper y tenía una coreografía montada ya. Mientras todos estos pensamientos corrían por mi mente, no me había percatado de que mi novio estaba parado a mi lado:

-Levántate perra! Ordenó el. Yo en seguida reaccioné, y volví a mi realidad, la realidad de que era su esclava por derecho. Inmediatamente me levante sin chistar ni decir una palabra.

-Bien, bien, luces muy bien, como la perra que eres. Recoge tus cosas puta, y vienes para la habitación. Él se fue adelante, yo tome las cosas lo más rápido que pude y me fui tras él. Entré en la habitación, él estaba sentado en la cama y mirándome me dijo:

-No dejas oportunidad para lucirte verdad perra!

-Si amo, lo que digas. Una sonrisa se dibujó en la cara de mi novio dada mi respuesta.

-Andas prácticamente desnuda puta, se te ven hasta los pelitos. No supe si debía o no contestar, preferí mantener silencio. Pareció ser la decisión acertada, pues mi novio volvió a sonreírse, como satisfecho de mi silencio.

-Sabes guardar silencio, dijo el, confirmando lo que había deducido. Continuó: quiero que en la tarde regreses a tomar el sol, esta vez sin dejar ver tus pelitos, con el mismo hilito, quiero que se marque bien la forma de ese tanguita en tu cuerpo. De acuerdo perra?

-Está bien amo, haré lo posible por cumplir lo que pides. Nuevamente la sonrisa de satisfacción se hacía presente en mi novio, y yo estaba aliviada de no recibir otra bofetada.

-Iré a traer el almuerzo, hoy nos quedamos en la habitación, no quiero que te andes exhibiendo durante el día, pórtate bien y serás recompensada.

-Está bien amo, lo que tú digas. Mi novio salió de la habitación, iba muy satisfecho de la situación, me alegré por eso. Yo por mi parte me quedé sentada en la cama, esperando su regreso, mientras seguía pensando en lo que pasaría esa noche. Al poco rato regresó mi novio, con dos platos de comida, yo estaba bastante hambrienta, por lo que comí de buena gana todo lo que había traído. Terminado el almuerzo, mi novio volvió al ataque:

-Desnúdate perra. La tarea no resultaría muy compleja, solo llevaba el minúsculo hilo dental entre mi culo, creo que tardó más el en ordenarlo que yo en realizarlo. Una vez estuve desnuda, me tomó de la cintura y me jalo hacia él, me hizo colocar de espadas a él, y me tomó de las nalgas, abriéndomelas por completo. Mi panochita se mojó de inmediato, pensé que sería recompensada por mi buen comportamiento, pero estaba muy equivocada.

-Debes depilarte bien tu culo perra, ya empiezan a verse algunos vellitos. Me estaba examinando!!! Y bueno, no dejaba de ser verdad lo que me decía, pues si bien me había depilado antes de venir a la playa, para depilarme bien la zona de mi ano debo ir a una cosmética, pues la incomodidad y lo difícil de la zona del ano hacen muy difícil el trabajo y más aún garantizar que quede bien.

-Amo, tu sabes que es difícil hacerme eso sola, puedo buscar ayuda, quizás tú? O Alguien más. Mi novio se quedó pensativo por un rato, en seguida vi en sus ojos la chispa de que tenía una idea, entonces dijo:

-Pídele ayuda a tu amiga, que ella lo haga. El muy cabrón me haría pedirle a Andrea que me depile el culo. Era una movida muy buena de parte de él para humillarme.

-Si amo, quieres que valla a buscarla de una vez?

-Si perra, ya mismo. Yo me levanté dispuesta a salir cuando mi novio me detuvo:

-Donde crees que vas perra?

-Voy a buscar a Andrea como me lo has ordenado amo.

-Desnuda?

-No me has dicho que me vistiera amo. Sentí que al menos en esta no podría atacarme de ninguna manera.

-Ponte el bikini, COMPLETO, perra, luego vas a llamarla y regresas aquí en seguida.

-Si amo. Inmediatamente me volví a colocar el hilito y busque entre mis cosas el pequeñísimo bra que venía con ese hilo, me lo coloque y en seguida salí de la habitación. Caminé hasta la habitación de Andrea, toque la puerta y me abrió Carlos.

-Hola Jessica, que gusto verte.

-Hola Carlos, está por ahí Andrea?

-Sí, te la llamo en seguida, ¡Andre, Jessica te busca!

-Voy, Contestó Andre desde dentro, en seguida salió y me dijo:

-Dime Jess.

-Andre, ocupo que me hagas un favor.

-Con gusto Jess, dime.

-Necesito que me ayudes a depilarme. Andrea me miro con cara de extraña, y obvio, normalmente no ocupamos ayuda para esas cosas, ella dijo:

-Para que ocupas ayuda en eso Jess?

-El culo Andre, le dije ya susurrando.

-¡Te vas a depilar el culo Jessi! Dijo la cabrona casi a grito pelado.

-Shhh… publícalo en el diario mejor, le dije en tono de enfado.

-Discúlpame Jess, fue la impresión, no me lo esperaba. Y porque quieres depilarte el culo. Pensé en el asunto un poco, y no le quería decir que mi novio, mi amo, me mandaba hacer eso, así que pensé que sería mejor decir una razón personal.

-Hay Andre, no pidas tantas explicaciones, quiero depilarme ahí, listo, ayúdame porfa.

-Estás pensando en desnudarte del todo verdad?

-No preguntes tanto, vamos, ayúdame.

-Ja ja ja ja… está bien, vamos, te ayudo. Andrea me iba a sacar canas verdes, y el cabrón de mi novio sabia como humillarme. Regresamos a la habitación, mi novio se mostraba complacido por verme entrar con Andrea. Nos fuimos directo al baño, yo sin hacer mucho papel me desnude completamente y le pase a Andrea una afeitadora, me puse a cuatro patas, bien abierta y ella se acercó a mí.

-Pero Jessi, prácticamente no tienes nada de vello, déjame ver, empezó a depilarme los poquísimos vellos que tenía, luego me di vuelta, colocándome de frente a ella, y de igual manera me abrí las piernas a mas no poder, ella continuo con su labor, pero ya no estaba del todo en el ano, ahora se dedicó a retocar mi zona frontal.

-Ya que estoy aquí voy a dejarte un poco más arreglado esto, comentaba ella mientras delineaba nuevamente mi fina línea de vellos sobre mi sexo. Al cabo de menos de quince minutos estaba terminada la labor.

-Estas lista Jess, ya puedes ir a desnudarte.

-Gracias Andre, de debo una. Andrea se levantó y se retiró de la habitación.

-Ven acá perra. Me dijo mi novio apenas salió Andrea por la puerta. Yo me acerqué a él, y sin que me lo pidiera me coloque en posición para que apreciara todo mi culo. Lo miró por un momento y luego me propinó un cachete en mi nalga izquierda que me hizo gritar.

-Está bien perra, luces perfecta. Descansa un poco, dejaremos que baje un poco el sol y luego regresas a tostar tu piel un poco más.

-Si amo. Me recosté en la cama y me relajé por un rato. A eso de las dos y media de la tarde, mi novio me alertó:

-Ya es hora putita, colócate tu hilito y regresa a tu baño de sol. Me levanté de inmediato, me volví a poner el hilo blanco y recogí mis cosas para ir afuera. Al abrir la puerta, mi novio me dijo:

-Las reglas de la mañana se mantienen, solo Andrea te puede ayudar con la crema, si no, lo debes hacer tu solita. Entendido?

-Si amo, me gustaría que seas tú quien me ponga la crema, agregue yo.

-Calla puta, no te he pedido opinión. En ese momento comprendí que me salvé de otro azote por el simple hecho de no estar al alcance de mi novio, de lo contrario me hubiese dado una buena bofetada. Salí de la habitación y regresé a mi sitio habitual, pero a diferencia de la mañana, ya había otras personas en las orillas y dentro de la piscina. Miré para todos lados, y al menos me alivio no ver niños en el lugar, de lo contrario me hubiera tenido que retirar por respeto. Esta vez coloque mi toalla con cuidado de no enseñar más de lo necesario, si bien no había niños, si noté la presencia de al menos dos parejas, cosa que confirmé luego al tomar mi lugar en la silla. Mientras me ponía el bronceador en mi cuerpo, vi que habían en efecto dos parejas, ambas eran compuestas por personas mayores, de unos cincuenta años, más dos chicos un poco más jóvenes que yo que estaban en la piscina, quienes no apartaron su mirada de mi cuerpo. Me di cuenta que la tranquilidad que me había dado la casi soledad todos estos días atrás en ese lugar se había perdido, y ya no podría hacer de las mías con tanta naturalidad. Intentaba por todos los medios mantener mis vellitos abajo del pequeño triangulito de tela del bikini, y al mismo tiempo mantener tapado también mis labios vaginales, aunque era prácticamente imposible. Al poco rato apareció mi novio, cosa que agradecí dentro de mí. Se sentó a mi lado, y dado la presencia de personas, no se atrevió a jugar de dominante.

-Ya vine amor, me dijo él.

-Qué bueno, me ayudarías con la crema en la espalda? Le dije aprovechándome de la situación, aunque sabía que eso podría significar un castigo luego, ya la verdad poco me importaba. Me di vuelta de inmediato, y le pasé el bronceador a mi novio. El muy gentilmente me empezó a esparcir el líquido por toda mi espalda, luego por mis piernas y terminando finalmente en mi trasero, cosa que los dos chicos que teníamos de mirones disfrutaron sin perder detalle. Aun así mi novio no se esmeró demasiado, y me dio crema solo lo necesario, claro está, era necesario hasta en mi rajita, y ya eso debía ser algo digno de ver.

Al rato de estar ahí llegó Juan, quien me dijo:

-Jessica, me llamó Gerardo y me ha dicho que ya van 12 chicas inscritas, que es posible que hagan una ronda de finalistas, las cuales serán elegidas por un jurado. No me preguntes como o quienes porque no sé, te digo lo que me ha dicho Gerardo nada más.

-Gracias Juan. Este se retiró y mi novio me miro extrañado:

-Que fue todo eso? Pregunto mi novio. Yo me quede pensativa y decidí decirle las cosas como eran.

-En la mañana mientras tomaba el sol fui a preguntarle a Juan si sabía algo de cómo iba el concurso ese, da la casualidad que estaba ahí otro chico, quien resulto ser este Gerardo, justamente el organizador del concursito este. Él me explicó los detalles como iba estar la cosa, pero me había dicho que solo había ocho chicas inscritas, y ahora ya oíste.

-Y eso es algún problema?

-No ninguno, el me garantizo el cupo, pero me dijo que me inscribiera de ultima, justo antes de empezar el concurso, para tener el último puesto y así tener la ventaja de saber que hacen las otras.

-Se ve que estas muy interesada en ganar.

-No estoy interesada en ganar, DEBO GANAR, así de simple. Mi novio se sonrió, no me dijo nada más y se relajó en su silla. La tarde siguió su marcha, y a eso de las cinco ya el sol había bajado mucho. Mi novio se levantó de la silla y dijo:

-Vámonos, regresemos a la habitación. Alzamos nuestras pertenencias y nos retiramos al cuarto. Una vez dentro, mi novio se acercó a mí, me abrazo desde atrás y me dijo:

-Jessica, TE AMO, eres el tesoro de mi vida, la luz de mi camino. Esas palabras me hicieron sentirme en las nubes, la forma en que me las dijo me hizo sentir amada, sentí un hormigueo en todo mi cuerpo, al momento, me giró hacia él y sin mediar palabra nos fundimos en un beso apasionado, beso que poco a poco se fue convirtiendo en caricias cada vez más eróticas hasta que me bajo mi hilito, me volvió a dar la vuelta y sin más me metió su pene en mi vagina, sacándome un grito de placer. Me empezó a hacer el amor, de una manera deliciosa, no habrían pasado treinta segundos cuando alcance mi primer orgasmo, las sensaciones eran enromes, me sentía como una reina, y es que simplemente era eso para mi novio, y simplemente me hacia el amor. Terminamos tendidos sobre la cama, abrazados uno al otro, dándonos besos constantemente. Serían las siete de la noche cuando decidimos levantarnos de la cama, entonces mi novio me dijo:

-Jessica, quieres participar siempre?

-Tú quieres que lo haga, Le respondí con otra pregunta.

-Quiero que ganes.

-Entonces, voy a ganar para ti. La situación había dejado de ser un juego de sumisión para mí, y se convertía en un reto personal, en un regalo para mi novio. Si bien el sabia de todas mis experiencias, de mi trabajo anterior, y que, incluso había participado en dos ocasiones anteriormente en concursos de este tipo, nunca lo había hecho desde que estaba de novia con él, él nunca me había visto desenvolverme de esa manera públicamente, me refiero a desnudarme frente a un tumulto de personas, pues si más de una vez había hecho un striptease para él, en privado. Estaba segura que la situación actual era mucho más motivante y me haría llevar las cosas más al límite de lo que había pensado anteriormente. En ese momento me pareció prudente preguntar a mi novio:

-Hasta dónde quieres que llegue?

-Quiero que seas la ganadora Jessi.

-Eso significa que yo pondré los límites?

-Tú haces lo que quieras, y lo que sientas que puedas, y no te voy a recriminar por nada que decidas hacer ahí. En cierta forma eso es justamente lo que deseaba escuchar.

-Está bien, contesté yo, lo volví a abrazar y nos fundimos en un nuevo beso. Yo me levante de la cama, y me fui a alistar, sabía que tardaría mi rato, pues tenía que “producirme” por completo. Tarde cerca de hora y media arreglándome, pues me tenía que bañar, lavarme el cabello, cosa que no hacía de manera consiente desde hace días, me arregle las uñas, en fin, todo lo que una chica debe hacer para estar impecable. Al salir del baño, mi novio quien se encontraba viendo la tele simplemente pronuncio un wow, señal inequívoca de que lo que miraba estaba bien. El me ayudo a ponerme unas cremas de cuerpo, hidratantes y al mismo tiempo le daban un cierto brillo a mi piel, no quería usar aceites pues esa noche me tenía que mojar bastante. Saque de entre mis cosas una camiseta blanca, me la puse junto con el hilito que había usado ese día, que era el más chico de todos los que había traído. Me puse unas calcetas y en seguida un par de botas negras, que me llegaban un poco más debajo de mis rodillas. Mi novio no le pareció la camiseta, diciendo que tenía varias que eran más cortas que esa, cosa que no dejaba de ser verdad, pues esta me llegaba casi hasta el ombligo en su largo, pero lo que mi novio no sabía era que no la había escogido por su largo, sino más bien por el tipo de tela, que era muy finita, y se transparentaría totalmente al momento de estar húmeda.

-Es muy larga esa camiseta amor. Dijo mi novio.

-No te preocupes, toma, le dije, sacando unas tijeritas de entre mis cosas. Ahora recórtala a tu gusto. Aun sobre mi cuerpo, tomó las tijeras y empezó a cortar justo bajo el límite de mis tetas, sacando así la parte baja de toda la camiseta.

-Listo, me dijo él.

-No, le dije, quiero que cortes también el cuello, para poder romper la camiseta con facilidad, si dejas las costuras se me haría imposible. Así procedió y cortó el cuello, y también cortó la costura de las mangas, y un poco más, dejando un hueco más que grande a los costados por donde prácticamente se me salían las tetas también.

-Ahora si estoy lista amor. Serian cerca de las nueve de la noche ya, y debíamos ir saliendo ya.

-Amor, ponte un pareo al menos, no quiero que vallas toda la noche sin nada sobre tu hilito, debes dejar algo para el concurso. Me pareció correcta la apreciación, a pesar de que yo había pensado cumplir las órdenes que me había dado temprano, fui a mi maleta y busqué un pareo. Mientras buscaba mi pareo, vi en mi maleta las bolitas chinas, las tomé en mis manos, seguí buscando el pareo, y así que lo encontré le dije a mi novio.

-Si quieres te adelantas, yo tengo que hacer una necesidad aun, anda a buscar a Andrea y Carlos.

-Está bien, apresúrate. Mi novio salió de la habitación, y yo me fui directo al servicio, me puse de frente al inodoro, y con una mano sobre el tanque, coloque la primera bolita de aquel juguete sexual en la entrada de mi culo, empuje con cierta dificultad ya que no estaba nada lubricada pero no tuve éxito, así que llevé la bolita hasta mi boca, la ensalive bien y regrese a mi ano, volví a hacer presión hasta que se metió, inmediatamente procedí a meter la segunda bolita, esta entro ya más fácil, y la tercera igual, procedí a terminar de meter todo el cordón, no quería que se notara que llevaba las bolitas en el culo. Me acomode la poquísima ropa nuevamente y me dispuse a salir. Ya mi novio estaba frente a la recepción con Andrea y Carlos, pero a parte de ellos tres también estaba Juan, Fabián, Roger y los otros dos chicos compañeros de estos dos últimos los cuales aún no conocía en persona. Caminé lentamente hasta ellos, las miradas de todos estaban sobre mí, y me recorrían de abajo a arriba, examinándome completamente.

-Bueno, vamos, llego la que esperábamos! Dijo Juan, sin darme tiempo a saludar empezamos a caminar saliendo del hotel. Pero afuera, Fabián tenía un microbús estacionado, en la que nos invitó a subir, parecía que yo era la única que no estaba enterada del transporte, pero sería la más agradecida por ello, ya que era la única que se disponía a caminar en botas con tacones de aguja de 10 cm. Me senté al lado de mi novio, quien me abrazo y volvió a pegarme su boca en la mía, dándome un largo beso que tardó prácticamente todo el trayecto hasta el restaurante donde sería el concurso. Mientras íbamos de camino, logré enterarme que los amigos de Fabián y Roger eran Michael y Sebastián. Al llegar al destino, mi novio seguía besándome, hasta que alguien nos gritó:

-Suéltala ya, que no vas a dejar nada para el concurso! Nosotros nos detuvimos y todos estallamos en carcajadas. El bajarme de la micro fue una calamidad, me sentí observada desde todos los ángulos, me di cuenta que había muchísima gente, tanto dentro como fuera del establecimiento, por lo que supe que el asunto era grande. Vamos, tampoco voy a exagerar o hacerles una idea de un concierto de rock, pero para un restaurante era mucha gente. Mi novio me abrazo, y entramos así al establecimiento, atrás nuestro venia Carlos con Andrea y le seguían los otros chicos. Al entrar, inmediatamente nos llamaron de una mesa, eran Roberto y Pedro, los de la limpieza de la piscina, que nos estaban llamando. Juan se adelantó a nosotros y nos hizo un gesto para que le siguiéramos. Fue directo a la mesa de los chicos y me invitaron a sentarme. Si bien, la mesa era bastante amplia, no habría espacio para todos, pues en la mesa había campo solo para ocho personas. Yo ocupé un lugar, junto a mi novio, y Andrea otro junto a Carlos, en ese momento vi que los otros chicos se apresuraron a traer más sillas y ya todos estábamos acomodados. Pidieron de tomar todos, pero la sorpresa fue mayúscula cuando yo solicite una 7UP.

-Jessica!!!! No vas a tomar nada más fuerte? Dijo con sorpresa Juan.

-No Juan, no tomo, contesté yo, y es que en serio no me gusta nada que contenga alcohol.

-Pero cooomo? Y te vas a animar a subir ahí sin tomarte nada? Replico Juan.

-Prefiero subir así que ir tomada, vaya ser que hago el ridículo o me caigo! Y es que hasta ese momento alcé la mirada y vi una tarima, grande, de unos 6 metros de ancho por 12 de largo, y una iluminación muy buena, era evidente que los organizadores se habían preocupado por poder “ver” muy bien lo que pasaba sobre la tarima. En una orilla de la tarima había una pequeña piscina inflable, de esas que se ponen en el jardín de la casa para que los niños jueguen, evidentemente en este sitio no sería ese el fin. Nos trajeron en ese momento las bebidas, yo seguía observando el entorno, tratando de pensar en lo que iba a pasar más adelante. Había música, del momento, tipo reggaetón, estaba bastante alto el volumen, y aparte, había mucho bullicio de la gente presente, era difícil comunicarse incluso con la persona que estaba a tu lado, en mi caso, con mi novio. De pronto, por los altoparlantes sé dónde sonaba la música se escuchó un anuncio: “en quince minutos comienza el tan esperado evento por todos, les recomendamos ir buscando los mejores sitios” y en seguida volvieron a decir: “a las chicas interesadas en participar las inscripciones siguen abiertas, solamente deben acercarse a la mesa del DJ y apuntarse, no se debe pagar nada” ese me pareció debía ser el llamado del que me había hablado Gerardo temprano, y pensé que ya era el momento de acercarme. Tomé a mi novio por la cabeza y le dije al oído:

-Amor, te parece que vaya a inscribirme de una vez?

-Podrías hacerlo, pero yo diría que esperes al último momento.

-De acuerdo, esperaré entonces. Siguiendo el consejo de mi novio, me quedé sentada disfrutando de mi refresco y escuchando la música, al tiempo que trataba de observar el entorno. El salón del restaurante estaba bastante opaco, por no decir oscuro, la luz principalmente estaba enfocada hacia la tarima, por lo que en nuestro sitio no éramos muy visibles, y bueno, en general la gran parte del restaurante estaba en esas condiciones. Aparte, estábamos en una mesa bastante a la orilla, junto a una pared, que si bien estábamos frente a la tarima, no estábamos al centro. Mientras analizaba todo esto, vi que una chica se acercó a la mesa del DJ, era una rubia hermosa, bastante alta y con un cuerpo que a grandes rasgos se miraba bien, llevaba un pantalón de mezclilla, una camisa a cuadros anudada a la altura de sus pechos y una camiseta blanca debajo de esta, botas negras similares a las mías y sombrero en su cabeza, muy al estilo vaquero. Supuse que se estaba inscribiendo en el concurso, y en ese momento pensé que mi novio había acertado en lo de esperarme, pues quizás hubiese comprometido a Gerardo si quería dejarme después de esa chica, y bueno, me pareció que sería bueno porque se le miraba muy bien y sería una ruda competencia con ella. En el momento que la chica se retiró de la mesa, la música se vio interrumpida de nuevo, y se escuchó: “Bueno, estamos a punto de comenzar el concurso tan esperado de la noche, solicitamos a todas las participantes acercarse a la zona de los servicios por favor”. Observé como se levantaron varias chicas por todas las mesas, y de pronto se escuchó un gran alboroto:

-Cata, Cata, Cata, Cata!!! Dirigí mi mirada hacia ese sonido y logré ver a la chica de la tienda deportiva, quien al levantarse de su mesa recibió las ovaciones de apoyo de sus muchos amigos y amigas, era evidente que esta chica era la llamada a vencer, pues para ganarle debería simpatizarle hasta a sus amigos. Logré contar entre 10 y 12 chicas que se dirigían a la zona de los servicios, por lo que intuí que el asunto estaba mejor de lo que en años anteriores había sido según los relatos de Gerardo y Juan. En ese momento sentí la voz de mi novio en mi oído:

-Jessi, ahora sí, ya debes ir si quieres participar!!!

-Si amor, ahí voy. Dicho esto, me levanté de mi lugar y dije:

-Chicos, deséenme suerte!!! En ese momento todos mis acompañantes empezaron a decir cosas, tantas que era imposible escucharles a todos, igual les di las gracias y me retiré de la mesa hacia el DJ. Al llegar ahí, estaba Gerardo con otro chico, el DJ. En cuanto Gerardo me vio se levantó de su silla y dijo:

-Que gusto Jessica, pensé que no venias ya!

-Tú me has dicho que esperara hasta el último momento!

-Bueno, eso sí, que te lo has tomado a pecho.

-Es que ya no me puedes inscribir? Le dije con voz de niña.

-Cómo crees, tal como te dije, tu cupo está garantizado, inmediatamente te apunto. Mientras dile a Jorge, el DJ, con cual canción quieres bailar. Me acerqué al DJ, y empecé a mirar en su monitor los grupos que tenía, se fue directo al reggaetón, entonces le pregunté:

-Con que van a bailar las demás chicas?

-Con reggaetón, y algunas con dancehal, tu dime que prefieres?

-Veamos, salte de esas carpetas, búscame Roxette, le dije.

-Roxette? Dijo el con asombro!

-Sí, no me digas que no tienes?

-Claro que tengo, es solo que no esperaba que alguien bailara con eso, me encanta Roxette!

-Bien, le dije, y mirando su lista le dije:

-Quiero la 4, How do you do!

-Listo, la cuatro tendrás Jessica, suerte!

-Gracias, Gerardo, ya me inscribiste?

-Sí, estas dentro tienes como te prometí la última carta, el número 17, ahora ve a los servicios a prepararte.

-Gracias! Dicho esto, me dirigí a la zona de servicios, que según vi, se había convertido en la zona de camerinos, aunque se había hecho chica, pues si la lógica era correcta, habíamos 17 chicas inscritas en el concurso. Yo en realidad no tenía mucho que preparar, ya venía lista para subir a la tarima y bailar, así que me quedé al margen, aunque igual vi que habían varias chicas muy tranquilas, que no se estaban alistando para nada, entre ellas la última que se inscribió antes de mí, la cual parecía no se quitaría su pantalón vaquero. También estaba muy cerca de mí la Cata, quien venía en un short de mezclilla y una camiseta blanca, muy similar a la mía, y más menos con el mismo corte, muy sexy, llevaba puestos tacones, que me pareció que fuera de nosotras tres, es decir, la cata, la vaquera y yo, no había ninguna otra al menos que yo pudiera ver en tacones. La Cata al mismo tiempo que yo le observaba, noté como me miraba, posiblemente analizándome, nos cruzábamos miradas, hasta que de pronto salió Gerardo y dijo:

-Bueno chicas, ya vamos a comenzar, debido a que son tantas chicas, haremos dos rondas, la primera será para elegir 5 finalistas, esta elección la haremos mediante un jurado, pues queremos evitar un gran alboroto, y bueno, es evidente que con tantas chicas sería difícil hacerlo de otra manera, luego, vendrá la elección del público para elegir a la ganadora. Suerte a Todas. Voy a nombrar a cada una de ustedes, y van a salir en ese orden al escenario, se colocarán todas a lo largo del escenario en la parte trasera, para que luego cada una pueda realizar su baile en el centro de la tarima. En ese momento empezó a llamar a cada una de nosotras, tal como me lo había dicho, el primer nombre en mencionar fue Catalina, quien inmediatamente salió hacia el escenario, seguida por la segunda y así sucesivamente, no recuerdo el nombre de ninguna otra de las chicas a excepción de la vaquera, Roció, aunque al ir saliendo una a una si noté que me había equivocado, y que la gran mayoría de las chicas iban en zapatos de tacón alto, aunque solo habíamos dos en botas. Finalmente, decía Gerardo:

-Roció… y Jessica. Momento en el que, siguiendo a Roció salí al escenario, apenas había espacio, estaba justo al borde, donde terminaba el escenario, junto a la mesa donde estaban mis acompañantes, quienes al verme vitorearon mi nombre:

-Jeka, Jeka, Jeka!!! Si bien eran pocos comparados con la multitud, se hicieron sentir en el gran tumulto, y me hicieron sentir acompañada!

-Buenas noches señoras y señores, jóvenes y no tan jóvenes, ahora sí, vamos a comenzar el concurso por el que han estado esperando toda la noche, y sin hacer más preámbulo del asunto, ya que son muchas las chicas, vamos a comenzar de inmediato con la primera concursante, ella es la ganadora anterior que viene a demostrar porque es la numero uno, recibamos con un gran aplauso a Catalina!!!

La música empezó a sonar, y Catalina se fue directo al centro de la tarima, donde saludo rápidamente y luego fue directo a la piscinita donde había dos chicos con una jarra enorme de agua cada uno, a su lado, había un estañón, el cual deduje, estaría cargado de agua. Con las jarras mojaron totalmente a Catalina, especialmente en sus pechos, los cuales inmediatamente quedaron visibles por completo con la transparencia de su camiseta. Ella empezó a bailar muy sutilmente, se le notaba que no era experta en el asunto, pero a pesar de ello, lo hacía muy bien, bailaba lento, tocándose su cuerpo, jugando un poco con el short, bajándolo un poco y dejando ver su hilo dental debajo de este, que si bien no era un micro tanga como el mío, si era bastante chico. Ella bailaba al ritmo de Bob Marley, “One Love”, que al escucharla pensé que era una excelente elección, y que incluso yo pude haber elegido esa canción. Ella seguía moviéndose, jugando con su cuerpo, y ya cercana a finalizar su presentación se levantó la camiseta dejando sus tetas al aire para el disfrute del público, el cual estalló en júbilo y ovación. Catalina había marcado la pauta, y estaba claro que para las que querían llegar a las finales debíamos mostrar los senos al menos. Al terminar Catalina, le toco situarse a mi lado, de ultima, pues íbamos avanzando como en fila, una a una, y la que bailaba se colocaría de ultima en la cola. La siguiente chica no tenía futuro, si bien iba en su bikini, el cual no llegaba en la parte baja a ser muy provocativo, llevaba su camiseta poco traslucida y la parte superior del bikini por abajo. No dejo ver nada, y hasta el baile que hizo no era muy vistoso que digamos, aparte que se notaba que la chica iba bastante pasada de tragos, y aun así no se animó a mucho. En ese momento, Catalina que estaba a mi lado me dijo:

-Esta chica no debería estar aquí, no sabe ni a lo que vino!

-Ja ja ja, es cierto, se ve que está borracha, le contesté a Cata, quien de manera amable volvió a decir:

-Oye, te he visto antes, tú fuiste hace un par de días a la tienda donde trabajo!

-Sí, ahí estuve, contesté!

-Qué bueno que te decidieras entrar al concurso, tienes un cuerpo espectacular.

-Gracias, le dije. Se notaba que la chica era simpática, y no se tomaba la competencia a pecho. Las participantes siguieron pasando, una a una, sin mayor noticia. La novena o decima chica, era una chica muy bonita, que se notaba muy atrevida pues llevaba al igual que yo un pareo en su cintura, y una camiseta bastante recortada que dejaba ver gran parte de sus senos que evidentemente estaban desnudos abajo. Efectivamente, al recibir el agua en su cuerpo, sus pechos quedaron totalmente visibles por su camiseta, e inmediatamente se quitó el pareo dejando ver un tanga de hilo, muy similar al que llevaba puesto la Catalina. La chica empezó a moverse, no tan sutilmente como la Cata, más bien de forma un poco descoordinada, pero no del todo mal, y constantemente se tocaba sus pechos, jugando con sus tetas. Se le notaba que estaba algo tomada, y era evidente que eso le daba mucho valor, pues en un momento decidió quitarse la camiseta y lanzarla al público, quedando únicamente en su tanguita. Si bien, físicamente Cata era mucho mejor, la chica no era para nada despreciable, y sus tetas eran bastante más grandes que las de Cata, aunque no tanto como las mías. El lanzar su camiseta al público le valió ganarse a los asistentes, quienes nuevamente vitorearon su nombre. De ahí en adelante el asunto se complicó, pues habían cuatro chicas más, sin contar a esta última, a Cata, a Rocío y a mí que lucían espectaculares físicamente, y todas llevábamos pocas prendas a excepción de Rocío. Las cuatro participantes igual a la anterior, al mojarse la camiseta dejaban ver sus tetas, aunque solo dos más se quitaron la camiseta del todo y la lanzaron a la muchedumbre, todas iban con short muy ajustados y tanguita de hilo por abajo. Aun así, solo una de ellas se quitó también el short, de hecho, fue una de las que lanzó su camiseta al público. Finalmente, llegó el turno de Rocío, ella se dirigía a la piscina, y antes de recibir su baño de agua se quitó su sombrero y abrió su camisa de cuadros, dejando ver un par de tetas muy grandes, similares a las mías en tamaño y forma, se notaba a simple vista que al igual que las mías, eran pechos de silicona. Al recibir el agua en sus tetas, la camiseta quedó transparente totalmente, dejando ver sus tetas y unas aureolas muy amplias coronadas con sus pezones no muy grandes. Ella, inmediatamente empezó a moverse, lo hacía muy bien, no como una stripper, pero definitivamente no era novata tampoco, se sacó la faja de su pantalón y empezó a jugar con este, se lo bajaba un poco, dejando ver un micro tanga muy similar al que yo traía pero no de baño, más bien era ropa íntima, de encaje según se lograba ver cuando se bajaba el pantalón más de la cuenta por delante. Bailaba muy bien, se dejaba el pantalón abierto, dejando ver siempre su vientre, perfecto, y al ir terminando su canción también se quitó la camiseta para lanzarla al público. Rocío regresó a la cola, era mi turno.

-Muy bien, y para cerrar la ronda eliminatoria, demos un fuerte aplauso a nuestra última pero no menos importante concursante, Jessica!!! Me encaminé hacia la piscina, momento en el que mi canción empezó a sonar. Al llegar a la piscinita, me coloqué dentro de ella y uno de los chicos que tenía la jarra me dijo:

-Prepárate, porque el agua está helada. No me había terminado de decir cuando empezó a soltar el chorro de agua sobre mis tetas. Parecía que tenían hielo en el agua, estaba súper fría, lo que hizo que inmediatamente mis pezones se erizaran. Mi camiseta se volvió parte de mi piel, el pareo se pegó a mi culo dejando ver mis nalgas también, los chicos se deleitaron echándome agua como si de bañarme se tratara el asunto, sentí que hasta dentro de mis botas, las cuales eran bastante ajustadas en mis piernas, entró agua al punto de que las calcetas estaban empapadas. Me salí de la piscina, me moví hacia el centro de la tarima y empecé mi baile, suave, al ritmo de mi canción, “How do you do” de Roxette, prácticamente de inmediato me quité el pareo, colocándolo a un lado sobre la tarima, para no perderlo. En ese momento el público presente empezó a gritar miles de cosas, no se lograba distinguir bien, pero era evidente que el micro tanguita estaba haciendo efecto, y claro, con lo poquísimo que me lograba tapar y totalmente mojado dejaba ver mi línea de vellos claramente. La canción me ayudaba en el baile lento, por lo que me dejaba hacer muchos movimientos sensuales, tocándome constantemente las tetas y ajustándome el hilito cada vez. Igual, la canción tienes algunos pases que son un poco más rápidos, con los que cambiaba el tipo de movimientos, pero en general me gustan los bailes sensuales, para dejar observar. La camiseta la fui rasgando poco a poco, por el centro, dejando ver cada vez más de mi pecho, que ya de todas formas se miraba todo a través de la camiseta que no me tapaba nada. Aun así, la sensación de ir destapando de a poco siento que tiene un morbo mayor que el enseñar de una todo. Terminé de romper la camiseta por en medio, pero al estar tan mojada se quedaba adherida a mi piel, por lo que seguía bailando y esta no se separaba de mis tetas. Finalmente decidí que era momento de dejar mis tetas al aire, por lo que terminé de quitarme la camiseta, y entonces empecé el juego de donde lanzarla, iba de un lado a otro de la tarima, y desde todos los sitios me hacían señas para lanzar la prenda, o lo que de ella quedaba, finalmente me fui hacia donde estaban mis acompañantes y lance la camiseta hacia mi novio, quien con algo de dificultad logró atraparla. Así, yo estaba sobre la tarima, prácticamente desnuda, con un pequeñísimo hilito que apenas si tapaba lo mínimo, seguí moviéndome, esta vez con los laterales de mi hilito entre mis dedos, jugando a bajarlos un poco, y escuchando a los chicos del publico gritar “pelos pelos” en referencia a que querían que me quitara la última prenda, aunque no estaba dentro de mis planes, al menos no por ahora. La canción llegó a su fin, y con el agradecimiento del conductor y del público me retiré nuevamente al último sitio de la cola de chicas. Al llegar ahí, noté que Rocío se había colocado de nuevo su camisa de cuadros, por lo que estaba vestida nuevamente. De las otras chicas, había dos que continuaban con los pechos al aire, la otra que había lanzado su camiseta al público había logrado conseguir otra camiseta y se la había puesto, por lo que incluyéndome, solo habíamos tres chicas con los pechos descubiertos en la fila, y una de ellas se tapaba los pechos con su mano. Yo hacía intento constantemente de acomodarme el hilito para que al menos estuviera sobre mis vellos y no mostrarlos aun del todo, aunque el mínimo movimiento hacia que se metiera el tanguita más adentro. En ese momento se escuchó:

-El jurado ya ha tomado una decisión, y tenemos las cinco señoritas que irán por el gran premio. La primera finalista será con el número 1, Catalina! Pasa Catalina al frente por favor! Catalina se movió y fue al frente, al tiempo que los asistentes aplaudían y vitoreaban su nombre.

-La segunda finalista es la participante número 16, Rocío! Rocío brincó de alegría y se movió también al centro de la tarima, en seguida llamaron a la siguiente, que era la numero 9, de la cual no recuerdo el nombre, era una de las chicas que estaba con las tetas al aire y en hilito. Quedaban dos lugares, y 14 chicas aun, de cuarta llamaron a la número 13, que era la otra chica de tetas al aire, en hilito también, lo que me hizo evidente que íbamos a pasar las que más habíamos mostrado, aun cuando Cata no se había despojado de su camiseta, las había mostrado. No tenía duda que me llamarían a mí a la última, solo tenía que escucharlo:

-La ultima finalista, con el número 17, Jessica! Brinqué contenta, levanté mis brazos y saludé a los asistentes, se escuchó bastante ruido y vitorearon también mi nombre igual que a las otras chicas. Estábamos las cinco frente al público, el anunciador volvió a tomar la palabra:

-A continuación, las cinco chicas harán un baile nuevamente cada una de ellas para el deleite del respetable publico quienes se encargarán de elegir a la mejor al final mediante elección popular! Dicho esto, las cinco nos retiramos hacia atrás, de donde ya se habían marchado el resto de las muchachas, ahora solo estábamos nosotras cinco en la tarima. Seguidamente, llamaron primero a Catalina, para que hiciera su baile. Ella, antes se acercó al DJ y le solicitó una canción, no quería la misma con la que había ya había bailado, cosa que yo ya tenía en mente hacer también. Seguidamente se fue hacia la piscina, donde la empezaron a mojar nuevamente, e inmediatamente se empezó a sacar su camiseta. Al comenzar la música, ya Cata estaba con sus tetas al aire, tratando de cubrírselas con una sola mano, mientras bailaba muy lentamente. Luego, ya se soltó, y sus pechos botaban ya libremente mientras seguía su baile. Nuevamente empezó a jugar con su short, se lo abrió y se lo bajó hasta las rodillas, moviendo su culo, luego terminó de bajarse su short y el público empezó a ovacionarla. Ella se notaba muy confiada, bailando muy sensualmente, sabía que las demás íbamos a ir por todo, así que tenía que mostrar más. Empezó a jugar con su tanguita, se daba vuelta y mostrando su culo al público se bajaba hasta el límite el hilito, dejando ver su raja desnuda, pero sin llegar a mostrar el sexo. Al terminar su presentación, nuevamente el apoyo del público era masivo, todos gritaban su nombre, era evidente que la chica era muy querida al menos por los chicos del lugar. En seguida, llamaron a la chica con el número 9, ella ya estaba sin la camiseta, así que el agua fue a dar a su culito y sus pechos directamente. En esta ocasión, se miraba como fuera de lugar, como que el efecto de lo que se había tomado antes del concurso se le había pasado, porque constantemente se intentaba tapar los pechos con sus manos, y no se atrevió tanto como la primera vez. Nuevamente Cata comentó justamente eso con migo y con Rocío esta vez:

-Como que ya se le pasó el efecto a esta, dijo Cata.

-Sí, no ha tomado más durante todo el concurso, ya no tiene la misma energía, Agregó Rocío. El baile de esta chica terminó incluso antes de finalizar su canción, y regresó a la cola sin mucho tumulto. A continuación, llamaron a la chica con el número 13, ella se veía más centrada en el asunto, y aunque tenía un cuerpazo, su rostro no era muy agraciado, y se notaba que el público le iba a cobrar eso. Ella bailaba bastante bien, y la sorpresa nos la llevamos todas cuando de pronto se bajó por completo su hilito dejando su cuerpo totalmente desnudo, ella estaba decidida, y bailaba sin ningún temor, desnuda frente al público que había estallado en júbilo para con ella. Estaba totalmente depilada, no había un solo vello en su cuerpo, el cual brillaba bajo los faros incandescentes, su tono de piel más bien oscuro la hacía brillar aún más. Tanto Caro como Rocío estaban en silencio, sin moverse, me dio la impresión que Caro tenía algo de rabia, al ver que esta chica se había atrevido a desnudarse por completo, por otro lado, Rocío se le notaba un aire de impotencia, como pensando que ella, aparte de llevar puesto un pantalón imposible de quitar con las botas, no se atrevería a tanto. La chica terminó su presentación, y regresó a nuestro lado. Ahora sería el turno de Rocío, de ver hasta donde llegaría, ella se fue hacia la piscina, se quitó su sombrero de nuevo, y pidió la empezaran a bañar, al tiempo que se iba sacando la camisa de cuadros dejando sus tetas al aire. Empezó a bailar, de la misma manera que la primera vez, ella se miraba muy sensual, se abrió el pantalón y se lo bajo un poco, dejando ver la tanguita negra que tenía abajo, jugaba con los laterales de esta, los tiraba hacia arriba, metiendo el hilito en su entrepierna hasta lo más profundo, o al menos eso era lo que todos suponíamos, seguía su baile, se tocaba las tetas, y regresaba a su tanguita, hasta que terminó por bajarse los pantalones hasta donde las botas se lo permitieron, e inclinándose con el culo hacia el público, se bajó también el tanga, dejando ver según pienso, ya que nosotras estábamos del lado contrario, todo el sexo al público, el cual reventó en ovación, se escuchaban los gritos y piropos de no muy buen gusto para con Rocío, quien se incorporó dejando sus prendas a la altura de las rodillas, bailando y mostrando todo los que la posición le dejaba mostrar, se metía las manos por su sexo, igual a la anterior, estaba totalmente depilada, sin un solo vello en su cuerpo, y se empezó a tocar su vagina para el deleite del público. En ese momento, Cata me dijo:

-Será que esta drogada para llegar a tanto?

-No lo creo, le contesté yo.

-Pues entonces debe estar loca!!!

-Que iras a pensar de mi cuando me veas bailar entonces! Contesté yo con algo de sarcasmo al tiempo que Rocío terminaba su presentación.

-A continuación, para cerrar la ronda final, veremos a Jessica! Era mi llamado, por lo que me apresuré primero hacia el DJ:

-Hey, DJ, colócame la pista ocho.

-The Look? Preguntó el.

-Sip, esa misma, y en el espacio de silencio casi al final ocupo que le des pausa, le dije.

-Cómo? Me contestó el DJ sin entender mi pedido.

-Al ir terminando, la canción tiene un momento de silencio cierto? Le dije yo.

-Ah sí, sí.

-Bueno, quiero que le pongas pausa en ese silencio, cuentas a la tercera y luego la sueltas de nuevo.

-La tercera qué? Me dijo el DJ

-Tú sabrás, confía en mí, no me falles. Dicho esto, me fui hacia la piscina, donde me empezaron a echar el agua por todo el cuerpo. La canción empezó a sonar, y mi baile había comenzado. Los chicos se habían entretenido en llenar de agua la única prenda, si se le podía llamar así, a mi micro tanguita, la cual prácticamente había desaparecido por completo, mi vellos se salían por arriba de ella, y mi vagina ya se había devorado el hilito que había en medio, dejando ver prácticamente todo, yo jugaba especialmente con mis tetas, me mordía los pezones, lo que hacía que los chicos gritaran de encanto. El ritmo de la canción, al inicio algo lento, pero golpeado, me ayudaba a realizar los movimientos sensuales, y luego las partes rápidas también las aprovechaba para mover caderas y movimientos bruscos. Empecé a jugar con mi hilito, me lo subía más de la cuenta, estirándolo casi a romperlo, para luego bajarlo, hasta tener prácticamente el culo desnudo. En una parte de la canción donde se escucha como una aceleración de una moto, me terminé de bajar totalmente el hilo, momento en el que todos gritaban vulgaridades, principalmente “perra” me empecé a tocar el clítoris, sensualmente, ya fuera de mí, y hasta llegaba a introducir parte de mi dedo grande en mi interior. Había llegado el momento del clímax de mi espectáculo travieso, sabía que faltaban unos 15 segundos, así que me fui al extremo de la tarima donde estaban mis acompañantes, obvio, no solo ellos estaban ahí, basta decir que todas las sillas del recinto estaban ocupadas, y había mucha gente de pie, principalmente en los costados del local, así que cerca de mis acompañantes había mucha más gente de pie, al estar frente a la mesa de mis amigos, me acomode a cuatro patas, con mi culo justo en dirección a Fabián, aunque era totalmente visible para todos, pagaría mi promesa, empecé a tocar mi sexo, con mi mano derecha, la cual tenía por sobre la espalda, subía mis dedos a mi ano, cosa que hacía que toda la audiencia gritara, y en ese momento introduje mi dedo mayor en mi culo, justo al momento que la música se detuvo, como lo había solicitado, el DJ puso la pausa, mi dedo tomó el cordón de las bolas chinas que hasta ese momento habían estado ocultas a la vista de todos, y al sacar el cordón el silencio se hizo presente, o al menos para mí no se escuchaba nada. Saqué los 6 u 8 centímetros de cordón, momento en el que este se tensó, y de un tirón suave salió la primera bola, logre escuchar un grito del público, que al unísono dijeron “ohhhhhhhh”, pero aun habían dos bolitas, seguí tirando del cordel, nuevamente estaba tenso, y la segunda bolita empezó a salir, más lento que la anterior, y nuevamente un “ohhhhhhhh” se escuchó en la sala, faltaba ya solo una bola, la cual empecé a dar tironcitos, como quien no quiere sacarla, en ese momento mi mirada se centró en Fabián, el cual me miraba a los ojos alternando con el espectáculo en mi culo, al cruzar las miradas, le cerré un ojo, con un gesto provocativo y comencé a tirar en serio del juguetito, hasta dejar la bolita a medias, abriendo mi culito, para finalmente de un tirón sentir como se liberaba la tensión del cordón, esperé que la música corriera de nuevo, pero el DJ parecía que no había logrado contar hasta tres, por lo que lo miré, momento en el cual reaccionó y la música empezó a correr, me levanté y las bolas fueron una a una a mi boca, chupándolas con esmero, la música se fue acabando, al tiempo que empezaban a gritar mi nombre:

-Jessica! Jessica! Jessica! Tenía la sensación que el público estaría con migo, en ese momento, antes de terminar mi función, me di vuelta justo en el centro de la tarima, dando la espalda a la gente, e inclinando un poco mi cuerpo, como sacando culo, con las piernas juntas, tomé las bolitas y me introduje de nuevo en mi ano la primera bolita, dejando las otras dos fuera de mi culo, guindando por el cordoncillo y golpeando mi trasero, me moví como demostrando el golpeteo, y me retiré hacia mi sitio. Cata y Rocío me miraban con odio, y bueno, para mí era lógico, mi atrevimiento había llegado mucho más allá, por mucho, mas allá de lo que quizás debía, pero la situación se prestaba, e incluso estaba totalmente excitada por todo lo hecho. Ya al lado de Rocío, esta me dijo:

-La has sacado! Yo solamente me sonreí, en realidad el momento no me permitía decir palabra alguna, aún estaba agitada.

-Bueno, el espectáculo ha llegado a su fin, y ahora toca elegir a la ganadora. Vamos a hacerlo en orden, y solicitaremos que únicamente aplaudan a la chica de su elección. Aplausos para Catalina!!!! La bulla no se hizo esperar, no solo aplausos, como era de esperar, la Cata tenía mucho apoyo con la gente. Luego pidieron aplausos para la numero 9, a la cual el bullicio no fue tan fuerte, luego la 13, que si bien era mejor que la 9, no llegó a ser tan fuerte la bulla como Cata. Los aplausos para Roció eran prácticamente un empate con Cata, más aún porque Rocío aprovecho el momento de sus aplausos para bajarse nuevamente el pantalón y el hilo y mostrar su culo. Había llegado el turno mío, y al escuchar el bullicio para mí era evidente que tenía la mayoría a mi favor, o al menos los más ruidosos, pero el conductor del evento le parecía un empate entre Cata, Rocío y yo, o al menos eso dijo, posiblemente para mantenernos más rato en la tarima. Despidió en ese momento a las otras dos chicas, dejándonos a nosotras tres en la tarima. El anunciador entonces dijo:

-Bueno, quienes quieren ver los movimientos de Cata de nuevooooooo???? El público empezó a gritar, al tiempo que la música de cata sonaba de nuevo, e inmediatamente Cata se empezó a mover, esta vez, sin mucho preámbulo, se bajó el hilito, hasta casi las rodillas, y se inclinaba un poco de espaldas al público dejando ver todo su culo, ella al igual que yo tenía las marcas de su bikini en el cuerpo, y también llevaba una fina línea de vellos sobre su sexo, el público estalló nuevamente con los movimientos de Cata, que esta vez ya estaba mostrando todo. Evidentemente, no era un baile, así que la situación tardó unos 30 segundos y regresó a su sitio, en seguida el conductor dijo:

-Ahora veamos a Rociiiiiiiiiiiiiiiooooooooooooo!!! Rocío se apresuró al centro de la tarima, mientras sonaba su música, nuevamente se bajó el pantalón y el hilo hasta las rodillas, no podía bajarlos más, y empezó a tocarse muy generosamente su sexo, aun cuando no mostraba mucho pues sus manos tapaban la mayor parte, ella se movía muy bien. El público también fue generoso con ella, y la ovacionó fuertemente. Rocío regresó a su sitio, era mi momento.

-Finalmente, veamos a Jeeesicaaaaa!!!! Me moví hacia el centro de la tarima, las bolitas chinas seguían colgando de mi culo tal cual las había dejado, me di vuelta para mostrar mi culo al público, y empecé a mover mi culo en forma circular, luego lo sacudía con fuerza, haciendo botar las bolitas de un lado a otro, y en eso lograba escuchar del público que me gritaban: “mételas, mételas” yo entendí perfectamente lo que quería la gente, así que detuve mis movimientos, y tomé la segunda bolita entre mis dedos, la coloqué en la entrada de mi ano y empujé hacia adentro, la situación me tenía muy húmeda, sudando, lo que me ayudó mucho a que la bolita se fuera resbalada fácilmente, en cuanto entro, un “uhhhhhhhh” sonó en el público, inmediatamente tomé la tercera bola y repetí la acción, y el público repitió también su expresión, pero yo, sin dejar pasar el momento, tomé el cordón y de un tirón fuerte saque las tres bolitas de golpe, sacándome un quejido que posiblemente lograron escuchar todos los asistentes a pesar de que no había mucho silencio en la sala, acción que provoco la reacción de público y los gritos de “perra, perra”, yo miré hacia la audiencia, y con carita de niña buena, me llevé las bolitas a la boca para chuparlas como si de un dulce se tratara para la niña, mientras regresaba a mi sitio. La cara de mis otras compañeras era más que evidente, sobra describirlas. El locutor, tardo unos cinco segundos en recobrar el aliento, y sin pensar mucho dijo:

-Aplausos para Catalinaaaa! El bullicio se sonó, aunque a mi juicio, menor de lo que recibió la primera vez.

-Aplausos para Rociiiiiooo! También ella recibió sus aplausos, pero nuevamente sentí que en menor cantidad, ahora incluso, me pareció que Cata había sido más fuerte.

-Y aplausos para Jessicaaaaaa! Ese Jessica me pareció más fuerte, como influenciando a la gente a hacer más ruido, aunque la verdad no era necesario, lo que había mermado el ruido hacia las otras dos chicas lo había ganado a mi favor, para mí, era muy claro el asunto, y así lo dijo el presentador:

-La ganadora sin discusión alguna… Jessicaaaaaaaaaa! El público estalló en ovaciones, yo supongo tenía una cara de alegría inmejorable, me acerqué al centro de la tarima, donde, aun con las bolitas chinas en mis manos empecé a saludar a la gente en modo de gratitud, los gritos no dejaban de parar, toda clase de piropos, desde los más comunes hasta los más vulgares, no podía ser de otra manera, yo solamente sonreía y saludaba con mis manos, de pronto tomaba las bolitas y las chupaba un poco con cara de deseo, hasta que el conductor trajo una coronita y con ayuda de otro tipo me la colocaron en la cabeza, me dieron un ramo de rosas rojas y un sobre, con el premio, que era dinero en efectivo, no era una gran cantidad, pero lo suficiente como para pagar los recibos de servicios públicos de un mes en mi depa. Según me dijo mi novio luego, parecía la reina puta, desnuda por completo a excepción de mis pies que tenían las botas, y con una corona en mi cabeza, y bueno, a decir verdad, no dejaba de ser cierto. En ese momento, el conductor dijo:

-Agradecemos a todos los asistentes, a todas las chicas por estar acá, y esperamos que fuera de su agrado la velada, y que la fiesta siga, buenas noches! La música empezó de nuevo, claro estaba, Roxette, con lo cual el público empezó a vitorear mi nombre de nuevo, aunque ya yo quería ir buscando la salida de esa tarima, todavía moví un poco las caderas y coloqué mi culo en pompa para el deleite final de los asistentes, moviéndome hacia las gradillas, donde mi novio ya me estaba esperando, con mi pareo en sus manos, lo había logrado recuperar, y además tenía mi camiseta, o al menos, lo que de ella quedaba. Me ayudó a bajar, tomo el ramo de flores y me entregó el pareo, el cual me puse para intentar tapar algo de mi desnudez, luego mi novio me dio lo que había quedado de la camiseta, que si bien la había roto, aun podría colocármela y hacer un nudo por el frente. Así lo hice, y aunque estaba mojada aun y totalmente transparente, al menos no iba desnuda del todo de regreso al hotel. En ese momento, mi novio me dijo:

-Quieres regresar al hotel de una vez amor?

-Como tú gustes, contesté yo.

-Creo que será lo mejor, es ya bastante tarde, y debes estar un poco cansada con ese espectáculo, has estado cerca de dos horas y media de pie ahí en la tarima. Yo no me había dado cuenta del tiempo, pero mi novio tenía razón, y en ese momento me sentí cansada.

-Tienes razón amor, no me había dado cuenta de la hora, vamos a despedirnos para regresar al hotel. Dije yo. Nos fuimos hacia nuestra mesa, donde empezamos a despedirnos de todos, Andrea y Carlos también decidieron regresar, los demás si se querían quedar a tomar más, a pesar de que ya estaban bastante borrachos. Me felicitaron, uno a uno, dándome un beso y un abrazo, abrazo que algunos aprovecharon para tocar más de la cuenta, pero bueno, en esas condiciones era de esperarse, igual tampoco se sobrepasaron demasiado. Ya por fin nos despedimos y nos fuimos caminando hacia el hotel. Tanto Andrea como Carlos también iban algo tomados, Andrea podía decirse que estaba borracha, e iba comentando en voz bastante alta lo perra que había sido yo, aunque de una manera bastante incoherente. Llegados al hotel, nos despedimos y nos fuimos cada cuales a su habitación, yo sabía que la hora de dormir aún no había llegado, por más cansada que me sentía, no quería dormir, y sabía que sería muy bien premiada. Mi novio me entregó la llave de la puerta, pero no me dio tiempo a abrirla, me arrancó el pareo de mi culo y empezó a tocarme, a chuparme por todo el sexo, desde atrás, forzándome a apoyarme en la puerta, inclinando mi cuerpo hacia adelante y abriendo mis piernas para darle un mejor acceso a mis partes. Yo en un intento por facilitarle el acceso a mi sexo, tomé mi pierna izquierda y la levante hasta casi la altura de mi cabeza, sosteniendo esa pierna con mis manos, ahora mi cabeza se apoyaba contra la puerta, momento en el que mi novio se incorporó y sin mucho miramiento se sacó su tranca y me la metió de golpe en la vagina. Empezó sus movimientos, me taladraba como si de ello dependiera su vida, yo por mi parte gritaba cual me estuvieran matando, y poco me importaba quien pudiera estar escuchando o hasta viendo. Mis tetas aún estaban detrás de los restos de la camiseta anudada, pero se movían como si no tuviera nada, mi novio iba aumentando el ritmo cada vez más, y yo sentía que su tranca me destrozaba todo mi coñito por dentro, mis gritos se debían escuchar a kilómetros de distancia. Luego de unos cuatro o cinco minutos de mete y saca, le empecé a decir:

-Cógeme por el culo, destrózame el culo amor, quiero que te corras en mi culo para luego chuparte esa picha, mi amor rico… métemela por el culo porfa, la necesito ahí!!! Yo sabía muy bien que esas palabras lo pondrían más excitado si era posible eso, y no dudó en hacerme caso, me sacó su miembro de la vagina y sin mayor contemplación empezó a taladrar mi ano, el cual no puso mayor resistencia y en corto tiempo ya estaba alojando esa tranca completa dentro de mi retaguardia. El mete saca empezó nuevamente, y mis chillidos con él, gritaba como la perra que era, pedía más, le exigía que me diera más duro, que me destrozara, y él ni lerdo ni perezoso me daba cada vez más duro, sacándome cada vez gritos más fuertes, hasta que al cabo de unos minutos se empezó a correr dentro de mi ano, inundando todo mi interior de su leche. El saco entonces su picha de mi culo y me obligó a mamársela, cosa que hice de gusto, sentía el sabor de su leche, mezclada con mis jugos y hasta el sabor de mi culo, me tomé muy en serio mi faena de limpiarle la picha y dejársela reluciente, y así lo hice, mirándole cada que podía a los ojos, con cara de perra. Él se le notaba la cara de satisfacción, de ver a su novia hecha una sumisa, haciendo las cosas como él quería, y más aún, ofreciéndome a él para su disfrute. Finalmente, empecé a buscar las llaves de la habitación, pues en el trajín de lo ocurrido las perdí, estaban en el suelo, cerca de mis bolitas chinas que también había tirado. Abrí la puerta como pude, mi cuerpo estaba adolorido, entré y mi novio atrás, cerrando él la puerta, me fui directo a la cama donde me acosté, según yo para dormir, pero en ese momento sentí como mi novio, al acostarse atrás mío, (yo estaba de lado) me empezó a meter de nuevo su picha por mi vagina, increíblemente la tenía dura de nuevo, y sin

mucho esfuerzo me tenía nuevamente penetrada hasta el fondo, yo en realidad no opuse ninguna resistencia, y estaba nuevamente loca por recibir sus embestidas, aunque esta vez él fue mucho más amable con migo, se puede decir que me hizo el amor, con muchos besos en mi nuca, acariciándome el cuerpo, y tratándome con delicadeza, y era yo la que movía mi culo para recibir las embestidas con mayor fuerza. Al cabo de algunos minutos, él se corrió dentro de mi chochita, provocando eso un orgasmo inigualable en mí, un orgasmo de placer inmenso, luego del cual quedé rendida al sueño, y pronto me dormí, aun con el pene de mi novio adentro…

FIN

Quisiera usar este espacio para agradecer a todos los que han seguido este relato, a los que de una u otra manera me han solicitado a seguir escribiendo las continuaciones de esta historia, que aunque pensé por momentos que no terminaría, los mensajes, correos y otros de muchas personas me han animado a terminar esta historia. Para quienes se preguntan, la historia es casi al 100% real, cada quien tendrá su derecho de juzgar a su manera, igual no voy a decir que no he cambiado algunas cosas para que la historia sea más “sexualmente atractiva” pero en síntesis, los hechos relatados son tal cual ocurrieron, quizás no así todos los detalles. Quisiera agradecer sobre manera a una amiga que me motivó mucho a terminar estos relatos, Andrea R., así como a varias personas que me estuvieron escribiendo frecuentemente preguntando siempre por las continuaciones y felicitando por cada nueva edición, no los voy a mencionar por temor a dejar a alguien por fuera y porque si no, no voy a terminar el relato jamás, pero a todos, MUCHAS GRACIAS.
PARA CONTACTAR CON LA AUTORA:
jessicaact@hotmail.com

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (23)” (POR ADRIANRELOAD)

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Mili seguía trepada encima de mí y aferrada como koala… yo la sostenía con mis brazos debajo de sus gordas nalgas, sus piernas al aire… de la cintura para abajo Mili estaba desnuda… ah y claro, estábamos enganchados porque mi verga atoraba su ano, mientras gotas de leche salían de ahí…

En esta ocasión no estaba tan temeroso de ser descubierto… estábamos en un bosque donde sería fácil esconderse… pero igual había que ser precavidos, si yo encontré el rastro de Mili, un militar entrenado como su viejo también lo hallaría fácilmente…

Había escuchado mejor, y parecía que las voces de sus padres aún estaban lejos en el camino… aun no llegaban al atajo en que estábamos… nos daba algo de tiempo…

– Mili… le dije.

– ¿Qué?… pregunto en voz baja.

– Como que va siendo hora que te bajes… dije al sentir que mi flácido miembro salía de ella.

– Oh… cierto… respondió reaccionando.

Se bajó de mí, con las piernas abiertas, procurando que los líquidos que salían de su ano no manchen sus medias ni sus zapatillas. De mi mochila, tirada a un lado en el suelo, nuevamente saque agua y algo de papel para limpiarnos. Mientras en el camino, unos metros arriba, veíamos luces entre los arboles…

– Yo ya estoy listo… ¿cómo vas?… pregunte.

– No encuentro mi ropa… dijo preocupada.

Mili ya estaba limpia y todo, solo con el pubis y las nalgas al aire, como bebita sin pañal… niña descuidada, no podía recibir así a sus padres… en su arranque pasional había pateado su short, que salió volando, quien sabe a dónde.

En mi mochila yo tenía mi ropa de baño porsiacaso… pero qué pensarían sus viejos si ven a Mili con una bermuda de hombre que por mi talla le quedaría floja a ella, solo en la cintura, porque quizás en las caderas le cabria bien. A pesar que ya estaba casi oscuro, seria evidente lo que estuvimos haciendo…

Mientras las luces y las voces ya habían llegado al desvío… estaban cerca…

– Ya, la vi… dijo mientras la veía saltar graciosamente y sus nalgas desnudas rebotar.

– ¿Cómo llego eso ahí?… pregunte sorprendido.

Estaba en una rama algo alejada, cerca al barranco. Mili en su arrechura al sacar el short lo pateo con fuerza… Hice a un lado a mi pequeña acompañante y me estire para alcanzar su short. Ya sentía pasos y a lo lejos veía la polvareda que se armaba, ya estaban descendiendo por el camino.

¡Apúrate!… le pedí, y la muy nerviosa se puso el short al revés. Se lo hice notar y nuevamente se sacó el short… veía que por los nervios perdía el equilibrio, me agazape a su lado para que se apoye, lo hizo y termino de colocarse el short… mi corazón latía a mil escuchando la voz de su padre cerca… hasta que sentí la luz de una linterna en mi rostro…

– ¿Aun te duele?… pregunte terminando de agazaparme y tomándole el tobillo, disimulando.

– Ah no… ya no… gracias… dijo Mili siguiéndome la corriente.

Me fui levantando y por suerte esta vez sí vi el short de Mili correctamente puesto… puse mi mano frente a mi vista, ya que la linterna me seguía apuntando… me sentía como en un interrogatorio…

– ¡Aquí estas!… dijo la madre de Mili asustada, yendo a abrazarla.

– No se preocupen estoy bien… respondió Mili calmándola.

Bajaron la luz de la linterna y apenas veía al viejo de Mili, ya estaba oscuro, más el color de su piel y mis ojos que sufrieron el destello de la linterna, su papa era solo una sombra para mí, casi un árbol más… sentía que me miraba como a un insecto… con cara de pocos amigos… seguro se preguntaba que hacia este pelele con su nenita en medio del bosque… y en realidad pregunto algo similar:

– ¿Qué paso? ¿Cómo terminaste acá?… pregunto su viejo entre severo y preocupado.

Mili estaba muda, como esperando la reprimenda de su padre, no sabía que inventar para excusar su ausencia, como cubrir que se la habían cogido dos veces en medio de la naturaleza, contra natura por el ano y también contra el árbol detrás nuestro…

– Nos desviamos del camino, buscando ir al rio… Mili bajo trotando y con la inercia termino golpeándose con el árbol… parece que también se torció un poco el tobillo en la bajada… esperábamos a que se sintiera mejor para regresar… le explique de corrido para evitar preguntas y bueno algo nervioso también.

– Y ¿cómo está tu tobillo?… pregunto el viejo acercándose a revisar a su nena.

– Esta mejor… solo fue un susto… replico nerviosa, evitando que su viejo se acerque más, quizás ella aun despedía olor a mi semen.

Obviamente vino una pequeña reprimenda: que su madre se preocupó, que debía tener más cuidado, que ya era tarde, etc., etc. Luego de esa pequeña terapia familiar su viejo volteo a verme.

– A todo esto… ¿Quién eres tú?… pregunto bajando la mirada, me llevaba casi una cabeza.

– Disculpe señor por no presentarme… mi nombre es Daniel, soy compañero de estudio de Mili en la universidad… replique, ofreciéndole la mano y ajustando mi hombría.

Aunque también anal-izo a su hija, pensé… pero no quería ser chocante y atribuirme ser su enamorado, porque nunca se lo pedí y no lo hablamos, solo follamos… además veía que su viejo intentaba meterme miedo (y en realidad lo estaba logrando), era mismo el careo entre boxeadores antes de una pelea…

Mili por su parte no quería su papi piense que ella se iba con cualquiera al bosque…

– Papi, en realidad él es…. es mi enamorado… dijo Mili un poco tímida, vendiéndome.

Su viejo la miro atónito, como si no supiera el significado de aquella palabra, después me miro desconfiado y sentí que me apretaba más la mano, al darse cuenta me soltó… auuu… mierd… mi mano… obviamente no emití ni queja ni expresión de dolor… aguante como los machos…

– Ah sí… ¿Por qué no sale corriendo como los otros?… dijo medio en serio y medio en broma, quizás pensó que su hija pudo conseguir algo mejor.

– Soy difícil de intimidar señor… respondí, no me ganaría el respeto de este militar escondiéndome detrás de Mili.

– Eso lo veremos… me dijo casi retándome.

– Ya papi, no lo espantes, que de verdad me gusta mucho… suplico como niña defendiéndome.

– En realidad es el primer chico que conocemos como su enamorado… dijo su mama sonriendo acercándose a besarme en la mejilla y abrazarme. Cariñosa la suegra.

– Te voy a dar el crédito de ser el primero en presentar batalla (darle la cara)… los otros no pasaron del teléfono ni llegaron a la puerta de mi casa… gruño el viejo.

Si supiera que había llegado hasta su cochera, que abuse de su hija apenas metros debajo de donde él dormía… que así como el me apretó la mano, el ano de su hija me apretó la verga días atrás en su cochera y minutos antes acá en el bosque, dos veces…

– Espero que sepas en que te metes… dijo advirtiéndome.

Creo que a estas alturas me había metido más de la cuenta, sobre todo en el ano de su golosa niña… para mí lo que dijo el militar era una advertencia de lo que me haría si lastimaba a su hija… pero la mama de mili entendió otra cosa:

– Vamos… ni que fuéramos tan malas… bromeo la madre de Mili.

Luego de esa pequeña charla, retornamos por el camino, ellos adelante, nosotros detrás. Mili caminaba un poco adolorida, mas por su ano maltratado, pero sus padres podían entender que era por su supuesto tobillo lesionado… para eso ya mi corazón latía más tranquilo, había salvado el momento, encarado al viejo… me le plante sin amilanarme y parece que le gusto que no le demuestre temor.

Mili contenta me tenía tomado de la mano, por momentos me dejaba llevar y la abrazaba o ella me robaba besos. En el camino de cuando en cuando el viejo volteaba a vigilarme… le era raro ver a su niña acaramelada con un chico. Supongo que era el día que temía, ver a su niña convertida en mujer.

Llegamos a las instalaciones del club, los padres de Mili habían planeado quedarse un día o dos, para relajarse, vacaciones familiares. Alquilaron una cabaña para ellos… Mili me pidió que me quede, pero obviamente no iba a dormir con ellos. Dudaba que su viejo acepte.

Sus padres nos dejaron cenando, ellos ya lo habían hecho. Conversamos de varias cosas, cuando estábamos a mitad de la cena… se nos acercaron Guille y Vane… como comprenderán Mili se erizo, por instinto, como una gata cuando ve a una perra, analogía que calzaba después de lo sucedido entre ellas.

Al fin y al cabo Mili guardo la compostura… se saludaron como si nada hubiese pasado… yo me imaginaba que Mili mentalmente la había destrozado, o al menos enviado saludos a la mama de Vane…

Cenamos juntos, algo tensos, evitando comentar cosas pasadas para no reavivar peleas… Guille de buen ánimo porque la pasaba bien (después de tirarse a Vane en el rio), me propuso quedarnos también en el club. Guille quería alquilar una cabaña, sospecho que quería aprovechar al máximo a Vane.

Los padres de Vane estaban de viaje en Europa, así que ella no tenía con quien reportarse. Había escuchado por rumores en la facu, que sus viejos o se la pasaban viajando o trabajando. Ella había sido prácticamente criada por su abuela, una señora medio neo-nazi, ya entendía porque sus actitudes.

En previsión, Guille ya había pedido que lleven el auto de mi viejo a mi casa. Solo quedaba yo… llame a mi casa, para mi suerte contesto mi vieja, me confirmo que el auto había sido devuelto… mi padre había salido a visitar a un hermano enfermo. Lo bueno que mi vieja era más asequible y, como toda madre, solo pidió que me cuide, así que todo arreglado.

