Quantcast
Channel: PORNOGRAFO AFICIONADO
Viewing all 8038 articles
Browse latest View live

Relato erótico: “DIARIO DE UNA PROFESIONAL. (La visión de Vanesa)” (POR SAULILLO77)

$
0
0

DIARIO DE UNA PROFESIONAL.

DIA 1.

Voy camino de Valencia, a pasar unas supuestas vacaciones.

En realidad, es un trabajo más para el que me han contratado, o mejor dicho, contratan a Vanesa, mi “alter ego” o nombre comercial, que uso en mi trabajo como prostituta de alto nivel, “especializada en manipulaciones”. Mi trabajo consiente en introducirme en la vida de cierta persona o grupo, ganarme su confianza, si es necesario con sexo, y lograr un objetivo determinado. A menudo, son hombres de negocios, hijos conflictivos o mujeres hastiadas, da igual, mi labor es lograr que hagan algo que el cliente pide.

En este caso, viajo sólo como precaución, un padre está preocupado por su familia, y su descocada mujer, así que me manda para echar un vistazo. La forma de introducirme es a través de su hijo, creo que se llama Samuel, y por lo que sé, es solitario y un tímido “cerebrito”. La entrada perfecta, sólo con mostrarme cariñosa, me aceptará. Podré manipularle si llega el caso, a eso me dedico, aprovecho las cosas que aprendo estudiando psicología, y las aplico de forma depravada para ganarme un sueldo, y pagarme la universidad. Estoy sola desde hace años, y soy totalmente independiente, así que tengo que ganarme la vida como pueda, y esto se me da bien.

Espero un trabajo rutinario, sólo llevo de atrezzo unas gafas para darme un aire intelectual, y me tengo que resignar a ir con mis rizos naturales, en vez del pelo liso que suelo llevar. Con la humedad del mar, sería imposible mantenerlo.

DIA 3.

Llevo un par de días observando la situación.

Me han facilitado un cuarto, a varias casas de mi objetivo, en un piso de estudiantes medio borrachas de mi edad. Es desesperante el ruido y el bullicio, pero así paso desapercibida.

Por ahora, todo parece ir bien. La madre está tranquila, y la familia parece idílica, salvo por el otro chico de la casa, un amigo de Samuel, todo parece ir sobre ruedas. No me gusta ese chico, Jaime, es de los típicos galanes que te entran por los ojos, pero son unos cabrones y unos cerdos. A gente así, les veo venir a kilómetros. Por algunos gestos y paseos, creo que ese amigo ya se está follando a alguna de la casa.

Es imposible acercarme más sin levantar sospechas, tengo que mantenerme en segundo plano, hasta que me pueda presentar de forma casual. Me he llevado una grata sorpresa, Samuel, mi objetivo, es mono, al menos no será tan desagradable como otras veces, si llega el caso de acostarme con él.

DIA 6.

Regreso a Madrid después del contacto, y lograr lo que me proponía.

La familia salió de fiesta a una macro discoteca, todos los de la casa, y les seguí hasta ella. Era idóneo, así que esperé al día siguiente, jugaron en la playa a algo, y terminaron en una especie rara de orgía. No me sorprendió, teniendo en cuanta las advertencias del cliente, la madre es fácil de influenciar, y su hermana o tía, una rubia agraciada, es una liante de cuidado. Encima está el chico ese, Jaime, que no pierde oportunidad de meterlas mano, y según he visto de lejos, de meterles algo más. Jaime estaba desatado, le he visto azotarle el culo a la rubia madura, es la tía creo, y la madre, que le ponen ojitos, y desde cierta distancia, creo que se folló a la tía en la playa delante de todos.

Volvieron a la macro discoteca esa noche, como presuponía. Por lo menos, con tanto jaleo, Samuel estaba apartado. Fue sencillo acercarme, iban muy bebidos, y en cuanto entraron a la disco, me puse cerca, a dedicarle miradas a Samuel, sólo acompañado con su hermana, bailando. Fue raro, por mucho que traté de llamar su atención, pareció embobado con su hermana, es muy guapa, y hasta le hizo de cupido, buscándole chica. Menos mal que ella sí me vio, y al rato, se acercó a presentármelo.

speraba un chico mucho más retraído y torpe, pero me he pasado una hora hablando con él, de tonterías, estudios y de cosas sin importancia. Me hizo sonreír y todo, cuando me miraba el pelo. Casi olvido para qué estoy allí, logré ganármelo, y al final, usé mi cuerpo para encenderlo y que confiara en mí. Me llevó dónde estaba su madre, con un mulato, que la estaba metiendo mano, sin aparente preocupación. Quise prestar atención a la madre, para el informe, pero Samuel se ha mostrado raramente hábil al tocarme bailando.

Terminamos siguiendo a la madre y el mulato. Cuando llegamos a su casa, Samuel me llevó a un balcón donde vimos cómo se lo follaba, dejando seco al hombre de piel morena. Me excitó, soy mujer, y dejé que Samuel me tocara, descubriendo otra grata sorpresa, Samuel tiene la polla más gorda que haya visto nunca, y ya puestos, decidí follármelo. En algunas ocasiones, mi trabajo es placentero, y esta fue una de ellas.

Cuando su madre terminó con el mulato, me subí a Samuel a su cuarto, y me estuvo haciendo el amor un buen rato. Fue muy hosco, y poco refinado, pero tuvo algo de romántico, y yo necesitaba un buen polvo.

Por la mañana, Samuel ha sido inocentemente tierno. Me lo he ganado con unas muecas y unas palabras dulces. No sabía desenvolverse, y he tenido que llevarlo de la mano para que no se atascara. Unas fotos en el móvil, con una promesa de volver a vernos, y ya me quería invitar a su casa. Pero mi coche me esperaba, y mi trabajo había concluido.

Madamme decide, junto al cliente, pero en esa casa hace falto mano dura, por que la madre es una loba ansiosa de sexo y el resto de la casa no es mucho peor.

DIA 11.

Regresó a Valencia, esta vez para quedarme.

Obviamente, mi informe ha denotando lo que vi con la madre. Ha debido de causar impacto, y el cliente me manda con el objetivo de que su familia vuelva a casa. Samuel estará deseando que regrese, será fácil volver, pero lo difícil será devolverlos a casa. La madre es una bomba sexual insaciable, según la vi con el mulato, y eso fue una semana después de que su marido se fuera. A saber que pasó esto días sin vigilancia, tendré que averiguarlo. Quedan casi dos meses por delante, y puede complicarse el trabajo.

No sé por que, pero afronto este trabajo con alegría. Hace un rato he llamado a Samuel. Según llegue, quiero llevármelo de paseo, tantearle lejos de su familia. Seré tan dulce y tierna, que me meterá en su casa a la primera oportunidad, y de paso, voy a sonsacarle cosas.

DIA 12.

¿Este chico es tonto? Nos lo pasamos genial en la cita, Samuel y su forma de mirarme y tocarme, me hacían erizarme la piel. Y me ha contado todo, sin reparos, incluso que se acostó con su tía. Me he dejado llevar un poco cuando me ha soltado una frase de cine, y le he comido la boca. Es gratificaste sentir de nuevo el nacimiento de un amor juvenil en él, y mi pelo le tiene embobado, no sé qué le ve, yo odio mis rizos.

Todo iba bien, y hemos regresado a casa, conmigo entre sus brazos en su moto. Creía que me llevaría a su casa, y me volvería a poseer, casi lo ansiaba recordando nuestra primera vez, pero me ha llevado a la mía. A la desesperada, me he hecho la dormida, para que me subiera en brazos, y hacerlo en mi cama, ¡Pero el imbécil me ha tumbado, me ha apartado los rizos, y me ha besado la frente antes de irse a su casa!

No lo entiendo, nunca me había pasado algo así con un hombre. Al menos, creo que avanzo con él, mañana por la mañana nos veremos en la playa. Ahora estoy agotada del viaje y de la cita, me voy a descansar pensando en lo raro que es Samuel.

DIA 13.

Menudo calentón llevo.

Por lo visto, toda la familia sale de marcha cada noche que abre la discoteca. Por las tardes, antes de ir a la discoteca, se ponen hasta arriba de cervezas con un juego de cartas, en el que a cada paso, Jaime juega con los demás. Empieza inocente, pero nadie dice que no a nada, así que con diez cervezas se desmadran. Se besan unos a otros, se lamen el cuerpo y se meten mano, luego se desnudan, y para colmo, al final, termina follando alguien con quien elija.

Samuel tiene miedo, teme “perderme”, porque tiene un complejo enorme con Jaime. No me extraña, por lo que sé, ya se folla a la mitad de la casa, y he de reconocer que es hábil. Jaime ha aprovechado el juego para hacerme besarme con la madre, y eso me ha excitado, ¡Que forma de mover la lengua! Han tratado de arrimarme a Samuel, centrarme en él, para no parecer tan desinhibidas, pero llegado un momento, Jaime me ha pillado. Lo primero, fue un masaje brutal de pechos de los enormes senos de Sonia, una amiga de la hermana, las tiene tan grandes y bien puestas que parecen irreales, y eso me han encendido. Jaime se ha dado cuenta, y luego me ha obligado a dejarme comer los pechos. He besado a Samuel antes y después, para que no se preocupara, pero no sé por qué lo he hecho, con sólo follármelo ya es mío, no me importan sus sentimientos.

Jaime me ha demostrado sus habilidades bucales, me he sentado en la mesa, abierta de piernas, y se ha metido entre ellas. Como digo, es hábil, sabe tocar y usar su boca, el beso con la madre, el masaje de senos de Sonia, y unas cuantas copas, me han hecho empapar mis bragas, hasta le he apretado contra mi pecho, cogiéndole de la cabeza. Se ha aprovechado, y ha llegado a meterme la lengua en la boca, casi me pierdo, dejándome follar allí mismo, pero le he apartado, tratando de aparentar sobriedad. Al terminar, me he sentido mal, me he permitido el lujo de disfrutarlo, y he cogido de la mano a Samuel, por que su cara era preocupada.

Luego, hemos salido de fiesta, e iba tan salida, con la madre llevándose al mulato a casa otra vez, que no he aguantado más. Samuel me ha llevado a la paya, y me ha echado un polvo memorable, casi me hunde en la arena. Me he corrido como hacía mucho que no lograba hacerlo. Para colmo, al volver a casa, nos hemos llevado a la tía a nuestra cama, y me he montado un trío de escándalo. Samuel está aprendiendo rápido.

DIA 15.

La cosa funciona, casi vivo en su casa ya.

Jugamos y salimos de fiesta a diario. La madre está desbocada con Jaime, y la tía está celosa. Pienso usar eso con Samuel, al que ya se ha tirado antes, es tan inocente, que me lo dijo sin pestañear.

Me está empezando a gustar que Samuel me folle cada noche. Ha aprendido cosas nuevas, y me hace perder la cabeza con la brutal envergadura de su polla, y más, cuando nos quedamos acariciándonos horas. Ver cómo juega con mi cabello me descoloca, no debo permitirlo. .

Con los juegos de cartas me lo paso genial. Es algo sórdido, sabiendo que hay lazos de sangre, pero ver follar a Jaime me ha hecho chupársela a Samuel, quiero que no se vea tan inferior a Jaime, por que no lo es, para nada. He hecho que comparen miembros, sólo para que las demás lo vean. Es un chico especial, y no quiero que le hagan daño.

Es enternecedor ver cómo Samuel quiere defenderme en los juegos, pero no tiene mala leche, yo sí. Jaime me ha hecho alguna perrería, ayer me volvió a comer los pechos, sin tanto alcohol, no me pareció tan bueno. Hoy le he tenido que hacer una paja a Jaime, y después una cubana, iba algo más cargada y me he lucido, pero ayer le hice la cubana a Samuel, con su madre que se follaba a Jaime delante de todos, y no hay comparación posible.

Se las he devuelto a Jaime, pegándole un puñetazo en los huevos que le ha dejado tirado en el suelo un buen rato. Samuel ha sonreído, creo que ni se daba cuenta de ello. Jaime ha jurado venganza, y conociéndole, podía terminar despatarrada siendo follada por él, algo que hace unos días no me hubiera disgustado, y ahora me asquea. Así que corté de raíz, le pregunté a la madre si tenían vaselina y algún vegetal fálico en la nevera, y Jaime se ha centrado en las demás.

Samuel me ha cogido de la mano, casi con orgullo. Al final he perdido la última mano, y me ha encantado que Samuel me follara delante de todos, quiero que sepan que Jaime, no es nada a su lado.

DIA 20.

Las cosas se complican, maldito Samuel, me esta haciendo perder de vista mi objetivo.

Cada noche, Samuel me deja ida, sentir como fricciona su falo, de la circunferencia de una naranja, dentro de mí, me deja sin aire. He tenido que meter a Sara en nuestras juergas, de vez en cuando, para poder mantenerme cuerda.

Me he despistado, y un mulato, llamado Joel, está haciendo de las suyas con la madre. Tiene una polla que ya la quisiera para mí, (si no tuviera a Samuel), y aún así, no es capaz de colmar a la madre, a la que se folla a diario, y varias veces. La madre, que tiene más fondo que yo y que cualquiera que haya visto, luego va a tirarse a Jaime cuando le da la gana, ¿Es que no se cansa?

Me río por dentro, por que Jaime es una marioneta, y se cree el amo de la casa. Me pregunto si es consciente de que es el hombre que peor folla bajo ese techo. Joel es una maquina, y Samuel me está volviendo loca. Esta mañana le han dado un corte a Jaime en la cocina que le han dejado de piedra, la madre le ha dejado a cuadros.

Con Samuel me estoy excediendo, y eso no es sólo por cómo me hace el amor, que también, es por su forma de tratarme. Creo que está enamorado de mí, pretendía que se pillara por mí, y luego se olvidara, pero creo que me quiere, tengo que cortar esto de raíz, su forma de enroscar sus dedos en mis rizos me hace perder la noción de lo que debo hacer.

Tengo que planear de una vez mi estrategia para llevarlos a casa, ya me he divertido bastante. La forma más sencilla, es buscar un sustituto del padre, antes de que Joel se dé cuenta del caramelo que tiene en esa casa. Son 4 mujeres, contando a la hermana y Sonia, su amiga pendón, que están buscando que se las follen como nunca. Pero sólo tengo a Samuel, voy ha hacer que él quiera ayudarme, es listo, y tendré que ser sutil, que parezca idea suya, y yo solo “le ayude”.

DIA 22.

Samuel por fin ha cedido, se ha hartado de tanta fiesta y depravación.

Ahora, Samuel quiere dominar la situación, he atacado exponiéndole mi plan de usarle a él. Le traté de convencer, pero hasta que no ha visto a su madre, siendo follada por cuatro mulatos en la discoteca, no ha accedido. Se está convenciendo de que tiene de hacer algo, y en eso puedo ayudarle, ya tengo mi arma. El debate moral, casi queda de lado, no hay lazos de sangre, solo hombres y mujeres.

La estrategia es simple, pero difícil de ejecutar, es convertir a Samuel en el hombre de la casa, y Sonia, la amiga salida, es la primera opción. De un plumazo, demuestra que puede quitársela a Jaime, y que las demás le vean como el macho alfa.

DIA 25.

