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Relato erótico: “Asalto a la casa de verano (4)” (POR BUENBATO)

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me daríasAdjuntaré en comentarios la portada con los nuevos personajes.

Me está tomando algo de tiempo llevar la historia; pero continuo con mi meta de un capitulo cada dos días.

Agradezco de antemano todos sus comentarios.

Saludos.

BUENBATO.

—————————————————————————

ASALTO A LA CASA DE VERANO (4)

Sin título– ¿Quién es? – preguntó intrigado Benjamín cuando llegó ante la madre y sus hijas – ¡Respondan! ¿Quién está tocando?

Todas parecían estar igual de sorprendidas. No podían responderle por que no tenían la menor idea.

– Asómate – dijo a Lucas, quién inmediatamente se vistió y salió – Ves quién es y me avisas, ¡rápido!

Benjamín se quedó con las mujeres; tomó el arma instintivamente. Volvió a preguntarles.

– ¿Quién es? – volvió a preguntar – O díganme quién podría ser, ¡respondan carajo!

– ¡No sé! – respondió Leonor – Podrían ser los vecinos, nunca se sabe Benjamín. Pero no es alguien que esperáramos.

Benjamín estaba a punto de gritonear de nuevo cuando una vocecilla lo interrumpió.

– Creo que es Azucena.

El hombre volteó; sentada lo más cómoda posible que sus amarres le permitían, Mireya hablaba desde las escaleras.

– La invité ayer – continuó – pero no pudo venir a mi cumpleaños, así que le dije que viniera hoy.

– ¿A qué?

– A la alberca – dijo Mireya

– Voy a necesitar que le digas que se vaya – sentenció Benjamín – Y más te vale no levantar sospechas, a menos que quieras que le vuele los sesos a la idiota de tu madre.

Mireya quedó en silencio. Pasaron algunos segundos cuando, agitado por haber corrido, Lucas regresó.

– ¡Son dos niñas! – dijo, recuperando la respiración – Dicen que vienen a ver a Mireya.

– ¿Dos?

– Si – continuó el muchacho – una dice que se llama Azucena.

– ¿Y la otra?

– No me dijo, sólo comentó que es su prima

Benjamín miró a Mireya, esta lo vio extrañada, no conocía a ninguna prima de Azucena.

– ¿Te vieron? – preguntó Benjamín

– No – dijo – Sólo las vi por la mirilla de la puerta. Les dije que Mireya estaba bañándose, que esperaran diez minutos, vi que se sentaron en la banqueta.

Benjamín se quedó pensativo.

– Iré yo, con Mireya, para asegurarme de que no se ponga nerviosa. Necesitamos que se vayan sin levantar sospecha.

– Benjamín… – intervino Lucas, enseguida – ¿No podríamos…?

– ¿Qué?

– Hablar en la cocina.

A Benjamín le extrañó aquello; se aseguró de que las mujeres estuvieran bien atadas y acompaño a Lucas a la cocina.

– ¿Qué sucede? – preguntó Benjamín

– ¿Cuánto durará esto?

– Ya te he dicho, no más de tres días.

– Bueno, mañana es el segundo, y estas chicas…

– No estarás pensando… – intervino Benjamín

– Si, si lo estoy pensando; tú mismo sabes que esto es como una oportunidad. ¡Vamos! Lo tenemos todo bien planeado…

– Excepto la intervención de personas externas…

– ¡Son casi niñas! ¿Qué pueden cambiar?

– Sus padres…

– No lo sabrán, no si no quieren que les “hagamos daño” a Mireya o a su familia. Benjamín, podemos inventar lo que sea.

– Deberán regresar hoy, Lucas, ¿estás loco? ¡Arriesgaríamos dos días por un par de horas de tus estupideces!

– Que se queden – dijo Lucas – Que la madre llame a los papás de las niñas y les digan, no sé, una pijamada, cualquier estupidez. Son adolescentes, ellas morirán por que les permitan. Si no, bastará con esperar a que se vayan lo más pronto posible.

Benjamín lo pensó; la idea era tan arriesgada como tentadora.

– ¿Cómo son? – preguntó

– Preciosas – dijo sonriente el muchacho

Un largo silencio permaneció por unos segundos. Lucas miraba a Benjamín; sabía que no podía arriesgarse pero, carajo, a veces la razón simplemente no obedece.

– Está bien – reinició Benjamín – Prepara a la niña para salir y a la madre para la llamada que tiene que hacer; hazlo bien. Quédate con Sonia, como rehén. Les diré que soy hermano de Leonor, has que todas entiendan eso.

– Perfecto – dijo Lucas

– Lucas – llamó Benjamín, cuando el muchacho se alejaba – Haz las cosas bien.

Lucas asintió y fue a la sala. Benjamín se cambió rápidamente y se fue a acicalar al baño. Hizo muecas con su rostro, de manera que le saliera una sonrisa de lo más natural. Salió y respiró mientras avanzaba por el patío hasta la puerta que daba a la pequeña callecilla de tierra.

Llegó a la puerta y la abrió; dos chiquillas se levantaron de la banqueta frente a la casa y se miraron extrañadas una a otra.

– Dice la mamá de Mireya que pasen – anunció Benjamín, con la mejor de sus sonrisas – Ya está la alberca.

Las niñas sonrieron con aquello ultimo, y confiadamente entraron. Siguieron a Benjamín, quien se dirigía a la alberca. Pero la chica más grande parecía tener idea de dónde se hallaba esta, y se adelantó junto a su prima, que iba un tanto más tímida.

De verdad que Lucas no mentía; la mayor, que debía ser Azucena, era de una complexión similar a Mireya, aunque más esbelta, e igualmente era de piel muy morena, con claros rasgos africanos. Su cabello era bastante rizado, oscuro y denso como sus abundantes cejas. Era la más bonita pero no la que llamaba más la atención de Benjamín.

La otra niña era de complexión más baja; pero debían tener una edad similar. Tenía un rostro típico de las niñas de rasgos indígenas de la región y un cabello castaño oscuro medianamente largo. Parecía venir exclusivamente a la albercada, pues llevaba una playera amarilla y un pareo corto azul claro que cubrían su traje de baño rojo.

El pareo era muy delgado y ligeramente translucido, de modo que bajo él se marcaban perfectamente las formas de su culo. Eso fue lo que hipnotizó por un momento a aquel hombre. Ambas chicas llevaban zapatos deportivos blancos, limpios, pero desgastados.

– ¿Cómo te llamas? – preguntó sonriente Benjamín, como queriéndola hacer entrar en confianza

– Sofía – dijo la chica, con retraimiento

– Que bonito nombre – comentó él – Bueno, pues no sé cuanto vaya a tardar Mireya, por que está ayudando a su mamá en algunas cosas, pero si quieren ya váyanse metiendo a la alberca.

Las niñas no tuvieron que escucharlo dos veces; Azucena, que vestía una blusa morada deportiva y unos pantalones deportivos negros, se los quitó enseguida para quedar únicamente en un hermoso traje de baño de dos piezas, completamente negro. Era delgada, y de complexión alargada. La figura de sus tetitas y su culo apenas se distinguían en aquel cuerpo exquisitamente esbelto y mulato.

Azucena no tardó en echarse un chapuzón dentro de la alberca. Sofía, más tímida, sólo se quitó el pareo y se sentó en la orilla de la alberca para remojar sus pies.

– ¡Metete Sofí! – la animó Azucena – que movía los brazos graciosamente

– Ahorita – determinó Sofía

Benjamín se quedó algunos minutos acompañándolas, pero más que nada vigilándolas, pronto se dio cuenta de la forma en que lo miraba Azucena. La chica lo comenzaba a ver con repugnancia, pues lo había sorprendido mirándole el culo y las piernas a Sofía. Benjamín le sonrió, tratando de ganarse su confianza, pero aquella chica seguía mirándolo con extrañeza.

Por suerte para él, Mireya apareció a lo lejos, avanzando hacia ellos. Iba vestida con el mismo traje de baño rosa con holanes de colores de la mañana; y llevaba un pareo negro que cubría la parte baja de su cuerpo, similar al de Sofía. Llevaba en su mano el teléfono inalámbrico, hacia el que hablaba cortadamente.

Se acercó directamente hacia las niñas; pero cuando su mirada se cruzó con la de Benjamín, no pudo evitar lanzarle un odio y un rencor incomparables. De aquello platicarían después, pensó el sujeto. Mireya llegó con Azucena, que salía de la alberca para saludar de beso a Mireya; tenían un cuerpo más o menos parecido, el de Mireya era mucho más marcado y acentuado, pero no cabía la menor duda de que hacían un par exquisito.

– Es tu mamá – dijo Mireya, ofreciéndole el teléfono a la chica – Mi mamá le dijo que, si querías, se podían quedar a dormir hoy, en una pijamada.

– ¿De verdad? – preguntó sonriendo Azucena

Mireya había actuado bastante bien; y Azucena era bastante crédula. La niña comenzó a hablar con su madre al otro lado del auricular.

– Si, comemos al rato.

– …

– Si, aquí en la casa de la colina.

– …

– Si, Sofía está en la alberca ya. Yo también ya me metí.

– …

– ¡Sofía! – gritó, dirigiéndose a su prima – Dice mi mamá que dice mi tía que si tú quieres quedarte a dormir.

Sofía no dijo ni sí ni no; sino que hizo un movimiento extraño de cabeza que su prima interpretó a su conveniencia.

– Dice que sí.

– …

– Si, yo le digo.

– …

– Si, yo te marco, en la noche cuando ya nos vayamos a dormir.

– …

– ¿Mañana?

– …

– No sé, a las ocho de la noche.

– …

– Bueno pues, a las seis de la tarde.

– …

– Si, bajamos solas; o con la mamá de Mireya.

– …

– Si.

– …

– Si.

La niña colgó el teléfono y sonrió. Benjamín había estado algunas horas en aquel pueblo del que las niñas venían; era un pueblo polvoriento y extremadamente aburrido. Había un lago cerca, de modo que los trajes de baño no le sorprendían, pero era obvio que las niñas traían sus mejores ropas. La casa de Leonor y sus hijas era sin duda la más grande y bonita de la zona.

Benjamín miraba pensativo a las pobres niñas; porque eso debía ser, gente flotando sobre la pobreza como la mayor parte de aquel pueblo. Pero, finalmente, aquello no era su problema, y el plan estaba en marcha.

Las chicas platicaron un poco, pero Mireya se veía tan retraída que Benjamín temió que aquello arruinara el plan. Azucena, la más animada, volvió a lanzarse entre risas a la alberca. Segundos después, Sofía la secundó; se quitó su playera amarilla y quedó únicamente con el traje rojo de una pieza. Benjamín la degustó con la mirada, hasta que la vio caer sobre la superficie de la piscina.

Se acercó a Mireya, por detrás, con una confianza total, cual si fuera realmente tío. Cuando estaba tras ella, y cuidando de que las invitadas no lo vieran, pellizcó una nalga a Mireya.

– Más vale que hagas las cosas bien, a mí no se me olvida nada.

Mireya no le dijo nada, se quitó el pareo y se lanzó a la alberca. Estuvieron ahí durante varios minutos; a veces Mireya olvidaba, entre la diversión, lo que realmente estaba sucediendo. Pero entonces se acordaba y su sonrisa se disipaba; y comenzaba a pensar en el tormentoso futuro que les esperaba a todas.

Pero en aquel momento la tranquilidad era la norma. Solamente Azucena parecía desconfiada con aquel hombre que parecía permanecer ahí para vigilarlas, o, peor, para el sólo hecho de mirarlas con aquellos ojos pervertidos. No se equivocaba, pero a Benjamín le irritaba la forma tan hosca con que aquella mulata lo miraba. “Ya verás”, pensó.

A las cuatro y media de la tarde, Lucas apareció a lo lejos. Iba vestido y reluciente, y algo atractivo. Lanzó sonrisas a las invitadas, y parecía tan encantador que las muchachitas le sonrieron alucinadas.

– Ya están listos los hot dogs – anunció, con toda naturalidad

Benjamín trató de entender qué estaba sucediendo, pero un guiño de Lucas le hizo comprender que aquello estaba completamente planeado.

– Pues bueno – dijo Benjamín, entrando en el papel – ¡A comer!

Salieron de la piscina y se secaron rápidamente con una toalla que ya estaba ahí desde la mañana. Benjamín vio cómo Azucena se vestía de nuevo con su ropa deportiva, mirándolo desconfiadamente de reojo. Luego la vio acercarse a Sofía y murmurarle algo al oído; acto seguido, Sofía se vistió con su pareo y su playera amarilla. Benjamín sólo se limitó a lanzar un resoplido de burla.

Avanzaron, con las chicas delante, hacia la casa. Las escuchaba preguntar a Mireya si aquel muchacho llamado Lucas era acaso su primo; y después intercambiaban risitas tontas mientras lo miraban de reojo. Lucas se acercó discretamente a Benjamín.

– Terminan de comer, y las atamos.

– ¿Cómo planeaste todo esto?

– No lo sé – admitió Lucas – pero no puedes negar que está saliendo perfecto.

– Me has sorprendido. ¿Y las otras dos?

– Inmovilizadas, atadas una a otra; tetas contra tetas.

– Bien – dijo Benjamín, tratando de imaginarselo

Llegaron al comedor y, efectivamente, una montaña de quince hotdogs las esperaba sobre un platón. Los prepararon con la cebolla, el picante y los condimentos; y comieron glotonamente. Sólo Mireya parecía no tener mucho apetito.

Lucas y Benjamín se murmuraban cosas, alejados de dónde pudieran escucharlos. Luego regresaban a vigilar, y se alejaban a otros cuartos por momentos, para no levantar sospechas. Sólo ponían atención a cualquier tontería que pudiera escaparse de la boca de Mireya. Cuando vieron que las chicas estaban por terminar de comer regresaron, completamente preparados, al comedor.

Benjamín se acercó a Mireya, y simuló recoger una servilleta que intencionalmente tiró al suelo cercano a donde se encontraba la chica. Abajo, agachado, tomó el tobillo izquierdo de Mireya, lo esposó y el otro extremo lo enganchó a la silla. Aquello no la inmovilizaba del todo; pero al menos no podría salir corriendo de ninguna manera.

Él se puso de pie, y ella se quedó fría, como si nada de aquello hubiera sucedido. De nuevo se sintió insegura, y supo que no quedaba más opción que contemplar el infierno que se acercaba a su pobre amiga y a su prima.

Habían terminado de comer y comenzaban a platicar entre ellas; Mireya actuaba demasiado seria, pero Azucena trataba de animarla contándole algunas anécdotas, Sofía sólo la escuchaba, entrando cada vez más en confianza.

Lucas simuló acercarse a recoger un plato de Sofía y se colocó tras ella. Benjamín, por su parte, se acercó tras la silla donde Azucena terminaba de beberse un vaso con agua. Ninguna de las muchachas, excepto Mireya, se percataba de aquellos hombres que comenzaban a rodearlas.

Entonces sólo le quedó ver como el cuello de Sofía era rodeado por Lucas. E inmediatamente Benjamín lanzaba al suelo, empujándola desde los hombros, a una desconcertada Azucena.

Benjamín lanzó una patada a Azucena, lo que debió sacarle el aire por que no pudo poner ninguna resistencia cuando el hombre le ató las manos con una velocidad y pericia asombrosa, claramente basada en un entrenamiento riguroso. En menos de veinte segundos la chica estaba inmovilizada de manos.

Lucas, en cambio, tenía problemas con Sofía, que se movía frenéticamente; intentando zafarse. Pero Benjamín llegó a asistirlo, y no le costó trabajo tirar al suelo a la chica y desde ahí repetir sus amarres inmovilizadores.

Azucena, con las manos atadas a la espalda, estaba poniéndose de pie cuando una patada de Lucas la volvió a tirar justo a tiempo. Finalmente, ambas chicas estaban completamente aseguradas. Mireya no había movido ni un solo dedo.

Subieron a las chicas al baño; y les ataron los cuatro pies juntos para que no pudieran incorporarse. Cerraron la puerta y las dejaron ahí, gritando y llorando inútilmente. Benjamín subió a Mireya; y avanzaba atropelladamente, importándole poco si la chica tropezaba al no poder seguirle el ritmo.

– Sólo quiero ver cómo dejaste a las otras; antes de comenzar con las nuevas.

Lucas lo guio a la recamara de Leonor; dónde había la había dejado junto a Sonia. Efectivamente, estaban acostadas en el suelo, amarradas una a otra, frente a frente; parecían un par de troncos incapaces de ponerse de pie.

Miró el rostro enrojecido de Sonia, y su labio partido con sangre coagulándose. Comprendió entonces por qué la facilidad de Lucas por convencer a Leonor de que hiciera aquella llamada. Pero decidió no discutir nada; a fin de cuentas, el plan marchaba bien.

– Hay que asegurar a Mireya, antes que nada.

Le ataron las manos a la espalda; y le esposaron los pies a los barrotes de la escalera, afuera, en los pasillos. Cuando se aseguraron de que todo marchaba bien, regresaron al cuarto de baño.

Se encontraron con Sofía y Azucena intentando ponerse de pie. Ellas se asustaron y cayeron de culo al suelo.

– No, no, no. – dijo Benjamín – Continúen, nos interesa sacarlas de aquí.

Y en efecto, las hicieron ponerse de pie y las llevaron bruscamente a la recamara de Mireya y Sonia. Las desamarraron una de otra, y cada una fue lanzada boca abajo contra las camas. Sofía sobre la cama de Sonia, y Azucena sobre la de Mireya.

– Espérame – dijo Benjamín

Lucas vigilaba a Sofía, mientras Benjamín se apoderaba de Azucena. El hombre mantenía una rodilla sobre la espalda de Azucena, mientras se desabrochaba los pantalones.

– A ti te toca esta – le dijo a Lucas, refiriéndose a Azucena – Pero primero quiero enseñarle algo.

Lucas esperó paciente; mientras miraba cómo Benjamín jalaba los pies de Azucena hasta hacerla quedar en la orilla de la cama. Le bajó los pantalones deportivos con todo y bikini hasta abajo, arrinconados contra sus zapatos deportivos, dejándola inmediatamente desnuda del culo, que estaba a su completa merced al encontrarse todavía más inmovilizada.

La niña pataleaba, pero era imposible luchar contra la fuerza de aquel hombre que ya tenía su verga erecta y apuntándole. La manoseaba bruscamente con los dedos, hurgándole agresivamente el área de su coño.

Era un culito pequeño, apenas destacable bajo su delgada cintura. Negro, como su piel, tenía una piel tersa y suave; Benjamín recorrió su mano entre la línea que se partía. Pasó rozándole el esfínter de su ano, el canal bajó entre sus piernas, hasta llegar al área de su concha. Era un coñito abultado, con la forma de un bolillo rodeado de unos vellos oscuros y enchinados, no muy densos.

La niña sollozaba, intentando inútilmente cerrar las piernas, pero la fuerza de Benjamín no se lo permitía. Su vagina era obligada a mojarse contra su voluntad. Y de pronto sintió aquellos dedos alejarse, pero sólo para ser reemplazados por la punta de la verga de Benjamín, que se encimó con todo su peso sobre ella.

– Mucha desconfianza, ¿no? – le dijo Benjamín sobre su oreja, recriminándole – ¿No te doy mucha confianza verdad? Vi cómo me mirabas, putita, vi cómo desconfiabas de mí.

La niña sólo sollozaba mientras lo escuchaba.

– ¿No te gustaba cómo les miraba la colita a tu prima y a ti verdad? – continuó – ¿Sabes por qué les miraba la colita? Estaba pensando en cómo me las iba a coger a ti y a la zorrita de tu prima.

Azucena comenzó a rogarle que la dejara ir, que la soltara; pero lo único que consiguió fue sentir cómo aquel grueso glande comenzaba a penetrarla. Sintió su coño expandiéndose forzadamente para permitir el ingreso de aquel enorme pedazo de carne.

Se agitó e intentó zafarse; pero era imposible, aquel individuo la sostenía con fuerza al tiempo que la penetraba. Apenas y la había logrado lubricar, de modo que aquella experiencia era doblemente dolorosa para Azucena, que gritaba como esperando que alguien en el ancho mundo fuera a escucharla.

Benjamín sintió de pronto la membrana de la chica; pero se extrañó cuando su verga lograra traspasarla sin romperla. La explicación era lo que se conoce como himen complaciente; uno donde existe un orificio en este que se dilata para permitir el paso de los objetos. Aquello le pareció extraño a Benjamín, que supuso que simplemente la chica había rotó su himen de alguna otra forma.

– ¿Ya has cogido verdad putita?

La chica sólo lloraba, aquello no era cierto, puesto que aquella verga de Benjamín era la primera que la penetraba.

Concluyente, Benjamín perdió cualquier consideración, y comenzó a bombearla furiosamente, provocándole a la chica unos clamores terribles que retumbaban por todo el cuarto. Con cada embestida la iba penetrando más y más; aquello era un castigo por aquellas miradas que la chica le había lanzado, y que ahora estaba pagando a un doloroso precio.

Tras unos momentos, ya los veinte centímetros de verga la penetraban hasta el fondo de su coño. El orificio de su himen se había expandido al máximo, y había terminado por machacarse con aquellas arremetidas dentro de su vagina. Tras una últimas y fuertes embestidas más; Benjamín sacó su verga de Azucena. Le jaló de los cabellos, obligándola a mirarlo y le lanzó un escupitajo en el rostro. Volvió a empujarle la cabeza contra la cama.

– Esto es sólo el principio – dijo, alejándose, y dejándola agotada y gemebunda sobre la cama, con la cara ensalivada.

Se acercó a dónde Lucas mantenía recostada boca abajo a Sofía.

– Es toda tuya aquella putita, disfrútala.

Lucas sonrió y fue a por Azucena, dejándole a Sofía a aquel despiadado hombre. La niña temblaba, y tembló aún más cuando sintió las manos de Benjamín sobre su culo. Había visto cómo él desfloraba a su prima, y comprendió que algo parecido le esperaba.

La hizo ponerse de pie; ya estaba cansándose de aquella posición. Le comenzaba a enfadar que siempre estuvieran atadas con las manos a la espalda, y si bien era la mejor manera de tenerlas aseguradas, había que innovar.

De pie, la chica era completamente bajita. Él medía un metro ochenta centímetros, y la chica apenas y llegaba a los 140 centímetros de altura. La tomó de la barbilla; y le acarició el rostro mientras ella lo miraba con ojos aterrados.

– Tienes dos opciones Sofi – le dijo, recorriéndole el cabello con los dedos – Hacemos esto por las buenas o por las malas. ¿Qué eliges?

– Ninguna – dijo la niña

– ¿Por las malas?

– Por favor señor…

– ¿Por las buenas, o por las malas?

La niña lo miró, por al lado de sus ojos comenzaban a surgir líneas de lagrimas. Él la miraba, esperando respuesta.

– Por las buenas – dijo, finalmente

– Buena elección – dijo él – Quítate la ropa. – le dijo, al tiempo que desamarraba sus ataduras – Cualquier tontería que hagas lo pagaras caro.

La chica quedó liberada; hubiese pensado en huir, pero la puerta estaba cerrada y no estaba segura si tenía llave. Estaban en un segundo piso, y en general era completamente arriesgado intentar huir.

Se secó las lágrimas, y se desamarró el pareo azul, dejándolo caer al suelo. Después vino la playera amarilla, donde Benjamín le ayudó; quedó sólo con su traje de baño y sus zapatos deportivos blancos. Se agachó para desamarrárselos pero Benjamín la detuvo.

– Esos déjatelos – le dijo – Me gustan cómo se te ven.

La chica se volvió a poner de pie; pero sólo se mantuvo ahí, sin hacer nada. No quería quitarse el traje de baño rojo de una pieza.

– ¿No te lo vas a quitar?

– Por favor, señor…

– Está bien, hagamos esto. No te voy a pegar, jamás le pegaría a una niña tan bonita, pero te asignaré una esclava de castigos. ¿Sabes lo que es una esclava de castigos?

La chica movió la cabeza negativamente; entonces Benjamín salió del cuarto rápidamente.

– Cuida a esta zorrita – le dijo a Lucas, que en aquel momento estaba sentado en la orilla de la cama, besuqueándole la boca a Azucena que lo rodeaba arrodillada sobre él.

Lucas ya le había quitado la blusa morada a la muchacha, y estaba desatándole el sostén de su traje de baño. Seguía con los zapatos deportivos blancos, y aún tenía el pantalón y la braga del traje de baño colgando de uno de sus pies.

– Yo cuido – dijo Lucas

Pero aquello fue rápido; en menos de un minuto Benjamín regresó arrastrando a Mireya consigo.

– Pásame una esposa – le dijo a Lucas, y este rebuscó en su, siempre a la mano mochila hasta dar con una.

– La última que me queda – dijo Lucas

– Debimos comprar más.

Obligó a Mireya a arrodillarse sobre el suelo; la esposa que tenia en un tobillo, la aseguró por detrás a una de sus muñecas, e hizo lo mismo con su otra mano y tobillo con las esposas de Lucas.

Se maravilló del resultado; Mireya estaba completamente arrodillada, obligada incómodamente a permanecer con las manos hacia atrás y atrapadas con sus propios pies, y más inmovilizada que nunca.

– Mira Lucas – dijo Benjamín, orgulloso de su obra – ¿Qué tal se ve?

– Perfecto – dijo el muchacho, que en aquel momento recibía una felación de Azucena – No se me había ocurrido.

Hacia unos minutos que Azucena estaba de rodillas, frente a Lucas, quien le acariciaba el rostro y el cabello sentado en la orilla de la cama. La chica estaba completamente desnuda; en efecto, su cuerpo no era muy ostentoso, pero se le marcaban las curvas naturales de su cuerpo, nada despreciables. Sus tetitas, que Lucas se había dado el gusto de saborear hacia unos momentos, eran un par de montañas emergiendo, coronadas por un pezón amplio y oscuro.

El muchacho notó que con Azucena todo era distinto; casi no ponía resistencia, y bastaba ordenarle las cosas para que lo hiciera; ya fuera por miedo, o porque de alguna forma ella se sentía atraída por él. Por las buenas o por las malas, a Lucas le daba igual, siempre que consiguiera lo que quisiera de ellas.

Azucena había sido torpe con la boca al inicio, pero, con paciencia, Lucas le explicó los aspectos más básicos para realizar una buena mamada. Cuando la niña se equivocaba, Lucas la empujaba momentáneamente contra su verga, clavándosela. Entonces la soltaba y la chica recuperaba el aliento antes de volver a intentarlo.

Poco a poco iba mejorando, y Lucas recargó sus manos sobre la cama, disfrutando relajado con la fresca boca de la mulatita.

Por su parte, Benjamín explicaba la nueva dinámica a Sofía, a base de un sencillo ejemplo.

– Ahora sí – le dijo a Sofía – Quítate el puto traje de baño.

– Por favor – insistió la chica – No quie…

– Bien – dijo Benjamín, acercándose a donde se hallaba Mireya – Cada vez que me desobedezcas pasará esto.

Acto seguido, lanzó una tremenda bofetada que fue a parar al rostro de Mireya. Fue tan rudo que la pobre cayó de lado por el impacto. Él la volvió a colocar de rodillas; alzándola por los cabellos. Mireya lloraba, mientras Benjamín volvía a dirigirse a Sofía.

– Quítate el traje de baño – repitió

La chica no dijo nada, pero comenzó a gimotear. Benjamín se exasperó y volvió a girar hacia donde se hallaba Mireya.

Una segunda bofetada cayó de nuevo sobre el rostro de la chica. Y Sofía ya lloraba a rienda suelta, impactada por aquella escena. También Mireya seguía llorando, pero sin dejar de mirar con rencor a aquel sujeto.

– Quitat…

Y entonces Sofía comenzó a desvestirse. Se bajó los tirantes por los hombros, y poco a poco fue bajando su traje de baño. Lo dejó caer hasta sus zapatos, y movió los pies para desatorarlos y quitárselos definitivamente. Finalmente quedó desnuda, como una ofrenda para Benjamín.

– Ven acá – dijo Benjamín, señalando el suelo frente a sus pies – Ponte de rodillas, como la zorrita de Mireya, mira que bonita.

Sofía echó un vistazo a Mireya, y en seguida obedeció. Se arrodilló frente a Benjamín, cuya verga estaba complemente erecta. Sofía desviaba la mirada con tal de no verla.

– Quiero que veas lo que tienes que hacer – dijo Benjamín, moviéndose – Quédate aquí y mira bien.

Él se acercó a Mireya, y la tomó de los cabellos para alzarle el rostro ante su verga. La soltó, y Mireya prefirió no esperar a que él le ordenara lo que ya sabía que le exigiría. Abrió su boca, y se llevó aquel glande a la boca.

– Mira nada más – exclamó Benjamín – Esa es la putita que me gusta. Observa bien a esta zorrita, Sofía, aprenderás mucho de ella; quiero que hagas lo mismo.

En efecto, Sofía miraba a Mireya mientras esta movía rítmicamente su cabeza para mamar aquella verga. Era difícil, por la manera en que estaba esposada, pero prefería hacer el esfuerzo a volver a recibir un manotazo.

Cuando a Benjamín le pareció suficiente, empujó violentamente a Mireya para que dejara de chuparle el falo. Mireya regresó a su posición; mirando al suelo desolada. Benjamín regresó con Sofía.

– ¿Lista?

La muchacha lo miraba con preocupación, pero él parecía tan firme que tuvo que rendirse. Asintió con la cabeza, y esperó hasta que Benjamín se acomodó frente a ella. Estaba mirando al suelo cuando algo tocó dos veces su frente, era la punta del falo de aquel sujeto.

– ¡Toc, toc! – expresó él – Alarga el cuellito o no vas a alcanzar.

Sofía tuvo que obedecer; alargó el cuerpo y abrió la boca, y su lengua sintió enseguida la textura y el sabor de aquella verga. Al inicio cometía errores, pero Benjamín se los corregía. Aprendió a no meter los dientes y a abrir correctamente los labios.

Al inició Benjamín permitió que la niña se moviera sola, pero conforme aumentaba su excitación se iba volviendo más salvaje. Pronto tomó la cabeza de Sofía, y comenzó a embestirle su verga contra su garganta como si se estuviera follando una sandia.

La niña sentía que se ahogaba con aquel pedazo de carne, y trataba inútilmente de alejarse. Lloraba de la vergüenza y desesperación, y comenzó a soltar manotazos contra la pierna de Benjamín. Pero este no la soltaba y, en su desesperación, cometió el grave error de lanzarle una mordedura.

No fue muy fuerte; pero Benjamín sacó su verga con violencia. La chica supo que aquello le traería problemas, pero de verdad que sentía que se atragantaba. Cayó de manos sobre el suelo, y comenzó a toser. Escuchó el sonido de una bofetada, y vio caer a Mireya al suelo. De pronto sintió un jalón de los cabellos y en segundos se vio arrastrada por el suelo.

Lucas sólo miraba, mientras seguía recibiendo la apacible mamada de Azucena, quien no era ajena a los gritos o sucesos a su alrededor, pero que se mantenía callada y chupando para no despertar la ira de nadie.

Benjamín sacó a Sofía, arrastrándola por el suelo. La llevó al pasillo con barandales que unía todas las recamaras. Con destreza, sacó cuerdas de su mochila – que llevaba siempre a la mano, a todos lados – y las amarró a las rodillas de Sofía, atándola a la parte baja del barandal. Era una idea ruin, aquellos amarres la mantenían no sólo de rodillas, sino abierta de piernas. No era capaz de moverse. Ató las manos de Sofía juntas, y las amarró a la parte alta del barandal.

En aquella posición, Sofía estaba a completa merced de quien quisiera. Benjamín entró al baño, y al poco rato volvió con una botella de crema corporal.

– Te has ganado un buen castigo – dijo Benjamín, agachándose tras ella.

– ¡Perdón! – decía la pobre chica, incomoda por aquella posición – ¡Perdóneme!

Pero lo único que recibió por respuesta fueron los dedos de Benjamín untándole algo en el área de su ano. Sofía comenzó a gritar, por que comprendió a qué iba todo aquello. Pero no podía hacer nada; aquellos amarres la tenían inmovilizada, en una posición que la obligaba a abrir su culo y ofrecerlo a Benjamín.

Los dedos se fueron, y en su lugar se colocó el glande de la gruesa verga de Benjamín; Sofía movía el culo tanto como podía, pero las manos de aquel sujeto la tenían fuertemente agarrada con sus dedos clavados en las carnosas nalgas de la chica.

La muchacha también intentó apretar las nalgas, pero en aquella posición se encontraba demasiado abierta, y no había nada que pudiera hacer con los músculos de su culo, por más abultado que este fuera. Era imposible, y la verga de Benjamín ya se encontraba ejerciendo presión sobre su rugoso y oscuro esfínter.

Las diferencias de tamaño dificultaban un poco las cosas; Benjamín, demasiado grande a comparación de la chiquilla, tenía que arrodillarse bastante para poder realizar correctamente la quirúrgica hazaña. Tenía que mantener alzado el trasero de Sofía con sus manos, y la muy zorra había hallado en aquello su única defensa. Pero era demasiado tarde para Sofía, el pene de Benjamín comenzaba a entrar.

Tuvo que empujar mucho al inicio, pero no tardó en comenzar a dilatarle el aro del culo a la chica, que comenzaba a gritar adolorida. Segundos después, ya su glande se asomaba dentro. Siguió penetrándola poco a poco, importándole poco los alaridos de Sofía.

– Olvidaba algo – dijo Benjamín de pronto, sacando de nuevo su glande al exterior

Volvió a apuntar su verga, esta vez unos centímetros más abajo, y de una sola arremetida penetró el coño de Sofía. El dolor había sido tan profundo que el cuerpo de la chica pareció torcerse de forma sobrenatural; sólo segundos después, cuando recuperó el aliento, fue que lanzó el más grande de los gritos.

No era para menos; Benjamín la había desflorado, despedazándole el himen de un solo golpe, atravesándola hasta el fondo con sus veinte centímetros de envergadura. La chica lloraba a rio suelto; mientras Benjamín saboreaba las nalgas sudadas y las caderas temblorosas de la chica con sus manos.

– Bueno, putita, felicidades; te he roto el coño – le dijo, con una voz áspera

Mientras mantenía su pene clavado en la chica, tomó un poco más de la crema y la untó de nuevo en la entrada del ano de la chica. Esta vez metió un dedo, que se deslizó con facilidad para lubricar el interior cálido de aquel hoyito; un segundo dedo no tardó en abrirse paso, y pronto comenzó un mete y saca que fue acelerando la respiración de Sofía, que lloraba de dolor y placer al mismo tiempo.

Sacó sus dedos, y sólo acariciaba por el exterior el rugoso aro de aquel esfínter. Cuando los gemidos de Sofía perdieron amplitud, Benjamín sacó lentamente su falo de Sofía. Sangrante y húmedo, el hombre volvió a colocarlo en la entrada del culo de la chica, y de nuevo comenzó a empujar, esta vez con mayor determinación.

Poco a poco, el ano de Sofía se iba dilatando; la verga de Benjamín ya comenzaba a alcanzar nuevas profundidades, e iba destrozando todo a su paso. Sentía los pliegues del recto alrededor de su verga, y pareció topar con pared cuando ya le había atravesado quince centímetros de su falo. Pero continuó empujando, hasta abrirse paso casi a través del intestino de la niña.

Y entonces lo logró; su verga completa se había hundido completamente dentro del ano de Sofía. Ella seguía llorando, y Benjamín sonreía mientras sentía maravillado las contracciones del recto de la chica alrededor de su falo. Era un culo apretado y precioso; le encantaba ver la base de su pene dilatando preciosamente el esfínter de la chica.

– Deberías ver cómo se ve desde aquí tu culo abierto

Sacó la cámara y comenzó tomar algunos videos, grabando los detalles de la penetración; entonces, sin dejar de grabar, comenzó a sacar parte de su pene, y en seguida lo volvió a meter. Poco a poco, comenzó a iniciar un mete y saca que fue provocando la inevitable excitación de la chica.

– Te gusta, sé que te gusta putita; dímelo.

Pero la chica no respondió; estaba completamente asustada.

– ¡Te he dicho que me digas! – gritó Benjamín

– Me gusta – reaccionó por fin Sofía

– ¿Si? Dame las gracias. Di “gracias señor por romperme el culo”.

– Gracias señor por romperme el culo – dijo la niña, con la voz entrecortada por el llanto contenido

– De nada putita; ¿quieres que te la meta toda o la mitad?

– La mitad – respondió la niña, sin pensarlo dos veces

Pero a Benjamín le importaba una mierda la opinión de la niña; se la metería toda, mil veces si se le antojaba. Aumentaba progresivamente la velocidad, y a los pocos minutos era la totalidad de su verga la que salía y volvía a entrar. La chica gemía, entre dolor y placer, y su cuerpo sudaba. La mano libre de Benjamín comenzó a manosearle los pechos, y no tardó en pellizcarle suavemente los oscuros y pequeños pezones.

Siguió embistiéndole, mientras su verga comenzaba a embadurnarse de la mierda fresca de Sofía, recién escarbada de sus intestinos. El olor a sudor, fluidos y excremento comenzó a inundar el ambiente. Pero aquello no le molestaba en lo absoluto a Benjamín; que estaba absorto grabando su verga saliendo y entrando del culo de Sofía.

La chica había dejado de gemir desde hacía rato, pues el exceso de excitación la tenía al borde del desmayo. Pero, para su suerte, su culo era tan apretado que no pasó mucho rato para que un líquido viscoso y caliente se esparciera por el interior de su recto.

Benjamín se mantuvo dentro hasta que sintió que la última gota de su esperma había quedado en el interior de la chica. Entonces, perdió la dureza de su pene y lo sacó de aquel culito agotado.

– Bien hecho putita – dijo, palmeándole suavemente las redondas nalguitas – Tienes un culito fabuloso.

Pero no obtuvo respuesta; la niña había perdido el conocimiento. Benjamín se dirigió al baño, abandonando a su suerte a la pobre Sofía, que apenas seguía recobrando el conocimiento.

Cuando Benjamín salió del tocador, con su verga limpia ya de los restos de esperma y mierda, sólo se agachó para ver y fotografiar a su leche saliendo lentamente del esfínter de Sofía. Después se alejó, sin prestarle mayor atención; era obvio que la chica significaba un simple objeto para él, uno que sólo servía para ser follado a voluntad.

Entró a la recamara de las hermanas. Mireya seguía de rodillas, mirando derrotada el suelo. Sobre una de las camas, Azucena cabalgaba torpemente sobre la verga de Lucas, con los zapatos deportivos aun puestos y las manos atadas por la espalda.

– O le gustas a esta zorrita o la has entrenado muy bien – interrumpió Benjamín

Azucena se detuvo, avergonzada, al escuchar aquello; pero Lucas, sonriendo, comenzó a moverse para no detener aquella follada. Benjamín se sentó en una silla que colocó a un lado de donde se hallaba Mireya. Apaciblemente, miraba la escena de Lucas y Azucena al tiempo que acariciaba la cabeza y cabellos de Mireya, como si se tratara de una mascota. Ella sólo se mantenía mirando al suelo, pero su rencor podía olerse.

Pasados algunos minutos, y con semejante acto que se llevaba a cabo frente a sus narices, su verga comenzó a recobrar su erección. Se puso de pie, y se detuvo momentáneamente frente a Mireya.

– Dale un besito de la suerte – le dijo, apuntándole al rostro con su verga

Mireya no tuvo más remedio que besar el glande apestoso de aquel hombre, y sólo entonces Benjamín se alejó de ahí.

Se acercó a la cama donde Azucena había vuelto a cabalgar sobre Lucas; cuando de pronto sintió tras si el cuerpo corpulento de Benjamín, quien llevaba en sus manos el bote de crema del baño.

Sin permitir que sacara la verga de Lucas de su coño, la empujó hacia el muchacho, quien la abrazó de oso para inmovilizarla. Entonces, la pobre chica comenzó a sentir cómo los dedos cremosos de Benjamín caían sobre la entrada de su culo; y lanzó un alarido cuando sintió entrar un dedo y luego otro.

Intentó por todos los medios zafarse de las garras de aquellos sujetos; pero fue imposible. Lo siguiente que sintió fue la verga de Benjamín abriéndose paso a través de su culo; la chica apretaba instintivamente sus nalgas, pero aquello era demasiado tarde pues la mitad de aquel falo estaba clavado en ella y el dolor se había vuelto insoportable.

Gritaba y rogaba, mientras el pene de Lucas seguía dentro de ella y el de Benjamín se abría paso hacia su recto. Finalmente, con la chica agotada completamente, ambos hombres la penetraron completamente.

Comenzaron a moverse entonces, casi bajo una especie de coordinación natural. La chica recuperaba las fuerzas, pero sólo para comenzar a clamar de dolor y goce. Las vergas de aquellos sujetos aumentaban el ritmo, el dolor disminuía y el placer aumentaba insoportablemente. La propia chica comenzó a besar la boca de Lucas, mientras los labios de Benjamín besaban su espalda, su nuca y sus rizados cabellos.

Sólo Mireya miraba con repugnancia aquella escena; su esbelta amiga era penetrada doblemente por aquellos hombretones. Pero también le molestaba oír los gemidos de placer de Azucena; porque detestaba que aquello, encima, tuviera que ser tan placentero. “Puta”, pensó Mireya, “que puta eres, Azucena”.

Pero Azucena no tenía más remedio; con dos vergas penetrando sus orificios, lo menos que podía hacer era entregarse a ese extraño regodeo que todo aquello le causaba, estuviese o no de acuerdo con ello.

– Te gusta putita – preguntó Benjamín, respirando aceleradamente sobre la nuca de la chiquilla

– ¡Siii! – admitió Azucena

– ¿Te estas viniendo verdad? Puedo sentir tu culito temblando.

– ¡Siii!

En efecto, aquel era un orgasmo. No era el primero, Lucas le había provocado los dos primeros de su vida; pero, dadas las circunstancias, estaba claro que este sí que era el más intenso que había sentido hasta el momento.

– ¡Me voy a venir! – anunció Lucas, extasiado

– ¿De verdad? – expresó Benjamín – ¿Dónde quieres que se venga Lucas, Azucenita? Tú dile.

– Adentrooo… – alcanzó a decir la chica

Lucas descargó su leche dentro del coño de la delgada mulata, y tras unas últimas embestidas se detuvo, sin sacar su verga de ella. Atrás, Benjamín daba los últimos arrimones; un par de minutos después, su verga escupía su leche dentro del recto de la chica. Ambos sacaron sus penes al mismo tiempo de la niña; quedando de su culo una masa chorreante de fluidos, esperma, mierda y sangre.

Benjamín salió a limpiarse al baño, y Lucas quedó cuidando el cuarto. Pero no hacía falta; agotada, Azucena pareció desfallecer sobre la cama y, para cuando Benjamín regresó, ya estaba completamente dormida.

– Duerme como un angelito – expresó, irónico, Benjamín

– Creo que, para la edad, ha soportado mucho

– El mundo es sorprendente Lucas; ve a lavarte esa verga, no queremos que se te infecte. Y, por favor, hazle una limpieza a Sofía; le he dejado el culo relleno de leche; usa una cubeta, no quiero que la desates.

Lucas asintió, y salió de ahí.

– ¿Te ha gustado el espectáculo? – preguntó Benjamín, mientras se acercaba a Mireya.

La niña no respondió. Lo miró pesadamente, mientras él se agachaba a su lado.

– Te he hecho una pregunta, putita, ¿te ha gustado el espectáculo?

La niña siguió en silencio, y tras unos segundos abrió la boca para emitir un sonido claro, aunque tenue.

– Te detesto.

Benjamín no perdió la compostura. Sacó su teléfono celular de su mochila y comenzó a apretar teclas. Tras unos segundos, le mostró la pantalla a Mireya.

– Siete de la tarde, he programado la alarma.

La niña lo miró, desconcertada; no entendía a qué se refería Benjamín con aquello.

– Tontita – expresó Benjamín – Déjame explicarte: a esa hora te rompo el culo.

La niña abrió los ojos, asustada. Benjamín se puso de pie, se acercó a la cama y jaló bruscamente los pies de una somnolienta Azucena, hasta arrastrarla consigo fuera de la recamara. Despertó pero, al no poder pararse, se dejó llevar por el bruto de Benjamín.

– Lo siento perrita – se disculpó Benjamín – Pero tengo que ir a lavarte ese culito.

Mireya se quedó sola en el cuarto; pensativa. Volvió a mirar al suelo y comenzó a llorar.

– Me las pagaras – rezaba en voz baja, para sí misma – Me las pagaras…

CONTINUARÁ..sex-shop 6.

 

Relato erótico: “Mis enormes tetas fueron mi perdición” (POR GOLFO)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Un doctor, al ver mis enormes pechos, se obsesiona por ellos sin saber que el que me toquen las tetas es lo que mas cachonda me pone.
Sin títuloComo cualquier otro día, al irse de casa mi marido, me metí a duchar. Quedarme durante diez minutos desnuda bajo el chorro del agua es un placer al que no estoy dispuesta a renunciar. Creo que en los diez años que llevo casada, jamás he obviado esa rutina y esa mañana con más razón porque Facundo se despertó con ganas y se puso a mamar de mis pechos. Sé que esa parte de mi anatomía es la razón por la que lo conquisté ya que al conocerme se quedó prendado por el tamaño de mis melones. Cuando digo melones, lo hago conscientemente porque uso una copa D. Para que os hagáis una idea ¡mis tetitas son más grandes que las de Pamela Anderson! Y a mí hombre le encantan.
Como os contaba no había sonado el despertador cuando le sentí desabrochando mi brassier para acto seguido agarrar mis pechos entre sus manos mientras apoyaba su miembro contra la raja de mi culito. Aunque la noche anterior habíamos discutido, no pude evitar ponerme cachonda al notar sus dedos pellizcando mis pezones.
-Umm- gemí mientras mi sexo se empapaba de deseo.
Mi esposo comprendió que no iba a poner impedimento a sus pecaminosos deseos y dándome la vuelta, hundió su cara en mi escote mientras con las palmas de su mano magreaba mi trasero.
-Eres malo- murmuré al notar su lengua recorriendo mi canalillo.
Facundo es consciente de cómo me pone que me chupe mis senos y por eso cuando quiere conseguir algo de mí, el muy cabrón solo tiene que dar un par de lengüetazos alrededor de mis areolas para convertirme en una cerda en celo, deseosa de sus caricias. Ese día no fue diferente y mientras mordisqueaba mis pezones, aprovechó para hundir su verga en mi mojado coñito.
-¡Todavía no!- grité disgustada al experimentar esa intrusión.
Conociendo a mi marido, se dedicaría a follarme sin parar olvidando que a mí lo que más me gustaba era que se dedicara a ponerme cachonda con mis pechos. Aunque traté de zafarme, Facundo siguió metiendo y sacando su pene de mi interior, dejando de lado mis pechotes.
-¡Por favor! ¡Cómeme las tetas!- chillé disgustada.
Desgraciadamente, Facundo a pesar de ser un buen hombre, es un pésimo amante y por eso no tardé en notar que se corría, dejándome insatisfecha.
-Joder, ¡al menos podías haberlo hecho sobre mis tetas!- maldiciendo le solté.
El muy capullo al oírme, sacó su verga y descargó su última eyaculación sobre mis pechos, para acto seguido y muerto de risa, embadurnarlos con su semen mientras me decía:
-No sé de qué te quejas.
Aún encabronada, al sentir sus manos impregnadas con esa blanca semilla recorriendo mis ubres, me volví loca y llevando un par de dedos a mi coño, me empecé a masturbar mientras mi “queridísimo” esposo se reía de mí.
-Eres una puta adicta al semen sobre tus tetas- me gritó descoyuntándose de risa.
Esa humillación no aminoró mi calentura y no pude soportar la pegajosa sensación de sentir mi piel untada con su leche. Con mi coño chorreando y mi cerebro a mil por hora, admití que era cierto mientras me corría.
-¡No te vayas!- chillé muy enfadada al ver que se levantaba de la cama y se iba a duchar dejándome totalmente hundida pero sobretodo urgida de mas caricias.
El maldito soltó una carcajada y metiendo el dedo en la llaga, me dijo:
-Si eres buena y me preparas el desayuno, quizás deje que me hagas una cubana al volver.
Os parecerá increíble pero la esperanza de sentir su miembro entre mis tetas, me obligó a salir de las sábanas y cual sumisa esposa ir a la cocina a hacerle el café. En ese momento me sentía sucia al saber que Facundo me tenía bien agarrada con mi fetiche. ¡Lo reconozco! Me estremezco cuando él me ordena que use mis manos para apretar mis pechos mientras mueve su instrumento en el hueco que dejo. Pero lo que realmente hace de mí una hembra en celo es cuando eyacula entre ellos, derramando su lefa contra mi cara.
Al vaciar su taza y sin darme siquiera un beso, escuché que se despedía desde la puerta con un escueto:
-Nos vemos.
Por eso malhumorada, recogí los platos y llevándolos al lavavajillas, como os decía me metí a duchar. Su semen ya seco, formaba una costra casi transparente sobre mi piel y creyendo que al quitármela disminuiría mi cabreo, me comencé a enjabonar. Desgraciadamente para mí al llevar la esponja a mis pezones, la calentura volvió e involuntariamente, noté como se me ponían duros.
«¡Qué le cuesta complacerme de vez en cuando!», exclamé en silencio mientras soñaba que algún día fuera participe de esa fantasía y me hiciera el amor chupando y mamando de mis senos durante horas.
«No le pido tanto», murmuré para mí al tiempo que sin querer comenzaba a pellizcar esos dos negros botones con mis dedos.
La imaginación me jugó una mala pasada y entre mis piernas renació con mas fuerza mi apetito. Mi coño ya asolado por un incendio difícil de sofocar, me pedía que hundiera un par de mis yemas en su interior pero estaba tan bruta que comprendí que eso no sería suficiente y descolgando el teléfono de la ducha, dirigí el chorro contra mi clítoris.
-¡Dios! ¡Cómo me gustaría conocer a alguien con mi misma fantasía!- aullé en plan perra sintiendo en mi mente que era una lengua la que torturaba el tesoro entre mis pliegues.
Metiendo un dedo dentro de mi vulva, llevé el mango de la ducha entre mis tetas y me masturbé soñando que ese duro aparato era el falo de mi amante y que el agua que empapaba mis senos era su ardiente semilla. Esa imagen provocó que todo mi ser temblara de placer y de pronto me vi sumida en un brutal orgasmo que me hizo caer al piso.
Lo creáis o no, una vez sobre la taza, el incendio continuó y cogiendo el champú lo eché sobre mi piel, para acto seguido embadurnarme con él asumiendo que era un hombre el que lo hacía.
-¡Sería suya y solo suya!- grité en la soledad de mi baño al sentir que mi cuerpo colapsaba y que el placer se iba acumulando en mi entrepierna por tercera vez esa mañana.
La textura de ese jabón me recordaba la leche de un macho y sin poder aguantar más, me vi inmersa durante largo rato en un maravilloso clímax que asoló todo mis neuronas….

El destino me hace conocer a ese hombre.
Como a la media hora y un tanto alucinada conmigo por cómo me había dejado llevar por la lujuria, salí de la ducha y me empecé a secar frente al espejo. Me volví a poner de mala leche al verme desnuda:
«Sigo siendo joven», pensé al observar que mis pechos seguían manteniéndose duros a pesar de mis treinta y siete años, «y Facundo no me satisface».
Jamás hasta ese día se me había pasado por la cabeza el serle infiel pero su modo de tratarme y su falta de cariño, me hizo soñar en cómo me gustaría que fuera físicamente el tipo que le plantara la cornamenta.
«Debe ser alto, fuerte y varonil», me dije mientras me empolvaba la nariz.
Siguiendo los consejos de mi madre, desde que empecé a maquillarme, me acostumbré a hacerlo sin ropa para así no mancharla y por ello, cuando me eché colorete en mis mejillas seguía totalmente desnuda.
«Me gustaría que fuera rico, guapo pero sobretodo que sea muy cerdo en la cama y fuera de ella», sentencié al rememorar la única vez que mi marido me había follado en un parque. Pensando en esa tarde y en lo bruta que me había puesto que unos adolescentes nos espiaran mientras lo hacíamos, Hizo que estuviera a punto otra vez de masturbarme pero debido a que si lo hacía llegaría tarde a ver a mi tío Juan, evité hacerlo y seguí vistiéndome.
Siguiendo la rutina de muchos años, lo primero que me puse fueron las bragas y mirando el efecto que tenían en mi trasero, sonreí satisfecha recordando los piropos que me soltaban a mi paso en la calle.
-Estoy estupenda- concluí riendo a pesar que con mi metro sesenta, las dos ubres que tenía hacían que a veces pareciera gorda. Por eso sin tener que pensarlo, me puse una camisa bien pegada al saber que la ropa holgada acentuaba ese extremo.
Tras lo cual, me enfundé una minifalda y salí con el tiempo justo de tomar un taxi rumbo a la casa de mi familiar. Al ver la cara del conductor fija en mi escote, me percaté que me había olvidado poner un sujetador que amortiguara el movimiento de mis “tetitas” y en vez de preocuparme ese tema, sonreí pensando en lo que diría mi tío al verme.
«Se le caerá la baba », pronostiqué al saber que siempre le habían gustado las mujeres pechugonas.
De buen humor, llegué hasta su portal donde ya me estaba esperando. Tal y como preví, el hermano de mi padre se quedó sin habla al admirar los pechos que su sobrina lucía ese día y separando su mirada, me echó la bronca por llegar tarde.
Al hacerlo continuamente sus ojos volvían a mi escote. Muerta de risa, ni se lo tomé en cuenta al saber que el viejito estaba para pocos trotes pero también porque me sentía extrañamente halagada.
«Él, sí las valora», refunfuñé recordando que mi marido no las hacía apenas caso.
Curiosamente, me fijé que bajo su pantalón su pene se le había puesto duro y queriendo alegrarle un poco más la vista, me agaché para darle un mejor ángulo de visión mientras le acomodaba el cinturón de seguridad. Mi exhibicionismo tuvo un efecto no previsto y fue que al ver que se incrementaba su erección, dentro de mis braguitas, resurgió de las brasas el incendio de esa mañana.
«La pena es que sea mi tío», pensé ya caliente como una mona.
Tratando de evitar que mi mente siguiera por ese camino, me puse a revisar el expediente que llevaba en mi maletín. Además de una serie de análisis y varias ecografías, me preocupaba que se me hubiese olvidado el informe con el diagnostico que tenía que enseñar al cirujano que íbamos a ver.
«Todo el mundo dice que es el mejor pero que admite a pocos casos, espero que el del tío sea uno de ellos», tan preocupada como esperanzada cavilé.
Al doctor Nuñez le precedía su fama en todos los sentidos. Por su trabajo los halagos eran únanimes, nadie discrepaba pero en lo que respecta a su vida personal había opiniones muy distintas. Unos decían que era un hombre de su tiempo, disculpando los continuos amoríos que le publicaban en las revistas del corazón. Pero otros lo consideraban un libertino, un ser que solo se guiaba por su bragueta. En lo que respecta a mí, me daba igual con quien se acostara y a pesar que en las fotos me resultaba un hombre muy guapo, lo único que quería de él era que operara a mi pariente.
Su consulta estaba en un precioso edificio del centro de mi ciudad y como resultaba difícil acceder a él, el taxista nos dejó a dos manzanas. Lo creáis o no, estaba sacando a mi tío del coche cuando sentí que frente a mí alguien se detenía y con descaro me empezaba a admirar los melones. Cabreada, levanté mi cabeza y cuando ya le iba a recordar su parentela, descubrí que el tipo que tan descaradamente se me había quedado observando era el doctor que íbamos a ver.
Mis mejillas se tiñeron de rojo cuando advertí que producto de la caricia de sus ojos, mis pezones se me habían erizado pero peor fue cuando con una sonrisa, me hizo comprender ese doctor que se había dado cuenta del efecto que tenía su mirada en mí.
«Dios, lo sabe», murmuré avergonzada.
Afortunadamente, el semáforo se puso en verde y olvidándose de mí, el doctor siguió adelante con su flamante descapotable. Ya de camino a su consulta, mi coñito chapoteó indiscreto cada vez que daba un paso, debido a la humedad que lo anegaba. Su sonido era tan evidente que me hizo creer que todo el mundo lo oía y por eso, llegué acalorada y con mi cara como un tómate ante su secretaría.
-Tenemos cita con el doctor a las diez- comenté dándole el informe.
Tras consultarlo en la base de datos, vio que decía la verdad y señalando unos sillones, nos pidió que esperáramos porque su jefe todavía no había llegado. El nuevo problema al que me enfrenté fue que al sentarme, mi trasero se hundió demasiado en el cojín, de manera que mis pechos rebotaron arriba y abajo. Os juro que me creí morir al levantar la cara y ver que nuevamente el médico que íbamos a ver estaba embelesado observándome desde la puerta.
-Buenos días- saludó a todos sin retirar sus pupilas de mis tetas. El cazador que se escondía detrás de esa mirada incrementó mi turbación e involuntariamente, tapé mis senos con las manos.
«¿Quién coño se cree para comerme de esa forma?» me pregunté sabiendo que en pocos minutos me tendría que enfrentar a él cara a cara.
Cuando ya creía que nada podía ser peor, el doctor se plantó frente a mí y con su voz teñida de una sensualidad que me dejó espantada, me soltó:
-Creo que te has equivocado de consulta, mi especialidad es la urología y por lo que veo, no puedes ser mi paciente.
Esa indirecta me la dijo recreándose en mis pechos. Su falta de tacto bien hubiera merecido una bofetada pero en vez de montarle un escándalo, bajando mi mirada, le informé que quien realmente era su paciente era mi tío y que yo solo lo estaba acompañando. Al escucharme, miró a mi acompañante y en voz baja, me susurró al oído:
-Si vuelvo a nacer me hago ginecólogo para atenderte a ti.
Su desfachatez renovó con más fuerza el color rojizo de mis mejillas y mientras le veía alejarse rumbo a su despacho, estaba tan excitada como hecha un lio:
¡Se había sentido atraído por mí!
A pesar que era evidente no podía llegármelo a creer porque no en vano, ese hombre además de atractivo era famoso y a buen seguro tendría cientos de mujeres más bellas que yo a las que conquistar.
Los cinco minutos que tardó en recibirnos fueron una pesadilla porque continuamente me sentía observada y temiendo que hubiera una cámara enfocándome o mejor dicho a mis peras, me revolví inquieta en ese sillón.
Al llamarnos, agarré del brazo a Juan y con él, entré en su consulta. Ese doctor ejerciendo de gran eminencia, ni siquiera se levantó a saludarnos y con tono seco, nos ordenó que tomáramos asiento. Aterrorizada descubrí que, al darle el expediente, me molestara que ese tipo se pusiera a revisarlo sin dar otra vistazo a mis pechugas.
«Estoy totalmente loca. Has venido a que curen a Juan, no a que te miren las tetas», me dije apesadumbrada de todas formas.
Durante un buen rato, estudió los papeles hasta que llamando a su enfermera, le pidió que preparara al paciente para hacerle una revisión completa. Su ayudante, una joven con bastante busto, cogió al anciano y se lo llevó a la habitación de al lado, mientras me quedaba a sola con ese hombre.
Este esperó a que mi tío hubiese desaparecido para decirme:
-No te voy a engañar, según los informes, hay poco que hacer.
Sus duras palabras me dejaron pálida y sin poder detener el llanto, le imploré que al menos lo intentara.
-No te prometo nada, voy a revisarlo y dependiendo de lo que vea, lo opero o no.
Quizás fue cavé mi propia tumba porque recordando las miradas que me había echado, me agarré a ellas como a un clavo ardiendo y desabrochándome un botón de mi camisa, le solté:
-Doctor, si usted lo opera, le quedaré eternamente agradecida.
Ese atractivo sujeto no quiso siquiera echar una última ojeada a mi escote antes de salir rumbo al cuarto donde le esperaban mi tío y su enfermera.
«Estoy enferma, me he comportado como una puta y no ha servido de nada», mascullé abochornada por mi actuación.
La sensación de fracaso se iba acumulando en mi mente mientras a mis oídos llegaba la voz de ese hombre charlando con su ayudante.
«¿Cómo llegue a creer que conseguiría convencerle con estas dos ubres?», me repetí continuamente cada vez más desesperada. Hoy me consta que no era tanto que se negara a ser el cirujano de mi tío sino al hecho que hubiese pasado por alto mi oferta. Lo cierto fue que cuando retornó a su despacho, me encontró llorando.
Tras cerrar la puerta tras de sí, se acercó a mí por la espalda y sin pedirme mi opinión, puso sus dos manos encima de los hombros mientras me decía:
-Tu pariente no está tan mal como decía, quizás pueda operarlo.
Confieso que se me puso hasta el último de mis vellos de punta al oír el sensual tono de su voz pero aún más al notar que con sus dedos comenzaba a darme un masaje. Incapaz de contenerme gemí al sentir que bajando por mi dorso, sus yemas rozaban mis pechos.
-De ti depende- insistió ese maldito cogiendo ambos pechos entre las palmas de sus manos.
La lujuria que escondían sus palabras me contagiaron y mientras el sopesaba el tamaño y peso de mis tetas, involuntariamente separé mis piernas al contestar:
-Opérele, por favor- sollocé con la respiración entrecortada por el deseo al saber que en ese ruego iba incluida mi completa claudicación.
Ese cuarentón se pegó más a mí y metiendo sus manos por dentro de la tela, se dedicó a magrear mis peras y ya sin disimulo me espetó:
-Te pongo una sola condición, que acompañes a tu tío a cada revisión y que al hacerlo te comprometas a ser mi paciente durante media hora…
-Acepto- contesté sin pensarlo porque lo quisiera o no la manera en que ese hombre me estaba tocando me traía loca.
Escuché una de las tantas carcajadas que oiría a partir de entonces brotar de sus labios, tras la cual, me dijo:
-Desnúdate de cintura para arriba.
Todavía sin saber a qué atenerme, me despojé de la camisa poco a poco mientras Don Fernando Núñez se sentaba frente a mí en su enorme sillón. Por sus ojos y la manera en que se mordía los labios comprendí que estaba embelesado con mis pechos. Su actitud me llenó de morbo y olvidándome de mi marido, me sentí su zorra.
-¿Te gusta lo que ves?- pregunté tan excitada como él al reparar en el enorme bulto que ese tipo escondía bajo el pantalón.
-Mucho- respondió- tienes unas tetas increíbles. Me pasaría horas comiéndotelas.
Esa confesión era lo que mi coño esperaba para mojarse de tal forma que creí que me había hecho pis de tanto flujo que manaba por mis rodillas y queriendo agradecer de alguna forma, ese piropo acerqué uno de mis pezones a su boca.
-¿Puedo?
Que me pidiera permiso después de medio chantajearme, me hizo gracia y metiendo mi botón entre sus labios, respondí:
-Son todas tuyas durante media hora, lamelas, muérdelas, chúpalas… ¡haz con ellas lo que quieras!
Mi oferta le hizo sonreír y sacando la lengua, llenó con su saliva mi pezón ya erecto. Reconozco que me sentía en la gloria al notar la obsesión de ese hombre por mis peras pero aún más después de un suave mordisco, me dijo:
-Súbete en mis rodillas, quiero disfrutar de las dos.
Ni que decir tiene que obedecí sin caer en la cuenta que al hacerlo mi mojado pubis iba a entrar en contacto con su verga ya parada.
«Dios, ¡Menuda tranca tiene el cabrón!», exclamé mentalmente mientras frotaba mi sexo contra el suyo.
Fue entonces cuando ese hombre me terminó de enamorar al decirme al oído que parara porque si se corría quería hacerlo entre mis glándulas mamarias. Os juro que solo con eso, me corrí y como una loca, empecé a sollozar presa del placer con cada lamida de ese madurito.
Lo creáis o no, su lengua al recorrer la piel de mis dos senos fue suficiente para prolongar el gozo que me tenía esclavizada sobre sus piernas. Uniendo un orgasmo con el siguiente, dejé que se recreara con dulces mordiscos, calientes lametazos y crueles pellizcos hasta que al ver que no se saciaba, comprendí que había encontrado a mi príncipe azul en ese hombre, ya que al contrario que los demás tipos de mi vida, ese doctor estaba obsesionado con mis tetas.
«Ni siquiera me ha tocado el culo», medité extrañada pero lejos de molestarme, su obsesión era lo que llevaba buscando toda la vida. Por eso comportándome como un zorrón desorejado, abrí su bragueta y mirándolo a los ojos, le dijé llena de lujuria.
-Me encantaría hacerte una cubana.
Su sonrisa aceptando mi sugerencia fue la visión más hermosa que nunca vi y arrodillándome ante él como si le estuviera rezando, agarré su falo y lo metí de lleno en mi canalillo mientras mi doctorcito me pedía que empezara acariciando mi pelo. Lentamente al principio, moví mi cuerpo arriba y abajo permitiendo que ambos nos acopláramos al ritmo y viendo que ya estábamos sintonizados usé mis manos para apretar mis tetas para así aumentar la presión sobre su verga.
-¡Qué gozada!- gimió mi Don Juan, satisfecho por el modo que su hermosa doña Inés le estaba complaciendo.
Sintiéndome cada vez mas en mi papel de zorra infiel, aproveché una de las veces en que su pene se acercó a mi boca para retenerlo entre mis labios y untarlo con mi saliva para que así circulara mejor por el agujero ente mis tetas.
-Usa solo tus pechos- gritó el que ya consideraba mi dueño.
Su orden me confirmó que era él exactamente lo que deseaba y llevaba tantos años buscando, un macho cuyo mayor placer era disfrutar de unas tetas grandes y sintiéndome por primera vez, completa llevé una mano hasta mi sexo y me empecé a masturbar al tiempo que aceleraba el compás de la cubana.
-Así me gusta, puta. Dame placer usando solo tus glándulas- aulló alegre al notar que en sus huevos se iba acumulando gratas sensaciones.
La cercanía de su orgasmo azuzó con fuerza mi lujuria y mientras me follaba con dos dedos, incrementé aún más la velocidad con la que subía y bajaba su pene entre mis tetas hasta que no pude más y olvidando que podían oírnos en la consulta, chillé dejando mi sexo y presionando con dos manos mis senos:
-¡Fóllame las tetas!
Como un loco, me tumbó sobre la moqueta y subiéndose encima de mí, introdujo nuevamente su falo en mi canal para acto seguido comenzar a cabalgar, deslizándolo a un ritmo atroz entre ellas.
-¡No pares!- grité al recibir la primera andanada de semen en mi cara y abriendo la boca, busqué que el resto de su eyaculación fuera directo a mi garganta.
Mi amante vio en mi sumisión mi verdadero yo y sin dejar de moverse, me brindó con nuevas y excitantes explosiones que llenaron con su blanco rastro no solo mis mejillas sino todo mi pecho.
-¡Me corro!- proclamé vencida al notar que al terminar de regalarme su semilla, ese hombretón se ponía a esparcirla sobre mi piel.
Pero cuando realmente comprendí que si me lo pedía, sería su esclava más fiel, fue cuando comenzó a masturbarme con la otra mano.
-¡No puede ser!- aullé descompuesta al notar que habiendo obtenido su dosis de placer no se olvidaba de mí y me seguía follando con sus dedos.
Mi para entonces amado doctor esperó a que mi cuerpo se viera asolado por una serie de continuos orgasmos para levantarse, acomodarse la bata y dejándome despatarrada en mitad de su consulta, decirme:
-Te espero dentro de tres días para ver los resultados de las pruebas.
Sabiéndome eternamente suya, me abroché la camisa y cuando ya me iba, me di la vuelta y le pregunté:
-¿No podría volver mañana?
Descojonado, cogió un papel y escribiendo su dirección, contestó:
-Mañana te veo sola a las nueve en mi casa…- y haciendo un inciso, se lo debió pensar mejor, porque luciendo una sonrisa, me dijo: -Mejor esta tarde a partir de las seis y ven con los pechos aceitados, que quiero repetir la experiencia.
-Allí estaré- contesté y sintiéndome la mujer más puta pero más feliz del mundo, salí de su consulta con mi anciano tío del brazo….sex-shop 6

 

Relato erótico: “Jane VIII” (POR ALEX BLAME)

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LA OBSESION 28

Sin títuloJane se despertó al día siguiente con un ligero escozor en su sexo y la sensación de haber traicionado a Patrick. Sabía que estaba en lo más profundo de una selva que apenas conocía. No sabía el camino a casa y las probabilidades de volver a Inglaterra eran remotas, aun así no dejaba de pensar en que Patrick probablemente le seguía siendo fiel.

Tarzán se despertaba con el alba, así que cuando subió a tomar un poco el sol, él ya había conseguido algo de fruta y estaba comiendo un par de plátanos.

Se acercó a ella con una sonrisa y un sospechoso bulto en el taparrabos pero Jane lo rechazó con un gesto cansado. Estaba un poco enfadada con él. No por el hecho de haberla follado. El salvaje no había hecho nada malo. En tal caso ella había sido la zorra infiel, pero la forma tan bruta y egoísta de hacerle el amor le había enojado.

Sin embargo la reacción de Tarzán encogiéndose de hombros, dándole una fruta y quedándose a su lado tranquilamente sin decir nada la desarmó. Como un adolescente timorato fue acercándose poco a poco hasta que le paso un brazo sobre su hombro. La sensación de protección y de calor que le transmitió el salvaje fue tan intensa que no pudo evitar temblar ligeramente.

Para disimular su turbación Jane cogió un pequeño peine, lo único que había salvado de su vida anterior y comenzó a cepillarse su melena.

Tarzán observo a aquella deliciosa criatura atusarse el pelo. El sol de la mañana, aún bajo, arrancaba chispas de aquella melena roja como el fuego de la sabana. La deseaba tanto como la noche anterior. La sensación de poseerla, de unirse a ella, como hacían sus compañeros de tribu entre ellos, le hizo sentirse completo. No había dormido en toda la noche concentrado en el aroma a sexo que había dejado Jane en él y masturbándose varias veces para descargar la intensa excitación que le producía.

Jane notó como Tarzán se acercaba un poco más y le cogía el pequeño peine de las manos. Imitando sus gestos el hombre metió el peine en la melena y tiró hacía abajo. El peine tropezó con un nudo y Jane se quejó al sentir el tirón.

-Más suave Tarzán –dijo ella –con suavidad, poco a poco y cuando encuentres un nudo demasiado fuerte coge de la melena por encima antes de tirar más fuerte.

El hombre no respondió fascinado como estaba por el brillo que adquiría el pelo con las sucesivas pasadas. En pocos minutos le cogió el tranquillo a la tarea y Jane empezó a disfrutar, sintiendo como las manos del hombre dejaban rastros de fuego en su cuello y como los suaves y repetitivos tirones le producían una sensación de placer y serenidad.

Pronto hizo demasiado calor para permanecer allí arriba así que todos bajaron de las copas de los árboles y se pusieron a comer. A medida que avanzaba el día las malas sensaciones de la mañana se fueron disipando hasta quedar totalmente olvidadas. El encuentro con Blesa había terminado con su inseguridad a la hora de moverse por la selva, pero no se lo dijo a Tarzán que seguía acompañándola en su desplazamiento por las lianas abrazándola amorosamente.

Era tarde y el estanque ya estaba casi vacío, solo dos esquivos sitatungas, que desparecieron en cuanto ellos llegaron, estaban bañándose en el agua.

Tarzán se tiró sin ninguna ceremonia mientras que Jane, olvidado todo su pudor se desnudó y se metió poco a poco en el agua. Tarzán, no pudo evitar mirar y quedar hipnotizado al ver como los pezones rosados de Jane se endurecían por efecto del agua fría. Se acercó a Jane dispuesto a follársela como había hecho la noche anterior pero ella escapó nadando con una sonrisa.

Tarzán intentó atraparla, pero la fuerza de él, la suplía ella con una técnica depurada manteniendo las distancias. Cuando finalmente la atrapó, ella se dio rápidamente la vuelta impidiendo que la penetrase por la espalda y colgándose de su cuello le beso.

Tarzán abrió los ojos sorprendido cuando Jane le metió la lengua en la boca.

-Esto es un beso –dijo ella volviendo a besarle.

-A Tarzán gustar beso –dijo introduciendo violentamente la lengua en la boca de Jane hasta dejarla sin respiración.

-Buff ¡No seas bruto! -Dijo ella jadeando -¿recuerdas esta mañana con mi pelo? Pues esto es lo mismo. Si lo haces con suavidad es más placentero.

-Placen…tero. –repitió él besándola esta vez con más suavidad.

El beso fue largo, sus lenguas se acariciaron con suavidad y se exploraron sin tregua. Jane cogió una de las manos de Tarzán y la puso sobre su pecho. El hombre había aprendido la lección y se la estrujó con suavidad, acarició sus pezones y les dio suaves pellizcos haciéndola suspirar y gemir poseída por un deseo irrefrenable.

Cogiéndola en brazos, la llevó hasta la orilla del estanque. Jane se sentó en el borde y cogiendo la cabeza de Tarzán se la guio con suavidad hacia su sexo. El salvaje se sumergió entre sus piernas y le besó su sexo. Jane se mordió los labios y soltó un largo gemido. El hombre siguió acariciando y chupando el sexo de la joven y disfrutando con las contorsiones que provocaba en ella cada vez que descubría una parte especialmente sensible.

Jane sufrió en sus propias carnes lo rápido que aprendía Tarzán. En pocos minutos se encontró gritando y jadeando con todas sus fuerzas con un orgasmo descomunal crispando todos los nervios de su cuerpo.

Tarzán se detuvo y observo con curiosidad y excitación el cuerpo de Jane caliente y jadeante tensarse con el placer. Jane salió del agua y tumbándose en el suave césped de la orilla invitó a Tarzán a acercarse.

El hombre se acercó y siguiendo sus instrucciones se tendió sobre ella. El peso del hombre sobre su cuerpo menudo la excitó de nuevo y cogiendo el miembro duro y caliente del salvaje lo guio hacia su coño. Tarzán, como un alumno aplicado, le metió su polla y se fue abriendo paso lentamente en el húmedo coño de Jane, empujando con suavidad y acompañando sus penetraciones con suaves suspiros.

Con las piernas de Jane entorno a sus caderas Tarzán se deslizaba con deleite en el interior de la joven aprovechando para sobar y chupar los pechos de la joven.

-Más rápido… –dijo Jane jadeando-

Con suavidad Jane tiro del pelo de Tarzán para acercárselo a su boca y lo besó mientras los movimientos se volvían más urgentes. Cuando deshicieron el beso se miraron a los ojos y los movimientos de él se volvieron más rápidos y violentos hasta que eyaculó en su interior.

La sensación de correrse dentro de la mujer mientras ella le miraba y sonreía abrazada a él fue indescriptible y tan excitante que acentuó aún más su deseo. Olvidándose de lo aprendido comenzó a penetrarla rápida y violentamente haciendo saltar el cuerpo de la joven con cada embate, estrujando sus pechos y retorciendo sus pezones haciéndola chillar jadear y gemir a la vez.

Está vez Jane no se quejó, sólo podía gritar descontroladamente mientras él la follaba llevándola al orgasmo y llenando su coño con su leche de nuevo hasta hacerlo rebosar.

Cuando acabó, Tarzán se derrumbó sobre ella sin fuerzas para gritar. Jane se limitó a sonreír disfrutando con el peso del hombre sobre ella y su miembro mermando lentamente en su interior.

Lo primero que hizo Patrick fue alquilar una pequeña plantación en las afueras, lejos de las miradas curiosas de la gente. Sabía que un hombre con una hiena por mascota no debía exponerse en público así que se despidió de la señora Bowen dándole las gracias y prometiéndole que seguiría abasteciendo su cocina regularmente.

La mansión era más pequeña aún que la de Lord Farquar, pero era más que suficiente para él. Además los anteriores inquilinos se habían dedicado a cazar fieras para circos y zoológicos así que había un cercado bastante grande donde podía tener a la hiena sin llamar la atención.

A la noche siguiente de instalarse cogió un trozo de hígado de su última presa y se dirigió al basurero.

Del lugar emanaba una peste inmunda, pero cuando pasaron unos minutos el olor se volvió soportable y cesaron las náuseas. En cuanto encontró un lugar adecuado apagó la linterna y se quedó acuclillado esperando una señal de sus invitadas.

No tuvo que esperar mucho para que apareciese la primera atraída por el olor de la víscera fresca. La noche era oscura y tras acostumbrar sus ojos a la oscuridad apenas podía distinguir las esquivas siluetas de la hienas moviéndose en la distancia.

El no saber cuántos animales había y que era lo que querían, le resultaba desasosegante pero no estaba dispuesto a tirar la toalla tan fácilmente y palmeando el revólver que colgaba de su cadera llamo a los animales para que se acercasen.

El primero en aproximarse fue un joven macho. Le sorprendió su fuerte olor a carne podrida. Pegó un mordisco apresurado al trozo de hígado que Patrick le ofrecía y se largó rápidamente tragando su trofeo antes de que nadie pudiese reclamarlo.

Pasaron los minutos y parecía que no iba a acerarse ninguna hiena más hasta que se acercó por fin una hembra. Iba a coger un buen trozo de carne cuando un soberbio ejemplar le dio un fuerte mordisco en el cuello para ahuyentarla y hacerse con un gran trozo de hígado. Patrick no opuso resistencia y dejo que se llevase toda la pieza. Mientras, la hiena se separó unos pocos metros y devoró su premio con fruición.

Patrick ya sabía lo que quería.

La siguiente semana volvió puntualmente todas las noches al basurero a alimentar a las hienas. Aunque otros ejemplares se acercaban a comer la primera en hacerlo era siempre la gran hembra. Tras uno pocos días era capaz de acariciar su pelo áspero y mugriento mientras la hiena devoraba carne y trituraba huesos como si fuesen palos de cerillas.

La cercanía con esos animales le permitió descubrir que las hembras eran más grandes y fuertes y eran las que mandaban y mantenían la disciplina en el grupo que podía llegar a ser muy grande. También descubrió que veían perfectamente en la oscuridad y tenían un olfato finísimo ya que en cuanto llegaba al basurero tardaban unos pocos minutos en llegar.

Siguiendo las instrucciones de Subumba no le dio un pedazo de carne impregado con la poción que le había dado hasta que estuvo totalmente seguro de que la hiena confiaba en él. El animal olfateó la carne intentando descubrir el origen del extraño olor pero finalmente se lo tragó. En pocos segundos comenzó a tambalearse y en menos de un minuto la hembra estaba inconsciente en el suelo. Patrick desenfundó el revólver y se acercó al cuerpo dormido vigilando la reacción de las otras hienas. Un viejo macho gruño y les enseño los dientes, pero un disparo al aire y la falta de una líder que les guiase provocaron una rápida retirada.

Patrick cogió el cuerpo inerte y se lo echó al hombro, su cuerpo vaciló ante los casi setenta quilos que debía pesar el animal pero aguantó lo suficiente para poder depositarlo en una carretilla que había dejado fuera del vertedero. Con un suspiro de satisfacción empujó la carretilla y se dirigió a la casa de la hechicera.

Cuando Mili puso el pie en su amada Inglaterra lo hizo del brazo de Avery. Una fina llovizna les recibió recordándoles que estaban en casa. El tren resultó tres veces más cómodo y rápido que el africano y demasiado atestado como para tener un compartimento para ellos solos. Una vez en Londres Mili tuvo que mantenerse de nuevo en segundo plano para mantener las formas. El viaje empezaba a convertirse en un sueño lejano.

Pasaron la noche en casa de los Brown, una familia de ricos comerciantes que habían ganado su fortuna con la compañía de las indias y que le habían hecho ganar mucho dinero a Avery. James Brown no había perdido las esperanzas de casar algún día a su hija de mediocre belleza pero tremendamente joven y rica con él y cuando se enteró de la desaparición de Jane le dio su más sincero pésame y le ofreció solapadamente la compañía de su hija para consolarle.

Para alivio de Mili, Avery rechazó agradecido la oferta y se limitó a cenar y pasar la noche en casa de su amigo. Al día siguiente se levantaron pronto por la mañana y envió a Mili con su equipaje por delante a Hampton House mientras él iba a visitar el London Times y hacía todos los preparativos para hacer una discreta ceremonia por su hija desaparecida. Terminó con el tiempo justo para coger el último tren y llegó a la estación del condado de Lansing poco después de medianoche.

Cuando traspaso la puerta Mili le estaba esperando.

-El resto del servicio quería quedarse a esperarle –dijo ella dejando de tutearlo desde el momento que atravesó el umbral –pero les he dicho que entendías que debían levantarse pronto para cumplir sus tareas y agradecerías lo mismo que la recepción fuese mañana por la mañana.

-Has hecho bien –dijo el acariciando su cara –y sigo siendo Avery, para ti he dejado de ser el Conde de Lansing, por lo menos cuando estemos solos.

-El servicio también ha querido expresarte lo mucho que sienten su pérdida. –respondió ella suspirando con alivio –No son capaces de imaginarse Hampton House sin las risas y las carreras de la señorita Jane.

-Lo sé, a mí también se me va a hacer difícil.

-Quizás yo pueda hacer algo para aliviarte mi señor –dijo ella apretándose a Avery y acariciándole con suavidad la bragueta.sex-shop 6

 

Relato erótico: “La fabrica (27)” (POR MARTINA LEMMI)

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Sin título3LA FÁBRICA 27

Sin títuloMe giró y me hizo apoyar las palmas de mis manos contra la inmunda pared. Me tomó por las nalgas y, durante algún momento, fue como si las sopesara; las zamarreaba de tal modo de levantarlas y dejarlas caer como si quisiera comprobar si estaban en su lugar.

“Cola firme y bien paradita – dictaminó, con voz sibilina y confirmando mis pensamientos -. De las que a mí me gustan”

Acto seguido se desabrochó el cinturón y lo arrojó a un lado junto con su teléfono celular que, una vez más, visitaba el piso, separándose de tapa y batería. Al igual que él lo hiciera antes, se hincó por detrás de mí, lo cual no sólo me sorprendió sino que, en cierto modo, me decepcionó, ya que yo tenía, para esa altura, tal grado de calentura que lo único que quería era recibir en mí su verga lo más pronto posible. Parecía, sin embargo, dispuesto a tomarse su tiempo o, tal vez su intención fuera calentarme aun un poco más, ya que se dedicó a masajear mis nalgas con ambos pulgares como si estuviese amasando algún preparado.

“Hermoso culo – dictaminó -. Para comérselo”

Tomándome totalmente por sorpresa, enterró de pronto una dentellada sobre la carne de mis nalgas. El dolor me hizo retorcerme y aplastar mi cuerpo contra la humedad de la pared, pero a la vez me provocó una excitación difícil de comprender y también de explicar. Aflojó luego la presión de los dientes pero al tiempo que lo hacía, aprisionó una sección completa de mi carne entre sus labios y succionó tironeando de ella como si quisiera arrancármela. La excitación aumentó en mí a niveles superlativos y, de manera involuntaria, levanté un pie del suelo y flexioné una pierna por sobre la otra. El momento en el cual sus labios soltaron mi carne fue otro punto de alta excitación pues la sentí volver a su sitio casi como un lascivo latigazo y no hacía falta ver para darse cuenta que ese desgraciado debía haberme dejado una gran mancha morada. Sin darme respiro, arremetió luego contra la otra nalga y repitió exactamente la misma operación: mordió, succionó, tironeó y soltó. Mi jadeo cobró tal intensidad que hasta aplasté mi rostro contra la pared, olvidando momentáneamente la suciedad.

Él se incorporó por detrás de mí y pude darme cuenta de ello porque aplastó su cuerpo contra el mío, lo cual me dejó aun más aprisionada que antes. Deslizó una mano de manera asquerosa por sobre mi cuello y luego me acarició una oreja; me recorrió después la mejilla y, finalmente, se detuvo sobre mis labios para deslizar sus toscos dedos por sobre los mismos. Mi descontrolada excitación me llevó a abrir la boca, lo cual creo que fue el efecto por él buscado: a continuación, introdujo dos de sus dedos dentro de ella sin que pudiera yo hacer nada para evitarlo y, de hecho, no ofrecía resistencia alguna.

“Así – me decía -; lama bien los deditos como usted sabe hacerlo. Imagínese que eso que tiene en la boca es algo que le gusta. Hmm, ¿a ver? ¿Qué podría ser?”

No respondí nada o, en todo caso, sólo me salió una interjección ahogada que no sé hasta qué punto intentó significar algo.

“¿Una pija?” – me espetó él de pronto apoyando, prácticamente, su boca contra mi oído para, seguidamente, arrojarme un lengüetazo que me recorrió libidinosamente las circunvoluciones de la oreja. Yo no podía más…

“¿Una pija? – insistió -. Eso le gusta, ¿verdad? – me besó asquerosamente en la mejilla.

Otra vez una interjección incomprensible de mi parte. Retiró un poco los dedos de mi boca a los efectos de que pudiera responderle mejor y, debo confesar, que me angustió el que lo hiciera: los quería tener adentro.

“¿Una pija?” – volvió a preguntar.

“S… sí – balbuceé, con la voz susurrante y quebradiza por el aliento entrecortado -, una p… pija; eso me gustaría”

Una vez que hubo oído de mis labios lo que quería oír, enterró los dedos nuevamente en mi boca casi con violencia y me los llevó tan profundo que hasta me contorsioné en una arcada; sin embargo mis náuseas, aun cuando evidentes, no le hicieron retroceder sino que, por el contrario, removió los dedos dentro de mi boca al punto que pude sentirlos contra mi garganta. En medio de la obvia repugnancia, mi excitación estaba ya fuera de control y no me sentía dueña en absoluto de mis acciones ni de mis palabras. Deslicé la lengua por sobre sus dedos una y otra vez, lo cual en sí era inútil, ya que él mismo los movía de modo de no dejar pulgada dentro de mi boca sin recorrer. Cuando se cansó, los retiró y, de una vez por todas, pareció listo para cogerme. Siempre aplastándome con su cuerpo, me tomó por la cintura y tironeó de mí de tal modo de empujar mis caderas hacia él. Pude sentir el viscoso roce de la húmeda punta de su miembro jugueteando sobre mi cola para, luego, descender y abrirse paso en busca de mi entrada vaginal. Su verga entró en mí como una lanza y mi gemido se convirtió en grito apenas salido de mi boca. Inició el bombeo. Adelante y atrás, adelante y atrás: mis tetas aplastándose contra la pared y alejándose, aplastándose y alejándose, mientras su miembro, bastante grande por cierto, sea adueñaba de mi sexo. No sé cuánto duró todo eso: pudieron haber sido cinco, diez o veinte minutos; mi entrega era tal y estaba yo tan deseosa de alcanzar el orgasmo que no tenía noción alguna del tiempo. De hecho, llegué bastante antes que él, como lo atestiguaron mis potentes gritos poblando el inmundo cuartucho. Sin bajar la guardia en absoluto, él me continuó bombeando con la misma intensidad e incluso la aumentó, llevando así mi excitación a las nubes: apenas unos instantes después, volvía yo a explotar en un intenso orgasmo.