Guille alquilo una cabaña pequeña, con 2 dormitorios, una sala, una pequeña cocina y baño. En teoría como Vane era la dama, dormiría sola en un dormitorio… pero vamos, obvio que Guille iba a dormir con ella y yo me iba al otro dormitorio. No me hacía problemas por eso. Solo rogaba que no hicieran ruido.

Era un poco tarde, pero ya había quedado con Mili en vernos en la piscina… Para evitar roces y demás, Guille y Vane eligieron otra actividad para entretenerse, me parece que fueron a la zona de juegos.

Mili quería disfrutar al máximo nuestra estadía ahí… era el primer fin de semana juntos como enamorados oficialmente. Ahí no teníamos que escondernos de los demás, no habrían rumores… sus viejos me aceptaban… es decir, todo había vuelto la calma y todo se había corregido…. Vane estaba neutralizada y Javier no nos interesaba que haría…

– Sabes que Javier me propuso vengarnos de ti… me cito para verlo… me dijo Mili.

– Ese maldito… es un granuja, traidor, abusivo… dije molesto.

– Me estas describiendo a un hombre promedio… dijo Mili intentando bromear, como yo hice respecto a Vane, pero no me agrado tanto y lo noto, era otro contexto.

Me vino a la mente, como golpee a Javier en la fiesta de Guille y quise hacerlo nuevamente… el ambiente era similar, un jardín enorme, un baño al lado, solo que ahora estábamos recostados frente a una piscina casi vacía y con una luna llena iluminándonos…

– Nunca aceptaría nada de Javier… Amor, no te molestes… dijo acariciando mi rostro.

– ¿Soy tu amor?… pregunte, embobado por el inicio del romance.

– En realidad… no se… me dijo haciéndose la interesante.

– ¿Por qué?… pregunte contrariado.

– Nunca me pediste ser tu chica… dijo algo resentida.

– Ah… en serio… es cierto… respondí.

En realidad era gracioso que después de tirar como conejos en todos los rincones posibles, en todas las posiciones que pudimos… arriesgando nuestro pellejo en enredos… al final no éramos nada….

– Y ¿bien?… pregunto ansiosa.

– ¿Qué?… pregunte extrañado.

– ¡Tienes que pedírmelo!… me dijo impaciente.

– Ok… ahí va… Milagros ¿quieres ser mi enamorada?… pregunte simplemente.

– Ay… que romántico eres… así nomás… dijo graciosamente decepcionada.

– ¿Qué esperabas? ¿la declaración de independencia? ¿fuegos artificiales?… replique.

– Ay, hombres… No me imagino como será si algún día pides mi mano… refuto muy engreída.

– Mejor pido tu ano… dije bromeando.

– Eres un tonto… sinvergüenza… dijo riendo y dándome palmazos de reprimenda.

– Oye… pero no me respondiste… le dije.

– Está bien… acepto… ¿Qué me queda?… peor es nada… bromeo Mili.

– Ah con esas estamos… dije y me abalance sobre ella.

Reímos, nos besamos y dimos caricias envueltos entre las toallas. Hasta que tanta fricción surtió efecto y comenzó a aflorar en mi short… Ella se dio cuenta, sonrío pícaramente pero se contuvo.

– No Dany… acá no… mis padres rondan y hay aún un par de personas… me dijo.

Vi alrededor, aun había una pareja en la piscina y un chico terminando de hacer limpieza, además la cabaña de sus viejos estaba cerca. No sabía si su viejo me vigilaba a través de la mira de un rifle.

Así que la única manera de quitarme la calentura era con el agua fría y nadando un poco. Mili lo entendió y me dejo ir mientras ella me miraba al pie de la piscina, no se animaba a entrar, no era buena nadadora y alguna vez casi se ahogó, por eso aun algún trauma al respecto tenía.

A Mili no le gustaba pasearse con bikini, era algo vergonzosa y sus formas eran llamativas, las miradas la incomodaban. Por eso solía vestir trajes de baño de una pieza y cuando usaba ropa de baño dos piezas, la de abajo era tipo short o malla corta, e incluso andaba con la toalla o pareo a la cintura. Creo que para ella era diferente vestirse con ropa apretada (jeans, minis, etc.) para salir, que andar en una piscina mostrando las nalgas al aire, ella no llegaba a tanto.

Tras un rato insistiéndole… al final decidió entrar al agua, el chico de limpieza se había ido, solo éramos nosotros y otra pareja que más andaba al otro lado de la piscina, buscando su propio espacio y dejándonos nuestra privacidad. Entonces Mili me dio una sonrisa coqueta y se despojó la toalla.

Al verla nuevamente se me armo la cuestión… parece que por deleitarme la vista se puso un bikini de 2 piezas… creo que era de su madre, porque sus formas apenas eran contenidas y desbordaban tanto arriba como abajo. Poso un momento para mí…

Luego al darse cuenta que el chico de la otra pareja de la piscina la observaba, decidió meterse en la piscina. Creo que no solo Mili se dio cuenta que la miraba, la pareja del chico también lo noto y le armo una escena, la chica salió molesta de la piscina y el chico tras ella… bueno, al menos nos dejaron solos.

– ¿Ves el lio que armas?… le reproche en broma.

– Ay Danny… solo por ti me estoy vistiendo así… me dijo un poco avergonzada

Nadamos y jugamos un rato… llego un momento en que ella se alejó nadando, pero no se dio cuenta que había ido a una zona más profunda, al notarlo se puso nerviosa y se hundió… mierd… fui nadando rápido hacia ella… en realidad no era tan profundo, yo de puntitas estaba con la cabeza afuera, pero ella más pequeña y miedosa… se desesperó y se hundió…

– Te tengo… le dije, remolcándola a la orilla más cercana y a menor profundidad.

Mili se aferró a mí como un koala, igual que en la tarde, parecía una niña asustada, temblaba y me abrazaba con fuerza. Yo empecé a acariciarla para calmarla y calentarla… aunque el que se calentaba era yo al sentir sus infladas formas temblando encima mío, igual que en el árbol horas antes.

– ¿Estás bien?… le pregunte.

– Contigo si… siempre me cuidas… dijo un poco alegre pero aun nerviosa.

Me miro con un brillo de amor en sus ojos, empezó a besarme tiernamente, yo se lo devolví de la misma manera. Como era de esperar, mi verga endureció nuevamente, Mili comenzó a sentirla debajo de sus abultadas nalgas, casi situándose en su raja, dividendo sus cachetes e incentivando sus genitales…

– Uhmmm… gimoteo conteniendo la respiración.

Esta fricción en el agua provoco que los besos de Mili fueran cada vez más apasionados, su lengua fue haciéndose participe, sus jadeos… conteniéndose se apartó y me miro… como intentándome hacer entrar en razón… era una locura, sus padres estaban cerca… ya me había dicho que ahí no…

– Que sea rápido… dijo excitada.

Me dio a entender que la posea ahí, antes que vinieran a buscarla sus padres. No lo pensó mucho, quería hacerlo con su enamorado por primera vez, con el chico que le desvirgo el ano, con el que la defendió de Javier y Vane, el que la salvo de ahogarse… estaba muy arrecha, se olvidó de sus padres, por la forma en que me veía y besaba le daba igual… yo era su hombre y ella mi mujer…

– Apúrate… métemela… me pedía, apartando ella misma el bikini, dejando su pubis visible.

Abrí rápido mi bermuda y saque mi verga… ella seguía abrazándome, se la hundí en el agua, por lo fácil que fue intuyo que era su vagina. Ella me apretujo más… yo la tenía prisionera entre mi cuerpo y la pared de la piscina.

– Ohhh… siii… mi amorrr… exclamo satisfecha en mi oído.

Igual que en la tarde, pase mis brazos por debajo de sus piernas y mis manos debajo de sus voluminosas nalgas, esta vez ayudado por el agua parecía que sus infladas nalgas flotaban. Yo me dedicaba a alejar y atraer su cuerpo, clavándola en medio del agua…

– Uhmmm… siempre seré tu puta… ouuu… bramaba a voz baja en mi oído.

Ella se contenía de gemir a voz en cuello como en el bosque, acá era diferente, sus padres podrían salir a buscarla, sabían que estaba en la piscina conmigo, estaban cerca… apenas se escuchaba el murmullo de la marea que generábamos con nuestros apurados movimientos. Si bien éramos enamorados para sus padres, hay ciertos formalismos que guardar, no podía el primer día ser descubierto clavándome en la piscina a la niña que ellos pusieron tácitamente a mi cuidado.

– Ufff… eres mi perra… le replicaba yo excitado,

– Uhmmm… Si, si… tu perra… uhmmm… me respondió alocada.

Y esta idea parece que le corroyó la mente, trayendo imágenes y sensaciones de terribles cogidas que le propine… sin decirle nada, ella se bajó de mí, me apartó con sus manos, dándose, espacio… me dio la espalda y se puso en posición sugerente…

– Cógeme como… tu perra… me pidió ansiosa.

Aquella posición esperaba que la clave como le gustaba… por el ano… que le revienten el culo de manera diferente, en el agua…

– ¿Qué esperas?… hazme tu perra… me rogaba.

Se había agarrado del borde de la piscina, esperando que la someta… Por la poca y lejana iluminación de los postes y la luz de la luna, me guiaba para ver a través del distorsionado reflejo del agua, a través del agua veía sus piernas abiertas y sus nalgas empinadas. La tome de los bordes de sus nalgas y con el tacto sentí su rugoso ano… y le fui taladrando su goloso esfínter…

– Uyyy… siii… como me gusta estooo… uhmmm… gimió satisfecha al sentirse atorada.

Comencé a embestirla como le gustaba, ella se contraía por momentos, el agua caía de sus cabellos, ponía su rostro de lado para que viera como soportaba mi castigo con su boquita en mueca de dolor placentero y sus mejillas encendidas…

– Asiii… asiii… masss amorrr masss… uhmmm…. me pedía extasiada.

Me dedique a acariciar sus senos, sin quitarle la parte superior de la ropa de baño, si llegaba sus padre era más evidente lo que hacíamos si tenía las tetas flotando… por momentos volteaba buscando mis labios y mezclaba sus besos con su tibia y deseosa lengua…

– Ayyy amorrr… tu verga me hace feliz… ohhh…

Con cada empalada, sin darme cuenta, la estaba empujando más contra la pared de la piscina, ella antes agazapada casi en 4, termino casi con las piernas abiertas contra la pared, como rana, mientras yo la clavaba más fuerte cada vez, casi haciéndola saltar de emoción y placer…

– Ayyy siii… nooo… uyyy…. Uhmmm… exclamo finalmente contrayéndose toda.

Mientras yo la estampaba por última vez contra la pared de la piscina, mi torrente de leche inundaba su recto. Ella resoplaba satisfecha y yo jadeaba detrás suyo, casi en su oído, con mi cabeza en su hombro.

– Ufff… me… dejas… sin… aire… ufff… se quejaba ella disfrutando de haber llegado al clímax.

– Que rico es cogerte… le decía agradecido.

Nuevamente volteo el rostro, buscando mis labios y mi lengua, quise apartarme para voltearla y besarla mejor… pero no me dejo, con una mano detrás de su espalda, me jalo la cintura para que permanezca ahí, aun quería sentirse unida a mí, enganchada por el culo como le gustaba.

En esa posición me hizo un pedido:

– Estaba pensando… me dijo

– ¿En qué?… pregunte curioso.

– Algún día me harás eso que planeaste para Vane…

– ¿Qué cosa?… pregunte.

– Eso pues… de amarrar y tapar la vista… solo para sentir… me dijo deseosa.

Recién terminaba de disfrutar de llegar a un genial orgasmo, sus senos apenas se recuperaban de su agitada respiración… y la muy golosa ya estaba pensando en cómo sería la siguiente cogida. O tal vez simplemente en esa competencia que se tenían, ella quería experimentar lo mismo…

– Ah Ok… jajaja… le puedo pedir el depa a Guille de nuevo… le dije.

Sonreí al pensar que sometería a Mili, como lo idee para Vane… me había quedado con las ganas de tenerla así, casi como cuando estuvo apresada contra el árbol, parece que le gusto… lo que yo no imaginaba que eso sucedería más pronto… y de una manera que no esperaba… pero antes de eso….

Nuestro amigo karma llamo a su amigo mala suerte que a su vez llamo al viejo de Mili…

– Miliii… ¿dónde estás?… pregunto el militar engorilado.

Caraj… tanto tiempo en la piscina y disfrutando que no nos dimos cuenta que una sombra crecía cerca de nosotros, estaba a pocos metros y más molesto que nunca… ya me había salvado 2 veces… quizás la tercera era la vencida…

Continuara…

“¡Robison Crusoe no estuvo solo! La historia de las mujeres que marcaron su vida” Libro para descargar (POR GOLFO)

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SINOPSIS

Todos habréis visto multitud de películas sobre Robinson Crusoe y algunos menos, habréis leído el libro de Daniel Defoe. Me consta que su vida ha sido retratada miles de veces y que actualmente es un personaje de la cultura popular. No creo que nadie ignore que ese hombre estuvo tirado como náufrago en una isla desierta junto con su fiel salvaje “Viernes”. Como su lejano descendiente y guardián de sus verdaderas memorias, os tengo que informar que es una vil “patraña” y que su verdadera vida fue aún más interesante.

Mas de trescientas páginas de fino erotismo, sin una solo palabrota y usando la forma de escribir de antiguo, sin perder su esencia GOLFA.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los capítulos sobre su madrastra:

1

Todos habréis visto multitud de películas sobre Robinson Crusoe y algunos menos, habréis leído el libro de Daniel Defoe. Me consta que su vida ha sido retratada miles de veces y que actualmente es un personaje de la cultura popular.  No creo que nadie ignore que ese hombre estuvo tirado como náufrago en una isla desierta junto con su fiel salvaje “Viernes”. Como su lejano descendiente y guardián de sus verdaderas memorias, os tengo que informar que es una vil “patraña” y que su verdadera vida fue aún más interesante.  Es cierto que se pasó veintiocho años en esa isla, pero todo lo demás es mentira porque allí estuvo bien acompañado y si no os lo creéis, solo tenéis que leer la traducción que he hecho de su manuscrito, empezando por los capítulos que dedicó a Elizabeth Claire, su amada madrastra.

24 de marzo del año de nuestro señor 1695.

Con sesenta y tres años cumplidos y gozando de buena salud, yo, Robinson Crusoe, fiel súbdito de su majestad británica la reina Ana comienzo a escribir mis vivencias con la esperanza de no queden en el olvido y se conozcan las dificultades y vicisitudes que he pasado. Para ello debo comenzar desde el día en que mi madre me dio a luz.  Nací en la bella ciudad de York en 1632 siendo entonces rey de Inglaterra Carlos I, bajo cuyo reinado convulso viví hasta los veintidós. A raíz de detención y posterior ejecución, me tocó huir con lo puesto por la participación de mi padre en el bando del derrocado. Me da pena reconocer que no lo creí cuando llegó mi viejo con la noticia de que lo habían apresado y que teníamos que desaparecer, no fuera a ser que sus enemigos se mantuvieran en el poder y quisieran vengar las afrentas realizadas en su nombre.

―No te olvides de nuestro origen –me recordó James Crusoe, mi padre, cuando me quejé que éramos hombres honorables que éramos y que por tanto no teníamos que huir: ―Oliver Cromwell odia todo lo que huela a alemán y no dudará en pasar por la horca a cualquier hombre fiel a don Carlos y más si nació en Bremen.

Conociendo el destino del depuesto monarca, no me quedó duda que la postura de mi padre era prudente y por eso lo acompañé a vender la casa y el negocio a un amigo, si es que se le puede llamar así al malnacido que abusando de nuestra premura pagó solo un tercio de lo que valían. Con la bolsa parcialmente llena y sin dejar nada atrás, cogimos el primer barco hacia Londres. Ese fue mi primer contacto con el mar. Fue entonces cuando, enamorado de las olas y del viento, decidí convertirme en marinero. Mi amado progenitor intentó hacerme recapacitar pidiéndome que al llegar a la capital del reino retomara mis estudios de derecho, pero la semilla ya estaba sembrada y tras otro año de dura lucha tras los pupitres de la universidad, comprendí que estaba perdiendo el tiempo y que mi destino era el océano.

―Hijo, al mar van solo quienes buscan la aventura y pueden pagarla o quienes no tienen otra opción porque son demasiado pobres― rechazando nuevamente mis pretensiones, mi padre comentó.

Incapaz de convencerlo, me quedé otra temporada con él hasta que el destino me obligó a dejar esa confortable vida y poner tierra de por medio. Esta vez no fueron las luchas palaciegas las que provocaron mi marcha, sino algo menos heroico. Siendo viudo, el anciano se fijó en una moza de buenas hechuras y mayores pechos con la que pasar su vejez y tras pedir mi opinión, se casó con ella. Hoy me arrepiento de haber dado mi beneplácito porque la tal Elizabeth no tardó en convertirse en la causa de nuestra imprevista separación. Recuerdo la felicidad de mi progenitor al salir de la iglesia de su brazo cuando de repente ese engendro del diablo queriendo congraciarse con su hijastro, me abrazó y sentí sobre mi cuerpo la rotundidad de unos pechos que a buen seguro hubiesen palidecer al más santo.

«Vade retro, satanás», pensé tratando de expulsar de mí la tentación mientras la culpable de mi lujuria era ajena al atractivo que sus dos cántaros provocaban en mí. Ni mi viejo ni mi nueva madrastra se percataron de la felonía que crecía debajo de mis bombachos. Erección que esas holgadas prendas lograron ocultar, pero cuyo recuerdo me martirizó durante la noche, cuando tal y como se esperaba de un caballero mi padre intentó formalizar la boda desflorando a su mujer.

Sé que fue algo deshonroso y que quizás como buen cristiano debía de haberme ausentado de la casa o al menos haber usado las manos para tapar mis oídos, cuando a través de las paredes escuché llamaba a la pelirroja para que acudiera ante él.

―Ya voy, mi señor― contestó su esposa al pensar que por fin su cuerpo disfrutaría de esas caricias que tanto ansiaba.

Su tono, la picardía que denotó cuando haciendo gala de sus curvas susurró lo mucho que deseaba entregarse a él, me hicieron espiarles y todavía me avergüenza reconocer que me puse a vigilar lo que ocurría en su habitación y que mi corazón se puso a palpitar aceleradamente cuando esa joven se despojó de sus enaguas revelando que, además de poseer unos senos duros y apetecibles, era dueña de unos perniles dignos de mordisquear.

«¡Menudo trasero!», exclamé en mi mente y sin fuerzas para separarme del agujero por el que veía la escena, me quedé observando cómo esa mujer se iba desprendiendo pausadamente del resto de su ropa.

Jamás en mi vida había contemplado el cuerpo de una descendiente de Eva en su plenitud y por ello cuando a la luz de la luna llena Elizabeth se despojó de la camisola que todavía ocultaba sus encantos no pude más que suspirar al admirar la belleza de esas ubres llenas de pecas. 

«¡Dios mío! ¡Son maravillosas!», suspiré impresionado por el tamaño de los rosados botones que las decoraban.

Si de por sí, me costaba ya hasta respirar, ni que comentar tiene mi turbación cuando luciéndose esa criatura demoníaca empezó a pellizcarlas mientras preguntaba a su recién estrenado marido si le gustaban:

―Me encantan― respondió mi progenitor sin perder detalle de esa exhibición.

Tampoco yo pude abstraerme a la pecaminosa belleza de mi madrastra y pensando en que mi padre se iba a poner las botas con semejantes pitones, no pude dejar de reparar en el poblado bosque que crecía entre sus piernas al irse acercando hacia donde su marido la esperaba.

«¡Estará delicioso!», sentencié babeando ya al imaginarme recorriendo con la lengua el prohibido fruto de su femineidad mientras la veía subirse en la cama.

Ese leviatán pelirrojo tentó a su esposo poniendo a la disposición de su boca los hinchados labios que bordeaban su sexo, pero la educación tradicional aprendida de niño impidió a mi progenitor entender que era lo que le estaba pidiendo y en vez de regalarle un largo lametazo que era lo que Elizabeth buscaba, comentó que quería ya culminar el matrimonio poseyéndola.

―James, ¿no te apetece jugar un poco con tu amada? – insistió ésta cogiendo el falo erecto de su marido entre las manos.

La edad de mi viejo, las botellas de vino que llevaba acuestas y las largas horas que habían pasado desde que se había levantado juntas desencadenaron el desastre y de improviso, el antiguamente vigoroso miembro explotó derramando sus andanadas sobre la cara de mi madrastra mientras el mío seguía pidiendo guerra bajo mi calzón. Elizabeth demostró ante mí lo mucho que había escuchado acerca de cómo satisfacer a un hombre porque, tras reponerse de la sorpresa y saborear el néctar que corría por sus mejillas, quiso levantar el ánimo del decaído aparato de su señor con la boca.

Para su desgracia, la pelirroja se encontró con los ronquidos de su James, pero eso no detuvo su afán de disfrute y tumbándose a su lado, comenzó a acariciarse los senos en busca del placer que no había obtenido. Nada de mis pasadas experiencias me preparó para ver a esa diablesa despatarrada, frente a la rendija de la pared desde la que la observaba, hundiendo las yemas una y otra vez en su cueva mientras en voz alta se quejaba de la poca fogosidad de su marido.

―Mi cuerpo necesita un desahogo y si tú no me lo das, tendré que buscarlo yo misma― escuché que le decía al dormido.

No pude evitar coger mi virilidad entre los dedos al oírla. Aunque sabía que no se refería a un tercero, por primera vez deseé ser yo quien saltando sobre ella le proporcionara el placer que requería y contagiado por el sonido de sus gemidos, imprimí a mi mano un ritmo constante sin dejar de espiarla.

―Soy tu mujer, pero me gustaría que me trataras como a una de las putas con las que alternas en la taberna― continuó hablando sola: ―Quiero que, al llegar a casa, mi hombre me suba la falda y sin preguntar, me empotre contra la mesa mientras me pregunta qué le he hecho de comer.

El chapoteo de sus yemas al introducirse en su interior, junto con lo osado de sus palabras, me hizo acelerar la velocidad de mi muñeca y soñando con ser ese sujeto, esparcí mi simiente contra la pared mientras el objeto de mis deseos se corría en la cama de mi padre.

―Deseo ser yo ese hombre― susurré en voz baja viéndola estremecer sobre las sabanas.

Mi madrastra se levantó asustada creyendo haber escuchado que alguien respondía a su ruego, pero tras comprobar que debía haberlo soñado volvió al lado de su marido. Confieso que me aterró ser descubierto y por eso permanecí inmóvil en ese lugar hasta que la respiración pausada de la pelirroja me hizo saber que se había quedado dormida. Solo entonces, en completo silencio, retorné a mi cuarto y sintiendo el filo de la espada de mis pecados balanceándose sobre mí, intenté conciliar el sueño…

…A la mañana siguiente me desperté temprano, pero aun así estaba todavía lavando mis sobacos con el agua de una palangana cuando escuché a alguien deambular por el pasillo y sin saber que me encontraría con Elizabeth, salí a ver quién andaba a esas horas por la casa. Juro que no esperaba ver a la mujer del viejo limpiando arrodillada la pared donde había dejado la muestra palpable de mi iniquidad. Consciente de mi pecado y temiendo que le llegara a mi padre con la noticia de que su hijo los espiaba por las noches, volví a mi cuarto.

            «¿Qué voy a decir cuando me restriegue en la cara mi comportamiento?» me pregunté sudando por las axilas que acababa de refrescar.

            Aterrorizado, comprendí que en cuando se enterara por su forma de pensar no dudaría en expulsarme de la casa. Medité anticiparme y reconocer ante él mi pecado antes de que su esposa me delatara, para que al confesar voluntariamente se mostrara magnánimo conmigo. Mi falta de valor me lo impidió y por eso creí que la hora de mi apocalipsis personal había llegado, cuando escuché a Elizabeth tocar mi puerta diciendo que fuera a desayunar. Temblando de cabeza a pies, bajé al comedor donde sin lugar a dudas tendría que responder de mis actos. La sonrisa de mi progenitor esa mañana me destanteó. Parcialmente aliviado, tomé asiento al ver llegar a su mujer con la bandeja del desayuno.

«Ahora se lo va a decir», temí totalmente avergonzado.

            Para alivio mío, Elizabeth comenzó a servir una desmesurada ración en mi plato sin hacer mención a la mancha que había tenido que limpiar esa mañana. Mi padre se rio al ver la cantidad que me había puesto, dudando que consiguiera terminarla, pero entonces su mujer se defendió aludiendo que siendo su hijastro un hombre tan joven y corpulento era su deber darme suficiente de comer. Si ya de por sí estaba alucinado con que mantuviera silencio respecto a mi inmoral actuación, me sorprendió ver que me guiñaba un ojo mientras me decía:

            ―Como la mujer de esta casa, el bienestar de los hombres que habitan en ella es mi responsabilidad.

            Creí intuir en esas palabras su perdón y por eso me obligué a no faltarla al respeto nuevamente dejando sin terminar el descomunal desayuno que me había puesto. La sonrisa de esa pelirroja al devolverle el plato completamente limpio me perturbó al realzar su atractivo.

            «Es la mujer de tu padre», me tuve que repetir en un intento de apaciguar la calentura creciente que sentía por ella. Tras despedirme y sintiendo nuevamente el pecado rondando por mi mente, salí del hogar de mi señor padre en dirección a la universidad donde cursaba leyes con la esperanza que los estudios me hicieran olvidar a la ninfa que el demonio había puesto en mi camino.

            El destino o quizás nuestro Dios en su inmensa sabiduría quiso avisarme de antemano acerca de ella porque al llegar y sentarme en el pupitre, mi primera clase era teología y vi que en la pizarra el pastor Bronson había anotado un versículo de la biblia:

            ― La desnudez de la esposa de tu padre no descubrirás; es la desnudez de tu padre. Levítico 18:8

            Hasta el último vello de mi cuerpo se erizó a leerlo y sintiendo que mi pecado era conocido por ese hombre santo, me quedé callado mientras empezaba su disertación. Sus enseñanzas no por conocidas me resultaron indiferentes y con el corazón encogido, decidí que debía evitar sucumbir ante el maligno. Por ello me hice la firme promesa de no volver a mirar a mi madrastra con ojos libidinosos y respetarla como mujer. Buscando consuelo en la oración, pedí a nuestro creador que me diera fuerzas para alejar de mí la atracción que sentía por Elizabeth y ya reconfortado, me sumergí en el estudio el resto de la mañana.

Habiéndome congraciado con nuestro Dios, comprendí que no debía tentar a la suerte y en vez de volver directamente, fui a la tienda que había abierto mi viejo al llegar a Londres para en su compañía retornar a nuestro hogar. Fue en el almacén donde lo encontré departiendo con otro comerciante y por eso tuve que esperar a que terminara de negociar un cargamento dirigido a las colonias, antes de comentar que era la hora de comer.

―No me puedo creer que tengas hambre después de lo que has tragado en el desayuno― respondió mientras cogía de un estante una bolsita con especias recién traídas del Caribe como obsequio a su nueva esposa.

Durante la caminata, se le veía radiante y eso me hizo sentir culpable. Mi angustia se incrementó cuando entramos a la casa y observé a la pelirroja trasteando en la cocina, al recordar el deseo que había exteriorizado mientras se tocaba, respecto a las ganas que tenía de ser empotrada contra la mesa sin más.

«Debes rechazar esa imagen», mi propia conciencia me aconsejó cuando mis ojos se posaron en el trasero de Elizabeth y me vi alzando su falda como sabía que le gustaría ser saludada, «es territorio vedado».

Ajeno al sufrimiento de su hijo, mi padre besó cariñosamente a su mujer mientras le preguntaba cómo le había ido en su primer día de casada. La joven sin advertir mi presencia susurró en plan coqueta que le había echado de menos y que deseaba sentir nuevamente sus caricias. Confieso que de haber sido yo el destinatario de sus palabras la hubiera llevado a rastras hasta la cama a satisfacer sus anhelos, pero para su esposo ese deseo le pareció fuera de tono y únicamente preguntó qué había preparado de comer.

«Dios le da pan a quien no tiene dientes», pensé al ver el desconsuelo de la pelirroja y asumiendo que debía dejarlos solos, subí a mi cuarto.

Al pasar por el pasillo donde había pecado, ratifiqué que jamás volvería a cometer tal ignominia. Mi seguridad se hizo añicos al descubrir que Elizabeth había dejado sobre mi cama las enaguas que llevaba la noche anterior. Pensando que era un desliz involuntario, las cogí para llevarlas al cesto de la ropa sucia, pero el olor que manaban de ellas me hizo cometer un nuevo atentado a mis deberes filiales e incapaz de contenerme, llevé esa prenda femenina a mi nariz.

«Dios, ¡qué bien huelen!», exclamé en mi mente al reconocer en ella el aroma de hembra insatisfecha.

Si ya de por sí ese acto era indigno, la reacción de mi virilidad alzándose bajo mi pantalón me hundió en la miseria y cayendo de rodillas, recé por mi salvación. Apenas llevaba un par de padrenuestros, cuando a través de los delgados muros escuché a mi padre tomando posesión de su esposa. La envidia que sentía por no ser yo el dueño de esa belleza me hizo continuar pidiendo la intercesión de nuestro señor Jesucristo para alejar de mí la tentación. La fatalidad quiso que oyera claramente a mi padre culminando antes de tiempo y a mi madrastra disculpando la rapidez de su marido:

―No te preocupes, estás cansado― con tono tierno, comentó.

La comprensión que esa mujer mostró ante la nueva pifia de mi viejo no pudo ocultar su insatisfacción.

«Eso le ocurre por buscarse alguien tan joven», pensé sin reconocer que secretamente me alegraba la torpeza de mi progenitor con ella: «¿A quién se le ocurre casarse con una mujer que por edad podría ser su hija?», me pregunté asumiendo que Elizabeth no tardaría en darse cuenta del error que había cometido al unirse con un viejo.

            Unos pocos minutos después de ese penoso encuentro me llamaron a la mesa y mientras mi señor padre no hacía ningún esfuerzo por congraciarse con su esposa, no pude dejar de ver en ella la desazón que la embargaba. Por ello, no vi nada malo en tratarla de alegrar alabando su comida. La sonrisa que me regaló al escuchar mi halago me perturbó al darme cuenta que debía andarme con cuidado, no fuera a ser que ante el desinterés de su marido buscara en mí un ancla al que aferrarse. Mis sospechas parecieron confirmarse cuando entre plato y plato tras preguntarme si tenía novia, contesté que no y en su rostro adiviné su alegría.

―Todavía es pronto para que piense en mujeres, Robín debe centrarse en sus estudios― interviniendo en la conversación, sentenció mi padre ante mi consternación ya que, aunque me siguiera viendo un niño, en pocos meses cumpliría los veinticuatro.

Mi madrastra no quiso llevarle la contraria, pero consciente de mi enfado me guiñó un ojo haciéndome saber que me comprendía. Ese gesto de complicidad provocó que el rubor coloreara mis mejillas y lo que es peor que mi corazón comenzara a bombear sangre hacia el traidor que se escondía entre mis piernas.  Consciente del bulto de mi pantalón usé la servilleta para ocultarlo, pero supe que mi maniobra había llegado tarde al ver emerger bajo su vestido dos pequeños y reveladores montículos.

«No se ha enfadado», musité para mí mientras recreaba la mirada en esas ánforas que la ancianidad de su marido desaprovechaba.

Tras el postre y viendo que había llegado la hora de volver a su negocio, mi viejo se despidió dejándome solo con su mujer. Aprovechando que estaba recogiendo la mesa, como siempre hacía antes de que llegara a nuestras vidas, puse mis libros en la mesa del comedor para estudiar allí al ser la habitación con mayor luz natural.

― ¿Te importa que me quede? No quiero molestar― Elizabeth me preguntó con un ovillo de lana entre sus manos. 

No pude negarme, no en vano desde que se había casado se podía decir que era la dueña de la casa y por tanto con derecho a usar la habitación que le viniera en gana.

―Por supuesto, solo te pido silencio― respondí mientras abría un legajo con los apuntes que tenía que repasar para el día siguiente.

Sin apenas hacer ruido, la pelirroja se sentó en una butaca cerca de la ventana y se puso a tejer. Su elección me pareció lógica antes de percatarme que los rayos del sol, atravesando la tela de su vestido, dejaban entrever las sinuosas curvas de su cuerpo y contra mi voluntad, me vi observando de reojo cada vez con mayor frecuencia la voluptuosidad de su forma sin que ella se diera cuenta.

«Estudia y no mires», me repetí intentando olvidar las dos enormes moles que formaban su pecho. Mis tentativas resultaron infructuosas y en un momento dado, mis pupilas se quedaron fijas recreándose en sus senos. «¿Quién los pillara?», soñando con que un día tuviera algo tan perfecto en mis labios, acababa de pensar cuando de repente Elizabeth se giró descubriendo que su hijastro la miraba con la boca abierta.

― ¿Quieres algo? ¿Te apetece un vaso de agua? ¿Qué te haga un té? ― quiso saber con una sonrisa.

―Un poco de agua― respondí deseando apagar el creciente incendio que crecía en mí.

Queriendo complacerme, se levantó rumbo a la cocina meneando el trasero. La voluptuosidad de ese par de nalgas moviéndose al caminar me dejó hipnotizado y con la respiración acelerada, intenté que no se me notara haciendo que leía al oír que volvía.

―Aquí tienes― susurró en mi oído mientras dejaba sobre la mesa una jarra llena con su vaso.

Al hacerlo, mi madrastra rozó mi espalda con sus impresionantes atributos. Juro que no supe si lo hizo premeditadamente o por el contrario fue algo casual, pero lo cierto es que mi pene reaccionó como impulsado por un resorte y contra mi voluntad, alcanzó su cenit. La tenue risita que salió de sus labios me hizo saber que mi erección no le había pasado inadvertida, pero no dijo nada. Como si nada hubiese pasado, volvió a la butaca y se puso a tejer.

«¡Qué vergüenza! ¡Debe de pensar que su hijastro es un degenerado!», me lamenté con la cabeza gacha.

Llevaba unos minutos tratando de tranquilizarme cuando de repente esa tentación andante se quejó del calor y sin que yo pudiese hacer nada al respecto, desabrochó un par de botones de su vestido mientras se abanicaba.  El profundo canalillo de su escote me pareció algo sublime, algo solo al alcance de los dioses y siniestramente agradecí al destino haberme dado la oportunidad de contemplarlo mientras respondía a la mujer de mi padre que también yo estaba totalmente acalorado. Obviando que era ella la razón por la que mi cuerpo estaba a punto de entrar en combustión metió más leña al fuego diciendo que necesitaba refrescarse. Tras lo cual, acercándose a la palangana del comedor, metió su pañuelo y ya mojado, recorrió con él su cuello.

«¡Dios me salve!», suspiré al contemplar unas gotas cayendo a través de la gruta formada entre sus dos melones.

Al escuchar mi suspiro, su sonrisa no hizo más que maximizar mi confusión al reparar que la humedad sobre su vestido lo había hecho transparente y que lucía sin aparente vergüenza sus hermosísimos pezones ante mí.

―Por favor, tápate― alcancé a decir mientras me giraba: ―Eres demasiado hermosa.

Elizabeth cogió su costura y con ella ocultó de mis ojos la causa de mi exabrupto. Es más, haciéndose la sorprendida me pidió perdón alegando que no se había dado cuenta de que se había mojado hasta que yo de lo dije.  Por supuesto que no la creí y menos cuando al cabo de unos minutos, me preguntó si era verdad que la consideraba bella.

―Solo Salomé es comparable a ti― respondí aludiendo a la princesa que pidió a Herodes la cabeza de Juan Bautista.

Que la equiparara con una de las mujeres más bellas y perversas de la biblia lejos de molestarla, la hizo reír. Oyendo sus carcajadas, cerré los libros y me marché a dar una vuelta por el puerto con la esperanza que la brisa del mar consiguiera hacerme olvidar a la arpía que se había casado con mi padre y que era un instrumento con el que Satanás me tentaba.

El muelle de Londres hervía de actividad. Las risas de los marineros descargando las mercancías al saber que tras desembarcarlas tendrían un merecido descanso hacían todavía más dura mi zozobra. Su alegría era un recordatorio funesto de la lujuria que me corroía y por ello, preferí dejar el puerto e irme a la playa. Ya sobre la arena, las olas rompiendo en la orilla momentáneamente sosegaron mi ánimo, pero el príncipe del mal no iba a dejar a este pecador y sin darme cuenta, ese sonido me hizo rememorar al chapoteo que hacían los dedos de mi madrastra al introducirse en su cueva una y otra vez.  Huyendo de ese recuerdo, intenté centrarme en el vuelo de una gaviota mientras pescaba, en la forma que caía en picado, en como emergía con un pequeño pez en su pico cuando de repente una más joven se lo arrebató.

             «No debo ser yo el que robe a mi padre», pensé sintiéndome ese oportunista animal que aprovechando su gallardía y juventud había sustraído la presa de su legítimo dueño.

            Con ese pensamiento en mi cabeza al comprobar que el sol no tardaría en desaparecer, volví a la casa. Imaginé que mi viejo debía acabar de llegar y que había santificado su matrimonio aprovechando mi ausencia, al ver a Elizabeth acomodándose la ropa mientras su marido sonreía de oreja a oreja. La cara de enojo de su mujer me hizo sospechar que nuevamente la había dejado insatisfecha. 

            «Dios, dale fuerzas para complacerla y así no busque pecar conmigo», apesadumbrado pedí mientras me lavaba las manos en la misma palangana que había usado para tentarme.

            ―He recogido tus libros, espero que no te moleste― susurró cerca de mi oído esa pérfida criatura mientras disimuladamente restregaba sus hinchadas noblezas contra mi espalda.

Al notar esa escandalosa caricia, sentí mis piernas flaquear mientras mi amado progenitor permanecía ajeno al libertino comportamiento de su esposa.  Un buen hijo debería haber revelado esa infamia, pero la certeza que gran parte de ella se debía a la desesperación de alguien que no recibía las caricias a las que tenía derecho me hizo callar:

«El que esté libre de pecado que tire la primera piedra», llegó a mí la advertencia de nuestro señor y consciente de que mi interior albergaba un pecado aún mayor preferí permanecer al margen y que fuera el destino quien descorriera la cortina que tapaba los ojos del anciano.

Hoy sé que con mi silencio di alas al siniestro y que su enviada lo interpretó ese mutismo cómplice como prueba del deseo que su hijastro albergaba por ella, ya que, valiéndose de la miopía de mi señor padre, respecto a todo aquello que no fuera hacer dinero, preguntó si podía ordenar a su retoño que al día siguiente la acompañara a recoger unos vestidos que había dejado en su antiguo hogar.

―Por supuesto― respondió escuetamente.

La sonrisa de oreja a oreja que lució la pécora muchacha me preocupó y tratando de escaquearme de ese trance, me revolví aduciendo que tenía clases. Desgraciadamente, James Crusoe era hombre de palabra y habiéndola dado, se negó a escuchar mis excusas y mirándome a los ojos, me obligó a que al día siguiente acompañara a mi madrastra.

―Así lo haré― musité derrotado mientras la causante de mi turbación llenaba mi plato con el guisado que había preparado de cena.

La aflicción que poblaba mi pecho me impidió reconocer la calidad de los manjares que Elizabeth puso sobre la mesa y por ello tuvo que ser ella quien preguntara a los dos hombres con los que compartía morada si acaso no estaban ricos.

―Está todo buenísimo― reconoció su marido y recordando que desde que se había quedado viudo yo había sido el encargado de elaborar nuestros alimentos, comentó: ―Cocinas bastante mejor que mi hijo.

La vergüenza de que Elizabeth conociera esa función reservada a las mujeres en toda casa decente me hizo enmudecer, pero saliendo al quite y demostrando sus licenciosas intenciones respondió mientras tomaba nuestras manos:

―Ahora que estoy yo aquí, no volverá a pisar la cocina. Satisfacer cualquier deseo de mis hombres es y será mi obligación.

Su marido no vio nada obsceno en ese gesto, al contrario que yo, que anonadado observé la forma tan poco filial con la que ese impío ser me acariciaba.  

            «Mi señor, te pido que me guardés de toda tentación y me des la fortaleza para huir de ella, cuando ésta se presente», en silencio recé mientras las yemas de mi madrastra dejaban un surco de dolor sobre mi palma.

            Durante el resto de la cena, apenas levanté la mirada de mi plato y tras el postre, excusándome en lo mucho que tenía que estudiar cogí un candil y me marché al cuarto mientras mi padre abría una botella de su mejor licor.  La tenue luz de esa lámpara de aceite me acompañó por las escaleras y ya en mi cuarto, intenté concentrarme en los libros, pero las risas de mi viejo y los gemidos de su esposa me hicieron comprender que de alguna manera había conseguido satisfacerla y eso en vez de animarme, contra todo pronóstico me entristeció. Al advertir la inmoralidad que suponía, rápidamente reculé:

            «Me alegro no solo por ellos dos, sino también por mí», me mentí y viendo la inutilidad de mis tentativas de estudiar, decidí cambiarme y ponerme el pijama.

Llevaba una media hora tratando de conciliar el sueño cuando un grito de mi madrastra me alertó y sin abrochar la camisola que usaba para dormir, bajé a ver qué pasaba. Sospeché lo que había ocurrido al ver a Elizabeth con los pechos al aire y a mi padre desvanecido en el suelo, totalmente borracho.

―James estaba intentando santificar nuestro matrimonio cuando se desmayó― sollozó mientras escondía esas magnificas ubres de mi vista.

 La debilidad de mi progenitor no impidió que recreara la mirada en las manos de Elizabeth metiéndose los senos en su vestido y deseando que hubieran sido las mías las encargadas de hacerlo, agarré a su marido y lo llevé en volandas hasta su cuarto. Una vez ahí lo deposité sobre la cama mientras su mujer no paraba de llorar pidiéndome perdón por haber forzado en exceso al anciano. La genuina angustia de la pelirroja me impulsó a consolarla y abrazándola contra mí, susurré en su oído que nada malo había hecho al buscar a su James.

―Solo debes tener más cuidado― suspiré sintiendo su cara contra mi piel.

Las lágrimas de mi madrastra me hicieron ver que a pesar de la diferencia de edad lo tenía en gran estima y quizás por ello, tardé en percatarme que usando sus manos tímidamente comenzaba a recorrer mi pecho mientras me pedía consejo de cómo afrontar la siguiente vez que el deseo la hiciera pedir esas caricias.

―Habla con el pastor, él sabrá guiarte― repliqué sin moverme a pesar que en ese preciso instante mi naturaleza engordaba a pasos agigantados bajo el pijama.

Sus mejillas se colorearon de rojo al sentir ese anómalo crecimiento presionando contra ella y alzando sus ojos hacia mí, me besó en los labios para a continuación separarse diciendo:

―Mañana mismo, iré a consultarle. Solo espero que se apiade de mí y sus palabras me conforten.

Con el abrasador recuerdo de su boca no dije nada que pudiera turbar todavía más el sufrimiento de esa desdichada mujer y me marché sin cerrar la puerta. Ya en la cama, escuché su ropa caer y la imagen de su cuerpo desnudo volvió a provocar que mi virilidad se alzara bajo las sábanas.

            ―El señor es mi pastor, nada me falta. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque él va conmigo: su vara y su cayado me sosiegan» ― comencé a orar mientras a través del pasillo llegaba hasta mí el sonido de ese pelirrojo ser tocándose.

            ―El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas ― recité con más fuerza intentando acallar los gemidos de mi madrastra cuando de pronto un chillido de placer atravesó la noche:

― ¡Robinson!…

2

Las horas nocturnas no consiguieron apaciguar mi desdicha y completamente agotado, me desperté esa mañana con el convencimiento que debía marchar lejos, antes de que la insensatez de mi padre a la hora de escoger una mujer tan joven y bella junto a su incapacidad de satisfacerla hicieran de mí un instrumento del diablo y llevara a su casa la indignidad. Sin darme cuenta de que estaba descargando la culpa de ella y que se la estaba adjudicando totalmente a mi viejo, concluí que era que lógico esa mozuela buscara en mí lo que su marido no le daba.

            «Es su deber tener relaciones y dejarla contenta; no vaya a ser que, al no poder controlar sus deseos, Satanás la haga caer en una trampa», me dije recordando un pasaje de Corintios.

            Al llegar al comedor, el causante de tanta tristeza devoraba el desayuno mientras la víctima de su falta de hombría estaba sentada a su lado. Cuando me vieron entrar, mi padre me recordó la promesa que le había hecho a su mujer y por eso, pregunté a qué hora deseaba que la acompañase.

            ―Lo he pensado mejor y no me hace falta tu ayuda― contestó ésta sin mirarme.

            Su timidez me hizo comprender que esa belleza se arrepentía de lo que había ocurrido y por eso comuniqué a ambos que no tenía hambre y que me marchaba a la universidad.

            ―De eso nada. Sería una descortesía por mi parte dejar que mi esposa cargue con todo el equipaje, teniendo un hijo sano y fuerte que pueda hacerlo― elevando el tono de su voz, bramó el anciano.

            ―Te prometo que yo puedo, déjale que se vaya a clase― insistió incómoda la pelirroja.

            ―He dicho que Robín va y no se hable más― sentenció el dueño de la casa sin darnos otra opción que obedecer.

            Mirándola percibí en ella miedo a quedarse sola conmigo y queriendo tranquilizarla respondí a mi viejo:

            ― No dudes que cumpliré tu orden. Como tu hijo es mi deber evitar cualquier sufrimiento a la mujer que has elegido como esposa.

Elizabeth malinterpretó mis palabras y en vez de ver en ellas mi decisión de honrar a su marido, debió intuir que me había referido a su necesidad insatisfecha y ante mis ojos, sus senos florecieron como si hubiesen sido objeto de mis caricias. Debo de confesar que ver la señal de sus areolas erectas bajo el vestido hizo que mi corazón saltara de alegría al saber que a pesar de sus reparos esa delicada criatura soñaba con que un hombre, que vivía entre los mismos muros que ella, la colmara de atenciones.

«Mejor yo, que otro», medité sin advertir en lo cerca que estaba de hacerla caer conmigo en el pecado.

Tras el desayuno, mi viejo se dirigió a su negocio mientras en dirección contraria, la carne de su carne acompañaba a Elizabeth a recoger la ropa que había dejado en su antigua morada. Llevábamos apenas un par de calles recorridas cuando, al pasar por la Iglesia, la joven me pidió permiso para entrar a hablar con el pastor.

―Ve ― respondí mientras me sentaba en la escalinata del templo.

 Mi espera se prolongó durante media hora, pero no me importó al saber que esa mujer estaba haciendo caso de mi consejo y que en esos momentos estaba consiguiendo el consuelo del altísimo. Al verla salir supe que lo había hallado al ver su sonrisa. No queriendo pecar de indiscreto, me abstuve de preguntar que le había dicho y únicamente le ofrecí el brazo, para ayudarla a caminar entre las empedradas calles londinenses. La misma pelirroja que antes de entrar había mantenido un metro de distancia de mí se agarró firmemente al apoyo que le ofrecía mientras me informaba que el sacerdote había ratificado punto por punto mis palabras y que lejos de echárselo sobre sus espaldas, había culpabilizado a su marido.

―Según el pastor, no hay pecado en que una mujer casada busque carnalmente al hombre que vive con ella― me comunicó sin advertir que tomando literalmente lo que había dicho, yacer conmigo no estaba penado bajo la ley de Dios.

No quise enturbiar su alegría aclarando ese precepto y acelerando el paso me dirigí con ella a la casita de las afueras donde había pasado su niñez. Estábamos ya cerca de su calle, cuando una vecina salió y abrazándola nos felicitó por nuestro casamiento. Por un momento creí que debía explicar que yo no era su marido sino su hijastro, pero entonces comprendí que al verla colgada de otro hombre la gente hablaría mal de ella y por ello, respondí:

―Muchas gracias, no sabe lo dichoso que estoy de compartir mi vida con Elizabeth.

  Aunque el rubor cubrió sus mejillas, no quiso o no pudo rectificarme y tras despedirse de la mujer, esperó a que nos alejáramos de ella para recriminarme esa mentira.

―No falté a la verdad. Soy feliz viviendo bajo tu mismo techo ― respondí muerto de risa y viendo sus ojos abiertos de par en par, pregunté: ― ¿Acaso no vives conmigo? Mi querida y bella madrastra.

Una carcajada iluminó su cara y reanudando la caminata, pícaramente respondió mientras me tomaba de la cintura:

 ―Así es, tengo la suerte de habitar la misma casa que el amado y varonil hijo del hombre con el que me desposé.

Confieso que, atrayéndola hacía mí, estuve a punto de besarla, pero cuando mis labios ya rozaban los suyos, lo pensé mejor y me separé de ella. El mosqueo con el que esa belleza recibió mi natural y piadoso rechazo me hizo sonreír mientras recorríamos el centenar de metros que nos separaban del hogar de sus padres.

Al llegar ante la verja de entrada, su madre y su hermana salieron a saludarnos. Aunque las había conocido en la ceremonia, nunca me había percatado del parecido de Elizabeth con Mary, la pequeña de la familia y recreándome en sus curvas, he de reconocer que dado que la mayor me estaba prohibida no me hubiese importado el compartir con esa monada algo más que caricias. El deseo de mi rostro alertó a mi acompañante y sacando sus garras al exterior, recriminó a la chavala su comportamiento cuando en realidad ella nada había hecho.

―Compórtate como una mujer decente y deja de revolotear alrededor de Robín― le exigió de malos modos.

Sin entender el berrinche de su hermana, la pelirroja de largas trenzas y mayores atributos se recluyó en la cocina y no volvió a salir de ella en el tiempo que permanecimos en la casa. Ocultando que me había sentido halagado por sus celos, pregunté qué había que cargar. El alma se me cayó a los pies cuando la madre me señaló el enorme baúl en el que había metido los vestidos de su hija, pero me abstuve de hacer ningún comentario y cogiéndolo de su asa, intenté levantarlo. Me da vergüenza reconocer que mi espalda casi se quiebra y que preso de dolor caí sobre la alfombra. Las risas de mi madrastra incrementaron el bochorno que sentía y más cuando viendo mi estado, no les quedó otro remedio que pedir un carromato que nos llevara de vuelta a nuestro hogar.

―Estoy deseando ver llegar a mi marido y contarle lo debilucho que eres― sin piedad se mofó de mí mientras el paisano que había contratado me ayudaba a subir.

―También dile que la coquetería de su esposa pesaba media tonelada― protesté tumbándome a lo largo sobre el asiento.

 Tras decir adiós a su progenitora, Elizabeth se percató que mi postura la obligaría a permanecer de pie todo el trayecto a no ser que se sentara junto a mí y sin preguntar qué opinaba, aposentó a duras penas su trasero a mi lado.

―Mierda, no ves que me duele― rezongué al sentir que con sus nalgas me empujaba.

―Pobrecito― desternillada de risa, replicó conquistando otro par de centímetros de espacio con otro empellón de caderas.

Confieso que vi las estrellas, pero temiendo su guasa me abstuve de volverme a quejar e intenté relajarme. El continuo traquetear del carruaje cruzando las calles de Londres incrementó mi dolencia y por ello al llegar, sufrí nuevamente la humillación de ser transportado entre el conductor y mi madrastra hasta la cama.

―Ahora vuelvo, mi amor. Deja que acomode mis cosas y vengo a darte un masaje― susurró en mi oído.

Era tanto el dolor de mi costado que no me percaté de la forma en que se había referido a mí hasta que al cabo de unos diez minutos llegó con unas toallas y un balde de agua caliente y abriéndome la camisa, me soltó:

―Eso te ocurre por andar de hombretón. Deja que tu mujercita te ponga unas compresas que alivien tu sufrimiento.

Fue entonces cuando caí en ello y en que encima se autodenominaba como mi mujer. Sus manos recorriendo mi espalda no hicieron más que incrementar mi espanto al advertir lo mucho que me gustaba sentir sus yemas.

 ―Menudo desastre de hombres tengo en casa. Uno viejo y el otro, una nenaza que no aguanta nada― insistió mientras incrementaba la fuerza de su masaje.

Desmoralizado al saber que tenía razón, me quedé inmóvil sintiendo que sus palmas se iban haciendo cada vez más osadas y que incluso con una de ellas profundizaba bajo mi pantalón, rozándome el trasero. Sé que debería haberla echado de mi lado, pero el deleite que experimenté con ello me lo impidió y cerrando los ojos, deseé que ese instante fuese eterno y que, en vez de estar postrado boca abajo, sus yemas corretearan por mi pecho.

― ¡Qué mala he sido al obligarte a cargar tú solo mi baúl! ― escuché que, cambiando de tono, tiernamente me decía mientras masajeaba mis adoloridos músculos.

Malinterpretando el gemido de placer que brotó de garganta, creyó que me había hecho más daño del necesario y posando sus labios sobre mi piel, me rogó que la perdonara. La tersura de sus labios maximizó el ardor que sentía y comportándome como un bellaco, pedí casi murmurando que repitiera ese tratamiento por el resto de mi espalda. Por un momento, mi improvisada enfermera dudó si continuar al percatarse del peligro que eso supondría y totalmente colorada, me avisó que así lo haría solo si yo me comprometía a guardar silencio.

―Nada saldrá de mí, te lo juro – respondí deseoso de esas impúdicas caricias.

Creyendo en mi palabra, Elizabeth se subió a horcajadas y comenzó a besar mis hombros mientras con las manos proseguía con el masaje. La calidez y la cantidad de sus besos me hicieron sospechar que al igual que ocurría conmigo, la calentura la había poseído y que no habría retorno. Por ello, no pude echarle en cara que sacando la lengua la usara para calmar mi dolor.

―Mi amado hombretón, tu padre nunca debe enterarse― la escuché sollozar un segundo antes de notar su pecho desnudo en mi espalda.

Para entonces, mis creencias y mis reparos estaban bajo buen recaudo en un rincón de mi cerebro y sintiéndola mi mujer, permití que restregara sus dos portentosos prodigios contra mí. El notar bajo sus enaguas la humedad de su femineidad demolió cualquier resquicio de culpa y alargando la mano, palpé por primera vez los muslos de mi madrastra.

―No me dejes seguir― imploró al darse cuenta que con sus caderas se lanzaba desbocada hacia el placer mientras su respiración se aceleraba.

Sus jadeos me dieron el valor suficiente para darme la vuelta y mientras mi columna vertebral protestaba por el esfuerzo, mis ojos recorrieron embelesados su belleza.

―Eres preciosa― murmuré con la mirada fija en la tentación que para mí suponían los rosados pezones que lucía.

Avergonzada, Elizabeth hundió su cara en mi pecho sin pensar en que, con ello, sus senos entrarían en contacto con los míos, como tampoco en que dada nuestra postura mi virilidad iba a quedar prisionera entre sus piernas.

―No debemos― gimoteó incapaz de separarse mientras se frotaba con la dureza que crecía inmoralmente en mis muslos.

―Lo sé― reteniéndola con mis manos en sus cachetes respondí.

Su sed de caricias le impidió huir y llorando sobre mi pecho, descargó su insatisfacción acelerando el ritmo de sus caderas. Solo la presencia de la tela de mi pantalón evitó que profundizáramos nuestro pecado y hundiera mi hombría dentro de ella antes que su insistencia en restregarse provocara que su cuerpo colapsara.

―El señor nos perdone― chilló al sentir la humedad de sus entrañas desbordándose.

Abochornada por el placer que experimentaba, pero demasiado débil para contenerse, siguió exprimiendo mi tallo hasta que tras dos nuevas dosis de gozo se desplomó agotada sobre mí. Desconozco el tiempo que pasamos abrazados sin hablar, al saber ambos lo bajo que habíamos caído, aunque yo no hubiera conseguido culminar y mi pantalón siguiera mostrando al mundo entero la urgencia que tenía de descargar mi simiente.   Quizás notando su presión entre los muslos, la pelirroja me besó y llena de rubor, me dio las gracias por haber saciado su hambre sin buscar mi placer.

―Sabré compensártelo, amado mío― suspiró mientras desaparecía por la puerta.

La llegada de mi padre exigiendo la comida sin hacer caso a su mujer y tratándola como si fuera solo una cocinera contratada para satisfacer su apetito provocó mi indignación y lejos de fustigarme por lo que había pasado, creció en mí el rencor y creí loable el ser yo quien la consolara carnalmente. Por ello cuando llegó ante mi puerta y se rio de mi sufrimiento, decidí castigar su desplante arrebatándole su bien más preciado.

 «Tu mujercita será mía», me prometí.

Esa determinación se afianzó cuando obviando mis dolores, el malnacido que me había engendrado se negó a que Elizabeth me subiera una bandeja y me obligó a bajar a comer.

―Esposo, Robin está sufriendo― acudiendo a ampararme, comentó la pelirroja.

―Si quiere una sirvienta, que se vaya de casa y forme otro hogar― bufó contra mí sin darse cuenta que al hacerlo se llevaba entre las patas a su esposa.

―Ya bajo― levantándome de la cama, respondí.

Al ver que lo hacía, la ofendida creyó que la necesitaba y pasando su brazo por mi cintura, intentó auxiliarme.

―Gracias, pero puedo solo― rehusando su favor, musité no fuera a ser que con ello levantáramos las sospechas de su marido.

 El guiño cómplice que me regaló me hizo ver que había entendido mis temores y adelantándose, fue a preparar las fuentes con la comida. Apenas nos habíamos sentado en la mesa cuando alzando la voz para que se enterara su parienta, me informó que por negocios debía ausentarse una semana y que, por lo tanto, debía de acudir yo a sustituirlo en la tienda.

―No se preocupe, padre. Me ocuparé de sus obligaciones y cuando vuelva, verá que su ausencia no se ha notado― respondí mientras de reojo miraba la reacción de mi madrastra.

―Eso espero― con su habitual mal humor, bramó mi puñetero viejo sin advertir la alegría que su marcha provocaba en Elizabeth.

― ¿Cuándo me dejarás sola? ― contestó ésta haciéndole creer lo mucho que le disgustaba la idea de que la abandonara.

―Al terminar de comer, he quedado que venga un carruaje― sin advertir la hipocresía de su mujer, replicó: ―Además no te dejo sola. Cualquier cosa que necesites, pídesela a Robin y él te la proporcionará, ¿verdad hijo mío?

―Ni lo dude, padre. Desde ahora me comprometo a que no le falte nada.

Tras cebarse como un cerdo con el guiso que amorosamente le había preparado, James Crusoe se acomodó el pañuelo a su cuello y sin despedirse de ella, se subió al coche de caballos. Elizabeth esperó un tiempo prudente por si mi anciano progenitor se había olvidado algo para con una sonrisa en los labios decirme que debía volver a la cama. No caí en sus intenciones hasta que, apoyándome en ella, subimos al piso superior y en vez de encaminarse a mi cuarto entró al suyo.

―Tu padre te exigió que lo sustituyeras en todo― susurró en mi oído mientras me obligaba a tumbar en el colchón donde dormía el ausente.

 Si ya de por sí me habían quedado claro, sus manos despojándome de la ropa me hicieron ver la urgencia que tenía por saborear nuevamente el placer que la había brindado. Al bajarme el pantalón y ver por vez primera mis atributos varoniles, no pudo reprimir decir con un gemido:

―Qué bella se ha vuelto la cosa de mi hombre. ¿Será cosa de magia?

Replicando su guasa, pedí ver en plenitud el cuerpo de mi mujer aludiendo a que no era lo mismo contemplarlo bajo la luz de la luna que hacerlo a plena luz del sol.

―Mi maridin no solo se ha convertido en un robusto mozo, sino que también me está demostrando ser un poco pervertido― riendo, comenzó a desabrochar su vestido.

Queriendo azuzar la velocidad con la que sus dedos iban abriendo los ojales, contesté:

―Solo espero que, al dejar caer tu ropa, los años que he perdido no se te hayan pegado, esposa mía.

La sonrisa de sus labios mientras se despojaba lentamente de la ropa me hizo entrever que quería jugar un poco antes de entregarse a mí y recordando la actitud de mi viejo cuando se negó a satisfacer ese deseo, apoyé la cabeza en la almohada, murmuré en plan despectivo:

―No tengas prisa en mostrarme tus arrugas ni esas lágrimas a las que llamas pechos.

Mis palabras consiguieron avivar su espíritu juguetón y deslizando uno de sus tirantes, se sacó un seno diciendo:

―Siento que a mi hombre no les gusten, había pensado en ponérselos en la boca.

― De forma no están mal, pero respecto a su sabor nada puedo decir sin probarlos antes― declaré mientras sacaba la lengua y lamía mis labios, anunciando que pensaba recorrer con ella las rojizas pecas que decoraban sus bellezas.

Mi audacia fue recompensada y acercándose a mí, puso a mi disposición el primero de sus esos hinchados cántaros mientras contestaba que era cierto que no podía opinar antes de catarlos. Durante un minuto relamí los contornos de su areola hasta que, oyendo sus sollozos, la metí totalmente en mi boca.

―Mi niño― gimió al ver que me ponía a mamar de ella y que no contento con ello, usaba mis dientes para mordisquearla tiernamente.

―Soy tu marido hasta que mi padre vuelva, ¡recuérdalo! ― la corregí mientras repetía la misma maniobra sobre su otro seno.

―Y yo, la mujer que desea complacerte― rugió de placer con sus ojos en blanco.

Permanecí largo rato sin hacer nada más que saciar mi sed en esas maravillas hasta que consciente de que debía dar otro paso, la separé de mí diciendo:

―Ya he comprobado que los años no han hecho mella en tus pechos, pero no sé si has acumulado grasa alrededor de tu cintura desde la última vez que te vi.

La jovialidad con la que asumió mis risas me hizo saber que estaba bien encaminado al no dejarme vencer por la pasión y disfrutar de los prolegómenos antes de poseerla. Por eso no me extrañó que volviendo a la mitad de la habitación y sin dejar de observar mi trabuco pidiendo guerra, la pelirroja continuara desnudándose como tampoco que, tras descubrir un par de centímetros de su piel me preguntara si acaso era verdad que estaba gorda.

―Por ahora nada me hace sospechar lo contrario. Pienso que puede que la camisola que llevas puede esconder unas lorzas que nunca me has mostrado.

―Mi señor solo tiene que ordenármelo y la dejaré caer – murmuró llena de deseo.

―Antes quiero ver tus piernas― respondí desde la comodidad del colchón.

Divertida por la ausencia de pasión que intentaba reflejar, lentamente deslizó sus enaguas y ya con ellas en el suelo, me preguntó si estaba satisfecho.

―Todavía no, deseo contemplar el trasero que deberé azotar el día que lo merezcas― comenté.

Confieso que lamenté haberlo dicho pensando que dada su educación se negaría a complacerme y que se enojaría, pero entonces se giró y con la voz tomada, murmuró:

―Si alguna falla cometo, mi señor no debe dudar en reprenderme usándolo a su antojo.

Alabando la ausencia de sebo en sus blancos cachetes, le pedí que se acercara y para mi sorpresa, lo hizo diciendo:

―Pruebe su resistencia, dando un azote.

Ni que decir tiene que no pude rechazar esa petición y propinando una sonora nalgada, comprobé que no mentía y que los tenía tan duros como se vanagloriaba.

―Tienes razón, mantienen su firmeza― reí mientras la veía frotar su adolorida posadera.

 ―Nunca le mentiré, mi señor― refunfuñó molesta por la violenta caricia.

Al comprobar que no se había retirado usé las manos para darle la vuelta y absorto observé de cerca el denso y pelirrojo bosque que había solo visto de lejos.  Elizabeth al sentir mi mirada fija en los labios de su vagina, preguntó con picardía si con la vista me bastaba o, por el contrario, deseaba como había hecho con sus pechos catar su sabor.

―Debo saber todo de mi señora― rugí como tigre hambriento.

Denotando que lo mucho que le apetecía ser devorada por mí, se subió a la cama y pasando una pierna sobre mí, no dudó en dejarme admirar su feminidad antes de preguntar qué esperaba a probar su tesoro.

―Antes tengo meter mi lengua en él, debo tocarlo y olerlo no vaya a ser que esté descompuesto― respondí mientras usaba dos yemas para separar sus pliegues.

El aroma de la hembra deseosa de ser montada por su macho que descubrí me dejó anonadado y acercando la nariz, recreé mi olfato en el agridulce olor que desprendía.

―No me haga sufrir, mi señor. Necesito saber si mi sabor le gusta o le repele― gimió desesperada no pudiendo esperar a experimentar que sentiría cuando enterrara mi lengua en ella.

Estaba pensando en complacerla cuando de repente observé entre esos labios un erecto botón y queriendo comprobar la función que desempeñaba en una mujer, lo tomé entre mis dedos y pellizqué. El chillido de placer que brotó de su garganta me hizo ver la razón por la cual Dios lo había creado y recreándome en él, seguí torturándolo con breves pero certeros pellizcos hasta que incapaz de contenerla una densa humedad emergió de su interior:

― ¡Qué me haces! ¡Me estás matando! ― exteriorizando su gozo, Elizabeth aulló.

La certeza de que había descubierto la tecla exacta que la haría encadenarse a mí me llevó a acercar la boca y usando tanto la lengua como mis dientes, comprobar la resistencia de mi madrastra ante el placer.  Creo sinceramente que Elizabeth jamás había sospechado que fuera posible que, sin mediar una penetración, su cuerpo reaccionara de esa forma y por eso no dudé en complacerla cuando presionando su vulva contra mi cara, me imploró que continuara.

―No pararé hasta que la zorra de esposa me lo pida― cerrando la boca sobre ese inesperado regalo comenté.

―Os amo, mi señor. Juro que dedicaré mi vida a hacerlo feliz― claudicando en el placer formuló su derrota.

No contento con haber vencido en esa escaramuza, la tumbé sobre la cama y cuando ella ya se esperaba ser tomada, me deslicé por su cuerpo y separando sus muslos, volví a sumergir mi lengua en su rojiza gruta. El renovado entusiasmo con el que devoraba ese manjar elevó su natural lujuria a límites insospechados y pegando un grito que debió oírse hasta en el puente de Londres cayó temblando sobre las sábanas. Confieso que me asustó ver la forma en que retorcía su cuerpo mientras derrama su placer por el colchón y por ello, dejando a mi pesar de saborear el dulce de entre sus piernas, pregunté aterrorizado si se encontraba bien. Tardó un par de minutos en responder al verse azotada por las sensaciones que mandaba su cerebro y tras gozar al menos en otras dos ocasiones, consiguió las fuerzas necesarias para decirme con tono enamorado que nunca se había encontrado mejor, pero que seguía deseando entregarse a mí. Comprendí que no mentía cuando tomando mi virilidad entre sus yemas, apuntó con ella a su vulva y de un solo arreón, se empaló. La feminidad de mi madrastra me pareció un edén hogareño y familiar al que estaba predestinado y del cual no podía y no debía huir. El largo gemido que pegó al sentirse mía no hizo más que afianzar ese sentimiento y soñando que realmente era mi esposa, esperé a que se acostumbrara a tenerme dentro para empezar a moverme.

― ¡Mi verdadero hombretón! ― sollozó sintiéndose llena por primera vez mientras comenzaba a imprimir un suave ritmo a sus caderas.

A pesar de mi edad, mi única experiencia con las damas consistía en un par de visitas que, en compañía de unos compañeros de estudios, había realizado a un lupanar y por ello, la estrechez de su vulva presionando mi falo me dejó obnubilado. En nada se parecía esa acogedora gruta a las sobreexplotadas cuevas de las putas con las que había estado y temiendo desgarrar algo de su interior, dejé que ella llevara la voz cantante. Lentamente Elizabeth fue entrando en confianza, acelerando la velocidad con la que se acuchillaba hasta convertir su pausado trote en un galope desbocado.

―Os amo, mi señor― rugió descompuesta al notar mi estoque golpeando las paredes de sus entrañas.

No pude dejar de sentirme en el paraíso al ver sus senos rebotando arriba y abajo frente a mi cara. Esos recipientes destinados a producir leche me llamaron con una intensidad que no pude repeler y acercando mi boca a ellos, elevé su calentura metiéndomelos en la boca mientras mi espada seguí haciendo estragos en su vagina.

―Soy tuya y solo tuya― suspiró dominada por la pasión y olvidando que el hombre que la estaba haciendo gozar no era su marido sino su hijastro, me imploró que derramara mi simiente en su fértil sembrado.

Ni siquiera lo pensé y llevando mis manos hasta las nalgas cuyo dueño no era yo, azucé a mi amazona a incrementar aún más si cabe la velocidad con la que me montaba. Nada más sentir mis yemas recorriendo sus maravillosas ancas, la pelirroja se vio sumergida nuevamente en el gozo y mientras vertía su esencia sobre mis muslos, me volvió a rogar que la hiciera madre:

―Por favor, haz que mi vientre germine― chilló turbada por el placer. 

 Su insistencia en que me desahogara dentro de ella fueron demoliendo mis reparos y cerrando las mandíbulas entorno a sus areolas, dejé que la naturaleza se apoderara de mí y en potentes andanadas, descargué mi cañón contra la mujer que amaba. La potencia y la cuantía de mis descargas en nada se parecían a las pobres y exiguas de mi viejo, por eso su infiel esposa no pudo más que comenzar a llorar sabiendo su pecado:

―Mi vida, mi amor, mi dueño.

La intensidad de sus sentimientos me dejó anonadado y más cuando sin ni siquiera haber sacado el instrumento de perdición de su interior, me rogó que jamás la dejara y que cuando volviera su marido, siguiera amándola porque, para ella, yo era su único y verdadero señor.

―Nunca dejaré de quererte― respondí consciente de que nuestra traición no se iba a reducir a la momentánea ausencia de mi padre, sino que continuaría cuando esté retornara al hogar.