La primera ha caído,

Sonia ya se ha follado a Samuel, muchas veces, en el juego de cartas. Al terminar la partida ha perdido Sonia, y ha elegido a Samuel, y no a Jaime. Ha sido brutal verle follársela. Luego he manipulado, para dejarles solos, y si Samuel ha dejado a Sonia como me deja a mí, ya es suya.

Me he llevado a todos a la discoteca, para que Samuel se luciera, y a fe que lo hizo. Al regresar, estaban Sonia y Samuel en el sofá, desnudos y sudando, con Sonia temblando como una hoja sobre su cuerpo, y el cojín manchado de fluidos suyos, echado a perder.

Jaime se ha enfadado, por que le he dado cancha solo para llevármelo de la casa, y luego le he dejado con las ganas. Quiero que Jaime sufra por cómo ha tratado a Samuel. Jaime se ha puesto a gritar, y Samuel se lo ha llevado fuera a hablar. Hemos escuchado gritos, y cuando he escuchado a Jaime llamarme “Puta”, el sonido de un puñetazo tremendo ha enmudecido la casa.

Cuando Samuel ha entrado en casa, tenía la mirada incendiada, temblaba de nervios y su aspecto era demencial. Se ha arrodillado ante mí, y me ha abrazado por la cadera, tan fuerte, que me hacía daño. He tenido que usar técnicas para relajarlo, aunque no recuerdo que acariciarlo entrara en la temática de clase. Me lo he llevado a la cama, y se ha quedado abrazado a mí, sin más, parecía un bebe. He sentido una calidez inusitada en mi cuerpo, pero no por fuera, por dentro, no sé que es, pero me ha gustado. Pese a que he sido yo quien le ha tranquilizado, me he sentido…segura, en sus brazos. ¿Qué me está pasando?

Debido a lo de ayer, esta mañana he visto que Jaime se ha ido de casa, tenía planeado echarlo, pero no tan rápido. Mi “defensor” Samuel, se ha mostrado tan inflexible, que la tentación de universitarias salidas ha sido suficiente. No creo que veamos más a Jaime.

DIA 27.

Samuel ya se folla a Sara y Sonia a diario.

Ha sido sencillo con su tía, y así reafirma su posición. Samuel ha aprendido de mí, a ponerse una careta, o un escudo, e interpretar un papel, de padre sobrio y rudo.

Pese a saber lo que tiene que hacer, Samuel se enfada cuando le mando acostarse con ellas. Trato que no se me note que tampoco me gusta, cuando regresa a mi cama ofuscado. Discutimos mucho, sobre cómo proceder, sólo quedan su madre y su hermana por “domar”.

Con su madre está complicado, pero con su hermana es imposible, la quiere mucho, y de verdad. Samuel la tiene a su hermana un cariño muy raro, ella se mete en su cama cada noche, creo que le está buscando, pero no se por qué, y eso me pone… ¿Celosa? No puedo sentir celos de su hermana, ni de nadie, por que los celos, implican que quiero a Samuel sólo para mí.

La madre está con Joel a diario, oírles follar me enciende, y lo paga Samuel, que me deja exhausta, y siempre tiene un rato para acariciarme el pelo. No sé cómo saca energías, pero siento cada caricia y cada beso. Le espío cuando está con las demás, y no lo hace igual, tiene un cariño y ternura que sólo me da a mí, y cuando siento esas sensaciones cuando me hace el amor, no puedo evitar abrazarlo y besarlo entre sonrisas.

DIA 31.

Samuel es muy inteligente, ha logrado sacar a Joel de casa.

Menos mal, unas semana más, y la madre mete en casa a ese mulato, y a otros cuatro. Funcionan así, lo he visto antes. Samuel ha lanzado una amenaza, muy poco velada, a Joel, y ha logrado ahuyentarlo, para llevarse a su madre de paseo, y ser su “galante”. Samuel Tiene a toda la casa firme como una vela, y ahora, a su madre también, pero no sé si bastará, tendrá que follársela, por que esa mujer es incansable.

Me sorprendo pensado que, si Samuel sólo se acuesta con su madre, yo sería feliz. No sé qué me pasaría si lo hace con su hermana, lo intento atrasar, sin estar segura de los motivos que me empujan.

Hay una fiesta de disfraces en una semana, será el momento ideal con su madre. Unas copas, más la falta de sexo tras la huida de Joel, y la madre será suya. Pienso manipular para que vayan todas descocadas con sus disfraces.

Sara y la hermana están haciendo muchas migas, casi diría que son bisexuales, mientras Sonia es tan boba, que aún cree que puede igualarse a mí. Así se mantiene firme, no se entera que Samuel es mío, y se lo hago saber cada vez que hacemos el amor, a ella y a toda la casa, grito poseída por cómo me hace vibrar, y para que se den cuenta que él, me pertenece.

DIA 37.

Ocurrió durante la fiesta.

Samuel se despistó por defenderme, le amo por esos detalles, casi le estampa un pitorro de salva vidas a un tipo, por propasarse conmigo. Es tan tozudo, que cuando le pido que no haga esas cosas, me derrite con sus respuestas, y su forma de mirar y jugar con sus dedos en mis rizos.

Cuando encontró a su madre tras el incidente, estaba de la mano de otro chico, le di ánimos, consejo y me sentí orgullosa al verle llevarse a su madre de esa forma tan varonil. Por lo que sé, la dejó tan satisfecha que ya no quiere más mulatos.

Yo me centré en no perder lo ganado con las demás ese dia, y Sara y la hermana se ocupan una de la otra. A Sara, Samuel ya le dio su parte por la tarde. Mientras, yo me llevé borracha a Sonia a casa esa noche. Tengo que reconocer que, para distraerla, me acosté con ella, y que verla desnuda me calentó. Sonia es una mujer voluptuosa y sensual, tiene las tetas más grandes y bonitas que haya visto, aunque Samuel dice que las mías son mejores. Al frotarnos desnudas, la una contra la otra, no pude evitar correrme al sentir sus pechos en mi cuerpo y sus muslos rozándome entre las piernas. Acabamos haciendo la tijera, hasta que desfallecimos, me costó un montón sacarla de sí, casi admiré a Samuel, por dejarla tan ida que a veces no se levantaba de la cama en todo el día.

Por la mañana he hablado con Samuel, y todo va bien. Creo que está todo controlado, y que no tendrá que acostarse con su hermana para devolverlos a todos a casa. Eso me alivia, sé que estoy haciéndolo mal, y que no estoy siendo profesional, pero no puedo evitar sentirme así.

DIA 43.

Estoy llorando ahora mismo.

He leído el diario de la hermana, y mis sospechas son ciertas. Es lesbiana, y está pensando en no volver a casa por miedo a su padre. También dice que Samuel es su única esperanza, y por eso se mete en su cama, le quiere mucho, y si él la toma, cree que se le pasarán las ganas de mujeres. Con el miembro de Samuel, no me extrañaría, hasta yo me cuestiono ciertas cosas.

Tengo que hablar de esto con Samuel, ha de acostarse con su hermana para que también vuelva a Madrid con su padre. Samuel está en la piscina, pero sé que me dirá, que no, a su hermana no le haría eso.

Tengo que convencerle de algo que no quiero que haga, y que él no quiere hacer. ¿Cómo puedo ser tan estúpida de pensar en Samuel todo el tiempo? ¿Por qué me afecta tanto que se acueste con su hermana? Es un trabajo, debo serenarme, nada más. Samuel es sólo un hombre más, y realmente no me quiere, está enamorado de alguien que no existe.

DIA 45.

Estoy cansada de llorar y discutir.

Samuel no cede, no se acostará con su hermana, por que dice que me quiere, y que no lo hará, si eso me hace daño. El muy carbón ve a través de mi escudo, me ve, y me quiere, me ama con rizos y todo. Qué iluso, si supiera la verdad, le repugnaría.

Y pese a esto, siento unos sentimientos cruzados extraños en mí. Miedo, pánico y terror, pero no sé a qué, a que Samuel se acueste con su hermana, a que no lo haga, o a que realmente me importe si lo hace.

Creo que Samuel lo hará, pero sólo por que así me hará feliz. He conseguido que se crea eso, al menos puedo ocultarle a Samuel que, sólo de imaginármelo, se me rompe el corazón.

DIA 46.

Estoy camino a Madrid.

Enredando mis dedos en mis rizos, y oliendo el aroma a manzana que tanto le gustaba a Samuel de mí. Llorando como nunca creí posible, y menos por alguien que no fuera yo. Samuel entró en la habitación de su hermana por mí, y terminó acostándose con su ella y con Sara. Creía que aguantaría en la puerta, pero los oí gemir y no pude quedarme.

Le dejé una nota a Samuel, y el móvil, tengo por costumbre desvanecerme de él una vez hecho el trabajo, sin dejar nada atrás, pero no quiero que Samuel me olvide del todo. Al menos, Samuel tendrá un recuerdo, y las fotos, de esa chica, tan divertida dulce y cariñosa, que le ama, tan perfecta para él, como irreal. Vanesa no existe, pero eso, Samuel no debe saberlo nunca.

Estoy echa polvo, nunca me había pasado, nunca nadie me había llegado tan dentro, y tenía que alejarme de Samuel. Sufrirá un tiempo, pero es mejor para él, es un niño rico, que su padre le paga todo, y yo, un puta, “especializa en manipulaciones”, sí, pero un puta. No podría salir bien, él se merece algo mejor que yo. El problema, es que me lo llegué a plantear, y sólo el hecho de planteármelo, me demuestra que no es sólo una justificación vaga de mi subconsciente.

Me odio, y me doy asco, por que le he abandonado. He abandonado al único hombre al que he amado.

Fin.

 

Relato erótico: ” Cayendo en la red 1″ (POR XELLA)

