





Acababa de terminar el verano cuando Rubén conducía el coche en dirección a su pueblo junto a su novia Marta y unos amigos del pueblo de ella. La novia de Rubén ya conocía el lugar y hacía tiempo que quería pasar allí unos días con algunos amigos suyos, especialmente David y Esther, sus mejores amigos. El último integrante del grupo era Abel.
Hacía tiempo que pretendían hacer aquel viaje, pero no fue hasta ese año que habían conseguido todos tener unos días libres en septiembre. Las intenciones eran pasar unos días tranquilos disfrutando de la zona: salir a pasear por el bosque, visitar los pueblos cercanos y los sitios más carismáticos, bañarse en las famosas pozas del pueblo o disfrutar de una buena parrillada de carne.
-Sarna con gusto, no pica – dijo Marta.
-¡Me la has quitado! – le replicó Abel haciéndose el indignado. – Tendré que usar mi comodín… ¡maldita sea!
Los demás se rieron. Para amenizar el viaje en coche estaban jugando a un juego que consistía en decir un refrán cada uno por orden de forma que el primero que no supiera qué decir o repitiera quedaba eliminado.
Aún debía pasar la ronda por Esther y David así que Rubén desconectó del juego para inundarse en sus propios pensamientos. Imaginó lo mucho que tendría que hacer cuando llegaran. Era su casa y, por tanto, el anfitrión. Debería prepararlo todo para que todos se sintieran cómodos y que así Marta estuviera contenta. También sería el encargado de proponer lo que podrían hacer y, en algunos casos, decidir directamente. Se sintió preparado para ello.
-Lo prometido es deuda – instó David y, por lo tanto, pasó el turno a Rubén.
Mientras tanto, Abel pensó lo bien que se lo iban a pasar. Él, en un principio, no debía ir con ellos pero, casualidades de la vida, coincidió que tenía vacaciones durante las mismas fechas que el resto del grupo, los cuales las habían solicitado con previsión para este viaje. Y de ese modo, casi auto invitándose, había acabado allí. Mejor, compartir unos días con Marta en la misma casa no estaría nada mal, pensó. Era el mayor del grupo con 33 años y no podía evitar ver a la novia de Rubén como lo que era, una preciosa chica morena tanto de pelo como de piel de 28 años muy bien llevados. Un escalofrío le recorrió el cuerpo pensando en la preciosa figura de su amiga.
-Lo que no mata, engorda – dijo Marta. Le tocaba nuevamente a Abel, quién despertó de sus pensamientos de golpe.
David era el mejor amigo de Marta. Ambos se llevaban muy bien, tenían una gran relación de amistad y complicidad y, como tal, se sintió contento de visitar junto a ella el pueblo de su novio. Estaba deseoso de conocer más profundamente a Rubén y ver si era la clase de persona que su amiga se merecía. Estaba convencido de que sí. Rápidamente oyó el refrán de Esther y se dispuso a soltar el que guardaba hacía rato en la recámara.
-Juventud, divino tesoro – dijo. Y comenzó la amistosa discusión.
-Eso no es un refrán – espetó Abel.
-Sí lo es – le replicó Esther. Y todo el mundo dio su opinión al respecto.
Marta, divertida por la discusión, se ensimismó pensando que en aquel coche estaba una parte muy importante de su vida. Rubén, su novio desde hacía ya 10 años cuando apenas tenían ella 18 y él 19. Y sus mejores amigos, David y Esther, con los que tanto había compartido, cada uno a su manera. Con David podía compartirlo todo, era un chico abierto, comprensivo y racional mientras que Esther era más visceral, a ella no se le podían contar según qué cosas.
-Bueno, habrá que votar entonces – reflexionó Esther para resolver la discusión sobre si el refrán de David era correcto. – Yo voto que sí, lo doy por bueno. – Al resto les pareció bien la solución y empezaron las votaciones.
Esther era una chica algo acomplejada. Su exagerado sobrepeso la acompañaba siempre allá donde fuere, por mucho que a ella no le gustara. Y pensó la poca gracia que le hacía visitar las pozas donde no tendría excusa para no meterse. De todos modos, lo haría por Marta, ella era lo mejor que tenía en la vida y bien valía olvidarse de complejos si su mejor amiga era el motivo.
Por suerte para David, su refrán fue admitido cuando, por fin, llegaron al magnífico pueblo de Rubén. Era tarde y pronto tendrían que cenar así que decidieron ir a la casa directamente y preparar algo sencillo tras la rigurosa muestra del hogar a los invitados. Tras la cena decidieron irse a dormir pues había sido un viaje largo y cansado y al día siguiente querían estar frescos para todo lo que les esperaba.
A la mañana siguiente fueron a visitar el pueblo más cercano que, casualmente, también era el mayor de la zona. Aprovecharon para comprar comida y todo lo que necesitaran que no hubieran traído en el coche. Por la tarde fueron a la pista de frontón del pueblo y allí estuvieron jugando un rato todos menos Esther, que se quedó leyendo en uno de los bancos que había junto a la pista.
-Yo paso de jugar a eso – les dijo. Y todos aceptaron sabiendo que para Esther aquello seguramente no era lo más divertido que podían hacer.
Por la noche llegó el primer plato fuerte de las vacaciones. Después de cenar visitarían las pozas. ¡Cómo le gustaban a Marta! Y era precisamente por ese aspecto tan peculiar del pueblo por el que tantas veces les había hablado de él a David y Esther. Y justamente por eso David también tenía tantas ganas de ir.
Decidieron ponerse la ropa de baño, pero debido a la época del año y a lo que refrescaba por las noches, Rubén les aconsejó que encima se pusieran más ropa. Marta decidió ponerse el bikini rojo. Cuando Rubén la vio pensó en el cuerpo tan espectacular que tenía su novia. Normalmente vestía con camisetas bastante holgadas que no permitían apreciar esa talla 90 de pecho que tan bien se ajustaba a su cuerpo. Pensó que cualquiera que no la conociera se sorprendería al verla en bikini.
Mientras se dirigían a las pozas andando, Rubén les explicó:
-Se trata de unas aguas termales que provienen de debajo de la tierra y, por tanto, tienen una temperatura elevada. Por eso, aunque haga frío no os preocupéis, que dentro del agua estaremos de puta madre. – y prosiguió – Hoy no creo que haya mucha gente, pero de todos modos el sitio es grande. Hace años lo arreglaron y, con piedra, hicieron una especie de piscinas cuadradas de unos 5 metros cuadrados cada una más o menos. Hay 3, una al lado de la otra.
-¿Pero es profundo? – preguntó Abel que era el que estaba más desinformado de todos.
-No, no – le respondió Marta – de pie el agua te llega por encima de las rodillas más o menos.
Finalmente, cuando llegaron al cabo de unos 5 minutos caminando, se encontraron que no estaban solos. Había varia gente dispersa, no eran muchos, 6 personas en total, pero como había dicho Rubén, no era un problema, había espacio suficiente para todos.
Marta, ansiosa, fue la primera que se despojó de la ropa para quedarse en bikini. Abel no pudo evitar echar un vistazo y quedarse petrificado al ver el culo de Marta mientras esta se agachaba para zafarse de los pantalones que llevaba. Sólo hubo una parte del chico que no quedó petrificada, así que esperó un rato para quitarse la ropa disimulando mientras se interesaba por Esther.
-¿Tú no te metes? – los otros 3 ya estaban metiendo los pies en el agua caliente cuando Esther aún no se había empezado a desnudar.
-Sí, sí… – le dijo y empezó a quitarse ropa mientras interiormente maldecía a todas las modelos del mundo.
David estaba literalmente flipando con aquello. ¿Cómo era posible que aquel agua estuviera tan caliente? Le gustó mucho la sensación, ese contraste entre el frío ambiente y el calor de las pozas. Sin embargo, para él estaba tan caliente que le costaba acabar de meterse.
Finalmente, los 5 acabaron metidos, sentados y con el agua hasta el cuello, nada de figuradamente, se entiende. Entre charlas y risas pasó el tiempo y, cuando se dieron cuenta, el resto de gente había desaparecido. Únicamente quedaba un hombre que estaba en el mismo cuadro que ellos.
-¿Sois de la zona? – preguntó.
-Sí, yo soy del pueblo – respondió amablemente Rubén.
-¡Ah! ¿y el resto?
-Bueno, nosotros venimos todos juntos del pueblo de ella – dijo Diego señalando a Marta. – Está un “poquito” lejos de aquí – remarcó dejando claro que la distancia era bastante grande.
-¿Y tú de dónde eres? – le dijo Abel.
-Yo vengo del País Vasco. Me llamo Montxo.
-Abel. Encantado – le dio la mano. Y así, todos, por orden, se fueron presentando.
-¿Habéis probado de cambiar de poza? – les dijo el nuevo invitado. – En esta el agua está mucho más caliente – y se levantó dejando ver su completa desnudez.
¡El tío estaba desnudo! Marta no se lo podía creer. Le pilló por sorpresa y no pudo evitar mirar allí donde todo el mundo echó un vistazo. El tipo estaba bastante gordo. Entre eso y el abundante vello púbico apenas se le veía el diminuto pene. Marta pensó que la escena era bastante desagradable.
Tras la sorpresa inicial todos hicieron caso a Montxo y cambiaron de sitio. Efectivamente, en el nuevo lugar la temperatura del agua aún era mayor.
-¿Sabéis lo que os queda por probar? – les dijo Rubén – Montxo, seguro que esto no lo has probado. Lo mejor es bajar un momento al río y probar el contraste entre el agua caliente de las pozas y el agua fría del río. Y luego nuevamente al calorcito.
Junto a las pozas, a unos 5 metros tras el descenso de un pequeño terraplén pasaba el río del pueblo. El agua no era abundante, únicamente la suficiente para mojarte los pies y poco más, pero podías tumbarte en el suelo y notar cómo el agua fría te inundaba por completo.
Esther decidió quedarse y no bajar, al igual que Montxo. Para no quedarse a solas con él le pidió a Marta que se quedara para acompañarla. Ella accedió pues otros años ya había probado lo del río. Y Rubén no se preocupó de que se quedaran solas con el desnudo desconocido pues sabía que lo de bañarse sin ropa en las pozas era algo relativamente habitual.
Rubén, Abel y David bajaron con cuidado y, tras el doloroso contraste inicial, pudieron sentir cómo sus músculos agradecían ese cambio de temperatura que, eso sí, no aguantaron durante demasiado tiempo. Al volver a las pozas nuevamente volvieron a sentir el calor inicial que la costumbre ya les había hecho perder.
No tardaron mucho en decidir volver a casa y cuando se iban Montxo les preguntó si volverían al día siguiente.
-No lo sabemos aún, vamos decidiendo sobre la marcha – le comentó Rubén.
-Como queráis. Traeré cerveza – le dijo con una sonrisa.
A la mañana siguiente, Abel se despertó el primero con una erección de órdago. Había soñado con Marta y su bikini rojo y eso le había producido aquel estado. Salió de su cuarto situado en la planta más alta de las 4 que tenía la casa y se dispuso a bajar hasta la planta baja donde estaba la cocina para comer algo mientras se le bajaba el hinchazón. Pero por el camino, en la segunda planta donde dormían Marta y Rubén, vio algo que no se esperaba. En la baranda de las escaleras estaba el bikini de Marta. Lo había dejado allí para que se secara. Abel quiso refrenar sus instintos, pero… por echar un vistazo no pasaba nada, pensó. Se acercó a la tela y pasó un dedo por la parte interna de la prenda inferior, aquella que se supone había estado en contacto con el sexo de Marta la noche anterior. Su aparato aumentó de tamaño ostensiblemente. Se fijó bien y vio que en el bikini había un pelo y parecía… sí, debía ser un pelo de su pubis, pensó. Eso le llevó a recoger la prensa y llevársela a la nariz para inspirar lo más profundo que pudo el olor que… pero aquello no olía a nada. ¿Cómo era posible? Él esperaba oler a coño, pero no. ¿Por qué era tan limpia? se preguntó. Aún así aquello fue lo suficientemente morboso como para subir al lavabo de su planta y cascarse la gran paja, en honor a Marta, que tanto se merecía su excitante amiga.
Esa mañana estuvieron preparando la parrillada de carne que se comieron al mediodía. Tras la comilona no había ganas de mucho más así que por la tarde decidieron dar un paseo para conocer el pueblo y, de paso, rebajar todo lo que se habían comido. Durante la caminata decidieron lo que podrían hacer esa noche tras la cena.
-Yo volvería a las pozas – dijo Abel seguramente pensando en Marta.
-Hombre, yo preferiría hacer alguna otra cosa – le contestó Esther que no tenía muchas ganas de volver a mostrarse en bañador.
-A ver, hay varias opciones. Podemos ir a tomar algo a algún bar del pueblo si queréis. – aportó Rubén, decidido a que nadie se quedara insatisfecho con la visita a su pueblo.
-A mí no me importaría volver a las pozas – replicó Marta – Ya sabes lo mucho que me gustan – continuó mirando a su novio para acabar besándolo.
-Además Montxo dijo que traería cerveza. Puede estar bien. Nos estará esperando – concluyó David.
-Está bien… – cedió Esther finalmente ante la opinión de la mayoría.
Así, decidieron que esa noche volverían a las pozas.
Tras la cena volvieron a cambiarse y recorrer el camino que les separaba desde la casa de Rubén hasta las aguas termales. Y una vez allí volvieron a quitarse la ropa para quedarse con bañadores unos y bikini otra. Abel volvió a fijarse en Marta y le gustó pensar que hacía escasas horas su dedo había estado en contacto con la tela que ahora rozaba su sexo.
Montxo aún no había llegado. David pensó que tal vez no viniera y deseó que hubieran sido ellos los que trajeran las cervezas. Para no quedarse con las ganas decidió que lo mejor que podía hacer era liarse un canuto. Se acercó al montón donde el grupo había dejado todas las cosas y se dispuso a hacer el peta.
-¿Alguien quiere? – ofreció.
Marta odiaba sobremanera toda droga dura y antinatural. Pensaba que todo aquel que se dejara llevar por psicotrópicos químicos perdía toda la pena que podía valer. Sin embargo, pensaba que las drogas naturales como la marihuana o las setas eran… pues eso, naturales. Así que se animó.
-Yo daré alguna calada. No más que me sienta mal.
-Haz uno y yo lo comparto con ella – dijo Rubén.
El novio de Marta no solía fumar, pero lo hacía en ocasiones como aquella más por ella que por él. Sabía lo que Marta pensaba de las drogas, pero tenía la sensación de que ella pensaba que fumar porros era “guay”. Y quería que su chica pensara que él era “guay”.
Esther también se apuntó al grupo de alguna calada mientras que Abel se apuntó al grupo de David.
Mientras el mejor amigo de Marta terminaba de preparar los porros llegó Montxo.
-Buenas noches – les dijo.
-Muy buenas – contestaron el resto al unísono.
-Veo que al final os habéis animado. Perdonad la tardanza. Aquí traigo las cervezas – dijo mientras las depositaba en el suelo junto a las pozas y se fijaba en lo que David estaba preparando. – Pero veo que no me estabais esperando – dijo con una sonrisa.
-¿Quieres uno?
-No, gracias, por ahora no – y se bajó los pantalones dejando al aire libre su pequeña colita.
Esther pensó cómo aquel tío tan desagradable podía tener tan poco pudor. Es cierto que no estaba tan gordo como ella, pero sin duda tenía suficiente barriga como para no verse los pies él mismo. Las piernas y brazos no tenían grasa, pero la barriga cervecera era demasiado. Además no era muy agraciado de cara, más bien era feo y de edad debía rondar los 40 años o más. Pensó cómo estaría ella a esa edad viendo cómo estaba ahora a los 27 y se deprimió más de lo que estaba.
Sería entorno a medianoche cuando los 6 se quedaron solos en las termas. El ambiente estaba distendido ayudado por los porros y la cerveza. Todos estaban en la poza central. Rubén estaba sentado fuera con los pies en el agua caliente, a su derecha, en el lateral siguiente de la poza, estaba Montxo dentro del agua con su cerveza en la mano, a su lado estaba Abel y, enfrente, en otro lateral, estaban Marta y Esther una al lado de la otra. David estaba en medio de la poza, sin apoyarse en ningún lateral justo enfrente de Marta.
La novia de Rubén tenía los pies estirados con lo que prácticamente tocaba con ellos a su mejor amigo quien comenzó a masajearlos sin decir nada. Marta no se molestó, ni mucho menos, era algo bastante habitual que David le hiciera masajes pues a ella le encantaba que le tocaran los pies como bien sabía Rubén. La diferencia es que a su novio no le gustaba demasiado hacerle los masajes mientras que a David no parecía importarle. Cuando Esther se dio cuenta de lo que sucedía alargó sus piernas para que David también la masajeara. Y este accedió sin problemas como siempre.
Rubén notó algo extraño cuando David empezó a tocar los pies de Marta. No sabía lo que estaban haciendo y, aunque él no era desconfiado, no le gustó no saber lo que pasaba. Marta le había hablado muchas veces de David, pero jamás llegó a imaginárselo así físicamente. Tenía 26 años, moreno con el pelo corto, no era precisamente feo y estaba bastante fuertecito. Lo que posiblemente más destacaba de él eran esas fuertes abdominales. David tenía una tableta de chocolate considerable. Marta nunca le había dado motivos para desconfiar y unido a que él no era precisamente celoso no supo por qué aquel gesto de David le molestó. En seguida se tranquilizó al ver que aquello que estaba haciendo con su novia también empezó a hacerlo con Esther. Además pudo confirmar que no era más que un masaje de pies y sabiendo lo mucho que le gustaba a Marta que se los tocaran no pensó nada malo.
David le había masajeado los pies cientos de veces así que Marta se desconcertó al sentir tanto placer con este masaje. No supo si fue el esmero de David, el calor de las pozas o la presencia de Rubén, pero sin duda aquel fue el mejor masaje de pies que le había regalado su amigo.
David pensó que era una putada que Esther se hubiera apuntado a la “fiesta”. Cierto es que le encantaban los pies de Marta, aunque tampoco es que le diera mucha importancia a eso. Lo malo eran los pies de Esther, le olían demasiado y luego le quedaba impregnada la peste en las manos. Tenía mucho aprecio a su amiga, pero es que el olor era demasiado desagradable.
Y así, estando en esa situación, Rubén empezó una nueva conversación.
-Es una lástima que esta noche esté tan nublado– Era cierto, esa noche la luna estaba oculta tras las nubes y la visibilidad era mucho más escasa que la noche anterior.
-Espero que nos haga bueno el resto de días – subrayó Marta quien se sorprendió al escuchar las palabras de Montxo.
-Oye, Marta, ¿no serás locutora de radio por casualidad?
-¿Cómo?
-Sí, tienes una voz muy bonita, como la típica que se oye en los programas de radio nocturnos.
Ella se rió y continuó la conversación.
-Es la primera vez que me dicen algo así. No, no trabajo en la radio ni mucho menos. Además no creo que tenga la voz bonita.
-Bueno, no es lo único que tienes bonito.
¿Cómo? Rubén alucinó con lo que acababa de escuchar. ¿Le estaba tirando los trastos a su chica? En unos segundos pasó de la incredulidad a la diversión. Sabía que Marta no entraba en esos juegos y pronto le pararía los pies así que se permitió no intervenir. Sin embargo…
-¿Y qué es lo que tengo bonito? – le dijo. – Sorpréndeme.
Y justo cuando hablaba y antes de que el vasco le pudiera contestar aparecieron 2 nuevos personajes completamente inesperados. Eran 2 chicos jóvenes de 18 y 19 años respectivamente que habían decidido darse un baño relajante antes de irse a dormir. Todos se giraron para ver a los nuevos inquilinos de las pozas preguntándose quiénes debían ser. Todos menos Rubén.
Él los conocía perfectamente. El menor era Alberto y el otro era un chico de origen marroquí que se llamaba Yamil. A Rubén no le hizo mucha gracia la llegada de estos dos jóvenes delincuentes que lo único que podían hacer era joderles la tranquila noche que estaban pasando. Y no exageraba pues lo mejor que estos habían hecho en la vida era no buscar pelea por estar colocados hasta las cejas hasta el punto de no poder moverse del sitio en el que estaban. Por suerte, parecían ir bastante a su bola y se fueron a la poza de al lado.
-Perdona, pero acabaría antes diciéndote lo que no tienes bonito – prosiguió Montxo con su conversación con Marta.
-Sí, claro…
-Bueno, ya está… – al final fue David quien intervino en la conversación viendo que Rubén no decía nada. Parecía que la llegada de Alberto y Yamil lo hubiera extraído de la conversación.
-¡Ostras! ¡Cerveza! – Alberto vio las latas que tenía el vasco – ¡Ey, tío! ¿por qué no nos das unas latas?
-Por supuesto, las he traído para todos.
-De puta madre – concluyó Yamil. Y se pasaron a la poza central donde ahora estaban los 8.
A Rubén no le hizo mucha gracia la presencia de los 2 jóvenes y se fue a la primera poza. Lo acompañaron Abel y Esther que querían sentir el agua más caliente.
-Vigila con estos – le susurró Rubén a su novia cuando pasó por su lado – son unos macarrillas del pueblo.
-Ok – le dijo. Y cuando se hubo alejado se dirigió a David – Menudo masaje me has hecho – le confesó finalizando con un suspiro.
-¿Sí? – se rió – Suerte que se ha ido Esther, mira como huele – y le acercó la mano a la nariz.
-¡Quita! – le dijo Marta con un aspaviento y los 2 se pusieron a reír.
-Marta – les interrumpió Montxo – tú debes ser una chica bastante osada, ¿no?
-¿Por?
-Bueno, estar aquí sola, en bikini, con el agua caliente rodeada de tanto tío…
-Vaya tontería, además también está Esther.
-Bueno, ahora mismo en esta poza estás tú sola rodeada de 4 tíos.
-Bueno, yo siempre he estado rodeada de tíos generalmente, más que de chicas.
Tras acabar la frase se paró a pensar y se dio cuenta que no sonaba demasiado bien, pero creyó que se había entendido perfectamente.
-Oye, ¿y por qué no te desnudas?
-¿¡Cómo!? – le soltó David.
-Sí, claro… lo digo porque es una sensación acojonante. Probad, ya veréis.
-Ni de coña – concluyó Marta – soy una chica valiente, pero no tanto – le sonrió.
-Tú te lo pierdes – y se levantó dejando ver nuevamente su desnudez.
Marta intentó fijarse, pero si estaba en erección era imposible saberlo, la tenía demasiado pequeña y no se veía nada entre tanto pelo. Sintió un escalofrío producido por el asco que le dio aquel pene.
-¡Ostras! ¡Si el hijo puta está desnudo! – gritó Yamil.
-¡Joder! Yamil, ¿por qué no nos desnudamos nosotros? – propuso Alberto. Y a su amigo le pareció buena idea de modo que se puso de pie y se bajó de golpe el bañador.
Debido a los gritos de Yamil, Marta le estaba mirando en el momento en el que se bajó el bañador y pudo ver su larga y gruesa polla que estando flácida ya debía rozar los 20 centímetros. Le pareció desproporcionada, sobretodo en comparación con la de Montxo. Incluso las sensaciones al ver una y otra le parecieron completamente opuestas. Dejó de mirar en cuanto se percató de que no debía hacerlo y pensó que aquel tamaño debía ser debido a la raza del muchacho.
Alberto, al ver a su compañero, también se quitó el bañador, pero lo hizo sin levantarse de modo que nadie vio lo que tenía entre las piernas. Los 2 muchachos se jactaron de la nueva situación y de las sensaciones de tenerlo todo en libertad absoluta.
-¿Ves? – insistió Montxo – si no pasa nada.
Pero Marta y David lo ignoraron por completo.
Con el escándalo de los 2 chicos jóvenes regresaron los de la otra poza y se volvieron a reunir todos nuevamente. A Esther y Rubén no les hizo mucha gracia ver a Yamil desnudo que aún seguía de pie pavoneándose mostrando su instrumento todo lo que le daba la gana. Sin embargo Abel pensó que era la excusa perfecta para desnudarse delante de Marta. Lo malo es que si lo hacía tendría una erección de mil demonios y no quedaría demasiado bien así que se aguantó las ganas.
Sobre la 1 y pico de la madrugada Yamil fue a buscar algo entre sus cosas y cuando regresó a la poza le hizo un gesto a Alberto para que se acercara. Mientras lo hacía empezó a preparar las rayas para él y su amigo. En cuanto Marta se percató le entró toda la repulsa que hasta ahora no había sentido hacía los chicos a pesar de las advertencias de su novio. Cuando les vio acercarse el polvo blanco a la nariz y esnifarlo sintió un total desprecio hacia ellos.
Cuando terminaron de meterse la primera raya Montxo les preguntó si se podía apuntar. Le dijeron que sí y Yamil se sentó sobre el lateral saliendo del agua para preparar la coca. Marta volvió a fijarse en su polla que había quedado caída sobre uno de sus muslos y en cómo se hinchaba y se levantaba cuando el niño se metía la raya. Marta sintió una sensación extraña, le entraron ganas de acercarse y ver más detenidamente cómo reaccionaba aquel trozo de carne venéreo ante la droga… Detuvo aquellos pensamientos infernales y se concentró en los masajes de David.
Su mejor amigo seguía trabajándole los pies y prefirió hacerle parar puesto que notaba que algo no iba bien. Para hacerlo disimuladamente alargó la mano y le tocó el pecho en señal de alejarlo. Pero ante ella aparecieron las abdominales del chico y no se pudo reprimir a acariciarlas para sentir cada una de las tabletas. Aquello estaba tan duro… David se sorprendió, pero pensó que si era normal que él le tocara los pies también lo era que ella le tocara las abdominales.
Mientras tanto, Rubén, al ver el “espectáculo” que estaban montando los 3 desconocidos, pensó que Marta no debía sentirse muy a gusto y que no tardarían mucho en marcharse de allí. De hecho al verle la cara a su novia notó que estaba incómoda, pero esperó a que fuera ella la que dijera de marcharse, él no quería estropear la estancia de nadie.
Cuando terminaron de meterse, Montxo volvió a su posición y Alberto le siguió. Yamil se fue a la primera poza. Para hacerlo pasó justo por al lado de Marta quien tuvo la oportunidad de verle la polla más de cerca. Se fijó que también tenía mucho vello púbico, pero que eso no le impedía mostrar una gran polla. Mientras se acercaba aquello que le colgaba se iba bamboleando de un lado a otro golpeando contra los muslos del chico y a cada bandazo dejaba entrever una bolsa testicular grande en la que los huevos le colgaban como alforjas. Sin duda el chico magrebí estaba muy bien desarrollado para su edad. Cuando fue a pasar a la otra poza levantó una pierna de modo que la polla quedó colgando a escasos centímetros de la boca de Marta, que tuvo que reprimirse las ganas de chupársela. ¡Pero qué le estaba pasando! A todo esto seguían los magreos entre ella y David con lo que la calentura no bajaba. Y encima Montxo, colocado hasta arriba, continuó a lo suyo.
-Va, Marta, demuestra que eres una chica valiente y quítate al menos la parte de arriba que a tu novio no le importa – le dijo refiriéndose a David.
-Perdona, pero su novio soy yo y a mí sí me importa- le espetó Rubén.
-¡Ay! perdona, es que pensé que era él que está todo el rato pendiente de ella.
-No pasa nada – pero no pudo evitar un regusto amargo por aquella confesión. Era cierto que David había estado toda la noche pendiente de su chica, pero… era normal, era su mejor amigo y hacía tiempo que no se veían, pensó.
-Bueno – insistió el vasco – ¿qué me dices? ¿te animas? – pero Marta reafirmó la negativa.
Aquella conversación calentó más si cabe a Abel que estaba deseando que Marta se animara y poder verle los pechos que tanto había deseado. Su cabeza le estaba jugando malas pasadas llegando a pensar en sacarse la polla bajo el agua y masturbarse o acercarse a la chica y meterle mano. Se estaba empezando a obsesionar así que cuando Esther dijo que se quería marchar sintió que era lo mejor que podían hacer si no quería acabar cometiendo una locura.
Marta y David dijeron que aún se quedarían un rato más así que Rubén se vio obligado a marcharse para acompañar a la casa a Esther y Abel.
-¿Volverás? – le preguntó Marta.
-No sé, cuando llegue veré si tengo ganas, si no me quedaré ya en casa.
-De acuerdo – y se levantó para darle un beso de despedida.
Cuando lo hizo David se fijó en su amiga. Sabía que estaba buena, pero nunca la había visto desde ese prisma, sin embargo, esta vez se fijó en su vientre plano precedido de unos grandes pechos en proporción con el resto de su cuerpo. Además Marta estaba marcando pezones y David pensó que para que se marcaran en un bikini la cosa tenía que estar muy dura. Pensó si tanto sus pensamientos como la actitud de Marta se debían a las caricias que ambos se habían procurado. ¿Tal vez se habían calentado mutuamente sin querer? Muy a su pesar sintió que ojalá Rubén se quedara en casa y no volviera.
Cuando Abel se metió en la cama lo hizo pensando en Marta y soñó con haberse quedado en las pozas, haber cometido una de las locuras que se le habían pasado por la cabeza y que ella lo disfrutara. Pero sabía que eso era imposible. Lástima. Metió una mano bajo el pantalón del pijama y pensó “sarna con gusto, no pica”.
Esther se sintió una desgraciada por culpa de Montxo. Vale que Marta era preciosa y despertaba la admiración de todo tío que se acercaba a ella, pero cómo la había ignorado ese tío tan feo y gordo mientras le dedicaba todas las atenciones a su amiga le había afectado. De todas formas se acostó con la seguridad de la integridad de su amiga. Aquel tío se tendría que hacer una paja pensando en Marta pues era lo máximo que iba a conseguir de ella.
Eran las 2 y media de la mañana cuando Abel y Esther se acostaron y Rubén pensó si volver a las pozas. Por un lado quería volver y no dejar a Marta sola con aquellos 2 vándalos, un gordo salido y otro que no la dejaba a solas ni un momento. Pero por otro lado precisamente lo último que quería era ver a esos 2 críos indeseables, enfrentarse a la humillación de que piensen que otro tío era el novio de su chica o ponerse celoso por culpa del mejor amigo de Marta. Las mismas razones para ir que para quedarse. Pensó que era un sinsentido y decidió no volver.
-Bueno, ahora que se ha ido tu chico, sí que no tendrás impedimentos en quitarte eso – insistió Montxo una vez más señalando la parte de arriba del bikini de Marta.
¡Qué tío más pesado! pensó. Y fue Yamil quien a su espalda la sorprendió.
-¡Déjala! No ves que es una mojigata. No sé qué cojones se pensará que es, como si lo que guarda ahí fuera un tesoro. – Alberto se rió.
David estaba a punto de saltar, pero Marta se dio cuenta y lo quiso impedir para que las cosas no se fueran de madre.
-Está bien – dijo evitando la reacción de su amigo – me lo quitaré si él también se queda desnudo – dijo señalando a David quién parecía aturdido ante aquella respuesta.
Marta, al oír las palabras de Yamil sintió una punzada, como si le hubieran tocado el orgullo y quiso dejar claro a aquel niñato que ella no era ninguna mojigata. De todas formas pensó que David no entraría en el juego así que pensó que aquella era la mejor respuesta que podía ofrecer. Sin embargo…
-Está bien, si así lo quieres… – y David se sacó el bañador sin salir del agua.
¡Madre mía! La cara de sorpresa de Marta era más que evidente. No sólo ahora se veía obligada a desnudar su pecho sino que… no se veía mucho pues había poca luz, pero su mejor amigo seguía a su lado y, desdibujada por el agua, la polla de David no parecía pequeña precisamente… Sin saber cómo se había metido en esa situación, se encontraba rodeada de 4 tíos completamente desnudos y sintió cómo los pezones empezaron a dolerle. Pensó que ya que tenía que cumplir y liberarlos podría masajearlos discretamente para evitar momentáneamente el dolor. Y así lo hizo. Cuando se despojó de la parte superior del bikini se quedó inmóvil con el agua a la altura de su cuello para evitar que cualquier pudiera ver lo que ella no pretendía enseñar.
-¡Muy bien! Ahora relájate y verás cómo la sensación con el agua caliente es mucho más placentera sin ropa de por medio – Montxo ya había conseguido parte de lo que quería.
-¿Quieres una cerveza? – le propuso David.
-Está bien, pero ¿podrás acercármela tú? – ella no quería moverse ni un ápice.
-Claro – le dijo él con una risotada y se acercó a Montxo. Allí se quedó un rato conversando.
Como Marta no quería moverse y la noche cada vez estaba más cerrada no divisaba del todo bien quién era quién entre David, Montxo y Alberto que estaban hablando sobre cervezas. Ella tenía las piernas estiradas y sintió como alguien juntaba sus pies con los suyos, planta con planta para jugar subiendo y bajando a un lado y a otro las piernas sin separar las suelas. Supo sin duda que era David. Sin embargo, cuando llevaba un rato vio más claramente que se trataba de Alberto, el chico pequeño que había llegado junto a Yamil. Rápidamente Marta encogió las piernas y le pidió perdón.
-Disculpa, te había confundido con…
-No tienes que pedir perdón – le cortó el chico – además, ¿con quién me has confundido? si tu novio no está… ¿o acaso es que te doy asco o algo por el estilo?
-No, no es eso – se asustó Marta al recordar las advertencias de Rubén – es que… como comprenderás… no dejo que cualquiera me toque los pies…
-Ya… tranquila, te entiendo – le dijo terminando la conversación con brusquedad.
Marta se tranquilizó y se fijó en David quién se había levantado y volvía con la cerveza. Se quedó expectante, tenía ganas de vérsela, simple curiosidad. Tantos años de amistad y nunca habían hecho ni tan siquiera referencia a ello. Y la espera no defraudó. David tenía una verga larga, más fina que la de Yamil, pero que no tenía nada que envidiar al marroquí en cuando a extensión. La visión de la polla de su amigo volvió a calentarla y se olvidó de sus pechos desnudos cuando se alzó para recoger la lata.
Se oyeron vítores de los chicos cuando los hermosos senos de la dama aparecieron entre las aguas como si de un submarino se tratase. Las aureolas abarcaban un gran terreno del seno y los pezones completamente erectos desafiaban a los muchachos.
-¡Ay! – Marta reaccionó en seguida tapándose con un brazo y volviendo a meter los pechos bajo el agua. – Perdón – espetó con toda la timidez del mundo.
Ahora se oyeron abucheos que fueron seguidos de risas a las que también se apuntó la propia Marta.
Una vez a su lado David continuó el masaje de pies y ella directamente le arañó las abdominales, pero él no se quejó. Marta pensó lo cerca que tenía el pene desnudo de su amigo y tenía que refrenar las ganas de bajar la mano hasta su entrepierna. En ese momento volvió a pasar Yamil mostrando su enorme rabo y Marta deseó… finalmente bajó la mano hasta tocar los pelos púbicos de su amigo. Allí se entretuvo enredando sus dedos, pero no bajó más, no debía hacerlo.
David no se esperaba que ella hiciera eso y, caliente como estaba, empezó a subir sus manos por las piernas de Marta hasta llegar a sus muslos…
-¿No te importa? – le preguntó temeroso.
-No subas más, ¿vale? – quiso limitar la situación cuando sintió cómo otra mano le acariciaba los pies. Se preguntó si David podía llegar hasta allí abarcando tanto terreno. Claro que no podía – ¡¿Qué haces?! – le preguntó enfadada Marta a Alberto, su improvisado nuevo masajista.
-Nada, pensé que no te importaría después de haber estado “jugando” antes.
-Pues sí mi importa. ¡Largo! – y el chavalín le hizo caso.
Cuando Yamil volvió lo hizo con una nueva sorpresa. Pastillas de anfetaminas. Esta vez ofreció a todo el grupo, pero sólo él y Alberto las tomaron.
-Paso, chavales, con la coca tengo suficiente – dijo Montxo.
-No deberíais hacer eso… – les recriminó David haciendo referencia a la mezcla entre alcohol y drogas que estaban tomando.
Marta no dijo nada, pero pensó que aquello acababa de cortar todo el buen rollo que se había creado. Y volvió a sentir desprecio por los 2 niños pequeños que se pensaban que aquello era una especie de discoteca de Ibiza. Y sintió ganas de irse a casa, pero antes pensó fugazmente si las pastis tendrían el mismo efecto sobre Yamil que la coca. ¡Maldita sea! Otra vez aquellos pensamientos libidinosos que le hacían olvidar el asco que sentía por aquel comportamiento. Pero cuando finalmente desaprobó definitivamente aquella actitud, Yamil le dio la solución a sus dudas. El chico se acercó a ella, de pie a menos de un metro, y se tomó la pastilla. Esta vez la polla no reaccionó y Marta le dio un empujón en el muslo.
-Aparta de aquí – le gritó – no te acerques y menos para tomarte esa mierda delante de mí.
-¿De verdad que no quieres? Seguro que se te quita esa amargura que tienes y disfrutas de la noche como lo hacemos Alberto y yo.
-Pero es que yo no necesito nada para disfrutar. Ese es vuestro problema, que tenéis que meteros mierda para sentir o experimentar cosas que yo siento y experimento de forma natural.
-Pues aún te quedan cosas por experimentar, – intervino Montxo – aún puedes quedarte completamente desnuda y así nos demostrarás que no necesitas drogas para experimentar.
-Buen intento – soltó David, entre risas, que ya se esperaba algo así por parte del señor vasco.
-Bueno, puedo experimentar dejando que un niño pequeño me toque los pies – y miró a Alberto.
-Sí, claro, niño pequeño… – se quejó, pero respondió rápidamente – venga, vale. – y alargó los brazos para acariciar nuevamente los ya sobados pies de la chica.
-Pues podrías experimentar con más gente – se reía Montxo.
-Lo siento, contigo no quiero experimentar nada.
-¿Quieres decir que con algún otro de nosotros sí? – preguntó sagazmente.
David no creyó que Marta respondiera a eso. Aunque aquella noche estaba más desatada que nunca, era inviable que ella tuviera un comportamiento más allá de lo que hasta ahora había sucedido, que ya le parecía mucho. Pero pensó que, si fuera posible que ella contestara sería con él con quién querría experimentar lo que fuera. O tal vez eran las ganas de que eso sucediera las que le hacían pensar así.
-Lo siento, pero no voy a contestar a eso. – ¡Bien! David había acertado.
-¡Sosa! – le espetó jocosamente Montxo.
Marta se guardó la respuesta pues se asustó sólo con pensarla. Estaba demasiado desinhibida. Ella no era así, no necesitaba esto, jamás lo había buscado, ella tenía más que suficiente con Rubén… despertó de sus pensamientos cuando notó tantas manos acariciándola. David seguía acariciando su muslo izquierdo, ahora la parte interna, pero Alberto había dejado de tocarle los pies y le estaba acariciando los gemelos y subiendo. No sabía qué hacer, cómo reaccionar, se le agolpaban los pensamientos y las sensaciones y no podía pensar con claridad. Se dio cuenta que su mano estaba aún hundida en los pelos del pubis de David así que no le pareció bien decirle nada a él. Quería parar a Alberto cuando notó como David llevó uno de sus dedos hasta la tela de su bikini. Se olvidó del adolescente y se centró en lo que su mejor amigo pensaba hacer…
David vio que aquello estaba descontrolado. Efectivamente Marta no respondió a Montxo, pero estaba dejando que Alberto la sobara a conciencia. Él había respetado el límite que ella le había marcado, pero si no hacía nada sería un chico de 18 años a quién no conocía el que acabaría llegando a donde a él le habían prohibido así que se envalentonó y, a costa de la posibilidad de perder la gran amistad que le unía a Marta, llevó su dedo hasta su entrepierna. Al ver que ella no se lo impedía, pasó el dedo por su sexo frotándoselo primero con suavidad y luego con mayor brusquedad. Acto seguido comenzó a apartar la tela del bañador y ella abrió más las piernas para que tuviera mejor acceso. David repitió la maniobra pero esta vez sin tela de por medio, sintiendo los labios de la vagina que estaban hinchados por la excitación de su mejor amiga.
Marta no sabía cómo reaccionar. Cuando David le separó la tela abrió las piernas instintivamente, pero eso dio alas a Alberto que parecía coger confianza y cada vez la magreaba más cerca de su sexo. No quería bajo ningún concepto que el chaval llegara a su objetivo, pero si lo hacía sentía que se correría al instante. Así que decidió parar la situación de raíz.
-¡Ya vale! – dijo levantándose de golpe y recolocándose rápidamente el bikini. Esta vez no le importó mostrar los pechos – me voy al río, necesito un poco de agua fría. – ¡Y tanto que la necesitaba con el calentón que llevaba encima!
-Está bien, yo te acompaño – le dijo Montxo – y así aprovecho que ayer no probé lo del cambio de temperatura. – A Marta no le importó.
Al llegar al río, esta vez Marta sí pudo observar que Montxo tenía una erección, pero volvió a pensar que era prácticamente imperceptible. Ella se tumbó en el río y dejó que el frío la inundara. Sintió sus músculos reaccionar, pero lo más importante, notó como la excitación iba disminuyendo. Pero no era lo único que disminuía. De reojo pudo ver cómo la erección de Montxo iba desapareciendo hasta ser su pito lo que desaparecía por culpa del frío a pesar de tenerla allí a su lado, semidesnuda, tumbada en el suelo con los pechos al aire y los pezones tiesos como rocas.
Cuando se notó lo suficientemente calmada le dijo a Montxo de volver. Al subir por el terraplén estuvo a punto de caerse así que el hombre mayor se ofreció a ayudarla. Desde arriba le dio la mano y cuando estaba a punto de subir el señor le puso la mano en el culo para darle el último empujón. A Marta no le hizo especialmente gracia, pero tampoco le dijo nada.
Montxo, al ver la indiferencia de la hembra, la cogió de la cintura. Necesitaba tocar carne aunque sólo fuera el magnífico vientre moreno de aquella mujer 15 años menor que él. Ella no reaccionó así que empezó a frotarle la espalda, los brazos… mientras llegaban a las pozas con la excusa de quitarle el frío. Cuando Montxo pasó al vientre y fue subiendo en dirección a los senos de la chica ella le cortó.
-Montxo… que está usted muy mayor para esto – le soltó para quitar hierro al asunto.
-Y tú para dejarte calentar por chavales de menos de 20 años – le contrarrestó él.
-Yo no me he calentado…
-Así que admites que te han hecho algo aunque no te hayas calentado – la cortó. Marta maldijo la labia del tío del País Vasco.
-Yo no he dicho eso…
-¿Qué pasa? – les interrumpió David.
-No pasa nada, ¿verdad, Montxo? – le dijo mirando desafiante a su “partner” dialéctico.
-Nada, nada…
Marta parecía encontrarse mucho mejor. Lo malo es con qué cara iba a mirar ahora a David. ¿Y Alberto? ¿Qué pasaría si intentaba un nuevo acercamiento? Por Montxo no debía preocuparse. Pero ¿y de Yamil? había estado pasivo con ella durante toda la noche, pero ¿y si le daba por dejar de serlo? ¿y si simplemente le volvía a dejar ver aquella magnífica polla que…? ¡Alto! ¿Es que acaso quería volver a calentarse? Debía dejar de tener esa clase de pensamientos. Es más, debía marcharse ya de allí. Se lo iba a decir a David cuando…
-Marta, me parece injusto que nosotros estemos en bolas y tú no – insistió una vez más el pesado de Montxo.
-Perdona, pero si estás en bolas es porque tú lo has decidido. Nadie te ha obligado.
-Ahí te ha dado – soltó David jocosamente.
-Bueno, precisamente David se ha desnudado por ti. No deberías hacerle ese feo.
-Perdona, pero a mí no me está haciendo ningún feo.
-Está bien, está bien – siguió el vasco – ¿al menos nos dirás ahora con quién de nosotros quieres experimentar?
¿Será cabrón? pensó Marta. El muy perro tenía razón, no había respondido a esa pregunta cuando en realidad sí había respuesta. Intentó despistarle con otra pregunta.
-Primero tendría que saber quién de vosotros está dispuesto a dejar que experimente con él.
-Creo que eso está claro, nena – le respondió Montxo.
¡Uy! ¡Nena! Qué mal le sonó eso a Marta.
-¿Sí? Pues yo no lo tengo claro – intentó ponerlo entre la espada y la pared con la esperanza de que dejara ya el temita. Pero el tío insistía sin parar.
-A ver, chicos. ¿Quién no se dejaría experimentar por Marta?
Silencio.
Todos pensaron que estaba claro, que era una respuesta obvia. Todos menos uno.
-Yo – dijo Yamil – a mí esta zorra ni se me acerca.
¡Será…! Marta intentó calmarse, aunque le doliera ese rechazo vio la posibilidad de escapar del embrollo.
-Lástima… era con Yamil con quien quería experimentar así que…
David no se lo podía creer, aunque pensándolo bien Marta había sido lista. Desde que había vuelto del frío río su actitud había cambiado y aunque él se quedara con el calentón, prefería ver a la Marta de siempre. Ahora había llevado la conversación a su terreno y había conseguido dar esquinazo a las marrullerías de Montxo. No obstante, no pudo evitar sentir una pequeña decepción a oírla decir el nombre del magrebí ante aquella pregunta. ¿O tal vez la decepción era por no haber escuchado su nombre?
-¿Y qué quieres experimentar con él? – dijo Montxo.
¿Pero es que este tío no se cansaba nunca? pensó Marta.
-Da igual, si él no quiere…
-Prueba a ver… o tal vez podrías hacerlo con algún otro, ¿no?
-¡Ni de coña!
-Vaya… veo que tienes claro que ha de ser con él…
Y tenía razón. La respuesta verdadera a la pregunta seguía siendo Yamil y pensó si responder a la nueva pregunta serviría para que la dejara en paz. Y si lo hacía… ¿mejor decir la verdad o inventarse algo? Suponía que daba igual puesto que el cabrón del marroquí no quería nada.
-Está bien. Te respondo si prometes dejarme en paz. Cuento lo que me gustaría experimentar con Yamil y me voy a casa, que ya es tarde – eran las 4 de la mañana.
-Prometido – “Lo prometido es deuda” pensó ella.
-Bien, me gustaría experimentar con Yamil… – decir la verdad o no… no sabía qué hacer ni tenía tiempo para decidirlo así que dijo la verdad – … me gustaría ver y palpar sus testículos – le parecieron enormes bolas bamboleantes, pero no llegó a verlo con claridad y le apetecía quitarse la duda. – Ya está. Ya lo he dicho. Nos vamos.
Pero antes de que Montxo pudiera contestar se oyó a Yamil.
-Espera. He cambiado de opinión. Puede experimentarlo.
¡¿Qué?! Ahora que estaba a punto de marcharse al criajo se le ocurre cambiar de opinión… o tal vez… tal vez le había jugado una mala pasada y había dicho que no desde un principio para llegar a esta situación. Aquello se salía de madre, era demasiado. Debía salir de ahí inmediatamente, pero entonces Yamil se plantó delante de ella nuevamente con la polla a la altura de su cara.
-Aquí los tienes. Experimenta.
Los demás estaban expectantes por saber cómo reaccionaría la chica. Alberto estaba convencido de que experimentaría. Conocía a su amigo y sabía que ninguna chica se resistía a él y menos tras verle desnudo. Yamil no solo tenía una polla enorme, sino que estaba completamente fibrado. No era guapo, pero tenía un aire de lo que era, de macarra, que a las chicas les encantaba.
Montxo no sabía lo que pasaría, pero deseó que sus esfuerzos durante toda la noche para llegar a esa situación valieran la pena y la chica se envalentonara y experimentara tal y como había dicho que quería hacerlo. Si lo hacía estaba claro que ya no habría marcha atrás.
Por el contrario David pensó que Marta no caería. Había estado luchando para evitar esa situación y estaba tan cerca de lograrlo… nunca ningún chico, por pesado que se hubiera puesto, había conseguido nada con Marta y estos no iban a ser más. Además estaba convencido que todo lo que había dicho se lo había inventado para evitar lo que los tíos aquellos pretendían.
-Así no puedo acceder a los testículos – sorprendió Marta haciendo clara alusión a que la polla de Yamil se interponía en su camino.
-Nadie dijo que fuera fácil – le espetó Yamil – si algo te molesta apártalo tú misma.
¿Qué estaba insinuando? ¿que le tocara la polla? David supo que Marta no lo haría, pero… Marta agarró, con dos dedos de su mano derecha y suma delicadeza, la polla del niño. Sintió el grosor, el peso, el tacto y cómo se le escapaba de los dedos. Tuvo que emplear el resto para poder sujetarla y acomodarla contra el pecho del muchacho. Así tuvo acceso directo a la bolsa testicular del chico. Primero la miró y, como se había imaginado, era grande. Los huevos le colgaban hasta unos diez centímetros desde la base, más o menos a la mitad de la polla en estado flácido. Le pareció impresionante y se limitó a cumplir con la experimentación. Alargó la mano libre y le palpó los huevos. Primero subiéndolos y bajándolos con la palma de la mano abierta, después los frotó a conciencia y, por fin, caliente como estaba, se agachó para lamérselos.
-Alto ahí – la paró Yamil. – En esto no habíamos quedado.
-¿Cómo? ¿Me estás diciendo que no quieres que te la chupe? – No era su intención, pero le sorprendió que el niñato tuviera ese autocontrol.
-A mí no – la desconcertó.
-¿A ti no? ¿A quién?
-A mi amigo – le dijo señalando a Alberto.
Eso sí que era imposible pensó David. Marta podía haberse excitado por el miembro de Yamil, pero el de Alberto ni había asomado así que era imposible. Además, mientras el marroquí estaba fuerte y tenía un halo de superioridad, Alberto era un chico del montón, ni guapo ni feo, ni fuerte, ni fofo, además de que parecía mucho más crío que Yamil, no aparentaba ni los 18 que tenía. Seguro que Marta no se iba a excitar con él.
-Está bien – sorprendió a todo el mundo – pero con una condición.
-Dime – le siguió Yamil.
-Que luego dejes que te lo haga a ti.
-Por un amigo lo que sea – dijo sin perder el aire de superioridad que tenía.
A Marta le pudo la autosuficiencia de Yamil. Cuánto más le negaba algo ella más ganas tenía de conseguirlo sólo por fastidiarlo. Así, cuando él le negó chuparle los huevos sintió frustración por sentir cómo por primera vez un hombre la hacía sentir inferior. Eso, unido a la magnífica polla del niñato, forjaba que pudiera hacer cualquier cosa por chupársela.
Y por fin Alberto salió del agua y mostró su polla por primera vez. La tenía morcillona cosa que a Marta le gustó aunque sólo fuera por displicencia a Yamil. Su polla no era tan larga como la de David y el marroquí, más bien era bastante normal, pero sin embargo era mucho más gruesa. Y el glande aún lo era más, unos centímetros más grueso que el tronco de la polla de forma que parecía un pene casi irreal. De todos modos, le apeteció meterse aquello en la boca y sentir aquellas desproporciones a través de la lengua.
En cuanto se la metió en la boca, la polla de Alberto se puso dura como una piedra y rígida como el metal. Cada vez que realizaba una chupada debía saltar como si de un escalón se tratara del glande al tronco y del tronco al glande. Le gustó la sensación. Antes de acabar, Marta empezó a rodear el grueso glande con la lengua hasta que notó que el chico se iba a correr. No pensaba mancharse con la corrida así que dirigió la polla hacia fuera de las pozas. Tampoco le apetecía que dejara una colonia de pequeños Albertitos blancos nadando por las aguas termales.
-Ahora te toca a ti – le dijo a Yamil con una sonrisa maliciosa que intentaba provocarlo. Pero el chaval no parecía impresionado.
-Como quieras – dijo sin moverse del sitio. ¡Cómo odiaba Marta esa indiferencia! Se acercó a él, que ni se inmutó y volvió a cogerle el pollón.
Esta vez sopesó bien lo que tenía entre manos y pudo notar el enorme peso de aquella barbaridad de la naturaleza. Sintió cómo se excitaba más ahora que estaba casi completamente desinhibida. Volvió a llevar la polla contra el vientre del joven para volver a la posición en la que se quedó antes de que él la repudiara y le lamió los huevos como intentara previamente. Esta vez, el pequeño marroquí se dejó hacer. Mientras le lamía los testículos empezó a masturbarlo y empezaron a aparecer los primeros síntomas de excitación en el muchacho. Ella empezó a notar cómo aumentaba el peso de lo que tenía en la mano y, sobretodo, el grosor. Ya no podía abarcar el tronco con la mano, igual que con la polla de Alberto. La sorpresa fue cuando dejó de chuparle el escroto para visionar el crecimiento de la polla. Aquello ya debía rondar los 25 centímetros y aún no estaba completamente erecta. Marta se sirvió de las 2 manos para seguir con la paja mientras miraba a Yamil cuya cara ya había cambiado de expresión. Se sintió poderosa y se llevó el pollón a la boca. Se dio cuenta que aún con las 2 manos aferradas al tronco y la polla metida hasta la garganta le faltaban un par de centímetros para cubrirla completamente. Eran los 2 centímetros que ganó el pene de Yamil en la boca de Marta para llegar a sus totales 27 centímetros.
Alberto parecía que ya se estaba recuperando. Muestra de ello es que ya se estaba masturbando viendo cómo aquella mujer espectacular le mamaba la polla a su amigo. No tardó en ponerse a tono nuevamente y pensó que era hora de que, como tantas otras veces, se las chuparan a los 2 juntos. Así que se acercó a Marta. Esta le vio con el rabillo del ojo y alargó la mano para sustituirle en la masturbación.
David no se podía creer lo que estaba viendo. Su mejor amiga, la chica más sexy y, al mismo tiempo, más centrada y racional que conocía estaba de rodillas mamando y pajeando la polla a dos niños que estaban de pie frente a ella y que tenían prácticamente 10 años menos. ¿Cómo era posible? La misma Marta le sacó de la Babia.
-Ven, acércate – le dijo girándose y haciéndole un gesto con la mano para que se uniera al trío.
Cuando Marta se giró buscando a David se encontró con que su mejor amigo estaba completamente empalmado, señal de que no le reprocharía lo que estaba haciendo, ni mucho menos lo que iba a hacer. Se sintió ligeramente aliviada.
La polla de David en erección era muy larga. Parecía menos espectacular que la de Yamil porque era más fina, pero debía medir cerca de los 25 centímetros. ¡Impresionante! Tantos años al lado de ese semental, compartiendo tantas cosas y… ¡qué ganas tenía de chupársela y darle todo el placer que se merecía por haber sido tan bueno con ella durante tanto tiempo!
David se puso de pie al lado de Yamil con lo que ella se separó de la polla del marroquí y se amorró a la de su amigo girando la cabeza hacia la izquierda mientras seguía masturbando a los 2 jovenzuelos a cada uno con una mano. Al poco rato Alberto volvió a correrse. El chico no parecía aguantar mucho aunque parecía recuperarse con facilidad. Esta vez Marta no pudo estar por todo y el semen se esparció por el agua menos el primer y más potente chorro que fue a parar sobre hombro de la chica. Ella se separó de los otros 2 un momento para limpiarse con asco los restos de Alberto con la misma agua de las pozas.
Marta se quedó a solas con las 2 grandes pollas de la noche. Agarró cada una con una mano y comenzó a intercalar chupadas y lametazos a uno y otro lado. Estos parecían tener más resistencia así que se convenció que el resto de la noche sería larga. Eran casi las 5 de la mañana.
