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Relato erótico: (Once minutos en el infierno) (POR VIERI32)

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¿Inmortalidad? Nunca creí que en ella pero cada vez que veía ese tatuaje; esos extraños símbolos que me dibujó ella bajo las luces de las velas… cada vez que lo veía, no hacía más que preguntarme en mis adentros; ¿Y si realmente funciona? ¿Pude alguien engañar a la Muerte? Aunque lo mío era pura curiosidad, jamás depositaría mi esperanza y fe en un bonito tattoo de origen indígena.
– ¡Ariel!
Repentinamente oí su voz, tocando la puerta de mi departamento e inmediatamente alcé la voz para decir que estaba abierta. Sandra Ramírez… siempre fue la buena para nada que conocí en una noche de bar, jamás dejaría de serlo ni aunque pasaran mil años. Y yo tan enfermo por sonreír cada vez que me rondaba con esos ojos de gatita. Ambos sabíamos que no debíamos, pero a ella no le importaba, siempre que podía la jodía, y yo no dejaba pasar cada ocasión de tenerla pese a que un maldito anillo se nos interponía, parecía que sólo en otra vida ella y yo estaríamos juntos sin tener que desviar constantemente la mirada a los relojes para ver si aún nos quedaba tiempo.
Entró en mi departamento con ese vestidito negro que tanto escote sabía dar, lanzando su cartera al suelo a escasos centímetros de mis pies, sin saludos, sin abrazos ni miradas, ella era así. Se dirigió hacia el mini bar que estaba cerca del ventanal para hacerse de una copa, quise ver su rostro pero como afuera atardecía, la luz naranja del sol le daba en la espalda y no hacía sino oscurecer tanto el rostro como el cuerpo. Y entonces, mientras yo estaba echado en el sofá, fumando, contemplando su silueta oscura, pronunció las palabras que jamás quería escuchar;
– No podremos volver a vernos.
– ¿Y eso? – respondí echando una bocanada del humo de mi cigarro, intentando verle el rostro – ¿ahora te vas a poner puritana? ¡Por favor! Van dos años que estás con Arturo y nunca dejaste de visitarme…
– ¿Puritana? No es por eso, Ariel – dijo acercándose con una copa en mano, por fin pude contemplar sus ojos de gatita, amansados, casi tristes – iré con él a vivir en…
– Ni me lo digas – interrumpí – ¿piensas irte tan lejos?
– Consiguió el contrato por el que tanto trabajó, ambos lo hablamos y concluimos que lo mejor sería mudarnos allí, crecer… tener una familia.
– Familia… te conozco, ¿planes de familia?… te conozco más que él, ésa no eres tú.
Sin hacerme caso, bebió de la copa y la devolvió al mini bar. Jugó luego con su anillo matrimonial, con unos giros lo retiró del dedo para ponerlo dentro la copa. Ahí íbamos de nuevo, otra vez pecaríamos y nos reiríamos de sus promesas matrimoniales.
– Entonces viniste para darme tu último adiós – dije mientras ella se retiraba los tacos altos para lanzarlos por el alfombrado.
– Mmm… no, no me gustan las despedidas – respondió acercándose, arrodillándose ante mí, dándome la espalda para que yo pudiera bajarle el cierre del vestido negro.
– Entonces viniste por una última noche – le susurré al tiempo en que el cierre bajaba y bajaba.
– Casi acertaste, corazón. Hoy vine por… la mejor noche.
Se levantó, imponente, infinitamente alta ante mí con tan sólo un tanga negro cubriendo el objeto de mis deseos, apenas un triangulito sobre su monte de venus – hoy te daré lo que siempre quisiste – y recogió su cartera del suelo.
– Quédate conmigo.
– ¿Cómo?
– Es lo que siempre quise, preciosa.
– No, eso no – sonrió, poniendo un dedo entre mis labios, acercándose a mi oído– me refiero a… “eso que tanto quisiste”.
– No me bromees, Sandra.
– Ni que fuera la gran cosa… además, ya he tenido relaciones de ese tipo, sé cuánto duele pero a la vez sé el grado de satisfacción que trae.
– ¿Ya has tenido… ? Joder, y en dos años siempre te me has negado…
– ¡Ah, no! No me entrego a ese tipo de placeres carnales así por así, querido, ni siquiera mi marido ha tenido ese privilegio.
– Tu marido… ese afeminado ricachón jamás te pediría lo que yo.
– ¡Eso no es de tu incumbencia!
– Ah, aquí vamos de nuevo… lo siento, preciosa.
– Como sea, veremos si soy tan puritana como creías – dijo retirando una bolsita negra de su carterita.
– ¿Es un juguete?
– No, es un… – y metió su mano en la mencionada bolsa para retirarla con una sonrisa de punta a punta.
– Qué morbosa eres.
– Ah, ¿ya no soy puritana?
– Una puritana jamás se compraría un jodido enema. Y tampoco una casada con planes de tener una familia.
– ¿Y cómo vas a saber eso? En fin, que voy al baño un momento… al parecer esto llevará su tiempo, ¿me esperarás?
– A ti te espero toda la vida.
Toda una vida y más. Tres años atrás era el hombre más desgraciado, la muerte de mi primera esposa y una depresión horrible me perseguían, pero todo terminó cuando conocí a Sandra en una noche en el bar Puerto Montt, una noche más que especial para ella; su despedida de soltera.
Por eso ella representaba algo más que una mujer amante, casi mi salvación, una noche con ella me libró los años de sufrimiento que cargaba… ¡y el hecho de que ella pronto tomaría un avión rumbo a otro continente era algo que me sobrepasaba! ¡Cómo me enfermaba esa sensación quemándome las entrañas, tenerla y saber que pronto no estaría conmigo! ¡No otra vez! ¿¡Primero mi esposa y ahora ella!? Tal vez en otra vida encontraría goce y prosperidad porque en la actual todo parecía ser un castigo tras otro, tal vez… ¡tal vez en otra vida!
Pasaron los minutos y mi rabia fue calmándose con el correr de los cigarros. Pasaron otro minutos y por fin Sandra salió del baño; “Estoy… estoy lista” – dijo recostada sobre el marco de la puerta del baño, desnuda, imponente, hermosa, con el mismo tatuaje que el mío impreso cerca del pubis;
– Ese tattoo… ¿qué coñazos significaba? – pregunté levantándome, acercándome a la copa que contenía su anillo.
– ¿Ya lo olvidaste? Qué vergüenza… si tú tienes el mismo en el brazo.
– Sí, cómo olvidar la tarde en que me lo dibujaste a las luces de las velas.
– Dicen que es una burla a la muerte… casi como una fórmula de inmortalidad.
– Ya recuerdo, quienes tengan estos dibujitos se reencontrarán en otra vida, ¿no? Sí, recuerdo que me descojoné bonito al oír eso… ¿a cuántos se los has hecho?
– ¡No te burles! Parte del mito es que, cuando una mujer recibe el tatuaje, ella podrá dibujárselo sólo a una persona más… y yo te elegí a ti.
– Qué bonito gesto, preciosa, pero a mí no me van esos cuentitos – Y apagué mi cigarro dentro de la copa que contenía su anillo de matrimonio. Sandra se enojó cuando me vio hacerlo…
– ¿Por qué lo apagas ahí? Sabes que luego me lo tengo que poner.
– Es que… como sé que no te gusta el olor a cigarro cuando estamos en la cama– sonreí antes de acercarme a ella para tomarla de la mano.
– Y tampoco me gusta el olor a cigarro en mi anillo, cabroncito.
Entramos en la habitación, inmediatamente Sandra apagó las luces y dejó que la única luz fuera la del atardecer que atravesaba la cortina.
– ¿No es hermoso? Extrañaré nuestras tardes, Ariel. Y créelo o no, extrañaré mirar el reloj para ver si aún nos queda tiempo.
– No tienes por qué extrañarlas.
– ¿Seguirás insistiendo que me quede?
– Toda la vida, y si tu tatuaje funciona, te insistiré otra vida más.
Se sentó en el borde de la cama, el gatito de sus ojos se había transformado en una tigresa en celo, un animal feroz que me ordenaba que la hiciera suya por última vez.
– ¿Hasta en otra vida? Esa pesadez me hace recordar a mi marido – y abrió las piernas.
– ¿Tu marido jamás sospechó en estos dos años? – pregunté arrodillándome pero manteniendo mis ojos clavados en los suyos, justo con mi boca a centímetros de su sexo. Soplé y ella se estremeció, mordiéndose el labio inferior.
– ¿Nunca te cansas de preguntar lo mismo? Pues n-n-n-no… ¡nooo!.. – respondió en el preciso instante en que mi lengua se introducía en los secretos de su sexo, comiendo, mordiendo, lamiendo, chupando todo aquello que se cruzara con mi boca.
Me aparté por unos segundos para mirarla fijamente; – ¿Y tú nunca sospechaste algo de él?
– ¿Yo de él? Él no sería cap… cap… capaz… joder… él no sería capaz de hacerme eso.
– ¿Y …?
– Te mataré como sigas preguntándome tonterías mientras metes lengua… m-m-me entendiste… ah, cabrón… ¿¡me entendiste!?
Llevé sus muslos sobre mis hombros para facilitar mi tarea mientras ella se tumbaba en la cama, jadeando, susurrando lo muy maldito que era yo por hacerle recordar a su marido. Y justo en ese instante mi lengua fue bajando desde su sexo hasta su ano, recorriendo y ensalivando la distancia entre ellas… juro que jamás oí a Sandra gemir tan endemoniadamente.
– Te entendí.
– Huuumm… ¿por qué eres tan cruel conmigo, Ariel?
– ¿Cruel yo?
– Sólo… sólo deja de hablar, interrumpes constantemente el morbo… sólo sigue haciendo lo que estabas ha… hacien… joder, de eso mismo habl… ¡hablaba!
Metí el dedo corazón en aquel pequeño agujero, tan apretado, ¡casi podía sentir la rugosidad del lugar! Sandra se estremeció, arañó levemente la sábana. Dos dedos, arqueó su espalda y gimió algo poco entendible. Nuevamente pasé la lengua, Sandra casi parecía estar poseída, retorciéndose, rodeando mi cuello con sus piernas… y por fin, a duras penas logré introducir el tercer dedo que terminó por arrancarle un quejido de dolor.
– Tres dedos – dije tensándolos en su esfínter– mírate nada más, qué viciosa eres.
– ¿P-Por qué no te callas?
– Ahora chúpamela – dije retirándolos cosa que terminó por tranquilizarla un poco, su cuerpo antes atiesado se relajó inmediatamente.
– ¿¡Ahora!? – preguntó reponiéndose a duras penas.
Sonreí, parándome con mi miembro balanceándose frente a ella; – Por más de que te hayas puesto un enema allí, las cosas siguen siendo muy… apretadas, por decirlo de alguna manera. Así que chupándomela te ahorrarás mucho dolor… digamos que tu saliva es el lubricante perfecto.
– Estás loco, ¿mi saliva?, ¡que para eso traje el lubricante!, sólo debes buscarlo en mi cartera.
– ¿El que estaba en tu cartera? Pues… mientras fuiste al baño me encargué de tirar el jodido lubricante por la ventana – mentí.
– Serás un pervertido jodido hasta la cabeza, sabes que es nuestra última noche… ¡sabes que no me queda otra opción! – y me sonrió maliciosamente.
– Sólo nos quedan dieciséis minutos más, ¿no? Pues bien, te daré cinco minutos para que me la chupes como la casada pervertida que eres, de ti depende, sabes que si no lubricas mi verga como se debe, la penetración podría ser más dolorosa. Y otra orden corazón, con tu mano derecha estimulará tu clítoris.
– ¿Me ordenas? Humm… me encanta cuando te pones así.
– El líquido de tu coñito también es un buen lubricante, así que de vez en cuando, restriega los dedos encharcados de tus jugos, en tu ano… será un buen ejercicio, cuatro tareas al mismo tiempo, ¿no? Chupar y lubricar con la boca… y masturbarte y lubricarte con tu mano derecha.
– ¿Vamos a jugar de nuevo a lo del amo y la sumisa? Porque creo que no tenemos tiempo Ariel.
– Cuatro minutos y cincuenta segundos…
– ¿Qué?
– Se te acaba el tiempo, preciosa.
– Serás… ¡serás pervertido! – y dicho esto se inclinó para meter mi sexo en su boca, pajeándolo, sujetándolo con su mano izquierda mientras que su derecha fue directamente a restregarse su botoncito de placer.
Sí que la conocía, si su esposo supiera que la futura madre de sus hijos se empeñaba a ensalivar mi sexo para facilitarme las cosas. Si él supiera que ella lubricaba mi verga con su propia saliva para que le rompiera el culo… yo la conocía, una casada con planes de formar una familia no haría eso. Una mujer así no se me acercará en una noche del bar Puerto Montt para invitarme a salir afuera. ¡Una mujer así no se masturbaría como posesa para enviar el caldo de su coñito directo al ano!
– Mírame a los ojos Sandra – dije dando un cachetazo a uno de sus pómulos- Eso, así me gustas… q-qué guarra eres.
Por cinco minutos sólo se oía la saliva chocando constantemente entre su lengua y el glande. Esos ojos, esos ojos de tigresa en un rostro tan bello haciendo un acto repugnante… si tan sólo su marido supiera.
Bruscamente volví a interrumpirla con un suave golpe en su mejilla.
– Terminó el tiempo.
– Mmm… joder, mi boca… mi aliento huele a tu… nada.
– Ahora preciosa, ponte en esa pose con la que me matas… sobre la cama… de cuatro patas, tú sabes.
– Pervertido, que eres un pervertido… … ¿así?
Era una imagen celestial, la diosa de mis sueños más perversos de cuatro patas, con su rostro hacia la cabecera de la cama. Fui a la cama para arrodillarme ante el monumental trasero, llevando nuevamente tres dedos en su ano…
– ¡Ouch!… definitivamente no sabes cómo tratar a una dama, cabrón.
– Definitivamente has hecho un buen trabajo… mira con qué facilidad entran tres dedos… cuatro dedos… – dije introduciéndolos, sacándolos, introduciéndolos, Sandra hundió su rostro en la almohada, arqueando su espalda, tensando sus piernas, arañando más fuerte la sábana.
Los retiré lentamente, ella suspiró, relajándose, me dijo algo pero debido a su respiración agitada no pude entenderla. No me importó mucho, sobretodo porque la punta de mi sexo ya estaba reposando justo en la entrada de su lubricado agujero repleto de los jugos de su feminidad, brillante, ansioso por la orden de entrada, firme, palpitante ante el tembloroso cuerpo de mi amante.
– O-Once minutos – suspiró ella.
– ¿Qué? – pregunté reposando mis manos en sendos lados de su cadera.
– Sólo nos quedan… once minutos.
– Once minutos, ¿eh?
– Y si sigues repitiéndolo serán menos, cabr… ¡ooouch!
Nuevamente hundió su rostro en las almohadas, apenas logré introducir una porción pero al parecer era demasiado. La sujeté con más fuerza por la cadera, poco a poco fui introduciendo otra porción pero realmente era un pasaje extremadamente apretado.
– Preciosa… relájate… sólo relájate y pronto estarás disfrutando.
– ¿Q-que me relaje, dices? Es fácil dec… – y nuevamente entró otra porción que la hizo chillar como posesa. Arqueó su espalda perlada del sudor, casi intentando zafarse de mí por instinto, pero mis manos eran más fuertes y la mantenía en su lugar.
Y por fin pude adquirir ritmo, por fin comencé a disfrutar el placer carnal más delicioso, más apretado, rugoso, más morboso, mi sexo desaparecía a la vista, ella casi lloraba… un tabú menos en mi vida y una sonrisa oscura más en mi haber.
Por unos segundos me preocupé por Sandra debido a la sinfonía de chillidos que se gastaba con gestos físicos muy notorios, pero mi preocupación duró sólo segundos… desde mi posición no podía ver su rostro, pero sí pude ver su mano derecha moviéndose, dirigiéndose hacia su entrepierna para posteriormente friccionar su sexo. Su cuerpo había hecho desaparecer la tensión, los músculos del esfínter parecían dar abasto a mi sexo… Sandra disfrutaba conmigo.
– Guarra. Serás guarra hasta en tu otra vida.
Once minutos, once minutos de sexo obsceno en mi departamento. Sandra terminó por correrse, encharcando nuevamente su mano de sus jugos, inmediatamente me ordenó que la soltara porque empezaba a sentir un dolor que la sobrepasaba. Al menos eso fue lo que entendí ya que ella no era capaz de articular una palabra debido al dolor. Fueron mis últimos once minutos con ella y cerré la jornada corriéndome en su interior. Sandra se molestó y cayó sobre la cama pero con su mirada fija en el reloj de la pared.
Pasaron unos minutos, ya era de noche pero ella no hacía más que mantener su mirada en la hora, acostada, débil, cansada mientras yo la consolaba a besos en el cuello, era lo menos que podía hacer por una mujer que representaba mi todo, por la mujer que me había salvado de una vida de dolor y oscuridad, por aquélla quien tiernamente creía que nos reencontraríamos en otra vida.
Pareció salir por fin de su estado para susurrarme; – Tu baño… necesito usar tu…
– Quédate acostada, vamos, sólo unos minutos más.
– Joder… mira la hora… ¡llegaré tarde!
– En estas condiciones caminarás como pingüino y delatarás a medio mundo lo que has hecho – reí -… vamos, quédate.
– ¿Por qué te empeñas tanto? Por más que lo intentes…
– …
Silencio… sólo hubo silencio. Ella sabía perfectamente el porqué de mi insistencia. El perder a mi primera esposa representó la muerte de una parte importante de mi vida, y haber conocido a Sandra fue casi una experiencia religiosa, casi una resurrección… perderla, dejar que ella viajara para vivir a miles de kilómetros de distancia era para mí una segunda muerte… sí, ella lo entendió perfectamente. Se acercó para abrazarme y hacerme dormir en sus pechos como consuelo.
– Me quedaré un rato más… – susurró mientras acariciaba mi pelo y el tatuaje del brazo – pero en el fondo sé que entiendes y respetas mi decisión, Ariel.
– – –
Era de madrugada, un par de ruidos me habían despertado. A mi lado no estaba ella, nunca estaba allí, era su marido quien gozaba ese privilegio… maldito. Inmediatamente salí del cuarto y la vi girando el pomo de la puerta para salir, de reojo observé la copa del minibar y ésta ya no poseía su anillo;
– ¿Te vas? Sabes que puedes quedarte.
– Ariel… y tú sabes que no puedo. ¿Ves la hora? ¿Con qué excusa tendré que presentarme a mi hogar?
– Siempre serás la buena para nada que conocí en el bar Puerto Montt…
– ¿Qué? ¿Y eso a qué viene?
– La que conocí… la que siempre vuelve en busca de más. ¿Por eso no te gusta despedirte? Porque sabes que volverás, ¿no?
– Y tú siempre serás el pervertido que me miraba con una sonrisa bonita… Si te dijera… estuve a punto, pero a punto de dejar a Arturo por ti… ¡pero él habló de tener una familia, Ariel!, una parte de mí desea abandonarlo y vivir contigo, pero la otra parte… la otra parte quiere… enmendar mis malos actos para comenzar una vida decente.
– Pues bien, despídete, preciosa. Si te vas para siempre, al menos despídete, mírate, tan fría…
– ¿Despedirme? ¿Qué sentido tiene despedirse de alguien a quien tarde o temprano volveré a ver?
– ¿¡Pero qué!?
– Nos encontraremos en otra vida, de eso estoy segura – dijo secándose unas repentinas lágrimas – Sólo asegúrate de buscarme en un bar donde pasen buena música, como en el bar Puerto Montt… te estaré esperando con esa misma mirada que tanto te fascina… y yo te reconoceré por esa sonrisa que tienes.
– Genial, te me volviste loca.
– ¿Recuerdas el tattoo que te hice? ¡No son sólo bonitos símbolos con contenidos vacíos o sin sentido! Te lo dije, es una burla a la mismísima Muerte, un sacrilegio casi… y cuando te digo que en otra vida nos encontraremos, será así. Así que… ¿ qué sentido tiene despedirme, corazón?
Y se fue tras la puerta, dejándome caer de rodillas e inconsolable, dedicándome esos ojos de gatita que parecían a punto de llorar… sólo me dio una última mirada y un extraño adiós. Creyó que fueron los mejores minutos de mi vida al darme lo que siempre le rogué, pero sólo me regaló el peor infierno.
¡Juraría que había un millón de años entre ambos!, entre mis deseos y mis realidades. ¿De qué me sirvieron esos once minutos de sexo delicioso si yo sólo pensaba que jamás volvería a tener ese inmenso placer carnal con ella? Once minutos entre el placer más grato y el dolor más cruel… juraría que el tiempo en que uno toca el cielo con la punta de los dedos para caer y morir desangrado contra el suelo del infierno… es de once minutos exactos. Y todo sucedió sin adioses, sin despedidas melancólicas, sólo dos, tres, cuatro lágrimas y un abrazo final. Otra muerte más en mi haber.
Once minutos en el infierno, y cada segundo me supo a tu nombre, tu cuerpo y todo lo que representas para mí. ¿Acaso esperábamos un final feliz? Como mucho me queda la vaga esperanza de que en otro tiempo nos conoceremos de nuevo en una ocasión más propicia, sin anillos de por medio.
Miré el tatto de mi brazo… ¿realmente nos reencontraríamos en otra vida?, ¿realmente nos burlarnos de la mismísima Muerte sólo por un mito impreso en un tatuaje? Lo último que perderé será mi esperanza y mi fe, y todas las depositaré en los sacrilegios que dibujaste en mi brazo.
Hasta otra vida entonces, preciosa, con suerte allí encontraremos un final feliz.
– Once minutos en el infierno –
 Si quieres hacer un comentario directamente al autor: chvieri85@gmail.com
 

Relato erótico: “Las pozas” (POR DOCTORBP)

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Acababa de terminar el verano cuando Rubén conducía el coche en dirección a su pueblo junto a su novia Marta y unos amigos del pueblo de ella. La novia de Rubén ya conocía el lugar y hacía tiempo que quería pasar allí unos días con algunos amigos suyos, especialmente David y Esther, sus mejores amigos. El último integrante del grupo era Abel.

Hacía tiempo que pretendían hacer aquel viaje, pero no fue hasta ese año que habían conseguido todos tener unos días libres en septiembre. Las intenciones eran pasar unos días tranquilos disfrutando de la zona: salir a pasear por el bosque, visitar los pueblos cercanos y los sitios más carismáticos, bañarse en las famosas pozas del pueblo o disfrutar de una buena parrillada de carne.

-Sarna con gusto, no pica – dijo Marta.

-¡Me la has quitado! – le replicó Abel haciéndose el indignado. – Tendré que usar mi comodín… ¡maldita sea!

Los demás se rieron. Para amenizar el viaje en coche estaban jugando a un juego que consistía en decir un refrán cada uno por orden de forma que el primero que no supiera qué decir o repitiera quedaba eliminado.

Aún debía pasar la ronda por Esther y David así que Rubén desconectó del juego para inundarse en sus propios pensamientos. Imaginó lo mucho que tendría que hacer cuando llegaran. Era su casa y, por tanto, el anfitrión. Debería prepararlo todo para que todos se sintieran cómodos y que así Marta estuviera contenta. También sería el encargado de proponer lo que podrían hacer y, en algunos casos, decidir directamente. Se sintió preparado para ello.

-Lo prometido es deuda – instó David y, por lo tanto, pasó el turno a Rubén.

Mientras tanto, Abel pensó lo bien que se lo iban a pasar. Él, en un principio, no debía ir con ellos pero, casualidades de la vida, coincidió que tenía vacaciones durante las mismas fechas que el resto del grupo, los cuales las habían solicitado con previsión para este viaje. Y de ese modo, casi auto invitándose, había acabado allí. Mejor, compartir unos días con Marta en la misma casa no estaría nada mal, pensó. Era el mayor del grupo con 33 años y no podía evitar ver a la novia de Rubén como lo que era, una preciosa chica morena tanto de pelo como de piel de 28 años muy bien llevados. Un escalofrío le recorrió el cuerpo pensando en la preciosa figura de su amiga.

-Lo que no mata, engorda – dijo Marta. Le tocaba nuevamente a Abel, quién despertó de sus pensamientos de golpe.

David era el mejor amigo de Marta. Ambos se llevaban muy bien, tenían una gran relación de amistad y complicidad y, como tal, se sintió contento de visitar junto a ella el pueblo de su novio. Estaba deseoso de conocer más profundamente a Rubén y ver si era la clase de persona que su amiga se merecía. Estaba convencido de que sí. Rápidamente oyó el refrán de Esther y se dispuso a soltar el que guardaba hacía rato en la recámara.

-Juventud, divino tesoro – dijo. Y comenzó la amistosa discusión.

-Eso no es un refrán – espetó Abel.

-Sí lo es – le replicó Esther. Y todo el mundo dio su opinión al respecto.

Marta, divertida por la discusión, se ensimismó pensando que en aquel coche estaba una parte muy importante de su vida. Rubén, su novio desde hacía ya 10 años cuando apenas tenían ella 18 y él 19. Y sus mejores amigos, David y Esther, con los que tanto había compartido, cada uno a su manera. Con David podía compartirlo todo, era un chico abierto, comprensivo y racional mientras que Esther era más visceral, a ella no se le podían contar según qué cosas.

-Bueno, habrá que votar entonces – reflexionó Esther para resolver la discusión sobre si el refrán de David era correcto. – Yo voto que sí, lo doy por bueno. – Al resto les pareció bien la solución y empezaron las votaciones.

Esther era una chica algo acomplejada. Su exagerado sobrepeso la acompañaba siempre allá donde fuere, por mucho que a ella no le gustara. Y pensó la poca gracia que le hacía visitar las pozas donde no tendría excusa para no meterse. De todos modos, lo haría por Marta, ella era lo mejor que tenía en la vida y bien valía olvidarse de complejos si su mejor amiga era el motivo.

Por suerte para David, su refrán fue admitido cuando, por fin, llegaron al magnífico pueblo de Rubén. Era tarde y pronto tendrían que cenar así que decidieron ir a la casa directamente y preparar algo sencillo tras la rigurosa muestra del hogar a los invitados. Tras la cena decidieron irse a dormir pues había sido un viaje largo y cansado y al día siguiente querían estar frescos para todo lo que les esperaba.

A la mañana siguiente fueron a visitar el pueblo más cercano que, casualmente, también era el mayor de la zona. Aprovecharon para comprar comida y todo lo que necesitaran que no hubieran traído en el coche. Por la tarde fueron a la pista de frontón del pueblo y allí estuvieron jugando un rato todos menos Esther, que se quedó leyendo en uno de los bancos que había junto a la pista.

-Yo paso de jugar a eso – les dijo. Y todos aceptaron sabiendo que para Esther aquello seguramente no era lo más divertido que podían hacer.

Por la noche llegó el primer plato fuerte de las vacaciones. Después de cenar visitarían las pozas. ¡Cómo le gustaban a Marta! Y era precisamente por ese aspecto tan peculiar del pueblo por el que tantas veces les había hablado de él a David y Esther. Y justamente por eso David también tenía tantas ganas de ir.

Decidieron ponerse la ropa de baño, pero debido a la época del año y a lo que refrescaba por las noches, Rubén les aconsejó que encima se pusieran más ropa. Marta decidió ponerse el bikini rojo. Cuando Rubén la vio pensó en el cuerpo tan espectacular que tenía su novia. Normalmente vestía con camisetas bastante holgadas que no permitían apreciar esa talla 90 de pecho que tan bien se ajustaba a su cuerpo. Pensó que cualquiera que no la conociera se sorprendería al verla en bikini.

Mientras se dirigían a las pozas andando, Rubén les explicó:

-Se trata de unas aguas termales que provienen de debajo de la tierra y, por tanto, tienen una temperatura elevada. Por eso, aunque haga frío no os preocupéis, que dentro del agua estaremos de puta madre. – y prosiguió – Hoy no creo que haya mucha gente, pero de todos modos el sitio es grande. Hace años lo arreglaron y, con piedra, hicieron una especie de piscinas cuadradas de unos 5 metros cuadrados cada una más o menos. Hay 3, una al lado de la otra.

-¿Pero es profundo? – preguntó Abel que era el que estaba más desinformado de todos.

-No, no – le respondió Marta – de pie el agua te llega por encima de las rodillas más o menos.

Finalmente, cuando llegaron al cabo de unos 5 minutos caminando, se encontraron que no estaban solos. Había varia gente dispersa, no eran muchos, 6 personas en total, pero como había dicho Rubén, no era un problema, había espacio suficiente para todos.

Marta, ansiosa, fue la primera que se despojó de la ropa para quedarse en bikini. Abel no pudo evitar echar un vistazo y quedarse petrificado al ver el culo de Marta mientras esta se agachaba para zafarse de los pantalones que llevaba. Sólo hubo una parte del chico que no quedó petrificada, así que esperó un rato para quitarse la ropa disimulando mientras se interesaba por Esther.

-¿Tú no te metes? – los otros 3 ya estaban metiendo los pies en el agua caliente cuando Esther aún no se había empezado a desnudar.

-Sí, sí… – le dijo y empezó a quitarse ropa mientras interiormente maldecía a todas las modelos del mundo.

David estaba literalmente flipando con aquello. ¿Cómo era posible que aquel agua estuviera tan caliente? Le gustó mucho la sensación, ese contraste entre el frío ambiente y el calor de las pozas. Sin embargo, para él estaba tan caliente que le costaba acabar de meterse.

Finalmente, los 5 acabaron metidos, sentados y con el agua hasta el cuello, nada de figuradamente, se entiende. Entre charlas y risas pasó el tiempo y, cuando se dieron cuenta, el resto de gente había desaparecido. Únicamente quedaba un hombre que estaba en el mismo cuadro que ellos.

-¿Sois de la zona? – preguntó.

-Sí, yo soy del pueblo – respondió amablemente Rubén.

-¡Ah! ¿y el resto?

-Bueno, nosotros venimos todos juntos del pueblo de ella – dijo Diego señalando a Marta. – Está un “poquito” lejos de aquí – remarcó dejando claro que la distancia era bastante grande.

-¿Y tú de dónde eres? – le dijo Abel.

-Yo vengo del País Vasco. Me llamo Montxo.

-Abel. Encantado – le dio la mano. Y así, todos, por orden, se fueron presentando.

-¿Habéis probado de cambiar de poza? – les dijo el nuevo invitado. – En esta el agua está mucho más caliente – y se levantó dejando ver su completa desnudez.

¡El tío estaba desnudo! Marta no se lo podía creer. Le pilló por sorpresa y no pudo evitar mirar allí donde todo el mundo echó un vistazo. El tipo estaba bastante gordo. Entre eso y el abundante vello púbico apenas se le veía el diminuto pene. Marta pensó que la escena era bastante desagradable.

Tras la sorpresa inicial todos hicieron caso a Montxo y cambiaron de sitio. Efectivamente, en el nuevo lugar la temperatura del agua aún era mayor.

-¿Sabéis lo que os queda por probar? – les dijo Rubén – Montxo, seguro que esto no lo has probado. Lo mejor es bajar un momento al río y probar el contraste entre el agua caliente de las pozas y el agua fría del río. Y luego nuevamente al calorcito.

Junto a las pozas, a unos 5 metros tras el descenso de un pequeño terraplén pasaba el río del pueblo. El agua no era abundante, únicamente la suficiente para mojarte los pies y poco más, pero podías tumbarte en el suelo y notar cómo el agua fría te inundaba por completo.

Esther decidió quedarse y no bajar, al igual que Montxo. Para no quedarse a solas con él le pidió a Marta que se quedara para acompañarla. Ella accedió pues otros años ya había probado lo del río. Y Rubén no se preocupó de que se quedaran solas con el desnudo desconocido pues sabía que lo de bañarse sin ropa en las pozas era algo relativamente habitual.

Rubén, Abel y David bajaron con cuidado y, tras el doloroso contraste inicial, pudieron sentir cómo sus músculos agradecían ese cambio de temperatura que, eso sí, no aguantaron durante demasiado tiempo. Al volver a las pozas nuevamente volvieron a sentir el calor inicial que la costumbre ya les había hecho perder.

No tardaron mucho en decidir volver a casa y cuando se iban Montxo les preguntó si volverían al día siguiente.

-No lo sabemos aún, vamos decidiendo sobre la marcha – le comentó Rubén.

-Como queráis. Traeré cerveza – le dijo con una sonrisa.

A la mañana siguiente, Abel se despertó el primero con una erección de órdago. Había soñado con Marta y su bikini rojo y eso le había producido aquel estado. Salió de su cuarto situado en la planta más alta de las 4 que tenía la casa y se dispuso a bajar hasta la planta baja donde estaba la cocina para comer algo mientras se le bajaba el hinchazón. Pero por el camino, en la segunda planta donde dormían Marta y Rubén, vio algo que no se esperaba. En la baranda de las escaleras estaba el bikini de Marta. Lo había dejado allí para que se secara. Abel quiso refrenar sus instintos, pero… por echar un vistazo no pasaba nada, pensó. Se acercó a la tela y pasó un dedo por la parte interna de la prenda inferior, aquella que se supone había estado en contacto con el sexo de Marta la noche anterior. Su aparato aumentó de tamaño ostensiblemente. Se fijó bien y vio que en el bikini había un pelo y parecía… sí, debía ser un pelo de su pubis, pensó. Eso le llevó a recoger la prensa y llevársela a la nariz para inspirar lo más profundo que pudo el olor que… pero aquello no olía a nada. ¿Cómo era posible? Él esperaba oler a coño, pero no. ¿Por qué era tan limpia? se preguntó. Aún así aquello fue lo suficientemente morboso como para subir al lavabo de su planta y cascarse la gran paja, en honor a Marta, que tanto se merecía su excitante amiga.

Esa mañana estuvieron preparando la parrillada de carne que se comieron al mediodía. Tras la comilona no había ganas de mucho más así que por la tarde decidieron dar un paseo para conocer el pueblo y, de paso, rebajar todo lo que se habían comido. Durante la caminata decidieron lo que podrían hacer esa noche tras la cena.

-Yo volvería a las pozas – dijo Abel seguramente pensando en Marta.

-Hombre, yo preferiría hacer alguna otra cosa – le contestó Esther que no tenía muchas ganas de volver a mostrarse en bañador.

-A ver, hay varias opciones. Podemos ir a tomar algo a algún bar del pueblo si queréis. – aportó Rubén, decidido a que nadie se quedara insatisfecho con la visita a su pueblo.

-A mí no me importaría volver a las pozas – replicó Marta – Ya sabes lo mucho que me gustan – continuó mirando a su novio para acabar besándolo.

-Además Montxo dijo que traería cerveza. Puede estar bien. Nos estará esperando – concluyó David.

-Está bien… – cedió Esther finalmente ante la opinión de la mayoría.

Así, decidieron que esa noche volverían a las pozas.

Tras la cena volvieron a cambiarse y recorrer el camino que les separaba desde la casa de Rubén hasta las aguas termales. Y una vez allí volvieron a quitarse la ropa para quedarse con bañadores unos y bikini otra. Abel volvió a fijarse en Marta y le gustó pensar que hacía escasas horas su dedo había estado en contacto con la tela que ahora rozaba su sexo.

Montxo aún no había llegado. David pensó que tal vez no viniera y deseó que hubieran sido ellos los que trajeran las cervezas. Para no quedarse con las ganas decidió que lo mejor que podía hacer era liarse un canuto. Se acercó al montón donde el grupo había dejado todas las cosas y se dispuso a hacer el peta.

-¿Alguien quiere? – ofreció.

Marta odiaba sobremanera toda droga dura y antinatural. Pensaba que todo aquel que se dejara llevar por psicotrópicos químicos perdía toda la pena que podía valer. Sin embargo, pensaba que las drogas naturales como la marihuana o las setas eran… pues eso, naturales. Así que se animó.

-Yo daré alguna calada. No más que me sienta mal.

-Haz uno y yo lo comparto con ella – dijo Rubén.

El novio de Marta no solía fumar, pero lo hacía en ocasiones como aquella más por ella que por él. Sabía lo que Marta pensaba de las drogas, pero tenía la sensación de que ella pensaba que fumar porros era “guay”. Y quería que su chica pensara que él era “guay”.

Esther también se apuntó al grupo de alguna calada mientras que Abel se apuntó al grupo de David.

Mientras el mejor amigo de Marta terminaba de preparar los porros llegó Montxo.

-Buenas noches – les dijo.

-Muy buenas – contestaron el resto al unísono.

-Veo que al final os habéis animado. Perdonad la tardanza. Aquí traigo las cervezas – dijo mientras las depositaba en el suelo junto a las pozas y se fijaba en lo que David estaba preparando. – Pero veo que no me estabais esperando – dijo con una sonrisa.

-¿Quieres uno?

-No, gracias, por ahora no – y se bajó los pantalones dejando al aire libre su pequeña colita.

Esther pensó cómo aquel tío tan desagradable podía tener tan poco pudor. Es cierto que no estaba tan gordo como ella, pero sin duda tenía suficiente barriga como para no verse los pies él mismo. Las piernas y brazos no tenían grasa, pero la barriga cervecera era demasiado. Además no era muy agraciado de cara, más bien era feo y de edad debía rondar los 40 años o más. Pensó cómo estaría ella a esa edad viendo cómo estaba ahora a los 27 y se deprimió más de lo que estaba.

Sería entorno a medianoche cuando los 6 se quedaron solos en las termas. El ambiente estaba distendido ayudado por los porros y la cerveza. Todos estaban en la poza central. Rubén estaba sentado fuera con los pies en el agua caliente, a su derecha, en el lateral siguiente de la poza, estaba Montxo dentro del agua con su cerveza en la mano, a su lado estaba Abel y, enfrente, en otro lateral, estaban Marta y Esther una al lado de la otra. David estaba en medio de la poza, sin apoyarse en ningún lateral justo enfrente de Marta.

La novia de Rubén tenía los pies estirados con lo que prácticamente tocaba con ellos a su mejor amigo quien comenzó a masajearlos sin decir nada. Marta no se molestó, ni mucho menos, era algo bastante habitual que David le hiciera masajes pues a ella le encantaba que le tocaran los pies como bien sabía Rubén. La diferencia es que a su novio no le gustaba demasiado hacerle los masajes mientras que a David no parecía importarle. Cuando Esther se dio cuenta de lo que sucedía alargó sus piernas para que David también la masajeara. Y este accedió sin problemas como siempre.

Rubén notó algo extraño cuando David empezó a tocar los pies de Marta. No sabía lo que estaban haciendo y, aunque él no era desconfiado, no le gustó no saber lo que pasaba. Marta le había hablado muchas veces de David, pero jamás llegó a imaginárselo así físicamente. Tenía 26 años, moreno con el pelo corto, no era precisamente feo y estaba bastante fuertecito. Lo que posiblemente más destacaba de él eran esas fuertes abdominales. David tenía una tableta de chocolate considerable. Marta nunca le había dado motivos para desconfiar y unido a que él no era precisamente celoso no supo por qué aquel gesto de David le molestó. En seguida se tranquilizó al ver que aquello que estaba haciendo con su novia también empezó a hacerlo con Esther. Además pudo confirmar que no era más que un masaje de pies y sabiendo lo mucho que le gustaba a Marta que se los tocaran no pensó nada malo.

David le había masajeado los pies cientos de veces así que Marta se desconcertó al sentir tanto placer con este masaje. No supo si fue el esmero de David, el calor de las pozas o la presencia de Rubén, pero sin duda aquel fue el mejor masaje de pies que le había regalado su amigo.

David pensó que era una putada que Esther se hubiera apuntado a la “fiesta”. Cierto es que le encantaban los pies de Marta, aunque tampoco es que le diera mucha importancia a eso. Lo malo eran los pies de Esther, le olían demasiado y luego le quedaba impregnada la peste en las manos. Tenía mucho aprecio a su amiga, pero es que el olor era demasiado desagradable.

Y así, estando en esa situación, Rubén empezó una nueva conversación.

-Es una lástima que esta noche esté tan nublado– Era cierto, esa noche la luna estaba oculta tras las nubes y la visibilidad era mucho más escasa que la noche anterior.

-Espero que nos haga bueno el resto de días – subrayó Marta quien se sorprendió al escuchar las palabras de Montxo.

-Oye, Marta, ¿no serás locutora de radio por casualidad?

-¿Cómo?

-Sí, tienes una voz muy bonita, como la típica que se oye en los programas de radio nocturnos.

Ella se rió y continuó la conversación.

-Es la primera vez que me dicen algo así. No, no trabajo en la radio ni mucho menos. Además no creo que tenga la voz bonita.

-Bueno, no es lo único que tienes bonito.

¿Cómo? Rubén alucinó con lo que acababa de escuchar. ¿Le estaba tirando los trastos a su chica? En unos segundos pasó de la incredulidad a la diversión. Sabía que Marta no entraba en esos juegos y pronto le pararía los pies así que se permitió no intervenir. Sin embargo…

-¿Y qué es lo que tengo bonito? – le dijo. – Sorpréndeme.

Y justo cuando hablaba y antes de que el vasco le pudiera contestar aparecieron 2 nuevos personajes completamente inesperados. Eran 2 chicos jóvenes de 18 y 19 años respectivamente que habían decidido darse un baño relajante antes de irse a dormir. Todos se giraron para ver a los nuevos inquilinos de las pozas preguntándose quiénes debían ser. Todos menos Rubén.

Él los conocía perfectamente. El menor era Alberto y el otro era un chico de origen marroquí que se llamaba Yamil. A Rubén no le hizo mucha gracia la llegada de estos dos jóvenes delincuentes que lo único que podían hacer era joderles la tranquila noche que estaban pasando. Y no exageraba pues lo mejor que estos habían hecho en la vida era no buscar pelea por estar colocados hasta las cejas hasta el punto de no poder moverse del sitio en el que estaban. Por suerte, parecían ir bastante a su bola y se fueron a la poza de al lado.

-Perdona, pero acabaría antes diciéndote lo que no tienes bonito – prosiguió Montxo con su conversación con Marta.

-Sí, claro…

-Bueno, ya está… – al final fue David quien intervino en la conversación viendo que Rubén no decía nada. Parecía que la llegada de Alberto y Yamil lo hubiera extraído de la conversación.

-¡Ostras! ¡Cerveza! – Alberto vio las latas que tenía el vasco – ¡Ey, tío! ¿por qué no nos das unas latas?

-Por supuesto, las he traído para todos.

-De puta madre – concluyó Yamil. Y se pasaron a la poza central donde ahora estaban los 8.

A Rubén no le hizo mucha gracia la presencia de los 2 jóvenes y se fue a la primera poza. Lo acompañaron Abel y Esther que querían sentir el agua más caliente.

-Vigila con estos – le susurró Rubén a su novia cuando pasó por su lado – son unos macarrillas del pueblo.

-Ok – le dijo. Y cuando se hubo alejado se dirigió a David – Menudo masaje me has hecho – le confesó finalizando con un suspiro.

-¿Sí? – se rió – Suerte que se ha ido Esther, mira como huele – y le acercó la mano a la nariz.

-¡Quita! – le dijo Marta con un aspaviento y los 2 se pusieron a reír.

-Marta – les interrumpió Montxo – tú debes ser una chica bastante osada, ¿no?

-¿Por?

-Bueno, estar aquí sola, en bikini, con el agua caliente rodeada de tanto tío…

-Vaya tontería, además también está Esther.

-Bueno, ahora mismo en esta poza estás tú sola rodeada de 4 tíos.

-Bueno, yo siempre he estado rodeada de tíos generalmente, más que de chicas.

Tras acabar la frase se paró a pensar y se dio cuenta que no sonaba demasiado bien, pero creyó que se había entendido perfectamente.

-Oye, ¿y por qué no te desnudas?

-¿¡Cómo!? – le soltó David.

-Sí, claro… lo digo porque es una sensación acojonante. Probad, ya veréis.

-Ni de coña – concluyó Marta – soy una chica valiente, pero no tanto – le sonrió.

-Tú te lo pierdes – y se levantó dejando ver nuevamente su desnudez.

Marta intentó fijarse, pero si estaba en erección era imposible saberlo, la tenía demasiado pequeña y no se veía nada entre tanto pelo. Sintió un escalofrío producido por el asco que le dio aquel pene.

-¡Ostras! ¡Si el hijo puta está desnudo! – gritó Yamil.

-¡Joder! Yamil, ¿por qué no nos desnudamos nosotros? – propuso Alberto. Y a su amigo le pareció buena idea de modo que se puso de pie y se bajó de golpe el bañador.

Debido a los gritos de Yamil, Marta le estaba mirando en el momento en el que se bajó el bañador y pudo ver su larga y gruesa polla que estando flácida ya debía rozar los 20 centímetros. Le pareció desproporcionada, sobretodo en comparación con la de Montxo. Incluso las sensaciones al ver una y otra le parecieron completamente opuestas. Dejó de mirar en cuanto se percató de que no debía hacerlo y pensó que aquel tamaño debía ser debido a la raza del muchacho.

Alberto, al ver a su compañero, también se quitó el bañador, pero lo hizo sin levantarse de modo que nadie vio lo que tenía entre las piernas. Los 2 muchachos se jactaron de la nueva situación y de las sensaciones de tenerlo todo en libertad absoluta.

-¿Ves? – insistió Montxo – si no pasa nada.

Pero Marta y David lo ignoraron por completo.

Con el escándalo de los 2 chicos jóvenes regresaron los de la otra poza y se volvieron a reunir todos nuevamente. A Esther y Rubén no les hizo mucha gracia ver a Yamil desnudo que aún seguía de pie pavoneándose mostrando su instrumento todo lo que le daba la gana. Sin embargo Abel pensó que era la excusa perfecta para desnudarse delante de Marta. Lo malo es que si lo hacía tendría una erección de mil demonios y no quedaría demasiado bien así que se aguantó las ganas.

Sobre la 1 y pico de la madrugada Yamil fue a buscar algo entre sus cosas y cuando regresó a la poza le hizo un gesto a Alberto para que se acercara. Mientras lo hacía empezó a preparar las rayas para él y su amigo. En cuanto Marta se percató le entró toda la repulsa que hasta ahora no había sentido hacía los chicos a pesar de las advertencias de su novio. Cuando les vio acercarse el polvo blanco a la nariz y esnifarlo sintió un total desprecio hacia ellos.

Cuando terminaron de meterse la primera raya Montxo les preguntó si se podía apuntar. Le dijeron que sí y Yamil se sentó sobre el lateral saliendo del agua para preparar la coca. Marta volvió a fijarse en su polla que había quedado caída sobre uno de sus muslos y en cómo se hinchaba y se levantaba cuando el niño se metía la raya. Marta sintió una sensación extraña, le entraron ganas de acercarse y ver más detenidamente cómo reaccionaba aquel trozo de carne venéreo ante la droga… Detuvo aquellos pensamientos infernales y se concentró en los masajes de David.

Su mejor amigo seguía trabajándole los pies y prefirió hacerle parar puesto que notaba que algo no iba bien. Para hacerlo disimuladamente alargó la mano y le tocó el pecho en señal de alejarlo. Pero ante ella aparecieron las abdominales del chico y no se pudo reprimir a acariciarlas para sentir cada una de las tabletas. Aquello estaba tan duro… David se sorprendió, pero pensó que si era normal que él le tocara los pies también lo era que ella le tocara las abdominales.

Mientras tanto, Rubén, al ver el “espectáculo” que estaban montando los 3 desconocidos, pensó que Marta no debía sentirse muy a gusto y que no tardarían mucho en marcharse de allí. De hecho al verle la cara a su novia notó que estaba incómoda, pero esperó a que fuera ella la que dijera de marcharse, él no quería estropear la estancia de nadie.

Cuando terminaron de meterse, Montxo volvió a su posición y Alberto le siguió. Yamil se fue a la primera poza. Para hacerlo pasó justo por al lado de Marta quien tuvo la oportunidad de verle la polla más de cerca. Se fijó que también tenía mucho vello púbico, pero que eso no le impedía mostrar una gran polla. Mientras se acercaba aquello que le colgaba se iba bamboleando de un lado a otro golpeando contra los muslos del chico y a cada bandazo dejaba entrever una bolsa testicular grande en la que los huevos le colgaban como alforjas. Sin duda el chico magrebí estaba muy bien desarrollado para su edad. Cuando fue a pasar a la otra poza levantó una pierna de modo que la polla quedó colgando a escasos centímetros de la boca de Marta, que tuvo que reprimirse las ganas de chupársela. ¡Pero qué le estaba pasando! A todo esto seguían los magreos entre ella y David con lo que la calentura no bajaba. Y encima Montxo, colocado hasta arriba, continuó a lo suyo.

-Va, Marta, demuestra que eres una chica valiente y quítate al menos la parte de arriba que a tu novio no le importa – le dijo refiriéndose a David.

-Perdona, pero su novio soy yo y a mí sí me importa- le espetó Rubén.

-¡Ay! perdona, es que pensé que era él que está todo el rato pendiente de ella.

-No pasa nada – pero no pudo evitar un regusto amargo por aquella confesión. Era cierto que David había estado toda la noche pendiente de su chica, pero… era normal, era su mejor amigo y hacía tiempo que no se veían, pensó.

-Bueno – insistió el vasco – ¿qué me dices? ¿te animas? – pero Marta reafirmó la negativa.

Aquella conversación calentó más si cabe a Abel que estaba deseando que Marta se animara y poder verle los pechos que tanto había deseado. Su cabeza le estaba jugando malas pasadas llegando a pensar en sacarse la polla bajo el agua y masturbarse o acercarse a la chica y meterle mano. Se estaba empezando a obsesionar así que cuando Esther dijo que se quería marchar sintió que era lo mejor que podían hacer si no quería acabar cometiendo una locura.

Marta y David dijeron que aún se quedarían un rato más así que Rubén se vio obligado a marcharse para acompañar a la casa a Esther y Abel.

-¿Volverás? – le preguntó Marta.

-No sé, cuando llegue veré si tengo ganas, si no me quedaré ya en casa.

-De acuerdo – y se levantó para darle un beso de despedida.

Cuando lo hizo David se fijó en su amiga. Sabía que estaba buena, pero nunca la había visto desde ese prisma, sin embargo, esta vez se fijó en su vientre plano precedido de unos grandes pechos en proporción con el resto de su cuerpo. Además Marta estaba marcando pezones y David pensó que para que se marcaran en un bikini la cosa tenía que estar muy dura. Pensó si tanto sus pensamientos como la actitud de Marta se debían a las caricias que ambos se habían procurado. ¿Tal vez se habían calentado mutuamente sin querer? Muy a su pesar sintió que ojalá Rubén se quedara en casa y no volviera.

Cuando Abel se metió en la cama lo hizo pensando en Marta y soñó con haberse quedado en las pozas, haber cometido una de las locuras que se le habían pasado por la cabeza y que ella lo disfrutara. Pero sabía que eso era imposible. Lástima. Metió una mano bajo el pantalón del pijama y pensó “sarna con gusto, no pica”.

Esther se sintió una desgraciada por culpa de Montxo. Vale que Marta era preciosa y despertaba la admiración de todo tío que se acercaba a ella, pero cómo la había ignorado ese tío tan feo y gordo mientras le dedicaba todas las atenciones a su amiga le había afectado. De todas formas se acostó con la seguridad de la integridad de su amiga. Aquel tío se tendría que hacer una paja pensando en Marta pues era lo máximo que iba a conseguir de ella.

Eran las 2 y media de la mañana cuando Abel y Esther se acostaron y Rubén pensó si volver a las pozas. Por un lado quería volver y no dejar a Marta sola con aquellos 2 vándalos, un gordo salido y otro que no la dejaba a solas ni un momento. Pero por otro lado precisamente lo último que quería era ver a esos 2 críos indeseables, enfrentarse a la humillación de que piensen que otro tío era el novio de su chica o ponerse celoso por culpa del mejor amigo de Marta. Las mismas razones para ir que para quedarse. Pensó que era un sinsentido y decidió no volver.

-Bueno, ahora que se ha ido tu chico, sí que no tendrás impedimentos en quitarte eso – insistió Montxo una vez más señalando la parte de arriba del bikini de Marta.

¡Qué tío más pesado! pensó. Y fue Yamil quien a su espalda la sorprendió.

-¡Déjala! No ves que es una mojigata. No sé qué cojones se pensará que es, como si lo que guarda ahí fuera un tesoro. – Alberto se rió.

David estaba a punto de saltar, pero Marta se dio cuenta y lo quiso impedir para que las cosas no se fueran de madre.

-Está bien – dijo evitando la reacción de su amigo – me lo quitaré si él también se queda desnudo – dijo señalando a David quién parecía aturdido ante aquella respuesta.

Marta, al oír las palabras de Yamil sintió una punzada, como si le hubieran tocado el orgullo y quiso dejar claro a aquel niñato que ella no era ninguna mojigata. De todas formas pensó que David no entraría en el juego así que pensó que aquella era la mejor respuesta que podía ofrecer. Sin embargo…

-Está bien, si así lo quieres… – y David se sacó el bañador sin salir del agua.

¡Madre mía! La cara de sorpresa de Marta era más que evidente. No sólo ahora se veía obligada a desnudar su pecho sino que… no se veía mucho pues había poca luz, pero su mejor amigo seguía a su lado y, desdibujada por el agua, la polla de David no parecía pequeña precisamente… Sin saber cómo se había metido en esa situación, se encontraba rodeada de 4 tíos completamente desnudos y sintió cómo los pezones empezaron a dolerle. Pensó que ya que tenía que cumplir y liberarlos podría masajearlos discretamente para evitar momentáneamente el dolor. Y así lo hizo. Cuando se despojó de la parte superior del bikini se quedó inmóvil con el agua a la altura de su cuello para evitar que cualquier pudiera ver lo que ella no pretendía enseñar.

-¡Muy bien! Ahora relájate y verás cómo la sensación con el agua caliente es mucho más placentera sin ropa de por medio – Montxo ya había conseguido parte de lo que quería.

-¿Quieres una cerveza? – le propuso David.

-Está bien, pero ¿podrás acercármela tú? – ella no quería moverse ni un ápice.

-Claro – le dijo él con una risotada y se acercó a Montxo. Allí se quedó un rato conversando.

Como Marta no quería moverse y la noche cada vez estaba más cerrada no divisaba del todo bien quién era quién entre David, Montxo y Alberto que estaban hablando sobre cervezas. Ella tenía las piernas estiradas y sintió como alguien juntaba sus pies con los suyos, planta con planta para jugar subiendo y bajando a un lado y a otro las piernas sin separar las suelas. Supo sin duda que era David. Sin embargo, cuando llevaba un rato vio más claramente que se trataba de Alberto, el chico pequeño que había llegado junto a Yamil. Rápidamente Marta encogió las piernas y le pidió perdón.

-Disculpa, te había confundido con…

-No tienes que pedir perdón – le cortó el chico – además, ¿con quién me has confundido? si tu novio no está… ¿o acaso es que te doy asco o algo por el estilo?

-No, no es eso – se asustó Marta al recordar las advertencias de Rubén – es que… como comprenderás… no dejo que cualquiera me toque los pies…

-Ya… tranquila, te entiendo – le dijo terminando la conversación con brusquedad.

Marta se tranquilizó y se fijó en David quién se había levantado y volvía con la cerveza. Se quedó expectante, tenía ganas de vérsela, simple curiosidad. Tantos años de amistad y nunca habían hecho ni tan siquiera referencia a ello. Y la espera no defraudó. David tenía una verga larga, más fina que la de Yamil, pero que no tenía nada que envidiar al marroquí en cuando a extensión. La visión de la polla de su amigo volvió a calentarla y se olvidó de sus pechos desnudos cuando se alzó para recoger la lata.

Se oyeron vítores de los chicos cuando los hermosos senos de la dama aparecieron entre las aguas como si de un submarino se tratase. Las aureolas abarcaban un gran terreno del seno y los pezones completamente erectos desafiaban a los muchachos.

-¡Ay! – Marta reaccionó en seguida tapándose con un brazo y volviendo a meter los pechos bajo el agua. – Perdón – espetó con toda la timidez del mundo.

Ahora se oyeron abucheos que fueron seguidos de risas a las que también se apuntó la propia Marta.

Una vez a su lado David continuó el masaje de pies y ella directamente le arañó las abdominales, pero él no se quejó. Marta pensó lo cerca que tenía el pene desnudo de su amigo y tenía que refrenar las ganas de bajar la mano hasta su entrepierna. En ese momento volvió a pasar Yamil mostrando su enorme rabo y Marta deseó… finalmente bajó la mano hasta tocar los pelos púbicos de su amigo. Allí se entretuvo enredando sus dedos, pero no bajó más, no debía hacerlo.

David no se esperaba que ella hiciera eso y, caliente como estaba, empezó a subir sus manos por las piernas de Marta hasta llegar a sus muslos…

-¿No te importa? – le preguntó temeroso.

-No subas más, ¿vale? – quiso limitar la situación cuando sintió cómo otra mano le acariciaba los pies. Se preguntó si David podía llegar hasta allí abarcando tanto terreno. Claro que no podía – ¡¿Qué haces?! – le preguntó enfadada Marta a Alberto, su improvisado nuevo masajista.

-Nada, pensé que no te importaría después de haber estado “jugando” antes.

-Pues sí mi importa. ¡Largo! – y el chavalín le hizo caso.

Cuando Yamil volvió lo hizo con una nueva sorpresa. Pastillas de anfetaminas. Esta vez ofreció a todo el grupo, pero sólo él y Alberto las tomaron.

-Paso, chavales, con la coca tengo suficiente – dijo Montxo.

-No deberíais hacer eso… – les recriminó David haciendo referencia a la mezcla entre alcohol y drogas que estaban tomando.

Marta no dijo nada, pero pensó que aquello acababa de cortar todo el buen rollo que se había creado. Y volvió a sentir desprecio por los 2 niños pequeños que se pensaban que aquello era una especie de discoteca de Ibiza. Y sintió ganas de irse a casa, pero antes pensó fugazmente si las pastis tendrían el mismo efecto sobre Yamil que la coca. ¡Maldita sea! Otra vez aquellos pensamientos libidinosos que le hacían olvidar el asco que sentía por aquel comportamiento. Pero cuando finalmente desaprobó definitivamente aquella actitud, Yamil le dio la solución a sus dudas. El chico se acercó a ella, de pie a menos de un metro, y se tomó la pastilla. Esta vez la polla no reaccionó y Marta le dio un empujón en el muslo.

-Aparta de aquí – le gritó – no te acerques y menos para tomarte esa mierda delante de mí.

-¿De verdad que no quieres? Seguro que se te quita esa amargura que tienes y disfrutas de la noche como lo hacemos Alberto y yo.

-Pero es que yo no necesito nada para disfrutar. Ese es vuestro problema, que tenéis que meteros mierda para sentir o experimentar cosas que yo siento y experimento de forma natural.

-Pues aún te quedan cosas por experimentar, – intervino Montxo – aún puedes quedarte completamente desnuda y así nos demostrarás que no necesitas drogas para experimentar.

-Buen intento – soltó David, entre risas, que ya se esperaba algo así por parte del señor vasco.

-Bueno, puedo experimentar dejando que un niño pequeño me toque los pies – y miró a Alberto.

-Sí, claro, niño pequeño… – se quejó, pero respondió rápidamente – venga, vale. – y alargó los brazos para acariciar nuevamente los ya sobados pies de la chica.

-Pues podrías experimentar con más gente – se reía Montxo.

-Lo siento, contigo no quiero experimentar nada.

-¿Quieres decir que con algún otro de nosotros sí? – preguntó sagazmente.

David no creyó que Marta respondiera a eso. Aunque aquella noche estaba más desatada que nunca, era inviable que ella tuviera un comportamiento más allá de lo que hasta ahora había sucedido, que ya le parecía mucho. Pero pensó que, si fuera posible que ella contestara sería con él con quién querría experimentar lo que fuera. O tal vez eran las ganas de que eso sucediera las que le hacían pensar así.

-Lo siento, pero no voy a contestar a eso. – ¡Bien! David había acertado.

-¡Sosa! – le espetó jocosamente Montxo.

Marta se guardó la respuesta pues se asustó sólo con pensarla. Estaba demasiado desinhibida. Ella no era así, no necesitaba esto, jamás lo había buscado, ella tenía más que suficiente con Rubén… despertó de sus pensamientos cuando notó tantas manos acariciándola. David seguía acariciando su muslo izquierdo, ahora la parte interna, pero Alberto había dejado de tocarle los pies y le estaba acariciando los gemelos y subiendo. No sabía qué hacer, cómo reaccionar, se le agolpaban los pensamientos y las sensaciones y no podía pensar con claridad. Se dio cuenta que su mano estaba aún hundida en los pelos del pubis de David así que no le pareció bien decirle nada a él. Quería parar a Alberto cuando notó como David llevó uno de sus dedos hasta la tela de su bikini. Se olvidó del adolescente y se centró en lo que su mejor amigo pensaba hacer…

David vio que aquello estaba descontrolado. Efectivamente Marta no respondió a Montxo, pero estaba dejando que Alberto la sobara a conciencia. Él había respetado el límite que ella le había marcado, pero si no hacía nada sería un chico de 18 años a quién no conocía el que acabaría llegando a donde a él le habían prohibido así que se envalentonó y, a costa de la posibilidad de perder la gran amistad que le unía a Marta, llevó su dedo hasta su entrepierna. Al ver que ella no se lo impedía, pasó el dedo por su sexo frotándoselo primero con suavidad y luego con mayor brusquedad. Acto seguido comenzó a apartar la tela del bañador y ella abrió más las piernas para que tuviera mejor acceso. David repitió la maniobra pero esta vez sin tela de por medio, sintiendo los labios de la vagina que estaban hinchados por la excitación de su mejor amiga.

Marta no sabía cómo reaccionar. Cuando David le separó la tela abrió las piernas instintivamente, pero eso dio alas a Alberto que parecía coger confianza y cada vez la magreaba más cerca de su sexo. No quería bajo ningún concepto que el chaval llegara a su objetivo, pero si lo hacía sentía que se correría al instante. Así que decidió parar la situación de raíz.

-¡Ya vale! – dijo levantándose de golpe y recolocándose rápidamente el bikini. Esta vez no le importó mostrar los pechos – me voy al río, necesito un poco de agua fría. – ¡Y tanto que la necesitaba con el calentón que llevaba encima!

-Está bien, yo te acompaño – le dijo Montxo – y así aprovecho que ayer no probé lo del cambio de temperatura. – A Marta no le importó.

Al llegar al río, esta vez Marta sí pudo observar que Montxo tenía una erección, pero volvió a pensar que era prácticamente imperceptible. Ella se tumbó en el río y dejó que el frío la inundara. Sintió sus músculos reaccionar, pero lo más importante, notó como la excitación iba disminuyendo. Pero no era lo único que disminuía. De reojo pudo ver cómo la erección de Montxo iba desapareciendo hasta ser su pito lo que desaparecía por culpa del frío a pesar de tenerla allí a su lado, semidesnuda, tumbada en el suelo con los pechos al aire y los pezones tiesos como rocas.

Cuando se notó lo suficientemente calmada le dijo a Montxo de volver. Al subir por el terraplén estuvo a punto de caerse así que el hombre mayor se ofreció a ayudarla. Desde arriba le dio la mano y cuando estaba a punto de subir el señor le puso la mano en el culo para darle el último empujón. A Marta no le hizo especialmente gracia, pero tampoco le dijo nada.

Montxo, al ver la indiferencia de la hembra, la cogió de la cintura. Necesitaba tocar carne aunque sólo fuera el magnífico vientre moreno de aquella mujer 15 años menor que él. Ella no reaccionó así que empezó a frotarle la espalda, los brazos… mientras llegaban a las pozas con la excusa de quitarle el frío. Cuando Montxo pasó al vientre y fue subiendo en dirección a los senos de la chica ella le cortó.

-Montxo… que está usted muy mayor para esto – le soltó para quitar hierro al asunto.

-Y tú para dejarte calentar por chavales de menos de 20 años – le contrarrestó él.

-Yo no me he calentado…

-Así que admites que te han hecho algo aunque no te hayas calentado – la cortó. Marta maldijo la labia del tío del País Vasco.

-Yo no he dicho eso…

-¿Qué pasa? – les interrumpió David.

-No pasa nada, ¿verdad, Montxo? – le dijo mirando desafiante a su “partner” dialéctico.

-Nada, nada…

Marta parecía encontrarse mucho mejor. Lo malo es con qué cara iba a mirar ahora a David. ¿Y Alberto? ¿Qué pasaría si intentaba un nuevo acercamiento? Por Montxo no debía preocuparse. Pero ¿y de Yamil? había estado pasivo con ella durante toda la noche, pero ¿y si le daba por dejar de serlo? ¿y si simplemente le volvía a dejar ver aquella magnífica polla que…? ¡Alto! ¿Es que acaso quería volver a calentarse? Debía dejar de tener esa clase de pensamientos. Es más, debía marcharse ya de allí. Se lo iba a decir a David cuando…

-Marta, me parece injusto que nosotros estemos en bolas y tú no – insistió una vez más el pesado de Montxo.

-Perdona, pero si estás en bolas es porque tú lo has decidido. Nadie te ha obligado.

-Ahí te ha dado – soltó David jocosamente.

-Bueno, precisamente David se ha desnudado por ti. No deberías hacerle ese feo.

-Perdona, pero a mí no me está haciendo ningún feo.

-Está bien, está bien – siguió el vasco – ¿al menos nos dirás ahora con quién de nosotros quieres experimentar?

¿Será cabrón? pensó Marta. El muy perro tenía razón, no había respondido a esa pregunta cuando en realidad sí había respuesta. Intentó despistarle con otra pregunta.

-Primero tendría que saber quién de vosotros está dispuesto a dejar que experimente con él.

-Creo que eso está claro, nena – le respondió Montxo.

¡Uy! ¡Nena! Qué mal le sonó eso a Marta.

-¿Sí? Pues yo no lo tengo claro – intentó ponerlo entre la espada y la pared con la esperanza de que dejara ya el temita. Pero el tío insistía sin parar.

-A ver, chicos. ¿Quién no se dejaría experimentar por Marta?

Silencio.

Todos pensaron que estaba claro, que era una respuesta obvia. Todos menos uno.

-Yo – dijo Yamil – a mí esta zorra ni se me acerca.

¡Será…! Marta intentó calmarse, aunque le doliera ese rechazo vio la posibilidad de escapar del embrollo.

-Lástima… era con Yamil con quien quería experimentar así que…

David no se lo podía creer, aunque pensándolo bien Marta había sido lista. Desde que había vuelto del frío río su actitud había cambiado y aunque él se quedara con el calentón, prefería ver a la Marta de siempre. Ahora había llevado la conversación a su terreno y había conseguido dar esquinazo a las marrullerías de Montxo. No obstante, no pudo evitar sentir una pequeña decepción a oírla decir el nombre del magrebí ante aquella pregunta. ¿O tal vez la decepción era por no haber escuchado su nombre?

-¿Y qué quieres experimentar con él? – dijo Montxo.

¿Pero es que este tío no se cansaba nunca? pensó Marta.

-Da igual, si él no quiere…

-Prueba a ver… o tal vez podrías hacerlo con algún otro, ¿no?

-¡Ni de coña!

-Vaya… veo que tienes claro que ha de ser con él…

Y tenía razón. La respuesta verdadera a la pregunta seguía siendo Yamil y pensó si responder a la nueva pregunta serviría para que la dejara en paz. Y si lo hacía… ¿mejor decir la verdad o inventarse algo? Suponía que daba igual puesto que el cabrón del marroquí no quería nada.

-Está bien. Te respondo si prometes dejarme en paz. Cuento lo que me gustaría experimentar con Yamil y me voy a casa, que ya es tarde – eran las 4 de la mañana.

-Prometido – “Lo prometido es deuda” pensó ella.

-Bien, me gustaría experimentar con Yamil… – decir la verdad o no… no sabía qué hacer ni tenía tiempo para decidirlo así que dijo la verdad – … me gustaría ver y palpar sus testículos – le parecieron enormes bolas bamboleantes, pero no llegó a verlo con claridad y le apetecía quitarse la duda. – Ya está. Ya lo he dicho. Nos vamos.

Pero antes de que Montxo pudiera contestar se oyó a Yamil.

-Espera. He cambiado de opinión. Puede experimentarlo.

¡¿Qué?! Ahora que estaba a punto de marcharse al criajo se le ocurre cambiar de opinión… o tal vez… tal vez le había jugado una mala pasada y había dicho que no desde un principio para llegar a esta situación. Aquello se salía de madre, era demasiado. Debía salir de ahí inmediatamente, pero entonces Yamil se plantó delante de ella nuevamente con la polla a la altura de su cara.

-Aquí los tienes. Experimenta.

Los demás estaban expectantes por saber cómo reaccionaría la chica. Alberto estaba convencido de que experimentaría. Conocía a su amigo y sabía que ninguna chica se resistía a él y menos tras verle desnudo. Yamil no solo tenía una polla enorme, sino que estaba completamente fibrado. No era guapo, pero tenía un aire de lo que era, de macarra, que a las chicas les encantaba.

Montxo no sabía lo que pasaría, pero deseó que sus esfuerzos durante toda la noche para llegar a esa situación valieran la pena y la chica se envalentonara y experimentara tal y como había dicho que quería hacerlo. Si lo hacía estaba claro que ya no habría marcha atrás.

Por el contrario David pensó que Marta no caería. Había estado luchando para evitar esa situación y estaba tan cerca de lograrlo… nunca ningún chico, por pesado que se hubiera puesto, había conseguido nada con Marta y estos no iban a ser más. Además estaba convencido que todo lo que había dicho se lo había inventado para evitar lo que los tíos aquellos pretendían.

-Así no puedo acceder a los testículos – sorprendió Marta haciendo clara alusión a que la polla de Yamil se interponía en su camino.

-Nadie dijo que fuera fácil – le espetó Yamil – si algo te molesta apártalo tú misma.

¿Qué estaba insinuando? ¿que le tocara la polla? David supo que Marta no lo haría, pero… Marta agarró, con dos dedos de su mano derecha y suma delicadeza, la polla del niño. Sintió el grosor, el peso, el tacto y cómo se le escapaba de los dedos. Tuvo que emplear el resto para poder sujetarla y acomodarla contra el pecho del muchacho. Así tuvo acceso directo a la bolsa testicular del chico. Primero la miró y, como se había imaginado, era grande. Los huevos le colgaban hasta unos diez centímetros desde la base, más o menos a la mitad de la polla en estado flácido. Le pareció impresionante y se limitó a cumplir con la experimentación. Alargó la mano libre y le palpó los huevos. Primero subiéndolos y bajándolos con la palma de la mano abierta, después los frotó a conciencia y, por fin, caliente como estaba, se agachó para lamérselos.

-Alto ahí – la paró Yamil. – En esto no habíamos quedado.

-¿Cómo? ¿Me estás diciendo que no quieres que te la chupe? – No era su intención, pero le sorprendió que el niñato tuviera ese autocontrol.

-A mí no – la desconcertó.

-¿A ti no? ¿A quién?

-A mi amigo – le dijo señalando a Alberto.

Eso sí que era imposible pensó David. Marta podía haberse excitado por el miembro de Yamil, pero el de Alberto ni había asomado así que era imposible. Además, mientras el marroquí estaba fuerte y tenía un halo de superioridad, Alberto era un chico del montón, ni guapo ni feo, ni fuerte, ni fofo, además de que parecía mucho más crío que Yamil, no aparentaba ni los 18 que tenía. Seguro que Marta no se iba a excitar con él.

-Está bien – sorprendió a todo el mundo – pero con una condición.

-Dime – le siguió Yamil.

-Que luego dejes que te lo haga a ti.

-Por un amigo lo que sea – dijo sin perder el aire de superioridad que tenía.

A Marta le pudo la autosuficiencia de Yamil. Cuánto más le negaba algo ella más ganas tenía de conseguirlo sólo por fastidiarlo. Así, cuando él le negó chuparle los huevos sintió frustración por sentir cómo por primera vez un hombre la hacía sentir inferior. Eso, unido a la magnífica polla del niñato, forjaba que pudiera hacer cualquier cosa por chupársela.

Y por fin Alberto salió del agua y mostró su polla por primera vez. La tenía morcillona cosa que a Marta le gustó aunque sólo fuera por displicencia a Yamil. Su polla no era tan larga como la de David y el marroquí, más bien era bastante normal, pero sin embargo era mucho más gruesa. Y el glande aún lo era más, unos centímetros más grueso que el tronco de la polla de forma que parecía un pene casi irreal. De todos modos, le apeteció meterse aquello en la boca y sentir aquellas desproporciones a través de la lengua.

En cuanto se la metió en la boca, la polla de Alberto se puso dura como una piedra y rígida como el metal. Cada vez que realizaba una chupada debía saltar como si de un escalón se tratara del glande al tronco y del tronco al glande. Le gustó la sensación. Antes de acabar, Marta empezó a rodear el grueso glande con la lengua hasta que notó que el chico se iba a correr. No pensaba mancharse con la corrida así que dirigió la polla hacia fuera de las pozas. Tampoco le apetecía que dejara una colonia de pequeños Albertitos blancos nadando por las aguas termales.

-Ahora te toca a ti – le dijo a Yamil con una sonrisa maliciosa que intentaba provocarlo. Pero el chaval no parecía impresionado.

-Como quieras – dijo sin moverse del sitio. ¡Cómo odiaba Marta esa indiferencia! Se acercó a él, que ni se inmutó y volvió a cogerle el pollón.

Esta vez sopesó bien lo que tenía entre manos y pudo notar el enorme peso de aquella barbaridad de la naturaleza. Sintió cómo se excitaba más ahora que estaba casi completamente desinhibida. Volvió a llevar la polla contra el vientre del joven para volver a la posición en la que se quedó antes de que él la repudiara y le lamió los huevos como intentara previamente. Esta vez, el pequeño marroquí se dejó hacer. Mientras le lamía los testículos empezó a masturbarlo y empezaron a aparecer los primeros síntomas de excitación en el muchacho. Ella empezó a notar cómo aumentaba el peso de lo que tenía en la mano y, sobretodo, el grosor. Ya no podía abarcar el tronco con la mano, igual que con la polla de Alberto. La sorpresa fue cuando dejó de chuparle el escroto para visionar el crecimiento de la polla. Aquello ya debía rondar los 25 centímetros y aún no estaba completamente erecta. Marta se sirvió de las 2 manos para seguir con la paja mientras miraba a Yamil cuya cara ya había cambiado de expresión. Se sintió poderosa y se llevó el pollón a la boca. Se dio cuenta que aún con las 2 manos aferradas al tronco y la polla metida hasta la garganta le faltaban un par de centímetros para cubrirla completamente. Eran los 2 centímetros que ganó el pene de Yamil en la boca de Marta para llegar a sus totales 27 centímetros.

Alberto parecía que ya se estaba recuperando. Muestra de ello es que ya se estaba masturbando viendo cómo aquella mujer espectacular le mamaba la polla a su amigo. No tardó en ponerse a tono nuevamente y pensó que era hora de que, como tantas otras veces, se las chuparan a los 2 juntos. Así que se acercó a Marta. Esta le vio con el rabillo del ojo y alargó la mano para sustituirle en la masturbación.

David no se podía creer lo que estaba viendo. Su mejor amiga, la chica más sexy y, al mismo tiempo, más centrada y racional que conocía estaba de rodillas mamando y pajeando la polla a dos niños que estaban de pie frente a ella y que tenían prácticamente 10 años menos. ¿Cómo era posible? La misma Marta le sacó de la Babia.

-Ven, acércate – le dijo girándose y haciéndole un gesto con la mano para que se uniera al trío.

Cuando Marta se giró buscando a David se encontró con que su mejor amigo estaba completamente empalmado, señal de que no le reprocharía lo que estaba haciendo, ni mucho menos lo que iba a hacer. Se sintió ligeramente aliviada.

La polla de David en erección era muy larga. Parecía menos espectacular que la de Yamil porque era más fina, pero debía medir cerca de los 25 centímetros. ¡Impresionante! Tantos años al lado de ese semental, compartiendo tantas cosas y… ¡qué ganas tenía de chupársela y darle todo el placer que se merecía por haber sido tan bueno con ella durante tanto tiempo!

David se puso de pie al lado de Yamil con lo que ella se separó de la polla del marroquí y se amorró a la de su amigo girando la cabeza hacia la izquierda mientras seguía masturbando a los 2 jovenzuelos a cada uno con una mano. Al poco rato Alberto volvió a correrse. El chico no parecía aguantar mucho aunque parecía recuperarse con facilidad. Esta vez Marta no pudo estar por todo y el semen se esparció por el agua menos el primer y más potente chorro que fue a parar sobre hombro de la chica. Ella se separó de los otros 2 un momento para limpiarse con asco los restos de Alberto con la misma agua de las pozas.

Marta se quedó a solas con las 2 grandes pollas de la noche. Agarró cada una con una mano y comenzó a intercalar chupadas y lametazos a uno y otro lado. Estos parecían tener más resistencia así que se convenció que el resto de la noche sería larga. Eran casi las 5 de la mañana.

Mientras se concentraba en los 2 machos que tenía agarrados, Marta no vio venir a Montxo quien se había portado hasta ahora. El vasco se acercó por detrás de ella mientras David cerraba los ojos para contener el placer que le proporcionaba su amiga. Marta notó que alguien hurgaba en su entrepierna. Pensó en Alberto que ya debía volver a tener ganas de marcha. Pero se giró y se asustó al ver al señor mayor. No se lo esperaba.

-No, no… – le dijo con toda la picardía que pudo acompañado con un movimiento de cabeza como negativa.

-No me jodas… ¡mira cómo estoy! – le dijo señalando su micropene erecto.

-Chico, si es que ahí no veo nada – se burló de él. No quería ser mala, pero es que aquel tío no… no la ponía nada. Era un imposible.

Él insistió, esta vez buscando lo mismo que los demás. Se puso de pie frente a Marta entre los 2 sementales suplicando con la carita más triste que pudo poner. A ella le hizo gracia y pensó “lo que no mata, engorda”. Y hundió la cara en el matojo de pelo lacio que tenía aquel tipo en el pubis. A duras penas, Marta pudo encontrar la polla de Montxo e intentó chupársela aunque no era fácil. Mientras lo hacía inexorablemente tuvo que desatender a los otros 2 que se esforzaron por buscar otros entretenimientos.

David comenzó a masajear los turgentes pechos de su amiga. Jamás se imaginó que fueran tan perfectos. Le excitaban aquellas aureolas que le ocupaban buena parte de la redondez. Tenían el tamaño perfecto, lo justo para poder abarcarlos completamente con la mano sin que falte ni sobre nada. Notó los pezones y ahora supo porque los marcaba a través del bikini. Eran grandes y estaban completamente duros.

Por otro lado, Yamil, ahora más activo, se dedicó a buscar el tesoro que Marta le había negado a Montxo. Se sentó y metió la mano entre las piernas de Marta para buscar su sexo que quedaba a escasos milímetros del agua. Primero le rozó la parte interna de los muslos, pero no se recreó y rápidamente le separó la tela para encontrarse con un coño completamente lubricado. Yamil metió sus dedos en la raja de Marta y los sacó completamente empapados para llevárselos a la boca y saborear las mieles internas de aquella hembra.

Marta pudo reprimir las nauseas que le provocaba Montxo gracias a las atenciones de David y Yamil. Era mucho mayor el placer que esos 2 le provocaban que el asco que sentía por el gordo. Para poder chuparle la polla tenía que ladear la cabeza para evitar la barriga y si hacía algún movimiento brusco perdía la referencia y tenía que volver a buscarle el pene chupando a ciegas. Era una mezcla entre desagradable, grotesco, ruin, sucio o humillante y morboso, diferente, desafiante, tierno o lujurioso.

Yamil ya le había bajado el bikini hasta las rodillas y la estaba masturbando con tales sacudidas que cada vez que sacaba los dedos del coño de Marta salían disparados sus flujos vaginales. Cuando David apretó uno de sus pezones se dejó llevar por el océano de sensaciones que la situación le provocó. Apretó su cara sobre la peluda barriga de Montxo y explotó inundando la poza con su monumental corrida.

Montxo aprovechó para llevarse la mano a la entrepierna y, con dos dedos, masturbarse para correrse rápidamente sobre Marta antes de que recobrara el control. Montxo no tardó ni 10 segundos en soltar un único chorro de semen sobre las tetas de la mujer. Esta reaccionó al instante.

-¡¿Pero qué haces?! – ya había dejado claras señas de que no le gustaba el contacto con el semen – Serás cerdo… – y se apartó de él para sumergirse en el agua y limpiarse el resultado del orgasmo del hombre de 43 años. – No se os ocurra a ninguno hacer algo parecido – dijo saliendo del agua mientras se quitaba la parte de abajo del bikini – Si cae algo por descuido como ha sido con Alberto, vale, pero a mí no me gusta el semen así que nada de correrse encima, y mucho menos en la cara ni, por supuesto, boca. Jamás lo he probado, ni ganas.

-¿Y corrernos dentro podemos? – la sorprendió Alberto que parecía recuperado.

-Creo que nadie ha hablado de follar.

-No, es cierto – dijo Montxo jadeante – pero si quieres lo hablamos ahora.

Las risas de Alberto y Yamil fueron estruendosas.

-Ya sabes que no has de hacer nada que no quieras – le recordó David.

-Lo sé – confirmó ella con indignación – lo sé. – Y pensó todo lo que había hecho que no quería hacer. Se asustó de hasta dónde estaba dispuesta a llegar.

Por el momento se dispuso a continuar donde lo había dejado. Esta vez se llevó a los chicos al lateral de la poza para que se sentaran y echaran para atrás sus cuerpos mientras dejaban las piernas en contacto con el agua. Así, las 2 pollas de 25 o más centímetros quedaron desafiantes mirando al cielo. Ella se acercó y primero le dedicó unos segundos a los huevos de Yamil, a ese espectacular escroto que parecía tener vida propia debido a su tamaño y longitud. Para que no se impacientara alargó la mano derecha y masturbó a David mientras se dedicaba al joven.

Mientras, esta vez fue Alberto quien se acercó por detrás. Llevó su mano al culo de Marta y lo apretó con destreza. Ella echó un vistazo hacia atrás y al ver su nuevo invasor hizo un gesto de aprobación.

-Tan cerca que lo tuve antes… y ahora, por fin, tengo acceso a tu sexo… – le indicó Alberto.

-¿Ya estás de vuelta otra vez? – ironizó ella – Sí que te recuperas rápido, chico – “Juventud, divino tesoro” pensó.

Él exploró todo su sexo: labios, clítoris, cavidad interna e hizo pequeñas incursiones en su ano. Ella no parecía molestarse. Se levantó y, con la polla, totalmente tiesa otra vez, la golpeó en la espalda.

-Va… déjame que te la meta…

-No.

-Va, por fa…

-No…

-Joder…

-No puedo…

-Solo un poquito…

-Lo siento…

Marta se sintió realmente apenada por el muchacho, parecía realmente deseoso de penetrarla, pero no podía permitirlo. Eso no. De repente, algo la sorprendió. Notó algo grueso y caliente que lamía su sexo. Era la polla de Alberto que se la estaba restregando por todo el coño.

-Alberto… – le dijo con calma.

-Tranquila, que no habrá penetración si no quieres. Pero ya querrás, ya.

Ella se rió y le dejó hacer. Lo cierto es que aquellas friegas de polla la estaban poniendo a cien. Pensó en aquel enorme glande tan cerca de su coño y que un simple gesto del espabilado adolescente haría que lo notara dentro y…

Alberto notó como al poco rato de pasarle la polla por el coño, Marta empezó a lubricar nuevamente. ¡Qué tía más cachonda! pensó. Así que no desistió en las caricias.

Con las nuevas sensaciones que le producía el más joven de sus amantes, Marta no se vio venir la corrida de Yamil. Justo estaba acercando su boca a la polla del muchacho mientras no paraba de masturbarlo con la mano izquierda cuando el marroquí descargó toda su lefa, que no era poca. Marta tuvo tiempo de cerrar la boca, pero no pudo evitar que el primer chorretón le alcanzara el pómulo, la frente y el resto se escapara hacia el pelo. Instintivamente se habría retirado, pero en aquella ocasión el instinto le dijo que se quedara a recibir el siguiente chorro y los sucesivos. El segundo no parecía haber perdido fuerza y le espetó con violencia en los labios sellados a fuego, las salpicaduras del impacto le mancharon la nariz y el párpado. Los siguientes chorros sí parecían perder ímpetu, pero aún soltó 6 más que Marta recibió en la cara con toda la lascivia que tenía escondida.

-¡Joder…! Y a ti no te gustaba el semen… – le recriminó Montxo.

Todos miraron a Marta con cara de expectación y vieron su precioso rostro moreno en contraste con todo el blanco que le chorreaba por la cara.

-Mierda… – dijo ella casi sin poder hablar por la leche que le colgaba de los labios. – me ha pillado de improviso – mintió definitivamente.

Se separó de los chicos y hundió la cara en el agua para limpiarse todos los restos de lefa magrebí juvenil.

-Bueno, ya sólo queda uno. – dijo al terminar de limpiarse y se dirigió nuevamente a su amigo.

-Marta, esto que estás haciendo es maravilloso. Jamás pensé en ti como alguien que… pero, en serio, lo estoy disfrutando mucho – le dijo mientras se acercaba.

-Calla y disfruta – le aconsejó Marta mientras le agarraba la polla y se la metía en la boca.

Tras unos minutos Marta, esta vez sí, notó que la corrida de su mejor amigo era inminente. Él la apartó y se giró en el suelo para ladearse y echar la leche en la piedra, pero Marta lo empujó para volver a ponerlo de espaldas.

-Si estos desgraciados me han tocado con su semen tú no vas a ser menos, de hecho vas a ser más – y acercó su boca al glande de David convencida de recoger todo lo que llegara.

Para David eso fue demasiado y explotó en la boca de su amiga. El primer fuerte chorro de lefa le llegó hasta la campanilla y estuvo a punto de soltarlo todo por culpa de la primera nausea. Era la primera vez que probaba el salado semen y, unido a la gran cantidad y la fuerza con la que su amigo lo soltaba, lo más normal hubiera sido que hubiera acabado potando, pero después de los 2 primeros e intensos chorros se acostumbró y pudo retener todo aquel espeso líquido hasta el punto de apreciarlo lo suficiente como para no arrepentirse de haberlo hecho. Cuando notó como los espasmos de David desaparecieron, Marta se apartó y abrió la boca dejando caer en la orilla de la poza todo el semen que había retenido.

Cuando pensó que todo había acabado, el insistente Montxo volvió a la carga.

-Supongo que si tragas lefa después de todo lo que nos has dicho, no te negarás a que te follemos, ¿no?

-Perdona, pero no me la he tragado – y lo demostró señalando el charco que había formado la mezcla de semen y babas que acababa de escupir.

-Es cierto, lo único que te has tragado han sido tus palabras – concluyó Yamil.

-Tío, no te pases – le recriminó David.

-Está bien, chicos, no discutáis – intervino Marta para proteger a su amigo.

-¿Te lo piensas entonces? – insistió el vasco como siempre.

Marta no contestó. Se limitó a echar un vistazo a su alrededor y contemplar el panorama. A su espalda, más alejado que el resto, estaba Alberto, de pie, con la polla completamente erecta. Se fijó en las gotitas que salían del enorme glande y pensó que debería estar a punto de correrse por tercera vez. A su izquierda estaba el chico de origen marroquí sentado en el lateral de la poza, con aire chulesco y con la polla completamente flácida. Deseó tirárselo. David seguía tumbado en la misma posición en la que le había hecho la mamada y con la polla morcillona sobre su vientre debido al flamante orgasmo. A su derecha quedaba Montxo, de pie, quien se acercó peligrosamente.

-Venga, no seas tonta… – le dijo mientras le acariciaba suavemente uno de sus senos. – si sé que lo estás deseando.

Marta quiso evitar las caricias del viejo gordo así que se limitó a dejar de pensar y dejarse llevar.

-Tú, ven aquí – le espetó a Yamil mientras se alejaba de Montxo. El joven la seguía con la mirada.

Marta llegó a la altura del adolescente y le agarró la polla mientras pasaba a la poza contigua. En un movimiento acompasado Yamil giró sobre sí mismo dando la espalda al resto de chicos. Marta, sin soltar el cipote, se arrodilló y volvió a chupársela.

Cuando aparecieron nuevamente los 27 centímetros, Yamil se levantó sujetando a Marta por los brazos y alzándola mientras le daba la vuelta. En un rápido movimiento bajó su mano derecha para levantar la pierna de la chica colocándola sobre las piedras del lateral de la poza. Con la otra mano se agarró el instrumento y lo acercó al coño de Marta.

Ella no se esperaba la reacción del chico cuando se levantó y la apartó de su polla. Cuando se quiso dar cuenta estaba a su merced y a punto de ser penetrada por aquel mástil. Ella no quería, pero al mismo tiempo lo estaba deseando. No quería que aquello sucediera, pero la lujuria pudo con ella y se dejó hacer sin decir nada. Cuando sintió el inicio de la penetración creyó que se desmayaría. Nunca nada tan grande la había habitado. Cerró los ojos y dejó que el chico le diera placer con cada embestida.

Yamil terminó, sacando la polla y manchando la espalda de su compañera. A Marta ya no parecía importarle demasiado el contacto con el semen. Tras limpiarse volvió a la poza central.

-Lo siento mucho, Montxito, pero creo que tú te quedarás sin premio – le dijo con una larga sonrisa para hacerlo rabiar.

-Serás puta… – ella le ignoró y se dirigió a David que seguía tumbado en la misma posición, pero su polla se había recuperado viendo el espectáculo que acababa de ofrecerse en la otra poza.

Marta pasó una pierna sobre su amigo para ponerse a horcajadas sobre él. Comenzó a bajar lentamente mientras David dirigía su polla hacia el chocho de Marta. Cuando ella llegó a los 25 centímetros que le separaban de David se detuvo y él únicamente pudo restregarle el glande por el coño. Ella volvió a subir separándose de él, desesperándolo, haciéndole desearla más. Repitió la operación y su mejor amigo volvió a mover su polla rozando los labios vaginales de Marta que se deshacían a cada caricia. Por fin Marta le perdonó y terminó el suplicio del chico cuando se dejó caer sintiendo la penetración hasta los mismísimos huevos. Allí, con todo el miembro dentro de su cuerpo se paró para agacharse y besar a su mejor amigo. Ambos se fundieron en un tórrido morreo mientras Marta comenzaba el rítmico movimiento con el que comenzó a subir y bajar sobre la tiesa polla de David.

Alberto no tardó nada en acercarse. Llevaba demasiado tiempo con el hinchazón y comenzaba a dolerle. Mientras Marta cabalgaba sobre David, él se dedicó a magrearla. Comenzó acariciándole la espalda para pasar a sobarle las tetas que aún no había tanteado. Y finalmente se dirigió al ano de Marta, su obsesión desde que hiciera aquellos pequeños escarceos sin que ella se molestara.

Cuando Marta notó cómo Alberto incidía sutilmente en su ano se detuvo. Más que para recriminarle intentaba ser un gesto sutil de invitación. Alberto la miró y, al cruzarse con la mirada expectante de Marta, la sonrió mientras le introducía un dedo en el culo. A ella se le escapó una sonrisa nerviosa y volvió al vaivén sobre David pero a un ritmo tranquilo para que Alberto pudiera seguir explorando la zona.