$
0
0

Amanda era una mujer joven que había conseguido todo lo que tenía con esfuerzo y dedicación. A sus 35 años, había conseguido un puesto de directiva en un importante periodico de tirada nacional. Ya llevaba varios años trabajando allí, pero no fue hasta el año anterior que reconocieron sus méritos con ese ascenso.
Desde ese día, su vida había dado un vuelco y había pasado a priorizar su trabajo hasta tal punto que centraba su vida en él. A eso ayudaba que vivía sola. Debido a su trabajo, se fué del pueblo de sus padres y se mudó a vivir sola a Madrid. Esa libertad le ayudó en su momento a poder llevar su vida sin dar explicaciones a nadie, si quería llevar un chico a casa lo hacía con libertad y, además, con bastante frecuencia. A Amanda le gustaba salir a ligar, pensaba que tenía un buen cuerpo y no se equivocaba, morena, 1.80 y una figura estupenda respaldaban ese pensamiento.
Pero todo cambió con el ascenso. El trabajo consumía todo su tiempo y ya no tenía la libertad que poseía antes, pero no le importaba, estaba triunfando y eso la realizaba.
Amanda salió hecha una furia de esa reunión. No podía entender como los directivos podían ser tan cerrados… ¡Tenía la exclusiva del año en sus manos! ¡Y no la dejaban publicarla! No podía creerlo… Y el peor de todos era Gabriel… Desde que la ascendieron, se sentía amenazado por ella, así que siempre se oponía a todo lo que proponía, fuese lo que fuese…
Estaba intentando sacar a la luz un escandalo que había descubierto. Había descubierto que un político del gobierno, estaba gastándo dinero público para irse de putas… ¡Y encima se oponía fuertemente a la prostitución! Iba a ser la noticia del año, pero parece ser, que ese político era un importante inversor del periodico y no la iban a dejar sacar esa información…
Llegó a su despacho encendida y descargó sus reflexiones con su secretaria. Susana siempre había sido una buena compañera y, cuando la ascendieron, la ofreció seguir trabajando con ella como secretaria. El nuevo cargo le había sentado bien, desde entonces empezó a ir más alegre al trabajo, incluso podría decirse que empezó a vestir más sexy demostrando así su confianza en sí misma.
Susana, al ver a su jefa tan estresada y cabreada se le ocurrió una idea.
– Oye Amanda, entre amigas… ¿Cuanto hace que no estás con un hombre? – Preguntó.
– ¿Qué? ¿A que viene eso? – Respondió Amanda, indignada.
– Vamos… Hay confianza… Yo pasé por lo mismo hace tiempo, porque debido al trabajo no tenía tiempo de “echar una canita al aire” y eso me frustraba… ¡Y mirame ahora!
– ¿Que quieres decir?
– No puedes dejar que tu trabajo te consuma por dentro… No es sano… Tienes que adaptar tu vida para tener tiempo para tí.
– Pero es que no tengo tiempo, ¡Y menos para salir a ligar!
– ¡Ahí quería llegar yo! ¿Ves como ahí estaba el problema? Mira, yo conocí gracias a una amiga una red social para contactos sin compromisos. Te evita pasar tiempo en un bar conociendo a los candidatos.
– ¿Una página de contactos? ¡No jodas!
– ¡Pero mírame! Yo estoy mucho mejor desde que hecho un polvete de vez en cuando.
Amanda pensó que era verdad… Su secretaria tenía un aspecto inmejorable…
– Bueno… podría probar…
– ¡Eso es! Esta noche te mando la invitación para que puedas acceder.
– Bueno, ya hemos hablado suficiente de este tema…
Amanda entró a su despacho, pensando que todo esto de la web era una tontería.
Nada más llegar a casa, Amanda, como hacía todos los días, se quitó la ropa y se metió a la bañera a darse un baño relajante. Le encantaba ese momento del día, era el único que tenía para ella. Se ponía música suave, unas velas e intentaba dejar la mente en blanco, aunque cada vez la costaba más.
Mientras se bañaba, no dejaba de darle vueltas a la idea de la página, pero, ¡A ella no le hacía falta entrar en una página de contactos para ligar! Siempre había conseguido a los chicos que había querido… y entrar en una página para ello… Le parecía humillante…
Pero por otro lado… Es verdad que no tenía tiempo para nada… Y ella siempre había tenido una vida sexual bastante activa… Su cuerpo y su humor notaba la falta que le hacía un buen polvo…
Cuando salió del baño, se puso una ligera bata de seda y fue a encender el ordenador. Por probar no perdía nada…
Buscó el e-mail de Susana con la dirección y accedió al link. La recibió una pantalla con mensajes de lo que podría encontrar en la página, anunciaban su discrección, sus altos resultados y resaltaban las opiniones positivas de sus usuarios… ¡Hombre claro! ¡No van a poner en portada las negativas! Una ligera musiquilla de fondo estaba activada. Amanda buscó la opción para desactivarla, pero no la encontró.
Aún esceptica, Amanda comenzó a rellenar los datos de registro. Rellenó su edad, localidad e e-mail y, como alias, eligió Mariposa35. El resto de datos no los vió necesarios y, por supuesto, no subió ninguna foto.
Al ver la sección principal de la página, vió que ya tenía un contacto, “Debe ser el usuario de Susana” pensó, y efectivamente, al ver las fotos lo confirmó. En la página se llamaba Scarlata, pensó que le iba muy bien debido al color pelirrojo de su pelo. Estuvo curioseando sus fotos y se sorprendió de que casi todas eran posando de forma sexy. No había imaginado que Susana fuera así.
Había una sección privada del usuario, pero parece que no la dejaba acceder…
Siguió curioseando la página y vió que había mucha gente registrada, tanto hombres como mujeres. Estuvo viendo muchos perfiles y todos tenían sección privada. ¿El suyo tendría también? No había visto la opción… Cuando quiso darse cuenta era tardísimo. Apagó el ordenador y se fue a dormir, pero esa noche no durmió bien. Tuvo sueños extraños, con la musiquilla de la página que no se le iba de la cabeza y una voz que la hablaba. En esos sueños estaba follando continuamente, pero no era nada que hubiese vivido antes… Durante todo el tiempo era tratada como un objeto, siendo usada para obtener placer y nada más mientras la voz hacía incapié en ese aspecto
…No eres nada, tu placer no importa, sólo eres una boca, un coño, un culo, unas tetas. Tu misión es dar placer, ser usada. Tu opinión no importa… – Le decía la voz
Cuando se despertó, tenía las bragas empapadas.
– ¡Vaya! Parece que al final te registraste, ¿Eh, Mariposa35? – Le dijo Susana nada más verla.
– ¡Sshhh! ¡Nada de hablar de eso aquí! Sólo me he registrado por probar, y no me gustaría que la gente andase cuchicheando…
– Está bien, está bien… Aunque no le veo nada de malo…
El día fue tan malo como el anterior, no tuvo reunión, pero el flujo de e-mails que le llegaron durante el día hacían ver que nadie había cambiado de opinión en el asunto del político. Tenía que hacer algo, ¡No podía dejar pasar esa oportunidad!
Llegó a casa e, igual que todos los días se dió un baño relajante. Cuando salió, nuevamente encendió el ordenador. La musiquilla volvió a abordarla y esta vez ni siquiera intentó desactivarla. Pasó varias horas viendo perfiles pero sin atreverse a contactar con ninguno todavía. Muchos hombres tenían fotos, y le llamaba la atención que la mayoría de ellos eran bastante jóvenes. En muchas de las fotos, al igual que Susana, se mostraban posando y ofreciendo posturas en las que se veían claramente sus músculos. También siguió curioseando perfiles femeninos. Quería ver también el “nivel” de mujeres que accedía a la página. Al igual que los hombres, la mayoría eran mujeres jovenes y practicamente todas tenían fotos exhibiendose. Se imaginó a si misma haciendose fotos sexys frente al espejo igual que el resto, pero deshechó de inmediato la idea. Aún así, un pequeño escalofrío la recorrió la espalda con ese pensamiento.
Nuevamente, se le hizo tarde a la hora de irse a dormir, pero esta vez no fue tan fácil. Ya en la cama, empezó a pensar en cómo sería ir un poco más allá y contactar de verdad con alguno de los hombres que había visto.
…Eres una zorra, necesitas una polla, tu misión es dar placer…
No sabía de donde salía esa voz, pero ese pensamiento hacía que su entrepierna se humedeciese. Imaginarse tener una polla delante de ella después de tanto tiempo, notar su olor y su sabor mientras la recorría con su lengua (…Eso es, tragatelo todo, sólo eres una boca, un coño…), lentamente, desde la base hasta la punta, mirando a los ojos a su imaginario amante mientras se tragaba su tranca una y otra vez. No pudo resistir la calentura y llevó sus manos a su coño, ¡Estaba chorreando! (…Sólo eres un coño, tu placer es ser usada…) Los dedos de su mano derecha entraban en él como un cuchillo caliente en mantequilla, mientras que los de su mano izquierda se entretenían en su clítoris, acariciandolo y jugueteandolo con él.
Sus fantasías avanzaban. Se estaba imaginando a cuatro patas en el borde de la cama, mientras su amante imaginario la penetraba el coño con fuerza (…Tu placer no importa, tu misión es dar placer…). Ella gemía de placer, tanto en el sueño como en su cama, estaba a punto de correrse y aceleraba el ritmo de sus dedos. El placer la consumía (…Su placer es tu placer…), se retocía entre sus sábanas mientras se colocaba ella a cuatro patas, simulando de verdad estar con ese hombre imaginario. La cara pegada a la almohada, el culo en pompa (…Eso es, ofrecete, eres un objeto…) y sus manos entre las piernas masturbando su coño con energía. En esa posición le sobrevino el orgasmo. No se contuvo y soltó un grito de placer que debieron oir en todo el edificio.
Se quedó varios minutos en esa posición, acariciandose todavía, disfrutando de las sensaciones que hacía tanto tiempo que no tenía. Los sueños húmedos la abordaron de nuevo esa noche, al igual que las voces. Al día siguiente, se desperto boca abajo en la cama y desnuda, ni siquiera se había arropado. Las manos le olían a sexo lo que la hizo recordar la noche anterior y ponerse cachonda.
Ya en la oficina, pasó el día con sus pensamientos puestos en la noche anterior. No estaba para nada segura de quedar con nadie de la página, todavía le parecía humillante para ella, una mujer que había conseguido a todos los hombres que deseaba.
Durante el día, se fijó en Susana. No se había dado cuenta realmente de todo lo que había cambiado desde que era su secretaria… Amanda quedó pensativa, si todos sus cambios eran debidos a quedar con hombres a través de la página, a lo mejor sí que debería hacerlo ella también… Necesitaba desfogarse (…Necesitas una polla…), la noche anterior lo demostraba…
Se sorprendió durante el día fantaseando con como sería quedar con un hombre simplemente para follar (…Para ser usada, tu boca no te pertenece, tu coño no te pertenece…), sin más complicaciones. Podría hacer lo que quisiera, comportarse como quisiera… Incluso podía… dejarse usar… ser un objeto (…Eres un objeto…) de placer… Daba lo mismo, no le volvería a ver en la vida.
Esa noche, al llegar a casa, se llevó el portatil al baño, y apoyándolo sobre un soporte para que no se mojara, se metió en la bañera con él. Comenzó a mirar perfiles, mientras tarareaba la pegadiza musiquilla de la página y sin darse cuenta, acabó curioseando el perfil de Susana.
Comenzó a mirar las fotos, desde las más antiguas a las más nuevas y se veía perfectamente el cambio que había dado. De vestir de manera sobria y elegante, a subir fotos con escotes de vertigo y minifaldas enanas (…Ella es un objeto, tu eres un objeto…). Su pelo tambien había cambiado. Antes era castaño ligeramente cobrizo y ahora era mucho más pelirrojo, se lo había cortado y alisado. Tenía que reconocer que le quedaba genial…
Intentó mirar de nuevo el área privada, pero seguía sin poder hacerlo… ¿Cómo se podría ver? Pensando en ello se dió cuenta de la cantidad de visitas que tenía el perfil de Scarlata. ¡Eran muchísimas! Sintió envidia de ella, aún sabiendo que el suyo sólo llevaba un par de días… Seguramente si subiese alguna foto tendría más exito… ¿Exito? ¿Realmente pensaba eso? La página era para lo que era y tener éxito en ella significaba… ¿Con cuántos hombres de la página se habría acostado Susana? Se imaginó a su secretaria de rodillas, con uno de sus amantes, mientras le comía la polla. Amanda comenzó a masturbarse. Sus manos actuaban con frenesí mientras su cabeza proyectaba imagenes de Susana montando al amante imaginario (…Su misión es dar placer, tu mision es dar placer…). El extasis le llegó en el momento en el que veía como el hombre descargaba toda su leche sobre la cara de la chica.
Cuando su cuerpo se recuperó, comenzó a sentirse culpable… ¡Se había masturbado pensando en Susana! No manteniendo relaciones con ella, pero aún así…
Salió de la bañera, se secó y, después de cenar algo ligero, se fue a dormir dándole vueltas a lo que acababa de hacer.
Al día siguiente no podía mirar a Susana a la cara. Estuvo esquivandola durante todo el día… Mientras estaba en su despacho, imagenes de su secretaria siendo follada acudían a su cabeza.
Después de comer, Gabriel entró a su despacho.
– Buenas tardes Amanda. – Saludó.
– Buenas tardes. – Replicó ella, fría.
(…Necesitas una polla, tu boca no te pertenece…) Amanda se quedó unos segundos bloqueda… esa voz en su cabeza la desconcertaba…
– Espero que hayas reconsiderado el tema del político que tratamos el otro día…
(…Debes obedecer, tu misión es dar placer…)
– ¿Reconsiderarlo? ¿Estás de broma? ¡Es un bombazo! No podemos dejar pasar esta oportunidad… ¡Nos pondremos a la cabeza de ventas!
– ¿Pero no ves los daños colaterales que tendríamos? Perderíamos la financiación que nos proporciona y, por si no has visto los números, es bastante alta…
(…Mira su polla, necesitas chuparsela, tu lugar es estar de rodillas ante los hombres…)
– Cla… Claro que los he visto… ¡Pero mi ética profesional me impide mentir por dinero!
– ¿Ética? ¡La única ética que mueve al mundo tiene forma de billetes!… Veo que sigues en tus trece… Bueno, he estado hablando con la junta directiva y no te permitiremos sacar esa información… Así que reconsideralo o…
– ¿O qué? ¿Vienes a mi despacho a amenazarme? ¡Lárgate!. – Amanda comenzó a empujar a Gabriel fuera del despacho y le dió un portazo en las narices.
Se quedó frente a su escritorio, temblando de odio, mientras maldecía a Gabriel y a los directivos. ¿Cómo podían venderse así?
Toc toc.
Amanda se quedó esperando, no quería ver a nadie ahora mismo. La puerta se abrió lentamente.
– ¿Estás bien?. – Preguntó Susana.
– Si.
– He oído la discusión y he pensado…
– ¡No pasa nada! – La cortó Amanda, más dura de lo que quería.
– Yo…
– Ncht… Lo siento, no quería pagarlo contigo… ¡Pero es que éste tío es insoportable! ¿Cómo pueden dejar pasar esta oportunidad? ¡Y encima me amenaza!
Cuando Amanda dijo esto se quedó mirando a Susana y se acordó de repente de lo que pasó la noche anterior. El rubor ascendió por sus mejillas y apartó la mirada, esperando que Susana no se hubiese dado cuenta.
– ¿Que ocurre?. – Preguntó esta.
– N-No es nada, no te preocupes. Llevo un tiempo con demasiada tensión…
– Aaaaah bueno, si sólo es eso yo tengo la solución. Mira, este fin de semana voy a tener una cita con un chico de la página de contactos. Busco otro y te vienes tu también ¿Vale?
– P-Pero…
– ¡No acepto un no por respuesta! Ya esta hablado, el sábado por la mañana te diré la hora y el sitio. ¡Ponte guapa! – Y tras decir esto guiñó un ojo a Amanda y salió por la puerta.
El resto del día lo pasó con la cabeza a punto de estallar, entre la discusión con Gabriel y la perspectiva de la cita del fin de semana no pudo concentrarse en nada. Estuvo pensando en qué se iba a poner, porque vistas las fotos de Susana, ella se iba a poner despampanante, (…Exhíbete, debes estar preparada para tu hombre…) y no podía ser menos que su secretaria… Las imagenes de Susana de rodillas chupandosela al amante imaginario acudieron a su cabeza y un escalofrío recorrió su coño. Entonces pensó que ella se encontraría en la misma situación dentro de un par de días… con un hombre totalmente dispuesto delante suya…
Salió de su despacho directa al servicio, cerró la puerta con pestillo y, levantando su falda, bajó su tanga y comenzó a masturbarse violentamente. ¿Qué la estaba pasando? Ni siquiera se podía controlar… Los gemidos escapaban de su boca a un volumen demasiado alto como para ser discreto.
Cuando estaba a punto de correrse llamaron a la puerta.
– ¿Estás bien? – Era Susana.
– ¡S-Si!
– ¿Seguro? ¿Necesitas hablar?
El pensamiento de tener a Susana al otro lado de la puerta terminó de llevarla al éxtasis y se corrió mordiendo su mano para no emitir ningún sonido.
– ¿Amanda?
– ¡Si! N-No te preocupes, estoy bien… Ya salgo… – Amanda abrió la puerta. – Me ha sentado mal la comida… Creo que voy a irme a casa
– De acuerdo… ¿Seguro que estás bien?. – Susana arrugó la nariz. El cubículo del baño debía oler fuertemente a sexo. Amanda se puso nerviosísima y excusandose se fue a su despacho, recogió sus cosas y se fue a casa.
Cuando llegó a casa, abrió su armario y sacó toda la ropa que podía elegir para ponerse el sábado. Después de revolverla toda y probarse varios modelitos, pensó que no le convencía ninguna. Estaba decidido, mañana se acercaría al centro comercial a comprar algo adecuado.
Esa noche volvió a masturbarse frente al ordenador, ya se estaba convirtiendo en costumbre. Ya sólo con oir la musiquilla de fondo comenzaba a ponerse cachonda…
Estuvo toda la noche buscando perfiles, pensando cual de todos ellos sería “su hombre”, ante cual de todos se abriría de piernas en un par de días… Se imaginaba siendo follada por cada uno de los hombre que veía en la página (…Solo eres un coño, un culo, una boca…). Le vino un orgasmo y luego otro. No se lo podía creer, ¡Parecía una ninfómana!
Casi no durmió esa noche. Despues de meterse en la cama la sobrevinieron sueños en los que montones de hombres la follaban y se corrían sobre ella, y ella lo disfrutaba… Pero esta vez, cada vez que se despertaba, tenía la imperiosa necesidad de masturbarse.
Cuando fué a trabajar al día siguiente, se vistió algo más sexy. Una falda ajustada por encima de la rodilla y una blusa con escote, además de medias y unos tacones más altos de lo que solía llevar. Susana la alabó cuando la vió (…Debes vestir como la zorra que eres…), la felicititó porque se la veía más animada que el día anterior.
Nada más salir del trabajo, Amanda se fué de compras. Arrasó con varias tiendas comprando todo tipo de prendas y todas ellas indicaban que la que la llevase estaba buscando guerra, quería asegurarse de que no quedaba duda… También compró un par de conjuntos de lencería, medias y liguero. Cuando estaba saliendo del centro comercial, se fijó en una tienda a la que nunca había prestado atención. Estaba en un rinconcito y tenía unas fuertes luces rojas, era un Sex Shop…
Nunca había entrado en ninguno y se sentía como si estuviera haciendo algo malo, pero eso la ponía cachonda tambien. Estuvo mirando toda la tienda, sin prisa viendo las pelis porno (…Ellas han aceptado lo que son, ¿Serías capaz de lo que hacen ellas?…), los consoladores, los disfraces…
Cuando llegó al mostrador dejó los productos que había elegido, un par de vibradores y unas bolas chinas. A la hora de pagar coqueteó con el dependiente (…Necesitas una polla, debes obedecer…), que no ocultaba el deseo que le producía ver a una hembra como ella llevándose todos esos cacharros. Salió de la tienda tarareando una musiquilla que no se le iba de la cabeza y fué directamente a casa.
En cuanto llegó, comenzó a probarse modelitos mientras iba encendiendo el ordenador. Se miraba en el espejo y estaba fabulosa. Parecía una loba (…Una loba no, una zorra…) pero extrañamente eso le gustaba… Se quedó mirando frente al espejo, posando, pensando si hacerse alguna foto para la página… Pero no sabía donde tenía la cámara… Daba igual, ahora su prioridad era otra.
Se tumbó en la cama con el PC y comenzó a probar sus juguetitos. Abrió la página de contactos pero la dejó en segundo plano. Esta vez necesitaba algo más directo y comenzó a navegar por páginas porno. Las sensaciones que le producía el vibrador la volvieron loca, corriendose con él varias veces, pero las bolas chinas las dejó para otra ocasión.
La mañana del sábado, ni siquiera salió de casa. Estuvo todo el tiempo frente al PC viendo porno, imaginandose como sería ser una de las chicas de los videos, ser follada brutalmente por un hombre fuerte, recibir su corrida en la cara…
Cuando llegó la noche acudió a donde le había indicado Susana. Había perdido la cuenta de cuantas veces se había corrido ese día, pero seguía estando cachonda…
Cuando vió venir a Susana se quedó con la boca abierta, sabía que iría sexy, ¡Pero no pensaba que lo haría de aquella manera! Llevaba una camisa que por el aspecto era una o dos tallas más pequeña, coletas y una minifalda tableada que no se podía denominar minifalda, cualquier movimiento hacía que se la viera el culo.
Ella se había puesto un vestido provocativo, con la espalda al aire, pero nunca tanto como ella… Sintió celos… (…Eres un objeto, ella es un objeto, te va a quitar a tu hombre…) Seguro que ella satisfacía más a sus futuros compañeros así vestida…
– ¡Hola Mariposa35! ¡Que guapa te has puesto! – La saludó.
– ¿Y tu?… ¿Cómo te has vestido así?
– Bueno… venimos a zorrear un rato ¿no? – Dijo, guiñándola el ojo. – Venga, vamos que nos deben estar esperando.
Agarrando a Amanda por el brazo entró en la recepción del hotel. Allí estaban, dos hombres apuestos y fuertes, hablando entre ellos. Amanda no pudo evitar fijarse en sus entrepiernas… ¿Cual sería el suyo?
Ni siquiera cruzaron más de tres palabras. Se saludaron y se repatieron a las chicas.
Ya en la habitación, el hombre se mostró rudo y decidido, no dejaba a Amanda hacer nada. Sus fuertes manos la despojaron rápidamente del vestido, dejándola en ropa interior y tacones. La puso de rodillas e inmediatamente le puso la polla frente a la cara. (…Necesitas una polla, chúpala, satisface a tu hombre…) Amanda no necesitó más, se lanzó a devorar la verga que la estaban ofreciendo, lamiendo de arriba a abajo, jugueteando con los huevos mientras miraba fijamente a su hombre. El hecho de llevar a la realidad la fantasía que había tenido durante toda la semana la estaba volviendo loca de placer y comenzó a masturbarse mientras se tragaba aquella enorme polla.
La mamada se prolongó durante unos minutos más en los que a Amanda le dió tiempo a correrse. Este hecho no paso desapercibido para su hombre, que la levantó del suelo y la tendió bocaabajo sobre la cama. Le bajó el tanga con una mano y, echándose sobre ella la penetró de golpe. Amanda no podía moverse, tenía todo el peso del hombre sobre ella y sólo podía aguantar sus embestidas. Los gemidos se escapaban sin parar de su boca, pero, cuando estaba a punto de correrse de nuevo, su hombre sacó la polla de repente.
– ¡No! – Gritó Amanda, echándo el culo hacia atrás para evitar la fuga de la polla.
Ese movimiento fue aprovechado por el hombre para apuntar con la polla al culo de la mujer. La punta de la polla había entrado cuando Amanda fue capaz de reaccionar, ¡La iba a dar por el culo!. (…Tu culo no te pertenece, eres una zorra, sólo sirves para dar placer…) Se revolvió como pudo y escapó de debajo del hombre.
– ¿Qué crees que estás haciendo? – Le gritó. (…¿Que crees que estas haciendo tu? No tienes capacidad de elegir…)
– ¿No me vas a dejar que te de por el culo? Puff vaya zorra de mierda… (…Eres una zorra de mierda…) Eres la primera que se niega desde que ingresé en la página… ¡Mierda! Tenía que haber elegido a la otra tía (…Ella es mejor zorra que tú…), seguro que Edu le está reventando el culo a ella…
Amanda se quedó sin palabras, no supo cómo reaccionar ante aquellas palabras… La voz de su cabeza estaba enfurecida. Sintió indignación por lo que el hombre había intentado hacer, pero muy ligeramente. El sentimiento que la embargaba era de fracaso. Susana era mejor zorra que ella… El resto de mujeres de la página eran mejor zorra que ella, ¡Era una fracasada!
– Bueno, yo todavía no me he corrido, a diferencia de tí, así que por lo menos ven aquí y chúpamela hasta que acabe.
Amanda se acercó sin rechistar y, poniendose a cuatro patas sobre la cama comenzó a tragarse de nuevo aquella polla. Cuando su hombre terminó, lo hizo dentro de su boca y Amanda se lo tragó todo, intentando con ello mejorar la la impresión que ese hombre se llevaría de ella.
Una vez acabó, el hombre se vistió y se fue. Ella bajó a la recepción y espero a Susana en uno de los sillones que había allí. Todavía tardó una hora más en bajar.
PARA CONTACTAR CON LA AUTORA
Paramiscosas2012@hotmail.com