Mientras se concentraba en los 2 machos que tenía agarrados, Marta no vio venir a Montxo quien se había portado hasta ahora. El vasco se acercó por detrás de ella mientras David cerraba los ojos para contener el placer que le proporcionaba su amiga. Marta notó que alguien hurgaba en su entrepierna. Pensó en Alberto que ya debía volver a tener ganas de marcha. Pero se giró y se asustó al ver al señor mayor. No se lo esperaba.
-No, no… – le dijo con toda la picardía que pudo acompañado con un movimiento de cabeza como negativa.
-No me jodas… ¡mira cómo estoy! – le dijo señalando su micropene erecto.
-Chico, si es que ahí no veo nada – se burló de él. No quería ser mala, pero es que aquel tío no… no la ponía nada. Era un imposible.
Él insistió, esta vez buscando lo mismo que los demás. Se puso de pie frente a Marta entre los 2 sementales suplicando con la carita más triste que pudo poner. A ella le hizo gracia y pensó “lo que no mata, engorda”. Y hundió la cara en el matojo de pelo lacio que tenía aquel tipo en el pubis. A duras penas, Marta pudo encontrar la polla de Montxo e intentó chupársela aunque no era fácil. Mientras lo hacía inexorablemente tuvo que desatender a los otros 2 que se esforzaron por buscar otros entretenimientos.
David comenzó a masajear los turgentes pechos de su amiga. Jamás se imaginó que fueran tan perfectos. Le excitaban aquellas aureolas que le ocupaban buena parte de la redondez. Tenían el tamaño perfecto, lo justo para poder abarcarlos completamente con la mano sin que falte ni sobre nada. Notó los pezones y ahora supo porque los marcaba a través del bikini. Eran grandes y estaban completamente duros.
Por otro lado, Yamil, ahora más activo, se dedicó a buscar el tesoro que Marta le había negado a Montxo. Se sentó y metió la mano entre las piernas de Marta para buscar su sexo que quedaba a escasos milímetros del agua. Primero le rozó la parte interna de los muslos, pero no se recreó y rápidamente le separó la tela para encontrarse con un coño completamente lubricado. Yamil metió sus dedos en la raja de Marta y los sacó completamente empapados para llevárselos a la boca y saborear las mieles internas de aquella hembra.
Marta pudo reprimir las nauseas que le provocaba Montxo gracias a las atenciones de David y Yamil. Era mucho mayor el placer que esos 2 le provocaban que el asco que sentía por el gordo. Para poder chuparle la polla tenía que ladear la cabeza para evitar la barriga y si hacía algún movimiento brusco perdía la referencia y tenía que volver a buscarle el pene chupando a ciegas. Era una mezcla entre desagradable, grotesco, ruin, sucio o humillante y morboso, diferente, desafiante, tierno o lujurioso.
Yamil ya le había bajado el bikini hasta las rodillas y la estaba masturbando con tales sacudidas que cada vez que sacaba los dedos del coño de Marta salían disparados sus flujos vaginales. Cuando David apretó uno de sus pezones se dejó llevar por el océano de sensaciones que la situación le provocó. Apretó su cara sobre la peluda barriga de Montxo y explotó inundando la poza con su monumental corrida.
Montxo aprovechó para llevarse la mano a la entrepierna y, con dos dedos, masturbarse para correrse rápidamente sobre Marta antes de que recobrara el control. Montxo no tardó ni 10 segundos en soltar un único chorro de semen sobre las tetas de la mujer. Esta reaccionó al instante.
-¡¿Pero qué haces?! – ya había dejado claras señas de que no le gustaba el contacto con el semen – Serás cerdo… – y se apartó de él para sumergirse en el agua y limpiarse el resultado del orgasmo del hombre de 43 años. – No se os ocurra a ninguno hacer algo parecido – dijo saliendo del agua mientras se quitaba la parte de abajo del bikini – Si cae algo por descuido como ha sido con Alberto, vale, pero a mí no me gusta el semen así que nada de correrse encima, y mucho menos en la cara ni, por supuesto, boca. Jamás lo he probado, ni ganas.
-¿Y corrernos dentro podemos? – la sorprendió Alberto que parecía recuperado.
-Creo que nadie ha hablado de follar.
-No, es cierto – dijo Montxo jadeante – pero si quieres lo hablamos ahora.
Las risas de Alberto y Yamil fueron estruendosas.
-Ya sabes que no has de hacer nada que no quieras – le recordó David.
-Lo sé – confirmó ella con indignación – lo sé. – Y pensó todo lo que había hecho que no quería hacer. Se asustó de hasta dónde estaba dispuesta a llegar.
Por el momento se dispuso a continuar donde lo había dejado. Esta vez se llevó a los chicos al lateral de la poza para que se sentaran y echaran para atrás sus cuerpos mientras dejaban las piernas en contacto con el agua. Así, las 2 pollas de 25 o más centímetros quedaron desafiantes mirando al cielo. Ella se acercó y primero le dedicó unos segundos a los huevos de Yamil, a ese espectacular escroto que parecía tener vida propia debido a su tamaño y longitud. Para que no se impacientara alargó la mano derecha y masturbó a David mientras se dedicaba al joven.
Mientras, esta vez fue Alberto quien se acercó por detrás. Llevó su mano al culo de Marta y lo apretó con destreza. Ella echó un vistazo hacia atrás y al ver su nuevo invasor hizo un gesto de aprobación.
-Tan cerca que lo tuve antes… y ahora, por fin, tengo acceso a tu sexo… – le indicó Alberto.
-¿Ya estás de vuelta otra vez? – ironizó ella – Sí que te recuperas rápido, chico – “Juventud, divino tesoro” pensó.
Él exploró todo su sexo: labios, clítoris, cavidad interna e hizo pequeñas incursiones en su ano. Ella no parecía molestarse. Se levantó y, con la polla, totalmente tiesa otra vez, la golpeó en la espalda.
-Va… déjame que te la meta…
-No.
-Va, por fa…
-No…
-Joder…
-No puedo…
-Solo un poquito…
-Lo siento…
Marta se sintió realmente apenada por el muchacho, parecía realmente deseoso de penetrarla, pero no podía permitirlo. Eso no. De repente, algo la sorprendió. Notó algo grueso y caliente que lamía su sexo. Era la polla de Alberto que se la estaba restregando por todo el coño.
-Alberto… – le dijo con calma.
-Tranquila, que no habrá penetración si no quieres. Pero ya querrás, ya.
Ella se rió y le dejó hacer. Lo cierto es que aquellas friegas de polla la estaban poniendo a cien. Pensó en aquel enorme glande tan cerca de su coño y que un simple gesto del espabilado adolescente haría que lo notara dentro y…
Alberto notó como al poco rato de pasarle la polla por el coño, Marta empezó a lubricar nuevamente. ¡Qué tía más cachonda! pensó. Así que no desistió en las caricias.
Con las nuevas sensaciones que le producía el más joven de sus amantes, Marta no se vio venir la corrida de Yamil. Justo estaba acercando su boca a la polla del muchacho mientras no paraba de masturbarlo con la mano izquierda cuando el marroquí descargó toda su lefa, que no era poca. Marta tuvo tiempo de cerrar la boca, pero no pudo evitar que el primer chorretón le alcanzara el pómulo, la frente y el resto se escapara hacia el pelo. Instintivamente se habría retirado, pero en aquella ocasión el instinto le dijo que se quedara a recibir el siguiente chorro y los sucesivos. El segundo no parecía haber perdido fuerza y le espetó con violencia en los labios sellados a fuego, las salpicaduras del impacto le mancharon la nariz y el párpado. Los siguientes chorros sí parecían perder ímpetu, pero aún soltó 6 más que Marta recibió en la cara con toda la lascivia que tenía escondida.
-¡Joder…! Y a ti no te gustaba el semen… – le recriminó Montxo.
Todos miraron a Marta con cara de expectación y vieron su precioso rostro moreno en contraste con todo el blanco que le chorreaba por la cara.
-Mierda… – dijo ella casi sin poder hablar por la leche que le colgaba de los labios. – me ha pillado de improviso – mintió definitivamente.
Se separó de los chicos y hundió la cara en el agua para limpiarse todos los restos de lefa magrebí juvenil.
-Bueno, ya sólo queda uno. – dijo al terminar de limpiarse y se dirigió nuevamente a su amigo.
-Marta, esto que estás haciendo es maravilloso. Jamás pensé en ti como alguien que… pero, en serio, lo estoy disfrutando mucho – le dijo mientras se acercaba.
-Calla y disfruta – le aconsejó Marta mientras le agarraba la polla y se la metía en la boca.
Tras unos minutos Marta, esta vez sí, notó que la corrida de su mejor amigo era inminente. Él la apartó y se giró en el suelo para ladearse y echar la leche en la piedra, pero Marta lo empujó para volver a ponerlo de espaldas.
-Si estos desgraciados me han tocado con su semen tú no vas a ser menos, de hecho vas a ser más – y acercó su boca al glande de David convencida de recoger todo lo que llegara.
Para David eso fue demasiado y explotó en la boca de su amiga. El primer fuerte chorro de lefa le llegó hasta la campanilla y estuvo a punto de soltarlo todo por culpa de la primera nausea. Era la primera vez que probaba el salado semen y, unido a la gran cantidad y la fuerza con la que su amigo lo soltaba, lo más normal hubiera sido que hubiera acabado potando, pero después de los 2 primeros e intensos chorros se acostumbró y pudo retener todo aquel espeso líquido hasta el punto de apreciarlo lo suficiente como para no arrepentirse de haberlo hecho. Cuando notó como los espasmos de David desaparecieron, Marta se apartó y abrió la boca dejando caer en la orilla de la poza todo el semen que había retenido.
Cuando pensó que todo había acabado, el insistente Montxo volvió a la carga.
-Supongo que si tragas lefa después de todo lo que nos has dicho, no te negarás a que te follemos, ¿no?
-Perdona, pero no me la he tragado – y lo demostró señalando el charco que había formado la mezcla de semen y babas que acababa de escupir.
-Es cierto, lo único que te has tragado han sido tus palabras – concluyó Yamil.
-Tío, no te pases – le recriminó David.
-Está bien, chicos, no discutáis – intervino Marta para proteger a su amigo.
-¿Te lo piensas entonces? – insistió el vasco como siempre.
Marta no contestó. Se limitó a echar un vistazo a su alrededor y contemplar el panorama. A su espalda, más alejado que el resto, estaba Alberto, de pie, con la polla completamente erecta. Se fijó en las gotitas que salían del enorme glande y pensó que debería estar a punto de correrse por tercera vez. A su izquierda estaba el chico de origen marroquí sentado en el lateral de la poza, con aire chulesco y con la polla completamente flácida. Deseó tirárselo. David seguía tumbado en la misma posición en la que le había hecho la mamada y con la polla morcillona sobre su vientre debido al flamante orgasmo. A su derecha quedaba Montxo, de pie, quien se acercó peligrosamente.
-Venga, no seas tonta… – le dijo mientras le acariciaba suavemente uno de sus senos. – si sé que lo estás deseando.
Marta quiso evitar las caricias del viejo gordo así que se limitó a dejar de pensar y dejarse llevar.
-Tú, ven aquí – le espetó a Yamil mientras se alejaba de Montxo. El joven la seguía con la mirada.
Marta llegó a la altura del adolescente y le agarró la polla mientras pasaba a la poza contigua. En un movimiento acompasado Yamil giró sobre sí mismo dando la espalda al resto de chicos. Marta, sin soltar el cipote, se arrodilló y volvió a chupársela.
Cuando aparecieron nuevamente los 27 centímetros, Yamil se levantó sujetando a Marta por los brazos y alzándola mientras le daba la vuelta. En un rápido movimiento bajó su mano derecha para levantar la pierna de la chica colocándola sobre las piedras del lateral de la poza. Con la otra mano se agarró el instrumento y lo acercó al coño de Marta.
Ella no se esperaba la reacción del chico cuando se levantó y la apartó de su polla. Cuando se quiso dar cuenta estaba a su merced y a punto de ser penetrada por aquel mástil. Ella no quería, pero al mismo tiempo lo estaba deseando. No quería que aquello sucediera, pero la lujuria pudo con ella y se dejó hacer sin decir nada. Cuando sintió el inicio de la penetración creyó que se desmayaría. Nunca nada tan grande la había habitado. Cerró los ojos y dejó que el chico le diera placer con cada embestida.
Yamil terminó, sacando la polla y manchando la espalda de su compañera. A Marta ya no parecía importarle demasiado el contacto con el semen. Tras limpiarse volvió a la poza central.
-Lo siento mucho, Montxito, pero creo que tú te quedarás sin premio – le dijo con una larga sonrisa para hacerlo rabiar.
-Serás puta… – ella le ignoró y se dirigió a David que seguía tumbado en la misma posición, pero su polla se había recuperado viendo el espectáculo que acababa de ofrecerse en la otra poza.
Marta pasó una pierna sobre su amigo para ponerse a horcajadas sobre él. Comenzó a bajar lentamente mientras David dirigía su polla hacia el chocho de Marta. Cuando ella llegó a los 25 centímetros que le separaban de David se detuvo y él únicamente pudo restregarle el glande por el coño. Ella volvió a subir separándose de él, desesperándolo, haciéndole desearla más. Repitió la operación y su mejor amigo volvió a mover su polla rozando los labios vaginales de Marta que se deshacían a cada caricia. Por fin Marta le perdonó y terminó el suplicio del chico cuando se dejó caer sintiendo la penetración hasta los mismísimos huevos. Allí, con todo el miembro dentro de su cuerpo se paró para agacharse y besar a su mejor amigo. Ambos se fundieron en un tórrido morreo mientras Marta comenzaba el rítmico movimiento con el que comenzó a subir y bajar sobre la tiesa polla de David.
Alberto no tardó nada en acercarse. Llevaba demasiado tiempo con el hinchazón y comenzaba a dolerle. Mientras Marta cabalgaba sobre David, él se dedicó a magrearla. Comenzó acariciándole la espalda para pasar a sobarle las tetas que aún no había tanteado. Y finalmente se dirigió al ano de Marta, su obsesión desde que hiciera aquellos pequeños escarceos sin que ella se molestara.
Cuando Marta notó cómo Alberto incidía sutilmente en su ano se detuvo. Más que para recriminarle intentaba ser un gesto sutil de invitación. Alberto la miró y, al cruzarse con la mirada expectante de Marta, la sonrió mientras le introducía un dedo en el culo. A ella se le escapó una sonrisa nerviosa y volvió al vaivén sobre David pero a un ritmo tranquilo para que Alberto pudiera seguir explorando la zona.
El pequeño pero experimentado niño fue dilatando el agujero poco a poco con maestría. Cuando ya hubo introducido un par de dedos durante un rato salió de la poza y pasó una pierna por encima de Marta. Esta volvió a detenerse para que Alberto pudiera acercar la polla a la cueva. El enorme glande del adolescente pidió paso y Marta sitió que los ojos se le desencajaban de las órbitas. El agujero del culo se fue dilatando poco a poco mientras el pequeño empujaba con delicadeza la gorda picha. Alberto soltó un salivazo sobre el ano de Marta para que el proceso fuera menos seco. Cuando por fin el glande entró por completo Marta sintió una oleada de placer y el resto del proceso fue más sencillo.
Mientras el trío intentaba acompasarse Montxo aprovechó para meterle mano a Marta. Ahora no podía estar por él con lo que no le rechazaría. Y efectivamente, aunque Marta le hubiera detenido de buen grado fue incapaz de reaccionar. Lo único que sentía era placer y cerró los ojos cuando el hombre le tocó las tetas. Pero los volvió a abrir cuando oyó la voz del macho marroquí.
-Marta… – dijo con voz grave.
Cuando abrió los ojos mientras giraba el rostro se encontró con el pollón del chico a escasos centímetros de la cara y entendió por qué la llamaba. No pensó hacerle el feo y abrió la boca para saborear nuevamente la carne de Marruecos. Mientras intentaba subir y bajar sobre la polla de su amigo, recibía las enculadas del más joven, asumía las obscenas caricias del viejo y chupaba la polla más grande que jamás había visto mientras masajeaba los huevos del prepotente macarra sintió que llegaba el mayor de los orgasmos que había tenido jamás. La explosión de sensaciones estuvo a punto de hacerle perder el conocimiento pero pudo aguantar apoyándose en las esculturales abdominales de su mejor amigo que habitaba bajo ella.
Alberto parecía aguantar más debido a las corridas anteriores, pero aún así fue el primero en separarse de la estampa cuando notó cercano el orgasmo.
-Marta… – le suplicó con cara y voz de pena.
Ella se giró y lo vio de pie, nuevamente en la poza, con la mano meneándose la polla e intentando poner cara de pena. Se fijó bien en el rostro del adolescente y se dio cuenta que no aparentaba tener más de 15 años, incluso tenía algún grano típico del acné juvenil y, a pesar de saber que no era más que una pose, sintió algo de ternura por el muchacho y se decidió a darle lo que sabía que le estaba pidiendo.
Se separó de David retirando con brusquedad las manos que aún le sobaban los pechos y se acercó a Alberto arrodillándose ante él y abriendo la boca para que el pequeño apuntara su descarga. Ya le quedaban pocas reservas y un único chorro cayó sobre la lengua de Marta. El resto de semen se quedó en el mismo glande, saliendo sin fuerzas a través de la abertura de la uretra. Pero Marta, como una buena chica, se acercó al pequeño y le succionó los restos para reunirlos con el primer chorro. El chico le dio las gracias tembloroso por desfallecimiento.
David vio como Marta volvía hacia él y, tras soltar la corrida del chico fuera del agua, nuevamente pasó una pierna sobre su mejor amigo, pero esta vez dándole la espalda. Dobló las rodillas y se insertó nuevamente la estaca, esta vez sin rodeos. Antes de que Marta buscara a Yamil, Montxo se precipitó, loco de excitación, y volvió a sobarle las tetas a la chica. Ella, ahora más serena, le recriminó dándole un manotazo en la mano y diciéndole que no con la cabeza. Montxo se retiró aturdido mientras Marta buscaba con la mirada al magrebí que se acercó con la verga completamente desafiante.
David sintió que no podía más. Quiso avisar, pero no pudo y se corrió dentro de su mejor amiga. A ella no pareció importarte, más bien todo lo contrario pues pausó la mamada al joven para mirar a su mejor amigo mientras le acariciaba los músculos estomacales. Cuando terminó de correrse ella se levantó lentamente de forma que David pudo sentir cómo su polla rasgaba por última vez el interior del coño de aquella diosa llamada Marta.
La chica estaba muy cansada, pero quería hacer culminar a Yamil que estaba aguantando mucho para correrse por tercera vez. La mandíbula empezaba a dolerle, notaba el coño escocido y el culo dolorido por los tamaños y/o el número de veces que habían pasado por cada uno de sus agujeros. Estaba demasiado cansada como para negarse a lo que pasó a continuación.
Montxo intentó un último acercamiento. Sabía la mucha culpa que tenía para que todo hubiera llegado a esta situación y pensó que era injusta la poca participación que había tenido. Cierto es que la mamada de Marta, correrse en su pecho y sobarla como lo había hecho era un premio más que suficiente para lo que él era, un viejo feo y gordo. Sin embargo volvió a intentar una aproximación. Primero la rodeó con los brazos alcanzando nuevamente las sobadas peras de la chica. Había perdido la cuenta de los pellizcos que se habían llevado esos oscuros pezones. Ante la indiferencia de la fémina bajó las manos por su vientre hasta llegar al pubis. Allí tocó los pocos pero arreglados pelos de la mujer y su polla se puso más dura de lo que había estado nunca.
Marta fue incapaz de parar a Montxo. Estaba centrando todas sus escasas fuerzas en la búsqueda de la corrida del semental y no pudo sacar fuerzas de flaqueza para detener al engendro que hacía incursión en su sexo. Sintió que la mano del seboso alcanzaba su clítoris y, para su sorpresa, lo tocaba con maestría. Se puso rígido al instante y una nueva vitalidad inundó su concha. Cuando Montxo se tumbó en el suelo metiendo la cabeza entre sus piernas, asomando a la altura de su coño, ella ya estaba chorreando y el hombre mayor pudo saborear todos sus fluidos. Aquel fue el último orgasmo de Marta.
Tras las sacudidas producidas por la eyaculación, Marta agarró con las 2 manos, una encima de la otra, el descomunal artefacto de Yamil. Mientras lo masturbaba con sus doloridos brazos empezó a succionarle el glande lamiendo con avidez el frenillo del muchacho. Así, por fin, consiguió que el chico se corriera y lo hizo con el mismo ímpetu que la primera vez. Esta vez Marta quiso saborear lo que llegaba de tierras moras y adosó la boca a la punta de la polla del pequeño semental. Los 2 primeros manantiales ya le inundaron la boca así que Marta no pudo retener los siguientes chorros y el semen empezó a brotar por la comisura de sus labios. Ella intentaba recogerlo con la lengua, pero lo que recuperaba por un lado lo perdía por el otro así que, ante la sorpresa de todos, Marta empezó a tragarse la leche de aquel niñato.
David se fijó en la cara de asco que puso su amiga ante el primer trago, pero la cara fue cambiando a medida que seguía con las ingestiones. Tuvo que tragar 5 veces para vaciar por completo el denso líquido blanquecino. Cuando hubo terminado se llevó la mano a la cara para recoger los restos que se le habían escapado y le chorreaban por el rostro llevándoselos a la boca. Acabó relamiéndose la propia mano.
Montxo, curiosamente, fue el último en correrse tras culminar la paja que se estaba haciendo viendo a aquella mujer hecha y derecha saborear las mieles que hasta hacía unas escasas horas tanto había repudiado.
Eran las 6 y media de la mañana cuando empezaban a atisbarse los primeros rayos de luz del nuevo día. Alberto estaba sentado en la poza metido en el agua completamente satisfecho y con la polla, por fin, sin ganas de continuar dando guerra. David seguía tumbado en el mismo sitio desde hacía prácticamente una hora ensimismado pensando en lo que acaba de pasar, en la noche mágica e irreal que acababa de vivir. Yamil se había apartado de Marta y ya se estaba vistiendo para marcharse de allí. Montxo, cansado debido a la paja que acababa de culminar, estaba orgulloso, convencido de que él había sido el culpable de conseguir que Marta hubiera protagonizado aquel extraordinario gang bang. Por último, Marta, desnuda y fatigada, empezó a sentir vergüenza de la situación y se dirigió a David mientras buscaba sus prendas de ropa.
-Vámonos de aquí – y antes de que su amigo pudiera contestar, culminó: – ¡Ya!
Tras una limpieza rápida con el agua de las termas y ponerse la ropa, David y Marta fueron los primeros en marcharse. El resto lo haría seguidamente.
De camino a casa de Rubén, David rompió el sepulcral silencio.
-Marta, no te preocupes. ¿Cuánto hace que nos conocemos? Te conozco bien y sé que ahora mismo te sientes como una mierda, pero… en serio, tía, no te preocupes. Ha sido un desliz, algo que sabes que no volverá a pasar. Esto no tiene porqué joderte la vida. Todo lo contrario. Todos hemos disfrutado y mucho, así que tómatelo como una experiencia de la vida, maravillosa, por qué no decirlo, que te servirá para saber a partir de ahora donde están tus límites – intentó tranquilizarla y, aunque ella no contestó, lo consiguió a medias – Por mi parte te puedo asegurar que nada va a cambiar. Espero que sigamos siendo los de siempre, con más complicidad si cabe – Marta sonrió – Esto no tiene que afectarnos ni, por supuesto, repetirse y…
Justo llegaron a la puerta de la casa cuando Marta le indicó que guardara silencio llevándose un dedo a la boca. Y cuando David se calló de golpe ella le abrazó como señal de agradecimiento por sus palabras.
Pocas horas después de la llegada a la casa de David y Marta fue Abel nuevamente el primero en levantarse. Y lo hizo decidido a volver a tropezarse con el bikini de su amiga. Sin embargo, esta vez no había rastro del mismo y se tuvo que conformar con ver la tele mientras se levantaba el resto de la pandilla.
-Buenos días – saludó Esther al entrar en el salón donde ya se encontraban Abel y Rubén.
-Buenos días.
-¿Aún no se han levantado estos dos? – preguntó haciendo referencia a los que se quedaron en las pozas.
-Que va… – le contestó Rubén – si llegaron a las tantas. Marta se acostó que serían las 7 y media de la mañana más o menos.
-Joder… sí que se lo pasarían bien – aventuró Abel. No podía ni imaginárselo.
Cuando por fin se levantaron era casi la hora de comer así que no elaboraron mucho la comida y por la tarde decidieron ir a visitar una ermita cercana situada en lo alto de un monte. Al igual que la comida, el paseo por el bosque fue un tanto extraño pues no eran normales los largos silencios que únicamente se evaporaban momentáneamente por comentarios esporádicos de alguno de los 5 amigos. Cuando volvieron de la visita aún era pronto y, debido al enrarecido ambiente, decidieron quedarse en casa terminando la tarde tranquilos pensando que tal vez el cansancio de David y Marta era el causante de la chocante situación.
Pero el real motivo era el sentimiento de culpa de Marta que no se había evaporado a pesar de las intencionadas palabras de David de la noche anterior. Y también influía la sensación de traición a Rubén que David estaba experimentando desde que se había levantado y lo había visto en el salón ajeno a la verdad.
Una vez en la casa Abel se escapó un momento en dirección a su cuarto. Pero al pasar por en frente de la habitación de Marta y ver la puerta entreabierta le entró la curiosidad. Entró con cuidado, procurando no hacer ruido y se dirigió al cuarto de baño particular de la habitación de matrimonio. Instintivamente pensó que allí podría encontrarse con algo que valiera la pena y, efectivamente, en un cesto de mimbre divisó la ropa sucia de la pareja. Y allí estaba el preciado bikini de Marta.
Abel recogió la tela con el pulso acelerado. Se la acercó a la cara con la esperanza de que… ¿¡pero qué era eso!? Un olor fuerte lo tiró para atrás. La tela inferior del bikini de Marta olía intensamente a sexo, un olor penetrante que provocó una fuerte erección en el hombre. Era un olor caliente, a la par que húmedo y agrio. Abel se convenció de que Marta había pasado una noche divertida y se la imaginó excitada ante la polla de aquel niño de origen marroquí. No quiso pensar que seguramente Rubén ya le había quitado la calentura y se imaginó que aún conservaba las ganas de marcha desde la noche anterior mientras olfateaba la prenda sintiendo cómo el olor le impregnaba las fosas nasales hasta sentir un escozor insoportable.
Con la mano libre Abel comenzó a bajarse la cremallera del pantalón y, antes de sacarse la verga, se restregó el bikini sobre el calzoncillo. Eso le puso más cachondo si cabe. Cuando se volvió a llevar la tela a la nariz se fijó en las manchas del forro interior. Aquello debían ser los restos de las humedades de Marta. Pensó incluso si se habría llegado a correr sobre el bikini. Aquello fue mucho y no pudo reprimir bajarse los calzoncillos para agarrarse la polla y empezar a masturbarse.
Cuando Marta entró al cuarto de baño de su habitación no se esperaba encontrar semejante escena. Abel estaba encorvado con un trozo de tela rojo en la nariz, los pantalones bajados y los calzoncillos a la altura de las rodillas mientras se hacía una paja. Tras la desagradable sorpresa inicial Marta se fijó en la polla de su amigo mayor. Un pito bastante normal que no llegaba a los 15 centímetros y de un grosor acorde con el tamaño.
-¡¿Pero se puede saber qué estás haciendo?! – le recriminó.
Abel se asustó y dejó caer el bikini mientras se tapaba rápidamente subiéndose los pantalones. En ese momento Marta se percató de que la tela roja era la parte baja de su bikini y sintió una punzada en el estómago.
-Abel, tío, ¿qué estás haciendo…? – le insistió mientras se agachaba a coger el pequeño trozo de ropa.
-Vamos, Marta… ¿qué pasó anoche? He olido tus braguitas y lo que ahí ha calado no es normal… – se envalentonó Abel pensando más con la polla que con la cabeza debido a la excitación. – Yo puedo echarte una mano si aún estás…
Marta no sabía si asustarte o simplemente sorprenderse. ¿Abel la estaba descubriendo o simplemente se estaba ofreciendo sexualmente? Aún estaba agachada, a la altura del paquete de su amigo, cuando Abel volvió a descubrir sus partes con la esperanza de que Marta cumpliera alguna de las fantasías que había tenido durante toda la estancia en el pueblo del novio de ella.
Marta se asustó. Tuvo miedo de que se volviera a repetir la pesadilla de la noche anterior, pero se calmó cuando ante la erecta polla de Abel, húmeda y desafiante, no sintió nada, ni el más mínimo atisbo de excitación tal y como debería haber sido siempre. Se cargó de confianza y le dijo a Abel que se vistiera y que no se le ocurriera volver a hacer ni insinuar algo parecido.
-Abel, me lo voy a tomar como un malentendido y no le voy a dar más importancia. Pero más te vale que no vuelva a pasar jamás nada parecido. Vamos a olvidarnos de este asunto.
-De acuerdo, de acuerdo – le dijo Abel nerviosísimo mientras se volvía a subir los calzoncillos y los pantalones completamente avergonzado por la escena que acababa de protagonizar.
Cuando Abel se marchó, Marta se sintió bien y pudo entender perfectamente las palabras que David le había regalado la noche anterior para tranquilizarla. Lo que pasó, pasó y no volverá a pasar.
Por la noche, durante la cena, acordaron marcharse al día siguiente, a primera hora. Cuando Rubén lo propuso todos estuvieron de acuerdo. Para Abel fue una bendición, pues tras la humillación sufrida poco antes no le apetecía seguir compartiendo casa con Marta ni su novio. Además le vendría bien dejar de obsesionarse con esa mujer. Por otro lado Esther se sintió mejor al saber que no volvería a las pozas y, por tanto, no volvería a sentirse ridícula embutida en un bañador que no tapaba el exceso de grasa de su cuerpo. Por último, David se sintió aliviado al ver que pronto se marcharían para escapar de los remordimientos de lo que había hecho la noche anterior. Por suerte, al ver la actitud de Rubén, tuvo la certeza de que era un gran tipo y de que sin duda se merecía el amor de Marta. Pensó que si convivir con el remordimiento le había servido para asegurarse de que su mejor amiga pasaba el resto de su vida con alguien que merecía la pena, la cosa había valido para algo. Además, nadie le iba quitar, por otro lado, el buen recuerdo que le quedaría para siempre de la sensacional noche vivida con su mejor amiga.
La confesión de Marta a Rubén sobre lo que había pasado con Abel y la petición de esta a su novio de marcharse sin montar ningún espectáculo fue lo que hizo que Rubén propusiera acabar las vacaciones. Además, de este modo, Marta podía desviar la atención sobre Abel para que Rubén no llegara a sospechar nada de lo que había pasado en las pozas. No se sintió especialmente bien por ello, pero pensó que era la mejor forma de proteger a su novio y su relación con él.
Esa noche no se acostaron tarde pues todos tenían ganas de que la mañana llegara lo antes posible para partir temprano y olvidar la estancia que tan bien había comenzado y tan mal había terminado.
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i jefe hablo conmigo y me dijo que necesitaba que me fuera a vivir a san francisco con mi familia ya que necesitaba un director de ventas allí me pagaban la casa y el coche y un magnifico sueldo.
yo se lo comente a mi familia y enseguida aceptaron a mis hijas y a mi mujer les gustó mucho la idea tanto con mi hijo.
por cierto, tengo una familia numerosa mi mujer se llama Soraya mi hija Natalia y diana y mi hijo se llama Frank.
mi mujer es preciosa como mis hijas una es morena y otra es rubia como su madre y mi hijo siempre está haciendo pesas y tiene buen cuerpo y es moreno como yo nos trasladamos al aeropuerto de barajas y cogimos las líneas américa line que nos trasladaría a san francisco allí nos estaban esperando un coche mandado por mi jefe para llevarnos al hotel nos quedamos enseguida dormidos después de tantas horas de viaje a san francisco desde España al día siguiente me llamo mi jefe para que buscara casa ya que necesitaba que me pusiera a trabajar enseguida.
así que mi mujer y buscamos varias casas y visitamos varias empresas hasta que en una de ellas me dijo que tenían la casa perfecta para nosotros al ser familia numerosa.
éramos 5 tenía varias habitaciones y varios cuartos de baño un jacuzzi y una piscina a mi mujer y a mi nos gustó mucho la casa, aunque no quería preguntar el precio cuando lo pregunte me quede de piedra y la agencia encima dijo que si me parecía cara me la bajaba más.
yo estaba alucinado como una casa como esa te la vendían tan barata había algo que no cuadraba, pero mi mujer dijo que si enseguida y firmamos los contratos para poder instalarnos al día siguiente.
así que llegaos a la casa con mi familia había que no me gustaba en la casa me daba mala espina, pero no dije nada m familia estaba encantada con la casa con la piscina y el jacuzzi ya por la noche oímos ruidos la luz se apagaba sola los grifos se abrían solos además sobre las 12 oímos gemidos como follando.
miramos por las habitaciones, pero no había nada los gemidos no paraban así que por la mañana quería información sobre la casa que no me terminaba de convencer y pregunte a la gente.
la agente me dijo que casa esa de ahí eso era u burdel no es ninguna casa lo que pasa que lo han reformado vaya a informase a la biblioteca así que fui a la biblioteca y descubrí la historia de la casa del burdel parece ser que un hombre la había prendido fuego con todos los clientes dentro después de comprobar que había pegado una enfermedad incurable a su esposa ciega y paralitica a la cual amaba con locura y luego se había suicidado en el fuego .
la agencia la cogió y la maqueo un poco para venderla así que fui a la agencia echo una furia y se lo dije al vendedor:
– usted nos ha vendido un burdel están allí todas las putas muertas y sus clientes le demandare.
– no por favor le buscare otra casa.
– ya puede hacerlo porque si no mañana se enterara mis abogados y su empresa.
así que fui a comentárselo a mi mujer, pero cuando entre en la casa la vi con otro igual que yo la cual al verme lanzo un grito y desapareció la calme y la explique lo que pasaba era una casa maldita todas las putas y sus clientes estaban allí s decidimos a dejarla mi familia y yo cuando aparecieron de la nada unas mujeres que parecían putas y empezaron a reírse de nosotros.
– creo cariño que te equivocas -dijo ella- todavía no sabes la historia completa de la casa. mi señor coloco la casa aquí en el pueblo para todas es almas pervertidas y viciosas y nosotras somos sus putas la puta del inferno. mi nombre es Lily me suena.
– tu nombre eres la primera mujer de Adán que se revelo contra dos la misma ese quería que las mujeres fuésemos sumisas solo amaramos a nuestros maridos y yo me follo a quien me da la gana. somos súcubos y el que entra aquí ya no sale jamás vosotros creísteis que sois la primera familia que entra aquí mirar y aparecieron más familias como nosotras. ellas son igual que nosotras tu mujer y tu hija nos pertenecen ahora.
vi a mi mujer follando con dos tíos chupándoles la poya mientras se la follaban no podía hacer nada y a mis dos hijas comiéndoles la poya otros allí de la casa.
– únete a nosotros nos perteneces tus almas son nuestras nunca.
intente salir ella se rio:
– adelante sal -dijo.
cuando salí todo había cambiado pase por delante la gente como un fantasma y nadie me oía así que volví a la casa.
– que me habéis hecho.
– nada. solo que estás muerto han pasad0 varios años desde que entraste aquí.
– es imposible solo llevo dos semanas.
ellas se rieron:
– aquí el tiempo pasa de otra manera lo que tú dices de dos semanas son 14 años, joajana. no te resistas.
ellas me bajaron los pantalones y empezaron a comerme la poya mientras la otra me comía el culo:
– goza cabrón serás un incubo con nosotros y podrás follar a las mujeres que quieras.
yo no podía hacer nada vi a mi mujer follando como una zorra llena la boca de poyas y a mi hija siendo folladas por varios tíos estaban encantadas.
– lo ves ellas ya no se resisten porque tu sí.
luego vi a mi hijo dos chicas jóvenes de otros matrimonios le estaban comiendo la poya mientras estas zorras súcubas mi devoraban a mí y me cogieron el rabo y se lo metieron en el chocho y empezaron a follarme. ellas ya no eran humanas tenían un par de alas negras y unos cuernos en la cabeza me d cuenta que eran diablesas del infierno.
– así cabrón, fóllanos danos gusto y goza. vivirás para el sexo y no pararas de follar con todos y todas.
ellas empezaron a follarme y a coger mi rabo y se lo metieron por el culo ya no podía resistirme el placer era tremendo luego me dijeron:
– fóllate a tu mujer la zorra que nunca te ha dejado darla por el culo ya verás.
así que la cogí y se la metí a Soraya mi mujer hasta los huevos mientras ella decía:
– más cabrón fóllame mas no pares di a nuestro hijo que me folle también los dos a la vez.
mi hijo se la metió por el chocho la cual la zorra de mi mujer estaba como loca de gusto mis hijas al vernos se empezaron a masturbar y a comerse el chocho una la otra luego vi al vendedor poner otra vez el cartel de se vende esta casa otro matrimonio como nosotros vendría con sus hijos y su mujer y nos lo follaríamos también y se quedaría aquí atrapado en a casa de las sombras pecaminosa FIN
Desperté de repente. En un momento, negrura y vacío absolutos. Al segundo siguiente, mis ojos estaban abiertos, asombrados, y mi boca se abría jadeando, como un pez que boquea fuera del agua. Estaba mirando hacia arriba, a través de un cristal de plástico transparente y, cuando traté de moverme, me di cuenta de que estaba confinado dentro de una caja acolchada, lo bastante grande para contenerme. Una escasa luz mortecina iluminaba aquel sarcófago de plástico y metal.
¿Dónde demonios estaba? En un primer momento, me invadió el terror. Ni siquiera recordaba mi nombre. ¿Qué hacía allí? ¿Quién era? ¿Qué estaba sucediendo? Estaba completamente desorientado. Sólo sentía un intenso frío que remitía poco a poco, sustituido por un agradable calor. Pronto, el vaho provocado por mi respiración fue desapareciendo con rapidez de los bordes del plástico situado sobre mí.
Calma, me dije, tienes que serenarte, calma, calma, respira hondo.
Entonces, los recuerdos empezaron a regresar a mi mente. Colono aprendiz de Tecnoingeniero de Grado C34 Alex Martínez, aunque todos me llamaban Lucky, dieciocho años, nacido en la Confederación de Naciones, en la vieja Tierra. Telépata de grado bajo, apenas un treinta por ciento en el test Randi de percepción extrasensorial.
Recordaba el puerto espacial, la multitud de cámaras y periodistas contenidos con firmeza por una hilera de soldados, cómo embarcamos en la nave de transporte CMX Hécate, la sonrisa cansada de la mujer mayor vestida de blanco mientras decía “No tengas miedo, cielo. Es sólo un pinchazo. Suerte en vuestro viaje a las Colonias.”
Recordé también la aguja, introduciéndose en mi brazo, con los aportes y vitaminas necesarios para un viaje criogenizado en animación suspendida. Y después… nada. Nada hasta esta cubierta transparente claustrofóbica que casi me tocaba la nariz.
Como si me hubiera leído el pensamiento, la cubierta de la cámara comenzó a abrirse con una especie de resoplido, expulsando algún chorro de vapor. Poco a poco, mientras mis músculos se quejaban, me incorporé.
Las luces se fueron conectando una tras otra. Aquello no era la sala de prácticas de la vieja Tierra, no eran las sesiones de prácticas y entrenamientos para el largo viaje. Estaba observando por primera vez un compartimento de hibernación de una nave intergaláctica de transporte.
Pero algo iba mal. ¿Dónde estaba el resto de la gente? Se me había dicho que cuando la nave espacial llegara a su destino, todo el mundo se despertaría a la vez. Y. sin embargo, allí estaba yo, completamente despierto, mientras que mis compañeros de viaje se encontraban en sus compartimentos, durmiendo. No se produjo ningún movimiento en ninguna de las otras cámaras de hibernación.
Intenté serenar mi respiración. Quizás fuera inevitable un lapso de tiempo de unos pocos minutos. Quizás yo hubiera sido el primero. Seguro que si esperaba un poco, el resto de sarcófagos comenzarían a abrirse, los cobertores de plástico se retirarían y mis compañeros de viaje se sentarían en las camas, parpadeando y recuperándose de años de sueño.
Así que decidí esperar.
Y esperé.
Esperé.
Esperé.
Pero no sucedió nada. No escuchaba ningún sonido, salvo el zumbido casi imperceptible de los motores de la nave, que la impulsaban a través de la oscuridad del vacío sideral, entre las estrellas.
Me sentí terriblemente solo. Y muy asustado.
Salí de mi compartimento, algo azorado por mi desnudez. Una reacción bastante estúpida, tenía que reconocerlo, porque estaba completamente solo, no había nadie que pudiera verme. La sensación del frío suelo de acero bajo mis pies desnudos me provocó un escalofrío. Me asomé al compartimento de hibernación más próximo. Dentro había un muchacho de aproximadamente mi edad, con la piel de un tono canela. Sus ojos cerrados en su atractivo rostro en un sueño profundo. Me acordé de su nombre. Era Carmelo Duncan, otro de los técnicos que, como yo, debían aportar sus conocimientos a la colonización del Sector 417-A.
La certeza me golpeó como una piedra. Todos estaban dormidos. Sólo yo me había despertado antes de que llegara el momento. La única persona despierta en una nave espacial, a varios cientos de millones de kilómetros de distancia de cualquier parte.
Calma, calma, calma. Sin duda todo se debía a algún tipo de error del ordenador de la nave. No tenía más que dirigirme al Centro de Control, arreglar el problema –crucé los dedos para que el problema tuviera solución –y volver a sumirme en el estado de hibernación hasta la llegada.
Primero me dirigí hacia una de las taquillas en las paredes. Un frío rótulo con letras negras. “Alexander Martínez – 784578 – C34”. Lo abrí y saqué una mochila negra de su interior. Sin duda dentro estaría mi mono de sintepiel gris con el que poder vestirme.
Al correr la cremallera de la mochila, mis manos palparon unos cables entrelazados. Enseguida me di cuenta de lo que era, una de las escasas pertenencias de la Tierra que había traído conmigo: un estimulador neuronal, un juguetito que, sujeto por una cinta a la sien, amplificaba las sensaciones. Cuando lo adquirí hace unos cuantos años, apenas había leído las instrucciones. Como casi todos los muchachos de mi edad, lo había usado, no pude evitar enrojecer, para mis sesiones masturbatorias.
No había más que colocarlo sobre la frente, ajustar la potencia y comenzar a pajearse. El estimulador mandaba las señales al cerebro multiplicadas por dos, tres o lo que uno marcara en el dial. Y vaya si lo había utilizado. De hecho, el uso lo había estropeado y no funcionaba del todo bien. Si uno lo ponía en las escalas máximas, las sensaciones eran demasiado intensas hasta llegar a ser peligrosas. Una de las últimas veces que lo había usado casi perdí la conciencia del placer.
Lo sostuve en mi mano, recordando aquellos momentos, mientras el espejo de la taquilla me devolvía mi imagen: un chaval de dieciocho años, completamente desnudo, de pelo negro y piel muy pálida, ojos achinados, estirado, estrecho de hombros y delgaducho, a pesar del duro entrenamiento al que había sido sometido, junto al resto de miembros de la tripulación, para sobrellevar el largo viaje. A pesar del momento inoportuno, tenía una erección. Lentamente, no pude evitar deslizar la mano hasta mi grueso pene, comenzando a acariciarlo, sintiéndolo pulsar, como si tuviera vida propia. Miré el amplificador neuronal, pensando en colocarlo sobre mi frente…
Con un bufido, metí el cacharro dentro de uno de los bolsillos del mono y me vestí lo más deprisa que pude. ¿Qué demonios estaba haciendo? Estaba en una situación angustiosa y yo me comportaba como un adolescente pajillero. Con rapidez, acomodándome como pude la erección dentro del mono gris, me vestí y me dispuse a salir al pasillo.
Las luces eran tenues en el estrecho corredor, con aberturas a ambos lados a intervalos regulares. Debía estar en la bodega de carga de la nave, donde se apilaban en filas los cientos de cámaras de hibernación, los colonos que repoblarían el Sector 147-A. Bajo mis pies estaban los generadores, con lo que sobre mí debían hallarse los paneles de control y los sistemas de soporte vital.
Por fin llegué a unas escaleras. Por encima del zumbido de los motores pude detectar otro sonido: palabras murmuradas, una conversación que cesó repentinamente. Durante un momento pensé que todo debía ser parte de mi imaginación, pero las pisadas de unos pies calzados con botas me sacaron de mi error. No estaba solo.
¿Habría alguien más despierto aparte de mí? En el trayecto hacia la Sala de Control no había visto ninguna otra cámara de hibernación abierta. Subí las escaleras con precaución, tratando de hacer el menor ruido posible. Pero a pesar de todo mi esfuerzo, uno de los peldaños metálicos chirrió. El susurro y los pasos se detuvieron. Respiré profundamente y continué, internándome en la cabina.
Dentro de la Sala de Control había dos personas. Eran dos mujeres, de aspecto duro y fibroso, ataviadas con sendos pantalones de uniforme militar y unas ceñidas camisetas pardas de tirantes. Ambas debían estar en torno a los veinticinco años, pero sus rudos rostros les daban una apariencia mayor.
Mi mirada se desvió instantáneamente hacia la mujer sentada en una silla. Su pelo rojo estaba recogido en unas rastas atadas en una cola de caballo en su nuca. Su actitud era desdeñosa, con las botas militares apoyadas encima de la mesa. En su hombro desnudo podía verse claramente un tatuaje con la insignia de algún regimiento militar. Pero lo que verdaderamente atraía la atención era el desfigurado lado izquierdo de su rostro. Intenté no mostrar ninguna mueca de repulsión, pero no estuve seguro de lograrlo. Sin duda, alguna herida de guerra, un impacto de láser, una explosión o algo similar había provocado unas profundas yagas que cubrían parte de su cara como complicados dibujos orientales. Su ojo izquierdo había desaparecido, siendo remplazado por un implante cibernético de mala calidad, un ojo biónico totalmente rojo, clavado en ese momento en mí.
Su compañera se hallaba de pie, era rubia y, a pesar de alguna cicatriz en su rostro, muy bella. Llevaba el pelo corto hasta la nuca y, como su compañera, un tatuaje militar adornaba uno de sus atléticos hombros. Me contemplaba con fijeza y no pude evitar estremecerme, como si estuviera siendo observado por un depredador que evalúa a su presa. Sobre la mesa pude ver una pistola láser, desenfundada. Me sentí intimidado. Ambas mujeres parecían fuertes, capaces de romperme el cuello como una rama seca simplemente con un roce de su mano.
Suspiré aliviado pero la inquietud no se disipó. Dos mujeres soldado, sin duda pertenecientes a alguno de los Regimientos Coloniales, tropas de hombres y mujeres destinadas a los sectores exteriores a Tierra para mantener la seguridad y proteger a los ciudadanos de las escasas incursiones alienígenas. No obstante, su actitud era extraña y me encontraba todavía demasiado débil por los efectos de la animación suspendida para emplear mis poderes telepáticos.
-Ho…hola…
Intenté hablar pero sólo un hilillo de voz escapó de mi garganta. El largo tiempo en hibernación provocó que tuviera que carraspear varias veces para hacerme oír.
Tras las mujeres había un panel de conmutadores que controlaban las unidades de hibernación. Absolutamente todos, excepto uno, estaban dirigidos hacia arriba. En ese momento comprendí por qué sólo yo había despertado.
-Me… me llamo Lucky… soy un… un ingeniero… ¿quiénes son ustedes?
Las dos mujeres sonrieron. La sonrisa del lobo que ha olido la sangre de su presa. La mujer rubia habló. Su voz era grave y dura.
-Me llamo Nash, y mi amiga es Karel. Somos militares… en misión de patrulla. Tenemos la misión de reconocer e inspeccionar las naves que vuelan por este sector. Por eso hemos acoplado nuestra nave a la vuestra y hemos subido a bordo. Tenemos unas cuantas preguntas que hacerte, chico.
-¿En qué año estamos? –pregunté repentinamente.
-2.634.
De acuerdo a nuestro plan de vuelo, deberíamos aterrizar en Nuevo Altair dentro de unos meses.
-He estado dormido durante más de cien años… -murmuré.
-Y dos princesas encantadas han venido a despertar al bello durmiente. –Dijo burlonamente Karel, sentada en la mesa.
Nash la miró con dureza antes de dirigirse hacia mí.
-Dije que yo haría las preguntas, chico, no tú. ¿Qué cargamento transporta esta nave?
Aquello empezaba a olerme realmente mal.
-¿No deberían ustedes saberlo? Supongo que un verdadero militar tendría acceso a alguna base de datos que…
Callé de repente. Un flash cruzó mi cerebro, casi dolorosamente. Mis poderes telepáticos empezaban a manifestarse. Varias imágenes se agolparon en mi mente.
“El capitán Hastus empuña su arma casi con desesperación. A su alrededor, las balas vuelan entre humeantes edificios en ruinas. La revuelta del planeta Morlian se ha ido de las manos. La compañía del 101 Regimiento enviada a sofocarla ha perdido más de las tres cuartas partes de sus efectivos. Los escasos soldados supervivientes tras la barricada apenas pueden levantar la cabeza sin que una bala o un láser se la vuele.
La voz del sargento Coporal apenas es audible por encima del tiroteo y las explosiones.
-¡Debemos replegarnos! ¡Pronto estaremos rodeados! ¡Si llegamos hasta ese edificio…!
-¡Negativo, sargento! Se nos encomendó la defensa de este cruce. Resistiremos aquí hasta que lleguen los refuerzos.
-¡Esos refuerzos no van a llegar, mi capitán! Estamos jodidos si no…
El sargento Coporal no llega a gritar. Un proyectil de mortero le ha reducido a pedazos a la vista de los aterrorizados soldados. Los gritos de los insurrectos se hacen ensordecedores mientras comienzan a cargar. El capitán levanta su pistola de plasma mientras grita a los soldados.
-¡Prepárense, soldados! ¡Por Tierra! ¡Venceremos o moriremos! ¡Yo mismo dispararé a quien retroceda un paso!
La cabo Nash contempla con los dientes apretados cómo sus compañeros comienzan a caer, abatidos como si fueran trigo maduro. Y es entonces cuando sabe qué tiene que hacer.
Grita sin poder oírse mientras empuña su rifle láser y hunde su bayoneta en el estómago del capitán. Éste la mira con incredulidad mientras su uniforme comienza a teñirse de carmesí y la sangre brota de su boca. Intenta levantar su revolver hacia ella, pero la vida escapa rápidamente de su cuerpo.
Nash sigue gritando, sin poder escucharse a si misma mientras retuerce su arma en las entrañas de su superior.
-¡Muere, hijo de puta! ¡Muere de una puta vez!”
Quedé con la boca abierta, estupefacto.
-Desertoras…
Me maldije por mi estupidez en cuanto aquella palabra escapó de mi boca. Las dos mujeres sonrieron. Una sonrisa cruel, gélida, desprovista del más mínimo humor.
-Un chico listo. –Dijo Karel.
-Mejor así, todo será más fácil. Podemos dejar de fingir. Sí, somos desertoras, chico listo. Piratas. Hemos robado y matado. Y volveremos a robar. Y puede que también tengamos que volver a matar. –La mano de Nash se cerró sobre la pistola encima de la mesa. Lentamente, el revólver se fue girando hasta encañonarme. Un sudor frío me envolvió. –Desnúdate, chico.
-¿Qué?
-Ya me has oído y nada de trucos. Quítate la ropa. Toda. Ya.
Me ruboricé hasta que mis mejillas adquirieron el color de la grana mientras obedecía a la mujer rubia. La intención era efectiva. Si intentaba resistirme, pelear desnudo genera una sensación de vulnerabilidad agudizada. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no cubrir mi entrepierna de la vista de ellas. Las dos mujeres me contemplaban divertidas.
-No está nada mal aunque un poco paliducho, ¿eh Karel? ¿Qué opinas?
-Está bueno. –Dijo la pelirroja. Su sonrisa era la de un tiburón. No dije nada, completamente avergonzado.
Nash siguió hablando. Parecía llevar la voz cantante. Debía ser la jefa.
-Siéntate, chico mono. –Obedecí. –Y ahora prosigamos nuestra amena charla. ¿Qué hay en las bodegas?
-La Hécate es una nave colonial. Sólo llevábamos colonos en hibernación y maquinaria pesada. Nada de valor.
Nash me miró con dureza. La nave de aquellas dos saqueadoras, que sin duda debía haberse acoplado al casco puesto que no veía que ellas llevaran ningún astrotraje de vacío, debía ser un modelo pequeño y ellas dos los únicos miembros de su tripulación.
-Si esperabais encontrar un botín, habéis perdido el tiempo. Será mejor que os larguéis mientras…
-Creo que estás mintiendo, chico. Las naves suele transportar material pequeño en tamaño pero grande en valor… semillas, sueros, microlibros, herramientas miniaturizadas…
-No en la Hécate. Las cajas de las bodegas llevan tuneladoras y excavadoras. Pesan toneladas.
Karel frunció el ceño.
-Maldita sea…
Pero Nash no parecía dispuesta a darse por vencida.
-Mientes. –Me apuntó con la pistola. Sentí mi vejiga a punto de vaciarse. Cerré los ojos y apreté los dientes. ¿Cómo sería morir? Esperaba que no doliera demasiado. No dije nada. Estaba demasiado aterrorizado.
-Un chico valiente, además de listo. Puede que no te importe tu propia vida…
Abrí los ojos con miedo. Estaba paralizado por el miedo, aunque la mujer rubia lo había confundido equivocadamente con valor.
-… pero a lo mejor si te importa la de los demás. Vamos a jugar a un juego. Yo desconecto otra cámara de hibernación al azar. Y esperamos aquí, Karel, tú y yo, a que otro de tus confundidos amiguitos asome la cabeza por aquí, por el Centro de Control, como has hecho tú. Y en cuanto lo haga, le colocaré una bala entre ceja y ceja. Y así continuaremos hasta que nos digas la verdad. Un juego divertido, ¿no crees?
La mujer pelirroja empezó a incorporarse, confundida.
-Nash, dijimos que…
La mujer rubia no dejó de encañonarme.
-Silencio, Karel. ¿De acuerdo, Lucky? Vamos a empezar a jugar. Sólo tengo que apretar uno de los conmutadores… -El dedo de Nash se acercó a uno de los botones. -… Mmm… ¿Cuál? ¿Éste de aquí? –Dijo burlonamente –¿O este otro?
Yo respiraba agitadamente. ¿Sería un farol o la mujer estaba hablando en serio? Mi telepatía no funcionaba bien en situaciones de presión y no podía captar nada claro de sus pensamientos. Pero lo que yo les había dicho era cierto. No había material de valor en la nave. Piensa, piensa lo más deprisa, me dije a mí mismo, mientras mi cerebro trabajaba furiosamente.
-Está bien, está bien… tú ganas…
La sonrisa de Nash se ensanchó.
-Me dijeron que no lo dijera nunca, pero… si os hablo de uno de los objetos que transportamos, ¿prometeréis no dañar a nadie de la tripulación?
-Habla.
-Antes tenéis que prometerlo.
-Lo prometemos. Ahora escupe. –Dijo Karel antes de que Nash hablara.
-¿Habéis oído hablar alguna vez de las PCE?
Una mueca de extrañeza se pintó en el rostro de la mujer pelirroja. Pero un brillo de codicia se asomó a los ojos de Nash.
-¿Las Plantillas de Construcción Estándar?
