





SINOPSIS:
El destino quiso que la hija de un amigo se metiera en problemas en Houston y que tuviera que ser yo quien la auxiliara. Su padre cansado de esa malcriada me pide que la eduque. Al intentarlo, esa pelirroja decide intentar seducirme sin saber adónde nos iba a llevar esa fijación.
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ALTO CONTENIDO ERÓTICO
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Para que podías echarle un vistazo, os anexo los primeros capítulos:
Capítulo 1
Toda mi vida he tenido fama de hombre serio y responsable. Celoso de mi vida privada, nunca se me ha conocido un desliz y menos algo escandaloso. Soltero empedernido, nunca he necesitado de la presencia de una mujer fija en mi casa para ser feliz. Aunque eso no quiere decir que no haya novias y parejas, soy y siempre seré heterosexual activo pero no un petimetre que babea ante las primeras faldas que se le cruzan.
Escojo con cuidado con quien me acuesto y por eso puedo vanagloriarme de haber disfrutado de los mejores culos de las distintas ciudades donde he vivido. A través de los años, han pasado por mi cama mujeres de distintas razas y condición. Blancas y negras, morenas y rubias, ricas y pobres pero todas de mi edad. Nunca me habían gustado las crías, es más, siempre me había repelido ver en una reunión al clásico ricachón con la jovencita de turno. Para mí, una mujer debe ser ante todo mujer y por eso nunca cuando veía a una monada recién salida de la adolescencia, podía opinar que la niña era preciosa pero no me sentía atraído.
Desgraciadamente eso cambió por culpa de Manolo, ¡Mi mejor amigo!.
Con cuarenta y cinco años, llevaba tres años viviendo en Houston cuando me llamó para decirme que su hija Isabel iba a pasar un año estudiando en esa ciudad. Reconozco que en un principio pensé que el motivo de esa llamada era que me iba a pedir que viviera conmigo pero me sacó de mi error al explicar que la universidad le pedía un contacto en los Estados Unidos y preguntarme si podía dar mi teléfono.
Cómo en teoría eso no me comprometía en absoluto, acepté desconociendo las consecuencias que esa decisión iba a tener en mi futuro y comportándome como un buen amigo, también me comprometí en irla a recoger al aeropuerto para acompañarla hasta la residencia donde se iba a quedar.
Ese día estaba en la zona de llegadas esperándola cuando la vi salir por lo puerta. Enseguida la reconocí porque era una versión en guapa y joven de su madre. Flaca, pelirroja y llena de pecas era una chavala muy atractiva pero en cuanto la examiné más de cerca, su poco pecho me recordó sus dieciochos años recién cumplidos y perdió cualquier tipo de interés sexual.
Isabel al verme, se acercó a mí y dándome un beso en la mejilla, agradeció que la llevara. No queriendo eternizar nuestra estancia en ese lugar, cogí su equipaje y lo metí en mi coche. La chavala al comprobar el enorme tamaño del vehículo, se quedó admirada y con naturalidad dijo riéndose:
―Este todoterreno es un típico ejemplo de los gustos masculinos― y olvidándose que era el amigo de su viejo, me soltó: ―Os gusta todo grande. Las tetas grandes, los culos enormes y las tías gordas.
Indignado por esa generalización, no pude contener mi lengua y contesté:
―Pues tú no debes comerte una rosca. Pecho enano, trasero diminuto y flaca como un suspiro.
Mi respuesta le sorprendió quizás porque no estaba acostumbrada a que nadie y menos un viejo le llevara la contraria. Durante unos segundos se quedó callada y tras reponerse del golpe a su autoestima, con todo el descaro del mundo, preguntó:
―Ya que crees que me hace falta unos kilos, ¿dónde me vas a llevar a comer?
Os confieso que si llego a saber el martirio que pasaría con ella ese restaurante, en vez de a uno de lujo, le hubiese llevado a un tugurio de carretera porque allí, entre moteros y camioneros, hubiera pasado desapercibida. Pero como era la hija de Manolo creí conveniente enseñarle Morson´s, uno de los locales más famosos de la ciudad.
¡Menudo desastre!
La maldita pecosa se comportó como una malcriada rechazando hasta tres veces los platos que el pobre maître le recomendaba diciendo lindezas como: ¿Me has visto cara de conejo?, ¿Al ser hispanos nos recomiendas los más baratos de la carta porque temes que no paguemos? , pero fue peor cuando al final acertó con un plato de su gusto, entonces con ganas de molestar tanto al empleado como a mí, le dijo:
―Haber empezado por ahí, mi acompañante piensa que estoy en los huesos y un grasiento filetón al estilo tejano me hará ponerme como una vaca para ser de su gusto.
“Esta tía es idiota”, pensé y asumiendo que no volvería a verla durante su estancia, me mordí un huevo y pedí mi comanda.
El resto de la comida fue de mar en peor. Isabel se dedicó a beber vino como si fuera agua hasta que bastante “alegre” empezó a meterse con los presentes en el lugar. Molesto y sobre todo alucinado de lo mal que había mi amigo educado a su hija, di por concluida la comida.
Al dejarla en la residencia, respiré aliviado y deseando no volver a estar a menos de un kilómetro de ella, le ofrecí hipócritamente mi ayuda durante su estancia en la capital del estado. La mujercita, segura de que nunca la iba a necesitar, me respondió:
―Gracias pero tendría que estar muy desesperada para llamar a un anciano.
Para mi desgracia los hechos posteriores la sacaron de su error….
Capítulo 2.
Llevaba un mes sin recibir noticias suyas cuando me despertó el teléfono de mi mesilla sonando. Todavía medio dormido, escuché al contestar que mi interlocutor me preguntaba si estaba hablando con Javier Coronado.
―Sí― respondí.
Tras lo cual se presentó como el sargento Ramirez de la policía metropolitana de Houston y me informó que tenían detenida a Isabel Sílbela.
―¿Qué ha hecho esa cretina? – comenté ya totalmente despierto.
―La hemos detenido por alteración del orden público, consumo de drogas y resistencia a la autoridad.
Os juro que no me extrañó porque esa niñata era perfecta irresponsable y asumiendo su culpabilidad, quise saber cuál era su actual estatus y cuánto tiempo tenía que pasar en el calabozo. El agente revisando el dossier me comunicó que habían fijado el juicio para dentro de un mes y que como era su primer delito el juez había fijado la primera audiencia para en unas horas.
Una vez colgué, estuve a un tris de volverme a la cama pero el jodido enano que todos tenemos como conciencia no me dejó hacerlo y por eso vistiéndome fui llamé a un abogado y me fui a la comisaria.
“¡Menuda pieza!”, pensé mientras conducía hacía allí, “Lo que le debe haber hecho sufrir a su padre esta malcriada”.
Al presentarme ante el sargento en cuestión y ver este que yo era un hombre respetable, amablemente me informó de lo sucedido. Por lo visto, Isabel y unas amigas habían montado una fiestecita con alcohol y algún que otra gramo de coca que se les había ido de la mano. Totalmente borracha cuando llegó la patrulla del campus, se enfrentó a ellos y trató de resistirse.
“Será tonta, ¡No sabe que la policía de este país no se anda con bromas!”, exclamé mentalmente mientras pedía perdón al sujeto en nombre de su padre.
Fue entonces cuando Ramirez me comunicó que tenía que esperar a las ocho de la mañana para tener la audiencia preliminar con el juez donde tendría la oportunidad de pagar una fianza. Viendo que todavía eran las cinco y que no podía hacer nada en tres horas, me dirigí a un 24 horas a desayunar. Allí, sentado en la barra, llamé a Manolo para informarle de lo sucedido.
Como no podía ser de otra forma, mi amigo se cogió un rebote enorme y llamando de todo a su querida hija, me pidió que en cuanto pudiera la metiera en un avión y se la mandara.
―No te preocupes eso haré― respondí convencido de que esa misma tarde llevaría a Isabel al aeropuerto y la empaquetaría hacía España.
Pero como bien ha enunciado Murphy, “Cualquier situación por mala que sea es susceptible de empeorar y así fue. La maldita niñata al ser presentada ante el juez, se comportó como una irresponsable y tras llamarle fascista, se negó a declarar. El abogado que le conseguí había pactado con el fiscal que si aceptaba su culpabilidad, quedaría en una multa pero como no había cumplido con su parte, el letrado pidió prisión con fianza hasta que tuviese lugar el juicio. El juez no solo impuso una fianza de cinco mil dólares sino que en caso de aportarla, exigió que alguien se responsabilizara que la chavala no volviera a cometer ningún delito.
¿Os imagináis quien fue al idiota que le tocó?
Cabreado porque encima le había quitado el pasaporte, pagué la fianza y me comprometí a tenerla durante un mes bajo mi supervisión hasta que se celebrara el puñetero juicio.
Ya en el coche, empecé a echarle la bronca mientras la cría me miraba todavía en plan perdonavidas. Indignado por su actitud, le estaba recriminando su falta de cerebro cuando de pronto comenzó a vomitar manchando toda la tapicería. Todavía hoy no sé qué me enfadó más, si la peste o que al terminar Isabel tras limpiarse las babas, me dijera:
―Viejo, ¡Corta el rollo!
Aunque todo mi cuerpo me pedía darle un bofetón, me contuve y concentrándome en la conducción, fui directo a su residencia a recoger sus cosas porque tal y como había ordenado el magistrado, esa mujercita quedaba bajo mi supervisión y por lo tanto debía de vivir conmigo. El colmo fue cuando vi que al hacer la maleta, esa chavala metía entre sus ropas una bolsa con marihuana.
―¿Qué coño haces?― pregunté y sin darle tiempo a reaccionar, se la quité de la mano y arrojándolo en el wáter, tiré de la cadena.
―¡Te odio!― fueron las últimas palabras que pronunció hasta que ya en mi casa, se metió en la cama a dormir.
Aprovechando que esa boba estaba durmiendo la mona, llamé a su padre y de muy mala leche, le expliqué que gracias a la idiotez de su hija el juicio había ido de culo y que no solo le habían prohibido salir del país, sino que encima me había tenido que comprometer con el juez a que me hacía responsable de ella.
Manuel que hasta entonces se había mantenido entero, se desmoronó y mientras me pedía perdón, me explicó que desde que se había separado de su esposa, su retoño no había parado de darle problemas. Destrozado, me confesó que se veía incapaz de reeducarla porque en cuanto lo intentaba, su ex se ponía de parte de su hija, mandando al traste sus buenas intenciones.
―A mí, esa rebeldía me dura tres días. Si fuera su padre, sacaría mi mala leche y la pondría firme― comenté sin percatarme que mi amigo se agarraría a mis palabras como a un clavo ardiendo.
Fue entonces cuando llorando me pidió:
―¿Me harías ese favor?― y cogiéndome con el paso cambiado, me dijo:―Te ruego que lo intentes, es más, no quiero saber cómo lo abordas. Si tienes que encerrarla, ¡Hazlo!.
Aunque mi propuesta había sido retórica, la desesperación de Manolo me hizo compadecerme de él y por eso acepté el reto de convertir a esa niña malcriada en una persona de bien.
Hablo con Isabel.
Sin conocer las dificultades con las que me encontraría, había prometido a mi amigo que durante el mes en que esa deslenguada iba a permanecer en mi casa iba a reformar su actitud y por eso esperé a que se despertara para dejarle las cosas claras.
Sobre las seis de la tarde, Isabel hizo su aparición convencida de que nada había cambiado y que podría seguir comportándose como la niña caprichosa y conflictiva que llevaba tres años siendo. Desconociendo las órdenes de su padre había quedado con unos amigos para salir de copas y ya estaba cogiendo la puerta cuando escuchó que la decía:
―¿Dónde crees que vas?
―Con mis colegas― contestó y enfrentándose a mí, recalcó sus intenciones diciendo: ―¿Algún problema?
―Dos. Primero que vas vestida como una puta. Segundo y más importante, ¡No tienes permiso!
La pelirroja me miró atónita y creyendo que sería incapaz de obligarla a quedarse en casa, lanzó una carcajada antes de soltarme:
―¿Y qué vas a hacer? ¿Atarme a la cama?
Con tono tranquilo, respondí:
―Si me obligas, no dudaré en hacerlo pero preferiría que no tomar esa medida― y pidiéndole que se sentara, proseguí diciendo: ―He hablado con tu padre y me ha autorizado a usar inclusive la violencia para conseguir educarte de un puñetera vez.
―No te creo― contestó y cogiendo el teléfono, llamó a su viejo.
No me hizo falta oír la conversación porque con satisfacción observé que su rostro iba perdiendo el color mientras crecía su indignación. Al colgar, cabreadísima, me gritó que no pensaba obedecer y que iba jodido si pensaba que se comportaría como una niña buena. Lo que Isabel no se esperaba fue que al terminar de soltar su perorata, me levantara de mi asiento y sin hablar le soltara un tremendo tortazo.
Fue tanta la fuerza que imprimí a la bofetada que la chavala dio con sus huesos en el suelo. Entonces y sin compadecerme de ella, le solté:
―A partir de hoy, tienes prohibido el alcohol y cualquier tipo de drogas. Me pedirás permiso para todo. Si quieres salir, comer, ver la tele o dormir primero tendrás que pedir mi autorización.
Acostumbrada a hacer de su capa un sayo, por primera vez en su vida, tuvo que enfrentarse a alguien con más carácter y con los últimos restos de coraje, me lanzó una andanada diciendo:
―¿Y si quiero masturbarme? ¿También tendré que pedirte permiso?
Muerto de risa, le contesté:
―No soy un tirano y aunque tienes estrictamente prohibido el acostarte con alguien, comprendo que eres joven― y actuando como un rey magnánimo, cedí en ese extremo, diciendo: ―Si quieres masturbarte veinte veces al día, tienes mi palabra que nunca te diré nada.
Os confieso que en ese momento no supe interpretar el brillo de sus ojos cuando oyó mis palabras, de haber supuesto que esa arpía utilizaría mi promesa contra mí, jamás le hubiera otorgado tal permiso.
Habiendo dejado las cosas claras, permití que volviera a su habitación…
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Cuando llegué a la cabaña disminuí el paso, haciendo que el caballo caminase con sigilo entre la maleza que rodeaba el camino de acceso. Todo iba bien hasta que relinchó sin aviso previo, descubriendo mi posición a pocos metros de la casa y haciendo que mi mano derecha se deslizase ágilmente dentro de la alforja para empuñar la pistola sin sacarla a la vista. Me quedé quieta delante de la escalera que llevaba a la puerta principal, observando en todas direcciones sin bajarme del caballo y sin alcanzar a ver nada, ¿qué coño ocurría? ¿A qué estaba jugando Furhmann?
-Claro.
-Erika… – canturreó con los ojos cerrados, exigiendo de nuevo la respuesta – si no me lo cuentas tú, seguramente pensaré en cosas mucho peores. Anda, ¿qué te hace?
Me besó con conmovedora inseguridad, moviendo los labios lentamente y abandonando mi cintura tras un par de segundos para sujetar mi cara, como si yo fuese a cometer la tontería de apartarla. No lo hubiese hecho por nada del mundo, lo que sentí cuando mi boca empezó a moverse guiada por la suya marcó la diferencia desde el primer momento. Podía repetirme que Herman era sólo un trabajo más, uno agradable que no me costaba hacer o que disfrutaba haciendo, pero estaba lejos de ser “uno más”. Y en el fondo lo sabía perfectamente, porque resultaba imposible obviar lo que le hacía diferente. Él hacía que todo cambiase, el ruido de la lluvia cayendo a mares allí fuera me pareció el ruido más sugerente del mundo, porque yo estaba al abrigo, a menos de un par de metros de un fuego casi extinto que seguía regalándonos sus últimos esfuerzos por mantener una agradable temperatura. Todo era inmejorable entre unos brazos que echaría de menos en el mismo instante en que me abandonasen, al igual que los labios que estaba besando o la cara que de repente rodeaba una de mis manos mientras la otra tanteaba un pecho tan firme como el antebrazo que soportaba mi cabeza.
Y él lo entendió, porque la mano que cubría mi frente se desplazó hasta sujetar mi nuca mientras su boca me besaba con una fogosidad marca de la casa, porque tampoco llegaba a descuidarse en lo que parecía descontrolado, y eso resultaba irresistible viniendo de él. Tan irresistible como su vientre deslizándose sobre el mío a la vez que me penetraba con una extraña mezcla de énfasis y cuidado. Siempre sin perder el control, incluso en el momento en el que el aire de su garganta se escapó dando lugar a un quejido que se coló en mi boca e hizo que mi piel se erizase bajo la suya mientras mis caderas se tensaban, arrastrando su sexo dentro de ellas y haciendo que nuestros movimientos terminasen en aquello que yo ansiaba de un modo que rozaba la desesperación. Recuerdo que me aferré con fuerza a su cuello, que cerré los ojos mientras nuestro gimoteo resonaba en mis oídos y que Herman me besaba en la yugular justo antes de que mi cuerpo se saturase y experimentase el orgasmo más intenso al que jamás me habían arrastrado. Un orgasmo que me mostró un exponente del placer que yo desconocía y que se prolongó hasta que nuestro gran final comenzó a despedirse entre espasmos cada vez más débiles y escasos en el tiempo.
-Berta, ¿qué tal las clases de francés con la señorita Kaestner? ¿Te gustan? – preguntó la voz de Furhmann a escasa distancia de mi espalda.
Las visiones eran cada vez más vívidas; le costaba diferenciar entre el sueño y la vigilia. Los medicamentos la ayudaban en algo a dormir, pero le advirtieron que el proceso de desintoxicación no sería agradable. No es que realmente tuviera alternativa, dado su estado de ingreso. Al menos volvía a soñar, se dijo… después de la balacera recordaba realmente muy poco.
Sintió acercarse a una enfermera. No fue capaz de reconocer su cara, pero al menos el tono de su voz era firme… algo de lo que aferrarse.
– La dosis de la tarde -le dijo escuetamente, mientras le aplicaba la inyección-
El dolor de la aguja le resultó ajeno. Hacía años que se había acostumbrado a la sensación. Miró la lámpara fluorescente del techo y trató de enfocarse en no sentir. Deseaba dormir más que nada en el mundo, pero los remanentes de Cristal en sus venas se lo impedían. Sentía su cuerpo como algo ajeno, y los cambios de humor no la ayudaban.
La enfermera se cercioró que sus esposas estuvieran bien firmes y apagó la luz sin siquiera despedirse, dejándola sola con una larga noche a la que enfrentar.
Era el quinto día; le habían dicho que sería el más difícil…
No le mintieron.
Lo primero fue el sentimiento: la rabia homicida que se alzaba en su cabeza. Si hubiera estado libre probablemente se habría volcado a atacar a quien estuviera a su alcance, pero las malditas esposas no cedían por más que hiciera fuerza. Llegó al extremo de hacerse sangre en las muñecas y tobillos, pero la cama no cedió. Después, comenzaron las visitas. Raúl… su amado Raúl… su cadáver lleno de impactos de bala… Peter, siempre riéndose de su ingenuidad… Danny, su última ilusión… Alfredo, su tabla de salvación… su nueva oportunidad… Gabriel, el hombre que más odiaba… y aquella figura sombría en la esquina… la niña triste… inexpresiva… su hija, Claudia.
Las imágenes comenzaron a cruzarse en su cabeza. Pasado, presente… quizás futuro, no lo sabía a ciencia cierta… gritó, luchó, forcejeó, convulsionó… no supo si quedó inconsciente o simplemente dormida.
Y recordó…
– Desnúdate -fue su saludo-
– ¿¡Perdón!?
– ¿Eres Dolores, no es cierto?
– Sí, sí, Dolores Hidalgo
– No… con ese nombre no me sirves… busca algo más llamativo para los clientes… ahora desnúdate, necesito ver la mercancía.
Tímidamente comenzó a quitarse la ropa. Danny, un hombre en la vida que deseaba dejar atrás, le hizo darse cuenta que la única forma de ganarse el sustento que tendría sería si trabajaba vendiéndose. No quiso aceptarlo en un principio, pero el dinero se termina y, cuando tienes otra boca que alimentar, con mayor velocidad aún.
– Mira, no tengo todo el día. Tengo más chicas que entrevistar y, créeme, las candidatas sobran.
Terminó la labor de forma apresurada. No pudo evitar el llevar sus manos a sus senos, pero la mirada del hombre la hizo bajarlas hasta la cintura.
– Hmmm. Veo que Danny no me mintió. Definitivamente podrías servir. ¿Cuánto llevas en el negocio?
– Dos años -mintió-
– ¿Y cuántos clientes has atendido?
– Yo diría que unos doscientos -volvió a mentir-
El hombre se acercó más y comenzó a revisarla con más detalle. La situación le resultaba bastante incómoda; se sentía como un trozo de carne en el aparador… el hombre dió una vuelta alrededor de ella y, cuando terminó, tomó sus pezones y se los retorció fuerte.
– ¿¡Qué haces, cretino!?
– Cada vez que me mientas te castigaré. Exijo de mis empleados una honestidad total… Es fundamental en este negocio.
Dolores lo miró molesta, pero a la vez sorprendida. Hacía tiempo que nadie la trataba de esa forma… la violencia, medida, le resultó deseable nuevamente.
– Está bien, lo siento… ¿qué quieres saber?
– Todo…
– Muy bien: Me llamo Dolores Hidalgo, dentro de 22 días cumplo los 26 años, tengo una hija. me prostituyo hace dos meses y he tenido 21 clientes
– Demasiado pocos, con razón reaccionas así.
– Por favor, dame una oportunidad… Danny me dijo que trabajas con clientes que pagan bien; te aseguro que puedo hacerlos pasar un buen rato… ya he estado con gente así, simplemente no cobrando.
– ¡Pero vaya desperdicio, mami!. Tienes un cuerpo de diosa y ¿te lo han estado usando gratis?
– Eso es pasado… Por favor… necesito el trabajo.
– A ver -dijo el hombre rascándose la cabeza-… es cierto: Danny siempre tuvo buen gusto en cosas de mujeres, pero tú claramente careces de experiencia.
– Mira… pruébame. Si después de una noche conmigo sigues diciendo lo mismo me voy por donde vine.
– ¡Una noche!… lo siento, mami, pero mi tiempo es valioso -dijo mientras se quitaba el reloj, una imitación de Cartier horrorosa-… tienes una hora; el tiempo corre -dijo poniendo la alarma de su reloj-.
Cerró los ojos y respiró profundamente un par de veces. “Imagina que es Raúl”, se dijo… se concentró en ese pensamiento y dejó que la inundase.
Se acercó a él y lo tomó suavemente por la cintura. Se empinó ante su cara y depositó en sus labios un tímido beso. Deslizó una de sus manos por su espalda mientras separaba sus labios, mirándolo lascivamente y mordiendo su propio labio inferior. No sintió si había logrado excitarlo, pero pudo ver un cierto brillo aprobatorio en sus ojos.
Se lanzó nuevamente en pos de sus labios, esta vez con más ahínco. Subió la mano de la espalda a la nuca y jugueteó con su ondulada cabellera rubia, mientras sus pezones hacían contacto con su camisa. El hombre comenzó a responder, pero sin desear tomar la iniciativa. resultaba claro que se trataba de una prueba y, estuviera disfrutándolo o no, el negocio estaba primero.
Ella se separó y retrocedió lentamente hasta sentarse en la cama. Juntó sus piernas y las puso de lado, proyectando una imagen de inocencia claramente estudiada, mientras apoyaba sus manos en la colcha. Sus labios se movieron sin emitir palabra y lo atrajo hacia sí solamente usando la mirada. El se acercó a ella colaborativo. La mujer comenzó a besar su abdomen mientras magreaba suavemente su trasero y se tomó un par de minutos en comenzar a quitarle el pantalón.
– ¿Siempre te tomas tu tiempo? -inquirió él-
– Casi siempre… quiero que mis clientes disfruten, que vuelvan a desear estar conmigo.
– Bien… detestaría que fueras otra buscadora de dinero que no sabe ni siquiera como mamar una verga
Entendió sus deseos y procedió segura. Le quitó el pantalón, arrodillándose a sus pies con sensualidad y luego le quitó las sandalias. Sus pies se le antojaron atractivos, así que decidió besarlos y lamerlos un poco. Miró hacia arriba y encontró aprobación, aunque no excesiva, así que se movió serpentinamente hacia su espalda mientras con sus manos indagaba dentro de sus boxers: encontró su verga a media asta. Se sorprendió cuando su tacto le reveló la circuncisión del hombre, pero este no hizo ademán de molestias antes las caricias sin lubricación. Alzó las manos hasta los pezones de su amante y desde allí trazó dos rutas curvas, acariciando cada centímetro de su pecho y abdomen. A la hora de liberar el pene de su prisión, lo hizo desde atrás, asiendo el boxer con los dientes y tirando de él hacia abajo con el peso de su cuerpo. Mordió luego suavemente sus nalgas e, incorporándose, pasó a ocupar el frente del hombre. Llevó una mano a su cuello y lo besó, esta vez intensamente, trenzando sus lenguas en un dulce combate de jadeos, mientras que con la otra mano comenzaba una suave paja. Por fin su amante respondió y comenzó a acariciarle las tetas, de forma suave, pero firme.
Se tomó su tiempo en excitarlo, deseaba disfrutarlo también. Prefirió esperar a que estuviera completamente erecto para utilizar su boca en su sexo. Bajó lenta y sinuosa hacia aquella enhiesta verga, dejando una camino de saliva a su paso. Juntó saliva unos segundos y apretó los labios. Quiso que él sintiera como si estuviese profanando una boca virginal… que le hiciera pensar en su ano. Comenzó a forzar su verga lentamente a que entrara en su boca de tal manera que la ilusión fue perfecta, tanto así que comenzó a arrancarle gemidos de genuino placer a su amante. Mantuvo apretados los labios con la fuerza suficiente para que él no perdiera un ápice la erección, mientras jugueteaba con su glande usando su lengua. El mensaje era claro, y él lo entendió.
– Muy bien, mami… si así lo quieres, voy a cogerte la boca
Puso sus manos en su cabello y lo acarició con delicadeza, mientras lentamente comenzaba a penetrar aquella boca. La garganta de Dolores comenzó a ser visitada con más insistencia por aquel glande. No supo bien porqué, pero comenzó a babear de una forma desconocida para ella hasta ahora.
– Bien… veo que te gusta lo que te hago… ahora, ¡traga!
Le incrustó con fuerza el resto de su tranca. La mujer fue tomada por sorpresa totalmente; creía que tenía el control de la situación, pero se equivocaba por completo. El vaivén de las caderas del hombre se hacía todavía más profundo y más rápido, mientras presionaba su cabeza firmemente contra él. Aún así, tuvo la prestancia para no perder el control; era demasiado lo que se jugaba, no pretendía volver con la cola entre las piernas, y menos a estar cerca de su ex-esposo. El hombre comenzó a acariciar su cabeza mientras le hablaba.
– Que maravilla… no te atragantaste… perfecto… no me has rozado con tus dientes… uffff… que delicia, mami… me das mucho placer, para ser una novata eres maravillosa… ya me vengo, sigue, sigue…
Reemplazó sus movimientos por fuertes embestidas en la boca de la mujer, buscando a la carrera el orgasmo. Ella contó once empellones que, contrario a experiencias anteriores, le provocaron una cierta excitación, hasta que pudo sentir cómo el pene del hombre comenzaba a sufrir los espasmos producto de tocar el cielo.
– Uffff, si, mami… veamos como te manejas con una buena corrida
No necesitó que le dieran pistas: el hecho que él le clavara la verga hasta el fondo de la garganta indicaba claramente, según ella, que quería que se tragase su semen, así que eso fue lo que hizo: Esperó que se descargara por completo en su boca e incluso succionó suavemente los restos que pudieran quedar dentro de su herramienta, para luego tragarlos sonoramente en dos mitades. El rostro de él era difícil de leer, pero al menos no se quejó cuando se puso de pie.
– Fue una muy buena mamada, mami… casi me haces olvidar que esto es un examen
– Y, ¿lo hice bien?
– Pues te diré: Te cogí bien la boquita, está claro que eres buena cogiendo, pero no es eso lo que necesito… al menos no es lo único que necesito
– ¡Lo que sea, haré lo que sea!
– Ya te dije, coges bien, pero… ¿que tal eres haciendo el amor?
– No te entiendo
– Eso mismo mami… mis clientes muchas veces son hombres o mujeres solos… a veces prisioneros de una vida sin amor. Para obtener una cogida, sexo, pueden hacerlo llamando a cualquier servicio de acompañantes… ¡y mira que en Miami hay montones!, pero yo no ofrezco sólo eso. Me parece bien que te tomes tu tiempo con tus clientes, y la mamas de maravilla, pero yo necesito más de tí… lo necesito todo.
El comenzó a tomar sus prendas, dispuesto a retirarse, pero ella lo detuvo.
– Me diste una hora
– Así fue, pero no creo que tenga sentido extender esto
– Calla… recién pasan de los 25 minutos.
Lo empujó suavemente a la cama. Él sonrió, quizás divertido por la determinación de la mujer.
Cambió de estrategia y se arrojó sobre él casi desesperada. Tomó su cara entre sus manos y la llenó con una lluvia de besos tal que él no tuvo más alternativa que responder uniendo su boca a la de ella y tomando por asalto su lengua con la propia. El beso fue apretado, con pasión y deseo. Sus piernas se entrelazaron y comenzaron a rodar por la cama, alternando cada tanto sus posiciones. Jugaron así varios minutos, aumentando la temperatura de la habitación mientras la de ellos no se quedaba a la zaga. En un momento de calma, con él encima, lanzaron sus manos a explorar el cuerpo del otro; Mientras ella revolvía su cabello él comenzó a amasar sus tetas con fuerza, arrancándole a la mujer una serie de jadeos que exhaló dentro de su boca. La mezcla de olores pareció volverlo loco. Se separó de ella y se arrancó la camisa y el pantalón casi rompiéndolos, mientras ella lo miraba anhelante, extendiendo sus brazos hacia él.
– Ven, tómame -susurró-
La miró, quizás sorprendido. Esa no era la prostituta con la que había tenido una sesión de sexo oral ni bien hacían 10 minutos. Tenía antes sí una mujer, una mujer deseosa de su hombre. Su miembro no necesitaba tampoco mayores razonamientos: daba botes rítmicamente pareciendo respirar, olfatear la jugosa concha de Dolores. Se concentró en no olvidar que se trataba de un examen, pero todos tenemos nuestros esqueletos en el armario, y él no era la excepción. Logró resistir el llamado de la mujer a duras penas, hasta que ella decidió usar su última arma.