El pequeño pero experimentado niño fue dilatando el agujero poco a poco con maestría. Cuando ya hubo introducido un par de dedos durante un rato salió de la poza y pasó una pierna por encima de Marta. Esta volvió a detenerse para que Alberto pudiera acercar la polla a la cueva. El enorme glande del adolescente pidió paso y Marta sitió que los ojos se le desencajaban de las órbitas. El agujero del culo se fue dilatando poco a poco mientras el pequeño empujaba con delicadeza la gorda picha. Alberto soltó un salivazo sobre el ano de Marta para que el proceso fuera menos seco. Cuando por fin el glande entró por completo Marta sintió una oleada de placer y el resto del proceso fue más sencillo.

Mientras el trío intentaba acompasarse Montxo aprovechó para meterle mano a Marta. Ahora no podía estar por él con lo que no le rechazaría. Y efectivamente, aunque Marta le hubiera detenido de buen grado fue incapaz de reaccionar. Lo único que sentía era placer y cerró los ojos cuando el hombre le tocó las tetas. Pero los volvió a abrir cuando oyó la voz del macho marroquí.

-Marta… – dijo con voz grave.

Cuando abrió los ojos mientras giraba el rostro se encontró con el pollón del chico a escasos centímetros de la cara y entendió por qué la llamaba. No pensó hacerle el feo y abrió la boca para saborear nuevamente la carne de Marruecos. Mientras intentaba subir y bajar sobre la polla de su amigo, recibía las enculadas del más joven, asumía las obscenas caricias del viejo y chupaba la polla más grande que jamás había visto mientras masajeaba los huevos del prepotente macarra sintió que llegaba el mayor de los orgasmos que había tenido jamás. La explosión de sensaciones estuvo a punto de hacerle perder el conocimiento pero pudo aguantar apoyándose en las esculturales abdominales de su mejor amigo que habitaba bajo ella.

Alberto parecía aguantar más debido a las corridas anteriores, pero aún así fue el primero en separarse de la estampa cuando notó cercano el orgasmo.

-Marta… – le suplicó con cara y voz de pena.

Ella se giró y lo vio de pie, nuevamente en la poza, con la mano meneándose la polla e intentando poner cara de pena. Se fijó bien en el rostro del adolescente y se dio cuenta que no aparentaba tener más de 15 años, incluso tenía algún grano típico del acné juvenil y, a pesar de saber que no era más que una pose, sintió algo de ternura por el muchacho y se decidió a darle lo que sabía que le estaba pidiendo.

Se separó de David retirando con brusquedad las manos que aún le sobaban los pechos y se acercó a Alberto arrodillándose ante él y abriendo la boca para que el pequeño apuntara su descarga. Ya le quedaban pocas reservas y un único chorro cayó sobre la lengua de Marta. El resto de semen se quedó en el mismo glande, saliendo sin fuerzas a través de la abertura de la uretra. Pero Marta, como una buena chica, se acercó al pequeño y le succionó los restos para reunirlos con el primer chorro. El chico le dio las gracias tembloroso por desfallecimiento.

David vio como Marta volvía hacia él y, tras soltar la corrida del chico fuera del agua, nuevamente pasó una pierna sobre su mejor amigo, pero esta vez dándole la espalda. Dobló las rodillas y se insertó nuevamente la estaca, esta vez sin rodeos. Antes de que Marta buscara a Yamil, Montxo se precipitó, loco de excitación, y volvió a sobarle las tetas a la chica. Ella, ahora más serena, le recriminó dándole un manotazo en la mano y diciéndole que no con la cabeza. Montxo se retiró aturdido mientras Marta buscaba con la mirada al magrebí que se acercó con la verga completamente desafiante.

David sintió que no podía más. Quiso avisar, pero no pudo y se corrió dentro de su mejor amiga. A ella no pareció importarte, más bien todo lo contrario pues pausó la mamada al joven para mirar a su mejor amigo mientras le acariciaba los músculos estomacales. Cuando terminó de correrse ella se levantó lentamente de forma que David pudo sentir cómo su polla rasgaba por última vez el interior del coño de aquella diosa llamada Marta.

La chica estaba muy cansada, pero quería hacer culminar a Yamil que estaba aguantando mucho para correrse por tercera vez. La mandíbula empezaba a dolerle, notaba el coño escocido y el culo dolorido por los tamaños y/o el número de veces que habían pasado por cada uno de sus agujeros. Estaba demasiado cansada como para negarse a lo que pasó a continuación.

Montxo intentó un último acercamiento. Sabía la mucha culpa que tenía para que todo hubiera llegado a esta situación y pensó que era injusta la poca participación que había tenido. Cierto es que la mamada de Marta, correrse en su pecho y sobarla como lo había hecho era un premio más que suficiente para lo que él era, un viejo feo y gordo. Sin embargo volvió a intentar una aproximación. Primero la rodeó con los brazos alcanzando nuevamente las sobadas peras de la chica. Había perdido la cuenta de los pellizcos que se habían llevado esos oscuros pezones. Ante la indiferencia de la fémina bajó las manos por su vientre hasta llegar al pubis. Allí tocó los pocos pero arreglados pelos de la mujer y su polla se puso más dura de lo que había estado nunca.

Marta fue incapaz de parar a Montxo. Estaba centrando todas sus escasas fuerzas en la búsqueda de la corrida del semental y no pudo sacar fuerzas de flaqueza para detener al engendro que hacía incursión en su sexo. Sintió que la mano del seboso alcanzaba su clítoris y, para su sorpresa, lo tocaba con maestría. Se puso rígido al instante y una nueva vitalidad inundó su concha. Cuando Montxo se tumbó en el suelo metiendo la cabeza entre sus piernas, asomando a la altura de su coño, ella ya estaba chorreando y el hombre mayor pudo saborear todos sus fluidos. Aquel fue el último orgasmo de Marta.

Tras las sacudidas producidas por la eyaculación, Marta agarró con las 2 manos, una encima de la otra, el descomunal artefacto de Yamil. Mientras lo masturbaba con sus doloridos brazos empezó a succionarle el glande lamiendo con avidez el frenillo del muchacho. Así, por fin, consiguió que el chico se corriera y lo hizo con el mismo ímpetu que la primera vez. Esta vez Marta quiso saborear lo que llegaba de tierras moras y adosó la boca a la punta de la polla del pequeño semental. Los 2 primeros manantiales ya le inundaron la boca así que Marta no pudo retener los siguientes chorros y el semen empezó a brotar por la comisura de sus labios. Ella intentaba recogerlo con la lengua, pero lo que recuperaba por un lado lo perdía por el otro así que, ante la sorpresa de todos, Marta empezó a tragarse la leche de aquel niñato.

David se fijó en la cara de asco que puso su amiga ante el primer trago, pero la cara fue cambiando a medida que seguía con las ingestiones. Tuvo que tragar 5 veces para vaciar por completo el denso líquido blanquecino. Cuando hubo terminado se llevó la mano a la cara para recoger los restos que se le habían escapado y le chorreaban por el rostro llevándoselos a la boca. Acabó relamiéndose la propia mano.

Montxo, curiosamente, fue el último en correrse tras culminar la paja que se estaba haciendo viendo a aquella mujer hecha y derecha saborear las mieles que hasta hacía unas escasas horas tanto había repudiado.

Eran las 6 y media de la mañana cuando empezaban a atisbarse los primeros rayos de luz del nuevo día. Alberto estaba sentado en la poza metido en el agua completamente satisfecho y con la polla, por fin, sin ganas de continuar dando guerra. David seguía tumbado en el mismo sitio desde hacía prácticamente una hora ensimismado pensando en lo que acaba de pasar, en la noche mágica e irreal que acababa de vivir. Yamil se había apartado de Marta y ya se estaba vistiendo para marcharse de allí. Montxo, cansado debido a la paja que acababa de culminar, estaba orgulloso, convencido de que él había sido el culpable de conseguir que Marta hubiera protagonizado aquel extraordinario gang bang. Por último, Marta, desnuda y fatigada, empezó a sentir vergüenza de la situación y se dirigió a David mientras buscaba sus prendas de ropa.

-Vámonos de aquí – y antes de que su amigo pudiera contestar, culminó: – ¡Ya!

Tras una limpieza rápida con el agua de las termas y ponerse la ropa, David y Marta fueron los primeros en marcharse. El resto lo haría seguidamente.

De camino a casa de Rubén, David rompió el sepulcral silencio.

-Marta, no te preocupes. ¿Cuánto hace que nos conocemos? Te conozco bien y sé que ahora mismo te sientes como una mierda, pero… en serio, tía, no te preocupes. Ha sido un desliz, algo que sabes que no volverá a pasar. Esto no tiene porqué joderte la vida. Todo lo contrario. Todos hemos disfrutado y mucho, así que tómatelo como una experiencia de la vida, maravillosa, por qué no decirlo, que te servirá para saber a partir de ahora donde están tus límites – intentó tranquilizarla y, aunque ella no contestó, lo consiguió a medias – Por mi parte te puedo asegurar que nada va a cambiar. Espero que sigamos siendo los de siempre, con más complicidad si cabe – Marta sonrió – Esto no tiene que afectarnos ni, por supuesto, repetirse y…

Justo llegaron a la puerta de la casa cuando Marta le indicó que guardara silencio llevándose un dedo a la boca. Y cuando David se calló de golpe ella le abrazó como señal de agradecimiento por sus palabras.

Pocas horas después de la llegada a la casa de David y Marta fue Abel nuevamente el primero en levantarse. Y lo hizo decidido a volver a tropezarse con el bikini de su amiga. Sin embargo, esta vez no había rastro del mismo y se tuvo que conformar con ver la tele mientras se levantaba el resto de la pandilla.

-Buenos días – saludó Esther al entrar en el salón donde ya se encontraban Abel y Rubén.

-Buenos días.

-¿Aún no se han levantado estos dos? – preguntó haciendo referencia a los que se quedaron en las pozas.

-Que va… – le contestó Rubén – si llegaron a las tantas. Marta se acostó que serían las 7 y media de la mañana más o menos.

-Joder… sí que se lo pasarían bien – aventuró Abel. No podía ni imaginárselo.

Cuando por fin se levantaron era casi la hora de comer así que no elaboraron mucho la comida y por la tarde decidieron ir a visitar una ermita cercana situada en lo alto de un monte. Al igual que la comida, el paseo por el bosque fue un tanto extraño pues no eran normales los largos silencios que únicamente se evaporaban momentáneamente por comentarios esporádicos de alguno de los 5 amigos. Cuando volvieron de la visita aún era pronto y, debido al enrarecido ambiente, decidieron quedarse en casa terminando la tarde tranquilos pensando que tal vez el cansancio de David y Marta era el causante de la chocante situación.

Pero el real motivo era el sentimiento de culpa de Marta que no se había evaporado a pesar de las intencionadas palabras de David de la noche anterior. Y también influía la sensación de traición a Rubén que David estaba experimentando desde que se había levantado y lo había visto en el salón ajeno a la verdad.

Una vez en la casa Abel se escapó un momento en dirección a su cuarto. Pero al pasar por en frente de la habitación de Marta y ver la puerta entreabierta le entró la curiosidad. Entró con cuidado, procurando no hacer ruido y se dirigió al cuarto de baño particular de la habitación de matrimonio. Instintivamente pensó que allí podría encontrarse con algo que valiera la pena y, efectivamente, en un cesto de mimbre divisó la ropa sucia de la pareja. Y allí estaba el preciado bikini de Marta.

Abel recogió la tela con el pulso acelerado. Se la acercó a la cara con la esperanza de que… ¿¡pero qué era eso!? Un olor fuerte lo tiró para atrás. La tela inferior del bikini de Marta olía intensamente a sexo, un olor penetrante que provocó una fuerte erección en el hombre. Era un olor caliente, a la par que húmedo y agrio. Abel se convenció de que Marta había pasado una noche divertida y se la imaginó excitada ante la polla de aquel niño de origen marroquí. No quiso pensar que seguramente Rubén ya le había quitado la calentura y se imaginó que aún conservaba las ganas de marcha desde la noche anterior mientras olfateaba la prenda sintiendo cómo el olor le impregnaba las fosas nasales hasta sentir un escozor insoportable.

Con la mano libre Abel comenzó a bajarse la cremallera del pantalón y, antes de sacarse la verga, se restregó el bikini sobre el calzoncillo. Eso le puso más cachondo si cabe. Cuando se volvió a llevar la tela a la nariz se fijó en las manchas del forro interior. Aquello debían ser los restos de las humedades de Marta. Pensó incluso si se habría llegado a correr sobre el bikini. Aquello fue mucho y no pudo reprimir bajarse los calzoncillos para agarrarse la polla y empezar a masturbarse.

Cuando Marta entró al cuarto de baño de su habitación no se esperaba encontrar semejante escena. Abel estaba encorvado con un trozo de tela rojo en la nariz, los pantalones bajados y los calzoncillos a la altura de las rodillas mientras se hacía una paja. Tras la desagradable sorpresa inicial Marta se fijó en la polla de su amigo mayor. Un pito bastante normal que no llegaba a los 15 centímetros y de un grosor acorde con el tamaño.

-¡¿Pero se puede saber qué estás haciendo?! – le recriminó.

Abel se asustó y dejó caer el bikini mientras se tapaba rápidamente subiéndose los pantalones. En ese momento Marta se percató de que la tela roja era la parte baja de su bikini y sintió una punzada en el estómago.

-Abel, tío, ¿qué estás haciendo…? – le insistió mientras se agachaba a coger el pequeño trozo de ropa.

-Vamos, Marta… ¿qué pasó anoche? He olido tus braguitas y lo que ahí ha calado no es normal… – se envalentonó Abel pensando más con la polla que con la cabeza debido a la excitación. – Yo puedo echarte una mano si aún estás…

Marta no sabía si asustarte o simplemente sorprenderse. ¿Abel la estaba descubriendo o simplemente se estaba ofreciendo sexualmente? Aún estaba agachada, a la altura del paquete de su amigo, cuando Abel volvió a descubrir sus partes con la esperanza de que Marta cumpliera alguna de las fantasías que había tenido durante toda la estancia en el pueblo del novio de ella.

Marta se asustó. Tuvo miedo de que se volviera a repetir la pesadilla de la noche anterior, pero se calmó cuando ante la erecta polla de Abel, húmeda y desafiante, no sintió nada, ni el más mínimo atisbo de excitación tal y como debería haber sido siempre. Se cargó de confianza y le dijo a Abel que se vistiera y que no se le ocurriera volver a hacer ni insinuar algo parecido.

-Abel, me lo voy a tomar como un malentendido y no le voy a dar más importancia. Pero más te vale que no vuelva a pasar jamás nada parecido. Vamos a olvidarnos de este asunto.

-De acuerdo, de acuerdo – le dijo Abel nerviosísimo mientras se volvía a subir los calzoncillos y los pantalones completamente avergonzado por la escena que acababa de protagonizar.

Cuando Abel se marchó, Marta se sintió bien y pudo entender perfectamente las palabras que David le había regalado la noche anterior para tranquilizarla. Lo que pasó, pasó y no volverá a pasar.

Por la noche, durante la cena, acordaron marcharse al día siguiente, a primera hora. Cuando Rubén lo propuso todos estuvieron de acuerdo. Para Abel fue una bendición, pues tras la humillación sufrida poco antes no le apetecía seguir compartiendo casa con Marta ni su novio. Además le vendría bien dejar de obsesionarse con esa mujer. Por otro lado Esther se sintió mejor al saber que no volvería a las pozas y, por tanto, no volvería a sentirse ridícula embutida en un bañador que no tapaba el exceso de grasa de su cuerpo. Por último, David se sintió aliviado al ver que pronto se marcharían para escapar de los remordimientos de lo que había hecho la noche anterior. Por suerte, al ver la actitud de Rubén, tuvo la certeza de que era un gran tipo y de que sin duda se merecía el amor de Marta. Pensó que si convivir con el remordimiento le había servido para asegurarse de que su mejor amiga pasaba el resto de su vida con alguien que merecía la pena, la cosa había valido para algo. Además, nadie le iba quitar, por otro lado, el buen recuerdo que le quedaría para siempre de la sensacional noche vivida con su mejor amiga.

La confesión de Marta a Rubén sobre lo que había pasado con Abel y la petición de esta a su novio de marcharse sin montar ningún espectáculo fue lo que hizo que Rubén propusiera acabar las vacaciones. Además, de este modo, Marta podía desviar la atención sobre Abel para que Rubén no llegara a sospechar nada de lo que había pasado en las pozas. No se sintió especialmente bien por ello, pero pensó que era la mejor forma de proteger a su novio y su relación con él.

Esa noche no se acostaron tarde pues todos tenían ganas de que la mañana llegara lo antes posible para partir temprano y olvidar la estancia que tan bien había comenzado y tan mal había terminado.

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Relato erótico: “La esposa de un narco y su hermana son mis vecinas” (POR GOLFO)

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Capítulo uno:

Estoy jodido. Mi ritmo de vida se ha visto alterado por culpa de mis vecinas. Hasta hace seis meses, siempre me había considerado un perro en lo que respecta a mujeres y aun así, con cuarenta y tres años,  me he visto sorprendido por la actitud  que  han mostrado desde que se  mudaron al ático de al lado.
 Todavía recuerdo el sábado que hicieron la mudanza. Ese día tenía una resaca monumental producto de la ingesta incontrolada de Whisky a la que estoy fatalmente habituado. Me había acostado pasadas las seis de la madrugada con una borrachera de las que hacen época pero con una borracha del montón.  
Todavía seguía durmiendo cuando sin previo aviso, llegó a mis oídos el escándalo de los trabajadores de la empresa de mudanza subiendo y colocando los muebles. Tardé en reconocer la razón de tamaño estrépito, el dolor de mi cabeza me hizo levantarme y sin darme cuenta que como única vestimenta llevaba unos calzoncillos, salí al rellano a ver cuál era la razón de semejante ruido. Al abrir la puerta me encontré de bruces con un enorme aparador que bloqueaba la salida de mi piso. Hecho una furia, obligué a los operarios a desbloquear el paso y cabreado volví a mi cama.
En mi cuarto, María, una asidua  visitante de la casa, se estaba vistiendo.
-Marcos. Me voy. Gracias por lo de ayer.
En mis planes estaba pasarme todo el fin de semana retozando con esa mujer, pero gracias a mis “amables vecinos”  me lo iba a pasar solo. Comprendiendo a la mujer, no hice ningún intento para que cambiara de opinión. De haber sido al revés, yo hubiera tardado incluso menos tiempo en salir huyendo de ese infierno. 
-Te invito a tomar un café al bar de abajo- le dije mientras me ponía una camiseta y un pantalón corto. Necesitaba inyectarme en vena cafeína.
Mi amiga aceptó mi invitación de buen grado y en menos de cinco minutos estábamos sentados en la barra desayunando. Ella quiso que me fuera a su casa a seguir con lo nuestro pero ya se había perdido la magia. Sus negras ojeras me hicieron recordar una vieja expresión: “ayer me acosté a las tres con una chica diez, hoy me levanté a las diez con una chica tres”. Buscando una excusa, rechacé su oferta amablemente prometiéndole que el siguiente viernes iba a invitarla a cenar en compensación. Prefería quedarme solo a tener que volver a empezar con el galanteo con ese gallo desplumado que era María sin el maquillaje. Ambos sabíamos que era mentira, nuestra relación consiste solo en sexo esporádico, cuando ella o yo estábamos sin plan, nos llamábamos para echar un polvo y nada más.
Al despedirnos, decidí salir a correr por el Retiro con la sana intención de sudar todo el alcohol ingerido.  Tengo la costumbre de darle cuatro vueltas a ese parque a diario, pero ese día fui incapaz de completar la segunda. Con el bofe fuera, me tuve que sentar en uno de sus bancos a intenta normalizar mi respiración. “Joder, anoche me pasé”, pensé sin reconocer que un cuarentón no tiene el mismo aguante que un muchacho y que aunque había bebido en exceso, la realidad de mi estado tenía mucho más que ver con mi edad. Con la moral por los suelos, volví a mi piso.
Había trascurrido solo dos horas y por eso me sorprendió descubrir que habían acabado con la mudanza. Encantado con el silencio reinante en casa, me metí en la sauna que había hecho instalar en la terraza. El vapor obró maravillas, abriendo mis poros y eliminando las toxinas de poblaban mis venas. Al cabo de media hora, completamente sudado salí y sin pensar en que después de dos años volvía a tener vecinos, me tiré desnudo a la pequeña piscina que tengo en el segundo piso del dúplex donde vivo. Sé que es un lujo carísimo, pero después de quince años ejerciendo como abogado penalista es un capricho al que no estoy dispuesto a renunciar. Estuve haciendo largos un buen rato, hasta que el frio de esa mañana primaveral me obligó a salir.
Estaba secándome las piernas cuando a mi espalda escuché unas risas de mujer.  Al girarme, descubrí que dos mujeres, que debían rondar los treinta años, estaban mirándome al otro lado del murete que dividía nuestras terrazas. Avergonzado, me enrollé la toalla y sonriendo en plan hipócrita, me metí de nuevo en mi habitación.
“¡Mierda!, voy a tener que poner un seto si quiero seguir bañándome en pelotas”, me dije molesto por la intromisión de las dos muchachas.
Acababa de terminar de vestirme cuando escuché que alguien tocaba el timbre, y sin terminar de arreglarme salí a ver quién era. Me sorprendió toparme de frente con mis dos vecinas. Debido al corte de verme siendo observado, ni siquiera había tenido tiempo de percatarme que además de ser dos preciosidades de mujer, las conocía:
Eran Tania y Sofía, la esposa y la hermana de Dmitri  Paulovich, un narco al que había defendido hacía tres meses y que aprovechando que había conseguido sacarle de la trena mediante una elevada fianza, había huido de España, o al menos eso era lo que se suponía. Sin saber que decir, les abrí la puerta de par en par y bastante más asustado de lo que me hubiese gustado reconocer les pregunté en qué podía servirles.
Tanía, la mujer de ese sanguinario, en un perfecto español pero imbuido en un fuerte acento ruso, me pidió perdón si me habían molestado sus risas pero que les había sorprendido darse cuenta que su vecino no era otro que el abogado de su marido.
-Soy yo el que les tiene que pedir perdón. Llevo demasiado tiempo sin vecinos, y me había acostumbrado a nadar desnudo. Lo siento no se volverá a repetir.
-No se preocupe por eso. En nuestra Rusia natal el desnudo no es ningún tabú. Hemos venido a invitarle a cenar como muestra de nuestro arrepentimiento.
La naturalidad con la que se refirió a mi escena nudista, me tranquilizó y sin pensármelo dos veces, acepté su invitación, tras lo cual se despidieron de mí con un “hasta luego”. De haber visto como Sofía me miraba el culo, quizás no hubiese aceptado ir esa noche a cenar, no en vano su hermano era el responsable directo de medio centenar de muertes.
Al cerrar la puerta, me desmoroné. Había luchado duro para conseguir un estatus y ahora de un plumazo, mi paraíso se iba a convertir en un infierno. Vivir pared con pared con uno de los tipos más peligroso de toda el hampa ruso era una idea que no me agradaba nada y peor, si ese hombre me había pagado una suculenta suma para conseguir que le sacara. Nadie se iba a creer que nuestra relación solo había consistido en dos visitas a la cárcel y que no tenía nada que ver con sus sucios enjuagues y negocios. Hecho un  manojo de nervios, decidí salir a comer a un restaurante para pensar qué narices iba a hacer con mi vida ahora que la mafia había llamado a mi puerta. Nada más salir, comprendí que debía de vender mi casa y mudarme por mucho que la crisis estuviera en su máximo apogeo. En el portal de mi casa dos enormes sicarios estaban haciendo guardia con caras de pocos amigos.
Durante la comida, hice un recuento de los diferentes escenarios con los que me iba a encontrar. Si seguía viviendo a su lado, era un hecho que no iba a poderme escapar de formar parte de su organización, pero si me iba de espantada, ese hijo de puta se enteraría y podía pensar que no le quería como vecino, lo que era en la práctica una condena a muerte. Hiciera lo que hiciese, estaba jodido. “Lo mejor que puedo hacer es ser educado pero intentar reducir al mínimo el trato”, me dije prometiéndome a mí mismo que esa noche iba a ser la primera y última que cenara con ellos.
Recordando las normas de educación rusa, salí a comprar unos presentes que llevar a la cena. Según su estricto protocolo el invitado debía de llevar regalos a todos los anfitriones y como no sabía si Dmitri estaba escondido en la casa, opté por ser prudente y decidí también comprarle a él. No me resultó fácil elegir, un mafioso tiene de todo por lo que me incliné por lo caro y entrando en Loewe le compré unos gemelos de oro. Ya que estaba allí, pedí consejo a la dependienta respecto a las dos mujeres.
-A las rusas les encantan los pañuelos-, me respondió.
Al salir por la puerta, mi cuenta corriente había recibido un bajón considerable pero estaba contento, no iban a poderse quejar de mi esplendidez. No me apetecía volver a casa, por lo que para hacer tiempo, me fui al corte inglés de Serrano a comprarme un traje.  De vuelta a mi piso, me dediqué a leer un rato en una tumbona de la piscina, esperando que así se me hiciera más corta la espera. Estaba totalmente enfrascado en la lectura, cuando un ruido me hizo levantar mi mirada del libro. Sofía, la hermana pequeña del mafioso, estaba dándose crema completamente desnuda en su terraza. La visión de ese pedazo de mujer en cueros mientras se extendía la protección por toda su piel, hizo que se me cayera el café, estrellándose la taza contra el suelo.
Asustado, me puse a recoger los pedazos, cuando de repente escuché que me decía si necesitaba ayuda. Tratando de parecer tranquilo, le dije que no, que lo único que pasaba era que había roto una taza.
-¿Qué es lo que ponerle nervioso?- me contestó.
 Al mirarla, me quedé petrificado,  la muchacha se estaba pellizcando su pezones mientras con su lengua recorría sensualmente sus labios. Sin saber qué hacer ni que responder, terminé de recoger el estropicio y sin hablar, me metí a la casa. Ya en el salón, miré hacia atrás a ver que hacía. Sofía, consciente de ser observada, se abrió de piernas y separando los labios de su sexo, empezó a masturbarse sin pudor. No tuve que ver más, si antes tenía miedo de tenerles de vecinos, tras esa demostración estaba aterrorizado. Dmitri era un hijo de perra celoso y no creí que le hiciera ninguna gracia que un picapleitos se enrollara con su hermanita.
“Para colmo de males, la niña es una calientapollas”, pensé mientras trataba de tranquilizarme metiéndome en la bañera. “Joder, si su hermano no fuera quién es, le iba a dar a esa cría lo que se merece”, me dije al recordar lo buenísima que estaba, “la haría berrear de placer y la pondría a besarme los pies”.
Excitado, cerré los ojos y  me dediqué a relajar mi inhiesto miembro. Dejándome  llevar por la fantasía, visualicé como sería ponerla en plan perrito sobre mis sabanas. Me la imaginé entrando en mi habitación y suplicando que le hiciera el amor. En mi mente, me tumbé en la cama y le ordené que se hiciera cargo de mi pene. Sofía no se hizo de rogar y acercando su boca, me empezó a dar una mamada de campeonato. Me vi penetrándola, haciéndola chillar de placer mientras me pedía más. En mi mente, su cuñada,  alertada por los gritos,  entraba en mi cuarto. Al vernos disfrutando, se excitó y retirando a la pelirroja de mí, hizo explotar mi sexo en el interior de su boca. 
Era un imposible, aunque se metieran en mi cama desnudas nunca podría disfrutar de sus caricias, era demasiado peligroso, pero el morbo de esa situación hizo que no tardara en correrme. Ya tranquilo,  observé que sobre el agua mi semen navegaba formando figuras. “Qué desperdicio”, me dije y fijándome en el reloj, supe que ya era la hora de vestirme para la cena.
A las nueve en punto, estaba tocando el timbre de su casa. Para los rusos la puntualidad es una virtud y su ausencia una falta de educación imperdonable. Una sirvienta me abrió la puerta con una sonrisa y, cortésmente,  me hizo pasar a la biblioteca. Tuve que reconocer que la empresa de mudanzas había hecho un buen trabajo, era difícil darse cuenta que esas dos mujeres llevaban escasas doce horas en ese piso. Todo estaba en su lugar y en contra de lo que me esperaba, la elección de la decoración denotaba un gusto que poco tenía que ver con la idea preconcebida de lo que me iba encontrar. Había supuesto que esa familia iba hacer uso de la típica ostentación del nuevo rico. Sobre la mesa, una botella de vodka helado y tres vasos.
-Bienvenido-, escuché a mi espalda. Al darme la vuelta, vi que Tanía, mi anfitriona, era la que me había saludado. Su elegancia volvió a sorprenderme. Enfundada en un traje largo sin escote parecía una diosa. Su pelo rubio y su piel blanca eran realzados por  la negra tela.
-Gracias- le respondí -¿su marido?
-No va a venir, pero le ha dejado un mensaje- me contestó y con gesto serio encendió el DVD.
En la pantalla de la televisión apareció un suntuoso despacho y detrás de la mesa, Dmitri. No me costó reconocer esa cara, puesto que, ya formaba parte de mis pesadillas. Parecía contento, sin hacer caso a que estaba siendo grabado, bromeaba con uno de sus esbirros. Al cabo de dos minutos, debieron de avisarle y dirigiéndose a la cámara, empezó a dirigirse a mí.
-Marcos, ¡Querido hermano!, siento no haberme podido despedirme de ti pero, como sabes mis negocios, requerían mi presencia fuera de España. Solo nos hemos visto un par de veces pero ya te considero de mi sangre y por eso te encomiendo lo más sagrado para mí, mi esposa y mi dulce hermana. Necesito que no les falte de nada y que te ocupes de defenderlas si las autoridades buscan una posible deportación. Sé que no vas a defraudar la confianza que deposito en ti y como muestra de mi agradecimiento, permíteme darte este ejemplo de amistad- En ese momento, su esposa puso en mis manos un maletín.  Dudé un instante si abrirlo o no, ese cabrón no había pedido mi opinión, me estaba ordenando no solo que me hiciera cargo de la defensa legal de ambas mujeres sino que ocupara de ellas por completo.
“No tengo más remedio que aceptar sino lo hago soy hombre muerto”, pensé  mientras abría  el maletín.  Me quedé sin habla al contemplar su contenido, estaba repleto de fajos de billetes de cien euros. No pude evitar exclamar:
-¡Debe haber más de quinientos mil euros!
-Setecientos cincuenta mil, exactamente- Tania me rectificó -es para cubrir los gastos que le ocasionemos durante los próximos doce meses.
“¡Puta madre! Son ciento veinticinco millones de pesetas, por ese dinero vendo hasta mi madre”, me dije sin salir de mi asombro. El ruso jugaba duro, si aguantaba, sin meterme en demasiados líos, cinco años, me podía jubilar en las Islas vírgenes.
-Considéreme su abogado- dije extendiéndole la mano.
La mujer, tirando de ella, me plantó un beso en la mejilla y al hacerlo pegó su cuerpo contra el mío. Sentir sus pechos me excitó. La mujer se dio cuenta y alargando el abrazo, sonriendo, me respondió cogiendo la botella de la mesa:
-Hay que celebrarlo.
Sirvió dos copas y de un solo trago se bebió su contenido. Al imitarla, el vodka quemó dolorosamente mi garganta, haciéndome toser. Ella se percató que no estaba habituado a ese licor y aun así las rellenó nuevamente, alzando su copa, hizo un brindis en ruso que no comprendí y al interrogarla por su significado, me respondió:
– Qué no sea ésta la última vez que bebemos juntos, con ayuda de Dios-
Es de todos conocidos la importancia que dan lo eslavos a los brindis, y por eso buscando satisfacer esa costumbre, levanté mi bebida diciendo:
-Señora, juro por mi honor servirla. ¡Que nuestra amistad dure muchos años!
Satisfecha por mis palabras, vació su vodka y señalándome el mío, esperó a que yo hiciera lo mismo.  No me hice de rogar, pensaba que mi estómago no iba a soportar otra agresión igual pero en contra de lo que parecía lógico, ese segundo trago me encantó. En ese momento, Sofía hizo su entrada a la habitación, preguntando que estábamos celebrando. Su cuñada acercándose a ella, le explicó:
-Marcos ha aceptado ser el hombre de confianza de Dmitri, sabes lo que significa, a partir de ahora debes obedecerle.
-Por mí, estar bien. Yo contenta- respondió en ese español chapurreado tan característico, tras lo cual me miró y poniéndose melosa, me dijo: -no dudar de colaboración mía.
Su tono me puso la piel de gallina. Era una declaración de guerra, la muchacha se me estaba insinuando sin importarle que la esposa de su hermano estuviera presente. Tratando de quitar hierro al asunto,  decidí preguntarles si había algo urgente que tratar.
-Eso, ¡mañana! Te hemos invitado y la cena ya está lista-, contestó Tanía, zanjando el asunto.
-Perdone mi despiste, señora, le he traído un presente- dije dando a cada una su paquete. La dependienta de Loewe había acertado de pleno, a las dos mujeres les entusiasmó su regalo. Según ellas, se notaba que conocía al sexo femenino, Dmitri les había obsequiado muchas cosas pero ninguna tan fina.
-¿Pasamos a cenar?- preguntó Tania.
No esperó mi respuesta, abriendo una puerta corrediza me mostró el comedor. Al entrar estuve a punto de gritar al sentir la mano de Sofía magreándome descaradamente el culo. Intenté que la señora de la casa no se diera cuenta de los toqueteos que estaba siendo objeto pero dudo mucho que una mujer, tan avispada, no se percatara de lo que estaba haciendo su cuñada. Con educación les acerqué la silla para que se sentaran.
-Eres todo un caballero- galantemente me agradeció Tania. -En nuestra patria se ha perdido la buena educación. Ahora solo abundan los patanes.
Esa rubia destilaba clase por todos sus poros, su delicado modo de moverse, la finura de sus rasgos, hablaban de sus orígenes cien por cien aristocráticos. En cambio, Sofía era un volcán a punto de explotar, su enorme vitalidad iba acorde con el tamaño de sus pechos. La naturaleza la había dotado de dos enormes senos, que en ese mismo instante me mostraba en su plenitud a través del escote de su vestido.
“Tranquilo macho, esa mujer es un peligro”, tuve que repetir mentalmente varias veces para que la excitación no me dominara:”Si le pones la mano encima, su hermano te corta los huevos”
La incomodidad inicial se fue relajando durante el trascurso de la cena. Ambas jóvenes no solo eran unas modelos de belleza sino que demostraron tener una extensa cultura y un gran sentido del humor, de modo que cuando cayó la primera botella, ya habíamos entrado en confianza y fue Sofía, la que preguntó si tenía novia.
-No, ninguna mujer con un poco de sentido común me aguanta. Soy el prototipo de solterón empedernido.
-Las españolas no saber de hombres, ¿Verdad?, -.
Esperaba que Tanía, cortarse la conversación pero en vez de ello, contestó:
-Si, en Moscú no duras seis meses soltero. Alguna compatriota te echaría el lazo nada más verte.
-¿El lazo?, y ¡un polvo!- soltó la pelirroja con una sonrisa pícara.
Su cuñada, lejos de escandalizarse de la burrada que había soltado la pelirroja, se destornilló de risa, dándole la razón:
-Si nunca he comprendido porqué en España piensan que las rusas somos frías, no hay nadie más caliente que una moscovita. Sino que le pregunten a mi marido.
Las carcajadas de ambas bellezas fueron un aviso de que me estaba moviendo por arenas movedizas y tratando de salirme del pantano en el que me había metido, contesté que la próxima vez que fuera tenía que presentarme a una de sus amigas. Fue entonces cuando noté que un pie desnudo estaba subiendo por mi pantalón y se concentraba en mi entrepierna.  No tenía ninguna duda sobre quien era la propietaria del pie que frotaba mi pene. Durante unos minutos tuve que soportar que la muchacha intentara  hacerme una paja mientras yo seguía platicando tranquilamente con Tania. Afortunadamente cuando ya creía que no iba a poder aguantar sin correrme, la criada llegó  y susurró al oído de su señora que acababan de llegar otros invitados.
Sonriendo, me explicó que habían invitado a unos amigos a tomar una copa, si no me importaba, tomaríamos el café en la terraza. Accedí encantado, ya que eso me daba la oportunidad de salir airoso del acoso de Sofía. Camino de la azotea volví a ser objeto de las caricias de la pelirroja. Con la desfachatez que da la juventud, me agarró de la cintura y me dijo que estaba cachonda desde que me vio desnudo esa mañana. Tratando de evitar un escándalo, no tuve más remedio que llevármela a un rincón y pedirle que parara que no estaba bien porque yo era un empleado de Dmitri,
La muchacha me escuchó poniendo un puchero, para acto seguido decirme:
-Yo dejarte por hoy, pero tú dame beso.
No sé por qué cedí a su chantaje y cogiéndola entre mis brazos acerqué mis labios a los suyos. Si pensaba que se iba a conformar con un morreo corto, estaba equivocado, pegándose a mí, me besó sensualmente mientras rozaba sin disimulo su sexo contra mi pierna. Tenía que haberme separado en ese instante pero me dejé llevar por la lujuria y agarrando sus nalgas, profundicé en ella de tal manera que si no llega a ser porque escuchamos que los invitados se acercaban la hubiese desnudado allí mismo.
“¡Cómo me pone esta cría!”, pensé mientras disimulaba la erección.
Tania, ejerciendo de anfitriona, me introdujo a las tres parejas. Dos de ellas trabajaban en la embajada mientras que el otro matrimonio estaba de visita, lo más curioso fue el modo en que me presentó:
-Marcos es el encargado de España, cualquier tema en ausencia de mi marido tendréis que tratarlo con él.
Las caras de los asistentes se transformaron y con un respeto desmedido se fueron  presentado, explicando cuáles eran sus funciones dentro de la organización. Asustado por lo súbito de mi  nombramiento, me quedé callado memorizando lo que me estaban diciendo.  Cuando acabaron esperé a que Tania estuviese sola y acercándome a ella, le pedí explicaciones:
-Tú no te preocupes, poca gente lo sabe pero yo soy la verdadera jefa de la familia. Cuando te lleguen con un problema, solo tendrás que preguntarme.
 Creo que fue entonces cuando realmente caí en la bronca en la que me había metido. Dmitri no era más que el lacayo que su mujer usaba para sortear el machismo imperante dentro de la mafia y  ella, sabiendo que su marido iba a estar inoperante durante largo tiempo, había decidido sustituirlo por mí. Estaba en las manos de esa bella y fría mujer. Sintiéndome una mierda, cogí una botella y sentado en un rincón, empecé a beber sin control. Desconozco si me pidieron opinión o si lo dieron por hecho, pero al cabo de media hora la fiesta se trasladó a mi terraza porqué la gente quería tomarse un baño. Totalmente borracho aproveché para ausentarme y sin despedirme, me fui a dormir la moña en mi cama.
Debían de ser las cinco de la madrugada cuando me desperté con la garganta reseca.  Sin encender la luz, me levanté a servirme un coctel de aspirinas que me permitiera seguir durmiendo. Tras ponerme el albornoz, salí rumbo a la cocina pero al cruzar el salón, escuché que todavía quedaba alguien de la fiesta en la piscina. No queriendo molestar pero intrigado por los jadeos que llegaban a mis oídos, fui sigilosamente hasta la ventana para descubrir una escena que me dejó de piedra. Sobre una de las tumbonas, Tania estaba totalmente desnuda y Sofía le estaba comiendo con pasión su sexo.  No pude retirar la vista de esas dos mujeres haciendo el amor. La rubia con la cabeza echada hacia atrás disfrutaba de las caricias de la hermana de su marido mientras con sus dedos no dejaba de pellizcarse los pechos. Era alucinante ser coparticipe involuntario de tanto placer, incapaz de dejar de mirarlas mi miembro despertó de su letargo e irguiéndose, me pidió que le hiciera caso.  Nunca he sido un voyeur pero reconozco que ver a Sofía disfrutando del coño de Tania era algo que jamás iba a volver a tener la oportunidad de ver y asiéndolo con mi mano, empecé a masturbarme.
Llevaban  tiempo haciéndolo porque la rubia no tardó en retorcerse gritando mientras se corría en la boca de su amante. Pensé que con su orgasmo  había terminado el espectáculo, pero me llevé una grata sorpresa al ver como cambiaban de postura y Sofía se ponía a cuatro patas, para facilitar que las caricias de la otra mujer. Fue entonces cuando me percaté que Tanía estaba totalmente depilada y que encima tenía un culo de infarto.  Completamente dominado por la lujuria, disfruté del modo en que le separó las nalgas. Mi recién estrenada jefa sacando su lengua se entretuvo relajando los músculos del esfínter. Sofía tuvo que morderse los labios para no gritar al sentir que su ano era violado por los dedos de la mujer.
Si aquello ya era de por sí alucinante, más aún fue ver que Tanía se levantaba y se ajustaba un arnés con un tremendo falo a su cintura. Le susurró unas dulces palabras mientras  se acercaba y colocando la punta del consolador en el esfínter de su indefensa cuñada, de un solo golpe se lo introdujo por completo en su interior. Sofía gritó al sentir que se desgarraba por dentro, pero no intentó liberarse del castigo, sino que meneando sus caderas buscó amoldarse al instrumento antes de empezar a moverse como posesa. Su cuñada esperó que se acomodase antes de darle una fuerte nalgada en el culo. Fue el estímulo que ambas necesitaban para lanzarse en un galope desbocado. Para afianzarse, la rubia uso los pechos de su cuñada como agarre y mordiéndole el cuello, cambió el culo de la muchacha por su sexo y con fuerza la penetró mientras su indefensa víctima se derrumbaba sobre la tumbona.  Los gemidos de placer de Sofía coincidieron con mi orgasmo y retirándome sin hacer ruido, volví a mi cama aún más sediento de lo que me levanté.
“Hay que joderse, pensaba que la fijación de Sofía por mí me iba a traer problemas con Dmitri, pero ahora resulta que también es la putita de su cuñada. Sera mejor que evite cualquier relación con ella”.
Capítulo dos:
Ese domingo se me pegaron las sábanas de manera que ya habían dado las doce cuando fui a la cocina a desayunar.  Esa mañana me serví un café triple que me hiciera reaccionar. La cafeína recorriendo las venas era lo que necesitaba para poder pensar. Haciendo un repaso a las últimas veinticuatro horas me di cuenta de lo mucho que había cambiado mi vida. Hasta ayer, mi profesión era ser abogado penalista pero no sabía exactamente cuál iba a ser en el futuro. Me había vendido a la mafia, y como cuentan de la droga, se sabe cómo uno entra pero no como sale. Solo esperaba que no fuera dentro de un cajón de madera.
Por otra parte estaba el tema de Sofía. La muchacha estaba para mojar pan, pero solo hablarla era peligroso. Si me enrollaba con ella, podía causar el enfado de Dmitri y de Tania y lo más gracioso del asunto, no tenía claro cuál de los dos era más peligroso. Pensando en ello, salí taza en mano a mi terraza. De haberlo analizado antes quizás no hubiese decidido tomar el aire puesto que allí era sencillo que cualquiera de las dos mujeres me viera y eso era lo último que me apetecía. Afortunadamente no había nadie y de esa forma me tumbé tranquilamente en una hamaca sin que nadie me molestara. El sol, pegándome en la cama, me dio sueño y acomodándome, me quedé dormido.
No debía de llevar medía hora transpuesto cuando escuché el clásico ruido de alguien tirándose a la piscina. Creí que era la descarada de Sofía pero al abrir los ojos me llevé la sorpresa que quien estaba subiendo por la escalerilla no era otra que su cuñada Tania. Estaba espectacular con un bikini rojo, de esos, que en vez de ocultar la desnudez de quien lo lleva, realza las formas de su cuerpo.
-¿Todavía durmiendo?,  creí que eras activo cuando te contraté. Ven al agua, está buenísima.
-Ahora voy, espera que me ponga un traje de baño- respondí.
Curiosamente creí descubrir un mohín en su rostro como si hubiese esperado que me bañara otra vez desnudo. Me di toda la prisa que pude, de manera que en menos de dos minutos ya estaba con ella en la piscina.  La mujer, sin hacerme caso, se dedicó a hacer largos durante media hora, por lo que no tuve más remedio que imitarla.  Era una nadadora estupenda, me costaba seguir su ritmo, se notaba que esa mujer estaba acostumbrada a hacer ejercicio. Ya estaba agotado cuando debió pensar que era suficiente y saliendo de la piscina, se acostó en la misma tumbona que la noche anterior usó para tirarse a su cuñada.
Sin saber qué hacer, la seguí afuera y me tumbé en una que había al lado. Era como si yo no existiera. Mirándola de reojo, me encandilé de la perfección de sus curvas. Sus pechos al no ser tan grandes, tenían una consistencia que sería la envidia de cualquier española y el sueño de cualquier español. Sus piernas eran largas y divinamente contorneadas. Su estómago completamente liso no tenía ni rastro de grasa.
“¡Quien se la follara!”, me dije mientras con mi vista la seguía devorando. “no me extraña que Dmitri sea su perro faldero, yo también me dejaría poner un collar si con ello compartiera su alcoba”.
Como si además de bella, esa mujer tuviese telepatía, de pronto me pidió que le diese crema. Nervioso como un quinceañero, cogí el bote y derramando un podo en su espalda, empecé a extendérsela por su cuello.  El tacto de su piel era suave. Poco a poco fui tomando confianza y mis manos empezaron a recorrer su espalda con absoluta libertad. Nunca en mi vida había tenido una hembra semejante a mi disposición para darle bronceador y por eso quizás lo hice tan sumamente lento que parecía un masaje. 
Me estaba poniendo bruto mientras Tania, ajena a cuales eran mis sentimientos, permanecía con los ojos cerrados. Al terminar de extenderle la crema por la espalda no creí conveniente seguir con sus piernas y menos con el culo, por lo que cerrando el bote volví a mi tumbona. No me había tumbado cuando la escuché quejarse, pidiendo que terminara. No quería quemarse.  Asustado pero a la vez ansioso de tocar sus piernas, me puse a su lado y cuidadosamente fui con mis manos llenas de crema dándole un masaje en las plantas de sus pies. Debió de gustarle por que empecé a oír unos gemidos de satisfacción, lo que me dio pie a sin ningún pudor recorrer sus piernas presionando sus músculos.  Podía parecer un masaje profesional, pero yo sabía que no lo era, al ser consciente de la tremenda erección que estaba soportando. 
Quedaba lo mejor y lo más difícil. Sus glúteos esperaban mis manos y no podía defraudarlos.  Con mi sexo dolorosamente tieso, eché un buen montón de crema en cada nalga antes de siquiera pensar en posar mis palmas en esos monumentos.
“Qué belleza”, me dije al acariciarlos.
Como si fuera una obra de arte y yo un restaurador, fui mimando con mis manos cada centímetro de su piel sin atreverme a acercarme a ninguna de sus dos entradas. Estaba caliente pero no loco.  Lentamente, fui profundizando en mis caricias, extendiendo la crema hasta donde la prudencia me dejó, sin dejar de pensar cómo sería poseer a esa mujer. Estaba a punto de cometer una idiotez cuando me habló:
-Marcos, ¡Para!
Saliendo de mi ensoñación, divisé que sus ojos se habían posado en mi pene y que lejos de indignarse, una sonrisa había hecho su aparición en su boca:
– Eres un maestro dando masajes pero yo soy tu jefa-.
No hizo falta que dijera más, avergonzado mascullé una disculpa y sin pensármelo dos veces, me lancé a la piscina esperando que se me bajara la excitación.  Al salir, se había ido. Acojonado de haberla molestado, decidí salir a dar una vuelta por Madrid.
“¡Como puedo ser tan imbécil!, ¡Pero qué insensato soy!, ¿Cómo he podido ser tan animal de ponerme cachondo dándole crema?”, no paré de decirme mientras me vestía. “Esa tipa con solo chasquear los dedos podría matarme y voy yo y le meto mano, decididamente ¡Soy gilipollas!”.
Estaba sacando mi coche del garaje cuando uno de los gorilas de Tanía me hizo parar.
-Don Marcos, tenemos instrucciones precisas de protegerle, sino le importa: Yo conduzco.
Lo inesperado de su petición no me dejó  reaccionar y antes que me diera cuenta, el ruso conducía y yo estaba sentado en la parte trasera del automóvil. La mafia es como un virus, en cuanto entra se extiende sin control por todos los aspectos de tu vida, dejas de ser libre para convertirte en un engranaje más de la organización. Era un hecho irrefutable que mi existencia rutinaria había cambiado y debía de amoldarme a ese nuevo ritmo de vida. Tenía mucho dinero y desconocía si tendría tiempo para gastarlo por lo que dirigiéndome al chofer le pedí que me llevara a Jockey, uno de los restaurantes más caros de Madrid. Solo había estado una vez y recordaba después de dos años su ensalada templada de cangrejos.
Al llegar a la puerta, el portero me recordó que por protocolo los clientes debían de llevar corbata y que el establecimiento ponía a mi disposición un extenso surtido para elegir. Sonreí pensando que era una pijería a la que tenía que acostumbrarme. Elegí una verde que combinaba con mi chaqueta y pasé adentro. Es una gozada el servicio, nada más entrar el maître me acompañó a una mesa y preguntó:
-Doña Tania, ¿le va a acompañar?
Me quedé pasmado. Al preguntarle como sabía que conocía a esa mujer, me respondió que lo había supuesto porqué era una de sus mejores clientas y yo había llegado con su chofer. Haciendo como si ese detalle no tuviera importancia, pedí que me trajeran un aperitivo. Nada más irse, mi mente empezó a recapacitar sobre su significado. Si un mero maître había hilado cabos que sería de la policía. Estaba seguro que en ese instante, mis datos estaban siendo revisados por la brigada central. En otras palabras; ¡estaba fichado! Cuando ya creía que nada podía ir peor, vi a Sofía entrando por la puerta y dirigiéndose a donde yo estaba. Como no tenía más remedio que aceptar su compañía, me levanté a acercarle la silla.
-Eres malo. Estaba sola y no me has invitado a comer- dijo con una de sus típicas sonrisas de niña buena.
“La verdad es que si esta monada no fuera la hermana de Dmitri, no me importaría nada tener con ella un escarceo. Realmente está buenísima”, pensé al observarla. Sabía perfectamente que no podía dejarme llevar, pero siempre es agradable sentir que una preciosidad como la que tenía enfrente se interesara por uno. 
-¿Qué quieres tomar?- pregunté para romper el hielo.
-Un hombre bueno-  respondió sin dejar de sonreír.
No me explico porque en vez de salir corriendo, decidí meterme con su deficiente español.
-Pues si quieres un modelo, no sé qué haces conmigo. Te llevo quince años.
Se quedó pensando, creo que tardó en comprender que le estaba tomando el pelo.
-Tu estar bueno pero yo decir corazón-, me contestó cogiendo mi mano y llevándola a su pecho.
No me esperaba que sin importarle las apariencias para explicarse me obligara a tocar esos maravillosos senos. No sé si más cortado que excitado o al revés, retiré mi mano, disimulando.
-No vuelvas a hacer eso- la reñí -estamos en un lugar público-.
-Ellos comprenden, yo con mi novio- dijo alegremente mientras volvía a llevársela a su pecho.
-Sofía, por favor, no hagas el ridículo-  le susurré al oído. 
La situación me estaba resultando harto incomoda, si Tanía era una asidua visitante no tardaría en enterarse que su cuñada se había comportado como una vulgar fulana.
-De acuerdo, pero tú y yo novios- me soltó como si nada.
Su insistencia hizo que saltaran todas mis alarmas y tomando aliento, le dije muy serio:
-Sofía, soy sólo tu abogado.
En ese momento vino el camarero a preguntarnos qué quería la señorita de beber. La interrupción hizo que tuviera que esperar a que la muchacha pidiera, para oír una contestación que me heló hasta el tuétano.
-No, tú mi novio. Yo ver en el juicio y Tania prometer tú eres mío.
Casi me caigo de la silla al oírlo. La zorra de su cuñada había comprado el piso de al lado y  me había contratado,  sólo con el propósito de regalarle, a su querida niña, un novio. Tratando de buscar una salida,  se me ocurrió preguntarle qué era lo que opinaba Dmitri de eso y al oír su respuesta supe que estaba jodido:
-Gustar, con marido español no deportación.
No me quedaron fuerzas de seguir discutiendo, ese par de hijos de puta vieron, en el capricho de Sofía, una salida perfecta. Dmitri se aseguraba que no deportaran a su hermana y Tanía conseguía una fachada que le permitiera seguir tirándose a la hermanita de su esposo. Durante el resto de la comida, me mantuve en silencio rumiando las noticias que acababan de darme. Tras el sofocón inicial después de analizarlo, no me pareció tan mala idea y no solo porque estaba buenísima sino porque me daba una razón que hiciera dudar a la policía de mi verdadera relación con esa organización.
“Seré el marido de pega de esta niña y así ellos creerán que soy un pelele”.
Habiendo tomado ya la decisión, era necesario que hacerla pública y que mejor que fueran los propios camareros los que les fueran a la pasma con el chisme. Llamé al camarero y le pedí que nos trajera una botella de Moët.
Al venir con el carísimo champán, cogí el alambre del tapón e hice con él un rústico anillo. Sofía no entendía que narices estaba haciendo. Solo lo comprendió cuando poniéndome de rodillas, le pedí que se casara conmigo. El grito de alegría de la muchacha retumbó en el local, haciendo que todos los comensales se voltearan a ver como un cuarentón estaba postrado frente a una bella joven.
-Sí, ¡me caso contigo!- respondió chillando y sin parar de dar saltos de felicidad.
Aunque parezca increíble, los cincuenta ricachones que había en el restaurante se pusieron de pie y empezaron a aplaudir. Abochornado por el rotundo éxito de mi idea, tuve que agradecer a la audiencia. Con Sofía a mi lado, me di cuenta que todos esperaban el beso de rigor, por lo que no me quedó más remedio que agarrarla por la cintura y dárselo. La exagerada pasión que imprimió Sofía al beso terminó de convencer a todos que era real nuestra unión, creo que incluso debieron darse cuenta que cuando la muchacha dejó de restregarse contra mí, mi pene ya estaba en lo más álgido de la erección.
Decidí que ya era suficiente, y pidiendo la cuenta salimos del lugar, con el convencimiento que en ese momento todo el mundo comentaría en las mesas que otro pobre tonto que se había enamorado de su secretaria. No tenía sentido ir en dos coches,  por lo que me subí al enorme mercedes 600 que había traído a mi futura esposa. Nada más sentarme junto a ella, me cogió la mano y me dijo:
-No creas que soy tonta. De imbécil, no tengo un pelo. Me gustas desde que te vi en el estrado pero sé que no me amas. Eso es cuestión de tiempo, estoy segura que vas a terminar enamorado de mí. Esto es un negocio, tú me das lo que yo quiero y yo lo que tú necesitas. Por cierto, como ves, ¡Tu mujercita habla perfectamente español y sin acento!
No supe que decir, me había engañado totalmente con su pose de niña boba. La mujer que tenía a mi lado era una actriz maravillosa, escondiéndose detrás de una supuesta estupidez pasaba inadvertida para los enemigos de su hermano y evitaba ser objeto de los celos de Tania.
-Tu llevarme a por anillo, no poder llegar con éste a casa- acurrucándose como una enamorada, me susurró mientras pasaba su mano por mi entrepierna.
Comprar un anillo un domingo en la tarde en Madrid es imposible, excepto si eres un mafioso ruso. Solo tuve que preguntarle al chofer y tras un par de llamadas, nos abrieron una lujosa joyería del barrio de Salamanca. Afortunadamente, Tanía me había dado ese enorme anticipo, porque si no los cien mil euros que me gasté en la puñetera piedra  me hubieran quebrado. Mientras Sofía elegía el que más le gustaba, yo no podía dejar de pensar que diría su cuñada de todo esto, sabía a la perfección que formaba parte de su plan pero aún me venía continuamente a la mente la escena lésbica que había presenciado, por eso en cuanto tuve oportunidad le pregunté discretamente, para que no se enterara nuestro guardaespaldas, cómo íbamos a plantearlo.
-Tú, déjame a mí. Para Tania, soy una tonta  que se ha encaprichado del primer hombre inteligente con el que se ha topado. Ella sabe que ayer nos besamos y creerá que no ha hecho falta que ella te obligara tal y como tenía planeado, sino que, como hombre, nos has podido resistirte a mis encantos.
Tomándome mi tiempo, fui al grano. Le conté  lo que había visto y le expliqué  mis temores. Ella al oírme, se echó a reír:
-Ya te dijimos que las moscovitas somos unas calentorras. Ni ella ni yo somos lesbianas pero, cuando no hay un hombre disponible, nos consolamos mutuamente. Por eso no te inquietes, mejor harías en preocuparte por el día que te pille con ella en la cama.
Más tranquilo y siguiéndole la corriente le dije:
-¿Qué harías?, ¿cortarme los huevos?
-No, bobo- respondió con una carcajada -la ayudaría a dejarte seco, ¡mi amor!
Solo imaginarme con esas dos bellezas en la misma cama, me excitó y fue entonces cuando tomé la decisión de hacerlo realidad y por vez primera, la besé sin que me diese miedo que alguien nos viera.
No me da vergüenza reconocer que, mientras volvíamos a casa, estaba acojonado. Aún después de las explicaciones de Sofía, seguía teniendo miedo a la reacción de la gran Jefa. Tania debía de cargar sobre sus espaldas con la autoría intelectual de un buen número de ejecuciones y de ajustes de cuentas, no me cabía duda que no debía de ser extraño que ella se hubiese despachado en persona a algún competidor pero era un hecho cierto que, siguiendo sus órdenes, sus sicarios se habían desembarazado de una buena cifra. Por eso me alegró que ella no estuviera  cuando llegamos a su apartamento.
-¿Qué te apetece hacer?- ronroneó Sofía, pegando su cuerpo al mío.
Estábamos solos y en teoría, esa maravilla de mujer era mi novia. No me costó decidir, agarrándola de la cintura la besé mientras iba desabrochando su falda. Mi querida rusa suspiró al sentir que caía al suelo y como si llevara años sin ser acariciada se lanzó contra mí, desgarrando mi camisa. Sus dientes se apoderaron de mi pecho mientras su dueña intentaba desabrochar mi pantalón. Increíblemente excitada,  gimió al ver mi sexo totalmente inhiesto saliendo de su encierro.
-Te deseo, ¡mi querido picapleitos!
Quería que nuestra primera vez fuera tranquila pero su ardor se me contagió y apoyando mi cuerpo contra la pared, le rompí las bragas y poniendo sus piernas alrededor de mi cintura, coloqué la punta de mi glande en su sexo. Sofía no pudo esperar y forzando sus labios, se empaló lentamente, sintiendo como se introducía centímetro a centímetro mi extensión en su cueva. Nada más sentir que la cabeza chocaba contra la pared de su vagina, empezó a cabalgar usándome de montura. Mi pene erecto era un puñal con el que quería matar su necesidad de ser tomada.  Moviendo sus caderas se echó hacia atrás para darme sus pechos como ofrenda.  La visión de sus pezones, contraídos por la excitación, fueron el acicate que necesitaba el tranquilo abogado para convertirse en Mr. Hade. Completamente dominado por la lujuria, usé una de mis manos para poner su pecho en mi boca.
Sofía gritó al notar que mis dientes se cerraban cruelmente sobre su pezón y agarrando mi cabeza, me pidió que no parara. La humedad que manaba de ella me informó de la cercanía de su orgasmo. Su respiración agitada no le permitía seguir alzándose sobre mi pene, por lo que tuve que ser yo quien, asiéndola de su culo, la  ayudara a sacar y meter mi sexo dentro del suyo. Al percatarse que ya no le era tan cansada esa postura, se puso como loca y acelerando sus maniobras,  explotó  derramando su flujo sobre mis piernas.   Los gemidos de placer de la muchacha me espolearon y como un joven garañón, galopé en busca de mi orgasmo. Ya no importaba que esa mujer fuera la hermana de un mafioso, en mi mente era mi hembra y yo, su semental. Siguiendo el dictado de mi instinto busqué esparcir  mi simiente en su campo. Con el coño completamente mojado, Sofía disfrutaba  cada vez que mi verga, al entrar y salir, presionaba sobre sus labios y rellenaba su vagina.   Su clímax estaba siendo sensualmente prolongado por mis maniobras, llevándola del placer al éxtasis y vuelta a empezar.  Clavando sus uñas en mi espalda, me rogó que me corriera, que necesitaba sentir mi eyaculación en su interior. 
La entrega de la muchacha era total. Berreando en mis brazos, se estaba corriendo por segunda ocasión cuando al levantar mi cabeza, vi a su cuñada mirándonos desde la terraza. Su gesto no era de enfado sino de satisfacción, dándome a entender que aprobaba lo que estábamos haciendo. El morbo de ser observado, hizo que mi pene estallara dentro de Sofía mientras veía a la rusa volviendo a su piso.
-Vamos a tu cama, esto es solo un  aperitivo  de lo que vas a disfrutar conmigo- susurró mi recién estrenada novia.
Sus palabras me hicieron soñar en tenerlas a las dos entre mis brazos y llevándola en volandas, me dirigía a mi cuarto.
-¡Qué impetuoso!- me dijo al tirarla encima de mi cama y tumbarme a su lado,-pareces que tienes ganas de seguir dándole placer a tu mujercita-.
-Los españoles también somos unos calentorros- contesté mientras le abría las piernas y sin ningún tipo de delicadeza la volvía a penetrar.
Me recibió totalmente mojada y abrazándome con sus piernas, buscó que mi penetración fuera total.
-Cabrón, ¡Me estás poniendo a mil! Me gustaría que la boba de Tania nos viera. Se moriría de envidia al saber que tenía razón cuando,  el día que te vi con el juez, le dije que eras un perfecto semental.
Solté una carcajada al oírla. Moviendo mis caderas, la atraje hacia mí y le expliqué que sus deseos se habían convertido en realidad.
-No te entiendo.
-Tania nos ha estado espiando mientras lo hacíamos en el salón, y te puedo prometer que no se le notaba enfadada-.
-¡Mierda!-, exclamó soltándose de mi abrazo -tengo que ir a hablar con ella. No quiero que se enoje-.
-Ahora soy yo el que no comprende, no me has dicho que estaba todo hablado-.
-Sí, pero la jefa es la jefa y querrá novedades-, me contestó mientras salía completamente desnuda de mi habitación y dando un portazo me dejó compuesto y sin novia.
“Quien entienda algo que me lo aclare”, pensé mientras me vestía. En teoría, las dos mujeres habían maniobrado para que Sofía me llevara a la cama, por lo que no comprendía cual era la urgencia. Con el paso de los minutos me fui poniendo cada vez más nervioso, al imaginarme que la muchacha me había mentido sobre la verdadera relación que le unía con su cuñada. Si en un principio estaba intrigado al cabo de la media hora estaba histérico.  “Joder, la he cagado. Me he tirado a su putita”.
 

 

Relato erótico: “la casa de las almas pecaminosas” (PUBLICADO POR VALEROSO32)

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i jefe hablo conmigo y me dijo que necesitaba que me fuera a vivir a san francisco con mi familia ya que necesitaba un director de ventas allí me pagaban la casa y el coche y un magnifico sueldo.

yo se lo comente a mi familia y enseguida aceptaron a mis hijas y a mi mujer les gustó mucho la idea tanto con mi hijo.
por cierto, tengo una familia numerosa mi mujer se llama Soraya mi hija Natalia y diana y mi hijo se llama Frank.
mi mujer es preciosa como mis hijas una es morena y otra es rubia como su madre y mi hijo siempre está haciendo pesas y tiene buen cuerpo y es moreno como yo nos trasladamos al aeropuerto de barajas y cogimos las líneas américa line que nos trasladaría a san francisco allí nos estaban esperando un coche mandado por mi jefe para llevarnos al hotel nos quedamos enseguida dormidos después de tantas horas de viaje a san francisco desde España al día siguiente me llamo mi jefe para que buscara casa ya que necesitaba que me pusiera a trabajar enseguida.
así que mi mujer y buscamos varias casas y visitamos varias empresas hasta que en una de ellas me dijo que tenían la casa perfecta para nosotros al ser familia numerosa.
éramos 5 tenía varias habitaciones y varios cuartos de baño un jacuzzi y una piscina a mi mujer y a mi nos gustó mucho la casa, aunque no quería preguntar el precio cuando lo pregunte me quede de piedra y la agencia encima dijo que si me parecía cara me la bajaba más.
yo estaba alucinado como una casa como esa te la vendían tan barata había algo que no cuadraba, pero mi mujer dijo que si enseguida y firmamos los contratos para poder instalarnos al día siguiente.
así que llegaos a la casa con mi familia había que no me gustaba en la casa me daba mala espina, pero no dije nada m familia estaba encantada con la casa con la piscina y el jacuzzi ya por la noche oímos ruidos la luz se apagaba sola los grifos se abrían solos además sobre las 12 oímos gemidos como follando.
miramos por las habitaciones, pero no había nada los gemidos no paraban así que por la mañana quería información sobre la casa que no me terminaba de convencer y pregunte a la gente.
la agente me dijo que casa esa de ahí eso era u burdel no es ninguna casa lo que pasa que lo han reformado vaya a informase a la biblioteca así que fui a la biblioteca y descubrí la historia de la casa del burdel parece ser que un hombre la había prendido fuego con todos los clientes dentro después de comprobar que había pegado una enfermedad incurable a su esposa ciega y paralitica a la cual amaba con locura y luego se había suicidado en el fuego .
la agencia la cogió y la maqueo un poco para venderla así que fui a la agencia echo una furia y se lo dije al vendedor:
– usted nos ha vendido un burdel están allí todas las putas muertas y sus clientes le demandare.
– no por favor le buscare otra casa.
– ya puede hacerlo porque si no mañana se enterara mis abogados y su empresa.
así que fui a comentárselo a mi mujer, pero cuando entre en la casa la vi con otro igual que yo la cual al verme lanzo un grito y desapareció la calme y la explique lo que pasaba era una casa maldita todas las putas y sus clientes estaban allí s decidimos a dejarla mi familia y yo cuando aparecieron de la nada unas mujeres que parecían putas y empezaron a reírse de nosotros.
– creo cariño que te equivocas -dijo ella- todavía no sabes la historia completa de la casa. mi señor coloco la casa aquí en el pueblo para todas es almas pervertidas y viciosas y nosotras somos sus putas la puta del inferno. mi nombre es Lily me suena.
– tu nombre eres la primera mujer de Adán que se revelo contra dos la misma ese quería que las mujeres fuésemos sumisas solo amaramos a nuestros maridos y yo me follo a quien me da la gana. somos súcubos y el que entra aquí ya no sale jamás vosotros creísteis que sois la primera familia que entra aquí mirar y aparecieron más familias como nosotras. ellas son igual que nosotras tu mujer y tu hija nos pertenecen ahora.
vi a mi mujer follando con dos tíos chupándoles la poya mientras se la follaban no podía hacer nada y a mis dos hijas comiéndoles la poya otros allí de la casa.
– únete a nosotros nos perteneces tus almas son nuestras nunca.
intente salir ella se rio:
– adelante sal -dijo.
cuando salí todo había cambiado pase por delante la gente como un fantasma y nadie me oía así que volví a la casa.
– que me habéis hecho.
– nada. solo que estás muerto han pasad0 varios años desde que entraste aquí.
– es imposible solo llevo dos semanas.
ellas se rieron:
– aquí el tiempo pasa de otra manera lo que tú dices de dos semanas son 14 años, joajana. no te resistas.
ellas me bajaron los pantalones y empezaron a comerme la poya mientras la otra me comía el culo:
– goza cabrón serás un incubo con nosotros y podrás follar a las mujeres que quieras.
yo no podía hacer nada vi a mi mujer follando como una zorra llena la boca de poyas y a mi hija siendo folladas por varios tíos estaban encantadas.
– lo ves ellas ya no se resisten porque tu sí.
luego vi a mi hijo dos chicas jóvenes de otros matrimonios le estaban comiendo la poya mientras estas zorras súcubas mi devoraban a mí y me cogieron el rabo y se lo metieron en el chocho y empezaron a follarme. ellas ya no eran humanas tenían un par de alas negras y unos cuernos en la cabeza me d cuenta que eran diablesas del infierno.
– así cabrón, fóllanos danos gusto y goza. vivirás para el sexo y no pararas de follar con todos y todas.
ellas empezaron a follarme y a coger mi rabo y se lo metieron por el culo ya no podía resistirme el placer era tremendo luego me dijeron:
– fóllate a tu mujer la zorra que nunca te ha dejado darla por el culo ya verás.
así que la cogí y se la metí a Soraya mi mujer hasta los huevos mientras ella decía:
– más cabrón fóllame mas no pares di a nuestro hijo que me folle también los dos a la vez.
mi hijo se la metió por el chocho la cual la zorra de mi mujer estaba como loca de gusto mis hijas al vernos se empezaron a masturbar y a comerse el chocho una la otra luego vi al vendedor poner otra vez el cartel de se vende esta casa otro matrimonio como nosotros vendría con sus hijos y su mujer y nos lo follaríamos también y se quedaría aquí atrapado en a casa de las sombras pecaminosa FIN

Relato erótico: “Piratas del espacio” (POR OMNICRON)

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Desperté de repente. En un momento, negrura y vacío absolutos. Al segundo siguiente, mis ojos estaban abiertos, asombrados, y mi boca se abría jadeando, como un pez que boquea fuera del agua. Estaba mirando hacia arriba, a través de un cristal de plástico transparente y, cuando traté de moverme, me di cuenta de que estaba confinado dentro de una caja acolchada, lo bastante grande para contenerme. Una escasa luz mortecina iluminaba aquel sarcófago de plástico y metal.

¿Dónde demonios estaba? En un primer momento, me invadió el terror. Ni siquiera recordaba mi nombre. ¿Qué hacía allí? ¿Quién era? ¿Qué estaba sucediendo? Estaba completamente desorientado. Sólo sentía un intenso frío que remitía poco a poco, sustituido por un agradable calor. Pronto, el vaho provocado por mi respiración fue desapareciendo con rapidez de los bordes del plástico situado sobre mí.

Calma, me dije, tienes que serenarte, calma, calma, respira hondo.

Entonces, los recuerdos empezaron a regresar a mi mente. Colono aprendiz de Tecnoingeniero de Grado C34 Alex Martínez, aunque todos me llamaban Lucky, dieciocho años, nacido en la Confederación de Naciones, en la vieja Tierra. Telépata de grado bajo, apenas un treinta por ciento en el test Randi de percepción extrasensorial.

Recordaba el puerto espacial, la multitud de cámaras y periodistas contenidos con firmeza por una hilera de soldados, cómo embarcamos en la nave de transporte CMX Hécate, la sonrisa cansada de la mujer mayor vestida de blanco mientras decía “No tengas miedo, cielo. Es sólo un pinchazo. Suerte en vuestro viaje a las Colonias.”

Recordé también la aguja, introduciéndose en mi brazo, con los aportes y vitaminas necesarios para un viaje criogenizado en animación suspendida. Y después… nada. Nada hasta esta cubierta transparente claustrofóbica que casi me tocaba la nariz.

Como si me hubiera leído el pensamiento, la cubierta de la cámara comenzó a abrirse con una especie de resoplido, expulsando algún chorro de vapor. Poco a poco, mientras mis músculos se quejaban, me incorporé.

Las luces se fueron conectando una tras otra. Aquello no era la sala de prácticas de la vieja Tierra, no eran las sesiones de prácticas y entrenamientos para el largo viaje. Estaba observando por primera vez un compartimento de hibernación de una nave intergaláctica de transporte.

Pero algo iba mal. ¿Dónde estaba el resto de la gente? Se me había dicho que cuando la nave espacial llegara a su destino, todo el mundo se despertaría a la vez. Y. sin embargo, allí estaba yo, completamente despierto, mientras que mis compañeros de viaje se encontraban en sus compartimentos, durmiendo. No se produjo ningún movimiento en ninguna de las otras cámaras de hibernación.

Intenté serenar mi respiración. Quizás fuera inevitable un lapso de tiempo de unos pocos minutos. Quizás yo hubiera sido el primero. Seguro que si esperaba un poco, el resto de sarcófagos comenzarían a abrirse, los cobertores de plástico se retirarían y mis compañeros de viaje se sentarían en las camas, parpadeando y recuperándose de años de sueño.

Así que decidí esperar.

Y esperé.

Esperé.

Esperé.

Pero no sucedió nada. No escuchaba ningún sonido, salvo el zumbido casi imperceptible de los motores de la nave, que la impulsaban a través de la oscuridad del vacío sideral, entre las estrellas.

Me sentí terriblemente solo. Y muy asustado.

Salí de mi compartimento, algo azorado por mi desnudez. Una reacción bastante estúpida, tenía que reconocerlo, porque estaba completamente solo, no había nadie que pudiera verme. La sensación del frío suelo de acero bajo mis pies desnudos me provocó un escalofrío. Me asomé al compartimento de hibernación más próximo. Dentro había un muchacho de aproximadamente mi edad, con la piel de un tono canela. Sus ojos cerrados en su atractivo rostro en un sueño profundo. Me acordé de su nombre. Era Carmelo Duncan, otro de los técnicos que, como yo, debían aportar sus conocimientos a la colonización del Sector 417-A.

La certeza me golpeó como una piedra. Todos estaban dormidos. Sólo yo me había despertado antes de que llegara el momento. La única persona despierta en una nave espacial, a varios cientos de millones de kilómetros de distancia de cualquier parte.

Calma, calma, calma. Sin duda todo se debía a algún tipo de error del ordenador de la nave. No tenía más que dirigirme al Centro de Control, arreglar el problema –crucé los dedos para que el problema tuviera solución –y volver a sumirme en el estado de hibernación hasta la llegada.

Primero me dirigí hacia una de las taquillas en las paredes. Un frío rótulo con letras negras. “Alexander Martínez – 784578 – C34”. Lo abrí y saqué una mochila negra de su interior. Sin duda dentro estaría mi mono de sintepiel gris con el que poder vestirme.

Al correr la cremallera de la mochila, mis manos palparon unos cables entrelazados. Enseguida me di cuenta de lo que era, una de las escasas pertenencias de la Tierra que había traído conmigo: un estimulador neuronal, un juguetito que, sujeto por una cinta a la sien, amplificaba las sensaciones. Cuando lo adquirí hace unos cuantos años, apenas había leído las instrucciones. Como casi todos los muchachos de mi edad, lo había usado, no pude evitar enrojecer, para mis sesiones masturbatorias.

No había más que colocarlo sobre la frente, ajustar la potencia y comenzar a pajearse. El estimulador mandaba las señales al cerebro multiplicadas por dos, tres o lo que uno marcara en el dial. Y vaya si lo había utilizado. De hecho, el uso lo había estropeado y no funcionaba del todo bien. Si uno lo ponía en las escalas máximas, las sensaciones eran demasiado intensas hasta llegar a ser peligrosas. Una de las últimas veces que lo había usado casi perdí la conciencia del placer.

Lo sostuve en mi mano, recordando aquellos momentos, mientras el espejo de la taquilla me devolvía mi imagen: un chaval de dieciocho años, completamente desnudo, de pelo negro y piel muy pálida, ojos achinados, estirado, estrecho de hombros y delgaducho, a pesar del duro entrenamiento al que había sido sometido, junto al resto de miembros de la tripulación, para sobrellevar el largo viaje. A pesar del momento inoportuno, tenía una erección. Lentamente, no pude evitar deslizar la mano hasta mi grueso pene, comenzando a acariciarlo, sintiéndolo pulsar, como si tuviera vida propia. Miré el amplificador neuronal, pensando en colocarlo sobre mi frente…

Con un bufido, metí el cacharro dentro de uno de los bolsillos del mono y me vestí lo más deprisa que pude. ¿Qué demonios estaba haciendo? Estaba en una situación angustiosa y yo me comportaba como un adolescente pajillero. Con rapidez, acomodándome como pude la erección dentro del mono gris, me vestí y me dispuse a salir al pasillo.

Las luces eran tenues en el estrecho corredor, con aberturas a ambos lados a intervalos regulares. Debía estar en la bodega de carga de la nave, donde se apilaban en filas los cientos de cámaras de hibernación, los colonos que repoblarían el Sector 147-A. Bajo mis pies estaban los generadores, con lo que sobre mí debían hallarse los paneles de control y los sistemas de soporte vital.

Por fin llegué a unas escaleras. Por encima del zumbido de los motores pude detectar otro sonido: palabras murmuradas, una conversación que cesó repentinamente. Durante un momento pensé que todo debía ser parte de mi imaginación, pero las pisadas de unos pies calzados con botas me sacaron de mi error. No estaba solo.

¿Habría alguien más despierto aparte de mí? En el trayecto hacia la Sala de Control no había visto ninguna otra cámara de hibernación abierta. Subí las escaleras con precaución, tratando de hacer el menor ruido posible. Pero a pesar de todo mi esfuerzo, uno de los peldaños metálicos chirrió. El susurro y los pasos se detuvieron. Respiré profundamente y continué, internándome en la cabina.

Dentro de la Sala de Control había dos personas. Eran dos mujeres, de aspecto duro y fibroso, ataviadas con sendos pantalones de uniforme militar y unas ceñidas camisetas pardas de tirantes. Ambas debían estar en torno a los veinticinco años, pero sus rudos rostros les daban una apariencia mayor.

Mi mirada se desvió instantáneamente hacia la mujer sentada en una silla. Su pelo rojo estaba recogido en unas rastas atadas en una cola de caballo en su nuca. Su actitud era desdeñosa, con las botas militares apoyadas encima de la mesa. En su hombro desnudo podía verse claramente un tatuaje con la insignia de algún regimiento militar. Pero lo que verdaderamente atraía la atención era el desfigurado lado izquierdo de su rostro. Intenté no mostrar ninguna mueca de repulsión, pero no estuve seguro de lograrlo. Sin duda, alguna herida de guerra, un impacto de láser, una explosión o algo similar había provocado unas profundas yagas que cubrían parte de su cara como complicados dibujos orientales. Su ojo izquierdo había desaparecido, siendo remplazado por un implante cibernético de mala calidad, un ojo biónico totalmente rojo, clavado en ese momento en mí.

Su compañera se hallaba de pie, era rubia y, a pesar de alguna cicatriz en su rostro, muy bella. Llevaba el pelo corto hasta la nuca y, como su compañera, un tatuaje militar adornaba uno de sus atléticos hombros. Me contemplaba con fijeza y no pude evitar estremecerme, como si estuviera siendo observado por un depredador que evalúa a su presa. Sobre la mesa pude ver una pistola láser, desenfundada. Me sentí intimidado. Ambas mujeres parecían fuertes, capaces de romperme el cuello como una rama seca simplemente con un roce de su mano.

Suspiré aliviado pero la inquietud no se disipó. Dos mujeres soldado, sin duda pertenecientes a alguno de los Regimientos Coloniales, tropas de hombres y mujeres destinadas a los sectores exteriores a Tierra para mantener la seguridad y proteger a los ciudadanos de las escasas incursiones alienígenas. No obstante, su actitud era extraña y me encontraba todavía demasiado débil por los efectos de la animación suspendida para emplear mis poderes telepáticos.

-Ho…hola…

Intenté hablar pero sólo un hilillo de voz escapó de mi garganta. El largo tiempo en hibernación provocó que tuviera que carraspear varias veces para hacerme oír.

Tras las mujeres había un panel de conmutadores que controlaban las unidades de hibernación. Absolutamente todos, excepto uno, estaban dirigidos hacia arriba. En ese momento comprendí por qué sólo yo había despertado.

-Me… me llamo Lucky… soy un… un ingeniero… ¿quiénes son ustedes?

Las dos mujeres sonrieron. La sonrisa del lobo que ha olido la sangre de su presa. La mujer rubia habló. Su voz era grave y dura.

-Me llamo Nash, y mi amiga es Karel. Somos militares… en misión de patrulla. Tenemos la misión de reconocer e inspeccionar las naves que vuelan por este sector. Por eso hemos acoplado nuestra nave a la vuestra y hemos subido a bordo. Tenemos unas cuantas preguntas que hacerte, chico.

-¿En qué año estamos? –pregunté repentinamente.

-2.634.

De acuerdo a nuestro plan de vuelo, deberíamos aterrizar en Nuevo Altair dentro de unos meses.

-He estado dormido durante más de cien años… -murmuré.

-Y dos princesas encantadas han venido a despertar al bello durmiente. –Dijo burlonamente Karel, sentada en la mesa.

Nash la miró con dureza antes de dirigirse hacia mí.

-Dije que yo haría las preguntas, chico, no tú. ¿Qué cargamento transporta esta nave?

Aquello empezaba a olerme realmente mal.

-¿No deberían ustedes saberlo? Supongo que un verdadero militar tendría acceso a alguna base de datos que…

Callé de repente. Un flash cruzó mi cerebro, casi dolorosamente. Mis poderes telepáticos empezaban a manifestarse. Varias imágenes se agolparon en mi mente.

“El capitán Hastus empuña su arma casi con desesperación. A su alrededor, las balas vuelan entre humeantes edificios en ruinas. La revuelta del planeta Morlian se ha ido de las manos. La compañía del 101 Regimiento enviada a sofocarla ha perdido más de las tres cuartas partes de sus efectivos. Los escasos soldados supervivientes tras la barricada apenas pueden levantar la cabeza sin que una bala o un láser se la vuele.

La voz del sargento Coporal apenas es audible por encima del tiroteo y las explosiones.

-¡Debemos replegarnos! ¡Pronto estaremos rodeados! ¡Si llegamos hasta ese edificio…!

-¡Negativo, sargento! Se nos encomendó la defensa de este cruce. Resistiremos aquí hasta que lleguen los refuerzos.

-¡Esos refuerzos no van a llegar, mi capitán! Estamos jodidos si no…

El sargento Coporal no llega a gritar. Un proyectil de mortero le ha reducido a pedazos a la vista de los aterrorizados soldados. Los gritos de los insurrectos se hacen ensordecedores mientras comienzan a cargar. El capitán levanta su pistola de plasma mientras grita a los soldados.

-¡Prepárense, soldados! ¡Por Tierra! ¡Venceremos o moriremos! ¡Yo mismo dispararé a quien retroceda un paso!

La cabo Nash contempla con los dientes apretados cómo sus compañeros comienzan a caer, abatidos como si fueran trigo maduro. Y es entonces cuando sabe qué tiene que hacer.

Grita sin poder oírse mientras empuña su rifle láser y hunde su bayoneta en el estómago del capitán. Éste la mira con incredulidad mientras su uniforme comienza a teñirse de carmesí y la sangre brota de su boca. Intenta levantar su revolver hacia ella, pero la vida escapa rápidamente de su cuerpo.

Nash sigue gritando, sin poder escucharse a si misma mientras retuerce su arma en las entrañas de su superior.

-¡Muere, hijo de puta! ¡Muere de una puta vez!”

Quedé con la boca abierta, estupefacto.

-Desertoras…

Me maldije por mi estupidez en cuanto aquella palabra escapó de mi boca. Las dos mujeres sonrieron. Una sonrisa cruel, gélida, desprovista del más mínimo humor.

-Un chico listo. –Dijo Karel.

-Mejor así, todo será más fácil. Podemos dejar de fingir. Sí, somos desertoras, chico listo. Piratas. Hemos robado y matado. Y volveremos a robar. Y puede que también tengamos que volver a matar. –La mano de Nash se cerró sobre la pistola encima de la mesa. Lentamente, el revólver se fue girando hasta encañonarme. Un sudor frío me envolvió. –Desnúdate, chico.

-¿Qué?

-Ya me has oído y nada de trucos. Quítate la ropa. Toda. Ya.

Me ruboricé hasta que mis mejillas adquirieron el color de la grana mientras obedecía a la mujer rubia. La intención era efectiva. Si intentaba resistirme, pelear desnudo genera una sensación de vulnerabilidad agudizada. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no cubrir mi entrepierna de la vista de ellas. Las dos mujeres me contemplaban divertidas.

-No está nada mal aunque un poco paliducho, ¿eh Karel? ¿Qué opinas?

-Está bueno. –Dijo la pelirroja. Su sonrisa era la de un tiburón. No dije nada, completamente avergonzado.

Nash siguió hablando. Parecía llevar la voz cantante. Debía ser la jefa.

-Siéntate, chico mono. –Obedecí. –Y ahora prosigamos nuestra amena charla. ¿Qué hay en las bodegas?

-La Hécate es una nave colonial. Sólo llevábamos colonos en hibernación y maquinaria pesada. Nada de valor.

Nash me miró con dureza. La nave de aquellas dos saqueadoras, que sin duda debía haberse acoplado al casco puesto que no veía que ellas llevaran ningún astrotraje de vacío, debía ser un modelo pequeño y ellas dos los únicos miembros de su tripulación.

-Si esperabais encontrar un botín, habéis perdido el tiempo. Será mejor que os larguéis mientras…

-Creo que estás mintiendo, chico. Las naves suele transportar material pequeño en tamaño pero grande en valor… semillas, sueros, microlibros, herramientas miniaturizadas…

-No en la Hécate. Las cajas de las bodegas llevan tuneladoras y excavadoras. Pesan toneladas.

Karel frunció el ceño.

-Maldita sea…

Pero Nash no parecía dispuesta a darse por vencida.

-Mientes. –Me apuntó con la pistola. Sentí mi vejiga a punto de vaciarse. Cerré los ojos y apreté los dientes. ¿Cómo sería morir? Esperaba que no doliera demasiado. No dije nada. Estaba demasiado aterrorizado.

-Un chico valiente, además de listo. Puede que no te importe tu propia vida…

Abrí los ojos con miedo. Estaba paralizado por el miedo, aunque la mujer rubia lo había confundido equivocadamente con valor.

-… pero a lo mejor si te importa la de los demás. Vamos a jugar a un juego. Yo desconecto otra cámara de hibernación al azar. Y esperamos aquí, Karel, tú y yo, a que otro de tus confundidos amiguitos asome la cabeza por aquí, por el Centro de Control, como has hecho tú. Y en cuanto lo haga, le colocaré una bala entre ceja y ceja. Y así continuaremos hasta que nos digas la verdad. Un juego divertido, ¿no crees?

La mujer pelirroja empezó a incorporarse, confundida.

-Nash, dijimos que…

La mujer rubia no dejó de encañonarme.

-Silencio, Karel. ¿De acuerdo, Lucky? Vamos a empezar a jugar. Sólo tengo que apretar uno de los conmutadores… -El dedo de Nash se acercó a uno de los botones. -… Mmm… ¿Cuál? ¿Éste de aquí? –Dijo burlonamente –¿O este otro?

Yo respiraba agitadamente. ¿Sería un farol o la mujer estaba hablando en serio? Mi telepatía no funcionaba bien en situaciones de presión y no podía captar nada claro de sus pensamientos. Pero lo que yo les había dicho era cierto. No había material de valor en la nave. Piensa, piensa lo más deprisa, me dije a mí mismo, mientras mi cerebro trabajaba furiosamente.

-Está bien, está bien… tú ganas…

La sonrisa de Nash se ensanchó.

-Me dijeron que no lo dijera nunca, pero… si os hablo de uno de los objetos que transportamos, ¿prometeréis no dañar a nadie de la tripulación?

-Habla.

-Antes tenéis que prometerlo.

-Lo prometemos. Ahora escupe. –Dijo Karel antes de que Nash hablara.

-¿Habéis oído hablar alguna vez de las PCE?

Una mueca de extrañeza se pintó en el rostro de la mujer pelirroja. Pero un brillo de codicia se asomó a los ojos de Nash.

-¿Las Plantillas de Construcción Estándar?

-Exacto. Sistemas creados para ayudar a los colonizadores pioneros que se internaban en sistemas distantes. Contienen todas las aplicaciones y diseños tecnológicos para construir casi cualquier cosa: refugios, generadores, transportes…

-Estás mintiendo, chico. Los diseños de las PCE se perdieron tras la Gran Guerra Nuclear.

-Sí, es correcto. Pero en la vieja Tierra han podido volver a fabricarlas. En la bodega llevamos un prototipo que debía usarse en Nuevo Altair. –Resistí la tentación de cruzar los dedos ante la mentira que les estaba contando.

-¿Y esa cosa es valiosa? –Preguntó Karel.

-Tecnología que se creía perdida. Estaríamos hablando de millones de créditos en el mercado negro. –Respondió Nash sin dejar de escrutarme. Podía ver en sus ojos que no se fiaba, pero la tentación era demasiado grande para no correr el riesgo. Me limité a callar y dejar que la ambición de las dos piratas trabajara por mí.

-¡Por los dioses sagrados! –Karel quedó estupefacta. -¿Qué hacemos que no vamos a por ella?

-Está en la bodega L-12. Os acompañaré y podréis cog…

-No me fío. Puede ser un truco para ganar tiempo. O una trampa. Vamos a hacer una cosa, Karel, tú te quedarás con él y yo iré a buscarlo. Ay de ti si nos la has jugado, chico listo.

Intentando sonar lo más verosímil posible le describí una inexistente caja en uno de los compartimentos de carga más alejados y me estrujé el cerebro pensando en cómo salir de ese atolladero en el que me estaba metiendo.

La mujer pelirroja tocó su pistola enfundada mientras me dedicaba una mirada siniestra y volvió a sentarse en una silla en cuanto Nash hubo salido de la Sala. Sonreía.

-Millones de créditos… por los dioses, por fin Nash y yo podremos viajar muy lejos de aquí y dejar esta vida de mierda. No sé en qué voy a gastarlos, podré comprar cientos de vestidos y de zapatos. Qué coño, me compraré toda una puñetera fábrica textil para mí sola. Te daría un beso, Lucky.

-¿Por qué no lo haces?

Ni siquiera supe por qué había dicho eso. Karel me miró durante un momento pero enseguida apartó la vista, fingiendo no haberme oído.

Tenía que ser rápido. Pronto su compañera se daría cuenta de mi engaño y entonces las cosas se pondrían muy, muy negras para mí. ¿Podía intentar reducirla? Enseguida lo descarté. La mujer era a todas luces muy fuerte y tenía entrenamiento militar. Sin duda me aventajaba físicamente incluso con un brazo atado a su espalda. No. Tendría que engañarla de alguna forma.

El efecto de la hibernación casi había desaparecido. Intenté leer sus pensamientos, buscando la más mínima oportunidad de sobrevivir. Karel en ese momento se rozaba la escalofriante cicatriz de su rostro. De nuevo, varias imágenes aparecieron repentinamente en mi cerebro.

“Los disparos vuelan alrededor de los soldados. El caos del combate es absoluto pero la voz de Hastus puede oírse a duras penas, arengando a unos reclutas aterrorizados, incapaces de moverse, llorando como niños encogidos de miedo, pues no son más que niños enviados al matadero.

Justo en ese momento, un impacto de láser se estrella contra el rostro de la recluta Karel. La muchacha cae aullando al suelo, sus miembros agitándose espasmódicamente, parte de su rostro destrozado y cubierto de sangre y lágrimas.

-¡Karel! ¡Karel! Aguanta, joder. –La cabo Nash se arrodilla frente a ella y coge su mano. –Te sacaré de aquí, juro por lo más sagrado que saldremos de ésta.

-¡Prepárense, soldados! ¡Por Tierra! ¡Venceremos o moriremos! ¡Yo mismo dispararé a quien retroceda un paso!

Nash mira a su alrededor, y es entonces cuando sabe qué tiene que hacer.