-Exacto. Sistemas creados para ayudar a los colonizadores pioneros que se internaban en sistemas distantes. Contienen todas las aplicaciones y diseños tecnológicos para construir casi cualquier cosa: refugios, generadores, transportes…
-Estás mintiendo, chico. Los diseños de las PCE se perdieron tras la Gran Guerra Nuclear.
-Sí, es correcto. Pero en la vieja Tierra han podido volver a fabricarlas. En la bodega llevamos un prototipo que debía usarse en Nuevo Altair. –Resistí la tentación de cruzar los dedos ante la mentira que les estaba contando.
-¿Y esa cosa es valiosa? –Preguntó Karel.
-Tecnología que se creía perdida. Estaríamos hablando de millones de créditos en el mercado negro. –Respondió Nash sin dejar de escrutarme. Podía ver en sus ojos que no se fiaba, pero la tentación era demasiado grande para no correr el riesgo. Me limité a callar y dejar que la ambición de las dos piratas trabajara por mí.
-¡Por los dioses sagrados! –Karel quedó estupefacta. -¿Qué hacemos que no vamos a por ella?
-Está en la bodega L-12. Os acompañaré y podréis cog…
-No me fío. Puede ser un truco para ganar tiempo. O una trampa. Vamos a hacer una cosa, Karel, tú te quedarás con él y yo iré a buscarlo. Ay de ti si nos la has jugado, chico listo.
Intentando sonar lo más verosímil posible le describí una inexistente caja en uno de los compartimentos de carga más alejados y me estrujé el cerebro pensando en cómo salir de ese atolladero en el que me estaba metiendo.
La mujer pelirroja tocó su pistola enfundada mientras me dedicaba una mirada siniestra y volvió a sentarse en una silla en cuanto Nash hubo salido de la Sala. Sonreía.
-Millones de créditos… por los dioses, por fin Nash y yo podremos viajar muy lejos de aquí y dejar esta vida de mierda. No sé en qué voy a gastarlos, podré comprar cientos de vestidos y de zapatos. Qué coño, me compraré toda una puñetera fábrica textil para mí sola. Te daría un beso, Lucky.
-¿Por qué no lo haces?
Ni siquiera supe por qué había dicho eso. Karel me miró durante un momento pero enseguida apartó la vista, fingiendo no haberme oído.
Tenía que ser rápido. Pronto su compañera se daría cuenta de mi engaño y entonces las cosas se pondrían muy, muy negras para mí. ¿Podía intentar reducirla? Enseguida lo descarté. La mujer era a todas luces muy fuerte y tenía entrenamiento militar. Sin duda me aventajaba físicamente incluso con un brazo atado a su espalda. No. Tendría que engañarla de alguna forma.
El efecto de la hibernación casi había desaparecido. Intenté leer sus pensamientos, buscando la más mínima oportunidad de sobrevivir. Karel en ese momento se rozaba la escalofriante cicatriz de su rostro. De nuevo, varias imágenes aparecieron repentinamente en mi cerebro.
“Los disparos vuelan alrededor de los soldados. El caos del combate es absoluto pero la voz de Hastus puede oírse a duras penas, arengando a unos reclutas aterrorizados, incapaces de moverse, llorando como niños encogidos de miedo, pues no son más que niños enviados al matadero.
Justo en ese momento, un impacto de láser se estrella contra el rostro de la recluta Karel. La muchacha cae aullando al suelo, sus miembros agitándose espasmódicamente, parte de su rostro destrozado y cubierto de sangre y lágrimas.
-¡Karel! ¡Karel! Aguanta, joder. –La cabo Nash se arrodilla frente a ella y coge su mano. –Te sacaré de aquí, juro por lo más sagrado que saldremos de ésta.
-¡Prepárense, soldados! ¡Por Tierra! ¡Venceremos o moriremos! ¡Yo mismo dispararé a quien retroceda un paso!
Nash mira a su alrededor, y es entonces cuando sabe qué tiene que hacer.
Grita sin poder oírse mientras empuña su rifle láser y hunde su bayoneta en el estómago del capitán. Éste la mira con incredulidad mientras su uniforme comienza a teñirse de carmesí. Intenta levantar su revolver hacia ella, pero la vida escapa rápidamente de su cuerpo.
Nash sigue gritando, sin poder escucharse a si misma mientras retuerce su arma en las entrañas de su superior.
-¡Muere, hijo de puta! ¡Muere de una puta vez!
Acto seguido, la mujer soldado coge a la desmayada Karel, la deposita como un fardo sobre su hombro y abandona la trinchera, mientras las balas silban a su alrededor y los gritos de los vivos y los moribundos resuenan en sus oídos hasta quedar atrás.”
Descarté igualmente intentar volver a una pirata contra la otra. Ambas eran codiciosas, sí, pero la lealtad entre ambas probablemente fuera superior. Me sentí abatido. ¿Qué podía hacer?
Recorrí la vista por la habitación y mis ojos se posaron sobre mi ropa en el suelo. Uno de los cables del estimulador neuronal asomaba por uno de los bolsillos. Como si se tratara del perro de Pavlov, mi pene empezó a crecer. Dicen que las pollas tienen vida propia independiente del cerebro. En aquel momento pude certificarlo. Estaba a punto de morir pero con una erección de campeonato.
La voz burlona de Karel me sacó de mi ensimismamiento.
-Parece que tu… “soldadito” se ha despertado.
La contemplé primero a ella y después miré estúpidamente a mi erección. Un plan se empezó a dibujar en mi mente.
-La culpa es tuya, Karel. Es lo que tiene estar solo en una habitación con una mujer hermosa.
Karel se llevó la mano instintivamente hacia sus cicatrices. Dejó de sonreír.
-No me vaciles, Lucky.
-Te prometo que te digo la verdad. Estás muy buena. Nunca había conocido a una chica como tú.
-Estás burlándote de mí.
-Te equivocas. Además –bromeé –dicen que una erección es la muestra más genuina de atracción, ¿no?
Karel se ruborizó, azorada. Parecía indecisa. Seguí hablando.
-Antes has dicho que me darías un beso.
Me levanté y me dirigí hacia ella. Al principio se envaró, temiendo una jugarreta por mi parte. Su mano se posó en su pistola. No dije nada y continué avanzando lentamente. Ella sabía que yo no era lo suficientemente fuerte como para intentar nada.
-Basta, Lucky. Vuelve a tu silla.
Su voz sonaba vacía, sin convicción. Podía leer algunos fragmentos y retazos de sus pensamientos y emociones. Karel se hallaba excitada pero en su fuero interno, su deformidad pesaba enormemente. Se veía a sí misma como un monstruo desfigurado, feo, aborrecido por los demás, pero su cuerpo tenía las mismas necesidades que tenía todo el mundo.
Llegué hasta ella y mi mano se posó en sus cicatrices, acariciando su desfigurada mejilla y acerqué mis labios a los suyos.
-Eres preciosa, Karel, tan hermosa…
Me sentí un perfecto hijo de la gran puta cuando la pelirroja sonrió y respondió a mi beso. Su voz sonó enronquecida por el deseo.
-Lucky…
Sí, ella era una ladrona y una asesina, una saqueadora que acabaría con mi vida en cuanto Nash y ella se dieran cuenta de que no existía ninguna Plantilla de Construcción Estándar. Pero me sentía un miserable por jugar con los sentimientos de aquella mujer, aunque fuera para salvar mi vida.
Besé su cuello mientras acariciaba sus brazos y cintura. Karel cerró los ojos y suspiró, excitada. Respiré lentamente sobre su piel y pude notar cómo su pelo se ponía de gallina, mientras ella ahogaba una risita por el escalofrío.
-Lucky, yo…
-Sshhh… -Puse un dedo en sus labios, acallándola y empecé a meter una mano por debajo de su ceñida camiseta.
Pronto encontré uno de sus generosos pechos y lo acaricié con fuerza. Karel se dejaba hacer, gimiendo quedamente. Pronto noté cómo sus pezones se endurecían. Mi erección comenzaba a ser dolorosa.
Mis dedos continuaron bajando, rozando su musculado torso y su ombligo hasta llegar a su pantalón militar. Lo desabroché toscamente y metí un dedo para explorar. La tela de sus braguitas estaba empapada. Al deslizar uno de los dedos bajo el elástico, acaricie su suave vello e introduje con facilidad uno de ellos entre los labios húmedos, arrancándola un gemido. Karel abrió las piernas, invitándome a que continuara.
Ahora venía la parte fundamental. Agarré el amplificador neuronal y se lo empecé a colocar en la frente.
-Ponte esto.
-¿Qué es? –Una punzada de recelo en la voz de Karel, que pronto se diluyó y desapareció.
-Un amplificador neuronal. Potencia el placer.
-Qué sofisticados. –Sonríe. –En el ejército no teníamos estos aparatitos…
La besé sonriendo y conecté el indicador de la magnitud de la potencia al máximo, aún sabiendo que era peligroso pero no tenía otra alternativa si quería sobrevivir. Acto seguido bajé mi rostro hasta estar a la altura de su sexo. Un vello rojizo oscuro dejaba entrever unos labios hinchados y húmedos. Comencé a lamerlo con entusiasmo, con ansia. Los gemidos de Karel se intensificaron, mientras comenzaba a estremecerse sin control. El amplificador debía estar dando sus frutos.
Pronto tuve que sujetar las caderas de la pelirroja con mis manos, mientras sus gemidos se convertían en gritos, mientras sus muslos tapaban y destapaban mis oídos. Debido a sus movimientos espasmódicos, su mojada vulva se estrelló un par de veces contra mi cara, mojándome completamente. Proseguí el asalto clavando dos dedos y comenzando a follarla con ellos sin dejar de lamer su clítoris grande e hinchado, que ya expulsaba flujos como una cascada. Posé un dedo en su ano y comencé a penetrarlo poco a poco, moviéndolo en círculos. Antes incluso de lo previsto, Karel tuvo un orgasmo arrebatador, su cuerpo se tensó y su espalda se arqueó hasta casi romperse, mientras gritaba como si le arrancaran la vida, el potenciador neuronal colapsando su cerebro con miles de impulsos nerviosos amplificados hasta lo indecible. Más placer del que podía soportar.
Su sudoroso cuerpo quedó abatido en el suelo, desmadejado como una muñeca a la que han cortado las cuerdas, exhausto y jadeante, demasiado débil para resistirse. La mujer pelirroja perdió el control de su cuerpo e incluso un chorro de orina escapó de su sexo. No podía permitirme la piedad, así que volví al asalto. Sujeté mi polla, empalmada hasta casi doler, y apunté a la entrada de su sexo.
Karel no podía hablar, mucho menos oponer resistencia. Se quejó lastimeramente mientras mi verga se deslizaba húmedamente por su gruta encharcada. Su ojo derecho estaba entrecerrado pero su rojo ojo biónico parecía contemplarme suplicante. Un hilillo de saliva escapaba por la comisura de sus labios.
Me detuve. Si seguía penetrándola, el efecto del amplificador neuronal le podría acabar causando una apoplejía o la muerte. Yo no era un asesino, a pesar de que las dos mujeres tuvieran intención de matarme. Salí del esponjoso interior de mi mujer y apenas tuve que rozar mi pene para que numerosos chorros de semen brotaran de mi polla. Los pringosos latigazos de leche azotaron el sudado estómago de la pirata pelirroja, salpicando su tripa y ombligo.
Jadeando, busqué por la habitación algún tipo de cuerda con la que atar a Karel. Quizás en algún de los bolsillos de los pantalones de la mujer, que se hallaban por los tobillos de ella, encontrara unas esposas con las que inmovilizarla. Nada que pudiera utilizar, sólo un microtransmisor y algunos cacharros más. Bueno, no tenía importancia. Karel estaba completamente desmayada y no creía que se recobrara hasta un par de horas como mínimo.
Pero ahora venía el otro problema: Nash. En el suelo se hallaba la pistola láser. La miré con aprensión. ¿Me atrevería a usarla contra ella?
No tuve tiempo de vestirme. Un chasquido me sacó de mis reflexiones. Era el microtransmisor de la pirata, en otro de los sus bolsillos.
-¿Karel? Aquí Nash. El chaval nos la ha jugado. No he encontrado ni rastro de la PCE ni de nada por el estilo. En cuanto llegue le voy a…
Intenté que mi voz sonase lo más segura posible, a pesar de que estaba muerto de miedo.
-Ríndete, Nash, estás perdida. Si te rindes te prometo que…
-¿Lucky? ¿Dónde está Karel? ¿Qué has hecho con ella?
-Está a buen recaudo. Ríndete o… o…
-Escúchame, cabrón, si le has hecho algo a Karel te prometo por lo más sagrado que te arrancaré las pelotas y te las haré tragar. ¿Me has oído?
-Karel está bien. Tu situación es desesperada, Nash. Si te rindes, te prometo que te entregaré a las autoridades y Karel y tú tendréis un juicio just…
-Escúchame, renacuajo. Ahora mismo voy a ir a la Sala de Control y te voy a arrancar las entrañas y me las voy a comer. Te voy a joder como nunca te han jodido, pequeño bastardo.
La comunicación se cortó repentinamente. Vacilé. Agarré con fuerza la pistola y apunté hacia la puerta. Mis manos temblaban. No creo que acertara ni a un acorazado estelar. En breve llegaría la pirata. ¿Qué podía hacer?
Entonces se me ocurrió una idea. Lo más deprisa que pude me dirigí hacia el panel de control cercano a la puerta. Mis conocimientos de electricidad por fin me iban a ser útiles. Rápidamente desvié parte de la corriente eléctrica del generador de la Sala hacia la misma puerta. En cuanto alguien tocase el control de apertura…
Esperé tras la mesa, como si aquel mueble pudiera protegerme de la furia de la mujer si algo saliera mal. Mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho. Me pareció escuchar un paso en el pasillo. Crucé los dedos para que mi estratagema saliera bien. Al momento siguiente, Nash debió tocar el control de acceso. Se escuchó un chasquido eléctrico y las luces de la sala fluctuaron durante un segundo. Oí un gemido ahogado tras la puerta y el ruido de un cuerpo al caer al suelo.
Con rapidez anulé el desvío eléctrico y abrí la puerta. Nash estaba tumbada en el suelo, semiinconsciente. Al rozar el control de acceso para abrir la puerta, el desvío había provocado que una corriente penetrara en su cuerpo. No habían sido demasiados voltios pero sí lo suficiente para atontarla. Con un golpe del pie alejé su láser pero la mujer no tardaría mucho en recuperarse y, aún desarmada, no tendría muchos problemas en acabar conmigo.
Me mordí los labios. ¿Qué debía hacer? Nash gemía, aturdida por la descarga eléctrica. Miré la pistola láser pero sacudí la cabeza. No era un asesino. Decidí reducirla de la misma forma que había hecho con Karel. Mi polla volvió a crecer, como si le entusiasmase la idea.
Conecté el potenciador neuronal a la frente de la mujer y volví a ponerlo al máximo. Acto seguido, le di la vuelta y la puse boca abajo, dejando su culito respingón en pompa. Desabroché sus pantalones y los bajé con rudeza junto a sus bragas, revelando unas hermosas nalgas pálidas. Mis ávidas manos tocaron y masajearon a placer el cuerpo de Nash, aprovechando su indefensión. Acaricié la regata de su culo, estrujé sus deliciosos cachetes, abriéndolos, cerrándolos, besándolos, mordiéndolos.
Y acariciando y sobando esas nalgas, descubrí el ano de la mujer rubia, un delicioso orificio oscuro que parecía abrirse y cerrarse. Mi lengua se lanzó rápidamente a por ese tesoro y comencé a lamerlo con placer. Nash había empezado a despejarse pero no pudo resistirse. Un gemido escapó de sus labios. Una de mis manos fue a por su entrepierna. Estaba bastante húmeda, víctima del amplificador.
Durante un buen rato, mi lengua siguió lamiendo el arrugado agujerito de Nash, introduciéndose de vez en cuando hasta que su ano acogió ya en su interior más de media lengua mía, serpenteando y chapoteando. La mujer gemía, abandonada ya al placer. Uno de mis dedos se deslizó húmedamente dentro de su culo, sintiendo los calientes latidos.
De pronto me puse de rodillas, retiré el dedo y apoyé mi verga contra su ano. Nash gimió e intentó hablar, su voz ronca por la excitación.
-Mmm… mi… mi culo…
-Antes me dijiste que me ibas a joder como nunca me habían jodido. Creo que es justo que yo te joda a ti un poco.
Con un movimiento lento, presioné mi polla contra su orificio más estrecho y mi verga fue abriéndose paso poco a poco por el interior de Nash, incrustándose hasta ensartarla literalmente. Con sus últimas fuerzas, Nash intentó debatirse, pero lo único que consiguió fue que mi miembro se introdujera más y más, ganando terreno en sus cálidas entrañas y empalándola completamente. El amplificador neuronal provocó que Nash gritara, en parte por el dolor y parte por el placer.
Poco a poco, inicié una danza, meneando las caderas y entrando y saliendo viscosamente del ano de la pirata. La Sala de Control se inundó de los gemidos y quejidos de la mujer, junto con mis roncos jadeos y el húmedo golpeteo de la carne contra la carne.
Casi reí de la sorpresa cuando pude captar los pensamientos de la pirata. El amplificador neuronal había provocado que el placer fuera casi insoportable, pero a la vez casi adictivo. El hecho de que su enemigo la estuviera sometiendo, que un simple y debilucho chaval la estuviera sodomizando y humillando la excitaba como nunca.
-¿Te gusta, Nash?
La mujer no dijo nada, avergonzada. Yo, ebrio de gozo, busqué y encontré sus erectos pezones a través de la ceñida camiseta. Los retorcí y pellizqué, arrancándola un chillido.
-Vamos, dime, ¿te gusta?
-S… sí… Maldito… me… me corroooo!!!
Nash gritó mientras tenía un fortísimo orgasmo, provocando que su cuerpo se convulsionara como si de nuevo estuviera siendo sometida a la corriente eléctrica. Su clímax fue tan fuerte que sentí que su ano se dilataba y contraía sobre mi polla que llegó igualmente al orgasmo, llenando todas sus entrañas con mi semen, descargando toda mi leche en sus intestinos.
-¿Te… te rindes ya, Nash? –Logré jadear.
La mujer había quedado boca abajo, con los pantalones por los tobillos, sus seductoras nalgas a la vista, con un hilillo de semen escapando desde su ano abierto. No pudo contestarme. Había perdido la consciencia.
*************
Contemplé cómo la compuerta de plástico se cerraba sobre las cámaras de hibernación de las dos mujeres piratas. Las había sedado con unos narcóticos de la enfermería. Dormirían como dos adorables angelitos hasta llegar a Nuevo Altair, donde las autoridades se encargarían de ellas.
Comprobé que todos los sensores estuvieran correctos y me dirigí hacia mi propia cámara de hibernación. En breve llegaríamos hasta mi destino, el sector 417-A. En el entrenamiento en la Tierra se nos había dicho que era un sector inhóspito, hostil, peligroso. Sonreí. Si los incidentes que me esperaban allí eran la mitad de movidos que la que acababa de sufrir, me esperaban grandes aventuras.
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Sinopsis:
Desde que recibió la llamada, supo que recordaría ese fin de semana toda su vida. Tras una noche de jueves con demasiado alcohol, se levantó a contestar creyendo que sería un amigo. Para su sorpresa era uno de sus mejores clientes el que llamaba y al no poder escaquearse, se tuvo que vestir para ir a sacar a su hija de la comisaría.
Ahí se enteró que la policía acusaba a su retoño de ser la asesina en serie que llevaba aterrorizando Madrid las últimas semanas. Su modus operandi la había hecho famosa y todos los periódicos seguían sus andanzas y es que, tras seducir a sus víctimas, las mataba drenando hasta la última gota de su sangre.
En este libro, Fernando Neira nos vuelve a demostrar porqué es uno de los estandartes de la nueva literatura erótica en español.
ALTO CONTENIDO ERÓTICO
Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:
Para que podías echarle un vistazo, os anexo los CUATRO primeros capítulos:
Supe que ese fin de semana iba a ser de los que hacen época y no exactamente por bueno. Tras una noche de jueves que empezó bien pero que terminó con demasiado alcohol, me levanté con un puñal atravesándome la sien y no podía echarle la culpa a nadie más que a las tres botellas vacías que esperaban en silencio que un alma caritativa las echara a la basura.
«¡Menuda resaca!», pensé mientras me prometía como tantas otras veces que es mismo viernes iba a dejar de beber.
Con la boca pastosa, apagué el despertador e intentando mantenerme en pie, salí rumbo a la cocina. Mi idea inicial era preparar un litro de café que me permitiera sobrevivir esa mañana, pero apenas había dado dos pasos cuando mi teléfono comenzó a sonar.
Su estridente sonido zumbó en mis oídos con inusitada dureza y desesperado corrí a cogerlo.
«¿Quién coño llamará a estas horas?», murmuré.
Mi cabreo mutó en acojone al contemplar en la pantalla que era Toledano mi mejor cliente. Por experiencia sabía que ese oscuro inversor era un ser noctámbulo y por ello comprendí que nada bueno podía derivarse de esa llamada.
―Simón, ¿en qué te puedo ayudar? ― tratando de aclarar mi voz pregunté.
Para mi sorpresa no era ese viejo frio e insensible, sino su secretaria y estaba llorando. He de decir que al escuchar sus lloros supuse que algo grave debía de haber pasado con su jefe. Aunque hice todo lo que se me ocurrió para que se tranquilizara y me contara cuál era el problema, me di por vencido cuando después de diez minutos al teléfono había sido incapaz de sonsacarle nada coherente, a excepción de que tenía que ver con alguien de su familia.
Por ello vi el cielo abierto cuando destrozada y sin poder seguir hablando, Juncal me pasó a Simón. A éste se le notaba también triste pero no tanto como ella y por fin me enteré de que estaban en la comisaría de Argüelles porque habían detenido a la hija de su secretaria. Me extrañó que estuviera tan afectado porque no en vano le había visto firmar un despido colectivo que mandaba a la puta calle a dos mil personas sin inmutarse.
― ¿De qué la acusan? – pregunté.
―De asesinato― contestó mi cliente.
Admito que me esperaba otra respuesta. Había supuesto que se le habían pasado las copas, pero nunca se me pasó por la cabeza que fuera por algo tan grave.
Ya despierto del susto, quise saber a quién se suponía que había matado y fue entonces cuando me informó que la responsabilizaban de al menos media docena de muertes.
― ¿Qué has dicho? ― pregunté pensando en que lo había oído mal.
―La policía sospecha que es la asesina en serie que lleva actuando todo el año en Madrid.
Cómo no podía ser de otra forma, me quedé mudo. Durante los últimos seis meses los periódicos no dejaban de hablar y especular sobre una femme fatale que se dedicaba a matar a jóvenes universitarios.
«¡Puta madre! ¡Pobre Juncal!», pensé mientras intentaba ordenar lo que sabía del caso.
Así recordé el haber leído que, desde el principio, los polis habían especulado desde el principio que la culpable era una mujer, dado las víctimas eran heteras y aparecían atadas sin signos de haberse defendido, como si se hubiesen dejado maniatar voluntariamente.
«Se supone que la asesina primero los seduce y por ello no se defienden, pensando que se trata de algún tipo de juego erótico hasta que es demasiado tarde».
Que todos fueran fuertes y deportistas no había hecho más que incrementar el interés del público, pero lo que realmente había convertido ese caso en un filón de oro para los periodistas había sido el método usado para acabar con sus vidas:
¡La exanguinación!
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al recordar que según los diarios los dejaba totalmente secos, ¡sin una gota de sangre! Y que por ello habían puesto a la supuesta culpable el sobrenombre de “la chupasangre psicópata”.
Tras aceptar el caso, pedí a Simón que le dijese a Juncal que en cuanto me vistiera iba hacia allá y que mientras tanto que no hablase con la policía y todavía menos su hija, no fuera a ser que luego se tuviese que arrepentir de lo que hubiese dicho o declarado.
―No te preocupes. Eso mismo
fue lo primero que le dije al saber de lo que la acusaban.
De camino a la comisaría, no dejaba de pensar en lo que estaría pasando por la mente de Juncal y lo difícil que sería aceptar que su niña pudiese estar involucrada en algo tan siniestro. Conociéndola, no me cuadraba tuviera una hija de esa edad como tampoco que le saliera tan descarriada.
«Debe estar muy jodida», medité impresionado.
Pero lo que realmente me tenía mosca era qué tenía que ver Simón Toledano en ello y a qué se debía la importancia que le daba al tema. Las malas lenguas decían que esa morenaza, además de secretaria para todo, era su amante y aunque hasta ese día nunca me lo había creído, su actitud apesadumbrada me hizo pensar en que era cierto.
Meditando en ello, comprendí el mutismo de mi cliente:
«Lo primero que se pide a alguien de su profesión es tener fama de ser serio y honrado, sin mácula de sospecha» me dije mientras conducía: «Nadie pone su fortuna en manos de alguien con una doble vida».
Por otra parte, estaba el tema de la edad. Mientras Juncal no debía de tener más de cuarenta años, su jefe debía sobre pasar los setenta.
«Debe ser más joven que cualquiera de los hijos de ese cabrón», sentencié recordando que al igual que su viejo, esos dos era considerados unos tiburones sin escrúpulos, pero a la vez unos mojigatos en cuestión de faldas: «Siempre se vanaglorian de que un judío practicante nunca era infiel a su mujer».
Jamás había tenido motivo alguno para sospechar lo contrario. Siempre había achacado a la envidia los comentarios sobre Simón y en ese momento no tenía nada claro que no hubiera nada entre ellos, como tampoco quien era el padre.
Por lo que sabía, Juncal era soltera y por ello con las sospechas más que fundadas sobre la paternidad de la chavala, llegué a la comisaría. En la puerta y con cara de pocos amigos, Simón me estaba esperando:
―Pedro, no me importa cuánto me cueste ni a quién tengas que untar, pero quiero que saques inmediatamente a la niña de aquí. ¡Sé que es inocente!
―Déjalo de mi cuenta. Lo primero que debemos hacer es averiguar qué tienen en su contra y en qué basan la acusación― respondí tratando de tranquilizar a mi cliente.
―Me da igual lo que digan: ¡Raquel no tiene nada que ver con esos asesinatos!
Al oír cómo se llamaba, se maximizaron mis sospechas porque el hecho de que Juncal le pusiera un nombre de origen bíblico era algo bastante esclarecedor.
«Es un nombre que cualquier judío pondría a alguien de su sangre. Al final va a ser un desliz del viejo», medité y sin exteriorizar mis pensamientos, saludé a la madre.
Sin maquillaje y con los ojos rojos de haber estado llorando seguía siendo una mujer guapísima.
―Tranquila, haré todo lo que pueda para sacar a tu hija.
La desesperación que leí en su rostro no me gustó nada porque en cierta medida significaba que no tenía la seguridad plena sobre la inocencia de su retoño y por ello, dirigiéndome al policía de la entrada, pedí hablar con mi defendida.
Al enterarse de que era el abogado de la sospechosa y que quería verla, me llevó a una sala mientras llamaba a Gutiérrez, el comisario encargado de la investigación. He de reconocer que no me extrañó que me hicieran esperar dado el revuelo mediático del caso. Por ello y con la única intención de ponerles nerviosos, comencé a protestar aludiendo a que estaba vulnerando el derecho a una defensa efectiva y que pensaba denunciarlos.
Mis protestas hicieron salir casi de inmediato al responsable, el cual me aseguró que habían respetado en todo momento sus derechos y que como la detenida había pedido un abogado, ni él ni nadie de la comisaría la habían interrogado.
No tuve que ser un genio para dar por sentado que esa explicación y su celeridad en dejarme ver a su sospechosa no era algo habitual y que lo último que quería, era dar algún motivo que hiciera que el juez de guardia se creyera una versión distorsionada de su actuación.
Es más, interpreté erróneamente su sonrisa cuando abriendo una puerta me dejó a solas con ella.
Nada más cruzarla y ver a mi defendida, supe que esa actitud colaborativa no se debía al miedo de que se le volteara el caso sino porque estaba plenamente convencido de que era la culpable de tantas muertes y de que podría demostrarlo. Lo cierto es que hasta yo lo pensé al verla sentada tranquilamente en esa celda.
«¡No me jodas!», dando por perdido el caso, exclamé en mi interior al contemplar por primera vez a la que iba a ser mi cliente.
Rubia y con un piercing cerca de la boca que podía pasar por un lunar al modo de Marilyn, llevaba un escotado vestido negro casi hasta los pies que contrastaba con el colorido de los tatuajes que recorrían su piel: «Encima, la muy loca ¡va de gótica!».
He de deciros que en todos mis años de abogado nunca había prejuzgado culpable a un cliente sin siquiera escucharlo. Pero con Raquel Sanz, lo hice. ¡Di por sentado que era la chupasangre solo con mirarla!
Si os preguntáis la razón por la que llegué a esa conclusión, es muy sencilla. Había entrado allí pensando en que me iba a encontrar con una niña, pero con lo que realmente me topé fue con una mujer tan bella como siniestra.
― ¿Eres mi picapleitos? ― preguntó levantando su cara de la Tablet. La dureza de su tono y el desprecio hacia mí implícito en su pregunta, reafirmaron mi sensación de derrota.
Ni siquiera me digné en contestar y sentándome frente a ella, le comenté que estábamos amparados por los privilegios abogado cliente y que nada de lo que me dijera podía ser usado en su contra.
―Si el inútil del abogado que ha contratado mi vieja también me cree culpable, voy jodida― señaló molesta.
―Lo que crea o deje de creer no importa. A quien hay que convencer es al jurado― pensando ya en el juicio, respondí.
La sequedad de mi respuesta le hizo gracia y mirándome, contestó:
―Soy inocente. Aunque me lo he planteado un par de veces, jamás he matado a nadie.
Os juro que sentí que me taladraba con su mirada y producto de ello, un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo al verme totalmente subyugado por el azul intenso de sus ojos.
«¿Qué me pasa?», cabreado pensé mientras intentaba tranquilizarme, «¿Por qué me he puesto tan nervioso?».
Raquel Sanz debía de estar habituada a producir esa reacción en los hombres porque levantándose de su silla, me soltó:
―Si es lo que necesita, ¡devóreme con la mirada! Pero hágalo rápido, necesito que me saque de aquí.
A pesar de la vergüenza que sentía, no pude más que obedecer y recrear mi vista en el espléndido culo que la naturaleza le había dado.
«Joder, ¡qué buena está!», me torturé durante unos segundos, hasta que con esfuerzo recompuse mis defensas y le pregunté si conocía a las víctimas.
―Aunque me he follado a todos ellos, apenas los conocía― con una pasmosa tranquilidad contestó.
No me esperaba esa respuesta.
― ¿Qué te has acostado con todos? ― repliqué dejándome caer hacia atrás en la silla.
―Encima de idiota, sordo― enfadada respondió: ―He dicho y así se lo he reconocido a la policía, que me los tiré. Pero no por ello, soy una asesina.
―No me puedo creer que hayas admitido que has hecho el amor con las víctimas. No me extraña que te consideren la principal sospechosa.
Mis palabras la cabrearon aún más y levantando la voz, me gritó que no fuera cursi, que entre ella y los muertos solo había habido sexo, nada de sentimientos. La dureza y frialdad de su tono me recordó quién suponía que era su padre y asumiendo que su progenitor no se quejaría al recibir una abultada minuta, en vez de renunciar a su defensa, le aconsejé que de ahí en adelante me hiciera caso y no reconociera algo así a nadie.
―Tampoco mientas. Es mejor no contestar.
Entornando sus ojos y como muestra de que me había entendido, sonrió. Todo mi mundo se tambaleó a sus pies y con el corazón a mil por hora, dudé sobre la conveniencia de seguir siendo su abogado al contemplar embelesado como solo con ese gesto, la oscura arpía capaz de asesinar a media humanidad se convertía en una dulce y virginal ninfa necesitada de protección.
«¡Concéntrate! ¡Joder!», me repetí intentando retomar la conversación y dejar de bucear en su mirada, «No es un ligue, ¡es tu cliente!».
Al reconocer las señales que evidenciaban mi indefensión ante ella, soltó una carcajada y como si hubiese sido solamente un espejismo, su rostro volvió a adquirir el aspecto pétreo y enigmático que me había impresionado.
«De llegar a juicio, tendremos que explotar ese atractivo», me dije mientras pedía al policía que estaba al otro lado de la puerta que llamara a su jefe porque ya estábamos listos.
Nada más llegar, Gutiérrez comenzó el interrogatorio señalando que el día y la hora en que mi defendida se había beneficiado a cada uno de los muertos.
―Cómo verá, su cliente siente que es una amantis religiosa― sentenció a modo de resumen el comisario― y como las hembras de esos insectos, se cree en el derecho de devorar al macho.
―Lo único que demuestra es que mi defendida tiene una sexualidad desaforada y eso es algo que hasta ella reconoce― contesté sin reconocer carácter probatorio alguno a dichos encuentros, para insistir a continuación que si no tenían nada más esos indicios eran insuficientes para mantenerla entre rejas.
Cómo viejo zorro, curtido en mil batallas, el policía respondió sacando unas fotos de los difuntos donde con un rotulador habían remarcado una serie de marcas en sus cadáveres que no me costó reconocer como mordiscos.
―Ve esos círculos… el forense ha determinado que coinciden con la dentadura de su defendida― y mirando a la susodicha, le preguntó que tenía que decir.
―Que soy una mujer apasionada.
―Entonces confiesa que usted los mordió antes de matarlos.
―Reconozco que les eché un polvo y hasta que fue un tanto agresivo, pero nada más. Cuando los dejé estaban vivos y satisfechos por haberse acostado con una diosa.
Para entonces, ya me había tranquilizado e interviniendo comenté que cronológicamente las muertes no se habían producido en las fechas en que mi defendida se los había follado, sino con posterioridad
―Fue solo sexo. Del bueno, pero sexo― añadió Raquel haciendo como si lanzara un mordisco al policía.
El descaro de esa mujer consiguió sacar a Gutiérrez de sus casillas e indignado le preguntó si no era ella la asesina, entonces quién era.
―Ni lo sé ni me
importa― respondió y cerrándose en banda, dejó de contestar a las preguntas que
durante más de media hora le formuló el policía…
Mientras esperaba que el juez de guardia resolviera mi reclamación, me puse a analizar lo sucedido en la comisaría y a la única conclusión que llegué fue que no tenía claro si me había impresionado más la ferocidad con la que el comisario se enfrentó con mi clienta o por el contrario la frialdad y menosprecio con la que esa mujer le respondió que dejara de mirarle las tetas.
―No he hecho tal cosa― se defendió.
Demostrando que no le tenía miedo, Raquel se llevó las manos hasta sus pechos y acariciándolos, le preguntó si realmente pensaba que alguien le creería cuando ella le acusara de comportamiento inadecuado.
― ¡Hija de perra! ― resonó en la sala de interrogatorio mientras asumiendo que no podía seguir interrogándola, Gutiérrez salía por la puerta.
Ni que decir tiene que como abogado aproveché ese insulto en mi escrito, recalcando además que las supuestas pruebas irrefutables en las que los investigadores basaban su acusación no eran más que hechos casuales sin conexión con los asesinatos y que solo por la animadversión que sentía el jefe de todos ellos por mi clienta se entendía que hubiesen atrevido a detenerla sin base alguna.
A pesar de que mi razonamiento era impecable y de que haber compartido unos momentos de sexo con las víctimas no la hacía una asesina, no las tenía todas conmigo: ¡Hasta yo la consideraba implicada en esas muertes! Por eso cuando el juez determinó su libertad, respiré aliviado. Raquel seguía investigada, pero al menos podría defenderse de esos delitos, desde la comodidad de su casa.
Tras recoger la orden, me dirigí a la comisaría y con ella bajo el brazo, exigí al indignado comisario su liberación.
―Sé que eres tú y pienso demostrarlo― replicó mientras quitaba las esposas a mi clienta.
La intensidad del odio que el policía sentía por ella me impactó, pero no supe que decir ni que pensar cuando Raquel, demostrando lo poco que le afectaba la opinión del comisario, respondió:
―Si no quiere seguir perdiendo el tiempo, le aconsejo que me olvide. Puedo ser culpable de tener un coño tan sabroso como insaciable, pero soy inocente de esos asesinatos.
Afortunadamente para todos, Juncal y su jefe hicieron su aparición cuando ya temía que llegaran a las manos y Raquel olvidando a Gutiérrez concentró su mala leche en el recién llegado diciendo:
―Esto es algo digno de ser visto, ¡la familia al completo! Mamá y el eyaculador que la preñó han venido a buscarme.
―Hija, yo también me alegro de verte― contestó sin inmutarse el viejo judío.
Mi incomodidad era total al sentir que sobraba. Por ello, tras comentar lo sucedido con la pareja, me despedí para no verme involucrado y que resolvieran sus problemas entre ellos.
― ¡Picapleitos! ― escuché que me gritaban. Al girarme, la bella arpía me alcanzó y depositando un beso en mi mejilla, me dio las gracias.
Toda la reacción de mi cuerpo se concentró en un lugar específico y es que contra mi voluntad al oler su perfume y sentir la dureza de su pecho restregándose contra de mí, el grosor y el tamaño de mi pene se multiplicaron en un instante. Mi erección no le pasó desapercibida pero lejos de quejarse, mirándome a los ojos, sonrió.
―Hasta pronto, ¡guapetón!
Asustado por saberme atraído por ella y que esa zumbada lo supiera, salí de ahí y me fui a mi despacho, donde intenté concentrarme en el día a día para olvidar las sensaciones que su manoseo había provocado en mi interior.
«Menuda putada debe ser el tener una zorra así, como hija», murmuré mientras el recuerdo de sus extraños ojos ámbar y la profundidad de su voz me perseguían muy a mi pesar. Por mucho que hacía el esfuerzo no podía dejar de pensar de haberla conocido en un bar, yo podía ser uno de los muertos, dando por hecho que Raquel era la asesina de esos chavales.
Como abogado debía intentar creer en la inocencia de mis clientes para transmitir mejor al juez o a los miembros del jurado los argumentos que hicieran posible su absolución, pero con Raquel eso me estaba resultando imposible porque con solo mirarla uno se daba cuenta que esa mujer era ciento por ciento pecado.
«Es la lujuria hecha carne», sentencié al percatarme de que inconscientemente había empezado a tocarme al pensar en ella.
Reprimiendo ese conato de paja, estuve a un tris de pedir a algún socio del bufete que me sustituyera en su defensa. Pero tras pensármelo mejor, la certeza que al hacerlo también perdería a su padre como cliente impidió que siguiera buscando a quien ceder la venia.
«Necesito el dinero de ese viejo por lo que no solo debo seguir defendiéndola, sino que tengo que conseguir que la absuelvan», medité mientras firmaba unos cheques antes de irme.
La empresa era difícil pero no imposible pero también que para poder triunfar iba a necesitar, ayuda.
«Tengo que hacerme con los servicios de Alberto», me dije y cogiendo mi teléfono lo llamé.
Tal y como esperaba, el discreto, pero efectivo detective aceptó de inmediato y se comprometió que desde esa misma tarde pondría a toda su gente a ver qué era lo que conseguían averiguar del tema.
―Cualquier cosa que halles, no se lo anticipes a nadie, ni siquiera a la policía. Quiero ser el primero en saberlo.
―No te preocupes, así se hará. Eres el que pagas las facturas― contestó y un tanto extrañado de que me tomara ese asunto tan en lo personal, dejó caer si tenía algo que ver con Raquel.
No me costó saber que lo que realmente estaba insinuando era si tenía un lío sexual con la sospechosa:
―Ni ahora ni nunca, esa tía es peligrosa. Acostarse con ella es como meter la polla en un avispero: la duda no es si te picarán sino cuantas veces― contesté sin llegar a creer en mi propia respuesta.
Alberto, que no era tonto, vio en mí una actitud defensiva pero no insistió y tomando los datos, se despidió prometiendo resultados.
«¿Qué coño me pasa? ¿Por qué me afecta tanto y no puedo dejar de pensar en esa loca?», maldije en silencio mientras cerraba la oficina y me marchaba a casa.
Ya en el coche puse la radio. Nada más encenderla, reconocí Perlas ensangrentadas, la canción que Alaska convirtió en un éxito y olvidando que podía ser una premonición, siguiendo su ritmo, conseguí relajarme mientras conducía dejando atrás el recuerdo tortuoso de Raquel.
Desgraciadamente, fue solo un breve paréntesis porque al llegar a mi edificio, el conserje me informó de que mi hermana me estaba esperando en mi piso.
― ¿Mi hermana? ― pregunté extrañado porque, aunque tenía una, esta vivía en Barcelona.
―Sí, una joven guapísima― contestó: ― La pobre se había olvidado las llaves y por eso la abrí.
Supe de quién se trataba al observar la tranquilidad con la que me acababa de decir que había roto la principal regla de un buen portero y que no parecía en absoluto preocupado.
«¿Qué habrá venido a buscar?», me pregunté mientras con un cabreo de la leche llamaba al ascensor…
O bien Raquel no veía nada malo en su actuación o bien supuso que sería incapaz de recriminarla el haber invadido mi espacio porque al entrar me la encontré casi desnuda pintándose los pies en el suelo de la cocina.
― ¿Se puede saber qué narices haces aquí? – pregunté mientras intentaba evitar darme un banquete admirando la perfección de esos pechos que la camiseta que llevaba puesta era incapaz de tapar.
― ¿No lo ves? Arreglándome las uñas― contestó sin siquiera levantar su mirada mientras como si me estuviera retando separaba sus piernas.
La obscenidad del gesto y esa respuesta me terminaron de cabrear y he de reconocer que estuve a punto de saltarla al cuello. ¡Ganas no me faltaron! Pero conteniendo mi orgullo herido, insistí:
― ¿Por qué estás en mi casa?
Con tono suave, me respondió que había intentado ir a la suya pero que al llegar había una nube de periodistas esperándola y que recordando que la había prohibido conceder entrevistas, había tomado la única decisión sensata… ir al único sitio donde no la buscarían.
―Mi piso― sentencié molesto.
Raquel debió decidir que una vez aclarado, no valía la pena seguir dando vueltas a lo mismo y cambiando de tema, me soltó qué le iba a preparar de cena. Su desfachatez me indignó y levantándola del suelo, le grité que si quería quedarse en mi casa al menos debía mantener las formas y no ir vestida como una vulgar fulana.
― ¿No serás gay? ― fue lo que me replicó.
Comprendí que realmente le había sorprendido que le exigiera discreción en su vestir y lleno de ira le respondí que no.
― ¡Pues cualquiera lo diría! ¡Ni siquiera te atreves a mirarme!
Que dudara de mi hombría fue la gota que derramó el vaso y atrayéndola hacia mí, forcé su boca con mi lengua mientras con las manos daba un buen magreo a su trasero. Lejos de mostrarse intimidada por mi reacción, Raquel colaboró conmigo frotando su cuerpo contra el mío.
―No eres más que una zorra― rechazando su contacto, repliqué.
La fría carcajada que soltó mientras se acomodaba la ropa me informó de mi derrota y que, con solo proponérselo, esa perturbada había conseguido sacar lo peor de mí.
―Ahora que ya te has reído, puedes coger la puerta e irte – dije enfadado hasta la médula.
Obviando mi cabreo, sonriendo, Raquel contestó:
―No creo que a mi padre le guste saber que su abogado me ha echado a los lobos y menos que me ha besado contra mi voluntad.
Que ni siquiera intentara disfrazar su vil chantaje me desarmó y sentándome en una silla de la cocina, le volví a preguntar qué era lo que buscaba de mí.
―No te creas tan importante. No busco nada, solo divertirme― contestó mientras se subía a horcajadas sobre mis rodillas.
Reconozco que me sorprendió. Por ello poca cosa pude hacer cuando descubrí que bajo su camiseta no llevaba sujetador y que sin ningún esfuerzo podía entrever dos pezones tan negros como erizados e instintivamente y sin pensar en las consecuencias, comencé a acariciar su trasero.
― ¿Adivina quién me va a echar un polvo? ― murmuró en mi oído mientras frotaba sus nalgas contra mi entrepierna.
Si no hacía algo, sabía cuál sería la respuesta al sentir la dureza de sus cachetes al incrustar mi pene en su sexo. Es más, viendo que no la detenía, se puso a hacer como si me la estuviera follando y solo las murallas de su breve short y de mi pantalón impidieron que culminara su felonía.
―Seguro que yo no― respondí mientras me levantaba de la silla.
Al hacerlo la tiré al suelo. Raquel en vez de cabrearse, comenzó a reír mientras me preguntaba gritando cuanto tiempo creía que iba a soportar sin follármela. Humillado hasta decir basta, salí de la cocina confirmando mi derrota.
«¡Será puta!», pensé totalmente hundido con el sonido de sus retumbando en mis oídos mientras notaba como el deseo se iba acumulando bajo mi bragueta.
Era consciente que de no ser porque hubiera quedado como un auténtico cretino, hubiese vuelto a donde estaba y la hubiese tomado contra el fregadero. En vez de ello, fui a mi habitación a darme una ducha fría. El agua helada aminoró mi calentura y ya más calmado, al salir me tumbé en la cama desnudo, me quedé dormido.
Llevaba unos pocos minutos soñando cuando la imaginé llegando completamente desnuda. Aun sabiendo que era un sueño, me quedé extasiado observando como sus pechos se bamboleaban al caminar hacia mí. En mi mente, esa rubia del demonio me invitaba a morder los duros pezones que decoraban sus dos maravillas.
Ni dormido, quise dejarme vencer y me la quedé mirando mientras le decía:
―Tienes demasiados huesos para mi gusto y encima con tanto tatuaje pareces un personaje de Walt Disney.
De nada me sirvió esa una vil mentira. Apenas podía respirar, mientras se acercaba. Su cuerpo no solo era el de una modelo, era el sumun de la perfección al que los dibujos grabados sobre su piel magnificaban aún más su belleza. Con una picardía innata, Raquel exhibía ante mí su estrecha cintura, su culo en forma de corazón y su estómago plano sin dejar de sonreír, demostrando lo poco que le había afectado mi crítica:
―No te lo crees ni tú. A tu lado, ¡soy divina!
Quise responder a su impertinencia, pero las palabras quedaron atascadas en mi garganta al contemplar su sexo a escasos centímetros de mi cara y saber que solo con pedírselo esa zorra hubiese puesto dichosa su coño en mi boca. En mi imaginación traté de mantener un resto de cordura y cerré los ojos deseando que desapareciese y así cesara esa tortura.
Desgraciadamente en mi cerebro, la rubia envalentonada por mi evidente cobardía recorrió con sus manos mi cuerpo y al comprobar que bajo las sábanas mi pene se erguía erecto, se adjudicó el derecho a subirse encima de mí riendo.
― ¡Vete por donde has llegado! ¿No ves que no quiero nada contigo? ― contesté intentando mostrar al menos apatía.
No tardé en comprender mi error porque poniéndose a horcajadas sobre mí, incrustó mi pene en su sexo y me empezó a cabalgar mientras aprovechaba mi indefensión para atarme.
― ¿Qué haces? ― grité incapaz de detenerla.
―Evitar que huyas, mientras te follo― respondió con perversa alegría.
Tras terminar de inmovilizarme, se tumbó sobre mi pecho para hacerme sentir la tersa dureza de sus pezones mientras llegaban a mis oídos sus primeros gemidos. Contagiado por su lujuria, recibí sus besos y mordiscos sin moverme mientras deseaba que me siguiera follando ahí mismo. Os confieso que ya me había entregado por completo a ella cuando pegando un grito, se corrió sobre mí.
Como la diosa que se sabía, obró un milagro y bajándose de la cama, se descojonó al mostrarme mi erección:
―Mortal, te voy a llevar a mi cielo.
Tras lo cual, y cogiendo un poco de la humedad que manaba libremente desde su vulva, se untó el trasero.
― ¿Qué quieres de mí? ― chillé al ver que en su boca le crecían los colmillos.
―Convertirte en mi esclavo― replicó y pasando una de sus piernas sobre las mías, usó mi verga para empalarse.
La lentitud que imprimió a sus movimientos me permitió disfrutar de la dificultad con la que su trasero absorbió mi trabuco mientras aterrorizado sentía como me latían las venas.
― ¡Por favor! ¡No lo hagas!
Riéndose de mi desesperación, acercó sus labios para localizar mi yugular. Supe mi destino aun antes de que clavara sus dientes en mi cuello.
― ¡Eres y serás siempre mío! ― me informó mientras cerraba sus mandíbulas. Aullé al sentir que el dolor se transmutaba en placer y liberando mi simiente en el trasero de mi asesina, ¡me desperté!
Por unos momentos respiré al ver que había sido producto de mi calenturienta imaginación, pero entonces desde la puerta escuché que Raquel me decía:
―Pronto
te entregarás a mí y juntos haremos realidad tu pesadilla.
Lo habíamos contratado hacía 11 meses. Se llamaba Benjamín pero más allá de un carácter infantiloide, nada más hacía referencia a su nombre. Era hijo único, así que no era el más joven de una estirpe. Medía cerca de 1,90 y pesaba más de 100 kg, así que no era pequeño. Y, a pesar de ser el último en llegar a la empresa, se había convertido en una pieza muy importante para nuestros últimos proyectos.
Cris y yo nos asociamos hace 12 años hartos de trabajar como negros para que otros se llevaran el mérito y, sobre todo, el beneficio económico. Nos conocíamos desde la adolescencia, pues fuimos compañeros de clase. A raíz de ello, conformamos una cuadrilla de 7 miembros, 3 chicas y 4 chicos que nos convertimos en inseparables hasta que los estudios universitarios y dispares carreras profesionales nos fueron disgregando. El grupo seguía viéndose con irregularidad, pero solamente nosotros dos continuábamos juntos.
Cumplidos los 30, en la fiesta de aniversario de mi amiga, esbozamos el embrión que pocos meses después darían con el nacimiento de una consultora de empresas que comenzó dando servicios informáticos y tecnológicos a compañías de nivel pequeño, hasta que fuimos creciendo al ritmo de nuestros clientes.
La contratación de Benjamín supuso para la compañía dar un paso más pues lo más suave que puedo decir de él es que era un hacker con todas las de la ley. O sin ella, para ser honestos, pues necesitábamos a alguien que conociera la otra cara de la red, la Dark Net como lo llama la policía, el Deep Web, como lo llamamos los usuarios.
Al chico nos lo recomendó el marido de Cris, también ingeniero informático, cuyos conocimientos acababan donde comenzaba la cara B del sector, pero estaba muy bien conectado con críos de discutible pelaje.
Benjamín era el prototipo de nerd informático. Huraño, solitario, rebuscado, maniático, pero también genial y muy eficiente. Acostumbrado a lidiar con profesionales del sector de todo tipo, no me fue difícil congeniar con él, aunque me costó penetrar la coraza auto protectora que lo cubría. Tal vez el hecho de ser hombre me ayudó, pues a Cris le costó bastante más, sobre todo porque carecía de la paciencia necesaria para aguantarlo.
Aún hoy sigo pensando que su contratación fue un acierto, a pesar de lo acontecido, pues en lo profesional y económico, nos fue muy bien su presencia. En lo personal…
***
Cris se había casado con Toni un año antes de que fundáramos nuestra empresa, un chico que conoció en su primer destino laboral. Yo había tonteado toda mi vida con Emma, una compañera de la cuadrilla adolescente, pero no fue hasta asomarnos a la treintena que decidimos formalizar lo que llevaba años escrito. Años en los que ambos habíamos tenido otras relaciones más o menos serias.
Pero las piernas que me rodeaban a la altura de la cintura no eran las suyas, como tampoco eran sus pechos los que se mecían adelante y atrás al ritmo de mis envites, ni era su garganta la que gemía sonoramente, ni su lengua la que me pedía que la follara. Era mi socia la que en ese momento me pidió darse la vuelta pues le encantaba que la penetraran desde detrás, con el culo en pompa, acompañado de algunos azotes e insultos varios.
Esta vez llegué antes que ella, no pares ahora cabrón, pero no tardó demasiado en lograr su objetivo. Cuando me separé de su cuerpo, me dejé caer en una de las sillas de visita que poblaban el despacho de mi socia, resoplando, admirando aquel par de nalgas perfectas que la bella mujer ofrecía.
Poco a poco se fue incorporando, Dios, que falta me hacía, bufó, para recoger pantalones y tanga del suelo y vestirse. Yo aún me quedé un rato en aquella ridícula posición, camisa abierta, pantalones y bóxer por los tobillos y polla enhiesta, feliz pero agotada.
Me miró sonriente, guiñándome un ojo, mientras tomaba el teléfono y llamaba a su cornudo marido para avisarle que salía del despacho. Eran más de las 8 de la tarde y la jornada había sido dura, aunque gratificante.
En casa, besé a Emma con cariño, eso es exactamente lo que sentía por ella, así como a las gemelas y cenamos como una familia feliz mientras cada uno desgranaba su aventura diaria. Mi mujer en el bufete de abogados, nuestras hijas quejándose de la dificultad que suponía una cosa nueva que habían comenzado en matemáticas llamada raíces cuadradas.
-Ya estáis en cuarto curso, cada año es un poco más difícil –las consoló la madre guiñándome también un ojo.
***
La contratación de Benjamín era una necesidad evidente que pospusimos tanto como nuestros principios ético-morales nos consintieron. Durante casi doce años nos habíamos dedicado a labores tan simples como diseñar una página web hasta la gestión integral de las necesidades telemáticas de compañías medianas. Para ello, contábamos con una plantilla de 11 profesionales encargados de proporcionar a los clientes las soluciones más eficaces e innovadoras del mercado.
Allí radicó, en la novedad, en la necesidad perentoria de estar a la última, ofrecer servicios de seguridad online, pues los ataques informáticos son cada vez más frecuentes y agresivos. Proteger un servidor de troyanos y malware no es complicado, pero defenderte de un ataque bien dirigido ya es otro cantar.
Benjamín, no solamente diseñaba las defensas, también contraatacaba cuando el intruso se lo merecía. Pero últimamente habíamos dado un paso más. Gracias a sus conocimientos, éramos capaces de espiar a empresas competidoras de nuestros clientes, así como a organismos gubernamentales. Esto último, tan arriesgado como suculento.
Lo peligroso del caso era que el chaval actuaba por su cuenta. Últimamente parecía haberle cogido el gusto a meterse en sistemas ajenos sin encargo profesional mediante, así que tuve que pararle los pies un par de veces. Practica tus hobbies en casa, que al final nos joderás a todos.
Aquella inmensidad de tío me miraba como si yo fuera un marciano, sentado en su trono, un sillón de sky negro que él mismo había diseñado a partir de su anatomía y necesidades físicas, pues pasaba sentado en él horas y horas.
-Tanto si lo hago desde aquí como si lo hago desde casa, no es rastreable. No tienes por qué preocuparte.
-Si tú puedes rastrearlo, otro experto como tú también puede hacerlo.
Por respuesta me ofreció una sonrisa de suficiencia, que sin duda significaba nadie es tan bueno como yo, aunque a mí me daba la sensación de significar soy un crío inmaduro e inconsciente que asume riesgos innecesarios.
Aquella tarde lo hablé con Cris. El horario laboral de la plantilla finalizaba a las 6 de la tarde, aunque era habitual que hubiera alguien trabajando hasta las 7, según la carga de trabajo que tuviéramos en aquel momento. Benjamín era el único que se quedaba hasta más tarde, cuando se quedaba, pues a decir verdad, hacía el horario que le daba la gana. Podían ser 4 o 24 las horas que pasara sentado en su trono. Esa había sido una de sus condiciones para unirse al equipo. La otra era disponer de un despacho individual para que nadie le molestara.
