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“Doce noches, dos mujeres, una isla desierta” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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Sinopsis:

Tras un naufragio, Manuel se queda varado en una isla desierta con María y con Rocío. La fantasía de todo hombre y de muchas mujeres, es tener a dos bellezas a su entera disposición. Si encima una de ellas es su prima y la otra, la clásica amiga buenorra todavía más. En este relato os cuento eso, como el protagonista hace realidad su sueño y como ese accidente terrible, se convierte a la larga en lo mejor que le ha ocurrido en la vida.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo LOS DOS PRIMEROS CAPÍTULOS:

CAPÍTULO 1

La fantasía de todo hombre y de muchas mujeres, es tener a dos bellezas a su entera disposición. Si encima una de ellas es su prima y la otra, la clásica amiga buenorra todavía más. En este relato os cuento eso, como hice realidad mi sueño y como un accidente terrible, se convierte a la larga en lo mejor que me ha ocurrido en la vida.

Esta historia tuvo lugar durante unas vacaciones familiares en Indonesia. Mi tío Enrique es un capullo al que la suerte y el trabajo constante le han hecho millonario. Decidido a hacer gala de su dinero, anualmente invita a mi familia y a otros amigos a acompañarle en un viaje a un lugar exótico. Para lo que no lo sepan, ese país consta de más de 17.000 islas de las cuales apenas unas quinientas están habitadas, el resto o bien nunca han tenido presencia humana o actualmente están desiertas. La historia que os voy a contar trata sobre una de ellas, Woholu un islote de treinta kilómetros cuadrados que estuvo habitado pero que desde hace más de cincuenta años solo viven en ella, monos, cerdos y pájaros.
Ese verano, el caprichoso de mi pariente decidió que fuéramos a Bali y no solo se llevó a mis viejos y a mí, sino que invitó a Rocío, la mejor amiga de mi prima María. El plan era cojonudo, nos pasaríamos un mes navegando entre las islas teniendo como base un hotel alucinante en la capital, Denpasar. El “Four Season” donde nos alojábamos era enorme, además de seis piscinas, no sé cuántos restaurantes y discotecas, tenía embarcadero propio. De allí salían los yates de pesca que los huéspedes alquilaban por horas.
Como el tío quería dejar claro que él era un personaje importante, alquiló, durante todo el mes: ¡Dos! Uno enorme en el que salían los mayores y uno de ocho metros para los jóvenes.
Como podréis comprender, no puse reparo alguno a esa clara marginación porque tanto mi prima como su amiga estaban buenísimas. Reconozco que eran unas pijas insoportables, que se lo tenían creído, pero verlas en bikini hacía que se me olvidaran todos los feos que ese par acostumbraban a hacerme. Para ellas, yo era el primo pobre; el mendigo que recogía las migas que caían de la mesa, pero me daba igual.
María, por ejemplo, era una diosa de veintidós años, rubia teñida y un cuerpo de los que hacen voltear a cualquiera al pasar a tu lado. Daba igual que tuviera poco pecho, su trasero te hacía obviar la falta de glándulas mamarias porque era todo vicio. Al mirarlo, os juro que hacía que me sintiera en el paraíso vikingo, deseando que ella fuera mi valkiria particular.
Rocío, su amiga, no se quedaba atrás. Castaña de pelo y con la piel morena, tenía una cara de morbo que me hacía suspirar cada vez que me pedía que le trajera, aunque fuera un puto refresco. Dotaba por la naturaleza con más pecho, su breve cintura maximizaba no solo este sino el magnífico culo que movía sin parar. En suma, yo, con mis veinte años recién cumplidos, me creía dueño de un harén, aunque realmente mi función fuera la de bufón. Sabía que el hermano de mi padre me invitaba para así no tenerse que ocupar de su hija.
― ¡Ocúpate de qué se lo pase bien! ― me soltó mi tío hace dos veranos y a partir de ahí siempre había sido ese mi cometido.
Daba igual el capricho que se le ocurriera a mi adorada prima, ahí estaba yo para pedirle una copa, echarle crema o incluso conseguirle el teléfono de algún macizo con el que quisiera ligar. Era su sirviente veinticuatro horas al día, siete días a la semana, pero no me quejaba porque también tenía sus recompensas. Por ejemplo, en Suecia durante un crucero la había visto desnuda por un segundo o en Australia le tuve que quitar de un pecho un alacrán y donde me permití el lujo de que mis manos se recrearan en sus tetas buscando otro que pudiera haberse quedado en ellas.
María sabía que me gustaba y por eso no perdía ocasión de excitarme. Continuamente se mostraba casi desnuda con el afán de turbar a su primo “pequeño” y por eso, no sé la cantidad de pajas que me había hecho en su honor. Si intentaba cualquier acercamiento, esa zorra se reía de mí e incluso me chantajeaba con decírselo a sus padres.
Todo eso cambió un feliz y desgraciado día en que los viejos quisieron ir a visitar unos templos, mi prima se negó a ir diciendo que prefería hacer submarinismo a una zona de la que le habían hablado. Lógicamente, su esclavo tuvo que acompañarlas y por eso estaba yo en el yate cuando en mitad de la travesía el capitán, un balinés entrado en años le informó que teníamos que volver porque se anticipaba tormenta. No os podeos imaginar el berrinche de niña malcriada que se cogió cuando el profesional le explicó que era peligroso. Enfurruñada y con el apoyo de su amiga hicieron de todo para ralentizar nuestra huida, de modo que cuando al final partimos de vuelta hacía puerto era demasiado tarde. Supe que estábamos en problemas cuando vi la cara de terror de Wong.
Luchando contra olas de seis metros y un viento huracanado, el marino intentó evitar el tifón, pero no pudo, por lo que en un momento dado decidió que nuestra única esperanza era embarrancar contra la primera isla que nos encontráramos. En un inglés penoso, el indonesio nos pidió que nos pusiéramos los salvavidas e histérico, explicó cuáles eran sus intenciones. María y Rocío fueron tan bobas que no se creyeron el peligro hasta pocos segundos antes que chocáramos con el arrecife.
Entonces y solo entonces se pusieron a gritar muertas de miedo. El choque fue tan brutal que nuestro barco se partió en dos. Yo, por mi parte, me vi lanzado por la borda y durante un instante creí que moría al no poder respirar. Afortunadamente, conseguí salir a flote y nadar hacia los restos del yate.
Me encontré a mi prima con una brecha en la cabeza y a su amiga desmayada. Aterrorizado, conseguí agarrarme a un trozo de quilla que flotaba cerca, lo que me permitió recoger a mis acompañantes, pero cuando intenté ayudar al capitán, lo hallé muerto con un golpe que se le había llevado media cabeza. No comprendo todavía como conseguí llevar a mi prima y a su amiga hasta la orilla. La tempestad era tal que nadamos a ciegas y cuando ya creía que no íbamos a sobrevivir, apareció de la nada la playa. Haciendo un último esfuerzo, toqué la arena y caí agotado sobre ella.
Desconozco cuanto tiempo, me quedé tumbado mientras me recuperaba. Solo sé que mientras trataba de tomar aire, ese par no hacía otra cosa que llorar. Cabreado, me levanté y sin mirar atrás busqué un cobijo donde guarecernos. Cosa que fue fácil porque a pocos metros de la playa se alzaba una iglesia y los restos de un antiguo poblado. Creyendo que estábamos a salvo, llamé a las dos muchachas mientras entraba en el lugar.
Reconozco que se me cayó el alma al suelo al comprobar que estaba en ruinas, pero asumiendo que cuando amainase el temporal encontraríamos ayuda, busqué en la sacristía un sitio donde evitar el seguirnos mojando. Aunque no sea lógico, no llevábamos más de cinco minutos a resguardo cuando la arpía de mi prima me ordenó que saliera en busca de auxilio. Como comprenderéis me la quedé mirando como si estuviese ida y me negué. María, furiosa al comprobar que no le obedecía, me juro que me arrepentiría de ello. Sus reproches en ese momento me entraron por un oído y me salieron por el otro, pero lo que realmente me sacó de quicio fue cuando me exigió de malos modos que hiciera una hoguera porque tenía frio.
―A ver cariño. ¿Cómo cojones quieres que haga fuego? ― repelé con muy mala leche.
Por su cara, comprendió lo inútil de su exigencia y hundiéndose en la desesperación, se echó a llorar. Por suerte, en ese momento, Rocío se buscó en el short que llevaba y con una expresión de alegría en su cara, se sacó el encendedor del bolsillo con el que le había visto encenderse un par de porros.
― ¿Esto servirá? ― dijo con tono tímido.
―Por supuesto― contesté y mirando a mi alrededor, caí en que los asientos de la iglesia, nos podía servir de leña.
Poniéndome de pie, rompí un par de ellos y recogiendo las astillas y unos periódicos, al cabo de un rato, los tres disfrutamos del reconfortante calor de una fogata. Ni siquiera entonces mi primita me dejó en paz porque viendo que había reducido su intensidad la tormenta, quiso que me adentrara en la oscuridad y buscara ayuda.
― ¡Tú estás loca! ― contesté muy cabreado― Si te fijas no hay una jodida luz que confirme que alguien vive por los alrededores. Mañana buscaré una carretera o una casa, pero ahora, ¡me niego!
―Eres un maldito cobarde― respondió –No sé cómo mi padre confió, en un niño, nuestro cuidado.
―Perdona, bonita. Primero no soy un niño y segundo, lo único que me ordenó mi tío fue que os cumpliera todos vuestros caprichos, nunca se imaginó que la idiota de su hija fuera tan irresponsable de hacernos naufragar.
Mi respuesta la indignó y dándose la vuelta, buscó acomodo entre los brazos de su amiga. Rocío, comprendió que estaba entre dos frentes y decidió no optar por ninguno de los bandos. Mientras acogía a su amiga, me lanzó una mirada comprensiva cómo pidiéndome tiempo para que recapacitara. Todavía no lo sabía, pero tiempo era lo único que podríamos obtener de esa jodida isla. Esa noche dormí fatal, porque además de dormir en el suelo cada vez que lo conseguía, me venía a la mente la inútil muerte del capitán.

A la mañana siguiente con el albor del día me desperté. Ya no llovía y tras recargar la hoguera, decidí ir a dar una vuelta por los alrededores. Os tengo que reconocer que fui un idiota porque en vez de recoger de la playa los restos del naufragio, busqué un lugar alto desde donde buscar ayuda. Al ser una isla de coral, no había una maldita montaña desde donde otear el horizonte por lo que decidí continuar por la playa, no fuera a perderme. Al cabo de dos horas, me quedé petrificado porque sin darme cuenta había dado la vuelta al islote sin encontrar más que cocoteros y un pequeño arroyo.
«Estamos jodidos», pensé al ver la torre de la iglesia porque o mucho me equivocaba o en todo ese maldito lugar no había más almas que las tres que ya conocía.
Al entrar en el edificio, me las encontré hablando tranquilamente. Mirándolas no solo me di cuenta de que no estaban asustadas como yo, sino que sus ropas, es decir sus bikinis estaban desgarrados y por eso, lo único que les preocupó al verme fue taparse sus vergüenzas. Haciendo caso omiso al espectáculo que me ofrecían, les expliqué a las dos lo ocurrido. Mientras Rocío comprendió al instante, pero la idiota de María dijo sin ser consciente de nuestras dificultades que no había que preocuparse porque su padre la encontraría.
―Eso espero, pero lo dudo. No tuvimos tiempo de dar la alarma y para colmo estoy seguro de que, aunque supieran cual era nuestro destino, nadie sabe dónde estamos o si hemos sobrevivido.
―No entiendo― replicó todavía muy segura de sí misma.
―María, ¿tienes idea de cuantas islas hay en este archipiélago? Primero buscarán el barco y luego al cabo de los días, empezarán por las grandes y habitadas. ¡Hazte a la idea! ¡Si queremos sobrevivir tenemos que hacerlo solos!
A la princesa se le cayó hechos pedazos el castillo que su mente había construido para evitar enfrentarse con su realidad y llegando a mi lado, me lanzó un tortazo mientras me decía:
― ¡Mentiroso! Nos has mentido para asustarnos.
―Si eso crees, haz lo que yo. Coge la playa y da la vuelta a la isla. Yo te espero aquí, tratando de recuperar algo que nos sirva del barco.
María sin dar su brazo a torcer, cogió a su amiga y enfiló hacía la playa. Por la actitud de Rocío, comprendí que me creía, pero no queriendo contrariarla, decidió acompañarla. Las tres horas que tardaron en regresar, las usé para salvar todo lo que pudiera del naufragio. Afortunadamente, conseguí sacar de los restos, aparejos de pesca, cañas, cuatro mantas e incluso dos ollas con las que el marino pensaba prepararnos la cena. También encontré un par de cuchillos, pero, aunque lo intenté nada del yate nos servía para comunicarnos con el exterior. Al acabar de rescatar todo lo útil que encontré, recargué la fogata y cogiendo las ollas me dirigí hacía el arroyo que había visto esa mañana.
Una vez nuevo en la iglesia, calenté el agua que había traído y sacando las cañas, me puse a pescar. Estaba tranquilamente sentado en la playa esperando que algún pez picara cuando las vi venir en dirección contraria a su marcha. Venían con los ojos rojos, síntoma que habían llorado y por eso las dejé descansar antes de decirles:
―Como habéis comprobado, no he mentido. Estamos en una maldita isla desierta. Si queremos sobrevivir hay varias cosas que tenemos por narices que hacer. Primero, la fogata siempre tiene que estar encendida. No sabemos el tiempo que pasará hasta que nos encuentren y no podemos malgastar el gas del mechero. Segundo, hay que beber agua hervida por lo que todos los días una de vosotras tendrá que ir a por agua. Tercero, mientras yo pesco, la otra debe de buscar cocos o cualquier vegetal consumible ya que no podemos depender de la pesca únicamente. Quinto….
― ¡Pero tú quien te crees para mandarnos! ― respondió hecha una energúmena mi prima –Hay que ahorrar fuerzas y me niego a cumplir tus órdenes.
Como me esperaba esa reacción, la dejé terminar de explayarse y solo cuando ya había acabado, le respondí:
―Tu misma. Hay dos cañas, dos cuchillos, cuatro mantas y un mechero. Yo pienso que es mejor que lo hagamos en común, pero si queréis nos dividimos lo poco que tenemos. Yo quiero una caña, un cuchillo y una manta, lo demás quedároslo vosotras, pero desde ahora te digo que no pienso trabajar para vosotras sin que me prestéis ayuda.
Y cogiendo la parte que me correspondía busqué una choza donde guarecerme mientras Rocía se debatía entre que bando elegir. Viendo que se quedaba con mi prima, apilé un montón de leña y cogiendo un rescoldo de la de ellas, encendí mi propia hoguera. Tras lo cual, agarré mi caña y me puse a pescar. Afortunadamente, se me dio bien y a la hora de comer ya tenía dos jureles en mi poder. Os reconozco que disfruté al ver sus caras hambrientas mientras yo me daba un banquetazo bien regado del agua de un coco que había conseguido partir. Sé que fui un poco cabrón, pero me deleité haciendo ruido al comer, diciendo lo buenos que estaban mientras a cincuenta metros ellas seguían discutiendo sobre como lanzar la caña. Al terminar, esperé que se enfriaran los pescados y ya helados, se los llevé para que comieran. Era una labor de zapa y si las cosas venían mal dadas iba a necesitarlas sanas.
María ni siquiera me miró cuando le acerqué la comida, pero su amiga me lo agradeció con un beso en la mejilla mientras dejaba que su pecho se pegara al mío en agradecimiento. Al percatarme que lo había hecho a propósito, ni corto no perezoso, acaricié uno de sus pezones, diciendo:
―Rocío, si quieres dormir calentito esta noche, ya sabes dónde me encuentro.
Tras lo cual, me fui a dar una vuelta por los alrededores mientras ellas dos se enfrascaban en una agría discusión. Mi prima le echaba en cara el haberse dejado magrear por mí mientras la otra le recriminaba nuestra delicada situación. Sonreí al escucharlas e internándome en el bosque, busqué algo de comer. Tal y como había previsto, aunque la isla estuviera deshabitada, sus antiguos habitantes debían de haber plantado árboles frutales por lo que, a la media hora, volví a mi choza con una cantidad ingente de mangos e incluso una penca de plátanos. Pero lo mejor no fue lo que recogí sino lo que vi en un claro.
Alertado por el ruido, descubrí una piara de cerdos salvajes que, careciendo de enemigos naturales, se habían acercado a mí a curiosear. Si hubiese tenido el cuchillo, podía haber matado a un par de crías, pero como me lo había dejado en el poblado, tuve que conformarme con el mero descubrimiento
De vuelta a la hoguera, la recargué y sentándome en una sombra, me puse a comer fruta. Rocío no tardó en acercarse y pedirme que le compartiera parte de lo recolectado, pero me negué a hacerlo hasta que en compensación me trajera un poco de leña. Ni siquiera protestó y al cabo de diez minutos volvió con lo que le había pedido. María viendo que estábamos comiendo, llegó a nuestro lado y pidió su parte, pero nuevamente me cerré en banda a no ser que trajera agua que calentar. Tal y como había previsto, me mandó a la mierda y dejándonos solos, siguió intentando pescar.
― ¿Crees que no rescatarán? ― preguntó su amiga mientras daba buena cuenta de uno de los mangos.
―Sin duda― contesté – el problema es cuando. Tenemos que mantenernos vivos mientras tanto y la idiota de mi prima no quiere comprenderlo.
―Dale tiempo, ¡se tiene que dar cuenta que te necesitamos! ― murmuró en mi oído mientras se pegaba en plan meloso –Yo confío en ti.
Aunque sabía que esa zorrita se acercaba a mí por conveniencia, me dejé querer y abrazándola, le planté un beso en la boca. Me respondió con pasión y por eso mientras nuestras lenguas jugaban, mis manos recorrieron su cuerpo palpando y disfrutando de cada centímetro de su piel. Descubrí que María nos miraba alucinada cuando mi boca ya había hecho presa en uno de los pezones de su amiga. Con los gemidos de la morena como música ambiente, me puse a lamer y a morder esas dos maravillas mientras mi prima se hacía la digna, pero seguía observando. Ni siquiera hice intento alguno de ocultarnos, a la vista, bajé la parte inferior del bikini de Rocío dejándole claro que a partir de ese instante ella era mía. Al hacerlo me encontré con el sexo que llevaba días soñando y metiendo mi lengua entre sus pliegues, me puse a mordisquear su clítoris mientras ella no paraba de aullar complacida por la mamada que le estaba obsequiando.
No sé si fue la propia desesperación que sentía la muchacha por nuestra desgracia, pero la verdad es que llevaba menos de un minuto enfrascado entre sus piernas cuando escuché los primeros síntomas de su orgasmo. Incrementando su deseo con pequeñas incursiones de mis dedos en su vulva, la llevé hasta el borde del abismo en poco tiempo.
― ¡Me corro! ― gritó sin importarle que su amiga la escuchara.
Mi propia calentura me hizo salirme de su entrepierna y bajándome el traje de baño, saqué mi miembro de su encierro y colocando mi glande en su entrada, lo inserté de un solo golpe hasta el fondo de su vagina.
― ¡Dios! ― chilló de placer la otrora niña pija y meneando sus caderas en plan goloso, convirtió su sexo en una especie de batidora con la que vapuleó mi pene.
Con mayor intensidad, seguí machacando su cuerpo al notar su excitación. Cada vez que la empalaba de su garganta salía un berrido de hembra en celo y por eso uniendo una descarga de placer con la siguiente, Rocío se entregó por entero a mí. Todavía no había descargado mi simiente en su interior cuando poniéndose enfrente, María le reclamó que se estaba tirando a su primo.
Sin separarse de mí y con sus piernas forzando otra penetración, la morena le contestó:
― ¿Lo querías para ti sola? ¡Pues te jodes! Me ha elegido a mí.
Mi pariente no se debía esperar semejante respuesta porque completamente indignada salió huyendo con el sonido de nuestra pasión rebotando en sus oídos. Absortos en una danza ancestral, seguimos disfrutando de nuestra unión hasta que me derramé en su interior dando gritos. Acababa de sacarla y ni siquiera me había dado tiempo a descansar cuando poniendo una sonrisa de oreja a oreja, esa muchacha me soltó:
―Espero que te acuerdes que yo fui la primera, no quiero que luego me dejes insatisfecha por follarte a esa tonta.
Ni se me había pasado por la cabeza, beneficiarme a mi prima porque siempre había sido un objeto de deseo fuera de mi alcance, pero las palabras de su amiga me hicieron plantearme que era posible y solo imaginármelo, levantó mi alicaído miembro. Ella se rio al advertir que estaba nuevamente dispuesto y mientras bajaba por mi pecho en dirección a mi entrepierna, exclamó:
―Creo que, aunque haya poca comida, ¡no voy a echar de menos el exterior!

CAPÍTULO 2

Aproveché el resto del día para restaurar como pude una cerca donde encerrar a los cerdos que había visto esa mañana. Comportándose como una buena asistente, mi nueva amante colaboró sin protestar y lo más raro sin preguntar para que la necesitaba. María debía de seguir enfadada porque no apareció hasta la hora de cenar. Cuando quiso acercarse a compartir nuestra comida, fue la propia Rocío la que se negó de plano y le exigió que al menos trajese más leña. Sin querer dar su brazo a torcer, la mandó a la mierda y volviendo a la iglesia, nos dejó en paz.
Reconozco que me dio pena y por eso al terminar, me acerqué con un racimo de plátanos y se los di sin exigirle contrapartida alguna. Mi prima me miró con angustia, pero su orgullo le impidió darme las gracias. No me importó, quedaba bien poco para que claudicara y corriera a nuestro lado, implorando ayuda. El resto de la fruta la coloqué dentro de la cerca, pero antes instalé una trampa para que, si algún animal entraba, se cerrara.
Al llegar a mi choza, acababa de empezar a llover y previendo que la noche iba a ser muy larga, me dispuse a recargar la hoguera cuando observé con satisfacción que Rocío lo había hecho en mi ausencia. Al mirarla, me quedé extasiado al comprobar que me esperaba desnuda y que con gestos me pedía que la estrechara entre mis brazos. No me lo tuvo que repetir, cogiendo su barbilla le di un beso mientras mis dedos recorrían esos preciosos pechos que no me cansaría jamás de disfrutar. La morena ni siquiera me dejó tumbarme, cogiendo mi pene entre sus manos, me empezó a besar mi extensión sin dejar de masajear mis huevos.
― ¿No has cenado bien? ― pregunté con recochineo al ver que abriendo su boca se lo metía sin hablar.
Como respuesta, lentamente se fue introduciendo mi falo mientras su lengua jugueteaba con mi extensión. Dotando a sus maniobras de una sensualidad brutal, no cejó hasta que, con el enterrado en su garganta, besó la base de mi miembro con sus labios. Sorprendido por la facilidad que lo hubiera conseguido sin sufrir arcadas, me quedé quieto mientras ella daba un ritmo lento a su mamada.
Poco a poco, fue acelerando el compás con el que se metía y sacaba el pene hasta que ya parecía que en vez de una boca era un sexo el que lo hacía. Sabiendo que estaba al mando y que esa cría seguiría estando al día siguiente, no intenté retener mi eyaculación y al poco tiempo, exploté en el interior de su boca. Rocío disfrutó de cada explosión y de cada gota hasta que, relamiéndose de gusto, dejó mi polla inmaculada sin resto de semen
Mientras ella, sin dejarme descansar, intentaba reanimar mi sexo, le pregunté por su urgencia. Al oírme soltó una carcajada diciéndome:
―No quiero que esa puta disfruté de ti sin habérselo trabajado.
Sin entender a qué se refería, no me importó que se empalara con mi miembro, pero al verla saltando sobre mí, no pude dejar de preguntar porque lo decía:
―Esta noche, ¡tu prima vendrá a por auxilio! No ves que la muy idiota no ha echado leña a su fogata. Cuando lo intente, no encontrará nada seco y por eso empapada pedirá nuestro calor.
Muerto de risa, comprendí que tenía toda la razón, pero advirtiendo que había usado nuestro en vez de tu calor, le pregunté directamente a que se refería. Mientras se pellizcaba un pezón, me respondió:
―Yo he trabajado y no esperarás que le deje entrar en nuestra manta: ¡Sin pedirle una compensación!
El sonido de la lluvia ocultó el sonido de mi risa al asimilar que esa muchacha era bisexual y que compartiría gozosa conmigo el cuerpo de su amiga. Después de hacer el amor, la aguardamos desnudos. Nuestra espera se alargó hasta cerca de las dos de la mañana y por eso cuando María hizo su aparición en la choza, Rocío estaba dormida. Completamente empapada y con los labios amoratados por el frio, me pidió permiso para entrar. Sin hacer ruido se acercó a la hoguera y temblando alargó sus manos al reconfortante calor del fuego.
―Ven, metete entre nosotros para calentarte― dije sin especificar lo que le teníamos preparado.
Totalmente colorada, se percató de nuestra desnudez aun antes de sentir nuestra piel contra su piel. Intentando no forzarla en demasía, la abracé dándole ese calor que tanto necesitaba. Tímidamente apoyó su cabeza en mi pecho y dejó que mi mano se aposentara en su culo sin quejarse. La morena que se había despertado también la abrazó, diciendo:
―Pobrecita, ¡Estás helada!
Tras lo cual, sin pedirle permiso empezó a acariciar su cuerpo, dando a sus caricias un sentido más allá del mero auxilio. Me di cuenta de que mi prima estaba escandalizada por esos mimos no pedidos al mirarme con los ojos abiertos. No dejé que protestara porque cerrando su boca con mis labios la besé mientras mis propias manos empezaban a sobrepasarse con ella. Pálida tuvo que soportar que mis besos fueran bajando por su cuello al estar más preocupada porque las manos de su amiga habían separado sus rodillas y esta se dedicaba a lo mismo que yo, pero en sus muslos.
―Por favor― rogó muerta de miedo cuando sintió que me apoderaba de sus pezones.
Obviando sus protestas, seguí mamando de esos pechos de ensueño mientras de sus ojos brotaban unas lágrimas de vergüenza. Rocío hizo lo propio, recreándose en el cuerpo que la casualidad le había puesto a su disposición, se dedicó a dar pequeños mordiscos en el camino hacia su meta.
―No soy lesbiana― protestó sin éxito al sentir el aliento de su amiga acercándose a su sexo.
Completamente excitado, seguí bebiendo de esos pechos que me encantaban desde niño y que nunca soñé en poseer, mientras la morena separaba los pliegues de nuestra víctima. Entonces, mi prima hizo el último intento de zafarse de nuestras caricias, pero se quedó quieta cuando reteniéndola entre mis brazos, le expliqué con voz suave:
―Somos tres en una isla desierta, si quieres que te cuidemos y te demos de comer, debes compartir con nosotros todo.
Vencida y humillada, esperó tensa y asqueada que la lengua de su amiga llegara hasta su clítoris. Al hacerlo no solo se limitó a lamer ese botón de placer, sino que, incrementando su angustia, le metió dos dedos en el interior.
― ¡Qué rico lo tienes! ― sonriendo le soltó – Llevo años deseando comerme tu coño.
La escena de por si cachonda subió enteros al ver que la morena se empezaba a masturbar mientras daba rienda suelta a deseos de antaño. Por mucho que mi prima intentó mantenerse al margen, nuestros mimos fueron derribando una a una las murallas que se había auto impuesto e inconscientemente, empezó a reaccionar moviendo sus caderas. Rocío al comprobar que ese sexo se empezaba a llenar de flujo, incrementó la acción de su lengua y usándola como si fuera un pene, traspasó con ella esa entrada.
Su primer gemido también venció mis reparos y llevando su mano a mi entrepierna, le exigí que me hiciera una paja. Lentamente como cogiendo confianza, mi prima me empezó a masturbar con los ojos cerrados. Sus dedos se habían cerrado sobre mi extensión mientras su dueña se debatía entre la moralidad de lo que estábamos haciendo y las sensaciones que estaba sintiendo.
Comprendí que la pasión iba ganando cuando acelerando su muñeca me pidió que la besara. Sé que estuvo mal y que fui un egoísta con mi primer amante, pero absorbido por la lujuria, separé a Roció y obligando a mi prima a subirse a horcajadas sobre mí, le exigí que se empalara. Me encantó ver la indecisión en su cara antes de alzarse y cogiendo mi pene, empezárselo a meter. Solo el saber que por mucho que viviera esa imagen iba a quedar en mi retina, hacía que ese naufragio hubiese valido la pena. No sé si fue que, en secreto, me deseaba o que su excitación era fruto de esa cuasi violación, lo cierto es que nada más sentir mi pene abriéndose camino en su vagina, mi prima empezó a aullar como loca y a retorcer su cuerpo sobre el mío.
― ¡Ves que no era tan difícil! ― exclamó su amiga, dándole un beso en los morros.
Esta vez María no le hizo ascos a su boca y devolviendo pasión con más pasión, gritó pidiendo nuestras caricias. La morena no solo respondió mamando de sus pechos, sino que al hacerlo puso su coño en mis labios. Comprendí que era lo que quería y separando los pliegues de su sexo, cogí entre mis dientes su clítoris. Rocío al experimentar el suave mordisco, rogó que continuara torturando su botón. No solo le hice caso y con mis dientes apreté fuertemente, sino que usando mis dedos empecé a acariciar el oscuro objeto de deseo que se escondía entre sus dos nalgas. El orgasmo de mi prima coincidió en el tiempo con la incursión de mis falanges en su ojete y mientras se dedicaba en cuerpo y alma a las tetas de la rubia, gritó de placer.
― ¡Me enloquece que me den por detrás! ― espetó descompuesta sin dejar de mover su culo.
No sé si fueron sus palabras o la sobreexcitación que absorbía a María lo que provocó que esta, uniera un clímax con el siguiente sin dar tregua. Con la cara empapada de los flujos de Rocío y mi pene siendo maltratado por una prima convertida en loba en celo, os tengo que reconocer que me corrí tan brutalmente que dudé que me quedaran fuerzas para el resto de la noche.
Desgraciadamente no tuve oportunidad de comprobarlo, porque en el preciso instante que Rocío y María intentaban recuperar la vitalidad de mi miembro, escuchamos un alboroto en el exterior. Los bufidos y los gruñidos solo podían provenir de una piara que hubiese caído en la trampa, por lo que me levanté de un salto y en pelotas corrí a asegurar la puerta de la cerca con una cuerda. Al volver empapado, las vi sonriendo desde dentro y nada más acercarme, Rocío me agradeció la captura diciendo:
―No te basta con dos cerdas, ¡Que has tenido que capturar más!
Me solté a reír y cogiendo entre mis brazos a mi par de guarras de dos patas, las llevé hasta la manta.

El segundo día, me desperté al alba con una a cada lado. Os juro que si no llega a ser porque tenía que comprobar cuantos cerdos habían caído en la trampa y asegurarme de que estaban bien encerrados, me hubiese quedado con ellas. Sin hacer ruido, me levanté y salí a ver los bichos. Os podréis imaginar la alegría que sentí al ver que eran una cochina con sus cinco lechones, los cautivos.
«Tenemos carne para más de un mes», me dije sin caer en la dificultad de conservarla en un ambiente tan húmedo y caluroso.
Después de revisar la cerca, volví a la choza de un humor inmejorable o eso creía porque nada más entrar, me encontré que mis dos mujercitas se habían despertado y que en ese momento Rocío estaba comiéndose el coño de mi prima. Descojonado por lo rápido que María se había habituado a que su amiga fuera también su amante y aunque me apetecía unirme a esas dos, decidí que era más importante el ponernos en actividad.
― ¡Cacho zorras! ¡Levantaos que tenemos cosas que hacer!
No hice caso ni a sus protestas ni a sus peticiones de que me tumbara con ellas. Enojadas porque les había cortado el placer que buscaban, me obedecieron a regañadientes. Rápidamente, dividí los deberes y mientras María se debía ocupar de ir a por agua, recoger leña y de mantener la hoguera, Rocío y yo debíamos ir a por más fruta tanto para nosotros como para nuestros invitados de cuatro patas. Esta vez no hubo una sola queja y poniéndonos manos a la obra, salí con la amiga de mi prima rumbo a la plantación abandonada. Sin obviar lo delicado de nuestra situación, tengo que confesar que mi estancia en esa isla iba mejor de lo que había supuesto en un principio. Con carne, pescado y fruta a raudales, teníamos asegurado lo básico. El único problema real era saber si algún día nos rescatarían por lo que debíamos actuar como si eso no fuera a suceder.
― ¿En qué piensas? ― preguntó la morena al ver que estaba pensativo.
Cómo de nada servía ocultarle que quizás nos pasáramos mucho tiempo en ese lugar, le expliqué que quería acondicionar la choza y construir una cama donde dormir, lejos de la humedad, de los insectos e incluso de alguna serpiente que decidiera hacernos una visita.
―Por eso no te preocupes, de algo ha tenido que servir mis diez años como boicot. No creo que tener problemas en levantar un sitio decente donde dormir.
― ¿Dormir? ― señalé muerto de risa al comprender que esa cría acababa de resolver uno de nuestros grandes problemas.
―Y follar― respondió encantada – No creas que me conformo con lo de ayer. Pienso explotarte a base de bien.
Anticipando su promesa, se pegó a mí y antes de que pudiera reaccionar ya me estaba besando. Su comportamiento pasado y como se restregaba contra mi sexo, me convenció de que me hallaba frente a una verdadera ninfómana. Sin importarle que estuviéramos en plena selva, me tumbó en el suelo y casi sin ningún prolegómeno, se empaló con mi pene mientras pedía que la tomara en plan salvaje. Su calentura era tal que ya tenía encharcado el coño antes siquiera de coger mi extensión entre sus manos y por eso, mi glande entró en su interior con una facilidad pasmosa.
― ¡Estás cachonda! ― le recriminé de guasa al advertirlo.
Rocío, dotando a su voz de una lujuria inaudita, respondió:
―Sí y ¡la culpa es tuya! Me cortaste cruelmente cuando estaba comiéndome el chochito de María y desde entonces, ando verraca.
Tras lo cual y con una urgencia total, comenzó a saltar sobre mi sexo mientras se pellizcaba los pezones. La velocidad excesiva que imprimió a su cuerpo me obligó a sujetarla, poniendo mis manos en su culo, para evitar que me hiciera daño. La morena al sentir mis garras en sus nalgas, lejos de ralentizar su cabalgar, lo aceleró. Cabreado por su brutalidad, le di un azote mientras le pedía calma. Lo súbito de mi caricia, le hizo parar.
―Sigue, pero tranquila― reclamé mientras le lanzaba otro viaje a su trasero.
Aunque sea difícil de creer, en ese momento, un torrente cálido brotó de su sexo empapando mis piernas por completo. Fue entonces cuando comprendí que le excitaba la rudeza y dándole otra nalgada, le pregunté:
― ¡Te gusta!, ¿Verdad, putita?
― ¡Sí! ― gimió descompuesta.
Su afirmación confirmó lo evidente y por eso, a base de palmadas en su trasero, fui marcando el ritmo mientras ella no paraba de aullar de placer ante cada caricia. El morbo de la situación, pero sobre todo el oír cómo se corría una y otra vez, me obligó a acelerar sus incursiones de modo que, en poco tiempo, Rocío se empalaba aún más rápido que antes. Con sus pechos rebotando arriba y abajo siguiendo el compás de sus caderas, esa zorra buscó mi placer mientras gritaba a los cuatro vientos lo mucho que estaba disfrutando.
Mi excitación, su entrega y ese elevado ritmo hicieron que en pocos minutos estuviera a punto de explotar. Al notar que mi orgasmo era inminente, agarré sus nalgas con fuerza. Roció chilló como posesa al sentir mi glande presionando la pared de su vagina y cayendo sobre mi cuerpo, se corrió sonoramente mientras mi pene expulsaba mi placer a base de blancos proyectiles de semen.
― ¡Dios! ― aulló forzando la penetración.
Completamente exhausta, disfrutó de las ultimas sacudidas de mi miembro, tras lo cual, se desplomó sobre mi pecho. Una vez había saciado mi calentura, la eché a un lado y me incorporé.
―Tenemos cosas que hacer― le dije mientras la levantaba del suelo.
Rocío, con una sonrisa en los labios, me miró satisfecha y saltando de alegría se adelantó. Al ver que se tocaba las nalgas coloradas por los azotes, me reí diciendo:
― Si te duele, espera. Esta noche pienso obligarte a cumplir tu promesa.
― ¿Qué promesa te hice? ― preguntó.
― ¡Qué tu culo sería mío! ― respondí.
Si pensaba que eso la sorprendería, me equivoqué, porque retrocediendo sobre sus pasos, se apoyó en un árbol mientras me decía:
― ¡No tienes que esperar! Mi culo es tuyo.
Solté una carcajada al observar la cara de putón verbenero que puso mientras con sus manos se separaba sus cachetes y sin negar que me apeteciera poseer ese rosado esfínter, decidí no hacerlo en ese momento porque nos habíamos comprometido con María en recoger la fruta.
―Vamos, guapa. ¡Tenemos cosa que hacer!
Hizo un breve intento de amotinarse, pero al ver que me alejaba, corrió tras de mí como si nada hubiese pasado. Ya en la plantación, nos pusimos a recolectar dos bolsones, de forma que, tras una hora de trabajo, decidimos que era suficiente por ese día. Estábamos cerca del poblado cuando de improviso, escuchamos un alarido. Comprendiendo que la única persona que podía haber emitido semejante grito era mi prima, salimos corriendo hacia ella. Esos quinientos metros en plena carrera se me hicieron eternos al pensar que María debía estar en peligro y por eso cuando vi lo que ocurría me eché a reír histéricamente.
― ¡Imbécil! ― me gritó al ver que me descojonaba de ella― ¡Quítamelo!
Reconozco que no pude, tronchado de risa, observé que un macaco se les había subido a los hombros y tal como hacen con otros miembros de su especie, la estaba espulgando el pelo. Rocío en cambio fue mucho más práctica, pues al llegar y ver el “gran problema”, con una sonrisa en su cara, sacó un plátano y llamando al mono se lo dio.
Como si fuera amaestrado, el jodido primate se bajó de mi prima y cogiendo la fruta se la puso a comer mientras su “victima” nos echaba en cara nuestro cachondeo:
― ¡Me podía haber mordido! ― reclamó furiosa.
El problema fue que cuanto más repelaba y más indignada se mostraba, nuestro jolgorio se incrementaba:
― ¡Es un animal salvaje! ― gritó ya hecha una energúmena.
En ese momento, el bicho pareció darse por aludido y acercándose a mi prima, se agarró a su pierna y comenzó a frotarse contra ella como si se estuviera apareando.
― ¡Y en celo! ― recalqué.
Lo grotesco de la escena y nuestras continuas risas, terminaron de contagiar a María que, cogiendo otro plátano, se lo lanzó lejos para que la dejara en paz. Ya más tranquila, peló otro y haciendo como si en vez de una fruta fuera un pene, lo empezó a lamer mientras me decía:
― ¿A ti, primito? ¿No te pongo bruto?
No hizo falta más para que mi polla saliera de su letargo y cogiéndola entre mis brazos, la besé mientras le decía que era una puta. Mi insulto no solo no la calmo sino azuzó su lujuria y bajando por mi pecho, me empezó a dar pequeños mordiscos. Sus actos que en otro momento me hubiesen parecido imposibles, me recordaron mi papel en esa isla.
“Tenía que complacer a las dos mujeres por igual”
Habiendo retozado esa mañana con Rocío, me pareció lógico hacerlo con mi prima y por eso, la apoyé contra la pared de la choza y separando sus nalgas, me puse a lamer el precioso coño de mi pariente. La postura me permitió también comprobar que su entrada trasera era virgen y tal descubrimiento me determinó a que dejara de serlo. Alternando las lamidas entre sus dos agujeros, fui elevando la temperatura de la cría.
Ya inmersa en el placer, no se quejó cuando introduje mi lengua en su ojete, sino que, pegando un gemido, me dio vía libre para continuar. Al mirar su reacción, me percaté que María tenía sus ojos fijos en algo que sucedía a mis espaldas. Girando la cabeza, comprobé que Rocío, su amiga y amante, se estaba masturbando, viéndonos hacer. Decidido a desflorar esa maravilla, seguí follando su culo con mi lengua mientras mis dedos recogían entre ellos su clítoris.
Su orgasmo no tardó en llegar y recogiendo parte del flujo que salía de su sexo, embadurné dos dedos y con ellos empapados, me dediqué a relajar el culito que me iba a beneficiar. Mi prima, en cuanto sintió mis yemas en su interior, berreó pidiéndome que me la follara.
―Princesa, eso después. Ahora me apetece estrenar tu otro hoyo.
Increíblemente, no había caído en cuales eran mis intenciones hasta que se lo dije y muy nerviosa, me confesó que nunca había hecho el sexo anal.
―Esa enfermedad es fácil de curar― le espeté mientras cogía mi pene entre mis manos y lo acercaba a su trasero.
Temblando, esperó que mi glande forzara su esfínter. Sabiendo que le iba a doler decidí no prolongar su angustia y con un movimiento de caderas, penetré en su interior. El grito que pegó fue muestra del dolor que sintió, pero no se apartó y por eso fui introduciendo lentamente toda mi extensión hasta que rellené por completo sus intestinos. Con lágrimas en los ojos soportó el sufrimiento y cuando esté llegó a hacerla temer que se iba desmayar, sintió que paulatinamente se hacía más soportable. Decidida a no dejarse vencer, empezó a moverse con mi pene dentro de su culo. Rocío, que hasta entonces se había mantenido a la expectativa, se acercó y mientras le daba un beso, bajó la mano a la entrepierna de mi prima. Cogiendo entre sus dedos el botón de María lo empezó a acariciar sin dejar de consolarla al oído.
― ¡Cómo duele! ― murmuró convencida de que el suplicio debía de cesar en algún momento.
Su amiga forzando sus caricias, le dijo que se relajara. Al oírlas, con cuidado empecé a mover mis caderas, sacando y metiendo mi miembro. Los gemidos de dolor se incrementaron momentáneamente pero cuando llegado un momento que se creía morir, el dolor se fue transformando en placer sin darse cuenta.
―Cariño, ¡déjate llevar! ― insistió Rocío al ver que seguía tensa.
Reconozco que, gracias a esa morena, mi prima consiguió relajarse, llegando incluso a ir marcando ella misma el ritmo. Sé que gran parte del mérito se debió a las caricias que su amiga estaba obsequiando a su amiga, pero la realidad es que fui incrementando mi compás hasta que el lento trote de un inicio se convirtió en un galope desenfrenado.
― ¡Me encanta! ― gritó sorprendida de la manera que su cuerpo estaba gozando y ya dominada por la excitación, me rogó que continuara.
Sus palabras fueron el acicate que necesitaba para cogiéndola de los hombros, forzar aún más si cabe la profundidad de mis embistes. Con mi sexo trocado en una maza, seguí golpeando su espléndido culo hasta que, con su cuerpo convertido en una pira ardiente, mi prima logró llegar a un clímax desconocido para ella y pegando un aullido, se corrió ferozmente. Su flujo fue tal que parecía que se estaba meando. Su entrega elevó mi lujuria y uniéndome a ella, exploté en sus intestinos. María al advertir que mi esperma se adueñaba de su culo, chilló de placer y extenuada, se dejó caer sobre la arena.
Rocío haciendo un berrinche ficticio, se quejó de que hubiese estrenado el pandero de María antes que el suyo y mientras descansábamos nos amenazó diciendo:
―Esta noche, espero que los dos, ¡os ocupéis de mí!
― ¿Y si no lo hacemos? ― respondí muerto de risa.
― ¡Llamaré al mono!


Relato erótico: “MI DON: Raquel – El despertar con la enfermera” (POR SAULILLO77)

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Hola, este es mi 1º relato y como tal pido disculpas anticipadas por todos lo errores cometidos.Estos hechos son mezcla de realidad y ficcion, no voy a mentir diciendo que esto es 100% real.Lo primero es contar mi historia, intentare ser lo mas breve posible.
Mi nombre es Raul, tengo 25 años y lo ocurrido empezó en mis ultimos años de Instituto, 18 años, considero mi infancia como algo normal en cualquier crió, familia normal con padre, chapado a la antigua y alma bohemia, madre devota y alegre , hermana mayor , mandona pero de buen corazon, todos de buen comer y algo pasados de peso, sin cosas raras, vivo a las afueras de madrid actualmente, aunque crecí en la gran ciudad. Mi infancia fue l normal, con las connotaciones que eso lleva, sabemos de sobra lo crueles que son los críos y mientras unos son los gafotas, otros los empollones, las feas, los enanos….etc. Todos encasillados en un rol, a mi me toco ser el gordo, y la verdad lo era.Nunca me prive de nada al comer pero fue con 12 años cuando empece a coger peso, tampoco es que a la hora de hacer deporte huyera, jugaba mucho al futbol con los amigos y estaba apuntado a muchas actividades extra escolares, ya fuera natación , esgrima, taekwondo, o karate, pero no me ayudaba con el peso. Lo bueno era que seguía creciendo y llegue muy rapido a coger gran altura y corpulencia, disimulaba algo mi barriga, todavia no lo sabia pero esto seria muy importante en adelante.Siempre me decían que era cosa de genes o familia, y así lo acepte.Como casi todo gordo en un colegio o instituto al final o lo afrontas o te hundes, y como tal siempre lo lleve bien, el estigma del gordo gracioso me ayudo ha hacer amigos y una actitud simpática y algo socarrona me llevo a tener una vida social muy buena.Eso si, con las chicas ni hablar, todas me querían como su amigo, algo que me sacaba de quicio.Pues no paraba de ver como caían una y otra vez en los brazos de amigos o compañeros y luego salían escaldadas por las tonterías de los críos, siempre pensando que yo seria mucho mejor que ellos, pero nunca atreviéndome por mi aspecto a dar ese paso que se necesitaba.Un tío que con 17 años y ya rondaba el 1,90 y los 120 kilos no atraía demasiado, cierto es que era moreno de ojos negros y buenas espaldas, pero no compensaba.
Ademas, tengo algo de educación clásica, por mi padre, algo mayor que mi madre y chapado a la antigua, algo que en el fondo me gustaba ya que me enseño a pensar por mi mismo y obrar con responsabilidad sin miedo a los demás, pero también a tratar con demasiado celo a las damas, y lo mezclaba con una sinceridad brutal, heredada de mi madre, “las verdades solo hacen daño a los que la temen, y hace fuerte a quien la afronta”, solía decirme.Una mezcla peligrosa, no tienes miedo a la verdad ni a lo que piensen los demás. También, o en consecuencia, algo bocazas, pero sin mala intención , solo por hacer la gracia puedo ser algo cabrón.Nunca he sido un lumbreras, pero soy listo, muy vago eso si, si estudiara sacaría dieces, pero con solo atender un poco sacabas un 6 por que molestarme, al fin y al cabo es informacion inútil que pasado el examen no volvere a necesitar.
Con el paso de mi infancia empece a sufrir jaquecas, achacadas a las horas de tv, ordenador o a querer faltar a al escuela, ciertamente algunas lo serian pero otras no, me diagnosticaron migrañas, pero cuando me daban ningun medicamento era capaz de calmarme, así que decidieron hacerme un escaneó y salto la sorpresa, Con 17 años apunto de hacer los 18 e iniciar mi ultimo curso de instituto, un tumor benigno alojado cerca da la pituitaria, no era grande ni grave pero me provocaba los dolores de cabeza y al estar cerca del controlador de las hormonas, suponían que mi crecimiento adelantado y volumen corporal se debía a ello.Se decidió operar, no recuerdo haber pasado tanto miedo en mi vida como las horas previas a la operacion, y gracias a dios todo salio bien y con el apoyo de mi familia y amigos todo salio hacia delante y es donde realmente comienza mi historia.
Después de la operacion, y unos cuantos días en al UCI de los que recuerdo bien poco, me tenían sedado, con un aparatoso vendaje en la cabeza e intubado hasta poder verificar que no había daños cerebrales.Me subieron a planta y pasadas una semanas empece ha hacer rehabilitación, primero ejercicios de habla, coordinacion y razonamiento, todo ok, físicamente, era un trapo, no tenia fuerzas y había mucho que mover, pero pasaron los días y casi sin esfuerzo empecé a perder kilos, cogí fuerzas, en mi casa alucinaban de como me estaba quedando y ante esa celeridad muchos médicos me pedían calma, yo no queria, me encantaba aquello, pero tenia que llegar el momento en que mi tozudez cayo ante mi fisico , a pocos días del alta, en unos ejercicios de rutina decidí forzar y mi pie cedió, cisura en el empeine y otra semana de reposo total. Aquí ocurrió la magia, debido a mi necesidad de descansar me asignaron un cuarto y una enfermera en especial para mis cuidados,se llamaba Raquel, la llevaba viendo muchos días y había cierta amistad hasta el punto de que en situaciones en que mi familia no podía estar era ella quien me ayudaba a…..la higiene personal, solía solicitar la ayuda de algun celador pero andaban escasos de personal, y yo hinchado de orgullo trataba de hacerme el duro moviéndome con la otra pierna.
Raquel no era una top model, pero el rollo enfermera, mi pubertad y el tiempo sin desahogarme la hacian preciosa, en realidad era una chica normal , quizá hasta algo escuálida, sin muchas curvas, de un 1,70, rubia teñida con raíces morenas, media melena que siempre llevaba recogida, el uniforme no le hacia justicia la verdad, siempre de blanco impoluto, muy tapadita, salvo algun día caluroso que no llevaba camisa debajo y con el movimiento dejaba ver algo de su sujetador, y con esas sandalias con agujeros, muy cómodas pero por estilizadoras. se le adivinaba buen culo, mas de una vez al agacharse a coger algo se le notaba, iba corta en pechos, no llegaría ni a una 84, tenia gafas de cerca, unos preciosos ojos marrones y una boca enorme, de esas sonrisas que enseñan encía por todos lados.Era muy graciosa, y tenia muchas tablas con los pacientes , tenia 28 años.
Ella misma fue la que me en una de tantas visitas que me hacia, yo ya casi me movía solo y me comento:
RAQUEL: mírale que chulo, que bien te mueves ya.
YO: gracias , me encuentro mucho mejor y cada día me cuesta menos moverme
RAQUEL: voy a tomarte unas medidas para el seguimiento
a lo que cogió unas cintas métricas y un cuaderno de notas, y la verdad es que era increible, el crecimiento acelerado había parado, seguía por el 1,90 pero lo importante era que había bajando de peso, en 94 kilos estaba , unos 30 kilos perdidos en 1 mes y medio, donde ya había cumplido los 18 en el hospital con fiesta y tarta en al 3º planta jajaja había perdido muchisimo volumen en el estomago y gracias a la rehabilitación aquello no colgaba, estaba lejos de una buena forma física y de marcar tableta pero el cambio era impresionante en todos los aspectos, hasta que……en un descuido al bajar los brazos , y con Raquel terminado de tomarme las medidas de la cintura, se me cayo la bata al suelo quedándome desnudo, muriéndome de verguenza me tape como mas rapido pude y me di la vuelta, esperaba alguna sonora carcajada , y deseaba alguna actitud profesional restandole importancia al asunto, pero no hubo nada, solo silencio y mi cara roja, me disculpe y con mas miedo que otra cosa me di al vuelta y lo que vi me asusto, Raquel totalmente pálida con la boca abierta y tapándosela con una mano, no lo entendía, acaso había visto algo raro, algo medico???, tan absorta la vi que decidí preguntarla
YO. estas bien? Raquel, si me pasa…… algo………… dimelo
tras un par de segundos volvió en si
RAQUEL: si ……perdona…….. nada, no he visto nada………malo.
Me la tomE a risa, esa ultima palabra me lo parecio, pero termino de recoger y se fue.Los siguientes ultimos días fueron algo extraño, Raquel seguía con sus rutinas pero la notaba algo mas distante, incluso oí que había pedido algun cambio de turno, pero en mi higiene diaria se tomaba mas tiempo del habitual y ya no eme gastaba bromas ni me las concordia, el penultimo día, preocupado por el tema, la pregunte.
YO: oye, no se se he hecho algo malo, o si te he ofendido pero llevas unos días muy rara y distante y no se por que.
algo sorprendida
RAQUEL: Si bueno, siento que lo hayas notado pero ando algo cansada ……
al sonarme a excusa insistí
YO: esta es de las veces en que las mujeres decís nada pero es algo??
algo hastiada y pensando mucho lo que iba a decir
RAQUEL: oye mira, no es que me importe pero no te hagas tan el loco, se que te diste cuenta
totalmente perdido respondí
Yo : de que? te juro que no se de que me hablas
deputes de pensarse seriamente si responder de nuevo , me dijo
RAQUEL el otro dia, cuando se te cayo la… bata
recordé el instante y me puse como un tomate pregunte
YO si??? que ocurrió?
RAQUEL: pues que te puede ver ……..todo y…….mira soy enfermera he vito de todo pero eso no es normal.
despues de unos segundos que me parecieron horas , y viendo mi cara de bochorno, ella siguió
RAQUEL: no digas que no te has dado cuenta o no eres consciente de lo que tienes ahí?? es enorme
algo confuso balbuce
YO: pues la verdad es que ….no, osea no se, no me he parado pensar, siempre he ido con mucha verguenza por mi aspecto y la verdad es que no he ido por ahí comparando, nunca me pareció nada raro
siendo cierto , si que siempre me pareció un pene normal, pero despues de la operacion y la perdida de peso, mi pene había sufrido las consecuencias de las hormonas y en comparación a mi cuerpo actual, no el de antes, se veía grande, algo que tenia que haber visto yo mismo, pero que por algun motivo, hasta que ella no lo dijo, no le di importancia.
YO: de verdad dices eso? por que la verdad es que nunca…….. la use
viendo mi cara de verguenza, retomo el hilo
RAQUEL: pues eso, ya lo sabes, y desde que lo vi , se me han pasado por la cabeza cosas, no se, te lo has debido de pasar muy bien con eso jaajjajajja
y allí estaba de nuevo la Raquel dicharachera y graciosa que me había cuidado tanto tiempo, empezamos hablar y la comente que por mi fisico, mis escaramuzas sexuales eran casi nulas, mas que algun beso robado o algun baile caliente, y si, obviamente era virgen.El tono de la conversación , mas que caliente, que lo era, fue un descubrimiento para mi, ella no paraba de hablarme de novios parejas y de cosas de mujeres que para mi eran un misterio hasta entonces y de como ella había tenido sexo con hombres que no gastaban la mía ni de lejos.la conversación dio un vuelco cuando me pregunto
RAQUEL: tu nunca te has medido el pene o has comparado con amigos, o vídeos???
YO: si, bueno no, nunca le di importancia, mi aspecto no me deja llegar a mas, me da verguenza ir a vestuarios con los demás chicos, realmente nunca me importo, lo veía como una herramienta que algun día usaría, pero no sabia cuando.
RAQUEL pero habrás, no se, sacudido el pájaro no??
YO jajajaja si es cierto que todo adolescente lo hace y mas hombres pero ese tipo de juegos, no se, no me servían de nada, cuando empece con 13 años a tocarme lo probe y andaba muy corto no se si 7-8 cm de largo…..
me sorprendí a mi mismo hablar con tanta naturalidad de ello.
RAQUEL: pues eso va a cambiado, ya eres todo un hombre…..
Se levanto cogió la cinta métrica y me pidió que me pusiera en pie, yo sin entenderla el todo , aun, empezó a tomarme las medidas de control, todo igual, y por algo que no entendía el casi metro de hombro a hombre , de espalda, me hacia enorgullecerme , de peso andaba ya por los 87 kilos, la masa corporal había bajado muchisimo pero tenia carne flácida, cuando se disponía a medirme las piernas, se agacho y sin mas tiro de la bata, aquello me descoloco, sujete como pude la prenda , no sabia que hacer , me tenia muy confuso, pero era un novato y aquella cara que me puso me congelo
RAQUEL: venga dejame, suelta la bata y vamos a ver que tenemos.
lo hice con clama , solté la bata despacio y cuando cayo, mi polla empezó a retraerse, si, maldita, mi 1º experiencia y la jodida se empequeñecía. ella se dio cuenta, y con una sonrisa tonta me dijo que así no se podía hacer, que tenia que medirla en reposo y en exitacion para ser………… rigurosa
os juro por dios que no hubo hay ni habrá manera de decir la palabra “rigurosa” con mas entonación sexual.solo con eso se me paso el acojone, me relaje lo que pude, mientras ella se fue a asegurarse de cerrar la puerta de la habitación, contoneando aquel trasero que mas de una vez me pillo mirándole, cuando se dio la vuelta, se soltó el pelo de forma muy sensual , jugueteando con la cinta métrica se acerco con tanta calma que no soporte mas y me lance a por ella, la medio estampe contra la pared como si fuera un lobo ante carne fresca, y sin saber muy bien que hacer me queda a 1 milímetro de sus labios y deje que ella decidiera…..
RAQUEL: antes hay recabar datos……
se acerco a mi oido y soltó un delicioso y exquisito.
RAQUEL: te voy a medir la polla.
se deslizo contra la pared de espaldas y quedo a la altura de mi miembro, sin estar en ereccion, cogió con su mano la punta del capullo, con prisa y sin miedo, casi como admirando, me espeto algo que me dejo frió
RAQUEL tienes bastante bello púbico, y aun así parece enorme, deberías depilartelo y seria aun mayor la impresión.
Nunca le preste mayor importancia al pelo en mis partes hasta ese momento. ella sabia lo que hacia, o a mis ojos parecía una experta, se echo la cinta a la boca y con ambas manos me sostuvo el pene lo mejor que pudo, cogió la cinta y con la mano derecha puso el 0 en la base de mi polla y empezó a estirar con la mano izquierda la cinta por todo mi miembro, sentí cada centimetro, hasta que con cuidado llego a la punta y espeto….
RAQUEL joder, y aun esta en reposo, calzas unos……….19 cm de largo, a ver de ancho.
La miraba pasmado por como en comparación con ella, y no con mi fisico, el único con el que había tenido vision directa en la comparación, , realmente parece enorme y sus palabras me llenaban de algo, no se de que, pero de algun sentimiento que aun no sabia que era. cogió la cinta y la puso de lado para medir el ancho
RAQUEL en el lado mas grande esta en unos 4 cm
la cosa se complico, yo ya mas que relajado estaba empezando a notar sus “caricias medicas” y aquello empezó a levantarse, le dio tiempo a Raquel a levantarse de nuevo, aprisionada entre mis brazos apoyados en la pared, me miro a los ojos y pregunto que tal estaba
YO bi…bien hu…huh…uhu…hu
Ella sonrió, y yo asentía con la cabeza como un cachorro ante un juguete, la pregunte que venia a continuación , deseando un arranque pasional ,pero nada mas lejos, ahora tocaba medir con el “miembro en estado erecto”, y se volvió a deslizar hacia abajo .que pese a lo erótico de todo siguiera usando palabras tan tecnicas me encandilaba
Esta vez sin miramientos cogió con ambas manos y empezó a pajerame muuuuy lentamente, aquello me aprecia la gloria, inocente de mi, sin demasiado meneo se me empezó a poner como una piedra, si no lo estaba ya era de milagro, no si cabe era la 1º persona que me estaba haciendo una paja que no era yo. durante el corto proceso de endurecimiento no paraba de escuchar a Raquel bufar, como no dando credito, y al final cuando estaba como una estaca se paralizo medio segundo y como recordando para que estaba allí, cogió la cinta métrica y de nuevo cogió medidas, algo mas acelerada esta vez.
RAQUEL largo……….joder 25 cm¡¡¡¡¡¡ y de ancho casi 7, la virgen¡¡¡¡¡
Casi no me lo creía, como era posible que no me hubiera dado cuenta?? al ver el pene erecto a poco espacio de su cara no me lo creía, de donde había salido aquello, las putas hormonas??? la perdida de peso?? herencia? pubertad??? la verdad es que me daba igual, cuando me quise dar cuenta tenia a Raquel de nuevo de pie entre mis brazos y con algo de guasa me soltó.
RAQUEL: ten cuidado, con eso vas a asustar a mas de alguna, no te digo ya jovencitas de tu edad que no estén preparadas y las vas a destrozar.
todo aquello me parecía perfecto, era como un sueño, como si un genio de lampara me hubiera concedido un deseo, y si no fuera por ella hubiera tardado mucho tiempo en darme cuenta y quise agradecérselo, queria que fuera la 1º mujer, MI 1º mujer, y pensado rapido y mal para insinuarme solté una insinuación demasiado obvia
YO: tienes razon …..pero……….. que puedo hacer ahora?? no tengo ni idea……. ni experiencia………
He de reconocer que en esa frase había mas suplica y deseo de lo que quiero pensar.Ello torno los ojos y por unas décimas vi duda en sus ojos, se quito las gafas y me beso, un simple beso, sin mas un pico mal llamado, corto suave y delicioso y el 1º que alguien me daba sin verse obligada por el juego de la botella.aquello me electrifico la espalda, y cuando ella se retiro avance en búsqueda de sus labios de nuevo, de inicio retiro la cabeza, pero entre mis brazos , apoyados en al pared desde hace tiempo, no había mucho margen de movimiento, nuestros labios se volvieron a juntar y junto a la ternura que me pareció, ella sonrió.
YO que pasa?
RAQUEL nada , es que besas como un periquito, jajajaja no mueves los labios, ni nada, eres como mi 1º beso.
molesto con su insinuación la reprendí sobre mi poca experiencia, y arremetí de nuevo esta vez intentando recordar besos en películas y demás, muy grotesco debio parecer, ella me separo y se hizo cargo de la situacion , me cogió la cabeza y me dijo
RAQUEL: así…..
Acerco lentamente sus labios a lo míos, cerrando los ojos, y empezó un beso , normal al inicio, yo la iba siguiendo en sus movimientos, pero fue acelerando y termino en un beso de tornillo que casi me deja seco, abrió al boca y guiado por ella hice lo mismo, empezó a meter la lengua y se choco con al mía , un poco torpe pero empece a cogerle el ritmo, a cada beso me acercaba con mi cuerpo al suyo , hasta que llego el punto en que no había mas sitio y “ensarte” mi enorme polla recién descubierta en su vientre, ella aprovecho, y con una mano la coloco de tal manera que iba desde su pelvis hacia su pecho y termino de pegar mi cuerpo al suyo, empezó un sube y baja muy leve con el cuerpo, mi altura la ayudaba, despues de un rato glorioso me separo y me llevo a la cama aun cojeando , podria estar muriéndome sin piernas que ni un ejercito armado hubiera evitado que la siguiera, un dolor en el tobillo no seria un impedimento para seguir aquella maravilla de culo, me sentó al borde de la cama, ella empezó a quitarse la parte de arriva del uniforme , dejándose el sujetador, era granate, sin florituras, y que realmente adornaba, ya que no tenia demasiado pecho ni tampoco necesitaba de sujeción, bien plantados sus senos, no tenían peso para que la gravedad los hubiera afectado, los vi mejor al agacharse para bajarse el pantalón, unas bragas de dibujos, cómodas pero no muy sexys se plantaron ante mi, me fije en su contorneadas piernas. a mi me daba igual todo era una diosa, en ese momento lo era para mi.
se acerco mordiéndose un dedo con lujuria y me volvió a besar con pasion, como alumno aventajo ya sabia como funcionaba aquello, entre besos, la atraje hacia mi cogiéndola de la cintura, , y con una mano la acariciaba la mejilla y la otra arqueaba su espalda hacia mi, mientras ella , con una mano sujetaba mi cabeza y se enredaba en mi pelo, ya libre de vendas, la otra mano de ella bajo hasta mi miembro palpitante y empezó a masturbarme como calma y acoplando con sus movimientos, cada embestida entre nuestros cuerpos era correspondido con una movimiento de su mano, me puso a mil, una de mis manos cogió vida propia y fue cayendo por su espalda hasta que acabo en su espectacular trasero , realmente estaba tenso, las horas de pie por las rondas en el hospital la tenían en forma, empece s sobar sus glúteos con ansia por encima de las bragas, y viendo la celeridad d ela situacion, probe a meter mi mano por dentro de ellas acariciando con cierta dosis de fuera su culo, ya piel con piel, sin dejar de besarnos, y con tanto tiempo sin evacuar, y ante una primera experiencia de ese tipo, tan centrado en gravar aquel momento en mi cabeza, no me percate de mis propias reacciones . eyacule como un animal, sin avisar ni nada, ella apenas se aparto y esparcí todo mi semen por mi vientre la cama y parte de su pecho, casi hasta la barbilla
YO lo…..lo siento , no puede……….. ohh dios……… es que………
ella me corto, y mirándose a si mismo pringada de mi semilla
RAQUEL: no pasa nada, tranquilo es normal, bueno, no, tanta cantidad, no, llevabas tiempo sin tocarte no??
algo avergonzado respondí que si, a mi entender desde la operacion, tenia otras cosas en que pensar y centrarme.
RAQUEL pues esto no va a quedar así
dijo mientras miraba mi pene que se volvía a retraer ante mi precocidad, se limpio lo que pudo con unas servilletas, igual que a mi me tumbo boca arriba y se subió encima mía, a horcajadas, se quito el sujetador y me dio ver sus preciosos aunque pequeños senos, me lance a ellos, eso se ve en vídeos porno y sentía un debe con ella, eso le gusto y continué hasta que mi pene volvió a estar en reposo, mezclaba sus senos con su cuello y labios , ella empezó a notar entre sus piernas que mi nuevo mejor amigo estaba tono de nuevo, y empezó a bajar, suavemente me iba besando desde mi frente hasta el ombligo y una vez allí me miro, sonrió y adivinado que iba hacer, aguante la respiración, no se por que, pero lo hice, y cogiendo mi polla morcillona, con ambas manos. empezó a darle besitos, cortos y suaves a la punta de mi pene, si antes me parecía el paraiso ahora estaba desando que el mundo se parara, que aquello no acabase, empezó a lamer, pajear, succionar e introducir mi polla, todo a la vez, o por separado o combinando varias a la vez, estaba de nuevo con toda mi sangre concentrada en un solo punto y a ella le empezó a costar introducirse mi falo en su boca, cada cierto tiempo paraba , separando algo su boca de mi polla y mientras seguía masturbándome cogía aire y se lanzaba de nuevo al ataque,, la imagen era tremenda, yo tumbado con el respaldo algo subido de la cama, con las piernas abiertas y una mujer con solo unas bragas chupándome la polla como nunca creí posible, su espalda al aire arqueada hacia sus piernas, que tenia flexionadas, lo que le hacia tener el culo en pompa, esa imagen jamas se borrara de mi cabeza, yo aveces ponía mis manos en su cabeza , mas que por que querer guiarla, no lo necesitaba, es que me sentía estupido con ellas, no sabia que hacer y no llegaba a acariciarle nada, mientras que ella se canso de la postura y se tumbo boca abajo con las piernas levantadas , como una colegiala escribiendo en su diario, ya que la cama no daba mas de si, por 1º vez entendí que lo que se ve en los vídeos no siempre es tan hermoso y guionizado, esto es dificil pero era maravilloso
esta vez me vi venir y logre avisarle antes de que me diera un latigazo la espalda, electricidad pura, ella alejo algo su cabeza y siguió acelerando el ritmo de su mano con mas fuerza hasta que de nuevo explote, manche casi todo lo que había cerca, Raquel hasta se tapo la cara con la otra mano mientras sonreía.Cuando acabe, agotado , ella se volvió a poner a mi altura, a horcajadas y me beso, algo que por estupido que sea, me hubiera parecido asqueroso hace 30 minutos, que me besara un mujer manchada de mi semen despues de comerme la polla, en ese momento me pareció lo mejor del mundo, se coloco de lado mientras seguíamos besándonos y literalmente la restregaba contra mi.
YO ha sid ………..no se…….pufffffffff
atinaba a decir entre besos.al final ella se sentó de espaldas a mi, recostando su espalda sobre mi pecho, la rodee con mis brazos, teniendo que recolocar mi pene, flácido, para no hacerme daño, nos quedamos así unos minutos, lo que me aprecio la posicion mas romántica y sexy que pueda existir, dándole besos en el cuello , la mejilla o su oreja de vez en cuando, mientras olía su pelo, repitiendo la palabra gracias demasiadas veces, mientras mi mente volaba, ya pensando en que había encentrado al amor de mi vida, las citas que tendiéramos, como la presentaría a mi familia, las noches de sexo, en una vida juntos, tenia 18 años y había tenido mi 1º experiencia sexual, tan perdido estaba que no me di cuenta de que ella tambien estaba pensando pero su cara no era de felicidad.
al final se levanto nos duchamos por turnos en el baño de la habitación , nos vestimos , arreglo la habitación y todo lo hizo en silencio, con cierta pena en sus ojos, yo no sabia como proceder, así que pregunte
YO que te pasa? estas rara otra vez
RAQUEL no es nada, es solo que….mira no quiero hacerte daño, pero tengo novio, eres mi paciente, te saco 10 años, esto……………esto no esta bien.
aquello me partido en dos, durante todo el tiempo nunca la había preguntado, ni me había importando la verdad , si tenia o no pareja, temas de médicos o la moralidad de la situacion, despues de la pasion llega la reflexión y la calma donde caes en la cuenta de estas cosas.
YO lo siento, no sabia…. joder, pero …. y ahora ……..que???
pregunte con miedo a la respuesta, ella se sentó en el sillón de la habitación y cogiéndome la mano , levanto su cabeza y me miro fijamente
RAQUEL ahora nada, tu te iras pasado mañana, yo volvere a mi vida, esto no puede salir de aqui, me entiendes??
de nuevo una mujer me daba plantón , me dejaba de lado, se iba con otro y de nuevo tenia la sensación de que yo podria ser mejor que el para ella.me vine abajo, me senté en el mismo sitio donde minutos antes aquella mujer me estaba masturbando, y ella lo noto, se acerco , se puso de rodillas delante de mi, y me suplico por el bien de su trabajo y de su vida, no podía saberse.yo entendí que era correcto pero no por ello dolía menos, casi a la desesperada pegunte.
YO pues si estas tan bien con tu vida por que ha pasado esto??
RAQUEL: lo siento, se que no es justo, pero por eso te andaba evitando, desde que te vi con eso colgando se me ha pasado por la cabeza mil cosas y las cosas en casa no andan bien, se ha mezclado todo, y lo siento por ti, pero creeme, soy mujer y eres un encanto de hombre, chicas de tu edad se pelearan por ti en cuanto salgas de aqui, tu vida va a cambiar a partir de hoy.
YO si??? supongo , no se – conteste con rabia- pero has sido tu, tu me has hecho feliz, de que me sirve ser delgado o tenerla de caballo si no tengo lo que quiero.
Se hizo un silencio de los que se hacen cuando no hay mas que decir, solo comprender. asentí con la cabeza.
YO: tranquila, por mi parte esto no ha pasado, y aunque lo diga nadie me va creer…….. – queria darle algo de sorma pero allí estaba de nuevo mi yo del pasado, el que usaba las bromas para enmascarar un complejo claro.
RAQUEL: tranquilo, eres joven y aun no sabes lo que quieres, creeme, como te digo , soy mujer y esta (agarro mi polla de nuevo a través de la bata) esta te va a traer muchas alegrías, solo tienes que ……..dejarla notar………mira, como yo caí como una boba, solo al verla.
se puso en pie, me beso una ultima vez, con sabor a despedida y se fue. Seria verdad? la rabia no me dejo pensar en esas palabras hasta que salí del hospital, pero eso ya es otra historia.
continuara…………
espero sus comentarios y tratare de mejorar lo que se pueda. gracias¡¡¡¡
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¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

Relato erótico: “EL LEGADO (12): La familia Vantia.” (POR JANIS)