Grita sin poder oírse mientras empuña su rifle láser y hunde su bayoneta en el estómago del capitán. Éste la mira con incredulidad mientras su uniforme comienza a teñirse de carmesí. Intenta levantar su revolver hacia ella, pero la vida escapa rápidamente de su cuerpo.

Nash sigue gritando, sin poder escucharse a si misma mientras retuerce su arma en las entrañas de su superior.

-¡Muere, hijo de puta! ¡Muere de una puta vez!

Acto seguido, la mujer soldado coge a la desmayada Karel, la deposita como un fardo sobre su hombro y abandona la trinchera, mientras las balas silban a su alrededor y los gritos de los vivos y los moribundos resuenan en sus oídos hasta quedar atrás.”

Descarté igualmente intentar volver a una pirata contra la otra. Ambas eran codiciosas, sí, pero la lealtad entre ambas probablemente fuera superior. Me sentí abatido. ¿Qué podía hacer?

Recorrí la vista por la habitación y mis ojos se posaron sobre mi ropa en el suelo. Uno de los cables del estimulador neuronal asomaba por uno de los bolsillos. Como si se tratara del perro de Pavlov, mi pene empezó a crecer. Dicen que las pollas tienen vida propia independiente del cerebro. En aquel momento pude certificarlo. Estaba a punto de morir pero con una erección de campeonato.

La voz burlona de Karel me sacó de mi ensimismamiento.

-Parece que tu… “soldadito” se ha despertado.

La contemplé primero a ella y después miré estúpidamente a mi erección. Un plan se empezó a dibujar en mi mente.

-La culpa es tuya, Karel. Es lo que tiene estar solo en una habitación con una mujer hermosa.

Karel se llevó la mano instintivamente hacia sus cicatrices. Dejó de sonreír.

-No me vaciles, Lucky.

-Te prometo que te digo la verdad. Estás muy buena. Nunca había conocido a una chica como tú.

-Estás burlándote de mí.

-Te equivocas. Además –bromeé –dicen que una erección es la muestra más genuina de atracción, ¿no?

Karel se ruborizó, azorada. Parecía indecisa. Seguí hablando.

-Antes has dicho que me darías un beso.

Me levanté y me dirigí hacia ella. Al principio se envaró, temiendo una jugarreta por mi parte. Su mano se posó en su pistola. No dije nada y continué avanzando lentamente. Ella sabía que yo no era lo suficientemente fuerte como para intentar nada.

-Basta, Lucky. Vuelve a tu silla.

Su voz sonaba vacía, sin convicción. Podía leer algunos fragmentos y retazos de sus pensamientos y emociones. Karel se hallaba excitada pero en su fuero interno, su deformidad pesaba enormemente. Se veía a sí misma como un monstruo desfigurado, feo, aborrecido por los demás, pero su cuerpo tenía las mismas necesidades que tenía todo el mundo.

Llegué hasta ella y mi mano se posó en sus cicatrices, acariciando su desfigurada mejilla y acerqué mis labios a los suyos.

-Eres preciosa, Karel, tan hermosa…

Me sentí un perfecto hijo de la gran puta cuando la pelirroja sonrió y respondió a mi beso. Su voz sonó enronquecida por el deseo.

-Lucky…

Sí, ella era una ladrona y una asesina, una saqueadora que acabaría con mi vida en cuanto Nash y ella se dieran cuenta de que no existía ninguna Plantilla de Construcción Estándar. Pero me sentía un miserable por jugar con los sentimientos de aquella mujer, aunque fuera para salvar mi vida.

Besé su cuello mientras acariciaba sus brazos y cintura. Karel cerró los ojos y suspiró, excitada. Respiré lentamente sobre su piel y pude notar cómo su pelo se ponía de gallina, mientras ella ahogaba una risita por el escalofrío.

-Lucky, yo…

-Sshhh… -Puse un dedo en sus labios, acallándola y empecé a meter una mano por debajo de su ceñida camiseta.

Pronto encontré uno de sus generosos pechos y lo acaricié con fuerza. Karel se dejaba hacer, gimiendo quedamente. Pronto noté cómo sus pezones se endurecían. Mi erección comenzaba a ser dolorosa.

Mis dedos continuaron bajando, rozando su musculado torso y su ombligo hasta llegar a su pantalón militar. Lo desabroché toscamente y metí un dedo para explorar. La tela de sus braguitas estaba empapada. Al deslizar uno de los dedos bajo el elástico, acaricie su suave vello e introduje con facilidad uno de ellos entre los labios húmedos, arrancándola un gemido. Karel abrió las piernas, invitándome a que continuara.

Ahora venía la parte fundamental. Agarré el amplificador neuronal y se lo empecé a colocar en la frente.

-Ponte esto.

-¿Qué es? –Una punzada de recelo en la voz de Karel, que pronto se diluyó y desapareció.

-Un amplificador neuronal. Potencia el placer.

-Qué sofisticados. –Sonríe. –En el ejército no teníamos estos aparatitos…

La besé sonriendo y conecté el indicador de la magnitud de la potencia al máximo, aún sabiendo que era peligroso pero no tenía otra alternativa si quería sobrevivir. Acto seguido bajé mi rostro hasta estar a la altura de su sexo. Un vello rojizo oscuro dejaba entrever unos labios hinchados y húmedos. Comencé a lamerlo con entusiasmo, con ansia. Los gemidos de Karel se intensificaron, mientras comenzaba a estremecerse sin control. El amplificador debía estar dando sus frutos.

Pronto tuve que sujetar las caderas de la pelirroja con mis manos, mientras sus gemidos se convertían en gritos, mientras sus muslos tapaban y destapaban mis oídos. Debido a sus movimientos espasmódicos, su mojada vulva se estrelló un par de veces contra mi cara, mojándome completamente. Proseguí el asalto clavando dos dedos y comenzando a follarla con ellos sin dejar de lamer su clítoris grande e hinchado, que ya expulsaba flujos como una cascada. Posé un dedo en su ano y comencé a penetrarlo poco a poco, moviéndolo en círculos. Antes incluso de lo previsto, Karel tuvo un orgasmo arrebatador, su cuerpo se tensó y su espalda se arqueó hasta casi romperse, mientras gritaba como si le arrancaran la vida, el potenciador neuronal colapsando su cerebro con miles de impulsos nerviosos amplificados hasta lo indecible. Más placer del que podía soportar.

Su sudoroso cuerpo quedó abatido en el suelo, desmadejado como una muñeca a la que han cortado las cuerdas, exhausto y jadeante, demasiado débil para resistirse. La mujer pelirroja perdió el control de su cuerpo e incluso un chorro de orina escapó de su sexo. No podía permitirme la piedad, así que volví al asalto. Sujeté mi polla, empalmada hasta casi doler, y apunté a la entrada de su sexo.

Karel no podía hablar, mucho menos oponer resistencia. Se quejó lastimeramente mientras mi verga se deslizaba húmedamente por su gruta encharcada. Su ojo derecho estaba entrecerrado pero su rojo ojo biónico parecía contemplarme suplicante. Un hilillo de saliva escapaba por la comisura de sus labios.

Me detuve. Si seguía penetrándola, el efecto del amplificador neuronal le podría acabar causando una apoplejía o la muerte. Yo no era un asesino, a pesar de que las dos mujeres tuvieran intención de matarme. Salí del esponjoso interior de mi mujer y apenas tuve que rozar mi pene para que numerosos chorros de semen brotaran de mi polla. Los pringosos latigazos de leche azotaron el sudado estómago de la pirata pelirroja, salpicando su tripa y ombligo.

Jadeando, busqué por la habitación algún tipo de cuerda con la que atar a Karel. Quizás en algún de los bolsillos de los pantalones de la mujer, que se hallaban por los tobillos de ella, encontrara unas esposas con las que inmovilizarla. Nada que pudiera utilizar, sólo un microtransmisor y algunos cacharros más. Bueno, no tenía importancia. Karel estaba completamente desmayada y no creía que se recobrara hasta un par de horas como mínimo.

Pero ahora venía el otro problema: Nash. En el suelo se hallaba la pistola láser. La miré con aprensión. ¿Me atrevería a usarla contra ella?

No tuve tiempo de vestirme. Un chasquido me sacó de mis reflexiones. Era el microtransmisor de la pirata, en otro de los sus bolsillos.

-¿Karel? Aquí Nash. El chaval nos la ha jugado. No he encontrado ni rastro de la PCE ni de nada por el estilo. En cuanto llegue le voy a…

Intenté que mi voz sonase lo más segura posible, a pesar de que estaba muerto de miedo.

-Ríndete, Nash, estás perdida. Si te rindes te prometo que…

-¿Lucky? ¿Dónde está Karel? ¿Qué has hecho con ella?

-Está a buen recaudo. Ríndete o… o…

-Escúchame, cabrón, si le has hecho algo a Karel te prometo por lo más sagrado que te arrancaré las pelotas y te las haré tragar. ¿Me has oído?

-Karel está bien. Tu situación es desesperada, Nash. Si te rindes, te prometo que te entregaré a las autoridades y Karel y tú tendréis un juicio just…

-Escúchame, renacuajo. Ahora mismo voy a ir a la Sala de Control y te voy a arrancar las entrañas y me las voy a comer. Te voy a joder como nunca te han jodido, pequeño bastardo.

La comunicación se cortó repentinamente. Vacilé. Agarré con fuerza la pistola y apunté hacia la puerta. Mis manos temblaban. No creo que acertara ni a un acorazado estelar. En breve llegaría la pirata. ¿Qué podía hacer?

Entonces se me ocurrió una idea. Lo más deprisa que pude me dirigí hacia el panel de control cercano a la puerta. Mis conocimientos de electricidad por fin me iban a ser útiles. Rápidamente desvié parte de la corriente eléctrica del generador de la Sala hacia la misma puerta. En cuanto alguien tocase el control de apertura…

Esperé tras la mesa, como si aquel mueble pudiera protegerme de la furia de la mujer si algo saliera mal. Mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho. Me pareció escuchar un paso en el pasillo. Crucé los dedos para que mi estratagema saliera bien. Al momento siguiente, Nash debió tocar el control de acceso. Se escuchó un chasquido eléctrico y las luces de la sala fluctuaron durante un segundo. Oí un gemido ahogado tras la puerta y el ruido de un cuerpo al caer al suelo.

Con rapidez anulé el desvío eléctrico y abrí la puerta. Nash estaba tumbada en el suelo, semiinconsciente. Al rozar el control de acceso para abrir la puerta, el desvío había provocado que una corriente penetrara en su cuerpo. No habían sido demasiados voltios pero sí lo suficiente para atontarla. Con un golpe del pie alejé su láser pero la mujer no tardaría mucho en recuperarse y, aún desarmada, no tendría muchos problemas en acabar conmigo.

Me mordí los labios. ¿Qué debía hacer? Nash gemía, aturdida por la descarga eléctrica. Miré la pistola láser pero sacudí la cabeza. No era un asesino. Decidí reducirla de la misma forma que había hecho con Karel. Mi polla volvió a crecer, como si le entusiasmase la idea.

Conecté el potenciador neuronal a la frente de la mujer y volví a ponerlo al máximo. Acto seguido, le di la vuelta y la puse boca abajo, dejando su culito respingón en pompa. Desabroché sus pantalones y los bajé con rudeza junto a sus bragas, revelando unas hermosas nalgas pálidas. Mis ávidas manos tocaron y masajearon a placer el cuerpo de Nash, aprovechando su indefensión. Acaricié la regata de su culo, estrujé sus deliciosos cachetes, abriéndolos, cerrándolos, besándolos, mordiéndolos.

Y acariciando y sobando esas nalgas, descubrí el ano de la mujer rubia, un delicioso orificio oscuro que parecía abrirse y cerrarse. Mi lengua se lanzó rápidamente a por ese tesoro y comencé a lamerlo con placer. Nash había empezado a despejarse pero no pudo resistirse. Un gemido escapó de sus labios. Una de mis manos fue a por su entrepierna. Estaba bastante húmeda, víctima del amplificador.

Durante un buen rato, mi lengua siguió lamiendo el arrugado agujerito de Nash, introduciéndose de vez en cuando hasta que su ano acogió ya en su interior más de media lengua mía, serpenteando y chapoteando. La mujer gemía, abandonada ya al placer. Uno de mis dedos se deslizó húmedamente dentro de su culo, sintiendo los calientes latidos.

De pronto me puse de rodillas, retiré el dedo y apoyé mi verga contra su ano. Nash gimió e intentó hablar, su voz ronca por la excitación.

-Mmm… mi… mi culo…

-Antes me dijiste que me ibas a joder como nunca me habían jodido. Creo que es justo que yo te joda a ti un poco.

Con un movimiento lento, presioné mi polla contra su orificio más estrecho y mi verga fue abriéndose paso poco a poco por el interior de Nash, incrustándose hasta ensartarla literalmente. Con sus últimas fuerzas, Nash intentó debatirse, pero lo único que consiguió fue que mi miembro se introdujera más y más, ganando terreno en sus cálidas entrañas y empalándola completamente. El amplificador neuronal provocó que Nash gritara, en parte por el dolor y parte por el placer.

Poco a poco, inicié una danza, meneando las caderas y entrando y saliendo viscosamente del ano de la pirata. La Sala de Control se inundó de los gemidos y quejidos de la mujer, junto con mis roncos jadeos y el húmedo golpeteo de la carne contra la carne.

Casi reí de la sorpresa cuando pude captar los pensamientos de la pirata. El amplificador neuronal había provocado que el placer fuera casi insoportable, pero a la vez casi adictivo. El hecho de que su enemigo la estuviera sometiendo, que un simple y debilucho chaval la estuviera sodomizando y humillando la excitaba como nunca.

-¿Te gusta, Nash?

La mujer no dijo nada, avergonzada. Yo, ebrio de gozo, busqué y encontré sus erectos pezones a través de la ceñida camiseta. Los retorcí y pellizqué, arrancándola un chillido.

-Vamos, dime, ¿te gusta?

-S… sí… Maldito… me… me corroooo!!!

Nash gritó mientras tenía un fortísimo orgasmo, provocando que su cuerpo se convulsionara como si de nuevo estuviera siendo sometida a la corriente eléctrica. Su clímax fue tan fuerte que sentí que su ano se dilataba y contraía sobre mi polla que llegó igualmente al orgasmo, llenando todas sus entrañas con mi semen, descargando toda mi leche en sus intestinos.

-¿Te… te rindes ya, Nash? –Logré jadear.

La mujer había quedado boca abajo, con los pantalones por los tobillos, sus seductoras nalgas a la vista, con un hilillo de semen escapando desde su ano abierto. No pudo contestarme. Había perdido la consciencia.

*************

Contemplé cómo la compuerta de plástico se cerraba sobre las cámaras de hibernación de las dos mujeres piratas. Las había sedado con unos narcóticos de la enfermería. Dormirían como dos adorables angelitos hasta llegar a Nuevo Altair, donde las autoridades se encargarían de ellas.

Comprobé que todos los sensores estuvieran correctos y me dirigí hacia mi propia cámara de hibernación. En breve llegaríamos hasta mi destino, el sector 417-A. En el entrenamiento en la Tierra se nos había dicho que era un sector inhóspito, hostil, peligroso. Sonreí. Si los incidentes que me esperaban allí eran la mitad de movidos que la que acababa de sufrir, me esperaban grandes aventuras.

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“Chúpame… la sangre: (Nadie creé en vampiros hasta que conoce a uno y yo me topé con dos)” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Desde que recibió la llamada, supo que recordaría ese fin de semana toda su vida. Tras una noche de jueves con demasiado alcohol, se levantó a contestar creyendo que sería un amigo. Para su sorpresa era uno de sus mejores clientes el que llamaba y al no poder escaquearse, se tuvo que vestir para ir a sacar a su hija de la comisaría.
Ahí se enteró que la policía acusaba a su retoño de ser la asesina en serie que llevaba aterrorizando Madrid las últimas semanas. Su modus operandi la había hecho famosa y todos los periódicos seguían sus andanzas y es que, tras seducir a sus víctimas, las mataba drenando hasta la última gota de su sangre.
En este libro, Fernando Neira nos vuelve a demostrar porqué es uno de los estandartes de la nueva literatura erótica en español. 

ALTO CONTENIDO ERÓTICO

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

Para que podías echarle un vistazo, os anexo los CUATRO primeros capítulos:

1

Supe que ese fin de semana iba a ser de los que hacen época y no exactamente por bueno. Tras una noche de jueves que empezó bien pero que terminó con demasiado alcohol, me levanté con un puñal atravesándome la sien y no podía echarle la culpa a nadie más que a las tres botellas vacías que esperaban en silencio que un alma caritativa las echara a la basura.

«¡Menuda resaca!», pensé mientras me prometía como tantas otras veces que es mismo viernes iba a dejar de beber.

Con la boca pastosa, apagué el despertador e intentando mantenerme en pie, salí rumbo a la cocina. Mi idea inicial era preparar un litro de café que me permitiera sobrevivir esa mañana, pero apenas había dado dos pasos cuando mi teléfono comenzó a sonar.

Su estridente sonido zumbó en mis oídos con inusitada dureza y desesperado corrí a cogerlo.    

«¿Quién coño llamará a estas horas?», murmuré.

Mi cabreo mutó en acojone al contemplar en la pantalla que era Toledano mi mejor cliente. Por experiencia sabía que ese oscuro inversor era un ser noctámbulo y por ello comprendí que nada bueno podía derivarse de esa llamada.

―Simón, ¿en qué te puedo ayudar? ―  tratando de aclarar mi voz pregunté.

Para mi sorpresa no era ese viejo frio e insensible, sino su secretaria y estaba llorando. He de decir que al escuchar sus lloros supuse que algo grave debía de haber pasado con su jefe. Aunque hice todo lo que se me ocurrió para que se tranquilizara y me contara cuál era el problema, me di por vencido cuando después de diez minutos al teléfono había sido incapaz de sonsacarle nada coherente, a excepción de que tenía que ver con alguien de su familia.

Por ello vi el cielo abierto cuando destrozada y sin poder seguir hablando, Juncal me pasó a Simón. A éste se le notaba también triste pero no tanto como ella y por fin me enteré de que estaban en la comisaría de Argüelles porque habían detenido a la hija de su secretaria. Me extrañó que estuviera tan afectado porque no en vano le había visto firmar un despido colectivo que mandaba a la puta calle a dos mil personas sin inmutarse.

― ¿De qué la acusan? – pregunté.

―De asesinato― contestó mi cliente.      

Admito que me esperaba otra respuesta. Había supuesto que se le habían pasado las copas, pero nunca se me pasó por la cabeza que fuera por algo tan grave.     

Ya despierto del susto, quise saber a quién se suponía que había matado y fue entonces cuando me informó que la responsabilizaban de al menos media docena de muertes.

― ¿Qué has dicho? ― pregunté pensando en que lo había oído mal.

―La policía sospecha que es la asesina en serie que lleva actuando todo el año en Madrid.

Cómo no podía ser de otra forma, me quedé mudo. Durante los últimos seis meses los periódicos no dejaban de hablar y especular sobre una femme fatale que se dedicaba a matar a jóvenes universitarios.

«¡Puta madre! ¡Pobre Juncal!», pensé mientras intentaba ordenar lo que sabía del caso.

Así recordé el haber leído que, desde el principio, los polis habían especulado desde el principio que la culpable era una mujer, dado las víctimas eran heteras y aparecían atadas sin signos de haberse defendido, como si se hubiesen dejado maniatar voluntariamente.

«Se supone que la asesina primero los seduce y por ello no se defienden, pensando que se trata de algún tipo de juego erótico hasta que es demasiado tarde».

Que todos fueran fuertes y deportistas no había hecho más que incrementar el interés del público, pero lo que realmente había convertido ese caso en un filón de oro para los periodistas había sido el método usado para acabar con sus vidas:

¡La exanguinación!

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al recordar que según los diarios los dejaba totalmente secos, ¡sin una gota de sangre! Y que por ello habían puesto a la supuesta culpable el sobrenombre de “la chupasangre psicópata”.

Tras aceptar el caso, pedí a Simón que le dijese a Juncal que en cuanto me vistiera iba hacia allá y que mientras tanto que no hablase con la policía y todavía menos su hija, no fuera a ser que luego se tuviese que arrepentir de lo que hubiese dicho o declarado.

―No te preocupes. Eso mismo fue lo primero que le dije al saber de lo que la acusaban.

2

De camino a la comisaría, no dejaba de pensar en lo que estaría pasando por la mente de Juncal y lo difícil que sería aceptar que su niña pudiese estar involucrada en algo tan siniestro. Conociéndola, no me cuadraba tuviera una hija de esa edad como tampoco que le saliera tan descarriada.

«Debe estar muy jodida», medité impresionado.

Pero lo que realmente me tenía mosca era qué tenía que ver Simón Toledano en ello y a qué se debía la importancia que le daba al tema. Las malas lenguas decían que esa morenaza, además de secretaria para todo, era su amante y aunque hasta ese día nunca me lo había creído, su actitud apesadumbrada me hizo pensar en que era cierto.

Meditando en ello, comprendí el mutismo de mi cliente:

«Lo primero que se pide a alguien de su profesión es tener fama de ser serio y honrado, sin mácula de sospecha» me dije mientras conducía: «Nadie pone su fortuna en manos de alguien con una doble vida».

Por otra parte, estaba el tema de la edad. Mientras Juncal no debía de tener más de cuarenta años, su jefe debía sobre pasar los setenta.

«Debe ser más joven que cualquiera de los hijos de ese cabrón», sentencié recordando que al igual que su viejo, esos dos era considerados unos tiburones sin escrúpulos, pero a la vez unos mojigatos en cuestión de faldas: «Siempre se vanaglorian de que un judío practicante nunca era infiel a su mujer».

Jamás había tenido motivo alguno para sospechar lo contrario. Siempre había achacado a la envidia los comentarios sobre Simón y en ese momento no tenía nada claro que no hubiera nada entre ellos, como tampoco quien era el padre.

Por lo que sabía, Juncal era soltera y por ello con las sospechas más que fundadas sobre la paternidad de la chavala, llegué a la comisaría. En la puerta y con cara de pocos amigos, Simón me estaba esperando:

―Pedro, no me importa cuánto me cueste ni a quién tengas que untar, pero quiero que saques inmediatamente a la niña de aquí. ¡Sé que es inocente!

―Déjalo de mi cuenta. Lo primero que debemos hacer es averiguar qué tienen en su contra y en qué basan la acusación― respondí tratando de tranquilizar a mi cliente.

―Me da igual lo que digan: ¡Raquel no tiene nada que ver con esos asesinatos!

Al oír cómo se llamaba, se maximizaron mis sospechas porque el hecho de que Juncal le pusiera un nombre de origen bíblico era algo bastante esclarecedor.

«Es un nombre que cualquier judío pondría a alguien de su sangre. Al final va a ser un desliz del viejo», medité y sin exteriorizar mis pensamientos, saludé a la madre.

Sin maquillaje y con los ojos rojos de haber estado llorando seguía siendo una mujer guapísima.

―Tranquila, haré todo lo que pueda para sacar a tu hija.

La desesperación que leí en su rostro no me gustó nada porque en cierta medida significaba que no tenía la seguridad plena sobre la inocencia de su retoño y por ello, dirigiéndome al policía de la entrada, pedí hablar con mi defendida.

Al enterarse de que era el abogado de la sospechosa y que quería verla, me llevó a una sala mientras llamaba a Gutiérrez, el comisario encargado de la investigación. He de reconocer que no me extrañó que me hicieran esperar dado el revuelo mediático del caso. Por ello y con la única intención de ponerles nerviosos, comencé a protestar aludiendo a que estaba vulnerando el derecho a una defensa efectiva y que pensaba denunciarlos.

Mis protestas hicieron salir casi de inmediato al responsable, el cual me aseguró que habían respetado en todo momento sus derechos y que como la detenida había pedido un abogado, ni él ni nadie de la comisaría la habían interrogado.

No tuve que ser un genio para dar por sentado que esa explicación y su celeridad en dejarme ver a su sospechosa no era algo habitual y que lo último que quería, era dar algún motivo que hiciera que el juez de guardia se creyera una versión distorsionada de su actuación.

Es más, interpreté erróneamente su sonrisa cuando abriendo una puerta me dejó a solas con ella.

Nada más cruzarla y ver a mi defendida, supe que esa actitud colaborativa no se debía al miedo de que se le volteara el caso sino porque estaba plenamente convencido de que era la culpable de tantas muertes y de que podría demostrarlo. Lo cierto es que hasta yo lo pensé al verla sentada tranquilamente en esa celda.

«¡No me jodas!», dando por perdido el caso, exclamé en mi interior al contemplar por primera vez a la que iba a ser mi cliente.

Rubia y con un piercing cerca de la boca que podía pasar por un lunar al modo de Marilyn, llevaba un escotado vestido negro casi hasta los pies que contrastaba con el colorido de los tatuajes que recorrían su piel: «Encima, la muy loca ¡va de gótica!».

He de deciros que en todos mis años de abogado nunca había prejuzgado culpable a un cliente sin siquiera escucharlo. Pero con Raquel Sanz, lo hice. ¡Di por sentado que era la chupasangre solo con mirarla!

Si os preguntáis la razón por la que llegué a esa conclusión, es muy sencilla. Había entrado allí pensando en que me iba a encontrar con una niña, pero con lo que realmente me topé fue con una mujer tan bella como siniestra.

― ¿Eres mi picapleitos? ― preguntó levantando su cara de la Tablet. La dureza de su tono y el desprecio hacia mí implícito en su pregunta, reafirmaron mi sensación de derrota.

Ni siquiera me digné en contestar y sentándome frente a ella, le comenté que estábamos amparados por los privilegios abogado cliente y que nada de lo que me dijera podía ser usado en su contra.

―Si el inútil del abogado que ha contratado mi vieja también me cree culpable, voy jodida― señaló molesta.

―Lo que crea o deje de creer no importa. A quien hay que convencer es al jurado― pensando ya en el juicio, respondí.

La sequedad de mi respuesta le hizo gracia y mirándome, contestó:

―Soy inocente. Aunque me lo he planteado un par de veces, jamás he matado a nadie.

Os juro que sentí que me taladraba con su mirada y producto de ello, un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo al verme totalmente subyugado por el azul intenso de sus ojos.

«¿Qué me pasa?», cabreado pensé mientras intentaba tranquilizarme, «¿Por qué me he puesto tan nervioso?».

Raquel Sanz debía de estar habituada a producir esa reacción en los hombres porque levantándose de su silla, me soltó:

―Si es lo que necesita, ¡devóreme con la mirada! Pero hágalo rápido, necesito que me saque de aquí.

A pesar de la vergüenza que sentía, no pude más que obedecer y recrear mi vista en el espléndido culo que la naturaleza le había dado.

«Joder, ¡qué buena está!», me torturé durante unos segundos, hasta que con esfuerzo recompuse mis defensas y le pregunté si conocía a las víctimas.

―Aunque me he follado a todos ellos, apenas los conocía― con una pasmosa tranquilidad contestó.

No me esperaba esa respuesta.

― ¿Qué te has acostado con todos? ― repliqué dejándome caer hacia atrás en la silla.

―Encima de idiota, sordo― enfadada respondió: ―He dicho y así se lo he reconocido a la policía, que me los tiré. Pero no por ello, soy una asesina.

―No me puedo creer que hayas admitido que has hecho el amor con las víctimas. No me extraña que te consideren la principal sospechosa.

Mis palabras la cabrearon aún más y levantando la voz, me gritó que no fuera cursi, que entre ella y los muertos solo había habido sexo, nada de sentimientos. La dureza y frialdad de su tono me recordó quién suponía que era su padre y asumiendo que su progenitor no se quejaría al recibir una abultada minuta, en vez de renunciar a su defensa, le aconsejé que de ahí en adelante me hiciera caso y no reconociera algo así a nadie.  

―Tampoco mientas. Es mejor no contestar.

Entornando sus ojos y como muestra de que me había entendido, sonrió. Todo mi mundo se tambaleó a sus pies y con el corazón a mil por hora, dudé sobre la conveniencia de seguir siendo su abogado al contemplar embelesado como solo con ese gesto, la oscura arpía capaz de asesinar a media humanidad se convertía en una dulce y virginal ninfa necesitada de protección.

«¡Concéntrate! ¡Joder!», me repetí intentando retomar la conversación y dejar de bucear en su mirada, «No es un ligue, ¡es tu cliente!».

Al reconocer las señales que evidenciaban mi indefensión ante ella, soltó una carcajada y como si hubiese sido solamente un espejismo, su rostro volvió a adquirir el aspecto pétreo y enigmático que me había impresionado.

«De llegar a juicio, tendremos que explotar ese atractivo», me dije mientras pedía al policía que estaba al otro lado de la puerta que llamara a su jefe porque ya estábamos listos.

Nada más llegar, Gutiérrez comenzó el interrogatorio señalando que el día y la hora en que mi defendida se había beneficiado a cada uno de los muertos.

―Cómo verá, su cliente siente que es una amantis religiosa― sentenció a modo de resumen el comisario― y como las hembras de esos insectos, se cree en el derecho de devorar al macho.

―Lo único que demuestra es que mi defendida tiene una sexualidad desaforada y eso es algo que hasta ella reconoce― contesté sin reconocer carácter probatorio alguno a dichos encuentros, para insistir a continuación que si no tenían nada más esos indicios eran insuficientes para mantenerla entre rejas.

Cómo viejo zorro, curtido en mil batallas, el policía respondió sacando unas fotos de los difuntos donde con un rotulador habían remarcado una serie de marcas en sus cadáveres que no me costó reconocer como mordiscos.

―Ve esos círculos… el forense ha determinado que coinciden con la dentadura de su defendida― y mirando a la susodicha, le preguntó que tenía que decir.       

―Que soy una mujer apasionada.

―Entonces confiesa que usted los mordió antes de matarlos.

―Reconozco que les eché un polvo y hasta que fue un tanto agresivo, pero nada más. Cuando los dejé estaban vivos y satisfechos por haberse acostado con una diosa.

Para entonces, ya me había tranquilizado e interviniendo comenté que cronológicamente las muertes no se habían producido en las fechas en que mi defendida se los había follado, sino con posterioridad

―Fue solo sexo. Del bueno, pero sexo― añadió Raquel haciendo como si lanzara un mordisco al policía.

El descaro de esa mujer consiguió sacar a Gutiérrez de sus casillas e indignado le preguntó si no era ella la asesina, entonces quién era.

―Ni lo sé ni me importa― respondió y cerrándose en banda, dejó de contestar a las preguntas que durante más de media hora le formuló el policía…

3

Mientras esperaba que el juez de guardia resolviera mi reclamación, me puse a analizar lo sucedido en la comisaría y a la única conclusión que llegué fue que no tenía claro si me había impresionado más la ferocidad con la que el comisario se enfrentó con mi clienta o por el contrario la frialdad y menosprecio con la que esa mujer le respondió que dejara de mirarle las tetas.

―No he hecho tal cosa― se defendió.

Demostrando que no le tenía miedo, Raquel se llevó las manos hasta sus pechos y acariciándolos, le preguntó si realmente pensaba que alguien le creería cuando ella le acusara de comportamiento inadecuado.

― ¡Hija de perra! ― resonó en la sala de interrogatorio mientras asumiendo que no podía seguir interrogándola, Gutiérrez salía por la puerta.

Ni que decir tiene que como abogado aproveché ese insulto en mi escrito, recalcando además que las supuestas pruebas irrefutables en las que los investigadores basaban su acusación no eran más que hechos casuales sin conexión con los asesinatos y que solo por la animadversión que sentía el jefe de todos ellos por mi clienta se entendía que hubiesen atrevido a detenerla sin base alguna.

A pesar de que mi razonamiento era impecable y de que haber compartido unos momentos de sexo con las víctimas no la hacía una asesina, no las tenía todas conmigo: ¡Hasta yo la consideraba implicada en esas muertes! Por eso cuando el juez determinó su libertad, respiré aliviado. Raquel seguía investigada, pero al menos podría defenderse de esos delitos, desde la comodidad de su casa.

Tras recoger la orden, me dirigí a la comisaría y con ella bajo el brazo, exigí al indignado comisario su liberación.

―Sé que eres tú y pienso demostrarlo― replicó mientras quitaba las esposas a mi clienta.

La intensidad del odio que el policía sentía por ella me impactó, pero no supe que decir ni que pensar cuando Raquel, demostrando lo poco que le afectaba la opinión del comisario, respondió:

―Si no quiere seguir perdiendo el tiempo, le aconsejo que me olvide. Puedo ser culpable de tener un coño tan sabroso como insaciable, pero soy inocente de esos asesinatos.

Afortunadamente para todos, Juncal y su jefe hicieron su aparición cuando ya temía que llegaran a las manos y Raquel olvidando a Gutiérrez concentró su mala leche en el recién llegado diciendo:

―Esto es algo digno de ser visto, ¡la familia al completo! Mamá y el eyaculador que la preñó han venido a buscarme.

―Hija, yo también me alegro de verte― contestó sin inmutarse el viejo judío.

Mi incomodidad era total al sentir que sobraba.  Por ello, tras comentar lo sucedido con la pareja, me despedí para no verme involucrado y que resolvieran sus problemas entre ellos.

― ¡Picapleitos! ― escuché que me gritaban. Al girarme, la bella arpía me alcanzó y depositando un beso en mi mejilla, me dio las gracias.

Toda la reacción de mi cuerpo se concentró en un lugar específico y es que contra mi voluntad al oler su perfume y sentir la dureza de su pecho restregándose contra de mí, el grosor y el tamaño de mi pene se multiplicaron en un instante. Mi erección no le pasó desapercibida pero lejos de quejarse, mirándome a los ojos, sonrió.    

―Hasta pronto, ¡guapetón!

Asustado por saberme atraído por ella y que esa zumbada lo supiera, salí de ahí y me fui a mi despacho, donde intenté concentrarme en el día a día para olvidar las sensaciones que su manoseo había provocado en mi interior.

«Menuda putada debe ser el tener una zorra así, como hija», murmuré mientras el recuerdo de sus extraños ojos ámbar y la profundidad de su voz me perseguían muy a mi pesar. Por mucho que hacía el esfuerzo no podía dejar de pensar de haberla conocido en un bar, yo podía ser uno de los muertos, dando por hecho que Raquel era la asesina de esos chavales.

Como abogado debía intentar creer en la inocencia de mis clientes para transmitir mejor al juez o a los miembros del jurado los argumentos que hicieran posible su absolución, pero con Raquel eso me estaba resultando imposible porque con solo mirarla uno se daba cuenta que esa mujer era ciento por ciento pecado.

«Es la lujuria hecha carne», sentencié al percatarme de que inconscientemente había empezado a tocarme al pensar en ella.

Reprimiendo ese conato de paja, estuve a un tris de pedir a algún socio del bufete que me sustituyera en su defensa. Pero tras pensármelo mejor, la certeza que al hacerlo también perdería a su padre como cliente impidió que siguiera buscando a quien ceder la venia.

«Necesito el dinero de ese viejo por lo que no solo debo seguir defendiéndola, sino que tengo que conseguir que la absuelvan», medité mientras firmaba unos cheques antes de irme.

La empresa era difícil pero no imposible pero también que para poder triunfar iba a necesitar, ayuda.

«Tengo que hacerme con los servicios de Alberto», me dije y cogiendo mi teléfono lo llamé.

Tal y como esperaba, el discreto, pero efectivo detective aceptó de inmediato y se comprometió que desde esa misma tarde pondría a toda su gente a ver qué era lo que conseguían averiguar del tema.

―Cualquier cosa que halles, no se lo anticipes a nadie, ni siquiera a la policía. Quiero ser el primero en saberlo.

―No te preocupes, así se hará. Eres el que pagas las facturas― contestó y un tanto extrañado de que me tomara ese asunto tan en lo personal, dejó caer si tenía algo que ver con Raquel.

No me costó saber que lo que realmente estaba insinuando era si tenía un lío sexual con la sospechosa:

―Ni ahora ni nunca, esa tía es peligrosa. Acostarse con ella es como meter la polla en un avispero: la duda no es si te picarán sino cuantas veces― contesté sin llegar a creer en mi propia respuesta.

Alberto, que no era tonto, vio en mí una actitud defensiva pero no insistió y tomando los datos, se despidió prometiendo resultados.

«¿Qué coño me pasa? ¿Por qué me afecta tanto y no puedo dejar de pensar en esa loca?», maldije en silencio mientras cerraba la oficina y me marchaba a casa.

Ya en el coche puse la radio. Nada más encenderla, reconocí Perlas ensangrentadas, la canción que Alaska convirtió en un éxito y olvidando que podía ser una premonición, siguiendo su ritmo, conseguí relajarme mientras conducía dejando atrás el recuerdo tortuoso de Raquel.

Desgraciadamente, fue solo un breve paréntesis porque al llegar a mi edificio, el conserje me informó de que mi hermana me estaba esperando en mi piso.

― ¿Mi hermana? ― pregunté extrañado porque, aunque tenía una, esta vivía en Barcelona.

―Sí, una joven guapísima― contestó: ― La pobre se había olvidado las llaves y por eso la abrí.

Supe de quién se trataba al observar la tranquilidad con la que me acababa de decir que había roto la principal regla de un buen portero y que no parecía en absoluto preocupado.

«¿Qué habrá venido a buscar?», me pregunté mientras con un cabreo de la leche llamaba al ascensor…

4

O bien Raquel no veía nada malo en su actuación o bien supuso que sería incapaz de recriminarla el haber invadido mi espacio porque al entrar me la encontré casi desnuda pintándose los pies en el suelo de la cocina.

― ¿Se puede saber qué narices haces aquí? – pregunté mientras intentaba evitar darme un banquete admirando la perfección de esos pechos que la camiseta que llevaba puesta era incapaz de tapar.

― ¿No lo ves? Arreglándome las uñas― contestó sin siquiera levantar su mirada mientras como si me estuviera retando separaba sus piernas.

La obscenidad del gesto y esa respuesta me terminaron de cabrear y he de reconocer que estuve a punto de saltarla al cuello. ¡Ganas no me faltaron! Pero conteniendo mi orgullo herido, insistí:  

― ¿Por qué estás en mi casa?

Con tono suave, me respondió que había intentado ir a la suya pero que al llegar había una nube de periodistas esperándola y que recordando que la había prohibido conceder entrevistas, había tomado la única decisión sensata… ir al único sitio donde no la buscarían.

―Mi piso― sentencié molesto.

Raquel debió decidir que una vez aclarado, no valía la pena seguir dando vueltas a lo mismo y cambiando de tema, me soltó qué le iba a preparar de cena. Su desfachatez me indignó y levantándola del suelo, le grité que si quería quedarse en mi casa al menos debía mantener las formas y no ir vestida como una vulgar fulana.   

― ¿No serás gay? ― fue lo que me replicó.

Comprendí que realmente le había sorprendido que le exigiera discreción en su vestir y lleno de ira le respondí que no.

― ¡Pues cualquiera lo diría! ¡Ni siquiera te atreves a mirarme!

Que dudara de mi hombría fue la gota que derramó el vaso y atrayéndola hacia mí, forcé su boca con mi lengua mientras con las manos daba un buen magreo a su trasero. Lejos de mostrarse intimidada por mi reacción, Raquel colaboró conmigo frotando su cuerpo contra el mío.

―No eres más que una zorra― rechazando su contacto, repliqué.

La fría carcajada que soltó mientras se acomodaba la ropa me informó de mi derrota y que, con solo proponérselo, esa perturbada había conseguido sacar lo peor de mí.

―Ahora que ya te has reído, puedes coger la puerta e irte – dije enfadado hasta la médula.     

Obviando mi cabreo, sonriendo, Raquel contestó:

―No creo que a mi padre le guste saber que su abogado me ha echado a los lobos y menos que me ha besado contra mi voluntad.

Que ni siquiera intentara disfrazar su vil chantaje me desarmó y sentándome en una silla de la cocina, le volví a preguntar qué era lo que buscaba de mí.

―No te creas tan importante. No busco nada, solo divertirme― contestó mientras se subía a horcajadas sobre mis rodillas.

Reconozco que me sorprendió. Por ello poca cosa pude hacer cuando descubrí que bajo su camiseta no llevaba sujetador y que sin ningún esfuerzo podía entrever dos pezones tan negros como erizados e instintivamente y sin pensar en las consecuencias, comencé a acariciar su trasero.

― ¿Adivina quién me va a echar un polvo? ― murmuró en mi oído mientras frotaba sus nalgas contra mi entrepierna.

Si no hacía algo, sabía cuál sería la respuesta al sentir la dureza de sus cachetes al incrustar mi pene en su sexo. Es más, viendo que no la detenía, se puso a hacer como si me la estuviera follando y solo las murallas de su breve short y de mi pantalón impidieron que culminara su felonía.

―Seguro que yo no― respondí mientras me levantaba de la silla.

Al hacerlo la tiré al suelo. Raquel en vez de cabrearse, comenzó a reír mientras me preguntaba gritando cuanto tiempo creía que iba a soportar sin follármela. Humillado hasta decir basta, salí de la cocina confirmando mi derrota.

«¡Será puta!», pensé totalmente hundido con el sonido de sus retumbando en mis oídos mientras notaba como el deseo se iba acumulando bajo mi bragueta.

Era consciente que de no ser porque hubiera quedado como un auténtico cretino, hubiese vuelto a donde estaba y la hubiese tomado contra el fregadero. En vez de ello, fui a mi habitación a darme una ducha fría. El agua helada aminoró mi calentura y ya más calmado, al salir me tumbé en la cama desnudo, me quedé dormido.

Llevaba unos pocos minutos soñando cuando la imaginé llegando completamente desnuda. Aun sabiendo que era un sueño, me quedé extasiado observando como sus pechos se bamboleaban al caminar hacia mí. En mi mente, esa rubia del demonio me invitaba a morder los duros pezones que decoraban sus dos maravillas.

Ni dormido, quise dejarme vencer y me la quedé mirando mientras le decía:

―Tienes demasiados huesos para mi gusto y encima con tanto tatuaje pareces un personaje de Walt Disney.

De nada me sirvió esa una vil mentira. Apenas podía respirar, mientras se acercaba. Su cuerpo no solo era el de una modelo, era el sumun de la perfección al que los dibujos grabados sobre su piel magnificaban aún más su belleza.  Con una picardía innata, Raquel exhibía ante mí su estrecha cintura, su culo en forma de corazón y su estómago plano sin dejar de sonreír, demostrando lo poco que le había afectado mi crítica:

―No te lo crees ni tú. A tu lado, ¡soy divina!

Quise responder a su impertinencia, pero las palabras quedaron atascadas en mi garganta al contemplar su sexo a escasos centímetros de mi cara y saber que solo con pedírselo esa zorra hubiese puesto dichosa su coño en mi boca.  En mi imaginación traté de mantener un resto de cordura y cerré los ojos deseando que desapareciese y así cesara esa tortura.

Desgraciadamente en mi cerebro, la rubia envalentonada por mi evidente cobardía recorrió con sus manos mi cuerpo y al comprobar que bajo las sábanas mi pene se erguía erecto, se adjudicó el derecho a subirse encima de mí riendo.

― ¡Vete por donde has llegado! ¿No ves que no quiero nada contigo? ― contesté intentando mostrar al menos apatía.

No tardé en comprender mi error porque poniéndose a horcajadas sobre mí, incrustó mi pene en su sexo y me empezó a cabalgar mientras aprovechaba mi indefensión para atarme.   

― ¿Qué haces? ― grité incapaz de detenerla.

―Evitar que huyas, mientras te follo― respondió con perversa alegría.

Tras terminar de inmovilizarme, se tumbó sobre mi pecho para hacerme sentir   la tersa dureza de sus pezones mientras llegaban a mis oídos sus primeros gemidos. Contagiado por su lujuria, recibí sus besos y mordiscos sin moverme mientras deseaba que me siguiera follando ahí mismo. Os confieso que ya me había entregado por completo a ella cuando pegando un grito, se corrió sobre mí.

Como la diosa que se sabía, obró un milagro y bajándose de la cama, se descojonó al mostrarme mi erección: 

―Mortal, te voy a llevar a mi cielo.

Tras lo cual, y cogiendo un poco de la humedad que manaba libremente desde su vulva, se untó el trasero.

― ¿Qué quieres de mí? ― chillé al ver que en su boca le crecían los colmillos. 

―Convertirte en mi esclavo― replicó y pasando una de sus piernas sobre las mías, usó mi verga para empalarse.

La lentitud que imprimió a sus movimientos me permitió disfrutar de la dificultad con la que su trasero absorbió mi trabuco mientras aterrorizado sentía como me latían las venas.      

― ¡Por favor! ¡No lo hagas!

Riéndose de mi desesperación, acercó sus labios para localizar mi yugular. Supe mi destino aun antes de que clavara sus dientes en mi cuello.

― ¡Eres y serás siempre mío! ― me informó mientras cerraba sus mandíbulas. Aullé al sentir que el dolor se transmutaba en placer y liberando mi simiente en el trasero de mi asesina, ¡me desperté!

Por unos momentos respiré al ver que había sido producto de mi calenturienta imaginación, pero entonces desde la puerta escuché que Raquel me decía:

―Pronto te entregarás a mí y juntos haremos realidad tu pesadilla.


Relato erótico: “Genio” (PUBLICADO POR XAVIA)

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Lo habíamos contratado hacía 11 meses. Se llamaba Benjamín pero más allá de un carácter infantiloide, nada más hacía referencia a su nombre. Era hijo único, así que no era el más joven de una estirpe. Medía cerca de 1,90 y pesaba más de 100 kg, así que no era pequeño. Y, a pesar de ser el último en llegar a la empresa, se había convertido en una pieza muy importante para nuestros últimos proyectos.

Cris y yo nos asociamos hace 12 años hartos de trabajar como negros para que otros se llevaran el mérito y, sobre todo, el beneficio económico. Nos conocíamos desde la adolescencia, pues fuimos compañeros de clase. A raíz de ello, conformamos una cuadrilla de 7 miembros, 3 chicas y 4 chicos que nos convertimos en inseparables hasta que los estudios universitarios y dispares carreras profesionales nos fueron disgregando. El grupo seguía viéndose con irregularidad, pero solamente nosotros dos continuábamos juntos.

Cumplidos los 30, en la fiesta de aniversario de mi amiga, esbozamos el embrión que pocos meses después darían con el nacimiento de una consultora de empresas que comenzó dando servicios informáticos y tecnológicos a compañías de nivel pequeño, hasta que fuimos creciendo al ritmo de nuestros clientes.

La contratación de Benjamín supuso para la compañía dar un paso más pues lo más suave que puedo decir de él es que era un hacker con todas las de la ley. O sin ella, para ser honestos, pues necesitábamos a alguien que conociera la otra cara de la red, la Dark Net como lo llama la policía, el Deep Web, como lo llamamos los usuarios.

Al chico nos lo recomendó el marido de Cris, también ingeniero informático, cuyos conocimientos acababan donde comenzaba la cara B del sector, pero estaba muy bien conectado con críos de discutible pelaje.

Benjamín era el prototipo de nerd informático. Huraño, solitario, rebuscado, maniático, pero también genial y muy eficiente. Acostumbrado a lidiar con profesionales del sector de todo tipo, no me fue difícil congeniar con él, aunque me costó penetrar la coraza auto protectora que lo cubría. Tal vez el hecho de ser hombre me ayudó, pues a Cris le costó bastante más, sobre todo porque carecía de la paciencia necesaria para aguantarlo.

Aún hoy sigo pensando que su contratación fue un acierto, a pesar de lo acontecido, pues en lo profesional y económico, nos fue muy bien su presencia. En lo personal…

***

Cris se había casado con Toni un año antes de que fundáramos nuestra empresa, un chico que conoció en su primer destino laboral. Yo había tonteado toda mi vida con Emma, una compañera de la cuadrilla adolescente, pero no fue hasta asomarnos a la treintena que decidimos formalizar lo que llevaba años escrito. Años en los que ambos habíamos tenido otras relaciones más o menos serias.

Pero las piernas que me rodeaban a la altura de la cintura no eran las suyas, como tampoco eran sus pechos los que se mecían adelante y atrás al ritmo de mis envites, ni era su garganta la que gemía sonoramente, ni su lengua la que me pedía que la follara. Era mi socia la que en ese momento me pidió darse la vuelta pues le encantaba que la penetraran desde detrás, con el culo en pompa, acompañado de algunos azotes e insultos varios.

Esta vez llegué antes que ella, no pares ahora cabrón, pero no tardó demasiado en lograr su objetivo. Cuando me separé de su cuerpo, me dejé caer en una de las sillas de visita que poblaban el despacho de mi socia, resoplando, admirando aquel par de nalgas perfectas que la bella mujer ofrecía.

Poco a poco se fue incorporando, Dios, que falta me hacía, bufó, para recoger pantalones y tanga del suelo y vestirse. Yo aún me quedé un rato en aquella ridícula posición, camisa abierta, pantalones y bóxer por los tobillos y polla enhiesta, feliz pero agotada.

Me miró sonriente, guiñándome un ojo, mientras tomaba el teléfono y llamaba a su cornudo marido para avisarle que salía del despacho. Eran más de las 8 de la tarde y la jornada había sido dura, aunque gratificante.

En casa, besé a Emma con cariño, eso es exactamente lo que sentía por ella, así como a las gemelas y cenamos como una familia feliz mientras cada uno desgranaba su aventura diaria. Mi mujer en el bufete de abogados, nuestras hijas quejándose de la dificultad que suponía una cosa nueva que habían comenzado en matemáticas llamada raíces cuadradas.

-Ya estáis en cuarto curso, cada año es un poco más difícil –las consoló la madre guiñándome también un ojo.

***

La contratación de Benjamín era una necesidad evidente que pospusimos tanto como nuestros principios ético-morales nos consintieron. Durante casi doce años nos habíamos dedicado a labores tan simples como diseñar una página web hasta la gestión integral de las necesidades telemáticas de compañías medianas. Para ello, contábamos con una plantilla de 11 profesionales encargados de proporcionar a los clientes las soluciones más eficaces e innovadoras del mercado.

 Allí radicó, en la novedad, en la necesidad perentoria de estar a la última, ofrecer servicios de seguridad online, pues los ataques informáticos son cada vez más frecuentes y agresivos. Proteger un servidor de troyanos y malware no es complicado, pero defenderte de un ataque bien dirigido ya es otro cantar.

Benjamín, no solamente diseñaba las defensas, también contraatacaba cuando el intruso se lo merecía. Pero últimamente habíamos dado un paso más. Gracias a sus conocimientos, éramos capaces de espiar a empresas competidoras de nuestros clientes, así como a organismos gubernamentales. Esto último, tan arriesgado como suculento.

Lo peligroso del caso era que el chaval actuaba por su cuenta. Últimamente parecía haberle cogido el gusto a meterse en sistemas ajenos sin encargo profesional mediante, así que tuve que pararle los pies un par de veces. Practica tus hobbies en casa, que al final nos joderás a todos.

Aquella inmensidad de tío me miraba como si yo fuera un marciano, sentado en su trono, un sillón de sky negro que él mismo había diseñado a partir de su anatomía y necesidades físicas, pues pasaba sentado en él horas y horas.

-Tanto si lo hago desde aquí como si lo hago desde casa, no es rastreable. No tienes por qué preocuparte.

-Si tú puedes rastrearlo, otro experto como tú también puede hacerlo.

Por respuesta me ofreció una sonrisa de suficiencia, que sin duda significaba nadie es tan bueno como yo, aunque a mí me daba la sensación de significar soy un crío inmaduro e inconsciente que asume riesgos innecesarios.

Aquella tarde lo hablé con Cris. El horario laboral de la plantilla finalizaba a las 6 de la tarde, aunque era habitual que hubiera alguien trabajando hasta las 7, según la carga de trabajo que tuviéramos en aquel momento. Benjamín era el único que se quedaba hasta más tarde, cuando se quedaba, pues a decir verdad, hacía el horario que le daba la gana. Podían ser 4 o 24 las horas que pasara sentado en su trono. Esa había sido una de sus condiciones para unirse al equipo. La otra era disponer de un despacho individual para que nadie le molestara.

Tratándose de un friki de manual, pues no se relacionaba con nadie más que conmigo y puntualmente con Cris, era realmente rentable para la empresa pues es lo que mi socia me estaba recalcando mientras yo exponía mis quejas.

-Cierto, pero cada vez me pone más nervioso. Cualquier día vamos a tener un problema serio. Ayer, sin ir más lejos, estaba metido en los servidores de la policía científica. ¿Qué coño se le ha perdido allí dentro?

-Se lo pedí yo. -¿Cómo? exclamé levantando las cejas y abriendo los ojos como platos. –Necesitaba acceder a los informes de un caso de violencia doméstica.

-¿Violencia doméstica? –exclamé levantando la voz. -¿Desde cuándo tratamos casos de éstos?

-Desde que el acusado es el jefe de mi hermana. Me ha pedido ayuda, pues la mujer lo ha denunciado y según ella es una patraña para tomar ventaja en el divorcio. Una invención de la tía, un montaje…

No seguí escuchando. Carol, su hermana menor, llevaba más de dos años liada con su jefe. Increíblemente para mí, pues estaba convencido que el tío solamente se estaba aprovechando de tener a mano un buen par de tetas enamoradas, había accedido a dejar a su mujer para vivir con una chica quince años más joven. La batalla económica no era la única que la despechada esposa había iniciado. Ahora parecía ir a hacer daño, al menos tanto como le estaban haciendo a ella.

Para Cris, su hermana era intocable. Siempre había sido una cabra loca, pero ella la defendía a capa y espada, así que ese era un tema que hacía mucho que decidí no discutir con ella. La última vez que lo hicimos, estuvo casi dos semanas sin hablarme.

La mano de mi socia en el hombro me devolvió a la realidad. Tengo la virtud de escuchar sin oír, o de oír sin escuchar. Tanto monta, monta tanto. Parece que esté atento a mi interlocutor, incluso cabeceo asintiendo, cuando en realidad he desconectado. Cris me conoce lo suficiente para darse cuenta, pero en cuanto su hermana entra en escena, pierde todas sus facultades.

Así que continuaba con su retahíla de excusas y argumentos más o menos discutibles cuando me estaba pasando las manos por la nuca, intimando conmigo y me susurraba a pocos centímetros que te recuerdo que tú también tienes un rollo con una mujer casada, además de estar engañando a tu mujer.

No estábamos solos, pues Benjamín seguía encerrado en su jaula, así que no la tomé de la cintura para empotrarla contra su mesa, como me apetecía, a pesar de que aquella sonrisa perfecta, aquel cuerpo maduro en edad pero joven en apariencia, me llamaban a gritos. Me contenté con besarla suavemente, para sentenciar, tú sabrás lo que haces.

Matemáticamente hablando, lo mío con Cris duraba más de diez años. Trece exactamente, pues nos liamos por primera vez cuando ella estaba prometida de Toni. No fue buscado por ninguno de los dos, simplemente ocurrió. Sonará a tópico y supongo que si ella usara esta misma frase para justificarse ante su pareja, Toni no se quedaría convencido. Pero así fue.

Salíamos de una de nuestras fiestas-encuentro de la cuadrilla, un poco bebido yo, por lo que Cris se ofreció a llevarme a casa en mi coche, pues ella no lo había cogido. Al llegar a mi apartamento, surgió el ¿ahora qué?, pues el coche era mío y ella vivía en la otra punta de la ciudad. Así que le dije que podía dormir conmigo. No era mi intención que durmiera en mi cama, no me había referido a eso, pero subió y acabé completando el cupo de mi cuadrilla, pues me había acostado con Emma en varias ocasiones y con la tercera chica del grupo, Montse, a los 18 años.

Ninguno de los dos le dio más importancia al hecho, como si en vez de sexo se hubiera tratado de compartir una cena o ir juntos a un concierto, así que no esperé repetirlo. Pero sí lo repetimos. Celebrando nuestro primer cliente. Desde entonces, nos hemos acostado unas cuantas veces, aunque no tantas como doce años podrían presuponer. Porque me concentré en mi vida de pareja cuando decidí salir en serio con Emma por lo que estuvimos 5 o 6 años sin tener relaciones. También ella tuvo fases de mayor fidelidad con Toni.

Pero últimamente, durante los últimos dos años exactamente, sí debíamos estar en una media superior al encuentro por mes. Sin implicación ninguna. Sexo ardiente y satisfactorio entre dos adultos, maduro y meramente lúdico.

***

Era jueves. Lo recuerdo porque, aparte del viernes en que el staff acaba a las 3 de la tarde, al tratarse de personal joven en su mayoría, es la única tarde en que suelen irse puntuales, pues para ellos es la primera noche del fin de semana, cuando salen los universitarios foráneos, razón por la que estábamos prácticamente solos.

No me había enterado de cuando se había ido todo el mundo, pues estaba enfrascado en una propuesta de venta para la mañana siguiente, pero me sorprendió que Cris se hubiera marchado sin despedirse. Me levanté para estirar las piernas, pues aún pensaba quedarme una hora más, cuando vi el bolso y la chaqueta de mi socia a través de la puerta abierta de su despacho. Me asomé, pero no estaba, así que supuse que había ido al baño.

Me encaminé hacia la jaula, el mote al despacho de Benjamín había hecho fortuna, aunque también había sonado cueva pues trabajaba casi en penumbra y alcantarilla pues olía a cerrado cuando pasaba muchas horas allí. La puerta estaba cerrada, lo que no significaba que estuviera dentro pues siempre lo estaba, así que acerqué los nudillos para dar los dos toques preceptivos de aviso, contraseña imperialmente establecida antes de entrar.

Calzo un 44, algo que no tendría más importancia si mis zapatos no hubieran tocado la puerta antes que mis dedos. Al hacerlo, ésta se abrió ligeramente, pues no había quedado bien cerrada, provocando que me congelara. Miré, me froté los ojos y miré de nuevo.

El gran sillón de sky negro estaba ocupado por su dueño, anatómicamente encajado a la perfección en él, pues por algo era un diseño suyo, ligeramente ladeado hacia la puerta, sin duda para apartarse de la mesa y los ordenadores. Cris, no sólo estaba arrodillada en el suelo delante del sillón, su preciosa media melena rubia se movía arriba y abajo, o abajo y arriba, entre las gruesas piernas del paquidermo.

Un pinchazo de celos como nunca había sentido se me clavó en el estómago. Pero lo que me provocó náuseas fue oír los berridos de la bestia, roncos gemidos acelerándose más a cada succión sufrida, hasta que se derramó en la boca de mi socia. Ésta no se apartó, yo también había eyaculado en aquel depósito alguna vez, siguió chupando unos segundos hasta que confirmó que los estertores del elefante habían acabado. Se levantó, sonriendo y abrochándose la blusa, hasta que bajo la atenta mirada de Benjamín, tragó sonoramente.

-Cómo os gusta a los tíos que nos lo traguemos. Con lo asqueroso que está.

-Me lo has prometido.

-Y tú a mí también me has prometido cosas, así que venga, lo quiero mañana a primera hora.

-Ya ha vuelto la jefa. Me gustaba más tenerte arrodillada y ser yo el jefe.

-Aunque esté arrodillada, sigo siendo la jefa. Te recuerdo que lo hago porque yo quiero, no porque tú me lo pidas.

***

-¿Se puede saber qué coño ha sido eso?

Cris pasaba por delante de mi despacho hacia el suyo. Me había sentado en mi escritorio pero tenía la puerta abierta para pedirle explicaciones cuando volviera. Había tardado unos minutos pues la había oído entrar en el baño. Se detuvo bajo el marco y preguntó a qué me refería. Pero no necesité verbalizarlo. Me escrutó seria, hasta que respondió:

-¿Desde cuándo tengo que darte explicaciones sobre mis actos?

-Desde que éstos afectan o pueden afectar nuestro bienestar como empresa.

Soltó una carcajada más sonora de lo que me hubiera gustado. Era un recurso habitual en mi socia, que podía interpretarse como hago lo que me da la gana, pero también como una burla hacia los demás. Aunque no era el caso.

-Tranquilo que los intereses de la empresa están bien atados. –Me miró retadora, entrando en mi despacho y cerrando la puerta tras de sí. –Precisamente estaba cuidando de dichos intereses.

-Ahora los vas a cuidar así… -no encontré las palabras adecuadas. Mejor dicho, preferí no verbalizar las que mi cerebro enviaba a mis cuerdas vocales.

Sin que se le borrara la sonrisa del rostro, cinismo en estado puro, siguió avanzando hasta rodear la mesa. Al llegar a mi vera preguntó, ¿estás celoso?, negué aunque lo estaba, no podía negarlo. Su respuesta fue alargar la mano hasta mi entrepierna, para sentarse sobre mí a horcajadas, rodeándome el cuello con los brazos, anunciándome que chupársela al friki la había puesto cachonda.

No me dejó contestar. Sus labios tomaron los míos, los mismos que acababan de beberse la simiente del gordo, mientras su lengua entraba hasta mi campanilla. Fóllame como tú sabes y también te dejaré seco.

Sus manos habían desalojado mi nuca para desabrocharse la blusa. Abandonó mis labios para clavarme las tetas en la cara, bebe mi niño, bebe si quieres que mamá te coma la polla. Me agarré a ellas con hambre, chupando, succionando, hasta que me la saqué de encima. La empujé contra la mesa, rabioso, dándole la vuelta para dejarla expuesta. Se dejó hacer, girando la cabeza para mirarme juguetona.

-Eres la puta jefa y te has portado como una becaria –le escupí mientras tiraba de su pantalón para que su excelso culo apareciera orgulloso. Lo movía hacia atrás, en círculos, acercándomelo mientras esperaba que me desabrochara el pantalón.

-¿Estás celoso cornudín? –pinchaba con aquella media sonrisa de superioridad dibujada en la cara. -¿Lo estás porque alguien más ha jugado con la puta jefa?

Así el miembro, apunté y entré violento mientras la agarraba del cabello con la mano izquierda. Gimió con fuerza, pero siguió chinchando. Eso es cornudín, fóllame, fóllame, fóllate a la puta jefa. Hasta que la acallé de una nalgada.

-Eres más puta que jefa. –Le pegué otra nalgada sin dejar de percutir con todo, rabioso. –Yo soy el jefe. Tú eres la puta.

-Sí, fóllame, fóllate a esta puta. –Eres la puta de la empresa. –Sí lo soy, dame más cabrón, fóllame.

Ya no pudo seguir hablando. Los gemidos se habían convertido en jadeos hasta que sus piernas temblaron atravesadas por un orgasmo intensísimo. Su clímax provocó el mío, descargando varios lechazos en el interior de su vagina.

No sé si había sido el mejor polvo de los que habíamos echado, discutible pues estando de viaje habíamos tenido largas sesiones de sexo variado coronadas con varios orgasmos, pero sí había sido de una intensidad poco habitual.

No logré grandes explicaciones. Al menos no lo detalladas que esperaba oírlas. Se vistió, pasó por su despacho para recoger sus cosas y se largó, despidiéndose como cada noche con una sonrisa en los labios, juguetona pero cínica, y un comentario que me volvía loco.

-Me llevo tu semillita a casa.

Cris llevaba un DIU pues no quería darle un hermanito a su hija. Gracias a ello nunca usábamos condón, pues no hay color entre que te metan un trozo de carne desnudo a plastificado, otro de sus comentarios obscenos, y le encantaba notar como el semen le manchaba el tanga.

Lo único que saqué en claro al día siguiente es que le había hecho dos mamadas últimamente, pues así lo tengo controlado, obediente.

-Espero que no se te haya pasado por la cabeza chupársela a todos los empleados que quieras que te obedezcan.

-Vete a la mierda.

Me arrepentí al instante del comentario, pero los celos me estaban nublando el entendimiento. Cris y yo no teníamos ningún compromiso de exclusividad. Ambos teníamos una vida de pareja más o menos sólida, incluyendo bastante sexo en ambos casos, aunque si Toni o Emma se enteraban de que nos acostábamos de tanto en tanto, nos iban a dejar de patitas en la calle en un santiamén.

Pero Cris nunca había considerado la fidelidad como el inquebrantable sacramento del matrimonio que la Santa Madre Iglesia nos vendía. Se había acostado con otros hombres y lo seguiría haciendo mientras le apeteciera.

Así que el lunes puso las cartas sobre la mesa.

-No me gustó un pelo el comentario que me hiciste el viernes. Así que después de darle muchas vueltas este fin de semana, quiero aclarar contigo unas cuantas cosas.

–Lo siento, me equivoqué. –Pero no me dejó hablar.

-Me acuesto contigo porque me lo paso bien. Follas de puta madre y me gusta. Pero el único hombre que puede pedirme exclusividad en mi vida es mi marido y, aunque crea que la tiene, está convencido de ello y yo siempre juraré haberle sido fiel, tampoco a él se la voy a conceder. Soy una mujer libre que vive su vida como quiere y como cree…

-Lo sé, no tienes que darme explicaciones… -pero no me escuchaba. Cuando mi socia había decidido poner los puntos sobre las íes, no había quién la detuviera.

-…si pretendes fiscalizarme, controlar qué y con quién lo hago, te apartaré de mi vida personal y no volverás a tocarme nunca más. –Ahora hizo una pausa, inspiró hondo clavándome sus ojos almendrados y continuó. -Somos amigos desde hace muchos años, muy buenos amigos, íntimos, y te quiero mucho, pero quiero más a Toni. Creo que el jueves tuviste un ataque de celos. Sí es así, estamos jodidos. Estás jodido, porque no voy a cambiar. Y por más socios que seamos, por más casados que estemos en lo profesional, no voy a permitir que me digas lo que tengo que hacer. Te recuerdo que esto es una sociedad al 50% y que ninguno de los dos tiene más poder que el otro.

Asentí, buscando las palabras adecuadas para contrarrestar la bronca que me estaba echando. Tenía razón en que me había sentido celoso y era cierto que no podía permitírmelo, pues en lo afectivo estaba ligada a su marido y en lo sexual era voluntariamente promiscua y lo seguiría siendo. Pero yo también había usado el fin de semana para aclararme las ideas, analizando pros y contras, así que argumenté:

-Yo también te quiero muchísimos y, al igual que en tu caso, Emma y las gemelas son más importantes en mi vida afectiva de lo que lo eres tú. Tienes razón en que sentí celos, pero creo que se debieron más al hecho de considerarte mía en la empresa… -Yo no soy de nadie. -…no lo digo en un sentido posesivo, aunque suene así. Simplemente que no entiendo qué coño estabas haciendo, en qué coño estabas pensando.

-En el bien de nuestra empresa.

-Pues no lo veo, la verdad. No entiendo la jugada.

-Vamos a ver. –Me puso una mano sobre las mías. –Benjamín es un puto marciano. Un bicho raro que lo más cerca que ha estado nunca de una mujer ha sido viéndola en 1600 píxeles. Vive en su mundo pero nos guste o no, se ha convertido en clave para esta empresa, para nuestro devenir futuro. Maneja demasiada información, es demasiado inteligente, es capaz de hacer cosas que a ti y a mí se nos escapan, y nos puede meter en un buen lío si quiere hacerlo.

-Más a mi favor. ¿Cómo se te ocurre jugar con él?

-No estoy jugando con él. Le estoy ofreciendo un premio al que no querrá renunciar, estoy apretando los lazos que le unen a nosotros, anudándolos, para que se libre mucho de jodernos si algo se tuerce.

Prefieres que te joda a ti, pensé, pero no lo dije en voz alta. No hizo falta, Cris me conocía tan bien que me leyó el pensamiento.

-Aunque la mayoría de mujeres que conozco, que conocemos, lo considerarían humillante, a mí no me cuesta nada hacerlo. Apenas me aguanta un par de minutos. Además, -me miró asomando aquella sonrisa cínica que tan bien conocía –me pone cachonda. Cuando acabo me apetece venir a buscarte para que me pegues un buen repaso.

***

Aunque no las tenía todas conmigo, no pasó nada especial durante un mes. Considerando como no extraordinarias las mamadas que le propinó a Benjamín, claro. Una por semana conté, pues venía a mi despacho a continuación para que le bajara el calentón. Las dos últimas, apestando a semen, pues le daba morbo no lavarse los dientes para que yo notara el viciado aliento.

Pero yo no estaba tranquilo. Tenía un mal presentimiento que cada vez percutía con más fuerza en mi cabeza. Según Cris el tío estaba cada vez más encoñado, ¿”embocado” sería la palabra?, y tenía razón en que parecía estar trabajando hasta la extenuación en un proyecto básico para la estrategia futura de la empresa, siguiendo a pies juntillas las directrices de su jefa. Pero mi sexto sentido estaba cada vez más alterado.

Fue a mediados del tercer mes cuando me di cuenta que la cosa se estaba torciendo. Benjamín nos había presentado dos versiones de una herramienta para monitorizar servidores remotos, hablando en plata, controlar a distancia toda la información de otra empresa. Como nos tenía acostumbrados eran muy eficaces. Invisibles, prácticamente indetectables, y difícilmente rastreables. Si el uso de una aplicación espía ya es delito, haber creado una de las mejores del ciberespacio sin que Cris o yo tuviéramos el control me ponía muy nervioso. Por ello, tardé en detectar las señales que mi socia emitía.

Ella también estaba muy nerviosa, irritable hasta niveles exagerados, y nuestra actividad sexual había decaído hasta casi el olvido. Achaqué su intranquilidad a la importancia del proyecto y a los riesgos que estábamos asumiendo, pues así me sentía yo.

Pero que cuando tratara de abordar el tema con ella, me rehuyera  o echara balones fuera no hacía más que confirmar que algo no andaba como debía. Así que decidí averiguarlo.

Mi técnica fue rudimentaria pero eficaz. Mis conocimientos informáticos y de espionaje industrial son superiores a la media pero están a años luz de los de Benjamín y a distancia considerable de los otros tres programadores de la empresa, así que opté por atacar el flanco débil de mi adversario.

La jaula, la cueva o la alcantarilla eran motes más o menos adecuados para referirnos al centro de operaciones del Genio, pero pocilga o vertedero también podían haber hecho fortuna, pues el habitáculo solía estar atestado de mierda, en el sentido más amplio del término. Comida abandonada, piezas de ordenador, ropa sucia, revistas y publicaciones variadas, e incluso, algún cachivache indeterminado que tanto podía ser un amuleto como un recuerdo de no sé qué ni dónde.

Amparándome en el desorden reinante, no me fue difícil instalar una pequeña cámara de vídeo. Si hace unos años, éstas se camuflaban mediante un bolígrafo, un reloj despertador o un teléfono inalámbrico, por poner ejemplos bastante tópicos, el desarrollo de la tecnología ha provocado que cada vez sean más pequeñas, pues deben competir con software espía que se auto-ejecuta en webcams o dispositivos móviles.

La que compré tenía el tamaño de un botón de chaqueta, redonda simulando el cabezal de un tornillo, así que pasaba desapercibida en el lateral de un estante, contaba con 8 horas de autonomía y control remoto por wi-fi, lo que me permitía ejecutar el visor de vídeo desde mi despacho. La calidad del audio no era excelente, pues los movimientos muy cercanos a la cámara ensuciaban el sonido, sonando a frito, pero era más que suficiente para comprender el diálogo.

Tardé tres días en encontrar el momento óptimo para instalarla, a las 6 de la mañana de un viernes, pero en cuanto lo hice obtuve la primera respuesta a las 9 de la mañana, confirmada con creces, pasadas las 4 de la tarde.

Nuestra rutina habitual consistía en tomarnos un café justo al llegar a la empresa, entre 8 y 8.30. A veces solos Cris y yo, si debíamos comentar algo, pero a menudo, acompañados de algún miembro del staff. Únicamente un día aquella semana, mi socia me había acompañado, pues últimamente se encerraba en su despacho arguyendo que no le apetecía.

Volvía a mi escritorio cuando me la crucé inquieta. Debo hablar cinco minutos con Benjamín, respondió cuando le pregunté por la premura. Sin dilación, me senté ante mi portátil y me conecté a la cámara espía.

-Buenos días, jefa. Puntual como cada mañana –la saludaba el gordo con una sonrisa de oreja a oreja. -¿Vienes a por tu ración de leche?

En circunstancias normales, como el primer día que les vi, Cris hubiera impuesto su aplomo, cortándole las alas o mandándolo a la mierda. Pero por respuesta, únicamente esbozó un gesto extraño con los labios, de hastío, mientras se levantaba el jersey de entretiempo y el sujetador para que sus bonitos pechos aparecieran. Mientras el tío alargaba las manos para sobarla a consciencia, la jefa le sacó el miembro aún fláccido desabrochándole el pantalón.

Sin dudarlo, engulló, provocando los primeros gemidos del afortunado que pronto se tornaron en obscenos cumplidos.

-Qué bien la chupas jefa. Cómo me gusta tenerte arrodillada.

A los pocos minutos, más de cuatro según el reloj del vídeo, Benjamín eyaculó sonoramente sin permitir a Cris apartarse ni un milímetro. Lo sorprendente del episodio no fue la felación en sí, ni que ella continuara chupando, limpiándola unos minutos más. Ver la sumisión de una de las mujeres más altivas que conocía me incomodó, pero lo que me preocupó fue la mirada derrotada de mi socia, harta pero complaciente, aguantando dócilmente las obscenidades que el tío había proferido durante el acto y que tuvieron su colofón cuando se levantaba para salir de la pocilga.

-Te espero a las 4.

-Hoy no, es viernes y quiero recoger a mi hija en el colegio.

-Hoy es el día. Esta mañana estará acabado el proyecto, así que el lunes ya os lo puedo presentar. He cumplido mi parte, ahora te toca a ti cumplir la tuya.

-Estoy cumpliendo. A diario –se lamentó rabiosa levantando la voz.

Pero Benjamín, sentado en su trono no se inmutó. Simplemente añadió, muy seguro de sí mismo:

-Esta tarde quiero el premio gordo. Me lo debes. Así que a las 4, cuando la oficina esté completamente vacía, te quiero aquí, guapa y dispuesta.

Si estaba preocupado, ahora estaba acojonado. ¿Cómo podía ser que una mujer como Cris se estuviera sometiendo de aquella manera a aquel malnacido? Sabía que el proyecto estaba muy avanzado, era estratégico para nosotros, pero ¿valía la pena doblegarse de ese modo? Yo creo que no. Es más, tratando de ponerme en la piel de mi socia, prefería perder el proyecto y algunos clientes importantes ante que arrodillarme entre las piernas de un tío.

Traté de hablar con ella aquella mañana pero desapareció. Estaba muy liada, me contestó cuando la llamé al móvil, pero me anunció que el lunes Benjamín nos presentaría la versión definitiva de la aplicación.

A partir de las 3 la oficina se fue vaciando con velocidad, hasta que me quedé solo con él, encerrado en su cueva. Cris no había vuelto, así que me dirigí al despacho del genio para despedirme. ¿Te quedas? Sí, un par de horas más, aún. Ok, buen fin de semana.

Bajé al parking para tomar la Ducati Monster negra e irme a casa, aunque había avisado a Emma que seguramente tardaría en llegar. La plaza de Cris estaba vacía, pero di por hecho que aparecería pronto. Por ello, salí del garaje, di una vuelta a la manzana para aparcar fuera, y volví a recorrer el camino andado.

Para no cruzarme con nadie, a las 4 en punto entraba en el edificio por una puerta lateral que daba acceso al parking. Bajé a la tercera planta donde teníamos nuestras plazas asignadas y allí estaba aparcado el Golf blanco de mi socia. Tomé el ascensor y subí los siete pisos que me separaban del despacho. Entré en las oficinas cruzándolas con cautela, haciendo el menor ruido posible, hasta encerrarme en mi oficina con las luces apagadas. Conecté el portátil y ejecuté la cámara remota. Allí estaban.

Cris se había cambiado de ropa. Los tejanos y la camiseta de entretiempo habían desaparecido. Ahora, un vestido entallado de una sola pieza, blanco, cubría aquel cuerpo casi perfecto. Benjamín se mantenía sentado en su trono mientras mi socia, de pie, se movía contoneándose al son de una música ligera.

-Eso es jefa, baila para tu hombre.

No parecía escucharlo, moviéndose sensualmente con los ojos cerrados. Pero era obvio que ni le apetecía estar allí ni bailar para el sátiro. Sin que él lo ordenara, tomó el vestido por el límite de la falda y lo fue levantando hasta sacárselo por encima de la cabeza, lentamente. Un guau procaz silenció la música cuando un conjunto de ropa interior negro con ligueros presidió la pequeña sala. Pareces una puta. Pero la mujer no se inmutó. Le dio la espalda sin detener la danza, mostrándole las rotundas nalgas solamente cubiertas por un fino tanga.

Un par de comentarios obscenos más fueron el preludio de la primera orden. Ven aquí. Pero Cris tardó en acercarse al cerdo que blandía varios billetes de 20€ en la mano. Cuando la tuvo cerca, le sobó una nalga con la mano libre mientras colaba un billete en el lateral del liguero. Baila para mí, zorra. No se detuvo, soportando las manos del tío que la decoraban con dinero.

-Eso es guarra. Baila para tu cliente. –La mujer se alejó ligeramente, liberándose de las zarpas del oso, así que éste dio la siguiente orden. –Tócate. Tócate para mí.

Mi socia se había dado la vuelta, enfrentándolo. Acercó las manos a su cuerpo y se acarició los pechos por encima del sujetador. Bajó por el estómago hasta su sexo que también se acarició, sensualmente.

-Eso es, sigue así. Cómo me pones jefa. Tócate zorra, quiero ver cómo te haces un dedo.

Cris coló una mano dentro del tanga, obediente, apoyándose en la amplia mesa para poder abrir las piernas sin caerse. Sus dedos se movían lentos pero ágiles mientras la mano izquierda estimulaba sus pechos.

-Chúpate los dedos. –Abandonaron su entrepierna para perderse entre sus labios. -¿A qué saben? ¿Saben a puta? ¿A puta jefa? –Volvieron a descender para profanar su sexo de nuevo.

Desconozco el nivel de excitación real de mi socia, pero los dedos salían brillantes del tanga antes de perderse en su boca. Realizó el ejercicio tres veces, hasta que Benjamín le ordenó arrodillarse para demostrarle cuán puta era.

Como tantas otras veces últimamente, Cris sacó el miembro completamente enhiesto para engullirlo. Despacio zorra, no tengas prisa. He pagado por un completo y no quiero correrme aún. Lentamente, saboreándolo, obedeció, aún vestida, de rodillas en el suelo de la cueva, decorada con billetes de 20.

Agarrándola del pelo, violentamente, la detuvo. ¿Quieres que te folle? La chica no contestó, así que Benjamín le propinó una suave bofetada repitiendo la pregunta. Cris lo miró desafiante un segundo, sorprendida por la agresión, pero asintió. Pídemelo. Quiero que me folles. Eso es un deseo, una orden, no una petición. Pasó otro eterno segundo, mirándolo aún orgullosa, agarrada del cabello. Fóllame por favor. Así me gusta, que ocupes tu lugar, puta.

Tiró de ella para que se incorporara, obligándola a abrir las piernas para sentarse a horcajadas sobre su voluminoso cuerpo. Al menos ponte un condón, pidió. ¡Una polla! fue la respuesta que obtuvo.

Resignada, apartó la tela del tanga para incrustarse aquella barra no deseada. Descendió completamente hasta que ambos pubis se unieron, pero no ascendió, pues Benjamín la tenía sujeta de las caderas.

-¡Qué ganas tenía de follarte, cabrona! –Una nalgada dio el pistoletazo de salida. Cris inició un lento vaivén mientras las manos del cerdo la aferraban de las posaderas. –Eso es puta, muévete. Gánate el sueldo.

La tomó de las tetas, una en cada mano después de bajarle las tiras del sostén, sin quitárselo. Cris tenía los ojos cerrados, supongo que tratando de evitar ver el espectáculo, pero no perdió el ritmo en ningún momento, a pesar de los comentarios vejatorios del gordo, de los lametones en las tetas y cuello o de las nalgadas.

Súbitamente le ordenó detenerse. Ponte a cuatro patas en el suelo. Cris obedeció. Benjamín se levantó para acercarse mientras le preguntaba si quería que la follara como a una perra. Cris respondió afirmativamente. Pídemelo. Fóllame como a una perra, por favor. ¿Eso quieres? Sí. Fóllame como a una perra, tuvo que repetir.

El tío se tomó su tiempo. Sobándole las nalgas, colando un dedo en su sexo celebrando que estés empapada, zorra, dándole alguna nalgada, hasta que acopló la polla entre las piernas y embistió. Pero no fue hasta que la chica estiró el brazo para encajarlo que entró.

Fuera cansancio u otra cosa, voluntad de esconderse cual avestruz, tal vez, Cris bajó los brazos para apoyar la cabeza entre ellos. La respuesta de Benjamín fue automática. Agarrándola del pelo con la mano izquierda, le propinó una nalgada con la derecha ordenándole: en cuatro, puta, como una perra. Obedeció instantáneamente. Pero no acabó allí la humillación.

-¿Te gusta? ¿Te gusta que te folle a como a una perra? –no contestó, o no lo hizo al volumen esperado por el percutor, así que se llevó otra nalgada, más fuerte que las anteriores, haciéndola gritar. -¿Te gusta? –Sí, respondió alto y claro. -¿Te gusta follar perra? –Sí. –Pídemelo, pídeme que te folle perra.

-Fóllame, fóllame cabrón, fóllame como a una perra… -Cris ya no se detuvo, como tampoco lo hizo él, embistiendo enloquecido, cual dios escandinavo sometiendo pueblos rebeldes.

-Límpiame. –Benjamín se había sentado en su trono de nuevo, resoplando, tratando de acompasar una respiración desbocada por el esfuerzo realizado por un cuerpo poco acostumbrado a tal desempeño físico. Cris se giró, pude apreciar humedad en sus ojos, sin duda lágrimas reprimidas, gateó el metro y medio que la separaba del objetivo y cumplió, hasta que creyó conveniente.

Sin esperar órdenes ni permiso, se levantó, tomó el vestido y salió de la cueva de los horrores sin mirar atrás.

***

Pasé un fin de semana de pena. Aunque Emma trató de ayudarme, argüí problemas con un proyecto que se nos estaba atragantando, no podía explicarle que un trabajador de la empresa se estaba aprovechando de la tía que me estaba follando. Además, el viernes había tenido epílogo.

Si tenía alguna duda de quién era la víctima y quién era el agresor, lo confirmé veinte minutos después de acabado el encuentro en la cueva cuando, volviendo a casa en moto, vi a lo lejos el Golf blanco de Cris parado en el arcén. Me acerqué por si había tenido algún problema, pero no llegué a parar a su lado. Lloraba desconsolada aferrándose la cara con ambas manos.

Era obvio que tenía que tomar cartas en el asunto, así que decidí agarrar el toro por los cuernos y ayudarla a reventar al hijo de puta.

La presentación del proyecto fue un éxito. No solamente era una herramienta que nos ponía en ventaja ante competidores directos de mayor tamaño, sino que además Benjamín había accedido a cedernos el control de la misma. No lo sabía en ese momento, pero era una de las condiciones que Cris le había arrancado cuando había accedido a sus propósitos.

Por tanto, la solución era simple. Debíamos dejar pasar unos días hasta que confirmáramos que éramos capaces de gestionar la aplicación solos y, llegado el momento, patada en el culo. Pero me parecía demasiado fácil, sobre todo viendo la calaña del individuo. Además, siempre corríamos el riesgo de ser atacados cibernéticamente por él, y allí sí podía ser realmente dañino.

-¿Cómo estás?

-Bien, ¿por qué?

Mi socia me miraba curiosa, suspicaz, por lo que evité rodeos innecesarios. No habíamos salido a comer, así que estábamos prácticamente solos en las oficinas cuando entré en su despacho. Cerré la puerta y lo solté todo sin ambages. Preocupado por su bienestar, convencido que pasaba algo grave, como coloqué la cámara y descubrí hasta qué punto la estaba sometiendo.

-¡Serás cabrón! –levantó la voz más de lo que debería haber hecho. -¿Quién te has creído que eres para espiar a los demás? ¿Es que ahora que no me tocas necesitas mirar para machacártela?

Estaba fuera de sí por lo que traté de calmarla. Argumentando que se le había ido de las manos y que solamente trataba de ayudarla. Que era evidente que Benjamín había abusado de ella, te ha forzado a hacer cosas que no querías hacer… Me echó de su despacho con muy malos modos, cabrón fue lo más suave que me llamó, encerrándose en él toda la tarde.

Eran más de las 8 cuando llamé a su puerta. Ya no quedaba nadie, pero no podía irme a casa así. Entré con cautela. Estaba sentada en su butaca ligeramente estirada con algodones húmedos en los ojos.

-¿Estás bien? -pregunté. Negó con la cabeza. -¿Puedo hacer algo por ti?

Lentamente se quitó los algodones, se fue incorporando, mirándome vidriosa, asintiendo sutilmente, hasta que llegué a su lado en que nos abrazamos con fuerza. Lo siento, lo siento, tienes razón, se me ha ido de las manos, era todo lo que era capaz de verbalizar a la vez que lloraba de nuevo.

La dejé desahogarse durante un buen rato, hasta que se le secaron los lagrimales. No puedo irme a casa así, se excusaba. Tenía los ojos hinchadísimos y no quería dar explicaciones, pues no era mujer dada a ellas. Pero me las dio.

***

Apenas tardamos una semana en poner en marcha el plan. Lo había ideado durante el fin de semana, así que aquella misma tarde logré calmarla anunciándole que tenía un planteamiento para sacarla del atolladero, para sacarnos a ambos, con lo que logré que marchara a casa un poco más tranquila, pero no quise detallárselo hasta que tuviera atados un par de cabos sueltos. Dos días después, el miércoles, se lo expuse.

No le gustó, pero era la mejor estrategia posible para clavar la daga en lo más hondo del estómago del gordo.

***

Era viernes por la tarde, dos semanas exactas desde que yo había descubierto el pastel. Ahora el que se lo estaba comiendo era Benjamín.

Reunidos los tres en mi despacho, proyectábamos en la pantalla UHD de 40 pulgadas colgada en la pared izquierda la película que iba a llevarse todos los premios. Cris y Benjamín como actores principales, yo como director y guionista.

Mi socia gritaba, suéltame cabrón, otra vez no, mientras nuestro empleado la sujetaba de la cintura, de los brazos, del cuello, tratando de inmovilizarla. Llevaba el mismo vestido blanco que días atrás y luchaba con todas sus fuerzas para zafarse del agresor. Éste también se esforzaba al máximo en someter a su presa, pues no pensaba dejarla escapar.

Extrañamente no estaban en la cueva. Huyendo, Cris se había colado en la sala de juntas, vacía un jueves a las 8 de la tarde, pero Benjamín había sido lo suficientemente rápido para atraparla, o ella demasiado lenta para trabar la puerta, por lo que el búfalo mugía desbocado, sonriendo lascivo ante el bistec que se iba a zampar.

Fue Cris la que soltó la primera bofetada, impactando de lleno en la mejilla del tío, que la miró sorprendido al principio, colérico al tratar de esquivar la segunda agresión. Logró empujarla contra la mesa a suficiente distancia para que los brazos de la mujer no llegaran a su cara, pero la diferencia de envergadura permitió que sus manos pudieran llegar a la cara de ella, que chillando recibió la primera.

La segunda le partió el labio, aumentando sus gritos e insultos al agresor, suficientemente altos para que no hubiera duda de lo que estaba pasando, pero no lo bastante para que pudieran llegar a oídos externos a la empresa. Lamentablemente para mi socia, yo ya me había ido.

Cris aún tuvo fuerzas para lanzar un par de patadas y tratar de arañarlo, pero fue el canto del cisne. La tercera bofetada no llegó a impactar en ella pues pudo esquivarla doblándose hacia abajo, pero la había agarrado del cabello, gesto que combinado con el movimiento brusco de la mujer la dejó tumbada e indefensa sobre la mesa, boca abajo.

A partir de este punto, Benjamín lo tuvo fácil. Su propio peso la inmovilizó, aunque aún le propinó algún guantazo en nalgas y brazos. Cris seguía moviéndose, luchando, pero había pedido vigor y era obvio que su suerte estaba echada.

No le quitó el vestido. Se lo arrancó, dejándolo hecho trizas. Cuando las nalgas de la pobre desgraciada aparecieron, el cerdo se acomodó ente ellas, sacándose el pene sin importarle en lo más mínimo los ruegos de la chica que ahora sí gemía derrotada esperando lo inevitable.

El último grito que mi socia profirió en la película acompañó el golpe seco que anunciaba la profanación de su vagina. Sin dejar de gemir, de quejarse, de lamentarse, llorando aunque las lágrimas no eran visibles desde la distancia de la cámara, soportó los 2 minutos y medio de violación.

Benjamín percutió orgulloso, disfrutando del premio conquistado, tomándola del cabello exultante mientras también la martilleaba oralmente. ¿Esto es lo que ibas buscando verdad zorra? Toma puta, ya estás contenta, y otras lindezas por el estilo.

Cuando acabó dejó caer su peso sobre Cris como si esta fuera también su diván, lo que reactivó la energía de la chica que braceó, pataleó y gritó, suéltame cabrón, cerdo asqueroso, provocando que Benjamín despertara automáticamente de su letargo para descabalgarla. Al sentirse liberada, mi socia salió corriendo del plató para perderse lateralmente por la puerta que daba acceso al pasillo.

La cara de Benjamín, sentado ante nosotros en mi despacho, era de desconcierto. Ni entendía que el último encuentro con su jefa hubiera sido grabado ni veía donde estaba el problema por un acto de sexo duro. Tuve que acercarle el informe médico de urgencias donde se detallaban las contusiones en brazos, nalgas, cuello y cara, así como el labio partido, del que asomaba una pequeña costra, es una calentura se había justificado Cris ante el staff aquella mañana, además de las heridas por una fricción forzada en el conducto vaginal.

El diagnóstico médico había sido meridiano, una violación, sin duda, lo que había puesto en marcha de inmediato el protocolo de atención a víctimas de violencia sexual. La agredida había tenido que relatar el traumático episodio a una agente de policía que lo había redactado para cursar la consiguiente denuncia, documento que también tendí al alucinado joven, pues su nombre y apellidos aparecían en el documento.

-Sólo me falta firmarlo y unos mozos muy agradables vendrán a buscarte, te esposarán y te llevarán a comisaría donde no sólo conocerás a otros delincuentes comunes, te mezclarán con ellos para que hagas nuevos amigos con los que podrás practicar tus habilidades orales. Pero esta vez serán ellos los que te dirán, qué bien la chupas jefa.

Benjamín apenas logró balbucear algo parecido a qué es esto. Nos miraba alternativamente, muy inquieto, sonriendo nervioso incluso preguntándose si era una broma. Pero mis siguientes palabras, en un tono más amenazador aún, le demostraron que no estábamos de coña.

-Tú sabrás qué quieres hacer con tu vida, con tu futuro. Pero hoy tu relación con esta empresa acaba aquí. De ti depende que Cris firme y entrega la denuncia o de que no lo haga. Como en la mayoría de casos de violación se acaban reduciendo a la palabra de la víctima contra la del agresor, el vídeo no deja ninguna duda de qué ocurrió ayer noche. Vídeo que utilizaremos, no lo dudes, si nos hace falta.

Hice una pausa para que el genio digiriera mis palabras. Trató de responder, argumentar que no había sido una violación, que faltaban hechos anteriores y posteriores al vídeo, fuera de la sala de juntas, que…

-No me cuentes lo que ya sé. –Abrió los ojos como platos. Por fin había entendido que había caído en una encerrona, siempre me ha sorprendido lo idiotas que pueden llegar a ser algunos genios, así que continué: -No solamente abandonarás esta empresa hoy. Lo harás con las manos vacías. Ni siquiera recogerás la pocilga que tienes por despacho. Tan sólo me acompañarás allí para traspasarme todas las claves así como el algoritmo base de modo que yo pueda modificarlo sin tu concurso.