El hombre pudo ver en aquella penumbra el delicado centellear de las lágrimas que comenzaban a inundar los ojos de la mujer. Observó con cuidado y no eran lágrimas de pena o desesperación por obtener el trabajo. El rubor en sus mejillas y pecho, la hinchazón en los labios mayores y en las tetas, aunadas a aquella tentadora acuosidad en los ojos, gritaban a los cuatro vientos el hecho que la mujer lo deseaba, que de veras lo deseaba. Su vagina parecía gimotear al ritmo de su respiración, invitándolo a tomar por asalto aquella jugosa entrada, a permitirse un momento de debilidad.
Y ya no quiso resistir.
No, no la penetró. Aquello fue mejor, más íntimo, más propio.
Se deslizó sobre ella y sus sexos se acoplaron de forma casi perfecta. Dolores arqueó ligeramente su espalda cuando sintió que su pelvis chocaba con la de él, en una genuina muestra de gozo. Se abrazó al hombre con todo su cuerpo, tratando inconscientemente de maximizar el contacto de pieles. Él gimió en su oreja, complacido por el calor recibido.
– Ámame, aunque sólo sea por esta noche -dijo ella-
Tomó la pierna derecha de la mujer y la levantó hasta ponerla sobre su hombro, buscando hacer sus embestidas más profundas. Dolores levantó su pelvis, curvando así su vagina y haciéndola más estrecha, acto que él claramente apreció. La mujer comenzó entonces un bamboleo con su sexo que él, claramente, no se esperaba. la cadencia del movimiento se incrementaba lentamente y él comenzaba a sentir los primeros avisos de un orgasmo. Mordió delicadamente el interior del muslo de ella y la mujer reaccionó con una contracción en su sexo. Cambió de el hombro donde apoyaba su pierna y pasó a tener a la mujer a su disposición en una posición de tijera. Desde allí lanzó sus manos ágilmente a recorrer las generosas nalgas de Dolores, cosa que su cuerpo agradeció encharcando aún más su vagina.
Mantuvieron esa posición algunos minutos; él no quería venirse aún y ella disfrutaba viendo las expresiones de placer de la cara de él. Cuando alteraron su acuerdo de placer mutuo, fue ella la que terminó de pasar su pierna al otro lado, hasta quedar de espaldas, con él arrodillado detrás de ella. Levantó levemente su culo, lo suficiente para hacer algo de espacio bajo su abdomen. Él no demoró más de un segundo en tomarla por las piernas y atraerla hacia su verga, que esperaba ansiosa el contacto con aquel agujero que tanto placer le daba. La deslizó sobre sus muslos y la empaló decidido. La cogió, la folló, la garchó y la zumbó sin parar hasta que sintió acercarse su orgasmo. Dolores giraba su cabeza para verlo disfrutar de forma tan plena de ella, de su cuerpo, de su aroma, de su sexo. Vio el brillo en sus ojos cuando decidió lanzarse en carrera por el ansiado éxtasis y se apartó de él.
El hombre sintió deseos de matarla simplemente por dejarlo a las puertas del orgasmo, pero Dolores tenía otros planes. Dejó que pasaran un par de minutos mientras se volvía a poner de espaldas en la cama, esta vez con las piernas cerradas, acariciándose en el proceso. Él trató en más de una ocasión el volver al ataque, pero ella, juguetona, le impidió el paso. Masturbó su verga con los pies para no correr riesgos que él perdiera la erección y, cuando notó que su respiración se calmaba un poco, abrió lentamente las piernas, exhibiendo ante él una vulva hinchada y enrojecida; anhelante de acción. Nuevamente extendió sus brazos hacia él y con una voz algo quebrada lo invitó a volver a ella.
– Vamos, te deseo dentro de mí.
Volvieron a fundirse en uno. Se besaron apasionadamente mientras él la penetraba con firmeza y ella hacía lo posible para contraer su sexo y darle más placer. Sintió los pezones de ella rayar sus pectorales casi como cuchillas y eso fue el disparo final que acabó por matar su cordura. Metió sus brazos bajo las axilas de ella y, sacando sus manos por detrás, la asió de los hombros y comenzó a taladrarla frenéticamente. Ella también se abandonó entonces al placer y empezó a responder al ritmo de sus caderas con un frenético bamboleo de sus caderas, buscando aumentar la profundidad de las embestidas de su amante.
La alarma del reloj sonó entonces, avisando que el encuentro debía terminar. Él, con presteza, se quitó el maldito aparato y lo estampó contra la pared, haciéndolo añicos. Ella sonrió, entendiendo que él deseaba acabar propiamente el encuentro, y se concentró en seguir brindándole placer, incrementando lentamente la presión que hacía con su vagina, y simultáneamente sintiendo ella como el calor crecía dentro de su mojado e hinchado sexo. Se concentró en sus sensaciones, despertando recuerdos olvidados acerca de cómo complacer correctamente a un hombre. Se abrazó a él aún más apretado y lo envolvió con sus piernas; quería que se viniera dentro de ella y, se dijo, no era tan sólo por el placer de su amante, sino del suyo propio. Hundió su cabeza en el cuello de su amante, musitando un par de palabras, y comenzó a mordisquearlo, terminando por dar una dentellada más fuerte mientras respiraba agitadamente sobre él. Lamió su sudor con un deseo y lujuria que creía olvidados, pero se vió sorprendida por el asalto de la lengua del hombre, primero en su lóbulo y de allí pasando diestramente a adentrarse en su boca..
Fue el mejor beso que le hubieran dado en mucho tiempo. Pasional, pero a la vez cálido; un beso en el que ella sentía posesión y deseo… un beso que le arrancó el alma y el aliento, sintiendo dentro de ella un calor especial, arrobador, que la cautivaba de formas indefinibles, transportándola a otros tiempos, donde había sido feliz.
Y, por primera vez en más de un año, tuvo un orgasmo real.
Quien primero cayó en las redes del éxtasis fue el hombre. El sentir su aliento en su oreja acabó por inclinar la balanza más allá del punto sin retorno y apenas sintió el mordisco de Dolores su verga comenzó a derramarse. Por un momento sintió como si su tranca se negara a expulsar su leche, para luego sentir una explosión en su entrepierna tan potente que no acertó en un principio a asimilar todo el placer que le causaba. Continuó embistiendo el sexo de la mujer mientras el suyo despedía aún varios chorros de semen; fue entonces cuando notó el orgasmo de ella.
Para Dolores, aquello le fue extraño. Casi pierde el control sobre sí misma, dado lo ajeno que le resultaba lo que sentía. Estaba acostumbrada a fingir sus orgasmos… incluso con su ex-esposo, sus orgasmos no pasaban más allá de lo que sentía cuando se masturbaba. no había tenido un orgasmo genuino desde que muriera su primer esposo, y este la tomaba por sorpresa. Notó como todos sus sentidos eran sobrepasados y entró en aquel divino estado de placer total, sintiendo las fuertes contracciones de su concha mientras la mezcla de jugos y leche que la llenaban comenzaba a derramarse hasta las sábanas. No supo cuánto tiempo pasó hasta que volvió a la tierra, pero su amante no se había quitado de encima; continuaba penetrándola suavemente mientras su verga se deshinchaba, mientras besaba delicadamente su cara, enjugando su sudor y sus lágrimas. Respondió a sus atenciones y estuvieron calmándose mutuamente varios minutos, hasta que él se tendió a un lado de ella.
– ¿Y bien? -preguntó una saciada Dolores-, ¿pasé la prueba?
– No -respondió él tranquilamente-
– ¿¡Qué!?… ¿¡cómo!?… pero…
– Sí, fue un sexo excelente, y no dudo que tus clientes estén complacidos contigo
– ¡Pero no puedes negar que lo deseaste!… ¡lo disfrutaste!
– Si mami, pero no hiciste lo que te pedí
– ¡Claro que lo hice, no me vengas con pendejadas!… ¡te hice el amor!
– No cariño, no me hiciste el amor
– ¿¡Cómo que no!?… puse sentimiento, puse deseo… ¡puse mi corazón en ello!
– Ya mami, pero hay un problemita
– ¿Que problema puede haber?… Ya veo, ¡tú lo que querías era cogerme gratis!, eres un cabrón, un hijo de la chingada, un…
– ¿Qué crees que pensarán tus amantes si les susurras “¡Oh Raúl!” en medio de una cogida?
Ella se detuvo en seco… no se dió cuenta, pero ante la mención recordó perfectamente haber dicho esas palabras… se había dejado llevar por lo intenso del encuentro y su mente la había transportado hasta su primer esposo, el único hombre al que le había hecho el amor.
Había perdido
Ocultó su llorosa cara entre sus piernas unos segundos y luego atinó a salir de la cama.
– Tienes razón -dijo disculpándose-, lamento haberte hecho perder tu tiempo
– Ya te dije, no puedo contratarte
Quiso retirarse, pero él la detuvo
– ¿Dónde vas?
– De vuelta a casa, a ver qué hago… ¿dónde más?
– Espera, te dije que no puedo contratarte, pero no te dije que te fueras
– No te entiendo
– Mira mami, según el reloj de la pared estuvimos cogiendo una hora y nueve minutos.
– ¿Y?
– Que yo no altero mis decisiones así como así. Te di una hora de plazo, pero fui yo quien decidió darte más tiempo. Eso me demuestra que tienes potencial.
– ¿Entonces?
– Entonces, no puedo contratarte… ahora, pero quiero proponerte un trato: llama a ese teléfono mañana -dijo extendiéndole una tarjeta que únicamente tenía un número-, a las una de la tarde me parece bien. Duerme y descansa, no quiero que decidas nada con la cabeza o la concha caliente. Si aceptas no quiero lloros después; te advierto que detesto que mis empleados rompan su palabra, lo suelen pagar caro.
Tomó la tarjeta y lo miró. Volvía a ser el cabrón, el proxeneta que había conocido al principio… la escena se nubló en su mente mientras creyó que veía algo de luz… la niebla se aclaró y le mostró lo que hizo al día siguiente.
Cuando llamó por teléfono él le indicó que lo esperara en un estacionamiento de un centro comercial. No tuvo mayores aprehensiones, considerando que era mediodía y la cantidad de gente le daba seguridad. La recogió en un sedán color negro, bastante discreto y casi nuevo, a juzgar por el olor del interior. Se saludaron sin siquiera un beso en la mejilla y él condujo hacia la zona de Coconut Grove, donde entraron a una mansión que estaba siendo remodelada. Condujeron hasta la parte trasera donde había una construcción al borde del mar; parecía una unidad de almacenamiento de dos pisos, pero claramente había también material de construcción desperdigado por allí. Detuvo el auto, tomó un maletín del asiento de atrás y le indicó que bajara y lo acompañara dentro, subiendo al segundo piso por una escalera lateral.
Lo siguió dentro, hallando en el lugar una mesa y dos sillas, bastante simples, como único mobiliario. Él le indicó con un gesto que se sentara, e hizo lo propio, al otro lado de la mesa. Una vez cómodos, le explicó su propósito.
– Verás mami, lo que quiero es que te cases conmigo.
Ella, claramente sorprendida, no hizo ningún comentario.
– No se por donde empezar, así que si te mareas me detienes y me pides que te explique, ¿bien? -continuó-. Ayer, de verdad, me impresionaste. No porque hayas sido la mejor mujer con la que haya cogido, sino por tu determinación. Cierto, tu cuerpo es un deleite y no niego que lo pasé divinamente, pero comparada con mis chicas diría que no superas a más de un par de ellas, y yo necesito lo mejor… pero, hay un trabajo que puedo darte ahora, si logramos llegar a un acuerdo
– Y dime -dijo reponiéndose-, ¿de que clase de acuerdo estamos hablando?
– Mira, por una parte, te quiero entrenar. Estoy seguro que en unos años serás la mejor de mis chicas, te divertirás un montón y ganarás mucho dinero… y lo mejor de todo, yo también ganaré mucho dinero con esa conchita tuya, mami.
– ¿Y la otra parte?
– Que me puedes servir de otra forma. Necesito arrendar algunas propiedades, esta entre ellas, y no quiero que mi nombre aparezca en ninguna parte, ¿me entiendes?
– ¿Ser tu palo blanco?
– ¡Vaya!, veo que también eres lista, mami.
– Empiezo a entender… ¿y que es lo que me ofreces?
– En rigor, te ofrezco el mundo mami. Para empezar, te ofrezco este apartamentico para que vivas tú y tu hija. No es muy lujoso pero tiene todo lo necesario, y me aseguré que tuviera todo para cuidar la belleza de quien lo ocupara. La parte de abajo aún es un espacio de carga, pero podrás hacer con ella lo que quieras. Tiene una bonita vista al mar, está cubierto por unos setos que lo ocultan de la casa principal y tiene salida independiente a la calle, así que nadie te molestará… me dijeron que incluso cabe un carro pequeño por la callecita, y quien sabe, si reúnes suficiente dinero hasta puedes comprar un yate y lo amarras en el muelle.
Mientras él hablaba, recorrió el lugar. Claramente no era originalmente un espacio habitable, pero el trabajo hecho sobre él era suficientemente bueno. No se habían gastado un dineral, pero era acogedor y tenía todo lo necesario. Tampoco le mintieron acerca de sus necesidades para la belleza: el baño era de lujo, los ventanales amplios mostraban que estaban a metros del mar, poseía un muelle que claramente no estaba siendo utilizado y, en la azotea, había suficiente espacio para tomar el sol alejados de los mirones… Si bien es cierto las instalaciones distaban de ser lujosas, eran amplias y cumplían a la perfección con todo lo necesario, y la locación era simplemente soñada.
– ¿Supongo que de la mansión ni hablar? -dijo Dolores-
– No mami -rió él-, por ahora ni lo sueñes. Esa es para mis clientes… para hacer “reuniones de trabajo”
– Ya veo… pero, ¿dijiste que querías entrenarme?
– Por supuesto, ¿no supondrás que puedo hacer uso de tí así como estás?… no corazón, claro que no. Tendrás que aprender, y yo me encargaré que lo hagas. Aprenderás no sólo a coger como Dios manda sino que haré de tí una diosa del placer que será tan deseada que tendrás a los hombres a tus pies… si es que te dedicas a ello. Aprenderás también idiomas; veo que dominas bien el español y el inglés, pero quiero que llegues a hablarlos sin acento. Quiero que también domines el slang de los países que te vayan a aportar más clientes… no quiero que le digas a un español que te “coja” y él te levante y tú te quedes esperando el vergazo. Aprenderás además chino, japonés y alemán; te perdonaré un poco de acento, son idiomas difíciles para una latina, pero no el que no sepas lo suficiente… si aprendes algo de francés te regalaré un carro; nada ostentoso, pero te garantizo que no te decepcionará.
– Eso es lo que me pides… ¿que es lo que me prohibes?
– Chica lista, cada vez me gustas más. Lo primero es que espero que cumplas conmigo como esposa en la cama. Te usaré cuando y como yo quiera, además de tus sesiones de entrenamiento. Te convertiré en el coño más deseado de la costa este, pero te exigiré fidelidad: querré saber con quien te acuestas y con qué frecuencia. Eres libre de enamorarte de quien quieres, no es mi culpa si eres tan tonta, pero no permitiré que eso entorpezca tu trabajo, ni el sexo conmigo. Una vez que haya acabado de entrenarte seguirás siendo mi esposa, pero también serás una de mis chicas, así que esperaré de tí lo mismo que de ellas: dinero a montones, información privilegiada y el mejor sexo que me puedas dar. Por mi parte, te daré protección, dinero, lujos y placeres que ni siquiera sabes que existen. Podrás adquirir los bienes que quieras y puedas pagar; quedarán a tu nombre, nos casaremos con separación de bienes. Acerca de los vicios que tengas, o que adquieras, será exactamente lo mismo: tú te los pagas, pero si veo que afectan tu trabajo sólo te lo advertiré una vez, si no lo controlas… bueno… digamos que te estoy ofreciendo un contrato con el diablo.
– En resumen: Me ofreces seguridad a cambio de poseerme por completo
– Mami, mami… ¡veo que nos llevaremos muy bien!
– No te adelantes, aún no he aceptado. ¿Qué hay de mi hija?
– Me importa un bledo. Si quieres incluso le doy mi apellido. Te daré el dinero suficiente para que la críes, pero mantenla escondida del mundo; nada le baja el valor más a una chica que el que se sepa que tiene hijos… si quieres enviarla lejos, ocultarla o entrenarla para que sea tu sucesora, a mí me da igual.
Miró por la ventana y sopesó sus alternativas… al menos el hombre estaba siendo honesto con ella.
– Bien… acepto, ¿qué tengo que hacer?
– En verdad mami -dijo el hombre sacando un montón de papeles- quiero que leas y firmes esto. Es un detalle de lo que ya te expliqué, con el agregado que me reservo el derecho de alterar sus cláusulas como bien me parezca… no te preocupes, también prometo que, si lo hago, será solamente para mejorar lo que ahí está escrito.
– ¿Supongo que te das cuenta que esto no tiene ninguna validez legal?
– Por supuesto, muñequita, pero eso no tiene importancia para mí… lo que me interesa es que lo firmes sin sentirte obligada, que lo cumplas a cabalidad… y que sepas que si lo desobedeces habrá consecuencias. Recuerda, la ley no me importa demasiado.
Él le extendió un lápiz cuando ella terminó de leer
– Última oportunidad para arrepentirse, mami -dijo guiñando un ojo-
– Dame acá -sonrió ella-… sólo te pido que tratemos de ser buenos socios
– Tienes mi palabra
Firmó.
Apenas terminado, el hombre le entregó otro legajo de papeles, esta vez con un aspecto bastante más oficial.
– Bien mami, esto es tu primera orden: Son los papeles de tu cambio de nombre. Firma.
Los leyó rápidamente. Por medio de ese formulario su nombre cambiaba, oficialmente de “Dolores Hidalgo” a “Cony Cruz”.
– Maravilloso, mami… Cony… ahora, vamos por un juez de paz, que me muero por la noche de bodas.
– Creo que te falta algo -dijo Cony-
– ¿Que cosa, mami?… lo que sea que falte lo vemos esta tarde, ya te puedes ir mudando acá.
– Falta lo principal, tonto: tu nombre, no sé cómo te llamas
Él se puso de pié, miró a la cara de la mujer y dejó escapar una carcajada al percatarse de su omisión. Se acercó a ella y la tomó por la cintura sin miramientos
– Alfredo, Alfredo Carmona
– Bueno, Alfredo, cariño… ¿qué quieres que haga tu Cony?
– Lo primero -dijo Alfredo dándole una nalgada- será ir a casarnos; pasarás a ser Cony Carmona hoy mismo.
Se separó de ella y se dirigieron al automóvil. Ese fue el día en que Dolores desapareció para dejar paso a Cony.
La lucidez volvió esporádicamente a su cuerpo abstienente. No supo con seguridad si las largas sombras eran visiones provocadas por la fiebre que al parecer ganaba terreno sobre su cuerpo, si eran producto de la total falta de sueño o si eran parte de la realidad.
Los pinchazos de las agujas que le suministraban medicamentos se confundieron en su mente con los recuerdos de sus años locos, cuando tuvo el dinero y el poder que le hizo creer que podría ser dueña del mundo. Alfredo cumplió su promesa y ella se dedicó como una poseída, tanto así que a los tres años de firmar su enlace él consideró que Cony podía comenzar a trabajar. Fue allí cuando las cosas comenzaron a cambiar. Ahora, después de todo este tiempo, podía verlo, pero en aquel momento fue incapaz de prever el desastre que comenzaba a conjurarse.
Su historia fue típica: Bastó que se viera con el dinero suficiente en sus manos para comenzar a caer nuevamente en los vicios que había conocido con su primer esposo. Había jugado desde hacía años con las drogas y el alcohol, pero, de acuerdo a lo que ella creía, nunca permitió que la dominaran; además, tenía excelentes ganancias en el negocio, tanto así que pudo adquirir, mediante una corredora de bienes raíces, algunas propiedades en otros estados, mismas que puso en arriendo… se aventuró incluso a invertir (y perder) en la bolsa e incluso realizaba sus propios trabajos en el primer piso de su apartamento. Chequeó con su esposo y él le dió el visto bueno, siempre que no contraviniese su acuerdo ni le quitara clientes a su cartera. Puso también a su hija en un régimen de semi-internado, pudiendo así olvidarse de ella por largos períodos… la vida le iba de maravillas; nada podía salir mal.
Aún así, lo tenía bajo control, se repetía… hasta que apareció en su vida Gabriel.
La despertó el sonidos de sus propios quejidos. La neuralgia se hacía cada vez más insoportable y, por algún motivo, ahora le molestaba también la luz. La enfermera tomó su pulso y procedió a darle el alta sin fijarse en más detalles, así que una guardia la tomó de forma muy poco delicada y la llevó casi a rastras a la que sería desde ahora, y hasta que algún juez dijera lo contrario, su celda.
– ¡Abran la 38!
El grito de la carcelera casi le revienta los tímpanos, tanto así que estuvo a punto de perder el conocimiento. Lo que fuera que le habían dado en la última dosis le hacía más daño que bien.
– ¡Love, tienes compañera nueva!
Una cabeza se asomó desde la cama superior, dió una mirada a Cony y volvió a mirar el techo.
– Cony Cruz, aquella es tu nueva compañera, Lexington Love.
– Lexie… llámame de otra forma y tendrás problemas.
La guardia se retiró y cerraron la puerta. Cony no dijo palabra. La actitud de la joven dejaba claro que llevaba un tiempo en la cárcel, pero que tampoco era una reo curtida; si así hubiera sido simplemente la hubiese ignorado… Cony había tratado con ex-presidiarios y conocía bien esa mirada.
– Toma la cama de abajo -dijo Lexie asomándose nuevamente-, tampoco parece que fueras capaz de subir.
Cony musitó un “gracias” que no supo si fue oído y se recostó, buscando nuevamente el tan elusivo sueño, pero sólo encontró más visiones.
Ocho años después de su matrimonio, las cosas iban de maravilla. Dinero, influencias y placeres le llovían a montones, pero un día, al regresar a aquel apartamento donde inició su relación con Alfredo, se encontró con una sorpresa: Su hija, Claudia, estaba allí con un par de cajas.
La niña se acercó tímidamente y le extendió una carta, aguardando temerosa. En ella las autoridades de la escuela le explicaban, someramente, que dado el claro retraso de aprendizaje y comunicación de la joven, su nobilísima institución educativa se veía forzada a buscar para la muchacha otros rumbos educativos, idealmente en algún establecimiento preparado para lidiar con niños con necesidades especiales. Agradecían también los continuos aportes en dinero de Cony e incluso deslizaban la posibilidad de seguir recibiendolos, aún cuando la joven Claudia ya no formara parte del alumnado. Le informaban también que se habían tomado la libertad de inscribirla en una escuela que cumplía con los requisitos necesarios y que estaba a unos 20 minutos en coche desde su casa y se despedían con sus mejores deseos para ella y su pequeña hija.
Ni siquiera notó que la niña llevaba allí en casa varios días, que probablemente había pasado hambre y que estaba sucia. En el fondo, el sólo verle la cara le recordaba que era ella la responsable de la muerte de su amado Raúl, algo que jamás podría perdonarle.
Y, no contenta con eso, la niña resultó ser una anormal… una vergüenza, un monstruo, un desperdicio. Apenas hablaba y no reaccionaba ante nada, sólo ante sus golpes. Se “informó” en internet y determinó que su hija tenía autismo, así que la trató siempre como si tuviera la plaga… mal que mal, muchos “estudios científicos serios” aseguraban que el autismo era contagioso. Según ella, bastante hacía con cerciorarse que la niña recibiera educación y que no le faltara nada.
Pero esta vergüenza no la podía soportar: La habían expulsado de aquella escuela tan cara… seguramente sus clientes se enterarían que tenía una hija retrasada.
Levantó la mano para golpear a la niña y esta cubrió su cabeza con sus brazos… entonces sonó el timbre.
– No te alegres, condenada mocosa… una vez que atienda pondremos las cosas en orden -le dijo-
La niña corrió a esconderse
– Buenas tardes -le dijo un hombre de traje-, ¿es usted la señora o señorita Dolores Hidalgo?
– Erm… no -respondió dudosa-, mi nombre es Cony Carmona
– ¡Mierda, justo cuando pensé que la había encontrado!
– ¿Es muy importante?
– Más que importante, es urgente: Debo hacer efectiva una herencia y el plazo vence hoy a medianoche.
“Herencia”… palabra capaz de cambiar actitudes en un abrir y cerrar de ojos. Cony había aprendido a actuar bastante convincente durante esos años. Escogió una historia para convencerlo, y no le fue demasiado difícil.
Se mostró algo asustada. Miró hacia afuera y, a la entrada de la calle de servicio vio un sedán y una camioneta… nada realmente sospechoso… puso ojos llorosos y preguntó
– ¿No viene usted de parte de Peter?
– ¿Quién?
– Peter, Peter Avery, mi ex-esposo
– No… ¿señora?
– Sí, señora, pero mi nombre original es Dolores Hidalgo
– ¿Tiene usted alguna identificación que lo acredite?
– Antes de eso -Cony lo examinó-, ¿quién es usted?
– ¡Oh, perdón!… lo siento -dijo extrayendo una tarjeta de presentación-, mi nombre es Alexander Emery, y represento al bufete “Baker & Williams” de Boston. Hemos sido mandatados por el estado para intentar, in extremis, dar cumplimiento a la última voluntad de Mariana Hidalgo.
– ¿Mi prima?… ¿Marianita está muerta?
– Lamento haber sido yo quien se lo informara, pero sí. Mariana Hidalgo falleció hace casi 5 años.
La noticia la afectó de forma genuina, aunque no extrema, Mariana fue una prima muy querida en su infancia. Buscó en una pequeña caja de seguridad sus documentos y se los mostró al abogado, quien prosiguió.
– En casos como este -prosiguió el abogado- el estado hace todo lo posible por ocultarlo, pero nosotros estamos atentos
– No… no entiendo.
– Se lo explicaré brevemente. Mariana se casó y se divorció. Obtuvo un buen arreglo de aquello, recibiendo una fuerte suma de dinero para ella y un fideicomiso para su hijo.
– ¿Un hijo?
– Si, pero no nos adelantemos. Darle los detalles del caso ahora sería largo, pero el hecho es que su padre, un europeo rico y sin familia, falleció en un accidente de tráfico hace unos años, y no pudimos encontrar ningún pariente vivo en el país, además de usted. Por su parte, la señora Hidalgo se hizo asesorar bien y su testamento es claro, por lo que el estado debe esperar a que se cumplan 5 años sin reclamarlo para pasar a tomar posesión de los bienes de la señora Hidalgo… estamos hablando de bastante dinero, y el Tío Sam es el mayor buitre que pueda llegar a conocer.
Cony podía oler que no le estaba diciendo todo, pero le siguió el juego.
– Resumiendo: Si acepta usted la patria potestad del muchacho podrá usted también acceder, de forma indirecta, a los bienes heredados al joven por la señora Hidalgo
– Explíquese por favor -inquirió Cony-
– El dinero de la señora Hidalgo, a su muerte, pasó a formar parte del fideicomiso de su hijo, Gabriel Hidalgo (Antes Gabriel Jackson). que se le entregará cuando cumpla 24 años… tanto el dinero como el resto de los bienes han de ser administrados por su albacea, salvo cierto monto destinado a la manutención básica del joven, que se le entregará mensualmente, y el dinero necesario para pagar cualquier gasto médico que el joven pudiera tener… ahora, ¿está usted de acuerdo en aceptar la potestad?
Los ojos del abogado de veían suplicantes
– Muy bien -dijo Cony jugando con el lápiz-… ahora dime lo que no me estás contando.
– Por favor, firme.
– Mira, veo tu desesperación, así que aquí hay gato encerrado… ¡o me explicas todo o no firmo ni carajo!
– Está bien, señora Carmona… El muchacho es… extraño -dijo sacando un cartapacio de su maletín-
Se lo dió a leer a Cony. Si su hija tenía problemas, el muchacho no se quedaba a la zaga: Problemas del crecimiento, déficit comunicacional, trastornos de personalidad, hipersensibilidad a la luz solar (causado por un caso de porfiria leve), déficit de melanina, trastorno obsesivo compulsivo, hipersensibilidad a los olores y trastorno del sueño eran sólo algunos de los problemas.
– Le doy mi palabra que no es tan malo como se lee. Ninguna de sus condiciones son invalidantes. Además, todos sus gastos están pagados
Cony ya tenía experiencia leyendo contratos. El premio era grande, muy grande… el sólo hecho de pasar a usufructuar durante ocho años de un apartamento frente al mar en Miami Beach le hizo acelerar el pulso, eso sin contar el dinero, que era administrado por una firma de inversiones y, de acuerdo a los reportes, no hacía sino crecer. Notó también que, dadas las condiciones, no le sería muy difícil declarar interdicto al muchacho y quedarse con todo… cierto, había querido mucho a su prima, pero incluso ella le dió la espalda cuando murió Raúl… aún así, quiso presionar su suerte.
– Mira, por lo que veo me piden que me haga caso de un semi inválido, y yo no obtendré ninguna ganancia… además, mi hija ya tiene problemas y no sé si pueda atender al muchacho.
– ¡No se preocupe!, el joven es totalmente funcional. Los reportes de servicios infantiles indican que no necesitaba supervisión alguna. Además, su escolaridad está garantizada en una institución especializada al sur de la ciudad. Por otra parte, el estipendio mensual del joven es de algo más de tres mil dólares… en efectivo.
– No, lo siento, es demasiada responsabilidad para mí.
La tensión podía cortarse en el aire
– … Puedo ofrecerle un incentivo de cincuenta mil dólares, libres de impuesto… es la mitad de mi comisión -dijo derrotado-
Cony supuso que, en realidad, no sería más de un cuarto, pero no quiso seguir presionando.
– Está bien -dijo- haga los preparativos.
El abogado simplemente se asomó fuera e hizo una señal.
– El tiempo apremia -dijo escuetamente-
Entraron en el lugar tres personas más. Uno de ellos portando una maleta y una especie de gran saco de dormir, otro que procedió a revisar el lugar y preguntar algunas cosas hasta quedar conforme y un muchacho alto y delgado… daba la impresión de que si lo golpeaban podría quebrarse. El primer tipo siguió trayendo algunas cosas, y lo último que hizo fue entregarle un laptop al muchacho, quien lo abrió, esperó que la pantalla se pusiera blanca e hizo una señal afirmativa.