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La familia Vantia.
Estoy dedicado a preparar el almuerzo, cuando Maby llega de su sesión de preparación. Se acerca, me agarra una nalga y me besa dulcemente. Huele a aceites exóticos. La verdad es que las sesiones están dando buen resultado. Puedo ver los cambios en ella, aún siendo una jovencita. ¿Qué harán esas sesiones en modelos con más edad? Maby se muestra más dinámica, más fresca. Su cuerpo está tonificado y entrena sus músculos a diario. El preparador hace hincapié sobre el equilibrio y la importancia de los estiramientos. Así mismo, las somete a baños depurativos y tratamientos naturales para su piel.
Parece que los socios de la agencia han decidido invertir en su verdadero activo, sus chicas.
―           He recibido una llamada de Víctor…
―           ¿Víctor? – pregunto, sin comprender, mientras pruebo el caldo de la paella.
―           Víctor Vantia, el búlgaro con el que salía cuando nos hicimos novios – me dice Maby, mirándome con intensidad.
―           Algo de eso me contó Pam, pero no me acordaba del nombre.
―           Rompí con él, pero quedamos como amigos. Le hablé de ti.
Dejo la cuchara y la miro. Espero que termine.
―           Está interesado en conocerte. Nos ha citado este fin de semana en su casa.
―           ¿Un trabajo?
―           Seguramente, pero no tengo ni idea de lo que puede ser. Víctor es un tío muy cerrado con sus negocios. No sé en que está metido, aunque te puedes hacer una idea. Está rodeado de tipos duros del este.
―           Bueno, iremos a ver que tiene pensado – le digo.
―           Tienes que estar guapo vestido como un gangster – se ríe ella.
Pone la mesa para nosotros dos y abre una lata de cola Light para compartirla. Llevo la pequeña paellera hasta la mesa.
―           Tiene una pinta magnífica – la alaba Maby, sentándose.
―           Sabe mejor, ya verás.
Charlamos sobre lo que puedo esperar que Víctor me ofrezca. Le digo que no me importa, mientras no sea demasiado ilegal. Me comenta los rumores que corren en la agencia sobre nuevos proyectos. Puede que haya algo de Dior para febrero. Finalmente, tocamos el tema candente: Pamela y Elke.
La gira por las estaciones de esquí termina la semana que viene y regresaran. Pam nos llama todos los días, sobre todo después de habernos confesado su relación con Elke. Se lo ha contado todo a la noruega, pero aún no se decide. Le he aconsejado que inicien la cuenta a partir de su vuelta a Madrid, pues comprobarán los pros y los contras realmente.
Es lo que Maby y yo comentamos: las implicaciones. Lo cierto es que todo sería mucho más fácil, para ellas, si se decidieran a vivir juntas, pero, en ese caso, perderíamos a Pam totalmente. No veo más salida. Tendré que inmiscuirme, lo siento por Elke.
Esa misma tarde, merendando como siempre en casa de Dena, Patricia me da una sorpresa que no esperaba lo más mínimo. Mientras arrebaña con un dedo el sirope de chocolate que mancha su plato, nos dice, a su madre y a mí:
―           He quedado con una amiga de clase para ir al parque.
Dena y yo nos miramos. ¿Una amiga? Patricia no tiene amigas.
―           Se llama Irene y las dos… nos escondemos en los recreos – me mira al decirlo. Sonríe suavemente. – Se ha incorporado a clase en este trimestre. Es de Albacete…
―           … y es como tú, ¿no es eso? – acabo la frase.
―           Si. Nos caemos bien.
―           Llévate el abrigo, hace frío – le dice su madre.
Patricia se levanta de su silla, recoge los platos y los pone en el fregadero, y, entonces, viene la sorpresa. Se acerca a su madre y se inclina, mirándola a los ojos.
―           Te quiero, mamá – y le da un pico lento en los labios.
Dena se queda inmóvil, sin saber qué hacer. Finalmente, contesta:
―           Yo también, cariño.
Patricia rodea la mesa y se para ante mí.
―           Creo que he sido muy egoísta. No os dejado tiempo a solas. Lo siento – y me besa también, mordiendo fugazmente mi labio inferior.
Cuando la jovencita se marcha, su madre y yo no sabemos qué pensar. ¿Una nueva táctica? ¿Se ha rendido? ¿Ha visto la luz? Es pronto para decirlo.
Víctor Vantía vive en Aravaca, un distrito periférico de Madrid, lindando con Pozuelo de Alarcón. Maby me hace tomarla A-6, en direcciónLa Coruña, y tras media hora, abandonamos la interurbana y nos alejamos del área habitada. Pronto me encuentro con una alta valla metálica, toda sembrada de cipreses y altos setos. La longitud de la impenetrable cerca es kilométrica, pues se sale de mi vista. Maby me indica el camino asfaltado que desemboca en la carretera. El camino corre paralelo a uno de los costados de la enorme finca, de la que solo se puede ver setos por fuera, y tupidos árboles en el interior; árboles ancestrales que ocultan una gran estructura, de la que se apercibe un enorme tejado rojizo.
El solitario camino me lleva ante un pórtico con una gran verja doble. Hay un vídeo comunicador bajo una cámara, a la altura de la ventanilla de la camioneta. Puedo ver más cámaras desplegadas, así como las he ido viendo a lo largo de la valla metálica. Esto parece Fort Knox, madre mía…
―           Dale al botón – me dice Maby, colocando su rostro sobre mi hombro. – Tenemos una cita con el señor Vantia. Sergio Talmión y Maby Ulloa.
Dos minutos después, con un crujido, las grandes puertas de acero se abren lentamente. Una voz surge del altavoz: “Conduzca sin salirse del camino asfaltado y aparque donde le indiquen.”
―           ¡Este tío está podrido de dinero! – le susurro a Maby.
―           Uufff – agita ella su mano. — ¡Ni te imaginas!
Sigo las indicaciones. El camino está recién asfaltado, liso y suave como el culito de un bebé. Atravesamos un bosque totalmente cuidado por la mano del hombre. Finalmente, desembocamos en un gran aparcamiento asfaltado, que, en pleno centro, tiene una gran H pintada en el suelo. Un helipuerto. Un tipo bien vestido, nos indica un lugar para aparcar. Cuando me bajo de la camioneta, me doy cuenta que el hombre es tan grande como yo. Lleva uno de esos transmisores en el oído, con el cable metido dentro de la chaqueta.
La gran mansión, a sus espaldas, atrae mi atención. Es enorme, colosal y antigua. La mayoría de la fachada, al menos en el primer piso, está recubierta de serpenteante hiedra, que le presta un cierto aire victoriano. La planta baja no tiene ventanas, sino grandes pórticos acristalados. Cuento diez de estos, solamente en la cara que podemos ver.
La mansión tiene un piso superior – el cubierto con la hiedra – y el piso abuhardillado, bajo las pendientes tejas. Las bocas de las chimeneas erizan los diferentes planos del tejado. Al menos, hay veinte ventanas en el primer piso, y la mitad de estas en el segundo. ¿Cuántas habitaciones tendrá este palacio?
Maby tironea de mi manga, mostrándome lo que se encuentra a mi derecha y que no había visto, atraído por la mansión. Estatuas, setos recortados, parterres de flores, bancos, fuentes, un estanque, y no sé que más, porque mi vista no abarca la mayoría.
―           Los jardines – dice ella, simplemente.
―           ¿Cuántos jardineros emplea? – jadeo.
Ella se ríe.
―           Detrás de la mansión, está el cenador al aire libre, la piscina y el invernadero – me señala con un gesto. – Al otro lado, el campo de golf y el campo de tiro.
―           ¡Esto hace dos granjas como la mía, por lo menos!
―           Víctor me contó que compró todo esto a causa de una deuda que un noble tenía con él. No sé quien es ese noble, ni quiero saberlo – me dice, al subir los escalones que realzan la gran entrada, bajo el escudo de armas. Sería fácil averiguar a que rama de la nobleza española pertenecía este palacete.
El enorme vestíbulo es apoteósico, al menos para mí. Una doble escalera, con un ramal a cada lado, asciende a los pisos superiores. Baranda de roble y pasamanos de ébano. Peldaños de buen mármol de Macael. Dos enormes lámparas presiden el techo, a diferentes alturas, entre los dos tramos de escaleras. Las grandes y curvadas paredes están pintadas con frescos debidamente cuidados. No sé mucho de artistas, pero quien fuera el artista, era bueno, muy bueno.
Seguimos la espalda del elegante armario. El vestíbulo da paso a una larga galería, cuyas paredes aparecen salpicadas de pequeños retratos y elaboradas escenas de la vida nobiliaria de antaño. A cada docena de metros, en ambos laterales del imponente pasillo, se abren puertas de oscura madera que encierran supuestos salones o, quizás, misteriosas bibliotecas. La galería parece cruzar y dividir la mansión, hasta desembocar en las instalaciones traseras, o sea, lo más reservado de la finca, ya que varias estructuras – sin duda antiguas cuadras y cobertizos – amparan el lugar de miradas indiscretas.
Un grupo de hombres se inclinan ante las patas de un llamativo pura sangre, de pelo alazán. Palpan sus músculos y opinan. Dos de ellos parecen expertos, pues llevan calzado apropiado. El que sujeta la brida del caballo es, sin lugar a dudas, un mozo. Así que Víctor Vantia tiene que ser uno de los dos que quedan. Me inclino por el barbudo.
¡Bingo!
El hombre de la barba levanta la cabeza, ve a Maby y abre los brazos, sonriendo. Avanza hacia nosotros, a grandes zancadas.
―           Maby, querrida – pronuncia con un gracioso acento eslavo.
Se besan las mejillas y yo le examino.
Tendrá unos cuarenta y cinco años y está cercano al metro ochenta. Es delgado pero parece fuerte. Tiene algunas canas en las sienes y patillas de su oscuro cabello y su barba, bien recortada, presenta un mechón blanco en el mentón. Viste informalmente, pero con elegancia.
―           Este es Sergio, mi novio – nos presenta Maby.
Víctor me estrecha la mano y aprieta, mirándome fijamente con sus oscuros ojos. Si espera verme torcer el gesto por su apretón, va dado. Me abstengo de apretar, vayamos a joder la oportunidad.
―           Tu herrmosa novia me ha contado grrandes cosas de ti – me dice, mientras indica, con un gesto, que se lleven el caballo.
―           ¿Ah, si?
―           Por supuesto – nos empuja hacia el interior de la mansión. – Vayamos dentrro y tomemos un aperritivo.
Nos conduce al que debe de ser su despacho, porque hay un gran cuadro de él sobre la gran chimenea; un Víctor Vantia posando con las manos sobre la empuñadura de un bastón. Viste un traje de levita Príncipe Alberto y el artista ha sabido captar su mirada inquisitoria. Me giro, contemplando la estancia. Buenos muebles, muchos libros, un gran escritorio con muchos papeles. El lugar rebosa trabajo y dinamismo. Víctor no parece un mafioso del este, tiene más pinta de rico inversor.
Nos sentamos ante el escritorio y la puerta se abre. Una sonriente chica, vestida de doncella, trae una bandeja con finas copas. No sé en que momento el hombre ha dado esa orden. Víctor levanta su copa.
―           Na zdrave! – exclama.
―           Na zdrave! – repite Maby, por lo que supongo que será el brindis búlgaro, así que hago lo mismo.
―           Bien, vayamos al grrano. Maby me cuenta que buscas trrabajo – dice finalmente el búlgaro, entrando en materia.
―           Así es, señor Vantia.
―           Pero no tienes experriencia en trratar con el público. Provienes de una grranja.
―           Así es, pero aprendo rápido.
―           Eso es bueno – sonríe. – Maby me ha comentado también que tomas decisiones muy rrápidas y acerrtadas, que no te pones nerrvioso y sabes actuar en ocasiones difíciles.
―           Bueno. No sé exactamente a qué se refiere, pero me he criado en una granja, llevando prácticamente el peso de ello yo solo. Soy joven, pero tengo experiencia. En una granja, cuando necesitas arreglar algo con rapidez, dependes más de tu imaginación que de las herramientas necesarias. Soy bueno con eso.
―           Parra mi es suficiente que Maby te recomiende. Valorro mucho su opinión y buen juicio. Tengo varrios negocios en Madrrid y necesito alguien de confianza para controlar la rentabilidad del último local estrrenado.
Asiento, indicándole que estoy interesado.
―           Se trrata de un club temático en Aluche, en el distrrito Latina. Todo para clase alta. Se llama “Años20”. Tengo a todo el personal necesarrio, pero no dispongo de contrrolador.
―           ¿Qué hace un controlador?
―           ¡Contrrolar por supuesto! – se ríe el búlgaro. – Es un espía, un inforrmador.
―           Comprendo. El chivato del dueño.
―           ¡Exactamente! El encarrgado del local prroviene de otrro país. No está acostumbrrado ni al idioma, ni a las costumbrres. Me dicen que es de confianza, pero necesito que le vigilen. Ahí entrras tú, Serrgio. Serras el interrmediario entre él y los distrribuidores de licores. Ya sabes, pedidos, pagos, entrregas. Tu decides y él firrma.
―           Si, no hay problema.
―           No tendrras acceso al librro de registrro, pero quierro que anotes todo lo que pides y lo que llega al almacén. También quierro que apuntes las cantidades de las posibles facturras que lleguen. La mayorría se harrá mediante talones de caja, así que no tienes que preocuparrte por eso. Pero, sé que, de vez en cuando, algún distrribuidor vendrrá a cobrar en perrsona y tendrrá que ponerrse en contacto contigo, porque vas a ser el chico del gerrente.
―           Quiere una especie de doble contabilidad.
―           Si, burrda, pero efectiva.
―           Si no se fía de él, ¿porque no le despide? – me arriesgo a preguntarle.
―           ¿Por qué crrees tú?
―           Mmm… es un compromiso ineludible – está claro.
―           ¡Chico listo! ¡Me gusta tu novio, Maby! – se ríe, mirándola.
―           ¡A mí también! – se ríe ella, en respuesta.
―           Ahorra comprrendo porrque me dejaste solo…
―           No estás solo, Víctor. Tienes a tu esposa.
―           Si, cierrto, Maby. Anenka, mi bella esposa rrusa… y ahorra también está Katrrina…
―           ¿Katrina? – el nombre no parece sonarle a Maby.
―           Es mi hija, mi única hija. Estaba estudiando en Parris, pero la he trraído conmigo. Mi ángel Katrrina – musita finalmente, mirando su copa vacía. No sé yo, pero, por su tono, me parece que la vida de Víctor no es demasiado alegre.
―           Volvamos al trabajo, señor Vantia – le llamo a la realidad. – Así que debo ocuparme de los pedidos de almacén e intentar controlar, fuera de libro, lo que se consume y lo que se paga.
―           Si, si, así es.
―           ¿Algo más?
―           Con eso es suficiente. Erres muy joven y prretendo hacerte pasar por otro comprromiso. Quizás el hijo de una amiga o de un pequeño asociado… ya sabes…
―           Si, haciéndome el favor de darme una ocupación.
―           Has dado en la diana. De ese modo, erres el último mono en el negocio. Nadie se prreocupa por ti y tú podrrás fisgonear. No te prreocupes del tema de las chicas. El hombrre que las tiene a su carrgo es de toda confianza. Perro si me gustarría que prrestaras atención al tema de la segurridad del local y de los clientes.
―           Está bien. No se preocupe.
La verdad es que yo imaginé cosas peores de los negocios de Víctor Vantia. Me vi, por un momento, rompiendo dedos y cobrando créditos. Pero, al parecer, Vantia está en el negocio de los clubes nocturnos, y, por lo visto, de los de lujo. Así que todo iba a ser legal… ¡Mejor!
Nos estrechamos la mano y me dice que me incorpore el lunes.
―           Maby, ¿Por qué no enseñas mi casa a tu novio? Así mi secrretario puede prreparar tus papeles. Los firrmarás antes de irte y Basil te darrá la dirrección y lo que necesites.
―           Gracias, señor Vantia. No le defraudaré.
―           Eso espero, chico – dice, dando media vuelta y saliendo de su despacho.
―           Bueno, cariño, ¡ya tienes trabajo! – exclama Maby, saltando a mi cuello.
―           Si, y es mejor de lo que esperaba.
―           Umm… no sé… tú, metido en un puticlub… ¡qué peligro! – entrecierra los ojos.
―           No seas mala, Maby. No iré a divertirme, sino a trabajar.
―           Ya veremos. Vamos a explorar todo esto. Yo tampoco la conozco entera – me incita.
¡Por todos mis muertos! ¡Es enorme! ¡Tan enorme que resulta demencial! Hay escaleras principales y secundarias, un enorme salón de baile, con parqué natural y espejos en las paredes. Una sala de música, y otra para los aperitivos. Dos bibliotecas, un gimnasio profesional, dos despachos personalizados, un enorme salón comedor, con una mesa de una docena de metros, y una cocina capaz de alimentar a un regimiento de cosacos. Dios, ¿he dicho cosacos?
Arriba tiene dormitorios para ilustres y dormitorios para criados o vasallos, o como se diga. Los más rimbombantes tienen ventanas al exterior. Los más simples, se encuentran en el interior, cercados por los pasillos, sin ventanas. Cada dormitorio ilustre tiene su propio baño y los menos ilustres comparten baño, uno para cada cuatro habitaciones.
En el piso bajo, hay varios “toilettes”, o sea, cuartos de baño, sin baño, jeje. Solo para refrescarse o desaguar… El piso abuhardillado es verdaderamente interesante. Las ventanas de cada fachada constituyen una sola habitación, enorme, larguísima, con suelo de madera y una separación de yeso y cañas. Ninguna de las cuatro habitaciones está amueblada, ni contiene objeto alguno. Según Maby, Víctor piensa dedicar el último piso a acoger huérfanos de guerra del este. Está pendiente de los permisos necesarios, para reconvertir todo eso. Pienso en un dormitorio colectivo, para una veintena de niños, o bien dos, si hay también niñas. Otra sala para estudiar. Otra para comedor y la cuarta como ocio. Todo el espacio interior, junto a las dos escaleras que suben, está dedicado a desván, lleno de cajas de cartón. Aquí se podrían instalar unas duchas y unos aseos. Espacio hay de sobra.
Tengo que reprimir mi mente con las posibilidades. Con dinero y espacio, se puede hacer lo que se quiera. Pero piensa mal y acertarás. ¿Huérfanos de guerra? ¿Por qué sacarlos de sus países, ahora que las cosas se han calmado? ¿No sería mejor y más barato invertir en ayudas sociales in situ?
Maby me lleva de nuevo al piso medio, pasando por los dormitorios principales y se detiene ante una puerta cerrada. La miro, intrigado.
―           Es el boudoir de Anenka – me dice, y llama suavemente con los nudillos.
¿Qué coño es un boudoir? Pero, inmediatamente, se me viene a la cabeza un recuerdo. Parece un recuerdo mío, pero sé que no lo es. Es del viejo, seguro. Es anacrónico, muy viejo, como polvoriento, pero intensamente vivido. Veo muebles torneados y bellos y livianos cortinajes. Una mujer quitándose una elaborada bata verde con filigranas doradas. Lleva el pelo recogido, cayéndole en ondas y caracoles sobre un lado de su cara. ¿La zarina? Creo que sí.
―           Adelante – contesta una voz ronca pero femenina, con otro marcado acento, pero diferente al de Víctor.
Bueno, este boudoir es algo diferente del que he recordado, pero su función es la misma. Es una mezcla entre camerino, sala de relax, y despacho para la dueña de la casa. Un amplio diván, un pequeño sofá, un par de sillas junto a un mini escritorio, un biombo de seda, una gran bañera antigua en un rincón, con grifería al aire, un antiguo comodín con un enorme espejo… A todo eso hay que sumarle cortinas vaporosas, una alfombra, un espacio con muchas perchas donde cuelgan batas, negligés, y largos y sensuales camisones, pequeños estantes con perfumes, cremas, polvos cosméticos, abanicos, y bisutería varia. Libros y revistas descansan en cualquier rincón, un Ipod libera suaves notas musicales, y, en medio de todo ese maremagno de detalles, una auténtica diva, escultural y libidinosa, nos sonríe.
Anenka Vianta, la joven esposa rusa de Víctor.
¿Qué deciros de Anenka?
¿Qué puedo decir de una mujer que es capaz de enloquecer a un magnate de la prostitución y de la pornografía?
¿Qué clase de temperamento y que grado de seducción maneja una mujer así?
Por mucho que Maby me hubiera advertido, no habría sido capaz de prepararme para la impresión que deja en mí.
Debe de haber estado montando a caballo, porque aún se está quitando las altas botas de equitación, sentada en una de las sillas. Ya se ha despojado de la chaquetilla rojiza, dispuesta en el respaldar. Los ajustados pantalones de montar ponen de manifiesto sus poderosos muslos.
―           ¡Maby! – exclama alegremente. — ¡Me alegro de verte, pequeña!
Mi morenita se le acerca, se inclina sobre ella y le da un muerdo en los labios. ¡Impactante! ¿Cuánto se conocen estas dos? Maby la ayuda a tirar de la bota.
―           ¡Este hombretón es Sergio? – pregunta, poniéndose en pie.
―           Si, mi novio Sergio. Ella es Anenka – nos presenta Maby.
―           Dame un abrazo – exige ella, cordialmente.
La estrecho entre mis brazos. Capto su aroma a hembra, mezclado con el sudor y un acre olor animal. Su cuerpo voluptuoso esconde una dureza que no me espero. Es un cuerpo trabajado hasta la saciedad, aunque no lo parezca. Hay algo en ella que me pone nervioso. Debo de tener cuidado y paciencia, me repito.
―           Ahora me explico que te alejaras de nosotros, pequeña. Con un tiarrón como este, tienes más que suficiente – la cosquillea la mujer. Maby se aleja, entre risitas.
Me guardo para después las preguntas que cruzan por mi mente. Es evidente que Maby tiene muchas cosas que contarme. Anenka se desabotona la camisa mientras sigue hablando con mi chica, sin importarle que yo esté delante. La examino mejor, más de cerca.
Posee una de esas cabelleras alabastrinas, largas y ensortijadas, de princesa de cuento, o puede que de gitana zíngara. La lleva recogida en un alto moño que casi se ha disuelto. Por el contrario, su piel es muy clara, no blanca, ni pálida, sino clara, como si fuera algo genético. Sus ojos, que no dejan de mirarme de reojo, son muy azules, casi violetas, de un tono muy raro que me recuerdan los de Elizabeth Taylor. ¿Lentillas?
Realmente es hermosa, con unos pómulos marcados y una nariz respingona, que no revelan nada de su herencia étnica. Una boca pequeña, de labios perfilados, sonríe con confianza. Cuando se quita la camisa, muestra su torso, igualmente blanco, de piel inmaculada, en el que el sujetador rosa destaca suavemente. Tiene unos senos pequeños y puntiagudos, que se mantienen firmes sin necesidad de aprisionamiento.
Anenka se cuela detrás de uno de los biombos, tras escoger una larga bata de seda anaranjada. Maby sigue hablando con ella, con el biombo de por medio.
―           Víctor me ha hablado de Katrina – le dice.
―           ¡Oh, mi bella ahijada Katrina! Ha venido de París…
―           No sabía que Víctor tenía una hija.
―           Es fruto de su primera esposa – Anenka aparece a nuestra vista, atándose el cordón de la bata. Sabe como lucirla, no hay duda. – Se casó con la jefa de un clan albanés, Sasha. En aquellos tiempos, Víctor estaba interesado en asumir territorios. Era joven e idealista. Esa boda fue un arreglo de poder para unir fuerzas. Aún así, Sasha quedó preñada y acabó volviéndose loca.  A los dos meses de tener a Katrina, Víctor tuvo que meterle una bala en la cabeza, cuando la sorprendió intentando asfixiar al bebé.
―           ¡Joder! – exclama Maby.
Anenka nos invita a sentarnos en el sofá mientras ella desliza su cuerpo sobre el diván. Sigue contando la historia.
―           Víctor no ha tenido más hijos que Katrina. Siempre dice que los hijos son puntos débiles. A Katrina no le ha faltado de nada. Desde pequeña, ha tenido ayas y madrinas que se encargaban de criarla, sirvientas que la vestían y la bañaban, verdaderas esclavas. Su padre la visitaba cada día, durante una hora, hasta que la envió a Paris, a un internado privado muy exclusivo, de donde la ha sacado hace apenas un mes.
―           Toda una princesa – digo.
―           Si. Malcriada, egoísta, muy altiva, y mucho más cruel que su padre. Es lo que ha mamado desde pequeña – sonríe Anenka. – Como comprenderéis, Víctor se ha casado más veces. Conmigo, cinco veces. Es doblemente viudo y doblemente divorciado. Intento convencerme de que seré la última, pero no hay nada seguro. Sin embargo, Katrina me ha asegurado de que, de todas sus madrastras, yo soy a la que más odia.
―           ¡Por qué? – pregunta Maby.
―           Porque no le consiento nada.
“Porque Anenka es aún peor que ella”, me digo. Tenía razón en mi primera impresión. No solo es hermosa, es manipuladora y imaginativa. Una perfecta estratega.
―           Pero, basta de hablar de la familia. ¿A qué se debe esta visita, pequeña?
―           Sergio va a trabajar para Víctor.
―           ¿De verás? ¿En que, si se puede saber?
―           En el club Años 20. De seguridad.
―           Oh, estarás muy bien. Ese club es muy selecto. Nunca hay problemas graves, todo lo más algún político borracho – se ríe deliciosamente. – Entonces, quizás nos veamos en más ocasiones.
―           Posiblemente, debo informar al señor Vantias regularmente.
Noto como su mirada cambia sobre mí. Eso de los informes no le ha gustado o le ha sorprendido, una de dos.
―           Yo quería pedirte que le echaras un vistazo cuando esté por aquí – me sorprende Maby, poniendo una de sus manos en mi muslo. – El chico se ha criado en una granja y no conoce mucho de la etiqueta social, ya sabes.
―           No te preocupes, Maby, estaré muy pendiente de él…
No me gusta nada como me ha mirado al decir eso. Esta tía es peligrosa, lo noto. Deberé tomar precauciones. Tras otra charla de chicas, nos despedimos y bajamos hasta encontrar a Basil. Este me hace firmar un par de compromisos legales y me entrega una carpeta con documentación del club que debo aprenderme, y varias tarjetas: tarjeta sanitaria, tarjeta de identificación, llave electrónica, y una tarjeta de crédito a nombre de Staxter.
―           Es el nombre del grupo de empresas que dirige el club – me dice el hombre, que es el otro que estaba al lado de Víctor, cuando examinaban el caballo. Su hombre de confianza.
―           Perfecto – le digo. En verdad, es todo legal.
No me ha contratado legalmente, primero por mi edad, y segundo para no infringir ninguna ley si tengo que actuar con dureza. Así me llevaría toda la culpa y el club saldría limpio. A cambio, pagan una buena sanidad privada y cubren todos los aspectos legales. Algo muy típico de las organizaciones criminales. En verdad, ya me lo esperaba.
Maby y yo esperamos, en la T4, la llegada de Pamela y Elke. Estamos de pie ante una de las cristaleras. Abrazo por detrás a mi novia, cubriéndola completamente con mis brazos. Mucha gente nos mira al pasar, pensando que somos una extraña pareja. ¡Que les den!
He empezado con mi trabajo. No está mal. Tengo que acudir un par de veces entre semana, sobre las ocho de la tarde. Reviso el almacén y hablo con las camareras, así estimo los pedidos necesarios. Después, dejo una nota para Konor, quien no suele llegar hasta las diez de la noche, al menos.
Konor Bruvin, un albanés con mala leche. Cincuenta y tantos años, bajito y robusto, con pequeños ojos crueles que no dejan de evaluar. Lleva un peluquín de pelo natural que le tapa la frente y coronilla, ocultando así dos grandes cicatrices sobre las que no crece pelo alguno. Cuando me presenté, el primer día, me miró con fijeza, vio mi juventud y mi inexperiencia, y sonrió con desprecio, comprendiendo el motivo por que se supone que he conseguido el empleo. Es lo que me dio a entender la chica que siempre va con él, como traductora, Mirta.
Se que tengo que tener cuidado con ese tipo. En el momento en que sospeche que soy un informador del jefe, mi vida peligrara.
Me incorporo como refuerzo de seguridad a partir de los viernes, que es cuando el club se llena. La verdad es que es un buen local, con mucha clase y lujo. Ocupa un edificio de tres plantas, con más de quinientos metros cuadrados cada una, y el almacén y los camerinos, acaparan lo que queda de manzana. En el primer piso, se sitúan la barra, el pequeño restaurante, el escenario, la pista de baile, así como los baños, la cocina, el almacén y los camerinos. El club tiene un aforo de casi 500 personas. En el segundo piso, están los reservados. Penumbrosos, cómodos y cálidos, con mirillas de cristal estratégicamente situadas en el suelo para poder disfrutar de los shows, y con amplios divanes sobre los que retozar con las chicas.
En el tercer piso, se encuentran las habitaciones de tales chicas, donde duermen, viven, y trabajan.
Para comprender el espíritu de tal club, debo hablaros más de las chicas. Todas ellas proceden de Hungría, Rumania, Albania, Polonia, Checoslovaquia, la antigua Yugoslavia, e incluso Rusia. Todas sacadas de los países del este. Muy bellas y espigadas, con cuerpos tremendos y muy bien educadas. Son carne de primera, realmente. Víctor Vantia solo quiere lo mejor. Las prefiere universitarias o más o menos cultas, chicas que conocen su potencial, y como superarse ellas mismas. Verdaderamente, mima a sus chicas, tengo que decirlo. Eso no quita que las explote y que las consiga de forma ilegal, pero no trafica con ellas.
Las chicas que acaban en poder de Víctor disponen de unos años para pagar su deuda y se les permite escoger a qué se quieren dedicar: prostitución o show. Como prostitutas, pueden escoger especializaciones: masajistas, acompañantes, expertas en vicios, e incluso camareras… dependiendo de su físico y aptitudes. Como showgirls, también pueden escoger varios caminos: actrices porno, bailarinas sexuales, strippers, y sexo en directo.
Sea como sea, estas mujeres disponen de su habitación, de sus horas de ocio, pueden salir de compras, a peluquerías, al cine… Claro que todas están controladas con chips implantados para que no escapen. Pasan una revisión médica una vez cada quince días y están muy bien alimentadas. Víctor no permite drogas entre sus chicas. A lo sumo, unas copas cuando deben alternar. También disponen de una orientadora que vive con ellas, una especie de psicóloga que las ayuda con sus ocasionales traumas.
El club Años 20 se inspira en la loca década que conmovió la sociedad mundial con el Charleston, los cortos vestiditos con flecos, la liberalización femenina, y toda la juerga superficial y alocada que trajo. Los trajes de las chicas están muy bien diseñados y ellas hacen muy bien su papel. Los espectáculos que se dan en su escenario son subidos de tono pero, en absoluto, burdos ni procaces. Aunque son una minoría, algunas amantes y acompañantes de clientes, frecuentan el club, pero, evidentemente, la mayoría de la clientela es masculina. El cenador se abre a partir de las ocho de la tarde, y muchos clientes prefieren cenar allí, en compañía de sus amigos o de alguna chica elegida, que en sus propias casas.
El mobiliario y la decoración están cuidados al detalle, con calidad cinematográfica, y el sonido, aunque actual, resuena como si proviniera de una gramola.
Las normas de seguridad del local son bien sencillas. Las chicas no pueden follar en él, ni siquiera en los reservados. Se admiten pajas y mamadas, pero no más. Para ello, las chicas deben invitar a los clientes a sus habitaciones, con un procedimiento y un precio adecuado, claro. En el club, se baila, se magrea, se hacen stripteases, y, en la penumbra de los reservados, algún trabajito rápido. Todo ello, tiene otro precio.
 No se permiten gritos, ni altercados. Si algún cliente desea celebrar una fiesta más ruidosa, disponemos de reservados adecuados. Tampoco se permiten discusiones acaloradas, ni conatos de pelea. En ese caso, todos los implicados van al callejón de atrás. Estas son las normas básicas.
Desde el primer momento, me he trabajado a las chicas de la barra y las de la cocina, así como el chef. Ha sido fácil hacer que confíen en mí, pues, en verdad, lo único que he hecho ha sido ofrecerles mi amistad y mi posible ayuda en caso de cualquier necesidad.
Por el momento, no tengo acceso al tercer piso, pero estoy entablando amistad con Pavel, un viejo homosexual a cargo de las chicas, y con Irina, la madura orientadora. Sin embargo, sonrío a las camareras y a las chicas que andan desocupadas, cada vez que me cruzo con ellas.
Hay que darle un tiempo a todo, pero creo que pronto tendré mi propia red de confesiones allí dentro, red que Konor no podrá controlar.
―           Va a aterrizar – me dice Maby, sacándome de mis pensamientos.
Miro el panel informativo y asiento. Tendremos que esperar aún un rato.
―           Tengo muchas ganas de estar con ella.
―           Yo también, Maby.
―           Pero estará Elke. ¿Qué haremos? – me dice, girándose y mirándome a los ojos.
―           No lo sé. Pamela nos ha dicho que se lo ha contado todo lo que hacemos y lo que somos. Además, Elke compartió nuestra cama en Año Nuevo. Supongo que todo depende de ella…
―           Entonces, ¿Beso a Pam cuando la vea, o no?
―           Tú actúa con naturalidad, niña. Si la has besado siempre, ¿Por qué no hacerlo ahora?
―           Tienes razón, corazón – dice con una sonrisa y pegando su cabecita a mi pecho.
Pero yo me pregunto lo mismo. ¿Cómo debo actuar con mi hermana? Ahora trae novia. Una novia que me conoce, que sabe de nuestra relación. Me encojo de hombros. La respuesta que le he dado a Maby sirve también para mí. Habrá que esperar a ver. Lo mismo ocurre con Dena y Patricia. Estamos en la fase de esperar reacciones.
La niña ha cambiado su actitud, parece más comprensiva, más participativa, aunque no sé a que es debido este cambio. Le hemos pedido que traiga a su nueva amiguita a casa, para conocerla, pero, por el momento, se niega, y cuando lo hace, me mira a mí.
¿Tendrá miedo de que impresione a su amiga, o de que esta vea algo impropio hacia su madre? Tengo que garantizarle a Patricia que no haré nada extraño ante su amiga si decide traerla.
―           ¡Allí están! – exclama Maby, saltando y agitando la mano.
Me he perdido en mis cosas de nuevo. Pamela y Elke, junto con otras dos hermosas chicas morenas arrastran sus maletas. Destacan poderosamente entre los demás viajeros. Nos han visto y sonríen. Bueno, al menos Pam sonríe.
Maby se arroja materialmente sobre mi hermana. Funden sus labios, sin importarles que la gente las mire. Elke se queda al lado, confusa. Intervengo y, con una mano, atrapo a Maby por la chaqueta, apartándola de Pam, y con la otra tomo a Elke de la cintura, para darle un suave beso en los labios.
―           Bienvenida de nuevo, Elke – le digo.
Su sonrisa me anima. Es una jovial sonrisa, amplia y amistosa. Buena señal. Un torbellino rojizo se cuelga de mi cuello, besuqueándome por todas partes. Freno a mi hermana por un segundo y miro a Elke.
―           ¿Puedo? – ella asiente, enrojeciendo.
Entonces muerdo la boca de Pamela, con ansias, largamente, hasta hacerla jadear.
―           ¡Eso es un beso! – chilla Maby, dándole una palmada a Pam en las nalgas. Después de eso, se acerca a Elke. Las dos parecen no saber que decirse. — ¿Puedo besarte? – le pregunta, poniendo cara de niña buena.
―           ¡Pues claro! ¡Somos amigas y compañeras! – responde Elke, abriendo los brazos.
Maby la besa tiernamente, pero metiéndole la lengua, por lo que puedo ver. Cuando se separan, Elke sigue confusa. Maby aún sigue abrazada a ella.
―           Eres la novia de mi amante. ¿En qué nos convierte eso a nosotras? – le dice bajito a la noruega.
―           Aún no lo sé… espero averiguarlo pronto.
Sus palabras me dan buenas vibraciones. Creo que podré influir con facilidad, solo necesito una ocasión perfecta. Atrapo las maletas y todos nos dirigimos a los aparcamientos, donde espera la camioneta.
―           Dejamos primero a Elke en su piso – nos dice Pam, desde el estrecho asiento trasero, con Elke a su lado.
―           ¿Te quedas con ella? – no puede aguantarse Maby.
―           No. Hemos decidido que seguiremos un tiempo más así, como novias. Cada una en su casa y quedando para salir.
―           Elke, sabes que puedes quedarte en nuestra casa cuando quieras. Podemos separar las camas e incluso volver a quitar el vestidor…
―           Gracias, Sergio – me contesta, poniendo una mano sobre mi hombro. – Ya hemos decidido que así estará bien. Si tengo que quedarme en vuestro piso, dormiré con vosotros. De todas formas, ya lo hemos hecho, ¿no?
―           Claro, claro. Está bien. ¡A casa, señoritas!
Al llegar a nuestro piso, tras dejar a Elke en el suyo, Maby hizo la pregunta que nos quema los labios.
―           ¿Qué pasa con nosotros? ¿Elke te deja acostarte con nosotros o te ha pedido limitaciones?
―           Me ha pedido que le comunique cuando lo haga con Sergio. Es extraño, creí que se disgustaría, pero no lo hizo.
―           ¿Ah, no? — sonreí.
―           Sabe que me va a ser muy difícil. Así que yo le he prometido, por decisión propia, que esta noche voy a follar con vosotros, pero que no lo haré más hasta que no lo hablemos más a fondo.
―           ¿Solo esta noche? – Maby hizo un puchero.
―           Es lógico – intervengo. – Creo que Elke ha sido muy comprensiva. Te deja que tengas una buena bienvenida y, a la misma vez, una despedida.
―           Si… una despedida – el tono de Pam es triste.
―           Veo que estás enamorada – le digo, abrazándola.
―           Si, Sergio. Lo estamos, pero… te pertenezco, lo sabes. No quiero alejarme de ti. No sé si podría… Solo tienes que pedírmelo…
―           ¿Pedirte que te quedes con nosotros? ¿Qué no la vieras más?
Pam asiente, bajando los ojos. Su cuerpo tiembla entre mis brazos, esperando.
―           No pienso hacerlo. Es decisión vuestra – le digo, con toda hipocresía. No pienso dejar que mi hermana me abandone, cuando toda esta historia empezó con ella.
―           Pero, ¿tenemos que esperar hasta esta noche? ¿Por qué no empezamos ya? Son las cinco de la tarde y yo llevo lista todo el día – sonríe Maby, con picardía, tocándonos el trasero.
Es una noche para recordar, para enmarcar en el recuerdo. Tomo a mi hermana en brazos y Maby se sube a mis espaldas. De esta guisa, recogiendo besitos en mi cara, las llevo al dormitorio.
―           Estarás hambrienta, ¿verdad? – le pregunta Maby a mi hermana, cuando la deposito sobre la cama.
―           Llevo a régimen de esta polla desde hace un tiempo – se ríe, aferrando mi bulto, aún cubierto por el pantalón. – Solo almeja al vapor…
―           Pues esta noche te vas a hartar – susurra Maby, reptando hacia ella y besándola. – Te voy a ceder mis turnos…
―           No es necesar…
―           Calla y dame tu lengua.
Me desnudo mirándolas. No hay nada más bello en el mundo. Son mis chicas y me aman, y se aman entre ellas. ¿Acaso se puede pedir más? Jamás, en mis ensoñaciones solitarias, allá en mi desván, hubiera llegado a imaginar una ocasión similar, lo que el futuro podía depararme. No sé a quien dar las gracias… ¿a Dios? ¿A Rasputín? ¿Al diablo?
Me da igual, si hay que pagar al final de la experiencia, lo haré con mucho gusto. Siento que me estoy poniendo intenso y filosófico, y no es el momento adecuado. Las chicas ya se están revolcando, sin mí. Pero no puedo dejar de mirarlas y de pensar en ello. Me doy cuenta que ese es mi privilegio como su dueño y, en una súbita inspiración, me reafirmo con mi plan sobre Elke. ¡Quiero que se una a nosotros! ¡La quiero en mi cama! ¡Por el bien de Pam y por mi propio y egoísta placer!
Aprovecho que se están besando, una sobre la otra, para colocar mi miembro entre sus bocas. Lo acogen con risitas y mimos. ¡Viva la armonía!
Maby deja que mi hermana siga con el trabajo bucal y ella se coloca a mi espalda, besando y acariciando. Pellizca mis pezones y soba mis testículos, admirando, a su vez, la tarea de Pam. Es cierto, parece hambrienta de mi verga. Intenta abarcarla con sus labios como nunca ha conseguido antes. La noto estremecerse mientras traga centímetros, ignorando las arcadas. Cuando no puede más, se saca el pedazo y escupe sobre él las babas que se han creado en su garganta, y vuelta a empezar.
―           Dios, como chupa la mamona – susurra Maby en mi oído.
Yo solo me estremezco, apoyado contra su pecho. Pam está succionando mi glande con fuerza. Le da mordisquitos, poniéndolo cada vez mas morado. Maby abandona mi espalda y busca las piernas de mi hermana, comprobando que está muy mojada. La prepara para mí, con una diligencia y un cariño inigualables.
―           Ven – me dice, a los pocos minutos. – Ya está a punto de chillar…
Siento la ansiedad de Pam cuando me retiro de su boca. Me abarca entre sus blancos muslos, jadeando de impaciencia. Sus manos acarician mi vientre, mi pecho, mi cuello, y, finalmente, mi rostro, al deslizarme sobre ella. No aparta sus ojos de los míos mientras me hundo en ella. Veo sus pequeñas expresiones de dolor, de tensión, de placer. ¡Dios, como la amo! Bufa como una gata al llenarla toda. Intenta apretarse más contra mí, con su primer orgasmo. No la dejo recuperarse. Empiezo a moverme, casi fuera del todo, lento, y luego adentro, con empuje. La hago chillar a cada embiste, pero ella sigue mirándome. Le tiembla el labio inferior y tiene los ojos muy húmedos, pero no deja de musitar: “te quiero… te amo”.
Maby, que está tumbada a nuestro lado, no se pierde ni un solo detalle de nuestros roces, miradas y susurros. Ella también lagrimea, emocionada. Me pide que le deje sitio. Se abre el coñito sobre la boca de mi hermana, arrodillándose de cara a mí. Yo me quedo de rodillas, penetrando aún a Pam, con sus caderas sobre mis muslos. Maby y yo nos miramos y sonreímos, felices de estar juntos los tres.
―           ¿Echabas mi coñito de menos, amor mío? – le pregunta Maby a mi hermana.
Pam solo gruñe, su boca atareada en comerse ese dulce coñito.
―           Él a ti, si te ha echado en falta. Necesitaba nuestros despertares, las caricias matutinassss… nuestras sesiones de rasurados… las confesiones…
Las manos de Pam suben hasta abarcar los pechitos de su amiga, atormentándolos.
―           He tenido a Sergio para mí solaaa… durante este mes, pero… aún siendo mi Amo… aún queriéndole más que a mi vida… te he echado mucho de menos… Pamelaaaa…
Escuchar aquella declaración de puro amor de labios de Maby, me retuerce el corazón. Casi me siento indigno de ellas. Casi, por un segundo… luego, se pasa.
―           Córrete, mi amor… vacíate en mi boca… méame, si lo deseas – gime mi hermana, apartando un poco su boca. – Soy tuya esta noche…
Atrapo a Maby por la cintura cuando me doy cuenta que se está corriendo como una loca, sin sujeción, agitada por las palabras de Pam. Sus uñas se clavan en mis antebrazos. Maby se queda abrazada a mi cuello, levantando sus nalgas de la cara de Pam, mientras yo me muevo con urgencia en su coño, buscando eyacular.
―           Así, así… campeón… riégala entera – jadea Maby en mi rostro, animándome. — ¡Préñala!
Me corro con fuerza, gruñendo y mordiendo los labios de mi morenita. Siento como el coño de Pam se contrae, alcanzado de nuevo por el placer extremo de sentir mi descarga contra su útero.
―           Algún día – susurro. – Algún día, la preñaré…
                                                CONTINUARÁ
P.D.: podéis dejar vuestros comentarios y opiniones en janis.estigma@hotmail.es
 
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!/

 

Relato erótico: “Dos rubias llamaron a mi puerta y les abrí 4” (POR GOLFO)

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Al llegar al pequeño aeródromo del pueblo, la belleza de nuestras acompañantes despertó la curiosidad de los cinco empleados de esa instalación, los cuales sin cortarse nos acompañaron hasta la puerta del bimotor para así tener la oportunidad de contemplarlas por más tiempo. Ya estaba subiendo por la escalinata cuando escuché a uno alabar las tres hembras que se había agenciado el gallego.

            Extrañado que incluyeran a Tomasa, me giré y observé que. a pesar de nuestras advertencias, habían retocado a la mulata incrementando su ya de por sí natural atractivo.

            «Vaya par de tetas le han colocado», con ganas de probarlas, sentencié.

            No tuve tiempo de pensar en ello porque nada más cerrar la puerta, el piloto despegó y pegando un grito, la mulata nos informó que le daba miedo volar. Acercándose a ella, Ua la tranquilizó hundiendo sus dedos bajo su vestido mientras la rubia me decía lo fácil que sería modificar esa avioneta para hacerla más segura.

            ―Niña, ¿no has entendido nada cuando digo que no hay que hacerse notar?

            ―Lo sé, pero es que hay una posibilidad entre quince millones que nos estrellemos― susurró a modo de disculpa.

            Despelotado por que estuviera preocupada cuando apenas dos días antes habían tenido un accidente con sus antiguos dueños, respondí que la vuelta la haríamos en coche.

            ―¿Me dejarías elegirlo a mí? He leído que a los humanos les encantan los Bentley― comportándose como una niña eligiendo un caramelo, murmuró.

―Princesa, ¿porque quieres algo tan caro? No comprendes que es un lujo innecesario.

Pegándose a mí, replicó mientras hurgaba en mi bragueta:

―Nada es suficiente para Íel y sus tres amadas concubinas.

Agradecí que la avioneta contara con una separación entre la cabina y el pasaje cuando sin preguntar mi opinión la rubia sacó mi falo de su encierro.

―Tengo hambre― musitó abriendo sus labios de par en par para recibir su biberón.

El descaro de ese maravilloso ser me hizo pensar y decidido a que asimilaran cuanto antes su naturaleza humana, comencé a acariciar su trasero mientras se hundía mi erección en la garganta. Al principio, no dio síntomas de ser afectada por mis toqueteos hasta que pegando un gemido me hizo ver que si lo estaba. Con las yemas recorrí sus cachetes ahora morenos, sin que hiciera nada por evitarlo. Su respiración entrecortada ratificó su calentura cuando cambiando de meta acaricié los bordes de sus pliegues y los encontré ya húmedos. 

―Dime qué sientes― murmuré mientras localizaba su botón.

Asustada por la reacción de su cuerpo, me miró diciendo:

―Es raro, pero me gusta sentir que me tocas ahí abajo.

Sabiendo que debía ir paso a paso para no forzarla, me entretuve mimando su clítoris mientras de reojo observaba que Ua no perdía detalle de lo que estaba pasando con su compañera.

―Relájate― comenté al sacar un segundo suspiro de la joven.

Para entonces, mi empleada se había también dado cuenta y levantando el vestido de la pelirroja, me imitó tocando su entrepierna.

―¿Por qué siento esto cuando me tocas?― preguntó Ua al experimentar en sus carnes las carantoñas de la mulata.

No quiso anticiparle nada y siguiendo la petición que le había hecho respecto a educarlas sexualmente, se arrodilló ante ella. Tras separarle los muslos, le dio un primer lametazo. La joven no se esperaba el latigazo de deseo que brotó de su cuerpo y totalmente indefensa, insistió en pedir que le explicara el porqué de esa nueva sensación.

―Lo sabes perfectamente― regalando un segundo lametón entre sus pliegues comentó Tomasa mientras en nuestros asientos concentraba mis caricias en la misma zona de su compañera.

―No entiendo por qué estos cuerpos reaccionan así― no queriendo aceptar lo evidente gimió descompuesta mientras a mi lado, Ía reaccionaba moviendo sus caderas.

La excitación de las crías fue in crescendo y tras el tercer agasajo de la lengua de la mulata, Ua le rogó que parara.

―No voy a hacerlo― respondió Tomasa: ―Quiero devolverte un poco del placer que me has dado.

La pelirroja me miró buscando mi ayuda, pero al ver a Ía despatarrada recibiendo gozosa mis caricias se quedó muda. Su mutismo fue breve ya que, hundiendo la cara entre sus piernas, la costarricense se puso a mordisquear con los dientes su ya erecto botón. La boca de Tomasa provocó que el estremecimiento que sentía se profundizara y exteriorizando su perplejidad, preguntó porque buscábamos que derramaran su esencia.

―Es una forma en que los humanos demostramos nuestro amor― comenté desde mi sitio.

Para entonces la rubia se había olvidado de ordeñarme y permanecía atenta a las reacciones de su cuerpo, lo que me permitió tumbarla en el asiento y sumergiéndome entre sus muslos, catar por primera vez su sabor.

―Santa Luz― chilló al sentir que su cerebro había cedido el puesto y que eran las hormonas las que mandaban sobre ella.

Su entrega azuzó mis maniobras y separando los pliegues de su vulva, observé una telilla blanquecina cerrando el paso a su vagina. Reconociendo su himen, recordé que a pesar de tener casi dos siglos era una niña y aunque deseaba mandar al olvido su virginidad, postergué su estreno a otro momento prefiriendo acelerar su entrega con mi lengua.

Mi negrita debió de pensar lo mismo e incrementando la acción de la suya, consiguió despertar a la mujer que se escondía agazapada tras la pelirroja.

―Me encanta― sollozó Ua ya consciente de lo que le pasaba mientras forzaba el contacto presionando la cabeza de la morena contra su sexo.

La aceptación de su condición humana aceleró lo inevitable y mientras saboreaba la femineidad de la rubia llegó a mis oídos el placer de su compañera.

―Disfruta también, mi pequeña― susurré.

―No sé cómo hacerlo― respondió esta con el corazón a mil por hora.

Al oírla y viendo que la pelirroja ya había disfrutado,  la cocinera no se lo pensó y cogiendo los pechos de la rubia entre sus manos, se los empezó a amasar diciendo:

―Al igual que nuestro hombre no te limita su esencia, no debes impedirnos deleitarnos con la tuya.

Las palabras de Tomasa obraron mágicamente y dejándose llevar, el sexo de la chavala se licuó en mi boca llenando de flujo mis mejillas. El aroma a hembra satisfecha nubló mi buen entender y lanzándome desbocado, quise secar ese manantial. Mi insistencia prolongó y maximizó su orgasmo, llevándola en volandas a su propio descubrimiento y por ello, tras unir tres o cuatro clímax seguidos, Ía expelió su entrega pegando un largo y estridente chillido.

La constatación de que habían dado un paso para convertirse en mujeres cien por cien humanas nos alegró y solo el saber que estábamos a pocos minutos de aterrizar evitó que siguiéramos enseñando a esos seres todo lo que sus nuevos cuerpos eran capaces de sentir.

―Si me dejas, esta noche te daré otra lección de lo que consiste ser mujer― mordisqueando la oreja de la rubia comenté.

Desde su asiento Ua, demostrando que además de deseo era capaz de sentir celos, protestó:

―Íel, me toca a mí ser tu alumna.

 Mi carcajada retumbó en la aeronave mientras escuchábamos al piloto decir que nos abrocháramos los cinturones. Estaba obedeciendo esas instrucciones cuando en voz baja el diablo con cara de ángel que tenía a mi vera musitó que no se iba a dar por vencida:

―Sigo hambrienta, mi amado simbionte.

            La picardía de ese ser me hizo gracia y acercando mi boca, le prometí que una vez en tierra le daría su biberón. Por el brillo de sus ojos supe que no olvidaría esa promesa.

            Tras aterrizar, alquilamos un coche con conductor que nos llevara a la embajada. Entre los muros de esa delegación diplomática, me enteré de que, al igual que la negra era ya mucho más atractiva que antes de conocerlas, yo no me quedaba atrás. Y es que mientras un empleado se desvivía por conocer a sus dos impresionantes conciudadanas y a Tomasa, la embajadora de ese país saliendo de su despacho quiso conocerme.

            Tras presentarse ante mí y escuchar que mis acompañantes se iban de compras,  sin preguntar qué tipo de relación me unía con ellas, esa rubia de grandes pechos me invitó a comer.  Estaba rechazando cortésmente la invitación cuando mi empleada me sugirió que aceptara porque sin mi presencia ellas se sentirían más libres al elegir ropa y sin caer en que dejaba a su hombre en las garras de una loba, me pidió la tarjeta de crédito.

            ―Nuestras nenas nos han reservado habitación en el Sheraton― guiñándome un ojo se despidió de mí después de quedar conmigo allí.

La cara de satisfacción de la diplomática me debió alertar del peligro, pero mi falta de experiencia en lo que se refiere al súbito interés del sexo opuesto me hizo confiar y solo supe algo raro pasaba cuando tras desaparecer las tres, Agda se colgó de mi brazo.

―¿Te apetece que comamos en Silvestre?― me dijo sin soltarse ya en el ascensor.

El tono con el que susurró la elección del restaurante me hizo palidecer y más cuando al subirnos a la limusina pegándose a mi lado empezó con un intenso interrogatorio sobre mi vida. Al enterarse que llevaba viviendo un año en Costa Rica, directamente me preguntó cómo era posible que no hubiéramos coincidido antes.

―Apenas salgo de mi finca― respondí cortado al sentir que posaba una de sus manos en mi pierna.

Sin importarle la presencia de su chofer, la nórdica no solo no la retiró, sino que incrementando su acoso comenzó a recorrer con sus dedos mi muslo mientras me preguntaba si alguna de las mujeres que me acompañaba era mi pareja.

―Las tres lo son― contesté creyendo que con ello la cuarentona iba a contenerse.

Para mi sorpresa al saber que esas bellezas compartían mis caricias, esa rubia quiso saber si nuestra relación era cerrada o aceptábamos nuevos integrantes.   

―Eso deberías preguntárselo a ellas― comenté tratando de descargar en las tres la culpa de mi rechazo.

―Lo haré― respondió mientras tomando mi mano se la ponía en su rodilla.

El descaro de esa mujer me indujo a pensar que mis pequeñas se habían excedido en sus retoques y que me habían convertido en un afrodisiaco andante.  Queriendo descubrir hasta donde llegaba mi atractivo, dejé que mis yemas fueran subiendo por la pierna de la diplomática mientras hablaba con ella de camino al lugar. Comprendí que era brutal la fascinación que sentía esa mujer por mí cuando uno de mis dedos llegó a sus bragas y olvidando su responsabilidad como representante de su país, Agda abrió de par en par la entrada a su sexo mientras disimulaba hablando de lo que iba a pedir de comida.

―¿Seguro que es eso lo que deseas comer?― pregunté mientras exploraba la humedad de su gruta con un dedo

Asustada por la calentura que sentía, la rubia intentó disculparse diciendo que nunca se había comportado así ante un desconocido. Obviando sus disculpas, hurgué entre sus pliegues y tras localizar el hueso de melocotón en que se había convertido su botón, me entretuve en torturarla al contemplar el sudor que corría por su escote.

―¿Te importa que vayamos a mi casa?― costándole hasta respirar me preguntó colorada hasta decir basta.

Accediendo a sus deseos, seguí pajeándola mientras indicaba al conductor el cambio de destino. El empleado debía sospechar algo porque únicamente preguntó si deseaba que avisara que no iba a volver a la embajada.

―Por favor― sollozó sintiendo que se acumulaba en su vientre el placer.

Con ganas de prolongar su angustia, la liberé y llevando mi dedo impregnado a la boca, lo chupé mirándola fijamente a los ojos. El gemido que pegó al verme fue suficiente prueba de la lujuria que sentía y poniéndoselo en los labios, le pedí que probara su flujo. La cuarentona se volvió loca y sacando la lengua, se puso a lamerlo con avidez.

Riendo esperé a que lo dejara lleno de babas para volverlo a incrustar entre sus pliegues.  Al sentir esa nueva incursión, la diplomática se corrió mientras intentaba bajarme la bragueta.

―Tranquila, zorrita― susurré en su oído: ―Espera a que estemos solos y será para ti.

Creí que no iba a hacerme caso, pero luciendo una alegría impropia de su cargo aceptó mi promesa diciendo que era muy golosa.

«Si tu supieras», pensé recordando la dependencia que sentían por mi semen las causantes de mi inesperado éxito entre las damas y echándolas a ellas la culpa de lo que iba a ocurrir, vi que entrabamos en la casa donde vivía esa mujer.

Al bajarnos del vehículo Agda se mantuvo alejada en un intento de mantener su reputación, pero nada más cerrar la puerta y lejos de miradas indiscretas, se abalanzo sobre mí como si no hubiese un mañana. Sus ojos inyectados con una lujuria sin límite me hicieron saber que estaba en mis manos y demostrando quien mandaba, sin hablar me bajé los pantalones. La sueca al ver mi erección intentó agacharse, pero haciéndole saber que no era eso lo que buscaba, le di la vuelta y subiéndole el vestido, desgarré sus bragas.

La cuarentona se sintió desfallecer al sentir mi glande recorriendo los pliegues de la caldera en que se había convertido ya su sexo y apoyándose contra la pared, me rogó que la tomara. Me alegró comprobar su entrega y más que estaba empapada. Cambiando sobre la marcha de destino, cogí un poco del flujo que desbordaba su coño y embadurné con él su esfínter. Agda se giró sorprendida pero rápidamente me demostró que el sexo anal era algo habitual en ella cuando sin tenérselo que pedir separó sus nalgas con las manos. Había incursionado con mi verga brevemente en el interior de su ojete cuando escuché sus primeros gemidos. Incapaz de contenerse, la mujer moviendo su cintura buscó profundizar el contacto. Al sentir su entrega, presioné con mi glande en su entrada trasera.

―Fóllame mi don Juan― chilló al sentir que la iba empalando a través de su rosado ano. 

Poco a poco, mi extensión fue desapareciendo en su interior mientras hacía verdaderos esfuerzos para no gritar.

―¡Dios!― exclamó al sentir que finalmente había conseguido absorber la totalidad de mi extensión: ―¡La tienes enorme! Creí que no me iba a caber.

Contra toda lógica, el culo de esa madura se había tragado tanto el grosor como la longitud de mi miembro sin quejarse y felicitándola con un pequeño azote, le pregunté si podía empezar a moverme. El efecto de esa nalgada desbordó mis previsiones y comportándose como una puta, la diplomática me rogó que le regalara otra más fuerte. Ni que decir tiene que la hice caso y descargando una serie de sonoros golpes en sus cachetes, marqué el ritmo con el que desfloraba su culo mientras ella no dejaba de chillar lo mucho que le gustaba ese rudo trato. Tengo que confesar que no me había dado cuenta de que mientras metía y sacaba mi pene de su estrecho conducto, la sueca se las había ingeniado para masturbarse sin perder el equilibrio.

―Más duro, mi don Juan― pidió dando elevando el volumen de sus gritos.

Comprendiendo que esa mujer necesitaba caña, aceleré mis incursiones.  convirtiendo su empalamiento en algo totalmente alocado. Agda al sentir mis huevos rebotando contra su sexo, se volvió una hembra necesitada y presa de un frenesí que daba miedo, buscó que mi pene la apuñalara sin compasión.

―Me corro― aulló al sentir que la llenaba por completo y antes de poder hacer algo por evitarlo, se desplomó al suelo.

Al caer, me llevó con ella, de manera que, sin quererlo, mi pene forzó más allá de lo concebible su trasero. La rubia sollozó al notar que su esfínter había sobrepasado su límite, pero en vez de apartarse dejó que continuara cogiéndomela sin descanso.  Afortunadamente para su trasero, no tardé en sentir que se aproximaba mi propio orgasmo y sabiendo que posiblemente nunca volvería a disfrutar de ese cuerpo, me dejé llevar derramándome en el interior de su culo.

Tras unos minutos durante los cuales no pudo ni moverse, se levantó y acomodándose la ropa me pidió que siguiéramos en su dormitorio.

―¿No íbamos a comer?― pregunté mirándola.

Se veía a la legua que estaba encantada y que no quería perder tiempo con esa menudencia porque mientras recorríamos el pasillo en dirección a su cuarto,  me susurró al oído:

―Mientras esperamos que nos suban la comida, ¿te apetece hacer uso de mis otros agujeros?

Solté una carcajada al oírla y muerto de risa, la besé mientras respondía:

―Para ser embajadora, ¡eres de lo más puta!

Sonriendo, contestó:

―Todavía, ¡no sabes cuánto!

6

Las cinco horas que pasé con Agda me parecieron pocas. Si no llego a saber que Tomasa y las dos chavalas me esperaban en el Sheraton, me hubiese quedado disfrutando del maduro pero espectacular cuerpo de esa sueca. A ella le ocurría lo mismo, pero en su caso multiplicado por mil veces y mientras se despedía de mí en la puerta de su casa, no paró de llorar rogando que no la dejara sola. Al saber que su dolor era causado en gran medida por los cambios que habían hecho en mi cuerpo esos dos seres me compadecí de ella y depositando un dulce beso en sus labios, le prometí que cuando volviera a la capital le haría una visita.

            ―¿No puedo irte yo a ver a tu finca?― preguntó con lágrimas en los ojos.

            Desconociendo si en su naturaleza humana Ua e Ía sentirían celos, preferí decirle que antes de acceder primero tenía que hablar con las mujeres con las que vivía.

            ―Por favor, convéncelas que me dejen visitarte… aunque sea una vez al mes ir. No puedo pensar que no se repita. Siento que he nacido para ti― sollozando me pidió.

            La angustia de sus palabras me preocupó y sin mirar atrás, entré en la limusina de la embajada donde el chofer me esperaba para llevarme al hotel. Al cerrar la puerta, el costarricense comentó impresionado desde cuando conocía a su jefa, ya que era el primer hombre con el que la había visto entregarse. La constatación de que en Agda no era habitual ese tipo de contacto me hundió todavía más y sintiendo remordimientos,  juré nunca dejarme llevar por la lujuria con ninguna otra mujer.

            «¡No saben lo que han hecho!», exclamé para mí disculpando a las dos criaturas en vez de recriminárselo.

            La certeza de que en esos momentos la sueca debía de estar llorando mi ausencia incrementó mi zozobra y por ello fui incapaz de disfrutar de la perla que era esa ciudad. Los monumentos coloniales erigidos en sus calles pasaban a nuestro paso sin mirarlos y solo cuando la limusina aparcó frente a la entrada del hotel, sentí alivio al saber que pronto me reuniría con todas ellas, pero teniendo sobre todo presente a Tomasa, mi negra.

El recuerdo de su cariño genuinamente humano renovó mi ánimo y sacando fuerzas de él, entré al bar del establecimiento donde había quedado con las tres. Desde la entrada observé que estaban acompañadas por media docena de moscones. Sin gota de celos, me quedé observando como esos ejecutivos que competían entre sí buscando despertar el interés de las diosas que el destino había hecho recalar en ese lugar.

«Esos incautos no saben que su excitación es inducida», pensé apiadándome de ellos.

Las risas de las crías escuchando como Tomasa se defendía del cortés acoso al que la estaban sometiendo esos adinerados hombres no consiguieron hacerme olvidar que con seguridad era la primera vez que mi antigua cocinera despertaba el deseo de alguien de clase alta y viendo la satisfacción con la que se tomaba esos laureles, me abstuve de acercarme.

La belleza de la morena se había magnificado gracias al vestido de alta costura que llevaba puesto y sonriendo, me vi sacudido por la misma atracción que los tipos que revoleaban a su alrededor. La naturalidad con la que repartía sonrisas me preocupó pensando que quizás me había olvidado e incapaz de recriminarla nada cuando venía de ponerle los cuernos con la sueca, me quedé plantado sin atreverme a recorrer los cinco metros que me separaban de ella.

Afortunadamente Tomasa me vio y olvidando a sus pretendientes, con una felicidad difícil de esconder, corrió hacia mí.

―Mi amor, te echaba de menos― dijo lanzándose a mi cuello.

Sus besos disolvieron mis malos augurios y pasando mi mano por su cintura, la atraje hacia mí mientras reconocía en mi fuero interno que yo también la había extrañado.

 ―Tengo tantas cosas que contarte, que no sé por dónde empezar― dijo tomando mi mano.

Ese gesto me dio la energía para acercarme a nuestras dos sanadoras, ya que temía que al tenerlas en frente el rencor que sentía me hiciera repudiarlas. Ajenas a lo que su simbionte sentía, las crías se levantaron e imitando a la que consideraba ya mi mujer, me llenaron de caricias mientras me presentaban a sus rendidos admiradores como su marido y el único hombre que podrían amar.

Creí que la actitud y las palabras de esas bellezas provocarían el escándalo no solos de esos ricachones sino también el menosprecio de todos los presentes en el bar, pero para mi sorpresa los seis tipos se presentaron con sus nombres mientras alababan la suerte que tenía al poseer el afecto de esas inteligentes hermosuras. No me cupo duda alguna que esos angelicales seres se habían ocupado de normalizar la situación para que, al verse despreciados, no se comportaran como machos ante el semental que les cerraba la puerta de las hembras y sintiendo pena por ellos, me senté.

―Íel, me he permitido explicarles que podrías estar interesado en oír ofertas de negocios donde invertir tu dinero― comentó la pelirroja mientras a su lado Ía se mostraba de acuerdo.

Sonreí al percatarme que la avaricia de esos sujetos era la razón por la que no habían saltado sobre mi cuello y más tranquilo, escuché lo que querían proponerme. Así fue cómo me enteré de que eran los representantes de una sociedad americana que había adquirido una inmensa extensión de terrenos selváticos lindando con el mar Caribe e interesado por primera vez en esa inversión, me quedé impresionado el modo en que esos dos seres negociaban en mi nombre para hacerme dueño de un porcentaje del negocio.

―Estaríamos dispuestos a comprar al treinta por ciento del accionariado si con ellos nos garantizan que podremos adquirir la quinta Santa Lucía― comentó la rubia mientras sacaba un portátil.

No quise preguntar cuándo se había agenciado ese ordenador personal y solo pregunté qué era esa edificación. Como si hubiera sabido de antemano que iba a preguntarle por ella, dando la vuelta a la pantalla, Ía me mostró las fotos de un coqueto palacete francés ubicado en un paradisiaco paisaje.

―Quiero que nuestros hijos se críen en este lugar― musitó en mi oído la mulata.

Con poco que decir en algo que ya sabía que iban a conseguir, los cuatro esperamos que los jefes de esos ejecutivos dieran su consentimiento a la operación. Tras obtenerla, entrando en internet, la chavala que apenas unos días antes no sabía ni hablar cerró el acuerdo mandando a la cuenta que le habían proporcionado cinco millones de dólares en concepto de fianza.

―Espero que no te moleste que hayamos puesto la casa a nombre de nosotras tres, hemos creído que sería un buen regalo de bodas para tus mujercitas― dejó caer Ua provocando las risas de los ejecutivos.

La mirada amorosa de mi antigua empleada evitó que me indignara y cayendo que ese dinero había sido conseguido por ellas, di mi conformidad a ello.

―Por eso te queremos tanto― haciéndose las impresionadas y casi a la vez, me dijeron esas arpías recién caídas del cielo mientras los apoderados de la multinacional pedían un par de botellas de champagne con las que brindar por mi futuro enlace con esos tres monumentos.

Confieso que, en ese momento y aunque sabía que esos tipos estaban encantados no tanto por nosotros sino por lo que esa inversión significaría en sus bolsillos, me sentía extrañamente feliz y sospechando que esa jornada me depararía todavía muchas sorpresas, alcé mi copa por ellas.

―Por don Miguel Parejo también― dándome un lugar respondieron las muchachas mientras Tomasa se abrazaba a mí.

 La dulzura con la que pegó su cara sobre mi pecho me hizo retrotraer al momento en que la contraté y reconocí en sus ojos, la mujer humilde que incapaz de mirarme aceptó unir su destino a mí firmando un contrato laboral. Quizás eso motivó que, tomándola de la barbilla, le pidiera que se casara conmigo en presencia de todos.

―¿Vas en serio?― preguntó con alegría.

―Por supuesto, mi reina… pero piénsatelo bien porque si aceptas te llevas a demás a esas dos princesas― dije besándola tiernamente en los labios.

―Claro que acepto, mi amor― respondió mientras escuchaba los aplausos de los reunidos alrededor.

Olvidándose de ellos, buscó mis besos con pasión. Besos que no le fueron negados y a los que se unieron las bocas de las dos crías mientras un camarero rellanaba nuestras copas. El jolgorio que siguió a nuestro enlace no me permitió hasta que fue tarde caer en que los cuerpos de las chavalas no estaban habituados al alcohol.

―Estáis borrachas― exclamé muerto de risa a la media hora viendo que apenas podían mantenerse de pie.

Para ellas esa sensación era nueva e incapaces de reconocer que su alegría era inducida por ese vino espumoso, intentaron que les diese de comer frente a todos. Por suerte, los ejecutivos creyeron que iban de broma sino se hubiesen escandalizado al ver que intentaban bajarme la bragueta en medio del bar.

―Siento decirles que el deber me llama― siguiendo la guasa, comenté mientras con ayuda de Tomasa las sacaba rumbo a nuestra habitación.

―Tenemos hambre― con la voz tomada insistió Ua mientras las metíamos en el ascensor.

―Nos prometiste darnos tu esencia― apoyando a la pelirroja, su compañera protestó.

Repeliendo su ataque, conseguí llevarlas hasta el cuarto y solo cuando había cerrado la puerta, permití que me bajaran los pantalones.

―Cuanto echaba de menos mi biberón― susurró la rubia al ver mi erección.

―Sera mejor que te sientes en la cama― desternillada de risa, me aconsejó la viuda: ―Con la merluza que traen, son capaces de tirarte.

Fue una suerte porque, al ver que me sentaba y compitiendo entre ellas, se lanzaron sobre mi pene en busca de su sustento. Lo que no me esperaba fue que, al pegar el primer lametazo sobre mi extensión, la zorra de la rubia que notaba en mi sabor que me había acostado con la embajadora.

Girándome hacia la morena iba a disculparme cuando sonriendo esta susurró en mi oído que no me preocupara porque sabía que eso iba a ocurrir desde que había visto la atracción que sentía esa sueca por mí. Sorprendido pregunté si no le molestaba y entonces haciéndome una carantoña, me recordó que había prometido no cabrearse cuando alimentara a otras. No quise contradecirla y tomándola entre mis brazos, me puse a desnudarla, pero entonces las dos infernales criaturas protestaron.

―Nuestro biberón ya no nos quiere. No hace más que moverse― casi llorando Ua comentó.

Temiendo que producto de su melopea me hicieran daño, decidí facilitarles las cosas y tumbando a Tomasa, les comenté que dado que veían doble era preferible que esa noche lactaran de ella. La morena sonrió al escucharme y llamándolas, se pellizcó los pezones. Las chavalas al observar los dos grifos de blanca leche cambiaron de objetivo y reptando sobre las sábanas, llevaron sus bocas a los pechos de su ama de cría.

―Bebed mis niñas, bebed de vuestra negra― con cariño no exento de deseo, susurró la dueña de los dulces cántaros que mamaban.

Sin perder detalle de esa tierna escena esperé a que, con el estómago lleno, las alcoholizadas muchachas se quedaran dormidas. Tal y como preví, no tardaron más de diez minutos en quedarse cuajadas. Entonces y solo entonces, abrí el minibar preguntando a mi morena si le apetecía un ron.

―Por supuesto, eso no se pregunta― levantándose desnuda comentó.

Sirviendo dos vasos bien cargados, me senté en el sofá y mientras las veía dormitar, pregunté a Tomasa por su día. Pegándose a mí, me narró que tras dejarme en la embajada habían ido a un banco donde el gerente tras recibirlas abrió una cuenta a cada una. Me abstuve de preguntar con qué dinero porque sabía de antemano su origen y por ello únicamente comenté si le habían dado suficiente para sus gastos.

 ―Amor mío, ni despilfarrando puedo acabar con la suma que les autorizaste que pusieran a mi nombre― susurró mirándome embelesada.

No quise contrariarle diciendo que esas zorritas habían actuado de motu propio, pero tampoco adjudicarme un mérito que no me correspondía y por eso le pedí que me explicara que habían hecho después.

―Nuestras niñas me llevaron a una tienda Prêt―àporter. Yo no quería entrar, pero ellas insistieron diciendo que la hembra de la pareja que las protegía debía de vestir de acuerdo con su rango… te prometo que no usamos tu tarjeta sino la mía― comentó como si me importara algo lo que se habían gastado.

Mientras vomitaba avergonzada la cantidad de ropa que se había probado, me quedé pensando en el comportamiento de las crías y caí que, en su función simbiótica, no solo se creían en el deber de satisfacer mis necesidades materiales sino también las de su “¿madre? ¿dueña?”. Volviendo a la realidad, escuché que Ua e Ía se habían agenciado en otra boutique para gente de su edad un ajuar digno de una estrella de cine.

―Cariño, ¿tengo que recordarte que tienen casi doscientos años?― murmuré divertido.

―Para mí, son unas crías― respondió sin dar importancia a mis palabras, para acto seguido decirme que luego fueron a comprar mi regalo.

―¿Qué regalo?― pregunté, dada la facilidad con la que gastaban.

Levantándose del sofá, abrió el armario y me enseñó una colección de lencería que cuanto menos se podía catalogar como escandalosa.

―¿Quiere mi dueño que su negrita se pruebe un modelito?― murmuró en plan picantón.

―Lo estoy deseando― contesté dudando que algo me gustase más que verla desnuda.

La coquetería innata de la morena se vio satisfecha y tomando media docena de conjuntos, se metió al baño. Mientras esperaba su vuelta, me serví otra copa y mientras retornaba a mi sitio, escuché que la pelirroja hablaba en sueños. Creyendo que me decía algo, me acerqué y al preguntar qué quería, entre sueños respondió:

―Ya falta menos para que nuestros “¿padres? ¿dueños?” nos regalen hijos con los que emparejar a nuestras hermanas que se quedaron solas.

Comprendí que en su borrachera la joven creía que hablaba con Ía sobre unos planes y unas “hermanas” de las que jamás habían hablado.

―Sí cariño, ya falta menos― respondí intentando tirarle de la lengua.

―De la mano de nuestra prole, nuestra especie crecerá y hará más fuerte a los humanos para que juntos conquistemos la galaxia.

Me costó asimilar el engaño y por eso traté de que siguiera explicando la razón verdadera por la que habían llamado a nuestra puerta. Desgraciadamente,  se puso a susurrar en un inteligible idioma que debía ser el suyo natal y no conseguí nada más de ella. Seguía aterrorizado cuando saliendo con un modelo que dejaba poco a la imaginación, mi negrita me preguntó si me gustaba. Al ver mi cara, se dio cuenta que algo me pasaba y sin ahorrar detalle, le expliqué lo que había escuchado.

Tomasa atendió mis palabras en silencio con creciente indignación y solo cuando terminé de explayarme, abrazándome preguntó qué íbamos a hacer.

―No lo sé― reconocí a la única humana en que podía confiar y con la que compartía la responsabilidad de toda una especie.

Hundiendo su cara en mi pecho, mi adorada negrita comenzó a llorar…

Relato erótico: “Cogiendo con desconocidos.” (POR INDIRA)

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 Hace tiempo que no escribo nada para todo relatos, la verdad aunque mi último relato ha sido leído bastante a veces una requiere motivaciones para contar sus experiencias.

Como sea aquí estoy de nuevo, relatando algo real que pasa en mí y quiero externarlo.
En mi relato anterior me describí así que ya no lo haré aquí, pero si debo recordarle a mis lectores que soy una mujer muy caliente y cuando me despierto inquieta de verdad necesito a alguien que me quite la calentura y sobre todo que me haga sentir muy puta.
Yo necesito, esa es la palabra correcta y ahora la externo, necesito un hombre u hombres que me usen, que me hagan sentir el placer al máximo de mil formas posibles,  desgraciadamente los novios o amantes que he tenido cuando me empiezo a portar super caliente, casi ninfómana  regularmente se alejan, no del plano sexual pues a que hombre no le gusta una puta en la cama, pero el trato hacia mi comienza a cambiar, me ven de forma diferente y eso me molesta, ¿porque no puedo ser su novia y su putita a la vez y no solo lo segundo?
Esta mala experiencia ahora me hecho ser diferente, en el trabajo, amigos, pretendientes y novios soy una persona he internamente soy otra aunque a veces necesito sacar mis ansias pero debo hacerlo con gente que no me conozca, que nunca vuelva a ver y en un lugar ajeno a mi círculo social.
Este relato cuenta una de mis tantas escapadas a un lugar cercano a donde vivo, un pueblo a 1 una y media de distancia donde tengo un amigo que conocí por el chat, no con mi correo real si no un chat de los muchos que hay abiertos al público, me agradó su plática y comenzamos a frecuentarnos.
Pues bien cuando estoy que no aguanto planeo un fin de semana, mi amigo vive solo pero trabaja en un pueblo de su localidad por lo que a veces no tiene tiempo de ir a su casa los fines de semana y a mí me ha dejado sus llaves por lo que puedo ir los días que desee lo cual es perfecto para mí.
Ese viernes por la tarde salí de la oficina a las 5, pasé por una maleta pequeña con lencería, muchos bikinis tipo tanga (a lo mejor posteriormente explico por qué) y dos vestidos cortos, más el que llevaba puesto, un traje de baño por si las dudas entre otras cositas y me dirigí a la terminal del norte en un taxi, el tipo era un señor como de 35 años muy educado, no era un taxista común y corriente vestía bien y olía a loción de marca, en el trayecto no me quitaba la vista de las piernas ya que el vestido amarillo se me subía bastante y yo cruzaba las piernas muy a menudo para que se subiera más aún, el taxista estaba tan distraído que casi se pasa un alto y al frenar bruscamente me derramó un café que tenía en el portavaso sobre mis piernas, el muy apenado saco klinex de su guantera e intento limpiarme, al hacerlo me tocó las piernas y mi vestido se subió aún más, al darse cuenta que fue atrevido ya que casi mostraba mis bikini me ofreció disculpas y apenado me dijo que si yo aceptaba el gustoso me reponía el vestido.
Su ofrecimiento me saco de onda pero vi una oportunidad de coquetear un poco así que acepte, después de todo no tenía prisa por llegar a ningún lado.
Nos dirigimos a una plaza cercana y entramos a una boutique de mediana calidad con muchas ofertas.
Escogí dos vestidos, un short y una blusa y me dirigí a los probadores, él se sentó en una banca enfrente de estos, a estas alturas mi plan estaba trazado era lograr que me viera desnuda y por qué no dejarme tocar un poco, entre al probador y para mi buena suerte para mis planes no tenía ni un banco, ni un gancho para sostener mi ropa por lo que me asome y le pedí que se acercara, le comenté la situación y le pedí que sostuviera mis prendas y me las pasara conforme lo fuera necesitando por lo que se tuvo que quedar al lado del probador.
Me quite el vestido muy, muy lentamente, dándole la espalda que aunque tenía la cortina cerrada estaba segura que por alguna apertura me vería. Al quedarme solo en bragas y sostén le dije que metiera su mano para tomar mi vestido y para que me pasara el primero que me probaría.
Me paso un vestido rojo muy parecido al mío, corto y de tirantes arriba, me lo puse rápidamente y le pedí su opinión, inmediatamente tenía su cabeza asomada por la cortina, me gire y me chifló, le pregunté si se me notaba mucho la tanga (lo cual era obvio que si puesto que el vestido era pegado) y el asintió con la cabeza.
A estas alturas yo estaba empapada por la situación y el morbo, le hice señas que se saliera y me quite la tanga, la sentí mojada ya que como comenté en un relato anterior yo soy una mujer muy jugosa cuando me caliento, le dije mete la mano y le puse la tanga en la mano teniendo cuidado de que notara que estaba mojada.
Le pedí que viera ahora, él se asomó por la cortina y asintió con la cabeza, en la tienda había una persona atendiéndonos que en ese momento gritó: “como le quedó”, eso nos hizo salir del trance porque yo lo veía directo a los ojos y el me veía directo al cuerpo acariciando la tanga con descaro entre sus dedos. Rápidamente cerró la cortina y yo me quité el vestido solicitándole que me pasara el otro vestido, me lo probé y “desgraciadamente” me quedo muy chico, se me veían todas las nalgas y estaba muy ajustado arriba, más bien parecía una puta callejera con él así que le pedí a la dependienta que si me lo cambiaba por una talla más grande, ella comentó que no tenía en piso pero que en bodega si, y pidió que la esperáramos unos 5 minutos que iba rápido por el vestido.
Eso fue el incidente que me hizo lograr mi plan, en cuando escuchamos como se fue le pedí que me pasara mi tanga para probarme el short y la blusa, me paso la tanga, pero al hacerlo dejó la cortina a la mitad, yo no la cerré y me puse la tanga frente a él, a estas alturas yo ya estaba super excitada y quería que me tocara por todos lados pero el simplemente no hacía nada, solo me miraba hasta que empezó a tocarse encima del pantalón con descaro yo aproveche eso y lo jale hacia  adentro del probador, le planté un beso en la boca super cachondo, metiendo mi lengua lo más que pude, él no desaprovechó la oportunidad y me metió la mano bajo el vestido tocando bruscamente mi tanga sintiéndola sobre mi panochita empapada.
Yo me movía sobre su mano como si estuviera encima de él montándolo, y el con la otra mano me jalaba hacia él de las nalgas, prácticamente embarraba mi panochita en su mano y me empezó a meter dos dedos, luego tres, dejo mis nalgas con el vestido muy alzado para hacer a un lado los tirantes del vestido y manosearme las tetas, me las apretaba fuerte, recorría mi pezón y comenzó a lamerlas, mientras abajo ya metí a 3 dedos y lo que podía del dedo meñique.
Yo estaba super caliente y le empecé a desabrochar el pantalón para sentir su pito, quería sentir ese pedazo de carne, tenía ganas de que lo metiera junto con sus dedos, siempre me ha gustado sentir como me abren la panochita, como se les moja la mano y el pene de mis jugos.
Al desabrocharlo rápidamente salto una verga de buen tamaño, gorda y con rastros de líquido preseminal, no podía desaprovechar el momento y la jale así en la posición que estaba frente a él y la empecé a embarrar en mi panochita, es decir tomó el lugar de su mano pero obviamente por la posición en que estábamos no me lograba penetrar, solo estaba yo montada sobre su aparato, jalándolo para sentirlo bajo mis labios completamente mojados, el hizo a un lado mi tanga he intentó metérmela logrando solamente meter la cabeza, y así estuvimos en una vaivén delicioso.
Imaginen la escena, una mujer desnuda del torso con el sostén bajo las tetas y de abajo el vestido hecho una piltrafa, con las nalgas al aire y el frente todo levantado, el lugar apestaba a sexo ya que soy muy olorosa, alce una pierna para que pudiera cogerme bien al momento que mordía su cuello, de repente siento como me moja completamente, se estaba viniendo en mi panochita, no adentro de ella, afuera, en mi tanga, sentía sus chorros espesos en mí y  bajó la mano para meterme sus dedos junto con su lechita, me metió 3 dedos completamente mojados, yo gemía ya como toda una puta, estaba super caliente, me metía los dedos, los sentía pegajosos de su semen y mis jugos, movía intensamente sus dedos, sentía como toda su mano entraba en mí y me mordía las tetas, me las mordía fuerte, a la vez que me jalaba de las nalgas metiendo un dedo en mi culito, no pude más y me vine, ahhhh, ahhhhhh, ahhhhh, ay papi, papi, me vine riquísimo, sin cogerme hizo que me viniera delicioso.
Estuvimos un rato mas así sin movernos, el sentía como palpitada mi panocha en su mano mientras yo el acariciaba el pene, tenía la mano llena de semen y me la lamí, me encanta el sabor y sobre todo la cara que ponen cuando lo hago, nos separamos un poco y cuando saco su mano me los puso en los labios para lamer, yo como toda una putita lo hice, le deje limpia la mano y me agache a limpiar también su pene, me lo metía  la boca completo y lo succionaba hasta dejarlo limpio.
Uff estaba exhausta debido a la posición y a la adrenalina que comenzaba a bajar, me acomodé la ropa al igual que él y salió del probador, yo me recargué en la pared un momento cuando la dependienta me pasó el vestido, ya no me lo probé puesto el que traía apestaba a sexo por lo que tenía que cómpralo, solo le pedí que de favor me vendiera los vestidos pero me llevaría puesto el rojo.
Ella realizó todo su trámite y mi “novio” pago gustoso, salimos del lugar bastante acalorados con una enorme sonrisa y mi boca apestaba a semen, al pasar junto a los demás algunos hombres regresaban la mirada al olerme pasar puesto que apestaba a sexo.
Subimos al taxi y me llevó a la terminal del norte para retomar mi camino, en el trayecto me adulaba, me decía que estaba hermosa que le encantaría ser mi novio, etc, etc. Yo solo le agradecía los cumplidos.
Al llegar a la terminal, se estacionó y me dio un beso super cachondo mientras me tocaba las tetas encima del vestido, yo tome mi tanga de ambos lados y me la saqué entregándosela de recuerdo, intercambiamos números y me rogó porque le marcará en cuanto regresara de mi viaje.
Nos dimos un beso de despedida muy caliente pues me volvió a manosear completita …..
Me baje del auto sin calzones, apestando a sexo, caliente, y con un vestido nada apto para las horas y mucho menos para viajar, todo me veían y me comían con la mirada.
Compré mi boleto y me dispuse a esperar la salida, mientras lo hacía me dieron unas ganas tremendas de ir al baño  pero me daba asquito los baños de ahí así que le pedí a los chicos de la puerta si me dejaban subir al autobús rápido. Se acercó el chofer, un señor gordito como de 50 años y amablemente aceptó y me acompaño. Me cedió el paso y al subir antes que el pude sentir su mirada en mis nalgas, me ayudó con mi equipaje y corrí al baño, el corrió tras de mi indicándome que la puerta no cerraba y que él me la detenía, no me importó ya que me andaba bastante y me senté rápido a hacer pis pero al quererme limpiar me percaté que no había papel por lo que tuve que pedirle al chofer que me consiguiera algo, el sacó un klinex y tuve que abrir la puerta para que me lo pasara, él me pudo ver completamente las piernas y mi escote, mi limpié, me arreglé y salí.
Le agradecí bastante por la ayuda y en cuanto me iba a bajar me dijo que no había problema que podía esperar allí, que estaría más cómoda. Acepté gustosa y él se fue a su asiento delantero a preparar cosas del viaje me imagino, yo sentí a un poco de frio al andar sin calzones y busqué uno en mi equipaje para ponérmelo.
Me quedé relajada viendo la ventana cuando de pronto siento que se empiezan a subir personas, pocas, eran a lo mucho 12 personas en total, a mi lado se sentó un supervisor de la línea, lo supe después y él iba solo a la primer caseta. Me hizo la plática, era un chamaco de 23 años muy lanzado, desde que se sentó me empezó a tirar la onda, rápidamente me imagine montándome encima de él, eso me excito y comencé a seguirle la plática.
Continuará …..

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Relato erótico: “LA FÁBRICA (6)” (POR MARTINA LEMMI)

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Habíamos apenas terminado de arreglarnos la ropa cuando se abrió la puerta y entró Hugo; se me detuvo el corazón ya que, de haber entrado sólo un par de minutos antes, muy distinta sería la escena que hubiera visto.  Luciano, sin embargo, se comportó con absoluta normalidad.
“¿En qué andan ustedes dos acá?” – preguntó Hugo pero como desentendido del asunto y en tono de broma.  Yo me trabé y se me hizo un nudo en la garganta, pero por suerte Luciano habló, directamente optando por ignorar la pregunta de su padre.
“¿Y?  – preguntó -.  ¿Cómo está eso?”
“Está duro, está duro, pero bueno, ya para mañana o pasado tendremos una respuesta definitiva y a partir de ello veremos qué hacer – respondió Hugo y yo interpreté que hacía referencia a la designación de la nueva secretaria -.  Soledad, ¿se puede quedar un momento?  Luciano, si nos disculpas, te agradecería que nos dejaras solos; quiero hablar con la señorita Moreitz”
Fue una sacudida para mí y miré rápidamente al rostro de Luciano; había pensado que, tal vez, dejaría traslucir alguna expresión de celos aunque más no fuera en pequeña medida pero no: él siempre parecía comportarse del mismo modo y sin demostrar nada.
“Claro, Hugo – llamaba a su padre por el nombre -.  Nos vemos luego”
En el momento en que se retiró, me sentí desprotegida ante Hugo.  Sin embargo y considerando que estaban buscando nueva secretaria, abrigué la esperanza de que me hubiera hecho quedar con ese fin.  De hecho, sus primeras palabras una vez que quedamos solos en la oficina apuntaron en esa dirección.
“Dígame, Soledad – me espetó -, ¿ha pensado en la posibilidad de ser secretaria?”
La pregunta no me tomó desprevenida porque ya Luciano me había preparado, pero sí terminó de confirmar que lo dicho por éste no eran sólo conjeturas hechas en el aire: realmente se estaba barajando mi nombre entre las posibles candidatas.  Pensé que lo mejor en ese momento era fingir sorpresa:
“No, señor Di Leo, nunca lo…”
“Hugo”
“Hugo…; verdaderamente me honra usted con sólo mencionarlo pero no es algo en lo que hubiera pensado.  ¿Yo?  ¿Secretaria?”
“Sí – me respondió -; de todas formas es algo que estamos viendo: nos estamos manejando entre tres posibilidades de momento”
Hizo una pausa.  Quizás esperaba que yo le preguntara cuáles eran las otras dos pero por educación no lo hice; bien podía ser que el jefe me estuviera poniendo a prueba y tratando de chequear hasta qué punto era yo capaz de contener mi impertinencia.  Más allá de eso, por supuesto, fue inevitable, que yo me quedara haciendo cálculos en mi cabeza y, de acuerdo a lo que ya me había adelantado Luciano, no era tan difícil: estaba yo, estaba Floriana y alguien de fuera de la fábrica a quien no conocía.
“Ahora, Soledad… – dijo de pronto mientras se desabrochaba el cinto y dejaba caer el pantalón -; necesito una buena lamida de culo de ésas que usted tan bien sabe dar, je… Fue un día de stress para mí”
Se giró y, al igual que ocurriera dos días antes, volvió a mostrarme ese trasero fofo y sin forma.  Las arcadas volvieron a mí pero sabía una cosa: mi puesto de secretaria podía estar en juego y era casi un hecho que mis posibilidades quedarían reducidas a cero si no satisfacía a mi jefe.  Él, de algún modo, ya me lo había adelantado: “¿No es lo que siempre dicen que hacen las empleadas de oficina? ¿Lamer culos de jefes?”.  Esa frase perversa, aunque realista, seguía resonando en mi mente.  Así que, más que nunca, supe que Hugo no debía quedar insatisfecho esa tarde.  Planté rodilla en tierra y comencé a recorrer sus nalgas con mi lengua una vez más.
“Mmmm, sí, Soledad, así… En la zanja, por favor… Mmm, sí, eso.  Y no olvide meter su lengüita en el agujero”
Ese día, el encuentro con Daniel a la salida del trabajo transitó, como era de prever, por  fuera de lo habitual.  No paraba de mirarme como si tratara de comprobar si estaba bien; sólo faltaba que me tomara la fiebre.  Pero, claro, lo entendía; no es de lo más común que alguien llame a su novio desde el trabajo para decirle que quería oír su voz y así poder masturbarse.  Demás está decir que me llenó de preguntas y yo contesté con evasivas; hasta le pedí disculpas por lo que había hecho.  Él, sin embargo, no se dejó arrastrar por mi silencio sino que quería ahondar en la cuestión y rápidamente entendí en qué dirección iba: sobre todo cuando me confesó que se había masturbado con nuestra charla telefónica pero que se había vuelto a excitar con sólo recordarlo.  Quería sexo, desde ya: evacuar la calentura.  Pero la realidad era que yo no estaba para una revolcada luego de la particular tarde vivida en la fábrica; más bien sólo quería descansar pues Luciano me había dejado de cama.  No podía, obviamente, siquiera insinuar nada ni mencionar el nombre de Luciano, así que me excusé argumentando estar cansada (típica excusa de nosotras las mujeres cuando hemos tenido sexo con alguien no legal y no estamos para tenerlo con alguien legal, por lo menos en lo inmediato) y, para inflarle un poco su ego, le dije que la “masturbación telefónica” me había matado.  Tuvo que aceptar, desde ya, pero a regañadientes e inclusive sacó varias veces el tema durante el camino e incluso después cuando entró a mi casa.  Yo, de todas formas, me mantuve inflexible en mi respuesta y fingí incluso estar más cansada de lo que en realidad estaba.
Al otro día, por primera vez, me hicieron salir de la fábrica durante las horas de trabajo.  Había que llevar unos papeles al banco y estaba más que obvio que era Estela quien habitualmente se encargaba de tales menesteres y, al parecer, debía ser muy eficiente en ello ya que las veces en que la había visto salir de la fábrica siempre había vuelto con bastante rapidez.  Podría ahora haberle cabido a Luciano la tarea que me habían encomendado pero lo había visto muy temprano en la fábrica y luego ya no; seguramente habría tenido que salir por otro tema: el trabajo de Estela, al parecer, era tan variado y complejo que se necesitaba más de una persona para delegar sus labores habituales.
Salir de la fábrica con esa falda era, desde ya, un serio problema para mí.  No era lo mismo que subirme o bajarme del auto de Daniel.  Floriana me ofreció su moto para ir, pero la sola idea de imaginarme ahí arriba con esa falda tan diminuta me hizo desistir de la idea.  Opté por escoger la opción que, en primera instancia, me había ofrecido Hugo: pagarme un taxi para que me llevara, me esperara y me trajera.  Era, desde luego, la opción más decorosa aun cuando no sabía quién podía ser el taxista ni cómo se comportaría al verme subir al auto así.
La verdad fue que el taxista se comportó de modo bastante respetuoso, tanto durante el viaje de ida como el de vuelta, pero aún así, no paró de hacerme preguntas:
“Es nueva en la fábrica, ¿no?  Nunca la había visto antes…  ¿Qué edad tiene?  Se la ve joven…  ¿Veintiséis?  ¡Parecen menos incluso!…”
O cosas así…  Es decir, preguntas bastante impertinentes pero nunca llegando a ser guarras o irrespetuosas… o bien mis parámetros ya estaban totalmente alterados con las cosas que venía viviendo y que cada vez lograba manejar menos.  Noté, de todos modos, que el conductor acomodó bien el espejo retrovisor como para espiar por entre mis piernas pues yo viajaba en el asiento trasero.  Por pudor, me cubrí, pero al mismo tiempo… me excité un poco.  Me odié por eso.  ¿En qué clase de mujer me estaban convirtiendo en esa fábrica?  Unos meses atrás, simplemente le hubiera pedido al que se detuviese y me hubiera ido caminando.
El banco fue otra pesadilla.  Todos, ya fueran clientes, cajeros o personal de seguridad tenían los ojos clavados de mi cintura para abajo.  Los hombres lo hacían con los ojos llenos de un deseo perverso; las mujeres, las más de las veces, con una envidia que rayaba en el desprecio, aunque también las había que me miraban con admiración y hasta con lascivia.  Había incluso en el banco mucha gente que me conocía y no debía ello sorprender pues yo había ido en varias oportunidades cuando aún me desempeñaba en mi trabajo anterior.  Me tocó, a mi pesar, escuchar de parte de las mujeres algunos comentarios hirientes de quienes cuchicheaban en voz baja, pero no lo suficientemente baja como para que yo no las oyese, lo cual seguramente era deliberado.
“Mirá cómo se viene al banco la puta ésta…”
“Es una desvergonzada; debería estar revoleando la cartera al costado de la ruta….”
“¿Y qué esperás?  Me contaron que de su anterior trabajo la echaron por trola: se lo quiso voltear al jefe”
Y más comentarios así… Yo no podía hacer otra cosa más que tragar saliva y bajar la cabeza con vergüenza; era una espantosa humillación la que me tocaba vivir y más todavía cuando algunas de las cosas que decían no eran ciertas o, cuando menos, exageradísimas.  La gente que alguna vez me había visto como una mujer decente ya no me veía de ese modo.
Al regresar a la fábrica me encontré con la sorpresa de verlo a Hugo sentado a mi escritorio; no sé por qué, pero en ese momento se me ocurrió pensar, de manera optimista, que eso podía tener que ver con mi hipotética designación como secretaria: fue una locura suponer eso; más un producto de mis deseos que de la realidad, pero en ese momento lo vi como que si él se había sentado a mi escritorio era porque el mismo pasaba a quedar desocupado al menos por un tiempo.  Y si mi escritorio estaba desocupado, eso podía significar que ahora mi lugar en la fábrica era otro.  Eso fue, al menos lo que pensé, pero no tardé en descubrir lo lejos que mis cavilaciones estaban de la realidad…
Para empezar, había alguien sentado al otro lado del escritorio: un tipo que debía tener algunos años menos que Hugo pero que, al igual que él, era bastante relleno.  Tenía el rostro aplastado y pómulos bien marcados, cabeza casi completamente calva y cuello poco más que inexistente. 
“¡Ah, Soledad! – me saludó con alegría Hugo al verme -.  Perdón por usurpar tu lugar, ja… Te presento al señor Inchausti”
El alma se me cayó al piso; no sé cuándo sería el día en que no recibiría una estocada letal dentro de aquella fábrica.  Era el cliente de Corrientes, el mismo que había hablado conmigo por teléfono y al cual yo le había seguido un poco su juego de flirteo con tal de que hiciera su compra.  Por lo pronto, si estaba allí, se podía decir que tal objetivo había sido finalmente logrado,  Pero… ¡Dios!: si yo había entrado en su juego era por mi convencimiento de que nunca estaría ante él físicamente.  Y sin embargo, ¡allí estaba!
“Ho… hola, señor Inchausti, es… un gusto conocerlo” – musité, totalmente perdida y con la vista esquiva, sin saber bien adónde mirar. 
“Por el contrario, Soledad, el placer es mío.  Es usted tan hermosa como su voz lo sugiere al teléfono e incluso más” – dijo él mientras, en un gesto caballeresco casi fuera de contexto, me tomaba la mano para besármela como si yo fuera una princesa.
Poniéndome de todos colores, agradecí con un asentimiento de cabeza; traté también de decir algo pero no me salió nada. Me quedé un momento en silencio y, tratando de vencer mis temores, lo miré a los ojos lo más que pude; a pesar del trato caballeresco que había buscado exhibir, en ningún momento se levantó de su silla para saludarme.  Tampoco Hugo lo hizo para dejarme el lugar; era como si estuvieran resolviendo allí algo que era más importante que cualquiera de mis menesteres. Tenía Inchausti dos ojos enormes y oscuros dentro de los cuales casi no podían verse las pupilas, cosa que me inquietaba sobremanera; la sensación era que me estaba devorando y saboreando con la vista.  Siguiendo la misma línea de Hugo y de Luis no tenía casi pelo sobre su cabeza y, como detalle, particular en su caso, prácticamente no tenía cuello.  En el teléfono había declarado tener unos cuarenta y seis años pero viéndolo me daba la impresión de que me había mentido; no parecía ser más que cinco o seis años menor que Hugo.  Y suponiendo que no me hubiera mentido con la edad, sí lo había hecho al decirme que se mantenía en buen estado: nada más lejano.
“No… me imaginaba que lo tendríamos por aquí, por la fábrica” – dije, tratando de inventar una sonrisa como pude.
“Yo tampoco lo imaginaba – dijo él, siempre cortés y sonriente, pero aun así y, por algún motivo, desagradable – ; surgió un viaje de manera imprevista y no quería dejar pasar la oportunidad de llegarme hasta aquí por un motivo muy especial…”
Su sonrisa perversa me inquietó; hasta retrocedí un paso en mi lugar.
“¿Un m… motivo muy especial, señor Inchausti?” – balbuceé.
“El señor Inchausti me ha hablado muy bien de cómo lo atendió, Soledad – terció Hugo -.  Ha quedado, al parecer, verdaderamente maravillado por tu atención”
Descubrí en la expresión de Di Leo no sólo la plena satisfacción por haber concretado una venta importante sino que además rezumaba un cierto orgullo ya que probablemente se adjudicaba el mérito de haberme aconsejado bien acerca de cómo hablar con los clientes al teléfono.  De hecho, se me quedó mirando y fue como si en su mente estuviera repasando cada una de las palabras que yo pronuncié el día de la entrevista durante aquella fingida charla telefónica que terminó en manoseo y sexo oral.
“G… gracias, s… señor Inchausti; me alegra mucho que así haya sido” – dije, temblorosa y con la voz entrecortada.
Quedaba bien claro que estaba haciendo un papelón.  La joven que Inchausti tenía ahora enfrente era muy distinta a la que había escuchado en el teléfono en días previos.  De cualquier modo yo ya no sabía para esa altura qué era mejor, si decepcionarlo o seguirle el juego.
“El señor Inchausti me ha solicitado un pedido especial – dijo Hugo – y me parece justo satisfacerlo”
Mi temblor aumentó.  Ya ahora mis piernas eran un tembladeral y temía que se notara.  Miré por un segundo a Floriana pero ella estaba sonriente, como si se alegrara por mí.  O como si estuviera orgullosa por la empleada que le había conseguido a la empresa.  Yo estaba a la espera de que Di Leo acabase de decirme cuál era ese pedido tan especial, pero fue el propio Inchausti quien habló:
“Me gustaría invitarla a almorzar, Soledad”
Arrugué el rostro y fruncí el entrecejo.
“S… señor Inchausti, se lo agradezco p…”
“Yo ya le dije que sí – intervino Hugo -; me tomé ese atrevimiento mientras usted no estaba, Soledad”
Otra vez la incredulidad volvía a golpearme: parecía que tenía que acostumbrare a que allí se dispusiera de mí como si fuera un objeto.  Dirigí una mirada angustiada a Hugo.
“Pero…, no entiendo – balbuceé -.  ¿Cuándo?”
“¡Ahora! – exclamó Hugo abriendo los brazos en jarras y mirando, luego, su reloj -.  ¿Acaso no falta poco para la hora del almuerzo?”
“P… precisamente señor Di Leo.  Sólo d… disponemos de una hora y no va a haber tiempo para…”
“¡No se preocupe por eso! –exclamó Hugo con gesto desdeñoso -.  Tiene la tarde disponible por completo para satisfacer al señor Inchausti, Soledad”
Quería morir.  Eché un nuevo vistazo a Floriana pero seguía sonriente.  ¿Sería consciente mi amiga de lo que se estaba haciendo conmigo?  ¿Tan ingenua podía ser como para alegrarse por mi suerte?  De repente, recordé mi posible nombramiento como secretaria, como también el hecho de que yo seguía aún trabajando en la empresa a pesar del incidente protagonizado con Evelyn un par de días antes.  ¿Hasta qué punto estaba en condiciones de decir que no?  Y después de todo, sólo era una invitación a almorzar, aunque… ¿qué pasaba si me veía Daniel?  ¿O alguien de su entorno?  Confundida y llena de dudas acepté, sin embargo, la propuesta con la cabeza gacha:
“Está bien, señor Di Leo, como usted… disponga.  Le agradezco su invitación, señor Inchausti”
Recién entonces Hugo se levantó de mi silla; se le veía más que complacido.
“¡Perfecto! – exclamó alegremente -.  ¡Vayan ya mismo entonces!  Sólo faltan quince minutos para la chicharra del almuerzo.  Señor Inchausti, disponga a gusto de mi empleada…”
La frase me hizo abrir grandes los ojos y tragar saliva.  ¿Disponer a gusto?  Además estaba bien claro que Hugo parecía tratarme como su propiedad y casi me estaba “prestando”.  Nerviosa, miré hacia todos lados.  Floriana, sin embargo, parecía ahora enfrascada en lo suyo e indiferente ante la situación.  Busqué desesperadamente con la vista a Luciano.  ¿Por dónde andaría?  ¿Habría ya regresado a la fábrica?  De pronto sólo deseaba que él estuviera allí; estaba segura de que detendría esa locura o al menos se opondría.  Viéndolo hoy, sin embargo, creo que yo, en mi desesperación y ante la necesidad de auxilio, sobreestimaba desmedidamente el poder de decisión de Luciano allí dentro. 
Por lo pronto, Inchausti sonrió de oreja o oreja y agradeció a Hugo (no a mí) y, en lo que terminó de constituir el peor bochorno posible, me tomó de la mano para así, haciéndome desfilar ante el resto del personal, llevarme hacia la puerta de salida y de allí a su auto.
Me dio, al menos, la posibilidad de elegir adónde quería ir a almorzar aunque creo que ello se debió más a su desconocimiento de la ciudad que a otra cosa.  Aprovechando eso, lo guié hacia un restaurante bastante alejado del centro de la ciudad, en una zona periférica en la cual era bastante difícil cruzarnos con alguien del entorno de Daniel.  Ni siquiera me conocían en ese lugar, lo cual era para mí otra ventaja. 
Durante el trayecto en auto, Inchausti no abusó de las impertinencias; se siguió manejando caballerosamente y, en todo caso, lo que sí hizo fue insistir reiteradamente en cuanto a lo hermosa que yo era y lo contento que había quedado con mi atención.  Yo, sin saber qué decir, agradecí torpemente, casi con monosílabos y las más de las veces mirando hacia el exterior del habitáculo.  Quería, por todo y por todo, bajarme de ese auto.
Ya en el restaurante las cosas comenzaron a ir tomando otro cariz.  Se puso algo más meloso y en un par de oportunidades me tomó la mano.  Yo había tolerado ese gesto cuando me condujo fuera de la fábrica pero ya me parecía desmedido que lo hiciese en la mesa y enfrente de todos como si fuésemos pareja; retiré mi mano, por lo tanto, cada vez que lo hizo.  Por fortuna no conocía a nadie del resto de los clientes que había en el lugar pero, por otra parte, cada uno de ellos nos miraba de arriba abajo con ojos y semblantes que revelaban sorpresa al ver una pareja tan despareja.  Se estarían, seguramente, preguntando qué haría yo con un tipo que era lo más parecido que podía haber a un pez humanoide.  En un momento Inchausti se sinceró y, sin que yo le preguntase nada al respecto, admitió no tener la edad que me había dicho al teléfono, sino bastante más: era, en efecto, apenas un par de años menor que Hugo pero la diferencia era mínima.  También estaba claro que me había mentido al decirme que se mantenía en buen estado aunque en eso, claro, no se sinceró del mismo modo.  Me vino a la cabeza una escena de alguna de las películas de la saga Star Wars en la cual la princesa Leia era sometida y encadenada por un horrible monstruo mezcla de pez y sapo; sí, ésa era la imagen exacta; incluso se me escapó una risita involuntaria al hacer esa asociación: él me preguntó por qué me reía pero, claro, no le dije nada.
Pagó la cuenta luego de un almuerzo en el cual, como era fácil de prever, no escatimó en gastos más allá de que yo realmente comí muy poco; lo único que quería era marcharme cuanto antes y volver a la fábrica lo más pronto posible.  Por eso sentí un inmenso alivio al momento de dirigirnos caminando en dirección al auto y hasta le toleré que volviera a insistir con lo de tomarme por la mano: lo que fuera con tal de que todo aquello terminara.  Sin embargo, cuando instantes después, nos marchábamos del lugar, noté que, al conducir el auto, él tomaba otro camino, lo cual me comenzó a impacientar.  Supuse, aun así, que todo sería producto de su desconocimiento de la ciudad o bien de que había retenido muy mal el camino hecho a la ida.
“No… – dije, sacudiendo la cabeza -; no es por aquí: estamos yendo al revés”
“Lo sé, Soledad, lo sé” – dijo él simplemente, mientras asentía con una sonrisa.
Otra vez me volvieron los temblores.  Me mantuve en silencio en mi butaca, sufriendo por la ansiedad y la incertidumbre.  Pronto pude ver que tomábamos por una calle que hacía las veces de colectora a la ruta por la cual se entraba y se salía de la ciudad; el nerviosismo en mí aumentó.
“¿Hacia dónde… estamos yendo?” – pregunté.
Como respuesta, sólo sonrió.  La expresión de su rostro se me antojaba aun mucho más perversa que lo que me había parecido antes.  De pronto el auto se detuvo.  Al mirar a través del vidrio polarizado comprobé con horror que nos habíamos detenido… a la entrada de un albergue transitorio.
Lancé un gritito de espanto y me removí en mi butaca; intenté abrir la puerta pero no lo logré.
“Tranquila… – me dijo él con el tono de voz más sereno del mundo -.  ¿Qué le pasa, Soledad?  ¿Qué es lo que la incomoda?”
Cerré los ojos y me estrujé con dos dedos el tabique de la nariz.  Quería morir, pero tenía que hablar si pretendía zafar de la suerte que al parecer me esperaba en manos de aquel lunático.
“Señor Inchausti… – dije con tono paciente -; creo que esto se está yendo de tema.  No está dentro de las condiciones que yo…”
“Hugo me dijo que dispusiera de usted libremente – me replicó él siempre con la misma tranquilidad -.  Es su jefe, ¿no?”
Me mordí el labio inferior y sacudí la cabeza.  Era increíble que estuviera debatiendo aquello con ese tipo.
“Es mi jefe, sí, pero… no me parece que él haya autorizado a algo así”
“¿Cómo lo interpreta?”
“N… no sé, no sé, pero estoy segura de que no le dio permiso para llevarme a un hotel alojamiento”
Lo mío era una táctica, desesperada desde ya, pero táctica al fin.  No quise aparecer oponiéndome a la voluntad de Hugo sino, por el contrario, respetándola a rajatabla.  Bien podría haber dicho, por ejemplo: “Hugo es mi jefe, pero no mi dueño”, pero sabía que eso podía ser conflictivo y dejarme un panorama oscuro de frente al futuro inmediato.  Mi estrategia, más bien, era insistir en que Hugo había dado el visto bueno para un almuerzo y no para una cogida…
“Está bien – dijo Inchausti con toda calma -; lo llamamos, le preguntamos y de ese modo nos sacamos la duda.  Yo tampoco quiero caer en el atrevimiento de hacer algo para lo cual no se me ha dado permiso.  Lo mejor es llamarlo – extrajo su celular -; ¿lo llama usted o lo hago yo?”
“Lo llamo yo” – respondí luego de un breve momento de duda.  Mi conclusión era que si yo dejaba que Inchausti llamase, también me exponía a que presentara las cosas de un modo distinto y no como en realidad eran.  
Inchausti no objetó nada y guardó su celular encogiéndose de hombros mientras yo, en el mío, buscaba a Hugo en el directorio y lo llamaba:
“Señor Di Leo… Sepa disculpar la molestia pero está ocurriendo algo que me parece que se sale de lo previsto”
“¿Pasó algo, Soledad?” – preguntó desde el otro lado, con tono de preocupación -.  ¿Está usted bien?  ¿Y el señor Inchausti?”
“S… sí, señor Di Leo.  Estamos bien; no es eso.  Es que… el señor Inchausti me ha traído a un albergue transitorio y pretende que yo entre allí con él”
“Ah, sí – dijo Hugo -.  Yo mismo le indiqué cómo llegar a uno.  ¿Hay algún problema, Soledad?  ¿Está cerrado?”
Desde su lugar, Inchausti me echó una mirada que era claramente de triunfo.  Yo había tenido la no muy buena idea de poner mi celular en altavoz para que él oyese, pues estaba segura de la negativa de Hugo.  Pero ahora…, no podía creer lo que estaba oyendo: una vez más, por cierto.
“S… señor Di Leo.  ¿Me está diciendo que… tengo que entrar con él a ese lugar?”
El estómago se me revolvía y la voz, de tan angustiada, me salía casi como un sollozo.
“Bueno, Soledad, usted decide.  Pero recuerde que ésa no es una venta como para desperdiciarla”
Podría él, por cierto, decir más de lo que dijo, pero con eso alcanzaba.  Si yo no entraba al hotel con Inchausti, no habría venta; si la venta se caía, era malo para la empresa y para mi reputación como empleada.  De allí al despido había un paso muy corto y, por supuesto, debía decirle adiós para siempre a mi posible designación como secretaria.
“Está bien, señor Di Leo – dije en tono de derrota -.  Usted gana…”
“¡No, Soledad! – replicó Hugo -.  Aquí no se trata de ganar o perder.  Y, en todo caso, de ser así, usted es una de las que gana porque va a tener una suculenta comisión en la venta…”
Me sentí tan vencida y abatida que corté la comunicación sin siquiera despedirme, o al menos no recuerdo haberlo hecho.  Se me ocurrió en ese momento que podía llamarlo a Luciano; él se había convertido, súbitamente, en mi “protector” en todo lo relacionado con la fábrica, aunque la verdad era que yo le había dado un título exagerado y, de todas formas, no tenía su número: en algún momento había pensado en pedírselo pero no me atreví a hacerlo; después de todo él era casado y yo estaba en una relación formal. 
  Giré la vista hacia Inchausti, cuyo rostro exhibía la más triunfal y repelente sonrisa.  Alzó las cejas y colocó hacia arriba las palmas de las manos como diciéndome que no había nada que hacer.  El auto estaba estacionado sobre la entrada al hotel alojamiento pero no avanzaba ni retrocedía; otro vehículo llegó y se ubicó por detrás de nosotros, comenzando a tocar bocina al encontrar el acceso obstruido.  
“Adelante, señor Inchausti – dije, vencidas todas mis resistencias -.  Entremos al hotel”
Inchausti avanzó el auto unos pocos metros hasta ubicarlo junto a la caseta de recepción; mientras él solicitaba habitación, me puse a pensar en algo muy loco: yo llevaba una semana dentro de la fábrica y, a pesar de todas las situaciones perversas y delirantes que había vivido, aún nadie me había cogido… O mejor dicho, sí por detrás pero no por la entrada convencional.  Parecía casi una ironía pero fuera como fuese, ese dato estaba seguramente a punto de cambiar.
Mis piernas temblaban a más no poder cuando entramos en la habitación; la misma era espaciosa ya que Inchausti había arreglado por una de estilo “loft”; la parte baja estaba ocupada por el baño, el jacuzzi y un minibar al que realmente costaba llamar “mini”.  Una escalera en madera subía hacia la parte en la cual se hallaba la cama; nos detuvimos al pie de la misma.
“Usted primero, Soledad – me instó -.  No quiero privar a mis ojos del espectáculo de verla subir”
El muy cerdo quería gozar de llenarse la vista antes de cogerme.   Con el sonido de mis tacos retumbando por toda la amplia habitación, subí los escalones despaciosamente sabiendo que él, desde abajo, se deleitaba los ojos con mi culo entangado. 
“Hermosa… – decía de un modo asquerosamente sibilante -.  Un manjar; no me equivoqué al imaginarla a través del teléfono.  En realidad me quedé corto.  Contonéese un poco, Soledad, por favor”
Me detuve a mitad de la escalera y giré un poco la cabeza por encima de mi hombro.  No era que no hubiera comprendido sino más bien que no podía creer lo que me pedía.  ¿Podía ser tan repugnantemente pajero?  Sonriente, hizo con sus manos un movimiento de balanceo que imitaba claramente el contoneo que de mí exigía.
“Suba los escalones dando los pasos como siguiendo una misma línea – me explicó, con un tono entre paternal y pedagógico, pero a la vez terriblemente depravado -; como lo hacen las modelos: supongo que las habrá visto…”
En realidad la explicación holgaba.  Haciendo caso a su perverso pedido, ascendí los escalones que me quedaban caminando con lentitud y contoneándome tal como él me requería.  Su reacción fue inmediata:
“Mmmm, cuánta belleza… – decía -; créame, Soledad, que de muchachas sé bastante jeje… Pero me veo venir que de esta noche va a ser difícil olvidarme… si es que sobrevivo, jaja”
Por dentro pensé cuán bueno sería que no sobreviviera, que le diera un infarto allí mismo aun cuando ello implicase para mí tener que dar muchas explicaciones y ni qué decir de Daniel.  Una vez que llegué a lo alto de la escalera vi la cama de dos plazas y supe que tenía que ir hacia allí; no había demasiados destinos posibles.
“Deténgase ahí” – me dijo desde abajo, en tono de orden.
Haciendo lo que me decía, me detuve apenas llegué al tope de los escalones y, una vez más, giré la cabeza hacia él con gesto interrogativo.
“Tóquese” – me dijo.
Lo sentí exactamente como la bofetada en el rostro que, en su momento, me había propinado Evelyn; de hecho hasta trastabillé y me tomé de la baranda porque temí caer hacia atrás.
“¿Qué?” – pregunté con el rostro contraído en una mueca de incredulidad.
“Que se toque” – respondió él con toda naturalidad y, una vez más, acompañó con un gesto de sus manos como para graficar mejor lo que estaba pidiendo que hiciera.
Yo ya no sabía qué hacer ni qué decir.  En un momento pensé en mandarlo a la mierda.  También se me cruzó por la cabeza llamarlo nuevamente a Hugo, pero, ¿qué sentido tendría?  Y se me volvió a pasar por la cabeza la imagen de Luciano: cómo me gustaría que él estuviera allí o que, al menos, estuviese al tanto de lo que estaba ocurriendo.  Pero, en fin, llega un punto en el cual la incredulidad vence todo límite y el pedido más insólito acaba por terminar convirtiéndose en normal y aceptable llevando así la dignidad aun más bajo la dignidad de una.  Era paradójica la situación: yo me hallaba en lo alto de la escalera y él al pie.  Y, sin embargo, era como si yo lo mirara hacia arriba; me sentía baja, terrible e insoportablemente baja.
Me giré una vez más hacia adelante, dando mi espalda por completo mi espalda a Inchausti, quien seguía abajo..  No sabía muy bien a qué se refería con que me tocara o qué parte del cuerpo debía yo tocarme.  Se me ocurrió masajearme los muslos y, al parecer, le gustó:
“Mmm, un encanto, Soledad – me dijo -.  Usted es un llamado al pecado, jeje.  Inclínese un poco hacia adelante, por favor”
Degenerado de mierda; como si no se me viera ya lo suficiente el culo al estar en lo alto de una escalera y con una falda tan escandalosamente corta…  No obstante y con mucho asco, me incliné tal como él pedía y pude escucharlo que dejaba escapar algo así como una mezcla de silbido y exhalación; no cabía duda que estaba a mil.  No era para menos considerando la postura que me había hecho adoptar.
“Acaríciese las nalgas” – me dijo.
El pedido (u orden) no me sorprendió: de hecho me lo veía venir; sabía que sería el siguiente paso.  Inclinada como estaba llevé mis manos hacia mis nalgas e inicié un movimiento de masajeo como si trazara círculos; la imagen que me vino rápidamente a la cabeza fue la de Luciano aplicándome el ungüento y creo que eso me calentó, dado que intensifiqué el movimiento y me entregué por completo al mismo moviendo no sólo mis manos y glúteos sino también todo mi cuerpo: cerré los ojos y fue como si por un momento hubiera olvidado para quién estaba yo ofreciendo aquel espectáculo.  La voz de Inchausti, no obstante, se encargó de traerme rápidamente de vuelta a la realidad de que estaba en un hotel de la colectora haciendo un show de cachondeo para un cliente feo y de gustos repugnantes.
“Mmmm, así, así, Soledad”– no dejaba de repetir.
Tuve la sensación de que se debía estar tocando y no pude contener el impulso de echar un vistazo para ver si realmente era así.  Inclinada como estaba no ganaba mucho con girar la cabeza así que,  más bien, preferí mirar por el hueco entre mis piernas y apenas por el rabillo del ojo: la vista con que me encontré volvió a provocarme una sacudida poniéndome, una vez más, al borde de la caída.  Me incorporé y me giré, inyectados mis ojos en rabia e incredulidad; él estaba con su celular en mano y me estaba fotografiando o, tal vez, filmando.
“¿Qué… hace?” – pregunté, hecha una furia.
“La filmo, Soledad. Quiero tener un recuerdo, obviamente – explicó con suma tranquilidad -; espero que me entienda: no sé si en mi vida volveré a gozar de un espectáculo semejante al que usted me está dando”
Me mantuve en silencio, contando hasta diez para no insultarlo; crispé los puños.
“No… me gusta eso – repuse -.  Tengo novio y si llegara a ocurrir que…”
“Nadie va a ver jamás esta filmación – me interrumpió con tono tranquilizador -; es para mí, jeje… Para acordarme de usted cada vez que me masturbe.  Hmm, bueno, es posible que se la muestre a algún amigo muy íntimo pero no se haga problemas: viven lejos de aquí y no la conocen.  No pienso, además, pasarle la filmación a nadie; sólo mostrarla: a uno le gusta exhibir sus logros ante sus amigos y provocarles un poco de envidia, jaja…”
No agregué palabra; ¿qué podía decir?  Me mantuve allí, con los puños apretados y mirándolo con odio.  En algún momento, una lágrima estuvo muy cerca de correr por mi mejilla: yo no podía creer en lo que me habían convertido.  Notando mi turbación, él pareció tener un momento de piedad hacia mi dignidad y bajó la mano en la cual sostenía el celular en función de filmadora.
“Ya está – dijo -; interrumpí la filmación, pero le aclaro que cuando lleguemos a la cama no tengo pensado hacerle más concesiones a su pudor.  Ahora vaya y ubíquese a cuatro patas sobre ella.  Cuando yo llegue arriba quiero encontrarla con el culito bien levantado”
Es increíble la forma en que a veces pueden cambiarnos los parámetros de la dignidad o de lo que consideramos como tolerable.  Eso que me acababa de pedir era una guarrada indignante; y, sin embargo, lo consideré como una solución momentánea antes de que siguiera filmándome.  En efecto hice lo que me decía; llegué hasta la cama, lo cual implicó que él, desde abajo, ya no podía verme.  Me ubiqué en cuatro patas tal como había requerido y levanté un poco mi cola como si fuera una gata en celo.  ¿Tendría que bajarme o quitarme la tanga?  Él no había dicho nada al respecto.  Su voz, de inmediato, me llegó desde abajo y fue como si hubiera leído mis pensamientos.
“No se saque nada – me dijo -; deje eso por cuenta mía, jeje”
Me quedé allí, por lo tanto, inmóvil y a la espera de que él subiera; apenas unos instantes después llegó a mis oídos el sonido de sus pasos sobre los escalones de madera.  Entreví luego por el rabillo del ojo y le vi acercárseme por detrás; apoyó una rodilla sobre la cama y extendió uno de sus brazos hasta tocar mis nalgas con su mano.  Lo hacía con la misma dedicación que si estuviera palpando una joya valiosa y difícil de alcanzar luego de una muy larga espera; en parte era ése el clima que había ido creando con todo lo que me había obligado a hacer desde entráramos a la habitación.   Me sobó el culo centímetro a centímetro como si no quisiera perderse nada; el modo en que lo hacía no era, ni por asomo, el modo en que lo hacía Luciano cuando me embadurnada: más bien mostraba cierta torpeza, como si sus impulsos o su ansiedad gobernaran sus movimientos.  De hecho fue aumentando la presión y, por momentos, envolvía entre sus gruesos dedos grandes secciones de mi carne y tironeaba de ella casi como si quisiera arrancarla de mi anatomía. 
“Excelente… – decía, con un tono de voz que sonaba como extasiado o absorto -, excelente… Un precioso manjar para cualquiera”
Bajé la cabeza hacia la cama, avergonzada y derrotada; cerré los ojos e intenté imaginar que era Luciano quien me estaba manoseando las nalgas pero tal cosa era imposible: nada más lejano a su estilo.
“Me contó Hugo que es muy buena lamiendo culos” – soltó, de pronto, a bocajarro.
Alcé cabeza y hombros dando un respingo.  La indignación me envolvió.  No podía creer que Di Leo fuera tan hijo de puta como para decirle eso a un cliente depravado.  Traté, en ese momento, de imaginar la escena y me dio un escalofrío: ¿en dónde se lo habría contado?  ¿Sería cuando estaban sentados a mi escritorio y por lo tanto cerca de los oídos de Floriana y las demás chicas?  Y si pensar en eso resultaba ya de por sí vergonzante e indignante, peor aún lo era pensar en lo que se vendría.  ¿Por qué me comentaba eso?  Lo único que podía llegar a interpretarse era que, si me lo decía, era porque estaba a punto de pedirme que le hiciera lo mismo…
“A mí no es lo que más me gusta – siguió diciendo y me produjo, al menos momentáneamente, algún alivio; tardó unos segundos antes de seguir hablando, como si manejara la pausa o jugara perversamente con el silencio -.  Yo, más bien, prefiero lamer culos… sobre todo cuando son tan lindos como el suyo”
Antes de que llegara yo a terminar de captar lo que acababa de decirme pude sentir cómo su lengua comenzaba a recorrer mis nalgas del mismo modo en que antes lo habían hecho sus dedos.  Minuciosamente, se ocupó de que no quedara una sola pulgada de la piel de mi cola sin humedecer y, por momentos, me lamía con tanta fuerza que tuve un par de veces que tensar mis brazos para no caer de bruces sobre la cama.  En un momento enterró su lengua en mi zanja de tal modo que me introdujo la tira de la tanga hasta llevarlo lo más adentro de mi agujero que pudo; a mi pesar, debo admitir que eso, en algún punto, me excitó.  Me dio asco, pero me excitó.  Luego dejó de pasarme la lengua y se dedicó a morderme casi como si fuera un perro; sus dientes aprisionaban mi carne como queriendo comerla y, de hecho, logró arrancarme un par de gritos de dolor que, lejos de detenerlo o siquiera cohibirlo, parecieron, por el contrario, excitarlo aun más ya que aumentó la presión de los dientes.
En eso dejó de morderme y, al parecer, alejó su boca de mi trasero.  De momento constituía un alivio pero ya para ese entonces yo ya estaba acostumbrada a que cuando algo repugnante llegaba a su fin era porque, indudablemente, sobrevendría algo todavía más repugnante…
Alcancé a oír cómo se desprendía el cinto y vi de soslayo cómo dejaba caer su pantalón.
“Mueva el culo – me dijo -; ahora que ya la dejé calentita, mueva el culo, Soledad”
Qué asco.  ¡Dios!  “Ahora que ya le dejé calentita”: ¿se podía ser tan repugnante y detestable?  Siempre estando a cuatro patas sobre la cama, comencé a mover mi trasero tal como pedía y, casi al instante, sentí que el somier de la cama se hundía bajo su peso: estaba de rodillas detrás de mí.  Tomó mi tanga por los laterales y me la llevó a la mitad de los muslos; una vez que lo hubo hecho deslizó una mano cual serpiente por entre el hueco de mis piernas y llegó a mi sexo; comenzó a masajearme frenéticamente y luego introdujo un dedo en mi vagina para hurgar y juguetear dentro de ella.  Al rato, yo estaba, obviamente húmeda, lo cual lo alegró:
“Jeje, está mojadita la putita” – dijo sin ningún respeto.
No hacía falta ser adivina para prever qué era lo que seguía.  Cuando retiró su mano, contraje cada músculo de mi cuerpo y me aferré con fuerza al acolchado que cubría el somier.  Sabía perfectamente que su verga iba a estar dentro de mí en cuestión de segundos…
                                               