-Hijos de puta, me habéis engañado.

-Eso te pasa por pasarte de la ralla. Cuando una mujer dice no, es que no –le escupió Cris.

-Nunca dijiste que no. Fuiste tú la que me dijiste ayer que te ponía hacerlo así, que tenías la fantasía pero que no podías pedírsela a tu marido.

Lo ojos inyectados en sangre del paquidermo no acojonaron a mi socia, que se revolvió feroz ante su agresor.

-Hace dos semanas me violaste. –Benjamín negaba con la cabeza. –Sí, me violaste. Me obligaste a hacer algo que no quería hacer.

-Habíamos llegado a un acuerdo. Tú te ofreciste…

-Te equivocas. Yo me ofrecí a calmarte de cuando en cuando pues un friki como tú no se come una rosca ni pagando, -contraatacó con desprecio –pero te di la mano y te cogiste todo el brazo. Lo que tenía que ser puntual, lo convertiste en diario, en un sometimiento, en una humillación. Te recuerdo que me amenazaste con contárselo a toda la empresa, con hackear toda la red interna y mandarnos a la ruina si no pasaba por el aro.

-No lo decía en serio…

-Pues tu semen en mi garganta sí me parecía algo serio.

Se hizo el silencio. Bastantes segundos después, lo rompí. Tú decides, pero la respuesta era obvia. Lo teníamos agarrado por los huevos y él lo sabía.

A los pocos minutos le acompañaba a la jaula para que recogiera cuatro enseres y me facilitara las claves encriptadas de las cuatro aplicaciones que había desarrollado con nosotros. El chaval estaba hundido, tanto que no daba pie con bola, pero no le di tregua. Era viernes tarde y quería ventilarme el trago lo más rápidamente posible para llegar a casa.

-No lo hice con mala intención, lo prometo. –Fue todo lo que aquel niño grande me dijo antes de despedirse. No respondí, supongo que por ello tampoco se atrevió a decir nada más aunque creo que quiso esbozar algún tipo de disculpa. Lo vi desaparecer como lo que creo que era, un pobre crío al que le habían ofrecido un caramelo sin pararse a pensar que comerse toda la bolsa podía sentarle mal.

Cuando volví a mi despacho para recoger a mi socia e irnos, me encontré con la última sorpresa de la jornada.

Se había desnudado, quedando vestida únicamente con el conjunto de ropa interior y liguero que había visto en la pantalla de mi ordenador hacía exactamente dos semanas. Me esperaba sentada sobre mi mesa, mirándome lasciva. Abrió las piernas, obscena, mostrándome una mano enterrada entre ellas, para bajar a continuación, darse la vuelta, ofrecerme su grupa, y girando la cabeza hacia mí, ordenarme: Fóllate a tu puta cabrón, hace semanas que no me das mi merecido.

¿Quién había sido víctima de quién?

 

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Relato erótico: “La esposa del narco y su hermana. ¡Menudo par!” (POR GOLFO)

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La esposa del narco y su hermana.  ¡Menudo par!
Después de una noche impresionante llena de sexo y de lujuria al despertarme la realidad me golpeó de frente. Ni siquiera me había espabilado lo suficiente cuando de pronto, me vi sorprendido por la entrada de un escuadrón de policía en la finca donde estábamos.  El estruendo de un vehículo tirando el portón del garaje, nos sorprendió todavía desnudos y solo me dio tiempo a ponerme un pantalón antes de que entraran en la habitación a un nutrido grupo de agentes perfectamente pertrechados.  Tanía y Sofía ni siquiera pudieron ponerse nada encima y por eso los policías las pillaron en ropa interior.
SI en un primer momento, me quedé abrumado por las metralletas, los chalecos antibalas y los pasamontañas, en cuanto uno de los mandos de la unidad intentó esposarnos, salió el abogado que tenía dentro y presentándome como tal exigí una explicación.  El tipo en cuestión sacó un papel firmado de su mochila y dándomela dijo:
-Esta es la orden de registro.
Rápidamente le eché una ojeada. Estaba firmada por un juez autorizando el asalto y permitiendo el arresto de las personas que encontraran en su interior.
“Estamos jodidos”, pensé en un principio pero releyéndola ponía expresamente que dicha orden solo amparaba el arresto cuando se encontraran armas  en poder de los sujetos o fuera fragrante el delito y que de no ser así, lo único que podía hacer la policía era identificarlos y como mucho citarlos en comisaría.
-¿Tenéis vuestros documentos?- pregunté a las dos hermanas.
Afortunadamente tanto ellas como yo llevábamos nuestros papeles por lo que encarándome al policía le dije:
-Como podrá comprobar, ni las señoras ni yo llevamos armas y de acuerdo a este documento, no puede detenernos sin motivo, por lo que le ruego retire inmediatamente esas esposas y si quiere extiéndanos una citación.
Al oírme, no supo qué hacer y llamó a su jefe. Quitándoles las esposas, nos hizo esperar hasta que llegara el responsable.  Los cinco minutos que tardó en llegar el comisario Enríquez nos permitió terminarnos de vestir y por eso cuando apareció por la puerta, ya no éramos un trio asustados sino un abogado con sus dos clientas.
El sujeto  llegó francamente cabreado, se le notaba molesto y no tardé en enterarme el motivo de su enfado porque haciéndose el machito me gritó:
-¿Qué cojones hubo aquí anoche?
Sus palabras me hicieron comprender que los seguidores de la hermandad habían limpiado todo y que no habían dejado nada que nos incriminara. Más tranquilo, me encaré a él diciendo:
-¡Una puñetera fiesta!-y hurgado en su herida, le solté: -¿Qué esperaba una reunión de mafiosos?
Mi recochineo le terminó de enfadar y pegando su cara a la mía, me chilló:
-¿Y tú quién eres?
Con una sonrisa en los labios le contesté:
-Para empezar le exijo que me hable de usted- haciendo una pausa para que asimilara que no me iba a achantar ante sus berridos, le solté: – Soy Marcos Pavel, el abogado de la señora Paulovich y de su hermana.
Sudando de puro coraje,  creyó que podía aprovechar la teóricamente delicada situación en que nos habían pillado sus subalternos y soltando una carcajada, me soltó:
-Su abogado y por lo que me han contado, su amante. ¿No creo que a su jefe le agrade enterarse de que se anda tirando a su mujercita?
Ajeno a que desde la noche anterior, mi puesto en la Hermandad era superior al de Dimitri, pensaba que me iba amilanar pero desgraciadamente para él no fue así:
-¿Me está amenazando? Porque de ser así, pienso demandarle- respondí y dirigiéndome a las mujeres, les dije en voz alta: -Fijaos lo mal instruida que está la policía en España que no saben que  desde 1978 ya no es delito en este país  el adulterio.
Las risas de las rusas consiguieron sacar de sus casillas al  comisario que sin saber cómo responder a mi claro insulto, salió de la habitación con el rabo entre las piernas dejándonos custodiados por dos agentes de menor graduación.  
Para entonces, Tania ya se había recuperado del sofoco y usando el croata, me dijo:
-Bien hecho, has puesto en su lugar a ese imbécil.
No sé si me sorprendió más que supiera que mi abuelo me había enseñado ese idioma o que ella lo hablara con fluidez. Pero sabiendo que era imposible que los policías encargados de custodiarnos lo conocieran, le respondí:
-Como no deben haber encontrado nada, me imagino que tu gente se ha deshecho de cualquier evidencia.
-Así es, pero no fue mi gente sino la tuya- contestó para acto seguido decirme: -Todavía no te has enterado ¿Verdad?
-¿De qué?


Con una inclinación de cabeza, me contestó:
-Ayer no solo te casaste por el rito cosaco con las dos, sino que fuiste entronizado como el jefe supremo de la hermandad. Nuestros hermanos nunca aceptaron bien que los dirigiera una mujer y tratando de socavar mi poder, me obligaron a que te enfrentaras a esa prueba. Lo que no sabían era que ibas a vencer y que con ello, automáticamente te convertiste en el guardián de nuestra herencia.
Tratando de asimilar sus palabras, pregunté en voz alta:
-¿Me estás diciendo que mi autoridad es indiscutible?
-Así es, cualquiera que quiera cuestionarla, tendría que primero enfrentarse con un oso y después retarte a un duelo.
El hecho que nadie en su sano juicio haría semejante insensatez, no me tranquilizó porque siempre cabría la traición. Al explicarle mis reparos, Sofía decidió intervenir diciendo:
-Somos rusos. Si alguien se atreviera a traicionarte, toda su familia quedaría marcada como traidora y cualquiera que se cruzara con ellos tendría la obligación de matarlos.
Buscando argumentos, dije:
-Recordad al zar Nicolás y a sus hijos. Los mataron sin juicio.
Soltando una carcajada me contestó:
-¿Has oído hablar alguna vez de los asesinos o de su familia? Verdad que no. La razón es que la Hermandad se ocupó de castigarlos, haciendo desaparecer no solo a los culpables sino a todos los emparentados con ellos hasta la tercera generación.
Ni siquiera quise hacer el cálculo de cuantos murieron porque de ser cierto que la familia real rusa fue asesinada por un grupo de más de veinte partisanos, si incluíamos a ellos, a sus padres, abuelos, tíos, hijos, sobrinos, primos etc.. ¡Debieron de ser  más de quinientas las víctimas!
Todavía estaba pensando en ello, cuando el comisario Enríquez volvió a aparecer  y extendiéndome una citación me dijo:
-Le espero mañana en la comisaría, “Señor abogado”.
Devolviéndole la cortesía, respondí:
-Allí estaré, “Señor comisario”.
Tras lo cual, cogí del brazo a mis dos mujeres y salimos con la cabeza bien alta rumbo al edificio donde se hallaban ubicadas tanto mi casa como las de ellas. El problema de que en cual viviríamos me lo dieron ya solucionado porque al entrar vi que sin pedirme permiso una cuadrilla de obreros estaba tirando las paredes que dividían nuestro dos pisos. Sé que debía haberme molestado que tomaran esa decisión sin consultarme pero mi mente tenía temas más importantes en que pensar que ocuparme de esa nimiedad.
El ruido de la obra hacía imposible estar allí por lo que buscando un sitio donde charlar, las invité a comer en el restaurante de una amiga. Necesitaba un sitio que nunca hubieran frecuentado las hermanas ni ningún miembro de la Hermandad para que fuera desconocido para la policía y estar seguro de que no habían puesto micros en él. Por eso me resultó conveniente ir ese pequeño local cerca de Barquillo.

Lo que no me esperaba fue el cabreo que se cogieron las rusas cuando mi amiga se acercó y me pegó un beso en los morros al verme entrar. Antes de que me diera cuenta, las hermanitas habían cogido un cuchillo cada una y poniéndoselo en el cuello, la amenazaron con matarla si volvía a tocar a su hombre. Como podréis suponer Ana se quedó acojonada por la violenta reacción de mis acompañantes y casi meándose encima les aseguró que no había sido su intención el molestarlas. Gracias a que en ese momento me interpuse entre ellas y rompiendo el hielo, dije:
-Ana te presento a Tania y a Sofía. Disculpa si te han asustado, es que son cosacas.
Mi conocida se rio creyendo que había sido objeto de una broma y dándoles la mano, se presentó. Las rusas con una sonrisa helada en sus labios, la saludaron con falsa cordialidad y si eso no fue suficiente para que le quedara que era territorio prohibido, Tanía le soltó:
-Marcos, mi marido, nos ha hablado muy bien de su restaurante.
La mirada de sorpresa de Ana fue genuina, no se esperaba cuando me vio entrar que llegara con una esposa pero se convirtió en confusión cuando la pelirroja me abrazó diciendo:
-¿Porque no le explicas a “Tu amiga” quiénes somos?
Sabiendo que no iba a ser la última vez que lo hiciera, informé a mi amiga que la noche anterior me había casado con las dos:
-Son mis mujeres               .
La dueña del local se nos quedó mirando y tras pensar en lo que le había dicho, soltó una carcajada.
-¡Y pensar que me lo había creído! ¡Eres incorregible!- tras lo cual nos trajo la carta, dejándonos solos para que eligiéramos que comer.
Nada más irse, les eché la bronca por el modo tan violento con el que se habían comportado. Tras soportar durante cinco minutos mi reprimenda, en la cual les prohibí volver a actuar así, supe que les había entrado por un oído y salido por el otro cuando Sofía se disculpó diciendo:
-Lo sentimos pero la culpa fue de esa zorra.
Para terminar de recalcar el puñetero caso que me habían hecho, su hermana riéndose, soltó:
-Te aseguro que “tu Anita”, por si las moscas, nunca volverá a comportarse como una casquivana ante nosotras.
Dándolas por imposibles, llamé al camarero y cuando iba a pedir una copa de vino, se me adelantó y pidió una botella de vodka para cada una de las mesas que estaban ocupadas a esa hora en el restaurante.  Al preguntarle qué coño hacía, con un beso selló mis quejas. Cuando el empleado vino con las ocho botellas, se levantó de la silla y pidiendo silencio al resto de los comensales, les dijo:
-Disculpen,   Don Marko quiere celebrar con todos ustedes su reciente boda. Esperamos que tengan a bien brindar con nosotros por ella- no me pasó desapercibido que usó mi nombre croata y no el españolizado pero debido a que todo el mundo nos miraba, no dije nada.
Una vez el camarero había repartido el vodka, sirvió tres copas y dando una a su hermana y otra a mí, cogió la suya y diciendo: ”Na zdorovje“, se la bebió de un golpe. Siguiéndole la corriente, me levanté y brindé diciendo:
-A su salud.
La gente si entendió ese brindis e imitándonos, vació sus copas dando inicio a una algarabía donde la mayoría de los comensales se atrevió con el vodka, de manera que en pocos minutos el hasta entonces tranquilo restaurante se había transformado en una fiesta donde la bebida corría a mansalva.
Con las dos rusas tonteando con todo el mundo, la alegría se contagió a todos y lo que iba a ser una comida íntima donde podríamos hablar se hizo a todas luces imposible.  Cuando llevaba al menos cinco copas, me levanté al servicio. Acababa de entrar al servicio cuando de improviso Tania me dio un empujón cerrando el mismo con el cerrojo.
-¿Qué haces? Pregunté muerto de risa.
La rusa mirándome con ojos inyectados en lujuria, contestó:
-Vengo a poseer a mi hombre- y sin esperar mi respuesta empezó a frotar su sexo contra mi entrepierna, incrustando mi miembro entre los pliegues de su vulva.
La forma tan erótica con la que se ofreció hizo que mi pene saliera de su letargo de inmediato. La rusa sonrió al sentir mi dureza y profundizando la tentación, su pelvis adquirió una velocidad pasmosa mientras me rogaba al oído que la hiciera mía. Aunque suene una fantasmada, la mujer no tardó en gemir de pasión y ya contagiado de su calentura, no pude más que darle la vuelta y subirle la falda, dejando al aire un tanga más que húmedo. 
Cuando ya iba a bajarle las bragas y tomar posesión de su feudo, dejándose caer, se arrodilló frente a mí y poniendo cara de zorrón, llevó su mano a mi pantalón:
-Llevo bruta desde que vi como parabas los pies a ese poli- me dijo mientras me lo desabrochaba.
Una vez acabo con los botones, me lo bajó hasta los pies y se quedó mirando mi pene inhiesto con cara de puta:
-Te voy a dejar seco- soltó y olvidando cualquier otro prolegómeno, sacó su lengua y se puso a recorrer con ella los bordes de mi glande.
Dejándome llevarme acomodé  en el wáter y separando mis rodillas, la dejé hacer. Tanía al advertir que no ponía ninguna pega a sus maniobras, me miró sonriendo y besando mi pene, me empezó a masturbar. Reconozco que prefería que lo hiciera con la boca pero cuando usó sus manos en vez de sus labios, no dije nada al sentir como incrementaba la velocidad de su paja. En ese instante llevó la mano que le sobraba entre sus piernas y cogiendo su clítoris entre sus dedos, lo empezó a magrear con pasión.
Todavía no comprendo porque no me la follé en ese instante pero lo que si reconozco es que  creí enloquecer al observar cuando alcanzó su clímax sin necesidad de que yo interviniera. Al terminar de sentir su placer, se concentró en el mío, acelerando aún más la velocidad de sus dedos.
Fue entonces cuando me gritó:
-¡Dame tu leche!
Comprendí que esa rusa quería que le anticipara mi eyaculación. Aceptando pero sobre todo deseando llegar a la meta, le prometí hacerlo antes de cerrar mis ojos para abstraerme en lo que estaba mi cuerpo experimentando. El cúmulo de sensaciones que llevaba acumuladas hizo que la espera fuese corta y cuando ya creía que no iba a aguantar más, se lo dije.
Pegando un grito de alegría, Tania me volvió a sorprender porque se puso a ordeñar mi miembro dejando su boca abierta para recolectar mi semen. Como bien sabéis pocas cosas se pueden comparar a ver a la mujer de tus sueños tragándose tu eyaculación sin dejarse de masturbar.
“¡Coño con la Jefa!” pensé mientras ella seguía retorciéndose mamando mi pene hasta que dejó de brotar de él mi placer.

Entonces la rubia abriendo los ojos, me miró con una sonrisa en los labios y me dijo:
-¿Te gustó?
-Sí, preciosa
-Pues entonces… ¡Fóllame!
Sus palabras consiguieron su objetivo y sin esperar a que me lo volviera a repetir, dándole la vuelta, le bajé las bragas y sin más prolegómeno, la ensarté violentamente. La rusa al sentir su conducto lleno de golpe, chilló y facilitando mis maniobras, movió sus caderas mientras gemía de placer. De pie y apoyando sus brazos en la pared se dejó follar sin quejarse. Desde un principio, mi pene se encontró con que su conducto estaba empapado por lo que  campeó libremente mientras ella se derretía a base de pollazos.
No os podéis hacer una idea de lo que fue, gritando en voz alta se corrió cuando yo apenas acababa de empezar y desde ahí, encadenó un orgasmo tras otro mientras me imploraba que no parara. Por supuesto queda que no me detuve, cogiendo sus pechos entre mis manos, forcé mi ritmo hasta que su vulva se convirtió en un frontón donde no dejaban de rebotar mis huevos.
-¡Dios mío!- aulló al sentir que cogiéndola en brazos, mi pene se incrustó hasta el fondo de su vagina y lejos de revolverse, recibió con gozo mi trato diciendo: -¡Fóllame duro!-
No hacía falta que me lo dijera, retirando la tela de su vestido, levanté su trasero y llevando hasta el extremo su deseo, la seguí penetrando con más intensidad. Fue entonces cuando dominada por el cúmulo de sensaciones, se desplomó contra la pared mientras su cuerpo, preso de la lujuria, se retorcía estremecido. Satisfecho por haberla llevado hasta esas cotas, me dejé llevar y derramando mi simiente en su interior, me corrí sonoramente por segunda vez.
Agotado, me senté y mientras descansaba, me fijé que la muchacha sonreía con los ojos cerrados. Pasados un par de minutos, acomodamos nuestras ropas y volvimos al restaurante donde Sofía nos esperaba cantando con un grupo de ejecutivos mientras daba buena cuenta de la segunda botella de vodka.
-¡Hermana eres una puta!- gritó muerta de risa- ¡Te has follado a nuestro marido en el baño!
Tanto yo como los presentes nos quedamos mudos al oír la burrada pero entonces la aludida, contestó:
-Así es- y acercando su mano, le pidió la botella diciendo: -Necesito beber algo que no sea leche.
La carcajada fue unánime. Todos y cada uno de los que oyeron la contestación se pusieron a aplaudir mientras la rubia se bebía de un solo trago un vaso de ese licor. Curiosamente la más escandalosa de todos, fue mi amiga María que olvidándose de como las había conocido había hecho las paces y celebraba como la que más.
-¿Dónde tenía escondidas a estas niñas? ¡Tráelas más a menudo!- chilló mientras dejaba que la pelirroja le rellenara su copa.
La alegría del local estaba desbordada, los comensales bailaban, se abrazaban y bebían sin parar mientras la caja de la dueña crecía sin parar. Cuando creía que el alboroto no podía crecer, vi que por la puerta aparecían un grupo de músicos vestidos a la usanza cosaca y separando las mesas, se pusieron a tocar y a bailar. Para los españoles ver a esos extranjeros con sus amplios pantalones, con la espalda recta y en cuclillas, levantando los pies al ritmo de la música fue un espectáculo que causó sensación.
Siguiendo el ritmo con las palmas, azuzaron a los bailarines mientras mis dos esposas me colmaban de besos diciendo lo feliz que eran.  La comida fue lo de menos, con el alcohol que llevaba ingerido, me costó comer pero valió la pena y dos horas después y con bastantes copas, nos retiramos a casa.
En el coche, Tanía completamente borracha me dijo al oído:
-En cuanto lleguemos a casa tenemos que compensar a Sofía.
Sabiendo por donde iba, me hice el tonto y pregunté:
-¿Cómo quieres hacerlo?
-Tonto, ¿Cómo va a ser? ¡Follándonosla!
Llegamos a casa y Tanía cumple su promesa.
Nada más entrar en casa, llevamos a Sofía hasta mi habitación y antes que se diera cuenta, la empezamos a besar. La pelirroja no se esperaba semejante recibimiento y menos que aprovechando su turbación, me pusiera a su espalda y sin esperar a que reaccionara, le desabrochara la blusa poniendo sus pechos a disposición de su hermana. Esta, aleccionada por mí, no esperó su permiso y metiendo su cara entre sus senos, abrió la boca y empezó a mamar.
Alucinada, vio la lengua de Tania recorriendo sus aureolas mientras yo frotaba mi pene contra su culo. Nuestro doble ataque la desarmó y desnudándose ella misma, disfrutó de nuestras caricias. De pie y con las piernas abiertas, dejó que los besos de la rubia recorrieran  su cuerpo mientras yo para forzar su calentura, abriéndole las nalgas,  jugueteé con su trasero.
Completamente cachonda, cuando sintió la húmeda caricia de Tania en su vulva, pegó un chillido y presionando contra su pubis la cara de su hermana, le rogó que continuara.
-Me encanta- gimió al sentir que la mayor separaba con sus dedos los pliegues de su sexo.
Aunque ya habían disfrutado una de la otra muchas veces, la pelirroja sintió que se le acumulaban las sensaciones y pegando un grito, se corrió. Sin saber que hacer al sentir el flujo en su boca, Tania me miró pidiendo instrucciones:
-Sigue- ordené y mientras ella obedecía, metí mis dedos en el coño de Sofía. Tras empaparlos, los llevé hasta su esfínter y con movimientos circulares, lo fui relajando mientras la pelirroja no paraba de berrear al sentir sus dos orificios asaltados.
Decidido a usar esa maravilla de culo, la puse a cuatro patas sobre la cama mientras la informaba que  le iba a dar por culo:
-¡Es todo tuyo!, ¡Mi amor!- chilló descompuesta.
Seguro del calor que nublaba su mente, le abrí los cachetes y colocando mi glande en su esfínter, la penetré. Sofía gritó de dolor al verse empalada de un modo tan brutal pero entonces su hermana cogiendo la cabeza de la pelirroja  entre sus manos, se fundió con ella  en un sensual beso, tras lo cual y escuché que le decía:
-Después de que nuestro marido lo use,  me ocuparé de aliviar tu culito.
Sus palabras incrementaron la pasión de la rusa y desbordada por el cariño que su hermana le demostraba, le rogó que le dejara comerle el coño. Sin ninguna vergüenza ni reparo, Tania se colocó frente a ella y separando las piernas, puso su pubis a disposición de la muchacha.
Rebajando el ritmo con el que le rompía el ojete, disfruté viendo las uñas de Sofía separando los pliegues de la rubia antes de con la lengua saboreara su botón. La mayor de las dos debía de venir ya caliente porque en menos  se corrió dando gritos de satisfacción. La pequeña intentó secar el torrente en el que se había convertido la cueva de su hermana pero cuanto más intentaba absorber el delicioso flujo, más placer ocasionaba y la rubia incapaz de contenerse,  no dejaba de gritar de placer.
Esa escena, colmó mi paciencia e imprimiendo nuevamente velocidad a mis caderas, reinicié con más fuerza el asalto al culo de mi pelirroja.
– ¡Sigue! ¡Mi amor!- reclamó descompuesta al sentir mi pene acuchillando su interior de su culo.

Decidido a liberar mi simiente cuanto antes, mis incursiones se volvieron tan profundas que temí que mi recién estrenada esposa se desgarrara por dentro pero ella, en vez de quejarse, pidió a su hermana que me ayudara. Esta soltó una carcajada al saber que era lo que quería y sin pedir más explicaciones, le soltó una nalgada.
Me quedé alucinado al escuchar el gemido de placer que brotó de la garganta de la muchacha y antes de que terminara de asimilar lo ocurrido, Tanía le dio el segundo. No satisfecha, Sofía  le exigió que continuara. La rubia complaciéndola,   le soltó una serie de mandobles que me dolieron hasta mí. Con sus cachetes rojos y con su esfínter ocupado,  la pelirroja  se corrió sobre las sábanas.  Sus chillidos azuzaron mi placer y pegando un aullido, me uní a ella en un gigantesco orgasmo.
Completamente exhausto, me tumbé a  su lado. Con un cariño y una adoración total, se quedaron abrazadas a mí  y pensando que la noche había terminado, nos pusimos a hablar de lo sucedido esa mañana.
Las dos rusas parecían no comprender el alcance del problema, por mucho que les trataba de explicar que no era bueno estar bajo la vigilancia de ese comisario, a ellas les parecía algo anecdótico. Tanto desdén me empezó a mosquear y percibiendo que detrás del menosprecio con el que trataban al policía se escondía algo más, directamente les pedí que me lo aclararan.
-A ese patán lo tenemos en nómina- me informó Tania y con una sonrisa en los labios, me soltó: -Ya sabíamos que iba a haber una redada.
Al escucharla me indigné y encarándome a ellas, les pedí que me explicaran porque no me habían contado nada:
-Queríamos ver como actuabas- dijo la pelirroja con tono dulce mientras intentaba reanimar mi extenuado miembro.
Haber sido objeto de una nueva prueba, me terminó de sacar de las casillas y hecho una furia, me levanté de la cama. Desde la mitad de la habitación, las mandé a la mierda. La respuesta de las dos no pudo ser más típica de ellas, muertas de risa me llamaron a la cama implorando mis caricias.
Ya desde la puerta, oí a la mayor decir:
-Amado, no tardes mucho en calmarte: ¡No vaya ser que empecemos sin ti!
 
 

Relato erótico: “Secreto de Familia: ¿Has hecho alguna vez un trio?2” (POR MARQUESDUQUE)

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José:

-¿Has hecho alguna vez un trío?- La escena era impresionante. Llego a casa, no parece haber nadie, escucho voces en el cuarto del niño, entro y me encuentro al bebe dormidito en la cuna y en la cama dos mujeres de infarto, desnudas, en posición de estar haciendo un 69.

-Pero… ¿Qué está pasando aquí?

-Hola José- dice la más joven de las dos, un bombón castaño de 19 años, sacando la cabeza de entre las piernas de la otra, una rubia de ojos azules de treinta y tantos.- ¿Has hecho alguna vez un trío?- y las dos se ponen a reír, como si esa ocurrencia fuera lo más gracioso del mundo.

-Sabes que sí. Tú estabas.- digo reponiéndome de mi asombro. Ciertamente Sandra, la que me hacía tan singular pregunta, era mi novia, y habíamos experimentado un par de veces con su hermano adoptivo y con mi mejor amigo.

-No- me corrigió ella desdeñosa- me refiero a un trío con dos chicas- que insistiera en esa idea en aquellas circunstancias, con Lorena y ella desnudas y olor a sexo en la habitación, me estaba volviendo loco.

-No- respondí todo lo serio que pude- sabes que te lo cuento todo, a parte de con Lorena no he estado con nadie más que contigo.

-¡Que mono!- saltó la rubia y las dos rieron de nuevo- Anda desnúdate para que estemos en igualdad de condiciones y ven con nosotras.- Así lo hice. Me quité la ropa tan rápido como pude y salté sobre la cama. Me habían hecho un hueco entre ellas, que ahora estaban sentadas sobre sus piernas- Sandra me estaba contando cuando hicisteis un trío con Javi y nos calentamos, pero ahora que me acuerdo aún no me había explicado el de Manolo. Anda, cuéntalo tú, ya que has llegado.

Como digo Sandra es mi novia, además de mi prima y medio hermana, pero esa es otra historia. Lorena es la pareja lesbiana de mi madre y siempre ha sido mi fantasía, es una mujer impresionante, de una belleza extrema. Sabía que ella nunca había estado con un hombre, hasta que me propuso tener un hijo, juntos. Tanto mi madre como mi novia lo sabían y estaban de acuerdo. Mi familia es un poco extraña, ya lo sé. El caso es que aquellas dos mujeres eran, sin duda, las mujeres de mi vida, y mis sueños sexuales hechos realidad… y ahora estaban las dos juntas, desnudas, rodeándome…

-Manolo es mi mejor amigo. Me daba pena que nunca hubiera hecho el amor, que fuera virgen aún. Sandra y yo le buscábamos citas, le presentábamos chicas, pero las cosas no salían bien con ninguna, hasta que se me ocurrió. Yo estaba acostándome contigo, sabía que ella lo hacía a veces con Javi, a Manolo le habíamos dejado mirar mientras follábamos, era obvio que la adoraba… porque no dejar que hicieran el amor, que perdiera la virginidad con ella.

-¿Le habíais dejado mirar mientras follabais?- preguntó Lorena asombrada

-Pues sí, igual que a ti- respondió riendo Sandra. Era cierto, Lorena nos había espiado en la cama algunas veces, antes de que decidiéramos tener un niño.

-¡Eh! Vosotros lo hicisteis antes- protestó la rubia. También tenía razón. Primero yo solo y luego con Sandra, habíamos conocido el sexo observando a Lorena con mi madre, pero se suponía que ellas no eran conscientes.

-Así que sabíais que os espiábamos…

-Solo yo, tu madre sigue en la inopia. Me excitaba tanto que nos miraseis, que procuraba que no se diera cuenta… Volviendo al tema, le diste a Manolo fotos sexis de Sandra, me ha dicho ella antes, ahora tú me dices que le dejasteis mirar… ¿algo más?

-Una vez le hice una pajita- comentó Sandra

-¡Serás puta!- dijo Lorena riendo y fingiendo indignación- Ese chico debe considerar a José un cornudo…

-¿Puta yo?

Las dos comenzaron a reír y a hacerse cosquillas. El problema es que estaban desnudas y yo estaba en medio, así que su pelo y sus tetas rozándome en sus juegos hicieron que mi polla comenzara a reaccionar. Finalmente sellaron la paz con un beso. ¿Y para mí no hay beso?, me quejé yo. ¡Claro que sí, tonto!, dijo Lorena y me besó. Luego Sandra hizo lo mismo. Esta vez su lengua contactó débilmente con la mía. ¡Eh! El mío ha sido sin lengua, se quejó la primera. Pero es mi novio, dijo posesivamente la segunda. Es verdad, aceptó Lore. ¡Que no, tonta!, gritó Sandra, morréale tu también. Y vaya si lo hizo. Lorena me metió la lengua hasta la garganta. Fue uno de esos besos que quitan el aliento- ¡Eso no vale!- se quejó mi novia- Mira como se la has puesto- añadió cogiéndome la polla que, ciertamente, estaba ya completamente dura con tanto besuqueo.

-No te pongas celosa- respondió la madre de mi hijo- También puedo besarte así a ti- dicho y hecho, las dos unieron sus bocas ante mí. Las tetas de Lorena descansaban además sobre mi pecho y las de Sandra me rozaban el hombro. Las dos se estaban comiendo los labios y juntando sus lenguas con pasión y Sandra aun tenía mi miembro en su mano, aunque no la movía. No lo resistí más y acerque también la cara. Ellas me hicieron sitio y juntamos las tres lenguas.- Bueno- dijo Lorena finamente- sigue contando lo de Manolo.- la mano de Sandra había bajado lánguidamente a mis huevos y los acariciaba con suavidad. Me recompuse como pude y reanudé mi relato:

-Cuando le propuse follar con Sandra el pobre no se lo podía creer, no entendía nada. La gente tiene un concepto posesivo del sexo y del amor que no es nada sano. Así pasan luego las cosas que pasan, corazones rotos, crímenes pasionales… En fin, él es mi amigo, sé que Sandra seguirá conmigo. ¿Por qué no darle ese gusto? Traté de explicárselo sin darle demasiados detalles, pero estoy seguro de que no lo entendió mucho, aún así accedió y follaron… o sea, que sí, seguro que me considera un cornudo- dije riendo- Después, Manolo estuvo algunos días esquivo conmigo. Se sentía incomodo, supongo. Poco a poco fuimos recuperando la normalidad. Sandra le había dicho que yo me acostaba con otra, sin explicarle que eras tú. Cuando me preguntó quién era mi amante misteriosa no supe que decirle, no podía confesarle que era la compañera de mi madre, sería demasiado para él. Le dije que era un secreto. Tanto misterio le confundía aún más.

-También fue incomodo para mí al principio- intervino Sandra- Me había confesado su amor y yo solo había podido darle sexo. Ponía cara de novela romántica cada vez que me veía. No entendía nuestra peculiar relación y yo no podía explicárselo.

-¿Te había confesado su amor?- intervino Lorena- ¡Que tierno!

-¡Que cabronazo más bien!- objeté yo- Encima que le dejo a mi novia intenta levantármela… El caso es que con el tiempo fuimos recuperando la confianza, hasta que le invité a pasar el fin de semana conmigo y accedió.

-Cuando me lo dijo, ya supe lo que iba a pasar. Habíamos hecho el trío con Javi y al ver que mi hermanito me la metía por detrás José se había empeñado en probar mi culo él también, así que últimamente casi siempre lo hacíamos por ahí.

– A ver, que tiene ese culo de especial- dijo Lorena y Sandra se colocó a cuatro patas mostrándoselo- Es un gran culo- añadió riéndose y comenzó a meterle el dedo índice entre las nalgas.

-Esa misma noche lo hicimos pensando en cómo sería ensartarme entre los dos- continuó mi novia. Siguiendo el hilo de sus palabras, metí mi dedo por su coño- Sí- dijo entre jadeos- más o menos así- Lorena dio por concluidas sus comprobaciones con un beso, luego le dio una palmada y Sandra volvió a su sitio.

-Fue un polvazo- retomé la palabra- Como plan para el fin de semana propuse que fuéramos los tres a la playa nudista. Pensé que así rebajaríamos las tensiones, todos desnudos, sin nada que ocultar. Al principio no fue demasiado bien. Sandra y yo íbamos de la mano y él, a una distancia prudencial, visiblemente incómodo, con la desnudez y con los celos que le carcomían. Llegamos a una cala desierta que conocíamos y nos tumbamos en la arena. Sandra me besó- y, mientras lo contaba la aludida me metió la lengua en la boca- Sí- dije cuando pude hablar de nuevo- más o menos así. Como digo me besó y Manolo algo molesto dijo que prefería seguir paseando.

-Entonces yo le dije que no fuera bobo y se tumbara con nosotros. A regañadientes lo hizo, no sabía negarme nada. Cuando estuvo lo bastante cerca tire de él, así- y tiró de Lorena cogiéndola por el brazo para demostrárselo, de modo que quedó sobre mi novia, como Manolo había quedado ese día en la playa- y comencé a darle besitos en los labios, así- y comenzó a besar a Lorena de la forma que decía. La rubia le devolvió enseguida los besos. Sus tetas se rozaban. Mi pene, que estaba perdiendo rigidez, la recuperó de nuevo ante el espectáculo.- Luego besé a José- y me besó. Lorena volvió a tumbarse.

-La estuvimos morreando los dos y nuestras pollas se pusieron duras- proseguí yo narrando- Sandra nos las agarraba una con cada mano, como agarra ahora la mía- así era, me la había vuelto a coger con firmeza, como para que no se escapara- Pronto empezó a comérsela a Manolo.

-Sí, mira, así- interrumpió la aludida y, con algo de sorna, como si Lorena no supiera lo que es una mamada, usó mis dedos como si fueran una polla para chuparlos sensualmente.

-Sí, así- confirme yo- entonces yo me puse detrás de ella y le pasé mi verga por el chocho y el culo.

-¿De esta forma?- preguntó Lorena y se puso a frotar su pubis contra el culo de Sandra tan sensualmente que me azoró.

-Poco más o menos- asentí. Las dos rieron y se tumbaron de nuevo a mi alrededor.- Lentamente- proseguí- metí el miembro en el coño de Sandra. Ella seguía chupándole la polla a mi amigo, que nos miraba sin poder creer lo que estaba pasando. Cogí a Sandra por la cintura para follarla mejor. En cada embestida sentía su culo en mi cadera, el culo que iba a penetrar en unos minutos. Me excitaba verla mamándosela a Manolo y la cara de capullo que ponía él- al recordarla se me escapó una sonrisa.

-Estar chupándosela a ese chico mientras José me follaba a cuatro patas era una pasada- intervino Sandra- Le lamía el tronco, le besaba la punta, me pasaba su polla por las tetas y este semental- aquí me dio una palmada en la pierna- sin parar con el mete-saca, como a mí me gusta- giró la cara tras decir esto y nos besamos. Le cogí la mano que tenía sobre mi pierna y entrelazamos los dedos.

-Tras un rato haciéndolo así Sandra se desencajó de mi pene y fue subiendo con la lengua por el cuerpo de Manolo, restregándose de pasó con la polla del chico, hasta juntar los labios y besarlo. A él se le notaba traspasado por los acontecimientos y se dejaba llevar. Ella misma se metió el cimborrio de mi colega por donde antes había estado el mío y se quedó quieta para que yo se la metiera por el culo. Así lo hice, como Javi lo había hecho en aquella ocasión y sentí temblar a esta cachorrilla entre nuestros cuerpos.

-Duele un poco- intervino la “cachorrilla”- pero no puedes imaginarte lo brutal que es, lo llena que te sientes, como si estallaras de placer…

-Primero metí el glande. Noté que le hacía un poco de daño y me detuve. Sentí que se iba acostumbrando a mi miembro y relajaba el esfínter, así que la metí un poco más. Le acariciaba las tetas y la besaba en el cuello y en la nuca para que estuviera cómoda. Cuando me pareció que lo estaba disfrutando la metí del todo. Nos estuvimos quietos un momento. Nunca había tenido la polla tan apretada como entonces. Lentamente empezamos a movernos. Podía sentir los embates de Manolo a través de los delgados pliegues de carne que separaban su polla de la mía. Los gemidos de Sandra eran ensordecedores. Temí que atrajeran a algún curioso, no hay que olvidar que estábamos en la playa, al aire libre, con la arena metiéndoseme entre los dedos de los pies. Estuvimos follándola entre los dos mucho rato. A veces nos deteníamos agotados, pero enseguida retomábamos el balanceo, arrancándole a Sandra gritos de placer. Manolo tenía menos práctica y se corrió primero. Yo aún estuve dándole por culo un rato a esta nena antes de terminar- y le di una palmada en el muslo, ante lo que ella sonrió.

-Me corrí varias veces- confesó ella- Fue muy intenso. Absolutamente brutal. Me he puesto cachonda al recordarlo, mira.- En efecto, tenía el coño mojado. Le pasé la mano por la rajita, introduje un dedo en el orificio y le acaricié el clítoris con la yema de otro.

-Yo también me he calentado escuchándoos- intervino Lorena. Con la otra mano comprobé que lo que decía era cierto. Sandra me abrazó y nos recostamos de nuevo. A lo tonto estaba masturbando a las dos hembras, una con cada mano, mientras ellas me besaban en el cuello, las orejas, las mejillas o la boca. Junté mi lengua con la de Sandra, luego con la de Lorena, finalmente las unimos las tres. Mi novia había vuelto a tocarme la polla y el movimiento de su mano ya se parecía mucho a una paja. Lorena por su parte me acariciaba los huevos. Sentía sus tetas frotarse contra mis hombros y contra mi pecho. Ver a los dos mayores objetos de mi deseo procurarme juntas tales atenciones me volvía loco.

-Entonces… ¿nunca has estado con dos chicas?- preguntó de nuevo maliciosamente Sandra en un susurro.

-Yo sí- respondió sorpresivamente Lorena. Sandra abandonó mi polla y se irguió para mirar mejor a su interlocutora.

-¿Sí? ¿Con quién?

-Pueeeees… con tu madre y con la tuya…- y después de soltar esa bomba rió inocente con una carcajada cristalina…

Relato erótico: “Rencores II (familia,incesto)” (POR RUN214)

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EPISODIO  II

 
EL RETORNO
Marta miraba por la ventanilla lateral de la autocaravana el discurrir de las gotas de agua tras el cristal. La lluvia caía incesante debido a la tormenta veraniega que acababa de comenzar.
-Al final podría haber sido peor. –pensó irónicamente.
Estaba recostada sobre uno de los asientos en la parte trasera del vehículo. Junto a ella estaba Benito cabizbajo. Marta posó su mano sobre la cabeza de él y le acarició el pelo. Éste levantó la cabeza y miró a su madre a los ojos. La mirada inexpresiva que recibía de su madre no era de compasión, su expresión era fría como siempre. Ninguno de los 2 dijo nada durante los minutos que permanecieron en esa posición.
Benito notó que a través del escote de la camisa, que su madre se había puesto aprisa antes de subir al vehículo y que ahora llevaba como única prenda mal abrochada, podía ver buena parte de una de sus tetas. La estuvo observando durante largo rato.
Cuando volvió a levantar la vista se encontró de nuevo con la mirada de su madre que le había estado observando todo el tiempo. Su mirada ya no era inexpresiva, de nuevo reflejaba fuego en sus ojos. Su mano, que hacía rato que había dejado de acariciar su pelo, descansaba junto a su cuello, rodeándolo parcialmente y por un instante, Benito pensó que iba a estrangularlo.
– · –
Marta había estado reflexionando durante el trayecto desde que partieron de aquel bosque. Al ver a su hijo tan decaído y pese a todo lo que éste le había hecho sufrir no pudo dejar de sentir compasión. Siempre había sido dura con él, aunque hasta hoy no había sido consciente de lo mal que se lo había hecho pasar.
Le costó mucho esfuerzo pero se obligó a consolarle, así que le acarició el pelo como cuando era pequeño.
No sabía exactamente la razón por la que siempre le trató con tanta dureza, quizás quiso pagar con él los fallos de todos lo hombres que pasaron por su vida. En cualquier caso sentía que ella había tenido parte de culpa en la actitud de Benito aquella noche.
Pero aunque ella le hubiera empujado a cometer los actos acaecidos aquella noche, aun le parecía imposible que él hubiera sido capaz de hacer lo que hizo. El mero hecho de que se le pusiera dura con su propia madre le repugnaba sobremanera. Pero a lo que no podía dar crédito era que hubiese sido capaz de violarlas a las 2. Más aún, nunca hubiese llegado a imaginar que aquel mequetrefe, aquel ratón de biblioteca, hubiera juntado el valor necesario y ser capaz de rebelarse contra ella convertido en un león.
Recordaba el miedo que había sentido de su propio hijo, mayor aún que el que sintió por aquellos hombres. ¿Como una cosa tan insignificante y miserable se lo había hecho pasar tan rematadamente mal?. Le había temido más que a nada en el mundo, había dejado de ser su cobarde hijo para convertirse en un monstruo despiadado, y ahora estaba a su lado convertido de nuevo en un ratón tembloroso mirándola con ojos de cordero degollado.
Entonces le descubrió ojeando entre los pliegues de su camisa semiabierta. Su mirada estaba fija en una de sus tetas que asomaba en gran parte. De un plumazo desapareció la compasión que comenzaba a tener hacia él. Su mente retrocedió hasta el claro del bosque. Revivió la sensación de sus manos amasando sus tetas mientras se corría dentro de su coño sin importarle las súplicas de ella. La desagradable sensación de su semen caliente que aun llevaba dentro.
Estuvo a punto de abofetearle cuando Benito levantó la cabeza pero se había prometido no volver a hacerlo. Tenía el firme propósito de no infundirle castigo alguno nunca más por muy grande que fuera la ofensa recibida por él.
Retiró la mano que ahora reposaba en su cuello y lentamente cruzó sus brazos frente a su pecho cerrando la camisa y la visión de su busto, después giró la cabeza y prosiguió mirando tras el cristal.
– · –
Beatriz iba sentada junto a su padre en el asiento del copiloto. Ambos viajaban en silencio mirando la carretera al frente. Al fin Fermín decidió romper el silencio.
-cariño…
-no me llames cariño. –corto tajante Beatriz.
-lo siento …, escucha corazón.
-tampoco me llames corazón, no me llames de ninguna manera, ya no soy tu hija.
-Beatriz por favor, ya te he dicho que lo siento. Solo quiero hablar contigo.
-¿solo quieres hablar?, ¿no será que quieres echar otro polvo gratis?
-no digas eso. Se que he cometido un error gravísimo.
Ella giró la cabeza bruscamente hacia él:
-¿error gravísimo?, saltarse un semáforo en rojo es un error gravísimo. Follarte a tu hija no es un error gravísimo, es una violación.
-Pero yo pensé que tú también querías follar conmigo.
-¿cómo voy a querer follar con mi padre? Por dios.
-te arrodillaste y empezaste a chupármela. ¿qué tenía que pensar yo?
-no debiste pensar nada. No comprendo como pudiste empalmarte. Eres un cerdo, siempre lo has sido. Nunca pierdes la oportunidad de babear tras mis amigas, viejo verde.
Oír eso le destrozo, pero también le enfureció.
-Y no se te ha ocurrido pensar que a lo mejor se me puso dura por lo bien que me la chupaste. O por como te la tragaste hasta meterla por completo en la boca. Hay que ser muy puta para hacer todo eso.
-¿Qué?, me has llamado puta, ¿como te atreves?. Me la metí entera para que aquel bastardo no se diera cuenta de tu erección. ¡¡TU ERECCIÓN!!. No quería que viera lo dura que se te puso.
-no te importa chupármela hasta el fondo pero te da vergüenza que vean lo dura que me la pones, esto sí que tiene gracia.
-¿pero es que no lo entiendes todavía?, ¿crees que te la chupé voluntariamente?.
Tras una pausa añadió lentamente.
-Papa, no soy ninguna puta. No me excito contigo ni me agrada meterme tu polla en la boca. Y por supuesto, no deseo lo más mínimo oírte gemir en mi oído cuando te corres en mí coño.
Pasaron unos segundos antes de que prosiguiera hablando.
-me vi obligada a chuparte la polla. A cambio no sería violada por ninguno de ellos. Tenía que chupártela 5 minutos al final de los cuales tu polla debía estar tan laxa como al principio.
Miró a Fermín a los ojos con cara enfurecida.
-a ningún padre se le pone dura con su hija, por lo que la prueba era relativamente fácil de pasar dentro de lo desagradable que era en sí misma, Joder.
Aumentó el tono que ahora sonaba más grave.
-pero tú; tú puto pervertido; tú te pusiste cachondo con tu hija. Te empalmaste en mi boca, por lo que yo debía permanecer tumbada e inmóvil si eso ocurría.
Y aun así ¿qué hiciste tú?. No pudiste quedarte quietecito, no. Ni te conformaste con mirarme las bragas y hacerte una paja. Me sobaste, me desnudaste y me follaste. Cabronazo. Me violaste. Abusaste de mí.
Espero que hayas disfrutado mucho con el polvo que me echaste porque yo pase un infierno.
Fermín tenía la cara desencajada.
-Pero cariño…
-que no me llames cariño.
-Beatriz, por favor, escúchame. –tartamudeaba al hablar.
-ese hombre no paraba de intentar convencerme de que querías follar conmigo. Me dijo que querías hacerlo allí en ese momento.
Te aseguro que no le creí. Nunca intenté nada contigo. Me gustan las mujeres jóvenes pero nunca he pensado en ti de esa manera. Pero cuando llegue junto a ti me bajaste el pantalón de dormir, me cogiste la polla y te la metiste en la boca y empezaste a … hacerme una mamada.
Yo…yo… ¿qué podía pensar? era tal y como ese hombre me dijo. Joder, Incluso en ese momento te juro que no sentí nada… no tuve ningún deseo sexual pero luego…
Se hizo el silencio.
-¿luego? –preguntó Beatriz inquisitoria
-luego bajé la vista más abajo. Desde mi posición podía verte las tetas al completo a través del escote de la camisa. Veía su balanceo y veía las aureolas de tus pezones. Las tetas de una mujer son mi debilidad y las tuyas además tenían los pezones apuntando hacía adelante, ¡estaban duros de la excitación!
-porque tenía frío, estaba en mangas de camisa en plena noche. –se excusó Beatriz.
-pero yo eso no lo sabía y mi cabeza ya solo pensaba en una cosa, además…
Fermín hizo una pausa y Beatriz esperó a que siguiera hablando.
-Tu boca no paraba de recorrerme la polla adelante y atrás. Cada vez que lo hacías un calambrazo recorría mi cuerpo. Era inevitable que acabara poniéndose dura.
Cuando te retiraste estaba a punto de correrme y entonces tú te tumbaste en el suelo con las piernas extendidas. No podía más, Beatriz, ya no era yo.
-pues haberte hecho una paja, joder.
-Creí que tú también querías y que por eso te tumbaste. Quería acariciarte las tetas, cuando lo hice fue peor porque el fuego que llevaba dentro aumentó aún más. Sabía que eras mi hija, estaba mal y que no debía hacerlo pero la tentación era tan grande… y tu cuerpo tan bonito.
Beatriz bajó la cabeza. Siempre le gustó escuchar aquello. Ahora en la boca de su padre era algo grotesco.
-Decidí que no me importaba que esos hombres me vieran contigo. Tu madre follaba con ellos, que más da si yo también follaba  aunque fuera contigo. Mire tus bragas que se trasparentaban. Cuando te las quité ya no hubo posibilidad de salvación para mí.
Te follé como un poseso y me porté como un cerdo. No pretendo convencerte de lo contrario. Lo que te pido es que me perdones.
Beatriz seguía con la mirada baja.
-sé lo duro que habrá sido…
–si, la tenías muy dura -cortó con sarcasmo
-N…No me refiero a eso, quiero decir que se … lo difícil…
-¿lo sabes? –cortó Beatriz –¿de verdad crees que lo sabes?
Le miró fijamente antes de continuar.
-No sabes lo que sentí cuando me sobaste de arriba abajo. Ni lo que sentí cuando abriste mi camisa ni cuando me bajaste las bragas. No sabes lo que fue notar tu aliento y tu lengua entre mis piernas lamiéndome el coño y las tetas. Pero lo que nunca podrás saber y mucho menos imaginar es lo duro que fue notar como me metías la polla una y otra vez cuando me follabas el coño, ni como te corrías dentro todo tu semen, ni lo asqueroso que resulta notar tu dedo explorando mi culo más y más hondo. Tu sudor o tus gemidos en mi oído o tu lengua en mi boca. Dios, que asco me das. ¿De verdad crees que lo sabes? Tú no sabes nada.
-Bea –imploró Fermín -si pudiera hacer algo para que te sintieras mejor te aseguro que lo haría sin dudarlo.
Tras una pausa Bea añadió -si, si que puedes.
La cara de Fermín se llenó de ternura. Esperó la respuesta.
-Bájale las bragas a tu madre y acuéstate con ella, después hazle lo mismo que a mí: ábrele las piernas, lámele el coño, las tetas y fóllatela. Empezarás a saber como me siento.
Fermín borró la sonrisa de su rostro de un plumazo giró la vista al frente y no volvió a hablar.
Pasaron unos instantes antes de que Bea volviera a hablar.
-¿Te follarías a la abuela, papa?, ¿harías eso por mi? –preguntó con malicia.
Fermín mantuvo la vista al frente sin contestar.
-¿le olerías el coño antes de lamerlo?, ¿le meterías tu polla dura muy despacito por su coñete?
Disfrutaba haciendo sufrir a su padre.
-la abuela te la chuparía hasta el fondo, despacito. Te dejaría correrte en su boca o en su cara. A ella también se le moverían las tetas con cada chupada y te llenarías las manos con ellas. Todavía tiene una buenas tetas. Después la pondrías a 4 patas la sujetarías por la cadera y te la follarías despacito, ¿a que si?. Le llenarías el coño con tu semen. Y el culo. Y la boca. ¿le comerías la boca a tu madre?
-dime –insistía –¿se la comerías… como me hiciste a mi?
No contestó.
– · –
Marta, después de un largo rato absorta en la lluvia que golpeaba contra el cristal se giró hacia Benito y le preguntó:
-como has sido capaz de hacerme todo lo que has hecho.
Benito levantó la vista hacia su madre.
-llevo todo el camino pensando en ello. Sentía tanto odio… no era yo.
-no me refiero al daño físico. Eso nace del rencor y el odio que me tienes.
Benito hizo un amago de hablar pero Marta le atajó.
-No te excuses, no hace falta. He tenido la mayoría de la culpa. No puedo esperar que me quieras después de cómo te trato. Has sido tan cruel conmigo como yo lo he sido contigo.
Lo que quiero saber es como es posible que te hallas excitado conmigo, con tu madre, hasta el punto de violarme. Puedo entender que me odies pero no que se te ponga dura conmigo.
-mama, te aseguro que yo tampoco lo sé.
Y continuó diciendo:
-Cuando ese hombre me dijo que podía vengarme de ti, acepté.
Lo único que deseaba era hacerte sufrir. Acepté la propuesta de aquel hombre para que me la chuparas, solo para humillarte. Pero cuando te vi de cerca las tetas y el …
Dudó un momento antes de continuar, pero Marta se adelantó y acabó la frase -…y el coño.
-eso. –confirmó Benito -Nunca había visto a una mujer desnuda. No podía quitar la vista de tus tetas. Son enormes, tus pezones parecían dianas. No resistí la tentación de tocarte una teta por primera vez en mi vida, aunque fuera de mi madre…  y me gustó.
Después de eso quise volver a verte …el… coño. Por eso te dije que te tumbaras.
Benito levantó la cabeza y miro a su madre.
-Te prometo que solo quería verte el coño y como mucho tocarlo, pero cuando empecé a acariciarlo … –Benito no siguió hablando, se le quebró la voz y de nuevo agachó la cabeza.
Marta volvió a posar su mano sobre el hombro de Benito.
-continúa.
-tus tetas son tan blanditas, nunca había tocado ninguna y siempre he querido hacerlo.

Después, cuando bajé las manos entre tus piernas y acaricié el pelo me pareció tan suave, me gustó tocarlo. Tenía curiosidad por saber que se sentiría si lo tocaba con la polla por eso la coloque entre tus piernas, pero cuando empecé a frotarme sentí la necesidad de meterla, solo una vez, para saber que se siente. Después lo dejaría.

Y cuanto la tuve dentro creí ver el cielo, era una sensación tan cálida, y tan suave. Ya no pude parar. Siempre había querido dejar de ser virgen, quería follar, lo deseaba tanto que no me di cuenta de que era con mi propia madre con quien lo estaba haciendo.
Te juro que no era consciente de que eras tú la que estabas allí, solo veía tetas, coño y culo. Hasta que no acabé no fui consciente de lo que había hecho y aun así quería más, quería repetir.
Y repetiste con tu hermana , sentenció Marta. Benito agacho la cabeza y continuó hablando.
-soy un pervertido, siempre he estado obsesionado con el sexo pero ya sabes lo introvertido que soy con las chicas.
Me hacía pajas continuamente pensando en las amigas de Bea e incluso alguna vez… también en ella.
Marta cerró los ojos y soltó un suspiro.
-Sus amigas eran las únicas chicas que conocía… pero cuando dejaron de venir a casa… Bea era la única chica con la que tenía un mínimo roce. Sentía curiosidad por su cuerpo… y a veces… la espiaba.
Marta miraba a Benito fijamente y esperó a que siguiera hablando.
Una vez conseguí verle una teta y algo de vello púbico. –Benito miró a los ojos de su madre con ojos lastimosos -Es lo más cerca que he estado de practicar sexo con una mujer.
Cuando ella me dijo que me daría una bragas de su amiga si dejaba de espiarla acepté. El resto de la historia ya la conoces.
Después de aquel incidente en el que me pillaste en mi cuarto no pude mirar a ninguna chica a la cara aunque mi obsesión por el sexo no había disminuido durante todos estos años… ni por Bea.
Volvió a bajar la mirada al suelo antes de continuar.
-Cuando aquel hombre la trajo y la obligó a desnudarse frente a mí vi todos mis sueños hechos realidad. Sabía que lo que iba a hacer estaba mal pero me justificaba pensando en el daño que me hizo siempre.
Con ella sí disfrute sabiendo a quien me follaba. ¡Lo había deseado durante tanto tiempo!
Ahora me parece imposible que haya sido capaz de todo ello. Todo me parece un sueño.
Miro a los ojos de su madre fijamente.
-Perdóname, no puedo reparar mi error, pero estoy arrepentido.
-te perdonaré y antes me perdonas tú primero. –contestó Marta. –Benito quedó sorprendido.
-Siempre supe que andabas tras ella, por eso cuanto te pillé con aquellas bragas di por hecho que eran suyas, además es lo que Bea me dijo. Nunca debí acusarte ni juzgarte pero sobretodo…, no debí tan siquiera entrar a tu cuarto. No tengo derecho a invadir tu privacidad y menos a humillarte delante de toda la familia.
Ahora era Marta la que agachó la cabeza
-Sabes que odio a tu abuela paterna. Bajar de las orejas a su nieto preferido al que había descubierto en un acto tan poco decoroso era como abofetearla en plena cara, una tentación muy grande para mí. Te utilicé.
Después no me atreví a decir la verdad, que eran mis bragas y no las de Bea. Tu abuela se hubiera regocijado al saber que era yo la diana de tus pajas. Mi vanidad no podía permitirlo. Por eso te odiaba, por dejarme en una posición tan peligrosa frente a ella.
-entonces –dijo Benito –¿olvidaremos lo de esta noche?
-no, olvidarlo no, nunca he podido olvidar. Pero sí perdonar. Y en lo que a mi respecta te perdono todo lo de esta noche.
Benito hizo una mueca que parecía ser una sonrisa –está bien, por mi parte también queda todo perdonado.
Un buen rato después Benito volvió a hablar
-¿Te hice mucho daño? –preguntó Benito
-solo en mi amor propio
-te vi arrugar la cara de dolor cuando te metí la polla.
-tienes la polla de un adulto, es grande. No me lo esperaba. Intenté relajarme como con aquellos hombres, pero contigo era más difícil. No me hacía a la idea.
-¿y cuando te di por el culo?
-sentir tu dedo entrar y salir me puso más tensa. Me dolió algo cuando metiste la polla, una vez dentro llegué a acostumbrarme.
-lo siento
-ya está hecho. Y ya no tiene importancia. Lo único que siento es que no me oyeras cuando te pedí que no te corrieras dentro del coño. Me dolió más que todo junto. No sabes lo asqueroso y repugnante que resulta saber que tengo todo el coño lleno del semen de mi propio hijo. Hubiese preferido que te corrieses en el culo o en mi boca. Podría haberlo escupido.
Una sombra de preocupación cubrió la cara de Benito.
-sí te oí –repuso –pero no podía… no quería parar.
Se hizo el silencio.
-entiendo. –dijo Marta
Marta apretó la cabeza de Benito contra su pecho. De nuevo su camisa quedó abierta y de nuevo la mirada de Benito se posó sobre el pezón descubierto de Marta. Ella se dio cuenta y su rostro se ensombreció pero esta vez no se cubrió.
Permanecieron así un buen rato, descansando el uno en el otro. Después ella se incorporó, dejó a Benito sentado en la parte trasera del vehículo y fue hacia la parte delantera, quería hablar con su marido, se agachó sobre el asiento de Bea para pedirle que le dejara su asiento, al hacerlo, su camisa se levantó sobre su trasero dejando a la vista de Benito su coño. Pudo ver de nuevo los labios vaginales entre los glúteos de su madre recubiertos de oscuro vello. Mantuvo la vista varios segundos antes de apartarla.
Bea se acercó y sentó a su lado, justo donde había estado su madre y mantuvo la misma actitud silenciosa que ella, limitándose a contemplar la noche a través del cristal.
– · –
Al interrogatorio de Bea le seguiría otro de su mujer.
-¿cómo es posible que hayáis follado juntos? –preguntó Marta –delante de todos aquellos.
-es muy difícil de explicar, pero en resumen… soy un cerdo. –repuso Fermín.
-de eso nunca tuve duda, siempre has babeado detrás de cualquier falda. Sé que te pierden las jovenzuelas, pero ¿Beatriz?, es tu hija, ¿es que no respetas ni eso?
-Marta, cariño…
-no me llames cariño –cortó tajante.
-te vi follar con aquellos hombres, gritabas de placer mientras brincabas sobre ellos, ¡todos te vimos!. Además no paraban de mofarse de mí diciendo cosas que solo tú sabías. Te odiaba Marta, te odiaba.
-eso no te da derecho a tirarte a tu hija.
-el cabecilla no paraba de decirme que Beatriz quería vengarse de ti follando conmigo.
Marta le miraba con cara de incredulidad
-no me hagas reír
-yo tampoco le creía. Y más conociendo a Bea. Pero ese hombre me acusaba de querer engañarle e insistía en lo mismo una y otra vez. Me propuso que fuera donde ella para demostrarle que yo tenía razón. Yo acepté pero cuando llegue…
Se hizo el silencio hasta que Marta habló al fin.
-¿cuando llegaste?
-Bea…, me bajó los pantalones de dormir…, me cogió la polla… –Fermín giró la cabeza hacia Marta. –y me la chupó. Bea me chupó la polla. Sin parar. No sabía que pensar, es lo último que esperaba de ella. Después…,
-¿después?
-después…, el cerdo que llevo dentro se aprovechó de la situación…, tú lo has dicho bien claro, me pierden las jovenzuelas y Bea … estaba tumbada, yo miraba su cuerpo adolescente … sus bragas. Comencé a tocarla, la desnudé. Ella no hacía nada, no se oponía, me permitía todo. Además…, te odiaba Marta, te odiaba con todas mis fuerzas. Quería vengarme, yo también quería hacer lo mismo que tú.
Le metí la polla en el coño sin oposición y galopé sobre ella como un poseso. Nunca llegue a imaginar que estaba coaccionada cuando me la chupó ni que estaba amenazada si mostraba algún tipo de resistencia mientras me la follaba.
Soy un pervertido y lo siento. Aunque sentirlo ya no vale para nada …¿verdad?
-verdad, eres un pervertido. Y no, sentirlo no sirve para nada.
-si pudiera hacer algo para redimirme…
Marta le miró con una expresión extraña
-¿follarías con tu madre? –dijo al fin -follarte a Ángela me haría sentir mejor. La cara que pondría esa bruja mientras le comes el coño y las tetas o mientras le metes la polla en su coñete y te la follas despacio hasta correrte dentro llenándola de semen. La cara de horror que pondría mientras te chupa la polla y saborea tu semen en ella.
Marta divagaba fascinada ante la idea de ver a su suegra pasando por lo mismo que ella.  La odiaba con todo su alma. Sin duda, la idea del sufrimiento de Ángela, su suegra, le hacía sentir mejor. Mientras Fermín la miraba con los ojos como platos.
-sois las 2 iguales –musitó –estáis peor que yo.
– · –
-me diste una bragas de mama.
-lo siento –dijo Beatriz sin girar la cabeza.
-me dijiste que eran de Verónica, que las habías cogido en el gimnasio.
Bea, agachó la cabeza pero no dijo nada.
-Que me sentí cuando me las diste. Sabías que estaba enamorado de ella. Jugaste muy sucio.
-lo sé.
-¿sabes las pajas que me hice con aquellas bragas? ¿la cantidad de veces que pensé en ella mientras las olía sin cesar? Dormía con ellas bajo la almohada. No puedes imaginar la alegría que sentí cuando encontré un pelo rizado enredado y oculto en aquellas bragas. ¡un pelo del coño de Verónica! ¿sabes que pensé?
-no –contestaba Bea en un susurro.
Deseé con todas mis fuerzas follar con la dueña de aquellas bragas, follar el coño que dejó aquel pelo. Recé para que se hiciera realidad algún día. Pensaba en las cosas que estaría dispuesto a renunciar por ese sueño. Que cruel ironía me ha preparado el destino.
-Me gustaba tumbarme boca arriba desnudo en la cama, con las bragas en mi cara donde podía olerlas sin parar mientras me pajeaba. Estaba corriéndome cuando noté una mano arrancarlas de mi cara. Vi a mamá hecha una auténtica furia, me agarró de la oreja y me arrastró hacia la puerta. No tuve tiempo de hacer nada. Solo pensaba en mi oreja. Cuando llegamos al salón casi me desmayo al ver a la tía y a la abuela. Todos me visteis desnudo, con el vientre aun manchado de semen. Me quería morir. Lo peor fue oír que las bragas eran tuyas. Te odié a muerte.
-Benito…
-deseaba follar el coño de la dueña de aquellas bragas y resulta que eras tú. En el fondo seguí deseándolo. Seguí deseando follar el coño que vistió aquellas bragas. Deseaba follarte por lo que me habías hecho. Así que cuando esta noche he tenido la oportunidad, no lo he dudado ni un momento.
-Benito…, escucha…
-he disfrutado corriéndome dentro de ti, pero sobretodo humillándote sabiendo el asco que sentías.
-por favor, escúchame, te lo ruego…
-entonces me entero de que las bragas eran de mama, y que ella siempre pensó que me hacía pajas con sus bragas. Mi sueño de follar la dueña de aquellas bragas hecho realidad por partida doble.
-déjame que te explique porque te di sus bragas…
-pero quiero pedirte perdón.
Se hizo un pequeño silencio
-¿…cómo?
-aun con todo no tenía derecho a comportarme como un cerdo sádico. Te he violado, a las 2. Me he pasado los últimos años espiándote como un ratón para por fin acabar demostrando a todo el mundo públicamente que eso es lo que soy. Ya no estoy pletórico ni me siento bien. Merecía que las bragas fueran de ella. Perdóname …
-no, perdóname tú. –interrumpió Bea -Yo te he llevado a esto. Me chivé de ti, siempre lo hice. Mamá no te hubiera tratado tan mal de no ser por mí. No te guardo rencor.
– · –
-podías haber mentido, haberte inventado algo. –replicaba Fermín
-te repito que las respuestas de ambos debían coincidir. No quería que la violaran a ella también. Les dije todo cuanto quisieron. ¿qué sabía yo que lo utilizarían de aquella manera?
-pero tú si que te enfadaste cuando te dijeron algo que yo había dicho.
Marta cerró los ojos y cogió aire.
-me estaba dejando follar por segunda vez, no podía pensar en otra cosa.
– · –
-¿Verónica?, no puede ser. –preguntaba atónito Benito
-Te digo que sí. Fue idea suya.
-¿Pero como…? no entiendo…
-yo le contaba todo de ti, que te gustaba, que no dejabas de preguntarme por ella, que nos espiabas cuando estábamos en casa… entonces a ella se le ocurrió el plan.
-pero… ¿por qué?
-porque no le gustaba que estuvieras babeando por ella, a ella no le gustabas tú. Además, solo iba a ser una broma. Yo me dejé convencer sin tener en cuenta las consecuencias.
-¿Y te convenció para que me dieras unas bragas de mama?
-En realidad quiso que te diera unas mías. A última hora cogí unas de mama de la tropa sucia.
Benito no daba crédito a lo que oía.
-Pero… ¿con que finalidad, humillarme?…Verónica no puede ser tan cruel.
-¿qué no puede ser cruel?, es una auténtica hija de puta. –contestó Bea
-Además… –continuó –quería devolverme una que me debía.
Benito la miró inquisitorio -¿Que es lo que te debía?
Bea tomo aire antes de empezar a hablar de Verónica a su hermano.
– · –
-Es que no puedo quitarme de la cabeza la imagen de Bea desnuda con las piernas abiertas y tú brincando entre ellas, follándotela y disfrutando como un viejo verde sobre una colegiala en celo.
-¿y crees que para mí es diferente? No solo te he visto “disfrutar” con 3 hombres, sino que además también te vi con Benito, con tu hijo. ¿ crees que me dolió menos?
-eso es diferente y lo sabes. A diferencia de ti yo no disfruté con ello.
-eso lo sé ahora pero en aquel momento no era eso lo que parecía.
Marta tomo aire y cortó la conversación
-Está bien, está bien, vamos a dejarlo. Ahora lo principal es llegar a casa y superarlo. Nadie debe enterarse de esto. Hay que guardar las formas. Lo pasado, pasado está.
-bueno pero habrá que denunciarlo, tienen que buscarles…
-ni se te ocurra –cortó Marta –lo de esta noche debe quedar entre nosotros. Nada de denuncias ni investigadores privados ni nada de nada. Este episodio maldito se acabó aquí y ahora.
-Pero Marta…
No. He dicho que no saldrá de aquí.
Marta miró a Fermín.
-Estoy segura de que serás capaz de superar el “trauma” de tirarte a tu hija. –Fermín agachó la cabeza –yo por mi parte también lo superaré lo mío, como he hecho siempre.
Hizo una pequeña pausa
-Ser follada y enculada por Benito es mucho más de lo que nunca llegué a imaginar pero ya he hablado con él y está todo arreglado.
-después –prosiguió –hablaré con Bea. Tú también debes hacerlo. Mañana seremos una familia nueva.
-ya he intentado hablar con ella pero no hay nada que hacer. Esto no tiene arreglo. –o al menos tiene uno muy malo –pensó Fermín, que ahora no podía quitarse de la cabeza a su madre.
-bueno, dale tiempo al tiempo. Tu hija tampoco es ninguna santa. El que la haya montado su padre tampoco es ninguna catástrofe irreparable. Yo hablaré con ella.
Fermín apenas creía lo que oía decir a su mujer, parecía que esa noche lo único que hubieran soportado era un chaparrón de agua que les hubiese estropeado el picnic.
Marta, su mujer, fría, calculadora, una persona manipuladora nunca dejaba de sorprenderle, incluso después de todos estos años de matrimonio. Era una máquina andante con un corazón de piedra.
– · –
Al final Verónica, su novio y yo nos quedamos en casa de su hermano. Como ninguno de los 4 teníamos que madrugar decidimos quedarnos allí viendo unas pelis y tomando algo.
Benito escuchaba hipnotizado el relato de Bea.
-yo estaba bastante borracha y Vero estaba dándose el lote con “el pecas”. Como a mi me gustaba el hermano de Vero … empezamos a darnos el lote también.
-¿con ese chulo bobalicón? –repuso Benito airado
Bea le miro con los ojos encendidos
-quiero decir… pero si el hermano de Vero tiene novia. –intentó arreglar Benito.
Ya lo sé, yo también salía con otro, pero estaba un poco borracha y en ese momento no me importó.
-¿y Vero?… ¿no decía nada?
-cuando Héctor y yo empezamos a meternos mano ellos ya estaban casi desnudos. A ella le importaba tan poco como a mí. Además al cabo de un rato empezaron a …  follar.
A Benito comenzó a faltarle el aire al imaginarse a “la globos”, apelativo con el que se la conocía, semidesnuda y en plena folleteo.
-¿empezaron a follar junto a vosotros?
-si. El caso es que… –continuó Bea –al cabo de un rato cada una de las 2 estábamos … –hizo una pausa -… follando con ellos sobre el sofá.
-las… las 2 … ¿una junto a otra?
-sí, estábamos sentadas sobre cada uno de ellos. Los 4 estábamos casi completamente desnudos. El pecas no dejaba de meterse conmigo y decirme lo grandes que eran las tetas de su novia. Y para colmo Héctor alargó el brazo y le las sobó todo orgulloso de ella.
-¿a Vero?… ¿le sobó las tetas a su hermana?
-sí, y ella se dejo sobar muy ufana… la muy guarra. No me gustó nada. Estaba enfadada, además. Después de eso no recuerdo muy bien que pasó pero el caso es que al cabo de un rato Héctor se lo montaba con Vero.
A Benito casi se le caen los mocos al oírlo. El corazón latía con tanta fuerza que podía sentir los latidos en sus sienes.
-¿Quieres decir que acabaron follando juntos?, ¿los 2 hermanos, el chulo bobalicón y la globos?
Bea volvió a mirarle fijamente con cara de enfado. -Eso no lo sé. Yo estaba enfadadísima, me vestí y me fui. Les dejé a uno encima del otro, comiéndose la boca y magreándose sobre el sofá, lo que pasara después no lo vi.
– Pero… ¿y “el pecas”, que hacía mientras tanto?
-Estaba tumbado boca arriba en el suelo borracho y dormido.
-mientras ellos 2 …, follaban a vuestra costa.
Ahora Bea agachó la cabeza y entristeció su semblante.
-Bueno, el caso es que fui yo quien les empujó para que se lo hicieran, estaban tan borrachos que ni se dieron cuenta de lo que hacían.
-¿Por qué?
-no sé, me puse celosa cuando vi como miraba las tetas a ella sin parar en lugar de mirarme a mí y como se las sobaba.
-¿Y que pasó al día siguiente?
-Entre ellos no sé. Vero y yo seguimos haciendo como si no hubiera pasado nada aunque en el fondo ella me la tiene jurada porque sabe que fui la culpable de aquello.
-¿Y “el pecas” y Héctor?
-Héctor es amigo del alma del “pecas”. No creo que entre ellos cambie nada. Ni tan siquiera sé si el pecas sabrá algo de aquello. Además, no se hasta donde llegaron. Lo más probable es que se durmieran justo después de irme yo.
Pasó un largo rato antes de que Benito dijera nada
-Bea. –llamó Benito
-Que –contestó ella
-No tienes que envidiar las tetas de “la globos”. Las tuyas son mucho más bonitas.
-¿Acaso estás en disposición de comparar? –preguntó inquisitiva.
-Pues hombre… del todo no… pero por lo que he visto… … esta noche
-Entonces cállate.
Benito no dijo nada más.
– · –
Marta regresó hasta donde estaban sus hijos.
-Benito, ve a sentarte con tu padre. Quiero hablar con Bea.
Marta ocupo el asiento que abandonó Benito y comenzó a hablar.
-He estado hablando con tu padre sobre lo de esta noche.
-Quieres decir que has tenido un monólogo con él.
-Bea, no quiero discutir, ahora no es el momento. Además, aún estoy muy dolida contigo por haberle dado mis bragas a Benito.
Beatriz se arrugó, había dado en plena línea de flotación.
-lo siento, ya he hablado con Benito y le he pedido perdón –repuso Bea –también iba a pedirte perdón a ti…
-Eso no importa ahora, ya he hablado de ello con tu hermano y para mí ya está zanjado ese asunto.
Lo que ha pasado esta noche –continuó Marta –debe quedar entre nosotros.
Beatriz la miro extrañada.
-esos hombres han abusado de nosotros, te han violado, ¿No vamos a denunciarles?
-¿y después como explicaremos que tu hermano y tu padre nos follaron también? Olvídalo, hay que pasar página cuanto antes.
-¿pasar página?, ¿cómo se supone que voy a pasar página?, ¿Sabes lo que es que te folle tu padre?
Marta la miro con cara inexpresiva.
-Puedo hacerme una idea. –contestó –¿Sabes tú lo que es que te folle tu hijo?
Bea se mostró ofendida
-Quizás para ti sea muy fácil superarlo, quizás ya tengas costumbre pero para mí no lo es.
-más vale que lo sea. Haz lo que quieras pero a partir de mañana, lo de esta noche nunca sucedió.
Beatriz respiraba agitadamente, no estaba dispuesta a olvidar lo de esta noche. Detestaba a su padre y no quería correr un tupido velo por algo que a él o a su madre les resultase vergonzoso. Había abusado de ella y si eso le causaba un problema moral era su problema. Ella no tenía nada que ocultar y no quería zanjar el tema sin más.
-A lo mejor para superar el trauma necesito “terapia de choque”. –estaba preparando un cañonazo hacia su madre. Apuntaba donde más podía doler.
-¿a que te refieres?, -preguntó Marta.
-es muy duro que te folle tu propio padre. Dicen que para superar un trauma hay que pasar las mismas experiencias …, quizás…, lo que necesito es repetirlo de nuevo… pero esta vez intentando participar yo también… solo para superarlo.
Marta miraba con cara inexpresiva a Bea. Y esta continuó disparando.
-esta vez debería chupársela a papá más lentamente, quizás tendría que ayudarme con ambas manos para poder acariciarle las pelotas y la polla. Cuando la tenga bien dura y se corra en mi boca le dejaré que me coma el coño y las tetas … otra vez y… cuando me la meta en el coño a lo mejor debería moverme con él … no sé… para disfrutar más y así evitar que él haga todo el trabajo.
Espera, mejor puedo ponerme encima de él y cabalgarle un rato, de esa manera le sería más fácil meterme el dedo en el culo como hizo antes y podría lamerme los pezones durante más tiempo mientras me soba y gime en el oído.
Repetía una y otra vez lo que le había hecho. Su madre, que ya había cambiado su expresión, mostraba un enfado supremo. Acercó su cara a la de Bea hasta que ésta pudo sentir su aliento. Entonces Marta comenzó a hablar en un volumen bajo utilizando un tono áspero y lento.
-Escucha guapita, aunque aun no hayas cumplido los 19 no eres una santa. ¿acaso crees que no sé que metes a tus novios en mi casa, en mi cama?, ¿crees que no se como consigues tus aprobados a costa de los viejos verdes de tus profesores?, ¿crees que no se la cantidad de braguetas que has bajado para conseguir tus buenas notas o el dinero para comprar la ropa de tu armario que escondes en el fondo?
-Sí, tu padre te la lamido las tetas, te ha metido la polla en tu coñete y se ha corrido dentro de ti ¿y que?, ¿acaso eso es peor que cuando le abres tus piernas al marido de la vecina, ese viejales repelente? Total para lo que consigues a cambio.
Si crees que follar con tu padre es lo que necesitas para acabar con este tema, pues adelante, tienes mi beneplácito, no seré yo quien te lo impida. Por mi como si te quieres tirar al perro.
-Esta noche llegaremos a casa y mañana será otro día. Después todo será igual que ayer. Arregla tus diferencias con tu padre de la manera que quieras pero no quiero que a partir de mañana se hable más de este tema. ¿está claro?
Bea quedó estupefacta. Tenía la boca y los ojos abiertos. ¿cómo sabía su madre todo eso?
– · –
Benito y su padre habían permanecido largo rato sin hablar, al final fue el padre quien rompió el silencio.
-Lo que has hecho hoy con tu madre … y con tu hermana…
-lo siento mucho, no sé que… –interrumpió Benito.
-no te disculpes –cortó Fermín -mi comportamiento no ha sido mejor que el tuyo ni de lejos. No pretendo juzgarte, pero… me tiene intrigado que hayas podido… es decir… tú… con tu madre…
-¿quieres saber como se me ha puesto dura con mama?
-si… eso es… es que no consigo comprender…, con el miedo que siempre le has tenido…, además …, es tu madre,¿ como puede calentarte?
-Eso mismo me ha preguntado ella. Al principio solo quería humillarla como siempre me ha hecho ella a mi. Pero …, después…, cuando la vi desnuda…, yo nunca he visto a una mujer desnuda…, y…, no se que me pasó. Al principio solo quería tocarle una teta para saber que se siente. Lo que pasa es que después todo se me fue de las manos y …, ya no era yo…
Benito hablaba cabizbajo.
-tranquilo, tranquilo hijo, te comprendo. No te lo reprocho. No soy quién para hacerlo después de lo que hice con tu hermana. Yo también pasé por algo parecido. Una cosa llevo a la otra…, y al final … bueno, ya no podemos remediarlo.
Al cabo de un rato Fermín volvió a preguntar a su hijo.
-¿Lo volverías a hacer?
-¿el qué? -preguntó Benito.
-quiero decir si volverías a acostarte con alguna de ellas.
Benito miró hacia atrás y vio a su madre y hermana hablando entre sí.
-pues … no. -esperó un rato y continuó diciendo –supongo.
Fermín volvió a insistir. -¿En serio no deseas repetir…, aunque solo sea de pensamiento?
Benito meditó la respuesta un rato.
-Antes, cuando estaba sentado junto a mama, he visto una teta a través del escote de su camisa.
Nunca he sentido la más mínima atracción por ella. Me da grima imaginármela desnuda. Por eso, al verle de nuevo aquella teta me sorprendí de cómo había sido capaz de disfrutar con ella, con su cuerpo. Como había sido capaz de… follarla.
No puedo explicar como he podido excitarme, ni como he podido disfrutar tanto viéndola desnuda y tocándola. No podía creer que me hubiera corrido dentro de ella, al recordarlo sentí tanto asco que tuve arcadas. Cada vez que pienso en como manoseaba sus tetas, debía estar drogado para hacer tal cosa. No pude soportarlo más y aparté la vista. Luego …
Benito cortó su narración de súbito pero Fermín le instó a continuar. -¿luego?
…luego mama se levantó y fue hasta donde estaba Bea. Al agacharse, la camisa se levantó por atrás dejando al descubierto parte de su culo y … entre sus nalgas volví a verle el …  coño.
-¿Y te excitaste?, ¿sentiste deseos de hacerlo con ella de nuevo? –preguntó Fermín
-nada más verlo. -Se excusó Benito. –pero en cuanto recordé que era a mama a quien estaba mirando la repulsión me obligó a apartar la mirada. Y eso me lleva a darme cuenta de que necesito echarme una novia urgentemente.
-Su padre mostró una sonrisa amarga. –no cabe duda de es hijo de su padre –dijo Fermín.
Al cabo de unos segundos Benito preguntó .
-¿y tú, follarías con tu madre?
¿Que le pasaba a todo el mundo con su madre?, a que tanto interés con follársela.
Fermín imaginó a su madre en el lugar de Bea tumbada desnuda con las piernas abiertas. Recreó mentalmente todo cuanto le dijeron Bea y su mujer que hiciera con ella. Lamiéndole el coño, chupándole las tetas y follándosela. Corriéndose dentro de su coño, en su culo, en su boca y en su cara. Imaginando mentalmente los labios de su madre chupándole la polla dura como otrora hiciera su hija.
Tampoco Benito pudo evitar pensar en su abuela. ¿y si hubiese sido ella en lugar de su madre?,¿se le hubiera puesto igual de dura al verla desnuda?.
Su abuela Ángela, era una mujer fría y calculadora como su madre, con una mirada de hielo que encogía el corazón de todos cuantos la rodeaban. Sin embargo a él siempre le trató con dulzura. Era su ojito derecho al que consentía. Con el resto de la familia mantenía una distancia considerable sobretodo con su madre con la que compartía un acérrimo odio mutuo.
Su abuela paterna se mantenía diabólicamente joven para su edad y aun guardaba la mayor parte de su belleza y carácter. Benito se preguntó como sería su cuerpo. Se imagino el coño negro como el de su madre y a él follándoselo mientras amasaba sus tetas. Inmediatamente apartó esos pensamientos y vio en su padre la misma cara de repulsión que debía tener él.
Fermín le miraba de reojo y esbozando una leve sonrisa.
-No hijo, no me follaría a mi madre.
–¿y a Bea? –preguntó Benito. -¿la volverías a follar?
Fermín borró la sonrisa de inmediato.
– · –
Benito notó como alguien tocaba su hombro. Era Beatriz.
-Déjame el sitio Beni, quiero hablar con papá.
Otra vez intercambiaron sus asientos, Benito se sentó junto a su madre.
-Papá.
-¿Si?
-he estado pensando sobre lo de esta noche.
-¿sola?, ¿o con ayuda de tu madre?
-No me lo pongas más difícil, he venido en son de paz.
-Fermín no dijo nada y siguió conduciendo con la vista al frente.
-quiero contarte algo de mi. Si es que no lo sabías ya.
Esperó paciente que Beatriz continuara hablando.
-A veces he metido en casa a chicos en vuestra ausencia.
-ya lo sé.
-me refiero en vuestra habitación.
Fermín no movió un músculo -continúa
-en vuestra cama.
Con aire cansado contestó -ya, me lo imaginaba. ¿qué más?
-y a veces te he sisado dinero.
-eso también me lo imaginaba.
Esperó un rato antes de continuar.
-Alguna vez alguno de esos chicos era mayor que yo.
-¿cuanto más? –preguntó con cara de preocupación
-pues… de tu edad… más o menos.
Los ojos de Fermín se agrandaron. Pero siguió mirando al frente sin decir nada.
-y… también… para traer buenas notas a casa he hecho cosas.
El corazón de su padre comenzó a latir con más fuerza -¿cosas … de que tipo? -preguntó
-cosas con algún profesor.
Cerró los ojos por unos momentos. -¿Y hasta donde has llegado con ellos?
-a veces solo utilicé mis labios, otras tuve que emplear… el resto del cuerpo.
-¿me estas diciendo…? –Fermín se agarrotó sin poder acabar la frase
-…que cuando no era suficiente con hacer una mamada me follaba al profesor –sentenció.
-¿cómo..? pero si solo tienes 18 años, cuando empezaste a …
-casi 19. –cortó. –y… bueno… empecé con 16, pero si te sirve de consuelo ha sido este año cuando he empezado a obtener mejores notas a base de y polvos. Antes solo hacía pajas y solo en algún caso alguna mamada. Te lo aseguro.
Ambos permanecieron callados un buen rato.
-¿y con cuantos…? –dejó la pregunta a medio hacer
-no muchos.
-más o menos…
-no se, no los he contado, solo lo he hecho en ocasiones muy contadas. –bajaba la mirada y se arrugaba en su asiento intentando que esa respuesta fuera suficiente como excusa.
-podrías darme una cifra… menos de 10, entre 10 y 20… Para que me haga una idea de hasta que punto es mi hija de guarra. Siempre pensando que eras una adolescente normal y ahora descubro que eres una fulanilla coleccionista de hombres.
-Oye, que siempre fue a cambio de algo, no voy por ahí tirándome al primero que pasa por placer.
-tirarte al primero que pasa por placer es ser una viciosa, pero hacerlo a cambio de algo es ser una fulana.
-¿pero tú que te has creído? no soy ninguna puta cobrando a tarifa.
-sexo a cambio dinero, bienes materiales o de notas, al final todo es lo mismo. Y si encima disfrutas con ello, además de puta, zorra.
Bea había venido a enterrar el hacha de guerra con su padre y sin embargo todo se estaba torciendo.
-no, no lo hice. –contestó airada -No disfruto cuando me la mete un baboso como los de tu calaña y no tengo una tarifa por mis servicios, así que no soy ni puta ni zorra.
Utilizo algo que tengo para conseguir algo que quiero, así de simple. No hay nada de malo en ello. No he hecho daño a nadie y todo el mundo sale ganando. ¿no te gusta? Pues te jodes, es lo que hay.
Fermín temblaba.
-dios, te oigo y no me lo puedo creer. ¿tu madre lo sabe?
-claro que lo sabe. Sabe más de mí de lo que creía.
-¿y por qué me lo cuentas a mí?, justo ahora.
-estabas hecho polvo por lo que me habías hecho. Por eso quería que supieras a lo que estoy acostumbrada. No es la primera vez que abro las piernas a hombres de tu edad y me dejo follar por ellos. Contigo no fue diferente a otras veces, no fue tan desagradable como te dije.
-pe… pero… . dios, es que no doy crédito. Me he hundido pensando que era un violador, que te había destrozado la vida y que difícilmente podrías superarlo. Y resulta…, resulta que para ti lo de esta noche es el pan de cada día.
-Tampoco es eso. No voy por ahí enseñando el coño a todo el mundo. Ya te he dicho que solo lo hago en contadas ocasiones a cambio de algo. Y por supuesto, jamás disfruto con ello.
-yo…, yo…, he tenido el corazón en un puño todo este tiempo…
-te detestaba por lo que me hiciste, quería que te arrepintieras y sufrieras por ello.
-¿y ya no me detestas?, ¿ya no quieres que sufra?
Bea tomo aire.
-mira papa, mamá tiene razón en una cosa, lo que nos han obligado a hacer esos hombres debe quedar atrás. Mañana será otro día y podremos seguir detestándonos entre nosotros como hemos hecho siempre pero no podemos dejar que lo de esta noche nos martirice y siga haciéndonos más daño. Me has follado y no se puede volver atrás, lo hecho hecho está. Lo mejor es olvidarlo y superarlo.
…Aunque lo de follarte a tu madre para resarcirme…
Fermín miraba al frente confundido. -si…, si…, es lo mejor. Olvidarlo.
Después volvió la mirada hacia Bea. Miró sus piernas aun desnudas y recorrió su cuerpo hasta llegar a su busto. Después cerró los ojos y volvió la vista al frente.
Pasó un buen rato antes de que Fermín volviera a hablar.
-Bea.
-¿si? –contestó sin volver la cabeza hacia él.
-nunca volveré a hacerte lo que te he hecho esta noche. He sufrido por haberte causado tanto daño y humillación. Soy tu padre y me comportaré como debo, tu eres mi hija y te respetaré como tal, ….sin embargo…
Beatriz miró a su padre intrigada esperando lo que tendría que decir.
-… sin embargo, no puedo evitar desear repetirlo.
Se quedó helada. Instintivamente estiró la camisa intentando tapar la mayor parte de sus piernas y su escote –¿ que coño quieres decir…?
-quiero decir, que soy un pervertido.
-pero ¿papá…?
-tú lo has dicho antes, babeo por tus amigas. Me pierden las jovencitas. Y esta noche me he dado cuenta que me pierden “TODAS” las jovencitas.
-¿pero…  que dices?, ¿pretendes que entre tú y yo…?
-…no, por dios, no quise insinuar eso. –dijo en voz baja –lo quiero decir es que soy un miserable que babea por tu cuerpo o el de tus amigas.
Quería que lo supieras después de lo que me has contado de ti. Me has hablado de tus malos actos …, yo te hablo de los míos. Solo quería que supieras que no soy mejor que tú.
Bea siguió escuchando a su padre.
Estoy muy lejos de ser un hombre honesto. He cometido errores muy graves. Hace no mucho…
Fermín calló de súbito y Bea le instó a continuar.
-¿hace no mucho?
-… follé con tu amiga…
-…Verónica –cortó Bea.
-¿Lo sabias? –preguntó sorprendido.
-pues claro, anda que no hace tiempo de eso.
Fermín estaba confuso
-¿pero, cuando… como lo sabes? –preguntó consternado
-me lo dijo ella… Vero se lo hizo contigo a modo de venganza contra mi.
-¿venganza contra ti?, ¿por qué?
-Es una historia muy larga y algo complicada.
-de verdad que no entiendo nada. –miraba al frente con lo ojos abiertos como platos.
-digamos que me debía una y follar contigo era una manera de devolvérmela.
-devolvértela…, ¿devolverte el qué?
-después yo me acosté con su padre.
-con…, con…, su…, ¿padreee?
Bea le miró a los ojos.
-ojo por ojo.
-pero si aún eres una cría y su padre un viejo verde.
-exactamente igual que ella y tú.
Eso le desarmó. Tenía razón y agachó la cabeza humillado.
-si, ya me pareció demasiado fácil, vino a casa buscándote en horas de colegio. Una excusa poco creíble o cuando menos extraña. En cualquier caso no desaproveché la ocasión para…, bueno…, intimar. Se dejó cortejar fácilmente. Más tarde…, follamos en tu cuarto.
-lo se, Vero me lo contó todo. Que os metisteis en mi cama, que se puso mi ropa, que te la tiraste sobre mi escritorio…. todo, con pelos y señales. Solo le faltó enseñarme una foto del móvil.
-bu…, bueno, lo cierto es que insistió en hacernos una. No la dejé. Nunca se sabe donde pueden acabar esas fotos.
¿Que paso entre vosotras después de aquello? –preguntó Fermín.
-lo que tenía que pasar. Follé con su padre en su cama, con su ropa y yo sí que saque fotos. Por cierto, la tiene igual que tú.
-¿el qué?
-la polla, la tiene igual que tú.
-joder, joder, joder, joder. No me lo puedo creer. –¿qué ese cabrón se acostó contigo? ¡Pero si eres una cría!
Padre e hija se miraban fijamente. Él con cara de asombro, ella con desprecio. Entonces Fermín cayo en la cuenta.
-ah bueno, sí, yo hice lo mismo a su hija, vale. Estamos empatados, yo le eché un polvo a su hija y el se lo echó a la mía.
Bea mostró una sonrisa amarga
-No fue un polvo, fueron varios. Hasta que ella suplicó que lo dejase.
-espera, espera. ¿varios?, ¿cuántos?, ¿ella te suplicó…?, pero, por que…?
-porque tenía miedo de que su madre se enterase y se separasen.
-iba a preguntar por que lo hiciste varias veces y no solo una como hizo ella conmigo.
Bea no dijo nada pero mantuvo la sonrisa amarga.
-Dios, eres peor que tu madre –dijo Fermín.
-No, soy igual que ella. No es suficiente con vencer a los enemigos, hay que humillarlos hasta la extenuación. Deben tener claro que jamás pierdo una batalla.
-¿que jamás pierdes…?, pero…, ¿y seguís siendo amigas Verónica y tú?
-se puede decir que sí. En una batalla entre damas… Vero tiene buen perder.
-conociéndote que remedio le queda.
– · –
Marta dormía de nuevo con la cabeza apoyada en el cristal, Benito la observaba en silencio. De nuevo podía ver parte el vello púbico de su coño que su camisa no tapaba.
Observaba la escena con horror. Le desagradaba recordar el momento en que la follaba. Apartó la mirada por las arcadas que sentía al recordarlo. Debió pasar por algún estado de locura transitoria, o algún tipo de embriaguez mental debido a la mezcla de odio y deseo sexual acumulado durante los últimos años.
Sin embargo, una y otra vez dirigía la vista hacia el mismo sitio, su pubis, su oscuro bosque, su negro coño. Y cada vez que lo hacía sentía un calambrazo en la entrepierna. No entendía por qué algo que detestaba tanto le excitaba mismo tiempo.
Era evidente, o al menos lo era para él, que necesitaba tener una novia cuanto antes. Su deseo sexual descontrolado era lo que le había llevado a hacer algo tan terrible a su propia madre. Con estos pensamientos y la polla dura Benito se durmió.
 