Tratándose de un friki de manual, pues no se relacionaba con nadie más que conmigo y puntualmente con Cris, era realmente rentable para la empresa pues es lo que mi socia me estaba recalcando mientras yo exponía mis quejas.
-Cierto, pero cada vez me pone más nervioso. Cualquier día vamos a tener un problema serio. Ayer, sin ir más lejos, estaba metido en los servidores de la policía científica. ¿Qué coño se le ha perdido allí dentro?
-Se lo pedí yo. -¿Cómo? exclamé levantando las cejas y abriendo los ojos como platos. –Necesitaba acceder a los informes de un caso de violencia doméstica.
-¿Violencia doméstica? –exclamé levantando la voz. -¿Desde cuándo tratamos casos de éstos?
-Desde que el acusado es el jefe de mi hermana. Me ha pedido ayuda, pues la mujer lo ha denunciado y según ella es una patraña para tomar ventaja en el divorcio. Una invención de la tía, un montaje…
No seguí escuchando. Carol, su hermana menor, llevaba más de dos años liada con su jefe. Increíblemente para mí, pues estaba convencido que el tío solamente se estaba aprovechando de tener a mano un buen par de tetas enamoradas, había accedido a dejar a su mujer para vivir con una chica quince años más joven. La batalla económica no era la única que la despechada esposa había iniciado. Ahora parecía ir a hacer daño, al menos tanto como le estaban haciendo a ella.
Para Cris, su hermana era intocable. Siempre había sido una cabra loca, pero ella la defendía a capa y espada, así que ese era un tema que hacía mucho que decidí no discutir con ella. La última vez que lo hicimos, estuvo casi dos semanas sin hablarme.
La mano de mi socia en el hombro me devolvió a la realidad. Tengo la virtud de escuchar sin oír, o de oír sin escuchar. Tanto monta, monta tanto. Parece que esté atento a mi interlocutor, incluso cabeceo asintiendo, cuando en realidad he desconectado. Cris me conoce lo suficiente para darse cuenta, pero en cuanto su hermana entra en escena, pierde todas sus facultades.
Así que continuaba con su retahíla de excusas y argumentos más o menos discutibles cuando me estaba pasando las manos por la nuca, intimando conmigo y me susurraba a pocos centímetros que te recuerdo que tú también tienes un rollo con una mujer casada, además de estar engañando a tu mujer.
No estábamos solos, pues Benjamín seguía encerrado en su jaula, así que no la tomé de la cintura para empotrarla contra su mesa, como me apetecía, a pesar de que aquella sonrisa perfecta, aquel cuerpo maduro en edad pero joven en apariencia, me llamaban a gritos. Me contenté con besarla suavemente, para sentenciar, tú sabrás lo que haces.
Matemáticamente hablando, lo mío con Cris duraba más de diez años. Trece exactamente, pues nos liamos por primera vez cuando ella estaba prometida de Toni. No fue buscado por ninguno de los dos, simplemente ocurrió. Sonará a tópico y supongo que si ella usara esta misma frase para justificarse ante su pareja, Toni no se quedaría convencido. Pero así fue.
Salíamos de una de nuestras fiestas-encuentro de la cuadrilla, un poco bebido yo, por lo que Cris se ofreció a llevarme a casa en mi coche, pues ella no lo había cogido. Al llegar a mi apartamento, surgió el ¿ahora qué?, pues el coche era mío y ella vivía en la otra punta de la ciudad. Así que le dije que podía dormir conmigo. No era mi intención que durmiera en mi cama, no me había referido a eso, pero subió y acabé completando el cupo de mi cuadrilla, pues me había acostado con Emma en varias ocasiones y con la tercera chica del grupo, Montse, a los 18 años.
Ninguno de los dos le dio más importancia al hecho, como si en vez de sexo se hubiera tratado de compartir una cena o ir juntos a un concierto, así que no esperé repetirlo. Pero sí lo repetimos. Celebrando nuestro primer cliente. Desde entonces, nos hemos acostado unas cuantas veces, aunque no tantas como doce años podrían presuponer. Porque me concentré en mi vida de pareja cuando decidí salir en serio con Emma por lo que estuvimos 5 o 6 años sin tener relaciones. También ella tuvo fases de mayor fidelidad con Toni.
Pero últimamente, durante los últimos dos años exactamente, sí debíamos estar en una media superior al encuentro por mes. Sin implicación ninguna. Sexo ardiente y satisfactorio entre dos adultos, maduro y meramente lúdico.
***
Era jueves. Lo recuerdo porque, aparte del viernes en que el staff acaba a las 3 de la tarde, al tratarse de personal joven en su mayoría, es la única tarde en que suelen irse puntuales, pues para ellos es la primera noche del fin de semana, cuando salen los universitarios foráneos, razón por la que estábamos prácticamente solos.
No me había enterado de cuando se había ido todo el mundo, pues estaba enfrascado en una propuesta de venta para la mañana siguiente, pero me sorprendió que Cris se hubiera marchado sin despedirse. Me levanté para estirar las piernas, pues aún pensaba quedarme una hora más, cuando vi el bolso y la chaqueta de mi socia a través de la puerta abierta de su despacho. Me asomé, pero no estaba, así que supuse que había ido al baño.
Me encaminé hacia la jaula, el mote al despacho de Benjamín había hecho fortuna, aunque también había sonado cueva pues trabajaba casi en penumbra y alcantarilla pues olía a cerrado cuando pasaba muchas horas allí. La puerta estaba cerrada, lo que no significaba que estuviera dentro pues siempre lo estaba, así que acerqué los nudillos para dar los dos toques preceptivos de aviso, contraseña imperialmente establecida antes de entrar.
Calzo un 44, algo que no tendría más importancia si mis zapatos no hubieran tocado la puerta antes que mis dedos. Al hacerlo, ésta se abrió ligeramente, pues no había quedado bien cerrada, provocando que me congelara. Miré, me froté los ojos y miré de nuevo.
El gran sillón de sky negro estaba ocupado por su dueño, anatómicamente encajado a la perfección en él, pues por algo era un diseño suyo, ligeramente ladeado hacia la puerta, sin duda para apartarse de la mesa y los ordenadores. Cris, no sólo estaba arrodillada en el suelo delante del sillón, su preciosa media melena rubia se movía arriba y abajo, o abajo y arriba, entre las gruesas piernas del paquidermo.
Un pinchazo de celos como nunca había sentido se me clavó en el estómago. Pero lo que me provocó náuseas fue oír los berridos de la bestia, roncos gemidos acelerándose más a cada succión sufrida, hasta que se derramó en la boca de mi socia. Ésta no se apartó, yo también había eyaculado en aquel depósito alguna vez, siguió chupando unos segundos hasta que confirmó que los estertores del elefante habían acabado. Se levantó, sonriendo y abrochándose la blusa, hasta que bajo la atenta mirada de Benjamín, tragó sonoramente.
-Cómo os gusta a los tíos que nos lo traguemos. Con lo asqueroso que está.
-Me lo has prometido.
-Y tú a mí también me has prometido cosas, así que venga, lo quiero mañana a primera hora.
-Ya ha vuelto la jefa. Me gustaba más tenerte arrodillada y ser yo el jefe.
-Aunque esté arrodillada, sigo siendo la jefa. Te recuerdo que lo hago porque yo quiero, no porque tú me lo pidas.
***
-¿Se puede saber qué coño ha sido eso?
Cris pasaba por delante de mi despacho hacia el suyo. Me había sentado en mi escritorio pero tenía la puerta abierta para pedirle explicaciones cuando volviera. Había tardado unos minutos pues la había oído entrar en el baño. Se detuvo bajo el marco y preguntó a qué me refería. Pero no necesité verbalizarlo. Me escrutó seria, hasta que respondió:
-¿Desde cuándo tengo que darte explicaciones sobre mis actos?
-Desde que éstos afectan o pueden afectar nuestro bienestar como empresa.
Soltó una carcajada más sonora de lo que me hubiera gustado. Era un recurso habitual en mi socia, que podía interpretarse como hago lo que me da la gana, pero también como una burla hacia los demás. Aunque no era el caso.
-Tranquilo que los intereses de la empresa están bien atados. –Me miró retadora, entrando en mi despacho y cerrando la puerta tras de sí. –Precisamente estaba cuidando de dichos intereses.
-Ahora los vas a cuidar así… -no encontré las palabras adecuadas. Mejor dicho, preferí no verbalizar las que mi cerebro enviaba a mis cuerdas vocales.
Sin que se le borrara la sonrisa del rostro, cinismo en estado puro, siguió avanzando hasta rodear la mesa. Al llegar a mi vera preguntó, ¿estás celoso?, negué aunque lo estaba, no podía negarlo. Su respuesta fue alargar la mano hasta mi entrepierna, para sentarse sobre mí a horcajadas, rodeándome el cuello con los brazos, anunciándome que chupársela al friki la había puesto cachonda.
No me dejó contestar. Sus labios tomaron los míos, los mismos que acababan de beberse la simiente del gordo, mientras su lengua entraba hasta mi campanilla. Fóllame como tú sabes y también te dejaré seco.
Sus manos habían desalojado mi nuca para desabrocharse la blusa. Abandonó mis labios para clavarme las tetas en la cara, bebe mi niño, bebe si quieres que mamá te coma la polla. Me agarré a ellas con hambre, chupando, succionando, hasta que me la saqué de encima. La empujé contra la mesa, rabioso, dándole la vuelta para dejarla expuesta. Se dejó hacer, girando la cabeza para mirarme juguetona.
-Eres la puta jefa y te has portado como una becaria –le escupí mientras tiraba de su pantalón para que su excelso culo apareciera orgulloso. Lo movía hacia atrás, en círculos, acercándomelo mientras esperaba que me desabrochara el pantalón.
-¿Estás celoso cornudín? –pinchaba con aquella media sonrisa de superioridad dibujada en la cara. -¿Lo estás porque alguien más ha jugado con la puta jefa?
Así el miembro, apunté y entré violento mientras la agarraba del cabello con la mano izquierda. Gimió con fuerza, pero siguió chinchando. Eso es cornudín, fóllame, fóllame, fóllate a la puta jefa. Hasta que la acallé de una nalgada.
-Eres más puta que jefa. –Le pegué otra nalgada sin dejar de percutir con todo, rabioso. –Yo soy el jefe. Tú eres la puta.
-Sí, fóllame, fóllate a esta puta. –Eres la puta de la empresa. –Sí lo soy, dame más cabrón, fóllame.
Ya no pudo seguir hablando. Los gemidos se habían convertido en jadeos hasta que sus piernas temblaron atravesadas por un orgasmo intensísimo. Su clímax provocó el mío, descargando varios lechazos en el interior de su vagina.
No sé si había sido el mejor polvo de los que habíamos echado, discutible pues estando de viaje habíamos tenido largas sesiones de sexo variado coronadas con varios orgasmos, pero sí había sido de una intensidad poco habitual.
No logré grandes explicaciones. Al menos no lo detalladas que esperaba oírlas. Se vistió, pasó por su despacho para recoger sus cosas y se largó, despidiéndose como cada noche con una sonrisa en los labios, juguetona pero cínica, y un comentario que me volvía loco.
-Me llevo tu semillita a casa.
Cris llevaba un DIU pues no quería darle un hermanito a su hija. Gracias a ello nunca usábamos condón, pues no hay color entre que te metan un trozo de carne desnudo a plastificado, otro de sus comentarios obscenos, y le encantaba notar como el semen le manchaba el tanga.
Lo único que saqué en claro al día siguiente es que le había hecho dos mamadas últimamente, pues así lo tengo controlado, obediente.
-Espero que no se te haya pasado por la cabeza chupársela a todos los empleados que quieras que te obedezcan.
-Vete a la mierda.
Me arrepentí al instante del comentario, pero los celos me estaban nublando el entendimiento. Cris y yo no teníamos ningún compromiso de exclusividad. Ambos teníamos una vida de pareja más o menos sólida, incluyendo bastante sexo en ambos casos, aunque si Toni o Emma se enteraban de que nos acostábamos de tanto en tanto, nos iban a dejar de patitas en la calle en un santiamén.
Pero Cris nunca había considerado la fidelidad como el inquebrantable sacramento del matrimonio que la Santa Madre Iglesia nos vendía. Se había acostado con otros hombres y lo seguiría haciendo mientras le apeteciera.
Así que el lunes puso las cartas sobre la mesa.
-No me gustó un pelo el comentario que me hiciste el viernes. Así que después de darle muchas vueltas este fin de semana, quiero aclarar contigo unas cuantas cosas.
–Lo siento, me equivoqué. –Pero no me dejó hablar.
-Me acuesto contigo porque me lo paso bien. Follas de puta madre y me gusta. Pero el único hombre que puede pedirme exclusividad en mi vida es mi marido y, aunque crea que la tiene, está convencido de ello y yo siempre juraré haberle sido fiel, tampoco a él se la voy a conceder. Soy una mujer libre que vive su vida como quiere y como cree…
-Lo sé, no tienes que darme explicaciones… -pero no me escuchaba. Cuando mi socia había decidido poner los puntos sobre las íes, no había quién la detuviera.
-…si pretendes fiscalizarme, controlar qué y con quién lo hago, te apartaré de mi vida personal y no volverás a tocarme nunca más. –Ahora hizo una pausa, inspiró hondo clavándome sus ojos almendrados y continuó. -Somos amigos desde hace muchos años, muy buenos amigos, íntimos, y te quiero mucho, pero quiero más a Toni. Creo que el jueves tuviste un ataque de celos. Sí es así, estamos jodidos. Estás jodido, porque no voy a cambiar. Y por más socios que seamos, por más casados que estemos en lo profesional, no voy a permitir que me digas lo que tengo que hacer. Te recuerdo que esto es una sociedad al 50% y que ninguno de los dos tiene más poder que el otro.
Asentí, buscando las palabras adecuadas para contrarrestar la bronca que me estaba echando. Tenía razón en que me había sentido celoso y era cierto que no podía permitírmelo, pues en lo afectivo estaba ligada a su marido y en lo sexual era voluntariamente promiscua y lo seguiría siendo. Pero yo también había usado el fin de semana para aclararme las ideas, analizando pros y contras, así que argumenté:
-Yo también te quiero muchísimos y, al igual que en tu caso, Emma y las gemelas son más importantes en mi vida afectiva de lo que lo eres tú. Tienes razón en que sentí celos, pero creo que se debieron más al hecho de considerarte mía en la empresa… -Yo no soy de nadie. -…no lo digo en un sentido posesivo, aunque suene así. Simplemente que no entiendo qué coño estabas haciendo, en qué coño estabas pensando.
-En el bien de nuestra empresa.
-Pues no lo veo, la verdad. No entiendo la jugada.
-Vamos a ver. –Me puso una mano sobre las mías. –Benjamín es un puto marciano. Un bicho raro que lo más cerca que ha estado nunca de una mujer ha sido viéndola en 1600 píxeles. Vive en su mundo pero nos guste o no, se ha convertido en clave para esta empresa, para nuestro devenir futuro. Maneja demasiada información, es demasiado inteligente, es capaz de hacer cosas que a ti y a mí se nos escapan, y nos puede meter en un buen lío si quiere hacerlo.
-Más a mi favor. ¿Cómo se te ocurre jugar con él?
-No estoy jugando con él. Le estoy ofreciendo un premio al que no querrá renunciar, estoy apretando los lazos que le unen a nosotros, anudándolos, para que se libre mucho de jodernos si algo se tuerce.
Prefieres que te joda a ti, pensé, pero no lo dije en voz alta. No hizo falta, Cris me conocía tan bien que me leyó el pensamiento.
-Aunque la mayoría de mujeres que conozco, que conocemos, lo considerarían humillante, a mí no me cuesta nada hacerlo. Apenas me aguanta un par de minutos. Además, -me miró asomando aquella sonrisa cínica que tan bien conocía –me pone cachonda. Cuando acabo me apetece venir a buscarte para que me pegues un buen repaso.
***
Aunque no las tenía todas conmigo, no pasó nada especial durante un mes. Considerando como no extraordinarias las mamadas que le propinó a Benjamín, claro. Una por semana conté, pues venía a mi despacho a continuación para que le bajara el calentón. Las dos últimas, apestando a semen, pues le daba morbo no lavarse los dientes para que yo notara el viciado aliento.
Pero yo no estaba tranquilo. Tenía un mal presentimiento que cada vez percutía con más fuerza en mi cabeza. Según Cris el tío estaba cada vez más encoñado, ¿”embocado” sería la palabra?, y tenía razón en que parecía estar trabajando hasta la extenuación en un proyecto básico para la estrategia futura de la empresa, siguiendo a pies juntillas las directrices de su jefa. Pero mi sexto sentido estaba cada vez más alterado.
Fue a mediados del tercer mes cuando me di cuenta que la cosa se estaba torciendo. Benjamín nos había presentado dos versiones de una herramienta para monitorizar servidores remotos, hablando en plata, controlar a distancia toda la información de otra empresa. Como nos tenía acostumbrados eran muy eficaces. Invisibles, prácticamente indetectables, y difícilmente rastreables. Si el uso de una aplicación espía ya es delito, haber creado una de las mejores del ciberespacio sin que Cris o yo tuviéramos el control me ponía muy nervioso. Por ello, tardé en detectar las señales que mi socia emitía.
Ella también estaba muy nerviosa, irritable hasta niveles exagerados, y nuestra actividad sexual había decaído hasta casi el olvido. Achaqué su intranquilidad a la importancia del proyecto y a los riesgos que estábamos asumiendo, pues así me sentía yo.
Pero que cuando tratara de abordar el tema con ella, me rehuyera o echara balones fuera no hacía más que confirmar que algo no andaba como debía. Así que decidí averiguarlo.
Mi técnica fue rudimentaria pero eficaz. Mis conocimientos informáticos y de espionaje industrial son superiores a la media pero están a años luz de los de Benjamín y a distancia considerable de los otros tres programadores de la empresa, así que opté por atacar el flanco débil de mi adversario.
La jaula, la cueva o la alcantarilla eran motes más o menos adecuados para referirnos al centro de operaciones del Genio, pero pocilga o vertedero también podían haber hecho fortuna, pues el habitáculo solía estar atestado de mierda, en el sentido más amplio del término. Comida abandonada, piezas de ordenador, ropa sucia, revistas y publicaciones variadas, e incluso, algún cachivache indeterminado que tanto podía ser un amuleto como un recuerdo de no sé qué ni dónde.
Amparándome en el desorden reinante, no me fue difícil instalar una pequeña cámara de vídeo. Si hace unos años, éstas se camuflaban mediante un bolígrafo, un reloj despertador o un teléfono inalámbrico, por poner ejemplos bastante tópicos, el desarrollo de la tecnología ha provocado que cada vez sean más pequeñas, pues deben competir con software espía que se auto-ejecuta en webcams o dispositivos móviles.
La que compré tenía el tamaño de un botón de chaqueta, redonda simulando el cabezal de un tornillo, así que pasaba desapercibida en el lateral de un estante, contaba con 8 horas de autonomía y control remoto por wi-fi, lo que me permitía ejecutar el visor de vídeo desde mi despacho. La calidad del audio no era excelente, pues los movimientos muy cercanos a la cámara ensuciaban el sonido, sonando a frito, pero era más que suficiente para comprender el diálogo.
Tardé tres días en encontrar el momento óptimo para instalarla, a las 6 de la mañana de un viernes, pero en cuanto lo hice obtuve la primera respuesta a las 9 de la mañana, confirmada con creces, pasadas las 4 de la tarde.
Nuestra rutina habitual consistía en tomarnos un café justo al llegar a la empresa, entre 8 y 8.30. A veces solos Cris y yo, si debíamos comentar algo, pero a menudo, acompañados de algún miembro del staff. Únicamente un día aquella semana, mi socia me había acompañado, pues últimamente se encerraba en su despacho arguyendo que no le apetecía.
Volvía a mi escritorio cuando me la crucé inquieta. Debo hablar cinco minutos con Benjamín, respondió cuando le pregunté por la premura. Sin dilación, me senté ante mi portátil y me conecté a la cámara espía.
-Buenos días, jefa. Puntual como cada mañana –la saludaba el gordo con una sonrisa de oreja a oreja. -¿Vienes a por tu ración de leche?
En circunstancias normales, como el primer día que les vi, Cris hubiera impuesto su aplomo, cortándole las alas o mandándolo a la mierda. Pero por respuesta, únicamente esbozó un gesto extraño con los labios, de hastío, mientras se levantaba el jersey de entretiempo y el sujetador para que sus bonitos pechos aparecieran. Mientras el tío alargaba las manos para sobarla a consciencia, la jefa le sacó el miembro aún fláccido desabrochándole el pantalón.
Sin dudarlo, engulló, provocando los primeros gemidos del afortunado que pronto se tornaron en obscenos cumplidos.
-Qué bien la chupas jefa. Cómo me gusta tenerte arrodillada.
A los pocos minutos, más de cuatro según el reloj del vídeo, Benjamín eyaculó sonoramente sin permitir a Cris apartarse ni un milímetro. Lo sorprendente del episodio no fue la felación en sí, ni que ella continuara chupando, limpiándola unos minutos más. Ver la sumisión de una de las mujeres más altivas que conocía me incomodó, pero lo que me preocupó fue la mirada derrotada de mi socia, harta pero complaciente, aguantando dócilmente las obscenidades que el tío había proferido durante el acto y que tuvieron su colofón cuando se levantaba para salir de la pocilga.
-Te espero a las 4.
-Hoy no, es viernes y quiero recoger a mi hija en el colegio.
-Hoy es el día. Esta mañana estará acabado el proyecto, así que el lunes ya os lo puedo presentar. He cumplido mi parte, ahora te toca a ti cumplir la tuya.
-Estoy cumpliendo. A diario –se lamentó rabiosa levantando la voz.
Pero Benjamín, sentado en su trono no se inmutó. Simplemente añadió, muy seguro de sí mismo:
-Esta tarde quiero el premio gordo. Me lo debes. Así que a las 4, cuando la oficina esté completamente vacía, te quiero aquí, guapa y dispuesta.
Si estaba preocupado, ahora estaba acojonado. ¿Cómo podía ser que una mujer como Cris se estuviera sometiendo de aquella manera a aquel malnacido? Sabía que el proyecto estaba muy avanzado, era estratégico para nosotros, pero ¿valía la pena doblegarse de ese modo? Yo creo que no. Es más, tratando de ponerme en la piel de mi socia, prefería perder el proyecto y algunos clientes importantes ante que arrodillarme entre las piernas de un tío.
Traté de hablar con ella aquella mañana pero desapareció. Estaba muy liada, me contestó cuando la llamé al móvil, pero me anunció que el lunes Benjamín nos presentaría la versión definitiva de la aplicación.
A partir de las 3 la oficina se fue vaciando con velocidad, hasta que me quedé solo con él, encerrado en su cueva. Cris no había vuelto, así que me dirigí al despacho del genio para despedirme. ¿Te quedas? Sí, un par de horas más, aún. Ok, buen fin de semana.
Bajé al parking para tomar la Ducati Monster negra e irme a casa, aunque había avisado a Emma que seguramente tardaría en llegar. La plaza de Cris estaba vacía, pero di por hecho que aparecería pronto. Por ello, salí del garaje, di una vuelta a la manzana para aparcar fuera, y volví a recorrer el camino andado.
Para no cruzarme con nadie, a las 4 en punto entraba en el edificio por una puerta lateral que daba acceso al parking. Bajé a la tercera planta donde teníamos nuestras plazas asignadas y allí estaba aparcado el Golf blanco de mi socia. Tomé el ascensor y subí los siete pisos que me separaban del despacho. Entré en las oficinas cruzándolas con cautela, haciendo el menor ruido posible, hasta encerrarme en mi oficina con las luces apagadas. Conecté el portátil y ejecuté la cámara remota. Allí estaban.
Cris se había cambiado de ropa. Los tejanos y la camiseta de entretiempo habían desaparecido. Ahora, un vestido entallado de una sola pieza, blanco, cubría aquel cuerpo casi perfecto. Benjamín se mantenía sentado en su trono mientras mi socia, de pie, se movía contoneándose al son de una música ligera.
-Eso es jefa, baila para tu hombre.
No parecía escucharlo, moviéndose sensualmente con los ojos cerrados. Pero era obvio que ni le apetecía estar allí ni bailar para el sátiro. Sin que él lo ordenara, tomó el vestido por el límite de la falda y lo fue levantando hasta sacárselo por encima de la cabeza, lentamente. Un guau procaz silenció la música cuando un conjunto de ropa interior negro con ligueros presidió la pequeña sala. Pareces una puta. Pero la mujer no se inmutó. Le dio la espalda sin detener la danza, mostrándole las rotundas nalgas solamente cubiertas por un fino tanga.
Un par de comentarios obscenos más fueron el preludio de la primera orden. Ven aquí. Pero Cris tardó en acercarse al cerdo que blandía varios billetes de 20€ en la mano. Cuando la tuvo cerca, le sobó una nalga con la mano libre mientras colaba un billete en el lateral del liguero. Baila para mí, zorra. No se detuvo, soportando las manos del tío que la decoraban con dinero.
-Eso es guarra. Baila para tu cliente. –La mujer se alejó ligeramente, liberándose de las zarpas del oso, así que éste dio la siguiente orden. –Tócate. Tócate para mí.
Mi socia se había dado la vuelta, enfrentándolo. Acercó las manos a su cuerpo y se acarició los pechos por encima del sujetador. Bajó por el estómago hasta su sexo que también se acarició, sensualmente.
-Eso es, sigue así. Cómo me pones jefa. Tócate zorra, quiero ver cómo te haces un dedo.
Cris coló una mano dentro del tanga, obediente, apoyándose en la amplia mesa para poder abrir las piernas sin caerse. Sus dedos se movían lentos pero ágiles mientras la mano izquierda estimulaba sus pechos.
-Chúpate los dedos. –Abandonaron su entrepierna para perderse entre sus labios. -¿A qué saben? ¿Saben a puta? ¿A puta jefa? –Volvieron a descender para profanar su sexo de nuevo.
Desconozco el nivel de excitación real de mi socia, pero los dedos salían brillantes del tanga antes de perderse en su boca. Realizó el ejercicio tres veces, hasta que Benjamín le ordenó arrodillarse para demostrarle cuán puta era.
Como tantas otras veces últimamente, Cris sacó el miembro completamente enhiesto para engullirlo. Despacio zorra, no tengas prisa. He pagado por un completo y no quiero correrme aún. Lentamente, saboreándolo, obedeció, aún vestida, de rodillas en el suelo de la cueva, decorada con billetes de 20.
Agarrándola del pelo, violentamente, la detuvo. ¿Quieres que te folle? La chica no contestó, así que Benjamín le propinó una suave bofetada repitiendo la pregunta. Cris lo miró desafiante un segundo, sorprendida por la agresión, pero asintió. Pídemelo. Quiero que me folles. Eso es un deseo, una orden, no una petición. Pasó otro eterno segundo, mirándolo aún orgullosa, agarrada del cabello. Fóllame por favor. Así me gusta, que ocupes tu lugar, puta.
Tiró de ella para que se incorporara, obligándola a abrir las piernas para sentarse a horcajadas sobre su voluminoso cuerpo. Al menos ponte un condón, pidió. ¡Una polla! fue la respuesta que obtuvo.
Resignada, apartó la tela del tanga para incrustarse aquella barra no deseada. Descendió completamente hasta que ambos pubis se unieron, pero no ascendió, pues Benjamín la tenía sujeta de las caderas.
-¡Qué ganas tenía de follarte, cabrona! –Una nalgada dio el pistoletazo de salida. Cris inició un lento vaivén mientras las manos del cerdo la aferraban de las posaderas. –Eso es puta, muévete. Gánate el sueldo.
La tomó de las tetas, una en cada mano después de bajarle las tiras del sostén, sin quitárselo. Cris tenía los ojos cerrados, supongo que tratando de evitar ver el espectáculo, pero no perdió el ritmo en ningún momento, a pesar de los comentarios vejatorios del gordo, de los lametones en las tetas y cuello o de las nalgadas.
Súbitamente le ordenó detenerse. Ponte a cuatro patas en el suelo. Cris obedeció. Benjamín se levantó para acercarse mientras le preguntaba si quería que la follara como a una perra. Cris respondió afirmativamente. Pídemelo. Fóllame como a una perra, por favor. ¿Eso quieres? Sí. Fóllame como a una perra, tuvo que repetir.
El tío se tomó su tiempo. Sobándole las nalgas, colando un dedo en su sexo celebrando que estés empapada, zorra, dándole alguna nalgada, hasta que acopló la polla entre las piernas y embistió. Pero no fue hasta que la chica estiró el brazo para encajarlo que entró.
Fuera cansancio u otra cosa, voluntad de esconderse cual avestruz, tal vez, Cris bajó los brazos para apoyar la cabeza entre ellos. La respuesta de Benjamín fue automática. Agarrándola del pelo con la mano izquierda, le propinó una nalgada con la derecha ordenándole: en cuatro, puta, como una perra. Obedeció instantáneamente. Pero no acabó allí la humillación.
-¿Te gusta? ¿Te gusta que te folle a como a una perra? –no contestó, o no lo hizo al volumen esperado por el percutor, así que se llevó otra nalgada, más fuerte que las anteriores, haciéndola gritar. -¿Te gusta? –Sí, respondió alto y claro. -¿Te gusta follar perra? –Sí. –Pídemelo, pídeme que te folle perra.
-Fóllame, fóllame cabrón, fóllame como a una perra… -Cris ya no se detuvo, como tampoco lo hizo él, embistiendo enloquecido, cual dios escandinavo sometiendo pueblos rebeldes.
-Límpiame. –Benjamín se había sentado en su trono de nuevo, resoplando, tratando de acompasar una respiración desbocada por el esfuerzo realizado por un cuerpo poco acostumbrado a tal desempeño físico. Cris se giró, pude apreciar humedad en sus ojos, sin duda lágrimas reprimidas, gateó el metro y medio que la separaba del objetivo y cumplió, hasta que creyó conveniente.
Sin esperar órdenes ni permiso, se levantó, tomó el vestido y salió de la cueva de los horrores sin mirar atrás.
***
Pasé un fin de semana de pena. Aunque Emma trató de ayudarme, argüí problemas con un proyecto que se nos estaba atragantando, no podía explicarle que un trabajador de la empresa se estaba aprovechando de la tía que me estaba follando. Además, el viernes había tenido epílogo.
Si tenía alguna duda de quién era la víctima y quién era el agresor, lo confirmé veinte minutos después de acabado el encuentro en la cueva cuando, volviendo a casa en moto, vi a lo lejos el Golf blanco de Cris parado en el arcén. Me acerqué por si había tenido algún problema, pero no llegué a parar a su lado. Lloraba desconsolada aferrándose la cara con ambas manos.
Era obvio que tenía que tomar cartas en el asunto, así que decidí agarrar el toro por los cuernos y ayudarla a reventar al hijo de puta.
La presentación del proyecto fue un éxito. No solamente era una herramienta que nos ponía en ventaja ante competidores directos de mayor tamaño, sino que además Benjamín había accedido a cedernos el control de la misma. No lo sabía en ese momento, pero era una de las condiciones que Cris le había arrancado cuando había accedido a sus propósitos.
Por tanto, la solución era simple. Debíamos dejar pasar unos días hasta que confirmáramos que éramos capaces de gestionar la aplicación solos y, llegado el momento, patada en el culo. Pero me parecía demasiado fácil, sobre todo viendo la calaña del individuo. Además, siempre corríamos el riesgo de ser atacados cibernéticamente por él, y allí sí podía ser realmente dañino.
-¿Cómo estás?
-Bien, ¿por qué?
Mi socia me miraba curiosa, suspicaz, por lo que evité rodeos innecesarios. No habíamos salido a comer, así que estábamos prácticamente solos en las oficinas cuando entré en su despacho. Cerré la puerta y lo solté todo sin ambages. Preocupado por su bienestar, convencido que pasaba algo grave, como coloqué la cámara y descubrí hasta qué punto la estaba sometiendo.
-¡Serás cabrón! –levantó la voz más de lo que debería haber hecho. -¿Quién te has creído que eres para espiar a los demás? ¿Es que ahora que no me tocas necesitas mirar para machacártela?
Estaba fuera de sí por lo que traté de calmarla. Argumentando que se le había ido de las manos y que solamente trataba de ayudarla. Que era evidente que Benjamín había abusado de ella, te ha forzado a hacer cosas que no querías hacer… Me echó de su despacho con muy malos modos, cabrón fue lo más suave que me llamó, encerrándose en él toda la tarde.
Eran más de las 8 cuando llamé a su puerta. Ya no quedaba nadie, pero no podía irme a casa así. Entré con cautela. Estaba sentada en su butaca ligeramente estirada con algodones húmedos en los ojos.
-¿Estás bien? -pregunté. Negó con la cabeza. -¿Puedo hacer algo por ti?
Lentamente se quitó los algodones, se fue incorporando, mirándome vidriosa, asintiendo sutilmente, hasta que llegué a su lado en que nos abrazamos con fuerza. Lo siento, lo siento, tienes razón, se me ha ido de las manos, era todo lo que era capaz de verbalizar a la vez que lloraba de nuevo.
La dejé desahogarse durante un buen rato, hasta que se le secaron los lagrimales. No puedo irme a casa así, se excusaba. Tenía los ojos hinchadísimos y no quería dar explicaciones, pues no era mujer dada a ellas. Pero me las dio.
***
Apenas tardamos una semana en poner en marcha el plan. Lo había ideado durante el fin de semana, así que aquella misma tarde logré calmarla anunciándole que tenía un planteamiento para sacarla del atolladero, para sacarnos a ambos, con lo que logré que marchara a casa un poco más tranquila, pero no quise detallárselo hasta que tuviera atados un par de cabos sueltos. Dos días después, el miércoles, se lo expuse.
No le gustó, pero era la mejor estrategia posible para clavar la daga en lo más hondo del estómago del gordo.
***
Era viernes por la tarde, dos semanas exactas desde que yo había descubierto el pastel. Ahora el que se lo estaba comiendo era Benjamín.
Reunidos los tres en mi despacho, proyectábamos en la pantalla UHD de 40 pulgadas colgada en la pared izquierda la película que iba a llevarse todos los premios. Cris y Benjamín como actores principales, yo como director y guionista.
Mi socia gritaba, suéltame cabrón, otra vez no, mientras nuestro empleado la sujetaba de la cintura, de los brazos, del cuello, tratando de inmovilizarla. Llevaba el mismo vestido blanco que días atrás y luchaba con todas sus fuerzas para zafarse del agresor. Éste también se esforzaba al máximo en someter a su presa, pues no pensaba dejarla escapar.
Extrañamente no estaban en la cueva. Huyendo, Cris se había colado en la sala de juntas, vacía un jueves a las 8 de la tarde, pero Benjamín había sido lo suficientemente rápido para atraparla, o ella demasiado lenta para trabar la puerta, por lo que el búfalo mugía desbocado, sonriendo lascivo ante el bistec que se iba a zampar.
Fue Cris la que soltó la primera bofetada, impactando de lleno en la mejilla del tío, que la miró sorprendido al principio, colérico al tratar de esquivar la segunda agresión. Logró empujarla contra la mesa a suficiente distancia para que los brazos de la mujer no llegaran a su cara, pero la diferencia de envergadura permitió que sus manos pudieran llegar a la cara de ella, que chillando recibió la primera.
La segunda le partió el labio, aumentando sus gritos e insultos al agresor, suficientemente altos para que no hubiera duda de lo que estaba pasando, pero no lo bastante para que pudieran llegar a oídos externos a la empresa. Lamentablemente para mi socia, yo ya me había ido.
Cris aún tuvo fuerzas para lanzar un par de patadas y tratar de arañarlo, pero fue el canto del cisne. La tercera bofetada no llegó a impactar en ella pues pudo esquivarla doblándose hacia abajo, pero la había agarrado del cabello, gesto que combinado con el movimiento brusco de la mujer la dejó tumbada e indefensa sobre la mesa, boca abajo.
A partir de este punto, Benjamín lo tuvo fácil. Su propio peso la inmovilizó, aunque aún le propinó algún guantazo en nalgas y brazos. Cris seguía moviéndose, luchando, pero había pedido vigor y era obvio que su suerte estaba echada.
No le quitó el vestido. Se lo arrancó, dejándolo hecho trizas. Cuando las nalgas de la pobre desgraciada aparecieron, el cerdo se acomodó ente ellas, sacándose el pene sin importarle en lo más mínimo los ruegos de la chica que ahora sí gemía derrotada esperando lo inevitable.
El último grito que mi socia profirió en la película acompañó el golpe seco que anunciaba la profanación de su vagina. Sin dejar de gemir, de quejarse, de lamentarse, llorando aunque las lágrimas no eran visibles desde la distancia de la cámara, soportó los 2 minutos y medio de violación.
Benjamín percutió orgulloso, disfrutando del premio conquistado, tomándola del cabello exultante mientras también la martilleaba oralmente. ¿Esto es lo que ibas buscando verdad zorra? Toma puta, ya estás contenta, y otras lindezas por el estilo.
Cuando acabó dejó caer su peso sobre Cris como si esta fuera también su diván, lo que reactivó la energía de la chica que braceó, pataleó y gritó, suéltame cabrón, cerdo asqueroso, provocando que Benjamín despertara automáticamente de su letargo para descabalgarla. Al sentirse liberada, mi socia salió corriendo del plató para perderse lateralmente por la puerta que daba acceso al pasillo.
La cara de Benjamín, sentado ante nosotros en mi despacho, era de desconcierto. Ni entendía que el último encuentro con su jefa hubiera sido grabado ni veía donde estaba el problema por un acto de sexo duro. Tuve que acercarle el informe médico de urgencias donde se detallaban las contusiones en brazos, nalgas, cuello y cara, así como el labio partido, del que asomaba una pequeña costra, es una calentura se había justificado Cris ante el staff aquella mañana, además de las heridas por una fricción forzada en el conducto vaginal.
El diagnóstico médico había sido meridiano, una violación, sin duda, lo que había puesto en marcha de inmediato el protocolo de atención a víctimas de violencia sexual. La agredida había tenido que relatar el traumático episodio a una agente de policía que lo había redactado para cursar la consiguiente denuncia, documento que también tendí al alucinado joven, pues su nombre y apellidos aparecían en el documento.
-Sólo me falta firmarlo y unos mozos muy agradables vendrán a buscarte, te esposarán y te llevarán a comisaría donde no sólo conocerás a otros delincuentes comunes, te mezclarán con ellos para que hagas nuevos amigos con los que podrás practicar tus habilidades orales. Pero esta vez serán ellos los que te dirán, qué bien la chupas jefa.
Benjamín apenas logró balbucear algo parecido a qué es esto. Nos miraba alternativamente, muy inquieto, sonriendo nervioso incluso preguntándose si era una broma. Pero mis siguientes palabras, en un tono más amenazador aún, le demostraron que no estábamos de coña.
-Tú sabrás qué quieres hacer con tu vida, con tu futuro. Pero hoy tu relación con esta empresa acaba aquí. De ti depende que Cris firme y entrega la denuncia o de que no lo haga. Como en la mayoría de casos de violación se acaban reduciendo a la palabra de la víctima contra la del agresor, el vídeo no deja ninguna duda de qué ocurrió ayer noche. Vídeo que utilizaremos, no lo dudes, si nos hace falta.
Hice una pausa para que el genio digiriera mis palabras. Trató de responder, argumentar que no había sido una violación, que faltaban hechos anteriores y posteriores al vídeo, fuera de la sala de juntas, que…
-No me cuentes lo que ya sé. –Abrió los ojos como platos. Por fin había entendido que había caído en una encerrona, siempre me ha sorprendido lo idiotas que pueden llegar a ser algunos genios, así que continué: -No solamente abandonarás esta empresa hoy. Lo harás con las manos vacías. Ni siquiera recogerás la pocilga que tienes por despacho. Tan sólo me acompañarás allí para traspasarme todas las claves así como el algoritmo base de modo que yo pueda modificarlo sin tu concurso.
-Hijos de puta, me habéis engañado.
-Eso te pasa por pasarte de la ralla. Cuando una mujer dice no, es que no –le escupió Cris.
-Nunca dijiste que no. Fuiste tú la que me dijiste ayer que te ponía hacerlo así, que tenías la fantasía pero que no podías pedírsela a tu marido.
Lo ojos inyectados en sangre del paquidermo no acojonaron a mi socia, que se revolvió feroz ante su agresor.
-Hace dos semanas me violaste. –Benjamín negaba con la cabeza. –Sí, me violaste. Me obligaste a hacer algo que no quería hacer.
-Habíamos llegado a un acuerdo. Tú te ofreciste…
-Te equivocas. Yo me ofrecí a calmarte de cuando en cuando pues un friki como tú no se come una rosca ni pagando, -contraatacó con desprecio –pero te di la mano y te cogiste todo el brazo. Lo que tenía que ser puntual, lo convertiste en diario, en un sometimiento, en una humillación. Te recuerdo que me amenazaste con contárselo a toda la empresa, con hackear toda la red interna y mandarnos a la ruina si no pasaba por el aro.
-No lo decía en serio…
-Pues tu semen en mi garganta sí me parecía algo serio.
Se hizo el silencio. Bastantes segundos después, lo rompí. Tú decides, pero la respuesta era obvia. Lo teníamos agarrado por los huevos y él lo sabía.
A los pocos minutos le acompañaba a la jaula para que recogiera cuatro enseres y me facilitara las claves encriptadas de las cuatro aplicaciones que había desarrollado con nosotros. El chaval estaba hundido, tanto que no daba pie con bola, pero no le di tregua. Era viernes tarde y quería ventilarme el trago lo más rápidamente posible para llegar a casa.
-No lo hice con mala intención, lo prometo. –Fue todo lo que aquel niño grande me dijo antes de despedirse. No respondí, supongo que por ello tampoco se atrevió a decir nada más aunque creo que quiso esbozar algún tipo de disculpa. Lo vi desaparecer como lo que creo que era, un pobre crío al que le habían ofrecido un caramelo sin pararse a pensar que comerse toda la bolsa podía sentarle mal.
Cuando volví a mi despacho para recoger a mi socia e irnos, me encontré con la última sorpresa de la jornada.
Se había desnudado, quedando vestida únicamente con el conjunto de ropa interior y liguero que había visto en la pantalla de mi ordenador hacía exactamente dos semanas. Me esperaba sentada sobre mi mesa, mirándome lasciva. Abrió las piernas, obscena, mostrándome una mano enterrada entre ellas, para bajar a continuación, darse la vuelta, ofrecerme su grupa, y girando la cabeza hacia mí, ordenarme: Fóllate a tu puta cabrón, hace semanas que no me das mi merecido.
¿Quién había sido víctima de quién?
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Aquí os dejo el link del primer libro que he autopublicado en Amazon.es por si sentís curiosidad:
José:
-¿Has hecho alguna vez un trío?- La escena era impresionante. Llego a casa, no parece haber nadie, escucho voces en el cuarto del niño, entro y me encuentro al bebe dormidito en la cuna y en la cama dos mujeres de infarto, desnudas, en posición de estar haciendo un 69.
-Pero… ¿Qué está pasando aquí?
-Hola José- dice la más joven de las dos, un bombón castaño de 19 años, sacando la cabeza de entre las piernas de la otra, una rubia de ojos azules de treinta y tantos.- ¿Has hecho alguna vez un trío?- y las dos se ponen a reír, como si esa ocurrencia fuera lo más gracioso del mundo.
-Sabes que sí. Tú estabas.- digo reponiéndome de mi asombro. Ciertamente Sandra, la que me hacía tan singular pregunta, era mi novia, y habíamos experimentado un par de veces con su hermano adoptivo y con mi mejor amigo.
-No- me corrigió ella desdeñosa- me refiero a un trío con dos chicas- que insistiera en esa idea en aquellas circunstancias, con Lorena y ella desnudas y olor a sexo en la habitación, me estaba volviendo loco.
-No- respondí todo lo serio que pude- sabes que te lo cuento todo, a parte de con Lorena no he estado con nadie más que contigo.
-¡Que mono!- saltó la rubia y las dos rieron de nuevo- Anda desnúdate para que estemos en igualdad de condiciones y ven con nosotras.- Así lo hice. Me quité la ropa tan rápido como pude y salté sobre la cama. Me habían hecho un hueco entre ellas, que ahora estaban sentadas sobre sus piernas- Sandra me estaba contando cuando hicisteis un trío con Javi y nos calentamos, pero ahora que me acuerdo aún no me había explicado el de Manolo. Anda, cuéntalo tú, ya que has llegado.
Como digo Sandra es mi novia, además de mi prima y medio hermana, pero esa es otra historia. Lorena es la pareja lesbiana de mi madre y siempre ha sido mi fantasía, es una mujer impresionante, de una belleza extrema. Sabía que ella nunca había estado con un hombre, hasta que me propuso tener un hijo, juntos. Tanto mi madre como mi novia lo sabían y estaban de acuerdo. Mi familia es un poco extraña, ya lo sé. El caso es que aquellas dos mujeres eran, sin duda, las mujeres de mi vida, y mis sueños sexuales hechos realidad… y ahora estaban las dos juntas, desnudas, rodeándome…
-Manolo es mi mejor amigo. Me daba pena que nunca hubiera hecho el amor, que fuera virgen aún. Sandra y yo le buscábamos citas, le presentábamos chicas, pero las cosas no salían bien con ninguna, hasta que se me ocurrió. Yo estaba acostándome contigo, sabía que ella lo hacía a veces con Javi, a Manolo le habíamos dejado mirar mientras follábamos, era obvio que la adoraba… porque no dejar que hicieran el amor, que perdiera la virginidad con ella.
-¿Le habíais dejado mirar mientras follabais?- preguntó Lorena asombrada
-Pues sí, igual que a ti- respondió riendo Sandra. Era cierto, Lorena nos había espiado en la cama algunas veces, antes de que decidiéramos tener un niño.
-¡Eh! Vosotros lo hicisteis antes- protestó la rubia. También tenía razón. Primero yo solo y luego con Sandra, habíamos conocido el sexo observando a Lorena con mi madre, pero se suponía que ellas no eran conscientes.
-Así que sabíais que os espiábamos…
-Solo yo, tu madre sigue en la inopia. Me excitaba tanto que nos miraseis, que procuraba que no se diera cuenta… Volviendo al tema, le diste a Manolo fotos sexis de Sandra, me ha dicho ella antes, ahora tú me dices que le dejasteis mirar… ¿algo más?
-Una vez le hice una pajita- comentó Sandra
-¡Serás puta!- dijo Lorena riendo y fingiendo indignación- Ese chico debe considerar a José un cornudo…
-¿Puta yo?
Las dos comenzaron a reír y a hacerse cosquillas. El problema es que estaban desnudas y yo estaba en medio, así que su pelo y sus tetas rozándome en sus juegos hicieron que mi polla comenzara a reaccionar. Finalmente sellaron la paz con un beso. ¿Y para mí no hay beso?, me quejé yo. ¡Claro que sí, tonto!, dijo Lorena y me besó. Luego Sandra hizo lo mismo. Esta vez su lengua contactó débilmente con la mía. ¡Eh! El mío ha sido sin lengua, se quejó la primera. Pero es mi novio, dijo posesivamente la segunda. Es verdad, aceptó Lore. ¡Que no, tonta!, gritó Sandra, morréale tu también. Y vaya si lo hizo. Lorena me metió la lengua hasta la garganta. Fue uno de esos besos que quitan el aliento- ¡Eso no vale!- se quejó mi novia- Mira como se la has puesto- añadió cogiéndome la polla que, ciertamente, estaba ya completamente dura con tanto besuqueo.
-No te pongas celosa- respondió la madre de mi hijo- También puedo besarte así a ti- dicho y hecho, las dos unieron sus bocas ante mí. Las tetas de Lorena descansaban además sobre mi pecho y las de Sandra me rozaban el hombro. Las dos se estaban comiendo los labios y juntando sus lenguas con pasión y Sandra aun tenía mi miembro en su mano, aunque no la movía. No lo resistí más y acerque también la cara. Ellas me hicieron sitio y juntamos las tres lenguas.- Bueno- dijo Lorena finamente- sigue contando lo de Manolo.- la mano de Sandra había bajado lánguidamente a mis huevos y los acariciaba con suavidad. Me recompuse como pude y reanudé mi relato:
-Cuando le propuse follar con Sandra el pobre no se lo podía creer, no entendía nada. La gente tiene un concepto posesivo del sexo y del amor que no es nada sano. Así pasan luego las cosas que pasan, corazones rotos, crímenes pasionales… En fin, él es mi amigo, sé que Sandra seguirá conmigo. ¿Por qué no darle ese gusto? Traté de explicárselo sin darle demasiados detalles, pero estoy seguro de que no lo entendió mucho, aún así accedió y follaron… o sea, que sí, seguro que me considera un cornudo- dije riendo- Después, Manolo estuvo algunos días esquivo conmigo. Se sentía incomodo, supongo. Poco a poco fuimos recuperando la normalidad. Sandra le había dicho que yo me acostaba con otra, sin explicarle que eras tú. Cuando me preguntó quién era mi amante misteriosa no supe que decirle, no podía confesarle que era la compañera de mi madre, sería demasiado para él. Le dije que era un secreto. Tanto misterio le confundía aún más.
-También fue incomodo para mí al principio- intervino Sandra- Me había confesado su amor y yo solo había podido darle sexo. Ponía cara de novela romántica cada vez que me veía. No entendía nuestra peculiar relación y yo no podía explicárselo.
-¿Te había confesado su amor?- intervino Lorena- ¡Que tierno!
-¡Que cabronazo más bien!- objeté yo- Encima que le dejo a mi novia intenta levantármela… El caso es que con el tiempo fuimos recuperando la confianza, hasta que le invité a pasar el fin de semana conmigo y accedió.
-Cuando me lo dijo, ya supe lo que iba a pasar. Habíamos hecho el trío con Javi y al ver que mi hermanito me la metía por detrás José se había empeñado en probar mi culo él también, así que últimamente casi siempre lo hacíamos por ahí.
– A ver, que tiene ese culo de especial- dijo Lorena y Sandra se colocó a cuatro patas mostrándoselo- Es un gran culo- añadió riéndose y comenzó a meterle el dedo índice entre las nalgas.
-Esa misma noche lo hicimos pensando en cómo sería ensartarme entre los dos- continuó mi novia. Siguiendo el hilo de sus palabras, metí mi dedo por su coño- Sí- dijo entre jadeos- más o menos así- Lorena dio por concluidas sus comprobaciones con un beso, luego le dio una palmada y Sandra volvió a su sitio.
-Fue un polvazo- retomé la palabra- Como plan para el fin de semana propuse que fuéramos los tres a la playa nudista. Pensé que así rebajaríamos las tensiones, todos desnudos, sin nada que ocultar. Al principio no fue demasiado bien. Sandra y yo íbamos de la mano y él, a una distancia prudencial, visiblemente incómodo, con la desnudez y con los celos que le carcomían. Llegamos a una cala desierta que conocíamos y nos tumbamos en la arena. Sandra me besó- y, mientras lo contaba la aludida me metió la lengua en la boca- Sí- dije cuando pude hablar de nuevo- más o menos así. Como digo me besó y Manolo algo molesto dijo que prefería seguir paseando.
-Entonces yo le dije que no fuera bobo y se tumbara con nosotros. A regañadientes lo hizo, no sabía negarme nada. Cuando estuvo lo bastante cerca tire de él, así- y tiró de Lorena cogiéndola por el brazo para demostrárselo, de modo que quedó sobre mi novia, como Manolo había quedado ese día en la playa- y comencé a darle besitos en los labios, así- y comenzó a besar a Lorena de la forma que decía. La rubia le devolvió enseguida los besos. Sus tetas se rozaban. Mi pene, que estaba perdiendo rigidez, la recuperó de nuevo ante el espectáculo.- Luego besé a José- y me besó. Lorena volvió a tumbarse.
-La estuvimos morreando los dos y nuestras pollas se pusieron duras- proseguí yo narrando- Sandra nos las agarraba una con cada mano, como agarra ahora la mía- así era, me la había vuelto a coger con firmeza, como para que no se escapara- Pronto empezó a comérsela a Manolo.
-Sí, mira, así- interrumpió la aludida y, con algo de sorna, como si Lorena no supiera lo que es una mamada, usó mis dedos como si fueran una polla para chuparlos sensualmente.
-Sí, así- confirme yo- entonces yo me puse detrás de ella y le pasé mi verga por el chocho y el culo.
-¿De esta forma?- preguntó Lorena y se puso a frotar su pubis contra el culo de Sandra tan sensualmente que me azoró.
-Poco más o menos- asentí. Las dos rieron y se tumbaron de nuevo a mi alrededor.- Lentamente- proseguí- metí el miembro en el coño de Sandra. Ella seguía chupándole la polla a mi amigo, que nos miraba sin poder creer lo que estaba pasando. Cogí a Sandra por la cintura para follarla mejor. En cada embestida sentía su culo en mi cadera, el culo que iba a penetrar en unos minutos. Me excitaba verla mamándosela a Manolo y la cara de capullo que ponía él- al recordarla se me escapó una sonrisa.
-Estar chupándosela a ese chico mientras José me follaba a cuatro patas era una pasada- intervino Sandra- Le lamía el tronco, le besaba la punta, me pasaba su polla por las tetas y este semental- aquí me dio una palmada en la pierna- sin parar con el mete-saca, como a mí me gusta- giró la cara tras decir esto y nos besamos. Le cogí la mano que tenía sobre mi pierna y entrelazamos los dedos.
-Tras un rato haciéndolo así Sandra se desencajó de mi pene y fue subiendo con la lengua por el cuerpo de Manolo, restregándose de pasó con la polla del chico, hasta juntar los labios y besarlo. A él se le notaba traspasado por los acontecimientos y se dejaba llevar. Ella misma se metió el cimborrio de mi colega por donde antes había estado el mío y se quedó quieta para que yo se la metiera por el culo. Así lo hice, como Javi lo había hecho en aquella ocasión y sentí temblar a esta cachorrilla entre nuestros cuerpos.
-Duele un poco- intervino la “cachorrilla”- pero no puedes imaginarte lo brutal que es, lo llena que te sientes, como si estallaras de placer…
-Primero metí el glande. Noté que le hacía un poco de daño y me detuve. Sentí que se iba acostumbrando a mi miembro y relajaba el esfínter, así que la metí un poco más. Le acariciaba las tetas y la besaba en el cuello y en la nuca para que estuviera cómoda. Cuando me pareció que lo estaba disfrutando la metí del todo. Nos estuvimos quietos un momento. Nunca había tenido la polla tan apretada como entonces. Lentamente empezamos a movernos. Podía sentir los embates de Manolo a través de los delgados pliegues de carne que separaban su polla de la mía. Los gemidos de Sandra eran ensordecedores. Temí que atrajeran a algún curioso, no hay que olvidar que estábamos en la playa, al aire libre, con la arena metiéndoseme entre los dedos de los pies. Estuvimos follándola entre los dos mucho rato. A veces nos deteníamos agotados, pero enseguida retomábamos el balanceo, arrancándole a Sandra gritos de placer. Manolo tenía menos práctica y se corrió primero. Yo aún estuve dándole por culo un rato a esta nena antes de terminar- y le di una palmada en el muslo, ante lo que ella sonrió.
-Me corrí varias veces- confesó ella- Fue muy intenso. Absolutamente brutal. Me he puesto cachonda al recordarlo, mira.- En efecto, tenía el coño mojado. Le pasé la mano por la rajita, introduje un dedo en el orificio y le acaricié el clítoris con la yema de otro.