 Para contactar con la autora:

(martinalemmi@hotmail.com.ar)

                  

Relato erótico: “Dos rubias llamaron a mi puerta y les abrí 5” (POR GOLFO)

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7

La sensación de ser usado apenas me dejó dormir. En cuanto intentaba cerrar los ojos, el convencimiento que esos dos seres solo buscaban la supervivencia de las hembras de su especie volvía con fuerza a mi mente. Daba igual que personalmente no tuviera queja del trato que había llegado con ellas, me reconcomía saber que el futuro de la humanidad dependía de cómo con Tomasa afrontaríamos esa situación. Por la noche y gracias al alcohol, Ua me había revelado parte de sus planes y según la poca información que tenía, me querían usar como semental para dar un futuro a su gente. Tenía que averiguar qué coño eran esas criaturas y por qué habían elegido a los humanos como nuevos simbiontes. Al pensar en ello, caí en la cuenta de que por algún motivo habían decidido abandonar a los que hasta entonces les habían servido y buscarse un nuevo reino donde al amparo de los belicosos homínidos conquistar la galaxia y seguir creciendo. Meditando sobre ello, tampoco entendía que entre los siete mil millones de humanos me hubieran elegido. No creía en las casualidades y menos que tras un viaje de trillones de kilómetros, se hubiesen estrellado frente a mi casa.

            «Debió de algo ser premeditado», me dije dudando incluso que fuese un accidente.

            Según Manuel, la gente del gobierno no había encontrado nada útil entre los amasijos de hierros y por eso habían concentrado sus esfuerzos en los restos de los supuestos pulpos.

            «Si sospecharan que era un ovni lo que había colisionado, hasta la CIA se hubiese dejado caer por la zona y hubiera tomado el mando», concluí dando verisimilitud a la versión del policía.  Aunque era bueno en términos egoístas que buscaran supervivientes en el mar, no me quedaba ninguna duda que tarde o temprano mirarían tierra adentro y que acudirían a mi finca.

«Por eso se han buscado una identidad, antes de nada. No es lo mismo ser unas indocumentadas que habían aparecido por ahí sin nada que lo demostrase, a que cuando tocaran su puerta y preguntaran quién vivía ahí, fueran unas suecas con sus pasaportes en regla y con un pasado como coartada las que contestaran». Estaba pensando en ello cuando Ía se comenzó a desperezar a mi lado y como si nada hubiese pasado, me preguntara cómo habían llegado a la cama. Riendo, le expliqué que se habían emborrachado y que tuvimos que subirlas a la habitación antes de que hicieran una tontería.  

―¿Cómo te encuentras?― pregunté pensando que debía de tener resaca.

―Estupendamente y con hambre― respondió llevando sus manos a mi entrepierna.

No queriendo que sospechara nada, la dejé continuar y que buscara su sustento. Como otras veces, la rubia no se esmeró en los preparativos y directamente buscó con lametazos mi erección. Confieso que me molestó saber que para ella solo era un pedazo de carne en el que buscar la esencia que necesitaba y quizás eso motivó que a pesar de sus intentos no se me levantara.

―¿Qué te ocurre mi amado Íel? ¿Ya no te gusta tu mujercita?― preguntó al ver que mi sexo no daba muestras de excitación.

Temiendo que incrustara sus hebras en mí para averiguar mi falta de entusiasmo, decidí buscar una excusa y atrayéndola hacía mí, la besé mientras decía que si quería obtener mi semen debía de intentar al menos excitarme.

―No entiendo― contestó al sentir que comenzaba a acariciarla.

Sin dejar de recorrer con mis yemas su piel, comenté que los hombres necesitaban estimularse y que la mejor forma de conseguirlo era ver que sus parejas eran coparticipes de su excitación.

―¿Por eso cuando haces el amor con Tomasa os tocáis?― preguntó.

―Exactamente, preciosa.

―¿Y cómo lo hago?― insistió mientras seguía intentando inútilmente levantar mi tallo.

Echándole la culpa de mi falta de entusiasmo, le pedí que se tocara para que al verla se me contagiara su calentura. Mis palabras la hicieron dudar y buscando ayuda en su compañera, se percató que seguía profundamente dormida al igual que Tomasa.

―¿Me podrías ayudar?― me rogó: ―Estoy desfallecida.

Recordé que aun que se sirvieran del sexo para conseguir sus fines, seguía siendo una novata que ni siquiera era consciente de su sexualidad y por eso tumbándola a mi lado, comencé a recorrer con mi boca su cuello. El suspiro que salió de su garganta al sentir que besaba su cuello me dio la clave y dejando un surco con la lengua, me dirigí hacia sus pechos.

―No entiendo por qué me gusta que hagas esto― susurró al sentir que, bordeando su areola, me dedicaba a amasar lentamente su seno.

―Eres una mujer en brazos de tu hombre― respondí abriendo mis labios y tomando entre ellos, su rosado pezón que involuntariamente y siguiendo los dictados de los genes que había tomado prestados de los humanos, se encogió.

El sollozo de ese ser al percatarse de que realmente era la primera vez que me dedicaba a ella fue un aviso de que iba por buen camino y tomándolo entre mis labios, lo mordisqueé lentamente mientras mis manos seguían su camino recreándose en su trasero.

―¿Es esto el estar excitada?― quiso saber al notar que como en el avión su chumino se llenaba de humedad y que su respiración se entrecortaba.

―Eso es algo que tienes que averiguar por ti misma― dije mientras tomaba una de sus manos y la llevaba hasta su vulva.

―¿Qué quieres que haga? ― preguntó mientras como me había visto hacer con la mulata me ponía a mamar de sus tetas.

Haciendo un inciso, la miré y mostrándole el camino, le pedí que se tocara en el botón que escondía entre sus pliegues. Sin saber que le iba a pasar, Ía accedió a probar, pasando una de sus yemas por su clítoris. El gemido que pegó al hacerlo la asustó e intentó parar.

―Sigue putita. Para que se me levante, necesito verte haciéndolo― repliqué volviendo a llevar sus dedos entre sus muslos.

La sed que lo embargaba obligó a ese ser a volver a acariciar ese inhiesto apéndice y tal como había ocurrido antes, al acariciarlo sintió que su cuerpo reaccionaba.

―Hazlo un poquito más rápido― sin levantar la voz,  le pedí sospechando que para obtener de ella respuestas debía primero conocerse.

La joven no necesitó que insistiera mucho dado que de cierta forma estaba interesada en explorar qué eran esas sensaciones que estaba descubriendo y mientras seguía lamiendo sus pezones, se puso a masturbarse sin ser consciente de lo que hacía.

―Siento que ardo por dentro― balbuceó al sentir mis labios succionando de sus pechos y sin que se lo tuviese que decir imitó mis maniobras llevando sus yemas sobre el botón que acababa de descubrir en su sexo.

El brillo de su flujo manando de su coño me excitó y señalando mi creciente erección le pedí que continuase antes de lanzarse a buscar mi leche. Al contemplar que había crecido gracias a su toqueteos, su estómago rugió de hambre y convencida que solo la saciaría si lograba que se alzara, incrementó la velocidad con la que torturaba su clítoris.

―Avísame cuando es suficiente― rogó cerrando los ojos para concentrarse en la desconocida sensación que crecía entre sus piernas.

 La certeza de que esa extraño criatura debía terminar de descubrir que no necesitaba a nadie para obtener placer me obligó a mantenerme a distancia y cogiendo su mano libre, la posé sobre uno de sus pezones. Ía entendió la razón y tomándolo entre dos de sus yemas lo estiró. Al sentir al hacerlo que en su interior crecía su calentura, no se quedó ahí y lo retorció mientras hundía una de sus yemas dentro del coño. El chillido que pegó con ese doble ataque me informó de lo cerca que estaba su cuerpo del placer y le pedí que no parara aduciendo que mi pene necesitaba más.

―Falta poco para darte de comer― murmuré en su oído al ver que sus caderas seguían el ritmo de sus dedos al torturarse ella sola.

Ese susurro fue el acicate que la rubia necesitaba para dejarse llevar y pegando un gemido sintió que todo sus ser se licuaba y nuevamente le dio miedo. No queriendo que se enfriara, comprendí que debía de hacer algo y poniéndome de rodillas sobre el colchón acerqué mi pene ya erecto a su boca mientras le decía que no parara. Al posar mi glande sobre sus labios, vio culminado su deseo y acelerando la acción de sus dedos, abrió su boca.

―Sigue, mi pequeña. Sigue― le pedí mientras incrustaba mi verga en su garganta.

Incapaz de contenerse al saborear las gotas de mi líquido pre seminal, buscó con más ahínco y sin saber el origen de su placer mientras sentía mis acometidas.

―Santa luz― sollozó al estallar por dentro.

Asumiendo que se estaba corriendo, seguí con el papel de profesor y mientras metía y sacaba mi falo, la exigí que si quería que le diese de comer tenía que seguirse tocando. Mi insistencia hizo que el placer se intensificara y uniendo un segundo clímax al primero, la mujercita obedeció metiendo otro dedo dentro de su coño.

―Por favor― gritó no pudiendo asimilar las sensaciones de su cuerpo humano.

Para entonces, Ua se había despertado y alucinada nos observaba sin intervenir. En sus ojos vislumbré, además de incomprensión, deseo e impulsado por el morbo que me daba el ser espiado por ella, cogí la cabeza de su compañera con mis manos, y en plan salvaje follé su boca con largas y rápidas penetraciones.

―No puedo más― sollozó Ía al sentir que era imposible absorber todos los efectos que ese modo de buscar su sustento estaba provocando en ella.

―Sigue zorra, ya falta menos― mirando a la pelirroja, comenté al ver que no entendía por qué sus pechos le pedían que se los tocara.

Entregada por primera vez como mujer, sentía que le faltaba algo más a su cuerpo y creyendo que era mi semen permitió que forzara su garganta metiendo mi estoque hasta el fondo mientras a nuestro lado, su compañera de viaje se pellizcaba por instinto los pezones. La confirmación de que hasta la recién despierta estaba descubriendo el deseo, me terminó de excitar e informé a la chavala que estaba a punto de derramar mi esencia. Me sorprendió que, al sentir mi primera explosión, esta fuera directamente al estómago de Ía y que no compartiera con su hermana.

―Yo también tengo hambre― protestó Ua viendo que no le daba nada.

A regañadientes, la rubia la llamó a su lado y sacando mi verga de su garganta, le cedió las últimas migajas disculpándose diciendo que ella había tenido que trabajar para obtenerla y que se había dejado llevar. En plan hambriento, la pelirroja devoró lo poco que la había dejado mientras se echaba a llorar.

―Siempre habíamos compartido todo― sollozó destrozada al sentirse abandonada por el ser que había sido su pareja desde que nació.

―Lo sé y te pido que me perdones. No entiendo qué me ocurrió, pero caí en un estado raro en el que Íel era en lo único que podía pensar.

Sonriendo desde el otro lado de la cama, Tomasa comentó:

―Debes de compensarla.

―¿Cómo? – preguntó la rubia deseosa de hacerlo, pero indecisa de cómo llevarlo a cabo.

Como hombre entendí a lo que se refería, pero no sus intenciones y sabiendo que tarde o temprano me las contaría, atraje a la doliente pelirroja y la besé diciendo:

―Deja que te hagamos el amor entre los tres.

Tal y como había previsto, la mulata se acercó y señalando el camino a la rubia se apoderó de uno de los pechos de Ua. El pelirrojo ser pegó un sollozo al sentir los labios de la humana en su pezón. La rubia entendió qué debía hacer y arrojándose con una pasión desconocida en ella sobre el que estaba libre, buscó su leche como había hecho con los pechos de Tomasa. El no encontrar ese líquido en los cantaros de su compañera no la detuvo y sin parar de succionar siguió pidiéndola perdón. La sorprendida criatura al experimentar ese triple ataque dejó que mi lengua jugara con la suya mientras algo nuevo se iba apoderando de su cuerpo.

―Acompáñame, zorrita― le exigió la negra mientras se deslizaba por la pelirroja.

Ía se mostró reticente a seguirla, pero al escuchar que su compañera respondía con un profundo gemido cuando la humana le daba un primer lamentón entre los pliegues, creyó que su deber era imitarla y así compensar su pecado.  Nada en sus casi doscientos años, la habían preparado para experimentar el latigazo de energía que sintió cuando hundió su boca entre los muslos de su compañera e incapaz de mantener su cordura, echó a la humana al sentir que el agridulce sabor de Ua recorriendo sus papilas.

―Tu cuerpo está riquísimos― chilló sin percatarse de que la pelirroja ya no me besaba y que concentraba todos su ser en lo que estaba sintiendo mientras la hembra de su misma especie devoraba su sexo.

Esa comida de coño hizo renacer mi lujuria y viendo el húmedo coño de Ía abierto de par en par me acerqué a desflorarla, pero entonces Tomasa me retuvo diciendo:

―Todavía no ha llegado el momento en que las desvirgues. Déjalas que se exploren entre ellas― dijo mientras me tomaba de la mano y me sacaba casi a rastras de la cama.

«Tiene razón», pensé en mi cerebro y la seguí hasta la otra habitación de la suite. Los gemidos de las dos bellas inhumanas amándose por primera vez nos hicieron saber que podíamos hablar sin que nos escuchasen.

―Amor mío, me he pasado toda la noche meditando sobre lo que me dijiste― me susurró: ―y creo haber encontrado una forma de desbaratar sus planes.

La esperanza de sus ojos me hizo callar mientras seguía hablando:

―Estos seres y su especie están habituados a que las razas a las que se unen no interactúen con ellas y que únicamente les cedan los nutrientes que les falta para desarrollarse.

No sabiendo por donde iba, seguí instalado en mi mutismo.

―Somos los únicos animales que se aparean por mero placer y no solo para perpetuarse. Si como sospecho nunca se han enfrentado a esa singularidad, debemos aprovecharlo y forzarlas a dejarse llevar poco a poco por ella, haciéndose cada vez más humanas. Por lo que veo, nuestras niñitas están descubriéndolo en primera persona― sonrió al llegar a nuestros oídos los alaridos de Ua al correrse.

Tomasa acababa de sintetizar lo que me venía rondando por la cabeza y eso hizo que creciera mi respeto por ella. A pesar de no tener una extensa cultura, desbordaba sentido común por todos sus poros.

―¿Te he dicho alguna vez la suerte que tuve al conocerte?― comenté muerte de risa señalando que la estaban afectando los gemidos de esos seres al amarse dado lo erizado que lucían sus pezones.

―Deseo más que nada que vuelvas a tomar a tu negra, pero debemos guardar tus fuerzas para ellas. Te lo digo por el bien de los hijos que vamos a tener― musitó entre dientes al ver que extendía la manos hacia sus pechos.

―¿Te gustaría quedar embarazada aun sabiendo que eso es lo que desean?

Bajando su mirada, contestó:

―Siempre eché en falta una niña de grandes coletas que corriera por mi casa, mi amado patrón.

―No dudes que te la daré, pero espero que cuando lo haga ya tengamos controlada la amenaza que suponen las congéneres de esas dos― respondí pegándome a ella.

Tomasa suspiró al notar que estaba excitado y a mi pene presionando contra ella, pero imponiendo la cordura que me faltaba, me rogó que me separara y que retornara a la cama para dar de comer a esas hambrientas criaturas.

―Eres un capullo. Si sigues a pegado a mí, terminaré dejándome vencer por la tentación y buscaré que vuelvas a amarme.

―Ya te amo― lamí su oreja antes de dejarla y de volver al cuarto.

Al entrar acompañado de mi antigua empleada, Ua estaba comiendo el coño a su compañera mientras esta hacía lo mismo entre sus piernas. Sabiendo que no debíamos intervenir hasta que se hubiesen saciado entre ellas, pregunté a mi antigua empleada si tenía hambre.

―Mucha― respondió.

Cogiendo el teléfono y mientras la mulata se metía a duchar, llamé al servicio de habitaciones para que nos subieran el desayuno…

8

La llegada de la camarera con nuestro desayuno me informó de otro sutil cambio que ese par de putas habían realizado sin permiso en mi persona. Esa mujer era guapísima, pero lejos de atraerme me repelió al oler en ella algo que no supe definir hasta que al extender lo que traía, vi en sus brazos las marcas de pinchazos. En un principio aduje esos moretones a las drogas, pero la empleada del hotel me hizo saber involuntariamente que no era así cuando,  al destapar los pasteles que traía, se quejó de que por su enfermedad llevaba tres años sin probarlos.

―¿Es usted diabética?― pregunté.

―No, señor. Tengo una variante muy agresiva de intolerancia al gluten y tengo que pincharme para mantenerla a raya― respondió sin atreverse a tocar ni de lejos ese platón.

Escamado anoté el dato dando con la razón del rechazo que sentía a pesar de ser un monumento de mujer y agradeciendo con una generosa propina a la desdichada, me puse a comer. Ya había dado buena cuenta de un par de bollos cuando las zorras salieron del cuarto con cara de susto.

―Íel, ¿qué nos ha ocurrido?― preguntó la pelirroja totalmente colorada mientras se agachaba entre mis piernas― ¿Por qué no hemos podido parar de tocarnos? Ayúdanos a comprender, ni mi hermana ni yo entendemos estos cuerpos. No siento que tenga fiebre ni que esté enferma, pero mientras retozaba con Ía, sacié algo mi hambre. Y solo al verte, he vuelto a sentirla.

No queriendo descubrirles antes de tiempo mis sospechas de que los de su especie eran unos parásitos que se nutrían de la lujuria de otros y que por ello buscaban el cobijo de parejas para así conseguirlo, dejé que bajara mi bragueta. Esperé a que diera un par de lametazos a mi miembro y que este se irguiera, para decir:

―No pienses en ello y agradece a Ía mi erección. Necesitaba sentir su excitación para conseguirla.

Pensando en lo que les acababa de decir y sobre todo en cómo le había obligado a masturbarse, la rubia confirmó mis sospechas diciendo:

―¿Al tocarnos te dimos las fuerzas que necesitabas para darnos tu esencia?

―Así es. No siempre os lo pediré, pero es un estímulo que siempre me vendrá bien― respondí descojonado por la ingenuidad de esos seres mientras la pelirroja se metía mi verga en la garganta.

La rubia me creyó a pies juntillas y todavía avergonzada por su comportamiento anterior, decidió colaborar separando sus rodillas tocándose. Bajo la luz que entraba por la ventana, observé en el interior de su gruta su virginidad temblando y saber que no tardaría en romper esa tenue y tan sobrevalorada telilla, me excitó.

―Súbete a la mesa para que me llegue mejor tu olor― le pedí mientras Ua seguía enfrascada en conseguir su sustento.

Su rostro se tiñó de rojo al observar que no perdía detalle de cómo se tocaba y pegando un gemido me preguntó a qué se debía que le gustara sentir mi mirada al tocarse.

―La excitación entre los humanos es contagiosa― repliqué sabiendo que no debía tocarla para que ella sola se convirtiera en una olla a presión.

Dando por sentado que era cierto al experimentar nuevamente la fiebre que empezaba a dominar su anatomía, ese extraño pero bello ser incrementó su entrega pellizcándose las tetas mientras con voz entrecortada me daba las gracias por hacerla ver que lo suyo no era una enfermedad sino producto de los genes que había tomado prestados.

―Cada vez me siento más humana― chilló sumida en la lujuria.

Un gemido proveniente del suelo me hizo mirar a Ua y fue entonces cuando reparé que al contrario de las primeras veces en las que esos seres no se veían afectado por mis hormonas, la pelirroja se masturbaba con las dos manos mientras usaba su boca para extraer mi jugo.

«¡Les falta poco a esta dos para para convertirse en ninfómanas!», sentencié al ver la calentura que las dominaba sin ser conscientes de que las estaba manipulando.

―Si os corréis, antes os daré de comer― rugí al sentir los primeros retazos de placer.

Mi consejo las liberó y mientras eyaculaba en la boca de la pelirroja, llegaron a mis oídos los berridos del orgasmo que disfrutaban ambas. La voracidad con la que se lanzaron sobre mi simiente fue brutal y sin medir sus consecuencias, me ordeñaron como pocas veces. Acallaron unas quejas que nunca hice cuando comentaron que, al tocarse ellas, se incrementaba todavía mi esencia. Me guardé que estaba seguro de que ese cambio se debía a que involuntariamente se habían nutrido también del placer que habían sentido cada una de ellas y reafirmando en ellas esa creencia, únicamente les aconsejé que a partir de ese momento cada vez que sintieran hambre y buscaran en Tomasa o en mí saciarla, debían de recordar esa enseñanza.

―La esencia de los humanos se intensifica si nos tocamos― abriendo los ojos de par en par, concluyeron mientras se levantaban del suelo.

Tomasa que había estado presente durante gran parte de lo ocurrido me guiñó un ojo mientras les decía que su leche también les sabría más rica si se tocaban antes.

―Lo probaremos esta tarde, amada Asa― murmuró Ía convencida que sería así.

Tras el desayuno, comprendí que debíamos volver a casa para que llegado el caso los investigadores del accidente no vieran algo raro en nuestra marcha. Al comentarlo tanto la negra como las chavalas me dieron la razón y sin pensar en renovar los votos, se comenzaron a vestir. Mientras acomodaban sus compras en dos enormes maletas, dudé que entraran en un coche normal y pensé que tendríamos que pedir que nos hicieran llegar al menos una por una empresa de transporte.  Como Ua se había ocupado de todo, decidí esperar no fuera ser que ya lo hubiese previsto, por ello mientras se terminaban de acicalar bajé a pagar el hotel. Tal y como era lógico por lo lujoso del establecimiento, la cuenta que me presentó el de administración me resultó a todas luces desproporcionada, pero sabiendo que tenía las espaldas bien cubiertas por el dinero que me habían agenciado, di mi tarjeta de crédito sin sentir ningún tipo de remordimiento.

―Espero que todo haya sido de su agrado y que no duden en volver― dijo el tipo sin mirarme, ya que sus ojos estaban ocupados admirando a las tres bellezas que se acercaban a nosotros.

Evitando demostrar lo mucho que le gustaban mis acompañantes, me informó que acababan de traer del concesionario mi nuevo coche y que lo tenía ya en la puerta. Al girarme contemplé el sueño de todo hombre.

―No puede ser― exclamé al ver el Bentayga que a mis espaldas habían adquirido.

―Te dije que mi hombre se merecía un Bentley― riendo comentó la rubia mientras me daba las llaves.

La impresión de ser dueño de ese mostrenco de más de seiscientos caballos bajó el capó me impidió ocuparme de cosas tan nimias como el subir el equipaje y colocándome en el puesto del conductor, lo encendí. Confieso que casi me da un patatús al escuchar cómo rugía y sin pensar en los treinta litros que debía consumir si le daba caña, me hice el firme propósito de llegar a mi finca en menos de cuatro horas.

―¡Qué bonito es!― no pudo dejar de decir Tomasa y eso que debía ignorar que ese bicho en España y sin los impuestos costarricenses costaba doscientos cincuenta mil euros.

―¡Su puta madre! – chillé al acelerar y comprobar la sorprendente agilidad con las que movía sus dos toneladas de peso.

Desternillada de risa desde el asiento del copiloto, Ía comentó que en cuanto pudiera lo iba a retocar para reducir los 4,8 segundos que tardaba en llegar de cero a cien a menos de tres y que si no lo hacía todavía más rápido era debido a que su estructura no lo soportaría.

―Tal y como está, es perfecto― repliqué no queriendo que le metiera mano y que perdiera su espíritu británico.

Tomasa seguía impresionada tocando la piel con la que estaban cubiertos sus asientos y preguntando cómo se limpiaría. Encendiendo la radio desde el volante quise comprobar su sistema de sonido. Aunque las chavalas ya habían escuchado música, la melodía que salía de los altavoces las envolvió y babeando preguntaron qué era eso.

―Se llama “Mi tierra”― respondí creyendo que me pedían el título de esa canción de Gloria Estefan.

―Es preciosa― musitó Ua mientras escuchaba la cálida voz de esa cantante mezclada con el retumbar de los instrumentos.

―Invita a moverse― suspiró su compañera completamente entregada.

La sorpresa de las crías se incrementó cuando se pusieron realmente al caer en la letra y ante nuestro pasmo, se echaron a llorar mientras las trompetas se lucían. Pero fue cuando escucharon el estribillo cuando realmente se sintieron desbordadas:

La Tierra te duele, la tierra te da

En medio del alma cuando tú no estás.

La tierra te empuja de raíz y cal.

La tierra suspira si no te ve más.

«¿Qué les ocurre?», me pregunté al ver en sus rostros una mezcla de miedo y de emoción.

Salí de dudas cuando al terminar, Ía susurró tomando mi mano si era cierto lo que esa mujer contaba acerca de lo que producía este planeta. Al comprender que había malinterpretado la letra y que había creído que se refería a la Tierra y no al país de nacimiento de la cantante, no la saqué de su error y pedí a mi empleada que buscara en Spotify más canciones de la cubana.

La elección de Tomasa fue una romántica y siguiendo la canción, comenzó a cantar Mi buen amor mirando a los ojos:

Mi amor, mi buen amor, mi delirio

No pretendas que te olvide así, no más

Que tu amor fue mar cuando sedienta

Me arrimé a tu puerto a descansar

Que tu amor, amor, sólo el que un día

En tu pecho, vida mía, me dio la felicidad.

La belleza de la voz la morena terminó de subyugarlas y con lágrimas en los ojos pidieron más, ya que se habían sentido representadas en la letra y que al igual que en la canción acudían a mi sedientas. La costarricense sonrió y cuando empezó a sonar “Con los años que nos quedan”, les mostró la letra en el móvil y pidió que la acompañaran.

Con los años que me quedan
Yo viviré por darte amor
Borrando cada dolor
Con besos llenos de pasión
Como te amé por vez primera

Con los años que me quedan
Te haré olvidar cualquier error
No quise herirte, mi amor
Sabes que eres mi adoración
Y lo serás mi vida entera

Tímidamente comenzaron a leer sin entonar hasta que entusiasmadas por el descubrimiento sus voces, con más confianza se pusieron a corear una melodía tras otra sin pausa durante dos horas. A pesar de gustarme Gloria Estefan, después de oír todo su repertorio estaba hasta los cojones. Por ello al ver a un lado de la carretera una fonda, decidí parar a comer algo. Mientras no bajábamos las chavalas seguían tarareando y dándolas por imposible, pedí una mesa. La camarera una mestiza del montón me dio un buen repaso antes de caer en lo que le había dicho y con las mejillas coloradas, me señaló una del fondo.

―Me puede poner cuatro cervezas― ordené, molesto por la forma en que me miraba.

La paisana sonrió coquetamente y meneando el trasero, fue por ellas. Tomasa se percató de la atracción que provocaba en la camarera, pero se abstuvo de hacer ningún comentario. Supe de su cabreo cuando al entregarme la mía esa se agachó y me mostró el escote con descaro.

―¿No ve que esté hombre está acompañado?― escandalizada por el exhibicionismo de la desconocida, exclamó.

La mujer no se dignó a contestar y haciendo oídos sordos, con voz melosa me preguntó que deseaba de comer.    Mirando la carta me decidí por Gallo Pinto, un plato típico de la zona con frijoles y arroz. Tomasa y las dos chavalas se inclinaron por unos tamales de carne.

―¿No quieres nada más? Guapo mío― babeando, mientras garateaba en un papel la comanda, insistió la morena.

El enfado de la viuda se incrementó exponencialmente al observar la forma en que coqueteaba conmigo y si cuando ya se levantaba a tirarla de los pelos no la llego a parar, a buen seguro se hubiese montado un escándalo.

―¿Quién se cree esa puta?― rugió en voz alta para que lo oyera la susodicha.

―Asa, ¿por qué te enfadas? ¿No te das cuenta qué se siente atraída por nuestro macho?― preguntó Ía mientras se terminaba su bebida.

Mi mulata, girándose hacia ella, le explicó que esa mujer parecía en celo. La rubia sin perder la compostura replicó que era lógico que se viera atraída por el macho que compartían. Me quedé paralizado al oírla, al advertir que era la primera vez que hablaba de mí como “su” macho. Cegada por la ira, Tomasa no reparó en ello y trató de hacerlas entender que no era cortés coquetear con un hombre que estuviese en compañía femenina. Tratando de mediar, Ua puso la guinda al decir ingenuamente que las hormonas de esa señorita solo habían reaccionado a mi testosterona.

―Es algo normal, no se lo tomes en cuenta.

Comprendí que la humana se mordía la lengua para no comentar que esa reacción no era natural y reprimiendo su enojo, se quedó callada hasta que creyendo que lo entendería, la pelirroja la disculpó diciendo que esa hembra estaba en sus días fértiles, que su cuerpo solamente deseaba que yo la inseminara y que solo seguía su instinto.

―Pues si está cachonda que se meta el palo de una escoba― sentenció con ganas de bronca.

Afortunadamente el dueño del tugurio debió de percatarse y la cambió por un camarero, el cual al traernos la comida se puso a tontear con la viuda.

―Estamos empate― susurré mordiendo la oreja de mi indignada negrita.

Tomasa se ruborizó al reparar en el tonteo del que estaba siendo objeto y dirigiendo su ira contra las niñas dejó de hablarlas durante el tiempo que estuvimos sentados, rumiando quizás que ese par se había sobrepasado con las alteraciones que habían hecho en nuestros cuerpos. Por mi parte, no podía estar en desacuerdo y más cuando al ir al baño, la empleada del local intentó entrar conmigo a que le diese un revolcón. Admitiendo que no era su culpa, educadamente la rechacé y volví a la mesa, donde nos habían repuesto nuestras cervezas.

―¿Por qué no la has hecho caso? Se veía que estaba dispuesta― susurró en mi oído la rubia.

No queriendo decirle que no me atraía, preferí responder que estaba ahorrando mi esencia para ellas. La alegría que le hizo escucharlo y que me diera un beso, me hizo saber que poco a poco estaban convirtiéndose en humanas y decidido a acelerar ese paso, llevé una mano hasta su muslo mientras le prometía que esa noche tendría ración doble. Ese bello ser se avergonzó al sentir que bajo su blusa tenía los pezones erectos y tratando de calmar su excitación, dio buena cuenta de su bebida.

―Bebe con moderación― le pedí al recordar que ni ella ni su compañera estaban habituadas al alcohol.

Desde el otro lado de la mesa, Ua, que también se había bebido la suya, señaló a un niño que estaba pidiendo limosna y quiso saber qué hacía. Al contárselo, sus ojos se llenaron de lágrimas y levantándose de la mesa, fue a por él y lo sentó con nosotros.

―¿Qué te apetece comer criatura?― con dulzura le preguntó.

El chaval, totalmente cortado de que esa bella extranjera se hubiese fijado en el hambre que tenía, respondió que cualquier cosa. La pelirroja llamó al camarero y le pidió que le diera lo mismo que me había servido a mí. Tras traérselo y mientras en infortunado se lanzaba a devorar quizás su primera buena comida en semanas, mirándome a los ojos me preguntó cómo era posible que hubiese pobreza.

―La riqueza está mal repartida― respondí.

Ua se quedó meditando durante unos segundos y sin darse cuenta de lo que decía debido a lo que había bebido, me replicó:

―Mis hermanas no permitirían que ninguno de sus protegidos pasara penurias― y no contenta con ello, me pidió permiso para dedicar el veinte por ciento de mi dinero para intentar paliarlo. Disparando con pólvora ajena, accedí. No en vano sabía que el origen de mi fortuna se debía a ellas y qué si algún día necesitaba otra inyección de pasta, esos seres no dudarían en conseguirla.

«Me debería dar vergüenza, acaban de llegar y se preocupan mientras yo miraba hacia otro lado», mascullé en mi mente abochornado y llamando al propietario, le pedí que prepararan una despensa para que se la llevara el pequeñajo al terminar.

―Qué suerte tuve con que te eligieran cómo mi macho― complacida por mi acto, murmuró en mi oído la pelirroja mientras rebuscaba con su mano en mi bragueta.

Tomasa pidió la cuenta, temiendo que la alcoholizada muchacha montara un espectáculo porno a los presentes y separándola de mí, pidió a las dos que la acompañaran al coche. Tardé unos cinco minutos en pagar y cuando llegué al flamante Bentley me encontré con que no habían perdido el tiempo al verlas en el asiento trasero, mamando en plan obseso de las ubres de la morena.

―Llévanos a casa, mi amor― suspiró feliz la ama de cría mientras me guiñaba un ojo.

Una vez saciadas de leche humana, los dos seres se quedaron totalmente dormidas y eso permitió que la cocinera me preguntara si me había dado cuenta de que el alcohol daba carrete a sus lengua. Sin explayarme mucho, contesté que sí pero que esperara a quedarnos solos para tratar ese asunto. La costarricense lo entendió y cambiando de tema, exteriorizó su sorpresa por el comportamiento de nuestras acompañantes con la música. Dando vueltas a ello repliqué que en su mundo debía ser algo inexistente.

―No me extraña que hayan salido por patas, menudo aburrimiento― sentenció mientras me hacía participe de la ilusión que tenía en que nos cambiáramos de casa.

―¿No te gusta la que tenemos?― pregunté sorprendido.

―Mucho, pero prefiero vivir lejos― tomando mi mano, respondió: ―Ahí nadie nos conoce y no pensaran que soy aprovechada que me acuesto con mi patrón por su dinero.

―Ya no eres mi empleada, preciosa― contesté enternecido por sus palabras.

―¿Cuál es mi papel?― insistió mientras me miraba embelesada.

―Ser una vaca lechera― muerto de risa, repliqué recordando la escena que minutos antes había contemplado.

―Esta noche, te has quedado sin tu ración― sabiendo que iba de guasa, dijo mientras miraba hacia atrás para comprobar que seguían dormidas las lactantes.

Relato erótico:”Estudiante de psicología” (POR WALUM)

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Hola, soy Roxana, con 25 años estoy terminando la licenciatura en psicología, la carrera que me apasiona, desde de venir desde el interior a esta gran ciudad a estudiar, ya estaba cumpliendo mi sueño, vivía sola en un departamento, cubría mis gastos y estudiaba, en esos momentos estaba por empezar las pasantias así que estaba muy feliz. Como mujer soy bastante llamativa pelo rubio que llega a mis hombros, un proporcionado cuerpo cuidado con el esfuerzo del gimnasio, y mi forma de caminar siempre hincada, como sacando pecho, que era de un tamaño bastante considerable, una cintura bien estrecha y lo que fue mas importante y encantador, que es mi cola, bien redonda, grande y muy parada, siempre estoy haciendo mucho ejercicio y mantengo mi cuerpo bien durito, en la calle siempre causa muchas miradas mi cola, mis amigos siempre me decían en tono de broma, que estaba justa para el crimen.
Llego el día en que se sorteaban las pasantitas, estaba realmente muy nerviosa, pero llego el momento y me toco un gran psicólogo, muy respetado en la ciudad, estaba muy ansiosa por ir, el consultorio era en una casa bien linda mas o menos cerca de mi casa. Después llegando el lunes fui a mi primer día, así conocí al doctor, que era un viejo amable pero gruñón, el me dijo que me sentara y seria su secretaria unos días, fueron pasando los días, y el viejo me usaba de una secretaria, no me hacia participar en ninguna sesión para que aprendiera, ya eso me estaba haciendo enojar bastante, pero nada podía hacer. Una mañana como cualquier otra llamaron del juzgado federal y allí comunicaron por teléfono, que era para el doctor, yo tomé tomo rápidamente los datos, ya que el doctor no se encontraba, me dijeron que era un tipo que sus abogados armaron un lío tan bien hecho que estaban dudando hasta de las pruebas. El sujeto estaba acusado de violación reiterada, con un poco de locura parecía y necesitaban que el doctor lo analizara.
Yo me quede bastante sorprendida y anoté todo lo que me dijeron del juzgado, luego volví a mi casa pensando. Al día siguiente llegaron dos policías bien armados, con un sujeto esposado el tipo era grandote, medio gordo con los pelos cortos casi militar, con unos ojos negros que daban miedo, llevaba puesta una remera negra sucia, unos pantalones negros que brillaban de tanto uso y mocasines marrones. El sujeto me miro fijamente, yo no lo mire y cambie la vista de lugar, mientras que los policías me dieron el expediente y metían al sujeto al estudio del doctor para luego salir y quedarse en la puerta. Yo agarre el expediente y lo leí, estaba acusado de depravación seguida de violación contra una madre y dos hijas. Yo me quede helada, pensando en lo vil y asqueroso del sujeto, de repente el doctor me pidió que si le podía llevar 2 cafés, totalmente idiota, los preparé y los llevé, cuando entre sentí la mirada del sujeto en mi cuerpo. Ese día estaba con una camisa blanca de seda y pantalones grises apretados, que como todos me marcan mi gran y hermosa cola, el sujeto rápidamente se percató de ella y tuvo los ojos clavados en ella todo el tiempo en el que estuve sirviendo los cafés.
Luego de ese día, llegué a mi casa cansada y enojada porque las pasantitas eran nada más que ser una simple secretaria, después de darse un baño para sacarse el enojo se quedo pensando en ese tipo tan extraño y depravado.
Al otro día llegue perturbada como siempre y seguí con la típica rutina, calentar el café, ordenar las citas del doctor. Ese día iba vestida igual que el día anterior, tenía una camisa blanca y un pantalón medio rosado.
El día siguió normal, trajeron al loco al cual el doctor seguía entrevistando, entonces de pronto el doctor me llamo, entré sin saber que quería, el doctor me comento que el sujeto era muy complicado y que le gustaría que lo ayudara, para dar el punto de vista de una mujer, sobre un sujeto tan raro. Yo me puse muy contenta y tome rápidamente mis cosas para anotar todo lo que el sujeto dijera. El doctor le seguía haciendo preguntas sin sentido, hasta que le pregunto sobre su vida sexual en su adolescencia, él tipo le contó con lujos de detalles como fue su primera vez y las siguientes, no me paraba de mirar mientras que contaba sus relatos. Tanto el doctor como yo tomábamos apuntes de todo lo que decía el morboso sujeto, hasta que mencionó algo que los dejo helados a los dos, el sujeto casi baboseando dijo –Debo admitir que me encantan los traseros de las mujeres, es algo que me vuelve loco, lo reconozco, me encanta romperles el culo, penetrarlas bien, metérselo todo adentro, aunque les duela muchísimo, yo no tengo culpa si lo tengo muy grande, largo y muy grueso. Luego de decir eso el sujeto me miro sonriendo, como burlonamente. Ya estaba terminando la sesión, cuando el sujeto le dijo al doctor –Sabe lo que me mas me gusta de venir a terapia? El doctor le pregunto que, y el sujeto le contesto –Ver a su secretaria que es impresionantemente llamativa. Yo me sonroje y me morí de vergüenza, pero no dije nada, ni el doctor tampoco y ahí termino la sesión de ese día.
Llego el lunes y ese día hacia bastante calor, así que decidí ponerme una falda negra, que me quedaba un poco chica pero era mi preferida, aunque me quedara bastante pegada al cuerpo marcándome de manera exagerada mi cola, y me puse un tapado negro arriba para ocultarla. Aunque era imposible ocultarla, se me levantaba el tapado también.
Preparé todo como la rutina diaria, pero ese día el doctor todavía no llegaba, como no tenia que hacer, me puse a ordenar los expedientes de arriba abajo, uno por uno, y por mas que tenia unos altos tacos, tenia que levantarme mucho para llegar al primer estante de la biblioteca, fue justo en ese momento cuando llegaron los policías, junto con el sujeto. Al girar la cabeza, ví como los tres la miraban, seguramente miraban la curva de mi cola con el tapado, rápidamente me salí de esa posición y los saludé, diciéndoles que el doctor ya estaba por llegar. Después de unos minutos, llego el doctor, al llegar me dijo que fuera llevando al paciente al consultorio que el iba al baño y ya iba. Yo obedecí y me paré diciéndole que me siguiera, entré primero que el tipo, camino hacia dentro y pude sentir la mirada penetrante en mi persona, entonces escuche algo que me intranquilizo, el sujeto dijo bajo pero sabiendo que yo lo oía –Sabía que tenías buen culo, pero no imaginé que tenías semejante culo.
Yo permanecí callada esperando al doctor. Luego de ese día de terapia, el sujeto no dijo nada mas, así fueron pasando las semanas hasta que el sujeto quedo absuelto frente a lo que presento el doctor de sus estudios y yo pude terminar mis aburridas pasantias. Después de unos meses decidí ir a la facultad a ver si había algún post grado para hacer, o algo por el estilo, me acuerdo que ese día me vestí muy bien porque después tenia una entrevista de trabajo, me puse una remerita ajustada celeste, junto con un pantalón blanco bien ajustado medio transparente, por lo cual use una mini tanga así no se traslucía y unos altos tacos, unos de los mas altos que tengo, luego de averiguar en la facultad, fui a esa entrevista, en la cual me fue muy bien.
Al estar a unas diez cuadras de mi casa decidí caminar, iba muy feliz por el resultado obtenido en la entrevista, mientras que me percataba de muchas miradas masculinas y algún comentario, yo seguía en mi mundo pensando y contenta por el tal vez futuro trabajo, luego de unas cuadras me empecé a sentir muy observada, no sabia porque, me volteé una vez y veía a mucha gente en la calle, pero algunos hombres mirando mi cola como hipnotizados, poco a poco cada vez que avanzaba hacia mi casa la muchedumbre se achicaba, volví a voltear y quedaban solo algunos hombres, de repente tres cuadras mas y sentí una mirada penetrante, pero no voltee, decidí apurar el paso y traté de perderme entre la gente que la verdad no era mucha por esas calles, yo sabia que los ojos estaban concentrados en mi figura, y mis nervios me empezaban a traicionar, intentaba no ser demasiada obvia así que crucé la avenida y sentí que alguien también hacia lo mismo, un intenso frió recorrió mi cuerpo, con miedo evidente y sin importarme que se me notara, aceleré el paso, quería estar sana y salva.
Ya estaba llegando a mi casa, una mezcla de alivio y temor se apodero de mi, ya que no sabia como hacer para abrir la puerta tan rápido y entrar, así que como pude apuré mas el paso, pero si entraba ahora tenia que arriesgarme mucho, decidí pasar de largo y meterme en un negocio que hay en la esquina, luego de un rato, vi que no paso nadie detrás mío, tal vez estaba un poco paranoica pensé, con un poco mas de alivio volví para mi casa, llegue a la puerta y con algo de nervio abrí la puerta y justo en ese momento fue cuando volví a sentir esa horrible presencia detrás mío, voltee fugazmente y una mano me dio un fuerte empujón hacia dentro de mi casa, yo entre miedo y desesperación intente dar un grito, pero una poderosa bofetada me quito el sonido, caí al piso tendida, llorando de terror. Estaba mi casa en oscuridad por lo cual solo veía una gran sombra, rápidamente sentí una respiración agitada que me decía -¡¡Quedate quieta y callada o te mato a golpes!! Luego me levantó de un solo tirón y tapándome la boca y sujetándome desde atrás me llevo hacia dentro de mi casa, mi corazón estaba muy agitado y mis lágrimas salían por miles, estaba aterrada, cuando llegábamos a mi habitación el sujeto que me tenia fuertemente agarrada, pasó su horrible lengua por mi cuello diciéndome al oído -¡¡Te aseguro que de esta noche no te olvidas mas!!
Yo me estremecí de miedo sabiendo lo que el sujeto buscaba y me empecé a mover intentando safarme, pero era inútil, el sujeto era mucho mas grande y tenia una fuerza impresionante, de pronto el sujeto gritó -¡¡Quédate quieta o te pego hasta matarte!! Yo me estremecí de miedo y me quede quieta, llorando, el sujeto al ver mi docilidad dirigió sus manos hacia delante mío y apretó mis pechos con pasión; los amasaba fuertemente mientras que me decía al oído -¡¡Que buenas tetas tenes, grandes y firmes!! Sentí que su cuerpo se pegaba al mío y que su miembro se apoyaba en mi cola y empezaba a puntearme fuerza. Sus manos me apretaban los pechos y su cuerpo me apretaba la cintura. Estuvo un rato largo estrujando mis pechos y apretando una y otra vez su miembro contra mi cola. Luego bajó una de sus manos y de pronto agarro mi cola y la apretó con bravura, luego dijo con voz fuerte -¡¡Ahora para tu hermosa colita!! Yo con lagrimas en los ojos lo hice, mostrándola en su máximo esplendor, el sujeto se quedo callado y dijo con un tono de euforia -¡¡Eso es, este si que es un enorme y rico culo!! Y me plantó una fuerte palmada en mi trasero. Mi cola se metía bajo su barriga, mientras el me tomaba de las caderas y me apoyaba con mas fuerza, entonces me dijo -¡¡Vamos, pará y mové tu hermoso culo, menéalo como a los hombres nos gusta verlo!! Yo sin oponer resistencia, muerta de miedo lo hice, pare lo mas que pude mi cola, la empecé a moverme de lado a lado, yo me sentía muy humillada con muchísimo miedo, y aumento cuando el sujeto me dio un fuerte empujón, en el cual caí en mi cama, rápidamente me di vuelta y vi al sujeto, no lo podía creer, era el sujeto de la terapia de la pasantia, me quede helada sin saber que hacer, un frió atravesó todo mi cuerpo al recordar su expediente, pero ahora no parecía aquel sujeto, estaba transformado, parecía un loco realmente y con una cara de depravado total, sus ojos estaban rojos, como inyectados de sangre, me dio mas miedo.
El sujeto sin mediar mas se tiró sobre mi, me manoseaba a mas no poder, mientras que me decía -¡¡El placer es dolor vas a quedar llena, vas a sentir mi pija en tu culo por un buen tiempo, te va a doler mucho, pero te va a gustar!! Yo llorando a mas no poder y con un miedo espantoso le suplique que no lo hiciera, que me dejara en paz, pero el estaba como poseído, luego me acomodó en la cama, de rodillas y me hizo apoyar en el respaldo, o sea que mi cola quedo totalmente expuesta para el, se acomodó detrás mío y tomando mi pantalón blanquito lo bajo junto con mi diminuta tanga, yo estaba esperando un milagro, no podía hacer nada, el sujeto me violaría sin piedad, era inevitable, se quedo un rato en silencio y luego dijo -¡¡Que culo tenes!! ¡¡Los de la vieja y las hijas eran gordos, pero con vos me saque la lotería, es como una manzana grande y paradita, diría perfecto y va a ser mío!! Yo lloraba mas por sus comentarios, pensaba en ese asqueroso y depravado sujeto que solo conseguía mujeres violándolas, ese asqueroso que había violado a esas gordas mujeres y ahora tenia un cuerpo mucho más joven y con buenas formas para darse gusto, y el sabia que me tenia impotente entre sus manos, mis pronunciados pechos y mi hermosa cola, en estos momentos eran suyos, suyos para gozarlos a voluntad, suyos para satisfacer cualquier capricho de su terrible desenfreno, yo me voltee y pude ver como el sujeto sacaba su enorme miembro, colorado, no podía creer que existiera miembro así, el sujeto al ver mi cara de sorpresa, tomó su miembro con la mano apretándolo mas, para hacerlo mas exagerado y me dijo -¡¡Desde que te vi el culo en la terapia, no hago mas que pensar en él, no te quisiera asustar pero te lo voy a romper, porque estoy desesperado por penetrarlo!!
Yo me estremecí de miedo y humillación, entonces el sin mediar mas palabras, se escupió un poco la mano, se paso la saliva por la cabeza de su miembro para luego apoyar la cabeza de su miembro en mi esfínter y empezar a presionar, el dolor fue tan intenso que grité lo mas fuerte que pude -¡¡AAHhhhhyyyyyyyyyyy!! Y en un movimiento rápido tire una mano para atrás para frenarlo al maldito, pero el tipo me agarró la mano y me pegó un cachetazo en una nalga diciéndome -¡¡Nada de manotazos y tomá!! Y empujó mas fuerte logrando meter la cabeza adentro, mis ojos estallaron de dolor y como que se me nublaba la vista de dolor, sentí como si me estuvieran metiendo un tronco allí atrás, era brutal el dolor y grité para descargar -¡¡Ahhhhhhhhhhhyyyyyyyyyyyyyyyy!! El sujeto seguía como si nada, presionando mas y su miembro con mucha dificultad empezó a deslizarse en mi interior, haciéndome retorcer del dolor y diciéndome -¡¡Sentila puta, bien adentro de tu hermoso culo, sentí como te lo rompo!! Y siguió empujando, me clavó sin piedad hasta el fondo, sentí que me derrumbaba, que se me partía mi hermosa cola, grité lo mas que pude, era imposible resistir tanto dolor, mientras que el sujeto se quedo quieto, manteniéndome toda enterrada, mientras que me acariciaba la espalda y me decía -¡¡Mirá como lo tengo a tu culo, bien ensartado, desafiándome para que lo rompa, y lo voy a partir!! Después el maldito empezó a sacarla casi toda y empujar con todo para adentro, golpeaba los huevos contra mis nalgas, luego empezó un vaivén mas rápido y mientras que yo seguía apoyada en el respaldo de la cama, el sujeto me bombeaba a todo lo que daba, mientras que gritaba a viva voz -¡¡Que buen culo acabo de abrir, ahora es mío!! Y me tuvo casi una hora a los bombazos por atrás hasta que arremetió con toda la fuerza y quedándose quieto acabo dentro mío. Yo estaba desarmada, no reaccionaba, sentía que mi hermosa cola me estallaba de dolor, lloraba desconsoladamente mientras escuchaba la risa de superación y victoria del sujeto, que me indignaban y me hacían llorar más aun. Siguió metiendo su miembro lo mas que pudo hasta que termino completamente en mi interior gritando de gozo -¡¡Aaaaaaaaaahhhhh!! Luego retiro su miembro, y cayo a mi lado, tendido agitado mientras que sonreía, yo lloraba mientras que me sobaba como podía, tirada en la cama sin fuerzas para levantarme, estaba destruida.
Habrán pasado unos quince minutos, cuando el sujeto se levanta rápidamente, agarra mis piernas y las levanta sobre sus hombros, toma su miembro ya erecto y lo mete en mi vagina grité del dolor al principio, luego me quede quita mientras que el sujeto me bombeaba con una fuerza increíble, yo no hacia nada solo esperaba que terminara, pero el sujeto bombeaba sin parar, no se cuanto tiempo y poco a poco mi cuerpo fue cediendo, y el calor empezó a invadir todo mi cuerpo, por mas que me resistía a aceptarlo, mis gemidos empezaron a ser evidentes y el al darse cuenta aceleraba mas aun su ritmo, yo no podía disimular mis gemidos y quejidos, el al escucharlos empezó a sonreír y dijo -¡¡Pero que puta sos, te gusta que te cojan como a una zorra!! ¡¡Estaba seguro que te gustaba, toma!!… como te gusta!! Yo llorando y completamente humillada igual no podía resistir mis gemidos cada vez mas fuertes -¡¡Ahhhhh… ahhhh…. ahhhhh!! El sujeto después de varios minutos gritó de puro gozo -¡¡AHhhhhhhhh!! Y termino dentro mío, luego la saco chorreando su asqueroso liquido y la puso delante de mi boca, yo no hice nada, solo mantuve mi boca cerrada, entonces el maldito empezó a pasar su miembro mojado por la cosedura de mis labios, manchándome con su asqueroso y oloroso liquido seminal, ya cansado de humillarme, se volvió a acostar a mi lado, descansando y con la respiración agitada, mientras que yo solo lloraba e intentaba limpiarme la cara. Habrá pasado media hora, y el sujeto estaba ya normalizado, yo permanecía inmóvil llorando, esperando que pronto se marchara al haber cumplido con su violación.
De pronto, el sujeto se paró y se sentó en un sillón que hay en mi pieza, desde ahí me dijo -¡¿Quieres que me vaya!? Yo conteniendo mis ganas de matarlo he insultarlo le conteste que si, entonces el sujeto me dijo con mucha arrogancia -¡¡Bueno, entonces venís acá, te arrodillas y me haces la mejor mamada de tu vida y me marcho!! Yo me quede pensando, pero no tenia mucho que perder, así que me levante temerosa, y cumplí con lo que el sujeto quería, primero tomé su miembro que estaba medio flácido y lo moví un poco, para luego meterlo en mi boca rápidamente, intentando satisfacerlo pronto y que se marchara, yo mantenía mi ritmo con los ojos cerrados pensando en otra cosa, entonces el sujeto me agarró de la cabeza con su mano y me dijo -¡¡No, putita, si me la vas a chupar, mirame mientras lo haces!! Yo con una bronca terrible por dentro, pero sin mas remedio obedecí, el sujeto largaba gemidos a cada estocada que daba su miembro en mi garganta, mientras que yo casi me ahogaba y solo lloraba cumpliendo con mi sucia labor, el sujeto gemía fuertemente, gozando de mi boca a su antojo mientras que gritaba -¡¡Zorra si que sabes chuparla!! Yo lloraba totalmente humillada, de pronto el sujeto se paro dejándome de rodillas y teniendo que seguir obviamente, lo hacia lo mejor que podía, pero el sujeto parecía no terminar mas, hasta que el sujeto gimió muy fuerte -¡¡Ohhhaaaaaa!! Me separó de su miembro diciéndome -¡¡Vamos putita, quedate ahí y abrí la boca!! Yo no tenia a donde ir, así que quede totalmente expuesta ante su miembro, el cual el sujeto movía rítmicamente, hasta que empezó a largar su inmundo liquido, los chorros comenzaron a salir con mucha fuerza, dando en mi boca y mi nariz primero, pero luego comenzaron a caer en toda mi cara, mi frente mis ojos, mi barbilla, el pelo, era un mar de semen lo que largaba el sujeto mientras que gemía fuertemente -¡¡OOHHaaaaa!! ¡¡OOHHaaaaa!! ¡¡OOHHaaaaa!! Era lo mas humillante de mi vida, y encima no terminaba, el sujeto tomó su miembro y lo puso en la entrada de mi boca diciendo -¡¡Dale un besito y límpiale el miembro a tu macho que te ha culiado tanto hoy!! El sujeto me humillaba cada vez más sintiéndose poderoso, y degradándome más y más. Yo hice lo que me pidió y luego el sujeto me llevo al baño para limpiarme.
De regreso a mi cuarto, el sujeto venia apretando mi cola fuertemente, yo no sabia que mas pretendía, solo pensé que se estaba divirtiendo, me ataría y me dejaría ahí en mi cuarto, pero de pronto al llegar cerca de mi cama, el sujeto me agarro del cuello y me tiró contra el colchón, manteniéndome sujetada y con mis rodillas en el piso, se puso detrás mío, mientras que yo forcejeaba y suplicaba, el sujeto tomó su miembro y dijo en tono burlón -¡¡Mi putita… ahora es todo o nada… seguramente te dolerá… pero ya no me puedo echar para atrás…quiero reventarte este rico culo otra vez, aunque grites de dolor!! Luego puso su miembro en la entrada de mi cola y tomando un puñado de mis cabellos, tiró para atrás al mismo tiempo que me penetraba, haciéndome gritar desoladamente -¡Aaaaayyyyyyyyy… ooooooooohhhhhhhh… aaaaggghhhh! De nuevo el dolor se hacia insoportable, mientras que el sujeto me embestía siempre violentamente, y tiraba mis pelos, su movimiento salvaje era como si quisiera desarmarme, y yo gritaba de dolor, suplicando que me soltara, pero el sujeto se había subido casi en mi, y mientras que separaba mis glúteos y los apretaba me decía -¡¡Te gusta putita… te gusta que te rompan el culo hasta hacerte llorar!! Yo lloraba intentando no pensar en eso, pero el dolor era tan grande que tenia que ponerle atención, sus embestidas eran cada vez mas fuertes, de pronto sin darme cuenta de mi boca salio un gemido, mezcla de odio y placer -¡¡Ahhhgggg!! El sujeto al escucharlo empezó a burlarse, mientras aceleraba sus embestidas diciéndome millones de vulgaridades como -¡¡Ohhh sii! ¡¡Que culo infernal tenes!! Mientras que me agarraba de mis pechos y seguía penetrándome violentamente, solo podía escuchar sus gemidos y ese horrible ¡plop! ¡plop! ¡plop! por las estocadas salvajes que recibía, el sujeto me tironeaba el pelo fuertemente y aceleraba, hasta que por fin termino en un río de semen en mi interior, gimiendo como un desaforado y sacando su miembro de mi interior, dejándome casi muerta, estaba media mareada, totalmente sin poder moverme, mientras que veía que el sujeto ya estaba casi totalmente vestido para irse, entonces al ver que yo no reaccionaba, el sujeto empezó a reír y con tono de superación dijo -¡¡Como me va a gustar ver ese culito por la calle y saber que fui el primero en romperlo!! Luego en menos de dos minutos se marcho.
Hechos ficticios.
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!

Relato erótico: “Una noche en un cine porno” (POR PERVERSO)

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Antes que nada hola a todos, soy un autor primerizo que pretende incursionar en el mundo de la literatura erótica, estoy inspirado por varios autores que aquí he leído y por las historias que podría desarrollar ayudado por mi imaginación y las características tan peculiares que presenta la zona donde vivo, la cual está plagada de hombres maduros lujuriosos y muchachitas provocativas que parece importar poco la edad y aspecto de los hombres; espero tener una buena aceptación por parte de ustedes.
Margarita, Maguito (como le dice su padre, único familiar con el que vive) o Mar (como le dicen sus amigos) es una chica muy hermosa, acaba de terminar la preparatoria donde era la sensación  de alumnos y maestros, no porque sea una chica fácil, pero si por vestirse sexy y poseedora de una belleza inigualable así como de un cuerpo que cualquier hombre admiraría y se imaginaria desnudo en una cama, es tal su popularidad que le llueven invitaciones a salir por el Facebook por la gran cantidad de muchachos y hombres maduros que la mandan solicitud de amistad día a día, tanta es su fama que apenas con un perfil de menos de 5 meses en esta red social ya supera los 1000 amigos, cada foto que sube recibe más comentarios y “me gusta” que cualquier otra muchacha que ella conozca, si algo le gusta a esta chica es que los hombres admiren su belleza.
Margarita, así como posee un bello rostro, también tiene un cuerpo muy bonito, desarrollado, y nos complace al mostrarlo usando shortcitos de mezclilla, cortas minifaldas, entallados vestidos y blusas pegaditas, haciendo voltear a más de uno, o más bien a todos cuando sale a la calle, vive sola con su padre, quien trabaja como empleado de una fábrica de la zona donde recibe un sueldo bajo como para mantenerse los dos, por eso es que Mar tiene que ayudar a la economía.
Ella trabaja como cajera en una tienda de conveniencia, una plantilla de siete personas de las cuales todas son mujeres y en donde la que recibe la mayoría de los piropos, saludos y presentes por parte de clientes y empleados de negocios vecinos es ella.
Cierto día, Mar venia entrando a trabajar, en la tienda se encontraban doña Claudia y Mary, esta última, joven también y muy fiestera, famosa por ponerse una borracheras y amanecer en la cama del primero que se la encuentra en los bares en tales condiciones, y eso que no es muy bonita, y de cuerpo algo gordita, no tiene nada que hacer si se le compara con Mar, existe una enorme distancia entre ellas.
Pues sí, Mar llego a la tienda y se encontró a Mary platicando a Doña Claudia una de sus aventuras del día de ayer, rápido Mar pregunto qué de que se trataba la plática a lo que Mary respondió:
-le estoy contando a doña Claudia que ayer fui con Cruzito a un cine porno- Cruzito es un gay que se lleva mucho con Mary, amigo de todas sus aventuras
-queeee- respondió sorprendida Mar, pues era la aventura más loca que le había escuchado a Mary
-un cine porno Mar, pero nada más a ver, asu pero no manches está bien fuerte- decía Mary
-porque, fuerte en qué forma?- pregunto Mar
-bueno, pues al que fuimos es así como un cine normal, con sus butacas y toda la cosa, solo que más pequeño, hay unos tipos en la entrada que no supe su función, solo están ahí parados, entré con Cruzito y no había mucha gente solo uno que otro viejo, pero no manches se están masturbando ahí enfrente de ti, lo bueno que fui con Cruzito y no yo sola, sino hasta me violan,-
-ay qué asco, imagínate que te coja un viejo de esos; y va puro hombre?- decía Mar mientras se ponía su uniforme
-pues al principio si, había puro hombre, creo que yo era la única mujer, asu pero me sentía bien incomoda, pero después llego una muchacha que pensé que era muchacha- seguía contando Mary
-como, no era?- pregunto Mar mientras la ayudaba a Doña Claudia a hacer su corte
-pues mira, yo estaba sentada junto con Cruzito hasta atrás, en una esquina, cuando en eso vi que entro una chava, en una faldita muy chiquita, su blusa bien escotada y unas zapatillotas, nombre parecía mujer pero era un choto,-
-apoco, y como te diste cuenta?- Mar empezó a reírse tapando su boca muy educadamente
-pues no manches, se sentó como a dos asientos de nosotros y de repente un señor llego y se saco su “ese” y se lo puso a la altura de la boca y el choto se la empezó a mamar, hay enfrente de nosotros, y después el señor se sentó y el choto se sentó arriba de el y se lo empezó a coger, y ahí  me di cuenta que era choto porque no traía calzón y se le veía su cosa, ay no, y sabes que fue lo peor, que el choto traía su cosa también bien parada- decía Mary
-jajajajajajajajajaja, solo te fijas en eso verdad?- Mar exploto en risa al igual que doña Claudia
-es que solo a ti se te ocurren esas locuras Mary- dijo doña Claudia
-asu no, deberás que yo no veía la hora de salir de ahí, es que no manches nada mas entras y te llega el tufo de viejos ahí masturbándose y cogiendo, ay no deberás que esta fuerte, casi me vomito-
-no regresarías otra vez?- pregunto Mar
-pues no, o al menos no sola, a lo mejor acompañada, porque? Quieres ir?, vamos nosotras dos solas un día- preguntaba Mary
-ay no, yo que voy a andar haciendo, donde me violen,- contesto Mar
-pues ya te dejas, imagínate que te quiera violar un chavo como el del poster que tenemos pegado en el baño, así hasta vas a querer regresar- dijo Mary
-pues sí, ojala y fuera uno de esos pero dices que va puro anciano, yo así no- respondió Mar
-no, pues yo pienso que para eso están los hombres esos parados en la entrada, por si pasa algo, porque no se sientan, ni se meten, ni siquiera te hablan ni nada, hasta se salen pero siempre se queda uno adentro- dijo Mary
-ay niñas- decía doña Claudia
Ya de regreso a su casa, Mar todavía llevaba ese pensamiento en su mente, se imaginaba como debía de verse el lugar, como seria esa clase de hombres, y se imaginaba ella ahí presente rodeada de hombres morbosos con sus vergas de fuera, babeando semen a chorros, llego a su casa, y después de comer y hacer sus quehaceres, se durmió no sin antes masturbarse, a pesar de que los viejos morbosos le daban asco su mente había estado en sus 5 minutos de perversión.
Pasaron los días y llego una tarde en que Mar se había quedado de ver con un chico que la contacto precisamente por el Face y la había convencido de invitarla a salir, se arreglo muy bonita pues le gustaba llamar la atención, además el muchacho estaba muy guapo y quería causar una buena impresión, Mar estaba en la tienda donde trabajaba esperando al muchacho, le había tocado descansar ese día y lo cito hay porque hacía mucho calor afuera y en la tienda hay aire acondicionado además de bancas para sentarse.
Mar se fue muy coqueta, llevaba unas zapatillas de tacón para estilizar su ya de por si estética figura, y un vestido blanco ajustadísimo y muy corto, mostrando mas pierna de la que se debe, debajo de ella una sexy tanguita de hilo estrenada para la ocasión además gustaba usar este tipo de prenda interior, en fin ese muchacho debía de ser la envidia de todos, Mary no dejaba de chulearla y de decirle que se portara bien, además de que le enseñaba una caja de condones, lo que hacía reír a Mar.
Mar veía que Mary también andaba maquillada, y le pregunto que a donde iba, lo que gano como respuesta que iba con su amigo Cruzito a dar la vuelta, pero ese dar la vuelta que para nosotros significa salir a pasear, para Mary significa ir a tomar a algún antro o centro botanero.
Desafortunadamente Mar recibió un mensaje de última hora por parte del muchacho, diciendo que no iba a poder ir pues le había salido otro compromiso, era uno de esos chavos riquillos que se creen que están por encima de los demás y que le hacen un favor a las mujeres al salir con ellas, Mar a pesar de ser tan hermosa como para que algún chavo la cancelara, para este tipo de muchachos no dejaba de ser solo una simple cajera y un pedazo de carne que sirve solo para pasar un buen rato.
-o sea, puedes creerlo Mary, que clase de compromiso puede ser más importante que yo- decía enojada Mar con justa razón, pues se había demorado toda la mañana arreglándose en vano.
-ay amiga, que mala suerte, no estés triste, si quieres ven con nosotros para que no arruines tu día- le dijo Mary
Mar dudo, pues ella sabía que ir con Mary era despertar en quien sabe donde, además no había avisado a su padre que llegaría algo tarde, y pues Mar asistía a antros,  no a bares o cantinas, lugares muy frecuentados por Mary, pero estaba tan enojada que acepto, a lo que Mary decía:
-eso amiga, lo que no aprovecha uno, que otro lo disfrute- Mar solo se le quedo viendo raro a Mary.
De todos modos aviso a su padre que se quedaría en casa de Mary, Mary por su parte avisaba a sus padres que se quedaría en casa de Doña Claudia, Doña Claudia por su parte ponía cara enojada pues pensaba que el día que le pasara algo a Mary ella se metería en problemas por alcahueta.
Llego Cruzito en su camioneta y se subieron las féminas, ya del otro lado de la cuidad, los chicos fueron a un cine (normal), vieron una película, se fueron a dar la vuelta por la costa, pararon a comer algo, a cualquier lugar que iban Mar robaba cámara por su vestimenta, Mar se veía tremendamente sexy capaz de levantarle la verga a cualquiera, incluso en el lugar donde estaban comiendo una mesera le llevo una bebida diciéndole que se la mandaba el caballero de la mesa 4, los tres amigos voltearon y vieron a un hombre maduro quien le cerraba el ojo a Mar, haciendo que la chica se pusiera roja de pena y sus compañeros la codearan y se burlaran de ella.
-Mar, salúdalo- decía Mary
-ay no maches, como crees, me da pena, es un viejo,- contesto Mar
-ay mana, esos son los mejores,- decía el choto
-los mejores para sacarles dinero,- decía Mary
-pues sí, pero va a querer que le de otra cosa a cambio de dinero- decía Mar
-amiga, pero por lo menos salúdalo, y agradécele el detalle- dijo Cruzito
Mar no sabía qué hacer, pero con mucha pena le mando una sonrisa al viejo y se levanto de su mesa, camino muy coqueta hacia la mesa del viejo, sentía que la tanguita le ajustaba perfectamente su sexo, además de la parte de atrás se le había metido completamente en la raya del culo.
Llego a la mesa y el viejo rápidamente se levanto y le cedió una silla
-buenas noches, vengo a agradecerle por la copa- dijo Mar con la copa en mano
-no tienes por qué bonita, cómo te llamas?- pregunto el viejo
-Margarita, pero me dicen Mar- contesto la joven
-mucho gusto Mar, vienes aquí seguido?- volvió a preguntar el viejo
-no, lo que pasa es que no soy de por aquí- respondió la joven
-quiero ser directo Mar, eres bellísima, me gustaría que saliéramos- dijo el viejo mientras colocaba su arrugada mano sobre la suave piel de las manos de Mar
-no creo que se pueda señor, soy casada- dijo eso Mar para haber si así el viejo se desilusionaba
-pero el que salgamos a conocernos no tiene nada de malo, solo depende hasta donde quieras que llegue jejeje- dijo el señor mientras reía algo lujurioso, así como su mano recorría ahora el brazo de Mar
-claro que sí, no me gustan los malos entendidos, en caso de que alguien que me conozca me vea con usted me metería en un gran problema- decía Mar mientras se cruzaba de piernas
-seriamos discretos Mar, me gusta las relaciones a escondidas, me gusta la adrenalina, a ti no?,- dijo el viejo lanzando una mirada seductora
Mar solo se le quedo viendo sacada de onda, sabía que estaba ante un viejo morboso que solo quería sexo, no podía entender cómo es que a pesar de que dijo que era casada a este viejo parecía no importarle, era claro, quería llevarse a alguien esta noche a su cama.
-en verdad me alaga su oferta señor pero no, gracias-
-de todos modos te doy mi tarjeta, llámame cuando quieras preciosa, me gustaría mucho platicar un día contigo- dijo el viejo sacando de su bolsillo una tarjeta
Mar volteo para su anterior mesa y vio que sus amigos ya no estaban, entonces se levantó y se despidió del viejo,
-bueno señor, hasta luego- dijo Mar guardando su tarjeta en su cartera
-hasta luego preciosa, llámame, espero verte pronto- dijo el viejo, lo malo para el es que ya no la vería mas, Mar estaba destinada esta noche para otro viejo, mucho más repugnante que este.
Salió de ahí lo mas apenada y lo más rápido que sus tacones le permitían, su sexy andar llamaba poderosamente la atención de los demás clientes, los empleados y sobre todo del viejo, pero más el exquisito meneo de su culito y la forma en que este se marcaba perfecto en su vestido, ya arriba de la camioneta Mary y Cruzito se burlaban ininterrumpidamente de la pobre mar, después de haberse llevado un momento muy apenado para ella.
-bueno y ahora a donde vamos- dijo Mary viendo que apenas eran las 8 de la noche
-ya vámonos- dijo Mar
-qué tal si vamos al cine porno para que conozcas- dijo Mary
-ay no, no maches- decía Mar insistiendo en que ya se quería ir
-sí, vamos, ahora que somos tres- dijo Mary
-no, no manches Mary, no ves como ando vestida- decía Mar esperando convencer a Mary
-con más razón, te van a llover hombres- decía Cruz
-pero no de los hombres que me gustan, ya me imagino la clase de hombres que han de ir, puro viejo, ay no que asco- decía Mar
-entonces porque te fuiste a sentar con el viejo de hace rato- pregunto Mary
-pues ustedes me obligaron- contesto Mar
-ay mana y tu bien obediente- respondió Cruz
-me dio su número- dijo Mar
-márcale,- decía insistente Mary
-um, todavía, ni que estuviera tan guapo, pinche viejo rabo verde- se quejaba Mar
-ay mana déjame contarte algo, tengo una amiga que es putísima y se ha acostado con viejos más ancianos que ese que te dio el numero, ese es un niño a comparación de con los que se ha acostado mi amiga- decía Cruz
-qué asco- decía Mar poniendo cara de fuchi al igual que Mary
-pero me ha dicho que, se verán ancianos y feos pero pegan unos mamadones de bollo que terminas buscándolos, además de que te dan una buena propina por un ratito en donde no haces nada, solo dejar que te laman el tamal-
-yaaa, que va ser, deja de decir eso, vas a hacer que me vomite- decía Mar
-pues no creerás tu, pero mi amiga orita jala un celular que dice que se lo regalo el viejo con el que anda ahorita, la otra vez fui a Coppel y vi que ese celular estaba en $5 999.00, imagínate- decía Cruz
-enserio- pregunto Mar
-claro que si mana, así se mueve el mundo, solo los viejos con dinero tiene acceso a nuestros cuerpos perfectos- decía Cruz enseñando su obeso cuerpo, haciendo reír a las dos jovencitas
-bueno niñas, díganme vamos a ir a putear sí o no- volvió a ganar la palabra Cruz
-sí pero primero vamos al cine- dijo Mary
-no, no hay que ir allí- volvía a decir Mar
-ay Mar, ya me chocaste, mira, nosotros vamos a ir, así que si tú no quieres te quedas encerrada en la camioneta y se acabo- dijo Mary ya chocada por la negatividad de su amiga
Partieron rumbo al cine porno, llegaron, y Mary y Cruzito se bajaron y después de pagar su entrada se perdieron ante la vista de Mar, la sensual chica se quedo adentro de la camioneta, no quería salir, pero también se estaba incomodando al estar ella sola, y más por que se veía un lugar muy inseguro, había una bolita de muchachos todos rapados ahí afuera y al parecer estaban provocando a otros muchachos, además un viejo muy borracho estaba orinando un coche enfrente de ella, sin mencionar los viejos que se estaban masturbando al aire libre viendo una revista para hombres, un coche delante de la camioneta de ella se movía de un lado a otro de forma sospechosa, parece que sus ocupantes la estaban pasando muy bien.
Pero donde se asusto fue cuando un viejo de apariencia de vagabundo golpeo el vidrio de la ventanilla con su rostro, asustando a la chica, y ya que estaba ahí lamio el vidrio de arriba hacia abajo viendo a Mar a través del cristal y dejando un camino de saliva con su lengua, el viejo hacia movimientos como si se estuviera masturbando con la imagen de Mar, expresaba un rostro orgásmico, como si estuviera a punto de correrse, además su boca al estar abierta se veía asquerosa y mostraba muchas ausencias dentales.
 