– Cierto -le dijo el abogado en voz baja-… tiene cierta fijación con su computador: puede estar horas “tecleando” frente a esa pantalla en blanco… no intente quitárselo, podría ponerse violento
Cony puso cara de resignada, pero, aparte de la posibilidad de obtener ese dinero, hubo otra cosa que la motivó a firmar: si el muchacho era tan independiente como le decía podría encajarle el cuidado de su hija, ¡y gratis!… seguro que entre fenómenos se entenderían.
La persona que revisó todo resultó ser un oficial judicial, quien, constatando que se cumplieran las condiciones mínimas requeridas, procedió a dar por válida la firma, indicando los trámites posteriores necesarios. Actuó también como ministro de fé para el improvisado contrato verbal entre Cony y el abogado, cobró sus “honorarios” por aquella visita a terreno y se largó feliz de la vida.
Acompañó al abogado a su hotel a firmar algunos papeles. Cuando recibió una llamada de su esposo con la información del trabajo de esa noche le explicó someramente el porqué no podía atender y que ya hablarían mañana.
Firmó… uuuf, ¡vaya que firmó! Tres veces, por ambas caras, arriba y abajo de la hoja firmó.
Quizás fue la adrenalina, o la excitación de aprovecharse de una oportunidad única, pero Cony comenzaba a sentir deseos de sexo. Quería algo rápido y caliente… una explosión de placer lo más intensa que pudiera… lo quería ahora… lo quería en ese instante.
Miró hacia Alexander y se encontró con un tipo joven, de menos de 30 años, bien vestido -sin caer en la ostentación- y suficientemente atractivo… el típico abogado estadounidense con deseos de arrasar en el mundo legal… decidió empezar al asalto sin demora.
Botó un lápiz y se inclinó lascivamente a recogerlo, mostrando su bien formado culo a menos de un metro del abogado, mirándolo coquetamente mientras se volvía a erguir. La mirada de Alexander fue inquisitiva, y ella contestó llevando sus manos hacia abajo para usar sus brazos y exhibir su pecho, invitándolo con la mirada.
No era la primera “firma de contrato” de Alexander.
Se abalanzó sobre ella besándola, mientras sus manos comenzaba a remover su blusa. Cony contestó el beso colgándose de él con brazos y piernas. Así la llevó Alexander hasta el escritorio y, cumpliendo lo que exige aquel ritual, echó a un lado todas las cosas que había sobre él, para luego poner a Cony sobre el mismo. Se separó de ella y comenzó a quitarse su camisa, mientras Cony terminaba de quitarse la blusa y subía su falda. No quiso privarse del placer de sentir al abogado rasgando sus pantimedias y a su vez Alexander no la hizo esperar.
La primera embestida vino cuando ella aún no tenía tiempo de calentar motores debidamente. Alexander, después de romper las pantimedias simplemente echó a un lado la tanga de Cony y sin demora aquella ansiosa verga se clavó por completo en las carnes de su amante.
– Veo que la información no estaba equivocada… ¡Eres una puta de tomo y lomo!
– ¡Si, soy una puta!… ¡la mejor de Miami!
– ¡Mi puta!
– ¡Si, tu puta!… ¡toda tuya!… ¡tu perra!
Alexander magreó sus tetas con fuerza, mientras Cony se retorcía de placer
– Más fuerte, cabrón… ¡méteme tu tranca hasta el fondo, que me vengo!
El abogado obedeció, aún a sabiendas que así no aguantaría demasiado. Atrajo un poco a Cony hacia sí y comenzó a taladrarla frenéticamente.
– ¡Sí, sí, sí!… ¡sigue maldito hijo de la chingada!
– ¿Te gusta dure, eh, puta?
– ¡Sí, duro!… ¡me gusta tu verga, maldito!, ¡me vengo con tu verga!
– Ya me vengo, perra… ¿dónde la quieres?
Por toda respuesta Cony simplemente disfrutó de su orgasmo y cruzó las piernas tras el culo de Alexander, quien descargó su leche lo más profundo que fue capaz… Cony, sin embargo, no había dado por finalizada la batalla
Apenas el abogado se separó de ella la mujer se puso de rodillas y metió el rezumante pene dentro de su experta boca, comenzando la labor de devolverle la vitalidad. Enrolló su lengua alrededor del glande y succionó con fuerza, casi forzando a volver a levantarse a aquella tranca. Alexander estaba en la gloria, tanto así que ni siquiera acertaba a insultarla como hacía unos minutos… simplemente se limitaba a acompañar los movimientos de su cabeza con suaves caricias… nunca le había hecho una mamada así de buena, y no sabía cuándo podría volver a disfrutar de ella, así que simplemente se dejó llevar, hasta que, a los pocos minutos, las pulsaciones de su pene le dijeron a Cony que se estaba viniendo
– Dámela toda, cochino… quiero beberme tu leche
Se descargó por completo dentro de ella, pintando de blanco el interior de su boca, partiendo en su garganta y terminando en sus labios. Una gota alcanzó a escapar por una de las comisuras, pero Cony la atrapó diestramente con su índice y lo chupó gustosa. Volvió a mamar el pene de Alexander, esta vez cerciorándose de limpiarlo bien y succionando los restos de leche de su interior… jugueteó también traviesamente con un dedo cerca del ano del abogado, encontrándose con que su pene reaccionaba positivamente.
– Veo que te gusta emplearte por completo
– Hey, preciosa… un buen abogado tiene que saber satisfacer las necesidades de sus clientes.
– Mira eh… me has dado una idea
Dió una última mamada, asegurándose de dejar el pene bien mojado con su saliva. Se puso en pié y se tumbó sobre el escritorio, mostrando su culo en gloria y majestad.
– No se si te quedan ganas… o fuerzas… pero a mí no me alcanza con la entrada y el plato de fondo… se me antoja el postre.
Separó sus nalgas mientras hablaba. Los ojos de Alexander no daban crédito al ofrecimiento. Pensó en negarse, considerando que dejaría el lugar echo un asco después del lance, pero el ver como el ano de Cony se abría sin ayuda, dejando un agujero oscuro de un par de centímetros que parecía invitarlo cual canto de sirena, despedazó todas sus dudas. Más aún, su verga se puso a tope cuando Cony repitió la maniobra, abriendo y cerrando a voluntad ese excitante agujerito.
– Ven, te quiero dentro de mí… si mi concha te gustó te juro que mi culo te volverá loco.
Fue todo lo que necesitó. La cabalgó con furia, casi con locura, jalandola del pelo y clavando las uñas de la otra mano en sus nalgas y sus tetas. El placer que le daba Cony con su ano era increíble. Apretaba y soltaba su esfínter con una maestría que él no había encontrado jamás. Trató de controlarse, pero los gemidos y berridos de Cony no hacían la cosa más fácil, menos aún cuando en un momento ella giró la cabeza para mirarlo y en sus ojos se dibujaba un orgasmo avasallador. Chilló y puñeteó el escritorio con fuerza, mientras las oleadas de placer la recorrían.
– ¡Sigue, sigue! -gritó a Alexander-… ¡reviéntame el culo, pinche cabrón!… ¡llévame a otro orgasmo!
– Como sigas así no aguanto… ¿quieres más placer?… ¡mastúrbate, puta!
– ¡Dios, eres un genio!… ¡me tienes tan estúpida con tu verga que no se me había ocurrido!
Cony llevó sus dedos a su clítoris y Alexander la acompañó penetrando su vagina y juntos la endilgaron directo a su tercera corrida, tan monumental que no alcanzó a gemir como deseaba, sino simplemente volvieron los puñetazos al escritorio, esta vez acompañados por espasmos en sus piernas y una generosa ración de fluidos escapando de su concha. Alexander, viéndola rendida, cargó todo su peso sobre el culo de Cony y en unas pocas estocadas descargó también su leche dentro de ella y la llevó, ya casi sin fuerzas pero totalmente satisfecho por las “negociaciones”, hasta su cama.
La noche fue fructífera, tanto en papeleo como en sexo. Despertaron alegres, adoloridos y abrazados al día siguiente, pasado mediodía. La llevó al apartamento que “heredaría” y ella quedó encantada. Volvieron a tener sexo, esta vez “probando la acústica” del lugar. A ella le gustaba gritar sus orgasmos, y Alexander no la defraudó en ganas. Cuando no pudo responder con su verga la lengua y los dedos hicieron un buen trabajo.
Quedaron satisfechos, había sido un buen negocio.
Al irse Luis Eduardo y quedarme sola en la casita, me invadió un sentimiento intuitivo que me hizo tomar la decisión de regresar a mi casa. Ni Arturo ni los demás todavía habían aparecido por allí, así que me vestí con la ropa seca otra vez y emprendí el camino hacia la villa. Y nada fue más acertado.
Al llegar, a lo lejos noté luz en mi casa y me pareció extraño no ver a mis hermanos afuera jugando. Al pasar por frente de la casa de Rosa salió a mi encuentro y me dijo sonriendo:
– ¡Tienes una sorpresa! Ve directo a tu casa…
Al entrar, nada menos que mis padres habían regresado de la ciudad! Corrí a abrazarlos y después de muchos besos y la alegría de verlos otra vez, me pusieron al tanto de los últimos acontecimientos.
Ya les habían otorgado las visas para viajar a Estados Unidos. Mi padre la había podido conseguir gracias a su especialización en un nuevo método de riego y fertilización que había ideado. Con la intervención de mi tío que vive allí, esto lo consideró una empresa de Estados Unidos como algo muy útil y le dieron el salvo-conducto para poder ir. Claro que mi padre puso como condición que quería llevar a su familia y se lo aceptaron. Claro que después de varios días de idas y venidas telefónicas y las documentaciones que exigía la embajada. Por eso se habían demorado.
Pero ya estaba todo listo. Me dijeron que tenían hasta los pasajes y nos deberíamos preparar en apenas cinco días para irnos. Charlamos por horas y mamá empezó distribuir las maletas que había comprado para cada uno de nosotros, además de algo de ropa nueva y zapatos deportivos. Mientras hablábamos mi madre me miraba con ojos alegres y algo curiosos. Me sentí nerviosa, no sabía porqué.
– ¿Cómo te has sentido todos estos días m’hija?
– Bien.
– ¿No has pasado trabajo? ¿Te han estado ayudando Rosa y Arturo?
– Si! Me la he pasado muy bien mami. Ellos han sido muy cariñosos conmigo (y me dio una extraña sensación, porque al pensarlo sentí que lo que realmente me había encantado era haber hecho realidad un instinto, descubriendo el sexo con ellos).
Me quedó mirando y luego de una larga pausa se sonrió.
– Bueno, me alegro m’hija. Tengo la sensación de que has crecido. Debe de ser que al estar varios días fuera, me da esa ilusión.
Y me abrazó agregando:
– Ya eres una mujercita muy linda y debes aprender a saber cuidarte. Ya hablaremos… -me dijo con la ternura que cualquier madre habla a una hija.
La abracé y le sonreí con alegría. Pero pensé que a pesar de que ella me ve todavía como niña, ya yo me sentía mujer con suficiente madurez para tomar algunas decisiones en cuanto a los cambios causados por mi inevitable crecimiento.
Mi padre, distraído como siempre no había reaccionado igual, pero me hacía muchos cariñitos y me hizo sentar al lado de él mientras del otro lado mis hermanos se pelaban para conquistar una posición cercana a él.
Me contó que su cuñado nos estaría esperando al llegar al aeropuerto. Me dijo que nos quedaríamos con él. Que tenía una pequeña casita detrás de la cabaña donde vivía.
– ¿Y dónde vive él papi?
– Bien al norte, pasando Nueva York en un lugar no muy poblado parece, por lo que me ha contado. A él siempre le ha gustado eso de vivir en parajes solitarios y como le fue muy bien con su negocio, se da el placer de hacer lo que quiere. Pero es muy bondadoso. Se ha hecho cargo de todo lo nuestro y nos da alojamiento hasta que yo pueda revolverme por mis propios medios.
Me gustaba que me contara cosas que le sucedían, así como hacerme historias. Las vivo mientras voy creando imágenes en mi mente para darle forma a sus palabras. Poco a poco me venció el cansancio y después de darle un beso de agradecimiento me fui a mi cama.
Volví a la realidad. Entonces me di cuenta de que iba a despedirme de este ambiente, de mis vecinos de mis nuevas experiencias como niña-mujer. No iba a ver más o por lo menos por un largo tiempo a Arturo, Rosa, ni a Luis Eduardo. Sobre todo en este momento en que con ellos había empezado a experimentar de algo tan disfrutable…
Poco a poco me fui quedando dormida. Estaba muy cansada, quizás por las tantas emociones vividas ese día.
Los dos días siguientes fueron de locura. Tuvimos que ir dos veces a la ciudad y regresábamos a la noche. Hasta que la última noche antes de irnos para el aeropuerto me fui a despedir de Rosa y Arturo.
Fue emocional, aunque al principio no pudieron demostrármelo mucho porque me acompañaron mis padres y mis hermanos a verlos. Pero aún así, Arturo se las ingenió para poder darme una despedida como deseábamos tener. Buscó la excusa de que lo acompañara a buscar un recuerdo que me habían preparado justo en el momento que mis padres se habían despedido para regresar a la casa a terminar de cerrar las valijas. Mis hermanos salieron a la calle con Julián y yo seguí a Arturo que me guiaba al dormitorio de la mano. Rosa, imaginándose lo que su marido planeaba, salió detrás de ellos a despedirlos afuera para asegurarse de que estaríamos unos minutos tranquilos.
El regalo era una caña de azúcar en la que habían entallado el nombre de ellos junto al mío. Cuando entramos, Arturo me empujo suavemente a un lado desde donde nadie podía divisarlo apoyado por la falta de luz eléctrica y me abrazó. Me levantó en el aire pegando los labios a mi boca. Me gustó esa acción repentina y le abrí la boca completamente, mientras abrazándolo con las piernas me llevaba a recostarme contra la pared. Nos chupamos las lenguas mientras me hacía sentir su calenturienta dureza entre las piernas.
– Hace días que tengo ganas de cojerte!
– ¿Si?
– Si. Mira cómo me tienes de solo mirarte mientras estábamos en la cocina con tus padres. Tenía ganas de abrazarte y manosear tu conchita. ¿Y tu?
– Yo también tenía ganas.
Sentía su pija rozándome entre las piernas y yo ya estaba deseando que me la metiera. dentro. La sacó lista, dura y deseosa fuera del pantalón. Yo ya estaba volada en temperatura. Ese día estaba caliente! Resultado de pensar tanto en ellos mientras daba vueltas con mis padres para los aprontes. Pensé mucho en ellos, hasta el punto de masturbarme en la noche en silencio para no ser descubierta.
Arturo hizo a un lado mi calzoncito y cuando sentí el calor de su pija en el hueco de mi entrada, me soltó la cintura y me deslicé por completo penetrándome hasta el fondo de mi ser por pura fuerza de gravedad. Se aferró desde abajo de mis nalgas y empezó a zarandearme de arriba a abajo con una demostración de calentura fuera de lo común. No paraba de babosearme la boca y estrujarnos las lenguas.
En eso vi entrar a Rosa pero ni él ni yo pudimos parar. Y le dijo a Arturo:
– Yo también quiero despedirla mi amor.
– Chúpale el culito mi cielo.
Arturo se acostó en la cama de espaldas conmigo encima. Me tenía clavada en su maravilloso mástil que estaba durísimo y parecía no querer abandonar ni un centímetro de su presa. Sentí las manos Rosa abriéndome las nalgas y atropelladamente me metió la lengua en la entrada del culo.
Con su mano libre nos acariciaba los sexos de su marido y el mío juntos mientras continuábamos cojiendo.
Yo estaba tan fuera de mi que casi saltaba y en cada penetrada parecía que me iba a salir por detrás. Me movía con fuerza desesperante hasta que sin poderme contener empecé a jadear anunciando un orgasmo inevitable. Arturo provocado por mis eróticos movimientos y sabiendo que no había mucho tiempo antes de que mis padres me llamaran, me gritó:
– Toma mi leche! Te voy a llenar esa rica conchita!
Hizo una pausa de un par de segundos y reinició la cojida que me estaba dando mientras derramaba la abundante primer esperma bien al fondo de mis entrañas.
Y le sentí cada vez que se vaciaba dentro de mi. Ese calor tan peculiar del semen caliente mezclándose con mis paredes interiores me provocaron un grito de placer al momento que el orgasmo explotaba desde lo más profundo de mi ser. Fue mucha la leche la que derramó dentro de mi. No me soltó por un buen rato. Hasta que se calmó y me la fue sacando muy lentamente hasta que mi concha la escupió totalmente fuera y ensopada.
Pero Rosa no se quería quedar sin su cuota y ni bien me giré para salirme de esa posición, ell se acostó boca arriba y me pidió que la montara en su cara. Comenzó a chupar todo los restos de semen que tenía dentro de mi conchita ayudando mis movimientos con las manos que aferraban mi culo. Cuando ya no podía sacar más de la leche de su marido y la mía, me pidió que rodara mi cuerpo para chuparnos las dos a la vez. Abrió sus pierna y le besé en la vulva con mi boca abierta sacando la lengua de vez en cuando para jugar con su clítoris. Olía a puro sexo. Me embestía con su concha moviendo las caderas y yo chupaba abrazada de sus muslos. Yo no aguantaba mas y otra vez un orgasmo se asomaba entre mis piernas. Rosa se dio cuenta y me dijo:
– Vamos chiquita, dámela que yo también te la voy a dar…
Y las dos empezamos a gemir y sacudirnos cada una en la boca de la otra. Así estuvimos un par de minutos. Se me mojaba la boca, la nariz y hasta me corría un hilo líquido por el mentón de todo lo que le salió a ella durante el orgasmo. Volví a rotar enfrentándome a su cara y sonriéndole la besé. El interior de nuestras bocas estaba pastosa y decidimos seguir besándonos hasta conseguir suavizarlas.
Cuando entramos en calma, Arturo me vino a besar y degustar la leche de su mujer en mis labios, en mi lengua.
No habían pasado ni tres minutos que entró Julián a decirnos que mis padres me estaban esperando, pero ya estábamos tranquilos y sentados hablando. Así y todo, Rosa me dio un beso en los labios, Arturo también y Julian se quedó indeciso y sorprendido. No sabía qué hacer hasta que su madre le dijo:
– ¿No la vas a besar de despedida?
Entonces vino hacia mi, me tomo por la cintura y me dio un beso tímido en la boca.
Regresé a casa pensando en la velocidad con sucedían estas cosas vinculadas con el crecimiento y el desarrollo sexual apresurado de mi cuerpo.
¿Qué iba a hacer para saciar tanto deseo que había dentro de mi, ahora que iba a un lugar nuevo? ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que pudiera tener sexo otra vez?
Muchas preguntas comenzaron a agolparse en mi mente y empezaron a acumularse los nervios de una nueva aventura que caía en un momento que no quería dejar de vivir lo que estaba sucediendo.
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adriana.valiente@yahoo.com
Nos mantuvimos echados, ella sobre mí, en una extraña posición, en silencio, bueno en agitada respiración mientras nos recuperábamos… hasta que mi verga fue saliendo de su ano y la leche con ella… solo ahí ella se salió y procedió a limpiarse con su pequeña ropa interior…
En eso vimos una luz moviéndose alrededor nuestro… era una linterna… mierd… el vigilante… Mili vino rápidamente a mi lado. Nos acurrucamos silenciosamente detrás de un arbusto para ocultarnos. Esperamos un momento hasta que la luz fue desapareciendo a lo lejos.
– Ufff… suspiro ella al ver disiparse el peligro.
Luego Mili me diría que era un conocido de su padre, hijo de un militar amigo suyo que se había quedado sin empleo y que él le consiguió el trabajo ahí. Seguro era con el que me amenazo respecto a que tenía gente en el club para cuidar a su hija y vigilar la cabaña.
Al ver Mili que yo seguía inmóvil, sumido en mis pensamientos, recuerdos, remordimientos, etc., Mili se recostó de lado para verme, tal vez pensando que seguía resentido o molesto con ella… yo parecía una de esas chicas en shock después que pierden la virginidad… era casi una estatua…
– ¿Te pasa algo?… pregunto preocupada.
– Nada… me dio un mareo, el trago, la agitación, creo que fue mezcla de todo… me disculpe.
– Uhmmm… yo sé que te puede reanimar… me dijo coqueta.
Seguro pensó que en esa posición yo esperaba nuestro sabido ritual… se alejó un poco y luego se arrodillo y me limpio la verga de manera muy hacendosa. Logro relajarme, sacándome unos placenteros suspiros y algunas gotitas extra de mi leche, que ella engullo sin problemas… como para congraciarse del berrinche que hizo… después, se echó a mi lado…
– En realidad crees que seré tu ultima pareja… dijo cariñosa apoyando su cabeza en mi pecho.
– Sí, me gustaría… dije sinceramente, luego agregue… creo que te voy a regalar una lámpara, como la de Aladino…
– ¿una lámpara?¿para qué?… pregunto curiosa.
– Para que guardes ese genio de mierd… que tienes… le dije en tono de gracia y reproche.
– Jajaja… está bien… me dijo como niña regañada.
– Tienes que aprender a controlarte… eres muy explosiva… le reclame más calmado.
Quizás pueda sonar racista, pero a uno le queda la imagen, que las morenas son más belicosas o al menos es el estereotipo de algunas películas… pero yendo más por el lado familiar, su madre a pesar de ser de piel clara parecía algo colérica, si dominaba a ese moreno gigante… y bueno su padre tenía un aire autoritario también… Caraj… domesticar esta chica iba ser trabajoso, pensé.
– Pero es que mirabas mucho a Vane… dijo justificándose y luego hizo la pregunta que temía… ¿es que te hizo algo? ¿o te dijo algo?…
Quizás en ese momento debí decirle la verdad, las mentiras no duran mucho… además lo que paso con Vane no fue mi culpa… pero no quise malograrle el momento, suficiente tenía Mili con la preocupación por lo de su mama.
– Con todo lo sucedido… no la paso… no sé cómo actuar con ella… no me da confianza… y no sé si sea buena para Guille… respondí.
– Bueno, eso como me dijiste, es problema de ellos… son adultos… repuso Mili.
– Si… Tienes razón… dije callando todo.
Optamos por volver a la fiesta, en el camino me percate que Mili aún tenía la falda sobre el pubis y el escote debajo de los senos… se lo hice notar y enrojeció como tomate… luego tuvimos que escondernos otra vez… Mili me jalo repentinamente, pensé que era el vigilante de nuevo… pero…
Eran Vane y Guille, estaban saliendo de la fiesta, al parecer ellos también tenían su pequeña discusión, Guille parecía reclamarle algo… sin embargo notaba como Vane más que prestarle atención, observaba a todos lados… ¿nos estaría buscando?, saber si termine con Mili para aprovechar la situación… ¿estaría molesto Guille por la atención que aun ella me daba?…
Tras el acicalamiento de Mili, decidimos salir de entre los árboles, tomados de la mano… ahora el rostro que se descompuso fue el de Vane… su treta de hacernos pelear había funcionado al revés… Guille más bien menguo su molestia con ella, intentando disimular que ellos también estaban bien.
– Ya me imagino que habrán hecho… me dijo bromeando en voz baja, sin embargo Mili escucho.
Le hice un gesto como para que se calle, había confianza entre nosotros como amigos… pero no con Mili, que no le gustaban ese tipo de bromas… y se dio cuenta al ver que ella enrojecía.
Luego Mili fue a consolar a Vane que parecía abrumada… fuerza de genero será, en algunas situaciones las mujeres se apoyan mutuamente… y más con la arpía de Vane dándosela de victima seguro por su discusión con Guille. Ambas se fueron al baño, el pretexto que usan las féminas para hablar…
– ¿Qué paso?… me atreví a preguntar, viendo a Guille contrariado.
– Vamos… tú lo sabes… me dijo incómodo.
Pensé un instante que Vane le conto todo, pero de ser así… al igual que Javier ya me habría golpeado.
– ¿A qué te refieres?… insistí haciéndome el desentendido.
– Ella aún tiene una fijación contigo… ¿hizo algo? o ¿te dijo algo?… pregunto hastiado.
Era la segunda vez que me lo preguntaban, primero fue Mili y ahora Guille… y nuevamente me negué, esta vez con la cabeza… desperdicie la segunda oportunidad que tuve, tampoco quise malograrle la ilusión a mi amigo que tanto me apoyo… creí que no era el lugar ni el momento apropiado.
Pero sentí que por proteger a mi amigo y a mi enamorada, estaba cavando mi propia tumba… como el sabio Guille dijo “hagas lo que hagas, la vas a cagar”… antes por contarles las cosas a ellos, los metí en este lio… ahora quizás caería solo en la trampa que Vane me ponga y sufriría solo las consecuencias.
– Lo siento, no estoy cómodo con Vane cerca, no sé cómo actuar después de todo lo que paso… le confesé y agregue… es muy cambiante… no me da confianza…
– Tienes razón, ella se mostró afectuosa conmigo, ahora me dice que soy muy celoso y posesivo… pero solo quiero saber que pasa por su cabeza… ¿por qué actúa así?… me dijo afligido.
– No te ilusiones con ella… es muy complicada… te va fregar la vida… le aconseje.
– Lo se… pero ya me complique… me dijo abrumado, era un ciego enamorado o encaprichado.
Por más que le aconsejara, no me haría caso hasta que el se diera cuenta… cada quien elige la pared contra la cual estrellarse, es decir, todos nos entercamos alguna vez con una relación, forzando las cosas para que funcionen… solo me quedo invitarle un trago para que se olvide un momento de eso…
Tras un rato las chicas volvieron, se unieron un poco sombrías a nuestra mesa, luego fueron haciéndose participes de la conversación… nuevamente Vane se puso en modo neutro, decidí no darle importancia y difícil con lo ebrio que me puse y lo seco que me dejo Mili. Vane más bien enfilo su atención a Guille, el chico que la riño, le daba unas miradas rencorosas… y Mili, bueno volvió a ser cariñosa conmigo.
Mientras mirábamos a los pocos jóvenes que quedaban bailar, nos dimos cuenta que estábamos cansados y decidimos regresar a las cabañas… en el camino Guille y yo nos enteramos que las chicas habían decidido, mientras estaban en el baño, dormir en la misma cabaña, en la de Mili…
Evidentemente era el castigo que Vane le imponía a Guille por gritarla… pero que culpa tenía yo de eso, ya había ideado escabullirme a ver a Mili… después lo pensé… eso de dormir juntas, seria literal, es decir, la última venganza de Vane seria… ¿dormir con mi enamorada?… ¿volverla lesbiana?…
Creo que en mi estado etílico estaba desvariando… pero con esa loca nunca se sabe… me saco de mi abstracción, la sentida aceptación de Guille a esa situación… Caraj… Vane se estaba llevando sus bolas, lo había convertido en su perrito faldero que aceptaba todo de ella, pensé.
Las dejamos ir… voltee a ver a Mili, le hice un gesto… que se cuide de esa loca… ella entendió y me hizo un gesto para que no me preocupe. Me fui tambaleando con Guille… en el camino y en la cabaña me conto toda su relación con Vane… me estaba muriendo de sueño pero lo escuche…
Cuando se dio cuenta que me dormía con los ojos abiertos, que era como hablar con un maniquí… me libero de ese castigo y me dejo irme a dormir… otra vez me deje caer sobre esa maldita cama que no me dejaría descansar tan fácilmente…
Nuevamente empezaron mis sueños primero con Viviana, pasando después a mis sueños pseudo húmedos con Vane… había algo de lógica en mi sentimiento de culpa por lo de Viví que ahora reflejaba en Vane… sentía que todas esas situaciones eran producto de mis errores, que ellas pagaron las consecuencias de mis actos y de alguna manera debía congraciarme con Vane para sentirme perdonado.
Una cosa es pensar racionalmente en resarcir un daño… pero la otra cabeza (del pene) a veces no piensa igual, solo se queda con las imágenes candentes de mi sueño con mi cuerpo entrelazado con el de Vane en un confuso acto sexual, mezcla de pasión animal (que tenía con Mili) y cariño (que tuve con Vivi)…
– Por la put… madr… casi grite al despertarme de golpe, luego agregue palmeando mi frente… sal de mi cabeza… puta de mierd…
Aún era de noche… Guille roncaba en el cuarto de al lado… intente dormir otra vez y me asaltaban imágenes similares… Caraj… me había obsesionado con esa loca… pensé que solo había una forma de exorcizarme de eso… iría a buscarla y le haría el amor salvajemente… a mi enamorada, mal pensados…
Como en la mañana, el cuerpo de Mili me ayudaría a callar esos demonios, quizás sería bueno despertar acurrucado con ella de manera placentera y romántica… luego llamaría a Viví para hacer las paces, y buscaría la manera tranquila de conversar con Vane racionalmente… así mataría mis culpas y demonios, luego al fin volvería a dormir tranquilo…
Esperando a Mili antes del baile, fisgoneando en los alrededores de su cabaña, había encontrado un lugar por donde entrar… se trataba de una puerta de acceso secundaria, que en teoría había sido clausurada, estaba fijada por unos clavos… pero… era de esas puertas divididas en 2: una parte inferior de 1 metro de altura y la parte superior el resto…
En mi exploración note que solo la parte superior de la puerta estaba fija, la parte inferior se había descolgado un poco. Seguro los niños que se hospedaron ahí anteriormente habrán jugado con esa parte inferior de la puerta, dejándola maltrecha… ahora lucia apenas pegada o juntada al marco de la puerta, se veía que con un empujón se abriría sin problemas.