Tres veces acabé antes de que él lo hiciese y cuando, finalmente sentí que su semen me inundaba, me provocó una cierta aflicción el saber que todo había terminado; no obstante, y además de ello, ocurrió algo curioso: me la imagen de mi bebé me destelló en la cabeza, pues la excitación me había hecho, momentáneamente, olvidar mi preñez. Y, sin embargo, contrariamente a lo que pudiera pensarse y de manera acorde con lo enferma que se estaba volviendo mi mente, el hecho de estar preñada y, a la vez ser cogida de ese modo tan brutal por un absoluto y asqueroso desconocido, me produjo una excitación todavía mayor y desconocida para mí.

Se acomodó la ropa y recogió su celular del piso. Yo estaba exhausta y con mi rostro aplastado contra la pared aun a pesar de que él ya no me aprisionaba. Abría y cerraba mis manos, deslizando las puntas de mis dedos por sobre la asquerosa humedad del muro y debo decir que hasta en ello encontré excitación. Había sido cogida en el peor lugar del mundo…

Me urgió a acomodar mi ropa aduciendo que mi amiga me esperaba. Recién entonces me acordé de Evelyn. Volví a colocarme la tanga de Tatiana que, por fortuna, él no volvió a reclamar para sí. Me calcé el único zapato que tenía y, así, volvimos a cruzar el patio. Él bien sabía que eso sólo implicaría tener que volver a soportar los insultos procaces desde los ventanucos con barrotes, lo cual, en su sadismo, estoy segura que disfrutaba. Además, me querría exhibir como un trofeo, ya que sin necesidad de demasiada imaginación, cualquiera podía suponer lo que en ese cuarto sucio y maloliente acababa de ocurrir: ahora era su momento de mostrarme, cogida, ante los demás. Las ordinarieces, por supuesto, me llovieron a mansalva desde ambos flancos al cruzar el patio; traté de hacer oídos sordos, al menos lo más que pude, pero me fue imposible: muchos de los comentarios hacían, obviamente, referencia, a lo que suponían que había ocurrido y lo peor de todo era que tenían razón, por lo cual cada frase era un dardo envenenado.

“Qué marca te han dejado en el culito, nena. Ésa sí que es una buena mordida” – soltó alguien provocándome un acceso de indecible vergüenza al hacerme tomar conciencia de que la marca que yo, sin ver, había imaginado, debía estar a la vista por debajo del borde de mi cortísima falda.

“No sea tan egoísta, oficial – dijo, con una rasposa voz que era a la vez femenina y varonil, de lo cual deduje que se trataría de la lesbiana -. Traiga algo de esa linda carne para esta celda”

Coronó sus palabras con un sonido asqueroso que, interpreté, era producido por la lengua al deslizársele por los labios mientras hablaba.

Cuando llegamos nuevamente a la recepción, entré en pánico al mirar a todos lados y no ver allí a Evelyn; súbitamente me aterró la posibilidad de que se hubiese cansado de esperarme y se hubiera finalmente marchado, lo cual bien podía significar que se había hartado de mí o que ya no requeriría de mis servicios: por consecuencia lógica, ello a su vez implicaba que ya no iría a guardar mi secreto en la fábrica. Por fortuna, se trató sólo de un juicio apresurado de mi parte: al poco rato apareció; no supe bien de dónde venía ni me informó nada al respecto pues, después todo, no tenía por qué hacerlo. Lucía una ostensible cara de fastidio por la larga espera pero, aun así, respiré aliviada al verla.

Sin dirigirse a mí, le preguntó al oficial si ya estaba hecha la inspección y él, con un destello maligno en los ojos, le respondió afirmativamente. Me pregunté, en ese momento, cómo era posible que Evelyn, a quien al parecer no se le escapaba detalle alguno, no se percatara de lo ocurrido. Recién cuando terminó de hablar con el policía, me miró de modo aburrido y me ordenó que la siguiera. Así lo hice y, mientras echaba a andar tras sus pasos, miré de reojo al oficial, quien no dejó pasar la oportunidad de guiñarme un ojo en señal de despedida. El resto de quienes componían el personal oficial en esa dependencia tenían también, desde luego, sus ojos clavados en mí, y me siguieron con sus devoradoras miradas mientras yo marchaba tras Evelyn, pero a la vez llegué a detectar que miraban al oficial que me había “revisado” con aire de envidia y admiración o bien, simplemente, con ansiedad por conocer los detalles de lo ocurrido; di por descontado que, en pocos minutos más y apenas Evelyn y yo nos hubiéramos retirado del lugar, les pondría al corriente de los más jugosos detalles acompañados por las imágenes almacenadas en el celular. Por otra parte, si los efectivos no me gritaban procacidades semejantes a las que me habían lanzado los presos, estaba más que claro que era sólo por la obvia inhibición que les provocaba su uniforme.

Caminamos hasta llegar al auto y, allí, una vez más, me encontré con el aniñado pero antipático rostro de Rocío. Debía estar también bastante harta de esperar ya que a ella le había tocado la peor parte pero, aun así, se la veía sonriente y me miraba de un modo tan maliciosamente burlón que me obligó a bajar la vista: me dio la impresión de que, aun sin detalles, ella sabía o suponía que yo había sido humillada allí dentro, lo cual, desde ya, le provocaba un intenso placer.

“¿Cómo estuvo eso?” – preguntó, con aire entre ansioso y cínico, una vez que Evelyn se ubicó en el asiento del conductor y yo hice lo propio en el trasero.

“Mal – respondió Evelyn, en tono de pocos amigos, mientras ponía en marcha el motor; me echó una mirada de hielo por el espejo retrovisor -: nadita perdió el consolador”

Rocío abrió enormes los ojos y la boca; no sé por qué pero me pareció que lo suyo era una actuación: era casi imposible que no se hubiese percatado de la ausencia del objeto en mi cola al verme subir los escalones hacia la comisaría. De ser así, se estaba haciendo la tonta.

“¿Qué?????” – rugió, girándose hacia mí con el rostro desencajado.

“Lo que estás oyendo – le respondió lacónicamente Evelyn -: se lo quitó”

“Pero… ¿quién? – aulló, siempre histriónica, Rocío -. ¿Se lo quitaron allí dentro?”

“¡Ella! – ladró Evelyn mientras soltaba violentamente el embrague y salía haciendo arar las ruedas traseras -. Ella se lo quitó”

Rocío se giró aun más hacia mí, ya no sólo con la cabeza sino prácticamente con todo su cuerpo. Su mirada, que era pura ira, me taladraba por completo.

“¿Cómo pudiste hacer eso? – bramó, pareciendo como si de un momento a otro fuera a echárseme encima -. ¿Con qué autorización, estúpida?”

Instintivamente, me arrebujé en el asiento en gesto de indefensión. Y sin embargo, aun en tal situación, me excitó el hecho de que volviera a llamarme “estúpida”. Ya para esa altura, no sabía yo a quién odiaba más: si a ella o a la imbécil decadente en que yo me había convertido…

“Con la autorización de nadie – se interpuso Evelyn, encogiéndose de hombros -. Seguramente se lo habrá quitado para permitir que alguien se la diera por el culo”

“¡Ah, es posible! – convino Rocío -. Esas cosas a nadita le gustan mucho”

“Ni que lo digas – dijo Evelyn -. Hace un ratito se la cogieron allí dentro”

Sentí un violento sacudón por dentro. Qué necia había sido al creer que Evelyn no habría, al menos, imaginado lo ocurrido durante mi “inspección” corporal. Después de todo, y ahora que lo pensaba bien, ya desde el primer momento ella se había mostrado desconfiada al respecto. A la colorada, definitivamente, no se le escapaba detalle alguno y, por cierto, no era tonta: ¿para qué otra cosa iban a llevarme aparte si no era para eso?

“¿En la comisaría? – aulló Rocío, con expresión escandalizada -. ¡Me estás jodiendo!…”

Yo ya no sabía en dónde meterme; en caso de que ellas quisieran humillarme aún más con sus palabras, no se me ocurría cómo podían hacerlo.

“No te jodo – respondió con parquedad Evelyn -; ahora… el asunto es… ¿qué vamos a hacer con nadita?”

Rocío contrajo la boca en una mueca pensativa y entornó los ojos como estudiándome. Una vez más, me contraje en el asiento.

“Por lo pronto… – dijo quedamente la rubia -, lo que hizo está muy mal – movió exageradamente la cabeza a un lado y a otro -; nadita no cumplió con su parte, así que ya sabe lo que le espera”

Otra vez la angustia se apoderó de mí.

“P… por favor se… ñorita Rocío y s… señorita Ev… elyn – supliqué, desesperada y uniendo las manos sobre mi pecho -; les ruego p… por favor q… que no digan nada”

“Callate, estúpida – me ordenó Rocío -; nadie te pidió opinión ni tan siquiera te autorizó a hablar. Éste es un tema que tenemos que resolver entre Eve y yo; ¿se entiende? Las que vamos a decidir tu suerte somos nosotras, ¿está claro?”

Al borde de las lágrimas, pero a la vez excitada, bajé la cabeza y asentí.

“P… perdón, señorita Rocío. Es… tá claro y lo entiendo p… perfectamente”

“Yo pienso que la cuestión es simple – espetó Evelyn en tono de dictamen y casi como si ni siquiera me hubiese oído -: Hugo se tiene que enterar que hay un bebé en camino; no queda otra”

“Y nadita se va, jiji” – completó Rocío, acompañando sus palabras con un burlón saludo con la mano y luciendo la sonrisa más malvada que pudiera lucir

Tenía ganas de gritar implorando por perdón, pero acababa de ser reprendida por hablar sin autorización y, por mucho que me pesase y me doliese, no me quedaba otra más que seguir oyendo, boca cerrada, los planes que esas dos zorras perversas pudiesen tener para conmigo. Internamente, rezaba para que alguna de ambas se apiadase de mí… Cuánto me arrepentía de haberme quitado el consolador de la cola y cuánto deseaba en lo más hondo que me dieran una nueva oportunidad. Si querían hacerme sentir culpable por mis actos, lo estaban logrando ampliamente.

“Otra chica tonta embarazada que se queda de patitas en la calle” – dijo, en tono mordaz, Evelyn, trasluciendo sus palabras que, con anterioridad, lo mismo le había ocurrido a otras en la fábrica.

De pronto, el rostro de Rocío se iluminó y, como cada vez que ello ocurría, temí lo peor: me aterraba el tratar de imaginar qué perversos planes pudiera esa mierdita, en su retorcido cerebro, estar elucubrando para mí. Sin embargo, y contrariamente a lo esperado, sus palabras al hablar significaron para mí un alivio, aunque del modo más paradójico e inesperado.

“A menos que… le diéramos a nadita una oportunidad para resarcir su falta”

Un acceso de entusiasmo me hizo casi saltar en el asiento trasero. Mi actitud pasó a ser casi comparable a la de un perrito que mueve la cola y deja caer la lengua al darse cuenta que su amo no lo va a castigar por su desobediencia. De no haber estado dentro del auto, quizás incluso no hubiera logrado reprimir mis ganas de saltarle a Rocío encima para agradecerle el que me permitiese lavar mis culpas.

“¿Segunda oportunidad? – preguntó Evelyn, en tono de poco interés -. No me parece; no lo merece”

El semblante de Rocío pareció lucir un cierto desencanto ante el poco entusiasmo de su amiga, pero sólo le duró unos segundos; enseguida recuperó su expresión de chiquilla irreverente y, simplemente, volvió a la carga:

“¡Eve! ¡Podemos divertirnos aun mucho más con esto! Si dejamos ir a nadita aquí y ahora, la diversión se acaba”

Triste era ser vista de ese modo: la muy perra estaba diciendo, en definitiva, que lo único por lo cual valía la pena darme una nueva chance era para prolongar la diversión.

“¿Y qué proponés?” – preguntó Evelyn, aún reluctante pero, al parecer, algo más interesada.

“Bueno… – comenzó a decir Rocío; ladinamente se llevó un dedo a la boca y se mordisqueó una uña mientras me miraba de soslayo -; en primer lugar, si ella se quitó el consolador del culo, es absolutamente necesario que vuelva a ubicarlo allí: tiene que dejar las cosas como las encontró… o como se las dejamos, je”

“¿En dónde está?” – preguntó Evelyn, mirándome por el espejo retrovisor.

Mi mente se llenó de las escenas del triple forcejeo en la acera entre Daniel, el nuevo sereno y yo. Yendo más atrás todavía, me retrotraje al momento en el cual el objeto cayera a escasos centímetros de los pies del joven sereno, cuan aún me hallaba yo dentro de la fábrica. En principio, cabía suponer que el objeto debía seguir en poder del apuesto muchacho.

“En… la f… fábrica – balbuceé -. Lo t… tiene el sereno”

Las dos se volvieron a un mismo tiempo, dejando incluso Evelyn de mirar el camino por un momento.

“¿Qué?” – preguntaron, casi al unísono.

“S… sí – respondí, muerta de vergüenza y ya sin atisbo alguno de la más mínima dignidad -. Él… lo t… tomó cuando se m… me cayó…”

Se miraron entre sí; sorprendidas y perplejas.

“¿Te… lo estabas por coger?” – preguntó Evelyn, frunciendo por completo el rostro.

“¡Claro, eso es! – aulló Rocío -. Te lo quitaste para que él te la diera por el culo, ¿no es así?”

“¿Es que no vas a dejar un solo títere con cabeza? – me increpó Evelyn, contraído su rostro en una mueca de incredulidad -. ¿Sereno que ves es sereno que te coge?”

Qué crueles eran en sus comentarios. Bien sabían que Milo me había violado tras haberme ellas dejado indefensa y atada; sin embargo, de todas formas, eso era lo que menos me importaba en ese momento. Lo que me llenaba de espanto era que afirmaran tan sueltas de cuerpo que yo me había querido bajar al sereno y que le había ofrecido mi cola.

“N… no, no… No, s… señorita Evelyn; no, señorita R… Rocío – dije, desesperada y entrecortadamente -; yo… s… simplemente me lo quité y… él lo t… tomó del piso…”

“Eso no te lo cree nadie” – espetó ásperamente Evelyn, vuelta la vista hacia el camino.

“Nadita – dijo Rocío, en tono severo -, no vuelvas a mentirnos: ya lo hiciste antes. Si lo seguís haciendo, vamos a tener que…”

“¡Por favor!” – aullé lastimeramente, dando por obvio lo que la rubia diría a continuación.

“Queremos la verdad entonces” – me dijo, con toda tranquilidad.

“¡Pero… es la verdad!” – grité, llena de angustia.

Evelyn sacudió la cabeza y, de pronto, tomó su celular. Un súbito helor me recorrió la espalda al no saber con qué intención lo hacía, pues difícil era esperar de ella algo bueno.

“Ya mismo lo llamo a Hugo y le cuento de tu embarazo” – anunció, fríamente.

“¡No, por favor! ¡Señorita Evelyn, se lo ruego!”

“Queremos que digas la verdad entonces” – terció Rocío, ya para ese entonces tan fría como su amiga.

“Es que… ¡es la verdad!”

Vi por el espejo retrovisor la cara de fastidio de Evelyn y cómo, casi de inmediato, se llevaba el celular a la oreja con las más que obvia intención de iniciar una conversación.

“¡Por favor, no!” – volví a gritar desesperadamente, casi en un alarido.

Evelyn ya no me oía. Era obvio que ya había marcado el número de Di Leo y, simplemente, esperaba que él respondiese. Rocío, por su parte, me miraba con fingida tristeza, como conmiserándose de la suerte que me esperaba.

“¡Está bien!” – exclamé, de pronto.

Evelyn me miró por el espejo; noté, con alivio, que cortó la llamada.

“¿Perdón?” – preguntó.

“E… está bien – balbuceé, con resignación -; lo… admito. Me quité el consolador porque… en fin…”

“¿Querías que te hiciera el culo?” – intervino Rocío.

“¡Sí! – mentí, al borde de las lágrimas -. ¡Eso quería!”

“¿Qué cosa querías?” – insistió Evelyn, mirándome con el ceño fruncido.

Miré a una y luego a la otra; ambas estaban expectantes y estaba claro que de mis siguientes palabras dependían las ganas que tendrían de guardar mi secreto o, por el contrario, anoticiar a Di Leo de mi embarazo. Era triste y patética mi situación, pero sólo me quedaba seguir mintiendo si quería conservar mi trabajo.

“Quería que… él me la diese por el culo” – dije, muerta de humillación y vergüenza.

Evelyn asintió varias veces, con aire de repugnancia.

“Que pedazo de puta…” – fue todo lo que atinó a decir.

“Y bueno… – intervino Rocío arrojándome una falsa mirada de comprensión -. Hay que entender a la chica. ¡El sereno está lindo, Eve! ¿Te acordás que te lo dije?”

Evelyn no contestaba; su rostro seguía luciendo igual de contrariado y sus ojos atentos al camino.

“Hmm, tendríamos que volver a la fábrica, ¿no?” – sugirió Rocío, una vez que supo que su amiga no iba a responder nada.

“Ni en pedo – desdeñó Evelyn, cortante -. No voy a volver por culpa de esta puta. De lo que sí estoy segura es de que esta noche no duerme en su casa… ni en la de Luis… ni en donde mierda sea que tenga pensado dormir”

Se me encogió el corazón. ¿Dónde dormiría entonces? ¿De qué siniestra manera me haría pagar por mi desliz? La ansiedad y la intriga royeron mi interior, pero., sin embargo, ella no especificó nada más, lo cual sólo contribuyó a aumentar mi nerviosismo. Rocío, por su parte, tampoco preguntó nada al respecto, sino que se mantuvo en lo suyo:

“¿Se lo vas a reclamar mañana?” – preguntó, intrigada.

“Yo no – respondió tajantemente Evelyn -: ELLA lo va a hacer”

Pronunció “ella” de un modo tan punzante que, una vez más sentí que la vergüenza me sobrecogía; el sólo imaginar la escena era suficiente para desear que el día siguiente no llegase nunca.

“Entiendo – asintió Rocío -, pero… no puede quedarse esta noche así”

“¿Así cómo?”

“Digo… que no puede quedarse con la cola sin nada. Yo pienso que, al menos para esta noche, necesita un consolador sustituto”

Costaba creer el grado de perversión que tenía la charla. Esperé que Evelyn, una vez más, desdeñase la sugerencia de su amiga por alocada pero, por el contrario, pareció mostrarse algo más interesada que hasta hacía un momento: entornó los ojos y sacudió la cabeza ligeramente de un lado a otro como si estudiara la sugerencia.

“Puede ser – convino, para mi estupor — ¿Qué se te ocurre?”

“Hmm, hay un sex shop no lejos de aquí. Es una posibilidad, ¿no te parece?”

“Sí, creo que es una excelente idea – concedió Evelyn mientras yo me hundía cada vez más en el tapizado del asiento; parecía escupir odio y resentimiento hacia mí a medida que hablaba -. Ella nos desobedeció y no sería justo que le premiásemos esa desobediencia permitiéndole tener el culo libre esta noche. Sí… estoy de acuerdo. Sé dónde está ese sex shop; lo he visto: es en una galería”

Giró con decisión el auto en la siguiente esquina mientras Rocío, una vez más, se volvía para mirarme; su rostro irradiaba sólo luz y alegría: se pasó la lengua por la comisura de la boca de un modo bien marcado y exagerado.

CONTINUARÁ
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Relato erótico: “La presa I (La cazadora X)” (POR XELLA

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POLICIA portada3LA PRESA I

Sin títuloTamiko se encontraba en su despacho, trabajando con el aburrido papeleo del negocio. Últimamente eso se llevaba la mayor parte de su tiempo, más específicamente desde que Diana trabajaba con ella. Se había destapado cómo una estupenda cazadora y cada vez tenían más carne fresca en el burdel. Tamiko sabía que gracias a que se hizo con el control de su vecina tuvo acceso fácil a la Universidad, lo que se traduce en una fuente inagotable de jovencitas así como de nuevos clientes. Incluso estaba barajando la posibilidad de hacerse con un nuevo local para agrandar el negocio.

Un ruido la sobresaltó, alguien subía las escaleras de acceso a su despacho de forma apresurada. Marcelo entró sin siquiera llamar a la puerta.

– ¿Que ocurre? – Preguntó la asiática, algo asustada por la actitud del hombre.

– ¿Sabes donde está Diana?

– No… Lo último que se dé ella es que capturó a la chica que consiguió fugarse, la mandó venir directamente aquí, como hace otras veces… ¿Pasa algo?

Marcelo lanzó una nota a la mesa de la mujer que, mientras la leía, iba cambiando la expresión de su rostro de expectación a incredulidad, acabando en un terror que nacía en lo más hondo de su ser.

– ¿Cómo es posible? ¿Crees que es él? – Preguntó Tamiko, afectada.

– ¿Quién si no?

– Tenemos que hacer algo.

– Pero, ¿Y si es una trampa? Es más, seguramente sea una trampa.

– Me da igual, Marcelo. No puedo abandonarla así.

————

Despertó algo aturdida, le dolía la cabeza. La primera sensación que tuvo fue de miedo pues, al abrir los ojos lo veía todo negro.

¿Que estaba pasando?

Llevó sus manos a la cara, haciendo sonar un ruido preocupante de cadenas, y palpó su rostro. Tenía algo. Una especie de máscara… ¿Látex? Parecía de látex, si. Cubría toda su cabeza, excepto un pequeño agujero en la parte de atrás que dejaba salir su pelo en una larga coleta.

Mientras intentaba quitarse la máscara, comenzaron a venir a su mente los últimos recuerdos. Había capturado una nueva presa y entonces… Un flash cegador, ruido, gente rodeandola… Y un fuerte dolor en la cabeza. ¿La habían secuestrado?

Aún en la situación en la que estaba intentó mantener la mente fría. La máscara tenia un pequeño candado en la base del cuello : era imposible quitarlo de momento. Se centró en las cadenas que colgaban de sus muñecas. Parecía que estaban enganchadas a la pared por medio de un mosqueton que, aunque lo intentó, no pudo desenganchar. También tenia una cadena que unía sus tobillos, le permitía mover las piernas, al menos un poco.

Por lo demás estaba completamente desnuda. Se sintió indefensa y expuesta, ¿Quién habría echo eso?

Una puerta sonó y entró alguien. Diana intentó inmediatamente conectar con sus mentes pero sin contacto visual, era imposible. Era una sensación extraña, notaba que había dos personas y sus sensaciones le llegaban de manera ahogada, como a través de una pantalla, demasiado débilmente cómo para conseguir algo útil.

– Ya era hora de que nuestra invitada decidiera despertarse. – Dijo una voz de mujer. Diana notó como se acercaba – ¿Has dormido bien, pequeña?

– ¿Quiénes sois? ¿Que queréis de mi? – La voz de Diana sonaba amortiguada por la máscara.

– ¿Que pasa? ¿No puedes leer nuestras mentes? Parece que sin esos bonitos ojos verdes no vales una mierda.

– ¿Por qué no me quitas esta máscara y te los enseño, si tanto te gustan?

– A lo mejor lo que hago es hacerme un collar con ellos, ¿Te gustaría más eso?

Mientras decía la última frase, la mujer retorció con saña un pezón de Diana, haciendo que esta gritar y se revolviese.

– ¡Zorra! – Gritó la chica que, aún estando en la situación que estaba no podía reprimir su ira.

– ¿La cazadora se está enfadando? Creo que voy a tener que bajarte los humos… Nikolai, cuelgala.

El hombre que la acompañaba comenzó a manipular las cadenas de Diana hasta dejarla colgada de techo, con los brazos en alto. Después colocó una especie de barra entre sus tobillos que la obligaba a mantener las piernas abiertas e impedía que pudiese apoyar los pies más allá de las puntillas.

– Ahora eres muy gallita, cazadora, pero cuando acabe contigo serás tan dócil cómo esas chicas a las que te gusta capturar.

La mano de la mujer comenzó a acariciar el pecho desnudo de Diana, recorriendolo en una delicada e interminable caricia. Inevitablemente, los pezones de la chica se reaccionaron a los estímulos, erizandose de manera evidente.

Un rubor que nadie podía ver ascendió a las mejillas de la chica, su cuerpo reaccionaba a expensas de su mente.

– ¡Para! – Espetó a la mujer.

– ¿Sabes? – La ignoró. – Es una lástima que no te pueda quitar esa máscara. Me gustaría que vieras todos los juguetitos que tengo para que nos entretengamos juntas, aunque pensándolo mejor, así tienes la emoción de la sorpresa.

La mujer detuvo sus caricias y colocó una pinza en cada pezón de Diana, arrancandola un grito.

– ¿Ves? ¡Así es mucho más interesante! – Decía mientras la chica se revolvía inútilmente. – No te resistas, será mejor para ti y te evitará sufrimiento.

Diana notó como el hombre la sujetaba desde detrás, inmovilizandola, mientras la mujer seguía manipulando sus pezones. Cuando paró notaba como si algo tirase de ellos hacia abajo y, al volver a revolverse el doloroso bamboleo que se produjo hizo que se detuviera.

– Espero que te gusten tus nuevos adornos, no te preocupes por si los pierdes, dentro de poco serán permanentes.

– Cuando te coja te voy a matar, zorra de mierd… ¡Ugh!

Un fuerte golpe en la boca del estomago detuvo sus palabras.

– Tu no vas a coger a nadie, tu no vas a matar a nadie. Entérate, puta, ahora eres nuestra y haremos contigo lo que queramos. Nikolai, demuéstrale a esta puta lo único para lo que va a servir a partir de ahora.

El hombre volvió a desengancharla, solo para atarla instantes después en otro lugar. Colocó a Diana con el torso apoyado en una superficie, amarrando sus piernas al suelo. Eso dejaba a la chica expuesta y vulnerable. Sus pechos estaban aplastados, acentuando el dolor de sus pezones.

Nikolai no se entretuvo demasiado y se afanó en mostrar a Diana cual sería su único cometido. La chica notó la polla del hombre abriéndose paso sin miramientos en su coño, notaba cada centímetro de avance como una cuchillada en sus entrañas. Se mordió los labios para no gritar, no quería darles esa satisfacción.

Cuando el coño de Diana se había tragado por completo la polla de Nikolai, el hombre comenzó un lento pero constante mete-saca. Extraía su miembro por completo solo para volverlo a introducir hasta que sus huevos impactaban con la chica, una y otra vez, una y otra vez, lentamente, con calma. Diana sentía la enorme polla de aquel hombre taladrándola, llenándola por dentro. Había imaginado una actitud más violenta por parte del hombre, que la hubiera follado con saña, sin reparar en ella. A todas luces esta situación era más llevadera que la que tenía en mente… Casi demasiado llevadera…

Las primeras y dolorosas embestidas de Nikolai, estaban dejando paso a unas suaves y placenteras penetraciones. El coño de Diana al principio seco, había comenzado a lubricar y, aunque quería evitarlo, suaves gemidos se escapaban de la boca de la chica. Tampoco ayudaba la amortiguada pero clara mente del hombre, el placer que estaba experimentando aumentaba el suyo propio.

Nikolai, al darse cuenta de la predisposición de la chica, comenzó a aumentar el ritmo. Sus manos amasaban las nalgas de Diana, apretandolas y separandolas con cada vaivén de su cuerpo, mostrando a intervalos el rosado y cerrado ojete de la chica. El hombre no se pudo resistir y, aunque no tenía intención de sodomizarla todavía, introdujo de manera furtiva un dedo en el agujero que tenia frente a él, lo que hizo saltar las barreras que contenían la excitacion de la cazadora, que comenzó a gemir ruidosamente ante la satisfacción de la mujer que la observaba.

El hombre se corrió dentro del coño de Diana, lo que sirvió como disparador del orgasmo de la chica. Cuando el miembro de Nikolai abandonó su cuerpo, Diana sintió una enorme sensación de vacío, se sentía partida por la mitad. Entonces llegó la sensación de culpa, ¿Cómo había podido disfrutar mientras la violaban?

– Espero que te guste la sensación de estar al otro lado… – Susurró la mujer a su oído. – Nikolai, vamonos, dejemos sola a esta zorra. Tiene muchas cosas en que pensar.

– ¿No la llevamos ante el jefe? – Era la primera vez que hablaba, su voz tenía un fuerte acento ruso.

– Todavía no, cuando requiera su presencia nos lo hará saber. Adios, cazadora. Espero que tu estancia aquí sea de tu a agrado. Nos veremos pronto.

Diana oyó cómo la puerta de la sala se cerraba y volvía a quedarse sola.

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, mostrando un gesto de debilidad que no debía permitir, lo odiaba. Pero no podía evitarlo, se sentía desvalida y humillada, habían hecho con ella lo que habían querido, ¡Y encima se había corrido!

Podía notar el dolor agudo de sus pezones así como los chorretones de lefa que comenzaban a descender por sus muslos. ¿Cómo iba a salir de allí? ¿Que más cosas la harían antes de que consiguiera escapar? No conocía la respuesta a ninguna de las dos preguntas, estaba sumida en la confusión.

Entonces se acordó de las últimas palabras de sus captores y una nueva pregunta le vino a la mente.

¿Quién era su jefe?

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Relato erótico: “EL LEGADO (23): Juego de discoteca” (POR JANIS)

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SOMETIENDO 5Juego de discoteca.

Sin títuloNota de la autora: Muchísimas gracias por vuestro apoyo y comoentarios, queridos lectores. Aquí les dejo mi mail para lo que deseen janis.estigma@hotmail.es

Estoy dándole un montón de leches al makiwara de la terraza, cuando Katrina sube las escaleras, alargándome mi móvil. Contempla la violencia que desato sobre el poste de madera, temblando con el sonido de los tremendos golpes, antes de decir:

― Es un mensaje de una tal Denise, Amo.

Me detengo, mirándola. ¿Denise? ¿La abogada de Víctor? ¿Desde cuando sabe mi número?

― ¿Qué pasa? ¿Se te baja la sangre del cerebro cuando entrenas? ¡Se lo habrá dado Víctor! Eso solo puede significar una cosa…

“Tienes razón. Víctor se ha entregado.”

Revisé el SMS, que más bien parecía un telegrama: “Cita en mansión, en una hora. Denise.”

― ¿Qué ocurre, Amo? – Katrina presiente algo, pero aún no puedo decirle nada, hasta ver en que queda todo.

― Aún no lo sé, perrita. Voy a ducharme.

Aparco en la mansión y aún no se ha cumplido la hora. Basil me intercepta en la puerta. Me aferra las manos y me mira con atención.

― Le esperan en la biblioteca pequeña, al fondo – me indica, pero me aprieta los dedos, como si quisiera decirme algo que no se atreve a pronunciar.

― Gracias, Basil.

La puerta de la pequeña biblioteca está entornada. La empujo y entro. Se la llama así porque es la mitad de extensa que la biblioteca grande, pero la sala, en sí, podría dar cabida a un par de coches holgadamente. Anenka está sentada, bueno, mejor dicho tirada, en una otomana tapizada en seda azul.

― Ah, el joven Sergei ya ha llegado – dice al verme, sonriendo.

Viste unos minúsculos shorts rojizos, que dejan desnudas sus largas piernas. Dos cómodas sandalias, con poco tacón, se hallan olvidadas bajo la otomana. Una camisa de raso, de corte masculino, complementa su vestuario, anudada por encima del ombligo. Estamos a finales de junio y hace calor.

― Buenos días – me limito a responder.

― Buenos días, señor Talmión – la voz procede desde una de las estanterías más alejadas.

No la he visto al entrar y eso es casi un crimen. Denise Tornier es una obra de arte.

― Espero no haberle importunado con esta reunión tan intempestiva. He volado muy temprano desde París para informarles de la situación – su acento francés acaricia mis oídos, haciéndome sonreír con un tonto. Creo que Anenka se ha dado cuenta de eso.

Pues, la verdad, no parece que haya madrugado tanto. Está más bella que nunca. Hoy no trae un traje de abogada, sino que ha optado por un vestido más fresco, más veraniego. Es verde marino, con algunos crisantemos blancos diseminados sobre sitios precisos, uno entre los senos, otro en un lateral de la plisada y flotante falda que acaba sobre sus rodillas, y otro sobre una de sus nalgas. Un estrecho cinturón blanco, ajusta la caída del vestido sobre su vientre. El vestido se sujeta a sus hombros con unos finos tirantes, que una brevísima rebeca de punto abierto cubre. Mis ojos se ven atraídos por el repiqueteo de sus pasos, por esos tacones de vértigo que siempre lleva.

La abogada mantiene su rostro serio y compuesto. Sus labios apenas tienen color, pero si brillo. Sus ojos grises destacan como faros, perfilados por las oscuras sombras, bajo las cejas albinas. Se sienta al escritorio que se encuentra en el centro de la estancia, mirándonos gravemente. Con un gesto inconsciente, aparta el blanco flequillo de su ojo izquierdo.

― Debo comunicarles que el señor Víctor Vantia se ha entregado a las autoridades francesas, respondiendo a la imputación que pesa sobre él: tráfico de influencias y cohecho – expuso.

― Así que, finalmente, lo ha hecho – murmura Anenka.

― Si, ayer volamos a París y el hecho ocurrió sobre las cuatro de la tarde.

― ¿Cuáles son las condiciones? – pregunto.

― Hemos pactado tres años con la fiscalía, a cambio de información. Se le trasladará al centro penitenciario de Chateauroux, que dispone de un pabellón de delincuentes financieros. Allí estará a salvo, apartado de los presos comunes, y dispondrá de ciertas comodidades, como televisión, teléfono, y cuarto de baño propio.

― No parece tan malo – dice Anenka, cambiando de postura una pierna. — ¿Qué hay de la organización?

― El señor Vantia puntualizó perfectamente este concepto. Él seguirá a cargo de las grandes decisiones de su organización. Ustedes dos se convierten en sus edecanes, sus segundos, y deben ocuparse de que todo continúe con su marcha rutinaria.

― Tengo ciertas ideas sobre… — empieza a decir Anenka.

― Lo siento, señora – la corta secamente Denise. – Cualquier decisión que se salga de lo que hayan estado haciendo habitualmente, debe serle comunicada al señor Vantia, o a mí, en todo caso.

Anenka la fulmina con la mirada. Mal asunto, pienso.

― Por mí no hay problema. Seguiré con las recaudaciones y las sugerencias – acepto rápidamente. – Es como si Víctor siguiera aquí, con nosotros.

― Así es, señor Talmión – asiente Denise.

― Sergio, por favor.

― Está bien, Sergio – sonríe mínimamente ella. – Desde primeros de mes, me he convertido en la abogada de esta organización. He dejado el bufete del que era socia y me dedico totalmente a los asuntos legales del señor Vantia. Estaré encantada de ayudarles en cuanto dispongan.

― Gracias, ¿Denise? – le contesto, devolviéndole la sonrisa.

― Exacto, Denise Tornier es mi nombre.

― Ya veo que os hacéis amiguitos – ironiza Anenka. – Entonces, sigo a cargo de las importaciones y el tema de seguridad, ¿no?

― Así es, señora.

― En fin, el jefe es quien manda – se ríe la ex agente rusa, poniéndose en pie y calzándose. — ¿Algo más que debamos saber?

― No, eso es todo, señora Vantia.

― Entonces me marcho. Tengo cita con mi peluquero.

― ¡Un momento, Anenka! Yo si tengo algo que decirte – la freno. Se queda con los brazos en jarra, mirándome. – Víctor me pidió, cuando estuve aquí con Katrina, que nos mudáramos a la mansión. Nos quedaremos con los aposentos de Katrina y un par de habitaciones más, a su alrededor.

― ¿Te traes a tus fulanas aquí? – su tono proclama parte de la ira que siente.

― Espero que eso sea un apelativo cariñoso, Anenka – procuro no caer en su juego, así que respondo con mucha calma.

― Tómatelo como quieras. Supongo que Katrina es tan dueña de esto como yo, así que no me importa – recalca, saliendo de la biblioteca meneando rabiosamente las caderas.

Me giro hacia Denise, quien muestra una sonrisa más abierta.

― No se preocupe, Denise, es que aún no ha soltado el veneno esta mañana.

― ¿Cómo las víboras?

― Más bien como una Viuda Negra.

La abogada se ríe, con una franca carcajada.

___________________________________

Me paso todo el trayecto a casa perfilando cómo decirle a Katrina que su padre está en una prisión francesa. Al final, optó por la vía directa y franca, pero me encuentro con que Katrina no está en el ático. Seguramente, habrá salido a hacer las compras. Hace un par de semanas que la dejamos salir a por el pan y ocuparse de las compras necesarias.

Katrina acata cada vez más su condición de sumisa, olvidando todas sus poses de niña rica y engreída. Creo que, en el fondo, buscaba, desesperadamente, llamar la atención, encontrar una guía. Le resulta más fácil obedecer que batallar sin sentido.

A los cinco minutos, escucho la llave en la cerradura. Katrina está de vuelta. Cuando entra y me ve, se queda estática. Intuye que algo ha ocurrido. Deja el cartón de leche y la barra de pan sobre la mesa y se acerca a mí, retorciendo sus dedos. Lleva puesto un corto vestido de estar por casa, que Maby usaba a menudo. Seguramente ha debido escandalizar a las clientas de la panadería.

― ¿Qué sucede, Amo? – me pregunta, con real ansiedad.

Atrapo sus manos en las mías, apretándolas contra mi pecho. La obligo a mirarme a los ojos, calmando así su pulso acelerado. Con lentas y sencillas palabras, le cuento lo que ha decidido su padre y las consecuencias que ese acto conlleva para todos nosotros. Su barbilla tiembla cuando intenta controlar sus lágrimas. Su padre representa toda la familia que le queda, pues su madre murió siendo ella muy pequeña. Alzo una mano y, con mucha delicadeza, aprieto su cabeza contra mi pecho, animándola a llorar. Cuando estalla en llanto, sus brazos abarcan mi cintura, apretando fuertemente mi espalda.

― Eso es, pequeña, eso… desahógate… échalo todo fuera…

La alzo en volandas y la llevo hasta el sofá, donde nos sentamos. Katrina se apretuja aún más contra mí, mientras le explico qué va a pasar a continuación, cómo nos vamos a mudar a la mansión… Al fin, alza sus anegados ojos azules hacia mí, y pregunta, con voz rota:

― ¿De verdad vamos a vivir todos allí?

― Claro que sí, perrita. Tendremos que apañar una cama “king size” en la que quepamos todos, para tu alcoba…

― ¿Yo también? – su rostro se ilumina con una expresión de sorpresa.

― Si, ya es hora de que dejes de dormir en el suelo – le digo, acariciando su cabello dorado.

― Gracias, gracias, Amo – me besa el músculo del brazo al que sigue aferrada.

― Pero, te advierto que tendrás limitaciones. No recuperas, en absoluto, tu vida anterior.

― Lo comprendo, Amo. Seguiré siendo tu perra – esta vez, baja los ojos.

Ese simple gesto me hace evocar quien era ella, unos meses atrás. Jamás la hubiera visto realizar tal acto, aunque ella no sabe que eso mismo la vuelve infinitamente más bella. Esa expresión de acatamiento, de absoluta obediencia, erizaría la piel al más jodido de los tiranos. ¿Cómo puede ser tan buena actriz?

― Seguramente ha pensado que ganará ventaja volviendo a su terreno. Debemos tener cuidado con ella y no confiarnos.

“Por supuesto, Ras.”

Cuando mis chicas regresan al apartamento, se encuentran con el almuerzo preparado, y a Katrina en bragas y muy nerviosa. Maby me mira, esperando que suelte la bomba. Como me conoce esa chiquilla. Dejo que sea Katrina la que comunique la noticia.

― ¡Nos mudamos a mi casa! – exclama, con júbilo.

Las chicas se quedan un tanto descolocadas e insto a Katrina que empiece por el principio, mientras yo sirvo los platos. Añado un plato más a la mesa, hoy Katrina comerá con nosotros.

― ¿Qué haremos con este piso? – pregunta Pam.

― Seguiremos pagando el alquiler. Nos interesa mantener un lugar en Madrid, por si tenéis una semana de sobrecarga en el trabajo y no os interesa ir y venir a la mansión, que está más lejos – decido, a consejo de Ras.

― Si, podría venir bien – asiente mi hermana.

― ¡O si queremos quedarnos a dormir después de una noche de marcha! – exclama Maby, con su vitalidad habitual.

― Para lo que sea necesario. Conservamos el ático – está decidido.

― ¿Y cuándo nos mudamos? – pregunta suavemente Elke.

― Esta misma tarde, os quiero ver haciendo maletas, y decidiendo que es lo que queréis llevaros. Tened en cuenta que el traslado es para, al menos, dos años, pero estamos cerca, así que podéis ir y venir si decidís llevaros otras cosas, más adelante – me miran, aleladas por la inminencia del asunto.

― Pero… pero… ¿esta tarde? Mañana tenemos una sesión y… — balbucea Pam.

― Tendréis un coche y un chofer a vuestra disposición – les digo. – Lo único es que deberéis madrugar un poquito más. Mientras os ocupáis del equipaje, yo echaré un vistazo a nuestro nuevo nido, y comprobar qué necesitamos…

― Amo, mis aposentos están en el ala norte – me indica Katrina.

― Ya lo sé, perrita…

― Me refiero a que disponemos de esa ala para nosotros, si queremos. Nadie la utiliza, salvo mis… esclavas – noto que le cuesta usar esa palabra.

― Lo examinaré y hablaré con Basil.

Mientras comemos, las chicas entablan una animada conversación sobre las nuevas posibilidades que se abren para ellas, en la mansión Vantia. Incluso Katrina participa activamente, siendo una más del grupo. Es la primera vez que la veo actuar así, con mis ojos. Pam y Maby ya me lo habían comentado. Cuando yo no estaba, Katrina se abría a ellas, de una forma que nunca mostraba ante mí. ¿Cuántos rostros tiene esa chica? ¿Puedo confiar en ella?

Salgo pronto para la mansión. Quiero dejar el traslado bien atado y dedicarme a otras cosas. Cuando pongo el pie en el vestíbulo, Basil parece estar esperándome. Con un gesto, me indica que pase a la coqueta salita de espera, bajo las escalinatas. Cierra la puerta, tras mi entrada, y me quedo mirándole, con intriga.

― El señor Vantia tuvo una larga charla conmigo, Sergio, y me puso en antecedentes de cuanto iba a ocurrir y de lo que pensaba hacer. Estoy totalmente a su servicio, como nuevo señor de la mansión Vantia. Sin embargo, la señora Vantia dispone del control del personal y de la seguridad – me dice, con maneras confidenciales.

― Bueno, ya se verá en su momento – le tranquilizo. – Por el momento, me voy a mudar aquí. Katrina volverá, junto con unas nuevas amigas.

― Eso es maravilloso, Sergio. ¿Tiene pensado dónde instalarse?

― Katrina quería volver a sus aposentos. Pienso que podría instalarme cerca de ellos.

― Entonces, lo mejor es subir y ver. Le acompaño.

En vez de tomar la escalinata principal, cruzamos la galería inferior hasta llegar a las escaleras de servicio. Desembocan muy cerca de los aposentos de Katrina y, además, no hay que pasar por delante del boudoir de Anenka. Basil está en todo. Mientras subimos, me recalca que Víctor le ha designado como mi ayudante personal. Basil no solo es un eficiente mayordomo, sino que conoce todos los contactos y entresijos de la organización. Sé que tengo que recurrir a él cuando empiece a planificar mis próximos movimientos, y me alegro de ello.

Conozco los aposentos de Katrina, pero no todo lo que los rodea. El dormitorio, propiamente dicho, es enorme y podría servir como sala principal.

― Basil, ¿te importaría encargar una cama de gran tamaño? Ya sabes, una de esas que caben cinco o seis personas.

― Por supuesto, Sergio. ¿Redonda, cuadrada, con dosel?

― Me da igual, la que puedas traer e instalar aquí antes…

Asiente. Echo un último vistazo, con tranquilidad. Habrá que cambiar algunos detalles, pero, en general la gran habitación es perfecta. Basil me muestra el cuarto de baño anexo, con todos los lujos. Las chicas lo agradecerán. La otra puerta conduce a una pequeña habitación con una cama de matrimonio.

― Es el dormitorio de Sasha y Bereniska – me comenta Basil.

Duermen al alcance de los caprichos de su dueña, como no.

― Me gustaría que las pusieras a mi servicio, exclusivamente.

― Así se hará, Sergio.

― Gracias.

Frente a estas habitaciones, al otro lado de las escaleras de servicio, hay otras dos puertas. Basil abre una y me deja ver una vasta habitación, totalmente vacía, con una gran cristalera que se abre a la parte de atrás de la mansión. Me pongo a pensar. Disponemos de un gran dormitorio donde cabemos todos, con un vestidor propio, aún más grande que el que tenemos en el ático. Tenemos un completo cuarto de baño y la cámara de las criadas. ¿Qué más podemos necesitar para nuestra intimidad? Se lo comento a Basil.

Entre los dos, llegamos a la conclusión que necesitaremos un área de privacidad, no solo de Anenka y del personal de la mansión, sino para nosotros mismos. ¿Qué pasa si Elke y Pam deciden echarse una de sus siestas, de forma independiente? ¿Dónde se tendrían que ir? De acuerdo que en la mansión hay muchas habitaciones vacías y dispuestas, pero es bueno disponer de un espacio privado. Decido transformar la sala en un cómodo estudio, donde pienso instalar amplios divanes, un escritorio, varios monitores de televisión y ordenadores personales, así como una zona de ocio. La habitación de al lado, que está comunicada con la más grande, se convertirá en otro baño completo.

Con eso, Katrina tendrá en lo que ocuparse. Basil aprueba mi idea. Tenemos escalera y puerta de entrada, independientes de la principal, si así lo queremos. Ha sido una buena elección, así que me decido a ir a por las chicas.

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El sábado por la mañana, queda instalada nuestra nueva cama. Los operarios acaban de irse. Es descomunal y redonda, montada sobre una plataforma que oscila, vibra, o gira. Una pasada. El colchón es de látex, inflado a no sé cuantas atmósferas de presión. Todos la rodeamos, aún en pijama la mayoría. Maby me abraza, manoseándome los glúteos, casi con olvido. Pam se inclina un tanto y trata de hundir el colchón con una mano.

― Coño, parece piel – comenta.

― Está caliente – musita Elke, probando también.

― Látex de primera – les digo. – Tiene que ser una pasada follar desnudos sobre eso.

― ¿Probamos ya? – se anima Maby.

Katrina, al otro lado de la cama, junto a Sasha y Niska, no dice nada, esperando la orden de vestir la cama, con la ropa especial que hemos comprado. La miro, intentando adivinar que es lo que piensa.

Cuando llegamos a la mansión y le expliqué lo que pensaba hacer, tanto con su dormitorio como con las habitaciones de atrás, se mostró muy de acuerdo, incluso ilusionada. Sin embargo, noté su malestar cuando, ante Niska y Sasha, le indiqué que ella sería otra criada más, como ellas, con la diferencia de que también era mi perra y las de mis niñas. Cosa que las dos doncellas no eran. Tampoco Katrina tendría poder sobre ellas; serían compañeras de trabajo.

En un aparte, hablé con las dos criadas, usando la mirada de basilisco. Me aseguré que estaban bien y que se sentían afortunadas de haber sido elegidas por mí, como doncellas. Les dije que Katrina ya no sería su dueña y que ellas pasarían a tener los mismos derechos y deberes que las demás chicas. Sus pagas se ingresarían en una cuenta cerrada, de donde se les descontarían gastos y pagos retributivos, hasta que su deuda quedara saldada. Entonces, podrían decidir si quedarse o marcharse. Aceptaron con prontitud.

Les hablé de cómo tendría que portarse Katrina en adelante. Sería una compañera más para todas las faenas que incumbieran nuestro grupo, desde limpieza de las habitaciones, lavado de ropas, comidas, o servicio personal. Katrina estaría sujeta a los posibles caprichos de mis chicas o míos, en cualquier momento, por lo que, a lo mejor, abandonaría sus ocupaciones por un rato, y ellas dos tendrían que asumirlo. Por el contrario, Sasha y Niska estaban libres de cualquier uso sexual o punitivo… y ahí fue donde me cortaron, negándose. Ellas deseaban lo mismo que Katrina. Llevaban tiempo deseándolo. Sabían en lo que se metían, así que no dije nada. Sonreí y las acepté. Ya teníamos perritas.

He dejado que las otras habitaciones sean diseñadas por todas las chicas, perritas incluidas. Paso de comerme el cerebro. Además, no dispongo de tiempo. Basil me describe todo el organigrama de los negocios Vantia, y me hace estudiármelo como si fuese la puta tabla periódica.

A la hora de almorzar, les comunico a las chicas que tenemos que celebrar la mudanza, y que esa noche saldremos a una discoteca a bailar.

― Los cinco – digo, mirando a Katrina, que, por el momento, come con nosotros, a la mesa del gran comedor.

― ¡Bien, Katrina, tu primera salida! – le da un cariñoso codazo Maby.

En el otro extremo de la larga mesa, Anenka atiende una llamada, picoteando de su plato mientras mueve la cabeza, negando. Nos mira con disimulo y casi podría asegurar que le encantaría que la invitara también. Tiene que demostrar que ha cambiado, si quiere conseguir algo de eso.

― ¿De verdad que puedo ir? – me pregunta Katrina, incrédula.

― Por supuesto, perrita, pero…

― Hay un pero – suspira, bajando la vista.

― Por supuesto. Siempre hay un pero para ti. Te vas a poner bien guapa, que las chicas te ayuden… pero llevaras tu collar de perrita y una cadena, bien a la vista para que quede claro lo que eres.

― Si, Amo.

― Anima esa carita de ángel, Katrina. Deberías estar orgullosa de que te saque de paseo por ahí y presumir de dueño – ni yo mismo detecto la ironía en mis palabras. Creo que lo he dicho como una verdad, pero ella solo asiente, mirando su plato.

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El sitio elegido, tras un intenso debate con Maby, es la sala IN en Alcorcón. Es un local famoso en la ruta madrileña, con una antigüedad de casi diez años. Dispone de aparcacoches, así que no tengo que dar vueltas con el Land Cruisier. Nos bajamos todos y repaso a las chicas de una mirada. Están para mojar pan, lo juro. Las muy zorras se han aplicado a conciencia.

Maby ha colocado su corto pelo moreno en erizadas puntas, buscando un look más gótico. Ha pintado sus ojos con una sombra oscura, perfilado sus preciosos ojos de negro, y pintado los labios de brillante púrpura. Lleva una camisola de lino, teñida como el cuero, de manga ancha y sin botones. Se cierra con cordones entrelazados, los cuales dejan entrever el canal de sus menudos pechos y el hondo ombligo. La camisola cubre los brevísimos shorts tejanos, pareciendo que no lleva nada debajo de ella. Unas preciosas sandalias perladas, de alto tacón, completan su indumentaria.

Se acerca a mí, teniendo la correa de Katrina en la mano, la cual me entrega. Con la misma mano en que sostengo la tralla de mi esclava, abrazo a mi novieta, pegándola a mi costado.

― A dos pasos delante de mí, Katrina – la rubia me obedece al instante, separándose de nosotros y tensando más la correa.

Detrás de nosotros Pam pasa su brazo sobre los hombros de Elke. Mi hermana se ha colocado un mini vestido de lamé anaranjado, que es puro fuego, pues dispone de su propio culotte del mismo material, ya que es tan corto que acaba enseñándolo todo. Lleva el cabello recogido y tenso en las sienes, pero abierto espectacularmente a su nuca, como una aureola rojiza. Unos Manolos, rojos pasión, de vertiginoso tacón, la hacen aún más alta. Elke ha recogido su espléndida melena en una gruesa trenza, que cae a su desnuda espalda, pues lleva un minúsculo top que apenas contiene sus erguidos pechos. Porta, muy baja sobre sus caderas, una falda de reminiscencias hindúes, que se pega a sus muslos con sensualidad, dejando una de sus piernas casi totalmente al aire, y la otra cubierta. Calza unas sandalias asiáticas, de tiras entrecruzadas hasta la pantorrilla.

Me fijo en un detalle, aparte de la bisutería que se han colgado en muñecas, lóbulos, y esbeltos cuellos, ni una lleva un puñetero bolso. Vienen a saco, a barba regada, a gañote abierto… Sonrío ferozmente. ¿Qué voy a esperar? ¿Acaso no soy su dueño?

Caminamos hacia la entrada y me fijo en el explosivo trasero de Katrina. Pienso que lo está meneando de más, aprovechando que todos tenemos que mirarla. Viste un dos piezas de Oscar dela Renta, en un exquisito tono canela. Bueno, yo lo llamo dos piezas, porque trae dos trocitos de tela. Uno cubre justamente sus senos, con solo un estrecho tirantito que sube por un hombro y desciende por la espalda, cruzándola. El otro trozo de tela rodea sus caderas, amoldándose como un guante a sus nalgas. Se detiene dos dedos por debajo de su entrepierna. Las dos telas están unidas por unas filigranas de metal, cuatro en total, que hacen las veces de tirantes, dos dejan el ombligo en medio, al descubierto, y las otras dos, a la espalda. Al final de sus largas piernas, Katrina lleva dos bajos botines de terciopelo rojo. Su rubia melena ondea suavemente en la brisa nocturna que agita levemente el calor del alquitrán del polígono UrtinSA.

Puedo imaginar lo que piensa la gente que está esperando en la entrada, formando una moderada cola, cuando nos acercamos a la entrada de la disco. ¿Quién será ese tipo? ¿Es un actor, un cantante famoso? ¿Son modelos? ¡Mira, la rubia va atada a una correa! ¡Oh, que pedazo de putón! ¿Será su esclava? ¿Cómo lo ha conseguido…? Y mil preguntas más que se pueden ocurrir al contemplar tal escena. Casi se me pone dura al mirarles a los ojos; me produce un morbo genial.

Los porteros no ponen ninguna pega para dejarnos entrar. Solo tengo que deslizar un par de billetes de cincuenta euros, con disimulo. Tampoco escucho ninguna queja en la cola, cuando nos colamos.

La poderosa música nos asaeta nada más entrar. Es como un muro casi sólido de energía, pero, no es solo potencia, – 15.000 watios llego a saber – sino por lo bien que suena. El local tiene muy buena acústica y la música está bien ecualizada, hay que reconocerlo.

Hay otra planta, seguramente para un ambiente más tranquilo. Me giro, contemplando la vasta sala. Hay al menos seis pantallas gigantes, en las que proyectan continuas animaciones, y, quien sea que maneje el sistema de iluminación sabe lo que hace, cambiando espectacularmente de un efecto a otro, con buen ritmo. Maby me indica las plataformas de animación, donde se mueven gogo’s, tanto femeninas como masculinos, con muy poca ropa.

― ¡Están muy altas! Me hubiera gustado subirme a una – me dice al oído, casi gritando.

― La noche acaba de empezar – le contesto.

Decido subir a la otra planta. Quiero un poco más de intimidad, ya que todo el mundo gira la cabeza a nuestro paso. Bueno, no puedo esperar otra cosa, teniéndolas a mi lado. Un par de chicas me sacan la lengua al ver la tralla de Katrina, como animándome a ser malo. Arriba, encontramos otra sala, con música más llevadera, y, fuera de ella, y con vistas a la pista central, unos amplios reservados para VIPs. En ellos, se levantan pequeños arcos de hierro, cuyos laterales están recubiertos de telas rizadas y crespones, que simulan ser pequeñas tiendas abiertas, conteniendo dos o más sofás. Nos instalamos en uno de ellos y pronto tenemos un chico joven que nos trae bebidas. El pobre abre los ojos como platos todo el rato, sobre todo mirando a Katrina, que está arrodillada en el suelo de goma, entre mis piernas. Mi perrita se mantiene con el cuello erguido, la vista clavada en lo que se ve abajo, y sus manos aferradas a una de mis piernas. Está muy acostumbrada a esta postura.

Por un momento, la sala queda casi a oscuras. Hay un cambio total de ritmo. La gente silba y aplaude. Un nuevo DJ empieza su session. Se trata de Oscar Mulero y parece que tiene bastantes fans.

― ¡Vamos a bailar! – exclama Maby, dándole la mano a Elke y tirando de ella.

― ¿Quieres ir con ellas? – le pregunto a Katrina, alzándole el rostro con un dedo. – Recuerda que llevaras el collar y la tralla. ¿Quieres que todos te vean y ser la más zorra de todas?

Katrina asiente, mirándome con ojos lujuriosos.

― Pam, llévatela – le digo a mi hermana, que se encuentra en pie, a mi lado, esperando la decisión de la rubia. Con una sonrisa, toma la tralla de mi mano, y Katrina obedece al tirón, poniéndose en pie.

Tomo mi vaso y me acerco a la baranda desde la que puedo observarlas. Las chicas pronto se hacen un sitio en la gran pista para moverse sensualmente. Es un placer admirarlas desde la distancia. Los demás bailarines las circundan, las animan con sus miradas lujuriosas, dejándoles espacio para que se muevan aún más provocativamente. La que más lo hace es Katrina, con los brazos en alto, ondulando sus caderas, sus piernas entreabiertas. Sus compañeras se pasan la tralla de una a otra, a medida que desean bailar con la perrita al extremo de su mano.

Muchos moscones intentan acercarse, pero acaban retirándose cuando no consiguen ni siquiera una mirada sobre ellos. Maby sube un momento para beber de su copa. La llamo con un gesto.

― Mira – señalo a varios puntos, indicándole las chicas que no apartan los ojos de las chicas. – Dile a Katrina que quiero que consiga a una de esas chicas que la devoran con los ojos. Que deseo que la traiga para mí, aquí arriba.

― Eso suena a una prueba – me dice, dándome un codazo.

― Exactamente.

Baja de nuevo y la observo como transmite mis palabras, sus labios bien arrimados al oído de mi perrita rubia. Katrina me busca con los ojos y muevo mi cabeza en respuesta a su muda pregunta. Ella misma recoge el extremo de la tralla que sostiene Pam y, jugando con ella a darse pequeños golpecitos en la palma de la otra mano, se mueve por la pista.

Según me cuenta más tarde, se dedica a cruzar la mirada con las chicas que le parecen atractivas. La mayoría aparta la mirada enseguida, unas impresionadas, otras asqueadas por su actitud, pero hay una minoría que le sostiene el pulso e incluso le hacen gestos obscenos. Esas son las que busca, las más zorras del local.

Desde donde estoy, observo sus evoluciones por la sala hasta que se detiene ante una chica un poco más baja que ella, con una melenita oscura, cortada al estilo Cleopatra. Parece que le sobran un par de kilos, pero su figura se ve potente y agresiva, con unos senos que amenazan con estallar los botones de su camisa de satén malva. A Katrina le atrae su tremendo culazo, que queda perfectamente a la vista con las oscuras mallas que se pierden dentro de sus rojas botas de alta caña, por encima de la rodilla.

Sin dejar de mirarla, sin importarle que las amigas de la chica cuchicheen y se rían de ella, Katrina le entrega el extremo de la tralla, sin pronunciar ni una sola palabra. Cuando la mano de la chica acepta el cuero, justo entonces, Katrina se le acerca más y le dice:

― ¿Quieres que sea tuya esta noche?

La morena no la cree en un principio. Una de sus amigas le sopla que es algún juego de la disco, pero ella no suelta la tralla, prendida en la belleza de Katrina. No está segura de nada.

― ¿Te entregas sin conocerme? – pregunta, animándose a responder.

― Solo con una condición…

― Lo sabía. ¿Cuál? – sonríe la amiga.

― Debes conocer a mi Amo. Me ha enviado a buscarle compañía femenina para esta velada – le cuenta Katrina, sin hacer caso de la amiga.

― ¿Es que no tiene bastante contigo o con las otras? Os hemos visto subir – otra de sus amigas se acerca, pretendiendo saber más.

― En tres segundos, retiraré la tralla de tu mano y me marcharé para buscar otra candidata. No habrá más oferta. De ti depende – Katrina es tajante, retomando un tono que ya tiene olvidado.

La chica Cleopatra se moja los labios con la lengua, decidiendo.

― Acepto – asiente.

― ¡Meli!

― ¿Estás tonta?

Sus amigas no parecen de acuerdo. Puede que, en el fondo, la envidien, pero ella las acalla con un par de palabras. El caso es que Katrina le indica que tome el camino del piso superior, y la morena tira de ella, sosteniendo la tralla en su mano. La gente cercana sonríe y las señala, haciendo que Katrina se moje aún más. Finalmente, me confiesa que, nada más entrar en la discoteca, con todo el mundo mirándola, se puso tan cachonda y mojada, que tuvo que recoger su lefa con los dedos y chuparlos.

Maby, Pam y Elke siguen bailando en la pista, pavoneándose ante las agónicas miradas de muchos tíos. Les gusta incitarlos; son así de zorras. Al subir a la planta superior, Katrina toma el relevo. Ahora es ella la que camina delante, conduciendo a la morenaza hacia mí.

― Amo, he cumplido tu orden – me dice, deteniéndose ante mí y haciendo una pequeña reverencia, que jamás antes me ha hecho. Katrina está juguetona, se le nota.

La chica nueva abre mucho los ojos cuando contempla como mi perrita se sienta en el suelo, entre mis piernas, sin ningún pudor. La recompenso metiéndole un dedo en la boca, impregnado en el ron de una de las copas, que ella succiona a placer.

― Me llamo Sergio, la perrita es Katrina – le cuento, mirándola.

― Yo soy Meli – nos dice, sin dejar de mirar el tanga de Katrina, que asoma un poco, debido a la posición de sus muslos.

― Ven, siéntate, Meli – le digo, palmeando el asiento del sofá, a mi lado.

Cuando lo hace, Katrina se desliza, quedando entre nuestras dos piernas más próximas. Sus brazos se enroscan a nuestros muslos, con naturalidad. Veo como Meli traga saliva.

― ¿De verdad es tu esclava? – me pregunta, mirando a Katrina.

― Así es. Es mi hermosa perrita – contesto, llevando una mano al collar de Katrina y girándolo para que ella lo vea bien.

― ¿Cómo se consigue que una mujer tan bella acepte esa… entrega?

― Ah, es una larga idea. Solo te diré que, tras varios meses de entrenamiento, hoy es su primera salida nocturna – sonrío. — ¿Qué te ha hecho aceptar?

Meli se encoge de hombros y, tras pensarlo, dice:

― El morbo, supongo. Que una mujer tan hermosa se entregue totalmente sin conocerte… No sabía qué hacer cuando me ofreció la tralla.

― ¿Has probado la dominación?

― No.

― Pero te atrae, ¿verdad?

― Si. Leo todo lo que puedo en Internet – baja la mirada, al confesarlo. Eso no es un acto de dominante.

Katrina se ha dado cuenta también, y la mano que atrapa el muslo de Meli comienza a moverse en círculos, lentamente.

― ¿Qué te atrae más? ¿Hombres o mujeres? Me refiero a la dominación – le aclaro.

― Creo que las mujeres – musita.

― ¿Por qué?

― No lo sé… parecen más crueles, más dispuestas. Los hombres son, quizás, más burdos en sus castigos – baja los ojos, mirando el camino que recorre la mano de Katrina, y trata de mantener sus muslos apretados.

― Eso no puedes saberlo sin probar – me río suavemente.

Vuelve a encogerse de hombros y a tragar saliva, tratando de no hacer caso de los dedos de la perrita que se deslizan, arriba y abajo, sobre su pierna. La mano que Katrina mantiene sobre mi pierna desaparece y atrapa la muñeca de Meli, llevando los dedos de la morena hasta su boca. Katrina los chupa con ingente pasión, lamiéndolos uno a uno. Al mismo tiempo, su otra mano consigue entreabrir los muslos de Meli, enfundados en las elásticas mallas oscuras.

― ¿Meli?

Me contesta con un siseo.

― ¿Quieres probar? – pregunto suavemente, comprobando que se está abandonando a los avances de Katrina.

Asiente varias veces, sin pronunciar sonido, y cierra los ojos, la cabeza resbalando en el respaldo del sofá. Katrina, con el rostro vuelto hacia mí, me sonríe. Su dedo corazón está hundido en la entrepierna de la morena.

― Tiene un colchoncito muy mullido, Amo – me dice.

Alargo una mano y sobo el obús que tiene por seno derecho. Duro y apretado. Seguramente operado, pero, ¿a quien le importa? No suelo ponerme filosófico con el pecho de las mujeres. Me gustan todos, orondos, planos, erectos, nimios, e incluso caídos, pero no soporto un pecho fláccido, sin consistencia. Así que no le pongo pega alguna a un tetamen operado y turgente. ¡Hay que ser gilipollas para eso!

Apenas tengo que tocar uno de los botones con los dedos para que se deslice del forzado ojal. Uno detrás de otro hasta dejar a la vista el excitante mini sujetador blanco, que apenas puede abarcar sus volúmenes.

― Te voy a morder un pezón, Meli… ¿Cuál prefieres? – le susurro, inclinado sobre ella.

― El… izquierdo – gime ella, mirándome casi de reojo.

Saco el pecho izquierdo fuera del contenedor de tela y contemplo el oscuro pezón. La aureola es grande, también oscura, y el pezón casi inexistente. Es de esos pequeños, que apenas se levantan. Habrá que trabajarlo a conciencia. Estiro mi cuerpo para llegar al pecho. Al cruzar mi cabeza ante su rostro, noto el aliento de Meli en mi oreja. Deslizo mi lengua sobre la cúspide de su seno, arrancándole un estremecimiento. Miro hacia abajo y puedo ver como la mano de Katrina se introduce bajo la malla, buscando carne descubierta.

Succiono el pezón, atrayéndolo al interior de mi boca para atraparlo con mis dientes. Lo hago medio rodar entre ellos y, lo pinzo con mis incisivos, apretando lentamente. Meli se queja y sus dedos acarician mi cabello dulcemente. Lo sabía. Le va el dolor y la obediencia.

― ¿Cómo va por ahí abajo? – pregunto.

― Esto es una fuente, Amo – responde Katrina, con una risita.

― ¿Si, Meli? ¿Estás chorreando, guarrilla? – le pregunto, tirando de su labio inferior con mis dedos.

― Sssiiii…

― ¿Quieres que sigamos? – le pregunto, lamiendo esta vez el labio.

― Ssi… por favor – atrapa mi lengua y la succiona brevemente.

― ¿Estás dispuesta a entregarte? ¿A acatar cuanto te pidamos? – le meto el dedo índice hasta casi la garganta y ella lo aspira golosamente.

Me mira, aún succionando, y lo puedo leer en sus ojos. Ya está entregada, pero aún así, asiente vigorosamente.

― Esa guarra se va a mear como sigáis así – dice Maby, al llegar. Pam y Elke la siguen, cogidas de la mano.

― Pam, pide un par de botellas y di que no nos molesten en un rato – le digo a mi hermana, quien sonríe, comprendiendo. – Elke, ayuda a Maby y acercad ese sofá aún más.

Quedamos todos sentados, con las rodillas muy cerca, en tres sofás, dejando un pequeño espacio interior, donde queda un velador redondo, lleno de vasos. El joven camarero regresa, portando una bandeja llena. Una botella de Smirnoff, otra de ron Cacique 500, y vasos nuevos. Recoge los vasos usados y da otro viaje, esta vez trayendo refrescos y una pequeña cubitera con hielo. Los ojos del camarero no se apartan del escote de Meli, la cual ha cerrado su camisa como ha podido.

― ¿Desean intimidad? – nos pregunta, con una sonrisa ladina.

― Por supuesto. ¿Es posible? – le pregunto.

Sin más palabras, se acerca a uno de los puntales que rodean los sillones, recubiertos por rizados crespones. Tira de unos cordones y los crespones se desenrollan, transformándose en las mismas cortinas que podemos ver en otros lugares del gran reservado. El camarero cierra varias partes, pegando unos velcros, con lo cual, finalmente, quedamos aislados de miradas indiscretas. Le doy las gracias y le digo que cargue una buena propina en la tarjeta.

― Katrina, desnúdala – le ordenó, señalando a Meli. – Querida, te presento a Elke, Pam y Maby… todas son perritas, como tú vas a serlo…

Se muerde el labio, devorada por la excitación, mientras Katrina le quita las botas, luego las mallas, y finalmente, la camisa. Le permito quedarse con la ropa interior, que no es que cubra mucho, por lo minúscula que es.

― ¡De rodillas en el suelo! ¡En el centro, perrita! – obedece de inmediato, quedando entre nuestras rodillas, mirándome. – ¡Las manos a la nuca!

Los gloriosos pechos quedan alzados, vibrantes y neumáticos. Maby, que se encuentra detrás de ella, se inclina y los soba a placer, pellizcándolos. Katrina, que ya no está sentada en el suelo, sino a mi lado, en el sitio que ocupaba Meli, me soba el pene, por encima del pantalón.

Pam se encarga de poner el velador a un lado, para que no estorbe. Así, la nueva perrita puede llegar a cada uno de nosotros, sin apenas moverse. La atrapo de la barbilla, clavando mis ojos en ella. Jadea solo con la impresión, sin quitar las manos de la nuca.

― Vas a lamer el coñito de Katrina. Mientras, las demás de darán azotes en las nalgas, uno cada cinco segundos. No pararan hasta que Katrina se corra. Así que esmérate si no quieres que te enciendan en trasero, putita… ¿Has comprendido?

― S…ssii…

― ¿Si, qué? – le doy un pequeño sopapo en la mejilla.

― Ssi, mi señor…

― Eso está mejor. ¡Vamos, ponte a ello!

Katrina la atrapa rápidamente de su corta melena, atrayendo su boca hasta su entrepierna. No ha tardado nada en subir la estrecha faldita sobre sus caderas, y apartar el tanga. Su vagina está más que lubricada y ansiosa. Meli hunde su rostro y apoya sus manos sobre las rodillas de Katrina. Las pantallas sónicas del segundo piso refractan suficientemente el fuerte volumen de la música, como para que todos podamos escuchar los ruidos de la frenética succión.

― ¡Alza las nalgas, putita! – le digo, y me obedece, levantando los riñones, mostrando sus hermosas nalgas, redondas y grandes.

Maby es la primera en otorgarle un azote con la palma de la mano. Meli contrae la espalda, pero vuelve a ofrecer la nalga vibrante. Pam cuenta hasta cinco, en voz alta, y golpea la otra nalga, con fuerza. De nuevo, Meli contrae el culo, ahora con las dos nalgas enrojecidas. Una mano de Katrina me aferra del hombro, empuñando mi camisa. Tiene los ojos cerrados y la boca abierta. Al parecer, Meli se afana bien entre sus piernas.

― ¡… cuatro… y cinco! – Elke deja caer su mano, generando una fuerte palmada.

Esta vez, Meli apenas se mueve. Está atenta a la cuenta en voz alta. Nada más acabar la segunda ronda de azotes, Katrina empieza a saltar sobre el sofá, aferrando la melenita de Meli con ambas manos. Está restregando su rostro contra su coño, como una loca.

― ¡Por Dios… por Dios! Siiiiii… me corro… Amo… me corrooooOOOOOO…

Para animarla, le pellizco fuertemente un pezón, por encima de la tela. Me inclino y atrapo a Meli por los pelos, levantándole la cabeza. Aún se está relamiendo, la cacho guarra. Le meto la lengua en la boca, degustando el sabor de ambas.

― ¿Te ha gustado, putita? – le pregunto, mirándola fijamente.

― Si, mi señor. Mucho.

― Pues sigue con las demás – le pido, soltándole el pelo.

Se gira y se enfrenta a Elke, quien mira rápidamente a su novia. Pam sonríe y asiente, dándole permiso. Elke se abre de piernas, quitando el corchete que recoge uno de los lados de su falda hindú, dejando así el paso libre a la boca de Meli. Esta vez es Katrina quien empieza a contar hasta cinco, con la mano levantada.

― ¡Que vicio tiene lamiendo! – comenta Katrina, tras dar su azote.

― Gud, den munnen er den tispa! – jadea Elke, sea lo que quiera significar.

Maby deja caer su mano, enrojeciendo fuertemente la nalga derecha. La noruega no llega a la segunda ronda. No sé si las chicas están muy cachondas o es que Meli es una auténtica máquina, pero Elke coge la mano de Pam mientras suelta suaves “ays” y “uys”, que indican que se está corriendo sin remedio. Maby le pasa una copa a la lamedora cuando levanta la cabeza.

― Toma, campeona, bebe algo y remoja esa lengua, que va a echar humo, pendón – le sonríe.

Meli le devuelve la sonrisa, bebe un gran trago y entrega el vaso de nuevo. Aprovecha para darle un pico a mi morenita. Mientras, a su lado, Pam se está quitando el culotte compañero de su vestido, y también las braguitas, a toda prisa. Meli mueve las rodillas, situándose entre las piernas de mi hermana, y la mira a la cara.

― No sabes cómo me ponen las pelirrojas como tú, cariño – musita.

― Abajo no tengo pelitos, lo siento – le contesta Pam, aferrándola de la nuca y obligándola a hincar la cabeza entre sus piernas.

A su lado, Elke empieza a contar. Pam tarda más en correrse, supongo que la lengua de Meli está cansada y ya no es tan viva y ágil, por lo que le acaban poniendo el culito morado. Sin embargo, no deja de exponerlo y agitarlo, por muchos cachetes que le caen. Pam acaba retorciéndose, atrapando entre sus muslos la cara de la morenaza. Elke, casi tirada sobre el sofá, mete su lengua en la boca de su novia, ahogando sus largos gemidos de placer.

Maby se pone en pie, desabotonando los shorts y bajándolos por sus largas piernas, preparándose para catar esa lengua que está derritiendo a todas sus compañeras. Está ansiosa, salida perdida, como la más puta de las perras. Espera, en pie, que Pam acabe de correrse, y me mira con una pícara sonrisa.

Que putilla es mi novia, y cuanto me gusta que sea así. En verdad, amo muchísimo a mi hermana. Es un amor doble, fraternal y emotivo. Pero jamás he comulgado tan bien con otra chica, como con Maby. Pensamos al unísono, en la misma longitud de onda, con el mismo deseo, y sin freno alguno; eso es lo que nos une, por encima de las demás.

Hasta el momento, cada chica que ha entrado en mi vida, ha aportado un trozo de emoción primaria a mi ser; ha complementado un aspecto de mi personalidad. Pam ancla mi necesidad de pertenecer a un lugar, a un entorno, mi familia. Elke es un vínculo a proteger, una especie de preciado talismán que representa la perseverancia. Katrina es la superación final, la meta que tengo que alcanzar y que parece difuminarse cuando la tengo a mano. Pero Maby… Maby es distinta.

Siempre ha representado, para mí, la picaresca de una juventud que nunca he conocido; la espontaneidad de un capricho constante; el amor sin condiciones, ni límites… Mi novia.

Maby no espera a sentarse. Atrapa a Meli del pelo y le alza la cara, colocándole el coño, abierto y chorreante, en su boca.

― Basta de cachetes, chicas – dice, alzando un dedo. – Ocuparos de sus tetazassss…

Me hace sonreír. Es lo que os digo, pienso lo mismo que yo, como si fuéramos telépatas o algo así.

― Lo que pasa es que es tan morbosa como tú.

“Puede ser.”

Elke y Pam, la primera arrodillada y la segunda sentada, se ocupan de masajear, pellizcar, y repasar los rotundos pechos de Meli, cada una pendiente de uno. Katrina, a una indicación mía, me ha sacado el miembro y me lo acaricia, preparándolo para el acto final. Contemplo el culazo de Meli. Su ano se perfila completamente a mis ojos, como un pequeño asterisco medio oculto entre el gran pliegue. No parece que esté usado. Lástima, me hubiera gustado hacérmelo, pero si es virgen por ahí, no es cuestión de ponerse a ello, en este momento.

Me doy cuenta que Maby está temblando. Tiene la cabeza echada hacia atrás, el cuello estirado y murmura algo…

― Cabrona… me está matando… Me va…a… absorber el… útero…

Reconozco ese movimiento de la pelvis. Maby se está corriendo, apretando las nalgas, impulsando su pubis contra la boca que la está atormentando. Dos espasmos generales y se derrumba sobre el sofá. Pam y Elke la acogen en sus brazos. Meli se queda sola, sentada sobre sus talones, relamiéndose y toqueteando sus durísimos pezones.

― Es una fiera, Amo. Nos ha comido a las cuatro y aún le queda cuerda – me dice Katrina al oído.

― Entonces, es el momento de que descanse, ¿no? – le digo con una sonrisa, mientras apoyo la punta de mi zapato en una de las nalgas de Meli, para llamarla.

― ¡Me cago en la puta! – exclama al volverse hacia mí, asustada por lo que ve en la mano de Katrina. — ¿Eso es de verdad?

― Ven y lo tocas, así lo sabrás – le digo.

La hago sentarse sobre mis piernas, de cara a mí. Paso un dedo por su abierto coño, cuyo vello está recortado en forma de rombo, justo sobre su clítoris. Chorreando no es la palabra, anegado más bien.

― ¡Madre mía! ¡Eso es… tremendo! – susurra, cuando Katrina la toma de una mano y la coloca sobre mi pene. – Yo… no…

― ¿No qué?

― No sé si podré… — levanta los ojos para mirarme.

― ¿Por qué? ¿Eres virgen? – le pellizco la barbilla.

― No… no es eso… pero lo he hecho solo con dos tíos…

― Te van más las chicas.

― Si, mi señor. Esos dos hombres con los que he estado no tenían… nada parecido a eso – acaba señalando mi polla, impresionada.

― No te preocupes, iremos despacio. Además, estás tan lubricada que creo que entrará casi toda – la tranquilizo, atrapándola por las nalgas para alzarla.

Se apoya en mis hombros y sobre la punta de sus pies, la cabeza inclinando, intentando ver algo, pero solo puede sentir la punta del cipote rozando su vulva.

― Suave, mi señor – susurra, casi como una plegaria.

Rápida como una serpiente, la mano de Katrina se introduce entre nuestras piernas, aferrando mi pene y restregándolo contra el inflamado clítoris de Meli. Es un clítoris grueso como un garbanzo. El gemido resultante es antológico, de esos que hacen que los pantalones se bajen, por sí solos. Ella misma, tras un par de roces, busca penetrarse, moviendo las caderas. Katrina conduce mi polla hasta el lugar idóneo y es como traspasar mantequilla con un cuchillo caliente, al menos hasta algo más de la mitad de mi miembro.

Jadeando, Meli me llena el rostro de húmedos besos, mientras me pide unos segundos para acomodarse. Por su cuenta, comienza a dejarse caer, sumiendo mi polla en las profundidades de su sima natural.

― ¡Aaiiin…! ¡Mmmmfff! ¡Ya no… puedo más! – gime.

― Tranquila, putona, te la has tragado casi entera – se ríe Katrina, poniéndose de rodillas para besarla en la boca.

― ¿De verdad? – consigue exclamar, tras dos o tres besos.

― Creo que la siento aquí mismo – bromea Katrina, después de deslizar su lengua por el paladar de Meli.

― Muévete, perrita – le pido, cortándola.

― Si, mi señor.

Sin embargo, la posición no es demasiado buena. Las piernas de Meli no son lo suficientemente largas como para permitirle levantarse demasiado sobre mi regazo, con lo que no hay apenas margen para embestirle el coño, con fuerza.

― Ponte a cuatro patas, con la barbilla contra el respaldo – le indico, sacándosela.

Su coño palpita, anhelando una profunda exploración. Katrina le coloca el cuello sobre el respaldar del sofá, como si se tratase de un tajo de decapitación. Se inclina sobre ella, sin dejar que se mueva, y lame sus labios. Meli le entrega su lengua y le suplica que la bese en el cuello.

― Elke, apuntala la polla de mi hermano – escucho decir a mi espalda.

La suave mano de Elke toma mi miembro y lo introduce perfectamente en la vagina de Meli, como haría cualquier inseminador de yeguas con el semental. Después, Elke se coloca a mi espalda, en pie, pasa sus manos por mis hombros, sobeteando mis tetillas, y noto como su pubis se aprieta contra mis nalgas. Está de nuevo caliente.

― ¡Mi señor! Me estás… partiendo – gime Meli en la boca de Katrina, cuando doy el primer envite.

― Calla, putita – le dice la rubia, metiendo una mano bajo su cuerpo y acariciándole el clítoris.

A la tercera embestida, lenta y profunda, como me gustan, ya no se queja. Al contrario…

― ¡Ay… que bueno está esto…! Si lo sé antes… uuuuuUUhhh…

― Katrina, chúpale los senos… Elke, tú haz lo mismo con su clítoris – les digo.

Cada una se acuesta en el sofá como puede, una a cada lado de Meli, dejando las piernas encogidas, los pies en el filo del mueble.

― Meli, usa tus manos… con mis chicas… ¡Mastúrbalas!

Dicho y hecho. Apoyando la frente en el respaldar, conduce sus manos, al mismo tiempo, a las entrepiernas de las dos chicas, que las reciben con toda la alegría del mundo. Solo me resta concentrarme en culear fuerte y cada vez más rápido, escuchando los delirios de la morenaza.

Se corre hasta tres veces, teniendo que detener sus caricias sobre los coñitos de las chicas, a punto de perder el conocimiento. Llama a su madre, al Niño Jesús, e incluso a Florentino Pérez, cada vez que se corre, pero no se la saco. Sigo bombeando. Elke se corre con un gritito y cierra las piernas, atrapando el brazo de Meli. Pam la ayuda a salir de debajo del cuerpo de la morenaza. He sentido la lengua de Elke, en varias ocasiones, pasarse por encima de mis huevos.

Katrina, quien se ha corrido la primera, está tumbada de costado, con la mejilla apoyada en una mano, mirándonos. Tiene una sonrisa curiosa en su expresión.

― Meli… me voy a correr… ¿estás protegida? – jadeo.

― No importa… mi señor… córrete dentro… córrete… por favor… quiero sentiiiiiiir… ¡CÓRRETE! – chilla ella, cayendo en un orgasmo definitivo, en el mismo momento en que inundo su coño.

Cae derrumbada, aplastada contra el sofá, por mi peso. Saco mi miembro y lo apunto hacia Katrina.

― Límpiala, perrita.

― Si, Amo – se arrastra hasta tomarla en su boca y dejarla bien limpia con su lengua.

Las chicas se visten y ayudan a Meli a reanimarse. Tras vestirla, se van todas a los lavabos, a retocarse. Con tranquilidad, me bebo un par de vodkas, mientras Ras me da la vara con un par de asuntos que ni escucho. Estoy pensando en mi perrita Katrina. Se ha portado muy bien esta noche. Me siento orgulloso de ella. Habrá que sacarla más noches. Me pregunto si ahora que ha retornado a su casa, supondrá un freno para su entrenamiento.

Las chicas regresan. Le han dado el número de sus móviles a Meli, por si quedamos otra vez. Ella se despide con un largo beso en la boca de cada uno de nosotros.

_____________________________________________

Sorbo un poco más del té que me ha traído Sasha, junto con un par de croissants. Me encuentro en una de las salas de la galería inferior, cerca de la escalera de servicio. La he escogido para mí, – es una de las más pequeñas – como despacho y lugar de trabajo. Estudio las fichas que Basil y Anenka me han facilitado. Ambos conocen las cabezas visibles de nuestros aliados, en el extranjero, pero yo debo estudiármelos.

En Alemania, Tossan Meldner es el “caudillo”, como le llaman. Un hombre duro, de unos cincuenta años, forjado en el infierno bosnio, sin familia conocida. Inga Faulkehmer es su segunda, una mujer aria, austriaca, de mediana edad, áspera como el pedernal. Su ficha dice que es absolutamente lesbiana. No es que sea fea, me digo al mirar su fotografía, pero, a pesar de tener el pelo rubio, cortado a lo militar, y rasgos delicados, sus ojos son más fríos que un pingüino muerto.

Los dirigentes de la facción de Holanda son esposos, marido y marido: Golan Najjert y Sadoni Yrkham, el primero cuarentón y un tipo brutísimo, por lo visto; el segundo, veinteañero, hermoso como un dios, y todo un cerebro. Ambos gays de nacimiento, procedentes de Moldavia. Su segundo es Desme Vehohër, un abogado negro holandés, que pierde más aceite que una vieja segadora. Suele vestirse de reinona. ¿Será toda la organización holandesa gay?

Joseph Krade – antes apellidado Kardaskian – es quien controla el Reino Unido, demostrando que no hay que nacer inglés para ser un gentleman. Metido en los sesenta años, es un habitual miembro del Carlton Club de Londres, donde se codea con lords y banqueros. Es el patriarca de una gran familia que vive en una mansión de Northampton. Su lugarteniente es un ex inspector de Scotland Yard, Elliot Paxton, un tipo muy, pero que muy meticuloso.

En cuanto a la organización escandinava, que reúne tanto a la facción de Suecia, la de Noruega, Dinamarca, y Finlandia, se ubica en Estocolmo, a cargo de Olmar Gravedyan, un descendiente de albaneses con alma vikinga. Siente pasión por la historia de los antiguos clanes escandinavos, y se ha casado cuatro veces, siempre con fieras mujeres nórdicas. Sus lugartenientes, padre e hija, de ascendencia sueca, Olaff y Brigit Harnö. Hay quien dice que la hija – muy bella, por cierto – tiene más peligro que el padre, y eso que Olaff es incluso un poco más alto que yo.

Parece que Víctor tenía razón cuando buscaba alguien de confianza que no fuera eslavo. Al menos, los demás dirigentes de la organización confían en la selección autóctona. ¿Para eso me quería?

Los jefes se reúnen una vez cada tres meses, en un lugar a determinar, para conferenciar entre ellos. Sin embargo, los lugartenientes se pasan mensajes e informes casi a diario, usando un complicado servicio de mensajería, o fragmentos encriptados e insertados en archivos publicitarios. Nunca se hacen llamadas telefónicas directas, ni SMS, ni nada que fuera medianamente rastreable.

Cuando es necesaria una llamada urgente, se utiliza un celular de prepago, sin localizador, y, tras la llamada, se destruye. Todo está muy controlado y diseñado para que nadie pueda meter sus narices. Se juegan mucho, es evidente. La máxima de todos ellos es “no llamar la atención”, ni de las autoridades, ni de la prensa.