Su sollozo retumbó en la habitación…

No recuerdo haber sido tan feliz como esos días en los que disfruté de Elizabeth para mí solo y nos comportamos a todos los efectos como marido y mujer. Fue una semana dichosa, hicimos el amor sin límites. Juntos descubrimos nuestros cuerpos, unidos exploramos cada una de las teclas que nos hacían gozar y creyendo ingenuamente que jamás nada ni nadie nos podría separar, nos entregamos a cumplir nuestros sueños ocultos con alegría. Prueba de ello, fue al día siguiente cuando al retornar a casa después de sustituir al viejo en su negocio, llegué y me encontré a la pelirroja trasteando en la cocina. La felicidad con la que se esmeraba en preparar los alimentos que íbamos a compartir no impidió que recordara el sueño que había exteriorizado y sin hacer ruido, me acerqué.

            ―Buenos días, cariño― escuché que reconociendo mis pasos decía desconociendo la sorpresa que le tenía preparada.

            Siguiendo a rajatabla su deseo, me puse a su espalda y tras levantar su falda, le bajé las enaguas mientras preguntaba qué me había hecho de comer para a continuación y sin esperar su respuesta, hundir mi hombría en ella. La violencia de mi asalto la pilló desprevenida, pero en vez de quejarse se sintió dichosa al saber que su hombre había llegado a casa reclamando sus caricias. Con mi falo campeando en su interior, gimió encantada que estaba horneando un pastel de carne.

            ―Yo habría preferido una zorrita pelirroja― respondí mientras me apoderaba de sus ubres con las manos.

            Esa falta de consideración hacía una dama como ella lejos de molestarla azuzó su vertiente menos piadosa y actuando como una empleada de prostíbulo en vez de como se comportaría una mujer decente, dejó sus manos sobre la mesa y me reconoció lo mucho que siempre había deseado ser poseída así.

―Mueve tu trasero y demuestra lo que vales, o no te pagaré al terminar― susurré en su oído haciéndola ver que en ese momento no era su marido sino un cliente.

Supe que estaba haciendo realidad su sueño más osado cuando su interior se mojó haciendo más fáciles mis embestidas y recreándome en mi papel de habitual de un putero, comencé a alabar la mercancía mientras le decía que al terminar hablaría con la Madame para alquilarla en exclusiva.

―Nada me haría más feliz que ser su puta de por vida― exclamó mientras su humedad recibía esos nada amorosos envites.

No tardé en notar que sus piernas flaqueaban al verse sumida por el placer. Haciéndole ver mi enojo le prohibí llegar antes que yo, ya que era su deber era satisfacer al que pagaba y viendo que no respondía, con un sonoro azote, la interpelé a obedecer.

― ¡Tómeme sin misericordia! ― rugió al sentir el escozor que mi palma le había provocado y sabiendo que le resultaría imposible no disfrutar con antelación a que descargara mis reservas en su ser, me rogó que la castigara.

La entrega de la pelirroja me enervó y repitiendo la brusca caricia sobre su trasero, aceleré el compás con el que la usaba sin que ella mostrara el mínimo pesar por esa salvaje monta. Por ello, me permití aferrarme a su melena y usándola como riendas con las que dominar a mi desbocada montura, proseguí acuchillando su interior sin importarme los desesperados gritos con los que expresaba su placer.

―Sigue ordeñando a tu cliente, ¡zorra! ― molesto al contemplar que presa del gozo había caído postrada sobre la mesa, ordené.

Mi adoraba madrastra recibió ese nuevo improperio con satisfacción y sacando fuerzas de su interior, convirtió sus caderas en un torbellino ardiente que zarandeó mi hombría con una potencia nunca sentida. Por ello, no pude retrasar lo inevitable y cogiéndome a sus hombros, disparé una serie de blancos proyectiles en su interior mientras se retorcía aullando lo mucho que le gustaba el hombre que había llegado esa mañana al burdel.

Aún agotado no dejé de seguir actuando y sacando de mi morral una moneda de cobre, pagué. El puchero de Elizabeth, haciéndome ver que se merecía algo más que esos dos míseros peniques, me hizo reír y mordiendo con avidez sus carnosos labios, respondí que si deseaba un mejor salario debería afanarse más en satisfacer a la clientela.

―Mi señor, le juro que esta noche pondré más esmero― desternillada de risa, replicó mientras se libraba de mi abrazo y sacaba del horno, el pastel.

Sabiendo que así sería me senté y degusté el manjar que cocinó esa hembra celestial que el maligno había puesto en mi camino mientras intentaba olvidar que nuestra felicidad llegaría a su fin cuando el dueño de la casa retornara de su viaje.

Tras esa opípara comida y a pesar que deseaba quedarme retozando con la que consideraba mi señora, no me quedó otro remedio que volver al negocio. Mi llegada al mismo fue providencial porque nada más aposentar mi trasero en el despacho, recibí la visita de un borrachín tratando de vender una joya. Sus ajadas vestiduras reflejaban que algún día habían sido lujosas y presentándose como Lord Percival Brompton, me pidió que la comprara. Desconociendo su valor, decidí pesarla y únicamente valorar el oro y no así la piedra verde que llevaba engastada, a pesar de su insistencia en que era una esmeralda traída desde Turquía y que esa gema tenía mucho valor. Al mantenerme firme, no le quedó más remedio que aceptar mi oferta y con cinco chelines se dio por satisfecho, dejándome solo para irse a beber su herencia.

            «Pobre diablo», medité enfrascándome en el día a día de la tienda, pero no pude olvidarlo y queriendo comprobar su verdadero valor, al cerrar en vez de ir directamente a casa, fui a tasarla a un joyero que conocía.

            Para mi sorpresa, el experto me reveló que había pagado solo una insignificante parte de su precio y que él me podía abonar por ella doce libras. Juro que me quedé angustiado al saber que había estafado al noble y cogiendo el dinero, fui a buscarle para darle lo que realmente era justo. Tuve que recorrer al menos cinco tugurios antes de dar con sus huesos y cuando digo dar con sus huesos, fue literal ya que ese desdichado se había bebido todo el contenido de su bolsa y cuando lo encontré tirado a la salida de un pub, descubrí horrorizado que no respiraba. Por mucho que intenté reanimarle, ya había muerto y no pudiendo terminar mi buena obra, no me quedó otra que volver a casa con la bolsa llena.

            «El viejo no se podrá quejar», pensé mientras abría la puerta de su hogar y queriendo darle una sorpresa, guardé esa inesperada ganancia en mi cuarto.

            Ajena a la pequeña fortuna que había obtenido, Elizabeth me recibió con unas caricias, a las cuales no dudé en corresponder y alzándola entre mis brazos, acudí con ella a su cama matrimonial para renovar nuestro amor…

El destino se alió a nuestro favor y la ausencia de su marido, se prolongó más allá de la fecha acordada y fueron diez días en los que dimos rienda suelta a la fogosidad de nuestros jóvenes cuerpos a todas horas. Mientras plasmo en letra esos dichosos días, solo puedo añorar el ímpetu con el que la amé al despertar, la fuerza con la que disfruté de ella los medio días y mi renovado entusiasmo con el que la hice mía esas noches mientras esperábamos el retorno del viejo.

            He de confesar que llegué a acostumbrarme a sus besos y debido a ello, casi provoco con mi lujuria nuestra perdición, la aciaga jornada en la que la realidad volvió a nuestras vidas. Llegaba tras trabajar arduamente detrás del mostrador con ganas de disfrutar entre sus piernas y al no verla en la planta baja, pensé que me esperaba dispuesta en la cama. Dominado por mi recurrente hambre de sus besos, subí las escaleras mientras me despojaba de la ropa y estaba a punto de abrir la puerta de su cuarto cuando nuestro señor se apiadó de este pecador y escuché la voz de mi padre exigiendo de malos modos a su mujer que deseaba poseerla. Todo mi ser se erizó y por un instante, estuve tentado de entrar y acabar con mi rival, pero entonces comprendí con rencor que el anciano estaba en su derecho y que era yo el errado.

            Mi mundo se desmoronó aún más al escuchar que cumpliendo su deber, mi adorada Elizabeth se entregaba a él sin demora. Reculé hacia mi cuarto y con el sonido del matrimonio compartiendo ese íntimo momento, lloré sin parar hasta que una hora después, mi madrastra me informó que la cena estaba lista y que mi padre quería verme. Consciente de que había escuchado los gemidos, no pudo mirarme a la cara y eso hizo más doloroso el momento en que me enfrenté con mi progenitor.

            ―Cuéntame hijo, ¿qué tal el negocio? Me imagino que mal ya que por tu cara no pueden haber ido bien― me soltó malinterpretando mi angustia.

            ―Te equivocas, padre. En tu ausencia, he cerrado varios tratos y respecto a ello no tendrás queja alguna de mi comportamiento― repliqué hundido mientras de reojo observaba el nerviosismo de su joven, bella e infiel compañera.

―Entonces, ¿a qué viene esa cara? ― preguntó.

No pudiendo confesar mi traición porque con ello solo conseguiría manchar el buen nombre de la mujer que amaba, rápidamente repliqué que había dejado de lado mis estudios y que me costaría un mundo, ponerme al día con ellos. En vez de comprender que si lo había hecho había sido por cumplir sus órdenes, James Crusoe se dedicó a echarme en cara el dinero que malgastaba con mi educación y a amenazarme con dejar de sufragarla si no aprobaba el curso.

―No se preocupe, lo aprobaré― contesté mientras tomaba la decisión de no contarle nada acerca de la generosa ganancia que había obtenido comprando esa joya.

Sintiéndose satisfecho con mis palabras, dirigió sus iras contra su esposa y le hizo ver que tenía hambre, descargando un desconsiderado azote en su trasero. Nuevamente estuve a punto de saltarle al cuello al ver las lágrimas con las que Elizabeth recibía ese impropio castigo.

―Deme unos minutos― sollozó la pelirroja rumbo a la cocina al saber que la felicidad de esos días había desaparecido para no volver.

Durante la cena y mientras rumiaba qué hacer, mi viejo se pavoneó de las correrías que él y su socio habían protagonizado durante el viaje, haciendo especial referencia al maravilloso ganado que había disfrutado en un prostíbulo de Cambridge, sin importarle la presencia de la mujer a la que había unido su vida y que, sin alzar la mirada del plato, reía sus gracias.

«¿Cómo puede ser tan ruin?», me pregunté en silencio sintiendo como mío ese menosprecio.

Estábamos ya en el postre cuando mi adorada se levantó de improviso y corriendo hasta la palangana del rincón, comenzó a vomitar. Por un breve instante, creí que su malestar se debía a la humillación que sentía, pero mi padre más avispado que yo en las cosas femeninas preguntó si acaso se debía a estar preñada. 

―Tengo un retraso. Ya me debía haber llegado― respondió mi adorada buscando con la mirada mi consuelo.

La alegría de su marido contrastó con mi dolor, pero eso no fue óbice para que al descorchar una botella y brindar por su nuevo retoñó, pudiese elevar mi copa y felicitarles a los dos.

―Se llamará Charles― sentenció lleno de dicha.

No pude más que agradecer que no bautizara a mi retoño con su nombre y acercándome a su mujer, le di la enhorabuena.

―Es tuyo, nunca lo dudes― susurró en mi oído mientras el cornudo vaciaba su bebida, orgulloso de haber conseguido procrear a su edad.

―Lo sé, mi amada― conseguí balbucear mientras me desmoronaba en mi asiento.

Desconociendo nuestra traición, el anciano acabó con esa botella y con otras dos antes de caer de bruces totalmente borracho. Llevándolo hasta la cama donde había sido feliz, comprendí que no podía quedarme en esa casa y tomé la decisión de tomar el primer barco.

―Llévame contigo― cayendo a mis pies, Elizabeth lloró cuando se lo comuniqué.

―No puedo involucrarte en esta locura, pero te juro que me haré rico y entonces volveré a reclamarte como mi esposa― contesté mientras hacía el equipaje. Su dolor estuvo a punto de hacerme recapacitar, pero consciente de no poder mantener una mujer y un hijo, le pedí que me esperara y que cuidara de nuestro retoño.

Con el sonido de sus lamentos resonando en mi cerebro, esa misma noche me embarqué hacia Canarias pagando mi pasaje con el dinero que había obtenido del borrachín sin saber que no volvería a pisar esa ciudad en mucho tiempo.

―Volveré por ti― juré desde la borda del bergantín mientras veía desaparecer Londres por el horizonte…


Relato erótico: “Di por culo a la puta de mi cuñada en una playa 3” (POR GOLFO)

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Si mi primera noche con mi cuñada fue en gran medida sexo forzado, en la segunda Nuria se entregó a mí voluntaria y totalmente. Habiendo descubierto un placer que hasta entonces le era desconocido, decidió que junto conmigo iba a explorar todas sus facetas y comportándose como una autentica zorra, buscó una y otra vez mis brazos aunque eso  supusiera traicionar la confianza de su hermana.
Aunque durante años, esa morena y yo no nos podíamos soportar después de la experiencia vivida, comprendió que su rechazo no era más que una forma de ocultar la atracción que sentía por mí y por eso al despertar esa mañana en mi cama, sintió celos de Martha que todavía dormida, se acurrucaba al otro lado de mi cuerpo. Sin podérselo creer, supo que aunque había disfrutado con ella también no le gustaba que otra mujer estuviera en mis brazos.
De mal humor, despertando a la inglesa, le dijo:
-Vete a ver si Arthur te necesita.
Yo, que seguía dormido, no me enteré de que la rubia se había ido. Mi cuñada al quedarnos solos, se volvió a abrazar a mí y sintiéndome suyo, sonrió mientras con su mano me empezaba a acariciar. Sin mediar intención por mi parte, involuntariamente mi pene reaccionó a sus caricias y poco a poco fue poniéndose duro ante la mirada satisfecha de esa mujer. Al alcanzar la longitud que estaba buscando, se puso a horcajadas sobre mí y poniendo mi glande en su sexo, se empaló lentamente.
Al sentirlo, me desperté y me quedé pasmado al comprobar la mirada de amor con la que la zorra de mi cuñada me recibió. Como estaba dormido, no la supe interpretar bien y creí que lo que esa mujer  sentía era deseo y por eso, cogiendo sus nalgas entre mis manos, introduje hasta el fondo el resto de mi miembro. Nuria al sentir que la cabeza de mi pene chocaba contra la pared de su vagina, pegó un grito y como desesperada, empezó a cabalgar sobre mí buscando que nuevamente derramara mi simiente en su interior.
-Se ha despertado bruta la zorra de mi cuñada- dije al comprobar el volumen de sus berridos.
-Te necesito- fue lo único que alcanzó a decir la hermana de mi mujer antes de empezar a sentir que un orgasmo le atenazaba la garganta.
Con su coño convertido en manantial antes de tiempo, la mujer que durante años me había hecho la vida insufrible, comprendió que en solo dos días se había vuelto adicta a mí y mientras se corría, comenzó a llorar en silencio. Sin exteriorizarlo, disfrutaba y sufría con mi pene inserto en su cuerpo. Deseaba a la vez que me desparramara y sembrara su útero con mi semen pero por otra parte quería salir corriendo y no verme más. Ajeno a su sufrimiento, cogí sus pechos entre mis manos y llevándolos hasta mi boca, me puse a mamar de ellos mientras le decía:
-¡Me pasaría toda mi vida entre tus tetas!

Mi comentario jocoso en absoluto tenía un significado más allá de un piropo un tanto brusco, pero mi cuñada al oírlo creyó que compartía su mismo sentimiento y abrazándose a mí, me dijo:

-Yo también te amo pero no quiero hacerle daño a mi hermana.
Su confesión me puso los pelos de punta y retirándola de un empujón, salí de la cama todavía empalmado. Nuria que no se había percatado de mi cara, creyó que era parte de un juego y poniéndose a cuatro patas, me pidió que volviera con ella. Aunque en otro momento no me hubiese podido resistir a semejante ofrecimiento entonces me pareció fuera de lugar y sentándome en una silla, le pedí que me explicara qué era eso de que me amaba.
Al ver mi seriedad, Nuria echándose a llorar me reconoció que desde que había sido mía, no podía pensar en otra cosa mas que en compartir su vida conmigo.
-¡Tú estás loca!  ¡Tu hermana es mi mujer!- exclamé indignado.
Echa una energúmena, se lanzó contra mí diciendo:
-Maldito, ¡Eso no te importó al violarme en la playa!
Os juro que si no llego a parar sus brazos, esa mujer me hubiera pegado pero afortunadamente conseguí detenerla y ya aprisionada, intenté razonar con ella. Por mucho que intenté que recapacitara, como una loca se retorció e intentó darme patadas, por lo que no me quedó más remedio que soltarle un tortazo. Desde el suelo, me gritó:
-¡No te basta con haber destrozado mi vida que ahora me pegas!
Comprendí al ver la señal de mi mano en su cara que me había pasado y tratando de reparar mi torpeza, me senté junto a ella y la trate de tranquilizar diciendo:
-Nuria, yo también te quiero pero lo nuestro es imposible.
Al sentirme a su lado, se arrodilló a mis pies y con genuinas lágrimas en los ojos, me pidió que lo intentáramos diciendo:
-No me importa ser tu amante, ni siquiera la zorra en la que liberes tu tensión cuando te enfades con tu esposa pero te lo ruego, ¡No me dejes!
Pensando que una vez en Madrid, mi cuñada aceptaría la realidad y se olvidaría de tan absurda petición, di mi brazo a torcer diciendo:
-De acuerdo pero ahora vístete.
Soltando un grito de alegría, se levantó del suelo y me obedeció. Os juro que entonces no valoré apropiadamente lo cabezota que era esa mujer pero no tardaría en comprobarlo porque cuando ya vestidos salíamos del yate, rumbo al hotel, entornando los ojos susurró en mi oído:
-¿Crees que mi hermana aceptaría compartirte conmigo?
Sé que debí cortar por lo sano pero esa idea me pareció además de irrealizable, super morbosa y como todavía nos quedaba un día en esa playa, preferí dejar para España ese trance y disfrutar de esa zorra lo que quedaba de estancia por esos parajes. Por eso, azuzando su ritmo la llevé hasta mi cuarto.

Nuestra última tarde en México
Una vez habiéndonos desahogado las ganas, Nuria se quedó dormida en la cama. Su descanso me permitió valorar apropiadamente lo buenísima que estaba esa mujer. Su melena morena caída sobre la almohada, dotaba a esa preciosidad de una sensualidad difícil de describir pero para colmo esos enormes pechos eran tan duros que aunque estaba acostada boca arriba, seguían como por arte de magia apuntando al techo. Bajo esos dos monumentos, un estómago liso era el anticipo de unas caderas de infarto  y siguiendo el camino, su depilado pubis coronaba su belleza.
“¡Si no fuera tan zorra…!”pensé al recordar que, aunque pareciera a simple vista un ángel de ojos verdes, esa mujer era una manipuladora sin escrúpulos. Cuanto más la veía y más recordaba su pasado comportamiento, menos me podía creer su supuesta transformación. “Nadie cambia así de la noche a la mañana!” sentencié dando por sentado de que su “enamoramiento” no era más que otra estratagema con la cual joderme y por eso, decidí que iba a hacérselas pasar putas en tiempo que siguiéramos en México.
Con la tranquilidad que me dio el haber tomado esa decisión, me senté a su lado y la empecé a acariciar con el propósito de que se confiara. Tal y como había previsto, Nuria al sentir mis manos por su cuello, se despertó y mirándome con una expresión enamorada, me pidió que volviera a la cama.
-Levántate, es la hora de comer- le dije mientras mis yemas se apoderaban de uno de sus pezones.
Su areola, como si tuviera frío, se contrajo dando muestra clara de su excitación y tratando de forzar su calentura para que fuese bien calentita a comer, llevé mi boca hasta su pezón. Nuria creyendo que quería reanudar hostilidades intentó llevarme nuevamente entre las sabanas pero dándole un suave mordisco, le reiteré que se levantara.
-Pensaba que nos quedaríamos toda la tarde en la habitación- me dijo con voz triste -¿No te apetece volverme a amar?
Estuve a punto de explicarle que nosotros no habíamos hecho el amor y que simplemente habíamos follado pero comprendí que no serviría de nada. Por eso, la cogí entre mis brazos y llevándola hasta la ducha, abrí el agua fría mientras le decía:
-Tienes quince minutos para estar lista.
Tras lo cual, la dejé gritando mientras me ocupaba de revisar su equipaje. Mi idea inicial fue elegirle la ropa pero me quedé atónito al descubrir entre sus pertenencias un marco de fotos de ella conmigo. No me impactó el no reconocer cuando nos habían tomado esa instantánea, lo que realmente me puso en alerta fue el motivo por el que esa mujer la había llevado consigo en ese viaje.
Por primera vez, comencé a temerme que no fuera una pose pero tras recapacitar, comprendí que esa foto era parte de un plan b. Estaba convencido e incluso ella me lo había confirmado que su diseño inicial era engatusar a nuestro jefe y ahora que le había fallado, quería ejecutar su proyecto alternativo. Encabronado, guardé el marco en la maleta y decidí esperarla sin más.
Nuria salió del baño todavía enfadada y sin dirigirme la palabra se puso a vestir. Aunque fui testigo de cómo esa preciosidad se vistió, os tengo que reconocer que no me excitó ver como lo hacía, estaba demasiado enfadado con ella para ello. En cambio, los diez minutos que tardó en vestirse me dieron el tiempo que necesitaba para tranquilizarme y sobre todo para planear qué coño hacer.
Cuando se hubo engalanado, el resultado no podía ser más satisfactorio. Aprovechando la temperatura que hacía, mi cuñada se puso un vaporoso vestido que resaltaba la perfección de sus formas.
“Será una zorra pero está buena”, pensé al admirar su cuerpo tras la tela.
La hermana de mi mujer se percató de mi mirada y sonriendo me dijo que estaba lista por lo que sin explicarle donde íbamos, la saqué del hotel. Con la cámara de fotos colgada en mi cuello, la llevé hasta el coche que había alquilado y ya en él, me dirigí hacía una playa alejada.
-No traigo traje de baño- dijo cuándo se dio cuenta  a dónde íbamos.
-No te va a hacer falta- respondí.
Debió de comprender que tenía planeado porque poniendo una expresión pícara, me soltó:
-Eres muy malo.
Al mirarla de reojo, observé que sus pezones se le habían erizado. Su reacción, no por ser previsible, me dejó de sorprender porque sabiendo la facilidad que esa tipa tenía para calentarse que, solo con la perspectiva de ser fotografiada por mí, se pusiera verraca era algo al menos novedoso.  Intentando confirmar esa faceta, le dije:
-Voy a hacerte un book erótico.
Nuria se quedó callada al oír mis intenciones pero lejos de enfadarse con la idea, saber que le tomaría fotos de carácter porno, le hizo suspirar y tras unos minutos donde debió estar valorándolo, me preguntó:
-¿Por qué?
Sin ocultar mis razones le expliqué que con ese reportaje, sería incapaz de traicionarme porque de hacerlo, le arruinaría la vida. Si creía que seiba a enfadar, me equivoqué porque nada mas revelárselo, me dijo:
-Nunca podría traicionarte pero si así te quedas más tranquilo, ¡Lo haré!
Que hubiese aceptado a la primera darme las herramientas con las que tenerla controlada, me hizo dudar de si había juzgado bien sus motivos temiéndome que su entrega fuera real tal y como ella sostenía. Al llegar a la playa, su actitud solo incrementó mi zozobra porque bajando del coche, me soltó:
-¿Qué quieres que haga?
La naturalidad con la que me lo preguntó, me indujo a buscar en esa playa algo que la hiciera reconsiderar su decisión. Al ver cerca de unas rocas a una negra tomando el sol, decidí llevarla hasta allá:
“En cuanto vea que la voy a exhibir ante una desconocida se va a negar”, me dije dirigiéndome hasta ese lugar.
De camino, Nuria en vez de estar preocupada parecía feliz porque me soltó que esperaba que después de la sesión de fotos, volviéramos a la habitación. Al irnos acercando a donde estaba esa mujer, me quedé pálido al observar que la dama en cuestión era una culturista y que en vez de un cuerpo femenino, bajo ese bikini se escondían una serie de músculos con los que yo no podría competir en una lucha.
La negra al escucharnos llegar, dio muestras de que la estábamos incomodando al dirigirme una dura mirada tras lo cual se giró para no vernos. Decidido a que esa hembra fuera parte de la prueba, puse el trípode con la cámara a escasos tres metros  de ella y una vez con todo preparado, miré a mi cuñada y le pedí que empezara a posar. Haciendo caso omiso a que hubiera alguien observando, Nuria se comportó como una modelo profesional, meneando su melena y poniendo poses a cada cual más sensual.

Cómo ya os he explicado varias veces, la hermana de mi mujer es un espectáculo. Sus ojos verdes le confieren a su cara una picardía mezclada con ternura que hace que su presencia no resulte indiferente a nadie y si a eso le unimos unos pechos enormes y un cuerpo de antología, dan como resultado que mi queridísima cuñada resulte irresistible.
No llevaba ni diez fotos cuando comprendí que me estaba empezando a calentar pero recordando mi plan, tuve que aguantarme las ganas de saltar sobre ella y con voz profesional le dije que dejara caer un tirante. Nuria no solo me obedeció sino que adelantándose a mi siguiente orden, metió una mano por su escote y se pellizcó un pezón mientras se mordía sensualmente los labios.
La escena estaba subiendo de temperatura cuando de reojo, observé que habíamos conseguido captar la atención de la afroamericana. Con sus músculos en tensión, no perdía ojo de lo que estábamos haciendo.
-¡Súbete la falda!- dije todavía manteniendo una frialdad que no sentía.
La zorra de mi cuñada sin quitar su mano de su pecho, llevó la otra a su entrepierna y dando ostensibles gemidos, fue levantando el vuelo de su vestido mientras ponía cara de puta.
“¡Cómo me pone!”, no pude dejar de aceptar al ver la sexualidad que desprendía por todos sus poros y añadiendo otro motivo para picar aún más la curiosidad de la negra, le pedí que se quitara las bragas.
Dotando a sus movimientos de una lentitud exasperante, Nuria me obedeció mientras yo inmortalizaba la secuencia con mi cámara. Lo creáis o no, esa mujer llevó sus manos hasta su tanga y con una sensualidad sin límites, fue bajándola por sus piernas mientras me miraba fijamente.
“¡Dios!, ¡Qué buena está!”, exclamé mentalmente al observar que una vez se había despojado de su ropa interior, se apoyaba en la roca y arremangándose el vestido, iba descubriendo centímetro a centímetro la perfección de sus muslos.
La enorme culturista que hasta entonces se había mantenido en un discreto segundo plano, no pudo evitar acercarse a mí y observar de más cerca a mi cuñada.  Sonreí al percatarme de la mirada de deseo de la negra y buscando incrementar su morbo, cuando Nuria ya tenía su sexo al descubierto, le pedí que se masturbara.
SI pensé en algún momento que se iba a sentir incomodada, no pude estar más errado porque con un brillo no disimulado en sus ojos, separó con sus dedos los pliegues de su vulva y cogiendo el botón que escondían, se puso a acariciarlo.
-¡Oh! ¡My god!- susurró la desconocida al advertir que mi cuñada se toqueteaba el clítoris  mientras yo seguía tomando fotos.
Los pezones de la negra se le marcaron bajo el bikini mientras su dueña era incapaz de retirar su mirada de ese coño. La confirmación de que esa gigantesca mujer se estaba viendo excitada por la escena vino cuando la vi cerrar sus piernas en un intento de contener su calentura. Ya convencido de que esa mole iba a ser coparticipe de la sesión de fotos, pedí a mi cuñada que le mostrara el culo.
Nuria viendo mis intenciones, se dio la vuelta y usando sus manos, separó sus nalgas para que pudiera tomar una fotografía de su ano. Acercándome a ella, tomé varios primeros planos, descubriendo que para entonces la humedad ya encharcaba su sexo.
-¡Eres una putita exhibicionista!- le dije dando un azote en su trasero.
Mi caricia hizo que con más interés se abriera los dos cachetes y que sin habérselo exigido se introdujera un dedo en su esfínter mientras miraba de soslayo a la negraza. La desconocida al ver a mi cuñada masturbándose por ambos orificios, pegó otro suspiro totalmente excitada. Al percibir que estaba deseando participar, le solté en inglés:
-¿Can you help me?
Sin llegarse a creer su suerte, la mulata se acercó y en un español con marcado acento, me preguntó en que quería que me ayudara.
-¿Te apetece participar?- contesté y viendo que aceptaba, le pedí que terminara de desnudarla.
La mujer sin esperar a que se lo repitiera, se acercó a donde estaba mi cuñada y le ayudó a quitarse el vestido. Mientras lo hacía, la sonrisa que lucía Nuria me informó de que estaba disfrutando por lo que comprendí que no estaba consiguiendo mi propósito de avergonzarla. Pero lo que nunca me esperé fue que abrazándose a la negra, le pusiera los pechos en la boca y le dijera:
-Mi hombre quiere fotografiarme mientras me follas.
Os confieso que me alucinó la reacción de esa desconocida porque sin conocernos ni saber cuál iba a ser el destino de esas fotos, metió en su boca los pezones de mi cuñada y se puso a mamar de ellos como descocida. El contraste de su piel oscura contra la blancura de Nuria terminó de elevar mi paranoia y ya sin freno, le dije al oído:
-Es toda tuya.
La culturista habiendo obtenido mi permiso, pegó aún mas su cuerpo contra el de mi cuñada y restregando su sexo contra el de la otra mujer, me sonrió totalmente entusiamada.
-Así, ¡Sigue!- suplicó al sentir los dientes de la negra en sus areolas.
Durante un rato, la mulata se  conformó con mamar esos pechos que había puesto a su disposición. Con la destreza que da la experiencia, chupó de esos dos manjares sin dejar de acariciar la piel de mi cuñada. Viendo que había conseguido vencer sus reparos iniciales y que Nuria estaba disfrutando, siguió bajando por su cuerpo dejando un húmedo rastro camino su sexo.
Arrodillándose en la arena, le separó con ternura los labios de su vulva, tras lo cual la obligó a separar las piernas. Incapaz de negarse, Nuria obedeció y fue entonces cuando se apoderó de su sexo. Con suavidad se concentró en su  botón.
-¡Me encanta!- suspiró aliviada al asimilar que la boca de esa mujer le gustaba.
Esa confesión dio a la desconocida el valor suficiente para con sus dientes y a base de pequeños mordiscos, llevarla hasta su primer orgasmo. De pie, con sus manos en el pelo afro de la mujer y  mirándome a los ojos, se corrió en la boca de la otra. La negra al notarlo, sorbió el río que manaba de ese sexo, y profundizando en la dulce tortura, introdujo un dedo en la empapada vagina. Sin importarle que yo estuviera presente,  gritó de placer:
-¡Por favor! ¡Quiero más!
Interviniendo, cogí la toalla de la desconocida y trayéndola hasta el amparo de las rocas, la extendí sobre la arena. Una vez allí, ordené a mi cuñada que se tumbara en la misma  y mirando a esa extraña, le solté:
-Fóllatela.
La mujer me miró aterrada pero cumpliendo con nuestro trato no escrito, se fue acercando hasta donde le esperaba la otra mujer. Nuria desde el suelo esperó a que esa gigante procediera  pero la indecisa mujer no se atrevía.
-¿Qué hago?-  me preguntó asustada.
Comportándome como su mentor, la obligué a arrodillarse entre las piernas de mi cuñada y con una suave presión de mis manos, acerqué su cabeza contra su meta. Al sentir el coño de Nuria pegado a sus labios, venció todos los reparos de la culturista y sacando su lengua reinició sus caricias. Por su parte, la hermana de mi mujer berreó como una puta al notar la húmeda carantoña y en voz en grito proclamo su placer al viento.
Si de por sí yo ya estaba excitado al observar las negras y duras nalgas de la desconocida moverse al compás de su boca, fue algo a lo que no me pude evadir y acercándome a la pareja, las acaricié con mis manos. En contra de lo que había previsto, la piel de su trasero era tersa y suave. Por eso y habiendo escuchado el gemido que salió de su garganta al ser tocada por mí, me dio los arrestos suficientes para prolongar y profundizar mi manoseo. Fue entonces cuando olvidándose momentáneamente del sexo de mi cuñada, la enorme mujer se giró y con voz descompuesta, me dijo:
-Fock me.

No me lo tuvo que repetir y sin darle tiempo a arrepentirse, le bajé la parte de abajo del bikini, dejando al descubierto un sexo casi depilado por completo. La visión de ese manjar y la certeza de que estaba anegado hicieron el resto y ya con mi pene completamente erecto, me desnudé.
Para entonces, la negraza ya se había apoderado del clítoris de mi cuñada y mordisqueando dicho botón había vuelto a conseguir llevarla al borde del orgasmo. Contando con su autorización, cogí mi pene y colocándolo entre sus nalgas empecé a frotarlo contra su raja. La culturista bramó como loca, al sentir mi tranca en su culo y sin pedirme mi opinión la cogió con la mano y la llevo hasta la entrada de su sexo.
“Mierda, me apetecía follarle el culo”, maldije entre dientes pero asumiendo que me quedaría con las ganas, de un solo empujón se lo metí hasta el fondo. No me sorprendió encontrármelo encharcado por lo que sin esperar a que se acostumbrara empecé a cabalgarla mientras le ordenaba que usara sus dedos para dar placer a mi ya amante. La mulata quizás estimulada por sentir mi miembro en su interior pegó un grito y con mayor énfasis, reanudó la comida de coño introduciendo un par yemas en el sexo de Nuria.
-¡Me encanta ver cómo te la follas!- aulló, satisfecha y sin cortarse en absoluto, se pellizcó los pezones mientras me pedía que le diera un azote en ese culazo a la desconocida.
No tardé en complacer su deseo y con un sonoro azote, azucé el ritmo de la mujerona. Esta al sentir mi ruda caricia en su nalga, aceleró el roce de su lengua sobre el sexo de la muchacha. El chapoteo de mi pene al entrar y salir del chocho de nuestra cómplice me convenció de que esa mujer estaba disfrutando del duro trato y soltándole otra nalgada, exigí que se moviera.
-¡Yes!-chilló dominada por la pasión la enorme desconocida.
El rostro de mi cuñada me reveló que no iba a tardar en tener un orgasmo por lo que aceleré el compás de mis penetraciones para intentar que ese saco de músculos cumpliera con su función. Curiosamente, el conducto de ese oscuro chocho era estrecho y por eso cuando acuchillé su interior con mi estoque, creí partirla en dos. La presión que ejercía contra mi pene me hizo temer correrme antes de tiempo y por eso tratando de prolongar mi erección, redujé mi ritmo mientras con los dedos empezaba a acariciar su esfínter.
Desgraciadamente, Nuria no pudo más y soltando un berrido se corrió. Nada más hacerlo, se percató de que estaba estimulando a la negra por detrás y hecha una furia se abalanzó sobre ella y la retiró de mí.  Mi cuñada totalmente celosa no se lo pensó dos veces en darle ese empujón y a voz en grito, me pidió que me tumbara. Con mi pene tieso, obedecí y nada más poner mi espalda contra la toalla, escuché que me decía:
-¡Puedes follarte a cualquiera pero dar por culo solo a mí!
Medio cabreado por la oportunidad perdida, le contesté:
-¡A qué esperas!
Mi respuesta debió complacerla porque luciendo una sonrisa de oreja a oreja, se agachó de espaldas y poniéndose a horcajadas, se empaló lentamente su propio ojete. La lentitud con la que se introdujo mi miembro en su interior, me permitió sentir como mi glande se abría camino y como su estrecho conducto, parecía estar hecho a medida de mi pene.
-¡Qué gozada!- aulló al notar que la rellenaba por completo y que la base mi verga chocaba contra sus nalgas.
Fue entonces cuando con la cara descompuesta, La negra que había asistido atónita al empalamiento, se puso a chuparle los pechos y al ver que mi cuñada no rehuía el contacto bajando la mano hasta la entrepierna, empezó también a masturbarla. Nuria al sentir la triple estimulación  con tono descompuesto, chilló:
-Cariño, ¡Dale por culo a tu puta!
Tras lo cual, inició un desenfrenado galope usándome como montura. Bramando de deseo,  empleó mi pene como si de un consolador se tratara.  Izando y bajando sus caderas, dio inicio a un rápido mete-saca donde mi única función era poner mi polla a su disposición.
-¡Dirty bitch!- exclamó la mulata al percatarse del zorrón que era y pegándole un duró mordisco en un pezón, reinició sus toqueteos.
-¡Como deseaba sentirme tuya!- chilló satisfecha  mientras su cuerpo unía un orgasmo con el siguiente.
La entrega de mi cuñada fustigó pasión y llevando su ritmo a unos extremos brutales, acuchillé su interior sin parar. Si ya estaba de sobra estimulado, bramé como un toro al ver que la negra usaba su otra mano para satisfacer su propia lujuria e incapaz ya de parar, busqué liberar mi tensión vía placer.
La explosión con la que sembré sus intestinos, se derramó y saliendo por los bordes de su ano, empapó con su blanca simiente no solo las piernas de Nuria sino las negras manos que la estaban pajeando. La culturista al advertir que había terminado, usó su fuerza bruta para voltear a mi indefensa cuñada y poniéndola a cuatro patas, le abrió ambos cachetes y se puso a recolectar con su lengua mi semen.
Nuria que no se lo esperaba, disfrutó como una perra de la lengua de esa atleta mientras recogía con auténtica ansia la producción de mi pene. La morena habiendo dejado sin rastro de mi simiente su ano, se levantó y yendo hasta su bolso, cogió un boli y anotó algo en un papel, tras lo cual volvió y dándomelo, me dijo:
-Este es mi mail- y sonriendo me pidió: -¡Mándame las fotos!
Soltando una carcajada, le prometí hacerlo y tumbado sobre la arena, vi como esa mujer de enormes músculos y coño pequeño desaparecía rumbo a la salida. Mi cuñada todavía tardó unos minutos en sobreponerse al esfuerzo y cuando lo hizo, se abrazó a mí diciendo:
-Tengo que contarte un secreto.
Por su tono meloso, comprendí que no me iba a gustar ese “secreto” pero aun así, la curiosidad pudo más que la prudencia y por eso le pregunté cuál era. Mi cuñada, la preciosa hermana de mi mujer, se acurrucó entre mis brazos antes de decirme:
-¡Llevo más de dos meses sin tomarme la píldora!

Relato erótico: “Shadow Angel Cap. 9, La reina de las máquinas” (POR SHADOWANGEL)

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Un mes después del encuentro entre Shadow Angel y Queen Drone

Lunes, última hora de la tarde. Universidad de Detroit.

La tutoría había finalizado pero el Profesor seguía en su despacho. Esperaba una visita que llegaría tarde. Mientras esperaba sacó un pequeño artilugio de un cajón y lo examinó detalladamente, pensando si había hecho bien al crearlo y si debía dárselo a quien se lo había encargado.

Sólo el ruido de las bisagras de la nueva puerta del despacho le alertó de la llegada de su visita. Sin hacer ningún otro ruido, el ángel entró.

– Tengo lo que me pediste- dijo el Profesor- Aunque no se si debería entregártelo. No hace falta que te explique el por qué.

– Solo usted puede responder a esa pregunta. Es una simple cuestión de confianza. ¿Confía o no confía suficientemente en mí?- Dijo el ángel con una voz suave.

– Examiné los artefactos que me trajiste. Son drones de última generación. ¿Sabes lo que daría el Pentágono para poder producir algo así en masa?

– Entonces entiende la necesidad de mi encargo. Yo sola no puedo luchar contra eso.

– Podrías pedir ayuda a la policía- Respondió el Profesor, pero el ángel lo interrumpió.

– Sandeces, usted sabe tan bien como yo que esto precisa un trabajo discreto. Si aviso a la policía, actuarán como siempre, con sus sirenas, sus luces y sus pistolas. Usted sabe tan bien como yo como terminaría un tiroteo entre los agentes y uno de esos drones.

El Profesor calló, el ángel tenía razón. Por otro lado, también podía confiar el artefacto a la policía.

– ¿Sabes el daño que puede causar esto si se utiliza en un sitio equivocado?- Preguntó el Profesor mostrándole el pequeño artilugio.

– Soy plenamente consciente. ¿Cumple con todas las especificaciones que le pedí?

– He pasado semanas, noches enteras, diseñándolo. ¿Sabes lo difícil que ha sido? Algo que te sea útil pero que a la vez no afecte a ciertos dispositivos, y que tenga un tamaño reducido, creo que es la primera vez que se diseña algo así.

El Profesor aún dudaba acerca de entregarle al ángel el dispositivo. El ángel le había salvado la vida, pero si este artilugio caía en manos equivocadas lo acusarían de terrorismo. Fue la última de las especificaciones que le había realizado el ángel, la única totalmente innegociable, lo que hizo decantar su balanza.

– Aquí lo tienes.- Dijo tendiéndole el pequeño artefacto.- Podrías esconderlo dentro de la caja de un reloj de pulsera, de esta forma pasará totalmente desapercibido. Como me pediste, no pondrá en riesgo la vida de nadie.

Shadow Angel sospesó el diminuto artilugio en su mano. Era más pesado de lo que aparentaba, pero podría esconderlo dentro de un reloj de pulsera. Era perfecto, solo hacía falta que funcionara a la perfección.

– Muchas gracias por ayudarme, le debo una.- Dijo Shadow Angel.

– El núcleo es de uranio empobrecido, no preguntes como lo conseguí, pero mientras no vayas a coger un avión nadie lo detectará.

El Profesor se dio cuenta que estaba hablando solo. Con el mismo sigilo con el que había entrado, el ángel había abandonado el despacho. Se quedó solo, reflexionando sobre lo sucedido los últimos minutos. Su corazón estaba completamente convencido que había tomado la decisión correcta. Si había alguien en quién podía confiar un artefacto así, ese era Shadow Angel. Y no, él no consideraba que el ángel le debiera nada. Es difícil que alguien que te ha salvado la vida arriesgando la suya te deba nada. Solo esperaba que el ángel tuviera mucho cuidado, necesitaría toda la suerte del mundo si quería tener la mínima posibilidad contra alguien que utilizaba drones de última generación.

Finalmente, salió del despacho y se fue a su casa. Esa noche no durmió tranquilo, lamentaba no haber creado más de un artefacto, su ángel sólo tendría una oportunidad. Una oportunidad con todas las probabilidades en contra.

Esa misma noche. Polígono Industrial abandonado, afueras de Detroit

Lo que por fuera parecía un camión ordinario, por dentro contenía, a parte de un pequeño habitáculo, una enorme impresora 3D y un laboratorio altamente tecnificado. Enfrente diversos monitores, una chica de complexión pequeña, trabajaba en el diseño de unos diminutos artefactos.

Gracias al silitio que había conseguido, podía diseñar micro-drones sin renunciar a la resistencia y utilidades de sus “hermanos mayores”. Kirie era de las pocas personas que sabía que el silitio, un escaso mineral pero sin valor económico aún, podía ser muy útil en el desarrollo de la nanotecnología. No solo era un excelente conductor sino que además contaba con una gran resistencia. Lo que le permitía crear drones más pequeños y resistentes. Perfectos para lo que estaba planeando.

La zona industrial abandonada le proporcionó todo lo que necesitaba para su propósito. El horno industrial de una empresa siderúrgica le permitió moldear el silitio. Con la ayuda de sus drones, únicamente tuvo que modificar ciertos componentes de diversas máquinas abandonadas en una fábrica automovilística para poder crear los moldes y herramientas que necesitaba. El resto de materiales fue fácil encontrarlos. Lo que los vagabundos y bandas callejeras no se habían llevado por considerarlo chatarra era todo lo que Kirie necesitaba para su diseño.

Coger los moldes y herramientas e incorporarlos a la potente impresora 3D de su camión fue coser y cantar. El pequeño horno que incorporaba la impresora le permitiría hacer el resto. Lo más difícil había sido realizar los diseños de tan diminutos aparatos.

En pocos días tendría listos sus drones, y con ellos por fin podría vengar la muerte de su amado Himura. Era la oportunidad de su vida, y no permitiría que nadie ni nada estropeara sus planes, no había escatimado en medidas para sorprender a cualquier intruso.

Viernes siguiente. Zona Industrial abandonada de Detroit

Eran las últimas horas de la tarde, empezaba a oscurecer y la falta de alumbrado hacía difícil la orientación por el entramado de almacenes, calles y naves industriales abandonadas. Ello no parecía ser un impedimento para la oscura figura enmascarada que se movía ágilmente entre los tejados y las sombras.

De vez en cuando Shadow Angel topaba con algún grupo de indigentes, con alguna banda callejera o con algún grupo de jóvenes bebiendo y montando una fiesta clandestina en alguno de los abandonados edificios. La ninja seguía sin encontrar rastro de la tecnovillana a la que perseguía. Shadow Angel estaba convencida que debía tener su guarida en ese lugar, entre los edificios industriales abandonados.

Un ruido, como de pequeños pasos, le indicó que estaba en el buen camino. Justo al otro lado de la esquina donde se encontraba la ninja, había un pequeño perro robótico patrullando. La heroína no se dejó engañar por el pequeño e inofensivo aspecto del drone de cuatro patas. Sabía que estaría equipado con potentes armas de fuego. La ninja se agazapó entre unas cajas, y esperó a que el artefacto diera la vuelta sobre sus pasos. Sólo tenía que seguirlo y daría con el escondite de su enemiga.

Al cabo de unos instantes, la ninja abandonó su escondite, dispuesto a seguir al robótico perro desde la seguridad de los tejados. Lo que no se percató fue que otro silencioso artefacto se había situado a su espalda.

Shadow Angel lanzó una cuerda con un garfio y se dispuso a subir al tejado del edificio cuando notó una fuerte presión en el cuello. Sin saber qué ocurría, intentó reaccionar, sólo para notar como un fuerte agarre sujetaba sus brazos detrás de su espalda. La ninja empezó a hiperventilar, nerviosa. Algo la estaba sujetando fuertemente del cuello y las manos. La ninja intentó con todas sus fuerzas librarse del potente agarre, sin éxito. Golpeó su espalda contra la pared, intentando dañar lo que la sujetaba pero no pareció tener efecto. Intentó activar el pequeño artefacto en su muñeca pero sus manos estaban separadas por un palmo de distancia y no podía llegar al artilugio que podría salvarla. Solo cejó en su empeño de liberarse cuando escuchó una risa cercana.

– Patética.- Dijo una voz femenina saltando de un edificio.- Nuestra anterior pelea me fue muy útil para analizar tus habilidades, y calibrar mis creaciones acorde a tu fuerza, agilidad y resistencia. Que intentarías localizar mi escondite estaba fuera de duda.

Queen Drone, vistiendo como una lolita gótica, contempló satisfecha a Shadow Angel. Sus pequeños drones vigilantes, del tamaño de una libélula y provistos de una potente cámara infrarroja habían detectado a la ninja tan pronto como entró en la zona industrial. Acorralarla con sus otros drones había sido un juego de niños. Ahora la heroína se encontraba firmemente inmovilizada por una de sus últimas creaciones: un silencioso drone volador provisto de fuertes brazos mecánicos, al que había bautizado como “octopus”.

– ¿Sabes? Hice mis cálculos, tenías menos de un 4% de posibilidades de dar con mi base antes de ser capturada. Ha sido divertido observar como te movías sigilosamente entre los edificios, sin saber que eras como una mariposa entrando en la tela de una araña.

Amy era plenamente consciente de dónde se metía. Sabía que su rival la detectaría cuando se acercara demasiado a su guarida. Pero la ninja contaba con ello, sabía que la única forma de llegar hasta la base de su enemiga y poder frustar sus planes pasaba por hacer de cebo y dejarse capturar. Y una vez tuviera enfrente a Queen Drone, activar el dispositivo del Profesor. Lo que no contaba era que quedaría sujeta de una forma que le impediría activar el mecanismo en su muñeca. “Te está bien empleado Amy, eso te pasa por confiar plenamente en la tecnología. Ahora a ver como consigues salir de esta” pensó resignada.

Los brazos de octopus sujetaban firmemente las manos de la ninja a su espalda y otro brazo la sujetaba del cuello. Por mucha fuerza que hiciera la heroína, no podría vencer la resistencia de los brazos mecanizados, diseñados para transportar objetos pesados. Si la ninja intentaba cualquier truco, el brazo sobre su cuello incrementaría su presión hasta dejarla inconsciente. Shadow Angel había caído de pleno en su trampa y no tenía escapatoria.

Plenamente consciente de su situación de superioridad, Queen Drone se acercó a la heroína, contemplando los músculos tensos de la hermosa figura.

– No te sobreesfuerzes, es inútil. Sinceramente, me decepcionas. No esperaba que cayeras tan fácilmente en mi trampa, casi parece que desearas ser capturada. ¿Acaso disfrutaste con nuestro último encuentro?- Dijo Queen Drone mientras le quitaba el cinturón multiusos a la ninja.

– Ten cuidado con eso, podrías hacerte daño- Añadió mientras le retiraba la katana de su espalda.

– ¿Te gustó hacerte la sumisa ante mí y ahora has venido en busca de más?- Le susurró la villana a la oreja.

Shadow Angel estaba furiosa consigo misma, lamentaba su exceso de confianza. Lo había jugado todo a una única carta y había perdido. Sin poder activar el artefacto, estaba totalmente indefensa.

Queen Drone estaba eufórica, con la única persona que podría frustrar sus planes indefensa y a su merced, su objetivo estaba cada vez más cerca. Kirie aún disponía de unas horas de tiempo y quería exprimir el máximo sabor a su victoria, empezando por la ninja.

– ¿Te molestan las sujeciones de octopus?- Preguntó mientras le quitaba los guantes. Amy afirmó con un suspiro, pensando que la pregunta era sincera.

– No me sorprende.- Respondió burlona la villana- Estoy segura que una aristócrata como tu, tiene un estilo más tradicional. ¿Preferirías verte atada con unas buenas cuerdas, al estilo shibari?

Amy no respondió, pero la mera mención del shibari hizo estremecer su cuerpo. La ninja nunca lo admitiría ante nadie, pero años atrás, mientras recibía su duro entrenamiento como ninja, había descubierto que se sentía excitada cuando su maestro la ataba para mostrarle como librarse de distintos tipos de ataduras. Desde entonces, siempre había sentido cierta atracción fetichista hacia las ataduras. Queen Drone no se dio cuenta que a Amy se le había puesto la piel de gallina con la mención del shibari, su mente divagaba por otros derroteros.

Kisaragi Kirie conocía la verdadera identidad de Shadow Angel. Mikoto Amy representaba todo aquello que ella había llegado a odiar tanto de Japón. Kirie había crecido en el seno de una familia humilde, de la que había escapado al ver que pretendían forzarla a un matrimonio de conveniencia. Viviendo en la calle, su vida había sido miserable. Hasta que un día, forzando el sistema informático de un cajero automático, conoció a su amado Himura, uno de los mayores expertos en tecnología de Japón. Himura fue la única persona que vio en ella algo más que una chica de orígenes humildes. Himura vio el potencial y la extrema habilidad de Kirie con la tecnología. No sólo la convirtió en su pupila y amante sino que puso su inmensa fortuna a disposición de Kirie para que la chica investigara y desarrollara todo su potencial.

Gracias a Himura, Kirie pudo acceder a los centros más avanzados de Japón, estudiando los últimos avances en nanotecnología y llegando a superar los mismos. Fue gracias a Himura que Kirie descubrió las excelentes propiedades del silitio y empezó a desarrollar complementos tecnológicos compatibles con la biología humana. Una tecnología que podría tanto devolver la vista a un ciego como permitir a una persona operar las más complejas máquinas con la mente o resolver complejos cálculos matemáticos sin necesidad de un ordenador. Su mayor logro fue cuando Kirie consiguió con éxito implantarse una malla cibernética alrededor de su cerebro con la que podía controlar diversos drones con la mente, como si de una extremidad más se trataran. Un único error hizo que a Kirie se le atrofiara el nervio óptico de su ojo derecho.

Pero para Kirie aquello, en lugar de una desgracia, se convirtió en una oportunidad. Sustituyó su ojo atrofiado por un ojo cibernético. Demostrando que la tecnología podía superar con creces los órganos humanos.

Gracias a la habilidad de Kirie, Himura consiguió su sueño, desarrollar el Ameratsu, el único vehículo espacial capaz de llevar tripulación humana a Marte. Kirie aún recordaba las sus lágrimas de orgullo al ver culminado su proyecto. Himura y otros científicos iban a ser lanzados en la primera expedición humana al planeta rojo. Kirie con sus implantes cibernéticos, manejaría desde la Tierra el cohete.

Y luego, sobrevino el desastre. El proyecto Ameratsu había generado las envidias de las altas esferas de la aristocracia japonesa. Kazuma Shinbei, un aristócrata que llevaba años trabajando sin éxito en un proyecto similar, no iba a dejar que el Ameratsu saliera adelante. Kirie, en su felicidad por la culminación del proyecto, no se había percatado que alguien había introducido un pequeño fallo en el sistema. Fallo que hizo que cuando Kirie activó la nave, en lugar de elevarse al cielo, la hizo estallar en llamas, falleciendo toda su tripulación, incluido su amado Himura.

Kirie no tuvo tiempo de llorar la muerte de su amado. Shinbei la acusó de terrorismo y de vender los secretos del Ameratsu a una potencia extranjera. De golpe, apareció una cuenta bancaria a nombre suyo con un saldo de varios millones de yenes. Sometida a un consejo de guerra, vio en las caras de sus jueces, todos aristócratas, que ya la habían juzgado y condenado. Para ellos no era más que una advenediza que había seducido a Himura para luego traicionarlo por dinero. Su palabra ningún valor tuvo contra la de un respetado noble como Shinbei.

Consiguió escapar de la prisión de máxima seguridad dónde la habían encerrado, pero en un tiroteo con la policía japonesa, sus manos habían quedado severamente heridas por el certero disparo de una escopeta. A duras penas consiguió escapar, lanzándose sobre una carretera, intentando despistar a la policía. Con la mala fortuna que la arrolló un coche. Su única suerte fue que la policía no la encontró.

Arrastrándose como pudo, consiguió llegar al domicilio de Himura y con la ayuda de la tecnología que allí tenía había reconstruido sus manos de forma mecánica. Se había dotado de implantes que repararon, sus rotos pies y sus fracturadas piernas. Consiguió recuperar su movilidad mediante la tecnología, con la ventaja que ahora sus manos y sus piernas estaban provistas de diversos gadgets y utilidades.

Desde entonces no había cesado de planear su venganza contra Shinbei y el gobierno japonés.

Los forcejeos de Amy volvieron a Kirie a la realidad. Sí, Mikoto Amy encarnaba todo lo que ella odiaba de Japón. Amy provenía de una familia noble, a la que nunca le había faltado de nada, recibiendo agasajos por allí dónde iba. Nunca había sufrido las privaciones que Kirie había vivido. Y su opinión era escuchada por todos, no como la palabra de Kirie que no valía nada. Por culpa de las ambiciones de gente como ella, Himura había muerto.

Aunque Mikoto Amy ni su familia habían tenido nada que ver con el fallecimiento de Himura, aquello no importaba a Kirie. Ella odiaba a todos los aristócratas por igual y la ninja formaba parte de esa élite que la había sentenciado a muerte sin dignarse a escuchar sus palabras. Ya que había caído en sus manos por segunda vez, Kirie quería de nuevo hacerla sufrir por todas las privaciones que había sufrido ella cuando vivía en la calle.

Kirie convirtió uno de sus dedos en un potente cuchillo con el que empezó a cortar el traje de Shadow Angel. Amy se sorprendió de la facilidad con que la hoja cortaba la resistente tela de su uniforme. Poco a poco, la hermosa piel de la heroína quedó totalmente al descubierto.

– Así me gusta, al natural luces mucho mejor.- Bromeó Queen Drone cuando terminó de quitarle las botas.- ¿Tu mayor habilidad es quedar desnuda ante tus oponentes?

Amy apretó los labios, tragándose su humillación y negándose a responder a las provocaciones de la villana. Queen Drone quería escucharla gritar, así que pellizcó con los dedos uno de los endurecidos pezones de la heroína hasta que la ninja no pudo reprimir un chillido. Kirie soltó el pezón, satisfecha.

– Tienes unos pechos hermosos y suaves, estoy seguro que son la fantasía de muchos hombres- Kirie fue bajando su mano por el cuerpo de la prisionera- Y tienes también un bonito trasero. ¿eres de las que disfrutaría con unos buenos azotes?

Kirie empezó a abofetear las nalgas de Shadow Angel hasta que la fina piel de la heroína se enrojeció. Amy no pudo reprimir sus gemidos de dolor.

– Me encanta que seas de las que gimen antes de llorar… Sólo falta un pequeño detalle.- Dijo Queen Drone dirigiendo su mano al rostro de Shadow Angel.

– Por favor…basta…ya me has humillado bastante… no me quites la máscara.- Suplicó la heroína.

Los ruegos de la ninja divirtieron a Kirie, toda una aristócrata suplicando ante una plebeya. Le encantaba esa sensación de poder.

– ¿No crees que ya nos conocemos suficiente?- Dijo mientras con un rápido gesto retiró la máscara de la heroína.

Al verse despojada de la máscara Amy giró su cabeza, intentando tapar su rostro con su largo cabello negro. Cierto era que Queen Drone conocía ya su identidad, pero no estaba dispuesta a arriesgarse que cualquier transeúnte la viera en ese estado y pudiera reconocerla. Una fotografía de ella desnuda circulando por internet arruinaría no solo su reputación sino la de toda su familia.

Kirie contempló el hermoso cuerpo de Mikoto Amy, la heroína estaba completamente desnuda salvo por un pequeño reloj de pulsera que la villana consideraba inofensivo, su visión tecnificada no detectó ninguna amenaza en él.

Aunque Kirie no se consideraba bisexual ni lesbiana, no podía negar que Mikoto Amy tenía un cuerpo hermoso y perfecto. Su duro entrenamiento como ninja le había dado una silueta atlética.

– Vamos! Tengo planes para tí- Dijo Queen Drone.

Amy se resistió a moverse, no iba a pasearse desnuda por aquella zona industrial.

– Si no te mueves por tu propia cuenta, te volveré a azotar, como si fueras una yegua de carreras, hasta que decidas mover tus lindos pies. Tu decides.- Amy no tuvo más remedio que empezar a andar detrás de la villana, no quería volver a sufrir la humillación de ver como su rival la azotaba impunemente en el culo.

De vez en cuando Kirie se giraba para contemplar a su prisionera. No le molestaba que Amy intentara cubrir su rostro con su largo cabello. De hecho le divertía ver a su rival haciendo ese gesto inútil. Cualquier persona con la que se cruzaran no dirigiría precisamente sus ojos al rostro de la prisionera. Kirie se dirigió hacia un grupo de hombres que se calentaban frente a un fuego.

– Buenas noches!- Queen Drone se dirigió alegremente hacia aquellos hombres mientras agarró a Amy por el pelo, arrastrándola detrás suyo.

La heroína chilló al sentir el tirón en su cabello, luego sus mejillas enrojecieron de vergüenza. Aquello no le podía estar pasando. Se veía arrastrada, desnuda, ante el grupo con pinta de traficantes que la devoraban con la mirada.

– ¿Que os parece mi amiga?- Dijo Kirie divertida mientras soltaba el pelo de su cautiva- Adelante, no seáis tímidos, no os va a morder.

Amy intentó liberarse con todas sus fuerzas. Kirie sonreía ante los inútiles intentos de la ninja. Aquellos tipos rodearon a Amy y empezaron a palpar su suave piel con sus manos.

Aquello era demasiado para la indefensa heroína, verse manoseada por unos completos desconocidos. La chica notó como aquellos tipos le palpaban su trasero, le besaban los pechos y jugaban con su vagina.

– Por favor… basta- Imploró a una divertida Queen Drone.

Kirie gozaba con el espectáculo, toda una aristócrata siendo manoseada por unos vulgares tipos. Que sufriera, como había sufrido ella hacía unos años, antes que Himura la sacara de las calles y la pusiera bajo su tutela.

– Si os gusta, es toda vuestra.- Kirie empujó a Amy, que intentaba escapar, contra aquellos hombres.

Amy notó como aquellos tipos la cogían y la tumbaban sobre el suelo. Sus intenciones no podían ser más claras. Mientras uno la besaba en los labios, otros dos manoseaban sus pechos, para segundos después acercar sus bocas a sus endurecidos pezones succionándolos. Otro tipo, metía los dedos en su vagina, moviéndolos suavemente.

Kirie contemplaba la escena satisfecha. Uno de aquellos tipos se estaba bajando los pantalones con clara intención de penetrar a Amy, otro se había desabrochado la bragueta, y acercaba su miembro a la boca de la chica.

Con los brazos firmemente sujetos, Amy no tenía muchas opciones para defenderse de aquellos cuatro tipos. Con sus piernas golpeó varias veces al que intentaba penetrarla, tumbándolo en el suelo. Otros dos tipos, al ver la resistencia de Amy, dejaron de jugar con sus pechos y sujetaron firmemente sus piernas, manteniéndolas abiertas. Pese al entrenamiento y la fuerza de Amy, con sus piernas solas no podía vencer la fuerza que hacía cada uno de ellos sujetándola por los muslos. Amy desesperada, vio como era incapaz de cerrarlas y proteger su vagina frente al tipo que quería penetrarla. Sus lágrimas no causaban ningún efecto en aquellos tipos. Sólo le quedaba implorar a alguien.

– Por favor… no dejes que me hagan esto… no dejes que me violen… – Imploró a Queen Drone entre sollozos.

Kirie contemplaba a Amy imperturbable. Por fin, una aristócrata estaba viviendo lo que ella había sufrido. Hoy Mikoto Amy aprendería una dura lección y comprendería el verdadero significado de la palabra sufrimiento.

– Yo no te he hecho nada… Kirie te lo suplico… deténlos… por favor… hazme cualquier cosa menos eso… haré cualquier cosa que me pidas…- Logró decir Amy antes que uno de esos tipos la silenciara introduciendo su endurecido pene en su boca.

Aquellas palabras cambiaron la expresión de Queen Drone. La ninja la había llamado por su nombre, eso significaba que de alguna forma había descubierto quién era. Hacía mucho tiempo que nadie la llamaba así, los recuerdos volvieron a su mente. Recuerdos de una vez en que se vio en la misma situación que su prisionera. Aquél día suplicó e imploró, como lo hacía ahora Amy, pero nadie acudió en su ayuda. Y pensó que, quizás, entre todas las personas a las que odiaba, Mikoto Amy era la que menos se merecía aquello.

– ¡Ya basta! ¡Dejadla, es suficiente!- Dijo Kirie con voz autoritaria.

Aquellos sujetos estaban lejos de obedecer su mandato.

– ¿Ahora que nos estamos empezando a divertir? Estás de coña. Tu misma has dicho que podíamos hacer lo que quisiéramos con ella y eso mismo vamos a hacer.- Dijo uno de ellos.

– ¿O quizá quieres unirte tu también a la fiesta?- Dijo otro mientras se acercaba a Kirie con una expresión lasciva en el rostro.

Era evidente que para ellos, el pequeño tamaño de Kirie no significaba ninguna amenaza. Queen Drone no estaba para juegos. Estampó su fuerte puño en el rostro del tipo que se le acercaba mientras mentalmente daba una orden a su drone de forma canina.

El pequeño robot perruno entró en escena, sacando un pequeño cañón de su espalda, realizó dos disparos de advertencia.

– Los siguientes irán a matar.- Dijo Queen Drone autoritariamente.

Inmediatamente los tipos dejaron a Amy y se alejaron corriendo.

Kirie ayudó a Amy a levantarse. La heroína no dijo nada, no sabía si debía sentirse agradecida por ello, su cuerpo estaba sucio y magullado. Queen Drone tampoco estaba de humor para decir nada. Con un gesto ordenó a octopus que elevara a Amy del suelo, y, cubriendo sus ojos con otro de sus tentáculos, la llevó hasta el camión que servía a la villana como base de operaciones.

Queen Drone siguió a octopus, usando unas potentes hélices que tenía implantadas en sus hombros.

Minutos después, en el camión de Queen Drone

Amy se sentía desorientada, el drone que la mantenía inmovilizada la había conducido sobrevolando los edificios. Con los ojos cerrados le había sido imposible deducir en qué dirección la llevaba. Ahora se encontraba dentro de una especie de contenedor grande, que parecía un habitáculo.

Cuando octopus retiró el tentáculo que cubría sus ojos, Amy se vio en una estancia sin ventanas, pero con una claraboya en el techo, similar a la de una autocaravana. La estancia contaba con una amplia cama, una pequeña cocina y lo que, detrás de una mampara translúcida, se adivinaba como un baño provisto de ducha.

Segundos después, Queen Drone apareció ante ella, a través de una puerta disimulada en un panel. “Al parecer este sitio es más amplio y no se limita solo a este habitáculo” pensó Amy.

– Bienvenida a mi humilde morada. Como verás no gozo de las comodidades de tu amplio apartamento.- Dijo Kirie.

Amy no dijo nada, de forma que Kirie retomó la conversación.

– ¿Cómo has llegado a descubrir mi nombre? Respóndeme o te llevo ante el primer grupo de maleantes que encuentre y esta vez te dejaré toda la noche en la calle con ellos.- Dijo autoritariamente.

Amy, asustada ante la amenaza de Kirie y la experiencia reciente, respondió rápidamente y con sinceridad.

– No fue muy difícil, la verdad. Después de nuestro primer encuentro, estuve investigando. No podía haber tantas japonesas con ese dominio de la nanotecnología como para poder implantarse un ojo como el tuyo y unas hélices plenamente funcionales en sus hombros. Un contacto que tengo en el Servicio de Inteligencia japonés me dio rápidamente la respuesta. Kisaragi Kirie, prometedora ingeniera, pero excelente saboteadora. Buscada por terrorismo y por intentar divulgar secretos de estado.

Aquella respuesta enfureció a Kirie. Así que en su país natal, era solo eso, una terrorista y una traidora. Estuvo a punto de descargar su ira sobre Amy, pero se contuvo en el último instante, con su puño a unos centímetros del rostro de su prisionera. Ella solo le había dicho la verdad, no podía culparla por ello.

– Apestas. Métete en la ducha.- Dijo mientras se abría la mampara.

Amy primero dudó. Estaba asustada, primero intentaba golpearla y luego le pedía que se diera una ducha? El rostro de Kirie reflejaba confusión, tal vez, hablando podría hacer recapacitar a la villana.

Tímidamente, Amy entró en la estrecha ducha. No entendía como iba a lavarse con sus manos firmemente sujetadas a su espalda. Octopus no había aflojado su presión sobre ella en ningún instante. Por un momento pensó que la villana iba a meterse en la ducha con ella, pero no había suficiente espacio para ambas.

Kirie con una orden mental cerró la mampara y conectó el surtidor de agua. Ordenó a octopus enjabonar el cuerpo de Amy con uno de sus tentáculos, mientras con otro la frotaba con una suave esponja.

Queen Drone estaba altamente satisfecha con el diseño de octopus, sus ocho brazos retráctiles le permitían realizar múltiples funciones a la vez. Como por ejemplo lavar el cuerpo de su prisionera mientras la mantenía firmemente sujeta. Esa creación era una versión mejorada de los drones que Shadow Angel había derribado en el Museo de Ciencias Naturales.

Kirie sintió en su cuerpo como octopus enjabonaba a Amy, como si ella mismo la estuviera enjabonando con sus propias manos. Kirie sentía el tacto del dron sobre la fina piel de su prisonera, recorriendo su cuerpo atlético. Aquello le trajo recuerdos de su único encuentro lésbico. Demasiados recuerdos.

Aprovechando que la mampara de la ducha se había cubierto de vaho, Kirie se tumbó en la cama, se subió la falda y se quitó las bragas. Demasiado tiempo sin destinar unos minutos a su propio placer. Mientras mentalmente ordenaba a octopus que enjabonara suavemente cada rincón del cuerpo de Amy. Fuera, Kirie empezó a masturbarse.

Amy dentro de la ducha se sentía confundida. El contacto con el agua caliente y el jabón la había relajado, notaba como la tensión y el miedo abandonaban su cuerpo. Poco a poco, se permitió relajarse y disfrutar de la ducha. Si no fuera porque estaba convencida que los robots no tienen sentimientos, afirmaría que aquél dron que la estaba enjabonando se estaba aprovechando de ella.

Aquél brazo mecánico enjuagaba sus partes más íntimas con una delicadez sorprendente, introduciéndose ligeramente en su vagina y en su culo. Al mismo instante, otro brazo frotaba suavemente una esponja por su cuerpo, quitando el jabón mientras le hacía un masaje a la espalda. Aquella esponja se detuvo un tiempo innecesario en sus pechos. Pero a Amy ya no le importaba. Había empezado a entrar en aquél juego, sin oponerse al placer que poco a poco se apoderaba de su cuerpo.

Al fin y al cabo, ella estaba sola en esa ducha y el vaho de la mampara impedía que Kirie, en caso de observarla, viera nada fuera de lo común. ¿Qué importaba si ella se dejaba llevar por el placer de la ducha?

Kirie se sobreexcitó al notar que el cuerpo de Amy se relajaba ante los estímulos de octopus, su prisionera empezaba a dejarse llevar por las caricias de su creación. Redobló el juego de sus dedos en su vagina, hasta experimentar un intenso orgasmo. Era la primera vez en mucho tiempo que había alcanzado el clímax sin necesidad de nada mecánico entre sus piernas.