Mar no aguantó más y salió de la camioneta para alcanzar a sus amigos, caminó lo más rápido posible logrando dejar atras al viejo que la asusto ya que el pobre hombre estaba tan borracho que caminaba como un zombie, mientras los demás viejos que tenían el privilegio de que les pasara cerca le decían obscenidades como
-ay cosita rica, ven que te voy a ensartar-
-ey putita, estas buscando quien te de tu leche antes de dormir jajajajajaja-
-ey, putita, somos dos, yo por la panocha y mi amigo por el culo-
-tengo mucha leche guardada para la primera puta que pase, ah mira, ahí va una, jajajajaja-
Hasta que en eso otro tipo que parecía vagabundo se le paro enfrente y le dijo,
-mira como me tienes hija de tu puta madre- y acto seguido abrió su gabardina vieja y enseño a Mar su miembro completamente erecto, Mar no pudo evitar ver esa verga de tamaño considerable, lo que la hizo ponerse roja, además de lo asustada que estaba, aun así se armo de valor y se abrió paso entre el viejo, llego a la taquilla y pago su entrada no sin antes regalarle al taquillero un panorama de su provocativo escote.
Avanzo hacia las salas pero al llegar se dio cuenta de que había tres, pregunto a un hombre de esos que fungen como seguridad que si no vio a una muchacha gordita entrar con un muchacho que se ve gay, a lo que el señor respondió que sí, que parece que habían entrado a la sala A, así que Mar se metió a esa sala sin saber que era la equivocada.
Abrió la cortina roja de tela semitransparente que cubría la entrada de la sala, apenas y traspaso esa barrera y le llego un fuerte olor a tufo nauseabundo, tal y como le había explicado Mary, se acomodo el vestido pues al caminar se le subía de mas, trataba de reconocer las siluetas de las personas sentadas pero por la oscuridad y el reflejo de la luz que emitía la película no pudo.
La película estaba en una de sus escenas mas fuertes, un poderoso negro se cogía a una sexy y delicada rubia, y su macanón que parecía una culebra mazacuate se incrustaba en lo más profundo del castigado culo de la actriz, quien a pesar de estar acostumbrada a ese tipo de trato, este negro la hacía pegar unos gritos desgarradores.
Mar se sentó en una zona donde no había gente, de por si no había mucha en toda la sala, se incomodó pues la butaca aparte de estar floja, como si en vez de sentarse se le montaran, también estaba muy pegajosa, estaba muy incómoda pues sentía ese pegamento en sus desnudos muslos, ya que el vestido era tan corto que sentía la tela que cubría el asiento en sus glúteos, se cambio de lugar pero el asiento de al lado estaba en las mismas condiciones.
Se dispuso a disfrutar un poco la película, pensando que cuando esta acabara podría ver a sus amigos, aprovecho lo corto de su vestido para tocarse disimuladamente su sexo por encima de su pequeña tanguita, la cual rápido se empezó a mojar, al estar en esas condiciones nauseabundas no sabía cómo es que se podía excitar, recordaba a su ex novio, lo recordaba imaginando cuando él la tocaba.
Estaba a punto de irse pues un viejo había pasado cerca de ella y se le había quedado viendo muy descarado, regresaría a la camioneta pues pensaba que los vagos ya se habían ido, cuando en eso entro otro señor, viejo como de unos 54 años, su aspecto era de lo mas asqueroso, sudado y sucio como de grasa de automóvil, con la camisa abierta y algo rota, y enseñando una prominente barriga peluda y unas chiches caídas, su cabello era chino y muy esponjado, el tipo era muy moreno de piel, su cara grasosa, papada, labios gruesos, en fin, parecía un sapo.
Se paro en la puerta y lanzo un grito territorial, esto hizo que los pocos hombres hay presentes salieran de la sala con miedo, dejando la sala vacía, quedando solo el viejo panzón y Mar quien se escondía entre las butacas pues al ver que todos corrieron se asusto pero al querer salir de ahí se le cayó la cartera junto con su celular y por la oscuridad no los encontraba.
El gordo avanzo y para desgracia de Mar la vio, y al ver que no corrió como los demás, se sentó a su lado, el viejo se rio cuando la miro de cerca, Mar en cambio estaba asustada, la figura del viejo intimidaba, tenía muchas cicatrices de golpes en la cara, traía la camisa arremangada, mostrando unos brazos peludos y muy fuertes, el viejo se sentó haciendo que la butaca casi se rompiera.
-mira nada más, que haces aquí tan solita putita mía-
Dijo el viejo, estirando su brazo por el hombro de Mar, llegándole a la joven un fuerte olor a sudor proveniente de la axila peluda, también su otra callosa mano se fue a depositar sobre la suave y tersa piel de una de las piernas de mar, comenzó a pasarla por toda su pierna, Mar estaba más que asustada, nerviosa, no se explicaba como había acabado en esa situación, si no le hubiera hecho caso a la loca de Mary, seguramente estaría en casa descansando y no allí, ante un viejo desconocido de lo mas asqueroso y que imaginaba que le haría daño.
El cochino viejo le abrió las piernas y con su dedo medio tallo la depilada conchita de Mar, pasando ese maestro dedo por sus labios vaginales, Mar al principio se resistió, intento cerrar sus piernas pero aun así el viejo tenía más fuerza en su mano que Mar en sus dos piernas juntas, pero al sentir el cosquilleo rico sumado al miedo, inconscientemente empezó a emitir sus primeros gemidos de la noche, arqueando sus brazos para recargarlos en el respaldo de la butaca,
-señor por favor déjeme ir- decía débilmente Mar
-no perra, acabo de romperle la jeta a tres cabrones allá afuera y cada vez que le rompo la madre a alguien me dan ganas de cogerme una puta, y además putas como tú no vienen todos los días, jejejeje, traigo la verga bien caliente- decía el viejo con su vos rasposa y que mostraba leves efectos del alcohol
El viejo hizo a un lado la tanguita de Mar, y empezó a penetrarla con el dedo, comprobando la excitación que la envolvía pues estaba muy mojada por haberse autocalentado momentos antes, Mar gemía más fuerte, a pesar de la situación, estaba excitada, en parte ayudaba a que no podía ver bien al viejo, pues estaba algo oscuro, además el viejo la estimulaba de manera profesional, y como no, si prácticamente toda su vida se la había pasado cogiendo putas, logrando hacer que estas se vinieran que se podía esperar de una muchacha más decente.
El viejo se acerco a ella para besarla, metía su babosa lengua dentro de la boquita de mar, quien no hacía otra cosa que tragar saliva para no ahogarse, el brazo que antes rodeaba el hombro de la joven ahora manoseaba un seno, el cual era castigado por una mano muy callosa, en esos mismo momento el dedo medio del viejo estimulaba el clítoris de la joven que ya estaba hinchadísimo, Mar gemía cada vez más fuerte, su cuerpo se culebreaba en la butaca, sudaba y seguía tragando saliva, su vestido se había subido tanto que mostraba sin ningún pudor su cuerpo semidesnudo.
-te gusta de verdad puerca?, por eso veniste para que te cogieran verdad?, puta, eres una puta- dijo el viejo y arrojo un escupitajo que fue a caer al rostro de Mar
-no señor, noooo, pareeeeee, por favoooooooor, ohhhh,- decía la nena refiriéndose a la manoseada que le estaba dando, la cual estaba por robarle un orgasmo,
El viejo se seguía dando gusto, babeaba a la pobre Mar, hasta que saco su asquerosa lengua, esto fue aprovechado por Mar para tomar aire, parecía que se estaba ahogando pues jalo aire como desesperada, el viejo la tomo de la cara, Mar abrió sus labios y el viejo aprovecho para meter su lengua dentro de la boca de Mar en forma circular, Mar gemía de asco pues el viejo lanzo un eructo cuyo gas se metió todo en la boca tan fresca hasta ese entonces de la chica, su ex novio nunca fue tan asqueroso a la hora que hacían el amor.
El viejo seguía masturbándola con su dedo, le arrancaba suspiros y gemidos, la pobre Mar temblaba como si tuviera frio, pero en realidad estaba por venirle un orgasmo ya que el viejo logro estimular como se debe el clítoris de la nena, de pronto el viejo metió dos dedos dentro de su vagina y comenzó a moverlos muy rápido, tanto que se podía escuchar lo mojado del sexo de la muchacha, mientras Mar se perdía en gritos y pujidos.
Mar temblaba y se retorcía, su nivel de temperatura corporal subían a grados exagerados, abrió las piernas lo mas que pudo exponiendo su intimidad apenas cubierta por un semitransparente triangulo de tela a un viejo desconocido.
De pronto Mar apretó lo mas que pudo las piernas para después venirse en un descomunal orgasmo que le arranco un gemido tan intenso que nunca con su ex novio había tenido uno así, el orgasmo fue tan bestial que hasta lagrimas y mocos le saco, así como hilos de saliva salían por los extremos de sus labios, el viejo se llevo sus dedos empapados en jugos vaginales hacia su boca para chuparlos, degustando el mejor sabor vaginal que su paladar había saboreado.
-ahhh, que rico te sabe la concha, la tienes deliciosa, creo que te la voy a penetrar- dijo el viejo
-no por favor- decía Mar entre suspiros, aun no se recuperaba del orgasmo
El viejo prosiguió a desabrochar su pantalón y saco una poderosa herramienta venuda y completamente babosa, Mar se recuperaba de ese orgasmo, estaba exhausta recostada en la butaca, respirando entrecortada, el viejo toma a la chica y la medio incorporo, le puso su verga en la boca pero Mar se negaba a abrirla, entonces el viejo tomo su nariz y se la apretó impidiéndole la respiración, lo que obligo a Mar a abrir la boca.
La apestosa verga del viejo se alojo dentro de esa fresca boquita, el color rojo con el que Mar había pintado sus carnosos labios se había corrido, parte de ese color estaba embarrado en la boca del viejo y ahora se embarraba en el pedazo de carne morena.
-mámamela puta, chúpame la verga, anda- decía el viejo al tiempo que tiro otro escupitajo al rostro de Mar,
-mámamela o te rompo tu madre a ti también, hija de puta- volvió a decir el viejo muy enojado
Mar no tuvo otra que empezar a pasar su lengua por la cabeza de ese miembro, su lengua recorría cada centímetro de esa babosa cabeza, Mar saboreaba el liquido lubricante proveniente de esa pestilente verga, la verga olía a rayos, picaba la nariz el aspirar ese hostil aroma, sin embargo Mar aguantaba todo eso por miedo a que el viejo la pegara, pues se veía muy convincente a la hora de amenazarla, de pronto Mar empezó a llorar, esto encabrono mas al viejo.
-porque lloras?-dijo muy enojado el gordo
-señor déjeme ir, yo solo estoy buscando a mis amigos, por favor déjeme se lo suplico- decía Mar en medio del llanto y con saliva saliendo de su boca.
-mira hija de tu puta madre, todas las que viene aquí es para buscar verga, así que ahora no me salgas con pendejadas, o me mamas la verga o te rompo tu madre- y dicho esto el viejo saco una navaja de su bolsillo y la paso por uno de los cachetes de la asustada chica, era la primera vez en su vida que vivía una experiencia así que casi se desmaya.
-tienes una carita muy bonita y ambos queremos que siga a si de bonita, o no?- volvió a decir el viejo
Mar no contesto nada, sabía que nada podía hacer, miro hacia la entrada esperando ver a un guardia de seguridad o a uno de los tipos que decía Mary que estaban afuera pero nada, así que ante una segunda advertencia del viejo se dispuso a continuar con su desagradable labor, Mar de vez en cuando se sacaba el miembro de su boca para dejar caer una gran cantidad de saliva combinada con liquido preseminal, para después reanudar su labor, la verga apestaba demasiado y al estarla chupando poco a poco el aliento a menta de la boca de Mar fue desapareciendo para impregnarse de ese aroma asqueroso.
Hay estaba Mar, arrodillada, mamándole la verga a un viejo repugnante, no era tarea fácil así que trataba de imaginar que ese descomunal tronco era la verga de su ex novio, aunque no había comparación en tamaño y grosor, la misma Mar reconocía eso, después de un buen rato de estar así Mar con la mandíbula adolorida, sus pómulos enrojecidos y un enorme charco de saliva en el suelo Mar chupaba la verga del viejo se podría decir que voluntariamente, excitada, como si lo estuviera disfrutando.
Al poco tiempo tres sujetos mas entraron a la sala, uno de ellos vestido de policía fue quien llamo por su sobrenombre al viejo, a quien Mar le seguía mamando la verga
-los del cine quieren que te vayas, otra vez les estas causando problemas,- decía el joven policía
-yo no he hecho nada, y a ti quien te dijo que dejaras de mamar- dijo enojado a Mar, quien a pesar de la presencia de tres sujetos mas seguía mamando golosamente ese pedazo de carne sin hueso,
-está usted bien señorita?- dijo el policía gentilmente
-ella está bien, viene conmigo- dijo el viejo en un tono altanero
-le pregunté a la joven, está bien señorita?- volvió a preguntar el policía
-anda dile, dile que vienes conmigo, que pague por ti, es una puta, le gusta que le den por el culo- decía el viejo a los presentes
Mar saco el pedazo de carne llena de saliva de su sexy boca, estaba asustada, pero sin embargo tenía la oportunidad para librarse de esa situación, sin embargo el viejo le había causado temor, pero también le había regalado el mejor orgasmo de su joven vida.
-sí, vengo con el- dijo Mar mientras volvía a meterse el miembro del viejo a la boca, ante la mirada atónita de los presentes, incluso del mismo viejo a quien se le dibujo una gran sonrisa para explotarla en una sonora carcajada
-ves que es una puta, me salió cara como para que tú te la lleves, y es de primera, que rico me la esta mamando,- decía el viejo de la manera más patán que podía haber dicho
 -de todas maneras tienes que irte, podría arrestarte a ti y a la muchacha por hacer esto en lugares públicos, para eso están los moteles-dijo el policía
Pero los muchachos del cine ni se quejaban, miraban mas atentos esta amateur exhibición que la de los actores de la películas que todavía se proyectaba en la sala, se les podía ver que estaban más excitados que el mismo viejo, pues en sus pantalones se levantaba un pequeño bulto al igual que en el del policía.
-bueno, me voy- dijo el viejo rompiendo el silencio
-pero me voy con mi puta, y esto no impide que regrese a este puto cine hediondo otro día,- amenazaba el viejo
El viejo saco su verga de la boca de Mar y se abrocho su pantalón, al mismo tiempo Mar se levantaba mostrando su espectacular figura cubierta por el ajustadísimo vestido, además estaba tan subido que se podía apreciar su tanga a la vista, así como saliva que en vez de caer al suelo había caído en sus muslos, incluso su bello rostro se veía mojado, esto por la saliva que de la verga del viejo se pegaba a su cara y por los escupitajos que el viejo le había tirado, Mar se acomodo el vestido bajándolo un poco, acomodándose su cabello que aunque no lo usaba tan largo si se la había alborotado.
-queee, ehh, que vergas me ven- decía al viejo enojado a los empleados del cine que acompañaban al policía mientras avanzaba por el pasillo con el mujeron a su lado bien agarrada de la cintura.
El viejo y Mar desaparecieron por la cortina de la entrada,
-pero que pedazo de hembra lleva ese cabrón- decía el policía
-si no mames, ha de ser mas chica que tu- dijo uno de los empleados a su compañero, un muchacho de apenas unos 20 años
Ya afuera el viejo subía a Mar a un coche tan viejo casi como él, mientras el permanecía parado afuera del vehículo.
-oiga por favor ya déjeme ir, le mentí al policía para que no lo arrestara, le hice un favor, ahora déjeme ir por favor, se lo suplico- decía Mar desesperadamente
-nada, no me vengas con chingaderas, apoco crees que me iba a arrestar ese pendejo, tú te vas conmigo, todavía no acabamos y cuidadito y gritas que te rompo el chipo hasta dejarte sin dientes,- dijo el viejo golpeando la lamina de otro coche tan fuerte que la sumió.
El viejo encendió el auto, el coche comenzó a lanzar una humazón así como explosiones provenientes de su escape, la pobre Mar estaba asustada, volteaba a ver si de casualidad veía a sus amigos pero nada, el viejo le tomo de sus piernas y comenzó a manosearlas.
-suélteme, pare por favor- suplicaba Mar
-que buena estas, tú no eres de aquí verdad?, lo primero que voy a hacer llegando es cogerte y vaciar toda esta leche rezagada que tengo en mis huevos adentro de ese panuchon que te cargas jajajajajaja, nos vamos a divertir mucho- dijo el viejo mientras pasaba su babosa lengua por toda la extensión de sus asquerosos labios.
Continuara………
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Relato erótico: “Dos rubias llamaron a mi puerta y les abrí 6” (POR GOLFO)

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Pasadas las cuatro de la tarde llegamos a la finca, donde preocupado descubrí la presencia de dos camionetas negras aparcadas en su puerta. No tuve que exprimirme mucho el cerebro para saber que eran miembros del gobierno y que nos harían preguntas. Repasando con las tres mujeres nuestra versión, me bajé del todoterreno. Los cinco forasteros, tres uniformados y dos de paisano con pinta de gringos se acercaron a nosotros y me preguntaron si era el dueño de la casa. Sacando mi pasaporte, me presenté como Miguel Parejo, el propietario. Viendo mis papeles en orden, les pidieron a las mujeres que me acompañaban los suyos. Tomasa les dio su cédula costarricense mientras las dos chavalas me pedían las llaves del vehículo porque los tenían en sus maletas. Tras traerlo y verificar el militar que no había nada raro en ellos, tocó el turno a los americanos. Por sus trajes impecables, supuse que eran de la CIA y haciendo que no tenía nada que ocultar, les invité a pasar adentro y disfrutar de aire acondicionado.

            La mujer, una asiática que se presentó como Sara Quan, fue la primera en aceptar mientras me preguntaba qué sabía del accidente de la avioneta.

            ―El incendio que provocó― contesté y señalando un montículo, expliqué que desde la casa solo pudimos divisar la estela de humo.

            ―Tenemos su llamada a la policía registrada y en ella usted hablaba de accidente.

            Advirtiendo que la tal Sara no era inmune a mis encantos, más tranquiló comenté que era la única explicación lógica dado que estábamos en época de lluvias y la selva estaba enfangada.

            ―Trata de hacer fuego con todo encharcado― sonreí mirándola a los ojos.

            La asiática rehuyó mi mirada, consciente de lo mucho que la atraía y pasando a las chavalas les preguntó por su presencia ahí. Ía recordando como los humanos se escandalizaban con el sexo, respondió:

            ―Follar como loca desde que Miguel me dio posada.

            La investigadora no se dejó engañar por la burrada y haciendo su trabajo,  la miró con desprecio mientras observaba que la pelirroja se había agarrado a mi brazo. Molesta por ese arrumaco, le preguntó a ella lo mismo.

            ―Disfrutar como una perra con este macho. No se imagina lo cerdo que es en la cama― replicó Ua frotando su sexo contra mí.

            La desfachatez de las muchachas la indignó y tomando sus pasaportes, fue a su coche a comprobar sus identidades mientras su compañero repetía las mismas preguntas a la mulata.

            ―Soy la cocinera, pregunte en el pueblo― contestó ésta disfrutando al ver el deseo reflejado en los ojos del rubio aquel: ―Deseas algo de picar, puedo traértelo de la cocina, muchachón.

            El agente enmudeció al sentir la mano de la mulata recorriendo su trasero y más cuando en plan coqueta, quiso saber si tenía novia. Por eso agradeció que Sara volviera con el portátil y se pusiera a corroborar con las dos suecas sus identidades.

            ―Por lo que veo, ambas han pedido una excedencia de dos años en sus trabajos, ¿puedo saber por qué?

            Tomando la palabra, Ua respondió siguiendo con el carácter descerebrado que había mostrado hasta entonces:

            ―Estábamos cansadas de la monotonía y decidimos hacer un paréntesis para vivir la vida. Usted hubiera hecho lo mismo si sus únicos amantes fueran descendientes de vikingos más interesados en beber que en complacerla. ¿No le apetece un mojito? La empleada de Miguel los prepara de lujo.

            ―No, gracias estoy de servicio― cabreada quizás al ver que esas crías habían podido realizar sus sueños y ella no, preguntó desde cuando me conocían.

            ―Cinco días con cinco largas noches― imitando a su teórica compatriota, Ía se pegó a mí mientras respondía.

            Al contemplar a esas dos insensatas colgadas de mis brazos, la oriental comprendió que poco iba a sacar de nosotros todos juntos y por ello, se dio por vencida todavía con la mosca tras la oreja.

            ―Jerry, tenemos que seguir― dijo al advertir que el rubio no podía retirar sus ojos del pandero de Tomasa y dirigiéndose a mí, me informó que si tenían preguntas volverían.

            ―Si vienen por la mañana, con seguridad estaremos en la playa. Este par están obsesionadas con tomar el sol ― respondí magreando los culos de las nórdicas.

            La cara de placer de las aludidas dio veracidad a mis palabras y sintiendo que estorbaban, los dos agentes acompañados por los militares se subieron a sus vehículos y se fueron. Al marcharse me quedé con la sensación de que esa tipa sospechaba algo y así se lo hice saber a las chavalas. Dando verosimilitud a mis palabras, Ía cogió su ordenador y se puso a rastrear qué clase de información había consultado la agente. Tras comprobar que no solo se había centrado en organismos oficiales, sino que también las había buscado en redes sociales, declaró muy ufana que no había problema y que lo tenía controlado.

            ―¿Me puedes enseñar tu perfil en Facebook?― pregunté.

            Al revisarlo confirmé mis temores. Era demasiado perfecto, preciso e impersonal, impropio de una joven de su edad. No había referencias a borracheras, fiestas o actitudes juveniles. Todo se circunscribía a sus estudios.

            ―Tenemos un problema― comenté haciéndoles partícipes de sus fallos.

            Comprendieron de inmediato a qué me refería. Bajo un prisma humano, esas ausencias hacían intuir una manipulación deliberada y que esa manipulación estaba destinada a ocultar una actividad poco clara. Asustadas, me pidieron consejo y fue entonces cuando nuevamente Tomasa demostró que, además de saber cocinar, tenía una mente bien amueblada:

            ―Hay que darle carnaza. Vi cómo os miraba y la indignación que sentía al veros en plan melosas con un hombre que teóricamente os dobla la edad. Si le dejáis que descubra un tejemaneje con Miguel, morderá el anzuelo y podréis dirigir sus pesquisas a otro lado.

―¿En qué piensas?― dije interesado.

―Según me habéis dicho, te han convertido en un hombre riquísimo mientras ellas lucen como un par de cerebritos. Debes hacerla creer que la has mentido y que al contrario de lo que la habéis dicho, las niñas llevan trabajando para ti desde hace tiempo en un proyecto secreto.

Pensando en voz alta, comenté que dado los múltiples sectores económicos en los que se suponía estaba involucrado, podían fungir como mis asesoras en la sombra y que por ello habían borrado cualquier tema que pudiera ser usado en su contra.

―Tiene que ser algo gordo. Un tiburón no deja de perseguir a una gran presa por que se le cruce una pequeña― recalcó la viuda.

Pensando que esos agentes estaban investigando una presencia alienígena no se me ocurría nada. Las prodigiosas mentes de esos seres viendo el problema se pusieron a trabajar y tras un par de minutos, Ua preguntó si sería suficiente un nuevo sistema de desalinización que no requiriera gran cantidad de energía. Aunque en un principio no caí en su relevancia, al meditar sobre lo que supondría hacer potable el agua del mar para la humanidad, comprendí su importancia dado que no solo se podría dar de beber a millones de personas, sino que teniéndola en ingentes cantidades podría ser usada para cultivar extensiones que hasta entonces eran secarrales.

―¡Se acabaría el hambre del mundo!― exclamé.

―Y el poseedor de las patentes se convertiría en uno de los hombres más poderosos del mundo. Sería capaz de tumbar gobiernos con la sola amenaza de dejarles fuera del reparto― dejó caer. 

Confieso que me dio vértigo el oírla porque no en vano me había retirado a ese edén huyendo del día a día de la que era mi empresa. La certeza que mi supuesta retirada de los negocios sería vista por los investigadores como lógica al concentrar todos mis recursos en ese hito me hizo acceder a que prepararan esa cuartada, sin olvidar el beneficio global que ese invento provocaría por todo el orbe. Por eso, únicamente pregunté cómo lo harían. Riendo a carcajadas y mientras volvía a insertar sus hebras en el ordenador, Ía comentó que ya era dueño desde hacía dos semanas de una veintena de patentes que la harían posible y que solo faltaba darlo a conocer.

―Para dar mayor credibilidad deberíamos aliarnos a una tecnológica de prestigio― respondí. Al ver sus sonrisas, comprendí que ante de decirlo había ya conseguido una candidata: ―¿Cuál tenéis en mente?

―¿Serviría Alfa Centauro?

No me pasó inadvertido que habían elegido esa gigantesca corporación sueca por algún motivo y cabreado porque me estuvieran soltando la información poco a poco, les exigí que se explicaran.

―Llevan años investigando sobre nanotecnología y ya que vamos a utilizar masivamente esos compuestos, es la que mejor encaja. Sus balances no están demasiado aseados y su actual presidente no vería con malos ojos que un inversor con dinero fresco se haga con la mayoría si con ello blinda su puesto.

―Contacta con él y pídele una cita― respondí viendo por otra parte que cualquier extraño no vería raro que eligiera una empresa del país natal de mis dos principales asesoras.

―Ya lo he hecho, mi amado Íel y está esperando tu llamada.

―Nena, ¿no te olvidas de algo? ¡No hablo su idioma!

―Tú no, pero yo sí― cayendo en el problema, comentó.

Mientras su compañera se dedicaba a conseguir los fondos que necesitaríamos deshaciendo posiciones de bolsa, la puñetera criatura tomó el teléfono y lo llamó. La conversación duró poco. Al cabo de cinco minutos,  luciendo la mejor de sus sonrisas, me contó que tal y como había previsto, el empresario se había mostrado interesado en reunirse con nosotros cuanto antes.

―¿Para cuándo nos has sacado los billetes de avión?― pregunté asumiendo que la cita sería en Estocolmo.

―Mañana a las siete de la mañana, Erik Anderson llegará a San José donde tomará otro vuelo hacia aquí― respondió para acto seguido demostrar por enésima vez que iba por delante de mí mil pueblos al decirme que sería conveniente que llamara a la embajadora por si quería acompañarlo.

―¿Qué tiene que ver Agda en este asunto?

Despelotada de risa, esa arpía replicó:

―Esa zorrita está rendidamente enamorada de ti y su presencia nos viene bien por si los de la CIA siguen indagando. Se andarán con pies de plomo para no crear un problema diplomático.

Fijándome en Tomasa, no vi en ella ningún rastro de celos y extrañado, decidí guardármelo para mí, sabiendo que tendría tiempo para averiguar los motivos por los que, al contrario de lo sucedido con la camarera, que la nórdica babeara por mí no despertaba sus iras.

Para entonces el reloj marcaba las cuatro y tal como era mi costumbre decidí contemplar el aguacero que se estaba formando desde el porche de la casa mientras me tomaba un whisky. La viuda vio mi petición como una normalidad a la que agarrarse y olvidando momentáneamente el cambio que esos seres habían provocado en nuestra rutinaria vida, fue por él. No me quedó duda que tampoco quería estar presente cuando llamara a la cuarentona y por eso, tomando mi móvil no esperé su vuelta para llamar a la embajadora. Agda no tardó en contestar. Al explicarle que deseaba que nos sirviera de enlace con su paisano y que le pedía que lo acompañara a verme, no dudó en aceptar. Y susurrando al micrófono me hizo saber que esperaba que durante la visita pudiera disfrutar de mis brazos.

―No he podido dejar de pensar en ti.

―Yo tampoco― le mentí mientras me despedía de ella hasta el día siguiente.

Todavía no había vuelto Tomasa con mi acostumbrado Cardhu cuando las primeras gotas hicieron su aparición regando los platanales. Ensimismado como tantas tardes con ese fenómeno, no pude dejar de pensar en la forma que solo unos días antes las chavalas que tenía a mi lado habían aparecido llenas de barro y temblando de frio. Sin ser capaz de valorar todavía los efectos que tendrían en mi futuro, comprendí que bien llevadas podían ser una bendición para el ser humano siempre y cuando no se apoderaran de su destino. No podía dejar de valorar su interés por el bien común, pero no por ello podía obviar el peligro que representaban esos seres.

 «Si dos son capaces de acabar con la sed en el mundo,  ¿qué harían miles o millones de ellas interactuando conjuntamente?», medité preocupado mientras escuchaba los pasos de la mulata acercándose.

Respetando mi concentración, tras dejar la bandeja sobre la mesa, Tomasa pidió a las crías que la acompañaran adentro para que no me molestaran. Agradecí el gesto y meneando con un dedo los hielos en el vaso, seguí disfrutando de las columnas de agua cayendo sobre la finca sin dejar de pensar en cómo afrontar el problema. Media hora más tarde el diluvio cesó, no habiendo obtenido una respuesta y meditabundo, entré a la casa. En el salón, Ua e Ía miraban absortas la televisión. Al fijarme en ellas, descubrí que estaban llorando y alucinado me senté a su lado con la intención de saber qué era lo que las había impactado tanto. Ante mi sorpresa estaban viendo “el lago azul”, la vieja película interpretada por una Brooke Shields adolescente que narraba la experiencia de dos niños que se había quedado varados en una isla desierta y cómo poco a poco habían descubierto su sexualidad.

«Esto ha sido cosa de la mulata», comprendí y que no había sido casual que el primer film que contemplaran fuera ese: «Dos huérfanos ante un ambiente desconocido y sin nadie que les explicara qué sucedía a sus cuerpos».

Las risas de las crías cuando en la pantalla Brooke descubre a su compañero masturbándose se convirtieron en lágrimas cuando se daban el primer beso y sintiéndose identificadas, giraron sus caras hacia mí al contemplar la dulce manera en que los protagonistas perdían su virginidad. Reconozco que me sentí incómodo al saber que de alguna forma el siguiente paso en su humanización pasaba por hacerles el amor y levantándome del asiento, dejé que terminar de ver la película ellas solas.

Sabiendo que Tomasa había seleccionado esa historia con un propósito, decidí salir de dudas hablando con ella. Encontré a la viuda preparando la cena ajena a lo que se le venía encima, pero al verla en sus actividades cotidianas no fui capaz de plantarle cara y cogiendo una silla, me puse a observarla en silencio. La belleza de su cuerpo y el meneo de su trasero mientras cocinaba me parecieron algo sublime.

«Es preciosa», sentencié admitiendo por fin que llevaba colado por ella mucho antes que esas mujercitas llegaran a nuestras vidas y que, si no había caído antes rendido ante ella, se debía a sus reparos a que la gente de su pueblo la catalogara como una buscavidas. También fui consciente de que los sutiles cambios en su anatomía solo habían hecho avivar la hoguera de mi interior, convirtiéndola en un incendio.

Saber que mi amor era correspondido me hacía más difícil comprender que no sintiera celos de Agda cuando no era un secreto que me había acostado con ella. Por ello cuando se percató que la espiaba, no pude dejar de atraerla hacia mí y besarla, tratando de compensar que al día siguiente esa rubia llegara a la que ahora era su casa por derecho. Riendo al recibir mis caricias, me pidió que la dejar terminar la cena no fuera a quemarse, pero obviando sus suplicas la abracé con más fuerza. Esta vez no rehuyó mis besos y reaccionando con una pasión que desbordó mis previsiones, me rogó que la amara. Desabrochando su delantal, lo dejé caer al suelo mientras Tomasa buscaba despojarme de la camisa. La urgencia con la que nos desnudamos fue una muestra del deseo que nos dominaba y sin importarnos la cazuela que seguía al fuego, nos lanzamos de cabeza a sellar nuestro amor.

―Tómame, lo necesito― sollozó mientras entrelazaba sus piernas alrededor de mi cintura.

Esa necesidad era la mía y por eso no dudé en acercar mi erección a su sexo. Al sentir mi glande rozando su vagina, la mulata se empaló lentamente dejándose caer. Esa calma me permitió disfrutar de cómo sus labios se iban abriendo y sentir cómo mi pene se sumergía en la hogareña humedad de su coño.

―Te amo, mi dulce negrita― susurré en su oído absorbiendo las sensaciones.

―Te amo, mi perverso blanquito― contestó feliz al notar que la llenaba por completo y con la misma parsimonia con la que se había empalado, comenzó a moverse mientras buscaba mis besos.

Nuestras lenguas se entrelazaron en su boca y mis manos recorrieron sus pechos al ritmo que ella marcaba izándose y dejándose caer sobre mi miembro. Poco a poco fue exigiéndome más forzando y alargando mis penetraciones hasta que ya presa de lujuria, buscó su placer pidiendo que mamara de sus pechos. Ni siquiera había aproximado la boca a sus areolas cuando de pronto vi dos pequeños chorros emergiendo de ellas. Incapaz de rehuir a su llamada, abrí mis labios para apoderarme de sus pezones. Al sentirlo, gimió descompuesta acelerando los movimientos que tanto placer la proporcionaban mientras me rogaba que, aunque sabía que me tendría que compartir, nunca la dejara.

 ―Mi corazón siempre será solo tuyo― respondí impresionado con la hondura de sus sentimientos.

Esa frase con la que ratificaba que lo nuestro no era solo sexual la impulsó a incrementar más si cabe la velocidad con la que buscaba que derramase mi simiente en su interior. No me importó que esa belleza de ébano zarandeara mi virilidad como tampoco que en su lujuria clavara sus uñas en mi espalda marcándome como suyo. Tenía claro que el destino y esas arpías iban a proporcionarme distintas mujeres para que las fertilizara, pero también que al llegar la noche buscaría siempre los brazos de Tomasa.  Asumiendo que quizás hubiesen reservado un papel parecido a la mujer que estaba amando, curiosamente lo comprendí.

«Para ese par, somos la Eva y el Adán que formalizaran el nuevo pacto con su especie», pensé mientras una y otra vez mi glande chocaba con la pared de su vagina. Los sollozos de Tomasa me hicieron volver a la realidad y no pude más que olvidando mis reparos, buscar complacerla sin que el oscuro nubarrón que se cernía sobre nosotros pudiera ocultar mi alegría al saber que siempre la tendría a ella iluminando mi existencia con su cariño.

El placer no tardó en llamar a su puerta dada la insistencia con la que estaba horadando su fértil sembradío y voz en grito me informó que se corría al sentir que un orgasmo brutal se iba formando en el fondo de sus entrañas. Queriendo que mi propio clímax coincidiera con el suyo, aceleré el compás de mis caderas.

―Me corro― repitió mientras su cuerpo ardía de gozo con el cambio de velocidad.

Dando un lugar prominente a mi amada pareja, me olvidé de mi placer y busqué únicamente que ella disfrutara mamando de sus pechos. Al sentir nuevamente mi boca succionando hambrienta en sus pezones, Tomasa rugió convertida en una pantera y mordió mi cuello marcándome para siempre como su propiedad. Todavía no comprendo, pero sus dientes hundiéndose en mi carne me liberaron y sucumbiendo ante ella, acepté su autoridad como la gestora de mi destino mientras esparcía mi semilla dentro de ella. 

Seguíamos abrazados sobre la mesa de la cocina, disfrutando con los estertores de nuestros orgasmos cuando a nosotros llegó el olor a quemado.  Muerta de risa mientras apagaba la lumbre y tiraba el guiso a la basura, mi adorada diosa me acusó de ser el culpable de que esa noche tuviésemos que salir a cenar fuera.

―¿Dónde te apetece ir? – descojonado reconocí el pecado.

10

De acuerdo en cenar fuera, fuimos a notificar a “nuestras niñas” que esa noche iríamos a un restaurante especializado en pescado. Al llegar al salón, ambas seguían absortas viendo el final de la película sin percatarse de nuestra llegada mientras en la pantalla los actores se dejaban llevar por la corriente pensando que era el final de sus días. Viendo la angustia con la que recibían esas imágenes decidí que terminaran de ver como el padre del muchacho los recogía de la balsa salvándoles la vida. Tal y como esperaba, al ver que acababa bien y que la pareja era rescatada, sonrieron sintiéndose quizás representadas.

―Veo que os ha gustado― comenté al advertir que respiraban relajadas con ese final.

―Sí― contestó Ua mientras se secaba con una de sus mangas las lágrimas: ―Me sentía fatal pensando que esos muchachos y su hijito iban a morir sin poder hacer nada por evitarlo.

Por sus palabras comprendí que creían que lo que habían estado viendo era algo real y no producto de la imaginación de unos guionistas. Sentándome junto a ellas, les expliqué que no era un documental sino una historia ficticia. Como no parecían comprender lo que les decía busqué en mi móvil a Brooke Shields en la actualidad y mostrándosela en la pantalla, comenté que la joven que habían visto en esa isla ya tenía cincuenta y cinco años.

―Entonces, ¿no era cierto? ¿El cocinero no murió? ¿Ni nada de lo que vimos pasó en la realidad?

Desconcertado al comprobar lo poco que sabían de los humanos a pesar de sus mentes prodigiosas, dediqué más de un cuarto de hora en explicarles que al igual que los escritores plasmaban en sus libros historias, que o bien habían oído o bien se habían inventado, los directores de un film hacían lo mismo. Cogían sus vivencias o las de otros, le daban forma y creaban un producto con el que los espectadores disfrutaran. Que como en “el lago azul” algunas veces podía ser en plan romántico, pero también podía ser una comedia o incluso una película de terror.

―¿Quién paga para pasar miedo?― preguntó la rubia escandalizada.

Me abstuve de anticiparla que también había de guerras o de desgracias naturales, si se quedaban en la tierra ya tendrían tiempo de saberlo y dándolas por imposibles, les comenté que debido a la torpeza de Asa tendríamos que salir a cenar fuera.

―Serás cretino, mi pérfido amor. Si se me quemó la cena fue por tu insistencia en desperdiciar una simiente que tanto necesitan nuestras zorritas― respondió haciéndome también responsable de que esos dos bellos seres pudiesen pasar hambre.

―No te preocupes, Asa― replicó la pelirroja acariciando las ubres de la cocinera:― Nuestro macho tiene suficiente reservado para nosotras y si no lo tiene, buscaremos nuestro sustento en ti.

No pude evitar la carcajada al ver crecer bajo la blusa de la mulata sus pitones e imprimiéndoles prisa, les pedí que se cambiaran porque el sitio al que íbamos era el más elegante del pueblo y quería que estuvieran guapas para los parroquianos del lugar. Aceptando mi sugerencia las tres mujeres se fueron a preparar mientras me quedaba pensando en qué más ignoraban esas criaturas de los humanos. Media hora tardaron en estar listas, pero no me quejé al comprobar el esmero con el que se habían acicalado y sintiéndome un jeque árabe en compañía de su harén, les abrí la puerta del coche para que se subieran. No habían aposentado sus traseros en los asientos cuando empecé a escuchar a Gloria Estefan cantando uno de sus éxitos.

«Menos mal que nos les ha dado por el Heavy», sonriendo medité pensando que, si ese hubiera sido el caso, cualquier mañana me hubiesen despertado con el vocalista de Iron Maiden desgañitándose.

Los quince kilómetros hasta Puerto Jimenez me parecieron pocos al volante de ese prodigio de la ingeniería y apenas diez minutos después aparqué frente a Soda Marbella. Al ver la humildad de ese sitio, temí que la comida fuera acorde con el ambiente, pero Tomasa viendo mi cara me aseguró que era el mejor lugar para comer marisco de toda la zona. Creyéndola, apagué el coche y nos bajamos. Al aparecer en el local, la dueña dejó todo y acudió a saludar a su paisana. El afecto con el que las dos mulatas se trataron me tranquilizó ya que era seguro que la tal María se esmeraría en darnos de cenar estando su amiga entre nosotros. Lo que no preví fue que Manuel, el sargento, estuviese cenando en una de sus mesas con los gringos y menos que alzando la voz, nos invitase a acompañarnos. No deseando mostrar las pocas ganas que tenía de disfrutar de la compañía de los agentes de la CIA intenté disculparme, pero entonces actuando con una temeridad indiscutible vi que Ua e Ía se sentaban, dejando a Tomasa entre los dos hombres y a mí a la derecha de Sara.

―Me viene estupendo su llegada― dijo la oriental en cuanto tomé asiento y señalando discretamente a las supuestas nórdicas preguntó: ―¿Me puede explicar por qué prefirió que pasaran como sus amantes y no como sus estrechas colaboradoras?

 Tomando la servilleta y llevándola a mis piernas, contesté:

―Secreto industrial. Si me da dos días, comprenderá porque estas crías se han desplazado hasta aquí.

―¿No puedes anticiparme algo?― insistió tuteándome por vez primera.

Por su tono, intuí que esa monada de ojos rasgados estaba afectada por mis hormonas y que lo que realmente quería era saber si tendría alguna posibilidad de acabar en mi cama. Sonriendo, cogí su mano y murmuré en su oído:

―Pasado mañana, la invito a cenar y le cuento todo lo que usted ya sabe.

No supe si enrojeció al sentir mis dedos jugueteando con los suyos o porque hubiese descubierto que había violado mi intimidad escarbando en mis negocios, lo cierto es que no hizo ningún intento de quitarla mientras las dos criaturas no perdían detalle de mi comportamiento. Y no menciono a Tomasa, porque bastante tenía la pobre con defenderse del acoso al que la estaban sometiendo tanto Manuel como el rubio gigantón compitiendo entre ellos para que les hiciera caso.

―Sara, ¿tienes un marido o una pareja esperando en Estados Unidos?― con desfachatez preguntó Ua forzándola a descubrirse.

Para mi sorpresa, la agente no se quejó de esa intromisión en su vida privada y sin dejar de mirarme a los ojos, le respondió que vivía en San José y que estaba soltera y sin compromiso. Juro que me quedé helado al ver que disimuladamente la pelirroja hundía sus hembras en el brazo de la oriental y más cuando satisfecha con lo que había encontrado en ese breve examen, sin preguntarme le ofreció que la próxima vez que viniera a la zona se quedara en mi casa.

―No me gustaría molestar― ajena a haber sido auscultada, respondió diplomáticamente no queriendo evidenciar la ilusión que le había hecho esa propuesta.

Supe que habían visto algo en los genes de la investigadora que cuadraba con su misión, pero nunca me imaginé que desde el otro lado de la mesa y apoyando a Ua, Ía insistiera:

―No molestaría, Miguel tiene una cama grande donde le haríamos un sitio.

O bien durante el examen habían preparado el terreno con una inyección de estrógenos o por el contrario esa joven policía tenía la sexualidad a flor de piel, porque en vez de escandalizarse se mordió los labios mientras contestaba que se lo pensaría. Nuevamente Ua, haciéndole una carantoña en la mejilla, traspasó los limites susurrando en su oreja el placer que obtendría cuando yo, su amado jefe, hundiera mi boca entre sus piernas. En vez de levantarse e irse, Sara instintivamente cerró sus rodillas al imaginarse mi lengua jugando en su sexo. Su entrega hizo que bajando la mano por debajo del mantel la pelirroja comenzara a recorrer con sus dedos los muslos de la mujer mientras las miraba petrificado.

―Una cerveza― pedí al camarero consciente de que en esos precisos instantes Ua estaba explorando los límites a los que podría llegar la calentura de esa asiática.

―Otra para mí― sollozó ésta al sentir una yema hurgando por debajo del tanga que llevaba puesto.

Tras comprobar la pelirroja la humedad que anegaba la entrepierna de su víctima, decidió que era suficiente. Sacando su mano de debajo de la mesa, llevó sus dedos impregnados de flujo mientras dulcemente me pedía que se los lamiera para que así pudiese confirmar si me iba a gustar el conejo que pasado mañana tendría para cenar. Al comprobar que Sara esperaba ansiosa el resultado, saqué la lengua y caté por anticipado ese manjar. No mentí cuando cediendo a mi propia lujuria, respondí que estaba delicioso pero que prefería tomarlo directamente de su envase. Al escuchar mi burrada, la agente empezó a temblar y ante mi sorpresa, se corrió calladamente mientras, ignorando el orgasmo que estaba sufriendo su compañera, Erik contaba un chiste a la mulata, tratando de ganarse su favor.

Con las risas de Tomasa todavía resonando en sus oídos, Sara se disculpó diciendo que necesitaba ir al baño y levantándose, huyó. Ua esperó a que desapareciera para reírse de sus prisas en ir a masturbarse y como si fuera una información que me interesara, me hizo saber que estaba en sus días fértiles por lo que, si la acompañaba al servicio, era seguro que la dejaría embarazada.

―Los hombres no siempre buscan tener descendencia al tomar a una mujer― musité en voz baja: ―La mayoría de las ocasiones es lo último que queremos. Con el placer nos basta.

Mis palabras las dejaron pensando y fue la rubia la que finalmente me hizo la pregunta que debía estar rondando en sus mentes desde hace un par de días:

―Entonces, no te importaría amarnos como mujer sabiendo que con ello no tendrías un hijo.

Tal y como había planeado si se entregaban a mí, eso las haría humanizarse y por eso,  contesté :

―No tenéis por qué preocuparos al no querer ser madres. Si algún día decidís que os tome, decídmelo y lo haré encantado.

―¿Puede ser hoy? Mi amado Íel― preguntó totalmente colorada su compinche.

Comprendí que la dichosa película y la forma en que la protagonista había descubierto su sexualidad les había entusiasmado cuando, acompañando a la pelirroja, la rubia propuso esa noche que durmiéramos en la playa.

―¿No preferís la cama? Es bastante más cómodo para vuestra primera vez.

 Para mi sorpresa, aceptaron siempre que me comprometiera a amarlas otro día a la luz de la luna con el rumor de las olas como música ambiente. No me quedó duda que esa cursilada la habían sacado de una canción. Lanzándolas un beso, se lo prometí mientras pedía una botella de vino para saciar la sed que esa petición había creado en mi garganta. Si bien era algo que buscaba, saber que en cuanto llegara a casa las tendría por fin me tenía de los nervios, ya que no recordaba haber desvirgado a alguien.

«La primera vez es importante», me dije pensando en mi ex y en los miedos que un estreno lamentable había provocado en ella y que, por culpa del bruto de su novio de entonces, quedó marcada para siempre.

Seguía pensando en eso cuando acomodándose la ropa Sara salió del baño y volvió a la mesa. Su sofoco no había desaparecido y por eso cuando se sentó le costó hablar y permaneció callada mientras Erik monopolizaba la conversación contando anécdotas de su trabajo. La cordialidad que mostraban los investigadores asignados al accidente me informó que nos habían descartados como sospechosos y por eso me permití preguntar a la oriental cómo iban sus pesquisas.

―Estamos en un callejón sin salida― reconoció: ―Todo lo que envuelve a este caso es muy raro. Nuestros jefes nos mandaron a indagar creyendo que era o una nave rusa o una china dado que según el radar apareció de improviso a más de diez mil de altura y solo los aviones militares llegan a esa altura. Al tomar muestras del amasijo de hierros, nuestros científicos comprobaron que eran de una aleación desconocida de la que nunca habíamos oído hablar.

―Entonces habéis llegado a la conclusión que sea de quién sea os llevan la delantera― comenté.

―Eso pensaban, pero tras un segundo análisis descubrieron la presencia de metales que no existen mas que teóricamente y eso ha abierto otras posibilidades― declaró en voz baja, temiendo ser oída.

Esa locuacidad en una espía no era normal en una espía y con el convencimiento de que algo habían tenido que ver Ua y su examen, insistí en qué país centraban ahora sus sospechas. Viendo que Erik seguía tonteando con mi mulata, musitó:

―Una parte de los expertos consultados no creen posible que su origen sea terráqueo.

Quitando importancia a la confidencia que me acababa de hacer, me reí haciéndole ver que solo los muy crédulos creían en Ovnis.

―Eso pensé al principio, pero al investigar los restos biológicos llegaron a la conclusión que esos seres respiraban amoniaco.

Esa información sobre los antiguos protectores de las muchachas me interesaba y a pesar de que intenté que no se me notara, no estoy muy seguro de que lo hubiera conseguido al preguntar:

―¿Me estás diciendo que lo que en teoría eran unos pulpos en realidad eran los tripulantes y que encima eran alienígenas?

Dudó antes de responder:

―Que no eran de aquí, parece claro… pero gracias a que sus cuerpos estaban casi intactos los biólogos pudieron examinarlos y hallaron que, por el tamaño de sus cerebros, esos bichos no podía ser los pilotos ya que debían tener una inteligencia muy limitada.

Mi cara de sorpresa alertó a las crías que algo pasaba y por ello pudieron escuchar a la oriental comentando que esa era la razón por la que ellos seguían ahí, ya que buscaban supervivientes.

―No habéis pensado en que pudiera ser una nave no tripulada― pregunté tratando de abrir otra línea de investigación.

            ―Lo hemos contemplado, pero la trayectoria que siguió antes de estrellarse sugiere que esa nave dejó algo en la superficie antes de volverse a elevar y estrellarse.

            Olvidándome de ella, observé a las crías y descubrí que rehuían mi mirada al darse cuenta de que Sara acababa de desmontar la versión que nos habían dado. El accidente era una coartada para ocultar que premeditadamente las habían dejado frente a mi casa. Mi cabreo no evitó que siguiera indagando y acomodando mis ideas, pregunté si entre las diversas hipótesis de trabajo creían que los pasajeros del ovni habían desembarcado con anterioridad al accidente. Temiendo quizás haber hablado ya de más, Sara aprovechó que llegaba el camarero con la comida para no responder. Reconozco que me quedé con ganas de averiguar qué más sospechaban,  pero sabiendo que en dos días cenaría con ella a solas, decidí no insistir y probé mi langosta.

Al comprobar que Tomasa no había mentido al alabar la cocina del lugar, miré a la negrita y comprobé que estaba gozando con las atenciones del gigantón. Recordando lo mal que lo pasó durante su matrimonio y que apenas acababa de redescubrir el sexo, no quise que dejara de disfrutar de su renovado atractivo y me dediqué a agasajar a Sara preguntándole por su vida. Así me enteré de que llevaba en Costa Rica dos años y que antes había estado destinada en México. Nuevamente la oriental se fue de la lengua comentando pasajes por los que ni siquiera le había interrogado y me explicó que su novio la había dejado apenas hacia seis meses por que no aguantaba sus prolongadas ausencias.

―No podía aceptar que antepusiera mi trabajo― se quejó.

Rompiendo el mutismo en que se había instalado, Ía le preguntó si se había buscado alguien que le supliera.

―No he tenido ni tiempo ni ganas hasta ahora― respondió buscando en mis ojos una señal que le permitiera creer que estaba interesado en ella.

Su desamparo me impactó porque no en vano la había catalogado como una persona autosuficiente, capaz de conseguir al hombre que le viniese en gana. Al saber que no era así y que tras la fachada de funcionaria de inteligencia se escondía una mujer indecisa, me permití decir:

―No te preocupes ya llegará tu momento. Eres una mujer preciosa.

Mi piropo consiguió el efecto contrario al que quería. En vez de sonreír, Sara se echó a llorar desconsolada diciendo que su tren había pasado. Para mi sorpresa, Ua que estaba a su lado dejó de comer y la acogió entre sus brazos, intentando consolarla.

―Desahógate, estás entre amigos― susurró mientras acariciaba a la joven.

Desde mi silla, estaba observando que esos mimos no tenían ninguna connotación sexual y que únicamente buscaban confortarla, cuando de repente caí en las lágrimas que recorrían las mejillas de la pelirroja. Intrigado miré a su compañera y descubrí en sus ojos, que de alguna forma ambas estaban compartiendo el dolor de Sara.

«No pueden dejar de sentir empatía por ella», me dije viendo en ello un arma que usar contra esos seres.

La confirmación que en su naturaleza estaba el solidarizarse con los desafortunados e intentar hacerles mas llevaderas su angustia vino cuando imitando a Ua, la rubia acercó su silla a donde permanecían abrazadas y trató de ayudarla preguntando qué podía hacer para que se sintiera mejor mientras hundía sus apéndices bajo el pelo de la oriental. Consciente que nadie podía ver lo que estaba haciendo, me quedé esperando el resultado de su examen. Solo habían pasado unos segundos cuando, girándose hacia mí, Ía me rogó que tomara de la mano a Sara.

―Necesita tu contacto― me dijo con tono dulce confirmando de esa manera que había visto en la mente de la oriental que yo era la solución a sus problemas.

No pensé en cómo lo había averiguado ni en que quizás la congoja de esa mujer se había visto magnificada por haber sido manipulada por ellas e instintivamente cogí la mano de Sara. Tal y como había previsto la rubia, ese gesto consiguió aplacar la espiral autodestructiva de la agente y poco a poco se fue tranquilizando.

―Gracias― sin soltarme, musitó ya más repuesta y viendo que del otro lado de la mesa su asistente seguía charlando animadamente con Tomasa, intentó disculpar su arrebato bajando el volumen de su voz.

―No has hecho nada por lo que tengas que pedir perdón― le dije mientras recriminaba con los ojos a los dos seres su supuesta metedura de pata. Confirmé que era así y que habían contribuido a incrementar la zozobra de esa agente cuando totalmente avergonzadas fueron incapaces de sostenerme la mirada.

«Eso les ocurre por sentirse Dios», murmuré para mí cabreado: «No comprenden a los humanos y aun así se atreven a manipularnos».

Haciendo un gesto a la rubia, le pedí que me acompañara al baño. Sabiendo sus culpas, Ía se levantó acojonada y en silencio me siguió por el restaurante. Cuando ya nadie podía vernos, la cogí del brazo y le eché una bronca que no estaba destinada solo a ella sino a las dos, acusándolas de ser una irresponsables al no saber medir sus actos.

―Los humanos no somos vuestras mascotas y menos vuestras cobayas― le dije mientras la zarandeaba.

Hoy sé que me pasé de violento y que no medí mi fuerza, pero estaba fuera de mí cuando al ver que no parecía comprender su pecado le solté un tortazo que la tumbó. Lejos de compadecerme de ella al verla despatarrada en el suelo, volví a mi sitio. Ua supo que algo había pasado al verme solo y disculpándose con la oriental, fue en busca de su compañera. Sara aprovechó que se habían ido para comentar la suerte que tenía al tener dos colaboradoras tan amables.

«Amables, ¡mis huevos! ¡Son un par de zorras!», mentalmente exclamé sin exteriorizar mi disgusto ante ella.

Al cabo de unos minutos y cuando ya estábamos en el postre, retornaron cabizbajas y en silencio se sentaron lo más alejado posible de mí. Pasando de ellas,  pedí un whisky que me hiciera olvidar mi enfado. Tomasa que hasta entonces se había mantenido al margen se percató al instante de la actitud reservada que mantenían y corriendo a su lado, les preguntó que había ocurrido. Con lágrimas en los ojos, Ía se lo explicó creyendo quizás que obtendría consuelo, pero en vez de ello, la mulata se indignó y les dijo que ella les hubiese dado una paliza por irresponsables.

―Habéis tenido suerte que fuera Miguel y no yo― les espetó dejándolas solas rumiando su desesperación.

“Mi nuera, ¡una ingrata! Mi venganza, ¡una necesidad!” LIBRO PARA DESCARGAR (POR GOLFO)

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SINOPSIS:

La relación entre un suegro y su nuera no siempre es idílica. Muchas veces con el paso de tiempo, el continuo roce hace que se vaya convirtiendo en auténtico odio. Ese fue el caso de nuestro protagonista. Creyendo que era una buena influencia, cuando su hijo presentó a su chica, incluso alentó el noviazgo. Pero tras diez años de conocerla, la rubia demostró ser una zorra egoísta e insaciable que terminó separando a la familia.
Un accidente en el que perdió a su chaval cambia su forma de pensar y dejando atrás todo el decoro y la hipocresía que hasta entonces habían marcado su actuación, Pedro decide vengarse de su nuera y como primera medida, la arruina y se queda con su nieto…

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

Para que podías echarle un vistazo, os anexo EL  PRIMER CAPÍTULO:

Capítulo 1

1

La relación entre un suegro y su nuera no siempre es idílica. Muchas veces con el paso de tiempo, el continuo roce hace que se vaya convirtiendo en auténtico odio. Ese fue mi caso. Cuando mi hijo Manuel me presentó a su chica, en un principio me pareció una rubita graciosa y bonita incapaz de romper un plato y por eso incluso alenté su noviazgo. Ahora tras diez años de aquello, me arrepiento porque esa cría demostró ser una zorra egoísta e insaciable que solo pensaba en el dinero que algún día heredaría. Si eso era de por sí motivo suficiente para detestarla, que tuviera por madre a un zorrón desorejado que exigía a su yerno cada vez más para mantener su alto nivel de vida, era algo que me sacaba de las casillas.

Cuando me di cuenta de que esa niña era un jodido parásito ya era tarde, porque Manuel ya se había casado con ella. Aun, así como padre me vi obligado a hablar con mi hijo y de hombre a hombre, explicarle la pésima opinión que tenía de su esposa y sobre todo de su puñetera familia.  Desgraciadamente, el chaval se puso de parte de ella de forma que nuestra relación se fue enfriando hasta el extremo que ni siquiera me invitó al bautizo de su hijo.

Os juro que, aunque esa descortesía me dolió, más lo fue el motivo que adujo mi chaval cuando le eché en cara no hacerlo:

―Sonia no tiene por qué aguantarte y quiero que ese día sea perfecto.

Ni siquiera me digné a contestarle lo que opinaba de esa arpía y desde entonces solo había hablado en contadas ocasiones con él.  Gracias a la esmerada educación que le había dado, mi hijo era autosuficiente. Con un buen trabajo y un mejor sueldo, no necesitaba de mi ayuda. Sé que hoy me arrepiento de no haber intentado otro acercamiento, pero el propio ritmo de vida en el que estaba inmerso evitó que lo hiciera pensando que tendría tiempo para ello en el futuro.

Para que os hagáis una idea más exacta de lo hijo de puta que resultó esa monada, un dato: Habiéndome separado de mi mujer hacía un montón de años, Sonia consiguió que mi ex y yo nos pusiéramos de acuerdo en algo:

¡Nuestra nuera era un mal bicho!

Conmigo ya lejos de Manuel, se concentró en su madre y cuando mi nieto tenía escasos tres meses de vida, un día la echó de su casa. Todavía recuerdo ese día, fuera de sí, Aurora me llamó para contarme lo sucedido. Por lo visto, había discutido con Teresa, la madre de Sonia y al enterarse su hija, a base de empujones la había puesto de patitas en la calle sin que mi chaval hiciera algo por evitarlo.

―Pedro, esa mujer está loca y tiene a nuestro hijo embobado― me soltó casi llorando

No pude estar más de acuerdo y dándole la razón, le pedí que, ya que Manuel había roto cualquier puente conmigo, ella al menos intentara seguir en contacto con él. Pero tal y como me temía, mi ex también se vio apartada de su lado y por eso durante dos años, apenas supimos nada de su vida.

Si obviamos mi fracaso con mi chaval, en ese tiempo, la vida no pudo más que sonreírme y aunque el resto del país estaba en crisis, mi empresa fue como un tiro y conseguí convertirla en una perita en dulce por la que diversos inversores empezaron a interesarse. Cansado del día a día y tras varios meses de negociaciones, conseguí venderla a un precio tan elevado que con cincuenta y cinco recién cumplidos me jubilé.

Con muchos ceros en mi cuenta corriente, creí que había llegado el momento de cumplir esos sueños que el trabajo me había impedido hacer. Desgraciadamente, los hechos se ocuparon de hacerlo inviable.

Estaba celebrando la venta y mi nueva vida con un amigo cuando recibí la llamada de mi nuera. Supe antes de contestar que algo grave pasaba para que esa egoísta se olvidara del odio que sentía por mí y me llamara.  Mis negros augurios se cumplieron al escuchar que, desde el otro lado del teléfono, Sonia me informaba de que su padre y mi hijo habían sufrido un accidente. Con su voz encogida por el dolor, mi nuera me contó que su viejo había muerto y que Manuel estaba ingresado en la unidad de cuidados intensivos.

Confieso que no supe que contestar y con el alma destrozada, solo pude preguntar por el hospital donde le estaban tratando. Al colgar, como un huracán, la angustia por haber fallado como padre me golpeó en la cara y sin ánimo de ni siquiera conducir, le pedí a mi amigo que me llevara hasta allá. Al llegar al Gregorio Marañón, la primera persona con la que me topé fue mi consuegra que ni siquiera me saludó. Pero lo más increíble fue que cuando sabiendo que había perdido a su esposo, me acerqué a darle el pésame, esa perra hija de siete padres tuvo los santos huevos de echar la culpa de su fallecimiento a mi hijo.

Con inaudita paciencia, la escuché achacar a Manuel ese accidente tras lo cual, le solté:

― ¡Qué te den por culo! ― y sintiéndome liberado, fui a ver a mi hijo.

Al llegar a su planta, pregunté si alguien podía informarme y tras varias gestiones conseguí que saliera un médico. El internista me explicó que el traumatismo craneal de mi chaval era tan importante que era difícil que sobreviviera y que de hacerlo le quedarían graves.  Mi vida se desmoronó en un instante al saber que lo perdía. Todavía estaba intentando asimilar la noticia cuando llegó Sonia hecha una energúmena y con muy malos modos, me echó de allí y prohibió a los médicos que me permitieran pasar a despedirme de Manuel.

Ese enésimo enfrentamiento fue la gota que colmó el vaso y os tengo que reconocer que, a partir de ese momento, mi rencor se transformó en autentico animadversión y solo podía pensar en cómo joder la existencia a esas dos putas.

Lo primero que hice fue llamar a mi abogado para intentar que un juez me permitiera acceder a donde estaba mi hijo, pasando por alto la orden de esa maldita. El letrado una vez había terminado de exponerle el asunto, me dio su opinión:

―Pedro, ¡no tienes nada que hacer! Con tu hijo incapacitado, la opinión de tu nuera es la que prevalece.

Cómo comprenderéis, eso no me contuvo y ordenándole que de todas formas lo intentara, comprendí que, si quería estar con mi retoño en sus últimos momentos, debía utilizar otros caminos.  Sin salir del hospital, me fui directamente a ver al director. El tipo resultó ser un ser humano excepcional y tras escuchar mi situación, se puso en mi lugar y me dijo:

―Cómo la orden de su nuera es tajante, legalmente no puedo hacer nada― ya creía que me iba a ir de su despacho con las manos vacías cuando le escuche decir: ―Pero como padre lo comprendo y por eso le propongo que vea a su hijo cuando tengamos la certeza de que su mujer no va a estar en el hospital.

Esperanzado pregunté:

― ¿A qué hora sugiere?

El director me contestó:

―De dos a tres de la madrugada.

Ese fue el motivo por el cual durante los treinta y tres días en que mi hijo tardó en morir, tanto Aurora, su madre, como yo fuimos una presencia nocturna constante en esos pasillos. Aleccionada por su jefe, la enfermera de la noche nos dejaba pasar y sentarnos durante una hora a ver como nuestro Manuel le costaba aspirar del oxígeno al que estaba conectado. Cada uno de esos minutos, no redujo sino acrecentó el odio que sentía por esas dos brujas hasta hacerlo mi razón de vivir.

Por eso, os tengo que confesar que antes de que tuviera que enterrar a mi hijo, ya tenía planeada mi venganza. Lo más gracioso fue que las armas con la que les iba a hacer pagar a esas zorras todas sus afrentas me las dieron ellas mismas. Acostumbradas a vivir al día sin pensar en el futuro, no habían ahorrado. Con sus hipotecas al límite y sin más fuente de ingreso que la pensión de viudedad, esas dos mujeres la iban a pasar mal. Averiguando a través de un detective, descubrí varios malos manejos de mi difunto consuegro y a través de una denuncia anónima, informé de ellos a la agencia tributaria. Sé que hice mal, pero falsifiqué un par de papeles para que pareciera que mi hijo había sido su cómplice de forma que Hacienda les instruyó un expediente y embargó incluso esa pensión.

Con la paciencia que da el resentimiento, esperé que fallaran en las cuotas de sus hipotecas y me acerqué a su banco. Tras una brevísima negociación, compré las deudas a través de una de mis compañías y a los tres meses del entierro de mi chaval, les metí una demanda de desahucio.

― ¡Qué se jodan las muy putas! ― pensé nada más firmarla.

Una vez con todo en marcha, me relajé y me puse a buscar una finca donde vivir. Por una vez, la suerte me sonrió y conseguí comprar un cortijo a cincuenta kilómetros de Sevilla, donde no solo iba a vivir con mi nieto, sino que era el sitio donde iba a tener lugar mi venganza. Los jueces, como no podía ser de otra forma, me dieron la razón y las echaron de sus casas.

«Sus penurias solo han empezado», me dije el día que conocí la sentencia y llamando a mi abogado, le di vía libre para que ejecutara mi siguiente paso.

Con otra vuelta de tuerca y basándome en la cuasi indigencia en la que había quedado mi nuera, reclamé la patria potestad de mi nieto. Sabía que esa reclamación teniendo en contra a un buen abogado no tendría éxito, pero como esa indeseable no podría pagarlo, me froté las manos por anticipado.

Tal y como había previsto, Sonia en cuanto se enteró de mi demanda me telefoneó hecha una furia y llamándome de todo menos bonito, me juró que no pararía hasta hacerme la vida imposible.

―Mira zorrita― la repliqué cuando dejó de soltar improperios por su boca: ― Soy mucho más rico e inteligente que tú y encima te llevo ventaja; he tenido tiempo para preparar mi venganza. ¡Llámame cuando quieras negociar! ― tras lo cual colgué.

Los acontecimientos a posteriori me dieron la razón y sin dinero con el que pagar a un defensor de prestigio, se tuvo que conformar con acudir a uno de oficio y como dice el viejo dicho: “Al que obra mal, se le pudre el culo”, mi pobre e hija de perra nuera tuvo la mala fortuna de caer en manos de un corrupto. El cual al enterarse de quien era su contrincante, prefirió pasarse por mis oficinas y sacar un buen redito de ese asunto en vez de pelearlo.

Cómo os imaginareis, se vendió traicionándola. El juicio, como no podía ser de otra forma, resultó ser un desastre para sus intereses y justo el día en que mi hijo hacía seis meses muerto, el juez me otorgó la patria potestad y la custodia de mi nieto. Cuando acompañado de un oficial de policía acudí a la pensión donde malvivían esas dos putas a recoger a Manolito, Sonia quiso darme pena y llorando a moco tendido, se arrodilló a mis pies pidiendo que no le quitara a su hijo.

Pateándola a un lado, me deshice de ella y cogiendo a mi nieto en mis brazos, descubrí que para el niño era un desconocido y que no quería venir conmigo. Curiosamente sus lloros y los berridos de la zorra de su madre me sonaron a música de Beethoven y mirando a esa rubia a la cara, le dije:

―Despídete de Manolito, dudo que lo vuelvas a ver. Ahora mismo nos vamos a vivir a Sevilla.

El dolor de esa madre fue inmenso, pero no mayor al que sentí cuando esa puta me apartó de mi hijo y por eso en vez de compadecerme de ella cuando desesperada me amenazó con suicidarse, le solté:

―Si quieres matarte, ¡hazlo! Pero si quieres otra salida, te espero con tu madre esta tarde en mi casa― y dejándola tirada en el suelo, me fui con su hijo en mis brazos.

2

Nada más salir de esa mierda de pensión y ante mi manifiesta incapacidad de acallar los llantos de mi nieto, decidí optar por la solución más fácil y llevé al crío a casa de su otra abuela. Aurora, con la que gracias a mi nuera me había reconciliado, se quedó muda al verme entrar con Manolito y cogiéndolo de mis brazos, lo empezó a besar como desesperada.

Mirando la escena, sonreí al darme cuenta de que, aunque seguíamos sin ser pareja, al menos nos hablábamos.

― ¿Cómo has conseguido que esa guarra te lo deje? ― me preguntó una vez había calmado su necesidad de cariño.

Muerto de risa le expliqué que desde que nuestro hijo había muerto, me había abocado a hacer que la existencia de esas dos fuera la peor posible y que por fin me habían dado la patria potestad del crío:

― ¡Qué se jodan! ― exclamó al escucharme y tras unos instantes comprendió que, si yo era el tutor del chaval, iba a tener la oportunidad de verlo cuando quisiera, directamente me lo preguntó.

― ¡Por supuesto! ¡Eres su abuela! ― le respondí y acercándome a ella, aproveché que tenía las manos ocupadas con su nieto para acariciarle el culo, mientras le decía al oído: ―Si quieres cuando vengas, puedes dormir en mi cama.

Aurora, al sentir mis caricias, suspiró como una gata en celo y retirando mi mano de sus nalgas me dijo:

― ¡Pedro! ¡No sigas que llevo muchos años a dieta!

Su confesión me extrañó de sobre manera porque mi ex era una cincuentona de muy buen ver y no tenía duda alguna de que debía de haber recibido más de una propuesta al respecto. El morbo de descubrir que llevaba tiempo sin sexo me hizo buscar el provocarla para ver como reaccionaba y pegándome mi pene contra su culo, la abracé y besándola en el cuello, le solté:

―Eso podemos arreglarlo ahora mismo.

Contra toda lógica, no solo no separó, sino que, forzando el contacto, restregó sus nalgas contra mi entrepierna mientras me pedía que me quedara quieto. Mientras con su voz me pedía paz, el resto de su cuerpo ya había iniciado la guerra, por lo que declaré abiertas las hostilidades cogiendo uno de sus pechos en mi mano.

Se me puso dura nada más oír el gemido que salió de su garganta y ya consumido por la pasión, le subí la falda y con mis manos acaricié uno de sus cachetes.

― ¡Para o no respondo! ― gritó descompuesta.

Incrementando su calentura metí mi mano por su escote y sacando un pecho de su encierro, pellizqué suavemente su pezón.

― ¡Tú lo has querido! ― chilló mientras salía corriendo de la habitación.

Tras dejar en manos de la muchacha de servicio al crio. y antes de darme cuenta, mi ex se había arrodillado a mis pies y me había bajado la bragueta:

 ― ¡Ya no me acordaba de ella! ― dijo con una sonrisa al sacar mi polla de su encierro.

Descojonado, le respondí:

― ¡Pues yo todavía echo de menos tus mamadas!

Su cara se iluminó al escuchar mis palabras y con un empujón me tumbó en la cama:

―Quítate la camisa, ¡cabrón! ― me dijo con voz suave pero dotada de una autoridad que no me pasó desapercibida.

Ni que decir tiene que obedecí y yendo por delante de sus deseos, me desnudé por entero. Mi ex al verme en pelotas se mordió los labios y subiéndose sobre mí, empezó a besar mi pecho mientras una de sus manos jugueteaba con mis testículos.

― ¡Estoy brutísima! ― confesó mordisqueando uno de mis pezones.

Sin darme otra oportunidad, su lengua fue dejando un húmedo rastro en dirección a mi sexo. Éste esperaba erguido su llegada. Usando su larga melena a modo de escoba, fue barriendo mis dudas y antiguos recelos, de modo que, cuando sus labios entraron en contacto con mi glande, ya no recordaba la razón por la que me había separado de ella.

Aurora, ajena a mis reparos, estaba con su particular lucha e introduciendo a su adversario hasta el fondo de su garganta, no le dio tregua. Queriendo vencer sin dejar prisioneros, aceleró sus movimientos hasta que, desarmado, me derramé en su interior. 

Mi ex no permitió que ni una sola gota se desperdiciara, como si mi semen fuese un manjar de los dioses y ella una muerta de hambre, recibió mi semen con alborozo y una vez hubo ordeñado mi miembro hizo desaparecer cualquier rastro de nuestra pasión.

Sus labores de limpieza provocaron que me volviera a excitar. Aurora, admirando mi sexo nuevamente erguido, se pasó la lengua por los labios y sentándose a horcajadas sobre él, se fue empalando lentamente sin separar sus ojos de los míos.

― ¡Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez! ― gritó.

Al oír que los gemidos de la que había sido mi compañera, recordé que le gustaban los pellizcos y cogiendo un pecho con cada mano, pellizqué sus pezones. Paulatinamente, su paso tranquilo fue convirtiéndose en trote y su trote en galope. Con un ritmo desenfrenado y cabalgando sobre mi cuerpo, sintió que el placer le dominaba y acercando su boca a la mía mientras me besaba, se corrió sonoramente sin dejar de moverse. Su clímax llamó al mío y forzando mi penetración atrayéndola con mis manos, eyaculé bañando su vagina.

Abrazados, descansamos unos minutos. Pasado el tiempo, Aurora levantó su cara y mirándome a los ojos, me preguntó si mi oferta seguía en pie. Sabiendo que se refería a compartir mi cama, preferí serle sincero y sin importarme que descubriera el resentido en que me había convertido, le conté los planes que tenía para nuestra nuera y la zorra de su madre.

Si en un principio, se sintió escandalizada con lo que les tenía preparado, recordó que ese par de putas la habían separado de su único hijo y soltando una carcajada, me dijo:

― Pedro, ¡cuenta conmigo!

Relato erótico “Forzando a Paulina” (POR ROGER DAVID)