De los malos, poco se sabe. Nikola Arrudin controla la facción francesa, totalmente disidente. En Italia, la organización no ha podido desarrollarse cuanto quisiera, frenada por las familias calabresas y napolitanas, pero han extendido su dominio a Grecia. Se rumorea que Jacques Melakka, el Pulpo, es quien reina en las tinieblas. Rumania y Bosnia constituyen las dos facciones que se han rebelado las últimas. Ni siquiera Víctor sabe quien es quien allí, de ahí no fiarse de compatriotas y eslavos. Toshonev, el Cosaco, se ha hecho con el control absoluto de Bielorrusia y Ucrania.

Mirando el mapa de Europa, eso pinta dos zonas de guerra jodidamente grandes. España parece descolgada, sin apoyo. Quizás por eso Arrudin quiere destrozar la organización de Víctor, pues casi quedamos detrás de las líneas enemigas.

En ese momento, llaman discretamente a la puerta.

― Adelante.

Basil asoma prudentemente. Le hago una seña para que se acerque, mientras no dejo de mirar el monitor, donde se muestra el mapa de Europa.

― Un comunicado de Alemania – me tiende unas hojas.

Es un mensaje personal de la mismísima Inga Faulkehmer. Cuatro fotos, cada una de ellas con un círculo que rodea la cabeza de un personaje que conozco perfectamente. Al pie de las fotos, una fecha y el nombre de los dos hombres que salen en cada fotograma.

Konor Bruvin y Nikola Arrudin.

¿Hace falta decir más?

CONTINUARÁ…………..
Si queréis comentar algo, mi email es: la.janis@hotmail.es

Para ver todos mis relatos: http://www.relatoseroticosinteractivos.com/author/janis/

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Relato erótico “Culeandose a su recatada madre por desquite 2.” (POR ROGER DAVID)

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JEFAS PORTADA2Pasados unos buenos minutos de aquella bestial cogida entre madre e hijo, este ultimo vio que ella con todo su cuerpo mojado seguía haciendo movimientos copulatorios en el aire a la misma vez que se masturbaba ahora más lentamente y como con su otra mano se daba a masajearse las tetas, el chamaco fue único testigo de ver como su progenitora caía en un profundo sueño con una de sus manitas puesta en su vagina y la otra en una de sus chichotas.

Sin títuloCuidadosamente este la tapó con la ropa de cama, retiró la cámara de grabar y después de comprobar que Mónica respiraba normalmente, como un verdadero delincuente se escabullo hacia su habitación para ir a encerrase en ella. Se la había culiado.

Culeándose a su recatada madre por desquite 2.

Las horas fueron pasando de lo que quedaba de aquella incestuosa noche en que la recatada pero bien ponderada Mónica, una candorosa y curvilínea madre de familia, se había entregado involuntariamente a los deseos sexuales de su desequilibrado hijo.

Digo involuntariamente ya que debemos recordar que a ella, a pesar de haber sido participe de la forma más mundana y viciosa de lo que uno pueda imaginar, la habían drogado administrándole un poderoso fármaco veterinario que se les da a las yeguas y a las vacas para que se calienten al momento de la procreación de su propia especie, el prodigioso fármaco también había funcionado perfectamente en su cuerpo y en la revolución de sus sentidos.

Ya eran cerca de las 8:00 de la mañana y la fresca aurora matutina ya se hacía notar a medias mezclándose con el fuerte olor a sexo que aun predominaba en la habitación en que se había llevado a cabo el incesto entre madre e hijo.

La ya bien descansada mujer lentamente fue despertando de su letargo, sus negros ojos en un principio se dieron a estudiarlo todo, mientras caía en cuenta que ella yacía en su cama totalmente desnuda y con su cuerpo algo pegajoso.

Del mismo modo visualizó el pijama de su hijo aun tirado en el suelo, de la misma forma su camisa de dormir, sus calzones y su brasier.

Fue ahí en donde de golpe lo recordó todo. Rápidamente se sentó en la cama llevando sus dos manos a la cabeza intentando creer que todo lo ocurrido solo hace algunas horas había sido solo una pesadilla, pero los recuerdos en su mente eran tan nítidos que lo de la pesadilla era casi imposible, además que aun tenía la vagina mojada, por lo que lentamente fue descubriendo las ropas de cama para cerciorarse ella misma, y al ver la parte más intima de su cuerpo que aun estaba con restos de semen, un sinnúmero de escandalosos y acusatorios remordimientos de conciencia tomaron poder en su mente.

–Dios…! Dios…!!, pero que hice anoche…!?, me acosté con mi propio hijoooo!!!, -se decía en forma escandalizada mientras rápidamente se ponía de pie con sus dos manos aun agarrándose la cabeza en señal de espanto, para luego ir a su armario y sacar otra camisa de dormir similar a la que estaba tirada en el suelo, claro que esa última para ella ya era más diabólica y perversa ya que era la que ella misma unas horas antes se había retirado sensualmente a la misma vez que se agarraba a la verga de su retoño según lo recordaba.

Estando ya con aquel ligero atuendo y casi al borde del derrame cerebral debido a los miles de infernales pensamientos incestuosos se sentó a los pies de su cama intentando de alguna forma reflexionar en lo que había hecho, y de qué cosa sería lo que iba a pasar ahora en el seno de su familia después de tan vil y horrorosa indiscreción cometida.

En aquel momento con sus ojos llorosos se daba nuevamente a recorrer su habitación mientras que en su mente se dejaban caer una y otra vez las escalofriantes imágenes de lo que la recién pasada noche ahí se habían sucedido, de cuando ella se masturbaba de pie pensando en el señor Juárez, de cómo luego lo hicieron contra el muro, y que hasta en tres oportunidades ella le había chupado la verga y lamido los testículos a su propio hijo, hasta que ya no aguantando mas todos los perjuicios morales con los que estos demenciales recuerdos le atacaban la conciencia simplemente se tapó la cara con sus dos manos sintiendo vergüenza de ella misma y se largó a llorar desconsoladamente con su cuerpo semi inclinado hacia adelante.

En esa posición y mientras lloraba en silencio estuvo pensando y analizando una y otra vez la situación no comprendiendo exactamente cuáles fueron los motivos que la llevaron a mantener relaciones sexuales con Laureano su hijo.

–Desgraciado…!, Sniffssss…!, eres un desgraciadooo…!!, cómo pudiste habérmelo hechoooo…!!!, -se decía para sí misma cuando recordaba a su hijo encima de ella con cara de placer en los momentos que la empalaba firmemente al ritmo de la cogida que le estaba dando.

–Ay Dios…!, si era yo misma quien se lo pedía…, -recordaba luego, a la vez que intentaba de buscar alguna justificación por parte de ella, –Pero como pude haberlo hecho…!?, y ahora con qué cara lo podre mirar…!? Sniffssss…!!! –Pero yo estaba ebriaaa!, -pensó de pronto, –Ebriaaaa…!!! Si…! eso fue…!!!, este mocoso de mierda se aprovechó de mi estado y me cogió estando yo borracha y con mis sentidos nublados, -la doliente mujer no estaba muy segura de sus conclusiones con eso de ella haber estado borracha, ya que recordaba nítidamente y con detalles cada momento de la culeada que le habían puesto, pero eso de que claramente ella misma haya seducido a su hijo no le cuadraba mucho, pero prefería quedarse con esto último que con la idea de haber sido ella quien se lo había violado.

Tras estos últimos planteamientos estuvo por espacio de más de una hora lloriqueando y maldiciéndose por lo ocurrido, pensando en lo que se le venía, y también como podría mirar a los ojos a su futuro marido teniendo en su mente que le había sido infiel con su hijo (con el de ella).

Así que sin atreverse a salir de su habitación, y cuando comprendió que la vida continuaba y que la situación la tenía que afrontar le gustase o no, como una verdadera autómata se dirigió al baño de su habitación para ducharse.

Debajo del agua y de la gran capa de espuma en la que había envuelto su portentoso cuerpo de alguna forma se daba a intentar hacer desaparecer la pecaminosa culpa del incesto cometido, pero por más que hacía durar la ducha enjabonándose y enjuagándose abundantemente una y otra vez estas culpas parecían aumentar.

Luego de secar y peinar su cabello negro bien oscuro y casi azulado, la soberbia y jovial milf se volvió a poner su ligera camisola de dormir y sobre esta una larga bata de levantarse para en el acto proceder a abrir las cortinas de los ventanales de su habitación para ventilarla del pesado olor a cacha en que esta había quedado.

También cambio las sabanas y toda la ropa de cama, prendió velas aromáticas hasta que cuando ya no tuvo nada más que hacer y después de haberlo pensado una y otra vez se dio las fuerzas necesarias para salir de su recamara y afrontar la situación frente a su hijo.

Ya eran cerca de las 11 de la mañana y Mónica tras haber comprobado que su casa estaba en el más completo silencio se dirigió a la habitación de su hija de 20 años, desde el umbral de la puerta de su habitación comprobó que ella seguía durmiendo profundamente por lo que se dijo que este sería el mejor momento de mantener una seria conversación con su hijo, ya que al tener claro que aunque ella había sido quien comenzó con tal desnaturalizada acción de apareamiento en la noche recién pasada, Laureano como su hijo que era no tenia que porque haberle seguido el juego, además que estaba casi segura que este se había aprovechado al haber estado ella algo ebria.

Mónica estuvo más de 15 minutos en el comedor de su casa intentando darse el valor suficiente para irrumpir en la habitación de Laureano y encararlo, pero por cada vez que lo iba a hacer se acobardaba por lo enajenante que sería verlo nuevamente después de lo que habían hecho, además que aun sentía su cuerpo en un ligero estado de excitación, pero no al grado de querer volver a hacerlo, ni loca volvería a cometer tal imprudencia se prometía una y otra vez.

Hasta que por fin tras serenarse y concentrarse en todo lo que tenía para decirle y estando ya a la entrada de la habitación de su hijo lentamente fue girando el pomo y empujando la puerta hacia adentro percatándose que él ya desde hace rato debía haberse levantado.

Lo vio sentado frente al computador encendido y con su página de Face abierta, por lo que dedujo que Laureano claramente estaba chateando con sus amigos, y cuando este por fin minimizó la pantalla y levantó su cara para mirarla fueron los 10 segundos más largos en su vida para Mónica.

Ambos se miraban fijamente a los ojos, cada uno con miles de sensaciones muy distintas uno del otro, hasta que fue la hembra la primera en sentir que se le quemaba la vista, por lo que tuvo que rápidamente llevar su mirada hacia cualquier parte a la misma vez que lo escuchaba hablar:

–Buenos días madre, que tal amaneciste hoy…?

Mónica tras escuchar el habitual tono en su voz, como si entre ellos nunca hubiese pasado nada, nuevamente llevó su acusadora mirada al relajado semblante de su hijo para contestarle con su alma llena de ira y con ganas de ahora si zurrárselo por degenerado y sin vergüenza llamándolo a terreno, el relajado estado en que lo veía más le enervaron los sentidos al grado se sentir ganas hasta de matarlo por desvergonzado, hasta que finalmente lo enfrentó:

–Como crees que amanecí pedazo de idiota…, -le contesto la sulfurada hembra al descarado de su hijo, –Acaso no te acuerdas lo que me hiciste anoche…!?.

Pero el salido chamaco quien se había anticipado a esta reacción de su bella progenitora se dio a poner en acción su acalorada estrategia para confundirla ya que momentos antes se había dado el trabajo de ir a husmear a su habitación cuando sintió movimientos en esta, y claramente la escuchó llorando y reconociendo que ella se lo había pedido, pero en un principio prefirió quedarse callado para que fuera ella quien perdiera la compostura.

–Contéstame pervertido de mierda…!, o acaso crees que no me acuerdo de lo que me hiciste estando yo algo ebria…!?, –Vamos… di algo estúpido…!!!, -le gritaba una enfurecida Mónica al creer verle en su cara que a su vástago poco le importaban las consecuencias morales de lo que ambos habían hecho.

–Claro que me acuerdo mamá…!, -le contestó finalmente el calculador chamaco, –Pero recuerda que fuiste tú quien me lo pidió casi llorando… así… así que no te hagas la mensa…!, -el chico luego de decir lo último hizo correr la silla con ruedas en la cual estaba sentado hacia atrás ya que casi creía saber que su madre, que estaba de los mas buenota, en cualquier momento se le abalanzaría para cachetearlo.

–Estaba ebria Laureano…! y tu bien lo sabes…!! Eso…!! Eso… es violación ante la ley…!!, y puedo hasta meterte preso si hago una denuncia… así que no me vengas con ese tipo de excusas…!!! Ahora quiero que me expliques en que estabas pensando cuando…

Pero Laureano no la dejo terminar, debía confundirla rápidamente antes de que ella se adueñara de la situación.

–Te tengo grabada mamá…!, -le cortó el chamaco para luego decirle como era el asunto bajo su punto de vista, –Acaso no lo recuerdas…!?, así que no me salgas con eso de la violación porque en el video que ya tengo descargado y muy bien respaldado para nada se nota que no estés en tus cabales… si se notaba de lo desesperada que estabas cuando me pedías que no dejara de metértela… también tu sola me refregaste el coño por la cara… de verdad quieres que ese video se haga público…!?.

Estas últimas palabras calaron hondo en la alterada conciencia de Mónica, ya que ella no estaba preparada sicológicamente para que su propio hijo se refiriera a lo que ellos habían hecho con palabras tan directas y crudas, y claro también el muy salido le recordaba que la tenia grabada, esto último fue lo que más le preocupó a nuestra soberbia protagonista.

–O sea… creo que ahora entiendo…!, -le dijo mirándolo otra vez directamente a los ojos, –Serás tan desgraciado como para mas encima atreverte a chantajearme con tu video…!?.

Laureano captaba que con esto era él quien estaba tomando las riendas del asunto, pero tampoco quería espantarla, debía lograr que su madre creyera que ella era quien se adueñaba de la situación.

–Claro que no lo haré…!, anoche te dije que solo lo haría por si se te ocurría decir que no fuiste tú quien lo quería… recuerda que yo estaba durmiendo y eras tú quien tenía mi cosa agarrada cuando me desperté…

Mónica, en esos tensos momentos, como una energúmena daba vueltas en la habitación de su hijo con una de sus manos cerrando y empuñando su bata a la altura de sus senos, por nada del mundo quería mostrarle más de lo debido a Laureano quien no le quitaba la vista de encima, mientras ella pensaba en lo que este le decía, y por mas que no quería reconocerlo debía admitir que el chamaco tenía razón, recordaba claramente haber sido ella misma quien se había calentado primero, y que por culpa de no controlar sus ímpetus sexuales todo desembocó en la incestuosa acción de apareamiento entre ella y él, por lo que al ya no tener más excusas nuevamente se derrumbo sentándose en la cama con sus ojos llenos de lágrimas.

–Laureanooo… que hemos hecho…!? Sniffssss…! Eso… eso que… que hicimos no tiene nombre…!!, es un hecho terrible, algo enfermo… e indecoroso para nuestra familia…!, júrame… júrame que no se lo contaras a nadie…! Sniffssss…!!

–No te preocupes mami, te juro que este será nuestro gran secreto, -le decía el siniestro chamaco desde su escritorio y fijándose que su madre debajo de la bata andaba con muy pocas prendas que la protegieran, su verga desde que ella había ingresado con olor a jabón envolviéndolo todo se le había ido parando a medida que se llevaba a cabo la inusual conversación, y a sabiendas que su hermana aun tenía para largas horas en seguir durmiendo se propuso a nuevamente volver a cogerse a esa tremenda amazona que lloraba por su desdicha sentada en la cama de su habitación.

–Prométeme que nunca más me lo harás… aunque sea yo quien te lo pida…, -Mónica no sabía porque se lo pedía de esa forma, pero al tener en cuenta que había sido ella la culpable de la aberración no le quedaba más opción que hacer que su chamaco también se comprometiera en la causa.

–De verdad tanto te choca haberlo hecho conmigo, que me pides que te prometa no volver a hacértelo!?

Mónica nuevamente llevó sus ojos negros a la cara de su hijo a raíz de tan salida pregunta, creyendo que su hijo con sus dichos este estaba dispuesto a volver a hacérselo…

–Laureano… como me preguntas eso…!?, si eres mi hijo por Dios…!!!, claro que me choca haberlo hecho contigo, es mas…!!!, hasta me da asco recordarlo… me repulsa…!!!, si fui yo quien te trajo a este mundo…!!!

Mónica de pronto cayó en cuenta que Laureano ni siquiera la estaba escuchando, este simplemente estaba más preocupado de mirarle un blanco y reluciente muslo que había quedado descubierto al habérsele corrido la bata que llevaba puesta, por lo que rápidamente se lo volvió a cubrir al ya creer saber en lo que estaba pensando su hijo.

–No me mires de esa forma…!!!, -le exclamó con su carita de hembra descendiente de italiana desfigurada por la aversión al creer saber en lo que estaba pensando su chamaco, –Ni se te ocurra pensar en que lo volveremos a hacer…!!!

–Je…!, estas media paranoica mamá, yo solo pensaba en lo que me estabas pidiendo, y si, también pienso que eso que tú me obligaste a hacer contigo anoche es realmente asqueroso y enfermizo, digno de una mente totalmente desequilibrada, es mas… hasta pienso que tu estas enferma y que deberías ir a ver con urgencia a un siquiatra, claro que no puedes contarle toda tu verdad mira que si lo haces hasta te puedes ir presa por haber seducido a tu propio hijo… quieres que te traiga una botella de soda?, en el refrigerador deben estar heladitas.

El muchachón nuevamente descolocaba a la pobre Mónica recordándole que había sido ella la culpable de todo, por lo que rápidamente a la hembra se le olvido la cara de desquiciado en que el caliente de su hijo la había estado mirando solo hace algunos instantes.

–Laureanoooo…!!, no lo digas así…!! Yo… yo… no quise hacerlo… te lo juro…!!!, he pensado en el asunto y aun no le encuentro lógica…!!!

–Pero así fue… en todo caso ya no te preocupes… te juro que nunca más te lo volveré a hacer…!

–De verdad…!?, nunca más me lo volverás a hacer…!?

–Nunca más… lo juro…!

–Ok…! Ok…! ahora prométeme que jamás se lo contarás a tu hermana…!

–Je…! prometido…!!, -el salido chamaco mientras más se comprometía mas se iba calentando, ya que creía saber que su madre ni se imaginaba que en muy poco tiempo él pensaba cogérselas a las dos juntas y que también pensaba en preñarlas a ambas, ni mencionar que a modo de venganza también la haría culear a ella con don Octavio Juárez, el viejo gordo y fofo con cara de roedor que contrastaba en 1000% con el tal Carlos García su flamante novio, pero todo sería a su debido tiempo, por ahora lo único que deseaba era que ella se empelotara ahí mismo para volver a culearla.

–Gracias Laureano, ya verás que pronto superaremos este desnaturalizado error que hemos cometido…, por favor si fueras tan amable de traerme el agua que me ofreciste.

El caliente y perverso chamaco como un rayo se fue para la cocina, ya que no tendría que insistir en darle algo para beber como la había pensado, así que una vez que ya estuvo en la cocina rápidamente saco del refrigerador la botella de agua mineral para dejarle caer otros tres raspados del fármaco veterinario que traía en sus bolsillos y que tan buenos resultados le había traído, para luego de observarlos disueltos en el agua cerrar la botella de gaseosa y llevársela a su madre.

Mónica quien se sentía con la garganta seca después de haber estado en tan acalorada plática con Laureano de aquel desvergonzado asunto del incesto cometido ni se la pensó en abrir la botella para comenzar a beber su contenido.

–Lo último hijo… quiero que por favor sea esta la última vez que platiquemos de este asunto, o sea, que apenas yo salga de tu habitación esta conversación y lo que ocurrió anoche jamás existió me comprendes?, -le decía a la misma vez que volvía a empinarse la botella de agua mineral bebiendo casi todo su contenido.

–Prometido, nunca más hablaremos de esto…, -Laureano disimuladamente miro la hora, ya que recordaba que en la noche anterior el fármaco había demorado 30 minutos en hacerle efecto, por lo tanto estimaba que ya para el medio día nuevamente la tendría completamente caliente y llorando para que él se la volviera a coger.

Una vez que la ya un poco más tranquilizada madre de familia hubo salido de la habitación tras beberse la botellita de agua mineral se fue directamente a la cocina para preparar algo para el almuerzo y así distraerse de la desventurada pesadilla filial por la que estaba pasando.

En tanto el perverso engendro que ella tenía por hijo rápidamente se había ido a sentar a la mesa del comedor para observar cada reacción que iba a tener el prodigioso cuerpo de su madre al momento que empezara a sufrir los primeros efectos de la poderosa droga veterinaria para calentar vacas y yeguas que inconscientemente otra vez ella había ingerido.

Mónica desde su posición vio que Laureano estaba sentado en la mesa del comedor leyendo una revista deportiva, ahora su sola presencia la incomodaban, incluso sintió las imperiosas ganas de corretearlo y que se desapareciera de su vista, pero a sabiendas de que ambos se acababan de comprometer de darle vuelta a la hoja y aquí no ha pasado nada, quiso actuar de la forma más normal posible, por lo que se dio a hablarle como siempre lo habían hecho:

–Tu hermana aun sigue durmiendo, creo que deberías ir a despertarla,

–No lo creo mamá, anoche ella misma me dijo que hoy se las iba a descansar todas, así que no te preocupes por ella.

Los minutos pasaban y el chamaco ya estaba desesperado por ver la metamorfosis que iba a sufrir Mónica, ya corrían cerca de 20 minutos según le indicaba su reloj, en tanto la mujer no le dio importancia a que nuevamente se le tapaban sus fosas nasales costándole respirar, nunca lo asoció con lo que le había ocurrido la noche anterior, rápidamente los latidos de su corazón se aceleraron al grado de hacer que se le cayeran de las manos unas verduras que se aprontaba a lavar.

Y fue más que tarde cuando en algún momento pensó en salir huyendo del lugar cuando su vagina empezó a palpitar aceleradamente producto del afiebramiento, el asunto es que de un momento a otro se sintió más caliente que nunca y tan llena de vida que sería capaz hasta de culear con un regimiento entero si es que este estuviera disponible, pensó en algún momento.

Mónica con un sinfín de pensamientos lujuriosos que la asaltaron de un momento a otro aun estaba en la cocina sin saber qué hacer con las verduras que había recogido y que aun mantenía en sus manos, estaba sintiendo oleadas de escalofríos y fogosidades que eran un autentico deseo sexual que le estremecían y recorrían su cuerpo de la cabeza hasta los pies, de reojo comenzó a mirar a su hijo que este, según ella veía, seguía inmiscuido en su revista deportiva.

La hembra, olvidándose completamente de la conversación que ellos solo hace menos de una hora habían mantenido, ahora con sus confusos sentidos captaba algo extraño tanto en el ambiente como en su cuerpo, como si este estuviese a punto de descontrolarse hormonalmente hasta explotar de extrañas sensaciones lujuriosas, sentía que por ahora sus auténticas ganas eran de ir hasta el comedor y abordar a su hijo para ponerse a coger con él encima de la mesa hasta quedar muerta de calentura orgásmica, y quedar con su cuerpo totalmente emberdurnado de semen incestuoso, a la misma vez de rosearlo con su vagina y dejarlo a él completamente empapado con sus propios jugos vaginales, tal cual como habían quedado ambos la noche anterior, pero ahora aun mas.

Mientras la hembra se encontraba sumida en un mar de morbosidades, Laureano desde su ubicación la veía como ella extrañamente movía sus muslos dando la impresión que con estos contraía su vagina, por lo que se dio a ponerse en el acto en plan de asalto:

–Mamá… te puedo hacer una pregunta…!?

–Sí cariño, por supuesto que si… que quieres preguntarme?, -le respondió Mónica aun conteniéndose de la tremendas ganas que le habían bajado de ponerse a culear, y la vez deseando que la pregunta de su chamaco fuera en relación con lo que ellos habían hecho en la recién pasada noche.

–Tu aun estás segura de la que hablamos en mi habitación?, -Laureano sabia que esta conversación era decisiva, o se llenaba de gloria, o simplemente lo molían a palos.

–De la conversación que tuvimos…?, -le respondió su madre haciéndose la mensa sin saber ella misma porque lo estaba haciendo.

–Si mamá de la conversación que tuvimos en mi habitación… aun piensas igual…?

Mónica aun tenía la capacidad de razonar a medias, si bien ella extrañamente ya estaba deseando que alguien le metiera algo por su parte intima, aun no era capaz de atreverse a insinuarse con su hijo, aunque la pregunta que este le hacía por alguna enfermiza razón le encantaba, por lo que se dio a contestarle con la verdad, y la verdad era que mas extramente todavía ya no estaba tan segura de lo que habían conversado y del acuerdo en que se comprometieron.

–Es que no se… Laureano creo que estoy algo confundida…, -su respiración ya era entrecortada, y hasta tragar saliva le costaba.

–Je… o sea, ya no estás tan segura de que no volvamos a acostarnos…!?

–Ehhh… acostarnos…!?, -le respondía estúpidamente, en vez de tomar el cucharón de la comida que estaba colgado en el muro y darle a este por la cabeza por tan degeneradas preguntas que le estaba haciendo.

–Sí mamá, acostarnos, como un hombre y una mujer se acuestan, así como nosotros nos acostamos anoche, o me vas a decir que a ti no te gustó lo que hicimos en tu habitación…

Tras las últimas palabras del caliente chamaco un silencio sepulcral inundó todo el lugar, Mónica ya sabía para dónde iba esa conversación, las palabras de su hijo eran claras y precisas y ella ya estaba toda mojada en menos de 3 minutos, aun así quiso negarlo, explicarle de cualquier manera que eso era horroroso, pero no podía porque por lo que recordaba a ella si le había gustado, y la aversión sentida hace muy poco rato esta ya casi ni existía en su mente, incluso hasta ya deseaba ir y acostase nuevamente con su hijo, ahora extrañamente lo deseaba como una mujer desea a un hombre, y no porque sintiera que la amara ni nada parecido solamente quería aparearse con él por instinto, y ojala que este hasta se la preñara si es que se la podía realmente con una mujer como ella. Además que ahora ni siquiera tenía alcohol en su mente, por lo que su nivel de desinhimiento era al natural y al rojo vivo, este solo hecho avivaba la creciente calentura que ya invadía todo su cuerpo.

–Qué me respondes mamá? Te gustó lo que hicimos anoche en tu habitación?, -insistía el chamaco inquisitivamente, a la misma vez que se paraba de la silla y comenzaba a acercarse a la cocina donde aun estaba de pie su madre con unas lechugas en sus manos.

Una vez que este llegó a la cocina estratégicamente se paró detrás de la temblorosa y caliente mujer. Su madre creía sentir la respiración de su chamaco por detrás de sus oídos, y este en un rápido movimiento de manos la dio vuelta y ya la tuvo entre sus brazos y bien tomada de la cintura, sus cuerpos estaban muy cercanos y Laureano ya no aguantándose más de verle sus rojos labios semi abiertos y sus atemorizados ojos negros esperando quien sabe qué cosa le estampó un ardiente y acuoso beso con lengua y harta saliva el cual a los dos segundos fue respondido por Mónica quien lo abrazo y comenzó a besarlo de la forma más sensual, sugerente y mas que provocativa de lo que uno pueda imaginar.

En el transcurrir de aquel incestuoso y húmedo beso con lengua entre madre e hijo, este último fue pegando su cuerpo al de Mónica hasta el punto de sentir como esas duras chichotas que se gastaba ella se apretaban contra su pecho, así que sin esperar reacciones por parte de ella este simplemente comenzó a desatarle la bata de levantar para una vez de haberlo conseguido sencillamente sacársela por detrás de sus hombros y dejarla caer al suelo.

El enardecido chamaco casi se volvió loco al caer en cuenta que su atrayente progenitora solo llevaba puesta otra camisola intima muy similar a la que había usado la noche anterior por lo que su besos se formaron mas enfervorizados que los anteriores, prácticamente se la estaba comiendo mientras seguía comprobando con sus manos que Mónica no llevaba nada puesto por debajo.

En tanto la ya más que caliente hembrota solo se daba a sentir como su hijo la manoseaba por todo su cuerpo, su ligera camisa de noche muy poco la protegían de tan acaloradas manoseadas e inconscientemente era ella sola quien al ritmo de los sobajeos del macho con su húmeda entrepierna buscaba rozar la verga de este.

Mónica en aquel instante y mientras se besaba acaloradamente con su hijo estaba prácticamente desatada producto de los efectos del poderoso fármaco veterinario, ya había perdido todo el control que en algún momento había deseado mantener, y al contrario de esto ahora dejaba fluir todas sus ansias incestuosas y de apareamiento carnal que otra vez albergaba en todo su ser. Sus rojos y sensuales labios como también su fresca lengua se unían a los de su hijo en un beso impresionantemente pasional y con harta lengua, mientras que sentía como su caliente chamaco aprovechándose de la situación se la comenzaba a llevar entre manoseos, punteos y besuqueos a su habitación, fue ahí cuando felizmente la enardecida hembra cayó en cuenta que la conversación llevada a cabo en esa misma habitación a la que la llevaban solo habían sido patrañas de ambos, ya era un hecho, iban a volver a culear.

La pareja rápidamente ya estuvo encerrada en la habitación del chamaco, y a los pocos segundos de haber llegado a esta el corto camisón de la hembra ya había salido volando por los aires hasta caer al suelo quedándose completamente encuerada, y ahora era la misma madre quien estaba bajándoles los pantalones al hijo con los calzoncillos incluidos, quedando la larga verga del caliente muchacho de 18 años bamboleándose tiesamente justo al frente de la cara de Mónica quien ya estaba presta para comenzar a atenderla.

La fabulosa hembra de cuerpo impresionante no lo dudo para tomar esa joven herramienta entre sus manitas y luego de tragar saliva simplemente se la llevo a la boca, y ahí estaba ella, otra vez completamente desnuda y arrodillada mamándole la verga a su hijo mientras se daba a escuchar el bombardeo de peladeces que este le mandaba tal como lo había hecho en la noche anterior:

–Así mamá…!!!, mámamela entera, Uffffff…!!! Si que eres bien zorra a la hora de chupar vergas…!!!, así…!!! Así…!!! Vamos chúpamela más rico…!!! Igual que anoche…!!! Mmmmmm…!!! Mami… que ricoooooo…!!! Ohhhh que lo haces bien…!!!

–Lo hago bien…!?, -le consultó la salida madre a su hijo en un momento que se la sacó de la boca, ya que esas palabras la enorgullecían al ser esta la 2° oportunidad en que mamaba una verga, para luego cerrar sus ojos y volver a llevársela a la boca y chupársela con más ganas todavía.

–Si putaaaa…!!!, lo haces muy bien y yo también ya quiero lamerte la conchaaa…!!!, -se atrevió a decirle Laureano para ver la reacción que tendría su atractiva progenitora.

Por su parte Mónica tras escuchar semejantes palabrotas, estas no siquiera le importaron, y al contrario de esto la calentaron de sobre manera u aun mas, solo se dio a darse el gusto ella sola chupando esa verga como si esta estuviese hecha del caramelo más dulce que existiera en el mundo, la sentía tan rica y caliente que se la chupaba intentando hacerla deshacer con su lengua y en su paladar, mientras pensaba en que su hijo también quería probarle su concha a ella, según le había dicho, ahora se la mamaba ardientemente, la succionaba y se la besaba en forma apasionada mientras lo masturbaba, como si la verga de su hijo fuese solo su juguete de carne y personal, en tanto con su otra manita se daba a masturbarse en forma casi desesperada.

Laureano quien veía como su puta le mamaba la verga con ganas y mientras ella sola se masturbaba, por su parte él del mismo modo también quería probar más y junto con haberse quitado el resto de su ropa lentamente se fue acercando a la cama mientras Mónica lo seguía de rodillas sin querer quitarse la verga de sus rojos labios.

En eso el chamaco simplemente se sentó en el borde de la cama para luego tenderse en esta, y su hembra tal cual como si fuese una adivina no lo dudo para elevar su tremendo cuerpazo y posarse en 4 patas a un lado de su espinillento macho en forma invertida, para luego levantar una de sus piernotas pasándola por sobre su rostro y así casi en el acto bajar sus caderas y posar su sedienta vagina sobre la cara de su hijo.

Ambos habían estado deseando hacer aquel delicioso e incestuoso 69, y Laureano luego de tener aquella diabólica y femenina hendidura de carne solo a centímetros de sus ojos no se hizo esperar y rápidamente hundió su lengua entre medio de los aromáticos pliegues de esta para comenzar a lengüetearla con hambrienta desesperación. De a momentos abría su boca y se la zampaba como si de verdad se la estuviera comiendo, luego le lamía el negro y encrespado triangulo de suaves pelos íntimos, que tenían un olor embriagante y místico.

–Ahhhhhhh… que ricoooooo…!!, -Exclamó la descendiente de italiana cuando sintió como su chamaco le comía el coño y la recorría con su lengua, para luego volver a ser ella quien le comía la verga con sus labios y su boca.

Aquel lujurioso 69 era alucinante, el soberbio y curvilíneo cuerpo de Mónica, blanco y níveo, resaltaba por el flacuchento cuerpo de su imberbe hijo que estaba puesto debajo de ella, este casi ni se veía, solo se vislumbraba el majestoso cuerpo de la ninfa y como su negra y casi azulada cabellera subía y bajaba a la altura de la verga y al ritmo de la mamada, mientras que sus cintura y sus caderas culebreaban y ondulaban como si verdaderamente ella ya estuviese culeando, sus desquiciantes movimientos ondulatorios y de arremetidas que hacía en pleno rostro de su hijo eran netamente instintivos producto de la pastilla ingerida.

Así estuvieron chupándose a la par por espacio de una media hora por lo menos, hasta que al salido y degenerado chamaco le dieron ganas de cogérsela nuevamente por lo que en un rápido movimiento de cuerpos logró ponerla boca arriba para luego y al verla como ella se abría de piernas lo mas que podía mostrándole sin ningún tipo de censura lo que poseía justo al medio de sus muslos casi al instante volver a sumergirse en aquel hipnótico triangulito de pelos bien negros que destacaban hermosamente en comparación de la blancura en la tez de la hembra.

Mónica sintió como aquella lengua nuevamente tomaba por asalto su más intima entrada al interior de su cuerpo, su sensible vagina lo recibió gustosa mientras era lamida y succionada, y ella con sus ojos cerrados solo se daba a disfrutar y a gemir en forma escandalosa, ni siquiera le importaba que su hija los pudiera escuchar, solo se daba a reclamar lo que ella desde hace ya un buen rato ansiaba que le hicieran:

–Ohhh…! Ahhhh…! quiero que me culien…! Uhhhh…!! Mmmm…!!!, quiero que me culiennn…!!!, -exclamaba con sus ojos apretados entre medio de ardientes exhalaciones, y a la misma vez que arremetía con su vagina contra la bocota del engendro de hijo que tenía.

La hembra no se dio cuenta cual fue el momento en que su hijo envalentonado por los desesperados requerimientos sexuales que ella inconscientemente le hacía ya estaba montado sobre ella a un paso de consumar el incestuoso apareamiento que tanto reclamaba, fue que al abrir sus negros ojos se encontró con su lampiño rostro justo arriba de su cara, no sabía cómo, pero sus piernas y sus muslos estaban completamente abiertos y recogidos ofreciéndole en bandeja su intima rajadura de carne.

El chamaco ya estaba casi desesperado por culearla, por lo que tomó su hiniesta verga con su mano para comenzar a pasearla por todo el pequeño bosque triangular de pelos negritos, para luego recorrer los labios vaginales como si estuviese reconociendo terreno antes de tomar posesión de lo que Mónica nuevamente le estaba convidando.

La enardecida y drogada hembra por su parte ya estaba con sus sentidos trastornados de tanta calentura, solo deseaba que ya la perforaran de una buena vez por todas, hasta que finalmente y sin previo aviso casi enloqueció de una dichosa calentura cuando notó que su chamaco por fin se la iba metiendo firmemente y sin ningún tipo de impedimento, y una vez que ya se la tuvo envainada lo vio como este se volvía a acomodar para comenzar a cogérsela firme y rítmicamente.

A la recatada Mónica nuevamente se la estaba culeando su hijo, por lo que ella sintiendo las gratificantes sensaciones de escalofríos que se ramificaban por su cuerpo por cada estocada de carne que le mandaban simplemente comenzó a demostrar su gozo y placer con tímidos gemidos de disfrute femenino, luego mientras la cacha se ponía más escandalosa la hembra manifestaba su ardiente estado con entrecortados resoplidos femeninos y para finalmente y cuando ya se la estaban culeando abiertamente comenzar en forma literal a relinchar de calentura, tal cual como si ella fuese una yegua en plena faena reproductora, ahora iba a ser Mónica quien comenzaría a soltar un bombardeo de peladeces del más grueso calibre mientras jadeaba y apuntalaba firmemente hacia arriba cuando sentía que se la envainaban:

–Así hijoooo…!, así… Mmmm… pruébale la zorra a tu madre…!!! Culiamee…!!! Culiameee!!! Culiameeee!!!, -le gritaba por cada embestida que el chamaco le ponía, –Métemela todaaaa…!!! Así…!!! Hasta el fondooooo…!!!! Así…!!! Así…!!! Mas rapidoooo…!!!! Métemela…!!!! Métemela…!!!! Metemelaaaaa…!!!!

–Te gusta mamá…!, te gusta cómo te culioooo…!!??, -le consultaba Laureano con sus ojos tremendamente abiertos y casi encima de su cara, pero Mónica estaba en otro mundo, aun así se dio a contestarle:

–S… sii…!! Siii…!!! Siiii…!!! Siiiii…!!!! Ohhhh…!!!! Me encantaaaa…!!!!! Dame masssssss…!!!! Mássssss…!!!! Masssssss! métemela más fuerteeeee…!!!! , -la pobre y caliente mujer estaba en llamas según se podía apreciar en aquellos acalorados momentos.

–Jajajaja…!!!, y así me pedias no hacerlo nunca más…!!??, me gustaría que el tal Carlos te viera cogiendo conmigo… así se daría cuenta que solo eres una zorraaaa…!!! Tomaaaaaaaaaaa!!!!!, -le gritó el chamaco dejándole ir una potente clavada de verga que a Mónica le hicieron ver las estrellas al estar imaginándose a ella culeando con su hijo en las misma narices de su prometido.

–Ohhhh…!!! Si hijoooo!!!! Yo soy solo una zorraaa…!!!! Soy solo una zorraaaa…!!!!, tu zorraaaaaaaaa…!!!!, -le contestó entre gemidos y leperadas a la misma vez que cuando un una oportunidad se sintió bien empalada arremeter con su concha hacia arriba y menearla ondulatoriamente siempre pegada a la verga para que su chamaco creyera en la veracidad de sus palabras cuando le admitía que ella era solamente su zorra.

–Siiii…!!! Eres mi putinga…!!! Mi furciaaaa…!!! Y hasta te hare culear con el viejo asqueroso de tu otro jefeeee…!!! Ese que tiene cara de ratonnn…!!! Jajajajaja…!!! También serás la zorra de él todas las veces que yo te lo digaaaa… te queda claro putaaaaa…!!!!

–Mmmm…!!! Ohhhhh…!!!! Ahhhhh…!!!! Mmmmm…!!!!, -gemia de calentura la atractiva madre de familia mientras graficaba en su mente las salidas guarradas que su hijo pretendía que ella hiciera.

–Vamos admítelo putaaaa…!!!, dime que serías capaz de comerte por la zorra la verga de ese viejo asqueroso… Di que también serás su rameraaa…!!! Jajajaja…!!!

Mónica en aquellos afiebrados momentos no estaba para nada de pensamientos recatados ni nada por el estilo, su cuerpo estaba siendo arrasado por unas bestiales ganas de aparearse con quien fuera, por lo que no lo dudo para ponerse a vociferar que ella estaba dispuesta a meterse cualquier verga que estuviese disponible.

–Siiiii…!!! Siiiii…!!! Claro que siiiii…!!! También seré la zorra de señor Juarezzz…!!! Seré su putaaaa…!!! Su furciaaaa…!!!, y solo porque tú me lo pides mi vidaaaa…!!!!, Me comeré por la concha la verga de ese viejo repulsivo… y todas las vergas que estén disponibles… pero no dejes de meterme la tuyaaaa…!!!! Por favor no pares…!!!! Snifsssss…!!!! Es tan ricaaaaa…!!!! Sniffssss…!!!!, -comenzaba a llorar Mónica de puro placer que estaba sintiendo, y moviéndose abrazada y atenazada con sus piernotas al flacuchento cuerpo de su hijo a la misma vez que comprimía su vagina en el momento en que también le exprimía la verga al feliz y salido chamaco.

El acelerado mete y saca de verga que Laureano estaba accionando en la aun apretada vagina de su madre se aceleró estrepitosamente hasta el punto de hacer estremecer todo el cuerpo de Mónica vibrando este por completo, haciéndola gritar de una calentura infinita, la ninfa sin siquiera ser ella consciente estaba orgasmeandose por la zorra una y otra vez mientras se daba a gozar de la firmes metidas de verga que otorgaba su hijo.

Además que ahora las imágenes en su mente ya no eran las de ella cogiendo con Laureano al lado de Carlos su novio, sino que abiertamente se estaba imaginando estar culeando ella sola con el viejo cara de topo del señor Octavio Juárez y por Dios que le gustaba imaginarse a ella abierta de patas mientras ese esperpento se la metía con cara de desesperado, otro orgasmo más fuerte se le vino con aquella celestial imagen en su mente.

(Momentos antes en la habitación de Jessica)

La joven lentamente se fue despertando, y a la misma vez que estando ya sentada en su cama se dio a estirarse y a bostezar.

Jessica se había despertado con una sed tremenda por lo que rápidamente buscó sus zapatillas de levantar para ir por algún refresco al refrigerador de la cocina.

La chica que vestía un bonito conjunto de dormir color rosado brillante, con short y camisa, en forma relajada salió de su habitación en dirección a la cocina, y justo en el momento en que ya casi llegaba a esta le pareció escuchar ruidos extraños que provenían desde la habitación de su hermano.

Solo con agudizar un poco sus oídos comprendió en el acto que el muy sinvergüenza otra vez había metido a su habitación a otra de las salidas pendejas que tenia por novias.

En un momento pensó en no darle importancia al asunto, total, luego lo acusaría con su madre, pero al escuchar el alboroto que tenía al interior de su habitación con una mujer que bramaba escandalosamente mientras se la estaban cogiendo decidió enseguida de ir a darle cuenta de la situación a la jefa de hogar.

Jessica muy mal humorada se percató que ese pelafustán que tenía por hermano se estaba aprovechando de la situación ya que claramente su madre no estaba en la casa, así lo pensó al comprobar que la habitación de Mónica estaba vacía, la chica pensó que con toda seguridad ella había salido a almorzar con su prometido.

Pero ese sinvergüenza no se saldría con la suya, lo esperaría a que terminara de hacer sus cochinadas y lo enfrentaría para dejarlo en vergüenza delante de la putinga que se atrevió a meter en la casa para luego despacharla rápidamente antes de que llegara su mamá de su almuerzo, así que ya estando decidida a esto último fue a sentarse a uno de los sillones para que apenas ellos pararan de estar apareándose ponerlos en su lugar.

La espera de esta otra hermosa criatura de cabellos castaños, ojos color miel, y dueña de un cuerpo tan exuberante y bien moldeado como el de su atractiva progenitora no se hizo esperar, ya que al poco rato de haber iniciado su espera vio que la puerta de la habitación de su hermano se habría, y lo que sus atribulados ojos vieron con horror fue lo que jamás en su vida pensó que iba a presenciar.

En primera instancia casi hasta se alegró de ver que la puerta de la habitación de su hermano menor se habría, al pensar en la cara que pondría Laureano en el momento en que ella lo encarara y lo avergonzara delante de su noviecita de turno, pero su respiración se paralizo de espanto como al mismo tiempo su garganta se secaba, cuando las pupilas de sus ojos se fueron achicando al ver salir de la habitación a su madre completamente desnuda y que en el acto apoyaba su cuerpo en la pared en señal de estar esperando a alguien.

En milésimas de segundos determinó que no entendía nada de lo que allí estaba pasando, era absurdo imaginar que su mamá haya estado manteniendo relaciones sexuales con su novio en la habitación de su hijo, se decía en aquellos rápidos segundos de su vida en que se sucedían aquellos extraños sucesos, y más confundida se quedó cuando vio salir detrás de ella a su propio hermano también completamente desnudo y con la verga tremendamente parada y brillosa por los jugos en que esta estaba bañada.

Pero esto no fue todo para la mas que escandalizada chamaca ya que casi se murió de repulsión al ser testigo de cómo fue su buena madre quien agarraba al chamaco y lo atraía hacia ella para junto con abrazarlo con sus brazos a la altura del cuello comenzar a besarlo a la misma vez que también subía uno de sus poderosos muslos hasta la cadera del imberbe muchacho y para con su pierna alzada empujarlo por detrás haciendo que la compresión de cuerpos fuese aun más completa.

Al borde del ataque cardiaco la enloquecida jovencita vio como su hermano metía su mano por entre medio de ambos cuerpo y como agarraba su verga para apuntarla hacia la entrada de la bella Mónica para proceder casi en el acto a metérsela ahí mismo donde estaban para que una vez de tenérsela bien enchufada comenzar a cogérsela de pie y contra el muro.

Jessica veía como su madre solo cerraba sus ojos y se daba a ser partícipe de la incestuosa relación sexual que mantenía con su propio hijo, mientras que su hermano junto con moverse coitalmente aprovechaba para sobar a sus anchas toda esa pierna levantada, además de recorrer esa curva posterior del muslo que daba paso a toda la curva de la portentosa nalga de la que era su mujer en esos momentos mientras que no paraban de besarse y no percatándose ninguno de los dos que ella lo estaba presenciando todo.

La incrédula chica aun miraba la cogida que se estaban pegando de pie su madre y su hermano, ambos completamente desnudos, para luego ser testigo también de cómo aquellos dos pecadores amantes iniciaban un sexual recorrido entre gemidos y apuntaladas a la habitación de la dueña de casa, hasta verlos desaparecer en esta y que ni siquiera les importó que la puerta quedara entre abierta.

Ya en la habitación de Mónica en forma súbita se detuvo aquel delicioso mete y saca veloz en que habían hecho el acalorado recorrido sin ser conscientes que la hija y hermana los había visto manteniendo relaciones sexuales, ya que ambos daban por hecho que Jessica aun estaba durmiendo.

Fue el chamaco quien habló primero para notificarle a la hembra lo que se le venía ahora:

–Jajajaja… bien putita, ahora quiero que te subas a la cama y te me pongas en 4 patas porque pienso hacerte algo bien rico y que te va gustar un montón, jajajaja…!!!

Mónica quien estaba más caliente que nunca ni se la pensó para arrojarse al lecho y ponerse como su hijo le estaba demandando, el degenerado muchacho ni tonto ni perezoso también se subió a la cama y se ubico detrás de esas formidables nalgotas que estaban brillantes producto del sudor de su dueña, este con ambas manos se abrazó a ellas comenzando a lamerlas y a besarlas a la vez que le propinaba fuertes palmetazos haciéndolas vibrar de lo apretadas y estiradas que estaban, y a Mónica poco le importaba que su hijo la nalgueara de aquella forma, al contrario, esto mas la enardecían.

Laureano luego de nalguearla, lamerla y besuquearla en el trasero, por fin se atrevió a hacer lo que tanto deseaba, con sus dos manos puestas una en cada nalga se dio a comenzar a abrir y cerrar esos dos redondos promontorios de carne culistica, por cada accionar que hacía este mas se las abría inspeccionando el rosado ojetillo que existía ahí al medio, y en un momento dado en que se las mantenía totalmente abiertas fue acercando su voraz y babeante boca abierta justo al medio del anillo posterior de la hembra para de un solo bocado zampárselo y empezar a succionarlo anhelantemente, de a momentos también lo lamía con fruición y con pasión desbordante, a la vez que cuando se separaba de este, con su misma lengua se dedicaba a ensalivar aquel virgen y nunca penetrado agujero anal.

En el momento en que Mónica sintió que su hijo estaba prácticamente lamiéndole el culo, su cara se desfiguró por el intenso placer que esto le causó a su sistema neuronal como hormonal, era la primera vez en su vida que alguien ponía su boca con lengua y todo en aquella prohibida zona de su venerable cuerpazo, pero como aun tenía para rato bajo los efectos de la droga, ya su mente le daba intempestivos avisos de lo que probablemente ahora le practicarían en cierto orificio de su anatomía, y que según ella si es que esto se sucedía le harían sentirse más hembra aun de lo que ya se sentía.

La portentosa mujer entre caliente y asustada, se inquietaba y exasperaba mientras su hijo no paraba de lamerle culo porque ella jamás había practicado el sexo anal, pero ella a la misma vez quería sentirse hembra, que se la culearan de la forma más animal posible, y esta era la perfecta oportunidad para experimentarlo, en eso sus pensamientos se hacían realidad ya que el degenerado chamaco desvergonzadamente le pedía su autorización para partirla por el culo:

–Mamá…! Srppssss…!! Ahora quiero… Srppssss…!! Encularteeee… Srppssss…!!, me prestarías… Srppssss el culo por un ratito… Srppssss…!?, -le preguntó Laureano entre húmedos lametones y chupeteos.

Mónica que estaba en el limbo de la lujuria mas mundana y carnal jamás sentida en sus neuronas no lo dudo en responder afirmativamente, ella estaba caliente, ardiendo de ansiedad sexual, y no le tenía miedo al dolor que seguramente iba a sentir en el momento en que le perforaran su virgen reducto posterior:

–Ohhhhh…!! si mi vidaaaa…!!! házmelo por donde tú quieras…!!! por donde tu quierassssssss…!!!, -le respondió entre bramidos de calentura no temiéndole a consecuencias dolorosas.

Ninguno de los dos degenerados se percató que la jovencita que ellos tenían por hija y por hermana los estaba espiando horrorizada desde un lado de la puerta con su cuerpo apoyado al muro. Jessica al haber estado observando asqueada y ensimismada como su hermano le lamía el culo a su madre, caía en cuenta que este ahora se aprontaba para cogérsela por el ano, por lo que la chamaca tuvo que enderezar su cuerpo y apoyarlo contra la pared para automáticamente llevarse la mano a la boca para no gritar de horror por lo que ahí iba a ocurrir en pocos momentos.

Laureano tan salido como exaltado por su descabellada proeza rápidamente se arrodilló detrás del curvilíneo cuerpo de Mónica con su verga completamente parada, para luego rápidamente posar una mano en su suave cadera y con la otra apuntar sin más a su delicioso y apretado objetivo, lo posó justo a la entrada de su orificio posterior y comenzó a empujar despacio, el cuerpo de su bella progenitora temblaba y tiritaba de pánico y excitación, mientras el chamaco presionaba una y otra vez intentando encajársela.

–Tranquilita mi zorraaaa…!!, si te duele tendrás que aguantarla…!!, jejejeje…!!, -reía nerviosamente y en forma descarada el caliente chamaco mientras ejercía presión en el apretado esfínter de Mónica, el cual debido a las energías del joven violador de un momento a otro cedió y le dio paso al glande, otro esfuerzo por parte de este y el tronco comenzó a abrirse paso, ahora ya derechamente se la estaban enculando.

El enculamiento fue lento, pero el traspirado muchacho no dejó de empujar su verga manteniendo a la hembra firmemente agarrada de sus caderas hasta que ella convertida en toda una amazona la aguantó y terminó por comerse por el culo los 20 centímetros de verga que su hijo le había embutido apretadamente por su conducto posterior.

Mónica en el momento en que se sintió atravesada e invadida analmente se dejó caer con sus hombros al lecho casi desmayada, estaba llena por dentro y la sensación de tener una verga metida su trasero era muy distinta a cuando su hijo se la había metido por la zorra, esas eran sus cavilaciones.

Por su parte Laureano cuando supo que por fin había terminado de partirla por el culo se quedó quieto y con los ojos cerrados sintiendo al máximo como su madre le apretaba la verga con su ano, y ella quien se había convertido en menos de 24 horas en una verdadera Diosa del sexo desenfrenado sintió que en forma paulatina pero rápida la sensación de dolor fue cediendo para dar paso a otra que era netamente de calentura al saberse y sentirse bien trabada por su recién desvirgado ojete posterior.

Laureano de un momento a otro comenzó a moverse hacia atrás y hacia adelante muy lentamente en un cadencioso vaivén que le provocaban sensaciones indescriptibles para su verga, con sus ojos cerrados se daba a preguntarle a su hembra de cómo lo estaba pasando ella:

–Te gusta mamá…!!?? Te gusta cómo te la meto por el culoooo…!?. –le consultó a la misma vez que iba ganado velocidad en la enculada.

–Ohhhhh…!!! cariño claro que siiiiiiiiiii…!!! Me gustaaaa…!!! Me gusta muchooooo…!!!! Daleeee…!!!! Dale más fuerteeeee…!!!!

–Estas sangrando, jejejeje… creo que te lo acabo de romper… segura que quieres mas fuerteeeee…!!??

–Siiiiii…!!! Dale hijoooo…!!! Enculame mas fuerteeeee…!!!! Rómpeme el culo mas todaviaaaaa… hazme sangrar más por el hoyoooooo!!!! Ahhhhh…!!!! Ahhhhh…!!!! Ohhhhhh…!!!! Mmmmmm…!!!!, -gemía Mónica al ritmo del despiadado enculamiento.

Sus buenos minutos ya iban pasando y la tranca de Laureano entraba y salía del orto de Mónica ahora sin impedimentos, se la metía con fuerzas y con lascivia mirándola con cara de enojado, y claro el chamaco mientras se la culeaba estaba concentrado en que era él quien se estaba cogiendo a su bella madre y no el engreído de su novio, ahora se la metía con más odio todavía.

En tanto Mónica por su parte entre gemidos de placer anal se la aguantaba toda mirando como el respaldo de su cama se golpeteaba incesantemente contra la pared en que estaba empotrada su cama, acompañados de resoplidos por parte de su hijo, nuevos quejidos de ella, jadeos de cuerpos que chocaban, los feroces Slapssss…!!! de cuando Laureano la nalgueaba haciéndola vibrar entera, su ano le avisaba que un gigantesco disfrute estaba por desbordarse por todo el conducto de su ano, un nuevo placer renacía en su cuerpo y ella ya quería sumirse en aquellos diabólicos placeres, por lo que comenzó a sincronizadamente echarse para atrás cuando su hijo ya venía de vuelta con su verga, y este al notar cómo se estaba moviendo su hembra no tardó en comenzar a animarla a que culeara como una verdadera zorra:

–Así… putaaaa…!!! así…!!! Gozaloooooooo…!!!, que no tardo en llenarte el culo con mis mocossss… jajajaja…!!!!

–Si mi amorrr…!!!, damelossssssss…!!!, dale a mama por el culo y llénala con tus mocossss…!!! Ohhhhh…!!!! Ohhhhh…!!!!

En aquellos momentos en que los dos estaban por irse cortados la hembra estaba tan mojada que con eso bastaba para que no le doliera tanto, ya que las aserruchadas que le ponía Laureano eran bestiales, la bombeaba como si su vida dependiera de ello, a Mónica le estaban dando la mejor cogida del mundo, de a momentos ella se la sentía tan gratificantemente adentro del culo que no quería que nunca se la sacaran,

–Ohhhhhh…!!! voy a correrme putaaaaa…!!!! Te comerás mis mocossssss por el ortoooooo…!!!!, -gritó de pronto el salido hijo.

–Si mi amorrrr…!!! Cariñoooooo…!!!, dame tu semennnnn…!!!, inúndame el culo con tus mocosssss…!!! Yo también me voy cortadaaaaaaaaa…!!! Wuaaaaaaaa…!!! Wuaaaaaaaaaa…!!! me fuiiii…!!! Laureano me fuiiiiiiiiiiiiiiiii…!!!!

–Si mi zorraaaaaaaaaaaa…!!! mi putaaaaa…!!!, ahí te voy, gozaloooooooo…!!!! Tomaaaaaaaaaaaaa…!!!!

Mónica mientras se sentía bien sujetada de las caderas también sacudía su cuerpo por las descargas eléctricas que le nacían desde lo más profundo de su ano… era un orgasmo avasallador el que estaba sintiendo ya que las mareas de placer se venían una y otra vez en las cuales ella quedaba casi con la mente en blanco solo sintiendo los placeres de la carne, a la misma vez que también sentía como el semen caliente de su hijo salía a presión y la llenaba toda por dentro en el momento en que este estaba eyaculando al interior de su ano, y en cada momento en que ella pensaba que su chamaco ya no tenía nada más que disparar otra inyección de espeso liquido caliente le hacían sentir el calor de su semen en sus entrañas, este salía sin parar según sentía la orgasmeada hembra, hasta que finalmente todo acabo (por ahora), hasta quedarse rendidos y tendidos en la cama, el encima de ella y aun manteniéndola ensartada.

Afuera de la habitación y aun apoyada contra el muro Jessica estaba con sus ojos bañados en lagrimas y con ambas manitas puestas en su estomago, la chica extrañamente frotaba sus rodillas y al igual que sus muslos y una notoria humedad se dejaba ver en la tela rosada de su femenino short de dormir.

(Continuará)

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Relato erótico: “Jane X” (POR ALEX BLAME)

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todo queda en familia4Esa mañana Jane comió algo de fruta y se marchó a dar un paseo sola. Sin títuloTenía mucho en que pensar. Necesitaba hacer planes. Ahora ya se desplazaba con bastante facilidad por la bóveda forestal y Tarzán la dejó ir sabedor que ella podía arreglárselas.

Todo había empezado hacia tres semanas pero aquella mañana, después de su segunda falta estaba totalmente convencida, se había quedado embarazada. En el fondo se lo esperaba, había estado follando como una gata en celo durante semanas. Lo que le extrañaba es que hubiese tardado tanto en pasar.

No es que le disgustase el hecho de quedarse embarazada, de hecho cuando se dio cuenta se sintió tan feliz que sintió que el corazón no le cabía en el pecho. Le iba a dar un hijo al hombre que amaba.

Pero junto con la alegría también llegó el temor. Una de sus compañeras en la escuela era la hija de una comadrona y las historias que la chica le contaba eran escalofriantes. Naturalmente sabía que en la mayoría de los casos, los partos, aunque dolorosos, no entrañaban un grave peligro para la madre, pero aún así Jane era consciente de la necesidad de que su hijo viniese al mundo con ayuda de alguien experto en el tema.

El problema era como podía planteárselo a Tarzán. El salvaje sólo había visto parir a las monas y estas, por lo que ella había podido ver hasta el momento, no tenían demasiados problemas para dar a luz. No necesitaban ayuda y como mucho en cuatro o cinco horas tenían un monito precioso agarrado a su pecho…

Y esa era otra. Cuando su bebé naciese iba a estar totalmente desvalido un año o dos como mínimo. Realmente no tenía ni idea de cómo podría arreglárselas para que el niño sobreviviera en un lugar tan paradisíaco pero a la vez tan peligroso.

Siguió deambulando sin rumbo fijo durante cerca de una hora sumida en sus pensamientos hasta que unas risas femeninas llamaron su atención. Picada por la curiosidad y por ver otro ser humano después de tanto tiempo se dirigió hacia el lugar de donde provenía el alboroto.

A sus pies una pareja de jóvenes nativos se besaban y charlaban animadamente.

A pesar de que Jane no entendía nada, el lenguaje de la atracción y el sexo era universal y con deleite observó como el hombre fuerte y alto acorralaba a la joven menuda y bonita y le regalaba los oídos con dulces palabras mientras ella se hacía la remolona fingiendo querer escabullirse.

Jane se sintió identificada con la chica y las imágenes del sexo desenfrenado con Tarzán le asaltaron haciendo que un latigazo de excitación azotase sus ingles.

Finalmente la joven se rindió y dándole un largo beso al joven comenzó a acariciar su miembro por encima del taparrabos. El taparrabos comenzó a hincharse hasta alcanzar un tamaño respetable, pero cuando la mujer le quitó la prenda al guerrero, Jane se quedó patidifusa al ver aquel gigantesco miembro.

La joven en cambió no pareció amilanarse y agarró con seguridad aquella gigantesca porra de más de un palmo de longitud y gruesa como una pitón y se la metió en la boca.

Jane no pudo evitar acariciar sus pechos cuando la joven abrió su mandíbula hasta casi desencajarla para dejar entrar semejante miembro. El hombre resopló de placer y le metió la polla hasta el fondo de la boca.

Jane pudo ver horrorizada y excitada al mismo tiempo como la polla del hombre hacía relieve en la delicada garganta de la joven. Después de unos segundos la joven se separó jadeando y con los ojos llorosos comenzó a lamer y chupar la verga del hombre embadurnándola a conciencia con su saliva.

El hombre gemía y agarraba las finas trenzas de la joven empujando suavemente con su pelvis.

Con un ligero tirón obligó a la joven a incorporarse y le dio un largo beso mientras metía la mano entre sus piernas y comenzaba a acariciarle el sexo.

Jane metió a su vez la mano en el taparrabos y se acarició unos segundos antes de quedarse helada por la sorpresa. Al levantar la cabeza hacia el cielo acuciada por el placer vio con preocupación cómo no era la única espectadora. Por encima de ella, a unos treinta metros a su derecha, Blesa observaba a la pareja con curiosidad.

Jane se quedó helada sin saber qué hacer. Si intentaba avisar a los chicos quizás provocase el ataque de la pantera. Probablemente la fiera no se atreviese a atacar a los dos y se retirase aburrida después de un rato. De todas maneras decidió no quitarle el ojo de encima.

Mientras tanto el hombre había acorralado a la mujer contra un árbol besándola y chupando y mordisqueando sus pechos y sus pezones para seguidamente levantarle una pierna y penetrarla. Increíblemente, el hombre fue enterrando poco a poco su polla en el coño de la joven hasta que sólo sobresalieron sus huevos. La mujer suspiro satisfecha y sonrió comenzando a mover sus caderas. El joven no se hizo esperar y empezó a moverse, primero con suavidad, y luego al ver los jadeos y las muestras de placer de la joven con más rapidez y violencia. La joven no tardó en correrse con un grito que hizo huir a monos y pájaros de los alrededores mientras el guerrero seguía bombeando sin piedad.

Tras recuperarse ligeramente la joven apartó al hombre con suavidad lo suficiente para poder darse la vuelta. Durante unos segundos Jane se quedo extasiada viendo el espectáculo de aquella polla gigantesca y la joven desnuda con sus manos apoyadas contra el árbol y moviendo su cuerpo sudoroso y su culo grande y prieto para excitar a aquel hombre. El joven la penetró de nuevo con tal fuerza que los pies de la mujer dejaron de tocar el suelo por un momento. La joven gritó y comenzó a moverse al ritmo de los empeñones del hombre, dando pequeños saltitos para acomodarse a su ritmo.

Con las manos en su sexo y la vista nublada por el placer que sentía Jane apenas vio como el hombre le daba unos últimos y violentos empujones para luego sacar su polla y eyacular gruesos chorreones de semen sobre el cuerpo de la joven que temblaba de placer y excitación.

Cuando se recuperó del orgasmo Jane abrió los ojos y vio como Blesa tensaba su cuerpo y se relamía. Los jóvenes se estaban despidiendo.

Con horror pudo ver que el joven guerrero se iba y la mujer quedaba allí relajada haciendo dibujos con el semen que el hombre había depositado sobre su piel.

Blesa no esperó mucho y cuando estuvo segura de que el hombre no volvería, de dos saltos se plantó ante la joven que quedó inmediatamente paralizada por el miedo.

Movida por un instinto que desconocía, Jane se movió por el ramaje hasta encontrar un sitio adecuado y sin pensárselo pegó un salvaje alarido, agarró una liana y se dejó caer con los pies por delante impactando en el flanco de la pantera con la fuerza de un ariete. El cuerpo entero de Jane vibró y perdió la liana cayendo de espaldas con el choque, pero la pantera salió despedida y chocó contra un árbol a más de tres metros de distancia con un ominoso crujido. Blesa soltó un rugido de dolor y escapó rápidamente con un par de costillas rotas.

Jane se levantó con la espalda dolorida y esperando que no le hubiese ocurrido nada al bebé. La joven la miraba alucinada y después de decir unas palabras inteligibles escapó corriendo.

Jane iba a dejarla marchar pero luego lo pensó mejor y decidió seguirla para saber a dónde iba. La joven era ágil pero Jane había vuelto a subir a los árboles y la seguía sin dificultad. Tras unos minutos la joven se calmó y cambió la carrera por un trote más cómodo.

Cuando llegaron al riachuelo Jane lo reconoció al instante y ya no necesitó seguir por más tiempo a la joven, iba a la aldea de la que había partido meses atrás antes cuando intentaron secuestrarla.

-¡Querido amigo! -exclamó Lord Farquar abrazando a Avery. – No sabes lo que me alegra verte tan recuperado. Lamento haberte arrastrado de nuevo hasta aquí, tan cerca de recuerdos desagradables pero creo que la situación es crítica. Patrick ha desaparecido.

-¿Cómo que ha desaparecido? -preguntó Avery alargándole el equipaje al sirviente y subiéndose a la calesa que había traído Lord Farquar.

-Lamento que no puedas tomarte un merecido descanso tras este largo viaje pero el señor Hart me contó que hace tres días Patrick le abordó y le pregunto cuál era el mejor lugar para abastecerse para una expedición de caza. Al parecer antes de ayer salió sólo, acompañado de la hiena con destino desconocido. Varios negros lo vieron marchar en dirección sur camino de Ibanda.

-¡Ha salido en busca de Jane!

-Eso me temo. -replicó Lord Farquar -me he tomado la libertad de hacer los preparativos necesarios y partiremos mañana con el amanecer hacia Ibanda y luego a Rukungiri. Me temo que pueda perpetrar allí una carnicería si no encuentra lo que busca… sólo tú puedes detenerlo.

Patrick partió con lo imprescindible. Una manta, una mochila con agua, galletas, municiones y su rifle. Con la hiena abriendo camino comenzaban la jornada al atardecer y se desplazaban durante toda la noche. Los sentidos de Patrick eran ahora tan agudos que no necesitaba luz para desplazarse por la sabana y corría sin apenas cansarse durante horas. Antes del amanecer cazaba algún animal con ayuda de Damu, hacia una fogata y se daban un atracón antes de descansar todo el día con la tripa llena.

Tardaron diez días en llegar a Rukungiri. Durante el camino Patrick pensó en Jane. Aunque pareciese absurdo Subumba no la había encontrado en el reino de los muertos. Ella lo había achacado a que era blanca, pero la sospecha de que Jane seguía viva había ido creciendo en el corazón de Patrick y aunque después de poseer la salvaje sensualidad de la hechicera no estaba seguro de lo que sentía por Jane todo lo que le había ocurrido había sido por su causa y necesitaba terminar lo que había comenzado.

Recordaba a Jane como una joven cariñosa y sensual pero no emanaba poder por todos sus poros como Subumba. Cada vez que pensaba en la hechicera recordaba las salvajes sesiones de sexo, los desinhibidos gritos de placer de la joven y las perlas blancas de su semen adornando su cuerpo oscuro y satisfecho. Hasta ese momento no se había planteado lo que iba a hacer si encontraba a Jane con vida pero durante el viaje tuvo tiempo y llegó a la conclusión de que debía romper su compromiso, África se le había metido en la sangre.

Cuando llegó a la aldea una mezcla de temor y devoción rodearon a hombre y hiena. El viejo hechicero se les acercó. La diferencia entre la actitud servil de este y la majestad de Subumba le indicaron que no tenía nada que temer de él.

Ignorando los cánticos del viejo se dirigió a la choza del jefe y le indicó por señas que quería hablar con él. Con una orden y sin quitarle ojo a la afilada sonrisa de la hiena, el jefe hizo traer a un intérprete.

-¿Que desear?-preguntó el jefe temeroso.

-Información -dijo Patrick mientras se sentaba colocando despreocupadamente el rifle en su regazo. -supongo que recordaras quién era, y reconocerás quién soy ahora.

-Se quiñen eres, eres el diablo que viene a castigarnos por nuestros pecados pasados y presentes.

-Pues este diablo -dijo Patrick señalándose -destruirá esta aldea hasta los cimientos si no contestas a mis preguntas con total sinceridad.

-Haré lo que esté en mi mano. -dijo el jefe dando unas palmadas.

En pocos minutos un modesto montón de comida estaba servido en el suelo entre ambos. Las mujeres que lo habían servido se retiraron inmediatamente sin atreverse a mirar a los ojos de ninguno de los dos.

-¿Ha pasado algún hombre blanco por aquí desde que nos fuimos?

-No, ninguno Bwana.

-De acuerdo -dijo satisfecho con el tratamiento que le prodigaba el jefe.

-¿Habéis tenido noticias de la mujer desconocida?

-No pero hace poco tiempo una de nuestras mujeres salió a recolectar miel y volvió con una extraña historia sobre un espíritu del bosque que la había salvado del ataque de una fiera.

-¿Y?

-Dice que el espíritu se le apareció en forma de mujer con la piel blanca como la leche y el pelo del color del fuego.

-Traedme a la mujer, -dijo Patrick- deprisa.

Al poco llego un hombre arrastrando a una joven que evidentemente temblaba de miedo.

-Dime todo lo que sepas y no te pasará nada.

La joven habló durante unos minutos y atemorizada por la hiena fue totalmente sincera hablando de su cita a escondidas y todo lo que ocurrió después. Cuando terminó Patrick se quedó meditando unos segundos y luego cogiendo a la joven por el brazo la saco fuera de la choza.

-Me llevarás al lugar exacto donde ocurrió todo ¿Entendido? -dijo él recogiendo la mochila y saliendo del pueblo con la joven y la hiena.

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Relato erótico: “Asalto a la casa de verano (5)” (POR BUENBATO)

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me daríasAsalto a la casa de verano (5)

Sin títuloTodas las muchachas fueron atadas en sus respectivos lugares. Lucas y Benjamín bajaron a comer; tanto follar les había abierto el apetito y los dos hot dogs que había comido habían resultado insuficientes.

Terminando de comer, recordaron que quienes debían estar muriendo de hambre eran Sonia y Leonor. Subieron al cuarto donde ellas seguían atadas; estaban dormidas, pero despertaron apenas se abrió la puerta.

Leonor se había orinado, y sus miados hacia rato que se había evaporado. Sólo quedaba el olor acre. La desataron; le esposaron las manos a la espalda y le ataron los pies para que no tuvieran mucha maniobra de movimiento. Benjamín la llevó al baño, donde la hizo entrar a la regadera. La puso de rodillas, y él mismo se encargó de tallarle el cuerpo con el estropajo. Tuvo cierto interés en que sus partes íntimas quedaran bien limpias, y no dudó en meterle algunos dedos enjabonados por el culo.

Leonor soportó aquello con paciencia; pues ya era un alivió poder salir de aquel cuarto y aquella incomoda situación en la que se hallaba junto a su hija. Estaba preocupada por Mireya, pero no la veía por ningún lado.

Tampoco había visto a Azucena, sólo a su prima, a quién vio con desconsuelo atada al barandal, con las nalgas abiertas recién folladas apuntando hacia arriba. La vio rápidamente, antes de entrar al baño, y le pareció tan pequeña e indefensa que se preguntó lo que podría ser de su propia hija. Había escuchado los gritos desgarradores de Sofía, cuando le habían roto el culo atada en el pasillo.

En el cuarto; Lucas preparaba a Sonia. La tenía en el suelo, pisoteándola, mientras realizaba unos complicados amarres. La había puesto primero en una posición tipo yoga; y después amarró sus tobillos juntos, como un par de troncos. Pasó las manos de Sonia hacia atrás de su espalda, y las ató. Hecho esto, sin darse cuenta se había acercado a una posición estilo lotus tie.

Amarrada como la tenía, le pateó la espalda haciéndola caer hacia adelante. Con aquellas ataduras y el rostro pegado al suelo, Sonia se veía obligada a abrirse de culo y ofrecer su la entrada de su ano.

No podía incorporarse; y el peso de sus propios brazos esposados por detrás le hacía imposible lograr incorporarse. Estaba completamente desnuda, obligada a ofrecer su culo a aquel sujeto.

Pronto sintió cómo él se acomodaba tras ella; intentaba alejarse de su alcance, pero una sola manos sobre ella era capaz de contener cualquiera de sus esfuerzos. Se hallaba indefensa e inmovilizada.

Sintió las manos de Lucas masajeándole las nalgas y acariciándole con los dedos en las áreas ubicadas en medio de su culo. Sintió el roce de aquella mano acariciándole su gordo coño, que formaba una natural hinchazón rodeada de vellos de reciente crecimiento. Los dedos, humedecidos con sus propios jugos, comenzaron a palparle la zona alrededor del anillo de su esfínter.

Era un culito apretado, y virgen. Tenía unas hermosas arrugas alineadas en circunferencia, y formaban un punto rosado en medio de su culo moreno. Sentía asco y vergüenza de pensar que aquella zona tan intima estuviera siendo manoseada por aquel desconocido. Pero la situación se volvió más tormentosa cuando sintió dos manos sosteniéndole el culo y de pronto unos húmedos besos sobre sus nalgas.

Aquellos labios recorrieron parte del área de sus voluminosas nalgas, pero no tardaron mucho en llegar a su objetivo y, en segundos, Sonia comenzó a sentir con impotencia cómo Lucas escarbaba su ano con su lengua. Los roces humedecían con saliva su culo, y el sujeto comenzó pronto a intentar meter sus dedos en aquel orificio.

Sonia le pedía con la voz entrecortada que parara, pero parecía no ser escuchada por Lucas, que no se detenía ni un segundo. Pronto uno de los índices de Lucas comenzó a abrirse paso entre su estrecho culo.

– Deberías sentirte afortunada – interrumpió la voz de Benjamín, que llegaba de regreso con Leonor puesta de rodillas a su lado, asomados bajo el umbral de la puerta – Hace unos minutos, a dos más jovencitas que tú, les he roto el culo de un solo golpe. Me preguntó cómo gritaras tú cuando te lo haga.

Leonor escuchaba aquella sentencia, de rodillas al lado de su captor, mientras tenía que ver cómo el otro sujeto metía sus asquerosas manos en el orificio trasero de su hija. Tenía ganas de ofrecer su culo en lugar del de su hija, pero sabía que sólo lograría ganarse una bofetada y apresurar las cosas. Su silencio era la única defensa que le quedaba.

– Esa posición se ve muy bien – comentó Benjamín

– Si – respondió Lucas sonriente, con su dedo índice metido completamente en el culo de Sonia – De esta forma se mantienen inmovilizadas y con las piernas muy abiertas.

– Ya veo

– Mira – continuó Lucas, sacando el dedo de Sonia y palpando las partes que quería mostrar – Su coño, su ano y las nalgas siempre hacia arriba; no tiene opción, sólo puede mantenerse así.

– Me gusta – asintió Benjamín – Hagamos lo mismo con esta zorrita – dijo, señalando a Leonor – quiero ver cómo lo haces.

Lucas se puso de pie y trajo cuerdas; no se requirió forzar nada. Leonor tomó el papel de una muñeca de trapo y no hizo más que dejarse llevar por lo que aquellos hombres le hacían a sus extremidades. Pronto se halló en la misma posición que su hija, con el rostro sobre el suelo, las manos esposadas por detrás y su culo ofreciéndose al cielo. Era un posición más incomoda que la anterior, y la tendría que soportar.

El problema era moverlas; Lucas y Benjamín las tuvieron que bajar a la sala una por una. Tenían que cargarlas entre los dos, como si se trataran de alguna especie de mueble. Hicieron un espacio en el centro de la sala, y ahí colocaron a las dos mujeres.

Subieron donde se encontraba Azucena, a quien obligaron a llamarle por teléfono a sus padres y decirles que todo estaba bien. Con la voz más tranquila que pudo, Azucena habló con su madre y le contó una serie de mentiras para que esta no se preocupara.

– Estamos bien, ya sólo cenamos y nos vamos a dormir.

– …

– Si, ella está bien también.

– …

– Si, en la alberca. Si, fue divertido.

– …

– Nos vemos, también te quiero.

Apenas colgó, los sujetos la apresaron entre los dos, y comenzaron a realizarle unas ataduras. La niña trataba de quedar cómoda, pero finalmente sólo se hizo conforme a lo que aquellos sujetos demandaban.

Mientras pasaban los minutos, Sonia y Leonor fueron comprendiendo el macabro juego que aquellos sujetos estaban tramando. Primero vieron cómo Azucena fue llevada abajo, con las mismas ataduras y puesta sobre el suelo, al igual que ellas. Lo mismo pasó después con Sofía, que parecía un animalito acurrucado.

Las iban colocando en círculo; con las cabezas al centro y los culos por el exterior. La ultima en cerrar el círculo fue Mireya, a quien trajeron y colocaron en su posición unos minutos después.

Formaban una estrella de cinco picos, donde el centro eran sus cabezas y los picos sus respectivos traseros apuntando al cielo. Sonia, Azucena y Sofía lloraban a gota suelta, Mireya y Leonor sólo se limitaban a guardar silencio y esperar su destino.

Escuchaban sus llantos, sus respiraciones y sus ruegos con claridad, pues sus cabezas estaban pegadas una junto a la otra. Aquello sólo hacía que la situación fuera aún más estresante.

Repentinamente el llanto y los alaridos de Sonia aumentaron; Leonor alcanzó a asomarse desde su incómoda posición y vio el cuerpo de Benjamín posicionándose tras su hija mayor.

La chica de diecinueve años comenzó a rogarle a aquel sujeto que la dejara; pero lo único que conseguía era que Benjamín le metiera los dedos dentro de su culo para untarle crema a las paredes de su ano. Cuando estuvo lista; él tranquilamente se desvistió hasta quedar tras ella desnudo y con la verga endurecida.

Otro grito de terror fue soltado por Azucena, cuando Lucas se sentó en el suelo tras ella. Sus manos palparon ligeramente el redondo traserito de la chica, pero no pasaron muchos minutos cuando inició el recorrido con sus labios y su lengua, saboreando el sudor que escapaba de las nalgas de la muchachita.

Sonia, por su parte, comenzaba a gritar ante las dolorosas sensaciones que le provoca la verga de Benjamín, abriéndose paso a través de su virgen ano. Apenas iba la mitad de aquella verga, y Sonia ya sentía que él la terminaría por partir a la mitad.

Él descansó un poco, disfrutando la sensación de su verga apretujada entre las paredes del ano de Sonia. Pronto, comenzó a empujar de nuevo, dilatando más y más el culo de la chica hasta llegar a su recto.

Entre gritos de dolor, lágrimas en las mejillas y respiraciones aceleradas, Sonia fue penetrada por los veinte centímetros de verga que aquel salvaje le había terminado de clavar.

Después sintió, sin que el dolor fuera menos, el falo de Benjamín retirándose. Cuando creyó que aquello acabaría, volvió a sentir una nueva penetración que de nuevo llegó hasta el fondo. Había comenzado a bombearla.

– Tranquila – le susurró su madre, a unos quince centímetros de ella – No te desesperes, Sonia – le recomendó

Pero es que el dolor era tremendo; además de larga, era considerablemente gruesa. Escuchando el dolor de Sonia, que tenía aquellas anchas caderas y el culo grande, Leonor se preguntó qué sería de las otras niñas. Ella misma había escuchado los alaridos desgarradores de Azucena, y no le sorprendió cuando la vio dormida y agotada en el pasillo del piso superior.

“Pobrecitas”, pensó Leonor, “estas pobres chicas tendrán que soportar todo esto, y más. Estos dos son tan salvajes que violarían hasta a sus propias hijas”. Ella siguió pensando en todas, especialmente en Mireya, “la pobrecita, tan chiquita; espero que al menos a ella la perdonen”.

Los gritos de Azucena comenzaron a iniciar, Leonor giró el cuello para ver qué sucedía. Era Lucas, que comenzaba a penetrar por el culo a la chica. La sangre de Leonor se congeló con aquella escena; estaba tan molesta que tenía ganas de insultar a aquellos crueles, pero decidió girar la vista al suelo y callar, mientras escuchaba los ruegos y alaridos combinados de Sonia y Azucena.

Benjamín, por su parte, iba aumentando el ritmo de las penetraciones. Había colocado más crema en el culo, facilitando el desliz de su verga dentro de Sonia. Los gritos de dolor de Sonia habían menguado, y comenzaban a ser sustituidos por gemidos y respiraciones aceleradas.

Al lado de Lucas, Benjamín parecía un caballero, el muchacho ya había acelerado las embestidas importándole poco los gritos y súplicas de la pobre mulata. Azucena apretaba los dientes y los ojos para soportar los arrebatos de aquel sujeto dentro de su ano; el muchacho parecía tener la intención de romperle los intestinos, pues clavaba su verga hasta el fondo y se movía con una velocidad tal que parecía taladrar con furia el culo de la chica.

Azucena se había cansado de gritar, y lanzaba unos gemidos secos con cada embate de Lucas; a Leonor sólo le bastaba mirar los ojos de la chica, casi en blanco, volteados hacia arriba y con la boca abierta, jadeando por el ajetreo que le provocaba aquel remolino de sensaciones surgidas desde su recto.

Parecía una muñequita con su esbelto cuerpo siendo maltratado por aquel muchacho bruto y desconsiderado. Pero Lucas parecía pequeño al lado de Benjamín; quien con su tremendo cuerpo y su bestial verga representaba lo peor que le podía pasar a cualquier chica de ahí. Y en ese momento le pasaba a su hija, Sonia, quien resoplaba de placer y ramalazo con cada arremetida de aquel gorilón.

Leonor alzó la mirada para verlo, y se amilanó cuando se encontró frente a la pesada mirada de aquel sujeto, sonriéndole sin dejar de embestir a su hija, pasándole sus sucias manos por la espalda, jaloneándole el cabello, lanzándole nalgadas e inclinándose para pellizcarle las tetas.

– ¿Te gusta cómo me follo a tu hija?

– Eres un asqueroso – le espetó Leonor

– Y tú una puta.

Aceleró las embestidas para cortar aquella conversación, a costa de los alaridos de Sonia, que comenzó a resollar con tanta fuerza que su madre lamentó haberle dirigido la palabra a Benjamín.

– Por favor, por favor, por favor… – repetía Sonia, como si estuviese rezando

Su madre la miraba con tristeza, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Vio cómo los ojos de Sonia parecieron voltearse, y cuando se pusieron en blanco comenzó a chorrear de sus entrepiernas un líquido abundante que comenzó a gotear sobre el suelo. El sexo anal le había terminado por provocar un orgasmo, tan grande, que su coño había escupido todos aquellos fluidos.

– ¡Vaya! ¡Vaya! – comenzó Benjamín – Se ha chorreado. ¿Lo ves Leonor? A tus hijas les encanta la verga; deberías ir poniendo una sonrisa en esa cara. Mira, mira nada más – dijo, al tiempo que le mostraba lentamente cómo penetraba el ano de su hija – Le gusta, la muy puta se ha chorreado de placer.

Leonor sólo lo miró con despreció, y estaba a punto de decirle algo cuando un sonido interrumpió. Era una especie de alarma.

Vio cómo Benjamín sacaba su verga completa de Sonia, desde abajo, aquel falo parecía enorme, aún más grande; no entendía cómo aquello podía caberles en el culo. Lo vio darle una última nalgada, como si se estuviese despidiendo de Sonia.

Miró hacía en frente, y se encontró con la mirada perdida de su hija Mireya. Se vieron frente a frente, pero Mireya parecía ausente del mundo. Leonor, estúpidamente, trató de sonreírle.

Sintió de pronto cómo Benjamín rozaba sus nalgas con sus dedos, y una especie de electricidad recorrió su piel. Supuso que ahora era el turno de ella. El silencio hubiese sido total sin los gemidos de Azucena, quien seguía con la verga de Lucas atorada en su recto.

No obstante, sintió y luego confirmó con un vistazo, que Benjamín se alejaba de ella. Y entonces, con su verga erecta y manchada ligeramente de restos de excremento de Sonia, lo vio colocarse tras Mireya. Su piel se heló.

– Por favor – dijo, inmediatamente – A ella no por favor; Benjamín…te lo ruego. Hazme a mí lo que quie…

– ¡Cállate! – le espetó el hombre

– Sólo – insistió Leonor – Solamente es una niña…

– La más bonita; además, le hice una promesa. ¿No es así? – preguntó, dirigiéndose a Mireya

Pero la chica no respondió, porque parecía que estaba desconectada del mundo.

– ¡Yuju! – expresó Benjamín entonces, metiéndole juguetonamente un dedo en su coño – Te estoy haciendo una pregunta putita, ¿qué te dije hace rato?

– ¿Sobre qué? – respondió rebeldemente la chica

– Sobre lo que iba a pasar contigo a las siete de la tarde – dijo Benjamín, con un tono más serio

– No me acuerdo – dijo la niña

– ¡Parece que tenemos una rebelde! – expresó Benjamín, alzando las cejas – Leonor, debiste educar mejor a tus niñas; no es recomendable ser tan grosera cuando están a punto de romperle el culo. ¡En fin!

Leonor no supo qué más decir; miró a su hija de nuevo, pero esta inmediatamente viró la vista hacia el suelo. Parecía dispuesta a soportar lo que fuera.

– Por favor… – insistió Leonor, mientras miraba cómo Benjamín, con una mano, sostenía las caderas de Mireya, mientras con la otra apuntaba su verga hacia el ano de su hija menor.

Pero nada pudo hacer; nadie de ahí. Con su verga cubierta con algo de mierda como única lubricación, Benjamín comenzó a pujar contra el apretado esfínter de Mireya. Esta trató de mantenerse fuerte pero, apenas el grueso glande de aquel sujeto se abrió paso para comenzar a entrar, su boca se abrió lastimosamente para después lanzar un grito agudo que conmovió a su madre.

Los gritos fueron haciéndose más constantes, al tiempo que, centímetro a centímetro, la gruesa verga de Benjamín iba entrando sin misericordia al ducto trasero de Mireya. La pobre chica sentía sus entrañas expandirse para dar paso a aquel pedazo de carne extraño y endurecido.

Lucas ya había terminado con Azucena, a quien le había rellenado el recto con su semen, Y sólo miraba impresionado, con su verga aun dentro de la mulata, la forma en que Benjamín penetraba sin lubricación a Mireya.