Después de su orgasmo, dio por terminada la ducha de Amy, sin importarle si su prisionera había alcanzado el clímax o no. A una orden suya, octopus dejó de enjuagarla y el agua de la ducha limpió el jabón del cuerpo de Amy.

Amy quedó frustrada cuando octopus dejó de enjabonar y limpiar su cuerpo. Unos segundos más y habría alcanzado su orgasmo. Qué mala suerte que Kirie diera por terminada su ducha cuando ella estaba a punto de fundirse en el placer. La puerta de la mampara se abrió, devolviendo a Amy a la realidad.

Kirie no se encontraba en la estancia, aunque Amy observó la cama más arrugada de lo que estaba cuando ella entró en la ducha. Octopus sacó una toalla de una cajonera de debajo la cama y secó con ella el cuerpo de la prisionera. Acto seguido la condujo fuera de la habitación.

Amy, sorprendida, se encontró en una estancia completamente distinta y más amplia. Provista de todo tipo de maquinaria y pantallas. Aquello parecía un laboratorio tecnológico de primer nivel. Sentada en una amplia butaca, rodeada de botones y mandos, estaba Kirie.

Kirie trabajaba en lo que Amy creyó que era una especie de cinturón con un par de porras o algún instrumento de defensa personal. Amy miró curiosa los dos artefactos, pese a tener la forma, eran demasiado pequeños para tratarse de artefactos de defensa personal.

– Veo que estás interesada en mi regalito para tí.- Dijo Kirie al percatarse de la curiosidad de la heroína.

Solo entonces Amy descubrió asustada qué era aquello en que trabajaba Kirie. No era sino una especie de cinturón con dos consoladores de distinto tamaño. Obviamente uno para su vagina y otro para su culo.

– No… No me vas a obligar a ponerme esto.- Dijo asustada la heroína.

– Que te haya librado de aquellos tipos no significa que haya desistido en tu castigo. Únicamente he cambiado el método. Ahora quiero que seas testigo privilegiado de mi venganza.

– ¿Qué piensas hacer conmigo?- Preguntó Amy asustada- ¿No me has humillado bastante? No hay ninguna necesidad de ponerme eso.

– Claro que la hay.- Respondió Queen Drone divertida.- Aunque si quieres te dejo elegir o dejas que te ponga este cinturón o mando a octopus que te envíe de vuelta con aquellos agradables hombres, y esta vez dejaré que hagan lo que quieran contigo durante toda la noche.

La mirada y el tono de Kirie dejaban claro que hablaba totalmente en serio. Amy no dijo nada, aunque por su mirada derrotista la villana tuvo clara la elección que había hecho.

Amy no se resistió cuando Kirie se acercó a ella y cuidadosamente introdujo un grueso consolador por su vagina. Al principio la ninja pensó que aquello no iba a caber dentro suyo, pero el estímulo sexual que había recibido en la ducha había dejado su vagina húmeda y dilatada. El grueso consolador entró dentro suyo sin dificultad. Era obvio que Kirie se había percatado de la húmeda excitación de la ninja, pero la villana no hizo ningún comentario al respecto.

Llegó el turno del pequeño pero grueso consolador que la villana pretendía introducir en su trasero. Quería humillar a la ninja, no hacerle daño. Almenos no hacerle daño ahora. Así que lo untó con un lubricante. Amy otra vez esperó dolor al notar como se introducía dentro de su culo. Pero para sorpresa suya y de Kirie, el consolador anal se deslizó sin dificultad dentro de la heroína. Esta vez sí que la villana no pudo resistir hacer un comentario.

– Vaya, así que el sexo anal no es nuevo para tí.- Dijo con una sonrisa mientras sujetaba los consoladores con el cinturón alrededor de la cintura de la ninja.

Amy no dijo nada, pero notó como se enrojecían sus mejillas de la vergüenza. Segundos más tarde, sorprendida, lanzó un gemido. Kirie no pudo evitar una sonora carcajada.

– Nunca habías probado algo así, ¿verdad? Los diseñé expresamente. Son tan sensibles y precisos que pueden detectar los puntos concretos de tu vagina y tu ano que más placer te producen y centrarse en sobreestimular estas zonas. No encontrarás nada igual en el mercado. Les acabo de añadir otro sensor, haciéndolos capaces de detectar el punto exacto en el que vas a alcanzar un orgasmo y entonces detendrán sus estímulos. No te engañes, ahora son instrumentos de tortura, no de placer.

Amy otra vez ni dijo nada. Realmente aquellos artefactos cumplían demasiado bien su función. La ninja ya venía excitada de la ducha, pero aún así, en pocos minutos la hicieron alcanzar el punto álgido de placer, para detenerse inmediatamente, negándole el orgasmo. La ninja supo mantener la compostura, pasado un minuto, volvieron a estimulara, para detenerse justo en el momento más álgido. Amy sabía que no resistiría mucho. Kirie contaba con ello.

– ¿Qué pretendes hacer con eso?- Preguntó la heroína. Pero Queen Drone no la escuchaba, había entrado en su habitáculo.

La ninja, centrada en la actividad de los consoladores desperdició una oportunidad de oro para intentar sabotear los planes de su enemiga. Minutos después, Kirie apareció, llevando un elegante vestido plateado que le llegaba hasta los tobillos. Su cabello estaba recogido en un elegante moño. Amy reconoció que, vestida así, su enemiga era mucho más atractiva que con la ropa de lolita gótica que llevaba antes.

Kirie ocultaba su ojo cibernético tras unas elegantes gafas de sol. En sus brazos llevaba un vestido fino de seda negro.

– Este es para tí.- Dijo mientras se acercaba a la ninja y se lo ponía por encima de la cabeza.

A una orden de Kirie, octopus, sin dejar de sujetar firmemente a Amy, se desprendió de su propulsor trasero. Ahora, bajo el vestido, apenas era un pequeño bulto en la espalda de Amy.

Cualquiera que contemplara a Amy en aquél elegante vestido negro, que le llegaba por encima de las rodillas, notaría que la chica tenía una extraña posición de hombros y que por algún extraño motivo su sacaba sus brazos por las mangas sino que los tenía cruzados detrás de la espalda. Si nadie tocaba a Amy por la espalda, no notarían que la chica estaba firmemente sujeta. El brazo de octopus que sujetaba su cuello parecía un grueso collar de plata.

Para disimular aún más, Kirie colocó un elegante chal encima de los hombros de la ninja. Ahora ya no era tan evidente que sus brazos no asomaban por las mangas del vestido y octopus quedaba mejor disimulado. A una primera vista, nadie notaría nada raro. Kirie terminó de poner a Amy unos elegantes zapatos de charol a juego con el vestido.

– ¿Se puede saber de qué va todo esto?- Preguntó Amy, que no entendía nada. Kirie sonrió.

– Esta noche tu y yo vamos a un evento. A las doce de la noche, en el Palacio de Congresos de Detroit, Kazuma Shinbei, director del Centro de Alta Tecnología de Japón, presentará en Estados Unidos su flamante e innovador proyecto, el vehículo espacial Yamato.

Aquél evento le había pasado completamente desapercibido. Amy suspiró frustrada, no era propio de ella pasar por alto un evento con una clara conexión con la enemiga a la que perseguía.

Kirie terminó de contarle a Amy sus planes. Con la única persona que podía sabotearlos bajo su control, estaba segura de su victoria.

El Yamato no dejaba de ser un proyecto calcado al Ameratsu, diseñado por ella y su amado Himura. El plan de Kirie era sabotear el proyecto Yamato de la misma forma que años antes habían saboteado el Ameratsu. Kirie había diseñado gracias al silitio unos diminutos drones del tamaño de una pulga, casi imperceptibles a primera vista. Capaces de intoducirse en cualquier sistema informático y controlarlo. Gracias a sus diminutas creaciones, podría obtener todos los datos, no solo del Yamato sino de todos los proyectos del Centro de Alta Tecnología (CAT) que hubiera en el ordenador de Shinbei. Su intención era obtener todos los datos que hubiera esa noche en su ordenador. Luego Shinbei regresaría a Japón, llevando dentro de su ordenador, imperceptibles, varios de sus diminutos drones. Drones que una vez en Japón, se infiltrarían en los servidores del CAT, obteniendo toda los datos e información almacenados allí.

Su intención era exponerlos al público haciendo creer que Shinbei estaba filtrando datos de alto secreto al gobierno americano. Kirie pretendía multiplicar por diez lo que años antes le habían hecho a ella. Wikileaks se quedaría corto con lo que Kirie tenía en mente.

Pero lo que más enfureció a Amy fue la venganza personal que Kirie tenía contra Shinbei. Al evento, asistiría también el hijo de Kazuma Shinbei. Kirie pretendía introducir, a través de la oreja, uno de sus pequeñas creaciones en el cerebro del chico y causarle una muerte espantosa.

– Entiendo que quieras tomarte tu venganza contra Shinbei, pero deja el chico al margen.- Imploró la ninja.- ¿Por qué no matas a Shinbei? Al fin y al cabo es él quien arruinó tu vida, no su hijo.

– Porque él no me mató a mí, destruyó lo que más amaba.- Fue la única respuesta de Kirie.

Queen Drone no quería matar a Shinbei, quería ver como él era testigo para ver como se derrumbaba todo lo que había creado, o mejor dicho, usurpado. Quería que viera en primera persona como se filtraban todos los proyectos secretos del CAT, como caía en desgracia ante el gobierno japonés. Pero sobretodo, quería ver como sufría por la pérdida de un ser querido como ella había sufrido con la muerte de Himura.

Sin saber muy bien porqué, Kirie se sinceró con su prisionera y le contó toda su historia, sin escatimar en detalles. Aunque instantes después se arrepintió de haberle dado esa información “Pareces tonta Kirie, no deja de ser una noble, ni me habrá escuchado y mucho menos va a creerme. Además, no necesito su compasión” pensó la villana.

Pero en cambio Amy había escuchado sus palabras atentamente.

Una hora más tarde. Palacio de Congresos de Detroit

Ambas chicas entraron juntas al Palacio de Congresos. Al parecer nadie cuestionó las falsas acreditaciones de la villana. Allí dentro había la flor y nata de la alta sociedad no sólo de Detroit sino de Estados Unidos.

Amy no sabía como Kirie, con sus implantes cibernéticos, y ella con octopus sujetándola firmemente, habían pasado los controles de seguridad sin problema.

Kirie desapareció nada más entrar, dejando a Amy sola. Los consoladores que tenía insertados estaban volviendo loca a la chica y no sabía qué hacer. Por un lado, su mente prudente le decía que se refugiara en los baños antes que empezara a montar un numerito con sus jadeos de placer frustrado. Pero otra parte de su mente le decía que tenía que estar allí, en medio del evento y hacer todo lo posible para frustrar los planes de Queen Drone, aunque no sabía muy bien cómo. Sorprendentemente, Amy aún conservaba su reloj. Por alguna extraña razón, no había despertado ninguna sospecha a Kirie. Quizás la villana estaba demasiado confiada en su victoria.

Al final, Amy decidió quedarse en un rincón. Apoyada en una columna, desde dónde podía controlar todo lo que pasaba a su alrededor. En especial, la tarima donde seguramente Shinbei iba a exponer su “innovador” proyecto.

– Señorita Mikoto, es un placer verla por aquí. Sabía que estaba estudiando en Detroit pero desconocía su asistencia a este evento tan especial. De haberlo sabido le habría reservado un lugar de honor.

Amy se sobresaltó al ver ante ella a Kazuma Shinbei. Educada, hizo una reverencia, agradeciendo la costumbre japonesa de saludar de esta forma en lugar de estrechar la mano. Lo acompañaba un chico de aproximadamente la misma edad de Amy.

– Encantado de conocerle… señor… Shin… Shinbei.- Los consoladores estaban haciendo de las suyas y Amy tenía que hacer esfuerzos titánicos para que no se escapara un gemido entre palabra y palabra.

– Le presento a mi hijo.- Dijo Shinbei.

Amy hizo una reverencia al chico e intentó, sin éxito, volver a su lugar apartado. Aunque la rama familiar de Amy estaba muy alejada de la sucesión al trono, Shinbei no quería desaprovechar la oportunidad que le brindaba estar acompañado de un miembro de la familia real. Un miembro, todo había que decirlo, muy atractivo.

Amy no encontró ninguna forma educada de declinar la atención de Shinbei. Por otro lado pensó que estando cerca de él tendría más opciones de frustrar los planes de Queen Drone. Como inconveniente, la chica empezaba a notar como sus fluidos bajaban por sus muslos. Los consoladores no ofrecían ningún tipo de contención y sin medias ni ropa interior y con un vestido que le llegaba justo a las rodillas, era cuestión de tiempo que alguien se percatara de ello. “Y adiós a tu reputación, Mikoto Amy” pensó la chica.

Shinbei presentó a Amy ante cada una de las autoridades y empresarios presentes. La chica, saludaba a todos con una reverencia, excusándose en la costumbre japonesa y trataba de pronunciar las mínimas palabras posibles.

Realmente, aquello era una auténtica tortura. Cada vez que se creía al borde del orgasmo, aquellos malditos consoladores se detenían dejándola a medias. La chica a duras penas podía disimular sus gemidos. Amy incluso intentó buscar el orgasmo frotándose los muslos entre sí, pero ni así logró su anhelado clímax. Había que reconocer que Kirie se había lucido diseñando esos chismes.

– ¿Le ocurre algo señorita Mikoto?- Preguntó Shinbei al ver como la chica no dejaba de mover sus muslos.

– No… N…Nada… solo…un.. pe… pe…queño… dolor de… ca…cabeza.- Masculló Amy cerrando la boca al máximo para evitar que se le escapara ningún gemido. En aquél momento se dio cuenta que sus pezones endurecidos se marcaban a través de la fina seda de su vestido. Hecho que no había pasado desapercibido a Shinbei ni a su joven hijo.

“Muy bien Amy, causando furor por aquí. Al menos ahora entiendo porque nadie me miraba a la cara” pensó enfadada la chica.

– Acompáñeme a tomar una copa. Le irá bien tomar algo fresco.- Dijo educadamente Shinbei como si no se hubiera percatado de los marcados pezones de la chica.

Sin saber muy bien qué hacer, Amy lo siguió hasta la barra donde servían bebidas. “Lo que faltaba, ahora como le explico que no puedo tomarme la bebida porque tengo las manos sujetas a mi espalda” pensó Amy que hasta ese momento no había caído en ello.

Justo al llegar allí, otro frustrado orgasmo hizo estremecer a la chica. Esta vez la frustración fue tan fuerte que todo su cuerpo empezó a temblar, poniéndose su piel de gallina. Amy cerró con fuerza sus piernas y se agachó ligeramente, apretando sus muslos, con la esperanza que esta vez, apretando bien las piernas, pudiera alcanzar el orgasmo.

Pero todo fue en vano, algunas personas se habían girado al escuchar sus mal disimulados jadeos.

Amy, estaba muerta de vergüenza por el espectáculo que estaba dando. Notaba como los colores se le subían a las mejillas mientras sus fluidos bajaban libremente por sus piernas. Aquella situación era insostenible. Amy se dispuso a salir corriendo de allí, y dejar que Kirie hiciera lo que quisiera. La villana la había vencido totalmente, y su orgullo no iba a permitir que siguiera humillándose de esa forma.

-Lo siento, me tengo que ir.- Dijo secamente a Shinbei, que acudía con una copa de champán en una mano y en la otra una bebida energética para Amy.

Esta vez, por primera vez en todo el día, la suerte sonrió a Amy. El reloj acababa de marcar las 12 de la noche. Shinbei dejó la bebida para Amy encima de la mesa y se dirigió a la tarima. Era el momento de presentar “el proyecto de mi vida” como lo había llamado ante Amy.

Si Queen Drone iba a esperar un momento determinado para lanzar su ataque, sin duda era ese. Pero Amy tenía otras prioridades. Aquellos malditos consoladores y decenas de orgasmos frustrados habían llevado a la chica al límite. Así que mientras todos estaban pendientes del discurso de Shinbei y de la pantalla donde se proyectaba la presentación del proyecto Yamato, Amy se acercó a una mesa vacía.

La ninja miró unos segundos alrededor para asegurarse que nadie le estaba prestando atención y empezó a frotar su entrepierna con el borde de la mesa. Notar el canto de la mesa presionando contra su clítoris le supo a gloria.

Amy nunca hubiera dicho que se encontraría en una situación así. Masturbándose contra una mesa en pleno Palacio de Congresos y rodeada de las más altas personalidades de la ciudad así como miembros del cuerpo diplomático japonés. Si meses antes alguien le hubiera adivinado el futuro se hubiera reído pensando que era una broma. “Menudo espectáculo estás montando Amy” pensó la chica.

Mientras se frotaba, calmando su ansiedad con el duro borde de la mesa, los dos consoladores, al detectar que Amy se estimulaba por otra vía, habían dejado de actuar, cosa que la chica agradecía. Su mente empezaba a trabajar de nuevo.

Al alcanzar su deseado orgasmo, la chica no pudo reprimir del todo un intenso gemido, que hizo que varias personalidades se giraran. Amy intentó recuperar la compostura como pudo, pero parte del mal ya estaba hecho. “A ver como vas a arreglar tu reputación después de esto” pensó. Pero ahora la chica tenía otras prioridades. Había escuchado un zumbido, varios de hecho, casi imperceptibles. Sólo que estaba convencida que no se trataba de ningún insecto sino que eran los diminutos drones de Kirie.

Justo cuando Amy intentaba trazar un plan, alguien la sujetó por la cintura y la acorraló, de espaldas a la pared, en un rincón de la sala de congresos. Sorprendida, vio ante ella al hijo de Shinbei con una mirada lasciva en la cara.

– Shht ¿Qué pasa contigo, eres una especie de ninfómana exhibicionista o algo así?- Le susurró al oído mientras la sujetaba por los pechos.

– ¡Suéltame! No sé de qué me hablas.- Se defendió Amy.

El chico sacó su teléfono móvil y le enseño un vídeo dónde aparecía ella, minutos antes, frotándose contra el canto de la mesa.

– ¿Pensabas que nadie se daría cuenta? Quien lo iba a decir, toda una aristócrata comportándose como una conejita en celo.

– ¿Qué quieres?- Preguntó Amy. Lo último que necesitaba ahora mismo eran más vídeos sexuales suyos en manos de alguien.

– ¿Ahora mismo? Disfrutar de tu cuerpo. Te he deseado desde que tu padre nos presentó, con ese sensual vestido y marcando pezones. Si pretendías dar la nota y provocar al personal, te aseguro que lo has conseguido. Y por otro lado, cuando regresemos a Japón, le pediré a mi padre que envíe una petición de matrimonio a tu familia. Si aceptan, serás mía y cumplirás mis deseos. Si se niegan, me aseguraré que ese vídeo circule por internet hasta que todo Japón se entere de lo lasciva que eres. Entonces ya nadie querrá pedir la mano de quién actúa como una prostituta, y tu familia se verá obligada a aceptar la petición que mi padre mantendrá. Sí o sí vas a ser mía, por las buenas o por las malas.- Dijo mientras le besaba el cuello y las orejas.

– Aquí no, por favor.- Imploró Amy. Todo el mundo parecía atender únicamente al discurso de Shinbei, pero en cualquier momento podría girarse alguien y verlos.

– ¿Ahora te haces la recatada? Tarde para ello.- Respondió el chico mientras le levantaba el vestido y le palpaba los muslos.

– Vaya vaya, tus piernas están pegajosas, parece que te has deshidratado por aquí abajo.- Dijo él divertido.

Amy no dijo nada, no sabía como quitárselo de encima. Con las manos firmemente sujetas por octopus su única salida era gritar auxilio, pero no quería montar un espectáculo. No mientras él tuviera aquél vídeo en sus manos.

– ¿Qué pasa, ni siquiera vas a oponer resistencia? No vas a tratar de impedir con tus manos que me acerque a tu parte más íntima?- Dijo burlón mientras subía sus manos por los muslos de Amy, levantando poco a poco su vestido.

Amy empezaba a estar otra vez en serios apuros. Los consoladores de Kirie se habían activado de nuevo y estaba empezando a sentirse excitada. El silencio de Amy parecía confirmar las palabras del chico, a ella no se le acudía ninguna excusa para justificar su comportamiento. Para el colmo, él había confundido con falta de voluntad por parte suya la imposibilidad de defenderse con sus manos. “Amy reconócelo, estás en un buen apuro”. Sus piernas empezaban a temblar de nuevo al notar el estímulo de los consoladores. Además notaba como las manos del chico poco a poco iban subiendo. Finalmente ocurrió lo inevitable. El chico en lugar de palpar una esperadas braguitas húmedas, notó algo duro.

– ¿Pero, qué?…- el chico terminó de levantar el vestido de Amy, revelando su cinturón con los consoladores, Amy quería morirse de vergüenza, aquello iba arruinar su reputación de modo irremediable- ¿En serio, un cinturón con consolador? ¡Serás ninfómana!

El chico sujetó con una mano el vestido en alto mientras con la otra cogía su móvil y tomaba otro vídeo. Amy intentó escapar pero el fuerte brazo del hijo de Shinbei la volvió a sujetar contra la pared. Entonces ocurrió otro milagro para Amy.

El chico se palpó la oreja, como queriendo quitarse algo que se le hubiera metido dentro y acto seguido, como fulminado por un relámpago, cayó al suelo, sujetándose la cabeza con una expresión de dolor en la cara. Los pequeños drones de Kirie habían empezado a actuar.

Amy no tenía mucho tiempo o el hijo de Shinbei moriría. “Aunque tal vez se lo merezca” pensó. Pero ella no era una asesina, y si podía, evitaría su muerte. Seguramente el resto de drones estarían infectando el disco duro de Shinbei, dispuestos a sacar toda la información sobre el proyecto Yamato.

Amy sólo podía confiar en que el artefacto diseñado por el Profesor funcionara correctamente. No tardó en localizar a Kirie entre el público, con una sonrisa en la cara.

Amy tenía las manos demasiado separadas como para que su derecha pudiera desabrochar la correa de su “reloj”, pero tenía otra idea. Se dirigió hacia la puerta más cercana y colocó su muñeca junto a la elegante y fina manija. Consiguiendo, no sin esfuerzo, que la manija quedara entre el reloj y su piel. Tirando con fuerza consiguió romper la correa. La chica suspiró aliviada cuando notó en su mano el pequeño artefacto antes de que cayera al suelo.

Rápidamente, palpó los botones que activarían el mecanismo en el que tenía depositadas todas sus esperanzas. Una fuerte sacudida y un apagón general indicó a Amy que había funcionado. Dentro del palacio de congresos no brillaba ni una luz.

El profesor había dedicado semanas enteras diseñando aquel mecanismo. Un dispositivo de pulso electromagnético (PEM) que la chica pudiera llevar discretamente. Finalmente había conseguido diseñar un artefacto que cupiera dentro de la caja de un reloj de muñeca. Impulsado por una pequeña pila de uranio empobrecido, aquel dispositivo tenía suficiente potencia para freír todos los dispositivos eléctricos de un edificio del tamaño de un polideportivo.

El uso de un artefacto así, sería calificado de acto terrorista por el gobierno estadounidense. Por un momento el Profesor estuvo tentado de no cumplir el encargo de Shadow Angel aunque le debiera la vida a la chica. Pero la segunda especificación de la ninja le convenció de tirar adelante el proyecto. La chica insistió en que el dispositivo no debía afectar a cualquier dispositivo tipo marcapasos o respirador que alguien necesitara para su salud. Insistió mucho en que como daño colateral no debía causar la muerte de ninguna persona. Aquello fue lo que más esfuerzo costó al Profesor, hasta que finalmente, dio con una solución.

Amy notó aliviada como octopus, con sus sistemas anulados, abría los cierres electromagnéticos que la sujetaban. Por fin, después de muchas horas, tenía las manos libres. Aliviada sacó sus brazos por las mangas de su vestido, moviendo sus muñecas. Todos los dispositivos eléctricos del Palacio de Congresos, incluido el dichoso teléfono dónde el hijo de Shinbei tenía aquél maldito vídeo, estaban inservibles. Ello incluía cualquiera de los pequeños drones de Kirie y el ordenador de Shinbei. Queen Drone no podría extraer ningún secreto de un ordenador que no tenía ya ningún contenido en su disco duro.

Otro alivio para la chica, el cierre electromagnético del cinturón que sujetaba ambos consoladores se había abierto. Escondiéndose detrás de una mesa, aliviada, se quitó aquellos malditos artefactos. El hecho de dejar de notar su constante estímulo la hizo sentirse mejor. Luego se centró en su principal objetivo.

La gente corría asustada por la amplia sala, mezclándose con los agentes de policía que intentaban desesperadamente descubrir qué había pasado. No tardarían en acordonar el edificio. Amy no tardó en localizar el cuerpo de Kirie tumbado en el suelo. El PEM había afectado a los sistemas cibernéticos de la villana, la chica estaba inmóvil, como muerta.

“Espero que el Profesor haya hecho bien su trabajo” pensó Amy mientras recogía al dron que minutos antes la sujetaba firmemente así como aquellos malditos consoladores. Dejarlos allí abandonados levantaría demasiadas sospechas. Finalmente cogió a Kirie por los hombros y se la llevó de allí. Sujetando a Kirie como si estuviera borracha, y con los artefactos dentro de una bolsa de basura, consiguió pasar el cordón policial. A partir de allí, se perdió entre las sombras de la noche. Pero antes se dio la vuelta, para contemplar, la silueta del Palacio de Congresos, totalmente oscura, rodeada de edificios iluminados. El PEM había funcionado a la perfección.

Dos días después. Apartamento de Amy

Kirie se levantó con un dolor de cabeza inmenso. Su vista tecnificada estaba borrosa, no recordaba casi nada de lo sucedido el viernes. Intentó levantarse pero sus músculos, reforzados con implantes cibernéticos no la obedecían. Asustada escuchó unos pasos acercándose.

Amy había estado esos dos días en su apartamento, repasando todos los noticieros, periódicos y redes sociales. En todos se hablaba del incidente en el Palacio de Congresos, especulando varias hipótesis, desde un a sobrecarga en el sistema eléctrico a un sabotaje terrorista. Por suerte para ella, en ningún sitio se mencionaba el patético patético espectáculo que había dado. Al parecer, el apagón e inutilización de todos los sistemas eléctricos había acaparado toda la atención y nadie hablaba de su presencia ni de su “espectáculo”. Y Shinbei y su hijo tenían otra cosa más importante de qué preocuparse.

Amy entró en la habitación de invitados llevando una bandeja con algo de comida. Sobre la cama estaba tumbada Kirie, intentando levantarse.

– Tranquila, pronto recuperarás tu movilidad. Come algo, llevas dos días inconsciente.

– Maldita seas, ¿Qué me has hecho?- Gritó Kirie.

– La todopoderosa Queen Drone resulta que era totalmente vulnerable a un pulso electromagnético.- Dijo Amy con una sonrisa de superioridad.

– Imposible, si realmente fuera un PEM, estaría muerta.- Replicó Kirie, que tenía diversos implantes en su cuerpo que, si dejaran de funcionar, le causarían la muerte inmediata.- Estaba en ese reloj, ¿verdad?

Amy asintió.

– Ese era distinto, yo mismo pedí que fuera suficientemente potente como para anular tus juguetes pero que no anulara ningún dispositivo que hiciera funcionar ningún órgano vital. Desconozco el funcionamiento, pero ese PEM ha destruido toda la electrónica del Palacio de Congresos pero sólo ha resetado tus implantes internos. Que hayas estado dos días inconsciente es sólo el tiempo que han tardado tus circuitos en reiniciarse.

– Casi preferiría que me hubiera matado directamente. En Japón me espera una sentencia de muerte.

– Y aquí te juzgarían por tentativa de asesinato. Estaba dudando entre entregarte a las autoridades japonesas o a las estadounidenses. Aunque al final he decidido no entregarte. Después de lo que me contaste, el viernes al llegar aquí, llamé a mi contacto en inteligencia. Acabo de hablar con él hace una hora.

– Si esperas que te esté agradecida por ello, vas muy equivocada.- Respondió Kirie.

– Tampoco lo espero, pero la venganza no te dará paz. ¿Qué pensaría tu amado Himura al verte asesinar un chico inocente?

– No te atrevas a pronunciar su nombre.- Gritó Kirie.

– Cuál era tu plan después de cobrarte tu venganza? Realmente serías más feliz?

Kirie tardó en responder.

– Qué hubieras hecho tú? Quedarte de brazos cruzados? Ver como ese maldito de Shinbei se lleva todo el esfuerzo de nuestro trabajo? Ver como todo el mundo lo considera uno de los mejores científicos del planeta a costa de la muerte de Himura?

– No, no me hubiera quedado de brazos cruzados.- Admitió Amy.- Pero tampoco habría planeado asesinar un chico inocente.

– Inocente inocente, tampoco era. La muerte quizá no, pero no me negarás que merecería un par de ostias bien dadas. A través de octopus escuché lo que quería hacerte.- Dijo Kirie mientras sus implantes cibernéticos se activaban poco a poco.

– Una buena lección sí que merece. Aunque lo mismo podría decir de tí. ¿Nunca te paraste a pensar en cuantas vidas podrías arruinar persiguiendo tu venganza? ¿El daño que esas filtraciones podrían hacer a mucha gente?

Kirie no respondió, Amy continuó.

– Que haya frustrado tus planes, no significa que Shinbei vaya a salir indemne. Mi amigo en el Servicio de Inteligencia ha estado todo el fin de semana investigando y revisando el caso del Ameratsu y repasando los movimientos de Shinbei. Me dice, literalmente, que está de mierda hasta el cuello. Le esperará una bonita sorpresa cuando vuelva a Japón. Al parecer, todo ese show del Palacio de Congresos no era sino una tapadera para vender secretos militares al gobierno americano. No hacía falta que intentaras filtrar nada, Shinbei ya venía con esa intención.

Kirie, se levantó de la cama sin decir nada. Tampoco parecía tener intenciones de atacar a Amy.

– Eres libre de irte. Para mí, no eres más que una víctima. Pero esta vez deja que las cosas sigan su curso legal. Si vuelves a intentar atentar de nuevo contra Shinbei o intentas revelar información clasificada de Japón, volveré a por tí. Y la próxima vez te entregaré a las autoridades.

Kirie se dispuso a abandonar el apartamento, pero antes de salir, se giró unos instantes y se dirigió a la que hasta ahora había sido su enemiga.

– Oye, ese amigo tuyo del Servicio de Inteligencia, ¿no es muy solícito contigo?

– Nos conocemos de hace unos años… Y enseguida que le hablé de tu caso, le pareció interesante. Únicamente ha tirado del hilo.

– Ya… e invirtió su fin de semana para centrarse en revisar el expediente de una condenada a muerte y a investigar una de las más altas personalidades del país. Y sólo porque le pareció interesante.- Kirie quedó pensativa unos segundos y añadió.- ¿Te lo has tirado, verdad?

Aquella pregunta dejó a Amy completamente desencajada.

– ¡Claro que no! Bueno… pero sólo fue una vez!… Y hace años de ello… Además, si lo vieras… ¡es muy guapo, seguro que tu también querrías acostarte con él!- Respondió Amy a trompicones.

Kirie se hecho a reír. Era la primera vez en mucho tiempo que Kirie reía de verdad.

– Yo diría que ha hecho todo eso para ganarse un hueco entre tus sábanas.

– Lo siento pero ahora estoy comprometida, se le pasó la oportunidad. Ahora te lo digo en serio, es un tipo competente como pocos…

– Y guapo.- La interrumpió Kirie. Ahora fue Amy la que estalló en risas, ambas parecían dos amigas de toda la vida bromeando acerca de un chico guapo cualquiera.

– Hablo en serio Kirie- Dijo Amy con una sonrisa- Él no habría invertido todo ese tiempo investigando los sucesos alrededor del Ameratsu si no hubiera sospechado que había algo turbio detrás de la muerte de Himura y de tu condena. Ni por todas las noches del mundo conmigo habría invertido un segundo de su valioso tiempo en el asunto de no haberse olido que estaba detrás de algo realmente gordo.

– De acuerdo, no lo hizo sólo para ganar puntos hacia tu cama. Pero estoy segura que dejaste una pequeña huella en su corazón. Cuidate mucho.

– No te olvides de recoger tus “juguetes”, los tienes en una bolsa al lado de la puerta. Aunque ahora no te servirán de mucho- Dijo Amy.

Kirie se despidió y se dispuso a abandonar el apartamento, girándose antes de cruzar la puerta.

– No te servirá de nada lo que voy a decir, pero después de lo que me acabas de contar, siento mucho lo que te he hecho pasar. Entre todas las personas con las que me he cruzado, has sido la única que ha creído mi historia.- Kirie salió por la puerta, dejando a Amy con la palabra en la boca.

Unos días después.

Amy regresó a su apartamento agotada después de un día duro en la Universidad. Pensó en llamar a Tom para que viniera a cenar cuando notó que no estaba sola. Rápidamente, sacó un par de sai que tenía escondidos cerca de la entrada.

– Deberías mejorar tu seguridad. Entrar aquí es un juego de niños.- Dijo una voz conocida desde el comedor.- No se si te has enterado, estamos en el siglo XXI, ¿a quién pretendes asustar con esas armas de la edad media?

Amy, en guardia, se acercó al comedor, para descubrir a Kirie sentada en su sofá comiendo una bolsa de golosinas.

– ¿Qué haces aquí? ¡Esas son mis golosinas!- Dijo Amy sorprendida- Por cierto, nadie te ha dicho que ese look de lolita gótica no te pega demasiado? Tal vez si te arreglaras un poco y salieras a conocer gente, no necesitarías diseñar tus propios consoladores.

Por toda respuesta, Kirie encendió el enorme televisor de Amy. Las noticias hablaban que el director del CAT japonés, Kazuma Shinbei había sido detenido acusado de vender secretos de estado a los Estados Unidos. También lo acusaban del sabotaje al vehículo espacial Ameratsu hacía unos años.

– Has cumplido, se ha hecho justicia.- Dijo Kirie

– Van a retirar los cargos contra tí. Dentro de poco podrás volver a Japón- Dijo Amy

– No pienso regresar. Sólo tengo malos recuerdos de ese país.

– ¿Y qué vas a hacer ahora?- Preguntó Amy.

– ¿Te has convertido de repente en mi niñera ahora o qué? Vas a querer adoptarme o algo?- Replicó Kirie con sorna.

Amy respondió con una sonrisa a la que Kirie se sumó con una carcajada.

– Sólo había venido a agradecerte el gesto que has tenido conmigo. Gracias por haber creído mi historia.- Dijo mientras le tendía un pequeño objeto.- No compensa lo mucho que has hecho por mí, ni repara el daño que te he hecho, pero quería hacerte un pequeño detalle. Supuse que no aceptarías ningún tipo de arma automática, sigues prefiriendo las antiguallas.

– El apagón del Palacio de Congresos acaparó toda la atención. A los asistentes les preocupa demasiado haber perdido todo el contenido de sus tablets, móviles y ordenadores como para acordarse de mi vergonzoso comportamiento. Al menos en esto he tenido suerte. Estuviste a punto de arruinar mi reputación- Dijo Amy

– Lo sé, y realmente no te merecías que te hiciera pasar por todo aquello. Pasé por el Palacio de Congresos, la policía no ha reparado en mis diminutos drones, que pude recoger esparcidos por el suelo. Ya no queda ningún rastro de mi presencia en ese edificio. También rescaté tu katana y el resto de tus artilugios que dejé tirados en el polígono industrial. De tu uniforme sólo tu máscara está intacta.- Dijo Kirie señalando una bolsa de deporte en el suelo.

– No te preocupes por el uniforme, pero me alegra recuperar mi katana, le tengo mucho aprecio a esa en particular. Esas “antiguallas” como tú las llamas, han demostrado en muchas ocasiones ser superiores a las armas modernas, entre otras cosas no se encasquillan ni necesitan munición, ni quedan inservibles ante un pulso electromagnético.- Amy contempló el pequeño objeto que le entregó Kirie con curiosidad.- ¿Qué es?

– Un modificador de voz. ¿Nunca te has planteado que pasaría si, vestida de Shadow Angel, te encontraras con algún conocido tuyo? Tu máscara no disimula tu tono de voz. Si te lo pones cerca de tu garganta, a penas lo notarás y hará tu voz irreconocible cuando vayas por ahí haciéndote la superheroína.

– Muchas gracias, no hacía falta. En cuanto a lo ocurrido entre nosotras, a lo que me hiciste…- Amy meditó unos instantes lo que iba a decir-…Está olvidado. Eramos enemigas. Ahora…

– Bueno, no hace falta ponernos sentimentales. Gracias por las golosinas.

Sin decir otra palabra, la reina de las máquinas abandonó el apartamento, dejando como recuerdo de su presencia una bolsa de golosinas vacía y aquél pequeño artefacto que Amy sostenía mientras meditaba cual sería el siguiente objetivo de Shadow Angel.

CONTINUARA

PD: Las villanas de Meperteneces2 pueden llegar a ser muy malas pero en el fondo tienen buen corazón. 

Relato erótico: “Viviana 13” (POR ERNESTO LOPEZ)

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Cuando se fue Viviana le dije a su madre, “bañate y ponete un poco más decente que iremos a comer”

Se bañó, se vistió y se maquilló más sutilmente, igual tenía bastante pinta de puta pero no tan alevosa, le di un saco de lana mío abierto adelante y así salimos.

Paré un taxi y le pedí que nos lleve a un restaurante que quedaba a un par de cuadras de su casa, mostró asombro pero no dijo nada.

Elegí una mesa sobre un lateral, pedí una picada y una botella de vino, Mierda no dejaba de mirar la puerta por si entraba algún vecino o conocido. “Quedate tranquila, sino no vas a disfrutar el almuerzo” y mientras le decía esto le metía aceitunas o pedacitos de queso en la concha.

Los sacaba y se los daba a comer en la boca como dos novios enamorados, ella no hacía nada por evitarlo, al contrario, abría bien las piernas para que me fuera más fácil meterle la comida, mientras llenaba su copa de vino y la instaba a beber sin pausa.

Le abrí todos los botones de la blusa y jugaba con sus tetas, en el negocio no había casi nadie, el único que se dio cuenta era el mozo.

Pedí algo más para comer y otra botella de vino, le puse mucha sal a la comida para que le diera sed, ella se tomó casi toda la segunda botella. Estaba bastante borracha y muy caliente, la mandé al baño a hacerse una paja breve pero sin acabar, también le di la copa: “si querés mear podes hacerlo acá y tomártelo”

Volvió al ratito muy colorada, “¿Qué te pasa?”, pregunté haciéndome el boludo

_” No aguanto más por favor, cogeme acá mismo si querés, pero necesito que me hagas acabar con tu pija YA”

_”Pero si había salido puta la vieja” dije en vos bastante alta para que alguien oyera. “vas a tener que aprender que vos sos un juguete para mi placer, no para el tuyo, si se me ocurre estarás sin un orgasmo un mes seguido”

Su cara no tenía desperdicio, imploraba con sus ojos y su cuerpo, no se atrevía a contradecirme pero toda ella gritaba que no podía mas.

“Bueno le dije chúpame la pija acá y mientras te podés tocar un poco hasta acabar.”

Me sonrió agradecida e inmediatamente se metió debajo de la mesa, sacó mi chota del pantalón y se puso a chuparla como si en ello fuera su vida. Aguanté poco , en un par de minutos le llené la boca de leche y mientras la tragaba escuchaba los suspiros que provocaba su orgasmo tan deseado.

Volvió a sentarse aún más colorada que antes pero con una cara de felicidad que no le permitía mentir. Por supuesto que el mozo que hacía rato nos miraba se dio cuenta de lo ocurrido, pero se hizo el boludo. Lástima, si nos decía algo tenía pensado convencerlo dejando que se echara un polvo con Mierda, él se lo perdió.
Me di cuenta que, a diferencia de lo que me pasaba con Viviana, no me importaba que a Mierda se la cogieran otros, al contrario sentía que me gustaría, sobre todo si eran tipos desagradables.

Mierda pagó y nos fuimos, con la blusa aun desprendida, se colocó el saco y abrochó un par de botones, los pezones se marcaban estupendamente a través de la lana. Era un placer caminar con ella tocándola a escondidas o no tanto a un par de cuadras de su casa. Lo más maravilloso era que no ofrecía ninguna resistencia, al contrario lo provocaba.

Mientras comíamos y en el trayecto a su casa le fui preguntando por su vida sexual, pero a diferencia de Viviana su historia era corta y aburrida: se había casado muy joven casi sin experiencia previa, su marido al principio estaba muy entusiasmado pero cuando quedó embarazada perdió interés, su deseo aumentaba pero el esposo cada vez la atendía menos.

Nació la niña y pasado el periodo de cuarentena creyó que todo volvería a ser como al principio, pero no fue así, el esposo sólo la cogía cada tanto y sin mucho interés. Pasaba el tiempo, ella culpaba a la niña por el descuido de su marido y descargaba en ella su frustración.

Así a los pocos años su esposo se instaló en otro cuarto y directamente no tuvieron más vida sexual ni casi ningún contacto. Solo vivían en la misma casa.

Ella mientras tanto se tenía que conformar con masturbarse, algún encuentro lésbico con una amiga o algún operario que iba a arreglar algo a la casa y trataba de cogérselo.

Su educación católica y su vergüenza por el que dirán le impedía buscar algo más permanente que la satisficiera, su bronca crecía por dentro.

Descubrió que tocar a su hija mientras la cambiaba le producía cierto cosquilleo agradable, así empezó sin llegar a la penetración profunda a hacerle la paja a la bebé tanto vaginal como analmente, luego de eso se desnudaba y se hacía flor de paja.

Cuando Viviana creció era más difícil hacerlo, entonces comenzó con los “castigos” que eran excusas para desnudar a su hija y poder tocarla mientras le pegaba, una de sus amigas lesbiana le gradaba mucho participar de esta perversión, cada vez que ella venía la tocaban y castigaban entra ambas y luego de dejarla encerrada satisfacían sus bajos deseos entre ellas.

Mientras me contaba esto me pasaron varias cosas, por un lado me sorprendió que Viviana no me hubiera contado estos detalles, tal vez en su inocencia los borró para cuidar su salud mental. Por otro le tomé odio a Mierda, si hasta el momento no me generaba más que calentura ahora al saberla pedófila de su propia hija logró que la odiara y me prometí hacerle pagar lo que sufrió esa criatura.

No se sorprendan, si bien soy capaz de hacer cualquier cosa con una persona adulta, jamás me gustaron los que se aprovechan de niñas o personas que no pueden elegir, los mataría.

Llagamos a su casa y ni bien entramos me agarró la pija por encima del pantalón tratando que me la coja, “te lo vas a tener que ganar, y no va a ser fácil” afirmé enigmático. “desnudate inmediatamente”.

No tardó ni 10 segundos en estar totalmente en bolas, “ahora mostrame toda la casa”, yo no sabía si estaba el esposo o no pero tampoco me importaba demasiado, a los sumo el problema sería de ella.

Fuimos recorriendo la casa que era muy grande, en bajos estaba la cocina, comedores, tres baños, cuarto de servicio, parque y piscina. Arriba había varios cuartos, el de ella con baño en suite, el del marido (que no estaba) con otro baño y otros tres uno de ellos había sido el dormitorio de Viviana.

Le pedí algo fuerte para tomar, solo había vino y licores, ningún destilado, decidí mandarla a comprar pero antes escribí sobre su cuerpo con un marcador grueso todo tipo de groserías.
La hice vestir con una túnica que estaba en el cuarto de servicio y que usaba la muchacha que hacía la limpieza.

Así descalza y vestida solo con el delantal la mandé al almacén a comprar un buen whisky. Cuando volvió ya tenía dos vasos con hielo esperando, los llené con la excelente bebida y le dije: “quiero ver el fondo blanco” La boluda apuró el trago creyendo que luego la cogería, era lo que deseaba. Volví a llenar su vaso mientras disfrutaba el mío lentamente.

Esto se repitió un par de veces hasta que estuvo totalmente borracha, no era dueña de sus actos. La saqué desnuda al jardín y le ordené: “ a cuatro patas, quiero verte mear como una perra” El jardín estaba rodeado de varios edificios de departamentos altos desde cuyas ventanas se podía ver perfectamente

No tuvo empacho en obedecer , bajó el culo y se echó una larga meada en el pasto, no contento le volví a ordenar: “revolcate encima y gritá que sos una degenerada”. No creí que obedeciera pero entre el pedo y la calentura lo hizo sin dudar. La premié con una meada en su boca que bebió con placer. Estoy seguro que varios vecinos disfrutaron del espectáculo.

A pesar de ser una hija de puta logró que me calentara muchísimo, la llevé casi a la rastra a su dormitorio, la tiré sobre la cama, empapada en pis como estaba y la cogí de la manera más violenta posible. No paraba de orgasmar y disfrutó como una yegua bien garchada por un semental.

Me puse a revisar sus cajones y armarios, encontré un montón de prendas íntimas de las cuales solo unas pocas eran sexis: “tirá todo esto a la mierda, a partir de hoy las pocas veces que uses ropa interior deberán ser bien de puta” “Comprate también zapatos de taco bien altos y mucha ropa de puta: calzas finitas, camisas transparentes, minifaldas cortitas, aunque podés conservar la ropa de señora seria, así a veces serás la señora bien que se porta mal”.

También le ordené que compre una videocasetera y que instale espejos en las puertas de los placares, “de a poco le vamos a poner un poco de onda a esta habitación de vieja chota” le informe para humillarla un poco más.

Pregunté si tenía consoladores pero dijo que no, que en general usaba sus dedos o una zanahoria, prometí que iríamos de compra juntos, imaginándome las cosas que le haría Verónica contando con total libertad para sus sádicos instintos.

Como no había consoladores tuve que improvisar, en el baño busqué el aerosol más grande que encontré y se lo traté de meter en el culo, pero por más fuerza que hice no conseguí que entrara, lo tenía muy apretado aún, le ordené: “a partir de hoy vas a dormir todas las noches con un pepino en el culo, cada día será un poco más grande que el anterior. La próxima vez que nos veamos voy a meter todo mi puño en tu orto y más te vale que estés dilatada”

Y le metí en aerosol en la concha, donde si entró con más facilidad, le hice la paja con este aparato hasta que logre que entrara completo, debía doler bastante pero estaba como ida y no se quejaba.

De repente se puso a llorar, recordé que le habíamos dado la orden de hacerlo para pedir hablar,
“¿Qué querés? Pregunté enojado imaginado que iba a pedir que se lo saque.

-“Me podés mear un poquito más por favor?

Me paré en la cama y regué su cara y su torso con una buena meada, ella trataba de embocarlo en su boca y yo quería dejar todo lo más enchastrado posible.

“ No se te ocurra cambiar las sábanas hasta la próxima vez que yo esté aquí, me miró como un cachorro agradecido.

Me vestí y me fui

CONTINUARÁ

Relato erótico: “Di por culo a la puta de mi cuñada y a mi mujer” (POR GOLFO)

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Cuarta entrega de “Di por culo a la puta de mi cuñada en una playa”
Cómo todo tiene un final, el congreso donde mi cuñada me dio su culo terminó y tuvimos que volver a casa. Todavía recuerdo que en el avión de vuelta, Nuria se puso triste porque sabía que al aterrizar en Madrid estaría Inés, mi mujer. Casi llorando me pidió que al menos una vez por semana y aprovechando que trabajábamos juntos, la poseyera. Pero haciendo caso omiso a su sugerencia, me negué diciendo:
-Nuria, como te expliqué lo nuestro no debe seguir por tu hermana. No creo que quieras hacerle daño.
Asintió de mala gana pero tras permanecer durante unos minutos en silencio, llamó a la azafata y le pidió una manta con la que taparse. No tuve que ser un premio nobel para comprender que no era el frio la razón para pedirla y con una sonrisa, le di vía libre. Al entregársela la empleada, se las arregló para que nos cubriera a los dos y así que nadie se percatara de lo que iba a ocurrir bajo esa tela.
Como habréis anticipado, tuve que esperar poco tiempo para sentir que su mano me empezaba a acariciar el pene por encima del pantalón. La persistencia de Nuria buscando levantar mi libido tuvo cómo respuesta que mi miembro se irguiera en su plenitud.
-Si quieres guerra, la vas a tener- le dije antes de ordenarle que me hiciera una mamada.   
Mi cuñada recibió con espanto mi orden porque solo entraba en sus planes el hacerme una paja y nunca pensó en una felación por estar rodeados de gente.
-¿Aquí? – preguntó muerta de vergüenza.
-Sí- respondí y para dar mayor veracidad  a mi orden, bajándome la bragueta, liberé mi miembro: -¡Quiero que me la comas!
Asintiendo, me susurró:
-De acuerdo, pero no hagas ruido.
Tras lo cual, noté que le costaba respirar mientras abarca entre sus dedos mi extensión. Durante un par de minutos se dedica únicamente a pajearme pero al exigirle que quería más, sin quejarse hizo como si buscara algo en el suelo y viendo que nadie se había fijado en que se había arrodillado, me miró diciendo:
-¡Tú te lo has buscado!
Antes de metérsela en la boca, decidió humedecerla y con su lengua, la lamió empezando por la base y terminando en mi glande. Ya con su boca en la cabeza de mi pene, escupió un poco de saliva sobre mi capullo y la extendió con la mano por toda mi piel.  Satisfecha, entonces abrió sus labios y de un tirón, la engulló hasta la base. Como la maestra que era, chupó mi polla con pasión y usando su boca como si de un estrecho coño se tratara, la sacó lentamente para cuando sus labios ya bordeaban mi glande, volvérsela a meter.
-¡Voy a echar de menos tus mamadas!- dije y llevando mi mano hasta uno de sus pechos, pellizqué su pezón.
Nuria al sentir mi ruda caricia, no puede evitar que se le erizara y mientras un escalofrío de placer le recorría por el cuerpo, pegó un gemido de satisfacción, tras lo cual siguió mamando mi pene sin hacer más ruido que el inevitable chapoteo de su saliva. Llevaba un buen rato con esa felación cuando sentí que cerrando sus labios alrededor de mi glande, uso su lengua para darme unas breves lamidas circulares sobre mi hoyuelo.
El morbo que me daba que me lo estuviera haciendo enfrente de todo el pasaje, me dominó y por eso cuando sentí que estaba a punto de correrme, presionando con mi mano su cabeza, le exigí que se lo bebiera todo. Como una posesa esperó a que explotar dentro de su garganta y sin dar tregua a mi miembro, lo ordeñó hasta que mis huevos quedaron vacíos. Solo entonces, se la sacó y mientras la dejaba inmaculada, me preguntó:
-En la oficina, ¿Podré hacerte alguna?
Metiendo mi pene dentro del calzón, me cerré la bragueta diciendo:
-Te he dicho que no.
Cabreada, no me dirigió la palabra el resto del viaje y solo cuando vimos a Inés tras la puerta de la aduana, se acercó a mí diciendo:
-Si crees que puedes dejarme tirada, ¡Te equivocas!
Su amenaza caló en el fondo de mi mente y por eso cuando saludé a mi esposa con un beso, me temí lo peor. Afortunadamente, Nuria no le contó nada pero cuando ya nos despedíamos, su hermana le preguntó cómo me había portado. Sonriendo, la contestó:
-No tengo queja. Tu marido me ha dejado agotada de tanto darme por culo.
Creyendo que era una broma, mi mujer se descojonó de la burrada y recriminándole su falta de tacto, le siguió la guasa diciendo:
-Pobrecita, ¿Te has podido sentar?
 
Soltando una carcajada, le confirmó que no pero señalando sus rodillas, respondió:
-Me ha traído arrodillada entre sus piernas y no me ha dejado sentarme hasta que no he satisfecho todas sus perversiones.
-¡Será cabrón, mi marido!- dijo con sorna Inés mientras me reprendía con unas imaginarias nalgadas en el trasero.
Como comprenderéis fui testigo mudo de esa conversación, no fuera que, al tratarme de defender, mi esposa se percatara de que esa supuesta broma tenía mucho de real. La diversión de la que fui objeto por parte de las dos hermanas, se prolongó hasta que ya desde el interior de su coche, mi cuñada me gritó:
-Te veo en la oficina, ¡Machote! Estaré deseando uno de tus azotes.
La risotada con la que mi mujer recibió la chanza de su hermana, me tranquilizó y tratando de hacerme el mártir, al sentarme en el asiento del copiloto, le dije:
-¡No sabes cómo me ha estado jodiendo toda esta semana!
Con genuina alegría, me contestó mientras encendía el motor del automóvil:
-Ya puedes olvidarte de ella. A partir de hoy: ¡Seré yo quien te joda!
 
 
Mi primer día de trabajo tras la vuelta.
Debido al cambio horario me tomé dos días de descanso antes de retornar a la oficina. Mereciéndolo, no tardé en arrepentirme porque al llegar hasta mi despacho, Nuria había aprovechado mi ausencia para realizar unos sutiles cambios en la disposición de los cubículos.
Al ser público tanto mi ascenso como el de ella, a nadie le extrañó que eligiera el que estaba al lado del mío. Por eso en cuanto me senté en mi silla, me encontré que a través del cristal de la mampara, la viera a ella. La muy zorra me sonrió al ver mi cara y metiéndose un bolígrafo en la boca, se puso a chuparlo como si estuviera haciendo una felación.
Reconozco que me calentó y cabreó de igual modo, por lo que bajando la persiana, evité seguir viendo esa morena tentación:
“¡Será zorra!”, pensé, “¡No se da cuenta que estamos en el trabajo!”
Su actitud afianzo mi decisión de dar por terminada nuestra relación y por eso, a través del teléfono, le pedí que viniera. Al verla acercarse contorneando sus caderas, comprendí que iba a resultar difícil convencerla pero aun así nada más sentarse, le pedí que se comportara.
-No sé a qué te refieres- me dijo mientras cruzaba sus piernas, dejándome apreciar la perfección de sus muslos.
Haciendo un esfuerzo para retirar mis ojos de sus piernas, me encaré con ella diciendo:
-Nuria, debemos ser prudentes. No te conviene que la gente sepa que además de tu cuñado, soy tu amante.
Al ver la expresión de su cara, supe que había expresado con el culo lo que quería decir pero antes que rectificara mis palabras, mi cuñada se levantó de su asiento, diciendo:
-No te preocupes. Nadie sabrá que eres mi hombre.
Su súbita huida no me permitió explicarme pero al ver que sonreía mientras volvía a su cubículo, advertí que esa puta se estaba riendo  de mí. Cabreado hasta las muelas, le mandé un mail con solo una palabra:
¡Puta!
No tardé en recibir su contestación. Al leerla supe que me había ganado la tercera batalla en solo diez minutos:
“Esto puede considerarse acoso. Te espero en mi casa a la hora de comer”.
Maldiciendo en silencio, me concentré en el día a día y cuando ya casi se me había olvidado, llegó mi secretaria diciendo:
-Jefe, Doña Nuria me ha pedido que le recuerde la cita.
Pensando que quizás en su casa, pudiera hacerla entrar en razón, decidí acudir sabiendo que era  una encerrona. Mientras iba a ver a  mi cuñada, me quedé pensando que solamente una vez había pisado su casa y eso que llevaba casado con su hermana diez años. La mala relación que mantuvimos durante todo ese tiempo nos había convertido en unos extraños. Todo nuestro contacto se limitaba a breves encuentros dentro del ámbito familiar y esporádicamente en el trabajo. Pero comprendí que tras ese congreso, todo había cambiado.
No solo nos habíamos acostado, debido a que Arthur la había nombrado responsable para España, ahora era mi subordinada.
“No comprendo su fijación por mí, puede conseguir al tipo que desee”, me dije al tratar de analizar porque una mujer tan bella y soltera se había encaprichado de un hombre casado que para más inri era su cuñado. Tras pensarlo, aterrorizado comprendí que ese era exactamente el problema: acostumbrada a conseguir que los hombres babeen por ella, había encontrado en mi rechazo un estímulo que no le daban los demás.
“¡Tiene que recapacitar! Si sigue con esa actitud, va a echar a perder mi matrimonio”, sentencié mientras tocaba el telefonillo de su apartamento.
Nuria me abrió de inmediato. Que hubiese tardado unos escasos segundos en hacerlo, me avisó de que a esa mujer le urgía verme y por eso, bastante nervioso cogí el ascensor. Curiosamente, me recibió en bata y diciéndome que la esperara un minuto para darle tiempo a acabarse de vestir, me hizo pasar al salón para esperarla. Verme solo, me dio la ocasión de chismear su vivienda y mientras lo hacía, me sorprendió descubrir en su librería fotos mías.
“¿De qué va esta tipa?, maldije en silencio en cuanto me percaté que había al menos media docena de instantáneas en las que yo aparecía.
Podréis pensar que es normal que una mujer tenga fotos de su cuñado, lo sé. Lo que no es lógico es que aparezca solo y que por su tamaño sobresalgan sobre el resto. Revisando las mismas, me pareció todavía más increíble que fueran una colección que abarcaba años de mi vida. Alucinado, me fijé sobretodo en una de ellas. ¡Era una foto de una fiesta en la que por algún motivo, la tenía abrazada! Absorto me quedé mirando la imagen al percatarme que en la misma, Nuria me miraba con ojos de enamorada.  
“¡No puede ser, tiene más de tres años!
La confirmación de que su encaprichamiento venía de lejos, me dejó hundido al comprender que no era algo pasajero. Tratando de asimilar esa noticia, involuntariamente cogí el marco de fotos y me senté en el sofá. Fue así como me encontró mi cuñada cuando entró en la habitación:
¡Mirando una imagen de los dos!
Al darme la vuelta, a la que vi no fue a mi cuñada sino a una diosa. Envuelta en un picardías de raso negro casi transparente, llegó a mi lado contorneándose sobre unas sandalias con tacón. Aunque era consciente de su belleza, os juro que me costó respirar al observarla vestida así. El corpiño que lucía en esos momentos, maximizaba la perfección de sus senos dotándola de una sensualidad sin límites.
Al ver tanto mi reacción como el hecho de que tenía en mis manos ese marco, le hizo reír y sentándose a mi lado, me dijo con voz divertida:
-El día en que nos tomamos esa foto, fue cuando me di cuenta que estaba prendada de ti.
Tratando de mantener la cordura, retiré la vista de su cuerpo y haciendo un esfuerzo por mantener mi excitación lejos, le contesté:
-¡Querrás decir encoñada! ¡Eres incapaz de amar a alguien!
 
Mis duras palabras no consiguieron su objetivo porque lejos de enfadarse, Nuria se subió a horcajadas sobre mis piernas mientras con voz dulce me contestaba:
-Te equivocas. Si durante años te traté con desprecio, era porque sabía que no podía vivir sin ti. Era una forma de evitar mostrar mis sentimientos- y entornando sus ojos, prosiguió diciendo mientras sus manos me empezaban a desabrochar la camisa: -Te amo desde entonces pero ahora que sé que me deseas, no lo puedo evitar y deseo ser solamente tuya.
La cercanía de sus pechos y el roce de sus muslos contra mis piernas estuvieron a punto de hacerme ceder, pero sacando fuerzas de mi propia desesperación, le dije:
-Sabes que no es posible. ¡Soy el marido de tu hermana!
-¡Lo sé y me duele!- respondió- por eso quiero ayudarte.
No sabiendo por donde iba, le pedí que me explicara en que me podía auxiliar. Mi cuñada acercando su boca a mi oído, me susurró:
-A convencerla de que te comparta conmigo.
Reconozco que debía haberme levantado e ido, pero para entonces Nuria se había apoderado de mi pene a través del pantalón y se lo había colocado de forma que podía sentir los pliegues de su sexo frotándose contra mi extensión.
-¡Estás loca!- solté inseguro de no dejarme llevar- ¡Nunca lo aceptará!
Fue entonces cuando me respondió:
-Tú déjamelo a mí. Mi hermana me quiere y cuando sepa que no seré feliz sin tenerte a mi lado, no le quedará más remedio que pedirme que me meta en vuestra cama.
-¿Me estás diciendo que le vas a reconocer que nos hemos acostado?- pregunté con pavor.
-¡Jamás! Si lo hiciera, no solo te echaría de casa sino que no me volvería a hablar.
Al escucharla, me tranquilicé porque al menos mi matrimonio no corría peligro inmediato. Tratando de averiguar que se proponía hacer, insistí en que me lo explicara:
-Ese en mi problema- contestó muerta de risa. –Usaré psicología femenina pero ahora, ¡Ámame!
Mas excitado que convencido, dejé a mis hormonas actuar y por encima del picardías, acaricié sus pechos, descubriendo que los senos de mi cuñada  esperaban con los pezones duros mis toqueteos. Cuando tratando de mantener la calma, me apoderé de uno de ellos y dulcemente lo pellizqué, Nuria me regaló un suspiro que me hablaba de la altísima temperatura que había alcanzado su cuerpo. 
Ese gemido consiguió romper con las ataduras de mi moral y sin poderlo evitar, la levanté del sofá y le bajé las bragas, descubriendo ese depilado y cuidado sexo que tan bien conocía. Su sola visión hizo que casi me corriera de placer, mi cuñada no solo estaba buena y era una estupenda mamadora sino que de su coño desprendía un aroma paradisíaco que invitaba a comérselo. Ya dominado por la lujuria, la alcé entre mis brazos y  la llevé hasta su cuarto. Nada más entrar, Nuria me empezó a besar con pasión sin darme tiempo a quitarme los pantalones.
-Fóllame- rogó descompuesta.
De pie y soportándola entre mis brazos, me quité los pantalones, para acto seguido y de un solo arreón, penetrarla contra la pared. Chilló al sentirse invadida y forzada por mi miembro, pero en vez de intentarse zafar del castigo, se apoyó en mis hombros para profundizar su herida. La cabeza de mi pene chocó contra la pared de su vagina.
-¡No seas bruto!-
Dándome cuenta de que me había pasado, esperé a que se relajara antes de iniciar un galope desenfrenado pero ella me gritó como posesa que la tomara, que no tuviera piedad. Sus gemidos y aullidos se sucedían al mismo tiempo que mis penetraciones y en pocos segundos un cálido flujo recorrió mis piernas, mientras su dueña se arqueaba en mis brazos con los ojos en blanco, mezcla de placer y de dolor. Manteniéndola en volandas, disfruté de un orgasmo tras otro, mientras mi cuerpo se preparaba concienzudamente para sembrar su vientre con mi semilla.
Sin estar cansado, pero para facilitar mis maniobras la coloqué encima de una mesa, sin dejarla de penetrar. Esta nueva postura me permitió deleitarme con sus pechos. Grandes y duros se movían al ritmo de mis penetraciones, alentándolas. Contestando su llamada, los cogí con mi mano y maravillado por la tersura de su piel, me los acerqué a la boca.
Mi cuñada aulló como una loba cuando sintió como mis dientes mordían sus pezones, torturándolos. Y totalmente fuera de sí, me clavo las uñas en mi espalda, buscando aliviarse la calentura. Pero solo consiguió que el arañazo incrementara tanto mi libido como mis ganas de derramarme en su interior y que cogiendo sus senos como agarre, incrementara el ritmo con el que la hacía el amor. Al hacerlo, olvidé toda precaución y explotando, esparcí mi semen en su interior.
Agotado me desplomé sin sacarla encima de ella. Nuria al sentir mi peso, en vez de quejarse siguió moviéndose hasta que la falta de aire y su propia calentura le hicieron correrse brutalmente, gritando y llorando por el orgasmo con el que la había regalado.
-Vamos a la cama-, le pedí en cuanto se hubo recuperado un poco.
-De eso nada, cariño. Tienes que irte. He quedado con tu mujer en media hora y no quiero que te sorprenda aquí- me contestó con una dulce sonrisa.
El saber que Inés estaba a punto de llegar, me hizo recoger mi ropa y sin despedirme de ella, salir huyendo de allí
 
El plan de Nuria empieza a tomar forma.
Os juro que al salir del apartamento de Nuria, me pareció ver a mi esposa bajándose de un taxi y temiendo que  pudiera verme, me fui lo más rápido que pude de allí. Ya en la oficina, no pude tranquilizarme hasta que vi entrar a mi cuñada.
Queriendo enterarme de cómo le había ido, entré en su despacho y cerrando la puerta, le pedí que me lo contara. Por mucho que le insistí, solo conseguí sonsacarle que todo había trascurrido como ella había planeado pero no que era lo que le había dicho. Ante mi insistencia, me soltó:
-Mejor que no lo sepas, para que cuando te lo cuente mi hermana no tengas que disimular la sorpresa- y con una sonrisa en sus labios, me pidió que no metiera la pata, diciendo: -¡No sabe nada de lo nuestro!
Por eso, llegué a casa sin saber que narices me encontraría al entrar. Mis negros pronósticos desaparecieron nada más ver que mi mujer había preparado una cena romántica en el jardín.
“Por lo menos, no está cabreada conmigo”, pensé cuando me recibió excesivamente cariñosa con una copa de champagne.
Su cálido recibimiento me extrañó porque advertido como estaba que esa tarde había hablado con su hermana, comprendí que lo quisiera o no, esa noche iba a sufrir un duro interrogatorio. Y así fue, ni siquiera habíamos empezado a cenar cuando Inés en plan empalagoso se sentó en mis rodillas y me preguntó que hombres habían estado en el congreso. Su pregunta de seguro estaba relacionada con Nuria y por eso me anduve con pies de plomo al contestarle.
-Muchos- respondí- pero que tu conozcas: Arthur, mi jefe y Antonio el de contabilidad.
Al escuchar mi respuesta, se tomó unos segundos antes de insistir diciendo:
-¿Ambos están casados?
-Sí- respondí y tratando de sacar el lado cómico, le solté: -Al menos por ahora, ¡Ya sabes que Lucy es la quinta esposa del Jefe!
Sin hacer caso a mi broma, masculló entre dientes que era imposible que fuera alguno de los dos. Al escucharla todos mis vellos se erizaron y queriendo sondear cual era el tema, directamente se lo pregunté.  Fue entonces cuando poniendo un gesto preocupado, me respondió:
-La boba de mi hermana está destrozada. Me ha contado esta tarde que se ha enamorado de un hombre casado.
-¡No jodas!- exclamé- ¿Me estás diciendo que ese témpano se ha liado con un tipo con mujer?
Cabreada, se levantó de mis piernas, diciendo:
-¡No te permito que hables así de Nuria! Mi hermana es una buena mujer que nunca ha encontrado una pareja y resulta que cuando al fin se interesa por alguien, está ya cogido- y mirándome a los ojos, me dijo:- Antes que lo preguntes, ¡No se ha acostado con él! Por lo visto ese hombre adora a su mujer y no le ha dado entrada.
Comprendiendo por vez primera parte de su plan, supe que debía de seguir actuando como si siguiera odiando a mi cuñada y por eso, dije muerto de risa: -¡No me extraña! ¡Esa frígida lo debe haber asustado!
Mi reiterado insulto terminó con esa velada porque mi mujer viendo el cachondeo con el que me tomaba el problema de su hermana pequeña, me llamó imbécil, dejándome solo cenando en el jardín. Por mucho que intenté congraciarme con ella, ¡Esa noche dormí en la habitación de invitados!
Reconozco que no me importó el pasar esa noche exiliado de mi cama porque si de algo era consciente, era de la capacidad de manipulación que tenía esa zorra y anticipando el resultado de su plan, me imaginé disfrutando de las dos a la vez en mi cama.
A la mañana siguiente, Inés estaba de mejor humor y mientras desayunábamos, me pidió que al llegar a la oficina le dijera como había encontrado a Nuria. Haciéndome el apenado por lo sucedido la noche anterior, le prometí cumplir con su deseo. Agradeciendo mi comprensión, me besó mientras me prometía que al volver a casa, me esperaría en la cama. Viendo que se me hacía tarde, me despedí de ella y me fui a la oficina.
Todavía no me había sentado en mi despacho, cuando mi cuñada entró y me pidió que le contara como me había ido. Sinceramente, le expliqué con pelos y señales tanto la noche anterior como durante el desayuno. Nuria me escuchó con satisfacción y tras quedarse callada durante un minuto, dijo:
-Espera una hora y llama a mi hermana. Dile que he llegado tarde y que con muy malos modales te mandé a la mierda cuando me preguntaste como estaba.
-De acuerdo- contesté.
Tal y como me pidió así lo hice, añadiendo de mi cosecha que había llegado sin maquillar y con ojeras. Mi esposa al escuchar el mal estado de su hermana, se quedó preocupada y me rogó que fuera bueno con ella. Satisfecho por su reacción, me despedí de ella y fui a contarle a Nuria nuestra conversación. Estaba todavía explicándole lo hablado cuando me avisó que Inés la estaba llamando, de manera que fui testigo de la perfecta representación de depresión que le brindó a su hermana por teléfono. Como si fuera algo innato en ella, se mostró como la mejor de las actrices al llorar desconsoladamente mientras le decía que estaba desesperada. Os juro que si no llego a conocerla y a saber que era parte de un plan, ¡Yo también me lo hubiese creído!   
Nada más colgar, sonriendo, me informó que había quedado a comer con Inés y que no la esperara en la tarde.
-Eres una zorra- descojonado le solté mientras me iba.
Como me había avisado, esa tarde no apareció por la oficina. Al ser su jefe, me inventé que le había mandado a ver a un cliente para que nadie la echara de menos y esperanzado, aguardé a que al llegar a casa mi mujer me pusiera al tanto de lo que habían hablado.
Pero contra lo que había previsto, no pude averiguar nada porque Inés estaba de pésimo humor y en cuanto le pregunté por mi cuñada, gritando me dijo:
-¡No me hables de esa loca! ¡No quiero saber nada de ella!
Viendo que enfocaba su cabreo sobre Nuria, me abstuve de insistir porque de alguna forma, supe que le había revelado su encoñamiento por mí. Andando con pies de plomo, no me quejé cuando en un momento dado descargó su frustración contra mí. Si lo lógico hubiese sido enfadarme, hice todo lo contrario y abrazándola contra su voluntad, le dije al oído que la quería.
Zafándose de mi abrazo, me soltó:
-Lo sé pero hoy no estoy para carantoñas.
Y por segunda noche consecutiva, tuve que dormir en el cuarto de invitados porque mi esposa, suponiendo que yo no tenía ninguna culpa, no podía soportar estar conmigo en la misma habitación. Si veinticuatro horas antes no me había importado, entonces sí porque temía conociendo su carácter que Inés nunca perdonaría a su hermana. Mientras pensaba en ello, asustado comprendí que ambas me importaban:
“Estoy jodido”, maldije en mi mente al darme cuenta de que estaba enamorado de las dos.