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Forzando a Paulina
Edgar era un muchachón que recién había cumplido los 18 años, de carácter huraño e introvertido.
Su aspecto tampoco lo acompañaba mucho, era extremadamente gordo y mórbido, que lo obligaban a siempre vestir camisetas deportivas de talla extra grande, con zapatillas deportivas, y pantalones de mezclilla también grandes para su porte como todo un rapero, un poco bajo de estatura 1,55 mts., a lo más, con una cara llena de acnés de volcanes enrojecidos y amarillentos en sus cráteres dando la impresión que estos en cualquier momento erupcionaban su asquerosa materia orgánica.
En la familia y de entre todos sus primos era el menos popular, ya que a pesar de su edad este aun no terminaba sus estudios secundarios.
En clases la cosa no era muy distinta, el insociable joven era incapaz de llevar una buena y sana convivencia con sus pares, eran muchas las ocasiones en que mandaban a llamar a sus padres para notificarles su mala conducta y por andar agarrándose a trompadas con sus propios compañeros, o por intentar tomar fotografías bajo las faldas de sus compañeras de aula, y por distintos tipos de faltas de respeto hacia sus profesores, además que sus malas calificaciones ya evidenciaban que nuevamente iba a perder el año escolar, pero esta situación al joven le daba exactamente lo mismo.
Lógicamente tras esa notoria hosca personalidad y a pesar de su edad el muchacho continuaba con las hormonas más que alborotadas ya que no paraba de masturbarse impulsiva y frecuentemente.
A cualquier hora del día se encerraba en su cuarto para hacerse una o dos chaquetas consecutivas, sin mencionar que incesantemente por las noches sufría acalorados sueños húmedos, que en un principio estos tenían como protagonista principal a la única chava que había tenido por novia y que tras un traumático y fallido intento de mantener relaciones sexuales con ella y debido a la brutalidad e inexperiencia del salido muchacho la pobre chamaca  termino su noviazgo con él dejándolo con la calentura que se le salía por los ojos.
Pero estos sueños ya eran pasado, últimamente la única dueña de sus deseos y sus pajas era ni más ni menos que con una hermosa hembra hecha y derecha, desde su niñez siempre la vio como una joven muy bonita y de modales agradables, que lo regaloneaba con caramelos y con innumerables presentes ya sea para navidad o para su cumpleaños.
En el tiempo en que el gordito Edgar ya era todo un jovenzuelo e hiso la primera comunión fue esta atractiva joven de entonces 18 años quien quiso ser su madrina. El chamaco en esos tiempos no cabía de gozo al saber que la más jóvenes y atractivas de sus tías y la misma que desde siempre lo había consentido en todo ahora era su propia madrina, sentía que esta situación lo conectaban aún más a ella, incluso en forma inocente aun ya veía como si la curvilínea chica realmente le perteneciera.
Ya en esos años la joven tía, hermana de su madre, era dueña de una belleza desbordante, y el  gordo sobrino ya se daba cuenta de ello, pero la felicidad le duro poco, la hermosa y consentidora hembra al año se casó y se fue a vivir con su marido a otra ciudad.
Si efectivamente, Edgar ahora ya con 18 años era con la misma hermana de su mamá que ya estaba de regreso con quien ahora en forma desvergonzada se pajeaba la mente y la tranca.
Después de todo no era del todo raro, pues el chamaco en el momento de saludarla al momento de su primera visita desde su llegada vio que su agraciada tía Paulina volvía convertida en toda una hembra, la veía igual de hermosa que antaño, pero ahora con un cuerpo mucho más atrayente, en esa oportunidad la tía Paulina llevaba puesto un vestido blanco con tonalidades floreadas para nada provocativo y que le llegaba hasta un poco más arriba de las rodillas,  el caliente chamaco tras hacer sus comparaciones con el recuerdo de una hermosa joven de 18 años y con esta otra deliciosa y potente mujer de unos 27 años lo dejaron casi babeando de una extraña y prohibida calentura, dictaminando que su tía-madrina recién llegada estaba extremadamente buena.
Edgar tras el beso de saludo y el notar que su tremenda madrina no había hecho el menor gesto de asco ni nada debido a sus notorias y asquerosas espinillas se dio a estudiarla mientras ella le hacía preguntas sobre si tenía novia, y que como le iba en el colegio, que ya con 18 años era todo un hombrecito y que su conducta tenía que cambiar, y cosas por el estilo, en donde el salido chamaco solo contestaba entre balbuceos, ya que sus ojos y su mente estaban preocupados de poner atención en cada centímetro del endiablado y curvilíneo cuerpo de su atrayente familiar, notando así que era de piel canela clara, y que esta debía ser extremadamente suavecita debido a esa extraña forma de relucir, de cara bonita como lo fue siempre, con unos preciosos ojos color miel y con una naricita bien hechita perfecta para adornar su cara, de cabello castaño oscuro y lacio, y con un lujurioso físico que invitaba a cualquiera que se la comieran, fuese quien fuese, y Edgar pensaba que él no era la excepción para catar aquel cuerpo de 1.68 mts., de estatura y muy bien distribuidos, tetas bien paradas y grandes que para nada discordaban con su figura.
El obeso joven seguía mirando hechizado aquella diabólica conjunción de curvas y carne de hembra, todo ello embutido en aquel exquisito vestido blanco con flores, veía un vientre plano con una cintura pequeña y caderas pronunciadas, el vestido parecía estirarse aún más en aquella exquisita parte de su cuerpo se decía el muchacho para sus adentros, recorría  y no se cansaba de admirar esas piernas torneadas, imaginando abiertos aquellos soberbios muslos que debía tener su tía-madrina y para terminar se dio admirar un espectacular par de nalgas que se notaban duras por donde se les mirara.
Y así fue pasando el tiempo, si bien el muchacho tenía esa fantasía desde la llegada de su tía, sentía remordimientos por ello, pero ¿cómo no hacerlo?, pues ahora era asiduo a quedarse a dormir en casa de sus tíos pues ellos a su llegada habían comprado una gran casa con piscina, y era en  esas ocasiones en las que el aprovechaba para darse un “taco de ojo”, con el suculento manjar que era su tía.
Incluso en una de las tantas ocasiones en las que se quedaba a dormir en la casa de sus tíos, el muchacho se despertó a media noche con esa sed que te seca la garganta y te fuerza a ir a la cocina por un vaso con agua, pues resulta que regresando a su habitación, escucho unos ruidos extraños que venían de la habitación matrimonial, curioso, medio caliente y lleno de intriga se acercó a la puerta que estaba cerrada y se puso a escuchar lo que debía estar sucediendo al interior, los sonidos y crujidos que hacia la cama evidenciaban que sus tíos estaban en lo suyo, los sonidos de cuerpos que se sobaban y resortes que subían y bajaban continuaban en forma enloquecedora.
Edgar estuvo escuchando durante varios minutos su verga rápidamente se le había parado, escuchaba y sentía la potente cacha que se llevaba a cabo dentro de la habitación, con sus ojos cerrados y apoyado en el muro imaginaba aquel voluptuoso cuerpazo al desnudo que se gastaba su madrina, ya creía ver su bien formada figura, unas inmensas ganas de él también probarla se iban instalando en una parte de su mente, Edgar prácticamente se la estaba comiendo en su mente imaginándose que era el quien la cogía en forma desenfrenada, una de sus manos ya se refregaba la verga por sobre el pantalón del pijama.
Mientras aquel matrimonio seguía en su faena al interior de la habitación matrimonial el joven escucho la voz de su tío como empezaba a decir:
-Me corro Pauli…, me corroooo, te voy a llenar de lecheee!!!
-Avísame para salirme José… recuerda que aún no quiero quedar embarazada, le escuchaba decir entre jadeos a la excitada mujer a su esposo…
-Solo falta un poquito amor… yo te aviso para echarlo afuera…
El joven escucho como en esos momentos los movimientos debían ser más desenfrenados ya que por los sonidos que hacia la cama daba la impresión que está en cualquier momento se quebraba, pero Edgar solo seguía escuchando con los ojos bien cerrados y con un rictus en su cara como si el pobre chamaco estuviese sufriendo, de pronto escucho que su tío gruño de placer y que le decía a Paulina,
-Salte Paulina me corroooo!!!, el joven imaginaba a aquel pene dejando caer intensos chorros de esperma en el aire, a la vez que pensó que en cualquier momento la pareja se daría cuenta de su presencia al otro lado de la puerta y que podrían verlo, de inmediato se dirigió nuevamente a su habitación para encerrarse y tirarse al colchón mientras sacaba su pene erecto de entre sus pijamas y empezó a masturbarse como un desquiciado a salud de su tía.
Después de aquella gratificante experiencia, estuvo toda la noche masturbándose y divagando de lo grandioso que podría ser cogerse a su tía-madrina, mientras imaginaba que era el quien follaba a aquella suculenta hembra, el cansancio lo fue venciendo hasta que se quedó completamente dormido.
A la mañana siguiente y después de levantarse ya cerca del medio día el caliente y obeso sobrino bajo las escaleras para dirigirse a la cocina, de inmediato se percató de que su tía estaba sentada en el sofá, de espaldas a él y  viendo en su laptop, seguro que estaba trabajando desde la casa, ya que su tía era secretaria ejecutiva en una prestigiosa y renombrada corporación.
El resto del día transcurrió con normalidad como así mismo el resto de aquel prendido fin de semana, sin embargo unos días después al llegar desde la escuela a su casa se llevó la sorpresa de que cuando entro a su vivienda vio a su madre platicando con su tía Paulina, el joven nuevamente cayo en aquel erótico estado de ansiedad sexual en el cual quedaba por cada oportunidad en que estaba cerca de su deseada tía, y sobre todo en esta ocasión, ya que la hembra aquel día traía puesta un sugerente vestido amarillo de esos con tirantes al cuello, su largo pelo castaño lo traía tomado con una traba dándole un aire más fresco y jovial de lo que ya era, y para terminar este endiablado vestido era un poco más corto de los que habitualmente usaba, dejando ver a quien quisiese una buena parte de sus relucientes muslos color canela, la imagen de ver aquella monumental Diosa hecha para el pecado hicieron que su corazón y presión sanguínea del pobre chamaco se aceleraran a mil por hora.
Pues bien, resulta que ese día su tía había ido a verlo a él porque tenía fama de ser muy bueno con las computadoras y ella tenía problemas con su laptop personal, y por consiguiente quería que alguien le ayudara y quien mejor que una persona de confianza como su sobrino.
Edgar acepto ayudar a su tía gustosamente, al recibir en sus manos el notebook no pudo dejar de admirar aquellos magníficos melones que se escondían debajo de la parte superior del vestido, la imagen del nacimiento de aquellas suaves tetazas escondidas y que estaban solo a centímetros de su calentona mirada casi lo hacen soltar el ordenador y lanzarse hacia el cuerpo de aquel monumento de mujer para liberar el mismo aquellas tetotas para chuparlas y morderlas cuanto el quisiese, sin embargo el pobre chamaco tuvo que tomar aire y recomponerse, solo le dijo que tardaría algunos días en tenerla lista pues tenía que revisarla bien para evitar cualquier problema futuro, su tía sin problema alguno acepto y despidiéndose con un beso de su hermana y de su sobrino  paso a retirarse.
Después de cenar Edgar olvido por completo la computadora de su amor platónico y tras correrse una buena paja en honor a su tía y al vestido amarillo simplemente se durmió sin más.
Al día siguiente después de la escuela acompañado por su compañero de salón y compinche de andadas David, justo después estar varias horas escuchando Megadeth y fumando hierva a un lado de la ventana para no ser sorprendidos, la mama de Edgar entro a su habitación para recordarle que tenía que arreglar la laptop de su tía, sabiendo que no era nada grave, Edgar le dijo a David que encendiera otro porro mientras el arreglaba la laptop,  después de un rato y de haberla depurado, al muchacho le dieron muchas ganas de ir al baño, por lo tanto se dirigió al W.C.
Al regresar  vio como David ya estaba revisando la laptop de su tía, para Edgar no era nada malo, por lo cual no le dio importancia, sin embargo David rápidamente llamo la atención de Edgar diciéndole:
-¿Tu tía se llama Paulina?
-Sí, ¿porque?, contesto Edgar algo extrañado.
-dejo su Facebook abierto…
-Ah! déjalo así, mi tía es muy descuidada…
Sin embargo David no dejaba la laptop y permanecía en silencio, al menos hasta que nuevamente se dirigió a su amigo diciéndole:
-No mames cabrón…! tu tía ¿es estaaa?… si es así… esta buenísima…!!!
Edgar sabía que su tía era más que suculenta y muy apetecible, pero no imaginaba que por unas fotos de Facebook David se pusiera así, lentamente se fue acercando al ordenador y hacia su único amigo, y en efecto David miraba las fotos de su tía, con algunas amigas en donde efectivamente la hembra más llamativa era Paulina, o en las que aparecía en traje de baño en alguna playa con su flamante marido y en donde notoriamente ella estaba más joven, así estuvieron por espacio de unos buenos minutos admirando y comentando la buena que estaba la hembra, fue David quien nuevamente rompió el silencio que se había formado mientras ambos jóvenes calenturientos miraban las imágenes.
-Edgar tu tía esta que se cae de buena, maldito sátiro, seguro te la jalas pensando en ella…
Edgar por su parte no dejaba de mirar las imágenes, mientras su amigo continuaba el dialogo,
-Ni me haces caso viendo a tu tía pinche Edgar…
Pero David a pesar de tener la misma edad que Edgar y el ser también un joven problema en el colegio y en su hogar este era mucho más perverso y mal intencionado que su amigo, por lo que de inmediato tuvo lo que para él era una brillante idea, y de inmediato a sabiendas que necesitaría la complicidad de su amigo le dijo:
-¿Que pensarías si te digo que tenemos una oportunidad de culearnos a tu tía?
De inmediato Edgar volteo a ver a su amigo y con cara de incrédulo le contesto:
-No digas pendejadas imbécil, solo que la droguemos y nos la cojamos… y tal vez ni así.
Edgar al tener en aun en su mente el recuerdo de los exquisitos gemidos de placer de su tía favorita, como también las salidas palabrotas de su amigo, en su cabeza una lujuriosa necesidad de hacer verdad sus fantasías abrió una brecha para por lo menos intentar hacer realidad sus morbosas y desequilibradas ansiedades…,
-Y cual se supone que es tu idea…?, la morbosa idea que le había dicho su amigo a Edgar le había encantado, -No lo digo porque de verdad quiera hacerlo es solamente para saber, jejeje…
Para luego con una cara y una sonrisa triunfal David le revelo a su amigo su plan:
-No, eso de drogarla no será necesario, con lo que ya tenemos es suficiente para convencerla de que nos tiene que dejar cogérnosla… Edgar escuchaba atento los planes que tenía su amigo, David continuaba, -Mira con las mismas fotos de su face y con las otras que están en las carpetas podemos hacerle creer a tu tío, que su esposa le ha estado poniendo el cuerno…  desde tu pc harás un perfil de Facebook falso y comenzaras a mandarle mensajes a tu tía y yo desde la laptop de tu tía te contestare haciendo aparentar que tenemos algo y para que parezca real tú me pedirás fotos y yo te mandare estas en las que sale en traje de baño, tu sabes que días sale tu tío de viaje así que esos días serán los indicados para mandarle mensajes, incluso yo te mandare el primero para aparentar que tu tía quería verga, ya con eso le tomaremos capturas de pantalla a las conversaciones falsas con fotos y todo… Y con ese material chantajearemos a tu tía para poder cogérnosla un ratito, jejeje que tal te parece mi plan?
Edgar no podía creer lo que decía David, era un plan virtualmente perfecto al menos eso pensaba, pero el si es que cabía la posibilidad de chantajear y acostarse con su madrina no estaba dispuesto a compartirla, o no al menos por ahora así que de inmediato le dijo a su amigo:
-Tú si serás estúpido… estás loco de remate… mi tía está muy buena pero no por eso me la voy a violar contigo… creo que lo mejor por ahora es que te vayas… Le dijo finalmente Edgar a su amigo haciéndose el sentido,
-Pero amigo… no seas pendejooo… si tu tía está muy rebuena… yo pienso que deberíamos…
-Nadaaa!!! Fuera de mi casa hijo de putaaaa!!!…, Edgar no lo dejo terminar,
-Está bien… está bien… es que yo solo pensaba que tú también te la querías tirar…
Edgar había adoptado muy bien una actitud de hacerse el sentido con su amigo, pero la verdad era una sola, el llevaría a cabo el plan ideado por David pero lo haría solo, y si todo le resultaba como él quería y logreaba concretar la violación recién vería la posibilidad de pasarle a su tía a su amigo para que también la probara en honor a la amistad que existía entre ellos.
Una vez que David abandono la casa de Edgar el gordo muchacho se puso manos a la obra, con la insana idea en la cabeza de tener a su tía desnuda y abierta de piernas y decidido a llevarla a cabo a penas se le diera la oportunidad, el desquiciado muchacho se puso en campaña y empezó a crear aquella sórdida conversación apócrifa en la que haría aparentar que Paulina estaba deseosa de la verga de otro hombre que no fuera su esposo.
Las palabras que Edgar ocupo poco a poco se hacían más calientes, mientras las ideas fluían en su mente las  escribía, ocupaba las que le gustaría que le dijera su tía y cosas por demás sucias:
P-Ya tiene tiempo que no vienes a verme, necesito que estés aquí me siento sola,
F-¿Que tienes pedazo de zorra?, ¿quieres verga como la otra vez?,
P-Sí, quiero más, necesito que me cojas, como el otro día con esa tranca tan grande que te cargas,
F-No te creo, necesito pruebas, mándame algo para que me caliente,
P-¿Cómo qué?, dime que quieres ver,
F-Unas fotitos tuyas para que se me pare y me motives a ir a metértela.
En ese momento el salido joven puso las fotos de su tía en las cuales aparecía más ligera de ropas, escogió una que se había tomado especialmente para su marido, o sea en el caso que este ultimo las viera y que comprobara que efectivamente su mujer las había ocupado para enviárselas a otro hombre, este enloquecería de los celos, Edgar pensando en esto ya terminaba de enviar las fotos al Facebook falso que había creado haciendo aparentar que Paulina seguía las órdenes que le daban sin chistar.
La conversación falsa continuaba y el chico se explayaban poniendo cosas de cómo fue el último encuentro entre la hembra y aquel hombre que no existía, ocupando estratégicamente las fechas en que su tío no había estado en casa.
Después de eso a Edgar ya solo le hacía falta afinar detalles de cómo sería el momento en que le dieran la pesada noticia a la infortunada mujer que era el objeto de sus  insanos deseos.
El caliente muchacho estuvo durante toda la noche pensando en el asunto y decidió que ese mismo fin de semana era el idóneo, su tío no estaría pues habría salido de viaje de trabajo, y su tía Paulina  estaría sola, por eso mismo Edgar le llevaría la laptop y aprovecharía el momento para abordarla.
Tal como lo había pensado el ansioso muchacho fue a la casa de su deseada familiar, eran como las dos de la tarde y el joven sabía que su tía solo trabajaba hasta el mediodía de los días viernes.
Ya en la casa de Paulina Edgar le dio la laptop a su tía y le pidió permiso de quedarse a disfrutar la piscina, después de pensarlo durante un momento la suculenta y desprevenida  hembra no tuvo argumentos para decirle que no a su sobrino.
La idea no le parecía mucho a Paulina, se le hacía algo raro, estaría ella sola con su sobrino, de las oportunidades en que el chico se había quedado a dormir había estado su marido presente, pero sabía que era un simple adolecente que se encontraba algo desorientado, sin embargo durante toda la tarde no dejaba de sentirse incomoda pues se percataba de la forma lasciva en que este no la dejaba de mirar, lo había notado desde hace algún tiempo y ya creía sentir como su sobrino la desnudaba con la vista.
Por su parte el caliente muchacho al estar a las puertas de lo que sería un chantaje o una violación en todas sus letras, esta misma situación lo tenía en un angustiante  estado de nerviosismo, se comía el cuerpazo que se gastaba su tremenda tía quien en esos momentos estaba vestida con unos ajustados pantalones de mezclilla que daban la impresión que en cualquier momento se reventarían por lo ajustados que le quedaban, sumado a esas hermosas sandalias con taco que la hacían ver el culo más parado de lo que ya lo tenía, y que también mostraban en forma esplendorosa los hermosos deditos de sus pies.
Sin embargo el día transcurrió sin ninguna novedad, Paulina estaba convencida que debido a los ímpetus juveniles del gordo jovenzuelo este era el real motivo de su enajenante mirada hacia su cuerpo, además que el niñato ya llevaba un buen tiempo quedándose en su casa y nunca había demostrado tener alguna mala intención como se lo habían advertido algunos familiares.
Ya en el atardecer y mientras el salido mocoso se hacia el que veía películas, este vio cuando su tía estaba sentada en la mesa conectada a Facebook posteando con su marido, mientras miraba con ojos atónitos la belleza de aquella mujer que aún estaba lejos de realmente también el probarla, admiraba cada detalle de su cuerpo en tanto su excitación crecía, el deseo y la impaciencia  lo hacían de la misma forma, poco a poco aquel muchacho con características de Nerd  enojón decidió que una vez que ella saliera y se desconectara de la red seria el momento propicio para darle conocimiento de lo que él por pura casualidad se había enterado, y que mediría la reacción de la hembra para ver hasta donde él podría sacar provecho personal de aquella situación, sino se haría el loco, y le bajaría el perfil.
Paulina lo vio venir a sentarse a la mesa, le llamo la atención que este se sentó a un lado de ella, hasta que lo escucho hablarle,
-Tía… necesito que hablemos de algo…
Paulina solo lo quedo mirando extrañada, por lo general Edgar ya con 18 años de edad no era de los chamacos que hablaban, y ella muy bien lo sabía, por algo lo había hecho su sobrino favorito, su carácter tímido y retraído desde su  niñez la habían hecho sobreprotegerlo de los pergenios más brabucones, lo que no sabía la hermosa mujer de 27 años era el cambio de 180° grados que había sufrido el muchacho en estos últimos años y que ella no había visto debido a su larga ausencia, esa situación la había hecho confiarse.
-Dame unos minutos, termino de postear con tu tío y podremos hablar…
Una vez que Paulina  se despidió de su marido y se aprontaba a desconectar el face, escucho la vos de Edgar,
-No lo cierre tía… La mujer se lo quedo mirando extrañada, -Quiero mostrarle algo, continuo el muchacho. Paulina pensó que tal vez su sobrino quería mostrarle algún video cómico, o alguna publicación de importancia, pero más curiosa se puso al ver como el chamaco tomaba el mouse y se ponía a buscar en su lista de amigos, hasta que por fin lo escucho hablar nuevamente, -Explíqueme esto…
Paulina en un momento no entendía nada, solo leía con sus ojos a la vez que tomaba el mouse y hacia correr la conversación que supuestamente ella había tenido con un hombre extraño a su matrimonio, y que no sabía por qué lo tenía en su lista de amigos, la hembra no entendía nada, eran diversas conversaciones y en distintas fechas en donde ella había conversado como si fuese una puta con aquel indeseable, y para rematarla le había enviado fotografías de todo tipo a ese supuesto amante, Edgar había tomado la precaución de configurar y alterar las fechas del equipo, para que estas parecieran que esa adultera relación ya venía desde hace unos buenos meses.
Tragando saliva y tomándose la cabeza con sus dos manitas pudo decir al fin,
-Pero que significa esto Dios mío…!!
-No se pues tía… Encontré esto en su Face, y quería enseñárselo…
-Pero yo no conozco a ese hombre… no sé quién es…, la mujer no podía quitar su mirada de la pantalla y releer lo ahí escrito,
-Ya tía… no se haga la mensa conmigo está claro que desde hace un tiempo le pone los cuernos a mi tío… Tiene que ser más cuidadosa con su face para la próxima y cerrarlo… se imagina esto lo encuentra mi tío…?, el caliente chamaco estudiaba todas las reacciones de la hembra y ya la veía muy alterada,
-Gracias Edgar… gracias por avisarme… pero… pero de verdad que yo no he hecho nada malo… no sé de qué se trata todo esto…
-Jajajja como que no ha hecho nada malo, si ahí dice clarito que estaba deseosa de su verga, jajajaja…
Paulina dándose cuenta de la insolente forma en que su sobrino le estaba hablando, lo quiso frenar en el acto,
-No me hables así… recuerda que yo soy tu tía… además que la mujer que escribió eso no soy yo… es más bloqueare al instante a ese hombre…
-Bloquéelo… pero yo ya respalde todas las zorrerías en que Usted anda metida con quien sabe quién… además que yo mismo le diré a mi tío la forma en que puede desbloquear a su “amigo”, para que el mismo se dé cuenta de la puta que tiene por esposa, jejeje…
-Que no me hables así mocoso insolente!!!, Paulina no estaba dispuesta a dejar que su sobrino se sobrepasara con ella con su vocabulario, si hasta lo del Face como que pasaba a segundo plano al escuchar las groserías en que se estaba refiriendo ese mocoso, -Quien te hadado derecho para ha…
El niñato ataco al instante para no dejar pasar esa oportunidad,
-Y cómo quieres que te trate tía… si yo mismo vi y leí como le enviabas fotografías en traje de baño a tu amante, y se leía claramente que lo invitas a culear contigo cuando mi tío no está en casa… por eso hoy te la pensaste para que yo me quedara no es cierto…!? De seguro hoy tenías planeado acostarte con el…, jejejeje… pues bien me voy… pero desde casa llamare a mi tío y le contare todo, jajajaja!!!!
Paulina quien con todas las peladeces que le decía su sobrino ya estaba en estado de shock, lo vio dirigirse a la puerta de salida, automáticamente se interpuso entre él y la puerta en donde quiso explicarle que ella le decía le verdad, que lo que ahí estaba escrito no lo había hecho ella…
-Edgar!!… espera un momento… que le vas a decir a mi marido!!?
-Le diré la verdad… que cuando él se va a trabajar tú te pones a culear con el primero que va pasando, o eso fue al menos lo que entendí yo en tus conversaciones, y sé que él también lo captara al instante…
Paulina viendo las catastróficas consecuencias que todo aquel embrollo le traería a su matrimonio, dejo de lado sus primeras impresiones, además que pensaba que su sobrino con justa razón pensaba así de ella debido a lo que ya había leído también en su face, pero ella estaba dispuesta a aclarar la situación, después arreglaría cuentas con él por lo de su soez vocabulario,
-Mi niño… te lo juro… de verdad que esa no soy yo…
-Naaaaa de mi niñoooo!!! Ya no me digas así… ya no te creo nadaaa… solo eres una putaaa…! una autentica fulana sedienta de vergaaa!!! Jajajja!!!!
-Edgar no me trates así… yo no soy así como tú lo dices…, Paulina cambiaba de humor debido a la situación, ahora estaba enojada, para luego casi suplicarle al mocoso que la entendiera de una buena vez,
-Pus se nota lo contrario… pero ese no es mi problema… es problema del cornudo de mi tío… déjame pasar que ya me quiero ir…
-Edgar por favor no se lo digas…
-Ves! Ves cómo eres de puta… ahora me pides que no se lo cuente…, jajajaj…
-Te he dicho la verdad…!!!, le grito la hembra casi en su cara, -Es solo que nos ocasionarías un grave problema… como no entiendes!!??
-Pus no puedo entender lo inentendible, jejejeje…
-Dime necesitas dinero! Es eso acaso? Yo te puedo dar dinero pero no le muestres a José eso que dices tener…
-Ahhhh veo que podemos llegar a un acuerdo, le dijo el caliente muchacho quien ya estaba preso por la lujuria que se veía venir…
-Solo dime la cantidad… y este… este mismo lunes te hare un deposito…
-La verdad tía… Mmmm si quiero algo de ti… pero no es precisamente dinero, o al menos no por ahora…
-Solo dímelo Edgar… que es lo que quieres!?
El obeso y espinilludo chamaco se la quedó mirando de pies a cabeza, veía como esas tetas de concurso subían y bajaban producto del nerviosismo de su dueña, por lo que estimo que ese era el momento propicio para su desvergonzada propuesta,
-Escucha tía… de verdad que desde hace tiempo que te encuentro muy bonita…
-Ehhhh… Gracias… pero no entiendo que tiene que ver eso con lo que estamos hablando…
-De eso se trata madrinita que estas bien buena…
Edgar veía la expresión de su atractiva tía, de como ella lo miraba como no creyendo lo que el chico le estaba diciendo, así que finalmente y ya no habiendo más que hacer, se la soltó,
-Te prometo guardar el secreto… pero como ya te lo imaginaras… yo también quiero acostarme contigo… me conformo con hacértelo en las oportunidades en que mi tío debe viajar,
Paulina aun no creía estar escuchando aquellas infames palabras, y aun incrédula le pregunto,
-Que fue lo último que dijiste…!?
-Eso que escuchaste pues tía, yo también quiero cogerte… así de simple… tu culias conmigo y yo guardo en secreto todas tus puteadas, es justo no?
La hembra quien en su momento estaba muy preocupada por aquella extraña situación, en la cual su expresión de inquietud y pesadumbre se fue transformando poco a poco en la de una fiera en llamas, llena de cólera y enfurecida hasta mas no poder se paró en frente del obeso muchacho para violentamente asestarle una fuerte cachetada en el mofletudo rostro de su sobrino:
-Plaffff…!!! -Cómo te atreves a solicitarme semejante estupidez… chavo de mierdaaa!! Con quien crees que estas tratando pendejo desgraciado… si no te has dado cuenta soy tu tía, la hermana de tu madre y me debes respetooo!!!
El chamaco a quien la cachetada le daba lo  mismo ya que su agraciada tía no tenía las fuerzas necesarias como para amedrentarlo, más le causo gracia la actitud de la enajenada hembra, eran cuantiosas las ocasiones en que se había trabado a trompazos con sus enemigos del colegio, y a veces con más de uno, este sin inmutarse si quiera, le contesto,
-Entiendo… entonces me retiro… y vaya pensando en que le dirá a mi tío… llegando a casa le contare todo…
-Pues diceloooo… es más mira lo que hago, Paulina rápidamente se fue a su ordenador y cancelo su cuenta de Face, -Y ahora que le dirás chulito… no te crees tan vivo… si no hay cuenta… que le mostraras!?
-Jajajajaja!!!, A parte de puta… usted es tonta tía…, le dijo el caliente sobrino a su tía con un rictus de burla en su acnosa cara, -Le dije que yo tengo respaldos de todo lo que se decía usted con su amante… además que cree usted que pensara mi tío al saber que extrañamente y sin motivos usted cerro su cuenta después de yo darle a conocer la información que poseo?, o sea… si su situación ya era más que comprometedora ahora con lo que usted solita acaba de hacer esta peor, pero bueno Usted sabe lo que hace, me iré a casa caminando, piense en mi propuesta, o si no aténgase a las consecuencias, tengo todos los correos electrónicos de su trabajo y este mismo lunes todos sabrán lo zorra que es Usted cuando su marido no está en casa… Adiós…
Paulina viéndose ya sola en casa, solo se dejó caer en el sofá en donde había estado ubicado su sobrino regalón, sentada con las piernas juntas, con su espalda inclinada hacia adelante, y con una de sus manitas en la barbilla meditaba con todos sus sentidos alterados en lo extraño de toda esa situación, fugazmente pensó que tal vez había sido el mismo chamaco quien había intervenido su ordenador con semejantes atrocidades, pero no estaba segura que Edgar tuviera los conocimientos necesarios para armarle toda esas patrañas, y mientras seguía analizando su situación estimo que el chamaco tenía razón ahora que explicación le daría a su marido del motivo real de haber cerrado su cuenta de face en forma tan abrupta, se decía que inconscientemente ella misma se estaba incriminando y ahora sería más difícil dar las explicaciones si es que al endemoniado muchacho se le ocurría irle con chismes a su esposo.
Estando en eso la asustada hembra escucho claramente el sonido de su celular, como pudo se puso de pie y fue a contestar la llamada, con sumo nerviosismo entre las burbujas azules de su Galaxy comprobó que se trataba de su marido, intentando dejar de lado su preocupación se dio a contestarle a su esposo poniendo todo de su parte para que el no notara algo raro en su voz…
-Hola?, contesto Paulina de una buena vez,
-Hola cariño… que tal has estado?
-Ehhh… estoy bien… pero porque me llamas…? si acabamos de postear por el face?
-Y que tiene de raro que te llame… o acaso esperabas la llamada de otro hombre?
Un silencio sepulcral quedo en la línea telefónica, solo la pesada respiración de la hembra se escuchaba al otro lado de la línea…
-Jajaja… te la creíste… tu sabes que yo no soy celoso…jajaja… Mira me acaba de llamar Edgar dice que necesita hablar urgentemente conmigo, y cuando ya iba a seguir con su conversación se le corto la llamada… podrías llamarlo tú y ver qué es lo que necesita?, seguro que quiere algo de dinero para salir con alguna chava, así que si puedes ayudarlo en lo que necesite por favor apóyalo, me da pena ese chamaco…
Paulina pensaba en la situación, estaba claro que Edgar estaba dispuesto a cumplir con sus amenazas, en un momento pensó en contarle toda la situación a su marido, pero temió que este no le creyera ya que las pruebas que la condenaban aunque injustamente eran contundentes, en esas nebulosas, solo se dio a contestarle,
-Está bien José, le llamare para ver qué es lo que necesita…, pero ella ya creía saber que era lo que necesitaba ese condenado chamaco, si el mismo se lo había dicho sin asco, -Así que tú no te preocupes yo me encargo de la situación…
-Está bien cariño, ese chamaco está necesitado de afecto, y como tú eres su madrina eres la más indicada para sacarlo adelante…, Paulina pensaba con rabia como su marido hablaba como si aquel pendejo de mierda fuese una víctima, a la misma vez que se decía que ella también hasta hace poco rato pensaba lo mismo, pero fue su marido quien nuevamente la sacaba de estas extrañas cavilaciones, -Por cierto amor… después de colgarle a Edgar intente ubicarte por face, pero al hacerlo no me apareces en mi lista de agregados…
-Ehhh que extraño… no sé a qué te refieres (primera mentira), me conectare y veré cual pudo ser el problema…
-Ok mi vida… ve una buena película… recuerda que yo llego el lunes en la tarde…
-José…, Paulina a pesar de ella no haber hecho nada ya se sentía culpable con toda aquella situación…
-Qué pasa?, le contesto el marido a su mujer,
-Te amo cariño…
-Lo se… yo también te amo… Bueno estoy cansadísimo, así que te dejo… mañana a la noche te hablo por celu, o nos conectamos… revisa tu face…
-Así será amor… adiós…
Paulina una vez que toco el botón del celular para cerrar la llamada, su primera medida para normalizar su situación fue ir a intentar restablecer su cuenta de face, pero fue inútil, le aparecía un mensaje que le indicaba que no había posibilidad de restablecer la cuenta pasado 24 horas, así que ya no le quedó más remedio que aceptar la situación y ponerse a pensar como lo haría para hacer entender al muchacho que ella no se podía acostar con el bajo ninguna circunstancia.
(En una plaza algo retirada)
Mientras el nervioso muchacho cortaba maliciosamente la comunicación para ver cuál sería la reacción de su tía al momento en que su tío José la llamara para decirle que él le había llamado, solo se dio a sentarse a esperar en un banco de la plaza y a fumar, tenía unas leves esperanzas de que la buenota de su tía se desesperara y accediera a lo que él le había solicitado, ya estaba seguro que la hembra no sería capaz de abrir la boca diciendo que todo era una farsa, ya que aun así la más perjudicada seria ella misma.
Ya había pasado más de media hora desde que Edgar le había colgado la comunicación a su tío, las amarillentas luces de los focos de la plaza en la cual se encontraba ya lo iluminaban todo, y cuando el chamaco ya empezaba a pensar que quizás el plan de su amigo no había funcionado el zumbido de su móvil en el bolsillo de sus pantalones le avisaba lo contrario, al sacarlo y ver de quien se trataba, nuevamente su corazón empezó a latir a mil por hora, era su tía Paulina.
-Hola…? Veo que mi tío ya te hiso la llamada que yo pensé que te iba a realizar…
-Así es Edgar… y dime de una buena vez por todas… que es lo que pretendes con todo esto?
-Pus ya te lo dije tiita… tú estás muy rebuenota y quiero hacértelo, el muchacho ni él se la creía de la vulgar forma en que gradualmente ya se comenzaba a dirigir a aquella hembra de sus sueños, pero ya no había vuelta atrás…
-Edgar intenta moderar tu vocabulario por Dios!… además que eso que tú quieres hacerme es imposible… como no lo entiendes…, el muchachón recordando los consejos que le daban los unos viejos calientes con los que el conversaba los días domingos cuando iba a la cancha, determino que esta era unas de esas yeguas orgullosas y altaneras que necesitaban doma, según recordaba cómo le habían dicho, y siguiendo sus consejos se dio a contestarle,
-Escúchame zorra… tu sabes muy bien el tipo de material que poseo, y ya te habrás dado cuenta que soy capaz de hacérselo saber a toda la familia y en tu trabajo, con una simple llamadita a tu esposo y te cago la vida… así que si me estas llamando para continuar con tus zorrerías de poca monta no te hare caso, lo más bien que te acuestas y te refriegas la concha con otros tipos y no veo la razón por que no puedes hacerlo conmigo, así que decide… o me dices ahorita mismo que vaya para tu casa para que lo hagamos o simplemente cuelga y yo sabré cual habrá sido tu decisión…
Paulina quien no se atrevía a cortar la llamada sentía como las piernas le temblaban al imaginarse a ella en las catastróficas situaciones que le anticipaba su sobrino, pero aún no estaba dispuesta a darle en el gusto al muchacho,
-Edgar… debe haber otro tipo de solución… pídeme lo que quieras pero no me pidas que nos acostemos, es imposible soy tu tía por Dios!!!
-Eres mi tía, jajajja pero no estas muerta y con ese físico que te cargas es normal que un chico como yo quiera probar tus agujeros, jajajjaj…
-No me hagas esto Edgar… yo siempre te he querido mucho… Sniffsss!!!, La hembra viendo que su sobrino no cejaba en sus acaloradas y desquiciantes demandas sexuales simplemente se largó a llorar por el teléfono…
-Bien… me doy cuenta con tus lloriqueos que estas empeñada en salirte con la tuya… así que ya no hay nada más que hablar… adiós tía…
-Edgar!!! Esperaaa… no cuelgues… te lo repito… si de verdad alguna vez me quisiste algo piensa bien en lo que harás… te ofrezco lo que quieras… pero menos eso…
El muchacho por alguna razón sentía lastima de su tía, pero también sabía que ya casi la tenía lista, así que pensando a mil por hora en todas sus posibilidades le dio su dictamen,
-Me dices que harás lo que yo quiera?
-Siii… pero menos eso de acostarnos…
-Bien te daré una oportunidad…, el muchacho tomo aire y se dio a exponerle a su tía su extravagante solicitud, -Pues quiero que apenas me cuelgues el teléfono te vayas a tu dormitorio y escojas el mejor vestido que tengas en tu armario, te ducharas y te arreglaras como si fueras a ir a una cita con algún hombre que te caliente, como si tu misión fuese seducirlo a bajo cualquier costo, luego de eso saldrás a una dirección que yo te voy a dar,
Paulina quien no entendía nada, limpiándose las lágrimas de los ojos se dio a anotar las indicaciones que le daba su sobrino, aun así quiso preguntar,
-Pero para que quieres que yo haga eso y que vaya a esta dirección…
-Simplemente saldremos de juerga los dos solos, y tú actuaras como si fueses mi novia de toda la vida… si no me convences al final de la noche te arruino la existencia, si me dejas conforme me olvido del asunto y tu vida continuara normal como hasta ahora,
-Pero… pero… como voy a hacer cuenta que soy tu novia… si te conozco desde chamaco… no podre lograrlo…
-Tienes una hora para arreglártelas y superar tus traumas, jajajaja… si no llegas tú ya sabes. Con eso ultimo el desequilibrado muchacho simplemente corto la llamada y se fue a esperar sentado en la misma plaza en donde se realizaría el encuentro.
Paulina en total estado de conmoción una vez más pensó en el costo injusto que tendría que pagar por el silencio del muchacho, pero se conformaba el saber que si hacia bien las cosas al menos no se vería en la necesidad de tener que acostarse con él, solucionaría el rollo con el muchacho y después investigaría de como llego a su ordenador esa conversación que supuestamente ella tuvo con otro hombre.
Una vez que se bañó, se puso un hermoso vestido negro también con tirantes, medias color carne haciéndole ver sus torneadas piernotas aún más apetecibles de lo que ya eran, el vestido no era tan corto este le llegaba justo hasta la mitad de sus lustrosos muslos, pero si era lo suficientemente ajustado para hacer de su figura una femenina y despampanante imagen de hembra en todas sus letras.
Después de haber cepillado su cabello y estando al frente del espejo maquillando su cara se sintió como una verdadera idiota al estar tan esmerada en verse apetecible para la caliente mirada de un degenerado jovenzuelo de 18 años que aún estaba lleno de espinillas, y que para rematarla era su propio sobrino y ahijado.
El chamaco ya no daba más de la ansiedad, se paseaba de un lado a otro, ya eran cerca de las 10 de la noche, los minutos pasaban lentos y eternos en su angustiante espera, pero cuando se percataba que ya habían pasado 45 minutos y en el momento que levanto su mirada vio claramente que en la misma esquina de la plaza se acercaba una tremenda mujer con vestido negro a medio muslo, no lo podía creer, esa imponente hembra que irradiaba femineidad por todos sus poros que se acercaba a paso lento pero decidido y que llamaba la atención de casi todos los machos que a esas horas deambulaban por la plaza, era su misma tía Paulina… su Paulina!!!, se gritó para sus adentros.
Edgar viendo que la mujer de sus fantasías ya estaba solo a unos metros de él, tomo aire para no demostrarle nerviosismo ni pendejadas parecidas, le demostraría que él era todo un macho, tal como le enseñaban sus cincuentones amigotes futboleros, y que el también se la podía perfectamente con una hembra de su calibre y categoría.
Una vez que Paulina estuvo frente a frente con el obeso jovenzuelo, enojada con ella misma y mirando hacia cualquier parte, le dijo cruzada de brazos y con voz irónica,
-Bien aquí estoy… y ahora que desea el señor…
Edgar quien estaba apoyado en el respaldo de uno de los bancos que adornaban la plazoleta, y ya no aguantando más la necesidad de tocar con sus propias manos aquellas duras carnes que enfundaban aquella mística tela negra las poso tomando firmemente a su tía y atracarla contra su cuerpo…
-Esto es lo que he deseado desde hace mucho tiempo zorrita… jajaja… le dijo mientras con sus ojos cerrados tocaba y palpaba esas suaves y duras carnes por vez primera…
-Suéltame imbécil… acaso no te das cuenta que alguien nos puede ver!?, Paulina en forma desesperada miraba en todas direcciones intentando separarse del muchacho, y roja como un tomate, nunca espero que su caliente sobrino la tomara de aquella forma…
-No te preocupes tía… esta plaza está lejos de donde vivimos ambos, nadie nos conoce por aquí… así que tranquila… y recuerda que por esta noche somos novios… o en otras palabras eres mi zorra, jejeje… que hay con mi beso de bienvenida, jejejej…
-Edgar…por favor entiende… eso que tú quieres ahora tampoco puedo cumplírtelo… la hembra sentía como su sobrino la tenía agarrada firmemente desde su cintura, a la vez que lo miraba fijamente a sus ojos, ambos estaban muy juntos, para los ojos de cualquiera que los viera pensarían que ellos eran una pareja de novios disfrutando del frescor de la noche en aquella plaza…
-Paulina ya déjate de pendejadas… tu sabias muy bien a lo que venias, así que ahora me darás un apasionado beso en la boca o simplemente te subiré el vestido y te agarrare el culo delante de todos estos viejos que nos están mirando, jajaja!!!
-No… no lo hare!, además que no creo que seas capaz de…
La hembra sintió como en forma automática las regordetas manos de su sobrino bajaron para tomar su vestido y comenzar a subirlo, lo que la llevo muy en contra de su voluntad a cerrar sus ojos y estamparle un tímido beso en los labios, claro que sin abrirle su boquita, el beso duro solo unos 5 segundos, lo que para el feliz chamaco fue suficiente como para soltar el vestido y afianzarla contra su pecho en forma apasionada.
Una vez que Paulina se separó de la boca de su sobrino solo se dio a decirle,
-Ya está… ya te di lo que me pedias… ahora me podrías dejar tomar un poco de aire… la mujer sentía como el chamaco recorría con desesperación sus espaldas, sus manos regordetas parecían los tentáculos de un pulpo, para luego volvérselas a sentir que estas bajaban peligrosamente hacia sus caderas, pero cuando ya temía lo peor notaba como el muchacho volvía a subir por su espina dorsal recorriéndola toda.
Edgar por su parte sentía como el fresco aliento de su tía-madrina le impregnaba sus fosas nasales, no quería separarse ni un centímetro de ella, sus tetas se aplastaban contra su pecho, el chamaco estaba en la gloria, pero sabía que las cosas pintaban para bien así que después de agasajarla entre sus brazos todo lo que quiso por fin aflojo y se separó de ella,
-Uffff ese besito estuvo algo flojito, pero me gusto, le decía Edgar a Paulina pasándose su resbalosa lengua por los labios intentando retirar de ellos restos del brillo labial que había dejado su tía en estos.
-Qué bueno que te gusto… y espero que lo hayas disfrutado porque ese beso será el primero y el ultimo, me oyes!?, le dijo con semblante serio a la vez que de su bolso de mano sacaba un cigarrillo y lo encendía, la hembra intentaba parecer seria y que era ella quien dominaba la situación, pero en el fondo estaba muy nerviosa por todo lo que le estaba sucediendo en aquel extraño día.
-Te equivocas zorrita… esto es solo el comienzo, ya verás que dentro de un rato si nos estaremos besuqueando como Dios manda, este primer beso fue solo un preámbulo a lo que será esta noche, jejejjeje…
-Edgar…!, Paulina nuevamente se estaba comenzando a exasperar con las insolencias de su aprovechado sobrino, -Esto que estamos haciendo está mal… muy mal…, y yo ya no te daré pie para que tú te salgas con la tuya…
-Escúchame tía Paulina…, le corto el chamaco no dándole opción para que ella se empoderara de la situación, -Tú tienes un trato conmigo… debes olvidarte que yo soy tu sobrino y actuar como si fueras mi puta… ahora si no quieres que nos besemos en público perfectamente nos podemos ir a tu casa y acostarnos, jejejeje allí nadie nos vera y tu estarás más tranquila y así tu reputación estará a salvo,
La tía Paulina engalanada como estaba solo se dio a fumar su cigarrillo en silencio, pensaba que el chamaco se estaba poniendo de lo más odioso, ya no encontraba las palabras necesarias para hablarle, ya que por cada intento que hacía este le salía con una salida blasfemia aun peor,
-Está bien!, le dijo finalmente, -Hare todas las pendejadas que se te ocurran, pero solo será por esta noche, pero ni se te ocurra llegar más lejos de los besos y corridas de mano… si yo cumplo con mi parte de aquí a lo que termine la noche… me dejaras en paz?
-Por supuesto que sí “Paulina”…, el chamaco recargo su voz al pronunciar el nombre de su tía para luego continuar, -Escúchame bien… te lo repetiré nuevamente, desde este minuto te comportaras conmigo como toda una zorra, te olvidaras que soy tu sobrino consentido y me harás todas las puteadas que a mí se me ocurran, si lo haces bien… te doy mi palabra que toda esta pesadilla para mañana ya será pasado, jejejej tenemos acuerdo?
La hembra aun desconfiando lo quedo mirando de pies a cabeza, ahí estaba su sobrino regalón, con la misma polera que lo había visto desde su llegada ya casi hace 6 meses atrás, con los mismos desgastados pantalones y con unas viejas zapatillas.
-Me das tu palabra?, le dijo la joven familiar al caliente sobrino a la vez que le daba una última aspirada al cigarrillo que se estaba fumando…
-Ya la tienes, le contesto Edgar quien ya a esas alturas su mirada era de calentura absoluta…
-Y bien que se supone que haremos ahora?, le consulto Paulina a Edgar mirándolo a la cara, ella estaba puesta aun lado del chamaco también apoyada en el respaldo del banco, esta era la primera vez que se fijaba en las repulsivas y amarillentas espinillas que el muchacho tenía en su cara por doquier.
-Iremos a un pub… nos tomaremos unos buenos tragos y bailaremos, recuerda actuar en todo momento como si fueses mi mujer, y para estar seguro de ello quiero que ahorita mismo y aprovechando que ya tienes muchos admiradores nos besemos en forma apasionada por algunos minutos, cuando me sienta satisfecho nos largaremos, jejeje…
El muchacho se había percatado que ya eran varios los señores que merodeaban alrededor de ellos ya sean de la mano de sus esposas o haciéndose los que iban pasando por ahí, la verdad era que aquel monumento de mujer que estaba acompañada de un muchacho gordo los tenían en el verdadero limbo de una exquisita calentura, aquella atractiva mujer que vestía un ajustado vestido negro y de zapatillas con taco tenía un cuerpazo inigualable que rayaba en la perfección según estimaban con sus calientes miradas cuando pasaban cerca de ellos.
Paulina quien ya vislumbraba que no tenía otra alternativa, en forma muy desganada se puso al frente del chamaco posando sus dos manitas en los hombros del que sería su seudo macho por esa noche, para luego de cerrar sus ojos e imaginando cualquier cosa reclino su cabeza uniendo al fin sus sensuales labios con los gruesos labios de su mórbido sobrino.
El beso entre tía y sobrino en un principio fue desganado, Edgar quien se sentía en el séptimo cielo al estar en aquella plaza y en tales condiciones con la hermana menor de su madre y que estaba para comérsela, a los pocos segundos empezó a abrir su boca intentando meter su lengua en la fresca boca de ella, por su parte Paulina sentía como su sobrino en forma desesperada intentaba invadir su cavidad oral con aquella caliente lengua que ya se paseaba por sus labios, ella se negaba a abrirle su boca, pero cuando sintió como el atrevido jovenzuelo posaba sus dos manazas una en cada nalga, intento ponerse a reclamar ocasión que el intrépido chamaco aprovecho para inundarle la boca con sus propias salivas y pasear su lengua desde el paladar hasta las mismas amígdalas de la chica.
Paulina viendo que esa batalla ya la había perdido y que el joven al tomar por asalto su boca este subió sus manos hacia sus caderas, la pobre simplemente dio un suspiro de angustiante aceptación y dejo que aquel caliente y degenerado mocoso se saliera con las suya.
Estuvieron besándose deliciosamente (al menos para Edgar) por espacio de unos 10 minutos, en los cuales el chico de vez en cuando dejaba la boca de Paulina para dedicarse en forma apasionada a recorrer con sus labios el perfumado y desprotegido cuello de quien era su mujer en aquellos momentos.
La aun asqueada hembra solo se dejaba hacer, y cuando notaba que el entusiasmado muchacho peligrosamente se acercaba con su bocota hacia sus tetas era ella misma quien en protección de estas buscaba con sus complacientes labios la boca del chamaco en donde nuevamente se fundían en otro apasionado besuqueo en el cual la mujer notaba claramente el intercambio de salivas que su sobrino le imponía con sus frenéticos y ardientes besos.
A Edgar le costó trabajo separarse de la boca de su tía, pero sabía que aún quedaba mucha noche por delante así que una vez ya separado de ella pero siempre teniéndola bien agarrada de su esbelta cintura, le dio conocimiento de lo que se venía a continuación,
-Bien… antes que nada besas exquisito Paulina, jejeje… ahora nos largaremos a un local que queda por aquí cerquita, allí seguiremos con nuestra fiesta… vamos?
La tía quien aún sentía el repugnante sabor de la boca de su sobrino no lo quedo más remedio que acompañarlo adonde él quisiese llevársela, abrazados tal cual como si de una pareja de enamorados se tratara juntos caminaron hacia el local en donde seguiría la juerga.
Paulina solo caminaba dejándose llevar, su mente lidiaba con un sinfín de emociones encontradas, se preguntaba adónde iba a parar todo aquello, de lo que si estaba muy clara era que una vez que pasara la noche por fin se libraría de las idioteces que la estaban obligando a realizar, como también había sentido las tremendas ganas de agarrarlo de las mechas y darle una buena zurra por mal enseñado, pero ya a estas alturas que iba a hacer si ya hasta se habían besado en la boca y con harta lengua.
Luego de caminar unas cuantas cuadras la suculenta hembra comenzó a notar el notorio cambio de ambiente, los locales que estaban abiertos y que habían en aquellas sórdidas calles por donde la llevaba su sobrino solo eran ordinarios antros de mala muerte, en donde la música imperante solo era de cumbias y pachanga, como así mismo Paulina también se daba cuenta que los locales que a esas horas ya estaba cerrados solo eran de repuestos automotrices, de bicicletas y diversos talleres ya sean mecánicos y de toda índole.
-Edgar… tú conoces este sector…!? Yo nunca había andado por estos lugares, le decía con sus ojos bien abiertos y mirando la gran cantidad de puestos de fritanga que habían en las veredas, como a si mismo veía que en cada esquina por la que pasaban en estas habían numerosos grupos de jóvenes con aspecto de ser maleantes y que más encima se drogaban a diestra y siniestra, como si por aquellos lugares no existiera la policía, por cada paso que daba la asustada mujer se afianzaba más al grueso cuerpo de su sobrino, como si realmente necesitara de su protección,
-Cállate zorra tu solo camina yo sé lo que hago, Edgar aprovechaba de dirigirse de la forma más ordinaria y vulgar posible a la persona de su tía, ya que la veía asustada y sabía que esta era una oportunidad única, y si todo no le salía como él lo estaba planeando quizás nunca más se le iba a dar una oportunidad más o menos parecida.
Hasta que por fin llegaron al local escogido por Edgar, este era tan ordinario como los otros que habían visto en su recorrido según lo que los ojos de Paulina corroboraban, y muy popular por cierto, el ambiente era festivo y en aquellos momentos tocaban una tanda de música reggetonera, el piso era de baldosas antiguas y la gran mayoría estaban quebradas, las mesas eran cuadradas y con las típicas silla plásticas de color rojo que tenía el logo de Coca-Cola en sus respaldos, una vez que llegaron a una mesa desocupada y cuando por fin ya estuvieron sentados el salido chamaco se ubicó a un lado de ella poniendo una de sus grasientas manos en uno de los relucientes muslos de quien era su mujer por aquella noche, su tía quien se quedó mirando la mano de su sobrino puesta en una de sus piernas y entendiendo de que aquello era parte de la tarifa, simplemente y con un rictus de molestia en su cara poso una de sus manitas sobre la de él.
Estuvieron sentados por algunos minutos mirando el ambiente, la ensimismada hembra veía que la pista de baile estaba repleta de parejas que se meneaban al ritmo de Américo, y que tras la barra del antro un negrito con cara de simpático preparaba tragos moviendo la coctelera como si también estuviera bailando, mientras sentía como el chamaco con uno de sus brazos la mantenía bien abrazada y con su otra mano no se cansaba de masajearle las suavidades de sus piernas enfundadas en medias,  a la espera de ser atendidos por uno de los mozos.
Ya varios hombres que andaban solos en aquel tugurio en busca de acción con alguna chiquilla suelta de cascos, estos ya habían puesto atención en la atrayente y llamativa mujer que había entrado al lugar acompañada de un gordito.
Hasta que por fin un mozo se acercó a atenderlos, el desprevenido hombre quien llego algo molesto por la gran cantidad de pedidos que tenía, ya que el local estaba abarrotado de clientes, este se quedó boquiabierto viendo a aquel ángel que tenía ante sus ojos, el hombre que era flaco y de pómulos salientes con una camisa blanca y corbatín negro cambio su semblante de enojo y molestia en el acto y los atendió como si fuese el mismo rey de la simpatía, pero por dentro dictaminaba que esa tremenda hembra que estaba ante sus ojos era mucha mujer para el pendejo barrigón que la acompañaba.
-Que vas a tomar Paulina, le consulto Edgar a su tía en su perfumada oreja…
La pareja debía hablarse y casi gritarse en el oído uno del otro, la música ya era muy fuerte,
-Solo tomare un agua mineral… yo bebo solo para divertirme y te digo que en estos momentos no lo estoy haciendo, si he venido a este antro es solo por seguirte el juego en tus estupideces,
-Jejejej no te preocupes tiita yo hare que te diviertas…, le volvió a decir el muchacho junto al oído,
-Lo dudo!!!, le volvió a contestar Paulina de la misma forma al muchacho.
El mozo quien ahora esperaba pacientemente juraba de guata que aquella extraña pareja se estaban poniendo de acuerdo en que tragos pedirían para beber, sin disimulo alguno miraba aquellas fabulosas piernotas de ensueño que se cargaba la fantástica mujer
-Tráigase un Chivas Regal de 12 años y una hielera…, le soltó el muchacho que acompañaba a semejante beldad…
Mientras la tía y el sobrino esperaban que le trajeran el pedido, el caliente muchachote a sabiendas que eran varias las miradas masculinas que le estaban tasando el curvilíneo pedazo de carne que él tenía por compañera, se daba a besuquearla en el cuello y en la boca para que todos lo vieran, y los que efectivamente estaban al pendiente de ellos se extrañaban de ver como la mujer se dejaba hacer todo lo que quisiese aquel regordete muchacho.
Una vez que el mozo trajo la botella solicitada por Edgar este puso la cuenta en la mesa en el lado de Edgar, el chamaco separándose de su “novia” tomo la boleta y viendo el total a pagar, simplemente le dijo a su mujer…
-Acá está la cuenta hay que pagarla…
Paulina lo quedo mirando extrañada cayendo en cuenta que más encima seria ella quien tendría que pagar las locuras de su descocado sobrino…
-O sea… me traes a este tipo de lugares y más encima andas sin dinero…
-Pues si no lo recuerdas puta… yo no trabajo… y aun voy a la escuela… además que tú tienes dinero de sobra… y por ultimo pagaras esta botella porque yo te lo estoy ordenando!! Te queda claro zorra!!??
Paulina quien ya no daba más de cólera, de malas ganas tomo su bolso y saco dinero para cancelar el consumo, el joven casi se lo arrebato de sus manitas para luego dárselo al mesero y con aires señoriales le dijo,
-Quédese con el cambio…
La primera media hora de la pareja en aquel vicioso y vulgar antro, se la paso sentados en su mesa, Edgar casi forzó a su tía a que bebiera wiski junto con él, Paulina sentía bajar por su garganta el ardiente brebaje, además de sentir los continuos manoseos del caliente muchacho en cualquier parte de su cuerpo…
-Esta cosa es asquerosa Edgar… por lo menos me hubieses pedido un trago más suave, decía Paulina pasando una de sus manitas por su garganta,
-Ya te acostumbraras zorrita, jajaja… que tal si vamos a bailar!?
La notable tía del muchacho a sabiendas que estando en aquel lugar por lo menos sus partes íntimas no correrían peligro alguno acepto a regañadientes la invitación de su sobrino, se pusieron de pie y juntos se encaminaron a la pista de baile que en esos momentos la alegre música le daba con todo a una tanda de merengues de Juan L. Guerra.
En un principio la hermosa y curvilínea Paulina bailaba como una autómata, pero poco a poco se dio cuenta que el muchacho a pesar de su aspecto sebosamente sedentario era muy ágil para llevar ese tipo de baile, la daba vuelta como él quería y cuando ella creía que en cualquier momento salía volando para ir a azotarse a cualquier lado ahí estaba el brazo de su sobrino para recibirla y devolverla a la pista de baile, recordó del largo tiempo que no bailaba este tipo de música, ya que su marido si bien le hacía empeño no era un gran bailarín y se aburría rápidamente.
Una vez que la tanda termino tía y sobrino quedaron frente a frente, ella con sus brazos entrelazados en el cuello del gordo Edgar, y el con sus grasientas manos en la cintura de ella, ambos agitados por los frenéticos zangoloteos que se habían mandado en los casi 30 minutos de bailoteo, muertos de la risa y descubriendo que ambos si tenían algo en común se encaminaron hacia la mesa, el muchacho se sorprendió al ver que era su misma tía quien llenaba ambos vasos con hielo para luego hacer lo mismo pero ahora con wiski, y cuando ya comenzaba ahora otra nueva tanda de salsa, fue Paulina quien de un puro trago vació su vaso y agarro de la mano al chamaco para llevárselo a la pista de baile, Edgar noto al instante que por ahí tal vez estaba la clave para poder encamarse esa misma noche con su tía.
Comenzaron a bailar aquella sensual danza, Edgar ya se había percatado de la excelente bailarina que era su tía, pero aparte de estar pasándosela muy bien bailando salsa con Paulina, lo que él quería verdaderamente era llevársela a bailar otro tipo de danza, pero esta debía ser encuerados y acostados en una cama.
Mientras se sucedía la tanda de salsas, Paulina quien se lo estaba pasando realmente bien con su sobrino noto como de vez en cuando su esbelto cuerpo se rozaba involuntariamente con la mórbida figura de Edgar y cada vez que eso sucedía un extraño escalofrío recorría su espalda. No sabía si era por lo bien que bailaba el muchacho o porque el alcohol le estaba causando estragos en su mente, pero en aquellos momentos le apetecía muchísimo arrimarse y bailar más apretada junto al grotesco cuerpo de Edgar.
Después de estar bailando un poco más acaramelados durante unos diez o quince minutos decidieron regresar a la mesa, ya que estaban algo cansados, la hora avanzaba y las luces dentro del local las habían bajado, situación que el acalorado chamaco aprovecho para nuevamente darse a probar aquellos sabrosos labios que tenía su tía.
Paulina no entendía el porqué, pero mientras sentía como su sobrino la besaba y manoseaba como un desesperado y por donde él quería, la situación era que ya no le molestaba tanto, además que sabía que en un par de horas ya todo habría terminado y estaría en su casa ya sana y salva, por lo que simplemente debido a esta sensación de seguridad, dejo que Edgar tocara todo lo que quisiese.
Entre besuqueos, fumadas de cigarrillos y manoseadas por doquier la pareja le había ido dando el bajo a la botella, o al menos eso era lo que creía Paulina, ya que el astuto chamaco cada vez que su tía miraba para algún lado este mequetrefe botaba el contenido de su vaso a un lado de la mesa, para hacer creer a la mujer que él estaba bebiendo a la par con ella.
Estando Paulina algo estimulada por la bebida y por un extraño acaloramiento en su cuerpo, nuevamente tomo al muchacho y le dijo que quería bailar con él, esta vez bailaron algo más arrimados uno al otro, los roces eran muy frecuentes y Edgar pensaba que estos roces ya no eran por pura casualidad, pero Paulina a sabiendas que si ella como la mujer adulta que era no ponía atajo a las ricas sensaciones que ya creía sentir en los brazos del aprovechador de su sobrino quizás qué tipo de barbaridad podría resultar de todo eso, se acercó a la oreja del muchacho para decirle,
-Edgar aunque no me lo creas lo pase muy bien contigo… te deje tocarme y nos besamos tal como tú lo querías… ya he cumplido con mi parte… y creo que ya es hora que volvamos a nuestras realidades, diciéndole esto último se separó del muchacho y regreso a donde estaban ubicados.
El chamaco quedo estupefacto mirando como ese perfecto cuerpo de mujer lo dejaba plantado en la pista y volvía a la mesa, el creía que ya casi la tenía lista, con una angustiante pesadumbre volvió a la mesa en donde la encontró sonriente y esperándolo…
-Qué te pasa campeón… porque esa cara?, acaso creíste que la noche no iba a tener un final?, -Jijiji… como te dije en la pista, yo ya cumplí con mi parte y espero que tu hagas lo propio. Paulina se lo decía mirándolo a los ojos y bebiéndose otro vaso de wiski que ella misma se había preparado mientras esperaba a su sobrino para medir la reacción de este, Edgar se daba cuenta de la seguridad en que le hablaba su tía Paulina, pero también sabía que esta misma ya estaba algo alcoholizada, y justo en el momento en que el chamaco le iba a contestar cualquier cosa para dilatar la estadía de su tan deseada familiar, una ronca voz interrumpió a la pareja,
-Discúlpeme señorita… Usted sería tan amable de querer bailar conmigo!?, aunque se lo estaban pidiendo por favor, la voz se notaba entre chulesca y autoritaria.
Edgar y Paulina quedaron mirando al extraño que se les había acercado a la mesa, era un negro con pinta de chulo y que a lo lejos se notaba que estaba drogado, el mal viviente había estado oteando a la pareja desde su mesa, y el cuerpazo que se gastaba aquella tremenda hembra lo tenían más que caliente,
-No gracias estoy muy cansada y con mi novio ya nos retirábamos, contesto Paulina en forma de recompensar al muchacho por lo bien que lo había pasado bailando junto a él, Paulina era de esas típicas mujeres que se vuelven locas bailando y como que pierden los sentidos.
-Jajajajaj así que este gordo con cara de tarado es tu novio!?, pues eso a mí no me importa… Vi que te comportas como toda una zorra, de seguro que eres una puta camuflada…, así que agarra tus cosas porque te vas conmigo, jajajaja… le dijo a la vez que la tomaba fuertemente por unos de sus brazos…
Paulina quien con ese brusco cambio de personalidad de aquel siniestro hombre quedo paralizada y sintió con las fuerzas desmesuradas en que este la tomo y la levanto de su asiento haciéndole daño,
-Suéltala pendejo…! Fue lo primero que atino a decirle Edgar al delincuente que pretendía llevarse a la que había sido su mujer aunque sea por un rato…
-Jajajaja… así que te la vas a dar de machito conmigo!!?? a ver muéstrame de lo que eres capaz bola de manteca, le dijo el negro sacando de entre sus ropas una afilada cuchilla, Paulina quedo aterrada y temía por la integridad de su sobrino, Edgar que tampoco era un santo cuando salía de andadas con sus amigotes, sin pensársela dos veces tomo la misma botella de Chivas que estaba en la mesa y sin más se la planto en plena cabeza al negro quebrándosela y dejándolo automáticamente fuera de combate, pero en ese mismo momento sintió una fuerte patada en su espalda que lo hicieron irse al suelo, pero como él era gordito prácticamente reboto en el piso de baldosas, y cuando su nuevo agresor ya se le venía encima lo esquivo como obra de magia y aprovechando el mismo impulso de este lo tomo desde sus ropas y lo azoto contra el canto de la mesa, esa le salió de pura suerte, pero la cosa fue que este otro negro que era aún más horripilante que el primero y compinche del mismo quedo sangrando y llorando como una Magdalena.
Paulina quien vio todo en primera fila fue a socorrer a su sobrino que aún estaba arrodillado en el suelo, pero fue Edgar quien reacciono más rápidamente que ella…
-Toma tu bolso zorra…!! Nos largamos…!!!, junto con esto al ponerse de pie la tomo de la mano y aprovechando la batahola que se formó en el tugurio prácticamente saco a rastras a su tía de aquel tugurio…
-Como estas Edgar… te duele tu espalda… vi que te pegaron una patadaaa… estas bien…?, le consulto mientras caminaban rápidamente alejándose de aquel tugurio, Paulina aparte de estar bajo los efectos del alcohol también estaba muy preocupada,
-Solo camina putaaa…! no ves que nos pueden seguir…!
Cuando ya estaban algo alejados del local en donde ocurrió la pelea, la mente de Edgar trabajaba a mil por hora, sabía que ya estaban a salvo y que nadie los siguió, pero él no quería separarse de aquel portento de mujer que caminaba a su lado media ebria y muy agarrada de su brazo.
Paulina vio que el chico de pronto se había quedado parado y con los ojos fuertemente cerrados llevando una de sus manos a su espalda en señal de dolor,
-Qué te pasa Edgar…te sientes bien!?
-Dueleee!!, se quejó el chamaco ahora apoyándose en un árbol…, y volviendo a actuar para confundir aún más a su apetitosa familiar,
-Pero si yo misma vi cómo te patearon en la espalda… puedes caminar!?, Paulina a pesar de ir algo ebria ahora estaba más preocupada que hace un rato…
-Necesito recostarme… me duele muchooo…
-Caminemos a tomar un taxi… debe haber alguna calle más o menos concurrida por aquí, no?
-No… no la hay… y menos a estas horas…
-Y entonces que hacemos?
-Yo creo que lo mejor es que busquemos un lugar donde quedarnos…, el caliente chamaco ya hasta cruzaba los dedos de sus pies para que la treta le resultara.
-Pero… pero… tú dices quedarnos juntos!?…pero adonde?
-En un hotel… donde más…?
-Hay… no creo que sea una buena idea…, le contestaba le hembra mordiéndose los labios de puro nerviosismo, lo que para Edgar resulto fascinante,
-Además que estaremos más seguros recuerda que esos drogos en cualquier momento nos pueden salir a buscar… Auchhh mi espalda… me dueleee…!
-Vale…vale… busquemos uno… pero solo será para que te recuestes Ok…
-Y para que más podría ser, si tenemos un acuerdo no?, esto último el calculador chamaco solo lo dijo para que la mujer se confiara y no le hiciera problemas al momento de entrar a cualquier pocilga de las que por allí habían. -Caminemos por aquí cerca debe haber uno… Auchhh… mi espaldaaa…
Paulina media lucida y media ebria nuevamente se puso en camino hacia donde el chamaco quisiera llevársela, sabía que estaba haciendo mal y muy mal, pero su sobrino con sus últimas palabras le había dejado en claro que el también estaba presto en cumplir con lo acordado, así que tal vez no era tan malo que ella estuviera en camino a ir a encerrarse a un hotel con el muchacho, si lo estaba haciendo era solamente porque él estaba adolorido, y más encima por defenderla a ella.
Edgar había hecho muy bien el papel de estar adolorido al extremo de no poder caminar, pero la verdad en aquellos momentos era una sola, y era que estaba más que recaliente y ansioso por llegar lo antes posible a cualquier motel que pillara por el camino, sabía que estaba solo a minutos de estar a solas con su tía y adentro de una habitación con una cama para el poder descansar, reía para sus adentros.
Tras caminar solo una cuadra de donde estaban llegaron a una ancha calle de dos vías con un bandejon central, los ojos de la hembra veían que por ambas veredas habían numerosos letreros con luces rojas o amarillas que parpadeaban con la vistosa palabra “Motel”, u “Hotel”, aparte de ver que en las veredas de ambos lados habían muchas mujeres que vestían en forma escandalosa y que por cada auto que se detenía estas se acercaban a él como abejas a un panal, Paulina se sintió aterrada era la primera vez en su vida que veía en vivo y en directo a verdaderas meretrices de todas las edades ejercer su inmemorial y sacrificada profesión.
-Edgar adonde estamos…? quienes son todas esas mujeres?, le consulto a su sobrino con un dejo de preocupación en su voz, mientras caminaban por la misma vereda de las putas,
-Jajaja… estamos en la calle de las putas por si no te habías dado cuenta,
-Y por qué me traes para acá!?
-Es la única calle en donde encontraremos donde quedarnos, pero tranquilízate, yo conozco este sector…
-Mejor busquemos un taxi…, la muy nerviosa mujer ya se estaba arrepintiendo de ir a quedarse con su sobrino, pero por más que buscaba con sus ojos algún taxi no pudo ver ninguno,
-Tranquila… si ya llegamos…, le dijo Edgar al casi adivinar lo que estaba pasando por la mente de su mujer…
Cuando por fin la hembra vio que su sobrino la introdujo dentro de uno de esos hoteles escucho la rancia voz de un viejo pelado y de lentes que solo se dirigía a Edgar,
-Solo me quedan habitaciones simples…
-Está bien tomaremos una…
-La puta que lo atenderá anda con sus papeles al día?, no quiero problemas con la policía…, consultaba el vejete mientras abría un libro de registros,
Cuando Paulina quiso hablar para poner en su lugar a ese viejo desgraciado y decirle que ella no era ninguna puta, Edgar contesto rápidamente,
-No se preocupe… anda con todos sus papeles al día y también tiene sus vacunas…
-Bien… necesitare su identificación y también la de la puta… para registrarlos, Paulina nuevamente quiso poner en su lugar al viejo, pero viendo que este ni siquiera se limitaba a mirarla, simplemente le paso su identificación muy de malas ganas.
Una vez ya dentro de la habitación y cuando Paulina una vez más tuvo que pagar por adelantado la estadía de ambos en ese otro antro pero ahora con una cama, la hembra recriminaba al muchacho,
-No tenías para que haberle corroborado que yo era una puta, según creía ese viejo!
-Ja…! solo fue una broma… Auchhh mi espalda dueleeee!!!
-Recuéstate… recuéstate un rato… se te pasara de a poco…
Paulina ya más relajada y tranquila se sentó a un lado de la cama, el muchacho estaba recostado mirándola,
-Edgar… ehhh… quería darte las gracias… lo que hiciste allá en el antro fue muy atrevido… esos tipos pudieron lastimarte…, le dijo a la vez que se servía uno de los tragos que les habían llevado a la habitación como atención por cuenta de la casa…
-No es nada… tenía que hacerlo… si se querían llevar a mi zorra…!!
-Ya no me llames así… yo cumplí con mi parte ahora tu cumple con la tuya…
-Yo te hablo como quiero puta… el trato era por toda la noche y recién son las 3.30 am, así que recuéstate un ratito… y no te preocupes… mi espalda está muy mal… en este estado no veo que sea capaz de hacerte nada…
Tras la atrevida solicitud Paulina se dio a estudiarlo, el muchacho era bastante ancho de pecho y espaldas, su panza subía y bajaba como la de un animal en reposo, y al mirarle su cara llena de espinillas le dio risa tenerlo ahí tirado todo adolorido y por culpa de ella, extrañamente se sentía protegida por el chamaco, y algo en su confundida mente le decía que en el fondo la situación de como su joven sobrino la había defendido de dos delincuentes le había gustado… y mucho, por lo que decidió que en forma de agradecimiento seguiría un ratito más con el jueguito del mocoso, así que dándole otro sorbo a su vaso, le consulto…
-Así que se querían llevar a tu zorra!!??, le pregunto poniéndole a propósito una cara de picardía… y que más harías por tu zorra!?
-Lo que me pidas…!! Le contesto el chamaco tragando saliva, no sabía si su tía Paulina estaba diciéndole esas guarradas por encontrarse ebria  o por querer tomarle el pelo…
La mente de Paulina más se confundía a medida que pasaban los minutos, ella solo quería jugar con el niñato, tal como lo había hecho muchas veces cuando los hombres se creían que a lo mejor tendrían alguna oportunidad con ella, pero ahora era distinto, el ver con la vehemencia en que le contestaba su sobrino, esa forma en que la había tenido en sus brazos cuando bailaron, de cómo la defendió y ese extraño brillo de desesperación que veía en sus ojos por querer tocarla, sabía que aquel brillo eran de deseo, pero ella era casada y para rematarla el pendejo ese era su sobrino, hasta que ya bombardeada por tantas emociones, le dijo…
-Me recostare un ratito a tu lado… pero nada de cosas raras… solo puedes tocar…, y a penas empiece a aclarar nos vamos… ok?
-Pierde cuidado tía Paulina… le contesto el caliente muchacho haciéndole un lado a aquella curvilínea hembra que ya estaba presta a recostarse a su lado en la cama.
Apenas Paulina estuvo recostada en el viejo camastro, con su cabeza y sus cabellos desordenados apoyados en una de las amarillentas almohadas de aquella inmunda habitación de motel mirando fijamente a los ojos del exaltado muchacho, este mismo no hallaba que hacer ni como comenzar, a pesar que su papel de macho dominante le había salido espectacular en el transcurso de los acontecimientos de la noche, la verdad era una sola, él nunca pudo hacérselo a la única novia que había tenido, en otras palabras se podría decir que a pesar de los motivos y el condicionante que había solicitado esta nueva ninfa, esta era la primera vez que el pobre y nervioso chamaco estaba meramente acostado con una hembra de verdad.
Recostado a un lado de la desorientada mujer, por culpa del alcohol ingerido, y que ahora ella prácticamente se le ofrecía sin remilgos para lo que él quisiera hacerle, pero menos eso otro, Edgar casi se sobaba las manos por al menos intentar hacérselo, y agradeciéndole a los Dioses por su buena suerte se dedicó por algunos minutos a contemplar por unos momentos la figura de la mujer que tanto había estado deseando.
El caliente sobrino contemplaba de muy cerca aquellas perfectas y proporcionadas tetas que ya casi se asomaban por debajo del vestido negro de su tía, en donde estas parecían estar esperando ser manoseadas y chupadas por alguien y que ese alguien seria el mismo, se decía ya casi babeando el caliente chamaco, mientras la hembra aun esperaba ver cuál sería su primera reacción.
Edgar ya no aguantando más se lanzó a besarla tal como lo había hecho en las ocasiones anteriores de aquella acalorada noche, mientras la besaba sentía aquella boquita ahora tibia y con un fuerte aliento a hembra y a alcohol, por lo que supo que su tía aún estaba ebria, dictaminando así que si realmente sabía calentarla como corresponde ella le cedería eso que el tanto deseaba.
Paulina se dejó nuevamente besar por su sobrino-ahijado, al tiempo de ir ella entregándose cada vez más a ese ardiente y desesperado beso que el chamaco le estaba brindando, por lo que ella misma subió su otra mano para abrazarlo y mover sus manos sobre su mantecosa espalda, intentando en forma cohibida acariciarlo para hacerlo sentir bien y que captara de lo muy agradecida que estaba ella por haber sido defendida hace algunos momentos.
Así pasaban los minutos hasta que de pronto y sin darse cuenta la semi confundida hembra estando ya casi extasiada comenzó a abandonarse entre los brazos y los ardientes besuqueos de su sobrino, con su lengua buscaba e intentaba en forma desesperada juntarla y enredarla con la de él, mientras ahora le acariciaba sus desordenados cabellos en una forma más que maternal.
-Ohhh tía estas tan buena le decía el caliente chamaco en uno de sus oídos casi comiéndoselo, provocándole a Paulina una serie de exquisitas sensaciones las cuales se traducían en oleadas de escalofríos que la recorrían entera, mientras sentía como su sobrino ya le sobaba las tetas por sobre el vestido, pero cuando ella quería poner cierta resistencia su mente le acordaba que ella tenía un trato con el chico, y que aún no amanecía.
Edgar notando la pesada respiración de su compañera de cama y dándose cuenta de la pasividad de esta para el poder hacerle lo que quisiese, de un momento a otro le soltó la boca para comenzar a rozar con sus labios su aromático cuello y empezar a lamerlo y besarlo en forma exasperada  a sabiendas de ambos que su camino era uno solo, este era hacia sus tetas.
A todo esto Paulina seguía entregándose cada vez más y poniéndole menos restricciones al chamaco,  además que ya eran tantas las emociones del momento que ella por cada minuto que pasaba se sentía menos culpable por lo inapropiado de aquel tipo de tocaciones que ahora su sobrino intentaba sobre su cuerpo ya que este poco a poco le iba subiendo el vestido, este lo hacía de a centímetros para no espantar a la mujer, pero ella animada quien sabe por qué cosa sentía que todo aquello le estaba gustando demasiado y sin querer proponérselo le notifico su aprobación en el cometido dejando salir de sus labios un suave y genuino gemido de calentura que el muchacho capto al instante.
Enardecido por aquel erótico mensaje que le había emitido Paulina, Edgar dejo para luego lo del vestido y dirigió su boca a la de ella  abriéndosela y metiéndole nuevamente su lengua lo que más pudo como si literalmente se la estuviera comiendo, fueron intensos minutos de salivoso besuqueo, el chamaco la recorría entera, desde su boca, su cuello y el nacimiento de aquellas montañas de carne y viceversa dejándola vistosos y brillosos caminos  de saliva, para luego volver a un frenético atraque de bocas en donde Paulina le correspondía los besos como si ya verdaderamente le perteneciera al gordo de su sobrino.
La temperatura en aquella habitación de motel por cada minuto que pasaba era más intensa, por ahora solo se escuchaba el sonido de bocas que se comían y de lenguas que se probaban y enredaban una contra la otra, acompañados de tímidos rechinidos de la cama debido a los leves movimientos que hacían sus ocupantes para acomodarse mejor.
Mientras todo esto ocurría al interior de la habitación, Paulina sin tener muy en claro que ya estaba caliente, muy caliente, situación que le impedía pensar de una forma más clara y sensata, simplemente parecía estar ya en otra dimensión de la cual ella no quería salir, le estaba permitiendo a su sobrino que hiciera cuanto quisiese, mucho más de lo que ella horas atrás había acordado, pero estaba sintiendo todo aquello tan rico que se dio a permitirle a su cuerpo que mandara sobre su mente solo un ratito más, sabía que si el chamaco intentaba intensificar sus avances ella sabría como detenerlo.
Pero el obeso muchacho por cada momento que pasaba, por cada tocación de suaves y tibias carnes femeninas este se iba calentando cada vez más, su joven virilidad ansiosa por entrar en combate ya rosaba en forma más que sugerente la cadera de la casi entregada hembra, o al menos así le parecía a él, mientras que Paulina por su parte ahora empezaba a sentir como la dura apéndice del muchacho se incrustaba en su cuerpo, pero ella sabía que aún estaba protegida por su vestido, a sabiendas que todo aquello apuntaba a una sola cosa la embriagada mujer abría sus ojos para mirar hacia la ventana y viendo que el cielo por ahora se negaba a clarear y que todo estaba oscuro sencillamente cerraba sus ojos y se daba a seguir sintiendo todo aquello que le estaban haciendo en forma tan deliciosamente prohibida y a la vez enajenante.
El muchacho notando las lamentables condiciones en que se encontraba su tía, termino por decididamente ahora si subirle el vestido, sus temblorosas manos tomaron la tela negra y la fue corriendo hacia arriba descubriendo y desenfundando aquella endiablada figura llena de curvas lujuriosas, sus ojos se quedaron clavados en aquel atrayente y pequeño triangulo blanco que protegía la sagrada intimidad de aquella Diosa entregada, todo eso cubierto por las finas medias transparentes que llevaba puesta la joven mujer, el chamaco siguió subiendo el vestido hasta pasarlo por encima de las tetas de la pasiva y lujuriosa Diosa, sus ojos y su mente se llenaron con la imagen casi desnuda de aquella hembra que solo lo miraba sin saber cómo atinar ante aquel anti natural y erótico momento.
No dándole tiempo de reacción a su tía Edgar nuevamente se abalanzo a besarla ahora con más frenesí, a la vez que su nerviosa mano se posó en el tibio vientre de ella sobándoselo despaciosamente a la vez que alternaba sus caricias con los enfundados muslos de la mujer, haciéndose estas cada vez más atrevidas ya que su mano centímetro a centímetro se iba acercando a la zona prohibida.
En un momento de lucidez Paulina quiso poner término a toda aquella deliciosa locura, entre susurros le dijo a su sobrino…
-Ed…gar… esto… esto no está biennn…
El muchacho solo se dio a chuparle su oreja a la vez que le decía,
-Tranquila putita…slurpsss… slurpssss, así sonaban los sonidos de lengua en la oreja de la aturdida mujer, -Si no te estoy haciendo nada, solo te estoy… slurpssss… besando y tocando…slurpsss…tal como tu dijiste… slurpssss…
Paulina estando con sus ojos cerrados sentía como esa cosquilleante lengua bailaba en su oído otorgándole ahora oleadas de escalofríos que la hacían sentir más rico que antes, mientras advertía como la sudorosa mano de Edgar bajaba por su vientre en franca dirección hacia lo más íntimo de su ser, a la vez que ahora este le apuntalaba la cadera con más ímpetus que antes, y en el momento en que noto que al chamaco solo le faltaban centímetros para tomar posesión de su fisura prohibida apenas cubierta por su pequeña ropa interior blanca y las medias, rápidamente bajo sus manitas para protegérsela a la vez que le decía…
-No Edgar… por favor… ahí nooo…
-Tranquila zorritaaa… le dijo el caliente chamaco que ahora se movía en su cadera como si verdaderamente ya la estuviera culeando, -Tu dijiste que podía tocar todo lo que quisiera, y hasta el momento es lo único que he hecho, jejeje solo estoy tocando, le decía a la vez que el mismo le retiraba las manos de su zona intima, y estando esta ya nuevamente desprotegida, poso su sebosa mano en aquella erótica curvatura para comenzar a mover su dedo medio en la caliente rayita que el chico ya creía sentir…
Paulina quien escucho la explicación del muchacho pensó erróneamente que este tenía razón, solo estaba tocando por lo que simplemente lo dejo y envalentonada por la caliente morbosidad del momento se atrevió a recoger sus piernas e ir abriéndoselas para que su sobrino la tocara más a gusto, Edgar por su parte ya hasta se babeaba sin darse cuenta de ello, llevaba unos buenos minutos masturbando y besando a su tía, la fricción que hacían sus dedos en aquella exquisita parte lo tenían en la estratosfera, sentía en sus dedos el suave roce de sus medias contra sus calzones, e increíblemente sintió la erótica humedad que expelía desde la más recóndito de aquella sabrosa curvatura.
Por su parte la excitada Paulina solamente emitía unos ricos gemidos de placer, pero cuando salido muchacho intentaba meter la mano por debajo de la fina tela de las medias ella se lo impedía con sus dos manos, pero él quería más y sabía que tenía que ser moderado, su tía en cualquier momento podría caer en la cordura y ahí sí que todo se podría ir al traste sin el haber concretado lo que tanto deseaba, así que estratégicamente retiro la mano de la íntima hendidura de quien ya con seguridad iba a ser su mujer, simplemente se montó sobre aquel curvilíneo y semi desnudo cuerpo de Diosa.
Paulina sintió el peso del muchacho sobre su delineada figura quien no le dio tiempo para cerrar sus muslos, así que ahí estaban con ella abierta de piernas y con Edgar montado sobre ella y aun vestido, cuando la confundida chica quiso saber que era lo que pretendía el chamaco este nuevamente la asalto con su boca, a lo que ella se entregó casi al instante al tener en cuenta y solapando su calentura en que el muchacho aún estaba vestido así que no podría hacerle nada.
Edgar mientras la besaba en forma asquerosa, como pudo metió sus manos por debajo de sus espaldas para destrabar el sujetador, Paulina por más que quiso poner resistencia a esto no lo pudo lograr, ya que al estar bajo el pesado cuerpo del muchachón nada pudo hacer para impedirlo, solo vio cuando su brassier salió volando y fue a caer a una esquina de la habitación, para luego ver al frente de sus ojos como el muchacho le subía el vestido hacia los hombros para terminar de retirárselo haciendo que ella, sin oponer mucha resistencia, levantara sus brazos, este fue a caer a cualquier parte.
-Ohhhh tiaaa…!! tienes las medias tetasssss!!!!, le dijo el chamaco cuando se separó de la boca de Paulina para admirar aquellas enormes y duras chichotas que estaban a solo a segundos de que el mismo se las comiera, y volviéndose a acomodar sobre las abiertas piernotas de la hembra, poniendo sumo cuidado que su ya bien parada verga aun cubierta por sus ropas quedara apoyada en la misma vagina de su tía con la intención de que ella se la sintiera, vagina que también ya estaba solo a minutos de quedar al aire.
Edgar se lanzó a lamer esos duros melones de ensueño ensalivándolos y apretándolos con sus dos manos, no dándole tiempo de reacción a la mujer que como podía miraba extrañada como su mismo sobrino la tenía con las tetas al aire y chupándoselas como si de verdad quisiera sacarle leche de estas,
-No Ed…gar no ha…gas eso… no me chu…pes las te… tas… le decía con un hilillo de voz y en forma entre cortada…
-Solo disfruta zorraaa… estas tetas son mías… le dijo a la vez que se las volvía a zampar y comenzaba a moverse sobre su cuerpo paseando su duro paquete por toda la zona vaginal…
-Nooo… no te muevas así… no… que haces…!?
Pero el ya encendido chamaco no le contestaba nada y no le hacía caso simplemente se movía en forma ondulatoria sobre su esbelto y tonificado cuerpo, Paulina quien todavía estaba en el limbo, solo le decía todo eso como parte del ritual erótico en donde la hembra debe oponer cierta resistencia antes del momento del apareamiento.
Edgar quien ya estaba decidido a culearsela si o si, con una teta en la boca bajo sus manos hacia su paquete y comenzó a desabrocharse los pantalones, una vez que lo pudo lograr como pudo se los fue bajando, el trabajo era de por si infructuoso debido a su obesidad, la mismo hiso con sus calzoncillos, y ya con su verga afuera simplemente comenzó a moverla de arriba y hacia abajo por sobre las delgadas telas que aun protegían la entrada intima de su tía.
Paulina quien estaba tan caliente como aterrada por todo lo que estaba sucediendo y tal vez también por lo que ya casi era un hecho inminente no hizo nada por detener a su sobrino.
En el sulfurante momento en que sintió el roce de la verga de Edgar con sus dos únicas prendas íntimas y comprobando ella misma como estas hacían contacto directo con la piel de su vagina fue invadida por una extraña sensación de eroticidad que la animaban a que lo hiciera con su sobrino, y no supo cuál fue el momento en que se vio a ella también moviendo su pelvis para buscar con esta la cabeza de aquella herramienta que tan gratificantemente le friccionaba su ya muy mojada ropa interior con las carnes de su ya bien mojado coño.
Ya ambos sudaban moviéndose tal cual como si ya estuvieran culeando, se besaban y se recorrían con las manos, el gordo Edgar sentía que en cualquier momento era su último minuto, así que ya decidido de una buena vez por todas a hacérselo a su tía, nuevamente bajo sus manos hasta las caderas de la hembra quien se mantenía con los ojos cerrados dejándose hacer.
Paulina sintió las dos manos del muchacho puestas cada una a un lado de sus caderas y como este intentaba retirarle las dos últimas prendas que protegían su esbelta humanidad, inexplicablemente y notando el nerviosismo del chamaco que le costaba trabajo llevar a cabo aquella ardiente tarea fue ella quien voluntariamente junto sus piernas y apoyo la punta de sus pies en la cama elevando sus caderas para que el chico pudiera más fácilmente despojarla de las dos últimas prendas que le quedaban puestas en su cuerpo, que también una vez que se las sacaron medias y calzones fueron a dar a otra esquina de aquella viciosa habitación, para luego ella volver a abrirse de piernas y quedar lista para el incestuoso acoplamiento. A Paulina la tenían totalmente desnuda y entregada.
Fue en ese preciso momento en que una leve chispa de cordura la hicieron ver la cruda realidad, estaba totalmente encuerada y solamente a minutos de que su propio sobrino se la metiera, y cuando vio a este enderezarse y quitarse la camiseta dejando a su vista sus rollizas carnes y tetillas caídas todo el pudor que hasta ese momento había estado ausente le volvió la conciencia de sopetón para semi inclinarse en la cama y decirle,
-No Edgar… ya basta… esto… esto no es correcto… salte de encima que me voy a vestir…
El muchacho que estaba con sus ojos enrojecidos por la lujuria que se veía venir se la quedó mirando incrédulo, pero consiente de las condiciones en que la tenía, su tía aún estaba debajo de el con sus muslos bien abiertos, Paulina quien ya sabía que si no hacía algo rápido ya sería tarde intento mirar si había algo de su ropa al alcance de su mano, hasta que su vista se topó con la verga del chamaco, esta era mucho más grande que la de su marido, nacía desde debajo de la panza del chamaco donde todo era oscuro debido a un enjambre de pelos negros, era una cosa larga y gorda que tenía un grueso nervio interior que la cruzaba en toda su extensión llegando hasta el glande que en esos momentos estaba semi cubierto por el forro de piel, esta grotesca cosota palpitaba ágil e impaciente de arriba y hacia abajo, estando ella accidentalmente casi ensimismada estudiándole la terrible herramienta a su sobrino sintió como este nuevamente se echaba sobre su cuerpo aplastándola y haciéndola quedar tirada de espaldas…
El chamaco dándose cuenta que su tía ni pestañeaba al momento de estar mirándole su tranca se dio a decirle,
-Te gusta mi verga zorraaa, jajajaja… mide 24 centímetros exactos cuando está bien parada, ya me la medí en los baños del colegio y soy uno de los que la tiene más grandota… jajajaja!!!!
-No Edgar… no… no por favor… no me lo vayas a hacer…, esa cosaaa… esa cosaaa… no me cabraaa!!!, le exclamaba ahora en forma suplicante Paulina a su sobrino, o sea no si quiera tenía que hacer comparaciones, ya que las medidas vergales de su sobrino eran simplemente animalescas,
-Jajajaja… Si tía… te la voy a meter… si mira no más como estamos…, le decía el salido chamaco mientras se seguía acomodando para llevar a cabo la penetración entre medio de esos brillosos muslos de ensueño,
-Esto es un error Edgar por favor salte de encima mío… de verdad que yo no quiero hacerlo, le decía Paulina lanzándole manotones en el pecho…
-No te creo, jajajaja si recientito no más te movías como una fulana, le decía el chamaco mientras ya con una de sus manos se agarraba la verga y paseaba la cabeza de esta por toda la línea vaginal de su tía recordando que en su única experiencia de esta naturaleza en aquella ocasión le había ganado la ansiedad, pero ahora sería cuidadoso no estaba dispuesto a dejar escapar a esta nueva zorrita, y menos sabiendo de quien se trataba…
-Noooo sácala de ahí… no debemos hacerloooo!!!, le gritaba Paulina notando como la cabeza de aquella monstruosidad hacia leves contactos con su expuesta vagina…
-Si lo haremos putaaaa!!!, yo no te obligue a estar en las condiciones en la que te encuentras, además solo hace unos minutos nada más estabas meneándome la zorra buscando la punta de mi verga… ya no te hagas…
-Pero… peroooo ahora yo ya no quiero hacerlooo…!!!
-Jajajaja… me da lo mismo, si es así entonces tendré que hacértelo a la fuerza, jajajaja!!! -Ohhhh!!!!, bufo el chamaco casi en la misma cara de su tía, -Los pelos de tu zorra son suavecitos putaaa!!!, le dijo cuando sintió en su glande las sedosidades de los pelitos íntimos de la que muy pronto iba a ser la primera mujer de su vida.
-Ya bastaaa…! –Edgar… te juro que si me lo haces te voy a denunciar por violación!!!…
-Jajajaja…! -Déjate de decir webadas puta de mierda…!!! Si no te has dado cuenta estas metida en un motel en donde solo se culean a las putas, quien va a creer que una decente mujer de familia se la van a venir a encamar en forma obligada a un antro como este, recuerda que aquí hay cámaras y tu entraste solita y hasta te identificaste en la recepción… así que ahora relájate y déjame meterte la verga…
En el momento en que el muchacho se levantó para echarle un último vistazo a la preciosa flor que él se iba a comer con su verga sus ojos vieron un precioso triangulo de finos pelos negritos, bien encrespados y brillosos que parecían estar bordados a la piel de su hembra, este momento lo aprovecho Paulina para intentar levantarse de la cama y poder vestirse, pero fue tomada por Edgar quien no estaba dispuesto a dejar pasar esta oportunidad, y viendo como forcejeaba la desesperada mujer tratando separarse de la cama no le quedo más opción que echarse sobre ella con todo su cuerpo, Paulina nuevamente sentía el peso del muchacho sobre su anatomía,
-No Edgarrr… ya párale si… por favor nooooo me lo hag…
El chamaco haciendo caso omiso a las demandas de su tía acomodo su vibrante verga en la entrada de la vagina, Paulina quien ni siquiera alcanzó a terminar de decirle lo último cuando exhalando un suspiro, la angustiada tía sintió la firme y caliente carne del miembro abusivo de su sobrino entrar en contacto con su entrada intima, pensó que ya la tenían lista para metérsela,
-Ya estoy listo mi vida… prepárate que te la voy a meter…
-Noooooooo…!! Grito Paulina en forma desgarradora cuando sintió el accionar de las fuerzas de Edgar violando su tajito que hasta ese día solo había sido abierto por la verga de su marido, -Noooooooooooo… no me la metas imbécil… sacalaaaa… soy tu tiaaaaaa!!!!. Fue lo último que le grito Paulina a Edgar cuando sintió que la barra de carne caliente de su sobrino iba deslizándose y entrando hacía en interior de su cuerpo, queriendo lograr con esto que el muchacho se detuviera, siendo que contrariamente a sus pretensiones que ella fuera su tía era lo que más le calentaba al enardecido chamaco, que era a la misma hermana menor de su madre a quien se lo estaba metiendo.
Edgar seguía metiendo su miembro con los ojos cerrados no haciendo caso a los empujones y arañazos que Paulina le daba, sintiendo por primera vez en su vida como su gruesa verga en esos momentos estaba siendo abrazada y recibida por las tibias carnes y caldos interiores de una mujer y que estas eran las de su atractiva tía materna, ella por su parte en forma forzada dimensionaba como su cuerpo albergaba una nueva verga que no era la de su esposo sino la de su propio sobrino y ahijado, a los pocos segundos la desesperada hembra en contra de su voluntad caía en cuenta que su vagina había terminado por comérsela entera, la sentía grande y gruesa, palpitante y caliente.
Edgar al sentirse clavado en lo más profundo del cuerpo de su tía Paulina, y ayudándose con los dedos de sus pies le mando un fuerte empalamiento para que ella supiera que se la tenía metida hasta las bolas,
-Ahhhhhhhhyyyyy…! Aaaaahhhhgggg!!, gimió Paulina con su boca abierta y con su mirada puesta en el techo de la habitación, sentía como le tenían abierta su entrada vaginal, y en esta ya estaban ensartados casi 25 cms., de gruesa verga, el caliente chamaco sin proponérselo ni pensando en el estado de la mujer que estaba torturando con su animalesca herramienta estaba casi partiéndola en dos, se la había abierto casi hasta la última instancia que aguantarían las femeninas e íntimas carnes de Paulina sin llegar a rajárselas.
-Estooo… esto es el cielooooo…! Decía Edgar que sus ojos estaban bien abiertos y enrojecidamente resquebrajados por estar sintiendo valga la redundancia todo ese femenino calor que el interior de la vagina de Paulina le brindaba a su verga por primera vez en su vida, para luego pensar que lo que tenía aquella hembra entre medio de sus piernas no era una vagina, era fuego… un exquisito fuego que lo abrazaba desde su verga y que lo consumía entero.
Por su parte la hembra se había quedado estática, sintiéndose empalada y clavada hasta lo más recóndito de su ser, el muchacho se la había metido de una y sin consideraciones, la tenía agarrada por debajo de los hombros afianzándose así con más ímpetus a su figura, solo sentía su agitada respiración a un lado de su cara, sentía unas tremendas ganas de llorar por la tremenda estupidez que ella misma había permitido que ocurriera, si bien su estrecha vagina estaba adolorida y maltrata ante la bestial irrupción, su mayor dolor en aquellos momentos era la falta cometida, la imagen de su trabajador marido le machacaban la mente, el honor de la familia y todo eso, a todo esto se sumaba que no importando el motivo ni como se sucedieron los acontecimientos, la cosa era que ella estaba en un motel acostada desnuda y a segundos de que se la empezara a culiar un hombre que no era su esposo, y lo más estúpido de todo aquello era que ese hombre que prácticamente ya se la estaba cogiendo era su mismo sobrino y ahijado.
Estando en estos pensamientos la desdichada Paulina sintió como su sobrino empezaba a mover la verga dentro de su cuerpo, la sintió deslizarse hasta la mitad de su extensión para nuevamente volver a experimentar como se la metían con más fuerzas que la primera irrupción, para luego volver a padecer el mismo tratamiento pero ahora con más energías e igual de doloroso y lacerante, el cual al paso de los segundos estos se volvían mas repetitivos.
Mientras el chamaco se movía haciendo entrar y salir su verga en el curvilíneo cuerpo de su tía, este ponía todo de su parte para alargar el momento de eso tan rico que estaba sintiendo, tal cual como lo hacía cuando se masturbaba, pero esto… esto era mil veces mejor se decía mientras volvía a empujar hacia adentro experimentando todas aquella más que gratificantes sensaciones que le otorgaba aquella sabrosa y resbalosa rajadura que poseía Paulina en lo más íntimo de su anatomía.
Edgar metía, sacaba, empellaba y volvía a meter como un verdadero animal, sus movimientos se habían ido haciendo cada vez más acelerados a medida que creía que por cada fuerte estocada que plantaba en las carnes de su tía su tranca parecía ser succionada por aquella caliente y jugosa vagina, hasta que acordándose que aquel hoyo vaginal tenia dueña levanto la parte superior de su cuerpo, para ponerle en conocimiento todo aquello que estaba sintiendo…
-Ohhhhh… Tía… eres… eresss… estassss… muy bue… naaaaa!!!, le decía entre jadeos y arremetidas, los cuales Paulina recibía con sus ojos cerrados y en señal de dolorosa y no consentida aceptación, (no sé si entiende) –Te gus… taaa!!?? Te gus…taaaaa!!??? Le preguntaba ahora intentando metérsela lo más profundo que podía…
Paulina quien escuchaba todo lo que su sobrino le bufaba en su misma cara solo se mantenía con sus muslos bien recogidos y abiertos ya que debido al peso de semejante animal este la tenía prácticamente inmovilizada, deseaba con todo su ser que el muchacho terminara lo más rápido posible con aquella incestuosa tortura para poder ella por fin tomar sus ropas, vestirse y largase de aquel mugriento y barato hotel en donde la estaban mancillando, pero el chamaco no daba muestras de cansancio y seguía dándole batalla como un enajenado.
Casi 30 minutos ya llevaban desde que el chamaco se lo había metido a su tía, en la habitación solo se escuchaba el rítmico crujir de la cama productos de los bruscos movimientos que hacían sobre ella, acompañados de unos leves y quejumbrosos gemidos de hembra usurpada que se entremezclaban con sonoros gruñidos de placer desesperado por parte del joven y gordo macho, pero la bestial cacha que le estaban pegando continuaba, la hembra quien ya estaba toda sudada producto de los frenéticos movimientos que hacían sobre su cuerpo, y también por estar ella aguantado el peso de toda aquella mole de masa corporal, fue en eso que sintió lo que menos esperaba sentir en aquella desquiciada copulación, era testigo de cómo su propio cuerpo empezaba a reclamarle los placeres que ella se negaba a reconocer, sentía como su almeja se mojaba a cantaros por cada distención de esta misma ante las brutales apuntaladas que le estaban propinando.
Sin siquiera ella misma darse cuenta creyó comenzar a sentir como el  miembro de su sobrino palpitaba y crecía en su interior llenándola toda conforme a como el caliente y obeso muchacho aumentaba la profundidad e intensidad de sus embestidas al interior de su tajo íntimo, con todas estas acaloradas sensaciones a la hembra no le quedó más remedio de comenzar a moverse al mismo ritmo que lo hacia su chamaco regalón.
Edgar debido a su inexperiencia aun no era consciente de que aquella tremenda hembra que era objeto de deseo de muchos hombres ahora gemía y meneaba su cintura en busca de su verga, pero si lo fue cuando Paulina ya no se resistió mas de tanta calentura que le estaba haciendo sentir esa tremenda cosa que se gastaba su sobrino, simplemente comenzó a balbucear,
-Mmmmmm… me… te… me…laaa…! mas…!! me… te… me…la más a… den… trooo!!
La hembra sentía como el chamaco en cualquier momento terminaba por rajarla y se preguntaba que hacia ahí ella animándolo a que tal vez lo hiciera, pero el gusto que le estaba haciendo sentir era extraordinario, aquel enorme tronco entraba y salía de su cuerpo en una forma resbalosamente exquisita estremeciéndola y queriendo que aquello no acabara nunca, que esa verga monumental y que ella ya había comprobado que su vagina se la podía perfectamente con su largo y grosor no la abandonara nunca.
Paulina seguía sintiendo esa caliente verga como lo violaba todo en su interior y ya era consciente de como su zorra se había adaptado perfectamente relamiendo y aceptando su largura, notaba como esta entraba entera en su estómago, sintiendo los testículos del muchacho como estas chocaban en la parte baja de sus nalgas, a la vez que admitía que nunca en su vida había sentido tanto placer en toda la extensión de su cuerpo como así mismo tampoco en su alterado sistema neuronal. 
Fue en eso que su propia y femenina naturaleza la iba a poner a prueba, y esto era que por cada relación sexual que ella mantenía con su marido tomaban la precautoria medida de que este acabara fuera de ella para no dejarla embarazada, ya que por ahora no querían tener hijos pero en este momento y sintiendo que su propio orgasmo se acercaba al igual que el del muchacho debido a los bufidos de desesperación que este pegaba, esa natural medida anticonceptiva para ella simplemente en estos momentos no existía, es más ni siquiera le importaba,
-Aahhhhhhhhhh…!!! Uuuuuuuuuffff !!!!, Paulina gritaba como loca, le estaban taladrando las entrañas y a ella le encantaba, a la vez que por cada segundo que pasaba y por cada apuntalamiento de carne que le ponían ella creía que era su último momento, el placer que le daba aquella caliente y gruesa vergota era verdaderamente mayúsculo, sentía que un violento orgasmo se  aproximaba y esto le llegaba a poner la piel de gallina,
-Uuuuuuufffff…!! Ayyyyyyyy…!!! Edgar dale…!!! Dale… más… fuerte…!!! Más fuerte que me corrooo!!!!, me corrooooo!!!! Métela más para adentroooo!!! Dios… Dios… me estoy corriendoooo!!!!
La hembra se meneaba como una poseída, aminorando los movimientos de a momentos para luego con su pelvis ella misma volver comerse la gruesa verga del chamaco que la culeaba tan exquisitamente, para otra vez volver a calentarse más y más, y así corriéndose ella misma una y otra vez, bañándole la verga con sus jugos íntimos, y una vez que experimentando en su curvilíneo cuerpo múltiples orgasmos se atenazo desesperadamente con brazos y piernas al grotesco cuerpo de su sobrino que en esos momentos estaba dando su vida en perforar lo más profundo que podía el cuerpo de aquella celestial y caliente Diosa que le había enseñado los placeres de la carne.
Edgar quien mientras seguía perforando a su tía con fuerzas descomunales sintió como ella se afianzaba a su cuerpo abrazándolo fuertemente con brazos y piernas, y sintiendo en su verga una plena sensación de felicidad soltó un ronco bufido de placer como jamás en su vida lo había dado, ni siquiera cuando como gritaba celebrando un gol,
-Arrrrrrrggggggggghhhttttttsss!!!!!! Fue el atarzanado grito de excelso placer que sintió el enardecido chamaco, mientras seguía bombeando bestialmente el entregado cuerpo de quien había sido su hembra, sintiendo sus tremendas y resbalosas tetas como se comprimían contra su pecho, metiendo y sacando toda la extensión de su tranca en el cálido agujero de su tía Paulina, quien también ella le exprimía la verga al momento de recibirle su duro y gigante miembro, hasta que estando ambos cuerpos, femenino y masculino bien pegados y solamente moviendo sus pelvis, los músculos del muchacho  se tensaron y en un último vaivén de adentramiento dejó toda la ardorosa vergota metida hasta el fondo de aquella mística e íntima grieta de amor que le habían ofrecido, y tuvo una larga y potente corrida de condensado e hirviente semen, llenando todo el interior de la mujer con su vigoroso simiente.
Paulina quien con sus ojos cerrados y con una viciosa cara de vulgaridad  notaba como su sobrino eyaculaba semen a raudales al interior de su cuerpo, por cada espasmo en que este le inyectaba una buena cantidad de prolífica esencia, ella comprimía sus músculos vaginales con la insana intención de exprimirle desde la verga hasta la última gota de mocos que este tuviera en su conducto vergal, soltándole ella misma de sus jugos a la vez en que él la apretaba contra su pecho, sus cuerpos sudaban y brillaban uno pegado al otro con la respiración agitada producto del inmenso placer experimentado por ambos, ya todo había acabado, a Paulina se la habían culeado en toda ley.
Era cerca del mediodía cuando una adolorida Paulina se despertó desnuda sobre la cama de un mugriento cuartucho de hotel con un inmenso dolor de cabeza, hasta que su mente se comenzó a aclarar y le vinieron los estremecedores recuerdos de lo que había sucedido solo hacia unas horas, lo primero que recordó fue la imagen de la sudada cara de Edgar subiendo y bajando sobre sus tetas junto con esto percibió un intenso dolor en su vagina, con espanto cayo en cuenta que había fornicado con su sobrino y ya casi adivinando lo peor llevo una de sus manitas hacia su vagina en donde con espanto sintió en ellas unos cuantiosos restos de semen ya coagulado y que se había estado secando a la entrada de su violada hendidura, estos eran los que había escurrido hacia afuera luego de ella caer en un profundo sueño después de la bestial cacha que le habían plantado.
Así pudo comprobar que el infeliz de su sobrino aparte de habérsela culeado estando ella ebria, mas encima el pendejo mal nacido había acabado en su interior, en su mano tenía  la muestra de ello el semen ya estaba casi seco.
Con su mente en total estado de conmoción se dio a recoger sus ropas que aún estaban tiradas en los rincones de la habitación, cuando ya se disponía a ponerse su prenda interior vio que desde sus tetas hasta su vagina el muy sinvergüenza había escrito con su mismo lápiz labial: “Esta zorra es mía”, con una significativa flecha apuntando hacia su vagina, fue en ese momento que cayó en cuenta que el desgraciado de Edgar a parte de haberse aprovechado de ella, el muy hijo de puta se había ido dejándola a ella en aquel antro de putas.
Sintiéndose humillada y vejada hasta mas no poder la joven mujer de 27 años se vistió, con su cara bañada en lágrimas hiso abandono del “Hotel”, siendo vista por una gran cantidad de hombres que a esas horas de la mañana ya habían abiertos sus locales y talleres para iniciar otra jornada laboral, en donde al ver la suculenta yegua que venía saliendo de aquel vicioso antro la agasajaron con todo tipo de peladeces e invitaciones indecentes convencidos todos que ella era una puta en plena finalización de sus servicios sexuales, Paulina simplemente se alejó de ese sector hasta que por fin pudo tomar un taxi que la llevaría hasta la seguridad de su hogar.
(Continuara) 
 
 
 

Relato erótico: “La musa desnuda” (POR CASIMIRO11)

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Quiero contar esta historia para que sirva de aviso y ejemplo a las chicas que, como yo, tienen el sueño de convertirse en actrices, y para que se planteen antes de nada hasta dónde están dispuestas a llegar para triunfar. En primer lugar, me presentaré, pues hoy no creo que mucha gente me recuerde. Me llamo Elena, tengo 28 años y soy, o mejor dicho era, actriz. Mido 1,75, soy morena y tengo los ojos verdes. Mi cuerpo no es espectacular, lo cual es un problema para la profesión, pero creo que puedo considerarme atractiva: tengo unos hermosos pechos, no muy grandes pero sí firmes y turgentes, y un culete redondo que siempre me ha dado muchos éxitos.
Como he dicho, desde muy joven he tenido el deseo de ser actriz, y desde que salí de la facultad, hace ya 6 años, todos mis esfuerzos han ido encaminados en esa dirección. Pero es francamente difícil triunfar, y hasta la fecha no había pasado de tener pequeños papeles en películas de poca monta o en obras de teatro sin mayor repercusión. Por eso, no podía creer lo que oía cuando Paco, mi agente de todos estos años, me llamó un lunes a primera hora de la mañana excitadísimo “Elena, siéntate, no te lo vas a creer: ¡te he conseguido un papel protagonista con Roberto Salazar en una obra de teatro!” Efectivamente, tuve que sentarme. Roberto era uno de los más prestigiosos actores de teatro del momento. Era un hombre ya maduro, debía rondar los 60, y su pelo blanco y su voz profunda le habían dado fama de galán irresistible. No me lo podía creer, iba a ser protagonista en una obra de teatro junto a él, uno de los ídolos de toda mi vida.
Siguiendo las indicaciones de Paco, me pasé al día siguiente por el teatro donde iba a tener lugar la representación, para conocer al director, Juan, y a Roberto, y para que me dieran una copia del guión para ir estudiando. Ambos fueron encantadores conmigo, especialmente Roberto, que me dijo unos cuantos requiebros y comentó que estaba seguro de que trabajar conmigo iba a ser maravilloso. Sin ni siquiera leer el guión, firmé el contrato, estaba como loca de alegría, me parecía increíble que, después de tanto esfuerzo y dedicación, mi sueño de triunfar como actriz se hubiera cumplido.
Nada más llegar a casa, saqué el guión de la carpeta y empecé a leerlo. Se trataba de una obra de un autor moderno, francés, un tal Jacques Ribery del que nunca había oído hablar. La obra pretendía ser un estudio del impulso creador del arte y un análisis de la relación del artista con sus musas. Una obra simbólica, según la definía su autor. “Puff, un pesado sin duda” pensé, pero no era como para perder la oportunidad. Empecé a leer la descripción de los personajes, éramos solamente tres:
-Roberto Salazar: compositor retirado, su crisis le lleva a refugiarse del mundo en sus musas. Pantalón gris, camisa blanca, va descalzo.
-Cristina Roig: esposa del compositor, intenta ayudarle, pero no le comprende. Lleva un vestido de flores y sandalias.
-Elena Gómez (yo): musa del compositor, le abre un nuevo mundo de creación. Permanece desnuda durante toda la obra.
¡¿Qué?! Tuve que leer tres veces la frase hasta que lo comprendí. Acababa de firmar un contrato para una obra de teatro en la que tenía que actuar desnuda desde el principio hasta el final. No podía creerlo, jamás había actuado sin ropa en ninguno de mis papeles anteriores, y la sola idea de que me vieran desnuda me ponía fuera de mí. Además, era teatro, el público estaría delante y, ¿qué pasaría si mis amigos o familiares iban a ver la obra? ¡Dios mío, mis padres SIEMPRE iban a ver todos mis trabajos! Llamé inmediatamente a Juan, el director, tenía que presentar mi renuncia inmediatamente.
Pero no era tan fácil, Juan había tenido dificultades para encontrar una actriz que quisiera aceptar el papel, y no quería dejarme libre “has firmado un contrato, y los contratos están para cumplirlos” Finalmente, me amenazó con que, si no aceptaba el papel, se encargaría personalmente de que no volviera a trabajar nunca en cine o teatro.
Sin saber qué hacer, lo consulté con la almohada, tratando de convencerme a mí misma de que no era tan terrible: que si es arte, que ya somos adultos, que en los tiempos que corren es de lo más corriente… Pero lo cierto es que iba a estar desnuda delante de 500 personas cada noche, durante dos horas, durante al menos un mes, que es el tiempo que en principio habíamos firmado. Eso suponiendo que la obra no fuera un éxito.
En fin, mi carrera era lo más importante, había trabajado mucho para llegar aquí y no pensaba ahora renunciar a ello, grandísimas actrices habían trabajado desnudas antes que yo, tenía que ser más profesional.
Así pues, estudié el guión y, el día señalado, acudí al teatro a empezar los ensayos. Teníamos sólo una semana, la dificultad de encontrar una actriz para mi papel había retrasado mucho los ensayos. Al principio todo fue bien, en el escenario nos movíamos Roberto, Cristina (la actriz que interpretaba a su mujer) y yo, vestidos con nuestra ropa de calle, pues era un ensayo. Sentados en la primera fila de butacas, el director y su ayudante (una chica de unos 30 años) nos iban haciendo correcciones. Aparte de ellos, el técnico de sonido y el de iluminación completaban la plantilla. Creo que el primer día fue un éxito por mi parte, al terminar, Roberto me felicitó, especialmente por la última escena, en la que, cubiertos por unas sábanas, ambos simulábamos hacer el amor. También Juan parecía satisfecho con mi actuación, sobre todo teniendo en cuenta que yo era casi una principiante.
Todo transcurrió con normalidad los tres primeros días de ensayos. Pero he aquí que el cuarto, Juan nos dice que la fecha de estreno se acera y quiere hacer un ensayo con el vestuario que llevaremos en la obra. El corazón me dio un vuelco, quizá había tratado de convencerme de que lo que leí en el guión nunca llegaría, pero lo cierto es que ahora estaba aquí, y no podía volverme atrás. Nos fuimos todos a los camerinos a cambiarnos, yo estaba aterrada. Me desnudé temblando y me puse una bata blanca que encontré sobre un biombo. Cuando regresé al escenario, Roberto y Cristina llevaban la ropa que exigía el guión. Las piernas me temblaban, me quedé en medio del escenario, con la bata puesta y sin saber qué hacer.
—Vamos Elena –dijo Juan- se hace tarde, quítate la bata y empecemos.
—Es que… no entiendo por qué tengo que estar desnuda, no añade nada a la obra.
—No empecemos otra vez con eso, somos profesionales y tú has firmado un contrato. Desnúdate por favor.
—Vamos Elena –intervino Roberto con una extraña sonrisa dibujada en la cara- he trabajado con muchas actrices en cueros, Cristina y yo haremos lo posible para que estés cómoda.
—Pero, esto es un ensayo –me defendí como pude- ¿no podemos dejarlo para el día del estreno?
—¡Maldita sea! –se exasperó el director- ¿pretendes estrenar sin hacer un ensayo completo antes? ¡quítate ahora mismo esa bata o estás despedida!
Casi sin saber dónde me encontraba, me quité la bata y aparecí desnuda ante ellos. Me sentí tan indefensa y expuesta que tenía ganas de llorar. Juan y su ayudante me miraban serios, Cristina parecía indiferente, a los técnicos de sonido e imagen no podía verlos, pero seguro que ellos sí me estaban mirando a mí. En cuanto a Roberto, me miraba de un modo que no me pareció nada profesional. Pero ése era ahora el menor de mis problemas. Intenté concentrarme, pero nada era igual. Era la primera vez que yo actuaba desnuda, y no era una simple escena de ducha o pasar fugazmente por el escenario. Tenía que estar en cueros las dos horas que duraba la obra, con un texto larguísimo, y cada vez que hablara yo, cientos de ojos estarían sobre mí.
Juan me regañaba continuamente, no daba una a derechas, y sólo faltaban tres días para el estreno. Finalmente, llegó la escena en que Roberto y yo simulábamos hacer el amor. Nos cubríamos parcialmente con las sábanas, él tumbado, con su pantalón gris y la camisa blanca, yo sobre él, desnuda. Las sábanas me cubrían de cintura para abajo, pero mis pechos quedaban al aire, tan cerca de Roberto que sentía su aliento. Mientras yo simulaba moverme encima de él, noté sus manos abiertas sobre mis nalgas. Iba a protestar, pero estaba tan cansada y deseosa de terminar, que no dije nada y seguí con la escena.
Cuando al fin terminó mi martirio, Juan estaba muy descontento conmigo “hoy has estado muy nerviosa y descentrada Elena, tienes que superarlo, los tres ensayos que nos faltan hasta el estreno los harás desnuda”. Sabía que tenía razón, debía superarlo y olvidarme de que estaba en el escenario sin ropa. No dije nada, me puse mi bata y me fui a mi camerino. Cuando pasé junto a Roberto le lancé una mirada de odio, que él respondió con una sonrisa.
Así pues, al día siguiente allí estaba yo, desnuda de nuevo en el escenario. Esta vez, y con el pretexto de que tenía que acostumbrarme, Juan hizo que estuvieran presentes en el ensayo todos los miembros del equipo, maquilladores, encargados de vestuario, etc. Debía haber 20 ó 25 personas viendo mi desnudez. Aun así, conseguí concentrarme y actuar mejor que el día anterior. Salvo las ya acostumbradas manos de Roberto sobre mi trasero en la escena final, el día fue más llevadero para mí. Al terminar, Juan me felicitó y me dio ánimos, sólo faltaba un ensayo antes del estreno.
Esa noche, mi madre me llamó, y me pidió entradas para el estreno. No podía negarme, era absurdo. Le dije que le dejaría dos entradas en taquilla y ella me contestó “no, déjame cuatro, los tíos del pueblo están locos por verte” Casi me pongo a llorar. Pensé en explicarle cuál iba a ser mi vestuario, pero me faltaron las fuerzas, quizá era mejor que las cosas siguieran su curso.
El último día de ensayo estuve francamente bien, conseguí concentrarme en mis frases y olvidarme de todo, incluso de las manos de Roberto, que cada vez se ceñían más a mi cuerpo, ocultas por la sábana. Estaba bastante satisfecha cuando, mientras me ponía la bata, oí que Roberto hablaba con Juan:
—Hay un pequeño problema con el look de mi musa
—¿Qué quieres decir?
—Bueno –carraspeó el galán- se supone que mi musa es alguien angelical, puro, inocente.
—No veo dónde quieres llegar –intervine mientras empezaba a ponerme nerviosa.
—No te ofendas Elena –siguió Roberto como si tal cosa- pero tienes demasiado pelo, creo que para parecer una ninfa auténtica y pura deberías afeitarte el pubis.
No me lo podía creer, estuve a punto de pegarle. Hablaba de mi sexo como si fuera un elemento decorativo, algo que él podía modelar a su antojo. Lo malo es que a Juan la idea le pareció acertada. Chillé y pateleé, pero no hubo manera, al director se le antojó que tenía que salir a escena desnuda y depilada “tienes que ser profesional” me dijo de nuevo.
No podía tirar por la borda todo mi esfuerzo, llevaba tres días ensayando desnuda ante un buen número de gente, sólo podía seguir adelante. Juan puso a mi disposición una peluquera “experta en la materia”. Cuando terminó su trabajo, me miré en el espejo. Estaba hermosa, ésa era la verdad, mis pechos con sus pezones erectos, el vientre plano, las nalgas redondas… y lo labios de mi vagina tan a la vista. Traté de no pensar.
Al día siguiente, en un teatro con 500 espectadores (entre los que se encontraban mis padres y mis tíos), llevé a cabo mi representación, totalmente desnuda y depilada.
Estaba muy nerviosa, por un momento pensé que no iba a ser capaz de hacerlo. No entendía por qué tenía que actuar desnuda, eso de las “exigencias del guión” me parecía absurdo, nunca son mujeres viejas u hombres los que tienen dichas exigencias. La obra me parecía ridícula. Si al menos todos los actores estuvieran desnudos… Pero era yo sola la que tenía que actuar sin ropa alguna.
Se alzó el telón, Roberto tenía un monólogo de cinco minutos en el que se quejaba de su falta de inspiración y reclamaba la llegada de su musa. Entonces, con el centro del escenario a oscuras, aparecía yo. Poco a poco, la luz iba subiendo de intensidad. Primero, apenas se adivinaban mis formas, finalmente, quedaba totalmente iluminada y expuesta. Se oyó un murmullo en la sala, nadie en la promoción de la obra había mencionado mi desnudez, y en los carteles de la taquilla sólo aparecían las caras de los tres actores.
Durante otros cinco minutos, Roberto y Cristina discutían sobre el arte, mientras yo permanecía de pie, en el centro del escenario, quieta y desnuda. Fueron cinco minutos horribles, porque tenía tiempo de pensar, e incluso ver a los espectadores de las primeras filas. ¡Dios mío, allí estaban mis padre y mis tíos! ¡en primera fila! Maldije a Juan, que les había dado tan buenas entradas. Mis padres estaban boquiabiertos, mi madre con una cara que era un poema. Mi tía, hermana de mi madre, estaba coloradísima, mientras mi tío… probablemente nunca había ido al teatro, pero estoy segura de que a partir de aquel día sería asiduo. Lo pasé fatal, saber que tenía que estar allí quieta durante tanto tiempo mientras ellos me miraban… y encima, pensar en mi sexo depilado, algo que siempre es llamativo, y más para gente mayor, aquello me hacía sentir más desnuda incluso.
Fue un alivio cuando tuve que empezar yo también a hablar. Poco a poco, conseguí ir olvidando mi estado y me centré en mi papel. Al final del primer acto, creo que había conseguido una actuación aceptable. Durante los cinco minutos de descanso, Juan vino a vernos. Yo tenía puesta la bata, aunque a esas alturas ya todo me daba igual. “La cosa va muy bien chicos, especialmente Elena está resultando muy convincente. Escuchad, me he enterado de que entre el público está David Cohen, el gran crítico teatral. Por favor, en la escena final quiero pasión, mucha pasión, quiero que parezca que vuestro coito es real. Tenemos que dejarle helado, es nuestra oportunidad de hacer algo grande”.
Empezó el segundo acto. Yo estaba cada vez más tranquila y segura de mí. Sabía que acaparaba todas las miradas del público. Decidí sacar partido de ello, las circunstancias me habían sido favorables, el actuar desnuda hacía que yo fuera la única protagonista de la obra, aunque Roberto fuera el actor consagrado y famoso. Me movía cada vez más suelta sobre el escenario, orgullosa de mi cuerpo. Mis pezones estaban duros como piedras, empezaba a disfrutar de mi trabajo. Incluso llegué a pensar que el desnudo estaba justificado, si el director me hubiera pedido vestirme, me hubiera molestado. Antes de llegar a la escena final, yo tenía un monólogo, de pie, en el borde del escenario. Fijé la mirada en el infinito y empecé, notaba las miradas en mi cuerpo desnudo, especialmente en mi sexo depilado. No me importó, hice el monólogo a la perfección y arranqué un gran aplauso del público. Cuando terminé mis frases, me di cuenta de que estaba húmeda.
Al fin, llegó la última escena. En total duraba diez minutos, durante los cuales, y mientras Roberto y yo fingíamos hacer el amor apasionadamente, Cristina recitaba una absurda poesía acerca del amor y del proceso creativo.
Roberto estaba tumbado, con su pantalón gris y su camisa blanca. Yo me subía a horcajadas sobre él y me tapaba con la sábana. Por primera vez desde mi entrada en escena, el público no podía verme de cintura para abajo, mientras mis pechos seguían descubiertos, próximos a la cara de Roberto, que me miraba con una leve sonrisa. En esta postura, empecé a moverme rítmicamente mientras, bajo las sábanas, Roberto ponía sus manos sobre mis nalgas, según su costumbre.
Estábamos poniéndole más pasión y sentimiento que nunca, de reojo vi la cara de mis padres, era un poema, ver a su hija fingir un coito en un teatro lleno hasta la bandera, mínimamente tapada con una sábana, era demasiado para ellos. De repente, noté que una de las manos de Roberto se retiraba de mi trasero para dirigirse… directamente a mi sexo. Por un momento me quedé paralizada.
Aquello era demasiado, no sabía qué hacer. No podía montar un escándalo, con mis padres mirando, y la escena estaba quedando brutal, además, yo era una profesional y estaba dispuesta a bordar mi actuación, mi futuro como actriz estaba en juego.
Las manos de Roberto eran ágiles y expertas. Ya he dicho que yo estaba un poco excitada al final de la obra. Mi compañero no tuvo problemas para introducir dos dedos en mi vagina y empezar a moverlos, acompasando el movimiento de sus manos al de mis caderas.
No podía creerlo, Roberto me estaba masturbando en público, con mi familia presente y yo, que tenía pánico a actuar desnuda… estaba disfrutando. Los cinco primeros minutos estuvimos así, el silencio era sepulcral en el teatro, sólo se oía a Cristina con su monólogo (creo que nadie le prestaba atención), y los gemidos que Roberto y yo lanzábamos. La diferencia era que, mientras los suyos eran fingidos, los míos eran reales: allí, ante todos, disfruté de un dulce y prolongado orgasmo. Entonces, Roberto sacó lentamente sus dedos de mi cuerpo. Debo reconocer que una parte de mí detestó que lo hiciera, quedaban cinco minutos de escena, el monólogo de Cristina era eterno, y yo hubiese querido seguir con los dedos de mi compañero dentro de mí.
Intenté rehacerme y concentrarme en mi trabajo cuando noté que, otra vez, algo pugnaba por entrar en mi vagina.
¡Dios! No sé cómo, Roberto se las había ingeniado para sacar su miembro fuera del pantalón, y ahora intentaba introducirlo en mi cuerpo. “Oh no –pensé- esto sí que no”, Roberto podía ser mi padre y, hablando de padres, allí estaban los míos, en primera fila y boquiabiertos. Afortunadamente, las sábanas no dejaban ver lo que realmente estaba sucediendo.
Traté de resistirme pero, mientras seguía adelante con la escena (era una profesional) en uno de los vaivenes, al bajar mi cuerpo sobre el de Roberto, éste acertó a introducir la punta de su verga en mi vagina. Al notarlo, levanté mi cuerpo enseguida pero, al volver a bajar, mi sexo estaba tan húmedo y abierto que, sin dificultad, la verga de Roberto se deslizó completamente en mi interior.
A partir de ahí perdí el control. ¡Oh señor!, estaba haciendo el amor en vivo y en directo, ante 500 personas y con mi familia asistiendo al espectáculo. Y lo peor de todo es que ya no podía parar, pude comprobar que la fama de seductor de Roberto estaba plenamente justificada. A cada movimiento, un misil tierra aire entraba y salía de mi cuerpo como una sacudida. Oleadas de placer me invadían sin remedio. Con un último resquicio de cordura, comprobé que las sábanas seguían cubriéndonos… y me entregué al placer.
Ahora nuestros gemidos eran tan altos que Cristina, colorada, tenía casi que gritar para que se la oyese, aunque ya nadie prestaba atención a su poesía. Finalmente, Roberto eyaculó dentro de mi cuerpo, su semen me inundó, su orgasmo parecía no tener fin, su rostro estaba congestionado. Yo grité como nunca, mientras tenía el más salvaje e intenso orgasmo de mi vida.
Era el final de la obra. Las luces se apagaron, el telón cayó y yo, a toda prisa, me limpié como pude los restos de semen mientras Roberto se ajustaba el pantalón. El aplauso era atronador, Juan se asomó tras el telón y, mientras me daba mi bata, nos dijo: “habéis estado magníficos, quizá un poco sobreactuados en la escena del coito. Rápido, salid a saludar”.
Tenía la bata puesta cuando pensé “¡qué diablos, es mi momento!”. Volví a quitármela y, totalmente desnuda, salí con Cristina y Roberto a recibir los aplausos. Hasta diez minutos estuvimos allí los tres mientras el público nos aplaudía. Entonces, Roberto y Cristina se retiraron y yo quedé sola en el escenario: debía reconocerlo, mi desnudez me había convertido en la gran triunfadora de la noche. Miré a mis padres y tíos. No sabían si aplaudir o irse, pero se quedaron y disfrutaron de mi éxito (en especial mi tío).
Eso fue todo, la obra fue un éxito (prueba de lo que una mujer desnuda puede conseguir). Durante un mes, Roberto y yo hicimos el amor apasionadamente ante un público que elogiaba el “realismo” de la escena final. Me convertí en una actriz famosa, una actriz a la que nadie había visto trabajar vestida. Tuve éxito pero, cuando al cabo de unos meses descubrí que estaba embarazada, decidí dejar las tablas y dedicarme a mi hijo.
Ahora debo dejaros, tengo que ir a recoger a mi marido Roberto y al niño, espero que mi historia os haya gustado.
***
Los que todavía sepan quién era Casimiro11 tal vez recuerden esta historia, que publiqué en TR hace ya unos cuantos años. Siempre pensé que el tema podía dar para un relato más largo y más elaborado, y finalmente me he decidido a intentarlo. Por si alguien pudiera estar interesado, pongo aquí el enlace (si buscáis me consta que hay muchos gratuitos en internet) de la primera parte de un cuento que narra las aventuras de una desdichada pelirroja, poseedora de un cuerpo espectacular pero terriblemente tímida, que se ve obligada a actuar desnuda en una obra de teatro. Sí, ya sé que soy inconstante y dudaréis de la posibilidad de leer el final de la historia, pero prometo que estoy trabajando en ello.
Gracias a todos los que aún recordéis a Casimiro 11, fue un placer estaR con todos vosotros.
 