http://losrelatosdexella.blogspot.com.es/

Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

 

Relato erótico: ” Niña curiosa 3″ (POR LEONNELA)

$
0
0

El agua de la regadera caía sin compasión, salpicando los azulejos de las paredes, y la sombra atlética de mi tío, se dibujaba a través del cristal de las portezuelas… bendita el agua que besaba su desnudez, bendita su desnudez que despertaba mi lujuria. 
El momento mágico de mi primera vez, no había aplacado mi curiosidad, sentía unas ganas enormes de descubrir más; mis pensamientos se distraían continuamente, recordando aquel sexo que penetrándome me había causado tanto placer y la imagen de su reata chocando en mi coño, se repetía hasta en mis sueños, haciendo que despierte con una inquietud entre mis piernas y con el biquini húmedo perdido entre las sábanas.
Aquella tarde, me escabullí al interior del cuarto de baño, envalentonada por una curiosidad mal sana de espiarle, de recorrer nuevamente con mis ojos ese cuerpo que hace tan poco me había hecho mujer.
 Sin duda mi tío era hermoso, tenía la espalda ancha, los brazos fibrosos, las manos grandes que me hacían recordar como mis pechos guarecieron en ellas,  los muslos fuertes como columnas macizas, un vientre firme lleno de vellos y las caderas ágiles, muy ágiles para dar batalla…
Instintivamente mis ojos bajaron en el  instante en que deslizaba la espuma a su pelvis,  acariciaba su pene, lo tomaba en su manos retirando el velo que cubre su glande, hizo un par de movimientos de subida y bajada, y automáticamente comenzó a endurecerse, a templarse tomando forma de una arma que  apunta hacia el frente, yo lo miraba boquiabierta y se me antojaba ser herida, apuñaleada repetidas veces hasta  matar mis bajos deseos; luego acarició con su otra mano sus esferas, dejando que  el agua tibia caliente sus ganas  y sé, que mientras se la halaba… pensaba en mi
No pude evitar que un estremecimiento en medio de mis muslos me traicionara, tampoco pude impedir que la tanga  se me mojara, estaba allí, absorta, gozando en silencio, mirando como su pieza crecía hasta marcar  sus venas y tomar el tono rojizo de un miembro  que goza de una buena manoseada.
Levanté la una pierna sobre el inodoro, haciendo a un lado la tanguita deslicé mis dedos por mis pliegues, imaginando que en lugar de  sus manos fuera mi boca la que se acoplara a su sexo, sé que podía entrar y darle al menos una chupada, pero me sentía pegada al piso… ¡cómo me incendiaba viéndole masturbarse.!!
Colgado de la portezuela  su bóxer se bandereaba, fetichista acerque mi rostro y percibí una vez mas su aroma, como si llenándome por dentro de ese olor carnal pudiera aplacar mis pinches ganas de ser cogida…soñaba con que me reclinara contra la pared, abrir mis piernas y a medida que el agua cayera sobre mis caderas, él chapuceara en mi coño…
Apurada levante mi camisetilla, mis manos corrieron a masajear mis senos, mis pezones dando muestras de alegría se tensaron y mis dedos se extendieron  hacia ellos para intentar calmarlos. Sentía mi sexo húmedo, los labios hinchados y el clítoris se levantaba exigiendo caricias. Quien era yo para negarle a mi cuerpo el placer que necesitaba, como podía impedir que mis dedos bajaran a descubrir los caminos   que me llevan a una buena corrida, sin embargo pese a mis crecientes deseos aun era una chiquilla inexperta y no hacia mas que sobar torpemente en busca de aquellos puntos que me hicieran gemir.
Estaba embebecida, la espuma caía por la espalda de Martín, perdiéndose en su trasero, mientras una ligero chorro de agua tibia bañaba su rostro deslizándose hacia el pubis, su mano continuaba aprisionando su falo mientras con la otra se apretaba los testículos, de rato  en rato las intercambiaba acompañado de un suave gemido que se confundía cono el ruido de la regadera.
De pronto la  cortinilla se abrió y heme ahí con la cara viciosa…las manos entre mi sexo y el cuerpo tenso en espera de un desenlace…
_Que pasa nena!!…será que en esta casa ya no es posible ducharse con privacidad? dijo mientras maliciosamente sonreía
Sentí arder mis mejillas, y huí hacia la salida acompañada de su risa burlona, pero llenándome de altivez me volteé diciendo:
_No puedes salir de la ducha… mientras no me hayas enseñado a masturbarme!!
Sus ojos se abrieron sorprendidos y su pene volvió a tensarse….
Me besó dulcemente… la frente…los ojos…la boca, se puso en cuclillas mientras me ayudaba a sentarme en el filo del inodoro dejándome despatarrada.
_Es fácil mi niña…primero aprende a jugar con tus pechos…
Con sus manos abrazó mis senos dándoles suaves giros, primero hacia la izquierda, luego  a la derecha como si los enroscara, se sentía una tibieza especial, con sus dedos acariciaba hacia los costados, desplazándolos en forma diagonal desde las costillas hacia el centro, yo gemía entre cada apretón mientras él continuaba paulatinamente hacia los pezones rozándolos sutilmente y de cuando en cuando estirándolos sorpresivamente.
Con dos dedos como si fueran una tijereta  sostenía un seno mientras su otra mano  atornillaba deliciosamente el pezón, luego intercalaba; su lengua se paseaba por la aureola abriendo la boca totalmente y succionando desde la base hasta terminar halando los pezones con sus dientes, los chupaba incansable haciendo que yo expulsara el tórax hacia adelante en busca de más succiones, moría de felicidad…
Tomó mi mano e hizo que levantara mi seno a la boca, desde jovencita mis pechos fueron grandes, así que doblándome, con mi lengua alcanzaba a rozar  mis pezones… que  sensación mas deliciosa!!  mis propios labios jugueteando en  mis pechos.
Su mirada cachonda me animaba a continuar, a la vez que agachándose me ensalivaba las ingles, su palma quedó presionada sobre mi pubis imprimiendo movimientos de arriba  hacia abajo, que me hacían abrirme más,  jugueteó en mis labios menores frotándoles con pequeños golpecitos, la fricción  aumentaba sobre el capuchón de mi clítoris; sus yemas frotaban la base en forma circular mientras su otra mano tiraba de mis labios manteniendo una suave tensión a la a vez que un par dedos se introducían  en mi vagina, dándome la  sensación de querer venirme. A medida que aumentaba la presión y el ritmo, mis piernas se abrían y cerraban buscando alargar las contracciones, y justo en ese instante se zambulló en mi vagina  atrapando  los pliegues e introduciendo su lengua… no pude mas, me tensé, y exploté en un intenso orgasmo, que me dejó temblando.
Entre jadeo y jadeo miré hacia abajo, su pene estaba endurecido, destilando  gotillas, se incorporó y sujetándome de la mano me llevó a la regadera.
_Ven mijita …que ahora me toca a mí !!
Sin decir más me tomó de las caderas obligándome a doblar mi cuerpo hacia adelante  con  mis manos contra la pared, mis genitales quedaron abiertos a sus intenciones, y   agarrándome de la cintura, empezó un rápido movimiento de mete y saca, sus caderas golpeaban duro contra mi sexo y a medida que aumentaba el ritmo de sus embestidas el calor de sus palabras se hacia mas notorio.
-Te gusta putita? Te gusta como te la clavo?
_Siiii, Martín dame… dame mas fuerte, me gusta  mucho…
_Así esta bien mi golfilla ,? o quieres más duro…
_Mas duro tío ..,más duro… quiero correrme otra vez!!
Sus manos se aprisionaron de mis  pechos, mientas su sexo  me llenaba…el chorro de agua tibia caí en mi trasero y el choque de su pene contra mi vagina, producía sonidos como si chasqueara por dentro. Qué rico me la clavaba, entraba y salía sin compasión, follándome sin miedo, a momentos sus embestidas eran crueles  sin embargo mi cuerpo se acomodaba a sus embates… se sentó, y yo caí sobre él con las piernas separadas, le cabalgaba con furia,  mis piernas eran fuertes y no perdía el ritmo, ni tampoco  me perdía el placer de su rostro desencajado en un rictus de placer. Mi procedencia amazónica, mis raíces selváticas se imponían, despertando a una amazona, hambrienta por guerrear…
Mis tetitas se balanceaban y a momentos me tiraba hacia él dejando que las besara, para luego ofrecerle mi lengua antes de volver a cabalgar. Me sujetaba de las caderas dirigiendo el compás e impidiendo que me detuviera, tomó la manguera de la regadera, y abriendo el grifillo, dejó que un chorro con potencia cayera por mi culito, el agua tibia lo dilataba, y facilitaba la introducción de su dedo medio en mi esfínter, enloquecida y a punto de explotar de nuevo dejaba que me cogiera salvajemente. Aceleré el movimiento disfrutando de deliciosas contracciones que invadían mi vulva.  Notando que me corría, apuntó el chorro del agua contra mi clítoris alargando de manera gloriosa las pulsaciones y regalándome la mejor de  mis corridas.
Jadeaba emocionada, sintiendo aun como su pelvis golpeaba contra mi sexo, unas cuantas arremetidas más y el potente gemido de mi tío y la quietud de su cuerpo me indicaron que también se había venido.
Me quedé sobre él con mis piernas abrazando su espalda, y mi cabeza acomodada en  sus hombros.
Esa noche dormí delicioso, con el recuerdo de sus besos.
El fin de semana Martin llego de visita, siempre había tenido  la costumbre de pasar con nosotras y ahora lo hacía más frecuente que nunca. Aquel sábado nos habíamos quedado en casa, puesto que mi madre estaba algo desanimada y no tenia ganas de arreglarse para salir; se veía un tanto  marchita, creo que a la pobre le faltaba algo de compañía masculina.
En el almuerzo sentí la mano de Martin sobre mi muslo, deslizándose hacia arriba, últimamente no habíamos tenido  oportunidad de estar solos, y nuestros cuerpos se extrañaban; lamentablemente durante la mañana no habíamos podido pasar  de algún roce disimulado o un beso al apuro, y la tarde  no prometía nada ya que mamá se había recostado sobre el sillón, y ambos charlaban animadamente sobre trabajo y sus cosas  mientras yo definitivamente me aburría como una ostra. 
Fastidiada me retiré, no tenia  ninguna intención de que llegara la noche en aquella monotonía, tomé una ducha, y para vestirme agarré una  blusita que me llegaba hasta el ombligo  de esas que marcan los senos, y que por la finura de la tela resaltan los pezones, escogí una falda corta la más corta de mi ropero, el modelo coqueto se amoldaba a las caderas dejando exhibir  la silueta, así como los muslos desnudos que se alargaban con los tacones; usé maquillaje un tanto mas de lo usual que pese a ello no quitaba de mi rostro los últimos vestigios de inocencia que ahora se aleaban con una dosis fuerte de sensualidad
Sali de mi habitación y me detuve en las escaleras, el cuadro era perfecto, mi tío estaba ubicado en el sillón del frente mientras mi madre quedaba oculta por el espaldar del mueble. Bajé los escalones despacio,  zarandeando las caderas y taconeando suave, quería llamar su atención y lo estaba logrando, su mirada no perdía detalle de mis movimientos,  arrastrándose desde mis pantorrillas hasta mi rostro, con una descarada pausa en mis pechos…en mis caderas…en mis muslos…
Al ruido del taconeo mi madre se  dio vuelta y  algo contrariada señaló:
_Para donde vas Diana y….vestida así?
_Ay mama, déjame salir un rato solo voy donde mis amigas.
_Sabes que no me gusta que salgas sola y menos con ese tipo de ropa!!
_Mamá se te olvida que ya no soy una niña…solo quiero dar una vuelta
_Hija entiendo en la edad que estás, pero de ninguna forma sales así,  mira hasta tu tío se ha sorprendido de verte asi!!!
Reí  para mis adentros mi pobre madre no imaginaba porqué mi tío me miraba así…Martín tragó saliva y entre dientes musitó
_Si Dianita, estas muy linda pero mejor haz caso a tu madre.
_ Ok, entonces iré a encerrarme en mi habitación mientras todos se divierten!! Vaya familia que me ha tocado!!!
_Espera…espera hija,…dijo mi madre conciliadora,  porque no le dices a tu tío que te lleve a dar una vuelta?
Estaba consiguiendo lo que quería de manera  fácil…
_Ay mama, no se si es buena idea después de todo…no se si a mi tío le aburre estar conmigo, esto ultimo lo dije plantando intensamente la mirada en la bragueta de Martin
_Ahh…este… que dices Dianita, por mi no hay lío…te llevo a donde quieras.
Ese “a donde quieras“ lo sentí remarcado… todo estaba resultando como yo quería, a mamá misma se le “ocurrió la idea” y fue ella la que sugirió que saliéramos juntos o no?
Subimos al auto y mi tío algo nervioso arrancó a toda velocidad.
_Sabía que mamá no me dejaría salir  vestida así,  sin un guardaespaldas….ves tío que fácil se logra permiso sin levantar sospechas­…a poco no soy muy lista?
_Jajaja eres realmente un encanto y por cierto cual es el misterio, a donde vamos princesa­?
_A donde?…a…a… a tu casa…dije desviando la mirada hacia la ventana, un tanto avergonzada.
Llegamos, mi tío tenia un departamento que si bien no era muy grande si lo suficientemente cómodo; al cruzar el umbral, me abrazó por detrás llenando de besos mi cuello, y nos dirigimos a su habitación
_Espérame un minutico nena, voy a tomar una ducha, mientras puedes entretenerte viendo tv.
_ok, tío ve tranquilo.
Me tendí en su cama, me quite los tacones, y agarrando el control remoto empecé a buscar alguna programación que me entretuviera. Mi tío tenía cable internacional así que la cantidad de canales era innumerable, cambiaba uno a otro sin que nada llamara mi atención, hasta que una escena, me forzó a detenerme.