 

Todo se desencadena.
 
 
Aunque me costó, conseguí quedarme dormido y por eso cuando a las cuatro de la mañana, Inés entró como una loca tardé en comprender que me decía. Llorando a moco tendido, me explicó que la acababan de llamar de la clínica de La princesa diciéndole que Nuria acababa de ingresar por Urgencias.
-¿Qué ha pasado?- pregunté francamente preocupado.
-Por lo vista, esa idiota se ha intentado suicidar- respondió mientras me pedía que me diera prisa.
Curiosamente el saber que ese era el motivo, me tranquilizó porque comprendí que podía ser parte de su plan pero aun así, ni siquiera me había abrochado la camisa cuando ya salíamos rumbo a ese hospital. Durante el trayecto, mi esposa no paró de echarse la culpa de lo sucedido, diciendo que debía haberla hecho caso. Como era un tema espinoso, me mantuve callado mientras escuchaba el dolor que la consumía.
Afortunadamente, nada más llegar nos comunicaron que estaba fuera de peligro y que si queríamos podíamos pasar a verla. Pensando que mi mujer necesitaba mi soporte, la acompañé hasta la habitación donde estaba su hermana pero justo cuando iba a entrar Inés me pidió que la dejara sola. Al insistir, llorando me confesó:
-¿Recuerdas que te dije que Nuria se había enamorado de un casado?
-Sí- respondí.
-¡Ese casado eres tú!
Haciéndome el sorprendido, la contesté que no tenía nada que ver con el capricho de su hermana.
-Sé que no es culpa tuya- convino conmigo completamente destrozada, tras lo cual me pidió que quería hablar sola con ella.
Como comprenderéis no entré y sentándome a esperar en una silla, me puse a analizar lo sucedido. Aunque sabía lo cabezota y bruta que era mi cuñada, nunca me imaginé que llegara hasta ese extremo su locura y menos que pusiera en riesgo su salud para manipular a su hermana.
Al cabo de una hora, Inés salió a verme con los ojos hinchados de tanto llorar y dándome un abrazo, me informó que Nuria estaba mejor pero aun así quería quedarse con ella.
-No te preocupes, te espero- le dije aliviado.
Mi mujer sonrió al escucharme e insistiendo, me rogó que me fuera a casa diciendo:
-Es tarde y tienes que trabajar. Luego te llamo a la oficina.
Confieso que no me fui a gusto porque no tenía duda de que de lo que hablaran en el hospital mis dos mujeres, dependería mi futuro. Solo tenía claro que las necesitaba a ambas pero si me obligaban a decidir, sin lugar a dudas, elegiría a Inés.
Con el alma en un vilo, esperé la llamada de mi mujer. Sin saber que habían decidido entre esas dos cuando vi en mi móvil que Inés me llamaba, contesté aterrorizado.
– Manuel, acaban de dar el alta a Nuria- me informó primero y con voz temblorosa, me preguntó después: -¿Te importa que se quede en casa mientras se recupera?
Reprimiendo mi alegría, le contesté que no y que por mi parte, podía quedarse el tiempo que necesitara. Al colgar, comprendí que aunque no podía cantar victoria, los planes de Nuria estaban cumpliéndose según el guion marcado. Durante todo el día estuve malhumorado, con cualquier cosa saltaba. Por eso con mis nervios a flor de piel cuando salí de la oficina y antes de ir a casa, decidí que no podía llegar en ese estado y previendo problemas, me paré en un Vips a comprar unas flores con las que apaciguar a mi mujer.
Curiosamente cuando llegué a casa y se las di, no las aceptó diciendo:
-La enferma es Nuria, dáselas a ella- al ver mi reticencia, me pidió: -¡Hazlo por mí!
 
Cortado por regalarle a mi cuñada unas flores en presencia de su hermana, toqué en la puerta del cuarto de invitados. Desde dentro Nuria con voz cansada, me rogó que pasara y os juro que cuando la vi con unas negras ojeras enmarcando sus ojos, me dolió que hubiera tenido que pasar por ese sufrimiento por el solo hecho de querer estar conmigo. Conmovido, me acerqué hasta su cama y acariciándole la cabeza, le pregunté cómo seguía:
-Bien- contestó con una sonrisa fingida pero al ver que le traía un ramo, se le iluminó su cara y llorando me dio las gracias.
No me preguntéis porqué pero supe que su sentimiento era autentico y estuve a punto de caer a sus pies y reconocerle que yo también la amaba. Afortunadamente mi esposa me pidió que la dejara descansar por lo que despidiéndome de ella, me fui al salón a tomarme una copa. Estaba todavía poniéndome un whisky cuando vi entrar a Inés con gesto preocupado y dejándose caer en el sofá, me pidió que me sentara a su lado.
-Gracias por ser tan cariñoso con ella- me dijo abrazándome y pegando su cabeza a mi pecho, me soltó: -¡Nuria nos necesita!
No queriendo adelantar acontecimientos, me quedé callado mientras mi esposa se desahogaba llorando. La lucha que se estaba desarrollando en su mente la tenía hundida y como sabía mi parte de culpa en su sufrimiento, la consolé durante largo rato. No sé si eso le sirvió de catarsis, pero cuando se levantó del asiento, me pareció descubrir en su rostro una determinación que antes no estaba.
Fue entonces cuando mirando el reloj, me pidió que pusiera la mesa mientras ella calentaba la cena, tras lo cual la vi desaparecer rumbo a la cocina. Sin saber a qué atenerme ni cómo íbamos a llevar que su hermana, la mujer que le había reconocido que estaba enamorada de mí, estuviera esos días con nosotros, me ocupé de colocar los platos y cubiertos sobre el mantel mientras mi mente estaba a mil kilómetros de distancia.
Como no sabía si Nuria iba a acompañarnos, puse un servicio para ella. Al cabo de diez minutos, Inés volvió y al observar que había tres lugares en la mesa, me dijo:
-Gracias por contar con mi hermana pero ya le he llevado de cenar- tras lo cual, nos pusimos a cenar.
Os reconozco que fue una cena extraña. Ninguno de los dos quiso sacar el tema pero aunque nos pasamos charlando de temas insustanciales, ambos sabíamos que era a propósito y éramos conscientes de que Nuria estaba en nuestros cerebros.
Como todas las noches, al terminar recogimos los platos y los metimos al lavavajillas, pero cuando ya me dirigía hacia el salón a ver la tele, Inés me cogió por banda y pegándose a mí, me susurró:
-¡Necesito hacerte el amor!

No que decir tiene que acepté su sugerencia y la besé. Sus labios me resultaron todavía más dulces esa noche y llevándola entre mis brazos, fui con ella hasta nuestra cama. Botón a botón, fui desabrochando su vestido y descubriendo su piel. Inés no pudo reprimir un jadeo, al sentir que le quitaba el último.
-Tenemos que hablar- me dijo pero cerrando su boca con un beso, la abracé.
Mi mujer al notar a mi mano recorriendo su trasero, se lanzó como una loba contra mí, despojándome de mi camisa. Aunque conocía su temperamento ardiente, me sorprendió su urgencia. No me hice de rogar y tumbándola en el colchón, me agaché pasa probar el sabor de su coño. Mi lengua recorrió todos sus pliegues antes de llegar a tocar su clítoris. La lentitud, con la que me fui acercando y alejando de mi meta, hizo que al apoderarme de su erecto botón, su sexo ya estuviera empapado. Sabía que le gustaba el sexo, pero jamás se me hubiese ocurrido pensar que se pusiera como loca y me pidiera:
-Fóllame-.
Totalmente excitado, le metí dos dedos dentro de su vagina, mientras seguía torturando su sexo con mi boca. Entonces mi mujer separó sus piernas dándome vía libre a hacer con ella lo que quisiera. Viendo que le gustaba no dude en introducir un tercero. Su reacción fue inmediata, gimiendo de gozo y gritando como posesa, me pidió mientras se corría que la tomara.
Mi sexo totalmente empalmado me pedía acción y mientras mi mujer recuperaba su respiración, me dediqué a recorrer su cuerpo con mis manos. Inés sobrexcitada no dejaba de gemir y de jadear cada vez que mis yemas, se acercaban o acariciaban uno de sus puntos sensibles. Si ya me había dejado gratamente sorprendido su calentura, al pasar distraídamente mis dedos cerca de su entrada trasera, me alucinó. Suspirando y con la voz entrecortada por la lujuria que la dominaba, susurró:
-Sé que nunca te he dejado pero esta noche quiero ser toda tuya- e incapaz de mirarme a los ojos, me pidió que le hiciera el sexo anal.
Un poco asustado por la responsabilidad, pero entusiasmado por al fin hoyar  su esfínter, la besé:
-Dime cuando paro-.
Sabiendo que tenía que hacérselo con cuidado, comprendí que si para ello tenía que usar toda la noche, lo haría. Por eso me levanté al baño por un bote de crema. Al volver la vi colocada a cuatro patas, decidida a ello pero aterrorizada, por eso abrazándola por detrás, acaricié sus pechos tranquilizándola. Su reacción fue pegarse a mí, de forma que mi pene entró en contacto con su hoyuelo.
-Tranquila, cariño. Túmbate boca abajo-, le pedí al darme cuenta de su urgencia.
Obediente, se acostó dándome la espalda. Y poniéndome a horcajadas sobre ella, con una pierna a cada lado, comencé a darle un masaje. Fue entonces, cuando realmente percibí hasta donde llegaba su calentura. Parecía por sus gritos, que mis manos la quemaran. Todo en ella era deseo. El sudor que surcaba su espalda, no era nada en comparación con el flujo que manaba de su sexo. Totalmente anegada, me pidió que la desvirgara cuando mis manos separaron sus dos cachetes.
Al hacerlo, no pude dejar de admirarlo. Totalmente cerrado y de un color rosa virginal, me resultó una tentación irresistible y acercándome a él, comencé a transitar por sus rugosidades.
-Por favor-, me dijo agarrándose a los barrotes de la cama.
Su ruego me excitó y perdiendo el control, forcé su entrada con mi lengua. Incapaz de soportar su calentura, bajó su mano masturbándose. Su completa entrega me permitió que cogiendo un poco de crema entre mis dedos, pulsase su disposición untándola por los alrededores. No encontré resistencia a mis caricias, al contrario ya que la propia Inés separando sus nalgas facilitó mi avance. Cuidadosamente unté todo su esfínter antes de introducir un primer dedo en su interior.
Jadeó al sentir como forzaba sus músculos pero no se quejó, lo que me dio pie a irlo moviendo en un intento de relajarlos. Poco a poco, la presión fue cediendo y su excitación incrementando hasta que chillando me pidió que la penetrara.
-Tengo que tener cuidado-, le dije sabiendo que si le hacía caso, la iba a desgarrar.
 
Sin decirle que iba a hacer, le introduje un segundo, mientras que con mi mano libre le acariciaba su sexo. La reacción de mi mujer a esa incursión no se hizo esperar y levantando el trasero, gimió desesperada. Manteniéndome firme, hice oídos sordos a sus ruegos y seguí metiendo y sacando mis dedos del interior de su trasero. Tanta excitación tuvo sus consecuencias y retorciéndose sobre las sabanas, se corrió. Ese fue el momento que aproveché para ponerla a cuatro patas y con delicadeza jugar con mi pene sin meterlo en su interior.
Fue alucinante el observar cómo su cuerpo reaccionaba a mis caricias. Completamente en celo, Inés movía sus caderas buscando que la penetrara, pero en vez de ello sólo consiguió calentarse aún más. Apiadándome de ella, le exigí que dejara de moverse y poniendo mi sexo en su esfínter, le introduje lentamente la cabeza. Mi esposa mordió sus labios intentando no gritar, pero fue en vano, el dolor era tan insoportable que chilló pidiéndome una pausa.
Esperé a que se relajara. Paulatinamente su dolor se fue diluyendo al acostumbrarse a tenerme dentro de ella. Cuando supuse que estaba lista, empecé a moverme lentamente. Sus protestas desaparecieron cuando dándole un azote le pedí que se masturbara. Esa dulce violencia le excitó y un poco cortada me rogó que continuara. Creyendo que se refería al sexo anal, aceleré mis penetraciones y entonces ella gritando me aclaró que quería más azotes. Eso fue el detonante de la locura, marcándole el ritmo con mis golpes sobre su trasero, fuimos alcanzando un velocidad brutal mientras ella no dejaba de gritar su calentura.
La fiereza de nuestros actos no tuvieron comparación con los efectos de su orgasmo, porque cayendo de bruces sobre el colchón, Inés empezó a temblar al sentir que mi extensión se clavaba en su interior mientras ella de derramaba en un clímax bestial. Fue alucinante escuchar su pasión y sentir como se corría bajo mis piernas, coincidiendo con mi propia culminación.
Mi cuerpo dominado por la lujuria, se electrizó al percatarme que mi mujer estaba disfrutando con el sexo anal y sin poder retener más mi explosión, regué con mi simiente sus intestinos mientras ella se desplomaba sobre la cama. Agotados por el esfuerzo permanecimos abrazados mientras nos recuperábamos.
-Te preguntarás porque te he pedido que me lo hicieras- me dijo sonriendo.
-La verdad es que sí- contesté.
Con un gesto dulce, me confesó:
-Quería probarlo antes de pedirte algo.
Después de lo sucedido entre esas sábanas, supe que no podría negarme y aun así, le pregunté que deseaba.
-Sé que aunque te caiga mal, quiero seas cariñoso con mi hermana. Es una mujer bella y no te debe resultar difícil.
Comprendiendo sus intenciones, me quedé callado. Inés malinterpretó mi silencio y llorando, me imploró:
-Nuria nos necesita. Si me quieres… ¡Déjame que te comparta con ella!
Sin darme tiempo ni a aceptar ni a negarme a cumplir sus deseos, llamó a su hermana. Su hermana debía estar esperando tras la puerta porque inmediatamente entró en nuestro cuarto y quedándose de pie ante la cama, esperó… Inés me miró aterrorizada temiendo mi reacción. Dando mi brazo a torcer, llamé a mi cuñada dando una palmada al otro lado del colchón y entonces mi mujer pegando un grito de alegría, me besó diciendo:
-Gracias mi amor, entre las dos, ¡Te haremos muy feliz!
En mi oreja, escuché a mi cuñada decir:
-¡Ves que fácil resultó convencerla!
 

Relato erótico: “El tatuaje: Vero ” (POR ALEX BLAME)

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Entró en su vida por sorpresa. Caminaba distraído por la calle, pensando en las típicas idioteces en las que piensa un hombre cuando no tiene un cigarrillo o una copa en la mano y cuando dobló la esquina se encontró con el hocico de un rottweiler a menos de cinco centímetros de su pierna. Jorge pegó un respingo y se apartó del perro que gruñó sordamente como si estuviese pidiendo espacio.

Estaba a punto de soltar un taco, pero cuando levantó la vista todos sus pensamientos se esfumaron de su mente. Frente a él, tirando de la correa, una joven menuda y hermosísima de ojos grandes y pelo negro y largo, le miró un instante y se disculpó apenas en un susurro.

—No importa, en realidad la culpa ha sido mía, el bicho solo se ha limitado a decirme que me aparte y deje de caminar por ahí como si fuese un zombi. —dijo Jorge.

—En realidad es un perro muy tranquilo. —replicó ella— Creo que se sorprendido él tanto como tú.

—Es un rottweiler, ¿No? ¿Cómo se llama? —preguntó él intentando desesperadamente alargar la conversación.

La joven asintió con la cabeza y le dijo que se llamaba Clyde. Respondió con amabilidad, con una voz dulce, pero en el fondo de su actitud había un rastro de tensión. Fue el perro el que acercándose a Jorge y olfateándole con interés abrió una grieta en el muro que la joven trataba de levantar y Jorge intentó aprovecharlo.

—Así que te llamas Clyde. ¿Sabes que es un nombre de malote? —dijo restregando la cabeza del perro que movía la cola entusiasmado—¿Dónde tienes a Bonnie?

—Todavía me acuerdo de uno como este que vi hace años. —continuó Jorge incorporándose y mirando por primera vez a los ojos de la joven— Yo iba de casa en casa, vendiendo enciclopedias y sin saber muy bien cómo acabé en una casa de las afueras. Tenían al perro atado con una cadena y habían aparcado un flamante Golf GTI a su lado. En cuanto el perro me vio se volvió loco y se lanzó sobre mi ladrando y montando un barullo increíble. Yo, instintivamente me cubrí detrás del coche. La cadena no le permitió llegar hasta mí, pero si hasta el coche, al que se subió con las patas delanteras y comenzó a arañar intentando trepar por encima de él para llegar hasta mí. Dejó la puerta del conductor y la aleta hechas un cromo. Aunque este malo decirlo estuve riéndome una semana.

La joven sonrió, una sonrisa tan amplia como efímera, que Jorge se vio intensamente tentado de besar. El tiempo se le acababa y la joven daba muestras de querer seguir su camino. No sabía qué hacer, lo único que sabía es que no quería dejarla escapar así que no se lo pensó.

—Me gustaría compensar el susto que le he pegado a Clyde. A no más de cinco minutos de aquí hay una terraza donde permiten los perros y ponen unas tapas que le van a saber a gloria.

—Lo siento, pero apenas te conozco. —dijo la joven dubitativa.

—Me llamo Jorge soy vendedor a domicilio, mensajero, reparador de electrodomésticos y periodista cuando me dejan. Por los próximos dos meses trabajo a la vuelta de la esquina e iba a tomarme un café en el descanso mañanero. Lo tomo siempre solo y la verdad es que me aburre un poco, así que me haríais un gran favor si me acompañaseis.

Verónica dudó un instante, aquel chico le atraía con su aire bohemio y desenfadado. Era alto y delgado como un esparrago y tenía una melena larga y tan rubia que parecía desteñida por el sol como la de un surfero, pero lo que más le atraía era la permanente sonrisa que tenía plasmada en su cara.

Finalmente fue Clyde el que tomó la iniciativa y se puso a caminar al lado del joven, interponiéndose protectoramente entre los dos, pero tirando suavemente de ella. Caminó en silencio dejándose llevar y escuchando a Jorge contar con un toque de humor en qué consistía su trabajo como “ayudante ejecutivo” de un cargo medio en una revista de cotilleo por una miseria.

Se sentaron en la terraza, el sol otoñal había acabado con los últimos jirones de niebla y calentaba sus cuerpos produciéndoles una agradable sensación de bienestar. El café era bueno y Clyde recibió un cuenco con agua y medio sándwich de jamón y queso que duró apenas unas centésimas de segundo en su boca.

Charlaron un rato, fue agradable aunque aun no se sentía del todo cómoda en presencia de un hombre. Si no hubiese sido por el perro probablemente no se hubiese atrevido a intercambiar una sola palabra con el desconocido.

Jorge no quería irse pero tenía cientos de fotocopias pendientes así que tenía despedirse y aun no sabía el nombre de la chica, que se mostraba anormalmente esquiva con él. La verdad es que no estaba acostumbrado a que las mujeres se le resistiesen tanto y eso solo hizo que aumentase su interés.

—Bueno, —dijo mirando al reloj— me temo que se me ha acabado el tiempo. Todos los días vengo aquí a tomar el café media hora más o menos, así que si quieres acercarte por aquí podré invitar a Clyde a tomar un piscolabis. Todavía no me ha contado ninguna de sus travesuras. —dijo golpeando suavemente la cabeza del perro y levantándose tras dejar unas cuantas monedas en la mesa.

Verónica se levantó a la vez aliviada y a la vez apenada por tener que separarse de él. Clyde se estiró y se dispuso a dar el paseo de vuelta a casa cuando ella armándose de valor se puso frente a él.

—A propósito me llamo Verónica, pero mis amigos me llaman Vero.

— Encantada Vero. —dijo él acercándose y dándole un par de besos en ambas mejillas.

***

Vero se miró frente al espejo. El jersey holgado y la gabardina eran efectivos ocultando sus curvas. Se giró y le preguntó a Clyde.

—¿Qué te parece?

Clyde se limitó a girar la cabeza y soltar un pequeño gañido de disgusto.

—Sí, ya lo sé. Estoy haciendo el gilipollas. —respondió al perro y a si misma desnudándose de nuevo.

Cuando se quitó la ropa ante el espejo no pudo evitar ver la fea cicatriz que tenía en el abdomen. Unos flashes asaltaron su cerebro y un escalofrío recorrió su columna. Sacudió la cabeza exorcizando los terribles recuerdos y cogió algo más adecuado. Un vestido de lana gris, discreto pero que se ajustaba a su cuerpo y realzaba su figura era lo único que tenía que resultase apropiado. Se lo puso rápidamente junto con unos tacones y la gabardina y poniéndole la correa a Clyde salió a la calle.

La indecisión la había dominado aquellos tres días. El hombre había llamado su atención. Era guapo, atento y le hacía reír. No recordaba la última vez que había reído. Pero seguía siendo un hombre y en su presencia, como en presencia de cualquier otro, se sentía insegura y de no ser por la presencia de Clyde hasta tendría momentos de pánico.

Finalmente el deseo de volver a verle se impuso y el veranillo de San Martin ayudó. El sol y los casi veinte grados la animaron y la obligaron a quitarse la gabardina y colgarla del brazo. Durante un segundo vaciló sintiéndose el centro de atención con el ajustado vestido y los tacones.

—¡A la mierda! —se dijo mientras aceleraba el paso y se dirigía a la cafetería.

Con un suspiro de alivio vio a Jorge sentado cómodamente en la silla metálica con un café humeante y el As en la mano.

En cuanto oyó el sonido de los tacones levantó la cabeza y allí estaba. Por fin se había decidido a venir. Llevaba un vestido de punto de falda corta que permitía ver unas piernas esbeltas y morenas y que se ajustaba deliciosamente a su cuerpo revelando una cintura estrecha y unos pechos firmes del tamaño justo, ni grandes ni pequeños.

Intentando no ponerla demasiado nerviosa con su mirada inquisitiva bajó los ojos y llamó a Clyde. El perro respondió con un corto ladrido y se acercó corriendo y meneando la cola alegremente. Jorge le rascó la orejas dejando que Vero se pusiese cómoda frente a él.

El perro gruñía de satisfacción y le lamía las manos mientras la joven le observaba entre sorprendida y divertida. Con la mayoría de la gente su perro se mostraba prudente y desconfiado, pero con Jorge era distinto, parecía sentirse tan atraído por él como lo estaba ella.

No hubo reproches ni malas caras por la tardanza. Él solo se limitó a llamar al camarero y a decirle lo contento que estaba de que hubiese aceptado su invitación. En cuestión de minutos estaban enfrascados en una animada conversación… o algo parecido. Como la vez anterior era él el que llevaba la voz cantante y ella se limitaba a responder escuetamente. Aunque la vio más relajada que el primer día seguía habiendo algo que nublaba sus pensamientos y le impedía disfrutar completamente del momento.

Durante uno minutos charlaron sobre el buen tiempo y lo poco que iba a durar. Jorge fue dirigiendo hábilmente la conversación hasta que finalmente se decidió a preguntar:

—Mañana tengo el día libre ¿Qué te parece si vamos a La Alameda de picnic? Yo me encargo de todo, tu solo tienes que hacer el postre y traer a Clyde.

Vero se quedó callada. Podía sentir como la indecisión y algo que parecía… miedo la atenazaban, impidiéndola tomar una decisión. Jorge esperó pacientemente sin tratar de presionarla, sonriendo tranquilizador y dejando que fuese ella la que tomase la decisión.

Tras lo que le pareció una eternidad la joven le miró con aquellos ojos color miel grandes y dulces y asintió tímidamente. Solo puso una condición. Que no fuese a buscarla. Quedarían allí directamente.

Tras un par de minutos Jorge se vio obligado a despedirse. Mientras caminaba por la acera distraídamente no paraba de imaginar que podía haberle pasado a aquella mujer para que se sintiese tan insegura en su presencia. Cada vez que recordaba esa mirada sentía una irresistible necesidad de abrazarla y protegerla intentando borrar la tristeza y el miedo de su hermoso rostro.

—Jorge, ¿Aun acabas de llegar? —le preguntó su jefe devolviéndole a la realidad— ¿Dónde están mis fotocopias?

—Lo siento jefe ahora mismo se las llevo. —dijo olvidando por un momento a la mujer que ocupaba todos sus pensamientos.

El día amaneció radiante. Apenas unos pocos borreguitos surcaban el cielo azul, empujados por una suave brisa procedente del sur. El sol hizo que la temperatura subiese rápidamente y las doce del mediodía ya había unos agradables dieciocho grados.

Jorge salió de casa con el tiempo justo. Se había entretenido preparando la ensalada de pasta y la tortilla de patatas y se le había echado el tiempo encima. Corriendo por la calle vio un taxi y se subió a él de un salto.

En cuestión de diez minutos el taxi le dejó en la entrada sur de La Alameda. El parque era una mancha verde y alargada que discurría por la orilla del río algo más de kilometro y medio. El césped corto y verde y los árboles centenarios que lo salpicaban, hacían de él uno de los lugares favoritos de los habitantes de la ciudad para dar un paseo, correr o merendar en una de las mesas que salpicaban el lugar.

Miró el reloj. Llegaba diez minutos tarde. Se dirigió al quiosco que ocupaba una pequeña glorieta más o menos en el centro del parque. Cuando llegó, ella ya le estaba esperando. La vio de espaldas, pero la reconoció al instante. su larga melena negra y suavemente ondulada era inconfundible.

Se paró un momento y la observó con atención llevaba un vestido negro floreado, ceñido en el torso y con una falda de vuelo. Por encima, para combatir el fresco de la mañana, llevaba una fina chaqueta de lana negra. Jorge no pudo evitar echar una mirada a las esbeltas piernas de la joven realzadas por unas sandalias de cuña.

Fue Clyde el primero en darse cuenta de su llegada. Andaba merodeando y olfateando los alrededores y cuando le vio se lanzó a la carrera hacia él.

Jorge lo saludó intentando apartar las bolsas del inquisitivo hocico del rottweiler. Pocos segundos después Vero estaba a su lado ordenando a Clyde que se estuviese quieto. La joven estaba espectacular, apenas unos toques de maquillaje habían transformado sus facciones haciendo su belleza aun más espectacular.

—Hola Vero. Estás preciosa. —dijo él sin poder evitarlo.

—Gracias, —dijo ella cohibida y a la vez convencida de que había sido buena idea renovar todo su vestuario la tarde anterior— tú también estás…

—¿Muy elegante? —replicó Jorge dando una vuelta sobre sí mismo para que ella pudiese admirar los vaqueros rotos y la gastada camiseta del Hard Rock Café.

—Eres un estúpido —dijo ella con una sonrisa.

Deambularon unos minutos por el parque hasta que encontraron una mesa libre cerca del río y donde no daba el sol demasiado directamente.

Clyde había olido la tortilla de patata y no paraba de dar vueltas en torno a ellos gimiendo y salivando. Se sentaron uno al lado del otro, de cara al río y Jorge sacó los tapers de la bolsa y unos platos y unos cubiertos de plástico. Vero no se quejó y comió con apetito, alabando al cocinero a pesar de que la tortilla le había quedado poco hecha.

Terminaron con unos deliciosos Brownies que había hecho Vero y que tanto Clyde como él se zamparon en breves instantes. Cuando terminaron el último bocado, Jorge insistió en recoger todo. En cinco minutos había tirado todo a la basura y los tapers estaban de nuevo en la bolsa.

Los bancos estaban bien para comer, pero eran bastante incómodos así que Jorge sacó una manta y le propuso sentarse sobre el césped. Encontraron un gran roble y se sentaron con Clyde siempre entre ellos. Charlaron de todo un poco y admiraron como la luz de sol se reflejaba en el agua. Los insectos y las motas de polvo pasaban ante su ojos arrastrados por el viento.

Jorge observó a Vero un momento, su cara parecía por fin relajada en su presencia. Sin poder evitarlo alargó un brazo y acarició suavemente su mejilla. Verónica se sobresaltó y se apartó con un gesto defensivo haciendo que Clyde gruñera inquieto.

—Lo siento —se disculpó ella nerviosa—pero no puedo.

—No pretendo ser un entrometido, ni presionarte de ningún modo. —dijo Jorge agarrando la mano de la joven para evitar que escapase corriendo— Pero creo que tienes un problema y me gustaría ayudarte de alguna manera.

—¡Ojalá pudieras! —replicó ella a punto de llorar de desesperación.

—A veces hablar de ello ayuda bastante.

—Es que es tan… vergonzoso.

—Creo tener una idea más o menos aproximada de tu problema y créeme si te digo que no eres tú la que debería sentirse avergonzada. —dijo estrechando su mano temblorosa.

Verónica dudo de nuevo, pero Jorge insistió un poco más y finalmente se lo contó todo. Como había conocido a Jero y se había enamorado inmediatamente de él. Al principio se había mostrado atento aunque un poco celoso. Tras dos años de noviazgo se casaron y todo cambió. La fue aislando poco a poco de sus amigos y su familia hasta que se vio sola y totalmente dependiente de él, pero lo peor estaba por llegar.

Un día Jero estaba intentando reparar un tubería en el garaje. Vero estaba allí y le dijo que no debía usar el destornillador de aquella manera, que podía hacerse daño. Jero no la hizo caso y al final el destornillador salido disparado y le hizo un corte en la mano. En vez de admitir que se había equivocado, él le echó la culpa de lo sucedido y en un arrebato le dio un bofetón. A partir de ese momento comenzó un infierno de insultos y palizas. Llegó un momento que empezó a creer que ella era la que tenía la culpa de todo y se merecía como la trataba.

Pero un día Jero llegó borracho a casa y cuando ella se lo recriminó cogió un cuchillo y se lo clavo en el vientre, Vero totalmente indefensa optó por hacerse la muerta y Jero borracho y desorientado se fue de casa. A partir de ese momento todo se volvía brumoso. No sabía muy bien cómo, pero logró llamar a emergencias. Cuando despertó estaba en un hospital con una agente de policía sentada a la cabecera de la cama y un aparatoso vendaje en el vientre.

Cuando terminó de contarlo las lágrimas corrían libremente por la mejillas de Verónica.

—¿Y Jero?

—Lo detuvieron y lo acusaron de homicidio. Pasó seis meses en la cárcel pero lo liberaron en espera del juicio con una orden de alejamiento. No puede acercarse a menos de trescientos metros de mí.

Jorge no dijo nada y estrechó su mano de nuevo. La miró. Parecía más tranquila. Los churretones de maquillaje la hacían parecer aun más vulnerable y no pudo evitarlo, necesitaba demostrarle su afecto. Intentando parecer lo menos agresivo posible se acercó y le dio un suave beso en los labios.

El contacto fue como una chispa. Los labios de Jorge despertaron en ella sensaciones que creía olvidadas y que creía que nunca volvería a experimentar. Instintivamente abrió los labios para responder al beso, pero solo tocó el aire, Jorge ya se había retirado y la observaba, no con pena o compasión sino con adoración.

Por un momento, mientras contaba su historia, las palabras que le decía Jero una y otra vez habían cruzado su mente: “no vales nada” “¿Quién te va a querer más que yo?”

Jorge alargó la mano y con un pañuelo le limpió los restos de rímel y aquellas estúpidas frases de su mente para siempre. Esta vez Vero no se apartó. Ante la atenta mirada de Clyde, Jorge la cogió por la nuca y la besó de nuevo, un beso largo y suave. La joven sintió como todo su cuerpo despertaba y deseaba a aquel hombre guapo y dulce. Desde que había despertado de aquella pesadilla nadie la había tratado con tanta sensibilidad y naturalidad. Sentía ganas de gritar y llorar a la vez y como tenía la boca ocupada optó por la segunda alternativa.

—Creo que vamos a tener que hacer algo con esta actitud —dijo Jorge volviendo a secar las lagrimas, esta vez con sus besos— Necesitas reír hasta que te duelan las mandíbulas.

—Ah ¿Sí? —preguntó ella apoyando la cabeza en su pecho.

—Estoy seguro. Y tengo el remedio perfecto. ¿Qué tal si vamos al cine? Aun está en la cartelera ocho apellidos catalanes. Estoy seguro de que te divertirás.

***

Verónica salió de la ducha y se dirigió a la habitación para buscar algo que ponerse. Cuando se acercó al armario, el espejo le devolvió la imagen de su cuerpo desnudo. Hacía años Jero la había obligado a depilarse todo el cuerpo y a aumentarse los pechos. Afortunadamente entre ella y el cirujano plástico consiguieron convencerle de que las tetas de Pamela Anderson no le pegaban, aunque con la depilación no pudo hacer nada, el laser recorrió todos sus recovecos y solo le dejó el pelo de las cejas, las pestañas y el de la cabeza, el resto había desaparecido para siempre y cada vez que se miraba las ingles echaba de menos tener un poco que cubriese sus zonas más íntimas.

En cuanto a las tetas, hubiese preferido dejarse las suyas, pero no podía estar totalmente descontenta con el resultado. Las cicatrices apenas se veían y el resultado eran dos pechos del tamaño de pomelos grandes, perfectamente tiesos y de aspecto y tacto casi natural. Aun recordaba como Jero la había obligado a pasearse por casa, únicamente vestida con unos tacones, durante más de un mes. Como la asaltaba y la follaba en cualquier momento le apeteciese o no. La única vez que intentó negarse recibió una paliza y no se volvió a atrever.

Pero eso no volvería a pasar, Jero ya era historia. Debía pasar página y por primera vez parecía que estaba preparada para ello. Aunque estaba terriblemente asustada también estaba emocionada y excitada. Cogió un sujetador negro y se lo puso. Bastó el contacto de la tela para que sus pezones oscuros y grandes se erizaran. Vero se estrujó los pechos con fuerza, una súbita necesidad de sexo la asaltó como no la asaltaba desde hacía años. Sintió la tentación de masturbarse, pero se contuvo. Quería que esa necesidad le ayudase a superar sus miedos.

Escogió un tanga a juego y se lo puso empleando una eternidad para ajustarlo. Cuando estuvo satisfecha, eligió una minifalda de tubo gris que le llegaba un poco por encima de la rodilla y una blusa blanca que había comprado con el vestido el día anterior, con un escote en v espectacular que le llegaba casi hasta el ombligo y por encima, para combatir el frío de la noche y disimular la profundidad del escote, se puso una chaqueta de paño que se ciñó a la cintura.

Antes de ponerse los tacones, se acercó a Clyde y dándole un abrazo le dijo que se portase bien. Era la primera vez que salía a la calle sin él y se sentía desnuda mientras esperaba en el portal a que llegase Jorge.

Afortunadamente no le hizo esperar porque no sabía cuánto hubiese aguantado allí sola y desprotegida. Jorge la saludó con naturalidad. Los dos besos que le dio en la mejillas no le causaron ni malestar ni rechazo, fueron más bien la promesa de algo mejor.

El cine estaba a rebosar y se tuvieron que conformar con unas butacas al final y en uno de los laterales de la sala, pero dio igual. La peli, aun sin ser nada del otro mundo, fue divertida y les hizo reír. Vero no recordaba haberse reído tanto en su vida, quizás animada por las desinhibidas carcajadas de Jorge, al que todo le hacía gracia.

Cuando salieron del cine, Jorge le invitó a cenar una hamburguesa en un restaurante cercano. Durante toda la velada estuvo deseando y temiendo el momento en que Jorge intentase un nuevo acercamiento. Estaba pensando que no iba a llegar nunca cuando cogió una servilleta de papel y le limpió una pequeña mancha de mostaza del labio. Sus dedos se entretuvieron rodeando sus labios y sus miradas se cruzaron. El deseo en ellas era inconfundible.

Jorge la besó con suavidad saboreando el tabasco y la Coca Cola. Sintiendo como la lengua de Vero se debatía entre devolver el beso y gritar pidiendo auxilio.

En ese instante todo se difuminó alrededor. Solo estaba Jorge acariciando amorosamente su pelo mientras alargaba el beso haciendo que fuese casi eterno. Finalmente se separaron para respirar.

—Vamos a mi casa —dijo Vero con un suspiro ahogado.

Se besaron a la salida del local, se besaron en el taxi, se besaron en el portal y en el ascensor. Mientras más le besaba más hambre tenía. Los brazos de Jorge envolvían su cintura y la atraían hacia él con suavidad, permitiéndole apartarse si en algún momento se sentía agobiada.

Contarle su historia fue un acierto, cuando ella decidía tomarse una pausa el esperaba con una sonrisa consciente de que de vez en cuando Vero necesitaba un poco de espacio.

Cuando entraron en casa, Clyde les saludó moviendo el rabo con alegría, pero rápidamente se retiró consciente de que su ama necesitaba intimidad.

Vero cogió a Jorge de la mano y lo llevó hasta su habitación. Desde que se había mudado allí ningún hombre, aparte de el de la mudanza había entrado en su santuario. Jorge detectó sus dudas y acarició el rostro de Vero besándola de nuevo y acariciando su espalda.

Sus manos se deslizaron con suavidad sobre su ropa bajando cremalleras y soltando cierres hasta que estuvo totalmente desnuda. Vero se puso rígida un instante, pero Jorge fijó la mirada en sus ojos hasta que ella se sintió cómoda. Fue entonces cuando la bajó y recorrió su cuerpo con ella.

—Eres preciosa —dijo él acercando su mano y rozando su piel con los dedos.

Toda su piel se erizó y una intensa sensación de deseo recorrió su cuerpo haciéndola estremecerse. Jorge era consciente de que cualquier paso en falso podía llevarle al desastre así que se lo tomó con tranquilidad y apenas echó un fugaz vistazo a su cicatriz. Posó las manos sobre sus caderas y comenzó a recorrer sus costados, sintiendo en las yemas de sus dedos su agitada respiración. Besándola de nuevo, adelantó las manos y envolvió con ellas sus pechos presionándolos suavemente sintiendo como sus pezones erectos se le clavaban en las palmas. Verónica gimió mientras él la empujaba con suavidad hasta sentarla sobre la cama.

Sentada en el borde de la cama vio como Jorge se quitaba apresuradamente la ropa hasta quedar totalmente desnudo frente a ella. Observó su cuerpo delgado y sin poder evitarlo bajó la mirada hacia su entrepierna donde un pene sobresalía semierecto de una maraña de pelos oscuros. Acercó su mano a aquel órgano que en otro tiempo había sido un arma agresiva destinada a someterla y lo acarició con suavidad. Estaba caliente y palpitaba deseoso de calor y caricias. Jorge gimió un instante y agachándose se acercó a ella y la besó invitándola a tumbarse.

El joven en vez de tumbarse sobre ella y penetrarla inmediatamente se tumbó a su lado y se dedicó a recorrer su cuerpo con los dedos, besándola aquí y allá, aumentando su deseo y su urgencia hasta límites casi intolerables.

Cuando pensó que el momento no iba a llegar nunca Jorge enterró la cara entre sus piernas, mordisqueó y lamió unos instantes el interior de sus muslos antes de besar su pubis rasurado y ardiente. Con suavidad separó los labios de su sexo recogiendo con su boca los flujos que inundaban su interior. El contacto con su lengua fue delicioso, no fue capaz de contener un largo gemido de satisfacción que incluso llamó la atención de Clyde, que asomó su cabeza un instante dispuesto a protegerla si era necesario.

Vero le lanzó una almohada para echarlo mientras abría sus piernas para hacer su sexo más accesible. Los besos de Jorge se hicieron más largos e intensos a la vez que sus manos se movían acariciando sus piernas y su vientre volviéndola loca de placer.

El orgasmo no tardó en llegar colmándola de placer y obligándola a retorcerse atravesada por miles de relámpagos mientras Jorge se agarraba a ella y seguía acariciándola incansable.

Vero no aguantaba más deseaba tenerle dentro de ella, quería que su polla le colmase con su calor. Cogiéndole por el pelo tiró de él y el obligó a ponerse a su altura. Mirándole a los ojos le cogió la polla y alzando ligeramente su pubis la guió hasta su interior.

La sensación de plenitud fue inconmensurable. Jorge se sumergió en su mirada y comenzó a moverse con suavidad mientras Vero ceñía sus piernas a sus flancos y se mordía inconscientemente los labios.

Aun debajo de él, con su miembro apuñalando con fuerza su sexo, Vero se sentía liberada. Volvía a sentirse una mujer normal, deseada y deseosa. Con un giro Jorge se colocó bajo ella y dejó que llevase el ritmo. Apoyó sus manos en el pecho de él y comenzó a moverse, lentamente, alternando el mete saca con movimientos circulares. Jorge acariciaba sus pechos y ella sabiendo lo que deseaba, se inclinó poniéndolos a la altura de su boca. Jorge besó y chupó sus pezones disfrutando de su sabor y jugando con ellos, multiplicando su placer.

Jadeante, se irguió de nuevo y Jorge, cambiando de postura, hizo lo mismo, abrazándola amorosamente mientras ella seguía moviendo sus caderas y se sumergía en su mirada. Se sentía tan amada y tan completa que no pudo evitarlo, unas lágrimas de emoción escaparon de sus preciosos ojos color miel.

—Se que no soy un gran amante, —dijo Jorge entre beso y beso— pero hasta ahora nunca había dado pena.

—¡Estúpido! —exclamó ella sonriendo y enjugándose las lágrimas—sabes perfectamente que no es por eso.

Jorge iba a decir otra idiotez, pero ella no le dejó. Se abalanzó sobre él, comiéndoselo a besos sin dejar de empalarse con su miembro. Jorge respondió abrazándola aun más fuerte y explorando todo su cuerpo hasta que ella de un empujón le obligó a tumbarse de nuevo. Sin romper el contacto con su mirada, se echó hacia atrás y comenzó a mover sus caderas con tan rápido como pudo.

Jorge no aguantó más y volvió a tumbarse sobre Vero penetrándola hasta que se corrió en su interior. Vero sintió como una marea cálida inundaba su sexo. Jorge siguió empujando con fuerza unos instantes hasta producirle un brutal orgasmo. El placer le recorrió desde de la cabeza hasta la punta de los pies, obligándola a crispar todo su cuerpo mientras Jorge la acariciaba con suavidad susurrándole al oído, haciéndole la sentir la mujer más especial del mundo.

Reventados y jadeantes se tumbaron abrazados, acariciándose el uno al otro. En un momento dado Jorge repasó la cicatriz de su vientre. Verónica sintió sus dedos y durante un momento la magia de la noche pareció a punto de derrumbarse…

—Esta cicatriz no es tu vergüenza. —intervino Jorge acariciándola de nuevo— Es su vergüenza y debería ser el símbolo de tus ganas de vivir.

Sin dejar que Vero respondiese nada se inclinó sobre la cicatriz y la besó con suavidad. Era fea y rugosa, pero para él era preciosa ya que era el signo de la lucha de Verónica por sobrevivir.

Sus besos hicieron que la piel de su amante se pusiese de gallina. Jorge, de nuevo hambriento deslizó las manos por su vientre recorriendo su monte de Venus liso y brillante. Vero soltó un apagado suspiró y elevó su pubis excitada y dispuesta a hacer el amor de nuevo…

Aquellas dos semanas habían sido maravillosas. Era como si hubiese estado dormida durante años y su príncipe azul la hubiese despertado con un beso. Jorge la colmaba de atenciones y la animaba a probar cosas nuevas constantemente. Había dejado los colores oscuros y ahora la ropa ajustada y colorida le hacía sentir observada, pero no amenazada. Seguía paseando con Clyde, pero ahora no lo llevaba a todas partes como hacía antes.

Aquel día había quedado con Jorge en el barrio viejo. Le llevó a una pequeña tienda con los cristales oscurecidos. Cuando entró, una mujer con un complicado peinado tipo años cincuenta y los brazos y el escote cubiertos de tatuajes les recibió sin levantar la mirada de su sudoku.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó con curiosidad.

—Te voy a hacer un regalo. —dijo Jorge — Hola, Umbra ¿Qué tal? ¿Esta Leo?

La mujer asintió con la cabeza y señaló una puerta con el bolígrafo con el que hacía el pasatiempo. Jorge entró y saludó al tatuador con familiaridad. Vero se preguntó de que se conocerían tanto, ya que Jorge solo tenía un tatuaje pequeño en el hombro, pero no tuvo tiempo de preguntar. Con delicadeza la invitaron a sentarse y Leo le preparó la zona anterior del brazo izquierdo.

El hombre trabajaba rápido y con una precisión impresionante. No necesitó plantilla, tan solo dibujar un par de pequeñas líneas como referencia. Apretó los dientes y aguantó las pequeñas y rápidas punzadas en el brazo, le habían vendado los ojos y no podía ver lo que Leo estaba haciendo, pero confiaba en Jorge y se dejó hacer. Cuando terminaron y finalmente le dejaron verlo tenía una frase escrita en el brazo con una preciosa caligrafía. “Mis cicatrices son tu vergüenza y mi poder”

Jorge la miró con incertidumbre esperando una reacción de Vero. Ella se levantó y colgándose de su cuello le besó con los ojos arrasados en lágrimas de agradecimiento y satisfacción.

Relato erótico: “La Fábrica (39)” (POR MARTINA LEMMI)

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Creo que no hace falta decir que todos los ojos del evento estuvieron clavados sobre mí mientras ese tipo me guiaba a través del gran salón. Previamente, la atención había sido acaparada por el inesperado espectáculo del personal de seguridad llevándose a alguien por causar revuelo; quizás alguno de entre los asistentes se haya preguntado, en todo caso, por qué lo llevaban hacia el ascensor y no hacia la calle. Yo, desde luego, caminé con la vista baja por la vergüenza; el hombre bajito, que no me despegaba la mano de la cola, lo notó:

“¿Por qué esa cabecita gacha? – me dijo, con un claro deje de burla -. ¡Cambiemos esa carita que te voy a hacer pasar un momento que no vas a olvidar fácilmente!”

No podía ser tan cerdo, tan chocante, tan repulsivo. Intenté, de todas maneras, disimular una sonrisa, más para el resto de la gente que para él; la realidad fue que sólo me salió una mueca triste, que de sonrisa tenía muy poco. Y si el mundo parecía caerse sobre mí en esos momentos, yo sólo veía todavía la punta del iceberg, ya que no se me ocurrió pensar entonces que todo eso estaba, de algún modo, sentando un precedente ante quienes presenciaban la escena; dicho de otra forma, más de uno, viéndome en manos de ese sujeto inmundo, podía estar infiriendo que mi cuerpo estaba disponible para quien quisiese. Para ellos, tal vez yo fuera una simple puta por la cual había que pagar; de ser así, pecaban de ingenuos pues yo ni siquiera eso, sino simplemente una promotora de ventas disponible a los efectos de crear buena imagen para la empresa entre los clientes: extraña y paradojal situación la de considerar que, de ser una prostituta vip, tendría al menos más dignidad. Pero de todas formas, todo eso lo pensé después: en ese momento lo que sí sentí fue una humillación indescriptible y lo único que veía por delante de mí era el amplio corredor que nos llevaba hacia el ascensor, desde donde sólo cabía imaginar el camino hacia la habitación para ser cogida por ese cerdo delante de mi marido. Llegué, incluso, a pensar si no estaba exagerando en mis presunciones y no fuera ése su plan en mente, pero en cuanto echaba un vistazo de reojo a ese inmundo pervertido, casi no cabía suponer otro destino para mí.

No me soltó la cola durante el trayecto de dos pisos en el ascensor; por el contrario, volvió a insistir con lo de tantear bajo mi falda e, incluso, deslizar un dedo por debajo de mi ropa interior. Yo veía mi imagen reflejada en el espejo que ocupaba la pared lateral del ascensor y no puedo dar una idea de cuánto hubiera, en ese momento, preferido que no hubiera espejo alguno. Verme era la peor forma de tomar conciencia de mi decadencia; verme era tratar de hurgar en lo que yo ahora era para buscar, infructuosamente, encontrar algún vestigio de lo que alguna vez había sido. Pero no: cada vez había menos de Soledad en “nadita”. Cuando llegamos al piso, el sujeto soltó una risita y me dio una palmada en la nalga, como si se estuviese complaciendo o relamiendo de pensar en lo que (él) estaba a punto de disfrutar.

Para mi desgracia, había gente esperando el ascensor y, una vez más, me vi obligada a bajar la vista: un par de mujeres que, al parecer, aguardaban junto a sus maridos, me miraron con una mezcla de espanto y repugnancia; yo era la imagen misma de la indecencia. Recorrimos el corredor alfombrado hasta llegar a la puerta de la habitación 29, junto a la cual se hallaban los cuatro roperos sosteniendo a Daniel; no pude evitar mirarle por un instante al rostro y la impresión que me dio fue que él ya ni siquiera luchaba, no forcejeaba: su rostro, más bien, mostraba un intenso y profundo abatimiento, pareciendo a punto de romper en lágrimas de un momento a otro. Cuando nuestras miradas se cruzaron, sus ojos sólo rezumaron incomprensión; había en ellos algo no dicho, como si, de algún modo, me suplicase que, de una vez por todas, diera media vuelta y mandase a aquel tipo a la mierda. Yo desvié la vista y no lo seguí mirando pero, aun así, pude perfectamente adivinar su gesto de derrotismo y resignación al ver que tal cosa no ocurría.

El repugnante hombrecito colocó la llave y la hizo girar, tras lo cual, en una actitud caballeresca que, en realidad, estaba llena de sarcasmo, se apartó para dejarme entrar. Él ingresó detrás y, por último, lo hicieron los cuatro hombres de seguridad que tenían inmovilizado a Daniel. Era una habitación lujosa y, por alguna razón, la administración del hotel la había destinado a cosas así: finos cortinados, cuarto de baño con paneles semitransparentes, jacuzzi a la vista y sillones tapizados en animal print; más que una habitación de un prestigioso hotel, parecía corresponderse con un albergue transitorio: lujoso, pero albergue transitorio en sí.

El tipejo hizo una seña a los hombres de seguridad indicándoles claramente que se ubicaran sobre un costado de la habitación, a un lado de la cama y distanciados unos dos metros de la misma. Era, desde ya, una ubicación ideal, casi privilegiada, para que Daniel fuese testigo de cuanto él tuviera en mente hacerme. Yo me quedé de pie junto a la cabecera de la cama con mi vista siempre baja y las manos entrelazadas sobre mi sexo, casi como si pretendiera cubrirme con pudor de fuera a saber qué. El sujeto se dejó caer de espaldas sobre la cama y adoptó una actitud relajada mientras la expresión de su rostro sólo evidenciaba satisfacción. Sonriente, miró a Daniel, quien ahora se mantenía mudo, si bien su semblante hablaba por sí mismo: confluían impotencia, pesar y el odio.

“Bájenle el pantalón” – ordenó, súbitamente, el hombrecillo desde la cama, sorprendiendo con su impensada actitud de mandamás que parecía ejercer sobre aquellos hombres que, en definitiva, eran empleados del hotel.

Éstos, de hecho, se miraron entre sí como súbitamente descolocados; quizás se estaban preguntando cuál sería el límite al momento de someterse a los requerimientos de ese tipo. Uno de ellos pareció asimilar la situación algo más rápido que los demás; con un encogimiento de hombros, soltó a Daniel (los otros tres se las arreglaban sobradamente para mantenerlo inmovilizado) y, cruzándole los brazos desde atrás, le desabrochó el pantalón para llevárselo hasta las rodillas junto con el bóxer. Daniel pataleaba pero sin lograr demasiado pues el pantalón bajado le limitaba muchísimo el movimiento de las piernas. En ese momento levanté la vista ligeramente hacia él y me es imposible describir la expresión de humillación que dimanaba el rostro de mi esposo. El pitito le colgaba fláccido entre las piernas y quedaba terriblemente ridiculizado ante los prominentes bultos que delataba la entrepierna de cada uno de los roperos de seguridad que le rodeaban. El hombre bajito, siempre sobre la cama y con las manos entrelazadas haciéndole de almohada, le miró y soltó una risita burlona:

“Tal como me lo imaginaba – dijo -. Chiquito. Insignificante. Una mujer tan bella como ésta – señaló con el mentón en dirección a mí – se merece bastante más que esa mierdita…”

Apenas dichas tan humillantes palabras, procedió a desabrocharse el cinturón y bajar luego el cierre de su pantalón para, a continuación, sacar a relucir un miembro que me hizo abrir enormes los ojos. ¡Dios! Era, de hecho, impensado suponer que un tipo tan bajito pudiera tener semejante falo, digno de un superdotado; los propios guardias de seguridad parecieron conmocionados ante la imagen, pues la verdad era que su bulto debajo del pantalón no había dado trazas de contener un portento semejante.

“Una mujer como ésa – continuó diciendo el hombrecillo – se merece algo como esto”

Se acarició la verga de un modo asquerosamente obsceno y, tomándola entre sus dedos, la izó de forma que, aun sin tener todavía una erección, el tamaño podía apreciarse en toda su verticalidad. Eché un vistazo a Daniel con su pitulín colgando y me dio una profunda lástima; viéndole, además, la expresión del rostro, se lo notaba claramente desahuciado, vencido… Si el tipo había querido hacerlo sentir menos, había logrado con creces su objetivo.

“A ver, linda, acercate” – me instó el hombrecillo, en lo que ya para esa altura era una absoluta obviedad.

Caminando despaciosamente, giré en torno a la cama procurando dar a Daniel mi espalda; fuese lo que fuese que ese sujeto me hiciera hacer, me sentiría mucho menos apesadumbrada en la medida en que no tuviese que mirarlo de frente, razón por la cual elegí el mismo flanco de la cama sobre el cual él, a unos dos metros de distancia, era sostenido por los hombres de seguridad.

“No, querida – me dijo el tipejo, con un tono de voz suave que sonaba a impostada cortesía; trazó un semicírculo en el aire con su dedo índice -; por el otro lado…”

Debí suponerlo: tenía pensado todo y si quería degradar a Daniel, elegiría el modo más alevoso de hacerlo; ingenuo de mi parte era pensar que me iba a permitir darle la espalda a mi marido. Fui, por lo tanto, hacia el otro lado y volví a quedar con la vista caída y las manos cruzadas sobre mi regazo.

“Quiero que me digas la verdad – espetó el asqueroso sujeto, siempre toqueteándose -. ¿Alguna vez viste una pija como ésta? La de tu marido ya sé que no, jeje, pero… ¿otras?”

Su pregunta, con comentario incluido, fue acompañada por las risitas que, al parecer, no pudieron contener los hombres de seguridad. Más muerta de vergüenza que nunca, negué con la cabeza.

“No… – musité -; nunca…”

Y la realidad era que no mentía…

“Bien, ahora la vas a conocer personalmente, je – anunció, terriblemente morboso y perverso; empujó con los dedos hacia atrás la piel del prepucio de tal forma de dejar a la vista el enorme glande -; así que, adelante, linda: es toda tuya; disfrutala”

Lo único en que pude pensar en aquel momento fue en tratar de terminar el asunto lo antes posible en lugar de prolongar insufriblemente el calvario. La cama era amplia, razón por la cual tuve que apearme a ella a cuatro patas y, sobre mis rodillas, acercarme al tipejo por el costado hasta tener su increíble verga justo bajo mis ojos… y mi boca. No podía, por supuesto, mirar a Daniel, a quien imaginaba queriendo morir allí mismo. Despegué mis labios y, haciendo un aro con ellos, bajé en busca del enorme falo, pero el hombrecillo me detuvo por los cabellos antes de que alcanzara mi objetivo.

“No nos apresuremos – dijo, dejándome con ello en claro que mi plan de terminar todo de manera rápida no se condecía con el suyo -; primero quiero una buena lamida en las bolas”

¡Dios! ¡Qué asco! Llegó a mis oídos una débil protesta que no llegué a entender pero que, obviamente, había surgido de labios de Daniel; casi de manera simultánea, oí el inconfundible sonido de un nuevo e infructuoso forcejeo por liberarse. Yo, por mi parte, saqué mi lengua por entre mis labios y bajé la cabeza hasta hacer contacto con sus testículos: desagradables, rugosos, llenos de vello. Haciendo caso a la orden, se los lamí una y otra vez; no puedo describir la repulsión que sentía, lo cual se evidenciaba en mis ganas de vomitar.

“Suficiente, linda – dijo, al cabo de un rato -; ahora sí, encargate de ELLA”

Cuán extraño puede llegar a ser todo cuando se ha creído tocar el fondo de la decadencia, porque fue tanto el asco que me produjo lamerle los huevos que, puedo jurarlo, me significó en ese momento un inmenso alivio el tener que pasar a su verga, la cual, ahora sí, y luego de la lamida, estaba perfectamente erecta y, más que nunca, impresionaba a cualquiera. Volviendo a hacer aro con los labios, rodeé el glande y bajé a lo largo del tronco pero, por más que quisiera abarcar todo el miembro y tragarlo por completo, no había forma: no lo lograba. Sólo conseguía quedar casi colgada o ensartada con la verga prácticamente apoyada contra mis amígdalas. Una arcada, luego otra: el estómago se me revolvía…

“Cuesta comérsela toda, ¿verdad? – dijo, mordaz, el tipejo, percatándose de lo inútil de mi esfuerzo -. Ahora, quiero que lo mires a tu esposo”

Me sacudí como si hubiera recibido una descarga eléctrica. ¿Era necesario tanto morbo y sadismo? Era increíble pero, de pronto, y no sé bien por qué, me sentía terrible al tener que obrar de ese modo para con Daniel: justo yo, quien, por “venganza”, me había cogido a un par de tipos en el baño durante nuestra fiesta de casamiento. Pero hacerle lo que el tipo me exigía, era, a todas luces, demasiado: él ya había sido lo suficientemente humillado. ¿Qué necesidad había de llevar las cosas tan lejos? Sin embargo, ese despreciable sujeto no parecía dispuesto a hacer concesiones.

“Te dije que lo mires” – insistió, dándole más severidad al tono de su voz.

No me quedó pues, más remedio: sin soltar la verga y manteniéndola en mi boca, alcé los ojos para mirar a Daniel y, al hacerlo, pude sentir cómo el enorme glande se me clavaba ahora en el paladar. Miré a mi esposo y él me miró: sus ojos eran incomprensión, dolor y derrota… El tipo no me había especificado durante cuánto tiempo mantenerle la vista, de modo que sólo lo hice durante algunos segundos y volví a bajarla; la verdad era que ya no podía seguirlo mirando: me dediqué, en cambio, a mamar esa portentosa verga y, tal como antes dije, procurar, lo antes posible, dar fin a toda esa perversa locura. Por eso mismo me invadió un cierto entusiasmo cuando noté que el sujeto se retorcía y jadeaba, mientras su miembro parecía a punto de estallar, de un momento a otro, dentro de mi boca; al notar entonces la inminencia de la eyaculación, incrementé el ritmo de la succión y, en efecto, pronto pude sentir cómo su líquido tibio me invadía la garganta. El tipo aulló, más que gritó, y si bien estaba claramente excitado, me dio la impresión de que exageró a los efectos de hacer más dura la humillación para con Daniel…

Una vez que todo hubo terminado, solté la verga y aparté mi rostro, quedando de rodillas sobre la cama y sin atreverme, desde ya, a levantar los ojos; no quería, desde luego, toparme con los de Daniel. El hombrecillo yacía extenuado sobre la cama y su respiración fue pasando de jadeante a entrecortada para luego, poco a poco, irse normalizando. Yo, simplemente, aguardaba el momento en que se subiera el pantalón y diera todo por concluido, para así poder volver al stand. El momento, sin embargo, se dilataba y comencé a temer que ese cerdo inmundo no se fuera a dar por satisfecho con la mamada de verga que le había dado; ladeó su rostro y, sonriente, miró a mi marido. Se regodeó un rato manteniéndole la vista, al punto que Daniel terminó por bajar la suya: cada vez luchaba menos… El sujeto no decía palabra alguna y yo comencé a preguntarme a qué iba el asunto o por qué no daba, simplemente, por concluido el episodio de una vez por todas. Mirándolo de soslayo, me pareció advertir que su mirada ya no estaba posada sobre mi desdichado marido sino que parecía más bien recorrer a los roperos de seguridad que le retenían. Imposible descifrar el por qué de esa detestable sonrisita dibujada en su rostro mientras lo hacía; llegué a pensar que quizás fuera bisexual o algo así, pero me equivoqué… Su pervertida mente estaba en otro lado.

“¿Cuál de ellos te gusta más?” – me preguntó de sopetón, girando la cabeza hacia mí.

Su pregunta, claro está, me tomó totalmente por sorpresa, tanto que casi caí de espaldas fuera de la cama. Lo miré sin entender…

“¿Cuál te gusta? – insistió -. Te permito elegir…”

La cabeza comenzó a girarme. ¿Qué se proponía ahora? ¿Humillar aun más a mi esposo haciéndole presenciar cómo yo, por cuenta propia, elegía a un tipo? Por lo pronto, yo ya estaba acostumbrada a que no hubiera, para mí, demasiado lugar para dudas u objeciones, así que, simplemente, hice lo que me decía. Recorrí con la vista a cada uno de los cuatro y, realmente, costaba hacer un balance: el que lucía una musculatura más formidable no era precisamente el más bello facialmente; el que, por el contrario, se destacaba en ese aspecto por sobre el resto, estaba, por supuesto, muy bien dotado físicamente pero no tanto como otros y algo parecido pasaba con su bulto. Terminé optando por uno de aspecto moreno y bien latino, calvo y muy ancho de hombros que, distaba de ser carilindo y, sin embargo, tenía algo… además de, por supuesto, un bulto bastante prominente aunque la verdad era que ya nada podía impresionarme tras haber visto y mamado la impresionante verga del hombrecillo… Sí, ése era el equilibrio justo.

“Aquél” – dije, señalándolo con el dedo y no sin sentir una profunda vergüenza al hacerlo.

Al tipo así elegido, se le dibujó una sonrisa en el rostro al tiempo que los demás parecieron manifestar un cierto despecho que, de todas formas, daba impresión de ir más en broma que en serio: no era descabellado pensar que serían amigos, más allá de la insólita competencia que acababa de tener lugar para determinar cuál era el macho elegido por la hembra.

“Bien – asintió el hombrecillo -. Andá y mamale la verga entonces…”

Una vez más, siempre parecía haber un nuevo peldaño para la incredulidad; lo miré con una mezcla de perplejidad, confusión y desprecio, pero el tipejo, siempre de espaldas sobre la cama, se mantuvo impertérrito.

“Vamos – insistió -; te quiero ver hacerlo”

Mientras la repulsión crecía dentro de mí, comencé a ver mejor el plan de ese degenerado: era obvio que no estaba aún satisfecho y que pensaba disfrutar de mí algo más, pero le sería difícil hacerlo si no se excitaba nuevamente. ¿Y qué mejor forma de excitarse que viendo cómo yo le mamaba la verga a uno de los hombres de seguridad delante de mi propio esposo? Qué aborrecible; no podía creerlo… Pensé en escupirle el rostro; me contuve…

Sabiendo que no sólo cualquier resistencia sino también cualquier disenso de mí parte eran allí inútiles, me bajé de la cama y caminé hacia el hombre, quien lucía aun más extasiado e incrédulo que yo pero también y de manera ostensible, gratamente sorprendido por la buena nueva. Los demás, claro, lo miraban con una mezcla de envidia y diversión; y en cuanto a Daniel, por supuesto, su expresión sólo evidenciaba querer ser tragado por la alfombra de la habitación para no tener que ver más. Estoy segura de que, para esa altura, sólo debía sentir arrepentimiento por haber tenido la desgraciada idea de colarse en el evento.

Me encaré con el hombre al cual debía practicarle sexo oral; tendría unos treinta y tantos y había que decir que gozaba de algún atractivo muy especial: quizás ello haría algo más placentera para mí la tarea a cumplir. Él me dedicó una ligera sonrisa, en tanto que yo mantuve mi expresión facial en absoluta neutralidad. Me acuclillé y, prestamente, le desprendí el cinturón y el botón de su pantalón: cuando jalé de él hacia abajo, fue casi como irle desprendiendo la piel de tan ceñido al calce que lo llevaba. Una vez que lo dejé en slip, su bulto quedó ante mis ojos y había que decir que era más que generoso, sólo que, claro, después de la verga que había tenido que tragar hacía apenas un momento, parecía ahora como si cualquier otro miembro masculino quedara empequeñecido y ni qué decir, en ese sentido, del pitulín de Daniel, hacia el cual eché un ligero vistazo de reojo y sólo me produjo una infinita tristeza. En fin, no había mucho más para pensar y, después de todo, el tipo a quien tenía que mamársela era bien atractivo, así que me dije: ¿por qué no?

Jalé hacia abajo el slip y, entonces sí, su verga quedó desnuda a centímetros de mis ojos: y digo bien, a centímetros, ya que se le había parado apenas bajarle el pantalón. “A comer”, me dije, y debo decir que, a comparación del inacabable falo del tipo bajito, aquello parecía para mí un juego de niñas y, por mucho que me costara y doliera admitirlo, debía yo reconocer que ya tenía una cierta experiencia al respecto. Es muy loca la mente, pues por un momento me quedé recontando en mi mente cuántas eran las vergas que ya había entrado a mi boca… y me perdí; de lo que sí estaba perfectamente segura era de que nunca había entrado la de Daniel, por lo cual no era difícil imaginar cuánto le debía estar doliendo presenciar escenas como aquella. Yo necesitaba, sí o sí, limpiar mi mente de culpas si quería chupársela bien a ese tipo; no funcionaría si me mantenía pensando en que Daniel estaba allí, al lado mío. Me concentré, por lo tanto, en Floriana y en el hecho de que, en definitiva, Daniel me había sido infiel con ella; sí, sé que suena a burda autojustificación y admito que lo era, pero funcionó…

Acuclillada como estaba, lo aferré por las caderas y le enterré las uñas en las nalgas: ¡Dios! ¡Qué firmes las tenía! Me causó placer y excitación arrancarle un quejido a semejante hombretón y ello me puso a mil; definitivamente, y tal vez simplemente por contraposición, yo no me estaba tomando el asunto del mismo modo que lo había hecho con el tipo bajito. Puedo asegurar que aquí no había repulsión, sino sólo irrefrenables ganas de devorar ese pene erecto… y eso fue lo que hice. Succioné y succioné, mientras él jadeaba y los demás reían o, incluso, alentaban; y en cada movimiento de succión traje a mi mente la imagen de Daniel cogiendo con Flori… Así lo hice hasta que el tipo acabó en mi boca con un aullido gutural que, una vez más, fue festejado ruidosamente por sus compañeros: hasta llegué a temer que, si estaban demasiado enfrascados en observar la escena, perdieran control sobre Daniel y lograra éste liberarse pero, afortunadamente, nada de ello ocurrió. Le tomé toda la leche mientras, apretándole las nalgas, lo traía hacia mí una y otra vez. “Te voy a dejar sin nada adentro”, me decía para mí misma y, en efecto, actué en consecuencia hasta que ya no quedó gota y el tipo fue recuperando su respiración. Tragué todo, por supuesto; ya sé que suena a delirio, pero tenía mejor sabor que la del tipo bajito: quizás fuera sólo parte de la subjetividad ejercida por el inconsciente, pues la diferencia fundamental era que terminaba de mamarle la verga a un tipo a quien, verdaderamente, daban ganas de mamársela. En ese sentido, había que decir que el hombrecillo inmundo había estado acertado al permitirme elegir, pues con ello había introducido en el asunto un elemento muy morboso que contribuía a aumentar mi excitación. Se la había mamado a ese tipo por obligación, sí, pero ello sólo servía para intentar tranquilizar mi conciencia puesto que, en realidad y a fin de cuentas, lo había disfrutado… Y cómo…

Un palmoteo en el aire resonó a mis espaldas; desde la cama, el tipo bajito estaba aplaudiendo:

“¡Fantástico! ¡Hermoso! – repetía una y otra vez a viva voz -. ¡Ya la tengo parada nuevamente, jaja”

Claro: ése había sido siempre su objetivo. Por lógica, lo siguiente sería llamarme a su lado para mamársela nuevamente, o bien ser penetrada por alguna otra entrada.

“Venga conmigo, hermosa” – me dijo el tipejo, en falso tono de invitación; persistía además en no llamarme por mi nombre y, de hecho, jamás lo preguntó. Y si lo había oído durante el revuelo en el salón principal del hotel, estaba claro que lo ignoró o, sencillamente, no se preocupó en retenerlo: ello sólo contribuía a hacerme sentir aun más como una cosa.

Con cierta nostalgia, le eché un último vistazo a la verga que acababa de mamar y me giré hacia la cama: el asqueroso sujeto no se hallaba ya acostado sobre la misma sino totalmente desnudo y de rodillas sobre la cabecera; su miembro, por supuesto, absolutamente erecto.

“Colóquese por delante de mí, hermosa” – me ordenó.