Ya que veía que mi cabaña estaba embrujada, maldita por el abuso que Vane me infringió, más aun por los sueños repetitivos que tuve… entonces tentaría suerte en la cabaña de Mili…
Me escabullí mismo Rambo, entre los arbustos alrededor de la cabaña de Mili… note, que el vigilante se había tomado a pecho su misión de cuidar ese lugar, dio minuciosamente una vuelta alrededor, seguramente esperando oír algo que pudiera interpretar como mi presencia dentro… al no notar nada fuera de lo normal, decidió proseguir su camino, pero volteando de cuando en cuando…
Al ver que estaba prudencialmente lejos, me acerque a la puerta descrita, le di un pequeño empujón, para no hacer ruido y, como esperaba, la puerta cedió fácilmente… a pesar de mi ansiedad de entrar, tuve que ser paciente y abrir de a pocos, para evitar que el chirrido de esa vieja puerta me delate… luego cerrar la puerta también lentamente, para no dejar huellas de mi ingreso…
Una vez adentro habían 2 dormitorios, igual que en mi cabaña, uno grande: que en mi caso usaron Guille y Vane, supongo que acá lo usaron los viejos de mili… y otro dormitorio más pequeño, que use yo en mi cabaña y supongo Mili aquí… entonces enrumbe a este cuarto…
Mi corazón latía a mil por la adrenalina de la situación y poseer a Mili en ese lugar prohibido, escapando de la vigilancia y tomándola por sorpresa… me recordó la vez que la desperté en mi casa con mi verga por detrás… esperaba que esta vez fuera algo diferente… debía tener cuidado también de no hacerla gritar para no llamar la atención de Vane o del vigilante en alguna de sus rondas…
Abrí esta puerta también con sigilo… dentro vi que sobre la cama se dibujaba una apetitosa silueta tapada por las sabanas… observando el cuarto, encontré que la ropa que Mili había usado en la fiesta, estaba en el suelo… su ropa de baño colgada en un mueble… algo desordenada la niña…
En este caso la luz no entraba tan directamente al dormitorio como en mi cabaña, había más penumbra… Pero igual pude distinguir que Mili descansaba boca abajo… posición propicia para mis fines, pensé… seria que me estaría esperando para que la atore por detrás como le gustaba…
Me restaba dar unos pasos para llegar a la gloria… sentí nuevamente el mareo, tomar dos días seguidos no me cayó bien, seguía semi embriagado … o era la ansiedad de tenerla otra vez… mi verga estaba dura de nuevo viendo el bulto que formaban las posaderas de Mili que sobresalían de las sabanas.
Frente a la cama, fui jalándole suavemente las sabanas para no despertarla… fueron apareciendo sus piernas y su enorme rabo… ella ni se inmuto… vi que tenía un polo que apenas si le cubrían sus nalgas… se veía esa deliciosa raja y lo abultado que se ponían glúteos al llegar a las piernas…
Yo me desnude, para que nada entorpeciera mi faena… fui subiendo lentamente a la cama, para no hacer ruido ni movimientos bruscos que la saquen de su sueño… mis piernas ladearon sus piernas, comencé a acariciar sus nalgas… maldito mareo… mis sentidos no se sentían del todo bien…
En la maraña de pelos que cubrían su rostro, podía jurar que la note sonreír o al menos emitió un sonido de complacencia entre sueños… bueno es suficiente, ya no puedo esperar más, me dije… estaba a mil, aparte con el temor que el volviera el vigilante y se le ocurriera ver por las ventanas…
Le abrí un poco las nalgas y fui enfilando mi verga a su pequeño ano… aquí si tuve un poco de paciencia, no quería clavarla de golpe y despertarla bruscamente… había llevado algo de crema por si acaso, la incursión seria repentina y necesitaría algo de ayuda para que entre mi verga.
Me unte la crema y fui metiendo de a pocos mi verga, empujando paulatinamente… apenas escuche unos leves quejidos, pero sin mayor movimiento u oposición… Mili también estaba ebria, seguro con los sentidos más adormilados y anestesiados que los míos…
Ya había logrado insertar la cabeza de mi pene, su esfínter parecía oponer resistencia, seguro inconscientemente iba apretando las nalgas… pero no me desanime…
– Ohhh… ufff… escuche su gemido entre sueños, cuando la parte más gruesa le entro.
Al oírla, casi me da un paro cardiaco… me detuve… al ver que se relajaba nuevamente y que el sonido fue más de complacencia que de queja, entonces procedí a insertarla más… ya veía media verga desaparecida entre sus golosas nalgas… más bien ella realizo un pequeño movimiento involuntario quizás, abrió un poco las piernas, como para separar las nalgas y que la atoren mejor…
A medida que le iba entrando la otra mitad, notaba como movía el cuello nerviosa, resoplando y gimoteando por momentos… cada vez más sentía que levantaba un poco sus caderas para que le entre mejor… mientras yo seguía forcejeando para metérsela toda, hasta la raíz…
Una vez que mi ingle finalmente choco con sus redondos glúteos, solté un suspiro de alivio… al fin la tenía enganchada hasta el fondo… de la emoción, una gotita de leche se me escapo… Mili a su vez, se retorció satisfecha… sus piernas se comenzaron a mover, como escaneando cada centímetro de mi verga en su interior… era como cuando uno se estira en la cama al levantarse…
– ¿Qué?… ouuu… uhmmm… exclamo suavemente, levantando un poco la cabeza.
Se estaba despertando, se había sentido deliciosamente atorada, esa opresión en sus nalgas, más esa tiesa barra de carne en sus entrañas… era evidente que por más borracha que estuviera, en algún momento se daría cuenta que se la estaban clavando, prácticamente violando…
Me incline, casi eche encima suyo, mi brazo izquierdo se apoyaba en la cama y mi mano derecha le tapaba la boca para evitar que grite… me acerque para susurrarle, al menos donde yo creía que estaba su oído, porque su cabello era un desorden que cubría su rostro…
– No te preocupes… soy yo… le dije.
– ¿Dannyyy?… pregunto excitada aun adormilada.
– Así es… replique.
– Siii… al finnn… susurro satisfecha Mili entre mis dedos.
– No grites… le advertí.
– Nooo… hazme tuyaaa… exclamo ahogadamente.
Ahora sabiendo quien la poseía, se retorció más, aun adormilada estaba disfrutando ser clavada… yo me separe un poco de ella para empezar la faena. Vi como sus manos arañaban las sabanas, mientras suspiraba ahogadamente…
Se dio cuenta que estaba haciendo ruido y no quería despertar a Vane o llamar la atención del vigilante, así que ella misma jalo una almohada hacia su rostro para ahogar sus sonidos placenteros y sus futuros gemidos ahí. Luego nuevamente sus manos buscaron que asirse del colchón… sus brazos ladeaban su cabeza cada vez más enterrada en la almohada…
Para apoyarme mejor, y a su vez someterla… tome sus muñecas y me apoye sobre ellas, con mis rodillas ladeando sus piernas y apoyadas en el colchón… estaba en una posición como manejando una de esas motos de carrera. Mili con su pequeña estatura, estaba sometida debajo de mí en una posición casi como de rana, brazos hacia arriba, piernas separadas y culo oportunamente levantado…
– Ohhh… siii… que ricooo… exclamaba ahogada entre la almohada.
Estaba meneando su delicioso culazo en mi entrepierna, gozando esa unión, por momentos relajándose y por momentos apretando sus nalgas como para comprobar si era cierto o un sueño… o solo para que su goloso trasero saboree mi verga en toda su magnitud…
Sentí que era momento de iniciar mi faena… comencé a meter y sacar lentamente mi verga… ella desesperada no me dejaba alejarme mucho… su ansioso trasero perseguía hacia atrás a mi verga, no dejando que se aleje, como si temiera que no volviera a ingresar…
Así casi sin querer, Mili fue adoptando una posición peculiar… sus caderas un poco levantadas, quebrando la espalda para recibirme… no estaba completamente echada, tampoco precisamente en 4, era una figura intermedia… con las rodillas bien fijas en el colchón como para soportar mis arremetidas…
– Ayyy que placerrr… uhmmm… suspiraba en voz baja.
Por un momento temí que se ahogara en la almohada, que parecía contener no solo sus gemidos sino también su entrecortada respiración… pero mientras siguiera arañando la cama, soportando con sus enormes nalgas levantadas, supongo que todo estaría bien…
El martilleo y rebote de mi ingle en su inflado trasero empezaba a hacer un armónico ruido, ese placentero golpeteo… pero no me importo… si nos oía Vane o si se atrevía a entrar, no vería nada que no haya visto antes… así que… que se muera de envidia esa bruja…
Cada vez nuestros movimientos eran más rápidos, producto del placer que nos causaba esa fricción, esa inesperada incursión de madrugada… cada vez mi ingle rebotaba con más fuerza en sus voluptuosas nalgas, a su vez ella empujaba con más fuerza sus caderas contra mi… esperando que la estampe mi verga con mayor dureza y profundidad… hasta que no aguantamos…
– Ohhh… Ufff… exclame casi sin aliento, con mi verga escupiendo leche en sus entrañas.
Ella se dejó desparramar sobre la cama, respirando forzadamente… había hecho un gran esfuerzo físico, me sorprendía que Mili no haya terminado acalambrada, más aun después de brincar unas horas antes sobre mi verga tras abusar de mi entre los arboles al lado de la fiesta…
Hasta que final escuche su voz más claramente, voz q no escuche bien antes entre la maraña de sus cabellos y la almohada… pero no era lo que esperaba…
– Ufff… oh my god… ufff… suspiró satisfecha.
Continuara…
despues de trasportame a la edad media con la maquina del tiempo me escondi en un paraje donde habia un noble acampado estando durmiendo sin hacer ruido le robe la ropa y me la puse y le deje la mia y me lleve el caballo lo senti por el pero necesitaba la ropa o podia ir con la ropa de egipcio estaba en la miseria ya que las monedas egipcias o romanas no me servian no sabia en que pais de la edad media estaba si era inglaterra o españa por el escudo me parecio españa encontre un convento no muy grande y me diriji a las monjas para pedile asilo y algo de comida efectivamente era españa por favor hermana no tengo nada que comer y estoy cansado dejeme pasar aqui la noche solo hoy aqui no puede ser le dare algo de comida pero tendra que marchase por favor solo esta noche luego me ire esta bien pero mañana se ira y no saldra de su cuarto prometido le traire comida y se dormira y mañana se ira a primera hora entendido si hermana gracias estaba en el convento devore la comida rapidamente ya que estaba muerto de hambre y me dormi estaba reventado pero por la noche oi unos gemidos que parecian que alguien estaba follando o era un gato roronenado me levante sin baje hasta un sotano donde estaban los gemidos abrir la puerta y me quede de piedra de lo que vi todas las monjas estaban en pelotas picada chupando el chocho una a la otra y metiendose un consolador de madera joder con el credo ellas me miraron furiosas le dije que no saliera de la habitacion si lo llego a saber no le doi hospedaje maldito cabron dijo la monja la cula es tuya por hospedarle iremos a la hoguera por tu culpa cuando nos denuncie tranquilas hermanas no pienso denunciar a ana nadie yo sabia que las tenia a mi merce primero quiero que prepareis bastante comida para llevar no hay poblema dijeron las monjas aqui sobra comida luego me derais algo de dinero no tenemos mucho pero algo sacaremos y despues quiero que me complacais las 4 habia4 monjas dos novicias y dos maduras una era la superiora que me atendio asi que me baje las calzas como e aquellos tiempos se llamaban y saque mi verga toda dura las maduras no estaban mal tendria n unos 4 3 y 39 años era sor agueda y sor viginia y las novicias eran sor cristina y sor manuela cuando vieron mi verga se relamieron vi en ellas una cara de viciosas que para que mas viciosas que cualquier puta de un burdel joder que cabron deijeron sor agueda y sor viginia que verga teneis me muero por probarla dijeron las monja y las jovenes nunca hemos visto una verga y queremos probarla asi que dije tranquilas habra para todas por de pronto agueda y virginia que me la chupen la poya que rica tanto tiempo por aqui sin ver una verga y emepezaron a mamar comosi se le fuera la vida en ella mientra sor cristina y sor manuela se chupaban sus chocho la una a la otra ahora quiero follaros el culo dije yo sor agueda dijo yo primero que soy la superiora y se la endiñe en el ojete y vos hermana virginia dijo sor agueda comeme las tetas ya la empece a follar y decia asi cabron dare verga hasta los huevos que putas sois madre si lo dijo ella y me encanta antes mi oficio era mujer de la vida hasta que me hice monja jodeer pues seguis de puta como antes decia yo mientras la endiñaba por el culo esos palaceres no se olvidan tomar poya zorra dije yo sisis romperme el culo a vergazos mientras virgia la comia las tetas agueda emepezo a correrreseeahahahahaha me corrroooooooooo como una guarrrrrrra ahora me toca a mi dijo sor viginia ella mela chupo hasta ponerme la otra vez como una piedra de dura y se la metio en el chocho aha joder como necesitaba una poya en el chocho asi asi cabron follame bien no pares rompeme el choocho a poyazos mientras sor agueda se masturbaba y sor cristina le chupaba el ajete a sor virginia manuelita ven aqui chupame las tetas mientras me folla este caballero ahahahahahahha me corrroooo dijo sor virginia luego la toco el turno a sor manuela ella era una novicia mas jovencita no era virgen por supuesto pero habia sido con consoladores no con una poya autentica y queria probrar asi que mientras sor agueda y sor viginia se comian la boca yo me ocupe ahora de las novicias hice que me la chupara sor cristina y sor manuelaes deliciosa caballero que rica la teneis me pasaria el dia chupandosela a vos señor abrir vuestros chochos que os voy a follar a las dos primero a una y despues a otra si señor aqui os teneis queeremos probar lo que es una verga de verdad asi que se la meti a manuela que era la mas jovencita tendria unos 19 años ahahahahaha que gusto dijo estoy en el paraiso esto es el cielo me muero de gusto s corrio enseguida pues nunca la habia probado solo con mastubadores de madera o los dedos de las otras monjas ahora dijo sor cristina ahora me toca ami me la volvio a chupar y se la meti en el culo despues de preparaselo sor cristina era virgen de culopero no de coño y se la endiñe por detras y emepeze a darle toma zorra toma mi verga sor guarrra si caballero soy vuestra guarrra vuestra puta no pareis de darme por culo que rico mientras la tocabael chocho se corrio a mares ahora quiero romperla a sor manuela el culo nuca lo ha echo por ahi es muy estrecho tendreis cuidado verdad dijeron las otras hermanas si nos os procupeis ya verreis como la gustara a la muy zorra despues asi que prepare al igual que cristina a manuela y se lo comi el ojete ella se moria de gusto y me dijo estoy dispuesta caballero quiero sentir ese deliciosa verga en mi culo se la fui meitiendo despacito hasta que la tuvo dentro y emepece a moverme dentro de ella ahahahahahaha esto es divino mi amor decia me corrro que poya teneis me vuelve loca romrperme el culo me da igual simee haceis sangre ahahaha como disfruto que guarra nos ha salido la hermana maanuela dijeron las otras igual que nosstras de putas ahora ponervuestra bocas zorra me corrroooooooooodije yo ahahahahahahha todasse bebieron mi leche pasamos toda la noche follando estaba desehecho `por la mañana me prepararon un buen desayuno con picatotes y un tazon de leche podeis venir cuando querais caballero charles aqui teneis vuestra casa y estaremos para vos siempre que querais yo me despedi de ellas siguendo mi camino prometiendo que las volveria haber y me dirigi hacia valencia enel camino vi a dos chicas jovenes quelas hiban a quemar en una hoguera corri corriendo con mi caballo y dije fuera dejar a esas mujeres malditos ello s intentaron hacerme frente somos la inqusicion quiennes sois vosostros para inpedir que quememos a estas brujas en la hoguera torquemada os matara habia oido hablar de el era el mayor asesino de la historia de la inquisicion mujer que se la resistia en la cama la acusaba de bruja y la quemaba viva todas le temian asi que desenvaine mi espada menos mal que en la epoca actual habia dado leciones de esgrima y me enfrente a ellos y los desarme salieron corriendo jurando que me lo harian pagar yo desate a las mujeres las cuales llorando se me echaron encima dandome ls gracias no sosmos brujas señor solo vendemos pocimas para las enfemedades nos ganamos asi la vida esta es mi hermana isabel y yo soy estefania las acompañes a su casa y las dije coger todo lo que tengais que os sirva y abandonar esta casa vendra arpor vosostras y os buscaran a l igual que ami las pague una posada dormieron en otra habitacion contigua a la mia cenaron y se acostaron pero por la noche estando yo dormid senti que alguien venia a mi cama me quede de piedra venian las dos desnudas riendose os gusta lo que veis señor por supuesto dije yo y que esperais para cogerlo somos vuestras se metieron en mi cama y me las folle estefania me comio la poya y isabel los huevos estabaos en la gloria meterme vuestra verga caballero lo estamos deseando mi hermana y yo asi que emepece a follar a estefania ah que rico como follais que gusto me dais seguir mi señor no pareis mientras su hermana la comia las tetas si hermana qe gusto nos pareis ninguno de los dos luego cogi a isabel y la di por el culo que rico dijo ellas asi hasta los huevos mi señor meterme todaa la quiero toda vuestra verga hasta los huevos dijo ella mientras u hermana la comia el chocho luego cambiamos di por el culo a estefania mientras isabel la comia a ella el coño ahahaha mi señor que rico como follais me corrro mi señor follarme como una puta a hahahahaha que gusto me folle a las dos y las dipor el culo al dia siguente nos levantamos tarde de tanto follar CONTINUARA
Recalcando sus palabras y abriendo su boca, se puso a reanimar mi alicaído miembro…
Para comentarios, también tenéis mi email:
– ¿Cómo?
– Aún recuerdo exactamente sus palabras:
– ¡Madre mía!
– Ya veo.
– No… ¿No te dolía? – balbuceé.
– Rocío se despertó con la mirada perdida, como si no supiera donde estaba. La saliva seguía escurriéndosele por la comisura de los labios, por un lado de la bolita, dándole un aspecto todavía más desamparado.
– Tras decirme esto, desató una de las muñecas de Rocío y, con bastante rudeza, la hizo incorporarse…
– Las piernas no me sostenían, de lo contrario habría intentado huir. Aunque quizás no, pues en el fondo deseaba que me maltratara un rato más.
– A ver, por donde iba – dijo Gloria como si la pausa no hubiese existido – Regresé como a la media hora, con cafés y unos croissants que compré por allí cerca.
Efectivamente, cuando volví me encontré con Jesús dormitando sobre una colchoneta, mientras Rocío, medio desmayada, seguía esposada al listón.
– Jesús, al comprobar que llevaba el coño al aire, sonrió y la hizo pasar – continuó Gloria, necesitada de hablar – Yo, que no quería que me pillaran espiando, corrí a la cama y me eché encima de un salto. Pocos segundos después, entró en el cuarto Jesús, aún con su empalmada en ristre, seguido por esta guarrilla, con una cara de acojone que daba risa.
– Era normal – intervine –teniendo en cuenta lo que pensaba hacer…
– Y obedecí. Como un autómata dejé caer la pistola sobre la alfombra. Con rapidez, me despojé del jersey, la minifalda y los zapatos y me subí a la cama donde el Amo seguía hundiéndose una y otra vez en ella – dijo Rocío apretando levemente sobre los hombros de Gloria – Me acerqué al rostro del Amo e intenté besarle, pero él apartó la cara, poco dispuesto a perdonarme.
– ¡Oh, fue maravilloso cuando la verga del Amo se deslizó en mi vagina! ¡Me sentí tan feliz que llegué al orgasmo!
– Y yo también. Cuando esta guarra se corrió me chupó el coño con tantas ganas que yo también me corrí.
Ernestalibos@hotmail.com
Regresó a casa cuando casi era ya de madrugada y se sorprendió por aquella figura extraña. El muchacho, de 16 años, era alto, de más de 1 metro y 90 centímetros, pero demasiado delgado; no creyó que pesara más de 60 kilos. Su piel era de una palidez casi fantasmagórica y su pelo de un color entre cenizo y blanco. Algunas manchas en la piel indicaban donde hubo llagas por el sol y quizás alguna otra enfermedad no mencionada… todo eso era enmarcado en unas sandalias, bermudas y camisa hawaiana, que no se había cambiado desde el día anterior.
En general, le pareció un muchacho feo… frío y maleducado: ni siquiera apartó su vista de aquella pantalla blanca
Cony dió un portazo, el chico se sobresaltó y se puso de pie, inclinando la cabeza para mirarla a los ojos y le dijo.
– Hola tía.
Anticlimático, como mínimo.
– ¿Gabriel, no es cierto?
Cony trató de sonar despectiva… el muchacho sintió su intención.
– Me instalé en la habitación más pequeña, espero que esté bien.
Era hora de poner los puntos sobre las íes.
– Mira niño, seré directa: Desde ahora te harás cargo de cuidar esta casa. Mi trabajo me mantiene alejada y no puedo pasar mucho tiempo acá
– Entiendo: escuché de los abogados acerca de su trabajo
– ¿Ah sí?… y dime, ¿qué escuchaste?
– Pues… que usted se dedica a vender su cuerpo
Le cruzó la cara de una bofetada, el muchacho no alcanzó a verla venir
– Lo siento, no se enfade por favor.
Volvió a golpearlo.
– ¡No te permito que me faltes el respeto!, ¡y menos en mi casa!
– Lo siento. Las delicadezas suelen escapárseme. No pretendía ofenderla, tía, me disculpo nuevamente.
¿Podía ser tan tarado? -pensó Cony-… vería si se podía aprovechar de él aún más.
– Nada de eso. Si quieres seguir viviendo conmigo te ajustarás a mis reglas y me respetarás. No hay nada de malo en lo que hago para vivir…
– Pero yo no dije eso, tía
Lo abofeteó nuevamente
– … y no me interrumpirás jamás. Ahora, por atrevido, además de la casa te harás cargo de Claudia, mi hija… ¿dónde anda esa mocosa?… ¡Claudia!
Ante el grito, la muchacha apareció en instantes, jadeando, asustada.
– Claudia, saluda a Gabriel. Es tu primo. Se quedará a vivir acá con nosotras, contigo… le harás caso en todo lo que te diga, ¡o ya verás!, ahora ¡vete a tu cuarto!
El miedo era obvio en los ojos de la niña: el muchacho era un aliado de su madre, alguien a quien temer.
Gabriel se quedó parado donde estaba.
– ¿Qué haces ahí?
– No me ha dicho nada más.
– ¿Cómo?
– Qué tengo que hacer, cuáles son mis obligaciones.
– Mientras hagas lo que te dije, puedes hacer lo que quieras… ya me arreglaré yo con la trabajadora social.
El muchacho se sentó entonces y volvió a teclear como un poseído. ella se fue a dormir sin decir siquiera “buenas noches”.
Al día siguiente le sorprendió encontrar todo ordenado y razonablemente limpio, incluso había olor a comida. Gabriel estaba exactamente en la misma posición del día anterior, tecleando furiosamente sobre ese laptop roto… se puso de pié al verla entrar a la sala.
– Hice como usted me dijo, tía: las necesidades de la casa que pude notar están cubiertas, por favor dígame si puedo hacer algo más.
Siempre lo supo: con los niños había que aplicar mano dura.
– ¿Y Claudia?
– Es su habitación.
– ¿No la llevaste a la escuela?
– No supe a dónde debía llevarla, y cuando le pregunté a ella no recibí respuesta
Cony llamó a su hija a gritos… la niña apareció tan rauda como el día anterior.
– ¡¿Qué te dije de obedecer a Gabriel?! -preguntó Cony mientras comenzaba a golpearla-… A ver, ¡dime!… ¡te dije que hicieras lo que él te dijera!
La recriminó y golpeó un par de veces más, hasta que notó que Gabriel se tensaba con cada golpe…
– Y a tí, ¿qué te pasa?
– No se enfade, tía. Está claro que la niña necesita orden, estructura, pero no debe usted esforzarse en darle esa dádiva a alguien quien, claramente, no es capaz de apreciarla.
Cony se detuvo y lo observó. El brillo en los ojos del joven le resultaba obvio… no supo a qué adjudicarlo hasta que notó su incipiente erección. “Con razón ayer aguantó todos mis golpes sin rechistar… ¡los estaba disfrutando!” pensó.
– Claudia, vete a tu cuarto y no salgas hasta que Gabriel o yo te llamemos.
Una vez que la niña se hubo retirado, se acercó decidida a Gabriel. El muchacho la miró tímidamente como siempre, pero el brillo de sus ojos seguía ahí. Se atrevió a probar su teoría.
– Me fallaste, Gabriel… no atendiste a mi hija como yo esperaba -dijo mientras retorcía un pezón del muchacho con toda su fuerza-
La cara de Gabriel se mantuvo impertérrita unos segundos, hasta que un mordisco en su labio inferior lo traicionó… “Vaya, vaya” se dijo Cony… “quedarme con su dinero será aún más sencillo”… decidió darle una probada de lo que podía esperar si se llevaban bien.
Lo tomó de una oreja y llevó su cara al suelo con violencia, mientras comenzaba a preparar el terreno.
– ¡Me desobedeciste!, ¡¿acaso no puedes controlar ni siquiera a una niña pequeña?!
– Perdóneme tía… no quise faltar a su confianza
– ¡Cállate!… ¡besa mis pies!…
El muchacho obedeció inseguro, besando tímidamente los pies de su tía, quien sonrió complacida.
– ¿Lo hago bien, tía?
– ¡Calla! -le atizó un puntapié mientras comenzaba a quitarse la ropa-, ¡ve a mi cuarto!.
Cony sacó un cinturón de su armario y le dedicó a Gabriel un latigazo en el culo. El muchacho dio un respingo, pero no se quejó
– Veo que es necesario que te discipline, Gabriel… dime, ¿te gusto?
– Es usted una madre preocupada, tía
– ¡No te hagas! -le gritó dándole otro latigazo-… me refiero si te atraigo como mujer
– Es usted una mujer muy hermosa, tía
– Y dime… ¿qué querrías hacer con esta hermosa mujer, cochino?
– Nada tía
– ¿Nada?
– Nada, sólo haría lo que usted quisiera que haga.
El papel comenzaba a gustarle a Cony. Tener un esclavo nerd virgen era una de sus fantasías menores aún no realizadas, y, si le servía para hacerse de la herencia del muchacho, cuánto mejor.
– Bueno -dijo ella-… entonces tu tía quiere que te desvistas y tiendas boca arriba en la cama.
Gabriel obedeció sorprendido por la orden, pero visiblemente complacido. Cony tuvo que contener la risa que le provocó la falta de experiencia del muchacho. Quería mantener la ilusión a toda costa, había una herencia en juego. Si lograba que se obsesionara con ella podría hacer lo que quisiera con él.
… Sería un trabajo fácil, se dijo… no más de 3 sesiones y lo tendría en la palma de su mano… quizás ni siquiera tuviera que cogérselo.
Comenzó la sesión de la misma forma que le agradaba a sus clientes con inclinaciones sádicas: Esposó a su sobrino a la cama con unas esposas que usaba para esos casos y, después de darle un par de caricias con el cinturón, pasó a vendarlo con una bufanda de seda. Una vez hecho eso trajo rápidamente el bolso que tenía preparado para estos lances.
Decidió empezar fuerte de inmediato. Tomó una vela y la encendió. Gabriel se tensó visiblemente, pero no dijo palabra. Comenzó a derramar la cera derretida por todo su pecho, arrancando ocasionalmente algún sonido, en particular cuando la derramaba sobre los pezones del muchacho. Viendo que podía avanzar aplicó una docena de pinzas de metal por todo el cuerpo del joven. Después de eso, puso otras pinzas en sus pezones, con la salvedad que estas estaban atadas entre ellas. Se entretuvo jugando a tirarlas mientras el muchacho se retorcía suavemente… demasiado suavemente para su gusto. Volvió a subir las apuestas algo de juego rudo, jalando juntamente el pelo y los pezones. Se alegró al ver que la erección del joven se había incrementado, pero el resto de las reacciones no le satisfacían. Había comenzado como un juego, pero, para ella, se estaba volviendo un asunto de orgullo: el mocoso tenía algo más de 16 años, era claramente un masoquista, y ella, una de las mujeres más deseadas de Miami, no era capaz de sacarle ni siquiera un gemido de placer.
Se arriesgó con todo: Subió a la cama y clavó fuerte sus tacones de aguja en el pecho del muchacho. No quiso aplicar todo su peso por miedo a hacerle daño real (y perder su premio), pero vio como se hundían profundo en su piel….
Cualquiera de sus clientes ya habría tenido un orgasmo… Gabriel recién manifestó algo de movimiento en su entrepierna… eso la irritó; había desvirgado a más de un mozalbete, normalmente a pedido de sus padres, y nunca había recibido queja de su desempeño… y ahora esta rareza, este fenómeno le gritaba en la cara que era incapaz… ahora vería.
Tomó el pene de Gabriel en sus manos y lo sopesó. No era nada comparado con otras trancas que le había tocado satisfacer, pero el muchacho calzaba un buen fierro, considerando su edad. Se permitió reconocer, eso sí, que le agradaba su forma, algo curva hacia arriba, y las venas le daban un aspecto de masculinidad madura. Se quitó las bragas y el sujetador con maestría… una lástima, pensó, tener que hacer el trabajo completo. Se tragó la verga enhiesta de Gabriel con un movimiento rápido y la enjugó abundantemente en su saliva. No había tenido tiempo de excitarse propiamente, así que su sexo estaba apenas húmedo.
– ¿Quieres que tía Cony te haga un hombre? -dijo cuando se separó-
– Sólo quiero lo que usted quiera, tía.
Cony se montó sobre él con presteza. Comenzó a frotar su vagina contra el sexo de Gabriel de forma lenta, buscando excitarlo más antes de proseguir. Separó sus labios: los de la boca buscando más aire y los de su sexo buscando más placer… encontró ambos, y en abundancia.
Notó, algo asustada, como su concha respondía a las caricias que le daba el pene de Gabriel. Hacía tiempo que no reaccionaba tan rápido ni tan efectivamente a la estimulación. Notó como sus pezones empezaban a elevarse y como su vulva comenzaba a engullir aquel pene, producto de la hinchazón de sus labios mayores. Su depilado sexo empezó a emitir fluidos, como reconociendo el hambre de verga. Aún estaba caliente, se dijo Cony… el abogado fue un buen amante, pero ella aún deseaba más. Los pliegues de su vagina se lubricaban más cada momento y ella, involuntariamente, dejó escapar un gemido.
Se llevó las manos a la boca. Una cosa era disfrutar del cuento, pero otra era perder el control. Azuzó nuevamente el pecho de Gabriel con el cinturón y, luego de eso, arrancó las pinzas de los pezones con rapidez. Gabriel levantó la cintura y su pene creció aún un poco más, pudo sentirlo cuando comenzó a rascar su clítoris… debió contenerse, pero el incendio en su entrepierna comenzaba a salirse de control.
Llevó su pelvis hasta la cara de Gabriel, ofreciendo su mojado sexo ante la lengua del joven, quien, dada su inexperiencia, no supo qué hacer aparte de besar aquella concha. Tuvo que ser ella misma quien le diera las indicaciones básicas.
– Saca tu lengua… eso… ahora, muévela arriba y abajo… así… ufff, sigue… ahora más arriba… ahí… ese es mi clítoris… rodéalo con tus labios y juega con él… muy bien sobrino… mmm… eres un excelente alumno… continúa… ahora vuelve a bajar… sigue las líneas de mis labios… busca, hurga con tu leeeeeeengua… así, perfecto… hmmmm… bien, eso, traga mis jugos… ¿te gustan?