Una preciosa rubia se ubicaba en cuatro al filo de una mullida cama, sus cabellos caían por la espalda, y su desnudez dejaba ver la perfección de unas líneas que graciosamente se ensanchaban en las caderas, permitiendo ver entre sus muslos casi hasta su  alma…
Sus labios teñidos de rojo, se entreabrían, dejando escapar incesantes jadeos, sus pechos con botones disparados se bamboleaban al ritmo de los testículos del tipo que se la cogía, era  una diosa, una verdadera diosa del erotismo, y soñé… soñé con parecerme a ella…
Instintivamente, empecé a desvestirme, me quité la blusa, y saltaron mis pechos desnudos,  la falda cayó por el piso al igual que mi tanga. Coloqué mis rodillas en la cama, mis codos sobre el almohadón, y el espejo  del espaldar me devolvió la imagen felina de una morena sensual.
Me miraba a mi misma sin reparo, como desconociéndome, donde estaba quedando la jovencita inocente que se refugiaba dulcemente en brazos de su tío?…. Me sentía diferente, como si hubiera roto los grilletes que me encadenaban y al fin como una mariposa inquieta me abría a la vida y  al sexo
Un estremecimiento cortó el hilo de mis pensamientos, Martin estaba a mis espaldas contemplándome enmudecido, atreviéndose a rozar con su dedo el final de mi espalda, también  surcaba los senderos de mis caderas, las elevaciones de mis pechos, las planicies de mi vientre y cada recodo de piel que encontrara, mientras en la tv, la rubia  en igual posición gemía descontrolada…
Eres hermosa dijo casi sin aliento y yo  me sentí feliz, de ser la dueña de sus ojos y  la causante de que su toalla se levantara.
Con las yemas de los dedos, pellizcó mis labios mayores, juntándolos y besándolos lentamente. Abrió paso separando mis labios y  permitiendo  que su lengua acaricie mi sexo. Formaba círculos lentamente con su nariz, como si quisiera penetrarme con ella, luego hizo lo mismo con sus labios y su  barbilla… besaba profundamente. Mordisqueaba y chupaba suavemente el clítoris Intentando tomarlo entre sus labios y con ligeros soplidos me llevaba a la gloria…
_Ven chiquita quiero enseñarte algo…
Se recostó en la cama y yo quede sobre él, su boca a la altura de mi sexo y la mía al alcance del suyo en un magnífico 69, que me hacia alebrestar con una animalito goloso, separé todo lo que pude mis piernas para que el tuviera total acceso, a la vez que me llenaba la boca de toda su erección.
Mi lengua lo rozaba desde la base, se paseaba por la textura suave de su troco, alcanzando poco a poco la cima, mi boca llena de saliva formaba una cuna tibia que le ofrecía abrigo, y suavemente, engullí su glande.
Con mis labios  forme una O acorde a la medida de su vara, los ajustaba de modo que las sensaciones se multiplicaran, asi,  deslizándome hacia abajo terminé comiéndola entera, ligeras arcadas me hacían detener, por el tamaño y roce en mi garganta,  pero rápidamente conseguí ritmo y la gozaba increíblemente.
Que extraña y deliciosa sensación mezclada con la que él me regalaba… su lengua en forma de U daba largas y suaves lamidas, comenzando en el clítoris y acabando en la entrada de mi vagina. La endurecía e intentaba introducirla dentro. La agilidad de su lengua producía estremecimientos en mis labios mas aún cuando llevándola hacia atrás dejaba que jugueteara en mi cola. Su rostro zambullido llenándose de mi aroma y de mi humedad era el mejor incitante, y alocada, dejaba que mis pechos trabajaran en su pene para terminar desmayado en mi boca.
Cada bajada en su pene era compensada con el ingreso de su lengua en mi sexo, y cada agarre de mi clítoris con el de sus bolas, él empujaba las caderas hacia arriba, mientras yo las llevaba hacia atrás… mi boca quedó con su sabor y su rostro con mi aroma.
No se cuanto pasamos así, pero por la facilidad que tengo para alcanzar orgasmos  irremediablemente  me corrí, disfrutando de lengüetazos en mi sexo mas allá de mi intensa explosión.
Dio vuelta, me besó, con esa mezcla de dulzura y erotismo con la que fácilmente  me vuelvo putica, se recostó sobre mí  dejando que su pene besara mi coño, ingresaba suave muy suave, el glande…el tronco… la base…metía y sacaba con la fuerza necesaria para despertar  nuevamente mi hambre, pero no conforme con esa posición, levanté mis piernas acomodándolas sobre sus hombros. Diablos!!   Eso si era morir en vida…y renacer
Sus fuertes arremetidas golpeaban  contra mi sexo, yo  levantaba mis caderas buscando más presión, entraba y salía produciendo el ruido del mar chocando contra las rocas, pero lo único que chocaba eran sus bolas contra mi cola.
El sudor perlaba su frente y goteaba sobre mi cuerpo, volví a gemir presintiendo otro orgasmo, pero su lengua comiéndome la boca me distrajo de la sensación de querer venirme, casi inmediatamente se incorporó, y ubicándose detrás de mí, me apresó como perrita, como la sucia perrita que disfruta cogiendo.
Su pene se introdujo bruscamente obligándome a huir de su embate, pero sin dar tregua me agarró de la cadera dosificando sus entradas; en cuestión de segundos era mi cuerpo el que buscaba mas profundidad, y haciéndome hacia atrás escuchaba el golpeteo rico de copular.
La rubia chillaba en la tv, y yo berreaba en  su cama…
_Cógeme…cógeme…pinche cabrón!!! …dale a tu perra…dale lo que se merece!!!
_Y que es lo que quiere esta perra cachonda…si ya me la estoy empalando
_Quiero mas…quiero mas verga papito!!!
A cada palabra sucia, me devolvía una fuerte embestida, mi vocabulario se ennegrecía y el suyo también…
_Que buena zorringa me resultaste eh?
Tan zorra que con gusto te daré mi leche…donde la quieres? puta!!!
No alcancé a responder, porque un orgasmo, me hizo gritar dejándome desmadejada,  pero él sin detener los embates continuó agitando su pelvis, hundiéndose en mi laguna, chapoteando en mi mar, sus movimientos se hicieron más intensos más rapidos, como si a punta de metidas me arrancara la vida. Aun sintiendo una fuerte carga de sensaciones, expulsé mi trasero hacia atrás facilitando la cogida, dispuesta como una perra  sumisa que solo oye la voz del placer. Empujó una vez mas, profundo e intenso, noté el temblor de sus piernas,  el dolor de sus dedos engarifados  en mis muslos,  un gemido potente y la tibieza de su  lava estallando en mis profundidades.
Se dejó caer sobre mi espalda, y yo me desplomé rendida sobre la cama. Nuestra respiración se iba calmando y el huracán volvió a ser brisa…
_Sabes qué?
_Qué?
_Eres una linda putita, dijo con su acostumbrado guiño y su sonrisa dulce.
Sonreí  y extrañamente me ruboricé.
_Epa chiquita, tranquila…solo bromeo, fueron palabritas ricas del momento.
Asentí con mi cabeza y me refugié en sus brazos buscando seguridad
Acariciando mi cabello murmuró:
_Siempre serás eso…mi chiquita linda y de vez en cuando….mi… mi…mi putita deliciosa!!
Ambos reímos mientras nos encaminamos a la ducha.
Iba a apagar la tv, pero una imagen de la rubia, practicando sexo anal me hizo buscar su mirada…
_Qué!! no sabes lo que es sexo anal?
_Jajaja tío claro que lo sé, tengo 18!!…..pero…aún no lo he probado! Dije socarronamente
Dándome un azote en el trasero, rió diciendo:
_ Un día de estos voy a acabar con tooodas tus curiosidades….
Nuevamente gracias a quienes continúan la historia.
Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

“Las jefas, esas putas que todo el mundo desea” (POR GOLFO) Libro para descargar

$
0
0

JEFAS PORTADA2

Sinopsis:

Seleccion de los mejores relatos de Golfo sobre una jefa. 120 páginas en las que disfrutarás leyendo diferentes historias de ellas disfrutando o sufriendo con el sexo.

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

http://www.amazon.com/jefas-esas-putas-mundo-desea-ebook/dp/B015QIL9M8/

Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Acosado por mi jefa, la reina virgen.
―Manuel, la jefa quiere verte― me informó mi secretaria nada más entrar ese lunes a la oficina.
―¿Sabes que es lo que quiere?― le pregunté, cabreado.
―Ni idea pero está de muy mala leche― María me respondió, sabiendo que una llamada a primera hora significaba que esa puta iba a ordenar trabajo extra a todo el departamento.
“Mierda”, pensé mientras me dirigía a su despacho.
Alicia Almagro, no solo era mi jefa directa sino la fundadora y dueña de la empresa. Aunque era insoportable, tengo que reconocer que fue la inteligencia innata de esa mujer, el factor que me hizo aceptar su oferta de trabajo hacía casi dos años. Todavía recuerdo como me impresionó oír de la boca de una chica tan joven las ideas y proyectos que tenía en mente. En ese momento, yo era un consultor senior de una de las mayores empresas del sector y por lo tanto a mis treinta años tenía una gran proyección en la multinacional americana en la que trabajaba, pero aun así decidí embarcarme en la aventura con esa mujer.
El tiempo me dio la razón, gracias a ella, el germen de la empresa que había creado se multiplicó como la espuma y, actualmente, tenía cerca de dos mil trabajadores en una veintena de países. Mi desarrollo profesional fue acorde a la evolución de la compañía y no solo era el segundo al mando sino que esa bruja me había hecho millonario al cederme un cinco por ciento de las acciones pero, aun así, estaba a disgusto trabajando allí.
Pero lo que tenía de brillante, lo tenía de hija de perra. Era imposible acostumbrarse a su despótica forma de ser. Nunca estaba contenta, siempre pedía más y lo que es peor para ella no existían ni las noches ni los fines de semana. Menos mal que era soltero y no tenía pareja fija, no lo hubiera soportado, esa arpía consideraba normal que si un sábado a las cinco de la mañana, se le ocurría una nueva idea, todo su equipo se levantara de la cama y fuera a la oficina a darle forma. Y encima nunca lo agradecía.
Durante el tiempo que llevaba bajo sus órdenes, tuve que dedicar gran parte de mi jornada a resolver los problemas que su mal carácter producía en la organización. Una vez se me ocurrió comentarle que debía ser más humana con su gente, a lo que me respondió que si acaso no les pagaba bien. Al contestarle afirmativamente, me soltó que con eso bastaba y que si querían una mamá, que se fueran a casa.
―¿Se puede?― pregunté al llegar a la puerta de su despacho y ver que estaba al teléfono. Ni siquiera se dignó a contestarme, de forma que tuve que esperar cinco minutos, de pie en el pasillo hasta que su majestad tuvo la decencia de dejarme pasar a sus dominios.
Una vez, se hubo despachado a gusto con su interlocutor, con una seña me ordenó que pasara y me sentara, para sin ningún tipo de educación soltarme a bocajarro:
―Me imagino que no tienes ni puñetera idea del mercado internacional de la petroquímica.
―Se imagina bien― le contesté porque, aunque tenía bastante idea de ese rubro, no aguantaría uno de sus temidos exámenes sobre la materia.
―No hay problema, te he preparado un breve dosier que debes aprenderte antes del viernes― me dijo señalando tres gruesos volúmenes perfectamente encuadernados.
Sin rechistar, me levanté a coger la información que me daba y cuando ya salía por la puerta, escuché que preguntaba casi a voz en grito, que donde iba:
―A mi despacho, a estudiar― respondí bastante molesto por su tono.
La mujer supo que se había pasado pero, incapaz de pedir perdón, esperó que me sentara para hablar:
―Sabes quién es Valentín Pastor.
―Claro, el magnate mexicano.
―Pues bien, gracias a un confidente me enteré de las dificultades económicas de la mayor empresa de la competencia y elaboré un plan mediante el cual su compañía podía absorberla a un coste bajísimo. Ya me conoces, no me gusta esperar que los clientes vengan a mí y por eso, en cuanto lo hube afinado, se lo mandé directamente.
Sabiendo la respuesta de antemano, le pregunté si le había gustado. Alicia, poniendo su típica cara de superioridad, me contestó que le había encantado y que quería discutirlo ese mismo fin de semana.
―Entonces, ¿cuál es el problema?.
Al mirarla esperando una respuesta, la vi ruborizarse antes de contestar:
―Como el Sr. Pastor es un machista reconocido y nunca hubiera prestado atención a un informe realizado por una mujer, lo firmé con tu nombre.
Que esa zorra hubiera usurpado mi personalidad, no me sorprendió en demasía, pero había algo en su actitud nerviosa que no me cuadraba y conociéndola debía ser cuestión de dinero:
―¿De cuánto estamos hablando?―
―Si sale este negocio, nos llevaríamos una comisión de unos quince millones de euros.
―¡Joder!― exclamé al enterarme de la magnitud del asunto y poniéndome en funcionamiento, le dije que tenía que poner a todo mi equipo a trabajar si quería llegar a la reunión con mi equipo preparado.
―Eso no es todo, Pastor ha exigido privacidad absoluta y por lo tanto, esto no puede ser conocido fuera de estas paredes.
―¿Me está diciendo que no puedo usar a mi gente para preparar esa reunión y que encima debo de ir solo?.
―Fue muy específico con todos los detalles. Te reunirás con él en su isla el viernes en la tarde y solo puede acompañarte tu asistente.
―Alicia, disculpe… ¿de qué me sirve un asistente al que no puedo siquiera informar de que se trata?. Para eso, prefiero ir solo.
―Te equivocas. Tu asistente sabe ya del tema mucho más de lo que tú nunca llegaras a conocer y estará preparado para resolver cualquier problema que surja.
Ya completamente mosqueado, porque era una marioneta en sus manos, le solté:
―Y ¿Cuándo voy a tener el placer de conocer a ese genio?
En su cara se dibujó una sonrisa, la muy cabrona estaba disfrutando:
―Ya la conoces, seré yo quien te acompañe.