-Yo también me he calentado escuchándoos- intervino Lorena. Con la otra mano comprobé que lo que decía era cierto. Sandra me abrazó y nos recostamos de nuevo. A lo tonto estaba masturbando a las dos hembras, una con cada mano, mientras ellas me besaban en el cuello, las orejas, las mejillas o la boca. Junté mi lengua con la de Sandra, luego con la de Lorena, finalmente las unimos las tres. Mi novia había vuelto a tocarme la polla y el movimiento de su mano ya se parecía mucho a una paja. Lorena por su parte me acariciaba los huevos. Sentía sus tetas frotarse contra mis hombros y contra mi pecho. Ver a los dos mayores objetos de mi deseo procurarme juntas tales atenciones me volvía loco.
-Entonces… ¿nunca has estado con dos chicas?- preguntó de nuevo maliciosamente Sandra en un susurro.
-Yo sí- respondió sorpresivamente Lorena. Sandra abandonó mi polla y se irguió para mirar mejor a su interlocutora.
-¿Sí? ¿Con quién?
-Pueeeees… con tu madre y con la tuya…- y después de soltar esa bomba rió inocente con una carcajada cristalina…
Después, cuando bajé las manos entre tus piernas y acaricié el pelo me pareció tan suave, me gustó tocarlo. Tenía curiosidad por saber que se sentiría si lo tocaba con la polla por eso la coloque entre tus piernas, pero cuando empecé a frotarme sentí la necesidad de meterla, solo una vez, para saber que se siente. Después lo dejaría.
Mi cuñada, mi alumna, mi amante (Parte I)
Voy a relatar una historia real que hace apenas un mes que ha ocurrido. En primer lugar me gustaría describirme brevemente:
Mi nombre es Carlos, tengo 32 años, estoy casado desde hace 2 meses y soy profesor universitario. Mido 1,85, soy de complexión atlética, con los músculos bien definidos, aunque no hiperdesarrollados, mi pelo es de color castaño tirando a rubio y mis ojos de color marrón claro.
Como ya he mencionado, hace un par de meses que me casé, con mi novia de toda la vida, con la que llevo 12 años y a la que nunca había sido infiel, hasta hace un mes aproximadamente.
Desde que nos casamos teníamos pendiente una visita de mi cuñada para conocer nuestra casa, así que aprovechando un lunes que yo no trabajaba, y mi cuñada no tenía clase, (mi cuñada tiene 22 años recién cumplidos y es alumna mía desde hace 5 meses), mi mujer decidió invitar a su hermana para que comiese con nosotros y así conocer nuestro recién estrenado piso. Mi mujer, Tere, sí trabajaba ese lunes, así que dejamos la comida preparada el domingo y yo sólo tendría que calentarla para cuando llegasen las dos hermanas.
A las 2.10 apareció mi mujer, que venía sola, según me explicó su hermana había decidido venir con su coche porque por la tarde había quedado con un amigo y así tenía más libertad de movimientos.
A las 2. 20 llegó mi cuñada, Patty, quien me dio dos sonoros besos cuando le abrí la puerta.
– Hola, profe –me dijo con su habitual desparpajo-, ¿dónde está mi hermana?.
– Está en la cocina, primera puerta a la izquierda- contesté yo tendiéndole mis brazos para que me diese su abrigo.
Cuando se quitó el abrigo sentí un pequeño corte de respiración ante la visión de lo que tenía delante. Intentaré describir a Patty, tal y como la vi en aquel instante:
Mi cuñada es una morenaza de 1,75 de estatura, aunque con los tacones que llevaba en ese momento era casi tan alta como yo. Lleva su brillante cabello azabache cortado a media melena. Sus ojos son felinos, grandes aunque ligeramente rasgados, de largas y múltiples pestañas negras que los enmarcan y contrastan con el indescriptible color de sus ojos, que seguro que a muchos ha hecho enloquecer. Son verdeazulados, brillantes como dos gemas, y según les de la luz se pueden ver de un hermoso azul aguamarina o de un maravilloso verde esmeralda. Su cara, de forma ovalada y con los pómulos altos y bien marcados, podría ser canon de belleza femenina. Sus labios son muy sensuales, sonrosados, gruesos y perfectamente perfilados en una apetitosa boca que incita a la lujuria. Pero todo esto, que ya es razón suficiente, no fue lo que me dejó sin respiración. Bajo el abrigo sólo llevaba un vestido azul oscuro, muy ajustado a todas las femeninas curvas que envolvía. Los tirantes formaban un sugerente escote en pico en el que se apretaban sus tersos, elevados y generosos pechos, dibujando un canalillo en el que cualquiera querría investigar. El vestido envolvía toda su silueta marcando su cintura y caderas (ahora sé cuáles son sus medidas de infarto: 95-58-91) para acabar en una corta minifalda que apenas llegaba unos centímetros más abajo de su entrepierna. Calzaba unas altas botas negras que le llegaban hasta casi la mitad de sus firmes y bien formados muslos, con unos tacones cercanos a los 10 centímetros que estilizaban aún más sus piernas haciéndolas interminablemente largas.
Mi mujer es una morena de ojos marrones muy guapa y con un cuerpo que muchas jovencitas envidiarían, pero parece ser que la naturaleza, en su infinita sabiduría, había decidido mejorar el primer molde para crear un auténtico objeto de deseo.
Cuando se dio la vuelta para dirigirse a la cocina, sin darme cuenta me quedé mirando su maravilloso culo, redondo y ligeramente respingón en contraste con la maravillosa curva que describe su estilizada cintura en su espalda. Ese precioso culito se veía firme, duro y apretado por el vestido, y se contoneaba al son marcado por sus caderas con cada paso que Patty daba por el pasillo.
Cuando llegó a la puerta de la cocina me miró con sus increíbles ojos de gata (verdes con esas luz) y esbozó una pícara sonrisa justo antes de entrar y saludar a mi mujer.
Yo me sonrojé al ser pillado con los ojos en su culito, nunca antes la había mirado así, para mí siempre había sido una niña, la hermana pequeña de mi mujer, y una alumna desde hacía poco tiempo. Acalorado me dirigí a la habitación para dejar su abrigo.
Cuando volvía a la cocina oí a través del pasillo la conversación que ambas hermanas mantenían:
– ¡Sí que vas discreta!, con este frío te va a dar algo…- dijo Tere.
– Voy como quiero, hermanita- contestó Patty-, he quedado luego con un tío que se me resiste y quiero se le caiga la baba nada más verme.
– ¿Qué un tío se te resiste?, me cuesta creerlo.
– Es que tiene novia, pero me he encaprichado con él.
– Te aseguro que tal y como vas no le resultarás indiferente, cariño, vas pidiendo guerra. ¡Pobrecita su novia!, le va a crecer una cornamenta monumental.
– ¿Crees que podré seducirle?. Tengo unas ganas locas de tirármelo.
– Cariño, vas tan cañón que puedes seducir incluso a un mono bobo. Si ese tío no acaba en la cama contigo, es que tiene horchata en lugar de sangre en las venas.
A pesar de la diferencia de edad (Tere le saca 12 años a Patty), las dos hermanas siempre han tenido muy buena relación, mi mujer siempre ha sido la confidente de su hermana pequeña en todos los aspectos. Ya cuando la conocí, entonces no era más que una niña de 10 años, Patty siempre confiaba en su hermana mayor y le contaba todos sus secretos.
– Si es lo que buscas- continuó Tere-, te aseguro que nada más verte no va a pensar en otra cosa que en echarte un polvo.
Justo en ese momento entré yo en la cocina y las dos se echaron a reír. Mi mujer me pidió que terminase de calentar la comida y la llevase a la mesa del comedor mientras que ella le enseñaba el piso a su hermanita.
La comida fue distendida, hablando de temas variados entre los cuales ambas hermanas se ponían al día, aunque yo no me encontraba del todo cómodo porque mis ojos se escapaban al vertiginoso escote de mi cuñada, y tenía que forzarme a desviar la vista para no ser cazado. Estoy seguro que de que, mirándome por el rabillo del ojo, Patty me había pillado, al menos, un par de veces.
Durante el café, mi cuñadita encendió un cigarrillo, y yo me quedé embobado observando cómo el humo salía sensualmente entre sus labios. En aquel momento sentí unas ganas increíbles de fumar, lo cual había dejado casi 10 años atrás a petición de mi mujer.
– ¿Y qué tal es Carlos como profesor?- le preguntó Tere a su hermana.
– No está mal- contestó Patty dedicándome una mirada de soslayo.
– ¿Es duro?.
– Por ahora no, pero creo que dentro de poco se va a poner muy duro… – contestó dedicándome una rápida mirada con destellos verdes y un aleteo de sus negras y largas pestañas-… se acerca el examen final- aclaró.
– Ya, no serás demasiado exigente con mi hermanita, ¿verdad cariño?- preguntó Tere dirigiéndose a mí.
– Si se aplica- contesté yo aún hipnotizado por esa fugaz mirada y esa frase cargada de doble sentido-, no tiene nada de qué preocuparse.
– Te aseguro que seré muy aplicada, profe- añadió Patty sonriéndome.
– ¿Y le habéis puesto algún mote al profe?- preguntó Tere divertida.
– Pues claro… El polvorón- contestó mi cuñada entre risas.
– ¿El polvorón?- preguntó mi mujer mirándome con desconcierto.
– Así le llaman todas las tías en la facultad.
– ¿De dónde viene eso?- preguntó Tere inocentemente.
Yo, que algo había oído ya por los pasillos de la facultad, comencé a temerme la respuesta que Patty no dudó un segundo en dar:
– Está claro, hermanita- dijo alegremente-, por el buen polvo que tiene mi cuñadito- y se echó a reír.
Noté que me ponía colorado y miré a mi mujer con cara de no tener ni idea al respecto.
– Así que tus compañeras creen que tiene un buen polvo, ¿eh?- dijo Tere fingiendo estar celosa-. Pues que sepan que es cierto y que los polvos sólo los echa conmigo, ¿verdad Polvorón?.
– C-claro- contesté avergonzado.
Las dos se echaron a reír, y Patty acabó sentenciando:
– Ya saben que tiene dueña y que es mi cuñado, así que no te preocupes que ya le protejo yo de esas lobas.
Las dos siguieron riendo a mi costa por unos momentos, hasta que mi mujer se percató de la hora que era y que debía volver al trabajo.
– ¿Te llevo donde hayas quedado con el afortunado?- le preguntó a Patty.
– No, gracias, te recuerdo que he traído el coche y no he quedado hasta dentro de media hora. Así que ayudaré a Carlos a recoger la mesa y luego ya me marcharé- contestó encendiéndose otro cigarrillo.
– Bueno, pues cuando salga de trabajar te llamaré para que me cuentes con pelos y señales tu cita, y ten cuidado, que ya sabes cómo son…
– Tendré cuidado- contestó Patty riendo-, y como sé cómo son lo disfrutaré para contártelo después.
Tere le dio un beso en la mejilla a su hermana y se despidió de mí dándome un beso en los labios, antes de salir me llamó polvorón entre risas y se marchó a trabajar.
Cuando se cerró la puerta de la casa, un tenso silencio quedó entre Patty y yo. Me miraba con sus enormes ojos, que en ese momento parecían azules, mientras fumaba relajadamente apoyada en el respaldo de la silla, con un brazo cruzado bajos sus apretados pechos y el otro sujetando elegantemente el cigarrillo en alto; estaba tan sexy que yo no podía apartar mi mirada de ella. Estudiaba el incomparable color de sus ojos, sin poder evitarlo escudriñaba su sugerente escote, y me deleitaba contemplando la sensual forma en que sus labios exhalaban el humo del cigarrillo hacia mí. En esos momentos mis ansias por fumar aumentaron, aunque no fue lo único que aumentó. Mi polla reaccionó ante la joven y sensual belleza que tenía delante, y empezó a pedir paso a través del calzoncillo.
– ¿Te apetece?- preguntó mi cuñada cortando el tenso silencio.
– ¿El qué?- dije yo saliendo de los ardientes pensamientos que empezaban a rondar por mi cabeza.
– Un cigarro, tonto, no has dejado de mirar cómo fumaba desde que encendí el primero.
– Ya hace mucho tiempo que lo dejé por tu hermana.
– Lo sé, nos contamos todo… Pero también sé que ahora mismo te está apeteciendo… y por una caladita no pasa nada- añadió ofreciéndome su cigarrillo.
– Eres mala, incitándome al vicio. Dame, pero no se lo digas a tu hermana.
– Mis labios están sellados, no le diré nada a mi hermanita- sentenció sonriéndome con picardía.
Tomé el cigarrillo de su mano y le di una calada. Tras tantos años no había olvidado el sabor, y tengo que reconocer que me produjo un leve mareo. Se lo devolví e inmediatamente ella lo llevó a sus labios para darle la última calada.
– ¿Qué tal?- me preguntó apagándolo.
– Mareante.
– Uummm, a mí esta última calada me ha sabido deliciosa llevándome a los labios lo que acaba de estar entre los tuyos.
Sólo pude contestar visiblemente con una sonrisa, pero en mi entrepierna mi rabo había crecido cuanto le permitían los calzoncillos y el pantalón vaquero.
– Vamos a recoger la mesa- es lo único que supe decir.
Me levanté asegurándome de que el jersey que llevaba alcanzase a cubrir mi entrepierna para que no se notase el palpitante bulto que aquella niña, con cara de ángel y cuerpo de diosa, había despertado.
Patty me ayudó a retirar vasos, cubiertos y platos, meneando su prieto culito mientras los llevaba por el pasillo hacia la cocina. Mi tremenda erección me dolía ahogada por los pantalones ante esa divina visión, y yo no hacía más que desear que mi cuñada se marchase ya para poder aliviarme con una gloriosa paja en su honor.
Tras el último viaje de cosas a la cocina, ella estaba recogiendo el mantel inclinada hacia delante, mostrándome su escote y la perfección de sus grandes pechos. Yo ya no podía soportarlo más, así que dije:
– Patty, de verdad. no te molestes que eso ya lo recojo yo. Si has quedado seguro que tienes prisa.
Me acerqué a ella para que dejase el mantel, pero simulando no haberme oído, dio la vuelta a la mesa quedándose inclinada de espaldas a mí. Esa vista era tan magnífica como la anterior, pues pasé de contemplar su escote para contemplar la increíble curva que describe su espalda terminando en ese firme y apetecible culo. Me acerqué más para ayudarla, y cuando estaba a punto de agarrar el mantel desde detrás suyo, ella dio un paso hacia atrás y sus duras nalgas contactaron con mi abultada entrepierna. Me quedé paralizado.
Patty se incorporó restregando su culo contra mi paquete sin ningún pudor y se giró quedando su cuerpo pegado al mío, con nuestras caras frente a frente. Sus ojos, azul aguamarina en esa corta distancia, estaban fijos en los míos, y sus labios entreabiertos, a escasos centímetros de los míos, se veían deliciosos. Sus brazos rodearon mi cuello, y con una mirada cargada de deseo, empleando un tono de voz increíblemente sugerente, susurró:
– ¿Te apetece?.
Todo mi cuerpo respondió con un terremoto de excitación que clamó: “¡Síííí!”, y el epicentro de ese terremoto se encontraba en mi polla, que con el roce de su culito había conseguido vencer la dictadura de mis calzoncillos y vaqueros para crecer al máximo y apuntar hacia arriba a pesar de seguir sujeta por la ropa.
Pero mi cabeza consiguió tener un destello de lucidez: ¿qué hacía en brazos de mi cuñada?, ¿cómo podía estar tan excitado por aquella niña a la que había visto crecer?, ¿cómo la hermanita de mi reciente esposa me había puesto la polla tan dura?…
En ese momento de lucidez y sentimiento de culpabilidad mis manos le tomaron por su delgada cintura para apartarla de mí, pero en cuanto Patty sintió el calor de mis manos a través de su fino vestido, interpretó el gesto como afirmación, así que, antes de que yo pudiese apartarla, sus jugosos labios contactaron con los míos e introdujo su lengua en mi boca hasta casi llegar a mi garganta.
Me besó tan apasionadamente, tan sensualmente, con tanto ardor… Yo no había besado a nadie más en 12 años que a su hermana…, así que me dejé llevar por el erotismo de su lengua y sus labios y respondí a u beso como si me fuese la vida en ello.
Fue el beso más delicioso y excitante que he probado nunca, y mi mente dejó de sancionarme para entregarse por completo a la lujuria.
Sus dedos acariciaban mi nuca mientras su lengua exploraba cada rincón de mi boca, y sus manos fueron bajando recorriendo mi espalda para terminar agarrándome fuerte del culo. Después me agarró de las caderas y se separó de mí con la respiración entrecortada. Sus preciosos ojos me miraron por unos instantes con ardiente deseo mientras su mano derecha se deslizaba a mi entrepierna y comenzaba a palpar mi hinchada verga atrapada por la ropa.
– ¿No habías quedado con un tío?- conseguí decir con la respiración también entrecortada.
– ¿Por qué crees que aún no me he marchado?. He visto cómo me mirabas el culo cuando he llegado, y te has pasado toda la comida mirándome las tetas. Cuando nos hemos quedado solos no me has quitado el ojo de encima. Me deseas, y yo te deseo a ti, así que ya estoy con el tío con el que he quedado- concluyó agarrándome fuerte la polla para, acto seguido, volver a meterme la lengua en la boca.
Yo acaricié su estilizada cintura y mis manos bajaron para agarrarle con fuerza su redondo y duro culito. Volvimos a separarnos unos instantes.
– ¿Te gusta mi culo?- me preguntó.
– Tienes un culo perfecto- contesté recorriéndolo con mis manos.
– ¿Y mis tetas te gustan?.
– Son increíbles- contesté llevando mis manos hacia ellas para acariciarlas y masajearlas.
– ¿Te parezco atractiva?, ¿te gustan mis ojos, mis labios?.
Volvió a besarme metiéndome la lengua en profundidad mientras su mano se abría paso por los botones de mi bragueta y acariciaba mi tremendamente erecto miembro.
– Tienes una cara preciosa, tus ojos son incomparables y tus labios deliciosos- contesté cuando volvimos a separarnos.
– ¿Crees que estoy buena?.
– ¡Estás muuuuy buena!.
– ¿Estoy más buena que mi hermana?.
¡Ah!, su hermana, mi dulce Tere, mi novia durante 12 años, y mi esposa desde hacía dos meses. Al mencionarla la conciencia volvió a mí. ¿Qué estaba haciendo dándome el lote con su hermanita pequeña?.
Patty vio la culpabilidad reflejada en mis ojos, y su hábil mano se coló bajo el calzoncillo para agarrarme de la polla y acariciarla. Su otra mano guió mi mano derecha por todo su culo y, subiéndose ligeramente la minifalda, me colocó la mano de tal modo que sentí la humedad de su coño a través del tanga con los dedos índice y corazón, mientras el pulgar se alojaba entre sus nalgas, apartando la fina tira del tanga para encontrar el pequeño y suave orificio que escondía. Con uno de sus dedos presionó mi pulgar y este penetró un centímetro en su ano mientras mis otros dedos acariciaban el tanga empapado.
Emitió un gemido de satisfacción y le dio una sacudida a mi falo que me hizo estremecer con una gota preseminal brotando de él. Cualquier sombra de culpabilidad desapareció por completo. Estaba hiperexcitado, un auténtico animal sexual listo para ensartar con su verga a la ardiente hembra que tenía delante.
– Venga- me susurró de nuevo-, quiero oírlo, ¿estoy más buena que mi hermana?.
– ¡Joder!- exclamé loco de deseo con los testículos doloridos por tanta tensión sexual-. ¡Estás mucho más buena que tu hermana!.
– Lo sé- contestó Patty dándome otra sacudida a la polla-, así que ¡FÓLLAME!.
Al oír sus últimas palabras perdí el control por completo. Me lancé a besarla con frenesí, mi mano derecha acariciaba su coño desde atrás mientras el pulgar exploraba su ano. Mi mano izquierda recorría sus pechos y los cogía con fuerza.
Mi cuñada sacó su mano de mi pantalón y de una sola vez dejó mi torso desnudo. Ahora podía verse claramente mi entrepierna exageradamente abultada, y ella sonrió. Recorrió mi pecho con su lengua, acarició mis marcados abdominales y desabrochó mi pantalón dejándolo caer. Me deshice de la prenda y el calzado mientras ella recorría mis abdominales con la lengua y terminaba bajándome los calzoncillos. Así me quedé totalmente desnudo ante ella, con la polla tiesa como una estaca, con la punta enrojecida por el roce y humedecida de líquido preseminal.
– Ummm, ¡qué pedazo de polla!- susurró Patty acariciándola.
La verdad es que nunca me la he medido, pero por las referencias que tengo de mis conquistas previas a mi mujer, y por las experiencias con ella (no puedo metérsela entera), creo que es bastante grande. Mi esposa está muy contenta con ella, y una vez me dijo que debía medir como mínimo los tan renombrados 20 centímetros. No sé si medirá más o menos, pero lo que sí sé es que es larga y gruesa. Volviendo al tema:
Patty posó sus suaves labios sobre mi glande y me dio un dulce beso con el que relamió el líquido que ella había hecho brotar. Sonriendo se apartó y se sacó el vestido por arriba. Su ropa interior era del mismo color que el vestido, azul oscuro, constando de un diminuto tanga que apenas tapaba, y un sujetador sin tirantes que oprimía sus pechos realzándolos. Su cuerpo es escultural, delgado pero bien delineado por sus sensuales curvas, comparable al de las mejores modelos que visten alas en los desfiles de lencería de Victoria’s secret.
Acaricié su suave piel, y besando su cuello y la línea que había delimitado el escote, le desabroché el sujetador. Sus pechos son increíbles, grandes (más grandes que los de su hermana), redondos, jóvenes y tersos, desafiantes a la gravedad a pesar de ser liberados de la sujeción, con pezones pequeños, marronáceos y puntiagudos por la excitación; definitivamente las mejores tetas que he visto nunca.
Acaricié esas tetazas con fervor mientras mi lengua jugaba con la suya y mi polla intentaba atravesar su tanga. Ella se separó, y dándome la espalda se bajó el tanga hasta el suelo quedándose únicamente con las botas puestas. Esa visión me volvió loco: totalmente desnuda, con botas negras altas de tacón, y agachada, era como tener una actriz porno ofreciéndome su culo, así que sin darle tiempo a incorporarse le agarré de las caderas y puse mi polla en su culo dispuesto a abrirme paso entre sus nalgas para embestir su agujerito con fuerza.
– ¡Aún no!- exclamó ella incorporándose.
No sé que es lo que me dejó más sorprendido en ese instante, y que consiguió hacerme retroceder. No sé si fue la autoridad de su voz, la negativa que me cortó el rollo, o la utilización de la palabra “aún”. Creo que fue lo último, porque dejaba la puerta abierta a tener una posibilidad de meter mi polla en ese prieto culito, cosa que mi mujer hasta ahora no se ha dejado hacer.
Mi cuñada se giró y me mostró su precioso coñito totalmente depilado, con sus labios sonrosados e hinchados, su clítoris duro asomando entre ellos, y totalmente empapado de jugos de excitación. Con sólo verlo me apeteció comérmelo, pero mi verga lo pedía con más fuerza aún.
– ¿Te apetece?- preguntó con voz sugerente mostrándose como si acabase de desenvolver un regalo.
Me apetecía, y mucho. Con las botas puestas era tan alta como yo, así que me acerqué a ella y, agarrándola del culo, puse mi polla a la entrada de su coño, embadurnándose de sus fluidos. Patty levantó una de sus piernas y me rodeó la cadera con ella. Pegó todo su cuerpo al mío, y mirándome fijamente con sus profundos ojos exclamó:
– ¡Fóllame fuerte!.
Mi cadera reaccionó al instante y con un movimiento hacia delante mi verga se abrió paso deslizándose entre sus labios vaginales con facilidad. Estaba muy mojada, sentí el calor de su coño envolviendo mi glande, y profundicé cuanto pude, toda su vagina ardía.
Ella gimió de una forma tan erótica que enseguida me retiré para dar una segunda embestida más profunda. “¡Ohhhh!”, el placer fue inmenso, y ella lo corroboró con otro maravilloso gemido en mi oído. Pero a pesar de que gracias a los tacones de sus botas quedábamos a la misma altura, tras tres embestidas acompañadas de sus jadeos, comprobé que no conseguía penetrarla bien a fondo, mi polla sólo había entrado poco más de la mitad y la punta aún no había encontrado el fondo, así que le cogí la otra pierna y ella me abrazó las caderas con ambas piernas. Alcé todo su cuerpo y lo dejé caer sobre mi rabo utilizando su propio peso. La penetración fue profundísima, noté cómo mi verga hacía tope en su interior y mis huevos chocaron contra su culo; nuestros sexos encajaron a la perfección con todo mi falo devorado por su chorreante coño. Me parecía increíble el haber podido meterle la polla entera, a mi mujer no le cabía poco más que la mitad, mientras que el coño de su hermanita pequeña había engullido toda mi dura carne como si estuviese hecho para ello. Patty profirió un agudo grito de placer: “¡Aaaaaaaaahhhhhh!”, y se corrió en cuanto mi polla tocó lo más profundo de su ser. Todo su cuerpo se tensó haciendo que su espalda se arquease y su vagina apretase mi polla con fuerza. Yo estaba a punto, pero aún necesitaba un poco más.
Con rubor en sus mejillas, y aún jadeante, mi preciosa cuñada clavó sus ojos en los míos y susurró:
– Fóllame más y córrete conmigo esta vez.
La levanté de nuevo sacando mi falo, y aprovechando que estábamos junto a la mesa, la tumbé sobre ella. Me quedé admirando su magnífico cuerpo creado para dar placer, brillante por el sudor del orgasmo que acababa de tener, y no tuve más que un pensamiento al que ella puso palabras:
– ¡Fóllame otra vez!.
La mesa es lo suficientemente alta para que su coño quedase a la altura de mi verga, así que volví a acercarme a ella, y cogiéndola por las caderas con ambas manos, se la volví a meter todo lo profundo que nuestros cuerpos permitieron, entera, cuan larga es.
– ¡Ooohhhh!- gritó ella-, me la clavas hasta el fondo…
Miré cómo toda mi polla había desaparecido engullida por su hermoso coño y me estremecí de placer con la presión que sus músculos internos la ejercían. Bombee con fuerza unas cuantas veces más sintiendo en cada embestida un placer que me hacía jadear. Ella gemía y se acariciaba sus perfectos pechos que bailaban al son de mis embestidas. Mis manos recorrieron su cintura y se aferraron con fuerza a esas hermosas tetas que se amoldaron bajo la presión de mis dedos, aunque no eran capaces de abarcarlas por completo.
Seguí embistiendo con fuerza, como si fuese mi última vez, quería que ella se retorciese sintiendo el mismo placer que su estrecho coño me provocaba, mientras ella acompañaba mis movimientos con sus caderas. Tras unas cuantas embestidas en las que oía sus gemidos suplicantes, sentí que el orgasmo me sobrevenía como la erupción de un volcán. Mis manos aferraron sus tetazas con fuerza y todo mi cuerpo tuvo un espasmo que incrustó mi polla en lo más profundo de su vagina, la inminente corrida me hizo gritar de éxtasis cuando mi leche ardiente llenó su coño provocándole a ella otro glorioso orgasmo.
– ¡Ooooooooohhhhh!- gritó conmigo con su espalda totalmente arqueada, sus manos agarrando mis antebrazos y sus piernas atenazando mis caderas.
Nos quedamos mirando a los ojos sin aliento, y una carcajada de satisfacción brotó de ambos.
Al fin me separé de ella, y con las piernas aún flojas me dirigí al sofá donde me dejé caer. Patty se levantó de la mesa, encendió un cigarrillo y echándome el humo a la cara me lo ofreció. Yo le di una profunda calada que me pareció súper relajante, y se lo devolví cuando se sentó a mi lado.
– Hacía diez años que no me echaba el cigarrito de después- comenté sonriendo.
– ¿Ni siquiera ese te deja fumar mi hermana?, uff, ¡qué estirada!- exclamó riéndose.
Compartimos el cigarrillo y charlamos distendidamente.
– Así que el polvorón, ¿no?- dije-, ¿y quién dices que me llama así?.
Patty rió con franqueza, y pasándome nuevamente el cigarrillo me contestó:
– Te lo llaman todas tus alumnas.
– Vaya, ¿y a quién se le habrá ocurrido semejante mote?.
– En realidad fui yo quien te lo puse.
– ¡No jodas!, ¿y eso?.
– Antes eras conocido simplemente como el tío bueno, hasta que un día, estábamos unas cuantas comentando lo bueno que estás, y ya sabes… una dijo que eres un bombón, y otra dijo que tenías un buen polvo, así que yo lo uní diciendo que eras un polvorón. A todas nos hizo gracia, y con polvorón te quedaste.
– Entiendo… así que con tus amigas hablas de mí…
– Bueno, algunas veces, sobre todo cuando te giras para escribir en la pizarra y podemos admirar tu culito.
Patty volvió a reír.
– Y esto que ha sucedido hoy, ¿cuánto llevas planeándolo?.
– ¡Bufff!, creo que desde que tenía 15 años.
– ¡Pero si eras una niña!, bueno, y lo sigues siendo…
– Te recuerdo que ya tengo 22 y acabo de demostrarte que soy muy mujer.
– Vale, no te enfades… Eres toda una mujer.
– A los 15 ya tenía un buen par de tetas, y tuve mi primer sueño húmedo contigo. Aunque perdí la virginidad a los 16, desde aquel primer sueño, me pasé toda mi adolescencia masturbándome contigo.
– Eso es muy halagador.
– Unas veces te imaginaba follando con mi hermana, y me ponía a mil, pero con lo que realmente me gustaba fantasear era que con quien follabas era conmigo, y llevaba mucho tiempo deseando cumplir esa fantasía, hasta hoy…
– Hasta hoy… -repetí pensativo.
– Es muy difícil ver casi todos los días al protagonista de tus fantasías en tu propia casa y no poder hacer nada. Y cuando por fin ya voy dejando de verte, ¡puf!, te conviertes en mi profesor. Está claro que es una señal, mi hermana es una egoísta por no compartirte y yo tenía que hacer algo al respecto. De pequeña siempre heredé sus juguetes, y ahora como adulta quiero seguir haciéndolo.
– Nunca me había visto como un juguete, aunque me encanta que te hayas lanzado a por mí.
Apagamos el cigarrillo y le dije que necesitaba una ducha. Ella me contestó que no me preocupase y, acordando que lo sucedido nunca saldría de nuestras bocas, dijo que se marcharía discretamente, así que me dio un beso y yo me fui a la ducha.
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Sinopsis:
Respondiendo a un llamado de su interior, Uxío Mosteiro abandona su ajetreada vida en Lyon y se traslada a la aldea donde desde tiempos inmemoriales su familia es dueña de un pazo. Su llegada a esa su tierra, el único lugar donde se considera en casa, despierta el temor ancestral que sus paisanos siente por los salvaxes. Aunque en un principio no le da importancia, considerándolo poco más que chismes la fijación que muestran asimilando a todos los de su alcurnia con esos seres mitológicos, los cambios que se producen en él le hacen ver que los hombres lobo existen y que él es uno de ellos. Sin saberlo, contrata a la nieta de una antigua cocinera de la casa y Branca resulta ser una poderosa Meiga. La hechicera se convierte en su amante y desde ese momento, tratara de convencer a su amado para que acepte que además de salvaxes, también habitan esos lugares las hadas, una de las cuales llamada Xenoveva lo reclama como su esposo.
Todo se complica cuando Tereixa, una hembra de su especie, aparece por el pueblo y empiezan las muertes…
ALTO CONTENIDO ERÓTICO
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Para que podías echarle un vistazo, os anexo LOS DOS PRIMEROS CAPÍTULOS:
Furtivo y gris en la penumbra última,
va dejando sus rastros en la margen
de este río sin nombre que ha saciado
la sed de su garganta y cuyas aguas
no repiten estrellas. Esta noche,
el lobo es una sombra que está sola
y que busca a la hembra y siente frío.
Jorge Luis Borges
Tras diez años trabajando en el extranjero para la Interpol, estaba harto. Asqueado de tanta violencia y maldad que sobrevolaba la sociedad de hoy en día, necesitaba volver a mis orígenes. No me bastaba con retornar a mi país o a mi región, ni siquiera a mi pueblo; ¡tenía que volver a casa! Y cuando hablo de casa, no me refiero al piso de Madrid donde viví con el viejo, sino la casa solariega de la Galicia profunda que forma parte de mis genes y a la que siempre he estado íntimamente unido. Nadie lo comprende, pero desde niño ¡solo ahí fui feliz! Para mí, nada se puede comparar con recorrer sus caminos, disfrutar de sus prados, perderse entre sus bosques o descansar en una de sus riberas sombrías. Su húmeda belleza, sus paisanos, sus cumbres, el sonido de los urogallos reclamando el favor de las hembras, me llamaban de vuelta. Tras la muerte de mi padre y haber heredado una buena suma, pedí una excedencia de dos años y una mañana de mayo, llegué ante sus muros. El musgo de la entrada y los tejos invadiendo el camino me hicieron enfadar al saber que gran parte de esa decadencia era culpa mía. No en vano yo era el único heredero de esas tierras y por tanto su dueño. Aunque me sacó de ahí siendo un crio, huyendo de lo que él llamaba la aldea, para mí esa casona, era “noso lar”, el hogar que nuestros antepasados erigieron en la ladera de un monte.
«Tengo que devolverle su esplendor», me dije mirando los descuidados campos de mi heredad con el pecho encogido. Abrir el viejo portón de madera de su entrada no hizo más que incrementar mi dolor. El polvo de los muebles, las telarañas de sus techos, el olor a cerrado. Todo en su interior daba muestra de su abandono.
«¡Qué distinto era cuando vivía el “Vello”! ¡El abuelo no hubiese permitido este deterioro!» sentencié mientras subía por las escaleras al primer piso para dejar el equipaje.
Sabiéndome el único a quien le importaba el viejo pazo, ocupé la habitación que históricamente correspondía al dueño y que desde que había muerto el “Viejo”, mi padre se había negado a usar.
«Yo si la ocuparé “avó”», dije sintiendo como si siguiera viva la figura de mi abuelo.
Al llegar, instintivamente toqué a la puerta como hacía cuando el anciano vivía antes de entrar. Tras darme cuenta de lo absurdo que eso era, abrí y pasé al cuarto. La cama donde durante años había estado recluido era tan enorme como recordaba.
«La de veces que me tumbé ahí para que me leyera un cuento», me dije observando el grueso colchón de lana.
El frio me hizo recordar que todavía no había encendido la “lareira”, la enorme chimenea que ocupaba la mitad de la cocina de la planta baja y que era tan típica en las aldeas de mi tierra. Dejando las dos maletas en el suelo, me dirigí a hacerlo. La antigüedad de la leña allí acumulada me permitió con rapidez hacer una pequeña hoguera que secara y calentara el ambiente. La belleza hipnótica de sus llamas me hizo volver a mi niñez y a sus noches cuando, a la luz de esa lumbre, Maruxa, la cocinera me narraba historias de meigas, de duendes y de hadas.
«Galicia é unha terra máxica e cada un dos seus fillos ten unha fada madriña», siempre recalcaba cuando me oía negar la existencia de la magia y de esos seres alados.
― ¿Tengo yo también un hada madrina? ― recuerdo que tenía la costumbre de preguntar.
Aunque cientos de veces cuestioné lo mismo, Maruxa nunca se cansó de contestar:
― Non te rías. A túa fada chámase Xenoveva e un día presentarase a ti.
Según ella, el día que nací vio al lado de mi cuna a esa hada bajo el aspecto de una mujer joven. Al indagar ella en qué hacía ahí, la aparición le contestó:
― Coido do meu destino.
«Cuido de mi destino», sonreí al recordar su insistencia en que un día Xenoveva, mi hada madrina, aparecería ante mí para salvarme si algo me amenazaba.
―Maruxa, no asustes al chaval― mi padre la recriminó una noche al comprobar que me creía esas leyendas: ―Aquí no hay peligro.
― Patrón, sempre hai perigos escondidos detrás da maleza.
―Habladurías de viejas. Hijo, ¡no hagas caso! No existen ni las brujas, ni los duendes y menos las hadas.
A pesar de los años que han pasado, no consigo olvidar mi enfado con él porque negara la existencia de Xenoveva. En mi mente de niño, la señora de los bosques era real y me cuidaba.
―Papá, ella me salvó cuando casi me ahogo en la laguna y luego desapareció.
―Uxío, las hadas no existen. La joven que te sacó del agua, debió ser una peregrina haciendo el camino de Santiago que, viendo que estabas bien, decidió dejarte para irse a reunir con sus compañeros de viaje― contestó muy molesto.
Recuerdo que mi abuelo, sonriendo, murmuró en mi oído:
―Tu padre es un viejo cascarrabias que ha borrado de su mente a su madrina. Tú no la olvides y Xenoveva volverá.
El crepitar de un leño me devolvió a la realidad y dejando esos recuerdos en un rincón de mi cerebro, me puse a airear la casa. El penoso estado de sus ventanas y contraventanas me hizo ver que iba a necesitar ayuda y por eso decidí que cuando fuera a ver al cura, como verdadero poder fáctico de la aldea, no solo debía pedirle que me encontrara alguien de servicio sino también un manitas que me apoyara arreglando todo aquello que yo no pudiera.
«Hay demasiados desperfectos para hacerlo solo», sentencié preocupado.
Aterido de frio y sabiendo que poca cosa podía hacer ahí hasta que cogiera temperatura, cerrando la casa, me fui a buscar al sacerdote. Tras aparcar frente a la iglesia, me encontré que don Ángel estaba confesando y que según ponía en el horario todavía tardaría una hora en salir del confesonario.
«Me tomaría un café mientras tanto», pensé y viendo que estaba abierto el bar de doña Madalena, me dirigí hacia ahí.
No había recorrido ni veinte metros desde la Iglesia, cuando escuché que alguien me llamaba. Al girarme me encontré con la antigua cocinera.
― ¡Maruxa! ― exclamé al reconocerla tras tantos años.
La ahora anciana se echó a llorar mientras me abrazaba:
―O meu pequeno Uxío.
El cariño de la paisana me dejó sin palabras y por ello tardé en reaccionar al darme cuenta de que no venía sola y que una joven alta y morena la acompañaba.
―Es Branca, a miña neta― cuándo pregunté, confirmó que era su nieta.
Como quería hablar con Maruxa para que me pusiera al día de lo que había pasado en el pueblo, me pareció lógico invitar a las dos a tomar algo. La timidez de la muchacha quedó de manifiesto cuando quiso protestar y su abuela la calló diciendo que debía conocer a su “Uxío”. El comentario de la antigua empleada me hizo reparar en su larga cabellera, negra como la noche, y en su rostro, blanco y dulce que realzaba el color de sus labios rojos. Reconozco que me dio pena la muchacha al ver que, frunciendo el ceño, nos seguía en silencio. Ya en el bar, me permití comentar a la antigua empleada el mal estado en que se encontraba la casona y que si me hallaba en el pueblo era para hablar con el párroco para que me aconsejara a quien necesitar contratar de servicio.
― Non é preciso preguntarlle ao cura. Branca estará encantada de ir vivir ao pazo para traballar― dijo señalando a su nieta.
Que en esa zona imperaba el matriarcado, me quedó claro cuando tratando de saber si la joven realmente deseaba ese trabajo le pedí que me lo aclarara y ella aceptó diciendo:
―Mi abuela cree que será bueno.
La voz de la chavala me agradó y obviando que realmente no me había confirmado que deseara el puesto, se lo di asumiendo que siendo familia de Maruxa era alguien de confianza.
―Me gustaría que vinieras esta misma tarde, Hay mucho que limpiar― contesté al decirme que cuando empezaba.
―Aí estará, non te preocupes― sentenció su abuela mientras se despedía de mí.
Cómo todavía tenía que hablar con don Ángel por el manitas, me quedé haciendo tiempo y pedí otro café. Al traérmelo, la dueña del local me soltó que no debería contratar a la tal Branca.
― ¿Por qué? ― pregunté.
― As mulleres desa familia son bruxas ― respondió la cincuentona.
Sé que debería haber sido más discreto, pero al oír que según la paisana todas las hembras de la familia de Maruxa eran brujas, no pude contener la carcajada.
― Non te rías. Todo o mundo sabe que teñen fama de meigas que falan cos mortos.
Al decir en que tenían fama de hablar con los muertos, comprendí que en la Galicia profunda seguían enquistadas esas creencias en las que se mezclaban supersticiones celtas con el cristianismo más rancio. No queriendo que viera un menosprecio en mi escepticismo, me quedé callado y salí del bar.
«Es acojonante, en pleno siglo XXI, siguen creyendo esas patrañas», sentencié sin caer en que, al contrario que en mi niñez, con treinta y cinco años mi progenitor y yo teníamos la misma opinión sobre esos temas.
Ya de vuelta a la iglesia, el párroco había terminado de confesar y pudo darme unos minutos. A raíz de enterarse que había contratado a la muchacha, don Ángel me felicitó por no haberme dejado llevar por los chismes del pueblo:
―Todas las jóvenes de esa familia son carne de emigración debido a la superstición. Ninguno de sus paisanos les da trabajo al temer caer bajo un hechizo.
―Padre, ¿y qué tal es Branca? ― indagué.
El sacerdote respondió muerto de risa:
―La más peligrosa de todas ellas. Con un movimiento de pestañas, es capaz de hechizar a cualquier hombre.
Que don Ángel se atreviera a bromear con ello y encima alabando la belleza de la cría, me tranquilizó al creerme ya vacunado contra ese tipo de armas y cambiando de tema, le pedí que me aconsejara a que albañil contratar.
―En esta época, no te puedo aconsejar a ninguno. Los buenos están ocupados con las faenas del campo. Pero no te preocupes, todas las mujeres del pueblo pueden hacer pequeñas reparaciones y Branca no será menos. Si la dejas, se ocupará de corregir los desperfectos con los que se encuentre― contestó.
Que esa cría fuera capaz no solo de mantener al día la limpieza del pazo sino también supiera hacer chapuzas, me alegró y recordando que todavía debía llenar la despensa, me fui la tienda del pueblo. Al llegar al pequeño súper, me llevé la sorpresa de que Maruxa y su nieta se me habían adelantado y habían dejado a la dependienta una lista con lo que ellas consideraban indispensable.
―Está correcto, ¿cuánto le debo? ― sentencié tras repasar el pedido y comprobar que lo que habían encargado era, además de razonable, necesario: «No me había acordado de comprar el cubo con su fregona y menos los dos tipos de jabón que se necesitará para limpiar los suelos», me dije mientras sacaba la cartera y pagaba.
Contento con esa inesperada ayuda, metí las bolsas en el maletero de mi todo terreno y volví a la casona. Tras aparcar, vi que Branca acompañada de otra joven estaba limpiando el exterior de la casa. Al acercarme y tras presentarme a su hermana, me dio la bienvenida diciendo que había dejado sus cosas en la habitación que había sido de su abuela.
―Esa parte de la casa está inhabitable. Hasta que no la arreglemos será mejor que duermas en el área noble― comenté recordando el calamitoso estado de la zona de servicio.
―Lo que usted diga― respondió sin poder evitar mostrar su satisfacción al no tener que dormir pensando que el techo se le podría venir encima.
La sonrisa que iluminó su cara me dejó apabullado al darme por fin cuenta de lo que se refería el puñetero cura: “Branca era una belleza”. La palidez de la criatura realzaba más si cabe el vivo color de sus labios mientras la profundidad de sus ojos negros animaba a zambullirse en ellos. La joven no se debió de percatar de la forma en que la miraba porque no se quejó de ello y tomando posesión de su puesto, únicamente me exigió que desapareciera de la casa mientras ellas terminaban de limpiar.
Disculpando su tono duro y en cierto grado impropio de alguien a mi servicio, comprendí que mi persona ahí estorbaba y tragándome el orgullo, me fui a dar una vuelta por la propiedad. Ese paseo obligado no tardó en afectarme y olvidando mi cabreo, empecé a disfrutar de cada uno de sus pasos. La belleza de los prados con la yerba a punto de segar me fue acercando poco a poco al bosque casi salvaje que mi abuelo se había encargado de proteger y que, por respeto, mi padre nunca había tocado.
«¿Cuantos años puede tener este carballo?», me pregunté al observar el tronco de un roble que al menos sería centenario mientras sin darme cuenta me internaba en la densa foresta.
Absorto contemplando la herencia vegetal de mis mayores seguí penetrando en el bosque hasta que de improviso me vi en mitad de un claro. Reconocí de inmediato ese lugar y por eso, busqué la laguna donde siendo un niño me bañaba. Tras encontrarla, curiosamente hacía calor y sintiendo el sol cayendo a plomo sobre mi cabeza, estaba ya quitándome la camisa con la esperanza de darme un chapuzón cuando unas risas femeninas me hicieron parar en seco.
Extrañado, me agaché tras un denso laurel y busqué su origen. Desde mi escondite, comprobé que las culpables eran dos crías que aprovechando la soledad de ese paraje se bañaban en sus cristalinas aguas sin que nadie las molestase. Su presencia en mi heredad me parecía una afrenta, una mancha que sobre la naturaleza impoluta de ese edén. Por ello en un principio no me fijé en la indudable belleza de sus cuerpos, hasta que se pusieron a nadar hacia la orilla desde la que las observaba.
«¡Están desnudas!» exclamé en silencio mientras esas dos ninfas, ajenas a estar siendo espiadas por mí, se ponía a jugar entre ellas.
La alegría que transmitían al mojarse una a la otra me pareció adorable y sintiéndome un voyeur, me quedé mirando sus juegos. La perfección de sus curvas, la rotundidad de sus pechos y sobre todo la hermosura de sus nalgas me tenían sin respiración.
«Son perfectas», estaba diciendo en mi interior cuando observé que en la otra orilla había hecho su aparición otra mujer.
Si las primeras me parecían guapísimas, la pelirroja recién llegada resultó ser una diosa, un ser tan bello que su atractivo era hasta doloroso.
«¿Quién será?», medité mientras recreaba la mirada en el trasero con forma de corazón del que era dueña.
El contraste de la blancura casi nívea de esa mujer con la piel morena de las dos más jóvenes me terminó subyugar y por eso cuando olvidando a la que parecía la jefa, las morenas se pusieron a hacerse aguadillas entre ellas, no pude más que suspirar. Sin tener constancia la brutal sensualidad que trasmitía al hacerlo, la pelirroja se puso a enjuagar sus pechos con el agua de la laguna mientras a un metro escaso de ella, sus compañeras reían de felicidad.
«No puede ser tan bella», murmuré para mí valorando con detalle el rosado botón que decoraba cada uno de esos cantaros.
Ajenas a que estaban siendo observadas, las morenas se abalanzaron sobre la desconocida acariciándola mientras reían. La envidia me corroyó al ver cómo las manos de esas jóvenes se dedicaban a recorrer las curvas de la diosa. Con creciente calentura, desde mi escondite admiré la tranquilidad con la que esa mujer recibía esas caricias mientras las regañaba:
―No seáis traviesas. Dejadme en paz.
Esa dulce reprimenda, lejos de conseguir su objetivo, azuzó a esas niñas y queriendo profundizar en la travesura, llevaron sus manos entre los muslos de la pelirroja. Observando la serenidad con la que asimilaba ese nuevo ataque, certifiqué la dureza de sus glúteos al darse la vuelta.
«¡Es preciosa!», exclamé en silencio mientras grababa en mi mente el caminar aristocrático de esa leona de larga melena mientras salía del agua.
Ante mis ojos, la desconocida se mostró en plenitud. Su desnudez me permitió pasar de la dureza de sus glúteos a sus senos. La exuberancia de ese par de montañas no fue óbice para que pudiera disfrutar, con auténtico frenesí, del profundo canal que discurría entre ellas.
«¡Quien pudiera hundir la cara entre esas dos hermosuras!», pensé mientras el enano de mi conciencia me exigía que parara de espiarlas.
No pude más que mandar a la mierda a ese jodido renacuajo cuando me percaté de que, tras pasar tanto tiempo dentro del agua, se le habían endurecido los pezones.
«¡Qué belleza!», sentencié ya totalmente excitado soñando que algún día serían míos.
Seguía babeando con sus pechos cuando la mujer se tumbó a tomar el sol frente al lugar donde me escondía. La calentura que me dominaba ya me impulsó a buscar con la mirada entre las piernas de la pelirroja.
«Joder», gruñí al contemplar el coño imberbe de la desconocida.
Ignorando mi existencia, me lo puso fácil porque tratando de encontrar postura sobre la arena, esa mujer me deleitó con la visión de los gruesos labios que permanecían a cada lado de su sexo. Con ganas de abalanzarme sobre ella, comprobé la ausencia de grasa abdominal en su cintura mientras observaba como se ensanchaba para dar entrada a unas caderas de ensueño.
«¡Menudo culo!», alabé centrándome en el trasero de ese primoroso ejemplar de raza celta mientras se daba la vuelta para que el sol terminara de secar su espalda.
Al cabo de un rato, esa diosa debió darse cuenta de la hora porque levantándose se internó en el bosque. Mientras la veía marchar comprendí que, a pesar de ser la mayor de las tres, esa pelirroja no debía tener los veinticinco. Estaba pensando en que la llevaba diez años cuando, de improviso, descubrí que estaba solo y que las dos morenas también habían desaparecido de mi vista.
«¡Qué curioso! ¡No me he dado cuenta de su marcha!», murmuré y retornando sobre mis pasos, volví al pazo.
Al volver al bosque, el frio de esa mañana, retornó y achacándolo a la umbría, aceleré mis pasos de vuelta a la casona. Ya en ella, la ausencia de polvo en los muebles y el brillo de sus suelos me hicieron recordar cuando era un hogar y queriendo agradecer a las responsables ese cambio, busqué a las nietas de Maruxa. Encontré a Branca, trajinando entre fogones y el olor que brotaba de ellos, me hizo saber que no solo había heredado de la abuela su sazón sino también sus recetas al reconocer uno de los platos de mi infancia. Cogiendo una cuchara, probé el guiso mientras preguntaba por su hermana:
―Bríxida se ha ido a casa de los padres― escuetamente contestó.
Al verla mirándome, comprendí que estaba esperando mi opinión.
―Buenísimo― respondí: ―igual al que Maruxa me cocinaba.
Aunque supuse que iba a gustarle mi respuesta, nunca preví que sonrojándose esa monada de criatura me soltara:
―Desde niña, he sabido que mi lugar sería aquí y que debería cuidar del “Salvaxe”.
Se dio cuenta de su desliz nada más decirlo, ya que debía saber que mi padre odiaba que nombraran a los miembros de la familia con ese nombre.
―Lo siento, no quería…― empezó a decir.
―No te preocupes, no me molesta que me llamen así ― la interrumpí. Y conociendo esa vieja leyenda en la que se suponía que existía un lobo negro que de vez en cuando surgía para acabar con los que osaran atentar contra la dama del bosque, mito que la gente de la zona asimilaba a nosotros, quise quitar hierro al asunto diciendo: ―No soy salvaje ¡ni en la cama!
¡Juro que lo dije de broma!
Por ello me dejó paralizado que la muchacha se pusiera a temblar con los pezones totalmente erizados y me pidiera que, si tenía que dejar salir al “Lobo”, no la matara. Al escucharla, comprendí que Branca se creía esa historia por la cual ese siniestro chucho solo se apiadaba de las mujeres que se le ofrecían sexualmente. Sin ganas de discutir con la morena la ridícula fijación de la gente del pueblo en achacar a mi familia la capacidad de transformarse en ese animal y menos de hablar sobre si era consciente de que al pedir que la dejara vivir implícitamente me daba entrada entre sus piernas, preferí cambiar de tema y pedí que me dijera quién era la pelirroja que había visto esa mañana.
― En la zona no hay nadie con ese color de pelo ― contestó.
Algo en su mirada me intrigó y creyendo que me había contestado eso al no caerle bien la joven, repliqué:
―Branca, no estoy loco.
Tras lo cual le expliqué que existía ya que la había visto bañándose en la laguna del bosque en compañía de dos amigas. La nieta de Maruxa se empezó a santiguar al escucharme.
― ¿Qué te pasa? ― pregunté al ver su reacción.
Completamente aterrorizada, quiso saber si las dos acompañantes también eran pelirrojas o por el contrario eran de pelo negro. Al confirmarle que eran morenas, pareció reconocerlas y por eso me atreví a curiosear sobre quiénes eran esas tres muchachas.
―Son la dama y dos de sus “mouras”.
Al escucharla, tal y como me había ocurrido cuando en la mañana la habían llamado a ella bruja, no pude contener mis risas.
― ¿Mouras? Te refieres a esas hadas que siempre andan en busca de marido y que tientan a los hombres ofreciéndoles un tesoro― contesté desternillado.
Un tanto ofendida por ese acto reflejo, la joven se abstuvo de responder y se puso a poner la mesa. Admitiendo que me había pasado al reírme de sus creencias, miré el reloj y viendo que eran la hora de comer, abrí una botella de albariño. Estaba quitando el corcho cuando caí en que Branca había puesto dos platos, dando por sentado que comería conmigo. Reconozco que estuve a punto de corregirla, pero pensando en que era su primer día de trabajo preferí no hacerlo y compartir mantel con ella.
El primer sorbo al Terras Gaudas me transportó a la época de mi abuelo y recreando en mi paladar su sabor afrutado, rememoré con morriña a mi amado “avo”.
«Todo el mundo te quería», comenté hablando con el difunto en el interior de mi mente, «y respetaba».
Su amoroso recuerdo y la forma en que dirigía con mano firme el pazo me hicieron sonreír al recordar que para la gente del pueblo él era el “señor” y que como representante de la “casa”, la gente del pueblo acudía a él cuando había alguna disputa de lindes.
«Eras el puto amo», seguí comentando sabiendo que me hubiese lavado la boca con jabón si me hubiese escuchado dirigirme a él así: «Ni siquiera el alcalde o el cura se atrevían a llevarte la contraria cuando tomabas una decisión».
Estaba pensando en ello cuando Branca llegó con la olla y sin preguntar, rellenó el plato hasta casi desbordarlo. La barbaridad que sirvió me recordó que Maruxa hacía lo mismo. Si alguien se atrevía a quejarse, solo tenía que mirar a su patrón y don Pedro lo llamaba al orden diciendo:
―Nunca os fieis de quien no come. Quien no come, no puede trabajar y yo no quiero gandules en esta finca.
Hasta mi viejo bajaba la cabeza y obedecía cuando su padre se ponía serio. Y con ese recuerdo en mi mente, esperé que se sentara para empezar a comer. La joven nada más aposentarse en la silla empezó a rezar en gallego:
Forzas do ar, terra, mar e lume! a vós fago esta chamada:
se é verdade que tendes máis poder ca humana xente,
limpade de maldades a nosa terra e facede que aquí e agora
os espiritos dos amigos ausentes compartan con nós esta comida.
No me costó reconocer ese rezo porque se seguía recitando cada vez que se hacía una queimada y por ello, fui traduciendo mentalmente:
¡Fuerzas del aire, tierra, mar y fuego! a vosotros hago esta llamada:
si es verdad que tenéis más poder que los humanos,
limpiad de maldades nuestra tierra y haced que aquí y ahora
los espíritus de los amigos ausentes compartan con nosotros esta comida.
La belleza del conjuro no fue óbice para que me diese cuenta que eran parte de las creencias que los celtas habían dejado arraigadas en el ADN de los gallegos y que mi nueva empleada las seguía con fervor.