– Mucho, tía -dijo en una pausa-
Cony giró la cabeza y volvió a mirar la entrepierna de Gabriel. Por fin pudo ver algo de líquido preseminal en la punta de su glande, pero el muchacho claramente no daba señas de venirse… decidió quemar sus puentes.
– ¿Quieres que tía Cony te coja, degenerado?
– Haga usted lo que quiera conmigo, tía… es lo que más deseo desde que la ví.
Volvió a ponerse sobre su verga. Quizás sería su excitación, pero creyó verla más grande. Se frotó con ella nuevamente mientras le decía.
– Las esposas tienen un botón, búscalo y presiónalo… quedarás libre
Apenas escuchó el clic, les espetó
– ¡Y ahora, hijo de la chingada!, ¡muévete y dame placer!
Se empaló a sí misma en aquella tranca y se dejó ir, presa del primer orgasmo, sin detener el movimiento. Sentía como cada penetración causaba una creciente humedad entre sus piernas. Le extrañó por un instante que, siendo ella una amante que prefería sentirse llena de carne, un pene que no alcanza a sus gustos le provocase tanto placer… lo atribuyó al morbo cuando recordó que se estaba cogiendo a su sobrino.
Notó que Gabriel prácticamente no tomaba la iniciativa, así que guió sus manos a sus tetas y le indicó con gestos como debía jugar con ellas. Primero masajeándolas suavemente, de arriba hacia abajo, deslizando los pezones entre sus dedos; luego, desde abajo, acunándolos en sus palmas, para terminar juntándolos y mordisqueando sus pezones, ambos a la vez. Gabriel resultó un alumno aventajado… no necesitó palabras en todo ese proceso para entender cómo a ella le gustaba que acariciaran sus tetas, como prefería que le dieran placer. Pasado un rato el muchacho comenzó a alternar esos movimientos, agregando de su cosecha el lamer aquellos preciosos montículos en toda su extensión.
El segundo orgasmo le sobrevino a Cony gracias la succión de ambos pezones, justo en el momento de una penetración. A diferencia de otros encuentros y otros amantes, sus orgasmos no resultaban tan devastadores, pero los estaba alcanzando con mucha mayor facilidad… cosa de química, supuso: lo llevaban en la sangre.
Se abrazó al cuerpo de Gabriel y llevó sus tetas a su boca, diciéndole simplemente que “ya sabía que hacer”. Los lengüetazos no tardaron en regresar, acompañados de sonoros chupetones y un intenso magreo de aquellos monumentos. Cuando sintió que comenzaba a acercarse otro orgasmo se echó hacia atrás, separándose, y comenzó a controlar la penetración ella, apoyándose en sus propias manos y levantando la pelvis. Eso le permitió demorar el estallido… demasiado, para su gusto. Pasados unos minutos se percató que no sólo lo demoraba, sino que lo alejaba con sus propios movimientos… Gabriel, por su parte, seguía en la misma posición, como si esperara que aquellos pechos soñados volvieran a su boca
– Muévete tú también… no esperes que haga… todo el trabajo -le dijo desesperada-
– Hay algo que… quiero…. hacer que… espero le… guste
– ¡Hazlo ya y deja… de pedir… permiso… por todo!
Llevó sus manos a aquella curva bendita entre las caderas y la cintura de Cony y tomó el control de los movimientos de ella. Hizo que dejara de moverse tan frenéticamente y pasara a dejarse fluir, mientras él daba a su cintura un movimiento cadencioso, ondulante. Cony pudo ver nuevamente en la cara del muchacho su inexperiencia; parecía concentrado, como si explorara las sensaciones de ella… eso provocó en Cony un sentimiento extraño, desconocido, olvidado. No recordaba cuándo fue la última vez que uno de sus amantes se preocupó de hacerla gozar a ella olvidándose del placer propio. Le dedicó una sonrisa que se perdió entre sus jadeos.
Sí, jadeaba; para su sorpresa, Cony jadeaba como una posesa… como si pretendiera absorber el placer del aire. Gabriel pasó a recorrer con una de sus manos su abdomen, con dedos que a ella se le antojaron de seda… dedos que quemaban a su paso y dejaban rastros obscenos de gemidos candentes que subían desde su pecho a su garganta… que amenazaban con ahogarla. Sintió también la otra mano subiendo hasta su cintura por el centro de su espalda, jugando con el sudor que comenzaba condensarse en ese río natural…
… Y también sintió cuando ambas manos trabajaban juntas.
Gabriel usó de apoyo la mano que tenía en la espalda de su ardiente tía y subió la que jugaba en su abdomen hasta el centro de su pecho, haciendo presión y encorvando a Cony suavemente, haciéndola adoptar una pose extraña, pero para nada incómoda… Muy por el contrario, Cony disfrutó de la tensión que le brindaba y notó que en la cara de Gabriel había una mirada aprobatoria. Se sorprendió a sí misma al darse cuenta que le agradaba aquello, que deseaba la aprobación del joven.
Entonces, comenzó a entender el porqué de aquella preparación.
Gabriel la volvió a tomar por sobre las caderas hundiendo sin prisa, pero con todas sus fuerzas, su pene en la entrepierna de Cony. Dejó escapar un gemido aprobatorio de la labor del joven, quien continuó explorando en busca del placer de su amante. Cuando estuvo seguro de no poder adentrarse más, comenzó nuevamente con el mismo bamboleo que había probado antes, pero esta vez dirigiendo en todo momento los movimiento de Cony. No la forzaba -una obviedad dada su poca potencia física-, sino más bien la dirigía en la búsqueda de un camino ignoto, cosa que ella agradecía mediante su aroma, su sudor, sus jugos, sus gemidos, mientras se sentía subir y subir hasta una altura hasta ahora desconocida… le recordaba el calor del sol y la frescura del viento que cuando niña sintió más de una vez, estando en lo alto de una colina… la sensación la llenaba, la embriagaba… la hacía sentir bien.
Pasaron los minutos… quizás las horas, no lo sabía, pero la temperatura no hacía sino subir. En su pecho, sus labios, su entrepierna, toda ella estaba hecha un incendio… ¡Virgen santísima, como le gustaba!. Se encharcaba cada vez más, podía sentirlo. Hacía un rato había dejado de sentir sus piernas, pero no le importaba… bien podría habérselas cortado y no hubiera acusado recibo ante la calidez que sentía.
Fue allí que se desató. La tomó totalmente por sorpresa.
Gabriel presionó un poco más hacia adelante, haciendo que su clítoris se rozara con la piel del muchacho, y eso la hizo alcanzar otro cielo. Nació desde dentro de su sexo, hubiera deseado poder decir más, pero creció tan rápido que no pudo, no quiso oponerse al placer. Uno tras otro, una serie de gentiles orgasmos la llevaron al éxtasis. Trató de contar, pero cesó el empeño al llegar al sexto… de allí en más todo se volvió una masa de luz, calor, gemidos y humedad que duró un segundo o un siglo. Se sintió morir, sobrepasada por las sensaciones… se sintió más viva que nunca, conociendo un nuevo placer, una forma distinta de sentir. No era consciente de sus espasmos, de su respiración, de los rasguños en el pecho de Gabriel; nada de eso importaba.
Despertó.
Se había dormido sobre el pecho de Gabriel… se había desmayado… no lo sabía bien. Sintió en su cara la tensión de lágrimas secas y pudo oler los aromas que aquel encuentro había dejado en el ambiente. Miró a su amante, aún cubierto por la ridícula venda con la que había pretendido dominarlo.
– Perdona… no se que me pasó… ¿que fue lo que me hiciste?
– Erm…. bueno… no sabía si iba a funcionar, tía, pero parece que sí… espero le haya gustado
– Aún no me respondes -inquirió separándose un poco-, ¿qué fue eso?… ¿dónde lo aprendiste?… ¿no decías que eras virgen?.
– Lo soy, en serio… o sea, quiero decir… nadie me ha podido dar un orgasmo… ni las chicas en el orfanato, ni las chicas en las casas de tutelaje…
Se detuvo… ella lo noto… lo sintió.
Él seguía dentro de ella, igualmente erecto que antes…
… Ella se había venido como una loca, gozando como nadie la había hecho gozar en años, y él, un mocoso que ni siquiera era mayor de edad, un mocoso virgen -según sus palabras-, alguien a quien con sólo mirarlo debió deshacerse en una piscina de semen, seguía allí, insatisfecho, luego de horas de sexo con la mujer más deseada de Miami.
… No podía entenderlo.
– Lo siento tía, pero no se sienta mal; no es su culpa… soy yo quien está mal
¿¡Qué hacía!?… ¿el mocoso trataba de consolarla?… ¿a ella, una sacerdotisa del placer?
– … es un problema neurológico… mi sensibilidad es tan baja que sólo mediante el dolor siento algo; aún así nunca me he venido… bueno, los sueños no cuentan, supongo…
Su reacción fue casi visceral. Tomó el pene de Gabriel y lo metió en su boca, comenzando una furiosa mamada. Se aplicó con lo mejor de sus trucos, usando incluso su lengua, su mejor arma, en todo su esplendor. Los minutos fueron pasando y los quejidos del muchacho no llegaban…. se negaba a aceptarlo, pero con cada embiste de su boca la respuesta era más obvia.
Fue extraño; ella no era de esa forma. No se permitía esos deslices. Le afectaba demasiado el sentirse incapaz…el saber que Gabriel no había disfrutado le dolía más de lo que quería aceptar. Algo creció en su pecho y se forzó a callarlo, a pesar de querer gritarlo a los cuatro vientos.
Un momento de introspección, quizás, eso era lo que aquello había provocado. El verse a la cara en el espejo de su alma y saber que la visión no le gustaba… el conocer aquella faceta que no mostraba a nadie, ni siquiera a sí misma.
… Odiaba sentirse no deseada.
Se tragó las lágrimas que amenazaban con explotar en su pecho, contuvo aquel grito que quería narrar al mundo todo su sufrimiento. Simplemente tomó un par de piezas de ropa y se retiró del lugar… salió del apartamento y subió a su automóvil.
Allí, mientras las nieblas del sueño la envolvían, comenzó amargamente a llorar
– ¡Deja de sollozar!, ¿quieres?
Las palabras de la compañera de celda de Cony la hicieron dar un respingo. Era la primera noche que pasaba en la cárcel, luego de una semana en desintoxicación. Las drogas que le suministraron como reemplazo se le entregaron únicamente para sacarla de peligro vital; como imputada por el crimen que, orgullosamente, había cometido. Tristemente, sus derechos no le daban el privilegio de tener acceso a un tratamiento, simplemente a lo justo y necesario para no morir..
– Perdona Lexie -dijo mientras se limpiaba el sudor de su frente- … pensé que dormías
– Mira, está bien que sea tu primer día, la pálida por la abstención y todo eso, pero si no cierras el pico te juro que te daré verdaderas razones para llorar
– ¡Já!… Quizás eso sea una buena idea
La cara de Lexie asomó, intrigada, por el borde de la cama superior
– ¿No me digas que eres de las depresivas?… a ver, ¿qué fue lo que te metiste?
– … Euforia (metanfetamina de cristal)
– Fiuuuu… de las duras, ¿eh?, ¿y cuanto tiempo?
– ¿Diez… quince… veinte años?… no lo sé realmente
– ¡Jajajajaja!… ¡esa no te la cree nadie cariño!, ¿veinte años adicta al cristal?, ¡nadie dura tanto!
– No, supongo que no -dijo Cony conteniendo el dolor-… probablemente partí con algo más suave, no lo sé… mi mente no es lo que solía ser.
– ¡Eso, usa esa estrategia!… a veces el jurado lo cree -dijo secamente Lexie volviendo a acostarse-… buenas noches.
Pasaron los minutos y, por más que lo intentó, Cony no logró contener los embates de la abstinencia. Lo peor de los sueños vívidos ya habían cedido, gracias a la medicación, pero aún no era dueña de su cuerpo. Se sentía como una babosa en sal, no coordinaba bien sus movimientos, no podía dormir a pesar de que su cuerpo se lo pedía e, internamente, se sentía a punto de estallar. Se volvió a mirar el techo y un súbito ataque de claridad mental le reveló la mierda en que se había convertido su vida en un abrir y cerrar de ojos, y no pudo menos que llorar.
– ¡Ah mierda! -gritó hastiada Lexie- ¡ya cállate!
– Perdona, no puedo controlarlo
– Uy, “perdona, no puedo controlarlo” -se burló-… deja de quejarte si no quieres un puntapié en la cara.
– En serio… no puedo
– ¡Estoy hasta las tetas de tus cambios de humor!, ¡parece la regla con patas!
– Si tanto te molesta ve a quejarte al dueño del hotel
– ¡Ah, y graciosa la lindura!
– Cállate quieres…
– Cállate tú, idiota… eres tú la que no deja de quejarse, revolverse y llorar.
– Es que… nada es como debiera
– ¿Qué?… ¿arrepentida?
– Sí… no… no lo sé
– ¡Eres una puta drogadicta y mataste a alguien simplemente!, ¡ya supéralo!.
Eso le dió a Lexie unos minutos de paz… hasta verse interrumpida nuevamente
– Pero, ¡era mi familia! -sentenció Cony al borde de las lágrimas-
Casi… casi, tan cerca del sueño y tan lejos a la vez… Maldita vieja panchita… ¿acaso estaba buscando pelea?.
– A ver -juntó toda la paciencia que pudo reunir-, mira, yo maté a un cliente que se quiso propasar… tú y yo sabemos que el trabajo es peligroso, tus razones habrás tenido para hacer lo que hiciste, muñeca
– Por supuesto que las tengo: por su culpa mi hombre está en la cárcel… me traicionó, se lo merecía
El hastío en la voz de Lexie fue notorio, pero no pudo determinar si Cony se percató
– ¡Ja, ya decía yo!… tenía que haber un hombre metido… una movida de polla y te mojaste tó el coño, seguro
– Sí, claro… como si todo en la vida fuera tan simple… si hubiera podido arreglarlo con una cogida no estaría acá
– Pero cómo… ¿fue entonces culpa de un hombre que no te follaste?
– No, por supuesto que no… la culpa fue de dos personas.
– Entonces no te entiendo, “chavalilla”.
– Es algo más complicado de explicar
– Ah, ya… a ver -suspiró Lexie- cuéntamelo… ya que no me vas a dejar dormir tranquila, en el peor de los casos me tienes bien despierta hasta el desayuno y en el mejor de los casos tu historia es entretenida.. hazme un lugar en tu cama, no quiero que un guardia venga a molestar
Cony miró a su compañera de celda. Cuando se conocieron, hacía unas 16 horas, no había necesitado ser una detective para darse cuenta que era una prostituta al igual que ella. pero el desparpajo de la joven le resultaba divertido. Tenía la actitud de querer comerse el mundo y claramente no tenía los años de experiencia con los que contaba Cony, pero era también obvio que la vida la había hecho madurar a la fuerza.
– … Además -le dijo Lexie casi al oído-, si tu historia es buena prometo compensarte…
La midió un par de segundos más. No era excesivamente atractiva, pero el hecho de no haber perdido aún su acento español la volvía muy deseable para los clientes… La oferta era tentadora simplemente por el hecho de poder olvidarse, al menos vagamente, de su dolor, tanto del cuerpo como del corazón… y, le resultó sorprendente luego de días de total apatía, a ella también le provocaba un leve cosquilleo la idea.
Se movió hacia el lado y abrió las mantas
– Entra rápido… y no te olvides de poner tu almohada arriba para que no te echen en falta
– Mi vida, tú serás más vieja, pero yo llevo mucho más tiempo en el circo de overoles naranja.
Lexie entró lentamente en la cama, haciendo del proceso un pequeño ritual. Una vez dentro, se acercó a Cony coqueteándole de forma burlona, acariciando su culo y bajando por su pierna
– Bueno, ¿quieres o no escucharme?
– ¡Ay, que pesada!… está bien -dijo calmándose mientras ponía su cabeza sobre el hombro de Cony-… recuerda hablar bajito.
Cony miró a Lexie. La expresión de la chica era un tanto infantil, llena de curiosidad y con un dejo de morbo. Sus ojos cafés parecían atraerle de una forma misteriosa y, extrañamente, no sexual. La chica tenía esa propiedad de generar el deseo de estar con ella, no solo de poseerla.
– A ver, muñequita… ¿por donde empiezo?
– Ehm… ¿por el principio?
– Já… no, es mejor que empiece un poco antes: Verás, no siempre fui prostituta… claro, no nacemos siéndolo, pero la vida es la más puta de todas las putas y siempre quiere compañeras.
– ¡Buena esa!… recuérdame que la anote.
– Nací en El Paso, pero mi familia venía originalmente del otro lado del río, desde Ciudad Juárez. Me casé una vez en las Vegas, otra en San Francisco y otra en Miami, del primer matrimonio, con mi verdadero amor, me quedaron una viudez inesperada, una hija y el enfrentarme a la dura realidad que no sabía cómo ganarme la vida. Del segundo matrimonio me quedaron un par de fracturas y el saber que podía ganarme el pan para mi hija y yo en camas ajenas. El tercer matrimonio aún no se acaba, pero el lío en el que estoy tiene que ver con él.
– – Te sigo, continúa… pero te advierto que me empiezas a aburrir -dijo Lexie con una sonrisa pícara-… tu premio está corriendo peligro.
– Mi primer esposo, como te dije, fue mi único amor: Raúl Beltrán… un hombre donde los haya. Sabía tratarme, me cuidaba, en la cama era mi dios… yo besaba el suelo que él pisaba. Lo conocí una noche en un casino en Las Vegas cuando estaba en mi viaje de licenciatura y el amor fue instantáneo. Yo era una jovencita que aspiraba a ingresar a la universidad y el un joven comerciante que quería conquistar el mundo. Estuvo dos semanas en la ciudad y no recuerdo haber salido más de 6 veces de la habitación. Pasadas esas dos semanas él tendría que viajar con urgencia a Sacramento y, la última noche que pasamos juntos, me propuso matrimonio.
Por primera vez en la velada, una sonrisa acudió al rostro de Cony… Continuó.
– Obviamente no es que no fuéramos a volver a encontrarnos. El era soltero y yo también, y teníamos los teléfonos y direcciones postales y de email del otro. Además de eso aún me quedaban algunos ahorros y podría haber acudido donde él me llamase… realmente si me hubiera pedido ir al infierno con él también le hubiera dicho que sí.
– No me digas nada: Tu boda fué de las instantáneas y Elvis fué tu juez de paz.
– ¡Ja!… te equivocas: Nos casó un imitador de Cantinflas… Raúl era fanático -recordó Cony-
– ¿Y luego?
– … Los mejores años de mi vida; nunca me faltó nada a su lado, ni material ni sentimentalmente. Trabajaba en el negocio de importaciones, así que sus labores lo llevaban a viajar constantemente; yo iba con él casi siempre, y gracias a eso pasamos años hermosos viajando por todo el país… una locura padrísima, conocí los 50 estados, más algunos de los mexicanos… fuí a las mejores fiestas, me codeé con gente sofisticada… y tuve mis primeros acercamientos con el mundo real.
– ¿Sexo… drogas?
– … Y rock and roll, chavita. Raúl era un hombre fogoso, amante de la vida… además, tú y yo sabemos bien que. si quieres obtener dinero y poder, tienes que ir donde esos bienes se transan… y esas “reuniones” no son más que orgías para gente rica.
– Lo siento, no sabría decirlo: mi manager nunca me consiguió un trabajo tan bueno como uno de esos.
– Quizás sea mejor así. Allí conocí el sexo duro, intercambio de parejas, tríos, cuadros plásticos y salté del caño ocasional de maría a darme una ración de azúcar (cocaína) de cuando en cuando… todo eso de bajo la atenta mirada de mi esposo.
– Hmmm… sigue, se empieza a poner interesante -dijo Lexie deslizando sus dedos por una de las piernas de Cony-
– Tranquila chiquita, no comas ansias… aún no llego a lo bueno. Toda esa vorágine terminó de golpe. Primero, me embaracé. No cabía en mí de felicidad y, al principio, Raúl estaba felicísimo… hasta que empecé a engordar
– Ya sé: el muy puerco te dejó botada… ¡todos los hombres son unos putos cerdos guarros!
– No exactamente. Al pasar los meses ya no me dejó acompañarlo en sus viajes… decía que le podía hacer mal al bebé…. Supuse también que se buscó una amante, porque comenzó a tener menos sexo conmigo… me juraba que estaba cada día más hermosa, pero había días en los que incluso su herramienta no funcionaba… lo notaba ojeroso, cansado. Peleamos varias veces y un día, en el parking de un centro comercial, después de habernos reconciliado en un hotel cercano, una rubia aparcó una furgoneta, se bajó de ella y mi mundo se fué al carajo -dijo Cony ya presa de las las lágrimas-
Lexie la miró con ternura. Fuera fingida o real, Cony no logró determinarlo… luego le dió un tierno beso en los labios y se abrazó a ella tratando de reconfortarla.
– Ya panchita… no llores… ¡todos los hombres son unos cerdos!.
– ¡No entiendes, pendeja!
– ¡SHHHHH!
– La rubia sacó un par de pistolas mientras que de la furgoneta bajaban 2 tipos más, con más armas, y empezaban a disparar hacia un automóvil a nuestras espaldas. Muerte por fuego cruzado en un asunto entre bandas de drogas, dijo la policía. Yo estuve en el hospital porque recibí dos balazos, uno de ellos en la panza… casi casi pierdo el bebé.
– Vaya…
– Desde el hospital, directo al abismo: Los últimos años me había portado muy mal con mi familia, así que me desconocieron. Las cuentas del hospital eran gigantescas y la familia de Raúl también desapareció. Afortunadamente, o eso pensé, uno de los hombres que conocí en aquellas fiestas me deseaba lo suficiente para casarse conmigo… ¡ja!, afortunadamente mis cacahuates…
Lexie comenzaba a adormilarse. Cony lo notó, pero sabía que dentro de poco su historia se pondría algo más interesante… quiso continuar.
– Al cabrón se llamaba Peter Avery, y luego de la primera semana, las cosas empezaron a ir mal. Nos instaló en una casa en los suburbios de San Francisco, pagó las cuentas vencidas del hospital y tuvimos aquella semana de “luna de miel en casa”. No se caracterizó por ser suave conmigo, pero no era algo que me incomodara realmente. Mi cuerpo era joven y supuse que podía afrontarlo sin problemas. Además, siendo sincera, me encantaba el sentirme deseada aún con la panza que tenía.
– Cuéntame, que te hacía -dijo Lexie volviendo a interesarse-
– A ver… para empezar, apenas me cargó dentro de la casa me empujó contra la pared, me levantó el vestido, bajó mis bragas y me clavó la verga hasta el fondo, en seco
– ¡Uy, que daño!
– Sí, pero realmente no me importaba. Era mi esposo y no hacía más que tomar posesión de lo que era suyo… lo que había comprado. Masajeó mis tetas sin piedad mientras que mordía mi cuello hasta hacerme un poco de sangre. Decía que quería borrar a mi anterior dueño y yo, en medio de esa vorágine de placer y dolor, estaba en el cielo. Me estuvo clavando más de veinte minutos y no parecía querer venirse. Me dio vuelta y me agachó para que comenzara a mamársela… ¡Dios, que pedazo de tranca tenía el desgraciado!, no por lo gigante, aunque tampoco era pequeña, sino por el aguante. Arrodillada frente a él comencé a usar mi lengua para darle placer; recorría su verga a lo largo y ancho, me la tragaba completa y aún así no se venía. Empezó violar mi boca, forzando su herramienta hasta atragantarme. Comenzó a jugar a asfixiarme con ella hasta que lo obligué a acabar metiéndole un dedo en el culo… y eso fue apenas entrando a la casa.
– ¿Y luego?
– El resto de la primera semana fue igual o más intenso. Yo quería olvidar la muerte de Raúl y él quería dar rienda suelta a su obsesión por mí. Me clavó y enculó en cada lugar de la casa. Se la mamé y me comió en los lugares que faltaron… la casa entera olía a sexo, era entrar él a la casa y buscarme como perro en celo y, sin darme tiempo a decir hola, embutir su herramienta en mí.
– Espera, espera, espera… hay algo que no me cuadra: ¿No estabas tú embarazada?
– Sí -dijo Cony sollozando-, pero entonces deseaba que ese bebé no existiera. Raúl dejó de amarme por su culpa… si no hubiera sido por él no hubiéramos estado en aquel parking… francamente quería que Peter me rompiera el coño y también mi útero… si aún hubiese sido legal habría abortado el bebé, pero el embarazo estaba demasiado avanzado…
A veces el universo es tan cruel como irónico
– Pasada la primera semana, se ausentó por medio mes. Un viaje de negocios, fue lo que me dijo. Dejó el dinero justo para mantener la casa y, cuando volvió, comencé a ver que aquel “afortunadamente” no era tal
– ¿Te metió cuernos?
– No chiquita… cuernos incluso los hubiera entendido. Cuando lo recibí con un beso iba, según yo, vestida para matar. Un babydoll que ocultaba bastante bien mi barriga y mostraba mis enormes tetas, regalo de las hormonas del embarazo y un conjunto de lencería color violeta eran mi armadura de combate para esa noche. También preparé el lugar con velas, incienso, luces bajas y música suave.
– Hmmm… puedo verlo -intervino Lexie, relamiéndose y tomando uno de los pechos de Cony-
– Mmmm… tranquila, aún es muy pronto -dijo Cony con un quejido, pero sin retirar la mano de la española-… No Lexie, lo siguiente que supe es que estaba en el suelo en una posición extraña, mirando entre la pared y el techo… mi visión se movía rítmicamente, me dolía la cara de forma brutal y escuchaba sólo un pitido… mi cuerpo se negaba a responder e incluso algunos destellos de luz aparecían en mi visión
– ¡Maldito! -exclamó Lexie interrumpiendo su masaje-
– Veo que también te ha pasado. El sabor de la sangre en la boca fué lo que me devolvió al instante la conciencia. Escuché como él gritaba mientras me penetraba con algo más grande que su verga. Decía que era una puta, que cómo me había atrevido a traer acá a mi amante, que si hubiera llegado unos minutos antes también podría haberlo encontrado a él, que vió su carro irse cuando él llegaba, que me reventaría el coño con el bat como la puta que era, que me gustaba, que mis jugos no mentían, que cuando me compró no pensó que sería como las otras… que me mataría.
– ¡No!
– Después de ese día, me encerró en el sótano… casi me muero cuando me dí cuenta que, detrás de un estante de herramientas, había una puerta reforzada y, dentro de ella, la que sería mi “habitación” por casi dos meses… lo peor de todo fue cuando me encontré con que eso no detendría su modo de ser. Que abusara de mí se volvió cosa de todos los días… que me golpeara, también.
– ¿Cómo lo sobrellevaste?
– Hmpf… es extraño como la vida juega con la ironía, ¿no?. Soñé… Soñé con mi bebé; yo la estaba abrazando en un hospital… parecía recién nacida, pero su cara me recordaba tanto a Raúl que no podía sino llorar. Eso fue lo que me ayudó a soportar el encierro, los abusos, las golpizas… y el hambre.
– No te sigo
– Era una prueba de amor, me dijo Peter: me dejó sola por un mes, encerrada en aquella celda, vestida únicamente con una bolsa de estiércol, sin luz, calefacción, con un goteo de una cañerías rota como fuente de agua y con 3 latas de carne enlatada por toda comida.
– ¡Dios mío!
– Cuando volvió fue lo peor de todo -comenzó Cony mientras las lágrimas corrían por su rostro-… me tomó del pelo y me arrancó un buen mechón, mientras comenzaba a gritar y golpearme… decía que sólo teniendo un amante era posible que yo siguiera viva… que estaba harto de las putas como yo y que me haría pagar por reírme de él… el ambiente se llenaba con gritos, míos, de él, ¿qué más daba?… comenzó a llorar pidiéndome perdón pero al tocarme los golpes volvieron… que no toleraba que otro hombre me hubiera tocado, que era culpa de mi barriga, que le recordaba que no siempre fui suya… me golpeó, me orinó encima, según él, para marcarme como suya… yo no hacía sino pedirle que parara, que me perdonara, que me dejara ir y se olvidara de mí, que haría lo que él quisiera… “¡lo que quiero es que me respetes!” me gritó junto a un puñetazo en la cabeza que me mandó al suelo… entonces comenzó a patearme en la cara, el pecho, la barriga, la entrepierna… sentí que me fracturaba un par de costillas. Al cuarto o quinto golpe de patada en la cabeza casi pierdo el conocimiento… lo oí salir hecho una furia, diciendo que ahora sí que me mataba… dejando la puerta abierta.
– ¡Para Cony, ya no sigas! -dijo Lexie viendo los sollozos de Cony-
– No Lexie, déjame… me hace bien, me siento más ligera… ya casi termino… No se como pude pararme; un dolor horrible en una pierna casi me hace caer y podía respirar mal y ver peor. Llegué al patio y lo volví a ver: tenía una pistola en las manos… traté de correr pero apenas lograba caminar. Yo lloraba y gritaba pidiendo ayuda cuando escuché un disparo… comencé a correr, el dolor dejó de ser importante… “corre puta, la próxima no tendrás tanta suerte” me gritó a mis espaldas tan cerca que sentí el “clic” del arma cuando se preparaba a disparar… el tiro sonó cuando yo me perdía por la esquina del patio, a unos metros de la puerta del jardín… entonces escuché la música más linda, como enviada del cielo: sirenas de policía.
– ¿Te salvaron ellos?
– A medias. Los gritos de la pelea habían sido escuchados por los niños de uno de los vecinos; ellos le avisaron a sus padres y ellos a su vez a la policía. Entre que yo llegaba a la calle, esquivando un tercer balazo y mi esposo aparecía por el portón dos carros de la policía aparecieron en el lugar, uno de ellos se puso entre Peter y yo y el otro se detuvo detrás bajando rápidamente una pareja de policías pistola en mano. Peter no era tan idiota como yo creía y soltó el arma de inmediato y levantó las manos… si hubiera sido negro o latino yo creo que lo mataban, pero le ordenaron ponerse de rodillas con las piernas cruzadas y poner las manos tras la cabeza. Cuando lo detuvieron decía que todo había sido una broma; el arma resultó ser de fogueo, pero los golpes no tenía cómo explicarlos ni que yo estuviera vestida con una bolsa maloliente de arpillera… entonces… entonces, cuando ya me creía segura, ví como se hacía realidad el deseo que había pedido hacía algunos meses
La española le dedicó una larga mirada… al ver débilmente el rostro apretado de Cony comprendió
– … Vi como rompía aguas cuando me llevaban a una ambulancia… y el líquido no era claro, sino con sangre.