 “si te ha gustado esta historia visita los siguientes enlaces con obras del mismo autor”, te lo agradecería.

Y gracias otra vez por tu interés.
 
http://www.amazon.es/Galeote-entre-sus-muslos-Freire-ebook/dp/B00H8RSU8M/ref=sr_1_4?s=digital-text&ie=UTF8&qid=1422966610&sr=1-4
 

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Para contactar con el autor:

ugly1122@hotmail.com
 

Relato erótico: “Dos rubias llamaron a mi puerta y les abrí 7” (POR GOLFO)

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11

No sé quién estaba más cabreado al salir del restaurante, si Tomasa o yo. Lo cierto es que ninguno de los dos hablamos en el camino de vuelta, pero lo cierto es que, al llegar a la casa, fue la mulata la que dio con la puerta en las narices a las crías. De acuerdo con ella, hice oídos sordos a los lamentos de esas putas pidiéndonos perdón. Se habían pasado dos pueblos y se merecían una reprimenda para darse cuenta de que no se podía jugar con los humanos. La viuda estaba tan indignada que tampoco dijo nada mientras se metía desnuda en mi cama y solo cuando cediendo al cariño que la tenía la abracé, fue cuando bajando el volumen me preguntó qué íbamos a hacer con ellas.

―No tengo ni idea, lo único que sé es que hoy no duermen con nosotros.

―¿No deberíamos decirles que usen mi cama?― preguntó un tanto preocupada con la incapacidad que tenían para valerse por sí solas.

Admitiendo parcialmente sus temores, le conté la conversación de Sara en la que me había confiado que el gobierno estadounidense creía que el accidente era una pantomima para ocultar la presencia de los tripulantes de esa nave en la tierra:

―Tan indefensas no están― concluí.

La viuda al conocer las pesquisas de la oriental y sus sospechas se indignó. Sintiéndose engañada,  se olvidó de sus anteriores reparos y susurrando en mi oído, comentó que un poco de hambre no les vendría mal a ese par de zorras pero que las castigara a ellas sin sexo no significaba que eso se aplicara a ella.

―Vienes cachonda perdida― riendo susurré mientras la acariciaba.

Colorada, me reconoció que el gringo la había puesto como una moto y que si no se lo había tirado era por mí.

―Cariño― respondí: ― Si realmente te apetece echarle un polvo, hazlo. Al igual que tu no me recriminaste cuando me tiré a la sueca, yo tampoco te lo echaré en cara. Es más, lo comprendo. Al igual que hicieron con la oriental, no tengo duda de que esas cabronas también nos han exacerbado la sexualidad a nosotros.

―¿En serio no te importaría?― preguntó.

―Mientras sea solo sexo, no. Otra cosa es si pensaras en algo más. Te recuerdo que eres mía y que yo soy tuyo.

Sonriendo al escucharme, buscó con sus manos mi virilidad mientras me decía que solo tenía ojos para mí. Desternillado por su cara dura, dejé que se empalara con ella antes de decir:

―Como pasado mañana he quedado con Sara, quiero que aproveches y te folles al gigantón.

Sus risas me hicieron saber que me iba a hacer caso y demostrando que una vez había recuperado el interés por lo hombres, no iba a olvidarlo, me dijo que la amara moviendo sus caderas. La facilidad con la que mi miembro campeaba en su interior me permitió profundizar en mis embestidas mientras una parte de mi ser se preguntaba si sentiría celos cuando se acostara con otro.

«Sería un capullo si me sentara mal», me dije sabiendo que al día siguiente Agda me haría una visita y que la sueca aprovecharía para darse un revolcón conmigo.

Tomasa debía estar pensando en lo mismo porque mientras aceleraba sus movimientos me preguntó si al día siguiente le permitiría disfrutar a ella también del cuerpo de ese mujeron.

―¿Te apetece probar que se siente?― quise saber un tanto extrañado porque no en vano la negra me había confesado que jamás había estado con alguien de su mismo sexo, exceptuando a las dos crías.

Sonrojada contestó:

―Sí. Me da morbo estar contigo en la cama mientras te la follas.

El tamaño que habían adquirido sus pezones fueron la prueba que necesitaba para confirmar la calentura que le producía esa posibilidad y tomándolos entre mis dedos, le prometí que ambos disfrutaríamos de la embajadora.

―Te amo― rugió satisfecha al ver que con mi colaboración se iba a hacer realidad ese sueño…

Tras la primera noche a solas con ella, nos despertaron unos sollozos que venían desde el salón. Intrigada por si el motivo de esos gemidos era que “nuestras niñas” estaban descubriendo sus cuerpos sin nosotros, Tomasa se levantó a espiarlas. Ni siquiera había salido del cuarto cuando escuché su grito angustiado mientras salía corriendo hacia ellas.

            ―Miguel, algo les ocurre― chilló al verlas temblando.

            Por su tono comprendí que no bromeaba y que iba en serio. Asustado por si ese par había hecho alguna tontería, salí de la cama y fui a ver. Al llegar, comprobé que tanto Ía como Ua tenían los labios amoratados.

            ―¿Qué les pasa?― se preguntó aterrorizada al observar que no reaccionaban.

            La debilidad que mostraban me preocupó y consciente de su insistencia en hacernos saber que para ellos mi esencia era una necesidad física, recordé que no me habían ordeñado desde San José. La forma en que esos seres se lanzaron sobre los pechos de la mulata no hizo más que ratificar mis sospechas.

―Están desfallecidas de hambre― musité.

―No puede ser, ayer antes de cenar las di de mamar.

Desolado al caer en que la leche de Tomasa debía de ser un sucedáneo a todas luces insuficiente y que al castigarlas había puesto en peligro sus vidas, me sentí paralizado.

―Hazme una mamada para levantármela― pedí a la mujer poniendo mi pene totalmente flácido en sus labios.

No hizo falta que se lo explicara y mientras se aferraban desesperadamente a sus pechos, comenzó a pajearme con desesperación.

―Por dios, date prisa― me pidió francamente asustada.

Todavía hoy no comprendo cómo consiguió que se me pusiese dura, pero lo cierto es que, tras un par de lametazos, mi pene se irguió. Las chavalas al ver mi erección dejaron las ubres de las que lactaban y se pusieron a intentar lamer mi verga como posesas. Confieso que no me importó el modo en que zarandearon mi pene al ver el hambre que lucían sus rostros. Tomasa suspiró aliviada al ver que intentaban obtener su sustento sacando fuerzas y decidida a ayudarlas, unió sus labios a los de ellas. Al sentir que eran las tres las que me ordeñaban, mi calentura me hizo olvidar sus afrentas y aprovechando que Ua se había metido mi verga en la garganta, busqué eyacular follándola su boca.

Afortunadamente, no tardé en sentir que pronto liberaría mi simiente y sacando mi verga, no esperé a nada y me pajeé. Recibieron mi primera andanada con ansia y ambas intentaron apoderarse de la siguiente. Mientras otras veces, habían hecho gala de generosidad una con la otra, en esta ocasión no fue así y fue Ía quien se apropió de la segunda olvidando a su compañera. Comprendiendo que ese comportamiento se debía a su estado, pedí a la mulata que me ayudara a repartir equitativamente mi semilla. La hambruna la tenía dominada y por ello Tomasa tuvo que usar la violencia para separar a la rubia para que Ua pudiese obtener su parte.

―Dale un poco a tu hermana― con un sonoro bofetón le exigió.

Por segunda vez en pocas horas, Ía sufrió un castigo corporal de sus protectores y creyéndose no querida, comenzó a llorar.

―Tranquila, hay para las dos― enternecida por el volumen de sus llantos, intentó tranquilizarla, pero no lo consiguió y fue la pelirroja la que disfrutó de las dos siguientes explosiones.

―He dicho que compartáis― dando a Ua otro bofetón, ordenó.

La expresión de congoja con la que recibió el golpe fue tal que comprendí que la pelirroja jamás había recibido un correctivo físico y deseando quitar hierro al asunto, la acaricié mientras dejaba que su compañera recibiera las ultimas migajas.

―Tranquilas, dadme unos minutos para que me reponga y os daré más― les dije viendo que seguían con un apetito atroz.

―¿Cómo podemos ayudarte? ¿Necesitas ver que nos amamos? – preguntaron casi al unísono.

Ni siquiera me dieron tiempo a contestar y tumbándose en el suelo, comenzaron a comerse los coños, pensando que con ello acelerarían mi recuperación. Curiosamente fue así. Al ver sus sexos abiertos y recordar que la noche anterior me habían pedido que las desvirgara, como por arte de magia mi erección volvió con una fuerza inusitada y aprovechando que la rubia era la que tenía más cerca, usé mi glande para juguetear con su ella. Ía me sorprendió porque al sentir que recorría sus pliegues, me rogó que la tomara. No sabiendo cómo actuar, busqué a Tomasa con la mirada.

―Fóllatela― fue lo único que dijo.

Con su permiso en la mente, separé los muslos de la criatura y posando mi pene en su entrada, de un empujón se la clavé hasta el fondo. El chillido de dolor que brotó de su garganta me hizo palidecer y por un segundo, dudé si seguir. Pero entonces la mulata insistió en que la tomara. Lentamente saqué unos centímetros mi estoque para acto seguido volvérselo a incrustar. Al repetir la maniobra, la rubia comenzó a gemir descompuesta pidiendo más. La urgencia de la muchacha me azuzó y acelerando la velocidad con la que la penetraba, intenté alargar el momento.

―No puede ser― aulló al experimentar que el dolor había desaparecido y abrazándome con las piernas, fue ella la que se embutió violentamente mi tallo. La humedad que destilaba su sexo facilitó el trance y sin apenas oposición, acuchillé su interior repetidamente cada vez más rápido.

A pesar de no ser un novato, tengo que reconocer que me asustó observar que en sus ojos un placer nunca visto mientras la tomaba. Mi exempleada debió de contagiarse de su calentura y tomando de los pelos a la pelirroja, la obligó a meterse uno de los pezones de Ía en la boca mientras ella se apropiaba del que se había quedado libre.

―Ayudemos a tu amiga― exigió a Ua.

No tardé en sentir que la rubia se corría y eso lejos de apaciguar mis embates, los aguijoneó y mientras las otras le mordían los pechos, llevé al límite mi ataque. El rugido de gozo de la joven retumbó en el salón al experimentar que su cuerpo humano ya no le respondía.

―Santa Luz― bramó al tiempo que el instinto animal la poseía.

El geiser que brotó de su coño empapó mis piernas y con un ímpetu descomunal, sus caderas buscaron que descargara mi simiente mientras unía ese primer orgasmo con el siguiente. El chapoteo que producía mi pene al entrar en su cueva me hizo saber que estaba lista para recibir mi simiente y dejándome llevar inundé de blanco su vagina mientras su cara reflejaba una sorpresa que en un principio no supe interpretar.

―Es demasiado― exclamó al recibir por esa vía su sustento un segundo antes de caer desplomada al suelo.

He de reconocer que me acojonó la forma en que ese ser comenzó a convulsionar violentamente y no fui el único. Ua al ver que su compañera se retorcía sobre la alfombra, se asustó y metiendo sus hebras en Ía, buscó una explicación.  Confieso que se me hicieron eternos los segundos que tardó en examinarla.

―¿Qué le pasa?― pregunté pálido al contemplar que seguía presa de una especie de ataque epiléptico.

Afortunadamente, la cara de preocupación de Ua desapareció al entender que ocurría y girándose hacía mí, preguntó:

―¿Por qué no nos habías dicho que esta es la forma más eficiente de saciarnos?

Solo pude contestar que para mí también era nuevo.  La pelirroja me creyó y sin dejar de sonreír, hundió su cara entre los muslos de su compañera en busca de mi simiente. Durante más de un minuto, sorbió con satisfacción el flujo mezclado con sangre y semen que desbordaba el coño de Ía mientras Tomasa y yo alucinábamos tratando de sacar algo en claro.

Ya con su estómago lleno y la cara teñida de rojo, me dio las gracias diciendo:

―Con esto podré aguantar hasta mañana.

Al pedirla que se explicase, ese bello ser nos reveló que al ser inseminada su hermana había absorbido los nutrientes que necesitaba directamente en las venas de su vagina sin que se perdiera nada en el aparato digestivo.

―Cuando la has poseído ― musitó sorprendida: ―no solo las has hecho sentir mujer. ¡Le has dado reservas para una semana!

―Joder, menudo susto que nos habéis dado― exclamé: ―Creía que la había matado.

 Con una sonrisa de oreja a oreja, contestó acercándose en plan meloso:

―Estoy deseando que me poseas y así sentirme plenamente tuya, mi amado Íel.

Tomasa no desaprovechó el momento y separándola de mí, le dijo que no tendría esa suerte mientras no prometiera pedir permiso antes de interactuar con otro humano haciendo referencia a lo sucedido con la oriental.

―Amada Asa, hemos aprendido la lección y desde ahora te pido que, si se nos olvida, nos reprendas. Jamás olvidaré tu castigo ni la vergüenza que sentí cuando buscando sustento olvidé mi deber de compartir.

Las palabras de la pelirroja amortiguaron el cabrero de la negra, pero no queriendo dar su brazo a torcer, le pidió que confesara porque nos habían mentido al llegar a nuestra puerta tras el accidente. Temblando de miedo, la joven respondió:

―Supimos por los resultados de un análisis que se hizo hace tres meses que Íel era el espécimen que mi raza había estado buscando para su renacer y por eso forzamos el encuentro.

Elevando su voz, Tomasa insistió en que se explicara. Sonrojada hasta decir basta y sin ser capaz de levantar su mirada, contestó:

―Nuestros antiguos protectores llevan milenios en franca decadencia. Su inteligencia ha ido menguando poco a poco y actualmente no se puede decir que sean inteligentes. Su carácter pasivo ha provocado que se encerraran en ellos mismos dando por buena su existencia.

Al escucharla, mis rencores renacieron con fuerza y rechazando de plano colaborar en la decadencia del ser humano,  le exterioricé que prefería el suicidio a ser la causa del holocausto que supondría la presencia de su raza para el hombre.

―Amado Íel, somos conscientes del error que cometimos al unir nuestro destino con una raza tan dócil. Por eso nuestras ancianas decidieron buscar una especie cuya naturaleza les impida someterse. Una cuyo espíritu guerrero e insatisfecho sea imposible de subyugar y que nos obligue por primera vez a buscar una alianza de igual a igual. Un pacto beneficioso para ambos. Sin nuestra ayuda hemos calculado que la humanidad se aniquilará a sí misma en setenta años, pero con nosotros crecerá y se expandirá por las galaxias.

―¿Cómo creeros?― pregunté con desprecio, pero anotando en mi interior el peligro que según ellas se cernía sobre nosotros.

Despertando de su estado, Ía respondió:

―¿No te basta saber que moriríamos por ti? Nunca nadie de nuestra raza se ha entregado a un protector como yo he hecho. Prefiero informar que hemos fracasado a vivir sabiendo que me odias.

El dolor de su tono me hizo dudar, pero dado que me estaba jugando el porvenir de miles de millones de hombres, mujeres y niños me mantuve firme. Tomasa, buscando un punto de acuerdo, comentó:

―¿Esto es algo que debamos decidir hoy? O podemos darnos un tiempo antes de tomar un solución.

Esperanzada, Ua replicó:

―Os podemos asegurar que no habrá más naves hasta que enviemos vuestra aceptación al consejo. Si no la obtenemos, ninguna de mis hermanas vendrá a la tierra y el planeta quedará cerrado para nosotras.

Sin llegar a aceptar sus palabras, comprendí que al menos tendría tiempo para pensar. Postergando el tema decidí centrarme en ese día y por eso les avisé que teníamos que desayunar, ya que en dos horas tendríamos visita. Como si nunca hubiésemos discutido, mostrando una alegría total, esos dos puñeteros seres me soltaron que tenían el estómago lleno pero que, si insistía, no les importaría volver a recibir mi esencia…

12

Sin decírmelo, las dos chavalas habían preparado a conciencia la visita del CEO de la compañía que deseaban comprar. No solo habían elaborado un extenso dosier técnico sobre las nuevas potabilizadoras sino también un estudio de mercado, el impacto medioambiental y social de las mismas. Tras un rápido vistazo me quedé impresionado porque de ser ciertos sus cálculos solo con ese invento mejoraría la calidad de vida de mas de dos mil millones de personas y se podrían evitar una media de quinientas mil muertes por año.

            «¡Su puta madre!», exclamé mentalmente al darme cuenta del alcance que tendría esas instalaciones en la sociedad global. Mis carencias me impidieron formarme una opinión sobre si eran posibles o solo una entelequia, pero dado la inteligencia que habían demostrado esos seres no pude mas que dar por buena su propuesta.

            Tampoco me pasó inadvertido el aspecto económico, ya que según sus previsiones el beneficio en los próximos veinte años era tal que Alfa Centauro se convertiría en el mayor conglomerado a nivel mundial, rivalizando con la mayoría de los países en cuanto renta.

            «Bill Gates sería un pobretón a nuestro lado», me dije asustado por las consecuencias personales que eso acarraría. 

            También habían preparado un estudio sobre nuestro futuro socio, el cual me dejó bastante tranquilo al descubrir que a pesar de ser un ejecutivo de éxito Erik Anderson nunca había descuidado su deber con la sociedad y era un conocido filántropo.

            «Podríamos formar un buen equipo», sentencié tras leer en esos papeles que fuera el sueco la cabeza visible del proyecto, quedando nosotros en un segundo plano.

            Lo que no me esperaba fue que, en un apartado especial, totalmente separado, esas dos arpías hubiesen elaborado un documento sobre Agda y sobre Sara, en el cual plasmaban que con un poco de ayuda esas dos mujeres podrían en poco tiempo llegar a ser unas figuras de relieve en sus países de origen. A la sueca le pronosticaban una carrera diplomática que terminaría como presidenta de la Unión Europea, mientras para la agente, vislumbraban que acabaría al mando de la CIA.

«Estas zorras están seleccionando los mejores especímenes humanos para formar parte de mi harén», preocupado concluí al caer que si las cosas de desarrollaban según tenían previsto se quedarían embarazadas y mis descendientes gobernarían la tierra. Su planes me recordaron a las alianzas matrimoniales que fraguaron los reyes católicos colocando a las distintas infantas en los tronos de Austria, Portugal e Inglaterra.

La facilidad con la que asimilé todos esos datos y sus conclusiones me hizo nuevamente sospechar que habían manipulado mi interior para incrementar mi inteligencia. Temiendo que esos cambios hubiesen afectado a mi personalidad hice un examen de conciencia tras el cual comprendí que seguía siendo el mismo hombre, con sus miedos y sus esperanzas.

«Sigo siendo yo», concluí aliviado mientras Tomasa me informaba de la llegada de nuestras visitas.

Dejando aparcados esos temas, salí a recibirlos. Desde el primer momento el vikingo me cayó bien y más cuando tras las oportunas presentaciones, descubrí que Erik se defendía en español. Lo que no me esperaba fue la forma tan liberal con la que la embajadora demostró su complicidad conmigo y es que, contrariando las normas de etiqueta, al verme esperando en la puerta, se lanzó a mis brazos. No tuve que ser un genio para percatarme de que durante el viaje Agda había reconocido a su compatriota nuestro affaire, ya que mi futuro socio no se mostró sorprendido de los besos que me daba. Lo que sí me dio que pensar fue la forma tan amigable con la que Tomasa se había tomado esas carantoñas y que lejos de enfadarse me guiñara un ojo haciéndome recordar mi promesa de que compartiría con ella a la cuarentona.

-Erik, muchas gracias por venir. ¿Te apetece un café?- haciéndose notar junto a su compañera, Ía preguntó.

El sueco no pudo evitar darles un buen repaso con la mirada. Las fotografías que había visto en sus perfiles no hacían honor a su belleza debió decidir porque tras saludarlas, me tomó del brazo y sonriendo, me comentó que a pesar de no ser hetero eran tan guapas que estaba dudando si cambiarse de acera.  Esa confidencia me alucinó porque nada se decía en los papeles que me habían preparado. Asumiendo que. si fueran humanas, no hubiesen obviado ese detalle, sonreí mientras le contestaba que las cuatro mujeres presentes eran territorio vedado pero que si necesitaba ayuda para buscar compañía podía buscarle un par de adonis para esa noche.

-Lo pensaré – exclamó muerto de risa al ver que aceptaba de buena gana su orientación sexual.

Ya en el salón, Ua le hizo una breve exposición de lo que le proponíamos y de los fondos que contábamos para llevarlo a cabo. Mirando de reojo su reacción vi que a priori estaba interesado. Pero cuando Ía tomó la palabra y le explicó con detalle las investigaciones que teóricamente yo había financiado fue cuando su cara cambió y con los ojos abiertos de par en par, pidió que le proporcionamos un ejemplar en papel para que pudiese asimilar su contenido.

-Erik, para ti somos un libro abierto. Confío tanto en que vamos a ser socios que no solo te vamos a proporcionar lo que nos pides, sino que te ofrezco que mis ayudantes se queden para resolver tus dudas mientras aprovecho para enseñar a Agda la finca.

No pudo más que agradecer el gesto y tan entusiasmado estaba con lo que le habían anticipado que ni siquiera se despidió de nosotros. Tomasa viendo que su presencia también sobraba, no se lo pensó dos veces y tomando del brazo a la embajadora, le fue mostrando la casa mientras coqueteaba descaradamente con ella. Curiosamente ese galanteo fue bien recibido y por ello cuando al enseñarle mi habitación le anticipó que esa noche ella dormiría allí, la rubia no pudo evitar preguntar a la mulata si acaso no era mi amante.

Interviniendo respondí que era mi mujer, pero que teníamos una relación un tanto peculiar ya que por nuestra cama también pasaban sus dos compatriotas.

-¿Y no te molesta?- insistió mirando fijamente a la morena.

La costarricense, dando un salto al vacío, llevó sus manos a la mejilla de la mujer devolviendo la pregunta:

-Cuando te acostaste con Miguel ya sabías que lo que compartíamos y no por ello, dejaste de hacerlo. ¿Me puedes decir por qué?

La dulzura con la que se lo dijo destanteó a la nórdica, que totalmente colorada reconoció que no había podido evitarlo ya que se sentía cautivada por mí. Al contemplar que el efecto que esa caricia había tenido en Agda, Tomasa insistió preguntando si no sentía lo mismo con ella. Como por arte de magia, dos reveladores bultos emergieran bajo la blusa de la embajadora al sentir los dedos de la mulata recorriendo sus pechos y con la respiración entrecortada, reconoció sus miedos a protagonizar un trio.

-No pienso forzarte a nada- replicó separándose de ella mientras le preguntaba si sabía montar.

Al responder que sí, le ofreció dar una vuelta por la finca a lomos de un caballo.

-Me encantaría- contestó aliviada.

Viendo que venía en pantalones, no tuvimos que esperar a que se cambiara y nos fuimos a seleccionar nuestras monturas sin saber que esa mujer era una experta amazona. Rápidamente me percaté que Agda sabía mucho más que yo al elegir para ella un potro de tres años que acababa de comprar hacía solo un par de meses mientras mi pareja elegía una yegua mucho más fácil de montar. Habiendo elegido ellas primero, me tuve que conformar con “Sagaz”, un testarudo alazán entrado en años que dependiendo del día era una delicia o una tortura. Afortunadamente, esa mañana el jamelgo estaba de buenas y se dejó montar sin demostrar su carácter. El paseo resultó un éxito, ya que comportándose como una perfecta anfitriona la mulata fue describiendo durante todo el trayecto las diversas plantas y árboles con los que nos encontrábamos. EL calor tropical no tardó en hacer su aparición y por eso cuando al llegar a una pequeña laguna, Tomasa preguntó si no nos apetecía un baño. Para esa cuarentona las cristalinas aguas de ese inesperado paraíso le parecieron una tentación irresistible, pero se negó aduciendo que no traía bikini.

-Pensaba que nos bañáramos desnudas- muerta de risa respondió mi adorada viuda mientras alegremente se empezaba a despojar de ropa.

Por un momento, Agda dudó, pero al ver que me estaba quitando la camisa, decidió acompañarnos. La belleza de su cuerpo maduro me resultó impresionante y mas cuando al entrar corriendo a la laguna, observé como rebotaban arriba y abajo sus pechos.

  «Está bien buena, pero Tomasa aún más», decidí tras comparar a mis dos acompañantes. Todavía estaba despojándome de los calzones cuando desde el interior de esas aguas escuché las risas de la sueca al ser mojada y sonriendo observé que devolvía la afrenta tratando de hacerle una aguadilla a su atacante.

-¿A que esperas?- preguntó mi amada empleada mientras la embajadora se ponía a nadar cruzando el pequeño lago.

Venciendo la natural reluctancia de un hombre de secano, me fui metiendo poco a poco para dar tiempo a que el castellano que llevaba dentro se acostumbrara a la sensación de estar mojado. Tomasa no me esperó y demostrando que también ella era una buena nadadora siguió la estela de Agda hasta la otra orilla.

-Qué maravilla es este lugar- oí comentar a la vikinga señalando el Edén natural en el que se hallaba.

-¡Pura vida!- respondió Tomasa orgullosa de las tierras en las que había nacido.

La cordialidad con la que cuchicheaban entre ellas me debió de poner sobre aviso, pero no lo hizo y por ello cuando llegué a su lado, su ataque me pilló desprevenido. Acababa de darles alcance cuando esas dos bellezas me hundieron la cabeza jugando. Por un momento no pude pensar en otra cosa que no fuera respirar, pero reponiéndome al instante las abracé para devolver la afrenta. Para mi sorpresa, Tomasa buscó mis besos mientras su compinche pegaba sus pechos al mío. Sus pieles restregándose contra mí despertaron mi lujuria y tras dejar los labios de mi morena busqué y encontré los de la rubia. Agda recibió mi boca con pasión y demostrando que era algo pactado, no le importó que al posar su mano en mi miembro se encontrara con la de Tomasa.

-Sois un par de salidas- exclamé al sentir que se coordinaban haciéndome una paja.

 Supe que lo habían hablado cuando desternilladas de risa me dejaron de lado y se pusieron a besar entre ellas. Esa escena lésbica elevó mi calentura de golpe y ya totalmente erecto intenté que me hicieran caso, pero para mi consternación ambas estaban demasiado interesadas en la sensación de estar con otra mujer para tomarme en cuenta. Aunque Tomasa había disfrutado de las caricias de “nuestras niñas” jamás había besado a una humana y por ello al sentir la dulzura de unos labios femeninos recorriendo su cuello, gimió excitada. Agda por su parte tampoco entendía la atracción que sentía con los hinchados pechos de la mulata y por ello antes de decidirse a asaltarlos, tímidamente preguntó si podía. El sonrojo que lucía la nórdica mirando sus negras tetas enterneció a la viuda y tomando ella la iniciativa, bajó la cabeza y se apoderó de las areolas que el destino había puesto en su camino. Agda al sentir la lengua de la mujer recorriendo sus pezones sollozó gozosa y atrayéndola hacia ella, le pidió que mamara de sus senos.

Con un gesto, Tomasa me rogó que me apoderase del que había dejado libre y como todo el mundo comprenderá, no puse ningún reparo en apoderarme de ese rosado botón que solo unos días antes había sido mío mientras acariciaba su trasero con mis dedos. Nuestro acoso acrecentó la excitación de la embajadora y ya sin recato alguno, aceptó la oferta de hacer un trio llevando su boca a los cantaros de la morena sin saber que al chupar de ellos su boca se iba a llenar de leche. El sabor dulzón de esa secreción inesperada la volvió loca y en plan goloso, se puso a devorarla mientras sentía los dedos de Tomasa hurgando entre sus pliegues.

-¡Dios!- chilló al ser consciente de lo cerca que estaba de correrse, pero no por ello trató de zafarse e instintivamente separó sus rodillas para facilitar el acceso a su sexo.

La calentura de la vikinga azuzó a mi mulata y centrándose en el botón que crecía entre los labios del coño de su oponente, se dedicó a torturarlo mientras susurraba a la mujer que siempre sería bienvenida en nuestros brazos. Agda al escucharlo aulló descompuesta dejando que un potente orgasmo se apoderara de ella. La confirmación de que esa noche sería todo menos tranquila llegó cuando en mitad de su clímax, la rubia alzando la voz juró que jamás se había sentido tan completa como entonces.

-Quiero que sepas que Miguel y yo lo compartimos todo y que me ha dicho lo mucho que le apetece hacerte un hijo- murmuró la viuda mientras sumergía uno de sus dedos en la húmeda cavidad de la cuarentona.

 El ser madre debía ser un sueño insatisfecho porque al escuchar esa nada velada propuesta Agda experimentó un nuevo orgasmo todavía más potente.

-Quiero ver como la tomas- me pidió Tomasa mientras la tomaba de la mano y la sacaba del agua.

Ni que decir tiene que al ver la alegría de Agda me vi tentado en hacerlo en ese instante, pero recordando que en la casa nos estaban esperando, decidí que debía posponerlo por unas horas. La decepción con la que ambas recibieron mis palabras me hizo prometerles que después de cenar me entregaría a ellas en cuerpo y alma.

-¿Nos lo juras?- preguntó la diplomática y haciendo gala de su oficio, regateó conmigo las condiciones obligándome a aceptar que al menos una vez al mes ella podría visitarnos.

-Dalo por hecho- la viuda respondió por mí: -Nuestra casa es tu casa y desde ahora te digo que te puedes venir a vivir a nuestro lado.

La felicidad con la que Agda recibió esa invitación me hizo saber que, si bien no creía que se mudara, era posible que todas las semanas viniera a compartir nuestras caricias. Por ello no me extrañó que una vez vestidas, las dos mujeres caminaran cogidas de la mano hacia los caballos.

            «A este paso, tendré que agenciarme una buena provisión de viagra», pensé al saber que entre ellas y las dos chavalas iban a exprimirme mas de lo que era natural…

Relato erótico: “Una amarga y repugnante tortura” (POR PERVERSO)

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UNA AMARGA Y REPUGNANTE TORTURA  
Antes de continuar pido una disculpa por la tardanza, también permítanme agradecerles por las más de 25 000 lecturas que la primera parte alcanzó en su primer mes, sé que no es la gran cosa pero son muchas más de las que yo esperaba, también a todos los que comentaron y valoraron el relato, independientemente la valoración y el comentario que fuese, aquí les traigo la segunda parte, como dije, es un poco más cruda y asquerosa, de una vez advierto.
Considero que este relato queda más en la categoría de No Consentido que la de Sexo con Maduros
SEGUNDA PARTE
Mar y el viejo salían del improvisado estacionamiento del cine, durante el transcurso del viaje Mar intentó inútilmente escapar del viejo, para esto se desesperaba tratando de abrir la puerta del copiloto pero esta no cedía, el viejo riéndose de sus fallidos intentos y de su desesperación e impotencia le dijo:
-jajajajaja, ay mamita esa puerta esta atorada, ni siquiera yo he podido desatorarla apoco crees que tu vas a poder con esas manitas tan débiles-
-señor, por favor, déjeme ir, le juro que no diré nada a nadie pero déjeme ir, mi padre debe de estar preocupado- decía Mar, como si esas palabras fueran a conmover al viejo.
-nada, a mi no me vengas con eso, eso debiste de haber pensado antes de salir de jarra, chamaca purija, y luego juran que no son putas, así que vele avisando a tu papacito que vas a llegar tarde porque vas a coger con un verdadero macho- decía el viejo con su rasposa voz.
Mar veía por la ventana con sus ojitos vidriosos y su rostro preocupado como las calles luminosas, pavimentadas y llenas de gente poco a poco iban siendo reemplazadas por calles oscuras, en pésimo estado y en donde pocas almas caminaban muy deprisa buscando la protección de sus hogares.
Llegaron a una zona ubicada en una parte de la ciudad muy peligrosa y desconocida para nuestra protagonista, un lugar que ni los más valientes se aventurarían a ir, las calles sin pavimentar, poco alumbrado y muchas cantinas y bares de mala muerte a los alrededores, mucho vago se veía en las calles, prostitutas en cada esquina, pero no de buen ver, prostitutas gordas usando vestidos tan ajustados que las hacían parecer tamales mal envueltos y hacían verles vientres muy abultados como si estuvieran embarazadas, la autoridad brillaba por su ausencia ya que la zona era controlada por una célula delincuencial de la que el viejo era parte y la misma policía recibía una buena tajada para seguir dejándolos operar.
El viejo estacionó su coche enfrente de una bolita de malandros, estos al verlo bajar y avanzar hacia ellos solo se abrieron pero a la vez contemplaron el pedazo de hembra que sacó del auto jalándola del cabello, pues se le había puesto algo rebelde en el transcurso del viaje, ella forcejeaba con el viejo y aun así no dejaba de caderearse coqueta gracias a sus tacones, Mar intentó liberarse del viejo pero le era inútil, el viejo se enojó y empujó a la joven haciéndola caer de culo sobre el suelo, cuando cayó abrió ligeramente las piernas volviendo a mostrarle su intimidad apenas cubierta por su húmeda tanguita, podía apreciarse todavía restos de jugos vaginales que aun no se secaban, productos del orgasmo que vivió en el cine, el viejo le dijo:
-mira hija de la chingada, si no te portas bien conmigo te dejo aquí afuera con estos pendejos, para que te hagan lo que ellos quieran, tú decides si después de que te metan sus vergas por  todos tus agujeros quieres que tus padres encuentren tu cuerpecito tirado en las vías del tren, así que, ¡o te comportas o te comportas!- dijo el viejo muy convincente, los malandros se acercaron un par de pasos hacia donde se encontraba tirada la joven, amenazando con empezar a rodearla.
Mar volteó tímidamente hacia donde se encontraban los vagos, si bien no eran tan viejos ni gordos si eran lo suficientemente feos y desarrapados como para que una muchachita tan limpia y perfumada se dejase manosear por ellos, y se les veía una cara de arrechos que ni ellos se aguantaban, que le quedaba a la pobre Mar que seguir en posesión del viejo, al menos estando al lado de él estos no se le acercaban, así que dejaría de luchar, se levantó acomodándose su vestido y solita se acercó al viejo mientras miraba asustada a los vagos, sabía que estaba a merced del viejo, escapar era imposible.
Mar sabía que independientemente del bando que escogiera, ya sea el viejo o los malandros, terminaría follada, pensó “el viejo por lo menos es uno, a lo mejor se emborrache y se quede dormido y me dé algo de tiempo para escapar, y en caso de que me vea, como esta obeso debe de ser lento para correr”, veía a los vagos y con la simple intuición aseguraba que ellos posiblemente la matarían durante la copulación, ya que estaban bajo la influencia de drogas, alucinógenos y aspirando líquidos corrosivos, se veían extremadamente agresivos, uno estaba hasta echando espuma por la boca y otro tenía una especie de machete en la mano, el viejo solo estaba bajo el efecto de un par de latas de cervezas.
-que le ven a mi hembra hijos de puta, váyanse a la verga, vayan a verle el culo apestoso a su madre,- decía el viejo mientras tomaba a Mar de su cintura y la pegaba a su obeso cuerpo, una cintura tan fina que casi podía ser abarcada por ambas manos y seguida por unas prominentes caderas y un orgulloso culito marcados perfectamente por el entallado y cortísimo vestido, un vestido de color blanco que ya presentaba algunas manchas de mugre debido a las sucias manos del viejo; los malandros no les quedó de otra que retirarse, a pesar de su estado y su superioridad numérica no eran lo suficientemente pendejos como para meterse con el viejo, sabían que estaba muy bien apadrinado.
-parece que ya vas entendiendo tu papel, putita rica, esta noche eres mi hembra, y si me gusta como coges te quedas conmigo,entendiste- dijo el viejo y plantó un beso asqueroso a la asustada chiquilla, ella lo correspondió pero no porque le gustara, sino por temor al viejo, pensó que si lo rechazaba este la golpearía, o peor aún, la echaría a los vagos, el viejo intentaba dentro de su boca enrollar su lengua con la de la joven pero esta se negaba, ya de por si era mucho estar soportando el pútrido aliento del vejete, el viejo dejó de besarla después de haberle llenado la boca de saliva asquerosa y emitió un sonido como aquel que degusta una bebida refrescante.
El viejo caminó junto con Mar, la había abrazado con uno de sus peludos brazos pasándolo por sus hombros y la llevaba como si se tratara de su pareja, la silueta obesa del viejo al caminar y moverse de manera gelatinosa y amorfa hacia contraste con la silueta perfecta de Mar, al caminar coqueta y mover su cuerpo de una forma tan seductora gracias a la vestimenta que portaba, Mar llevaba una cara de asco, primero por la desagradable sensación en su boca después del beso y segundo por el hedor que salía de la axila del viejo que al llevar el brazo en esa posición quedaba a escasos centímetros del rostro de Margarita.
El viejo y la chica llegaron a una de las tantas cantinas que formaban parte del colorido paisaje de la zona, detrás de este negocio estaba la casa del viejo, para llegar a ella se podía rodear la cantina, pero el viejo quiso atravesarla, sabía que muchos compinches suyos posiblemente ahí estarían y quería impresionarlos con el mujeron que llevaba.
-oiga yo no voy a entrar ahí,- dijo Mar
-como de que no perra barata, si es donde deberías de estar, órale- dijo el viejo y de un empujón la lanzó adentro del malsano lugar.
Adentro todo era desagradable, olor a cerveza, a cigarro, sudor, gritos, risas de cantineras, música de narcocorridos provenientes de un stereo a todo volumen, Mar pudo contemplar sobre la espesa niebla de humo de cigarro muchos borrachos de la misma calaña que su acompañante, gordos, feos y muy repugnantes.
Las meseras que atendía a tan selecta clientela eran chicas jóvenes y de buen cuerpo, si bien Mar reflejaba un rostro de vergüenza y timidez al estar en semejante situación, las chicas reflejaban un rostro de impudor y cinismo al estar atendiendo a los borrachos o estar sentadas junto a ellos, era como si estuvieran orgullosas por desempeñar este trabajo, aunque solo se trataba de un cascaron, por dentro estas pobres chicas guardaban tanto o quizás más asco que el que Mar sentía, pero lo que más indignó a Margarita fue ver entre los clientes un trío de policías, tomando y con una de las chicas en las piernas de uno de ellos, Mar poco a poco comprendía que ese mundo de justicia color de rosa que tanto le hacían creer en la tele y las noticias en realidad no existía.
El viejo y Mar avanzaban hacia la barra, mientras caminaban el viejo era saludado por un número considerable de personas, incluidas las chicas que fungían como meseras, los caballeros se dedicaban a admirar al trozo de carne que llevaba a su lado, digo trozo de carne porque para ellos Mar solo se trataba de eso:
“un trozo de carne, un par de melones para manosear a su antojo hasta que las manos duelan de tanto apretar y salgan cayos, un culo andante que solo sirve para ser penetrado hasta reventarlo, una boquita cuya única función es la de mamar y sacar la leche de vergas calientes y una panocha que su principal uso es el de utilizarla para penetrarla salvajemente hasta vaciarse dentro de ella al punto de quedarse seco, Mar había llegado a un mundo en donde todas sus cualidades, aptitudes y virtudes que hacen a la mujer un ser intelectual no tienen valía”.
Durante el trayecto, Mar pudo sentir sobre su exquisito cuerpo todo tipo de miradas lujuriosas y calientes, uno que otro viejo borracho se atrevía a lanzarle cantidades de piropos subidos de tono, sin importarles la presencia del viejo, además se escuchaban frases como:
-otra Pancho-
-que hembra te cargas Pancho-
-Pancho, porque no me prestas tantito a esa hembrita- dijo uno de los borrachos más ancianos ahí presentes, y aprovechando que Mar pasó cerca de él, le alcanzó a dar un pellizco en una de sus nalgas, haciendo que la chica pegara un brinco y volteara a verlo enojada al tiempo que se sobaba la nalga, varios borrachos comenzaron a reírse y alabar al viejo por semejante acto de valentía, siendo el viejo Pancho uno de los que reían.
-jajajajaja, será mejor que no te me despegues, si te quedas atrás te hacen cachos- decía el viejo Pancho, Mar solo apretaba el paso para alcanzar al que parecía ser su única defensa.
A pesar de que la distancia entre la entrada de la cantina y la barra no superaba los 30 metros, para Mar se le hizo una eternidad atravesar ese camino y fue en ese lapso cuando más veces acomodó su vestido intentando tapar un poco sus piernas, ya que por la forma en que la miraban sentía que caminaba desnuda.
-no te tapes mamita, esas piernas están para comérselas- decía un viejo
-que se lo quite, que se lo quite- decía otro
-me quiero orinar sobre esa zorra- decía uno cayéndose de borracho
En la barra estaba otro viejo, más longevo que el viejo Pancho, de aspecto horrible y vomitorio, era casi calvo, solo unos pocos cabellos canos y largos peinados hacia atrás cubrían su coco, desde que Mar entró la miró con una sonrisa enferma, mostraba dientes amarillos llenos de caries y muy mal acomodados, encimados unos con otros, algunos salían de su boca aun teniéndola cerrada debido a su deforme dentadura, un bigote completamente canoso y mal cuidado, podían apreciarse varios pelos que asomaban de sus fosas nasales al igual que de sus orejas, su pabellón de la oreja estaba lleno de cerilla, sus axilas habían manchado de sudor su vieja camisa, dicho viejo se encontraba limpiando un vaso con una especie de franela sucia y utilizaba escupitajos para despegar las manchas.
El viejo Pancho colocó a Mar entre su cuerpo y la barra, en esta posición podía repegarle todo su paquete es sus carnosas nalgas y lo hacía descaradamente, sentía la suavidad y tersura de ese trasero perfecto mientras que Mar sentía una autentica barra de fierro que no era otra cosa más que la verga del viejo en todo su poderío, en la mente de Mar solo se escuchaba “y todo eso me piensa meter”, el viejo de paso aprovechaba para llenarle de babas su nuca, cuello y todo lo que alcanzara, la pobre Mar solo se movía de un lado a otro intentando zafarse pero era inútil, el viejo la tomó de las caderas y hasta parecía como si estuvieran bailando por la forma en que ambos de culebreaban, el viejo Pancho llamó al viejo de la barra para pedirle un par de cervezas.
-Pancho el jefe me llamó la atención porque no le hemos dado su cuota del mes?- dijo el viejo de la barra (que se llamaba Felipe).
-fíjate que ando sobre una chamaca hija de un empresario, no se pero presiento que a ese si le vamos a sacar una buena feria, como para pagarle al jefe todo un año, además la chamaca esta rebuena, también podemos divertirnos un rato con ella y a lo mejor se le regresamos a su papito con sorpresa dentro- ambos viejo explotaron en una carcajada burlona mientras era vistos con temor y rabia por Mar después de haber escuchado sus maquiavélicos planes.
-y tú que vergas ves, no vas a tomarte esa cerveza,- reclamó el viejo a nuestra protagonista.
-no, no tomo cerveza señor- dijo Mar tímidamente.
-no tomo cerveza (decía el viejo arremedándola), quítate lo mamona y tómatela, ora- y dicho esto el viejo agarró la cerveza y se la empinó a Mar obligadamente haciendo que parte del amargo líquido cayera sobre su blanco vestido.
-y de que putero sacaste a este culito Pancho?- preguntó el viejo Felipe
-estaba en el cine porno de allá del centro, yo pase por ahí y me metí para jalármela un rato y allí me la encontré,- respondió Pancho.
-ahh, y como se llama?- preguntó el viejo Felipe
-no sé, deberás puta, cómo te llamas?- preguntó el viejo Pancho a Mar
-M… Mar….. Margarita- dijo la jovencita con un miedo que la hacía tragar saliva.
-ahh, Margarita, así se llamaba una novia que tuve cuando era joven, que tiempos aquellos, no que ahora estoy viejo y feo, las niñas ya no se fijan en mi, solamente obligándolas a coger conmigo, y dime Margarita, por donde te gusta más que te den, a mi me gusta más por la almeja, porque una vez le metí la verga a una niña casi de tu edad por el culo y se lo desgarré, y que desagradable es eso, que se te embarre de sangre, y luego estar soportando sus chillidos.- dijo el viejo Felipe, mientras Mar se quedó callada tratando de asimilar lo que había escuchado y que seguro era lo que tenían preparado para ella.
-y dime Margarita, cuántos años tienes?- pregunto el viejo Felipe
-dddd… diii….. dieciocho,- respondió Mar tímidamente
El viejo Felipe empezó a hacer cuentas en su mente y movía sus dedos como si estuviera realizando una sumatoria hasta que habló:
-18, osea que naciste cuando yo tenía 49 años, lo que son las cosas a Pancho, jajajajajaja, no cabe duda que ya estoy viejo jajajajaja- casi 70 años se cargaba el vejete y todavía andaba de culion.
-cuanto es de las cervezas?- preguntó el Pancho
-son 50 pesos,- respondió Felipe
-ora tu, Margarita, págale, págame mi cerveza, yo estoy acostumbrado a que las hembras me paguen las cosas- dijo Pancho
-oiga yo no voy a pagar eso- dijo Mar un poco mas envalentonada, sin embargo lo valiente se le fue cuando el viejo nuevamente volvió a amenazarla con golpearla y dejar que todos los presentes la cogieran si no pagaba las cervezas.
-ten, creo que es tuya, la recogí en el cine cuando te acomodabas tu vestido- el viejo dio a Mar su cartera, la pobre chica la creía perdida.
-págamela, o te meto esta botella por el culo- amenazó el viejo Pancho enseñando a Mar la botella de cerveza de 355 ml.
Mar resignada abrió su cartera y se dio cuenta de que estaba vacía, el viejo Pancho le había sacado el poco dinero que la joven llevaba, ese dinero que a Mar tanto trabajo le costaba ganarse, y que a pesar de trabajar en un negocio en donde se vendían bebidas alcohólicas y tener un poco de experiencia en la forma de cómo se comportan los hombres cuando están borrachos, estos no tenían nada que ver con los que ahora estaban a su alrededor, tipos tan despiadados de esos que no se tocan el corazón a la hora de quitarle la vida una persona, y que tenían armas de fuego arriba de las mesas sin importar que estuvieran a la vista de los policía que ahí se encontraban, aun así Mar sacó fuerzas quien sabe de donde para reclamar al viejo por su dinero.
-nooo, no tengo, devuélvame mi dinero viejo ratero,- decía Mar nuevamente rompiendo en llanto ante la impotencia de no poder hacer nada.
-devuélvamelo que es lo único que tengo y es para ayudar a mi papá,- decía insistentemente.
-devuélvamelo o le digo a la policía- decía Mar
-a cuales, a esos que están ahí,- señalo Felipe a los tres policías que estaban hasta el culo de pedos,
-no creo que te hagan caso putita, les estoy invitando las cervezas por protegernos y servirnos jajajajajajajajajajaja- reía el viejo Felipe
-devuélvamelo por favor- decía Mar ya casi sin fuerzas.
-ah que necia, yo no tengo nada, ehh, me dices ratero, quieres que te rompa el chipo perra desgraciada?,- dijo el viejo Pancho con una risa sarcástica y levantó un brazo amenazando con golpearla, rápidamente el viejo Felipe se interpuso y alcanzó a agarrarle el brazo.
-tranquilo Pancho, no te encabrones, espera, con dinero no es la única forma en que esta niña puede pagarme, porque no me la prestas para que me arregle allá atrás con ella,- dijo Felipe que con solo haber dicho esas palabras ya tenía la verga bien parada.
-si llévatela, para que se eduque, ya le pase muchas, ya le hace falta un escarmiento,- dijo Pancho
-jejeje, si no te preocupes yo se lo daré- dijo el viejo Felipe quien llevaba todas las intenciones de penetrarla y vaciarse dentro de ella.
-no me gusta tu risa Felipe, mejor te acompaño, no vaya a ser que te vengas dentro de ella, ese privilegio solo es para mí- dijo Pancho adivinando sus pensamientos pues conocía lo desalmado que podía llegar a ser su amigo.
El viejo Felipe dejó encargada la barra a otro viejo, tomó del brazo a Mar, la chica comenzó a forcejear pero el viejo Pancho que iba detrás de ellos la calmó poniéndole la punta de la navaja en su espalda baja, haciendo que la chica sintiera un escalofrío recorrer toda su columna vertebral y que su presión arterial se bajara hasta casi desmayarse.
-mira niña, acompáñanos y calladita- dijo Pancho
Los viejos y la jovencita atravesaban una puerta a la que solo el personal tenía acceso pero fueron vistos por una señora gorda y chaparra que fumaba un cigarro, la encargada de las chicas que atendían a los borrachos.
El trió llegó a un pequeño cuarto, donde solo estaba un deteriorado sillón, el viejo Felipe se sentó y se desabrocho el pantalón y lo bajó hasta los tobillos, exhibiendo unas piernas muy peludas y delgadas, en contraste con su voluminosa panza, su calzoncillo amariblanco dejaba ver un enorme bulto de color oscuro escondido debajo, además el calzón estaba un poco mojado exactamente en donde descansaba la cabeza de su miembro.
Mar estaba junto al viejo Pancho, intentaba no ver esa desagradable escena pero muy a su pesar y tratando de que ninguno de los dos viejos se dieran cuenta, volteaba tímidamente a ver el bulto que se cargaba el viejo Felipe, también recordaba el grosor del miembro del viejo Pancho cuando se la mamó en el cine, se pensaba que si acaso estaba en un mundo en donde los viejos más repugnantes y morbosos eran los que se cargaban los miembro más grandes y gruesos, sus pensamientos se revoloteaban en su mente y se los imaginaba penetrando los apretados coñitos de jovencitas tan hermosas como ella, hasta que su mente le jugó una mala pasada y la colocó a ella siendo penetrada por uno de ellos y gimiendo como una reverenda puta, Mar no supo en qué momento su sexo se empezó a mojar.
El viejo Pancho dio un ligero empujón a Mar, haciéndola llegar casi a donde se encontraba el otro anciano.
-ora puta, has tu trabajo, para lo que sirves, la única función para la que veniste a este mundo- ambos viejos rieron orgullosos
-ve niña, ya quiero sentir tus labios en mi trozo- decía Felipe
Mar estaba estática, era de suponerse que no debía mostrar su curiosidad hacia lo que el viejo Felipe escondía entre sus calzoncillos, pero el estar ahí parada en medio de ellos y vestida de esa manera hacia que su cuerpo tuviera reacciones tanto de repudio a los dos gordos como de excitación, un calor intenso recorría todo su cuerpo y sentía como si una mano invisible rascara su sensible conchita, el viejo llevaba una camisa sucia y se la había subido a la altura del ombligo, demostrando que también era un hombre peludo.
Mar dio un paso, pero más que por decisión propia fue por haber sentido nuevamente la navaja del viejo Pancho en su espalda, dio otro tímido paso y paró para tragar saliva al mismo tiempo que todo su cuerpo se erizaba demostrando el estado de nerviosismo en que se encontraba.
-rápido puta, si se ve que te estás muriendo por comerte esta verga- gritó el viejo Felipe de forma autoritaria asustando a Mar quien reaccionó del trance en que estaba, Mar avanzó hasta llegar a donde el viejo estaba sentado.
-arrodíllate,- ordenó el viejo Felipe, Mar se resistía a obedecer esa orden permaneciendo parada con una cara de no saber qué hacer y volteando constantemente a los alrededores, en donde no había nada que ver solo paredes y frases groseras escritas con plumón negro.
-que te arrodilles que no oyes,- dijo el viejo Pancho y presionó los hombros de Mar haciendo que se arrodillara ante el otro anciano.
-no por favor señor respéteme, no puedo hacer esto, yo no soy lo que ustedes creen, por favor, se lo ruego, déjeme ir por lo que más quiera, se lo suplico, solo quiero ir a mi casa, por favor- decía Mar en medio del llanto y escondiendo su bello rostro entre las desnudas y peludas piernas del viejo, las lagrimas habían cubierto sus hermosos ojos verdes y pensaba que con esto convencería a los viejos de dejarla en paz, mientras el viejo Felipe veía como la cabecita de la niña había quedado a escasos centímetros de su verga.
-jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja, oye Pancho tu le crees a esta puta, anda exigiendo respeto y mira nada mas como se viste, ora si me hiciste reir; no niña, tu eres una puta y yo te voy a enseñar a reconocerlo, todas las mujeres son unas putas, lo llevan en la sangre, basta con un empujoncito de verga en sus panochitas para que acepten lo que son, por lo que veo eso te falta a ti, por eso sales en las noches vestida de esa manera pidiendo riata verdad?, pues no te preocupes, si no te la han dado yo te la voy a dar, ahora mámamela, y no quiero volver a repetirlo y ya no me salgas con estupideces de que no eres puta, si casi casi lo traes escrito en la frente,- dijo Felipe
-mámasela puta, sino les hablo a todos para que te vengan a coger hasta que te revienten de tanta leche dentro,- dijo Pancho
Mar se secó sus lagrimas con sus muñecas, tenía mucho miedo, pero seguía sin ceder a la orden aun después de la fuerte amenaza y las crudas palabras, entonces el viejo Pancho se enojó y avanzó hacia ella.
-sabes que, ya me canse de esto- dijo Pancho sacando su navaja y apretándola con su mano, agarró a Mar de los cabellos y le puso el objeto punzocortante en su cuello, Mar podía sentir el frio del arma en su piel, un frio que quemaba, sus ojos se nublaron hasta el punto de no ver nada y otro frio intenso se apoderó de su cuerpo, sin duda la muerte la estaba abrazando, sin embargo su cuerpo se recuperó gracias a que dejó de sentir la navaja en su cuello, el viejo Felipe había detenido a su amigo Pancho.
-espera Pancho, cabrón, no mames, no sé cómo esta niña ha sobrevivido contigo, primero que me pague las cervezas, ya después haces con ella lo que quieras; mira niña, no seas orgullosa, se ve que eres una putita muy difícil de domar, pero sé que ante todo esto prefieres chuparme la verga antes de que Pancho te clave esa navaja en la tráquea, verdad, nadie quiere eso y mira que te la estoy poniendo fácil, no hagas las cosas más difíciles, de todas maneras nosotros si quisiéramos ya te estuviéramos cogiendo, y te vamos a coger a la fuerza si no me pagas esas cervezas, y créeme que no te va a gustar por las malas, así que abre la boca y mámamela hasta que me corra, si no lo haces todos los tipos que viste allá afuera vendrán y te llenaran tu panocha de leche,- decía el viejo Felipe mientras con una de sus manos agarraba a Mar de su mentón y le apretaba ligeramente los cachetes, haciendo que los labios de la nena tomaran forma de chipo de pescado.
Mar escuchaba atenta las palabras del viejo, sus bellos ojos miraban fijamente a los de Felipe, sus sensuales labios mostraban un brillo que los hacía ver mojaditos, y sus delicadas manos se apoyaban en las peludas piernas del viejo.
-como se- un par de palabras se escaparon de los sexys labios de Margarita.
-como se que ustedes no me violaran a la fuerza, después de que se la chupe, que garantía tengo Don Felipe,- dijo Mar en un intento de negociar con dos de las personas más tramposas y embusteras de la cuidad.
-jajajaja, eres lista putilla, hasta que conozco a una puta que sabe usar su cerebro y no nada más su culo, bueno niña, de ti depende que me dejes seco, que me pegues una mamada tan intensa que mi verga no vuelva a pararse en días, que me saques unos dos litros de leche, así que todo depende de ti, y por mi parte te prometo que si me mamas la verga, ninguno de esos pendejos de allá afuera se meterá contigo, estarás bien apadrinada te lo aseguro, podrás caminar tranquilamente por estas calles sin que nadie te moleste- dijo Felipe presumiendo que era el representante directo del jefe de la zona, la única persona que conocía en persona al jefe del que tanto hablaban, un grado más arriba que el mismo Pancho, el que podía decir quien vive y quien muere, y por tanto, la única persona que podía dar inmunidad.
-es más, si me mamas la verga, prometo no penetrarte, ni ninguno de allá afuera, ni Pancho, verdad Pancho?- decía Felipe
-ehhh, si, lo que sea- dijo Pancho sin ni siquiera escuchar lo que Felipe dijo
Mar reflexionaba, sabía que el viejo tenía razón, prefería mamar esa pestilente verga que ser abusada violentamente por más de una docena de tipos macuarros y horribles, pero algo dentro de ella sabía que no debía de confiar al 100% en estos tipos, aun así tímidamente tomó con sus manitas el calzón del viejo y poco a poco lo fue bajando hasta los tobillos, ante ella una verga enorme aparecía en estado de semiereccion, rechoncha y arrugada, un glande baboso, brilloso y una peste a esencia de verga sucia, los pelos resecos que cubrían su base eran enormes y canosos, pequeñísimos ácaros negros caminaban entre esa espesa selva blanca.
-vamos putita abre la boca- decía Felipe
Mar tímidamente abrió su boquita, sintió su propio aliento, ese aliento pulcro que tenía cuando salió de su casa esa misma tarde había desaparecido, ahora su aliento apestaba a verga sucia y aliento de viejo, acercó sus sensuales labios hacia esa otra pestilente verga, cuando llegó a ella cerró sus ojos y estiró un poco su lengua, hasta que sintió que había tocado la cabeza del miembro, nuevamente probó el salado sabor del líquido preseminal que se desbordaba de la verga del viejo Felipe, puso cara de asco pero volvió a estirar su lengua.
El viejo Felipe veía esa niña probar su carne, su rostro sin duda era el más bello que había visto en su cobarde y corrupta vida, ni siquiera las chicas que atendían la cantina poseían un rostro tan bello y un cuerpo tan perfecto como el que poseía Margarita, además todas esas putillas rebasaban los 25 años de edad y muchas de ellas con embarazos a cuestas, en cambio Mar recién había cumplido los 18, era casi una niña, su rostro aun mostraba facetas infantiles.
Mar daba ahora tímidos lengüetazos, recogiendo el líquido lubricante que impregnaba la cabeza del viejo, una sensación aceitosa imperaba dentro de su boca, poco a poco las lamidas aumentaban su velocidad y fricción, el viejo Pancho permanecía como un espectador recargado en la puerta, viendo como esa niña se comía la verga de un viejo para nada agraciado, incluso a Pancho le daba asco la escena, para calmar su malestar estomacal volteaba a ver el culo de Mar, quien al estar arrodillada su vestido se le había subido y dejaba ver buena parte de sus nalgas, su tanga había desaparecido entre esos carnosos atributos.
El viejo Felipe estaba que no cavia de la emoción, sentía las lamidas y se daba cuenta de la falta de experiencia de la jovencita, Mar lamia el tallo, la cabeza  e intentaba enrollarla con su lengua, el viejo tomó su verga y la empezó a tallar en el rostro de Mar, la chica no opuso resistencia, el viejo tallaba esa gruesa vara que ya había alcanzado su máximo, unos 18 centímetros de dura carne maciza morena, la verga empapaba de lubricante el bello rostro de la jovencita, quien solo permanecía con los ojos cerrados, su cara se llenaba de saliva y líquido preseminal hasta alcanzar un aspecto brilloso.
-continua- dijo el viejo Felipe
Mar como no queriendo pero teniéndolo que hacer comenzó a lamer nuevamente esa barra caliente, a Mar le llamaba la atención su grosor, su manita apenas y podía abarcar semejante tallo, a pesar de estar lamiendo la verga con una voluntariedad forzada Mar no estaba excitada, se decía ella misma que si iba a estar así los próximos minutos por lo menos tenía que excitarse para hacer más corto su suplicio, así que sin importar que los viejos se dieran cuenta subió un poco mas su vestido y abrió ligeramente sus piernas y con la mano que le quedaba libre se comenzó a estimular su sexo, exactamente los puntos más sensibles y de los cuales ya tenía conocimiento, cuantas veces no se masturbaba en su cuarto arrancándose orgasmos cuando su padre no estaba.
-pero que puta saliste chiquilla- dijo el viejo Pancho, Mar escuchó, pero no puso atención a los insultos, ya de por si había recibido bastantes que ya hasta se estaba acostumbrando, ella debía de concentrarse en hacer correr al viejo lo más rápido posible, que caras le estaban saliendo el par de cervezas.
Mar también sabia que con lamidas nunca se iba a correr el viejo, así que procedió a meterse a su boquita ese grueso mástil, lo enrolló con su lengua y procedió a realizar ese movimiento mamatorio que su exnovio le enseñó pero sin sacarse el miembro de su boca, el viejo echaba su cabeza hacia atrás y ponía sus manos sobre la cabeza de la joven, una sola de sus manos abarcaba por completo el cráneo de Margarita.
-que rico la mamas chiquilla, no cabe duda que las niñas de hoy en día son mejores que las viejas de nuestra época, verdad Pancho?- preguntaba el viejo Felipe
-así es,- respondía el viejo Pancho de forma seca, no había aguantado semejante panorama y ahora se había sacado la verga para masturbarse, a pesar de que al principio sintió asco, ese asco se le había trasformado en auténtico morbo, la situación ahí expuesta nunca la vería en ninguna película porno, un viejo que ninguna jovencita follaría con él ni por todo el dinero del mundo, que solo obligando y chantajeando a las mujeres era como podía disfrutar de ellas y que hasta las putas de la cantina lo veían con repulsión, ahora una muchachita por demás bellísima y con un cuerpo que cautivaría al mismo Papa, estaba arrodillada mamándole la verga a este viejo repulsivo quien gemía y reía altaneramente, y encima la niña se masturbaba, lo que hacía pensar a los viejos, que la joven lo estaba disfrutando.
Igual que en el cine, Mar dejaba caer saliva constantemente, poco a poco los pómulos de Mar se enrojecían, más que por la mamada era por la intensa masturbada que ella misma se estaba dando, incluso empezó a ahogar tímidos gemidos en su garganta ocupada por la verga de viejo, su clítoris se había hinchado y Mar atacaba ese botoncito sin tregua.
-levántate el vestido hasta la cintura perra malparida, enséñame el culo, anda, enséñame el culo de putona que te cargas- dijo Pancho mientras daba otro sorbo a su cerveza que aun la llevaba consigo, Mar obedeció y se levantó el vestido hasta la cintura, enseñando sus carnosas nalgas desnudas, su pequeña tanga había desaparecido casi por completo, solo los hilos laterales y un pequeño triangulo en la parte de atrás era lo único que intentaban tapar ese suculento manjar que la jovencita tenía por culo.
El cuerpo de Mar lucia exquisito, su espalda baja hacia una curva perfecta y daba nacimiento a un tremendo culazo, además había dos hoyitos en la parte baja de su espalda, los cuales vemos a muchas niñas de hoy en día presumir con sus blusitas ombligueras, sus caderas se engrosaban y daban lugar a unas bien cuidadas y firmes piernas, sus pantorrillas se veían carnosas y muy femeninas, el viejo Pancho podía ver la pequeña manita de Mar haciendo esos movimientos masturbatorios, el viejo hacia un gran esfuerzo para no arrojársele ahí mismo y penetrarla.
Mar comenzó a aumentar la velocidad, su boca bañaba de saliva la gruesa verga del viejo, de esta, chorros de lubricante no dejaban de salir, a menudo Mar sacaba esa gruesa verga para jalar aire, o como ya dije, para escupir el exceso de salivación, el viejo Felipe se acercó al rostro de la joven solo para hacer lo mismo que Pancho, lanzar un escupitajo al rostro de Margarita, ella lo recibió con asco, pero ya que le quedaba, el viejo en otro escupitajo junto tanta saliva e hizo un sonido raro con sus fosas nasales para arrojar otro cargado de gargajos, los cuales cayeron sobre el angelical rostro de la joven Margarita, todavía el viejo con su verga comenzó a esparcir esos asquerosos fluidos sobre la suave y delicada piel y así, llena de flemas, se la volvió a meter a Mar en la boca.
El viejo empujaba la cabeza de Mar como queriendo hundirla en su obeso vientre, haciendo que la muchachita se tragara de un solo bocado los 18 centímetros de su trozo, los carnosos labios de la joven llegaban a tocar el abultado y peludo vientre bajo del viejo, y ahí la dejaba hasta que veía que el rostro de Mar cambiaba de rojo a morado, liberando a la pobre chica ya cuando veía que sus ojos se ponían blancos, haciendo que Mar se alejara para jalar aire, tocia a más no poder, de su boca gruesos hilos de saliva caían hasta el suelo, sin embargo a el viejo poco le importaba y volvía a repetir la grotesca acción.
Mar resistía las ganas de llorar, no quería mostrar debilidad a ese par de viejos panzones, asquerosos, marranos, hijos de puta, esos viejos que si llegara a tener la oportunidad de matarlos no lo dudaría, aunque a estas alturas pensaba que hubiera preferido mejor que le ensartaran esa navaja en su cuello, lo único que la mantenía con ganas de seguir era su padre y todo lo que hizo el solo por sacarla adelante.
-abre la boca putita- dijo el viejo Felipe.
Mar abrió su boquita y dejo ver hilos de saliva que unían sus carnosos y mojaditos labios, el viejo le metió la verga dentro de su boca literalmente penetrándola por su cavidad bucal, el viejo elevaba su cuerpo para que la penetración fuera intensa, Mar solo recibía los empujones y movía su cabeza al ritmo de las embestidas, permanecía con los ojos cerrados recibiendo semejantes estocadas, se podía escuchar un sonido de glup glup glup glup, escaparse de la boca de Mar, saliva en forma de burbujas y cayendo por sus comisuras, risas de los dos viejos, y bramidos de toro que hacia el viejo Felipe solo para dejar en claro la superioridad del macho sobre la hembra.
El viejo aumentó su velocidad, una velocidad endiablada que hizo que los ojos de Mar comenzaran a lagrimarse, el viejo no dejaba de escupir sobre el bello rostro de la joven, además cada que sacaba su verga de la boquita de la joven la ponía sobre el rostro de ella, embarrándosele aun mas de saliva, Mar hasta parecía como si estuviera bizca, pues trataba de ver la verga que descansaba sobre su cara, exactamente en medio de sus ojos.
El rostro de Mar estaba irreconocible, lleno de saliva y babas asquerosas, de su barbilla caía una gran cantidad de saliva producto de la rudeza con que el viejo prácticamente se la cogía por la boca, el viejo solo veía a Pancho las risas, y con el rostro sudado a grasoso, pelaba los dientes en señal de la fuerza con la que profanaba la boca de la jovencita, la risa del viejo era asquerosa pues dejaba ver su mal formada dentadura.
-así quiero que me la chupes, te queda claro- decía el viejo Felipe
Mar asintió con un ligero movimiento de cabeza, de manera asquerosa se metió nuevamente dentro de su boca esa verga de viejo agrio en sudor, comenzó a chupar primero lento, pasaba su lengua por todo el glande, dio un ligero respiro para tomar aire y prosiguió con su labor, el viejo solamente veía la cabeza de la chica subir y bajar, la chica se sentía asquerosa haciendo esto, además sentía todas esas babas en su rostro secarse y pegársele como una mascarilla, sentía que apestaba a viejo, tanto asco que le daban los viejos morbosos y mas los desaseados, y ahora le mamaba la verga a uno y le enseñaba el culo a otro, que diría su madre, su padre o su exnovio al verla en esta situación.
Mar aumentó su velocidad, comenzaba a dolerle la mandíbula de tanto mamar, sin embargo en su masturbada había logrado estimular su clítoris de manera muy placentera, y no dejada de manosearse hasta que sintió nuevamente algo que estaba por venir dentro de ella, esa sensación tan deliciosa que le hacía imposible dejar de tocarse, sin importar que ambos viejos estuvieran viéndola hacer algo que solo hacía en su privacidad.
Los gemidos de Mar se hacían cada vez más notorios e intensos, no comprendía como el estar en esta situación y después de soportar tan despiadado trato podía sentir placer al estimularse, a pesar de que sentía asco de ella misma también reconocía que la masturbada tenía algo especial, algo que la estaba haciendo llegar al clímax mas rápido de lo normal, algo que nuca había sentido en su joven existencia, quizás ese algo es lo que se llame morbo, a lo mejor todo este trato estaba despertando en Mar ese morbo que permanecía dormido y que desarrollaría en ella una atracción hacia las personas y situaciones desagradables.
El cuerpo de Mar se calentaba en cada toqueteo, empezó a moverse muy sugestivamente mientras permanecía arrodillada y con la verga del viejo en su boca; continuo hasta que de repente apretó con todas sus fuerzas sus piernas, contrajo todo su cuerpo y sus gemidos comenzaron a salir cada vez más sonoros, hasta que apareció ese gemido que indicaba que Mar se había corrido.
El rostro de Mar se descompuso en un gesto orgásmico, sus cejas se fruncieron,  su respiración se aceleró, sus pómulos estaban colorados, y sacando la pestilente verga de su boquita se derramó en un intenso orgasmo, dejando escapar de sus labios un:
-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH-
Y se dejó caer sobre las piernas del viejo, su tanguita goteaba el liquido que Mar eyaculó segundos antes proveniente de sus glándulas de Skene, el viejo Pancho quedó con la boca abierta al igual que el viejo Felipe, una jovencita casi niña se había masturbado enfrente de ellos hasta correrse como una autentica puta, será que después de tantas veces que los viejos la llamaban así, Mar estaba empezando a creérsela, aunque recordar que se empezó a masturbar para darse placer y soportar un poco la desagradable labor a la que fue sometida.
-puta, te has vaciado, no tienes poca madre, y sin que te hayamos metido la verga, desgraciada casi haces que me corra con solo verte, vamos, vamos nenita, sácame la leche, ordéñame, ordéñame- decía el viejo Felipe
-si es que la pide a gritos, ni te conté Felipe, que me la encontré en el cine porno y también ahí se estaba tocando la muy puerca, que puta eres- dijo el viejo Pancho
Mar levantó su rostro completamente ruborizado, su mirada era distinta a la niña tímida que entró a la cantina, se notaba una lujuria que había estado escondida y que se asomaba de sus verdes ojitos, solita agarró la verga del viejo y se la llevó a la boca sin dudar, comenzó a succionarla y chuparla, por momentos casi parecía que quería arrancarla del obeso cuerpo del viejo, manoseaba los huevos del viejo, tan grandes como los de un toro, pesados y bien cargados de leche.
Mar estaba como desesperada, quería acabar con esta inmunda labor, la saliva que escurría desde su boca recorría todo su cuello y bajaba en forma de un pequeño arroyo hasta perderse en medio de sus voluminosos encantos que se asomaban más de lo que debían a través del provocativo escote del vestido, ni en su pesadilla mas retorcida se imaginó que acabaría así después de asistir a un cine porno, recordaba que justamente esa tarde había demorado un chingo para alistarse y arreglarse a manera que ese día fuera el que más radiante se viera, y como no, si quería causar impresión en un chico que era muy popular entre la chamacada femenina.
Ahora ese cuerpo de diosa griega estaba siendo disfrutado por dos perversos viejos panzones, feos, y que se dedicaban al repudiado e infame acto del secuestro, -ahhhhhh- gemía el viejo al sentir los suaves labios apretarle la cabeza de su miembro de forma exquisita, Mar sabía que era cuestión de tiempo para que el viejo se corriera, ya que podía sentir el aumento del palpitar de su miembro en su boca, las venas se habían engrosado y la verga se había puesto caliente hasta el punto de quemar, la boca de Mar apestaba tanto como la verga del viejo si no es que mas.
Mar sacó la verga de su boca y se dedicó a masturbarla con su mano al mismo tiempo que miraba al viejo a los ojos, con su boca comenzó a lamer las bolas del viejo, jalaba el escroto hasta casi arrancarlo, se metía las bolas a la boca y jugaba con ellas, sintiendo su sabor rancio y rasposo, entonces metió su mano hasta casi llegar al culo del viejo y comenzó a dedearlo, la verga del viejo se levantó como un resorte, su piel se estiraba hasta más no poder, con su fino dedo rascaba el culo del viejo y lograba arrancarle auténticas costras de mierda que tenia pegadas debido a su pésima higiene.
Mar nuevamente volvió a meterse la verga a la boca de forma golosa, viciosa, aunque con un odio y asco escondido muy en su interior, pero tenía que fingir para que el viejo se la creyera y se viniera pronto, detrás de ella, el viejo Pancho se masturbaba frenéticamente, su verga estaba tan babosa que se había cubierto de una especie de babilla blanca.
-aahhhh, puta que rico la mamas- decía el viejo moviéndose muy sugestivamente en el sillón, sudaba de su horrible cara, sus manos se aferraban a la tela de terciopelo que cubría el mueble, comenzaba a hacer los clásicos movimientos orgásmicos que hace un hombre cuando esta por correrse, sin embargo la leche no salía.
Mar estaba desesperada, ya quería acabar con esto, así que procedió a meterle el dedo al viejo en el culo, sintiendo como se embarraba de mierda y con todo el asco del mundo comenzó a moverlo en forma de círculo, el viejo no pudo evitar lanzar un suspiro.
-cabrona, quien te enseño eso- dijo el viejo con voz débil, la gruesa e intimidante voz del viejo había logrado ser acallada por una jovencita tan frágil y casi inexperta en cuestiones sexuales, sin embargo había visto uno que otro video en internet y además contaba con la experiencia de su amiga Mary, una verdadera experta en estos temas y quien le había contado que el meterle el dedo a los machos por el culo hacia que se les levantara la verga más rápido y que se corrieran de inmediato, y a quien le debía el estar en esta situación.
Mar movía su dedo en forma de círculo dentro del viejo, logro sacarle una flatulencia tan apestosa que hizo que Mar casi desmayara, sin embargo soportó ese mefítico gas, ya estaba tan cerca de conseguir su objetivo que una flatulencia no debía de desmoronarla,  sin embargo el hedor era tal que lo podía sentir en cada poro del cuerpo, lastimaba su respingada nariz, incluso la del mismo viejo Felipe, incluso Pancho tuvo que salir de ahí para no respirar ese putrefacto aroma a mierda reseca y frijoles agrios con huevo güero.
Mar succionaba el pedazo de carne que se alojaba en su boca, comenzó a chupar solamente la cabeza, sabía que era su parte más sensible, el viejo hacia sonidos extraños, su verga estaba que reventaba dentro de la boquita de la jovencita, las piernas del viejo temblaban sudorosas, en eso Mar movió su dedo dentro del culo del viejo y le causó una sensación tan intensa y electrizante, y como reacción en cadena, la verga del viejo comenzó a escupir semen dentro de la boquita de la joven.
-ahhh puta me corro, recibe tu premio- gritó el viejo
Mar sintió el primer chorro chocar violentamente dentro de su boca, un chorro muy potente y cargado que salió a una velocidad agresiva, como si de una pistola de agua se tratara, los ojos de Mar se abrieron como plato, intentó zafarse pero el viejo alcanzó a agarrarla para que no se sacara la verga de su boca, el viejo reía de manera aberrante y empujaba con más fuerza la cabeza de Mar para que la niña se tragara todos sus mocos, el viejo Pancho ya había regresado y se dedicaba a mirar sonriente y victorioso como esa pequeña putita que tanta resistencia estaba poniendo era vilmente humillada por un viejo mucho más longevo que él, quien le estaba dando su merecido.
Después de ese primer chorro de esperma, salieron otros tres de igual intensidad, seguidos por otros cuantos de menor carga y velocidad, Mar con lágrimas en sus ojos, sentía ese desagradable sabor en su boca, la pestilencia del esperma salía por sus narices, el sabor era desagradable, el líquido estaba muy caliente y espeso, además se pegaba a las paredes bucales y no podía ser quitado solo tragándolo, unas ganas de vomitar la invadieron, las arcadas no tardaron en aparecer y cuando el viejo soltó toda su leche dentro de la boquita de la joven y la liberó, Mar dejo caer una gran cantidad de esperma pestilente de viejo nauseabundo, un esperma que en vez de verse blanco, presentaba una tonalidad amarillenta verdosa desagradable.
El viejo Felipe se enojó al ver a Mar desperdiciar su valioso líquido, Mar tocia y tocia y parecía que se iba a vomitar, incluso logró sacar un poco de vomito al no poder controlar una arcada, sentía ese líquido grumoso pegado a su lengua, intentaba quitarlo con su mano pero solo lo desbarataba y esparcía aun mas, más que semen, el esperma del viejo tenia la consistencia de leche cuajada.
-pero que te crees que estás haciendo puta hedionda, perra asquerosa, maldita hija de puerca, mira nada mas, mira nada mas, que bruta eres,- dijo el viejo levantándose y empujando a Mar con uno de sus pies como si se tratara de un perro.
-que hizo Felipe- preguntó Pancho
-mira nada mas, esta hija de puta, se atrevió a escupir mis mocos, no sabes lo que acabas de hacer, ora si te cargó tu madre pendeja- dijo el viejo y se subió los pantalones para poder quitarse un cinturón desgastado.
-levántala, levántala con tu lengua o te agarro a cinturonasos, ora hija de la verga- amenazó el viejo y dio un cinturonazo al suelo que resonó por todo el cuartito.
Mar no tuvo de otra que sorber del suelo el esperma combinado con saliva y vómito para que el viejo no le pegara, lo hacía de manera asquerosa, con lágrimas en sus ojos, su culito se erigía orgulloso pues el vestido continuaba levantado arriba de su cintura, el viejo no contento con la forma en que Mar levantaba el semen del suelo con su lengua le dio un cinturonaso en sus carnosas nalgas, quedando marcado el golpe.
-levántala, pero que se vea que te está gustando, recuerda que a partir de hoy eres una puta, así que compórtate como lo que eres, Pancho, que pedazo de zorra te has encontrado, mira como le gusta la leche, jajajajajajajajaja- ambos viejos reían parados al lado de Mar, mientras ella seguía arrodillada limpiando el suelo, para mala suerte de Mar, el viejo Felipe se sacó nuevamente la verga y se la empezó a jalar de nuevo, su verga no estaba del todo flácida.
Mar limpio el suelo hasta no dejar ni una sola gota, volviendo a mostrar ganas de vomitar otra vez, pero las aguantaba, sabía que el viejo la obligaría de nuevo.
-que boquita, solo falta que te acostumbres a tragar leche para que no le hagas eso al jefe, si le llegas a hacer lo mismo te corta la lengua, jajajaja-
El viejo Pancho veía sonriente la escena, su verga estaba erecta al máximo y casi reventando, pero aguantaba, su verga únicamente podía reventar dentro de la panocha de Mar, quien a decir de ella, seguía en el suelo, ligeramente arrodillada y apoyada con uno de sus brazos, con su rostro mirando abajo, sollozando.
No así el viejo Felipe que después de meneársela en rato expulsó otra cantidad de semen, aunque menor, sobre el voluptuoso cuerpo que yacía arrodillado, cayéndole sobre su vestido y parte de sus piernas, y quedando el viejo ahora si fuera de combate, hasta sus huevos parecían haberse reducido de tamaño después de las potentes eyaculaciones.
-chamaca puta, quiero que me limpies la verga hasta dejarla como nueva,- dijo el viejo Felipe, en forma de burla, sabía que la chica estaba anímicamente destrozada.
Mar no tenía cara para mirar al viejo, su orgullo y autoestima estaba en los suelos después de hacerle semejante bajeza, Mar movía uno de sus dedos como si estuviera dibujando un círculo en el suelo, el viejo Felipe la miró y al ver que Mar no tenia orgullo ni para negarse optó por retirarse no sin antes decirle:
-eres una puta cualquiera; ah, y la cervezas que me debes, como no me dejaste lo suficientemente satisfecho, solo te descontaré una, jajajajajajajaj- y soltó una carcajada limpia.
-si Felipe, ahora debe tres, porque pienso agarrar otras dos para llevármelas a la casa- dijo Pancho
-si agárralas, la puta paga, jajajajajaja,-
El viejo Felipe salió del pequeño cuarto y Pancho fue a recoger su maltrecha muñequita, Mar lloraba en silencio, sus rostro mirando al suelo y tapado por su castaña cabellera, cubierto de saliva, flemas y semen de cuando lo recogió del suelo, su vestido sucio, su orgullo destrozado, su cabello alborotado y su boca aun con el sabor de semen agrio, pero aun faltaba el viejo Pancho, lo único que podría decirse aliviaría a la joven es que Pancho a pesar de ser agresivo, no sería tal salvaje con ella, este viejo, con ayuda de otro se dedicarían a arrancarle orgasmos a Margarita hasta dejarla inconsciente.
-vamos putita, levántate, que todavía falto yo, y yo si pienso meterte la verga hasta el intestino,- dijo Pancho
Mar reaccionó del estado en que se encontraba y con voz baja y mirando al viejo con unos conmovedores ojos que a cualquiera le inspirarían ternura, dijo:
-p…. pero, me prometieron que si le mamaba la verga a Don Felipe, ustedes no me cogerían- decía Mar
-ay mi amor, se me olvido decirte, yo cruce los dedos, jajajajajajajajajaja-
Continuara…….
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vordavoss@outlook.com

Relato erótico: “EL LEGADO (13): Ama Katrina.” (POR JANIS)

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Ama Katrina.
 