«Si la oyeran en el pueblo, se escandalizarían por rezar a los antiguos dioses», me dije sabiendo que, si se había permitido hacerlo en mi presencia, era porque creía que yo compartía su mismo credo.
Por eso al terminar, alcé mi copa e imitando a los viejos del lugar, brindé por la dama del bosque y los habitantes de “noso lar”. Al oír mi brindis, Branca se ruborizó y chocando su copa con la mía, bebió. Tratando de analizar que le había llevado a ruborizarse, caí en que al hablar de “noso lar” (Nuestro hogar) la había incluido y que, dado que tradicionalmente solo los miembros de la familia podían brindar por el bienestar del “lar”, implícitamente le había adjudicado un lugar en mi cama. Confieso que estuve a punto de hacerle ver mi error y decir que no había sido mi intención faltarle al respeto, pero cuando ya tenía la disculpa en la punta de la lengua la chavala cambiando de tema, me dijo si después de comer podía darse una ducha.
―No tienes qué preguntar. Cuando desees hacerlo, solo fíjate que esté libre. No vaya a ser que me encuentres en pelotas― comenté riendo sin dar mayor importancia al hecho de que fuéramos a compartir el único baño de la planta noble.
―Así lo haré, patrón― contestó sin levantar la mirada del plato.
La timidez de su tono me alertó y fijándome en ella, descubrí que bajó su delantal esa monada tenía los pitones totalmente erizados. No me quedó otro remedio que volver a admitir que me había equivocado al hablar coloquialmente con ella, ya que desde la edad media el dueño del pazo era una especie de señor feudal en esa zona.
«Tengo que andarme con cuidado para no escandalizarla», pensé grabando en mi cerebro que según la mentalidad imperante en la aldea como heredero de los Mosteiro mi palabra era ley y más para alguien a mi servicio. Por todo ello, el resto de la comida medí mis palabras al no querer espantarla y que fuera con la queja a Maruxa. Al terminar el postre, unas estupendas filloas con nata, la morena se levantó y moviendo su trasero enfundado en un vestido blanco, recogió los platos mientras me decía que me llevaría el café a la biblioteca.
Asumiendo que su abuela le debía haber informado que esa era la costumbre de la casa, me dirigí a esa habitación. Una vez allí, me puse a revisar sus estantes y en uno bastante apartado, encontré un libro sobre las meigas. Recordando que para sus paisanos Branca era miembro de una larga estirpe de esas brujas, lo cogí y con él en la mano, me senté en el sofá. Estaba ojeándolo cuando la morena entró con una bandeja y pidiendo mi permiso, puso sobre la mesa un café y un licor con hielo. Identifiqué esa bebida como la que artesanalmente elaboraban en el pazo mezclando orujo con hierbas y sintiendo que era parte de la casa, se lo agradecí mientras lo probaba.
Su sabor dulzón me encantó y olvidándome de ella, me concentré en la descripción que el autor hacía sobre las meigas en las páginas del libro en las que les confería unos poderes extraordinarios como podía ser la videncia.
“Cuando una meiga quiere algo de un hombre, se hace la encontradiza”, leí que decía en un apartado previniendo al lector que tuviera cuidado y que nunca las metiera en su hogar, porque de hacerlo jamás podría echarlas.
Recordando que esa mañana me había topado con Maruxa cuando iba en busca de alguien que me ayudara, sonreí:
«Estoy jodido. Ya he metido una en el pazo».
Sin darle mayor importancia al hecho, seguí leyendo que según ese libro no había que confundirlas con las brujas ya que estas últimas hacen las cosas con maldad, en cambio las meigas usan sus poderes para ayudar a las personas que se acercan a ellas.
«Menos mal. No tengo nada que temer, aunque me hechice», desternillado pensé mientras seguía leyendo que según la tradición galaica se las podía clasificar de acuerdo con sus poderes. Entre todas ellas, me interesó el retrato que hacía de un tipo en particular: “las damas do castro”. Según el supuesto erudito que había escrito el libro, esas meigas viven en castros milenarios desde donde atienden a solicitudes de la gente mientras gozan de la protección del dueño del lugar, sin pedir ningún regalo o contraprestación a cambio.
«Eran una especie de ONG medieval», me dije muerto de risa al leer que solían aparecerse vestidas de blanco a personas afligidas o que se encuentran en una situación difícil para otorgarles sus favores.
Mi tranquilidad menguó cuando en el siguiente el autor se contradijo escribiendo sobre la facilidad que tenían esas mujeres para pasarse al lado oscuro y usar la magia para retener o esclavizar a los hombres, usando el pacto con el más allá.
«Vaya, tendré que estar atento», riendo comenté en mi interior mientras sin darme cuenta, tiraba el vaso con el licor de hierbas.
Por suerte o por desgracia, Branca había permanecido todo ese tiempo a mi lado y cogiéndolo al vuelo, me lo dio diciendo:
―Es de mala suerte, derramar un conjuro.
Sorprendido, tomé el vaso mientras la veía marchar y por primera vez, me dio un escalofrió al observar que la blancura de su vestido.
«Estoy delirando», medité al caer que por un momento había catalogado a la muchacha como una “dama do castro” al verla así vestida y saber que para los de la aldea el hecho que viviera en el pazo iba a ratificar la idea de que tenía poderes.
«Esta casona es lo más parecido a un castro de la zona», sentencié mientras pensaba que de acuerdo con esa superchería en mi calidad de heredero yo era su valedor.
Con mi calma hecha trizas, me bebí el resto del licor y molesto conmigo mismo, decidí echarme una siesta. Ya mi cuarto, estaba abriendo la puerta que daba al baño cuando escuché el ruido del agua de la ducha. Cortado al saber que Branca me había avisado de que quería darse un baño, no la llegué a abrir y me tumbé en la cama mientras me ponía a imaginar a esa monada desnudándose. Acababa de posar la cabeza sobre la almohada cuando de pronto la puerta se entreabrió dejándome ver sobre el lavabo su ropa interior. Saber que esa monada estaba desnuda a escasos metros de mí fue suficiente para que mi pene saliera de su letargo y sintiéndome culpable, me levanté a cerrarla. Estaba acercándome cuando excitado comprobé que podía ver su silueta a través de la mampara transparente de la ducha.
«¿Qué coño haces?, me dije al ser incapaz de dejar de observar cómo se enjabonaba.
Al admirar su cuerpo desnudo, recordé que hasta el cura del pueblo me había sutilmente avisado de su belleza. Pero espiándola, certifiqué que se había quedado corto cuando llegó a mi retina la imagen vaporosa de sus pechos.
«No puede ser», me dije mientras contemplaba boquiabierto la perfección de sus senos y los irresistibles pezones que los decoraban.
Con ganas de bajar mi bragueta y empezarme a masturbar, me quedé petrificado cuando girándose en la bañera, involuntariamente Branca me regaló con la visión de su sexo. Todavía hoy me avergüenza reconocer que en vez de salir huyendo me quedé disfrutando de la belleza que escondía entre las piernas.
«Lo lleva depilado», balbuceé mientras en plan voyeur gozaba pecaminosamente de la tentación de esos labios sin rastro de vello que el destino había puesto ante mis ojos.
Si ya de por sí estaba embobado, todo se desmoronó a mi alrededor cuando la muchacha separó sus piernas para enjabonarse la ingle, permitiendo que mi vista se recreara nuevamente en su vulva. La ausencia de un bosque que cubriera su femineidad aceleró mi respiración al encontrarlo algo sublime y aunque siempre me había quejado de esa moda de depilarse, he de reconocer en ese momento lamí mis labios soñando que algún día esa maravilla estuviera a mi alcance. Mi turbación alcanzó límites insospechados cuando ajena a estar siendo espiada, Branca usando dos yemas se pellizcó suavemente sus pezones mientras comenzaba a cantar. Si no llega a ser la nieta de Maruxa, por el modo tan lento y sensual con el que disfrutaba bajo la ducha, hubiese supuesto que se estaba exhibiendo y que lo que realmente quería esa mujer era ponerme cachondo. Para entonces, todo mi ser deseaba que mis manos fueran las que la estuvieran enjabonando y recorrer de esa forma su cuerpo.
«Yo no soy así», me dije mientras me imaginaba palpando sus pechos, acariciando su espalda y lamiendo su sexo.
La gota que derramó el vaso de mi excitación y que provocó que mi pene alcanzara su plenitud, fue verla inclinarse a recoger el jabón que había resbalado de sus dedos. La belleza de su trasero se maximizó al descubrir entre sus nalgas que la joven era dueña de un rosado y virginal hoyuelo trasero. Soñando con ser yo quien desvirgara esa entrada trasera, decidí que debía dejar de espiarla y saliendo de la habitación, volví a la biblioteca donde tratando de borrar de mi cerebro la imagen de su piel desnuda, me serví un whisky.
«Debo de arreglar la zona de servicio», murmuré entre dientes al saber que mientras no lo hiciera, mis noches serían una pesadilla al saber que, en el cuarto de al lado, esa bruja de ojos negros estaría tentándome mientras dormía…
me desperté el domingo por la mañana y me extrañó ver a mis putas todavía dormidas, así que me arrastré hasta ellas y las empecé a comer el potorro.
ellas enseguida se despertaron riendo.
– veo que ya te han entrado ganas.
– vamos a hacer me el desayuno zorras que quiero que vayamos al rastro.
el rastro es un mercadillo que ponen todos los domingos en plaza castilla. para el que no lo sepa vende de todo especialmente ropa así desayunamos juntos y nos fuimos al rastro. allí las compre a una unos leggins un top y a el otro pantalón colombiano y un suéter.
ellas se compraron un tanga bikini que casi no tapaba nada y volvimos para casa. ellas se pusieron los tangas bikini mientras hacían movimientos lúdicos y excitantes.
– joder- dije yo -vais a ir así a la piscina.
– porque no te gusta -dijeron ellas.
– parece que vais desnudas.
los tangas bikini no tapaban apenas nada se metían en la raja del culo por detrás y por delante se trasparentaba todo el chocho al mojarse con el agua mientras que lo de arriba con tenia demasiadas tetas las dos solo tapaba el pezón así que se la veían todas l tetas menos el pezón.
– si me gusta -dije yo así que fuimos a la piscina y los hombres allí se pusieron cachondos cuando las vieron más de uno tuvo una erección y otro la mujer le pego una hostia por míralas con deseo.
yo me descojonaba luego nos tumbamos en un sitio apartado con sombra y yo me puse a tomar el sol ellas empezaron a jugar entre si las muy zorras y luego me cogieron y me bajaron el bañador y me comieron la poya mientras estábamos follando había un tío que nos vio y empezó hacerse una paja excitado mientras yo me follaba a Maria.
la dije:
– mira alguien se ha puesto cachondo con vosotras zorritas mientras follamos.
ellas al mirarle y verle menear su rabo al hombre se pusieron más cachondas todavía y empezaron a follar entre sí para ponerle cachondo el hombre ya no aguantaba más.
le dije:
– venga para acá échele la leche a Maria en las tetas a ella le encanta.
mientras estaba follando ella con Marta y yo dándola por el culo a Marta el hombre se corrió en las tetas de Maria.
– ahahahaha que gusto si- dijo Maria- dame toda tu leche.
luego cogí a Maria y se la endiñé por el chocho.
el hombre se la volvió a pelar la poya como un mono y cuando se iba a correr otra vez le dije:
– écheselo a Marta en la cara a esta zorra le encanta también la leche.
el hombre se corrió en su cara mientras las dos se chupaban la cara la una a la otra y se pasaban los fluidos.
el hombre me dio las gracias por dejarle correr dijo que era la mejor paja que se había hecho en su vida y que tenía mucha suerte al tener a mis dos pares de zorras después nos fuimos de la piscina a casa y las dije:
– arreglaos quiero ir a la disco así que maqueaos bien.
se pusieron la ropa que la compré en el rastro una se puso el pantalón colombiano y el top y la otra los leggins ajustados y el corsé estaban tremendas para follar y ponerle a un tío la poya dura fuimos a la disco y allí pedimos algo de beber y nos fuimos a un reservado y empezaron a meterme mano en la poya y a chupármela mientras María le daba lengua a Marta y la besaba estábamos follando cuando vi a una mujer de unos 40 años masturbarse al vernos.
las dije a las chicas que la invitaran a sentarse con nosotros ella dijo que se llamaba Lucía como estaba un poco bebida con algunos cubalibres de más. nos contó que estaba casada pero que su marido ni la tocaba era impotente y ella había venido a la disco a ver si pillaba cacho hasta que nos vio a nosotros follar y que la habíamos puesto muy cachonda tomamos más copas y continuamos hablando la dije:
-quieres que tomemos la última copa en mi casa.
– porque no me contesto -Lucía.
así que no fuimos para casa cuando llegamos saque las copa, aunque Maria y Marta ya estaban comiéndose a Lucía y desnudándola.
– fóllatela a la puta esta. hazla una zorra como nosotras.
así que me saque la poya y la cogí a Lucía e hice que me la mamara.
– a partir de ahora eres mi puta y vendrá a follar con nosotros cuando yo quiera y te hare contigo lo que me dé la gana, entendido -la dije.
– si soy tu puta.
– ahora quiero darte por el culo.
– no por favor por ahí no nunca lo he hecho por donde quieras menos por ahí.
– las putas tenéis que tener los dos agujeros bien abiertos zorra haber tu zorra- dije a Maria -prepárala el culo que quiero darla por ahí. tu Marta cómela el chocho para que no sienta dolor.
así que Maria le dio lubricación y empezó a meterle los dedos en el ojete y chuparle el culo mientras Marta me ponía a mi la poya dura.
– ahora cómele el chumino mientras la doy por culo.
Marta empezó a comerle el coño mientras yo la arrime mi glande a su culo y poco a poco empecé a metérselo.
– aha aha aha que daño -decía Lucía- sácala cabrón me haces daño.
– te jodes puta eres mía y tu culo también y quiero follártelo siempre relájate y deja de quejarte y ya verás como disfrutas.
al rato empecé a darla bien ya su culo se había acostumbrado y entraba y salía como manolo por su casa y empezó a gustarle.
– así así cabrón no pares hasta los cojones méteme rómpeme el culo que gusto dame más -mientras Marta la comía el chocho y Maria la comía las tetas, ella empezó a disfrutar con una loca.
– dime que eres mi puta.
– si soy tu puta.
– desde ahora me perteneces.
– si quiero ser tuya ahahahahahhahaha me corroooooooooooo -dijo Lucía y se corrió la muy puta.
sigo follando con mis zorras en cuanto a Lucía viene siempre que puede y su marido está trabajando.
– me has descubierto un nuevo mundo me dice estoy encantada de pertenecerte y ser una mas de tus zorras.
FIN
De super soldado a puta sin remedio 2
la metamorfosis y sus complejos pasos
No se muy bien como explicarlo, al despertarme esa mañana no era el mismo chico que se acostó, o mejor dicho, se acostó un niño y se despertó un hombre, no pensé en mi miembro duro pegado a mi tía, ni en mi hermana escondida entre los brazos de Sara, no se que pasó de noche pero estaban las 2 en un lado y yo al otro, cuando al dormir estaba en medio, no pensé en apartarme para no molestar, ni en lo bien o mal que estaba acostarme con mi tía, y menos dormir con ella y mi hermana juntas y desnudas, por que el tanga de Marta no se podía considerar ir vestida.
El sol pegaba fuerte a esas horas y calentaba la habitación, y sin pensarlo mucho acaricié el culo de Sara con mimo, mientras la daba pequeños besos en el hombro y el cuello, ronroneaba al sentir me rozando en su culo y giró su cara para mirarme aún traspuesta.
-SARA: jajaja que alegre te has levantado…..- se sorprendió al lanzarme a sus labios, y me respondió con lengua pasados unos instantes.
-YO: tía, lo de ayer……me encantó.
-SARA: jajajaja y a mi, jajaja levaba mucho sin que nadie me dejara así, estás aprendiendo, con unos trucos más vas a dejar tiritando a cualquier mujer.
-YO: ahora solo quiero dejarte tiritando a ti – sonrió con una carcajada que despertó a Marta.
-MARTA: shhh quiero dormir….- Sara la pellizcó el culo y luego se lo azotó.
-SAR: arriba dormilona.
-MARTA: ¿por que?
-SARA: vamos a la playa, y no querrás ir con esas piernas llenas de pelos….- Marta se miró sorprendida.
-MARTA: ¿si?, podría darme un repaso…….supongo….- se levantó, no si antes jugar unos minutos con Sara a hacerse cosquillas, y se fue.
-YO: yo no la veo pelos en las piernas.
-SARA: ni los tiene…….era para quedarnos solos – y se aferró a mi cuello, me hacia reírme tanto que casi me dolía.
Trató de montarme para inmovilizarme, la cogía una mano pero se liberaba la otra y me acariciaba el cuello, hasta que la di la vuelta dejándola boca arriba en la cama, sujeta, el juego había subido nuestra temperatura y la besé con energía, Sara sonreía lujuriosa al sentir mi miembro dando cabezazos por salir, hasta que dejó de intentar liberarse cuando lamí su pezones, me apretaba la cabeza contra su cuerpo y remoloneaba con gracia y sensualidad bajo mi cuerpo. Entonces me bajó el calzoncillo y la penetré con dulzura, lentamente, daba respingos seguidos de cortos gritos agudos, pero le entró sin dificultades, me abrazó agarrándose a mi espalda mientras sentía como la iba abriendo con gestos lentos y pausados.
-SARA: cielo, que bien lo haces ya.
-YO: ¿así bien o más rápido?
-SARA: jajaja eso no se pregunta, lo sientes, como con la moto, te lo pide el cuerpo.
Embestí tan fuerte que se dio con la cabeza en la mesa de noche, sonrió tapándose la cabeza dolorida, pero gratamente complacida, para cuando quise darme cuenta la estaba follando salvajemente, o me lo pareció, me rodeó con las piernas y gritaba descontrolada, era increíble ver como toda la piel, desde sus senos hasta su barbilla, se ponía roja y tensa, se le marcaban las venas y pareciera de un momento a otro que su cabeza saldría disparada como el corcho de una botella. Rebajé el ritmo un poco, pretendía durar, así que Sara se relajó un poco y pudimos estar devorándonos un buen rato, hasta que se separó para chupármela con avidez lo que podía meterse en la boca, que no era mucho.
-SARA: ¿te gustaría aprender a comerte un coño?
-YO: claro, pero me da cosa…….- metió sus dedos en su húmedo interior y los sacó bañados.
-SARA: no es nada malo, ni repugnante, es algo amargo nada más, pruébalo – olí sus dedos asqueado, y ante su insistencia los lamí, esperaba un sabor mucho peor, fue agrio pero con un potente aroma sensual.
-YO: enséñame.
Sonrió y se abrió de piernas de cara a mi, comenzó a explicar como tocar bien, cosas que ya me había dicho, y otras nuevas, como el clítoris, un bultito que se debía tratar con manos de seda, y chupar o lamer con cuidado, luego me acercó a su entre pierna y me dijo que unos besos tenues en la cara interna de los muslos encienden a muchas mujeres, y lo constaté.
Salía un olor potente y un calor profundo de ella, al besarla en la vulva sentí como se estremecía, luego lamí un par de veces intrigado, y guiado por sus consejos ya me lo comía, se reía hasta que en un momento dado dejó de hacerlo, se tumbó y se dejó llevar, se amasaba los pechos con erotismo mientras le separaba los labios mayores y veía su rosado interior. Terminé metiéndole la lengua como su fuera una boca que besara. Sara se descompuso, sin llegar a bañarme pero tuvo un orgasmo intenso y lento, soltaba gemidos largos con la boca cerrada.
La volví a penetrar por sorpresa sacándola una tos entre el sobresalto y el disfrute, en 15 minutos me perdí entre sus caricias y besos, cambiamos a cuchara y luego de medio lado, hasta que aumenté tanto el ritmo que me creí desvanecer al llegar al orgasmo y sentir como la llenaba, lo que la hizo, esta vez si, correrse manchando las sabanas con un chorro fuerte y casi interminable, se quedó temblado con una gran sonrisa dibujada en la cara.
-SARA: jajajaja así, mucho mejor, te voy a dejar tan bien enseñado que Vanesa me tendrá que poner un monumento.
-YO: si es que me llama……
Sara retozaba a mi lado riendo y besando mi cuerpo, mordiéndose el labio traviesa y acariciándome con delicadeza. Más tarde me quedé en la cama descansando mientras Sara se duchaba y salía con uno de los biquinis nuevos, yo me di otra ducha y al bajar a desayunar todos nos miraban curiosos, notaba que mi madre miraba cómplice a Sara, esta se lo devolvía con cariño, y Jaime me miraba con aires de grandeza.
-JAIME: bueno, ¿fiesta?
-CARMEN: ¡si!, pero abrían la discoteca el mañana ¿no? – Marta y yo nos miramos.
-MARTA: si, ¿quieres ir?
-CARMEN: si, por fi, la semana pasada fue una locura pero me lo pasé genial, quiero repetir todo lo que pueda.
-SONIA: ¿y hoy jugamos a las cartas? – todas tenían ganas de fiesta.
-JAIME: claro.
-YO: a mi la cerveza me siente fatal – era verdad, y no era al único.
-SARA: a mi tampoco me gusta, ¿y si lo probamos con otras cosas?
-JAIME: decidme que os gusta y esta tarde vamos a comprarlo, ¿cuantos seremos?
-CAMREN: todos, aquí nadie se libra, eh Jony….- la miraba sin atreverse a hablar.
-MARTA: ¿y Vanesa se vendrá hermanito? – la miré sin saber que responder.
-YO: dijo que me llamaría, pero no he oído el móvil.
-MARTA: por que lo tienes en el suelo del cuarto de arriba, melón, se habrá caído de tanto vibrar cuando te estaba llamando Vanesa jajajaja – lo dijo de broma pero me sentí estúpido.
Mi móvil era para emergencias, no tenía amigos con los que mandarme mensajes constantes, y los únicos que me llamaban eran mi madre o mi hermana, que estaban allí conmigo, así que lo tenía por ahí perdido, pero ahora esperaba la llamada de Vanesa y se me había pasado por completo. Subí como el rayo a por el móvil entre risas de todos, lo encontré en el suelo al lado de la mesa de noche donde lo dejé, estaba apagado, y descargado, lo tuve que enchufar y pasarme 2 minutos viendo como cargaba para poder encenderlo, al hacerlo sonó varias veces, lo 1º fueron unos mensajes de mis otros amigos en Ibiza, chinchando con lo bien que se lo estaban pasando, la idea de que lo podría estar pasando yo mejor me hizo reír. El 2º mensaje fueron 2 llamadas pérdidas de mi padre, al que llamé al momento.
-YO: hola papá, siento no habértelo cogido, estabamos…..liados.
-ROBERTO: no pasa nada, solo quería saber como van las cosas por allí, hablo con tu madre pero me parece que sigue molesta, ¿se comporta de forma rara?
-YO: bueno…….- decirle algo era hundirnos a todos – ….. un poco, pero ya la conoces, siempre tan dispuesta a agradar a los demás…..- fue lo mejor que se me ocurrió sin mentirle.
-ROBERTO: ¿y tú y tu hermana?, siento haberme ido pero nos ha caído un caso gordo en la policía de Madrid, sale en las noticias a todas horas……..
-YO: no vemos mucho la televisión, estamos en la playa y divirtiéndonos, no te preocupes por irte.
-ROBERTO: está bien, confío en ti hijo, se que soy duro contigo pero se que harás lo que sea por cuidar de tu familia, dale un abrazo a tu hermana…….- como no, las últimas palabras dedicadas a Marta.
Me quedé mirando el móvil esperando más mensajes, pero no saltaban, así que lo dejé cargando desalentado, lo tenia en la mano con el número de Vanesa marcado, sin atreverme a llamar, casi perdiendo toda esperanza. Hasta que lo vi sonar, al mirar la pantalla era la foto lanzando un beso de Vanesa que puso de perfil al llamarme, se me aceleró el corazón llegando el punto en que no me atrevía a coger la llamada, quizá no lo hubiera hecho antes de todo aquello..
-YO: ¿si?
-VANESA: hola, soy yo………Vanesa…..ya sabes, del fin de semana……- “como si pudiera haberte olvidado”
-YO: si, se quien eres, estaba ansioso por ver si me llamabas.
-VANESA: ¿acaso no te fiabas de que lo hiciera?
-YO: pues un poco la verdad……..¿que tal el viaje?
-VANESA: un tostón, compañeras fingiendo ser niñas buenas, con familias pedantes y aburridas, ¿y tú, alguna aventura nueva?
-YO: alguna…….pero me gustaría contártelas en persona – eso no hubiera salido de mis labios en toda mi vida si no fuera por la locura transitoria que atravesaba.
-VANESA: ¿así que tienes ganas de verme?….- sonó ilusionada – … yo también, y no pocas, me lo pasé genial contigo.
-YO: ¿cuando puedo verte? – se me notó desesperado.
-VANESA: cuando quieras, ¿después de comer salimos a dar una vuelta…?
-YO: bueno……..en mi casa van a jugar a algo…..
-VANESA: estoy algo cansada de familias…. – “no creo que de la mía se pueda cansar nadie ahora” pensé –…. me gustaría pasar la tarde contigo, ya sabes, a solas, conocernos un poco mejor, sin tanto jaleo ¿te apetece? – de golpe dejar a Jaime solo en mi casa con todas me pareció aceptable.
-YO: si, desde luego……. me paso a buscarte en moto, y vamos donde quieras, ¿a que hora?
-VANESA: jajaja, pues a las 5 o así, que así no nos morimos de calor.
-YO: pues………. hasta luego, un beso…..
-VANESA: dámelo luego, MUUUUAK – me sacó una carcajada al lanzar el beso y la oí sonreír al colgar, sentí un hormigueo en mi vientre y me quedé con la oreja pegada al teléfono unos instantes.
Estaba enajenado, una noche y una llamada de teléfono, y ya pensaba en quien llevar de padrino a nuestra boda. Sara llamó a la puerta y me miró, torció el gesto leyendo mi cara como un cartel de carretea, y se sentó a mi lado.
SARA: era ella…….¿va a venir?
-YO: si….bueno, no, nos vamos ella y yo esta tarde a dar un paseo.
-SARA: jo…..en fin……cuidaré el fuerte por ti.
-YO: lo siento de verdad, pero………- no sabia que decir, “Vanesa es la mujer de mi vida” sonaba muy fuerte como para decirlo en alto, pero pensarlo era fácil.
-SARA: no pasa nada, te lo mereces, trátala con cariño y será tuya esta misma noche.
-YO: no se si querrá acostarse conmigo – me acarició la cara con calidez.
-SARA: no me refería a eso, cielo – un suave beso en los labios me supo a despedida.
Nos preparamos y fuimos a la playa, esta vez era yo quien no se atrevía a desnudarse, iba con el bañador nuevo, pero jaleado por las chicas me quité la camiseta y de nuevo noté esa sensación de poder, rara y extraña, muchas chicas me miraban al ir al mar, allí jugamos a hundirnos, con Sara muy melosa, supongo que quería aprovechar el tiempo que pudiera, si no hubiera tanta gente creo que me la hubiera follado en el agua, pero solo nos acariciamos con ternura. Salimos a tomar el sol y se quedaron con los senos al aire, eran un espectáculo boca arriba o boca abajo. Sentí de todas formas que su presencia espantaba a algunas chicas que se paseaban cerca de mi, quizá sin ellas hubiera regresado a casa con unos números de teléfono. En cambio lo que hice fue ir a comprar al supermercado con Jaime unas cuantas botellas de ron, tequila y vodka, para sus juegos.
-JAIME: ¿te vas y me dejas con ellas?
-YO: si.
-JAIME: jajaja muchas gracias, quizá me vuelva a follar a Sara y le recuerde quien es el que manda.
-YO: más te vale tratarlas con cuidado, como las pase algo……..
-JAIME: ya sabes lo que va a pasar – lo sabia, pero me daba igual, ¿que más daba? conmigo, o sin mi, no podía dominar sobre lo que ocurría.
Regresamos a casa y comimos entre risas, para echarnos una buena siesta, acostarme con Sara y mi hermana era una pequeña delicia, más con diminutos tangas. Me sonó el móvil varias veces, del que ahora no me despegaba, eran mensajes de Vanesa, tonterías como “no se que ponerme”, “estoy nerviosa”, “tengo ganas de verte”, apenas la contestaba con miedo a meter la pata. Al llegar la hora Sara jugó a no dejarme irme, pero me di una ducha concienzuda y me puse un pantalón de vestir y una camiseta, me pareció que iba bien y me preparé para todo, despidiéndome de mi madre, que me miró con curiosidad y salió a despedirme cuando cogí la moto.
Me fui a casa de Vanesa, era una idéntica a la nuestra, pero había 5 coches tuneados y una fiesta ya montada, con unas 30 personas fuera, al llegar a la puerta, la vi, de pie, hablando con una chica. Iba con un vestido de rayas horizontales negras y blancas, de tirantes con escote recatado y hasta medio muslo, elástico pegado a su contorno, con su melena rizada negra y las gafas de pasta, seguro que con tacones iría tremenda, pero con unas simples zapatillas sin calcetines estaba para comérsela. Al verme se le puso una sonrisa enorme y le susurró algo a la chica que me miró incrédula, le frotó el brazo con cariño y la dejó sola, se acercaba apartándose el pelo detrás de la oreja. Al tratar de aparcar estaba tan nervioso que no daba con el pie de cabra para dejar la moto apoyada, así que fingí quedarme montado por gusto.
-YO: ho…hola.
-VANESA: ¡hola! – se apoyó en mi hombro y me dio un dulce beso en la mejilla con su sonrisa llena de dientes blancos como perlas, y esa ligera separación entre los paletos.
-YO: vaya fiesta…….- miré detrás de ella para llamar su atención, por que no tenía otra forma de poder hablar, sus ojos azules brillaban por el sol y sentía que me llegaban al alma.
-VANESA: ¿has visto?, llevan así 2 semanas, estoy harta de tonterías de críos y sus fiestas de pacotilla.
-YO: ¿y por que viniste si no te gusta esto? – no necesitaba explicaciones, solo no parecer idiota.
-VANESA: por que quedarme en casa es más triste que no salir de vacaciones, la casa es del padre de una de mi clase, que nos la han dejado, era gratis y pensé que seria algo divertido, pero aquí todos se transforman, tengo amigas de matricula chupando pollas por una copa de 8€, estoy por volver a casa.
-YO: ¡no!, por favor, quédate…….- me abrazó girando su cabeza de forma alegre.
-VANESA: si no llegas a aparecer tú, lo mismo me voy, pero ahora tengo un motivo por el que quedarme – se me subió toda la sangre a la cara.
-YO: ¿solo por una noche?
-VANESA: ¡pero que noche……jajajaja!, venga, que no quiero que te vean las cotillas de mis amigas.
-YO: ¿y donde vamos?
-VANESA: me da igual, solo quiero alejarme de esta casa…..¿subo? – amagó con acercarse a la moto.
-YO: claro, pero…….ponte el casco…..- saqué uno del cajetín.
-VANESA: ¿y tú no llevas? Que alocado jajajaja – sentí su pecho cuando se pegó a mi al reírse, se lo puso con estilo, y su cabeza pareció más pequeña, el pelo el abultaba un montón.
Se subió atrás remangándose un poco el vestido y se me abrazó a la cintura, sus senos se aplastaron contra mi espalda y arranqué la moto, sin saber que dirección o donde ir, solo conducía y llegamos al pueblo del mercadillo, me lo señaló y allí paramos, nos sentamos a charlar tomando un refresco, y el tiempo me pasó volando. Era tan fácil hablar con ella, de los estudios, de un futuro trabajo, de un padre autoritario, todo encajaba y todo era divertido a su lado. Dimos un largo paseo y terminamos sentados en unas rocas viendo el atardecer, mientras se tomaba un helado de leche merengada.
-VANESA: ¿seguro que tú no quieres un helado?
-YO: no, trato de cuidarme un poco, cojo peso enseguida.
-VANESA: ya, yo también debería, pero es que no puedo controlarme jejjeje – verla darle lengüetazos al helado era hipnótico, y me miraba siendo consciente de cómo la admiraba.
-YO: eres preciosa…. – alzó la vista con las mejillas sonrosadas – ….quiero decir, que no tienes por que cuidarte, que estás muy buena… – creí meter la mata aún más- …perdona.
-VANESA: jajja no pasa nada, muchas gracias, así me sentiré menos culpable por tomarme el helado jajaja, ¿seguro que no quieres un poco del mío? Lo miras mucho – a quien miraba era a ella.
-YO: un poco – me lo ofreció sin reservas y lamí por un borde, era tan dulce que empalagaba.
-VANESA: ¿y que tal en tu casa?
-YO: puffff la verdad es que es una locura.
-VANESA: ¿pero buena o mala?
-YO: no se que decir……pasan cosas muy raras pero todos actúan de forma normal….
-VANESA: ¿tu madre sigue llevándose mulatos a casa?
-YO: no, ahora se acuesta con Jaime, mi amigo.
-VANESA: ¿y tú? Has estado con alguien…….- sonó terriblemente mal siendo aun pregunta inocente.
-YO: es que….bueno…..no se si ……tú….- me cogió la mano y la apretó.
-VANESA: tranquilo, si has estado me lo puedes decir, no soy una loca celosa.
-YO: bueno, es que si he estado con alguien……….mi tía – casi se le cae el helado.
-VANESA: jajaja ¿en serio?……… ¿y que tal?
-YO: bien…….bueno….raro…pero bien….creo que necesitaba reafirmarse ahora que Jaime pasa de ella……¿te molesta?
-VANESA: para nada, es más, me parece de lo más entretenido, y me gusta que seas tan sincero, ¿lo saben los demás?
-YO: si, como todo, parece que es normal, aunque no lo sea, ayer me pase media noche en una batalla de sexo, lo hicimos en el balcón mientras mi madre y Jaime lo hacían en la piscina, fue una locura.
-VANESA: allí no se aburre uno eh……- me dio con el hombro en el pecho recostándose sobre mi, fue tan raro verla aceptarlo, que pensé que estaba mal de la cabeza. Eso pensaba, pero mi mano bajó a su muslo y estaba acariciándola con los dedos, sin una sola muestra de desagrado.
-YO: eres muy extraña……- me miró a los ojos -….y me gustas mucho – sonrió feliz y sentí el sabor del helado de sus labios.
-VANESA: es raro, a mi me pasa lo mismo contigo, pareces un chico normal, pero estás lleno de sorpresas – y de un giro puso sus dos piernas juntas por encima de las mías, con mi mano apretando su piel, y tan cerca que sentía sus rizos acariciándome la cara.
La rodeé la cintura y me quedé abrazado tanto tiempo que se terminó el helado, y se acurrucó en mi pecho, mirando como el sol desaparecía en el horizonte. No sabia que hacer, así que no hacia nada, solo sentía su respiración sobre mí, creo que la gustaba escuchar mi corazón latir acelerado por su culpa.
-VANESA: te voy a parecer una chocha, pero..…tengo hambre, ¿cenamos? – como el tiempo se aceleraba a su lado no sabia si el helado se lo terminó hacia 10 minutos o una hora.
-YO: ¡claro!, si quieres…..
-VANESA: he visto un puesto de kebab ahí a lado, me vuelvan loca – me cogió de la mano y la seguí hasta puesto, donde el bullicio de la gente nos mezclaba con los demás, pero yo solo la veía a ella.
Se lo comió una con ansia, se reía cuando la salsa le manchaba un dedo al morder y después se lo chupaba, la miraba sin creerme como devoraba aquello, pensaba en la cantidad de chicas finas y educadas que comen como periquitos, dando pequeños bocados de una ensalada, y la vi a ella, dando mordiscos voraces a un panecillo lleno de carne y salsa, tan grande como su cara. Terminó antes que yo, y acabó comiéndose lo que me quedaba del mío. Charlábamos entre risas y me pasé otra hora paseando con ella cogida de la mano, para bajar la comida, después nos sentamos en el borde del paseo un marítimo, en un bloque de cemento, donde Vanesa se reía de si mima por no llegar al suelo con los pies allí sentada.
-VANESA: si es que soy enana……..- puso su pies en alto encima de mi regazo y se pegó a mi cuerpo buscando algo de calor corporal, olí su pelo.
-YO: los mejores perfumes vienen en frascos pequeños……- se mordió el labio al sonrosarse las mejillas.
-VANESA: eso dicen…..y los peores venenos – un mechón rizado cayó sobre su cara, y no pude evitar apartárselo con cariño, me miró tan profundamente que quise besarla.
-YO: aunque fueras el peor de todos los venenos, te volvería a besar sabiendo que moriría – me sentí tremendamente estúpido y bobalicón al decirlo, pero lo supe, sabia que si no lo decía, moriría a los 90 años en una cama, y mi último pensamiento seria aquel momento en que no lo dije a esa extraña mujer que la quería.
-VANESA: ohhhhhh que dulce… – creo que toda mujer aspira a que un hombre la diga algo así para poner “esa” cara entre el romanticismo y el amor, y allí la tenia delante de mi – …por suerte no soy venenosa.
Hizo fuerza para sentarse en mi regazo cruzándose de piernas de forma sensual, y apoyó sus manos en mis hombros, tan cerca que podía notar el aire salir de su boca, la cogí de la cadera para que no se cayera, o para meterla mano, y me buscó una primera vez con los labios, a la segunda no fallé, y nos fundimos en un beso de película. Arqueaba la espalda de forma generosa mostrándome sus pechos mientras que sus gafas incordiaban de forma divertida, repasaba el contorno de su pierna con una mano mientras que sentía sus labios tirar de los míos tras cada beso largo. Luego su lengua se abrió paso con delicadeza en mi boca, y al enlazarla con la mía se separó medio centímetro mordiéndose la lengua y apretando los ojos en una sonrisa que me derritió por completo.
-VANESA: besas muy bien, me gusta que me dejes llevar el ritmo – si la decía que era casi inexperto no me creería.
-YO: me gustas mucho Vanesa.
-VANESA: jajaja y tú a mi más, nunca había sentido nada tan fuerte por alguien al que casi no conozco.
-YO: ¿y por qué? no he hecho nada
-VANESA: puede que sea eso, que no eres un moscón que trata de lucirse, o que va tonteando con niñatas por un polvo rápido, no se…..
-YO: no me conoces tanto, quizá sea un cabrón, o un cerdo, solo nos hemos visto 2 veces.
-VANESA: puede, pero soy un poco bruja, y cuando veo a tío de esos los calo a la 1º, en cambio a ti…….eres raro, desde que te presente tu hermana, como hablas, o como bailas, como tocas, todo es diferente…..extraño, y me atrae – la pellizqué en la mejilla y sonrió un poco. La abracé y ya pensaba donde ir nuestra noche de bodas.
Eran las 2 de la mañana y aún no querría despedirme de ella, ni ella de mi creo, pero la vi gesto cansado, sin duda de volver de viaje, había hecho un esfuerzo para quedar conmigo, así que se agarró de mi brazo como una gran señora y volvimos a la moto, me daba miedo que se quedara dormida detrás de mi y se cayera, así que la senté delante y me puse detrás sujetándola, y me pase media hora conduciendo lentamente con ella adormecida sobre mi pecho, la rodeaba la cintura con una mano mientras conducía con la otra por la noche, y sentía su cuerpo tibio sobre mi. Al llegar a su casa y parar se despertó.
-VANESA: ¿ya estamos en tú casa?
-YO: no….bueno, pensé….querrás descansar…..estamos en la tuya.
-VANESA: ah….vale…gracias, la verdad es que no he sido bueno compañía al final, pero estoy muy cansada, lo siento.
-YO: ¡no, por dios!, ha sido perfecto, tú eres perfecta – la apreté del estomago y se río ante al presión.
-VANESA: como sigas diciéndome esas cosas al final me voy a enamorar – giró su cara y me dio un pico, largo y tenue.
Se quitó el casco, su melena negra brilló con la luz de la luna y sus rizos botaron alegres, lamenté no haberla llevado a mi casa. Me dio el casco y me cogió de la cara para volver a besarme, tantas veces que acabó adormeciéndose de nuevo en mis brazos. La cogí de la cintura y las piernas, como si fuera mi mujer en la noche de bodas, y la metí en su casa, se agarró de mi cuello y me iba diciendo donde era, la casa estaba llena de gente riendo, hablando y algunos dándose el lote, la dejé en su cuarto con un cuidado excesivo y se quedó hecha un bola sobre la almohada sin llegar a despedirse. Medité si quedarme a dormir con ella, pero simplemente la arropé le quité las zapatillas, las gafas, y me fui dándola un beso en la frente apartándola lo rizos.
-YO: hasta mañana princesa – solo recibí un mugido como respuesta.
Volví a mi casa diciéndome que no podía ser real, olía su perfume en el casco mientras pensaba que esa mujer era demasiado perfecta, encajábamos como 2 piezas de puzzles diferentes, pero encajábamos. Al llegar a casa se me pasaron los pensamientos de Vanesa, había un ruido estruendoso, mucha luz y gente gritando, “¡Jaime!”.
Al entrar era peor de lo que esperaba, todos desnudos. Sonia estaba en el sofá follando con Jaime, le montaba como a un caballo mientas él amasaba como podía sus senos. Mi madre se la estaba comiendo a Jony, que estaba tumbado inconsciente en el suelo, y Marta estaba haciendo la tijera con Sara, que la acariciaba el clítoris con el pulgar. Al verme, Sara se levantó dejando a Marta con ganas de más.
-SARA: ho, hola …..sooooobrino……- apestaba a alcohol y tenia el cuerpo pegajoso.
-YO: estas pringosa…….
-SARA: ya…ya.es que….. pedi atrevimiento y ……hip, me han usado como vaso, para beberse los chupitos de tequila, ja, me echaban la sal en el vientre, el limón en los pezones, y bebían de mi ombligo jajajajjaa.
-YO: ¿pero que ha pasado?
Y se pasó media hora repitiéndome lo mismo, por lo visto jugando a lo mismo de siempre, pero con chupitos de vodka, tequila y ron, se habían pasado desde la 7 de la tarde hasta ahora bebiendo sin parar, mano tras mano, hasta pulirse 6 botellas entre todos, a palo seco sin mezclar. Sonia había logrado mantenerse con ropa hasta el final, pero el resto no, y cuando Jony se sacó el rabo empezaron los problemas. Sonia tuvo que masturbarse con un pepino, mi hermana chupársela a Jony, mi madre comerse el coño de Sara, y Jaime masturbó a las 4 con las manos y se comió el culo de Marta. Mi madre reconoció que estaba deseando encontrarse con el mulato, Marta que se había cepillado a un profesor de la universidad, y Sara que Marta la ponía cachonda, lo que incitó a que Jaime hiciera a Marta comerse el coño de Sara. La sorpresa llegó en la última mano, la del sexo, perdió Sonia, y en vez de elegir a su noviete, escogió a Jaime, que la estaba follando desde entonces, y los demás estaban a su alrededor tratando de divertirse.
-SONIA: ¡JODER, QUE BIEN FOLLAS!
-JAIME: ¡me cago en dios, que par de tetas! – las aplastaba y luego las azotaba.
-SONIA: ¡quiero que me folles a partir de ahora, que gusto joder!
-JAIME: ¿y Jony?
-SONIA: que le den por el culo, ¡míralo!, una mamada de Carmen y se desmaya, tú si que sabes hacerme sentir mujer – se agachó y casi logró asfixiar a Jaime con sus pechos, él la separaba las nalgas mientras la destrozaba su coño con un ritmo que la tenía chorreando.
-SARA: ¿y tú que tal? – lo dijo mientras se abría de piernas sentándose en el sofá, y Marta acudía a seguir lamiéndola.
-YO: bien……..es un cielo de mujer.
-SARA: que lastima, por que Marta es hábil, pero no tiene polla, ¿esta noche puedes ayudarme?
-YO: no sé, tía, quiero tomarme en serio lo de Vanesa.
-JAIME: no te preocupes Sara, cuando termine con esta vaca, me voy a por ti – Sara sonrió, supongo que quería volver a sus brazos.
-SARA: pues date prisa.
Se la dio, sacó su miembro de Sonia y se la hizo chupar, recogiéndola toda la larga melena caoba, y luego follándola por a boca hasta llenarla de esperma hasta mancharla los senos. Luego cogió a Sara de la mano y se la llevó arriba, donde al rato ya se les oía follar.
-MARTA: tranquilo……la tía va como un cuba…….- lo decía como si ella no lo estuviera, de rodillas reposando los brazos en donde había estado Sara.
-YO: no me preocupa…..- sabía que quería volver con Jaime, y ya lo tenía.
-MARTA: es mamá la que me preocupa, lleva 1 hora chupándosela a un tío desmayado.
-YO: mamá, para – alzó la vista con los ojos entre cerrados.
-CARMEN: ¡ah……hola hijo!…..¿cuando has llegado? – casi se cae al ponerse en pie.
-YO: hace un rato, creo que deberías acostarte.
-CARMEN: estoy bien, solo necesito sentarme un rato…….- se derrumbó en el sofá, y antes de acercarme se quedó frita, tanto que ni zarandeándola se despertó.
-MARTA: tenemos que llevarla a la cama……
Lo dijo pero la realidad es que la llevé yo solo, y ella iba detrás tratando de no vomitar por el esfuerzo de cada escalón, no fue como con Vanesa, mi madre era un peso muerto, y por indicaciones de mi hermana la mojé la cabeza en la ducha, antes de ponerla un camisón y dejarla en la cama como un saco de patatas, pese a ponerla de lado pro si vomitaba, parecía tirada.
-MARTA: puffffff no vuelvas a faltar……esto se nos ha ido de madre…..
-YO: ya se iba de madre conmigo aquí.
-MARTA: no es lo mismo…….el puto Jaime me ha comido el culo, me ha puesto a mil con su lengua, es un cerdo, pero como sabe moverse el condenado.
-YO: deberías darte aun ducha.
-MARTA: si….pero me da miedo caerme………¿me ayudas? – no pude negárselo, no fue un treta sexual, casi se resbala al ponerse una zapatilla, en una bañera de cerámica era un desastre en potencia.
La metí en la bañera y la dejé sentada, como si fuera una bebé de 1 año, la mojaba la cabeza y frotaba la espalda con gel, me tiraba espuma a la cara y se reía, la di un aclarado y se puso como pudo unas bragas que la busqué, no eran ni suyas creo. Sonia se fue arriba a trompicones a dormír dejando da Jony en el suelo abajo, y mi hermana y yo nos acostamos en una habitación libre, se me abrazó y se durmió. Me pasé media noche tratando de saber que hacer con Jaime, si es que podía hacer algo, pero me dormí pensando en Vanesa, y sus rizos ocultando sus ojos azules.
Me despertó el peso de Sara acostándose a mi espalda, apartó a Marta y me obligó a abrazarla, su hedor de la noche dio paso a un fresco aroma a frutas en la piel y el cabello, se habría dado una ducha y estaba con el tanga biquini ya puesto abajo y los senos al aire.
-SARA: hola, ¿que tal ayer?
-YO: bien, llegué a las 2 pasadas, se os fue de las manos……..
-SARA: ¡ya te digo!, traté de que Jaime no se pasara, pero es listo el cabrón, usó a Marta para sacarme de quicio,
-YO: ¿has visto a mi madre?, estaba muy mal……..
-SARA: está bien, en la cama tirada como si la hubieran dejado caer …– entonces seguía como yo la dejé –… ¿y tu damisela?
-YO: bien, te lo dije anoche……
-SARA: cielo, no me acuerdo ni si cenamos…….
-YO: pues fue increíble, fuimos en moto, dimos un paseo, tomamos un helado, cenamos, y nos besamos durante mucho tiempo, al volver se quedó tan adormilada que tuve que llevarla a la cama.
-SARA: jajaj el viejo truco no falla, ¿bebisteis alcohol?
-YO: no, ¿que truco?
-SARA: cariño, somos mujeres, no marmotas, sobrias podemos despertarnos y acostarnos solas, pero de vez en cuando queremos que un apuesto hombre nos lleve en brazos a la cama, y que sea lo que dios quiera….- me sentí tonto al no quedarme con Vanesa.
-YO: ¿crees que lo hizo?
-SARA: si la cita fue bien, si.
-YO: no era una cita…
-SARA: jajaja ¿no? ¿Toda una tarde/noche de paseo por la playa, tomando helados, dando besos y cenando juntos? Claro que era una cita, pequeñín.
-YO: pero ella no lo dijo.
-SARA: que inocente eres, que lo diga es diferente a que lo sea, ¿iba mona?
-YO: ¡si!, con un vestido a rayas muy bonito…….- el gesto de Sara dándose la razón hizo que en mi cabeza se cayera un muro de estupidez.
-SARA: jajaja lo bueno es que le gustas de verdad, y si fuiste todo un caballero, ahora mismo estará pensando en ti, en tus fuertes brazos subiéndola por las escaleras, en el calor de tu cuerpo en contacto con el suyo, y el ritmo de tu corazón latiendo en tu pecho – lo decía mientras recorría con sus dedos mi cuerpo.
-YO: te follaste a Jaime – solté de golpe, eso la descolocó.
-SARA: bueno……..si…..estaba muy borracha…..pero si.
-YO: ¿ya no estás harta de él?
-SARA: no es eso, cielo, es solo que llevaba media tarde cachonda perdida, necesitaba apagarme, y tú me dijiste que no – en eso tenía razón.
-YO: es que quiero…….necesito que lo de Vanesa salga bien.
-SARA: ¿le dijiste algo? ¿de nosotros?
-YO: todo.
-SARA pues si lo sabe y continua, no sueltes a esa chica …– no pensaba hacerlo –… por cierto, toma tu móvil, no para de sonar.
Me lo dio y tenia 20 mensajes de Vanesa, todos eran sonrisas y guiños, palabras dulces y cariñosas, incluso me mandó una foto de ella despertado en la cama, parecía recién levantada pero no podía ser si ella misma se hacia la foto, aún así me gustó el detalle. Al responderla con un saludo me dijo que sus amigas iban a la playa, preguntando si iba a ir yo, dije que si con los ojos cerrados, y la mencioné donde solíamos ir. Me puse en pie y me di una buena ducha, la casa cogía vida y Jaime salió del cuarto de Sonia, a la que se había vuelto a tirar por la mañana. Nos encontramos a Jony en el sofá de abajo, ido, Sonia le sacó de casa a patadas y le dijo que no se molestara en buscarla más. Mi madre fue la última en salir, iba con una resaca enorme, me dio un abrazo y me preguntó por Vanesa, sonrió alegre al escucharme hablar de ella, y al saber que la vería en la paya apresuró a todos a prepararse.
-CARMEN: vamos chicos, que es un día largo, desayunen bien.
-YO: ¿largo?
-CARMEN: es jueves, ¡hoy abre la discoteca!
-MARTA: ¡jajaja eres insaciable mamá!, ¿quieres ir de verdad?
-CARMEN: ¡pues claro!, y esta tarde más juegos, quiero divertirme.
-SARA: jajaja os lo dije.
-JAIME: por mi vale.
-SONIA: pues ir buscando maromos, por que Jaime es mío esta noche, lo de ayer me dejó muerta.
-JAIME: jajaja, todo tuyo – la azotó con fuerza varias veces, fue como un ficha de dominó, y las 3 mujeres suspiraron al escuchar los azotes, ya se las había follado a las 4 y las tenia en su mano.
-YO: yo con Vanesa no sé si me quedaré….
-CARMEN: tráetela, no pasa anda.
-MARTA: claro, si quiere que venga.
-YO: no se si nuestros juegos la gustarán.
-JAIME: solo nos divertimos, tú tráemela – de la mirada que le eché achantó la cabeza.
-YO: vendrá si ella y yo queremos venir…- mi madre me cogió del brazo, como hacia con mi padre cuando sabia que estaba enfurecido – …se lo preguntaré.
Fuimos a la playa y me pasé un rato buscando a Vanesa, mientras que Jaime se daba un festín con Sonia, todas con sus relucientes biquinis diminutos de tanga, hasta que en horizonte vi a un grupo de chicas, y a un lado a Vanesa, con una camiseta grande enseñando un hombro y tapándola hasta las rodillas.
-CARMEN: ¿es esa?, es mona.
-YO: es muy guapa.
-MARTA: jajaja tú tranquilo …– me frotó la cabeza, sabia que yo necesitaba que funcionara. Al verme Vanesa, correteó y dio un salto para llegar hasta mí, que me adelanté, me cogió de la nuca y me dio un beso corto y suave.
-VANESA: ¡hola! – se apoyó en mi pecho y levantando un pie de la arena.
-YO: hola, ¿has descansado?
-VANESA: si, fue muy dulce que me acostaras, deberías haberte quedado a dormí…….- “Sara tenia razón”.
-YO: es que estabas tan tranquila que no quería molestar.
-VANESA: tú nunca me molestas…….- me dio otro beso y vi como alguna de sus amigas la miraban sorprendidas, supongo que igual que mi madre y mi hermana nos miraban, detrás de mi.
-CARMEN: hola bonita, encantada, soy la madre de Samuel…….- le dio la mano.
-VANESA: jajaja si, ya la vi en la discoteca el otro día.
-CARMEN: espero que no hiciera el ridículo, hace mucho que no salgo jajajaja
-VANESA: nada mujer, yo tampoco, pero ese día mereció la pena salir……- me cogió de la mano y mi madre suspiró emocionada.
-CARMEN: jajja si, mi niño es especial.
-MARTA: hola, soy su hermana, Marta.
-VANESA: ¡ah, si! jajaja no para de hablar de ti, te pone por las nubes.
-MARTA: es muy amable, y un buen chico, no me gustara que le hicieran daño…….- salió la vena protectora de una hermana mayor.
-VANESA: Samuel es mucho más fuerte de lo que parece – no sabia si la cosa iba bien o mal, pero al menos Vanesa no se achantaba.
-CARMEN: pues un placer conocerte, y si no te parece muy osado, esta tarde vamos a jugara un rato en casa antes de ir a la discoteca, si te quieres venir, estás invitada – quería habérselo dicho yo antes.
-MARTA: no te sientas obligada, pero para ir conociéndonos y eso…….
-VANESA: claro….- me miró a los ojos buscando aprobación – …si no molesto – la abracé con dulzura.
-YO: tú nunca molestas – sonrió y me perdí en sus ojos.
-CARMEN: pues nada, nos vamos a dar un chapuzón, aquí os quedáis, “tortolitos” – se separaron y me quedé con Vanesa.
-YO: lo siento, quería decírtelo antes, pero……
-VANESA: no pasa nada.
-YO: si pasa, en esos juegos…..se bebe mucho, y Jaime se aprovecha, ayer se folló a Sonia, la tetona de ahí, la única que le quedaba sin estrenar, para luego tirarse a mi tía, la rubia de la lado, se las señalé
-VANESA: ¿esa es la que estos días te has…….? … – asentí – ….me voy a tener que poner celosa, es muy guapa jajajaja
-YO: si……parecía ir en serio con lo de hartarse de Jaime, pero cuando llegué me pidió que la tomara, y al decirla que no, se lío con Jaime.
-VANESA: ¿y por que le dijiste que no?
-YO: pues…….por ti…….¿no? – me cogió de la cara poniendo morritos, como si hubiera dicho el poema más hermoso jamás escrito.
-VANESA: jajaja no somos novios, y ayer ya te dije que no me molestaba.
-YO: pues me gustaría…..- giró la cabeza confusa.
-VANESA: ¿que me molestara?
-YO: no………..ya sabes….lo otro…….- estaba rojo de vergüenza, para ser una petición de noviazgo fue pobre, pero era a mi 1º vez.
-VANESA: ¡¿quieres que seamos novios?! – lo dijo tan ilusionada que me pareció irreal.