Le faltó decir “a cuatro patas” pero eso era algo que se caía de maduro. Me trepé nuevamente a la cama y, gateando sobre la misma, me ubiqué en la postura que él reclamaba y dándole la espalda. Una vez que lo hice, él simplemente soltó uno a uno los portaligas, me acarició durante un momento y después me bajó la tanga sin más miramiento. Lo que siguió, por supuesto, fue cogerme; de eso yo no tenía ninguna duda y, en todo caso, la única incógnita posible pasaba por saber si me penetraría por la vagina o analmente. Fue la primera de ambas, por fortuna.

Antes dije que el tipo parecía un cerdo y puedo aseverar que me montó como tal; el único lubricante que utilizó fue su propia saliva, así que no necesito describir el dolor que sentí al ser taladrada por semejante miembro; juro que hasta llegué a temer por mi bebé de tan profundo y potente que me entraba: y a la vez, rogaba que no se le fuera a dar luego por dármela por el culo.

“¡Sole!” – gritó Daniel de pronto, en un súbito arrebato de alguna resistencia.

Maquinalmente, y con mi mejilla apoyada contra la cama, le miré: ahora él forcejeaba nuevamente para librarse de sus captores, pero demás está decir que los tipos lo tenían perfectamente inmovilizado y, de hecho, se reían de sus absurdos esfuerzos.

“¡Chist! ¡Silencio! – le recriminó el hombre bajito sin dejar de cogerme ni por un instante -. Usted se calla y sólo mira…”

“¡Sole, por favor! – aullaba desesperado Daniel, ignorando la advertencia -. No… me hagas esto: no se lo permitas… ¡Te lo ruego! ¡Te pido, por favor, que… te acuerdes de tantos hermosos momentos que hemos vivido siendo novios! ¿Te acordás de aquel primer fin de semana en Gesell? ¿O de cuándo traté de enseñarte a manejar y chocamos? Y, sin embargo, todo eso era, para nosotros, una anécdota graciosa… Sole, te lo ruego, pensá en todo eso: hacé memoria; todo está allí… No murió…”

En contra de mi voluntad, los recuerdos acudían a mi mente e, incluso, creo que esbocé una levísima sonrisa al recordar lo del auto, cuando se nos cruzó un cerdo suelto y, en lugar de tocar el freno, me abataté y giré el volante. Pero mientras mi cabeza se devanaba en recordar y algún atisbo de felicidad parecía surgir del pasado, la verga formidable de ese tipejo no hacía más que traerme de vuelta al presente una y otra vez, sacudiéndome y llevándome adelante y atrás como si yo fuera un estropajo; tanto fue así que cerré los ojos y, de pronto, allí donde hasta segundos antes veía un cerdo cruzándose en la carretera, ahora resultaba que el cerdo lo tenía detrás… y me cogía… y me cogía… y me cogía. La lucha interior, una vez más, terminó con la derrota de Soledad pues, simplemente, giré mi cabeza hacia el otro lado y apoyé sobre la cama la mejilla contraria para no tener que ver a Daniel.

Y el tipo me acabó; tardó algo más de lo que yo hubiera deseado porque, claro, hacía muy poco que lo había hecho en mi boca, pero el semen llegó y me invadió. No puedo decir cuánto agradecí el momento en que retiró su verga…

“Te dije que te callaras y sólo miraras” – le oí reprochar, en obvia alusión a mi esposo; el tono era de fastidio.

Se sentó sobre el borde de la cama mirando fijamente a Daniel y yo me giré hasta apoyarme sobre un codo. El asqueroso sujeto hizo una seña a los hombres de seguridad.

“Llévenlo al jacuzzi – espetó -. Lávenle el culo para que aprenda”

Se me contrajo el pecho ante tanta perversión. Los cuatro roperos llevaron a Daniel prácticamente en vilo y, pasando por delante de la cama, se dirigieron hacia el jacuzzi, el cual se hallaba sobre el flanco opuesto de la habitación. Daniel, desde luego, seguía aún con el pantalón y el bóxer en las rodillas y, por lo tanto, con su pitulín colgando. Uno de los hombres accionó los comandos de tal modo que el agua comenzó a correr. En cuanto al hombre bajito, se había ya bajado de la cama y caminaba hacia el lugar con un aire que, por alguna razón, se me antojó casi mafioso.

“Tu esposa es una hembra fantástica – dijo, en tono sereno – y, como tal, sólo merece ser cogida por hombres de verdad, no por putos a los que apenas les cuelga una mierdita por entre las piernas”

Ya sé que para esa altura debía estar curada de espanto, pero yo no podía creer lo que estaba viendo y oyendo: el lenguaje era soez y denigrante; dolía imaginar el estar en los oídos de Daniel y tener que oír todo eso. Uno de los roperos de seguridad, el calvo moreno al cual yo se la había mamado, tanteó el agua hasta comprobar que estaba a punto; parecían ser la patota de algún mafioso a punto de llevar a cabo una “vendetta” y, de no haber mediado el anuncio del tipejo acerca de lavarle el culo a Daniel, cualquiera podía pensar que estaban en plan de ahogarlo.

“Ya está lista” – anunció el hombretón con la mano aún en el agua.

“Bien, empiecen entonces, pero… aguarden un momento – se detuvo y se giró para mirarme -; te quiero aquí, junto a tu marido: quiero que veas lo que van a hacerle”

Su morbo parecía no tener límites y, al parecer, quería someter a Daniel a una última humillación antes de dejarlo ir: que su propia esposa viera cómo cuatro tipos fornidos le lavaban la cola a manaza limpia. Haciendo caso al requerimiento, me bajé de la cama y caminé hasta quedar de pie junto al jacuzzi mientras tres de los cuatro tipos tenían ahora a Daniel doblado sobre su propio vientre para hacerle exponer su cola. El primero en depositar su mano sobre la misma fue, precisamente, el moreno calvo; trazó círculos con su mano húmeda por todo el traste de Daniel y, luego, lo enjabonó. Casi como si se hubiese tratado de alguna tarea previamente consignada y ya organizada, le siguió otro, y luego otro… y otro, mientras Daniel se retorcía inútilmente para tratar de esquivar el contacto, pues cada vez que alguno de ellos le enjugaba el culo, los otros tres lo sostenían. El tipejo caminó junto al particular grupo y se ubicó sobre un costado; se inclinó (sin que le hiciera falta demasiado) como para escudriñar por debajo del cuerpo doblado de Daniel y, apenas lo hizo, sonrió con satisfacción y me hizo seña de que me acercara con un movimiento de su dedo índice. Yo no sabía realmente a qué iba el asunto y lo que sí podía decir era que constituía una experiencia casi traumática el ver a mi esposo ser degradado de esa manera; pero siempre parecía haber algo más y esta vez no fue la excepción. Cuando llegué junto al hombrecillo, éste me indicó con su dedo índice en dirección a la entrepierna de Daniel y, al doblarme para poder mirar donde él señalaba, me encontré con que el pitulín de mi marido estaba… erecto.

“Es lo que pasa siempre con los putos – dictaminó el hombrecillo, como haciendo gala de ojo clínico -; se les para cuando les acarician o les lavan la cola. Sólo quería que vieras qué tan poco hombre es tu marido”

Daniel, ya vencida toda resistencia, comenzó a sollozar y yo pedí internamente que aquel suplicio terminase de una vez, tanto para él como para mí, pues en verdad dolía en el alma verle humillado tan cruelmente. Yo ignoraba y sigo ignorando si el dictamen de ese tipejo era verdadero pero, para esa altura, poco importaba… Daniel lloraba y se sentía poco hombre, con lo cual ese cerdo conseguía su objetivo. Luego dio por terminado el espectáculo y les ordenó a los cuatro tipos que, ahora sí, lo sacaran del hotel de una vez por todas, así que éstos le acomodaron la ropa y se lo llevaron nuevamente a la rastra. Al momento de salir, Daniel giró levemente la cabeza para mirarme y su rostro era sólo derrota y angustia…

Después, el tipejo me despidió con un beso en la cola que sólo me produjo más asco y ni siquiera se tomó la delicadeza de acompañarme en mi regreso al salón principal sino que, directamente, me dijo que me marchara y se quedó vistiéndose para hacerlo lo propio luego, supuse. Me acomodé la ropa y salí de allí, casi a la carrera, en busca del ascensor.

Al llegar al stand, me encontré con que Evelyn estaba hablando por su teléfono celular:

“Sí, Ro, no te das una idea: ¡qué tipo asqueroso! – decía -: el imbécil se me acercó y pretendió tener sexo conmigo. ¿Quién se piensa que soy? ¡Obvio que le crucé la cara de un cachetazo!”

Hablaba con su amiga, desde luego; yo no sabía a quién hacía referencia la conversación pero, al parecer, lo ocurrido conmigo había sentado precedente y algún otro se le había arrimado a Evelyn con idéntico objetivo. La diferencia era que, a juzgar por lo que ésta contaba al teléfono, le había estampado una bofetada. No tenía yo forma, por supuesto, de saber si lo que narraba era cierto; no porque Evelyn tuviera tendencia a mentir sino porque no era nada loco que estuviera fabulando o exagerando una historia al habla con su amiga sólo por el hecho de que yo estaba allí, escuchando. Y como siempre lo hacía, ella quería marcar diferencias conmigo: quería mostrarme todo el tiempo que era digna, altiva, soberbia; lo peor de todo era que yo debía admitir que todo eso era cierto… Y, aunque pueda sonar increíble, yo, en algún punto, la admiraba, pues ella era lo que yo no podría ser nunca…

CONTINUARÁ

Relato erótico: “Di por culo a la puta de mi cuñada y a mi mujer 2” (POR GOLFO)

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Sé que no me creeréis o al menos os resultará raro, pero os tengo que confesar que tener a ambas hermanas desnudas en mi cama, me cortó. Aunque había disfrutado del culo de Nuria con anterioridad, para mi mujer esa iba a ser la primera vez. Para ella, yo la estaba haciendo un favor porque, desconociendo lo ocurrido durante el congreso, seguía pensando que odiaba a su hermanita.
Me diréis que tener a una rubia preciosa y a una morena espectacular pegadas a mi cuerpo, debería haberme hecho reaccionar pero un tanto abochornado, reconozco que no. Aterrorizado por dicha circunstancia, mi pene se negó a reaccionar. Flácido y encogido hasta su mínima expresión, no reaccionó a las caricias de Inés.
Muerta de risa, mi esposa le soltó a Nuria:
-Te juro que mi marido es una fiera en la cama, ¡No se le ocurre!
No pudiéndole confesar que conocía en carnes propias, mi maestría entre las sabanas, se unió a su risa, diciendo:
-¡Déjame probar!
Sin pedir mi opinión, tomó mi verga con su mano sustituyendo a la de Inés, la cual la soltó para que Nuria pudiera seguir. Entonces con una sonrisa en sus labios, la contempló brevemente como quien observa algo que largo tiempo estuvo vedado pero que necesita, para acto seguido inclinar su cabeza y mimándola  como a un bebé, empezó a darle besos a mi extensión con una ternura que me dejó helado. Poco a poco, mi cuerpo fue reaccionando mientras ella se afanaba en reactivar mi maltrecho miembro.
Pidiendo su aprobación, miré a mi esposa y descubrí en su mirada una extraña excitación:
“¡Le pone cachonda que su hermana me la mame!”, pensé.
Su tácito permiso fue lo que necesitaba mi falo para ponerse erecto y ya luciendo como en las mejores ocasiones, erguido esperó el siguiente paso de mi cuñada. Nuria al comprobar el éxito de sus besos, sonrió y lentamente se lo fue introduciendo en su boca. La parsimonia que uso para embutírselo hasta el fondo, me permitió sentir la tersura de sus labios recorriendo mi extensión.
-¡Bésame!- pedí a mi mujer.
Inés, al escucharme se lanzó sobre mí y con una urgencia que me dejó sorprendido, buscó el consuelo de mis labios mientras su hermana me estaba dando una mamada de campeonato a pocos centímetros de ella. Viendo su grado de excitación, llevé mi mano a su entrepierna para descubrir que su sexo estaba completamente empapado y convencido de que necesitaba mis caricias, me apoderé de su clítoris con mis dedos.
-¡Dios!- gimió para acto seguido berrear como una cierva en celo al sentir mis yemas sobre su botón.
La calentura de Inés se incrementó de sobremanera cuando le introduje un dedo en su abertura y ya completamente desbocada, se zafó de mis toqueteos y colocándose a horcajadas sobre mi cara, puso su sexo en mi boca para que se lo comiera.  Al entrar mi lengua en contacto con los pliegues de su vulva, mi querida y fiel esposa se creyó morir y a voz en grito me pidió que no parara mientras azuzaba a mi cuñada diciendo:
-¡Demuéstrale a mi marido que sabes mamarla!
Estimulada por las palabras de su hermana, Nuria incrementó el ritmo y la profundidad de su mamada, incrustándose mi miembro hasta el fondo de su garganta. Os juro que creí estar en el paraíso al tener el coño de mi esposa en la boca mientras mi cuñada me daba tamaña felación y ya totalmente verraco, usé mi lengua como si fuera mi pene para penetrar con ella el estrecho conducto que tenía a mi disposición. Metiendo y sacando ese húmedo apéndice conseguí que Inés llegara al orgasmo pegando un alarido.
-¡Me corro!- gritó derramando su flujo por mi cara.
Queriendo prolongar su éxtasis, me dediqué a absorber el manantial que brotaba de entre sus piernas pero reconozco que fui incapaz porque cuanto más lo intentaba mayor era el caudal que salía de su sexo. Mis maniobras, si bien no pudieron secar el rio en el que se había convertido su vulva, provocaron que mi mujer enlazara un orgasmo con el siguiente hasta que dándose por vencida, se dejó caer sobre la cama.
Liberado de la obligación de seguir satisfaciendo a Inés, me concentré en Nuria y llevando mi mano a su cabeza, empecé a acariciarle el pelo mientras le decía:
-¡Mi cuñadita no sabe ni  hacer una mamada!
La reacción de la muchacha no se hizo esperar y elevando el ritmo de su boca, lo convirtió en infernal mientras con una de sus manos, me acariciaba los testículos. Supe que el hecho de no haber eyaculado aún se debía a que con anterioridad a su llegada, le había hecho el amor a mi mujer pero achacándolo a su falta de pericia, le susurré:
-Si no puedes, ¡Pídele ayuda a tu hermana!
Habiendo sido aludida, Inés se incorporó y acercándose a donde la morena se afanaba en busca de mi placer, se juntó a ella diciendo:
-¡Dejemos seco a esta bocazas!- tras lo cual su boca se unió a la de Nuria y entre las dos, empezaron a competir en cuál de las dos absorbía mayor extensión de mi miembro.
Mirando hacia mis pies, la visión de esas dos melenas maniobrando como locas en búsqueda de un premio fuel bruta y completamente absorto, comprendí que de ese día en adelante se abría ante mí un futuro lleno de placer. Si nunca habéis conocido la sensación que dos bocas y cuatro manos se dediquen a exprimir vuestro miembro, es algo que os aconsejo:
“¡No hay nada tan maravilloso ni tan excitante!”
La ayuda que prestó mi mujer a mi cuñada no tardó en conseguir su objetivo y percibiendo los primeros síntomas, le avisé que me iba a correr. Entonces esas dos hicieron algo que me terminó de convencer de que mi destino iba a ser halagüeño, uniendo sus bocas en un beso cogiendo entre medias a mi glande,  esperaron que explotara para así compartir como buenas hermanas mi simiente. Las oleadas de semen que brotaron de mi pene fueron engullidas por ambas ante mi atenta mirada y solo cuando confirmaron que ya habían dejado secos mis huevos, se dedicaron a base de lamidas a limpiar mi miembro.
Sus carantoñas no cesaron cuando ya habían retirado cualquier resto de semen sino que las prolongaron con el propósito firme de reanimar mi pene. Lo creáis o no, ¡Lo consiguieron! Y entonces mi mujer me susurró al oído:
-¡Necesito que te la folles!- y bajando aún más la voz, dijo: -Sé que nunca te has llevado bien con ella, pero Nuria lo necesita.
Viendo mi disposición cogió mi miembro entre sus manos y llamando a su hermana, la ayudó a empalarse con él. La lentitud con la que se empaló, me permitió notar cada uno de sus pliegues; percibir como fue desapareciendo mi pene en su interior y como mi capullo rozaba la pared de su vagina, llenándola por completo.
No sé si al verla así abierta de piernas con mi sexo en su interior, despertó en Inés el amor de hermana y la quiso ayudar a completar su sueño o por el contrario fue algo demasiado atrayente para desperdiciarlo, pero lo cierto fue que simultáneamente al inicio de los movimientos de las caderas de mi cuñada, mi mujer se adueñó del clítoris de su hermana y empezó a masturbarla frenéticamente.
-¡No es posible!, seguid así ¡soy vuestra puta! -, gritó Nuria, increíblemente excitada por nuestros dobles manejos y acelerando su loco cabalgar, buscó el fundirse con nosotros antes que su interior explotara en brutales sacudidas de placer.
Con su respiración totalmente entrecortada y el corazón latiendo desenfrenadamente, gemía pidiéndonos que continuáramos, mientras su vulva se derretía por el calor y sus manos pellizcaban sus pezones en busca de un plus de excitación. Pero fue cuando Inés incrementó sus manejos, metiendo uno de sus dedos en el ojete de la morena cuando estalló retorciéndose como posesa.
Mi mujer al verla agotada y exhausta, creyó que debía ratificar totalmente su disposición a compartirme con ella y con un extraño fulgor en sus ojos, me preguntó viendo que mi pene seguía erecto:
-¿Te sientes con ganas de darla por culo?
Al oírme decir que sí, metió dos dedos en el coño de la morena y recogiendo parte de su flujo, empezó a embadurnar el esfínter de su hermana. Confieso que todavía no me puedo creer lo rápido que aceptó mi esposa a Nuria como partenaire sexual pero lo cierto es que viendo que su entrada trasera seguía tensa:
¡Usó su lengua para relajarla!
Mi cuñada al notar tan poco fraternal caricia por parte de la que era de su sangre, como una perturbada, le pidió que siguiera pero entonces llamándome a su lado, Inés me dijo:
-¡Dale fuerte!- y no satisfecha con ello, se cambió de sitio y poniendo su coño en la boca de su hermanita, le ordenó: -¡Cómeme!
Nuria no se lo pensó dos veces y poniéndose a cuatro patas abrió las piernas de Inés para hundir a continuación su lengua hasta el fondo del sexo de mi mujer. La temperatura de la escena iba subiendo por momentos. Desde mi posición, pude percibir como del fondo del coño de la zorra de mi esposa fluía sin control un riachuelo que discurría por sus piernas, yendo a morir sobre las sábanas. Aproveché ese instante para  nuevamente desflorar la maravilla de culo de mi cuñada y abriendo sus nalgas, de un solo golpe la penetré analmente.
Nuria se quedó paralizada al sentir que le rompía el culo. Había supuesto que iba a revelarse a mi agresión por no tenerlo suficientemente relajado, pero en contra de mi previsión, esperó pacientemente a que yo marcara el ritmo. Mi mujer cabreada al sentir que su hermana había dejado de comerle el coño, tirándole del pelo llevó su boca nuevamente hasta su sexo mientras me decía:
-¡Fóllate a la puta!.
No sé si fue que al no reaccionar Nuria al insulto, me terminó de convencer pero lo cierto es que dándole un azote en las nalgas, empecé a mover mi pene en su interior de sus intestinos.
-Agg…-gimió al notar que sus músculos eran forzados por los movimientos de mi extensión en su trasero.
Hice caso omiso a ambas mujeres, la posesión de ese ansiado trasero me espoleó y acelerando mis penetraciones tiré de su negra melena, mientras seguía castigando sus cachetes con mi mano. La presión de su esfínter se fue relajando facilitando que mi cuñada se fuera acostumbrando a sentir mi verga en su interior. Paulatinamente, el dolor fue dando paso al placer, hasta que completamente rendida a mi acoso, clavando las uñas en el colchón reanudó la mamada a Inés. Ésta al sentir la lengua de su amada hermana hurgando en su clítoris, me miró buscando mi aceptación.
-Está bien-, al escuchar que no me importaba que fuera su boca quien la hiciera gozar, mordiéndose los labios y cerrando los ojos, se puso a disfrutar sin sentir celos de mi montura.
La guarra estaba a punto de correrse y al constatarlo, me pidió que no parara. Obedeciendo a mi instinto, mordí su cuello coincidiendo con el orgasmo mutuo de mis dos mujeres. Cabreado por no haber conseguido desahogarme, continué acuchillando su cuerpo con mi sexo, prolongando su clímax más allá de lo razonable hasta que mi verga explotó anegando el culo de Nuria con mi semen, mientras su dueña caía desplomada sobre la cama.
Satisfechos y exhaustos permanecimos unos minutos sin decir nada, hasta que rompiendo el silencio, Inés me dijo al oído:
-No te quejarás, ¡Le has roto el culo a mi pobre hermanita!
Soltando una carcajada, las abracé a las dos.
Nuestros primeros días como un trio.
Si cuando me enteré de las intenciones de Nuria de convencer a su hermana de que me compartiera con ella, había supuesto que iba a ser imposible, ya conseguido, reconozco que creí que iba a durar más bien poco y que de alguna forma iba a  afectar a la estabilidad de mi matrimonio. Pero contra todo pronóstico, me equivoqué por que las dos hermanas demostraron que no solo eran capaces de olvidarse de sentir celos una de la otra sino que descubrieron que podían conseguir entre ellas un placer distinto al que yo podía darles.
Si os preguntáis cuando me enteré, es sencillo:
¡Desde la primera mañana que amanecimos juntos!
Después de pasarnos toda la noche follando, al día siguiente, estaba agotado, pero la cercanía de mis dos mujeres me excitó y nada más despertarme, me levanté al baño con ganas de liberar mi vejiga, pero también tratando de calmarme. Al volver me quedé extasiado al observarlas. Eran dos hembras de bandera, diferentes, pero no se le podía negar que eran las dos bellas. Inés, la mayor, era con creces la que prefería y no solo por ser mi verdadera esposa sino porque a ella me unía además de la atracción física el amor. Lo me cabía en la cabeza  era que hubiese cedido ante su hermana. Nuria, en cambio, era más delgada con cara de no haber roto un plato. Con unos enormes pechos  que te invitan a besarlos, se había revelado como una fiera en la cama.
Sin haberlo planeado y aún somnolienta, mi cuñada abrió los ojos sorprendiéndose de ver que yo que estaba despierto.
Buenos días-, me empezó a decir cuando cerrándole la boca con un beso le dije: –Quiero verte haciéndole el amor a Inés-.
Me sonrió al escucharme, y dándose la vuelta, se concentró en la mujer que tenía a su lado. Sus pequeñas manos, comenzaron a recorrer el cuerpo desnudo y aun dormido de mi esposa. Me encantó ser el convidado de piedra de sus maniobras. Cogiendo uno de sus pechos con las manos, empezó a acariciarlo mientras la otra seguía soñando. Sin poderlo evitar y creyendo quizás que era yo quien lo hacía, sus pezones se erizaron al sentir la lengua de su hermana recorriéndolos. Poco a poco se fue calentando e inconscientemente entreabrió sus piernas facilitando la labor a la morena. Desde mi privilegiado puesto de observación vi como esta le separó los labios y acercando su boca se apoderó de su clítoris. Mi mujer recibió las caricias con un gemido, mientras se despertaba. La muchacha al notarlo, usó su dedo para penetrarla mientras seguía mordisqueando el botón del placer. Al abrir sus ojos, me vio mirándola mientras que su hermana la poseía.
Disfruta-, le dije tranquilizándola, pasando mi mano por un pecho,-me encanta ver cómo te hace el amor.
Un poco cortada, se concentró en sus sensaciones. Estaba siendo acariciada por nosotros dos, pero alucinada se dio cuenta que le gustaba la forma en que su consanguínea le estaba haciendo el sexo oral. Nunca se lo habían hecho con tanta delicadeza, meditó al notar que le metía el segundo dedo. Algo que no había sentido nunca empezó a florecer en su interior y con un jadeo presionó a su cabeza, exigiéndole que la liberara para acto seguido girarse  en la cama y cogiendo mi miembro ya totalmente erecto por lo que estaba viendo, empezó a acariciarlo con su lengua.
Una descarga eléctrica surgió de mi entrepierna. Me enloqueció la forma en la que su boca fue engullendo mi miembro. Con una lentitud exasperante, sus labios recorrían la piel de mi sexo, mientras su lengua jugaba con mi glande. Decidido a que mi mujer fuera la primera en correrse, separando sus piernas puse la cabeza de mi pene en la entrada de cueva y aunque ella me pedía entre gemidos que la penetrara no lo hice. Al contrario usando mi glande, me dediqué a minar su resistencia, jugando con su clítoris mientras mi cuñada, sin dejar de acariciar a su dueña y buscando su propio placer se masturbaba. Los gemidos y jadeos mutuos las retroalimentaba, y el olor a hembra caliente recorrió la habitación.
Paulatinamente, las dos hermanas fueron cayendo en el placer, sus cuerpos se retorcían entre sí.
Hazme el amor-, me exigió mi esposa.
La fuerza de su orden me hizo comprender su urgencia pero percatándome que debía permitir que llegaran al orgasmo ellas dos solas, me levanté de la cama y le dije:
-Me pediste que te permitiera compartirme con tu hermana. ¡Ahora te lo pido Yo! Si quieres que siga siendo el hombre de ambas, tú debes de ser la mujer de los dos.
Comprendiendo mis razones y dominada por la lujuria, decidió complacerme y llamando a su hermana, la besó. No sé si fue mi orden o que ya abducida por el deseo no pudo evitarlo, pero la realidad es que comportándose como una autentica lesbiana, obvió que la lengua que ese mujer  era su hermana y metiendo dos dedos en su interior, buscó darle placer.
-¡Dios!- gritó la Nuria mordiéndose sus labios de gozo.
Olvidándose las dos de mi presencia, se convirtieron en amantes. Mi esposa cogiendo uno de los pechos de su hermana, sacó su lengua y con delicadeza fue recorriendo su negra areola mientras seguía follándola con los dedos.Su acción dejó a Nuria sin aliento, jadeando con los ojos cerrados. Conociendo la excitación que corroía a su hermana le dio  en un nuevo beso, esta vez mucho más largo.
Fue entonces cuando decidí incrementar la temperatura de esa escena y abriendo el cajón de la mesilla, saqué el consolador con el que jugaba con mi esposa y dándoselo a ella, le dije:
-Fóllatela.
Sin más dilación, Inés enterró el aparato en la vagina de Nuria. La morena gruñó al sentirse clavada. Cerró los ojos y apoyó su cabeza en la almohada, para disfrutar de esa penetración.
-Méteselo más hondo- le exigí.
Mi mujer no necesitó que le dijera nada más, cumpliendo mis deseos sacó y hundió el consolador con fuerza en el interior de mi cuñada. Esta al sentirlo, culeó haciéndole saber que estaba a punto de correrse. Sus gemidos se convirtieron en aullidos cuando tomando de nuevo el consolador, le imprimió un ritmo fuerte y rápido. Su amada víctima intentó seguir el compás al que estaba sometida. Pero cuando mi mujer, atrapando con una mano un pezón lo retorció con tal fuerza que Nuria empezó a retorcerse y gritar mientras alcanzaba un tremendo orgasmo. Tras lo cual de bruces sobre el colchón.
Fue entonces cuando Inés mirándome me dijo:
-Ahora ¡Fóllame!
Como había cumplido con creces mis deseos, decidí complacerla y cogiendo mi pene lo acerqué a su vulva. Mi esposa me rogó que me diera prisa por lo que de un solo arreón, se lo introduje hasta el fondo. Excitada como estaba, su coño me recibió empapado.
Éramos dos máquinas perfectamente coordinadas, a cada uno de los movimientos de mis caderas, ella respondía pidiéndome el siguiente mientras intentaba introducirse aún más mi lanza en su interior. Nuria que se había quedado momentáneamente satisfecha, volvió a sentir furor uterino y sin pedir permiso colocó sus labios inferiores al alcance de la boca de su hermana.
Ésta fue incapaz de negarse y sin pensar se apropió con su lengua del apetecible clítoris que tenía a centímetros de su cara. Y la morena en agradecimiento se dedicó en cuerpo y alma a conseguir que la mujer que tanto placer le estaba dando recibiera parte de lo que ella misma estaba sintiendo.
El olor a sexo ya hacía tiempo que había inundado la habitación, cuando escuché que se avecinaba como un tifón el clímax de Inés. Aceleré el ritmo de mis ataques al sentir que un río de ardiente lava, manaba del interior de mi esposa. Ella en cuanto notó ese incremento en la cadencia con la que era salvajemente apuñalada su vagina, se convirtió en una posesa, y llorando me rogaba que me derramase dentro de ella.
Su completa entrega hizo que me calentase aún más si cabe y agarrando la cara, le mordí sus labios mientras mi pene se solazaba en su interior. Siguiendo el ritmo de mi galope, sus pechos rebotaban en un compás sincronizado con el movimiento de su cuerpo. De esa forma, los tres nos fuimos acercando al orgasmo hasta que explotando dentro del coño de mi mujer, di el banderazo de salida para que mis dos mujeres se corrieran. Dando gritos y berreando de placer, una tras otra obtuvieron su recompensa y ya agotados, nos dejamos caer sobre las sábanas.
Llevábamos diez minutos reponiendo fuerzas, cuando vi que Inés se levantaba y desde la puerta del baño, nos dijo con una sonrisa en sus labios:
-¿Nadie quiere ducharse conmigo?
Ni que decir tiene que tanto Nuria como yo, corrimos a unirnos a ella bajo la ducha. Una vez allí, volvimos a hacer el amor con mayor frenesí y solo el hecho de que teníamos que irnos a trabajar, impidió que nos pasáramos todo el día renovando una y otra vez nuestros tácitos votos de ser los tres, los integrantes de ese incestuoso trio.
Ya vestidos, desayunamos y cuando con tristeza, Nuria y yo nos marchábamos a la oficina, mi esposa nos despidió dándonos un beso a cada uno en la boca, diciendo:
-Trabajad y ganad dinero que vuestra hembra se ocupara de gastarlo.
Soltando una carcajada, le di un azote y pegándola a mi cuerpo, susurré en su oído:
-Ya que vas de compras, piensa en algo con lo que disfrutemos los tres.
-Eso haré- respondió entendiendo mis intenciones. 
Ya en el coche, Nuria me hizo una confidencia:
-Te juro que nunca pensé cuando te propuse obligar a mi hermana a que te compartiera conmigo que esto iba a ocurrir….
-¿A qué te refieres?
Cuidando sus palabras, me contestó:
-A que nuestro acuerdo se hiciera extensivo a todos. Te reconozco que nunca pensé que acostarme contigo incluyera a Inés.
Intentando comprender su supuesta queja, le pregunté si acaso se arrepentía de lo ocurrido.  Poniendo una expresión picara, respondió:
-¡Para nada! ¡Me ha encantado! Pero aun así todavía no me lo creo- y muerta de risa, me dijo:-Pensaba que mi hermana era una mujer chapada a la antigua y ha resultado, ¡Todavía más puta que yo!
Satisfecho por su respuesta, la besé mientras pensaba que o mucho me equivocaba o esa tarde, Inés volvería a sorprenderla.
Durante todo el día, no pude quitarme de la cabeza que nos tendría preparado mi esposa cuando volviéramos a casa y por eso me encabronó que cuando estaba a punto de salir de la oficina, mi jefe me llamara desde Estados Unidos. Sabiendo que me podía tomar una o dos horas, tuve que decirle a mi cuñada, que no me esperara y que se fuera adelantando.
Tal y como había previsto, la conferencia se alargó en demasía y por eso eran cerca de las diez, cuando por fin entré en casa. Nada más verme, Inés me dijo si quería una cerveza y pidiéndome que me sentara en el salón, me dijo que nuestra nueva criada en seguida me la traería,
-¿Tenemos una chacha nueva?- pregunté divertido.
-Sí, espero que te guste- respondió mientras salía de la habitación.
No tardé en ver su nueva adquisición. Entrando con la cerveza, llegó Nuria ataviada con un uniforme de sirvienta puta. Siguiéndole el juego, esperé que estuviera a mi lado para acariciar su culo por debajo del escueto vestido. No me sorprendió hallar que bajo la minifalda, la morena no trajese ropa interior y disfrutando de sus nalgas desnudas, las masajeé mientras ella me servía la bebida sin inmutarse y solo cuando ya había terminado, volteándose me dijo:
-La señora me avisó de que su marido tenía las manos muy largas pero nada me dijo de que también tenía un trabuco entre las piernas- tras lo cual, dejando la bandeja sobre la mesa, se agachó y me desabrochó la bragueta.
Acababa de meterse mi falo en la boca, cuando escuché un ruido y al mirar hacia ese lugar, de pronto vi aparecer a mi esposa en picardías. Os juro que me sorprendió verla aparecer así pero aún mas cuando acercándose a donde estábamos, me dijo:
-¿Quieres ver que he comprado?- y sin darme tiempo a responder sacó de una bolsa un arnés.
Al ver el tamaño del pene que tenía adosado, me reí y mientras Nuria me estaba haciendo una mamada, le pregunté:
-¿Qué esperas a estrenarlo?
 Por el brillo de sus ojos, supe que era lo que le apetecía hacer y sin tener que insistirle, vi que se lo empezaba a poner. Fue entonces cuando me percaté que era doble porque antes de colocárselo, se tuvo que incrustar un pene de tamaño natural en su propia vagina.
-¡Es casi de tu tamaño!- me dijo masturbándose un poco para que entrara bien.
Mientras tanto, entre mis piernas su hermana se afanaba en la felación y por eso, no fue consciente de lo que se le avecinaba hasta que con él ya colocado, mi esposa puso la cabeza del enorme bicho entre los labios de su vulva.
-¡Dios! ¡Es gigantesco!- chilló al sentir que con solo meterle el glande, su sexo se ensanchaba para recibir su tamaño.
-No te quejes y sigue mamando- le ordené presionando su boca contra mi pene.
Afortunadamente para Nuria, su hermana se apiado de ella y retirando el tremendo falo, cogió un bote de vaselina y  se puso se puso a embadurnar el aparato que iba a usar. Al hacerlo y necesitar de las dos manos, me apiadé de su víctima. Su grosor debía de doblar al mío y por eso asustado pero interesado, me deshice de su boca y me levanté a ver desde cerca como narices la vagina de esa cría iba absorber semejante atrocidad.
Mi ausencia le permitió a mi cuñada observarlo por primera vez. Con los ojos abiertos de par en par, se quedó alucinada al saber que iba a ser usada con él, pero en vez de cabrearse e irse, hizo su culo  mientras pedía a mi esposa que tuviese cuidado.
“Es una pasada”, pensé al ver que Inés volvía a  posar ese enorme glande en la entrada de la morena, “¡Es demasiado grande!”.
No tardé en comprobar que me había equivocado. Mi señora ni siquiera preguntó si estaba dispuesta y cogiendo a su hermana por sus caderas, lentamente, lo fue introduciendo mientras Nuria no dejaba de gritar.  Realmente me sorprendió no solo que entrara la cabeza sino que al cabo de menos de un minuto, Inés consiguiera meterlo por completo ese portento en el coño de mi cuñada. Contra lo que había previsto, el sexo de la morena había sido de absorberlo y cuando ya se hubo acostumbrado, se giró para decirle que podía empezar.  
La sensación de  tener la completa sumisión de su víctima, desbordó Inés que obviando toda prudencia empezó a cabalgar sobre la muchacha. Fue acojonante, comportándose como un jinete avezado imprimió a su cabalgar de un ritmo endiablado mientras Nuria no paraba de gritar. Reconozco que no creí que fuera capaz de soportarlo pero cuando estaba a punto de intervenir, incomprensiblemente mi cuñada se puso a berrear de placer. Chillando con toda la fuerza de sus pulmones, la morena pidió a su hermana que continuara mientras llevando su mano a la entrepierna se empezaba a masturbar.
Su entrega hizo desaparecer mis reparos y colocándome detrás de mi esposa, me apoderé de sus pechos mientras le preguntaba qué era lo que quería que hiciera.
-Fóllame- contestó.
Excitado como pocas veces, llevé mi propio pene hasta su sexo y de un solo golpe de caderas, se lo introduje hasta el fondo. El chocho de mi esposa me recibió empapado, mi polla no tuvo problema en encajarse hasta el fondo de su vagina e imitando a Inés, me sincronicé con ella de forma que cuando sacaba el arnés del coño de su hermana, yo le metía a ella toda mi extensión en su interior.  Esa postura la terminó de volver loca y azotando el trasero de su víctima, me pidió que hiciera lo propio con el suyo.
El brutal tren que montamos, fue demasiado para los tres y casi al mismo tiempo, nos corrimos sobre la alfombra. La primera fue mi mujer que, desplomándose agotada sobre la morena, le incrustó dolorosamente el siniestro arnés mientras su sexo era machaconamente golpeado por mi pene. Nuria, al sentir su estrecho conducto totalmente ocupado, gimió desconsoladamente mientras sus piernas se empapaban de placer. Y por último, yo sin poder retener mi eyaculación por más tiempo, me derramé en la vagina de mi esposa esparciendo mi simiente mientras pegaba gritos de placer.
Ese fue el inicio de una noche en la que nos dedicamos sin pausa a disfrutar cada uno de los otros dos y en la cual de alguna manera, salí indemne porque fui el único que no sintió en sus propias carnes la acción de tan siniestro arnés. En cambio, ninguno los agujeros de mis dos mujeres se escapó de sentir la agresión de ese trabuco de plástico y así, sus bocas, sus culos y sus sexos a lo largo de esa velada sufrieron alternativamente la acción de ese aparato.
Lo único que os puedo asegurar es que a partir de ese  día, tuve a dos mujeres dispuestas a cumplir cualquier fantasía que se me ocurriera…..
 
….¡Y MI IMAGINACIÓN ES INAGOTABLE!

Relato erótico: “Diario de George Geldof – 5” (POR AMORBOSO)

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Diario de George Geldof – 5

Con buen viento y mar tranquila, a mis casi 16 años, partimos Stephen, su mujer Janice y su hija Hannah, de 18 años.

Durante el viaje, hablamos mucho. Eran una familia muy amigable y cariñosa. Nada más conocerlos, Janice me indicó que debería llamarla Janice, a su hija Hannah y que al mayor, todos le llamaban Mayor, incluso la familia. El era un hombre rígido y disciplinado. El clásico ejemplo de militar.

Normalmente, ellas y yo hablábamos en cubierta de múltiples cosas y el Mayor se entretenía con el capitán del barco. (Creo que después de este viaje se dedicó a otra cosa). Hubo alguna vez, que, en las conversaciones que manteníamos, Janice soltó la clásica pregunta:

-¿Y qué, dejas alguna novia en Inglaterra?

Yo pensé en Desireé, y dudé, pero al fin la mande a la mierda mentalmente y respondí.

-No, Janice, no dejo a nadie.

-No pareces muy convencido. Quizá te enamores de Hannah y no eches de menos a nadie allí. ¿Te parece bonita Hannah?

-Claro que si, mucho, al igual que tú. El Mayor tiene mucha suerte al tener dos mujeres tan hermosas como vosotras.

-El Mayor no sabe lo que tiene. –Dijo como protesta, y cambió la conversación.

Cuando llegamos a la India, todavía nos esperaba un largo viaje en carreta y caballos hasta el fuerte, pero aguantamos todo, calor, bichos, mala comida, salidas rápidas tras las matas del camino para evacuar lo que nuestras tripas no podían mantener sujeto. Etc.

Una vez instalados, disponíamos de una gran casa junto al fuerte, con criados, por supuesto, y casi tantas habitaciones como en casa de mis padres.

Yo empecé como soldado en uno de los batallones, donde puse todo mi interés. La zona no era precisamente pacífica, y todos los días había escaramuzas con los ladrones, rebeldes propios y rebeldes vecinos. Mi manejo de las armas, mi prudencia y mis ideas, me llevaron a ser pronto teniente de lanceros. El teniente más joven de la India. Pero antes…

En la casa vivía una mujer hindú, de unos veinticinco años, llamada Akuti que estuvo casada desde los doce años, con un hombre que había fallecido. En la zona se practicaba el rito Sari que consistía en que la esposa era arrojada al fuego de la pira del marido, la familia lo intentó pero ella se negó, huyó y fue rescatada por el antiguo Mayor, que la llevó a su casa y la tuvo de criada. Nunca había querido a ese hombre, parece ser que muy mayor ya cuando se casaron y no estaba dispuesta a perder una vida que no había vivido.

No podía salir de la casa, porque si la encontraba por la calle algún pariente fuera de su familia o de la de su marido, la matarían. Lo único que había sacado de ese matrimonio era que su marido le había permitido aprender, e incluso le había enseñado algunas cosas él mismo, tal que así, además de una gran cultura, hablaba varios idiomas y algunos dialectos del país.

Cuando me contaron la historia, le pedí que me enseñase la lengua del país, y los dialectos de los habitantes de la zona que defendíamos. Accedió gustosa y dos días a la semana nos reuníamos en mi habitación durante una hora para enseñarme el idioma y costumbres.

Cuando no tenía servicio ni tenía que estar en el cuartel, permanecía en la vivienda, ya que nunca me había gustado beber, y allí era lo único que se podía hacer. Eso o ir de vista al mercado. Cosa que me pedían Janice y Hannah frecuentemente para que las acompañase y protegiese. El Mayor lo veía bien, porque así le podía informar si alguien se les acercaba, ya que, según me enteré, había pedido el traslado a la india porque su mujer había tenido o querido tener un lío con alguien, por lo que decidió poner tierra de por medio.

El Mayor acostumbraba a darme dinero y me decía:

-Toma, que tú sueldo es bajo. Lleva a mi mujer y a mi hija de compras y cómprate algo tú también. Cuando volváis, me cuentas lo que habéis hecho y con quien habéis estado. –Con eso se ganaba tener un informador para evitar los posibles engaños de su mujer.

Uno de los días de mercado, pasamos ante un puesto donde un ermitaño o algo así, esquelético a más no poder, permanecía con las piernas separadas y entre ellas una enorme piedra colgada de su polla, cuya punta estaba por debajo de su rodilla. Preguntamos al acompañante que nos traducía, qué hacía ese hombre y nos dijo:

-Ser hombre santo. Venir a la ciudad por comida para seguir en su soledad, allá en la montaña. La piedra es para hacer penitencia por encontrarse fuera de su solitaria cueva.

Janice dijo:

-¡Vaya cosa que tiene! –y mirándome a mi- ¿A ti te gustaría tener algo parecido? ¿O quizá lo tienes ya?

-No, que va, qué más quisiera yo. A mi solamente me llega a media pierna.

-¡No me digas! –soltó con gran énfasis.

-Pues te digo.

-¡Eso habrá que verlo!

-Cuando quieras. –Le dije, no era del todo verdad, pero total, ya estaba curado de espanto. Si le parecía pequeña, me daba igual.

La verdad es que no tardó mucho en comprobarlo.

Cuando volvimos, el mayor me tomó por el brazo y me hizo un aparte:

-¿Qué tal muchacho? ¿Cómo ha ido el mercado?

-Muy bien mayor, parece que las señoras han disfrutado con sus compras y los regateos en los tenderetes.

-¿Y se ha encontrado con alguien conocido?

-¡Qué va, mayor, si al verme con el uniforme de soldado, no se acercaban ni los ladrones!

-Muy bien, hijo mío, y ¿qué vas ha hacer?

-Ahora, después de cenar, me daré un baño y me relajaré un buen rato, luego me iré a la cama, leeré un rato y a dormir, ya sabe, Mayor, que no me gusta beber ni salir de noche.

-Eso está muy bien, hijo, yo me iré al club de oficiales y cenaré allí. Vendré un poco tarde. Y si no te importa, te dejo al cargo de la casa.

-Gracias Mayor, lo acepto gustoso. No creo que se produzcan incidencias, pero si hay alguna, le avisaré.

-Te dejo entonces que tomes tu baño. Hasta mañana, que yo volveré tarde seguramente.

Dejé de preocuparme por ello, fui a mi dormitorio, me desnudé, tomé un albornoz y me fui al baño. Éste era una habitación en la que había una piscina de unos cinco metros de larga por unos dos de ancha, con distintos niveles de profundidad, que se oscilaban entre el metro y los diez centímetros de altura de agua. Me metí en el agua tan refrescante y me dispuse a realizar una de las tareas que me resultaban más gratificantes desde que había salido de Inglaterra.

En ello estaba, con mi polla en totalmente erecta y a reventar por no haberla podido calmar durante el día, recorriéndola con mi mano con distintos cambios de ritmo, cuando se abrió la puerta, que estaba a mi espalda y apareció Janice que vino directa hacia mí.

Cuando me di cuenta, la tenía a mí lado diciendo:

-¡Madre mía! ¡Tenías razón! ¡Vaya aparato que gastas para la edad que tienes!

-Si, ya lo se, es demasiado pequeño. Ya me lo han dicho varias veces.

-¿Pequeño eso? ¡Pues con el que lo has comparado tiene que ser monstruoso! ¡Tendrás que presentármelo! ¡Jamás había visto algo tan grande y gordo!

Yo me quedé totalmente desorientado. Siempre había pensado que la tenía pequeña, desde que, de niño, la comparaba con la de mi padre y hermano. Nunca pensé que crecería a la vez que yo. No obstante, enseguida me olvidé del tema, al fin y al cabo, nunca había tenido problemas por ello y lo único que me molestaba es que me dijesen que era pequeña porque me parecía más infantil.

-¿Me dejas probarla?

-¡Tu misma, sírvete al tu gusto!

Se quitó el saris, vestimenta que había adoptado desde que llegó allí por su comodidad, ya que simplemente es una tela que rodea el cuerpo y cae por el hombro, quedando totalmente desnuda.

Pude observarla mientras entraba en el agua. Se conservaba bien a sus treinta y cinco, treinta y seis años. Tetas grandes todavía bastante altas, coño peludo y negro, culo respingón con algunos gramos de más, buenas y largas piernas, un poco de tripa que en nada la afeaba. En fin, una mujer muy apetitosa.

Se arrodilló a mi lado, en el agua y tomó mi polla que sobresalía porque estábamos en la parte menos profunda, comenzó a lamerla desde la base a la punta, entreteniéndose en darle rápidos lengüetazos en el borde del glande. Después de tres o cuatro recorridos, se la metió en la boca.

Sabía tragar pollas. Se la metía toda entera, presionando con la lengua, lo que la hacía parecer más estrecha. Yo ya estaba casi a punto con mis manipulaciones anteriores, así que se lo hice saber:

-Me voy a correr. Ya casi estaba apunto cuando has veniiiidoooo. –Ella había acelerado la mamada al escucharme y no me había podido contener, descargando todo en su garganta, que no fue desperdiciado.

-¡Y además muy rico!

Como siempre y sobre todo después un tiempo de abstinencia, la erección bajó muy poco. La tomó con su mano y empezó a pajearme.

Arrodillada a cuatro patas como estaba, sus tetas se encontraban colgando, con los pezones sumergidos bajo el agua. Alargué mi mano y comencé un frotamiento circular con la palma sobre la punta de sus pezones, que ya estaban duros y grandes.

Enseguida terminó de ponérseme totalmente dura y ella, sin más dilación, se levantó, puso una pierna a cada lado mío y la punta a la entrada de su coño y comenzó a bajar despacio, con paradas y pequeños empujones, mientras soltaba pequeños quejidos:

-¡AAAAAHHHHH!

-¡OOOOOHHHHH!

-¡UUUUUFFFFFFF!

Y repetía, hasta que consiguió que le entrase entera.

-¡Madre mía! ¡Me siento como de parto! ¡Creo que voy a reventar con eso dentro!

Yo disfrutaba de la presión que ejercía sobre mi polla. Se arrodilló con una pierna a cada lado y mi polla dentro, y comenzó un movimiento metiéndosela y sacándosela, pero no de abajo arriba, sino de delante atrás, con lo que mi polla rozaba su clítoris, y al doblarla me generaba una tremenda presión.

Ella debía estar también muy excitada, porque no tardó ni un minuto en anunciar su corrida:

-¡OOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHH! ¡ME CORROOOO! ¡ME ESTOY CORRIENDO COMO NUNCAAAAAAA! ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!

Pero no se detuvo, siguió moviéndose, cambiando de ritmo y dirección, lo que me estaba volviendo loco de placer. Aún tuvo tres orgasmos más, hasta que le anuncié que estaba a punto otra vez, por lo que ella, se salió, y se la metió en la boca para recibir todo lo que tenía para darle.

Después de dejarme totalmente limpia la polla, se estiró en el agua hacia la parte más profunda, siguiéndola al momento. Nos besamos, acaricié sus pechos, chupé sus pezones, estuvimos un rato jugueteando en el agua, tocándonos por todas partes. Poco a poco volvimos a estar preparados para una nueva sesión.

La senté en el borde de la piscina, en la parte profunda, donde si me encontraba arrodillado, mi boca caía justo en su coño. La abrí bien de piernas y comencé a comérselo, poniendo todo mi mejor saber hacer.

Recorría con mi lengua su coño de arriba abajo y viceversa. Cuando empezó a gemir, le metí primero un dedo y luego dos. Coloqué sus piernas sobre mis hombros y ella se tumbó en el suelo. Seguí con mi tratamiento mientras ella ya no emitía gemidos, sino auténticos gritos.

Al momento, apareció Hannah terminándose de quitar la última prenda y, colocando una rodilla a cada lado de la cabeza de su madre, apretó el coño contra su boca, con lo que los gritos de la madre, se cambiaron por los gemidos de la hija:

-¡MMMMMM! ¡Qué gusto! Llevo un rato viéndoos y ya estaba harta de masturbarme. ¡MMMMM! ¿Me dejáis participar en los juegos?

Nadie respondió, ya que cada uno estaba a lo suyo.

Al poco rato, Janice, la madre, empezó a agitar el culo, en señal de que se estaba corriendo, por lo que centré mis caricias bucales en su clítoris y aceleré mis dedos dentro.

La hija, que si que debía estar muy caliente, se corrió siguiendo los estertores de su madre y cayendo sobre ella.

Yo me retiré y ellas entraron en el agua. Nos sentamos y me preguntaron:

-¿Te ha gustado la escena?

-Por supuesto. Esas cosas siempre me encantan.

Y me contaron que en Inglaterra compartían los amantes y cuando no los tenían, se consolaban mutuamente.

-Y por qué le engañas. ¿No le quieres?

Janice comentó que el Mayor no la tenía bien atendida.

-Nuestras relaciones son un desastre. Su pene es pequeño, no me ayuda a excitarme ni practica ningún juego previo, directamente se sube encima, intenta meter su pene y se corre casi antes de hacerlo. Luego me pregunta: ¿ha estado muy bien, verdad?, yo le respondo: Si cariño. Se da media vuelta y se duerme. ¿Comprendes el porqué?

-Si claro. ¿Y lo vuestro?

-Un día encontré a Hannah con un muchacho y los coaccioné para que me incluyeran en sus actos. Aceptaron y fue una auténtica orgía. Mi hija y yo hablamos de lo mucho que nos había gustado y decidimos repetirlo siempre que pudiésemos. Como el hablar y recordarlo, nos había puesto calientes, nos dedicamos atenciones mutuamente y decidimos pedírnoslo cada vez que tuviésemos ganas. Y desde entonces …

Como se había hecho tarde y el Mayor debía estar a punto de llegar, nos fuimos cada uno a nuestra habitación. Yo me entretuve leyendo tanto mis notas sobre costumbres e idioma como libros de técnicas militares que sacaba del cuartel.


Cuando llegó el mayor, todavía estaba despierto, y al ver luz, entró en mi habitación. Iba bastante bebido, pero aún tenía la suficiente lucidez para preguntarme con voz pastosa:

-¡Buenazzz nooochees, George. Debelías estar domido ya!.

-Buenas noches Mayor, si, voy a acostarme ya, se me ha pasado el tiempo volando mientras leía.

-¿Ha venido alguien mientras yo estaba fuera?

-No, Mayor, he estado con su mujer y su hija hasta que, hace un rato, nos hemos retirado a nuestras habitaciones y no ha venido nadie.

El, satisfecho, me dio unas monedas y dijo dando media vuelta y saliendo.

-Gracias, cómprate algo. Y no te acuestes tarde, hijo.

Al día siguiente, después de la marcha del Mayor, me fui a bañar, recibiendo la visita de la madre y de la hija, casi sin darme tiempo a sentarme.

Se ubicaron una a cada lado y empezaron a acariciar mi cuerpo, una por cada lado, lamían mis tetillas, se alternaban en sobarme la polla y las besaba alternativamente.

También yo besaba su cuello, lóbulos y bajaba hasta sus pezones, en unos juegos que nos proporcionaban risas y suspiros.

En un momento dado, con mi polla a reventar, dijo Hannah

-¿Mamá, me concedes ser la primera, ya que ayer fue toda para ti?

-Por supuesto, hija, adelante.

Y sin más, se puso a caballo sobre mí, dándome la espalda y se la fue metiendo poco a poco.

-¡UUUFFFFF! Tenías razón, mamá, te llena toda. ¡MMMMMMMM!

Empezó a moverse adelante y atrás, lo que me provocaba una fuerte fricción de su coño con mi polla, que me subía la temperatura a pasos agigantados.

Mientras tanto, su madre se puso de pie, colocó una pierna a cada lado y el coño en mi boca.

Comencé a chupar y lamer, mientras con una mano acariciaba su culo y metía mi dedo en el ano y con la otra acariciaba el coño de la hija. Después de dos orgasmos casi seguidos de la hija, se separó para ser sustituida por la madre en un intercambio de papeles.

No se oía otra cosa que gemidos y suspiros.

-¡MMMMMM! Qué gusto. ¡Cómo me llena!

-¡AAAAAAAAAAAA! Sigue, sigue. ¡Cómeme todo!

-¡… SLUP,SSLLLFFFF!

-¡MMMMM! Me corrooooo.

Cuando noté que mi orgasmo se aproximaba, anuncié:

-¡MMMMMM! Me voy a correr.

Janice en un movimiento increíble avanzó hasta sacarse la polla del coño totalmente y en un movimiento de retroceso, se la encajó en el culo, en un movimiento visto-no visto, siguiendo con sus movimientos.

No tardé mucho en correrme, llenándole el culo con una buena descarga. Aún seguimos un buen rato intercambiando entre una y otra hasta que obtuve mi segundo orgasmo y ellas habían perdido la cuenta de los que llevaban.

Cuando dimos por terminada la sesión, nos retiramos a descansar a nuestras habitaciones. Yo estuve leyendo y, como el día anterior, pasó el Mayor, que, después de algunas vueltas, hizo la pregunta:

-¿Ha estado alguien con mi mujer o mi hija?

-No Mayor, solamente he estado yo hasta que se han ido a dormir.

Me dio otra vez monedas y repitió las frases del día anterior.

-Gracias, cómprate algo. Y no te acuestes tarde, hijo.

Unos días después, estando recibiendo mis clases de idiomas, dialectos y costumbres, notaba a Akuti, la sirvienta y profesora, como huidiza y nerviosa. Le temblaban las manos y, a veces, parecía que me iba a decir algo, pero se arrepentía.

Al final, le dije:

-¿Qué te pasa Akuti? Estás nerviosa, y como deseosa de contarme algo.

Me dijo:

-Perdona sahib, quiero decirte algo, pero no encuentro la forma. Además, podría no gustarte y enfadarte conmigo y castigarme.

-No temas Akuti, dime lo que sea, que no me voy a enfadar, y mucho menos castigarte.

-Verás sahib. Estos días he visto lo que hacías con las amas y he sentido un calor en mi cuerpo que no había sentido nunca. Me he sentido deseosa de que me hicieses a mi lo mismo para saber qué se siente y el porqué de tantos gemidos y gritos de placer.

-¿Nos has estado espiando?

-No, sahib. Las amas dejaban la puerta abierta y yo he mirado por una rendija.

-No creo sahib, no lo sé.

-Pero.. ¿Tú no eres viuda? ¿No estuviste casada?

-Si sahib, a los 13 años, mis padres me vendieron a mi marido por un cerdo y seis cabras. Mi marido era un hombre muy mayor ya, y me quería más para que le diese calor que para que actuase de esposa. Yo carecía de experiencia, nadie me explicó nada, yo no sabía qué hacer.

Hizo una pequeña pausa y siguió:

-Lo más parecido a lo que he visto, era que me obligaba a chupar su pene, flácido como un cordel y pequeño, a veces durante horas, aguantando su mal olor y sabor hasta que se dormía. Alguna vez, emitía un corto gemido y echaba en mi boca un líquido blancuzco, de mal sabor también, entonces, mi labor había acabado y podía acostarme a su lado.

Otra pausa

-Jamás se preocupó por mí. Los momentos en los que me prestaba más atención, era cuando me pegaba porque, según decía, había hecho algo mal. Cosa que nunca sabía el porqué, ya que tampoco me daba más explicaciones.

Pausa

-Cuando falleció, sentí una alegría inmensa, hubo tres días de luto y durante ellos, los familiares me obligaron a estar velándolo, alimentándome solo con agua. Cuando lo llevaron a la pira, yo pensaba que quedaría liberada, pero tras encenderla y arder un buen fuego, los familiares me cogieron con intención de echarme a la pira. Me revelé y sacando fuerzas de no se donde, conseguí soltarme y salir corriendo, perseguida por ellos, hasta que choqué con el antiguo sahib mayor, quien me protegió y trajo aquí.

– ……

-Cuando terminó, nos quedamos un momento en silencio. Ella me miraba con miedo, mientras asimilaba lo que me había contado.

-Entonces…..-dije al fin- ¿Todavía eres virgen? ¿Nadie ha penetrado en tu sexo?

-No sahib, nadie me ha tocado ahí, ni en ningún otro lado, excepto lo que hacía con mi marido.

Estábamos sentados en un banco, arrimado a una mesa. Se encontraba a mi lado. Moví mi mano hacia ella, que entendiendo mal mi gesto, se apartó un poco, pero se mantuvo en el sitio, esperando mi golpe. Yo la tomé del hombro y la atraje hacia mí, con la otra mano, acaricié su mejilla, la tomé de la barbilla y deposité un suave y casto beso en sus labios.

Seguí acariciando y besándola, avanzando cada vez más, hasta meter mi lengua en su boca y jugar con la suya, que pronto aprendió a manejar. Nos pusimos de pie, la abracé contra mi cuerpo y seguí con su nariz, sus ojos, su frente, su cara su cuello.

Tenía los ojos brillantes, cuando un criado llamó a la puerta porque me esperaban en otro sitio, ya que había pasado el tiempo habitual que dedicábamos al estudio.

-Esto es solamente el principio –le dije- cuando vuelva seguiremos lo que hemos empezado.

Desgraciadamente, la llamada era porque íbamos ha realizar una expedición de castigo a los rebeldes de más al norte, según nos informaron, y tardamos una semana en volver.

Todavía no tengo muy claro para quién era el castigo de la expedición. Salimos del fuerte más de 400 hombres y regresamos unos 350. Creo que eliminamos unos 10 insurgentes, y la mayoría de los que volvimos tuvieron que permanecer en cama más de un mes.

Los oficiales eran jóvenes que ingresaron en el ejército la mayoría directamente con ese cargo, gracias al dinero de sus familias. Procedían de los miembros más descarriados de esas familias, que los metían en el ejército para que aprendiesen disciplina.

Con estas razones, carecían de interés por conocer el espíritu militar, eran violentos y bebedores, maltrataban tanto a soldados ingleses como nativos y, generalmente, no eran apreciados por sus hombres

Los oficiales solamente querían destacar sobre los demás, con el fin de obtener méritos para ascender y acceder a otros fuertes más importantes o a la propia Inglaterra. Nos obligaban a caminatas agotadoras sin sentido. Nos llevaban por sitios que hasta el manual para tontos decía que debían ser evitados, lo que aprovechaban lo rebeldes para atacarnos. Presentábamos batalla en situaciones totalmente adversas a nosotros.

Si no hubiese sido por nuestra mayor disciplina y armamento, no habríamos vuelto ninguno.

En mi pelotón, en la primera escaramuza, caímos en una encerrona, junto al resto de nuestra compañía. En el primer momento, murió el cabo que nos dirigía. Al no haber nadie dispuesto a hacerse cargo, opté por ser yo quien lo hiciese, organizando a los hombres y a los de otros dos pelotones que estábamos juntos, para realizar un ataque, ocultándonos en el terreno, sobre el enemigo, en el que, siguiendo mis instrucciones, caímos gritando como posesos y disparando a todo lo que se movía. No hubo buena puntería, pero los insurrectos que tenían bloqueada a la compañía, pensando que los atacantes éramos más, salieron huyendo a toda marcha.

Fui felicitado por mis superiores y, ante la escasez de mandos, y personal preparado, y habiendo demostrado mis dotes de mando y organización, así como mi rápida respuesta ante el peligro, fui nombrado sargento de la primera compañía.

Uno de los días en el que la compañía acampó para reponerse, recibí la orden de elegir a seis hombres e incorporarme a una patrulla junto a otros doce, dos cabos y un teniente, con la misión de recorrer la zona buscando rebeldes y proteger e informar a la compañía.

En nuestro patrullar, entramos en un poblado de chozas, habitado por viejos, mujeres y niños. Era ya las últimas horas de la tarde y nuestro teniente decidió pasar la noche allí para estar más o menos cubiertos.

A mi me pareció sospechoso que no hubiese hombres y mujeres jóvenes, que, entre otras cosas, pudiesen ser las madres de los niños, y así se lo hice saber al teniente, el cual se rió de mis temores diciendo que habrían huido al vernos.

Por la noche, no me costó convencer al teniente de que mis hombres hiciesen la primera guardia, por lo que los mandé camuflarse alrededor del poblado y que no hiciesen el menor ruido, haciéndoles partícipes de mis temores. Las órdenes eran no hacer nada si veían acercarse a alguien mientras no viesen intención de atacar o disparar. Si intentaban entrar en el poblado, que los dejasen pasar y comenzasen a disparar para pillarlos entre dos fuegos y si solamente quedaban a la espera, no hiciesen nada hasta que yo disparase.

Yo elegí un árbol cuyas ramas me proporcionaban un cierto acomodo, teniendo a mi derecha el poblado y a mi izquierda la selva.

Así pude observar cómo el teniente tomaba a una de las mujeres más jóvenes de entre las que había y se metía en una de las chozas. Tras esto, el resto de los hombres prepararon su fiesta.

Colocaron a las cinco mujeres más viejas y desdentadas, desnudas y arrodilladas, en un círculo mirando hacia fuera. Amontonaron paja y hierba seca de los animales junto al círculo y tumbaron sobre ella a las otras cuatro mujeres previamente desnudadas.

Se desnudaron todos y comenzaron su juego. Sortearon un orden entre ellos y los cabos y los dos primeros se pusieron a follar a las mujeres más jóvenes, mientras los otros se colocaban delante de las viejas y les iban follando la boca. El resto hacía fila esperando.

El último, a ritmo de paso marcial, decía:

-Un, dos, tres, cuatro, Un, dos, tres, cuatro, Un, dos, tres, cuatro, Un, dos, tres, cuatro, ¡Cambio!

Y todos se movían una posición para follarle la boca a la siguiente.

Cuando alguno se corría, salía del círculo y se colocaba en la fila. Cuando los que se follaban a las más jóvenes se corría, también volvía a la fila, mientras que el siguiente del círculo pasaba a follarla y uno de la fila ocupaba su lugar.

Así estuvieron mucho rato, porque conforme se iban corriendo, aguantaban más en la siguiente ronda.

En esto estaban, cuando escuché ligeros ruidos y vi desde mi posición, cómo se acercaban los rebeldes ocultos por la maleza.

Debían de haber rodeado el poblado y no debían de ser muchos, porque quedaron ocultos esperando, probablemente a que los hombres se durmiesen.

Empecé a pensar que podían ser un peligro para todos y que, si lanzaban un ataque rápido sobre los compañeros, tenían todas las de ganar, por lo que, a la luz de la luna llena, localicé a los que estaban a mi alcance, que eran tres e hice tres rápidos disparos que acabaron con sus vidas.

Al momento, se oyó una descarga cerrada de mis hombres, como puestos de acuerdo para disparar, seguida de disparos sueltos, indicando que habían localizado más rebeldes.

Los del poblado, tomaron las armas que habían dejado junto a sus uniformes en el suelo y desnudos como estaban corrieron a protegerse donde pudieron.

Al mismo tiempo, los rebeldes, que habían quedado sorprendidos, reaccionaron al grito de su jefe y entraron en el poblado disparando y vociferando. Por suerte, los habíamos mermado lo suficiente para que, cogidos entre los vigilantes y los folladores, fuesen barridos en un momento.

Cuando el teniente salió de la choza, ya había terminado todo. Hubo que convencerle que perseguir a los tres o cuatro que habían escapado por la selva era un suicidio de los que fuesen a perseguirlos porque los conocedores del terreno eran ellos y un hombre bien escondido podía cargarse a toda una compañía.

Ya nadie durmió esa noche ni se reanudó la fiesta, entre otras cosas porque dos de las viejas y una de las jóvenes habían muerto por el fuego cruzado y porque ya nadie tenía ganas de divertirse pensando en lo cerca que habían estado de la muerte.

Al día siguiente nos reunimos con el resto de la compañía, nuestro oficial dio su informe y los soldados comentaron lo ocurrido, corriendo la historia por todo el campamento y llegando a oidos del comandante en jefe, al que la versión que había dado el teniente era muy distinta, atribuyéndose todo el mérito.

Fui llamado ante él para que le informase de lo sucedido, tomó sus notas y me despidió.

Durante los días siguientes, fuimos cayendo en las emboscadas más tontas, algunas de libro, muriendo muchos hombres de las otras compañías. De la nuestra no murió nadie más, porque el teniente bajo cuyo mando estaba yo, que era un compendio de tonto, vago e inútil confió en mis consejos y buscábamos la forma de causar los mayores daños con el menor esfuerzo en materiales y hombres. Éstos, al ver la nueva forma de actuar, empezaron a confiar plenamente en mí y obedecían las órdenes con prontitud y efectividad.

Todo eso hizo que al volver, la primera compañía fuese nombrada y premiada con honores, lo que empezó a crear resquemores entre las demás compañías y oficiales.

Después de 7 largos días volví a la casa, en el día y hora de mi clase, encontrando, al entrar en mi habitación, a Akuti sentada en su sitio habitual del banco, de espaldas a mi, sin volverse al entrar yo.

Cuando me acerqué, temblaba. Besé su cuello, levanté su pelo y besé su nuca, acaricié sus mejillas desde detrás y comprobé que lloraba. Le dije

-Akuti, no sabes cuanto te he echado de menos. Quiero seguir con lo que dejamos pendiente al marcharme. ¿Todavía lo deseas?

Ella asintió con la cabeza. Tomé su mano y le dije:

-Necesito tomar un baño. ¿Me acompañas?

Se puso en pie y salimos hacia el baño. Por el camino nos cruzamos con el Mayor, el cual me felicitó y me invitó a celebrarlo con él en el club de oficiales. Rehusé alegando que tenía otros planes, el, viendo que llevaba a Akuti de la mano y los albornoces, sonrió y dijo:

-Disfrutad, que os lo habéis ganado.

Una vez en la piscina, nos desnudamos mutuamente entre besos y caricias y nos metimos en el agua. Ella fue lavando mi cuerpo y yo seguí acariciando el suyo, cuando no podía aguantar más mi erección, la senté en el borde de la piscina y le estuve comiendo el coño despacio. Mi intención era lubricarla y excitarla lo suficiente para que no le molestase mi entrada y la pérdida de su virginidad.

Después de llevarla un par de veces al borde del orgasmo y cuando tenía próxima la tercera, me levanté y puse mi polla a la entrada de su coño, punteando y sacando mientras rozaba con la punta su clítoris, para volver a bajar y meter un poco más.

-¡AAAAAAAAAHHHHHH! Cómo me gusta. Jamás había sentido esto. Métemela toda ya, quiero sentirla dentro.- decía ella

-Espera, aún falta un poco, disfruta de esto. ¿Te gusta mucho?

-¡SSSIIIIIIIII!.

-¿Quieres que siga?

-¡SSIIIIIIII! No pares.

-¿Sientes como te entra?

-¡OOOOOHHHHH! ¡SSSIIIIIIII! Métela ya.

Con estas y otras frases, fui metiéndola, hasta que encontré una mayor resistencia al alcanzar el himen. Detuve el avance y metí mi mano entre nuestros cuerpos para alcanzar su clítoris, y empecé a acariciarlo, al tiempo, empecé a entrar y salir, recorriendo el territorio conquistado.

Cuando sentí que se iba a correr, empuje hasta dentro, acelerando el masaje del clítoris, lo que la hizo estallar en un tremendo orgasmo, que empezó abrazándome y terminó sujetándola yo entre caricias y besos.

Cuando se repuso me dijo:

-¡Gracias sahib, no sabía que podía ser tan hermoso!

-De nada Akuti, te lo merecías después de lo que has pasado.

-Ahora debo ser yo la que te de placer a ti. Te lo daré con mi boca, porque se que te gusta.

-No Akuti, se que no te gusta por tu mala experiencia.

-Pero las amas te lo hacían y no parecía disgustarles.

-Prueba entonces, y si no te gusta, te retiras.

Ahora fui yo quien se sentó en el borde y ella la que se metió entre mis piernas para empezar a lamer y chupar como había visto a sus amas.