Las lágrimas de la chica se exprimían cuando apretaba los ojos para soportar el dolor. Sus dientes parecían salírsele de tanto que abría la boca para gritar. Pareció eterno, pero llevó alrededor de un minuto y medio penetrarla por completo. Finalmente, sonriendo cómo quien conquista la luna, Benjamín se detuvo unos segundos con la verga clavada en lo más profundo de Mireya.

– A ver si con esto, putita, aprendes a obedecer. Te voy a follar una y otra, y otra vez, hasta que termines pidiéndomelo. Sólo entonces te dejaré en paz.

Mireya intentó decirle algo; pero tenía que terminar de respirar. Cuando recuperó el aliento, y aun con la verga de Benjamín incrustada en su ano, se atrevió a responderle.

– Entonces follame, cabrón – le espetó – ¡Te pido que me folles y me dejes en paz!

Benjamín pareció intimidarse con aquella respuesta; era todo menos lo que él hubiese esperado, especialmente de alguien tan jovencita como Mireya. Por un momento no supo que hacer, de alguna forma se sintió idiota. El mismo Lucas sacó su verga de Azucena, y se fue a sentar a un sofá, como si alguien lo hubiese castigado.

Benjamín deslizó su pene hacia afuera, y lo sacó. Se mantuvo tras la chica, en silencio. A los tantos segundos, tomó el bote de crema, untó un poco de él sobre el culo de Mireya, y volvió entonces a apuntar su verga para penetrarla.

La penetró de nuevo hasta el fondo, pero con una suavidad inaudita. Comenzó a embestirla, suavemente. Podía sentir los pliegues y texturas, así como el calor entre las entrañas de la chica. Ella gemía, porque aquello era tan suave que el dolor no duró mucho. Sentía placer, de cierta forma, pero intentaba, a veces sin lograrlo, ocultar cualquier seña de su excitación.

Benjamín seguía así, con unas embestidas lentas y concienzudas, que parecían más destinadas a satisfacer a la chica que a sí mismo. Continuó por minutos, porque aquello era tan lento que realmente se hallaba más lejos él de la eyaculación que ella del orgasmo.

Habían pasado alrededor de siete minutos cuando las primeras contracciones en el vientre de Mireya se hicieron presentes. Benjamín no dejó de embestirle el culo mientras él mismo sentía cómo el interior de la chica vibraba.

Habrían de pasar catorce minutos más y dos orgasmos de Mireya para que, al fin, la leche de Benjamín inundará su interior. La niña tuvo que admitir para sí misma, por más que le avergonzara, que aquella calidez extraña en ese viscoso liquido se sentía sorprendentemente bien dentro de su recto.

Sólo tuvo que esperar a que la erección de Benjamín disminuyera en su interior para que su culo fuera liberado de aquel grueso pedazo de carne. Él no dijo ninguna palabra; tomó sus cosas y subió a lavarse la verga al baño; dejando a Mireya en aquella posición, con la leche comenzando a brotar lentamente de su esfínter.

Como intentando romper el silencio, Lucas se volvió a poner de pie y se colocó tras Sofía. Le colocó crema en la entrada de su ano, y la penetró. Sus gritos fueron iguales a todas las demás, pero se habían acostumbrado a aquello que en su caso parecieron perder importancia.

Fue una follada rápida; y con un culito tan apretado como aquel, Lucas no tardo en embutirle el ano con sus mecos. Sacó su verga, acarició las nalgas de Sofía, que aun sollozaba, y se puso de pie para dirigirse al baño también.

Pronto bajó Benjamín; parecía ser el mismo de antes. Avanzó autoritario al grupo de chicas y, para la mala suerte de Sofía, se colocó tras ella con la verga nuevamente erecta.

A aquel sujeto no le pareció importar que el semen de Lucas estuviese emergiendo de aquel ano, pues colocó su verga sobre él y lo penetró por completo de un solo golpe. La chica hubiera doblado de dolor su espalda, de haber podido, pero tuvo que conformarse con lanzar un grito desgarrador que volvió a hacer el ambiente pesado.

A ella sí que la embistió con furia; sin el menor de los cuidados. Parecía que con ella desquitaba el mal sabor de boca que le había dejado la actitud de Mireya.

– Po…porrr…f…ffa…vooorr… – intentaba decir Sofía mientras su culo era castigado sin misericordia.

Pero Benjamín no parecía escucharla; sólo se dedicaba a castigar aquel apretado hoyo. Como si el ano de Sofía fuera el culpable de todos sus problemas.

Cuando él se vino, por fin, el esperma combinado con el de Lucas comenzó a brotar alrededor del tronco de su verga. La chica estaba tan llena de semen que este ni siquiera tuvo que esperar a que Benjamín sacara su verga de ella para comenzar a brotar.

Benjamín sacó su verga y limpió el exceso de fluidos y mierda sobre las nalgas de Sofía. Está sólo se limitó a llorar, con el rostro sobre el suelo, mientras de su culo seguían brotando borbotones de leche de dos hombres diferentes.

Eran suficientes eyaculaciones por el momento, y ambos hombres debían descansar. Subieron a Azucena y Sofía al baño, y cada uno limpió el culo de cada una de ellas. Lo hacían cómo dos mecánicos limpiarían el escape de un automóvil; les metían el dedo en los culos y les tallaban las nalgas como si se trataran de objetos.

Fue difícil limpiarlas, especialmente a Sofía, cuyo culo no dejaba de derramar fluidos.

Las volvieron a bajar y las sentaron sobre el sofá; era lo más cómodo que ellas se habían sentido en lo que iba del día.

Después subieron a Sonia y a Mireya al baño, y tras ellas subieron a su madre.

Sus hijas estaban en el piso de la regadera; con el rostro sobre el suelo y sus culos al aire, tal y como habían estado antes. Supuso que a ella también la colocarían así, pero se sorprendió cuando Benjamín le quitó las esposas y le desamarró las piernas. La colocaron de rodillas frente a sus hijas, y le entregaron un jabón y un estropajo.

– Límpiales el culo a tus hijas – le dijo Benjamín – Se útil en algo.

Ella no supo cómo reaccionar. Miró los traseros de sus hijas; el de Sonia parecía bastante estropeado, mientras que el de Mireya parecía sorprendentemente intacto, y los únicos rastros del sexo anal era los hilos de leche, secos ya a lo largo de sus piernas.

Tomó el tallador, les enjabonó las nalgas a sus hijas, y comenzó a tallarles, limpiándolas. En el fondo, sabía que sólo las preparaba para las siguientes agresiones.

– Cantales – dijo Benjamín, con un tono de voz extraño – Lo que les cantaras cuando eran niñas; cantales.

Aquella petición le pareció extraña, por no decir estúpida, a Leonor. Pero no estaba en condiciones de querer desobedecer sus ocurrencias. Pensó un poco e hizo memoria, y cuando el nudo de su garganta se lo permitió, comenzó a cantar mientras sus dedos trataban de extraerle los restos de semen a Mireya.

– Arrorró mi niña, – entonó – arrorró mi sol, arrorró pedazo de mi corazón.

Benjamín escuchaba atento, como si aquello fuera relevante. Su verga volvió a endurecerse, aunque con cierto dolor. Se agachó tras Leonor, y apuntó su verga hasta penetrarla en el coño.

– Esta niño linda, ya quiere dormir; háganle la cuna de rosa y jazmín. – continuó cantando Leonor, tallándole el culo a Mireya y recibiendo las embestidas de Benjamín – Arrorró mi niña, arrorró mi sol, arrorró pedazo de mi corazón…

CONTINUARÁ…sex-shop 6

 

Relato erótico “Me compré una bella esposa asiática por internet” (POR GOLFO)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Relato ficticio pero que podría ser real porque está basado en informes periodísticos y páginas webs que incluyo. Curioseando por la red, entro en contacto con una dulce jovencita sin saber que con ese sencillo acto, mi vida cambiaría para siempre.

Sin títuloTodo comenzó un día como cualquier otro. Estaba desayunando en un bar cuando como leí en el periódico El Mundo un artículo sobre el tráfico de mujeres donde el periodista contaba su experiencia. Queriendo averiguar si realmente existía la posibilidad de comprarse una mujer por internet, el director le autorizó a intentarlo y aunque parezca imposible, consiguió adquirir como “esposa” a una preciosa jovencita por mil quinientos euros.
Para dar mayor credibilidad a lo sucedido, el autor incluyó unas estadísticas que revelaban que más de 150.000 occidentales habían conseguido “novia” por este sistema en los últimos tres años. Como no podía ser de otra forma, terminó alertando que la mayoría de esos matrimonios terminaban en fracaso.
Quizá esa noticia me hubiera pasado desapercibida pero os confieso que por aquel entonces llevaba casi un año sin relaciones sexuales desde que mi mujer me abandonó por otro. Por ello, quedó grabada en mi cerebro y esa noche, decidí curiosear un poco en internet.
Mi sorpresa fue encontrarme no una sino cientos de webs dedicadas a conseguir novias por internet. La gran mayoría prometían rusas o eslavas pero mi idea era otra: “me gustaban las asiáticas”.
En mi mente, las europeas del este seguirían siendo europeas con todo lo que lleva. La cercanía cultural lejos de ser un punto a favor era un inconveniente.
«Al principio se comportaran bien pero en cuanto se acostumbren al país serán como las españolas», pensé recordando los cuernos con los que mi ex me había regalado.
En cambio, me parecía un sueño la sumisión que observaba en la china del “Todo a cien” de la esquina. Callada y discreta no alzaba la voz cuando el marido le ordenaba algo en ese bazar.
«Eso quiero para mí», sentencié descartando a las de origen europeo.
Concentrándome en las de origen asiático, llegué a una serie de páginas donde por dos o tres mil euros te aseguran una de estas novias. Tras analizarlas, el miedo a que fuera una estafa me contuvo pero seguí investigando. Estaba a punto de claudicar cuando de improviso me topé con una web donde ofrecían un extenso surtido de supuestas jóvenes a las cuales podrías acceder por la módica suma de ¡Quince euros!
«¡No es posible!», me dije viendo una nueva trampa en ello.
El poco dinero que arriesgaría me indujo a probar y tras leer la letra pequeña, comprendí que la página web solo se obligaba a ponerte en contacto con la candidata elegida y nada más.
«Es solo un servicio de citas como otros tantos», decepcionado asumí pero justo cuando estaba a punto de claudicar, me fijé en una jovencita de veinte años que era un primor.
Por sus fotos, la chavala en cuestión era impresionante pero lo que realmente me intrigó fue la descripción que supuestamente hacía de ella:
“Me llamo Kim-ly y busco un marido mayor de cuarenta años que me dé estabilidad. Soy de una familia campesina y como la segunda de cinco hermanas, si no consigo un hombre que se case conmigo, mi destino será trabajar en alguno de los restaurantes de mi ciudad”.
No tuve que ser un genio para comprender que el tipo de local a los que se refería nada tenía que ver con lo que se entiende en España con ello y que la realidad debía ser más dura.

Olvidando el tema, esa tarde salí de copas con unos amigos. Cómo tantas veces, la noche resultó un desastre y después de gastarme ciento cincuenta euros en cenar y en bebidas, volví a casa solo y cabreado porque las dos mujeres a las que entré me mandaron con viento fresco.
Ya en la soledad de mi cuarto, recordé la publicidad de esa web:
“¿Cansado de mujeres occidentales que no te dedican el tiempo que te mereces y sólo se interesan por tu dinero?. La solución está en Asia, donde una esposa dulce, fiel, cariñosa y entregada al hogar será tuya por poco”.
Os parecerá perverso pero os confieso que mientras intentaba dormir, hice cálculos de cuanto me gastaba anualmente buscando infructuosamente novia entre las barras de los tugurios y me quedé acojonado al darme cuenta que en el último año, me había pulido más de tres mil euros.
«Si resulta ser verdad, me lo ahorraría en seis meses», cavilé esperanzado mientras llevaba la mano hasta mi pene y me ponía a soñar con esa preciosa vietnamita de internet…

Kim-ly o mejor dicho su padre contesta a mi reclamo.
A la mañana siguiente, me sorprendió encontrar en mi correo un email de Kim-ly. Impactado, lo abrí de inmediato y medio desilusionado descubrí que no era de ella sino del que decía ser su padre.
En él y con el pésimo español del traductor de google, ese tipo quería averiguar cuáles eran mis intenciones con su hija ya que estaba preocupado. Por lo visto la muchacha había llegado a casa diciendo que la agencia matrimonial le había conseguido un novio y como su progenitor, me pedía que le confirmara que no era miembro de una organización de trata de blancas.
«Tendrá caradura, menudo timo», sonreí al leerlo y contestando en plan de guasa ese mensaje, le expliqué que era un español de cuarenta y cinco años que buscaba una mujer dócil con la que compartir vida y cama. Asumiendo que era todo mentira, proseguí diciendo que nunca la vendería pero que sería un marido exigente que no permitiría que me levantara la voz y que a cambio, le daría una vida acomodada y mucho placer.
Tras lo cual, envié la contestación.
«Ningún padre aceptaría que su hija se fuera con un tipo así», me reí esperando que en el siguiente email la estafa quedara clara.
Lo que nunca me preví fue que a las dos horas, el supuesto ascendiente de mi “conquista” me preguntara vía web donde viviría su hija y si pensaba darle descendencia.
Obviando cualquier dato personal, respondí que en su niña viviría en Madrid y respecto a los hijos, escribí:
-Tendremos todos los que nos dé Buda, pero le anticipo que soy un hombre tradicional y mi idea es tenerla permanentemente preñada.
«¡Qué bruto soy!», exclamé mentalmente mientras le daba a enviar.
No llevaba ni diez minutos enfrente del ordenador cuando Loan, ese era su nombre, respondió a mi misiva diciendo:
-Me alegra saber que el pretendiente de mi hija piensa parecido a mí, nunca aceptaría tener un yerno que no supiera cual es el lugar de una mujer honesta.
Todo me parecía grotesco porque según parecía el machismo inherente a mis escritos lo había tranquilizado. Para colmo de cinismo, ese viejo se permitió el lujo de acabar dándome autorización para contactar con su hija anexando un email.
«Esto debe ser un robo», concluí tras leerlo pero como no tenía nada que perder, escribí un mensaje a esa “teórica” belleza donde le describía mi casa, la vida que llevaba y mis atributos. Dando especial énfasis a esto último porque por lo que había leído los asiáticos solían calzar escaso.
«A ver que contesta», sonreí convencido que en la siguiente comunicación me pediría dinero.
No pensando que contestaría esa misma tarde y aprovechando que era sábado, me fui a un bar a tomarme unas cañas. De forma que no fue hasta la hora de cenar cuando comprobé que Kim-ly me había contestado.
Curiosamente en la comunicación, la vietnamita no hacía referencia alguna a ningún aspecto monetario y tras una descripción de su país, me decía que estaba encantada con ser mi novia y con la perspectiva de salir de su ciudad para venir a Europa pero lo que realmente me hizo gracia fue que al final de su mensaje, la cría me informaba que tenía miedo de no ser capaz de satisfacer a un hombre con semejante miembro, diciendo:
-Respecto a sus medidas, he preguntado a mi madre y se ha reído al compararlas con las de mi padre. Según ella, son más de le doble de las de él. ¿Creé que mi cuerpo podrá soportarlo? Y de ser así, ¿no me hará mucho daño?
Que hablara de esa forma del tema, me confirmó que era un fraude y por eso, siguiendo la corriente, le contesté:
-Te dolerá al principio pero en cuanto te acostumbres, el placer que obtendrás será inmenso- y cachondeándome de ella, le pregunté: ¿Te apetece una foto para que veas que es verdad y que no miento?
No habían pasado cinco minutos, cuando vi que me había contestado:
-Mi madre me ha dicho que la mande. Quiere saber que algo así existe.
La respuesta me hizo soltar una carcajada y muerto de risa, me empecé a pajear con una revista porno. Cuando mi verga alcanzó la longitud deseada, cogí una regla y poniéndola a su lado, la fotografié para acto seguido escribir en mi ordenador:
-16 cm de placer obtendrás cuando seas mía.
«Tengo que reconocer que se trabajan este negocio», me dije una vez mandado.
Kim-ly debía estar frente a su computadora porque al poco rato, recibí su respuesta:
-Mama está impresionada. Dice que con semejante ayuda, me hará muy feliz.
Mi sorpresa se incrementó al abrir un archivo adjunto con una fotografía de una señora mayor y de mi “novia” riendo ante una impresión tamaño natural de mi verga. La constatación que al menos esa cría existía y que no era un oscuro defraudador me puso verraco y queriendo alagar a ambas, le mandé un piropo donde les decía que comprendía que fuera tan bella teniendo una madre así.
Como si estuviésemos chateando, Kim-ly me dio las gracias en su nombre y en el de su vieja, tras lo cual me pidió una foto mía. No viendo ningún peligro en ello, anexé una imagen mía de cuerpo entero que me había tomado ese verano en la Manga.
La muchachita tardó unos minutos en contestar pero cuando lo hizo, me quedé gratamente sorprendido porque me mandaba una de ella en bikini que no admitía fraude al llevar en su mano la que yo le había enviado.
«Existe y está buenísima», pensé al admirar las bellas formas con las que Buda la había dotado.
A vosotros os reconozco que puse especial interés en sus pequeños pero apetitosos pechos y en ese culito con forma de corazón que me hizo suspirar. Sabiendo que era parte de un timo, aun así no pude dejar de imaginarme que al final fuera verdad y que de pronto me encontrara sin quererlo con una princesa oriental como mujer.
Por ello ya increíblemente excitado, le pregunté directamente cuanto tendría que pagar para que su familia aceptara que se viniera conmigo.
Su contestación me dejó perplejo:
-Nada hasta el día de nuestra boda. Antes mis padres quieren conocerle para estar seguros a quien me van a confiar de por vida- tras lo cual, escribió: -Habiendo aceptado, lo usual es que el novio pague una dote de veinticinco millones de dongs.
Nada más leer esa cifra, me escandalicé por lo elevada que parecía pero al buscarlo en internet, me resultó ridícula al verla traducida a algo que conocía:
«¡Son apenas mil euros!».
Suponiendo que fuera verdad, equivalía a menos de siete salidas como las de la noche anterior. Sin llegármelo a creer, busqué cuanto costaba un viaje desde Madrid a Tuyên Quang, la capital más cercana al pueblo donde vivía. El problema que me encontré fue que no había un vuelo directo por lo que tuve que hacer un cálculo aproximado y en edreams.com, encontré que por menos de novecientos euros llegaría hasta Hanoi la capital. De allí a su aldea que estaba a ciento treinta kilómetros era un trayecto de tres horas por lo que a números rápidos calculé que serían unos mil cien.
Para entonces, mi cerebro iba a toda velocidad. Mil cien de mi viaje, más mil de la dote, más mil de su venida a España: ¡Kim-ly me saldría en unos tres mil euros!
La cantidad siendo importante me la podía permitir y a pesar del riesgo que todo resultara una estafa, decidí seguir adelante y sin pensármelo dos veces, le pregunté cuándo podrían sus viejos recibirme. La cría se vio sorprendida por mi rápida respuesta y como me confirmaría después en otro email, tuvo que localizar a su padre para que fuera el cabeza de familia quien respondiera.
No fue hasta el día siguiente cuando recibí la réplica:
-Mis padres estarían honrados en recibirle en quince días.
Os parecerá una locura pero, olvidando cualquier tipo de prudencia, confirmé el vuelo y la contesté de inmediato con mi fecha de llegada.
-Con esperanza, mi familia le estará esperando- contestó para mandarme las señas de su casa a continuación…

Parecerá grotesco pero una vez tomada esa decisión, la espera me resultó una eternidad. Todos los días llegaba del trabajo y me conectaba a chatear con mi novia, sin saber si a la vuelta de mi viaje vendía casado o solamente con tres mil euros menos en mi cuenta corriente.
«Si todo resulta un fraude, al menos conoceré ese país», me repetía continuamente intentando darme una confianza que no tenía.
Por si era verdad, contacté con la embajada Vietnamita en Madrid y al enterarme que para casarme en ese país con una de sus ciudadanas me exigían tener residencia, se me cayó el alma a los pies. Al comentárselo, mi novia se quedó preocupada pero tras preguntarlo al juez de paz de su ciudad, me escribió más tranquila:
-El funcionario estaría dispuesto a hacer la vista gorda por cien euros.
Cómo ese monto no era desorbitado, acepté y seguí con los preparativos. Aun así me gasté otros doscientos en un certificado médico prenupcial que exigían las autoridades de ese país y demás papeles. De manera que el día que me despedí de mis compañeros de oficina porque me iba de vacaciones, ya llevaba gastados entre pitos y flautas cerca de mil trescientos.
Reconozco que al montarme en el avión, estaba nervioso y por eso cuando mi vecino de asiento me dio conversación, vi en ello una manera de evitar el miedo que me daba el despegue. La casualidad quiso que ese tipo fuera un agente de ventas acostumbrado a esa cultura y que iba a ese lejano país a cerrar un trato con el gobierno.
Al saber que se desenvolvía con soltura en Vietnam, le conté el propósito de mi viaje. Manuel escuchó muerto de risa mi historia y al terminar, me soltó:
-Eso no me lo pierdo. Aprovechando que llegamos el viernes y que no puedo hacer nada hasta el lunes, ¿te importaría que te acompañara?
En un principio creí que iba de coña pero al llamar a la azafata y pedirle una botella de champagne, comprendí que lo decía en serio y sabiendo que me vendría bien su ayuda para que no me timaran, decidí aceptar su oferta.
Las siguientes quince horas nos hicimos amigos por lo que al llegar a Hanoi ya no tenía ninguna duda que ese desconocido iba a ir conmigo hasta esa remota aldea. Viendo que hablaba vietnamita, dejé que él negociara el taxi que nos llevaría hasta nuestro destino y reconozco que lo hizo bien porque cerró el trato por una miseria.
Ya en el coche, Manuel me reconoció que muchas veces había estado tentado de hacer lo que yo pero que nunca se había atrevido. La pícara expresión de su cara me hizo gracia y por ello, no pude dejar de preguntar:
-¿Por qué no aprovechas? Tengo entendido que Kim-ly tiene otras cuatro hermanas. ¡A lo mejor nos hacen precio especial!
Os juro que lo había dicho de broma pero el otro cuarentón se lo tomó como una oferta en firme y tras pensarlo detenidamente durante diez minutos, me dijo:
-¡Hagámoslo! Si es verdad que esas niñas existen, elegiré una para mí- tras lo cual pidió al taxista que parara en una tienda donde comprar una botella de whisky.
-¿Y eso?- pregunté
Descojonado, contestó:
-Pensemos en positivo. Como a estas horas, mañana estaremos casados. ¡Esta noche es nuestra despedida de solteros!…
Mi última juerga de soltero.
Al llegar a la ciudad de Tuyên Quang, nos hospedamos en el mejor hotel y nos fuimos de copas. Mi acompañante, que conocía a la perfección la vida nocturna de ese país, fue mi guía y tras cenar en un restaurante, entramos en un tugurio. Nuestra presencia causó alboroto y en menos de un minuto, cada uno tenía una preciosa vietnamita posada en sus muslos. Acababa de dar un beso a la mía cuando con una sonrisa, Manuel me advirtió:
-En Asia hay que tener cuidado que no te den gato por liebre.
-No entiendo- contesté.
Fue entonces cuando, ante mi escándalo, metió sus dedos bajo el tanga que llevaba la muchacha que acababa yo de besar y sacó de su interior un pene pequeño y flácido.
-Ves a lo que me refiero. Estas dos son travestis- y recalcando sus palabras por si no había entendido, dijo:- Aquí les llaman Ladyboys.
Para entonces me había levantado furioso, tirando a la zorra de mis rodillas y confieso que si en ese momento mi amigo no me hubiera calmado, quizás hubiese pegado una hostia al pobre muchacho caído en el suelo.
Destornillado de risa, Manuel levantó al crio y llamando al jefe del local, le pidió que nos mandara dos mujeres.
-Aquí se acepta la homosexualidad como algo normal- comentó y dando un sorbo a su bebida esperó la llegada de las putas.
Os juro que estaba alucinado por la tranquilidad con la que se había tomado el tema cuando de pronto, llegó a nuestra mesa una anciana de aspecto respetable y nos preguntó, en un perfecto inglés, qué era lo que queríamos exactamente.
Sin perder la calma, Manuel me preguntó:
-¿De qué edad te gustan?
Impresionado comprendí que la celestina había asumido que íbamos en busca de menores de edad y por ello, muy mosqueado, le contesté:
-¡Que sean mayores!
La carcajada de mi acompañante al oír mi respuesta, me dejó helado:
-Por mayores… ¿te refieres?
Ya cabreado contesté:
-¡Qué tengan al menos veinte años!
Sin parar de reír, habló con la vieja y llegó a un trato. Al terminar, me miró diciendo:
-Como no puedo estar seguro de su edad, he pensado que dejemos los polvos para mañana y esta noche hacer algo diferente…
Su enigmática respuesta me dejó paralizado hasta que Manuel advirtiendo mi mosqueo, contestó:
-He pedido uno de los famosos masajes asiáticos para los dos
No tuve que ser un genio para asumir que tendrían “final feliz” y aceptando su consejo, lo acompañé por el pasillo hasta que la señora nos dio una habitación para cada uno. Os confieso que no me hizo gracia separarme de Manuel y por eso los cinco minutos que tardó la teórica masajista en llegar me resultaron eternos.
Mis reparos desaparecieron de inmediato, al ver entrar a una diosa oriental de apenas uno cincuenta.
«¡Menudo bombón!», pensé más que satisfecho por su belleza.
La recién llegada era tan impresionante que todas las células de mi cuerpo se alborotaron cuando por señas me pidió que me desnudara.
«¡Cómo está la chiquilla!», exclamé en mi mente al recorrer con mi mirada ese pequeño pero suculento cuerpo que el destino había puesto a mi alcance.
«Tiene un culo de fantasía», me dije mientras me desprendía de la ropa.
Pero fue cuando únicamente tapado por una toalla, esa mujercita se acercó a mí cuando vi un extraño parecido en ella con mi futura esposa. Asumiendo que todas las vietnamitas me parecían iguales, me relajé al sentir sus delicadas manos acariciando mi pecho.
«¡Qué gozada!», mascullé entre dientes cuando incrementó la presión de sus palmas sobre mis músculos dotando a sus movimientos de una profesionalidad no exenta de erotismo.
Mi pene que hasta entonces se había mantenido en letargo, se fue despertando poco a poco siguiendo el ritmo de sus caricias y por eso no pude evitar que una brutal erección naciera entre mis piernas.
-Me estás poniendo bruto- susurré a la oriental ya verraco.
La cría sonrió al oírme y como si me hubiese entendido, retiró la toalla dejando mi tallo al descubierto. Poco acostumbrada a los occidentales, su cara reflejó sorpresa al admirar mi tamaño.
-Umm- gimió descaradamente y sacando un bote con aceite, lo fue embadurnando mientras sonreía.
Como habréis supuesto, dejé que esa morenita me empezara a masturbar. Curiosamente, su expresión al principio impávida fue cambiando al irme pajeando e incluso creí notar que a la muchacha se le estaban poniendo duros los pezones.
-Vas a conseguir que me corra- murmuré entusiasmado.
Sin aviso previo, la masajista dejó caer su vestido y completamente desnuda, se dedicó a untar con el aceite su cuerpo. Con su piel bien untada, se subió encima de mí y comenzó a restregar su diminuta anatomía contra la mía mientras comenzaba a gemir calladamente. Asumiendo que esos gemidos eran parte de su papel de puta, no por ello pude evitar excitarme. Pero lo que realmente me terminó de calentar fue cuando la chavala aprovechó que estaba boca arriba para acoger mi verga entre sus muslos.
«¡Tiene el coño empapado!», medité extrañado al comprobar la facilidad con la que se deslizaba mi tallo por los pliegues de esa oriental.
La constatación de su fogosidad incrementó mi calentura y llevando mis manos hasta su culo, forcé el roce de su sexo contra el mío mientras me quedaba admirado por la dureza de sus nalgas.
-Umm- suspiró poseída por un inhabitual ardor en alguien de su profesión al sentir el tamaño del pene que tenía en su entrepierna.
Para entonces el teórico masaje se había convertido en una danza de apareamiento. Aún sabiendo que era de pago, me resultó super erótico ver a esa mujer alzar su cuerpo con sus pitones bien duros, tras lo cual y con una sonrisa en los labios, irse empalando lentamente en mi polla. Centímetro a centímetro observé como iba desapareciendo dentro de su coño mientras la cría hacía verdaderos esfuerzos para no correrse.
-No creo que te quepa- dije a sabiendas que no me iba a entender- eres demasiado pequeña.
Supuse que no iba a conseguirlo porque cuando apenas llevaba la mitad de mi verga, noté que mi glande chocaba con la pared de su vagina pero me equivoqué. La oriental, al ver su minúsculo conducto abarrotado con el miembro de su cliente, se transformó y dejándose caer de golpe sobre mi verga, comenzó a cabalgar sobre mí a pesar del dolor que se reflejaba en su cara.
-¡Mira que eres bruta!- exclamé descojonado al comprobar que el sufrimiento azuzaba su lujuria y que con mayor énfasis, buscaba su placer.
El entusiasmo con el que se empalaba era a todas luces exagerado y atónito, fui testigo de cómo su sufrimiento se iba convirtiendo en gozo mientras sus pequeños pechos se bambaleaban arriba y abajo siguiendo el ritmo de su galope.
-Ahhh- chilló en un momento dado al notar que se avecinaba el orgasmo y meneando su melena negra aceleró el asalto.
El manantial de cálido flujo que de improviso brotó de su coño me alertó de la cercanía de su placer. Cogiéndola de las caderas, ahondé en la profundidad de mis penetraciones. Elevando y bajando su cuerpo, experimenté una y otra vez el modo en que mi verga chocaba contra los límites de su vagina mientras esa muchacha no paraba de berrear.
-¿Te gusta verdad puta?- susurré en su oído al tiempo que usando los dientes le daba un suave mordisco.
Increíblemente, ese bocado provocó que su cuerpo colapsara sobre mí y aullando como desesperada, se corrió sin dejar de machacar su interior con mi pene. La entrega de esa fulana y la humedad que manaba de su sexo espolearon mi excitación.
-¡Eres increíble!- grité ya poseído por la pasión y cogiendo a esa cría la puse a cuatro patas sobre la camilla para acto seguido volver a embutir mi miembro en su coño.
La rudeza con la que la penetré la hizo aullar pero lejos de tratarse de zafar de ese castigo, la muchacha recibió con alborozo el nuevo ataque y mirándome a los ojos, me rogó en silencio que la tomara. La nueva postura me permitió experimentar con mayor rotundidad el estrecho conducto que poseía esa mujer y estimulado por ello, moví mis caderas dando inicio a ese definitivo asalto.
Los chillidos que brotaron de su garganta cada vez que mi verga campeaba dentro de ella, me incitaron a acelerar mis movimientos. El nuevo compás con el que follé a esa criatura, inutilizó todas sus defensas y casi llorando, se corrió reiteradamente mientras sus ojos parecían salirse de sus orbitas.
-Para ser una puta, se nota que estás disfrutando- le solté ya convencido que por alguna causa esa joven estaba excitada en exceso y que a pesar de su profesión era clara su calentura.
Quizás por eso, me permití lanzar un sonoro azote sobre sus nalgas. La oriental al sentir esa ruda caricia, se volvió loca y trastornada de placer se dejó caer sobre las sábanas, al tiempo que me pedía mediante gestos que siguiera azuzándola de esa forma. Ni que decir tiene que la complací y descargando una serie de mandobles sobre sus cachetes, marqué con ellos el ritmo de mis penetraciones.
El profuso manantial que brotaba de su interior no podía ser simulado y asumiendo que esa zorrita estaba gozando, acrecenté más si cabe la velocidad de mis incursiones hasta que casi agotado, me dejé llevar y descargué mi semen dentro de ella. Al sentir la explosión de mi verga en su interior, pegó un grito y convirtió su coño en una ordeñadora que no paró de succionar hasta que consiguió extraer hasta la última gota de mis huevos. Entonces y solo entonces, se dio la vuelta y sonriendo me besó en los labios diciéndome adiós en un rudimentario español. Mientras la observaba marchar, deseé que fuera ella en vez de Kim-Ly con quien al día siguiente me casara…
Conozco a la familia de mi novia.
Saliendo de ese tugurio, Manuel me comentó que estaba cansado y me pidió volver al hotel. Satisfecho después de estar con la putilla, no puse impedimento alguno y por eso debían ser cerca de la dos de la mañana cuando caí rendido en la cama.
A la mañana siguiente, nos despertamos cerca de la diez y poniéndonos guapos, fuimos a visitar a mi futura esposa y a su familia. Mi recién estrenado amigo nuevamente fue el encargado de conseguir un taxista que nos llevar hasta la aldea donde nos esperaban y aunque os parezca imposible tardamos cerca de una hora en recorrer los veinte kilómetros que nos separaban de ella.
Una vez allí, no tuvimos dificultad en encontrar la humilde morada de esa mujer pero no por ello, no nos sorprendió descubrir que eran cerca de cincuenta personas las que nos esperaban en su puerta.
-Ha venido todo el pueblo- comentó Manuel muerto de risa.
No me costó reconocer a la madre y por ello supuse que el tipo que tenía a su lado era su marido. Al comprobar que era un viejo extremadamente bajo, reí entre dientes al recordar la sorpresa de esa señora cuando supo de mis dimensiones.
-Nuestro futuro suegro es un enano- murmuró mi conocido en plan de guasa.
El tipo en cuestión se acercó a nosotros llevando a su lado a un joven que resultó ser un intérprete, cosa que agradecí porque así al saludarnos en inglés, pude comprender lo que se decía. Lo primero que hizo el viejo fue agradecernos la visita y llamando a su mujer nos la presentó para acto seguido hacernos pasar al interior de la casa.
La pobreza de la estancia a la que entramos me recordó la naturaleza del acuerdo que me había llevado hasta allí y buscando a mi supuesta novia recorrí los rostros de los presentes. Cuando ya casi había terminado, reconocí en un rincón el rostro de la mujer con la que me había acostado la noche anterior.
«Es la putilla de ayer», pensé.
Al sonreírla, noté que sus mejillas se teñían de rojo al saberse descubierta y no queriendo incomodarla en exceso, decidí hacer como si no la conociera.
Mientras tanto, Manuel estaba comentando al patriarca lo felices que estábamos de hallarnos en su presencia y entrando directamente al trapo, le explicó que éramos dos los interesados en conseguir esposa. Al anciano se le iluminó la cara al escuchar que quizás iba a doblar su dinero y pegando un grito, llamó a sus hijas.
Una tras otra, vimos desfilar a cuatro crías realmente bonitas entre las cuales reconocí a mi futura. Kim-Ly era en persona una cría preciosa pero carente de la sensualidad de la que permanecía escondida en una esquina. Os reconozco que estaba desilusionado pero entonces el vietnamita pegó otro grito y ante mi sorpresa vi que saliendo de su escondite, se levantaba y con paso temeroso se ponía en la fila.
«¡Es su hermana!», no tuve que ser un genio para adivinar.
La chavala, aterrorizada porque la descubriera frente a toda su familia, era incapaz de levantar su mirada. Su padre al darse cuenta, con otro berrido, la ordenó que nos mirara. Las lágrimas que recorrían su rostro fueron la demostración clara que estaba abochornada.
Manuel que curiosamente se había quedado prendado de Kim-Ly, no fue consciente de la belleza que se estaba perdiendo y llevándome a un lado, con toda la geta del mundo, me preguntó si me importaba que él se quedara con la que estaba reservada para mí.
Haciéndome el enfadado pero interesado por la oferta en mi interior, le contesté que primero negociara con el padre cuanto nos costaría agenciarnos a dos en vez de a una. El vejete fue tasando a sus hijas al mismo precio que habíamos acordado pero al llegar a la que realmente me interesaba redujo el precio a la mitad.
«¿Por qué la valorará tan bajo?», me pregunté y acercándome a mi amigo, le insistí en que lo averiguara.
La respuesta de su viejo me escandalizó al oírla de los labios del intérprete. Por lo visto Tién, ese era el nombre de la susodicha, había manchado el honor de la familia. Como conocía o creía conocer la razón, no pregunté más y negociando con Manuel, le dije:
-Si quieres quedarte con Kim-Ly tendrás que hacerme una oferta.
A mi amigo se le abrieron los ojos y sabiendo que le iba a costar un esfuerzo el conseguir su capricho, contestó:
-Si accedes, pagaría yo todo el gasto de la boda y tú únicamente la dote.
Viendo que estaba encoñado con Kim-Ly y que esta parecía gustarle mi amigo, disimulando mi alegría, discutí con él hasta que Manuel accedió en hacerse cargo incluso de la dote cuando le comenté quien era mi elegida.
-Estás loco- contestó cerrando el acuerdo con un apretón de manos.
Tras lo cual, explicó al intérprete nuestra decisión. Cuando el joven se la trasladó al padre de las muchachas, este intentó que cambiáramos de opinión rebajando el precio de una de las más pequeñas mientras Tién me miraba alucinada. La esperanza con la que recibió que yo estuviera interesada en ella, se trasmutó en terror al oír que su viejo prefería desprenderse de otra de sus hermanas.
-Quiero a Tién- insistí a mi amigo.
El anciano al ver mi insistencia, dijo algo en voz baja al intérprete. Por su cara, comprendí que era algo grave y por eso esperé con preocupación su traducción:
-El señor quiere hacerle saber que la hija que ha elegido le desobedeció yendo a la escuela a escondidas.
Al escuchar los reparos del padre, no pude más que soltar una carcajada y reiterando mi interés por ella, le pedí que trasladara al padre mis palabras:
-No se preocupe, sabré atar en corto a esta fierecilla.
Su viejo ya satisfecho al haberme avisado, obligó a la muchacha a acercarse a mí y poniendo mi mano en su cintura, me contestó:
-Si le desobedece, ¡no dude en castigarla!
Estaba a punto de responder cuando interviniendo por primera vez, Tién se me anticipó, diciendo mientras una enorme sonrisa iluminaba su cara en un perfecto inglés.
-Mi marido nunca tendrá queja de mí.
Que tuviera forma de comunicarme directamente con ella, me alegró y acercándome a ella, susurré en su oído:
-Menuda sorpresa encontrarte aquí.
Mi nueva prometida se sonrojó y totalmente colorada, me contestó:
-Yo sí sabía quién eras.
Su lacónica respuesta me sorprendió porque con ella me estaba informando que se había acostado conmigo a sabiendas que se suponía que iba a ser su cuñado. Intrigado quise el motivo y ella muy nerviosa me contestó:
-No quería que la primera vez que vieras a mi hermana fuera en ese lugar.
-¿Kim-Ly estaba ahí?- pregunté.
Fue entonces cuando Tién se dio cuenta que había metido la pata y totalmente abochornada, me respondió:
-Creía que tu amigo se lo había contado. Anoche Kim estuvo con él.
Aunque me podía haber sentido indignado, reconozco que me hizo gracia saber que la razón por la que Manuel había insistido en elegir a esa chavala era porque ya la había probado.
«Le ha pasado lo mismo que a mí. Impresionado por su forma de follar, decidió quedársela para él», sentencié en absoluto molesto y no queriendo delatar ante su gente a qué se dedicaban las dos, me quedé callado.
Tién malinterpretó mi silencio y con lágrimas en los ojos, me dijo en voz baja:
-Por favor, cásate conmigo. Te juro que si me llevas contigo, nunca te arrepentirás.
La desesperación que leí en su cara me enterneció y acariciando su mejilla, la tranquilicé diciendo:
-No te preocupes, mi decisión no ha cambiado pero ¿te importa que te haga una pregunta?
Ante eso, la cría me dijo qué era lo que quería saber.
-Ayer, ¿te corriste o fingiste que lo hacías?
Muerta de risa, me contestó:
-¡Disfruté como una loca!…

Lo prometido es deuda, os anexo los links que me dieron la idea.
Link de la noticia: (Cómo compré una esposa)
http://www.elmundo.es/cronica/2002/354/1027952545.html
http://www.elcomercio.es/20100109/sociedad/como-comprar-mujer-euros-20100109.html
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Relato erótico: “Viviana 3” (POR ERNESTO LÓPEZ)

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JEFAS PORTADA2Viviana 3

Sin títuloAl otro día no vino por la mañana, me fui a trabajar, cuando volví a la noche encontré un papelito debajo de la puerta: me pedía que fuera esa noche a su casa.

La encontré contenta pero cansada, como era lógico, después de la sesión de la noche anterior sin dormir tuvo que llevar al nene al jardín, arregló un poco el despelote que habíamos dejado, dormitó un rato y lo fue a buscar.

Me extrañó que esa noche se quisiera reunir conmigo, enseguida vino la explicación, dijo que no podíamos seguir así…

Se me hizo un nudo en la garganta porque yo lo estaba pasando bomba y no quería que se cortara, me puse a elucubrar si me había mandado alguna cagada.

Pronto llegó el alivio, me ofreció que le dedicara las mañanas a ella en vez de trabajar, a cambio de pagarme un sueldo, me quedaban las tardes libres para mi laburo y algunas noches (otras iba a la universidad)

Me sentí extraño, varias veces me habían hecho regalos algunas de mis amantes pero nunca me habían ofrecido dinero tan directamente, lo pensé unos minutos y en realidad era una excelente propuesta, yo tenía lo que más gustaba, una buena hembra dispuesta a todo y no tenía que preocuparme por ganarme la vida.

Le pregunté de cuanto estábamos hablando, la cifra que propuso era lo que yo ganaba trabajando mañana y tarde, ella no tenía problemas de dinero, el cornudo ganaba bien y además sus padres eran ricos y podía inventar algo para pedirles.

Así que acordamos hacer así, a partir del día siguiente tenía un nuevo trabajo: ser el macho de mi vecina. Cerramos el trato con una copa de champán que ella compró especialmente para la ocasión, le di un beso y me fui a dormir a mi casa.

A la mañana siguiente tocó el timbre, salí a recibirla ya bañado y desayunado, listo para empezar con mi nuevo trabajo, fue un error, me pidió que no me bañe antes que ella venga, que le gustaban los hombre sucios.

Trajo un escrito hecho por ella a mano donde explicaba la naturaleza de nuestra relación y dejaba constancia que podía someterla a todo tipo de vejámenes que se me ocurrieran, sexuales, torturas, exhibiciones públicas, etc. Ella no tenía nunca derecho a negarse ya fuera conmigo o con otros que yo le indicara, en resumen era uno de esos contratos de sumisión que no tiene validez legal pero que pueden servir si ocurre un accidente.

Lo interesante en este caso era que estaba escrito a mano por ella, lo firmó, puso su huella digital y una foto carnet como para que no quedaran dudas. También establecía el monto que yo iba a cobrar y hasta como se iba a ajustar si había inflación, me gustó casi más esta parte porque demostraba su verdadera sumisión.

Guardé el contrato, le apreté fuerte las tetas aún vestida y le di un par de cachetadas, se puso a mil y se me tiro encima manoteándome la pija, la aparté y le dije que no se la merecía, antes tenía que hacer algo…

“Lo que quieras”

Le hice sacarse el corpiño y la tanga e ir de compras a la verdulería, tenía que traer 2 pepinos, 2 zanahorias, 2 bananas o algo equivalente y se tenía que notar que las elegía para metérselas en sus agujeros, cuando salía le avisé:

“Andá a la verdulería donde comprás siempre…”

Dudo un instante pero en seguida sonrió con picardía, esa sonrisa que empezaba a conocer y que revelaba lo que sentía por dentro, o sea su tremenda calentura.

Volvió en un rato, la camisa abierta mostrando buena parte de sus hermosas tetas, los pezones durísimos se veían claramente a través de la fina tela, la cara colorada; ni bien entró le levanté la minifalda y toque su concha, chorreaba.

Al tocarla largó un profundo suspiro, me sorprendí porque no era mi intención, pero tuvo el primer orgasmo del día.

Le pedí que contara en detalle su aventura: “ fui a la verdulería de acá a la vuelta, donde compro habitualmente, a esta hora siempre hay bastante gente, hoy había tres personas antes que yo y mientras esperaba mi turno llegaron tres más.”

Cuando me atendieron le pedí al verdulero lo que vos me dijiste y cada vez que traía algo, lo agarraba y evaluaba para ver si eran apropiados, en general le decía “¿tenés más grandes?”, volvía a tomar el que me ofrecía y le decía: “este está mejor”. Las viejas me miraban con asombro y hacían comentarios entre ellas “que desvergonzada”, “fijate como está vestida”, “está tratando de levantarse al verdulero”

La verdad es que el verdulero también estaba bastante asombrado, nunca me había visto vestida así y pidiendo productos de tan evidente uso, suelo comprar estas cosas pero siempre en cantidades más grandes y junto con otras para disimular; el pobre hombre no sabía muy bien como actuar y se quedó medio parado, hasta que en el momento de entregarme la mercadería me dijo: “¿te los pongo en una bolsa o los llevás puestos?”

Al llegar a esta altura del relato yo no aguantaba más, me había hecho calentar tanto que me la cogí allí mismo, en el piso del living, le arranque prácticamente la camisa y le eché un polvo interminable en su concha hirviente. Si bien fue rápido acabamos juntos, creo que su calentura era mayor que la mía.

Un poco más aliviados nos fuimos al dormitorio con su bolsita de las compras, había traído dos pepinos, dos calabacines, dos zanahorias y dos bananas, todos de buen tamaño, yo iba a elegir uno, pero preferí pedirle a ella que lo haga.

Tomo uno de los más grandes, un calabacín y se empezó a masturbar con la punta en su concha, no creí que pudiera entrarle pero ella evidentemente sabía más que yo, lo fue haciendo girar por la entrada, donde se mesclaban sus jugos con mi leche y de golpe se metió un buen pedazo adentro, pegando un hermoso grito de dolor-placer.

Ya estaba, de allí en adelante todo era más fácil, me preguntó que quería que hiciera, le conteste ponete otro en el orto; sin dudarlo agarro el otro calabacín, tan grande como el anterior se puso en cuatro e hizo más o menos lo mismo que antes, pero acá no había lubricación alguna.

A pesar de ello una vez que jugó con la verdura en la entrada, relajó bien y lo metió sin problemas, obviamente había años de práctica, yo no me hubiera animado a hacérselo, pero ella lo fue hundiendo fácilmente hasta más de la mitad de su largo, lo que siguió fue aun mejor: se sentó de golpe sobre la cama y el zapallito se metió completo en su culo, el grito fue maravilloso.

Me dijo: “me encanta hacer esto con vos, que me veas y te des cuenta de lo puta que soy”

“ No sos puta, las putas cobran, acá estás pagando vos por hacerlo y eso es mejor”

Se rio y dijo “tenés razón y me gusta que me lo recuerdes; no soy una puta, soy una degenerada que hace cualquier cosa para calmar su calentura, pero no me da vergüenza, creo que muchas mujeres son iguales sólo que no se animan a asumirlo”.

“Me parece muy bien que no te de vergüenza porque estamos apenas empezando, si hoy te calentaste en la verdulería ya verás, tendrás que pasar pruebas mucho más duras”

Me abrazó y me dio un terrible chupón en la boca, “cogeme por favor”, no me hice rogar, la acosté boca arriba e iba a sacar un calabacín para liberar su concha, me pidió “dejalo y ponela por debajo”

Aunque no creí que pudiera la apunté a la parte de abajo de su concha y puse la puntita, ella la agarró bien fuerte con su mano y se la metió, sentía como su concha se dilataba increíblemente.

Y por primara vez cogí una argolla ya ocupada sintiendo además el otro zapallito ocupándole el orto; fue muy fuerte y no pude aguantar lo que hubiera querido, a los pocos minutos estábamos los dos gritando y acabando como perros calientes.

Todo fue muy intenso y eso que recién era el primer día de nuestro contrato laboral.

Nos bañamos juntos, me la chupo mientras lo hacíamos, se vistió y se fue a buscar al hijo al jardín; cuando se iba pensé pedirle que fuera con alguna verdura en sus agujeros, pero me pareció demasiado, sólo le dije que fuera sin el corpiño y con la camisa medio abierta, sonriendo dijo “como usted ordene mi amo”.

Otro día vino con unas calzas bien finitas que marcaban claramente su pequeñísima bombachita y una camiseta haciendo juego, tan delgada que se transparentaban las areolas de sus pezones, estos sobresalían claramente, tenía corpiño pero también era muy finito; completaba el conjunto unos zapatos de taco alto, no exagerado pero muy sexis

“¿Te gusta cómo se vistió tu puta?” preguntó pícaramente.

“¿Fuiste así a llevar al nene al colegio?”

“No, me cambié para venir a verte”

“Entonces hubieras venido en pelotas”, contesté duramente, “para andar por la calle está bien esa ropa, pero no para venir a coger”

Bajó la vista con aire de culpa, me acerqué y sin decir nada le di una buena cachetada, sorprendida me miró, le ordené: “desnúdate inmediatamente.”

No le daban las manos para cumplir, cuando terminó la hice ir gateando hasta la cama y subirse con el culo para arriba.

Había conseguido una caña bambú bien flexible y resistente, al agitarla hacia zumbar el aire; le crucé el orto con un certero golpe, pegó un grito de sorpresa, y dijo “perdón, no volverá a suceder”, conteste “no hay problema, podés gritar o decir todo lo que quieras”

Le seguí pegando durante un buen rato, dejando toda su espalda, culo y parte superior de las piernas con unos hermosos rayones rojos; la hice dar vuelta y seguí con su vientre, tetas y especialmente su concha.

Paré un momento para servirme un whisky, necesitaba algo fuerte en la garganta, Viviana me pidió que le sirva uno a ella; “¿no era que no tomabas?

“No, pero vos me hiciste probar y me gustó, además con vos me siento segura”

Ella me incentivaba, pedía por favor que le diera más fuerte, se abría bien de piernas levantando el culo de la cama para dejar totalmente expuesta la concha y decía: “dame con todo justo en el medio”, por supuesto yo no me hacía rogar.

A medida que fueron pasando los minutos empecé a ver que las marcas se oscurecían más, levantándose un poco la piel formando como un cordón, me asusté y le dije: vamos a tener que parar o vas a quedar toda marcada”

“Eso quiero, dame más fuerte, que salga sangre, así la marcas duran más, sino estas se me irá en unas horas” No podía creer lo que oía, no tenía límites, estaba gozando con el castigo como me había imaginado, pero nunca pensé que llegara a esos extremos.

Apunté bien y le di un par de cañazos fortísimos en las tetas, la hice dar vuelta y completé con otros tres en el orto, en la misma posición se la metí en la concha desde atrás; el grito fue impresionante, creo que acabó ni bien se la puse; seguí un rato y cuando no aguantaba más la saqué, la di vuelta y le acabé encima de las tetas mezclándose la leche con su sangre.

Serví un par mas de whisquies que bebimos de un trago, parecía que ayudaba a disfrutar más de esta situación que para mí era novedosa, me pidió otro que también desapareció en un instante.

Se chupó las tetas como una posesa con lo cual logró que brotara más sangre, me pidió alcohol, con este se frotó abundantemente todo el cuerpo, sobre todo la concha, mientras lo hacía gemía débilmente, “¿esto te cura?” pregunté, “evita las infecciones, pero sobre todo arde muchísimo y eso aumenta el placer”

La volví a coger por la concha, era una caldera, entre su propia calentura y el alcohol hasta a mi me hacía arder y no estaba lastimado. Esta vez estuvimos más tiempo cogiendo y ella no paraba de orgasmar, cuando no pude más le pregunté donde quería mi leche: “en el piso” contestó.

Sorprendido obedecí y me mandé una regia acabada en el parqué del dormitorio, me miró sonriente y se puso a lamer el piso con su culo marcado bien para arriba, le pasaba la lengua una y otra vez mientras yo miraba asombrado parado a su lado.

Cuando dejo todo impecable siguió en esa posición se acercó hasta mí y me lamió los pies como una perrita, subió y siguió con mi pija mientras alternaba entre tomar whisky directamente de la botella y seguir chupándome la poronga.

Cuando sintió que yo estaba por acabar agarró el vaso y me pajeó hasta que salto el chorro de leche dentro del vaso, completó con whisky se bebió todo junto relamiéndose.

Era una imagen demasiado fuerte, de rodillas con todo el cuerpo marcado, una cara de morbo indescriptible y diciendo “¿y ahora que me vas a hacer?”. En verdad ya no se me ocurría mucho, además estaba bastante cansado del esfuerzo físico por los golpes y los dos polvos sumado al whisky que empezaba a marearme, no se me ocurrió nada mejor que decir: “¿y a vos que te gustaría?”

“Quiero más biaba, haceme algo que realmente duela y después seguime cogiendo hasta que no puedas mas”, evidentemente tenía que seguir, no era momento para mostrar debilidad.

Prendí un cigarrillo, me acerque despacio y le pasé la brasa suavemente por una teta, no dijo nada; volví a darle una pitada y a pasarlo por la otra. Cuando iba a repetir la misma acción dijo “dejame a mi” me sacó el cigarrillo de las manos, le dio una profunda pitada y lo puso y largo rato sobre la piel en el costado de una teta, se podía sentir el olor a carne quemada, otra pitada y vuelta a ponerlo en el mismo lugar, se la notaba temblar pero no emitía sonido alguno.

Repitió la misma acción sobre el mismo lugar un par de veces más, entonces dijo”dame tu pija”, me acerque a ella que estaba sentada en el borde de la cama, me agarró la pija entre sus tetas y se puso a hacerme una paja con las mismas, el lugar donde se había quemado coincidía justo donde rozaba mi poronga, podía sentir todavía el calor.

Cuando acabé se aseguró que parte de la leche cayera sobre la quemadura, se puso a chuparlo desesperada y a morderse hasta hacerse sangrar, me miro otra vez con esa sonrisa infernal y dijo “que rico, ¿me podés seguir cogiendo’”.

Le di un beso a la botella y me tire sobre ella, me puse yo a morderle las tetas ya sangrantes mientras se la metía, ya no me quedaba nada en los huevos así que está vez estuve un largo rato dándole mientras ella gozaba sin parar.

Mientras me ocupaba de torturar sus tetas: las mordía, les pegaba cachetazos, se las apretaba con toda mi fuerza, prendí un cigarrillo y se las queme como hacía ella, dejando la brasa un largo rato sobre la piel y cuando se enfriaba repetía la operación, pero yo lo hice sobre un pezón.

Cuando acabé quede exhausto, me separé y quedé sobre la cama recuperando el aire, ella hizo lo mismo, al rato junté algo de energía; me di cuenta de algunas cosas: el dormitorio era un desastre, se nos había escapado el tiempo, ya casi era la hora de salida del nene del colegio y el estado de Viviana era lamentable.

Le comunique el tema de la hora y recién allí pareció recuperar la conciencia, se miró en el espejo del placard, fue al teléfono y habló con alguien pidiendo que retiran al hijo del jardín que ella después pasaba por su casa a buscarlo.

Volvió al dormitorio y dijo: “listo, ahora tenemos tiempo, ¿seguimos?”…

Continuarásex-shop 6

 

Relato erótico: “MI DON: Alex – Yasmine y Eleonor – Las colombianas (17)” (POR SAULILLO77)

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Veo que lo del prologo se esta haciendo pesado así que lo elimino, cualquiera que quiera seguir la historia puede leer algún relato previo, respecto a los errores ortográficos trato de que no haya muchos pero ya no se que mas hacer, le paso varios correctores, y releo bastante, así que siento si no puedo mejorar mas.

Os agradezco a todos los comentarios positivos y negativos, pero oye, los positivos me suben en ánimo.

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Sin títuloDespués de mi romance fallido y de saber del regreso de Ana en unos meses, quería nuevas piezas de caza, aprovechar el tiempo, no todas, pero si las mejores con la piscina de trasfondo, yo hacia ya vida normal con mis amigos, disfrutando del verano.

Este es de los largos.

Yasmine y Eleonor, las colombianas.

De aquel amplio grupo del parque, quedaban pocas chicas sin pareja, una de ellas era Yasmine, una joven de nuestra edad, que habíamos arrancado de las garras de las bandas latinas, ella era colombiana aunque llevaba toda si vida aquí, tenia algo de acento, se lo pegaba su madre, aveces decía palabras o les cambia la entonación sin darse cuenta, a los 15 se enamoro perdidamente de un chico 3 años mayor, que era de una banda, salió con el un tiempo, pero la dejo al no meterse en la banda. Mi madre y la suya eran amigas, la conocíamos desde críos así que a duras penas logramos hacer que no se metiera en ese mundo, se llego a enganchar a los porros pero también lo había dejado, aunque seguía loca por aquel tío, pese a saber que era un maleante.

Era una bomba sexual latina, su forma de vestir era diseñada para provocar, pelo largo, negro y ondulado, pero se lo teñía de rubia para dar contraste con su tez morena, piel de caramelo, se ponía coletas y trenzas dejando caer algún mechón sobre su flequillo, pero cuando se lo dejaba sin sujetar era una espectáculo, ojos negros y labios carnosos, guapa a rabiar, con pómulos altos y una boca enorme, era delgada y con un cuerpo fino, pero resaltaban sus curvas, ella presumía de un 90-60-90, pero yo le calculaba que andaría por el 90-55-95, era un ocho, tetas bien colocadas y una cadera de infarto, unidas por una cintura diminuta, con un vientre plano y trabajado, solía llevar alguna chaquetilla o blusa corta abierta, con un top corto o incluso en verano sujetadores deportivos, dejando que sus senos rebosaran y su vientre al aire, llevo un piercing en el ombligo un tiempo pero se lo había quitado, además de un tatuaje de una flor en un hombro. Sus caderas era de cine, además sabia lucirlos, siempre llevaba pantalones vaqueros, o de tela, de tiro bajo, se le marcaba el puente entre las piernas y hasta el coño claramente, y la cintura de aquellas prendas casi no subía de su pelvis, su huesos de la cadera sobresalían un poco, haciendo de puente con la cintura del pantalón, eso por delante, por detrás era peor, ya que tenia un culo de 1º nivel, y con el tiro tan bajo, no es que se le venían claramente esas dos marcas al final de los riñones, es que hasta le gustaba que se le viera el nacimiento de sus glúteos y el comienzo de la separación de sus nalgas, no se como lo hacia, pero por mucho que se moviera o agachara, nunca se le veía ropa interior, o no llevaba o era diminuta. Llenaba de sobra la ropa que se pusiera, y cuando se ponía los vaqueros iba empalmando gente. Su poción corporal no ayudaba, vivía echada hacia atrás, su torso siempre era como si estuviera mirándose el ombligo, eso disimulaba sus buenas tetas pero cuando se cuadraba y se ponía recta con los dos pies en el suelo y la cintura recta, le hacia un culo de campeonato, con todo el arco entre sus peinas con su coño bien marcado.

Los tíos la huían un poco por su relación con las bandas pese que en realidad, salvo a aquel chico, no tenia ninguna relación, nos llevábamos de cine, le encantaba usarme como bobo para sentirse bien, la halagaba siempre, pidiéndome que la mirara como le quedaba la ropa o que mi fijara en ella bailando, se movía como la famosa cantante colombiana que todos tenéis en mente, y se parecía en realidad, creo que la imitaba para atraer al personal. La relación cambio después de mi operación, ella se mostraba mas cariñosa, antes me llamaba amor o tesoro, y ahora ”papasito” o papi, era de los pocos que no le tenia miedo a las bandas así que era de los que mejor me llevaba con ella, antes incluso de la operación, cuando tratábamos de que no se metiera en la banda, vinieron un grupo de ellos a buscarla, como ella no se quería ir con ellos, la insultaban y tenia a un crío de 10 años que la daba patadas, yo no me aguante y me encare con ellos, tenia a mis colegas detrás pero solo yo me puse en pie, con mas acojone que otra cosa les increpe su actitud y que no debían dejar que aquel crío la pegara, por suerte no se lo tomaron muy mal y todo se quedo en una conversión amistosa y unos cachetes en mi cara, que el bulo del boca a boca hizo crecer hasta que se decía que me habían dado una paliza. Ella me lo agradeció sincera, no era sencillo huir de ellos.

En fin que me alargo, fue la 1º que al verme se lanzo a mis brazos , estaba muy feliz de volverme a ver, sin mi, el resto no la hacia tanto caso, y mientras no estabamos todos juntos ella se pegaba a mi para reír y hablar, ya me había contado que su padre era un magnate de negocios que nunca estaba en casa, pero que mantenía a ella y a su madre en una gran posición económica, tenían un piso enorme de esos como cerradura por tarjeta electrónica, con terraza enorme y piscina propia, de su madre ya os hablare, pero nosotros la llamábamos la Sofía Vergara del barrio. Pasaron los días y los lazos entre ella y yo se cerraban hasta el punto de que mas de una vez la vi mordiéndose el labio mientras nos despedíamos al acompañarla a su casa, con mis famosos abrazos, mi mirada se fijo en ella y no pense que huebra un objetivo mejor al que tirarse.

La invite a un día de piscina con los amigos, sin la familia de por medio, ya llevaba el doble bañador por protección, y menos mal, si aquella chica era una bomba sexual latina vestida, en biquini le paraba el marcapasos a mas de 1, no solo era que la parte de arriba era minúscula y encima se las levantaba un montón, si no que la parte de abajo era de tanga casi, en si no estaría ideado para serlo, era uno de esos de medio culo, pero con sus caderas y su trasero lo convertían en ello, inmediatamente todas las miradas del grupo y de la piscina se clavaron en ella, hoy era la diosa del lugar, y pese a algunos intentos de chulos de piscina y de algún colega, ella no se separa de mi, casi la tuve que atar para que me dejara ir a tirarme a Alex a la tienda. Incluso me usaba como parapeto diciendo que estaba conmigo cuando estabamos tirados al sol, y me pedía que la echara crema en la espalda desabrochándose el biquini por la espalda, yo ni me lo pensé y me puse de rodillas en sus piernas, y me esmere en sus cuidados, tuve que fingir un calambre para alejarme un poco, el roce de su trasero con mi polla me la había puesto durísima. Me tumbe a su lado conmigo boca abajo para disimular un poco.

-YO: como sigas diciendo eso de que estoy contigo, al final me lo voy a tener que creer.

-YASMINE: ay papasito, muchas gracias, no sabes lo cansado que es botar a hombre tras hombre.

-YO: nada mujer, pero vamos, que viniendo como vienes no se que esperabas….

-YASMINE: ¿a que se refiere?

-YO: no me jodas, eras un pivón y me vienes con ese mini biquini, que me la pones dura hasta mí.

-YASMINE: jajajaja que malo eres, que le pasa al biquini, ¿queda feo?- se miraba colocándose las tetas.

-YO: ¿feo? No es la palabra, llamativo, atrayente, pero no feo.

-YASMINE: bueno pero una tiene que coger color del sol, ¿si no ahora cuando?

-YO: no si razón llevas, pero no entiendo por que no sales con alguno de esos, si eres libre.

-YASMINE: ya papi, ya sabe que mi corazón le pertenece a otro.

-YO: pues es una pena, por que hombres como yo removerían cielo y tierra por una mujer como tu.

-YASMINE: no me diga eso que me pongo colorada.- se abanicaba la cara.

-YO: tu veras pero estas perdiendo el tiempo por un tipo que no te merece.- torneo sus ojos, no sabía si era por el sol o por que vio algo nuevo en mí.

La cuestión es que aparecieron mis amigos recién salido del agua y nos llevaron a rastras a la piscina, queriendo tirarnos al agua, a la pobre Yasmine la hicieran volar, pero a mi no, es mas, les tiraba yo al agua mientras ella nos echaba agua a nosotros desde la piscina, uno de ellos se pico conmigo y siempre que le tiraba al agua salía mas cabreado, lo hizo unas 10 veces hasta que al final me deje y abrazados caímos los 2 al agua, una vez allí quisieron jugar a poner a alguien encima del otro y a ver quien tiraba a quien, por compensar mi fuerza a mi me toco Yasmine y jugamos sin problemas, yo me metía debajo del agua y ella se me subía a los hombros, al subir quedaba sentara en mi nuca, y la agarraba los muslos para sujetarla, no pesaba casi nada, así que solo tenia que dejar que el resto se fuera cansando para ganar, pero vinieron unos amigos, 2 chicos uno encima del otro, jugaron sucio y al final la tiraron a ella y por no hacerla daño, caí con ella, salimos riéndonos mientras ellos festejaban su victoria, y mientras Yasmine se quitaba el agua de la cara me fije en que se la había salido una teta, tenia un pezón pequeño y oscuro, y antes de que lo viera alguien mas me lance a abrazarla, ella lo hizo igual sin entender el por que, la cogí de la cintura y en volandas tapándola la lleve contra una de las paredes, ella me rodeo con sus piernas, se sentía cómoda así, no se, cuando llegué a a la pared pregunto.

-YASMINE: papito, ¿a donde me llevas?

-YO: solo te alejo discretamente, para que los demás no noten que se te ha salido un pecho.- me miro a los ojos sorprendida, y luego bajo la vista para cerciorase, se la coloco como toda un señora, con estilo y sin prisa, para volver a mirarme a los ojos.

-YASMINE: ay papito, muchas gracias, ya puedes soltarme.

-YO: es que ahora no me apetece, estoy muy a gusto así, ¿tu no?- mi tono de voz cambio.

-YASMINE: como no mi amor, que menos que quedar rodeada por los brazos de mi salvador.

-YO: sabes, pese al agua y el cloro, hueles genial, como a flores silvestres.

-YASMINE: ¿si? Lo notaste, es un champú nuevo, ay cariño, como me gusta que te des cuenta de estas cosas.- se apretó contra mi, yo a esas alturas ya tenia una erección considerable.

-YO: no entiendo a los hombres de este mundo, como una mujer como tu puede estar sola, ese imbécil del que andas ”encoñada” debería de dejar la banda por estar con alguien como tu.

-YASMINE: no siga por favor, me pone triste.

-YO: no lo digo para ponerte triste, quiero que sepas que eres una joya y que yo mataría a 100 hombres por pasar una noche contigo.- me miro, observando la serenidad y clama de mis palabras

-YASMINE: ¿en serio usted cree eso?

-YO: lo creemos todos, y la única que lo impide eres tú, por tu tozudez con un hombre que como te he dicho, si aun no se ha dado cuenta de ti, es que no te merece.- fui bajando mis labios a su cara.

-YASMINE: que cosas tan bonitas me dice.- acerco sus carnosos labios a los míos.

-YO: si una mujer como usted me concediera el honor de su amor, la haría la mujer mas feliz del mundo a cada minuto.- la bese, un beso cortó y sincero, esperando ver su respuesta.

-YASMINE: papasote como me pone.- ahora fue ella la que me beso, y sin mediar palabra me metió la lengua hasta la laringe, dios, como besaba, la seguía el ritmo de su lengua a duras penas, mientras la acariciaba las piernas debajo del agua.

Estuvimos así unos minutos, con ella agarrándome del cuello, juntando nuestras bocas, notaba sus pechos en mi cuerpo, hasta sus pezones duros a través de la tela de su biquini, y ahora no solo me rodeaba con las piernas, sino que me apretaba contra ella, apretaba y soltaba, con un leve sube y baja sobre mi, notando mi polla tiesa encerrada bajo los 2 bañadores. Levo una de sus manos a ella, y la acariciaba por encima de la tela.

-YASMINE: ¡mamasota, que pedazo de verga!

-YO: es toda tuya, aquí y ahora si quieres.- la cogía de la cintura pegándola contra mi- solo diem que lo deseas.- no decía anda, solo callaba y me besaba bajando la intensidad.

-YASMINE: aquí no mi amor, luego vamos a mi casa, me vas abrir la concha con tu pedazo de vergota.

Pasamos casi una hora en esa posición, besándola y acariciándola, la sujetaba del culo mientras se lo abría y se lo cerraba, ella metía su mano debajo del agua, por dentro del bañador, acariciando por encima la piel de mi tronco, que sensación mas deliciosa, ese calor de sexo contrataba con el agua fría, alguna madre aburrida hasta nos llamó la atención, la hicimos caso omiso. Al salir del agua nos tumbamos al sol, y nos mirábamos sin parar, yo la acariciaba la espalda con mis dedos, haciéndola tener escalofríos, se le mercaban los pezones claramente, duros bajo la tela húmeda, los vi al darse la vuelta y quedarse boca arriba, se coloco la parte de abajo del biquini separando la parte delantera y pude ver como iba completamente rasurada, lo hizo a posta. Nos incorporamos a juntarnos con los demás, mientras jugaban a las cartas, incluida ella, yo era un admirador de su cuerpo, aquel pelo largo y rubio teñido le goteaba en la espalda, y veía aquellas gotas caer por su espalda, al ir a cambrianos me tuve que ir a ver a Alex y tirármela de nuevo un buen rato hasta correrme para no ir empalmado todo el camino en bus, ya que ninguno tenia coche aun, me quite el slip ya que me hacia mucha presión y solo iba con las bermudas, mientras no me volviera mojar no pasaría nada. El viaje en bus fue sensual, me recordó a Irene, esas caricias inocentes pero dirigidas, apenas se había puesto una camiseta corta de no le tocaba la piel por debajo de las tetas, le colgaba, y unos shorts que ni se molesto en cerrar, la metí mano por debajo de la camiseta, llegando a sus pechos, tirando de ella, de su culo, hasta que casi la tenia en vilo y no se apoyaba en el asiento, jugando con mi lengua en su cuello.

-YO: ¿y que vaso ha hacer en tu casa?

-YASMINE: podemos seguir con el juego en el agua, sabes que tengo piscina.

-YO: podemos hacerlo, pero no me contentare con ello, quiero que seas mía, así que mas vale que no allá nadie en casa.

-YASMINE: ay papi, no se preocupe, solo esta mi mama, no se altere.

Fuimos caminando con mi mano metido dentro de sus shorts, agarrando su trasero y apretándolo, con ella abrazada a mi torso, notaba como vibraba su culo con cada pisada, y en los semáforos nos besábamos, al llegar a su casa en el ascensor, para subir al ático donde vivía, la subí encima mía, a horcajadas, agarrando y mareando su espectaculares posaderas, restregando su vientre con mi polla morcillona, note como al agarrarme de los hombros me tiraba, me había quemado un poco con el sol, aquello hora con la espalda al aire contra ella me había pasado factura, pero no me importaba. Al entrar lo hizo gritando, avisando a su madre de nuestra llegada, y de que íbamos a la piscina, vi como su madre bajaba por las escaleras, era una diosa, una señora embutida en un vestido corto de noche, con tacones y peinada a la perfección, según estaba podía entrar en cualquier club de campo o fiesta de noche. Era una mujer voluptuosa, siempre iba con amplios escotes enseñando la mercancía y vestidos, o elásticos pegados a su cuerpo o ligeros dándole vuelo a sus movimientos, ya la había visto muchas veces y era una autentica MILF, tendría unos 39 años, y casi mi altura, ayudada de los tacones claro, fue motivo de risas, comentarios y mas de una paja en todos los chicos del grupo, que su actitud fuera jovial y mas cercana a los adolescentes que a las madres no ayudaba. Tenia clase pero el gustaba que la miraran con lujuria así que sus movimientos y vestimenta estaban dirigidos a lograr eso. Al bajar las escaleras sus tetas elevadas por un sujetador apretado, botaban mientras aceleraba el ritmo al verme a mi, se llevaba muy bien con mi madre, y por ende conmigo, se Eleonor pero siempre la llamábamos Ele.

-ELE: hola amores, ¿como estáis, que tal el día de baño?

-YO: buenas tardes, muy bien, aunque nos hemos quedado con ganas de mas.

-YASMINE: si mami, vamos a la piscina de casa, aun hace sol y queremos refrescarnos, ¿si? – vio como nos agarrábamos de la mano y adivino que no solo queríamos mojarnos en la piscina, que había sensualidad en las intenciones.

-ELE: claro, es una gran idea, toda vuestra, pero déjame que hable antes con Raúl, hace mucho que nos veíamos, ¡vaya galán estas echo!, cariño.- lo dijo mientras llego a nosotros y me abrazo, de la forma inocente pero sensual que ella lograba, y yo ayudaba con mis brazos del oso, frotándome los brazos y el pecho admirando el cambio que había dado.

-YO: pues eso me dicen, no vea usted como me miran ahora en la piscina, jajajaja.

-YASMINE: bueno mama, no nos entretengas, que se nos va a pasar el sol.

-YO: no seas brusca, solo esta siendo amable conmigo, aparte de la belleza innata tendrías que heredar algo mas de esta señora.- la cogí de los hombros a Ele, mostrándola como ejemplo, mientras ella reía y me hacia gestos de que parara aquellas adulaciones.

-ELE: no sea bobo, y váyanse al agua.- una idea se me cruzo en al cabeza.

-YO: tiene usted razón, pero es injusto que los disfrutemos solos, ¿por que no nos acompaña?- Yasmine me miro atónita.

-ELE: ay amor, no se, es mejor que se queden solos y disfruten de lo que queda de tarde, yo solo soy una vieja aburrida.

-YO: no me mienta, usted no tiene nada de vieja, y si esta aburrida que mejor que pasar una tarde calurosa en sus piscina, no se que hace aquí en su casa, encerrada, teniendo ese regalo.

-ELE: no se, nunca la suelo usar, no se ni si tengo traje de baño siquiera.

-YASMINE: te puedo dejar alguno mío.- me sorprendió que entrara al trapo.

-ELE: cariño no bromee, como me va a entrar a mí un traje suyo, mire que cuerpo tiene.

-YO: pues el suyo no el nada a la zaga, anda hágame ese favor, ¿que tipo de invitado seria si me divierto yo en su piscina y la anfitriona no?- la apreté los hombros par convencerla.

-ELE: esta bien, pero no se le ocurra burlarse de mi, me voy a buscar que ponerme, ustedes adelántense.- me quede embobado mirando su trasero subir por las escaleras.

-YASMINE: ¿se puede saber que hace? ¿Para que la invita?

-YO: es tu madre, solo quería ser amable, tu sabrás, eres la que la dicho lo de tus biquinis.

-YASMINE: solo quería quitárnosla de encima, cuando vea como le quedan desistirá, ande vayamos al agua.

La seguí mientras se desvestía, deseando que se equivocara, pero aunque fuera así, tenia a aquella bomba latina dispuesta a todo, se metió al agua y yo detrás de ella quitándome la mochila y la camiseta, al principio solo nadábamos pero ante la tardanza de su madre fui a por ella, como en al piscina publica, la pegué a una pared y entrelazamos nuestras lenguas, restregándonos, ahora con mi polla suelta bajo el bañador, sin el bañador tipo slips, frotándola contra sus mulos, acariciando sus piernas bajo el agua y dándola un pequeño menea contra mi, haciéndola ir de delante atrás, sacándola un pecho y bajando mis labios hasta su pezón, eso hizo que sus movimientos de cadera fueran lentos y evidentes contra mi miembro semi erecto, estuve así hasta que me pidió que le diera todo, entonces metí mi mano por delante de su pelvis, bajo el bañador, y la agarré el coño con fuerza, se elevo sobre mi cuerpo, y mientras la acariciaba podía notar el calor en mi mano pese el agua fría, mas aun cuando le separaba los labios mayores con las yemas de mis dedos, estaba empezando a gemir cuando oí a mi espalda que se abría la puerta, ante ese sonido ella se tapo el pecho libre metiéndolo en su sitio de nuevo, yo gire mi cabeza sin sacar la mano de su interior, era su madre, y pese a que tenia a una latina caliente agarrada del coño, fue la visión de su madre la que me la puso dura.

Iba con unas gafas de sol enormes y un sombrero, un pareo transparente a su cintura y en tacones, no se como , pero había logrado ponerse un biquini de su hija, y lo increíble es que hubiera salido así, le quedaba ridículamente pequeño en el pecho, se le salía la carne de sus tetas por todos lados, por debajo incluido, le tapaban los pezones lo justo, casi se le intuía las aureolas por encima, y le tenia la tetas aplastadas contra su cuerpo de la presión, con las líneas de las tiras marcados sobre su pecho y haciendo puente entere ellos, de aquella visión y de solo pensar como le quedaría la parte de abajo volví a mover la mano, bajo el agua, en la vagina de la hija de aquella diosa sureña. Yasmine ni la miraba directamente, solo se tapaba con mi cuerpo relamiéndose de placer por los movimientos de su mano.

-ELE: ¿que? ¿no me mire así? ¡Ya le dije que no ser riera!, me queda un poco justo, ¿no?- se dio una vuelta para que la viera bien, terminado con un golpe de cadera dándose una palmada en el culo.

-YO: ¡que va!, ¿usted ve que me ría? le queda perfecto, casi mejor que a su hija.- era mentira, era obsceno, desmesurado, casi guarro, y sin duda ella lo sabía y aun así decidido salir así.

-ELE: Ustedes sigan que yo voy a usar una de las hamaca para coger un pos de sol, que hace mucho que no me brilla la piel- parecía mentira pero su tono de piel era morena pero muy pálida.

Se tumbo de cara al sol mientras yo movía a su hija contra la pared, cerca de ella, tapando mis movimientos con el ángulo muerto de la piscina, ella solo podía ver la nuca de su hija y a mi de cara, hasta el pecho. Sin sacar la mano ni dejar de moverla en su interior de su bañador, la besaba con los ojos abiertos, mirando como su madre se pringaba de crema solar, los brazos, el vientre trabajado de gimnasio, el pecho, las piernas, se bario el pareo un poco para llegar bien a sus mulos, dios , estaba dando golpes de cadera inconscientes contra su hija solo de aquella visión, me mato cuando se metió las manos dentro del pecho del biquini, colocándoselas como hacen las mujeres, primero una y luego otra, dejándoselas lo mejor colocadas posibles, allí no aguante mas y desaté el lateral del biquini de su hija, bajándome el bañador, ella callaba pero estaba gimoteando de ganas, la tenia al punto exacto así que dirigí mi enorme polla a su trabajado coño y apreté hasta penétrala, debido a sus amplias caderas y mis manualidades entro mas de la mitad sin problemas, sacándola un gemido largo y continuado que acallé besándola, la deje allí, quieta empalada mientras la besaba y veía a su madre tirada al sol, brillando de la crema puesta, agarrando con una mano el culo tremendo de aquella chiquilla y con otra una de sus tetas, yo no me movía, pero fue ella la que empezó a apretarse y separase de mi, solo la cadera, por encima del agua no se notaba nada, lo hacia de forma calmada pero con movimientos amplios, me apoye contra al borde de la piscina para ser un punto fijo sobre el que ella se movía, jadeaba de pasión mientras yo la tapaba la boca con mi lengua, pase a un a leve marejada a nuestro alrededor no se notaba nada por encima del agua de la maravilla de follada que me estaba regalando aquella latina por debajo, agarrándola de un muslo con la mano, yo también quería moverme, así que hacia fuerza contra ella, no podía dejar de besarla o su gritos de placer llamarían la atención de su madre, aceleró tanto el ritmo de sus caderas que a los 10 minutos de estar así se corrió, note como una corriente eléctrica pasaba de ella a mi, y la deje así, ensartada, y agotada, dejando que su boca cogiera airee sobre mi pecho.

-YO: dios, como te mueves.

-YASMINE: usted no ha visto anda aun, cuando no este mi mami delante, va a saber lo que es bueno.- me mordía en el pecho.

-YO: bueno, pero por ahora yo no me puedo quedar así, sigamos hasta que me corra.

Sin movernos mas que antes ahora era yo quien la penetraba, ella no podía moverse mas sin llamar la atención, no lograba pasar de aquella mitad de mi miembro pero bastaba para arrancarla algún orgasmo ahogado, literalmente, en el agua, la hundía para que gritara y la volvía a subir, sin parar de bombear aun debajo del agua, estuve media hora así, notando como clavaban sus uñas en mi quemada espalda, aun así aguante, tirándome a la hija, que se movía como una bailarina exótica y clavando mi mirada en el cuerpo de su madre. Cuando Ele se dio la vuelta para quedar boca abajo en la hamaca, se quito el pareo y pude ver como llevaba el mismo tipo de braga- tanga- medio culo, pero si a su hija le quedaba pequeño, a ella directamente se el metía en el culo, se puso crema en las piernas y el culo, pero no se llegaba a la espalda, aun así el movimiento de su carnes separadas por al tela siendo movidas por ella me llevo a un acelerón final, y ya, dada la vuelta su madre sin poder vernos, hacia que el cuerpo de su hija saliera del agua con cada envestida, la saque un orgasmo mas antes de de correrme dentro de aquella bomba sexual.

L a di un ultimo beso con lengua casi arrancándola la cabeza, si no hubiera estado tan bien sujeta, y la saque mi lanza, perdiendo fuelle en el agua, me puse el bañador y ate su biquini, con su coño al rojo vivo, que rezumaba mi semen.

-YASMINE: ¡vaya verga papasote, como me hace vibrar, ay mi señor, como me lo va ha hacer pasar!

-YO: no te asombres tanto que aun no me he puesto serio contigo.- la levante la mirada para dejar claro que aun había mas.- me voy a salir a hablar con tu madre, tu quédate aquí descansando, ¿ok?- asintió sumisa, ya seria mía cuando yo quisiera.

Me salí de agua con la polla flácida pero aun así se marcaba grande sin el 2º bañador puesto debajo, me acerque a ella en silencio y colocándome a su lado me incorpore dejando que cayeron algunas gotas sobre su cuerpo, ella se sobre salto por la sensación y se di o la vuelta mirándome.

-ELE: !ay carajo, no sea malo, no me moje¡ – note como el sol a mi espalda la cegaba pese a las gafas, se las quito por que no veía bien, y entonces me vio mi torso desnudo.- vaya, si que has cambiado cariño, estas increíble.

-YO: usted si que esta increíble, ha sido capaz de alejarme de los brazos de su hija por venir a ayudarla

-ELE: ¿ayudarme en…….- repasó mi cuerpo y vio mi polla claramente envasada al 0 en mi pernera izquierda-…..que?

-YO: he visto que no se llegaba a la espalda con la crema, así que me ofrezco voluntario para ayudarla.- sonrío sin apartar la vista de mi paquete.

-ELE: muchas gracias amor, no quiero quemarme – con mucha lentitud volvió a poner la cabeza mirando hacia abajo, aun así mirando de reojo mi polla.

Me puse encima de ella, a la altura de sus rodillas pasando una pierna por encima de ella quedando una a cada lado, me senté en sus muslos, pidiéndola que si la hacia daño me avisara, pero no dijo nada, ni cuando mi polla cayo por el peso sobre una de sus muslos, cogí el bote y eche crema en mis manos, las frote y comencé un masaje inocente al inicio, repasando su hombres y su parte alta de la espalda, luego fui bajando por su espalda, sin dejar una brizna de piel sin repasar, metí mis manos por detrás de los cordones del biquini, separándolos de su cuerpo, acariciando hasta la zona de sus costillas, para luego seguir en sus riñones, con gestos amplios y apretando su piel, llegando incluso a rozar sus glúteos con mis dedos, su respiración era agitada, y no paraba de recolocar su cuerpo, era una delicia ver su trasero temblar bajo mi cuepro.

-YO: vaya, creo que ya esta, pero he notado que tiene usted la espalda muy dura, tienen unas bolas tremendas en los músculos.

-ELE: amor, ya lo se, no sabe como me duele la espalda, cargo mucho peso.

-YO: ¿una señora como usted?, no la veo cargando cajas.

-ELE: jajaja no es eso cariño, es que…..bueno, mi espalda se resiente, son muchos años con el peso de mi…..cuerpo y….

-YO: sus preciosos pechos, supongo, son grandes y bien colocados, eso debe generarla mucha tensión en la espalda.- giro su cabeza ante mi atrevimiento, pero sonreía.

-ELE: justo eso amor, me duele todo el tiempo.

-YO: ¿me deja que la haga un masaje?, dicen que tengo buenas manos.

-ELE: no se, no quiero molestarte….

-YO: no es molesta, se lo juro, ni mucho menos, seria un honor, para compensar su hospitalidad.

-ELE: bueno, pero tenga cuidado.- no me creía lo fácil que resulto.

-YO: tranquila, como le digo mis manos son una maravilla, necesito algo pero no quiero incomodarla.

-ELE: dime amor.

-YO: para que sea efectivo necesito llegar bien a los músculos y para ello necesitaría que…. se desatara…. la parte de atrás….. del biquini, para poder llegar bien.- ella se quedo quieta unos segundos, temí haberme propasado, pero llevo su mano atrás buscando uno de los cordones.- déjeme a mi, si me da permiso.

-ELE: claro cariño, muchas gracias.

Me embadurne las mano de nuevo, dejando el bote en una mesilla a la altura de su cabeza, así cada vez que tuviera que cogerlo y dejarlo, apretaría mi pelvis contras su trasero. Desate el biquini de la espalda, lo hice dejando tensos los cordones , notando como sostenían su enorme tetas, y soltándolos de golpe, sus pechos caían un poco, pero veía como quedaban aplastados por los lados, luego desate los cordones de su cuello, apartando su pelo, subí mi cadera un poco, quedando mi polla creciente cerca de su trasero, y me dedique a trabajarla la espalda, gracias al entrenamiento de Eli sabia como masajear los músculos que se les cargaban a las mujeres en la espalda, de forma profesional, y como relajarlos, no te como se iban deshaciendo los nudos de sus músculos entre mis dedos, y cuando lo hacían ella gemía de gusto.

-ELE: ay papi….. si que tiene buena…. mano…. ummmmm.- era al 1º vez que paso a llamarme papi o similar, gemía de gusto.

-YO: ya se lo dije, pero no se mueva que aun no hemos ni empezado, tiene usted un buen lío aquí atrás.- me reía por que me refería a mi, no a su espalda.

Ella se relajo mucho, al punto que estiro sus brazos haca atrás agrandemos de las rodillas, yo seguía trabajando su hombros y la escápula, apretando fuerte pero sin hacer daño, hasta que notaba la zona destentada y pasaba a otra zona, baje a su riñones cuando sus dedos acariciaban mis rodillas y apretaba contra ella, hacia arriba, mientras apretaba su riñones, hundía mis puños en ellos como me habían enseñado, para curvarla la espalda, hasta que sonaran sur vértebras, cuando sonaron, suspiro de la impresión y luego de placer, casi no debía notar mi polla dura recostada sobre sus glúteos.

-ELE: ay amor mío, que gusto, por dios, me has dejado nueva.