Después de la sorpresa inicial, intenté disuadirla de que era una locura. La presidenta de una compañía como la nuestra no se podía hacer pasar por una ayudante. Si el cliente lo descubría el escándalo sería máximo y nos restaría credibilidad.
―No te preocupes, jamás lo descubrirá.
Sabiendo que no había forma de hacerle dar su brazo a torcer, le pregunté cual eran los pasos que había que seguir.
―Necesito que te familiarices con el asunto antes de darte todos los pormenores de mi plan. Vete a casa y mañana nos vemos a las siete y media― me dijo dando por terminada la reunión.
Preocupado por no dar la talla ante semejante reto, me fui directamente a mi apartamento y durante las siguientes dieciocho horas no hice otra cosa que estudiar la información que esa mujer había recopilado.
Al día siguiente, llegué puntualmente a la cita. Alicia me estaba esperando y sin más prolegómenos, comenzó a desarrollar el plan que había concebido. Como no podía ser de otra forma, había captado el mensaje oculto que se escondía detrás de unas teóricamente inútiles confidencias de un amigo y había averiguado que debido a un supuesto éxito de esa empresa al adelantarse a la competencia en la compra de unos stocks, sin darse cuenta había abierto sin saberlo un enorme agujero por debajo de la línea de flotación y esa mujer iba a provecharlo para parar su maquinaria y así hacerse con ella, a un precio ridículo.
Todas mis dudas y reparos, los fue demoliendo con una facilidad pasmosa, por mucho que intenté encontrar una falla me fue imposible. Derrotado, no me quedó más remedio que felicitarle por su idea.
―Gracias― me respondió, ―ahora debemos conseguir que asimiles todos sus aspectos. Tienes que ser capaz de exponerlo de manera convincente y sin errores.
Ni siquiera me di por aludido, la perra de mi jefa dudaba que yo fuera capaz de conseguirlo y eso que en teoría era, después de ella, el más valido de toda la empresa. Para no aburriros os tengo que decir que mi vida durante esos días fue una pesadilla, horas de continuos ensayos, repletos de reproches y nada de descanso.
Afortunadamente, llegó el viernes. Habíamos quedado a las seis de la mañana en el aeropuerto y queriendo llegar antes que ella, me anticipé y a las cinco ya estaba haciendo cola frente al mostrador de la aerolínea. La tarde anterior habíamos mandado a un empleado a facturar por lo que solo tuve que sacar las tarjetas de embarque y esperar.
Estaba tomándome un café, cuando vi aparecer por la puerta de la cafetería a una preciosa rubia de pelo corto con una minifalda aún más exigua. Sin ningún tipo de reparo, me fijé que la niña no solo tenía unas piernas perfectas sino que lucía unos pechos impresionantes.
Babeando, fui incapaz de reaccionar cuando, sin pedirme permiso, se sentó en mi mesa.
―Buenos días― me dijo con una sonrisa.
Sin ser capaz de dejar de mirarle los pechos, caí en la cuenta que ese primor no era otro que mi jefa. Acostumbrado a verla escondida detrás de un anodino traje de chaqueta y un anticuado corte de pelo nunca me había fijado que Alicia era una mujer y que encima estaba buena.
―¿Qué opinas?, ¿te gusta mi disfraz?.
No pude ni contestar. Al haberse teñido de rubia, sus facciones se habían dulcificado, pero su tono dictatorial seguía siendo el mismo. Nada había cambiado. Como persona era una puta engreída y vestida así, parecía además una puta cara.
―¿Llevas todos los contratos?. Aún tenemos una hora antes de embarcar y quiero revisar que no hayas metido la pata.
Tuve que reprimir un exabrupto y con profesionalidad, fui numerando y extendiéndole uno a uno todos los documentos que llevábamos una semana desarrollando. Me sentía lo que era en manos de esa mujer, un perrito faldero incapaz de revelarse ante su dueña. Si me hubiese quedado algo de dignidad, debería de haberme levantado de la mesa pero esa niña con aspecto de fulana me había comprado hace dos años y solo me quedaba el consuelo que, al menos, los números de mi cuenta corriente eran aún más grandes que la humillación que sentía.
Escuché con satisfacción que teníamos que embarcar, eso me daba un respiro en su interrogatorio. Alicia se dirigió hacia el finger de acceso al avión, dejándome a mí cargando tanto mi maletín como el suyo pero, por vez primera, no me molestó, al darme la oportunidad de contemplar el contoneo de su trasero al caminar. Estaba alucinado. El cinturón ancho, que usaba como falda, resaltaba la perfección de sus formas y para colmo, descubrí que esa zorra llevaba puesto un coqueto tanga rojo.
“Joder”, pensé, “llevo dos años trabajando para ella y nunca me había dado cuenta del polvo que tiene esta tía”.
Involuntariamente, me fui excitando con el vaivén de sus caderas, por lo que no pude evitar que mi imaginación volara y me imaginara como sería Alicia en la cama.
―Seguro que es frígida― murmuré.
―No lo creo― me contestó un pasajero que me había oído y que al igual que yo, estaba ensimismado con su culo, ―tiene pinta de ser una mamona de categoría.
Solté una carcajada por la burrada del hombre y dirigiéndome a él, le contesté:
―No sabe, usted, cuánto.
Esa conversación espontánea, me cambió el humor, y sonriendo seguí a mi jefa al interior del avión.