Tragaba todo lo que podía, y la sacaba hasta lamer los bordes del glande. También hacía algo que no logré descubrir, que imagino sería lo que le gustaba a su marido, pero que me daba un gran placer, hasta el punto que pronto le indiqué que estaba listo para correrme. Ella ni paró ni disminuyó el ritmo, lo que provocó que mi abundante corrida contenida entrase directamente a su boca y garganta.

Cuando terminé, procedió a dejármela limpia y se puso a mi lado.

-¡Me ha gustado mucho! ¡Ha sido muy excitante! Tu polla no tiene mal sabor, al contrario y tu semen sabe a gloria.

Seguimos besándonos un buen rato más, luego nos fuimos a mi habitación donde continuamos nuestra fiesta particular. Volví a comerle el coño, estuve dilatando su ano, tuvo tres orgasmos más. No quise penetrarla para no causar dolor. Ella volvió a mamarla y quedé totalmente satisfecho.

Al día siguiente, yo volví con la madre y la hija. Al poco de empezar, vi que ella estaba mirando. La llamé y vino mirando al suelo, avergonzada. Le pedí que se desnudase y participase de nuestros juegos. Janice y Hannah ya sabían lo nuestro y no se opusieron. Ellas la ayudaron a entrar en el agua y fueron las primeras en ponerse a excitarla. Recorrieron todo su cuerpo, hasta que terminaron comiéndole una el coño y otra el culo, a la vez que se lo dilataba.

Yo alternaba clavando mi polla un rato en el coño de la madre y otro en el de la hija, hasta que ambas alcanzaron su orgasmo. Después, coloqué a Akuti en el borde de la piscina, tumbada boca arriba pero con los pies dentro del agua, que puse sobre mis hombros, apunté la polla a su ano, ya bien dilatado y fui empujando poco a poco. Mientras, Janice colocada sobre ella, le comía el coño y la hija a su madre.

Estuve bombeando un rato, mientras ella gemía como loca disfrutando tanto de la comida de coño como de la enculada. No sé cuantos orgasmos tuvo esa noche, pero se que fueron muchos. Al fina, me corrí en su culo y, como siempre, después de un rato de charla, nos fuimos a la cama, solo que esta vez, Akuti vino conmigo a pasar la noche.

Cuando el Mayor vino a dar vuelta y preguntar, le dije:

-No ha venido nadie, Mayor, hemos estado los cuatro juntos pasando un rato entretenido y nos hemos ido a acostar a la vez. Por cierto, Mayor, como verá Akuti se encuentra conmigo y quiero seguir con ella, me he enamorado y quiero compartir el resto de mi vida con ella. ¿Tiene algún inconveniente?

-No hijo, al contrario, estoy muy contento de que tengáis esa relación. Tenéis mi beneplácito. Ahora me voy a dormir, mañana hablamos y me contáis mas cosas sobre vosotros.

La historia continuó durante meses, pero con Akuti incluida en nuestros juegos. Fueron los meses más felices de mi vida. Hubo varias expediciones de castigo, tan desastrosas como la primera. En una de ellas, el teniente de mi compañía no supo cubrirse bien y fue muerto a tiros, lo que supuso que yo ascendiera y ocupase su puesto, siendo felicitado por mis actos de valor e inteligencia, incrementando así el odio de los demás. El resto de tenientes, no me hablaban ni incluían en sus reuniones, pero tampoco me importaba mucho

Viviendo en ese peligro constante y teniendo presente que podría morir en cualquier momento, quise dejar un descendiente en el mundo si me pasaba algo. Lo hable con Akuti y acepto contenta el quedarse embarazada, nos pusimos a ello y al mes ya me anunció que iba a ser padre.

La colmé de besos y abrazos de la alegría desde ese momento solamente vivía para mimarla.

Dos semanas después de cumplir yo los 18 años, hubo un ataque nocturno a la casa del Mayor, por un grupo desconocido de rebeldes que al parecer buscaba mi muerte, pero la fortuna hizo que en ese momento estuviese levantado, y pude repeler el ataque en parte. Y digo en parte, porque los disparos alcanzaron a Akuti, embarazada de 7 meses y a mi futuro hijo, matando a ambos.

Quedé totalmente desolado. Pensé en morir con ella porque la vida no tenía sentido para mi. Tras el funeral, salí yo solo de expedición buscando huellas de los autores, recorrí los poblados rebeldes y localicé sus campamentos, ya que, por sus ropas, pensamos que era obra de ellos, me acercaba a escondidas, capturaba uno o varios y los torturaba hasta matarlos, pero nadie sabía nada. Maté a más de doscientos, sin conseguir resultados.

Después de casi seis meses, cuando ya desesperado volvía a casa, me encontré con un rebelde anciano, casi ciego, con fusil al hombro. Cuando lo vi, le disparé a las piernas y quedó tumbado en el suelo. Al acercarme, me di cuenta de que no me veía, sin embargo, enseguida supo quien era:

-Tú eres el que está matando a los míos, verdad. Puedes matarme ya, hace tiempo que estoy preparado.

Sus palabras su actitud me impresionaron, por lo que le pregunté lo mismo que a todos, pero sin violencia.

-¿Qué sabes tu del atentado a la casa del mayor?

-Poca cosa. Se que fueron unos maleantes de la ciudad, pagados con dinero de algunos de los oficiales del fuerte.

-Sabes algún nombre.

-El que dirigía el grupo se llama Malik, los otros no lo se.

-¿Y los nombres de los oficiales?

-Esos los desconozco, busca a Malik y pregúntale a él.

Insistí para que repitiese y me dijese más, pero no cambió ni una sílaba.

Lo dejé con vida y volví a casa, el Mayor, su familia y mis hombres me recibieron con gran alegría, pero yo solamente sentía odio. Me encerré en mi habitación varios días para calmarme y pensar.

Janice y Hanna venían a menudo a visitarme y hablar conmigo para darme consuelo, hasta que al fin tomé una decisión.

No dejé de cumplir con mi obligación, presentando un informe por escrito de todos los poblados y campamentos rebeldes que había encontrado, así cómo sus ubicaciones.

Gracias a eso, las siguientes incursiones dieron mejores resultados.

Gracias por vuestras valoraciones y comentarios. Sugerencias en privado a: amorboso arroba hotmail punto com

Relato erótico: “La gemela” (POR JAVIET)

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Hola amigos y amigas, de nuevo con vosotros para contaros un relato, esta historia me la contó mi amigo Paco y pese a su contenido y los antecedentes de fantasma exagerado del tío, me inclino a creerla cierta ya que vi a la protagonista, pero comencemos.

Aquella noche de verano…

Paco salió del trabajo y fue a su casa donde cenó viendo la tele, es solterón empedernido, mide 1´80. Es heterosexual fanático y no muy agraciado de cara, cosa que compensa con un buen cuerpo fruto de muchas horas de gimnasio, es buen conversador y siempre le decimos que el mas que enrollar a las pibas cuando va de fiesta, las atonta con su abundante verborrea y luego pasa al ataque cuando están aturulladas y medio bebidas.

Volviendo a la historia, Paco se maqueó y salió de fiesta al centro de la ciudad donde había quedado con el resto de la panda, habíamos quedado en “El Bareto” un bar de moda y llego el primero a la cita, mientras tomaba una cerveza en la barra recibió un golpe en la espalda que le hizo derramar parte de su jarra en el mostrador, la culpable era una chica morena que había tropezado con el sin darse apenas cuenta en su camino un tanto errático pero veloz hacia el servicio.

Laura Pérez, pues así llamaba la morena en cuestión, se introdujo en una de las cabinas del servicio de chicas y mas que sentarse se medio tumbó, se levantó la corta falda azul marino y se abrió de piernas, de un manotazo se apartó el empapado tanga verde pistacho con rayitas azul cielo y se metió dos dedos en su vagina, moviéndolos sin compasión ninguna dentro y fuera de ella haciéndose una paja feroz, con la mano libre se pellizcaba los pezones sobre la camiseta gris, mientras con los ojos cerrados y mordiéndose temblorosamente los labios para amortiguar los gemidos que salían de su boca, pensaba:

– “Zorraaa esta me la pagaas, jodiaa cabrona que gustazooo me estas dandooo.

Sus dedos chorreaban flujo en su incesante martilleo de su ansioso y empapado coño, sus gemidos aumentaron un poco y no tardo en correrse, su cuerpo se sacudía entre espasmos de placer mientras su empapada mano se ralentizaba poco a poco, hasta finalmente deslizar sus dedos hacia arriba acariciando el clítoris mientras salían, lo cual la produjo otro escalofrío de gusto, mientras pensaba:

– “Así que quieres marcha, está bien Lola esta noche vas a tener marcha, por eso no te preocupes”

Entretanto a tres kilómetros de allí en casa de los Pérez. Lola Pérez de 22 años, morena con el pelo hasta los hombros, cara con forma de corazón y de labios gordezuelos siempre incitantes a los besos, de cuerpo firme con pechos tamaño pomelo, vientre terso y plano, piernas duras y firmes debido al ejercicio, de profesión cajera de híper, actualmente con un tobillo enyesado y por tanto tumbada en la cama, se bajaba el camisón tras hacerse una buena paja, como siempre se había acordado de su hermana Laura, desde que eran jóvenes y empezó a picarles el coñito, pensaban la una en la otra en ciertas circunstancias.

Las hermanas eran gemelas idénticas y estaban muy unidas, tan unidas que sus primeros escarceos en el mundo del sexo habían sido entre ellas, durante sus tardes y noches de amor lésbico-filial se lo pasaban de miedo, sus corridas eran intensas y casi siempre coincidían, era casi como si la corrida de una provocase la llegada de la otra hermana, al menos hasta ahora siempre había ocurrido así, ella no podía evitar concentrarse y pensar en Laura cuando se excitaba, de la misma forma que recibía los sentimientos de ella cuando estaba cachonda o haciendo algo con algún noviete, al principio les parecía raro y extraño pero ahora varios años después a ambas les salía de forma natural.

Lola esperó a tranquilizarse un poco antes de llamar como cada noche a su chico, bebió un buen trago de la botella de refresco que tenía en la mesilla, luego se centró en ver la tele mientras se preguntaba ¿Qué estaría haciendo Laura?

Laura se incorporaba en el servicio, tras secarse su depilado coñito con un pañuelo de papel y subiéndose el tanga, se acordó de la jugada que la acababa de hacer su hermanita y de su propósito de vengarse de ella, se la devolvería ¡vaya que sí! Y rapidito si es que podía, con esa decisión salió del baño.

Paco estaba en la barra, miraba hacia la puerta del servicio esperando ver salir a la chica morena que le había empujado haciéndole tirar media cerveza, habían pasado casi 10 minutos cuando la vio salir, morena de 1,70 y guapilla de cara con forma de corazón, camiseta gris y falda azul marino, bonitos pechos, buen cuerpo y bonitas piernas, “es ella” –pensó- mientras venia hacia él, cuando pasaba a su lado la dijo:

– Pareces más tranquila ahora.

Ella se quedo mirando a Paco pero no le sonaba de nada. El continuó:

– Soy el tío al que has tirado la cerveza de un empujón cuando corrías hacia el servicio.

– Ah sí, pues perdona – dijo Laura y añadió:

– No me di cuenta, iba algo apurada.

– Si ya me di cuenta, ¿Qué tal ahora, todo mejor?

– Si gracias, bueno pues…

– Mira no me importa que me empujaras, así por lo menos te he conocido, me llamo Paco y si quieres te invito a tomar algo, pareces algo agitada.

Ella se quedo un instante mirándolo, era alto y estaba bueno, no era un adonis pero parecía simpático, decidió quedarse con él y charlar un poco mientras tomaba algo, ya decidiría que hacer más tarde, sonriéndole contestó:

– Vale tomare una cerveza contigo gracias, por cierto me llamo Laura, encantada Paco y se acerco a él dándole un beso en la cara.

Dedicaron un rato a charlar mientras bebían, al poco rato ella se reía con sus chistes y chorradas, nosotros el resto de la cuadrilla fuimos llegando y nos fuimos al otro lado de la barra a tomar nuestras cañas, en un pacto tácito que teníamos de no interrumpir nunca la caza de uno del grupo, veíamos a aquella chica divertirse en compañía del bueno de Paco.

Mientras tanto, Lola se aburría en casa tumbada en la cama y harta de ver la tele, decidió llamar por teléfono a su novio Marcos, charlaron un poco hasta que la mente calenturienta de Lola decidió calentar a su chico diciendo:

– Seguro que no sales de casa porque estás viendo una porno, en lugar de venir a hacerme mimitos.

– Pero cari, – dijo Marcos – con el tobillo escayolado y tus padres en casa, no creo que estés para muchos mimitos.

– ¿Que sabrás tu… y si te digo que me calienta tu voz?

– Si tan caliente estas, dime que me harías cari.

– Te lo comería todo, todito lo que te imaginas y lo haría tan suave y despacito como sabes que sé hacerlo, ¿y tú que me harías nene dímelo?

– Yo te acariciaría por todas partes mientras te chupo y mordisqueo esos pezones tan duros que tienes, para luego ir bajando por tu cuerpo con mi boca, lamiéndote y besándote todo el camino hasta llegar…

– ¡siii no pares ahora! Hasta llegar a donde – dijo ella – cerrando fuerte los ojos y concentrándose en las palabras, mientras sus dedos tomando ventaja ya habían llegado a su coñito.

Marcos mientras, desenfundando su tieso miembro para cascarse una paja al mismo tiempo que Lola, siguió hablándola:

– Si cariño, llegaría a tu coñito suave y sin pelo, lamería tus labios hinchaditos y los separaría con mi lengua hasta tropezarme con tu clítoris.

– Siiii asiiii sigue nene dime maaass, sus dedos se empapaban de flujo recorriéndose la rajita.

– Insistiría con mi lengua, abriéndome paso, metiéndome en ti y saboreándote poco a poco mientras saboreo tu aroma a hembra, tu sabor me llena la boca.

– Siiiguee asiii me gusta, sigue maass, sus dedos insistían en los labios externos de su chochete.

– ¿sabes? Me he colocado como si estuviera entre tus piernas comiéndote el chochete, abre las piernas e imagíname entre ellas cielo.

– Siii así estoy, me abro de piernas, ¿mee lo comerás todo?

– Si nena todito para mi, ahora metería mi lengua en tu coñito, mojándolo con mi saliva.

– Siii asiii mi niño, – dijo ella sin abrir los ojos, mientras se introducía un dedo en su empapado chochete.

– Ahora muevo mi lengua dentro de ti, de abajo a arriba, entro rozándote el agujerito del culete, sigo un poco mas y la meto en tu coñito abierto, entro en ti y la remuevo, nota mi lengua moviéndose dentro una y otra vez, para recorrerte entera y salir por arriba rozándote el botoncito del clítoris, asiii despacito nena, ahora lo pillo con mis dientes suavecito sin morderlo, para mover mi lengua sobre él, haciéndote vibrar de gusto.

– Aaahhhh siii te notooo, no pareeess neneee siguueee pooor favor.

– Ahora vuelvo hacia atrás, separo mi boca y vuelvo a tu culito, lamiéndolo y metiendo un poquito la lengua, mientras meto dos deditos en tu chochete, moviéndolos dentro y fuera empapándome con tu salsa.

Lola jadeaba sin parar con el teléfono pegado a la oreja, con la mano libre se estaba cascando una paja divina, cuatro de sus dedos brillantes de flujo por el reflejo de la luz de la tele, entraban y salían como un pistón de su coñito, el pulgar presionaba en cada viaje sobre su inflamado clítoris, su orgasmo se acercaba a pasos agigantados mientras con los ojos cerrados se concentraba en las palabras de Marcos.

– Ahora muevo los dedos juntos dentro de tu chochete, lo hago en sentido circular mientras vuelvo a tu clítoris poniendo mi boca como una ventosa sobre él, lamo tu botoncito una y otra vez, siénteme y lléname de flujo, dame a beber tu placer mientras te lamo sin parar el clítoris con mi lengua ansiosa de ti.

Lola no pudo aguantar más, la voz sexi e insinuante en su oído, las sensaciones que sentía en su cuerpo, sus dedos en su chochete, por fin todo su cuerpo se crispó de placer, sus caderas se agitaron frenéticas y se arqueo en un último gemido que dio paso a un gran placer, el orgasmo la sacudió con fuerza y al correrse acabo de empaparse la mano, el interior de sus muslos y las sabanas, ella gemía entrecortamente:

– ooooohhhh siiisiiiiii, asiiiii aahhh caaariiii massss mee corroooo, maarcooss aaahhh meee corroooo.

Durante unos instantes solo se escucho el gemido de Lola mientras se corría y luego su respiración agitada intentando tranquilizarse tras el intenso orgasmo, pocos segundos después cuando ella abrió los ojos vio puntitos brillantes y soltó un largo suspiro.

Unas 5 minutos antes en “El Bareto” nuestros protagonistas estaban de pie en la barra, cuando la conversación entre Paco y Laura se interrumpió casi de golpe, entonces este observo que las mejillas de Laura se coloreaban de golpe, la chica empezó a respirar agitadamente, sus ojos se dilataron y sus labios se humedecieron entreabriéndose como suplicando un beso, no pudo evitar fijarse en que los pezones de la chica se habían erizado de golpe, el respondió a la llamada de la hembra y acercando su boca a la de ella la planto un beso en la boca, mientras las lenguas bailaban juntas sintió como el cuerpo de ella se pegaba al suyo, sus caderas se agitaban levemente y sintió aquellos pechos presionándose contra su torso.

La chica no rompía ni el abrazo ni el beso, se rozo más intensamente con él, llegando a rozarse el pubis contra el muslo del chico colocado entre sus piernas, notando el creciente bulto del paquete contra su pierna, se apretó gimiendo durante unos instantes contra Paco y finalmente se relajo entre sus brazos, paso casi un minuto sin que ninguno dijera nada hasta que ella rompió el silencio diciendo:

– ¿Has traído coche?

– Si claro, ¿Qué te pasa?

– Nada malo, créeme estoy bien solo algo alterada, ¿podemos salir al coche un momento?

– Si claro vamos.

Salieron del bar y cruzaron una calle hasta llegar al descampado donde estaba el “polo” azul de Paco, entraron y se sentaron mientras el intentaba entender el proceder de la chica. Laura en silencio suponía lo que había ocurrido, su hermanita al no poder salir por culpa de la escayola, debía de haber llamado a su novio Marcos, no era la primera vez que habían hecho sexo telefónico y ella siempre disfrutaba con los orgasmos de su hermana, a veces cuando Lola colgaba el teléfono, una de las dos cambiaba de cama y seguían la fiesta entre ellas, por eso ella sabía exactamente lo que pasaría a continuación, en aquellas llamadas solía ser el bueno de Marcos el que hiciera disfrutar a Lola, para después cambiar los papeles y hacer que el chico se corriera.

Laura musito en voz baja:

– Esta es la mía hermanita, me las vas a pagar.

– Como dices. – Dijo Paco mirándola.

– Ooh, que si te apetece estoo… ven bésame otra vez.

La verdad es que el pobre Paco estaba alucinado con esta chica, era una contradicción ambulante pero en parte le gustaba la situación, sin hacerse de rogar se dedicó a besar los jugosos y calientes labios de ella, sus manos empezaron a acariciarla la espalda y los hombros.

Ella reconoció que el chico sin ser guapo besaba muy bien, la calentaba mucho y aquel pecho fuerte la tenia…buff además se acababa de correr contra su muslo, con aquel desconocido y estando de pie en la barra de un bar, ¿Qué pensaría de ella? Le debía parecer una zorra pero en aquel momento la daba igual, seguía cachonda aunque era en parte culpa de su hermanita, estaba deseando que él fuera un poco más lanzado para hacerle disfrutar, pero el chico se contenía muy educada e ingenuamente, debería ser ella la que se lanzase y pronto si quería devolverle la jugarreta a su hermana.

Sin dejar de besarla, las manos de Paco se deslizaron hacia delante y empezaron a acariciar los turgentes pechos de Laura, esta sintió con alivio que por fin reaccionaba su acompañante y se entregó a la deseada caricia con creciente calentura, efectivamente bajo su amplia camiseta gris los pezones seguían tensos y desafiantes mientras sus pechos eran amasados diestramente por las manos de nuestro amigo, sus bocas se separaron levemente para respirar y Paco aprovecho para besarla en el cuello deslizando su boca en ligeros mordisquitos que hicieron suspirar de placer a Laura, cuyas manos bajaron ansiosas hasta el cinturón de nuestro protagonista.

Justo en aquel momento a tres kilómetros de distancia, su hermana Lola totalmente desnuda tras quitarse el camisón empapado en sudor, se ponía de nuevo el teléfono en la oreja y decía:

– Bueno Marcos esto ha sido genial, yo me he corrido pero: ¿Cómo esta marquitos el cabezón?

– Marquitos esta duro y deseándote, ya sabes cómo se pone en cuanto te oye jadear.

– Si… sí que lo sé, deseo ese pedazo de polla dentro de mí, pero no me la traes – dijo Lola con voz de niña mimosa.

– Si quieres mañana la tendrás, pero ahora debes ayudarme a bajarle los humos, no veas cómo se ha puesto de deseo, está casi morado de ganas de ti.

– ¡Vale! Lo hare encantada, pero recuerda que mañana quiero que vengas y me des mi ración de leche antes de dormir, si no me cuesta coger el sueño. – Dijo Lola poniendo nuevamente voz de niña mimosa.

– Te lo prometo cariño.

– Bien marcos cariño, cierra los ojos y piensa en mí tal y como estoy, desnuda para ti.

– Ya los tengo cerrados, estoy listo. – dijo él mientras se sujetaba los genitales con una mano y ponía la otra sobre su prepucio ya embadurnado de aceite de bebés.

– Pues entonces… voy a bajar mi cabeza y empezare a meterme tu gordo rabo en mi boca, lo acaricio con mis labios mientras dejo caer mi saliva sobre su cabezota…

Mientras en el coche de Paco, Laura había desabrochado el cinturón, el botón y bajado la cremallera del pantalón de este, encontrándose con una erección que superaba sus expectativas, pese a estar medio contenida por un slip blanco la herramienta del acariciado, asomó su cabezota curiosa en cuanto la chica le dejo aire y espacio para salir, sus manitas la aferraron y sus ojos abiertos como platos bajaron a comprobar si la información recibida desde sus dedos acerca del calibre del miembro en cuestión era correcta, se encontró mirando un prepucio gordo y muy coloradote, el miembro de Paco media casi 20 cm. De largo y le calculó unos 13 ó 14 de circunferencia, desde luego era el más grueso que había visto nunca, así que sabedora de lo que debía estar haciendo su hermana Lola, decidió probarla mientras pensaba intensamente en como lo hacía, para devolverla la jugarreta y disfrutar mientras tanto.

Paco se recostó en su asiento mientras Laura bajaba la cabeza y la noto lamer, tras sentir la lengua acariciándole y recorriéndole mientras le ensalivaba, el prepucio se vio envuelto en aquellos labios gordezuelos tan sexis y notando como se hundía en la boca de ella, el sonido húmedo y lascivo de las húmedas chupadas resonaba en el coche, ella no paraba de producir saliva que resbalaba por la columna del miembro a cada movimiento que su boca hacía arriba y abajo, mamaba sin manos pero a veces le apretaba ó masajeaba los huevos con la zurda mientras se acariciaba a si misma los pechos con la diestra, era un trabajo lento y muy bien hecho, pero Paco no sabía lo que duraría sin correrse de gusto ante la golosa Laura, que entre los gemidos de placer y con sus chupadas lentas y ruidosas le estaba poniendo a mil.

Lola percibió lo que su hermana estaba haciendo, no pudo evitar quedarse en silencio con el auricular en la oreja y oyendo a su novio suspirar de placer, solo fueron necesarios unos segundos para sentirse de nuevo caliente, los pezones la reclamaban caricias y su chochete se humedeció de nuevo, ella supo sin dudarlo ni por un instante que su hermanita estaba a punto de follarse a alguien, escucho la voz de marcos por teléfono:

– ¿Lola, lola? cari no te calles ahora cielito, me tienes ardiendo.

– Si… si perdona, me he distraído un momento.

Se estiró hacia un lado, abriendo el cajón de la mesilla y sacando su vibrador con forma de polla autentica de 20 cm, tenía simuladas hasta las venitas en relieve, sabía que su hermana estaba mamando, lo sabia tan seguro como que era de noche pues lo percibía y sabia hasta como lo hacía, se giro bocabajo en la cama sujetando erguido el vibrador con la zurda y aferrando el teléfono con su otra mano contra su oreja dijo:

– Marcos cariño, nota mis labios en tu polla y siente mi saliva.

– Sii nena. – Dijo el volviendo a darle al manubrio, con los ojos cerrados e intentando concentrarse solo en lo que oía por el teléfono.

– Mi boca se llena de saliva cada vez que te chupo, saliva calentita para la polla de mi nene, nota como entras en mi boca.

Mientras lo decía fue introduciéndose el prepucio de goma en su boca, no podía hablar paro el sonido húmedo que hacia llegaba perfectamente a su novio a través del auricular, haciendo que el aumentara el ritmo de su mano.

Mientras Paco disfrutaba de la mamada real y autentica, con los genitales mojados de saliva, veía la cabeza de Laura subir sacándose la polla de la boca casi al completo para darle bocaditos y relamer el prepucio varias veces, para seguidamente metérsela dentro de nuevo y bajar tragándosela poco a poco, nuestro amigo creía poder tocar el cielo de tanto placer.

Lola sentía lo mismo que Laura en la boca, la misma sensación la misma calentura, su saliva resbalaba mojando la cama mientras su novio jadeaba al otro lado del teléfono, no se contuvo y sacándose el vibrador de la boca dijo:

– Vamos cariii sin parar, ahora recuerda como te follo con la boca hasta el final, te mamo y te la chupo mojándola como tú sabes, con mucho vicio.

– Siii cariñoo asiii chúpamela asiii mi nena. – Dijo marcos aumentando el ritmo de su paja.

Laura sin pensar más que en el placer dejo de tocarse los pechos y llevo la mano a su coñito, el ritmo de su boca aumento de golpe y ella parecía desbocada, el sonido húmedo de las chupadas resonaba en el coche, Paco estaba que no podía mas de placer, aquella tía loca se la mamaba como ninguna, era puro vicio desatado.

Marcos fue el primero en correrse:

– Siii joder, queee bueenaaa, erees zorraaa.

Copiosos goterones salieron de su polla, se empapo la mano, el pijama y la colcha, finalmente entre jadeos y suspiros se fue relajando y se le cayó el teléfono al suelo.

Paco le siguió a corta distancia, mientras intentaba apartar a Laura de su miembro pues no sabía cómo reaccionaría esta, si se encontraba de repente con la boca llena de semen calentito.

Ella negó con un gesto y siguió mamando.

Paco soltó su carga entre espasmos de placer y jadeos de gozo:

– Aahoooraaa mee corroooo, siii siii mas asiii nenaa, todo tuyoooo.

Laura solo aflojo la velocidad de la mamada mientras se tomaba su cena, el esperma lleno su boca mientras hacía esfuerzos por tragarlo todo, ni que decir tiene que lo saboreó a conciencia pues la corrida fue abundante y algo se la salió manchándola en la barbilla, después se tiró un momento relamiendo el miembro de Paco sin que este se quejase más que de gusto, al poco el miembro se volvía a erguir desafiante entre las manos y labios de Laurita que sin correrse pero muy caliente esperaba algo más de aquella noche.

Pero ¿y Lola? Bueno ella no se había corrido pero estaba como su hermana cachonda perdida, la voz de Marcos por el auricular le dijo que estaba hecho polvo y que al día siguiente le llevaría su ración de leche, se despidió de ella y colgó dejándola caliente y algo frustrada, ya se disponía a rematar la faena sola, cuando volvió a percibir a su caliente hermana gemela en acción.

– ¡Follame Paco, lo necesito de veras por favor! – Decía Laura mirándole a los ojos.

El la miraba, era guapa y tenía los ojos chispeantes de lujuria, una gota de esperma medio seca se balanceaba de su barbilla, ¡si justo ahí! en la punta de su cara de corazón, sus tetas se balanceaban al compas de su agitada respiración asomando bajo la camiseta, el hurgó en el bolsillo y encontró un preservativo, rompiendo su precinto con los dientes se lo fue a colocar en la polla, pero ella se lo quito de las manos y con sus dedos brillantes de su propio flujo vaginal, le coloco el preservativo con precisión en su renacido y duro miembro, Paco se incorporó e hizo bajar el respaldo del asiento de Laura, ella solo se tumbó y se quito la camiseta gris dejando bien a la vista sus calientes, hermosos y suculentos pechos.

Paco se puso entre las piernas de Laura, levantó su falda corta e hizo a un lado su empapado tanga verde pistacho con rayitas azul marino, vio su chochete depilado y tan húmedo que parecía exudar flujo, fue el fuerte aroma de hembra en celo lo que le guio hasta empujar con su prepucio entre los labios de la vagina de ella, vio como se abrían a su paso y el entraba triunfante en aquel cuerpo cálido, Laura gimió y pidió:

– Mas amor dame masss, damela toodaaa, ¡laa quierooo todaaa!

Nuestro Paco miraba como los pliegues del chochete se abrían según entraba su miembro, ella gemía y el se deleitaba moviéndose lentamente, entrando y saliendo de aquella vagina caliente que parecía absorberlo, Laura le miraba con sus ojos entrecerrados, le desabrocho la camisa acariciándole el fuerte pecho y dijo:

– Por favor damelaa toda, no me tengas asiii paco te deseo, métemela bien siii.

– Pero si la tienes toda dentro nenaaa, querrás decir que vaya más rapidooo. – Dijo él, aumentando un poco la velocidad de penetración.

– Siiii por faaaa, mas rapidooo asiii siiiguee maaass, joodeemeee toodaaa.

Mientras decía esto, el cuerpo de Laura se agitaba tembloroso, la chica sintió que las manos de Paco volvían a sus pechos y los amasaban, sentía como su boca le chupaba y mordía alternativamente ambos pezones, la cadencia de los caderazos aumento por ambas partes y cada envite hasta la matriz que daba el con su miembro, era recibido con un estremecimiento y un apretón de la vagina que parecía estrujarle la polla, fueron acelerando ambos las embestidas y en la oscuridad del coche solo se oían jadeos y húmedos golpes chapoteantes, mientras los cristales se empañaban.

En casa, Lola tumbada boca arriba con los ojos cerrados y las piernas abiertas, sentía el placer de su hermana al ser follada, mientras ella se tironeaba de los pezones y se metía el vibrador conectado al máximo de intensidad en su chochete, metiéndolo y sacándolo rítmica pero cada vez más velozmente, elevaba y agitaba las caderas mientras apoyaba los talones en la cama sustituyendo el dolor de su tobillo por un placer que la acercaba velozmente al orgasmo.

En el coche los amantes habían alcanzado el punto de no retorno, los jadeos y los movimientos de los dos jóvenes abrazados eran rápidos e intensos, Laura había entrelazado las piernas sobre el culo de Paco, este empujaba con movimientos cortos y veloces su gruesa polla contra la matriz de la morena, sus bocas se besaban o mordisqueaban sus labios y cuellos sin aflojar el ritmo, entonces fue cuando el preservativo se rompió, ambos se dieron cuenta perfectamente y tras un segundo de indecisión el dijo:

– ¡Se ha rotoooo la gomaaa nena.

– Nooo pareeesss no pareeess, sigueeee asiiii sigueeee, estoy aaaa puntoooo.

– Yoooo tambieeenn, me voyyyyy a correerr.

– Daamelooooo dentrooo, dameloooo todoooo que me corrooooo yaaaaaa.

Laura pareció encabritarse, su cuerpo se agitaba jadeando en las convulsiones de un orgasmo intenso, de hecho fue el más largo de aquella noche, a Paco aquella tormenta de jadeos y temblores le hizo descargar, su polla soltaba fuertes chorros de espesa leche dentro de la matriz de ella inundándola por dentro, se abrazaron entre gemidos y jadeos para poco a poco ir relajándose sin romper la penetración, solo cuando el miembro fue perdiendo su rigidez un exceso de leche goteó del chochete hasta la tapicería del asiento.

Lola había notado el orgasmo de Laura y clavándose el vibrador aun más profundo de su coño, se dejo llevar por su placer y por el que le “transmitía” su hermana, mordiéndose los labios para no gritar se corrió empapándose las manos en su propio flujo que pareció saltar de su coño, finalmente su cuerpo temblaba cuando se relajaba en la cama y el tobillo la dolía un poco, chupo el vibrador para saborear su propio flujo y después lo guardo, pensó que tenía que hablar con Laura por la mañana y sin poderlo evitar se quedo dormida.

Paco y Laura tras limpiarse y vestirse, entraron en “el bareto” pidieron de beber pues después de tanto jadear ambos tenían la garganta seca, mientras tomaban un cubata el dijo:

– Deberías darme tu teléfono.

– No puedo lo necesito para recibir llamadas, pero si quieres te diré encantada mi numero.

Ambos se rieron, intercambiaron sus números de teléfono y charlaron casi una hora, se gustaban y se caían estupendamente, después se despidieron y Laura cogió su coche para volver a casa, durante el trayecto pensaba: “Bueno he conocido a un tío genial y con una buena herramienta ¿Qué hago, lo conservo como noviete o paso de el? Y lo de esta noche con Lola, menuda pájara está hecha mi hermanita, ¿hemos hecho un trió o una orgia? Ella con su chico y conmigo ó yo con Paco y ella, además de marcos con ella por teléfono, joder que lio”

Entretanto Paco se acerco a la panda, no hablo de Laura aunque nosotros le tiramos de la lengua, solo dijo que al día siguiente la llamaría pues era una mujer “especial” nosotros nos burlábamos y bebíamos, el miraba hacia el parking y sonreía.

Fin del capítulo.

Bien lectores, como veis aquí hay varias personas que se afectan, pero ¿llegaran a conocerse? Yo apostaría que si, ya veremos. Entretanto ¡sed felices!

SI QUEREIS CONTACTAR CON EL AUTOR: javiet201010@gmail.com

“El dilema de elegir entre mi novia y una jefa muy puta” LIBRO PARA DESCARGAR POR GOLFO

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La casualidad quiso que Manuel Quijano descubriera llorando a su jefa y a pesar que Patricia era una arpía, buscara consolarla aunque eso pusiera en peligro su trabajo..Al hacerlo desencadenará una serie de hechos fortuitos que acabarán o no con su soltería al ponerle en el dilema de elegir entre esa fiera y una dulce compañera de trabajo que estaba secretamente enamorada de él.

ALTO CONTENIDO ERÓTICO

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Capítulo 1.

A pesar que mucha gente cree que llegada una edad es imposible que su vida pueda cambiar diametralmente, por mi experiencia os he de decir que están equivocados. Es más, en mi caso mi vida se trastocó para bien por algo en lo que ni siquiera participé pero que fui su afortunado beneficiario.
Por eso no perdáis la esperanza, ¡nunca es tarde!
Tomad mi ejemplo.
Hasta hace dos meses, mi existencia era pura rutina. Vivía en una casa de alquiler con la única compañía de los gritos del bar de abajo. Administrativo de cuarta en una mierda de trabajo, dedicaba mi tiempo de ocio a buscar infructuosamente una pareja que hiciera más llevadero mi futuro. Durante dos décadas perseguí a esa mujer en bares, discotecas, fiestas y aunque a veces creí haber encontrado a la candidata ideal, tengo que deciros que fracasé y que a mis cuarenta años me encontraba más solo que la una. Es más creo que llegue a un estado conformista donde ya me veía envejeciendo solo sin nadie que cuidar o que me cuidara.
Afortunadamente todo cambió una mañana que queriendo adelantar tarea aterricé en la oficina media hora antes. Pensaba que no había nadie y por eso cuando escuché un llanto que venía de la habitación que usábamos como comedor improvisado, decidí ir a ver quién lloraba. Todavía hoy no sé qué fue lo que me indujo a acercarme cuando descubrí que la que lloraba era mi jefa. Lo cierto es que si alguien me hubiese dicho que iba a tener los huevos de abrazar a esa zorra y que intentaría consolarla, me hubiese hecho hasta gracia, ya que la sola presencia de la tal Patricia me producía un terror inenarrable al saber que mi puesto de trabajo dependía de su voluble carácter.
Joder, ¡no era el único! Todos y cada uno de mis compañeros de trabajo temíamos trabajar junto a ella porque meter la pata en su presencia significaba engrosar inmediatamente la fila del paro. Para que os hagáis una idea de lo hijo de puta que era esa mujer y lo mucho que la odiábamos, su mote en la empresa era la Orco Tetuda, esto último en referencia a las dos ubres con las que la naturaleza la había dotado. Aunque hoy en día sé que su despotismo era un mecanismo de defensa, lo cierto es que se lo tenía ganado a pulso. Como jefa, Patricia se comportaba como una sádica sin ningún tipo de moral que disfrutaba haciendo sufrir a sus subalternos.
Por eso todavía hoy me sorprende que haya tenido los arrestos suficientes para vencer mi miedo y que olvidando toda prudencia, la hubiese abrazado.
Cómo no podía ser de otra forma, al sentir mi jefa ese abrazo intentó separarse avergonzada pero aprovechando mi fuerza se lo impedí y en un acto de locura que dudo vuelva a tener, susurré en su oído:
―Llore tranquila, estamos solos.
Increíblemente al escucharme, esa zorra se desmoronó y apoyando su cabeza en mi pecho, reinició sus lamentos con mayor vehemencia. Pasados los treinta primeros segundos en los que el instinto protector seguía vigente, creí que mis días en esa empresa habían terminado al presuponer que una vez hubiese asimilado ese mal trago, la gélida mujer no iba a poder soportar que alguien conociera su debilidad y que aprovechando cualquier minucia iba a ponerme de patitas a la calle.
«¡Qué coño he hecho!», os reconozco que pensé ya arrepentido mientras miraba nervioso el reloj, temiendo que al estar a punto de dar las ocho y cuarto alguno de mis compañeros llegara temprano y nos descubriera en esa incómoda postura.
Afortunadamente durante los cinco minutos que mi jefa tardó en tranquilizarse nadie apareció y aprovechando que lo peor había pasado, me atreví a decirle que debía irse a lavarse la cara porque se le había corrido el rímel. Mis palabras fueron el acicate que esa zorra necesitaba para recuperar la compostura y separándose de mí, me dejó solo entrando al baño.
«Date por jodido», pensé mientras la veía marchar, « si ya de por sí no eras el ojito derecho de la Orco Tetuda, ahora que sabes que tiene problemas la tomará contra ti».
Hundido al ver peligrar mi puesto, me fui a mi silla pensando en lo difícil que iba a tener encontrar trabajo a mi edad cuando esa maldita me despidiera.
«La culpa es mía por creerme un caballero errante y salir en su defensa», mascullé entre dientes sabiendo que no me lo iba a agradecer por su carácter.
Tal y como había supuesto, Patricia al salir del baño ni siquiera miró hacía donde yo estaba sino que directamente se metió en su oficina, dejando claro que estaba abochornada porque alguien supiera que a pesar de su fama era una mujer capaz de tener sentimientos.
Durante todo el día, mi jefa apenas salió de ahí y eso hizo acrecentar la seguridad que tenía de mi despido. En mi desesperación quise arreglar las cosas y por eso viendo que seguía encerrada cuando ya todos se habían marchado a casa, me atreví a tocar a su puerta.
―Pase― escuché que decía desde dentro y por ello tomando fuerzas entré a decirle que no tenía que preocuparse y que nadie sabría por mi boca lo que había ocurrido.
No tuve tiempo de explicárselo porque al más verme entrar su actitud serena se trasmutó en ira y me miró con un desprecio tal que, lejos de atemorizarme, me indignó. Pero lo que realmente me sacó de las casillas fue escucharla decir que si venía a restregarle en la cara los cuernos que le había puesto su marido.
―Para nada― respondí hecho una furia― lo que ocurra entre usted y el imbécil de su marido no es de mi incumbencia, solo venía a preguntar cómo seguía pero veo que me he equivocado.
Soltando una amarga carcajada, la ejecutiva me respondió:
―Me vas a decir que no sabías que Juan me ha abandonado. Seguro que es la comidilla de todos que a la Orco la han dejado por otra más joven.
No sabiendo que decir, solo se me ocurrió responder que no sabía de qué hablaba. Mi reacción a la defensiva la azuzó a seguir atacándome y acercándose a mí, me soltó:
―Lo mucho que os habréis reído de la cornuda de vuestra jefa.
Su tono agresivo me puso en guardia y por eso cuando esa perturbada intentó darme una bofetada, pude detener su mano antes que alcanzara su objetivo.
Al ver que la tenía inmovilizada, Patricia se volvió loca y usando sus piernas comenzó a tratar de darme patadas mientras me gritaba que la soltase. Mi propio nerviosismo al escuchar sus gritos me hizo hacer algo que todavía me cuesta comprender y es que tratando que dejara de gritar esa energúmena, ¡la besé!
No creo que jamás se le hubiese pasado por la cabeza que su subordinado la besara y menos que usando la lengua forzara sus labios. La sorpresa de mi jefa fue tal que dejó de debatirse de inmediato al sentir que la obligaba a callarse de ese modo.
Me arrepentí de inmediato pero la sensación de tener a ese mujeron entre mis brazos y el dulce sabor de la venganza, me hizo recrearme en su boca mientras la tenía bien pegada contra mi cuerpo. Confieso que interiormente estaba luchando entre el morbo que sentía al abusar de esa maldita y el miedo a las consecuencias de ese acto pero aun así pudo más el morbo y actuando irresponsablemente me permití el lujo de manosear su trasero antes de separarme de ella para decirle:
―Es hora que pase página. No es la primera mujer a la que han puesto cuernos ni será la última. Si realmente quiere vengarse, ¡búsquese a otro!― tras lo cual cogí la puerta y me fui sin mirar atrás.
Ya en la calle al recordar el modo en que la había tratado me tuve que sentar porque era incapaz de mantenerme en pie. Francamente estaba aterrorizado por la más que posible denuncia de esa arpía ante la policía.
«Me puede acusar de haber intentado abusar de ella y sería su palabra contra la mía», medité cada vez más nervioso, « ¿cómo he podido ser tan idiota?».
Reconozco que estuve a un tris de volver a disculparme pero sabiendo que no solo sería inútil sino contraproducente, preferí marcharme a casa andando.
La caminata me sirvió para acomodar mis ideas y si bien en un principio había pensado en presentar mi renuncia al día siguiente, después de pensarlo detenidamente zanjé no hacerlo y que fuera ella quien me despidiera.
«No tiene pruebas. Es más nadie que nos conozca se creería algo así», al recordar que a mi edad tendría difícil que una empresa me contratara por lo que necesitaba tanto la indemnización como el paro.
Lo que me terminó de calmar fue que al calcular cuánto me correspondería por despido improcedente comprobé que era una suma suficiente para vivir una larga temporada sin agobios. Quizás por eso al entrar en mi piso, ya estaba tranquilo y lejos de seguirme martirizando, me puse a recordar las gratas sensaciones que había experimentado al sentir su pecho aplastado contra el mío.
«Joder, solo por eso ¡ha valido la pena!», sentencié muerto de risa al comprobar que bajo mi pantalón mi sexo se había despertado como años que no lo hacía.
Estaba de tan buen humor que mi cutre apartamento me pareció un palacio y rompiendo mi austero régimen de alcohol, abrí una botella de whisky para celebrar que aunque seguramente al día siguiente estaría en la fila del INEM había vengado tantas humillaciones.
«Esa puta se había ganado a pulso que alguien le pusiera en su lugar y me alegro de haber sido yo quien lo hiciera», pensé mientras me servía un buen copazo.
Mi satisfacción iba in crescendo cada vez que bebía y por eso cuando rellené por tercera vez mi vaso, me vi llegando hasta la puerta de su oficina y a ella abriéndome. En mi imaginación, Patricia me recibía con un picardías de encaje y sin darme tiempo a reaccionar, se lanzaba a mis brazos. Lo incongruente de esa vestimenta no fue óbice para que en mi mente mi jefa ni siquiera esperara a cerrar para comenzar a desabrocharme el pantalón.
Disfrutando de esa ilusión erótica, dándole la vuelta, le bajé las bragas y sin más prolegómeno, la ensarté violentamente.
―Eres un cabrón― protestó la zorra de viva voz sin hacer ningún intento de zafarse del castigo.
Patricia me confirmó a pesar de sus protestas que ese duro trato le gustaba cuando moviendo sus caderas, comenzó a gemir de placer. Contra todo pronóstico, de pie y apoyando sus brazos en la pared, se dejó follar sin quejarse.
―Dame más― chilló descompuesta al sentir que su conducto que en un inicio estaba semi cerrado y seco, gracias a la serie de vergazos que le di se anegaba permitiendo a mi pene campear libremente mientras ella se derretía.
En mi mente, mi sádica jefa gritando en voz alta se corrió cuando yo apenas acababa de empezar y no queriendo perder la oportunidad de disfrutar de esa zorra aumenté el ritmo de mis penetraciones.
―Me corro― aulló mientras me imploraba que no parara.
Como no podía ser de otra forma, no me detuve y cogiendo sus enormes pechos entre mis manos, forcé mi ritmo hasta que su vulva se convirtió en un frontón donde no dejaban de rebotar mis huevos.
―¡Úsame!― bramó al sentir que cogiéndola en brazos, la llevaba hasta el sofá de su oficina.
La zorra de mi sueño ya totalmente entregada, se puso de rodillas en él. Al caer sobre ella, mi pene se incrustó hasta el fondo de su vagina y lejos de revolverse, recibió con gozo mi trato diciendo:
―¡Fóllame!
Para entonces me estaba masturbando y cumpliendo sus deseos comencé un violento mete saca que la hizo temblar de pasión. Fue entonces cuando mi onírica jefa sintiéndose incómoda se quitó el picardías, permitiéndome disfrutar de su cuerpo al desnudo y moviendo su trasero, buscó que volviera a penetrarla.
Desgraciadamente, ese sueño me había excitado en demasía y aunque seguía deseando continuar con esa visión, mi entrepierna me traicionó y mis huevos derramaron sus provisiones sobre la alfombra de mi salón. Agotado pero satisfecho, solté una carcajada diciendo:
―Ojalá, ¡algún día se haga realidad!

Al día siguiente estaba agotado. Durante la noche había permanecido en vela, debatiéndome entre la excitación que me producía esa maldita y la certeza que Patricia iba a vengarse de mi actuación. Mi única duda era cómo iba a castigar mi insolencia. Personalmente creía que me iba a despedir pero conociendo su carácter me podía esperar cualquier cosa. Por eso cuando al llegar a la oficina me encontré mi mesa ocupada por un becario, supuse que estaba fuera de la empresa.
Cabreado porque ni siquiera me hubiesen dado la oportunidad de recoger mis efectos personales, de muy malos modos pregunté al chaval que había hecho con mis cosas.
―Doña Patricia me ha pedido que las pusiera en el despacho que hay junto al suyo.
«Esa puta quiere observar cómo regojo mis pertenencias para reírse de mí», pensé al caer en la cuenta que solo un cristal separaba ambos cubículos, « ni siquiera tenía que levantarse de su asiento para contemplar cómo lo hago».
Para entonces estaba cabreado como una mona y no queriendo darle ese placer, decidí ir a enfrentarme directamente con ella.
La casualidad quiso que estuviese al teléfono cuando sin llamar entré a su oficina. Contra todo pronóstico, mi sorpresiva entrada en nada alteró su comportamiento y sintiéndome un verdadero idiota, tuve que esperar durante cinco minutos a que terminase la llamada para cantarle las cuarenta.
―Me alegro que hayas llegado― soltó nada más colgar y pasándome un dossier, me ordenó― necesito que se lo hagas llegar a todos los jefes de departamento.
Como comprenderéis, no entendía cómo esa zorra se atrevía a pedirme un favor después de haberme despedido. Estaba a punto de responderle cuando sonriendo me preguntó si ya había hablado con el jefe de recursos humanos.
Indignado, respondí:
―No, he preferido que sea usted quien me lo diga.
Debió ser entonces cuando se percató que había dado por sentado mi despido y muerta de risa, me contestó:
―Tienes razón y ya que vamos a colaborar estrechamente, te informo que te he nombrado mi asistente.
―¿Su asistente? – repliqué.
―Sí, es hora de tener alguien que me ayude y he decidido que seas tú.
Entonces y solo entonces comprendí que tal y como me había temido, el castigo que mi “querida” jefa tenía planeado no era despedirme sino atarme corto. Quizás con quince años menos me hubiese negado pero admitiendo que no tenía nada que perder, decidí aceptar su nombramiento y por ello, humillado respondí:
―Espero no defraudar sus expectativas― tras lo cual recogiendo los papeles que me había dado fui a cumplir su deseo.
Lo que no me esperaba tampoco fue que cuando casi estaba en la puerta, escuchara decirme con tono divertido:
―Estoy convencida que ambos vamos a salir beneficiados.
«¡Me está mirando el culo!», sentencié alucinado al girarme y darme cuenta que lejos de cortarse, doña Patricia mantenía sus ojos fijos en esa parte de mi anatomía.
No supe que decir y huyendo me fui a hacer fotocopias del expediente que debía repartir.
«¿Esta tía de qué va?», me pregunté mientras esperaba que de la impresora brotaran las copias.
Mi estupor se incrementó cuando entregué a la directora de ventas, su juego y ésta, haciendo gala de la amistad que existía entre nosotros, descojonada comentó:
―Ya me he enterado que la Orco Tetuda te ha nombrado su adjunto. ¡Te doy mi más sincero pésame!
―¡Vete a la mierda!― respondí y sin mirar atrás, me fui a seguir repartiendo los expedientes.
Ese comentario fue el primero pero no el único, todos y cada uno de los jefes de departamento me hicieron saber de una u otra forma la comprensión y la lástima que sentían por mí.
«Dan por sentado que duraré poco», mascullé asumiendo que no iban desencaminados porque yo también opinaba lo mismo.
De vuelta a mi nuevo y flamante cubículo aproveché que esa morena estaba enfrascada en el ordenador para comenzar a acomodar mis cosas sobre la mesa mientras trataba de aventurar las posibles consecuencias que tendría en mi futuro el ser su asistente.
A pesar de tener claro que mi anteriormente apacible existencia había llegado a su fin, fue al mirar hacía el despacho de esa mujer cuando realmente comprendí que mis penurias no habían hecho más que empezar al observar que obviando mi presencia, se estaba quitando de falda. Comprenderéis mi sorpresa al contemplar esa escena y aunque no me creáis os he de decir que intenté no espiarla.
Desgraciadamente mis intentos resultaron inútiles cuando a través del cristal que separaba nuestros despachos admiré por primera vez la perfección de las nalgas con las que la naturaleza había dotado a esa bruja:
«¡Menudo culo!», exclamé en mi cerebro impresionado.
No era para menos ya que aunque mi jefa ya había cumplido los treinta y cinco su trasero sería la envidia de cualquier veinteañera. Temiendo que se diera la vuelta y me pillara admirándola, involuntariamente me relamí los labios deseando que se prolongara en el tiempo ese inesperado striptease. Por ello, reconozco que lamenté la rapidez con la que cambió su falda por un pantalón.
«Joder, ¡está buenísima!», resolví en silencio mientras intentaba encontrar un sentido a su actitud.
Para mi desgracia nada más abrocharse el cinturón, Patricia cogió el teléfono y me pidió que pasara a su oficina porque necesitaba encargarme otro asunto y digo que para mi desgracia porque estaba tan absorto en la puñetera escenita que me había regalado que no me percaté que al levantarme mi erección se haría evidente. Erección que no le pasó desapercibida a mi jefa, la cual lejos de molestarse comentó:
―Siempre andas así o es producto de algo que has visto.
Enrojecí al comprender qué se refería a lo que ocurría entre mis piernas y abrumado por la vergüenza, no supe reaccionar cuando soltando una carcajada esa arpía prosiguió con su guasa diciendo:
―Si de casualidad ese bultito se debe a mí, será mejor que te olvides porque para ti soy materia prohibida.
«Esta hija de puta es una calientapollas», me dije mientras intentaba tapar con un folder el montículo de mi pantalón.
Mi embarazo la hizo reír y señalando un archivero, me pidió que le sacara una escritura. La certeza que estaba siendo objeto de su venganza se afianzó al escucharla decir mientras me agachaba a cumplir sus órdenes:
―Llevas años trabajando aquí y nunca me había dado cuenta que tenías un buen culito.
Su comentario no consiguió sacarme de las casillas. Al contrario, sirvió para avivar mi orgullo y reaccionando por fin a sus desplantes, la repliqué:
―Me alegro que le guste pero como dice el refrán “verá pero no catará”.
Mi respuesta la hizo gracia y dispuesta a enfrentarse dialécticamente conmigo, respondió:
―Más quisieras que me fijara en ti. Aunque mi marido me ha abandonado, me considero una amante sin par.
Su descaro fue la gota que necesitaba para replicar mientras fijaba mi mirada sobre su pecho:
―No me interesa saber cómo es en la cama pero lo que en lo que se equivoca es que si algo tiene usted es un buen par.
Mi burrada le sacó los colores y no dispuesta a que la conversación siguiera por ese camino, la zanjó ordenándome que le entregara los papeles que me había pedido. Satisfecho por haber ganado esa escaramuza, se los di y sin despedirme, me dirigí a mi mesa.
Ya sentado en ella, supe que a partir de ese día mi trabajo se convertiría en un tira y afloja con esa mujer. También comprendí que si no quería verme permanentemente humillado por ella debía de responder a cada una de sus andanadas con otra parecida.
«¡A bruto nadie me gana!», concluí mirando de reojo a mi enemiga…
Esa misma tarde Patricia dio una vuelta de tuerca a su acoso cuando al volver de comer me encontré con ella en el ascensor y aprovechando que había más gente se dedicó a manosearme el culo sabiendo que sería incapaz de montar un escándalo porque entre otras cosas nadie me creería.
«¿Quién se coño se cree?», me dije indignado y deseando darle una respuesta acorde, esperé a que saliera para seguirla por el pasillo hasta su oficina.
Una vez allí cerré la puerta y sin darle tiempo a reaccionar, la cogí de la cintura por detrás. Mi jefa mostró su indignación al sentir mi pene rozando su trasero mientras mis manos se hacían fuertes en su pecho pero no gritó. Su falta de reacción me dio el valor necesario para seguir magreando esas dos bellezas durante unos segundos, tras lo cual como si no hubiese ocurrido nada la dejé libre mientras educadamente le decía:
―Buenas tardes doña Patricia, ¿necesita algo de mí?
La muy perra se acomodó la blusa antes de contestar:
―Nada, gracias. De necesitarlo serías el último al que se lo pediría.
La excitación de sus pezones marcándose bajo su ropa no me pasó inadvertida. Sé que podía haberme jactado de ello pero sabiendo que era una lucha a largo, me abstuve de comentar nada y cruzando la puerta que unía nuestros dos despachos, la dejé sola.
«Vaya par de tetas se gasta la condenada», pensé mientras intentaba grabar en mi mente la deliciosa sensación de tener a esa guarra y a sus dos pitones a mi merced.
Durante el resto de la jornada no ocurrió nada de mención, excepto que casi cuando iba a dar la hora de salir, de repente recibí una llamada suya pidiéndome que esperara porque su marido le acababa de decir que iba a venir a verla y no le apetecía quedarse sola con él.
―No se preocupe, aquí estaré― respondí increíblemente satisfecho que me tomara en cuenta.
El susodicho hizo su aparición como a los diez minutos y sin mediar ningún tipo de prolegómenos la empezó a echar en cara el haber cambiado las llaves del piso.
―Te recuerdo que fuiste tú quien se fue y que no es tú casa sino la mía. Yo fui quien la pagó y quien se ha hecho cargo de sus gastos durante nuestro matrimonio― contestó en voz alta. No tuve que ser un premio nobel para comprender que había elevado su tono para que desde mi mesa pudiera seguir la conversación.
Su ex, un mequetrefe de tres al cuarto con ínfulas de gran señor, contratacó recordándole que no estaban separados y que por lo tanto tenía derecho a vivir ahí.
―¡Denúnciame! Me da exactamente lo mismo. Desde ahora te aviso que jamás volverás a poner tus pies allí.
Cabreado, este le pidió que al menos le permitiera recoger sus cosas. Patricia se lo pensó unos segundos y tomando el teléfono llamó a mi extensión:
―Manolo, ¿puedes venir un momento?
Lógicamente fui. Al entrar me presentó a su marido tras lo cual a bocajarro, me lanzó las llaves de su casa diciendo:
―Necesito que le acompañes a recoger la ropa que se ha dejado.
No tuvo que explicarme nada más y mirando al que había sido su pareja, le señalé la puerta. El tal Juan haciéndose el ofendido, cogió su abrigo y ya en la puerta se giró a su mujer diciendo:
―Te arrepentirás de esto. Ambos sabemos tus necesidades y desde ahora te pido que cuando necesites un buen achuchón, no me llames.
Aunque no iba dirigido a mí, reconozco que mi pene dio un salto al escuchar que ese impresentable insinuaba que mi jefa tenía unas apetencias sexuales desbordadas.
«Ahora comprendo lo que le ocurre», medité descojonado: «mi jefa sufre de furor uterino».
La confirmación de ello vino de los propios labios de Patricia cuando echa una energúmena y olvidando mi presencia junto a su marido, le respondió:
―Por eso no te preocupes… me saldrá más barato contratar un prostituto que seguir financiando tus vicios.
Temiendo que al final llegaran a las manos, cogí al despechado y casi a rastras lo llevé hasta el ascensor. El tipejo ni siquiera se había traído coche por lo que tuvimos que ir en el mío. Para colmo, estaba tan furioso que durante todo el trayecto hasta la salida no paró de explayarse sobre el infierno que había vivido junto a mi jefa sin ahorrarse ningún detalle. Así me enteré que el carácter despótico del que Patricia hacía gala en la oficina tenía su extensión en la cama y que sin importarle si a él le apetecía, durante los diez años que habían vivido juntos había sido rara la noche en la que no tuvo que cumplir como marido.
―Joder, ese el sueño de cualquier hombre― comenté tratando de quitar hierro al asunto, ― una mujer a la que le guste follar.
Su ex rebatió mi argumento diciendo:
―Te equivocas. Al final te termina cansando que siempre lleve ella la iniciativa. No sabes lo mal que uno lo pasa al saber que al terminar de cenar, esa obsesa te va a saltar encima y que no te va a dejar en paz hasta que se corra un par de veces. Para que te hagas una idea, a esa perturbada le gustaba recrear las posturas que veía en las películas porno que me obligaba a ver.
―Entiendo lo que has tenido que soportar― musité dándole la razón mientras intentaba que no se percatara del interés que había despertado en mí esas confidencias.
Mi supuesta comprensión le dio alas para seguirme contando los continuos reproches que había tenido que soportar por parte de Patricia respecto a su falta de hombría:
―No te imaginas lo que se siente cuando tu mujer te echa en cara que nunca la has sorprendido follándotela contra la pared… joder será mi forma de ser pero soy incapaz de hacer algo así, ¡sentiría que la estoy violando!
―Yo tampoco podría― siguiéndole la corriente respondí.
Juan, creyendo que nos unía una especie de fraternidad masculina, me comentó que la lujuria de mi jefa no se quedaba ahí y que incluso había intentado que practicaran actos contra natura.
―¿A qué te refieres?― pregunté dotando a mi voz de un tono escandalizado.
Sin cortarse en absoluto, ese impresentable contestó:
―Lo creas o no, hace como un año esa loca me pidió que la sodomizara.
Realmente me sorprendió que fuera tan anticuado después de haberla puesto los cuernos con otra pero necesitado de más información me atreví a preguntar qué le había respondido.
―Por supuesto me negué― respondió― nunca he sido un pervertido.
Para entonces mi cerebro estaba en ebullición al imaginarme tomando para mí ese culito virgen y aprovechando que habíamos llegado a su casa, le metí prisa para que recogiera sus pertenencias lo más rápido posible diciendo:
―Don Juan disculpe pero mi esposa me está esperando.
El sujeto comprendió mi impaciencia y cogiendo una maleta en menos de cinco minutos había hecho su equipaje. Tras lo cual y casi sin despedirse, tomó rumbo a su nuevo hogar donde le esperaba una jovencita tan apocada como él. Su marcha me permitió revisar el piso de mi jefa a conciencia para descubrir si era cierto todo lo que me había dicho ese hombre. No tardé en contrastar sus palabras al descubrir en la mesilla de mi jefa no solo la colección completa de 50 sombras de Greig sino un amplio surtido de cintas porno.
«Vaya al final será verdad que mi jefa es una ninfómana de cuidado», certifiqué divertido mientras ya puesto me ponía a revisar qué tipo de ropa interior le gustaba.
Me alegró comprobar que Patricia tenía una colección de tangas a cada cual más escueto y olvidando que había quedado en llamarla cuando su ex abandonara la casa, abrí una botella y me serví un whisky mientras meditaba sobre cómo aprovechar la información de la que disponía…
…media hora más tarde y después de dos copazos, recibí su llamada:
―¿Dónde coño andas?― de muy malos modos preguntó nada más contestar.
―En su casa. Su marido se acaba de ir.
―¿Por qué no me has llamado? Te ordené que lo hicieras cuando Juan se marchara― me recriminó cabreada – no ves que no tengo llaves.
―No se preocupe la espero, no tendrá que buscarse un hotel― contesté adoptando el papel de sumiso empleado.
Mi jefa tardó veinte minutos en llegar y cuando lo hizo lo primero que hizo fue echarme la bronca por estar bebiendo. No sé si fue el alcohol o lo que sabía de ella, lo que me dio el coraje de replicar:
―Estoy fuera de mi horario y en mi tiempo libre hago lo que me sale de los cojones.
Durante un segundo se quedó muda pero reponiéndose con rapidez me soltó un tortazo pero al contrario que la vez anterior, en esta ocasión dio en su objetivo.
―¡Serás puta!― irritado exclamé.
Su agresión despertó al animal que llevaba años reprimiendo y atrayéndola hacía mí, usé mis manos para desgarrar su vestido. El estupor de verse casi desnuda frente a mí la paralizó y por ello no pudo reaccionar cuando la lancé hacia la pared.
―¡Déjame!― chilló al sentir que le bajaba las bragas mientras la mantenía inmovilizada contra el muro.
Ni me digné en contestar y preso de la lujuria, me recreé manoseando sus enormes tetas mientras mi jefa no paraba de intentar zafarse.
―Te aconsejo que te relajes porque de aquí no me voy sin follarte― musité en su oído.
Mis palabras la atenazaron de miedo y mientras casi llorando me suplicaba que no lo hiciera, me despojé de mi pantalón y colocando mi pene entre sus cachetes la amenacé diciendo:
―Hoy solo me interesa tu coño pero si me cabreas será el culo lo que te rompa.
Mi amenaza no se quedó ahí y llevando una de mis manos entre sus piernas, me encontré con que su chocho estaba encharcado. Habiendo confirmado que a mi jefa le gustaba el sexo duro y que por mucho que se quejara estaba más que excitada, me reí de ella diciendo:
―Me pediste que acompañara al imbécil de tu marido porque interiormente soñabas con esto― y mordiéndole en la oreja, insistí: ―Reconoce que querías que te follara como la puta que eres.
Avergonzada no pudo negarlo y sin darle tiempo a pensárselo mejor, usé mi ariete para forzar los pliegues de su sexo mientras con mis manos me afianzaba en sus tetas. Un profundo gemido salió de su garganta al sentir mi verga tomando al asalto su interior. Contento por su entrega, la compensé con una serie de largos y profundos pollazos hasta que la cantidad de flujo que manaba de su entrepierna me hizo comprender que estaba a punto llegar al orgasmo.
―Ni se te ocurra correrte hasta que yo te lo diga― murmuré en su oreja mientras pellizcaba con dureza sus dos erectos pezones.
―Me encanta― gritó al sentir la ruda caricia al tiempo que comenzaba a mover sus caderas con un ansía que me dejó desconcertado.
La humedad de su cueva facilitó mi asalto y olvidando toda prudencia seguí martilleando con violencia su sexo sin importarme la fuerza con la que mi glande chocaba contra la pared de su vagina.
―¡Cabrón! ¡Me estás matando!―aulló retorciéndose de placer.
―¡Recuerda que tienes prohibido llegar al orgasmo!― le solté al notar que era tal la cantidad de líquido que manaba de su cueva que con cada uno de mis embistes, su flujo salía disparado mojándome las piernas.
Su excitación era tanta que dominada por el deseo, me rogó que la dejara correrse, Al escuchar mi negativa, Patricia se sintió por primera vez una marioneta en manos de un hombre y a pesar de tener la cara presionada contra la pared y lo incómodo de la postura, se vio desbordada:
―¡No aguanto más!― chilló con todo su cuerpo asolado por el placer.
Contagiado de su actitud, incrementé mi ritmo y mientras mis huevos rebotaban contra su coño, busqué incrementar su entrega mordiendo su cuello con fuerza.
―¡Me corro!
Su orgasmo me dio alas y reclamando mi triunfo mientras castigaba su desobediencia, azoté sus nalgas con dureza mientras le gritaba que era un putón desorejado. Mi maltrato prolongó su éxtasis y dejándose caer, resbaló por el suelo mientras convulsionaba de gozo al darse cuenta que seguía dentro de ella.
Su nueva postura me permitió tomarla con mayor facilidad y asiéndome de su negra melena, desbocado y convertido en su jinete, la cabalgué en busca de mi propio placer. Usando a mi jefa como montura, machaqué su sexo con fuerza mientras ella no paraba de berrear cada vez que sentía mi pene golpeando su interior hasta que ya exhausto exploté dentro de ella, regándola con mi semen.
Patricia disfrutó de cada una de mis descargas como si fuera su primera vez y cuando ya creía que todo había acabado, contra todo pronóstico se puso a temblar haciéndome saber que había alcanzado por enésima vez un salvaje orgasmo. Alucinado la contemplé reptando por la alfombra gozando de los últimos estertores de mi pene hasta que cerrando los ojos y con una sonrisa en su cara comentó:
―Gracias, no sabes cómo necesitaba sentirme mujer― tras lo cual señalando la puerta, me hizo ver que sobraba al decirme: ―Nos vemos mañana en la oficina.
Contrariado por que me apetecía un segundo round, me vestí y salí de su casa sin saber realmente si alguna vez más tendría la oportunidad de tirarme a esa belleza pero con la satisfacción de haberlo hecho.

Relato erótico: “Shadow Angel. Cap 10 Los gremlins de la navidad” (POR SHADOW ANGEL)

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Detroit, salida de la Universidad, 24 de diciembre

Amy salió ilusionada de la universidad, empezaban las vacaciones de navidad, y la chica, lejos de su familia, quería pasar la nochebuena con sus amigos. Para su sorpresa, ninguno de ellos pensaba salir de casa esa noche ni hacer ningún plan. Es más, le recomendaron que esa noche se quedara en su apartamento y no saliera. Extrañada, Amy preguntó por el motivo de esta reclusión.

– ¿Es que no sabes nada acerca de los gremlins?- Le preguntó extrañada Elsa.

Amy, al venir de Japón y llevar sólo unos meses en Detroit, nunca había oído hablar de esos gremlins, pensó que se trataría de alguna tradición local. Elsa le explicó la historia.

– Nadie sabe qué son ni de donde salen. Únicamente sabemos que sólo aparecen la noche de navidad, son unos bichos pequeños y asquerosos. Invaden la ciudad durante toda la noche, causando destrozos por doquier. A la mañana siguiente han desaparecido como si se los hubiera tragado la tierra dejando una estela de vandalismo a su paso. Nadie sale esa noche para evitar encontrarse cara a cara con esas criaturas, a saber lo qué podrían hacerte. No no, por favor, esta noche quedate en tu casa encerrada y ya nos veremos mañana.

Amy se despidió de sus amigos extrañada por las palabras de Elsa. No terminaba de creer aquella historia, le parecía sacada de un cuento de terror para niños ¿le estarían gastando una broma? Pero los chicos parecían realmente preocupados. Por otro lado, ¿qué amenaza podían suponer esas supuestas pequeñas criaturas para un adulto en plena forma? Sería una noche entretenida para Shadow Angel.

Zona comercial de Detroit, noche del 24 al 25 de diciembre

Shadow Angel, enfundada en su traje de ninja compuesto de unas mallas y una camiseta de flexible y resistente tejido, con botas y guantes proveídos de artilugios y una máscara cubriendo su rostro, patrullaba la ciudad, escondida entre las sombras. Un cinturón táctico lleno de gadgets y una afilada katana en su espalda completaban su atuendo.

La ninja llevaba unas dos horas circulando por el centro de Detroit y no se había cruzado con un alma. Incluso las habituales bandas de pandilleros y malhechores parecían haberse esfumado. Por supuesto, tampoco vio ningún singo de actividad de los misteriosos gremlins. Bostezando, pensó en volver a su apartamento cuando escuchó un ruido dentro de una gran tienda de juguetes.

Se acercó a investigar. A través de la persiana del escaparate no se veía nada sospechoso. Decidida a hacer una última comprobación antes de irse a la cama, sacó una ganzúa de uno de sus guantes y abriendo la puerta entró en la tienda.

Dentro reinaba la penumbra, había un montón de estantes llenos de juguetes y varios más expuestos en el suelo, pero todo parecía estar en su lugar. Un ruido procedente de una de las estanterías del final la llevó a investigar. Sigilosamente se dirigió hacia donde procedía el ruido y únicamente vio una muñeca en el suelo, caída de un estante. Fue a colocar la muñeca en su sitio cuando un ruido a su espalda la hizo girarse de golpe.