 
Nota del autor: Espero que esta segunda parte no haya defraudado demasiado a los pacientes lectores pero me apetecía escribir una historia erótica sin que hubiera raudales de sexo. Además, me sirve como introducción a la tercera parte que ya está casi lista.
No os podeis imaginar lo agradecido que estoy de leer los comentarios del reato anterior. No tengais miedo de señalar todo aquello que no os guste y de criticar a cuchillo… eso es precisamente lo que me haría mejorar los siguientes relatos que tengo en la cabeza. Tampoco dudeis en escribirme un e-mail si lo deseais poniendo verde o del color que querais mis relatos. gracias por leerme, un saludo y felices pajas
A todos gracias por leerme, SI QUERÉIS HACERME ALGÚN COMENTARIO, MI EMAIL ES boligrafo16@hotmail.com

Relato erótico: “La esposa de un narco y su hermana. La hermandad” (POR GOLFO)

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Segunda parte de  La esposa de un narco y su hermana son mis vecinas.
 

Como os comenté en el relato anterior, un día como otro cualquiera, la esposa de un narco al que defendí y su hermana ocuparon  el piso pegado al mío. Desde el inicio, la presencia de esas dos rusas cambió mi vida. Si en un principio me jodió por saber que me iban a traer problemas, durante una cena el narco me contrata para defenderlas y para colmo, la más joven muestra una extraña atracción por mí.
Todo se complica cuando después de descubrir que las dos mujeres se consuelan entre ellas,   decido salir  de casa y Sofía, la hermana, se apunta a comer.  En la comida, me informa que entre sus planes está casarse conmigo para evitar que la puedan extraditar. Sabiéndome en sus garras, acepto. Tras lo cual llegamos a mi piso  y hacemos el amor.
Mientras lo hacíamos, Tania nos descubre y mi futura esposa sale de mi cama a explicarle que estábamos prometidos, dejándome solo y preocupado por saber que en cierta forma, me acababa de tirar a su putita…..
 
Capítulo tres:
 
Cuando ya estaba al borde del infarto, sonó mi teléfono y al contestar, Sofía me dijo, con voz alegre, que me vistiera y fuera a su piso. Tania quería hablar conmigo.  Por su tono, supe que le había ido bien, pero aun así tenía el estómago atenazado mientras me ponía la camisa. “Tranquilo, macho”, no dejaba de repetir tratando de insuflarme una confianza que me faltaba.
En menos de diez minutos, estaba tocando la puerta de las dos rusas. El sudor me recorría la frente mientras esperaba que me abrieran. En cuestión de segundos me iba a enfrentar a Tania y no sabía qué hacer ni qué decir. Fue ella la que me franqueó la puerta. Al verla me di cuenta que se había cambiado de ropa. Se había quitado el discreto vestido que llevaba cuando la vi a través del cristal y se había puesto una especie de túnica árabe. Su actitud era lo suficientemente amistosa para estar calmado.
-Marcos, pasa-  dijo llevándome a la biblioteca -tenemos que hablar-.
En silencio la seguí por el pasillo. El modo en que meneaba sus caderas al andar me recordaba al de una pantera, bella y peligrosa. La luz del atardecer al penetrar en la tela de su vestido traslucía  esa figura maravillosa que hacía unas horas había tocado, pero por mucho que la imagen fuese sugerente, no podía  que esa hembra era la cabeza de una organización criminal.  Nada más entrar en el salón me pidió que me sentara. Servilmente obedecí acomodándome en un sofá frente a ella.
Durante un minuto, no hizo otra cosa que observarme con detenimiento, como si fuera un depredador evaluando su presa.  Me resultó incómodo ser el objeto de su escrutinio pero no me quejé al tener claro que era una prueba. Creo que pasé el examen porque yendo al grano, me preguntó:
-¿Qué has visto en Sofía?
Lo prudente hubiera sido decirle que había caído víctima de un flechazo, pero esa mujer era una arpía y no se lo hubiese creído. Tomando aliento, le contesté:
-Ayer en la noche, usted y su marido me contrataron para que me hiciera cargo de la defensa de sus intereses y eso, es lo que estoy haciendo.
-Explícate- me dijo interesada.
-Usted necesita un hombre y no un abogado- al oírlo vi la ira en sus ojos -No me malinterprete, usted siempre ha actuado tras bambalinas. Siempre ha controlado su organización moviendo los hilos de una marioneta. Ese muñeco era Dmitri, pero ahora él no está y le urgía que alguien apareciera ante sus esbirros como la cabeza ejecutora de sus planes-. La vi asentir con la cabeza, lo que me dio fuerzas para continuar: -Si me caso con ella, todo el mundo me verá como el cuñado del jefe y en su ausencia como su máximo representante.
-Marcos, eso me parece bien pero quiero que sepas que quiero muchísimo a esa tonta y no te perdonaría si la hicieras daño- contestó. Acababa de ganar el primer asalto, pero sabía que esa zorra podía cambiar de parecer en cualquier momento por eso me quedé esperando su siguiente paso. -¿Qué es lo que sabes de nuestra hermandad?
-Nada- tuve que reconocer.
-Bien, empecemos entonces por el inicio.  Casi nadie sabe que la hermandad nació en 1921. Tras la revolución, los rusos blancos fuimos derrotados por los bolcheviques y tuvimos que escondernos. Imagino que te sabes la historia-, asentí al haber estudiado que una facción de nobles y burgueses no habían aceptado el poder de Lenin y se habían levantado en armas y que tras tres años de guerra civil habían sido masacrados- Mi bisabuelo, el almirante Aleksandr Kolchak, antes de morir fusilado instruyó a su hijo Viktor para que continuara su lucha y restituyera la Gran Madre Rusia.
-No lo sabía pero he visto la película Almirante- le respondí realmente interesado por lo que me estaba contando ya que los libros de historia hablan maravillas de ese militar nacido en San Petersburgo.
-Entonces sabrás que fue traicionado y que su ejército se disolvió.
-Sí-.
-¡Pues es falso!, mi antepasado dio su vida para que su gente pudiera tener la posibilidad de rearmarse, pero desgraciadamente Lenin era ya demasiado poderoso y su hijo, mi abuelo, tuvo que pasar a la clandestinidad.
Eso explicaba los modales aristocráticos que manaban por todos sus poros. Tanía era la descendiente directa de esos personajes, lo que no entendía como habían llegado a convertirse en lo que eran hoy en día. Me urgía escuchar el final pero debía darle tiempo.
-Al principio fue duro, Stalin veía enemigos por todas partes pero aun así fuimos permeando la nomenclatura y al morir éste, tuvimos poder suficiente para derrocar a su sustituto.
-Kruchev-
-Sí, pero no me interrumpas. Para aquel entonces, mi abuelo ya había decidido que el zarismo era inviable, por lo que nuestra organización se dedicó a servir a nuestra patria colaborando con Breznev pero sin olvidar nuestros orígenes. Fueron unos años durante los cuales colocamos a nuestra gente en posiciones estratégicas del estado que nos permitieran seguir operando y así llegamos a lo que somos hoy en día.
“Unos mafiosos”, pensé. Esta gente había errado el rumbo y se habían convertido en unos vulgares delincuentes. “Nada queda de sus ideales”. La mujer que tenía enfrente no me podía engañar eran una organización tipo la Cosa Nostra aunque lo disfrazaran de falso patriotismo.  Tania nuevamente supo que estaba pensando y dando un golpe a la mesa dijo:
-Te equivocas, no somos unos mafiosos. Puede que hayamos tenido que utilizar métodos violentos, pero seguimos fieles a nuestro fundador y algún día, los descendientes de Aleksandr Kolchak devolverán a Europa al lugar que nunca tuvo que abandonar. Nuestro objetivo es una Europa unida y fuerte que no sea un títere de Estados unidos ni de los árabes.
Los pábulos de grandeza de esa mujer me dejaron de piedra, realmente se veía como la heredera dinástica del imperio ruso. “Está como una cabra”, me dije mientras exteriormente hacía como si estuviera de acuerdo con su misión divina. Si hubiese podido, habría salido huyendo de allí.
-Tu elección, como marido de Sofía, no ha sido gratuita. Te  conocemos desde niño- dijo soltándome un legajo de papeles -Sabemos que tu familia se cambió el apellido en los años 50 y que tu verdadero nombre no es Marcos Pavel sino  Marko  Pavelic.
Esa puta me había desarmado. En menos de un minuto, había hecho trizas una fachada que nos había costado más de sesenta años en forjar. Mi abuelo, Ante Pavelic, líder absoluto de los Ustachas croatas se había refugiado en España, huyendo de los tribunales de guerra y al morir, mi padre, cansado de que se nos asociara a su recuerdo, había españolizado su apellido. Fue entonces cuando viendo mi desconcierto, llamó a Sofía. Mi teórica novia no tardó en hacer su aparición, vestida con el mismo tipo de túnica que llevaba Tania.
-Hermana, nos esperan- dijo nada más entrar.
-¿Hermana?- pregunté extrañado.
-Sí, Marko. Sofía no es la hermana de mi marido sino la mía- y lanzándome una bolsa me ordenó que la abriera. Viendo que en su interior solo había una especie de hacha, le pregunté qué quería que hiciera con ella.
-Te aconsejo que la cojas y no la sueltes- me respondió saliendo de la habitación con su hermana.
Todo parecía parte de una película de misterio. No sabiendo que hacer me dejé llevar por esas mujeres al garaje, donde nos esperaban sus esbirros montados en el coche. Ni siquiera pregunté dónde íbamos al montarme en el Mercedes, me daba igual los fantasmas de mi pasado habían retornado para no irse jamás. Mi mente estaba tan  bloqueada por haber sido descubierto que no me percate que estábamos saliendo de Madrid hasta que llegamos a nuestro destino. Al bajarme del vehículo, miré a mi alrededor y me llevé la sorpresa que estábamos en un finca y que aparcados junto a un edificio que parecía un granero había al menos una veintena de coches de alta gama. “Reunión de mafiosos”, pensé sin saber que el motivo de dicha asamblea  no era otro que más que yo fuera presentado en sociedad.
-Quítate la camisa y coge el hacha- me ordenó Tanía.
Al preguntarle el motivo, me contestó que tenía que pasar la ceremonia de iniciación de la hermandad. Su respuesta me heló la sangre. En una de las escasas reuniones que había tenido con Dmitri, éste me explicó que en la Rusia zarista, los cosacos se volvían hombres luchando contra lobos y como el fundador había sido un noble cosaco, tuve claro que o huía o me tendría que enfrentar al menos con uno de esos canes. Escapar era imposible por lo que no me quedaba más remedio que luchar. Iba a llevar solo un hacha como defensa. Recordé que hacía años había ido a una demostración de la policía donde uno de los agentes se tuvo que enfrentar al ataque de un pastor alemán. El perro se había lanzado al cuello del guardia pero se encontró con el brazo acolchado de su víctima, y éste le había inmovilizado con una descarga eléctrica. Esperando que un lobo tuviera el mismo modo operandi, me enrollé mi camisa alrededor de mi brazo, confiando que fuera suficiente para evitar su mordisco.
Gracias a que desde niño, he sido un aficionado a las armas blancas, no me sentí raro blandiendo esa hacha de doble filo de claro origen medieval.
Al entrar a la nave, supe que mis negros pronósticos se iban a ser realidad porque descubrí que, en la inmensa nave, habían habilitado una jaula circular donde sin ninguna duda iba a tener lugar ese combate.
Nervioso, supe que esa era una prueba que obligatoriamente tenía que pasar para sobrevivir. Que dicha ceremonia fuera parte del pasado y saber que nadie en su sano juicio se enfrentaría voluntariamente a ella, no me servía de nada. Justo antes de una batalla, es inútil que un soldado raso piense que no tiene ninguna razón que le impulse a asaltar una posición del enemigo, sabe que solo puede acatar las órdenes y como dicen en México, atarse los machos y obedecer.
Eso fue lo que hice, sin protestar me dirigí hacia el lugar más alejado de la puerta del recinto y con mi espalda contra la reja esperar a mi enemigo.
Durante los cinco minutos que tuve que esperar a que organizaran tan siniestro festejo, pude observar a los presentes. Una centena de puñeteros mafiosos, sedientos de sangre, esperaban ansiosos el desarrollo de los acontecimientos, apostando y bebiendo sin importarle que, en breves instantes, yo tuviera que lidiar por mi vida contra un animal cuya única culpa era su instinto.
Buscando quizás consuelo, escruté el lugar tratando de hallar a las dos hermanas, a las dos mujeres culpables que yo me encontrara en esa situación.
No tardé en encontrarlas, Tania y Sofía estaban en primera fila, justo encima de donde en teoría iban a introducir al bicho. Esa posición de privilegio era del todo lógico, lo que ya no lo era tanto fue que creí descubrir en ambas mujeres un nerviosismo que no cuadraba con lo que yo sabía de ellas. No era solo Sofía la que estaba preocupada, su hermana, la gran jefa de esa pandilla de hijos de puta y por un motivo que no alcancé a comprender, se estaba comiendo la uñas.
El ruido de los operarios acercando la jaula de mi oponente a la entrada me hizo reaccionar y con mi adrenalina invadiendo todo mi corriente sanguíneo, me giré hacia mi destino.
Abriendo la puerta del recinto, observé que me había equivocado, no era un lobo contra el que me iba a tener que enfrentar sino contra un oso.
-Mierda- pensé completamente acojonado,-¡estoy jodido!-.
Comprendí que solo sorprendiendo al animal y usando el peso de mi cuerpo, podía asestar un golpe suficientemente potente para acabar con el pobre bicho. Solo tendría una puñetera oportunidad y no debía desperdiciarla.
Los osos, siendo unos animales extremadamente agresivos, dudan en atacar a alguien que no se les enfrenta y por eso, bajando mi mirada, busqué alejarme de su presencia. Sabía que evitar sus ojos solo me daba tiempo, nunca una ventaja.
Los gritos ensordecedores del público, además de hacerme saber que no estaban de acuerdo con una postura que consideraban cobarde, consiguieron descentrar a mi enemigo, el cual poniéndose en pie sobre las patas traseras empezó a rugirles amenazadoramente.
Sabiendo que era mi momento y que no tendría una mejor ocasión, me lancé hacha en ristre contra mi despistado oponente.
No sé si fue destreza o suerte pero, contra toda lógica, mi mandoble se fue a estrellar en la mitad de su cráneo, matándolo al instante. Se produjo un silencio expectante. Los malditos mafiosos no salían de su asombro, acababa de acabar con esa bestia sin recibir una sola herida y en menos de un minuto.
Asimilando que debía de aprovechar su desconcierto, mojando mis manos en la sangre del oso, me embadurné mi cara, tras lo cual soltando un aullido, comuniqué mi triunfo.
La misma concurrencia que solo unos segundos antes reprochaba mi cobardía, se levantó como un único ser y aplaudiendo y vociferando se declaró rendida a mis pies.
Satisfecho por mi triunfo, dejé que un pope ortodoxo de largas barbas, me impusiera la capa de cosaco. A partir de ese momento, no me cupo ninguna duda de que era, además de uno de ellos, su jefe ungido. Ungido no por unas leyes hereditarias sino por la sangre derramada y que me había ganado su lealtad.
Saltándose el protocolo, Sofía se lanzó a mis brazos y llorando, me regaló sus caricias. Echándola bruscamente de mi lado y cortando una de las garras del desgraciando animal, me dirigí hacia donde estaba su hermana. Ella era la verdadera dueña de ese tinglado y arrodillándome frente a ella, mostré a los presentes que aceptaba la jerarquía tanto de ella como de su marido.
Entonces fue cuando como si ese lugar fuera las Ventas y mi actuación la de una leyenda del toreo, me vi alzado en hombros y homenajeado unánimemente por todo el respetable. Elevándome sobre sus cabezas, me llevaron a un salón anejo donde con respeto me dejaron en el suelo.
– Marko  Pavelic, ¡Ven y siéntate a nuestro lado!- dijo Tania señalando una silla entre ella y su hermana.
Sin saber que era lo que se proponía esa rubia, me senté y fue entonces cuando levantándose, pidió silencio.
-Queridos hermanos- empezó –muchos de vosotros no estabais de acuerdo en aceptar a un ustacha como integrante de nuestra hermandad y por eso, me exigisteis que lo probara siguiendo las costumbres ancestrales de nuestro pueblo. Como sabéis, al principio me negué porque en el último siglo nadie había sobrevivido al oso. Ahora, os digo: ¿Alguien osa a no reconocerlo como “zarévich”?
Nadie lo hizo y viendo que era unánimemente reconocido como uno de sus príncipes, un grupo de ancianos se acercó y arrodillándose ante mí, me juraron lealtad, para acto seguido todos y cada uno de los presentes me besó dos veces en las mejillas aceptando mi autoridad.
Al terminar, las dos hermanas que se habían mantenido al margen me llevaron a una habitación. Una vez allí, Tania la mayor, tomó la palabra y me dijo:
-Vístete para la ceremonia.
-¿Qué ceremonia?- pregunté.
-Tu boda con nosotras- soltó Sofía muerta de risa.
Como comprenderéis, me quedé helado al oírla y creyendo que había oído mal, insistí:
-¡Será contigo!
Con una carcajada, Tania intervino diciendo:
-A efectos legales, serás el marido de Sofía pero para la hermandad, el zarévich es el jefe absoluto y sobre ti, recaerá el bienestar de todos. Como hasta hoy yo y mi hermana hemos sido las cabezas de la misma, para obtener el puesto deberás casarte por el rito cosaco con las dos. Si preguntas por Dmitri, solo fue mi marido en papeles pero jamás para la hermandad.
La idea de ser el hombre de las dos hermanas era tan cautivante como peligrosa, por eso sin estar seguro de las consecuencias, me empecé a vestir. Al ponerme los pantalones y ser estos de jinete, recordé que en todas las ceremonias cosacas el caballo tenía gran importancia y por eso no me extrañó que al acabar, un grupo de doce cosacos vestido igual que yo llegaran a lomos de esos animales. Cogiendo el que estaba sin montura, me subí a él y entonces pegando un grito, mis acompañantes salieron en estampida alrededor de la finca mientras pegaban tiros al aire con las escopetas que portaban.
Azuzando a mi caballo, corrí tras ellos de forma que los alcancé cuando ya iban de vuelta. Al no conocer sus costumbres, pregunté a uno de ellos que resultó ser el chofer que me había llevado hasta allí que era lo que se me iba a exigir.
-¡Vamos a robar a sus novias!- respondió sonriendo.
Aunque creí que iba a ser una pantomima de secuestro, no pude estar más equivocado porque cuando nos bajamos de los caballos, las dos hermanas estaban custodiadas por una veintena de hombres que no nos lo pusieron fácil. A base de puñetazos, sillazos y alguna que otra patada en los huevos, me hicieron camino hasta donde estaban ellas. Una vez allí, como se suponía que debía robarlas, puse a cada uno sobre uno de mis hombros y salí corriendo mientras mis acompañantes seguían luchando contra los que la defendían.
-¡Debes llevarnos ante el pope!- me gritó Tania satisfecha.
El sacerdote estaba en una de las puertas de salida y con gran esfuerzo, conseguí llegar hasta él y descansando deposité a sus pies a las muchachas. El silencio se adueñó de la estancia.
-¿El zarévich desea hacer uso de su derecho por conquista?- preguntó.
Sin conocer el ritual, respondí:
-Lo deseo.
Fue entonces cuando el barbudo cogió a ambas y obligándolas a arrodillarse ante mis pies, les dijo:
-El zarévich os reclama, ¿Estáis de acuerdo?
-Lo estamos- recitaron al unísono.
Dando la solemnidad requerida, el sacerdote sentenció mi condena diciendo:
-Siguiendo la ley cosaca, Zarévich tome a sus mujeres y que ¡Dios le dé hijos que nos guíen hasta la Gran Rusia!
El estruendo fue ensordecedor, todos los miembros de la hermandad gritaron mostrando su alegría, tras lo cual, el jolgorio se desbordó y dio comienzo la fiesta. Con mis dos mujeres flanqueándome, me llevaron hasta la mesa principal y llenando una copa, me la dieron. Sabiendo que en su país se acostumbra a que el brindis empieza con una historia aparentemente sin relación alguna con la ocasión, pero que termina con una conclusión que acaba relacionándolas de forma inesperada, levanté mi copa y dije:
-Hace setenta años, los bolcheviques echaron a mi familia de Croacia… Hoy les devolveré una patada en el culo, dando un heredero a los verdaderos rusos. ¡Un brindis por Tania y por Sofía!
Me esperaba la ovación pero no que la rubia acariciándome por encima de la bragueta, me susurrara al oído:
-Espero que esta noche, sea esta arma la que uses para someterme.
La promesa que encerraban sus palabras, consiguió excitarme y cogiéndola entre mis brazos, la besé frente a todos. Si por mera lógica ahí debía haber acabado todo, me equivoqué porque  Tania mandando callar tomó su copa, diciendo:
-El invierno en nuestro país es frio y duro … solo espero que en unas horas mi cama no esté tan fría como una noche invernal de Moscú ¡Un brindis por mi marido y mi hermana!
Tras lo cual, se quedó mirando a Sofía, informándola de que era su turno. La pelirroja levantándose, soltó:
-Desde niña siempre he heredado la ropa y los juguetes de Tania… pero esta noche dejaré que ella sea la primera en recibir los besos del Zarévich porque yo ya los he saboreado. ¡Un brindis por mi marido y mi hermana!
La carcajada que su hermana soltó al oírla, no evitó que me diese cuenta de que le había molestado que en público reconociera que ya había sido mía pero en vista del ambiente festivo, pensé que nadie se acordaría. Durante una hora estuvimos bebiendo y bromeando con los presentes, hasta que la mayor de las dos decidió que ya era tarde y llamándome a su lado, me soltó:
-¿Por qué no nos esperas en el cuarto?
Aunque me lo había dicho como pregunta, no me cupo duda de que era casi una orden y como era algo que a mí también me apetecía, cogiendo una botella de champagne y tres copas, subí hacía la habitación. Mientras salía del salón, vi que las dos hermanas hablaban entre ellas. Sabiendo que no tardaría en saber que sorpresa me tenían preparada,  nada más cerrar la puerta, me desnudé.
La sola idea de disfrutar de esas rusas hizo que me excitara y temiendo que al entrar se rieran de mi pene erecto, lo  tapé con las sábanas. Los diez minutos que me hicieron esperar me dio tiempo para meditar en lo que había cambiado mi vida desde que llegaron a vivir al piso de al lado. Si durante años había huido de la herencia de mi familia, a partir de su llegada, el pasado había vuelto con toda su fuerza y comprendí que jamás volvería a ser el anodino abogado. Lo que no llegaba todavía a alcanzar prever era en lo que me iba a convertir…
… Si me dejaba llevar, sería una pieza fundamental en el engranaje de esa hermandad, pero si me intentaba revelar mi futuro seria incierto.
Todo tenía sus pros y sus contras. Como ventajas era el poder que iba a disfrutar pero sobretodo el ser el marido de esas dos bellezas y como amenazas, no pude dejar de valorar el hecho que a partir de ese momento sería un enemigo público para muchos gobiernos.
Fue entonces Tania y Sofía terminaron con mis cavilaciones al verlas entrar únicamente vestidas con unas túnicas casi transparentes. La mayor de las dos me miró desde la puerta y descubrí en sus ojos, una excitación difícil de disimular. Exagerando la sensualidad de sus movimientos, las dos hermanas se pusieron frente a la cama y desanudaron al unísono los cordones que sostenían sus túnicas, dejándolas caer.
Al verlas desnudas, me resultó imposible saber cuál de las dos era más bella. Si bien Sofía era la menor, el cuerpo de Tania no le tenía nada que envidiar. Alta y delgada, la rubia tenía unos pechos exuberantes. Examinando a mi nueva esposa, no pude dejar de recrearme en su estómago liso mientras bajaba mi mirada hasta su sexo.
“¡Qué primor!” pensé al verlo totalmente depilado.
Si por si eso fuera poco, el trasero de la rusa era un auténtico espectáculo. Con forma de corazón, se notaba a la legua que sus nalgas eran firmes y no pudiendo aguantar la exhibición que me estaban haciendo, las llamé a mi lado. Moviéndose sensualmente mis dos mujeres se acercaron al colchón. Una vez allí y mientras yo sufría por la brutal excitación que sentía, se acomodaron cada una a mi lado y me empezaron a besar.
Para entonces mi pene se encontraba totalmente erecto y Tania al sentirlo, sonrió mientras me decía:
-Marko. ¡No sabes lo que he deseado esto desde que te vi con Sofía!
Que la rubia usara la versión croata de mi nombre, no me molestó porque dentro de las paredes de la casa de mis viejos, mis padres me llamaban así. Satisfecho por sus palabras llevé mis manos a sus pechos y por primera vez los acaricié con pasión.  Sus pezones reaccionaron al instante y se pusieron duros mientras su dueña no podía evitar pegar un gemido.
-¡Fóllame!- susurró en mi oído.
Como iba a ser nuestra primera vez decidí hacerlo con lentitud y desoyendo su petición la tumbé sobre las sabanas y bajando por su cuello, disfruté de la suavidad de su piel con mi boca. Usando mi lengua como un pincel, fui dejando un húmedo rastro de camino a sus pechos, Al llegar a mi primera meta, me entretuve recorriendo una de sus areolas. Sofía al verme se apoderó de la otra, dando inicio a una sutil tortura donde la rusa tuvo que aguantar que cuatro manos y dos bocas la acariciaran mientras ella se retorcía de placer.
-¡Hazme tuya!- me pidió descompuesta.
Haciendo nuevamente caso omiso a sus órdenes, seguí bajando por su cuerpo cada vez más lento. Al irme acercando a su coño, Tania era ya un volcán a punto de explotar y por eso en cuanto la punta de mi lengua tocó su clítoris, se corrió dando gritos. Sus aullidos lejos de azuzar la velocidad de mi toma de posesión de su cuerpo, la ralentizó y me puse a disfrutar del sabor del flujo que salía de su sexo.
-¡Por favor! ¡No aguanto más!- chilló urgida de que la tomara.
La forma tan evidente con la que externalizó su calentura hizo que soltando una carcajada, su hermana le dijera:
-Ya te dije que nuestro marido es un amante experto- para acto seguido besarla mientras con sus dedos le pellizcaba los pezones.
Sin importarme sus quejas, seguí a lo mío y separando los pliegues de su chocho, me lancé a disfrutar de ese manjar. Aunque deseaba hacerla mía, comprendí que debía ir por etapas para conseguir su completa rendición y por eso pegando profundos lametazos en su botón, aproveché para introducirle un dedo en su interior.
-¡Me encanta!- aulló separando aún más sus rodillas.
Al tener el coño completamente encharcado, un dedo no fue suficiente por lo que no me quedó más remedio que meterle un segundo mientras con los dientes empezaba a mordisquear su clítoris. Mi víctima, en cuanto experimentó la ruda caricia, temblando sobre el colchón volvió a experimentar un segundo orgasmo y berreando en ruso, cerró sus puños evidenciando el placer que asolaba su mente.
La excitación de Sofía se desbordó al verla gozar y dejando la relativa pasividad con la que se había comportado,  puso su sexo a disposición de la madura. Tania no se hizo de rogar y mordisqueando el clítoris de su Hermana, consiguió sacarle los primeros suspiros de placer y con la lengua fue recogiendo el flujo que manaba del interior de la cueva de la morena mientras sus manos  se aferraban a su duro trasero.
Tengo que reconocer que mi más que excitado pene me pedía participar y por eso decidí que ya había llegado el momento. Cogiendo mi erección entre mis dedos, la acerqué a la entrada de su vulva y de un solo empujón se lo clavé hasta el fondo. Entonces se desató realmente la pasión de los tres y gritando como una loca me pidió que la tomara sin compasión mientras ella hacía lo propio con Sofía.
Como os podréis imaginar, no tuvo que repetir su pedido y asiéndome de sus pechos, comencé a cabalgarla salvajemente. Sus gemidos se convirtieron en alaridos al poco de verse penetrada y disfrutando cada una de mis penetraciones, no dejó de comer el coño de su hermana menor.
Curiosamente fue esta la que pegando un berrido se corrió pidiendo tregua pero al igual que había hecho yo con ella, Tania hizo oídos sordos y prosiguió con su quehacer. Al ver el estado de mis dos mujeres, me terminó de calentar e incrementando el compás de mis incursiones, me lance a asolar todas las defensas que le quedaban a la rubia en pie.
No tardé en observar que le costaba respirar y que sus muslos estaban empapados. No pudiendo soportar más la excitación y dando un berrido, le informé de la cercanía de mi clímax. Mis palabras le sirvieron de acicate y convirtiendo sus caderas en una máquina de ordeñar, buscó mmi placer mientras su lengua terminaba de recoger el fruto de su hermana. La tensión acumulada por mi miembro explotó sonoramente, regando su vagina de mi simiente mientras mis dos mujeres no dejaban de gritar por el placer que estaban sintiendo.
Agotado, me desplomé a su lado y tras unos minutos, descansado abrazado a ellas, les pregunté que le había parecido:
-Ha sido maravilloso- me contestó Sofía con una sonrisa en los labios, – nunca habíamos sentido tanto placer pero….¿No creerás que hemos terminado?, es mi noche de bodas y todavía no me has hecho tuya.
Soltando una carcajada, le respondí:
-Cariño, ¡Somos tres!- y dirigiéndome a Tania, le pregunté: -¿Te apetece que entre los dos nos la follemos?
Muerta de risa, la rubia asintió y besando a su hermana en la boca, dio inicio nuestro segundo round.

Relato erótico: “Mi cuñada, mi alumna, mi amante (1)” (POR ALFASCORPII)

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Mi cuñada, mi alumna, mi amante (Parte I)

Voy a relatar una historia real que hace apenas un mes que ha ocurrido. En primer lugar me gustaría describirme brevemente:

Mi nombre es Carlos, tengo 32 años, estoy casado desde hace 2 meses y soy profesor universitario. Mido 1,85, soy de complexión atlética, con los músculos bien definidos, aunque no hiperdesarrollados, mi pelo es de color castaño tirando a rubio y mis ojos de color marrón claro.

Como ya he mencionado, hace un par de meses que me casé, con mi novia de toda la vida, con la que llevo 12 años y a la que nunca había sido infiel, hasta hace un mes aproximadamente.

Desde que nos casamos teníamos pendiente una visita de mi cuñada para conocer nuestra casa, así que aprovechando un lunes que yo no trabajaba, y mi cuñada no tenía clase, (mi cuñada tiene 22 años recién cumplidos y es alumna mía desde hace 5 meses), mi mujer decidió invitar a su hermana para que comiese con nosotros y así conocer nuestro recién estrenado piso. Mi mujer, Tere, sí trabajaba ese lunes, así que dejamos la comida preparada el domingo y yo sólo tendría que calentarla para cuando llegasen las dos hermanas.

A las 2.10 apareció mi mujer, que venía sola, según me explicó su hermana había decidido venir con su coche porque por la tarde había quedado con un amigo y así tenía más libertad de movimientos.

A las 2. 20 llegó mi cuñada, Patty, quien me dio dos sonoros besos cuando le abrí la puerta.

– Hola, profe –me dijo con su habitual desparpajo-, ¿dónde está mi hermana?.

– Está en la cocina, primera puerta a la izquierda- contesté yo tendiéndole mis brazos para que me diese su abrigo.

Cuando se quitó el abrigo sentí un pequeño corte de respiración ante la visión de lo que tenía delante. Intentaré describir a Patty, tal y como la vi en aquel instante:

Mi cuñada es una morenaza de 1,75 de estatura, aunque con los tacones que llevaba en ese momento era casi tan alta como yo. Lleva su brillante cabello azabache cortado a media melena. Sus ojos son felinos, grandes aunque ligeramente rasgados, de largas y múltiples pestañas negras que los enmarcan y contrastan con el indescriptible color de sus ojos, que seguro que a muchos ha hecho enloquecer. Son verdeazulados, brillantes como dos gemas, y según les de la luz se pueden ver de un hermoso azul aguamarina o de un maravilloso verde esmeralda. Su cara, de forma ovalada y con los pómulos altos y bien marcados, podría ser canon de belleza femenina. Sus labios son muy sensuales, sonrosados, gruesos y perfectamente perfilados en una apetitosa boca que incita a la lujuria. Pero todo esto, que ya es razón suficiente, no fue lo que me dejó sin respiración. Bajo el abrigo sólo llevaba un vestido azul oscuro, muy ajustado a todas las femeninas curvas que envolvía. Los tirantes formaban un sugerente escote en pico en el que se apretaban sus tersos, elevados y generosos pechos, dibujando un canalillo en el que cualquiera querría investigar. El vestido envolvía toda su silueta marcando su cintura y caderas (ahora sé cuáles son sus medidas de infarto: 95-58-91) para acabar en una corta minifalda que apenas llegaba unos centímetros más abajo de su entrepierna. Calzaba unas altas botas negras que le llegaban hasta casi la mitad de sus firmes y bien formados muslos, con unos tacones cercanos a los 10 centímetros que estilizaban aún más sus piernas haciéndolas interminablemente largas.

Mi mujer es una morena de ojos marrones muy guapa y con un cuerpo que muchas jovencitas envidiarían, pero parece ser que la naturaleza, en su infinita sabiduría, había decidido mejorar el primer molde para crear un auténtico objeto de deseo.

Cuando se dio la vuelta para dirigirse a la cocina, sin darme cuenta me quedé mirando su maravilloso culo, redondo y ligeramente respingón en contraste con la maravillosa curva que describe su estilizada cintura en su espalda. Ese precioso culito se veía firme, duro y apretado por el vestido, y se contoneaba al son marcado por sus caderas con cada paso que Patty daba por el pasillo.

Cuando llegó a la puerta de la cocina me miró con sus increíbles ojos de gata (verdes con esas luz) y esbozó una pícara sonrisa justo antes de entrar y saludar a mi mujer.

Yo me sonrojé al ser pillado con los ojos en su culito, nunca antes la había mirado así, para mí siempre había sido una niña, la hermana pequeña de mi mujer, y una alumna desde hacía poco tiempo. Acalorado me dirigí a la habitación para dejar su abrigo.

Cuando volvía a la cocina oí a través del pasillo la conversación que ambas hermanas mantenían:

– ¡Sí que vas discreta!, con este frío te va a dar algo…- dijo Tere.

– Voy como quiero, hermanita- contestó Patty-, he quedado luego con un tío que se me resiste y quiero se le caiga la baba nada más verme.

– ¿Qué un tío se te resiste?, me cuesta creerlo.

– Es que tiene novia, pero me he encaprichado con él.

– Te aseguro que tal y como vas no le resultarás indiferente, cariño, vas pidiendo guerra. ¡Pobrecita su novia!, le va a crecer una cornamenta monumental.

– ¿Crees que podré seducirle?. Tengo unas ganas locas de tirármelo.

– Cariño, vas tan cañón que puedes seducir incluso a un mono bobo. Si ese tío no acaba en la cama contigo, es que tiene horchata en lugar de sangre en las venas.

A pesar de la diferencia de edad (Tere le saca 12 años a Patty), las dos hermanas siempre han tenido muy buena relación, mi mujer siempre ha sido la confidente de su hermana pequeña en todos los aspectos. Ya cuando la conocí, entonces no era más que una niña de 10 años, Patty siempre confiaba en su hermana mayor y le contaba todos sus secretos.

– Si es lo que buscas- continuó Tere-, te aseguro que nada más verte no va a pensar en otra cosa que en echarte un polvo.

Justo en ese momento entré yo en la cocina y las dos se echaron a reír. Mi mujer me pidió que terminase de calentar la comida y la llevase a la mesa del comedor mientras que ella le enseñaba el piso a su hermanita.

La comida fue distendida, hablando de temas variados entre los cuales ambas hermanas se ponían al día, aunque yo no me encontraba del todo cómodo porque mis ojos se escapaban al vertiginoso escote de mi cuñada, y tenía que forzarme a desviar la vista para no ser cazado. Estoy seguro que de que, mirándome por el rabillo del ojo, Patty me había pillado, al menos, un par de veces.

Durante el café, mi cuñadita encendió un cigarrillo, y yo me quedé embobado observando cómo el humo salía sensualmente entre sus labios. En aquel momento sentí unas ganas increíbles de fumar, lo cual había dejado casi 10 años atrás a petición de mi mujer.

– ¿Y qué tal es Carlos como profesor?- le preguntó Tere a su hermana.

– No está mal- contestó Patty dedicándome una mirada de soslayo.

– ¿Es duro?.

– Por ahora no, pero creo que dentro de poco se va a poner muy duro… – contestó dedicándome una rápida mirada con destellos verdes y un aleteo de sus negras y largas pestañas-… se acerca el examen final- aclaró.

– Ya, no serás demasiado exigente con mi hermanita, ¿verdad cariño?- preguntó Tere dirigiéndose a mí.

– Si se aplica- contesté yo aún hipnotizado por esa fugaz mirada y esa frase cargada de doble sentido-, no tiene nada de qué preocuparse.

– Te aseguro que seré muy aplicada, profe- añadió Patty sonriéndome.

– ¿Y le habéis puesto algún mote al profe?- preguntó Tere divertida.

– Pues claro… El polvorón- contestó mi cuñada entre risas.

– ¿El polvorón?- preguntó mi mujer mirándome con desconcierto.

– Así le llaman todas las tías en la facultad.

– ¿De dónde viene eso?- preguntó Tere inocentemente.

Yo, que algo había oído ya por los pasillos de la facultad, comencé a temerme la respuesta que Patty no dudó un segundo en dar:

– Está claro, hermanita- dijo alegremente-, por el buen polvo que tiene mi cuñadito- y se echó a reír.

Noté que me ponía colorado y miré a mi mujer con cara de no tener ni idea al respecto.

– Así que tus compañeras creen que tiene un buen polvo, ¿eh?- dijo Tere fingiendo estar celosa-. Pues que sepan que es cierto y que los polvos sólo los echa conmigo, ¿verdad Polvorón?.

– C-claro- contesté avergonzado.

Las dos se echaron a reír, y Patty acabó sentenciando:

– Ya saben que tiene dueña y que es mi cuñado, así que no te preocupes que ya le protejo yo de esas lobas.

Las dos siguieron riendo a mi costa por unos momentos, hasta que mi mujer se percató de la hora que era y que debía volver al trabajo.

– ¿Te llevo donde hayas quedado con el afortunado?- le preguntó a Patty.

– No, gracias, te recuerdo que he traído el coche y no he quedado hasta dentro de media hora. Así que ayudaré a Carlos a recoger la mesa y luego ya me marcharé- contestó encendiéndose otro cigarrillo.

– Bueno, pues cuando salga de trabajar te llamaré para que me cuentes con pelos y señales tu cita, y ten cuidado, que ya sabes cómo son…

– Tendré cuidado- contestó Patty riendo-, y como sé cómo son lo disfrutaré para contártelo después.

Tere le dio un beso en la mejilla a su hermana y se despidió de mí dándome un beso en los labios, antes de salir me llamó polvorón entre risas y se marchó a trabajar.

Cuando se cerró la puerta de la casa, un tenso silencio quedó entre Patty y yo. Me miraba con sus enormes ojos, que en ese momento parecían azules, mientras fumaba relajadamente apoyada en el respaldo de la silla, con un brazo cruzado bajos sus apretados pechos y el otro sujetando elegantemente el cigarrillo en alto; estaba tan sexy que yo no podía apartar mi mirada de ella. Estudiaba el incomparable color de sus ojos, sin poder evitarlo escudriñaba su sugerente escote, y me deleitaba contemplando la sensual forma en que sus labios exhalaban el humo del cigarrillo hacia mí. En esos momentos mis ansias por fumar aumentaron, aunque no fue lo único que aumentó. Mi polla reaccionó ante la joven y sensual belleza que tenía delante, y empezó a pedir paso a través del calzoncillo.

– ¿Te apetece?- preguntó mi cuñada cortando el tenso silencio.

– ¿El qué?- dije yo saliendo de los ardientes pensamientos que empezaban a rondar por mi cabeza.

– Un cigarro, tonto, no has dejado de mirar cómo fumaba desde que encendí el primero.

– Ya hace mucho tiempo que lo dejé por tu hermana.

– Lo sé, nos contamos todo… Pero también sé que ahora mismo te está apeteciendo… y por una caladita no pasa nada- añadió ofreciéndome su cigarrillo.

– Eres mala, incitándome al vicio. Dame, pero no se lo digas a tu hermana.

– Mis labios están sellados, no le diré nada a mi hermanita- sentenció sonriéndome con picardía.

Tomé el cigarrillo de su mano y le di una calada. Tras tantos años no había olvidado el sabor, y tengo que reconocer que me produjo un leve mareo. Se lo devolví e inmediatamente ella lo llevó a sus labios para darle la última calada.

– ¿Qué tal?- me preguntó apagándolo.

– Mareante.

– Uummm, a mí esta última calada me ha sabido deliciosa llevándome a los labios lo que acaba de estar entre los tuyos.

Sólo pude contestar visiblemente con una sonrisa, pero en mi entrepierna mi rabo había crecido cuanto le permitían los calzoncillos y el pantalón vaquero.

– Vamos a recoger la mesa- es lo único que supe decir.

Me levanté asegurándome de que el jersey que llevaba alcanzase a cubrir mi entrepierna para que no se notase el palpitante bulto que aquella niña, con cara de ángel y cuerpo de diosa, había despertado.

Patty me ayudó a retirar vasos, cubiertos y platos, meneando su prieto culito mientras los llevaba por el pasillo hacia la cocina. Mi tremenda erección me dolía ahogada por los pantalones ante esa divina visión, y yo no hacía más que desear que mi cuñada se marchase ya para poder aliviarme con una gloriosa paja en su honor.

Tras el último viaje de cosas a la cocina, ella estaba recogiendo el mantel inclinada hacia delante, mostrándome su escote y la perfección de sus grandes pechos. Yo ya no podía soportarlo más, así que dije:

– Patty, de verdad. no te molestes que eso ya lo recojo yo. Si has quedado seguro que tienes prisa.

Me acerqué a ella para que dejase el mantel, pero simulando no haberme oído, dio la vuelta a la mesa quedándose inclinada de espaldas a mí. Esa vista era tan magnífica como la anterior, pues pasé de contemplar su escote para contemplar la increíble curva que describe su espalda terminando en ese firme y apetecible culo. Me acerqué más para ayudarla, y cuando estaba a punto de agarrar el mantel desde detrás suyo, ella dio un paso hacia atrás y sus duras nalgas contactaron con mi abultada entrepierna. Me quedé paralizado.

Patty se incorporó restregando su culo contra mi paquete sin ningún pudor y se giró quedando su cuerpo pegado al mío, con nuestras caras frente a frente. Sus ojos, azul aguamarina en esa corta distancia, estaban fijos en los míos, y sus labios entreabiertos, a escasos centímetros de los míos, se veían deliciosos. Sus brazos rodearon mi cuello, y con una mirada cargada de deseo, empleando un tono de voz increíblemente sugerente, susurró:

– ¿Te apetece?.

Todo mi cuerpo respondió con un terremoto de excitación que clamó: “¡Síííí!”, y el epicentro de ese terremoto se encontraba en mi polla, que con el roce de su culito había conseguido vencer la dictadura de mis calzoncillos y vaqueros para crecer al máximo y apuntar hacia arriba a pesar de seguir sujeta por la ropa.

Pero mi cabeza consiguió tener un destello de lucidez: ¿qué hacía en brazos de mi cuñada?, ¿cómo podía estar tan excitado por aquella niña a la que había visto crecer?, ¿cómo la hermanita de mi reciente esposa me había puesto la polla tan dura?…

En ese momento de lucidez y sentimiento de culpabilidad mis manos le tomaron por su delgada cintura para apartarla de mí, pero en cuanto Patty sintió el calor de mis manos a través de su fino vestido, interpretó el gesto como afirmación, así que, antes de que yo pudiese apartarla, sus jugosos labios contactaron con los míos e introdujo su lengua en mi boca hasta casi llegar a mi garganta.

Me besó tan apasionadamente, tan sensualmente, con tanto ardor… Yo no había besado a nadie más en 12 años que a su hermana…, así que me dejé llevar por el erotismo de su lengua y sus labios y respondí a u beso como si me fuese la vida en ello.

Fue el beso más delicioso y excitante que he probado nunca, y mi mente dejó de sancionarme para entregarse por completo a la lujuria.

Sus dedos acariciaban mi nuca mientras su lengua exploraba cada rincón de mi boca, y sus manos fueron bajando recorriendo mi espalda para terminar agarrándome fuerte del culo. Después me agarró de las caderas y se separó de mí con la respiración entrecortada. Sus preciosos ojos me miraron por unos instantes con ardiente deseo mientras su mano derecha se deslizaba a mi entrepierna y comenzaba a palpar mi hinchada verga atrapada por la ropa.

– ¿No habías quedado con un tío?- conseguí decir con la respiración también entrecortada.

– ¿Por qué crees que aún no me he marchado?. He visto cómo me mirabas el culo cuando he llegado, y te has pasado toda la comida mirándome las tetas. Cuando nos hemos quedado solos no me has quitado el ojo de encima. Me deseas, y yo te deseo a ti, así que ya estoy con el tío con el que he quedado- concluyó agarrándome fuerte la polla para, acto seguido, volver a meterme la lengua en la boca.

Yo acaricié su estilizada cintura y mis manos bajaron para agarrarle con fuerza su redondo y duro culito. Volvimos a separarnos unos instantes.

– ¿Te gusta mi culo?- me preguntó.

– Tienes un culo perfecto- contesté recorriéndolo con mis manos.

– ¿Y mis tetas te gustan?.

– Son increíbles- contesté llevando mis manos hacia ellas para acariciarlas y masajearlas.

– ¿Te parezco atractiva?, ¿te gustan mis ojos, mis labios?.

Volvió a besarme metiéndome la lengua en profundidad mientras su mano se abría paso por los botones de mi bragueta y acariciaba mi tremendamente erecto miembro.

– Tienes una cara preciosa, tus ojos son incomparables y tus labios deliciosos- contesté cuando volvimos a separarnos.

– ¿Crees que estoy buena?.

– ¡Estás muuuuy buena!.

– ¿Estoy más buena que mi hermana?.

¡Ah!, su hermana, mi dulce Tere, mi novia durante 12 años, y mi esposa desde hacía dos meses. Al mencionarla la conciencia volvió a mí. ¿Qué estaba haciendo dándome el lote con su hermanita pequeña?.

Patty vio la culpabilidad reflejada en mis ojos, y su hábil mano se coló bajo el calzoncillo para agarrarme de la polla y acariciarla. Su otra mano guió mi mano derecha por todo su culo y, subiéndose ligeramente la minifalda, me colocó la mano de tal modo que sentí la humedad de su coño a través del tanga con los dedos índice y corazón, mientras el pulgar se alojaba entre sus nalgas, apartando la fina tira del tanga para encontrar el pequeño y suave orificio que escondía. Con uno de sus dedos presionó mi pulgar y este penetró un centímetro en su ano mientras mis otros dedos acariciaban el tanga empapado.

Emitió un gemido de satisfacción y le dio una sacudida a mi falo que me hizo estremecer con una gota preseminal brotando de él. Cualquier sombra de culpabilidad desapareció por completo. Estaba hiperexcitado, un auténtico animal sexual listo para ensartar con su verga a la ardiente hembra que tenía delante.

– Venga- me susurró de nuevo-, quiero oírlo, ¿estoy más buena que mi hermana?.

– ¡Joder!- exclamé loco de deseo con los testículos doloridos por tanta tensión sexual-. ¡Estás mucho más buena que tu hermana!.

– Lo sé- contestó Patty dándome otra sacudida a la polla-, así que ¡FÓLLAME!.

Al oír sus últimas palabras perdí el control por completo. Me lancé a besarla con frenesí, mi mano derecha acariciaba su coño desde atrás mientras el pulgar exploraba su ano. Mi mano izquierda recorría sus pechos y los cogía con fuerza.

Mi cuñada sacó su mano de mi pantalón y de una sola vez dejó mi torso desnudo. Ahora podía verse claramente mi entrepierna exageradamente abultada, y ella sonrió. Recorrió mi pecho con su lengua, acarició mis marcados abdominales y desabrochó mi pantalón dejándolo caer. Me deshice de la prenda y el calzado mientras ella recorría mis abdominales con la lengua y terminaba bajándome los calzoncillos. Así me quedé totalmente desnudo ante ella, con la polla tiesa como una estaca, con la punta enrojecida por el roce y humedecida de líquido preseminal.

– Ummm, ¡qué pedazo de polla!- susurró Patty acariciándola.

La verdad es que nunca me la he medido, pero por las referencias que tengo de mis conquistas previas a mi mujer, y por las experiencias con ella (no puedo metérsela entera), creo que es bastante grande. Mi esposa está muy contenta con ella, y una vez me dijo que debía medir como mínimo los tan renombrados 20 centímetros. No sé si medirá más o menos, pero lo que sí sé es que es larga y gruesa. Volviendo al tema:

Patty posó sus suaves labios sobre mi glande y me dio un dulce beso con el que relamió el líquido que ella había hecho brotar. Sonriendo se apartó y se sacó el vestido por arriba. Su ropa interior era del mismo color que el vestido, azul oscuro, constando de un diminuto tanga que apenas tapaba, y un sujetador sin tirantes que oprimía sus pechos realzándolos. Su cuerpo es escultural, delgado pero bien delineado por sus sensuales curvas, comparable al de las mejores modelos que visten alas en los desfiles de lencería de Victoria’s secret.

Acaricié su suave piel, y besando su cuello y la línea que había delimitado el escote, le desabroché el sujetador. Sus pechos son increíbles, grandes (más grandes que los de su hermana), redondos, jóvenes y tersos, desafiantes a la gravedad a pesar de ser liberados de la sujeción, con pezones pequeños, marronáceos y puntiagudos por la excitación; definitivamente las mejores tetas que he visto nunca.

Acaricié esas tetazas con fervor mientras mi lengua jugaba con la suya y mi polla intentaba atravesar su tanga. Ella se separó, y dándome la espalda se bajó el tanga hasta el suelo quedándose únicamente con las botas puestas. Esa visión me volvió loco: totalmente desnuda, con botas negras altas de tacón, y agachada, era como tener una actriz porno ofreciéndome su culo, así que sin darle tiempo a incorporarse le agarré de las caderas y puse mi polla en su culo dispuesto a abrirme paso entre sus nalgas para embestir su agujerito con fuerza.

– ¡Aún no!- exclamó ella incorporándose.

No sé que es lo que me dejó más sorprendido en ese instante, y que consiguió hacerme retroceder. No sé si fue la autoridad de su voz, la negativa que me cortó el rollo, o la utilización de la palabra “aún”. Creo que fue lo último, porque dejaba la puerta abierta a tener una posibilidad de meter mi polla en ese prieto culito, cosa que mi mujer hasta ahora no se ha dejado hacer.

Mi cuñada se giró y me mostró su precioso coñito totalmente depilado, con sus labios sonrosados e hinchados, su clítoris duro asomando entre ellos, y totalmente empapado de jugos de excitación. Con sólo verlo me apeteció comérmelo, pero mi verga lo pedía con más fuerza aún.

– ¿Te apetece?- preguntó con voz sugerente mostrándose como si acabase de desenvolver un regalo.

Me apetecía, y mucho. Con las botas puestas era tan alta como yo, así que me acerqué a ella y, agarrándola del culo, puse mi polla a la entrada de su coño, embadurnándose de sus fluidos. Patty levantó una de sus piernas y me rodeó la cadera con ella. Pegó todo su cuerpo al mío, y mirándome fijamente con sus profundos ojos exclamó:

– ¡Fóllame fuerte!.

Mi cadera reaccionó al instante y con un movimiento hacia delante mi verga se abrió paso deslizándose entre sus labios vaginales con facilidad. Estaba muy mojada, sentí el calor de su coño envolviendo mi glande, y profundicé cuanto pude, toda su vagina ardía.

Ella gimió de una forma tan erótica que enseguida me retiré para dar una segunda embestida más profunda. “¡Ohhhh!”, el placer fue inmenso, y ella lo corroboró con otro maravilloso gemido en mi oído. Pero a pesar de que gracias a los tacones de sus botas quedábamos a la misma altura, tras tres embestidas acompañadas de sus jadeos, comprobé que no conseguía penetrarla bien a fondo, mi polla sólo había entrado poco más de la mitad y la punta aún no había encontrado el fondo, así que le cogí la otra pierna y ella me abrazó las caderas con ambas piernas. Alcé todo su cuerpo y lo dejé caer sobre mi rabo utilizando su propio peso. La penetración fue profundísima, noté cómo mi verga hacía tope en su interior y mis huevos chocaron contra su culo; nuestros sexos encajaron a la perfección con todo mi falo devorado por su chorreante coño. Me parecía increíble el haber podido meterle la polla entera, a mi mujer no le cabía poco más que la mitad, mientras que el coño de su hermanita pequeña había engullido toda mi dura carne como si estuviese hecho para ello. Patty profirió un agudo grito de placer: “¡Aaaaaaaaahhhhhh!”, y se corrió en cuanto mi polla tocó lo más profundo de su ser. Todo su cuerpo se tensó haciendo que su espalda se arquease y su vagina apretase mi polla con fuerza. Yo estaba a punto, pero aún necesitaba un poco más.

Con rubor en sus mejillas, y aún jadeante, mi preciosa cuñada clavó sus ojos en los míos y susurró:

– Fóllame más y córrete conmigo esta vez.

La levanté de nuevo sacando mi falo, y aprovechando que estábamos junto a la mesa, la tumbé sobre ella. Me quedé admirando su magnífico cuerpo creado para dar placer, brillante por el sudor del orgasmo que acababa de tener, y no tuve más que un pensamiento al que ella puso palabras:

– ¡Fóllame otra vez!.

La mesa es lo suficientemente alta para que su coño quedase a la altura de mi verga, así que volví a acercarme a ella, y cogiéndola por las caderas con ambas manos, se la volví a meter todo lo profundo que nuestros cuerpos permitieron, entera, cuan larga es.

– ¡Ooohhhh!- gritó ella-, me la clavas hasta el fondo…

Miré cómo toda mi polla había desaparecido engullida por su hermoso coño y me estremecí de placer con la presión que sus músculos internos la ejercían. Bombee con fuerza unas cuantas veces más sintiendo en cada embestida un placer que me hacía jadear. Ella gemía y se acariciaba sus perfectos pechos que bailaban al son de mis embestidas. Mis manos recorrieron su cintura y se aferraron con fuerza a esas hermosas tetas que se amoldaron bajo la presión de mis dedos, aunque no eran capaces de abarcarlas por completo.

Seguí embistiendo con fuerza, como si fuese mi última vez, quería que ella se retorciese sintiendo el mismo placer que su estrecho coño me provocaba, mientras ella acompañaba mis movimientos con sus caderas. Tras unas cuantas embestidas en las que oía sus gemidos suplicantes, sentí que el orgasmo me sobrevenía como la erupción de un volcán. Mis manos aferraron sus tetazas con fuerza y todo mi cuerpo tuvo un espasmo que incrustó mi polla en lo más profundo de su vagina, la inminente corrida me hizo gritar de éxtasis cuando mi leche ardiente llenó su coño provocándole a ella otro glorioso orgasmo.

– ¡Ooooooooohhhhh!- gritó conmigo con su espalda totalmente arqueada, sus manos agarrando mis antebrazos y sus piernas atenazando mis caderas.

Nos quedamos mirando a los ojos sin aliento, y una carcajada de satisfacción brotó de ambos.

Al fin me separé de ella, y con las piernas aún flojas me dirigí al sofá donde me dejé caer. Patty se levantó de la mesa, encendió un cigarrillo y echándome el humo a la cara me lo ofreció. Yo le di una profunda calada que me pareció súper relajante, y se lo devolví cuando se sentó a mi lado.

– Hacía diez años que no me echaba el cigarrito de después- comenté sonriendo.

– ¿Ni siquiera ese te deja fumar mi hermana?, uff, ¡qué estirada!- exclamó riéndose.

Compartimos el cigarrillo y charlamos distendidamente.

– Así que el polvorón, ¿no?- dije-, ¿y quién dices que me llama así?.

Patty rió con franqueza, y pasándome nuevamente el cigarrillo me contestó:

– Te lo llaman todas tus alumnas.

– Vaya, ¿y a quién se le habrá ocurrido semejante mote?.

– En realidad fui yo quien te lo puse.

– ¡No jodas!, ¿y eso?.

– Antes eras conocido simplemente como el tío bueno, hasta que un día, estábamos unas cuantas comentando lo bueno que estás, y ya sabes… una dijo que eres un bombón, y otra dijo que tenías un buen polvo, así que yo lo uní diciendo que eras un polvorón. A todas nos hizo gracia, y con polvorón te quedaste.

– Entiendo… así que con tus amigas hablas de mí…

– Bueno, algunas veces, sobre todo cuando te giras para escribir en la pizarra y podemos admirar tu culito.

Patty volvió a reír.

– Y esto que ha sucedido hoy, ¿cuánto llevas planeándolo?.

– ¡Bufff!, creo que desde que tenía 15 años.

– ¡Pero si eras una niña!, bueno, y lo sigues siendo…

– Te recuerdo que ya tengo 22 y acabo de demostrarte que soy muy mujer.

– Vale, no te enfades… Eres toda una mujer.

– A los 15 ya tenía un buen par de tetas, y tuve mi primer sueño húmedo contigo. Aunque perdí la virginidad a los 16, desde aquel primer sueño, me pasé toda mi adolescencia masturbándome contigo.

– Eso es muy halagador.

– Unas veces te imaginaba follando con mi hermana, y me ponía a mil, pero con lo que realmente me gustaba fantasear era que con quien follabas era conmigo, y llevaba mucho tiempo deseando cumplir esa fantasía, hasta hoy…

– Hasta hoy… -repetí pensativo.

– Es muy difícil ver casi todos los días al protagonista de tus fantasías en tu propia casa y no poder hacer nada. Y cuando por fin ya voy dejando de verte, ¡puf!, te conviertes en mi profesor. Está claro que es una señal, mi hermana es una egoísta por no compartirte y yo tenía que hacer algo al respecto. De pequeña siempre heredé sus juguetes, y ahora como adulta quiero seguir haciéndolo.

– Nunca me había visto como un juguete, aunque me encanta que te hayas lanzado a por mí.

Apagamos el cigarrillo y le dije que necesitaba una ducha. Ella me contestó que no me preocupase y, acordando que lo sucedido nunca saldría de nuestras bocas, dijo que se marcharía discretamente, así que me dio un beso y yo me fui a la ducha.

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alfascorpii1978@outlook.es

Relato erotico: “De super soldado asexuada a puta sin remedio” (POR GOLFO).

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De super soldado asexuada a puta sin remedio.
Antes de nada permitirme que me presente.  Me llamo Alan McArthur y  aunque ahora soy civil, durante muchos años he sido un científico a sueldo del ejército americano. Graduado por Yale en Ingeniería Bioquímica y molecular, desde que salí de la universidad, me fichó el departamento de defensa para una serie de estudios tan inconfesables como secretos.  Trabajando codo con codo con los mejores, fui cabeza de un proyecto en el que los militares habían puesto todas sus esperanzas.
“CREAR AL SUPERSOLDADO”
Las premisas eran claras, debíamos  dotar a esos especímenes de una fuerza y rapidez sobrehumana  pero también incrementar hasta niveles nunca antes vistos su resistencia a enfermedades y su inteligencia. Lo demás no solo era accesorio sino que sobraba. Tras muchas discusiones, mis colegas y yo decidimos extirpar cualquier rastro de sexualidad de ellos dando como resultado un híbrido sin ningún rasgo distintivo sobre si era hombre o mujer.
El resultado de nuestro diseño fueron unos seres andróginos, bellos a su manera, tremendamente fuertes, brillantes y ¡Defectuosos! Tras unos meses, rompiendo marcas y maravillando a sus superiores, todos y cada uno de los sujetos de estudio, ¡Se volvió loco y terminó suicidado!
La tara tan evidente nos hizo temer que ese gigantesco derroche de recursos se iba a ir a la basura y asumir por tanto que serían nuestras cabezas las que con otras muchas iban a rodar con ello. Ya daba por perdido mi puesto cuando uno de mis colegas me insinuó que entrevistara a Mary Doe, una estrella de la psiquiatría experimental. Al no tener nada que perder y poseer esa médico la acreditación de los servicios secretos, acepté pedir su consejo.
No sé si es vuestro caso pero yo siempre me hago una idea preconcebida de las personas que voy a conocer y por eso creí que esa eminencia sería una solterona desgreñada. Mi sorpresa fue el toparme con una morenaza de casi un metro sesenta que además de  bella era encantadora. Agradándome  desde un inicio, le planteé el problema y junto con ella empezamos a buscar   una solución.
Como buena investigadora, Mary se pasó dos semanas recabando datos antes de aventurarse a dar un diagnóstico. Para ello, me citó en un restaurante donde sin oídos ajenos poder hablar con libertad. Todavía recuerdo que la estaba esperando cuando de pronto unos comensales cercanos a mi mesa, empezaron a cuchichear con evidentes signos de excitación. Al girar y mirar el objeto de sus comentarios, descubrí que esos tipos hablaban de mi cita.
“Joder”, exclamé mentalmente al percatarme de que olvidando su bata de trabajo, la morena se había enfundado un traje que dejaba poco a la imaginación.
El pegadísimo vestido daba idea de sus maravillosas curvas mientras la fina tela dejaba entrever la belleza de sus pechos. Cortado por el modo en que venía ataviada, me levanté de mi asiento para saludarla. Mary sabedora del efecto que provocó ese día en mí, incrementó mi turbación pegando su cuerpo al mío, tras lo cual, en plan coqueto me preguntó:
-¿Qué tal estoy?
-Guapísima- reconocí bastante extrañado por su pregunta.
La mujer sonriendo, insistió:
-¿Pero te atraigo?
Comprendí entonces que esa pregunta no era baladí y tras analizar su significado, contesté:
-Sabes bien que sí. Eres una mujer atractiva y cualquier hombre que te mire se sentirá atraído por ti.
Sentándose en su silla, cruzó sus piernas de tal modo que la raja del vestido permitió que mis ojos se recrearan con sus muslos y habiendo captado mi atención, prosiguió:
-La excitación que sientes, ¿Disminuye tu inteligencia?
Avergonzado tapé con una servilleta mi entrepierna y respondí.
-En este momento, me siento idiota. Pero contestando a tu pregunta, no. Es algo pasajero que incluso obliga a mi cuerpo a segregar una serie de hormonas que son deseables.
-Entonces- y entrando por primera vez en el asunto que nos había llevado a ese lugar, preguntó: -¿Por qué habéis negado a esos sujetos la sexualidad? ¿No veis que sin ella se convierten en una olla a presión?
-No comprendo- alcancé a decir- Si carecen de sexo, no se verán afectados por su ausencia.
Soltando una carcajada, posó su mano sobre mi bragueta diciendo:
-Que no supieras que te atraía, no significa que ante el mínimo estimulo, tu amiguito se levante como el de un crío- Al sentir bajo sus dedos, la confirmación de sus palabras se rio con picardía  y cambiando de tema, me dijo: -Ahora que te lo he demostrado, pensemos en como subsanar el error de principiante que habéis cometido.
Tras lo cual, abandonando cualquier coqueteo se lanzó de lleno a discutir conmigo las posibles salidas de nuestro problema y dos horas después con la solución esbozada, se despidió de mí dejándome contento desde el punto de vista laboral e intelectual pero insatisfecho porque una vez había despertado al monstruo, no pude más que quedarme babeando al verla alejarse meneando su trasero.

Elegimos al espécimen de prueba.
Habiendo optado por dotar a nuestros experimentos de sexo, nos encontramos con dos nuevos focos de discusión, el primero era acordar el sujete que nos serviría de prueba y el segundo decidir si convertíamos a ese ser en hombre o en mujer. Hubo opiniones para todos los gustos, sobre el primero decidimos coger un espécimen recién creado que todavía no hubiese salido de la criogenia pero el siguiente fue el que realmente creó controversia. Mientras la mayoría de los científicos se inclinaban por darle atributos masculinos, Mary insistía en otorgarle una apariencia femenina.
Al preguntarle el porqué, contestó que fue rotunda diciendo:
-Como psiquiatra encargada, comprendo mejor la mente femenina y como seré yo quien te dirija mientras la reeducas, ¡Insisto en que sea mujer!
Al escucharla, me escandalicé ya que olvidándose de que yo era el jefe de todo el proyecto, me rebajaba a mero ejecutor de sus órdenes y por eso me negué en rotundo, aduciendo que había otros mejor preparados para esa función.
-Sí- respondió- pero entre tanto uniformado, solo me fio de ti y como deberemos estar dos meses aislados con el espécimen, no seguiré colaborando si no es así.
Comprendí que la muy cabrona me estaba echando un órdago. Desgraciadamente, el dineral que llevábamos gastados y la más que plausible responsabilidad que me exigirían ante semejante fracaso, me llevaron a claudicar y aceptar todos sus términos.
Habiendo cedido, no me quedó más remedio que acompañarle a elegir el candidato a la cirugía.  Esa misma mañana, fuimos a la sala de criogenia y tras echar un rápido vistazo a los distintos sujetos, Mary seleccionó a tres y dijo:
-¿Cuál prefieres?
 Pálido y sin saber cómo quería  esa mujer que decidiera, revisé los que había elegido con mayor detenimiento. Dos eran de raza blanca y uno de raza negra. Al examinarlos, imaginé cuál  de todos ellos se vería mejor con un aspecto femenino y por eso señalando al afroamericano dije:
-Este.
Muerta de risa, mi colega se congratuló de mi elección diciendo:
-Es el mismo que yo había elegido- y llamando al cirujano le dijo exactamente como quería que llevara a cabo la transformación.
Aunque ya lo habíamos hablado, no por ello, no pude dejar de sonrojarme cuando ante las reticencias del médico, la morena le soltó:
-¡No sea pesado! ¡He dicho que quiero que le ponga tetas, no unos granos!
El pobre tipo veía desmesurado el tamaño de los pechos que había elegido pero como ella era quien mandaba no le quedó otra que obedecer y dijo de muy mala leche:
-Mañana, el número 785/465 G tendrá esos melones.

Llevamos al espécimen a una base secreta en una isla.
Una semana después, Mary, la sargento Paulsen y yo aterrizamos en una remota isla del pacifico donde sin otra compañía íbamos a despertar a esa supersoldado. La problemática con la que nos encontrábamos era variopinta porque la programación genética con la que estaba dotada, exigía desde el comienzo que tuviese claro quién era el superior al que debía lealtad así como una serie de ejercicios físicos necesarios para fortalecer su musculatura pero nada decía sobre el modo en que deberíamos sacar a la luz su faceta femenina y sabiendo que en eso íbamos a ciegas, me descubrí mirándola a través del cristal de la capsula criogénica donde permanecía postrada.
Completamente desnudo, el objeto de nuestro estudio estaba como dormido ajeno a que en ese momento la estuviese contemplando.
-Ese puñetero cirujano es un artista- no tuve duda al contemplar su obra.
Descomunalmente alta y fuerte, ese espécimen con su metro noventa era un ser bellísimo. Rapada al cero y sin rastro de vello en su cuerpo, tenía una dulzura que contrastaba con la enormidad de sus senos. El médico solo había seguido fielmente las indicaciones de la psiquiatra sino que explayándose en su faceta creadora, le había dotado de un culo amplio que disfrazara su musculatura magnificando su feminidad. Creando hasta el mínimo detalle, su sexo lucía imberbe pero al fijarme en él, comprobé la perfección de sus labios así como el toque indispensable que le daba el rosado clítoris que le había construido.
Seguía absorto en ese ser cuando sentí que alguien me susurraba al oído.
-Alice es preciosa.
Al girarme y observar que mi colega, la doctora Doe, estaba tan impresionada como yo, solté una carcajada diciendo:
-No fastidies que le has puesto nombre.
-Por supuesto- contestó sin retirar su mirada del espécimen- Esa mujer cuando despierte deberá sentirse como si fuera cien por cien humana.
Asumiendo que desde el punto de vista psicológico debía tener razón, no discutí y di por sentado la certeza de su afirmación. Como el avión que nos había llevado hasta allá, ya había despegado no creí conveniente retrasar el despertar del sujeto y por eso dando instrucciones precisas a la sargento Paulsen, entre los tres programamos la apertura de la capsula en dos horas.
Ya puestos en marcha, acompañé a la doctora a revisar el que sería el alojamiento de los cuatro durante todo el experimento. Fue al visitarlo cuando por enésima vez desde que conocía a esa doctora, me sorprendió porque habiéndose encargado de todo nunca me avisó de que solo me encontraría una cama. ¡Enorme pero solo una!.
Al ver mi cara de estupefacción, soltó una carcajada diciendo:
-¿Te gusta el aula donde vamos a dar clase a ese retoño?- dijo señalando el colchón de tres por tres.
-Explícate- exigí: -¿Dónde coño vamos a dormir todos nosotros?
Fue entonces cuando sacándome de mi inopia, esa morena me informó:
-Alice debe aprender de su sexualidad sin sentir agobio. Por eso he seleccionado personalmente a Vicky- dijo señalando a la sargento- Ya sabe que entre sus funciones tendrá que compartir el lecho con nosotros y a través del ejemplo, hagamos nacer en ella su faceta sexual.
-¿Me estás diciendo que tú, Paulsen y yo le mostraremos en vivo todo lo que necesite aprender sobre el sexo?
Muerta de risa, contestó:
-Por eso insistí en que fueras tú quien vinieras. Desde que te vi, supe que serías sexualmente compatible con nosotras- y dirigiéndose a la militar prosiguió diciendo: -Vicky, ¿verdad que tú opinas lo mismo?
-Así es señora. El doctor me parece muy atractivo.
 Si alguien me hubiese dicho solo una semana antes que iba a pasarme dos meses en una isla con tres mujeres dispuestas para mí, nunca le hubiese creído pero en ese instante os tengo que reconocer que lejos de estar excitado con la idea, ¡Estaba acojonado!
El plan de la doctora me parecía descabellado. Como buena rata de escritorio, no me consideraba ni un don Juan y mucho menos un atleta. Y por eso albergué serias dudas de ser capaz de satisfacer a semejante adversario. Durante unos minutos permanecí callado mientras Mary y la sargento Paulsen comenzaban los preparativos para recibir a nuestra paciente.
Tratando de analizar las consecuencias me fijé en la militar. Si la psiquiatra era el prototipo de morena, Vicky era un bello ejemplar de nórdica. Rubia con ojos azules, en un escaso metro sesenta se escondía una profesional de las armas. Sus movimientos acompasados la delataban. Todo lo que hacía estaba milimétricamente ejecutado. Daba lo mismo lo que hiciera, si levantaba una caja, la izaba usando solo el esfuerzo necesario pero era a la hora de andar con sus zancadas donde realmente te dejaba entrever su formación.
“Parece un robot”, me dije viendo la ausencia de femineidad. Su fría mirada iba acorde con el resto. Hierática y seria, esa mujer me recordó  a un tempano de hielo.
Estaba imaginándome cómo sería en la cama cuando al recoger una herramienta del suelo pude admirar su culo sin disimulo y debido al evidente encanto de su duro pandero, por primera vez, me apeteció descubrir como estaría en pelotas.
La alarma de la capsula me devolvió a la realidad y yendo hasta el lugar donde estaba ubicada, me preparé a recibir a la enorme mujer. Tal y como había visto tantas veces, el espécimen se despertó desorientado y por eso entre la sargento y yo tuvimos que ayudarla a levantarse y llevarla hasta el baño donde se daría la ducha.
Tras cinco minutos en silencio y parcialmente repuesta, me miró y poniéndose en posición de firme, se presentó diciendo:
-785/465 G listo para el servicio.
Aleccionado por Mary del modo que tenía que comportarme, contesté:
-Relájese soldado Alice. Acaba de hacer un largo viaje y necesita descansar.
La paciente  al escuchar el nombre con el que me había dirigido a ella, mostró su extrañeza y por eso se lo aclaré diciendo:
-Desde este momento, se llama Alice New.
 Programada para la guerra, nada la había preparado para recibir una identidad y menos que fuera femenina, por eso todavía desnuda, preguntó:
-Disculpe, no entiendo. ¿Soy acaso una mujer?
Que la persona que me hiciese semejante consulta, fuera un ser con dos tetas y un culo descomunales resultó gracioso pero adoptando un gesto serio, respondí:
-Así es soldado. Créame, ¡Nadie que la mire tendrá duda de que es una mujer!.
Como su superior se lo había afirmado, su mente geométrica lo asumió como cierto y pidiendo permiso para hablar, me informó que estaba dispuesta para empezar su formación. Su actitud resultó un calco a la de tantos fracasos y por eso con recelo, dejé que la sargento se ocupara de vestirla y  de sacarla a dar una vuelta por el campamento para  desentumecer sus músculos.
Sabía que mentalmente era inestable y que nuestra función en ese lugar era cimentar su personalidad y su sexualidad para que ambas le sirvieran para afrontar su futuro. Nuestro fracaso significaría su suicidio en un tiempo corto.
“Ojalá funcione”, pensé mientras la veía correr por el circuito bajo la atenta mirada de la rubia.
La rapidez de su carrera, no por conocida, me impresionó menos. La espécimen, me costaba llamarla Alice, era tan veloz como los  ejemplares anteriores sin que el par de kilos extras que le habíamos añadido afectasen a su rendimiento. Al poco rato de comenzar, su instructora dio por terminada la primera sesión y la llevó ante la doctora.
Mary la estaba esperando y siguiendo su plan,  le había  preparado una dura jornada de estudio. Desde mi oficina seguí  a través de un monitor el desarrollo de esa clase magistral en la que contra todo pronóstico, no trató de nada marcial sino en un documental sobre la vida de una familia.
“Parece hasta interesada”,  sentencié extrañado al ver la concentración con la que seguía esa película.
Si os preguntáis por qué me intrigaba, la razón era que a mi modo de ver no podía ser más aburrido por tratar temas evidentes como podía ser la estructura de la familia, la relación entre los padres y las diferencias entre los sexos. Observando a la enorme negra, comprendí que para ella todo era nuevo pero no fue hasta que terminó e le hizo a la doctora una pregunta cuando valoré en su justa medida el desconcierto de la muchacha.
-Doctora Doe- con tono serio soltó- no consigo entender. Tal y como me ha enseñado en una familia,  el padre y la madre educan a sus hijos. Entonces. ¿Debo considerar al señor McArthur mi padre? Y ¿A usted y a la sargento como mis madres?
Mary tras analizar la cuestión, le respondió:
-Desde ese punto de vista sí pero quiero que sepas que no somos tus padres sino tus profesores.
La confusión de la mujer no hizo más que crecer y con un gesto duro en su rostro, comentó:
-Es verdad, los soldados como yo no somos engendrados sino fabricados.
Ese comentario hizo que la psiquiatra se ratificara en la decisión de dotar al sujeto de un sexo al comprender que desde el primer día el diseño actual  entraba en conflicto con la naturaleza humana.
“Los lanzamos a un mundo que no comprenden”, pensó y deseó con más énfasis que con su plan, esa enorme mujer consiguiera el salvavidas que  le permitiera enfrentarse a su destino sin volverse loca.

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El  siguiente problema con el que tuvo que lidiar Alice fue más previsible al tener que ver con los aditamentos sexuales con los que la habíamos dotado.  La psiquiatra quería que el espécimen fuera asumiendo su género de manera natural y por eso dispuso que al terminar el documental y antes de cenar, la sargento se la llevara a la playa a darse un chapuzón mientras ella y yo observábamos su reacción a través de los monitores de mi oficina.
Siguiendo las directrices recibidas, Vicky condujo a la enorme mujer hasta la arena y allí empezó a quitarse su uniforme mientras Alice la miraba, de forma que desde mi silla, observé por vez primera el desnudo de esa rubia. Tal y como había anticipado, los pechos de la sargento eran menudos y firmes al igual que su trasero. Fibrosa y atlética, sus desarrollados músculos le daban una apariencia un tanto masculina que no me pasó desapercibida.
“Es un poco marimacho”, me dije sin por ello reconocer que estaba buena.
Al igual que yo, la negra no perdió detalle del striptease de su instructora y cuando terminó, se vio forzada a comentar:
-Sargento,  no termino de entender para que nos sirven los pechos.
La nórdica soltó una carcajada al oír tamaño despropósito y sin dar mayor importancia al comentario, contestó:
-En teoría para amamantar a los niños pero ya tendrás tiempo para descubrir que tienen otros usos.
La escueta respuesta no satisfizo a Alice que viendo que no iba a obtener mas información de su superiora decidió imitarla y quitándose la ropa, se quedó en pelotas.
-¡Menudo hembrón!- exclamó la doctora al verla desnuda y de pie por primera vez.
Estuve totalmente de acuerdo. Alice era espectacular. Su negro y gigantesco trasero era toda una tentación y sin poderlo evitar, me imaginé como sería hacer uso de él. Mas excitado de lo que nunca reconocería, vi como las dos mujeres se cogían de la mano y entraban corriendo en el agua.
La diferencia de tamaño era tal que Vicky parecía una niña al lado de la negraza. Quizás por eso no me extraño verla comportarse como una cría e iniciando las hostilidades, salpicara a su acompañante. Alice tardó en asimilar que era un juego al no comprender las risas de la sargento. Cuando lo hizo su rostro cambió y con una expresión infantil agarró a Vicky y alzándola sobre las olas la lanzó unos metros mas allá.
La facilidad pasmosa con la que impulsó a la rubia me hizo valorar su fuerza y por eso desee nunca tener que enfrentarme cuerpo a cuerpo con ella:
“Me haría añicos “, acepté reconociendo mi inferioridad.
Mary estaba tan impresionada como yo y mientras tomaba notas, me dijo:
-Aunque me había contado lo fuertes que eran, me sigue resultando ciencia ficción.
En la playa, la sargento mientras tanto se había sumergido apareciendo a la espalda de su alumna  y respondiendo al ataque se subió a caballo de la negra, diciendo:
-Demuestra que puedes conmigo y corre.
Os resultará ridículo pero al ver el cuerpo desnudo de Vicky pegado al de Alice me empecé a excitar y tratando que no se me notara, acerqué mi silla a la mesa. Al mirar de reojo a la psiquiatra, descubrí anonadado que no era el único que se había visto afectado por ese juego y que bajo su blusa, dos pequeños bultos dejaban de manifiesto su calentura.
“¿Será lesbiana?” me pregunté un tanto desilusionado porque ya me había hecho ilusiones con ella.
Como esa noche en teoría la verdad afloraría rechacé la idea y me concentré en la imagen de los monitores. En ella, las dos mujeres habían salido del agua y se habían tumbado a tomar los últimos rayos de sol de la tarde. Fue entonces, cuando Mary volviendo a la realidad, me dijo:
-Te has fijado, ¡Ha jugado!
Al escucharla comprendí el alcance de sus palabras ya que ninguno de los especímenes había actuado de esa forma. Envalentonado por el éxito, involuntariamente abracé a la doctora sin caer en que bajo mi pantalón mi pene seguía erecto. Ella al notar mi bulto, sonrió y acariciando mi trasero con una de sus manos, comentó satisfecha:
-Mi jefe está cachondo.
Avergonzado por mi idiotez, me separé de ella y cogiendo la puerta desaparecí sin rumbo definido hasta que una hora mas tarde, Alice me vino a buscar para avisarme que la cena estaba lista. De camino de vuelta a las instalaciones, la mujerona me preguntó:
-Doctor, ¿Me considera usted una mujer bonita?
La cuestión me cogió desprevenido y tras unos instantes le contesté que sí. Al escuchar mi respuesta, Alice insistió diciendo:
-¿Tanto como Vicky?
-Mucho más. La sargento Paulsen es guapa pero tú eres única.
Mis palabras la alegraron y demostrando quizás gratitud, mostró su incipiente femineidad diciendo:
-Usted también es un hombre muy atractivo.
Su evidente tonteo quedó patente cuando imitando a Vicky cogió mi mano y con ella agarrada, me llevó a través de la oscuridad. La veloz marcha entre matorrales me recordó que esa mujer había sido genéticamente mejorada y que sus ojos podían ver en esas condiciones pero aun así, le pedí que bajara su ritmo al temer tropezar.
Alice me obedeció al instante y tratando de evitar que diera un traspié, me agarró de la cintura. Ese gesto inocente provocó que mi cabeza quedara a la altura de sus pechos y con ellos a escasos centímetros de mi cara, me quedé petrificado al admirar su verdadera dimensión.
“¡Son enormes!”, extasiado medité.
Con ellos en mi mente, llegamos al comedor. Una vez allí y mientras oía que Mary ordenaba a la negra que se fuera a cambiar, nuevamente me asombró la vestimenta de la doctora y de la sargento. Ataviadas con sendos camisones, las dos mujeres parecían un anuncio de lencería.
Mi gesto de estupor  fue captado por la psiquiatra que llegando hasta mí, susurró en mi oído:
-Alice debe aprender a comportarse y sentirse como mujer.
Aun teniendo todo el sentido, no por lógico evitó que mis ojos quedaran prendados en el profundo canalillo que formaban sus dos tetas y recreando mi mirada en ese espectáculo, le pregunté si necesitaba ayuda. Su respuesta me dejó pasmado porque bajando la voz, me dijo:
-Nuestro hombre debe descansar mientras sus mujeres le miman- y recalcando su frase con hechos, me llevó hasta una silla donde sin esperar mi respuesta, me pidió que me sentara.
Todavía no había asimilado su tono cuando coincidiendo con la llegada de Alice, Vicky me acercó una copa y poniéndose detrás de mí, llevó sus manos a mis hombros y comenzó a darme un masaje. Nada en mi vida profesional me había preparado para semejante trato y bastante cortado, tuve que aguantar que la recién llegada me modelara el picardías que se había puesto diciendo:
-Doctor, ¿Le gusta?
Quizás aleccionada por la psiquiatra, la sargento murmuró:
-Dígale que está preciosa.
Recreándome en el piropo, alabé su belleza con determinación. Ella al escucharme, bajando su mirada, se sonrojó y aunque en teoría ese era un buen síntoma, temí viendo su timidez que al final la super soldado no sirviera para lo que se le había creado: la guerra.
Estaba tan absorto observando las largas piernas de Alice que no me percaté que Vicky había incrementado su masaje y que con descaro, recorría mi pecho con sus manos. Cuando sus yemas se apropiaron de mis pequeños pezones caí en ese cambio y girando mi cabeza, la miré alucinado. La rubia aprovechó mi desconcierto para dar un suave beso sobre mis labios, mientras me decía con picardía:
-Esta noche seré suya.
La seguridad que leí en sus ojos me excitó y llevando mis manos hasta sus piernas, las comencé a acariciar. La rígida sargento desapareció en cuanto notó mi caricia y se transmutó en una dulce jovencita que pegando un sonoro gemido, acercó su boca a mi oído diciendo;

-Es usted muy malo. Por favor, pare o no respondo.
Muerto de risa, me di la vuelta y dejé que mis manos subieran  por sus muslos hasta el inicio de su trasero, entonces y solo entonces, le pregunté que pasaría si no me detenía. La rubia se mordió los labios mientras me decía:
-Soy una chica  muy ardiente.
Explayándome en el magreo, agarré sus nalgas entre mis manos y las apreté con suavidad, disfrutando de la suavidad de esos cachetes. Vicky se derritió al sentir mis dedos e incapaz de contener su lujuria, soltó un profundo suspiro al decirme:
-Ahora tenemos que cenar pero esto no queda así. Esta noche me vengaré- y para que supiera de que hablaba metió una mano bajo tanga y sacándola totalmente impregnada de flujo, me la dio a probar diciendo:- Me has puesto brutísima.
El sabor de sexo enervó mis ánimos y llevando mi locura hasta el final, sumergí mi boca entre sus piernas. Cuando ya pensaba que esa rubia iba a ceder llegó la psiquiatra y soltando una carcajada, me separó diciendo:
-No le puedo dejar solo. Ya sabe que para eso está la cama.
El tono divertido de la morena me confirmó que no le molestaba que nos divirtiéramos un rato pero  también me recordó de esa sutil manera  el objeto de nuestra estancia en esa isla.
“Tiene razón”, admití y más cuando al mirar a Alice, me percaté de la expresión de asombro que tenía.
Como para ella todo era nuevo, no comprendió  esa demostración y con la ingenuidad de una cría, llevando a Mary  a una esquina le preguntó:
-¿Por qué la  transpiración de Vicky se ha incrementado cuando el doctor la tocó?
La morena sonrió y en voz baja le contestó:
-Le resulta muy agradable que un hombre la acaricie.
 Alice todavía no muy convencida, insistió:
-Y a mí, ¿También me va a gustar que me toque?
Dulcemente, Mary le susurró:
-Eso deberás descubrirlo por ti misma.
La determinación que leyó en sus ojos le confirmó que el experimento discurría tal y como había planeado. Alice involuntariamente había cedido a la curiosidad y tarde o temprano, buscaría confirmar su femineidad entre mis brazos.
Tras ese paréntesis, pasamos a cenar.  Aunque los platos que me pusieron estaban deliciosos, os tengo que confesar que no pude saborearlos porque mi mente, anticipando lo que iba a ocurrir esa noche, estaba ocupada en otros menesteres. Por eso, no os puedo narrar nada relevante al no acordarme ni siquiera de los temas que se hablaron durante esa media hora.
Debían ser sobre las diez y media cuando terminamos  y aprovechando que Alice y Vicky habían desaparecido en la cocina, Mary se acercó a mí diciendo:
-Alan, esta noche es muy importante. En nuestra alumna están aflorando sensaciones desconocidas por eso debemos ir con tiento y procurar no acelerarlas. Por eso le pido que al menos por hoy, te mantengas pasivo y dejes que nosotras llevemos la voz cantante.
-De acuerdo- contesté en absoluto molesto.
Si esa conversación ya de por sí era muy reveladora, más lo fue cuando guiñándome la morena me soltó:
-No te preocupes, ¡Tendrás tiempo de cansarte de tanto follarnos como putas!    
Os juro que mi verga rebotó como un resorte al oírla y aunque no deseaba parecer un cerdo salido, no pude dejar de comprobar la veracidad de su promesa acariciando suavemente uno de sus pechos. La reacción de sus pezones erizándose bajo la tela fue muestra suficiente de que esa mujer no tardaría en entregárseme y por eso, con mi corazón a mil por hora no me importó esperar a descubrir que es lo que me tenía preparado.
Ni en mis mejores sueños, anticipé que al volver la negra me cogiera de la mano y me llevara a la habitación y me empezara a quitar la ropa. Al preguntarle sus motivos, la super soldado solo pudo contestar:
-La doctora me ha pedido que le desnude. Quiere que conozca el cuerpo de un hombre yo sola.
Sintiéndome un hombre objeto, permití que la enorme mujer cumpliera sus órdenes y aunque en sus movimientos no descubrí nada sexual, eso no fue óbice para que al bajarme los calzoncillos, mi pene emergiera de golpe mostrando una dura erección.
Vi la sorpresa reflejada en su rostro pero rehaciéndose rápidamente, la cogió  entre sus manos y  me soltó:
-¡Que diferente es su órgano reproductor del mío!
Sometiendo a duras `penas mis ganas de eyacular, soporté su detallado examen durante unos minutos. El ansia  de conocer llevó a esa mujer a sopesar mi huevos, jalar de mi prepucio e incluso a oler mi sexo buscando diferencias.  Cuando ya sentía que no iba a poder aguantar más, Alice se sentó en la cama y preguntó:
-Doctor, ¿Explíqueme porque a las mujeres les gusta que usted las toque?
Asumiendo mi papel de instructor, me aposenté a su lado y le dije:
-Básicamente porque soy un hombre.
Entonces bajando su mirada dijo con tono inseguro:
-Me gustaría saber que se siente.
Sin saber a qué atenerme y ni cómo actuar, deseé que la psiquiatra me guiara pero viendo que estábamos solos solo me quedó decirle con dulzura:
-Túmbate en la cama y cierra los ojos.
La enorme y bella muchacha me obedeció acomodando su cuerpo sobre las sábanas. Al verla tensa, decidí comenzar a acariciar su cuello sin tocar ninguna de las partes conocidas como erógenas pero ante mi sorpresa nada mas sentir mis yemas sobre su piel  Alice pegó un sollozo antes de decirme:
-La doctora tenía razón.
Supe al instante que habiendo empezado no podía defraudarla y por eso, lentamente fui recorriendo su  cuerpo con mis dedos. La notable excitación de la mujer me dio los arrestos suficientes para acercarme a sus pechos, donde me recreé durante unos segundos antes de atreverme con las dos negras areolas que los decoraban. Ya convencido de su entrega, transité por los bordes de uno de sus pezones y viendo  que mi estimulación había obtenido sus frutos, acerqué boca y soplé un poco de aire sobre ese seductor botón.
-¿Qué me está haciendo?- preguntó confundida- Siento una extraña sensación en mi interior.
Con toda la dulzura del mundo, contesté:
-No pienses y disfruta.
Obedeciendo mi sugerencia, Alice volvió a cerrar sus ojos y esperó a que diera mi siguiente paso.  Fue entonces cuando sacando la lengua comencé a lamer su areola sacando los primeros gemidos de satisfacción de su garganta. Esa muestra me mostró el camino y repitiendo la misma maniobra sobre el otro pecho incrementé las emociones que nublaban su mente.
-Doctor. No se definir lo que siento pero noto mi sexo totalmente encharcado.
-Es normal- contesté y deseando que ella misma descubriera la función de su clítoris, llevé su mano hasta la entrepierna y señalándole ese singular pliegue, le pedí que se lo tocara.