-YO: me alegro de haber ayudado, de verdad que tenia usted un buen atasco, venga, póngase en pie y vera que diferencia.- la cogí de una de las manos y tire de ella fuerte hasta ponerla de pie, sabia de sobra que tenia el biquini sin atar así que al hacerlo quedo con las tetas al aire, mirándome, se las tapo con una sola mano puesto que no la soltaba la otra, dejándola en alto – ¿que? ¿Como se siente? – quería desviar la atención sobre el hecho de que se las había visto, y estaba semi desnuda delante de mi, ¡vaya par de tetas!, serian operadas pero de clínica cara, que espectáculo, con unos pezones enormes y negros- ¿mejor verdad?- ella me miraba la polla tiesa y claramente notoria con el bañador aun húmedo.

-ELE: ufff ….si que me noto……. mucho mejor, no noto nada de…… tensión, eres un ángel, pero déjeme…….- la interrumpí pro que sabia lo que quería taparse decir.

-YO: me alegro por que ahora necesito su ayuda, me he quemado la espalda esta tarde y me vendría bien que me devolviera el favor- pase mi mano por encima de ella sin soltarla, dándola una vuelta de baile evitando que se agachara a coger la parte de arriba del biquini, y me tumbe donde estaba ella hacia segundos, me esmere en que fuera evidente que tenia que torcerme la polla para poder tumbarme, y de dejar la parte de arriba de su biquini debajo de mi cuerpo, sin posibilidad de que lo pudiera coger sin pedirme que me incorporara.- por favor, me empieza a doler un poco.

Ella dudo bastante, se había quedado en la posición que en la había dejado, con una mano en alto y con el otro brazo tapándose los pezones, no le daba para mas, me miro la espalda y era cierto, estaba roja y quemada, con las marcas de uñas de su hija, pero nada grave, ella se fue a agachar para coger el bote pero no llegaba, estaba en una mesa al otro lado de la hamaca, tapándose con una mano y los tacones, era imposible.

-YO: no se preocupe, no se vaya a caer, póngase como yo y siéntese en mis piernas, que no me hará daño.- debió parecerla buena idea, y mirándome para asegurarse de que yo no la veía, que si lo hacia en el reflejo de la puerta corredera del otro lado, y mirando al alrededor para cerciorase que no había nadie mirando, que siendo un ático y de un edifico alto no había ningún edificio por encima de nosotros cerca, se soltó la mano de sus pechos, no le cayeron casi anda, era claro que era operados pero era un trabajo de 1º nivel.

Se la oía andar con su s tacones retumbando en el suelo, hasta mis pies, allí se bario de piernas y fue caminando con dificultad hasta quedar la altura de mi culo y se sentó dejándome bajo de ella, bien abierta de piernas debido a mi corpulencia. Trato de alcanzar el bote de crema sin inclinarse mucho, no llegaba.

-ELE: amor, acérqueme el bote que no alcanzo.- fingí ayudarla pero al mover el brazo sesteaba con la boca exagerando que me dolía la espalda, – no, espérese, déjelo, que no le duela, ya me estiro.

Fue una delicia ver como se recostaba sobre mi hasta legar a rozar con su tetas mi espalda, al notarlo se retiró y se las agarro para levantarlas y volver a estirarse, me rozaba con el brazo pero aun así no llegaba, se tenia que apoyar con un mano y coger el bote con la otra, así que liberó su mano apoyándose en mi espalda, a lo que reaccione con sorpresa, joder, realmente me escocía.

-ELE: perdóneme amor, ya acabo.- llevo su mano a apoyarse en la hamaca, la lado de mi cabeza, y arqueando su espalda por no darse con una sombrilla cogió el bote, frotándome las tetas contra la espalda, eso me éxito sobre manera, pero no reaccione.

Extendió crema en uno de los dorsos de su mano, y repitió operación frotándose los pezones conmigo cada vez que lo hacia, recogió con ambas manos la crema de su dorso y me hizo un buen masaje en los hombros y la apreté alta de la espalda, la zona mas afectada, al principio era inocente, como una madre, pero con el paso de los segundos sus dedos recorrían mi fuerte espalda con dedicación, yo admiraba sus gesto viendo el reflejo en el cristal, como su peso sobresalían cuando juntaba sus brazos, la pinta era de 2 balones de rugby, de vez en cuando iba a por el bote y al ir y volver notaba sus tetas mojanes de la crema de mi espalda, me di cuenta de que podía perfectamente coger el bote y dejarlo en el suelo o en la hamaca para no tener que volver a estirarse, pero o no se dio cuenta ella o no quería, en ninguno de los casos seria yo quien la parara.

-ELE: creo que ya termina mi amor, ¿como se siente?

-YO: en la gloria, ahora un bañito y como en el cielo.

-ELE: pero ahora no puede, espérese a que la piel absorba la crema, o no hará efecto.

-YO: cierto, ¿sabe? podría darme un masaje usted también, para hacer tiempo, mi espalda si que ha sufrido por el peso mucho tiempo jejejeje – aludí a mi viejo truco de reírme de mi peso.

-ELE: jajajajja, claro mi amor, además mis manos también son buenas, o al menos eso decía mi marido- inicio un masaje reparador, era cierto, sabia lo que se hacia.

-YO: ¿decía? ni que se hubiera muerto…

-ELE: como si lo estuviera cariño, llevamos 2 meses sin verle y cuando viene solo habla de trabajo y de cómo le va a nuestra pequeña, pero ya no es el hombre del que me enamore.- su tono era de autentica pena.

-YO: pues déjeme decirle que para mi esta loco, no se que tipo de trabajo le lleva a alejarse de una mujer como usted, un mujer de verdad, yo lo dejaría todo por estar con usted 1 minuto.

-ELE: ay amor, muchas gracias, pero no creo que sea solo el trabajo.

-YO: no me diga que….

-ELE: si, o eso supongo, era un hombre muy….cariñoso, y ahora después de meses sin vernos, viene y ni me toca, se va sin que pueda casi besarlo, un hombre no se comporta así si no tiene sus líos por ahí, ¿no crees?

-YO: desde luego, pero ya no es que nos comportemos así, es que aunque tuviera un harén de super modelos y actrices porno para el solo, yo vuelvo a casa y la veo a usted y me faltaría tiempo y matarla a polvos.

-ELE: jajajaja no seas bruto- sus caricias aumentaban en fuerza e intensidad en mi espalda.

-YO: te soy sincero, ya me conoces, si de verdad no al toca es un imbécil de campeonato- me al jugué pro que era su marido.

-ELE: ya lo se cariño, pero es un buen hombre, poderoso y rico, me saco de Colombia y me ha dado una buena vida a mi y a mi hija, no se, vivo con la esperanza de que aquel hombre cariñoso vuelva alguna día.

-YO: ¿y mientras?, ¿se marchita encerrada en esta prisión de lujo? Usted vale mucho más que eso.

Siguió en silencio con su masaje, que ya no era tal, solo me acariciaba la espalda con sus dedos y tardaba mucho en coger el maldito bote, restregando sus tetas de forma clara, hasta el punto en que notaba como se separaban al apretarlas contra mi.

-ELE: ya esta amor, creo que ya puedes ir al agua, uffff estas ardiendo, hace mucho claro ¿verdad? yo lo tengo- se puso en pie apoyándose en mi culo, y note como lo hacia para meter mano y no de apoyo real.

-YO: pues si, me ha dejado caliente con su masaje, debería cóbrame jajaja – sonreía, me puse en pie con mi erección notoria pero con el bañador ya seco, ella me la miraba y se medio tapaba con la mano los senos, pero sin mucho esmero. Quiso rodearme para ir a por la parte de arriba del biquini, no la debía dejar- ¿pero en vez de dinero por que no se viene al agua con nosotros?

-ELE: ay no amor, no quiero molestarles – yo me había puesto en medio así que no podía acceder a la hamaca si restregarse contra mi sus tetas desnudas y mi polla – déjeme que….- la volví a cortar.

-YO: no diga bobadas, ha dicho que tenia calor así que vamos al agua ahora mismo- la cogí en brazos como para meterla en una inauguración de una casa, ella reía pidiendo que la dejara en el suelo, pero yo la lleve al borde de la piscina, dándola con mi polla en su trasero, golpeando entre sus nalgas separadas por el tenga del bañador, de forma clara, al inicio se sujeto al cuello con una sola mano tapándose pero como se caía se tuvo que soltar los pechos y agarrarse con ambas manos en el cuello, dejándome la visión espectacular directa de su tetas apretadas por la posición.

-ELE: por favor, no sea malo, no me haga esto.

-YO: dígame que no tiene calor ahora mismo de forma sincera y la dejare irse, de lo contrario ya puede ir quitándose los zapatos y el sombrero, por que nos vamos al agua a la de 3………- lo dije mirándole a los ojos, eran de un negro carbón, profundos y rogándome con la mirada.

-ELE: calor si tengo mi amor pero…..

-YO: a al de 1……

-ELE: no por favor, déjeme jajajajajja.- se quito el sombrero mientras reía.

-YO: a la de 2…..- balanceaba su cuerpo para coger impulso frotándome contra ella.

-ELE: ¡NO! JAJAJAJAJA ¡pare! Jajajaja – lo hubiera hecho si no se hubiera quitado los zapatos con los pies.

-YO: ¡y a la de 3!

-ELE: ¡ahhhh!- se tapo la nariz con un mano dejando uno de sus pechos estirado ante mi.

Salte al agua midiendo bien los espacios para caer en al zona profunda para evitar accidentes, lejos de su hija que seguía en el agua recuperado del polvo que la había metido hacia un rato, mientras reía por al situación. Apoye los pies en el suelo y sin soltarla me puse en pie para quedar con ella en brazos igual pero ya en el agua, con medio cuerpo fuera, totalmente empapada, y el agua escurriéndose entre sus tetas mientras se apartaba el pelo de la cara, riéndose.

-ELE: ay papasito que malo es usted, mire como estoy.- mirándome a los ojos, con cara de pasión, si no estuviera su hija delante me habría besado, lo tenia claro.

-YO: esta usted preciosa, como una verdadera señora, sin complejos ni prejuicios.- su mirada empezaba a denotar que le daba igual que si hija estuviera allí.

-ELE: ande bájeme Raúl, y déjeme bañarme tranquila.- lo hice, la solté las piernas, pero no su cintura, así que bajo sobre su eje hasta darse con las piernas con mi rabo tieso, solo entonces la solté, y se quedo así unos segundos, sonriendo mientras me miraba fijamente.

-YO: yo la bajo, pero ni loco la voy a dejar tranquila.- la di un buen beso en la mejilla, pasando peligrosamente al lado de sus labios, ella hasta hizo el gesto de recibirlo en ellos, pero la haría suplicarme, lo tenía todo claro en la cabeza.

Me separe de ella, restregando todo mi miembro, para ir a por su hija, que pululaba por allí, la agarre de la cintura y la pegue a mi dándola un beso de tornillo, sonoro y evidente, para que su madre viera lo que se perdía, dejando que mi polla casi atravesara por el estomago a Yasmine.

-YO: mira a tu madre lo moderna y divertida que es, bañándose en ‘top-less’ y tu aquí tan tapadita, deberías de aprender de ella.

-YASMINE: ya te gustara a ti papi.- la metí la mano en el culo, por debajo del bañador, acariciándola el coño por detrás, debajo del agua.

-YO: ¿que pasa?, ¿tienes miedo a que tenga mejor aspecto ella que tu?- Ele flotaba en al agua mirando con atención.

-YASMINE: no es eso tonto, ….uf….es que no se mi me siento…… cómoda.- mis caricias subacuáticas la estaba encendiendo otra vez.

-YO: ¿Estas de broma?, eres un espectáculo de mujer, veras como no es para tanto, ¿verdad Ele?

-ELE: claro que si boba, mira que yo nunca lo he hecho pero estoy encantada, anda no seas aguafiestas.- ante la insistencia de su madre callaba.

-YO: venga ya te ayudo yo.- metí mi mano libre en su espalda y desate el biquini, para sacarlo por su cabeza, sin dejar de acariciarla el coño por detrás, se mordía el labio de lujuria, dios, vaya par de tetas, eran diferentes, jóvenes y naturales, tersas, mire a las de su madre sin disimulo alguno.- veis no tenéis nada que envidiar una a la otra, soy un hombre afortunado.

Diciendo esto me subí encima a Yasmine , tan arriba que se veía mi mano en su trasero, y me dio por chuparle una de sus pechos, como un beso corto, para después darla un azote en el, delante de los ojos abiertos de su madre, y si bien no lo veía, se intuía que se había metido la mano en el bañador y se frotaba, la visión de su hija semi desnuda montando a un hombre que le chupaba las tetas y tenia su mano metida por detrás del bañar y se movía en su interior, era demasiado para ella.

-YASMINE: no sea malo conmigo, que esta mi madre delante.- se retorcía entre mis manos con mis caricias en su vagina.

-YO: no seas tú mala, ya la he dicho que es su casa y que no molesta a nadie.

-ELE: claro que no, ustedes sigan que yo me refresco un poco.

Seguí metiéndole mano a su hija, besándola el pecho, la hacia un dedo delante de su madre, que se mojaba las tetas con una mano y se las apretaba disimulando sus miradas hacia nosotros, tenia los pezones tan duros y salientes que era obsceno, sin duda seguía masturbándose ella sola bajo el agua. Esa visión me acelero la mano hasta arrancarla un orgasmo a Yasmine, grito como un posesa llamando la atención de su madre.

-YO: bueno, ya que estamos los 3 ¿por que o jugamos a algo?- baje a Yasmine de mi, casi ida, podía haberla dicho lo que fuera y ella aceptaría.

-ELE: ay si por fa, yo también quiero divertirme.

-YO: vamos a jugar al marco polo, ya sabéis, uno cierra los ojos y da vueltas para desorientarse, el resto se disparesa y se queda quieto, el del centro grita marco, y el resto polo, y tiene que ir a ciegas siguiendo la voz hasta atrapar a alguien, si lo hace antes de 4 gritos, gana, y si no pierde.

-ELE: ay si, me encanta.- daba palmas, supongo que dándose cuenta de que sus tetas chapoteaban en el agua.

-YASMINE: claro, ¿por que no?- seguía ida.

-YO: bien, pero ya no somos críos, ganar merece recompensa y perder castigo, jugaremos una vez todos, el que gane tiene derecho a una aguadilla a los demás, y a una petición de la que los otros 2 no pueden negarse, si pierde tiene que dejarse ahogar y tiene que hacer una petición conjunta de los otros 2, lo que le digan, sin poder negarse tampoco. Las peticiones al acabar. ¿Queda claro?

-ELE: si si, vamos, yo quiero ser la 1º en el medio.- Yasmine colabora casi sin darse cuenta.

-YO: esta bien, pero yo al conocer el juego ya, seré el 1º, luego Ele y después Yasmine, pero no pidamos mirar, así que para no hacer trampas nos taparemos los ojos.- pense en quitarme el bañador y usarlo, pero estaba saliendo todo muy bien y no quería pasarme, así que salí del agua y cogí una toalla, dejando que a al vuelta mi polla tiesa fuera admirada por ambas bajo la tela húmeda.

Me tire al agua de cabeza y bucee hasta emerger en el centro, allí enrollé la toalla húmeda, la escurrí y me la puse en los ojos atándola con algo de firmeza a escasos milímetros de Ele, de hecho juraría que la di con la cabeza en una teta, mientras ella reía, y le repetía las normas, mientras se aseguraba de que no veía nada, la hablaba, le agarre el culo sin disimulo, a lo que ella reacciono riendo, como si no pasara, al terminar le pedí se colocaran, di unos segundos para dar tiempo, y empece, al gritar marco, note donde estaban claramente cada una, pero debía pensar, ¿quien quería que me debiera un favor? Yasmine comía de mi mano ya, así que me fui a por Ele, al 2º marco ya la tenia bien ubicada, en el 3º ya la roce un hombro y tirando de ubicación espacial, la agarre un pecho decidido

-ELE: jajajaja me atrapaste- me cogía de la mano, pero no la apartaba de su seno, movi im dedos ahsta rozar unos de sus tiesos pezones.

-YO: ¡gane!, así que mientras me pienso que pedir, toca aguadillas, ¡¡ allá voy!!

Agarre de un brazo a Ele y la di la vuelta y mientras no paraba de reír, rodee su cintura con un brazo pegando mi polla tiesa en su trasero, luego baje mi mano a su culo, pasando claramente por el, y agarre por su muslo, tire de ella hacia arriba y mientras se tapaba la nariz, la hundí sin soltarla, de forma suele y segura, al subirla mis manos fueron solas, la de cintura a uno de sus pechos y la otra de su muslo a una de sus nalgas, apretaba. Al dejarla de pie mi polla quedo pillada entre sus piernas, la bese la espalda.

-YO: ahora la hija.- me lance buceando hasta donde estaba Yasmine, casi ni se había movido, e hice excitante lo mismo.

-ELE: ¡¡ahora yo!!- se puso en medio, yo me acerque.

La bese en la mejilla, y la puse al toalla, ella se quedo esperando otro beso, girando la cara, buscando con sus labios, pero la quiera ardiente de deseo, no le regalaría nada. Me separe besándola en el hombro, ya sin ver nada

-ELE: prepárense que allá voy. ¡MARCO! – respondimos los dos.

Ele localizo a su hija rápido, casi no se había movido otra vez, dio un paso hacia ella y repitió la operación , en la 2º la cogió sin mas, era muy sencillo.

-ELE: jo que fácil – se quito la toalla mientras besaba a su hija en ls cara, y la ladeaba hasta hundirla en el agua, y si mi polla no estaba ya dura, la mirada que puso al darse la vuelta y mirarme fue el golpe final, se lanzó y buceo hasta mi, amaneció en mi pecho echándose el pelo hacia atrás y con sus tetas en mi cara, encorvándose hacia atrás.- tu turno.

Me deje hacer, levante los brazos ofreciéndome a ella, se pego a mi, sin amas, apoyo sus tetas en mi pecho y dio un salto para escalarme, sin los tacones era mucho mas baja, llego a meterse mi polla entre sus muslos, y una vez arriba recayó sobre mi, cayendo los dos hacia mi espalda, quedamos así, debajo del agua unos segundos, mirándonos a los ojos entre burbujas, sonriendo, con su mano en mis hombros y las mías en su culo, haciendo aun mas grande la separación de sus nalgas ya existente por el tanga, aguanto así hasta que se quedo sin aire, fueron al menso 90 segundos, y subió, aprecie su gran capacidad pulmonar pese a esas tetas, mientras emergía, esto me traería felicidad mas adelante.

Le toco a su hija, pero estaba ida, era un pelele, mi mano la había dejado en estado de shock, ¿o fue el hacerlo delante de su madre?, ¿o que ella reaccionara de esa forma? La puse la toalla mientras la besaba un pecho y luego se lo azotaba de nuevo, dios, eran deliciosos. Intento jugar pero no dio ni una, así que llego el 4º marco sin atrapar a nadie. Fuimos su madre y yo a la vez y la hundimos una sola vez por no martirizarla, pero en vez de hundirla a ella sola, una vez apretadas una contra la otra, con sus tetas luchando por el espacio, abrace a las dos y las hundí, por detrás de Yasmine, abarcándolas a las dos, mi polla atravesara los muslo de su la hija y tocaba la pelvis de la madre. Al emerger ambas reían, Yasmine había vuelto en si y su madre me acusaba de tramposo.

-ELE: eso no es justo, eres un huevón, has hecho trampa y ahora te castigare con una agudilla extra.

-YO: ¿si te ves capaz?- se lanzo ofendida, trato de tirarme escalándome de nuevo, pero solo logro pasarme un pecho por la cara, por poco se lo arranco de un mordisco, ella no podía, era demasiado fuerte.

-ELE: ¿que hace ahí parada?, ¡¡ayúdeme que este animal salvaje!!- se dirigía a su hija que se reía sin parar.

Acudió a la llamada de su madre, que cambio de estrategia, y se bajo de mis hombros, pasando sus brazos por dentro de mis piernas intentando tirar hacia arriba, solo logro rozarse con mi polla en el brazo, (quizá era su objetivo), mientras su hija se me tiraba encima como hacia su madre antes, la metí la mano entre sus piernas por detrás, y tiraba hacia arriba casi sacándola del agua, la imagen era arrebatadora, aquellas 2 hembras tratando de moverme sin lograrlo, con la cría colgada en el aire por mi brazo y con su coño atacado por mis dedos, allí pegada y con sus tetas a la altura de mi boca. La situación de la madre no era peor, frotándose contra mi pierna, apretando contra mi, y separándose sus tetas contra mi cintura, decidí volver a chuparle las tetas a la hija y con la otra mano ahogar a la madre bajo el agua y apretar su cara contra mi polla, las dos se resistan al inicio, pero luego se dejaban, una por el placer que el daba mi lengua y mis dedos, la otra por que la dejaba salir a respirar y luego la volvía a hundir contra mi polla, su cara al salir era de asombro absoluto, y la 3º o 4º hundida, ya no hacia falta que hiciera fuerza, ella sola se sumergía, besando y mordisqueando mi barra de carne a través de la tela. Cuando intento bajarme el bañador pare, por que no quería eso, aun no, solté a ambas y me fui buceando al borde de la piscina sentándome en el bordillo, con los pies colgando bajo el agua, ellas me siguieron con sus tetas fuera del agua, una colorada de excitación y la otra con los ojos inyectados en lujuria, o las 2 cosas, yo solo veía 2 sirenas sureñas y 4 tetas dirigiéndose a mi.

-YO: bien, repasemos el marcador, Ele y yo hemos ganado, así que tenemos un deseo que el resto debe cumplir, y Yasmine ha perdido, así que tiene que aceptar un deseo de Ele y mío conjunto, podemos decidirlo ya o guardárnoslo par mas adelante.

-YASMINE: espera, los que habéis ganado tenéis un deseo, o un deseo por con cada persona, es decir Raúl ha ganado, ¿tiene un solo deseo para las 2, o un deseo para mi y otro para Ele?

-ELE: es verdad, en eso no habíamos caído.

-YO: pues como queráis, aunque no es lo mismo tener 1 deseo que 2. ¿lo que vosotras queráis? Por ahora podemos Ele y yo decidir que castigo poner a Yasmine.

-ELE: eso, que ya lo tenemos claro, ¿que podemos hacer con mi desamparado hijita?- lo decía mordiéndose el dedo, con sorna y malicia, mientras se ponía entre mis piernas de espaldas, yo la agarre por las costillas, y tirando de brazos la levante hasta sentarla en una de mis piernas, dejándola allí, agarrada por la cintura, sintiendo como sus nalgas se separaban sobre mi muslo debido al peso, en busca de acomodo.

-YO: pues la verdad es que no ha jugado nada bien, deberíamos ser malos con ella.- acariciaba el estomago de la madre mientras veía suplica y cara de niña buena en la hija.

-ELE: es verdad, pero no se me ocurre nada malo que poder hacerle a mi pequeña.- echo una mano haca atrás, acariciándome el pelo.

-YASMINE: no seas malos pájaros, no me hagan sufrir. – nos quedamos unos segundos pensado mientras yo besaba la espalda y el hombro de Ele.

-YO: yo os aviso de que solo se me ocurren guarradas, asi que como Ele no tenga un idea pronto no vas a salir bien parada de esta.

-YASMINE: por favor, mami, diga algo o me tender que someter a lo que el diga. – hacia bien en suplicar, por que a mi se me estaba pasando por la cabeza el bote de crema solar o cosas así.

-ELE: ay no se, no me agobie, déjeme.- buscaba en su mente.

-YO: con prisa, por que mi mente es muy retorcida.

-ELE: ¡esta bien!, ¿que tal si nos hace la cena?, quédese a cenar y dormir aquí esta noche Raúl, y ella será nuestra sirvienta, ¿que le parece?

-YO: bien, es justo, un buen castigo- me lamente porque estaba apunto de hacer que la hija le hundiera el bote de crema a su madre por la vagina, pero me pareció buen plan.- eso si, debe ir vestida como tal, una sirvienta, nos hará la cena y nos la servirá, y será nuestra criada haciendo todo lo que queramos hasta mañana, ¿ok?

-ELE: ¡si!, que buena idea.

-YASMINE: esta bien, pero les digo que no se cocinar muy bien. – me patria el culo por dentro, la muy inocente se había ofrecido ser mi esclava toda al noche y le preocupan sus habilidades culinarias.

-ELE: es da igual tenemos comida ya preparada, y además la ropa de la mujer que viene a limpiar, oh que bonita vas a estar con el traje típico de limpiadora.

-YO: esta bien, ahora toda decidir si son 2 o 1 deseos para esta señora y para mi.- la cogí de la cintura y con un buen movimiento de mis manos y su colaboración la di la vuelta y quedo sentada a horcajadas sobre mi, agarrándome del cuello, con mi polla tiesa entre los dos, ella clavo su mirada allí, mientras se relamía.- ¿que prefieres, tener un deseo que los demás cumplamos o un deseo para tu hija y otro para mi?

-ELE: no lo se papi, me estas volviendo loca.- comenzó a mover su cintura de delante atrás, frotase con mi polla, mordiéndose el labio.

-YO: yo creo que es mejor tener ambas opciones, puedes pedir uno que los 2 cumplan, o puedes pedir que cada cual cumpla uno por separado.

-ELE: si, es mejor, así podré pensármelo mas tiempo, ¿tu deseas ahora algo?- me besaba en la cara queriendo sacarme de quicio, y lo hubiera logrado si no fuera por mi adiestramiento.

-YO: voy a pedirlos por separado, quiero que tú, después de la cena, me enseñes a bailar la Cumbia, tengo entendido que eres un experta.- se le ilumino la cara como un árbol de Navidad- pero quiero que lo hagas con los 2 completamente desnudos, que solo lleves unos tacones.- ahora se le ilumino la cara como si fuera el mismísimo sol que ya nos abandonaba en el horizonte.

-ELE: que grandísima idea, eres un bribón, pero me encanta.- se abrazo pegándome su tetas al pecho, casi deja sin respiración.

-YO: me alegro de que te guste, el de Yasmine me los guardo para otro día, no obstante, va a ser nuestra criada hoy y no puede negarse a nada que le digamos.- me miraron asombradas, Ele dándose cuente del hecho y Yasmine del lío en el que se había metido.- ¿y tu Ele, no tienes nada en mente?

-ELE: tengo muchas cosas papito, pero me las guardo para más tarde.- si tono era evidente, así que le subí la apuesta.

-YO: recuerda que es un deseo al que no puedo negarme, seria estúpido pedirme algo que estoy deseando hacer.- se dio cuenta de por donde iba.

-YO: empezamos a jugar, tu, criada, haz el favor de ir y ponerte el uniforme, pero recuerda ir bien atrevida, como a mi me gusta, la señora y yo nos quedaremos aquí disfrutando de lo que queda de tarde mientras preparas la cena, ven solo cuando cumplas esos requisitos y este la cena lista.

Ele me miro atónita ante mi severidad, Yasmine se reía.

-YO: no me ha parecido gracioso, le estoy dando un orden.- se puso tiesa en el agua, entendió que no iba a ser un juego sencillo, y obedeciendo sin más salió del agua y se fue dentro de la casa.

-ELE: no la trate mal amor mío, es mi hija.- me dio un 1º beso en los labios.

-YO: su hija es mas fuerte de lo que parece, me la he follado 2 veces en el agua mientras usted tomaba el sol, y ni ha gritado una sola vez.- se le abrieron los ojos, no sabia eso.

-ELE: ¡no puede ser!, ¡mi pobre hijita, si la tienes enorme!- lo dijo agarrándome el pene por encima de la tela.

-YO: y aun no la ha visto desnuda, pero eso va a cambiar a partir de ahora- me lance a besarla, no espere ni reacción, metí mi lengua hasta la campanilla, ella tardo unos segundos pero se movió sin posibilidad de escapar, detrás solo tenía agua, y delante un macho embrutecido por ella.

La agarre de las tetas, que maravilla de la cirugía, eran como dos balones bien inflados a punto de regentar, la deje irse un poco hacia a tras, para ir bajando por su cuello, y terminar en sus pezones, estaban de nuevo tan duros y salientes que eran demasiada provocación, los ataqué sin piedad, lamiendo y chupándolos hasta dejarlos secos, juntando aquellas obras de ingeniaría, mordisqueando incluso, indistintamente una y la otra, ella se retorcía ante mis caricias, y metió la mano por encima del bañador, buscando mi polla, la medio saco y masturbaba, al menos la parte visible, me estaba poniendo malo de la congestión que arrastraba desde hacia una hora y media que me folle a Yasmine por 2º vez.No aguantaba mas así que la cogí de las caderas y la levante para desmontarla de mi y dejarla caer suavemente en el agua, era zona profunda y no hacia pie, me saque el bañador y quede desnudo sentado en el borde con mi polla reventando, mirando al cielo, ella se quedo absorta, tan quieta que casi se hunde.

-ELE: ¡¡¡cucha madre, que pedazo de verga!!!

-YO: pues ya esta chupándola o me vais a tener que levar a urgencias.

Ni se lo penso, se metió entre mis piernas y agarro con ambas manos mi miembro, la uso como barra para poder elevarse en el agua, y una ve allí, colocó sus tetas en mis piernas, haciendo de ancla, la masturbaba lentamente con ambas manos, mirándola incrédula.

-ELE: ¡¡higue puta, es por lo menso 2 veces mas grande que la de mi marido!!

-YO: ¿y la suya te la tragabas?- era un reto velado, lo acepto.

Volvió a izarse usándome como apoyo, se colocó bien y comenzó a darle besitos a mi glande, pequeños lametones, mientras se le escapaba la risa al ver el tamaño, se sereno un poco y tomo actitud de loba, su ritmo en las manos subió y ya engullía media polla, no era difícil si su marido la tenia así, aunque no la tendría tan ancha, notaba como su boca casi se desencajaba, pero aun así movía su lengua como una experta, la sacaba para tomar aire, pero lamía todo el tronco mientras seguía masturbando con una mano, quería levar mi mano a su cabeza para llevar el ritmo, pero no hacia falta, era una mamadora consumada.

-ELE: dios mío que pedazo de verga déjeme cumplir una fantasía.- asentí al ver como se relamí a las babas en su boca, tiró de mi cuerpo hasta hundirme en el agua, al salir- apóyese en la pared pero deje la verga debajo del agua.- la vi venir, y no me creía que suerte tenia.

Me di la vuelta y me agarre al bordillo con ambas manos, dejado un hueco entre mi pecho y la pared, hueco que fue rápidamente cubierto por Ele, que mientras se agarraba a mi polla, me besaba.

-ELE: siempre quise hacer esto pero el picha floja de mi marido nunca se dejo – cogió aire y bajo, llegando a tocar con los pies en el suelo de la piscina, y cogiéndome la polla por la base, me la chupaba bajo el agua, que maravilla de sensación, por poco me corro en el 1º minuto, por suerte tuvo que salir a tomar el aire.

-YO: eres un regalo divino, que espectáculo, ese imbécil no sabe lo que se pierde.- sonreía mientras volvía a coger una bocanada aire y se hundió de nuevo.

Era una sensación fría y caliente a la vez, difícil de explicar, su boca se movía y su lengua, pero la humedad del agua y la lentitud con la que se tenia que mover me sacaban de quicio, esta vez estuvo casi 2 minutos bajo el agua, a la 3º hundida lo mismo y no aguanté mas, me corrí en su boca, ella lejos de separarse dejo que ocurriera, notaba cada latigazo en mi miembro, sacudiéndola dentro de la boca, se fue separando sin separar los labios de mi polla hasta terminar de sacarla del todo haciendo el vacío, subió, me miro a lo ojos, bario la boca y vi toda llena de semen, la cerro, y sin pestañear, se lo trago, note claramente como la bola bajaba por su garganta.

-YO: eres más guarra de lo que había deseado – la aplasté contra la pared- eso va hacer que no trate como a una damisela como hasta ahora, de inicio te voy a regalar lo mismo.

Me hundí para cogerla de las piernas, tire del bañador, me costo sacarlo, le queda muy pequeño, al final vi su coño, con algo de bello bien cuidado, la monte en mis hombros de un tirón logre sacarla del agua, pero subida a mis hombros con mi cara hundida en su coño, yo si hacia pie, así que metí mi lengua en su interior, juegue con sus labios mayores mientras se sujetaba con mi pelo, mientras la daba vueltas sobre si misma, encontré con mi lengua su clítoris hinchado, la trabaje hasta lograr que ella me apretara con su concha, gritaba algunas cosas que no entendía bien, tenia las orejas tapadas por sus muslos por que pateaba, y las cerraba, un par de minutos después logre que un rayo la pariera, casi se me cae, se corrió como hacia mucho que no lo hacia, la tuve que dejar sentada en el bordillo por que había perdido todas las fuerzas de golpe.

-ELE: ay mi amor, papasote, que bien me come, nadie me lo había comido antes.

-YO: de verdad que su marido es retrasado, vamos a por el 2º salto, para compensarla.

Me acerque entre su piernas y metí mi cara de nuevo en su intimidad, pero con la manos ya libres, la masturbaba ferozmente, gemía de gusto, cuando metí mis dedos en su interior, dio un salto, localice el punto G y lo trabaje penetrándola con 2 dedos, se cerraba y abría de piernas peleando por su vida, mientras mi lengua la separaba los labios aun mas para frotarle el clítoris con suavidad, tire de ella hasta que quedo recostada sobre el borde pero con la cintura hundida, mi pelo quedaba fuera del agua pero mi boca no, seguí haciendo lo mismo pero debajo del agua, percutiendo con mi mano en su interior sujetándola para no hundirme yo y para que no se moviera tanto, cuando la vi venirse apreté el ritmo para sacarla el 2º orgasmo, esta vez bajo el agua. Para cuando para de convulsionar, me quede besándole el coño, se forma cariñosa, para luego subirla al bordillo y dejarla allí, descansando, con su respiración agitada y su tetas subiendo y bajando, mi trabajo bajo el agua unido a esa visión me la tenían dura de nuevo, salí del agua por donde ella estaba y me senté en su vientre dejando mi polla dura caer entre sus tetas.

-YO: me va a permitir que me folle estas dos preciosidades, ¿verdad?- su respuesta fue apretarlas y juntarlas para hacer presión sobre mi pene.

Comencé el movimiento pélvico, mientras ella apretaba sus senos y pellizcaba sus pezones, la tenia tan grande que tenia que girar la cara para no darla con la punta del glande en la barbilla. Acelere tanto el ritmo que mi pelvis golpeaba sus tetas y la hacían menear todo su cuerpo al compás, pase así 10 minutos deseando follármela, pero quería esperar a después de cenar, quise acelerar mas para correrme de una vez pero no era posible, no sin hacerla daño a ella, que ya había comenzado a abrir la boca y recibir mi glande, dándole lametones cada vez que llegaba hasta su boca, entonces se bario la puerta, era Yasmine, vestida de criada guarra, con el traje negro y blanco, con mini falda, mirándome a la cara.

-YASMINE: la cena ya esta lista señores.- su mirada era de pesadumbre, me estaba follando las tetas de su madre delante de ella, supuso que ya no la querría a ella o algo así, pero a mi esa visión me termino de calentar y eyacule de nuevo en la boca de Ele, que una vez cavado, se volvió a tragar.

-YO: más vale que sea rica la cena, la señora ya ha comido algo.- Ele se río avergonzada.- vamos querida, tal como estamos, vamos a cenar y después me enseñas a bailar la cumbia, ¿te parece?

-ELE: si amado mío.- me puse de pie y la ayude a levantarse, se puso los tacones y totalmente desnuda ando delante de mi , con actitud altiva paso por delante de su hija casi sin mirarla, yo me puse al lado de ella.

-YO: no temas, os voy a reventar a las dos por igual.- metí mi mano por debajo de la mini falda, advirtiendo que no llegaba ropa interior, metí mis dedos en ella, sonrío sabiendo de mis intenciones.

-YASMINE: claro señor, para eso es usted en dueño.

La hice caminar delante de mi dándola con mi polla en su trasero, levantándola la falda con mi pene, nos sentamos a comer desnudos, mientras ella nos servia, y nosotros hacíamos que la ignorábamos, Ele se puso de frente a mi y jugaba con su pie descalzo ente mis 3 piernas, mientras comíamos de forma lasciva, es increíble o sexy que puede llegar a ser comerse una ensalada si lo haces con una diosa latina desnuda masturbándote con el pie.

-YO: ¿sabes querida?, tus caricias me están poniendo como una piedra, ¿que tal si la criada remata tu trabajo?

-ELE: como no, para eso esta.

-YO: bien criada, ponte debajo de la mesa y chúpamela la polla hasta que me corra mientras termino de cenar.- se quedo parada mirándome- ¿acaso no me he explicado bien?

Reacciono obedeciendo, mirando a su madre, se puso a gatas y se metió entre mis piernas, al inicio solo masturbaba hasta que se puso dura, luego chupaba el glande, por lo visto no le daba la posición para mas, hasta que alguna vez se daba con la cabeza en la mesa, haciendo saltar los cubiertos ante la mirada atornilla de su madre.

-ELE: sabes querido, le he preparado un 2º palto, almeja al natural.- quito el plato de delante de mi, se sentó en la mesa y paso un pierna por encima de mi, dejándome su coño al alcance- ¿le gusta?

-YO: que bien me tratas, no me merezco esta mujer.- hundí mi cara en un coño de nuevo, ahora sin piedad, metiendo mis dedos en su interior.

La sensación era electrizante, la hija vestida de sirvienta putón chupándome la polla debajo de la mesa y la madre desnuda abierta de piernas pidiéndome que la comiera el coño a más velocidad, se inicio una carrera entre madre e hija por bien quien lograba llegar a la meta antes, si la madre se corría por mi o yo por la hija, me aleje un poco de la mesa para que Yasmine pudiera sacar la cabeza un poco y tener mas movilidad, mientras le comía el coño a la otra a escasos palmos de su nuca , mis manos eran mas hábiles y Ele se corrió como un fuente, manchando la mesa y el pelo de su hija, pero esta no paró hasta sacarme una corrida que se dejo llenar la boca, se puso en pie saliendo de allí debajo y con la boca llena me pregunto que hacia con mi semen.

-YO: ¿no has visto a la señora? hay que tragárselo.- rió de nervios, pero cerró la boca, y como una medicina mala, se lo trago.- ¿ve querida? , hoy en ida es difícil encontrar un buen servicio.

-ELE: y que lo digas amor, pero ella es muy buena.

-YO: ahora lo veremos, ande déjenos solos, mientras, ve al salón y me enseñas y te preparas para bailar la cumbia , criada, cuando termine de recoger aquí al irme, quítese todo menos la mini falda , y vaya al salón, pero póngase unos tacones, que esto es un casa con clase- baje a Ele de la mesa y la hice andar dándola un fuerte cachete en el culo, dios, como se movía, exageraba el contoneo de su cuerpo y con el sonido de los tacones casi me lanzo a por ella, me contuve dándola un azote aun mas fuerte, que retumbo toda la casa y la saco un grito- adelántese y vaya preparándose, ah, y deja la puerta abierta, querida.

-YASMINE: ¿quiere algo más el señor antes de que prosiga recogiendo la cena?

-YO: recuéstese sobre la mesa y levantase la falda, la voy a follar ahora mismo.- sonrío y obedeciendo, se tumbo sobre la mesa, y levantó su falda, dejándome el culo totalmente ofrecido, me agache chupándola su concha, húmeda, y la trabaje hasta tenerla a punto, se ponía de puntillas con cada movimiento de mi lengua, entonces me puse en pie y la ensarte de golpe el coño, el grito sonó por toda la casa, pero eso no evito que la embistiera de nuevo, una y otra vez hasta que ya no gritaba, gemía, sus fluidos aceleraron y profundizaron mis penetraciones, se metía mas de media polla y ya hacia fuerza contra mi, separándose las nalgas con las manos, la arranque el 1º orgasmo a los 15 minutos, entonces me puse serio, en posición y acelere al máximo sin parar durante media hora mas, su gritos eran de suplica, pero por que no parara, la saque 3 orgasmos mas hasta hacerla gritar como un loca queriendo salirse de mi, yo quería justo eso, que su madre oyera como sufría su hija, cuando llegó mi corrida ella era un trapo con el que había limpiado la mesa, la saque y la metí de nuevo un par de veces, la di un sonoro cachete, como a su madre, dejando la marca de mi mano.

-YO: ahora puede recoger, y recuerde mis indicaciones previas.

Me fui al salón con la polla flácida y colgando de lado a lado, orgullosos de mí, me encontré Ele hacendase una paja fuera de si, con sus ojos clavados en la puerta de la que provenían los gritos de su hija no hacia mucho.

-YO: por favor, no seas ansiosa, espérese a enseñarme a bailar y ya me ocupare yo de su cuerpo.- la saque los dedos de si misma, y lamí desde su coño hasta sus labios, pasando y recreándome en sus tetas, la cogí de la cintura y la puse en pie, con tacones era otra cosa.

-ELE: esta bien, lo 1º es que usted se quede en el centro, y deje el pie izquierdo pegado al suelo, el derecho lo levanta y me da palmas con el ritmo de la música que he preparado, tome estas vela, el resto déjemelo a mi.

Se fue a una cadena de música y puso una canción, ella comenzó a bailar y moverse alrededor de mi, me rodeaba mientras hacia gestos sensuales y otros no tanto, mas rituales, aveces se acercaba y me frotaba, pero luego se separaba, aquel juego tonto me la puso dura.

-ELE: ahora es cuando usted debe cortejarme, ofreciéndome la vela, y yo debo resistirme.

-YO: hombre es que con una vela, cualquiera es el listo que va seduciendo, ¿y si le ofrezco mejoro mi cirio?- señale mi polla tiesa, ella rompió a reír dejando de bailar.

-ELE: jajajajajja pero que brutote eres. – Se acerco a mi cambiando la risa por pasión, me agarro al polla y se pego a mi.- aunque como ve, es efectiva su oferta, por favor, ábrame de una vez, no lo aguanto mas.- su mano se movía masturbando.

-YO: antes déjeme que el enseñe yo como se baila hoy en día, ahora esta pegando algo nuevo, llamado reggaeton, me parece un poco basura pero es muy divertido bailarlo.

-ELE: claro mi papito.

Puse cualquier cadena de radio, lo ponían a todas horas, cuando sonaba me acercaba a ella, que movía sus caderas de forma sensual de lado a lado, de frente, y tal y como dicta el baile, la agarre y al apreté contra mi, la metí mi polla entre sus mulos y la levante una de ellas frotando todo mi torso del miembro contra su coño humedecido, al principio seguimos el ritmo de la cadera del otro, mientras la acariciaba una de su tetas, luego la puse de espaldas repitiendo la operación, pero según cambiaba la música ella se movía de forma diferente, llegando a ir en contra mis movimientos.

-ELE: ¿así que…… así …uf…bailan hoy……ay.….. los jóvenes?- suspiraba de lujuria.

-YO: igual pero con ropa.

-ELE: no me extraña…. que anden todos….. salidos perdidos……esto es casi follar.- sus suspiros aumentaban.

-YO: que va, por ahora estoy siendo suave, ellos lo hacen mas fuerte.

-ELE: pues déme, déme duro, como si fuera una cría – acepte su petición, agarre de sus tetas y de su cadera con fuerza, comencé a darla golpes muy fuertes y amplios, con cada uno sacaba mi polla de sus muslos y la golpeaba en el trasero, hasta el punto de que la hacia daño.- ay papi espérese así no, me hace daño, ummmmmmmm.- le gustaba.

Yo seguí por que había divisado a Yasmine con solo la mini falda y unos tacones de vértigo, mirándonos atónita viendo como “bailaba” con su madre.

-ELE: ay espérese déjeme que me coloque – se soltó y se agacho, atiendes el culo ante mi- dejando que mi polla golpeara en la vertical de sus nalgas- uff así……así si….que rico papi……..déme duro.

-YASMINE: ¡¡¡pero mama!!!- la fulmine con la mirada.

-YO: usted cállese y no se mueva hasta que se lo ordenemos.

Así lo hizo, se tiro 20 minutos viendo como su madre buscaba pociones cómodas para que yo la golpeara con mi polla por todo el cuerpo, llego a meter mi polla entre sus nalgas y apretar subiendo y bajando sus caderas a un ritmo bestial durante mas de 10 minutos, si así bailaba, ¡como tenia que follar.!

-ELE: ay mi macho, no aguanto mas por favor, le ruego, métamela, ábrame por dentro, lo necesito.- aquella frase de “mi macho” me fulmino la cabeza, tenia claro lo que debía hacer, y se iban a arrepentir.

-YO: esta bien, pero que venga la criada ayudar, tu ponte agachada sobre el sofá ofreciéndome el culo, pero no dobles las rodillas.- así lo hizo.

Cuando se acerco Yasmine la metí la mano por debajo de la falda y note que estaba húmeda de nuevo, la acariciaba mientras las acercaba al culo en pompa de su madre, besándola mientras la introducía algún dedo en el coño.

-YO: quiero que me sujetes la polla mientras me tiro a mi señora, chúpamela hasta que este bien mojada luego dirígela a su coño, deja la mano en la base hasta que me asegure de que si se la meto toda no la reviento, como a ti.

Obedeció como un robot, era jugar con mis dedos en su coño y se le pasaban todos los reparos, me regalo una buena mamada hasta llenármela de babas, entonces me gire hacia su madre que se frotaba por encima el clítoris ansiosa, y dirigiendo mi polla, ensarto a su madre conmigo, Ele casi se cae hacia delante del grito que pego.

-ELE: ¡madre de dios, no me entra, pare por favor!

-YO: no me fastidie, la criada se mete mas de la mitad ¿y la señora de la casa se rinde a la 1º?- esas palabras alegraron a Yasmine que estaba pegada a mi cuerpo siendo penetrada por mis dedos por detrás de su culo, y enrabiaron a Ele que se abrió las nalgas con las manos.

-ELE: métemela del tirón, ábrame que hace mucho que me entran.

-YO: ya ha odio a la señora, del tirón.

Volvió a dirigir mi polla a su entrada y esta vez empujo fuerte hasta lograr meterme el glande, era cierto estaba cerradísima, Ele subió el tono de su grito hasta quedar muda, la deje unos minutos para acostumbrarse mientas me trabajaba a su hija con mis manos y mi lengua, cuando notaba menos presión golpeaba con la cadera hasta repetir la situación, logre que Yasmine se corriera en mis manos antes de meterla media polla a Ele, comencé mi plan, la di un buen azote por correrse sin avisar, pero no cambio de posición ni soltó mi base, yo seguí percutiendo cuando notaba menos presión mientras Ele se inclina hacia delante para cuando, se acostumbraba, dejarse ir hacia atrás, se repitió el proceso hasta que la mano de la hija hizo contacto con el coño de su madre, se la solté y seguí perforando, hasta que casi al tenia dentro del todo. Me queda así, notando como se abrían las paredes en su interior. Subí a Yasmine encima mía a horcajadas, dejando culo con culo a las dos y estuve no menos de 10 minutos con la hija en brazos besándola y sacándola otro orgasmo con mis manos, mientras la madre se iba acostumbrando a mi, bajando el nivel de sus lamentos, le flaqueaban las piernas pero aguantaba, llego el momento en que Ele se movía con ritmo, así que baje a la hija al suelo.

-YO: vaya, parece que por fin esto avanza.

-ELE: ay mi macho, como me llena, en mi vida me sentí tan hinchada, ¡me llenan de verga y me encanta!

-YO: pues ahora voy a darla como a la criada, a ver si aguanta como ella.

La agarre las cadera dándole un buen par de azotes para dejarla marcada mi mano, empezaban a entender que mis azotes no era en balde, eran cuando no estaba feliz, quería que asociaran esa ida, casi como los mordiscos de mi Leona. Entonces las que saque gran parte de mi polla para volverla a ensartar, no gritó pero note como se abría de nuevo , lo hice despacio unas cuantas veces hasta que sus fluidos emanaron, entonces la fricción ya no era un problema, la di con todo, sin acelerones paulatinos, la metía entera y ella gritaba sin parar, ordene a la criada que se pusiera debajo y no parara de chuparle las tetas a la señora, obedeció sin rechistar, cuando se corrió la 1º vez otro azote, y el 2º igual, me canse de darle azotes al entender que era multi-orgásmica, joder que regalo, la penetraba tan fuerte que se le doblaban los brazos apoyados en el sillón, tuve que agarrarla de las peinas haciendo fuerza contra mi, pero aguantó sin desfallecer hasta que me corrí 40 minutos después, la di otro golpe en le cachete , tan fuerte que se le quedo la mano marcada mas de 1 día, y como tal, cayo redonda al sofá, agarrándose el coño, encima de su hija, que había quedado aplastada por su madre, la saque la cadera, la abrí de piernas sin quitarla a su madre de encima, y ahora, preparándola con mi mano, me la tire también de forma animal, obligándola a comerse el coño de su madre que rezumaba mi semen, la pobre no aguanto ni 20 minutos antes de medio desfallecer, ida aun logro sacarle mas orgasmos su madre, otro azote fuerte a las 2 hasta que me corrí.

-YO: así es como se debe comportar el macho de esta casa, y a partir de ahora lo seré yo, ¿me habéis entendido? – me acerque azotándolas en el culo a las dos.

-YASMINE: si mi señor, ¿verdad mi señora?

-ELE: ¡dios que si!, ¡me vas a partir en dos, pero eres un macho de verdad, maldito carbón!

-YO: lo 1º es que no se me falta al respeto, ni se me insulta, ni se me cuestiona,- azote- si eso ocurre habrá castigos- azote- y no so gustaría verme enfadado – azotes varios- Ahora os besareis entre vosotras, masturbar si es necesario, quiero que os corráis por las caricias de la otra hasta que se me vuela a poner dura, y entonces vere a quien doy por el culo.

Se le cambió la cara a Yasmine, pero no a Ele, supuse que ella no era virgen por el ano, pero hacia mucho que no lo hacia, eso seguro. Como no se movían, azote el culo de Ele de nuevo, el otro cachete, dejando marca. Eso la hizo reaccionar, y besar los pechos de su hija, me acerque y la arranque la falda, dándola otro azote a ella, dios, me dolía la mano ya, pero quería tenerlas dominadas para siempre. Sus caricias ya eran mas que lésbicas, la madre masturbaba a la hija sin parar, por que cuando lo hacia le daba otro cachete, la metía los dedos aceleradamente, cuando veía que la hija no acariciaba, la azotaba también, Yasmine cedió a las caricias de su madre, se corrió pero no pararon de besarse, ahora era Ele la que recibía las caricias de su hija, pero debido al multi-orgamo que le provoque se corrió en breve.

-YO: así me gusta, buenas chicas, ahora la criada le va a comer el ano a la señora, se lo va a abrí hasta que quede tan abierto que mi polla entre sin tocarla el ano, y como ocurra me enfadare, y entonces la criada ser la que reciba mi polla por detrás, y seguro que por la cara que pones eres virgen por allí, ¿verdad?

-YASMINE: si mi señor.

-YO: bien, por que mientras lo haces, te voy a estar follando el coño hasta que revientes de nuevo como en la cocina, y como no hagas bien tu trabajo, te voy ha hacer daño de verdad.

-ELE: ay mi papi, déjela…- la corte de raíz con un azote que me dejo la mano medio dormida un rato y la saco un alarido.

-YO: aquí ni papi, ni papasote, ni amor, ni cariño, ahora soy vuestro macho y como os diriges a mi en otros términos os reviento el ano sin preliminares, ¿me habéis oído?

-ELE: ¡dios, si!.- otro azote bestial, tenia el culo rojo con la marca de mis manos.

-YO: ¿si ….que?.- levante la mano casi sin sentirla.

LAS DOS: si, mi macho.

La madre se puso a cuatro patas y su hija igual pero metiendo una mano y su boca en el ano de su madre, debía de trabajarlo bien por que la sacaba gemidos de placer, debió ver el culo de su madre, mucho mas castigado por mi que el suyo, y no quería sufrir aquel horror, me puse de rodillas detrás de ella, y la ensarte sin mucho cuidado, quería gemir pero estaba contentada en meterle el 2º dedo por el culo a su madre, para cuando la arranque el 1º orgasmo ya la tenia el culo abierto, pero con mis palabras y azotes en su cabeza, siguió, sin parar hasta llegar a meterla el puño cerrado por el culo a su propia madre que gritaba de lujuria.

-YASMINE: ya esta mi macho.

-YO: ¿esta segura? Si voy y la rozo el ano serás tu quien sufra.- metió y saco su puño un par de veces.

-YASEMINE: si esto no se abre más, dése prisa y métasela antes de que se cierre.

-ELE: ¡¡si por dios, métamela toda mi macho!! – abrí de piernas a la hija y la empuje hasta dejarla a 4 patas encima de su madre, la di un buen azote a la madre

-YO: aquí el que da órdenes soy yo.- según me saquee la polla del coño joven la metí limpia en el ano de su madre, acaricie con cariño el culo de Yasmine.

-YO: muy buen trabajo, así me haréis feliz y no tender que enfadarme.- solté un azote a la madre que la hizo llorar de dolor- aprenda de la sirvienta y muévase, no voy a hacerlo yo todo.

-ELE: si mi macho.

Se volvió loca, se la metía entera en el culo y se la sacaba entera, intercalando tamos en que movía la cadera como una actriz porno profesional, con su hija recostada encima, llego al multi-orgamo pero de un azote la ordene no parar hasta que se desmayara, y a su hija magrear los pechos de la señora, estuvo así una hora en la que no moví un solo músculo, solo daba indicaciones, hasta que Ele desfalleció y cayo al suelo, entonces le di un azote a la hija.

-YO: ha dejado el listón muy alto, a ver que haces tú.

Se dio la vuelta y usando a su madre desmayada como respaldo, se abrió de piernas y con una mano se abrió el coño al máximo, la penetre ayudándola un poco y agarrándola con firmeza me la folle sin parar media hora mas, estaba desatado, la deje medio ida al correrme. Estaban la dos tumbadas una encima de la otra, se movían a duras penas, aquellas 2 diosas latinas apenas habían aguantado 4 horas de sexo seguido entre las 2, me di cuenta de nuevo del regalo que tenia en mi Leona, pero no iba a dejar escapar a aquella madre y su hija.

-YO: así me gusta que se comporten las hembras de esta casa, y así va a ser de ahora en adelante, vais a hacer vuestra vida, pero conmigo en esta casa yo seré el macho y se hará lo que yo quiera, según entre os quiero desnudas y en tacones, ¿queda claro o tengo que azotara más?

YASMINE: haz lo que quieras con nosotras, somos tuyas, macho mío.

-ELE: solo deja que nos recuperemos.- quise tener compasión, pero no podía si quería que quedara claro que no había discusión en esto, no podía dejar que me diera una orden, me puse a su altura, la azote el culo y la saque de debajo de su hija.

-YO: aquí nadie descansa ni se recupera hasta que yo lo diga.- la empale del tirón el coño y la lleve a un solo orgasmo, el resto de la hora que me la tire lo pasó semi inconsciente, con su hija queriendo decir algo, pero temiendo la represalia, guardo silencio. Cuando me corrí dentro de ella la cogí la cara, la tenia que despertar para que me mirara.- ahora tienes mi permiso, puedes recuperarte mientras me llevo a la criada a la ducha, y allí la voy a estrenar por el culo, por tu osadía de darme una orden.

Se el abrieron los ojos de golpe a las 2, pero no dijeron ni nada, Ele lloraba mirando a su hija mientras ella se ponía en pie y se dirigía a uno de los cueros con ducha triando de mi, con los ojos vidriosos. Mire a Ele a los ojos, ella pedía piedad.

-YO: que sepas que pensaba hacerlo con cuidado y cariño, pero ahora la haré sangrar por tu atrevimiento, así aprenderás a no replicar a tu macho.- quiso hablar pero se temió algo peor.

Seguí al baño a Yasmine, que sollozaba, la metí en la ducha y la di un buen lavado, estaba llena de sudor y fluidos, la obligue a dármelo a mi también, y una vez dentro los dos, la puse de cara a la pared, tuve cuidado, no estaba loco, pero quería que Ele no lo supiera, tenia a Yasmine en mi mano pero su madre no aprendía, la trabaje con mimo el culo, hasta que se lo note abierto, claro que le iba a doler era la 1º vez, pero ella no sabia cuanto era dolor normal y cuando dolor exagerado, se la metí por el coño un rato para excitarla y cuando la tenia punto la empale por el culo, fue duro y notaba como se abría a cada milímetro, ella gritaba como un cochinillo, sin duda su madre estaría oyéndolo, eso pretendía, pero dejado que se acostumbra, fue Ella la que se movía penetrándose mi polla por el culo, los gritos pasaron a pasión pura, la levanté de la bañera agarrándola de las piernas y percutiéndola en el aire, la dejaba caer hasta casi empalar por completo, mientras una ano la sacaba orgasmos en su coño, casi llegó a ser multi-orgasmo como su madre, y a la hora y media me corrí dentro de su culo. Dejándola satisfecha y sin tan mal rato como se preveía, me fui al salón donde Ele lloraban sentada, desconsolada en el sillón.

-YO: mi señora, su hija se ha comportado y no solo no ha sangrado si no que ha disfrutado – le cambio la cara a felicidad instantánea- pero no se alegre, le ha dejado el listón muy alto y vengo a ver si lo iguala, o me enfadare.

Reaccionó al instante poniéndose a 4 patas y abriéndose el culo, me coloque detrás de ella y me la tire mas de 2 horas por el culo, desmayándola y recuperándola, pero ella solo pedía mas al volver de sus desvanecimientos, sus gritos hacían ladra a perros del barrio, cuando estaba consciente se movía como una bailarina profesional, la pegué a mi pecho para tener controlado cuando pasaba y así magrear su tetas, mientras bobeaba sin descanso su ano. Termine corriéndome dentro de su culo de nuevo, y la ordene que fuera a ducharse con su hija, que seguía en el baño, que ahora iría a terminar la faena.

Al verla salir del salón caí exhausto, ellas no podían verme así, lavaba casi 7 horas tirándomelas, solo mi Leona me había llevado a ese punto, pero ella era una sola, no 2, que mientras una descansaba la otra era castigada, me fui a beberme como 2 litros de agua, cogí compostura y me fui apea el baño, gracias a la visión de la madre frotando el culo de la hija y de la hija enjabonando los pechos de su madre, se me uso dura de nuevo y me metí en la ducha con las dos, mientras me follaba el culo de la hija tenia a la espalda a su madre admirando el valor de su pequeña, acariciándome y enjabonando mi espalda con sus tetas de escándalo, mis golpes de cadera eran acompasados por Ele, mientras que abría el ano de su hija, de tal fuerza eran las embestidas que mi pelvis golpeándola la hacia templar la carnes de su cadera, la di un ultimo agua al correrse y la deje irse salirse, ordenado que se acostara en una cama, desnuda, me quede otra hora mas tirándome de mil maneras a la madre, la levantaba solo de una pierna y la perforaba sin piedad, la agarraba de tal manera que ella solo se sostenía con las mano en la pared, tenia el pie de abajo en el aire, yo la levantaba de la otra pierna, mientras atacaba sus pechos para que dejaran de moverse, eran hipnóticos, me distraían, la visión del agua cayendo sobre unas tetas me ponía siempre como un animal, y aquella mujer lo pago, la tumbe en la bañera y le daba golpes de cadera tales que la hacían elevarse por la cerámica y volver a bajar ensartándose todo mi miembro por el coño, tenia que poner mis mano en el borde para hacer de tope con sus hombros. La deje desmayaba con el agua cayendo sobre su vientre al correrme, salí buscando a Yasmine por los cuartos, me la encontré desnuda encima de una de las camas dormida como un ángel, me acosté usándola de peluche, eran mas de las 8 de la mañana y llevaba casi 14 horas follando sin parar, desde que me tire a Alex en la piscina hasta ese momento, a aquellos 2 caramelos colombianos casi 9, caí dormido al sentir como Ele venia del baño y se tumbaba desnuda a mi lado, abrazándolas cogiéndolas de la tetas a una con cada brazo, me dormí.

Me desperté 9 horas después, y fue por que note movimiento, si no seguiría durmiendo, lo que note era en mi polla, se movía, abrí los ojos y vi a la madre chupándomela, con la hija bien atenta, le iba dando indicaciones de cómo mamarla bien y luego lo hacia Yasmine, me quede inmóvil disfrutando de aquello unos minutos, hasta que recordé que ese no era el plan, yo era el macho.

-YO: ¿se puede saber que estáis haciendo?

-ELE: nada macho mío, solo le estaba enseñando a como tenerle feliz.

-YASMINE: si, se lo pedí yo, la tienes enorme, solo quería aprender a complacerle.- lo decían con tono suave y sin dejar de chupármela,

-YO: ¿y quien os ha dado permiso para chupármela?- se miraron intrigadas.- ¿es que aun no os ha quedado claro?, me vais a enfadar y no os va a gustar, ahora mismo me vais a poner a Yasmine encima, de espaldas a mi y la voy a dar por el culo sin preliminares, la voy a dar hasta que se desmaye, mientras Ele no parara de comerla el coño y meterla los dedos hasta el fondo.- me incorpore y las azote las 2, me ardía la mano, se dieron cuenta que lo de anoche no era una juego, iba a ser su macho con todas las consecuencias, Yasmine asintió, pero Ele quiso dominar.

-ELE: óigame, no le consiento que nos hable así, me estoy cansando de………..- la solté un sonoro tortazo en la cara, nada violento, odio que se pegue a las mujeres, pero si lo suficiente para girarla la cara y callarla, sin dejar marca, me puse de rodillas y agarrándola del pelo lleve su boca a mi polla tiesa y se la metí de golpe, tan profundo y tan dentro que le daban arcadas. Eleve mi tono de voz fuerte y seguro.

-YO: ¡¿de que se están cansando?! – la oía hacer gárgaras en mi glande- ¿de quedarse en casa esperando un macho? Su marido no lo es, y aquí esta uno, ¿de tener este cuerpo perfecto, follar como una diosa y aun así haber perdido a su marido por la 1º furcia que se encuentra? ¿Eh? ¿De eso se ha cansado? Por que el será un cabrón retrasado, pero lo ha perdido usted, después de tirármela puedo asegurar que ningún hombre cuerdo la tendría tan descuidada si le diera lo que un hombre necesita, es culpa suya, ¿o quizá se ha cansado de marchitarse aburrida en casa siendo un florero mas, un cuadro bonito de la casa? ¿O de que su hija pierda su juventud estancada por un imbécil de una banda que ni la mira después de habérsela tirado?- Ele comenzó a llorar, en parte por mi polla ahogándola y en parte por que mis palabras, aun siendo hirientes, eran ciertas.

Yasmine quiso hablar pero la lance una mirada que la hizo caer de espaldas mirando incrédula cuanta polla le había metido en la boca a su madre.

-YO: ¡díganmelo!, si se han cansado de eso seré su macho y me harán caso en todo, las castigare cuando considere que se me falta al respeto, dentro de esta casa seré vuestro dios y actuareis como almas devotas- la solté el pelo dejándola libre- de lo contrario, sácatela de la boca, me vestiré y me mire, no volveré a pisar esta casa, y no os preocupéis, esto jamas habrá pasado, pero no volveré a tocarlas. ¡Vosotras decidís!

Pasaron unos segundos en que vi los ojos vidriosos en Yasmine, y como Ele lloraba sin sacarse la polla de la boca. La amenaza era real, pero un farol, no estaba dispuesto a llegar a más con ellas, no me iba el sado y si ellas no me daban completa sumisión, tendría a 20 fuera que me la darían. Ele ente sollozos se fue serenando, y cuando se vio segura, comenzó a mover su lengua y a meterse media polla del tirón, lentamente, sin parar de moverse, di gracias al cielo, por que no quería perder aquello.

-YO: ahora me chuparas la polla hasta que me corra y sin derramar una sola gota te besarás con tu hija, con lengua y jugareis con mi semen hasta que os lo traguéis todo.- aumento el ritmo, su amada ya no era de cariño, si no de obediencia, había demostrado que mi polla entraba mucho mas en su garganta y ella lo aprovechó, notaba sus labios friccionándose y sus babas hacían brillar mi miembro cuando se retiraba, dios, debían de llevar una hora chupándomela dormido, por que me corrí demasiado rápido.

Obedeció al dedillo, cuando terminé de eyacular se aguantó las arcadas y fue saliendo a contra pelo de mi polla con sus labios, hasta cerrarlos sin derramar una sola gota, atrajo a su hija y la beso , 1º escupiéndola en la boca abierta, para luego sacar la lengua de forma clara, y penetrar la boca de su hija con ella, luego separarse unos centímetros y dejarme ver sus lengua peleándose por ver quien se quedaba mas semen, estuvieron así unos minutos hasta que el semen paso por sus gargantas.

-YO: quédense aquí, aquí- me fui a la cocina, se me ocurrió un arma nuclear, un arma que disuade, que haría que no me doliera la mano y tenerlas sumisas. Regrese triando un objeto a la mesa de noche, haciendo caerse un despertador que había allí, ellas miraron el objeto mientras se abrazaban, en parte excitadas y en parte temerosas. Era una de esas tablas de madera con mango, que se esas en las cocinas apea cortar verduras si rayar la mesa- bien, no quiero hacerme mas daño en la mano, a partir de ahora si me enfado no habrá azotes, os golpeare con la tabla en el culo, con todas mis fuerzas, no quiero usarla, pero depende de vosotras.

Funciono a la perfección, jamas la tuve que usar contra ellas, aunque siempre la ponía cerca, y mejor, jamas volví a azotarlas por castigo, solo de recordatorio y como premio.

-YO: bien, ¿por donde íbamos? Ah si, ahora me vais a poner a Yasmine encima, me tumbare boca arriba, con ella de espaldas a mi y la voy a dar por el culo sin preliminares, la voy a dar hasta que se desmaye, mientras Ele no parara de meterla los dedos hasta el fondo. – cogí la tabla- ¿esta claro?- las 2 asintieron, deje la tabla en la mesa y me tumbé.

Ele se hizo dueña de la situación, subió a su hija a mi estomago, sentada y dándome la espalda, me pidió permiso para chuparme la polla un poco, se lo concedí, dejando claro que no tocara el ano de su hija, así lo hizo, se aseguro de llenármela de babas, y luego la llevó al ano de su hija, que se abría las nalgas a mas no poder, presiono fuerte, no entraba, así que presiono mas, notando como su hija se quejaba, pero no paro hasta que se metió mi glande con un sonido de vacío.

-YO: Muy bien , yo no me voy a mover, ella tampoco puede moverse, solo tu puedes hacer el movimiento así que cógela de la piernas y cárgala sobre tus brazos, ve bajándola hasta que le entre toda, como en la bañera, dejala empalada unos segundos y luego haz que me folle – se quedo quita, y cogí la tabla, reaccionó rápido metiendo los brazos por debajo de la piernas de Yasmine , haciéndola que se agarrara a ella, la cogió a pulso, la fue bajando mientras ella gritaba de dolor.

Fue haciéndolo despacio, dejando que se acostumbrara su pobre hija, pero no era tan fuerte y le fallaban los brazos así que de vez en cuando caía 4-5 centímetros de golpe, sacándola alaridos acallados por la boca de su madre, a los 10 minutos ya la tenia totalmente empalada, sin gritar, solo abría la boca y sacudía las manos de dolor, espero hasta que se calmo y volvió a cogerla para elevarla y volver a bajarla, sacándola mas alaridos, al principio lo hacia con fuerza y con calma, pero sus brazos no tenían mas energía, solo podía hacer fuerza para levantarla y luego la dejaba caer, cada vez mas rápido, ya se oían los golpes de nuestras pelvis cuando se corrió la 1º vez, ahora comenzó a masturbar a su hija metiéndole los dedos sin compasión, entendieron que si se corría los fluidos cacerina a su ano y eso facilitaría todo, no se equivocaban pero durante 20 minutos su hija sufrió, mucho, para cuando se corrió pro 3º vez hasta note alguna gota de sangre en su ano.

-YO: esto ya me gusta mas, apártete, deja que me levante y túmbate boca arriba Ele.- así ocurrió, al levantarme agarre de la cintura a Yasmine y me puse de pie al lado de la cama con ella en el aire, no tocaba el suelo, solo sujetada por mi brazo en su vierte y mi polla en su culo, ella hacia fuerza para intentar elevarse sobre mi, pero solo lograba caer mas a plomo quedándose aun mas ensartada.

Cuando se tumbo boca arriba Ele, me puse de rodillas en la cama dejando a Yasmine a 4 patas sobre su madre, las ordene que se besaran y acariciaran , mientras lograba desmayar a pollazos aquella cadera joven y ancha que me había vuelto loco muchos años, al inicio lo hacia con cariño, y ella gemía entre mis acometidas y las caricias de su madre, jugaban con sus bocas mientras se mareaban las tetas, esa visión me acelero el ritmo, quería dar una ultima lección, agarre con fuerza y lleve mi cadera a velocidad de la luz, cada embestida la hacia retorcerse sobre su madre, era casi incontrolable, a la media hora, y después de correrse al menos 4 veces, cayo desmayada sobre su madre, como un peso muerto, pero no pare de follármela durante otros 20 minutos, veía como su madre suplicaba piedad con la mirada mientras el joven cuerpo inerte de su hija la aplastaba, solo se movía debido a mis envestidas, pero la aguante la mirada de rabia, aquella loba seria sometida, en esos 20 minutos acariciaba a su hija buscando vida en ella, sin encontrarla, y su mirada de petición de piedad fue cambiando, poco a poco, con cada restriegue del cuerpo de su hija inmóvil sobre ella, los ultimo 5 minutos vi aceptación, sabia que no podía escapar y no había salida ni opciones, era mía por completo, cuando me corrí deje de bombear paulatinamente, al ritmo que iba era una locura parar de golpe, se me hubiera salido la cadera. Mire a lo ojos sumisos de Ele.

-YO: a ver si así aprendes de un puta vez quien manda en esta casa.- le di un pequeño azote de gratitud a su hija.

-ELE: si mi macho, ha quedado claro.

-YO: me alegro por que en 2 minutos me voy a folla tu coño, con tu hija inconsciente encima.- la mire buscando cualquier rastro de rabia, incomodidad o suplica, no lo hubo, solo aceptación de nuevo.

La saque la cadera un poco y me comí su coño hasta sacarla un orgasmo, me costo, la situación no era agradable pero mis manos eran hábiles, ya la tenia como un pierda ya, así que me la penetre del tirón, estaba tan húmeda que desde el inicio me entro toda, note como se abría un poco al final de su cueva, pero se puso roja, estaba disfrutando como una loca y no le gustaba, pero no podía evitarlo, me sorprendí cuando se puso a besar y acariciar obscenamente a su hija ida, chupándola las tetas, vi como el cuerpo de la joven, aun ido, se mojaba por aquello, la partí por la mitad una hora mas sin tener compasión, y de sus orgasmos múltiples y continuados, ahora era ella quien le abría el culo a su hija, metiendo un dedo en el ano, la daba cachetadas, estaba poseída, para cuando me corrí di un salto masturbándose fuerte el coño, posesa, hasta correrse como una fuente con su hija aun encima. Fue la follada mas bestia que las di, aleccionadora, a partir de ese momento eran corderitos amaestrados, ya no hacia falta darlas lecciones, solo disfrutar.

-YO: me voy a la piscina, id con solo la parte de debajo de algún bañador, que os abra las nalgas, cuando estéis listas, y lleva algún bote de aceite corporal de los que vi en el baño.

Salí en pelotas a al terraza y me di un buen baño relajante, dejando destensar mis músculos, estaba agotado, asfixiado y agarrotado, pero contento, había logrado ganarme a aquellas 2 pedazo de hembras, a la bomba latina a la MILF de su madre, y no solo eso, me eran completamente sumisas, y el hecho de que Ele se mostrara tan reticente y aun así lo hubiera logrado, me lleno de orgullo, pese a que las formas no me habían gustado, pero estaba allí flotando, feliz, y no por lo que había ocurrido si no por que me lo estaba pasando pipa, y tenia a Ana en el horizonte cada vez mas cercano, era lo único que necesitaba.

Me pase más de 2 horas en el agua, sin hacer nada, solo flotaba boca arriba, abstraído, con los oídos debajo del agua, suspensión sensorial o algo así, hasta que oí la puerta de la terraza, mira de reojo sin moverme demasiado, y allí estaban las 2, recién duchadas y limpias, con solo unos ridículamente pequeños bañadores de tanga, las tetas aire y el pelo húmedo, con unos tacones de infarto las 2, estaba de pie junto al borde de la piscina, mirándome como 2 esclavas, Ele me miraba la polla, mordiéndose el labio, ¡ dios que hembra!, tenia aun ganas de mas pese a haberlas tenido hacia 2 horas a una desmayada y a la otra ida. Me hundí, bajo el agua volví a mi estado de macho dominante, y bucee hasta el bordillo saliendo casi del agua del tirón con la fuerza de mis brazos, (desde mi perdida de peso me notaba como un superhéroe, la fuerza que antes era necesaria para moverme era igual, pero el peso a mover era mucho menos, tenia un excedente de energía en todo momento), quede de pie, desnudo y con todo el agua cayendo pro mi cuerpo, las 2 me miraron al polla, a plena luz del día mi cuerpo y mi tranca debía ser un espectáculo.

-YO: esta bien mis señoras, ahora seré bueno con ustedes mientras sigan las reglas, ¿donde esta mi tabla?

-YASMINE: ¡aquí esta!- se la saco de las manos a su espalda

-YO: ohh así me gusta, eres una buena chica y te voy a follar a ti 1º- me lance a besarla metiéndole la mano entre las nalgas separado aquel hilo de su culo, para luego ir bajando por su cuello hasta sus tetas, donde mi otra mano ya las trabajaba.

-ELE: pero fue idea mía traerla- lo dijo con tono de cría pedigüeña.

-YO: ¿es eso cierto?- asintieron las 2- esta bien, ven aquí.

Se pego a mi otro costado poniendo las tetas en el costado, bien separadas por mis costillas, sin soltar a la hija hice lo mismo con al madre, metí mis dedos por la raja de su culo, y la bese con pasión bajando hasta lamerle los pezones un par de veces antes de chuparlos, sus pezones era una maravilla, eran duros, largos y exagerados, como pitorros para inflar colchonetas o balones de playa, cuando oí quejas de la hija entendí que yo solo tenia un boca pero 2 manos así que las ordene besarse delante de mi, así lo hicieron de forma visceral y pasional, con lengua, mientras mis dedos bajaban por sus hilos y acariciaban sus coños por encima, con una a cada lado, se me puso dura al momento, aquello ya no era dominación, sino placer, notaba como a propósito juntaban sus piernas para rozarme el miembro, y como se restregaban las tetas contra mi, eso me llevo a agárralas con fuerza de sus coño y levantarlas contra mi, sin que los tacones tocaran el suelo, reían de impresión ante mi fuerza, pero las ordene que no pararan de besarse, mientras con mi boca me comía aquellas 4 tetas que me golpeaban la cara, y mis dedos jugaban en sus coños, con mis brazos aceptando el reto, no se cuanto duro pero del esfuerzo me parecieron días, al final las tuve que dejar posar los pies en el suelo, pero agarre de los hilos de sus prendas y tiraba de ellos hacia arriba, como botando una pelota, con cada tirón las sacaba un gemido y se ponían de puntillas, ahora era yo quien intercalaba mi lengua, una con la otra, y la que no estaba ocupada le comía las tetas a la de al lado, fue casi con guión, me propuse arrancarlas un orgasmo antes de empezar así que hundí mis dedos en sus coños, empapados, y los trabaje hasta lograrlo, Yasemine cayo primero, y la ordene tumbarse en la hamaca, así pude meter ambas manso en Ele, mi mano era frenesí entrando y saliendo de ella, mientras gemía le comía sus pezones, dios que locura, los mordía incluso, arrancándola algún suspiro de placer, se corrió como una animal en celo, la solté y casi cae al suelo pero la agarre de culo y me la monte encima, entre risas y palabras de gloria.

-ELE: ¡dios santo, mi macho! ¡Así se trata a unas damas!- la di un suave cachete.

-YO: si siempre se comportan así de bien las tratare como a princesas, pero si no, ya saben…..- la tire encima de su hija, y quedaron entre risas, mordiéndose un dedo o acariciándose sin dejar de mirarme a mi y mi estaba tiesa apuntándolas- ¿donde esta el bote de aceite corporal que pedí?

-YASMINE: ahí, en la mesa se lo dejamos.

-YO: esta bien, que una con una toalla me seque, déjeme impoluto, después me van a embadurnar con ese aceite, – vi picardía y complicidad en sus ojos- ¿o quieren hacerlo las 2?

Ni respondieron, se levantaron y con una toalla me secaron a conciencia, centrándose en mi pecho, mis amplias espaldas y sobre todo mi polla.

-YO: bien ahora me van a embadurnar en aceite, pero como son las 2, no usaran sus manos, échense una gran cantidad en las tetas y me van a repasar con ellas todo el cuerpo.- era increíble la imaginación que tenía en aquel entonces, había visto demasiadas pelis porno para no tener ideas, supongo.

Lo hicieron, se embadurnaron las tetas una a la otra, eso casi me hace asaltarlas, pero después fue peor, Yasmine se centraba en ayudar, pero lo de su madre era un espectáculo, aquellas tetas operadas, hinchadas y con aquellos pezones brillantes por el sol y el aceite, me repasaban como unos rodillos de carne, se las agarraba para tener mas tracción, y las uso para hacerme una cubana, mojándome la polla entera. Al acabar estaba por partirlas a la mitad, pero las arranque los tangas y las pegue a mi, como antes, abrí el bote, no la boquilla si no que saque la tapa y deje caer todo el aceite entre nuestros cuerpos pegados, para después masajear, magrear y empapar sus tetas, su cintura, sus traseros y su coño, sus muslos, no deje un trozo de piel sien pasar, y hasta se me escurrían al apretarlas, finalizado, estabamos los 3 goteando aceite, desnudos y excitados.

-YO: Yasmine, tu túmbate en la hamaca boca abajo, pero no separes las piernas, solo ábrete las nalgas.

-YASMINE: si macho mío.

Lo hico encantada, yo me senté en su trasero metiendo mi polla entre sus nalgas, estaba tan grasienta que me resbalaba, repase toda su aceitosa espalda y su trasero, jugando con mi polla, al final apreté mi glande contra su coño y la penetré, con tanto aceite y excitación a la 3º embestida ya el entraba toda, y gemía como loca de gusto.

-YO: Ele, ven aquí y ponte a horcajadas sobre mí, quiero comerte las tetas esas tan maravillosas mientas me follo a tu hija.

Lo hizo tal cual, la agarre y la pegué a mi, se me resbalaba igual pero la mantenía en el aire con el peso cargado en mis piernas y comencé a golpear con la pelvis a las 2, mi polla se introducía en Yasmine pero Ele recibía el impacto igual, la eche para atrás y le comí las tetas como un crío hambriento, mordisqueaba sus pezones, eso la hacia erizarse la piel y a mi acelerar el ritmo, su madre rebotaba contra mi como si fuera ella quien me recibía pero era su hija que gemía de placer antes mis acelerones, no tardó en correrse la 1º vez, menos de 20 minutos, pero no paraba de separarse las nalgas con la dificultad del aceite, y de pedir mas, así que se lo di, estuve una hora dándola sin parar y comiéndome el aceite de la tetas de la madre, hasta que me llego la corrida, allí desmonté a la Ele y apoyándome bien le pegue unos ultimo 5 minutos bestiales a Yasmine, arrancándola varios orgasmos incidiendo directamente en su punto G, sin parar y apretando y separando sus nalgas, la golpeaba tan fuerte que retumbaba la hamaca, la madre se había tirado al suelo y se estaba haciendo un dedo de locura mientras se pellizcaba un pezón, sin apartar la vista de la follada de cine que tenia delante, me corrí al fin con unas ganas y un placer que no había sentido desde la tarde previa, acariciando su trasero sin parar antes de sacarla mi pene, algo flácido, de ella.

-YO: ven como si colaboran se elude disfrutar sin dolor, ahora mientras ella se recupera me voy a follar a Eleonor en el agua.- extendí mi mano mirándola a los ojos mientras se hundía un dedo en ella, la cogí en brazos como el ida anterior, pero esta vez a horcajadas, y se la metí sin problemas, me fui al borde de la piscina, y así, salte al agua, quedamos unos segundos bajo el agua, la fuerza de la gravedad y la inercia hicieron que mi polla la ensartara al completo, sabia que aguantaba bien la respiración así que me la comencé a folla allí mismo, mientras neutros cuerpos ascendían.

Al salir la lleve contra un pared de la piscina y agarrándome al bordillo la ordene que se moviera, que girara aquella cadera como la diosa que sabia que era, obedeció con el halago, me rodeó con las piernas, y mientras nos besábamos podía notar sus gestos amplios y dulces con la cadera, sacándose la polla casi del todo y volviéndosela a meter, media los espacios, fue subiendo la velocidad pero haciendo todo el gesto amplio, su boca se separaba de mi lo justo para gemir y coger aire antes de volver a meterme la lengua hasta la nuez, cada vez que se separa lamía su tetas, estuvimos así no menos de 40 minutos hasta que rompo en un multi-orgasmo, se movió como poseída por el demonio, de forma poco elegante y sin ritmo, pero sin dejar de empalarse sola.

-ELE: ¡ay mi macho, que pedazo de vergota tiene, me hace perder la cabeza, por dios, ¿no se cansa nunca?!

-YO: mientras tu aguantes yo aguantare mas, ahora vete hacia la zona profunda e intenta salir del agua por la escalerilla, pero no lo hagas.

Obedeció sin saber de que iba aquello, vi como se apoyaba en los peldaños de la pared para intentar salir y cuando ya tenia su culo fuera la ataque, me apoye los pies en los escalones, y tire de ella, apoyando en las abrazaderas de la escalera mis manos, le metí la mano en el ano y con el agua se lo trabaje hasta meterle un par de dedos, luego la ensarte con cuidado, totalmente llena y dentro de ella, baje nuestras cinturas hasta dejarlas justo por debajo del nivel del agua, y cogiendo firmeza en la posición, inicie un bombeo, literal, con cada embestida evacuaba agua con fuerza en su trasero, ella al inicio me seguía en los movimientos alejándose de mi cintura, pero cuando gemía de gusto ya hacia fuerza contra mi, haciendo movimientos en dirección contraria, mientras mordía y besaba su espalda, seguía acelerando y salpicando agua por todos lados, la arranque un 2º multi-orgasmo que la hizo gritar de placer como no la había oído hasta ahora, aun así no pare hasta que me corrí, me gustaba que yo fuera el final, el ultimo minuto era demoledor, mis golpes la elevaban y casi la sacaban de la piscina pero volvía a caer contra mi y yo aprovechaba para volver a golpear, estalle en un orgasmo que me atravesó la espalda, notando cada eyaculación en su ano, y como ella apretaba su ano, para que notara que ella también lo sentía.

-YO: así se comporta un buen macho ¿verdad?

-ELE: claro que si, y aquí sus hembras estarán siempre a su disposición, usted es nuestro dios y lo adoraremos siempre que este en esta casa, y fuera de ella si llegara el caso, con esa pedazo de verga me va a partir siempre que quiera ¿me oyó?, ¡siempre!.

-YO: como sabe complacerme, pero he de volver a casa.

-ELE: por dios, no me diga eso, quédese a vivir aquí, se lo ruego.- le di un buen azote recordatorio.

-YO: ya sabe que yo decido siempre, usted solo esta aquí para complacerme y si me hace feliz seguiré haciéndola feliz a usted, ese es el trato.

-YASMINE: claro macho mío, lo que usted diga, aquí estamos las 2 para siempre, suyas, aunque no este en la casa será nuestro macho.

-YO: me gusta oírlo, por que quiero que aunque no este en la casa, ustedes se diviertan sin mi, y se hagan fotos o videos y me los manden al móvil, quien sabe, quizá si me calientan venga a visitaras enseguida.

Salí del agua después de ver como el culo de Ele salió, en mis narices, mojado, lleno de semen, abierto y con las nalgas rojas, la metí un dedo por el culo hasta llevarla con su hija y dándola un buen beso de tornillo la lance contra su hija, la cual la recibió con otro beso cliente, metiéndola mano sin parar.

-YO: ya saben, sigan aquí divirtiéndose y mándeme alguna foto antes de la cena- ellas sonreían despidiéndose mientras jugaban entre ellas, la ultima imagen era de las dos metiéndose un dedo a la otra mientas Yasmine le comía las tetas a su madre, eran tan espectaculares que hasta su hija no se podía a resistir.

Al abandonar el edifico tuve una sensación de plenitud, estaba siendo el depredador de antaño, antes de Irene, pero no tenia esa sensación de ahogo o frustración, el hecho de tener a Ana como objetivo me permitía tener esa sensación supongo, ya solo quedaba un mes y medio para que llegara, se me estaba haciendo eterno el verano y ya solo buscaba coños con los que pasar el rato, y a fe que pase muchas partes del verano en la casa de las colombianas, según llegaba a su casa se ponían desnudas, solo con lo tacones en la entrada, las hacia desnudarme y les regalaba una primera corrida mía a cada una, luego jugábamos y vivíamos tardes enteras de preliminares para cavara follando como locos en la piscina, ya fuera de día o de noche, las hacia retorcerse, al principio Ele duraba casi 3 horas y Yasmine 1 y media cuando me ponía serio, pero con el paso de las tardes de verano, Ele aguantaba casi 4 horas y media, mientras que Yasmine llego a las 4, siempre intercambiándolas cuando una desfallecía. Su relación cambió no eran madre e hija si no amantes, y yo su factor en común, aveces me mandaban videos de ellas metiéndose consoladoras, llamándome a su casa, mas de una vez deje tirada a alguna muchacha a medio polvo por ir a zumbármelas durante horas, llegaron a ocupar el espacio de mi Leona cuando quería marcha dura, pero siempre encontraba una tarde para ir y recordarla que era la única que me sacaba de quicio, que era capaz de llevarme al limite, y era ella sola, sin ayuda.

A Yasmine me la seguí tirando en el tiempo, era una de mis recurrentes y siempre que salimos con los amigos era mi juguete, no salíamos juntos, simplemente era mía y la disfrutaba, con el paso del tiempo se olvido del de la banda y cuando inicio una relación seria con un buen chico, dejamos ir lo nuestro, con la promesa de que si quedaba libre seria mía de nuevo. A Eleonor, me la he seguido tirando siempre, incluso tengo una o dos historias mas con ella que llegaran con el tiempo, comenzó a salir de nuevo de su casa y pasarse por el parque a charlar con mi madre y sus amigas, la odiaban todas por dentro, era un espectáculo de mujer y se afanaba en dejarlo claro con su ropa, pero se llevaban bien, como os digo aun tengo alguna historia mas con ella así que no os adelantare nada.