Sorprendida, vio ante suyo el ser más repugnante que había visto nunca. Tenía forma humanoide y debía medir entre 60 y 70 centímetros de alto, su piel era de color verde oscuro y llena de verrugas, tenía unas orejas puntiagudas y unos grandes ojos amarillentos. Su única prenda consistía en un taparrabos que cubría sus genitales.

Antes de que la ninja pudiera reaccionar, el gremlin ágilmente saltó hacia su rostro. La ninja con un hábil golpe interceptó en el aire a la criatura, que cayó al suelo inconsciente.

“No parecen tan peligrosos” pensó Shadow Angel al ver la facilidad con qué lo había dejado fuera de combate. Un ruido a sus espaldas la hizo girarse. Delante suyo tenía cuatro de esas criaturas que saltaron hacia la heroína intentando agarrarla. Hábilmente la ninja se deshizo de los molestos gremlins y los dejó fuera de sentido en el suelo, para ver como corriendo entre las estanterías, otros cinco se dirigían a ella desde dos direcciones distintas.

Aquello empezaba a cansar a Shadow Angel, que se dirigió al primer grupo de gremlins cuando sin saber por qué se vio de bruces en el suelo. El primer gremlin, al que creía fuera de combate, había recuperado el sentido y, sin que la ninja lo notara, había atado entre sí los cordones de sus botas. Los otros, saltaron encima de la heroína tratando de inmovilizarla.

Aún con los cordones atados, los gremlins no pudieron con Shadow Angel que, con rápidos movimientos con sus brazos se los quitó de encima noqueándolos en el suelo. Cuando terminó con ese grupo de cinco, vio como los otros gremlins que había dejado inconscientes se habían levantado. Volvía a tener cinco gremlins delante suyo.

Un ruido a sus espaldas cambió la expresión de su rostro. Al otro lado del pasillo habían aparecido otras cinco criaturas llevando todo tipo de cosas. Ahora tenía que enfrentarse a diez gremlins. “¿De dónde salen esos malditos bichos? Hace unos minutos esta tienda estaba desierta” pensó preocupada la heroína.

Sin dar tiempo a Shadow Angel para pensar una estrategia, los diez gremlins se lanzaron encima de la ninja tratando de inmovilizarla. Para su desgracia, los cinco que recientemente había noqueado, con una habilidad sorprendente, se volvieron a levantar. La ninja tenía ahora quince de esos diminutos y molestos gremlins encima. “¿Cómo pueden levantarse tan rápido? Esos golpes habrían dejado inconsciente durante horas a cualquier persona” pensó la ninja agobiada.

La cosa no pintaba bien para Shadow Angel que, como útlimo recurso, se dispuso a hacer uso de su inseparable katana. Con un hábil gesto dirigió su mano a la espalda pero sorprendida, notó como su arma se negaba a salir de la vaina.

Amy empezaba a estar asustada, con un movimiento desesperado se quitó a cinco gremlins que tenía sobre su espalda y desanudó la cuerda que sujetaba su katana a su espalda. Al tener la enfundada arma frente a ella supo porque la hoja no se liberaba. Un pegote de una sustancia viscosa sellaba la empuñadura con la vaina. Los esfuerzos de la ninja fueron en vano, la hoja no salía. Horrorizada, arrojó la inútil arma y dirigió sus manos hacia su cinturón, llevándose otra desagradable sorpresa.

En algún momento de la refriega, los gremlins la habían despojado de su cinturón, en el que tenía guardados diversos shurikens, cuchillos arrojadizos y otros artilugios. Intentando dominar su creciente pánico, la chica siguió luchando contra las quince criaturas. Al dar un puñetazo a uno de ellos, otros cuatro sujetaron su mano. Al intentar golpearlos con su mano libre, otros tres se agarraron a su muñeca y la empezaron a envolver con cinta adhesiva.

Amy se dio cuenta de su error demasiado tarde. Al intentar golpear su mano libre a los gremlins que sujetaban su muñeca, había colocado ambas manos lo suficientemente cerca como para que los otros tres gremlins pudieran sujetarle ambas manos con cinta adhesiva. A la desesperada, intentó cortar la cinta con una pequeña cuchilla escondida en sus guantes, pero los gremlins, advirtiendo su movimiento, no cesaron de envolver las manos de la ninja con tiras y tiras de cinta.

Impotente, Shadow Angel contempló como sus manos quedaban enterradas bajo una enorme bola de cinta adhesiva, impidiendo cualquier tipo de movimiento. Su diminuta cuchilla nunca podría cortar a través de una capa tan gruesa.

Fue entonces cuando se dio cuenta que la lucha estaba perdida y que únicamente le quedaba una opción. Amy se puso en pie como pudo, dispuesta a salir huyendo de la tienda. Con sus cordones atados únicamente podía dar pequeños saltos, pero aún así, parecía que dejaba atrás a los gremlins. La chica sólo tenía una cosa en mente, llegar a la puerta de la tienda y escapar. No se dio cuenta que varios de ellos, saltando ágilmente de estantería en estantería, le estaban dando alcance.

Ya casi había llegado a la puerta, su única salvación para salir indemne, cuando cuatro gremlins saltaron encima suyo desde una estantería. Ella no esperaba una acción así, por unos segundos perdió el equilibrio. Segundos que dieron tiempo a los demás para echarse encima de ella y derribarla contra el suelo.

Mientras los gremlins le quitaban sus botas y ataban sus piernas con cintas de colores, la ninja intentó gritar llamando auxilio. Aunque sabía que la probabilidad que alguien acudiera en su ayuda era remota, no tenía otra salida. Los gremlins estallaron en risas al escuchar los gritos de auxilio de la ninja, parecían divertirse con la desesperación de la chica.

Amy hizo todo lo posible para intentar liberarse de sus ataduras, pero todo era en vano. Impotente, vio como las quince criaturas la arrastraban por las piernas hasta el final de la tienda, alejándola de la puerta y de su anhelada salida. “Maldición, casi lo había conseguido” pensó resignada mientras intentaba resistirse a ser arrastrada como un fardo. Las constantes risas de los gremlins no anunciaban nada bueno para ella.

Shadow Angel contemplo aterrorizada como dos gremlins con sus dientes empezaban a morder su ropa y a hacer trizas el resistente tejido anticorte de su uniforme, desnudándola poco a poco mientras los otros la devoraban con la mirada. Amy intentó sacudírselos de encima, mientras pateaba a los otros para impedir que se acercaran. Aquello únicamente los divirtió aún más.

Con miedo en el rostro contempló como uno de ellos le arrebataba su máscara y la hacía trizas delante suyo. “Al menos estos no van a ir por el mundo revelando mi identidad” pensó la heroína como magro consuelo. Los gremlins parecían divertirse a lo grande. Apareció uno con una espada de juguete y en un idioma incomprensible se dirigió a sus otros compañeros.

Los gremlins estallaron en risas, obligando a su cautiva a ponerse a gatas ante ellos, con sus manos y pies firmemente sujetos y sin poder defenderse, Amy no tuvo otra opción que contentar aquellas criaturas.

Amy se asustó al ver a uno acercándose a ella con unas tijeras, pero se relajó al ver que solo las utilizaba para cortar sus prendas de ropa interior, dejándola completamente desnuda ante los quince gremlins.

Uno de ellos trajo una cuerda de saltar y la colocó entre los dientes de Amy. Acto seguido saltó sobre la espalda de la heroína y empezó a tirar de la cuerda como si de unas riendas se tratara. Otro de ellos con la espada de juguete empezó a golpearle el trasero mientras gritaba en un idioma incomprensible.

Amy tardó unos segundos en comprender lo que querían y empezó a moverse. Sus ataduras únicamente le permitían gatear lentamente, casi arrastrándose. La heroína se sintió patética, aquellas criaturas la estaban utilizando como si montaran un poni, y parecían divertirse con ello. Turnándose fueron montando encima de la cada vez más asustada y agotada ninja y con risas triunfales fueron paseándola por toda la tienda.

Al acercarse de nuevo a la puerta, Shadow Angel intentó de nuevo escapar hacia la calle. Pero el gremlin que tenía encima tiró de la cuerda, como si intentara frenar un caballo desbocado. El otro empezó a golpearla en el culo con la espada de juguete. La fuerza empezó a abandonar el cuerpo de la ninja, la cuerda en su boca empezaba a hacerle daño, así que nuevamente vio frustrado su segundo intento de escapar.

Entre gemidos indicó a los gremlins que tenía encima que parasen, que no iba a escaparse, pero no parecían entenderla. Únicamente cesaron cuando vieron que su cautiva gateaba de nuevo hacia el interior de la tienda. Como castigo por el intento de fuga, uno de esos bichos acudió con un palo de caramelo y antes que la ninja pudiera reaccionar se lo metió en el culo. Aquello hizo que el resto estallara en risas. La ninja al notar el caramelo penetrando en su culo no pudo más y en un arrebato de furia, con sus últimas fuerzas, intentó zafarse de los gremlins que tenía encima.

Aquella reacción divirtió aún más a los gremlins. La enfurecida ninja intentó levantarse y sacudirlos de encima. Mientras la heroína se levantaba un gremlin saltó y se agarró a sus pezones. El dolor en sus pechos hizo que Amy volviera a cuatro patas entre sollozos.

– Por favor… parad ya… dejadme en paz… ya os habéis divertido suficiente…- Imploró la derrotada heroína ante unos sonrientes gremlins. Sonrisa que indicaba cualquier cosa menos compasión.

Un gremlin volvió a saltar sobre su espalda y con una pala de ping-pong empezó a azotarle el trasero. Amy sentía su culo enrojecido y dolorido, pero su tormento estaba lejos de cesar. Otros gremlins empezaron a subirse encima de la heroína y a saltar sobre ella. La ninja, cansada por el esfuerzo de la lucha, intentó suplicarles que pararan, que les seguiría el juego. Pero instantes después se derrumbó sobre el suelo totalmente agotada.

Al ver a la chica tumbada en el suelo varios varios gremlins acudieron con rotuladores de colores y empezaron a dibujar distintas formas y siluetas por su desnudo cuerpo como si de una pizarra se tratara. El contacto de la fina punta de los rotuladores produjo pequeñas cosquillas en el cuerpo de Amy, que no pudo reprimir una risita. Los gremlins sonrieron al darse cuenta de ello y ver como se erizaba la piel de su cautiva ante el tacto de los rotuladores y empezaron a cosquillearla.

Por mucho que lo intentó, Amy no pudo reprimir sus carcajadas al sentirse cosquilleada por treinta pequeñas pero hábiles manos. Los gremlins palpaban cada rincón de su cuerpo, buscando los puntos que más cosquilleo producía a la chica, sonriendo cada vez que daban con un punto sensible. La base del cuello, las axilas, las caderas, los muslos, las plantas de sus pies, la espalda… Amy nunca había sentido un cosquilleo similar recorriendo todo su cuerpo, incapaz de contener la risa, poco a poco notó como aquella situación incluso la excitaba ligeramente. Era la primera vez que notaba que con el cosquilleo se estimulaba sexualmente, así que dejó que aquellos bichos jugaran a placer con su cuerpo.

Al cabo de un rato, parecieron aburrirse al ver que su cautiva no se resistía. Por un momento Amy tuvo la esperanza de que la dejarían en paz. Pero uno de ellos notó la humedad de su vagina e inmediatamente tuvo una idea. La cogió del pelo y empezó a tirar de él.

El tirón en el pelo sorprendió a Shadow Angel, que soltó un chillido. La mirada del resto de gremlins no dejaba lugar a dudas, querían que les siguiese el juego, así que decidió ponerse otra vez a gatas para deleite de los gremlins. Tirándola del pelo y con tres gremlins subidos a su espalda, llevaron a la heroína hasta una banqueta. Un gremlin acudió con tiras del uniforme de la ninja.

Amy no entendía que querían hacerle, pero al ver una de aquellas criaturas con un cúter se asustó. Entre todos le sujetaron fuertemente los brazos mientras el gremlin cortaba cuidadosamente la cinta aislante que inmovilizaba sus manos. Al ver que aún conservaba los guantes, se los arrancó con una carcajada. Al notar sus manos libres, Amy intentó con sus últimas fuerzas zafarse de aquellas odiosas criaturas, pero eran demasiados y no le quedaban fuerzas para vencerlos.

Sujetándola por los brazos, la arrastraron, boca abajo, encima de la banqueta. Shadow Angel contempló impotente como usaban los restos de su uniforme para atar sus muñecas a las patas de la banqueta. Por mucho que lo intentó, no pudo liberarse. Los gremlins repitieron la operación con los pies de su cautiva. Al cabo de unos instantes, la heroína estaba fuertemente atada a las cuatro patas de aquella banqueta.

Indefensa, la ninja meditó sobre qué había hecho mal. Con anterioridad se había enfrentado a grupos numerosos de maleantes y había salido vencedora. Shadow Angel había cometido un grave error. Se había dejado llevar por una falsa sensación de seguridad ante el pequeño tamaño de los gremlins y ahora lo estaba pagando caro. Aquellas criaturas, pese a su diminuta estatura eran de todo menos débiles, poseían una resistencia fuera de lo común y una fuerza y agilidad nada acordes con su tamaño.

Seguramente, si hubieran sido menos, los habría vencido. Hasta con diez gremlins tal vez hubiera salido vencedora. Pero quince gremlins habían resultado ser un hueso demasiado duro de roer para Shadow Angel.

Amy, totalmente desnuda y fuertemente atada, se sentía como un pavo de Navidad. Y así la veían también los gremlins, que no dejaban de contemplarla con una sonrisa burlona en el rostro mientras cuchicheaban entre ellos. La chica los escuchaba reír detrás suyo, con lágrimas en los ojos imploraba que que la dejaran así, que fueran a divertirse a otro sitio, que la dejaran en paz. Pero la diversión de los gremlins no había hecho sino empezar.

Se dividieron en tres grupos de cinco. Dos de ellos se situaron detrás de la ninja. Amy giró la cabeza para intentar ver lo que pretendían hacer. Con sus manos no cesaba de luchar contra sus ataduras, pero la tela de su uniforme era demasiado resistente para ella y las pequeñas manos de aquellas criaturas habían hecho unos nudos realmente buenos.

Con la cabeza girada, concentrándose en los que tenía detrás, no había advertido que de los cinco gremlins que tenía delante, uno se había quitado el taparrabos, y completamente desnudo, se había acercado a ella. Demasiado cerca se su cabeza.

Amy sólo reaccionó cuando el gremlin le tiró del pelo. Con un gesto de sorpresa en el rostro se encontró con el desnudo gremlin que introdujo en su boca un pene desproporcionadamente grande para su tamaño corporal.

La ninja intentó todo lo posible para quitarse aquél endurecido y verde miembro de su boca, intentó morderlo, pero ello en lugar de dolor, el gesto hizo estallar en carcajadas a la criatura mientras movía su pene dentro de su boca con más vigor.

Algo sorprendió a Amy. Contra todo pronóstico, el tacto del pene de la criatura en su boca, no la asqueaba. Tenía un tacto y un sabor que no le resultaba desagradable. Pero otro asunto desvió la atención de la ninja.

Un gremlin había introducido su pene dentro de su vagina. Su temor se incrementó cuando notó que le retiraban el caramelo de su trasero, y de alguna manera otra criatura fue introduciendo en él algo más grueso y caliente.

Futilmente la ninja intentó resistirse, pero estaba completamente indefensa y a merced de aquellas malditas criaturas. Sus forcejeos no hacían sin divertir al resto, que contemplaban como tres de sus compañeros penetraban a la vez a su bonita prisionera.

Amy, pese a no ser la primera vez que era penetrada por sus tres orificios a la vez, nunca había sentido nada igual. Se sorprendió al notar que, pasados los primeros minutos de miedo, la sensación no era del todo desagradable para ella. En lugar de dolerle, el contacto de los endurecidos penes de los gremlins relajaba sus músculos, y poco a poco, la iban encendiendo de placer.

Ella, pese que ya venía excitada por las cosquillas, no terminaba de entender como la penetración simultánea de tres asquerosas criaturas le podía producir tanto placer. Pero así se sentía, cada vez más relajada y cada vez sucumbiendo al placer que le causaban las embestidas de aquellas criaturas.

El primero en eyacular fue el que tenía su miembro metido en su boca. Inundando la garganta de la chica de un espeso líquido que no la asqueaba. Aquél fluido tenía un sabor dulzón, casi agradable.

Segundos después, los otros dos eyacularon abundantemente en el trasero y la vagina de la chica, llenándola de su cálido fluido. El resto de gremlins aplaudieron al unisono a sus compañeros

Amy se dispuso a escupir el semen que tenía en la boca, pero casi no tuvo tiempo de hacerlo. Otros tres ocuparon el lugar de los primeros y sin que la chica pudiera hacer nada para impedirlo, volvían a penetrarla simultáneamente.

Ante esa segunda embestida, la ninja adoptó una actitud diferente, ya no forcejeaba ni intentaba liberarse. No sólo porque su resistencia era inútil sino porque empezaba a disfrutar con ello. Por alguna extraña razón, cada vez se sentía más excitada y más placer le producían aquellas malditas criaturas. Esta vez los tres eyacularon a la vez dentro de la chica.

Amy ya sabía a que atenerse, otro grupo de tres, relevó al segundo grupo, volviendo a llenarla con sus fluidos.

Amy no entendía como su cuerpo podía absorber tal cantidad de aquél maldito fluido que no hacía más que estimularla y estimularla. Ya había llegado a varios orgasmos, pero su excitación no cesaba.

Ya no le importaba tragar el semen que inundaba su boca, y aquél fluido se iba deslizando fácilmente por su garganta. La sensación para ella no era muy diferente a la de tragar taza tras taza de espeso y dulce chocolate caliente.

Cuando los quince gremlins terminaron de correrse dentro de su prisionera, se detuvieron unos instantes a contemplar a la chica. Sus tres orificios chorreaban un oscuro fluido, que resbalaba por su piel. Amy se sentía agotada, sin fuerzas, pero rebosante de placer, jadeando fue recuperando el aire perdido por los múltiplos clímax que había alcanzado con esas criaturas. Su mente no podía pensar en otra cosa que en el intenso placer que sentía.

La ninja no opuso resistencia ni intentó luchar cuando los gremlins la desataron y la tumbaron sobre el frío suelo de la tienda. No cesaban de murmurar entre ellos. Amy suspiró aliviada al sentirse libre de sus ataduras, pero los gremlins estaban lejos de haber terminado.

Aprovechando que la heroína estaba tumbada boca arriba, uno de ellos se sentó en su barriga y acercó su endurecido miembro a los pechos de la chica. Amy contempló impotente como aquella criatura cogía sus pechos con sus pequeñas pero fuertes manos y con ellos empezó a masajear el endurecido pene que había situado en su escote. Intentó quitárselo de encima con sus manos pero inmediatamente varios gremlins la sujetaron firmemente. Otros dos, al ver como se divertía su compañero, decidieron sumarse a la fiesta. Amy volvió a notar como volvía a tener un gremlin entre sus muslos, penetrándola poco a poco. Intentó quejarse pero al abrir la boca, otro de ellos le introdujo su miembro en ella. El éxtasis volvió a apoderarse de Shadow Angel.

Pasadas unas horas, todos los gremlins habían vuelto a gozar de la heroína. Amy estaba en el suelo, exhausta, con las piernas abiertas y los brazos estirados a los lados. Sus pechos y su barriga estaban cubiertos de aquél semen oscuro y espeso, que la inundaba y a la vez la embriagaba de placer.

Amy contempló a los gremlins, esta vez parecían satisfechos, por fin su pesadilla había terminado. La chica intentó limpiar su cuerpo de aquella viscosa sustancia, frotándose con sus manos, pero al cabo de unos instantes se sorprendió masturbándose. Su agotado cuerpo aún le pedía más.

Concentrada en su placer, no se dio cuenta que diez de los gremlins habían desaparecido durante unos minutos, y que ahora volvían, sonriendo, cargando diversos objetos, ante las risas de sus otros compañeros. Amy alcanzó su orgasmo y, exhausta, se derrumbó inconsciente entre los quince sonrientes gremlins.

Horas después, a primera hora de la mañana siguiente

Cada Navidad era igual, la ciudad amanecía llena de destrozos causados por aquellas extrañas y molestas criaturas que nadie sabía de dónde procedían y que con las primeras luces del alba desaparecían como si se las hubiera tragado la tierra.

El dueño abrió preocupado la puerta de su tienda de juguetes. Como cada año, preocupado por ver qué destrozos habrán causado en su establecimiento. Por muchas persianas metálicas y muchos refuerzos que pusiera la puerta, aquellas malditas criaturas siempre encontraban un hueco por donde entrar.

A primera vista, no había nada demasiado fuera de lo común, algunos juguetes caídos de sus estantes, cajas abiertas, pero no parecía que los gremlins se hubieran ensañado demasiado con su negocio.

Mientras iba reponiendo los productos caídos, comprobando si había alguno roto, un ruido desde el fondo de la tienda captó su atención. Era un ruido amortiguado, como si algún pequeño animal hubiera quedado atrapado. Entre preocupado y curioso, se dirigió poco a poco al lugar de dónde procedían los ruidos. Casi cae al suelo de la sorpresa.

Al fondo de la tienda, había la chica más bonita que había visto nunca. Estaba completamente desnuda, atada a una columna con varias luces de colores parpadeantes, cintas de colores y jirones de oscura ropa. Cuando vio al dueño, intentó decir algo pero de su boca tan solo salieron débiles gemidos. Una bola dorada en su boca la impedía hablar. Con una mezcla de sorpresa y excitación, el hombre contempló a la chica, que parecía envuelta como si de un regalo de Navidad se tratara. Un lacito rojo cubría su pubis. Sujetado mediante pinzas en sus pezones había un pequeño cartel que rezaba “MERRY CHRISTMAS”.

La chica luchaba inútilmente para liberarse de sus ataduras. El hombre estuvo varios minutos, que parecieron horas, contemplándola completamente embobado. Aquella hermosa visión era la experiencia más excitante que había tenido nunca. En la fina piel de la chica había dibujados con colorines diversos copos de nieve, estrellitas y otros motivos navideños, formando bonitas cenefas.

Liberarla fue un acto totalmente placentero, se sentía como abriendo un regalo de Santa Claus. Desconectó las luces de colores y poco a poco retiró los cables de su hermoso cuerpo. Con unas tijeras fue cortando con delicadeza las cintas que la mantenían sujeta a la columna, dejando únicamente unas tiras de ropa que la mantenían atada por las muñecas y los tobillos. Con suavidad, retiró las pinzas de sus pezones, dejando caer al suelo el cartel plateado. Se detuvo unos instantes, a contemplar sus endurecidos y hermosos pezones. En cada uno de ellos había una bonita estrella dibujada, las pinzas habían dejado marca en ellos así que masajeó aquellos suaves y cálidos pechos. Los gemidos de la chica a través de la bola no parecían indicar que aquello le fuera desagradable, es más, el tendero notaba como la chica en la medida que lo permitían sus ataduras, acercaba su pubis a su entrepierna, buscando el roce.

Con una mirada de deleite, deshizo en lacito, revelando un pubis fino y depilado marcado por un diminuto tatuaje. Su regalo estaba casi desenvuelto.

Notando la excitación en su entrepierna, el hombre empezó a recorrer con sus manos la suave piel de la chica. Era plenamente consciente que tan pronto como la liberara de sus ataduras, ella se iría, así que quería aprovechar al máximo su buena suerte. Sorprendido, notó como la chica no intentaba luchar contra sus caricias, al contrario, movía su cuerpo como si le pidiera más. Hilos de saliva, descendían por su boca silenciada por la bola.

El hombre decidió quitarle la bola, le preocupaba que la estuviera asfixiando, aunque era plenamente consciente que cuando lo hiciera la chica pediría ayuda y se acabaría su diversión.

Una cascada de saliva salió de la boca de la chica cuando la liberó de la bola que la amordazaba. Deslizándose por sus hermosos pechos.

– De… Desáteme… po… por favor.- Balbuceó la chica sin llegar a gritar.

El dueño se agachó para quitarle las ataduras de sus lindos y suaves pies. Y finalmente, recorriendo con sus ojos toda la silueta de la chica hasta su cintura, contemplando un colorido copo de nieve dibujado en su ombligo. Al cabo de unos instantes procedió a desatar sus muñecas.

Justo cuando la chica se vio libre, el hombre tuvo su regalo de Navidad. Sin darle tiempo a preguntarle como estaba, ni qué le había pasado, la chica como una fiera hambrienta se abalanzó sobre él.

Con sus caderas lo sujetó contra la pared mientras sus carnosos labios recorrían su rostro, buscando su lengua hasta encontrarla. Las hábiles manos de la chica le desabrocharon la camisa y los pantalones. El hombre no pudo reprimir un intenso gemido cuando la chica le bajó su ropa interior y acercó su boca a su endurecido pene.

El contacto de la boca ensalivada de la chica con su miembro casi hace estallar al tendero de placer. Aquello era mucho más de lo que nunca había gozado. Cuando tuvo su miembro bien humedecido, la chica lo cogió por los hombros y lo obligó a tumbarse en el suelo de la tienda. Cuando estuvo en el suelo vio como poco a poco la chica iba acercando su húmeda vagina hacia su endurecido pene.

Otro gemido salió de su boca cuando notó su miembro dentro de la cálida y suave vagina de la chica. Recostando su cuerpo contra el suyo, la chica empezó a mover sus caderas, primero con suavidad y poco a poco incrementando la intensidad. Sentir los gemidos de la chica cerca de su oreja excitó en sobremanera al tendero, que no pudo evitar correrse dentro de la chica sin cesar de gemir.

Amy estaba lejos de haber terminado con el tendero. Su cuerpo aún no había alcanzado el clímax, así que siguió moviendo sus caderas hasta volver a notar como dentro suyo, como el miembro se endurecía de nuevo. Los incesantes gemidos de placer de la chica, volvieron a excitar al hombre que empezó a gozar de nuevo.

Esta vez fueron ambos los que alcanzaron el clímax simultáneamente, entre jadeos y gemidos. El hombre quedó tumbado en el suelo, casi inconsciente, tratando de asimilar lo que había sucedido.

Al alcanzar el orgasmo, la mente de Amy volvió a trabajar. No terminaba de entender lo que le había sucedido, sólo que su cuerpo necesitaba ese orgasmo con urgencia. Rápidamente se dio cuenta de que no sólo estaba desnuda sino que además tenía su rostro al descubierto. Aquel tipo podría reconocerla. Inmediatamente, se levantó y buscó en la tienda cualquier cosa con la que cubrirse, decantándose por un disfraz de Santa Claus. La barba y el gorro le permitirían ocultar su rostro hasta llegar a un lugar seguro. Recogió del suelo su cinturón, su katana y los restos de su indumentaria, los metió en una bolsa y salió de allí.

Poco antes de que abrieran las tiendas, una silueta vestida de Santa Claus abandonó a toda velocidad la tienda de juguetes.

Dentro de la tienda, el hombre tardó en levantarse, su primer pensamiento al ponerse en pie fue que se había golpeado en la cabeza y que todo aquello había sido un sueño. Pero las luces, las cintas y una bola de navidad húmeda de saliva, le hicieron volver a la realidad. Definitivamente, había sido la mejor Navidad de su vida.

Confundido, el dueño se vio incapaz de recordar el rostro de aquella hermosa joven, en cambio recordaba a la perfección cada rincón de su hermoso cuerpo y el suave tacto de su piel. Si por casualidad volvía a cruzarse con ella, vestida, sería incapaz de reconocerla.

Una hora después

Amy llegó agotada y confundida a su apartamento y enseguida se metió en la ducha. El contacto del agua caliente, los chorros de hidromasaje, y su jabón perfumado la relajaron. Poco a poco fue recuperándose de la reciente experiencia. A sus pies, varios colores se mezclaban en el agua a medida que la tinta de los rotuladores abandonaba su piel. Estuvo aproximadamente una hora, bajo la cálida y reconfortante agua, meditando acerca de lo sucedido.

Una vez tuvo su cuerpo limpio y seco, y calmados sus nervios, otra sensación la preocupó. No entendía lo que le sucedía a su cuerpo. A duras penas habían transcurrido más de dos horas desde su encuentro con el dueño de la tienda pero su cuerpo le estaba pidiendo otro orgasmo. Notaba su vagina humedecida de nuevo. No le preocupaba un embarazo, ya que desde hacía unos meses tomaba precauciones. Lo que la inquietaba en sobremanera era esa excitación que sentía en su cuerpo y que no parecía disminuir. Casi involuntariamente se tumbó en la cama, dejando caer la toalla al suelo, completamente desnuda, empezó a masturbarse.

Amy aún no lo sabía, pero el semen de los gremlins, aunque no tenía capacidad para dejarla embarazada, era un potente afrodisíaco. Y su cuerpo había absorbido mucha, demasiada, de esa substancia. Aquello le acarrearía más de un problema las siguientes semanas.

CONTINUARA

El cambio de mi vida: De auditora a puta (POR GOLFO Y VIRGEN JAROCHA)

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Antes de nada, la foto que ilustra este relato es REAL. Patricia existe, es la autora que me ayudó en este relato. Solo esta foto es suya el resto es de una modelo. Se mantendrá subida solo el tiempo que ella quiera,  podeis escribirla a la cuenta que ha abierto para responderos:

virgenjarocha@hotmail.com
 
Nunca debí iniciar ese juego. Me pareció fácil provocar a ese hombre, negando la existencia de sus poderes y ahora estoy en sus manos.  Antes de explicaros lo que me pasó y como caí en las manos de ese tipo, quiero presentarme. Me llamo Patricia y soy una chava mexicana que habiéndome reído, desde niña, de la gente que creía en facultades paranormales, llegué  una desdichada tarde a una conferencia que daba él con unas amigas.
Todavía recuerdo el recelo con el que escuché su discurso donde no solo aceptaba que hubiese personas superdotadas capaces de manipular la mente de los demás sino que casi al final de su conferencia, reconoció ante el público que el mismo poseía ese poder. Ahora me arrepiento pero ante semejante insensatez fui incapaz de reprimir una carcajada al oírlo.
-Parece que entre el público tenemos una escéptica- respondió bastante enfadado- ¿Puede pasar al estrado?
Confiada en la inexistencia de esos poderes, subí los cuatro escalones riéndome.  En mi fuero interno estaba nerviosa pero fingiendo un aplomo que no sentía, me enfrenté con descaro a su presencia. Todavía recuerdo que ese día me había vestido con un vestido rojo con un escote que hacía las delicias de todos los que me miraban. Fernando no fue una excepción, al verme subir se me quedó mirando el canalillo como ya habían hecho mis compañeros de trabajo esa mañana.
-Se equivoca señorita si cree que soy un farsante- me dijo nada más llegar a su lado.
-Disculpe si no le creo- respondí con una sonrisa en mis labios y tratando de hacerme la dura, le pregunté si sabía lo que estaba pensando.
Mirándome con desprecio, me contestó:
-Pídame algo más difícil. Cuando subió, se fijó en el modo en que la miré y decidió que era igual que sus subordinados del departamento de auditoría.
Reconozco que me quedé perpleja de que supiera a que me dedicaba pero pensando que conocía a alguien de los que me acompañaban, di por sentado que ese cabrón había hecho trampa. Ya enfadada, me planté frente a él y le pedí que me dominara.
El muy cabrón soltó una carcajada y dirigiéndose a su audiencia, les preguntó:
-¿Desean una demostración?
Unánimemente, el gentío respondió que sí y entonces el orador se dio la vuelta y mirándome a los ojos, me soltó:
-Señorita, ¿Da su email personal al primero que se lo pida?
Indignada, contesté que no. Tras lo cual, destornillándose de risa, me preguntó:
-Entonces ¿Por qué me lo acaba de gritar?
-No lo he hecho- respondí ya francamente enojada.
-Me lo ha dado mentalmente- contestó luciendo una sonrisa- ¿virgenjarocha@hotmail.com no es el correo que usa para sus andanzas?

Ya aterrada traté de negarlo pero todo el mundo se percató que mentía y por eso casi huyendo, volví a mi asiento. Hundida en la miseria, me senté mientras trataba de averiguar cómo era posible que ese sujeto conociera ese mail porque solo lo utilizaba en casa y para meterme en foros de sexo.
Sin darme cuenta del paso de los minutos, la conferencia terminó y entonces perdiendo la oportunidad de escapar, Fernando se acercó a mí, diciendo:
-Le pido perdón por si me he pasado pero es que llevo muy mal que la gente se ría de mis poderes.
Quise contestarle una fresca pero al mirarle a los ojos, no fui capaz y disculpando su falta de tacto, le dije que no pasaba nada. Ahora me doy cuenta que ese patán se aprovechó de su físico y consciente de que le había examinado a fondo, me preguntó si me molestaría que él me escribiera de vez en cuando. Ante mi cara de pavor, siguió diciendo:
-Patricia no tienes nada que temer. Yo vivo en Madrid y tú en Xalapa. Ya que no crees que tenga las facultades de las que hablo, los ocho mil kilómetros que no separan serán tu garantía.
Aturdida por lo sucedido pero sobre todo por qué me hubiese pillado intentando averiguar si el bulto que lucía bajo su pantalón era o no una erección, ni siquiera me digné a contestarle y cogiendo mi bolso, salí despavorida del lugar. Ya en mi carro, me di cuenta que me había llamado por mi nombre y todavía con más confusión en mi mente, me fui directamente a la cantinita, un bar de mi ciudad donde suelo ir a despejarme.
Nada más entrar, pedí al mesero una cerveza y con ella en la mano, me senté a recapacitar sobre ese extraño suceso. Ya en la mesa, traté de comprender como sabía tanto de mí e increíblemente empecé a pensar en él como hombre.
“Está bueno y nada más” me dije para convencerme que la atracción que sentía por ese desconocido no tenía nada de paranormal. Desgraciadamente bajo mis pantaletas, mi sexo opinaba diferente e intentando evitar que alguien me notara que estaba cachonda, cerré mis piernas. Fue un error porque al hacerlo y mis muslos apretar mis labios, sentí que me venía. “¡No puede ser”, exclamé mentalmente al notar los primeros síntomas del orgasmo y ya totalmente acalorada tuve que refrescar mi vulva con el frio de la botella de Corona.
Eso fue mi perdición, al sentir la dureza del cristal, me imaginé que era su pene y sentada en esa butaca mientras me tapaba con la falda, me masturbé pensando en ser suya. No me reconozco en la mujer que esa noche se corrió en público y menos en esa muchacha asustada que tratando de olvidar el placer que acababa de sentir, se lanzó a bailar y a coquetear con los presentes.
Afortunadamente, uno de los ejecutivos que estaban en ese lugar al verme tan “desenvuelta”, intentó aprovechar la feliz circunstancia y mientras hacía que bailaba conmigo, me tocó el trasero. Al notar su mano en mi nalga, se rompió el embrujo y sumida en el llanto, salí corriendo rumbo a mi departamento. Me avergüenza confesar que ya en la seguridad de sus paredes me tumbé en mi cama a llorar pero al hacerlo y buscar un motivo a mi actitud, volví a pensar en ese oscuro sujeto y nuevamente me volví a excitar.
Tratando de calmar la calentura que recorría mi entrepierna,  me fui a duchar. Bajo el chorro de la regadera, seguí pensando en ese tipo e involuntariamente, dejé que mis manos acariciaran mis pechos. Como si fuera una película, le vi desnudándome lentamente y separando mis rodillas, soñé que era él quien me estaba tocando. Al sentir mis yemas separando los pliegues de mi sexo y mis propios dedos dentro de mi vulva, comprendí que estaba perdida si en verdad ese hombre tenía los poderes de los que hablaba. Sin ser capaz de reprimir el deseo que me corroía, me apoderé de mi hinchado botón y jadeando bajo la ducha, me corrí por segunda vez en una hora.
Intento averiguar cosas de él y eso fue su entrada.
Después de una noche en vela, en la que apenas pude dormir, me dirigí más cansada de lo normal a las dependencias de gobierno donde trabajo. Una vez allí, me encerré en mi despacho y con la soledad que eso me confería, decidí descubrir como ese capullo había sabido mi nombre, mi mail y mi chamba. Alguien debía de habérselo contado y por eso lo primero que hice fue llamar a cada una de las amigas con las que había acudido a ese salón de conferencias.
Después de una hora, estaba totalmente confusa al haber recibido puras negativas. Ninguna de las chavas con las que fui aceptó ser ella la que hubiese hecho esas confidencias. Encabronada por minutos, colgué el teléfono a la última con el convencimiento de que mentían y olvidándome de la rutina, me puse a bucear en internet con la intención de averiguar algo más de ese hombre.
Desgraciadamente, la web tampoco me sirvió de nada. Lo único que encontré fue su biografía y varios artículos en los que le tachaban de farsante. Por lo visto Fernando Alcázar había sido un reputado catedrático de psicología de Universidad hasta que sus novedosas ideas sobre el comportamiento de masas habían provocado una dura polémica por lo que el rector de esa institución creyó conveniente cesarle. En ellas, Alcázar sostenía que solamente con televisión se podía manejar a un país a su antojo, nadie podría llevar la contraria al gobierno si utilizaba las técnicas que él proponía.
Su cese fue contestado por una gran mayoría de los estudiantes a su cargo y tras unos disturbios en lo que hubo hasta un muerto, el profesor decidió pedir una excedencia. Ya fuera de la universidad, empezó a dar conferencias y parecía ser que había creado un grupo de opinión que todo el mundo consideraba una secta. Había recibido  muchas denuncias por parte de las familias de sus adeptos. Según ellas, Fernando Alcázar no era más que un gurú que había lavado el cerebro a sus hijos. Lo cierto es que si leías sus ideales, parecía una panda de fanáticos antisistema.
Bastante desilusionada, decidí zanjar el asunto y olvidarme de ese sujeto. De forma que la rutina del trabajo y los problemas que me estaba causando una auditoria a la secretaria de seguridad pública, me hicieron aparcar en un rincón de mi mente a tan extraño individuo. Durante todo ese día, estuve francamente atareada y fue al terminar de trabajar cuando volví a pensar en él y en la rara excitación que me produjo.
Afortunadamente, de mi mente había desaparecido por completo dicha atracción y ya más relajada, me fui a tomar unas birras con un amigo. Como Alberto era un encanto, esa noche fue muy agradable y tras varias cervezas y unos tacos en “El Asador”, decidí volver a casa. Había estacionado mi carro en Ávila Camacho y por eso le dije a mi conocido que no hacía falta que me diera un aventón.
Iba tranquilamente caminando por sus aceras al no ser tarde, cuando de pronto vi bajar a ese tipo de un destartalado Malibú. Alucinada por encontrármelo en ese sitio, le pregunté si me estaba siguiendo. El sujeto me miró como si estuviera loca y bastante enfadado, contestó:
-Seño, a usted no la conozco-.
Me quedé aterrada, aunque estaba convencida que era él, su voz tenía un marcado acento chilango que para nada se parecía al tono duro que los españoles tienen al hablar. Creyendo que me estaba tomando el pelo, insistí:
-¿No es usted Fernando Alcázar?
-Se confunde. Mi nombre es Aurelio Valle.
Confusa y desconcertada, abrí mi auto y casi histérica, me metí en él. Durante unos minutos fui incapaz de arrancar. No me podía creer que me hubiese confundido pero el modo en que se había reído de mí al ver mi error, me hizo dudar. Os juro que llegué a pensar que todo era una broma. Con los nervios de punta, manejé hasta mi departamento y ya en él, me encerré. El sonido de los cerrojos me dio una tranquilidad ficticia que no tenía y acomodándome en el sofá del salón, me puse a ver la tele. En el canal de las estrellas, estaban pasando una telenovela y sin ganas de tragarme ese aburrimiento, decidí encender mi computadora.
Al abrir el Outlook, hallé que Alcázar me había escrito y con una mezcla de asombro, espanto y curiosidad, vi que era un archivo de video.  Nada más empezar, me encontré que era un primer plano de ese hombre donde se dirigía a mí, diciendo:
-Patricia, me he tomado el atrevimiento de contactar contigo de esta manera porque sigo creyendo que la escritura en menos personal y mas fría. Me imagino que ahora mismo tendrás dudas sobre si tengo o no poderes. ¿Verdad?
Para entonces, un sudor frio me recorría de arriba abajo. Estuve a punto de apagar pero algo me obligó a continuar.
-Siento que tenga que ser de esta forma. Me hubiese gustado que te hubiera acercado a mí con respeto pero teniendo en cuenta tu descortesía, tendrás que perdonar la mía. Cómo ya habrás descubierto, no solo eres incapaz de dejar de pensar en mí sino que estoy seguro que me estás empezando a ver en todas partes. Lo siento pero va a ir a peor, llegará el momento que todos los hombres con los que te encuentres tendrán mi cara.
El muy cabrón tomó un sorbo de agua para continuar:
-El castigo a tu osadía, consistirá también en que te vas a encontrar en un estado permanente de excitación y solamente masturbarte pensando en mí, podrá aliviar el escozor de tu entrepierna. Pero como no soy un ser perverso, si deseas que acabe, solo tienes que pedírmelo personalmente. Te espero en Madrid.
Tras lo cual, Fernando Alcázar me lanzó un beso a través de la pantalla. Indignada, cerré la computadora y fuera de mí, maldije a ese malnacido mientras me estremecía por la sentencia que escondían sus palabras.
“¿Quién narices se cree ese condenado para hablarme así?” pensé mientras me iba a la cama y tratando de convencerme de que había usado un doble para hacerme caer en una trampa, me reí de su amenaza. “Tengo que reconocer que se trabajó la broma”,  me dije buscando un sentido a lo ocurrido.
Esa excusa, me permitió dormir aunque en mitad de la noche, ese mentalista se introdujo en mi sueño y sin poderlo evitar me vi con él entre las sábanas:
-¡Estoy soñando!- exclamé en mi sueño al sentir sus manos acariciándome los pechos.
-¿Tú crees?- contestó muerto de risa mientras sus dedos se apoderaban de mis pezones.
Aunque era consciente que nada de eso era real, sentí un latigazo en mi entrepierna al notar su caricia. La forma tan sensual con la que me pellizcó mis aureolas, asoló mis defensas y convencida que no había ningún peligro en dejarme llevar por mi imaginación, sentí su lengua recorriendo los bordes de mis pechos mientras sus manos bajaban por mi espalda.  La temperatura de mi cuerpo subía por momentos. Ese tipejo era capaz de calentarme  a distancia con sus besos y yo los sentía tan reales que incluso me daba miedo. Rendida a sus encantos, gemí al sentir que sus dedos se hacían fuerte en mi trasero.
Traté de despertarme al sentir que si ese sueño se prolongaba iba a correrme:
-No quiero- grité temiendo que mi cabeza sería incapaz de pensar con claridad, si seguía tocándome.
– Patricia, ¡Relájate!- me soltó en voz baja ese Fernando irreal- soy parte de tu imaginación.
– Estoy nerviosa y tengo miedo- contesté.
– Lo sé, pero no tienes nada que temer –dijo sonriendo- ¡Estoy al otro lado del mundo!
Sus palabras no consiguieron tranquilizarme y por eso cuando separándome el pelo, Alcázar me mordió en la oreja,  me estremecí. Mi amante ficticio no se quedó ahí y bajando sus labios por mi cuello, lo recorrió lentamente, poniéndome cada vez más nerviosa pero también más excitada. Su mano había vuelto a apoderarse de mi pecho y lo acariciaba rozándolo con sus yemas. Fue entonces cuando puso mis manos en su cintura y me ordenó que le quitara la ropa.
Reconozco que obedecí y desbocada por la pasión, me mordí los labios al verle con el dorso descubierto. Apreciando mi calentura, me agarró y me sentó sobre él a horcajadas. Sin casi poder respirar, le miré pidiendo una tregua.
-Lo estas deseando- me soltó – Desde que me viste, deseas ser mía.
-¡No es cierto!- exclamé a la defensiva.
-Te voy a follar, putita- susurró a mi oído -¡Desnúdate para mí!
-¡No!- contesté con la voz pero mis manos desobedeciendo a mi mente, desabrocharon mi camisón y sacándomelo por la cabeza, me quedé en pelotas sobre el colchón.
Tragando saliva, esperé su siguiente paso. Fernando me miró  y cogiéndome de la cabeza,  acercó su boca a la mía mientras ponía su mano en mi pecho, ahora desnudo y con una sonrisa en sus labios, escuchó el gemido que salió de mi garganta.
-Tienes una tetas perfectas- dijo satisfecho de mi entrega mientras su lengua se volvía a apoderar de mi erecto pezón. Al verle bajar por mi cuerpo comprendí cual iba a ser su siguiente paso y por eso sabiéndolo estaba más nerviosa me ponía.
– Tranquila, vas a disfrutar como nunca- me soltó sabiendo de mis reparos.
– ¡Esto no es real!- exclamé al sentir noté una mano bajando por mi estómago mientras la otra me acariciaba los muslos. Al percatarme de que me estaba separando las rodillas, traté de evitarlo pero una orden directa suya evitó que las cerrara.
Fue  entonces cuando su mano derecha bajó por el ombligo y rozó el interior de mis muslos. Al sentirlo, temblé de placer y ya dominada por la excitación, quité todos mis reparos. Ese hombre, comprendió su victoria y separando con  sus yemas los pliegues de mi sexo, acarició mi humedad. Al  escuchar mi suspiro, sonrió y me hizo mirar a sus ojos mientras sus dedos  no dejaban de torturar mi clítoris.
Intenté morderle como un último intento de evitar sus caricias:
-No puedes hacer nada por evitarlo… -dijo muy seguro: -Lo quieras o no, ¡Vas a ser mía!
-Por favor, ¡No!
Seguía negando que estaba cachonda pero aun así separé mis muslos ofreciéndome por completo. Fernando Alcázar no se hizo de rogar y deslizándose por mi cuerpo, me besó los bordes de mis pliegues  mientras volvía a recoger mi botón entre sus dedos. Al escuchar mi nuevo gemido, se dejó de prolegómenos y lo acarició, sorbió y lamió todo el tiempo que quiso. Completamente excitada, comprendí que  no podría seguir aguantando mucho más. Al borde del colapso, moví mis caderas deseando que llegara. Fernando lo notó y acelerando el ritmo de su lengua, me llevó desbocada hacia mi primer orgasmo con su lengua mientras, avergonzada, me agarraba a las sábanas y trataba de que no lo notara.
-Tienes un conejito muy rico – me soltó relamiéndose los labios.
-¡Eres un cerdo!- contesté a ese hombre producto de mi imaginación
A modo de respuesta, Alcázar metió con suavidad dos dedos en mi coño,  provocando un nuevo suspiro y sin dejarme de mirar con una sonrisa en sus labios, me susurró:
-Aunque lo niegues, ¡Me deseas!-
Siendo cierto, no se lo podía confirmar por mucho que la humedad de mi entrepierna me traicionara. Asustada y deseosa, le vi incorporarse y cogiendo su pene entre sus manos, acercarlo a la entrada de mi chocho:
-¡Hijo de perra! ¡Ni se te ocurra!
Mi lenguaje soez y mi negativa espolearon su lujuria y colocando la punta de su enorme glande en la entrada de mi cueva, la forzó lentamente, de forma que pude sentir el paso de toda la piel de su tranca rozando mis adoloridos labios, mientras me llenaba.
¡Dios Mío!- aullé  al mismo tiempo que el magnífico pene chocaba con la pared de mi vagina.
No tardé en sentir sus huevos rebotando contra mi culo al ritmo de sus embestidas. Con mi coño convertido en un frontón, sollocé dominada por el placer. Mi captor, conocedor de mi total sumisión, siguió  apuñalando mi interior con su estoque. Mi orgasmo fue brutal, desgarrador al coincidir con el suyo. Su templado semen me quemó al sentirlo rellenando conducto. Cada una de las descargas con las que regó mi interior, me produjo un estertor y licuándome al sentirlo, chillé y lloré a los cuatro vientos mi placer.
Fue entonces cuando diciéndome: – ¡Hasta mañana! ¡Putita mía!- se despidió de mí, desapareciendo de mi lado.
Avergonzada por añorar su presencia, me desperté sola entre mis sabanas. No sé si lloré dando gracias porque todo había sido un sueño o del dolor que sentí al percatarme que nada había sido real.
Su dominio se extiende:
Sin haber casi descansado, me desperté ese viernes con la sensación de que mi vida estaba hecha pedazos. No podía dejar de pensar en él y aunque me doliera reconocerlo, estaba cachonda. Al recordar el sueño, mi entrepierna se llenó de humedad y con una mezcla de disgusto y de terror, terminé de vestirme combatiendo las ganas de masturbarme.
“¡No es posible!” exclamé al hacer la cama y ver en la sábana una enorme mancha de flujo que asemejaba una corrida. “¡Alcázar no ha estado aquí!”, me dije mientras la quitaba y la llevaba a la lavadora.
Temblando, desayuné mientras deseaba que todo quedara en una siniestra pesadilla producto de mi subconsciente.  Agarrando las llaves de mi carro, salí del departamento. Ya en el ascensor, me reí histérica de mis miedos y más confiada por la luz del día, salí al portal.
Pedro, el conserje, estaba limpiando los cristales. Al verme, me saludó como hacía todos los días pero al voltearme a devolverle el saludo, la cara que me sonreía  tras ese uniforme, no era la suya sino la de ese pérfido sujeto.
-¿Se encuentra bien Doña Patricia?- preguntó el portero extrañado de la cara de espanto con la que le miré.
No pude contestarle y saliendo a trompicones hacía el aparcamiento, me subí en mi coche. Hecha un mar de nervios, arranqué y hui despavorida de allí. Aal llegar a las dependencias de gobierno donde trabajaba, respiré aliviada al ver que mis compañeros seguían siendo ellos y que esa maldición todavía no me había afectado hasta esos extremos.
Tratando de conseguir ayuda, recordé que “Golfo”, un amigo de la web vivía en Madrid. “Quizás él sepa algo de ese maldito”, pensé ya que ese autor de relatos eróticos estaba bien conectado en la ciudad donde Fernando Alcázar, tenía su base. Y saltándome una norma auto impuesta que me prohibía usar mi mail personal en el trabajo, nada más acomodarme en mi silla, entré en Hotmail y le escribí pidiendo su auxilio.
“Golfo, ¡Necesito tu ayuda!” tecleé en el título, tras lo cual brevemente le expliqué que me ocurría y al acabar, le rogué que me averiguara si sabía de casos semejantes al mío o como combatirlo, tras lo cual le día al enviar. No había terminado de salir, cuando ya me había arrepentido:
-¡Va a creer que estoy loca!- maldije en silencio, pensando que de recibir yo un correo semejante, eso sería lo que pensaría.
Cómo no podía hacer nada más, decidí ponerme a trabajar y llamando a mi asistente, le pregunté si ya había llegado mi visita. Esa mañana había quedado con el Coronel Ramirez, un sujeto poco recomendable sobre el que tenía pocas dudas. Era un corrupto pero estaba bien relacionado.
-No, señora. Ha llamado que llega tarde.
Su retraso me permitió repasar el expediente. Ese militar tenía que aclarar una serie de gastos de difícil justificación pero aunque le había pillado, debía de andar con pies de plomo porque su padrino era el Secretario de Seguridad Pública del Estado. Conociendo que en estos casos había que nadar guardando la ropa, decidí que si ese hombre no podía justificar esos montos, haría  dos únicas copias del informe, una que se la mandaría a mi jefe y otra que guardaría bajo buen recaudo. Si de ese escrito se deducía una imputación, que fuera mi superior quien lo acusara. La política en México, además de sucia, es peligrosa.
Sobre las diez de la mañana, mi secretaria me avisó de su llegada y previendo problemas, le pedí que le llevara a una sala de reuniones. Antes de encontrarme con ese “servidor del orden” pedí a un subalterno que me acompañara. No quería quedarme a solas con él, no fuera a ser que aprovechara la oportunidad para amenazarme.
Al entrar en la habitación con Miguel, volvió por tercera vez la pesadilla. En vez del gordo seboso de Ramirez, era Fernando Alcázar el que estaba cómodamente sentado en una de las sillas.  Supe de quien se trataba al estar vestido de militar y fingiendo una tranquilidad que no tenía, me acomodé frente a él. Con un sudor frio recorriendo mi cuerpo, empecé a exigirle que me aclarara los dispendios de su departamento.
El sujeto francamente alterado, me soltó que él solo tenía que rendir cuentas a su superior y negando mi autoridad en ese asunto, se levantó encabronado y pegando un portazo, abandonó la sala. Respiré aliviada cuando lo hizo y mirando a mi ayudante, le pedí que hiciera un acta de lo sucedido, tras lo cual, le dejé haciéndolo y sin levantar sospechas me dirigí al baño.
Una vez encerrada en uno de sus compartimentos, me eché a llorar. No solo mis alucinaciones iban de mal en peor sino que con ansiedad recordé que mientras estaba con ese corrupto, me había excitado porque en vez del gordo quien me había devuelto la mirada era el maldito mentalista. Al cabo de un rato, volví a mi despacho completamente desmoralizada. Si tal y como había predicho ese hijo de perra, en pocos días solo vería su cara en los demás hombres, me sería imposible conservar un mínimo de cordura.
Al mirar mi email, Golfo me había respondido. Creyendo que podría ser importante, dejé todo a un lado y abrí su email.
-Querida Virgenjarocha- me contestaba. –Me sorprende que me preguntes si conozco a Fernando Alcázar. No recuerdas que hace más de dos meses, te envié un video con una de sus conferencias y a raíz de ello, hemos discutido sus teorías.
Al leerlo, un escalofrío recorrió mi espalda. Y sabiendo que mi amigo no ganaba nada mintiéndome, releí los correos que me había cruzado con él durante el último mes. Cada vez más aterrorizada, descubrí que durante los últimos treinta días, Golfo y yo habíamos polemizado sobre la verosimilitud de sus planteamientos ya que  Alcázar, antes de dejar la universidad, sostenía que se podía lavar el cerebro a gran escala a una multitud solo con imágenes subliminales.
Mis prejuicios me habían hecho negar esa posibilidad y por eso, Golfo me había estado mandando toda la información que pudo recopilar. Según el historial de mi computadora, había visualizado al menos dos docenas de sus conferencias.
-¡No me acuerdo!- exclamé totalmente confundida.
Pero lo que realmente me dejó aterrorizada fue mi último mail. En él, le decía a mi amigo que esa tarde iba a acudir a con una amigas a verlo in situ y muerta de risa, le informaba que pensaba desenmascararle.
-Ten cuidado. Ese tipo es un mal bicho- me había contestado mi amigo desde Madrid.
Para entonces, mi estado de nervios era tal que no podía seguir trabajando e inventándome que estaba enferma, volví a mi departamento. Nada más llegar, me tomé un tranquilizante y tumbándome en la cama, me quedé dormida hasta bien entrada la tarde. Al despertar, estaba hambrienta y como no tenía comida en casa, decidí irme a un restaurante. Os juro que al salir de la seguridad de mi hogar, temí que se volviera a reproducir la pesadilla pero al ver en la portería que era Pedro quien estaba leyendo el periódico y no ese maldito, respiré más serena.
-Lo único que necesitaba era descansar- pensé mientras salía a la calle.
Y en la acera, miré a mi alrededor. Nada parecía ir mal, los sujetos con los que me cruzaba eran personas anónimas con sus rostros y no la siniestra cara de ese jodido español. Con una alegría desbordante, entré al centro comercial de Las Américas y ya en él, me decidí por un Sanbor´s. como tenía hambre, pedí una arrachera con nopales y me puse a comer.  Recapacitando sobre lo ocurrido en los últimos dos días, comprendí que de no solucionarse, iba a tener que acudir a un psiquiatra.
-¡Me estoy volviendo loca!- exclamé en voz alta.
Al terminar, pagué la cuenta y como todavía eran las seis, decidí tomarme una cuba en una de las terrazas del centro comercial. Reconozco que la primera no me duró casi nada porque tratando de aguar mis penas en alcohol, me la bebí de un tirón. Ya con relajada por el Ron y mientras pedía al mesero que me trajese otra, me puse a mirar a mi alrededor. En una esquina descubrí que un bellezón de hombre me observaba. Al sentir su mirada, me entró una calentura brutal y obviando cualquier tipo de decoro, lo invité a mi mesa. Víctor no se hizo de rogar y acercándose a donde yo estaba, se sentó a mi lado. El sujeto resultó que además de estar bueno era un encanto y por eso tras otras dos cubas, lo invité a mi casa.
-¿Estas segura?- preguntó dotando a su voz de un tono pícaro: -Si voy, ¡Seré muy travieso!
-Eso espero- respondí pasando  mi mano por su entrepierna.
La dureza que hallé bajo su pantalón, me hizo suspirar de gusto anticipando el placer que iba a obtener. Mi acompañante, también excitado, pagó la cuenta y llevándome hasta su coche, me besó con pasión.  Afortunadamente, ese centro comercial estaba cerca porque de haber tardado dos minutos más, me lo hubiera tirado en mitad de la calle.
Nada más entrar a mi departamento, me lancé a su cuello y restregando mi seco contra su cuerpo, descubrí una verga enorme y dura.  Atenazada por los nervios, me agaché y desabroché su bragueta.  Su polla salió disparada como por un resorte y al verla tan rígida frente a mí, me relamí los labios al imaginarme cómo me sentiría con ella en mi boca.  Deleitándome de antemano con su sabor, me levanté y abriéndome el vestido, le ofrezco mis pechos.
Sonriendo, el desconocido rozó mis pezones con la punta de sus dedos y pegando un suspiró, observé a sus manos metiéndose por mi escote. Ya con sus dedos sopesando mis chichis, bajó su cara y besó mis pechos. Fue delicioso sentir su lengua lamiendo mi pezón. El gemido que salió de mi garganta, azuzó sus caricias y ya sin ningún recató, se puso a mamar alternando de un seno a otro.
Ya totalmente dominada por la lujuria, me quité las pantaletas y desesperada, le pedí que me follara.  Con mis niveles de excitación al máximo, me apoye contra la mesa del comedor y separando mis rodillas, sonreí al ver que cogía su pene entre las manos y acercándolo a mi sexo, se disponía a penetrarme.
El tipo colocó su polla a la entrada de mi coño, recreándose en esos últimos instantes previos y pegando un suave empujón, comenzó a penetrarme lentamente. Nunca había estado tan excitada y por eso al sentir ese enorme maromo abriéndose camino en mi interior, deseé que se diera prisa y rellenara mi estrecho conducto con su extensión. Viendo mi entrega, me la enterró por completo, lo que me hizo pegar un grito que tuve que ahogar mordiéndome el labio.
-¡Te gusta putita!- me dijo satisfecho.
Al mirarle, me quedé gélida al descubrir que era Fernando Alcázar el que me estaba follando. Mi primera reacción fue de rechazo y pegándole un empujón me zafé de su acoso. El sujetó creyó que era parte de un juego y atrayéndome nuevamente, volvió a meter su miembro en mi interior. Llorando le pedí que no siguiera pero él no solo no me hizo caso, sino que acelerando el movimiento de sus caderas, forzó mi sexo con salvajes penetraciones. Tratando de huir, le clavé mis uñas en su espalda.
Al sentirlo, sonrió y retorciendome el brazo, me dio la vuelta mientras me decía:
-¡Te gusta la violencia!- y sin hacer caso a mis suplicas, me separó las nalgas con sus manos y de un solo empujón, desfloró mi virginidad trasera. Aunque intenté protestar, el desconocido me embistió con su cuerpo, penetrándome. Mis gritos no se hicieron esperar. Sentía que me estaba rompiendo por dentro. El dolor era insoportable y por mucho que le imploré que parara, no lo hizo y como un energúmeno, empezó a moverse con su verga clavada en mi interior. Mi culo, mientras tanto, se resistía a ser invadido.
–Me encanta lo estrecho que lo tienes- me soltó sin compadecerse de mis lágrimas y tomándome de la cintura y buscó una mejor posición para seguir forzando mi culo.
Mis alaridos eran tales que para evitar que llamaran la atención de algún vecino, ese sujeto me tapó la boca con su mano mientras aceleraba el ritmo de sus penetraciones. Incapaz de soportar el dolor, pataleé tratando de escapar de ese suplicio. Pero entonces pegándome una dura nalgada, dijó con tono amenazador:
-¡Quédate quieta! ¡Puta!
Inmovilizada contra la mesa, no pude hacer nada ante su agresión por lo que cediendo, dejé de protestar y cerré los ojos mientras deseaba que todo pasara con rapidez. Sabiendo que no iba a hacer caso a mis suplicas, me quedé quieta. Mi agresor creyó ver en mi parálisis una aceptación que no existía e imprimiendo a su voz con el orgullo de un macho triunfante, me soltó:
–¿Te gusta cómo te rompo el culo?
Fui incapaz de responder porque el dolor me había dejado muda. Entonces, me obligó a abrir un poco más las piernas mientras seguía penetrándome sin para. Con mi ano ya totalmente destrozado, consiguió meterlo por completo y usándome con una tiranía atroz, tiró de mí clavando su estoque hasta el fondo.
¡Me duele!- grité
Como siempre, me ignoró y machacando sin cesar mi entrada trasera, buscó su placer. El dolor seguía siendo agudo y a lágrima viva, eché la culpa al mentalista de estar siendo sodomizada por ese sujeto. Mi triste situación se prolongó durante largos minutos mientras mi violador disfrutaba de mi desdicha. Supe que faltaba poco para que terminara esa torturo al sentir que me mordía el cuello. La explosión de su miembro no me cogió desprevenida y por eso al notar que eyaculaba en mi interior, recibí agradecida su semen.
Al terminar de eyacular, ese sucio tipo se limpió los restos de mierda que embadurnaban su verga con mis cortinas y con la satisfacción de haber cumplido como hombre, dejó mil pesos en la mesa, diciendo:
-Cuando quieras, ¡Repetimos! Ya sabes dónde encontrarme.
Asqueada, tardé una eternidad en moverme. Me sentía la puta que ese sujeto creía que era y llorando mi desgracia, me tomé una ducha en un vano intento de quitar la degradación que impregnaba todos mis poros. Al salir del baño, había decidido que no podía seguir viviendo así y aunque me resultara humillante, iría a ver a Fernando Alcázar a Madrid.
Mi encuentro con ese maldito:

Por una vez me sonrió la suerte y encontré un vuelo que partiendo de Veracruz, salía al día siguiente rumbo a la capital española. Por eso, me levanté temprano y con mi carro, me acerqué al aeropuerto
General Heriberto Jara. Las dos horas que tardé en llegar hasta esas instalaciones me sirvieron para hacerme una idea de mi desgracia y por eso no me sorprendió al estacionar en el parking, que todos los hombres con los que me cruzaba tuvieran la cara del maldito por el que iba a hacer más de ocho mil kilómetros.
El mesero, el portaequipajes e incluso el policía que me selló el pasaporte, todos lucían el mismo rostro. La belleza de sus facciones no aminoraban el odio que corroía mi cuerpo al contemplarlos y por eso recibí como una bendición que mi acompañante durante el vuelo, fuera una gorda. Al menos, al girarme, me encontraría con una mujer y no con el clon de ese capullo.
Ya en mi asiento, me puse a recordar la llamada que hice la noche anterior a mi amigo “Golfo”. Contando mi situación con todo lujo de detalles, le pedí ayuda para localizar al mentalista.
-No me será difícil, tengo un amigo en su secta- respondió y anticipándome que ese tipo era un verdadero hijo de perra, me preguntó si quería que él me acompañase a la entrevista.
-Te lo agradecería- le dije antes de echarme a llorar conmovida por su gentileza, tras lo cual y a duras penas pedí verle en su casa.
-¿No prefieres que te vea en el aeropuerto?
-No- respondí, explicándole que temía no ser capaz de reconocerle.
Asumiendo que tenía razón, me dio su dirección de tal forma que quedé con él, al día siguiente.
Nada más despegar me chuté un somnífero para no seguir sufriendo la angustia de verme rodeada de tantos Alcázares y por eso no me enteré nada del vuelo, hasta que aterricé en Barajas. Por el cambio horario, eran las seis de la mañana del domingo y debido al retraso de las maletas y a los pesados de la aduana española, agarré el taxi que me llevaría a Madrid, cerca de las ocho.
Para entonces, el no distinguir un hombre de otro me parecía hasta normal y por eso no me molestó dar la dirección al gemelo taxista de mi acosador. La ausencia de tráfico me permitió llegar a la casa de “Golfo” en quince minutos. Aunque había supuesto que mi conocido estaba montado en el dólar, por el modo tan desenvuelto con el que hablaba de dinero, aun así me sorprendió toparme con que vivía en una mansión. El enorme jardín y el tamaño de la casa debían de haberme advertido de que no era normal pero quizás debido al jet-lag del vuelo, tampoco caí cuando una rubia despampanante, me abrió la puerta.
Acomplejada por su belleza, fue entonces cuando me percaté que solo conocía su Nick de internet y bastante cortada, pregunté por “Golfo”. La muchacha sonrió y dejándome pasar, dijo:
-Me imagino que eres Patricia, has llegado ante de tiempo y el jefe todavía sigue en la cama. 
-No hay problema, espero- contesté sintiéndome una piltrafa por resultar una molestia al hombre que se había ofrecido a ayudarme sin pedirme nada a cambio.
La mujer cumpliendo como exquisita anfitriona, me llevó hasta un salón y antes de dejarme sola, preguntó si quería un café:
-Se lo ruego- contesté necesitada de cafeína en mis venas.
Al irse, me senté en un sofá a esperar pero al cabo de cinco minutos, decidí levantarme y chismear a mi alrededor. Reconozco que la curiosidad me pudo y tratando de averiguar algo sobre mi amigo, me puse a mirar unas fotos que había en una de las repisas. Eran imágenes tomadas a un grupo y con un escalofrío descubrí a mi captor en mitad de todas ellas. Se veía a la legua que los restante eran parte de su grupo y no solo por su lugar prominente sino por el modo en que le miraban.
Fue entonces cuando caí en que había conocido de la existencia de cabrón a través de “Golfo” y creyendo que me había metido en la boca del lobo sin saberlo, agarré mi bolso y me dirigí hacia la puerta. Desgraciadamente, en ese momento apareció ese sujeto. Sin saber si era mi supuesto amigo o el mentalista, me quedé paralizada y temblando pregunté:
-¿Eres Golfo?
-Sí- respondió muerto de risa- pero también me conoces por Fernando Alcáraz.  
Aterrorizada, traté de huir pero entonces, tomando asiento, me lo impidió diciendo con voz dulce:
-No tienes donde ir.
Sentí sus palabras como una sentencia de muerte y retrocediendo sobre mis pasos, me enfrenté a él pidiéndole explicaciones. Soltó una carcajada al oír mis reproches y señalando un hueco a su lado, me ordenó que le acompañara a desayunar. Juro que intenté desobedecer pero no pude llevar la contraria a esos ojos negros que me taladraban con la mirada.
-Querida Patricia. Espero que no lo hayas pasado muy mal pero como te dije en Xalapa, odio que alguien me lleve la contraria.
Cabreada y sacando fuerzas de mi interior, le pedí perdón por haber dudado de él para acto seguido exigirle que me liberara y me dejara volver a mi rutinaria vida. Riéndose de mí en mi cara, me  respondió:
-¿Perdonarte? No tengo nada que perdonar. Tenía razón cuando me dijiste que no tenía poderes.
-¿Entonces? ¡Porqué he sufrido estas alucinaciones!, ¡Porqué le veo en los rostros de todos con los que me topo!- contesté confusa.
Destornillándose de risa, soltó mientras ponía su mano en mi rodilla.
-Te he lavado el cerebro por medio de mis teorías. Cada vez que veías una de mis conferencias, quedaba impresa en tu mente la necesidad de servirme. Valiéndome de imágenes subliminales he dispuesto que seas mía.
Asustada e indignada por igual, le recordé su promesa:
-Me prometió que si le pedía perdón en persona, me dejaría en paz.
Frunciendo el ceño, me dio la razón pero poniendo una sonrisa de oreja a oreja, me propuso un trato:
-Durante los próximos diez minutos, me quedaré sentado frente a ti sin tocarte. Si luego quieres que te libere, lo haré encantado.
No creyéndome la suerte contesté sin pensar que aceptaba, pero nada más salir la conformidad de mi boca, me di cuenta que esa oferta escondía gato encerrado.
-¿En qué va a consistir?- pregunté sabiendo que habría una prueba.
-Vas a sentir placer- contestó tranquilamente y chasqueando los dedos, dijo: ¡A partir de ahora!
Como un huracán, me vi envuelta en un mar de sensaciones que naciendo de mis entrañas se extendió por todo mi cuerpo. Una a una, todas mis células explotaron en un clímax que me desarboló por completo. Sin ser capaz de asimilar tanto gozo, me vi lanzada a una vorágine que me llevó en volandas de un orgasmo a otro sin pausa. Convulsionando sobre la alfombra, sentí que moría y renacía un millar de veces antes de alcanzar un éxtasis, donde yo era suya y él era mío. Los diez minutos se alargaron hasta parecerme una eternidad y cuando habiendo transcurrido el periodo prometido fui echada de ese paraíso,  caí a sus pies diciendo:
-Por favor, “Golfo” quiero seguir siendo tuya.
Fernando Alcázar, mi supuesto amigo, se levantó de su asiento y ordenándome que lo siguiera, me llevó hasta su cama. Allí me hizo su feliz esclava y más obediente servidora. Desde entonces vivo entre sus brazos y aunque soy inmensamente dichosa, sigo añorando mi libertad perdida.
 
S
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