Noto como algunos tíos se interesan por mí, en el gimnasio. Puede que atraiga a alguno, pero no todos van a ser gays, ¿no? Así que algo no va bien. Todos están muy cachas y un par de ellos, muy bien definidos, como para competir. Al final descubro el por qué de tantas miraditas. Me he pasado de kilos en las pesas. Estoy levantando sesenta kilos con demasiada alegría. Debo cuidar los detalles, pero me he despistado, pensando en mis cosillas. Tengo mucho en el tarro.
Dejo el banco de pesas y empiezo a tirar de hombros y omoplatos en otra máquina. Poco a poco, se olvidan de mí, pero el entrenador me tiene fichado. He cometido demasiados fallos.
Por otra parte, mi cuerpo se va endureciendo perfectamente, sin demasiada rapidez, casi de forma normal. Lo único es que no tengo que tirar de dietas especiales, ni esteroides, ni cosas de esas. Mis músculos se alimentan de los depósitos de grasa, incrementando el volumen y desterrando la manteca.
Estoy rebajando centímetros en mi cintura y mis pectorales comienzan a marcarse. Ya no son tetas sebosas, sino finos músculos que se están combando por el ejercicio, aunque aún tengo cúmulos de grasa en los pezones.
Ha pasado semana y media desde que Pamela y Elke regresaron. Mi hermana no ha vuelto a follar con nosotros y Maby está de un humor de perros por ello. He intentado manipular a Elke, pero no encuentro un momento adecuado para ello. Cada vez que viene al piso, lo hace con prisa. No puedo entrar a saco con esa chica, ya está predispuesta y advertida. Debo de ser muy sutil y paciente, pero Maby me contagia de su nerviosismo.
El trabajo va bien. Me integro fácilmente. Las camareras ya bromean conmigo y me tienen confianza. Me conozco el setenta por ciento de los nombres de todas las chicas y Pavel no deja de pellizcarme las nalgas, el muy mamón.
Como Víctor esperaba, Konor no me hace el menor caso, delegando en mí, y en Pavel, casi todas las responsabilidades. Es como un pequeño dictador bien cebado. Solo quiere dormir y follar. La verdad es que me lo paso bien en el Años 20 y aún no he tenido mi primer problema.
A cada día que pasa, Dena insiste más en ser maltratada. Algunas veces, desobedece, a caso hecho, para que la castigue. Busco ser ingenioso y recurrir a métodos nuevos, pero debo tener cuidado. Hay una parte de mí que sugiere castigos excesivos, tentándome con experiencias enloquecedoras.
Pero debo reconocer que jamás he visto una mujer que se corra tan explosivamente con un poco de dolor y humillación. Sus orgasmos van en aumento, tanto en intensidad, como en duración. En más de una ocasión, se ha quedado boqueando, sin aire a causa del enorme placer que siente.
Mantiene su culazo todo el día preparado para mi visita. Siempre está esperando, abierto por una buena sesión matinal de vibrador, y limpio como una patena, gracias al enema diario que Dena se coloca. Puedo entrar en él, casi sin dilatarlo. Es una gozada y Dena se entrega como una perra, casi implorándome.
Sin embargo, Patricia me sigue preocupando. ¿Qué me pasa con esa chiquilla? La deseo y ella a mí, pero ninguno de los dos nos atrevemos a dar el paso final. ¿Es por su edad? ¿Por su madre? No lo sé, pero hay algo en mí que está tirando con fuerza de esos hilos, pero no distingo la dirección. No sé si es para frenarme, o bien para liberarme.
No entiendo el cambio de Patricia. Puede que haya aceptado lo que su madre siente por mí, o bien, tenga que ver con su nueva amiga. Puede que disponer de alguien muy parecida a ella, la haya calmado, de alguna manera.
Pero, ayer mismo, surgió otra imagen más, otra posibilidad sobre la que nunca he pensado. Es retorcida, de una claridad meridiana que jamás he experimentado, y tan perversa que me excita tremendamente. Es como si las tuviera delante. Patricia estaba sentada, como siempre me ha confesado, en el anexo del gimnasio, sobre las apiladas colchonetas. Vestía su conocido uniforme de colegiala católica, con rebequita azul y faldita plisada. Se comía el sándwich. A su lado, otra chiquilla como ella, a la que no podía verle los rasgos. Pero esta no comía, no, que va. Escuchaba lo que Patricia le contaba, sobre mí, sobre su madre, sobre los pecados que cometíamos en casa. Su amiga, con la faldita alzada, metía su manita entre las bragas, jadeando de excitación. Sus dedos se atareaban febrilmente sobre su hinchado clítoris, mirando como la boca de su amiga mordisqueaba el pan blanco, deseando que la mordisqueara a ella…
¿Es eso lo que está pasando con Patricia? ¿Le cuenta a Irene las disolutas entregas de su madre? Tengo que echarle un vistazo a su móvil y a su ordenador, sin falta. Cuanto más lo pienso, más lógico se vuelve. Una chiquilla de su edad buscaría un confesor para compartir esas vivencias, lo que sucede en casa. Pero Patricia no tiene amigos, al menos hasta que aparece Irene. ¿Quién mejor?
¿Es ese el motivo por el cual no quiere traer a Irene a casa?
No hay nada seguro, pero cada vez es más sugerente averiguarlo.
Mis primeros quince días de vida independiente. No es que haya cambiado gran cosa, salvo mi estado de ánimo. Para peor y no sé muy bien a qué es debido.
Mi cuerpo sigue moldeándose a mi gusto. Mi rostro ha perdido aquellos mofletes de niño grande, aquel rubor permanente que se debía a la rotura de los vasos sanguíneos por la presión, la doble papada, y los pliegues de la nuca. Sonrío al espejo y a mí mismo. La verdad es que no soy feo, me tengo que decir. Quizás mi nariz es un poco afilada para estos rasgos más definidos, pero ¿qué más da? He bajado a noventa y cinco kilos y estoy muy satisfecho. Pienso mantenerme en ese peso. Ahora, hay que esculpirlos y endurecerlos.
Maby me atosiga con sus quejas. Pamela nos mira con ojos tristes, cada vez que nos sentamos a comer o a ver la tele, por eso creo que no pasa apenas tiempo en el piso. No deja de salir con Elke con cualquier excusa. Tampoco la noruega aparece demasiado por casa. ¿Por qué no puedo encontrar el momento oportuno para hablar con ellas? ¿Demasiadas obligaciones? ¿Miedo? Puede, pero ¿miedo a qué? En casa ya no follamos de noche. Ni Maby, ni yo queremos hacerlos, pues Pam está al lado, y sería muy desconsiderado. Así que todos estamos nerviosos. Tampoco quiero plantear separar las camas. Sería como echar a mi hermana del piso.
Así que Dena se lleva el pato al agua, todos los días. Me desahogo con ella y la tengo contentísima.
Mañana se cumple un mes de trabajo. Tengo que hacer mi primer informe, y pienso cambiar las cosas. Definitivamente. Es una promesa que hago brindando con vodka ante uno de los espejos del mostrador del Años 20. Suzana, una hermosa rubia de Cracovia, casi licenciada en Arte e Historia, me mira con una pregunta bailando en sus ojos, mientras coloca botellas nuevas en los estantes.
―           ¿Está todo bien, Sergei? – las chicas suelen llamarme a la manera eslava.
―           Si, dulzura. Es solo un recordatorio. Ya sabes, como eso que os decís las chicas tras echar un mal polvo – le digo, con una sonrisa.
―           ¿No olvidar poner el consolador en el bolso?
―           ¡Jajajjaaa! – Suzana es muy graciosa, en verdad. – No, guapa, eso de “nunca más”.
―           Aaah… también, también…
―           Mañana tengo que redactar el informe mensual. ¿Las camareras tenéis alguna queja o sugerencia?
―           Hay que cambiar las bandejas. Son pequeñas y la base no resbala. Derramamos muchas copas por eso mismo.
―           Lo anotaré. Iré a hablar con Pavel, a ver si tiene algo que decir – me despido. Suzana me tira un beso.
Pavel está donde siempre, sentado ante la ventana de su despacho, que mira a las escaleras y al pasillo del tercer piso. Así puede hacer de conserje de las chicas y controlar los clientes que suben. Como la mayoría de homosexuales con mucha pluma, es muy vanidoso y no ha querido decirme su edad, pero yo diría que ronda los sesenta y cinco años. Lleva los ojos delineados con lápiz negro y algo de carmín en los labios. Siempre viste con traje de tres piezas y corbata de fantasía. Es un eterno galán de pelo cano y cuidado, muy en la línea de Sean Connery.
Se levanta al verme subir y me hace pasar a su despacho. Habla muy bien el castellano, con un deje sibilante muy particular. Le comento lo del informe y si quiere añadir algo. Es solo una cortesía, ya que Pavel presenta él mismo otro informe bimensual. Agita la mano hasta acabar colocándola en mi pecho.
―           Todas sanas y perfectas. Pronto recibiremos la nueva remesa y enviaremos parte de nuestras chicas a Alemania – me cuenta mientras me palpa. Lo hace con todos los tíos y ya me advirtieron que es inútil intentar quitarle esa costumbre. — ¿Sabes que tienes una admiradora más entre las chicas?
―           ¿Si?
―           Erzabeth.
―           ¿La rumanita?
―           La misma – se ríe.
―           ¿No crees que es muy pequeña? Podría hacerle daño…
No es que sea una niña, es que solo mide un metro y cuarenta y ocho centímetros. Sin embargo, no tiene ninguna atrofia, ni rasgos de enanismo, solo es muy bajita. Tiene veintitrés años y su esbeltez y sus rasgos finos y hermosos, así como su estatura, le permiten interpretar roles muy jugosos.
―           Eso es lo que crees tú – me dice, pellizcando uno de mis pezones. – Este fin de semana, sube cuando quieras…
―           ¿Estás dándome paso franco, Pavel? – le pregunto, con cara de fingido asombro.
―           Para ti, siempre, ladrón… pero, ya sabes, fuera de horas de trabajo.
―           Por supuesto. Soy un chico responsable.
Otra fase de integración conseguida. Tengo acceso a los dormitorios de las chicas. No es que sea algo realmente importante, pero así dispongo de intimidad cuando la necesite.
Esa noche, para atemperar mi ansiedad, aprovecho que Pam sale, para follarme largamente a Maby, hasta hacerla llorar e implorar que la deje descansar.
Una deliciosa rubita, vestida de criadita, me conduce hasta la biblioteca de Víctor. Me dice que su señor aún tardará unos momentos, que si puede traerme alguna cosa. Son las doce de la mañana, así que solo le pido agua. Víctor Vantia estará ocupado con otro asunto, pero, que conste que fue él quien me ha citado a esa hora. Pero, ya se sabe, donde manda patrón, no manda marinero…
Me entretengo repasando los títulos de los volúmenes expuestos. Me suenan a chino. La mayoría parecen antiguos, al menos un par de siglos. Hay tratados sobrela Revoluciónfrancesa, sobre el franquismo, sobre expediciones a África y a Asia. Encuentro una sección de libros heráldicos. Sin duda, compró todo esto junto con el palacete. Puede que haya verdaderas joyas literarias y ni siquiera es consciente de ello.
Resuenan pasos. Me giro cuando se abre la gran puerta. No es Víctor. No, por Dios, ni se le parece.
Me quedo bloqueado, como si me hubieran atrapado in fraganti. Me siento enrojecer. No puedo apartar mis ojos de ella. De verdad que lo intento, en serio, pero no puedo. Creo que hasta esa parte de Rasputín que tengo en mi interior, queda impresionado.
Es un ángel en plena gloria, un ángel rubio que acaba de entrar en la biblioteca. Es la rubia perfecta, aquella con la que todos soñamos,la Rubiapor excelencia. La acompañan dos chicas, una vestida de criada, con el mismo modelito que la que me ha traído hasta aquí, y la otra viste como una colegiala putona, con coletas incluidas. Las dos se mantienen a dos pasos por detrás, sus miradas en los pies de la perfección rubia.
Me digo que debe de ser Katrina. No, no es cierto. Sé que es Katrina. El destino es así de cabrón. Si ve que estás inmerso en problemas, te aplicala Leyde Murphy, para que te vayas enterando.
No me basta estar jodido con el asunto de Pam, o la sospechosa conducta de Patricia… No, ahora me quedo hechizado con la aparición de esa ninfa.
La hija única de Víctor, la niña de sus ojos, debe estar entre los dieciocho y veinte años. Su cabello aparece recogido en una cola de caballo, que descansa graciosamente sobre uno de sus hombros. Un gran lazo azul adorna el punto por donde el cabello se anuda, casi a juego con el color de sus grandes ojos. Viste informalmente, con unos pantalones estrechos, de pana negra, remetidos en unos botines de piel, de cómodo tacón. Un pull Lacoste, rosa, y una rebeca corta de lana rojiza complementa su indumentaria, poniendo de manifiesto sus femeninas formas.
La miro andar hacia mí y tengo que reconocer que sabe moverse. Es como una gran gata satisfecha, que pretende jugar conmigo, antes de devorarme. La comisura de sus perfectos labios se yergue apenas unos milímetros, componiendo una pequeña mueca despectiva y burlona, que eriza mi piel. Sus ojos me examinan de arriba abajo, como si fuera un mueble mal colocado y que hubiera que mover. Su cola de caballo apenas alcanza la altura de mi mentón.
―           Смятате ли, че това е място, където да се скрие и останалите? (¿Piensas que este es un lugar para esconderte y descansar?) – espeta con una voz muy musical, como si estuviera educada para ser una oradora. No me extrañaría, la verdad.
Pero lo que si me extraña es que entiendo el sentido de lo que me dice. No todas las palabras, pero si su contexto general. Debe de ser búlgaro, supongo. ¿Es que Rasputín entiende todas las lenguas eslavas? Porque yo seguro que no.
―           No – solo atino a responder.
―           Махай се, куче, и не казват нищо за баща ми! (¡Largo de aquí, perro, y no le diré nada a mi padre!) – me grita, esta vez, chasqueando sus dedos fuertemente.
―           Estoy citado aquí con tu padre, Katrina – ni me acuerdo de parpadear, pero, al menos, mi voz es firme.
―           Ah, no eres un perro guardián. Eres un españolito… — cambia de idioma como si se cambiara de zapatos, con facilidad. Apenas tiene acento.
“Españolito”. Me estremezco al detectar el desprecio que late en esa palabra, como si le hubiéramos hecho algo malo, en vez de acogerla en nuestro suelo, en una bella mansión. Anenka tiene razón. Es una víbora con cuerpo de ángel.
―           ¿Y cómo conoces mi nombre? – se planta ante mí, una mano en la cadera, la otra acariciando sus labios. Hasta el momento, sus ojos no se han cruzado con los míos, como si no le gustara mirar de frente, como si yo no fuera lo suficientemente importante como para recibir la atención de su mirada. Pero, parece que ahora si he llamado su atención.
―           El señor y la señora Vantia me hablaron de ti…
Me cruza la cara con una fuerte bofetada. Ya la esperaba, la verdad.
―           ¿Por qué me tuteas, perro? ¿Qué clase de confianza te da trabajar para mi padre?
No respondo. Me quedo quieto, sin alterar mi pose. Trata de hacerme bajar la mirada, acostumbrada a que la gente se humille ante ella, pero mantengo los ojos fijos en la pared de enfrente. Se acerca mucho más a mí, y alza su rostro. Su frente queda a la altura de mis labios. Noto su aliento en mi cuello, cálido y fiero.
―           ¿No respondes, perro?
No lo hago, porque, en verdad, no sé qué responder o hacer. No es cuestión de devolverle la ostia. Se le podría escapar esa rubia cabecita… pero, ¿debo quedarme así, parado como un idiota? Noto como se enfurece, esperando una contestación. Uno de sus botines repiquetea en el suelo, con impaciencia. Su pecho sube y baja, alterado. Detrás de ella, las dos chicas que la acompañan intentan pasar desapercibidas, dando un paso más atrás. El ángel víbora debe de tener un terrible genio, bien conocido por ellas.
―           ¿Me desafías? ¿Te atreves a desafiarme en mi propia casa? ¡Deberás disculparte de rodillas, gorila! ¡Al suelo! – señala con su dedo índice, con autoridad.
La miro un solo momento, antes de clavar mis ojos de nuevo en la pared. Ni caso. Su rostro enrojece por la furia. Por un momento, creo que va a arañarme.
―           ¡Maldito saco de…!
―           ¡Katrina!
El áspero tono de su padre la hace girarse. Víctor Vantia ha llegado, al fin. Rebajando el tono, se dirige a su padre y le comenta algo en voz más baja, que no capto.
―           ¡Limítate a los juguetes de tus dependencias! ¡Deja a mis hombrres en paz! – replica su padre, en voz alta, para que yo también lo escuche.
El bufido de Katrina es antológico, de escuela de arte. Con la barbilla en alto, se gira y se marcha, arrastrando tras de si a las dos pobres y asustadas chicas que, posiblemente, intuyen que les tocará a ellas aguantar su ira.
―           Has batido el record, Sergio. Has conseguido que mi hija te odie en tan solo minutos – se ríe.
―           Todo un carácter – suspiro.
―           Como su puñetera madrre.
―           Tengo entendido que tuvo que ejecutarla – no tengo ni idea de por qué le suelto eso, pero ya no hay remedio.
Me mira, a medio camino de servirse una copa.
―           ¿Entiendes ahora por qué le pegué un tiro?
Esta vez, nos reímos juntos. Se lo ha tomado bien.
―           Le garantizo, señor Vantia, que no he hecho nada para darle motivos.
―           Lo sé, lo sé… lleva todo el día cabrreada. Me ha pedido volver a París y me he negado. Solo estaba buscando brronca… — Remueve el líquido de su vaso, antes de apurarlo. Tiene la mirada un poco perdida. – Katrina es la prrimera y única persona a la que he amado. No he sabido educarla, y se ha convertido, a sus dieciocho años, en una mujer mimada hasta el infinito. Un ser caprrichoso, engrreído, egoísta y vanidoso. Puede llegar a ser incrreíblemente cruel y dañina si no consigue lo que desea.
―           Procuraré recordarlo.
―           Bien. Ahora, los negocios – me indica uno de los sillones.
―           La organización del club marcha muy bien – expongo tras sentarme. – El Chef desearía un horno de inducción un poco mayor, para la repostería, y las camareras solicitan cambiar las bandejas.
―           Eso son solo detalles sin importancia. Encárgate de dar las órdenes. ¿Qué hay de Konor?
―           Se lleva las cajas de Moet Caverné a pares. Directamente del almacén al maletero de su coche. Le he visto sisando más mercancías y hay un pago extraño de siete mil euros a un comercial de sanitarios.
―           Bien, bien – me extraña que se sonría de esa manera.
―           ¿Qué debo hacer?
―           Sigue así. Son prruebas, pero apenas menudencias. Necesito que le pilles en algo más gordo, indiscutible, ¿me entiendes?
―           Algo que no pueda refutar.
―           Exacto. Gordo como para condenarle y ejecutarle. Todo a la vez.
―           Entiendo, señor Vantia. Estaré atento.
―           Dime, Sergio, ¿qué te parecen las chicas del Años 20?
―           Simplemente maravillosas. Auténticas bellezas de los Urales – alabo.
―           Así es, joven. Las mujeres más bellas del planeta – declara, agitando su mano como si abarcara el globo.
―           Yo creía que ese mérito se lo llevaban Colombia y Venezuela. Creo que esos dos países han ganado más bandas de Miss Mundo que ningún otro – disiento solo por el placer de hacerlo.
―           No diré que no, pero sus mujeres son latinas… mestizas, y no puras sangres como nuestras eslavas, descendientes de largas dinastías – proclama con orgullo y amor patrio.
Allá cada uno con sus preferencias. Para mí, una mujer es una mujer, independientemente de si tiene uno u otro color, una u otra casta. Lo que cuenta es su deseo de agradar, su sometimiento, su dol… ¿Qué coño estoy diciendo? ¿He pensado en eso, concientemente, o el viejo sigue pinchando ahí dentro?
Víctor se despide de mí, diciéndome que debe atender otros visitantes, y abandona la biblioteca, dejándome aún pensativo sobre lo que acabo de experimentar. No puedo dejar que se me vaya la cabeza de esa manera. No soy tan hijo de puta… pero cada vez me cuesta más apartar esos pensamientos retorcidos.
Otra de las criaditas de Víctor entra en la biblioteca. Me pide que la siga al primer piso. Levanto una ceja, preguntándole para qué, pero, con una sonrisa, me indica que siga sus ondulantes caderas. La faldita no tendrá ni tres dedos por debajo de la nalga y hay que decir que es todo un espectáculo ver aquella nena menear su culito al andar.
―           Pasa, pasa, querido Sergio – me llama Anenka, una vez que la criada me hace pasar por una gran puerta.
Por el tamaño de la habitación, pienso que debe de tratarse del dormitorio del matrimonio. Es algo más allá de enorme. La cama podría servir perfectamente para rodar “todos los amantes de Mesalina reunidos” y aún cabrían las cámaras sobre el colchón. Cuatro columnas de madera torneada y tallada, sin duda a mano, sostienen firmemente un recargado dosel, del que caen sutiles y casi transparentes visillos.
Anenka, sentada a una gran cómoda, se está peinando ante un enorme espejo, sujeto por querubines de ébano. Pasa y repasa el cepillo por sus encantadores rizos, sin conseguir jamás alisarlos. Me mira a través del espejo y sonríe sensualmente. Se levanta y avanza a mi encuentro, con la misma seguridad que un buen vendedor de coches, sin importarle mostrarme que solo lleva una combinación de satén blanco, que no desciende más abajo de las caderas. Finas medias oscuras, de las de costura y al elástico al muslo, recubren sus largas piernas. Sus sandalias de vertiginoso tacón repiquetean hasta que llega hasta mí.
Me coge del brazo y me conduce amablemente hasta sentarme en la cama. Entonces, ella vuelve a sentarse frente al espejo, y sigue peinándose. Me fijo en que hay más puertas, quizás demasiadas, en el dormitorio. ¿Cuarto de baños? ¿Vestidores? ¿Comunica con el boudoir? Seguramente, todo ello. Una gran chimenea está encendida, frente a la enorme cama. Delante de las llamas, tiradas en el suelo, varias pieles de animales, exquisitamente tratadas, aguardan recibir algún pie descalzo.
―           Me han contado que ya has conocido a Katrina – me dice, algo irónica.
―           Pues si, señora.
―           Tsss tssss – chasquea la lengua. – Nada de títulos en la intimidad, por favor. Yo seré Anenka y tu Sergio, ¿o prefieres Sergei?
―           Como desees, Anenka.
―           Así está mejor. Me gusta escuchar mi nombre en boca de alguien tan… alto – se ríe alegremente. Uuuuy, ¡qué zorra! ¡Qué peligro tieneeeee! – ¿Qué te ha parecido mi hijastra?
―           ¿Con franqueza?
―           Por supuesto.
―           Tiene alma de Ama – le digo, mirándole los pechos que ella pone de manifiesto manteniendo sus manos detrás de la cabeza, haciendo lo que sea que esté haciendo con el cepillo.
―           Si, creo que tienes razón. Es una egocéntrica de postín. Le hubiera venido bien un par de azotes cuando pequeña.
―           Cualquiera se los da ahora – musito y Anenka se ríe.
―           Nunca es tarde si la dicha es buena.
―           Hablas muy bien el castellano, hasta con refranero incluido – le digo, buscando sus ojos con los míos.
Ella no los retira, coqueta. Eso es perfecto. A ver si es receptiva…
―           Ya tenía grandes conocimientos de este idioma antes de venir a Madrid. Estudié varios idiomas en Moscú. Con un poco de práctica, he acabado dominando el castellano.
―           Háblame de ti, Anenka. Me intrigas. Pareces muy joven, pero noto la experiencia en tu interior – la halago.
―           Podría decir lo mismo de ti, Sergei. Según Maby, ni siquiera eres mayor de edad, pero nadie piensa en eso al estar a tu lado. No solo es tu estatura, sino…
―           ¿Mis ojos? – la ayudo.
―           Si, exacto. No me dejas mirar más allá de esos ojos. No veo tu juventud, ni siquiera tus rasgos. Solo importan tus ojos y tu voz…
Ha dejado de peinarse y me observa, más o menos embelesada.
―           Cuéntame de dónde vienes, Anenka…
―           Mi padre pertenecía al Pólit Bureau, un político del Viejo Kremlin; mi madre una secretaria de alta acreditación. Aunque no estuvieron unidos legalmente, mi madre pasó varios años como su amante, por lo que no nos faltó de nada. Demostré mis aptitudes muy pronto, y me enviaron a una escuela especial, en Kiev, que resultó ser una pequeña fábrica de espías adolescentes. Todo coordinado por el KGB.
―           Interesante. ¿Cuántos años tenías?
―           Doce – responde ella, sonriendo.
―           ¿Doce? – me asombro.
―           Aprendí varios idiomas occidentales, sobre sus culturas y tradiciones, a moverme como una chica más de Liverpool o Roma. Me educaron para espiar, robar, asesinar, y huir – su desinhibición es total. Las palabras surgen con facilidad de su boca.
―           Fascinante. Así que no has tenido adolescencia…
―           No. Me desfloró un camarada agente, al inspeccionar mi dormitorio por sorpresa. Dijo que fue una “parada técnica”. Muy gracioso él… — se ríe, sin alegría.
―           Que triste.
―           Pero nunca llegaron a darme un destino, así que, cuando tuve la edad pertinente, me ingresaron en la universidad, para licenciarme en Ciencias Políticas.
―           ¿Eres Doctora?
―           Si. Acabé el doctorado hace cinco años, y, para entonces, Putin ya no sabía lo que iba a hacer con todos nosotros. Así que me puse a trabajar por mi cuenta. Tuve suerte y me convertí en la consultora de un nuevo rico, por medio del cual conocí a Víctor. Nos casamos, hace casi dos años, y vinimos aquí. ¡Ya está!
―           ¿Aún no has cumplido los treinta años?
―           Tengo veintiocho… ¿Aparento más? – pregunta, insinuante.
―           No, por Dios. Es increíble todo lo que has hecho en tan poco tiempo…
―           Sergei… ¿Follamos? – me pregunta, de sopetón.
―           ¿Estás segura de que es lo que quieres? Tu marido está en la mansión.
―           Mi marido tiene otras ocupaciones. Te lo he preguntado por respeto a Maby…
―           Muy considerada – digo con una sonrisa.
Mi mano palmea el colchón, justo a mi lado. Ella se levanta y se acerca. Solo le falta ronronear. Tiene una cara de viciosa que casi me asusta. En ese momento, soy conciente que no he tenido nunca contacto con una hembra así, una devoradora. Se sienta en mi regazo, sin despegar sus ojos de los míos. Le aferro las prietas nalgas, que parecen de piedra.
―           No me había sentido nunca tan excitada – susurra con voz ronca.
―           Eres preciosa, Anenka – le respondo.
Ella lame mis labios, saboreándome. La punta de su lengua asciende hasta la punta de mi nariz, para, seguidamente, lamerme toda una mejilla, obscenamente.
―           Voy a desgastar esa pollita española que guardas en tus pantalones.
Casi me hace reír. Veremos si puede soportar la “pollita”. Se frota contra mi regazo, con ansias, mientras desabotona mi camisa. Trata de parecer sensual y picarona, pero sus manos tiemblan y jadea levemente. Creo que está demasiado afectada desde que clavé mi mirada sobre ella. Lo hice con tanta intensidad que aún tengo un tic nervioso en mi párpado izquierdo. Anenka acaba arrancándome los botones y quitándome la camisa, casi con furia. Si, debe de estar tocada y nerviosa. Por lo que puedo reconocer, es una hembra dominante, controladora, educada para llevar las riendas. Debe ser cerebral y lógica, en todo momento. Mantener bajo control los impulsos primarios es básico, pero, ahora no puede hacerlo y no comprende por qué.
Sus caderas se mueven de forma histérica, buscando el punto de conexión entre nuestros pubis. Con un gemido, se abraza a mi cuello y devora mi boca, con real urgencia. Su lengua se introduce hábilmente, buscando recovecos y profundidades inusuales. Succiono con mucho placer esa lengua ágil y movediza. Aplico la suficiente presión como para aspirarla con fuerza, haciéndola gemir. Deslizo mis dedos por su entrepierna, comprobando que está muy húmeda, tanto que las finas braguitas ya no pueden retener más líquido. Las aparto y, con el mismo movimiento, rozo su clítoris. Gruñe en mi boca y, al mismo tiempo, me devuelve el truco de la lengua, chupando la mía, exprimiéndola. Sacó mi blando apéndice todo lo que puedo y ella la persigue, hasta morderla suavemente.
Pellizco dos o tres veces el clítoris, hasta sacarlo de su capucha de piel.
―           Ooooh… Sergei… que dedos… — suspira, apoyando sus rodillas en el colchón y alzándose más sobre ella, dejando espacio a mi mano, entre sus piernas.
Me dejo caer sobre la cama, dejándola a ella cabalgando mi vientre. Rompo sus braguitas con toda facilidad. Ella se ríe. Mis manos la empujan por las nalgas, obligándola a arrodillarse sobre mi cara. Se estremece cuando comprende lo que quiero hacer. Mi gruesa lengua se apodera de sus labios mayores, recogiendo la humedad que perla su piel y su escaso vello púbico. Al mismo tiempo, Anenka se saca su blanca y sensual combinación por la cabeza, quedando totalmente desnuda, salvo por las medias.
Mi lengua no tiene prisa. Repasa primero los labios externos y luego los menores, siguiendo el rastro de la humedad, al interior de su pequeña gruta rusa. Anenka intenta mirar lo que hago, y, para eso, debe inclinarse hacia delante, colocando una mano en el colchón. Su cabellera cae en cascada, ante su rostro. Con la otra mano, me acaricia el pelo.
Introduzco mi lengua todo lo que puedo, lamiendo las paredes interiores del coño. La hago gemir. Sus caderas responden alegremente. Se nota que es una mujer feliz en ese preciso momento.
―           ¡Jodeeeer!
Le meto un largo dedo en el culo, sin miramientos, mientras que me aplico directamente sobre su clítoris, con largas y lentas pasadas de lengua.
―           ¡Sergeeeeii… cabrón!
La penetro lentamente con el dedo gordo de la otra mano y añado un dedo más a su ano. La siento botar sobre mi cara. Al levantar la mirada, veo como se agitan sus rizos. Tiene los ojos entornados y su nariz palpita. Se mordisquea el labio sin parar. Bellísima.
―           ¡Sigue… sigue! Me voy… correr…aaaah… como nunca… Sergiooo… ¡No paressss!
Sus dedos se agarrotan sobre mi pelo, tirando fuertemente, en el momento en que sus caderas se ven aquejadas de varios espasmos. Un quejido intenso brota de ella, poniéndome aún más cachondo.
―           Lo siento… lo siento… lo siento… — murmura bajito y no sé a qué se refiere, pero pronto lo averiguo.
Sobre mi boca y parte de mi cara, cae con fuerza un chorro de lefa femenina, de líquido orgásmico, que me sorprende. No es que me importe, pero me toma por sorpresa. No sabía que una mujer pudiera soltar algo así en un primer orgasmo. A no ser que…
―           ¿Has estado ocupada antes? – le pregunto, con una risita.
―           Un poco. Mis criadas son tan serviciales… Tenía que hacer hora hasta que estuvieras libre – bromea ella, limpiándome la cara con la sábana. Después, me da dos besitos. – Una increíble lamida, precioso…
―           Gracias. Ahora, te toca a ti, ¿no?
―           Claro que si. A ver ese chorizo andaluz que guardas – se ríe, girando sobre sus rodillas y encarando mis pantalones.
Ahora está más tranquila y atina a la primera a desabrocharlos. Se baja de la cama para poder tirar de mis pantalones.
―           ¿Qué es esto? – pregunta al contemplar el glande brillante y humedecido que brota de una de las cortas perneras. Su tono es de auténtica sorpresa.
―           Mi chorizo… ¿o debería decir una larga y gorda longaniza?
―           ¡Por los santos de Basilea! – se asombra ella al desnudarme por completo.
“Saluda a una compatriota”, me digo torvamente.
Es que ver mi polla, es caer ante ella y adorarla. No falla. Anenka se comporta lo mismo que una niña arrodillada ante el árbol de Navidad, enfrentada a la muñeca que ha deseado durante todo un año. No sabe por dónde meterle mano. Ya tengo la polla casi erecta, se mantiene sola, buscando un suave cobijo.
―           ¿No has visto nunca una así?
―           ¡Jamás! ¿Le metes esto a Maby?
―           Con maña y cuidado, casi entera.
―           Ahora entiendo… — susurra, cogiéndola con sus dos manos.
―           ¿Qué es lo que entiendes?
Anenka se tumba en la cama, sin soltarla, y yo me remonto sobre los codos para ponerme a su altura. La prueba con la punta de la lengua y sonríe, como si el sabor es el que espera.
―           Hace un par de meses, Maby era, digamos, una protegida nuestra, mía y de mi esposo. Antes de que la cosa pasará a mayores, nos dijo que había conocido a un chico y que se habían hecho novios. Cortó la relación que nos unía, aunque seguimos manteniendo la amistad.
―           Ese era yo – comprendiendo donde Maby acudía cada vez que se iba de casa, sin decirnos nada.
―           Si, ese eras tú – le da un nuevo lengüetazo a mi manubrio. – No entendía que una chiquilla, tan extrovertida y traviesa como ella, lo abandonara todo de repente. Fiestas, reuniones, amantes… ¡todo por un novio! Pero ahora lo entiendo…
Nos reímos los dos. De repente, se pone seria.
―           No me va a caber en la boca – dice, mirando la polla fijamente.
―           Poco a poco. Empieza con besitos y lamidas… además, no es obligatorio metérsela en la boca.
―           ¿Estás tonto o qué? ¡Es cuestión de principios! – me mira de reojo.
Me desentiendo del tema. Pongo una mano sobre su cabeza y la animo a empezar. Vierte una buena cantidad de saliva sobre mi glande, que intenta meter en la boca como sea, pero la tiene demasiado pequeña para eso. En verdad, Anenka tiene una boca aristocrática, pequeña, de labios muy bonitos y bien perfilados por la naturaleza; una boca de cuadro, no de mamona. Veo difícil que se meta mi miembro en la boca, a no ser que lo haga mordiendo, y por ahí si que no paso. Está como loca con ella. Se la restriega por toda la cara, la acaricia con las mejillas, con el mentón y el cuello. Frota fuertemente el tallo con sus labios, haciendo ruiditos como los que emite un bebé. Finalmente, la desliza por sus pechos perfectos, de piel muy suave, dibujando arabescos sobre sus pezones. Parece encantada, pero yo me aburro.
―           Otro día me haces una cubana, chica del KGB – le digo. – Ahora, quiero follarte. ¿Debajo o encima?
―           Quédate así, yo llevo la batuta – no deja de sonreír.
Se sube sobre mi pecho, a horcajadas, y, sin apartar sus ojos de mí, comienza a recular y disponer la polla con una mano. Su coño parece tener voluntad propia. Se traga la cabeza de mi pene nada más rozarse con él. Anenka hace una mueca al engullir el glande en su interior. Sus ojos brillan con orgullo. Siento como sus músculos vaginales se acomodan al tamaño del intruso. ¡Joder! Es como desflorar a una virgen, pero sin sangre. ¿Es parte de su entrenamiento? Esta chica puede hacerse pasar las veces que quiera por virgen, con solo apretar los músculos de su coño.
―           ¿Te gusta, nene? – me pregunta, lamiéndose los labios resecos.
―           Eres toda una máquina sexual, Anenka.
―           Bien. No he podido meterla en la boca, pero en mi coño va a entrar toda, ya verás.
―           Cuidado, que a veces muerde – musito, sintiendo como me traga lentamente.
Respira lentamente, vaciando los pulmones cada vez que introduce unos cuantos centímetros en su interior. Ya no aprieta mi polla con esos fantásticos músculos. Los ha relajado para que entre todo el miembro. ¡Que fantástico control tiene sobre su cuerpo! Se muerde el labio con fuerza al empujar más fuerte, tratando de admitir la última porción de polla. Mis testículos reciben el suave tacto de sus glúteos. ¡Lo ha conseguido, la zorra! ¡Treinta y un centímetros en su coño! El día que tenga un hijo, le tendrá que poner un casco minero para que salga de ese túnel… jejeje…
Respira con ritmo, tratando de serenarse. No deja de mirarme, con ese gesto de putona mayor que adopta al follar. Daría cualquier cosa por saber lo que está pensando. Soy consciente de que “el toque de basilisco”…
¿Qué pasa? Así es como he empezado a llamar a la subyugación por la mirada. Me parece mucho mejor que eso de “clavar la mirada”, ¿no?
Como os digo, el toque de basilisco la ha motivado, la ha excitado, viciado, puteado, como queráis llamarlo, pero no he podido manipularla más allá de su propio deseo. Debo tener mucho cuidadito con esta perla, pues aún no sé a que atenerme con ella.
Comienza a moverse de forma muy pausada, al principio solo con las caderas. Después, va tomando impulso sobre sus rodillas, alzando su pelvis y alzándose un poco, para empalarse con cuidado, hasta tomarle las medidas al asunto. Una vez realizado esos cálculos instintivos, se suelta la melena y me folla con toda intensidad, subiendo y bajando como nadie más puede hacerlo. Parece que no tiene tope, que sus entrañas están absolutamente huecas, ya que mi polla parece llegar aún más adentro. Emite un gemidito con cada movimiento que realiza, que tiene la virtud de ponerme malo, malito. ¡Como me excita la puta! Y, sobre todo, no deja de mirarme a los ojos. Pero no os creáis que es como mi hermanita, quien me transmite su amor y su ternura con su mirada; no, que va. Anenka parece estar diciéndome que me va a tener el resto de mi vida atado a la pata de la cama y alimentado por sonda. ¡Solo apto para follar! Tengo la impresión que, en cualquier momento, me va a cortar la polla y la va a conservar en formol, para asegurarse que la va a tener siempre a su alcance.
Su primer orgasmo, el primero en esa posición, quiero decir, no da ninguna señal de aviso, al menos para mí. Se encuentra subiendo y bajando, y, de pronto, sin aumentar más el ritmo, ni más gestos, me pellizca fuertemente los pezones y agita sus caderas, como si estuviera experimentando una pequeña descarga eléctrica.
―           Bestial… — susurra, sonriéndome. — ¿Aguantas aún?
―           Prueba.
―           Oh, Sergei, que talento tan magnífico.
Giro sobre mi espalda, sin sacársela. La dejo debajo de mí. Me aferra con sus piernas, metiéndose casi los huevos en su coño. ¿Dónde tendrá la cerviz esta mujer? ¿En la nuca?
Bueno, me toca a mí rematar la faena. Tengo que demostrarle que en asuntos de cama, soy el que mando. Marco pequeños círculos con mis caderas, y me inclino sobre ella para comerle bien los pezones. No he podido mimar esas bellezas de peras. Me abraza por la nuca con un suspirito de madre superiora putona, de esos que parece que no ha roto nunca un plato, mientras la enculas en el reclinatorio de la capilla. Así suena cuando le muerdo el pezón izquierdo por primera vez. Muerdo con más fuerza y consigo un suave silbido, que dura exactamente el tiempo de mi mordisco.
Anenka lleva las manos atrás, sobre el colchón y por encima de su cabeza, permitiéndome lidiar con sus senos con libertad. Aumento el ritmo de la penetración, mientras succiono, pellizco y aprieto esas gloriosas mamas de un justo y hermoso tamaño.
―           Ooooooohh… oooooooooooooooooooooh… mi guapo y fornido… hidalgo españooool – exclama con un fuerte suspiro.
Hace que me pregunte si me habrá confundido con Don Quijote… Ya sabéis, estos guiris suelen confundir la bailarina sevillana, que se encontraba sobre los televisores de cada hogar hispano, conla Maja Desnuda.
Me araña la espalda al abrazarme de nuevo. Siento que me acerco a mi propio éxtasis, así que embisto fuerte y rápido, con una potencia que ella no ha conocido nunca (eso espero). Anenka abre muchísimo sus ojos, mirándome e intentando descubrir que le estoy haciendo. Tiene la boca abierta, pero parece en shock, incapaz de emitir un ruidito con su garganta. Noto como tiembla, como intenta respirar y, finalmente, sus pupilas giran hacia atrás, mostrando solo el blanco del ojo. Se estremece y un agudo gritito surge directamente de su diafragma.
―           ¡¡iiiiiiiiiiiiIIIIIIIIIIIHHHHHAAAAAAAAA!! – gritito que, en un par de segundos, se convierte en un alarido, al correrse.
Su cuerpo se arquea, apoyado solamente en sus talones y en su coronilla, con tal fuerza que levanta mis cien kilos con facilidad. Este súbito movimiento me toma por sorpresa y me hace descargar en su interior, con ganas, con fuerza. Caemos los dos pesadamente sobre el colchón. ¡Coño! ¡Nunca he visto nadie correrse tan brutalmente!
―           ¿Estás bien? – le pregunto en cuanto recupero el aliento, apartándole rizos de su pelo de los ojos.
Anenka tiene el rostro vuelto, los ojos cerrados. Solo veo su grácil perfil. Respira pesadamente, chupando uno de sus nudillos. De pronto, sonríe y abre los ojos. Busca los míos de nuevo. Su boca me atrapa, embriagándome con su cálido y dulzón aliento.
―           Gracias, Sergio, muchísimas gracias. Hoy has hecho de mí una mujer completa, de nuevo – no tengo ni idea de lo que habla y así se lo hago saber.
Me abraza y se acomoda contra mi pecho, sin intentar sacar mi polla de su interior; una polla que está menguando, aunque no demasiado.
―           Como agente del KGB, me educaron para controlar mi cuerpo. Hacer el amor es una de las tareas más habituales de un agente. Me acostumbré pronto a fingir mis orgasmos. Soy muy buena en eso, muy realista. A lo sumo me recompenso con un pequeño orgasmo, casi siempre al principio del acto, y con eso me conformo para seguir con la puesta en escena, ¿comprendes?
―           Si, Anenka – contesto, acariciándole una nalga. — ¿Has fingido tus orgasmos conmigo?
Se ríe del puchero que compongo con mis labios.
―           ¡No! ¡Ese es el caso! ¡No me has dado ni oportunidad de fingir, ni siquiera de planteármelo! He gozado como una niña, como cuando empezaba a probar el sexo. Me has hecho gozar una y otra vez, cada vez con más fuerza, más excitante… ¡Tres veces! Eres un portento, Sergei, y encima guapo…
―           Gracias, Anenka. Y ahora… ¿puedo darte por el culo?
La pillo descolocada. Me mira como si estuviera loco o algo así. Yo me quedo muy sereno y gentil, como si fuera lo más normal del mundo.
―           ¿Quieres hacerlo… otra vez?
―           Claro. Con Maby lo hago al menos tres veces…
―           Está bien, está bien. Dame unos minutos – ahora si se saca mi polla y se dispone a bajarse de la cama. – Pero… por el culo…
La atrapo de la muñeca, volviendo a subirla al mueble. La atrapo por los mofletes, hinchándoselos.
―           ¡No me digas que una agente como tú le tiene miedo a una sodomía de nada!
―           Nunca me han metido nada tan grande en mi culo, y hoy estoy un poco cansada para intentarlo – se excusa.
―           Está bien, tienes razón – la tranquilizo. – Entonces, ¿uno rapidito, a cuatro patas?
Sonríe, tomando confianza.
―           Espera, voy a limpiarme y…
―           Nada de limpieza. Me gustas así, guarreada. Vamos, bonita, ponte en cuatro… que te voy a partir ese coño de artista – le digo, mordiéndole el lóbulo.
Obedece son una risita. Al colocarse, su coño deja caer parte del semen que retiene. Me coloco detrás y, esta vez, mi polla entra fácilmente, pues está ensanchada y llena de leche.
―           ¡Hala, así, hasta la garganta! – exclamo, dándole una sonora cachetada.
En apenas cuatro embistes, parece una yegua desbocada. Solo le falta relinchar. Se mueve sobre pies y manos, haciéndome seguirla y alcanzarla a base de pollazos; ondula su espalda y sus hombros a cada embestida; sus caderas se agitan, perdiendo todo control. Acelero y la tomo de su espléndida cabellera azabache, tirando de ella como si se tratasen de unas bridas. Mis testículos golpean con frenético ritmo contra sus nalgas.
―           ¡Me estás… mataaandooooo! – gime largamente.
Hundo su cara en la sábana, amorrándola como una perra, y pongo el resto en la jodienda. Tiene que gritar de gusto.
―           ¡Sergei… te quiero… a mi la… lado todos los… días! Quiero que… me… oh, padrecito… me viene… quiero que me folles… todos los díaaaaassss… cabrón…
―           ¿Todos? – le susurró al oído.
―           Siiii…
―           ¿Y que pensará Víctor?
No contesta porque está concentrada en buscar mis huevos con su mano, por debajo de su cuerpo. Cuando los encuentra, los soba, consiguiendo un pequeño descanso.
―           ¡A la mierda Víctor! ¡Él tiene a sus putitas! ¡Yo te quiero a ti aquí dentro… mañana, tarde y noche! – se incorpora hacia atrás y me besa. – Ahora, acaba esto de una vez…
Justo lo que deseo hacer. Pellizco su clítoris con dos dedos y retomo el fuerte ritmo. Noto como su coño me comprime, corriéndose, pero no dejo de follarla y acariciarla. Ya no gime, ahora chilla. Intenta apartarme con una mano. Su cabeza se apoya en una de las almohadas, los ojos fuertemente cerrados, mordiendo el tejido con sus dientes.
―           ¡Sergeiiii! ¡Detenteeee!
Ni caso. Aún no estoy a punto.
―           ¡Para, párate… por Dios!
Incremento más mis embates. Mi polla entra como un pistón bien engrasado. La fricción tiene que ser elevada en el interior de la vagina.
―           ¡Hijo de putaaa! …no voy a poder aguantaaaar…
―           ¿Qué es lo que no vas poder aguantar, reina? – pregunto, con los dientes apretados.
―           ¡LA MEADAAAA, COÑOOOO! – aúlla, casi histérica.
―           Méate en la cama, guarra… hazlo como una puta asquerosa… vamos, meona… — susurro, a punto de correrme.
―           ¡Me corro otra veeeeezzz! – chilla, ya sin control.
Me salgo de ella, dejando caer mi esperma sobre su trasero y espalda, mientras ella suelta un gran chorro de fluido sobre la sábana, mezclado con el semen que aún queda en su interior. En unos segundos, ya sentada sobre sus talones, cierra los ojos mientras encharca el colchón de orina.
Me pongo de pie sobre la cama y me acerco a ella. Sigue sin abrir los ojos y recuperándose. Jadea dulcemente. La palmeo en la cabeza.
―           Límpiamela, anda.
―           ¿Te gusta jugar, eh? – me pregunta, abriendo los ojos.
―           Si. ¿A ti no?
No contesta pero atrapa mi picha, ya floja, y la limpia con unos lametones.
―           ¿Cuándo volverás de nuevo? – me pregunta.
―           Hasta el mes que viene no hay más informes – respondo.
―           Demasiado tiempo. Ya buscaré una ocasión – dice, tumbada y mirando como me visto.
―           Tu mandas – me encojo de hombros.
El viernes llego temprano al Años 20. Todas las chicas están en sus habitaciones, preparándose para la noche. Tres o cuatro camareras se ocupan en adecuar el local. Pura rutina. Le echo un vistazo al almacén y tomo nota de lo que han traído nuevo. Parece que está todo.
Se me va la mente, recordando la juerga con Anenka, hace un par de días. ¿Conseguiré algo con la amistad de esa loba o ha sido solo un gustazo por mi parte? Espero que si. Por muy buena que esté, no me gustaría complicarme la vida con una hembra peligrosa.
Decido subir a ver a Pavel. Puede que tenga más noticias de Erzabeth. Me sorprendo. El viejo mariquita no está en su despacho. Es la primera vez que no le encuentro allí. Pienso que estará en la habitación de alguna chica.
No tengo otra cosa que hacer, así que husmeo un poco. A medido que paseo por la planta (y es grande, os lo digo), las chicas me saludan, me sonríen, y algunas, más atrevidas o más necesitadas, entablan conversación conmigo.
Es el caso de Mariana, una bielorusa rubita y delgadita, que parece padecer timidez crónica. Rondará los veinte años, aunque parece bastante más joven, quizás debido a la indumentaria infantil que viste. Una colegiala católica de principio del siglo XX. Falda larga, marrón, camisa blanca, de manga larga y encajes en la pechera. Zapatos cerrados, planos, y calcetines altos, azules. Su peinado incorpora dos delgadas trenzas que rodean su cabeza como una corona. No sé si su mirada al suelo y su tartamudeo son reales o parte de su disfraz, pero me siento atraído por su indefensión y su belleza.
―           Sergei… ¿podría hablar un minuto? – me pregunta en un castellano demasiado fresco aún.
―           Si, por supuesto. ¿Eres Mariana, no? – le hablo con lentitud y correctamente.
―           Si, yo Mariana. Tener problema.
―           Pavel es quien se ocupa de vosotras.
―           Pero Pavel viejo y maricón.
―           Si – me río, ella me imita.
―           Dos años en España, yo – me indica el tiempo que lleva aquí, levantando dos dedos. – Madre y hermana conmigo, en comuna.
Por lo que puedo entender de lo que me chapurrea, Mariana solicitó que la organización trajera a España a su madre y a su hermanita. Mariana aumentó su deuda por ellas, pero no se arrepiente. Mientras Mariana cumple con la organización, su madre y su hermana viven en una comuna agrícola bielorusa, a una treintena de kilómetros de Madrid, pero no están bajo su protección. Al parecer, han caído bajo las garras de uno de sus compatriotas, un listo que ha empezado a explotarlas. Mariana quiere saber qué puede hacer, a quien dirigirse para exponerle ese problema. Sabe que no tiene dinero suficiente para contratar a un matón que le solucione el asunto, pero podría hablar con alguien de la organización. La pobre está muy angustiada y eso, sin duda, repercute en su trabajo, pero, la verdad, es que esa carita de indefensa me la pone tiesa.
¡Dios! ¿Qué estaría dispuesta esa chica a hacer a cambio de un poco de ayuda? Brrrr… mejor averiguarlo, jejeje…
Le prometo hablar con mi superior a ver que se puede hacer y ella palmotea, para, enseguida, enrojecer. Le pellizco la mejilla y se mete en su habitación.  
En el pasillo opuesto, me encuentro con Erzabeth. Está sentada en su cama, la puerta de la habitación abierta. Se está poniendo unas medias azulonas que completan su disfraz de duende travieso y terriblemente sexy.
Alza la vista y me mira. Sus pestañas aletean y sonríe golfamente. La saludo con dos dedos y paso de largo. Ahora no es el momento, van a empezar a bajar. Pavel está de regreso a su despacho. Me acercó a la ventana que hace las veces de taquilla.
―           ¿Dónde estabas? ¿Buscando novio? – le digo en broma.
―           Una emergencia femenina – responde, sin humor. Ni siquiera me mira.
―           Vale. Mariana, la bielorusa parece tener problemas con su familia, en una comuna.
―           ¿Y?
―           Me ha preguntado si alguien se lo podría solucionar y cuanto le costaría.
―           No es asunto mío – responde Pavel, encendiendo uno de sus cigarros turcos.
―           Ya lo sé, pero tú llevas más tiempo aquí. Una chica como Mariana deja un buen dinero, pero si no se concentra en su trabajo por culpa de sus problemas, pierde rentabilidad, ¿no? ¿Qué se hace en esta situación?
―           Mira, Sergei, será mejor que no te metas en esos asuntos – me mira, al fin. Sus ojos muestran tristeza. – Yo pasaré su queja, como siempre.
―           Está bien. Me voy abajo – le dejo con su malhumor.
El club ya ha abierto sus puertas. Algunas chicas se disponen a empezar la noche, aunque la mayoría bajará un poco más tarde. Los tres hombres de seguridad ocupan sus puestos: uno en la puerta, otros dos en la sala, y yo, de refuerzo. Miro hacia la barra. Suzana no trabaja esta noche. Lástima, me río bastante con ella.
Dos horas más tarde, Konor llega al club, llevando del brazo, como siempre, a su traductora. Me hace una seña para que me acerque. Suelta una andanada que la chica traduce en pocas palabras.
―           El señor Bruvin pregunta si ha solucionado el asunto del sótano.
―           ¿Qué asunto? – pregunto con extrañeza.
―           ¿No sabe nada del robo? – niego al ver la cara de asombro de la joven.
―           Anoche robaron parte del almacén, que se ha debido reponer rápidamente para hoy. Entraron por el sótano. El señor Bruvin ha dado órdenes expresas de reparar el muro.
―           Es la primera noticia que tengo.
Konor Bruvin me habla directamente, señalando sus pies, y creo que me dice que baje y lo compruebe yo mismo. La chica confirma, al segundo:
―           Debería bajar y verlo con sus propios ojos, si aún no sabe nada. Debe tomar medidas rápidamente. Ese agujero no puede seguir ahí.
Asiento y me dirijo a la puerta de acceso al sótano, la cual se encuentra en el área de almacén, fuera de la vista del público. ¿Qué han robado? Y lo que es más importante, ¿por qué no se me ha informado de nada? No me fío de Konor. ¿Es una estratagema para llevarse mercancías?
Desciendo las empinadas escaleras de cemento. El sótano es grande y fresco, con grandes manchas de humedad en las paredes. Allí no hay nada de valor. Se guardan algunas máquinas viejas y utensilios de pintura, así como restos de la decoración del local, pero no veo ningún agujero en los muros, ni cascotes en el suelo. Busco de nuevo, pero nada. Escucho pasos que bajan las escaleras. Me giro para preguntar en qué lugar está ese agujero, cuando un enorme pie cae sobre mi nariz, con mucha fuerza.
La sorpresa, más que el daño, es lo que me tira al suelo. Gruño y me pongo de rodillas. Muevo la cabeza, intentando despejar mis ojos, llenos de lágrimas. Una nueva patada me alcanza, esta vez en las costillas. El tremendo golpe me corta la respiración. Caigo a cuatro patas, boqueando más que una sardina en el Bernabeú. Hay unos pies delante de mis narices, calzados con unos monstruosos zapatos, pero la siguiente patada que me alcanza en la nuca, viene desde detrás, y es un golpe muy técnico y difícil. El impulso del golpe me aplasta contra el suelo de cemento. ¡Ah, son dos!
Intento hacerme una pelota porque sé lo que viene a continuación. Las patadas me llueven, en los costados, en las piernas, en la espalda, sobre los riñones, en los brazos. Intento proteger mi cabeza y mi cara, pero es difícil. Los que hacen esto son profesionales. Me han sorprendido y he perdido cualquier ventaja. No me dejan reaccionar, no…
En un arranque de furia, disparo mis piernas hacia uno de ellos, pescándole casi por chiripa, pero poco consigo, más que empujarle contra la pared. El otro se aprovecha de mi apertura para machacarme el pecho con su tacón. El que he empujado regresa con más bríos, furioso. Toso débilmente con uno de los golpes. Esputo sangre y la tos suena húmeda. ¡Mierda! ¡Un pulmón perforado! Esto tiene mala pinta…
Mientras me debilito y pierdo visión, pienso que Konor ha debido enterarse, de alguna forma, de mi doble juego, y me está dando una lección. Pero esto es más que una lección. Me están destrozando. ¿Piensa matarme?
Entonces, le escucho hablar desde muy lejos y los golpes se detienen. Por una rendija del hinchado párpado, le puedo ver, de pie en las escaleras que llevan al sótano. Me mira y se ríe, ufano y altivo. ¡Cacho cabrón! Entonces, Konor les ladra a los matones que me dejen allí y que llamen a una ambulancia. Le entiendo perfectamente, aún hablando en la puta lengua esa de los cojones. Es como si fuera aprendiendo a medida que la escucho. Aprendiendo o recordando, todo puede ser.
La chica se encuentra en un escalón más abajo, mirándome. Intenta no mostrar sentimiento alguno. No es bueno demostrar que me tiene lástima, pero se atreve a preguntar el motivo de este acto. Es cuando Konor suelta la bomba:
“No es nada personal, pero no es buena idea ofender a Ama Katrina”.
                                                                                                  CONTINUARÁ.
 
 
 
Comentarios y opiniones, si lo desean, a janis.estigma@hotmail.es
 
 
 
 

Relato erótico: “Dos rubias llamaron a mi puerta y les abrí 8” (POR GOLFO)

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14

Tras la comida, llegó el momento de firmar con Erik la compra mayoritaria de su compañía. Supe que ya había revisado los documentos al comprobar que apenas exigía incluir un par de detalles en la redacción final y que curiosamente se centraban en la posibilidad de dejar la presidencia de Alfa Centauro. Para el sueco era importante dejar ya dispuesto quien le sucedería en ella llegado el caso en que quisiera dimitir. Sus pretensiones no me parecieron insalvables porque quería que o bien Ía, o bien Ua o en último caso yo fuéramos el siguiente en ostentarla. Aunque no me apetecía que nuestros nombres aparecieran al preferir mantener nuestro anonimato, comprendí que con ello deseaba garantizar una transición pacífica. Por ello, tras un tira y afloja donde impuse que al menos se quedara cinco años en ese puesto, el magnate rubricó con su firma nuestro acuerdo.


-No sabe cómo le agradezco su confianza- comenté satisfecho.
Al oírme, el rubio soltó una carcajada antes de contestar:
-Sería un perfecto cretino si no me fiara de un hombre que además de hacerme multimillonario sea tan humilde que no quiera pasar a la posteridad como el mayor benefactor de todos los tiempos y me deje a mí ese honor.
Admitiendo que tenía parte de razón, no dije nada y centré la conversación en la posibilidad de incluir en los estatutos de la compañía un artículo que obligara al conglomerado resultante a invertir el cinco por ciento de sus ganancias en una fundación con marcado carácter social. Erik no se lo esperaba, pero, como era algo que ya venía haciendo con carácter informal, tampoco puso ningún impedimento.
-Si todo va como espero, en pocos años será la mayor ONG del planeta- sentenció ilusionado.
Con todo acordado, llegó el momento de descorchar una botella de champagne con la que celebrar el trato. Como para entonces Tomasa y Ua ya habían reunido con nosotros, fue la mulata la encargada de abrirla. Cuando Tomasa sirvió las copas, no me pasó inadvertido que llenaba menos la suya y la de Agda.
«No quiere beber ni que la rubia beba estando embarazadas», pensé recordando lo que Ía nos había anticipado.
Al protestar la embajadora y pedir que se la llenara, la pelirroja que se había dado cuenta de la maniobra tranquilizó a la futura madre diciendo que podía servirla más porque ella se ocuparía de la salud del feto. La confianza que ese ser inspiraba en Tomasa le permitió ceder y sonriendo, no solo rellenó la de la sueca sino también la suya y alzando la copa, informó a todos de su estado. Agda al oír que estaba embarazada se acercó a ella y la besó mientras Erik riendo me felicitaba. El abrazo del sueco no impidió que de reojo observara que la costarricense aprovechaba para acariciar con disimulo el trasero de la mujer y que ésta, lejos de escandalizarse, aceptaba gustosamente esa carantoña.
«Como no tenga cuidado, esa rubia me quita la novia», medité de buen humor al saber que esa noche asistiría al estreno lésbico de ambas.

Mi nuevo socio hizo honor a la fama de sus compatriotas y dejándose llevar por la euforia, sacó de su maletín un licor tradicional sueco diciendo que se había permitido traer una botella elaborada por él con la que festejar nuestro acuerdo. Al verlo no quise que Tomasa dejara de tontear con Agda y ejerciendo de anfitrión, traje una docena de vasitos donde servirlo. Tras servir el Aquavit, un destilado con más de cuarenta y dos grados, Erik chocando su chupito con el mío, se lo bebió de golpe. Como no podía ser de otra forma, lo imitamos y mientras la embajadora lo hizo como si nada, el resto de los presentes sentimos el impacto del alcohol quemándonos nuestras gargantas.
-Está bueno, pero fuerte- alcancé a decir temiendo que ese mejunje me hiciera un agujero en el estómago mientras a la mulata y a nuestras niñas les pasaba lo mismo.
El cabronazo del sueco se descojonó al ver nuestras caras y sin compadecerse de nosotros, sirvió otra ronda a la que dio igual destino. Ese segundo snaps nos fue más fácil de ingerir a todos excepto a la mulata que directamente se negó a repetir aduciendo su estado. Erik lo comprendió y por eso al rellenar por tercera vez se abstuvo de servirle a ella, para acto seguido empezar a cantar una melodía tradicional de su nación llamando a sus teóricas compatriotas a que lo siguieran. Agda rápidamente lo siguió mientras las chavalas se miraban asustadas entre ellas al no sabérsela. Ua fue la primera en reaccionar y acercándose al magnate, se conectó con la mente del sueco usando sus dedos para acto seguido comenzar a cantar. La prodigiosa voz de la pelirroja hizo callar a todos y mientras Erik soltaba un lagrimón totalmente emocionado, la embajadora palideció al darse cuenta de los extraños filamentos que salían bajo las uñas de la pelirroja. Ía se percató de ello y cogiendo del brazo a la mujer, se la llevó a una esquina. Comprendí lo que ocurría al ver que hundía las yemas en el brazo de la vikinga mientras intentaba tranquilizarla. La expresión del rostro de Agda fue un reflejo del modo en que iba asimilando la noticia pasando de la incomprensión a la ira y de la ira a la aceptación. Al comprobar que al menos ya no estaba indignada, me acerqué por si mi presencia servía y fue entonces cuando ese mujerón me soltó que no sabía si abofetearme o comerme a besos.
-Personalmente prefiero la segunda opción- comenté sin saber todavía a qué atenerme.
-Debería matarte, pero no puedo dejar a mi niño sin padre- sonrió de oreja a oreja antes abrazarme.
Fue entonces cuando caí en que ese bello ser la había convencido al revelarle la existencia de un bebé creciendo en su vientre y buscando su perdón, la besé. La reacción de Agda al sentir mis labios fue desproporcionada y denotando que la ilusión de ser madre era superior a cualquier cosa, buscó mis caricias mientras me recriminaba que no hubiese sido yo quien le dijera que estaba embarazada.
-Iba a decírtelo esta noche- respondí mintiendo al no tener previsto comentar nada y que fuera ella la que se enterara al perder la regla.
Lo cierto es que me creyó y ya totalmente esperanzado con el hijo que la había regalado, me preguntó si estaba contento.
-Muchísimo, princesa- lamiendo la lágrima que corría por su mejilla, murmuré.
Para entonces Tomasa se había reunido con nosotros y demostrando que también ella estaba contenta, la felicitó con un abrazo. Agda al advertir la alegría de la mulata se volvió a descomponer y a moco tendido quiso saber cómo iban a hacer para que los hermanos se educasen juntos.

-Nuestro marido ha comprado una mansión para que vivamos todos juntos y desde ahora te digo que querré a tu retoño como mío- contestó besándola.
La rubia sollozó al sentir su apoyo y mirándome a los ojos, me preguntó si estaba de acuerdo. Hincándome frente a ella, le dije que, aunque no fuera algo legal si aceptaría ser nuestra esposa. Agda no pudo reprimir su llanto al decirme que aceptaba y lanzándose sobre mí, me llenó de besos. Besos que rápidamente Tomasa nos exigió compartir y uniendo nuestras tres bocas, sellamos el formar juntos una sola familia. Ía, que hasta entonces se había mantenido en segundo plano, se acercó y demostrando una timidez impropia de su carácter me preguntó si como les afectaba a ellas nuestro enlace. Me quedó claro que su pregunta se refería a si deberían considerar como “¿dueña?” “¿madre?” también a la sueca y no queriendo mojarme pasé pelota a Tomasa.
Mi adorada negrita sin soltar a la embajadora le hizo saber que en el pack entraba el “proteger” a las dos chavalas. La aludida sin dejar de sonreír replicó:
-Aunque no sé a qué me comprometo, desde ahora te digo que cuidaré de ellas. Me han hecho un regalo que nunca esperé y soy una mujer agradecida.
Muerta de risa, Tomasa murmuró en su oído mientras le daba un suave pellizco en pezón que ese par se volvían locas con la leche materna y que en cuanto pudieran se pondrían a mamar de ella. La vikinga al imaginarse a esas monadas succionando de sus pechos se estremeció de placer y prometió a darles de comer siempre y cuando su niño se hubiera saciado antes.
-Por eso no te preocupes, nuestras dos zorritas se ocuparán de que te sobre- susurró desternillada la mulata.
Interviniendo señalé antes de tomarlas de la mano y volver junto a Erik, que yo también pensaba participar en ese banquete. Al oírme, Agda me contestó que daba por descontado eso ya que si algo le había demostrado es que era un pervertido.
-¿Pervertido yo?- despelotado respondí: -¡Te recuerdo que fuiste tú quien me violó!
-Y pienso volverlo a hacer esta noche- llevando su mano a mi bragueta, me amenazó.
Mi pene reaccionó irguiéndose bajo el pantalón al sentir sus caricias y solo la presencia del sueco evitó que la tomara ahí mismo sin mayor dilación cuando restregándose contra mí me insinuó que lo hiciera. Tomasa impuso la cordura al pedirnos que nos aguantáramos las ganas hasta quedarnos solos.
-Eso haré si juras ayudarme a ordeñar luego a nuestro don Juan.
-Te lo juro- contestó y cerrando el asunto, la morena nos hizo ver que Ua totalmente borracha seguía cantando con el magnate.
Al mirarla recordé lo locuaz que se volvía con el alcohol y no queriendo que se fuera de la lengua, retiré de su mano el vaso lleno de licor mientras pedía a su compañera que la cuidara. Ía malinterpretó mis palabras y creyendo que le estaba exigiendo que le hiciera el amor, se dio la vuelta y mirando a la mulata y a la vikinga les preguntó si les apetecía acompañarlas a la cama. Agda al escuchar la propuesta se sonrojó, pero sorprendiendo a todos tomó de la cintura a Tomasa diciendo:
-¿Me acompañas a mimar a nuestras protegidas?

Los pezones de mi querida exempleada reaccionaron irguiéndose bajo su blusa y encantada con esa proposición, llamó a las chavalas para acto seguido dejarme a solas con Erik. Afortunadamente, el nórdico notó que deseaba acompañarlas y guiñándome un ojo, me azuzó a seguirlas comentando que era mi deber satisfacer a mis mujeres. Se lo agradecí abriendo de par en par mi bodega y me escapé rumbo a mi cuarto.
Al llegar a la habitación, Ía estaba desnudando a Agda mientras Tomasa se ocupaba de acostar a Ua para que durmiera su borrachera. No queriendo desperdiciar el momento, ayudé a la primera con uno de los tirantes. Al dejar caer su vestido, la rubia sonriendo dio entrada a la chavala. Ésta al contemplar los rotundos pechos que el destino había puesto a su merced, no se lo pensó dos veces y agachándose, comenzó a recorrer con la lengua las rosadas areolas de la vikinga mientras yo terminaba de desnudarla. Su víctima no pudo más que sollozar al sentir ese tierno ataque y girando la cabeza buscó mis besos, pero no los encontró porque llegando hasta nosotros fue la boca de Tomasa con la que se topó. Mientras mi adorada negrita forzaba sus labios, me apoderé del pezón libre sabiendo que mi maniobra iba a ser bienvenida. Lo que nunca preví fue que la endemoniada chavala le hubiera dado tiempo a modificar el cuerpo de la nórdica y por eso me impactó, saborear su blanca y suculenta leche que manaba de los pechos de esa mujer.
-No puede ser- exclamó Agda al percatarse que lactábamos de ella y ante tamaña sorpresa, se corrió.
Desde la cama, Ua pidió con voz alcoholizada su parte. La mulata al escucharla tumbó a la embajadora junto a ella y ejerciendo de maestra, le hizo ver que desde ese momento tenía dos madres. Adoptándola como ya habíamos hecho nosotros, la enternecida mujer llevó uno de los grifos en los que se habían convertido sus senos a la boca de la pelirroja, la cual sin distinguir propiamente el cambio buscó con ansia su maternal esencia.
-Tranquila- susurró al ver su desesperación.
Al oír su voz, Ua se escandalizó creyendo que nos había traicionado y solo cuando Ía le explicó que la sueca era también mi pareja, la joven se tranquilizó y olvidando sus reparos, volvió a mamar.
-Eres tú también mi bebé- poniendo a su disposición el pecho libre, recalcó Agda llamando a su compañera.
Emocionada por el cariño con el que la llamaba, Ía buscó acomodo a su lado y maullando como una gatita, buscó el pezón que le ofrecía. Al tener a esos dos bellos seres alimentándose de su esencia, la nórdica tomó realmente conciencia de que tras tantos años sola había encontrado una familia y con lágrimas en los ojos, nos dio las gracias.
-Somos nosotros los que tenemos que agradecerte a ti- respondí y respetando el momento tan íntimo que estaba disfrutando, preferí dejarla sola con esos dos bellos seres.
Llamando a Tomasa, le pedí que me acompañara a preparar el jacuzzi. No hizo falta que le explicara nada más porque comprendiendo mis motivos, la morena me siguió al baño.
-¿Has visto su cara? Realmente se siente su madre- comentó.
Sonreí con algo de angustia al estar de acuerdo con ella. Al igual que nos ocurrió a nosotros, esas criaturas habían despertado el instinto maternal de la cuarentona y eso lo quisiera reconocer o no, era algo anormal porque su reacción lógica y la nuestra debería haber sido la contraria. Tanto ella como nosotros nos deberíamos haber al menos asustado al enterarnos que no eran terráqueas y aterrorizado al saber que por su naturaleza esas dos y toda su raza querían a los humanos como simbiontes.
«Tenemos que explicar a Agda el peligro que representan», concluí apesadumbrado mientras mi bella negrita se ponía a preparar la bañera.
Sabiendo que le costaría ponerse en guardia ante quién había hecho realidad que pudiera quedarse embarazada, cuando exteriormente eran toda dulzura y sus actos parecían encaminados al bienestar de la humanidad en su conjunto, decidí no agriar su felicidad por lo menos esa noche. Estaba todavía reconcomiéndome con ese pensamiento cuando escuché que la rubia se levantaba y acudía a nosotros. Sus primeras palabras no hicieron más que ratificar mi decisión:
-Pobrecitas, se han quedado dormidas- murmuró en voz baja con una sonrisa de oreja a oreja.
La expresión de felicidad con la que llegaba tras darles de mamar incrementó las sospechas que tenía de que de alguna manera nos habían lavado el cerebro al comprobar que esa mujer sentía un cariño desproporcionado por ellas. Pero no me quedé ahí, sino que comparé su reacción con la nuestra y recordé que su llegada había provocado que nos sintiéramos inclinados a protegerlas cuando deberíamos haber huido de ellas. Mi buena Tomasa me sacó de esa espiral al decirnos que ya teníamos listo el jacuzzi. Agda se dejó llevar cuando, tomándola de la mano, la mulata la metió al agua.

-Eres preciosa- escuché que le decía mientras se abalanzaba sobre ella.
Satisfecho, entré a la bañera y por un momento mis problemas pasaron a segundo plano al ver que sin esperar mi llegada se besaban. Mirándolas sin unirme a ellas, me percaté que estaba completamente colado por las dos y aunque en el caso de la negra era algo normal, a la sueca apenas la conocía.
«Daría mi vida por cualquiera de ellas», pensé analizando la profundidad de mis sentimientos y evitando seguir analizando, me deslicé a su lado.
Al sentirme, Agda me dio entrada entre ellas y besándome me hizo coparticipe de su alegría, pidiéndome ayuda para amar a Tomasa. La negrita riendo la hizo saber que ella también era suya y atrayéndola, se apoderó de uno de sus pechos con una pasión contagiosa e imitándola llevé mis labios a la rosada areola que se había quedado libre. La nórdica al sentir nuestras bocas devorando sus pezones gimió descompuesta. Sus gemidos azuzaron mi lujuria y mientras seguía mamando de ella, apreté entre mis dedos un seno de la morena. Mi caricia abrió la espita y como si fuera un pequeño geiser, de esa negra maravilla brotó un blanco néctar que resultó una tentación irresistible a la que la diplomática no pudo retraerse y abriendo la boca de par en par, se apoderó impresionada por lo mucho que le gustaba el dulzón sabor de la leche de la costarricense.
-¡Dios! Es riquísima- exclamó totalmente entregada.
Desternillada por la manera en que lactaba de ella, Tomasa dejó que se saciara mientras deslizando la mano por el cuerpo de la rubia buscaba su sexo. Asumiendo mi papel secundario en la bañera, usé mis dedos para favorecer sus caricias y separando los hinchados pliegues del coño de Agda, permití que mi adorada morena fuera la que se apoderaba del botín.
-Me encanta- sollozó la sueca al notar por primera vez a una fémina mimando su clítoris y totalmente entregada, movió sus caderas siguiendo el ritmo en que esas yemas la tocaban.
El erotismo de la escena no me resultó indiferente y luciendo una erección antológica, permanecí a la espera de que me dieran entrada mientras contemplaba la pasión con la que se entregaban una a la otra. Tomasa al ver que me mantenía a parte me llamó y colocándome entre ellas, me pidió que me mantuviera quieto mientras rogaba a la que ya consideraba su pareja que se fuera empalando con mi pene. Agda no se hizo de rogar y sentándose a horcajadas sobre mí, se fue introduciendo lentamente mi erección. Su lentitud me permitió notar como su coño se iba abriendo para absorber mi virilidad mientras la morena mamaba de ella.
-¡Os amo!- surgió de su garganta al sentirse llena y sin esperar a que su cuerpo se acostumbrase a la invasión, comenzó a cabalgar usándome como montura.
El desenfrenado galope de la mujer zarandeó mi verga con violencia, pero no me importó al ver el brillo maravillado de sus ojos y saber lo cerca que estaba del orgasmo. Su calentura y la forma en que sus pechos rebotaban arriba y abajo animó a Tomasa a seguir masturbándola mientras lactaba de ella hasta que el triple estímulo de mi pene, sus labios y sus dedos llevaron a la sueca a un estado cercano a la locura.
-Me corro- aulló ya poseída y ante nuestra mirada, convulsionó al notar que todas sus neuronas ardían sumidas en el placer.
La fuerza y la profundidad de su clímax no menguaron la forma frenética en la que se empalaba e incrementando todavía más el compás de sus caderas, buscó que derramara mi esencia en ella. Su insistencia alargó su placer uniendo sin pausa una serie concatenada de orgasmos que la dejaron al borde de la histeria.
-¡No pares!- aun así, chilló al verse incapaz de desear que cesara el placer que estaba sintiendo. Haciéndola caso, usé mis manos para forzar todavía más mis penetraciones. Ella al notar que presionaba sus nalgas y que con ello su coño era maltratado todavía con mayor fiereza, se derrumbó totalmente exhausta.

Tomasa se enterneció al contemplar la sonrisa que lucía en su cara y uniendo sus labios a los de la sueca, me rogó que la dejara. He de reconocer que me costó ceder y dejar de amarla porque hasta la última célula de mi cuerpo me pedía que siguiera haciéndolo, pero comprendiendo que la noche no había terminado y que tendría ocasión de descargar la lujuria que se había acumulado en mis huevos, me separé de ella. Supe que había hecho bien al ver que se abrazaban y que me pedían que compartiera ese momento uniéndome a ellas. La ternura con la que ambas me besaron al hacerlo diluyó mi insatisfacción y cerrando los ojos, disfruté del cariño de esas dos espectaculares mujeres sin pensar en nada más.
Totalmente relajados, solo la llegada de Ía evitó que nos quedáramos dormidos en el jacuzzi. Desde la puerta se quedó mirándonos abrazados y conmovida por esa escena dudó en hacerse notar, pero el temor a que nos quedáramos fríos la hizo actuar y cogiendo unas toallas, nos fue ayudando a salir del agua. La ternura de la muchacha impactó a la sueca, la cual sin saber por qué dos lagrimones surcaron sus mejillas. Al preguntarle yo porqué lloraba, la rubia contestó que jamás había sido tan feliz como en ese instante con nosotros. La sonrisa con la que ese extraño pero bello ser recibió esa respuesta me hizo comprender que compartía con ella esa felicidad.
«No puede dejar de sentir empatía», pensé mientras veía el mimo con el que la secaba.
A pesar de no haber nada sexual en ello, he de reconocer que me excitó ser testigo del modo en que Ía ayudaba a ponerse un albornoz a Agda y por eso cuando me llegó mi turno, esa criatura se encontró con una más que evidente erección. Mi tallo inhiesto despertó su lado travieso y tomándolo entre sus dedos, la endemoniada chavala me regaló un largo lametazo antes de preguntar si mis dos mujeres habían sido incapaces de ordeñarme. Al escuchar su tono, Tomasa con picardía comentó que habían reservado mi esencia para ella. Ante esa respuesta y esbozando una sonrisa, Ía replicó que tenía satisfechas sus necesidades y que no necesitaría más hasta dentro de dos días.
-¿Cuándo os vais a enterar que los humanos hacemos el amor solo por placer sin buscar nada a cambio?- exclamó riendo a carcajadas la morena.
-Amada Asa, yo no soy humana.
-Si que lo eres y más de lo que piensas- contesté mientras la besaba.
Mi lengua forzando sus labios desmoronó su resistencia y restregando su cuerpo con el mío, insistió en que no la tentara porque esa noche era de Agda. La aludida vio llegado el momento de probar la resistencia de la cría y llegándole por atrás, comenzó a acariciarla mientras le decía lo mucho que deseaba contemplar cómo se entregaba a mí. Tomasa entendió que lo que realmente quería la nórdica era formalizar su entrada a nuestra familia y casi a empujones, nos sacó del baño.
-¿No querrás contrariar a tu nueva protectora?- preguntó mientras con ayuda de Agda tumbaba a la chavala sobre la cama donde dormía ajena a todo su compañera.

Su propia naturaleza la traicionó al verse obligada a acatar las órdenes de la que seguía considerando su dueña y por eso nada pudo hacer cuando las dos mujeres empezaron a recorrer con la lengua sus pechos.
-Sois malas conmigo- gimió al sentir que las hormonas tomaban el mando de su cuerpo humedeciendo su entrepierna.
-Y más que lo quiero ser- susurró en su oído la sueca mientras cogía uno de sus pezones entre los dientes.
El chillido de su niña al sentir ese mordisco indujo a Tomasa a imitarla y apoderándose de la otra rosada areola, se puso a mamar de ella.
-¡Santa luz!- bramó descompuesta al darse cuenta de que su parte humana gozaba con esas caricias llenando de flujo las sábanas.
Su exclamación despertó a la pelirroja, la cual al ver lo que se estaba perdiendo a trompicones se lanzó sobre el manantial en que se había convertido el sexo de Ía y como si quisiera obtener de ella su esencia, hundió su lengua entre los hinchados pliegues de su compañera. Ese ataque cogió desprevenida a la muchacha y sometida a los dictados de su cuerpo, gozó como pocas veces de las caricias que estaba recibiendo.
-Calla y disfruta- murmuré mientras observaba con detalle Ua meneando su trasero mientras daba cuenta del sabor de su coño.
La belleza de las nalgas duras moviéndose fue una llamada a la que no me pude resistir y llevando mis manos a esa hermosura, comencé a acariciarla mientras la azuzaba a sacar el néctar que brotaba entre las piernas de Ía. Mi insistencia y las caricias de mis yemas recorriendo su culo calentó sobre manera a la pelirroja y ya totalmente despierta me rogó que la tomara. Por un instante dudé sabiendo que seguía borracha, pero cuando elevando su voz me volvió a reclamar que la amara, no pude decir que no y me puse a juguetear con mi glande entre sus labios. Ua suspiró al notar que introducía brevemente mi pene en ella y echando su cuerpo hacia atrás, se lo clavó hasta el fondo.
-¡Mira que eres bruta!- dije al verlo.
Haciendo oídos sordos a mi queja, la pelirroja comenzó a gemir cuando sintió mi glande chocando con la pared de su vagina y presa de la sensación de sentirse amada, buscó con mayor denuedo su placer sin dejar de degustar el manjar que para ella suponía el depilado chumino de la hembra de su especie. La sincronía con la que nos amábamos sorprendió a Agda, la cual exteriorizó su sorpresa cuando Ía le pidió que compartiera con ella su esencia. Creyendo que le pedía mamar de sus pechos se los acercó a la boca, pero la preciosa criatura los rechazó y aprovechando su cercanía, hundió su cara entre sus piernas.
-¡Por Dios!- aulló cuando sin previo aviso la joven cogió entre los dientes su clítoris.
Ese mordisco despertó más si cabe su naturaleza ardiente y sin separarse de ella, buscó con la mirada a la mulata. Tomasa se abrazó a ella dejando su entrepierna a disposición de Ía. Ésta no desaprovechó el regalo y alternando con la lengua entre los sexos de ambas, incrementó la pasión con la que se besaban. Desde mi privilegiado punto de observación, comprendí que la pequeña estaba a punto de correrse al verla temblar sobre la cama y azuzando a Ua para que incrementara el acoso al que sometía a su compañera, aceleré el ritmo de mis caderas. Tal y como había previsto, la rubita sucumbió al placer explotando en la boca de la pelirroja. Al darse cuenta de que llevada por la pasión Ía derramaba su esencia, Ua decidió introducir un par de dedos dentro de su vulva para alargar su gozo. Al sentirse penetrada, la joven se retorció rogando que no dejara de amarla mientras Tomasa y Agda se desentendían de ella entrelazando sus sexos. buscando .
Para entonces la excitación acumulada en mi cuerpo me dominó y cogiendo la colorada melena de mi montura, me lancé desbocado en busca de mi placer. Mi enérgico asalto descolocó a Ua y sintiéndose amada, se corrió segundos antes de que me diese tiempo de derramar mi esencia dentro de su útero. La simultaneidad con la que ambos llegamos al orgasmo intensificó mi placer al notar que el flujo de la chavala corría a raudales por mis muslos y exhausto, caí sobre ella clavando con fiereza mi pene.
-Mi amado Íel- sollozó la pelirroja al sentirlo y girándose sobre la cama buscó mis besos mientras a nuestro lado la costarricense y la sueca seguían restregando sus coños en una ardiente tijera.
La belleza de sus cuerpos maduros amándose me obligó a contemplarlas y con satisfacción, observé que estaban a punto de caramelo y deseando que sincronizaran sus gozos, les ordené que se corrieran. No sé si esa orden fue lo único que necesitaban ambas para hacerlo fue ese empujón verbal o por el contrario fue casual, pero lo cierto es que ante nuestros ojos sucumbieron al placer totalmente entregadas.
-Te adoro, mi diosa- chilló Tomasa al experimentar en sus carnes su clímax.
-Te amo, mi sueño- contestó con determinación Agda sintiéndose realizada.
El cariño de las mujeres me hizo reír y pegando sendos azotes sobre los traseros de las dos jóvenes, las azucé a abrazarlas mientras me introducía entre ellas. Cansados pero emocionados al sabernos una familia, nos quedamos unidos sin que ninguno dijera nada y así entrelazando nuestros cuerpos, nos quedamos dormidos…

Relato erótico: ” Hércules. Capítulo 19. Joanna.” (POR ALEX BLAME)

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Capítulo 19: Joanna.

—Hola, ¿Cómo te sientes? —preguntó Afrodita mientras se sentaba a desayunar a su lado.

—La verdad es que no muy orgulloso. He mentido y traicionado la confianza de una mujer. Espero que haya valido la pena y los papeles fuesen realmente los que buscabais. —respondió Hércules contemplando el cuerpo de la mujer enfundado en una bata de satén gris perla.

—En realidad era más de lo que pensábamos y no te preocupes por Francesca, ha obtenido un buen trato a cambio de contar todo lo que sabe, que no es poco.

—Me alegro, no me gustaría que se pudriese en la cárcel. Espero que le vaya bien. A pesar de que no era mi tipo, ya sabes a que me refiero, no quiero que sufra y deseo que sea feliz.

—Hablando de felicidad y de parejas disfuncionales, —dijo la mujer untando una tostada— tengo una nueva misión para ti.

—¿Ah, Sí? —Preguntó el dominado por la curiosidad.

—Joanna Sorensen. —dijo chupándose los dedos antes de alargarle una carpeta— Es la hija del embajador Danés; se ha liado con un playboy treinta y pico años mayor que él y vinculado con el tráfico de drogas. El embajador ha intentado abrirle los ojos, pero no hay manera y ha recurrido a nosotros desesperado.

—Mmm, no sé, ¿Qué derecho tenemos a inmiscuirnos en la vida de una mujer mayor de edad?

—No es tu función valorar eso, pero si te sirve de consuelo tu otra función es mantenerla viva. Hemos investigado un poco al novio y últimamente no le ha ido muy bien. Ha perdido un par de envíos y los colombianos están cabreados…

—Entiendo. —replicó Hércules con la conciencia un poco más aliviada— Me pondré en ello.

—No me has contado que sentiste al hacer el amor con un hombre. —dijo afrodita con una sonrisa provocativa.

—No era una mujer, pero tampoco era un hombre, era… Francesca. Al principio pensé que era una putada, luego vi que era una mujer en todo menos por esa mierda que le colgaba y una mujer atractiva dulce y sensual. En otra vida podría haberme enamorado de ella.

—Vaya, es una lástima. Y yo que creía que tenía alguna oportunidad contigo. —dijo Afrodita metiendo las manos por el escote de la bata y frunciendo los labios a modo de despedida.

En cuanto terminó de desayunar se puso manos a la obra. Vigiló la casa de Joanna hasta que esta y su novio salieron a comer por ahí y aprovechó para colarse en su casa y poner micros por todas las habitaciones. Para cuando volvieron, al parecer para cambiarse y salir de nuevo, ya estaba en un piso que había alquilado en el edificio de enfrente con un telescopio terrestre.

Ser una especie de superhombre tenía sus ventajas. En cuanto vio que la pareja salía y montaba en el taxi subió a la azotea y les siguió saltando de edificio en edificio y corriendo por las cumbres de los tejados.

Podía haberlo hecho como todo el mundo cogiendo un coche o una moto, pero la sensación de libertad que sentía cuando saltaba y dejaba que el impulso y la gravedad le llevasen a su siguiente objetivo eran inigualables. Cuando el taxi paró a la puerta de una discoteca del centro casi sintió un deje de desilusión al no tener que seguir haciéndolo.

En la puerta había una cola considerable de gente que esperaba pacientemente ser seleccionada como una res. Sus objetivos pasaron delante y el hombre deslizó un par de billetes en el bolsillo del portero que les facilitó el pase sin tener que hacer cola.

Hércules tampoco estaba dispuesto a esperar así que de un salto se plantó en el techo de la discoteca y tras inspeccionarla un par de minutos encontró un tragaluz abierto por el que se coló sin dificultad.

Acabó en un pequeño almacén lleno de trastos y polvo. Orientándose con la linterna del móvil encontró la puerta que daba a un pasillo estrecho y bastante oscuro que acababa en una esquina de una de las pistas de baile.

Se coló tratando de no llamar la atención y buscó a Joanna y a su novio entre la multitud de cuerpos gritando y contorsionándose. No parecía estar por allí así que atravesó la pista en dirección a la que estaba en el otro extremo. Forcejeó con una multitud de hombres que le miraban con mala cara y mujeres que intentaban seducirle e incluso tocarle, aprovechando los pocos instantes que tenían antes de que se escurriese y siguiese su camino.

Al llegar a la segunda pista, la música cambió. Era más suave y lenta y el ambiente invitaba a la intimidad y a las confesiones. Estaba menos concurrida y no le costó encontrar a sus tortolitos enganchados y meciéndose en el centro de la pista. Procurando no llamar la atención se dirigió a la barra y pidió un bourbon.

Durante la siguiente hora y media se dedicó a beber y a observar como la pareja se dedicaba continuas muestras de afecto. Eran una pareja un tanto extraña. Ella era rubía, alta, con una figura robusta y un rostro angelical. Hércules se detuvo a observar sus grandes ojos azules su nariz pequeña y sus labios gruesos y perfectamente perfilados. Vestía una minifalda de vuelo que le llegaba un poco más abajo de unos muslos gruesos y potentes y una blusa oscura que se cruzaba en torno a un busto grande que temblaba lujurioso con cada movimiento de la joven.

Julio era un poco más alto que ella y a pesar de sus cincuenta y pico años se mantenía en bastante buena forma. Tenía el rostro afilado y moreno y una sonrisa chuloputas que a Hércules le daban ganas de aplastar. Con el pelo oscuro y engominado y la cadena de oro, gruesa como el cabo de un trasátlantico que asomaba por la abertura de su camisa de seda, tenía un aire de playboy ochentero trasnochado que le hacía muy dificil imaginar como una chica joven y sofisticada como Joanna se había enamorado de él.

En fin suponía que el amor era así. Tampoco Akanke y él habían sido una pareja convencional. Observó como se abrazaban y se besaban, preguntándose si alguna vez volvería a sentir una sensación parecida.

Desde que Akanke había desaparecido de su vida había sentido atracción por otras mujeres como Francesca y sobre todo Afrodita, pero en lo más hondo de su corazón sabía que lo que sentía por ellas era puramente físico, nada parecido a la comunión de almas que sintió el corto periodo de tiempo que estuvo con la joven nigeriana antes de que desapareciese de su vida.

En ese momento el hombre le dijo algo al oído de Joanna. La joven negó con la cabeza, pero él se puso serió y la sacudió con fuerza antes de cogerla por el brazo y arrastrarla sin contemplaciones a los baños.

Más curioso que preocupado los siguió con el tiempo justo para ver como se colaban en el servicio de caballeros. La estancia estaba vacía salvo por el ultimo de los retretes cuya puerta estaba cerrada.

Hércules entro en silencio y ocupó el retrete de al lado, cerrando con el pasador lo más silenciosamente que pudo, aunque por las risas y los susurros que emitían los dos enamorados en el cubículo adyacente hubiese dado igual que hubiese entrado un pelotón de infantería.

—Mmm, si. ¡Dios! ¡Como lo necesitaba! Julio, eres el demonio. —oyó decir a la chica con un fuerte acento escandinavo.

—Entonces, ¿Harás eso por mí? —preguntó el hombre sin dejar de besar a la joven.

—No puedo… es un delito. Yo no…

—Vamos, sabes que tienes carnet diplomático. En caso de que te pillasen, que no va a pasar, no podrían hacerte nada. No corres ningún riesgo. —le interrumpió él.

—¡Ja! No conoces a mi padre. Es capaz de enviarme a las autoridades con un lazooooh. —dijo ella a la vez que sonaba un golpe que hacía temblar el mamparo de aglomerado—¡Eres malo!

—Y lo seré más si no haces lo que te pido. —dijo con voz impaciente.

Un nuevo golpe y un apagado gemido de la joven le hicieron temer a Hércules por la seguridad de la joven así que sacó una pequeña cámara espía que iba dotada con un alargador y que manejaba mediante un pequeño joystick y la acercó a una pequeña grieta que había donde la mampara se unía a la pared.

Con precaución la fue introduciendo poco a poco hasta que tuvo una buena visión del cubículo. El hombre se había echado encima de Joanna y rodeaba su fino cuello con sus manos. Hércules estuvo a punto de tirar abajo la endeble tabla de aglomerado, pero se relajó al ver que el tipo acercaba su boca y besaba los delicados labios de la joven con lujuria. Joanna respondió con otro gemido ahogado mientras dejaba que las manos de su novio se colaran bajo su falda y sobaran su muslos pálidos y juveniles.

Aun en la pequeña pantalla de la cámara, Hércules no pudo por menos que volver a admirar la belleza de la joven. Su pálida piel y su melena corta y rubia contrastaban con la tez morena y el pelo teñido y engominado de su amante.

Mientras tanto, Julio seguía insistiendo en que le hiciese el favor, estrujando el culo de la joven y haciéndola gemir excitada.

Joanna le empujó un instante y se arrodilló en el sucio suelo del excusado con una sonrisa de suficiencia.

—Prefiero hacerte otro tipo de favores. —dijo ella bajando la bragueta de Julio y sacando una polla de considerables dimensiones.

Con una mirada de adoración la joven apartó la media melena de la cara y se metió la polla de él, aun morcillona, en la boca, comenzando a chuparla con determinación.

Poco a poco el miembro creció, sobre todo en grosor hasta que no pudo mantenerlo en la boca. Apartándose un instante para coger aire, la joven acarició aquel pene grande, grueso y brillante de saliva.