Aun así aun quedaba verano y tenía toda la intención de seguir disfrutandolo.

CONTINUARA……

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Relato erótico: “La fabrica (28)” (POR MARTINA LEMMI)

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SECRETARIA PORTADA2“Es cierto – dijo Rocío, al cabo de un rato, pensativa y sin dejar de mirarme -: no sería justo, pero… tampoco me parece que tengamos que castigarla tanto”

Sin títuloEl comentario, por supuesto, me sobresaltó y, viniendo de quien venía, no pudo menos que generarme una cierta desconfianza. Evelyn, no menos sorprendida que yo, giró la vista hacia su amiga.

“¿Qué estás diciendo?” – preguntó, extrañada.

“O sea… – se apresuró a aclarar Rocío -: me parece perfecto que nadita tenga que tener esta noche su culito ocupado: fue mi idea después de todo, así que me hago cargo, jeje. A lo que voy es a que deberíamos, de todos modos, darle a nadita algún pequeño gustito…”

Evelyn lucía tan azorada como yo; sus ojos, ahora, parecían taladrar a su amiga.

“¿Gustito?” – preguntó.

Rocío, simplemente, asintió con la cabeza; luego, poniéndose algo más seria, volteó la cabeza hacia mí con más decisión que antes.

“Te hago una pregunta, nadita – me dijo -: ¿ese chico, el sereno, te rompió el culo o no?”

La pregunta me descolocó aunque, para esa altura, no tenía por qué: debería ya estar acostumbrada a que me obligaran a hablar de temas denigrantes o bien a contar con toda naturalidad intimidades de lo más indecorosas.

“N… no – tartamudeé; me costaba hablar y lo más increíble del asunto era que ello me ocurría, muy especialmente, cuando lo que estaba diciendo era verdad -; no… Él no… llegó a hacerme nada”

“¿No quiso?” – indagó Rocío, enarcando las cejas en odioso gesto de suspicacia.

Yo no sabía bien qué tenía que responder. Me quedé durante unos segundos evaluando cuál era la respuesta que me dejaba mejor parada: cualquiera que fuese, me veía obligada a mentir.

“N… no; creo que no” – musité.

“Es decir: vos querías que te la pusiera por el culo pero él no quiso” – conjeturó la rubia revoleando los ojos.

Lo que ella conjeturaba era para mí de lo más degradante y, sin embargo y paradójicamente, a mí me daba una cierta luz para salir de aquel aprieto en que me hallaba.

“C… claro, sí… – mentí nuevamente -: así fue”

Me costaba determinar hasta qué punto ella o Evelyn creían en mis palabras o si, por el contrario, se daban perfecta cuenta que yo mentía y tan sólo disfrutaban sádicamente con mi necesidad de hacerlo.

“Bien por el chico – terció, justamente, Evelyn -: muy bien hecho. Se lo merece por puta arrastrada y asquerosa”

“Ajá – asintió Rocío mientras, sin dejar de mirarme, se estrujaba el labio inferior con dos dedos -. Y vos te quedaste con las ganitas, ¿no? Tenías muchas ganas de que él te la pusiera por el culito…”

“¡Sí, sí! Me quedé con las ganas” – respondí, tratando de sonar lo más convincente posible, como cada vez que alguna de ellas sugería que yo había provocado al muchacho: sabía bien que el precio de conservar mi trabajo era decirles lo que querían oír.

“Ajá – asintió una vez más Rocío, pensativa; giró la vista por un instante hacia Evelyn -. Eve: yo creo que deberíamos ayudarla a que no se quede con las ganas”

Di un respingo. No podía creer lo que la zorra estaba sugiriendo y, aun así, lo veía como el menor mal posible. El nuevo sereno, había que decirlo, era apuesto, atractivo, buen mozo. Si el castigo que Rocío tenía pensado para mí consistía en entregarle mi culo a él, no era, después de todo, tan malo: viniendo de ella, bien podría haber sido mucho peor.

“A la fábrica no vuelvo, ya te lo dije – insistió, en tono concluyente, Evelyn -. Además, está bien claro que el muchacho no quiere saber nada”

Punzada lacerante contra mi dignidad: la colorada no dejaba de resaltar que yo me había ofrecido analmente y había sido despreciada. De mi dignidad ya no quedaba prácticamente nada. Para colmo de males, de la negativa de Evelyn por volver a la fábrica no sabía yo si alegrarme o lamentarme. Es decir, acababa de ser cogida en un sucio baño de dependencia policial; mal podía entusiasmarme la idea de ser entregada ahora a una penetración anal como si yo fuera un simple agujero: sin embargo y como dije antes, el ser penetrada por el culo por el nuevo sereno seguía apareciendo como la opción más saludable. Pero si, como acababa de hacerlo, Evelyn descartaba de plano tal idea de su amiga, sólo me quedaba temblar ante lo siguiente que pudiese surgir de la enferma cabeza de Rocío una vez descartado lo que, a mi entender, era su plan original. De todas maneras la expresión de la rubia no daba impresión de que ella hubiera esperado una respuesta diferente de parte de Evelyn.

“Sí, sí, claro – convino con su amiga, confirmando así mis pensamientos -; yo no hablaba de volver…”

“¿Entonces?”

Estábamos pasando frente a una plaza; de pronto pareció como si Rocío fijase su atención en algo y otra vez volvió a su rostro esa expresión de jovial entusiasmo adolescente.

“Pará acá – le dijo a su amiga con súbita y sorpresiva urgencia -. Quiero comprar pochoclo”

Evelyn la miró extrañada pero, aun así, estacionó junto a la acera. Rocío, en efecto, señalaba con un dedo índice hacia un carromato que se hallaba unos metros por delante y sobre la mano de enfrente. Evelyn arrugó el rostro y frunció el ceño.

“¿Qué te pasa? – preguntó, soltando una risita -. ¿Tenés ganas de ir al cine?”

“No… hmm… o sí – contestó, dubitativa, la rubia -. Ya vengo, bancá”

De manera decidida, se bajó del vehículo y tanto Evelyn como yo la seguimos con la mirada mientras cruzaba la calle hacia la plaza en dirección al carromato que oficiaba como puesto ambulante.

“Esta Rocío… – se quedó diciendo Evelyn, moviendo la cabeza a un lado y a otro -; te juro, nadita, que la desconozco: está totalmente desatada, como liberada…”

No dije nada y, por otra parte, ni de las palabras ni del gesto de Evelyn se desprendía que esperase una respuesta de mi parte; aun haciendo referencia a mí, la sensación era que hablara consigo misma y, después de todo, no tenía por qué ser de otra forma: yo era nadie… nada…“nadita”.

Rocío se cargó con dos bolsitas de pochoclo (todo un gesto simbólico el que no hubiera pedido tres) y se quedó un rato hablando con el vendedor: un tipo de aspecto hosco y feo, bastante gordo y de rostro algo aplastado; tendría unos cincuenta o cincuenta y cinco años. Mi mente no llegaba a imaginar de qué podían estar hablando tanto tiempo y, de hecho, noté que Rocío miraba varias veces hacia el auto y señalaba con el mentón por tener sus dos manos ocupadas. El tipo también miró y su aspecto ominoso me hizo encoger en el asiento aun cuando bien sabía que no podía él ver gran cosa debido al polarizado de los vidrios.

“¿De qué carajo tienen que hablar tanto?” – se fastidió Evelyn, haciendo sonar la bocina. Rocío le hizo gesto de que aguardase un instante y siguió enzarzada en la impensada conversación, al punto que terminé por pensar que, quizás, se conocieran: se me estrujó el estómago de sólo pensarlo. ¡Por Dios! ¿Rocío conocer a ese sujeto? ¿De dónde?

Evelyn bufó varias veces e incluso volvió a hacer sonar la bocina hasta que, finalmente, Rocío echó a andar de regreso hacia el vehículo; la sorpresa, sin embargo, fue que venía acompañada por el vendedor…

El estupor me invadió y me encogí aun más en el asiento: quería huir de allí pero la realidad era que no podía hacerlo: cada uno de mis músculos estaba paralizado. Sin entrar al auto, Rocío metió la cabeza por la ventanilla del acompañante.

“Ya está” – anunció alegremente.

“¿Qué es lo que ya está?” – preguntó su amiga con expresión de cansancio.

“Lo que nadita quería” – respondió, muy naturalmente, la rubia.

Se creó un tenso momento de silencio; yo no daba crédito a mis oídos y, al parecer, Evelyn tampoco, o bien no terminaba de entender.

“¿De… que estás hablando?” – preguntó, entornando los ojos y sacudiendo ligeramente la cabeza.

“Nadita se quedó con las ganas de que se la dieran por el culo – explicó Rocío, con naturalidad pasmosa -. ¡Ya tiene quien lo haga! Felipe: así es como se llama el señor”

El feo sujeto saludó con una inclinación de cabeza a Evelyn y luego rebuscó con la mirada en el interior del vehículo como si quisiese dar conmigo; yo trataba de ocultarme tras el asiento del conductor. El nuevo plan de Rocío, si realmente era nuevo, no me sorprendió en absoluto: era imposible que no se saliese con una idea perversa y, de hecho, lo que acababa de explicar era exactamente lo que yo había pensado al verla caminar hacia el auto en compañía del vendedor de pochoclo. Evelyn, en tanto, ahora sí captaba perfectamente el sentido de las palabras de su amiga.

“Ro… – dijo -: sos… una enferma”

Creí entender que, con tal comentario, Evelyn amonestaba a Rocío y descartaba su idea por demencial. La colorada podía ser lo que fuese, pero… ¿dejar que su amiga me entregase sin más a un desconocido que trabajaba en la calle? No sé por qué, pero me parecía una locura el que fuera a consentir semejante cosa; repito: no sé por qué. Yo persistía en ver a Evelyn como un sujeto más racional que Rocío pero la realidad era que, cada vez más, parecía verse arrastrada a las perversiones que su amiga elucubraba en su depravada mente. Viéndolas y oyéndolas, costaba creer que, no hasta hace mucho, fuera Evelyn la de las ideas extravagantes y perversas: ahora, por el contrario, parecía que ese rol hubiera pasado a ser ocupado por Rocío; y si bien era cierto que, al parecer, la decisión final seguía estando en manos de la colorada, no lo era menos que, en algún modo, la rubia se había convertido en ideóloga o estratega y, como tal, era de su mente de donde salían los más enfermos planes, sobre todo en relación a mí. Evelyn se mantuvo un rato en silencio, como cavilando sobre las palabras de Rocío o como si le diese vueltas al asunto en la cabeza: quizás, pensé en ese momento, se estaría preguntando si no sería hora de ponerle ya coto a las locuras de su amiga. Como siempre, me equivoqué:

“Me parece una excelente idea – aprobó, mientras yo me hundía nuevamente -. Podés decirle al señor Felipe que suba al asiento de atrás”

Realmente costaba llamarlo “señor” como Evelyn lo había hecho; no se trataba de un prejuicio social ni de que fuera un simple vendedor de pochoclo en una plaza: era cualquier cosa menos agradable; gordo y de pómulos inflados que casi escondían unos ojos achinados, a lo cual había que sumar una nariz como de boxeador. Me vino a la cabeza el recuerdo de Inchausti, aquel tan poco agradable cliente de Corrientes al cual tuve que “atender” en un albergue transitorio, pero… ¡Dios! Este tipo lo superaba en fealdad…

Rocío, entusiasmada y dando saltitos como una chiquilla, le abrió la puerta trasera e, instintivamente, me arrebujé hacia el lado contrario. El tipo, primero, asomó su fea cabeza y me miró; fue como si me hiciera un escrutinio de la cabeza a los pies, al cabo del cual me dio la impresión de que sonrió, pero no pude determinarlo ya que era del todo imposible reconocer algo parecido a una sonrisa en su aplastado rostro.

“¿Es ella?” – preguntó; y puedo jurar que auditivamente fue como si sus palabras salieran mezcladas con su saliva: un asco.

“Sí, sí – le confirmó, siempre alegremente, Rocío, quien le sostenía la puerta como si fuera uno de esos niños que trabajan en las paradas de taxis -; suba, señor, pero aguarde para empezar hasta que Evelyn y yo nos hayamos acomodado”

El sujeto subió, sin dejar ni por un segundo de mirarme o, quizás, había que decir más bien de devorarme. Yo, con mi rostro teñido de terror, estaba hecha un ovillo contra la puerta contraria. Bajó su vista de mis ojos, pero sólo lo hizo para retomar su escrutinio de mi cuerpo ahora que me tenía a tiro: pude notar cómo sus ojos recorrían cada centímetro de mis piernas hasta perderse en algún lugar bajo el borde de la cortísima falda. Apoyó una mano sobre mi pantorrilla y me estremecí al contacto, tanto que me golpeé la cabeza contra el vidrio de la ventanilla: no tengo palabras que describan exactamente cuán repulsivo era el contacto de sus dedos. Al igual que antes lo hiciera con sus ojos, recorrió mi pierna en toda su longitud hasta llegar a la zona en donde mi falda comenzaba a enseñar parte de mis intimidades; sin reparo ni permiso alguno, deslizó su mano por sobre mi sexo y atrapó el borde superior de mi tanga. Tironeó de ella a los efectos de quitármela y, a decir verdad, no lo hizo violentamente ni con rudeza, pero sí con mucha insolencia. Deslizando la prenda a lo largo de mis piernas, me despojó de ella y la dejó caer sobre el piso del auto.

Entretanto, Rocío ya se había ubicado en su butaca junto a Evelyn y, mientras se quedaba con una bolsita de pochoclo, le tendía la otra a su amiga. Ésta, por su parte, se ocupó de acomodar el espejo retrovisor de tal forma de enfocarme y, luego, ambas juntaron sus cabezas de modo de tener la mejor perspectiva posible y, de hecho, yo podía, desde mi posición, ver los dos pares de ojos mirándome con sádica diversión. Como si se hubiera tratado de una función de cine, sonó de inmediato el sonido inconfundible de las bolsas evidenciando que ya habían comenzado a dar cuenta de las palomitas.

“Ya estamos – anunció Rocío – pueden comenzar”

Manoteé maquinalmente la manija de la puerta; hubiera sido idiota de mi parte escapar pero fue un impulso que no pude contener: como era de prever, fue inútil de todas formas, pues Evelyn había trabado todas las puertas con el cierre automático. No obstante ello, Rocío mi intención al instante y giró un poco a los efectos de ver mi mano tratando desesperadamente de abrir la puerta:

“No, nadita – dijo, negando con la cabeza -; no intentes escapar o se acaba todo futuro para vos dentro de esa fábrica”

“Relájate y goza” – rio Evelyn, justo antes de dar cuenta de un buen puñado de palomitas.

“¡Pero… claro! – exclamó Rocío -. ¿No querías una pija en el culo? ¡La vas a tener! ¿Viste qué buenas y comprensivas que somos Eve y yo? Jiji”

“Además… – agregó Evelyn -; digamos la verdad: Felipe es tanto o más lindo que el sereno, ¿no?”

Ambas rieron estruendosamente festejando la cruel analogía pues el tipo, por cierto, lejos estaba de las virtudes estéticas no sólo del sereno sino de cualquier hombre que pudiese ufanarse de ser más o menos agradable a la vista. De todas formas, el vendedor pareció ni siquiera darse por enterado de los comentarios de ambas y, en cambio, lucía más bien concentrado en su tarea: cogerme por el culo, nada menos… Me tomó por la cadera y buscó la forma de girarme para tener acceso a mi retaguardia. Yo, por mi parte, busqué resistirme pero fue inútil pues su fuerza era, desde luego, mucho mayor. Me puso de cara contra el vidrio y, de hecho, ojos, nariz y mejillas me quedaron aplastados contra el mismo; rogaba al cielo que el polarizado de los cristales fuese lo suficientemente oscuro como para no permitir que se me viera desde el exterior. Desesperada, miré hacia todos lados pero nadie parecía fijarse en mí, de lo cual cabía suponer que no me veían; alcancé a distinguir a dos chicas adolescentes que estaban ante el carromato a la espera de que el vendedor regresase: miraban todo el tiempo a un lado y a otro en procura de reconocer el gorro o delantal blanco del mismo. Qué loco era pensar que esas dos chicas a quienes yo no conocía, tendrían que esperar por su pochoclo hasta tanto el vendedor me hubiera hecho el culo…

“Sí, claro; mirá todo vos sola. ¿Viste?” – le reprochó, sarcásticamente, Evelyn a su amiga mientras corregía nuevamente la posición del espejo a efectos de no perderse cómo yo era cogida desde atrás.

El tipo, mientras tanto, hacía esfuerzos denodados por acomodarme lo mejor posible; lo que buscaba, estaba claro, era ubicarme sobre el asiento trasero a cuatro patas pero yo no le hacía la tarea nada fácil ya que buscaba, por todo y por todo, dejar mis pies sobre el piso del auto y bastaba con que él me levantara por las caderas para que yo, automáticamente, bajara las piernas. Como no podía ser de otra manera, el tipo se impacientó:

“Quedate quieta – me ordenó, a la vez que me propinaba una fuerte palmada sobre una nalga -, o no voy a poder romperte el culo”

“Mmm, la película se empieza a poner buena” – intervino, jocosamente, Rocío, abriendo grandes los ojos.

“Dele más fuerte si se pone un poco arisca” – agregó Evelyn, lo cual, por supuesto, sólo pudo tener el efecto de desinhibir al tipo, que volvió a golpearme en la cola una y otra vez.

Extrañamente la situación me excitó, pero creo que lo que en sí me excitaba no era tanto que ese sujeto desagradable me estuviese zurrando como a una niña sino más bien el hecho que lo hiciera delante de Evelyn y de Rocío. En medio de mi pavor y de la ignominia a que era sometida, me calentó el saberme espiada por ellas y, una vez más, me volví a odiar a mí misma.

Los golpes que iba recibiendo en mi cola tuvieron sobre mí el efecto de hacerme aflojar la resistencia y en cuanto el tipo notó que mi cuerpo se iba quedando sin fuerzas y ya ni siquiera pataleaba, me tomó por las caderas y me ubicó definitivamente sobre el asiento a cuatro patas. Una vez que me tuvo en tal posición me aferró por el trasero con sus manazas y, utilizando sus dedos pulgares, tiró de ambos plexos hacia afuera de tal modo de dejar al descubierto mi agujero. Pude reconocer el inconfundible sonido de un escupitajo y, peor aún, pude sentir el impacto húmedo en mi orificio, de lo cual no me fue difícil inferir que el tipo me estaba ensalivando a los fines de lubricarme.

“Lo tiene bastante abierto – espetó, entre mordaz y sorprendido -. Casi ni hace falta lubricarla”

“Es lógico – apuntó Rocío, mientras hundía por enésima vez su mano dentro de la bolsa de palomitas -: tuvo un consolador ahí dentro durante horas”

Yo no podía imaginar más humillación o, mejor dicho, cada vez me sorprendía más lo bajo que podía caer.

“Ah, je – rió asquerosamente el sujeto mientras quitaba sus pulgares de mis plexos y me propinaba una nueva palmada -. ¿Te gusta jugar entonces? Yo te voy a enterrar algo bastante mejor que esos juguetes de plástico o de goma”

Tanto Evelyn como Rocío rieron estruendosamente ante lo guarro del comentario. Sin poder yo hacer nada al respecto, oí cómo el tipo se desabrochaba el pantalón y luego fue sólo cuestión de segundos el sentir su verga jugueteando en mi entrada anal para abrirse después paso a través de mi túnel. Me ensartó con tal fuerza que mi rostro se vio aun más aplastado contra la ventanilla mientras yo, muerta de vergüenza, seguía mirando en derredor para tratar de determinar si la gente me veía o no. La situación era por demás curiosa, paradójica y terriblemente enferma, pues creo que la posibilidad de que así fuera me aterraba en la misma medida en que me excitaba, aun a pesar de que la dimensión consciente de mi mente se negara a aceptarlo. El sujeto comenzó a bombear dentro de mi culo y puedo asegurar que, aun con lo dilatado que lo tenía por haber tenido tanto tiempo el consolador, el dolor me hacía ver las estrellas, lo cual sólo podía deberse a que el tipo debía tener un miembro enorme. Una incontrolable seguidilla de jadeos y gemidos fue saliendo de mi garganta y mis ojos se cerraron mecánicamente aunque, en un momento, no pude evitar echar una mirada de reojo para descubrir a Evelyn y Rocío espiándome desde el espejo retrovisor. En realidad, y aun cuando no querría reconocerlo, lo que quería era comprobar que me seguían viendo, pues eso era lo que me excitaba. Situación impensable…

Tampoco podía dejar, cada tanto, de otear hacia el exterior del auto en donde, al parecer, la gente seguía en su mundo y sin darse por enterada de lo que estaba ocurriendo. Las chicas que esperaban por el regreso del vendedor de pochoclo seguían, por cierto, allí, pero grandes fueron mi pavor y sorpresa al descubrir que, apenas un metro por detrás de ellas, alguien más hacía fila para comprar. Los ojos casi se me salieron de las órbitas por la incredulidad y tuve que cerrarlos y abrirlos varias veces para cerciorarme realmente de que no se trataba de una alucinación ocasionada por la perversa intensidad del momento. No; no había alucinación alguna: quien estaba allí era… mi esposo…

CONTINUARÁsex-shop 6

 

Relato erótico “el perro” (POR PEDRO)

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El perro

 

  • Estaba  yo a punto de dormir cuando

  • Seguro estabas masturbándote

  • Bueno amor tú me tienes muy olvidada, en eso escuche ruidos en el patio del chalet me asome para ver qué pasaba era un perro que se brincó al patio tenía el pelo muy bonito nunca  vi ningún perro con esa belleza, seguro tenía hambre le abrí la puerta paso tan rápido que estaba  en el comedor me senté en una silla del comedor el vino hacia mí y metió su hocico  de bajo de la bata que traía toco mi vagina, la bata se abrió él se lanzó a lengüetear  me, con tal habilidad que en poco tiempo tuve un orgasmo, no se quitó, siguió lamiendo como si de algo sabroso fuera

  • amor tu estas muy rica

  • Esto me avergonzó fui a mi cuarto a ponerme  ropa, me siguió al cuarto con una maestría desconocida para mi me senté en la cama el me acostó con tres lamidas en mi vagina, esa lengua rugosa tenia tal experiencia que no paro hasta sacarme un tercer orgasmo, eso no lo detuvo  siguió hasta dejarme limpia, fue subiendo hasta llegar a mi pecho con experiencia que solo el mejor delos amantes, me saco un orgasmo con solo lamer chupar mis pezones cuando me recuperaba del cuarto orgasmo sentí como me montaba, me penetro con tanta sabiduría que en lugar de perro era un hombre

  • Amor no tomes esas cosas te hacen ver ilusiones

  • Te juro que ese perro casi con penetrarme hizo que un nuevo orgasmo me provocara, no tenía compasión de ninguna forma se movía como los dioses, conté diez orgasmos antes de quedar fuera de mí, cuando recupere el sentido algo me trataba de meter hasta que entro me dejo toda su corrida dentro se bajó de la cama  y me comenzó a jalar por el cuarto por suerte pude tranquilizarlo porque me hacía daño me tenía enganchada pero no por eso su erección disminuyo al poco rato se colocó encima de mí y siguió penetrándome me parecía que no terminaba perdí la cuenta de los orgasmos que tuve solo recuerdo que no terminaba uno cuando sentía otro, por fin salió su cosa  no me dio tiempo cuando su hábil legua me limpio de su corrida y mis flujos que eran abundantes con tal suerte que oprimió mi abdomen sacando todo eso provocó otro orgasmo que de dormida al despertar solo el recuerdo de ese hermoso perro

  • Sabes que él único que puede montarte,  soy tu único hombre,  tu macho ningún otro puede montarte y ahora te lo mostrare

    Le abrí la bata y me puse hacerle una buena mamada de vagina sin quitarme hasta que su orgasmo termino, la cargue la lleve a nuestro cuarto, la senté con los pies colgando separe  un poco sus piernas y me lance a lograr un orgasmo, fui por su entre pierna besando cada centímetro de su  cuerpo que recorría hasta llegar a sus tetas las cuales bese chupe di lengüetazos y succione sus pezones tratando de sacar el lácteo que no había logre mi propósito un tercer orgasmo, la penetre lentamente casi consigo su cuarto orgasmo pero me moví un poco y lo logre

  • Por favor amor para me vas a matar

  • No voy aparar hasta conseguir diez orgasmos

  • No podre  continuar

    Seguí moviéndome de tal forma que mi pene rosara su clítoris y estimulara su punto G y con algunos besos en su pecho y en la boca logre ocho orgasmo no aguantaría más estaba apunto cuando

  • Hola amor estas ahí

    Me quede frio era mi esposa con una rapidez tape la boca y el cuello para que no hiciera ruido, no sé cómo se había puesto en el modo de alta voz el maldito celular

 

-amor  responde por favor

 

– pasa algo amor

 

– nada amor solo quería saber si tardas o regresas pronto te extraño

 

– la junta con estos ejecutivos se alarga no quieren firmar el contrato para empeorar están celebrando como me firmen salgo corriendo para el chalet

 

– no llegues muy tarde amor

 

– Tratare amor

 

Colgó, apague el aparato solo tenía mi mano en su cuello le apretaba no muy fuerte y con poco movimiento su orgasmo llego, el susto me había enfriado pero no por eso mi pene perdía erección, seguía erecto continúe el mete y saca, logre el décimo orgasmo estaba muy sudado pero podía seguir, con cuidado la baje de la cama colocando la boca arriba la penetre ella se recupero

 

  • Amor tu eres el único mi hombre mi macho pero ya déjame descansar

  • No aun no ya te dije soy el único no permitiré que otro macho te monte y me deje en ridículo

 

Seguí con el ritmo de penetración logre tres orgasmos más lo que provoco el mío pero fue algo que no podría describir caí rendido, feliz ella estaba con una sonrisa, no podía moverse tardamos en recuperarnos la cargue fui con ella al baño la me ti a la regadera

 

  • Amor por favor ya no aguanto me matas, eres tu mi único hombre mi esposo mi macho te amo nunca te lo diría pero te amo

 

La beso para que no siga hablando la baño claro que la acaricio pero no más, yo también que de rendido, regrese a mi chalet lo primero que hice fue bañarme despertó mi esposa

 

  • Amor por fin regresaste, hazme el amor sentí celos de que estabas con otra

    Ella es mi esposa la abraso la beso, quito la pijama hacemos el amor dormimos, pasaron dos semanas, antes la visitaba por las mañanas por la tarde ahora solo por la noche a la hora que me decía vino el perro, pero nada, hice el amor con ella, claro también con mi esposa fue en la tercera semana, el sábado cuando  cumplí con mi esposa la abrazo la beso ella merece también disfrutar de varios orgasmos

  • lo siento amor no pude evitarlo

  • no es nada tú también lo necesitas

  • pero tú no lo disfrutas

 

la abrazo la beso sigo moviendo me, hasta tener los dos nuestro orgasmo, esperamos a recuperarnos, no fue como siembre está muy feliz la abrazo la beso, estamos por quedarnos dormidos   

 

  • Amor creo que hay un ruido

  • Creo que soy yo tengo hambre

 

Entonces el ruido fue  más fuerte me levanto me asomo por la ventana que da al patio es un perro de pelo brillante

 

  • Que es amor

  • Un maldito perro

  • No amor puede ser del vecino

  • No me importa lo voy amatar como se atreve  a brincarse a nuestra propiedad

  • Por favor no salgas te puede lastimar

 

Agarro el bate que gane cuando jugué en la liga infantil en el colegio

 

  • Da me la ropa

  • No amor déjalo solo es un perro, no lo provoques

  • No importa este me la paga

    Bajo, salgo de la cocina, me ve, me gruñe se lanza contra mí, logro que muerda el bate de madera, no sé cómo le pego en la pansa lo suelta

  • Déjalo pobre animal

  • Cállate y metete

    Me ataca me hace una cortada en el brazo, veo llorar a mi esposa me acuerdo lo que paso con mi amante, seguro este fue quien la monto y ahora quiere hacerlo con mi esposa  le pego en la cabeza cae al piso lo remato no se mueve  hay un costal tirado en la esquina de la barda, meto al perro lo amarro no vaya a salirse, entro por el albornos, arrastro el costal esta pesado, lo dejo junto a unas bolsas de basura regreso al chalet, me lavo la herida, mi esposa no me habla, está enojada no me deja entrar al cuarto, no quiero hacer ruido voy enojado a otro cuarto en la mañana entro saco mi ropa marcho al trabajo, todo es normal, al regresar, unos tíos de protección animal me llevan

  • Tenemos un video anónimo de cómo le pego al perro

    Lo que me deja sorprendido es que soy tonto, alucino, solo yo veo que no tengo ropa y tengo una erección que casi nunca tengo, pago una cantidad de euros

  • La próxima vez que haga un video, use ropa interior por pudor

  • Pero el perro me ataco

    Muestro mi brazo, no tengo nada, maldigo mi suerte, esa pomada que me aplico mi amante si funciono, no tengo testigos, regreso al chalet, en la mañana me baño no veo  a mi esposa, la busco por todas partes, salgo a la calle un vecino me dice

  • Vinieron unos de la guardia, la interrogaron, encontraron a un tío encostalado en lugar del perro que según mataste

    Hablo a un amigo que es abogado, pido una copia del video para presentar la todos solo me observan  y  no es porque mato al perro es porque no tengo ropa

    Están libres de sospecha del crimen del tío encontrado, pero por la santa Madona utilice un poco de ropa es vergonzoso verlo en pelotas

    Nos dejan libres a mi esposa casi la pasan a una cárcel, a mí ya estaban buscándome con una orden en todo el país

  •   tío eres un  buen polvo toma llama me

    Era una abogada que estuvo en el juicio se cree que soy prostituto que me dejo follar por unos euros regresamos a nuestro chalet

  • Amor que pasa

  • Nada amor vamos a dormir

    Pasa un mes los de la basura confiesan, había joyas en el costal, el tío era un ladrón se metía a los chalet donde viven por lo regular mujeres solas el marido sale a trabajar de noche, regreso de trabajar, marcho con mi esposa me espera

  • Amor tengo una sorpresa

  • Dime cual es

  • Estoy embarazada tengo un mes

  • Pero cuando

    Te acuerdas que te dije que quería tener hijos contigo, tenernos confianza, se cumplió tú de seo tal vez tengamos otros

  • Amor estoy muy feliz, para olvidar esto no vamos de este chalet

  • Será para que las tías no te busquen por ver tu bello cuerpo que solo es mío, te amo

  • Claro, por eso te amo

    En la mañana voy al trabajo paso  a verla al salir

  • Mi macho perdón mi hombre, creí que te habías enojado conmigo

  • Claro que no, ya te hubieras marchado de aquí

  • Tengo algo importante que decirte

  • Que pasa

  • Estoy preñada

  • No me digas que ese perro te dejo

  • No amor es tuyo, tu eres mi hombre, el único pero como toda la semana venias para mala suerte

  • Que otra vez vino

  • Que no, déjame terminar, la toma de la pastilla se terminó, es la semana de descanso y no quería dejarte ir sin hacer el amor ahora que eras tierno conmigo, no tome nada

  • Pero como es que

  • No lo quieres me voy , no abortare

  • No amor, solo que es una sorpresa para mí no te dejare que te lo lleves él es mío, bueno nuestro

  • Gracias te amo, que sería de ese perro

  • Olvídalo quieres que te folle otra vez como lo hice

  • No podrías lastimar lo, tal vez las timarla

  • Lo se te amo y te hare el amor solamente con mucho amor

  • Pero a otras les pasaría lo mismo que a mi

  • Olvídalo seguro encontró a otro macho y pelearon por la hembra

  • Amor pelearías por mi

  • Pero que pregunta

    Pasaron dos días mi hermana me llamo, se sentía sola, su esposo maneja un camión siempre está fuera de casa por casi un mes completo, le conté la historia del perro

  • Eso amor no te lo creo, ni porque eres mi hermano

  • Mira bonita te digo esto porque es cierto, como podría mentirte

  • Soy tu hermana seguro me cuentas esto para follar con migo, pero sabes que mi marido me tiene mal follada según que por su trabajo, seguro que por cada lugar que pasa se folla a cualquier tía que se le abre de piernas en cualquier lugar hasta en su camión

  • Pero ahora quien folla para apagar tus ganas

  • Lo se hermano pero solo tu mi hermano me folla como ninguno, me separo de ese gilipollas para ser solo tuya, hazme el amor a lo animal

Hacemos el amor por un mes, mientras regresa su marido, mi hermana cumple su palabra se separa de su esposo, descubre que tiene otra familia, espera un hijo mío y de ella, nacen mis tres hijos, mi esposa tiene niña, mi mujer niño, mi hermana niño después niño, niña, niña, solo mi hermana sabe calmar el animal que llevo dentro, vivo feliz con mis tres mujeres mis seis hijos.

  • : escuche ruido me asome por la ventana queda al patio un perro de bello pelaje se brinco a nuestro chalet salí con solo una bata tal vez tenia hambre entro como en su casa
 

Relato erótico: “EL LEGADO (24): Mayoría de edad” (POR JANIS)

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JEFAS PORTADA2Mayoría de edad.

Nota de la autora: gracias por todos sus comentarios y opiniones. Pueden escribir, prometo responder, a: janis.estigma@hotmail.es

Sin títuloNo puedo ver el atardecer desde la terraza de nuestro ático, pero si puedo admirar como los últimos rayos del sol acarician las fachadas de los dos altos edificios, cercanos ala M40. Parece que intentase aferrarse a ellos, en un intento de no hundirse en el horizonte, pero la millonaria rutina le arrastra hacia el otro lado del mundo, pintando así las nubes de un bellísimo fulgor de púrpuras y rojizos matices.

El verano está acabando. Ya ha pasado un año desde que me reuní con mi familia para comernos el famoso pastel de nata de madre. Un año frenético y lleno de sorpresas, en el que mi vida ha cambiado de una forma tan drástica que, al mirar, hacia atrás, al intentar recordar mi anterior cumpleaños, me resulta muy lejano.

Tantas cosas acaecidas, tantos cambios que asimilar, tanto físicos como mentales… La llamada de mi familia, para felicitarme, me ha puesto nostálgico. Escuchar las voces de Saúl y de Gaby me ha hecho reír y el tono de madre ha sacado mis lágrimas. Les he prometido que pronto les visitaremos.

Bajo mis pies, alguien sube el volumen de la música y escucho risas. La fiesta comienza a animarse. He querido celebrar mi mayoría de edad lejos de la mansión, en el ático, con mis amigas. Han venido todas: mis chicas, por supuesto, Dena, con Patricia e Irene, y me traje a Sasha y Niska, para que ayudarán a Katrina a prepararlo todo. Ah, y Maby ha invitado a Meli… Ahora mismo, hay diez mujeres hermosas en el apartamento; diez mujeres que, por ahora, representan mi vida, tanto social como sentimental, por el momento. Es extraño, no hay ningún chico que pueda llamar mi amigo. Quizás, el único hombre en conseguir ese apelativo no puede estar aquí, en la fiesta. Está encarcelado en Chateauroux…

Pensar en Víctor no ayuda, me deprime… Sobre todo tras conocer que Konor ahora trabaja para nuestro enemigo, Nikola Arrubin. Aún no sé qué hacer con esa información. ¿Comentarla con Anenka? No me gusta. Konor fue su hombre, antes del pacto, y no puedo saber qué tratos le unen a ella, pero, por otra parte, ella es la que se encarga de la seguridad de la organización…

Pienso que, quizás, debería haberla invitado a mi cumpleaños.

― ¿Estás loco? ¿Para que queremos esa bruja aquí?

“Creo que es hora de dejar de lado sentimientos y resquemores, viejo. Ya no disponemos de ese lujo. Ahora estamos a cargo de una organización que se dedica a la prostitución, a muy alto nivel, y Anenka es una socia. Así que tenemos que compartir con ella, información y preocupación.”

― Si, estoy de acuerdo en eso, pero… ¿Invitarla a esta orgía? ¿Para que lo joda todo?

Me río del tono del viejo. Está entusiasmado con todas las bellas mujeres reunidas. No me he dado cuenta, hasta verlas a todas reunidas, que constituyen un puto harén. ¡Soy un jodido sultán!

― Quizás deberías planteártelo en serio. Hacerlo oficial, digamos…

“¿De verdad? ¿Quieres que funda un serrallo de hembras?”, me asombro.

― Tienes que pensar en tu descendencia.

“Vaya, ¡ahora piensas en mi futuro! ¿O es en el tuyo? ¿Tu espíritu pasaría a un hijo mío, con parte de mis características, si yo muriese?” Sé que he dado en el clavo, pues Ras no me contesta. Es algo que he pensado en varias ocasiones. Ras se niega a desaparecer, a unirse ala MadreTierra, y busca continuar mi línea sucesora.

― ¿Qué haces, hermanito?

Pam acaba de subir las escalerillas de lavadero, con mucho cuidado. Los vertiginosos zapatos que lleva no son demasiado aptos para este tipo de ascenso.

― Estaba hablando con madre. Todos te envían recuerdos.

Se abraza a mí, con fuerza, apoyando su mejilla en mi hombro.

― Ah, mi hermanito es mayor de edad – exclama.

― Si, podré sacarme el permiso de conducir – me río.

― No es broma, pero, ahora eres totalmente libre de ataduras, de forma legal, y creo que te vendrá muy bien para tu trabajo. Al verte, incluso yo me olvido que no eres más que un niño. Tu colosal cuerpo, tu madurez mental… lo que aporta… Rasputín – le cuesta decirlo. – Todo eso hace que las personas que te rodean te vean de una forma que no te corresponde…

― O sea, que parezco mucho más mayor, ¿no? – finjo que me he ofendido y la aparto con mis manazas.

― Tonto – se ríe – pero, sí, eso es en suma. Nadie diría, al verte o escucharte, que estás saliendo de la adolescencia.

― ¡Que hermanita más inteligente tengo! – y la pego a mi cuerpo, aplastando sus senos contra mi pecho.

Pam me aferra del pelo y hunde su fresca boca en la mía. Degusto el ron en su saliva. Tras un minuto, me aparta y me besuquea los labios y la nariz.

― Ahora nadie podrá acusarme de corrupción de menores – me susurra. – Vamos abajo, las chicas preguntan por ti…

Sasha, nada más verme bajar, me pone un vodka bien frío en la mano, desplegando una magnífica sonrisa. La gran mesa del comedor ha sido relegada contra una pared, para dejar más sitio. Sobre ella, hay varias bandejas de ricos y elaborados canapés, de los cuales Katrina está especialmente orgullosa.

Lo cierto es que se ha esmerado bastante para organizar toda la fiesta. Se ha preocupado de buscar ciertas recetas originales, para los platos que nos va a presentar; ha exprimido y licuado personalmente varios litros de zumos naturales, para los cócteles, y, finalmente, ha cambiado la distribución de nuestro salón comedor para que pueda contener una docena de personas, de forma cómoda. Eso sí, ha dejado el tema de la limpieza de todo el ático en manos de Niska y Sasha, así como envió a Elke y Pam a por las bebidas, y a Maby a encargar una tarta. Debo decir que han hecho un buen trabajo.

Hay una gran pancarta de papel maché que cubre el ventanal, que dice: “Feliz 18, Sergio. Bienvenido a la zona legal”. Varias guirnaldas de colores cruzan el techo, así como algunos globos. Los dos sofás y la tele han sido replegados a un extremo, y las chicas han creado una zona de descanso, a partir de ellos. Han tirado al suelo, al menos, seis grandes colchones hinchables, cubiertos de sábanas multicolores y todos los cojines que han podido conseguir. Han dispuesto varias mesitas rinconeras, que juro que no sé de donde han venido, para que la gente se tumbe allí, con sus bebidas, y charle, cuando estén cansados de estar de pie. Por supuesto, todas las sillas y taburetes han desaparecido.

― ¡Felicidades, Sergi! – el torbellino Patricia salta a mis brazos. Sé que ha venido, a la fiesta, con su madre y su amiga Irene, pero aún no las he saludado.

― Gracias, canija – contesto, antes de que sus labios taponen mi boca, sus esbeltas piernas rodeando mi cintura.

La pongo en el suelo y Dena aprovecha para acercarse, felicitándome a su vez. También me besa los labios, pero con mucha suavidad. Hace tiempo que no nos besamos, Dena y yo. Irene, detrás de ella, me mira y me felicita, casi con timidez. No parece atreverse a acercarse, así que le hago un gesto para que se acerque y la alzo como a Patricia. Ella lleva una faldita, en vez de unos jeans, pero eso no la impide atraparme entre sus piernas, al mismo tiempo que le meto la lengua en la boca.

Hay risas y palmas. Maby silba como un camionero. A su lado, Meli no sabe qué hacer, ni que decir. Creo que nadie la ha puesto al corriente de lo que ocurre, y está aprendiendo por la vía dura.

Noto como mi novia la empuja hacia mí, al ver su indecisión.

― Muchas felicidades, Sergio – musita, plantándose ante mí. – No podía creer que cumplieras tan solo dieciocho años…

― Gracias, Meli – le contesto, abriendo mis brazos para darle un buen apretón. Sus labios saben a mora, muy dulces. — ¿Es que tengo aspecto de abuelo?

― No, por Dios – se ríe. – Pero tampoco de un chico menor. En la disco, te eché veinticinco.

― Solo en polla, tengo treinta – le susurro al oído.

Se muerde el labio, al apartarse. Creo que puedo oler el aroma de sus bragas mojadas. Katrina se me acerca e inclina la cabeza, al preguntarme:

― ¿Está satisfecho con lo que le he preparado, Amo?

― Si, perrita. Te has esforzado mucho para contentarme – le digo, dándole unas suaves palmaditas en su cabeza. – Te mereces un buen beso.

Mi brazo rodea su cintura. Hoy no va en braguitas, pero su vestidito amarillo limón no es que tape mucho más. Gime al apretarla contra mí. Sus labios se entreabren, temblorosos. Acepta mi lengua, succionándola con pasión. Sus dedos se clavan en mi pecho. Jadea al separarse y se ruboriza – aún no sé por qué – cuando Maby, riéndose, le pone las manos sobre los hombros, desde atrás.

Recomponiendo su postura, le indica a Sasha y Niska, que están un poco más atrás, portando dos bandejas con chupitos, que sirvan.

― ¡Un brindis por Sergio! – exclama Maby, tomando uno de los vasos.

Todas se apresuran a tomar el suyo, hasta las perritas. Las chicas levantan sus vasos, mirándome.

― ¡Por Sergio y su galantería! – propone Maby.

― ¡Por el mejor hermano del mundo! – recalca Pam.

― ¡Por un buen maestro! – murmura Patricia.

― ¡Por Sergio! – exclaman Elke y Meli.

― ¡Por la felicidad de nuestro Señor! – se ponen de acuerdo las perritas.

A ver si no es para emocionarse, coño. Les doy las gracias a todas, mientras Ras no para de proponerme guarradas para llevar a cabo con todas ellas.

Aún no ha llegado el momento de cortar la tarta, cuando la cosa ya se está desmadrando. Veo que hay conversaciones muy íntimas entre algunas chicas. Patricia e Irene mantienen a Dena de cara contra una de las paredes, con las piernas abiertas. Le han levantado la falda y han convencido a Katrina para que sobe las maduras y firmes nalgas. Maby y yo estamos sentados en un sofá, manteniendo a Meli entre los dos, y contemplando lo que ocurre a nuestro alrededor, comentándolo todo en sus oídos. Pam y Elke juegan a hacer cosquillas a Niska, a la par que le dan a probar canapés, con los ojos tapados. Sasha reparte más bebidas.

― ¿Qué te parece nuestra fiesta? – le pregunto a Meli.

― Digna de un rey – musita ella. — ¿Todas te pertenecen?

― No, solo me pertenece una, por el momento. Katrina… Las demás se han entregado voluntariamente. Otras, como Dena y su hija, han encontrado un nuevo camino.

― ¿De verdad son madre e hija?

― Si – responde Maby.

― Me siento temblar cuando me mira esa niña – susurra, mirando a Patricia, la cual está metiendo sus deditos en el ano de su madre.

― Será un ama poderosa en pocos años – asiento, comprendiéndola.

― Dios, que morbo. Me mojo al pensar que esa jovencita mantiene esclavizada a su propia madre. ¡Joder! ¡Si la está entregando ahora mismo! – señala la chica con un dedo.

La verdad es que Patricia está animando a Katrina a sodomizar a mamá, con un artilugio. Los gemidos de Dena llaman la atención de todo el mundo.

― ¿Y qué te gustaría hacer ahora mismo? ¿Qué te la ofreciera a ti? – le pregunta Maby, pellizcando suavemente su pezón.

― No – mueve la cabeza, los ojos chispeando de deseo. – Me gustaría cambiarme por ella… ser la zorra de su madre…

― ¡Katrina! – Pam llama la atención de la perrita. — ¡Es hora de cortar la tarta!

La tarta es un enorme cuadrado de 50x50cm, por 10 cm de altura, de bizcocho bañado en kirch, con varias capas de crema Chantilly y mermelada de fresa, y, finalmente recubierta por una gruesa capa de chocolate crujiente. Le han puesto dieciocho velas rodeando el perímetro, para no alterar la fotografía impresa en una capa de gelatina glaseada: los rostros de mis cuatro chicas, volando besos. No, si al final me van a hacer llorar, ¡ya te digo!

Todas corean la dichosita canción mientras me inclino y soplo todas las velas. Comparto el deseo que formulo con Rasputín, quien no puede estar más de acuerdo, pues tiene que ver con el estupendo cuerpo de nuestra abogada, Denisse Tornier. Me aplauden y Maby me pellizca una nalga, mientras Katrina y Sasha se dedican a cortar trozos y emplatar.

― ¿De quien ha sido la idea de la foto? – le pregunto a Maby, girándome.

― De Katrina. ¿Te ha gustado? – me guiña un ojo.

― Si, mucho. Realmente, se está portando muy bien.

― Pero… — Maby demuestra que me conoce.

― Pero no se ha entregado aún. Reconoce mi autoridad, la acata, y me obedece, pero no me teme. Solo soy su amo de palabra…

― Pero ya no es la niña mimada que conocimos al principio – contesta ella, mirando de reojo a Katrina.

― No estoy tan seguro.

La tarta está riquísima y la mayoría volvemos a repetir con otro trozo. La degustación acaba con todas jaleando a Irene, quien de rodillas, está tomándose su segundo trozo de tarta, embutido en el coño de Dena, sentada sobre la mesa. Con el orgasmo de Dena, llega el momento de abrir los regalos.

Meli es la primera en entregarme un alargado y estrecho paquete, que contiene una bella fusta de cuero. Con una risita, se alza la faldita para que la pruebe en su propio trasero. Todas se ríen. Meli se inclina sobre mi boca para que le agradezca el detalle con un beso.

Patricia y sus sumisas me regalan unos finos guantes de cabritilla, especiales para conducir, en un hermoso cuero marrón, además de una corta bufanda de cachemir. Aunque no sienta frío, se lo agradezco profundamente, con otros tantos besos.

Maby, Pam y Elke disponen un paño de oscuro terciopelo sobre la mesa, quitando antes platos y copas.

― Nos hemos puesto de acuerdo las tres para conjuntar nuestros regalos. No te diremos cual es de quien, pues la idea pertenece a las tres – dice Pam, convirtiéndose en la portavoz.

Despliego el paño, casi con reverencia, preguntándome que habrán ideado estas tres. Contemplo con atención los elementos ornamentales que aparecen en el interior. Un sello de dedo, un brazalete de cuero y metal, y un collar, también en cuero y metal. Me atrae su diseño pero intuyo que representan algo que no entiendo aún, así que miro a mi hermana.

― Pensamos que era hora que tuvieras tu propia marca como Amo – dice ella, muy seria. – Quizás un día quieras marcar tus propiedades y pensamos en una combinación de tu nombre y en alguna simbología.

― Después de darle muchas vueltas, llegamos a la conclusión que Sergio no sería nada sin Rasputín y viceversa. Así que decidimos aunar ambos – le ayuda Maby.

― La combinación que más nos gustó fue RASSE, de Ras y Sergio. Suene muy bien, ¿verdad? – musita Elke, con una sonrisa.

― Como un jodido rapero – estallo en una carcajada. – Rasse… no está mal. “¿Qué piensas, viejo?”

― ¿Así nos vamos a llamar ahora?

“No. Será nuestro logo, nuestra marca de propiedad.”

― A mi me vale.

― ¡Pues sea! – les digo a las chicas.

― Mira – dijo Maby, cogiendo el brazalete. – Esto es lo que hemos ideado como anagrama.

El brazalete, en realidad, una muñequera, consta de una base de suave cuero, bien curtido y trabajado, con dos pequeñas cinchas de hebilla en la parte interna de la muñeca, para ajustarlo. Sobre el dorso, una pieza metálica, al parecer de bronce, contiene el diseño de una R, con el rabito final más alargado, sobre el que descansa, tumbada, una S echa de diminutos eslabones de cadena; todo ello sobre un campo de estrellas cinceladas. Maby me coloca la pieza sobre la muñeca derecha y, la verdad, queda genial. El brazalete no es muy grande, como una muñequera de tenis, pero no tan gruesa, ni ostentosa.

Tomo el sello, y admiro el cincelado del anagrama. En él no está el campo de estrellas, solo las dos iniciales, una en pie, la otra como durmiente, recostada. Se ciñe perfectamente al dedo corazón de mi mano izquierda.

Al admirar el collar, me doy cuenta de lo atípico que es. Se trata de un diseño milenario, de uno de los famosos collares egipcios que portaban los faraones. Es una pieza de cuero, ancha y curvada, que cubre el inicio de mi pecho, salpicada de pedrería y tachuelas de metal irisado. En el centro, cuatro letras, de estilo gótico, entre dos Ojos de Ra: RASSE.

En verdad que me gusta este tipo de ornamentos, distintos a lo que suelen vender en joyerías. Tiene un toque bárbaro, primario, y totalmente distinto. Las abrazo, una a una, dándoles un bien ganado y largo beso. Las demás baten palmas y silban, entre risas.

Es entonces, cuando Sasha y Niska, posan una rodilla en el suelo, y me ofrecen sus regalos, dejándome atónito.

― No teníais que molestaros…

― Es nuestro deseo, señor – me contesta Sasha.

― Estamos muy agradecidas – comenta Niska, en Romaní.

Abro el regalo de la joven Niska y me encuentro con una preciosa funda de cuero, especialmente diseñada para quedar totalmente tumbada sobre la parte trasera del cinturón. Es lo que llaman una funda rápida, que permite sacar una hoja en un par de segundos. Pienso que me vendrá especialmente bien para el machete, que sigue bajo el asiento del Toyota. Al rozar la funda con los dedos, noto que hay unas letras grabadas. Es una inscripción en latín: “Lustus ire ad occidere”.

― “Solo saldré para matar.” Eso es lo que pone. Es una sentencia supersticiosa que los legionarios romanos grababan en las fundas de sus gladios.

― Muchísimas gracias, Niska – le digo, levantándola y besándola.

― La ha hecho ella misma, Amo – me dice Katrina.

― ¿De veras, pequeña? – tomo el mentón de la romaní entre mis dedos.

― Si, señor – responde en su cada vez mejor castellano. – Trabajaba cuero con mi familia. Basil conseguir cuero para yo trabajar.

Se gana un segundo beso por su trabajo y todas aplauden. Me dedico a abrir el de Sasha y descubro una edición preciosa de 1965, del Arte de la Guerra, de Sun Tzu. Un regalo que puede venirme bien en la tesitura en que nos encontramos. Esto demuestra que estas chicas saben escuchar, a pesar de ser consideradas simples sirvientas.

― Eres muy astuta, Sasha. Un regalo muy preciado, en este momento – la abrazo y la beso dulcemente.

― Espero que te sea útil, señor.

― Ya solo quedo yo, Amo – dice Katrina, de repente, y todas la miran. Por mi parte, no sé que esperar.

― ¿Has pensado en mí, perrita mía?

― Si, mi Señor. Siempre. Pero, al principio, no sabía qué regalarle. Quería que fuese algo personal, algo que nadie más pudiera regalarle… y, finalmente, me he decidido por entregarle mis secretos de juventud.

Creo que nos ha dejado a todos con la boca abierta. ¿A qué viene eso ahora? Me alarga dos tomos rojos y esbeltos, que acojo en mis manos.

― Empecé a escribir un diario con ocho años. Todo cuando pensaba, me ocurría, me enfurecía, y me embelesaba, está ahí descrito, hasta hace un año. Quiero que sean suyos, Amo, para que pueda conocerme mejor – me dice, con la mirada fija en mí.

Evidentemente, no se humilla, sino que está compartiendo algo conmigo. El motivo aún no lo sé, pero, sea como sea, siento un escalofrío que me recorre toda la espalda. No sé como interpretar su gesto, pero mi beso de gratitud es muy suave y muy cálido, quizás el más cálido de todos los que he dado hoy.

El ambiente está tenso; todos lo olemos. Patricia propone jugar a verdad o atrevimiento. La idea es aceptada de inmediato. Acabo, de un trago, una de las botellas de vodka. Es mi forma de colaborar. Se necesita una para la rueda, ¿no?

El resultado de ser diez mujeres y un solo hombre en este juego, es que todo el sistema debe basarse en el azar. Así que hay que hacer rotar la botella muchas veces, para que sea solo el destino quien escoja la pareja. Otros de los retos a superar es la cantidad de ingenio que hay que derrochar para que no sea insulso y repetitivo. Esto obliga a nuestras mentes a producir vapor de ideas, como dice madre.

No voy a describir todas las propuestas y preguntas que se han hecho, pero os resumiré las más candentes y sugestivas. Por supuesto, el juego empieza con fuerza y escasa mojigatería. Apenas se piden preguntas de verdad, pues casi todos nos conocemos o nos intuimos, así, ¿de qué sirve?

Las primeras prendas se pierden por negarse a hacer ciertas pruebas que, así, en frío, suenan un poco bestiales. Por ejemplo, Pam perdió su vestido cuando, tras anunciar que tenía que ir al cuarto de baño, quedó atrapada por la boca de la botella. Se le pidió que se orinara sobre Sasha, también elegida por el giro del vidrio. Sasha no abrió la boca, pero mi hermana se negó, teniendo que soltar una prenda. Pudo haberse quitado un zapato, pero seguro que pensó que tras haberse negado, podría animar el cotarro, y optó por el ceñido vestido de Zara.

Todos estamos sentados o tumbados en el área de las colchonetas y cojines. Los sofás se usan más como respaldares, que como asientos.

Al cuarto o quinto giro de la botella señaladora, me toca a mí. El gollete después muestra a mi partenaire, Irene, y, en último lugar, quien propone la prueba, Niska. La gitana no duda nada en sugerir, con un gesto de su mano y un movimiento de su lengua contra la cara interna de su mejilla, una felación. La jovencita, con la cara enrojecida, se levanta y me sigue hasta el sofá, donde nos sentamos.

Su ama le enseñó a chupar mi polla, pero solo lo ha hecho una vez, y acompañada. Le digo que tire de mis pantalones, pues no aguantaré mucho más tiempo con el miembro atrapado por la tela. Todas ponen mucha atención en como actúa la boca de la jovencita, quien, al final, debe quitarse la blusa para no mancharla de semen. Patricia la recompensa con un largo beso, con el que intenta arrancarle cualquier pizca de esperma de la boca.

A medida que pasa el tiempo, las peticiones se van haciendo más excitantes, más depravadas. La lujuria se apodera de las mentes, el alcohol relaja la moralidad y la vergüenza. Puedo leer el deseo en los ojos de todas ellas; la clara intención de gozar, de cualquier manera. Las pruebas se alargan, se vuelven confusas, y acaban por olvidarse. Las parejas rotan, los tríos se suceden, y, finalmente, se forman grupos completos, limitados solo por el espacio de las colchonetas.

No puedo dejar de fijarme en Meli. No para de morderse el labio. Una de las pruebas la ha dejado en braguitas y muy caliente. Sin duda, es su primera orgía, por lo que no deja de observarlo todo, con ojos muy abiertos. Su mano se dirige incesantemente entre sus muslos, con disimulo. Presta mucha atención a Patricia e Irene. Ya ha expresado, anteriormente, su interés por un ama tan joven. Cuando Patricia elige a Elke, para comerle el coño, Meli se rinde a la tentación. Se acerca hasta las levantadas nalgas de Patricia, la cual está en cuatro, apoyada sobre manos y rodillas, y hunde la nariz bajo su trasero, chupando con deleite. La jovencita solo gira la cabeza y la mira, luego vuelve a su tarea.

Aquello es de lo más erótico para mí. Conozco a Elke, la cual nunca habría dado el paso de ponerse bajo la boca de una chiquilla así, sino hubiera sido por el juego. Mientras goza de la lengua juvenil, no deja de mirar a Pam, como si le pidiera permiso para disfrutar. Mi hermana le devuelve la mirada, casi de chiripa, más atenta a los atormentadores dedos de Dena, que trata de nivelar la balanza emocional. Patricia, por su parte, está realizando uno de sus sueños, trajinarse a las modelos del ático. Así que está lamiendo y paladeando uno de sus coñitos soñados. Más de una vez me ha confesado que le encantaría espiar a mi hermana y a la noruega. Para ella, son la pareja perfecta y, ahora, se afana metiendo su lengua en la vagina de una de ellas.

Pero no solo eso la pone loca, sino que una macizorra morena, que no conoce de nada – solo le han contado que ha sido la protagonista de una rueda infernal en una disco – le está comiendo culito y coñito, con una maestría del copón. Ya casi no atina a atrapar el clítoris de Elke con su lengua, de los tiritones que está dando.

No sé lo que puede pensar Meli, pero la perversa expresión de su rostro, a cada lametón que da, con extrema lentitud, me hace pensar en deseos demasiado inconfesables. Patricia aparenta menos años de los que tiene…

Elke se corre, con ese desmadejamiento tan característico de ella. Es como si le hubieran cortado los hilos a una marioneta, desplomando su espalda sobre el asiento del sofá. Apenas puede respirar, agotada por el orgasmo. Sonrío al contemplar como Patricia se retuerce cuando Meli pone toda su atención en ella. Le aferra las nalgas con las dos manos, colocando su culito en posición para dedicarle su mejor lamida. Patricia tiembla y gime, sin fuerzas para mantenerse a cuatro patas. Su mejilla finalmente cae sobre la cadera de Elke, quien, aún con los ojos cerrados, alarga una mano para acariciar los labios de Patricia, la cual acaba tragándoselos, con ansias.

Con un gesto, envío a Sasha a que se ocupe de Meli, pues no da abasto a acariciar el culito de Patricia y su propia entrepierna. Sasha no se anda con chiquitas en cuanto comprueba lo chorreando que está la opulenta morena. Le clava dos dedos en la vagina, iniciando un rapidísima fricción, que la lleva a una explosión de líquidos. Junto con su placer, deja brotar un buen chorro de lefa olorosa que salpica las rodillas de Sasha.

Patricia, por lo que conozco de sus expresiones, lleva corriéndose un buen rato, encadenando orgasmos. Apenas puede gemir, aferrada a la cadera de Elke, quien la contempla, estupefacta por la capacidad de la joven. Cuando ella mira de nuevo hacia Pam, esta ya ha sucumbido a las caricias de Dena y de Irene, a escasos centímetros de donde estoy. Irene está instalada entre las piernas de mi hermana, lamiendo como una posesa, tragando todo lo que brota del coñito pelirrojo. Dena, con la espalda apoyada contra uno de los sillones, sostiene el torso de Pam levantado, la espalda contra su pecho. Mi hermana intenta llevar una de sus manos a la entrepierna de Dena, a la altura de sus riñones, pero apenas atina a mantenerla allí, debido a sus propios estremecimientos.

Sobre la gran mesa, justo a un lado del ya roto cuadrado dulce, Niska se yace tumbada, desnuda y expuesta a la lengua y dedos de Maby. Mi terrible novia ha demostrado sufrir una extraña debilidad por la romaní, desde el mismo momento en que nos trasladamos a la mansión. Según ella, desata su compasión, lo que la obliga a arrullarla allá donde la encuentra. Claro que una cosa lleva a la otra. En este momento, Maby se dedica a meter el dedo en la tarta y embadurnar el coño de Niska, para después lamer lentamente hasta limpiarlo todo, y vuelta a empezar.

Katrina está conmigo, a mi espalda. Lleva un rato rozando sus senos perfectos contra la piel de mi dorso, deslizándose sensualmente gracias al aceite que se ha untado sobre su cuerpo desnudo. Observa a todas las chicas, imitándome, y, de vez en cuando, vuelca un comentario susurrado en mis oídos:

― Míralas, como gozan… ¿a quien vas a elegir para apaciguar tu falo? Pamela se está derritiendo. Esa niña posee una boca muy dulce…

― Eso. ¿Cuándo vas a empezar a follártelas? Estoy como loco…

― ¡Maby! Trae a Niska, por favor – me decido.

Las dos se bajan de la mesa, desnudas y sonrientes. Noto como Niska me mira el miembro, que Katrina está acariciando lentamente, desde atrás.

― Niska, pequeña – le digo, indicándole que se siente ante mí. — ¿Aún eres virgen?

― Si, Amo.

― Solo le desvirgué el culito, Amo – confiesa Katrina, a mi oído.

― Entonces, te pregunto, Bereniska, ¿quieres entregarme el honor de desflorarte?

― Es usted mi Amo, solo tiene que tomarme – me contesta, con el rostro enrojecido.

― No, es tu privilegio, tu entrega, así que tú decides.

― Amo… me entrego totalmente… hágame suya – susurra en romaní.

Entendiendo mi mirada, Maby se acerca gateando hasta mi miembro, que, a pesar de cuando ha jugado y visto esa tarde, está aflojando por desinterés. Maby se encarga, con su boca juguetona, de volver a izar esa roja cabeza ciclópea. Le indico a Katrina que se ocupe de Niska, de tumbarla y de mantenerla mojada, aprovechando lo que le estaba haciendo Maby.

Contemplar a la diosa rubia introducir su lengua en aquel chochito que ella mantenía esclavizado, me la acaba de poner realmente dura. Niska me mira de reojo, jadeando por la caricia de su antigua ama, y deseando que la haga mujer. Lo noto en sus ojos, en el fulgor de sus mejillas, en el compulsivo jadeo de sus pulmones. Quiere follar.

― Cariño, ya la tienes bien dura – se yergue Maby sobre sus rodillas, los labios bien húmedos. – Métesela a la pobre…

― Si, eso, ¡hazlo ya!

Katrina rueda a un lado y atrapa uno de los cojines, metiéndolo bajo los riñones de Niska. Como un henchido sacerdote pagano, dejo que mi vestal Maby lleve mi miembro desflorador hasta la vulva virginal de la ofrecida. ¡Que bien se lo tenían que pasar esos cabrones, en aquellos bosques primigenios! Mi glande entra asombrosamente bien, casi con holgura, hasta ser frenado por un elástico y terco himen, que no cede. Empujo con más fuerza, sacando un quejido de la pobre Niska, sin resultado.

― ¡Joder! A ver si va a ser uno de esos que tiene que ser desflorado por un cirujano – masculla Maby.

― Amo… Amo, no se frene más – implora Niska. – Hágalo con fuerza, sin miramientos…

― Niska, no quiero que te duela.

― Por favor, Amo, quiero ser mujer ya… no me importa el dolor…

― Quiere ser una de sus perras – afirma Katrina, acariciándole un seno con suavidad.

Bueno, si me lo piden así… Me tumbo sobre la romaní, manteniéndome sobre las manos. La presión de mis caderas se incrementa y Niska tiene que echarme las manos al cuello y cruzar las piernas a mi espalda para no ser arrastrada.

― Mmmmffff… — gruñe, con los dientes apretados y los ojos fuertemente cerrados.

Noto como algo cede, en su interior, y tengo que frenarme para no empalarla. Chica valiente. No ha gritado y ha tenido que dolerle. Me quedo quieto, dejando que la ola de dolor pase. Ella me mira y me sonríe débilmente.

― Lo ha roto, Amo…

― Si, Niska, lo he relegado al olvido. Ahora, solo sentirás placer – murmuro mientras lamo su mejilla. — ¿Sigo?

― Por favor… Amo…

Mi miembro se cuela, abriendo aquellas carnes prietas y juveniles, acompañado por los gemidos y mordisquitos que Niska no cesa de darme en el brazo. La joven parece poseer una vagina profunda y muy elástica, pues sigo empujando sin encontrar fondo.

― ¡Aaaamoooo! Diosssss… — chilla cuando mis testículos golpean sus apretadas nalgas.

― ¡La muy puta! ¡La tiene toda dentro y eso que era virgen! – exclama Maby, alargando la mano hasta la entrepierna de Katrina, la cual está más que ansiosa de esperar.

― Niska… Niska – la llamo de vuelta a este mundo, lamiéndole los labios. – Quiero que lleves la cuenta…

― ¿La cuenta? – farfulla, parpadeando.

― Voy a sacar mi pene para darte cinco vaivenes, cuatro suavitos y uno fuerte y profundo.

― Sssiii…

― Después, volveré a repetirlo, pero, en esa ocasión, te daré tres suaves y dos fuertes, y así seguiremos. ¿De acuerdo?

― Si, Amo… y llevo cuenta…

― Eso es. Empiezo.

Retraigo casi todo mi pene, a riesgo de sacarlo completamente, y doy cuatro lentos envites con solo mi glande introducido.

― Uno… dos… tres… cuatro… — murmura Niska.

Empujo casi de golpe, hasta meterla toda.

― cincooooOOOOOO…

Siento sus dedos clavados en mis hombros, como se contraen sus nalgas, y hasta los dedos de los pies. Eso le ha llegado al alma. Otra vez para atrás, muy suave, casi punteándola.

― Uno… dos… tres… ¡Cuatro!… ¡Oh, bendito! Cin… co… — se le quiebra la voz al contar, alterada por lo que siente su vagina, forzada a ese ritmo.

Me siento chapotear en su interior. Tengo que educar ese coño, pues es una joya. Como me aprieta en sus espasmos, y como me deja holgura cuando quiere más polla.

Dos suaves y tres profundos. Niska ni siquiera puede pronunciar el número cinco, anulado por un largo gemido. Sus caderas quieren partirme en dos. Está al límite.

Uno suave y cuatro hasta el fondo. Solo murmura “uno” y empieza a correrse, vibrando como unas maracas sordas. Pequeños quejidos complementan sus bruscos espasmos, a medida que introduzco mi polla con fuerza. Realizo círculos con mi pelvis cuando llego al fondo, antes de retraerme, incrementando así su orgasmo.

― Nene… nene, para… que se desmaya – me avisa Maby, realmente preocupada.

No hay ningún problema. Hay voluntarias dispuestas a relevarla. Sin darme cuenta, las demás chicas han ido terminando con sus placeres sáficos y se han reunido a nuestro alrededor. No sé si podré con todas, pero Ras asegura que si, que se ha visto en trances peores… ¡No me opongo en lo más mínimo!

______________________

Me tengo que tomar libre el día siguiente. Hasta yo debo descansar. Por un momento, creí que me iban a comer. Estas chicas no tienen hartura ninguna, coño. ¿Amo? ¿Yo Amo? ¡Un huevo! Estaban ellas para obedecer, vamos… Eso si, muy atentas a proporcionarme líquido y azúcar, pero solo para que siguiera machacando sus entrepiernas. Menos mal que al haber overbooking, ellas mismas se ocupaban de alegrarse los bajos, unas a otras, pero, aún así, creo que me quedé dormido follando.

Víctor tiene la deferencia de llamarme para felicitarme, aunque a fecha pasada. No sé cómo se ha enterado de ello; supongo que Denisse se lo ha comentado, digo yo. Al mediodía, regresamos a la mansión, salvo Pam y Elke que trabajan en una nueva campaña de la agencia.

― ¿Cuándo te vas a inscribir en una autoescuela? – me pregunta Maby, sentada en el asiento del copiloto de Toyota.

― La semana que viene. Pienso sacarme el permiso como un cohete – le digo, riendo.

― ¡Hombre, tú me dirás! Llevas conduciendo desde los doce años.

― Solo en la granja – puntualizo.

― ¡Da igual! ¡Tractores, camiones, remolques, cosechadoras, y camionetas! ¡Has conducido casi de todo!

Me encojo de hombros. A ver, era necesario. Padre necesitaba la ayuda en el momento, no cuando cumpliera los dieciocho años. Miro por el retrovisor. Las tres perritas se sientan atrás, mirando el paisaje, y disfrutando del viaje, menos Katrina, que parece muy interesada en nuestra conversación. Siempre la sorprendo pretendiendo saber más cosas de mí, de mi niñez, de mi familia, de mis gustos, pero nunca me pregunta directamente.

Ya hace un mes largo que nos hemos instalado definitivamente en la mansión. Las obras previstas para reformar el ala fueron rápidas y precisas. El cuarto de juegos, como llaman a la nueva zona de ocio y relax que diseñamos, al lado de las escaleras de servicio, ha resultado ser un éxito. A veces, tenemos que especificar horarios para un uso compartido. Katrina se ha ganado un sitio en la mega cama redonda y se ha olvidado del suelo.

Por mi parte, estoy formando un par de hombres para dedicarse a visitar los clubes y mansiones. Siguiendo el consejo de Víctor, me he decidido por personal autóctono, del terruño. Los hermanos Josspin, los gerentes del Purgatorio, fueron tan amables de enviarme una selección de candidatos de toda su confianza, de los que he escogido a mis dos ayudantes en ciernes, Miguel y Enrique. Aún no hemos completado todas las visitas, pero pronto los podré dejar solos.

En cuanto aLa Facultad, pues hay que tener paciencia. Ya contamos con ocho protegidos, cuatro chicas y cuatro chicos, ninguno mayor de doce años, que se están adaptando muy bien. El personal también ha aumentado. Tenemos a dos educadores, un psicólogo, dos profesores, y una doctora internista, amén de Juni, nuestra gobernanta. Víctor quiere llegar a doce protegidos, como número base, para calibrar cuanto personal se necesita realmente.

Los chicos han sido debidamente escogidos. Están sanos, son hermosos, y son despiertos. Casi todos han sido sacados de zonas muy conflictivas, en guerra o llenas de miseria, por lo que su instinto de supervivencia es muy alto en todos ellos. El que no es listo, es astuto. Quizás a eso se refería Víctor. El caso es que aprenden rápido. Su nivel del idioma se incrementa a diario. Aprenden español e inglés para superarse, pues todo cuanto es importante para ellos, se habla o se dicta en estos dos idiomas. Aparte de estas lenguas, toman nociones de árabe y chino, como lenguas optativas, pero en menor grado. Los educadores preveen que, en cinco años, los protegidos se valdrán de tres lenguas, casi con naturalidad, y de cinco en su periodo universitario, contando con su lengua natal.

Llegamos a la mansión con el tiempo justo para sentarnos a la gran mesa del comedor. Anenka y Denisse ya están sentadas, frente a frente. Denisse inclina un poco la cabeza como saludo, al verme entrar. Anenka, portando uno de sus fastuosos kimonos orientales, me sonríe, cada día más encantadora.

― Así que ya eres legalmente un hombro, ¿no? – me dice, a modo de felicitación.

― Así es. Ya puedo votar – contesto, cogiendo un trozo de pan cortado.

― Esperaba una invitación – hace un mohín de enfado.

― Lo siento. Fue una fiesta muy privada – le digo, mientras mojo una sopa de pan en la salsa picante que rodea mi filete.

― Felicidades, Sergio – Denisse alza su copa de agua en un mudo brindis.

― Gracias, Denisse. Vi tu SMS con la felicitación.

― De nada. Bueno, ahora que están juntos, me gustaría hablarles del asunto de Lisboa – coloca los codos de su chaqueta sobre la mesa, posando una mano sobre el dorso de la otra, y nos mira a ambos.

― ¿Lisboa? – pregunta Anenka, cortando meticulosamente trocitos de carne.

― Víctor quiere abrir un nuevo club allí. Se estaba buscando un lugar adecuado – le comento.

― Así es – cabecea Denisse. – Hay varias opciones, pero necesitaría que alguno de ustedes se desplazara allí para echar un vistazo y decidir.

― ¿Contigo? – pregunto, con una sonrisa.

― No, debo viajar a Barcelona mañana mismo.

― Podemos ir los dos a Portugal – me sorprende Anenka. – Podríamos ver esas opciones. Me vendría bien un viaje.

― Eso sería perfecto. Recuerden que representan las dos facciones de esta organización – Denisse reparte su mirada entre los dos, mientras su acento sensual entra en mi sangre.

― Está bien – debo ceder. – Mañana temprano, podemos coger el Toyota y…

Denisse arruga su preciosa naricita y niega con la cabeza.

― ¿No? – me extraño.

― No conducirá, Sergio. No tiene permiso de conducción y ya es legalmente responsable. No hay necesidad de meterse en un problema legal, habiendo otras soluciones. Hasta que no se saque la licencia, dispondrá de chofer – su tono no deja resquicio para una respuesta. A mi lado, Maby intenta reprimir una risita.

― Vale, vale. Anenka, ¿te encargas tú de preparar el viaje, por favor?

― Por supuesto, Sergei.

No abro más la boca en el almuerzo, a pesar de que Denisse me mira inquisitivamente varias veces. Conozco a Maby y sé que no se ha quedado satisfecha, pero espera a que estemos solos para preguntarme:

― ¿Te parece buena idea viajar con Anenka?

― No me queda otra, Maby. Es la esposa del jefe y, además, la líder de la facción aliada. Debo confiar en ella, sino esto no resultará.

Nos encontramos en la sala de juegos. Ella sentada en uno de los divanes, con el mando de la tele en la mano, yo, mirando a través del gran ventanal que da a la piscina.

― Creo que ha aprendido hasta donde puede llegar en sus manipulaciones. Además, mañana solo vamos a dedicarnos a mirar locales.

― Recuerda… es como ir de compras – sonríe Maby. – Ella es una mujer, y, como todas nosotras, tendrá caprichos. No dejes que te encandile.

― Si, mami – respondo, inclinándome sobre ella y besando su nuca.

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Antes del amanecer, partimos de la mansión a bordo de una berlina Mercedes-Benz Clase E; una hermosa máquina blindada, de color crema, y con un V8 de 4.663 centímetros cúbicos de cilindrada. Todo un lujoso cohete. Waslo, nuestro chofer, un hombre de unos cuarenta años, fornido y de rasgos inalterables, desliza el asiento del copiloto lo más adelante posible, para dejar espacio a mis largas piernas. Se lo agradezco con un gesto. Al menos, viajaré cómodo.

Anenka, a mi lado, dormita, arropada por un liviano chal. No es que dentro del climatizado automóvil haga frío, – además, estamos en setiembre – pero, sin duda, es un gesto elegante y tranquilizador. La contemplo a placer. Por mucho que la odie, debo reconocer que su belleza y estilo son embriagadores. Me gustaría que llegáramos a un acuerdo, con el que pudiéramos dejar de vigilarnos mutuamente.

Tomamos café en Talavera dela Reina y, dos hora más tarde, paramos a desayunar cerca de Mérida. Cómo si me hubiera leído la mente, Anenka resulta de lo más distendida charlando. Amenizamos el viaje con una charla ligera y casi sincera. Cruzamos la frontera en Badajoz, y, desde allí, para el mediodía, llegamos a Lisboa, a través del puente 25 de Abril, que cruza la desembocadura del Tajo. Estoy loco por estirar las piernas. Además, nunca he estado en Lisboa.

Waslo se detiene a las puertas del Clube Naval de Lisboa, enla Doca de Belém. Bajo la elegante marquesina púrpura y dorada de la entrada, nos espera una mujer de unos treinta y cinco años, que se presenta, en un correcto castellano, como Fátima María Urides.

Se trata de una corredora de fincas que trabaja para la mejor inmobiliaria de Lisboa. Al parecer, ella nos llevara a visitar los diferentes edificios y nos servirá de guía e intérprete.

― Bueno, lo primero será almorzar, ¿no? – digo, tras las presentaciones.

― Por supuesto, señor Talmión. He pensado que podemos almorzar en el mismo Club Naval. Su restaurante es famoso y exquisito – sugiere Fátima, señalando el portero uniformado que se pasea ante la entrada.

― Llámeme Sergio, querida. Por mí, estupendo…

Fátima se mueve en el interior del encopetado club como pez en el agua. Parece que la conocen muy bien. ¿Acaso vende barcos también? Nos sientan a una amplia mesa, rodeada de varios divanes de la época colonial, frente a un gran ventanal, desde el cual tenemos una preciosa vista del río y el Monumento a los Descubrimientos.

Fátima nos explica un poco los distintos barrios de la ciudad, donde se ubican los edificios que nos interesan. El Bairro Alto, con su arquitectura original y sus locales de fado. Alfama es el barrio más antiguo de la ciudad, de origen árabe, aunque no dispone de oferta inmobiliaria. Belém, que es donde nos encontramos en este instante, es una zona turística en la misma desembocadura del Tajo, llena de nuevos monumentos y museos. Pronto nos habla de los barrios que nos interesan más, como Baixa-Chiado, el barrio más elegante y señorial de la capital. Es el centro comercial de la ciudad, donde se encuentrala Plaza do Comercio, la Rua Augusta y la Plaza da Figueira. A continuación, está Estrela-Alcantara, donde está el mirador de Santa Catalina, y el palacio de la Asamblea Da República. También es una zona de ocio, llena de discotecas y restaurantes. Marques de Pombal es el distrito financiero, que da comienzo en La Rotunda. Muchos edificios de oficinas, hoteles y bancos se ubican allí. Finalmente, la zona más exterior y nueva, llamada Parque de las Naciones, un barrio totalmente nuevo, construido en lo que fue el recinto de la Expo98. Allí se encuentra la Estaçaode Oriente, la principal estación de ferrocarril de Lisboa, o la torre Vasco de Gama, así como el Oceanario.

Mientras Fátima habla, la contemplo en silencio. Destila eficacia y mueve sus manos elegantemente, según explica. Posee unos ojos oscuros y vivaces, llenos de matices, algo rasgados, que quedan algo anulados por la afilada y agresiva nariz, sutilmente ganchuda. Una boca grande, de labios gruesos y sensuales, complementan su rostro, otorgándole un extraño atractivo que no puede llamarse belleza, pero que atrae las miradas. El cabello, cortado en melenita, se encrespa con la humedad del ambiente, formando una maraña rizosa que es mejor no peinar, sino moldear. Eso y el tono tostado de su piel, me hacen suponer que Fátima es portadora de algunos genes africanos.

El camarero deja tres bandejas en la mesa, llenas de diferentes frutos del mar: sardinas asadas, bacalao a la brás, berberechos, mejillones y mariscos varios, así como unos bogavantes en salsa picante, todo aderezado de patatas cocidas y verduras, aliñadas con aceite, aceitunas, y mucha cebolla. Entre propuestas y precios, tomamos un excelente café brasileño, acompañado de pastelitos secos de almendra y jenjibre.

Tras el almuerzo, damos un paseo por el Belém, para digerir lo que hemos tragado. Fátima lo ha propuesto así porque el primer inmueble no está lejos de allí, enla Rua SàoFrancisco Xavier. Allí, entre árboles frondosos, se levanta un doble chalet, con un extenso jardín y un bajo de trescientos metros cuadrados, libres y diáfanos. Pero está rodeado de viviendas cercanas, lo que no nos interesa lo más mínimo. Además, el local es pequeño, aunque se cuente con el jardín. Ni siquiera miro el piso superior. Fátima me mira y pregunta.

― ¿Qué buscan exactamente? Solo se nos ha requerido, locales por encima de los dos mil metros, o bien casas agrupadas que puedan unirse…

― Ah, Víctor y sus famosas pistas – ironiza Anenka.

― Estamos buscando un local para un club temático, Fátima. Necesitamos un gran espacio para las actividades comunes de los socios, como bailar, cenar, o reunirse, pero también necesitamos espacios privados, sean habitaciones, o reservados. Habrá que contar con posibles camerinos, almacén, cocina… ya sabe, todo eso.

― Comprendo. Entonces, podemos olvidarnos de unos cuantos locales que había dispuesto en Chiado. Con esas características, que recuerde, dispongo de tres posibilidades. Un hotel para derribar en Alcantara, dos plantas de oficinas consecutivas en Marques de Pombal, y, la que más promete, un terreno sin construir en el Parque de las Naciones.

Tanto Anenka como yo, rechazamos las oficinas, y nos decidimos por ojear primeramente el hotel. Nada más verlo, no me da buenas vibraciones. Hace esquina en una manzana, tiene cinco plantas y es muy viejo. Sin bajarnos del coche, le damos la vuelta a la manzana. Casi todos los locales bajos de la manzana son pequeños negocios, desde pizzerías, cafeterías, a tiendas de alimentación o perfumerías. Las plantas superiores son viviendas, y no hay apenas aparcamientos en la zona. Agito la cabeza y Anenka asiente, opinando en voz alta.

― Es estrecho y mal situado. Demasiados vecinos cerca.

Cuando llegamos al Parque de las Naciones, nos miramos. Aquello era otra cosa. Espacios abiertos, amplias avenidas. Los grupos residenciales estaban definidos y aislados, unos de otros. Edificios de oficinas con formas extrañas. Sin duda, han aprovechado los pabellones construidos parala Expo.Fátimaguió a Waslo, hasta detenerse a un lado de una carretera de nuevo asfalto. Señaló hacia lo alto de una colina.

― Aquello es el IPAM, el Instituto Portugués de Administraçao de Marketing. Estudios superiores universitarios. Y, aquello, – se giró, señalando, ahora, un lejano complejo de edificios, vallado y circundado por una carretera – es la Escola Superior de Actividades Imobilliarias, también estudios superiores. Todo lo que hay entre los dos centros, está en venta. Puedo parcelar o no, según me digan.

― Interesante – respondo.

― Si. Dos centros de estudios superiores que estarán cerrados por la noche – dice Anenka.

― Nada de vecinos y espacio para aparcar – sonrío.

― Es una zona de ocio y turismo, en franco desarrollo – aporta Fátima. – Por lo que los permisos de construcción y licencias son dinamizados por el ayuntamiento.

― Eso siempre es una ventaja – aprueba Anenka.

― Hay un buen acceso desde los otros barrios de la ciudad, así que no será un problema.

― Bien, lo que necesitamos es sentarnos y hacer números – sonríe Anenka.

― Me gustaría poder regresar a mi oficina y hablar con mi jefe. Solo dispongo de estimaciones sobre este terreno. Quizás pueda mejorar el precio de las parcelas – propone Fátima.

― Está bien. Supongo que habrá un buen hotel por aquí – Anenka toma las riendas, rápidamente.

― Si, señora. Le puedo recomendar el Sheraton Lisboa. Está cerca y dispone de un increíble Spa…

― Está bien. Nos quedaremos en él y Waslo la llevará a su oficina. Luego, nos reuniremos en el hotel y veremos las condiciones. ¿Qué le parece?

― Perfecto, señora. La llamaré en cuanto disponga de las tarifas y condiciones.

Nos subimos de nuevo al coche y nos dirigimos al hotel en cuestión. Debo decir que es una pasada. La zona está llena de hoteles, construidos para el evento de la Expo. Cada uno con una personalidad propia y espacio suficiente para su categoría. El Sheraton es hermoso, con formas neoclásicas y mobiliario exclusivo. Tomamos un par de habitaciones contiguas, – y otra para Waslo – desde las cuales tenemos impresionantes vistas de la ciudad.

Fátima no tarda en llamar y quedar para la cena. El hotel dispone de un restaurante gourmet bastante famoso, así que no tendremos que desplazarnos. Anenka, sonriente, se cuelga de mi brazo y me lleva a curiosear por las tiendas del hotel, donde nos compramos algo de ropa informal, pues no hemos traído nada. Nos duchamos y nos cambiamos, para bajar a la cafetería, – una monada de sitio – donde pedimos unos aperitivos.

― ¿Qué piensas del terreno, Sergei? – me pregunta, copa en mano.

― Me parece ideal. Un barrio nuevo, apartado y discreto. Tiene un montón de hoteles alrededor, una carretera que le une directamente con el centro de la ciudad – apruebo, mirándola a los ojos.

― Si, a mí también me gusta. Veremos que condiciones nos trae Fátima. ¿Qué te ha parecido ella?

― Una mujer muy eficiente y simpática.

― Te ha estado devorando con los ojos, todo el día – se ríe.

― ¿Ah, si? No lo he notado – me hago el indiferente.

― ¡Eres un creído! – sonríe ella, antes de acabar su copa. – No era la única que te miraba de reojo…

Es mi turno de mirarla con sorpresa. No creí que pronunciara aquella afirmación. No soy tonto. Me he dado cuenta de que lleva devorándome con los ojos durante todo el viaje, pero no ha hecho el más mínimo gesto de invadir mi espacio. Fátima aparece cuando Anenka pide su segundo Martini. La mujer se ha cambiado y se ha deshecho del traje de chaqueta y pantalón ancho que llevaba esta mañana. Ahora se la ve más coqueta, con un vestido que pone de relieve sus bonitas piernas y un cuerpo opulento.

― ¿Qué va a tomar, Fátima? – le pregunto, al sentarse a la mesa.

― Una cerveza, por favor. Traigo buenas noticias – comenta, con una sonrisa.

― ¿De veras? – Anenka siempre desconfía; es su naturaleza.

― Mi jefe se puso de acuerdo con el dueño del terreno. Necesita dinero con urgencia y ha rebajado bastante la cantidad que pide.

― Me parece bien – le digo, alargándole la botella de cerveza junto con una copa. — ¿Cuánto terreno hay, exactamente?

― Traigo una impresión de satélite – anuncia Fátima, sacando un pliego del bolso, que abre sobre la mesa. Señala con el dedo. – Veamos, el terreno abarca, en total, algo más de doscientas hectáreas. Está parcelado en cuatro áreas bastante amplias.

Queda evidente sobre el papel. La situación de la carretera, que corre paralelamente, de norte a sur, no predispone en la elección de las parcelas; todas disponen de total acceso. Miro a Anenka.

― Necesitaríamos dos parcelas. La edificación quedaría en el centro, lo demás sería aparcamiento – propongo.

― Si – Anenka es escueta.

― ¿De cuanto estamos hablando? – miro directamente a Fátima, anulando sus defensas. – La verdad, por favor.

― El dueño estaría dispuesto a vender por la mitad de lo que pidió, en un principio – contesta, casi sin pensarlo.

― O sea, que podríamos llevarnos las dos parcelas por el precio de una – se ríe Anenka.