-¿Para qué sirve?
-Te gustará- respondí reanudando mi ataque sobre sus monumentales tetas.
Acatando mis instrucciones la super soldado empezó a masajearlo y en cuanto notó el gustazo que ello le provocaba, siguió cada vez más rápido. El sonido de su respiración me anticipó su clímax y previéndolo llevé mis labios hasta los suyos y le di el primer beso de su vida. La entrada de mi lengua en su boca coincidió con su orgasmo y por eso su respuesta fue casi nula porque bastante tenía la pobre con asimilar el placer que recorría su cuerpo. Presa de un genuino orgasmo, Alice tembló con cada sacudida hasta que agotada se dejó caer sobre la almohada.
Sabiendo que esa lección era suficiente por esa noche, la dejé descansar y tumbándome a su lado, esperé que llegaran las otras dos mujeres. Comprendí que habían estado observando en cuanto las vi entrar. Mary llegaba con cara de alegría por el evidente éxito de su plan mientras la rubia hizo su entrada con signos de excitación.
Sin mediar ningún saludo, la doctora llegó hasta mí y me dijo al oído:
-Magnífico, ¡Has estado magnífico! Sabía que tendría las ternura suficiente para que ella diera ese paso- y quitándose el camisón, se quedó desnuda junto a mí.
Al disfrutar de la visión de sus pechos, se despertó mi lado malvado y llevando mi mano hasta su trasero y respondí: -Para magnífico, tu culo. No me importaría hacerlo mío.
La doctora meneando sus caderas dejó que lo magreara durante unos instantes y cuando ya creía que iba a dármelo, me soltó:
-Por ahora no me toca. Mi  función esta noche es resolver las dudas de Alice- tras lo cual se acomodó a la derecha de la muchacha.
Estaba tratando de asimilar sus palabras cuando Vicky llamó mi atención desde el otro lado y antes de que pudiese reaccionar ya me estaba besando. Impelida por un frenesí sin igual, se pegó a mí diciendo:
-No sabes que bruta me has puesto, doctorcito mío- y sin más prolegómeno, se encaramó sobre mi cuerpo buscando el contacto de mi pene.
La facilidad con la que se lo embutió hasta el fondo de su coño me informó de la veracidad de su afirmación y recordando que debía mantener un perfil pasivo, me mantuve quieto mientras la rubia empezaba a galopar usando mi verga como silla de montar.
Justo cuando los pechos de la sargento rebotaban al ritmo con el que se empalaba, escuché a la doctora decir:
-Observa como Vicky disfruta de nuestro hombre.
-Yo también quiero- contestó la negra al oírla.
Mary soltando una carcajada, respondió:
-Hoy es demasiado temprano pero pronto estarás preparada para que él te haga suya. Ahora aprende.
Si mi pene retozando en su interior ya era suficiente estímulo, la rubia al sentirse observada por las otras dos, berreó de gozo e incrementando el compás de sus caderas, buscó desbocada su liberación. La brutal excitación que le roía las entrañas provocó que adelantándose a mí, Vicky llegara al orgasmo sin que a mí me hubiera dado tiempo casi ni de empezar.
-Me corro- gimió mientras su sexo explotaba derramando por sus piernas la prueba líquida de su placer.
De no haberme comprometido a mantener un perfil bajo, os juro que hubiese dado la vuelta a esa militar y descargando mi frustración, le hubiera desflorado el ojete sin pedirle permiso. Pero no pudiendo cumplir esa fantasía tuve que aguantar que se bajara de mi pene mientras dirigiéndose a la negrita, le decía:

-Toda mujer debe adorar la virilidad de su macho y que mejor forma de hacerlo que con una mamada.
Traduciendo sus palabras en hechos, la sargento se deslizó por el enorme colchón y acercando su boca a mi miembro, lo cogió entre sus manos, diciendo:
-¿Quiere mi querido doctorcito que calme las ansias de su mástil? 
-Comételo, puta- rugí ya francamente insatisfecho.
-¡Que maleducado es tu dueño!- protestó la rubia dando un primer beso a mi glande.
La actitud de Vicky me estaba sacando de las casillas y por eso, presionando su cabeza, la obligué a introducírselo en la boca. La rubia no emitió queja alguna y como si fuera algo consustancial con su naturaleza, comenzó a mamar con un ímpetu impresionante. Descubrí que estaba siguiendo un guión preestablecido cuando llegaron a mis oídos las palabras de la doctora:
-Si algún día quieres sentirte mujer, debes entregarte a tu hombre y anteponer tu placer al suyo.  Fíjate en Vicky, sabe que el doctor es su dueño y por eso su mayor deseo es complacerle.
Inconscientemente, la super soldado deseaba participar en la felación y como no sabía si tenía permiso dejó que su mano bajara hasta su entrepierna y cogiendo el botón que le había enseñado, se comenzó a tocar. Mary no pudo más que sonreír al descubrirla y manteniéndose en un segundo plano, susurró en su oído:
-¿Sabes que el doctor también es mi dueño?
Esa revelación afianzó tanto su curiosidad como su calentura y ya sin importarle que alguien la descubriera, separó sus rodillas y masturbándose, preguntó:
-¿Usted cree que me aceptara a mí también?
-Claro, preciosa- respondió.
Ajeno a esa conversación, mi atención estaba concentrada en las maniobras de la sargento que usando su boca estaba ordeñando con una maestría sin igual mi miembro. El cúmulo de estímulos me hizo comprender que no tardaría en correrme y anticipándome a ello, avisé a Vicky de su cercanía. Mi advertencia lejos de medrarla, la animó y con nuevos ánimos, buscó mi placer.
Tal y como preví, mi pene explotó dentro de su boca. La sargento al notar las descargas de semen en su paladar, reclamó  para sí toda mi simiente y en plan golosa, la saboreó tragándosela mientras sonreía. Una vez confirmó que había extraído hasta la última gota, miró a la doctora diciendo:
-Está todavía más dulce que la muestra que me hizo probar.
Esa frase me mosqueó y dirigiéndome a la psiquiatra, exigí una explicación. La morena muerta de risa, me levantó de la cama y llevándome hasta el baño, me soltó:
-Alan, no te cabrees. Para que el experimento funcionara, nuestra ayudante debía ser una sumisa perfecta y por eso tras seleccionar a la sargento, arreglé unos pequeños desajustes en ella para que al llegar a aquí cumpliera a la perfección su papel.
Todavía más enfadado con su respuesta, le retorcí el brazo y haciéndole verdadero daño, exclamé:

-¡Le has lavado el cerebro!
La morena no emitió queja alguna por mucho que el dolor hiciera que unas lágrimas brotaran de sus ojos. Algo en ellos me determinó que eso no era todo y presionando su cuerpo contra la pared, le pregunté que me había hecho a mí:
-He reforzado tu faceta dominante – contestó y a modo de disculpa, prosiguió diciendo: – Piensa que para dominar a tres mujeres, era necesario un hombre muy especial y por eso tuve que retocarte.
Su confesión me dejó confuso y mientras trataba de descubrir algún cambió en mí, asimilé todo su contenido y bajándole las bragas, le pregunté:
-¿Por qué lo has hecho?
Excitada, me confesó:
-Siempre he sabido que era una sumisa y en cuanto supe de este proyecto, vi en él la solución a todos mis males.
Todavía enojado llevé mi mano hasta su sexo. Al hacerlo descubrí que la muy puta lo tenía encharcado e usando esa información  pellizqué uno de sus pezones antes de preguntar:
-Dime, ¿Qué es lo siguiente que tienes planeado con Alice?
Derritiéndose con la ruda caricia, la psiquiatra me explicó que no convenía hacer nada más esa noche para que al despertar, ella misma se atase a mí empalándose con mi miembro.
-Me parece bien- respondí –pero tenemos un problema, sigo con mi pene erecto.
La morena al percatarse de  mis intenciones, se apoyó en el lavado diciendo:
-Soy toda suya.

Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 
 

“EL AULLIDO DE LA LOBA” Libro para descargar (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Respondiendo a un llamado de su interior, Uxío Mosteiro abandona su ajetreada vida en Lyon y se traslada a la aldea donde desde tiempos inmemoriales su familia es dueña de un pazo. Su llegada a esa su tierra, el único lugar donde se considera en casa, despierta el temor ancestral que sus paisanos siente por los salvaxes. Aunque en un principio no le da importancia, considerándolo poco más que chismes la fijación que muestran asimilando a todos los de su alcurnia con esos seres mitológicos, los cambios que se producen en él le hacen ver que los hombres lobo existen y que él es uno de ellos. Sin saberlo, contrata a la nieta de una antigua cocinera de la casa y Branca resulta ser una poderosa Meiga. La hechicera se convierte en su amante y desde ese momento, tratara de convencer a su amado para que acepte que además de salvaxes, también habitan esos lugares las hadas, una de las cuales llamada Xenoveva lo reclama como su esposo.
Todo se complica cuando Tereixa, una hembra de su especie, aparece por el pueblo y empiezan las muertes…

ALTO CONTENIDO ERÓTICO

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

Para que podías echarle un vistazo, os anexo LOS DOS PRIMEROS CAPÍTULOS:

1

Furtivo y gris en la penumbra última,
va dejando sus rastros en la margen
de este río sin nombre que ha saciado
la sed de su garganta y cuyas aguas
no repiten estrellas. Esta noche,
el lobo es una sombra que está sola
y que busca a la hembra y siente frío.

Jorge Luis Borges

Tras diez años trabajando en el extranjero para la Interpol, estaba harto. Asqueado de tanta violencia y maldad que sobrevolaba la sociedad de hoy en día, necesitaba volver a mis orígenes. No me bastaba con retornar a mi país o a mi región, ni siquiera a mi pueblo; ¡tenía que volver a casa! Y cuando hablo de casa, no me refiero al piso de Madrid donde viví con el viejo, sino la casa solariega de la Galicia profunda que forma parte de mis genes y a la que siempre he estado íntimamente unido. Nadie lo comprende, pero desde niño ¡solo ahí fui feliz! Para mí, nada se puede comparar con recorrer sus caminos, disfrutar de sus prados, perderse entre sus bosques o descansar en una de sus riberas sombrías. Su húmeda belleza, sus paisanos, sus cumbres, el sonido de los urogallos reclamando el favor de las hembras, me llamaban de vuelta. Tras la muerte de mi padre y haber heredado una buena suma, pedí una excedencia de dos años y una mañana de mayo, llegué ante sus muros. El musgo de la entrada y los tejos invadiendo el camino me hicieron enfadar al saber que gran parte de esa decadencia era culpa mía. No en vano yo era el único heredero de esas tierras y por tanto su dueño. Aunque me sacó de ahí siendo un crio, huyendo de lo que él llamaba la aldea, para mí esa casona, era “noso lar”, el hogar que nuestros antepasados erigieron en la ladera de un monte.

            «Tengo que devolverle su esplendor», me dije mirando los descuidados campos de mi heredad con el pecho encogido. Abrir el viejo portón de madera de su entrada no hizo más que incrementar mi dolor. El polvo de los muebles, las telarañas de sus techos, el olor a cerrado.  Todo en su interior daba muestra de su abandono.

 «¡Qué distinto era cuando vivía el “Vello”! ¡El abuelo no hubiese permitido este deterioro!» sentencié mientras subía por las escaleras al primer piso para dejar el equipaje.

Sabiéndome el único a quien le importaba el viejo pazo, ocupé la habitación que históricamente correspondía al dueño y que desde que había muerto el “Viejo”, mi padre se había negado a usar.

«Yo si la ocuparé “avó”», dije sintiendo como si siguiera viva la figura de mi abuelo.

Al llegar, instintivamente toqué a la puerta como hacía cuando el anciano vivía antes de entrar. Tras darme cuenta de lo absurdo que eso era, abrí y pasé al cuarto. La cama donde durante años había estado recluido era tan enorme como recordaba.

«La de veces que me tumbé ahí para que me leyera un cuento», me dije observando el grueso colchón de lana.

El frio me hizo recordar que todavía no había encendido la “lareira”, la enorme chimenea que ocupaba la mitad de la cocina de la planta baja y que era tan típica en las aldeas de mi tierra. Dejando las dos maletas en el suelo, me dirigí a hacerlo. La antigüedad de la leña allí acumulada me permitió con rapidez hacer una pequeña hoguera que secara y calentara el ambiente. La belleza hipnótica de sus llamas me hizo volver a mi niñez y a sus noches cuando, a la luz de esa lumbre, Maruxa, la cocinera me narraba historias de meigas, de duendes y de hadas.

«Galicia é unha terra máxica e cada un dos seus fillos ten unha fada madriña», siempre recalcaba cuando me oía negar la existencia de la magia y de esos seres alados.

― ¿Tengo yo también un hada madrina? ― recuerdo que tenía la costumbre de preguntar.

Aunque cientos de veces cuestioné lo mismo, Maruxa nunca se cansó de contestar:

― Non te rías. A túa fada chámase Xenoveva e un día presentarase a ti.

Según ella, el día que nací vio al lado de mi cuna a esa hada bajo el aspecto de una mujer joven. Al indagar ella en qué hacía ahí, la aparición le contestó:

― Coido do meu destino.

«Cuido de mi destino», sonreí al recordar su insistencia en que un día Xenoveva, mi hada madrina, aparecería ante mí para salvarme si algo me amenazaba.

―Maruxa, no asustes al chaval― mi padre la recriminó una noche al comprobar que me creía esas leyendas: ―Aquí no hay peligro.

― Patrón, sempre hai perigos escondidos detrás da maleza.

―Habladurías de viejas. Hijo, ¡no hagas caso! No existen ni las brujas, ni los duendes y menos las hadas.

A pesar de los años que han pasado, no consigo olvidar mi enfado con él porque negara la existencia de Xenoveva. En mi mente de niño, la señora de los bosques era real y me cuidaba.

―Papá, ella me salvó cuando casi me ahogo en la laguna y luego desapareció.

―Uxío, las hadas no existen. La joven que te sacó del agua, debió ser una peregrina haciendo el camino de Santiago que, viendo que estabas bien, decidió dejarte para irse a reunir con sus compañeros de viaje― contestó muy molesto.

Recuerdo que mi abuelo, sonriendo, murmuró en mi oído:

―Tu padre es un viejo cascarrabias que ha borrado de su mente a su madrina. Tú no la olvides y Xenoveva volverá.

El crepitar de un leño me devolvió a la realidad y dejando esos recuerdos en un rincón de mi cerebro, me puse a airear la casa. El penoso estado de sus ventanas y contraventanas me hizo ver que iba a necesitar ayuda y por eso decidí que cuando fuera a ver al cura, como verdadero poder fáctico de la aldea, no solo debía pedirle que me encontrara alguien de servicio sino también un manitas que me apoyara arreglando todo aquello que yo no pudiera.

«Hay demasiados desperfectos para hacerlo solo», sentencié preocupado.

Aterido de frio y sabiendo que poca cosa podía hacer ahí hasta que cogiera temperatura, cerrando la casa, me fui a buscar al sacerdote. Tras aparcar frente a la iglesia, me encontré que don Ángel estaba confesando y que según ponía en el horario todavía tardaría una hora en salir del confesonario.

«Me tomaría un café mientras tanto», pensé y viendo que estaba abierto el bar de doña Madalena, me dirigí hacia ahí.

No había recorrido ni veinte metros desde la Iglesia, cuando escuché que alguien me llamaba. Al girarme me encontré con la antigua cocinera.

― ¡Maruxa! ― exclamé al reconocerla tras tantos años.

La ahora anciana se echó a llorar mientras me abrazaba:

―O meu pequeno Uxío.

El cariño de la paisana me dejó sin palabras y por ello tardé en reaccionar al darme cuenta de que no venía sola y que una joven alta y morena la acompañaba.

―Es Branca, a miña neta― cuándo pregunté, confirmó que era su nieta.

Como quería hablar con Maruxa para que me pusiera al día de lo que había pasado en el pueblo, me pareció lógico invitar a las dos a tomar algo.  La timidez de la muchacha quedó de manifiesto cuando quiso protestar y su abuela la calló diciendo que debía conocer a su “Uxío”. El comentario de la antigua empleada me hizo reparar en su larga cabellera, negra como la noche, y en su rostro, blanco y dulce que realzaba el color de sus labios rojos. Reconozco que me dio pena la muchacha al ver que, frunciendo el ceño, nos seguía en silencio. Ya en el bar, me permití comentar a la antigua empleada el mal estado en que se encontraba la casona y que si me hallaba en el pueblo era para hablar con el párroco para que me aconsejara a quien necesitar contratar de servicio.

― Non é preciso preguntarlle ao cura. Branca estará encantada de ir vivir ao pazo para traballar― dijo señalando a su nieta.

Que en esa zona imperaba el matriarcado, me quedó claro cuando tratando de saber si la joven realmente deseaba ese trabajo le pedí que me lo aclarara y ella aceptó diciendo:

―Mi abuela cree que será bueno.

La voz de la chavala me agradó y obviando que realmente no me había confirmado que deseara el puesto, se lo di asumiendo que siendo familia de Maruxa era alguien de confianza.

―Me gustaría que vinieras esta misma tarde, Hay mucho que limpiar― contesté al decirme que cuando empezaba.

 ―Aí estará, non te preocupes― sentenció su abuela mientras se despedía de mí.

Cómo todavía tenía que hablar con don Ángel por el manitas, me quedé haciendo tiempo y pedí otro café. Al traérmelo, la dueña del local me soltó que no debería contratar a la tal Branca.

― ¿Por qué? ― pregunté.

― As mulleres desa familia son bruxas ― respondió la cincuentona.

Sé que debería haber sido más discreto, pero al oír que según la paisana todas las hembras de la familia de Maruxa eran brujas, no pude contener la carcajada.

― Non te rías. Todo o mundo sabe que teñen fama de meigas que falan cos mortos.

Al decir en que tenían fama de hablar con los muertos, comprendí que en la Galicia profunda seguían enquistadas esas creencias en las que se mezclaban supersticiones celtas con el cristianismo más rancio. No queriendo que viera un menosprecio en mi escepticismo, me quedé callado y salí del bar.

            «Es acojonante, en pleno siglo XXI, siguen creyendo esas patrañas», sentencié sin caer en que, al contrario que en mi niñez, con treinta y cinco años mi progenitor y yo teníamos la misma opinión sobre esos temas.

            Ya de vuelta a la iglesia, el párroco había terminado de confesar y pudo darme unos minutos. A raíz de enterarse que había contratado a la muchacha, don Ángel me felicitó por no haberme dejado llevar por los chismes del pueblo:

            ―Todas las jóvenes de esa familia son carne de emigración debido a la superstición. Ninguno de sus paisanos les da trabajo al temer caer bajo un hechizo.

―Padre, ¿y qué tal es Branca? ― indagué.

El sacerdote respondió muerto de risa:

―La más peligrosa de todas ellas. Con un movimiento de pestañas, es capaz de hechizar a cualquier hombre.

Que don Ángel se atreviera a bromear con ello y encima alabando la belleza de la cría, me tranquilizó al creerme ya vacunado contra ese tipo de armas y cambiando de tema, le pedí que me aconsejara a que albañil contratar.

―En esta época, no te puedo aconsejar a ninguno. Los buenos están ocupados con las faenas del campo. Pero no te preocupes, todas las mujeres del pueblo pueden hacer pequeñas reparaciones y Branca no será menos. Si la dejas, se ocupará de corregir los desperfectos con los que se encuentre― contestó.

Que esa cría fuera capaz no solo de mantener al día la limpieza del pazo sino también supiera hacer chapuzas, me alegró y recordando que todavía debía llenar la despensa, me fui la tienda del pueblo. Al llegar al pequeño súper, me llevé la sorpresa de que Maruxa y su nieta se me habían adelantado y habían dejado a la dependienta una lista con lo que ellas consideraban indispensable.

―Está correcto, ¿cuánto le debo? ― sentencié tras repasar el pedido y comprobar que lo que habían encargado era, además de razonable, necesario: «No me había acordado de comprar el cubo con su fregona y menos los dos tipos de jabón que se necesitará para limpiar los suelos», me dije mientras sacaba la cartera y pagaba.

Contento con esa inesperada ayuda, metí las bolsas en el maletero de mi todo terreno y volví a la casona. Tras aparcar, vi que Branca acompañada de otra joven estaba limpiando el exterior de la casa. Al acercarme y tras presentarme a su hermana, me dio la bienvenida diciendo que había dejado sus cosas en la habitación que había sido de su abuela.

―Esa parte de la casa está inhabitable. Hasta que no la arreglemos será mejor que duermas en el área noble― comenté recordando el calamitoso estado de la zona de servicio.

―Lo que usted diga― respondió sin poder evitar mostrar su satisfacción al no tener que dormir pensando que el techo se le podría venir encima.

La sonrisa que iluminó su cara me dejó apabullado al darme por fin cuenta de lo que se refería el puñetero cura: “Branca era una belleza”. La palidez de la criatura realzaba más si cabe el vivo color de sus labios mientras la profundidad de sus ojos negros animaba a zambullirse en ellos. La joven no se debió de percatar de la forma en que la miraba porque no se quejó de ello y tomando posesión de su puesto, únicamente me exigió que desapareciera de la casa mientras ellas terminaban de limpiar.

 Disculpando su tono duro y en cierto grado impropio de alguien a mi servicio, comprendí que mi persona ahí estorbaba y tragándome el orgullo, me fui a dar una vuelta por la propiedad. Ese paseo obligado no tardó en afectarme y olvidando mi cabreo, empecé a disfrutar de cada uno de sus pasos. La belleza de los prados con la yerba a punto de segar me fue acercando poco a poco al bosque casi salvaje que mi abuelo se había encargado de proteger y que, por respeto, mi padre nunca había tocado.

«¿Cuantos años puede tener este carballo?», me pregunté al observar el tronco de un roble que al menos sería centenario mientras sin darme cuenta me internaba en la densa foresta.

Absorto contemplando la herencia vegetal de mis mayores seguí penetrando en el bosque hasta que de improviso me vi en mitad de un claro. Reconocí de inmediato ese lugar y por eso, busqué la laguna donde siendo un niño me bañaba. Tras encontrarla, curiosamente hacía calor y sintiendo el sol cayendo a plomo sobre mi cabeza, estaba ya quitándome la camisa con la esperanza de darme un chapuzón cuando unas risas femeninas me hicieron parar en seco.

Extrañado, me agaché tras un denso laurel y busqué su origen. Desde mi escondite, comprobé que las culpables eran dos crías que aprovechando la soledad de ese paraje se bañaban en sus cristalinas aguas sin que nadie las molestase. Su presencia en mi heredad me parecía una afrenta, una mancha que sobre la naturaleza impoluta de ese edén. Por ello en un principio no me fijé en la indudable belleza de sus cuerpos, hasta que se pusieron a nadar hacia la orilla desde la que las observaba.

«¡Están desnudas!» exclamé en silencio mientras esas dos ninfas, ajenas a estar siendo espiadas por mí, se ponía a jugar entre ellas.

La alegría que transmitían al mojarse una a la otra me pareció adorable y sintiéndome un voyeur, me quedé mirando sus juegos. La perfección de sus curvas, la rotundidad de sus pechos y sobre todo la hermosura de sus nalgas me tenían sin respiración.

«Son perfectas», estaba diciendo en mi interior cuando observé que en la otra orilla había hecho su aparición otra mujer.

Si las primeras me parecían guapísimas, la pelirroja recién llegada resultó ser una diosa, un ser tan bello que su atractivo era hasta doloroso.

«¿Quién será?», medité mientras recreaba la mirada en el trasero con forma de corazón del que era dueña. 

El contraste de la blancura casi nívea de esa mujer con la piel morena de las dos más jóvenes me terminó subyugar y por eso cuando olvidando a la que parecía la jefa, las morenas se pusieron a hacerse aguadillas entre ellas, no pude más que suspirar. Sin tener constancia la brutal sensualidad que trasmitía al hacerlo, la pelirroja se puso a enjuagar sus pechos con el agua de la laguna mientras a un metro escaso de ella, sus compañeras reían de felicidad.

«No puede ser tan bella», murmuré para mí valorando con detalle el rosado botón que decoraba cada uno de esos cantaros.

Ajenas a que estaban siendo observadas, las morenas se abalanzaron sobre la desconocida acariciándola mientras reían. La envidia me corroyó al ver cómo las manos de esas jóvenes se dedicaban a recorrer las curvas de la diosa. Con creciente calentura, desde mi escondite admiré la tranquilidad con la que esa mujer recibía esas caricias mientras las regañaba:

―No seáis traviesas. Dejadme en paz.

Esa dulce reprimenda, lejos de conseguir su objetivo, azuzó a esas niñas y queriendo profundizar en la travesura, llevaron sus manos entre los muslos de la pelirroja. Observando la serenidad con la que asimilaba ese nuevo ataque, certifiqué la dureza de sus glúteos al darse la vuelta.

«¡Es preciosa!», exclamé en silencio mientras grababa en mi mente el caminar aristocrático de esa leona de larga melena mientras salía del agua.

Ante mis ojos, la desconocida se mostró en plenitud. Su desnudez me permitió pasar de la dureza de sus glúteos a sus senos. La exuberancia de ese par de montañas no fue óbice para que pudiera disfrutar, con auténtico frenesí, del profundo canal que discurría entre ellas.

«¡Quien pudiera hundir la cara entre esas dos hermosuras!», pensé mientras el enano de mi conciencia me exigía que parara de espiarlas.

No pude más que mandar a la mierda a ese jodido renacuajo cuando me percaté de que, tras pasar tanto tiempo dentro del agua, se le habían endurecido los pezones.

«¡Qué belleza!», sentencié ya totalmente excitado soñando que algún día serían míos.

Seguía babeando con sus pechos cuando la mujer se tumbó a tomar el sol frente al lugar donde me escondía. La calentura que me dominaba ya me impulsó a buscar con la mirada entre las piernas de la pelirroja.

«Joder», gruñí al contemplar el coño imberbe de la desconocida.

Ignorando mi existencia, me lo puso fácil porque tratando de encontrar postura sobre la arena, esa mujer me deleitó con la visión de los gruesos labios que permanecían a cada lado de su sexo.  Con ganas de abalanzarme sobre ella, comprobé la ausencia de grasa abdominal en su cintura mientras observaba como se ensanchaba para dar entrada a unas caderas de ensueño.

«¡Menudo culo!», alabé centrándome en el trasero de ese primoroso ejemplar de raza celta mientras se daba la vuelta para que el sol terminara de secar su espalda.

Al cabo de un rato, esa diosa debió darse cuenta de la hora porque levantándose se internó en el bosque. Mientras la veía marchar comprendí que, a pesar de ser la mayor de las tres, esa pelirroja no debía tener los veinticinco. Estaba pensando en que la llevaba diez años cuando, de improviso, descubrí que estaba solo y que las dos morenas también habían desaparecido de mi vista.

«¡Qué curioso! ¡No me he dado cuenta de su marcha!», murmuré y retornando sobre mis pasos, volví al pazo.

Al volver al bosque, el frio de esa mañana, retornó y achacándolo a la umbría, aceleré mis pasos de vuelta a la casona. Ya en ella, la ausencia de polvo en los muebles y el brillo de sus suelos me hicieron recordar cuando era un hogar y queriendo agradecer a las responsables ese cambio, busqué a las nietas de Maruxa. Encontré a Branca, trajinando entre fogones y el olor que brotaba de ellos, me hizo saber que no solo había heredado de la abuela su sazón sino también sus recetas al reconocer uno de los platos de mi infancia. Cogiendo una cuchara, probé el guiso mientras preguntaba por su hermana:

―Bríxida se ha ido a casa de los padres― escuetamente contestó.

Al verla mirándome, comprendí que estaba esperando mi opinión.

―Buenísimo― respondí: ―igual al que Maruxa me cocinaba. 

Aunque supuse que iba a gustarle mi respuesta, nunca preví que sonrojándose esa monada de criatura me soltara:

―Desde niña, he sabido que mi lugar sería aquí y que debería cuidar del “Salvaxe”.

Se dio cuenta de su desliz nada más decirlo, ya que debía saber que mi padre odiaba que nombraran a los miembros de la familia con ese nombre.

―Lo siento, no quería…― empezó a decir.

―No te preocupes, no me molesta que me llamen así ― la interrumpí. Y conociendo esa vieja leyenda en la que se suponía que existía un lobo negro que de vez en cuando surgía para acabar con los que osaran atentar contra la dama del bosque, mito que la gente de la zona asimilaba a nosotros, quise quitar hierro al asunto diciendo: ―No soy salvaje ¡ni en la cama!

¡Juro que lo dije de broma!

Por ello me dejó paralizado que la muchacha se pusiera a temblar con los pezones totalmente erizados y me pidiera que, si tenía que dejar salir al “Lobo”, no la matara.  Al escucharla, comprendí que Branca se creía esa historia por la cual ese siniestro chucho solo se apiadaba de las mujeres que se le ofrecían sexualmente. Sin ganas de discutir con la morena la ridícula fijación de la gente del pueblo en achacar a mi familia la capacidad de transformarse en ese animal y menos de hablar sobre si era consciente de que al pedir que la dejara vivir implícitamente me daba entrada entre sus piernas, preferí cambiar de tema y pedí que me dijera quién era la pelirroja que había visto esa mañana.

― En la zona no hay nadie con ese color de pelo ― contestó.

Algo en su mirada me intrigó y creyendo que me había contestado eso al no caerle bien la joven, repliqué:

―Branca, no estoy loco.

Tras lo cual le expliqué que existía ya que la había visto bañándose en la laguna del bosque en compañía de dos amigas. La nieta de Maruxa se empezó a santiguar al escucharme.

― ¿Qué te pasa? ― pregunté al ver su reacción.

Completamente aterrorizada, quiso saber si las dos acompañantes también eran pelirrojas o por el contrario eran de pelo negro. Al confirmarle que eran morenas, pareció reconocerlas y por eso me atreví a curiosear sobre quiénes eran esas tres muchachas.

―Son la dama y dos de sus “mouras”.

Al escucharla, tal y como me había ocurrido cuando en la mañana la habían llamado a ella bruja, no pude contener mis risas.

― ¿Mouras? Te refieres a esas hadas que siempre andan en busca de marido y que tientan a los hombres ofreciéndoles un tesoro― contesté desternillado.

 Un tanto ofendida por ese acto reflejo, la joven se abstuvo de responder y se puso a poner la mesa. Admitiendo que me había pasado al reírme de sus creencias, miré el reloj y viendo que eran la hora de comer, abrí una botella de albariño. Estaba quitando el corcho cuando caí en que Branca había puesto dos platos, dando por sentado que comería conmigo. Reconozco que estuve a punto de corregirla, pero pensando en que era su primer día de trabajo preferí no hacerlo y compartir mantel con ella.

El primer sorbo al Terras Gaudas me transportó a la época de mi abuelo y recreando en mi paladar su sabor afrutado, rememoré con morriña a mi amado “avo”.  

«Todo el mundo te quería», comenté hablando con el difunto en el interior de mi mente, «y respetaba».

Su amoroso recuerdo y la forma en que dirigía con mano firme el pazo me hicieron sonreír al recordar que para la gente del pueblo él era el “señor” y que como representante de la “casa”, la gente del pueblo acudía a él cuando había alguna disputa de lindes.

«Eras el puto amo», seguí comentando sabiendo que me hubiese lavado la boca con jabón si me hubiese escuchado dirigirme a él así: «Ni siquiera el alcalde o el cura se atrevían a llevarte la contraria cuando tomabas una decisión».

Estaba pensando en ello cuando Branca llegó con la olla y sin preguntar, rellenó el plato hasta casi desbordarlo. La barbaridad que sirvió me recordó que Maruxa hacía lo mismo. Si alguien se atrevía a quejarse, solo tenía que mirar a su patrón y don Pedro lo llamaba al orden diciendo:

―Nunca os fieis de quien no come. Quien no come, no puede trabajar y yo no quiero gandules en esta finca.

Hasta mi viejo bajaba la cabeza y obedecía cuando su padre se ponía serio. Y con ese recuerdo en mi mente, esperé que se sentara para empezar a comer. La joven nada más aposentarse en la silla empezó a rezar en gallego:

Forzas do ar, terra, mar e lume! a vós fago esta chamada:

se é verdade que tendes máis poder ca humana xente,

limpade de maldades a nosa terra e facede que aquí e agora

os espiritos dos amigos ausentes compartan con nós esta comida.

No me costó reconocer ese rezo porque se seguía recitando cada vez que se hacía una queimada y por ello, fui traduciendo mentalmente:

¡Fuerzas del aire, tierra, mar y fuego! a vosotros hago esta llamada:

si es verdad que tenéis más poder que los humanos,

limpiad de maldades nuestra tierra y haced que aquí y ahora

los espíritus de los amigos ausentes compartan con nosotros esta comida.

La belleza del conjuro no fue óbice para que me diese cuenta que eran parte de las creencias que los celtas habían dejado arraigadas en el ADN de los gallegos y que mi nueva empleada las seguía con fervor.

«Si la oyeran en el pueblo, se escandalizarían por rezar a los antiguos dioses», me dije sabiendo que, si se había permitido hacerlo en mi presencia, era porque creía que yo compartía su mismo credo.

Por eso al terminar, alcé mi copa e imitando a los viejos del lugar, brindé por la dama del bosque y los habitantes de “noso lar”. Al oír mi brindis, Branca se ruborizó y chocando su copa con la mía, bebió. Tratando de analizar que le había llevado a ruborizarse, caí en que al hablar de “noso lar” (Nuestro hogar) la había incluido y que, dado que tradicionalmente solo los miembros de la familia podían brindar por el bienestar del “lar”, implícitamente le había adjudicado un lugar en mi cama. Confieso que estuve a punto de hacerle ver mi error y decir que no había sido mi intención faltarle al respeto, pero cuando ya tenía la disculpa en la punta de la lengua la chavala cambiando de tema, me dijo si después de comer podía darse una ducha.

―No tienes qué preguntar. Cuando desees hacerlo, solo fíjate que esté libre. No vaya a ser que me encuentres en pelotas― comenté riendo sin dar mayor importancia al hecho de que fuéramos a compartir el único baño de la planta noble.

―Así lo haré, patrón― contestó sin levantar la mirada del plato.

La timidez de su tono me alertó y fijándome en ella, descubrí que bajó su delantal esa monada tenía los pitones totalmente erizados. No me quedó otro remedio que volver a admitir que me había equivocado al hablar coloquialmente con ella, ya que desde la edad media el dueño del pazo era una especie de señor feudal en esa zona.

«Tengo que andarme con cuidado para no escandalizarla», pensé grabando en mi cerebro que según la mentalidad imperante en la aldea como heredero de los Mosteiro mi palabra era ley y más para alguien a mi servicio. Por todo ello, el resto de la comida medí mis palabras al no querer espantarla y que fuera con la queja a Maruxa. Al terminar el postre, unas estupendas filloas con nata, la morena se levantó y moviendo su trasero enfundado en un vestido blanco, recogió los platos mientras me decía que me llevaría el café a la biblioteca.

Asumiendo que su abuela le debía haber informado que esa era la costumbre de la casa, me dirigí a esa habitación. Una vez allí, me puse a revisar sus estantes y en uno bastante apartado, encontré un libro sobre las meigas. Recordando que para sus paisanos Branca era miembro de una larga estirpe de esas brujas, lo cogí y con él en la mano, me senté en el sofá. Estaba ojeándolo cuando la morena entró con una bandeja y pidiendo mi permiso, puso sobre la mesa un café y un licor con hielo. Identifiqué esa bebida como la que artesanalmente elaboraban en el pazo mezclando orujo con hierbas y sintiendo que era parte de la casa, se lo agradecí mientras lo probaba.

Su sabor dulzón me encantó y olvidándome de ella, me concentré en la descripción que el autor hacía sobre las meigas en las páginas del libro en las que les confería unos poderes extraordinarios como podía ser la videncia.

“Cuando una meiga quiere algo de un hombre, se hace la encontradiza”, leí que decía en un apartado previniendo al lector que tuviera cuidado y que nunca las metiera en su hogar, porque de hacerlo jamás podría echarlas.

Recordando que esa mañana me había topado con Maruxa cuando iba en busca de alguien que me ayudara, sonreí:

«Estoy jodido. Ya he metido una en el pazo».

 Sin darle mayor importancia al hecho, seguí leyendo que según ese libro no había que confundirlas con las brujas ya que estas últimas hacen las cosas con maldad, en cambio las meigas usan sus poderes para ayudar a las personas que se acercan a ellas.

«Menos mal. No tengo nada que temer, aunque me hechice», desternillado pensé mientras seguía leyendo que según la tradición galaica se las podía clasificar de acuerdo con sus poderes. Entre todas ellas, me interesó el retrato que hacía de un tipo en particular: “las damas do castro”. Según el supuesto erudito que había escrito el libro, esas meigas viven en castros milenarios desde donde atienden a solicitudes de la gente mientras gozan de la protección del dueño del lugar, sin pedir ningún regalo o contraprestación a cambio.

«Eran una especie de ONG medieval», me dije muerto de risa al leer que solían aparecerse vestidas de blanco a personas afligidas o que se encuentran en una situación difícil para otorgarles sus favores.

Mi tranquilidad menguó cuando en el siguiente el autor se contradijo escribiendo sobre la facilidad que tenían esas mujeres para pasarse al lado oscuro y usar la magia para retener o esclavizar a los hombres, usando el pacto con el más allá.

«Vaya, tendré que estar atento», riendo comenté en mi interior mientras sin darme cuenta, tiraba el vaso con el licor de hierbas.

Por suerte o por desgracia, Branca había permanecido todo ese tiempo a mi lado y cogiéndolo al vuelo, me lo dio diciendo:

―Es de mala suerte, derramar un conjuro.

Sorprendido, tomé el vaso mientras la veía marchar y por primera vez, me dio un escalofrió al observar que la blancura de su vestido.

«Estoy delirando», medité al caer que por un momento había catalogado a la muchacha como una “dama do castro” al verla así vestida y saber que para los de la aldea el hecho que viviera en el pazo iba a ratificar la idea de que tenía poderes.

 «Esta casona es lo más parecido a un castro de la zona», sentencié mientras pensaba que de acuerdo con esa superchería en mi calidad de heredero yo era su valedor.

            Con mi calma hecha trizas, me bebí el resto del licor y molesto conmigo mismo, decidí echarme una siesta. Ya mi cuarto, estaba abriendo la puerta que daba al baño cuando escuché el ruido del agua de la ducha. Cortado al saber que Branca me había avisado de que quería darse un baño, no la llegué a abrir y me tumbé en la cama mientras me ponía a imaginar a esa monada desnudándose. Acababa de posar la cabeza sobre la almohada cuando de pronto la puerta se entreabrió dejándome ver sobre el lavabo su ropa interior. Saber que esa monada estaba desnuda a escasos metros de mí fue suficiente para que mi pene saliera de su letargo y sintiéndome culpable, me levanté a cerrarla. Estaba acercándome cuando excitado comprobé que podía ver su silueta a través de la mampara transparente de la ducha.

«¿Qué coño haces?, me dije al ser incapaz de dejar de observar cómo se enjabonaba.

Al admirar su cuerpo desnudo, recordé que hasta el cura del pueblo me había sutilmente avisado de su belleza. Pero espiándola, certifiqué que se había quedado corto cuando llegó a mi retina la imagen vaporosa de sus pechos.

«No puede ser», me dije mientras contemplaba boquiabierto la perfección de sus senos y los irresistibles pezones que los decoraban.

Con ganas de bajar mi bragueta y empezarme a masturbar, me quedé petrificado cuando girándose en la bañera, involuntariamente Branca me regaló con la visión de su sexo. Todavía hoy me avergüenza reconocer que en vez de salir huyendo me quedé disfrutando de la belleza que escondía entre las piernas.

«Lo lleva depilado», balbuceé mientras en plan voyeur gozaba pecaminosamente de la tentación de esos labios sin rastro de vello que el destino había puesto ante mis ojos.

Si ya de por sí estaba embobado, todo se desmoronó a mi alrededor cuando la muchacha separó sus piernas para enjabonarse la ingle, permitiendo que mi vista se recreara nuevamente en su vulva. La ausencia de un bosque que cubriera su femineidad aceleró mi respiración al encontrarlo algo sublime y aunque siempre me había quejado de esa moda de depilarse, he de reconocer    en ese momento lamí mis labios soñando que algún día esa maravilla estuviera a mi alcance. Mi turbación alcanzó límites insospechados cuando ajena a estar siendo espiada, Branca usando dos yemas se pellizcó suavemente sus pezones mientras comenzaba a cantar. Si no llega a ser la nieta de Maruxa, por el modo tan lento y sensual con el que disfrutaba bajo la ducha, hubiese supuesto que se estaba exhibiendo y que lo que realmente quería esa mujer era ponerme cachondo. Para entonces, todo mi ser deseaba que mis manos fueran las que la estuvieran enjabonando y recorrer de esa forma su cuerpo.

«Yo no soy así», me dije mientras me imaginaba palpando sus pechos, acariciando su espalda y lamiendo su sexo.

La gota que derramó el vaso de mi excitación y que provocó que mi pene alcanzara su plenitud, fue verla inclinarse a recoger el jabón que había resbalado de sus dedos. La belleza de su trasero se maximizó al descubrir entre sus nalgas que la joven era dueña de un rosado y virginal hoyuelo trasero. Soñando con ser yo quien desvirgara esa entrada trasera, decidí que debía dejar de espiarla y saliendo de la habitación, volví a la biblioteca donde tratando de borrar de mi cerebro la imagen de su piel desnuda, me serví un whisky.

«Debo de arreglar la zona de servicio», murmuré entre dientes al saber que mientras no lo hiciera, mis noches serían una pesadilla al saber que, en el cuarto de al lado, esa bruja de ojos negros estaría tentándome mientras dormía…

Relato erótico: “un fin de semana con mis dos putas sumisas domingo final” (PUBLICADO POR VALEROSO32)

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me desperté el domingo por la mañana y me extrañó ver a mis putas todavía dormidas, así que me arrastré hasta ellas y las empecé a comer el potorro.

ellas enseguida se despertaron riendo.
– veo que ya te han entrado ganas.
– vamos a hacer me el desayuno zorras que quiero que vayamos al rastro.
el rastro es un mercadillo que ponen todos los domingos en plaza castilla. para el que no lo sepa vende de todo especialmente ropa así desayunamos juntos y nos fuimos al rastro. allí las compre a una unos leggins un top y a el otro pantalón colombiano y un suéter.
ellas se compraron un tanga bikini que casi no tapaba nada y volvimos para casa. ellas se pusieron los tangas bikini mientras hacían movimientos lúdicos y excitantes.
– joder- dije yo -vais a ir así a la piscina.
– porque no te gusta -dijeron ellas.
– parece que vais desnudas.
los tangas bikini no tapaban apenas nada se metían en la raja del culo por detrás y por delante se trasparentaba todo el chocho al mojarse con el agua mientras que lo de arriba con tenia demasiadas tetas las dos solo tapaba el pezón así que se la veían todas l tetas menos el pezón.
– si me gusta -dije yo así que fuimos a la piscina y los hombres allí se pusieron cachondos cuando las vieron más de uno tuvo una erección y otro la mujer le pego una hostia por míralas con deseo.
yo me descojonaba luego nos tumbamos en un sitio apartado con sombra y yo me puse a tomar el sol ellas empezaron a jugar entre si las muy zorras y luego me cogieron y me bajaron el bañador y me comieron la poya mientras estábamos follando había un tío que nos vio y empezó hacerse una paja excitado mientras yo me follaba a Maria.
la dije:
– mira alguien se ha puesto cachondo con vosotras zorritas mientras follamos.
ellas al mirarle y verle menear su rabo al hombre se pusieron más cachondas todavía y empezaron a follar entre sí para ponerle cachondo el hombre ya no aguantaba más.
le dije:
– venga para acá échele la leche a Maria en las tetas a ella le encanta.
mientras estaba follando ella con Marta y yo dándola por el culo a Marta el hombre se corrió en las tetas de Maria.
– ahahahaha que gusto si- dijo Maria- dame toda tu leche.
luego cogí a Maria y se la endiñé por el chocho.
el hombre se la volvió a pelar la poya como un mono y cuando se iba a correr otra vez le dije:
– écheselo a Marta en la cara a esta zorra le encanta también la leche.
el hombre se corrió en su cara mientras las dos se chupaban la cara la una a la otra y se pasaban los fluidos.
el hombre me dio las gracias por dejarle correr dijo que era la mejor paja que se había hecho en su vida y que tenía mucha suerte al tener a mis dos pares de zorras después nos fuimos de la piscina a casa y las dije:
– arreglaos quiero ir a la disco así que maqueaos bien.
se pusieron la ropa que la compré en el rastro una se puso el pantalón colombiano y el top y la otra los leggins ajustados y el corsé estaban tremendas para follar y ponerle a un tío la poya dura fuimos a la disco y allí pedimos algo de beber y nos fuimos a un reservado y empezaron a meterme mano en la poya y a chupármela mientras María le daba lengua a Marta y la besaba estábamos follando cuando vi a una mujer de unos 40 años masturbarse al vernos.
las dije a las chicas que la invitaran a sentarse con nosotros ella dijo que se llamaba Lucía como estaba un poco bebida con algunos cubalibres de más. nos contó que estaba casada pero que su marido ni la tocaba era impotente y ella había venido a la disco a ver si pillaba cacho hasta que nos vio a nosotros follar y que la habíamos puesto muy cachonda tomamos más copas y continuamos hablando la dije:
-quieres que tomemos la última copa en mi casa.
– porque no me contesto -Lucía.
así que no fuimos para casa cuando llegamos saque las copa, aunque Maria y Marta ya estaban comiéndose a Lucía y desnudándola.
– fóllatela a la puta esta. hazla una zorra como nosotras.
así que me saque la poya y la cogí a Lucía e hice que me la mamara.
– a partir de ahora eres mi puta y vendrá a follar con nosotros cuando yo quiera y te hare contigo lo que me dé la gana, entendido -la dije.
– si soy tu puta.
– ahora quiero darte por el culo.
– no por favor por ahí no nunca lo he hecho por donde quieras menos por ahí.
– las putas tenéis que tener los dos agujeros bien abiertos zorra haber tu zorra- dije a Maria -prepárala el culo que quiero darla por ahí. tu Marta cómela el chocho para que no sienta dolor.
así que Maria le dio lubricación y empezó a meterle los dedos en el ojete y chuparle el culo mientras Marta me ponía a mi la poya dura.
– ahora cómele el chumino mientras la doy por culo.
Marta empezó a comerle el coño mientras yo la arrime mi glande a su culo y poco a poco empecé a metérselo.
– aha aha aha que daño -decía Lucía- sácala cabrón me haces daño.
– te jodes puta eres mía y tu culo también y quiero follártelo siempre relájate y deja de quejarte y ya verás como disfrutas.
al rato empecé a darla bien ya su culo se había acostumbrado y entraba y salía como manolo por su casa y empezó a gustarle.
– así así cabrón no pares hasta los cojones méteme rómpeme el culo que gusto dame más -mientras Marta la comía el chocho y Maria la comía las tetas, ella empezó a disfrutar con una loca.
– dime que eres mi puta.
– si soy tu puta.
– desde ahora me perteneces.
– si quiero ser tuya ahahahahahhahaha me corroooooooooooo -dijo Lucía y se corrió la muy puta.
sigo follando con mis zorras en cuanto a Lucía viene siempre que puede y su marido está trabajando.
– me has descubierto un nuevo mundo me dice estoy encantada de pertenecerte y ser una mas de tus zorras.
FIN


Relato erótico: “Morbo en la biblioteca de la Facultad” (POR CARLOS LÓPEZ)

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Siempre he sido un poco pieza. Me crié en un barrio del extrarradio de Madrid y siempre rodeado de las peores compañías. A pesar de todo, era un estudiante razonablemente bueno. Aunque sólo fuera por amor a mi madre que se dejaba la vida trabajando para darnos una educación a mi hermano y a mí, después de que mi padre se “hubiera ido a por tabaco” y nunca hubiera vuelto a casa.
Yo era el típico español. Delgado y fuerte. Ni alto ni bajo. Moreno. La mayor parte de las veces sin afeitar. Con el pelo más largo de lo que quisiera mi madre. Aunque nunca he sido un adonis, tenía cierto desparpajo y siempre he tenido bastante éxito con las chicas. Chulo, un poco macarra, con una pequeña afición al hachís, muchas veces metido en peleas, y siempre llevando alguna moto de dudosa procedencia… tenía cierto nombre y siempre salía con una u otra del barrio.
Cuando pasó lo que contaré, estaba en primero de Derecho y tenía 18 años. Acababa de entrar en la Universidad, y quería tomármelo en serio. Lo necesitaba para salir de ese ambiente. Me gustaba el Derecho. Me encajaba. Para evitar que mis amigos me arrastraran al bar, por las tardes me solía quedar a estudiar en la biblioteca de la Facultad. Allí me sumergía en los libros: Derecho romano, Aministrativo… Los fines de semana, trabajaba en un bar de copas de mi barrio, pero entresemana tenía todo el día para mí, y lo aprovechaba entre clases y estudios.
Había una diosa morena que solía estudiar también en la misma zona de la biblioteca. Era mayor que yo y estaba en el último curso. No es que fuera una belleza exótica, pero era una chica con curvas y todo en su sitio, además de una bonita sonrisa, dientes blancos como perlas y ojazos enormes. Siempre la observaba discretamente cuando se sentaba frente a mí. Me encantaba ver cómo se colocaba muy bien su faldita para que no se le viese nada. Era una chica tímida y reservada. Por sus formas y su vestuario se notaba que era de procedencia adinerada. Educada. Con clase. De las que me volvían loco porque eran inaccesibles para mí. Nada que ver con las chicas de barrio con las que yo salía y con las que, cuando podía, experimentaba algunas perversiones.
Después de varias semanas, había conseguido cambiar ocasionalmente algunas palabras con ella. Se llamaba Cristina, tenía 24 años y un novio como Ken el de la Barbie. Era un chico de Erasmus, alemán u holandés, me da igual. Un gilipollas que notaba que me miraba mal. Como por encima del hombro. Me cabreaba ver como llegaba cada tarde, a última hora, y le daba un beso asqueroso en la boca. Ella, al ver que yo la miraba con expresión de desagrado, me miraba de reojo poniéndose colorada. Se notaba claramente que no le gustaba lo que le hacía “su Ken” en público, pero no se atrevía a decirle nada.
Poco a poco tomamos algo de confianza. Yo la ofrecía salir a fumar conmigo y ella, aunque no fumaba, a veces salía para despejarse. Nos entendíamos bien. Hablábamos de cosas sencillas como pelis de cine, o motos, que la encantaban. Yo exageraba mis conocimientos y le invitaba a llevarla a casa en mi quemada Yamaha, aunque ella siempre declinaba porque la venía a buscar Ken. Desde su altar de chica guapa, mayor que yo, educada y con dinero, se notaba que le hacían gracia mis ocurrencias. Pero nada más. Tampoco es que fuéramos grandes amigos, y ni siquiera nos sentábamos juntos cada tarde, pero nos conociamos.
A veces me quedaba mirándola, sólo por provocarla. Me divertía ver su reacción y su sonrisa tímida y, todos los estudiantes lo sabéis, en esos momentos de biblioteca, uno se entretiene con cualquier cosa para no estudiar. Yo, cada hora, salía a fumarme un cigarrito o un porro flojito y ella, si no era la hora en la que esperaba a su perfecto “Ken”, me acompañaba. El imbécil de su novio se cabreaba cuando la veía conmigo, como si yo tuviese opciones sobre ella, o como si fumar fuese el peor de los pecados. Alguna vez había presenciado como él la regañaba, y era desagradable de ver. Una diosa española siendo hablada mal por un imbécil. Me sentaba mal la actitud sumisa de ella aceptando su regañina y, aunque él me sacaba una cabeza, me daban ganas de darle un par de hostias. Pero no me quería meter en sus líos. Además, se notaba que ella, de alguna forma, le admiraba. ¿No habéis visto a personas que cuando peor las hablan, más defienden a sus parejas? Pues era un caso así.
Estaba enamorada. Algún día, en plan broma, cuando la notaba tensa con los estudios, le decía que tenía que relajarse “nos fumamos juntos un porrito y nos vamos con la moto a un sitio chulo que conozco donde puedo hacerte algo relajante…” y luego añadía “darte un masaje, no pienses mal jajaja, que además te ahorras el fisio”. Ella sonreía ante mi ocurrencia pero me decía “No puedo, tengo novio”.
Pero como a veces la suerte ayuda a los audaces (como decían los latinos), un día llegando a media tarde a la biblioteca la encontré en la puerta, con lágrimas en los ojos y muy nerviosa. Había tenido una bronca con su novio. Al parecer, el imbécil se había dejado el ordenador abierto y ella le había encontrado unos correos electrónicos con su antigua novia holandesa. Los tíos somos un poco cabrones. Incluido yo, que no pude evitar aprovecharme de la situación. Pasé mi brazo por sus hombros, y la llevé a un lugar apartado “vamos Cris, no des a la gente el placer de verte hecha polvo”.
Ella se dejaba guiar sin saber que se estaba metiendo en la boca del lobo. ¿O quizá lo supiese? Jaja lo desconozco pero el hecho es que acabamos sentados en la parte de detrás del aparcamiento, con las espaldas contra el muro, viendo como se hacía de noche. Ella, entre lágrimas, me contaba lo que había visto en el ordenador de Ken y yo, en una maniobra premeditada, la dejaba desahogarse diciéndole las cosas bonitas que a todas las chicas gustan mientras, esta vez sí, la daba de fumar de mis canutos procurando que esta vez estuviesen cargaditos.
–         Necesito relajarme –decía-
–         Fuma lo que quieras, son suaves, aunque no te pases…
–         ¡Joooo eres un sol! Vaya tarde te estoy dando –decía apoyando su cabeza en mi hombro y ya trabándosele un poco la lengua-
Como el buen cazador que estaba acostumbrado a ser (en mi barrio), esperé al momento adecuado pegadito a ella pero sin dejar traslucir mis verdaderas intenciones. Era un caso de libro: Cuando noté que había pasado la fase de disgusto, la de nostalgia, y ya iba a empezar la fase de euforia, la convencí sin demasiados esfuerzos a montar conmigo en la moto y la llevé al monte de las antenas. Era el sitio ideal: cercano, bonito, solitario y con vistas de la ciudad.
Imaginaos para mí, conduciendo mi moto y sintiendo en mi espalda las duras tetazas de Cristina, que iba partiéndose de risa detrás de mí mientras sus manos estaban sobre mi pecho. Mi pantalón estaba a reventar, pero aún no era el momento de actuar. Sólo cuando llegamos a mi sitio favorito, entre los árboles, y ella estaba boquiabierta con la vista de la ciudad de noche, le planté un beso tierno y suave. Profundo, intenso y cariñoso. No hay chica que se resista a un beso así. Vosotras lo sabéis.
–         Cómo besas –dijo divertida y algo borracha-
–         Gracias –dije yo aparentando la timidez propia de nuestra diferencia de edad y haciendo que nuestros cuerpos estuvieran muy juntos-
Tenía que actuar rápido, antes de que se arrepintiese de lo que iba a pasar o que pasase a otra fase menos conveniente “Ven, guapa, vamos a ver la ciudad” –dije yo mientras colocaba mi cazadora en el suelo junto a un árbol-. Una vez más, noté su actitud frente a las órdenes directas.
Me senté apoyando la espalda en el árbol, mirando el contorno de luces de la ciudad, y mandé a Cristina que se sentase conmigo. Sobre mi cazadora, con mis piernas a ambos lados de su cuerpo, y apoyando su espalda sobre mi pecho podía respirar el aroma de su pelo. Ummmm. Joder, qué delicia. Ambos veíamos la ciudad, mis labios rozaban sus oídos al explicarle cuál era cada barrio, y mis brazos la envolvían. La posición era ideal para mis propósitos. Tenía libre acceso a su cuello, su nuca, sus oídos y cada vez que ella giraba la cabeza, a sus labios. Joder, ¡qué necesitada de cariño estaba! Giraba su cabeza hacia mí para que continuase con mis besos, y yo le susurraba cosas bonitas mientras mis manos se metían dentro de su camiseta. Uffff qué piel más suave bajo sus tetazas, aún no le había soltado el sujetador, pero a través del tejido se adivinaban unos pezones durísimos pugnando por salir de la tela.
No opuso resistencia alguna a mis manos. Más aún, cada vez estaba más tiempo girada uniendo sus labios a los míos y explorando mi boca con su lengua. Había soltado su sujetador y mis manos acariciaban sus tetas ya sin ningún obstáculo. Ufff qué sensación era sentir sus duros pezones cómo se interponían y plegaban entre mis dedos según la acariciaba. No quería estropear nada, pero cada vez me comportaba más atrevido presionándolos y tirando de ellos. Cristina empezaba a jadear como una perra. Ella misma quiso dárse la vuelta y ponerse frente a mí, pero la sujeté firme en esa posición. Me gustaba dirigirla y marcar los tiempos, oponiéndome a su ansiedad. Supongo que los porros influían en su deseo. Después de soltarse ella misma con un gesto los botónes de sus vaqueros, me tomó la mano y la dirigió hacia sus braguitas. Yo detuve el movimiento en la costura, a la altura de su cálido abdomen, jugaba con su ombligo, con el elástico de su prenda íntima y con el suave vello de su pubis, pero voluntariamente no llegaba a su sexo. Quería que lo deseara. Sentía como respiraba y gemía. Si paraba mi mano me decía “sigue… sigue” y trataba de llevármela más abajo pero yo me negaba.
–         tócate tú, vamos, obedece que son tu jefe. Hoy mando yo –dije con firmeza-
–         Eshhhperaa –contestó con voz de borracha y haciendo ademán de levantarse-
Por un segundo temí que el juego se había acabado. Pero no. Lo que hizo fue levantar su culito para quitarse sus molestos pantalones vaqueros. Ya sin obstáculos, ni corta ni perezosa, metió su mano dentro de sus braguitas y se puso a masturbarse suavemente delante de mí. Yo alucinaba. Desde mi posición veía completamente el pelo moreno de su coño y como sus dedos lo recorrían longitudinalmente haciendo ruiditos. Me mantuve unos segundos más disfrutando del espectáculo, y luego empecé a picarla un poco más:
–         Ummm con lo mona que parecías, ahora descubro que eres una chica mala
–         Essrsss pp…
–         ¿Quéeee? -no entendí del todo bien su respuesta pero por su sonrisa pícara y el colocón de los porros sospechaba que había dicho algo sucio-
–         Sssoy una putita… -dijo con voz algo pastosa-
–         ¿Sí? Repítelo que no lo he oído bien…
La dejé seguir calificándose con las palabras más cerdas mientras yo cada vez era más duro amasando sus tetazas y tirando de sus pezones. A veces entremezclaba mis dedos con los suyos entre los labios de su encharcado y caliente coñito. Estaba excitadísima y os podéis imaginar cómo estaba yo. No sé como no le hacía daño en la espalda con mi polla que estaba como una piedra. Ella empezó a gemir más y más. Parecía totalmente una película porno “ummmm ummmmggfff sí síiii”. Estaba a punto de correrse, pero no podía permitirlo no fuera a ser que se relajase y no me dejase follarla. Entonces la tomé con brusquedad del pelo y le dije
–         ¡Saca la mano de ahí!
–         Nooo –dijo melosa-
–         Que la saques, ¡joder! –Obedeció-
–         Jooo
–         ¿No eres una putita? Pues a comportarte como lo que eres, pero conmigo…
Entendió perfectamente lo que pretendía de ella. Rápidamente, se arrodilló ante mí que me había puesto de pie. Obedeciendo un gesto mío, me soltó con ansiedad mi cinturón, despojándome a la vez de mis pantalones y calzoncillos. Vi un gesto de aprobación en su cara cuando vió lo que escondía debajo. Mi polla estaba completamente empalmada apuntando al horizonte. Ni corta ni perezosa la metió en su boca y golosa se puso a saborear todos los liquidos preseminales que allí había. Se notaba que era una experta. Con una mano la tomó del tronco y la dejaba resbalar entre sus labios hasta lo más profundo, mientras con su lengua estimulaba la punta. Por aquel entonces nunca me la habían chupado tan bien. Era una auténtica profesional. Quitó la otra mano de mi cadera y se dispuso a llevarla de nuevo a su coñito desnudo.
–         No se te ocurra tocarte, sólo lo harás cuando te de permiso
–         Gggfrfagg –protestaba-
–         Aún tienes que mejorar tu trabajo de chupapollas –Yo estaba crecido, y además notaba que cuanto más sucio la hablase, más excitada estaba- y abre las piernas, me gusta que mi zorra abra las piernas cuando no lleva bragas…
Por supuesto, mis palabras eran órdenes para ella. Era bestial la sensación. Incluido el hecho de tener a una chica a la que admiras desnuda de cintura para abajo y comportándose como una guarra arrodillada ante mi polla. Yo estaba en un estado de gozo tal que dudaba si correrme en su boquita aún perdiendo la opción de podérmela follar después. Con mi mano acariciaba su cabello que me parecía el más suave que había tocado nunca.
Antes de llegar al punto de no retorno la aparté la boca y, ante su sorpresa, me separé de ella y coloqué estirada mi cazadora que estaba en el suelo. Me recosté con la cabeza sobre una gruesa raíz del árbol y con un gesto le pedí que se sentase sobre mí. No puso ningún reparo. Con cierta calma puso cada una de sus rodillas a mi lado regalándome una bonita visión de su coñito hinchado y abierto y las luces de la ciudad al fondo. Abrió sus labios con sus dedos y dejó resbalar la punta de mi capullo longitudinalmente sobre ellos instantes antes de dejarse caer un poco ensartándose en mi polla.
Se inclinó hacia mí y, según mis manos se metían en su camiseta sacando sus tetas por abajo, ella con unos pocos movimientos arriba y abajo se quedó completamente empalada en mi polla. Comenzó a cabalgarme lentamente. Adelante y atrás, alante y atrás, adelante y atrás… con los ojos a veces cerrados y otras abiertos como platos se la veía esmerada en darse el máximo placer. Yo acariciaba ahora dulcemente sus tetas. Duras, redondas, hinchadas, extremadamente suaves, y entre ellas una ligera película de sudor que rozaba con las yemas de mis dedos. No sé el tiempo que estuvo así, pero me esforzaba por retenerlo en mi memoria. Con una voz deliciosa me dijo:
–         ¿puedo correrme?
–         Claro que sí, cielo… pero que yo te sienta
Para mi extrañeza, cambió la posición de sus rodillas echándolas hacia atrás y quedando en una rara posición tumbada sobre mí y aún empalada. Entonces empezó a frotarse. Se movía extrañamente, como dirigida por su propio coñito que había encontrado el punto óptimo de roce sobre mí. Sentía su pelo sobre mi cabeza, y su pelo del coño arañaba ligeramente mi propio pubis. En nuestros puntos de contacto había un mar de fluidos corporales. Cristina seguía frotándose, incansable, gimiendo cada vez más intensamente, hasta que casi gritando comenzó a correrse como si toda su vida estuviese concentrada en cada uno de los espasmos “¡¡¡aaaahhhhh!!! ¡¡¡aaaahhhhh!!! ¡¡¡aaaahhhhh!!! ¡¡¡aaaahhhhh!!! ¡¡¡aaaahhhhh!!!”. Perdí la cuenta del número de sacudidas que tuvo, pero se quedó completamente empapada en sudor y desmadejada sobre mí.
Se quedó tumbada sobre mí. Desmadejada. Respirando con dificultad pero satisfecha. Así la dejé un par de minutos, pero yo aún tenía que cobrarme mi trabajo. Con mucha más suavidad, pero mayor firmeza la ordené “ponte como antes, Cris”. Obedientemente lo hizo y volvió a ponerse sentada y clavada sobre mí. Ahora me miraba con una extraña dulzura. Yo, sin embargo, la follaba con dureza. Movía violentamente mis caderas para asegurarme de que mi verga la entraba hasta el fondo de su ser. Ahora no me cabalgaba. Solamente se dejaba hacer. Se dejaba follar, utilizar. Como una muñeca hinchable que sabe cual es su obligación. Pero eso sí, mirándome con cariño. No pude aguantar mucho más y, entre escalofríos que partían de mi polla y me invadían hasta la punta de mis pies, me corrí dentro de esa diosa. En su acogedor coñito que se había abierto para mí. UUUUUFFFFFFFF. Aún me empalmo al recordarlo jajaja.
Entonces se tumbó de nuevo sobre mí. Y tras unos minutos, se puso a mi lado mientras nos besábamos la boca suavemente. No hacían falta muchas palabras. Sólo experimentaba aún el momento “amor” que se da en estos casos. En tres ocasiones me confesó entre susurros que había sido fantástico. Yo también aguanté unos minutos acariciándola y diciendo palabras cariñosas, pero no demasiado tiempo. Una vez más tenía que actuar con inteligencia y antes de que llegase el momento de su arrepentimiento, la dije con dulzura que nos íbamos y nos vestimos sacudiéndonos el polvo de la ropa. Por cierto, qué bonito es ver cómo se viste una mujer así.
La llevé a su casa y la dejé con lágrimas en los ojos. Ya había entrado en la fase posterior a la euforia y quizá se arrepintiese de lo que había pasado. A mí ya me daba igual, estaba claro que por diferencia de clase y edad, no podía aspirar a nada más con Cristina. Ya había tenido lo que quería. Me había metido en su cálido y perfumado coñito de niña bien, y la había hecho gozar. La había tratado como una mujer, como una novia cariñosa y como una puta viciosa ¿qué más podía pedir?. Cristina me dio un beso en la mejilla y se despidió con un simple “adiós”.
Durante la siguiente semana no la vi por la Facultad. Disimuladamente la busqué, pero no fue a clase o, al menos, no coincidí con ella. Cuando la volví a encontrar en la biblioteca, evitó nuestro contacto visual. Jajaja lo sabía, estaba arrepentida de lo que había pasado. Entendí rápido el mensaje y no hice ningún acercamiento. En realidad me daba igual, pero lo que me jodía era que a última hora de la tarde, llegó el imbécil de su novio holandés y la dio el mismo beso asqueroso que siempre. Ella le había perdonado y me parecía lamentable por su parte.
Con el paso del tiempo volvimos a nuestra rutina de salir a fumar un cigarro. No volvimos a mencionar el tema y yo ya no la ofrecía fumar ni vueltas en moto. No obstante, nos hicimos más amigos y, cuando había sitio, nos sentábamos juntos. A mí, Cristina me seguía poniendo super cachondo, pero no lo dejaba translucir. De hecho, me había buscado una “medio novia” muy parecida físicamente a ella, que era la que recibía las consecuencias de mi estado. Seguía enchochada del imbécil del holandés. Por mis amistades y mi actividad nocturna en un bar de copas me había enterado que el tal Ken en secreto se tiraba a alguna españolita más. No quise decir nada a Cris. Era el típico caso en que diría que es mentira y me echaría la culpa a mí. Además, allá ella. Con todo me moría por follármela más veces pero sabía que, después de lo que pasó, sus precauciones eran máximas.
Así pasó la navidad, el invierno, y entramos en primavera. La primavera la sangre altera, y más cuando la chica que se sienta enfrente cambia sus vaqueros por vestiditos y minifaldas. Para ella era el último año, y no quería suspender ninguna asignatura. El imbécil del holandés también se lo tomaba más en serio, después de estar todo el año tocándose los cojones. Seguro que le aprobarían por el morro por el hecho de ser erasmus y de fuera. Yo llevaba muy bien la carrera y se me había metido entre ceja y ceja follarme a Cristinita alguna vez más antes de que acabase el curso y desapareciese. La había perdido totalmente el respeto, y más aún cuando la muy imbécil hablaba de irse a trabajar a Holanda (y “su Ken” no lo sabía).
Un día, con la biblioteca bastante llena, estaba sentado frente a Cris y el imbécil de Ken a su lado. Ellos susurraban todo el rato y me estaban empezando a molestar. Él se puso a darle suave morreo mientras reían en bajo, y a mí se me ocurrió poner mi pié descalzo sobre el tobillo de ella, que estaba frente a mí. Abrió los ojos como platos sorprendida y tal vez enfadada, pero no dijo nada para que Ken no se enterase y la montase. Entonces empecé a subir mi pié sobre sus medias, por la parte interior de su pierna. Ella estaba más nerviosa, pero no decía nada. Cerró los muslos atrapando mi pié entre ellos y yo, con pequeños movimientos la frotaba.
No pasó nada más. Yo me quedé con un calentón brutal y ella creo que también. Esta vez no tomó medidas contra mí y los siguientes días repetimos el episodio. Mi “masaje” con el pie duraba entre 5 y 10 minutos, y era flipante ver cómo sus mejillas se sonrojaban mientras miraba de reojo a un lado y a otro, o los mantenía cerrados unos segundos. A la muy perra la debía poner caliente el riesgo, y venía todos los días con un vestido. Más aún, empezó a sentarse un poco más hacia el fondo de la biblioteca, en una zona más discreta, donde era más difícil que alguien apreciara nuestra maniobra. Además, allí las mesas eran más estrechas y mis movimientos eran más fáciles y más “profundos”. Con algo tan inocente, la explosión de adrenalina que suponía hacerlo estando su novio presente era brutal y ponía mi polla como una roca.
No obstante, mi mente no hacía más que maquinar la manera de dar una vuelta más de tuerca al asunto. Alguna vez, saliendo a fumar conmigo, quise sacar el asunto en nuestra conversación, pero ella cambió rápidamente de tema y dijo que se metía de nuevo a la biblioteca. Entendí perfectamente. No quería tener un amante ni ir más allá. Le bastaba con calentarse como una cerda mientras un chavalito de barrio “abusaba” de su confianza introduciendo el pie dentro de su falda y llegaba a sus bragas. Para mí no era bastante, ya había probado las mieles de su cuerpo y estaba obsesionado con repetir. Sus feronomas, impregnadas en mi me hacían sentir como animal primario dispuesto a todo, y más cuando percibá los modos dominantes en los que la trataba Ken y su actitud sumisa.
Pasaron un par de semanas cuando se me ocurrió el siguiente movimiento: Hacer discretamente fotos con el teléfono móvil bajo la mesa, de modo que se viera mi pie entre sus muslos. Era arriesgado porque casi siempre estaba Ken, pero eso me aseguraba que ella no iba a hacer nada raro como intentar quitarme el móvil. Estaba todo pensado. A la segunda vez que lo hice, ella se percató y me miró enfadadísima. Entonces, sonriendo y aparentando calma, la escribí un sms “Cris, si quieres que me porte bien y no diga nada, levantate al aseo, quítate las bragas y vuelve con ellas en el bolso”.
Me miró boquiabierta. Pero con un gesto de mis ojos hacia el baño, moví mis labios imperativamente diciendo “¡Vamos!”. Ella automáticamente se levantó y se fue. Esta vez tardó casi 10 minutos en volver, pero algo me decía que obedecería mis órdenes. Volvió con una cara indescriptible, más de enfado que de otra cosa, mientras yo simulaba estar absorto en mis estudios. Yo también estaba nervioso, pese a que trataba de aparentar seguridad. Pensé que se habría disgustado y se me acabaría el chollo. Así que salí a fumar. Ella no me acompañaría. Cuando estaba Ken no lo hacía.
Fumaba algo abatido, pensando que esta vez me había pasado empleando un pequeño chantaje, lo que nunca en mi vida había hecho. Mi sorpresa llegó cuando mi movil recibió el “bip bip” de un mensaje. Era de Cristina: “Eres un cabrón. No sé como te atreves con Johann (Ken) delante. Me has puesto tan caliente que he tenido que tomar algunas medidas jaja. Esto era lo que querías ¿no?”. Y a continuación había una foto de una prenda blanca colgada cuidadosamente en el pomo de la puerta del WC. Joder, os podéis imaginar el subidón que me produjo. Era la confirmación de que deseaba seguir jugando conmigo, y yo la iba a convertir en una depravada. Eso sí, siempre en la clandestinidad. Esa era la gracia del juego.
Terminé mi cigarro y entré con calma y media sonrisa a la biblioteca. Evitaba poner atención en ella y trataba de estudiar, aunque tenía un mensaje preparado en el móvil para enviárselo. Ahora era ella quien me miraba con curiosidad, y yo me hacía el distraido estudiando. Pasados unos 15 minutos, saqué mi móvil y le mandé el mensaje “Cerca de aquí hay una zorrita que no lleva bragas. Quiero que abra las piernas ahora mismo!”. Pretendía hacerla obedecer órdenes, a la vez que introducía palabras sucias entre nosotros. Sorprendentemente, ella había quitado el sonido a los mensajes y tenía el móvil al otro lado del bolso donde no lo viera Ken. Haciéndose la distraida, miró su mensaje y, tratando de no prestarme atención, abrió sus piernas como la había ordenado.
Joder. Qué momento. A mis 18 años descubrí el morbo del dominio con una diosa así. Esta vez sí estaba nervioso y casi no me atrevía a hacer nada. No sé por qué, pero ahora sí pensaba que nos iban a pillar. Llegado a este punto tenía que seguir, así que saqué fuerzas de flaqueza y metí mi pie entre sus piernas llegando a su chochito, únicamente cubierto por las medias. Uffff notaba su calor y su humedad. Cristina frotaba sus ojos con sus manos abiertas simulando descansar. Yo sabía que estaba a punto de estallar. Yo también lo estaba. Me mantuve así un ratito corto y luego, tratando de no se apreciara mi erección bajo los vaqueros, recogí las cosas con rapidez y me fui a casa a encerrarme en el baño. Según estaba haciéndome la mejor paja de mi vida rememorando los momentos pasados, llegó un mensaje de Cristina “Sé lo que estás haciendo. Eres un guarro. Yo también he tenido que volver al WC. He dicho a Johann que me encontraba mal 😉”.
A partir de aquí, nuestra “relación” se revolucionó. Continuamente nos mandábamos mensajes guarros. Especialmente cuando había gente delante. Ambos teniamos asumido que era sólo un juego morboso. No hablábamos del tema entre nosotros, sólo miradas cómplices y mensajes. Para no levantar sospechas, ocasionalmente me dejaba ver por allí con Marta, mi chica que se parecía a Cristina, y que sin saberlo “pagaba” las consecuencias de nuestra historia. Supongo que el imbécil del holandés también salía beneficiado, aunque paradójicamente a mí me hacía sentirme superior a él por el hecho de que su linda novia con quien se ponía realmente caliente era conmigo. En realidad, estaba “trabajando para él”, manteniendo excitada a su novia. Incluso tenía una pequeña colección de bragas suyas escondidas en casa, y yo mismo le marcaba el tipo de ropa interior que debía llevar. Eso me hacía sentir que tenía poder sobre ella y me excitaba sobremanera.
Se acercaba el fin de curso y nuestro juego se mantenía. Ahora era incluso más morboso, porque el tiempo era muy bueno y la ropa era más ligera, aunque yo debía llevar siempre vaqueros u otro pantalón que disimulase mis continuas erecciones. Después de tanto empeño por mi parte para follármela, al final todo llegó por casualidad. Ese día llegó Cristina con Ken y me pareció más guapa que nunca. Llevaba un vestido ligero amarillo clarito con escote y manga corta, como de algodón, y unas sandalias de tiras de cuero marron. Debajo del vestido se adivinaban las formas de un tanga. No mostré mucha atención al saludarla, dije un simple “hola” y volví la cabeza a mis apuntes.
No obstante, al cabo de unos minutos ya estábamos con nuestro “juego” y mi pie rozaba la cara interior de sus rodillas. Rápidamente se mostraron visibles los puntos de sus pezones bajo su sujetador y vestido. Eso me encantaba. Después de un rato de caricias bajo la mesa y miradas cómplices, le mandé uno de mis mensajes habituales de esos días “Cristina, ve al baño que quiero tener ese precioso tanga en mi colección. Y no te entretengas”. Para mi sorpresa, ella me miró y con un leve movimiento de labios me dijo “no puedo”. Yo sabía que no tenía la regla porque la acababa de tener hacía unos días. Me sorprendió, pensé que se negaba a cumplir una “orden”, así que insistí con otro sms “Quiero que lo hagas. Vamos!”. Esta vez sí se levantó, pero el gesto de su cara decía que no lo iba a hacer. Efectivamente, al minuto me llegó un sms suyo desde el baño “no puedo, se va a notar”.
Iba a insistirla más, pero no lo hice. Luego supe que tenía miedo a manchar el vestido y que se viese, pero en ese momento me sentí decepcionado. No sé. El caso es que tomé mi paquete de tabaco de la mesa, y salí hacia fuera. La casualidad hizo que, al pasar delante de la puerta del baño de chicas que estaba en un pasillo nada más salir de la sala, ella saliese de pronto. Entonces la detuve y susurrando dije:
–         Dámelas Cris
–         No puedoooo, las llevo puestas
–         ¿Qué pasa? ¿Ya no juegas?
–         Sí juego. Pero hoy no puedo dártelas, si me las quito se va a notar –dijo apurada y nerviosa de que nos vieran hablando-
–         ¿Se va a notar qué? –susurré yo que no entendía-
–         Pues… -Miraba a un lado y a otro y no sabía explicarme-
–         ¡Joder! –susurré tomándola del brazo y, arrastrándola casi a la fuerza dentro del baño de las chicas-
La verdad es que no sé qué impulso me movió, pero mi gesto violento la sorprendió. Ví el reflejo de su cara en el espejo y, a pesar de que se la notaba apurada, había un brillo especial en sus ojos hacia mí que no me pasó desapercibido. No era disgusto, la estaba gustando mi gesto de coacción. Era como si estuviese tomando por la fuerza algo que era mío y ella se dejaba llevar oponiendo una mínima resistencia para seguir con el juego. Por suerte no había nadie en la zona de los lavabos, pero sí había algunos retretes ocupados. La dirigí hacia uno de los del fondo y cerré la puerta de golpe. La puse contra la pared quedándome yo a su espalda presionándola. Sólo podíamos hablar en susurros porque la pared de esos cuartitos no llega hasta el techo. Por arriba son son abiertos y se oye todo. La dije al oido en un susurro firme y algo violento:
–         Vamos a ver qué les pasa a estás bragas –dije metiendo mi mano bajo su vestido desde la parte de atrás-
–         Mmmmmm
Para mi sorpresa, sus bragas estaban ya mojadas por la zona de su sexo. Cristina estaba cachonda siendo tratada así. Ella sola mantenía las piernas abiertas y me dejaba hacer…
–         ¿Qué hay aquí Cristina? ¿por qué no me las querías dar? –susurré continuando con mi actuación de chico violento-
–         Es que si me siento se va a manchar el vestido.
–         ¡Calla! –dije autoritario-
Me puse a frotar su coñito sobre el tejido de  su tanga y ella jadeaba como una perrita. Abría las piernas y sacaba su culito para facilitarme la labor. Con la otra mano tomé su pelo como si fuera en una coleta y le ordené “Sácate las tetas para mí Cristina”. Ella, que obedecía sumisamente cada una de mis órdenes, se bajó el escote del vestido y las copas de su sujetador. Se la notaba excitadísima con lo que pasaba. Incluso mucho más que el día de los porros y la moto. Era morbosísimo. En el cubículo de al lado, separados sólo por unos centímetros y con el techo destapado, acababa de entrar otra chica y se oía el chorrito del pis contra el agua del inodoro. Parecía que directamente estaba con nosotros. También se oían voces de chicas que entraban o salían y hablaban en los lavabos. De repente pensé que quizá me estuviese metiendo en un buen lío por haberla forzado y susurré:S
 
–         ¿Quieres irte Cristina?
–         ¡Nooo, sigue! –dijo entre jadeos-
–         ¿Qué quieres que te haga, zorrita?
–         Lo que quieras… hazme lo que tú quieras… -su excitación la hizo decir esas palabras algo más alto de lo normal-
–         Sssshhhhh calla joder –dije preocupado- ten cuidado
Cristina, obedientemente, se tapó la boca con una mano mientras apoyaba su otro antebrazo en la pared y su frente sobre él. Ocultaba el rostro pero su cuerpo respondía entregado a mis impulsos violentos. Sus caderas se movían solas sobre mi mano. Yo también estaba muy excitado y no quería esperar más. Después de tantos días de calentón, era brutal tener a Cristina así, con la falda remangada en su cintura, las tetas fuera, los pezones duros moviéndose con su respiración, y tratando de controlar sus jadeos. Con gestos bruscos, ya que continuaba la representación de nuestro juego, me solté el cinturón y el botón del pantalón y tomé mi polla con la mano. Mientras una de mis manos frotaba y apartaba su ya encharcado tanga, con la otra me frotaba a mí mismo anticipando lo que estaba por venir.
–         Cristina
–         ¿Qué?
–         No te voy a quitar las bragas… como tú querías
–         Métemela ya por favor
–         ¡Calla, yo decido cuando te uso!”
–         Por favoooor… -antes de que siguiese hablando se la metí de un golpe– ¡¡ARGGGHHHHHH!!
Era parte del juego mostrarme duro. Ella sacaba el culito para que le entrase más y más, y la vi que se estaba mordiendo la mano con la que se tapaba la boca. Sentía como se movía y todo su cuerpo. Su terso culito, ya con marcas del bikini, sus pechos que estaban fuera de la ropa. La verdad es que tenía la sensación de que estábamos haciendo mucho ruido, pero no sería así pues nadie reparaba en nosotros. De hecho, ahora no se oía que hubiera nadie. Estábamos casi en silencio. Me estaba concentrando para durar mucho tiempo. Me estaba follando salvajemente y por segunda vez a una de las mejores hembras de la Facultad, varios años mayor que yo.
Una vez más sonó la puerta exterior de los aseos abriéndose e, instintivamente, mantuvimos silencio. Me detuve en mis movimientos, pero manteniendo mi dura y gruesa polla ensartada hasta el fondo de su ser. De repente algo nos sobresaltó
–         ¿Cgggistina? ¿Cggistina? –era el holandés-
–         Shhhh no digas nada –acerté a susurrar-
El imbécil, preocupado por la tardanza de su chica había decidido entrar a buscarla. Cristina se acojonó. Se quedó quieta como una estatua y yo, comencé a mover muy suavemente mis caderas saliendo un poco de su húmeda cavidad para volver a entrar hasta el fondo del todo. Por forzar más la situación, con una de mis manos tomé uno de sus pezones y comencé a presionarlo entre mis dedos y a tirar suávemete de él. Ufffff si ya era emocionante la situación, el peligro de ser descubiertos lo acentuaba aún más.
–         ¿Cgggistina? ¿Cggistina? ¿estás ahí? Are you there?
Cada vez se oía más cercana la voz de su novio. La verdad es que acojonaba, pero yo estaba decidido a mantenerme escondido. “¿Cggistina?” Dios mío, ya estaba delante de nuestra puerta que debía ser el único retrete ocupado. El cuerpo de Cristina comenzó a temblar incontroladamente y, para mi sorpresa, su sexo empezó a convulsionarse envolviendo a mi verga. Cada segundo notaba un espasmo más fuerte que el anterior. Mientras veía claramente cómo se mordía la mano para no hacer ruido. La muy zorra se estaba corriendo descontroladamente a escasos centímetros de su novio. Eso es lo que más cachonda la ponía. Yo no pude aguantar más y también empecé a vaciarme dentro del palpitante y caliente coño de la novia del animal que estaba al otro lado de la puerta, en una corrida intensa y abundante. La puerta exterior de los baños se abrió otra vez:
–         ¿¡Pero qué hace un tío aquí!? –Se oyó una voz femenina indignada con la presencia del “perfecto” holandés en el baño de las chicas- ¡Este es el baño de chicas, fueraaaa!
–         Vale… ya me voy ¿puedes mirggag quien está en ese toilet? –dijo con su característico acento-
–         ¡Que te vayas! ¡Fuera! O llamo al de seguridad…
Ufffffffffff suspiramos los dos al unísono cuando notamos la puerta cerrarse detrás de él. Nos habiamos salvado por la campana. Nuestra salvadora seguía despotricando sola sobre el hecho de que un chico haya entrado en el baño de chicas. Quizá pretendiese que desde el retrete que ocupábamos una chica dijese algo, pero Cristina no estaba para hablar. Aún temblaba y nos manteníamos en silencio. Cristina tenía las manos en la pared y respiraba fuertemente, recuperándose del tremendo orgasmo que la habíamos proporcionado su novio y yo. Cada uno con su aportación. Yo aún tenía mi polla dentro de ella, pero notaba como poco a poco empezaba a desinflarse y a resbalarse hacia fuera por el exceso de humedad.
Momentos depués contemplaba sentado sobre la tapa bajada del inodoro, como Cristina había sacado un paquete de clínex de su bolso y se limpiaba el sexo aún inflamado sin darse la vuelta a mirarme. Me levanté y desde atrás la besé en la mejilla. Ella debía tener una empanada mental importante porque tras un gesto de disgusto, cambió a una mirada cariñosa hacia mí. Le pedí que se diera la vuelta, quería verla limpiarse y recomponerse. Esta vez mis órdenes eran cariñosas, y ella, riendose por dentro, terminó de limpiarse frente a mí. Luego subió su tanguita y, con un gesto delicioso soplando con sus labios, me hizo ver que estaba frío porque aún estaría húmedo. Una vez colocado, se bajo y estiró el vestido quedando frente a mí otra vez la misma diosa a la que yo admiraba. Su mirada ahora era como la de una persona adulta que mira indulgente a un niño después de haber hecho una travesura. Supongo que la mía era del orgullo y satisfacción que tenemos los hombres en estos casos.
–         ¿qué hacemos?
–         Primero besarme –Dije poniéndome en pie- y luego sales, dices que te acompañe a casa que te encuentras mal, y me mandas un sms cuando estéis lejos… y no tardes
–         Jaja, das miedo. Lo tienes todo pensado…
–         ¿Qué te creías? Me gusta hacer las cosas bien –dije presumido, orgulloso de mi gesta de hacía unos minutos-
–         Ten cuidado, no venga la bruja que ha echado a Johann… voy a pintarme un poco.
Y se fue con la elegancia propia que sólo tienen las mujeres atrevidas, quedándome en el cubículo tratando de retener en mi memoria los momentos pasados. No fue la última vez que Cristina estuvo en mi poder, pero eso ya lo contaré en la segunda parte.
Como siempre, muchas gracias por vuestros votos y comentarios. También gracias a quien me aporta ideas por email. Como veis, las uso!!!
Carlos
diablocasional@hotmail.com

Relato erótico: “Desvirgando a la super soldado” (POR GOLFO)

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De super soldado a puta sin remedio 2