Lexie la miró casi llorando. Ambas eran prostitutas, mujeres que conocían el lado menos amable de la vida, mujeres que habían caminado por más calles de las que les gustaría reconocer, mujeres que sabían que tan bajo o que tan lejos puede llegar la irracionalidad del ser humano… mujeres al fin y al cabo.
Tímidamente acercó su cara a la de Cony hasta tocar su frente con la propia y le sonrió de forma inocente. Lexie conocía perfectamente el sentimiento; también había pasado por aquel lance en su trabajo, quizás de forma no tan brutal ,pero sabía perfectamente lo que se sentía. Nada puede realmente prepararte para el dolor, la humillación, el miedo, la vergüenza, las lágrimas. Te mientes, te dices que no fue nada, que ni siquiera lo sentiste, pero no es tu cuerpo el que más duele. Quiso, sinceramente, consolarla… en aquel agujero de mierda quería ser para ella un bálsamo, un oasis que le permitiera olvidar aquello.
Cony tampoco necesitó que le explicaran nada. Las miradas entre colegas le eran más elocuentes que las palabras. Aceptó simplemente el consuelo y lloró
– En serio, perdóname por lo de antes -dijo Cony enjugándose las lágrimas-… la pálida me tiene idiota, no sé lo que hago… ni siquiera sé cómo me siento
– Ya, tranquila… mi veneno no es ese pero entiendo como funciona. ¿Has logrado dormir algo?
– Nada… hace tres días que no duermo… me siento morir -dijo sollozando nuevamente-
– ¿Y el cuerpo?
– Lento… no me responde… estoy como ida… estoy cansada, hastiada…quiero…
– No sigas…
– Pero
– Shhh… todos tenemos algo… alguien.
– Yo… yo.
Lexie le dió un abrazo. Rodeó a Cony lo mejor que pudo con su cuerpo e intentó traspasarle su calor, su aliento, su cercanía. Ambas estaban vestidas con las prendas reglamentarias de la prisión a la hora de dormir, a saber: camiseta, sostén y braga holgada, tipo boxer, todo de algodón y de color blanco; difícilmente ropa para seducir… cosa que no tenía demasiada importancia en ese momento.
Comenzó por tocar las manos de Cony casi con reverencia. Envolvió la izquierda entre las dos suyas, la acarició y examinó con sus labios, usándolos como sus ojos en aquella oscuridad. Recorrió cada arruga, cada marca, cada accidente de esa mano. Paseó por las uñas, tan dañadas luego de los días en desintoxicación. Dibujó las venas del dorso de la mano, alzándose desafiantes aún de haber recibido el castigo de las agujas. Por algún motivo la fragancia de aquella mano le provocó un cosquilleo, era más que el simple jabón de la correccional… le dió un mordisquito a la parte gruesa antes del pulgar mientras iba en busca de la otra mano.
Un gritito coqueto de Cony le dijo que lo estaba haciendo bien.
– Tienes unas manos preciosas -le dijo Lexie besando efusivamente una de ellas-
– Estás loca -contestó Cony esbozando una sonrisa melancólica-… son feas… son manos de vieja… tienen arrugas… y cicatrices
– No son cicatrices Cony: son medallas de guerra -dijo Lexie mirándola, decidida a cambiar de juego-
Entrelazó los dedos de su mano derecha con la izquierda de Cony y, llevando la derecha de la misma a sus labios, exhaló el calor de sus pulmones en ella. Notó como Cony se movía discretamente mientras ella comenzó primero a mordisquear aquella mano y luego a besarla… eso la envalentonó a empezar a recorrerla con su lengua.
Otro cosquilleo le recorrió la nuca cuando notó en su lengua la sal de esa piel. Eso la hizo descargar otra andanada de lengüetazos entre los dedos de Cony, quien, por su parte, no daba crédito a las sensaciones que la joven Lexie le provocaba con sólo jugar con sus manos. Fuera de los márgenes de una relación, estaba acostumbrada a lo típico: un rápido mete y saca y el cliente había terminado. Si tenía suerte el galán o la dama de turno resultaba ser alguien con iniciativa y aguante, en cuyo caso solía olvidarse de los límites de tiempo y simplemente dejarse llevar… pero esos eran casos contados… ahora aún no se habían besado y la tristeza que habitaba su corazón de unos minutos atrás comenzaba a ser rápidamente reemplazada por una sensación de calor que nacía desde su bajo vientre.
No quiso seguir siendo una mera espectadora. Lexie tenía placenteramente inmovilizadas sus dos manos, pero esas no eran todas sus armas. Distrajo un poco la atención de la joven al presionar su entrepierna con su muslo, provocándole un pequeño quejido de placer y haciendo que mirara en dirección de su sexo: eso era lo que esperaba. Lanzó su boca en busca del lóbulo de la oreja de la española y, mordiéndolo con sus colmillos, comenzó a aplicar presión de forma intermitente.
Al tercer embate en su oreja, Lexie tuvo que interrumpir su juego de manos para exhalar un decidor gemido. Se miraron unos segundos y fue como si alguien hubiese dado el pistoletazo de partida a una carrera de placer y morbo.
Volvieron las dos a lo que estaban, pero con renovados ímpetus. Cony pudo notar fácilmente que las orejas eran uno de los puntos débiles de Lexie. Bastó con la estimulación anterior para que pudiera notar como subía la temperatura y el respirar de la muchacha se hacía más irregular, así que se decidió a recorrer el resto de esas curvas normalmente olvidadas de su anatomía y, una vez bien excitada, preparar el asalto sobre el cuello y el hombro a base de más besos y mordidas.
Lexie por su parte tampoco se andaba con juegos. Adivinó bien la sorpresa en el respirar de Cony al empezar a recibir placer desde sus manos, así que decidió pasar al siguiente nivel. Mientras recorría el espacio entre los dedos de Cony metió por sorpresa el dedo índice de la mayor dentro de su boca y lo envolvió con su lengua. La saliva embadurnó rápidamente el dedo y comenzó a escurrir por la mano de Cony de una forma tan obscena que a esta le recordó un coño mojado. Lexie aprovechó para meter en su boca en una sucesión continua los dedos medio, anular y meñique y comenzar a darles el mismo tratamiento que a su compañero.
La sensación fue extraña para Cony: Normalmente, era ella la obligada a recibir actos como ese; nunca había experimentado el placer de aquello y comenzaba a maldecirse por no haberlo hecho. Separó su cara del cuello de Lexie para mirarla en la penumbra. El brillo en sus ojos era acompañado por pequeños destellos alrededor de su boca. La saliva que escurría por su brazo le daba aún un toque más morboso a la escena… era como si Lexie le dijera que se follara su boca con su mano. La lengua de la joven tampoco hacía más fácil el mantener la calma y los apagados gemidos y la respiración entrecortada acentuaban el ambiente de erotismo… entonces le llegó la primera sorpresa.
Lexie metió su lengua entre sus dedos medio y anular y presionó hasta el final.
… y Cony tuvo un pequeño orgasmo.
No fue apoteósico ni la hizo conocer nuevas dimensiones. Fue una pequeña contracción en su vagina, casi como si su coño despertara, sin embargo el latigazo de placer fue real y, lo peor, totalmente sorpresivo. Según ella, aún no estaba ni cerca de venirse… cierto, la cosa iba por buen camino, pero el juego recién comenzaba.
Se separó para mirar a Lexie. Pudo notar en sus ojos un toque de superioridad que le divirtió y enfadó a la vez… No supo si besarla, golpearla, cogerla, nalgearla, comérsela o todo ello simultáneamente.
– ¡Que!… ¿te gustó? -preguntó Lexie-
– Condenada muchachita… ¿como hiciste eso?
– A todo el mundo le sorprende -rió Lexie-… no se porqué, pero casi nadie se da cuenta de lo excitado que está cuando lo hago. A los hombres normalmente les despierta la polla de inmediato.
– Pues yo como que me anduve viniendo
– Lo noté -dijo Lexie divertida-… eres una guarrilla oye, a la mayoría le toma unos diez o veinte lametones
– … Debe ser porque estaba fuera de forma.
– … O porque empiezo a gustarte.
– No lo creo chiquita… no podría gustarme alguien tan descuidada
Lexie no entendió de inmediato la frase, pero la sonrisa de triunfo de Cony la excitó sobremanera…
La mayor de acercó lentamente a su oído para hablarle… la voz fue fría, acerada… casi ajena.
– Olvidaste algo: Me soltaste las manos.
El movimiento fue sorpresivo. Cony abrazó a Lexie con brazos y piernas y, aprovechándose de su tamaño y fuerza superiores, se puso encima de Lexie con la facilidad que le entregaban sus años de experiencia en las lides del amor comprado.
Lexie no entendía qué pasaba. Era como si de pronto estuviese en la cama con otra persona. El brillo en los ojos de Cony era distinto; amenazador, leonino, hipnótico… aterrador.
– Me enseñaste algo nuevo usando la lengua, y no permito que nadie me supere en mi juego
El tono de Cony era verdaderamente intimidante… ¿¡Quién era esa mujer!?. Tenía una fuerza inesperada y una actitud que rezumaba peligro.
Lexie recordó entonces un detalle que había olvidado: no conocía los detalles reales del delito de Cony; bien podría ser que todo lo anterior fuera una pantomima y tratarse de una asesina a sangre fría. había leído un montón de casos similares y, si bien es cierto era pocas, existían mujeres que cometían semejante crimen simplemente porque podían hacerlo.
Un escalofrío recorrió su espalda. Sus vellos se erizaron por todo el cuerpo y su sudor se tornó frío. La palidez acudió a su rostro y comenzó a forcejear, pero la superioridad física de Cony era obvia. Recurrió a todas las armas que disponía, pero cada intento de zafarse era ágilmente contrarrestado por Cony. La maldita puta vieja era más ducha que ella. Quizás sabía artes marciales, quizás era la escuela de la calle, el hecho es que se veía indefectiblemente vencida.
– Condenada mocosa… -interrumpió Cony- te haré pagar la humillación hasta que no te quede sangre en las venas…
– No… ¡no! -sollozó Lexie-
– ¿Nunca te dije cómo fue que me gané mi estadía en la cárcel, cierto?
– … Para… para por favor
– … Asfixia
– ¡NO! -gritó brevemente Lexie-
Cony no le permitió seguir. Introdujo su lengua en la boca de Lexie con tal fuerza que la joven casi pierde el aliento, mientras sujetaba sus manos por sobre su cabeza… Lexie había pisado el terreno de Cony y no estaba dispuesta a dejar que la muchacha se marchara de allí con aquella victoria.
Lexie sintió como esa lengua invadía su boca inexorablemente. Palpando, presionando, removiéndose. Su propia lengua retrocedió ante el impulso de la intrusa y comenzaron a forcejear. Su cerebro pareció fallarle; en ningún momento se le cruzó por la cabeza el morderla, solamente el expulsarla. No permitiría que se quedara con su boca, pero de pronto se dió cuenta que su respiración se entrecortaba… ¿Qué tan larga era la lengua de esa maldita?.
Forcejeó por cosa de dos minutos hasta que la sensación de hormigueo en la cabeza empezó a ganarle. Recién entonces contempló la posibilidad: Estaba ante las puertas de la muerte y las fuerzas le fallaban. Comenzaron a pasar por su cabeza imágenes inconexas acerca de diversos estadios en su vida. Le costó un poco darse cuenta, ya que no fue en orden cronológico, pero al final notó que era aquel mítico momento en que ves tu vida antes de morir… cerró los ojos y se abandonó al destino.
Cony sintió que las fuerzas de Lexie se apagaban de forma definitiva y se supo por fin victoriosa. Apretó fuertemente el clítoris de Lexie con su rodilla mientras se separaba de ella, sin soltar sus manos.
… Lexie volvió a la vida, y se corrió.
No, eso no cabía dentro de ese parámetro. Se corrió, se vino, terminó, acabó, coceó como una burra, mató al monstruo de dos espaldas, sufrió la pequeña muerte… todo ello combinado y sin posibilidad de redención para ella.
Aspiró aire como quien, literalmente, aspira la vida, mientras que Cony seguía presionando rítmicamente su clítoris. Los orgasmos se sucedían uno tras otro sin que ella pudiera identificar dónde terminaba uno y comenzaba el otro. Le embargaba la alegría, estaba viva… coño, ¡estaba viva!, ¡estaba cachonda!, ¡estaba satisfecha!… y no paraba de correrse.
Dejó las sábanas perdidas con su sudor y algo de orina que escapó de su control. Al día siguiente les esperaría un castigo por el descalabro, pero ahora eso no le importaba… ¿cómo podría importarle algo tan banal?. Las oleadas de placer aún continuaban azotándola con menor intensidad cuando su cerebro volvió a funcionar. Sintió… sintió… Dios, no sabía que sentía, todo estaba confuso en su cabeza, lo único que tenía claro es que había sido la experiencia más placentera de su vida; bien valía el precio que había tenido que pagar por ella.
Cuando comenzó a calmarse se dio cuenta que Cony la miraba desde arriba… la mirada de superioridad había cambiado de dueño y, ahora lo sabía, estaba con quien la merecía. ¡Loores a quien se los merezca!: La experiencia triunfó sobre el brío.
– Y… ¿te gustó lo que te tenía que enseñar la viejita? -dijo Cony-
– Cabrona.. puta… capulla… zorra -dijo mientras comenzaba a sollozar-
– Shhh… no hables… descansa.
La soltó y la joven no hizo ademán de querer desembarazarse de ella. Cony atinó a pararse para dejar a Lexie sola en la cama, pero la muchacha le tomó la mano.
– No me dejes sola -le dijo-
– Lexie…
Cony no se pudo resistir a su mirada… se odió por ello, pero los ojos de la chiquilla comenzaban a hechizarla de una forma que no podía explicar y, lo peor de todo, le advertía una vocecita en su cerebro, no quería ignorar.
Volvió a entrar a la cama. Lexie la abrazó con fuerza
– Quédate conmigo… la noche aún no termina
– ¡¿Todavía quieres más?! -preguntó Cony sorprendida-
– ¡Sí!, ¡no!… no lo sé… me pusiste cachonda perdida, ya no sé que es arriba y que es abajo… ¿qué me hiciste?
– Una forma de asfixia erótica… me la enseñó mi sobrino, y a él se la enseñó un japonés… supongo que cuando tienes la verga pequeña no te queda otra que ser creativo
Se miraron unos segundos y estallaron en una risita cómplice.
– Serás tonta -dijo Lexie-
– Oye, oye, no me mires en menos… me conocen en Little Havana como “La mejor lengua de Miami”… mira
La lengua de Cony, estirada, le llegaba casi diez centímetros bajo el mentón.
– ¡Madre de Dios todopoderoso!… ¿es natural?
– Claro, como todo lo que ves… bueno, tengo un par de retoques encima, nada más que cosméticos, pero todo natural, nada más que lo que me dio la virgen y pervirtió el diablo
Rieron por lo bajo y al cabo de un rato Lexie volvió a mirarla de forma especial. Definitivamente Cony empezaba a odiarse seriamente por ello, pero comprendió que, le gustara la idea o no, la noche aún no había terminado
– Aún quiero jugar -dijo Lexie-, pero no seas tan violenta esta vez
– Anda, a dormir -dijo Cony sin mucho convencimiento-, que ya va a amanecer
– Todavía hay tiempo, además, tengo que darte tu premio por la historia
– Pero mi historia todavía no termina
– ¿¡Hay más!?
– Pues sí… no sé si igual de intensa, pero creo que más caliente
– ¿Cómo es eso?
– Pues, aún no te he hablado de mi manager, mi esposo actual… ni de mi sobrino.
– Hmmm… ¿tres hombres para la dama?
– Sólo dos: mi esposo es mi manager
– ¡Ah caray!
– Ya te dije, a dormir y mañana continuamos hablando, prometo entretenerte.
– No quiero… arrúllame.
Decir quien inició el beso no tendría sentido… la única verdad es que un par de horas antes del amanecer dos pares de tibios labios se encontraron en la oscuridad. Se besaron suavemente por varios minutos, sin siquiera sacar sus lenguas de sus vainas. Para sorpresa de la agresiva Lexie, fue Cony quien abrió los fuegos acariciando distraídamente el culo de su compañera, quien correspondió la atención con un mordisquito en el labio de Cony.
Las acrobacias, si no querían llamar la atención, les estaban vedadas. Eso no impidió que, cuando las respiraciones se hicieron entrecortadas, las manos no comenzaran un viaje de exploración. Cony mantenía la voz cantante, era para ella un asunto de antigüedad entre las sábanas. Además, el exiguo peso de Lexie le permitía moverla a su antojo. la atrajo aún más hacia su cuerpo, casi poniéndola del todo encima de ella y comenzó a masajear sus nalgas de forma lenta e inexorable. El gemido que dio Lexie cuando uno de sus dedos traviesamente se paseó acercándose su ano le dijo que sus caricias eran bien recibidas por la más joven. Metió su mano bajo las bragas y acaparó con su dedo medio la atención de su abertura, simplemente jugando sobre ella. Llevó su otra mano a la parte frontal del calzón y Lexie arqueó su espalda para levantar su pelvis, sin embargo se llevó una sopresa cuando Cony, en vez de quitarle la prenda, jaló suave y rítmicamente de ella, usando la tensión para estimular su vulva y apresar su clítoris
– Nggghhh… me matas… -dijo Lexie-… más rápido.
Cony simplemente atacó su boca con su larga lengua. La de Lexie de inmediato salió al encuentro y comenzaron una dura batalla. Cony sin embargo no aceleró sus acometidas con sus manos, excepto cuando notaba que Lexie quería tomar el control. La maestría de la mayor se demostraba por el hecho que la más joven no atinaba a nada más que masajear los senos de Cony… hasta que esta última cometió un pequeño error.
Cony retiró su mano con la que jugaba con la braga y quiso llevarla a la nuca de Lexie para forzar un beso más profundo, pero eso fue suficiente para Lexie. Con la agilidad que le daba su juventud se desembarazó de los labios de Cony y comenzó a serpentear con su lengua en dirección al coño de su compañera. Partió su recorrido con un certero mordisquillo a uno de sus lóbulos y fue bajando hasta llegar a su cuello. Se detuvo un momento a chupar con intensidad entre el cuello y el hombro de aquella hembra mientras levantaba velozmente su camiseta, dejándole un chupetón de recuerdo. Siguió su viaje dejando un rastro de saliva en pos de su canalillo y hundió su cara entre aquellos dos monumentos a la femineidad, mientras que con sus manos los acariciaba de arriba hacia abajo, deslizando los enhiestos pezones entre las comisuras de sus dedos… eso fue la perdición de Cony.
– Aaaaah!!!!… chiquilla traviesa, ¿cómo lo supiste?
Cony sacó su cara del sandwich de teta que se había fabricado, sonriendo por su ocurrencia
– No lo sabía, pero tus pitones son tremendos y están durísimos… los imagino rosado oscuro, sin ser aún café… me pregunto, ¿a qué saben?
– Noooooooooo…… ahhhhh…. mmmm….
… Y ya no se escucharon quejas por parte de Cony. Quejidos sí, a montones. Lexie había tomado con destreza entre sus labios uno de los pezones de Cony y lo aplastaba suavemente con los mismos, mientras que con su lengua estimulaba la punta de pezón sin chuparlo. Cuando la mayor de acostumbró, abrió su boca en plenitud y tragó, succionó y relamió en un solo movimiento cuanta teta le cupo dentro. La lengua de Lexie hacía el trabajo simultáneo de pistón y brocha y el orgasmo de Cony comenzaba a verse venir.
– Ufff… déjaaaaaame… déjame hacer algo por tí también, chiquilla
Con el poco autocontrol que le quedaba, Cony atacó con sus manos la zona en la que Lexie había mostrado respuesta. Se humedeció generosamente los dedos de ambas manos mientras jalaba de las nalgas a Lexie. Esta entendió de inmediato el mensaje y, buscando también ella disfrutar del encuentro, se encorvó lo suficiente para que Cony tuviera acceso a su entrada trasera. Hizo que la misma Lexie lamiera sus dedos antes de comenzar a trabajar el ano de la española.
– Hmmmm… se nota que no lo usas demasiado, Lexie
– No… como trabajo en la calle, mis clientes son casi todos jovencitos con poco aguante y no alcanzan a catarme el culo… ¿te gusta?
– Es estrecho, pero no me costará entrar… elástico… caliente… ¡Dios, te lo quiero comer!
– ¡Ja!, tranquila, tenemos años de encierro
Ambas aceleraron sus empeños… estaban seguras que al menos uno de los guardias debía haber pasado ya.
Cony empezó a masajear lentamente la abertura de Lexie. El sudor empezó a empapar la raja de ese pequeño culo y al rostro de Cony comenzó a llegar ese aroma inconfundible que le decía que su compañera estaba excitada, sin embargo no cambió de objetivo; quería probar si la chica era capaz de venirse usando sólo su ano. Cuando lo invadió con su índice el cuerpo de Lexie se tensó, pero no se quejó ni dijo nada. Empezó a moverlo y el culo de Lexie comenzó a acompañar el movimiento, regando con los jugos de su sexo el monte de venus de Cony. Aumentó las apuestas metiendo su dedo medio y Lexie tuvo un pequeño orgasmo que hizo que interrumpiera por un segundo el trabajo que hacía sobre las tetas de Cony. Volvió de inmediato a la faena: La estadounidense le sacaba unos diez años de edad, calculó, pero eso no implicaba que ella no tuviera también su orgullo… le demostraría lo que puede hacer la juventud.
Cony sintió el cambio de ritmo en sus senos, y le gustó. Las caricias y chupetones eran aplicados de forma experta por Lexie… casi diría que nadie le había comido nunca las tetas de esa forma. Con hambre, con pasión, con deseo e incluso con cariño. La chica sabía dónde apretar, cuándo chupar, y cómo lengüetear… y había descubierto sin ayuda una de las formas que más le gustaba que le chupasen sus hermosos y largos pezones.
Se estuvieron dando placer varios minutos más hasta que escucharon los ruidos que indicaban que comenzaba la última ronda de la noche… sí, se habían saltado una, y era imposible que el guardia no lo hubiera notado… mañana tendrían un segundo motivo para ser castigadas. Quizás las mandaran un día o dos a solitario, pero ya no importaba… todo lo que importaba era el ahora.
Cony usó su pulgar para atenazar el ano de Lexie desde afuera y comenzó frenéticamente a frotar esa pinza. Lexie por su parte, aprovechando la generosa anatomía de Cony, metió ambos pezones en su boca a la vez que clavaba dos de sus dedos en el sexo de la mayor. La corrida de ambas fue casi simultánea y, si bien para Lexie no fue tan intensa como la anterior, debieron ahogar sus berridos mutuamente con un beso largo y caliente.
Cuando se separaron, Lexie llevó sus dedos a su boca.
– Cony, sabes deliciosa
– ¿Que pasa? -le contestó con un beso en la frente-… ¿acaso quieres enamorarme?
– Bueno… sólo si tú te dejas.
– ¿Es eso una propuesta?
– Más o menos… -dijo Lexie con un leve sonrojo-
– ¿Y eso, chavita?… ¿no eras tú la dura prisionera con experiencia?
– … Digamos que me das pena, panchita.
– ¿Cómo dices?
– Sí, eso… tienes el aire como a perrito abandonado… “la mirada mustia” como decía mi abuela
– ¿O sea que soy como tu mascota?
– Hey, tampoco es eso… en ningún momento dejaría que mi mascota me comiera el coño -dijo Lexie con una mirada pícara-
– ¿Es otra propuesta?
– Es una promesa
Lexie le dió un pequeño beso en los labios a modo de buenas noches y se abrazó a ella. Cony aspiró nuevamente el aroma de su cabello y miró al cielo… no sabía que le estaba pasando, pero seguramente tendría mucho tiempo para averiguarlo.
… Esa noche, dos ángeles naranja soñaron amor.
El sol naranja del crepúsculo me golpeó al salir del auto y la vista de la playa se me hizo imposible. Lo primero que pensé fue que había caído al mismísimo infierno, lejos de la tecnología, lejos de los amigos… y lo peor de todo, cerca de todos los familiares.
Salieron ellos hacia la noche -protestando el porqué traer a sus hijos si sólo venían a dormir -fui a despedirlos en la salida y volví sonriente a la sala… con mi entrepierna vergonzosamente vigorizada. Pero Adela no estaba allí, miré más al fondo y ella estaba subiendo las escaleras;
No aguanté, me incliné para clavar el beso-tuerca más sucio y morboso de mi vi
da, mis dedos desaparecieron en su sexo y comprobé que estaba en una especie de periodo de celo, chorreante a más no poder. Vibré mi mano allí, Adela jadeó y sucumbiendo posaron sus manos en mi hombro.
Sinopsis:
En este libro, el autor nos narra la historia de la extraña relación entre una rica heredera de origen asiático y una pareja especialista en seguridad . Recién llegada a Nueva York, Mei Ouyangy contrata para su protección personal a Walter Lynch y a su gente sin saber que esa decisión cambiaría su destino irremediablemente.
Su padre le había preparado para hacerse cargo de su emporio pero no para el sexo y a los veinticinco años, su mundo se vuelve del revés al verse atraída tanto por Linch como por su novia, Elizabeth Lancaster, una ex militar que colabora con él.
Acostumbrada al éxito, la joven ejecutiva no comprende las señales que le manda su cuerpo cuando está con la pareja y tras una lucha interior, decide enfrentar todos los tabúes y miedos aprendidos desde niña y explorar esas nuevas sensaciones…
Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:
Para que podías echarle un vistazo, os anexo los CUATRO primeros capítulos:
La vida de Walter Lynch cambió diametralmente una mañana que se suponía que iba a ser tranquila. Como consultor en seguridad personal, su mayor carga de trabajo era durante la temporada de conciertos de Nueva York. Temporada en la cual su trabajo protegiendo la vida de las estrellas que llegaban a la ciudad le ocupaba todo el día. Pasados esos meses de actividad frenética, todo se relajaba y ocupaba su tiempo practicando artes marciales y ejercitándose en el gimnasio, pero sobre todo estudiando las nuevas herramientas de vigilancia que salían al mercado para seguir estando a la vanguardia en esos temas. Acababa de llegar a su oficina, cuando una de sus ayudantes le informó que tenía visita. Tras dos semanas de sequía en lo que respecta a trabajo, vio en ello una oportunidad y ni siquiera preguntó quién requería de sus servicios.
Debido a ello, no supo reaccionar cuando por su puerta apareció Mei Ouyang. Aunque nadie se la había presentado, Walter sabía de ella por las revistas y es que esa joven era la hija un famoso magnate chino que al fallecer le había dejado una lluvia de millones que la había catapultado en la clasificación de las mujeres más ricas de Forbes.
―Señorita Ouyang, ¿en qué le puedo servir? – tartamudeó más nervioso de lo que le hubiera gustado parecer al verse afectado por el sensual exotismo que esa muñequita oriental destilaba por todos sus poros.
La dueña del setenta por ciento de un emporio inmobiliario que había irrumpido con fuerza en el mercado estadunidense en el último año sonrió al saber que la había reconocido y sin importarle que el hombre que había venido a ver no hubiera tenido la delicadeza de pedirle que se sentara, tomó asiento antes de contestar:
―Como usted sabe, tengo muchos intereses en este país. Para gestionarlos, he abierto una oficina en Nueva York y he trasladado mi casa aquí. Todavía estoy en plena mudanza y quiero reunir a mi lado a los mejores.
La voz grave pero dulce de esa mujer no engañó a Lynch y comprendió que era alguien acostumbrada a mandar:
―Alabo su decisión, pero… ¿qué tengo que ver yo en ello?― descolocado replicó al percatarse que contra su voluntad sus hormonas le estaban traicionando.
La oriental entrecerró sus ojos y luciendo una sonrisa que terminó de excitar a su contertulio, comentó:
―Debido a mis responsabilidades requiero de protección y mis asesores me han hablado de usted. He revisado su perfil y quiero hacerle una oferta que confío no pueda rechazar.
Acostumbrado a las excentricidades de sus adinerados clientes, Walter Lynch se quedó esperando a que la mujer le hiciese llegar su propuesta pensando que ésta consistiría en una colaboración puntual para instaurar un sistema de seguridad en sus oficinas. Lo que nunca sospechó fue que esa monada de pelo liso le soltara a bocajarro que le deseaba contratar a tiempo completo en calidad de guardaespaldas personal.
―Disculpe, señorita. Eso es imposible. Tengo un equipo, otros clientes y una carrera― musitó sin alzar la voz para que no se le notase que estaba indignado al confundir su habilidades. Él era un experto en seguridad y no un mero empleado.
«Si quiere una niñera, ¡qué contrate a otro!», pensó mientras intentaba plantear un salida honrosa que no ofendiese a esa ricachona.
Ésta, sin perder la sonrisa, abrió su bolso y sacando unos papeles, se los extendió diciendo:
―Antes de decir que no, lea el contrato que le ofrezco.
Con la única intención de rechazar educadamente ese ofrecimiento, Lynch cogió el documento y comenzó a leerlo. Su rostro fue perdiendo el color a medida que pasaba las páginas porque era un acuerdo en el que, además de contratar a toda su gente, le pedía una exclusividad que bordeaba la explotación.
«Está loca», farfulló en silencio al leer que no solo le exigía dedicación plena sino incluso que cambiara de domicilio y se fuera a vivir a una casa anexa a la de ella.
«¿Quién se cree esta zorra?», maldijo para sí y solo por mera educación, siguió leyendo mientras miraba de reojo las curvas de la joven que tenía frente a él.
Fue entonces cuando llegó al apartado de sus emolumentos y tuvo que releerlo un par de veces porque excedía y con mucho los ingresos actuales de su pequeña empresa.
«Ganaría en cuatro años dinero suficiente para jubilarme», sentenció.
Asumiendo su derrota y que estaba vendiendo su alma al diablo, levantó la mirada y preguntó:
―¿Cuándo quiere que empecemos?
Mei Ouyang se levantó y con una cálida sonrisa que nada tenía que ver con la tiburón de los negocios que acababa de ganar una batalla, respondió:
―Tengo una cita en Wall Street en una hora con unos inversores y me vendría bien dejar claro desde ahora que hay un nuevo jugador en la plaza.