― Un buen trato, ¿no? – levanto mi vodka, en un brindis mudo.

― ¿Entonces? – pregunta Fátima, aún insegura.

― Prepara la documentación, Fátima. Queremos dos parcelas, las más cercanas a la costa – alarga la mano Anenka para estrechar la de Fátima.

― Bueno, hechos los negocios, nos toca cenar – les digo.

_____________________________________________________

Hay que reconocer que el restaurante gourmet es de primera, así como la decoración del local. Detalles intimistas, luz tenue, obstáculos decorativos que prestan a esconder a los comensales… Nos sentimos muy a gusto en el espacio que nos han dedicado, justo detrás de unos macetones de lujuriosos ficus.

Junto a la ensalada caliente de recula, endivias, y queso carioco, aderezado de miel y frutos secos, y los suculentos dados de cordero en salsa de oporto dulce, nos hemos trasegado un par de botellas de vino verde, un vino joven y fresco de paladar. El alcohol desinhibe las lenguas, sobre todo la de Fátima, que nos acaba de contar toda su vida.

Prometida y casada, desde muy joven, con el heredero de una adinerada familia, pronto se sintió atrapada por la hipocresía de la alta sociedad. No le faltaba de nada, al precio de abandonar lo que la hacía feliz, sus amigos universitarios y su implicación en el Movimiento Verde. Con veinticinco años, ya había parido a sus dos hijos, Sara María, la mayor, y Eduardo, el menor.

Entonces, llegó el escándalo de Casa Pía y su marido fue acusado y encarcelado por corrupción infantil. El proceso se llevó toda su fortuna y Fátima tuvo que ponerse a trabajar para mantener a sus hijos. Sus suegros habían dejado el país, avergonzados. Gracias a sus contactos y su conocimiento del patrimonio, entró a trabajar en una gran inmobiliaria. Anenka, en un inusual gesto de comprensión, alarga la mano, sobre la mesa, para tomar la de Fátima. Por mi parte, pregunto que es el escándalo de Casa Pía.

― Casa Pía es una institución fundada por María I, en 1780, para recoger y ayudar mendigos y niños necesitados, tras el caos social del terremoto de 1755. En noviembre del 2002, un ex alumno de Casa Pía acusó de abusos sexuales a varias figuras públicas y a un funcionario de la institución, Carlos Silvino da Silva, conocido como “Bibi” – narra Fátima, tras un suspiro. – Tras las primeras investigaciones, se puso de manifiesto una red de pedofilia que incluía a diplomáticos, políticos, deportistas y hasta animadores de televisión. Por lo visto, esta red llevaba actuando desde los años setenta, suministrando a niños, sobre todo sordomudos, para fiestas y orgías. Incluso se los llevaban y traían a California para actuar en películas prohibidas. Varios funcionarios públicos intentaron denunciar estos hechos, en diversas ocasiones, pero fueron rápidamente acallados por altos miembros de distintos estamentos. Todo se desmoronó cuando la periodista Felicia Cabrita destapó todo, gracias a la denuncia de Joel, en el semanario Expresso y en el canal de televisión SIC.

― Bufff, vaya follón – dije.

― Mi orgulloso y pretencioso esposo fue uno de los imputados. El maricón nos dejó en la ruina y totalmente avergonzados. Mis hijos utilizan mi apellido, no el de su padre, para evitar que sus compañeros de colegio les relacionen.

― Pobre Fátima. Has debido pasarlo muy mal – Anenka le acaricia una mejilla suavemente.

― Soy una mujer pragmática y fuerte, Anenka – el vino la empuja a tutearnos. – Pero resulta muy duro, a veces.

― Venga, chicas, hace una noche magnífica. ¿Qué tal si nos tomamos la copa del postre en esos espléndidos jardines? – las animo, señalando con mi pulgar por encima del hombro.

― ¿Por qué no? – acepta Anenka. – Paseemos los tres…

Pido que nos sirvan tres copas de Napoleón calientes, en una mesa de la terraza que da a los grandes jardines que circundan el hotel. Girando el aromático coñac francés en las grandes copas de globo, recorremos el sendero de grava con pasos indolentes, enfrascados en una conversación que está subiendo de tono. Anenka le revela que nosotros hemos compartido cama, antes que los negocios, y que no se arrepiente, en absoluto, de ello, lo cual me arranca una sonrisa. Yo tampoco me arrepiento de haber retozado con ella, pues es tremenda.

Con una risita, Anenka le comenta algo al oído de la portuguesa, quien abre mucho la boca, al mirarme. Seguro que se ha chivado de mis dimensiones.

― Eres muy joven, Sergio – me dice, cogiéndose a mi brazo. — ¿Cuántos años tienes?

― Suficientes – le respondo, con una sonrisa lobuna.

― Si, supongo que es lo correcto – responde, pensativa.

Llegamos a una zona muy tupida, en la que las ramas de los árboles ocultan la mayor parte de la luminosidad que las farolas proyectan, creando rincones de insondables sombras. Anenka toma a Fátima de la mano y la atrae hasta uno de esos rincones. Apoya la espalda de la opulenta lusa contra el tronco de un árbol, y une sus labios con pasión. Fátima se queda unos segundos estática, con la copa entre las manos, sin saber cómo responder. Pero se recupera enseguida, abarcando la cintura de Anenka con su mano libre. Sus húmedas lenguas se traban, se aspiran mutuamente, se contorsionan con vida propia. Incluso puedo escuchar su deslizante sonido desde donde estoy, casi a cinco pasos de ellas.

Anenka se despega de Fátima, por un momento, y me mira. Levanta la mano con su copa, y me dice:

― ¿Me la aguantas un minuto, querido? Quiero meterle la mano entre las bragas…

Puede que alguno de ustedes no me lo perdone, pero ¿qué hubieran hecho? ¿Decirle que no e irme a mi habitación? Señores y señoras, el monje es Ras, no yo. Tomé la copa de su mano y me quedé observando, ahora más cerca.

― ¿Esto te lo esperabas? – me sopla Ras.

“¡Ni de coña! Y, la verdad, no sé qué hacer…”

― ¡No me jodas! ¿Qué que vas a hacer? ¡Pues follártelas! ¡A las dos!

“Pero, ya sabes que Anenka…”

― ¡Te he dicho que te la folles, no que la adoptes! ¡Ya sé que es una víbora traidora y que nos morderás a la mínima que pueda, pero eso no quita que sea una mujer! Ahora mismo tiene sus necesidades… no creo que esté pensando en cómo aumentar su participación, en este momento…

“No, tampoco lo creo.” La verdad es que no creo que ninguna de las dos piense en algo concreto. Anenka mantiene la falda de la portuguesa por encima de las caderas. Su mano se hunde en el coqueto culotte de encaje de Fátima, la cual levanta una rodilla para facilitar aún más el acceso a su vagina. Las bocas no se han separado ni un centímetro, traspasando saliva de una lengua a otra, y las caderas han comenzado su instintivo baile.

― ¿Te unes? – me pregunta Fátima mirándome por encima del hombro de Anenka, al tomar aire, entre jadeos.

Me acerco, aún con las copas en las manos, y me inclino sobre los anhelantes labios que me ofrece la opulenta mujer. Me los mordisquea, ansiosa, para después lamerlos e introducir su lengua. Anenka, sin soltarla, nos mira, sonriente. Noto como sus dedos retiran su copa de mi mano, para apurarla. Hay otra mano que noto y es la de Fátima, pero ella busca algo más duro que una copa. Se desliza por mi entrepierna, explorando y midiendo.

― Uuuuhhh… — gime al separar sus labios.

― Acábate el coñac, querida – le sopla Anenka. – Recupera fuerzas.

Me río y también apuro mi copa, justo antes de que la rusa me bese suavemente, como pidiéndome permiso.

― Creo que deberíamos subir a una de las habitaciones, damiselas – les propongo.

Una vez en la intimidad, Fátima se convierte en una vorágine de mujer, en una hembra totalmente desinhibida y necesitada de afecto y placer. Al quedarse desnuda, nos demuestra que supera cuanto hemos imaginado de su cuerpo. Debe machacarse a diario en un buen gimnasio porque, más que una corredora de fincas, tiene cuerpo de stripper de primera, de esas que realizan todo tipo de ejercicios en la barra fija.

Cae de rodillas ante mí, cuando me quito el boxer, como una sacerdotisa ante el sagrado ídolo de su dios. Me da la sensación de que está hambrienta de sexo, o más bien de una buena polla. Quizás lleva a plan bastante tiempo, aunque me extraña algo así de una mujer como ella. Pero, ¿Quién sabe? El caso es que no tarda en ocuparse de mi miembro con toda exquisitez, usando dedos, labios y lengua.

Mientras tanto, Anenka, totalmente desnuda, se pega a mi espalda, acariciando mis pectorales. Se pone de puntillas para decirme al oído.

― ¿Puedo?

― Por supuesto, Anenka, pero eso no signifique que te haya perdonado – contesto con un susurro.

― Intentaré ganarme tu perdón, cariño – y sé que lo conseguirá.

― ¡Dios! ¡Que podidamente bueno es esto! – exclama Fátima, deslizando sus labios por todo mi pene. Nos hace reír como niños.

La levanto de un manotazo y la pongo en cuatro en la cama, sin que sus pies toquen el suelo. Jadea por la impresión. No se espera mi ímpetu.

― Levanta esas nalgas – le digo. – ¡Te voy a traspasar!

― Con cuidado, cariño… hace mucho que no… hago esto…

― Pues debería ser pecado, con un cuerpo como ese – responde Anenka, colocando una rodilla sobre la cama.

― Ven, Anenka, túmbate ante mi boca… quiero comerte toda… ¡Joder! Llevo sin hacer esto desde la universidad.

Anenka se abre de piernas, sentándose ante ella y apoyando la espalda en el respaldar de la cama. Aferra el pelo de la portuguesa con una mano y le baja la cabeza hasta su entrepierna.

― Ya verás como no se te ha olvidado, querida – le dice.

Por mi parte, meto un dedo en la vagina de Fátima, explorándola. Está lo suficientemente mojada para mí, así que, con dos leves puntazos, su vagina se me abre totalmente. Su gemido repercute sobre el clítoris de Anenka, que me mira con complicidad, mordiéndose el labio fuertemente.

― Pártela en dos – me susurra, con los ojos entrecerrados por el placer y el morbo. – Bórrale el recuerdo del maricón de su esposo…

Y, con esas palabras, entro a fondo, como un matador con el estoque. Fátima cae sobre los senos de Anenka, empujada por mis caderas, chillando como una cerda. Se agita toda, sin control. Sus manos empuñan la ropa de la cama con fuerza.

― ¡Esto es la monda! ¡Se está corriendo con el primer pollazo! – exclama Anenka, mirándole la cara. Fátima tiene los ojos cerrados y no deja de temblar y farfullar. — ¿Te estás corriendo, cerda?

― Ssiii… — es apenas un silbido, que, finalmente, se convierte en una sonrisa, todo sin abrir los ojos.

― Parece que lo necesitaba – digo, retomando un suave vaivén.

Pero en cuanto Fátima se recupera, es Anenka quien empieza a demostrar que cede ante la gruesa lengua de la portuguesa. La hace gemir, contonearse, botar sobre sus nalgas, y tirarle de su rizado cabello. El respaldar no cesa de golpear contra la pared, con un ritmo infernal. Menos mal que la habitación que hay al otro lado, es la mía, que sino nos echarían del hotel.

― ¡JODIDA PUTA LUSA! – exclama Anenka, con un aullido. – ¡Me estás lle- llevando otra… vez… me co… corro… otra veeeeez…!

― Tenias razón… parece que no se le ha olvidado sus tiempos de universitaria – le digo con una risita, sin dejar de culear.

Fátima no tarde demasiado en derretirse otra vez bajo el martilleo de mi polla. Una vez las dos más tranquilas, me tumbo en la cama y dejo que jueguen entre ellas y conmigo; que lleven el control. Sé que a Anenka le encanta montarme y Fátima pronto aprende lo divertido que es sentarse sobre mi boca.

Casi tres horas después, las dos duermen en la cama, abrazadas y dormidas, felices y saciadas. La habitación está en penumbras, iluminada solo por el pálido fulgor de la luna. Estoy de pie, también desnudo, mirando hacia la ciudad, a través de la gran cristalera. Todo está en silencio, en calma.

― Creo que las cosas se están asentando, que todo va encajando.

― Puede que tengas razón, viejo.

― Anenka parece conformarse con lo que tiene, por el momento.

― Si, me ha susurrado varias veces que lo siente mucho.

― Ah, me encanta cuando las piezas encajan – el suspiro de Ras es casi cómico.

― A mí también, viejo.

¡Pobres ilusos de nosotros! ¿Quién podía sospechar que la más pura vorágine nos arrastraría como paja a viento?

Porque, debéis saber, infatigables lectores, que, apenas dos semanas después, estallaría la GUERRA…

CONTINUARA…

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Relato erótico: “Jane XIX” (POR ALEX BLAME)

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todo queda en familia411
Sin títuloJane mantuvo abrazado a Tarzán después de que este se corriese una vez más en su interior. Le encantaba tener aquel cuerpo fuerte sudoroso y jadeante sobre ella con su polla dentro. Sentir su peso aplastándola, convenciéndola de que todo eso no era un sueño.

Tarzán se incorporó un poco y comenzó a acariciarla. Sus manos rudas y ásperas hacía poco tiempo, habían aprendido rápidamente y ahora jugaban con su cuerpo con habilidad y ternura.

Jane sabía que lo que más le maravillaba era su pelo rojo y no dejaba de buscar cualquier excusa para acariciarlo y desenredarlo. Tarzán metió la mano entre las piernas de Jane y le acarició el pubis mientras la besaba. Jane notó como todo su cuerpo respondía inflamándose con una simple caricia.

Jane suspiró y se separó con el punto de disgusto que sentía siempre cuando la polla de Tarzán resbalaba y abandonaba su sexo con un último estremecimiento de placer.

-Tarzán querer Jane. -dijo él tumbándose a su lado.

-¿Hasta el punto de dejarlo todo por mí?

-¿Qué ser todo? -preguntó él intrigado.

-Todo. -dijo ella moviendo un brazo alrededor.

-¿No estar a gusto aquí? -preguntó sorprendido. -Éste ser buen árbol, fuerte.

-Me encanta pero hay un problema.

-¿Problema?

-Si vamos a tener un bebé.

-¿Qué ser bebé?

-Un Tarzán pequeño tuyo y mío.

-¿Por qué decir mío también? Los monitos salen de las hembras.

-Pero es necesario que un macho deposite su semilla dentro de la hembra para que esta pueda concebir.

-¿Conce bir?

-Crear una nueva vida.

El hombre se quedó parado un momento asimilando la explicación hasta que finalmente se irguió dando un alarido que casi la dejó sorda y se subió a la rama más alta donde estuvo unos minutos golpeándose el pecho henchido de satisfacción.

-¿Cómo saber? -dijo él cuando finalmente bajo de nuevo a su lado.

-Las mujeres sangramos todas las lunas. Hace tres que no me ocurre, la única explicación lógica es que estoy embarazada.

-Embar azada. repitió Tarzán memorizando el nuevo termino con una sonrisa.

-El caso es que no me puedo quedar aquí. Necesito ayuda para dar a luz.

-¿Por qué?

-Porque las mujeres no dan a luz tan fácilmente como las monas. Y el bebé nace totalmente desvalido.

-¿Más que el bebé de Youba? -preguntó él señalando a una joven hembra que amamantaba en ese momento a un bebe chimpancé todo ojos y orejas.

-No sólo son incapaces de agarrarse a su madre, es que ni siquiera pueden mantener la cabeza erguida. Ni con nuestra ayuda y la de Idrís podría sobrevivir.

-¿Y cómo conseguirlo yo?

-Es una buena pregunta que me he hecho varias veces. La única conclusión a la que he podido llegar es que debiste llegar a este lugar con unos tres o cuatro años de edad.

-¿Por qué?

-Porque con esa edad los niños ya pueden mantenerse de pie y agarrarse y subir a los sitios con la habilidad de un mono de un par de meses. El resto lo haría la suerte y los cuidados de Idrís. Además los recuerdos a esas edades suelen ser difusos o inexistentes, por eso no recuerdas una vida anterior.

-Idrís ser buena madre.

-Sí lo hizo muy bien -dijo Jane acariciando la mejilla de Tarzán.

-¿Cuando tener que irnos? -dijo él con una candidez que la emocionó.

-Pronto, en un par de días, el viaje hasta Inglaterra es largo.

-¿Inglaterra?

-Es el país de dónde yo vengo.

-¿Qué ser país?

-Es una gran extensión de tierra cuyos habitantes tienen cosas en común cómo la lengua, tradiciones, intereses, religión…

-¿Qué ser religión? ¿Qué ser tradiciones?¿Qué ser intereses?

-La religión es el conjunto de creencias que ….

Cuando entraron a Rukungiri el jefe del pueblo y el hechicero les informaron de que habían llegado medio día tarde. Se habían apresurado todo lo que habían podido. Habían fustigado a las mulas sin descanso y sólo pararon unas pocas horas en Ibanda antes de partir de nuevo.

Agotados descansaron unas horas en la aldea cuyos habitantes se esmeraron en proporcionarles todo lo que necesitaron conscientes de que eran los únicos que podían parar al diabólico hombre hiena.

Una vez recuperados salieron a la mañana siguiente con un guía tras la pista de Patrick. Durante el viaje, cada recodo del camino le recordaba a Avery el viaje que hacía unos meses había terminado con la desaparición de su hija. Cada paso se le clavaba en el corazón como una espina haciéndolo sangrar. Lord Farquar se daba cuenta e intentaba distraerlo sin ningún éxito. Durante un momento se preguntó si no habría hecho mal en llevarlo hasta allí.

Poco a poco siguieron avanzando entre la maleza hasta que llegaron al riachuelo donde todo había ocurrido. Aún eran visibles los restos de la batalla. El agua se había llevado la sangre y los aldeanos a sus muertos, pero las ramas rotas y los agujeros que los disparos de los dos hombres habían hecho en la vegetación seguían allí.

Sobre el arroyo habían tendido un nuevo puente, tan endeble como el anterior. Nada más atravesarlo Avery se arrodilló y con las lágrimas corriendo por sus mejillas rezó una oración por el eterno descanso de su hija. Mientras se incorporaba de nuevo trabajosamente le suplicó a Dios en silencio que le devolviese al menos los restos de su hija.

La selva le hacía a Patrick y a su hiena sentirse incómodos. Acostumbrados a los espacios vastos y los horizontes despejados de la sabana, la exuberante vegetación, el calor y la humedad les hacían avanzar lentamente, con todos sus sentidos alerta. La temporada de lluvias había borrado casi todas la huellas. Sólo se veía algún rastro de los golpes de machete que habían dado los salvajes cuando perseguían a Jane que fueron haciéndose cada vez más débiles hasta desaparecer definitivamente.

A partir de aquel momento se dejó llevar por la joven y terminó en un pequeño claro del bosque. El olor a sexo en el lugar era tan fuerte que no pudo evitar tener una erección. Miró a la joven con lujuria durante un momento, pero está no resistió la comparación con Subumba y decidió dejarla en paz.

Era ya casi de día así que decidió hacer una fogata y descansar un poco. La joven se acurrucó aterrada y extenuada lo más lejos posible de la hiena. La luz de la luna los despertó y se dispuso a ponerse en marcha. Recorrió el claro buscando una pista o una sensación que le indicase por donde seguir sin ningún éxito. Tras una hora iba a escoger un camino al azar cuando un alarido indudablemente humano llamo la atención de la joven salvaje que les acompañaba.

-¿Qué es eso?

-Shetani. Kimantu.

-Deja de decir idioteces y habla en mi lengua. -le interrumpió Patrick.

-Hombre mono, diablo blanco se la selva. Se mueve por los árboles y aparece como fantasma colgando de liana. Creo él tener ahora compañera, espíritu del bosque. Salvarme de pantera.

-Estupendo -dijo él agarrando a la joven por el brazo y tirando de ella en la dirección de donde venía el sonido.

El equipaje consistió en una piña de bananas. Más complicadas fueron las despedidas. Ambos se despidieron uno a uno de cada chimpancé mientras Tarzán les explicaba personalmente que se tenía que ir. La escena era desgarradora y Jane no pudo dejar de sentirse culpable incluso cuando Idrís poniendo la mano de Tarzán entre las suyas le indicó que le daba su bendición.

Se dieron un último baño en el estanque e hicieron el amor, lentamente como queriendo que nunca terminase. Las manos de Tarzán se demoraban en sus pechos más de lo normal. Los besos eran más largos el sexo más lento y suave que nunca. Cuando terminaron se quedaron abrazados, desnudos y respirando suavemente mientras el resto de los monos les observaban desde arriba gimiendo suavemente.

La tribu les acompañó durante un par de horas hasta el límite de su territorio.

-Volveremos -le dijo Jane a Idrís dándole un último abrazo antes de desaparecer.

Continuaron toda la tarde en la dirección que Jane indicaba. Se desplazaban en silencio. Jane no podía ni imaginar cómo se sentiría su hombre. Ella sólo había estado allí unos meses y sentía como su corazón se desgarraba por dentro al abandonar ese lugar.

Le miró durante un momento acurrucada en sus brazos mientras se desplazaban por medio de una liana. Sus ojos no sonreían como siempre pero había un destello de amor y determinación en su mirada que la convenció de que hubiera sido peor quedarse y que hubiesen muerto ella o el hijo que crecía en su vientre.

-¿Por dónde ahora? Pregunto Avery al guía.

-Por aquí. Atajaremos y llegaremos antes dónde Sabibú encontró al espíritu del bosque.

-¿Que espíritu?

-Sabibú dijo que un espíritu en forma de mujer en llamas le salvo del ataque de una pantera.

-¿Sabes qué quiso decir con eso? -preguntó Avery notando como una chispa de esperanza comenzaba a crecer en su interior dándole fuerzas para avivar el paso.

Lord Farquar les seguía intentando no rezagarse, maldiciendo la herida de la pierna y apretando los dientes.

Lo rastros eran cada vez más frescos y Patrick no se ocupaba de ocultarlos así que cuando llegaron al claro pudieron comprobar que sólo les llevaba unos minutos de ventaja. Continuaron por un ladera dónde la vegetación era tan espesa que temían darse de bruces con Patrick y su Hiena pero antes de que pudiesen topar con él le oyeron hablar y junto con su voz… no era posible… era la voz de Jane.

Con el corazón en la boca Avery se lanzó a la carrera en dirección a las voces y cuando llego al pequeño claro la escena le heló la sangre.

Patrick estaba apuntando a Jane. El rifle temblaba en las manos del hombre por la rabia contenida mientras ella hacía de escudo humano poniéndose delante de un hombre alto y fuerte, de pelo largo y oscuro, que aparentaba estar de lo más confundido.

-¡Alto Patrick! dijeron Avery y Lord Farquar al unísono a la vez que desenfundaban sus revólveres apuntando a Patrick y a la hiena.

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Relato erótico: “Mi tímida e inocente amiga me entregó su culo” (POR GOLFO)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2La amiga tímida.

Sin títuloConocía o creía conocer a Paula desde hace quince años. Compañeros de pandilla desde la adolescencia, habíamos mantenido el contacto durante todo ese tiempo y por el aquel entonces la consideraba una de mis mejores amigas, a pesar de su timidez innata. Para que os hagáis una idea, era tan apocada en tema de hombres que, en ese lapso, no la había conocido un novio o pareja. La mitad de los amigos decían que era lesbiana mientras la otra mitad, entre los que me incluyo, la considerábamos asexuada.
Físicamente era guapetona pero su carácter la hacía invisible a los ojos de todo el mundo. Yo mismo tengo que reconocer que jamás me había fijado en ella como mujer. Como mucho alguna noche con copas había dudado entre tomarme otra o intentar ligármela, pero siempre había ganado el alcohol. Su manía de llevar ropa holgada y el hecho que soliera peinarse con coleta, provocó que en nunca hubiese valorado lo que se escondía tras esa fachada.
Todo cambio cuando a raíz que mi novia me dejara, le comenté a Paula que no sabía qué hacer con los billetes que había comprado para irme de viaje a Mallorca con ella:
-Si los vas a perder, ¡usémoslos!- me comentó.
-¿Tú y yo?- pregunté extrañado por la sugerencia.
-Claro. A mí me quedan unos días de vacaciones y es una pena que se desaprovechen.
Su idea me pareció alocada porque tendríamos que compartir no solo habitación sino también la cama. Al explicárselo, soltando una carcajada, contestó:
-¿Tienes miedo que te viole?
Su burrada diluyó mis reparos y cerrando el acuerdo con una copa, quedé con ella en ir juntos.
El aeropuerto.
Habíamos quedado la mañana que salía nuestro vuelo directamente en Barajas, el aeropuerto de Madrid. Como yo era quien llevaba los billetes decidí llegar antes de la hora, de manera que cuando Paula llegó apenas faltaban dos personas para poder facturar. Cuando me saludó, os confieso que tuve que mirarla dos veces para darme cuenta que era ella, puesto que parecía otra. Sus ropas holgadas y asexuadas habían desaparecido y ese día, Paula lucía un vestido totalmente pegado cuyo escote magnificaba el tamaño de sus pechos.
Debí de quedarme babeando al mirarla y ella en vez de echármelo en cara, se rio de mí diciendo:
-¿Qué te pasa? ¿Me encuentras algo raro?
Por supuesto que le encontraba algo raro. Después de años siendo amigos, me acababa de dar cuenta que tenía tetas y ¡menudo par!
«¡Cómo es posible que nunca me hubiese fijado!», pensé mientras no dejaba de recorrer esas dos maravillas con mi mirada. Absorto en el cañón del Colorado que se formaba entre sus pechos, no me percaté del ridículo que estaba haciendo hasta que ella en plan de guasa, me soltó:
-Me las vas a desgastar de tanto mirarlas.
-Perdona- respondí abochornado. Tras lo cual y mientras entregaba los billetes a la empleada, tuve que hacer verdaderos esfuerzos para retirar mis ojos de sus tetas.
Seguía sin creérmelo: ¡Paula, mi conocida de tantos años, era una mujer de bandera!
«Joder, ¡está buenísima!», exclamé mentalmente cuando habiendo facturado, ella se adelantó por el pasillo dejándome disfrutar del fantástico culo que también había conseguido ocultar durante ese tiempo.
Mi alucine se incrementó al ver el movimiento acompasado que estaba imprimiendo a sus nalgas.
«¡Quien las pillara!», sentencié excitado.
Aunque siempre había sabido que era guapa, al verla por primera vez arreglada me di cuenta de lo que me había perdido. Mi sorpresa lejos de amortiguarse al llegar a la sala de espera, se multiplicó cuando en plan sensual y luciendo su escote, me pidió que le trajera una coca-cola.
«¡Me la han cambiado!», mascullé al percatarme que había usado un arma típicamente femenina: «¡está coqueteando conmigo!».
Sin haber asimilado mi asombro, compré la bebida y al volver a donde ella estaba, descubrí que un tipo estaba hablando con ella. Reconozco que no me hizo ni puñetera gracia y acercándome a ellos, le di la botella.
-Gracias, cariño- susurró en mi oído.
De por sí que me llamara así era extraño, aún más que al hacerlo me agarrara de la cintura y pegara su cuerpo al mío. El sujeto debió suponer que era su pareja ya que inmediatamente se despidió dejándonos solos. Curiosamente, Paula no quitó su mano de mi talle sino que siguió con ella acariciando mi espalda mientras se bebía la coca-cola.
-¿Qué haces?- pregunté tan intrigado como excitado por la actitud de mi conocida.
-Quería hacerle ver a ese don juan de poca monta que tengo novio.
Su respuesta en vez de explicar su conducta, incrementó mis dudas porque aunque ya había pasado “el peligro”, Paula seguía aplastando sus pechugas contra mi pecho. Desgraciadamente para mí, mi pene a veces tiene vida propia y me traiciona en los peores momentos. Ese fue uno de ellos porque al bajar la mirada, creí descubrir el inicio de uno de sus pezones y el muy capullo, sin importarle mi opinión, reaccionó con una erección de caballo.
Sé que notó el bulto bajo mi pantalón porque, aunque parezca una fantasmada y no sea creíble, en vez de reírse de mí, montar un escándalo o separarse, Paula me miró y restregando su cuerpo contra ese fardo, comentó en plan putona:
-No sabía que calzabas tan grande.
Indignado, contesté:
-Ni yo que tenías un polvazo.
Mi burrada no la molestó en absoluto y aprovechando que teníamos que pasar al avión, me dijo con una sonrisa en su boca:
-¿Solo uno?

El avión.
Camino a mi asiento, mi cabeza daba mil vueltas a la transformación de Paula. No podía comprender como la tímida amiga de tantos años se estaba comportando así:
«¡Cualquiera diría que quiere seducirme!», medité mientras me sentaba a su lado.
No acababa de aposentar mi trasero cuando escuché a esa morena decirme que quería pedirme un favor.
-¿Cuál? – pregunté.
-Como sabes nunca he tenido pareja. ¿Te importaría fingir ser mi novio durante este viaje?- contestó mientras me miraba fijamente con sus verdes ojos.
-¿Vas en serio?- dije anonadado por su capricho.
-Totalmente- respondió y reafirmando su deseo con hechos, acercó su boca a la mía y me besó.
A pesar de no haberlo previsto, al sentir sus labios, respondí con pasión y abrazándola, profundicé su beso metiendo mi lengua dentro de su boca, jugando con la suya. Dando un espectáculo gratis a los presentes, nos besamos con lujuria durante cerca de un minuto hasta que la azafata nos informó que debíamos abrocharnos nuestros cinturones.
Cortado, me separé de ella y obedecí a la empleada de la aerolínea. Nada más terminar de hacerlo, Paula cogió mi mano y poniéndola en su pierna, apoyó su cara en mi hombro, diciendo tiernamente:
-Gracias.
Ni que decir tiene que para entonces todas mis neuronas estaban confusas:
“¡Paula me había puesto cachondo!”.
Si alguien me hubiese dicho el día anterior que eso me iba a ocurrir, sin duda lo hubiese negado y hasta hubiera apostado en contra.
«¿Qué busca en mí?», pensé mientras involuntariamente comenzaba a acariciar su muslo con mis dedos.
La suavidad de su piel y su falta de reacción permitieron que ese roce fuera subiendo poco a poco por su pierna hasta que me topé con el encaje de su vestido. Fue entonces cuando caí en la cuenta de lo que estaba haciendo y bastante alucinado, retiré mi mano.
-Sigue, por favor. Me está gustando- escuché que ronroneaba mi compañera de viaje en voz baja.
Al girarme, observé que la expresión de su rostro traslucía un deseo evidente. No sé si hubiese tenido el valor de continuar sino llega ella a coger nuevamente mi mano y ponérsela otra vez sobre su muslo.
-Hasta que volvamos a Madrid, soy toda tuya- insistió con tono meloso.
En silencio, reanudé mis caricias pero esta vez conscientemente. Por ello cuando esa morena separó sus rodillas, comprendí que me daba permiso para profundizar la temperatura de ese toqueteo y sin pensármelo dos veces, inicié un lento recorrido por el interior de sus piernas.
-No pares- susurró al sentir que mis yemas se dirigían hacia su sexo.
La entrega de la que estaba haciendo gala, azuzó mi calentura y ya sin pudor alguno, aceleré el paso llegando hasta el inicio de sus bragas.
-Umm- gimió calladamente y afianzando su determinación de que la tocara, se subió disimuladamente la falda permitiéndome admirar el coqueto tanga que llevaba.
-¿Estás cachonda?- sentencié mordiéndole la oreja mientras una de mis yemas frotaba levemente sus pliegues por encima de la tela.
-Sí- sollozó al tiempo que tapaba lo que ocurría entre sus piernas con una manta de viaje.
Sin llegármelo a creer, localicé su clítoris y lo empecé a estimular con delicadeza. Mis maniobras sobre ese botón ya erecto tuvieron un rápido efecto y fui testigo de cómo su vulva se iba humedeciendo mientras mi amiga no dejaba de suspirar sin parar.
«¡Está bruta!», sentencié al percatarme que bajo su vestido sus pezones se le había puesto duros.
Ya envalentonado, deslicé mi yema bajo sus bragas y me encontré, frente a frente y sin frontera alguna, con que Paula ya tenía el coño totalmente encharcado.
-¡Dios!- aulló mordiendo sus labios al sentir mi dedo haciéndose dueño de su entrepierna.
Para entonces, la calentura de la muchacha era tal que instintivamente abría y cerraba sus muslos siguiendo el ritmo de mis caricias.
-Me vuelves loca- sollozó descompuesta sabiendo que pronto iba a ser presa del orgasmo y con la respiración entrecortada, cerró los ojos en un intento de alargar lo inevitable.
Para entonces la humedad que manaba de su interior y su excitación eran incuestionables. Al reparar en ambas, decidí dar un paso más y usando dos dedos, pellizqué sutilmente el pequeño y duro montículo formado entre esos mojados labios.
-Joder, ¡vas a hacer que me corra!- murmuró fuera de sí y reacomodándose en el asiento, separó aún más sus piernas.
Ese movimiento era una clara invitación a apoderarme definitivamente de su chocho y obedeciendo a sus deseos, metí una de mis yemas en su interior mientras seguía torturando con el resto de los dedos su ya hinchado clítoris.
-Estoy a punto- Paula reconoció al experimentar el continuo vaivén con el que la estaba regalando.
Su confesión me incitó a descaradamente usar mis dedos para follármela y metiendo y sacando dos de ellos de su estrecho conducto, llevé a la morena al borde del placer.
-¡Llevaba años soñando con esto!- clamó mientras su cuerpo explotaba.
El gozo que recorría su mente tuvo su demostración más patente en el enorme caudal de flujo que de improviso empezó a manar de entre sus pliegues y convulsionando de dicha, se dejó llevar por el placer mientras presionaba con ambas manos sobre la mía en un intento de acrecentar y su orgasmo.
Aunque nadie en el avión se percató de lo que ocurría en nuestros asientos, fue tan brutal el clímax que asoló su cuerpo que en mi mente temí que nos montaran un escándalo. Afortunadamente, no hubo quejas. Con ella totalmente espatarrada y retorciéndose presa del placer, me di el lujo de meter mi otra mano por su escote.
Paula al notar su pezón entre mis yemas mientras su coño seguía siendo torturado, no pudo aguantar más y casi llorando, me rogó que parara.
-Tú empezaste- comenté en plan cabrón al mismo tiempo que aceleraba el modo en que la estaba masturbando.
Os reconozco que mi idea era llevarla hasta la locura y aprovechar su excitación para forzarla a ir al baño y allí poseerla pero cuando estaba más obcecado en esa idea, escuché que me decía:
-Es la primera vez que alguien me toca. Ten piedad de mí y déjame descansar.
Sus palabras me hicieron comprender que no mentía y que con toda seguridad:
¡Paula seguía siendo virgen!
Asustado, hice caso a su petición y dejando en paz a esa muchacha, me sumí en un mutismo culpable.
«No puede ser: ¡Tiene casi treinta años!», exclamé en mi interior sintiéndome una piltrafa por haber abusado de ella.
Mi amiga malinterpretó mi silencio y creyendo que rechazaba lo sucedido, se echó a llorar tapando su rostro con ambas manos. El dolor de sus llantos, me enterneció pero también incrementó mi culpa. Tratando de consolarla, mesé sus cabellos mientras la preguntaba porque lloraba.
-Soy un desastre- lloriqueó – creía que comportándome como una putona, te fijarías en mí.
Sin saber que decir, decidí actuar y levantando su barbilla, la besé en la boca recorriendo con mi lengua sus labios. Los gimoteos de Paula cesaron al notar esa caricia y aprovechando la pausa, le dije tiernamente:
-Nunca he pensado que eso y si nunca me había fijado, fue porque creía que no te gustaba.
-¡Llevo enamorada años de ti!- sollozó dando inicio a una nueva serie de llantos.
Mientras a mi lado Paula se desahogaba en lágrimas, no pude dejar de pensar en el significado de sus palabras. De ser cierto, esa monada, mi mejor amiga había llevado en silencio el sufrimiento de sentirse rechazada por mí y cuando le comenté lo de los billetes, vio la oportunidad de sacarlo a la luz.
«Pobrecilla», medité, «lo que debe de haber pensado cada vez que le presentaba una nueva conquista».
Asumiendo que sin saberlo la había hecho padecer un dolor no deseado, comprendí que al menos debía darle una oportunidad y acariciando una de sus mejillas, le pregunté:
-¿Quieres salir conmigo? ¿Quieres ser mi novia?
-Ya sabes que sí, te lo pedí yo antes.
Haciendo a un lado mis dudas, insistí diciendo:
-Tú me pediste durante este viaje, yo quiero que sea sin límite de tiempo.
-¿Estás seguro?- murmuró entre dientes.
-Por supuesto, princesa. Ahora que te he descubierto, ¡no pienso dejarte escapar!
Tras la sorpresa inicial, su rostro se iluminó y con una sonrisa de oreja a oreja, contestó:
-Siempre he sabido que terminaría siendo tuya- tras lo cual me abrazó y tiernamente depositó un casto beso en mis labios.
Os confieso que su alegría me aterrorizó y mientras la besaba, no pude dejar de preguntarme si sabía dónde me había metido…
El taxi.
Durante el resto del viaje, Paula se comportó como una mujer enamorada y cuando el avión aterrizó, parecía encantada al ir abriendo camino abrazada a mí.
«¡Qué pegajosa!», protesté en mi interior al experimentar el notorio acoso de sus mimos. No en vano parecía una lapa, con su mano alrededor de mi cintura, la presión que ejercía me hacía imposible casi caminar.
Suponiendo que era momentáneamente, no dije nada cuando al entrar en el taxi esa morena se sentó sobre mis rodillas mientras le decía al conductor donde queríamos ir.
-Se nota que son recién casados- dijo el taxista -¿han venido de luna de miel?
Muerto de vergüenza, me callé y fue entonces cuando realmente se me erizaron todos los vellos de mi cuerpo al escuchar a mi recién estrenada novia decir:
-Sí. ¿Tanto se nos nota?
-Un poco- muerto de risa contestó.
Cuando ya creía que nada podía aumentar mi turbación, Paula le soltó:
-Aunque no sé porque hemos cogido un avión, al fin de cuentas, no pensamos salir de la habitación.
El propietario del vehículo creyendo que era en plan de guasa, se permitió la familiaridad de avisar que con tanta insistencia podría quedarse embarazada. La morena al oírlo, soltó una carcajada para acto seguido preguntarme:
-¿No te gustaría que te hiciera papá?
Os juro que estuve a punto de tirarla de mis piernas al escuchar esa sugerencia pero no queriendo dar la nota, contesté:
-Sería bueno, esperar un poco.
Mis palabras cayeron como un obús en ella y dos lágrimas hicieron su aparición en sus ojos mientras se quejaba:
-Creía que me querías.
Temiendo por primera vez, haber metido la pata al ceder a sus deseos, quise tranquilizarla diciendo:
-Y te quiero. Lo único que te digo es que somos jóvenes y primero debemos disfrutar de nosotros.
-¿Me lo juras?- insistió ya menos alterada.
-Te lo juro- respondí.
Al oírme, su tristeza se transmutó en felicidad y ante mi asombro, noté que dejaba caer su mano sobre mi pantalón. Sin importarle la presencia del taxista, esa morena que suponía asexuada hasta hace dos horas, se dedicó a acariciar sin disimulo mi miembro. Sus magreos provocaron una brutal erección entre mis piernas. Totalmente cortado, retiré su mano mientras le decía al oído:
-Espera a que lleguemos a la habitación.
Pero entonces, poniendo cara de zorrón desorejado, me contestó:
-Quiero masturbarte, aquí en el taxi- y antes que pudiera hacer nada, bajó mi bragueta sacando al exterior mi endurecido tallo.
Al estar sobre mis rodillas, su postura impedía al conductor ver sus maniobras pero eso no fue óbice para que yo estuviera avergonzado. En cambio, Paula parecía estar en su salsa y al extraer mi pene se dio el lujo de echarle un buen vistazo antes de susurrar:
-Es tan bonito como me había imaginado.
Que se refiriera con ese término, “bonito”, a mi miembro me tenía confundido y mientras trataba de reacomodar mis ideas, mi “novia” comenzó a pajearme lentamente.
-¿Te gusta que tu mujercita sea tan putita?- comentó al mismo tiempo que con sus dientes mordía sensualmente el lóbulo de mi oreja.
Esa triple estimulación, la paja, el mordisco y el morbo de tener público hicieron que mis reparos se fueran diluyendo al ritmo con el que jalaba arriba y abajo mi sexo.
-Cómo no pares, te voy a manchar el vestido- reconocí previendo lo inevitable.
Lo que nunca me imaginé fue que esa mujer me contestara:
-Tienes razón, sería un desperdicio. Te dejo tranquilo si me prometes dejar que te la chupe cuando estemos los dos solos.
La promesa que escuché de sus labios estuvo a punto de provocar que me corriera antes de tiempo pero, por suerte, Paula se dio prisa en meter mi miembro nuevamente bajo el pantalón. De no ser así, hubiera explotado allí mismo.
-Recuerda, ¡me lo has prometido!- susurró satisfecha y dejando de manifiesto que de asexuada nada de nada, me dio un lengüetazo en la oreja.

El hotel.
Ya en la recepción del hotel, no podía dejar de repasar la incongruencia que suponía que una mujer que en teoría era virgen, fuera tan lanzada.
«No comprendo», porfié, «si nunca la han tocado y menos follado, ¿por qué se comporta así?».
De ser cierto, no me cuadraba esa pose de zorra. Una mujer que mantuviese su himen intacto no se comportaría así. Es mas solo las mas calenturientas se atreverían a lo que Paula daba por sentado. Lo contrario tampoco encajaba. Si esa mujer tenía la vasta experiencia que parecía tener, había dos hechos que eran al menos raros. El primero cuando y con quien: en los quince años de amistad, jamás le había conocido una pareja. Y el segundo, porque me había pedido que parara aduciendo que era su primera vez.
De estar mintiendo, la única explicación que me venía era que quería usar su supuesta virginidad para conquistarme. De ser verdad, solo una hiper sexualidad reprimida lo explicaba.
Mientras nos registrábamos, pude sentir su mirada fija en mí. Os confieso que su expresión de deseo puro, me estaba poniendo nervioso y de haber sido conocedor de lo hambrienta que estaba, nunca hubiese subido confiado hasta la habitación.
Nunca me esperé que esa modosa mujer, me metiera casi a empujones al cuarto y que nada más cerrar la puerta, se arrodillara a mis pies.
-¡Te deseo!- gritó y actuando como una posesa, me abrió la bragueta.
-Tranquila- susurré al ver su urgencia pero Paula, sacando mi pene de su encierro, se lo metió de un golpe hasta el fondo de su garganta.
La velocidad en que se estaban desarrollando los acontecimientos no me dieron ni tiempo de prepararme. Menos mal que junto a nosotros había una silla ya que para no perder el equilibrio, tuve que sentarme en ella mientras la morena comenzaba la que según ella era la primera felación de su vida. Si creéis que se mostró indecisa, os equivocáis de plano porque una vez se había metido mi verga en su boca, puso todo su empeño en hacerlo con pasión yo la miraba alucinado.
A pesar de algunos titubeos iniciales, no me quedó duda de que si no estaba acostumbrada a hacerlo, era una mamona innata. La maestría y el ritmo que imprimió hacían de esa mamada la mejor que me habían dado.
«¡Es una maquina!», sentencié al disfrutar del modo en que metía y sacaba mi fuste de su garganta. Buscando que derramara mi semen como si de ello dependiera su vida, usó una de sus manos para acariciarme los testículos mientras metía la otra dentro de sus bragas.
-¡Cómo necesitaba sentir esto!- chilló de placer al experimentar la tortura de sus dedos sobre su clítoris.
Tanta lujuria provocó que en poco tiempo llegara hasta mis papilas el olor a hembra hambrienta que manaba de su sexo. Al inhalar su aroma se elevó la temperatura de mis sentidos hasta unos extremos tales que sin poderme retener me vacié en su boca. Paula, al notar mi explosión de semen, se volvió loca y gritando descompuesta, bañó su cara con los blancos chorros que manaban de mi pene mientras se corría.
Impresionado por la forma que se había corrido, supuse que después se habría tranquilizado pero me equivoqué porque tras unos segundos, la vi levantarse y poniéndose frente a mí, empezó a recoger con sus dedos mi simiente. Con ellos bien impregnados, se los llevó a la boca y sacando la lengua, los devoró mientras me decía:
-No me mires así. Llevo soñando con hacerte una mamada desde que te conozco.
Tras lo cual, se dedicó a limpiar a base de lengüetazos los restos de lefa hasta que ya saciada, se acercó y sentándose sobre mis rodillas, me pidió perdón por lo sucedido.

-No te entiendo- respondí al no tener ni idea de porque la tenía que perdonar.
Inexplicablemente, mi amiga se echó a llorar y hundiendo su cara en mi pecho, me rogó que no la considerara una puta por lo que había hecho.
-No pienso así de ti pero te reconozco que me tienes confundido- le dije al tiempo que acariciaba su melena con mis manos
Paula, sin dejar de sollozar, era incapaz de tranquilizarse. Durante unos minutos permanecimos allí sentados, hasta que viéndola más le pedí que me explicara cuál era su problema. Aun así le costó otro rato para calmarse, tras lo cual con el rímel corrido y con la voz entrecogida, me narró como desde que era niña sabía que tenía una sexualidad desaforada y que huyendo de lo que significaba, había rechazado a todos los hombres que le habían propuesto salir.
-¿Me estás diciendo que no has estado con nadie?- pregunté.
Con gesto adolorido y avergonzado, me contestó que así era y que la única forma que había tenido de controlar esa fogosidad había sido viendo películas porno. Si ya de por sí esa confesión era dura, para Paula debió serlo más, reconocer que al terminar soñaba que era yo el protagonista masculino y ella la femenina de esas aberraciones.
Soltando una carcajada, le dije tratando de quitar hierro al asunto:
-Entonces en tus sueños, ya nos hemos acostado infinidad de veces.
Su cara de alegría al comprender que aceptaba su trauma sin escandalizarme fue increíble y poniendo una sonrisa de oreja a oreja, me lo agradeció diciendo:
-No te imaginas las cosas que me has hecho hacer.
La expresión pícara de su cara y el tono meloso de su voz me hizo ser osado y dándole un tierno beso en los labios, le pedí que me contara con qué había fantaseado.
-Con todo- respondió mirando al suelo.
Su respuesta despertó todas mis neuronas y asumiendo que era un diamante en bruto que tendría que pulir, la cogí en mis brazos y con ella a cuestas, me acerqué hasta la cama. Una vez allí, la deposité sobre las sábanas y susurré en su oído:
-Quiero ver cómo te desnudas.
Con júbilo, Paula aceptó embelesada y haciendo como si se desperezaba, estiró sus brazos dejándome comprobar que era una preciosidad, dotada por la naturaleza de unos pechos primorosos. El vestido que pronto se quitaría no podía ocultar que estaban adornados con dos enormes pezones dignos de mordisquear. Para colmo, si sus senos eran dignos de adorados, al levantarse del colchón, me resultó evidente que su cintura daba paso a un impresionante culo en forma de corazón.
-¿A qué esperas?- dije metiéndola prisa, porque para entonces tenía que admitir que me urgía perderme entre sus piernas.
Mi amiga, haciendo uso de una coquetería que no conocía, dejó caer su vestido al suelo lentamente. La parsimonia y el erotismo de sus movimientos aceleraron el ritmo de mi corazón y por eso casi me desmayo al ver por primera vez su cuerpo desnudo:
-Eres preciosa- declaré onhibilado.
A sus treinta años, Paula estaba en la cima de su belleza, sin que la edad hubiera conseguido aminorar ni un ápice de ella. Sin dejar de mirar su desnudez, me quité la chaqueta. Ella, esa niña hecha mujer, suspiró de deseo al ver que empezaba a desabrochar los botones de mi camisa.
-Me vas a desgastar- comenté usando sus mismas palabras al advertir el deseo que traslucía al disfrutar de mi striptease.
Excitada por lo que estaba viendo, tuvo que hacer un esfuerzo para quedarse quieta mirando, cuando lo que le apetecía era acercarse a mí.
-Tócate para mí- le ordené con dulzura al quitarme la camisa y quedarme semidesnudo.
Paula no se hizo de rogar y volviendo a la cama, separó sus piernas. Sin dejar de observar cómo me deshacía del cinturón, se empezó a masturbar. La seguridad que en pocos minutos iba a tener en mi poder a ese monumento, me excitó en demasía y bajándome la bragueta, busqué incrementar la lujuria de la mujer.
Tal y como me había confesado, Paula jamás había visto desnudo a un hombre y por eso, al disfrutar de la visión que le estaba dando, llevó una de sus manos a su pecho y lo pellizcó a la par que imprimía a su clítoris una tortura salvaje.
-Te gusta verme en pelotas, ¿verdad?- susurré mientras dejaba deslizar mi pantalón.
La mujer no pudo más y chillando se corrió sin hacer falta que la tocase. Ver a su cuerpo cediendo al deseo de un modo tan brutal, fue el aliciente que necesitaba para sentirme su dueño y terminando de desnudarme, me uní a ella en la cama.
-Hazme el amor- rogó al sentir mis caricias creyendo que iba a poseerla de inmediato.
-Todavía no estás lista- dije rehuyendo el contacto de sus manos.
Incapaz de superar la excitación que la dominaba, al comprobar que le separaba las rodillas la mujer gritó.
-Tenemos toda la noche- murmuré en su oído mientras miraba de reojo su entrepierna.
El sexo de la muchacha brillaba encharcado de flujo, expandiendo nuevamente el aroma a hembra en celo por la habitación. Ralentizando mis maniobras, cogí una de sus piernas y con la lengua fui recorriendo centímetro a centímetro la distancia que me separaba de su pubis.
-Eres malo- aulló presa de la lujuria.
Me divirtió advertir que Paula se retorcía sobre las sábanas ante mi avance y por ello cuando todavía no había llegado a apoderarme de los labios de su sexo, retrocedí sobre mis pasos y comencé nuevamente por su pie.
-Necesito que me lo hagas- chilló como descosida por el placer que le estaba obsequiando -¡fóllame!- imploró con el sudor recorriendo su piel.
-Todavía no estas lista- insistí acrecentando su deseo.
Haciendo caso omiso a sus ruegos, recorrí con parsimonia sus muslos y al llegar a su sexo, bordeé con la lengua los bordes de su clítoris.
-No pares- maulló al sentir que me apoderaba de sus pliegues a base de lengüetazos.
Su urgencia se hizo todavía más patente cuando tomé entre los dientes su ardiente botón y a base de ligeros mordiscos incrementé la temperatura de esa mujer. La cual, moviendo sus caderas, buscó apaciguar el fuego que la consumía. Sin darle ni un segundo de tregua, introduje una de mis yemas en su cueva y dotándole de un suave giro, conseguí que su cuerpo explotara con un dulce orgasmo. Pero esta vez, no me pidió que parara cuando de su sexo empezó a manar una ingente cantidad de flujo.
-Sigue, estoy en el cielo- confirmó mientras no dejaba de retorcerse.
Muerto de risa al oírla le solté:
-Cariño, no estás en el cielo, ¡estás en celo!
Su respiración entrecortada le impidió contestarme y separando aún más sus piernas, me informó con la mirada que siguiera. Para entonces la tremenda erección de mi pene era una muestra clara de mis ganas de tomarla pero sabiendo que debía ser cuidadoso, me obligué a mí mismo a dejarlo para más tarde.
En vez de follármela directamente, acerqué mi glande hasta su sexo y me puse a jugar con su botón con él. Paula al sentir la cabeza dura de mi miembro rozando su entrada, creyó que había llegado el momento y con voz temerosa, me preguntó si le iba a doler.
-Un poco- respondí mientras suavemente iba introduciéndolo dentro de su inexplorado sexo.
Sin títuloNo tardó mi verga en topar contra su himen. Sabiendo de qué se trataba esa barrera, con un movimiento de caderas sobrepasé esa barrera. Durante un segundo, Paula puso cara de dolor pero era tanta la lubricación de su conducto que rápidamente mi miembro se deslizó por él hasta chocar contra la pared de su vagina.
-¡Por fin!- chilló satisfecha a pesar del daño que acababa de producir en su interior.
La certeza de que era algo que llevaba deseando me dio la fortaleza de ánimo para ser capaz de esperar a que se acostumbrara a esa incursión. Paula se repuso rápidamente y violentando mi penetración con un movimiento de sus caderas, volvió a correrse sin necesidad que yo hiciera nada más.
Todo mi ser me pedía que acelerara la cadencia de mis movimientos pero mi cerebro puso la cordura y por eso durante unos minutos seguí estimulando con suavidad su conducto. La lentitud de mis penetraciones la llevaron a un estado de locura y mientras me decía casi gritando que yo era su dueño, clavó sus uñas en mi trasero.
-¡Úsame!- bramó descompuesta al notar que el orgasmo se prolongaba en el tiempo.
Deseando complacerla, la agarré de los hombros e incrementé la velocidad de mis embestidas.
-Más fuerte- gritó con su respiración entrecortada.
Obedeciendo de cierta manera, le di la vuelta y poniéndola a cuatro patas, de un solo empujón se lo clavé hasta el fondo. Como si hubiese esperado ese momento y para ella fuese una especie de banderazo de salida, fue entonces cuando se desató la verdadera Paula y a base de gritos, me pidió que la tomara sin compasión. No tuvo que repetir su pedido y asiéndome de sus pechos, comencé a cabalgarla salvajemente. Sus gemidos se convirtieron en alaridos al poco de verse penetrada y cayendo sobre la almohada, se puso a disfrutar de cada penetración.
Os juro que por sus gritos parecía que la estaba matando y eso lejos de cortarme, azuzó mi lujuria y aumentando el compás de mis incursiones, me dediqué a asolar todas sus defensas mientras a mi víctima le costaba hasta respirar. Sometida a la pasión, le volvió loca que cogiendo su melena la azuzara con ellas a moverse más. Para el aquel entonces, el flujo que manaba de su sexo la habían empapado los muslos y su rostro comentaba a notar los efectos del cansancio.
El cúmulo de estímulos hicieron que no pudiera soportar más la excitación y dando un berrido, le informé de la cercanía de mi orgasmo. Mi confesión la sirvió de acicate y convirtiendo sus caderas en una máquina de ordeñar, agitó su trasero como si buscara apagar su fuego interior con mi semen. La tensión acumulada en mis huevos se derramó regando su vagina de mi simiente mientras ella no dejaba de gritar por el placer que había sentido.
Ya agotado, me desplomé a su lado y durante unos minutos, descansé abrazado a ella mientras pensaba en cómo había cambiado nuestra relación en tan pocas horas. No en vano, esa mañana me había despertado considerándola mi mejor y asexuada amiga pero ahora sabía a ciencia cierta que esa timidez era pura fachada y que Paula era una mujer ardiente.
Todavía pensando en ello, la interrogué sobre lo que había sentido:
-Ha sido maravilloso- contestó con una sonrisa en los labios – nunca pensé que era posible experimentar tanto placer.
Pero lo que realmente culminó mi encoñamiento fue su respuesta cuando dando un azote a su trasero, le pregunté qué otra fantasía le apetecía cumplir antes de irnos a cenar. Con una carcajada, me soltó:
-Todavía te falta probar mi culito.

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Relato erótico: “Asalto a la casa de verano (6)” (POR BUENBATO)

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JEFAS PORTADA2NOTA DEL AUTOR

Pues eso, este es el último capitulo. Decidí hacer el cápitulo más largo e incluir el final de una vez.

Fue una buena experiencia, y debo decir que tengo varias historias en mente.

Mi plan es terminar primero los relatos, antes de enviarlos, y así poder subir capitulos más largos y más constantemente.

Quizas vaya subiendo algunas historias cortas; pero debo antes arreglar unos asuntos laborales.

Espero les haya gustado la seríe, y agradezco sus puntuaciones y comentarios.

No sé que genero les gustaría, estoy abierto a sugerencias.

Saludos.

BUENBATO

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ASALTO A LA CASA DE VERANO (6, FINAL)

Sin títuloCon todas las chicas limpias, las bajaron de nuevo a la sala. Les pusieron ataduras más cómodas y les permitieron recargarse sobre el sofá. Aquello fue el momento más tranquilo que habían vivido hasta el momento; los hombres se dedicaron a sus propios asuntos.

Benjamín descargaba y miraba los videos que había grabado con su cámara. Lo escuchaba con el volumen en alto, riéndose de los gritos y súplicas que se escuchaban en los videos y las imágenes de su verga penetrando a las muchachas.

Sofía se sonrojó en silencio y bajó la mirada, evitando los ojos de todos los presentes, cuando escuchó el video de sus aullidos de dolor de cuando Benjamín deslizaba su pene dentro de su apretado esfínter.

Así hubieran continuado otro rato, hasta que Sonia rompió el silencio, para sorpresa de todos.

– Tengo hambre – dijo, con una voz neutral

Benjamín la miró, estaba recargada sobre el sofá, entre su madre y su hermana. Ella bajó la voz cuando él volteó, pero volvió a alzarlos convencida de la importancia de aquello.

– Ni siquiera he desayunado – miró a su alrededor, pero sólo se encontró con la mirada asustada de su madre – Todas tenemos hambre – concluyó

Benjamín se puso a pensar; por un momento se le ocurrió que aquella petición era comprensible, naturalmente debía darles hambre y lo más correcto sería alimentarlas. Pero, su mente, repleta de todas las perversidades, comenzó a maquinar alguna forma denigrantes de darles de comer. Entonces habló.

– Bien – dijo él, y se retiró hacia la cocina

Regresó minutos después, con dos botes de leche, algo de pan, un tarro de miel y varios platos hondos de la vajilla. Colocó cinco platos en el suelo, y los llenó de leche.

– Tendrán que ganárselo – comenzó – y la manera es muy sencilla. Aquí tengo un tarro de sabrosa miel, toda la que quieran, pero la comerán directo de mi verga. En cuanto a la leche, tendrán que beber rápido, porque Lucas se las estará follando todo el tiempo que demoren.

Lucas no estaba enterado de aquello, pero sonrió con la idea. Ambos tenían las vergas algo adoloridas, pero se habían colocado un ungüento antinflamatorio y analgésico que había resultado efectivo. De modo que la idea no tardó en endurecerles la verga a ambos.

Comenzaron a desvestirse la parte de abajo, liberando sus falos. Mientras las mujeres miraban al suelo, considerando la posibilidad de pasar hambre. Todas excepto Sonia que, hambrienta, comenzó a arrastrarse hacia donde se hallaba Benjamín. Avanzaba sobre sus rodillas, a veces tropezando y cayendo de cara al suelo, pues llevaba las manos atadas por la espalda.

Finalmente llegó ante Benjamín, quien comenzó a embadurnarse la verga de miel con un pincel de cocina. Se untó la miel en todo lo largo de su tronco, en su glande enrojecido y en sus testículos peludos.

– Provecho – le dijo sonriendo a Sonia, quien lo miraba desde abajo, como tratando de terminar de atreverse de aquello.

Entonces, empujada por el hambre y el impulso, abrió su boca y comenzó a chupar aquella verga. Tuvo que admitir para sus adentros que aquello era delicioso, y es que el hambre la estaba matando. Succionó toda la miel del glande, y comenzó a girar su cabeza de un lado a otro, asomándose por todos lados, para limpiar la miel esparcida a lo largo del tronco.

Las otras chicas y su madre la miraban, no tanto con indignación como con curiosidad. También tenían hambre, y aquello no parecía tan malo después de todo. Miraban cómo Sonia terminaba de chuparle los testículos a Benjamín, y cómo este, finalmente, le cedía el paso para que se dirigiera a la leche.

Ella se acercó a uno de los platos, y comenzó a bajar la cabeza para beber de la leche, aunque tuviera que hacerlo a lengüeteadas. No llegó a tocarla superficie con la lengua cuando un jalón de cabellos la detuvo; era Lucas.

– Con las piernas abiertas – le dijo el muchacho – Abre las piernas o no comes, putita.

Ella tuvo que abrirlas; entendió que aquello era para que él pudiera penetrarla más fácilmente. Era difícil mantener el equilibrio así, porque el peso de su cabeza y de sus tetas la hacía sentir que caerían de cara sobre el plato. Entonces sintió la verga de Lucas penetrándole el coño, y sosteniéndole de las caderas.

Aquello al menos ayudaba, Lucas ayudaba a mantenerla en equilibrio mientras la embestía, aunque los movimientos más fuertes le hacían sumergir la nariz en el plato de vez en cuando.

Estaba a la mitad de aquel delicioso plato de leche cuando una segunda chica se animó a participar en la cena. Era Sofía, hambrienta también, que se acercaba más lenta y tímidamente a Benjamín, quien ya comenzaba a pintar su verga de miel.

– Otra putita – exclamó, cuando esta ya estaba frente a ella – ¿Qué busca señorita?

La niña no respondió, no hubiese sabido qué responder.

– Responde, putita, ¿qué se te ofrece?

– Comer – dijo ella

– ¿Qué quieres comer?

– Miel

– Tengo miel en mi verga, curiosamente, ¿se te antoja?

– Si – dijo ella, queriendo terminar con aquella incomoda charla

– Entonces dímelo, sin pena.

Ella respiró profundo, esperando dar con la respuesta correcta.

– Señor – dijo entonces – Quisiera chuparle la miel que hay en su verga. ¿Puedo?

Benjamín rio complacido, entonces le acarició la cabecita a la niña, y miró al resto de las muchachas que esperaban.

– Por supuesto – le respondió entonces a la chica – Chúpame la verga todo lo que quieras, buen provecho.

Se comenzaban a escuchar los gemidos de Sonia cuando Sofía comenzó a chupar el glande de Benjamín. Era muy dulce verla, chupaba durante segundos alguna parte de aquel falo, y después se retiraba unos centímetros a saborear la dulzura de la miel, luego entonces regresaba a continuar con aquella mamada.

Desde el glande hasta los cojones, consumiendo todo el endulzante. Aún tuvo que darle un largo beso al glande, a petición de Benjamín. Entonces se dirigió a uno de los platos, abrió las piernas y esperó paciente a que Lucas terminará con Sonia.

No tuvo que esperar bastante; Sonia, a duras penas, había terminado de beber la leche. Entonces Lucas le sacó su falo, y se colocó tras Sofía. La niña dio el primer sorbo al mismo tiempo en que el muchacho la penetró.

Trató de beber rápido, y lo logró. En menos de dos minutos se había bebido la leche. Lucas se enfadó un poco.

– Esto es trampa – denunció a Benjamín – La muy zorra ha bebido como si fuera elefante. Apenas y me la he podido follar un minuto.

Benjamín concordó, y entonces dijo.

– Pues síguela follando; a ver cuál de sus amiguitas viene a rescatarla.

En efecto, Lucas volvió a penetrarla. Siguió embistiéndola, enfrente de todos, mientras la niña gemía de dolor y excitación. Ella miraba alrededor, esperando si alguien más acudía para sustituirla.

Leonor la miraba con el pecho adolorido, y entonces comprendió que era su responsabilidad hacer lo posible porque a aquella muchacha no le siguieran sucediendo barbaridades. Estaba a punto de avanzar, pero de pronto alguien a su lado se le adelantó. Era Mireya, que avanzaba de prisa hacia Benjamín.

– Mi zorrita favorita – exclamó él – ¿Quién más podría ser? ¿Ahora eres una especie de heroína? ¿La heroína de las putas?

– Si – contestó ella, sorprendiéndolo a él y a todos – Ponte la miel.

Benjamín le dio el gusto; se embadurnó la verga con una cantidad abundante de miel, y dio paso para que Mireya se acercara. Ella no lo pensó dos veces, se llevó la verga a la boca y comenzó a mamar la verga de Benjamín sin tapujos algunos; aquello sólo se trataba de hacerlo rápido, para ayudar a la pobre de Sofía.

Desde atrás, Leonor se sorprendió al ver las manos de su hija tras su espalda, palpándose el área de su coño mientras chupaba el pene de Benjamín. Entonces, tras pensarlo, comprendió que estaba tratando de lubricarse.

Mireya terminó con toda la miel de la verga de Benjamín; pero este la tomó por los cabellos, se vertió más miel y le llevó la cabeza de nuevo hacia su verga.

– Te ves hambrienta – le dijo él, mientras obligaba con su mano a la chica a mantenerse con su boca llena de aquella verga –Me has conmovido.

Mireya no dijo nada, se limitó a aceptar aquello y seguir chupándole el falo a Benjamín mientras continuaba masturbándose con sus manos.

Finalmente él la dejó en paz, y ella avanzó de rodillas rápidamente, dirigiéndose hacia el plato de leche. Se abrió de piernas y sintió entonces a Lucas posándose tras ella; apenas sintió cómo él la penetraba, ella bajó la cabeza para comenzar a beber.

Él la embestía lentamente, por fortuna. Bebía lo más rápido que podía, aunque a lengüetazos.

Leonor ya se acercaba rápidamente a Benjamín, y repitió la misma técnica de su hija. Chupó la verga de Benjamín sin problemas, masturbándose con las manos por detrás. Quería apurarse también, para rescatar a su hija.

Y así lo hizo, terminó con Benjamín y este la dejo ir, pues detrás ya venía Azucena, quien ya no le encontraba el sentido a quedarse atrás.

Leonor se colocó en posición, escuchaba los gemidos de su hija; miró hacia Sonia, quien se encontraba junto a Sofía esperando recargadas en la pared, de pronto todo quedó en silencio y segundos después sintió las manos de Lucas tras ella. Sintió la penetración, y bajó a beber la leche.

Mireya avanzaba de rodillas hacia su hermana, Azucena mamaba la verga de Benjamín y Leonor era follada por Lucas. Entonces Azucena terminó su miel y avanzó hacia la miel.

– Ve con la chiquita – indicó Benjamín, posando su mano sobre sus hombros – Dejame a esta perra.

Lucas se hizo a un lado, y fue tras Azucena. Benjamín tomó posición tras Leonor, quien ya casi terminaba. Él la penetró y tras algunas embestidas escuchó la voz de Leonor.

– He terminado Benjamín – dijo Leonor – Déjame ir, me he terminado la leche.

– Te falta una – dijo él, sacando su verga del coño de la mujer y apuntándolo en la entrada del ano

Sin previo aviso, y con una fuerza y habilidad propias de la experiencia, el sujeto la penetró en seco. Leonor gritó de dolor al sentir los veinte centímetros de verga atravesándola como una espada.

No era su primer anal, pero aquel fue el más intenso que había sentido. Aquella verga le apretaba tanto dentro de su culo, que se preguntó cómo diablos habían podido soportar aquello las más jovencitas.

Tras sentir las palpitaciones de la verga de Benjamín dentro de sí, comenzó a experimentar los movimientos que este comenzaba a hacer. Lenta, pero progresivamente, Benjamín inició y fue aumentando el ritmo de las embestidas contra aquel enrojecido esfínter. Su verga aparecía y desaparecía de aquel redondo agujero, mientras los suspiros de Leonor se convertían en gemidos de placer.

Pronto, las respiraciones aceleradas de Azucena se unieron; estaba siendo follada por el coño. Lucas sacaba suavemente su pene de ella, y entonces lo metía con fuerza hasta el fondo; repetía aquellos movimientos una y otra vez, provocándole suspiros y grititos a la chica, cuya concha se iba humedeciendo más y más con cada penetración.

Azucena era, de todas, la única que secretamente disfrutaba de aquello. Había disfrutado cada mamada, cada penetración y cada dilatación de su culo. No lo había comentado con nadie, y seguía simulando una actitud de victimismo que realmente no existía. Nunca había tenido sexo, y estaba asustada al principio, como su prima Sofía, pero por alguna extraña razón había terminado por encantarse con aquella situación.

Incluso los amarres, las humillaciones, los gritos y la violencia le habían terminado por gustar; siempre se preguntaba qué podía seguir después con su cuerpo. Pero debía simular, y seguir disfrutando de aquello en secreto.

Y sí que lo hacía; Lucas penetraba su coño mientras esta suspiraba con cada embestida. Se mordía los labios y sentía su cabeza agotarse del placer que le llegaba desde el área de su pubis.

Pero no sucedía lo mismo con Leonor, quien gemía inevitablemente por el placer que le provocaba Benjamín sobre su recto, pero no por ello dejaba de sentirse en una situación humillante y de lo más desagradable. Pero no tenía más opción a la vista que abrir bien el culo y disfrutar obligadamente de cada arremetida sobre su culo.

Así siguió castigándole el ano, hasta que sintió venirse y detuvo su verga bien clavada en aquel agujero; entonces descargó toda su leche en el recto de Leonor, que sintió las gotas de semen salpicándole los intestinos.

Benjamín sacó su verga caliente, chorreándole la leche en las nalgas a aquella mujer que alguna vez había amado y de quien ahora se cobraba venganza. Subió al baño a limpiarse el pene, dejando a aquellas mujeres y a Lucas, quien seguía follándose felizmente a una Azucena que disfrutaba en secreto de sus arremetidas. Se había corrido dos veces ya, y su coño estaba más mojado que nada.

Pronto, Lucas sintió su eyaculación cercana; sacó su verga chorreante de jugos de Azucena; la hizo arrodillarse y apuntó su verga al rostro de la chica. Una salpicadura generosa de leche cayó sobre la cara de Azucena, quien apenas y alcanzó a cerrar los ojos para que el semen no la dejara ciego. El viscoso líquido recorrió sus mejillas, y ella misma atrajo lo que pudo con su lengua. Sintió de pronto dos golpes sobre su rostro que la hicieron reaccionar; era Lucas, que sacudía sobre su cara los restos de esperma en su verga.

Todavía algunas gotas cayeron sobre su rostro y sus cabellos oscuros y rizados, hasta que Benjamín regresó del baño .

– Mira nada más que zorra te ves con tu carita manchada de leche – no pudo evitar comentar Benjamín – ¿Te gustó?

– Si señor – admitió Azucena, sonriendo tímidamente, a sabiendas de que todos creerían que mentía – Me gustó mucho.

– Vaya putita. – concluyó él – ¿Podrías darle un besito a mi verga? – preguntó, ofreciéndole su falo flácido.

La niña no respondió, sólo se limitó a acercarse a aquel glande y darle un beso. Benjamín le acarició los cabellos, como si se tratara de una mascota, y se alejó. Ella se quedó ahí, esperando con la cara llena de esperma.

– Le has tirado una buena cantidad de mecos a la chiquilla – dijo – Sube a lavarla, mira cómo la dejaste.

Lucas subió con Azucena, mientras Benjamín se quedaba junto a las otras chicas. Benjamín se acercó a la pared donde Sonia, Sofía y Mireya estaban arrinconadas. Tomó a Sofía y Mireya por los cabellos y las regresó a rastras a recargarse sobre el sofá.

Misma cosa hizo después con Sonia y Leonor. Cuando bajó Lucas, le ordenó que subiera con Azucena a bañarla y limpiarle el rostro.

Traía en sus manos una bolsa grande de galletas que había encontrado en la alacena; tomó una y la fue metiendo en la boca de cada chica. Repartió alrededor de ocho galletas a cada una, y estas las devoraron, hambrientas como estaban. No hizo nada más; pacientemente las alimentó y después fue a sentarse.

Arriba, Lucas metía a Azucena a la regadera. Dado que él también iba a lavarse y la chica estaba atada, Lucas tuvo que limpiarle el rostro y las partes intimas a Azucena. Le estaba pasando el coño a la chica con el jabón, y esta no dejaba de gemir.

– Tranquila – dijo él – Sólo te estoy lavando, ¿tanto sufres?

– No – dijo ella – Me gusta.

Lucas sonrió, incrédulo.

– ¿Te gusta?, ¿me vas a decir que eres la única a la que le está gustando esto?

– Un poco – admitió ella

– Un poco…

– Al principio no – continuó ella – Pero ahora sí.

Lucas no entendía del todo, pero la historia de la chica le parecía curiosa.

– ¿Qué es lo que te gusta?

– Cómo se siente

– ¿Y cómo se siente?

– Al principio duele, pero después gusta.

Lucas se puso a pensar.

– Entonces – dijo él – Si te desato, te llevo a la cama y nos acostamos, ¿tendrás sexo conmigo sin ningún problema?

– Si – dijo ella

El muchacho pareció rememorar.

– Sabes, me quedé con la duda; ¿qué sentiste cuando Benjamín y yo te follamos al mismo tiempo?

La niña quedó en silencio, parecía recordar aquello. Suspiró y dijo.

– Al principio me asustó, creí que dolería mucho.

– ¿No te dolió?

– Si – admitió ella – Me refiero a que, me doliera en el corazón. Me sentí muy triste, porque sentía que aquello estaba mal, pero…

– ¿Pero…?

– Pero al final me gustó – admitió ella mirando al suelo – Y sentía que estaba mal, y que aquello no debía gustarme.

– Pero te gustó… – dijo entonces Lucas, rodeándola y atrayéndola a él con un brazo – …te gustó

– Si – dijo ella, antes de ser callada por un beso de él.

Se besaron, mientras las manos de Lucas se escurrían sobre la espalda de la esbelta chica; llegaron a colocarse sobre el culo de Azucena antes de meterse entre sus nalgas y reptar hasta su coño.

La mano de Lucas no tardó en magrear la concha de la chica, y no dejaban de besarse apasionadamente. La concha de ella se fue humedeciendo, y su cara temblaba de una especie de pasión tímida.

Hubiesen seguido, hasta que escucharon la voz de Benjamín gritando desde la sala, para que bajaran.

– Te follaremos como una reina – le prometió Lucas, separando sus labios – ¿Te parece?

La niña sólo movió afirmativamente la cabeza.

– Seré tu putita – agregó ella, sin saber exactamente para qué por qué.

Lucas también se sorprendió con aquello, pero no dijo más. Ambos bajaron, como si nada hubiese sucedido, y Lucas la dejó recargada sobre el sofá, junto a las otras chicas.

Sin nada que hacer por el momento, y con las vergas descansando, Lucas y Benjamín siguieron alimentando a las chicas, quienes aprovecharon el momento de bondad para comer jamón, queso, jugo y más galletas. Después descansaron sobre el sofá, algunas incluso se sentaron sobre él, sin que aquello tuviera represalias de los hombres aquellos, que sólo se limitaban a vigilarlas, siempre con su bolsa a la mano, dónde ya todos sabían que se encontraban las armas.

Lucas se acercó en un momento dado a Benjamín, y le contó sobre la charla que había tenido con Azucena.

– ¿Me quieres decir que a ella le gusta todo esto?

– Al menos no piensa poner resistencia, creo que es una especie de afrodita.

– Ninfómana, Lucas, se dice ninfómana. Vaya idiota que eres – lo corrigió Benjamín – Es muy joven para eso, simplemente debe haberte dicho eso para que la trataras mejor. Son mujeres, y por muy jóvenes que sean son igual de astutas; yo no me fio de ellas, y no te lo recomiendo.

– Bueno – dijo Lucas – pero probemos; estoy cansado de estarlas forzando, quiero algo más natural, más apasionante.

– ¿Te estás enamorando de esa niña? – lo miró con extrañeza Benjamín

– No –reaccionó Lucas – ¡No! Yo mismo te estoy invitando a que nos la follemos, juntos, es sólo que sin ataduras, simplemente diciéndole lo que debe hacer.

Benjamín quedó pensativo.

– Podría ser; pero me interesa más su prima, tiene ese culo que me fascina.

– Bueno – calculó Lucas – Quizás ella podría convencerle, son primas, deben tenerse confianza.

– Arregla eso entonces – resolvió Benjamín – Pero, a la primera idiotez, tu noviecita se las verá conmigo.

A las once y media de la noche ya todos estaban cansados; comenzaron a prepararlas para dormir. A Sonia y a su madre las ataron por los extremos de las camas de la recamara de Sonia y Mireya; una en cada cama, al menos quedaron lo suficiente cómodas para poder conciliar el sueño.

A Mireya, Sofía y Azucena las llevaron al cuarto de Leonor y su marido. Sofía y Azucena fueron desatadas, pero Mireya fue amarrada a una de las sillas, inmovilizada. Miró con extrañeza cómo Azucena y Sofía podían sentarse con libertad sobre el colchón de su madre, sin atadura alguna; Azucena incluso platicaba en voz baja con Lucas. Entonces Benjamín entró, secándose la verga con una toalla, tras haberse dado una ducha.

– Ya habrá platicado Lucas con ustedes – comenzó

Azucena se arrodilló de inmediato, para sorpresa de Mireya, que miraba desconcertada. Más tímidamente, Sofía secundó a su prima, arrodillándose también.

– Si señor – dijo Azucena, con voz servicial – Seremos suyas.

-¿De verdad? – Benjamín también parecía extrañado

– Lo que usted desee – agregó Sofía, con una voz menos convencida, y aún temerosa

Benjamín las miró largo rato. Llevaban ambas una playera, que debían ser del padre de familia de aquella casa.

– Alcense la playera, quiero verles las tetitas – ordenó, como poniéndolas a prueba

Las niñas obedecieron inmediatamente. Mostraron sus tetas, si es que podía llamárseles así a aquellos bultitos de piel, coronados por sus pezoncitos.

– Tápense – dijo, y las niñas volvieron a cubrirse – Ya veo que son muy putas. ¿Con que les gustaría iniciar? – preguntó

Sofía miró a su prima, y esta respondió inmediatamente.

– Lo que usted desee – dijo ella, sin dudarlo

Benjamín asintió; después preguntó.

– ¿Pero, si pudieran elegir, qué les gustaría hacer?

Azucena quedó pensativa; era obvio que no sabía exactamente que decir, pero sentía que debía ser cuidadosa con sus palabras.

– Chupar verga – dijo, sintiéndose extraña por usar aquella palabra

Benjamín comenzó a masturbar ligeramente su verga, que lentamente iba endureciéndose; Lucas se puso de pie, y se quitó los calzoncillos, liberando su verga erecta.

Lucas se puso frente a Sofía, quien le tomó la verga tímidamente con la mano. Azucena, frente a Benjamín, tomó inmediatamente el falo del hombre y se lo llevó a la boca, donde terminó de endurecerse.

La mulatita no era muy hábil, pero el hecho de que lo intentase cambiaba bastante las cosas. Benjamín disfrutó con la amable felación de Azucena.

– ´Hazlo como tu primita – dijo Benjamín a Sofía, que chupaba torpemente la verga de Lucas – Aprende de ella, mira.

Sofía miró a su prima, que no se detuvo en tragarse una y otra vez el pene de Benjamín, entonces, tomando el ejemplo, fue soltándose también y comenzó a moverse con más habilidad para satisfacer a Lucas, que se lo agradeció acariciándole la cabeza.

Continuaron así por un buen rato; y minutos después Benjamín ordenó un cambio de pareja. Se colocó frente a Sofía, y Lucas hizo lo propio con Azucena; e inmediatamente reiniciaron, adaptándose pronto a las nuevas vergas que invadían sus bocas.

Benjamín, sin decir nada, vio como Azucena comenzaba a magrearse el coño, y se sorprendió cuando ella tocó el hombro de Sofía, quien inmediatamente, aunque con más duda, empezó también a masturbarse.

Así, chupando vergas y masturbándose sus coños, ambas muchachitas se comportaban como dos autenticas expertas en el sexo. Aunque por momentos seguía pareciendo patético cómo Sofía trataba de alzarse lo más posible para alcanzar a tragarse la gruesa verga del grandulón de Benjamín.

– ¡A follar! – ordenó entonces Benjamín, quien de un rápido movimiento se llevó a Sofía a los brazos

Divertido, Lucas hizo lo mismo con Azucena, de modo que parecían dos parejas de recién casados a punto de iniciar una orgia. Lanzaron a las chicas a la cama king size, y estas rieron divertidas por aquello.

Entonces los hombres cayeron sobre ellas, intercambiando de nuevo parejas. Benjamín, con Azucena recostada boca arriba, comenzó a besarla mientras le pellizcaba las tetitas. Sofía había caído boca abajo, y el beso que recibió de Lucas fue en el esfínter de su culo.

Pero la situación era tan apacible que de alguna forma comenzó a disfrutar los lengüetazos sobre la entrada de su ano. El muchacho fue alzándole el culito y abriéndole las piernas, hasta alcanzar con su boca el coño humedecido de la chica.

Poco a poco, comenzó a lengüetearle el coño a Sofía, mientras esta iba humedeciéndose más su concha; era un coñito plano, del que se abría únicamente su raja, de modo que el pequeño y delicado clítoris de la chica estaba completamente a merced de los labios de Lucas.

También Benjamín había bajado hacia el vientre de Azucena, donde besaba ya su ombligo; siguió bajando, besando su piel e instalándose finalmente en el bollito abultado que la niña atesoraba entre sus piernas.

La misma chica que lo había mirado con desconfianza aquella mañana, por su actitud de viejo pervertido, ahora disfrutaba entre gemidos de los lengüeteos con los que saboreaba su coño.

Siguió metiendo su lengua entre aquella raja, saboreando el sabor ligeramente acido de los jugos vaginales que comenzaban a surgir debido a la excitación que le provocaba saberse tan zorra.

Y es que tenía que admitirlo, se abría de piernas con tal de ofrecer su coño lo suficiente como para que alguien se lo chupara, la penetrara o la rellenara de esperma. Y tenía ganas de gritarlo y pedirlo, pero sabía que bastaba con dejarse llevar para conseguirlo.

Alargó su brazo, hasta tomar con su mano la de Sofía, y lo apretó fuerte, en un mensaje de confianza, de que todo estaba bien y nada malo pasaba. De que lo disfrutara tanto como ella disfrutaba sentir la boca de Benjamín provocando su clítoris oculto entre sus abultados labios vaginales.

Entonces su interior reventó; y un chorro de líquido salió de su interior con la fuerza de un estornudo, manchándole la cara a Benjamín, que no por ello disminuyó la intensidad de sus lengüeteadas. Azucena esperaba que él se detuviera, pero al ver que no, se preguntó si sería capaz de soportar tanto placer.

Sólo las sensaciones entre sus piernas se detuvieron, pero sólo para recibir la verga de Benjamín, de la cual no se percató hasta que no la tuvo completamente clavada en el coño. Miró hacia abajo, viendo cómo el rabo de Benjamín era tragado por su concha, y no pudo evitar mirar a aquel sujeto y sonreírle, casi de agradecimiento.

Giró la mirada hacia un lado, y vio cómo Lucas cabalgaba sobre las suaves y voluminosas nalgas de Sofía, quien gemía de placer boca abajo por las penetraciones agiles sobre su coño.

Sofía, bajita como era, apenas llevaba algunos minutos siendo penetrada, pero los lengüeteos en su coño la habían dejado tan caliente que no tardó mucho en descargar su primer orgasmo, mojando su coño repleto de la verga de Lucas.

Del otro lado, tras varios minutos y un orgasmo más de Azucena, Benjamín la colocó en la orilla de la cama, le alzó el culo, y le apuntó su verga a su apretado orificio. Ella no opuso resistencia, pero no por ello le dolió menos. Apenas los veinte centímetros de Benjamín la atravesaron, comenzó a sentir las embestidas lentas pero consistentes de aquel sujeto.

La embistió durante minutos, y Azucena no dejaba de voltear a verlo, con una mirada que trataba de soportar el dolor al tiempo que lo invitaba a seguirle embistiendo el ano. Benjamín sonrió satisfecho, lanzándole suaves nalgadas de vez en cuando a aquella mulata que había resultado una completa zorra.

La folló varios segundos, hasta que decidió que era hora del intercambió. El culo de Azucena no quedó en abandono, porque inmediatamente fue ocupado por la verga de Lucas, más pequeña pero más rápida también, e igual de excitante.

Benjamín fue a penetrar el coño de Sofía, pero apenas tuvo bien clavada su verga en aquella conchita mojada, una voz familiar lo interrumpió.

– ¡Quiero que me folles! – gritó Mireya – Fóllame a mí, cabrón.

Benjamín se detuvo y la miró. Entonces respondió.

– ¡Cállate la boca!

– Fóllame entonces, cállame con tu verga – lo retó Mireya – Saca a todos, toma mi cuerpo y has que me corra. Te reto, maldito. Te reto a que me folles como nunca.

Benjamín sacó los veinte centímetros de su gruesa verga del coño chorreante de una Sofía que no paraba de jadear. Incluso Lucas quedó con media verga fuera y media dentro del ano de Azucena, sorprendido por la extraña reacción de Mireya.

– Salgan todos – dijo Benjamín, empujando a Sofía para que se pusiera de pie – Salgan y déjenme solo con esta zorra.

– Llámame zorra – le espeto Mireya – pero te reto a que me hagas correrme cinco veces.

– ¡Salgan! – insistió Benjamín, con la sangre excitada por todo aquello

Lucas obedeció, llevándose a las dos primas a la sala. Benjamín se puso de pie y cerró la puerta, aunque sin seguro. Se acercó después a Mireya y la desató completamente, dejándola libre tras un largo día de ataduras.

Ella se puso de pie, y empujó a Benjamín suavemente por el pecho, haciéndolo avanzar hacia atrás.

– Quiero chupártela – le dijo la chica, con el tono más corriente – Quiero chuparte tu vergota.

Benjamín, sorprendido de veras, sólo se dejó llevar y se recostó sobre la cama, con Mireya arrodillándose sobre la cama y poniéndose en cuatro para mamarle la verga. Tomó el tronco grueso de su verga y lo masajeó un par de veces antes de llevárselo a la boca, tenía el sabor a culo de Azucena y a coño de Sofía, pero poco le importó.

Benjamín ni siquiera metía mano; porque la chica le mamaba el falo con tal intensidad que era él quien tenía que soportar aquello. Mireya sacó un momento de su boca aquel pedazo de carne.

– ¿Quién es tu puta? – le preguntó a Benjamín – ¿Quién es tu zorrita?

No esperó respuesta, y volvió a hundir su cabeza para seguir saboreando aquella verga.

– Tú putita – respondió Benjamín – Tú eres mi zorrita cochina.

Ella siguió chupándole la verga, salió un momento para besuquearle toda la superficie de aquel tronco y bajó un momento a llevarse aquellos testículos peludos a su boquita. Volvió a darle un último beso al glande enrojecido de Benjamín, y entonces lo rodeó con sus piernas hasta apuntarse ella misma aquella verga a la entrada de su coño.

Se dejó caer sobre aquella verga, y se la clavó poco a poco hasta que su coño la tragó por completo. El propio Benjamín lanzó un suspiro cuando la penetró por completo. Entonces, Mireya comenzó a moverse, cabalgando sobre él.