-YO: pues…….no se….ayer lo pasé muy bien….eres genial, y……..pensé que….- me cogió de la mano y se frotó la mejilla con el dorso.
-VANESA: ¡pues claro que si, bobo!, ¡me gustaría un montón jajaja! – se aferró a mi cuello y se estiró para besarme un par de veces.
Nos sentamos apartados bajo una sombrilla y hablamos un buen rato, me divertía mucho como hundía los pies en la arena y jugaba con los dedos mientras caía, luego se quitó las gafas y vi que era tan guapa con ellas como sin ellas, pero con ellas tenia un morbo especial. Se puso en pie y se sacó la camiseta, dejándose en biquini, era de colores vivos a rayas, con lazadas a los costados, la nuca y la espalda, amplio sostén para guardar la mayor parte de 2 pechos grandes y salientes, un culo firme, redondo y bien puesto, con un vientre fino y cintura diminuta, con buenos muslos pero el resto de piernas o brazos finos y esbeltos.
-VANESA: jajaja no me mires así, que me da vergüenza…..- “¿de qué?” quise saber.
-YO: lo siento…….es que……eres espectacular.
-VANESA: ¿de verdad lo crees?, yo me veo un poco rara, muy delgada por unas partes y ancha por otras…..- no mentía ni decían nada raro.
-YO: lo digo en serio.
-VANESA: ¡pues me has alegrado la mañana! jajjaja, ¿vamos al agua?, me estay asando aquí.
Al quitarme la camiseta creo que me sentí como ella, iba con el bañador nuevo y me veía arrebatador al observar como me comía con los ojos, como creí que nadie haría nunca. Me cogió de la mano y nos metimos en el agua, pensé en jugar a hundirnos con ella, pero antes de que pudiera hacer nada, se me echó encima, se subió a mi espalda, y entre risas nos hundía a los 2. Al rato, la vi con todo su pelo mojado, y sus indestructibles rizos, le daban un aire salvaje que me encantaba, pero creo que revolcada de mierda también me gustaría. Se acercó a mí contoneándose, escurriéndose el pelo con las manos en un hombro, y se me subió a pecho pegando sus senos a mi cara, la abracé con ganas de no volver a soltarla nunca, y nos quedamos flotando como nenúfares dejado que el oleaje nos meciera.
-VANESA: si no quieres, no iré esta tarde.
-YO: no es que no quiera, me da miedo.
-VANESA: ¿por lo que pueda ver? Ya vi a tu madre muy suelta…..
-YO: mientras solo sea ver….pero si juega Jaime se aprovechará, siempre lo hace.
-VANESA: ¿y tan malo es?
-YO: ¿y si te enamoras de él como ha hecho con todas?
-VANESA: jajaja no seas crédulo, no las tiene enamoradas, las tiene encoñadas, no las conozco así que no juzgaré, pero me suena a un chulo playa y 4 salidas.
-YO: tal vez……..eso querría pensar……pero el resultado es el mismo, se las folla a todas, y no quiero que te toque.
-VANESA: pues no iré, pero tarde o temprano tendré que acercarme tu casa si vamos a ser novios, no puedes evitarlo siempre.
-YO: ¿y que hago?
-VANESA: confiar en mi, como yo confío en ti, te has acostado con tu tía y no me afecta, tal vez haga alguna locura, y si bebo más, pero solo quiero estar a tu lado, y si para ello tengo que pasar un mal trago, lo haré.
-YO: ¿y si lo que pasas es un buen rato…..con él? – pasó sus dedos por mi cara.
-VANESA: lo disfrutaré, y volveré a tus brazos.
Quise abrazarla tan fuerte que nos convirtiéramos en un solo ser, lo notó y se dejó caer sobre mis brazos, nos dimos una serie de besos cariñosos antes de volver a la orilla, allí nos tumbamos, apartados, a tomar el solo. Me quedaba mirando su piel, las gotas de agua salada resbalar por su costado y el sol iluminando su espalda, a la 4º vez que me pilló, me cogió de la mano y pasamos media hora jugando a entrelazar los dedos.
-YO: ven…….contigo me siento firme y seguro.
-VANESA: iré, pero solo por ti, recuérdalo cuando pero lo estés pasando.
-YO: lo haré – rodé a su lado y me recibió de costado, dándonos besos y carantoñas un buen rato, hasta que sus amigas la avisaron, se iban ya, Vanesa las miró con ganas de mandarla a la mierda y quedarse conmigo, pero se puso la camiseta y me abrazó tanto tiempo que sus amigas ya si iban, corrió tras ellas, a saltos alegres, y gritando.
-VANESA: luego nos vemos.
Al volver con mi madre, estaban todas con los senos al aire, y Sonia besándose con Jaime, que le estrujaba de los pezones con descaro. Marta estaba escuchando música mientras Sara y mi madre estaban sentadas charlando, al decirlas que Vanesa venia se alegraron más que yo, y me frieron a preguntas sobre ella. Regresamos a casa, durante la comida no dejaba de recibir mensajes de Vanesa, de golpe entendía a todos esos que van con el móvil en la mano a todas horas, tonteábamos diciéndonos chorradas, y descubrí que en vez de mandar emoticonos con caritas, mandaba fotos de ella poniendo caras, me resultó tan originalmente divertido, que hacia lo mismo.
Me acosté con Sara y Marta, para echarme una siesta, y escuchar de fondo a Sonia gritar como una cerda siendo sacrificada mientras Jaime le destrozaba. Para cuando llegó la hora de ir a buscar a Vanesa, mi hermana y Sara ya estaban con sus juegos medio inocentes de hacerse cosquillas, siempre conmigo de por medio. Fui en la moto a buscar a Vanesa, eran pocas calles pero el asfalto abrasaba, al llegar había otra fiesta montada, y Vanesa me dijo que entrara ya que aún no estaba lista, con un mensaje. Había como 50 personas dentro, todos adolescentes exaltados, y subí a su cuarto, la pillé saliendo de la ducha con una toalla sin cerrar a su espalda, al verme saltó a mis brazos con un lluvia de besos tiernos, y se fue vistiendo, el biquini de por la mañana y la camiseta.
-YO: deberías ir con más ropa…….
-VANESA: ¿voy mal?
-YO: no…….es que…….
-VANESA: ¿tu madre es muy puritana?…..– la sorna era evidente – …por que las he visto esta mañana con sus mini biquinis jajaja
-YO: no…..es que….si vamos a jugar a algo…y si es lo siempre…..pagas prendas, es mejor llevar mucha ropa, o Jaime te tendrá desnuda antes de que te des cuenta.
-VANESA: ¡joder con el Jaime…..! – se quitó la camiseta y se puso una falda corta, una camiseta de tirantes con una camisa abierta y sudadera por encima, al cambiarse la vi en biquini, el sujetador era con refuerzos en el pecho, espectacular, con su melena rizada alborotada y sus gafas de pasta, estaba para comérsela.
-YO: ¿eres real? – me abrazó y luego me besó con ternura.
-VANESA: ¿tú que crees? jajaja eres muy dulce – “que ojos más azules”, la 1º noche no lo vi, pero ahora con la luz del sol eran 2 piedras cristalinas de cielo. Dimos un paseo de vuelta.
-YO: ¿y como es que no tienes novio?
-VANESA: ¿y tú novia?
-YO: pero tú eres mucho más guapa que yo – me cogió de la mano y me dio con el hombro con una sonrisa en los labios.
-VANESA: eres un encanto, pero no debes pensar así, eres mono, y de los pocos que saben como empieza el numero Pi por aquí….jajajaja además, tengo un síndrome raro, me gustan los chicos algo tímidos y retraídos, es como sacarlos del cascaron.
-YO: visto así……pero no entiendo por que estás sola, tendrías al hombre que quisieras.
-VANESA: y lo tengo………..cogido de la mano – me paré en seco, me quedé mirándola perplejo, llevó el dorso de mi la mano entre sus pechos y besó mis dedos, cerrando los ojos.
-YO: ¿donde has estado toda mi vida?
-VANESA: jajajaja buscándote – “Alberto, si, creo que es un buen nombre para nuestro 1º hijo varón”.
-YO: espero que no te asustes por lo que pueda pasar, pasan cosas muy locas con Jaime.
-VANESA: ese tal Jaime es un pieza, si no quieres no abriré la boca, pero me parece increíble que le dejes hacer esas cosas.
-YO: no le dejo, pero no puedo con él, sabe mucho de mujeres, las tiene a todas a su merced, mi hermana se había librado pero usó el juego para tomarla, se folla a mi tía, a mi madre y ahora al irme estaba machacando a Sonia, era cuestión de tiempo que cayeran una tras otra.
-VANESA: bueno, si lo desean, no soy nadie para criticarlas.
-YO: tú ten cuidado, Jaime también me ha dicho cosas de ti……..- “y casi le tiro por un balcón por ello”.
-VANESA: me empieza a caer mal el chico jajajaja – otra cosa que teníamos en común.
Llegamos, ya estaban todos sentados en una gran mesa en el salón, con una nevera llena de cervezas heladas, y 7 botellas de todo lo que se les ocurrió. Jaime comandando a las demás, por muy fuerte y grotesco que fuera el día anterior, las 4 mujeres estaban dispuestas a volver a jugar a aquello, pero iban preparadas.
Mi madre y Sara, camisón y falda, para sumar una prenda más, Sonia iba igual pero con medias, 2 prendas más. Mi hermana la siguió con las medias, sumando una gorra, y esta vez poniéndose una camiseta y una chaqueta fina, todas con el biquini minúsculo debajo. Jaime iba solo con el bañador, yo iba con uno también y una camiseta, pero me puse otra camisa abierta por encima, además de 2 calcetines. Charlamos un rato en el que Vanesa se mostró dulce y tierna con mi familia, pero tocaba jugar. Vanesa me dio otro beso que me dejó sin habla un buen rato, como para coger, o dar, fuerzas, y me acariciaba en el brazo.
-JAIME: bien, las reglas son las mismas, por deferencia a nuestra nueva amiga las repetiré, se reparten cartas, 1 por persona, la de menos valor pierde, una lata de cerveza o un chupito a palo seco, del tirón, y elige verdad o atrevimiento, puedes librarte de hacer nada quitándote una prenda, pero antes de decidir, nunca después, luego no puedes mentir ni negarte a nada, ¿entendido? – asintieron y empezamos de nuevo.
Mano tras manos el juego era algo inocente, como siempre al inicio, solo pasadas 2 horas Jaime empezó a hacer de las suyas, la bebida subía y la ropa bajaba. Antes de darnos cuenta mí madre estaba en biquini y Sara solo con la parte de abajo, Sonia había tenido que darse un par de chapuzones en la piscina marcando tetas, Marta había dicho que perdió la virginidad a los 15 con un mayor de edad, y yo había tenido que llamar a mi padre y gastarle una broma telefónica. Todos con un globo descomunal, hasta Vanesa sonreía sin motivo, aún tenia todo puesto menos la sudadera, y casi todas sus pruebas fueron besarme o hacerme cosas a mi, incitadas por mi madre o mi hermana, protegiéndola mientras eran capaces. Si las decisiones se tomaban en grupo, era inocente, pero en un momento dado Jaime volvió tomar el poder.
-JAIME: pierde Carmen – bebió la cerveza de turno con sonrisa tímida, luego eligió atrevimiento – necesito unos pechos normales jajaja los de Sonia me matan , ahora me comeré las suyas – mi madre se puso en pie ante el asombro de Vanesa, y se quitó la parte de arriba, sentándose en sus rodillas, Jaime le apretó los pezones y se los chupó, fue el disparo de salida, después de dejarle los pezones como pitorros de carretera la dio un azote y la dejó irse, se le olvidó volver a ponerse el biquini de arriba como prenda a poder pagar.
-CARMEN: uff…….voy a subir el aire acondicionado, que tengo calor…..- al repartir perdió Jaime, que pagó prenda y se quitó el bañador dejando su rabo tieso al aire, ya empezaba su show, pero de golpe Vanesa se rió a carcajadas, cosa que dejó descolocado a Jaime, que esperaba que se quedara perpleja, como las demás.
-YO: otra mano – quise pasar rápido, pero me gustaba como Vanesa le desmontó desde lejos, perdí yo.
-JAIME: quiero que….
-VANESA: ¡cómele las tetas a Sonia ..…!– soltó como sin querer, Sonia se levantó y, como mi madre, se quitó la parte de arriba del biquini, no me creía que grandes eran, las amasé como pude y lamí sus pechos con calma, se veían las marcas de dientes de Jaime.
Me pasé 3 manos sin jugar chupando sus pezones y mi polla golpeaba entre sus mulos sujeta por el bañador. Al volver a jugar, Sonia si se puso la parte de arriba, le di un beso de agradecimiento a Vanesa, que lejos de mostrarse celosa vi travesura en sus ojos. Siguiente mano, Jaime repartió para pasar a más. Perdí, tuve que hacerle un baile erótico…… ¡a Marta!, sentada en una silla, como iba medio empalmado y algo mareado, intentaba no tocarla pero la daba golpes con mi polla de vez en cuando, Marta se tapaba roja como un tomate, pero luego empezó a moverse y reír. La siguiente mano palmó Vanesa, que ya perjudicada, eligió atrevimiento.
-JAIME: bien, ¿que tal un buen morreo con tu futura suegra? – mi madre se fue a por ella, la puso en pie y la cogió de la cara, juntaron sus labios, una vez, y otra, hasta que abrió la boca y vi como mi madre le metía la lengua a una total desconocida, que yo me había follado, y conocía solo de haca 3 días. La respuesta de Vanesa fue cogerla el culo y devolverle el beso con lujuria.
-YO: ya basta, ¿no?
-JAIME: pero si te está gustando…..- era verdad, estéticamente era digno de admirar, pero no por ello dejaba de ser raro. Un par de últimos besos sonoros las separaron, al pasar por detrás de Jaime, azotó el trasero de mi madre con brío –… esa es mi chica.
-VANESA: ¡joder, tu madre besa de cine!, me ha puesto cachonda y todo – me susurraba.
-YO: ten cuidado, Jaime está al acecho – me guiñó un ojo en señal de confianza, esta vez perdió Jaime, que ya desnudo tuvo que elegir verdad.
-VANESA: ¿la tienes más grande que Samuel? – casi me caigo al suelo.
-JAIME: pues no lo sé, no las he medido……. – sabia que si.
-VANESA: ¡pues pollas a la mesa!…. – las chicas aplaudieron y yo obedecí sonrojado –…. pero tienen que estar bien duras, para saberlo, ¿una ayudita? – se arrodilló a mis pies, y comenzó una paja suave, para luego besar y chupar el glande. Al verlo, Sara se dedicó a lo mismo con Jaime, una vez duras nos pegamos junto a la mesa y las pusimos a lo largo, gané, y por goleada, no solo era ligeramente más larga, si no mucho más ancha.
-CARMEN: ¡vaya pedazo de polla gasta mi niño jajaja!
-SARA: ya te digo hermana…….. ¡Vanesa, eres afortunada! – Vanesa sonreía, veía algo en ella que yo no alcanza a divisar.
-VANESA: lo sé – me besó y me dio vueltas todo, pero pasado un rato entendí su jugada, todas las chicas dejaban de mirar a Jaime, y me miraban a mi. Otra mano, y perdió Sara, que desnuda eligió atrevimiento.
-JAIME: pufff yo después de la mamada no me quedo así, una cubana ahora mismo – Sara se sentó a sus pies, y Jaime se lucio apretando sus senos contra su miembro, le había dolido en el orgullo la comparación, y se cebó con Sara mientras los demás mirábamos. Sonia se masturbaba sin descaro, mi madre con disimulo y Vanesa se sentó en mi regazo y nos dábamos el lote a la espera de acabar, Jaime duró unos 15 minutos hasta que la llenó de semen el pecho, la dio tantos azotes que tenia el culo rojo, las chicas estaban de nuevo perdidas con Jaime, pero bastó una simple frase.
-VANESA: bueno…..no esta mal…..- cogiéndome de la mano y dedicándome un mirada perturbadora, una serie de sonrisas en todas subió el ambiente, comprendí que daba a entender que yo lo hacia mejor y ella lo sabia por propia experiencia, cuando no era así. Otra mano y perdió Vanesa, que se quito la parte de arriba y mostró sus tetas aprisionadas y rebosando en el biquini.
-JAIME: puffffff vaya par.
-VANESA: muy amable, Samuel dice que son perfectas – la miré confuso, ¿lo pensaba? ¿se lo había dicho?
-SONIA: bueno……..- los senos grandes era su terreno, y ahora tenia competencia. Otra mano y esta vez perdió Sonia que se quito la parte de arriba y se lució mostrando su pecho desnudo ante Vanesa, que la siguiente mano se la devolvió y quedaron la 2 enseñando 4 pechos que ni un Miguel Ángel salido.
-CARMEN: ¡por dios, ¿que os dan de comer ahora? jajaja! – perdí yo, y la verdad fue confesar que me había hecho pajas pensando en mi madre, o viendo a mi madre.
-JAIME: ¡es que es normal, con esa madre……! – otra mano y perdió Marta, que se quitó la parte de arriba, todas enseñando las tetas ya.
-MARTA: pufff es que con estas 2 cualquiera luce pecho aquí… jajajajaja – aún así, mientras que Vanesa y Sonia eran voluptuosas, el pecho de mi hermana era precioso. La siguiente mano perdió Sonia, que se vbebio su 10º chupito de ron.
-SONIA: atrevimiento.
-JAIME: jajja me parece que todos queremos ver esto, un masaje tuyo a Vanesa en sus pechos, usando aceité, y solo usando tus pechos jajajaja – hasta a mí me pareció una gran idea.
El espectáculo fue una autentica barbaridad, Sonia se sentó en su regazo y vació un bote de aceite corporal entre ambas, para, con las manos atrás, empezar a estrujarse las tetas de una contra la otra, Jaime no se cortó y se masturbaba ante aquello, y a mi me faltó poco.
-VANESA: pufff…..que calor……- estaba cachonda pedida, lo que buscaba Jaime, que en un par de manos mas tarde la pilló, perdió y pidió atrevimiento.
-JAIME: lo siento Samuel, pero quiero comerme las tetas de tu chica – sin 10 cervezas y 3/4 de Vodka a palo seco, le hubiera matado, solo decía que no con la mano.
-CARMEN: ¡jajaja que grosero, no, otra cosa!
-VANESA: no puedo negarme…..- me dio un beso largo y se subió a la mesa, sentando delante de él, abriéndose de piernas, Jaime se pasó 5 minutos lamiéndola y jugando con ella, yo estaba rojo de furia. Vanesa no era de piedra y gemía mientras se apretaba los senos, Jaime repasaba sus pezones con la lengua y lo chupaba hasta hacerla sonreír, en un completo silencio incómodo.
-JAIME: ¡dios, que bien sabes! – cogió de la nuca a Vanesa y la metió media lengua hasta el esófago, pero ella se apartó con una mano en su pecho.
-VANESA: ¡quieto!, eso no era parte de la prueba……. uffff……..buena lengua, eso si tengo que reconocerlo – temía haberla perdido, al volver me dio otra serie de besos, para cogerme de la mano por debajo de la mesa, cosa que me tranquilizó un poco. Otra mano y perdió Marta, que se quedó desnuda, después mi madre, y luego yo, a estas alturas todos elegimos quedarnos desnudos.
-CARMEN: ¡esto es divertidísimo! – la tocó palmar, atrevimiento.
-JAIME: tengo un idea pero es una burrada, pero si la digo no te puedes negar.
-CARMEN: jajaja dila.
-JAIME: ¿seguro?
-CARMEN: si, bobo.
-JAIME: cómale el coño a su hija mientras ella se lo come a usted – me puse en pie furioso, pero mi madre me chitó.
-CARMEN: son las normas…..no voy a ser menos que las demás……- Marta estaba tan perdida que, cuando la cogió en brazos y la subió a la mesa, metió su lengua en el coño del que nació sin pensarlo, mi madre en cambió tuvo algún reparo, pero al final separó los labios mayores y se lo comió, fue brutal, hasta para Jaime que ya estaba pajeándose de nuevo. Marta se corrió enseguida, pero mi madre tardó unos 5 minutos, en los que Marta se tuvo que esforzar.
JAIME: da gusto jugar con gente así……- perdió Sara, y en atrevimiento no pudo más.
-SARA: cómemelo Jaime – se recosto sobre la mesa arriendes de nalgas ofreciéndose, y Jaime acudió presto a meter su cabeza tras ella, la dejó rota en 10 minutos animales en que se corrió 3 veces, mi madre se masturbaba y Sonia le estaba regalando un dedo a Marta.
-VANESA: ¿y esto es así todos los días? – me susurró.
-YO: si, y me temo que en adelante seguirá,……- sonrió y me empezó a pajear.
-VANESA: me voy a tener que venir a vivir aquí jajajajaja – y se hundió mi miembro en la boca, lo que pudo, todo era una nube de sudor sexo y descontrol, gozaba de sus labios en mi glande y de sentir sus senos aplastados contra mi muslo. Me vacié en su boca y me dejo estupefacto verla tragárselo. Para entonces todos tenían un subidón de escándalo.
-JAIME: ¡bien, últimas 3 manos, cenamos y a la discoteca! – perdió Marta, que aún no se había recuperado de lo de antes, y escogió comérselo a Sonia.
-CARMEN: va a coger practica jajajajajja – la penúltima la palmó Vanesa, que en verdad reconoció cuantos hombres se habían acostado con ella, nombre y apellidos con el número de veces, fueron pocos la verdad, esperaba que muchos hombre se hubieran fijado en ella.
-JAIME:! la última la del sexo seguro!, quien pierda tiene que follar con quien elija del otro sexo – eran casi las 9 y media, y al darle la vuelta a las cartas, palmó mi hermana
-MARTA: ¡joder!………vamos Jaime….
-CARMEN: lo dices como si te costara jajajajaja
-MARTA: ¿y que hago? ¿me tiro a mi hermano? – fue retórica pero resonó en mi mente, Jaime sonreía, aquella jugada de la última mano le iba reportar muchos polvos.
Él se puso en pie y recostó a Marta sobre la mesa de espaldas, al abrió de piernas y la acarició hasta tenerla lista, la penetró con fuerza sacando un bramido dulce, y la cogió de los senos mientras comenzaba a ponerse serio con ella, Marta gemía y se ponía roja de pasión. Vanesa sonrió y me dedicó una mirada libidinosa, me besaba con lengua mientras la magreaba las tetas, y mi madre, a su ritmo, trataba de engullir los senos de Sonia.
Jaime hacia temblar la mesa y a Marta, mientras que Vanesa se dedicó a chupármela con vicio, se trababa por que sus labios no deban de si, pero pasaba del glande. Me corrí como un animal, di 4 latigazos largos y la manché la cara, la boca y el pecho, justo cuando Marta tuvo su un orgasmo. La dio la vuelta dejándola colgada de la cintura en la mesa y la embistió por detrás haciendo vibrar y gozar de sus movimientos de cadera a Marta. Para cuando Jaime se corrió mi hermana ya le pedía que no parara, metió sus dedos en ella y la llevó a otro orgasmo que encharcó el suelo, un aplauso general lo llenó todo.
Jaime se pasó unos minutos sobando y azotando a Marta, mientras los demás cenábamos, y por turnos nos duchamos y nos preparamos para la fiesta, esta vez fui menos arreglado, pero me sentía mucho más confiado, mientras que Jaime fue al revés, salió como un pincel, y creo que con la sensación de que había fallado un tiro claro con Vanesa.
Las chicas se vistieron para arrasar de nuevo, mi madre y mi hermana escogieron el mismo estilo, falda corta negra con vuelto, tacones y top llamativo, casi eran gemelas. Sara escogió un vestido rojo que era un rectángulo desde lo pechos hasta los muslos, con 2 ligeros tirantes en los hombros y toda la espalda al aire. El remate fue que Vanesa no tenia ganas, o fuerzas, para volver a cambiarse a su casa, y se puso ropa de Sonia, que si bien tenían tallas similares de busto, las caderas eran otra historia, así que Sonia salió con un vestido verde ceñido y ajustado a su piel, sin hombros, con solo un capa de tela a modo de collar bajando por su garganta hasta el resto del vestido, sus senos rebosaban por los lados. Vanesa salió con un vestido azul de tela brillante, sin sujetador y un escote hasta el ombligo dejando ver sus tetas en gran parte, con falda a las rodillas, pero con su cadera le subía hasta el muslo alto, resaltado su figura en forma de 8.
-YO: ¡madre mía, estás increíble! – quizá algo vulgar por el escote tan amplio, pero arrolladora.
-VANESA: jajaja gracias, ¡esta noche quemamos el local chicas!
-CARMEN: ¡si!
Se repitió el guión, chupitos nada más llegar, probamos la absenta y del pelotazo casi perdemos a Sonia. Teníamos a 5 mujeres y éramos 2 hombres, por suerte mi hermana encontró a unas amigas de la playa y se quedó con ellas, eso nos dejó un 2 vs 1, me quedé con Vanesa y Sara, mientras Jaime con mi madre y mi Sonia. No se quien salió ganando o perdiendo, se que estaba gozando. Mientras me centraba en Vanesa, Sonia se afanaba en frotar sus protuberancias contra mí.
-VANESA: creo que esta quiere montarte……
-YO: ¿Sara? Que va, ya la has visto con Jaime.
-VANESA: te toca mucho.
-YO: lo hace siempre, me hace cosquillas, no es raro…..
-VANESA: pues te mira con deseo, me voy a tener que esforzar, ahora eres mi chico, y te buscan muchas en esa casa.
-YO: ninguna quiere conmigo, quieren a Jaime.
-VANESA: después de lo de hoy, no, ¿has visto como te han mirado cuando habéis comparado trancas? jajaja y si no me crees, besa a Sara, hazme caso, cuando lo hagas la tendrás encima siempre que quieras.
-YO: pero a mi me gustas tú – me acarició la cara con torpeza.
-VANESA: y tú a mi, mucho jajajaja tienes que pensar que estoy un poco loca, pero me gusta la marcha, y tu casa es una locura, me encanta, pero Jaime…… puedo ayudarte contra él, si quieres – aquello me dejó pensativo, pero ya hablaríamos de eso sobrios.
Los mojitos aparecieron, y luego el “wish-cola” de toda la vida, iban tan cargados que parecía que les regalaban las botellas, Sara se bebió 3 y Vanesa 2. Pasado cierto tiempo las dejé retozando una con la otra y busqué a mi madre o mi Sonia. Encontré a Sonia, sin ropa, a 4 patas siendo follada desde atrás por Jaime, estaban en mitad de la discoteca, y de remate Sonia se la chupaba a otro tipo.
-YO: ¿que coño pasa?
-JAIME: aquí la niña, me ha dicho que quería follar como una puta, y aquí estoy, cobrando 10€ por mamada mientras me la tiro jajajaja – me fije y había una cola de 20 hombres, en el tiempo que estuve se la comió a 4, y cuando Jaime se corrió, Sonia terminó en el suelo en plan profesional con el vestido por la cintura, tenia una polla en cada mano, se la chupaba a otro y uno se follaba sus tetas. Según creo recordar, Jaime ganó 140€ aquel día, cubriendo las copas….al menos tuvo la decencia de que solo podían los que usaran condón.
-YO: ¿y mi madre?
-JAIME: adivina……
-YO: ¡el puto mulato!
-JAIME: te juro que he tratado que se quedara conmigo, tenia ganas de darle su merecido esta noche……pero ella misma se ha ido con él.
Me fui a buscarla, y la encontré con los 2 mismos del otro día, el grandullón estaba sujetándola de frente, pero el de atrás estaba con la polla fuera pajeándose usando el culo en tanga de mi madre, el grandullón le había bajado los tirantes del top y le comía los pezones.
-VANESA: ¡joder con tu madre!- me pilló alucinando.
-YO: ¡no me lo creo!
-VANESA: pues créetelo, por que está pasando – se puso pegada a mi, sentí su culo en mi miembro duro y mis manos buscaron sus senos, abrió el escote del vestido con facilidad, y acariciaba sus pezones con fuerza.
Mi madre estaba ida, se ponía de puntillas para ayudar al de atrás a frotarse su buena polla negra contra sus nalgas, mientras que ascendía por el otro, que intercambiaba los pezones con su boca al besar. El de atrás se corrió llenándola el culo de semen a mi madre, se lo azotó y se alejó, mientras que el grandullón la susurró al oído algo y ella asintió traviesa, al darse la vuelta me vio con Vanesa.
-CARMEN: hijo…..estoy mareada, este hombre me lleva a casa – señaló al mulato y sin más se fue.
-VANESA: ¿quieres que les sigamos como la otra vez?
-YO: ya se lo que harán, ahora te deseo a ti – busqué su entrepierna con la mano y sonrió halagada, froté su húmedo interior y lamí su pechos con mis nuevos conocimientos adquiridos.
-VANESA: ¿nos vamos a tu casa o me follas aquí mismo? Por que yo no puedo más….te necesito – dudé, no quería ir a casa, pero tampoco hacerlo allí.
-YO: vamos a la playa.
Me siguió alegre, nos separamos unos 400 metros y nos tumbamos en la oscuridad, Vanesa se quito el vestido y el tanga, me desnudó tumbándome boca arriba, me montó de rodillas, si pajeaba mi tranca ya como una barra candente, mientras acariciaba sus aureolas sacándola leves gemidos. Alzó la cadera y buscó la penetración dirigiendo con su mano, le costó horrores coordinarlo, al meterme en ella casi sentía su dolor y esfuerzo inicial, se apoyó en mi pecho y empezó a subir y bajar lentamente. Verla de fondo con las estrellas y la luna, sus ojos azules y sus gafas de pasta tras los rizos meciéndose, me volvieron loco, la cogí del culo y desaté un infierno entre sus piernas olvidándome de dosificarme. Vanesa gimió, maldijo, lloró, río, y gozó todo a la vez, cayó de lado en un orgasmo tenue, y la puse boca arriba de piernas abiertas apoyando su espalda en al arena, embistiendo furioso, una y otra vez, haciéndola levitar medio segundo entre cada golpe y amansando sus pechos.
-VANESA: ¡oh dios, que gusto, no pares, que polla, dios!
-YO: te quiero, te quiero – repetía cual estúpido, pero era verdad, la tomaba y la amaba.
Se dio la vuelta quedando tumbada boca abajo, la metí buscando su coño desde atrás, hundió las uñas en la arena al sentir como la fundía en su interior, se corrió como si la matara y luego se dejó llevar hasta que me vacié en ella, dándola 2 sonoros azotes en el culo, se giró con gesto de alivio, y me besó tan fuerte que se incorporó sobre mi.
-YO: jajaja mira la arena – estaba la marca de ella y sus pechos.
-VANESA: ¡casi me entierras jajaja! – me abrazó mientras repasaba su cuerpo con las manos sacándola la arena pegada a su piel por el sudor.
(Siento si no soy muy detallado en estas partes, pero la verdad, iba con un ciego como una catedral).
Nos vestimos y regresamos a la fiesta, Jaime seguía con Sonia y su “negocio”, Marta se despidió pronto y se fue a casa con un chico, si prestaba atención le esperaba una sorpresa en el cuarto de mi madre, y nos quedamos con Sara, que iba pero que nosotros inclusive.
-SARA: no voy borracha, solo tengo el puntillo…. – decía mientras no veía como su vestido se había girado y tenia una teta fuera, se lo coloqué demorando en colocárselas.
-YO: así está bien.
-SARA: gracias cielo ¿vamos a por otra copa?
-VANESA: ya vale por hoy, ¿no crees? Te has ventilado medio bar….jajajajaja
-SARA: jajaja pues si, necesito apagar mi fuego, estoy ardiendo y ha sido tu chico, me ha dejado que Jaime no me colma – eso me extrañó, Jaime follaba bien.
-VANESA: ya me ha dicho… – me abrazó para hablarme al oído – …está muy mal, como no te la lleves a casa le va a pasar algo.
-YO: venga tía, vamos a casa y descansamos.
-SARA: no, jajaja otra copa por fi, y luego en casa jugamos…..- puso su índice en mi pecho y se pegó a mi cuerpo.
-YO: no tía, otro día, ahora te llevo a casa
-SARA: jo, eres siempre tan bueno…..pero no me voy sin premio – miré a Vanesa que me la señaló con la cabeza, entre dándose razón y concediendo permiso, así que atrevido le cogí del culo a Sara hasta alzarla y darla un soberbio beso con lengua, no hubo fases, desde el 1º beso me lo devolvió y la degusté con mis labios, me cogió de la cara y se aferró sin soltarme.
-YO: dios, sabe a ron.
-VANESA: te lo dije, esta quiere mambo, y se lo vamos a dar – me la quitó de los brazos juntándose de forma sensual, Sara sonreía al notar como la acariciaba Vanesa, y la besó, que tampoco mostró resentimiento al sentir en las tetas las manos de la otra tocar con la maestría, ambas estaban rojas y deseando salir de allí.
-YO: vamos a casa.
El camino de vuelta lo hice con una en cada lado, cogiéndolas del culo, me sentí gigante por un momento y al llegar a casa las azoté hasta que subieron a mi cuarto, como hacia Jaime, se desnudaron torpemente y empezaron sin mí un festín lésbico memorable. Vanesa guiaba un títere que era Sara, la tenia abierta de piernas de cara y lamiéndola todo, yo me arrodillé detrás de Vanesa y se lo comía despacio chupando su clítoris. Al mirar, Vanesa masturbaba metiendo 2 dedos en mi tía, sin separar sus labios de su vulva, Sara se pellizcaba ofuscada en los senos, y gemía perdida, mientras Vanesa paraba a coger aire cuando sentía entre sus muslos una corriente eléctrica provocada por mi.
Me harté del juego y apunté mi miembro a la entrada de Vanesa, golpeé con mi tranca a lo largo de su coño, y arañó a Sara en las piernas al sentir como la penetraba lentamente, comencé un lento aviven para sacarla rueda, de manera que cada embestida repercutía en Sonia, fue colosal ver los senos de Vanesa rebotar sin que perdiera ritmo su lengua, y Sara explotó en un pequeño orgasmo en que cogió de la nuca a mi flamante novia y se la apretó contra su vulva. Sara al verme follándome a Vanesa se activó, apartó a Vanesa y me dejó caer sobre ella, la besé y lamía sus tetas mientras buscaba ser penetrada, al final sentí su calor y empujé letalmente, su cara cambió a todos los registros, y terminó cerrado los ojos y aguantando como una jabata hasta metérsela toda.
.SARA: ¡joder que polla, me mata, me abres mamón, fóllame, destrózame!
-VANESA: ya ha oído a la señorita.
Comente un violento ritmo que la sacó del universo, agarró un puñado de sabana con cada mano y su cara era su boca abierta de par en par, gritando, se la tapó Vanesa con sus senos, sabía como manejar tan tremendas tetas, Vanesa se puso encima de Sonia a 4 patas, mientras Sara la comía sus senos, yo acariciaba y masturbaba a Vanesa como me adiestró la que tenia debajo, y a la vez percutía en Sara, que no dejaba de gritar con cada inserción. Fue subiendo decibelios hasta reventar en un orgasmo que la sacó de mi frotándose posesa hasta vaciarse en unos chorros que mancharon media cama.
-VANESA: jaja mi turno – según lo dijo la penetré tal como estaba a 4 aptas, agarré su tetas y la pegue la espalda a mi pecho, podía apretárselos para llegar a lamerlos por encima de hombro desde atrás, mientras ella se frotaba el clítoris y gemía de forma descontrolada.
-YO: ¡que bien follas, me encantas, eres una diosa, eres mi diosa!
-ANESA: ¡si, lo soy, soy tu diosa, fóllame, dios, me encanta, ábreme! – daba largos suspiros de placer y volvía a repetirlo.
Todo era raro y nuevo, me gustaba, no obstante era mi 1º trío, probaba a acelerar a un buen ritmo mientras sentía sus senos rebotar en mis manos, era como tener un kilo de flanes en cada mano, y me llevó a dar tales golpes de cadera que sentía su trasero vibrar en mi pelvis. Sara estaba tumbada, casi cardiaca y reventada, acariciando a Vanesa sin alzarse, aguanté tanto que logré que Vanesa explotara en un orgasmo antes de llenarla de semen. Caí fundido a la cama con las 2 mujeres rotas, fue cuando vi a mi hermana en la cama del lado, desnuda y masturbándose.
-YO: ¿desde cuando estas aquí? – me tapé, aún hoy, no se por que.
-MARTA: desde que he escuchado a Sara gritar, ¡dios, como follas hermanito!
-YO: yo….es que…….verás…..
-MARTA: jajaja, a mi no tienes que explicarme nada, disfruta, te lo mereces
-YO: ¿y el chico de la disco?
-MARTA: me lo he tirado jajaja pero después de lo de Jaime en el juego, me ha sabido a poco…. – había subido a ver si era Jaime quien hacia gritar a Sara, y tirárselo, pero en cambio se pasó un buen rato frotándose ante mi, hasta correrse.
Al verla se me puso dura, y tomé a Sara de nuevo, estaba ida, pero mejor que Vanesa, hecha una bola temblando desde que la había follado. Sara no gemía ni nada, solo estaba roja y reía, ni cuando me corrí en sus tetas, a la par que en las de Vanesa, mostró sensación alguna más que tensión y placer.
Me di un ducha rápida para darlas paso a ellas, que una a una se asearon, nos acostamos abrazados los 4, y nos dormimos, caí en un sueño dulce y tranquilo sintiendo el calor del cuerpo de aquellas mujeres y un nuevo renacer en mi interior.
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Mi cuñada, mi alumna, mi amante (2)
Con el agua caliente cayendo sobre mi cabeza, los remordimientos volvieron a aparecer. Tras 12 años de monogamia, al segundo mes de casado, le había puesto los cuernos a mi reciente esposa, y nada menos que con su hermana pequeña.
Miré mi entrepierna, y vi mi flácido miembro aún embadurnado con los restos del fluido vaginal de mi cuñada mezclado con mi propio semen. Me limpié bien, y mientras me aclaraba, el sentimiento de culpa se convirtió en satisfacción por el polvazo que acababa de echar con el ardiente volcán que es mi joven cuñadita. Salí de la ducha rememorando cada detalle y, recordando con una sonrisa lo de mi mote, me sequé bien con la toalla. En ese momento me di cuenta de que toda mi ropa estaba en el salón-comedor, así que salí desnudo y me quedé petrificado cuando entré en el salón y me encontré con Patty de nuevo.
No se había movido de donde la había dejado, seguía desnuda sentada en el sofá, exhalando humo a través de sus sensuales labios, con una pierna cruzada sobre la otra y con sus pezones duros como para rayar cristal.
Mi polla reaccionó antes que yo mismo, y empezó a alzarse ante la visión de tan sensual imagen.
– ¿Pero no te habías ido?- pregunté sorprendido.
– No hay ninguna prisa, Tere no llegará antes de las 9, así que tenemos tiempo. Acércate.
Seguí paralizado observándola, recorrí con mi mirada su cara y todo su cuerpo desnudo salvo por las botas, ante esta visión mi verga respondió endureciéndose al máximo para apuntar al objeto de su deseo.
Me acerqué al sofá y me quedé de pie ante ella, totalmente desnudo, con mi polla tiesa como una estaca. Ella no se levantó, siguió fumando tranquilamente estudiando con su verdeazulada mirada todo mi cuerpo.
– ¡Cómo me gusta lo que veo!- susurró.
Descruzó la pierna y me mostró su coño con sus labios bien abultados de excitación. Comenzó a acariciarme el pecho con una mano, recorriéndolo y acariciando mis pezones para ponerlos duros. Bajó por mi vientre, deslizando sus dedos con suavidad, y siguió bajando. Acarició mi tremenda erección con delicadeza y sopesó con dulzura mis testículos produciéndome un agradable cosquilleo. Dio la última calada al cigarrillo, lo apagó, y mientras su mano izquierda acariciaba mis huevos su mano derecha empezó a acariciarme mi glúteo izquierdo. Fijó sus ojos en los míos, y sin dejar de acariciarme dijo:
– ¿Te chupa la polla mi hermana?.
– Sí- contesté yo anhelando lo que parecía que estaba por llegar.
– Tienes una polla deliciosa, no me extraña que mi hermana te la chupe todos los días y la quiera para ella sola.
– No me la chupa todos los días, sólo de vez en cuando.
– ¿No te hace una mamada cada mañana?. ¡Qué desperdicio!.
– Me la chupa alguna que otra vez, hasta que ve que estoy a punto y me pide que la folle.
– ¡Qué tía más egoísta!, entonces nunca te ha hecho una mamada como te mereces.
Sus palabras y caricias hicieron brotar la primera gota de mi polla.
– Me voy a comer esta polla y te voy a hacer la mejor mamada de tu vida, ¿te apetece?.
Esa pregunta estaba empezando a convertirse en una especie de código entre ambos. Yo no contesté, simplemente acerqué mi polla hasta sus jugosos labios. Patty besó la punta de mi verga y relamió la gota de líquido mirándome a los ojos. Su mano seguía acariciándome los huevos mientras su lengua recorría toda mi verga. Con los labios de nuevo sobre el glande me miró fijamente con sus ojazos y, sin apartar la vista, fue deslizando mi polla hacia su boca succionándola golosamente.
Sus labios eran suaves y su boca cálida y húmeda. Todo mi cuerpo se estremeció de placer y solté un profundo: “¡Ooooohhhh!”.
Mi cuñada se metió mi rabo en la boca todo lo que pudo, hasta que la punta tocó su garganta, pero aún así no llegaba a meterse todo mi marmóreo falo. Y si cuando se la metió me gustó, ni que decir tiene el gustazo que me dio cuando empezó a sacársela lentamente succionando con fuerza con los labios, hasta que el extremo volvió a salir con un característico: “¡Flock!”, fue increíble.
– Tienes una pollaza enorme y deliciosa- me dijo pajeándome suavemente con su mano.
– Ahora mismo es tuya, preciosa. Si me la chupas tan bien como acabas de empezar, conseguirás que me corra rápido.
– Mmm, es lo que quiero, que te corras pero sin prisa. Quiero disfrutar la polla de mi cuñado y hacerle sufrir de placer hasta dejarle seco. Quiero que nunca puedas olvidar esta mamada y no puedas pensar más que en repetirla.
– Ufff, la expectativa me está matando… ¡cómete mi polla de una vez!.
Patty me sonrió con cara de viciosa, y de nuevo, sin dejar de mirarme volvió a succionarme la verga. Sus movimientos eran pausados, con auténtica dedicación en cada uno. Chupaba y chupaba succionando mi músculo y acariciándolo a la par con su lengua. Yo estaba en la gloria, sin poder dejar de mirar cómo mi falo era engullido por sus sonrosados labios mientras sus ojos me miraban llenos de lujuria.
Poco a poco fui sintiendo que el orgasmo me llegaba, pero ella me la chupaba tan bien y despacio que en lugar de provocármelo inmediatamente, me mantenía todo el tiempo en un preorgasmo placentero y a la vez doloroso, porque mis huevos estaban totalmente llenos y necesitaban descargar.
Estaba volviéndome loco de placer, y empezaba a sufrir deseando correrme. Tras 15 minutos de increíble mamada estaba tan a punto que tuve que avisarla:
– ¡Patty, estoy a punto de correrme!.
Pero ella, en lugar de hacer lo que siempre hace mi mujer: dejar de chupármela y metérsela en el coño, o como mucho hacer que me corra terminándome lo empezado con una decepcionante paja, mi cuñada bajó la vista, cerró los ojos, y continuó succionando con más fuerza acelerando, ahora sí, el ritmo de las chupadas.
Entonces todo ocurrió como a cámara lenta. Sentí los primeros espasmos de mi próstata liberando el contenido que subía desde mis doloridos testículos.
– ¡Patty, me voy a correr en tu boca!- conseguí decir entre jadeos.
Mi querida cuñada debió sentir cómo mi polla se hinchaba aún más y palpitaba dentro de su boca, porque hizo una última y profunda succión con la que se sacó casi toda mi verga de la boca, dejando únicamente mi glande sujeto por sus labios y apoyado sobre su lengua. Esta última succión fue lo máximo para mí.
– ¡Patty me corro!, ¡me corro!, ¡me corroooooohhhh!.
Y así fue cómo todo mi cuerpo se estremeció con un tremendo orgasmo que me hizo mirar hacia el techo con los ojos en blanco. La corrida fue gloriosa, abundante y ardiente. Con varios espasmos descargué toda mi leche en la boca de mi cuñada, que sin sacarse mi glande lo acariciaba con su lengua degustando los borbotones de lefa. Sentí cómo le llené la boca con mi leche caliente y cómo poco a poco la iba tragando para poder seguir succionando y no dejarse ni una gota de mi esencia.
Cuando al fin terminé de correrme, sin respiración, volví a mirar hacia abajo para ver cómo Patty se sacaba la polla de la boca dejándomela totalmente limpia, sin rastro de semen. Se relamió de tal manera, tan eróticamente, que si no hubiese acabado de correrme en ese instante le habría embadurnado la cara de blanco.
– Deliciosa- dijo dándome un cachete en el culo y recostándose en el respaldo del sofá.
Encendió un cigarrillo, y mirándome mientras fumaba, comenzó a acariciarse el clítoris con la mano libre. Tenía el coño empapado, y estaba tan sexy fumando desnuda salvo por las altas botas negras, con las piernas abiertas y masturbándose, que no pude reprimirme. Me puse de rodillas y comencé a chuparle sus enormes tetas, acariciando con mi lengua sus duros pezones. Bajé por su vientre y le metí la lengua en el ombligo, lo que le produjo una carcajada. Seguí bajando y su mano me separó sus labios vaginales para mostrarme su clítoris, y lo ataqué. Estaba duro, caliente y muy suave. Lo acaricié con mi lengua una y otra vez, y ella tuvo que dejar el cigarrillo en el cenicero porque empezó a jadear.
Le succioné el clítoris con mis labios, y ella tuvo que agarrarse sus pechos con fuerza mientras su espalda se despegaba del sofá. Le agarré de su culito y bajé hasta amoldar mis labios a los suyos. El olor de su coño me embriagó y metí la lengua cuanto pude por su chochito dando giros circulares. Su coño ardía y de él manaban deliciosos jugos salados que yo bebía con devoción.
– ¡Ooooh, sssí, cariño!- decía ella entre jadeos-, así es como me gusta. ¡Ooooooohh!, cómeme el coño, ¡ooohhh!.
A pesar de mi reciente corrida en su boca, y del polvazo que le había echado sobre la mesa, mi cuerpo reaccionó como el de un adolescente y mi polla empezó a hincharse de nuevo animada por sus gemidos.
Volví a lamerle el clítoris y succionárselo con los labios. Sus gemidos eran cada vez más largos y aumentaban de tono. De su chocho fluían tantos jugos que con glotonería volví a bajar para bebérmelos todos metiéndole la lengua.
– ¡Ummm, me corro!- exclamó entre gemidos-, ¡Mmmm, Carlosssss, mmme corrrroooo!, ¡Oooooooooohhhhhhh!.
Me agarró de la cabeza atrayéndome a su coño con fuerza, todo su cuerpo se convulsionó y alcanzó un orgasmo que la hizo gritar con mi lengua dentro de su chochito.
Con unos rápidos lengüetazos relamí todos sus jugos, y ella se dejó caer de nuevo totalmente extasiada.
Con mi polla ya morcillona, me levanté y me senté a su lado. Ella me agarró la cara y me dio un largo y profundo beso metiéndome la lengua hasta la garganta y saboreando sus propios fluidos en mi boca. Después, buscó el cigarrillo que apenas había comenzado cuando empecé a comerle el coño y al comprobar que se había consumido, encendió otro ofreciéndomelo.
Al igual que en la ocasión anterior, compartimos el cigarrillo relajadamente y conversamos.
– Qué placer más increíble me has dado- dijo Patty sonriente-. Ha sido una gran comida de coño.
– Aunque creo que no ha sido comparable a la mamada que me has hecho- le contesté-. Ha sido la mejor mamada de mi vida, nunca había llegado tan lejos como para correrme dentro de la boca, ¡ha sido increíble!.
– Cariño, conozco mis dotes como felatriz, y llevaba tanto tiempo deseando probar tu leche que me he recreado especialmente. Tu corrida ha sido deliciosa, he sentido cómo tu polla estallaba en mi boca y me la llenaba con abundante leche densa y caliente. Me ha encantado saborearla, y sentir cómo se deslizaba ardiente por mi garganta ha hecho que mi coño se empapase.
Sus últimas palabras lograron el milagro final, a pesar del poco tiempo transcurrido, mi polla estaba de nuevo lista para la acción. Patty se la quedó mirando mientras le daba la última calada al cigarrillo, y tras apagarlo, me dedicó una mirada cargada de deseo acompañada de una viciosa sonrisa.
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Inevitable.
Ya era de día cuando nos despertamos, Sara tenia un dolor de cabeza descomunal, y al verme desnudo a su lado con Vanesa en mis brazos, sonrió como si se hubiera enterado en ese momento de lo que pasó esa noche. Vanesa estaba jugando con sus dedos en mis labios y mi hermana se había acostado a nuestro lado, los 4 en una sola cama, Jaime apareció, y al ver el percal bufó hastiado, y se durmió. Encontré a Sonia desnuda en la cama de Jaime y con un aspecto horrible, y lo peor fue al bajar al salón, estaba mi madre cocinando, y el puto mulato estaba allí.
-YO: hola.
-CARMEN: hola hijo, ¿que tal?
-YO: bien……..¿y este quien es? – el mulato se puso en pie mostrando que iba solo con unos calzoncillos nada disimuladores, y me saludó.
-MULATO: soy Joel.
-CARMEN: si, es…… un amigo que hecho……. no tenia donde pasar la noche, así que ha dormido aquí….pero ya se iba….. ¡¿verdad?!
-JOEL: claro mami, gracias por….su hospitalidad – se dieron un abrazo extrañamente incomodo.
-CARMEN: adiós, nos vemos……. esta noche…..- le acompañó a la puerta y se dieron un largo beso con lengua tratando de que no les viera. Al volver mi madre estaba roja, y no se atrevía a mirarme.
-YO: no pasa nada mamá, no tienes por que andar a escondidas.
-CARMEN: no se de que me hablas…….- la cogí de la mano y la abracé.
-YO: si lo sabes, igual que yo, ayer me acosté con mi tía haciéndome un trío con, desde hace menos de 24 horas, mi primera novia, no creo que sirva de nada avergonzarnos por lo que está pasando, que te traigas a un mulato de polla enorme y te des unas alegrías es de lo más normal que ha pasado por aquí – me miró abochornada.
-CARMEN: hijo……es que yo……hacia mucho que no me comportaba así….tu padre es muy estricto….y por 1º vez en mucho tiempo me estoy divirtiendo como nunca pensé que volviera a sentirme….¿hago mal?
-YO: no lo sé, pero ¿por que el mulato teniendo a Jaime?
-CARMEN: bueno…….es que Jaime se mueve bien, es divertido y me entretiene…….pero Joel…….ufff, me recuerda a tu padre de joven…. no solo es grande y fuerte, se maneja bien y me deja sin aliento – bajaba la cabeza algo abrumada.
-YO: solo te pido que tengas cuidado, no quiero que termines en líos de los que no puedas salir…no hace falta ir borrachos, ya no – me abrazó llena de felicidad al ver mi comprensión.
-CARMEN: gracias.
Vanesa bajó y desayunó con una naturalidad y desparpajo que me dejó helado, hablando con mi madre, o con Sara cuando bajó, de lo que había pasado y de cómo se había divertido. Acompañé a Vanesa a su casa, por el camino nos cuestionábamos un poco todo, aunque la verdad es que nos besamos más que hablar.
-VANESA: así que tu madre se tiró al mulato otra vez jajajaja.
-YO: es tan impropio de ella, pero creo que ella era así de cría, a nuestra edad, mi padre la ha encerrado estos años, y ahora se ha liberado la fiera.
-VANESA: pues como haya disfrutado la mitad que yo…….- al despedirnos sentí pena, pero quedamos más tarde, teníamos que descansar, era viernes y tocaba más fiesta.
Acelerando la historia, nos pasamos viernes y sábado de igual manera, Vanesa regresó a mi casa a las 7 del viernes ya con una mochila con ropa y sus cosas, no volvió a su casa hasta el domingo de tarde. Por la mañana algo de playa o piscina antes de comer. De tarde siesta con Vanesa y Marta, que seguía buscándome para dormir.
Luego jugábamos a las cartas, aunque rebajamos un poco el ritmo del alcohol, algo que en principio solo nos desinhibía, pero eso ya no parecía necesario. Pasó de todo, aunque con ciertos limites, no dejé que Jaime se aprovechara de Vanesa, aunque lo correcto seria decir que ella se defendía sola, Jaime trataba de llevarla a su terreno, la volvió a comer las tetas y la hizo hacerle una paja y al día siguiente una cubana, pero cuando trató de propasarse….Como ejemplo mencionaré que el sábado, mientras jugábamos, Vanesa se vengó de una jugarreta pidiéndole que la dejara darle un puñetazo en los huevos, Jaime se tuvo que dejar, acabó tirado en el suelo entre gruñidos de dolor, y juró venganza en la siguiente mano que pillara a Vanesa. Vanesa, sin casi mencionarlo, preguntó si para la siguiente prueba que le tocara a Jaime, teníamos pepinos o berenjenas en la nevera, y vaselina…Fue suficiente para que Jaime jugara con las demás y la dejara de lado. El 1º día perdió mi madre la última mano, que tardando un poco, escogió a Jaime, verles follar me la puso tan dura que me follé las tetas de Vanesa sin ningún problema delante de todos. El 2º día perdió Vanesa, que ni dudó y la tuve que montar encima de la mesa, creo que luciéndome, por que Jaime no daba abasto de follarse a Sonia y mi madre, Marta recibió una comida de coño por parte de Vanesa, mientras la destrozaba a su espalda.
Por la noche salíamos a la discoteca, y los 2 días mi madre se llevó a Joel a casa, el 1º día fueron los últimos en volver, y les oímos durante 2 horas, el 2º día fueron los primeros en regresar, y pasadas 3 horas, volvimos a casa los demás y todavía se les oía gritar como auténticas bestias. Escuchábamos a mi madre gemir y jadear por toda la casa, Joel era un buen amante, y me bajaba junto a Vanesa a ver turcos para ponerlos en practica, siempre desde el balcón para no cortar el rollo. Mi madre necesitaba a un hombre así en su vida, ni el mejor día de Jaime le vi hacerla correrse tantas veces como esos días, y aún así, siempre al terminar me quedaba la sensación de que mi madre no terminaba de disfrutar con él, pese a su larga tranca.
Por mi parte diría que me harté de tirarme a Vanesa, pero mentiría, era imposible cansarme de ella, disfrutamos como adolescentes que éramos, solos o con Sara uniéndose alguna vez, pero mis atenciones eran para Vanesa, mientras ella se ocupaba de Sara, que relevaba a Vanesa cuando la hacia correrse 2 o 3 veces seguidas y no podía continuar. Se podría decir que fue un curso acelerado de sexo, en el que saqué mi nota media en los estudios, un sobresaliente, perdí el miedo a tocar a una mujer de esa forma, y gané confianza en mi mismo, (algo que casi no tenia), al verme colosal en una cama junto a 2 mujeres de bandera, satisfechas y remoloneado del placer que yo las daba. Lo mejor era que cuando no estabamos teniendo sexo, Vanesa era tan…..no se cual es la palabra, “tan Vanesa”, pizpireta, alegre, risueña, y a la vez tan fuerte, decidida y segura.