El viaje.
Debido a que nuestros billetes eran de primera clase, no tuvimos que recorrer el avión para localizar nuestros sitios. Nada más acomodarse en su asiento, Alicia me hizo un repaso de la agenda:
―Como sabes, tenemos que hacer una escala en Santo Domingo, antes de coger el avión que nos llevará a la isla privada del capullo de Pastor. Allí llegaremos como a las ocho la tarde y nada más llegar, su secretaria me ha confirmado que tenemos una cena, por lo que debemos descansar para llegar en forma.
―Duerma― le contesté,― yo tengo que revisar unos datos.
Ante mi respuesta, la muchacha pidió agua a la azafata y sacando una pastilla de su bolso, se la tomó, diciendo:
―Orfidal. Lo uso para poder descansar.
No me extrañó que mi jefa, con la mala baba que se marcaba, necesitara de un opiáceo para dormir.
“La pena es que no se tome una sobredosis”, pensé y aprovechando que me dejaba en paz, me puse a revisar el correo de mi ordenador por lo que no me di cuenta cuando se durmió.
Al terminar fue, cuando al mirarla, me quedé maravillado.
Alicia había tumbado su asiento y dormida, el diablo había desaparecido e, increíblemente, parecía un ángel. No solo era una mujer bellísima sino que era el deseo personificado. Sus piernas perfectamente contorneadas, daban paso a una estrecha cintura que se volvía voluptuosa al compararse con los enormes pechos que la naturaleza le había dotado.
Estaba observándola cuando, al removerse, su falda se le subió dejándome ver la tela de su tanga. Excitado, no pude más que acomodar mi posición para observarla con detenimiento.
“No comprendo porque se viste como mojigata”, me dije, “esta mujer, aunque sea inteligente, es boba. Con ese cuerpo podría tener al hombre que quisiera”.
En ese momento, salió de la cabina, uno de los pilotos y descaradamente, le dio un repaso. No comprendo por qué pero me cabreó esa ojeada y moviendo a mi jefa, le pregunté si quería que la tapase. Ni siquiera se enteró, el orfidal la tenía noqueada. Por eso cogiendo una manta, la tapé y traté de sacarla de mi mente.
Me resultó imposible, cuanto más intentaba no pensar en ella, más obsesionado estaba. Creo que fue mi larga abstinencia lo que me llevó a cometer un acto del que todavía hoy, no me siento orgulloso. Aprovechando que estábamos solos en el compartimento de primera, disimulando metí mi mano por debajo de la manta y empecé a recorrer sus pechos.
“Qué maravilla”, pensé al disfrutar de la suavidad de su piel. Envalentonado, jugué con descaro con sus pezones. Mi victima seguía dormida, al contrario que mi pene que exigía su liberación. Sabiendo que ya no me podía parar, cogí otra manta con la que taparme y bajándome la bragueta, lo saqué de su encierro. Estaba como poseído, el morbo de aprovecharme de esa zorra era demasiado tentador y, por eso, deslizando mi mano por su cuerpo, empecé a acariciar su sexo.
Poco a poco, mis caricias fueron provocando que aunque Alicia no fuera consciente, su cuerpo se fuera excitando y su braguita se mojara. Al sentir que la humedad de su cueva, saqué mi mano y olisqueé mis dedos. Un aroma embriagador recorrió mis papilas y ya completamente desinhibido, me introduje dentro de su tanga y comencé a jugar con su clítoris mientras con la otra mano me empezaba a masturbar.
Creo que Alicia debía de estar soñando que alguien le hacia el amor, porque entre dientes suspiró. Al oírla, supe que estaba disfrutando por lo que aceleré mis toqueteos. La muchacha ajena a la violación que estaba siendo objeto abrió sus piernas, facilitando mis maniobras. Dominado por la lujuria, me concentré en mi excitación por lo que coincidiendo con su orgasmo, me corrí llenando de semen la manta que me tapaba.
Al haberme liberado, la cordura volvió y avergonzado por mis actos, acomodé su ropa y me levanté al baño.
“La he jodido”, medité al pensar en lo que había hecho, “solo espero que no se acuerde cuando despierte, sino puedo terminar hasta en la cárcel”.
Me tranquilicé al volver a mi asiento y comprobar que la cría seguía durmiendo.
“Me he pasado”, me dije sin reconocer al criminal en que, instantes antes, me había convertido.
El resto del viaje, fue una tortura. Durante cinco horas, mi conciencia me estuvo atormentando sin misericordia, rememorando como me había dejado llevar por mi instinto animal y me había aprovechado de esa mujer que plácidamente dormía a mi lado. Creo que fue la culpa lo que me machacó y poco antes de aterrizar, me quedé también dormido.
―Despierta― escuché decir mientras me zarandeaban.
Asustado, abrí los ojos para descubrir que era Alicia la que desde el pasillo me llamaba.
―Ya hemos aterrizado. Levántate que no quiero perder el vuelo de conexión.
Suspiré aliviado al percatarme que su tono no sonaba enfadado, por lo que no debía de recordar nada de lo sucedido. Con la cabeza gacha, recogí nuestros enseres y la seguí por el aeropuerto.
La mujer parecía contenta. Pensé durante unos instantes que era debido a que aunque no lo supiera había disfrutado pero, al ver la efectividad con la que realizó los tramites de entrada, recordé que siempre que se enfrentaba a un nuevo reto, era así.
“Una ejecutiva agresiva que quería sumar un nuevo logro a su extenso curriculum”.
El segundo trayecto fue corto y en dos horas aterrizamos en un pequeño aeródromo, situado en una esquina de la isla del magnate. Al salir de las instalaciones, nos recogió la secretaria de Pastor, la cual después de saludarme y sin dirigirse a la que teóricamente era mi asistente, nos llevó a la mansión donde íbamos a conocer por fin a su jefe.
Me quedé de piedra al ver donde nos íbamos a quedar, era un enorme palacio de estilo francés. Guardando mis culpas en el baúl de los recuerdos, me concentré en el negocio que nos había llevado hasta allí y decidí que tenía que sacar ese tema hacia adelante porque el dinero de la comisión me vendría bien, por si tenía que dejar de trabajar en la empresa.
Un enorme antillano, vestido de mayordomo, nos esperaba en la escalinata del edificio. Habituado a los golfos con los que se codeaba su jefe, creyó que Alicia y yo éramos pareja y, sin darnos tiempo a reaccionar, nos llevó a una enorme habitación donde dejó nuestro equipaje, avisándonos que la cena era de etiqueta y que, en una hora, Don Valentín nos esperaba en el salón de recepciones.
Al cerrar la puerta, me di la vuelta a ver a mi jefa. En su cara, se veía el disgusto de tener que compartir habitación conmigo.
―Perdone el malentendido. Ahora mismo, voy a pedir otra habitación para usted― le dije abochornado.
―¡No!― me contestó cabreada,― recuerda que este tipo es un machista asqueroso, por lo tanto me quedo aquí. Somos adultos para que, algo tan nimio, nos afecte. Lo importante es que firme el contrato.
Asentí, tenía razón.
Esa perra, ¡siempre tenía razón!.
―Dúchate tú primero pero date prisa, porque hoy tengo que arreglarme y voy a tardar.
Como no tenía más remedio, saqué el esmoquin de la maleta y me metí al baño dejando a mi jefa trabajando con su ordenador. El agua de la ducha no pudo limpiar la desazón que tener a ese pedazo de mujer compartiendo conmigo la habitación y saber que lejos de esperarme una dulce noche, iba a ser una pesadilla, por eso, en menos de un cuarto de hora y ya completamente vestido, salí para dejarla entrar.
Ella al verme, me dio un repaso y por primera vez en su vida, me dijo algo agradable:
―Estás muy guapo de etiqueta.
Me sorprendió escuchar un piropo de su parte pero cuando ya me estaba ruborizando escuché:
―Espero que no se te suba a la cabeza.
―No se preocupe, sé cuál es mi papel― y tratando de no prolongar mi estancia allí, le pedí permiso para esperarla en el salón.
―Buena idea― me contestó.― Así, no te tendré fisgando mientras me cambio.
Ni me digné a contestarla y saliendo de la habitación, la dejé sola con su asfixiante superioridad. Ya en el pasillo, me di cuenta que no tenía ni idea donde se hallaba, por lo que bajando la gigantesca escalera de mármol, pregunté a un lacayo. Este me llevó el salón donde al entrar, me topé de frente con mi anfitrión.
―Don Valentín― le dije extendiéndole mi mano, ―soy Manuel Pineda.
―Encantado muchacho― me respondió, dándome un apretón de manos, ―vamos a servirnos una copa.
El tipo resultó divertido y rápidamente congeniamos, cuando ya íbamos por la segunda copa, me dijo:
―Aprovechando que es temprano, porque no vemos el tema que te ha traído hasta acá.
―De acuerdo― le contesté,― pero tengo que ir por mis papeles a la habitación y vuelvo.
―De acuerdo, te espero en mi despacho.
Rápidamente subí a la habitación, y tras recoger la documentación, miré hacia el baño y sorprendido descubrí que no había cerrado la puerta y a ella, desnuda, echándose crema. Asustado por mi intromisión, me escabullí huyendo de allí con su figura grabada en mi retina.
“¡Cómo está la niña!”, pensé mientras entraba a una de las reuniones más importantes de mi vida.
La que en teoría iba a ser una reunión preliminar, se prolongó más de dos horas, de manera que cuando llegamos al salón, me encontré con que todo el mundo nos esperaba. Alicia enfundada en un provocativo traje de lentejuelas. Aprovechando el instante, recorrí su cuerpo con mi mirada, descubriendo que mi estricta jefa no llevaba sujetador y que sus pezones se marcaban claramente bajo la tela. En ese momento se giró y al verme, me miró con cara de odio. Solo la presencia del magnate a mi lado, evitó que me montara un escándalo.
―¿No me vas a presentar a tu novieta?― preguntó Don Valentín al verla. Yo, obnubilado por su belleza, tardé en responderle por lo que Alicia se me adelantó:
―Espero que el bobo de Manuel no le haya aburrido demasiado, perdónele es que es muy parado. Me llamo Alicia.
El viejo, tomándose a guasa el puyazo de mi supuesta novia, le dio dos besos y dirigiéndose a mí, me soltó:
―Te has buscado una hembra de carácter y encima se llama como tu jefa, lo tuyo es de pecado.
―Ya sabe, Don Valentín, que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
Contra todo pronóstico, la muchacha se rio y cogiéndome del brazo, me hizo una carantoña mientras me susurraba al oído:
―Me puedes acompañar al baño.
Disculpándome de nuestro anfitrión, la seguí. Ella esperó a que hubiéramos salido del salón para recriminarme mi ausencia. Estaba hecha una furia.
―Tranquila jefa. No he perdido el tiempo, tengo en mi maletín los contratos ya firmados, todo ha ido a la perfección.
Cabreada, pero satisfecha, me soltó:
―Y ¿por qué no me esperaste?.
―Comprenderá que no podía decirle que tenía que esperar a que mi bella asistente terminase de bañarse para tener la reunión.
―Cierto, pero aun así debías haber buscado una excusa. Ahora volvamos a la cena.
Cuando llegamos, los presentes se estaban acomodando en la mesa. Don Valentín nos había reservado los sitios contiguos al suyo, de manera que Alicia tuvo que sentarse entre nosotros. Al lado del anfitrión estaba su novia, una preciosa mulata de por lo menos veinte años menos que él. La cena resultó un éxito, mi jefa se comportó como una damisela divertida y hueca que nada tenía que ver con la dura ave de presa a la que me tenía acostumbrado.
Con las copas, el ambiente ya de por si relajado, se fue tornando en una fiesta. La primera que bebió en demasía fue Alicia, que nada más empezar a tocar el conjunto, me sacó a bailar. Su actitud desinhibida me perturbó porque, sin ningún recato, pegó su cuerpo al mío al bailar.
La proximidad de semejante mujer me empezó a afectar y no pude más que alejarme de ella para que no notara que mi sexo crecía sin control debajo de mi pantalón. Ella, al notar que me separaba, me cogió de la cintura y me obligó a pegarme nuevamente. Fue entonces cuando notó que una protuberancia golpeaba contra su pubis y cortada, me pidió volver a la mesa.
En ella, el dueño de la casa manoseaba a la mulata, Al vernos llegar, miró con lascivia a mi acompañante y me soltó:
―Muchacho, tenemos que reconocer que somos dos hombres afortunados al tener a dos pedazos de mujeres para hacernos felices.
―Lo malo, Don Valentín, es que hacerles felices es muy fácil. No sé si su novia estará contenta pero Manuel me tiene muy desatendida.
Siguiendo la broma, contesté la estocada de mi jefa, diciendo:
―Sabes que la culpa la tiene la señora Almagro que me tiene agotado.
―Ya será para menos― dijo el magnate― tengo entendido que tu presidenta es de armas tomar.
―Si― le contesté, ―en la empresa dicen que siempre lleva pantalones porque si llevara falda, se le verían los huevos.
Ante tamaña salvajada, mi interlocutor soltó una carcajada y llamando al camarero pidió una botella de Champagne.
―Brindemos por la huevuda, porque gracias a ella estamos aquí.
Al levantar mi copa, miré a Alicia, la cual me devolvió una mirada cargada de odio. Haciendo caso omiso, brindé con ella. Como la perfecta hija de puta que era, rápidamente se repuso y exhibiendo una sonrisa, le dijo a Don Valentín que estaba cansada y que si nos permitía retirarnos.
El viejo, aunque algo contrariado por nuestra ida, respondió que por supuesto pero que a la mañana siguiente nos esperaba a las diez para que le acompañáramos de pesca.
Durante el trayecto a la habitación, ninguno de los dos habló pero nada más cerrar la puerta, la muchacha me dio un sonoro bofetón diciendo:
―Con que uso pantalón para esconder mis huevos― de sus ojos dos lágrimas gritaban el dolor que la consumía.
Cuando ya iba a disculparme, Alicia bajó los tirantes de su vestido dejándolo caer y quedando desnuda, me gritó:
―Dame tus manos.
Acojonado, se las di y ella, llevándolas a sus pechos, me dijo:
―Toca. Soy, ante todo, una mujer.
Sentir sus senos bajo mis palmas, me hizo reaccionar y forzando el encuentro, la besé. La muchacha intentó zafarse de mi abrazo, pero lo evité con fuerza y cuando ella vio que era inútil, me devolvió el beso con pasión.
Todavía no comprendo cómo me atreví, pero cogiéndola en brazos, le llevé a la cama y me empecé a desnudar. Alicia me miraba con una mezcla de deseo y de terror. Me daba igual lo que opinara. Después de tanto tiempo siendo ninguneado por ella, esa noche decidí que iba a ser yo, el jefe.
Tumbándome a su lado, la atraje hacía mí y nuevamente con un beso posesivo, forcé sus labios mientras mis manos acariciaban su trasero. La mujer no solo se dejó hacer, sino que con sus manos llevó mi cara a sus pechos.
Me estaba dando entrada, por lo que en esta ocasión y al contrario de lo ocurrido en el avión, no la estaba forzando. Con la tranquilidad que da el ser deseado, fui aproximándome con la lengua a una de sus aureolas, sin tocarla. Sus pezones se irguieron esperando el contacto, mientras su dueña suspiraba excitada.
Cuando mi boca se apoderó del pezón, Alicia no se pudo reprimir y gimió, diciendo:
―Hazme tuya pero, por favor, trátame bien― y avergonzada, prosiguió diciendo, ―soy virgen.
Tras la sorpresa inicial de saber que ese pedazo de mujer nunca había probado las delicias del sexo, el morbo de ser yo quien la desflorara, me hizo prometerle que tendría cuidado y reiniciando las caricias, fui recorriendo su cuerpo, aproximándome lentamente a mi meta.
Alicia, completamente entregada, abrió sus piernas para permitirme tomar posesión de su tesoro, pero en contra de lo que esperaba, pasé de largo acariciando sus piernas.
Oí como se quejaba, ¡quería ser tomada!.
Desde mi posición, puede contemplar como mi odiada jefa, se retorcía de deseo, pellizcando sus pechos mientras, con los ojos, me imploraba que la hiciera mujer. Si eso ya era de por sí, excitante aún lo fue más observar que su sexo, completamente depilado, chorreaba.
Usando mi lengua, fui dibujando un tortuoso camino hacia su pubis. Los gemidos callados de un inicio se habían convertido en un grito de entrega. Cuando me hallaba a escasos centímetros de su clítoris, me detuve y volví a reiniciar mi andadura por la otra pierna. Alicia cada vez más desesperada se mordió los labios para no correrse cuando sintió que me aproximaba. Vano intento porque cuando, separando sus labios, me apoderé de su botón, se corrió en mi boca.
Era su primera vez y por eso me entretuve durante largo tiempo, bebiendo de su fuente y jugando con su deseo.
Poseída por un frenesí hasta entonces desconocido, me ordenó que la desvirgara pero, en vez de obedecerla pasé por alto su exigencia y seguí en mi labor de asolar hasta la última de sus defensas. Usando mi lengua, me introduje en su vulva mientras ella no dejaba de soltar improperios por mi desobediencia.
Molesto, le exigí con un grito que se callara.
Se quedó muda por la sorpresa:
“Su dócil empleado ¡le había dado una orden!”.
Sabiendo que la tenía a mi merced, busqué su segundo orgasmo. No tardó en volver a derramarse sobre las sabanas, tras lo cual me separé de ella, tumbándome a su lado.
Agotada, tardó unos minutos en volver en sí, mientras eso ocurría, disfruté observando su cuerpo y su belleza. Mi jefa era un ejemplar de primera. Piernas perfectamente contorneadas, daban paso a una cadera de ensueño, siendo rematadas por unos pechos grandes y erguidos. En su cara, había desaparecido por completo el rictus autoritario que tanto la caracterizaba y en ese instante, no era dureza sino dulzura lo que reflejaba.
Al incorporarse, me miró extrañada que habiendo sido vencida, no hubiese hecho uso de ella. Cogiendo su cabeza, le di un beso tras lo cual le dije:
―Has bebido. Aunque eres una mujer bellísima y deseo hacerte el amor, no quiero pensar mañana que lo has hecho por el alcohol.
―Pero― me contestó mientras se apoderaba de mi todavía erguido sexo con sus manos,―¡quiero hacerlo!.
Sabiendo que no iba a poder aguantar mucho y que como ella siguiera acariciado mi pene, mi férrea decisión iba a disolverse como un azucarillo, la agarré y pegando su cara a la mía, le solté:
―¿Qué es lo que no has entendido?. Te he dicho que en ese estado no voy aprovecharme de ti. ¡Esta noche no va a ocurrir nada más!. Así que sé una buena niña y abrázame.
Pude leer en su cara disgusto pero también determinación y cuando ya creía que se iba a poner a gritar, sonrió y poniendo su cara en mi pecho, me abrazó.

 

Relato erótico: “Lavándote” (POR DULCEYMORBOSO)