Lo montó por varios minutos, y ella misma se provocó orgasmos con aquellos movimientos. Se movía tan ágilmente, aun mientras su coño chorreaba de placer, que Benjamín se preguntó si iba a poder soportar la agilidad juvenil de Mireya.

Pero aguantó, y lo disfrutó, y cuando estaba a punto de eyacular decidió detenerla. Se puso de pie y se colocó tras ella, posicionándola en cuatro.

– ¡No! – dijo entonces Mireya – ¡Por atrás no!

– Callate, eres mi zorra, dimelo.

– ¡No! – ella se movió y se zafó de él, alejándose a una esquina

Él, molesto, tomó su bolsa y sacó el arma.

– No me disparas – lo retó ella – Me necesitas viva para seguirme follando.

Él sabía que ella tenía razón, pero intentó asustarla acercándose a ella, cortando el cartucho del arma y apuntándole en la sien. Ella se asustó, pero trató de mantenerse firme ante aquella amenaza de muerte.

– Está bien – dijo al fin Mireya – Me rindo

Ella misma se colocó en cuatro sobre la cama, y alzó el culo abierto ofreciéndosele. Aquello calentó tanto a Benjamín que dejó sus cosas sobre la almohada para correr y posicionarse tras el culo precioso de Mireya.

Lo lengüeteo, entre los suspiros de Mireya, como si quisiera que el único lubricante fuera su saliva. Aquello provocó que el asterisco de Mireya parpadeara ante la frescura de aquella lengua. Se mordía los labios inferiores, porque después de todo el sexo anal era lo que más la hacía sentir aquel extraño placer que no terminaba de explicarse.

Cuando su esfínter quedo plenamente mojado, sintió la verga de Benjamín posarse sobre la entrada. Y después sintió aquel tronco deslizándose entre su culo que se iba dilatando para darle paso.

– ¡Ay papi! – dijo Mireya, animándolo – Papi, tu vergota.

– ¿Te gusta?

– Si – dijo ella, con una voz viciada – Métemela toda.

Y así lo hizo.

Abajo, Lucas aprovechaba la buena disposición de Azucena y Sofía. Las colocó a ambas sobre el sofá, con el culo ofreciéndose bien abierto. Penetró el recto de Sofía, y comenzó a embestirla suavemente mientras sus manos y dedos jugueteaban con los agujeros de Azucena, colocada a un lado.

Tenía cuatro agujeritos de dos preciosas jovencitas a su completa disposición; inició un juego en el que cambiaba saltaba de culo en culo, revolviéndoles la mierda una con otra. Las niñas gemían cada que las penetraba, y esperaban pacientes su turno de ser folladas por el culo.

También Mireya comenzaba a ser embestida por los veinte centímetros de aquella verga que tanto daño le había hecho en el día.

– Así cabrón – decía, mirando hacia en frente – Así cabrón, fóllame…

Pero lo que hacía era ver el arma cargada que Benjamín había dejado sobre la almohada; bastaría un ágil impulso hacia enfrente y mucho valor de su parte para alcanzarlo, pero sentía que no era el momento. Entonces tomó una decisión.

Las manos de Benjamín la movían para follarla, pero entonces ella misma comenzó a moverse, como si estuviese aventando su culo contra un palo clavado a la pared. Poco a poco, sus movimientos fueron tomando control sobre aquella verga, y Benjamín sintió tanto placer que soltó las caderas de la chica para poder soportar aquellas embestidas que ahora ella le propinaba.

Se movía con agilidad, mirando el arma y machacando con su culo aquel falo excitadísimo. Incluso buscaba la forma de apretar el aro de su culo para acelerar la eyaculación de aquel sujeto, era ese el momento que esperaba.

– ¿Te gusta, cabrón? – le preguntó – ¿Quieres rellenarme el culo? Quiero tu leche, papito.

– Te voy a llenar el culo – respondió él – Sigue moviéndote, que te voy a llenar el culo.

– ¿Así? – pregunto Mireya, acelerando los movimientos de su cadera

– Así putita, así zorrita.

Siguió moviendo sus caderas con furia, apretando el culo y clavándose la verga completa, gemía, naturalmente, pero trataba de soportar aquel placer con tal de seguir el plan en curso.

– Ya me voy a venir – anunció Benjamín

– Hazlo papi – pidió ella – Quiero tu lechita, cabronazo, quiero que me llenes el culo de tu leche.

Y entonces, la sintió; la calidez de aquel fluido viscosa reventando en su recto, las gotas de semen siendo chorreadas de aquella verga. Benjamín lanzó un bramido de placer y la chica dio una última embestida.

Saltó hacia enfrente, sacándose la verga por completo y siendo salpicadas sus nalgas del esperma que aún fluía. Cayó al frente, sin que Benjamín pudiera dar cuenta de aquello, tomó el arma y giró.

Miró a Benjamín quien estaba con los ojos bien abiertos, apunto de gritarle algo y alargando la mano para detenerla. Entonces disparó.

La primera bala penetró el pecho del sujeto, empujándolo hacia atrás. Un segundo apretón de gatillo lanzó otra bala que impactó en el ojo derecho de Benjamín. No había más que hacer, estaba muerto.

Unos pasos subieron rápidamente, y la puerta se abrió de golpe. Lucas miró sorprendido la escena, e idiotamente comenzó a tratar de sacar su revolver de su bolsa.

Fue inútil, una sola bala en su cuello fue suficiente para hacerlo caer y morir desangrado. La niña se mantuvo ahí, asustada y con la sangre repleta de adrenalina, miraba la sangre de aquellos dos sujetos desbordándose sobre el suelo. Entonces despertó a la realidad, se puso de pie y salió huyendo de aquel cuarto.

Se dirigió al cuarto donde se hallaban su madre y su hermana, y fue directamente con Leonor.

– Mamá – le dijo, acercándose a su mejilla y besándola – Ya estamos bien – decía, con el semen de Benjamín aún caliente, corriéndole entre las piernas y fluyendo de su culo – Ya estamos bien, mamá.

FIN.sex-shop 6

 

Relato erótico: “Cómo seducir una top model en 5 pasos (02)” (POR JANIS)

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SECRETARIA PORTADA2Nota de la autora: Debido al desconocimiento (nunca he viajado a Estados Unidos), he cometido un fatal error en el viaje de Cristo. No es tan fácil acceder a los Estados Unidos. Se supone que a la hora de reservar o comprar el billete de avión, se debe cumplimentar el formularios ESTA (Sistema Electrónico para la Autorización del Viaje a Estados Unidos) en vigencia desde el 20 de marzo del 2010. Así mismo, hay que abonar una tasa de 14 dólares en concepto de gastos de gestión y promoción del turismo.

Sin títuloAsí que hemos de suponer que Cristo rellenó también este formulario, en el momento en que reservó su billete para Nueva York, todo por Internet (que es lo que se suele hacer). Se piden datos personales, del pasaporte, del vuelo que se va a tomar, y las direcciones de donde se hospedará. Además, hay que contestar a una serie de preguntas, del estilo de si padecemos alguna enfermedad contagiosa o si hemos participado en crímenes de guerra, entre otras lindezas. De otra forma, jamás hubiera podido subirse al avión que tomó en Barajas.

Episodio dos. El Centro de Jubilados.

Harto de estar sentado, y nervioso por estar encerrado en aquel cacharro a Dios sabía cuantos metros de altura, Cristo paseó un rato por el pasillo del aparato. Echó un par de vistazos a la zona de Primera Clase, aunque no pudo ver gran cosa, pues las azafatas mantenían corridas las cortinillas, y, finalmente, fue a ver qué hacía Ingrid.

La voluptuosa azafata estaba preparando bandejas de canapés para repartir antes del nuevo almuerzo, porque, como había comprobado Cristo, en aquel maldito trasto no atardecía; el sol seguía estando alto, a pesar de que el reloj de su muñeca siguiera marcando otro horario. No había leído mucho sobre cómo se movía nuestro planeta. Las cosas de ciencias no le habían interesado nunca, así que solo intuía a que era algo que sucedía cuando se volaba en el camino del sol. El tiempo parecía no contar… pero le habían dicho que la hora programada de llegada, era a las ocho y cuarenta y cinco, “hora de Madrid”.

Aquella puntualización le tenía mosca. Esa coletilla la había escuchado más veces, sobre todo viendo la Fórmula 1. A saber qué hora sería cuando llegaran a Nueva York…

Cristo, con mucho respeto por el trabajo de su nueva amiga y de sus compañeras, que solían aparecer por el diminuto office a cada instante, se pegó a un costado del aparato, las manos apoyadas en el compacto fuselaje. De esta manera, inició una amena conversación que Ingrid podía seguir, sin apenas mirarle.

― ¿Tuviste problema con el formulario ESTA? – le preguntó la azafata, abriendo un bote de pepinillos.

― Rellené un tonto cuestionario al rezervar los billetes. Me obligaron a zacar pasaje de ida y de vuelta. ¡Eso no es mu educado, que digamos!

Ingrid se rió levemente.

― Los americanos son así, Cristo. Normas y más normas. Siempre están ondeando su bandera de las oportunidades, de los derechos e igualdades, pero, en el fondo, son muy celosos de su intimidad, de sus posesiones. Quieren mostrarlas, pero que nadie las… ¿fisgonee? ¿Se dice así?

― Zi, wapa, bien dicho todo. Viajo zin visado, lo que me permite noventa días de estancia.

― Suerte que eres español. Los americanos tienen muy bien vistos a los europeos. De otra manera, hubieras tenido que sacar un visado y un permiso de visita, con meses de antelación.

― Ya veo. Zon unos vacíaos…

La opulenta rubia le miró, extrañada por la palabra.

― Que no tienen ná aquí dentro, sin ética… — le explicó, golpeándose el pecho.

Ingrid asintió, sonriendo de nuevo. Siguió untando panecillos. Hasta que empezó a hablar de nuevo, muy suave.

― Cuando aterricemos, tendrás que pasar por la aduana. Intenta no hablar en español, no te salgas de la fila que te toque, ni mires con descaro. Los agentes de Inmigración no tienen humor, ni paciencia. Contesta a todo cuanto te pregunten, en inglés si es posible, y con educación. Cuando te pregunten por el motivo de tu visita, con tu aspecto, lo mejor es que contestes “por placer”, que vienes a visitar a tu tía.

― Es la verdá, rubia.

― ¿Llevas algún aparato raro en las maletas?

― Mi portátil.

― ¿Usado?

― Desgastao más bien – sonrió Cristo.

― Mejor. No creo que tengas ningún problema. Después, si piensas quedarte más tiempo, o encuentras trabajo, tendrás que ir a pedir un visado y un permiso de residencia. Pero supongo que con el aval de tu tía, no tendrás problemas.

― Ezo espero. Me gustaría probar a vivir en Yankilandia un tiempo. Me han dicho que las neoyorquinas zon mu hermosas.

― ¡También tienen fama de frías!

― Entonces, zolo hay que calentarlas, ¿no? – los dos se rieron, con la chanza.

― Anda, vuelve a tu asiento, que vamos a empezar con la cena.

― ¿Cena? Zi es de día, coño.

― No importa, los estómagos de los viajeros no entienden de diferentes usos horarios. Solo saben que hace casi cinco horas que comieron y claman de nuevo.

― Eso zi, pero a mí me vais a matar, mi aaarma. ¡Qué tengo el estomaguito mu delicado! Mi máma preparaba platicos especiales pa su Cristo…

El John Fitzgeral Kennedy, uno de los mayores aeropuertos del mundo. Eso era algo que ya sabía, pero no estaba preparado para su dimensión física.

“¡Coño! ¿Es que viene la Estatua de la Libertá a jugar al fútbol aquí, pa que esto sea tan grande?”, ese fue el primer pensamiento de Cristo al desembarcar enla Terminal1. Estuvo un rato esperando a que su equipaje llegara y, aprovechó para cambiar la hora de su reloj. No eran las nueve de la noche, sino las tres de la tarde. Lo había pillado en cuanto se lo explicaron. Era lo que él había supuesto, por la rotación, pero… ¡seis horas de diferencia! Hoy había almorzado dos veces, se rió. Cuando llegaron las maletas, el grupo de pasajeros extranjeros se dirigió, como un rebaño de cabras, al mostrador de Inmigración.

Estuvo en un tris de volver a adoptar su famosa expresión “pública”, pero lo pensó mejor. Ahora que estaba en suelo americano, no debía arriesgarse a que un tonto contratiempo le arrebatara la oportunidad. Además, los polis de aquí no le daban tanto respeto como los Civiles de España.

Contestó educadamente a las consecuentes y obligadas preguntas, que todos hemos visto en incontables ocasiones, en otras tantas películas, con su mejor pronunciación de inglés, y, con un golpe seco de tampón, su pasaporte fue sellado.

Allí, en aquellas inmensas salas, llenas de gente apresurada, Cristo parecía aún más desvalido de lo que era. Cualquier ojo poco habituado, le confundiría con un jovencito acojonado, que se aferraba a su bolsa y su maleta, observando el apoteósico mundo que le rodeaba.

Pero, en realidad, Cristo estaba calibrando sus opciones. Escuchaba las chácharas a su alrededor, comprobando que, con un poco de atención y práctica, pronto cogería el pulso del idioma. No era un idioma tan diferente al del Peñón, solo que más rudo, más nasal aún. Por otra parte, la estatura media de la gente le dejaba un tanto enano. En Algeciras, la gente no era tan alta, y los guiris estaban lejos, coloraítos como gambas cocidas, en los hoteles de Tarifa. Era algo a lo que tendría que acostumbrarse, se dijo, echando a andar, arrastrando las ruedecillas de su maleta.

Ingrid le había despedido con dos fuertes besos en las mejillas, apretando de nuevo aquellos turgentes senos contra su pecho. Le había dado su número de teléfono y, finalmente, la azafata le prometió que le llamaría si disponía de un día libre en Nueva York. Cristo ya no sabía si aquello tenía que ver con la vena maternal o con una calentura de caballo, pero no sería él quien se negara el placer de quedar con la teutona. Cristo era un tipo muy convenido y aprovechado, de hecho, llevaba siéndolo toda su vida.

Salió a la zona de recibimiento, donde los familiares y amigos esperan a los viajeros. Enseguida vio a su tía, inconfundible su apostura entre los demás. Se ocultó detrás de una gran maceta, de anchas hojas, observándola. Quería hacerse una idea de cómo era su tía Rafaela, antes de presentarse.

En primer lugar, ya no parecía gitana. Así, en vivo, podía verlo mejor que a través de la cam. En contra de cualquier costumbre caló, llevaba el pelo corto, peinado como un chico, pero hacia la izquierda, con una raya que parecía hecha con un tiralíneas. El cabello, oscuro y fuerte, se levantaba, rebelde, en la punta de su largo flequillo, y era muy corto sobre la nuca. Estaba lejos para distinguirle los ojos, pero los había visto estupendamente cuando charlaba con ella, volcada sobre la cámara. Unos ojos grandes, perfilados y sombreados con mucho estilo, de manera diferente a como Cristo estaba acostumbrado a ver a las mujeres. Cristo había crecido con mujeres gitanas, llenas de costumbres gitanas, maniatadas por tabúes gitanos, y, ahora, estaba ante una gitana libre, una gitana de Nueva York, que demostraba todo el potencial que podía alcanzar una hembra de esta etnia. Por ello, Cristo se prendaba de aquellos ojos, que mostraban el embrujo caló, pero que, al mismo tiempo, resultaban tan exóticos y ensoñadores, que podía hundirse en esas pupilas marrones y negras.

Tía Rafaela poseía una nariz con carácter, ligeramente curvada y afilada, pero que no desentonaba en absoluto con sus pómulos marcados y su mandíbula agresiva. Sus gruesos labios, eternamente rojos, de un tono oscuro, se ocupaban de suavizar estos rasgos, pero manteniendo la impresión de que era una mujer decidida.

Por otra parte, su tez no era tan morena como la de sus hermanos, quizás por el clima de la ciudad. No era lo mismo el sol del Estrecho, que el de la bahía de Nueva York. Seguro que bronceaba durante menos tiempo. Sin embargo, el tono de su piel era algo indefinible, entre la apariencia tostada por el sol, y la calidad genética de, quizás, unos genes semitas, entre otros.

Vestida con una larga falda, de diseño étnico, que dejaba parte de sus botas al aire, y un fino jersey de cuello alto, que entallaba sus senos, mostrando la voluptuosidad de su cuerpo, tía Rafaela destacaba poderosamente. Había sido bailarina profesional, y enseñaba flamenco, por lo que mantenía su cuerpo fuerte y ágil, digno de su arte. Mientras miraba los rostros de los viajeros que salían de la aduana, sujetaba una chaqueta de ante en sus manos.

Cristo se reafirmó en que su tita estaba más buena que un caramelo robado, y eso, quizás, podía complicar la convivencia, se dijo. Inspiró fuertemente, tomó el asa de la maleta, y salió al descubierto, con una gran sonrisa en los labios.

― ¡Cristoooo! – la exclamación llamó la atención de muchos, que volvieron la cabeza para contemplar como aquella hembra portentosa levantaba en brazos a un jovencito, llenándole la cara de besos.

“¡Vaya recibimiento!”, pensó Cristo. “Es la primera vez que estamos cara a cara, y casi me come. ¿Qué será cuando se acostumbre a tenerme en casa? Creo que mi querida tita está deseando recuperar los años perdidos en el exilio…”

― Me alegro de verte, tita Rafaela.

― Yo también, Cristo, de verdad. Llámame Faely, por favor. Hace años que nadie me llama Rafaela.

― Mu bien, tita.

― Bien – la mujer volvió a mirarle, poniendo sus manos sobre los hombros de su sobrino. Suspiró y le quitó la maleta de la mano. – Vamos para casa.

No hacía demasiado frío, al salir al exterior, al menos para la época en que estaban, pero el día estaba gris. Cristo se extrañó bastante de que su tía no tuviera coche, pues tomaron un taxi. Ella le explicó que los neoyorquinos, aunque tuvieran coche, apenas lo tomaban para circular por la ciudad. Era un engorro tanto tráfico. Bastante había con las limusinas, la flota de taxis, los servicios de entrega a domicilio, y todos los demás vehículos laborales, que se movían de un lado para otro. Si a eso se le sumaba, otro millón de coches utilitarios, como poco, el caos sería total. No, los habitantes de Nueva York y del extrarradio utilizaban los servicios de transporte: el metro, trenes de cercanías, autobuses urbanos, los taxis, los ferrys… Había muchas formas de llegar a la ciudad y moverse por ella, sin tener que estar lastrado con un vehículo que no podías aparcar en cualquier lado.

Tía Faely iba explicándole el recorrido, con la profesionalidad de una guía turística, aunque Cristo apenas podía apartar sus ojos de los senos de la mujer, bamboleantes bajo el fino jersey. Tía Faely no llevaba sujeción alguna y eso significaba que mantenía sus pechos fuertes y erguidos con bastante ejercicio.

― Esta es la autopista Van Wick, y aquello – dijo señalando a la derecha, con un fino dedo rematado de una uña carmesí – es Jamaica…

― ¿Jamaica? – preguntó Cristo, tomando conciencia de las palabras de su tía. — ¿La Jamaica de Bob Marley?

― No, un barrio de Nueva York que se llama así.

― Ah.

― Ahora, nos desviamos para tomar el boulevard Queens, que atraviesa el distrito del mismo nombre.

― Todo es enorme. Las avenidas, los edificios, la misma ciudad – murmura Cristo.

― Si. Es lo primero que impresiona. Ese es el puente Ed Koch Queensboro. Sobre él, cruzaremos hasta la isla Roosevelt, y, desde allí, a Manhattan.

― Parece que vives en un sitio privilegiado, tita.

― Bueno, no me quejo. Midtown está bien, en el Upper West Side, gente trabajadora y con raíces, sobre todo. Es un poco como Greenwich Village, pero sin sus casitas monas – la mujer se rió, como si repitiera un chiste muy trillado. – Tengo alquilado un amplio loft, en un edificio que antes fue una fabrica textil, y está muy cerca de mi trabajo.

― Me acomodaré a cualquier sitio, tita. Ni os daréis cuenta de que estoy en casa, ya veréis.

― No digas tonterías, Cristo. Será un placer tenerte en casa. Mira, eso de abajo, es el Goldwater Memorial Hospital, construido sobre una antigua prisión, derribada en 1935 – desde el puente, se podía ver perfectamente el estrecho contorno de la punta sur de la isla Roosevelt.

― Supongo que aquí se reaprovecha todo.

― Por supuesto, Nueva York se sostiene sobre islas, así que el terreno es muy importante.

El puente se le antojó larguísimo a Cristo. Una enorme estructura con al menos seis carriles para vehículos y dos vías férreas justo debajo, que saltaba una gran extensión de agua de mar.

― Eso es Manhattan – señaló Faely el otro extremo del puente. – A tu derecha, se encuentrala UniversidadRockefeller.

― Estudios no, gracias – alzó una mano Cristo, arrancando una carcajada a su tía.

Pasaron unos minutos y el taxi se internó en otra amplia avenida, con un tráfico más fluido. En menos de una hora, según su tía, empezaría la segunda hora punta, cuando la gente saliera de sus trabajos. Faely le señaló una gran masa verdosa entre altos edificios.

― Aquello es Central Park. Está a quince minutos de casa, al menos la parte sur del parque – le dijo.

― Habrá que visitarlo.

― Por supuesto, aunque tenemos otro parque frente a nuestra casa, el Dewitt Clinton. Es mucho más pequeño, pero muy tranquilo, y lleno de gente agradable.

Finalmente, el taxi entró en un gran patio adoquinado, rodeado de altos árboles. Líneas de un área de basket estaban marcadas sobre las piedras, frente a una canasta con panel de madera. Al otro lado de la calle, un gran aparcamiento vacío, a los pies de un gran edificio comercial, rodeado de una serie de bajos almacenes. Al día siguiente supo que era el mercado central de Midtown, parecida a la lonja del puerto de Algeciras, pero allí se vendían también productos que no provenían del mar. Miró a su alrededor. Tras los árboles, se alzaban varios edificios, de diferentes alturas, y con aspecto de llevar en pie más de cien años. Cristo pudo apercibir la línea azulona del cercano mar, y el característico olor de la brisa marina, le recordó su propio barrio. Faely señaló un portal con marquesina, bajo un dintel de ramas, tras pagar al taxista.

― En ese vivimos.

Era como una de esas naves para guardar contenedores que había en el puerto de Algeciras; una nave industrial, solo que más alta y más ancha. Había dos hileras de ventanas en su fachada de ladrillo, grandes vidrieras cuadriculadas, que dejaban entrar mucha luz en ambos pisos.

― Se acondicionó para vivienda cuando cerraron la fábrica. Es fea, lo sé, pero el interior es muy agradable – le dijo su tía, con una sonrisa.

― No puede ser peor que lo hay en el Saladillo.

― Tienes toda la razón, sobrino.

La mujer le condujo hasta el primer piso. Por lo que pudo percibir, cada piso estaba cortado en cuatro o cinco loft o apartamentos. El suyo era el del fondo sur, a la izquierda.

― ¿Qué dirección tengo que recordar? – le preguntó Cristo, mientras ella abría la puerta.

― West 53rd Street, el número es 73, edificio K, 1ºD. Si tienes que tomar un taxi, la confluencia con esta calle es Undécima Avenida, o sea…

― La 53 Oeste con la 11ava, en el Upper West Side. ¡Como en las pelis!

― ¡Eso es! Ya te quedarás con los datos con el tiempo, el código postal y eso – dijo ella, empujando la puerta y haciéndole pasar.

― ¡Ah, que bien, ya estáis aquí! – les llegó una voz desde alguna parte cercana.

Se encontraban en un pequeño vestíbulo, de unos tres metros, con un espejo en la pared, un ídolo de la diosa Kali haciendo de percha con sus múltiples brazos, y un pequeño arco, sobre estilizadas columnas blancas, que daba entrada al apartamento. Cristo, al traspasar este, se quedó clavado por dos motivos. Uno, el impacto de todo aquel espacio abierto entre paredes de ladrillo, y, dos, la visión de aquella diosa de chocolate con leche. La diosa se llevó enseguida toda su atención cuando se inclinó sobre él y le abrazó con fuerza, clavándole dos duros obuses en el esternón.

― ¡Primo! ¡Primo Cristóbal! – le sacudía la espalda con cariño y le besaba las mejillas, pero Cristo no alcanzaba a sacar placer de ello.

“¡Que brutas son estas americanas, coño!”

Pero, a pesar del brusco tratamiento, Cristo estaba encandilado por la nueva hembra. No había que ser Premio Nobel para adivinar que se trataba de su prima Zara, la hija de Faely, pero, a pesar de saber que su padre era un tipo “de color”, no estuvo preparado para su visión. Zara era más alta que su madre, y más que él, por supuesto. Al menos, le sacaba quince o veinte centímetros, si no más, y todo su cuerpo era una pura sinuosidad. Su pelo era lo primero que llamaba la atención, largo y oscuro, recogido en una multitud de largas trencitas, acabadas en brillantes abalorios de cristal, y que aparecían entrelazadas justo desde el nacimiento del cabello. Era como una cascada de cabello que ondulaba y se mecía a cada movimiento de su dueña. Aquellas trencitas le azotaron la cara y le acariciaron los hombros, mientras duraron los abrazos. Cristo estuvo tentado de morder una.

Los ojos de Zara eran absolutamente negros, sin matices. Pupila e iris eran indistinguibles. Unos ojos grandes y rasgados, muy expresivos, que su dueña sabía usar a la perfección, al abanicarlos con aquellas largas y espesas pestañas. No había heredado la nariz de su madre; tenía todo el aspecto de ser paterna, ancha y chata, pero que no desentonaba en absoluto en su rostro. La ponía de relieve llevando un aro que perforaba una de sus aletas, la derecha. Los labios eran absolutamente típicos de la raza negroide, tan gruesos y abultados, como turgentes y provocativos.

Cristo quedó irrevocablemente perdido y enamorado de su prima. De su belleza, de su rutilante alegría y simpatía, y de su cuerpo perfecto que aquellos ceñidos jeans ponían de manifiesto. Incluso de la textura y color de su piel. Su prima significó el final de cualquier reticencia racista en la mente de Cristo. Quería probar aquella piel achocolatada, que le parecía perfecta, que se le antojaba sabrosa… Pensó que aquello iba a ser el paraíso, o un jodido infierno, aún no lo sabía.

Gracias a las palabras de su tía, consiguió salir de su profundo encandilamiento, y sus ojos recorrieron el loft.

― ¡Esta va a ser tu casa, Cristo! – le dijo.

― Welcome, cousin, welcome! – le puso las manos en los hombros, su prima Zara, desde detrás.

Zara parecía hablar muy poquito español, y, además, con un terrible acento. Cristo se giró, la miró, y soltó, en inglés:

― Parece que tu español está más oxidado que la barandilla del Titanic…

Zara se le quedó mirando, entornando los ojos, hasta descifrar el peculiar acento de su primo, y, entonces, se tapó la boca para soltar la carcajada. Asintió con fuerza y se disculpó con un gesto.

― Pero, ahora, poder practicar con tú – le dijo.

― Vale, prima. Tú me enseñas lo tuyo y yo lo mío – dijo Cristo.

― ¡Sobrino!

― ¡Tita, que me refería al idioma! Ella me habla en gaditano y yo le contesto en neoyorquino, ¿hace? – levantó las manos, en una pose de inocencia.

― ¡Hace! – le contestó su prima, haciendo chocar las manos.

Le mostraron el gran loft, que se podía explorar sin ni siquiera menearte del sitio, pues solo existían unas paredes, las que enclaustraban los cuartos de baño. El apartamento tendría unos diez metros de ancho, por unos veinticinco o treinta de largo, con un techo de vigas de hierro, a la increíble altura de ocho metros. Detrás de la falsa pared del vestíbulo, se encontraba la cocina, que ocupaba la primera ventana del muro lateral. Delante del segundo ventanal, una gran mesa de comedor con seis sillas, y un par de aparadores medianos, hechos en teca. En pleno centro del loft, una mesa de billar presidía, separando la zona de sofás y cojines, ante la televisión, bajo los dos ventanales del largo muro del este.

En la pared oeste, donde estaba la puerta de entrada, no existían ventanales, pero si tres panorámicas ventanas, a unos cinco metros del suelo, por las cuales entraría el sol del atardecer. Allí también se encontraba la zona de trabajo de Faely, y las escaleras que subían al amplio altillo del lado norte. Allí es donde Cristo dormiría. Habían reconvertido el estudio antiguo estudio de Zara (y zona de juegos) en el dormitorio de Cristo. Quedó encantado cuando subió las maletas. Disponía de una buena cama, de un armario empotrado, un escritorio con butacón, y su propio cuarto de baño, que compartía con la lavadora y la secadora.

Debajo del altillo, tras unos extensibles biombos, parecidos al que Cristo disponía arriba, se encontraban las habitaciones de su tía y de su prima., con todas sus comodidades, pero con tan solo una falsa pared de separación. Cristo no estaba acostumbrado a esta falta de intimidad. En casa eran muchos y, por lo tanto, tenían que usar paredes más gruesas y hasta cerrojos en las puertas. Así y todo, eran sorprendidos constantemente en diversos asuntos íntimos, y se “perdían” muchas cosas.

Se dijo que debería tener cuidado cuando entrase al cuarto de baño o se aliviara alguna noche. No estaba solo y, en un apartamento tan grande, seguro que habría hasta eco. No era cuestión de, en un momento de necesaria intimidad, dejar escapar un suspiro o un pedo, en plena noche.

Se fijo que el otro cuarto de baño estaba justamente bajo el suyo, seguramente para aprovechar desagües y tomas de agua. Mejor, así utilizaría solo que el suyo para sus necesidades, sin tener que invadir la intimidad de las mujeres.

En un plis plas, ellas le ayudaron a deshacer sus maletas, y guardarlo todo en el armario. Cristo bostezó y su tía, mirándole, le dijo:

― Échate un rato. Estás cansado. Tienes que despojarte del jet lag.

― ¿El qué?

― El jet lag. Tu cuerpo te está diciendo que son las diez pasadas de la noche, pero tu mente intenta adaptarse a un nuevo uso horario. Es de día aún. Tienes que unificar mente y cuerpo, y eso se hace durmiendo.

― Eres mu lista, tita.

― Es solo un fenómeno que se dan desde que los aviones te pueden llevar, en horas, al otro lado del mundo – le dijo ella, con una sonrisa.

Zara ya estaba bajando las escaleras. Faely le obligó a recostarse en la cama y abrió el biombo de tela de arpillera.

― Duerme un par de horas. Te despertaré para la cena.

― Si, tita – pero ya tenía los ojos cerrados.

Nadie le llamó para la cena. Durmió un montón de horas seguidas y despertó antes del amanecer. Su estómago gruñó como el león dela Metro, pero se obligó a mantenerse en la cama hasta una hora prudente. Era miércoles. Su tía se iría a trabajar y Zara… suponía que también se iría a hacer lo que hiciera en esa agencia. Tenía que preguntarles si tenía que ayudarlas en algo en la casa, – ¡por todos los santos, que no fuera la comida! ¡Él no se había venido a América para hacer de comer, sino al contrario! – o a que hora volverían. Necesitaba más datos para alimentar su mente. Se sentía indefenso, desubicado…

En cuanto las escuchó levantarse, lo hizo él también. Cristo y Faely se encontraron ante la cocina y se dieron los buenos días, mientras Zara tomaba una ducha rápida.

― ¿Has dormido bien, sobrino?

― Como un bendito, tita.

― Deja lo de tita. No sé por qué, pero no me acostumbro. Llámame Faely.

― Como mande la zeñora.

― Jajaja… ¿Quieres un café?

― No, gracias, prefiero una tisana de lo que zea… té, manzanilla, poleo… Mi pobre vientre está delicado – se disculpó Cristo, con una sonrisa.

― Está bien – dijo ella, poniéndose a la tarea. – Te daré una copia de la llave del apartamento. Hoy podrías conocer los alrededores. El puerto deportivo está cerca, si te gustan los barcos…

― Si, es una buena idea. ¿Qué quieres que haga mientras estáis fuera? ¿Limpio todo esto? – dijo, mirando con algo de temor el amplio apartamento. — ¿Hago el almuerzo? Aunque te aviso que no sé cocinar…

― No, hombre, ¡que va! – se rió su tía, sacando la tisana del microondas. – Tanto Zara como yo, almorzamos fuera. Normalmente, termino sobre las tres o las cuatro, así que suelo llegar pronto a casa, y me encanta dedicarme a arreglarla. Yo misma arreglé y diseñé todo.

Abarcó con un gesto el interior del loft, demostrando su orgullo. Cristo miró los detalles con más atención. Había un par de cuadros grandes, de un estilo vanguardista y bastante colorista; un par de esculturas pequeñas, y varios objetos antiguos dispuestos en rincones, o colgados de los trozos de pared entre ventanales. Bonito, minimalista, y extraño para Cristo, acostumbrado a decoraciones mucho más tradicionalistas. En casa, al traer el último televisor de plasma, más plano que la barriga de un etíope, se había trasladado la muñeca flamenca y el toro, que habían estado toda la vida sobre la tele, a una repisa del salón. Eso y las fotos de los padres del pápa Diego, y la de la comunión de todos los hijos, era la decoración más tradicional en el clan. ¿Qué sabría él?

― Pero, podrías hacer las compras. El mercado de abastos está justo en frente, y hay un buen súper a dos manzanas, hacia el norte.

― Buffff… me tengo que acostumbrar a ezo del norte y del oeste… ¿Aquí nadie dice derecha e izquierda?

Esta vez, la carcajada provino desde detrás de ellos. Zara se había vestido con una falda de vuelo, unas botas de ante, y un grueso jersey de lana, todo en colores terrizos. Llevaba sus trencitas recogidas en un elaborado moño que parecía una torre sobre su cabeza.

― Aquí, en Manhattan, en el este y en el oeste, hay puentes. Por uno sale el sol, por el otro se pone. Te acostumbras enseguida. Norte, hacia el interior de la isla; sur, hacia el mar abierto. Fácil – explicó su prima, en inglés.

― En fin… Zi, Faely, haré las compras, por zupuesto. Zolo tienes que dejarme una lista de lo que ze necesite, hasta que me haga con la intendencia.

― Perfecto, Cristo. Zara, explícale tus idas y venidas – le pidió a su hija, mientras ella servía café para las dos.

― Verás, primo. Yo tengo jornada partida. Por la mañana, acudo a la agencia de modelos. Estoy empezando y necesitan pulirme y encajarme en su forma de trabajar. La agencia está en el SoHo, así que me quedo por allí a almorzar, y tomo, por la tarde, algunas clases en una academia de Chelsea. Suelo llegar a casa sobre las cinco o las seis de la tarde. Normalmente, después de mamá…

― SoHo y Chelsea, hacia el sur de Manhattan, ¿verdad? – preguntó, indicando la dirección con una mano.

― ¡Correcto! – Zara sonrió y le dio una suave palmada en un hombro.

― Bueno, pues me dedicaré a explorar, conocer, y hacer las compras – sonrió, a su vez, Cristo, pensando que disponía de las mañanas para su propia libertad. No estaba nada mal.

Aprovechó la mañana, que se presentó soleada y espléndida. Visitó el mercado de abastos, recorriendo ciento y un puestos. Echó de menos las voces de les vendedores que se alzaban en la lonja de Algeciras. No es que no vocearon estos yankies, pero lo hacían casi con educación; no era lo mismo. Cristo se acercó a los grandes embarcaderos que podía ver desde la 11ava Avenida, justo detrás de casa. Tuvo que cruzar la 12ava, hasta poner los pies sobre el piso de asfalto que enfilaba las frías aguas. Era una clásica estampa. Había ociosos asomados a las barandillas, contemplando el mar y las gaviotas; otros mantenían sus cañas de pescar, aferradas a los barrotes, dejando caer el largo sedal. Algunas jóvenes madres, empujando el carrito de sus bebés, tomando el tibio sol.

Cristo inspiró con ganas el aroma salado. No estaba nada mal cuanto veía. El parque Dewitt estaba cerca. Le apeteció pasear bajo las sombras de sus altos árboles. Volvió a cruzar la 12ava y se internó en el parque, pensando en lo que tendría que patear esta ciudad, sin su silla de ruedas. ¿Y si se compraba un Vespino?

Se encontró con varias pistas de tenis, bien valladas, bajo gráciles sombras. Un poco más allá, a su derecha, dos pistas de basket, paralelas, con el símbolo de una hoja de arce, parecida a la de de Canadá, pintado en el centro de las áreas. Un sendero descendía por la zona más frondosa del parque, hacia un merendero, junto a una fuente sin agua.

El sendero continuaba, rodeando el resto del parque, pasando por otro par de zonas de descanso, con bancos y mesas de piedra, de ajedrez. En el centro del parque, despoblado de árboles, se encontraba un buen campo de béisbol, de cuidada hierba, que integraba una zona de softball, con las bases de arena bastante trilladas. Eso le hizo pensar en su Cádiz y en la liga de segunda división. Allí no se jugaba al fútbol, ¡Joder! Tendría que aprender las reglas del béisbol y del rugby. Al menos, podría ver el mejor basket del mundo… eso sin mencionar a las animadoras…

Se detuvo ante las mesas de ajedrez, donde varios ancianos jugaban, entre cigarrillos y conversaciones. Uno de los abuelotes levantó la mano, con exasperación.

― ¡Al carallo! ¡Siempre me ganas, Tom!

La expresión y el acento eran gallegos, aunque el anciano acabó la frase en inglés. Con una sonrisa en los labios, Cristo se acercó a los dos hombres que volvían a colocar las piezas.

― ¿Es usted gallego, zeñor? – le preguntó Cristo en su castellano andaluz.

El hombre se giró y le miró. Tendría sobre los setenta años, y mostraba la pupila izquierda blanquecina, quizás una catarata o una vieja lesión ocular. El anciano sonrió y asintió.

― Claro que si, niño, y tú andaluz – le dijo en español, alargando la mano.

― De Algeciras, pa zer exactos – Cristo le apretó la mano.

― Vaya, un gaditano por estos andurriales. Algo digno de ver.

― Pos zi, los de Cádiz no se embarcaban nunca pa las Américas. Se dedicaban a timar a los que venían aquí – dijo Cristo, encogiéndose de hombros, pero sin abandonar la sonrisa.

― Jajaja… muy bueno, niño – se rió el gallego, dando una palmada sobre la mesa. – ¿Eres gitano?

― Si, zeñor, a musha honra…

― Vaya. Creo que eres el único gitano gaditano que he visto fuera de su terruño.

― Zin duda. Llevo apenas un día en Nueva York.

― ¿Con tus padres?

― No, zeñor, he venido zolo. Tengo veintiocho años.

― ¡Carallo! ¡Si pareces un niño!

― Tuve un mal desarrollo glandular. Me quedé raquítico cuando shico…

― Mal asunto. Me llamo Ambrosio.

― Yo Cristo.

― Mala leche tuvieron nuestro padres, carallo.

― Jajaja… no, mi nombre es Cristóbal, pero todos me llaman Cristo.

― Ah, menos mal. El mío es en honor a mi abuelo, Ambrosio el ballenero. ¡Se podía haber llamado Acab, jodida suerte!

Cristo, que había leído Moby Dick, comprendió el juego de palabras, y su risa se desencadenó. Le gustaba aquel tipo.

― Ambrose, are we going to keep playing or what? – dijo el otro tipo, de la misma edad que Ambrosio.

― No, Matt, le dejo el sitio a Greg. Quiero seguir hablando con el chico. ¿Damos un paseo? – esta vez recurrió al inglés.

― Claro, Ambrozio. ¿Cuánto tiempo lleva viviendo aquí?

Ambrosio se puso en pie, con un quejido, y tomaron el sendero del parque, en dirección este, hacia la avenida.

― Salí de casa de mis padres con diecisiete años. Le di la vuelta al mundo un par de veces, en varios barcos, hasta que me harté de agua.

― Vaya…

― ¿Hablas inglés, chico?

― Si, zeñor.

― Entonces, mejor que lo uses si vas a quedarte aquí. Después de treinta y cuatro años en este país, me cuesta usar mi lengua natal. Poca práctica, ya sabes…

― Claro que si – dijo Cristo, adoptando el inglés. – Me vendrá bien. Tengo que pulirlo, ya que lo aprendí en Gibraltar.

― Buffff… se nota – se rió al oír el acento del Peñón. – Entonces, ¿estás solo aquí?

― En casa de mi tía…

― ¿Tu tía? Espera, ¿Faely es tu tía?

― Así es, ¿la conoce?

― Por supuesto. Esto puedo ser Nueva York, pero si hay un español en el barrio, le conozco, seguro. Una buena mujer… muy guapa, por cierto…

― Si, así es. Me ha acogido durante un tiempo.

― ¿Buscas trabajo?

― No estaría mal, aunque no puedo dedicarme a trabajos pesados. Pero estaría dispuesto a casi cualquier cosa. No soy nada tonto…

― Si me entero de algo por aquí cerca, te avisaré.

― Gracias, Ambrozio.

Cruzaron la avenida, tras esperar un momento en el semáforo.

― ¿Dónde me lleva? – preguntó Cristo.

― ¿Tienes algo que hacer?

― No.

― Vamos a la 51th, donde la Biblioteca Pública. Está cerca, muchacho.

La BibliotecaPúblicaestaba un par de manzanas detrás de casa, y era enorme, al menos vista desde fuera, ya que no entraron. Le dieron la vuelta y Ambrosio entró en un local que se encontraba a su trasera. Una placa dorada, en un lateral del umbral, anunciaba:

“Centro de Jubilados Addison. Distrito 6.”

― Vamos a tomar algo, chico. Este es mi segundo hogar.

Se trataba de un gran salón, con sofás y sillones repartidos y formando pequeños grupos, bien para leer el periódico, jugar a las cartas, o simplemente charlar. En la pared de la derecha, a media altura, un pequeño mostrador se levantaba ante una puerta de vaivén, la cual llevaba a la impresionante cocina que Cristo podía ver a través de la mampara semitransparente. Al fondo del salón, había un área dedicada para visionar una gran pantalla, con varias filas de sillas dispuestas.

― Es un buen local – alabó Cristo.

― Si, el consejo del distrito nos lo cedió cuando reformaronla Biblioteca.Esacocina nos fue donada por un vecino que legó sus bienes entre varias organizaciones caritativas, pero no nos está sirviendo de mucho.

― ¿Os reunís muchos?

― Por la tarde, hasta el anochecer, si, bastantes. Vemos la tele, algún partido, o algo así. Se juega a las cartas y a otros juegos. Se lee o se charla. Se está bien. En primavera, salimos más al parque, pero el resto del año…

― Comprendo. Está muy bien.

Se sentaron a una mesa. Una mujer latina, de unos cincuenta años, vestida con una bata de camarera, se acercó.

― Cristo, te presento a Berta. Es la empleada del centro.

― Mucho gusto.

― Encantada.

― Me vas a traer mi cafetito, Berta – le dijo Ambrosio. — ¿Y tú?

― Un refresco – dijo Cristo. – No importa el sabor…

Estuvieron charlando largo rato. Cristo le contó lo sucedido con su clan y los motivos que le habían traído a Nueva York, y Ambrosio le habló del barrio y de sus ventajas e inconvenientes. Era un buen sitio para vivir, sin apenas delincuencia, con parques para pasear, y el mar a un paso. Le aconsejó que visitara el Central Park. No estaba nada lejos y sería una gozada de paseo. Hacia Uptown, encontraría arte y espectáculos, en el Lincoln Center y en varios museos famosos, así como muchos pijos. Hacia Downton, mercados y tiendas, todas las que quisiera, tanto en el SoHo como en el Village, y muchos maricas y putas, también.

Ambrosio le invitó a quedarse a almorzar en el centro. La comida era buena, casera, y el menú barato. Cristo, quien no pensaba volver para nada al loft y hacerse un sándwich, aceptó de buen grado. Hablaría más tarde con Ambrosio, para ver si podía comer allí más veces. Sería una solución a su problemilla doméstico.

Pasaron las horas y Ambrosio le presentó a más ancianos, y algunos hombres no tan mayores, prejubilados o desempleados, que se acercaban también al centro. Todo el mundo era correcto con él, unos más simpáticos que otros, pero Cristo se sintió rápidamente integrado con la “tribu”, como pronto llamó a todos aquellos ancianos.

Hacia las tres y media, entraron tres mujeres. Una de ellas, la de más edad, venía en silla de ruedas, que empujaba la más joven. La tercera, de edad madura, saludaba a diestro y siniestro. Ambrosio se levantó de la mesa y besó la mano de la mujer madura, atrayéndola hasta la mesa. Rápidamente, hizo las presentaciones.

La señora Kenner – Elizabeth, por favor – era la gerente del centro. La mujer, de unos cuarenta y cinco años, era viuda y bastante coqueta, dedujo Cristo, por la forma de mirarle, sobre todo cuando se dio cuenta de que no era un chiquillo. La señora Kenner vestía un elegante traje, de falda y chaqueta, en un tono rojo coral, que ponía de manifiesto sus potentes caderas y sus hermosas piernas. La camisa, de un amarillo pálido, parecía tener problemas para no estallar cuando inspiraba fuerte. No dejaba de tironear y colocar los picos de su corto flequillo rubio, muy orgullosa, al parecer, de su moderno corte de pelo, trasquilado a capas, y que apenas le llegaba al hombro.

La mujer de la silla de ruedas era la tía de la señora Kenner, Betty Shanker. Tenía setenta y dos años, y hacía cuatro que no caminaba apenas. Se había quedado con su sobrina tras la muerte de su esposo y, ahora Elizabeth la cuidaba a ella, en compensación. Era una mujer gruesa y animosa, de pelo níveo, que participaba activamente en la conversación, lanzando andanadas de preguntas. La tercera mujer no tenía más de veinte y pocos años; una latina de suave sonrisa y ojos oscuros, con la piel ligeramente bronceada por la melanina. Tenía el pelo recogido en una imponente y larga cola de caballo, que se bamboleó cuando saludó a Cristo. Vestía unos pantalones de tergal entallados y con pata de elefante, que le hacían un culito precioso, al menos, para los gustos de Cristo. La presentaron como Emily, y era hija de Berta, la empleada. Era la última de una larga lista de chicas que cuidaban de la señora Shanker, como damas de compañía.

― Cristóbal es sobrino de una conocida del barrio. Ha llegado de España recientemente y aún se está adaptando – comentó Ambrosio, en una fugaz introducción.

― Llamadme Cristo, por favor.

― Pareces muy joven, Cristo – le preguntó la señora Kenner, con una ceja elegantemente enarcada.

Cristo repitió, una vez más, la historia de su peculiar enfermedad y las consecuencias que padecía por su causa. Con unos suspiros de énfasis, Elizabeth le hizo ver sus condolencias por tal pesar y se sentó, como una reina, en la silla que la joven Emily le trajo, tras colocar la silla de la señora Skanker cerca de la mesa. La latina preguntó a las dos mujeres si deseaban pedir algo y se marchó a hablar con su madre.

― ¿Qué hay de esa excursión programada para después del día de San Patricio? – le preguntó Ambrosio a Elizabeth, casi comiéndosela con los ojos.

― No consigo que el ayuntamiento la subvencione. Están recortando muchas de las ayudas – se quejó la señora.

― Esta maldita crisis… — masculló el gallego.

― Sin una subvención, no podemos costearnos ni un solo autobús.

Cristo seguía con atención la conversación. Parecía uno de esos problemas de financiación, a los que siempre se estaban enfrentando las entidades que dependían de apoyo económico.

― ¿Qué actos organizáis para ese viaje? – preguntó cándidamente.

― ¿Actos? – se extrañó Elizabeth.

― Si, para ayudar a financiar el viaje. ¿Alguna rifa? ¿Un bingo los sábados? ¿Una fiesta?

― Pues, la verdad, no hacemos nada de eso – dijo Ambrosio.

― ¿La gente no participaría en algunas de estas cosas? – preguntó Cristo, abriendo las manos.

― Bueno, los miembros de este centro si, por supuesto…

― No, los abueletes no. Me refiero a la gente del barrio, las familias, gente que trabaja, que tiene negocios…

― Habría que organizar algo que llamara la atención – meditó Elizabeth.

― Veréis… en mi ciudad existe una… peña flamenca*. Es algo muy parecido a esto. Un local donde se reúnen los amantes del flamenco y charlan entre ellos. De vez en cuando, con lo que pagan de cuota, traen una actuación y eso. También dispone de un bar con tapas, con los precios muy bajos.

* Las palabras en cursivas están pronunciadas en español.

― Si, Cristo, es casi lo mismo, solo que aquí no se pagan cuotas. Disponemos de una pequeña subvención del ayuntamiento – comentó la gerente.

― A eso me refiero – retomó Cristo, bajando la voz a un tono conspirador. – Cuando la peña necesita dinero de verdad, para una gran actuación, para una reforma del local, o para un viaje, como es vuestro caso, organizan un festejo a lo grande. Con esto, pretenden atraer gente de toda la ciudad y que aporte dinero.

― ¿Cómo qué?

― Bueno, depende de lo que deseen. Unas veces ofrecen platos típicos gratuitamente, otras veces cerveza o vino… Se idean juegos y concursos, tómbolas y rifas, en las que la gente puedan gastar un par de euros, por diversión… Hay muchas formas de sacar un dólar aquí y allá, sin perjudicar.

― Pero… — Elizabeth estaba pensativa – habría que organizar ese evento fuera de este local. Esto no es suficientemente grande como para reunir la gente necesaria.

― Solo tendrían que pedir permiso. Disponen de un bonito parque, cerca de aquí, e incluso los muelles de cemento, que están muertos de risa la mayor parte del día.

― Tiene razón el chaval – dijo Ambrosio, palmeándole un hombro.

― No sé… a voz de pronto… podrían regalar un par de barriles de cerveza, que no es un gasto demasiado ostentoso. La cerveza gratis siempre atrae a la gente. Podrían cocinar, no sé, una paella, o algún tipo de plato típico que la gente no suela comer a diario y que salga económico.

― Una paella estaría bien. La gente conoce ese plato de las vacaciones, pero aquí no se come – meditó Elizabeth.

― Yo conozco un par de amigos españoles que saben hacerla bastante bien – propuso Ambrosio.

― Esto está tomando forma – sentenció, de repente, la señora Shanker, riéndose.

― Pues, ya está. ¿Qué día sería mejor para esto? ¿Un sábado? ¿Un domingo? – preguntó Cristo.

― Un sábado, por supuesto – aseguró Elizabeth.

― Bien, pues sábado. Una cervecita gratis atraerá público de todo el entorno, sin tener que hacer demasiada publicidad. Algunos carteles sabiamente colocados bastarán. Se le pone precio a un platito de paella, digamos tres dólares, o cuatro, y se vuelve a regalar otra cerveza con el plato… A una paella de las grandes, se le puede sacar setenta u ochenta platos…

― ¡Dios! ¿Cómo no hemos pensado en eso antes? – exclamó Elizabeth. – Con un evento así, podemos sacar a más de trescientas personas de sus casas, fácilmente. Con eso, se cubrirían los gastos de la cerveza y de las paellas, y quedaría algo de dinero…

― Bueno, disculpen que les diga esto, pero no están acostumbrados a estos jolgorios – se rió Cristo. – Mucho parque temático y tal, pero hay que saber organizar una fiesta, y, para eso… nada mejor que la gente de Cádiz.

Los presentes se rieron. Se estaban acostumbrando al silbante acento del joven, que prosiguió:

― Sin embargo, el dinero no está en las paellas; son solo el gancho. Con eso, se consigue sacar a los vecinos de sus casas y que acudan al evento. Con un par de cervezas, se consigue desentumecerles. Habría que organizar algún espectáculo que genere sonido. No sé, un grupo de música local, la actuación de alguna banda de colegio. Mi tía trabaja en una escuela de Arte, podría hablar con ella, a ver qué piensa.

― Es una buena idea.

― El caso es que, con todo ello, el público asistente ya estaría dispuesto a quedarse todo el día en la calle; ya no le importaría gastar, pues se habría animado. Las timbas deben calentar motores mientras aún se está repartiendo platos. Es muy importante que vean que se prepara para el resto del día. Yo optaría por los juegos de azar, pero no sé como es la normativa americana sobre este tema…

― Siempre que las apuestas no superen los veinte dólares, no es considerado por la ley – definió Ambrosio, que parecía muy puesto en el tema.

― No sé sobre gustos por aquí, pero yo empezaría con un bingo, una tómbola, y un par de rifas. Se necesitarían premios de reclamo, los cuales no saldrían hasta media tarde, cuando la gente se haya gastado, al menos, veinte pavos por cabeza – aconsejó Cristo.

― ¡Carallo! Esa sería una cifra redonda.

― Con repetir esta fiesta en otra ocasión más, digamos, una vez al mes, creo que conseguiréis el dinero suficiente para ir a donde sea.

― ¡Este joven es una eminencia! – sonrió Elizabeth, tomando una de las manos de Cristo.

La mano de la madura mujer emanaba calidez y seguridad, lo que encantó al gitanito. Sin pretenderlo, aspiró el aroma de Elizabeth; un aroma a jazmín y algo frutal.

― ¡Deberíamos tomar notas de todo cuanto estamos diciendo! – propuso Ambrosio.

― Si, tienes razón, Ambrose, pero no aquí – dijo Elizabeth, mirando a su alrededor. – Es hora de ir a casa.

― Llévate a Cristo y le invitas a uno de tus tés con pastas – comentó, de improviso, Ambrosio.

― Que menos, por supuesto.

― No quisiera ser… — empezó Cristo.

― … ¿Tan adorable? – terminó Elizabeth, con una carcajada.

Cristo bajó los ojos, fingiendo timidez. Estaba satisfecho con lo conseguido hasta el momento. Se había introducido en el tejido del barrio.

La señora Kenner vivía frente a la Biblioteca Pública, casi a tiro de piedra. De hecho, solían llevarse la comida del centro, de la cocina de Berta. Le contó a Cristo, mientras cruzaban un aparcamiento, que su marido fue quien tuvo la ocurrencia de solicitar la apertura de un centro de jubilados en uno de los locales que quedaron vacíos, tras la reforma de la Biblioteca. Entre su paga de viuda y una parte de la subvención del ayuntamiento, tenía lo suficiente para vivir y, de paso, no se aburría.

― Creí que iba a decir que, de paso, hacía algo por el barrio – ironizó Cristo.

― También, también, querido – se rió ella.

El apartamento de Elizabeth era amplio y coqueto. Emily disponía de su propia habitación, junto a la de la señora Shanker, pues estaba a tiempo completo con ellas. Cristo ayudó a Elizabeth a disponer la mesa del pequeño comedor, mientras que Emily llevaba a la anciana a lavarse las manos. El gitanito no pudo sustraerse a la tentación de admirar, una vez más, el imponente culo de la joven latina. Poseía un bamboleo rítmico que animaba su sangre. Cuando apartó la mirada, se dio cuenta de que, a su lado, Elizabeth también admiraba el trasero de la chica.

― ¡Uff! – exclamó suavemente.

― Si, divina juventud – suspiró ella.

― ¡Anda, mi mare! Usted no puede quejarse, nada de nada, señora… Tiene el cuerpo de una sirena – la alabó él.

― Embaucador – se rió, dándole con la cadera.

― Juro que es totalmente cierto. Es como una de esas ninfas de Rubens… de belleza rotunda y arrolladora…

― ¡Ay, que cosas dices, Cristo! ¡Se nota que eres español! – dijo la señora, realmente agradecida.

Sirvieron un exquisito té de azahar, junto con unas magdalenas de diferentes sabores, que llamaban cupcakes, y que realmente entusiasmaron a Cristo. Felicitó a Berta, y su hija le sonrió, agradecida por el cumplido. Aún tímida, Cristo consiguió sacarle que eran de El Salvador, y llevaban en Estados Unidos quince años. Madre e hija tenían ya la nacionalidad americana y no se habían movido de Nueva York. Emily llevaba cinco meses trabajando con las señoras, justo tras graduarse como maestra de primaria. Estaba esperando que le saliera un destino para incorporarse, pero no deseaba irse demasiado lejos de la ciudad.

Tras comerse dos magdalenas de aquellas, llenas de nata y chocolates, la señora Shanker se retiró a dormir la siesta, como en cada sobremesa. En cuanto la acostara, Emily aprovecharía para disponer de su tiempo libre y hacer un rico café colombiano, que Elizabeth disfrutaba realmente, las dos sentadas en el sofá, mirando telenovelas sudamericanas. Emily la había enganchado a ellas, fácilmente. Ambas disfrutaban de las desgracias y amores que se relataban minuciosamente en todos aquellos episodios.

Elizabeth le había puesto al tanto de todo esto, mientras le empujaba hacia su dormitorio, donde disponía de un buen escritorio. Allí estarían tranquilos, mientras Emily servía el café.

Cristo contempló el amplio dormitorio, sin darse cuenta de que la mujer había cerrado la puerta y apoyaba su espalda contra ella, mientras se desabotonaba la blusa.

― Tiene usted un dormitorio muy bonito, Elizabeth.

― ¿A quien coño le importa el dormitorio ahora? Me tienes chorreando, mi niño…

Con un sobresalto, Cristo se giró, contemplando como la opulenta señora se quitaba la camisa, enseñando su pletórico busto, aún cubierto por un delicado sujetador de encaje.

― Pero… ¡Elizabeth! – se asombró el gitanito.

Cristo era un genio para unas cosas, pero, para otras, más obtuso que un saco de martillos. Las chicas no eran lo suyo. En verdad, no es que fuera virgen; no existían los gitanos vírgenes. Eso iba en contra de su religión, por lo menos. Cristo había tenido su bautizo sexual hacía años. De eso se encargaron sus primos y hermanos, quienes contrataron a la puta más tetona del puticlub del Mangui.

Pero Cristo no necesitaba de atenciones sexuales con la frecuencia de sus congéneres. El escaso desarrollo glandular había frenado tanto su apetito sexual, como las dimensiones de su aparato reproductor. En verdad, disponía de un pene pequeñito, apenas doce centímetros, y tampoco era muy ancho. Normalito, tirando a pequeño, le decían sus primas. Cuando necesitaba un desahogo, llamaba a una de sus primas menores, quienes, a cambio de un billetito de veinte euros, le hacían una dulce pajita.

Cristo no había tenido más aventuras sexuales que esas. Una puta, de vez en cuando, y las manos de una prima, cada dos días o así. Así que, la maniobra de Elizabeth le tomó totalmente por sorpresa. De hecho, creía que la señora estaba más interesada en Emily que en él.

― Pero… yo creí…

― ¿Qué? – le preguntó ella, sentándose en la cama y atrayéndole.

― Que le gustaba Emily… la he visto mirarla…

― Y me gusta, no lo niego, pero no me atrevo a decirle nada. Nunca me he sentido atraída por una mujer hasta ahora, y no sé cómo actuar…

― Pero…

― ¡Pero nada! Hoy te he conocido y siento mucho morbo al tocarte… Nunca he tenido hijos, nunca he tenido instinto para ellos… pero tú… ¡Joder! ¡Me enciendes! Te veo y me imagino dándote de mamar… y no sé por qué… — mientras decía esto, se quitó el sujetador, mostrando sus gloriosos senos. – Ven, nene, a mis brazos… te voy a dar el pecho…

Cristo se encogió de hombros y se sentó en las rodillas de la mujer, enganchándose a una teta, con ansias. Elizabeth tenía los pezones rígidos y duros. Los mordisqueó alternamente, llenándolos de saliva, para después pellizcarlos fuertemente. Elizabeth gimió largamente, cerrando los ojos.

― Vamos, niño, chúpalas… — susurró.

Se afanó sobre ellas, succionando con fuerza, estrujando los senos con sus dedos. Sentía su pollita dura y levantaba, bajo sus pantalones. Cristo, por una vez, se sintió seguro y feliz, en los brazos de una mujer, de una señora que le protegía, que le amamantaba, aunque no le surtiera de leche materna.

― ¡Diossss, que gusto…! – silbaba ella, y él mordía más.

Pasó una mano por la entrepierna masculina, sobando el paquete, una y otra vez. Elizabeth estaba aún más encantada con lo que estaba tocando. La ilusión de que Cristo era un niño, se convertía en casi real, al no encontrar, en sus manoseos, un bulto significativo.

― Quítate las bragas – le susurró él, al oído. – Quiero lamerte…

Un fuerte escalofrío recorrió la columna femenina. Hacía años que nadie le comía el coño. ¡Por Dios, que guarra soy!, pensó, por un momento, pero alejó todo pensamiento cuando Cristo se bajó de sus rodillas, para que pudiera quitarse la prenda interior. Se remangó la falda, dejándola enrollada en su cintura, y se quitó los pantys, para después, deslizar la braguita por sus piernas. Cristo admiraba sus piernas, de muslos apretados y blancos. Se hincó de rodillas en el suelo, ante ella; colocó una mano en cada muslo, y los separó solemnemente, casi como Moisés separó las aguas del Mar Rojo.

Elizabeth respiraba agitadamente, esperando con avidez. Observaba aquella carita simpática, algo ratonil, que, a su vez, observaba su coño con gran interés. Le puso una mano en la nuca, atrayéndolo a su peludo, pero recortado, coño. A medida que acercaba su boca, Cristo aspiró el penetrante olor a hembra excitada. Su lengua se desplegó y encontró rápidamente el lugar adecuado donde actuar.

Elizabeth no pudo mantenerse sentada en el borde de la cama, sino que cayó hacia atrás, con un gemido digno de la mejor película porno. ¡Dulce Madre de Jesús! ¡No se lo habían comido nunca así, tan profundamente! La lengua de Cristo llegaba perfectamente a las paredes vaginales internas. Aspiraba, atrayendo toda la lefa, para atraparla con la lengua. Las pasadas sobre su clítoris eran muy lentas, presionando con la lengua, lo que aplastaba su inflamado botoncito para otorgarle el mayor placer posible.

Cristo tenía mucho instinto para el sexo, aunque no dispusiera de una buena herramienta, pero lo compensaba con dedos ágiles y menudos, y una colosal lengua. No se cansaba de lamer y succionar, tragando todo cuanto hiciera falta.

― Mi niño… mi niñoooo… — gimió Elizabeth, corriéndose sin remedio en la boca de Cristo.

Este esperó un minuto a que la mujer recuperase el aliento y le dijo que se recostara bien en la cama. A él, le dolían ya las rodillas. Estaría más cómodo tumbado entre las piernas de Elizabeth, sobre la cama. Le indicó que se diera la vuelta y atrapó las grandes nalgas de la mujer. Las separó y pasó su lengua por toda la raja, dejando un reguero de saliva sobre el ano, lo que arrancó una risita de Elizabeth. Ensalivó aquel culazo a conciencia, vertiendo baba y saliva, hasta que le pudo meter dos dedos fácilmente. Elizabeth movía sus caderas al ritmo que le marcaba la mano de Cristo.

Se decidió a meter otros dos dedos, de su otra mano, en la mojadísima vagina, con lo cual, enloqueció completamente a la mujer, quien ya chillaba, sin control. Tanto su tía, medio dormida, como Emily, que esperaba a que el café subiera, la escucharon. La chica latina estuvo, en un tris, de acudir al dormitorio para ver qué ocurría, pero cuando escuchó los siguientes gemidos, su rostro enrojeció, y subió el volumen de la televisión.

― ¡Ay, mi dulce… niño! – Cristo le mordió una nalga. — ¡Me cor….rroooooooo…!

Cristo ya estaba reventando. Se sentó y se quitó los pantalones y los calzoncillos, revelando su pene tieso. Sin dejarla descansar, la volvió a girar, y se instaló sobre ella, llevando su entrepierna a la boca de Elizabeth, completando un imprevisto 69.

La mujer palpó y sobó la graciosa pollita que quedó frente a sus ojos. Era pequeñita pero perfecta, hermosa como la de una estatua. Apenas había una sombra de vello púbico y los testículos estaban retraídos, como los de un infante. Elizabeth lamió el pene con mucho mimo. Podía metérsela completamente en la boca y completar cualquier juego bucal que se le ocurriese, lo cual le parecía perfecto.

La lengua de Cristo ya la estaba poniendo de nuevo en órbita y ella pasó uno de sus dedos entre las nalgas de él. Tenía un culito respingón, digno de un modelo para querubines. Cristo empezó a culear sobre la boca de la mujer, atormentado por aquella boca que parecía querer tragárselo de un sorbo.

Sintiendo que no podía aguantar más, Cristo atrapó el clítoris de Elizabeth entre sus dientes, lo pellizcó suavemente y aplicó la punta de su lengua, al mismo tiempo. Entonces, se dejó ir, temblando de placer al descargar en la boca de la mujer. Al mismo tiempo, el zumbido que le produjo su propio orgasmo, lo aplicó sobre la sensitiva rugosidad.

― Aaaaaahhhh… ¿Qué… me… haces…? – gimió Elizabeth, sin poder tragarse todo el semen de su boca. – Me vibraaaaaaaaaa…

El orgasmo fue demoledor e hizo que sus caderas se despegaran de la cama, y derribaran a Cristo a un lado. La mujer se llevó las manos al coño, intentando contener el chorro que surgió de sus entrañas, entre espasmos. No pudo ser y manchó toda la cama, entre jadeos incontenibles.

― ¡Cristo! ¡Cristo! ¡Por Dios…! – gimió, con la boca pegada a las sábanas.

Estuvo varios minutos tumbada de costado, aquietando su cuerpo, mientras Cristo le acariciaba el pelo, sentado a su lado. Finalmente, Elizabeth se giró y abrazó a Cristo, recostándole sobre su pecho.

― Me has matado, angelito – le sonrió.

― Me alegro de que te haya gustado, Elizabeth.

― ¡Ya te digo! ¿Quién necesita una penetración?

Los dos se rieron. Cristo la miró a los ojos.

― ¿Qué hay de Emily? – le preguntó, cambiando totalmente de tema.

― ¿Es que no tienes bastante conmigo? – se enfurruñó Elizabeth.

― ¡Quieta, fiera! Lo decía por ti. Siento que no me entendieras. Te atrae…

― Vale, si, es cierto, pero, ahora estás tú, ¿no?

― ¿Y cuando no esté? Aún no sé que voy a hacer, ni donde voy a quedarme… Deberías asegurarte de tus sentimientos hacia esa chica.

― ¿Y si ella no siente lo mismo? – Elizabeth desveló su preocupación.

― Nunca lo sabrás si no hablas con ella, ¿no crees? Solo te puede dar calabazas.

― ¿Calabazas? – Elizabeth no entendió la expresión.

― Así es como llamamos al desengaño amoroso, allá en mi país.

― ¿Estás haciendo de Cupido? – le preguntó, irónica.

― Algo así – sonrió. – Me excita pensar que acabarais durmiendo juntas. Imagínatelo…

― Mmmm… sip… estaría bien.

― ¿Cómo madre e hija?

― No, más bien como maestra y pupila – dijo ella, con una sonrisa. – Con un hijo como tú, ya tengo bastante. Venga, vístete. Vamos a tomar otro té, por lo bien que lo hemos hecho.

Cuando salieron del dormitorio, Emily se atareó con la tetera, ya que no se atrevía a mirarlos directamente. Sus mejillas estaban encendidas de rubor. Elizabeth miró a Cristo y se sonrieron con complicidad.

A la tarde siguiente, sin que Cristo estuviera presente, las tres mujeres siguieron con su ritual de siempre. Tras almorzar bajaron un rato al centro de jubilados, y regresaron a casa para la hora del té y los susodichos “cupcakes”. Emily, tras este goloso rito, llevó a la señora Shanker a su habitación, para que viera un rato la televisión acostada y descansara de la silla de ruedas.

Mientras tanto, Elizabeth preparó otro par de tazas de té y se sentó en el sofá, esperando que empezara una de sus telenovelas preferidas. Se había tirado toda la noche pensando, y aún lo hacía. Pensó en su “affaire” con el chico, en cuanto había gozado, y rememoró sus palabras, sobre todo aquellas que se refirieron a Emily.

“Imagínatelo”.

No podía. En el momento en que lo hacía, se ponía enferma de deseo. Era como activar un interruptor. Ahora cachonda, ahora no… Tampoco ayudaba mucho el que Emily se paseara todo el día por delante de ella. No es que fuera una chica provocativa, nada de eso, pero era lo suficientemente hermosa como para destacar con cualquier cosa que se pusiese. Ese día, por ejemplo, llevaba un simple chándal, pero el pantalón se le pegaba tanto a ese precioso culito, que Elizabeth no podía apartar sus ojos de él.

Emily regresó y aceptó la nueva taza con una sonrisa y una inclinación de cabeza. Aquellos gestos silenciosos fueron los que llamaron la atención de Elizabeth, por primera vez. Aunque no lo fuera, parecían señalar una implícita obediencia, una callada sumisión aún no confesada, y excitaba cada vez más a Elizabeth, desde la primera vez que lo notó.

Emily no era una chica charlatana, mejor dicho, ni siquiera comunicativa. Contestaba cuando se le preguntaba algo, pero ahorraba en palabras como un salvaje africano en ropa. Si podía contestar con un gesto, un asentimiento, o una sonrisa, mejor que mejor.

Pero si Elizabeth hubiera podido asomarse a la mente de Emily, se habría quedado asombrado de lo corta que se había quedado en sus suposiciones.

Emily llevaba muchos años esperando una oportunidad, deseando arrojarse a los pies de esa madura mujer que la había embelesado desde jovencita. Había tardado algún tiempo en admitir lo que le ocurría, lo que había nacido en ella, a la sombra de su madre. Se había enamorado de Elizabeth, hasta las trancas, con esa pasión terroríficamente anuladora que se apoderaba de su corazón y de su alma.

Se masturbó pensando en ella, en su primera vez, después de que le regalara una bonita diadema el día en que cumplió trece años. Se desvirgó a los dieciséis años, con un pepino robado en la cocina, delante de una foto de Elizabeth. Estudió para agente social porque era una especialización que podía hacer cerca de casa. No estaba dispuesta a alejarse de su amor platónico. Incluso, renegó de un trabajo que le salió, porque era en Detroit.

Su oportunidad vino con la huida de la última chica de compañía de la señora Shanker. Ella la conocía, había estado al cuidado de aquella mujer, antes de perder facultades. Convenció a su madre para que hablara con Elizabeth y, finalmente, probaron con Emily. Todo el mundo creía que sería algo temporal, hasta que le saliera un trabajo en lo suyo, pero Emily estaba demasiado extasiada como para alejarse. Incluso, las convenció para dormir con ellas, en el apartamento, algo que ninguna otra chica había hecho.

El caso es que la señora Shanker estaba súper contenta y Elizabeth también. Pero, de ahí, a saber que Emily andaba todo el día mojada, solo con sentir los ojos de su jefa sobre su trasero, había un paso. La chica era tan prudente que no hablaba apenas para que no se le escapara un suspiro. A veces, se había corrido con una voz más alta que otra, o un bonito cumplido. En todo este tiempo, Emily había desarrollado una técnica casi perfecta para frotar sus muslos, tanto de pie como sentada, que le llevaba a largos y suaves orgasmos, incluso tal y como estaban en ese momento, sentadas una al lado de la otra.

― Emily… — susurró la señora, pero Emily siguió mirando la tele – quisiera hablarte sobre lo que ocurrió ayer… con Cristo…

Emily bajó la cabeza y enrojeció.

― Emily, mírame, por favor… — la joven obedeció y sus bonitos ojos marrones parpadearon, mirándola. – No sé lo que me pasó ayer… Fue como una fiebre, te lo juro. Sentía un fortísimo impulso de tener a ese chico entre mis brazos, de acunarlo, de apretarlo contra mi pecho…

Emily tragó saliva. Sus ojos se humedecieron, pero no apartó la mirada.

― … pero me he pasado toda la noche pensando, y he llegado a la conclusión que no fue más que una reacción lujuriosa, un calentón, ¿comprendes?

― Si, señora – musitó la latina.

― Él mismo fue quien me abrió los ojos. Cristo se dio cuenta enseguida de quien me atraía de verdad, de por quien suspiro desde hace un tiempo…

― ¿De quien, señora?

― De ti, Emily – susurró a su vez Elizabeth, colocando una mano sobre la de la chica sentada a su lado.

Las mejillas de Emily se tiñeron violentamente de un rastro carmesí. Parpadeó, confusa por la noticia, que la golpeó con la fuerza de un ladrillo real.

― ¿Qué…? ¿Cómo…?

― Que no puedo sacarte de mi cabeza, Emily. Te he visto crecer, desarrollarte, y, hasta ahora, no he comprendido que te he deseado siempre. Siento decírtelo así, de forma tan brusca… yo no soy una mujer moderna, ni tengo experiencia alguna…

― Pero, señora…

― Ssshhhh… Emily, déjame acabar, sino no me atreveré a repetir todo esto – la acalló Elizabeth, colocando un dedo en los carnosos labios de la chica. – Nunca he estado con otra mujer. De hecho, no me considero lesbiana de ningún modo. Ese fue uno de los motivos de acostarme con Cristo… pero me enervas, haces bullir mi sangre cada vez que caminas delante de mí. Te has metido bajo mi piel, Emily… y ya no sé qué hacer. Así que te daré buenas referencias y un buen finiquito, pero no puedes quedar…

― Señora… Elizabeth – casi gimió Emily, aferrándole la mano y haciendo que la taza tintineara en su otra mano. – La quiero…

Elizabeth se quedó con la boca abierta, los ojos bien abiertos. En ningún escenario, de los muchos que había construido en su mente, Emily pronunciaba esa palabra tan pronto. Había preparado desengaños, más o menos tristes y civilizados, otro terrible, lleno de injurias y una posible bofetada. Había otros, merengues y pastelosos, llenos de azucarada felicidad, pero, nunca uno tan directo y rápido.

― ¿Me… me quieres? – balbuceó Elizabeth, aferrando, a su vez, la taza de Emily.

― Si, señora, desde siempre – contestó, bajando los ojos.

― Pero… ¿Por qué no…? – Elizabeth no sabía cómo preguntárselo.

― Siempre he sido tímida. No me atrevía, señora…

― Llámame Elizabeth, por favor.

Emily negó con la cabeza, con fuerza.

― Usted es la señora… siempre lo será… yo… soy suya – dijo Emily, liberando al fin todo cuanto sentía en su interior, y cayó de rodillas ante su señora, los ojos en el suelo, las manos extendidas.

Elizabeth sintió su coño mojarse completamente en un segundo, desbordando incluso su braguita. Jamás experimentó tal lujuria momentánea. Se tuvo que controlar para no atrapar aquella cabecita de la cola de caballo y meterla entre sus muslos.

― Emily… yo no te pido eso…

― Pero yo me entrego voluntariamente, señora. Soy suya para siempre, para lo que desee hacer conmigo. Dormiré a los pies de su cama, comeré las sobras de su plato, calentaré sus pies en invierno y los lameré en verano… soy su humilde esclava, señora…

― Dios… cállate, Emily, por favor… voy a correrme con solo escucharte – murmuró Elizabeth.

― Señora… tengo que decirlo… perdóneme… me he masturbado pensando en usted desde que era una cría, con trece años. Ni siquiera tenía pecho y tenía que morder un peluche para que mi madre no me escuchara, por las noches.

― ¡Jesús!

― Cada año que pasaba la veía más hermosa, más señora, e intentaba que se fijara en mí, pero no lo conseguía. Nunca he estado con otro chico, me desfloré yo sola… En la facultad, tuve mi primera relación con otra chica. Elegí a una compañera que se llamaba como usted, para poder gritar su nombre durante el orgasmo…

Los efluvios del coño de Elizabeth ya chorreaban nalgas atrás, hacia su ano, ya que había adoptado una posición más estirazada, pero también manchaban el sofá. Sentía como le faltaba el aire en el pecho, y, por ello, jadeaba,

― ¡No puedo expresar mi eterno amor más que de una forma! ¡Entregándome completamente a usted, para que disponga de mi cuerpo, de mi corazón y de mi alma! – Emily se inclinó aún más, lamiendo la punta de sus zapatos.

― ¡Joder! ¡JODER! ¡Estás suplicándome que te destroce, Emily! – Elizabeth se puso en pie, el rostro desencajado de pasión.

― Si, señora, todo lo que usted desee…

― ¡TÚ LO HAS QUERIDO, JODIDA ZORRA! – exclamó Elizabeth, atrapándola por la cola y arrastrándola hacia su dormitorio.

Ya no le importó que su tía escuchara sus gritos, ni que se enterara de que iba a meter en su cama a esa preciosidad latina. La iba a asfixiar entre sus muslos, corriéndose sin parar.

Emily, mientras trataba de mantenerse a gatas, sonreía, sumamente feliz, a pesar de que las lágrimas caían por su rostro, debido al dolor que le producía ser arrastrada del pelo.

Su dueña la iba a follar…

CONTINUARÁ…

PD: podéis comentar cualquier cosa en janis.estigma@hotmail.es

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Relato erótico: “Visita inesperada” (PUBLICADO POR SIBARITA)

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JEFAS PORTADA2

Hace poco más de una hora que se marchó Fernándo, tiempo que me había permitido Sin títulotomar un relajante baño hasta que la fría temperatura del agua, me hizo salir de la bañera en forma apresurada. Terminaba apenas de secarme cuando sonó el timbre de la puerta. No esperaba a nadie, y el hecho de que fuese el timbre de la puerta, en vez del intercomunicador, me hizo ir hacia ella mientras me cubría con una ligera bata de seda. Debía ser alguien que viviera en la casa, y tratarse de algo urgente ya que el sonido del timbre se volvía apremiante. Abrí la puerta y viendo a la persona que llamaba, debí quedarme con la boca abierta por el asombro.

Ante mi se encontraba un desconocido, alto, fuerte, de unos 50 años, cara muy seria y con rasgos como cortados a hachazos, propietario de un par de ojos azules, que me miraban con frialdad casi inhumana, como seguramente miraría un médico forense al cuerpo inanimado mientras practica una autopsia. Todo en su conjunto impresionaba, pero lo insólito, lo anacrónico, era la larga sotana negra que vestía.

Se presentó a si mismo, con una voz cortante. Soy el Padre Torquemada, dijo, y continuó, hermano de la esposa de Fernando, de modo que ya usted debe suponer por qué he venido, le agradecería me concediera unos minutos.

Sus palabras me dejaron helada, Fernando y yo éramos amantes desde hacía un par de meses y nunca me había hablado de que estuviera casado. También es verdad que nunca se lo había preguntado.

La situación era verdaderamente incómoda, más todavía hablando ante la puerta de mi departamento, así es que le invité a pasar hasta el salón y sentarse. Que desea tomar?, pregunté mientras me servía una copa de Cognac, presentía que la iba a necesitar. Lo mismo que usted me respondió, sin dejar de mirarme fijamente.

Le tendí su copa para dejarme caer literalmente, sobre el sillón y, en completo silencio, los dos nos observamos durante unos minutos. Después comenzó a hablar.

      Como le he dicho, soy cuñado de Fernando, su amante. Mi hermana nada sabe de esta visita, pero no voy a permitir que mi hermana sufra por su causa. Su relación tiene que terminar hoy mismo.

EEl tono de su voz era ofensivo, mas que sus palabras y su fría mirada. En un instante pasé de la sorpresa a la ira, y sin desearlo realmente, defendí a Fernando, como si ya estuviera al tanto de su estado civil.

Me di cuenta, de pronto, que mi bata apenas me cubría, y en un primer impulso quise levantarme y dejarle solo mientras me vestía. Algo me detuvo, sin embargo, y permanecí sentada, sin hacer ningún esfuerzo ni intento de cerrar la larga abertura de la bata que mostraba mis piernas ampliamente.

El Inquisidor se dio cuenta, y haciendo un gesto de desprecio las miró fijamente, sin dejar por ello de soltarme su manido discurso sobre mi inmoralidad y el daño que le hacía a su hermana.

Ya estaba harta de él, me volqué hacia la mesa de centro para coger un cigarrillo del paquete, y al hacerlo, los paños de la bata se abrieron aún más. Sus ojos me siguieron, vio perfectamente mis senos y por un momento interrumpió su discurso, para reanudarlo con críticas más acervas. Pude echarlo de mi casa, pero aquella fría mirada me puso furiosa, me propuse probar hasta donde era capaz de mantener su postura. A partir de ese momento entablamos una peligrosa partida, un desafío descarado y para ello, sentada frente a él, fui abriendo mis piernas lentamente, mostrándole al hacerlo, que estaba desnuda debajo de mi bata.

El tono de mis replicas también cambió, de agresiva pasé a ser insinuante, dulcifiqué mi voz, le sonreí por vez primera mientras con una de mis manos comencé a acariciar mi cuello. Sin dejar de mirarle sonriente, mi mano se introdujo bajo las solapas de la bata para acariciar mi pecho. Su cara se petrificó al momento, dejó de hablar y se hizo un silencio denso. Mis manos continuaron su andadura, la bata completamente abierta le mostraba mi cuerpo desnudo.

Se puso en pié bruscamente, parecía dispuesto a marcharse y no quería permitírselo. Me puse en pié, a mi vez y la bata se deslizó por mis hombros hasta caer al suelo. Desnuda y erguida permanecí ante él, sin que se atreviera a dar un solo paso hacia la puerta, sin que dejara de mirarme, aunque ya no era a los ojos a los que miraba.

Por mi parte, me daba cuenta de que aquel témpano de hielo, duro y peligroso, se estaba derritiendo por momentos. Avancé hacia él y apoyé mis manos en su pecho, le oí decir, -no lo haga. Por favor, no lo haga. Pero ya nada podía contenerme. Los botones de su sotana fueron cayendo por el suelo, les siguió la sotana, la camisa.

Desabroché su pantalón, y al hacerlo, mis manos tropezaron con su sexo que aprisioné entre ellas, era lo único en él que permanecía erguido, todo el resto se había derrumbado. Mirándole a los ojos me fui agachando hasta que mi cara quedó a la altura de su verga. Mi boca se apoderó de ella, y en ese punto, su cuerpo recobró el movimiento; inició un movimiento lento con su pelvis, la sentía más profundamente en mi garganta, creciendo, palpitando. Ninguno de los dos hizo el intento de separarnos cuando le llegó el orgasmo, no hubo ni una gota que se perdiese fuera.

Me puse en pié y tirando de su mano le llevé hasta mi cuarto, hasta hacerle caer sobre la cama, y solo entonces me dedique a mirarle. De rodillas sobre la cama, junto a él, inicié un lento recorrido por todo su cuerpo, con mis manos y mi boca. Me di cuenta de que ya era otro muy distinto del que llamó a mi puerta, este era un hombre, aquel un témpano de hielo, y mientras lo pensaba y por primera vez, me tomó entre sus brazos.

Ahora te toca a ti, dijo, y me sentó en el sofá mientras el se arrodillaba, abrió  mis piernas y comenzó a besar mis muslos por su parte interior, subía y subía haciéndome desear su  lengua en mi coño, pero cuando llegaba saltaba hacia el otro muslo y me dejaba con las  ganas una y otra vez, hasta que en una de ellas puso  toda su boca en mi coño y pude sentir por fin su lengua caliente sobre el. Sus labios chupaban, su lengua jugaba y yo me volvía  loca de placer.

Mientras estimulaba mi clítoris sus dedos empezaron hurgar en la entrada y yo empujaba, y me frotaba ansiando sentirlos dentro de mi, primero uno, apenas la puntita y  poco a poco fue metiéndolo entero, después el otro, yo ya estaba a punto de correrme así que cogía su cabeza y tiraba de su pelo intentando compaginar las embestidas  al ritmo que necesitaba y así sentí crecer el orgasmo dentro de mi hasta que estallo violentamente con su deliciosa boca y sus dedos dentro de mi.

                      

Me permitió un minuto de descanso mientras subía besando mi vientre, mis pechos y mi cuello suavemente hasta posar sus labios en mi boca. Sus caricias fueron despertando mis ganas de  nuevo, ahora quería sentirle dentro de mi.  Bajo su mano a mi entrepierna comprobando las condiciones y metiéndose entre ellas comenzó a tocarme  mientras pasaba su puntita por los pliegues de mi vagina. Poco a poco metía la punta, se quedaba quieto y volvía a  sacarla, repitió esto varias veces creándome una  expectación apenas soportable con la idea de que en pocos instantes la tendría toda dentro de mi.

 Cada vez entraba un poco mas y yo no podía resistir la tentación de empujarle hacia mi, quería tenerle dentro y cogerle el trasero, rodearlo con mis piernas para que no se pudiera escapar.  Por fin me la metió entera y me cabalgaba mientras no dejaba de besarme, me encantaba ver su cara mientras sé movía buscando mi placer y el suyo

Nos giramos y quede encima suyo, no podía parar de moverme de frotarme contra el, sus manos agarraban mi cintura y acompasaban el ritmo, me deje echar un poco  hacia atrás y pude volver a sentir como crecía dentro de  mi esa sensación indescriptible de cuando sabes que va a  suceder de nuevo, y sucedió….quede rendida tumbada sobre el por unos instantes. Pero enseguida recupere el aliento y estuve dispuesta a  hacerle chillar tanto que los vecinos tuvieran bien claro que es lo que estaba pasando. 

Le dije que se sentara y abrazada a el me movía mientras no dejaba de besarle cortando su aliento, mis piernas   le rodeaban y apoyándome en los brazos me eche hacia  atrás para que aparte de sentir pudiera disfrutar de la vista.

Su respiración se aceleraba con cada embestida y su ritmo también, cuando creí que era el momento le tumbe de nuevo y me puse en cuclillas moviéndome violentamente mientras acompasaba sus sacudidas, su cara se tenso, su músculos, su vientre todo su cuerpo, el sudor empapaba su  frente y arqueándose empezó a correrse mientras sus suspiros subían de volumen, unos segundos y su cuerpo se relajo debajo de mi

No me moví durante unos minutos dejándola dentro, dejándole disfrutar de esos escasos minutos de semiinconsciencia, tumbada encima suyo y dejando que el sueño y el cansancio acudieran a mi cuerpo, me deslice a  su lado y nos quedamos dormidos abrazados.

Al despertar, ya no estaba a mi lado, le busqué por el apartamento y no quedaban rastros de su presencia. Sabía que tampoco estaría en su Parroquia y, efectivamente, días después los periódicos comentaban la extraña desaparición de un cura, pero a esas alturas, había roto mi relación con Fernando.

                         

 

 

 

 

  • : Visita inesperada y consecuencias
 
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