Continuó jugando unos instantes con él, lamiendo y chupando el glande, haciendo que el hombre gimiese y le acariciase el cabello agradecido antes de obligarla a incorporarse y ponerse de cara a la pared.

El hombre, a pesar de sus cincuenta y pico años sonrió como un chiquillo al levantar la falda de la joven y descubrir un culo blanco, grande y terso. Lo acarició como si fuese un preciado juguete antes de acercarse y golpearlo con su polla.

La joven dio un respingo y separó sus piernas mostrando a su novio una vulva depilada y congestionada por el deseo. El hombre acercó su miembro al jugoso coño y rozó sus labios con suavidad. Joanna gimió y se puso un instante de puntillas tensando sus muslos y haciéndolos aun más apetecibles.

Julio los agarró con las manos y dejando que su polla se deslizase entre los cachetes de la joven una y otra vez volviéndola loca de deseo. Tremendamente excitada giró la cabeza y fijó en él una mirada suplicante que se transformó en una de alivio y placer cuando el tipo metió su miembro dentro de ella, con parsimonia, dejando que disfrutase de cada centímetro.

Joanna se estremeció de pies a cabeza y gimió ajena al mundo exterior. Los empujones del hombre se hicieron más duros y profundos. La joven clavaba las uñas en la pared y gemía desesperada pidiendo más.

Julio se inclinó sobre ella y abriéndole la blusa estrujó sus pechos con fuerza. A continuación deslizó sus manos hasta asir sus caderas y aumentó su ritmo hasta que la joven estuvo a punto de correrse.

En ese momento se detuvo y se apartó con una sonrisa maligna.

—¿Qué haces? —dijo ella dándose la vuelta.

—No sé… estaba pensando. —respondió él balanceando su polla— Ya sabes cómo somos los hombres mayores necesitamos un estimulo para seguir con la bandera enhiesta…

—¿Ah? ¿Sí? —dijo ella apartando la blusa y exhibiendo y acariciando sus pechos— No seas gilipollas y ven aquí.

—¿Me harás ese favor? —dijo Julio acercándose y pellizcando con suavidad unos pezones grandes y rosados.

—Sí, sí. Pero termina lo que has empezado. —aceptó ella poniendo una pierna sobre la cadera de su novio.

Con una sonrisa de triunfo cogió a la joven por las mejillas y la obligó a besarle. Chupó su boca y sus labios disfrutando de la ansiedad de la mujer.

Finalmente fue ella misma la que cogió el miembro de Julio y lo guió a su interior. Esta vez no hubo interrupciones el tipo comenzó a penetrarla con fuerza mientras ella le abría la camisa y arañaba su pecho y enredaba sus finos dedos en las canas que lo cubrían.

Con una mano el hombre cogió a su novia por la nuca mientras que con la otra hincaba los dedos en el muslo que rodeaba su cintura sin dejar de follarla.

El aglomerado crujía y amenazaba con desintegrarse cuando con un grito estrangulado la joven se puso a temblar asaltada por un orgasmo. Julio siguió empujando con fuerza hasta que finalmente se separó instantes antes de correrse sobre su falda.

Hércules recogió la cámara y se retiró mientras los dos enamorados se recomponían la ropa. Cuando finalmente salieron ya estaba de nuevo en la barra, con una cerveza, apartando a una morena bajita que insistía en llevarle con él para hacerle la mamada de su vida.

Afortunadamente a los dos tortolitos se les había acabado las ganas de fiesta y tras un par de zumos para reponer líquidos salieron del local. Hércules se les acercó lo suficiente para escuchar como Julio le daba al taxista la dirección de Joanna, así que sin temor a perderles de vista se dirigió a la parte posterior de un edificio cercano para poder subirse a la azotea y seguir a la pareja a su casa.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

PRÓXIMO CAPÍTULO: FETICHISMO

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR :
alexblame@gmx.es

Relato erótico: “MI DON: Raquel -Elisabeth Corroborando la teoria (2)” (POR SAULILLO77)

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Hola, este es mi 2º relato y como tal pido disculpas anticipadas por todos lo errores cometidos.Estos hechos son mezcla de realidad y ficcion, no voy a mentir diciendo que esto es 100% real.Lo primero es contar mi historia, intentare ser lo mas breve posible.
Mi nombre es Raul, tengo 25 años y lo ocurrido empezó en mis ultimos años de Instituto, 18 años, considero mi infancia como algo normal en cualquier crió, familia normal con padre, chapado a la antigua y alma bohemia, madre devota y alegre , hermana mayor , mandona pero de buen corazon, todos de buen comer y algo pasados de peso, sin cosas raras, vivo a las afueras de madrid actualmente, aunque crecí en la gran ciudad. Mi infancia fue l normal, con las connotaciones que eso lleva, sabemos de sobra lo crueles que son los críos y mientras unos son los gafotas, otros los empollones, las feas, los enanos….etc. Todos encasillados en un rol, a mi me toco ser el gordo, y la verdad lo era.Nunca me prive de nada al comer pero fue con 12 años cuando empece a coger peso, tampoco es que a la hora de hacer deporte huyera, jugaba mucho al futbol con los amigos y estaba apuntado a muchas actividades extra escolares, ya fuera natación , esgrima, taekwondo, o karate, pero no me ayudaba con el peso. Lo bueno era que seguía creciendo y llegue muy rapido a coger gran altura y corpulencia, disimulaba algo mi barriga, todavia no lo sabia pero esto seria muy importante en adelante.Siempre me decían que era cosa de genes o familia, y así lo acepte.Como casi todo gordo en un colegio o instituto al final o lo afrontas o te hundes, y como tal siempre lo lleve bien, el estigma del gordo gracioso me ayudo ha hacer amigos y una actitud simpática y algo socarrona me llevo a tener una vida social muy buena.Eso si, con las chicas ni hablar, todas me querían como su amigo, algo que me sacaba de quicio.Pues no paraba de ver como caían una y otra vez en los brazos de amigos o compañeros y luego salían escaldadas por las tonterías de los críos, siempre pensando que yo seria mucho mejor que ellos, pero nunca atreviéndome por mi aspecto a dar ese paso que se necesitaba.Un tío que con 17 años y ya rondaba el 1,90 y los 120 kilos no atraía demasiado, cierto es que era moreno de ojos negros y buenas espaldas, pero no compensaba.
Ademas, tengo algo de educación clásica, por mi padre, algo mayor que mi madre y chapado a la antigua, algo que en el fondo me gustaba ya que me enseño a pensar por mi mismo y obrar con responsabilidad sin miedo a los demás, pero también a tratar con demasiado celo a las damas, y lo mezclaba con una sinceridad brutal, heredada de mi madre, “las verdades solo hacen daño a los que la temen, y hace fuerte a quien la afronta”, solía decirme.Una mezcla peligrosa, no tienes miedo a la verdad ni a lo que piensen los demás. También, o en consecuencia, algo bocazas, pero sin mala intención , solo por hacer la gracia puedo ser algo cabrón.Nunca he sido un lumbreras, pero soy listo, muy vago eso si, si estudiara sacaría dieces, pero con solo atender un poco sacabas un 6 por que molestarme, al fin y al cabo es informacion inútil que pasado el examen no volvere a necesitar.
Con el paso de mi infancia empece a sufrir jaquecas, achacadas a las horas de tv, ordenador o a querer faltar a al escuela, ciertamente algunas lo serian pero otras no, me diagnosticaron migrañas, pero cuando me daban ningun medicamento era capaz de calmarme, así que decidieron hacerme un escaneó y salto la sorpresa, Con 17 años apunto de hacer los 18 e iniciar mi ultimo curso de instituto, un tumor benigno alojado cerca da la pituitaria, no era grande ni grave pero me provocaba los dolores de cabeza y al estar cerca del controlador de las hormonas, suponían que mi crecimiento adelantado y volumen corporal se debía a ello.Se decidió operar, no recuerdo haber pasado tanto miedo en mi vida como las horas previas a la operacion, gracias a dios todo salio bien y con el apoyo de mi familia y amigos todo salio hacia delante y es donde realmente comienza mi historia.
Después de la operacion, y unos cuantos días en al UCI de los que recuerdo bien poco, me tenían sedado, con un aparatoso vendaje en la cabeza e intubado hasta poder verificar que no había daños cerebrales.Me subieron a planta y pasadas una semana empece ha hacer rehabilitación, primero ejercicios de habla, coordinacion y razonamiento, y despues físicamente, era un trapo, no tenia fuerzas y había mucho que mover, pero pasaron los días y casi sin esfuerzo empecé a perder kilos, cogí fuerzas, en mi casa alucinaban de como me estaba quedando y ante esa celeridad muchos médicos me pedían calma, yo no queria, me encantaba aquello, pero tenia que llegar el momento en que mi tozudez cayo ante mi fisico , a pocos días del alta, en unos ejercicios de rutina decidí forzar y mi pie cedió, cisura en el empeine y otra semana de reposo total. Aquí ocurrió la magia, debido a mi necesidad de descansar me asignaron un cuarto y una enfermera en especial para mis cuidados,se llamaba Raquel, la llevaba viendo muchos días y había cierta amistad hasta el punto de que en situaciones en que mi familia no podía estar era ella quien me ayudaba a…..la higiene personal, solía solicitar la ayuda de algun celador pero andaban escasos de personal, y yo hinchado de orgullo trataba de hacerme el duro moviéndome con la otra pierna.
Como os conté en mi anterior relato, ella fue mi 1º relación sexual, y la que me abrió los ojos, el tumor y su extracción me provoco una serie de cambios físicos, perdida de peso y volumen, ademas de, sin saber muy bien como, una polla enrome entre mis piernas.Pero las situacion no dio para mas, me recupere perfectamente y llego el día de irme del hospital.
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Lo de Raquel me dejo roto, había tenido mi 1º situacion sexual con una mujer y la ruptura en menos de 1 hora, el hecho de que ella decidiera no repetir o continuar conmigo me tenia perdido, siempre me creí un buen tío y segun parece ahora era atractivo para las mujeres, o eso me dijo ella, quizá para zafarse de mi, pero con la vuelta a mi casa y mi rutina , los días fueron pasando y poco a poco fue disminuyendo mi rabia por lo injusto que me pareció y empece a darle vueltas a sus palabras. “RAQUEL: tranquilo, eres joven y aun no sabes lo que quieres, creeme, como te digo , soy mujer y esta (agarro mi polla de nuevo a través de la bata) esta te va a traer muchas alegrías, solo tienes que ……..dejarla notar………mira, como yo caí como una boba, solo al verla”.
Aquellas palabras empezaron a taladrarme el cerebro, seria cierto? era tan facil? bastaba con salir a la calle con el rabo al aire y las mujeres caerían a mis pies? Esa idea que empezó pareciéndome absurda fue cogiendo forma en mi mente, mientras me recuperaba en mi casa, ideaba formas sutiles o no tan sutiles de hacer que las mujeres vieran notaran o intuyeran el tamaño de mi herramienta, y que fuera ella la que actuara por mi, al fin y al cabo, una mujer con novio y de lo mas profesional, solo con verme la polla en un descuido me había ofrecido una mamada de campeonato.La verdad es que de imaginación iba sobrado para recrear en mi mente situacion propicias, pero entonces viendo una serie, no recuerdo muy bien cual, me recordó un momento que pase con Raquel, la incomodidad, la inexperiencia que tenia, si, la tenia enorme, pero era un novato sexual.La de deducción era simple, Raquel me abrió los ojos, pero tenia que ser yo quien aprendiera a moverme y desenvolverme con las mujeres antes, durante, y si queria mantener varias relaciones con una misma mujer, despues. Lo que paso en el hospital no podía volverme a pasar, no soy un trozo de carne, así que la solución era encontrar a una mujer, que tuviera experiencia, me enseñara a moverme en el sexo, a tratar con las mujeres y usar mi miembro.
Mi aspecto fisico actual era un paradigma del cambio, 1.90 de altura, unos 84 kilos, espaldas enormes y con algo de carne flácida, había perdido mucho peso en poco tiempo.
Tarde algunas semanas en recuperarme del todo y que no hubiera secuelas físicas para poder reincorporarme al instituto, en casa las cosas iban bien, despues de un trance así, volví al colegio con bastante atraso, el curso ya había comenzado, me costo bastante adaptarme, a estas alturas había perdido casi 40 kilos de peso, andaba por el 1,90 con unas espaldas enormes y un reluciente nuevo rabo de 25 cm de largo y 7 de ancho, toda la ropa me quedaba enrome y holgada, algo que me ayudo a disimular mi pene, el problema principal es que ahora no me entraba en los calzoncillos, pese a estar casi todos dados de si por mi aspecto anterior, no había manera de meter aquello en unos slips, así que me compre unos boxer de tela, casi como pantalones cortos, pero casi fue peor situacion, eso no sujetaba nada y me colgaba con el péndulo de un campanario, haciendo obvio cada movimiento al andar, termine con unos boxer de licra que se ajustaban mucho mejor a la piel y mantenían a mi nuevo amigo bien colocado. La situacion en el colegio no podía ser mas hipocrita, esto ya es reflexión personal, todo el mundo, que durante años me había insultado, obviado o degradado por mi aspecto empezaron a acercarse a mi, diciéndome lo bien que estaba y lo bien que había superado el trance, casi me convertí en una figura mediatica de superación, algo absurdo, yo solo había sido operado, no había hecho nada especial.Ciertos grupos de los chicos populares empezaron a invitarme a fiestas, ya les conocía, habíamos crecido juntos pero no era de su circulo de confianza. Las mujeres que siempre me habían tenido como amigo empezaron a acercarse a mi mas de lo que un amigo debe permitirse.Me aprecio de lo mas falso y populista que solo por un cambio fisico pasara de ser el gordo gracioso a una figura de renombre en el instituto.
Aparte de aquello, mi fijación era encontrar una mujer experimentada, yo ya no veía mujeres, si no posibles objetivos.La profesora de ingles? buen aspecto fisico y con 30 años pero si salia mal podía saltarme en la cara. La señora de la limpieza de casa? era demasiado mayor y me conocía demasiado bien de años en mi casa, ademas de una posible denuncia por acoso.Incluso me plantee volver al hospital y pedírselo a Raquel pero aquella no era una opción. En una da tantas clases, nos toco hacer un ejercicio de apoyo grupal o alguna mierda así y lo que paso es que mi empeine se resintió. Me mandaron unas revisiones con un fisioterapeuta, por motivos escolares solo podio ir por la tarde así que al final logramos encontrar a una mujer, Elisabeth, Eli, tenia 36 años y llevaba casi 13 como entrenadora personal y fisioterapeuta, la 1º vez que fui a su gym nada as verla sabia que era ella, un espectáculo de mujer , de 1,67 de altura, y no llegaría a los 66 kilos, morena, pelo largo y con coleta, debido a su profesión vestía con una chaqueta de chándal y unos pantalones elásticos ajustados, nos presentaron y pude notar firmeza en su mirada, se asombro de lo grande que era y me comento que era normal que me hubiera resentido, le habían comentado que no había pasado desde la operacion. Mientras me explicaba los ejercicios que tenia pensados para mi yo no paraba de mirarla a los ojos, algo que siempre me gusta al hablar con las mujeres, tenia unos ojos color miel que con la luz fuerte del gym le quedaban preciosos, tenia la cara curtida por los años y la forma de sentarse y cruzar las piernas denotaba una buena forma física .Casi no atendía a sus palabras.
ELI: la verdad es que no puedo empezar con nada muy fuerte , hay que fortalecer la zona primero así que vamos a iniciar una clase para gente algo mayor, de mantenimiento, para que nos veas movernos y así cuando empieces sepas como va a funcionar.
YO: Me parece bien aunque yo creo que se esta exagerando, solo me molesta al girar el tobillo.
ELI: eso es que no se ha recuperado del todo la zona y tienes que tener ejercicios leves para que los musculosos carguen mas peso y liberen al hueso. Vamos a empezar la clase , ya es hora, tu quedate aqui y fijate bien en los gestos y mis indicaciones para que mañana este preparado.
Aquello me encanto, me dio barra libre para admirarla, ella empezó con ejercicios clásicos de calentamiento, y poco a poco fue subiendo el ritmo, la mayoría de gente de la clase era abueletes o gente que estaba a punto de serlo, pero la verdad es que la seguían el ritmo, los movimientos empezaron a ser mas contundentes, y no podía parar de mirar las piernas de mi instructora, no se si llevaría ropa interior o no pero no se notaba nada, era como una segunda piel y en los giros empezó a enseñar el culo mas de lo habitual, enseguida todos los hombres de la sala se quedaron perplejos, muchos perdían el paso con tal de no perder de vista su trasero.En algunos se agachaba con repeticiones hacia sus pies sin doblar las rodillas, primero una pierna , luego la otra y luego al centro, giro y repetición, cuando le toco de espaldas a mi por poco estallo, no solo se le marcaba el culo si no que al agacharse a la zona mas baja se el marcaba directamente el coño, allí note que llevaría tanga por lo menos, no se le notaba el camel toe, si no el bulto abombado de la tela intima.
Entendí por que había mas hombres que mujeres en la clase, era un espectáculo, y tanto elevo el ritmo que mas de uno se tuvo que apear del ejercicio y sentarse, cansados o queriendo disimular, lo entendía perfectamente, a mi me estaba calentando muchismo, lo mejor llego a la media hora cuando debido al ejercicio empezó sudar y se quito la chaqueta del chándal, aquella prenda no me había dejado ver sus pechos hasta ahora y lo que vi me dejo como un piedra, no solo es que tuviera unos pechos de considerable tamaño, de una 94 para arriba, es que estaban perfectamente colocados gracias a un top, y cuando digo top no me refiero a una prenda que se le ajustaba, era un sujetador deportivo, no le llegaba ni al ombligo, bien formado de gimnasio, sin mangas y con un pronunciado escote.Le ponía las tetas a una altura y colocación perfectas, casi esculpidas, y con la consecución de los movimientos, las parte visible de sus pechos no dejaba de temblar, vibrar y votar ante mis ojos.Yo ya fuera de mi me tuve que medio cruzar de piernas y colocarme la polla ya totalmente erecta para evitar su evidencia, algunos ejercicios que la veía hacer ya no eran simplemente por moverse, era obscenos, de striper de barra en un bar, arqueamientos de espalada, movimientos de cintura, incluso hubo uno en que consistía en tocarse con los codos en el ombligo, algo que no había visto nunca en tablas de ejercicios pero que le hacia apretarse los pechos contra si misma, eso termino por “agotar” a los hombres de la sala y solo quedaron un par de ellos y las mujeres al final de la clase, termino con un sonado aplauso , vítores y las mujeres empezaron a gritar e increpar de forma cómica a los hombres por no poder aguantar el ritmo.
Ella empezó a saludar y felicitar con determinados personas, y despedirse, eso me dio tiempo a calmarme e ir al baño no me masturbe de milagro, me la coloca de nuevo , salí y mientras terminaban de recoger todos ella se acerco a mi y secándose con una toalla, me pregusto que le había parecido.
YO la verdad es que esperaba menos ritmo viendo a los de la clase, no creo que tenga problemas para seguirla pero alguno casi muere aqui- dije señalando a alguno de los hombres.
ELI: si , es cierto que para ellos quizá sea demasiado pero me pagan para mantenerlos en forma y para eso hay que forzarles un poco, bine, creo que por hoy hemos acabado, es la ultima clase y ya toca ir a descansar, mañana vienes entonces??
YO claro, no me perdería este espectáculo por nada.
ella sonrió levemente como sin querer entender mi comentario.
El día paso rapido y antes de ir a clase pasamos por un tienda a comprar algo de ropa deportiva, todo lo que tenia de antes me quedaba enorme.Al final compre un par de camisetas y pantalones de chandal no muy ajustados por que me intuía lo que ocurriría. pero queria o no que se me notara en la clase? tenia que dar el paso si queria saber si de verdad tenia ese poder sobre las mujeres.No arriesgue y fui a la clase.Nada mas llegar ella me coloco en una posicion para tenerme vigilado a través de los espejos del gym, andaba algo nervioso y mientras esperábamos al resto, inicie alguna conversación con los demás de la clase, no se por que pero siempre se me ha dado bien llevarme con las personas de mas edad que yo. Entre alguna risa y broma sobre la presencia de un joven como yo en esa clase todos llegaron y se empezó la clase.
Eli empezó un poco como ayer, ejercicios suaves de calentamiento, los seguía con mas atencion a su cuerpo que los movimientos, hoy venia con un pantalón largo negro mas suelto pero que no disimilaba su trasero, tenia botones a los lados de las piernas, seria de esos que se abrían, tipo baloncesto, otra vez con chaqueta de chandal arriba y se puso una gorra., era increible pero empezaba a notarme cansado, y algun giro con el pie me dolió pero aguante como pude, empezaron lo ejercicios de mayor nivel y los que eran muy eróticos, la repetición con el culo en pompa fue una gozada, y con el paso del tiempo los hombres empezaron a decaer, yo llegue con el objetivo de terminar la clase como fuera, y con el paso del tiempo Eli empezó sudar y se quito la chaqueta , por dios eso no era accidente, otro top-sujetador deportivo igual que ayer, de otro color pero igual de estilizante y sugerente, usando los espejos admire su delantera y mas de una ,y de dos veces, pillo a alguno de los hombres, yo incluido, mirándola con ojos en órbita.Yo me di cuenta pero seguía el ritmo, pasaron los minutos y el ultimo cuarto de hora, no se por que, ella acelero el ritmo, quedaba alguna señora que me dejaba impresionado, y yo , yo apenas podía, creo que Eli se pico y de un tirón se quito el pantalón a través de los botones, me dejo atónito hasta que me percate de que en realidad debajo tenia otro pantalón, un short bastante cortito, amarillo chillón, se le pegaba a la piel de nuevo y no se le le marcaba la ropa interior de nuevo, solo se le separaba algo de la piel en la zona de las cartucheras con unas oberturas.
Eso ya fue demasiado y pase de estar rojo por el ejercicio a estarlo por que mi polla empezó a crecer a gran ritmo, y siendo ya tan pocos los que quedábamos y siendo el nuevo las miradas de ella y mía se cruzaron mas de una vez , yo mirando su cuerpo y ella mis movimientos, o eso creía. Termino por fin la clase y mientras todos aplaudían y silbaban ella se dio la vuelta y aplaudiendo a todos nos felicito, yo entre cansado y temiendo una mirada directa a mi miembro me tire boca abajo fingiendo claramente un desmayo, sacando la carcajada de los presentes.Emitía sonidos de agotamiento, y si, lo estaba, ella se acerco ente risas se agacho y me felicito preguntándome si estaba bien, yo asentí entre respiraciones y se fue a hablar con los demás, me pidió que me quedara despues para hablar de como me había sentido con el pie.Aquello me sonó a excusa de peli o relato porno, y no me calmo en absoluto, siguiendo con al coña me moví a 4 patas hacia mi bolsa entre risas y felicitaciones del resto, cuando llegue me senté y con una toalla me seque y tape lo mas rapido que puse mientras retomaba el aire.Cuando se me paso el empalme me dirigí a las duchas y me lave, hasta me cambie de ropa, estaba totalmente encharcada en sudor, y los slip de licra no ayudaban a la ventilación , así que me duche y cuando salí lo hice solo con los pantalones, sin nada debajo.Al salir Eli me estaba esperando con la chaqueta ya puesta pero sin los pantalones largos, bebiendo alguna bebida isotónica quedando ya solos en el gym.
ELI: que tal?? como lo has llevado todo?
YO: puffff me ha costado mucho mas de lo que creía, no parecen ejercicios difíciles, per oel ritmo me ha matado.
ELI jajajja es normal, es tu 1º clase y llevas tiempo inactivo, con le pase de los días iras cogiendo forma y notaras menos los esfuerzos.como va el tobillo??
YO bien , me ha dolido algun giro al inicio pero aguante bien, pero ojala mejore, por que si no mi orgullo se vera hundido
ELI por que lo dices
YO estas señoras que me triplican la edad y aguantan sin problemas, y casi todos los hombres se acaban bajando del barco, eres terrible jajajaja
ELI bueno es lo que tiene la experiencia………………
ella siguió hablando pero cuando dijo esa palabra, experiencia recordé mis objetivos actuales, y ella la mejor opción no la conocía casi nada, tenia buena 1º impresión de mi y si se lo tomaba a mal solo tenia que buscarme a otro fisio, era preciosa y seguro que tendria mucha experiencia sexual, pero debía asegurarme y como había que tirar el anzuelo me le ne de orgullo y pregunte.
YO oye y como crees que es posible que aguanten las mujeres y no los hombres???
se quedo algo petrificada por la pregunta
ELI pues…. no se, la verdad los ejercicios son igual para todos, y tu has llegado al final.
YO pero casi no lo hago, eso si, tengo una teoria pero no te va a gustar.
ELI pues dímela a ver si me convence.
Era el todo o nada, allá voy, me santigüe mentalmente y….
YO veras, hay muchos mas hombres en la clase que mujeres, y me da que es por ti.
ELI ummmmm sigue
YO eres….. joder, estas buenísima y no creo que les importe pagar por verte 1h moviéndote.
ELI jajaja muchas gracia, me alaga pero no entiendo el por que eso les hace rendirse.
YO bueno mas que rendirse la idea que tengo es que llega un momento en que a todo hombre ….no puede…..mantener la verticalidad……sin que …
ELI se le note la espalmada?
Joder, me estaba constando un mundo decírselo y me dio con ello en la cara.
YO bueno si, no queria ser tan directo, pero es lo que creo.
ELI y crees que yo no me doy cuenta de eso?-dijo mientras se secaba las piernas con la toalla
YO no, mas bien al revés, creo que lo sabes y te aprovechas de ello.
ELI ah si….. y como.
YO pues la verdad muchos de tus ejercicios son normales pero hay algunos en que….. vamos que pondrías caliente hasta a un esquimal.
Ella soltó una sonora carcajada que compartimos y mientras bebía un trago de agua ello me escaneo de arriba abajo.
ELI si lo se y la verdad es que esos ejercicios los planteo así, hay mucha competencia y tengo que ofrecer algo a mis clientes para que vengan aqui y no falten y se vayan.No es muy profesional pero esto es lo que se hacer y de lo que vivo.
YO bueno pues la verdad es que dicho así parece menos emocionante de lo que sonaba en mi cabeza pero me alegro de haber acabado aqui.
ELI: se te ha notado.
YO que????¡¡¡¡¡
ELI digo que si, a ti tambien se te ha notado y me siento muy orgullosa de que aun así has acabado los ejercicios.
como un tomate aunque ya lo intuía, o deseaba, esperaba ese momento desde que salí del hospital.
YO bueno ….no soy de piedra.
ELI ni las señoras de aqui
YO como??
ELI no seas bobo, tu me has estado mirando a mi pero yo miraba a todos y mas de una señora que no falla nunca se ha perdido por estar mirándote
como no había caido, es una ley física que si puedes ver a alguien también pueden verte a ti, había obviado al resto de la clase. sabían que mis bromas solo pretendían disimular mi erección?, mientras pensaba todo aquello….
ELI la verdad es que en incluido algun ejercicio sobre la marcha de pelvis solo para lucirte ante ellas, ha sido muy divertido.
joder realmente era un inocente de cuidado, como no darme cuenta de eso?
YO pues me las has jugado bien, no he caido pero me alegro de haberlas divertido…………..y a ti??
ELI a mi que??
YO ………………..que si a ti te ha divertido ver mi empalme – había que jugarsela ya.
Esos segundos esperando su reaccion me devolvieron a aquella habitación de hospital
ELI bueno la verdad que me he divertido al hacerlo
YO no me refiero al acto, si no, que te aprecio verme con el enorme bulto – si era cierto lo que Raquel me dijo había que empezar a insinuar su volumen, algo difusa pro el adjetivo añadido
ELI bueno bueno, grande grande, lo suficiente para que se notara, pero no te vengas arriba.
me hirió en el orgullo y agarrándome la polla y poniendo cara de duro la solté una chorrada.
YO esta, esta parte yunques – dios visto ahora era un imbecil.
Soltó una carcajada sonora, hasta que agacho la cabeza para mirar mi mano, el pantalon algo suelto y el hecho de no llevar ropa interior hacia que se notara y bien el contorno y tamaño de mi miembro.Se le corto la risa de golpe.
ELI pero… dios en la clase no parecía tan enorme¡¡¡¡
YO y mas que se puede poner, solo esta morcillona
ELI dios…. eso…… pero como….?
YO no se , despues de la operacion he perdido mucho peso y volumen pero esta se ha quedado así de grande……..- viendo su cara de asombro sin despegar la mirada de mi polla- quieres……. verla?
ELI joder clar……….no, espera , no puedes…….- antes de que siguiera la interrumpi, me pues de golpe de pie y me baje el pantalón a los tobillos, mi polla salto como un resorte a escasos centímetros de su cara, se hecho para atrás de impresión y si antes estaba impresionada su cara ahora era de susto, seguido de una sonrisilla boba, aquello me aseguro, la tenia enorme, 2 mujeres como ellas no podían estas equivocadas.
ELI dios mio pero es enorme, y dices que esta solo morcillona??
YO si – dije firme y con orgullo, era cierto que la conversación me puso a tono pero no estaba al 100%
ELI madre mía puedo….tocar – me miro con suplica señalando mi enorme polla colgante, que apuntaba hacia ella.
YO toda tuya
Eli empezó a cogerla con una mano mientras se tapaba la boca con al otra, un gesto que ya vi antes, en el hospital, la levanto y ladeo para mirar mejor, me miro a os ojos y me comento….
ELI y con tanto bello púbico aun, madre mía que pedazo de polla¡¡¡¡¡
Otra vez ese comentario, decidido, me tendria que rasurar, pero otro dio, ahora tenia a una monitora preciosa agarrándome la polla.
ELI pero cuanto mide esta preciosidad??
YO la verdad es que no estoy seguro, cuando salí del hospital andaba en reposo con 19 cm de largo y 4 de ancho, en ereccion unos 25 y 7 de ancho.
Se quedo de piedra volvió a mirar mi polla y con la otra mano me la puso mirando al techo, a su vez con el otro brazo, puso su codo en la base del mimbro y dejo caer mi polla sobre el largo de su antebrazo, le llegaba mas allá de su muñeca, y de nuevo, al ver mi polla en comparación con otra persona me di cuenta de nuevo de la enorme que la tenia, pero aun había sorpresa,
ELI esto no son 25, cuanto ha pasado desde que saliste del hospital??
YO pues un mes largo, casi 2, mi cuerpo se ha ido adaptando a su nueva situacion pero es lo que media, lo juro.
ELI no no, si no es por que…… es que yo conozco mi cuerpo, de antebrazo tengo unos 25 cm
YO pues eso,
ELI no no, del codo a la muñeca, pero tu capullo pasa de largo mi muñeca.
Me extraño tanto que la situacion se fue un poco de las manos, se me relajo.Se levanto cogio su bolsa y saco un cinta métrica, que pasa todas las mujeres llevan una?? empezó a medirmela de nuevo
ELI lo sabia, esta monada esta en 24 CM de largo, y de ancho esta en unos……6 CM¡¡¡¡¡¡¡¡ no puede ser.
Lo corroboro varias veces mientras yo alucinaba, la muy jodida de mi polla sigue creciendo?? pero estaba centrado, tenia que ponérmela erecta y la mejor opción era ella
YO bueno en ereccion sera mas, no se echame un mano, no???
Me miro a sabiendas de mi argucia, pero no por ello dejo de soltar mi polla, se puso de rodillas y sin mas se la metió en la boca, dios allí estaba de nuevo la sensación maravillosa, notaba cada succión en mi pene y me quite la camiseta, me abrasaba, ello hizo lo mismo y se quito la chaqueta, la vision de esa mujer de rodillas comiéndome la polla y con el top y los short tan cortos ayudaron a una ereccion de campeonato. Eli empezó metiéndose gran parte de mi polla en la boca, mucho mas de lo que logro Raquel, pero con la ereccion apenas le entraba el capullo en la boca y lamia como una condenada cada centimetro de mi falo, con las venas hinchadas.
YO creo que ya esta, no creo que esto se pueda poner mas grande.
ELI cofff ufff pues menos mal, por que casi me partes la mandíbula.- dijo mientras chorreaba baba por la comisura de sus labios
Cogió el metro y midió el largo, se cerciono de nuevo, volvió a medir, y callaba, pregunte y sonrió.
ELI nene, esto no es normal, 33 CM de largo, esto es inhumano.
YO y de largo?? – había leído que era tan importante o mas el ancho que el largo.
ELI se agacho de nuevo midió y casi llegaba a los 9CM
YO madre mía, pero ha crecido muchisimo en estos meses
ELI no se, puede que ahora que no tienes el tumor en la cabeza las hormonas se tranquilicen y estén desarrollando tu cuerpo de forma normal, como no pare habrá que hablar con alguien.
YO lo mismo bato un record¡¡¡¡¡
Aquella chorrada nos saco una sonrisa a ambos, cuando la mire de nuevo recordé a Raquel y me lance a besarle, casi la tenia que levantar a pulso para que me llegara a los labios, le sacaba mas de una cabeza.No se separo ni forcejeo, solo se dejo hacer como una muñeca de trapo, me costo al inicio, era otra mujer y otra forma de besar pero logre adaptarme y sin mas empece a restregar su cuerpo contra el mio, siempre le sujetaba la cabeza un una mano, con miedo a que se separara de mi, y con la otra empece a acariciar de forma torpe todo su cuerpo, su espalda, su brazos, su cadera, llegue a su trasero y estaba como una piedra, del ejercicio y de tenerla de puntillas, en un areón levanto una pierna que sujete con el brazo y metí la mano por la obertura del pantalon por debajo,, estaba muy suave y duro, llevaba tanga por que no haba impedimento en el masaje de su trasero pero si lo note al llegar a la separación de sus nalgas.Ella no paraba de agarrarme la cabeza , casi colgando de mi, mi polla estaba a reventar y con la fricción de nuestros cuerpos, no paraba de darla con la polla entre el vientre y sus pechos.
En un movimiento mi glande choco con su top y me hizo daño, me separe de inmediato, me sentó, se quito el sostén con algo de sufrimiento, realmente la sujetaba bien, cuando acabo, sus preciosas tetas colgaban ante mi, habían cedido un poco a la gravedad pero tenia unos pezones enormes.
ELI no eres muy hábil pero sabes como calentarme
YO bueno mucha experiencia no tengo, recuerdas.-Mencione sus palabras para indicarla que en ese caso tampoco era un experto.
Sonrio de nuevo y se subió encima mía, de nuevo me lance a por los pechos de mi compañera, mientras masajeaba uno, chupaba el otro, mi otra mano se fue directa a su trasero, ella se dejaba hacer mientras acariciaba mi pelo.Cuando considero oportuno, separo un poco su cuerpo y me volvió a besar, bajo la mano y coloco mi polla hacia arriva, se subió encima de forma que mi pene era una barra sobra la que ella se frotaba, y empezó a acompasar sus beses con movimientos de pelvis suaves pero evidentes, mi mano en su trasero mas de un vez toco la punta de mi polla, la atravesaba de lado a lado, aquello se prologo una eternidad pero no me corrí, aguante como pude y recordado cantidad de vídeos, decidí que era hora de tomar el mando.
La levante a pulso y la senté con el culo al borde de la silla , me arrodille entre sus piernas y empece a intentar desabrochar el pantalon, al cabo de un minuto ella se reía de mi inoperancia, me parto se puso de pie y con un simple gesto desabrocho todo, se puso de espaldas a mi y se bajo el pantalon como solo saben hacerlo las mujeres cuando quieren presumir, efectivamente había un tanga allí, uno de hilo casi ni se notaba, color amarillo chillón tambien, me acerque con seguridad a su espalda, mientras me pajeaba suavemente, ella me miraba de reojo mientras se levantaba de haberse quitado los shorts, me acomode a su trasero, coloque mi polla entre sus nalgas, queria que la notara, teniendo que agachar mi cuerpo un poco, empece a besarle el cuelo y la espalda mientras su pelo, aun con la coleta, me hacia cosquillas en el hombro, empece a rodeara con mis brazos y masajear de nuevo sus pechos, baje suavemente, hasta tener su retaguardia en mi cara.Me tire como un poseso a morder y besar su trasero, casi la tiro y se tubo que apoyar en la silla algo agachada.Levante los brazos y mientras le comía sus glúteos bien formados, acariciaba sus pechos, ella bajo una de sus manos, mientras se apoyaba con la otra en la silla, y comenzó a frotarse el coño por encima de la tela.Me percate de ello y baje una de mis manos de sus pechos a su mano,no la aparte, deje que ella se tocara mientras la seguía los movimientos con la mía, tenia que aprender.
Al cabo de unos minutos ella aparto su mano y empezó a suspirar con energía, agarrándose con fuerza para no caerse, mientras con una mano atraía su culo hacia mi cara con la otra la masturbaba como me acababa de enseñar, y note como empezaba a empaparse mi mano en su coño
ELI ahh…….. si… ufffffff ………..dios……..
Yo apenas decía nada, tenia la boca llena de carne de un culo que partiría nueces.Me canse un poco de la posicion y la di la vuelta, la senté de nuevo y abriendola bien de piernas empece a darle besos en la cara interior de los muslos, poco a poco me acercaba a su coño, la mancha de fluidos en la tela de su tanga era evidente, y mientras con una mano se pellizcaba los pezones, poniéndoselos como clavos, la otra agarro mi cabeza y me hundió en su intimidad.Al principio lamia sobre al tema, el sabor era algo amargo, y olía a sudor , a hembra, pero aquello no me iba a parar, ella mismo aparto su tanga hacia un lado y por 1º vez en mi vida vi un coño de cerca, su aspecto no me era desconocido, había visto muchos vídeos , le tenia rasurado salvo por una especie de triangulo invertido, como una flecha en dirección a su vagina, pelo muy corto.
Me pare a admirar, recordé muchos vídeos e ideas y empece a lamer sus labios vaginales, como si fuera un helado al inicio, intentando llegar a todas las partes de su coño, ella se abrió con la mano los labios y vi su clítoris por 1º vez, todo era nuevo maravilloso y no podía parar, sabia por Internet que era delicado y había que tratarlo con cuidado, así lo hice y con un arrebato de pasion, acerque mi mano y mientras frotaba una zona lamia otra, ella se volvía loca, ella metió su mano de por medio, no sabia por que hasta que la vi intentando meterse un dedo por su ranura, era obvio, mucha exitacion pero no había hecho mas que sobarla por encima, era la hora, aparte su mano y poco a poco fui metiendo mi dedo corazon en su mojado coño, no sabia que hacer así que metía hasta un punto donde hiciera presion y lo sacaba un poco y volvía a empezar mientras seguía lamiendo el clítoris , ella se agarro con las dos manos al respaldo de la silla que tenia en la cabeza, abría y cerraba las piernas con cierta asiduidad, , los usaba como barómetro, cuando hacia algo y cerraba, es que le gustaba, y cuando se abría, o no le gustaba o no le generaba reaccion alguna.
Lego el momento en que tenia mi dedo corazon penetrándola a buena velocidad sin parar de lamer y chupar su clítoris, tenia claro que antes de nada tenia que logar aprender a hacerse correr a una mujer sin ayuda de mi amigo. Leí lo del punto G por algun lugar , a la altura del dedo corazon hacia arriba, con la mujer puesta boca arriba, me atreví a mas y empece a meter 2 dedos y darle la vuelta a la mano, buscaba algo pero no sabia que, encontré una zona pero no había reaccion, ella cogió mi mano y me guió, con mis dedos metidos en ella, la movió un poco hasta que note una zona muyyy suave, ella paro en seco , decidido, era eso, frote con suavidad pero si parar.
ELI OHHHH DIOSSSSSSS NO PARES¡¡¡¡¡ ES AHÍ¡¡¡¡¡
Cerraba muchos sus piernas por momentos y casi me apartaba la cabeza, pero no paraba, ni me alejaba , ella puso su brazos apoyando los codos en la silla y se elevo, cuando la mire no había rastro de aquella hembra segura y traviesa del día anterior, era una hembra en celo deseosa de explotar, casi había momentos que en que aprecia que iba a echar a llorar cuando me centraba en la zona suave, localizada, sin duda había dado en el clavo.
ELI DIOS¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
con algun lamento ahogado por la pasion , exploto, se movía como una epiléptica, casi no podía contenerla pero no paraba, era como ensillar un caballo salvaje, empezó a expulsar fluidos por el coño, literalmente me aprecio que se estaba meando pero aquello no era orín, me empapo toda la cara pero seguí,estaba allí para eso.En un movimiento propio de una gimnasta olímpica, casi sin apoyo se levanto en la silla, para separarse de mi, ella respiraba profundamente mientras se recogía la piernas,se hacia una especia de bola mientras se tapaba el coño con una mano y volvía a expandirse, repitió la situacion un par de veces.
Cuando me acerque de nuevo
YO para no tener experiencia como ha ido???
ELI madre….. madre mía…. llevaba mucho tiempo sin correrme así, eres un animal, tienes que ir mas despacio
YO no me ha aprecio que te disgustara
ELI no para nada, jajajajaja, pero esto mismo hecho con mas calma y cariño es un gloria, esta rudeza solo le gusta a unas pocas, y en determinados momentos.
anotaba todo aquella en mi cabeza, me estaba dando justo lo que queria.
YO bueno, yo he cumplido, te toca – me puse de pie, mi pene no había sufrido el paso del tiempo, como para bajarse despues del espectáculo que le había montado, ella la miro de nuevo mientras aun se tapaba su orificio,de verdad la había hecho daño??
ELI es cierto, pero se hace tarde – era cierto, paso casi 1 h desde que se acabo la clase, se puso de pie, me beso de una manera obscena, incluso lamia de mi cara sus propios jugos.
temiéndome otra espantada a lo Raquel, me apresure, la cogí por los brazos con firmeza y la aprisione contra mi, dejando que mi polla casi la ensartara por el vientre, me pareció un argumento valido, me agache a su oido y la dije
YO esto no va a acabar aqui, tienes novio o pareja?
ELI no, he dejado a mi novio hace unos meses, me………. me engañaba.
YO vete a la mierda, eso no hay quien se lo crea, que especie de asno dejaría a una mujer como tu??
ELI le dedicaba muchas horas al gym, no se, quizá por eso estoy algo subidita en las clases, quiero sentirme atractiva, de ahí los ejercicios, la ropa, mis movimientos…..
YO pues eso acaba hoy, me vas a enseñar todo, TODO.- No estaba dispuesto a perder a esa joya.
Cuando me separe de ella, la dureza y firmeza de mis palabras le puso las cosas claras, ante su perplejidad, mi seguridad.Recogimos, nos duchamos a la vez, pero no juntos , la imagen de su cuerpo, totalmente empapada en la ducha, entre el vapor de agua, me enloqueció, me costo dios y ayuda no atacarla, en cambio me hice un paja con su vision , yo creo que ella lo noto y se froto de forma provocativa, supongo que se sentía en deuda.No me costo demasiado, despues de lo visto eyacular bastante.
Salimos de allí, la ayude a limpiar y cerrar. Me acerco en su coche a mi casa para evitar preguntas si hubiera tardado aun mas en volver.Se despidió de mi con un beso de tornillo que casi me empalma de nuevo, se separo medio centimetro y me susurro…..
ELI hasta mañana.
 
 
CONTINUARA……
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Relato erótico: “Dos rubias llamaron a mi puerta y les abrí 9” (POR GOLFO)

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Después de una noche donde se mezcló la pasión con el amor, me costó entender que Ua me despertara con una batería de preguntas:

            ―¿Ayer qué hice? ¿Cómo llegué a la cama? ― susurró en mi oído para acto seguido decirme si la había tomado como mujer.

Sin llegarme a espabilar, contesté que se había emborrachado. Mi escueta respuesta no la satisfizo y con los ojos abiertos de par en par, insistió pidiendo que le confirmara si la había poseído. Creyendo que lo que quería era repertir, la atraje hacia mí y la besé, pero curiosamente la pelirroja se apartó de mí.

―Estoy saciada― me soltó llena de nervios.

Sin saber qué coño le ocurría, me levanté al baño obviando su mal humor. Al contrario de su costumbre, se abstuvo de seguirme y se mantuvo apartada. Aunque me extrañó, no le di mayor importancia y tranquilamente me metí a duchar. Con el agua cayendo por mi cuerpo, me puse a pensar en el día anterior y en que iba a ser padre. La idea de mi futura paternidad me tenía paralizado porque no en vano era algo que realmente nunca me había planteado.

«Encima voy a serlo por partida doble», musité en silencio mientras intentaba aclarar mis sentimientos por las embarazadas.

El cariño y el amor que sentía por Tomasa estaban fuera de dudas, por lo que me centré en tratar de analizar lo que sentía por Agda. No me cabía en la cabeza que conociendo apenas a la diplomática hubiese desarrollado por ella unos emociones tan profundas.

«No es posible que me haya enamorado de ella tan pronto», me dije tratando de asimilar mi ideas cuando un ruido me hizo abrir los ojos.

Me alegró observar a la nórdica totalmente desnuda mirándome desde la puerta. Con un gesto, la llamé a mi lado. La belleza madura de esa mujer se multiplicó por mil al sonreírme y más cuando en plan coqueta se metió junto en la ducha pegando su cuerpo al mío.

―Buenos días, papá.

La ternura de su saludo y su alegría me confirmaron lo dichosa Si me quedaba alguna duda que a Agda le apetecía jugar esa mañana desapareció cuando se empezó a acariciar los pechos en plan provocativo mientras me preguntaba si me gustaban.

―¡Me encantan!― respondí que su intención era provocarme.

Descojonada y alagada, la diplomática no se cortó y pellizcándose los pezones, los puso a mi disposición diciendo:

―¿No los tengo muy caídos?

―Para nada― respondí mientras me relamía con la idea de comérselos.

 La rubia soltó una carcajada al comprobar que solo con esa maniobra mi pene ya estaba tieso y girándose sobre el plato de la ducha, poniendo su trasero en pompa me volvió a preguntar si no prefería su trasero:

―Todo tu cuerpo es maravilloso― admití babeando al observar que se separaba ambas nalgas con las manos y me regalaba con la visión de su ojete.

Riendo a carcajadas tiró de mí mientras se restregaba contra mí bajo el grifo. Su piel mojada me resultó una tentación irresistible y besándola, mi miembro alcanzó de golpe toda su extensión. Al sentir la presión de mi erección contra su culo, entornando sus ojos, me soltó cómo era posible que teniendo tres bellezas me pusiera cachondo con ella.  Al escucharla me reí y mientras llevaba mis manos hasta sus pechos, contesté:

―Porque eres preciosa.

Mi respuesta la hizo reír y poniendo sus areolas en mi boca me pidió que mamara de ella. No rechacé esa invitación y agachando mi cabeza cogí uno de esos maravillosos pezones entre mis dientes. La dureza que habían adquirido ratificó sin error a equivocarme que ella también estaba excitada y más cuando disfrutando del tratamiento que estaban recibiendo,  pegó un largo y elocuente gemido de placer. Azuzado por el sabor que manaba de ella, masajeé su otro seno mientras con la mano que me quedaba libre iba bajando por su cuerpo. Al hacerlo un pequeño chorro brotó de él llenando mi pecho de su leche. Agda al sentir mi caricia separó sus rodillas mientras chillaba con la respiración entrecortada lo mucho que me deseaba.

―¡Te necesito!― insistió frotando su entrepierna contra mi sexo.

―Embarazada sigues siendo un poco puta–repliqué al percatarme de la humedad que destilaba su coño.

―¡Y tú sigues siendo el mismo pervertido del que me enamoré! – chilló sin importarle que el resto siguieran dormidas.

Deseando incrementar su calentura, me arrodillé frente a ella y usando mis dedos, separé sus pliegues mientras me quedaba embobado con su inmaculado sexo. Explorando esa belleza pasé una de mis yemas por la raja de su coño antes de introducírselo en su interior. El aullido que brotó de su garganta al notar esa intromisión me informó que estaba disfrutando y por eso me atreví a darle un primer lametazo. Al sentir mi boca en su sexo, la nórdica aulló como loca. Su berrido me azuzó a continuar y aumentando la velocidad con la que mi dedo se la estaba follando su coño, mordisqueé su clítoris. Excitada por esa doble caricia, se estremeció bajo la ducha y ya totalmente entregada, me rogó que siguiera amándola. Aprovechando su entrega, metí mi falange más profundamente en su interior mientras ella restregaba su sexo contra mi cara buscando aliviar la calentura que la consumía.

―Eres un cabronazo― susurró encantada moviendo rítmicamente sus caderas.

Notando que estaba en mi poder, sacando la lengua le pegué un segundo lametazo.

―¡Necesito que me lo comas!― rugió destilando pasión por todos sus poros.

Muerto de risa mientras el agua caía sobre ambos,  la chantajeé diciendo que si tanto lo deseaba me tenía que dar algo a cambio. No tuve que explayarme en qué era lo que quería ya que Agda respondió separando sus rodillas. Su entrega me permitió añadir otro dedo a los dos que ya tenía incrustados dentro de ella. La bella rubia, en vez de quejarse, comenzó a sacudir las caderas restregando su sexo contra mi boca mientras forzaba su interior metiendo el cuarto.

―¡Eres un capullo!― berreó al experimentar tantos dedos explorando su coño.

Su bramido de placer me indujo a mordisquear el botón que escondía entre sus pliegues con tanta fuerza que la sueca tuvo que apoyarse contra los azulejos al sentir que sus piernas flaqueaban.

―¡No pares!– aulló al tiempo que con sus manos presionaba mi cabeza con sus manos.

Alternando la acción de mis dedos con placenteros lametazos, conseguí que alcanzara una excitación desorbitada y sabiendo que no tardaría en alcanzar el clímax, continué sacando y metiendo las yemas cada vez más rápido.

―¡Me corro!– chilló de placer previendo lo inevitable.

Absortó masturbando a la mujer, no paré de lamer su clítoris hasta que de pasada la casualidad quiso que rozara su ojete con una de mis yemas.

―¡Ese es mi culo!― protestó y contra toda lógica, esa caricia le pareció insuficiente.

Sin dejas de gemir, Agda llevó su mano a la mía y me obligó a seguir acariciando su esfínter mientras mi boca se llenaba con su flujo. Un brutal orgasmo me sorprendió y con su flujo empapando mis mejillas, usé mi lengua para beber del manantial en que se había transformado su cueva mientras la obedecía relajando los músculos de su entrada trasera. La cuarentona, con un dedo insertado en su trasero, se puso a temblar pidiendo que no parara. Pero entonces llena de gozo, se dejó caer sobre el plato de la ducha y sonriendo, me soltó que nadie le había comido el chumino mientras le metía un dedo por el ojete.

―¿Te ha gustado?― pregunté tanteando el terreno.

La diplomática, agachando su cabeza avergonzada contestó que sí. Al escucharla, aproveché para darle la vuelta y separando sus cachetes, volví a juguetear con una de mis yemas en su hoyuelo:

―¡Me encanta tu culo!― susurré en su oído mientras hurgaba sensualmente con mi dedo su interior.

Al oír su suspiro, comprendí que deseaba sentir nuevamente mi pene retozando en su entrada trasera y por eso, sin dejar de besarla,  fui relajando poco a poco su ano usando toda mi experiencia para hacerlo realidad. La sueca no tuvo que reparo en confesar que estaba cachonda y sin poder soportar la excitación que le nacía de dentro, me rogó que la tomara. Dudando si romperle el culo o follármela al modo tradicional, seguí masajeando su esfínter mientras lo decidía.

―¡Me tienes a mil! – chilló mordiéndose los labios y sin dejar de forzar su trasero con mi dedo.

Aunque mi bella madura estaba entregada, comprendí que debía de relajarlo antes de dar otro paso, pero entonces comportándose como una zorra en celo, llevando su mano hacia atrás,  se apoderó de mi erección e intentó ensartarse con ella.  Al percatarme de las prisas de la embarazada, solté un sonoro azote sobre sus ancas diciendo que se tranquilizara porque no quería destrozarle su ojete. Contra todo pronóstico, Agda gimió descompuesta al sentir esa dura caricia y poniendo cara de puta, me rogó que le diera otra nalgada. Sorprendido por la naturaleza de su ruego, hice oídos sordos a su petición y seguí relajando su esfínter hasta que comprobé que se encontraba lista al tenerlo ya suficientemente relajado.

―Fóllame, mi don Juan― chilló presionando sus nalgas contra mi pene.

Como no quería desgarrarla, introduje lentamente la cabeza de mi miembro en su interior. Satisfecha al ver que iba a cumplir su orden al sentir mi glande forzando su entrada trasera, esperó pacientemente a que se diluyera su dolor para acto seguido y con un breve movimiento de sus caderas, embutírselo en su interior. La pausada forma en que se empaló me permitió disfrutar de cómo los músculos de su ano se iban abriendo a mi paso. El dolor que sentía lejos de menguar su lujuria, la azuzó y echándose hacia atrás, consiguió clavarse mi verga por completo.

―¡Me duele!― chilló al sentirse llena.

Pasados unos breves segundos de sufrimiento,  retomó con mayor frenesí el zarandeo de sus caderas. El compás que marcó permitió que mi sexo deambulara libremente por el interior de sus intestinos mientras me imploraba una y otra vez que la tomara. Complaciéndola, me agarré de sus pechos y mientras estos derramaban su leche sobre la ducha, incrementé el ritmo con el que tomaba posesión de su culo usando mi pene como ariete. Agda no pudo más y con lujuria en sus ojos, gimió pidiendo que me la follara sin contemplaciones. Que la embajadora, olvidando toda diplomacia, se estuviera comportando como una zorra, me terminó de calentar y ya sin rastro de dudas, decidí disfrutar por entero de su culo mientras ella no paraba de berrear.

―No pares de amarme― aulló al sentir que gozaba de su ojete con largas y profundas cuchilladas.

La ferocidad de mis embestidas la obligaron a apoyarse en los azulejos de la ducha para no caer de bruces, pero eso no fue óbice para que gritando me rogara con mayor ansia que siguiera machacando su esfínter con mi polla.

―¡Me corro!― oí que me decía al sentir que me aferraba a sus pechos para incrementar el ritmo de mi follada.

Berrando como cierva en celo, Agda me reclamó que siguiera porque todavía deseaba más. Con ganas de complacerla, supe que debía de olvidar toda precaución y usarla en plan salvaje. Por ello, regalando un azote sobre una de sus nalgas, mordí su oreja mientras le ordenaba que moviera su culo. Al oírme aceleró el movimiento de sus caderas mientras no dejaba de gemir con cada penetración con la que forzaba su esfínter. 

―Demuestra que eres el macho que he buscado toda mi vida― exclamó retándome.

Aguijoneado en mi amor propio, reanudé con mayor violencia mi ataque martilleando su trasero. La ferocidad con la que la sodomizaba provocó que quedara aprisionada contra la pared y con las baldosas presionando sus pechos, nuevamente se corrió.

―Déjame descansar― imploró al sentir que no disminuía la velocidad con la que cabalgaba sobre ella.

No me apiadé de su derrota y negándome a sus deseos, le grité que moviese el culo cuando de pronto desde la puerta del baño, escuché a Tomasa decir:

―¡Rómpele el culo a nuestra guarra!

La voz de la mulata fue el acicate que me faltaba para seguir cabalgándola. Derrotada por partida doble, Agda sollozó mientras mi amada se reía a carcajadas observando que era tal la cantidad de flujo que brotaba de entre las piernas de la sueca que, con cada cuchillada que recibía sus nalgas, salpicaba mis piernas.

―Hueles a puro sexo― señaló la negra mientras se metía a la ducha.

La excitación acumulada junto con la presencia de Tomasa provocó que no pudiese aguantar y sin importarme que en ese momento se estuvieran besando, profundicé mi ataque mientras castigaba sus cuartos traseros con mi polla. No tardé en correrme esparciendo mi semilla en el interior de sus intestinos mientras Agda, moviendo sus caderas, buscaba ordeñar hasta la última gota depositada en mis testículos. Satisfecho y mientras sentía que mi verga iba ya perdiendo fuelle, observé que las dos mujeres sonreían mirándome.

―¿Qué pasa?― pregunté.

Acercándose a mí, Tomasa me besó mientras se quejaba de que no la hubiese esperado. 

―Te vi tan bella durmiendo que no quise despertarte― murmuré mientras jugueteaba con mi dedos por sus pechos.

Para mi sorpresa, la negrita rehuyó mis caricias y tomando a la sueca de la mano, le dijo que debía amamantar a nuestras niñas antes de irse. Al oírla, Agda me dejó solo bajo el agua y fue a darles de comer con una sonrisa. Nada pude decir en contra, ya que al igual que ellas sentía que era nuestra obligación el cuidarlas y que nada les faltase. 

Una vez seco, entré al cuarto y observé a Ía mamando mientras Ua permanecía agazapada llorando en un rincón.

―¿Qué le ocurre?― pregunté recordando que esa mañana no había querido que la amara.

―No quiere decírnoslo― respondió preocupada Tomasa.

Al comprobar a su compañera tranquilamente asida del pecho de la sueca, pensé que no debía ser nada grave. Por ello, me vestí para ir a ver si Erik se había levantado. Me encontré al magnate con un café en sus manos disfrutando del paradisiaco panorama que se veía desde mi porche.

―¿Qué tal has dormido?― pregunté a modo de saludo.

―Estupendamente― contestó el hombretón.

Acababa de contestarme cuando vi que Patricio, uno de mis operarios más jóvenes, salía de la casa y se despedía de él. No tuve que exprimir mucho mi cerebro para darme cuenta de que de alguna forma mi nuevo socio se las había agenciado para no pasar solo la noche, pero no queriéndome entrometer en su vida me abstuve de comentar nada y me serví un café.

―Este sitio es impresionante― murmuró con una sonrisa de oreja a oreja al percatarse de que no criticaba que se hubiese acostado con ese chaval.

―Por eso lo compré, pero dada la cantidad de mujeres que ahora lo pueblan se me ha quedado pequeño y tendré que mudarme a otro más grande.

Si llego a sospechar su reacción, creo que nunca se lo hubiese mencionado ya que, abriendo los ojos de par en par, me preguntó si vendía la finca.

―No, pero si le interesa se la cedo, siempre que se ocupe de su mantenimiento. 

Aceptando al vuelo mi propuesta, el tipo me pidió que le mandara el contrato y las condiciones a su email, porque ahora no tenía tiempo ya que antes de marcharse tenía que ver conmigo unos detalles de la inversión. Sus palabras me hicieron recordar que Agda se iría con él y eso me dolió al darme cuenta de lo poco que me apetecía su marcha.

«Su trabajo está en San José», mascullé jodido al saber que era inevitable y tratando de olvidarlo, me puse a charlar sobre nuestro acuerdo con su compatriota.

Ya habíamos perfilado los últimos flecos sobre donde instalaríamos la fábrica de las depuradoras cuando vimos entrar a Ía acompañando a la embajadora. La ausencia de Ua y de mi mulata me preocupó, pero no quise exteriorizar mi congoja y abrazando a la rubia, le pregunté si quería algo de desayunar.

―No― sollozó hundiendo su cara en mi pecho: ―Me han llamado de la embajada y debo irme.

Que tuviese que anticipar su marcha me perturbó ya que esperaba disfrutar de su compañía al menos durante el resto de la mañana, pero asumiendo que si se iba era por algo importante, tuve que morderme la lengua y aceptar. Aun así, acariciando su melena, susurré en su oído que, si no podía venir ese fin de semana, que no se preocupase, iríamos nosotros.

―¿Harías eso por mí?― preguntó ilusionada.

―Por supuesto, somos una familia― replique besándola.

Ía, que se había mantenido al margen, al oírme murmurando señaló si no recordaba que no podía estar mucho tiempo sin alimentarse y que cuando la viera, pensaba dejarle los pechos secos. Sonriendo tiernamente a ese bello ser, Agda le prometió que serían para ella siempre que los compartiera con Ua, tras lo cual, cogiendo su maleta, me pidió que la acompañara hasta el coche. La tristeza de la despedida se prolongó durante cinco minutos mientras esperábamos a que Erik llegara con su equipajes. Trescientos segundos durante los cuales, me rogó que la echara de menos y que cuidara de nuestras niñas.

―No te preocupes, lo haré – respondí ante su insistencia.

―Te amo, mi don Juan― musitó desde el coche mientras se marchaban.

16

Con el sonido del beso que me lanzó por la ventanilla todavía retumbando en mi oído, entré en la casa para enterarme qué narices le pasaba a la pelirroja.  Ahí me encontré con que la chavala se había encerrado en el baño.

―No quiere hablar con nadie― me dijo Tomasa.

―Vamos, princesa,  abre y cuéntanos que te ocurre― tocando en la puerta,  le pedí. 

Al no obtener respuesta, pregunté a Ía si sabía que le ocurría a su compañera:

―Como no sea que le duele la marcha de Agda, no lo entiendo― contestó tan confundida como nosotros.

Si ya de por sí era incapaz de entender a las mujeres, supe que ni siquiera podía llegar a plantearme lo que le ocurría a ese ser y dando por buena la explicación de la rubia, asumí que debido a su naturaleza para Ua era difícil aceptar que una mujer a la que consideraba suya se marchara. Por ello, decidí que no había nada malo en que rumiara sola el duelo de la separación y olvidándome de ella, me puse a revisar los distintos temas que se amontonaban en la mesa de mi despacho.

Al encender la computadora descubrí que por primera vez desde que me había retirado a Costa Rica mi email estaba saturado de mensajes sin abrir. Al irlos leyendo, comprobé que la tranquilidad a la que me había habituado había desaparecido y que muchos de ellos, requerían de un profundo análisis antes de contestar. Afortunadamente, Ía al verme enfrascado me ayudó y junto a ella, una hora después conseguí responder a todos, excepto a uno de la empresa iba a reformar la quinta de Santa Lucía, el coqueto palacete francés donde se suponía que nos iríamos a vivir.

―Tomasa, ¿cuándo te viene bien que vayamos a visitar nuestra nueva casa?― dando un gritó pregunté.

La mulata debía de estar cocinando porque no contestó y levantándome de la silla, fui a verla. Al ver que no estaba en la cocina, di por sentado que debía estar hablando con la pelirroja y sin decir nada a su compañera, subí a mi cuarto. Tal y como había previsto la encontré mimando a Ua, la cual no paraba de llorar. Al pedir que me dijera lo que la pasaba, la morena se levantó y cerró la puerta.

―Por ahora, no quiere que Ía lo sepa― comentó al ver mi extrañeza.

Impactado por que quisiera mantener el secreto de algo ante su compañera, me senté en la cama a esperar que me dijera lo que le ocurría. La seriedad de su semblante me anticipó que era algo grave, pero jamás se me pasó por la cabeza que tras recordarme que le había hecho el amor estando borracha, mi prometida me soltara que la cría se había quedado embarazada.

―No se suponía que era imposible― musité acojonado sin saber a ciencia cierta las consecuencias que eso tendría.

―Sí. Ellas controlan sus cuerpos y evitan ovular, ¡estando sobrias! Lo malo es que anoche, por el alcohol, no pudo hacerlo. Al despertar se notó rara y tras analizarse, se dio cuenta que estaba embarazada.

―¿Qué va a hacer?― medité en voz alta.

Sollozando entre los brazos de la mulata, Ua me respondió que ante todo debía de proteger la vida que había germinado en su vientre, pero que desconocía como iba a reaccionar Ía cuando se enterara. una nueva vida a la que debía de proteger.

―¿Qué temes?― al intuir en su respuesta que desconfiaba de su compañera, pregunté.

La chavala llorando a moco tendido me explicó que ninguna hembra de su raza había procreado jamás y que todas ellas nacían de una cubas de fertilización, por lo que a buen seguro cuando las ancianas se enteraran la harían regresar, aunque eso supusiera su muerte. Comprendiendo entonces que no quisiera que Ía supiera nada hasta que ella lo hubiese asimilado, la tranquilicé prometiendo guardar silencio y señalando además que nada ni nadie iba a separarla de nosotros porque antes de todo era nuestra. Mis palabras la tranquilizaron a medias y lanzándose sobre mí, me colmó de besos mientras me decía que me amaba.  

―Mi niña bonita, Íel no va a permitir que te lleven de nuestro lado― susurró Tomasa enternecida.

Justo entonces apareció la rubia y desde el dintel de la puerta, nos preguntó si podía pasar. Tratando de que no se percatara de lo que realmente le pasaba a la pelirroja, comenté en voz alta a Ua que no se preocupara y que, si Agda no podía venir, iríamos nosotros. La muchacha comprendió al momento y con una sonrisa forzada, me hizo prometer que la llevaría a San José si la sueca no podía dejar la embajada. Mirando de reojo a la recién llegada, advertí que, si bien no le cuadraba que le afectara tanto la ausencia de la madura no tenía ningún motivo para sospechar que la estábamos engañando. Aun así y demostrando su buen criterio, Tomasa creyó que lo mejor era mantenerla ocupada lejos de Ua, por ello recordando que esa noche había quedado con Sara le preguntó si había revisado si esa espía había seguido indagando sobre nosotros.

―No, pero ahora lo hago― dijo sacando su portátil.

Comprendí que la mulata quería que ralentizara su análisis para hacerla perder el tiempo y dando por buena su decisión, pedí a esa genio de pelo rubio que me explicara qué iba a buscar y cómo. A pesar de que mi interés la entorpecía, Ía accedió a irme narrando paso a paso donde se metía y la razón sin mostrar ningún tipo de enfado. Es más, creo por su cara que estaba encantada de que valorara su inteligencia de esa forma ya que eso le permitía estar conmigo.   Queriendo verificar incluso en los ordenadores del Pentágono que nadie sospechaba del origen extraterrestre de ellas,  nos enteramos de que habían encomendado a la asiática que no me perdiera de vista ya que sus jefes preveían que en un futuro muy cercano me pudiera convertir en un dolor de cabeza.

―Les da repelús que seas un ecologista radical y encima mira qué clase de zorra es tu amiga, la agente―dijo la rubia mientras me mostraba indignada un documento en el que, a solicitud de Sara, autorizaban a que me sedujera para así tenerme controlado.

Al darme cuenta de su enfado, me eché a reír y le hice ver que esa mujer, deseando entregarse a mí, había manipulado la situación para que sus superiores no vieran nada malo en que se convirtiera en mi amante.

―Piensa… cuando se enteren de que se acuesta con nosotros,  no solo no la van a regañar, sino que verán en ello un sacrificio digno de una medalla.

 No muy convencida, ese bello ser hizo un extenso barrido por la red a ver que averiguaba de ella en el que descubrió una conversación personal que había tenido con Mary, una de sus amigas. En ella,  Sara le explicaba que iba a quedar a cenar con un hombre que la volvía loca y le pedía consejo de cómo actuar dado que además de millonario, el tipo era un mujeriego que tenía a su alrededor una cohorte de bellezas como ayudantes.

―Tirátelo, pero no te enamores― le aconsejó su conocida. A lo que ella había replicado que lo intentaría, pero que dudaba mucho no caer rendida a mis pies cuando todo su ser reaccionó excitado desde el primer momento que me vio.

―Entonces huye, no vayas― cambiando de parecer la tal Mary le dijo,  para acto seguido decirle que ya que tenía claro que no la iba a hacer caso y que me iba a ver, que al menos no me dijera nada sobre sus preferencias sexuales.

«¿A qué preferencias se referirá?» me pregunté antes de leer que Sara le había contestado que se temía que su cita ya lo supiera, dado que se había dejado masturbar en mitad de un restaurante por una de sus amantes.

―¿Dejaste que te metiera mano una mujer solo porque ese hombre lo quería?― horrorizada preguntó la amiga.

―No entiendes cómo es― defendiéndose Sara respondió: ―Cuando estoy cerca de él siento que soy suya y que solo con chascar los dedos, es capaz de hacer que lo adoré.

Después de leer esas palabras, Marí tecleó en su teléfono:

―Pues date por jodida, solo espero que hoy no lleve un collar que anudar a tu cuello.

Esa última frase me hizo comprender que, a pesar de su profesión, Sara tenía alma de sumisa. En cambio, que mencionase esa clase de ornamento, consiguió destantear por completo a Ía:

―Que tiene que ver un collar, con que te la folles― preguntó al malinterpretar lo de jodida y no entender la función que representaba esa joya.

―Más de lo que crees, pero si quieres saber cómo tendrás que acompañarme esta noche― respondí sin aclararle nada.

Su falta de picardía le hizo suponer quizás que ponerle un collar al cuello era parte de una postura sexual y por eso insinuó que antes de cenar con Sara, debía pasarme por una joyería a comprar uno. La idea de la muchacha me pareció cojonuda porque me daba un motivo para alejarla de su compañera y llamando a Tomasa, la informé de que me iba con Ía de compras y que no nos esperara hasta el día siguiente.

Mi bella mulata comprendió que de alguna forma la había engañado para alejarla de Ua sin que sospechara nada y por eso, dándome un beso, se despidió de mí. Ya me estaba subiendo al coche cuando de pronto. Tomasa llegó corriendo a mi lado.

―¿Qué te pasa?― pregunté al verla tan acelerada.

Con la respiración todavía alterada, contestó que me iba a echar de menos y en voz baja, añadió que esa noche diera de beber a Ía. Reconozco que me quedé paralizado al escucharla al saber que me estaba pidiendo que abusara de la ingenuidad de ese ser para embarazarla. Analizando sus motivos, comprendí que tratando de proteger a Ua quería que preñara a su compañera y así ambas compartieran el mismo destino.

«Sería cómo violarla», me dije y tras meditarlo, comprendí que no me veía capaz de perpetrar tal felonía por lo que debía buscar otro camino.

Ajena a lo que ocurría en el interior de mi mente, Ía parecía feliz con la perspectiva de pasar el día conmigo. La sonrisa que lucía en su rostro era lo suficientemente elocuente. Todo en ella denotaba alegría y pensando en ello comprendí que acostumbrada a tener que compartirme con su hermana y con Tomasa el poder disfrutar de mi compañía en soledad, era algo nuevo.  La canción que empezó a tararear no hizo más que ratificar esa impresión al ser un calco de la emoción que la embargaba al tenerme para ella sola:

Júrame, que me veré siempre en tus ojos bésame
Con tus labios dulces sabor a miel
Que a tu lado solo quiero estar

Su prodigiosa voz siguiendo esa melodía me hizo comprender que no podría seguir el consejo de mi mulata y más cuando comportándose como una enamorada me miró mientas cantaba el estribillo:

Y no hay quien, me llena de tanta ternura
Con tu amor, puedo llegar hasta la luna
Escúchame, no me dejes de querer

            Su caricia me dejó pensativo al asumir que a mi lado se sentía mi mujer. Enternecido por el significado de su mirada, tomé su mano y llevándola a mis labios, la besé sin saber que sus ojos se llenarían de lágrimas con ese gesto.  

            ―¿Sabes que te quiero?― le dije impresionado.

            La joven sollozó al oírme y posando su cabeza en mi hombro, susurró que ella me amaba de una forma que no sabía que se podía amar. Intrigado por sus palabras, le pedí que me dijera que sentía. Mi pregunta la cogió desprevenida y en vez de contestar, siguió cantando:

Solo te pido, no me dejes de querer
Que solo, solo, solo
Yo vivo por tu querer

Solo te pido, no me dejes de querer
Que triste, triste me pongo
Cuando no estas a mi lado en noche

No tuve que exprimirme mucho el coco para comprender que esa canción era su respuesta y que, con ella, me quería hacer patente que solo junto a mí se sentía feliz. Haciéndole una carantoña, sonreí acompañándola:

Solo te pido, no me dejes de querer
Que solo vivo por tu amor
Y me hace falta más de tu querer

Al escuchar que cantaba junto a ella, se echó a llorar nuevamente mientras entonaba de viva voz el final:

Júrame, que me veré siempre en tus ojos bésame
Con tus labios dulces sabor a miel
Que a tu lado solo quiero estar

            ―Te lo juro― respondí al terminar.

Fue entonces cuando la criatura comentó algo que me dejó anonadado y es que, posando su cara sobre mi pecho, murmuró que jamás haría nada que pudiera disgustarme porque se sabía mía, enteramente mía.  La rotundidad de sus palabras me dejó meditando y aparcando a un lado de la carretera, me giré hacia ella y la besé diciendo que para mí ella era mi mujer. Esta vez su respuesta no se hizo de rogar y lanzándose sobre mí, me cubrió de besos mientras me decía lo feliz que le hacía con mi cariño. Curiosamente, no había nada sexual en esos arrumacos, ya que su efusividad lo único que reflejaban era genuino amor. Quizás por ello tuve el valor de preguntar si llegado el caso tuviese que decidir entre mí y su raza qué es lo que haría.

Entornando sus ojos en plan coqueto, respondió:

―Es algo que no tengo que plantearme. Por mi naturaleza, mi deber es con mi “¿dueño?” “¿padre?” y luego con mis ancestros.

―¿Estás segura?― insistí.

―Sí, amado Íel. Preferiría la muerte a traicionarte… ¡Soy tu mujer!

Mirándola con ternura, comprendí que había dado un paso importante en su humanización al reconocerse como mi mujer y no como mi sanadora, por ello instintivamente y sin pensar, susurré en su oído:

―Y yo, ¡tu hombre! ― la alegría de su rostro al oír mi susurro me hizo lanzar un órdago a la grande del que dependería no solo su futuro y el mío sino también el de su compañera: ―Y como tu hombre, me encantaría tener un hijo tuyo.

Mi deseo la cogió con el pie cambiado, pero en vez de negarse sonriendo me rogó que le diese tiempo para pensarlo. Habiendo sembrado la semilla, decidí no insistir y juntando mis labios a los suyos, le dije que tenía ochenta años para decirme algo. Ía rio al darse cuenta de que el plazo que la había dado para contestar era mi esperanza de vida y por ello, arrimándose tiernamente a mí, prometió que mucho antes tendría su respuesta.

            Satisfecho con cómo había resultado, volví a la carretera mientras a mi lado, la joven se ponía a cantar dulcemente:

Mi amor, mi buen amor, mi delirio
No pretendas que te olvide así, no más
Que tu amor fue mar cuando sedienta
Me arrimé a tu puerto a descansar
Que tu amor, amor, sólo el que un día
En tu pecho, vida mía, me dio la felicidad…

17

Deambulando por el pueblo y mientras buscaba una joyería donde comprar el collar con el que anclaría a la agente de la CIA a mi destino, mi bella acompañante me preguntó la razón de ese regalo. Me tomé unos segundos en acomodar mis ideas antes de contestar, no fuera que al enterarse de la forma que Sara entendía el sexo la joven se escandalizara. Midiendo mis palabras, le expliqué que algunos humanos solo se sentían completos cediendo parte de su voluntad a otro. Para mi sorpresa al escuchar que la asiática era una de ellos y que para que pudiera sentirse mía tenía que entregar su poder de decisión a mí, Ía contestó como si nada:

            ―No es tan raro, yo misma confió plenamente en ti y sé que lo que decidas estará bien.

            Fue entonces cuando comprendí que de cierta y extraña manera su naturaleza era también sumisa ya que hasta la forma en que nombraba nuestra relación lo denotaba:

            «Para ella soy su “¿padre?” “¿dueño?”», me dije.

Seguía pensando en ello cuando desde el asiento de al lado, me preguntó qué tenía que ver el collar en ello.

―Para ella, esa joya es un símbolo de entrega. Si acepta que abroche mi collar a su cuello, será una forma de darse por completo a mi persona y que a partir de ese momento me considera su dueño.

―Entiendo― musitó.

Observándola de reojo, advertí que se había quedado pensativa. Asumiendo que no debía interrumpirla, me quedé callado mientras aparcaba el Bentley. Tras cerrar el todoterreno, comprobé que seguía sumida en su mutismo. Queriendo sacarla de ese estado, la tomé de la cintura y la llevé por la acera hasta la joyería. Al sentir mi mano rodeándola, sonrió y elevando su mirada, suspiró mientras se pegaba a mí:

―Te adoro, mi hombre.

La alegría de su tono me hizo caer en que era la primera vez que paseaba abrazado a ella y dando valor a sus palabras, la besé en la mejilla diciendo:

―Te amo, mi dulce mujercita.

La sonrisa que iluminó su cara fue un regalo y con ese pensamiento en mi cerebro entramos en la tienda. Allí nos recibió la dependienta, una sesentona de muy buen ver, la cual reconociéndome como el españolito que había contratado a Tomasa me saludó usando mi nombre. Tras recobrarme de la sorpresa, pedí que me mostrara los collares que tenía. Rápidamente, la mujer extendió una extensa colección de estos sobre la mesa, pero tras revisarlos ninguno de ellos se ajustaba a lo que quería. Al comentárselo, me preguntó que tenía en mente. Estaba pensando en cómo decírselo cuando tomando la palabra, Ía contestó:

―Queremos algo que regalaría a una princesa y a ser posible con Miguel grabado.

A la señora se le abrieron los ojos y tras decirnos que saldría caro, sacó una gargantilla a la que se le podía unir unas letras decoradas con diamantes formando mi nombre. Sin pedir mi opinión al respecto, Ía decidió que le gustaba al ver como quedaba y sacando su Visa Oro, pidió cinco.

―¿Cinco? – exclamó la joyera sabiendo que con ello no solo había hecho el día sino el mes.

Riendo y a costa de escandalizar a la encargada, Ía respondió:

―¡Cinco! Una para cada una de las mujeres de mi hombre.

Si por si eso no fuera poco, pegándose a mí, la rubia terminó de perturbarla diciendo en voz alta que así quedaría claro que eran mi harén. Demostrando que era una profesional, sonrió antes de decirnos que tardaría una hora en tener preparado el encargo.

―No se preocupe― respondí: ―Mientras lo prepara, me puede decir un buen sitio para comer con esta dulzura.

 La paisana no dudó en señalarnos un coqueto restaurant que había en la esquina mientras nos cobraba. Tras lo cual y siempre de mi brazo, Ía me sacó a la calle. Ya fuera del local, murmuré al oído de la chavala a qué había venido eso y ésta muerta de risa me contestó que un buen marido no hacía diferencia entre sus esposas y que, si regalaba algo a Sara, era de justicia que le hiciera el mismo regalo al resto.

―Tienes razón, mi amada princesita― contesté haciendo referencia a la descripción que ella había hecho para inspirar a la joyera.

Nuevamente, ese primoroso ser me dejo pasmado al contestar alegremente que era un mujeriego y que eso se lo decía a todas. Riendo, la tomé de la cintura y sin decir nada más, me dirigí con ella al restaurante que nos habían recomendado. Nada más entrar supe que la joyera había acertado al encontrarme con un sitio coqueto y elegante que desconocía que hubiera en el pueblo.

―Bienvenido don Miguel – me saludó la dueña, una estupenda morenaza de grandes tetas.

La naturalidad con la que se dirigió usando mi nombre me hizo recordar que Tomasa había insistido en que nos fuéramos a vivir a un sitio donde nadie nos conociera para que pudiéramos rehacer nuestras vidas sin que le achacaran que estaba conmigo por mi dinero.

«Que razón tiene, aquí todo el mundo nos conoce», medité mientras me sentaba en la mesa que nos había señalado.

 Ni siquiera nos había pedido la comanda cuando la rubia ya estaba pidiéndome información acerca de que había planeado para seducir a la asiática. No pude más que confesar que no había preparado nada.

―Eso no puede ser― declaró al escucharme: ―No podemos dejar nada a la improvisación.

Tras lo cual, me rogó que le explicara lo que sabía del tipo de sexualidad de Sara para poder organizar algo que la dejara totalmente cautivada. Reconociendo mi falta de experiencia en esos temas, le narré brevemente lo que conocía de ese mundo. La chavala escuchó atentamente que la sumisión consistía en someterse, sin cuestionar nada, a la voluntad de otro y que bien entendida era algo voluntario entre sumiso y amo.

―Como te dije es un intercambio de poder que se realiza por consenso y que se basa en el respeto mutuo mientras se explora las emociones que eso provoca en los participantes― concluí mientras observaba el brillo intenso de su mirada.

―Entonces….― comentó: … Sara será tu sumisa y tú, su amo.

            ―Básicamente así es. Siento no poderte decir mucho más sobre las prácticas y costumbres que ello conlleva.

            ―Tú no, pero internet sí― replicó y muerta de risa, sacó su móvil para acto seguido empezar a navegar por la red en busca de más información.

            La velocidad con la que pasaba de una página a otra me alucinó. Observándola vi que pasaba de un interés genuino al desagrado y al revés mientras asimilaba lo que leía. Dando por sentado que esa criatura era capaz de digerir todos esos datos usando un criterio sano, llamé a la camarera y pedí para los dos dando tiempo a que terminara de empaparse de ese mundo. Justo cuando nos traían el primer plato, Ía me soltó que la verdadera relación entre un sumiso y su amo ella entendía que no podía incluir ni violencia ni crueldad.

            ―Estoy de acuerdo― respondí sin saber a qué conclusión había llegado.

            Por eso me sorprendió escuchar que me decía:

            ―Para mí, se resume en una muestra de amor y de confianza. Es más, lo creas o no, Ua y yo por nuestra naturaleza somos tus sumisas. Nuestro fin en esta vida es protegerte a ti y a todas tus hembras sin cuestionarte nada.

            ―No exactamente― refuté: ―dado que conlleva unas prácticas sexuales que nunca os pediría y que además no sé si os gustarían.

            Desternillada de risa, me soltó que si no las probaban nunca sabrían si abrazarlas para el día a día o por el contrario rechazarlas. Por su tono comprendí que de algún modo me estaba insinuando que practicara con ella y por eso, le pedí sus bragas. Supe que había dado en la diana, cuando bajo su blusa aparecieron dos pequeños bultos.

            ―¿Qué esperas para obedecer? Mi pequeña putilla― insistí usando el poder que me había otorgado.

            Sonrojada por la rapidez en que me había convertido en dominante, llevó sus manos bajo la mesa. Me hizo gracia que se mostrara tan tímida y que buscara disimular cuando solo llevaba unos días usando ropa.

            ―Date prisa. No tengo todo el día― añadí con tono duro al comprobar que tardaba en cumplir la orden.

            No tuve que volver a decírselo porque, ocultando en su mano el tanga que se había quitado, me lo dio diciendo:

            ―Perdone mi amo la tardanza de su esclava.

            Cogiendo su presente, en vez de guardármelo discretamente, me lo llevé a la cara y lo olí, tras lo cual, lo extendí sobre la mesa para que todo el mundo que pasara pudiera observar su ofrenda. Comprendí por su expresión que la había excitado verme disfrutando de su aroma.

―Mi amo es un amor por el modo en que exhibe a su sierva― dijo retándome a continuar.

Decidido a darle una lección que nunca olvidara, ordené que se empezara a masturbar mientras hacía un gesto a la camarera para que se acercara. La empleada del local nunca esperó al llegar a nuestra mesa que le pidiera la zanahoria más grande que tuviera.

―¿Una zanahoria?― preguntó la mulata.

―Si, una zanahoria. El conejo de mi amiga tiene hambre― tranquilamente contesté.

La joven creyó que iba de guasa y queriendo participar en la broma, fue a la cocina y trajo una que rivalizaba con el tamaño de mi pene erecto.

―¿Es lo suficientemente grande?― quiso saber mientras me la daba.

Sé que nunca se esperó que pasándosela a mi acompañante pidiera a esta que se la incrustara entre las piernas y menos que Ía, separando sus rodillas, se la metiera hasta el fondo.  Lo cierto es que una vez se había repuesto de la sorpresa la mulata, con una sonrisa de oreja a oreja, me comentó que si el conejito se había quedado con hambre podía traer una berenjena. Mi acompañante palideció al escucharla y solo recobró su color cuando prometiendo una generosa propina dije que no hacía falta. La muchacha sin cortarse un pelo soltó una carcajada diciendo:

―Si cambia de opinión, me llama.

Mientras se iba, totalmente colorada, Ía murmuró que su amo era un cabrón. Sin dejar de presionarla, pregunté quién le había dado permiso para hablar y que, en vez de ser tan parlanchina, debía de dar uso a la zanahoria.

―Perdón, amo. No volverá a ocurrir― dijo en plan sumiso mientras se ponía manos a la obra.

Atentamente y sin perder detalle de cómo se masturbaba, fui guiándola hacia el placer ordenando que acelerara o que menguara la velocidad con la que se metía y sacaba el rosado tubérculo hasta que al cabo de poco más de un minuto escuché que se corría. Satisfecho al oír sus gemidos, le pedí que me mostrara la zanahoria. Avergonzada hasta decir basta, me la enseñó todavía chorreando de flujo.

―Ahora cómetela― le pedí dando un sorbo a mi cerveza.

Sin cuestionar mi orden, la puso en el plato y comenzó a comer teniendo mis risas como telón de fondo. Solo cuando ya había dado buena cuenta de ella, pregunté a la muchacha que le había parecido la experiencia.

―Satisfacer a mi amo es el sueño de cualquier sumisa y más cuando es tan bueno que me ha dejado llegar al orgasmo― sonriendo me espetó.

Comprendí al escucharla que implícitamente estaba señalando mi fallo, ya que un verdadero dominante la hubiese llevado al filo del placer sin dejarla culminar.

―Tengo todavía mucho que aprender― señalé.

―Mi amo no tiene por qué preocuparse su amada sierva le asesorará para que esta noche su asiática caiga rendida a sus pies― respondió con picardía.

No tuvo que explayarse más. Me había dado cuenta de que, teniéndola a mi lado, no quedaría como un novato y atrayéndola hacia mí, la besé tiernamente mientras le agradecía sus enseñanzas.

―Antes que tu sumisa, soy tu mujer― respondió llena de alegría al ver que valoraba su ayuda.

El resto de la comida nos la pasamos bromeando y discutiendo sobre cómo exacerbaríamos el deseo de la norteamericana antes de permitir que se entregara a mí sin caer que desde un rincón la mulata nos escuchaba atentamente. Solo caímos en ello cuando tras pagar en la puerta y mientras nos despedía, la camarera se ofreció a sustituir a nuestra cita si cometía el error de dejarnos plantados.

―Si nos falla, vendré por ti― respondió Ía atrayéndola y posando brevemente sus labios en los de la morena.

Con los pitones erectos bajo su uniforme, la empleada del local demostró lo mucho que le apetecía formar parte al decirle que toda su vida había deseado un novio tan atractivo y exigente como yo.

―No sería tu novio sino tu amo…― impregnada de un carácter dominante que no sabía tener, le recriminó la rubia y sin importarle que la muchacha estuviese en su lugar de trabajo, le dio un azote añadiendo: ―… y yo tu maestra.

―Me encantaría ser su pupila, mi señora― llena de deseo, suspiró la cría mientras le besaba la mano diciéndonos adiós.

La endiablada criatura esperó a que llegáramos a la calle para soltar una carcajada y decirme que ese jueguecito le estaba empezando a gustar. Asustado por el monstruo que había creado, me abstuve de decir nada y directamente la llevé a la joyería a recoger nuestro encargo, donde tal y como se había comprometido la encargada ya tenía listas las joyas. Tras revisarlas y ver que todo estaba tal y como habíamos pedido, Ía cogió una y haciendo entrega ceremonialmente de ella, me rogó que se la colocara al cuello.

―¿Sabes a que te comprometes si te pongo?― pregunté tanteando el terreno.

Nunca me podré cansar de repetir que ese bello ser es una caja de sorpresas porque al oír mi pregunta y obviando totalmente la presencia de la joyera, se arrodilló frente a mi diciendo:

―Juro servirle fielmente sin cuestionar sus órdenes y desde ahora le confirmo amo que dedicaré mi vida a hacerle feliz.

 Con el corazón encogido al saber que no mentía, abroché el collar con mi nombre alrededor de su cuello:

―Así sea, ya que es tu voluntad, acepto tu entrega.

Las lágrimas que brotaron de sus ojos ratificaron la felicidad que sentía antes de que lo hiciera de viva voz:

―Mi señor, mi dueño, mi amor…

Al salir, todavía sobrecogida por la emoción, Ía tardó unos minutos en reponerse. Aunque no lo supiera entonces, para esa extraña criatura ese acto había sido la culminación de su existencia al haber encontrado en mí no solo un “¿padre?” “¿dueño?” sino el sostén que había buscado desde que salió de la cuba de fertilización.  Quizás por ello no advertí que, dejando atrás a mi tierna jovencita,  había madurado convirtiéndose en mi mujer cuando, tirando de mí, me informó que todavía había mucho que hacer antes de nuestra cita.

            ―¿Qué más falta?― pregunté al tener en mi bolsillo el collar con el que anudaría a nuestro lado a la bella agente.

            Tiernamente, me respondió que teníamos que comprar unos cuantos trapos para luego buscar una ubicación apropiada para que Sara se entregara porque era inadmisible que lo hiciera en un lugar público con gente a nuestro alrededor. Aceptando su punto de vista, la seguí por la calle principal del pueblo en busca de tiendas. Al llegar frente a una debió de ver algo que cuadraba con lo que pensaba porque, dejándome en la puerta esperando, entró sin darme más pistas. Buscando en el escaparate algo que me anticipara que narices iba a comprar, comprobé por los conjuntos de ropa interior que era una lencería y poco más. Tras diez minutos aguardando su vuelta salió con dos bolsas llenas, pero cuando pregunté por su contenido únicamente respondió que podía estar tranquilo. Sus reservas no hicieron más que azuzar mi interés, interés que fue en vano porque cerrándose en banda se negó a aclararme nada.

            Dándola por imposible, acepté su silencio cuando sin decir agua va me rogó que la llevara al mejor hotel de la zona. Como testigo mudo de sus planes, cogiendo el coche, nos dirigimos a un resort de cuatro estrellas llamado Crocodile Bay que era indiscutiblemente el más caro y que estaba muy cerca del aeropuerto. El lujo exterior del establecimiento le agradó, pero fue al ver su enorme piscina cuando decidió que era lo que estaba buscando y sin encomendarse a dios ni al diablo, pidió en la recepción la suite presidencial. Por su desorbitado precio tuvimos la suerte de que esa habitación estuviera libre y llevándome a rastras, llegamos a ella.

Tal y como había previsto, la suite hacía honor a su nombre al ser digna de un presidente. Aun así, Ía se puso a revisarla con detalle antes de dar su visto bueno. No tuve que esmerarme para saber que lo que más le había gustado fue que contara con un jacuzzi ya que luciendo la mejor de sus sonrisas me preguntó si creía que Sara la dejaría enjabonarla cuando se bañara conmigo.

―No lo dudes― respondí percatándome por fin de parte de sus planes.

Sin darse un segundo de pausa, leyó la carta del establecimiento antes de abrir el servibar y comprobar su contenido. Tras lo cual, llamó al servicio de habitaciones pidiendo dos botellas de champagne y cena para tres, haciendo especial énfasis en que una de las cenas debía de estar lista a las ocho mientras las otras dos tenían que traérnoslas a las nueve.

―¿Y eso?― me atreví a preguntar.

―Cenaré yo antes, para que todo esté listo para cuando mi amado amo llegue con su futura sumisa― contestó sonriendo y mirando el reloj, me azuzó a darme prisa en ducharme.

Sintiéndome una marioneta en sus manos, me desnudé mientras ella preparaba el agua de la ducha. Ya sin ropa, me percaté que observaba con apetito mi pene y recordando que llevaba casi veinticuatro horas sin catar mi esencia, le pregunté tomándolo entre mis manos si quería su biberón. Por un momento la bella criatura dudó, pero resistiendo la tentación me informó que podía ayunar un poco más ya que tenía que guardar fuerzas para esa noche.

―Tú te lo pierdes― respondí entrando en la ducha más cachondo de lo que me gustaría estar sabiendo que esa monada estaba aguardando mi salida.

Al estar solo, diez minutos, salí a ponerme la ropa, llevándome la sorpresa de encontrarme uno de mis trajes perfectamente planchado sobre la cama. No tuve que esforzarme mucho para saber que se las había agenciado para meterlo en el todoterreno sin que yo me diese cuenta y por eso, en silencio, me vestí bajo su supervisión.

―Mi amo es un hombre apuesto― susurró satisfecha mientras acomodaba el cuello de mi camisa: ― Y esa putilla oriental no podrá resistir sus encantos.

Su insistencia en referirse a mí como su amo me dio la siguiente pista de cómo se comportaría cuando volviera con Sara:

«Está ya representando su papel», me dije sin darle mayor importancia y despidiéndome de ella, salí del cuarto.

Estaba a punto de coger el ascensor cuando la chavala llegó corriendo y depositó en mis manos una caja de bombones que habíamos comprado en el pueblo.

―Se te olvidaba tu primer regalo― me dijo mientras buscaba un beso que no llegó porque rehuyendo sus labios le solté que no se lo merecía al haberme ocultado sus planes.

Lejos de molestarle mi gesto, esa condenada sonrió diciendo:

―Poco a poco estás aprendiendo, querido amo.

Su descaro me hizo reír y despidiéndome de ella con una nalgada, marqué el botón de la salida.

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