Sintiéndose la última adquisición de esa arpía, Walter Lynch recogió su pistola y siguió a su nueva jefa. La asiática dejó de manifiesto que iba a ejercer y mucho el recién adquirido poder sobre ese enorme hombre nada más salir de su despacho, cuando al llegar al ascensor esperó que Lynch tocara el botón de bajada. Este estaba tan habituado a su ofició que no advirtió ese pequeño gesto, así como tampoco que la heredera lo aprovechara para dar un repaso a la anatomía de su nuevo encargado.
«¡Fuerte está!», exclamó para sí impresionada por el tamaño de los bíceps mientras inconscientemente se relamía los labios pensando en qué se sentiría al ser abrazada por esas dos moles.
Nunca aceptaría ante un tercero que en el último momento se decidió por él frente a otro de sus competidores por la virilidad que desprendía en las fotos.
«No hay nada de malo en que además de eficiente mi guardaespaldas esté bueno», se repitió a sí misma mientras admiraba las brutales espaldas y el musculoso trasero del sujeto que la precedía al salir al hall.
Como no era idiota, esa mentira no pudo ocultar la atracción que le provocaba esa masa de músculos perfectamente adiestrados y con pesar comprendió que de vivir su padre nunca hubiese aceptado que su hijita hubiera elegido un adonis de casi dos metros para cuidarla.
«Papá estaba chapado a la antigua y no he cometido nada inmoral al contratarlo», musitó entre dientes mientras se subía a su limusina por la puerta que Walter acababa de abrir para ella.
Para desgracia de la joven, el olor de ese hombre impregnó sus papilas y se aferró a cada una de sus neuronas provocando que un pequeño incendio creciera sin control entre sus piernas.
«¿Qué me ocurre?», mentalmente gritó al darse cuenta de que quizás había cometido un error al subestimar el encanto animal de su nuevo empleado y es que por su educación ese tipo de sentimientos le estaban vedados.
Asustada como pocas veces se intentó concentrar en la reunión a la que iba, pero continuamente su mirada se iba a su acompañante y al bulto que lucía bajo el pantalón mientras el objeto de sus pesquisas realizaba su trabajo buscando en el exterior del coche una posible amenaza.
«No me reconozco», entre dientes maldijo la fijación que sentía mientras hacía un último intento para olvidar a su subordinado y fijar su atención en los papeles de la presentación que tenía que realizar.
Finalmente, sus esfuerzos tuvieron éxito y consiguió abstraerse al repasar los datos de las inversiones que tenía que hacer públicos esa mañana, ya que eran tan osadas que causarían un pequeño terremoto en las anquilosadas estructuras del sector inmobiliario del país. Jamás una empresa china había tenido la temeridad de hacerse con la mayoría de unas de las compañías más reputadas de Estados Unidos.
«He llegado para quedarme y triunfar aquí donde mi viejo no pudo», sentenció mientras recitaba en voz baja su discurso…
Mientras su nueva jefa entraba en la reunión, Walter Lynch usó ese tiempo para poner al corriente al equipo de su nuevo destino y planificar los primeros pasos para hacerse con el control de la seguridad del cliente. Lo primero que hizo fue mandar a Elizabeth Lancaster, una ex SEAL que ejercía de su segundo en la organización, a revisar el sistema de vigilancia de la finca donde se alojaba la heredera para certificar que, tal y como le había anticipado, contaba con la más moderna tecnología de protección.
Hora y media después seguía esperando a las puertas del número 11 de Wall Street cuando recibió la mala noticia:
―Walter, aunque se han gastado una fortuna en aparatos y en hardware, el sistema de seguridad hace aguas por todos lados. Las cámaras están mal colocadas, hay multitud de puntos ciegos, los sensores de presencia no son compatibles con los programas adquiridos por lo que no hacen más que dar falsos positivos― con su acostumbrado tono seco y profesional le comunicó su ayudante.
Conociendo el afán de protagonismo de la rubia, se tomó con tranquilidad el informe y únicamente le preguntó cuánto tardaría en arreglarlo.
―En tres horas habré conseguido cegar las áreas sin control, pero por lo menos hasta mañana nuestros técnicos no terminarán de instalar el software necesario para que no haya errores. Pero el coste inicial es de unos noventa mil dólares solo en programas.
―Por la pasta, no hay problema. Nuestra cliente se ha comprometido en sufragar todos los gastos― replicó y asumiendo que mientras el sistema no estuviera activo tendría que reforzar el grupo de gente que velara por la oriental, le pidió que llevara a otros tres elementos a la mansión para así evitar problemas.
―Ni que fuera el presidente― protestó la antigua militar, pero aceptando la sugerencia de su superior le prometió que así lo haría.
―Eres una zorra― riéndose la replicó: ―Estoy seguro de que ya lo habías tomado en cuenta. ¿Cuántos has pedido a la central?
―Soy precavida― respondió, para acto seguido, soltando una carcajada, informarle que había acertado y que había ya llamado a cuatro especialistas.
―Recuérdame que te tire de las orejas― en plan de broma, comentó a su segunda.
Ésta abusando de la confianza que Lynch sentía por ella y poniendo voz suave, le rogó si en vez de un tirón de orejas, le podía dar una serie de azotes.
―Definitivamente, lo que tienes de eficaz lo tienes de puta― y desternillado de risa, le prometió que en la primera ocasión que tuviera le pondría el culo rojo.
La respuesta del hombretón debió azuzar la calentura de Elizabeth porque, a modo de recordatorio, le mandó una foto de su trasero desnudo con un mensaje anexo:
― Siempre fiel, siempre dispuesto.
Walter leyó el texto con una sonrisa y por unos instantes, recreó su mirada en las posaderas de su asistente y amiga. Tras lo cual, apagando el móvil, se puso a repasar mentalmente lo que había planeado para la seguridad de su adinerada clienta.
«Por cada kilo de chinita, esa monada tiene mil millones de dólares y siempre habrá alguien queriendo darle un mordisco», meditó en silencio cuando de improviso se abrió paso en su mente la imagen de él dando un bocado al culete de la magnate.
La fuerza de ese pensamiento le puso nervioso porque no en vano sabía que, si quería cumplir con su cometido, debía de abstenerse de intimar con esa preciosidad y por ello sacando nuevamente su teléfono, tecleó en la pantalla:
―Beth, espérame en casa de la cliente.
No hizo falta escribir más, supo que la destinataria había captado sus intenciones al leer que esa mujer de casi uno ochenta le respondía:
―Siempre fiel, siempre dispuesta…
La presentación se alargó más tiempo del que Mei había previsto por las continuas preguntas de los periodistas presentes y es que para un sector de ellos, era casi un sacrilegio que una empresa extranjera se hubiese hecho con el control de Washington Union Investments por el peso y la historia de esa compañía en el sector.
«No sé qué les fastidia más, si mi nacionalidad o que sea mujer», meditó molesta, aunque exteriormente nada revelaba su cabreo mientras recogía sus cosas. Ya en la puerta le esperaba Walter, el cual sin preguntar cómo le había ido le abrió paso entre la nutrida concurrencia.
Gracias al tamaño del guardaespaldas, rápidamente llegaron al garaje donde aguardaba su limusina. Al acercarse a ella, la heredera se percató que a su lado había un Cadillac blindado y que del mismo salía una joven de origen asiático muy parecida a ella.
―¿Y esto?― preguntó al ver que la muchacha se metía en su lugar dentro del vehículo y que Walter la llevaba hasta el otro.
―Es preferible que no se sepa dónde va, ni en qué coche se mueve― respondió el segurata.
Incómoda porque hubiese tomado esa decisión sin consultarle, le hizo caso al comprender no solo que tenía razón, sino que el experto en esos temas era él. Aun así, no pudo dejar de manifestar su enfado y con el tono suave que tanto le caracterizaba, le dio la primera reprimenda diciendo:
―La próxima vez, exijo que me avise. No me gustan las sorpresas.
―Si quiere que forme parte de su equipo, deberá acostumbrarse porque ese es exactamente mi cometido. Que nadie pueda prever sus movimientos, ni siquiera usted― educadamente, pero con voz firme, replicó Walter mientras cerraba la puerta en las narices de su jefa.
«¡Menudo cretino!», exclamó mentalmente mientras una sonrisa aparecía en su rostro al sentirse gratamente sorprendida de que uno de sus asalariados fuera capaz de llevarle la contraria.
Ya sentado en el asiento del copiloto, Walter le presentó al conductor y le preguntó dónde quería ir.
―Tengo hambre.
Esa respuesta no aclaró el destino y por ello, el asesor en seguridad le insistió si tenía alguna preferencia.
―Quiero sentirme una neoyorquina más.
La sequedad de la muchacha no consiguió sacarle de las casillas y queriendo hacerle ver que con él no se jugaba, decidió darle una sorpresa.
―Llévanos a Columbus Park― ordenó a John, el miembro de su equipo que estaba frente al volante.
Éste, que conocía sobradamente los gustos del jefe, enfiló hacia la puerta de ese parque que había tras el City Clerk Office, mientras la limusina volvía directamente a la casa de la magnate.
Los escasos cinco minutos que tardaron en recorrer la milla que les separaba de ese lugar le sirvieron a Mei para recapitular sobre la reunión y admitir que, a pesar del machismo de los presentes, había sido un éxito.
«Lo quieran aceptar o no, ya saben que soy una jugadora que tomar en cuenta», se dijo mientras observaba las riadas de ejecutivos que salían de los edificios de esa parte de la ciudad.
Seguía meditando sobre ello, cuando el chófer paró frente a un puesto de comida ambulante.
―¿Vamos a comer aquí?― preguntó al ver que Walter se bajaba del Cadillac.
Luciendo toda su dentadura, el enorme sujeto contestó:
―Son los mejores perritos de todo Nueva York.
Nuevamente la actitud de Walter la descolocó, ya que nunca se había planteado que la llevara a comer en la calle. Por un momento, dudó entre rectificar y pedirle que la llevara a un restaurante de lujo o experimentar ese tipo de alimento del que tanto había oído hablar, pero nunca había probado.
―Me parece estupendo― dijo tratando de parecer segura.
El guardaespaldas sonrió y explicando a John que no los perdiera de vista, la llevó frente al carrito. Al llegar, le preguntó que quería.
―Lo mismo que usted― respondió la magnate.
―Dos Dodgers, Peter.
El dueño del puesto sonrió mientras le preparaba el pedido añadiendo a la consabida salchicha mostaza, salsa de queso para nachos, jalapeños encurtidos y salsa picante. La asiática se quedó de piedra al ver la mezcla y por ello cuando Walter se le puso en sus manos el perrito, tardó en atreverse a dar el primer bocado.
―Nunca ha probado una delicia semejante― le azuzó el estadounidense.
«Seguro que no», musitó Mei mientras se hacía con el valor necesario para hincarle el diente. Para su sorpresa el revoltijo de sabores y texturas le resultó una delicia y cerrando los ojos degustó lentamente esa novedad culinaria mientras su acompañante hacía desaparecer su perrito con dos mordiscos.
―¿Quiere otro?― en plan educado, Walter preguntó antes de pedir uno para él.
―No, gracias― replicó la oriental absorta todavía en la experiencia sensorial que para ella era esa primicia.
Desde niña la comida había sido uno de los pocos placeres que su padre le permitía y por eso cuando disfrutaba de un plato lo hacía a conciencia. Se podía decir que era tanto su disfrute que bien uno lo podría confundir con una excitación física.
¡Eso fue exactamente lo que le pasó al gigantón!
Al volver con el segundo perrito, reparó en que a la chinita se le marcaban claramente los pezones bajo la blusa. En un principio creyó que era por el frio, pero al momento comprendió que por ridículo que sonara, esos dos pequeños y traicioneros montículos eran producto del gozo que esa mujer sentía al probar una comida de su gusto.
«A ésta no la invito a comer a casa de mamá, con lo bien que cocina, sería capaz de correrse en la mesa», despelotado de risa, sentenció sin perder ojo del espectáculo que Mei involuntariamente le estaba brindando: «Pero no me importaría dar un buen lametazo a esos meloncitos».
Ajena al escrutinio al que estaba siendo sometida, la joven no tenía prisa en comer y se tomó su tiempo en masticar cada uno de los bocados antes de deglutir. Alargando con ello, el exhaustivo examen que Walter estaba haciendo a su anatomía.
«Definitivamente, debo tener cuidado. Esta zorrita tiene algo que me vuelve loco», meditó preocupado al advertir que era incapaz de dejar de pensar si ese culito en forma de corazón le cabría en una mano o bien tendría que usar las dos si algún día le daba una cariñosa zurra.
Tras toda una mañana trasteando con el sistema, Elizabeth acababa de ajustar las diferentes cámaras repartidas por el entornó de la mansión, para que nadie pudiese llegar a ella sin que su gente se percatara de ello. Mas tranquila, sacó una chocolatina de su bolso y poniendo los pies sobre la mesa, se la empezó a comer.
No había dado cuenta de ella cuando, en el monitor que mostraba la entrada, vio llegar el Cadillac de su jefe. Sabiendo que Walter venía acompañado de la cliente, fue a conocerla.
«Por las fotos, es una mierdecilla de mujer. No debe superar el metro sesenta», se dijo mientras salía de la garita desde donde se gobernaba la seguridad de la finca.
El tamaño gigantesco jardín permitió que la ex SEAL llegara a la plazoleta que daba acceso a la casa antes que el coche del jefe y sabiendo de su función, fue ella quien abrió la puerta a la dueña del lugar.
―La señorita Lancaster, supongo – fue el saludo de la magnate.
Que supiera quien era descolocó a la rubia y por eso tuvo que ser la propia Mei Ouyang quien se lo aclarara.
―Al igual que ustedes estudian a sus clientes, mi departamento de recursos humanos estudia minuciosamente a los candidatos que vamos a contratar y por ello, sé quién es.
Picada en su amor propio, miró a su nueva jefa y la retó preguntando que aparte de su nombre que más sabía de ella. La asiática sonriendo encendió su iPad y seleccionando un documento, se lo pasó diciendo:
―Léalo usted misma. Aquí encontrara un completo dossier suyo― y disfrutando del cabreo de la atlética mujer decidió dejar claro tanto a ella como a Walter con quien se enfrentaban al añadir: ― Pero si lo que me pregunta es si soy consciente de que se acuesta con su superior, ¡lo soy!
La cara de ambos reflejó estupefacción porque nunca hubiesen supuesto que su relación sexual había traspasado los límites de su círculo más íntimo. Por eso, tuvo que ser la propia Mei la que rompiera el gélido silencio que se había instalado entre ellos diciendo que se iba a echar una siesta, para acto seguido desaparecer rumbo a la casa.
Beth esperó a que desapareciera por el pasillo, para murmurar a su amante y jefe:
―¿Vamos a tener que soportar mucho tiempo a esta puta?
―Mientras pague, lo haremos― y molesto con el tema, lo cambió pidiendo a su ayudante que le mostrara las instalaciones.
La rubia no creyó conveniente insistir y sin que se notara que seguía furiosa, le fue explicando las características del sistema de seguridad, haciendo mención expresa de la ubicación de las cámaras mientras pasaban por ellas. La majestuosidad y el lujo de la mansión no le impidió a Walter el advertir que también tenía un marcado sentido práctico.
«No está mal la choza», pensó para sí en el preciso instante en el que la rubia abría una puerta y pedía al vigilante que estaba a cargo de la garita que saliera.
―Pasa y te muestro el gran hermano que he montado.
Un neófito se hubiese apabullado con el número de monitores que había en las paredes, pero para Walter y su ojo experto lo importante no eran esos aparatos sino las imágenes que recogían y tomando asiento, pidió que se lo describiera con detalle.
―Como supondrás hemos diseñado el sistema con diversos niveles de autorización y he dejado la plena operatividad solo para nosotros, cerrando el acceso de determinadas áreas al resto de nuestra gente.
―¿Exactamente a qué te refieres?
Entornando los ojos y en plan pícaro, replicó:
―Hazme el favor de introducir tu dedo índice en el lector.
Walter jamás sospechó que Beth hubiera tecleado antes una instrucciones para que, al leer su huella dactilar, las imágenes del exterior de la casa desaparecieran y fueran sustituidas en los monitores por diferentes tomas del área privada que ocupaba la oriental.
―¿Te apetece ver que está haciendo nuestra odiosa jefa?― en plan hipócrita le preguntó porque antes de tener la oportunidad de contestar, Mei Ouyang apareció semi desnuda en mitad de su baño.
―Fíjate, la chinita se va a dar un baño― comentó la rubia y no contenta con invadir la privacidad de la magnate, se recreó acercando la imagen de forma que ambos pudieron recrearse en ella. Tras lo cual y sin apagar el indiscreto sistema, en plan de guasa, prosiguió: ― Reconozco que tiene buen tipo, aunque yo tengo muchas más tetas.
Traicionando sus principios, al ver a la heredera en lencería, acercó la silla a la mesa para ver mejor.
―Tienes razón, tú tienes mejores tetas― reconoció sin quitar la mirada de los meloncitos de la mujer a través del monitor.
―Y mejor culo― insistió su ayudante poniendo en pompa esa parte de su anatomía.
Al mirarla de reojo, el hombretón descubrió anonadado que no era el único que se había visto afectado por ese juego y que, bajo la ropa de Beth, dos pequeños bultos dejaban de manifiesto su calentura.
«¿Estará cachonda?», se preguntó y poniéndose de pie, la abrazó sin caer en que bajo el pantalón su pene lucía erecto.
La ex militar al notar el bulto de su jefe presionando contra su culo, sonrió y llevando hacia atrás una de sus manos hacia atrás, le acarició el trasero mientras susurraba:
―Siempre fiel, siempre dispuesta.
Walter no supo que le puso más caliente, si ese magreo o que coincidiera en el tiempo con el momento en que la heredera se desprendía del sujetador.
―Dios, qué bruto me tienes― sin dejar de mirar el monitor susurró al oído de la rubia mientras le agarraba los pechos.
Beth al sentir las manos de su amante, no pudo ni quiso evitar el incrustarse la erección en la raja de su culo con un breve movimiento de sus caderas.
―Fóllame― gimió descompuesta mientras en las pantallas la chinita se quedaba desnuda.
Excitado por su tono y por la escena que ambos estaban contemplando, Walter inmovilizó a su ayudante contra la mesa y sin darle opción de arrepentirse, le bajó las bragas.
―Fóllame― insistió Beth al sentir que un sonoro azote hacía estremecer una de sus nalgas.
El entusiasmo con el que recibió esa nalgada permitió a su jefe incrementar la temperatura del furtivo encuentro al soltarle una segunda. Ese nuevo castigo desbordó todas sus previsiones de la dura militar y sus defensas se desmoronaron como un castillo de naipes.
― Ya sabes lo feliz que me siento al ser tuya.
Mientras imploraba a su lado con las nalgas coloradas, en los monitores, la oriental se miraba al espejo ya desnuda. La conjunción de ambas imágenes a la vez demolió cualquier reparo y recochineándose de la calentura de su segunda, recorrió los rojos cachetes con una de sus yemas hasta llegar al coño de la rubia.
Al hallarlo totalmente anegado, le susurró al oído:
―Mi putita está hirviendo.
La calentura de la mujer quedó todavía más patente cuando comenzó a frotarse contra su pene diciendo:
― ¡Siempre fiel! ¡Siempre dispuesta!
La certeza de su deseo y contagiado de su lujuria, el gigantón la ensartó violentamente. Beth chilló al experimentar que era tomada por su amado jefe para acto seguido mover las caderas mientras gemía de placer. La humedad que inundaba su sexo permitió que Walter se recreara en ese estrecho conducto mientras ella se derretía a base de pollazos.
Apoyada sobre la mesa, se dejó follar sin dejar de gemir de placer hasta que chillando como su la estuviese degollando, se corrió.
―Zorra, no acabo más que empezar― protestó su hombre, el cual sabiendo por experiencia que su amante iba a encadenar un orgasmo tras otro, se olvidó de ella y buscó su propio placer mientras recordaba la primera vez que había estado con ella.
«Menuda sorpresa me pegué», pensó rememorando esa noche y como descubrió la facilidad con la que alcanzaba los continuos clímax, «nunca había estado con una mujer multiorgásmica».
Mientras su mente volaba a tiempos pasados, su cuerpo seguía en el presente y cogiendo los pechos de la rubia entre sus manos, forzó el ritmo de las embestidas sobre el encharcado coño de su amante.
― ¡Me vuelves loca! ― aulló ésta al sentir la humedad que rebosaba por sus piernas: ― ¡Fóllame a lo bestia!
Deseando liberar la tensión sexual acumulada desde la mañana, Lynch la siguió penetrando con más intensidad hasta que ya con las defensas asoladas Beth se desplomó convulsionando de placer.
El volumen de los aullidos y el miedo a que el empleado que habían echado de la garita los oyera fueron el empujón que le faltaba para dejarse llevar y sembrar con su simiente en el interior de su ayudante.
Beth sollozó al sentir esas descargas y uniéndose a él, se corrió por segunda vez. Viendo que ambos habían disfrutado, Walter se sentó en la silla. Fue entonces cuando al mirar hacía las pantallas observó que Mei había desaparecido.
«Fue bueno mientras duró y más vale pájaro en mano, que ciento volando», sonriendo sentenció mientras acariciaba a la mujer que tenía a su lado, olvidando momentáneamente a su bella clienta.
Para comentarios, también tenéis mi email:
como sabe el lector en el capítulo anterior después de follar en la posada a Isabel y Estefanía su hermana nos levantamos tarde y nos pusimos en marcha hasta valencia. Tuvimos que ir por parajes y caminos atravesando del campo ya que nos buscaba la santa inquisición. a mí por salvarlas a ellas de la hoguera y a ellas por brujas.
así que los principales caminos estaban vigilados por hombres de la inquisición dormíamos en el campo no podíamos hacer una hoguera pues llamaríamos la atención, pero si nos calentábamos entre nosotros. el lector se imaginará como. estábamos en el campo por la noche tapados los tres bien juntos con mantas.
– tenemos frio- dijeron.
– pegaros a mi -dije yo.
ellas se rieron.
– por supuesto caballero.
note una mano en mi miembro.
– joder que calentita tenéis la mano.
– no decís que tenéis frio.
– lo que tenemos frio es en nuestros coños di que si hermana -dijo Isabel.
-necesito esa poya que me caliente el chumino -dijo Isabel.
– bueno por no la hagamos de esperar- así que me baje las calzas echado con ellas en la tierra y tapados con mantas y ella se bajó el vestido que se la clave a Isabel.
– que gusto caballero como le deseaba. tenéis vuestra verga muy caliente- mientras Estefanía que estaba detrás de mi echado también en el suelo me restregaba el coño por el culo.
– me calentáis el chocho bien caballero. que rico
y ella empezó a correrse ya que la estaba dando por atrás.
– ahahahahah me corrrorororororo mi amor.
-no os olvidéis de mi caballero.
– ni muerto me olvido de vos -así que me di la vuelta otra vez de lado y me puse enfrente de Estefanía ella me cogió la poya con la mano y empezó a menearme la y me hizo una buena paja.
cuando estuvo dura.
– daros la vuelta Estefanía ahora que os voy a joder.
– lo estoy deseando caballero.
y se la metí al igual que su hermana.
– ahaha no no paréis ahahahahha me corro -dijo.
y me corrí dentro de ella y nos quedamos dormidos nos levantamos pronto y reiniciábamos el camino no tardaríamos mucho en llegar a valencia después de varios días ocultándonos de la inquisición y durmiendo en el campo y en parajes.
– haber aquí me separo- dije yo- aquí estaréis a salvo del maldito Torquemada.
– no sabemos cómo agradeceros lo que habéis hecho por nosotras.
– ya la habéis hecho en más de una ocasión os dejare dinero para que hagáis vuestra vida comprar una casa y seguir con vuestra vida. aquí estaréis a salvo.
y así me separe de ellas y seguí mi camino me dio pena, pero era así así que continúe solo por los caminos cerca de valencia cuando oí unos gritos:
– os vamos a matar furcias ni vuestro padre os va a salvar.
– vosotros no tenéis honor no valéis como caballeros maldigo en el día en que nos casamos con vosotros.
aparecí yo y dije:
– dejar esas damas si no queréis morir.
– y quien soy vos quien os ha dado vela en este entierro- dijo uno de ellos- somos los infantes de Carrión.
– así dos cobardes que pegan a mujeres son nuestras esposas a mí me da lo mismo y el que pega una mujer se merece la muerte.
intentaron matarme con la espada, pero yo los pare la estocada y les desarme a los dos después de haberlos dado una buena paliza.
– y ahora fuera de aquí no sea que me arrepienta y os mate a los dos.
– esto no quedara así- dijeron ellos.
las mujeres se echaron a llorar entre mis brazos.
– no sé cómo daros las gracias caballero, esta es mi hermana doña el Elvira y yo soy doña sol.
– las hijas del cid- exclame.
– el mismo, esos cobardes tenían envidia a mi padre y pidieron nuestras manos para vengarse de él.
– ya estáis a salvo yo llevare al castillo.
llegamos al castillo y el cid me recibió en persona.
– no sé cómo daros las gracias por salvar a mis hijas de esos mal nacidos. si les pillo yo mismo los mato. esta es mi esposa.
Jimena era muy bella igual que las hijas el cid era un hombre apuesto bien fornido noble como se le veía y con barba todo un caballero.
– que os trae por valencia caballero.
le explique lo de la santa inquisición y las mujeres que salve.
– esos malditos- dijo- acusan a todos de brujas y sin serlo. tuvisteis suerte.
– si mi mi señor -dije yo.
– han dicho mis hijas que sabéis luchar muy bien.
-bueno exageran un poco.
– me vendríais bien ya que espero de un momento a otro un ejército de infieles que viene aquí contra nosotros.
– contar conmigo caballero.
– no se hable más. seréis mi invitado.
yo ya conocía la historia del cid campeador, pero no podía cambiarla. Pobre hombre sería un héroe y todo el mundo lo recordaría. así que me preparo una buena habitación allí no faltaba de nada buena comida y bebida me acosté pronto ya que estaba cansando del viaje que había hecho hasta valencia.
siendo ya de noche estabais tordos durmiendo cuando me asuste.
– quien anda ahí.
se había abierto una puerta secreta en mi cámara y vi a doña sol y a doña Elvira.
– no os asustéis. somos nosotras.
– pero que hacéis aquí.
ellas rieron.
-sois muy apuesto y queremos daros la gracia por habernos salvado.
y se desnudaron como dios las trajas al mundo.
– joder -dije yo- con la nobleza.
eran bellísimas una era rubia y la otra morena salían a su madre Jimena que por cierto estaba para comérsela también y empezaron a desnudarme y a bajarme las calzas.
– que dirá vuestro padre si se entera.
– mi padre siempre está guerreando para el rey no se entera de nada.
y empezaron a chuparme la verga.
– que rica verga tenéis caballero. es divina sí. jodernos con ella lo deseamos mi hermana y yo.
sique no las hice esperar las comí los coños.
– que rico caballero como nos chupáis el coño. que gusto -dijeron las dos que eran mas putas que las gallinas por lo que pude ver y me follé a sol.
– que rica como disfruto no paréis amor. no paréis que rica verga tenéis caballero.
– deja algo para mi zorra -dijo su hermana.
– tranquilas habrá para las dos- dije yo luego se la metí a sol por el culo lo cual lo preparé.
ella decía eso no lo hace una noble.
– no queréis disfrutar mucho.
– sí, pero duele.
– no os preocupéis. no os dolerá mucho.
y se la endiñe por el ojete hasta los huevos.
– sácala cabrón- dijo- que daño.
-tranquila, os costumbrares a ella.
y empecé a darla bien fuerte al rato dijo:
– que rico rómpeme el culo. esto es divino. no saben lo que se pierden las damas de la nobleza.
luego después de correrse el toco el turno a Elvira, me la folle a 4 patas mientras el otro sol la comía las tetas.
– que rico hermana esto.
– pues ya verás cuando te habrá el culo como disfrutaras.
así que se lo preparé también y se la metí hasta los huevos.
– ahahahahha me duele.
– aguanta zorra.
si luego empezó a disfrutar.
– así así así caballero que verga tenéis. joderme bien el culo. es divino. que rico.
– comerme la poya ahora las dos como buenas zorras.
empezaron a mamármela verga hasta que me vine.
– espero que esto se repita caballero más a menudo- y se fueron por la habitación secreta que habían venido.
menudos zorros era la nobleza en aquella época CONTINUARA
Hola queridos lectores de Pornografo aficionado. Soy Rocío, de Montevideo, Uruguay. Como he comentado en otras ocasiones, mido 1.62 centímetros de estatura. Tengo senos muy insinuantes y un trasero respingón que no me gusta destacarlos pues tengo un papá celoso, de todos modos no me gusta ir de provocativa por la vida, me considero una chica decente que simplemente tuvo la mala fortuna de estar rodeada de degenerados.
—Vamos, prepárame algo y luego limpia la sala. Más vale que todo esté impoluto para cuando vengan mis colegas.
Me senté sobre él, de espaldas, de modo que podía ver el televisor gigantesco de la sala. Y mientras me metía mano en mi agujerito y buscaba mi puntito con sus dedos, empezó a hablarme groseramente sobre lo muy puta que era por chorrear tanto.
Y el gordo aprovechó, se arrodilló detrás de mí y se inclinó para meterme lengua hasta el fondo de mi culo por varios segundos. Berreé como una puta poseída, arqueé mi espalda y mis músculos se tensaron; me corrí otra vez y pensé que me iba a desmayar del gusto.
Me veía a mí misma con los ojos vendados, siendo follada por el dóberman de manera brutal. Me arañaba la espalda y los costados mientras los malditos amigos de mi papá estaban alrededor bebiendo y riéndose. Don López sujetaba de la correa a su labrador, que esperaba su turno. Una y otra y otra vez el sueño se repetía.
La dependienta se rio de mí. Con la cara enfadada pagué las malditas fundas mientras me decía para mí misma que seguía siendo una chica decente.
Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana…
EN LA ESTRELLA DE LA MUERTE
La princesa Leia, aliada con la causa rebelde en contra del malvado Emperador Palpatine, tras una cruenta batalla, consigue robar los planos de la estrella de la muerte.
En su desesperada huida, camino del sistema Alderaan, es interceptada por la armada imperial en las inmediaciones del planeta Tatooine. En el último momento, la princesa consigue poner los planos a salvo en la superficie del desértico planeta, pero no puede evitar caer prisionera de las tropas imperiales.