Esa mañana me desperté al sentir la luz del sol en mis ojos. La sensación de poder con la que me había acostado se magnificó al comprobar que no era un sueño y que en ese momento estaba compartiendo la cama con tres mujeres desnudas.
Haciendo un recuento de los dos últimos meses, recordé que tras una serie de fracasos en conseguir  el super soldado definitivo, tuve que pedir ayuda a Mary Doe, una psiquiatra de prestigio mundial. Ella al analizar nuestro problema, creyó encontrar nuestro error en haber suprimido todo tipo de sexualidad en los especímenes de laboratorio y por eso cuando alcanzaban la madurez, nuestros sujetos irremediablemente se suicidaban.
Entre esa morena y yo elegimos a uno que estaba a punto de salir de la cápsula criogénica y le dotamos de sexo. Debido a su insistencia, la sujeto de estudio  a la que llamamos Alice fue dotada de grandes pechos y una melena rizada acorde con su raza negra y junto con una sargento, nos desplazamos a una isla preparada especialmente para el experimento. Una vez allí, Vicky iba sería su instructora en el ámbito marcial mientras Mary y yo  nos debíamos ocupar del psicológico.  
Os juro que no comprendí la trampa que esa zorra de psiquiatra me había tendido hasta que después de cenar, me reveló parte de su plan al decirme que mi principal función sería el hacer que la super soldado descubriera su sexualidad junto con ellas dos y como no había mejor enseñanza que el ejemplo, indujo a la negrita a que me acompañara al cuarto y ahí me desnudara.
Como me había aleccionado que debía ir paso a paso, cuando Alice me rogó que la acariciara, me limité a ello aunque todo mi cuerpo me pedía el desflorarla. Aun así conseguí que se corriera y cuando yo ya no sabía que hacer con mi pene, llegaron las otras dos mujeres a la cama. Fue entonces cuando Vicky siguiendo las instrucciones de su jefa, me poseyó mientras Mary y la negrita miraban.
Para desgracia de la Psiquiatra, un comentario inocente de esa militar me hizo caer del guindo y llevándola hasta el baño, sonsaqué a esa mujer la totalidad de su plan. Así descubrí que esa cabrona había manipulado psicológicamente a todos, de forma que reafirmó mi tendencia dominante mientras a las otras dos mujeres les había retocado el cerebro para hacer de ellas una sumisas perfectas.  
Al preguntarle sus motivos, Mary confesó que ella misma había sido siempre una sumisa de libro y que al explicarle el experimento, había visto en él la solución a sus problemas para conseguir una pareja que supiera como tratarla.
¡Y vaya si supe cómo tratarla! Cabreado hasta la medula, la obligué a hacerme dos mamadas seguidas aunque ella me pedía que usara sus otros dos agujeros. Pero por mucho que me rogó y usando el mismo poder que ella me había otorgado, le prohibí que se corriera dejándola insatisfecha y caliente  como una mona.
Recuerdo que antes de dormir, casi llorando preguntó:
-¿No me vas a follar?
Muerto de risa, contesté:
-Todavía no te lo has ganado.
El ruido de la negrita desperezándose sobre las sábanas me devolvió a la realidad y al girarme descubrí que Alice me estaba mirando. La luz entrando por la ventana la hacía parecer tiernamente indefensa y aunque sabía que esa mujer sería capaz de destrozarme en una pelea, algo en ella me llamó a protegerla.
-Ven aquí.
La enorme muchacha sonrió con una dulzura apabullante y acercándose a mí, posó su cara sobre mi pecho mientras me decía:
-Doctor McArthur, ¡Tengo miedo!
Sus palabras me sorprendieron porque no en vano Alice era un prototipo de super soldado, creyendo que nuevamente el experimento iba a ser un desastre acaricié  su melena preguntando:
-¿Qué te ocurre? ¿De qué tienes miedo?
Levantado su mirada, contestó:
-Sé que no soy humana y que he sido “fabricada”.
Entendí la raíz de sus temores y por eso, acercando mis labios a los suyos, la besé y respondí:
-No solo eres humana sino una humana preciosa.
Mi gesto fue más efectivo que mis palabras y luciendo una breve sonrisa, insistió:
-Entonces ¿Por qué no se interpretar lo que siento por tí? Desde el momento que te vi, supe que eras mi superior jerárquico pero también que mi vida estaba irremediablemente unida a tu persona.
Intrigado, le pregunté:
-¿Qué es lo que notas cuando estás conmigo?
Reanudando su llanto, contestó:
-Aunque nací de una máquina, en tus brazos sueño que soy tu hija pero a la vez quiero ser tu mujer y disfrutar de tus caricias. Te parecerá raro pero anoche cuando la doctora me explicó que tanto ella como la sargento eran de tu propiedad, me excité pensando que  mi destino era el ser tu esclava.
Sus palabras me recordaron que a nivel afectivo esa musculosa mujer era una niña y por eso midiendo la situación, le respondí:
-Fíjate que a mí me pasa lo mismo. Te quiero como  si fueras mi cría pero también te reconozco que me siento atraído por la idea de hacerte mujer.
Mi respuesta le dio el valor suficiente para decirme con un tono tan duro que hizo que todos los vellos de mi cuerpo se erizaran:
-Mataría por ti.
Y sin darme tiempo a asimilar sus palabras, comenzó a acariciar mi piel con sus dedos. Mi pene reaccionó al instante irguiéndose con una brutal erección. Alice al percatarse de ello, sonrió e imitando lo que había visto hacer a la sargento, sensualmente fue deslizándose por mi cuerpo en dirección a mi entrepierna.
La urgencia que demostró al apoderarse de mi miembro me hizo pegar un grito que despertó a la Psiquiatra. Mary al adivinar lo que ocurría acudió en su auxilio diciendo:
-Deja que te enseñe. Imita todo lo que haga.
Tras lo cual, acercando su boca a mi verga, sacó su lengua y se puso a lamer delicadamente mis huevos. La negrita aceptado sus enseñanzas unió se unió a la morena de forma que entre las dos no tardaron en embadurnar tanto mis testículos como mi erecta extensión.
Viendo que sus maniobras habían conseguido su objetivo, Mary le susurró al oído:
-Hermanita, piensa que es un caramelo que vamos a compartir- y llevando la boca  hasta mi glande, lo empezó a besar con verdadero fervor mientras Alice la imitaba. 
Cómo os podréis imaginar, mi excitación era máxima y por eso no puse ningún impedimento cuando la Psiquiatra separando sus labios se introdujo brevemente mi pene en su interior para acto seguido decirle a la negrita:
-Ahora tú.
La muchacha con una mezcla de deseo y de terror, cogió mi verga entre sus manos y abriendo sus labios se la fue introduciendo lentamente. El modo tan pausado en que lo hizo, me permitió experimentar la tersura de los carnosos ribetes de su boca sobre cada centímetro de mi piel.
-¡Dios! ¡Qué gozada!- exclamé en voz alta al disfrutar del tratamiento.
Mi gemido la convenció e incrementando la velocidad de su mamada comenzó a meter y a sacar mi falo de su boca mientras Mary intentaba conseguir su parte ocupándose nuevamente de mis huevos.  La inexperiencia de Alice se vio compensada por su ardor y por ello comprendí que estaba a punto de explotar. Al avisarle de la inmediatez de mi eyaculación, la negrita me preguntó si la permitía tragársela.
-No solo te doy permiso sino que te lo exijo- respondí fuera de mí y tratándola por primera vez como si fuera una de mis sumisas.
La inflexión dominante de mis palabras lejos de cortarla la azuzó y olvidando toda cordura buscó mi placer con mayor intensidad.  La Psiquiatra disfrutando anticipadamente del triunfo despertó a Vicky para que la sargento fuera también testigo de la mamada de la muchacha y por eso cuando derramé mi simiente dentro de la negrita eran cuatro los ojos los que nos observaban con envidia.
Alice al  saborear mi semen creyó que estaba en el cielo y comportándose como una acolita en poder de su señor, con un fervor casi religioso se ocupó  que ninguna gota se desperdiciara y de esa forma prolongó mi éxtasis hasta límites insospechados. Usando su lengua a modo de cuchara recorrió mi pene recolectando cualquier resto que se le hubiese escapado y cuando comprendió que había dejado mi verga inmaculada, sonrió y me preguntó:
-¿Lo he hecho bien?
-Maravillosamente- respondí y mirando a las dos putas que tenía a mi lado, les solté: -¿No creéis que se merece un premio?
La sargento fue la primera en comprender mis deseos y lanzándose sobre la musculosa negrita, la comenzó a besar mientras con sus manos recorría su cuerpo. La pobre chavala no supo cómo reaccionar y pidiéndome con los ojos que le dijera qué hacer, se mantuvo quieta. Viendo su indecisión, la besé diciendo:
-Disfruta de tu premio mientras me ducho. Mary y Vicky  te van a devolver parte del placer que me has dado.
Al observar que psiquiatra estaba remisa a acostarse con una mujer, decidí antes de castigarle  avisarle de las consecuencias de no obedecer y acercándome hasta ella, cuchicheé en su oreja:
-¡Mueve el culo! O tendré que decirle a Alice que use tu trasero  como tambor.
La perspectiva de ser azotada por alguien tan fuerte como la super soldado la convenció y por eso muerto de risa observé que venciendo sus reparos hundía su cara entre las piernas de la negrita. Convencido de que durante mi ausencia, ese par conseguirían al menos sacar del interior de la cría un par de orgasmos, me metí tranquilamente a duchar…
La psiquiatra me presenta sus dudas.
Al salir del baño me encontré con que las tres mujeres habían desaparecido del cuarto. Suponiendo que debían haber acudido a cumplir sus obligaciones, me vestí y fui a la cocina a desayunar. Una vez allí, Vicky y Alice con uniforme militar me dieron de desayunar, la ausencia de Mary me resultó significativa y no queriendo hurgar en la herida, me abstuve de preguntar por ella.
“Debe estar cabreada” pensé descojonado importándome una mierda sus sentimientos.
En cambio, las otras dos mujeres estaban alegres y colmándome de cariño, me dieron conversación  y solo cuando hube acabado, se fueron a ejercitar. Nuevamente solo, me serví un café y con la taza en la mano, me dirigí a la oficina donde teníamos las cámaras para controlar la evolución de Alice. Al llegar, me topé con una imagen de lo mas insolita.
Lo creáis o no, la psiquiatra se había vestido con una ropa que bien podría formar parte de un disfraz de colegiala. Camisa y calcetines blancos haciendo conjunto con una pequeña minifalda de cuadros. Sin entrar en la habitación me tomé un minuto para dar un buen repaso a esa zorra sin que ella me viera.
“¡Está buena la cabrona!”, sentencié después de fijarme en el culo duro que se dejaba entrever a través de sus braguitas de encaje.
Sin saber a ciencia cierta los motivos que habían llevado a esa mujer a adoptar esa apariencia, tampoco me preocupó porque seguro que no tardaría en conocerlos. Por eso, cruzando la puerta, la saludé con un inexpresivo “buenos días”.
Mary se sorprendió y levantándose de su silla, vino hacía mí gritando:
-Alan, tenemos que hablar. Creo que has cometido un error mayúsculo con Alice. ¡No debías haberla forzado a mantener una relación lésbica!.
Cabreado por su tono, recordé sus inclinaciones sumisas y abusando de mi fuerza, la inmovilicé contra la mesa. Su rebelión duro muy poco, el tiempo justo que tardé en bajarle las bragas y pegarle un sonoro azote en una de sus nalgas con mi mano abierta, mientras le decía:
-Para empezar me debes respeto y  no te permito que me chilles.
El estupor que sintió con ese tratamiento  la dejó paralizada y aprovechándome de ello, le solté un segundo diciendo:
-Pero además estás equivocada. Alice no tiene los prejuicios y tabúes nuestros, para ella, las caricias de otra mujer no tienen el significado que tiene para ti- y recalcando mis palabras con un tercero, le solté: – ¿No será tú acaso la que no estaba preparada?
Con ambos cachetes colorados, la psiquiatra intentó pensar en una forma con la que rebatir mi planteamiento y al no encontrarla, solo le quedó quejarse de  mi rudeza diciendo:
-Amo, ¿Cada vez que le lleve la contraria en el ámbito profesional  me va a castigar?
Sabiendo que tenía razón  pero cómo no podía dar mi brazo a torcer, le solté el último diciendo:
-La culpa es tuya por venir vestida como una zorrita. ¿No esperaras que me quede indiferente ante un culo divino?
El piropo que escondían mis palabras curiosamente le agradó y luciendo una sonrisa buscó meneando su trasero el contacto con mi entrepierna mientras me respondía con picardía:
-Me alegro que le guste pero entonces ¿Por qué no lo ha usado?
Muerto de risa por el cambio experimentado por la mujer, recorrí sus nalgas con mis dedos. Mary al sentir esa caricia gimió de gusto y apoyando su pecho contra la mesa, me rogó que la tomara.  Recochineándome de su entrega, pasé una de mis yemas por su sexo y  lo hallé totalmente empapado.
-Mi putita está cachonda- susurré en su oído.
La calentura de la morena quedó todavía más patente cuando comenzó a frotarse contra mi pene diciendo:
-¡Llevo bruta desde que le conozco!
La certeza de su entrega consiguió que me olvidara de sus afrentas y  ya contagiado de su lujuria, sin más prolegómeno, la ensarté violentamente. La psiquiatra chilló al experimentar quizás por primera vez que era tomada por alguien al que ella consideraba su dueño y facilitando mis maniobras, movió sus caderas mientras gemía de placer.  Tumbada sobre la mesa se dejó follar sin dejar de gemir de placer.
La humedad que inundaba su sexo, permitió que mi pene  se adueñara de ese estrecho conducto libremente mientras ella se derretía a base de pollazos. Berreando como si la estuviese degollando, se corrió cuando yo apenas acababa de empezar y desde ahí, encadenó un orgasmo tras otro mientras me exigía que siguiera follándola.
La facilidad con la que alcanzaba los continuos clímax me revelaron que me enfrentaba a una mujer multiorgásmica y cogiendo sus pechos entre mis manos, forcé el ritmo de mis embestidas  sobre su encharcado coño.
-¡Me encanta!- aulló al sentir el rio de flujo que corría por sus piernas y recalcando sus deseos, me gritó:
-¡Fóllame a lo bestia!
Acuciado por mi propia necesidad, la seguí penetrando con más intensidad hasta que ya con sus defensas asoladas, se desplomó mientras su cuerpo convulsionaba de gozo. La sensación de poder que me dio el sentirla totalmente entregada a mí fue la gota que colmó el vaso de mi lujuria y dejándome llevar y derramé  mi simiente en su interior con brutales explosiones de placer. Agotado y satisfecho, me senté en la silla y mientras descansaba, me fijé que Mary permanecía en la misma posición sonriendo con los ojos cerrados.
La dicha que manaba de su rostro ratificó que no mintió cuando me confesó que todo lo había orquestado para convertirse en mi puta, por eso dejé que descansara durante unos minutos antes de preguntarle qué pasos había que dar para completar la educación sexual de Alice, la super soldado. La pregunta le hizo gracia y con celeridad, contestó:
-Esa mujercita lo único que necesita es que ¡Te la folles de una puta vez!…
La negrita me confiesa su pecado.
El resto de la mañana fue meramente burocrática. Frente al ordenador íbamos tomando datos de la evolución de Alice en las pruebas físicas donde uno tras otro iban cayendo los records de pasados experimentos. Sus registros tanto en carrera como en tiro harían palidecer de vergüenza al mejor de los “marines”. Rápida, efectiva y letal, la muchacha iba camino de convertirse en la super soldado que los mandos del ejército deseaban, sin mostrar hasta el momento ningún  signo del desorden mental que había llevado al suicidio a todos sus predecesores.
Encantado con su progreso, me atreví a preguntar a la psiquiatra como lo veía ella.  Adoptando una postura más rígida de lo normal, respondió:
-Alan, tengo mis dudas. Aunque todo parece ir normal, fíjate en la expresión de su cara cuando mira a la sargento. Parece estar mas preocupada del movimiento de su culo que de las dianas que le va poniendo en su camino.
“Tiene razón”, tuve que reconocer tras observarla, “tiene tanta seguridad en su pericia que se aburre y dedica su tiempo a comerse con los ojos a la rubia”.
La confirmación de que su mente no estaba centrada en el ejercicio llegó del modo mas irrebatible cuando al terminar la negrita se acercó a Vicky, diciendo:
-Sargento, ¿Qué tal lo he hecho?
Revisando sus datos, la militar le respondió:
-Francamente, eres impresionante. ¡Nunca en mi vida había visto unos registros como los tuyos!
Fue entonces cuando sin previo aviso, la negrita agarró de la cintura a su superiora y pegando su cuerpo al suyo, le soltó:
-¡Quiero mi premio!
Tras lo cual, forzó los labios de la sargento mientras con sus manos rasgaba su camisa dejando los pechos de la indefensa mujer al aire. Con una inexplicable violencia, levantó a su víctima entre volandas y tumbándola en el suelo, se tiró encima, inmovilizándola. Os juro que me quedé petrificado viendo cómo acercando su boca a los pezones de Vicky, se ponía a mamar de ellos obviando sus protestas.
-¿Qué hacemos?- pregunté horrorizado a la psiquiatra mientras éramos testigos de esa violación.
Mary con tono frio y sin dejar de mirar la pantalla, me contestó:
-Nada. Alice está tomando su lugar. Se sabe más fuerte y lo único que está haciendo es comportarse como la cazadora que es. Ha visto una presa y la está cazando.
Mientras hablábamos, la negra había terminado de desnudar a la rubia y con una genuina determinación, se había apoderado del sexo de su víctima con la boca. Al catar por primera vez  un coño, su actitud cambió y dejando de lado toda brutalidad, se dedicó a saborear con ternura el flujo de la chavala. Vicky al notar esa transformación se relajó y permitió que la negrita experimentara con ella el placer lésbico.
Convidado de piedra e incapaz de interactuar con la escena que estaba viendo a través de la pantalla, me tranquilizó comprobar que ya no la estaba forzando y por ello, me senté a vigilar cómo se iba desarrollando.
-¡Lo ves!- recalcó Mary señalando a la super soldado: – Un cazador no se ensaña con su presa. Una vez la ha conseguido, se dedica a satisfacer sus necesidades.
Aceptando sus palabras pero temiendo en cierta manera que algún día fuera yo la víctima de esa musculosa mujer, ya sosegado y con espíritu crítico, me quedé observando el modo en que Alice se hacía con la otra militar.
Azuzada por la lujuria, la negra le separó las piernas y contempló el coño de su inesperada amante con interés antes de usar sus dedos para separar los pliegues rosados de Vicky.  Admirando la belleza del sexo de su sargento, la soldado comenzó a lamer con delicadeza el ya erecto botón de la mujer mientras esta cerraba los ojos disfrutando ya del momento.
Os reconozco que disfruté viendo  que Vicky no le hacía ascos al tratamiento del que estaba siendo objeto y gimiendo como posesa, uso sus manos para presionar la cabeza de Alice contra su coño. La confirmación que  esa chavala estaba gozando me llegó al escuchar los gritos de placer que surgieron de su garganta mientras su teórica alumna se recreaba metiendo y sacando su lengua del interior de su cueva.
-¡Me corro!- chilló a los cuatro vientos descompuesta por las sensaciones que estaban asolando su cuerpo.
Alice, sorprendida por la profundidad del orgasmo de esa chavala, intentó secar el torrente en el que se había convertido la cueva de la rubia  pero cuanto más intentaba absorber el delicioso flujo, mas placer ocasionaba a su amante que completamente desbordada no dejaba de gritar de placer.
La visión de esas dos mujeres disfrutando me terminó de excitar y si no llega a ser por mi convencimiento de la necesidad de ahorrar fuerzas para mi encuentro con la negrita, me hubiera desahogado con Mary. Al girarme y observar a la psiquiatra, me percaté que ella también se había visto afectada por la escena y sin la responsabilidad de tener que cumplir, se estaba masturbando sin parar.
“¡Joder!”, exclamé mentalmente al verla y sabiendo que si seguía en esa habitación, iba a terminar tirándomela, decidí salir y darme un chapuzón en la piscina que calmara mis ánimos.
Era tanta mi calentura que ni siquiera fui a ponerme un traje de baño y despojándome de mi ropa, me tiré al agua enteramente desnudo. Con la imagen de Alice en mi retina, comencé a hacer largos en un vano intento de ocultar ese recuerdo en el rincón mas alejado de mi mente. Durante media hora,  nadé sin descanso hasta que ya cansado decidí salir de la piscina.
Lo que no me esperaba fue que, al subir por la escalera, toparme de frente con  Alice. La mujer, trayendo una toalla entre sus manos, esperaba al borde para secarme. Conociendo que mentalmente estaba condicionada a servirme, me pareció natural que esa musculosa negrita estuviera allí aguardando mi salida y haciendo como si no supiera nada de lo ocurrido, cordialmente le pregunté cómo le había ido en el entrenamiento.
Mi sorpresa fue que sentándose en una tumbona, la chavala se echara a llorar desconsoladamente. Impactado por sus lágrimas, me acomodé a su lado y pasando mi brazo por sus hombros, la abracé diciendo:
-Cuéntame qué te ocurre.
Berreando con la respiración entrecortada por el dolor que sentía, Alice posó su cara contra mi pecho mientras me decía:
-Doctor McArthur, me he comportado mal con Vicky.
Conociendo a lo que se refería, insistí en que me contara lo que había pasado porque necesitaba saber qué es lo que le había inducido a forzar de ese modo a la otra militar. La muchacha, reconfortada por mi tono, se calmó e incapaz de mirarme me empezó a explicar su desconsuelo diciendo:
-¿Recuerda que usted me enseñó lo que se sentía cuando una mujer era acariciada por un hombre?
-Sí- respondí escuetamente
– Y ¿Recuerda que en su presencia también experimenté lo que qué se sentía cuando una mujer era tocada por otra?
-Claro- contesté- fui yo quien lo provocó. No en vano fui yo quien les ordenó a Vicky y a Mary que te dieran placer mientras me duchaba.
Reanudando su llanto, Alice se desmoronó al confesarme:
-Esta mañana después del ejercicio, quise ser yo quien tocara y no la tocada.
-¿Qué has hecho?
Con la vergüenza reflejada en su rostro, la negrita ratificó lo que había sido testigo diciendo:
-Sé que estuvo mal pero algo en mí me obligó a coger a la sargento y a obligarla a tener sexo conmigo.
-Comprendo- respondí y mientras acariciaba su rizada melena, la reprendí diciendo: -El sexo es bueno pero siempre que sea consensuado. Debes aprender a reprimir tus emociones o al menos preguntar antes de actuar. Estoy seguro que a Vicky no le hubiera importado acostarse contigo si se lo hubieras pedido.
-Lo sé- llorando contestó- le juro que no volverá a ocurrir pero en ese momento, recordé el modo en que usted tomó a la sargento y sentí envidia de ella. Ahora me arrepiento pero por algún motivo que no alcanzo a entender, quise castigarla.
Fue entonces cuando caí en la cuenta que en su mente infantil veía a las otras dos mujeres como competencia más que como compañeras y recordando mi papel de instructor y dueño, susurré en su oído:
-¿Sabes que tengo el deber de reprenderte?
-Sí, doctor y a eso he venido- contestó sin mirarme a los ojos.
Asumiendo que en la programación de su cerebro, era además su dueño, la separé de mí diciendo:
-Desnúdate, ¡No puedo admitir tu comportamiento!
Obedeciendo mi orden, Alice se puso de pie y en silencio, empezó a desabrochar los botones de su camisa con decisión. Aunque su intención no fue la de calentarme, os tengo que confesar que al ver aparecer sus negros melones me puse como una moto y disfrutando ya de ese nada erótico striptease, no perdí ojo de cómo iban cayendo sus ropas al suelo. Al quitarse el pantalón de campaña, descubrí que bajo esa dura prenda militar, la chavala llevaba un coqueto tanga blanco que le dotaba de una femineidad indiscutible.
-Date la vuelta, ¡Quiero verte el trasero!
Mi orden tuvo un efecto no previsto en la negrita e involuntariamente sus pezones se pusieron duros. Satisfecho, vi cómo se giraba y con su trasero en pompa lo puso a mi disposición. Las musculosas nalgas de esa mujer eran un objeto de deseo que no pude ni quise dejar de acariciar y llevando mis dedos a su piel, comencé a masajearla mientras su dueña comenzada a respirar con mayor dificultad.
-¡Tienes un culo precioso!- le solté al reparar que tenía todos sus vellos erizados.
La cría me miró agradecida pero no dijo nada. Su completa sumisión me permitió obligarla a apoyarse en una de las mesas de la piscina y entonces sin avisar le aticé un sonoro azote en uno de sus cachetes. La sorpresa le hizo gemir pero sin moverse de la posición que había adoptado, esperó que siguiera con el castigo.
“¡Qué curioso!”, pensé al saber que esa mujer que podría hacerme papilla con suma facilidad, deseaba recibir mi reprimenda con auténtica ansia.
La siguiente serie de tundas sobre su duro pandero la soportó sin emitir queja alguna y solo cuando hice un breve descanso para examinar los efectos sobre su piel, se permitió emitir un suspiro al sentir que separaba con mis manos sus adoloridas nalgas. No me constó deducir que ese sonido era en gran parte una muestra de deseo y por eso mientras reanudaba con una mano el castigo, me permití usar la otra para examinar su coño.
-¡Estas empapada!- exclamé al descubrir que estaba totalmente encharcado y recreándome en ese descubrimiento, me apoderé de su clítoris con dos de mis dedos.
La serenidad de la negrita desapareció al sentir el doble tratamiento. La mezcla de dolor y placer asoló su cordura y sin ser realmente responsable de sus actos, me rogó que siguiera.
-A mi zorrita le gusta cómo su amo le trata, ¿Verdad?.
-¡¡Sí!!- replicó con un deseo que no me pasó inadvertido.
Os prometo que si no llego a recordar que la psiquiatra me había avisado que esa niña debía recibir las novedades una a una, hubiese aprovechado para desvirgarla en ese momento. Sabiendo por tanto que no debía mezclar el castigo con  la pérdida de su  virginidad, proseguí azotándola y masturbándola hasta que ya totalmente agotada y después de una serie de profundos orgasmos, perdió el equilibrio y cayó al suelo.
Sin ayudarla, llamé a las otras dos mujeres. Ambas debían estar observando porque en pocos segundos llegaron a mi lado. Asumiendo que era cierto, les solté:
– ¡Seréis putas! La próxima vez que os pillé espiándome, le diré a Alice que os castigue- la cara de estupefacción de ellas me confirmó su  acción y dando por sentado que ese aviso era suficiente, ordené: -Llevad a Alice adentro y ponedle crema en su pandero.
Reaccionando como psiquiatra, Mary se acercó a mí y me dijo:
-Alan, tienes que aprovechar que está débil para hacerla mujer- y con una sonrisa en sus labios, me preguntó: -¿Te parece bien que Vicky y yo te la preparemos?
Soltando una carcajada, acepté de buen grado la sugerencia y queriendo saber mi exacta función, le pedí que me sugiriera cómo comportarme. La morena guiñándome un ojo, respondió:
-Vete a tu cuarto y espéranos allí. ¡Te sorprenderás cuando la veas!- y recalcando sus palabras, me soltó: -la mujer que llegará a tu cama, no será una soldado sino una niña necesitada de cariño.
Tras lo cual entre las dos se llevaron a la adolorida mujer, dejándome solo en el exterior de la casa….
Por fin, Alice culmina su evolución.
Camino hacia mi cuarto, analicé las palabras de la doctora y vislumbré que debía comportarme como un amante dulce y cariñoso cuando ese par llevaran a Alice hasta mi cama.
-La vieja táctica del palo y la zanahoria- mascullé entre dientes- tras el castigo viene el premio.
Dando por sentado las razones psicológicas por las que Mary esperaba que al sentir ternura por mi parte después del duro trato al que la había  sometido, la negrita diera por terminada la primera fase de su educación, me metí a duchar para quitarme el cloro de la piscina. Bajo el chorro y mientras daba vueltas a esa situación, comprendí que a mí también me apetecía ser cariñoso y por eso tras secarme, esperé pacientemente que llegaran las tres mujeres.
Mi espera se prolongó durante casi media hora, pero no me importó al ver el resultado ya que me costó reconocer a la musculosa negrita en la tímida jovencita que entró por mi puerta.  Con su pelo recogido y vestida con un camisón rosa anudado hasta el cuello, Alice parecía no hacer cumplido los dieciocho.
“¡Que belleza!”, exclamé mentalmente al comprobar el cambio experimentado.
-¿Puedo pasar?- preguntó cortada y sin conocer realmente que se esperaba de ella.
El tono inseguro de esa negrita  ratificó que no era más que una niña inexperta deseando convertirse en mujer y por eso la llamé a mi lado diciendo:
-Ven preciosa.
Confundida por mi piropo después del modo que la había tratado se acercó a mí, con paso incierto. La sensualidad que manaba de sus poros y que era patente a través de esa tela transparente me hizo desear todavía más ser el primero en desflorar a esa cría. Reteniendo mis ganas de saltar sobre ella, le pedí que se sentara en la cama.
Alice, incapaz de mirarme a los ojos, se acomodó a mi lado casi temblando. Su nerviosismo quedó patente cuando le dije mientras mordía su oreja dulcemente que era guapísima.
-¿De verdad?- preguntó mordiéndose los labios.
-Sí, eres maravillosa.
Al escuchar mi lisonja, dos pequeños bultos bajo la tela la traicionaron haciéndome saber que con mi sola presencia esa cría se estaba excitando. No queriendo asustarla pasé mi mano por uno de sus pechos a la vez que acercaba mis labios a los suyos. La ternura con la que me apoderé de su boca disminuyó sus dudas y pegando su cuerpo contra el mío, susurró en mi oído:
-Quiero que me haga mujer.
Aunque ella me lo pidió, la vi temblar al ir deslizando los tirantes de su camisón. Uno tras otro aparecieron ante mí sus dos impresionantes pechos y con premeditada lentitud, llevé una de mis yemas hasta su pezón, diciendo:
-Tranquila, si no quieres lo dejamos.
Aterrorizada al pensar que no iba a ser mía, se desnudó por y se sentó sobre mis rodillas mientras me volvía a besar.   Su extraña belleza, ese cuerpo modelado por el ejercicio y  su dulce pero triste sonrisa, hicieron que mi pene  se alzara presionando el interior su entrepierna.
Esa presión no despejó sus miedos y sabiendo que quería formar parte de mi vida, esa mujer decidió que haría su mayor esfuerzo en complacerme para que de esa noche no pasase que fuera mía. Por mi parte, traté de ser todo lo delicado posible y poniendo mis manos en ese duro trasero, la tumbé junto a mí. Ya  con ella en esa posición, me esmeré en acariciar su cuerpo, tocando cada una de sus teclas, cada uno de sus puntos eróticos hasta que conseguí derretirla y ya sumida en la pasión, esa negrita me rogara nuevamente que la desvirgara. Tanteando el terreno, me di la vuelta y me coloqué sobre ella.
Sus ojos llenos de miedo entraban en franca contraposición con su sexo que presionando contra mi entrepierna pedía que guerra.  Mirándola a la cara, pedí con mis ojos el permiso para continuar.

-¡Por favor!- lo necesito.
Sus dudas me hicieron incrementar la lentitud y suavidad de mis caricias. Con la necesidad de no decepcionarla, la besé en el cuello mientras acariciaba sus pantorrillas rumbo a su sexo. El cuerpo de Alice tembló al sentir mi lengua bajando hasta sus pechos, muestra clara que se estaba excitando por lo que tiernamente me dispuse a retirar el tanga de encaje rosa que cubría su entrepierna.
Con el deseo brillando en sus ojos, la negrita me permitió retirar esa prenda y bajando por su cuerpo, asalté  ese último reducto con mi lengua. Nada más tocar con la punta su clítoris, Alice sintió que su cuerpo colapsaba y se corrió. No contento con ese éxito inicial, proseguí con mi lengua recorriendo los pliegues de su sexo hasta que incapaz de contenerse forzó el contacto de mi boca presionando sobre mi cabeza con sus manos.
Para entonces, el sabor juvenil de su coño ya impregnaba mis papilas, reafirmando mi erección y olvidando que debía ser suave, llevé una de mis manos hasta su pecho pellizcándolo. La ruda caricia prolongó su éxtasis y gritando de placer, Alice busco mi pene con sus manos. Sabiendo que estaba dispuesta, acerqué mi glande a su excitado orificio. La negrita, moviendo sus caderas, me pidió que la tomara. Decidido a que esa noche fuera inolvidable para ella, me entretuve rozando la cabeza de mi pene en su entrada, sin meterla.
-¡Fóllame!- rugió pellizcándose los pezones.
Al verla tan entregada, decidí que era el momento y forzando su himen, fui introduciendo mi extensión en su interior. Alice gritó por su virginidad perdida pero, reponiéndose rápidamente, violentó mi penetración con un movimiento de sus caderas y sin que yo hiciera nada más, volvió a correrse.
La humedad que anegaba  su cueva, facilitó mis maniobras y casi sin oposición la cabeza de mi sexo chocó contra la pared de su vagina, rellenándola por completo. Todas las células de mi cuerpo me pedían que acelerara la cadencia de mis movimientos pero mi mente me lo prohibió y por eso durante unos minutos seguí machacando con suavidad su conducto. La lentitud de mis penetraciones llevaron a un estado de locura a esa negrita que olvidando que yo era su dueño, clavó sus uñas en mi trasero mientras me exigía que incrementara el ritmo. 
-Me corro- chilló ya descompuesta.
Deseando que mi clímax coincidiera con su orgasmo, agarrándola de los hombros, llevé al máximo la velocidad de mis embestidas.
-Más fuerte- gritó con su respiración entrecortada.
Obedeciendo de cierta manera,  llevé mis manos a sus tetas y estrujándolas con fiereza, eyaculé en su interior derramando  mi simiente mientras ella no paraba de gritar. Agotado caí sobre ella. Alice recibiéndome en sus brazos, esperó a que tomara un poco el aíre para decirme:
-Llegué a tu cama siendo tu niña y ahora soy tu mujer.
Tras lo cual y sin darme un minuto de pausa, se arrodilló  frente a mí e intentó reanimar a mi adolorido sexo. Estaba tan cansado que estaba a punto de pedirle que parara cuando vi que Mary y Vicky entraban en la habitación, totalmente desnudas. La expresión de la cara de la psiquiatra me anticipó sus intenciones y llegando hasta la cama, separando a la negrita de mí, le dijo:
-Hermanita. ¡Soy la única que no te ha tenido!
Y poniendo su coño frente a su boca, exigió que la negrita tomara posesión él.
 
Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 

Relato erótico: “La casa en la playa 7.” (POR SAULILLO77)

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la metamorfosis y sus complejos pasos

No se muy bien como explicarlo, al despertarme esa mañana no era el mismo chico que se acostó, o mejor dicho, se acostó un niño y se despertó un hombre, no pensé en mi miembro duro pegado a mi tía, ni en mi hermana escondida entre los brazos de Sara, no se que pasó de noche pero estaban las 2 en un lado y yo al otro, cuando al dormir estaba en medio, no pensé en apartarme para no molestar, ni en lo bien o mal que estaba acostarme con mi tía, y menos dormir con ella y mi hermana juntas y desnudas, por que el tanga de Marta no se podía considerar ir vestida.

El sol pegaba fuerte a esas horas y calentaba la habitación, y sin pensarlo mucho acaricié el culo de Sara con mimo, mientras la daba pequeños besos en el hombro y el cuello, ronroneaba al sentir me rozando en su culo y giró su cara para mirarme aún traspuesta.

-SARA: jajaja que alegre te has levantado…..- se sorprendió al lanzarme a sus labios, y me respondió con lengua pasados unos instantes.

-YO: tía, lo de ayer……me encantó.

-SARA: jajajaja y a mi, jajaja levaba mucho sin que nadie me dejara así, estás aprendiendo, con unos trucos más vas a dejar tiritando a cualquier mujer.

-YO: ahora solo quiero dejarte tiritando a ti – sonrió con una carcajada que despertó a Marta.

-MARTA: shhh quiero dormir….- Sara la pellizcó el culo y luego se lo azotó.

-SAR: arriba dormilona.

-MARTA: ¿por que?

-SARA: vamos a la playa, y no querrás ir con esas piernas llenas de pelos….- Marta se miró sorprendida.

-MARTA: ¿si?, podría darme un repaso…….supongo….- se levantó, no si antes jugar unos minutos con Sara a hacerse cosquillas, y se fue.

-YO: yo no la veo pelos en las piernas.

-SARA: ni los tiene…….era para quedarnos solos – y se aferró a mi cuello, me hacia reírme tanto que casi me dolía.

Trató de montarme para inmovilizarme, la cogía una mano pero se liberaba la otra y me acariciaba el cuello, hasta que la di la vuelta dejándola boca arriba en la cama, sujeta, el juego había subido nuestra temperatura y la besé con energía, Sara sonreía lujuriosa al sentir mi miembro dando cabezazos por salir, hasta que dejó de intentar liberarse cuando lamí su pezones, me apretaba la cabeza contra su cuerpo y remoloneaba con gracia y sensualidad bajo mi cuerpo. Entonces me bajó el calzoncillo y la penetré con dulzura, lentamente, daba respingos seguidos de cortos gritos agudos, pero le entró sin dificultades, me abrazó agarrándose a mi espalda mientras sentía como la iba abriendo con gestos lentos y pausados.

-SARA: cielo, que bien lo haces ya.

-YO: ¿así bien o más rápido?

-SARA: jajaja eso no se pregunta, lo sientes, como con la moto, te lo pide el cuerpo.

Embestí tan fuerte que se dio con la cabeza en la mesa de noche, sonrió tapándose la cabeza dolorida, pero gratamente complacida, para cuando quise darme cuenta la estaba follando salvajemente, o me lo pareció, me rodeó con las piernas y gritaba descontrolada, era increíble ver como toda la piel, desde sus senos hasta su barbilla, se ponía roja y tensa, se le marcaban las venas y pareciera de un momento a otro que su cabeza saldría disparada como el corcho de una botella. Rebajé el ritmo un poco, pretendía durar, así que Sara se relajó un poco y pudimos estar devorándonos un buen rato, hasta que se separó para chupármela con avidez lo que podía meterse en la boca, que no era mucho.

-SARA: ¿te gustaría aprender a comerte un coño?

-YO: claro, pero me da cosa…….- metió sus dedos en su húmedo interior y los sacó bañados.

-SARA: no es nada malo, ni repugnante, es algo amargo nada más, pruébalo – olí sus dedos asqueado, y ante su insistencia los lamí, esperaba un sabor mucho peor, fue agrio pero con un potente aroma sensual.

-YO: enséñame.

Sonrió y se abrió de piernas de cara a mi, comenzó a explicar como tocar bien, cosas que ya me había dicho, y otras nuevas, como el clítoris, un bultito que se debía tratar con manos de seda, y chupar o lamer con cuidado, luego me acercó a su entre pierna y me dijo que unos besos tenues en la cara interna de los muslos encienden a muchas mujeres, y lo constaté.

Salía un olor potente y un calor profundo de ella, al besarla en la vulva sentí como se estremecía, luego lamí un par de veces intrigado, y guiado por sus consejos ya me lo comía, se reía hasta que en un momento dado dejó de hacerlo, se tumbó y se dejó llevar, se amasaba los pechos con erotismo mientras le separaba los labios mayores y veía su rosado interior. Terminé metiéndole la lengua como su fuera una boca que besara. Sara se descompuso, sin llegar a bañarme pero tuvo un orgasmo intenso y lento, soltaba gemidos largos con la boca cerrada.

La volví a penetrar por sorpresa sacándola una tos entre el sobresalto y el disfrute, en 15 minutos me perdí entre sus caricias y besos, cambiamos a cuchara y luego de medio lado, hasta que aumenté tanto el ritmo que me creí desvanecer al llegar al orgasmo y sentir como la llenaba, lo que la hizo, esta vez si, correrse manchando las sabanas con un chorro fuerte y casi interminable, se quedó temblado con una gran sonrisa dibujada en la cara.

-SARA: jajajaja así, mucho mejor, te voy a dejar tan bien enseñado que Vanesa me tendrá que poner un monumento.

-YO: si es que me llama……

Sara retozaba a mi lado riendo y besando mi cuerpo, mordiéndose el labio traviesa y acariciándome con delicadeza. Más tarde me quedé en la cama descansando mientras Sara se duchaba y salía con uno de los biquinis nuevos, yo me di otra ducha y al bajar a desayunar todos nos miraban curiosos, notaba que mi madre miraba cómplice a Sara, esta se lo devolvía con cariño, y Jaime me miraba con aires de grandeza.

-JAIME: bueno, ¿fiesta?

-CARMEN: ¡si!, pero abrían la discoteca el mañana ¿no? – Marta y yo nos miramos.

-MARTA: si, ¿quieres ir?

-CARMEN: si, por fi, la semana pasada fue una locura pero me lo pasé genial, quiero repetir todo lo que pueda.

-SONIA: ¿y hoy jugamos a las cartas? – todas tenían ganas de fiesta.

-JAIME: claro.

-YO: a mi la cerveza me siente fatal – era verdad, y no era al único.

-SARA: a mi tampoco me gusta, ¿y si lo probamos con otras cosas?

-JAIME: decidme que os gusta y esta tarde vamos a comprarlo, ¿cuantos seremos?

-CAMREN: todos, aquí nadie se libra, eh Jony….- la miraba sin atreverse a hablar.

-MARTA: ¿y Vanesa se vendrá hermanito? – la miré sin saber que responder.

-YO: dijo que me llamaría, pero no he oído el móvil.

-MARTA: por que lo tienes en el suelo del cuarto de arriba, melón, se habrá caído de tanto vibrar cuando te estaba llamando Vanesa jajajaja – lo dijo de broma pero me sentí estúpido.

Mi móvil era para emergencias, no tenía amigos con los que mandarme mensajes constantes, y los únicos que me llamaban eran mi madre o mi hermana, que estaban allí conmigo, así que lo tenía por ahí perdido, pero ahora esperaba la llamada de Vanesa y se me había pasado por completo. Subí como el rayo a por el móvil entre risas de todos, lo encontré en el suelo al lado de la mesa de noche donde lo dejé, estaba apagado, y descargado, lo tuve que enchufar y pasarme 2 minutos viendo como cargaba para poder encenderlo, al hacerlo sonó varias veces, lo 1º fueron unos mensajes de mis otros amigos en Ibiza, chinchando con lo bien que se lo estaban pasando, la idea de que lo podría estar pasando yo mejor me hizo reír. El 2º mensaje fueron 2 llamadas pérdidas de mi padre, al que llamé al momento.

-YO: hola papá, siento no habértelo cogido, estabamos…..liados.

-ROBERTO: no pasa nada, solo quería saber como van las cosas por allí, hablo con tu madre pero me parece que sigue molesta, ¿se comporta de forma rara?

-YO: bueno…….- decirle algo era hundirnos a todos – ….. un poco, pero ya la conoces, siempre tan dispuesta a agradar a los demás…..- fue lo mejor que se me ocurrió sin mentirle.

-ROBERTO: ¿y tú y tu hermana?, siento haberme ido pero nos ha caído un caso gordo en la policía de Madrid, sale en las noticias a todas horas……..

-YO: no vemos mucho la televisión, estamos en la playa y divirtiéndonos, no te preocupes por irte.

-ROBERTO: está bien, confío en ti hijo, se que soy duro contigo pero se que harás lo que sea por cuidar de tu familia, dale un abrazo a tu hermana…….- como no, las últimas palabras dedicadas a Marta.

Me quedé mirando el móvil esperando más mensajes, pero no saltaban, así que lo dejé cargando desalentado, lo tenia en la mano con el número de Vanesa marcado, sin atreverme a llamar, casi perdiendo toda esperanza. Hasta que lo vi sonar, al mirar la pantalla era la foto lanzando un beso de Vanesa que puso de perfil al llamarme, se me aceleró el corazón llegando el punto en que no me atrevía a coger la llamada, quizá no lo hubiera hecho antes de todo aquello..

-YO: ¿si?

-VANESA: hola, soy yo………Vanesa…..ya sabes, del fin de semana……- “como si pudiera haberte olvidado”

-YO: si, se quien eres, estaba ansioso por ver si me llamabas.

-VANESA: ¿acaso no te fiabas de que lo hiciera?

-YO: pues un poco la verdad……..¿que tal el viaje?

-VANESA: un tostón, compañeras fingiendo ser niñas buenas, con familias pedantes y aburridas, ¿y tú, alguna aventura nueva?

-YO: alguna…….pero me gustaría contártelas en persona – eso no hubiera salido de mis labios en toda mi vida si no fuera por la locura transitoria que atravesaba.

-VANESA: ¿así que tienes ganas de verme?….- sonó ilusionada – … yo también, y no pocas, me lo pasé genial contigo.

-YO: ¿cuando puedo verte? – se me notó desesperado.

-VANESA: cuando quieras, ¿después de comer salimos a dar una vuelta…?

-YO: bueno……..en mi casa van a jugar a algo…..

-VANESA: estoy algo cansada de familias…. – “no creo que de la mía se pueda cansar nadie ahora” pensé –…. me gustaría pasar la tarde contigo, ya sabes, a solas, conocernos un poco mejor, sin tanto jaleo ¿te apetece? – de golpe dejar a Jaime solo en mi casa con todas me pareció aceptable.

-YO: si, desde luego……. me paso a buscarte en moto, y vamos donde quieras, ¿a que hora?

-VANESA: jajaja, pues a las 5 o así, que así no nos morimos de calor.

-YO: pues………. hasta luego, un beso…..

-VANESA: dámelo luego, MUUUUAK – me sacó una carcajada al lanzar el beso y la oí sonreír al colgar, sentí un hormigueo en mi vientre y me quedé con la oreja pegada al teléfono unos instantes.

Estaba enajenado, una noche y una llamada de teléfono, y ya pensaba en quien llevar de padrino a nuestra boda. Sara llamó a la puerta y me miró, torció el gesto leyendo mi cara como un cartel de carretea, y se sentó a mi lado.

SARA: era ella…….¿va a venir?

-YO: si….bueno, no, nos vamos ella y yo esta tarde a dar un paseo.

-SARA: jo…..en fin……cuidaré el fuerte por ti.

-YO: lo siento de verdad, pero………- no sabia que decir, “Vanesa es la mujer de mi vida” sonaba muy fuerte como para decirlo en alto, pero pensarlo era fácil.

-SARA: no pasa nada, te lo mereces, trátala con cariño y será tuya esta misma noche.

-YO: no se si querrá acostarse conmigo – me acarició la cara con calidez.

-SARA: no me refería a eso, cielo – un suave beso en los labios me supo a despedida.

Nos preparamos y fuimos a la playa, esta vez era yo quien no se atrevía a desnudarse, iba con el bañador nuevo, pero jaleado por las chicas me quité la camiseta y de nuevo noté esa sensación de poder, rara y extraña, muchas chicas me miraban al ir al mar, allí jugamos a hundirnos, con Sara muy melosa, supongo que quería aprovechar el tiempo que pudiera, si no hubiera tanta gente creo que me la hubiera follado en el agua, pero solo nos acariciamos con ternura. Salimos a tomar el sol y se quedaron con los senos al aire, eran un espectáculo boca arriba o boca abajo. Sentí de todas formas que su presencia espantaba a algunas chicas que se paseaban cerca de mi, quizá sin ellas hubiera regresado a casa con unos números de teléfono. En cambio lo que hice fue ir a comprar al supermercado con Jaime unas cuantas botellas de ron, tequila y vodka, para sus juegos.

-JAIME: ¿te vas y me dejas con ellas?

-YO: si.

-JAIME: jajaja muchas gracias, quizá me vuelva a follar a Sara y le recuerde quien es el que manda.

-YO: más te vale tratarlas con cuidado, como las pase algo……..

-JAIME: ya sabes lo que va a pasar – lo sabia, pero me daba igual, ¿que más daba? conmigo, o sin mi, no podía dominar sobre lo que ocurría.

Regresamos a casa y comimos entre risas, para echarnos una buena siesta, acostarme con Sara y mi hermana era una pequeña delicia, más con diminutos tangas. Me sonó el móvil varias veces, del que ahora no me despegaba, eran mensajes de Vanesa, tonterías como “no se que ponerme”, “estoy nerviosa”, “tengo ganas de verte”, apenas la contestaba con miedo a meter la pata. Al llegar la hora Sara jugó a no dejarme irme, pero me di una ducha concienzuda y me puse un pantalón de vestir y una camiseta, me pareció que iba bien y me preparé para todo, despidiéndome de mi madre, que me miró con curiosidad y salió a despedirme cuando cogí la moto.

Me fui a casa de Vanesa, era una idéntica a la nuestra, pero había 5 coches tuneados y una fiesta ya montada, con unas 30 personas fuera, al llegar a la puerta, la vi, de pie, hablando con una chica. Iba con un vestido de rayas horizontales negras y blancas, de tirantes con escote recatado y hasta medio muslo, elástico pegado a su contorno, con su melena rizada negra y las gafas de pasta, seguro que con tacones iría tremenda, pero con unas simples zapatillas sin calcetines estaba para comérsela. Al verme se le puso una sonrisa enorme y le susurró algo a la chica que me miró incrédula, le frotó el brazo con cariño y la dejó sola, se acercaba apartándose el pelo detrás de la oreja. Al tratar de aparcar estaba tan nervioso que no daba con el pie de cabra para dejar la moto apoyada, así que fingí quedarme montado por gusto.

-YO: ho…hola.

-VANESA: ¡hola! – se apoyó en mi hombro y me dio un dulce beso en la mejilla con su sonrisa llena de dientes blancos como perlas, y esa ligera separación entre los paletos.

-YO: vaya fiesta…….- miré detrás de ella para llamar su atención, por que no tenía otra forma de poder hablar, sus ojos azules brillaban por el sol y sentía que me llegaban al alma.

-VANESA: ¿has visto?, llevan así 2 semanas, estoy harta de tonterías de críos y sus fiestas de pacotilla.

-YO: ¿y por que viniste si no te gusta esto? – no necesitaba explicaciones, solo no parecer idiota.

-VANESA: por que quedarme en casa es más triste que no salir de vacaciones, la casa es del padre de una de mi clase, que nos la han dejado, era gratis y pensé que seria algo divertido, pero aquí todos se transforman, tengo amigas de matricula chupando pollas por una copa de 8€, estoy por volver a casa.

-YO: ¡no!, por favor, quédate…….- me abrazó girando su cabeza de forma alegre.

-VANESA: si no llegas a aparecer tú, lo mismo me voy, pero ahora tengo un motivo por el que quedarme – se me subió toda la sangre a la cara.

-YO: ¿solo por una noche?

-VANESA: ¡pero que noche……jajajaja!, venga, que no quiero que te vean las cotillas de mis amigas.

-YO: ¿y donde vamos?

-VANESA: me da igual, solo quiero alejarme de esta casa…..¿subo? – amagó con acercarse a la moto.

-YO: claro, pero…….ponte el casco…..- saqué uno del cajetín.

-VANESA: ¿y tú no llevas? Que alocado jajajaja – sentí su pecho cuando se pegó a mi al reírse, se lo puso con estilo, y su cabeza pareció más pequeña, el pelo el abultaba un montón.

Se subió atrás remangándose un poco el vestido y se me abrazó a la cintura, sus senos se aplastaron contra mi espalda y arranqué la moto, sin saber que dirección o donde ir, solo conducía y llegamos al pueblo del mercadillo, me lo señaló y allí paramos, nos sentamos a charlar tomando un refresco, y el tiempo me pasó volando. Era tan fácil hablar con ella, de los estudios, de un futuro trabajo, de un padre autoritario, todo encajaba y todo era divertido a su lado. Dimos un largo paseo y terminamos sentados en unas rocas viendo el atardecer, mientras se tomaba un helado de leche merengada.

-VANESA: ¿seguro que tú no quieres un helado?

-YO: no, trato de cuidarme un poco, cojo peso enseguida.

-VANESA: ya, yo también debería, pero es que no puedo controlarme jejjeje – verla darle lengüetazos al helado era hipnótico, y me miraba siendo consciente de cómo la admiraba.

-YO: eres preciosa…. – alzó la vista con las mejillas sonrosadas – ….quiero decir, que no tienes por que cuidarte, que estás muy buena… – creí meter la mata aún más- …perdona.

-VANESA: jajja no pasa nada, muchas gracias, así me sentiré menos culpable por tomarme el helado jajaja, ¿seguro que no quieres un poco del mío? Lo miras mucho – a quien miraba era a ella.

-YO: un poco – me lo ofreció sin reservas y lamí por un borde, era tan dulce que empalagaba.

-VANESA: ¿y que tal en tu casa?

-YO: puffff la verdad es que es una locura.

-VANESA: ¿pero buena o mala?

-YO: no se que decir……pasan cosas muy raras pero todos actúan de forma normal….

-VANESA: ¿tu madre sigue llevándose mulatos a casa?

-YO: no, ahora se acuesta con Jaime, mi amigo.

-VANESA: ¿y tú? Has estado con alguien…….- sonó terriblemente mal siendo aun pregunta inocente.

-YO: es que….bueno…..no se si ……tú….- me cogió la mano y la apretó.

-VANESA: tranquilo, si has estado me lo puedes decir, no soy una loca celosa.

-YO: bueno, es que si he estado con alguien……….mi tía – casi se le cae el helado.

-VANESA: jajaja ¿en serio?……… ¿y que tal?

-YO: bien…….bueno….raro…pero bien….creo que necesitaba reafirmarse ahora que Jaime pasa de ella……¿te molesta?

-VANESA: para nada, es más, me parece de lo más entretenido, y me gusta que seas tan sincero, ¿lo saben los demás?

-YO: si, como todo, parece que es normal, aunque no lo sea, ayer me pase media noche en una batalla de sexo, lo hicimos en el balcón mientras mi madre y Jaime lo hacían en la piscina, fue una locura.

-VANESA: allí no se aburre uno eh……- me dio con el hombro en el pecho recostándose sobre mi, fue tan raro verla aceptarlo, que pensé que estaba mal de la cabeza. Eso pensaba, pero mi mano bajó a su muslo y estaba acariciándola con los dedos, sin una sola muestra de desagrado.

-YO: eres muy extraña……- me miró a los ojos -….y me gustas mucho – sonrió feliz y sentí el sabor del helado de sus labios.

-VANESA: es raro, a mi me pasa lo mismo contigo, pareces un chico normal, pero estás lleno de sorpresas – y de un giro puso sus dos piernas juntas por encima de las mías, con mi mano apretando su piel, y tan cerca que sentía sus rizos acariciándome la cara.

La rodeé la cintura y me quedé abrazado tanto tiempo que se terminó el helado, y se acurrucó en mi pecho, mirando como el sol desaparecía en el horizonte. No sabia que hacer, así que no hacia nada, solo sentía su respiración sobre mí, creo que la gustaba escuchar mi corazón latir acelerado por su culpa.

-VANESA: te voy a parecer una chocha, pero..…tengo hambre, ¿cenamos? – como el tiempo se aceleraba a su lado no sabia si el helado se lo terminó hacia 10 minutos o una hora.

-YO: ¡claro!, si quieres…..

-VANESA: he visto un puesto de kebab ahí a lado, me vuelvan loca – me cogió de la mano y la seguí hasta puesto, donde el bullicio de la gente nos mezclaba con los demás, pero yo solo la veía a ella.

Se lo comió una con ansia, se reía cuando la salsa le manchaba un dedo al morder y después se lo chupaba, la miraba sin creerme como devoraba aquello, pensaba en la cantidad de chicas finas y educadas que comen como periquitos, dando pequeños bocados de una ensalada, y la vi a ella, dando mordiscos voraces a un panecillo lleno de carne y salsa, tan grande como su cara. Terminó antes que yo, y acabó comiéndose lo que me quedaba del mío. Charlábamos entre risas y me pasé otra hora paseando con ella cogida de la mano, para bajar la comida, después nos sentamos en el borde del paseo un marítimo, en un bloque de cemento, donde Vanesa se reía de si mima por no llegar al suelo con los pies allí sentada.

-VANESA: si es que soy enana……..- puso su pies en alto encima de mi regazo y se pegó a mi cuerpo buscando algo de calor corporal, olí su pelo.

-YO: los mejores perfumes vienen en frascos pequeños……- se mordió el labio al sonrosarse las mejillas.

-VANESA: eso dicen…..y los peores venenos – un mechón rizado cayó sobre su cara, y no pude evitar apartárselo con cariño, me miró tan profundamente que quise besarla.

-YO: aunque fueras el peor de todos los venenos, te volvería a besar sabiendo que moriría – me sentí tremendamente estúpido y bobalicón al decirlo, pero lo supe, sabia que si no lo decía, moriría a los 90 años en una cama, y mi último pensamiento seria aquel momento en que no lo dije a esa extraña mujer que la quería.

-VANESA: ohhhhhh que dulce… – creo que toda mujer aspira a que un hombre la diga algo así para poner “esa” cara entre el romanticismo y el amor, y allí la tenia delante de mi – …por suerte no soy venenosa.

Hizo fuerza para sentarse en mi regazo cruzándose de piernas de forma sensual, y apoyó sus manos en mis hombros, tan cerca que podía notar el aire salir de su boca, la cogí de la cadera para que no se cayera, o para meterla mano, y me buscó una primera vez con los labios, a la segunda no fallé, y nos fundimos en un beso de película. Arqueaba la espalda de forma generosa mostrándome sus pechos mientras que sus gafas incordiaban de forma divertida, repasaba el contorno de su pierna con una mano mientras que sentía sus labios tirar de los míos tras cada beso largo. Luego su lengua se abrió paso con delicadeza en mi boca, y al enlazarla con la mía se separó medio centímetro mordiéndose la lengua y apretando los ojos en una sonrisa que me derritió por completo.

-VANESA: besas muy bien, me gusta que me dejes llevar el ritmo – si la decía que era casi inexperto no me creería.

-YO: me gustas mucho Vanesa.

-VANESA: jajaja y tú a mi más, nunca había sentido nada tan fuerte por alguien al que casi no conozco.

-YO: ¿y por qué? no he hecho nada

-VANESA: puede que sea eso, que no eres un moscón que trata de lucirse, o que va tonteando con niñatas por un polvo rápido, no se…..

-YO: no me conoces tanto, quizá sea un cabrón, o un cerdo, solo nos hemos visto 2 veces.

-VANESA: puede, pero soy un poco bruja, y cuando veo a tío de esos los calo a la 1º, en cambio a ti…….eres raro, desde que te presente tu hermana, como hablas, o como bailas, como tocas, todo es diferente…..extraño, y me atrae – la pellizqué en la mejilla y sonrió un poco. La abracé y ya pensaba donde ir nuestra noche de bodas.

Eran las 2 de la mañana y aún no querría despedirme de ella, ni ella de mi creo, pero la vi gesto cansado, sin duda de volver de viaje, había hecho un esfuerzo para quedar conmigo, así que se agarró de mi brazo como una gran señora y volvimos a la moto, me daba miedo que se quedara dormida detrás de mi y se cayera, así que la senté delante y me puse detrás sujetándola, y me pase media hora conduciendo lentamente con ella adormecida sobre mi pecho, la rodeaba la cintura con una mano mientras conducía con la otra por la noche, y sentía su cuerpo tibio sobre mi. Al llegar a su casa y parar se despertó.

-VANESA: ¿ya estamos en tú casa?

-YO: no….bueno, pensé….querrás descansar…..estamos en la tuya.

-VANESA: ah….vale…gracias, la verdad es que no he sido bueno compañía al final, pero estoy muy cansada, lo siento.

-YO: ¡no, por dios!, ha sido perfecto, tú eres perfecta – la apreté del estomago y se río ante al presión.

-VANESA: como sigas diciéndome esas cosas al final me voy a enamorar – giró su cara y me dio un pico, largo y tenue.

Se quitó el casco, su melena negra brilló con la luz de la luna y sus rizos botaron alegres, lamenté no haberla llevado a mi casa. Me dio el casco y me cogió de la cara para volver a besarme, tantas veces que acabó adormeciéndose de nuevo en mis brazos. La cogí de la cintura y las piernas, como si fuera mi mujer en la noche de bodas, y la metí en su casa, se agarró de mi cuello y me iba diciendo donde era, la casa estaba llena de gente riendo, hablando y algunos dándose el lote, la dejé en su cuarto con un cuidado excesivo y se quedó hecha un bola sobre la almohada sin llegar a despedirse. Medité si quedarme a dormir con ella, pero simplemente la arropé le quité las zapatillas, las gafas, y me fui dándola un beso en la frente apartándola lo rizos.

-YO: hasta mañana princesa – solo recibí un mugido como respuesta.

Volví a mi casa diciéndome que no podía ser real, olía su perfume en el casco mientras pensaba que esa mujer era demasiado perfecta, encajábamos como 2 piezas de puzzles diferentes, pero encajábamos. Al llegar a casa se me pasaron los pensamientos de Vanesa, había un ruido estruendoso, mucha luz y gente gritando, “¡Jaime!”.

Al entrar era peor de lo que esperaba, todos desnudos. Sonia estaba en el sofá follando con Jaime, le montaba como a un caballo mientas él amasaba como podía sus senos. Mi madre se la estaba comiendo a Jony, que estaba tumbado inconsciente en el suelo, y Marta estaba haciendo la tijera con Sara, que la acariciaba el clítoris con el pulgar. Al verme, Sara se levantó dejando a Marta con ganas de más.

-SARA: ho, hola …..sooooobrino……- apestaba a alcohol y tenia el cuerpo pegajoso.

-YO: estas pringosa…….

-SARA: ya…ya.es que….. pedi atrevimiento y ……hip, me han usado como vaso, para beberse los chupitos de tequila, ja, me echaban la sal en el vientre, el limón en los pezones, y bebían de mi ombligo jajajajjaa.

-YO: ¿pero que ha pasado?

Y se pasó media hora repitiéndome lo mismo, por lo visto jugando a lo mismo de siempre, pero con chupitos de vodka, tequila y ron, se habían pasado desde la 7 de la tarde hasta ahora bebiendo sin parar, mano tras mano, hasta pulirse 6 botellas entre todos, a palo seco sin mezclar. Sonia había logrado mantenerse con ropa hasta el final, pero el resto no, y cuando Jony se sacó el rabo empezaron los problemas. Sonia tuvo que masturbarse con un pepino, mi hermana chupársela a Jony, mi madre comerse el coño de Sara, y Jaime masturbó a las 4 con las manos y se comió el culo de Marta. Mi madre reconoció que estaba deseando encontrarse con el mulato, Marta que se había cepillado a un profesor de la universidad, y Sara que Marta la ponía cachonda, lo que incitó a que Jaime hiciera a Marta comerse el coño de Sara. La sorpresa llegó en la última mano, la del sexo, perdió Sonia, y en vez de elegir a su noviete, escogió a Jaime, que la estaba follando desde entonces, y los demás estaban a su alrededor tratando de divertirse.

-SONIA: ¡JODER, QUE BIEN FOLLAS!

-JAIME: ¡me cago en dios, que par de tetas! – las aplastaba y luego las azotaba.

-SONIA: ¡quiero que me folles a partir de ahora, que gusto joder!

-JAIME: ¿y Jony?

-SONIA: que le den por el culo, ¡míralo!, una mamada de Carmen y se desmaya, tú si que sabes hacerme sentir mujer – se agachó y casi logró asfixiar a Jaime con sus pechos, él la separaba las nalgas mientras la destrozaba su coño con un ritmo que la tenía chorreando.

-SARA: ¿y tú que tal? – lo dijo mientras se abría de piernas sentándose en el sofá, y Marta acudía a seguir lamiéndola.

-YO: bien……..es un cielo de mujer.

-SARA: que lastima, por que Marta es hábil, pero no tiene polla, ¿esta noche puedes ayudarme?

-YO: no sé, tía, quiero tomarme en serio lo de Vanesa.

-JAIME: no te preocupes Sara, cuando termine con esta vaca, me voy a por ti – Sara sonrió, supongo que quería volver a sus brazos.

-SARA: pues date prisa.

Se la dio, sacó su miembro de Sonia y se la hizo chupar, recogiéndola toda la larga melena caoba, y luego follándola por a boca hasta llenarla de esperma hasta mancharla los senos. Luego cogió a Sara de la mano y se la llevó arriba, donde al rato ya se les oía follar.

-MARTA: tranquilo……la tía va como un cuba…….- lo decía como si ella no lo estuviera, de rodillas reposando los brazos en donde había estado Sara.

-YO: no me preocupa…..- sabía que quería volver con Jaime, y ya lo tenía.

-MARTA: es mamá la que me preocupa, lleva 1 hora chupándosela a un tío desmayado.

-YO: mamá, para – alzó la vista con los ojos entre cerrados.

-CARMEN: ¡ah……hola hijo!…..¿cuando has llegado? – casi se cae al ponerse en pie.

-YO: hace un rato, creo que deberías acostarte.

-CARMEN: estoy bien, solo necesito sentarme un rato…….- se derrumbó en el sofá, y antes de acercarme se quedó frita, tanto que ni zarandeándola se despertó.

-MARTA: tenemos que llevarla a la cama……

Lo dijo pero la realidad es que la llevé yo solo, y ella iba detrás tratando de no vomitar por el esfuerzo de cada escalón, no fue como con Vanesa, mi madre era un peso muerto, y por indicaciones de mi hermana la mojé la cabeza en la ducha, antes de ponerla un camisón y dejarla en la cama como un saco de patatas, pese a ponerla de lado pro si vomitaba, parecía tirada.

-MARTA: puffffff no vuelvas a faltar……esto se nos ha ido de madre…..

-YO: ya se iba de madre conmigo aquí.

-MARTA: no es lo mismo…….el puto Jaime me ha comido el culo, me ha puesto a mil con su lengua, es un cerdo, pero como sabe moverse el condenado.

-YO: deberías darte aun ducha.

-MARTA: si….pero me da miedo caerme………¿me ayudas? – no pude negárselo, no fue un treta sexual, casi se resbala al ponerse una zapatilla, en una bañera de cerámica era un desastre en potencia.

La metí en la bañera y la dejé sentada, como si fuera una bebé de 1 año, la mojaba la cabeza y frotaba la espalda con gel, me tiraba espuma a la cara y se reía, la di un aclarado y se puso como pudo unas bragas que la busqué, no eran ni suyas creo. Sonia se fue arriba a trompicones a dormír dejando da Jony en el suelo abajo, y mi hermana y yo nos acostamos en una habitación libre, se me abrazó y se durmió. Me pasé media noche tratando de saber que hacer con Jaime, si es que podía hacer algo, pero me dormí pensando en Vanesa, y sus rizos ocultando sus ojos azules.

Me despertó el peso de Sara acostándose a mi espalda, apartó a Marta y me obligó a abrazarla, su hedor de la noche dio paso a un fresco aroma a frutas en la piel y el cabello, se habría dado una ducha y estaba con el tanga biquini ya puesto abajo y los senos al aire.

-SARA: hola, ¿que tal ayer?

-YO: bien, llegué a las 2 pasadas, se os fue de las manos……..

-SARA: ¡ya te digo!, traté de que Jaime no se pasara, pero es listo el cabrón, usó a Marta para sacarme de quicio,

-YO: ¿has visto a mi madre?, estaba muy mal……..

-SARA: está bien, en la cama tirada como si la hubieran dejado caer …– entonces seguía como yo la dejé –… ¿y tu damisela?

-YO: bien, te lo dije anoche……

-SARA: cielo, no me acuerdo ni si cenamos…….

-YO: pues fue increíble, fuimos en moto, dimos un paseo, tomamos un helado, cenamos, y nos besamos durante mucho tiempo, al volver se quedó tan adormilada que tuve que llevarla a la cama.

-SARA: jajaj el viejo truco no falla, ¿bebisteis alcohol?

-YO: no, ¿que truco?

-SARA: cariño, somos mujeres, no marmotas, sobrias podemos despertarnos y acostarnos solas, pero de vez en cuando queremos que un apuesto hombre nos lleve en brazos a la cama, y que sea lo que dios quiera….- me sentí tonto al no quedarme con Vanesa.

-YO: ¿crees que lo hizo?

-SARA: si la cita fue bien, si.

-YO: no era una cita…

-SARA: jajaja ¿no? ¿Toda una tarde/noche de paseo por la playa, tomando helados, dando besos y cenando juntos? Claro que era una cita, pequeñín.

-YO: pero ella no lo dijo.

-SARA: que inocente eres, que lo diga es diferente a que lo sea, ¿iba mona?

-YO: ¡si!, con un vestido a rayas muy bonito…….- el gesto de Sara dándose la razón hizo que en mi cabeza se cayera un muro de estupidez.

-SARA: jajaja lo bueno es que le gustas de verdad, y si fuiste todo un caballero, ahora mismo estará pensando en ti, en tus fuertes brazos subiéndola por las escaleras, en el calor de tu cuerpo en contacto con el suyo, y el ritmo de tu corazón latiendo en tu pecho – lo decía mientras recorría con sus dedos mi cuerpo.

-YO: te follaste a Jaime – solté de golpe, eso la descolocó.

-SARA: bueno……..si…..estaba muy borracha…..pero si.

-YO: ¿ya no estás harta de él?

-SARA: no es eso, cielo, es solo que llevaba media tarde cachonda perdida, necesitaba apagarme, y tú me dijiste que no – en eso tenía razón.

-YO: es que quiero…….necesito que lo de Vanesa salga bien.

-SARA: ¿le dijiste algo? ¿de nosotros?

-YO: todo.

-SARA pues si lo sabe y continua, no sueltes a esa chica …– no pensaba hacerlo –… por cierto, toma tu móvil, no para de sonar.

Me lo dio y tenia 20 mensajes de Vanesa, todos eran sonrisas y guiños, palabras dulces y cariñosas, incluso me mandó una foto de ella despertado en la cama, parecía recién levantada pero no podía ser si ella misma se hacia la foto, aún así me gustó el detalle. Al responderla con un saludo me dijo que sus amigas iban a la playa, preguntando si iba a ir yo, dije que si con los ojos cerrados, y la mencioné donde solíamos ir. Me puse en pie y me di una buena ducha, la casa cogía vida y Jaime salió del cuarto de Sonia, a la que se había vuelto a tirar por la mañana. Nos encontramos a Jony en el sofá de abajo, ido, Sonia le sacó de casa a patadas y le dijo que no se molestara en buscarla más. Mi madre fue la última en salir, iba con una resaca enorme, me dio un abrazo y me preguntó por Vanesa, sonrió alegre al escucharme hablar de ella, y al saber que la vería en la paya apresuró a todos a prepararse.

-CARMEN: vamos chicos, que es un día largo, desayunen bien.

-YO: ¿largo?

-CARMEN: es jueves, ¡hoy abre la discoteca!

-MARTA: ¡jajaja eres insaciable mamá!, ¿quieres ir de verdad?

-CARMEN: ¡pues claro!, y esta tarde más juegos, quiero divertirme.

-SARA: jajaja os lo dije.

-JAIME: por mi vale.

-SONIA: pues ir buscando maromos, por que Jaime es mío esta noche, lo de ayer me dejó muerta.

-JAIME: jajaja, todo tuyo – la azotó con fuerza varias veces, fue como un ficha de dominó, y las 3 mujeres suspiraron al escuchar los azotes, ya se las había follado a las 4 y las tenia en su mano.

-YO: yo con Vanesa no sé si me quedaré….

-CARMEN: tráetela, no pasa anda.

-MARTA: claro, si quiere que venga.

-YO: no se si nuestros juegos la gustarán.

-JAIME: solo nos divertimos, tú tráemela – de la mirada que le eché achantó la cabeza.

-YO: vendrá si ella y yo queremos venir…- mi madre me cogió del brazo, como hacia con mi padre cuando sabia que estaba enfurecido – …se lo preguntaré.

Fuimos a la playa y me pasé un rato buscando a Vanesa, mientras que Jaime se daba un festín con Sonia, todas con sus relucientes biquinis diminutos de tanga, hasta que en horizonte vi a un grupo de chicas, y a un lado a Vanesa, con una camiseta grande enseñando un hombro y tapándola hasta las rodillas.

-CARMEN: ¿es esa?, es mona.

-YO: es muy guapa.

-MARTA: jajaja tú tranquilo …– me frotó la cabeza, sabia que yo necesitaba que funcionara. Al verme Vanesa, correteó y dio un salto para llegar hasta mí, que me adelanté, me cogió de la nuca y me dio un beso corto y suave.

-VANESA: ¡hola! – se apoyó en mi pecho y levantando un pie de la arena.

-YO: hola, ¿has descansado?

-VANESA: si, fue muy dulce que me acostaras, deberías haberte quedado a dormí…….- “Sara tenia razón”.

-YO: es que estabas tan tranquila que no quería molestar.

-VANESA: tú nunca me molestas…….- me dio otro beso y vi como alguna de sus amigas la miraban sorprendidas, supongo que igual que mi madre y mi hermana nos miraban, detrás de mi.

-CARMEN: hola bonita, encantada, soy la madre de Samuel…….- le dio la mano.

-VANESA: jajaja si, ya la vi en la discoteca el otro día.

-CARMEN: espero que no hiciera el ridículo, hace mucho que no salgo jajajaja

-VANESA: nada mujer, yo tampoco, pero ese día mereció la pena salir……- me cogió de la mano y mi madre suspiró emocionada.

-CARMEN: jajja si, mi niño es especial.

-MARTA: hola, soy su hermana, Marta.

-VANESA: ¡ah, si! jajaja no para de hablar de ti, te pone por las nubes.

-MARTA: es muy amable, y un buen chico, no me gustara que le hicieran daño…….- salió la vena protectora de una hermana mayor.

-VANESA: Samuel es mucho más fuerte de lo que parece – no sabia si la cosa iba bien o mal, pero al menos Vanesa no se achantaba.

-CARMEN: pues un placer conocerte, y si no te parece muy osado, esta tarde vamos a jugara un rato en casa antes de ir a la discoteca, si te quieres venir, estás invitada – quería habérselo dicho yo antes.

-MARTA: no te sientas obligada, pero para ir conociéndonos y eso…….

-VANESA: claro….- me miró a los ojos buscando aprobación – …si no molesto – la abracé con dulzura.

-YO: tú nunca molestas – sonrió y me perdí en sus ojos.

-CARMEN: pues nada, nos vamos a dar un chapuzón, aquí os quedáis, “tortolitos” – se separaron y me quedé con Vanesa.

-YO: lo siento, quería decírtelo antes, pero……

-VANESA: no pasa nada.

-YO: si pasa, en esos juegos…..se bebe mucho, y Jaime se aprovecha, ayer se folló a Sonia, la tetona de ahí, la única que le quedaba sin estrenar, para luego tirarse a mi tía, la rubia de la lado, se las señalé

-VANESA: ¿esa es la que estos días te has…….? … – asentí – ….me voy a tener que poner celosa, es muy guapa jajajaja

-YO: si……parecía ir en serio con lo de hartarse de Jaime, pero cuando llegué me pidió que la tomara, y al decirla que no, se lío con Jaime.

-VANESA: ¿y por que le dijiste que no?

-YO: pues…….por ti…….¿no? – me cogió de la cara poniendo morritos, como si hubiera dicho el poema más hermoso jamás escrito.

-VANESA: jajaja no somos novios, y ayer ya te dije que no me molestaba.

-YO: pues me gustaría…..- giró la cabeza confusa.

-VANESA: ¿que me molestara?

-YO: no………..ya sabes….lo otro…….- estaba rojo de vergüenza, para ser una petición de noviazgo fue pobre, pero era a mi 1º vez.

-VANESA: ¡¿quieres que seamos novios?! – lo dijo tan ilusionada que me pareció irreal.

-YO: pues…….no se….ayer lo pasé muy bien….eres genial, y……..pensé que….- me cogió de la mano y se frotó la mejilla con el dorso.

-VANESA: ¡pues claro que si, bobo!, ¡me gustaría un montón jajaja! – se aferró a mi cuello y se estiró para besarme un par de veces.

Nos sentamos apartados bajo una sombrilla y hablamos un buen rato, me divertía mucho como hundía los pies en la arena y jugaba con los dedos mientras caía, luego se quitó las gafas y vi que era tan guapa con ellas como sin ellas, pero con ellas tenia un morbo especial. Se puso en pie y se sacó la camiseta, dejándose en biquini, era de colores vivos a rayas, con lazadas a los costados, la nuca y la espalda, amplio sostén para guardar la mayor parte de 2 pechos grandes y salientes, un culo firme, redondo y bien puesto, con un vientre fino y cintura diminuta, con buenos muslos pero el resto de piernas o brazos finos y esbeltos.

-VANESA: jajaja no me mires así, que me da vergüenza…..- “¿de qué?” quise saber.

-YO: lo siento…….es que……eres espectacular.

-VANESA: ¿de verdad lo crees?, yo me veo un poco rara, muy delgada por unas partes y ancha por otras…..- no mentía ni decían nada raro.

-YO: lo digo en serio.

-VANESA: ¡pues me has alegrado la mañana! jajjaja, ¿vamos al agua?, me estay asando aquí.

Al quitarme la camiseta creo que me sentí como ella, iba con el bañador nuevo y me veía arrebatador al observar como me comía con los ojos, como creí que nadie haría nunca. Me cogió de la mano y nos metimos en el agua, pensé en jugar a hundirnos con ella, pero antes de que pudiera hacer nada, se me echó encima, se subió a mi espalda, y entre risas nos hundía a los 2. Al rato, la vi con todo su pelo mojado, y sus indestructibles rizos, le daban un aire salvaje que me encantaba, pero creo que revolcada de mierda también me gustaría. Se acercó a mí contoneándose, escurriéndose el pelo con las manos en un hombro, y se me subió a pecho pegando sus senos a mi cara, la abracé con ganas de no volver a soltarla nunca, y nos quedamos flotando como nenúfares dejado que el oleaje nos meciera.

-VANESA: si no quieres, no iré esta tarde.

-YO: no es que no quiera, me da miedo.

-VANESA: ¿por lo que pueda ver? Ya vi a tu madre muy suelta…..

-YO: mientras solo sea ver….pero si juega Jaime se aprovechará, siempre lo hace.

-VANESA: ¿y tan malo es?

-YO: ¿y si te enamoras de él como ha hecho con todas?

-VANESA: jajaja no seas crédulo, no las tiene enamoradas, las tiene encoñadas, no las conozco así que no juzgaré, pero me suena a un chulo playa y 4 salidas.

-YO: tal vez……..eso querría pensar……pero el resultado es el mismo, se las folla a todas, y no quiero que te toque.

-VANESA: pues no iré, pero tarde o temprano tendré que acercarme tu casa si vamos a ser novios, no puedes evitarlo siempre.

-YO: ¿y que hago?

-VANESA: confiar en mi, como yo confío en ti, te has acostado con tu tía y no me afecta, tal vez haga alguna locura, y si bebo más, pero solo quiero estar a tu lado, y si para ello tengo que pasar un mal trago, lo haré.

-YO: ¿y si lo que pasas es un buen rato…..con él? – pasó sus dedos por mi cara.

-VANESA: lo disfrutaré, y volveré a tus brazos.

Quise abrazarla tan fuerte que nos convirtiéramos en un solo ser, lo notó y se dejó caer sobre mis brazos, nos dimos una serie de besos cariñosos antes de volver a la orilla, allí nos tumbamos, apartados, a tomar el solo. Me quedaba mirando su piel, las gotas de agua salada resbalar por su costado y el sol iluminando su espalda, a la 4º vez que me pilló, me cogió de la mano y pasamos media hora jugando a entrelazar los dedos.

-YO: ven…….contigo me siento firme y seguro.

-VANESA: iré, pero solo por ti, recuérdalo cuando pero lo estés pasando.

-YO: lo haré – rodé a su lado y me recibió de costado, dándonos besos y carantoñas un buen rato, hasta que sus amigas la avisaron, se iban ya, Vanesa las miró con ganas de mandarla a la mierda y quedarse conmigo, pero se puso la camiseta y me abrazó tanto tiempo que sus amigas ya si iban, corrió tras ellas, a saltos alegres, y gritando.

-VANESA: luego nos vemos.

Al volver con mi madre, estaban todas con los senos al aire, y Sonia besándose con Jaime, que le estrujaba de los pezones con descaro. Marta estaba escuchando música mientras Sara y mi madre estaban sentadas charlando, al decirlas que Vanesa venia se alegraron más que yo, y me frieron a preguntas sobre ella. Regresamos a casa, durante la comida no dejaba de recibir mensajes de Vanesa, de golpe entendía a todos esos que van con el móvil en la mano a todas horas, tonteábamos diciéndonos chorradas, y descubrí que en vez de mandar emoticonos con caritas, mandaba fotos de ella poniendo caras, me resultó tan originalmente divertido, que hacia lo mismo.

Me acosté con Sara y Marta, para echarme una siesta, y escuchar de fondo a Sonia gritar como una cerda siendo sacrificada mientras Jaime le destrozaba. Para cuando llegó la hora de ir a buscar a Vanesa, mi hermana y Sara ya estaban con sus juegos medio inocentes de hacerse cosquillas, siempre conmigo de por medio. Fui en la moto a buscar a Vanesa, eran pocas calles pero el asfalto abrasaba, al llegar había otra fiesta montada, y Vanesa me dijo que entrara ya que aún no estaba lista, con un mensaje. Había como 50 personas dentro, todos adolescentes exaltados, y subí a su cuarto, la pillé saliendo de la ducha con una toalla sin cerrar a su espalda, al verme saltó a mis brazos con un lluvia de besos tiernos, y se fue vistiendo, el biquini de por la mañana y la camiseta.

-YO: deberías ir con más ropa…….

-VANESA: ¿voy mal?

-YO: no…….es que…….

-VANESA: ¿tu madre es muy puritana?…..– la sorna era evidente – …por que las he visto esta mañana con sus mini biquinis jajaja

-YO: no…..es que….si vamos a jugar a algo…y si es lo siempre…..pagas prendas, es mejor llevar mucha ropa, o Jaime te tendrá desnuda antes de que te des cuenta.

-VANESA: ¡joder con el Jaime…..! – se quitó la camiseta y se puso una falda corta, una camiseta de tirantes con una camisa abierta y sudadera por encima, al cambiarse la vi en biquini, el sujetador era con refuerzos en el pecho, espectacular, con su melena rizada alborotada y sus gafas de pasta, estaba para comérsela.

-YO: ¿eres real? – me abrazó y luego me besó con ternura.

-VANESA: ¿tú que crees? jajaja eres muy dulce – “que ojos más azules”, la 1º noche no lo vi, pero ahora con la luz del sol eran 2 piedras cristalinas de cielo. Dimos un paseo de vuelta.

-YO: ¿y como es que no tienes novio?

-VANESA: ¿y tú novia?

-YO: pero tú eres mucho más guapa que yo – me cogió de la mano y me dio con el hombro con una sonrisa en los labios.

-VANESA: eres un encanto, pero no debes pensar así, eres mono, y de los pocos que saben como empieza el numero Pi por aquí….jajajaja además, tengo un síndrome raro, me gustan los chicos algo tímidos y retraídos, es como sacarlos del cascaron.

-YO: visto así……pero no entiendo por que estás sola, tendrías al hombre que quisieras.

-VANESA: y lo tengo………..cogido de la mano – me paré en seco, me quedé mirándola perplejo, llevó el dorso de mi la mano entre sus pechos y besó mis dedos, cerrando los ojos.

-YO: ¿donde has estado toda mi vida?

-VANESA: jajajaja buscándote – “Alberto, si, creo que es un buen nombre para nuestro 1º hijo varón”.

-YO: espero que no te asustes por lo que pueda pasar, pasan cosas muy locas con Jaime.

-VANESA: ese tal Jaime es un pieza, si no quieres no abriré la boca, pero me parece increíble que le dejes hacer esas cosas.

-YO: no le dejo, pero no puedo con él, sabe mucho de mujeres, las tiene a todas a su merced, mi hermana se había librado pero usó el juego para tomarla, se folla a mi tía, a mi madre y ahora al irme estaba machacando a Sonia, era cuestión de tiempo que cayeran una tras otra.

-VANESA: bueno, si lo desean, no soy nadie para criticarlas.

-YO: tú ten cuidado, Jaime también me ha dicho cosas de ti……..- “y casi le tiro por un balcón por ello”.

-VANESA: me empieza a caer mal el chico jajajaja – otra cosa que teníamos en común.

Llegamos, ya estaban todos sentados en una gran mesa en el salón, con una nevera llena de cervezas heladas, y 7 botellas de todo lo que se les ocurrió. Jaime comandando a las demás, por muy fuerte y grotesco que fuera el día anterior, las 4 mujeres estaban dispuestas a volver a jugar a aquello, pero iban preparadas.

Mi madre y Sara, camisón y falda, para sumar una prenda más, Sonia iba igual pero con medias, 2 prendas más. Mi hermana la siguió con las medias, sumando una gorra, y esta vez poniéndose una camiseta y una chaqueta fina, todas con el biquini minúsculo debajo. Jaime iba solo con el bañador, yo iba con uno también y una camiseta, pero me puse otra camisa abierta por encima, además de 2 calcetines. Charlamos un rato en el que Vanesa se mostró dulce y tierna con mi familia, pero tocaba jugar. Vanesa me dio otro beso que me dejó sin habla un buen rato, como para coger, o dar, fuerzas, y me acariciaba en el brazo.

-JAIME: bien, las reglas son las mismas, por deferencia a nuestra nueva amiga las repetiré, se reparten cartas, 1 por persona, la de menos valor pierde, una lata de cerveza o un chupito a palo seco, del tirón, y elige verdad o atrevimiento, puedes librarte de hacer nada quitándote una prenda, pero antes de decidir, nunca después, luego no puedes mentir ni negarte a nada, ¿entendido? – asintieron y empezamos de nuevo.

Mano tras manos el juego era algo inocente, como siempre al inicio, solo pasadas 2 horas Jaime empezó a hacer de las suyas, la bebida subía y la ropa bajaba. Antes de darnos cuenta mí madre estaba en biquini y Sara solo con la parte de abajo, Sonia había tenido que darse un par de chapuzones en la piscina marcando tetas, Marta había dicho que perdió la virginidad a los 15 con un mayor de edad, y yo había tenido que llamar a mi padre y gastarle una broma telefónica. Todos con un globo descomunal, hasta Vanesa sonreía sin motivo, aún tenia todo puesto menos la sudadera, y casi todas sus pruebas fueron besarme o hacerme cosas a mi, incitadas por mi madre o mi hermana, protegiéndola mientras eran capaces. Si las decisiones se tomaban en grupo, era inocente, pero en un momento dado Jaime volvió tomar el poder.

-JAIME: pierde Carmen – bebió la cerveza de turno con sonrisa tímida, luego eligió atrevimiento – necesito unos pechos normales jajaja los de Sonia me matan , ahora me comeré las suyas – mi madre se puso en pie ante el asombro de Vanesa, y se quitó la parte de arriba, sentándose en sus rodillas, Jaime le apretó los pezones y se los chupó, fue el disparo de salida, después de dejarle los pezones como pitorros de carretera la dio un azote y la dejó irse, se le olvidó volver a ponerse el biquini de arriba como prenda a poder pagar.

-CARMEN: uff…….voy a subir el aire acondicionado, que tengo calor…..- al repartir perdió Jaime, que pagó prenda y se quitó el bañador dejando su rabo tieso al aire, ya empezaba su show, pero de golpe Vanesa se rió a carcajadas, cosa que dejó descolocado a Jaime, que esperaba que se quedara perpleja, como las demás.

-YO: otra mano – quise pasar rápido, pero me gustaba como Vanesa le desmontó desde lejos, perdí yo.

-JAIME: quiero que….

-VANESA: ¡cómele las tetas a Sonia ..…!– soltó como sin querer, Sonia se levantó y, como mi madre, se quitó la parte de arriba del biquini, no me creía que grandes eran, las amasé como pude y lamí sus pechos con calma, se veían las marcas de dientes de Jaime.

Me pasé 3 manos sin jugar chupando sus pezones y mi polla golpeaba entre sus mulos sujeta por el bañador. Al volver a jugar, Sonia si se puso la parte de arriba, le di un beso de agradecimiento a Vanesa, que lejos de mostrarse celosa vi travesura en sus ojos. Siguiente mano, Jaime repartió para pasar a más. Perdí, tuve que hacerle un baile erótico…… ¡a Marta!, sentada en una silla, como iba medio empalmado y algo mareado, intentaba no tocarla pero la daba golpes con mi polla de vez en cuando, Marta se tapaba roja como un tomate, pero luego empezó a moverse y reír. La siguiente mano palmó Vanesa, que ya perjudicada, eligió atrevimiento.

-JAIME: bien, ¿que tal un buen morreo con tu futura suegra? – mi madre se fue a por ella, la puso en pie y la cogió de la cara, juntaron sus labios, una vez, y otra, hasta que abrió la boca y vi como mi madre le metía la lengua a una total desconocida, que yo me había follado, y conocía solo de haca 3 días. La respuesta de Vanesa fue cogerla el culo y devolverle el beso con lujuria.

-YO: ya basta, ¿no?

-JAIME: pero si te está gustando…..- era verdad, estéticamente era digno de admirar, pero no por ello dejaba de ser raro. Un par de últimos besos sonoros las separaron, al pasar por detrás de Jaime, azotó el trasero de mi madre con brío –… esa es mi chica.

-VANESA: ¡joder, tu madre besa de cine!, me ha puesto cachonda y todo – me susurraba.

-YO: ten cuidado, Jaime está al acecho – me guiñó un ojo en señal de confianza, esta vez perdió Jaime, que ya desnudo tuvo que elegir verdad.

-VANESA: ¿la tienes más grande que Samuel? – casi me caigo al suelo.

-JAIME: pues no lo sé, no las he medido……. – sabia que si.

-VANESA: ¡pues pollas a la mesa!…. – las chicas aplaudieron y yo obedecí sonrojado –…. pero tienen que estar bien duras, para saberlo, ¿una ayudita? – se arrodilló a mis pies, y comenzó una paja suave, para luego besar y chupar el glande. Al verlo, Sara se dedicó a lo mismo con Jaime, una vez duras nos pegamos junto a la mesa y las pusimos a lo largo, gané, y por goleada, no solo era ligeramente más larga, si no mucho más ancha.

-CARMEN: ¡vaya pedazo de polla gasta mi niño jajaja!

-SARA: ya te digo hermana…….. ¡Vanesa, eres afortunada! – Vanesa sonreía, veía algo en ella que yo no alcanza a divisar.

-VANESA: lo sé – me besó y me dio vueltas todo, pero pasado un rato entendí su jugada, todas las chicas dejaban de mirar a Jaime, y me miraban a mi. Otra mano, y perdió Sara, que desnuda eligió atrevimiento.

-JAIME: pufff yo después de la mamada no me quedo así, una cubana ahora mismo – Sara se sentó a sus pies, y Jaime se lucio apretando sus senos contra su miembro, le había dolido en el orgullo la comparación, y se cebó con Sara mientras los demás mirábamos. Sonia se masturbaba sin descaro, mi madre con disimulo y Vanesa se sentó en mi regazo y nos dábamos el lote a la espera de acabar, Jaime duró unos 15 minutos hasta que la llenó de semen el pecho, la dio tantos azotes que tenia el culo rojo, las chicas estaban de nuevo perdidas con Jaime, pero bastó una simple frase.

-VANESA: bueno…..no esta mal…..- cogiéndome de la mano y dedicándome un mirada perturbadora, una serie de sonrisas en todas subió el ambiente, comprendí que daba a entender que yo lo hacia mejor y ella lo sabia por propia experiencia, cuando no era así. Otra mano y perdió Vanesa, que se quito la parte de arriba y mostró sus tetas aprisionadas y rebosando en el biquini.

-JAIME: puffffff vaya par.

-VANESA: muy amable, Samuel dice que son perfectas – la miré confuso, ¿lo pensaba? ¿se lo había dicho?

-SONIA: bueno……..- los senos grandes era su terreno, y ahora tenia competencia. Otra mano y esta vez perdió Sonia que se quito la parte de arriba y se lució mostrando su pecho desnudo ante Vanesa, que la siguiente mano se la devolvió y quedaron la 2 enseñando 4 pechos que ni un Miguel Ángel salido.

-CARMEN: ¡por dios, ¿que os dan de comer ahora? jajaja! – perdí yo, y la verdad fue confesar que me había hecho pajas pensando en mi madre, o viendo a mi madre.

-JAIME: ¡es que es normal, con esa madre……! – otra mano y perdió Marta, que se quitó la parte de arriba, todas enseñando las tetas ya.

-MARTA: pufff es que con estas 2 cualquiera luce pecho aquí… jajajajaja – aún así, mientras que Vanesa y Sonia eran voluptuosas, el pecho de mi hermana era precioso. La siguiente mano perdió Sonia, que se vbebio su 10º chupito de ron.

-SONIA: atrevimiento.

-JAIME: jajja me parece que todos queremos ver esto, un masaje tuyo a Vanesa en sus pechos, usando aceité, y solo usando tus pechos jajajaja – hasta a mí me pareció una gran idea.

El espectáculo fue una autentica barbaridad, Sonia se sentó en su regazo y vació un bote de aceite corporal entre ambas, para, con las manos atrás, empezar a estrujarse las tetas de una contra la otra, Jaime no se cortó y se masturbaba ante aquello, y a mi me faltó poco.

-VANESA: pufff…..que calor……- estaba cachonda pedida, lo que buscaba Jaime, que en un par de manos mas tarde la pilló, perdió y pidió atrevimiento.

-JAIME: lo siento Samuel, pero quiero comerme las tetas de tu chica – sin 10 cervezas y 3/4 de Vodka a palo seco, le hubiera matado, solo decía que no con la mano.

-CARMEN: ¡jajaja que grosero, no, otra cosa!

-VANESA: no puedo negarme…..- me dio un beso largo y se subió a la mesa, sentando delante de él, abriéndose de piernas, Jaime se pasó 5 minutos lamiéndola y jugando con ella, yo estaba rojo de furia. Vanesa no era de piedra y gemía mientras se apretaba los senos, Jaime repasaba sus pezones con la lengua y lo chupaba hasta hacerla sonreír, en un completo silencio incómodo.

-JAIME: ¡dios, que bien sabes! – cogió de la nuca a Vanesa y la metió media lengua hasta el esófago, pero ella se apartó con una mano en su pecho.

-VANESA: ¡quieto!, eso no era parte de la prueba……. uffff……..buena lengua, eso si tengo que reconocerlo – temía haberla perdido, al volver me dio otra serie de besos, para cogerme de la mano por debajo de la mesa, cosa que me tranquilizó un poco. Otra mano y perdió Marta, que se quedó desnuda, después mi madre, y luego yo, a estas alturas todos elegimos quedarnos desnudos.

-CARMEN: ¡esto es divertidísimo! – la tocó palmar, atrevimiento.

-JAIME: tengo un idea pero es una burrada, pero si la digo no te puedes negar.

-CARMEN: jajaja dila.

-JAIME: ¿seguro?

-CARMEN: si, bobo.

-JAIME: cómale el coño a su hija mientras ella se lo come a usted – me puse en pie furioso, pero mi madre me chitó.