Marta en cambió un día regresó sola a casa, al siguiente se acostó a mi lado al volver a escoger a un amante poco dignno y rápido. Jaime en contra de todo, se pasó 2 días haciendo de todo a Sonia, creo que llegó a estrenarle el ano, según dijeron. Sonia si que no paraba de beber y podías hacerle cualquier cosa, pero sentía que Jaime en la discoteca miraba mucho a mi madre, con ganas de volver a tenerla para él solo, y al verla con el mulato le hervía la sangre.
Por la mañana del domingo…….vamos, a partir de las 12 que era cuando nos podíamos levantar, me desperté con Vanesa abrazada de cara a mi, y Marta en mi cama, Sara se habría ido a la suya después de que esa noche volviera a probar el sexo anal con ella, creo que terminó desmayándose, al tener un orgasmo 4 veces seguidas en menos de 5 minutos, pero estaba muy ocupado con Vanesa como para percatarme de ello. Hice el desayuno por que mi madre tardaba mucho en levantarse, y fueron bajando todos, nos reíamos y comíamos algo, la última en bajar fue mi madre que se abrazaba con Joel mientras se dependían, al regresar, mi madre andaba con aires de superioridad disimulando un ligero escozor entre sus piernas.
-MARTA: ¿que tal mamá? jajaja
-CARMEN: en la gloria, hija…….ese hombre es una maquina….
-JAIME: al menos te dejará libre hasta el próximo jueves.
-SONIA: ¿ya te has cansado de mi o que?
-SARA: le pasa a menudo…..
-CARMEN: lo siento, pero esta noche salgo a cenar con Joel – Jaime se acercó con su chulería natural y la metió mano por detrás.
-JAIME: pensaba que me echarías de menos.
-CARMEN: claro que si, pero no puede hacerle un feo después de darle mi palabra.
-VANESA: claro que si, disfrute jajaja – la tenia entre mis brazos y la besaba en el hombro, sintiendo sus rizos en mi mejilla.
-JAIME: pues no me apetece pasarme otro ida sin follarte – la azotó el culo y sonrió perversamente.
-CARMEN: bueno, si quieres ahora en la sienta podemos subir un rato, y luego me voy a cenar con Joel.
-JAIME: ¿que pasa? ¿ya no me quieres? – sonó lastimero, mi madre se dio la vuelta y le besó con dulzura.
-CARMEN: claro que si, ya sabes que me diviertes mucho, pero siempre que pueda, Joel será mi 1º opción…..- aquello sonó como una bofetada a Jaime, que se le borró la sonrisa de golpe.
-JAIME: no soy el 2º plato de nadie… – la azotó – ….así que, que te quede claro, que aquí mando yo …– la volvió a azotar más fuerte –…. ¿queda claro? – mi madre le cogió de la cara y le dio un beso que me la puso dura hasta a mi, luego le acariciaba la cara con ternura.
-CARMEN: como tu digas, cielo, pero por mucho que me azotes no te va a crecer la polla – si lo de antes fue una bofetada eso fue un torpedo a la línea de flotación que hundió el barco.
-JAIME: pero yo….penaba que…..- mi madre le abrazó.
-CARMEN: no te preocupes, siempre tendré un rato para ti – y se fue a darse un ducha, Jaime se quedó petrificado, yo me reía por debajo ocultándome tras a mata de pelo de Vanesa, mientras Sara tenia una sonrisa enorme en su cara.
-MARTA: no te preocupes Jaime, está divirtiéndose un poco, déjala…..
-JAIME: no lo entiendo, creía que era mía…….- Sara se levantó y le dio un pico cogiéndole de los morros.
-SARA: tú eras suyo, mi pequeño idiota……… se habrá cansado de ti…….- se giró con suficiencia y Vanesa no pudo más que chocar las manos con Sara al pasar a nuestro lado. Jaime se quedó con la misma cara que se te tiene que quedar cuando te roban el coche en la cara, y luego se giró a Marta.
-MARTA: ¡a mi no me mires!, mi hermano ya me calienta la cama….- y se fue bebiendo un café humeante y revolviéndome el pelo.
-VANESA: ánimo, que al menos tienes a Sonia – me cogió de la mano y salí tras ella al porche, a tomar el sol un rato con los demás.
Pasados unos minutos escuchábamos a Sonia berrear en las habitaciones con Jaime azotándola, creo que quería asegurarse al menos tenerla a ella, pero de golpe, y sin saber como, Jaime no me parecía tan listo, ni tan sabio, y empecé a verle como lo que era, un juguete que habían usado. Nos pasamos la siesta jugando Vanesa y yo en la cama, y la acompañé a su casa, donde me quedé unas horas junto a ella, no quería separarme nunca de ella.
Una semana pasó, fue un calco, pero Vanesa y yo quedamos a diario, fue dulce y tierno salir a tomar helados o pasear sin más, pero al volver a casa montábamos un escándalo mayor que nadie, casi siempre empezábamos nosotros, junto a Sara cuando se terciaba, y luego terminaba follando toda la casa al oírnos, Joel era muy atento en eso con mi madre. Sonia había convencido a Marta para unirse a Jaime en sus sesiones de sexo a modo de apoyo lésbico, y sin estar seguro, creo que Jaime se follaba a mi hermana también. Pasado ese tiempo, fue inevitable que Vanesa quisiera venir a vivir conmigo, se pasaba más tiempo en mi casa que en la suya, así que nos acomodamos como pudimos, ya con las cartas sobre la mesa. Vanesa y yo en un cuarto, mi madre y Joel en otro, Sonia y Jaime en el 3º con Marta, a la que no entendía, podía tener a 3 o 4 chicos viviendo con ella, era preciosa, lista, divertida y alegre, pero fue mucho más recatada en ese aspecto, solo en alguna fiesta se cansaba de Jaime y se llevaba a casa algún chico, pero se los tiraba y los echaba por la mañana.
Era la tarde del sábado, y estabamos preparando la cena para luego ir a la disco, bueno, ellos, yo estaba con Vanesa en la piscina calentándonos hasta llevar el agua a punto de ebullición, se quitaba el biquini y me dejaba comérselas durante horas, creo que la divertía verme como un bebé al que alimentaba, entrelazaba sus dedos con mi pelo y me apretaba contra sus senos. Habíamos estado la tarde jugando, pasaron muchas cosas pero nada que no hubiera pasado antes, solo que cuando palmó Sara la última mano, me eligió a mi y no a Jaime para el sexo. Me la estuve follando, tirada sobre la mesa, tan fuerte que todo lo que había encima cayó al suelo, mi madre tuvo que pedirle a Jaime que dejara a Sonia y la tomara allí mismo para calmar su cuerpo, mientras Vanesa se apartó con mi hermana, las veía de fondo, Marta abierta de piernas y gozando como una recién liberada de la cárcel, la masturbación y la lengua de mi novia fue tal, que la locura me nubló, di la vuelta a Sara y la destrocé el ano haciéndola correrse 3 veces, se quedó tiritando sobre la mesa, con convulsiones lentas en su cadera la sentir como me vaciaba dentro de su esfínter. Fue natural que tuviera que salir a la piscina, me ardía todo.
-YO: no se que ha pasado, Jaime me parecía tan……..y míralo ahora – era como un cachorro apaleado.
-VANESA: es un cerdo, no dudes que se volverá a meter en la cama de todas, ahora usa la lastima, es su juego, y mientras ellas quieran jugar, tendrá ventaja.
-YO: pero mi madre…- caí de golpe, pero sonó a táctica desesperada de Jaime – ….no se si es buena idea intercambiar a Jaime por el mulato….
-VANESA: eso lo decide tu madre.
-YO: me gustaría tanto que todo se tranquilizara, esto ha perdido su gracia.
-VANESA: no puede tranquilizarse, esto está desmadrado, o metes mano dura o seguirá así.
-YO: ¿yo?
-VANESA: ¿quien si no?, Jaime es un crío comparado con el mulato, él lleva jugando a esto mucho tiempo, lo he visto antes, uno del grupo se la gana, y se la terminan follando todos sus amigos, se te meten en casa y se aprovechan de la gente, luego se cansarán de esperar turno y se follaran a Sonia o Sara, y cuando se aburran, Marta será la siguiente.
-YO: exageras…….
-VANESA: con su tranca es solo cuestión de tiempo que tu madre meta a Joel en casa a vivir, ¿cuanto tardó Jaime en ganárselas?, ¿y cuanto crees que tardará Joel en ventilarse a todas?
-YO: ¡no!, eso si que no, ya he soportado suficientes vejaciones por parte de Jaime, no pienso pasar por ello otra vez.
-VANESA: pues solo queda una opción…….
-YO: ¿cual?
-VANESA: está claro que todas necesitan a alguien que las de lo que piden, Jaime ha tratado de serlo, pero se ha visto superado, y ahora Joel ocupará ese lugar…..si no lo ocupa otro antes….
-YO: ¿quien…….- se me encendió la bombilla – ….¿dices que yo….? – asintió.
-VANESA: es lo mejor, si quieres cortar de raíz tanta locura, haz una locura mayor, no podrás impedir que busquen a un líder, así que solo te queda convertirte en uno.
-YO: pero no lo soy….ya me conoces……
-VANESA: por que te conozco se que lo eres, pero aún no lo quieres admitir.
-YO: no podría……..son mi familia…
-VANESA: Sara parece contenta y es tu tía, tu madre no para de decir que la tienes como tu padre, el cual la domina, y tu hermana, medio desnuda, pasa más tiempo en tu cama que en la suya……muy preocupadas por la moralidad del asunto no parecen.
-YO: yo no soy así, no sabría ni por donde empezar.
-VANESA: como te dije, puedo ayudarte.
-YO: ¿y por que lo harías? Eres mi novia, tendrías que estar muerta de celos o conmocionada……
-VANESA: por un reto, por divertirme, por la emoción, y sobre todo por que soy tu novia y quiero hacerte feliz de todas las formas posibles, soy tuya, Samuel, te quiero – me besó con tanta delicadez que cerré los ojos y quise morir en ese momento.
-YO: te amo, y soy tan tuyo como puedo serlo, pero Vanesa, me resultaría muy difícil.
-VANESA: ¿acaso son orcos?
-YO: no, son preciosas, ya las ves, pero…..
-VANESA: ¿nunca has tenido la fantasía de acostarte con tu madre o tu hermana?
-YO: ¡no!……….bueno…….si…claro….pero eso son jugarretas de la mente, el complejo de Edipo si quieres llamarlo, pero de ahí a acostarme con ellas….
-VANESA: tú sabrás, tampoco quiero obligarte, pero ¿que pasará cuando acabe el verano? Tu madre, quieras o no, pensará en volver a su rutinaria vida, o quedarse con Joel en una juerga sin fin….y puede decidir no volver a casa.
-YO: ¿crees que nos haría eso?
-VANESA: antes no, pero ahora, tiene a sus 2 hijos ya criados, y ninguna obligación más que con su marido, ¿y si encuentra a otro hombre que la dé lo que tu padre ya no le da? ¿No preferirías ser tú ese hombre y volver a casa con ella? – me acariciaba el rostro para mirarme a los ojos, la evitaba por que no pensaba con claridad si la miraba.
-YO: ¿estás disfrutando torturándome? – sonrió al verse un poco pillada.
-VANESA: soy traviesa por naturaleza, pero eso no cambia que pueda ser verdad.
-YO: no, me niego, yo no seria capaz, y aunque lo fuera, está mal, yo te quiero a ti, y a nadie más – la cogí con fuerza de la cintura y la pegué a mi pecho.
-VANESA: si es lo que quieres, así será.
Cenamos y nos vestimos de fiesta, para el caso vale con describir solo a mi madre, iba con un mini falda de licra negra y un top ceñido sin sujetador, mientras que los demás íbamos como casi siempre, arreglados sin más. Pasé media noche con Vanesa pegada a mí, y con Jaime comiéndole la oreja a mi hermana, que jugaba a no dejarse engatusar pero caía en sus brazos, con Sonia roja de furia al ver como le quitaban a su chico. Sara danzaba a nuestro alrededor con 4 tontos persiguiéndola por ver quien se la llevaba a casa. Mi madre, que ya iba algo tocada del juego en casa, se bebió 3 cubatas y 2 mojitos, con 2 chupitos de tequila y absenta respectivamente, iba con tal ciego que no se tenia en pie sola, pero Joel fue tan “amable” de tenerla sujeta todo el tiempo, del culo y la entrepierna en concreto. Llegado un momento la perdí la pista, Vanesa me centraba demasiado la atención.
-VANESA: oye, ¿y tu madre donde está?
-YO: con Joel, seguro……
-VANESA: ¿vamos a ver que hacen? – me cogió de la mano y me llevó con ella, tardamos poco, estaba con el grupo de mulatos.
Era tan fácil localizarlos, con buscar un corrillo de salidas esperando turno, pero hoy había invitada especial, mi madre. Estaba subida a horcajadas sobre un mulato nuevo, abierta de piernas y siendo follada delante de todos, tenía el tanga metido en la boca, y botaba sin parar, casi me acerco para decir algo, pero no sabía que decir o hacer. El tipo bajaba la cadera y embestía tan fuerte que quedaba suspendida en el aire gritando de placer, terminó levantando el culo al sentir como la llenaban, el mulato la cogió con las manos a la espalda y se dedicó 15 minutos a montarla, mi madre seguía sin soltar el tanga ente los dientes y coceaba de rabia, hasta que se le vaciaron dentro. Al soltarla fue a los brazos de Joel, que se la subió encima, la abrió de piernas y la perforó de cara, soltó 3 alaridos histriónicos antes de besarlo, para luego rebotar contra él como contra un muro, pero partiéndola en 2. Pasado ese tiempo un 3º mulato se puso detrás de mi madre, la preparó el ano, y se la folló por el culo a la vez que Joel la martirizaba, mi madre se arqueó y se retorció entre la suplica y la lujuria más absoluta, se puso de medio lado apoyando un brazo en cada mulato, subiendo y bajando sin cesar, su cara era descompuesta y casi parecía perder el conocimiento, pero no lo hacia, volvía a subir y bajar, con la gente alrededor masturbándose, hombres y mujeres, algunos lo grababan con el móvil, y otros 2 mulatos esperaban turno.
-YO: ¿que hago?
-VANESA: pufff te diría que follarme, me están poniendo a 100, pero si te refieres a ella, nada, no puedes hacer nada a menos que seas capaz de tumbar a 4 mulatos.
-YO: ¡esto es injusto, no, no tendría que pasar!
-VANESA: te lo dije……esto pasaría, y más tarde o más temprano alguna la dejará satisfecha, y no tendrá motivos para volver a casa.
El mulato de detrás la llenó el culo de un semen espeso y brillante, se apartó y uno de los que estaban a la espera la metió antes de que empezara a cerrarse el agujero, eso mató a mi madre que empezó a soltar chorros como un grifo abierto, Joel se reía y seguía abriéndola, el de atrás se corrió y el 4º en discordia iba al relevo, pero Joel la dio la vuelta en el aire, la cogió de la cintura y se la metió por el culo hasta hacerla desmayarse, el relevo la abrió de piernas igual y se la metió por el coño haciendo un emparedado con el cuerpo inerte de mi madre.
-VANESA: yo ya estaría rota….bastante ha durado.
-YO: ¡por favor, ¿que hago?!
-VANESA: ya sabes lo que tienes que hacer, o eso, o llamar a tu padre y decírselo todo.
-YO: ¿pero tú los has visto? ¿Como voy a competir con ellos?
-VANESA: diría que eres el único que puede, no conozco a gente por aquí que la tenga tan gorda como tú, ninguna de esas butifarras de ébano lo son, pero son negros, altos, fuertes y con buenas pollas, las chicas se derriten, pero tú…….eres dulce, sensible y cariñoso, tú puedes hacerla ver las estrellas sin necesidad de emborracharse y follarse a 4.
Mi madre permanecía casi inconsciente mientras Joel y el otro la llenaron de más semen, al acabar la dejaron en el suelo, desorientada, todos se reían y la metían mano, hasta que Joel la cogió y se la subió al hombro como un cadáver.
-JOEL: me voy a terminar la fiesta con esta mami guarra a su casa.
Y se la llevó, le seguí junto a Vanesa, me preocupé mucho del estado de mi madre, pero a medio camino reaccionó, y pudo caminar, o algo parecido, hasta casa. Nos subimos al balcón y allí vimos como la tumbó en la cama, la abrió de piernas y la penetró tan fuerte que creo que la hizo daño, pero se acomodaron y comenzó a reventarla de nuevo, tan fuerte y tan salvajemente que mi madre ni pudo plantear batalla, tampoco es que pudiera debido a su estado, era un trozo de carne siendo acribillado, pero su cuerpo si que respondía, y se corrió varias veces. Vanesa se desnudó y me pegó a su espalda, la penetré en cuanto pude y estuve media hora follándomela de forma tan animal como estaba viendo que hacían a mi madre, Vanesa no pudo evitar jadear pero nadie nos oía, la cogí de los senos y la daba tales golpes que sentía la piel de la pelvis arder en su trasero.
Joel le dio la vuelta a mi madre, que de medio lado sacó el culo, él apretó contra su ano y la perforó como quien pincha un pavo muerto, la azotaba sin recibir más que un gemido ahogado, y se pasó 10 minutos gustándose con ella. Vanesa se corrió tantes veces que perdí la cuenta, y yo al vaciarme la puse de cara a mi, la acaricié hasta volver a tenerla dura, para subírmela encima y volver a metérsela sin descanso. Me besó de forma airada, y botando con sus rizos alegres y sus ojos azules perdidos en mí, lamía y chupaba sus pezones con arte y le llevé a otra serie de orgasmos seguidos que acabaron eclosionando de tal forma que sentí como las contracciones internas de Vanesa me rodeaban el miembro. Mi madre soportó su propia tortura hasta que Joel quiso, y se derrumbó con 5 latigazos que sentía mi madre cerrando los ojos con satisfacción por terminar.
-YO: vamos arriba, estoy cansado y borracho, tengo……….tengo que pensar.
-VANESA: si, mi amor – me cogió del cuello y la subí en brazos a la cama.
Pasado un buen rato escuché a mi hermana meterse en mi cama con nosotros, y a Sonia y Sara follándose a Jaime a la vez, “la lastima fusiona”. Por la mañana estaba abrazado a Marta, que dormitaba en mi brazo, Vanesa estaba despierta, a mi espalda acariciando mi piel, dando besos en algunas partes y lamiendo lentamente otras.
-YO: no puedo hacerlo, Vanesa.
-VANESA: si puedes, y debes.
-YO: mírala, aunque mi madre cayera y la alejara de Joel, no podría hacerlo con Marta.
-VANESA: piensa en lo que viste anoche, aunque te libraras de Joel, ¿cuanto tardarán en meterse otros entre sus piernas, y que le hagan lo mismo a Marta? – cerré el puño lleno de ira solo de imaginármelo.
-YO: no, eso no, antes llamó a mi padre.
-VANESA: o puedes convertirte en el macho alfa, Samuel, toma control.
-YO: ¿y si solo es a mi madre?
-VANESA: puede funcionar, pero Marta querrá lo mismo que todas, creo que ya lo quiere, por eso no busca chicos, ni se aferra a nadie, y está ahí, durmiendo a tu lado, noche tras noche, inconscientemente está esperando que pase algo…..te espera a ti, pero no esperará eternamente, y alguien le dará lo que quiere.
-YO: lo haré, ¿como? – me abrazó con ternura, como sin estar segura de algo, o escuchármelo decir la hubiera dolido.
-VANESA: déjame eso a mí.
Al levantarnos y darnos unas duchas pensé en que si iba ha hacerlo, tenia que darme prisa, tenia 1 mes escaso para doblegar a mi madre y a Marta, de tal forma que se olvidaran de líos de playa o de mulatos, y solo existiera yo. No me convencía el plan, no me gustaba ni deseaba hacerlo, no lo necesitaba, las fantasías o los pensamientos lujuriosos se habían desvanecido con Vanesa, ella era todo lo que yo siempre quise encontrar en una mujer, y lo tenía entre mis brazos. Pero no dejaría que mi familia se descompusiera, y que Marta terminara medio muerta en la cama con 2 mulatos y mi madre nos abandonara por seguir como una perra adiestrada a Joel, por duro que fuera admitirlo, habían demostrado que eran personas sugestionables. Lo haría por un absurdo sentimiento de culpa, por que me sentía responsable de todo, y si yo no lo arreglaba, nadie lo haría.
Me pasé toda la mañana en la playa con Vanesa, hablando de cómo proceder, se cabreaba por que no la prestaba atención y me quedaba embobado repasando el contorno de su espalda con mis dedos, y estirando de sus rizos hasta dejarlos largos, si tiraba de su pelo seria casi tan largo como el de Sonia, pero al soltarlo volvía a su lugar.
-VANESA: ¡¿quieres estarte quieto y dejarme el pelo?!… – se lo atusaba con fuerza –… tendría que alisármelo como suelo hacer, pero con esta humedad me duraría 2 días….
-YO: me encanta como te queda.
-VANESA: ¿en serio? siempre lo llevaba así antes, pero un chico con el que salí me dijo que me lo alisara, y desde entonces siempre lo he llevado liso.
-YO: no te lo alises, estás preciosa con el pelo así de natural – me miró agradecida.
-VANESA: jope, no me despistes con tus tonterías …..– se sujetó un mechón y se lo llevó a la nariz para olérselo, en un gesto dulce y sensual – ….tenemos que trazar un plan que te lleve a dominar esa casa.
-YO: creía que bastaba con mí……..
-VANESA: no seas crédulo Samuel, si eso fuera suficiente las mujeres gobernarían el mundo con un consolador enorme en su cajón…… no, tienes que convertirte en tu padre, pero de una forma mucho más sórdida, imponer un respeto con tu presencia que solo se gana con mano dura y firmeza.
-YO: yo no soy así.
-VANESA: pues tendrás que serlo, piensa que es una fachada, una careta, o un escudo, algo que enseñas para ocultar lo que ahí detrás.
-YO: ¿y como lo hago?
-VANESA: para empezar tienes que ir a por Sonia.
-YO: está enamorada de Jaime.
-VANESA: ¡deja de usar ese verbo!… – pareció enfadarla – …aquí nadie se ha enamorado de nadie, Jaime ofrece solo diversión, travesura y algo de buen sexo, y si él se lo da, tú puedes dar más.
-YO: ¿y que gano?
-VANESA: lo 1º es que demuestres que eres mejor que Jaime, Sara ayuda en eso, pero arrebatarle a la única que se tira de la casa es dejarle en evidencia, y todas te verán superior a él.
-YO: en cuanto lo haga, si es que puedo, irá a por Marta, creo que ya se la tira.
-VANESA: por falta de opciones, solo estás tú y Jaime, por eso no puedes dejar que Joel se meta en casa, Jaime con poco la tiene desbordada, imagina que le haría a Joel o sus “amigotes”, tu hermana es muy inexperta
-YO: yo lo soy…….
-VANESA: cualquiera lo diría…- su gesto al girar medio centímetro la cabeza arqueando las cejas, me hizo sonreír -……en fin, una vez que tengas a Sonia, le dará la patada a Jaime tal como se la dio al tal Jony que me dijiste, él tratará de ir a por Marta o a por a Sara, si, pero ahí es cuando tienes que ser rápido, actuar antes de que pueda pillar a alguna con la guardia baja, y ponerte firme, lograr que no se gane a ninguna. Marta es fuerte y si no es con 5 copas no se lo tira, y Sara está resentida por que se cansó de ella, podemos lograr que Jaime se quedé solo, y si tenemos suerte le echemos de casa.
-YO: ¿echarle? ¿y donde va a ir?
-VANESA: conozco a unas cuantas en la casa de mi amiga que le darían cobijo, en su cuarto, y entre sus piernas, si es listo se pasará todo lo que queda de mes jugando con universitarias, y lo más importante, lejos de tu casa.
-YO: ¿y después?
-VANESA: vayamos por partes, 1º Sonia, y luego ya veremos… – me miró con cariño al verme admirándola el pelo, había enrollado un dedo en sus rizos – … ¡y deja de tirarme del pelo jajajajjaa! – y se abalanzó sobre mi retozado en la arena entre risas.
El plan parecía tener una lógica rara y extraña, pero lógica al menos, así que me pasé 2 días tonteando de más con Sonia, con Jaime atento a lo que ocurría. No era nada, una carantoña en la cintura al pasar a su lado, una mención a su bonito pelo, quedarme mirándola a los ojos verdes, o hacerla alguna foto, todo guiado por Vanesa. Bastó para que se alejara de Jaime lo suficiente como para quedarme a solas un par de veces con ella, eso, y que Vanesa se dejaba llevar por Jaime lo justo para que se olvidara de Sonia, y de paso darla celos. Supongo que Jaime pensaría que si yo iba a por su chica, el iría a por la mía, pero no contaba con que, todo eso, ya se le había pasado por la cabeza a Vanesa. Estabamos jugando a eso y me quedé en la piscina a solas con Sonia, yo iba ya acostumbrado a mi bañador marca/paquete, y ella a ir en top less y la parte de abajo del biquini minúsculo de tanga, estaba boca arriba mirándola mientras ella estaba igual, mirando al cielo tomando el sol. Fuera de maquinaciones, su tetas eran un espectáculo digno de ver y admirar, así que no me resultó difícil quedarme mirándoselas, me pillaba a menudo pero antes apartaba la vista avergonzado, ahora dejaba que me observara hacerlo.
-YO: joder……- me di la vuelta tumbándome boca abajo.
-SONIA: ¿que te pasa?
-YO: nada…..
-SONIA: dime renacuajo……
-YO: es que……tus……..me ponen algo contento….- sonrió mientras se las miraba.
-SONIA: ¿mis tetas? jajaja gracias, y tranquilo, no eres el único….
-YO: te debe doler la espalda un montón.
-SONIA: pues si, un poco, son tan grandes…..
-YO: no es solo eso, además las tienes bien puestas, no caen las cabronas, deben estar tan tirantes que cargar con su peso debe ser un martirio.
-SONIA: jajajja nada que no pueda soportar, y tienen su ventajas….
-YO: ¿por ejemplo?
-SONIA: estas 2 me han invitado a más copas de las que puedas imaginar, además me siento muy a gusto con ellas, me hacen sentir muy mujer.
-YO: es que lo eres, estás muy buena.
–SONIA: ¡mira al mocoso! jajaja no deberías decirme esas cosas o Vanesa se enfadará.
-YO: no es una novia al uso.
-SONIA: puede que no la moleste que me sueltes piropos, pero si la dices eso de mis pechos se puede ofender, ella no va nada mal cargada tampoco…
-YO: si, es cierto, pero las tuyas……….puffff son una barbaridad de bonitas.
Con eso era suficiente, pasarme era descarado, hasta yo lo sentía, según Vanesa planté una semilla, una idea, y con los días Sonia me vería de otra forma. Llegó el Jueves y nos pasamos la tarde entera jugando a las cartas, pese a querer beber menos todos íbamos con un punto alegre de más. Jaime seguía tratando de reconquistar a mi madre o a Sara, y como pensábamos, daba a Sonia de lado, esta se la devolvió en la última mano, perdió Sonia y me eligió a mi.
-SONIA: ¡quiero que me folle Samuel!, por lo visto mis tetas le vuelven un poco loco.
-VANESA: bonita, las tendrás más grandes, pero a mi chico solo le gusto yo…….- era lista hasta medio borracha, la había picado en el orgullo.
-SONIA: ¿ah si? Ven aquí Sam, que te voy a pegar el polvo de tu vida – cogí aire, y Vanesa me dio la mano para darme ánimos, no es que fuera un calvario, pero necesitaba de su aprobación.
Me levanté y caminé hacia Sonia, que se sentó en la mesa totalmente desnuda abriéndose de piernas, me encajé allí y la cogí de la cadera, sentí sus manos en mi pecho desnudo y me agarró la nuca para besarme, fue raro, la conocía desde crío, y sabia de sus muchas andanzas, pero sentir su lengua entrando en mi boca me dejó confuso. Me cogió de las manos y se las puso en el pecho, fue como querer agarrar 2 globos de agua del tamaño de un balón de baloncesto, sentí sus oscuros y granulados pezones endurecerse al tacto y luego me rodeó con la piernas para empujarme y caer sobre ella, que se estiró como una serpiente por la mesa. Lamí apretando uno de sus senos mientras el otro se me salía de la mano, y al alzarla vi sus ojos verdes escondidos tras una cara colorada y viva, con el largo pelo caoba puesto en forma de abanico que la coronaba. Busqué sus labios y esta vez sentí su pasión, abría la boca tanto que parecía que se le iba a salir la mandíbula, para cerrarla lentamente sobre la mía. Sentí sus manos acariciar mis hombros y mi espalda mientras regresaba a sus senos, y luego las bajó a mi cintura para quitarme el bañador, mi única prenda.
-SONIA: eres una caja de sorpresas, me tienes cachonda perdida…..- los trucos aprendidos eso días la hacían efecto.
-YO: te voy a dejar que no vas a querer que te folle nadie más – sentí su escalofrío en la piel y lamí su cuello con delicadeza mientras mi miembro daba cabezazos en sus muslos.
-SONIA: ¡fóllame ya cabrón, me vuelves loca! – antes hubiera bajado entre sus muslos a masturbarla o comérselo, pero eso ya lo había hecho durante la partida, así que froté mi glande contra sus labios un rato, y acerté contra su entrada.
Soltó un gemido travieso al sentir como la penetraba, pero llegado cierto punto noté como mi tranca se abría paso con dificultades, y la casa de Sonia cambió a un grata sorpresa, no la dejé pensar y embestí hasta metérsela hasta la base, gritó descontrolada tratando de sacarme de ella, era un rodeo conmigo tratando de montarla sin caerme.
-SONIA: ¡DIOS QUE GRANDE, JODER, SÁCAMELA CABRÓN, ME HACES POLVO! – en vez de eso, sin mover mi cadera me pasé 3 minutos lamiendo, o chupando, con lentitud y tranquilidad sus pechos, lo que la hacia gritar menos, y jadear más.
No tenia ojos para nadie, creo que mi madre se estaba masturbando junto a Sara, y Vanesa se ocupaba de mi hermana mientras Jaime miraba de reojo .Cuando Sonia volvió a abrazarme, entendí que ya estaba lista y comencé un movimiento lento y cauto de caderas, que ella acompañaba para no sentir otro espasmo al enterrarla de golpe, se generó un movimiento constante que la hacia delirar mordiéndose le labio. Me alcé sobre ella y la abrí de piernas hasta el máximo, sujetándolas con las manos y empezando a subir el ritmo rápidamente, quería ir despacio pero ver sus senos ondular me desquiciaron, y para cuando quise parar no pude, embestía de tal forma que sus pechos le daban en la cara, así que se los agarró pellizcándoselos, y tratando de cerrar las pierans a cada penetración, pero se lo prohibía, y en unos 3 minutos que me hicieron sudar, Sonia guardo silencio absoluto con la cara desencajada, y explotó sacándome de ella, frotándose los labios mayores y manchando la mesa y el suelo.
-SONIA: ¡JODER QUE PUTO GUSTO, MÁS, DAME MÁS!
Me pegó a su cadera de nuevo y la ensarté con facilidad, no sin rozarme y sentir sus interior ardiendo, esta vez la cogí de las caderas y mantuve un ritmo acelerado pero sin esforzarme, fueron al menos 10minutos en que Sonia se retorcía como un hierro candente en el agua y la llevó a otro orgasmos que la hizo resbalar de la mesa y caer al suelo. La cogí de la cabeza y me la chupó con ansia y devoción. Como a todas, no le pasaba demasiado del glande, pero me gustó la forma en que lamía la base. Se puso en pie y se acarició el coño por detrás para recostarse sobre la mesa y ofrecerme su culo, lo amasé y solté algún azote, golpeaba con mi miembro entre sus mulos como castigo, y la penetré otra vez, se resbalaba sobre la mesa, tuve que cogerla de los hombros para tirar de ella hacía atrás y dejarla empalada totalmente, me fundió con un movimiento de caderas en círculos, y no podía permitirlo, tenia que dejarla ida, así que la cogí del pelo haciendo un nudo en mi mano como las crines de un caballo y empecé a darla rápidos y potentes golpes de cadera, al 4º ya a tenia sollozando, con la cabeza echada hacia atrás de tirarla del pelo y las manos dobladas, como colocándose unas gafas imaginarias, con sus senos mojados se sus propios fluidos aplastados bajo su propio peso en la mesa. Fue colosal, así lo sentí, la estaba matando como nunca nadie lo habría hecho, lo sentía en el fondo de de mi ser, daba cortos gritos agudos y golpeaba la mesa con las plasmas de las manos tratando de aliviarse.
-YO: ¿te gusta?
-SONIA: ¡ME ENCANTA, DIOS, ME MATAS, LA TIENES GORDÍSIMA, ME ARDE TODO Y ME ENCANTA! – me tumbe sobre su espalda oprimiendola sin dejar de dar golpes de cintura aferrado a la mesa con las manos , la arqueé al espalda para llegar a su ido.
-YO: dilo…….joder….dilo…..dilo que te gusta como te follo yo.
-SONIA: ¡OHHHHHH DIOS….SI….ME ENCANTA COMO ME FOLLAS…..QUE LES DEN POR EL CULO A TODOS……A JONY, A PEDRO, A LORENZO Y A MI ENTRENADOR PERSONAL, JODER, HASTA AL PUTO JAIME, ME ESTÁS DESTROZNADO MALDITO CABRÓN! – la levante de los senos para ponerla de pie, y sin separarnos, percutir con energía, ahora con la gravedad de mi lado, ella caía clavándosela entera y se giraba besándome desesperada.
Yo ya no podía más, sentir sus senos rebosando y temblando por mis acometidas animales, me hizo explotar en su interior, pata cerciorame, llevé mi mano a su clítoris y se lo frotaba con delicadeza mientras terminaba de cabecear en su interior, cosa que llegado a tal punto, hizo a Sonia vaciarse por completo en el suelo. Me quedé de pie, sudando y agitado, con ella entre mis brazos, una teta en la mano y su coño rezumando de todo en la otra, sintiendo como me deshinchaba,
-YO: ¡joder!
-SONIA: ¡si!……..uf…..si……esto es joder como dios manda…..jajajajaja….que pena que no me haya dado cuenta antes….. ¡Me matas Sam!, dios….estoy rota.
-CARMEN: madre mía Samuel, Vanesa te ha enseñado unos trucos…..
-YO: no ha sido la única – guiñé un ojo a Sara, que se estaba recuperando de aquella visión de mí machacando a Sonia.
-VANESA: es un hombre con todas las letras ya, a mi me deja igual cada día.
-SONIA: ¡pues que suerte zorra de mierda! jajajajaa – pese al insulto todas se rieron mientras Jaime estaba cruzado de brazos.
-JAIME: ¿suéltala ya, no?, tenemos que ir a ducharnos para la discoteca – miré a Vanesa buscado su señal.
-YO: yo me quedó hoy, estoy molido, Sonia me ha dejado doblado.
-SONIA: ¿ah si? Pues yo estoy igual, me quedo a descansar.
-JAIME: pues no quedamos entonces…..
-CARMEN: ¡no!, yo, después de esto, me voy a por Joel…….
-SARA: te sigo hermana, a ver si me presentas a alguno de sus amigos jajajajaja – “tengo que darme prisa o serán 2 mulatos en casa”.
-VANESA; pues yo tengo ganas de bailar, ¿me acompañas Marta?
-MARTA: claro, un placer…….
-VANESA: pero 2 chicas solas………Jaime, ¿nos acompañas? – Jaime sonrió, supongo que pensando que era una ventana abierta.
-JAIME: claro, como podría rechazarlo.
Se vistieron y se fueron de fiesta, yo me quedé con el bañador en la piscina, al rato Sonia apareció completamente desnuda, se metió en el agua y se acercaba peligrosamente, sabia que estabamos solos, Vanesa se ocupó de ello, como planeamos.
-YO: perdona lo de antes……creo que me he pasado….
-SONIA: nada que perdonar tonto, me ha encantado, si te digo la verdad, ha sido el mejor de mi vida.
-YO: ¿de verdad? creía que tenías mucha….experiencia.
-SONIA: y la tengo, tiene su mérito jajajaja, y por eso me ha encantado, si hasta creo que me ha crecido la cadera, me he intentado poner unas bragas y no me entraban – como excusa era pésima.
-YO: pufffff como sea verdad vas a terminar siendo perfecta – se pegó a mi pecho con una sonrisa malvada en los labios.
-SONIA: ¿puedo preguntarte una cosa?
-YO: claro
-SONIA: ¿follo mejor que Vanesa? – una alerta saltó en mi cabeza, Vanesa me dijo que podía pasar.
-YO: no……..vamos….no se….contigo ha sido medio borracha en un juego…..a ella en cambio la dedico horas, y me saca de mis casillas.
-SONIA: ¿y que opinaría ella de que nos acostáramos…….ya sabes……. fuera del juego?
-YO: no creo que la molestara…….es extrañamente liberal…..¿por que? – se pegó a mi presionándome con los senos y besándome en la oreja.
-SONIA: por que quiero demostrarte que se hacerlo mejor, aquí y ahora – sus ojos verdes brillaban con fulgor al separarse un poco, y sus labios se relamieron.
Me besó con fuerza, y la cogí del culo, que al sentir mis manos se abrió de piernas montándome, con el agua hasta media cintura no pesaba nada, así que di vueltas, con ella besándome y su lengua jugando a encontrar todos mis dientes. Ya la tenia dura cuando me puso sus senos en la cara, mojados y con la piel tierna del agua y la noche, lamí uno de ello, succioné con fuerza tirando de él, hasta que cayó rebotando. Con una habilidad anti natural, al bajarse de mi, me quitó el bañador, y me la cogió arrastrándome, me llevó al borde de la piscina y me pidió que la penetrará por detrás, como antes. Fue embestirla y se tuvo que apoyar en el borde para no salirse del agua, la cogí una pierna para levantarla de medio lado y empecé un ritmo que estaba aprendiendo a controlar, ella arrancaba briznas de hierba con cada golpe y sin dame cuenta tuvo un orgasmo, supongo que aún estaba a “punto de nieve”, del polvo de antes.
-SONIA: ¡joder Samuel, me corro, me corro y me encanta!
-YO: eres una mujer espectacular – “si, pero Vanesa es LA mujer.”
Se dio la vuelta y me sentó en el borde de la piscina, cogió mi tranca con ambas manos y la dio lametones con besos hasta dejarla seca, se agachó mojarse los senos y plantó mi polla entre ellos, mi ancha herramienta se vio ridiculizada por aquellas tetas, que la devoraban sin piedad, las movía como sacos de arena, levantándolas y dejándolas caer, no pude evitar correrme como un cerdo y llenarla de semen desde los pechos hasta el pelo.
-YO: ¡madre mia, que pedazo de tetas!
-SONIA: jajaja ¿a que son geniales?
Me bajé al agua y la cogí de los costados sentándola en mi lugar, la abrí de piernas y estuve 10 minutos comiéndoselo con descaro, metiendo dedos y chupando su clítoris, se retorció como un culebra mientras se “sintonizaba” los pezones Cuando ya la tenia dura, la volví a penetrar y no dejé de cabalgarla hasta que media hora más tarde le metí el esperma tan dentro que lo escuché rebotar en la pared de su útero, Sonia se había corrido tantas veces que solo aguantaba la respiración entre cada explosión de sensaciones.
-SONIA: ¡joder con el hermanito, me vas a dejar muerta!
-YO: una pena que Jaime te acapare.
-SONIA: le mando a la mierda a la de ya…..
-YO: hazlo – era lo que buscaba, y me resultó más fácil de lo que pensaba……. bueno, más simple, fácil para nada, me había desfondado con Sonia.
Nos dimos una ducha y nos quedamos en el salón viendo la TV. Regresó mi madre, con Joel, iba pedo y se subieron a follar como mejor sabían, la oírles, Sonia se masturbaba delante mía, y me daba con le pie para que me percatara, al 3º orgasmo de mi madre, claramente identificables según al tonalidad de sus alaridos, Sonia me saltó al cuello y se abrió de piernas montándome de rodillas, se penetró ella sola y se pasó un cuarto de hora botando a diferente rimo que sus senos, hasta que la llegó su orgasmo final, la cogí del culo y planté lo pies destrozándola y sacando mi reserva. Sonia gemía y se frotaba la cabeza de compresión, empezó a tener convulsiones, tembló como una hoja al viento, sacudiendo las manos como si se hubiera quemado, cayendo a mi pecho sin fuerzas, tardé unos minutos más en lograr llenarla de un par de chorros de semen casi trasparente, al sacarla mi polla aún estaba a tensa, y la golpeaba entre las piernas con ella.
-SONIA: ¡puffff me matas, es increíble, 4 en una noche!
-YO: me pasaría el día follándote.
-SONIA: jajaja yo no puedo más, me he mareado esta última vez, otra y me tienen que llevar a urgencias.
-YO: dame unos días y me vas a durar toda la noche – se arqueó posando sus senos en mi barbilla, a los que daba pequeños besos y lamidas.
-SONIA: iba en serio lo de Jaime, le mando a paseo en cuanto vuelva, ¿y tú que harás con Vanesa?
-YO: ¿que voy ha hacer? Es mi novia….
-SONIA: pero después de esto……..yo pensaba…..- la besé.
-YO: ¿que la iba a deja por ti? jajajaja, si quieres eso tendrás que ganártelo en la cama, y por ahora Vanesa te lleva mucha ventaja.
-SONIA: puffff es que ella lleva 3 semanas contigo, dame tiempo.
-YO: tienes 1 mes, hasta la vuelta, si no soy tuyo para entonces, se acabó.
-SONIA: trato hecho – y me extendió la mano, se la di, sin soltarla el culo.
“Una menos”, pensé, Sonia era demasiado orgullosa y terca como para creerse inferior a nadie, y se pasaría el mes entero a mi disposición solo por demostrarlo, antes de darse cuenta de que la había embaucado, o eso me dijo Vanesa. Al rato apareció Sara colgada del brazo de otro mulato, y se subieron a sumarse a los gritos de mi madre y Joel. Al llegar Jaime con mi hermana y mi novia, y vernos en el sofá desnudos y el olor a sexo, ellas sonrieron medio idas, pero Jaime me miró cabreado.
-JAIME: ¿que pasa aquí?
-SONIA: ¡que te dejó!, vete a tomar por culo, ahora Samuel se ocupará de mis orgasmos jajaja – Jaime parecía muy furioso.
-MARTA: ¡joder Sonia!, mira como has puesto el sofá jajajaja – estaba empapado.
-SONIA: ¡tu puto hermano!, que me ha follado 4 veces ya, y no puedo con él…- miró a Vanesa y no mostró arrepentimiento alguno – …perdona Vanesa.
-VANESA: jajaja no pasa nada, mi chico es fuerte como un toro, seguro que ahora subimos y me deja sin aire.
-JAIME: ¡esto es la polla, se folla a Sonia 4 veces y en vez de molestarte te lo quieres subir arriba ¿a él?! ¡¿Cuando llevo toda la noche detrás de ti?! ¡NO ME JODAS! – me saqué a Sonia de encima, y le di un morreo a Vanesa que la dejó saboreando mis labios en el aire con los ojos cerrados.
-YO: ¿hablamos fuera Jaime? así te fumas un porro y te tranquillas – me miró odiándome, seguro que como yo le miraba a él no hacia mucho. Al salir a la terraza me cogió del brazo zarandeándome.
-JAIME: ¿se puede saber que haces? Sonia es mía.
-YO: suéltame……..ella se me ha echado encima…….ya la has visto en el juego de cartas.
-JAIME: ¡a mi no me la pegas!, llevas 2 días tras ella, si Vanesa no es suficiente me la follo yo y tú quédate con Sonia – le aparté el brazo con un monotazo airado.
-YO: te dije que como toques Vanesa te tiro por el balcón, ella es mía por que quiere serlo, no por manipulaciones de críos como tú, si Sonia ha abierto los ojos no es culpa mía, es mayorcita para decidir por si sola.
-JAIME: ¡a mi no me hables así, o te parto la cara! – alzó la mano.
-YO: ya no me das miedo……..eres un niñato, engreído y superficial, y me das lastima – me soltó un bofetón que me dio de lleno en el labio, pero me rehice.
-JAIME: ¡escúchame mierdecilla, estoy hasta la polla de que se rían de mi en esta casa, me vas a respetar! – alzó la mano, y cuando caía, sin pensar, le cogí de la muñeca parando el golpe, fue como si creciera medio metro de golpe ante sus ojos.
-YO: si estás harto de estar aquí, en la casa de las amigas de Vanesa tienen una habitación libre, una llena de fiestas con universitarias salidas, seguro que es tu ambiente, aquí ya no tienes sitio, ya no eres mi amigo, no sé si alguna vez lo fuiste, pero se que no te necesito en mi vida, así que pasa el mes queda aquí encerrado, o lárgate a otra casa, me da igual, pero ya no eres nadie – esta vez él se soltó la mano de un manotazo, y se frotó la muñeca sintiendo el dolor de cómo se la había apretado.
-JAIME: ¿me echas?, ¡¿como tienes los santos cojones?!, desde que estás con la puta de tu novia no hay quien te soporte.
-YO: ¿como la has llamado?
-JAIME: ¡PUTA! ¡Si, a esa guarra que se te ha metido en el coco, se pasa aquí todo el día jodiéndome la vida, y ahora mírate, todo gallito, seguro que por que vas lamiéndola el culo te crees especial, pero ya me ocuparé de ella, que sepas que me la voy a follar tanto que me la va a desgastar, son todas unas zorras, Sonia no era más que un calentamiento, me las he follado a todas, a tu tía, a tu madre y hasta a tu querida hermanita, y entérate bien de esto, como a ellas, ME VOY A FOLLAR A LA PUTA DE TU NOVIA! – según lo dijo mi puño se cerró justo antes de impactar en la boca de su estómago, del golpe se dobló dando un brinco de medio palmo y cayó de rodillas al suelo, escupiendo babas y tratando de coger aire.
-YO: te quiero fuera de esta casa mañana, ya no es opcional, no quiero volver a verte hasta el día de vuelta, y como se te ocurra volver a insultar a nadie de esta casa, incluida mi novia, te juro que te parto el cuello como una rama seca – fue sin gritar, pero mi voz salió del mismo infierno.
Jaime estaba con una mano en alto protegiéndose de mi airada postura, amenazaba con golpearle de nuevo, tenia ganas de darle más puñetazos, tantos como me había guardado todos estos años, pero ante mi solo había un chico patético y asustado, lloriqueando postrado en el suelo, tratando de no ahogarse del poco oxigeno que lograba pasar por la garganta.
Al volver dentro me temblaba el cuerpo entero, sentía que me fallaban las rodillas y que el corazón hacia un agujero en mi pecho a cada latido para salir disparado, me miraba el puño, aún cerrado, magullado y como si vibrara, el cerebro daba la orden de que se abrieran los dedos y dejaran de hacer presión contra mi palma, pero no obedecían los músculos, “adrenalina, es la adrenalina, tienes que calmarte”. No me percaté de que tenia a Vanesa hablándome delante de mi hasta que me cogió de la cara y me la levantó, al ver tras las gafas sus ojos azules escondidos bajo los rizos recordé que tenia que respirar, solté 4 bufidos nerviosos e intermitentes por la boca antes de caer de rodillas ante ella, me abracé a su cintura y ella me envolvió la cabeza con sus brazos.
-VANESA: calma……..ya pasó.
-YO: ¡lo……lo siento…no se que……no debería!- sentía sus dedos acariciar mi pelo.
-VANESA: shhhh tu tranquilízate, respira profundo y céntrate en mi voz, piensa en el mar, en las olas y sus movimientos constantes, piensa en una huella en la arena que se va borrando con el paso de la marea, poco a poco, una y otra vez, céntrate en como se desvanece lentamente, y acompasa tu respiración con la espuma de mar, lentamente – lo hice, vi esa orilla y me pasé unos minutos enfocándola en mi mente, hasta que dejé de temblar, alcé la mirada y vi la cara de Vanesa, era casi maternal, jugaba a peinarme con sus dedos, con un brillo inusitado en sus ojos azules.
-YO: te quiero – y la apreté tanto que la doblé..
-VANESA: jajja para que me vas a romper, ¿estás mejor?
-YO: si………..no…….no lo sé……quiero irme.
-VANESA: vamos arriba mi amor – me cogió de la mano y la seguí sin importarme la dirección, nos tumbamos en mi cama, y me aferré como un niño de 5 años a su madre tras un susto. Marta no apareció esa anoche en mi cama, ni nadie, por un momento toda la casa se paralizó, y solo existamos Vanesa y yo.
-YO: no he debido hacerlo.
-VANESA: no creo que nadie te culpe por lo que has hecho, alguno hasta te aplaudiría.
-YO: pero mañana se enfadará conmigo y …..- me besó tiernamente, tan dulce y livianamente que fue como si me besara por 1º vez, pero nunca la había sentido así.
-VANESA: si sabe lo que le conviene mañana se irá a casa de mis amigas como le has ordenado.
-YO: ¿lo habéis oido?
-VANESA: no hemos podido evitar pegarnos al cristal de la terraza, Sonia, tu hermana y yo lo hemos visto, hasta Sara ha bajado a ver que eran esos gritos, ¿no nos has visto?
-YO: no….yo…….estaba…….furioso, no se si estaban cuando he vuelto, ¿que pensaran de mi?
-VANESA: pues que tienes unos cojones como el caballo de Espartero……- fue su apreciación inicial, luego recapacitó – ….has dado un paso de gigante de cara a nuestros objetivos.
-YO: ¡me dan igual!, ahora solo quiero tenerte entre mis brazos.
-VANESA: cariño, me……me gustara que esta noche no…… hiciéramos nada…..¿te importa?
-YO: claro que no, no me refería a eso – la rodeé la cintura y apoyé mi cabeza en su pecho, acostados de lado mirándonos el uno al otro, con ella cogiéndome de la cabeza, y la acariciaba como un ente diferente a mi, sintiendo como me atusaba con los dedos el cabello, me estaba quedando dormido sintiendo su corazón latir acelerado y el ritmo de su respiración.
-VANESA: gracias.
-YO: ¿por que? – dije cansado.
-VANESA: nadie nunca me había defendido así – solo obtuvo un gemido ronco de mi parte, estaba cansado y abrumado, solo quería perderme y me quedé profanamente dormido.
Por la mañana seguíamos igual, estaba abrazado a su pecho, al mirarla la vi dormida, casi como un ángel con el pelo revuelto y sus rizos tapándola medio rostro, le aparté los mechones y la di un tierno beso en la frente. Eso la desperezó, estiró los brazos y abrió la boca en un bostezo descomunal, al abrir los ojos me vio, y se le escapó una sonrisa arrebatadora, me acarició la cara con los dedos y sentí que nuestro amor duraría milenios.
-YO: hola.
-VANESA: hola, mi galante caballero de blanca armadura – se me enrojecieron las mejillas.
-YO: no digas eso, no estuvo bien.
-VANESA: pues la sensación que tengo es que te quedaste bien a gusto – eso seria si le hubiera reventado la cabeza de Jaime el 1º día que me pidió ir a mi casa para “ver como meneaba el culo mi madre”, a gusto no, pero si obtuve una satisfacción nueva para mi al hacerlo, me habían enseñado a ser un chico formal y educado, nadie me dijo que placentero, o cuan satisfactorio podía llegar a ser darle un puñetazo a un pedazo de gilipollas.
-YO: ¿que hora es? – me cogió del brazo para mirar mi reloj de pulsera.
-VANESA: las 12:15…. – al girar mi mano vio mis nudillos amoratado, con una ligera capa de piel levantada en uno de ellos, con restos de sangre reseca –…. ¡joder si que le diste bien!, ¿te duele?
-YO: no.
-VANESA: deja que te limpie la herida, no se te infecte…. – me miró a la cara y rozó mi labio con un dedo, lo noté abombado –…además tendré que poner hielo en ese labio, está hinchado – antes de levantarse me dio un corto beso, se quiso separar pero la apreté y nos dimos 3 o 4, sonreía alegre cuando la solté.
Regresó con una pomada y unos hielos de la nevera dentro de un paño, me senté en la cama, ella me montó de cara, yo solo iba con el bañador y ella en bragas blancas de libra con un camisón amplío sin sostén. Me puso a sujetar el hielo en el labio y luego, con un pañuelo húmedo, limpió mi mano, echó alcohol etílico y se rió al verme quejándome por el escozor, juntó sus labios y sopló con dulzura aliviándome, para acabar extendiendo delicadamente la pomada en los nudillos.
-VANESA: ya está mi hombretón jajajaja – apoyó sus manos en mi cuello y me frotaba las mejillas con las yemas de sus dedos, todo su proceso lo hice mirándola a los ojos, y ella se daba cuenta pero me huía la mirada abochornada.
-YO: ¿que pasará con nosotros al final del verano?
-VANESA: ¿a que te refieres?
-YO: lo sabes bien, hablamos de que pasará con mi madre pero no de nosotros, tú empezarás el 2º año en la universidad, encima en Madrid, yo empiezo el 1º año, podríamos vernos…quedar……seguir siendo….novios……..y eso….- apretó los ojos con ternura.
-VANESA: nada me gustaría más que eso, pero no puede ser, esto es uno de esos amores de verano, es mejor que queden bonitos y bellos en nuestros recuerdos, que descubramos la realidad del día a día.
-YO: no creo que pueda apagarme como un interruptor, te quiero, y se que pensaré en ti cada día del resto de mi vida – me huyó los ojos y esta vez fue de forma cansada.
-VANESA: Samuel, créeme, no te gustaría saber como soy en realidad, si lo supieras me tendrías asco, y todas estas palabras dulces y todo este cariño se desvanecería, no quiero que eso te pase a ti, prefiero que este sueño sea bonito y se quede así para siempre.
-YO: lo dices como si fueras una asesina en serie o algo.
-VANESA: no, pero si que te mentí.
-YO: ¿en que?
-VANESA: en que si soy venenosa……..dejémoslo así, no quiero hablar de ello ahora……..- se reactivó cambiando de tema -……..¿que tal ayer con Sonia?
-YO: bien……- la seguí el juego, pero me dejó preocupado – ….fue como dijiste, paso a paso.
-VANESA: lo que no esperaba era lo de Jaime, ahora estaba abajo con las maletas hechas, se va con mis amigas, me ha pedido que las avise.
-YO: ni siquiera se ha despedido.
-VANESA: algunos tienen mal perder…….ahora es importante jugar rápido, queda menos de un mes para terminar esto, Sonia ya es nuestra, unos días en la cama con los 2 y no podrá escapar, Sara ayer se zumbó a un mulato, pero por lo visto la dejó insatisfecha, así que es tu oportunidad, me llevaré a Sonia al pueblo y esta tarde házselo como mejor sepas, y será un más.
-YO: ¿y después?
-VANESA: eso ya depende de tu hermana y de tu madre, una de las 2 se ofrecerá, más tarde o más temprano, pero con Joel por medio apuesto por tu hermana.
-YO: Vanesa, contigo y Sonia ya me costará, si le sumas a Sara……..no voy a poder con todas.
-VANESA: no aprendes……esto no es solo sexo, con Sonia bastará, con su orgullo solo con oírte con otras querrá superarlas, pero con las demás no. Lo de ayer con Jaime te ha hecho ganar puntos, he escuchado a Marta relatárselo a tu madre y a Sara, que llegó tarde y solo te vio asestarle el puñetazo, Carmen ni se lo creía….ahora mismo no hay nadie en esta casa que no te vea como un hombre firme y duro, así que no pierdas ese escudo, deja que se maravillen con él.