Inmediatamente, es conducida a la estrella de la muerte, donde el destino le espera para jugarle una mala pasada…
Aquella chica era un maldito incordio. Darth Vader se estiró la túnica, ajustó los graves de su micrófono manipulando un par de diales de su pechera y entro en la sala de torturas. Como había imaginado +KP2, la flamante unidad de tortura de última generación del almirante Piett, no había conseguido nada de aquella testaruda joven.
Estaba seguro de que había robado los planos de la estrella de la muerte y pretendía llevarlos a la base rebelde con la vana esperanza de encontrar un punto débil en aquella fenomenal arma de destrucción total y antes de su detención los había escondido, pero ese montón de chatarra no había conseguido extraer ni lo uno ni lo otro de aquella valiente joven rebelde.
—¡No tiene derecho a mantenerme aquí encerrada! —exclamó la joven con la voz firme como si ninguna de las torturas que le habían aplicado hubiese causado efecto en su determinación— Soy la princesa Leia Organa, miembro del Senado Imperial. Voy en misión diplomática a Alderaan. ¡Esto es una infamia! ¡Tendrá noticias de ello el Emperador!
—¡Basta! —rugió Darth Vader con una voz grave y metálica— No hace falta que sigas con esta impostura. Sé perfectamente que apoyas a la causa rebelde y voy a conseguir que me digas dónde guardas los planos de esta nave y sobre todo, dónde está la base rebelde.
Darth Vader echó un rápido vistazo a la muchacha que se había erguido y mantenía un gesto adusto. No había nada destacable en ella. Su rostro era vulgar aunque tenía unos ojos grandes y castaños que revelaban una feroz determinación. La fina túnica blanca no podía disimular un cuerpo esbelto y voluptuoso a pesar de su juventud.
Pero lo que más le sorprendió fue lo intensa que era la fuerza en ella. Mientras se acercaba a ella amenazador, se recordó a si mismo que debía hacer un recuento de midiclorianos de los restos ensangrentados del robot de tortura.
—Princesa Leia, por última vez. ¿Dónde está la base rebelde?
Aquel hosco silencio y la mirada dura de la joven despertaron algo en él, algo que no sentía desde hacía mucho tiempo. Quizás fuese el parecido con su ya casi olvidada Padme. Perdida de una forma absurda. ¡Perdida porque él no pudo mantener su promesa! Perdida por culpa de aquel maldito Obi Wan Kenobi que le metió absurdas ideas en la cabeza…
Sintió como la ira calentaba su cuerpo, como el reverso oscuro de la fuerza le envolvía y le proporcionaba un poder aun más extraordinario hasta el punto de sentir la necesidad de hacerle experimentar a aquella joven el terrible poder que poseía.
Con lentitud levantó un brazo y haciendo un pequeño gesto consiguió levantar a la joven por el aire a la vez que cerraba su garganta. La princesa emitió un estertor, pero no apartó la firme mirada. Tampoco se debatió, consciente de la inutilidad de toda resistencia.
—Veo que eres una mujer valiente, quizás lo que debo hacer es cambiar de táctica. —dijo Vader soltando una risa cascada.
Aflojando la presión en la garganta, pero manteniendo a la princesa indefensa en el aire con un nuevo gesto hizo que la frágil túnica volara desintegrada en mil retazos.
La joven intentó tapar su cuerpo desnudo, pero Darth Vader ya se había adelantado y la mantenía totalmente paralizada. Por fin, mientras admiraba aquellos pechos pálidos y turgentes y aquella suave mata de pelo oscuro y rizado cubriendo su pubis, vio un destello de miedo en sus ojos.
—No sé qué es lo que pretendes, cerdo, pero te aseguro que nada de lo que me hagas podrá acabar con mi determinación de liberar a la galaxia de tu oscura presencia y de la del Emperador.
—Sí, sigue así. Siento como la ira y el miedo crecen en ti. Deja que la oscuridad te envuelva y te de fuerzas.
—No me das ningún miedo, cabeza de Minock, sabandija de los pantanos de Dagobah…
Darth Vader la ignoró y dio una vuelta alrededor del cuerpo paralizado, pensando que aquella joven ganaba bastante desnuda. Sus piernas eran largas y atléticas y su culo era tan apetitoso que no pudo evitar quitarse uno de sus guantes y acariciarlo con suavidad con una mano artificial.
La joven princesa crispó todo su cuerpo al notar el contacto. Era como si algo oscuro y venenoso, como un gusano geonosiano reptara por su culo amenazando con convertir su cuerpo en una yaga purulenta.
Lo que quedaba de los labios del maestro oscuro sonrieron con malicia bajo la máscara al ver la reacción de repugnancia de la joven. Con un gesto la depositó de nuevo en el suelo, aun paralizada. Quitándose el otro guante acercó una mano sarmentosa, cargada de cicatrices de las terribles quemaduras sufridas en un mundo olvidado. Acarició la espalda y el culo de la princesa, que soportaba impotente aquella nueva tortura, recorrió con sus dedos ásperos sus pechos y pellizcó sus pezones hasta que estuvieron erectos.
Leia se mordió los labios intentando mantener el control sobre sí misma. El dolor de sus pezones y la respiración metálica e intimidante hicieron que no pudiese evitar que se le escapase una solitaria lagrima que Darth Vader se apresuró a recoger con una de sus frías garras.
El húmedo calor de la lágrima de la princesa calentó su dedo. Sintió como la fuerza corría a raudales por aquella minúscula gota y la observó hipnotizado por un instante. Aquella mujer era una amenaza, tanto por su potencial para convertirse en una Jedi como por su capacidad para parir nuevos individuos con esa enorme concentración de midiclorianos… Aunque bien pensado… que mejor aprendiz que un hijo de las dos personas vivientes con mayor concentración de esas microscópicas criaturas en la galaxia. Un hijo al que poder criar y adiestrar en el reverso oscuro de la fuerza desde su más tierna infancia. Durante unos segundos fantaseó con el poder que podría acumular aquella criatura cuando fuese adulto.
Antes de que la joven se diese cuenta, salió de su ensimismamiento y acercó sus manos con desesperante lentitud a su cuerpo paralizado e indefenso, disfrutando del terror de la jovencita. Si la concepción se producía en un entorno en el que la ira y el miedo era intensos el poder de la criatura sería aun mayor.
—Es hora que sepas que tienes mucho que aprender jovencita. —dijo Darth Vader soltando una tétrica carcajada.
Manteniendo a la joven princesa inmovilizada, se abrió la túnica extrayendo de su interior un miembro negro y brillante como la carbonita. Levantando su antebrazo hasta la altura de su cintura, puso la palma de la mano hacia arriba y fue cerrando poco a poco el puño con fuerza a medida que lo levantaba ligeramente.
La polla de Darth Vader comenzó a crecer y endurecerse al mismo ritmo hasta alcanzar un grosor y tamaño considerables.
Leia miró aquella polla negra y hambrienta palpitar en busca de su coño. Si hubiese podido, hubiese salido corriendo, pero a pesar de sus esfuerzos estaba totalmente paralizada.
Cuando Darth Vader estuvo totalmente empalmado, su atención se fijo en la joven que miraba su miembro con ojos grandes y asustados, forcejeando con sus invisibles ataduras.
Aquella joven de piel tierna y cremosa le excitaba sobremanera. Con un ligero gesto hizo que el sexo de Leia se hinchase y se volviese tan sensible que hasta una leve corriente de aire conseguía estimularlo. Con un pequeño giro de muñeca hizo que la fuerza estrujase su clítoris y se introdujese por su coño expandiéndolo hasta alcanzar el límite. La joven crispó todos sus músculos al sentir como una presencia extraña la invadía y tuvo que morderse el labio para no gritar asaltada por un intenso placer.
Aquella criatura maligna la estaba violando sin apenas tocarla y lo peor de todo es que había un lado oscuro en ella que estaba disfrutando con ello. Cuando aquel hombre sin rostro se acercó y la penetró físicamente con su enorme polla, no pudo evitar un apagado suspiro. Aquella polla era fría y grande, pero sobre todo era una inmensa fuente de placer. Cuando se dio cuenta estaba tumbada sobre la mesa de torturas con las piernas abiertas deseando más.
El general imperial metía y sacaba su miembro de ella usando sus garras para estrujar sus pechos y pellizcar sus pezones mientras la invitaba a unirse al lado oscuro de la fuerza.
Leia no tuvo más opción que rendirse al placer para poder seguir concentrada en evitar la terrible tentación de sucumbir al mal.
Darth Vader estaba satisfecho. La mujer, a pesar de resistir sus intentos para unirse a él, también en mente, además de en cuerpo, estaba sucumbiendo a la lujuria, una de las más poderosas fuentes de poder del reverso oscuro de la fuerza. Su vástago sería oscuro y poderoso.
—Hijo de puta. Nunca seré tuya. —dijo la princesa entre gemidos—Puedes torturarme. Puedes dominar mi cuerpo y convertirlo en un guiñapo hambriento de sexo, pero mi espíritu está muy lejos, con mis seres queridos.
El hombre interrumpió el discurso con dos poderosos embates. El cuerpo de la mujer, al fin libre de moverse, se retorció extasiado mientras ella apretaba los dientes y soltaba un grito ahogado.
Hacía tiempo que Leia había perdido todo control sobre su cuerpo, que se estremecía aguijoneado por intensos relámpagos de placer. En ese momento, el Lord de la oscuridad la levantó en el aire y agarrándola por aquel culo terso y cremoso y separó sus cachetes.
Con su coño aun ensartado por el enorme falo de aquel espectro negro Leia sintió como algo pugnaba por penetrar en su virginal ojete.
Tras un par de tanteos sintió como una presencia atravesaba sus esfínter sin contemplaciones. Con un alarido recibió aquella presencia ardiente mientras la polla de Darth Vader seguía machacando su coño sin piedad.
Fuego y hielo, placer y dolor. Luz y profunda oscuridad. Aquel contraste era tan placentero que tardó apenas uno segundos en correrse. Su cuerpo se estremeció su culo se contrajo dolorido y su sexo vibró estrujando la polla de Darth Vader lo que a ella le pareció una eternidad.
Las oleadas de placer se sucedían mientras Darth Vader reía con voz cascada y empujaba dentro de aquel cuerpo joven e inocente con una insistencia sobrenatural.
El control sobre la fuerza le permitía machacar a la princesa todo el tiempo que le pareciese. Le preguntó una y otra vez por el planeta donde estaba la base rebelde hasta que la joven en un momento de debilidad, asaltada por un mezcla de intenso dolor y placer, susurró el planeta Dantooine.
—¿Es cierto eso? —preguntó Darth Vader dándole dos brutales empujones.
—Sí, Sí. —respondió ella entre alaridos de placer.
—Eres una perra mentirosa. —dijo él consciente de que la princesa le mentía— Pero yo voy a decirte algo que inmediatamente sabrás que es verdad; Princesa Leia, yo soy tu padre.
En ese momento un arrasador torrente de semen inundó su coño. Entre lágrimas de dolor y miedo sintió como le golpeaban cada una de las palabras amenazando con llevarla al borde de la locura, a la vez que sentía como aquella presencia maligna inundaba e impregnaba todas su entrañas buscando echar raíces en ellas para formar una nueva vida…
Continuará…
esta historia es casi verídica hace algunos años me fui a Inglaterra a estudiar allí en Londres estuve en una de las mejores escuelas en el centro de la capital allí había gente de todas las nacionalidades polacos franceses etc.… hice muchos amigos, pero entre ese grupo había dos chicas españolas gallegas es con la que más estaba se llamaban Cloti y Fátima.
Cloti era morena con pelo largo unos 22 años y Fátima era rubia con pelo más corto. yo tenía más amistad con Cloti l ya que estaba en mi clase y siempre la acompañaba a la residencia de chicas o tomábamos un café en una cafetería que había enfrente de la escuela.
ella empezó a gustarme y se lo dije al principio me dijo que no pero cuando un día la acompañe a la escuela, la atraje hacia mí y la besé. primero se resistió un poco, pero yo no paraba de besarla y ponerla caliente besándola el cuello y la oreja. al final cedió y nos fuimos a la residencia de chicas que pude entrar ya que no había nadie en la puerta y ella me coló en su habitación.
allí la quite el jersey que llevaba y la comí las tetas. ella enseguida me bajo el pantalón y nos desnudamos. ya estábamos los dos muy calientes ella me bajo el calzoncillo lo cual salto mi poya ya excitada y empezar a comerme la poya y los cojones.
yo enseguida empezó a comerla el chocho ella suspiraba;
-así cabrón no pares cabrón que gusto- me decía- al final has conseguido lo que querías no. eres un cabrón.
-si quieres lo dejamos- dije yo.
– ni se te ocurra, si me dejas así te mato.
así la hice una buena comida de chocho, ella me cogió de la cabeza para que siguiera mientras suspiraba:
– ahahahahahah así no pares cabrón. que gusto me das- mientras la metía los dedos en el chocho.
– así zorra que ganas te tenía, voy a matarte de gusto.
– si si hijo puto fóllame, no aguanto más méteme tu poya en el coño.
así que la dije.
– toma zorra hasta los cojones.
– así así no pares de follarme, que gusto.
estábamos en plena follada cuando se abrió la puerta y apareció Fátima y nos dijo:
– pero Cloti te has vuelto loca si nos pillan nos echan por meter a un tío en la habitación y encima estáis follando a tope.
– esta es también es mi habitación. no te enfades -dijo Cloti- 0ven aquí ya verás como disfrutas con el rabo que tiene este cabrón.
– que te crees que soy como tú que tío que pillas te lo follas -le dijo Fátima.
pero yo que no estaba dispuesto a que me jodieran la follada la dije:
– tú lo que pasas es que eres una estrecha y por eso te jode que ella y yo lo pasemos bien.
– eso piensas.
– si seguro que no has follado con nadie.
entonces me dijo:
– te voy a demostrar que soy tan puta como ella cuando quiero y no soy ninguna estrecha cabrón- dijo esto y se me despeloto.
no me lo esperaba.
– bueno, que no te atreves con dos mujeres- me dijo- me parece que aquí el cortado eres tú.
la dije:
– ni hablar ven aquí y entre las dos chuparme la poya, zorras.
no se lo pensaron dos veces me cogieron la poya y empezaron a mamarla. yo estaba en la gloria. después me dijo Cloti:
– fóllala a esta puta. quiero ver cómo te la follas delante de mí. métesela en el chocho.
– si cabrón, métemela. no me dices que me corto, quiero sentir tu poya hasta los huevos.
-ya verás zorra como te follo- la dije.
– si eso quiero, jódeme bien para que veas que soy tan puta como ella cuando quiero.
se la endiñé hasta los cojones y empecé a follármela.
– así así cabrón. que gusto. rómpeme el chocho, que rico. tenías tu razón Cloti cabrón que poya tiene. cómo me folla.
– déjame un poco para mí -dijo Cloti.
– tranquila chicas que tengo para las dos, no es el primer trio que hago- después las dije: – quiero que os comáis el chocho una a la otra.
-nunca he hecho. eso es de lesbianas.
– no eres lesbiana, si no lo sientes. te va a gustar probar.
así que Cloti empezó a chupar el chocho a Fátima y ella se moría de gusto mientras Fátima me comía la poya a mí.
– así así no pares zorra- dijo Fátima a Cloti- de comerme el coño.
luego fue al revés Cloti se volvía loca:
– joder cabróna que lengua tienes- mientras ella me chupaba la poya a mí.
-ahora quiero que hagáis la tijera que es eso que folléis entre vosotras.
vamos ellas estaban tan calientes que ya no pusieron objeción y juntaron chocho con chocho y empezaron a restregarse en ellas se morían de gusto.
– me corroooooooooooooo -dijeron.
ellas se habían corrido las dos a la vez mientras se frotaban sus chochos ahora dije yo:
– os voy a dar por el culo a las dos.
– estás loco si crees que te vamos a dejar. eso tiene que doler.
– no, si sabes hacerlo.
– nunca lo hemos hecho por ahí.
– pues siempre hay una primera vez, pero primero chuparme la poya otra vez y ponérmela dura.
empezaron a comerme la poya.
– ahora ir a por algo de crema para vuestro culito.
así que trajeron algo de Nivea y empecé a darles en el recto o sea en el ojete y empecé a meterles los dedos poco a poco. le metí una a cada uno con diferente mano. ellas estaban en la gloria:
– joder- dijeron- esto es alucinante. es diferente al chocho, pero me gusta.
– pues ya verás cuando tengas mi poya dentro. tengo que dilatártelo bien para poder darte bien por el culo a las dos.
luego las metí dos dedos mientras ambas estaban a 4 patas despacio dijeron ellas:
– no os preocupéis ya verás que gusto después.
seguí así hasta meter los 4 dedos de cada mano en sus culos ya bastante abiertos y lubricados por la crema aparte antes de la crema se lo había chupado a las dos. ellas ya estaban preparadas para que las rompiera el ojete. empecé a meter mi poya a Cloti despacito.
– tranquila- la dije -acostúmbrate primero a tenerla, después no querrás sacarla.
total, que ya la tenía hasta los huevos ella se quejaba.
– que daño cabrón, sácala, me duele.
– tranquila zorra, te gustara.
empecé a moverme y a follarla y a darla más fuerte hasta que se acostumbró.
– así así cabrón me muero de gusto. Sissi, rómpeme el culo hijo puta. nunca había sentido esto que rico me corrooooooooo ahahahahahay -se corrió.
– ahora tu Fátima chúpala y pónmela otra vez dura.
Fátima me la chupo y me dijo:
– con cuidado por favor.
– tranquila te pasara igual que esta cabróna. no querrás que la saque.
así que se la fui metiendo despacio hasta los cojones cuando la tuvo dentro la dije a Cloti:
– chúpala el chocho y las tetas para mitigar el dolor.
Cloti empezó a lamerla lo cual Fátima se moría de gusto y empecé a darla por culo.
– así toma zorra hasta los huevos.
– joder que sensación más rica. no pares de darme por culo. me muero de gusto- decía Fátima mientras Cloti la chupaba el chocho y la comía también las tetas.
Fátima empezó a correrse:
– me corrrroooooooooooo o dios. me muero de gusto.
– toma zorra.
– ssisssssss i -decía Fátima.
las dos se corrieron, pero yo todavía me faltaba así que las dije:
– chicas habrá para las dos. chuparme la poya que me corro. poner vuestras boquitas y compartir mi leche como buenas putas que sois. que rico me corrrrorrro -dije yo -tomad mi leche.
ellas se rieron.
– como ves -dijo Fátima- no me he cortado.
– ya lo veo -dije yo -a partir de ahora seremos los mejores amigos y follaremos cuando queráis.
– así será y gracias a ti por enseñarnos el sexo anal. nos gusta un motón.
– de nada chicas hasta la próxima.
ya no las vi más pues ellas se fueron a España y así quedo todo. nunca las olvidare y espero que os guste este relato
A pesar de tener todas mis necesidades sexuales cubiertas no veía el día en que por fin iba a tener a Zulia entre mis brazos y es que esa preciosa lacandona de apenas un metro cincuenta me había dejado un recuerdo imborrable. El olor que desprendía había quedado impregnado en mi memoria y lo quisiera o no recorría mi hacienda soñando con hundir mi cara entre sus pequeños pechos.
Por eso cuando Uxmal, su padre, me notificó que mi boda con ella tendría lugar al día siguiente, me sentí pletórico y deseé que las horas pasaran con mayor rapidez mientras no dejaba de recordar la noche que habíamos pasado juntos y como le había hecho el amor a través de Olvido debido a la obligación de llegar virgen al matrimonio que existía en su pueblo.
Aunque durante esas horas cada vez que apuñalaba con mi verga el cuerpo de su sustituta me pareció que era el suyo y que los gritos de placer de esa morena cuando la tomaba salían de la garganta de mi princesa, necesitaba poseerla y que fuera mi pene el que desvirgara el coño lampiño de esa monada. La experiencia de esa noche me hacía no albergar duda alguna de que Zulia sería una mujer ardiente porque no en vano se había comportado como una zorra insaciable a pesar de ser virgen. Y es que usando a Olvido como instrumento de su lujuria, me había hecho el amor con una pasión pocas veces experimentada.
«Estoy deseando oír sus berridos», suspiré más afectado de lo que me gustaría reconocer al anticipar el momento en mi imaginación mientras me duchaba.
Mi pene se me había puesto duro y me pedía que me masturbara. Justo cuando estaba pensando en hacerle caso, un ruido me hizo abrir los ojos y descubrí a Yalit desnuda junto a mí. La curva de su embarazo me me puso a cien y tomándola en mis brazos, la introduje bajo el agua. Al depositarla sobre el suelo, vi a la rubia arrodillarse frente a mí y sin esperar a pedir mi opinión, comenzó a jugar con mi sexo. Al percatarse que mi pene había conseguido una considerable erección con solo tocarlo, me rogó que separara mis piernas y sin más prolegómeno, sacó la lengua y se puso a lamer mi extensión mientras con sus manos masajeaba mis huevos.
«Necesitaba esto», medité mientras observaba el modo en que mi concubina se metía mi pene lentamente en la boca.
Demostrando una pericia sin igual, los labios de mi antigua profesora presionaron cada centímetro de mi miembro, dotando a su maniobra de una sensualidad sin límites. Cumpliendo su papel de sumisa, no solo fue dulce sino que se comportó como una autentica devoradora y con una sonrisa, no cejó hasta tenerlo hasta el fondo de su garganta. Con él incrustado, empezó a sacarlo y a meterlo con gran parsimonia mientras su lengua presionaba mi extensión contra su paladar.
Poco a poco fue acelerando la velocidad de su mamada hasta convertir su boca en una ordeñadora y sabedora de lo que estaba sintiendo, se sacó la polla y con tono pícaro, preguntó:
-¿Estaba pensando en su boda?
-Así es- respondí y extrañado le pregunté cómo era que lo había adivinado.
Entornando sus ojos, me contestó:
-Hoy he conocido a su novia y me ha hecho saber que también será mi dueña.
La alegría que manaba de respuesta me hizo saber que de algún modo, Zulia había hablado con ella y por ello tuve que preguntar qué era lo que le había dicho:
-La Madre de Reyes me ha exigido que le mime hasta que ella pueda hacerlo en persona.
Muerto de risa comprendí a lo que se refería y con tono duro, la ordené que cumpliera con las órdenes de mi prometida. Satisfecha por mi respuesta, se volvió a embutir toda mi extensión y esta vez, no se cortó, dotando a su cabeza de una velocidad inusitada, buscó mi placer como si su vida dependiera de ello.
-¡Sigue!- exclamé al sentir que mi pene era zarandeado y deseando correrme dentro de ella, le avisé de la cercanía de mi orgasmo y de mi deseo que se lo tragara.
Mi aviso lejos de contrariarla, la volvió loca y con una auténtica obsesión, buscó su recompensa. Al obtenerla y explotar mi pene en bruscas sacudidas, sus maniobras se volvieron frenéticas y con usando la lengua como cuchara fue absorbiendo y bebiéndose todo el esperma que se derramaba en su boca. Era tal su calentura que no paró en lamer y estrujar mi sexo hasta que comprendió que lo había ordeñado por completo y entonces, mirándome a la cara, me dijo:
-¡El semen de mi rey es un manjar!-tras lo cual, riendo me pidió que le diera su recompensa.
-¡Serás puta!- exclamé al ver que se daba la vuelta y separaba sus nalgas con sus dedos.
-¡Soy la puta de mi señor y mi culo es todo suyo!
Queriendo devolverle parte del placer que me otorgaba cada día, me agaché ante ella y ya de rodillas, saqué mi lengua y con ella me puse a recorrer los bordes de su ano. Yalit , al notar la húmeda caricia en su esfínter, mi pegó un grito y llevándose una mano a su coño, empezó a masturbarse sin dejar de suspirar. Su entrega azuzó mi calentura y deseando romper ese hermoso trasero por enésima vez, metí toda mi lengua en su interior y como si fuera un micro pene, empecé a follarla con ella.
-¡Estoy completa siendo la esclava de mi rey!- chilló al experimentar la incursión.
Espoleado por su confesión, llevé una de mis yemas hasta su ojete y introduciéndola un poco, busqué relajarlo. El chillido de placer con el que esa mujer me agradeció esa maniobra, me dejó claro que iba bien encaminado y metiendo lo hasta el fondo, comencé a sacarlo mientras ella se derretía al sentirlo. Al minuto y viendo que entraba y salía con facilidad, junté un segundo y repetí la misma operación.
-¡Necesito que me encule!- gritó descompuesta mientras apoyaba su cabeza sobre los azulejos de la pared.
La urgencia de Yalit me hizo olvidar toda cautela y ya subyugado por la pasión, cogí mi pene en la mano y tras juguetear con mi glande en ese estrecho agujero, no esperé más y con lentitud forcé como si fuera su primera ese culo con mi miembro. La rubia, sin quejarse, absorbió centímetro a centímetro mi verga y solo cuando sintió que se la había clavado por completo, se permitió decir:
-¡Solo espero que no sea la última!- tras lo cual empezó a mover sus caderas, deslizando mi miembro por sus intestinos.
Paulatinamente la presión que ejercía su esfínter se fue diluyendo por lo que comprendí que en poco tiempo el dolor iba a desaparecer y sería sustituido por placer. Previéndolo aceleré mis penetraciones. La arqueóloga se quejó pero en vez de compadecerme de ella, le solté:
-¡Cállate puta y disfruta!
Como su dueño, di comienzo a un loco cabalgar sobre su culo.
-¡Ya lo hago!- aulló complacida al sentir el rudo modo con el que la estaba empalando.
Fuera de mí y recalcando mis deseos, solté un duro azote en una de sus nalgas mientras seguía usándola. Esa nalgada exacerbó su calentura y ni siquiera esperó a que menguara el dolor que escocía en su cachete para decirme:
-¡Quiero más!
Recordando lo mucho que esa zorra disfrutaba de los azotes, decidí complacerla y castigando alternativamente ambas nalgas, marqué con golpes el ritmo de mis incursiones. Dominada por la pasión y comportándose como una fiel sumisa, la profesora esperó con ansia cada nalgada porque sabía que a continuación mi estoque apuñalaría su trasero y dejándose llevar, me pidió que la siguiera empalando mientras su mano masturbaba con rapidez su ya hinchado clítoris.
Tanto estímulo terminó por colapsar todas sus defensas y casi llorando me informó que se corría. Su desahogo fue el detonante de mi propio orgasmo y afianzándome con las manos en sus pechos, dejé que mi pene explotara en sus intestinos, tras lo cual y sin dejar de abrazarla me dejé caer sobre la ducha. Fue entonces cuando la que en otro tiempo había sido mi adusta profesora se incorporó y arrodillándose ante mí, comenzó a pedirme perdón por lo que había hecho.
-No te comprendo- murmuré sin saber a qué se refería.
Con dos gruesas lágrimas surcando sus mejillas, respondió:
-Su prometida quería ver cómo me sodomizaba.
Estaba a punto de contestarle cuando de pronto, escuché:
-¡Es verdad mi rey!
Al girarme y mirar quien hablaba, descubrí a Zulia sentada tranquilamente en el lavabo. Confieso que me quedé pasmado y que no supe qué decir al observar la sonrisa que lucía en su rostro pero comprendí que al menos no le había molestado el ser testigo del modo tan violento con el que enculado a esa mujer. Muy al contrario, la expresión de su cara y el brillo de sus ojos me revelaron que no era disgusto sino deseo lo que manaba de ellos.
-No podía esperar a verle en acción- comentó un tanto avergonzada – desde que estuvimos juntos, no he parado de soñar en la noche que mi amado me hiciera mujer.
Si sus palabras eran suficiente elocuentes, más aún lo fue verla acercarse a mí maullando y sin esperar mi consentimiento, observar a esa joven arrodillarse ante mí.
-¿Qué estás haciendo?- pregunté impresionado por la sensualidad de sus movimientos.
-Sé que va contra las normas de mi pueblo pero no me veo capaz de aguantar una noche más sin ser suya. Ansío probar su virilidad- contestó al tiempo que acercaba su boca a mi verga.
Mi pene reaccionó como impelido por un resorte y a pesar del poco tiempo que hacía desde que me había corrido, se irguió orgulloso ante la perspectiva de ser usado por ella.
-No debemos- mascullé a la defensiva y viendo que no se detenía, me levanté de la cama.
-¡Por favor! ¡Lo necesito!- protestó con tristeza.
-Tenemos que esperar a la boda- insistí.
-No puedo aguantar otra noche- replicó a moco tendido.
Yalit , hasta entonces había permanecido al margen y comprendiendo que estábamos en un callejón sin salida, decidió intervenir:
-Hay otra solución.
-¿Cuál? –preguntó mi princesa totalmente angustiada.
La rubia, que era conocedora de la función de Olvido en el Hotel de Tuxtla, se acercó a la morenita y pasando una mano por su adolorido esfínter, la impregnó con mi semen y se la dio a probar diciendo:
-Aquí tienes la esencia de nuestro rey.
Durante unos instantes la dulce lacandona se quedó pálida pero ante la insistencia de mi concubina abrió sus labios y tímidamente comenzó a lamer los dedos impregnados que le ofrecía, para acto seguido lanzarse como una obsesa a dejarlos limpios
-No se preocupe tengo más- Yalit murmuró muerta de risa al ver la cara de tristeza de la joven. Corroborando sus palabras, se tumbó sobre la cama y separó con sus manos sus dos cachetes para así mostrarle su ojete rebosante de mi semilla.
Zulia me miró pidiendo mi aprobación.
-Yalit es de los dos- comenté dando implícitamente mi permiso.
Dudó durante unos segundos antes de arrodillarse entre sus piernas y viendo que no me oponía, agachó su cara y comenzó a devorar con auténtica ansia los restos de mi eyaculación que brotaban del interior de la rubia.
-Gracias amado mío- repetía una y otra vez mientras daba lametazos cada vez más profundos en el forzado ojete de la sumisa.
Esa continua estimulación provocó los gemidos de Yalit y eso lejos de contrariarla, la azuzó a seguir hurgando con su lengua dentro de ese trasero. Por ello antes que mi prometida hubiese conseguido recoger toda mi semilla, observé que se acercaba el orgasmo de la arqueóloga y sabiendo que no iba a poder frenar mucho más mi propio apetito, decidí dejarlas solas mientras ordenaba a mi esclava:
-Consuela a la que va a ser tu dueña.
La rubia comprendió mi orden y cambiando de postura comenzó a besar los diminutos pechos de la chavala. Viendo que esta no se oponía, salí de la habitación…