-CARMEN: son las normas…..no voy a ser menos que las demás……- Marta estaba tan perdida que, cuando la cogió en brazos y la subió a la mesa, metió su lengua en el coño del que nació sin pensarlo, mi madre en cambió tuvo algún reparo, pero al final separó los labios mayores y se lo comió, fue brutal, hasta para Jaime que ya estaba pajeándose de nuevo. Marta se corrió enseguida, pero mi madre tardó unos 5 minutos, en los que Marta se tuvo que esforzar.

JAIME: da gusto jugar con gente así……- perdió Sara, y en atrevimiento no pudo más.

-SARA: cómemelo Jaime – se recosto sobre la mesa arriendes de nalgas ofreciéndose, y Jaime acudió presto a meter su cabeza tras ella, la dejó rota en 10 minutos animales en que se corrió 3 veces, mi madre se masturbaba y Sonia le estaba regalando un dedo a Marta.

-VANESA: ¿y esto es así todos los días? – me susurró.

-YO: si, y me temo que en adelante seguirá,……- sonrió y me empezó a pajear.

-VANESA: me voy a tener que venir a vivir aquí jajajajaja – y se hundió mi miembro en la boca, lo que pudo, todo era una nube de sudor sexo y descontrol, gozaba de sus labios en mi glande y de sentir sus senos aplastados contra mi muslo. Me vacié en su boca y me dejo estupefacto verla tragárselo. Para entonces todos tenían un subidón de escándalo.

-JAIME: ¡bien, últimas 3 manos, cenamos y a la discoteca! – perdió Marta, que aún no se había recuperado de lo de antes, y escogió comérselo a Sonia.

-CARMEN: va a coger practica jajajajajja – la penúltima la palmó Vanesa, que en verdad reconoció cuantos hombres se habían acostado con ella, nombre y apellidos con el número de veces, fueron pocos la verdad, esperaba que muchos hombre se hubieran fijado en ella.

-JAIME:! la última la del sexo seguro!, quien pierda tiene que follar con quien elija del otro sexo – eran casi las 9 y media, y al darle la vuelta a las cartas, palmó mi hermana

-MARTA: ¡joder!………vamos Jaime….

-CARMEN: lo dices como si te costara jajajajaja

-MARTA: ¿y que hago? ¿me tiro a mi hermano? – fue retórica pero resonó en mi mente, Jaime sonreía, aquella jugada de la última mano le iba reportar muchos polvos.

Él se puso en pie y recostó a Marta sobre la mesa de espaldas, al abrió de piernas y la acarició hasta tenerla lista, la penetró con fuerza sacando un bramido dulce, y la cogió de los senos mientras comenzaba a ponerse serio con ella, Marta gemía y se ponía roja de pasión. Vanesa sonrió y me dedicó una mirada libidinosa, me besaba con lengua mientras la magreaba las tetas, y mi madre, a su ritmo, trataba de engullir los senos de Sonia.

Jaime hacia temblar la mesa y a Marta, mientras que Vanesa se dedicó a chupármela con vicio, se trababa por que sus labios no deban de si, pero pasaba del glande. Me corrí como un animal, di 4 latigazos largos y la manché la cara, la boca y el pecho, justo cuando Marta tuvo su un orgasmo. La dio la vuelta dejándola colgada de la cintura en la mesa y la embistió por detrás haciendo vibrar y gozar de sus movimientos de cadera a Marta. Para cuando Jaime se corrió mi hermana ya le pedía que no parara, metió sus dedos en ella y la llevó a otro orgasmo que encharcó el suelo, un aplauso general lo llenó todo.

Jaime se pasó unos minutos sobando y azotando a Marta, mientras los demás cenábamos, y por turnos nos duchamos y nos preparamos para la fiesta, esta vez fui menos arreglado, pero me sentía mucho más confiado, mientras que Jaime fue al revés, salió como un pincel, y creo que con la sensación de que había fallado un tiro claro con Vanesa.

Las chicas se vistieron para arrasar de nuevo, mi madre y mi hermana escogieron el mismo estilo, falda corta negra con vuelto, tacones y top llamativo, casi eran gemelas. Sara escogió un vestido rojo que era un rectángulo desde lo pechos hasta los muslos, con 2 ligeros tirantes en los hombros y toda la espalda al aire. El remate fue que Vanesa no tenia ganas, o fuerzas, para volver a cambiarse a su casa, y se puso ropa de Sonia, que si bien tenían tallas similares de busto, las caderas eran otra historia, así que Sonia salió con un vestido verde ceñido y ajustado a su piel, sin hombros, con solo un capa de tela a modo de collar bajando por su garganta hasta el resto del vestido, sus senos rebosaban por los lados. Vanesa salió con un vestido azul de tela brillante, sin sujetador y un escote hasta el ombligo dejando ver sus tetas en gran parte, con falda a las rodillas, pero con su cadera le subía hasta el muslo alto, resaltado su figura en forma de 8.

-YO: ¡madre mía, estás increíble! – quizá algo vulgar por el escote tan amplio, pero arrolladora.

-VANESA: jajaja gracias, ¡esta noche quemamos el local chicas!

-CARMEN: ¡si!

Se repitió el guión, chupitos nada más llegar, probamos la absenta y del pelotazo casi perdemos a Sonia. Teníamos a 5 mujeres y éramos 2 hombres, por suerte mi hermana encontró a unas amigas de la playa y se quedó con ellas, eso nos dejó un 2 vs 1, me quedé con Vanesa y Sara, mientras Jaime con mi madre y mi Sonia. No se quien salió ganando o perdiendo, se que estaba gozando. Mientras me centraba en Vanesa, Sonia se afanaba en frotar sus protuberancias contra mí.

-VANESA: creo que esta quiere montarte……

-YO: ¿Sara? Que va, ya la has visto con Jaime.

-VANESA: te toca mucho.

-YO: lo hace siempre, me hace cosquillas, no es raro…..

-VANESA: pues te mira con deseo, me voy a tener que esforzar, ahora eres mi chico, y te buscan muchas en esa casa.

-YO: ninguna quiere conmigo, quieren a Jaime.

-VANESA: después de lo de hoy, no, ¿has visto como te han mirado cuando habéis comparado trancas? jajaja y si no me crees, besa a Sara, hazme caso, cuando lo hagas la tendrás encima siempre que quieras.

-YO: pero a mi me gustas tú – me acarició la cara con torpeza.

-VANESA: y tú a mi, mucho jajajaja tienes que pensar que estoy un poco loca, pero me gusta la marcha, y tu casa es una locura, me encanta, pero Jaime…… puedo ayudarte contra él, si quieres – aquello me dejó pensativo, pero ya hablaríamos de eso sobrios.

Los mojitos aparecieron, y luego el “wish-cola” de toda la vida, iban tan cargados que parecía que les regalaban las botellas, Sara se bebió 3 y Vanesa 2. Pasado cierto tiempo las dejé retozando una con la otra y busqué a mi madre o mi Sonia. Encontré a Sonia, sin ropa, a 4 patas siendo follada desde atrás por Jaime, estaban en mitad de la discoteca, y de remate Sonia se la chupaba a otro tipo.

-YO: ¿que coño pasa?

-JAIME: aquí la niña, me ha dicho que quería follar como una puta, y aquí estoy, cobrando 10€ por mamada mientras me la tiro jajajaja – me fije y había una cola de 20 hombres, en el tiempo que estuve se la comió a 4, y cuando Jaime se corrió, Sonia terminó en el suelo en plan profesional con el vestido por la cintura, tenia una polla en cada mano, se la chupaba a otro y uno se follaba sus tetas. Según creo recordar, Jaime ganó 140€ aquel día, cubriendo las copas….al menos tuvo la decencia de que solo podían los que usaran condón.

-YO: ¿y mi madre?

-JAIME: adivina……

-YO: ¡el puto mulato!

-JAIME: te juro que he tratado que se quedara conmigo, tenia ganas de darle su merecido esta noche……pero ella misma se ha ido con él.

Me fui a buscarla, y la encontré con los 2 mismos del otro día, el grandullón estaba sujetándola de frente, pero el de atrás estaba con la polla fuera pajeándose usando el culo en tanga de mi madre, el grandullón le había bajado los tirantes del top y le comía los pezones.

-VANESA: ¡joder con tu madre!- me pilló alucinando.

-YO: ¡no me lo creo!

-VANESA: pues créetelo, por que está pasando – se puso pegada a mi, sentí su culo en mi miembro duro y mis manos buscaron sus senos, abrió el escote del vestido con facilidad, y acariciaba sus pezones con fuerza.

Mi madre estaba ida, se ponía de puntillas para ayudar al de atrás a frotarse su buena polla negra contra sus nalgas, mientras que ascendía por el otro, que intercambiaba los pezones con su boca al besar. El de atrás se corrió llenándola el culo de semen a mi madre, se lo azotó y se alejó, mientras que el grandullón la susurró al oído algo y ella asintió traviesa, al darse la vuelta me vio con Vanesa.

-CARMEN: hijo…..estoy mareada, este hombre me lleva a casa – señaló al mulato y sin más se fue.

-VANESA: ¿quieres que les sigamos como la otra vez?

-YO: ya se lo que harán, ahora te deseo a ti – busqué su entrepierna con la mano y sonrió halagada, froté su húmedo interior y lamí su pechos con mis nuevos conocimientos adquiridos.

-VANESA: ¿nos vamos a tu casa o me follas aquí mismo? Por que yo no puedo más….te necesito – dudé, no quería ir a casa, pero tampoco hacerlo allí.

-YO: vamos a la playa.

Me siguió alegre, nos separamos unos 400 metros y nos tumbamos en la oscuridad, Vanesa se quito el vestido y el tanga, me desnudó tumbándome boca arriba, me montó de rodillas, si pajeaba mi tranca ya como una barra candente, mientras acariciaba sus aureolas sacándola leves gemidos. Alzó la cadera y buscó la penetración dirigiendo con su mano, le costó horrores coordinarlo, al meterme en ella casi sentía su dolor y esfuerzo inicial, se apoyó en mi pecho y empezó a subir y bajar lentamente. Verla de fondo con las estrellas y la luna, sus ojos azules y sus gafas de pasta tras los rizos meciéndose, me volvieron loco, la cogí del culo y desaté un infierno entre sus piernas olvidándome de dosificarme. Vanesa gimió, maldijo, lloró, río, y gozó todo a la vez, cayó de lado en un orgasmo tenue, y la puse boca arriba de piernas abiertas apoyando su espalda en al arena, embistiendo furioso, una y otra vez, haciéndola levitar medio segundo entre cada golpe y amansando sus pechos.

-VANESA: ¡oh dios, que gusto, no pares, que polla, dios!

-YO: te quiero, te quiero – repetía cual estúpido, pero era verdad, la tomaba y la amaba.

Se dio la vuelta quedando tumbada boca abajo, la metí buscando su coño desde atrás, hundió las uñas en la arena al sentir como la fundía en su interior, se corrió como si la matara y luego se dejó llevar hasta que me vacié en ella, dándola 2 sonoros azotes en el culo, se giró con gesto de alivio, y me besó tan fuerte que se incorporó sobre mi.

-YO: jajaja mira la arena – estaba la marca de ella y sus pechos.

-VANESA: ¡casi me entierras jajaja! – me abrazó mientras repasaba su cuerpo con las manos sacándola la arena pegada a su piel por el sudor.

(Siento si no soy muy detallado en estas partes, pero la verdad, iba con un ciego como una catedral).

Nos vestimos y regresamos a la fiesta, Jaime seguía con Sonia y su “negocio”, Marta se despidió pronto y se fue a casa con un chico, si prestaba atención le esperaba una sorpresa en el cuarto de mi madre, y nos quedamos con Sara, que iba pero que nosotros inclusive.

-SARA: no voy borracha, solo tengo el puntillo…. – decía mientras no veía como su vestido se había girado y tenia una teta fuera, se lo coloqué demorando en colocárselas.

-YO: así está bien.

-SARA: gracias cielo ¿vamos a por otra copa?

-VANESA: ya vale por hoy, ¿no crees? Te has ventilado medio bar….jajajajaja

-SARA: jajaja pues si, necesito apagar mi fuego, estoy ardiendo y ha sido tu chico, me ha dejado que Jaime no me colma – eso me extrañó, Jaime follaba bien.

-VANESA: ya me ha dicho… – me abrazó para hablarme al oído – …está muy mal, como no te la lleves a casa le va a pasar algo.

-YO: venga tía, vamos a casa y descansamos.

-SARA: no, jajaja otra copa por fi, y luego en casa jugamos…..- puso su índice en mi pecho y se pegó a mi cuerpo.

-YO: no tía, otro día, ahora te llevo a casa

-SARA: jo, eres siempre tan bueno…..pero no me voy sin premio – miré a Vanesa que me la señaló con la cabeza, entre dándose razón y concediendo permiso, así que atrevido le cogí del culo a Sara hasta alzarla y darla un soberbio beso con lengua, no hubo fases, desde el 1º beso me lo devolvió y la degusté con mis labios, me cogió de la cara y se aferró sin soltarme.

-YO: dios, sabe a ron.

-VANESA: te lo dije, esta quiere mambo, y se lo vamos a dar – me la quitó de los brazos juntándose de forma sensual, Sara sonreía al notar como la acariciaba Vanesa, y la besó, que tampoco mostró resentimiento al sentir en las tetas las manos de la otra tocar con la maestría, ambas estaban rojas y deseando salir de allí.

-YO: vamos a casa.

El camino de vuelta lo hice con una en cada lado, cogiéndolas del culo, me sentí gigante por un momento y al llegar a casa las azoté hasta que subieron a mi cuarto, como hacia Jaime, se desnudaron torpemente y empezaron sin mí un festín lésbico memorable. Vanesa guiaba un títere que era Sara, la tenia abierta de piernas de cara y lamiéndola todo, yo me arrodillé detrás de Vanesa y se lo comía despacio chupando su clítoris. Al mirar, Vanesa masturbaba metiendo 2 dedos en mi tía, sin separar sus labios de su vulva, Sara se pellizcaba ofuscada en los senos, y gemía perdida, mientras Vanesa paraba a coger aire cuando sentía entre sus muslos una corriente eléctrica provocada por mi.

Me harté del juego y apunté mi miembro a la entrada de Vanesa, golpeé con mi tranca a lo largo de su coño, y arañó a Sara en las piernas al sentir como la penetraba lentamente, comencé un lento aviven para sacarla rueda, de manera que cada embestida repercutía en Sonia, fue colosal ver los senos de Vanesa rebotar sin que perdiera ritmo su lengua, y Sara explotó en un pequeño orgasmo en que cogió de la nuca a mi flamante novia y se la apretó contra su vulva. Sara al verme follándome a Vanesa se activó, apartó a Vanesa y me dejó caer sobre ella, la besé y lamía sus tetas mientras buscaba ser penetrada, al final sentí su calor y empujé letalmente, su cara cambió a todos los registros, y terminó cerrado los ojos y aguantando como una jabata hasta metérsela toda.

.SARA: ¡joder que polla, me mata, me abres mamón, fóllame, destrózame!

-VANESA: ya ha oído a la señorita.

Comente un violento ritmo que la sacó del universo, agarró un puñado de sabana con cada mano y su cara era su boca abierta de par en par, gritando, se la tapó Vanesa con sus senos, sabía como manejar tan tremendas tetas, Vanesa se puso encima de Sonia a 4 patas, mientras Sara la comía sus senos, yo acariciaba y masturbaba a Vanesa como me adiestró la que tenia debajo, y a la vez percutía en Sara, que no dejaba de gritar con cada inserción. Fue subiendo decibelios hasta reventar en un orgasmo que la sacó de mi frotándose posesa hasta vaciarse en unos chorros que mancharon media cama.

-VANESA: jaja mi turno – según lo dijo la penetré tal como estaba a 4 aptas, agarré su tetas y la pegue la espalda a mi pecho, podía apretárselos para llegar a lamerlos por encima de hombro desde atrás, mientras ella se frotaba el clítoris y gemía de forma descontrolada.

-YO: ¡que bien follas, me encantas, eres una diosa, eres mi diosa!

-ANESA: ¡si, lo soy, soy tu diosa, fóllame, dios, me encanta, ábreme! – daba largos suspiros de placer y volvía a repetirlo.

Todo era raro y nuevo, me gustaba, no obstante era mi 1º trío, probaba a acelerar a un buen ritmo mientras sentía sus senos rebotar en mis manos, era como tener un kilo de flanes en cada mano, y me llevó a dar tales golpes de cadera que sentía su trasero vibrar en mi pelvis. Sara estaba tumbada, casi cardiaca y reventada, acariciando a Vanesa sin alzarse, aguanté tanto que logré que Vanesa explotara en un orgasmo antes de llenarla de semen. Caí fundido a la cama con las 2 mujeres rotas, fue cuando vi a mi hermana en la cama del lado, desnuda y masturbándose.

-YO: ¿desde cuando estas aquí? – me tapé, aún hoy, no se por que.

-MARTA: desde que he escuchado a Sara gritar, ¡dios, como follas hermanito!

-YO: yo….es que…….verás…..

-MARTA: jajaja, a mi no tienes que explicarme nada, disfruta, te lo mereces

-YO: ¿y el chico de la disco?

-MARTA: me lo he tirado jajaja pero después de lo de Jaime en el juego, me ha sabido a poco…. – había subido a ver si era Jaime quien hacia gritar a Sara, y tirárselo, pero en cambio se pasó un buen rato frotándose ante mi, hasta correrse.

Al verla se me puso dura, y tomé a Sara de nuevo, estaba ida, pero mejor que Vanesa, hecha una bola temblando desde que la había follado. Sara no gemía ni nada, solo estaba roja y reía, ni cuando me corrí en sus tetas, a la par que en las de Vanesa, mostró sensación alguna más que tensión y placer.

Me di un ducha rápida para darlas paso a ellas, que una a una se asearon, nos acostamos abrazados los 4, y nos dormimos, caí en un sueño dulce y tranquilo sintiendo el calor del cuerpo de aquellas mujeres y un nuevo renacer en mi interior.

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Relato erótico: “Mi cuñada, mi alumna, mi amante (2)” (POR ALFASCORPII)

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Mi cuñada, mi alumna, mi amante (2)

Con el agua caliente cayendo sobre mi cabeza, los remordimientos volvieron a aparecer. Tras 12 años de monogamia, al segundo mes de casado, le había puesto los cuernos a mi reciente esposa, y nada menos que con su hermana pequeña.

Miré mi entrepierna, y vi mi flácido miembro aún embadurnado con los restos del fluido vaginal de mi cuñada mezclado con mi propio semen. Me limpié bien, y mientras me aclaraba, el sentimiento de culpa se convirtió en satisfacción por el polvazo que acababa de echar con el ardiente volcán que es mi joven cuñadita. Salí de la ducha rememorando cada detalle y, recordando con una sonrisa lo de mi mote, me sequé bien con la toalla. En ese momento me di cuenta de que toda mi ropa estaba en el salón-comedor, así que salí desnudo y me quedé petrificado cuando entré en el salón y me encontré con Patty de nuevo.

No se había movido de donde la había dejado, seguía desnuda sentada en el sofá, exhalando humo a través de sus sensuales labios, con una pierna cruzada sobre la otra y con sus pezones duros como para rayar cristal.

Mi polla reaccionó antes que yo mismo, y empezó a alzarse ante la visión de tan sensual imagen.

– ¿Pero no te habías ido?- pregunté sorprendido.

– No hay ninguna prisa, Tere no llegará antes de las 9, así que tenemos tiempo. Acércate.

Seguí paralizado observándola, recorrí con mi mirada su cara y todo su cuerpo desnudo salvo por las botas, ante esta visión mi verga respondió endureciéndose al máximo para apuntar al objeto de su deseo.

Me acerqué al sofá y me quedé de pie ante ella, totalmente desnudo, con mi polla tiesa como una estaca. Ella no se levantó, siguió fumando tranquilamente estudiando con su verdeazulada mirada todo mi cuerpo.

– ¡Cómo me gusta lo que veo!- susurró.

Descruzó la pierna y me mostró su coño con sus labios bien abultados de excitación. Comenzó a acariciarme el pecho con una mano, recorriéndolo y acariciando mis pezones para ponerlos duros. Bajó por mi vientre, deslizando sus dedos con suavidad, y siguió bajando. Acarició mi tremenda erección con delicadeza y sopesó con dulzura mis testículos produciéndome un agradable cosquilleo. Dio la última calada al cigarrillo, lo apagó, y mientras su mano izquierda acariciaba mis huevos su mano derecha empezó a acariciarme mi glúteo izquierdo. Fijó sus ojos en los míos, y sin dejar de acariciarme dijo:

– ¿Te chupa la polla mi hermana?.

– Sí- contesté yo anhelando lo que parecía que estaba por llegar.

– Tienes una polla deliciosa, no me extraña que mi hermana te la chupe todos los días y la quiera para ella sola.

– No me la chupa todos los días, sólo de vez en cuando.

– ¿No te hace una mamada cada mañana?. ¡Qué desperdicio!.

– Me la chupa alguna que otra vez, hasta que ve que estoy a punto y me pide que la folle.

– ¡Qué tía más egoísta!, entonces nunca te ha hecho una mamada como te mereces.

Sus palabras y caricias hicieron brotar la primera gota de mi polla.

– Me voy a comer esta polla y te voy a hacer la mejor mamada de tu vida, ¿te apetece?.

Esa pregunta estaba empezando a convertirse en una especie de código entre ambos. Yo no contesté, simplemente acerqué mi polla hasta sus jugosos labios. Patty besó la punta de mi verga y relamió la gota de líquido mirándome a los ojos. Su mano seguía acariciándome los huevos mientras su lengua recorría toda mi verga. Con los labios de nuevo sobre el glande me miró fijamente con sus ojazos y, sin apartar la vista, fue deslizando mi polla hacia su boca succionándola golosamente.

Sus labios eran suaves y su boca cálida y húmeda. Todo mi cuerpo se estremeció de placer y solté un profundo: “¡Ooooohhhh!”.

Mi cuñada se metió mi rabo en la boca todo lo que pudo, hasta que la punta tocó su garganta, pero aún así no llegaba a meterse todo mi marmóreo falo. Y si cuando se la metió me gustó, ni que decir tiene el gustazo que me dio cuando empezó a sacársela lentamente succionando con fuerza con los labios, hasta que el extremo volvió a salir con un característico: “¡Flock!”, fue increíble.

– Tienes una pollaza enorme y deliciosa- me dijo pajeándome suavemente con su mano.

– Ahora mismo es tuya, preciosa. Si me la chupas tan bien como acabas de empezar, conseguirás que me corra rápido.

– Mmm, es lo que quiero, que te corras pero sin prisa. Quiero disfrutar la polla de mi cuñado y hacerle sufrir de placer hasta dejarle seco. Quiero que nunca puedas olvidar esta mamada y no puedas pensar más que en repetirla.

– Ufff, la expectativa me está matando… ¡cómete mi polla de una vez!.

Patty me sonrió con cara de viciosa, y de nuevo, sin dejar de mirarme volvió a succionarme la verga. Sus movimientos eran pausados, con auténtica dedicación en cada uno. Chupaba y chupaba succionando mi músculo y acariciándolo a la par con su lengua. Yo estaba en la gloria, sin poder dejar de mirar cómo mi falo era engullido por sus sonrosados labios mientras sus ojos me miraban llenos de lujuria.

Poco a poco fui sintiendo que el orgasmo me llegaba, pero ella me la chupaba tan bien y despacio que en lugar de provocármelo inmediatamente, me mantenía todo el tiempo en un preorgasmo placentero y a la vez doloroso, porque mis huevos estaban totalmente llenos y necesitaban descargar.

Estaba volviéndome loco de placer, y empezaba a sufrir deseando correrme. Tras 15 minutos de increíble mamada estaba tan a punto que tuve que avisarla:

– ¡Patty, estoy a punto de correrme!.

Pero ella, en lugar de hacer lo que siempre hace mi mujer: dejar de chupármela y metérsela en el coño, o como mucho hacer que me corra terminándome lo empezado con una decepcionante paja, mi cuñada bajó la vista, cerró los ojos, y continuó succionando con más fuerza acelerando, ahora sí, el ritmo de las chupadas.

Entonces todo ocurrió como a cámara lenta. Sentí los primeros espasmos de mi próstata liberando el contenido que subía desde mis doloridos testículos.

– ¡Patty, me voy a correr en tu boca!- conseguí decir entre jadeos.

Mi querida cuñada debió sentir cómo mi polla se hinchaba aún más y palpitaba dentro de su boca, porque hizo una última y profunda succión con la que se sacó casi toda mi verga de la boca, dejando únicamente mi glande sujeto por sus labios y apoyado sobre su lengua. Esta última succión fue lo máximo para mí.

– ¡Patty me corro!, ¡me corro!, ¡me corroooooohhhh!.

Y así fue cómo todo mi cuerpo se estremeció con un tremendo orgasmo que me hizo mirar hacia el techo con los ojos en blanco. La corrida fue gloriosa, abundante y ardiente. Con varios espasmos descargué toda mi leche en la boca de mi cuñada, que sin sacarse mi glande lo acariciaba con su lengua degustando los borbotones de lefa. Sentí cómo le llené la boca con mi leche caliente y cómo poco a poco la iba tragando para poder seguir succionando y no dejarse ni una gota de mi esencia.

Cuando al fin terminé de correrme, sin respiración, volví a mirar hacia abajo para ver cómo Patty se sacaba la polla de la boca dejándomela totalmente limpia, sin rastro de semen. Se relamió de tal manera, tan eróticamente, que si no hubiese acabado de correrme en ese instante le habría embadurnado la cara de blanco.

– Deliciosa- dijo dándome un cachete en el culo y recostándose en el respaldo del sofá.

Encendió un cigarrillo, y mirándome mientras fumaba, comenzó a acariciarse el clítoris con la mano libre. Tenía el coño empapado, y estaba tan sexy fumando desnuda salvo por las altas botas negras, con las piernas abiertas y masturbándose, que no pude reprimirme. Me puse de rodillas y comencé a chuparle sus enormes tetas, acariciando con mi lengua sus duros pezones. Bajé por su vientre y le metí la lengua en el ombligo, lo que le produjo una carcajada. Seguí bajando y su mano me separó sus labios vaginales para mostrarme su clítoris, y lo ataqué. Estaba duro, caliente y muy suave. Lo acaricié con mi lengua una y otra vez, y ella tuvo que dejar el cigarrillo en el cenicero porque empezó a jadear.

Le succioné el clítoris con mis labios, y ella tuvo que agarrarse sus pechos con fuerza mientras su espalda se despegaba del sofá. Le agarré de su culito y bajé hasta amoldar mis labios a los suyos. El olor de su coño me embriagó y metí la lengua cuanto pude por su chochito dando giros circulares. Su coño ardía y de él manaban deliciosos jugos salados que yo bebía con devoción.

– ¡Ooooh, sssí, cariño!- decía ella entre jadeos-, así es como me gusta. ¡Ooooooohh!, cómeme el coño, ¡ooohhh!.

A pesar de mi reciente corrida en su boca, y del polvazo que le había echado sobre la mesa, mi cuerpo reaccionó como el de un adolescente y mi polla empezó a hincharse de nuevo animada por sus gemidos.

Volví a lamerle el clítoris y succionárselo con los labios. Sus gemidos eran cada vez más largos y aumentaban de tono. De su chocho fluían tantos jugos que con glotonería volví a bajar para bebérmelos todos metiéndole la lengua.

– ¡Ummm, me corro!- exclamó entre gemidos-, ¡Mmmm, Carlosssss, mmme corrrroooo!, ¡Oooooooooohhhhhhh!.

Me agarró de la cabeza atrayéndome a su coño con fuerza, todo su cuerpo se convulsionó y alcanzó un orgasmo que la hizo gritar con mi lengua dentro de su chochito.

Con unos rápidos lengüetazos relamí todos sus jugos, y ella se dejó caer de nuevo totalmente extasiada.

Con mi polla ya morcillona, me levanté y me senté a su lado. Ella me agarró la cara y me dio un largo y profundo beso metiéndome la lengua hasta la garganta y saboreando sus propios fluidos en mi boca. Después, buscó el cigarrillo que apenas había comenzado cuando empecé a comerle el coño y al comprobar que se había consumido, encendió otro ofreciéndomelo.

Al igual que en la ocasión anterior, compartimos el cigarrillo relajadamente y conversamos.

– Qué placer más increíble me has dado- dijo Patty sonriente-. Ha sido una gran comida de coño.

– Aunque creo que no ha sido comparable a la mamada que me has hecho- le contesté-. Ha sido la mejor mamada de mi vida, nunca había llegado tan lejos como para correrme dentro de la boca, ¡ha sido increíble!.

– Cariño, conozco mis dotes como felatriz, y llevaba tanto tiempo deseando probar tu leche que me he recreado especialmente. Tu corrida ha sido deliciosa, he sentido cómo tu polla estallaba en mi boca y me la llenaba con abundante leche densa y caliente. Me ha encantado saborearla, y sentir cómo se deslizaba ardiente por mi garganta ha hecho que mi coño se empapase.

Sus últimas palabras lograron el milagro final, a pesar del poco tiempo transcurrido, mi polla estaba de nuevo lista para la acción. Patty se la quedó mirando mientras le daba la última calada al cigarrillo, y tras apagarlo, me dedicó una mirada cargada de deseo acompañada de una viciosa sonrisa.

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Relato erótico: “La casa en la playa 8.” (POR SAULILLO77)

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Inevitable.

Ya era de día cuando nos despertamos, Sara tenia un dolor de cabeza descomunal, y al verme desnudo a su lado con Vanesa en mis brazos, sonrió como si se hubiera enterado en ese momento de lo que pasó esa noche. Vanesa estaba jugando con sus dedos en mis labios y mi hermana se había acostado a nuestro lado, los 4 en una sola cama, Jaime apareció, y al ver el percal bufó hastiado, y se durmió. Encontré a Sonia desnuda en la cama de Jaime y con un aspecto horrible, y lo peor fue al bajar al salón, estaba mi madre cocinando, y el puto mulato estaba allí.

-YO: hola.

-CARMEN: hola hijo, ¿que tal?

-YO: bien……..¿y este quien es? – el mulato se puso en pie mostrando que iba solo con unos calzoncillos nada disimuladores, y me saludó.

-MULATO: soy Joel.

-CARMEN: si, es…… un amigo que hecho……. no tenia donde pasar la noche, así que ha dormido aquí….pero ya se iba….. ¡¿verdad?!

-JOEL: claro mami, gracias por….su hospitalidad – se dieron un abrazo extrañamente incomodo.

-CARMEN: adiós, nos vemos……. esta noche…..- le acompañó a la puerta y se dieron un largo beso con lengua tratando de que no les viera. Al volver mi madre estaba roja, y no se atrevía a mirarme.

-YO: no pasa nada mamá, no tienes por que andar a escondidas.

-CARMEN: no se de que me hablas…….- la cogí de la mano y la abracé.

-YO: si lo sabes, igual que yo, ayer me acosté con mi tía haciéndome un trío con, desde hace menos de 24 horas, mi primera novia, no creo que sirva de nada avergonzarnos por lo que está pasando, que te traigas a un mulato de polla enorme y te des unas alegrías es de lo más normal que ha pasado por aquí – me miró abochornada.

-CARMEN: hijo……es que yo……hacia mucho que no me comportaba así….tu padre es muy estricto….y por 1º vez en mucho tiempo me estoy divirtiendo como nunca pensé que volviera a sentirme….¿hago mal?

-YO: no lo sé, pero ¿por que el mulato teniendo a Jaime?

-CARMEN: bueno…….es que Jaime se mueve bien, es divertido y me entretiene…….pero Joel…….ufff, me recuerda a tu padre de joven…. no solo es grande y fuerte, se maneja bien y me deja sin aliento – bajaba la cabeza algo abrumada.

-YO: solo te pido que tengas cuidado, no quiero que termines en líos de los que no puedas salir…no hace falta ir borrachos, ya no – me abrazó llena de felicidad al ver mi comprensión.

-CARMEN: gracias.

Vanesa bajó y desayunó con una naturalidad y desparpajo que me dejó helado, hablando con mi madre, o con Sara cuando bajó, de lo que había pasado y de cómo se había divertido. Acompañé a Vanesa a su casa, por el camino nos cuestionábamos un poco todo, aunque la verdad es que nos besamos más que hablar.

-VANESA: así que tu madre se tiró al mulato otra vez jajajaja.

-YO: es tan impropio de ella, pero creo que ella era así de cría, a nuestra edad, mi padre la ha encerrado estos años, y ahora se ha liberado la fiera.

-VANESA: pues como haya disfrutado la mitad que yo…….- al despedirnos sentí pena, pero quedamos más tarde, teníamos que descansar, era viernes y tocaba más fiesta.

Acelerando la historia, nos pasamos viernes y sábado de igual manera, Vanesa regresó a mi casa a las 7 del viernes ya con una mochila con ropa y sus cosas, no volvió a su casa hasta el domingo de tarde. Por la mañana algo de playa o piscina antes de comer. De tarde siesta con Vanesa y Marta, que seguía buscándome para dormir.

Luego jugábamos a las cartas, aunque rebajamos un poco el ritmo del alcohol, algo que en principio solo nos desinhibía, pero eso ya no parecía necesario. Pasó de todo, aunque con ciertos limites, no dejé que Jaime se aprovechara de Vanesa, aunque lo correcto seria decir que ella se defendía sola, Jaime trataba de llevarla a su terreno, la volvió a comer las tetas y la hizo hacerle una paja y al día siguiente una cubana, pero cuando trató de propasarse….Como ejemplo mencionaré que el sábado, mientras jugábamos, Vanesa se vengó de una jugarreta pidiéndole que la dejara darle un puñetazo en los huevos, Jaime se tuvo que dejar, acabó tirado en el suelo entre gruñidos de dolor, y juró venganza en la siguiente mano que pillara a Vanesa. Vanesa, sin casi mencionarlo, preguntó si para la siguiente prueba que le tocara a Jaime, teníamos pepinos o berenjenas en la nevera, y vaselina…Fue suficiente para que Jaime jugara con las demás y la dejara de lado. El 1º día perdió mi madre la última mano, que tardando un poco, escogió a Jaime, verles follar me la puso tan dura que me follé las tetas de Vanesa sin ningún problema delante de todos. El 2º día perdió Vanesa, que ni dudó y la tuve que montar encima de la mesa, creo que luciéndome, por que Jaime no daba abasto de follarse a Sonia y mi madre, Marta recibió una comida de coño por parte de Vanesa, mientras la destrozaba a su espalda.

Por la noche salíamos a la discoteca, y los 2 días mi madre se llevó a Joel a casa, el 1º día fueron los últimos en volver, y les oímos durante 2 horas, el 2º día fueron los primeros en regresar, y pasadas 3 horas, volvimos a casa los demás y todavía se les oía gritar como auténticas bestias. Escuchábamos a mi madre gemir y jadear por toda la casa, Joel era un buen amante, y me bajaba junto a Vanesa a ver turcos para ponerlos en practica, siempre desde el balcón para no cortar el rollo. Mi madre necesitaba a un hombre así en su vida, ni el mejor día de Jaime le vi hacerla correrse tantas veces como esos días, y aún así, siempre al terminar me quedaba la sensación de que mi madre no terminaba de disfrutar con él, pese a su larga tranca.

Por mi parte diría que me harté de tirarme a Vanesa, pero mentiría, era imposible cansarme de ella, disfrutamos como adolescentes que éramos, solos o con Sara uniéndose alguna vez, pero mis atenciones eran para Vanesa, mientras ella se ocupaba de Sara, que relevaba a Vanesa cuando la hacia correrse 2 o 3 veces seguidas y no podía continuar. Se podría decir que fue un curso acelerado de sexo, en el que saqué mi nota media en los estudios, un sobresaliente, perdí el miedo a tocar a una mujer de esa forma, y gané confianza en mi mismo, (algo que casi no tenia), al verme colosal en una cama junto a 2 mujeres de bandera, satisfechas y remoloneado del placer que yo las daba. Lo mejor era que cuando no estabamos teniendo sexo, Vanesa era tan…..no se cual es la palabra, “tan Vanesa”, pizpireta, alegre, risueña, y a la vez tan fuerte, decidida y segura.

Marta en cambió un día regresó sola a casa, al siguiente se acostó a mi lado al volver a escoger a un amante poco dignno y rápido. Jaime en contra de todo, se pasó 2 días haciendo de todo a Sonia, creo que llegó a estrenarle el ano, según dijeron. Sonia si que no paraba de beber y podías hacerle cualquier cosa, pero sentía que Jaime en la discoteca miraba mucho a mi madre, con ganas de volver a tenerla para él solo, y al verla con el mulato le hervía la sangre.

Por la mañana del domingo…….vamos, a partir de las 12 que era cuando nos podíamos levantar, me desperté con Vanesa abrazada de cara a mi, y Marta en mi cama, Sara se habría ido a la suya después de que esa noche volviera a probar el sexo anal con ella, creo que terminó desmayándose, al tener un orgasmo 4 veces seguidas en menos de 5 minutos, pero estaba muy ocupado con Vanesa como para percatarme de ello. Hice el desayuno por que mi madre tardaba mucho en levantarse, y fueron bajando todos, nos reíamos y comíamos algo, la última en bajar fue mi madre que se abrazaba con Joel mientras se dependían, al regresar, mi madre andaba con aires de superioridad disimulando un ligero escozor entre sus piernas.

-MARTA: ¿que tal mamá? jajaja

-CARMEN: en la gloria, hija…….ese hombre es una maquina….

-JAIME: al menos te dejará libre hasta el próximo jueves.

-SONIA: ¿ya te has cansado de mi o que?

-SARA: le pasa a menudo…..

-CARMEN: lo siento, pero esta noche salgo a cenar con Joel – Jaime se acercó con su chulería natural y la metió mano por detrás.

-JAIME: pensaba que me echarías de menos.

-CARMEN: claro que si, pero no puede hacerle un feo después de darle mi palabra.

-VANESA: claro que si, disfrute jajaja – la tenia entre mis brazos y la besaba en el hombro, sintiendo sus rizos en mi mejilla.

-JAIME: pues no me apetece pasarme otro ida sin follarte – la azotó el culo y sonrió perversamente.

-CARMEN: bueno, si quieres ahora en la sienta podemos subir un rato, y luego me voy a cenar con Joel.

-JAIME: ¿que pasa? ¿ya no me quieres? – sonó lastimero, mi madre se dio la vuelta y le besó con dulzura.

-CARMEN: claro que si, ya sabes que me diviertes mucho, pero siempre que pueda, Joel será mi 1º opción…..- aquello sonó como una bofetada a Jaime, que se le borró la sonrisa de golpe.

-JAIME: no soy el 2º plato de nadie… – la azotó – ….así que, que te quede claro, que aquí mando yo …– la volvió a azotar más fuerte –…. ¿queda claro? – mi madre le cogió de la cara y le dio un beso que me la puso dura hasta a mi, luego le acariciaba la cara con ternura.

-CARMEN: como tu digas, cielo, pero por mucho que me azotes no te va a crecer la polla – si lo de antes fue una bofetada eso fue un torpedo a la línea de flotación que hundió el barco.

-JAIME: pero yo….penaba que…..- mi madre le abrazó.

-CARMEN: no te preocupes, siempre tendré un rato para ti – y se fue a darse un ducha, Jaime se quedó petrificado, yo me reía por debajo ocultándome tras a mata de pelo de Vanesa, mientras Sara tenia una sonrisa enorme en su cara.

-MARTA: no te preocupes Jaime, está divirtiéndose un poco, déjala…..

-JAIME: no lo entiendo, creía que era mía…….- Sara se levantó y le dio un pico cogiéndole de los morros.

-SARA: tú eras suyo, mi pequeño idiota……… se habrá cansado de ti…….- se giró con suficiencia y Vanesa no pudo más que chocar las manos con Sara al pasar a nuestro lado. Jaime se quedó con la misma cara que se te tiene que quedar cuando te roban el coche en la cara, y luego se giró a Marta.

-MARTA: ¡a mi no me mires!, mi hermano ya me calienta la cama….- y se fue bebiendo un café humeante y revolviéndome el pelo.

-VANESA: ánimo, que al menos tienes a Sonia – me cogió de la mano y salí tras ella al porche, a tomar el sol un rato con los demás.

Pasados unos minutos escuchábamos a Sonia berrear en las habitaciones con Jaime azotándola, creo que quería asegurarse al menos tenerla a ella, pero de golpe, y sin saber como, Jaime no me parecía tan listo, ni tan sabio, y empecé a verle como lo que era, un juguete que habían usado. Nos pasamos la siesta jugando Vanesa y yo en la cama, y la acompañé a su casa, donde me quedé unas horas junto a ella, no quería separarme nunca de ella.

Una semana pasó, fue un calco, pero Vanesa y yo quedamos a diario, fue dulce y tierno salir a tomar helados o pasear sin más, pero al volver a casa montábamos un escándalo mayor que nadie, casi siempre empezábamos nosotros, junto a Sara cuando se terciaba, y luego terminaba follando toda la casa al oírnos, Joel era muy atento en eso con mi madre. Sonia había convencido a Marta para unirse a Jaime en sus sesiones de sexo a modo de apoyo lésbico, y sin estar seguro, creo que Jaime se follaba a mi hermana también. Pasado ese tiempo, fue inevitable que Vanesa quisiera venir a vivir conmigo, se pasaba más tiempo en mi casa que en la suya, así que nos acomodamos como pudimos, ya con las cartas sobre la mesa. Vanesa y yo en un cuarto, mi madre y Joel en otro, Sonia y Jaime en el 3º con Marta, a la que no entendía, podía tener a 3 o 4 chicos viviendo con ella, era preciosa, lista, divertida y alegre, pero fue mucho más recatada en ese aspecto, solo en alguna fiesta se cansaba de Jaime y se llevaba a casa algún chico, pero se los tiraba y los echaba por la mañana.

Era la tarde del sábado, y estabamos preparando la cena para luego ir a la disco, bueno, ellos, yo estaba con Vanesa en la piscina calentándonos hasta llevar el agua a punto de ebullición, se quitaba el biquini y me dejaba comérselas durante horas, creo que la divertía verme como un bebé al que alimentaba, entrelazaba sus dedos con mi pelo y me apretaba contra sus senos. Habíamos estado la tarde jugando, pasaron muchas cosas pero nada que no hubiera pasado antes, solo que cuando palmó Sara la última mano, me eligió a mi y no a Jaime para el sexo. Me la estuve follando, tirada sobre la mesa, tan fuerte que todo lo que había encima cayó al suelo, mi madre tuvo que pedirle a Jaime que dejara a Sonia y la tomara allí mismo para calmar su cuerpo, mientras Vanesa se apartó con mi hermana, las veía de fondo, Marta abierta de piernas y gozando como una recién liberada de la cárcel, la masturbación y la lengua de mi novia fue tal, que la locura me nubló, di la vuelta a Sara y la destrocé el ano haciéndola correrse 3 veces, se quedó tiritando sobre la mesa, con convulsiones lentas en su cadera la sentir como me vaciaba dentro de su esfínter. Fue natural que tuviera que salir a la piscina, me ardía todo.

-YO: no se que ha pasado, Jaime me parecía tan……..y míralo ahora – era como un cachorro apaleado.

-VANESA: es un cerdo, no dudes que se volverá a meter en la cama de todas, ahora usa la lastima, es su juego, y mientras ellas quieran jugar, tendrá ventaja.

-YO: pero mi madre…- caí de golpe, pero sonó a táctica desesperada de Jaime – ….no se si es buena idea intercambiar a Jaime por el mulato….

-VANESA: eso lo decide tu madre.

-YO: me gustaría tanto que todo se tranquilizara, esto ha perdido su gracia.

-VANESA: no puede tranquilizarse, esto está desmadrado, o metes mano dura o seguirá así.

-YO: ¿yo?

-VANESA: ¿quien si no?, Jaime es un crío comparado con el mulato, él lleva jugando a esto mucho tiempo, lo he visto antes, uno del grupo se la gana, y se la terminan follando todos sus amigos, se te meten en casa y se aprovechan de la gente, luego se cansarán de esperar turno y se follaran a Sonia o Sara, y cuando se aburran, Marta será la siguiente.

-YO: exageras…….

-VANESA: con su tranca es solo cuestión de tiempo que tu madre meta a Joel en casa a vivir, ¿cuanto tardó Jaime en ganárselas?, ¿y cuanto crees que tardará Joel en ventilarse a todas?

-YO: ¡no!, eso si que no, ya he soportado suficientes vejaciones por parte de Jaime, no pienso pasar por ello otra vez.

-VANESA: pues solo queda una opción…….

-YO: ¿cual?

-VANESA: está claro que todas necesitan a alguien que las de lo que piden, Jaime ha tratado de serlo, pero se ha visto superado, y ahora Joel ocupará ese lugar…..si no lo ocupa otro antes….

-YO: ¿quien…….- se me encendió la bombilla – ….¿dices que yo….? – asintió.

-VANESA: es lo mejor, si quieres cortar de raíz tanta locura, haz una locura mayor, no podrás impedir que busquen a un líder, así que solo te queda convertirte en uno.

-YO: pero no lo soy….ya me conoces……

-VANESA: por que te conozco se que lo eres, pero aún no lo quieres admitir.

-YO: no podría……..son mi familia…

-VANESA: Sara parece contenta y es tu tía, tu madre no para de decir que la tienes como tu padre, el cual la domina, y tu hermana, medio desnuda, pasa más tiempo en tu cama que en la suya……muy preocupadas por la moralidad del asunto no parecen.

-YO: yo no soy así, no sabría ni por donde empezar.

-VANESA: como te dije, puedo ayudarte.

-YO: ¿y por que lo harías? Eres mi novia, tendrías que estar muerta de celos o conmocionada……

-VANESA: por un reto, por divertirme, por la emoción, y sobre todo por que soy tu novia y quiero hacerte feliz de todas las formas posibles, soy tuya, Samuel, te quiero – me besó con tanta delicadez que cerré los ojos y quise morir en ese momento.

-YO: te amo, y soy tan tuyo como puedo serlo, pero Vanesa, me resultaría muy difícil.

-VANESA: ¿acaso son orcos?

-YO: no, son preciosas, ya las ves, pero…..

-VANESA: ¿nunca has tenido la fantasía de acostarte con tu madre o tu hermana?

-YO: ¡no!……….bueno…….si…claro….pero eso son jugarretas de la mente, el complejo de Edipo si quieres llamarlo, pero de ahí a acostarme con ellas….

-VANESA: tú sabrás, tampoco quiero obligarte, pero ¿que pasará cuando acabe el verano? Tu madre, quieras o no, pensará en volver a su rutinaria vida, o quedarse con Joel en una juerga sin fin….y puede decidir no volver a casa.

-YO: ¿crees que nos haría eso?

-VANESA: antes no, pero ahora, tiene a sus 2 hijos ya criados, y ninguna obligación más que con su marido, ¿y si encuentra a otro hombre que la dé lo que tu padre ya no le da? ¿No preferirías ser tú ese hombre y volver a casa con ella? – me acariciaba el rostro para mirarme a los ojos, la evitaba por que no pensaba con claridad si la miraba.

-YO: ¿estás disfrutando torturándome? – sonrió al verse un poco pillada.

-VANESA: soy traviesa por naturaleza, pero eso no cambia que pueda ser verdad.

-YO: no, me niego, yo no seria capaz, y aunque lo fuera, está mal, yo te quiero a ti, y a nadie más – la cogí con fuerza de la cintura y la pegué a mi pecho.

-VANESA: si es lo que quieres, así será.

Cenamos y nos vestimos de fiesta, para el caso vale con describir solo a mi madre, iba con un mini falda de licra negra y un top ceñido sin sujetador, mientras que los demás íbamos como casi siempre, arreglados sin más. Pasé media noche con Vanesa pegada a mí, y con Jaime comiéndole la oreja a mi hermana, que jugaba a no dejarse engatusar pero caía en sus brazos, con Sonia roja de furia al ver como le quitaban a su chico. Sara danzaba a nuestro alrededor con 4 tontos persiguiéndola por ver quien se la llevaba a casa. Mi madre, que ya iba algo tocada del juego en casa, se bebió 3 cubatas y 2 mojitos, con 2 chupitos de tequila y absenta respectivamente, iba con tal ciego que no se tenia en pie sola, pero Joel fue tan “amable” de tenerla sujeta todo el tiempo, del culo y la entrepierna en concreto. Llegado un momento la perdí la pista, Vanesa me centraba demasiado la atención.

-VANESA: oye, ¿y tu madre donde está?

-YO: con Joel, seguro……

-VANESA: ¿vamos a ver que hacen? – me cogió de la mano y me llevó con ella, tardamos poco, estaba con el grupo de mulatos.

Era tan fácil localizarlos, con buscar un corrillo de salidas esperando turno, pero hoy había invitada especial, mi madre. Estaba subida a horcajadas sobre un mulato nuevo, abierta de piernas y siendo follada delante de todos, tenía el tanga metido en la boca, y botaba sin parar, casi me acerco para decir algo, pero no sabía que decir o hacer. El tipo bajaba la cadera y embestía tan fuerte que quedaba suspendida en el aire gritando de placer, terminó levantando el culo al sentir como la llenaban, el mulato la cogió con las manos a la espalda y se dedicó 15 minutos a montarla, mi madre seguía sin soltar el tanga ente los dientes y coceaba de rabia, hasta que se le vaciaron dentro. Al soltarla fue a los brazos de Joel, que se la subió encima, la abrió de piernas y la perforó de cara, soltó 3 alaridos histriónicos antes de besarlo, para luego rebotar contra él como contra un muro, pero partiéndola en 2. Pasado ese tiempo un 3º mulato se puso detrás de mi madre, la preparó el ano, y se la folló por el culo a la vez que Joel la martirizaba, mi madre se arqueó y se retorció entre la suplica y la lujuria más absoluta, se puso de medio lado apoyando un brazo en cada mulato, subiendo y bajando sin cesar, su cara era descompuesta y casi parecía perder el conocimiento, pero no lo hacia, volvía a subir y bajar, con la gente alrededor masturbándose, hombres y mujeres, algunos lo grababan con el móvil, y otros 2 mulatos esperaban turno.

-YO: ¿que hago?

-VANESA: pufff te diría que follarme, me están poniendo a 100, pero si te refieres a ella, nada, no puedes hacer nada a menos que seas capaz de tumbar a 4 mulatos.

-YO: ¡esto es injusto, no, no tendría que pasar!

-VANESA: te lo dije……esto pasaría, y más tarde o más temprano alguna la dejará satisfecha, y no tendrá motivos para volver a casa.

El mulato de detrás la llenó el culo de un semen espeso y brillante, se apartó y uno de los que estaban a la espera la metió antes de que empezara a cerrarse el agujero, eso mató a mi madre que empezó a soltar chorros como un grifo abierto, Joel se reía y seguía abriéndola, el de atrás se corrió y el 4º en discordia iba al relevo, pero Joel la dio la vuelta en el aire, la cogió de la cintura y se la metió por el culo hasta hacerla desmayarse, el relevo la abrió de piernas igual y se la metió por el coño haciendo un emparedado con el cuerpo inerte de mi madre.

-VANESA: yo ya estaría rota….bastante ha durado.

-YO: ¡por favor, ¿que hago?!

-VANESA: ya sabes lo que tienes que hacer, o eso, o llamar a tu padre y decírselo todo.

-YO: ¿pero tú los has visto? ¿Como voy a competir con ellos?

-VANESA: diría que eres el único que puede, no conozco a gente por aquí que la tenga tan gorda como tú, ninguna de esas butifarras de ébano lo son, pero son negros, altos, fuertes y con buenas pollas, las chicas se derriten, pero tú…….eres dulce, sensible y cariñoso, tú puedes hacerla ver las estrellas sin necesidad de emborracharse y follarse a 4.

Mi madre permanecía casi inconsciente mientras Joel y el otro la llenaron de más semen, al acabar la dejaron en el suelo, desorientada, todos se reían y la metían mano, hasta que Joel la cogió y se la subió al hombro como un cadáver.

-JOEL: me voy a terminar la fiesta con esta mami guarra a su casa.

Y se la llevó, le seguí junto a Vanesa, me preocupé mucho del estado de mi madre, pero a medio camino reaccionó, y pudo caminar, o algo parecido, hasta casa. Nos subimos al balcón y allí vimos como la tumbó en la cama, la abrió de piernas y la penetró tan fuerte que creo que la hizo daño, pero se acomodaron y comenzó a reventarla de nuevo, tan fuerte y tan salvajemente que mi madre ni pudo plantear batalla, tampoco es que pudiera debido a su estado, era un trozo de carne siendo acribillado, pero su cuerpo si que respondía, y se corrió varias veces. Vanesa se desnudó y me pegó a su espalda, la penetré en cuanto pude y estuve media hora follándomela de forma tan animal como estaba viendo que hacían a mi madre, Vanesa no pudo evitar jadear pero nadie nos oía, la cogí de los senos y la daba tales golpes que sentía la piel de la pelvis arder en su trasero.

Joel le dio la vuelta a mi madre, que de medio lado sacó el culo, él apretó contra su ano y la perforó como quien pincha un pavo muerto, la azotaba sin recibir más que un gemido ahogado, y se pasó 10 minutos gustándose con ella. Vanesa se corrió tantes veces que perdí la cuenta, y yo al vaciarme la puse de cara a mi, la acaricié hasta volver a tenerla dura, para subírmela encima y volver a metérsela sin descanso. Me besó de forma airada, y botando con sus rizos alegres y sus ojos azules perdidos en mí, lamía y chupaba sus pezones con arte y le llevé a otra serie de orgasmos seguidos que acabaron eclosionando de tal forma que sentí como las contracciones internas de Vanesa me rodeaban el miembro. Mi madre soportó su propia tortura hasta que Joel quiso, y se derrumbó con 5 latigazos que sentía mi madre cerrando los ojos con satisfacción por terminar.

-YO: vamos arriba, estoy cansado y borracho, tengo……….tengo que pensar.

-VANESA: si, mi amor – me cogió del cuello y la subí en brazos a la cama.

Pasado un buen rato escuché a mi hermana meterse en mi cama con nosotros, y a Sonia y Sara follándose a Jaime a la vez, “la lastima fusiona”. Por la mañana estaba abrazado a Marta, que dormitaba en mi brazo, Vanesa estaba despierta, a mi espalda acariciando mi piel, dando besos en algunas partes y lamiendo lentamente otras.

-YO: no puedo hacerlo, Vanesa.

-VANESA: si puedes, y debes.

-YO: mírala, aunque mi madre cayera y la alejara de Joel, no podría hacerlo con Marta.

-VANESA: piensa en lo que viste anoche, aunque te libraras de Joel, ¿cuanto tardarán en meterse otros entre sus piernas, y que le hagan lo mismo a Marta? – cerré el puño lleno de ira solo de imaginármelo.

-YO: no, eso no, antes llamó a mi padre.

-VANESA: o puedes convertirte en el macho alfa, Samuel, toma control.

-YO: ¿y si solo es a mi madre?

-VANESA: puede funcionar, pero Marta querrá lo mismo que todas, creo que ya lo quiere, por eso no busca chicos, ni se aferra a nadie, y está ahí, durmiendo a tu lado, noche tras noche, inconscientemente está esperando que pase algo…..te espera a ti, pero no esperará eternamente, y alguien le dará lo que quiere.

-YO: lo haré, ¿como? – me abrazó con ternura, como sin estar segura de algo, o escuchármelo decir la hubiera dolido.

-VANESA: déjame eso a mí.

Al levantarnos y darnos unas duchas pensé en que si iba ha hacerlo, tenia que darme prisa, tenia 1 mes escaso para doblegar a mi madre y a Marta, de tal forma que se olvidaran de líos de playa o de mulatos, y solo existiera yo. No me convencía el plan, no me gustaba ni deseaba hacerlo, no lo necesitaba, las fantasías o los pensamientos lujuriosos se habían desvanecido con Vanesa, ella era todo lo que yo siempre quise encontrar en una mujer, y lo tenía entre mis brazos. Pero no dejaría que mi familia se descompusiera, y que Marta terminara medio muerta en la cama con 2 mulatos y mi madre nos abandonara por seguir como una perra adiestrada a Joel, por duro que fuera admitirlo, habían demostrado que eran personas sugestionables. Lo haría por un absurdo sentimiento de culpa, por que me sentía responsable de todo, y si yo no lo arreglaba, nadie lo haría.

Me pasé toda la mañana en la playa con Vanesa, hablando de cómo proceder, se cabreaba por que no la prestaba atención y me quedaba embobado repasando el contorno de su espalda con mis dedos, y estirando de sus rizos hasta dejarlos largos, si tiraba de su pelo seria casi tan largo como el de Sonia, pero al soltarlo volvía a su lugar.

-VANESA: ¡¿quieres estarte quieto y dejarme el pelo?!… – se lo atusaba con fuerza –… tendría que alisármelo como suelo hacer, pero con esta humedad me duraría 2 días….

-YO: me encanta como te queda.

-VANESA: ¿en serio? siempre lo llevaba así antes, pero un chico con el que salí me dijo que me lo alisara, y desde entonces siempre lo he llevado liso.

-YO: no te lo alises, estás preciosa con el pelo así de natural – me miró agradecida.

-VANESA: jope, no me despistes con tus tonterías …..– se sujetó un mechón y se lo llevó a la nariz para olérselo, en un gesto dulce y sensual – ….tenemos que trazar un plan que te lleve a dominar esa casa.

-YO: creía que bastaba con mí……..

-VANESA: no seas crédulo Samuel, si eso fuera suficiente las mujeres gobernarían el mundo con un consolador enorme en su cajón…… no, tienes que convertirte en tu padre, pero de una forma mucho más sórdida, imponer un respeto con tu presencia que solo se gana con mano dura y firmeza.

-YO: yo no soy así.

-VANESA: pues tendrás que serlo, piensa que es una fachada, una careta, o un escudo, algo que enseñas para ocultar lo que ahí detrás.

-YO: ¿y como lo hago?

-VANESA: para empezar tienes que ir a por Sonia.

-YO: está enamorada de Jaime.

-VANESA: ¡deja de usar ese verbo!… – pareció enfadarla – …aquí nadie se ha enamorado de nadie, Jaime ofrece solo diversión, travesura y algo de buen sexo, y si él se lo da, tú puedes dar más.

-YO: ¿y que gano?

-VANESA: lo 1º es que demuestres que eres mejor que Jaime, Sara ayuda en eso, pero arrebatarle a la única que se tira de la casa es dejarle en evidencia, y todas te verán superior a él.

-YO: en cuanto lo haga, si es que puedo, irá a por Marta, creo que ya se la tira.

-VANESA: por falta de opciones, solo estás tú y Jaime, por eso no puedes dejar que Joel se meta en casa, Jaime con poco la tiene desbordada, imagina que le haría a Joel o sus “amigotes”, tu hermana es muy inexperta

-YO: yo lo soy…….

-VANESA: cualquiera lo diría…- su gesto al girar medio centímetro la cabeza arqueando las cejas, me hizo sonreír -……en fin, una vez que tengas a Sonia, le dará la patada a Jaime tal como se la dio al tal Jony que me dijiste, él tratará de ir a por Marta o a por a Sara, si, pero ahí es cuando tienes que ser rápido, actuar antes de que pueda pillar a alguna con la guardia baja, y ponerte firme, lograr que no se gane a ninguna. Marta es fuerte y si no es con 5 copas no se lo tira, y Sara está resentida por que se cansó de ella, podemos lograr que Jaime se quedé solo, y si tenemos suerte le echemos de casa.

-YO: ¿echarle? ¿y donde va a ir?

-VANESA: conozco a unas cuantas en la casa de mi amiga que le darían cobijo, en su cuarto, y entre sus piernas, si es listo se pasará todo lo que queda de mes jugando con universitarias, y lo más importante, lejos de tu casa.

-YO: ¿y después?

-VANESA: vayamos por partes, 1º Sonia, y luego ya veremos… – me miró con cariño al verme admirándola el pelo, había enrollado un dedo en sus rizos – … ¡y deja de tirarme del pelo jajajajjaa! – y se abalanzó sobre mi retozado en la arena entre risas.

El plan parecía tener una lógica rara y extraña, pero lógica al menos, así que me pasé 2 días tonteando de más con Sonia, con Jaime atento a lo que ocurría. No era nada, una carantoña en la cintura al pasar a su lado, una mención a su bonito pelo, quedarme mirándola a los ojos verdes, o hacerla alguna foto, todo guiado por Vanesa. Bastó para que se alejara de Jaime lo suficiente como para quedarme a solas un par de veces con ella, eso, y que Vanesa se dejaba llevar por Jaime lo justo para que se olvidara de Sonia, y de paso darla celos. Supongo que Jaime pensaría que si yo iba a por su chica, el iría a por la mía, pero no contaba con que, todo eso, ya se le había pasado por la cabeza a Vanesa. Estabamos jugando a eso y me quedé en la piscina a solas con Sonia, yo iba ya acostumbrado a mi bañador marca/paquete, y ella a ir en top less y la parte de abajo del biquini minúsculo de tanga, estaba boca arriba mirándola mientras ella estaba igual, mirando al cielo tomando el sol. Fuera de maquinaciones, su tetas eran un espectáculo digno de ver y admirar, así que no me resultó difícil quedarme mirándoselas, me pillaba a menudo pero antes apartaba la vista avergonzado, ahora dejaba que me observara hacerlo.

-YO: joder……- me di la vuelta tumbándome boca abajo.

-SONIA: ¿que te pasa?

-YO: nada…..

-SONIA: dime renacuajo……

-YO: es que……tus……..me ponen algo contento….- sonrió mientras se las miraba.

-SONIA: ¿mis tetas? jajaja gracias, y tranquilo, no eres el único….

-YO: te debe doler la espalda un montón.

-SONIA: pues si, un poco, son tan grandes…..

-YO: no es solo eso, además las tienes bien puestas, no caen las cabronas, deben estar tan tirantes que cargar con su peso debe ser un martirio.

-SONIA: jajajja nada que no pueda soportar, y tienen su ventajas….

-YO: ¿por ejemplo?

-SONIA: estas 2 me han invitado a más copas de las que puedas imaginar, además me siento muy a gusto con ellas, me hacen sentir muy mujer.

-YO: es que lo eres, estás muy buena.

–SONIA: ¡mira al mocoso! jajaja no deberías decirme esas cosas o Vanesa se enfadará.

-YO: no es una novia al uso.

-SONIA: puede que no la moleste que me sueltes piropos, pero si la dices eso de mis pechos se puede ofender, ella no va nada mal cargada tampoco…

-YO: si, es cierto, pero las tuyas……….puffff son una barbaridad de bonitas.

Con eso era suficiente, pasarme era descarado, hasta yo lo sentía, según Vanesa planté una semilla, una idea, y con los días Sonia me vería de otra forma. Llegó el Jueves y nos pasamos la tarde entera jugando a las cartas, pese a querer beber menos todos íbamos con un punto alegre de más. Jaime seguía tratando de reconquistar a mi madre o a Sara, y como pensábamos, daba a Sonia de lado, esta se la devolvió en la última mano, perdió Sonia y me eligió a mi.

-SONIA: ¡quiero que me folle Samuel!, por lo visto mis tetas le vuelven un poco loco.

-VANESA: bonita, las tendrás más grandes, pero a mi chico solo le gusto yo…….- era lista hasta medio borracha, la había picado en el orgullo.

-SONIA: ¿ah si? Ven aquí Sam, que te voy a pegar el polvo de tu vida – cogí aire, y Vanesa me dio la mano para darme ánimos, no es que fuera un calvario, pero necesitaba de su aprobación.

Me levanté y caminé hacia Sonia, que se sentó en la mesa totalmente desnuda abriéndose de piernas, me encajé allí y la cogí de la cadera, sentí sus manos en mi pecho desnudo y me agarró la nuca para besarme, fue raro, la conocía desde crío, y sabia de sus muchas andanzas, pero sentir su lengua entrando en mi boca me dejó confuso. Me cogió de las manos y se las puso en el pecho, fue como querer agarrar 2 globos de agua del tamaño de un balón de baloncesto, sentí sus oscuros y granulados pezones endurecerse al tacto y luego me rodeó con la piernas para empujarme y caer sobre ella, que se estiró como una serpiente por la mesa. Lamí apretando uno de sus senos mientras el otro se me salía de la mano, y al alzarla vi sus ojos verdes escondidos tras una cara colorada y viva, con el largo pelo caoba puesto en forma de abanico que la coronaba. Busqué sus labios y esta vez sentí su pasión, abría la boca tanto que parecía que se le iba a salir la mandíbula, para cerrarla lentamente sobre la mía. Sentí sus manos acariciar mis hombros y mi espalda mientras regresaba a sus senos, y luego las bajó a mi cintura para quitarme el bañador, mi única prenda.

-SONIA: eres una caja de sorpresas, me tienes cachonda perdida…..- los trucos aprendidos eso días la hacían efecto.

-YO: te voy a dejar que no vas a querer que te folle nadie más – sentí su escalofrío en la piel y lamí su cuello con delicadeza mientras mi miembro daba cabezazos en sus muslos.

-SONIA: ¡fóllame ya cabrón, me vuelves loca! – antes hubiera bajado entre sus muslos a masturbarla o comérselo, pero eso ya lo había hecho durante la partida, así que froté mi glande contra sus labios un rato, y acerté contra su entrada.

Soltó un gemido travieso al sentir como la penetraba, pero llegado cierto punto noté como mi tranca se abría paso con dificultades, y la casa de Sonia cambió a un grata sorpresa, no la dejé pensar y embestí hasta metérsela hasta la base, gritó descontrolada tratando de sacarme de ella, era un rodeo conmigo tratando de montarla sin caerme.

-SONIA: ¡DIOS QUE GRANDE, JODER, SÁCAMELA CABRÓN, ME HACES POLVO! – en vez de eso, sin mover mi cadera me pasé 3 minutos lamiendo, o chupando, con lentitud y tranquilidad sus pechos, lo que la hacia gritar menos, y jadear más.

No tenia ojos para nadie, creo que mi madre se estaba masturbando junto a Sara, y Vanesa se ocupaba de mi hermana mientras Jaime miraba de reojo .Cuando Sonia volvió a abrazarme, entendí que ya estaba lista y comencé un movimiento lento y cauto de caderas, que ella acompañaba para no sentir otro espasmo al enterrarla de golpe, se generó un movimiento constante que la hacia delirar mordiéndose le labio. Me alcé sobre ella y la abrí de piernas hasta el máximo, sujetándolas con las manos y empezando a subir el ritmo rápidamente, quería ir despacio pero ver sus senos ondular me desquiciaron, y para cuando quise parar no pude, embestía de tal forma que sus pechos le daban en la cara, así que se los agarró pellizcándoselos, y tratando de cerrar las pierans a cada penetración, pero se lo prohibía, y en unos 3 minutos que me hicieron sudar, Sonia guardo silencio absoluto con la cara desencajada, y explotó sacándome de ella, frotándose los labios mayores y manchando la mesa y el suelo.

-SONIA: ¡JODER QUE PUTO GUSTO, MÁS, DAME MÁS!

Me pegó a su cadera de nuevo y la ensarté con facilidad, no sin rozarme y sentir sus interior ardiendo, esta vez la cogí de las caderas y mantuve un ritmo acelerado pero sin esforzarme, fueron al menos 10minutos en que Sonia se retorcía como un hierro candente en el agua y la llevó a otro orgasmos que la hizo resbalar de la mesa y caer al suelo. La cogí de la cabeza y me la chupó con ansia y devoción. Como a todas, no le pasaba demasiado del glande, pero me gustó la forma en que lamía la base. Se puso en pie y se acarició el coño por detrás para recostarse sobre la mesa y ofrecerme su culo, lo amasé y solté algún azote, golpeaba con mi miembro entre sus mulos como castigo, y la penetré otra vez, se resbalaba sobre la mesa, tuve que cogerla de los hombros para tirar de ella hacía atrás y dejarla empalada totalmente, me fundió con un movimiento de caderas en círculos, y no podía permitirlo, tenia que dejarla ida, así que la cogí del pelo haciendo un nudo en mi mano como las crines de un caballo y empecé a darla rápidos y potentes golpes de cadera, al 4º ya a tenia sollozando, con la cabeza echada hacia atrás de tirarla del pelo y las manos dobladas, como colocándose unas gafas imaginarias, con sus senos mojados se sus propios fluidos aplastados bajo su propio peso en la mesa. Fue colosal, así lo sentí, la estaba matando como nunca nadie lo habría hecho, lo sentía en el fondo de de mi ser, daba cortos gritos agudos y golpeaba la mesa con las plasmas de las manos tratando de aliviarse.

-YO: ¿te gusta?

-SONIA: ¡ME ENCANTA, DIOS, ME MATAS, LA TIENES GORDÍSIMA, ME ARDE TODO Y ME ENCANTA! – me tumbe sobre su espalda oprimiendola sin dejar de dar golpes de cintura aferrado a la mesa con las manos , la arqueé al espalda para llegar a su ido.

-YO: dilo…….joder….dilo…..dilo que te gusta como te follo yo.

-SONIA: ¡OHHHHHH DIOS….SI….ME ENCANTA COMO ME FOLLAS…..QUE LES DEN POR EL CULO A TODOS……A JONY, A PEDRO, A LORENZO Y A MI ENTRENADOR PERSONAL, JODER, HASTA AL PUTO JAIME, ME ESTÁS DESTROZNADO MALDITO CABRÓN! – la levante de los senos para ponerla de pie, y sin separarnos, percutir con energía, ahora con la gravedad de mi lado, ella caía clavándosela entera y se giraba besándome desesperada.

Yo ya no podía más, sentir sus senos rebosando y temblando por mis acometidas animales, me hizo explotar en su interior, pata cerciorame, llevé mi mano a su clítoris y se lo frotaba con delicadeza mientras terminaba de cabecear en su interior, cosa que llegado a tal punto, hizo a Sonia vaciarse por completo en el suelo. Me quedé de pie, sudando y agitado, con ella entre mis brazos, una teta en la mano y su coño rezumando de todo en la otra, sintiendo como me deshinchaba,

-YO: ¡joder!

-SONIA: ¡si!……..uf…..si……esto es joder como dios manda…..jajajajaja….que pena que no me haya dado cuenta antes….. ¡Me matas Sam!, dios….estoy rota.

-CARMEN: madre mía Samuel, Vanesa te ha enseñado unos trucos…..

-YO: no ha sido la única – guiñé un ojo a Sara, que se estaba recuperando de aquella visión de mí machacando a Sonia.

-VANESA: es un hombre con todas las letras ya, a mi me deja igual cada día.

-SONIA: ¡pues que suerte zorra de mierda! jajajajaa – pese al insulto todas se rieron mientras Jaime estaba cruzado de brazos.

-JAIME: ¿suéltala ya, no?, tenemos que ir a ducharnos para la discoteca – miré a Vanesa buscado su señal.

-YO: yo me quedó hoy, estoy molido, Sonia me ha dejado doblado.

-SONIA: ¿ah si? Pues yo estoy igual, me quedo a descansar.

-JAIME: pues no quedamos entonces…..

-CARMEN: ¡no!, yo, después de esto, me voy a por Joel…….

-SARA: te sigo hermana, a ver si me presentas a alguno de sus amigos jajajajaja – “tengo que darme prisa o serán 2 mulatos en casa”.

-VANESA; pues yo tengo ganas de bailar, ¿me acompañas Marta?

-MARTA: claro, un placer…….

-VANESA: pero 2 chicas solas………Jaime, ¿nos acompañas? – Jaime sonrió, supongo que pensando que era una ventana abierta.

-JAIME: claro, como podría rechazarlo.

Se vistieron y se fueron de fiesta, yo me quedé con el bañador en la piscina, al rato Sonia apareció completamente desnuda, se metió en el agua y se acercaba peligrosamente, sabia que estabamos solos, Vanesa se ocupó de ello, como planeamos.

-YO: perdona lo de antes……creo que me he pasado….

-SONIA: nada que perdonar tonto, me ha encantado, si te digo la verdad, ha sido el mejor de mi vida.

-YO: ¿de verdad? creía que tenías mucha….experiencia.

-SONIA: y la tengo, tiene su mérito jajajaja, y por eso me ha encantado, si hasta creo que me ha crecido la cadera, me he intentado poner unas bragas y no me entraban – como excusa era pésima.

-YO: pufffff como sea verdad vas a terminar siendo perfecta – se pegó a mi pecho con una sonrisa malvada en los labios.

-SONIA: ¿puedo preguntarte una cosa?

-YO: claro

-SONIA: ¿follo mejor que Vanesa? – una alerta saltó en mi cabeza, Vanesa me dijo que podía pasar.

-YO: no……..vamos….no se….contigo ha sido medio borracha en un juego…..a ella en cambio la dedico horas, y me saca de mis casillas.

-SONIA: ¿y que opinaría ella de que nos acostáramos…….ya sabes……. fuera del juego?

-YO: no creo que la molestara…….es extrañamente liberal…..¿por que? – se pegó a mi presionándome con los senos y besándome en la oreja.

-SONIA: por que quiero demostrarte que se hacerlo mejor, aquí y ahora – sus ojos verdes brillaban con fulgor al separarse un poco, y sus labios se relamieron.

Me besó con fuerza, y la cogí del culo, que al sentir mis manos se abrió de piernas montándome, con el agua hasta media cintura no pesaba nada, así que di vueltas, con ella besándome y su lengua jugando a encontrar todos mis dientes. Ya la tenia dura cuando me puso sus senos en la cara, mojados y con la piel tierna del agua y la noche, lamí uno de ello, succioné con fuerza tirando de él, hasta que cayó rebotando. Con una habilidad anti natural, al bajarse de mi, me quitó el bañador, y me la cogió arrastrándome, me llevó al borde de la piscina y me pidió que la penetrará por detrás, como antes. Fue embestirla y se tuvo que apoyar en el borde para no salirse del agua, la cogí una pierna para levantarla de medio lado y empecé un ritmo que estaba aprendiendo a controlar, ella arrancaba briznas de hierba con cada golpe y sin dame cuenta tuvo un orgasmo, supongo que aún estaba a “punto de nieve”, del polvo de antes.

-SONIA: ¡joder Samuel, me corro, me corro y me encanta!

-YO: eres una mujer espectacular – “si, pero Vanesa es LA mujer.”

Se dio la vuelta y me sentó en el borde de la piscina, cogió mi tranca con ambas manos y la dio lametones con besos hasta dejarla seca, se agachó mojarse los senos y plantó mi polla entre ellos, mi ancha herramienta se vio ridiculizada por aquellas tetas, que la devoraban sin piedad, las movía como sacos de arena, levantándolas y dejándolas caer, no pude evitar correrme como un cerdo y llenarla de semen desde los pechos hasta el pelo.

-YO: ¡madre mia, que pedazo de tetas!

-SONIA: jajaja ¿a que son geniales?

Me bajé al agua y la cogí de los costados sentándola en mi lugar, la abrí de piernas y estuve 10 minutos comiéndoselo con descaro, metiendo dedos y chupando su clítoris, se retorció como un culebra mientras se “sintonizaba” los pezones Cuando ya la tenia dura, la volví a penetrar y no dejé de cabalgarla hasta que media hora más tarde le metí el esperma tan dentro que lo escuché rebotar en la pared de su útero, Sonia se había corrido tantas veces que solo aguantaba la respiración entre cada explosión de sensaciones.

-SONIA: ¡joder con el hermanito, me vas a dejar muerta!

-YO: una pena que Jaime te acapare.

-SONIA: le mando a la mierda a la de ya…..

-YO: hazlo – era lo que buscaba, y me resultó más fácil de lo que pensaba……. bueno, más simple, fácil para nada, me había desfondado con Sonia.

Nos dimos una ducha y nos quedamos en el salón viendo la TV. Regresó mi madre, con Joel, iba pedo y se subieron a follar como mejor sabían, la oírles, Sonia se masturbaba delante mía, y me daba con le pie para que me percatara, al 3º orgasmo de mi madre, claramente identificables según al tonalidad de sus alaridos, Sonia me saltó al cuello y se abrió de piernas montándome de rodillas, se penetró ella sola y se pasó un cuarto de hora botando a diferente rimo que sus senos, hasta que la llegó su orgasmo final, la cogí del culo y planté lo pies destrozándola y sacando mi reserva. Sonia gemía y se frotaba la cabeza de compresión, empezó a tener convulsiones, tembló como una hoja al viento, sacudiendo las manos como si se hubiera quemado, cayendo a mi pecho sin fuerzas, tardé unos minutos más en lograr llenarla de un par de chorros de semen casi trasparente, al sacarla mi polla aún estaba a tensa, y la golpeaba entre las piernas con ella.

-SONIA: ¡puffff me matas, es increíble, 4 en una noche!

-YO: me pasaría el día follándote.

-SONIA: jajaja yo no puedo más, me he mareado esta última vez, otra y me tienen que llevar a urgencias.

-YO: dame unos días y me vas a durar toda la noche – se arqueó posando sus senos en mi barbilla, a los que daba pequeños besos y lamidas.

-SONIA: iba en serio lo de Jaime, le mando a paseo en cuanto vuelva, ¿y tú que harás con Vanesa?

-YO: ¿que voy ha hacer? Es mi novia….

-SONIA: pero después de esto……..yo pensaba…..- la besé.

-YO: ¿que la iba a deja por ti? jajajaja, si quieres eso tendrás que ganártelo en la cama, y por ahora Vanesa te lleva mucha ventaja.

-SONIA: puffff es que ella lleva 3 semanas contigo, dame tiempo.

-YO: tienes 1 mes, hasta la vuelta, si no soy tuyo para entonces, se acabó.

-SONIA: trato hecho – y me extendió la mano, se la di, sin soltarla el culo.

“Una menos”, pensé, Sonia era demasiado orgullosa y terca como para creerse inferior a nadie, y se pasaría el mes entero a mi disposición solo por demostrarlo, antes de darse cuenta de que la había embaucado, o eso me dijo Vanesa. Al rato apareció Sara colgada del brazo de otro mulato, y se subieron a sumarse a los gritos de mi madre y Joel. Al llegar Jaime con mi hermana y mi novia, y vernos en el sofá desnudos y el olor a sexo, ellas sonrieron medio idas, pero Jaime me miró cabreado.

-JAIME: ¿que pasa aquí?

-SONIA: ¡que te dejó!, vete a tomar por culo, ahora Samuel se ocupará de mis orgasmos jajaja – Jaime parecía muy furioso.

-MARTA: ¡joder Sonia!, mira como has puesto el sofá jajajaja – estaba empapado.

-SONIA: ¡tu puto hermano!, que me ha follado 4 veces ya, y no puedo con él…- miró a Vanesa y no mostró arrepentimiento alguno – …perdona Vanesa.

-VANESA: jajaja no pasa nada, mi chico es fuerte como un toro, seguro que ahora subimos y me deja sin aire.

-JAIME: ¡esto es la polla, se folla a Sonia 4 veces y en vez de molestarte te lo quieres subir arriba ¿a él?! ¡¿Cuando llevo toda la noche detrás de ti?! ¡NO ME JODAS! – me saqué a Sonia de encima, y le di un morreo a Vanesa que la dejó saboreando mis labios en el aire con los ojos cerrados.

-YO: ¿hablamos fuera Jaime? así te fumas un porro y te tranquillas – me miró odiándome, seguro que como yo le miraba a él no hacia mucho. Al salir a la terraza me cogió del brazo zarandeándome.

-JAIME: ¿se puede saber que haces? Sonia es mía.

-YO: suéltame……..ella se me ha echado encima…….ya la has visto en el juego de cartas.

-JAIME: ¡a mi no me la pegas!, llevas 2 días tras ella, si Vanesa no es suficiente me la follo yo y tú quédate con Sonia – le aparté el brazo con un monotazo airado.

-YO: te dije que como toques Vanesa te tiro por el balcón, ella es mía por que quiere serlo, no por manipulaciones de críos como tú, si Sonia ha abierto los ojos no es culpa mía, es mayorcita para decidir por si sola.

-JAIME: ¡a mi no me hables así, o te parto la cara! – alzó la mano.

-YO: ya no me das miedo……..eres un niñato, engreído y superficial, y me das lastima – me soltó un bofetón que me dio de lleno en el labio, pero me rehice.

-JAIME: ¡escúchame mierdecilla, estoy hasta la polla de que se rían de mi en esta casa, me vas a respetar! – alzó la mano, y cuando caía, sin pensar, le cogí de la muñeca parando el golpe, fue como si creciera medio metro de golpe ante sus ojos.

-YO: si estás harto de estar aquí, en la casa de las amigas de Vanesa tienen una habitación libre, una llena de fiestas con universitarias salidas, seguro que es tu ambiente, aquí ya no tienes sitio, ya no eres mi amigo, no sé si alguna vez lo fuiste, pero se que no te necesito en mi vida, así que pasa el mes queda aquí encerrado, o lárgate a otra casa, me da igual, pero ya no eres nadie – esta vez él se soltó la mano de un manotazo, y se frotó la muñeca sintiendo el dolor de cómo se la había apretado.

-JAIME: ¿me echas?, ¡¿como tienes los santos cojones?!, desde que estás con la puta de tu novia no hay quien te soporte.

-YO: ¿como la has llamado?

-JAIME: ¡PUTA! ¡Si, a esa guarra que se te ha metido en el coco, se pasa aquí todo el día jodiéndome la vida, y ahora mírate, todo gallito, seguro que por que vas lamiéndola el culo te crees especial, pero ya me ocuparé de ella, que sepas que me la voy a follar tanto que me la va a desgastar, son todas unas zorras, Sonia no era más que un calentamiento, me las he follado a todas, a tu tía, a tu madre y hasta a tu querida hermanita, y entérate bien de esto, como a ellas, ME VOY A FOLLAR A LA PUTA DE TU NOVIA! – según lo dijo mi puño se cerró justo antes de impactar en la boca de su estómago, del golpe se dobló dando un brinco de medio palmo y cayó de rodillas al suelo, escupiendo babas y tratando de coger aire.

-YO: te quiero fuera de esta casa mañana, ya no es opcional, no quiero volver a verte hasta el día de vuelta, y como se te ocurra volver a insultar a nadie de esta casa, incluida mi novia, te juro que te parto el cuello como una rama seca – fue sin gritar, pero mi voz salió del mismo infierno.

Jaime estaba con una mano en alto protegiéndose de mi airada postura, amenazaba con golpearle de nuevo, tenia ganas de darle más puñetazos, tantos como me había guardado todos estos años, pero ante mi solo había un chico patético y asustado, lloriqueando postrado en el suelo, tratando de no ahogarse del poco oxigeno que lograba pasar por la garganta.

Al volver dentro me temblaba el cuerpo entero, sentía que me fallaban las rodillas y que el corazón hacia un agujero en mi pecho a cada latido para salir disparado, me miraba el puño, aún cerrado, magullado y como si vibrara, el cerebro daba la orden de que se abrieran los dedos y dejaran de hacer presión contra mi palma, pero no obedecían los músculos, “adrenalina, es la adrenalina, tienes que calmarte”. No me percaté de que tenia a Vanesa hablándome delante de mi hasta que me cogió de la cara y me la levantó, al ver tras las gafas sus ojos azules escondidos bajo los rizos recordé que tenia que respirar, solté 4 bufidos nerviosos e intermitentes por la boca antes de caer de rodillas ante ella, me abracé a su cintura y ella me envolvió la cabeza con sus brazos.

-VANESA: calma……..ya pasó.

-YO: ¡lo……lo siento…no se que……no debería!- sentía sus dedos acariciar mi pelo.

-VANESA: shhhh tu tranquilízate, respira profundo y céntrate en mi voz, piensa en el mar, en las olas y sus movimientos constantes, piensa en una huella en la arena que se va borrando con el paso de la marea, poco a poco, una y otra vez, céntrate en como se desvanece lentamente, y acompasa tu respiración con la espuma de mar, lentamente – lo hice, vi esa orilla y me pasé unos minutos enfocándola en mi mente, hasta que dejé de temblar, alcé la mirada y vi la cara de Vanesa, era casi maternal, jugaba a peinarme con sus dedos, con un brillo inusitado en sus ojos azules.

-YO: te quiero – y la apreté tanto que la doblé..

-VANESA: jajja para que me vas a romper, ¿estás mejor?

-YO: si………..no…….no lo sé……quiero irme.

-VANESA: vamos arriba mi amor – me cogió de la mano y la seguí sin importarme la dirección, nos tumbamos en mi cama, y me aferré como un niño de 5 años a su madre tras un susto. Marta no apareció esa anoche en mi cama, ni nadie, por un momento toda la casa se paralizó, y solo existamos Vanesa y yo.

-YO: no he debido hacerlo.

-VANESA: no creo que nadie te culpe por lo que has hecho, alguno hasta te aplaudiría.

-YO: pero mañana se enfadará conmigo y …..- me besó tiernamente, tan dulce y livianamente que fue como si me besara por 1º vez, pero nunca la había sentido así.

-VANESA: si sabe lo que le conviene mañana se irá a casa de mis amigas como le has ordenado.

-YO: ¿lo habéis oido?

-VANESA: no hemos podido evitar pegarnos al cristal de la terraza, Sonia, tu hermana y yo lo hemos visto, hasta Sara ha bajado a ver que eran esos gritos, ¿no nos has visto?

-YO: no….yo…….estaba…….furioso, no se si estaban cuando he vuelto, ¿que pensaran de mi?

-VANESA: pues que tienes unos cojones como el caballo de Espartero……- fue su apreciación inicial, luego recapacitó – ….has dado un paso de gigante de cara a nuestros objetivos.

-YO: ¡me dan igual!, ahora solo quiero tenerte entre mis brazos.

-VANESA: cariño, me……me gustara que esta noche no…… hiciéramos nada…..¿te importa?

-YO: claro que no, no me refería a eso – la rodeé la cintura y apoyé mi cabeza en su pecho, acostados de lado mirándonos el uno al otro, con ella cogiéndome de la cabeza, y la acariciaba como un ente diferente a mi, sintiendo como me atusaba con los dedos el cabello, me estaba quedando dormido sintiendo su corazón latir acelerado y el ritmo de su respiración.

-VANESA: gracias.

-YO: ¿por que? – dije cansado.

-VANESA: nadie nunca me había defendido así – solo obtuvo un gemido ronco de mi parte, estaba cansado y abrumado, solo quería perderme y me quedé profanamente dormido.

Por la mañana seguíamos igual, estaba abrazado a su pecho, al mirarla la vi dormida, casi como un ángel con el pelo revuelto y sus rizos tapándola medio rostro, le aparté los mechones y la di un tierno beso en la frente. Eso la desperezó, estiró los brazos y abrió la boca en un bostezo descomunal, al abrir los ojos me vio, y se le escapó una sonrisa arrebatadora, me acarició la cara con los dedos y sentí que nuestro amor duraría milenios.

-YO: hola.

-VANESA: hola, mi galante caballero de blanca armadura – se me enrojecieron las mejillas.

-YO: no digas eso, no estuvo bien.

-VANESA: pues la sensación que tengo es que te quedaste bien a gusto – eso seria si le hubiera reventado la cabeza de Jaime el 1º día que me pidió ir a mi casa para “ver como meneaba el culo mi madre”, a gusto no, pero si obtuve una satisfacción nueva para mi al hacerlo, me habían enseñado a ser un chico formal y educado, nadie me dijo que placentero, o cuan satisfactorio podía llegar a ser darle un puñetazo a un pedazo de gilipollas.

-YO: ¿que hora es? – me cogió del brazo para mirar mi reloj de pulsera.

-VANESA: las 12:15…. – al girar mi mano vio mis nudillos amoratado, con una ligera capa de piel levantada en uno de ellos, con restos de sangre reseca –…. ¡joder si que le diste bien!, ¿te duele?

-YO: no.

-VANESA: deja que te limpie la herida, no se te infecte…. – me miró a la cara y rozó mi labio con un dedo, lo noté abombado –…además tendré que poner hielo en ese labio, está hinchado – antes de levantarse me dio un corto beso, se quiso separar pero la apreté y nos dimos 3 o 4, sonreía alegre cuando la solté.

Regresó con una pomada y unos hielos de la nevera dentro de un paño, me senté en la cama, ella me montó de cara, yo solo iba con el bañador y ella en bragas blancas de libra con un camisón amplío sin sostén. Me puso a sujetar el hielo en el labio y luego, con un pañuelo húmedo, limpió mi mano, echó alcohol etílico y se rió al verme quejándome por el escozor, juntó sus labios y sopló con dulzura aliviándome, para acabar extendiendo delicadamente la pomada en los nudillos.

-VANESA: ya está mi hombretón jajajaja – apoyó sus manos en mi cuello y me frotaba las mejillas con las yemas de sus dedos, todo su proceso lo hice mirándola a los ojos, y ella se daba cuenta pero me huía la mirada abochornada.

-YO: ¿que pasará con nosotros al final del verano?

-VANESA: ¿a que te refieres?

-YO: lo sabes bien, hablamos de que pasará con mi madre pero no de nosotros, tú empezarás el 2º año en la universidad, encima en Madrid, yo empiezo el 1º año, podríamos vernos…quedar……seguir siendo….novios……..y eso….- apretó los ojos con ternura.

-VANESA: nada me gustaría más que eso, pero no puede ser, esto es uno de esos amores de verano, es mejor que queden bonitos y bellos en nuestros recuerdos, que descubramos la realidad del día a día.

-YO: no creo que pueda apagarme como un interruptor, te quiero, y se que pensaré en ti cada día del resto de mi vida – me huyó los ojos y esta vez fue de forma cansada.

-VANESA: Samuel, créeme, no te gustaría saber como soy en realidad, si lo supieras me tendrías asco, y todas estas palabras dulces y todo este cariño se desvanecería, no quiero que eso te pase a ti, prefiero que este sueño sea bonito y se quede así para siempre.

-YO: lo dices como si fueras una asesina en serie o algo.

-VANESA: no, pero si que te mentí.

-YO: ¿en que?

-VANESA: en que si soy venenosa……..dejémoslo así, no quiero hablar de ello ahora……..- se reactivó cambiando de tema -……..¿que tal ayer con Sonia?

-YO: bien……- la seguí el juego, pero me dejó preocupado – ….fue como dijiste, paso a paso.

-VANESA: lo que no esperaba era lo de Jaime, ahora estaba abajo con las maletas hechas, se va con mis amigas, me ha pedido que las avise.

-YO: ni siquiera se ha despedido.

-VANESA: algunos tienen mal perder…….ahora es importante jugar rápido, queda menos de un mes para terminar esto, Sonia ya es nuestra, unos días en la cama con los 2 y no podrá escapar, Sara ayer se zumbó a un mulato, pero por lo visto la dejó insatisfecha, así que es tu oportunidad, me llevaré a Sonia al pueblo y esta tarde házselo como mejor sepas, y será un más.

-YO: ¿y después?

-VANESA: eso ya depende de tu hermana y de tu madre, una de las 2 se ofrecerá, más tarde o más temprano, pero con Joel por medio apuesto por tu hermana.

-YO: Vanesa, contigo y Sonia ya me costará, si le sumas a Sara……..no voy a poder con todas.

-VANESA: no aprendes……esto no es solo sexo, con Sonia bastará, con su orgullo solo con oírte con otras querrá superarlas, pero con las demás no. Lo de ayer con Jaime te ha hecho ganar puntos, he escuchado a Marta relatárselo a tu madre y a Sara, que llegó tarde y solo te vio asestarle el puñetazo, Carmen ni se lo creía….ahora mismo no hay nadie en esta casa que no te vea como un hombre firme y duro, así que no pierdas ese escudo, deja que se maravillen con él.

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