$
0
0

Estabas en una casa sola y yo iba a junto tuya. Al abrirme la puerta te vi hermosa como siempre, nos sonreímos nerviosos. Me decías que entrara, nada más cerrar la puerta nos miramos, casi temblábamos de sentirnos cerca. Fue un acto instantáneo, los dos nos fundimos en un abrazo. Siento tu corazón latir desbocado y el mío le contesta acelerado. Te lleno de besos tu rostro, y mi boca poco a poco busca la tuya. Se rozan y se entreabren como deseando acariciarse entre ellas. Nuestras bocas se juntan y saboreo tu saliva que me embriaga, nuestras lenguas asoman nerviosas buscándose…se acarician entre ellas. Me siento feliz de estar así, de tenerte en mis brazos…Nuestro abrazo es intenso, fuerte, lleno de ternura. Una ternura que poco a poco se transforma en pasión pero ninguno desea frenar esa pasión….Acaricio tu pelo, me encanta y deseo hacer algo que siempre tuve en mis pensamientos. Te cojo de la mano, preguntándote donde está el baño te llevo hacia él. Tú solo llevas un pijama de verano rosa que estás muy hermosa con él. Busco una silla…
          – Siéntate cariño-te digo con ternura…
Tú te sientas y te pido que eches la cabeza para atras.Tu lo haces nerviosa…
          -Deseo lavarte el pelo-te digo al oído
Sientes el agua templada mojar tu pelo. Lo hago con muchísima delicadeza, te transmito ternura. Lo enjabono con mucha suavidad…poco a poco…Me gusta mirar tu rostro mientras lo hago. Veo tus ojos cerrados, tú boquita entreabierta. Tú cara es de estar disfrutando de ese instante. El agua resbala por tu cuello, pequeñas gotas van deslizándose por tu piel hasta tropezar con la parte de arriba del pijama. No hago nada por evitarlo, me gusta esa imagen y por tu cara veo que a ti te gusta esa caricia del agua recorriendo tu piel. Sin dejar de lavar tu pelo observo que esa agua cada vez va empapando más tu pijama. La marca de humedad en la tela se va extendiendo. Es como si buscara tus pechos. Tú notas esa humedad, notas la tela empapada que se va pegando cada vez más a tu piel. Te da un poco de vergüenza sentir que tus pechos reaccionan al sentir esa humedad…
           -Tranquila cariño, no sientas vergüenza…-mis palabras acarician tus oídos
Tu respiración se acelera, la tela empapada del pijama se pega a tus pechos y se dibujan en la tela tus pezones. Se despiertan y empujan la tela como deseando ser liberados. Con mucha suavidad llevo mis manos a tu pijama y lo levanto. Te lo quito. Tú te dejas llevar por las sensaciones.Tus pechos quedan liberados de la prisión del pijama. Los miro. Son preciosos…Enjabono tu pelo poco a poco. Ahora el agua se desliza directamente a tus pechos, y esa sensación hace que sientas placer. Notas muchas gotitas recorriendo tus pechos. Es como una carrera cuya meta es el pezón que se siente muy estimulado por ese contacto. Puedo percibir tus suspiros, estas agitada. Miro tu pezón adornado por muchas gotitas que lo acarician….
Esta inflamado de deseo. Lo  miro. Él es como si me mirara pidiéndome que acuda en su ayuda y no puedo negarsela.Acerco mi cara a él lo miro con ternura. Hasta me escucho diciéndole con cariño…”tranquilo…estoy aquí…”.De mi boca sale un pequeño soplo directo a él para aliviarlo. Escucho que gimes al sentir ese aire fresco golpear tu pezon.Acerco mis labios. Lo beso. Está muy duro y sensible. Ahora necesita calor. Mis labios lo rodean. Sientes el calor de mi boca. Vuelves a gemir…Lo intento calmar con la caricia de mi lengua. Lamo despacito tu pezón precioso…Mis labios se abrazan a él rodeándolo…Succiono…Tu gimes…
….Mientras lamo y succiono tu pezón miro tu cara, estas preciosa. Tú ojos se entreabren y miras tu pezón en mi boca y eso te crea morbo. Gimes de nuevo, sientes una corriente interna por tu cuerpo que hace que al mínimo roce sientas placer. Sin dejar de succionar miro tu otro pecho. Gotitas de agua se acumulan en el pezón libre. Este al vibrar hace que se derramen, resbalando por tu vientre. Se acumulan en tu ombligo y este una vez lleno vierte gotitas que resbalan. Ahora es tu pantalón del pijama el que se empieza a humedecer. Primero la goma, la mancha de humedad va creciendo.Tu  pantalón se está empapando y se pega cada vez más a tu piel, a tu sexo…Cojo gel en mis manos. Miro tus pechos desnudos y sin decirte nada comienzo a masajearlos. Me da mucho morbo lavarte los pechos. Se llenan de jabon.Mis manos los masajean, acarician. Miras mis manos y te excita que te los esté lavando así .Nadie lo hizo de esta manera. Te lavo los pezones…Gimes, estas agitadísima y me miras. En tu rostro veo placer, excitación pero también un poco de timidez, vergüenza.
            -Tranquila mi niña…solo disfruta. Me gusta cuidarte-Mientras te digo esto al oído, no dejo de acariciarte. Te beso con ternura, con pasión
Miro tu pantalón y está totalmente empapado. Tú rajita se dibuja en la tela. Es tan bonita cariño…Me pongo de rodillas delante tuya y miro tus piernas, tus muslos…Te tranquilizo con mi mirada, con mis palabras. Mis manos agarran la goma de tu pijama y lo comienzo a deslizar por tus muslos. Mi corazón late desbocado al saber que tu sexo se va a mostrar a mí…Bajo un poquito más el pijama y lo veo. Es precioso…Separo tus piernas con mucha suavidad sin dejar de mirarlo. Las gotitas resbalan desde tu ombligo y caen hacia él. Sientes su roce. Cada gotita se desliza por los pliegues de tu rajita creándote mucho placer. Este placer hace que se viertan desde su interior más gotitas. Pero son gotitas de deseo, del néctar interno de mi niña. Noto el olor de tu rajita y me encanta Sara.Mis dedos acarician tus ingles, acarician los lados de tu rajita y con mucha suavidad apoyo los pulgares a ambos lados. Separo sus labios. Deseo que tu olor salga libremente, deseo dejar el camino libre para que el néctar de tu rajita se derrame…
No puedo evitar acercar mi cara. Me excita mirar tu rajita tan de cerca, sentir su calor, su olor. Te da un poco de vergüenza pero esa vergüenza se transforma en mucha excitación cuando ves que te estoy oliendo tu rajita y olerla me hace gemir. Nunca imaginaras que el olor de tu rajita pudiera crear ese placer. Me lo crea cariño, me da muchísimo morbo olertela.Tu rajita vibra y la miro. Es tan hermosa, sensible, delicada….No puedo evitar posar mis labios en ella. Le doy besitos muy suaves. Ella reacciona a esa ternura. Me separo unos milímetros y es tu rajita la que me busca. Es como una segunda boquita y sus labios entreabiertos se posan en mi lengua que asoma entre mis labios.Desea acariciar cada pliegue de tu rajita. Lamo tu rajita cariño. Es deliciosa. Lamo muy suave, luego un poco más fuerte. Lamo los labios, lamo por toda la rajita. Me excita tu sabor, me excita estar lamiéndote Sara…Al subir mi lengua roza tu clítoris, está muy excitado. Un espasmo recorre tu cuerpo. Como sucedió antes con tu pezón, tu clítoris se muestra a mí. Es como si me pidiera que lo calme. Le doy un besito y vibra. Otro besito…otro…otro…Tus gemido se hacen cada vez más fuertes. Lo acaricio con mi lengua y es delicioso. Le soplo despacito. Te estremeces…Lo beso. Gimes…Mis labios lo rodean…tus manos agarran mi cabeza….Succiono…si mi niña, succiono de él como de tu pezón antes….Tu clítoris palpita, se hincha…Succiono más fuerte…Tus gemidos se transforman en gritos…Tu cuerpo se descontrola. Noto espasmos en tu vientre cada vez más seguidos…Succiono,lamo,chupo,beso….Un intenso orgasmo envuelve tu cuerpo…Es maravilloso cariño….
….Tu orgasmo se desata como un volcán en erupción y en mis labios sentí tu clítoris estallar palpitante.Tu presa del intenso placer intentabas cerrar las piernas pues era un placer demasiado fuerte. Mis manos en tus muslos mantenían tus piernas abiertas. Mantenían tu sexo expuesto a mis besos. Poco a poco liberé tu clítoris de mis labios, lo mire…palpitaba de placer. Mi lengua asomo entre mis labios y un roce en tu clítoris te hace estremecer. Me doy cuenta de lo que necesita y comienzo a lamer de nuevo tu clitoris.Miro tu cara, me miras asustada al sentir como un nuevo orgasmo te está alcanzando. Lamo sin parar cariño, siento que te llega y detengo la caricia. Te miro y en completo estado de excitación llevas tus manos a mi cabeza. No opongo resistencia y siento como ahora eres tú la que adelantas tus caderas. Eres tú la que busca con tu sexo mi boca. EL sexo de mi niña se posa en mi boca. Si cariño…tu sexo es el que me está besando la boca, se abre para mi.Tus caderas se mueven sobre mi boca. Te frotas contra mí, te masturbas alocadamente contra mi lengua. Un nuevo orgasmo irrumpe desde el interior de tu sexo y mojas mis labios, mi boca, mi cara…Me excita sentirme mojado por tu sexo…Poco a poco me voy levantando y beso tu boca con pasion,deseo…Acaricio tus pechos. Me separo un poco y te miro. Tú con tus ojos cerrados sientes las contracciones de tu sexo. Me desabrocho el pantalón,me  desnudo…Beso tu boca.Sientes mis manos acariciar tu cara.El tacto de mis manos sobre tu mejilla cambia.Sientes un tacto suave,caliente…Es un tacto nuevo,distinto ,que notas que te gusta mucho.Notas que ese tacto humedece tu mejilla poco a poco…Respiras y un olor excitante te llena de morbo…entreabres tus ojos y lo ves.Gimes de morbo al ver mi sexo acariciando tu cara,recorriendo tu rostro con infinita ternura.Mi glande recorre tu mejilla,sientes su tacto en los parpados cerrados,en tu nariz.Noto que respiras profundamente como buscando ese olor de mi sexo.Gimes…Veo que te excita cariño y acaricio con mi glande entre tu labio superior y la nariz…Tu hueles y gimes.Tu cuerpo tiembla de morbo.Dibujo con mi glande tu boquita recorriendo los labios.Te los humedece con mi deseo.Lo separo un poquito y veo tu lengua asomarse recorriendo tus labios.Tu rostro refleja lo mucho que te gusta y deseo darte lo que deseas.Mi glande se apoya en tu boca y ahora tu lengua puede buscar directamente ese sabor.La noto rozarme el glande.Primero timidamente,como con vergúenza.Pero el deseo es mas fuerte y tu lengua lame con pasión recogiendo mis gotitas de deseo.Notas mi tremenda excitación y eso te excita…Tu lengua lame todo mi sexo.Sientes en tu lengua cada vena,sientes como palpita.Tu lengua busca mis testículos y los acaricia.Me haces gemir.De nuevo sube hacia el glande,se enrosca en el.Miro tu cara,tu boca…Llevas tu nariz a mi glande,respiras de el…Gemimos juntos.Tu boca se abre y busca esa entrega.Desea sentir mi pene introducirse en ella.Es como si deseara sentir que mi pene le hace el amor y yo también deseo hacérselo.Empujo muy lentamente.Tu boca me acepta.se humedece llenando mi pene de saliva.Tus manos se agarran a mis nalgas y eres tu la que diriges el ritmo de la penetración.Mi sexo se hincha,sientes que mi orgasmo esta proximo.Cada vez mueves con mas deseo mis caderas hacia ti,es un vaiven maravilloso.Intento aguantar la llegada de mi orgasmo pero tu manera de agarrar mis nalgas y de mover tu boca sobre mi me hace ver que también deseas que mi orgasmo me alcance.Mis piernas apenas me sostienen.Noto mi glande muy hinchado apunto de explotar.Me miras con deseo…Tu mano alcanza mis testiculos y los masajea…Gimo…Succionas con pasión…Noto mi glande tenso…Un chorro de semen sale disparado alcanzando tu paladar…Succionas mas intenso…Otro chorro baña tu lengua…Otro chorro…No paras de lamer…Un último chorro riega tu boquita…Me tranquilizas con suaves besos.Te miro…Nunca deseé tanto besar a alguien y aunque tu boca aún conserva restos de mi orgasmo te beso con pasión.No me molestan,son restos de nuestra pasión desbordada.Te abrazo..
…El orgasmo derramado en tu boquita aun lo sentía en mis piernas temblorosas, en mi cuerpo agitado. Te beso con muchísima pasión y mis manos acarician tus pechos. Te veo agitada, excitadita,tus muslos abiertos mostrándome tu sexo así me lo hacen ver. Tú sexo esta húmedo, semiabierto, brilla de la humedad de tu orgasmo sentido minutos antes. Al verlo no puedo evitar desearlo de nuevo. Deseo acariciartelo.Mi mano se posa en él y lo masturbo muy suavemente mientras te abrazo apoyando tu cara en mi estómago. Un gemido tuyo rompe el silencio. Mis caricias hacen reaccionar tu cuerpo que vibra de deseo. Tú coñito moja mi mano y eso me excita. A pesar de acabar de tener un orgasmo siento mi pene como comienza a despertarse de nuevo. Nos miramos a los ojos, los dos sabemos lo que va a suceder,los dos lo deseamos. Agarro tu mano y te levanto de la silla. Frente a frente, mirandonos.Nos fundimos en un abrazo apasionado. Nuestras bocas se buscan desesperadas, nuestras lenguas se acarician. Es el encuentro de nuestros cuerpos…Desnudos, pegados…Tu boca y mi boca besándose, lamiéndose, saboreandose.Tus pechos pegados a mi pecho. Siento tus pezones buscando los míos, se encuentran, se rozan.Tus pezones erectos clavándose en mi pecho. Nuestros sexos frente a frente. Se miran. Mi pene al ver tu coñito, al sentir su presencia comienza a endurecerse. Tú coñito al ver mi pene se va separando. Es como si se estuvieran llamando. Ellos solos actúan como si tuvieran vida propia. Se están conociendo, se aman mi niña. Mi pene ante la llamada de tu coñito se llena de vigor. Crece, siente calor, mucho calor…y ese calor le hace aproximarse a tu coñito.Sabe que solo tu coñito puede calmar ese calor intenso. Roza tu coñito y este se abre aún más. Es como si le estuviera mostrando el camino para calmarse. Mi glande roza esa abertura maravillosa. Sabe que solo entrando en ti podrá calmarse. Solo tú podrás saciarle su sed de ti mi niña. Un calor intenso se apodera de tu coñito al notar mi glande resbalar hacia tu interior. Te está penetrando y un gemido escapa de nuestras bocas. Notas mi pene totalmente hinchado penetrarte con infinita suavidad…Noto tu coñito abrazarse a mi pene. Tú coñito es como un guante de terciopelo que me envuelve. Nunca sentí mi pene así de hinchado…Nunca sentiste un pene tan deseoso, tan suave acariciando el interior de tu coñito.Nos miramos…Mis manos agarran tus nalgas, tus manos agarran las mías…Gemimos boca con boca.Tus manos me aprietan contra ti…mis manos te aprietan contra mí…Nunca sentimos una penetración tan intensa, tan profunda. Estamos quietos, sintiéndonos…Un ligero vaivén de nuestras caderas nos transportan al más intenso placer. Esos golpes de caderas cada vez son más rapidos.Tu boca se hunde en mi cuello, me muerdes…Nuestros sexos están mojadisimos…resbalan dándonos mucho placer.Gemimos…Gritamos. Sientes el roce de mi pubis en tu clítoris hinchadito, sientes que va a estallar cariño. Noto mi glande tenso, se hincha aún más dentro de ti…Sabemos que el orgasmo nos alcanzara en breve. Movemos las caderas en un ritmo frenetico.Te abrazas a mi muy fuerte…Entre gritos, gemidos, jadeos nos miramos. Un chorro de semen golpea el interior de tu coñito y te hace explotar…Fuertes chorros de semen te llenan mi vida. Sentimos el más grande de los orgasmos…Los dos juntos, a la vez…Temblando de placer…Nos miramos. Te beso cariño. Estamos sorprendidos por el orgasmo tan intenso que hemos sentido juntos. Te abrazo fuerte…
 
 

Relato erótico: “Burke investigations 03” (POR JANIS)

$
0
0

El caso del perro violador. Capítulo 3.
 Nota de la autora: gracias por vuestros comentarios, chic@s, particularmente a Aurora la diosa, a Eros, a Girl, a Alphamon, a Jubilado, a Germán_becquer, y Rulo2RH. y a todos los lectores que permiten que esta historia continúe. Comentarios más extensos o privados, por favor, a janis.estigma@hotmail.es
Elsa, con la pausa pulsada, alternó su mirada de la pantalla del portátil a la chica tumbada frente a ella, a unos metros, que seguía ignorante de todo y tumbada de bruces, jugando con su pequeño ordenador. No había duda alguna, era ella, solo que algunos años más joven. Se la veía más niña, más infantil, pero igual de rubia.
Vestía lo que parecía ser un uniforme escolar, de falda azul, calcetas blancas, y camisa clara, con escudo bordado en el bolsillo. Elsa no se atrevió a hacer ningún movimiento, como si Belle se pudiera dar cuenta de que era lo que estaba visionando. Quería parar, quería detenerse, pero algo en su interior la forzaba a mirar aquello, aún sabiendo lo que iba a ocurrir.
Por Dios, ¿cómo era posible que aquella belleza adolescente, llena de pureza e inocencia, hubiera sido degradada miserablemente por unas mentes enfermas?
Tenía que verlo con sus propios ojos para poder creérselo; tenía que palpar la herida, como Tomás, el Incrédulo. Y así vio y contempló como desnudaron a la niña, como la manosearon y besaron, como la prepararon para aquella bestia babeante que tiraba de las manos que la sujetaban. Belle parecía muy asustada, e intentaba tapar su cuerpo, sin conseguirlo. Apenas tenía pecho, más que dos pezones puntiagudos, quizás erizados por el propio miedo, y el vello de su pubis apenas se notaba, entre escaso y tan rubio.
Un nudo se formó en la garganta de Elsa, imaginándose el dolor que sentiría en unos minutos. No importaba lo que había visionado antes. Aunque siendo algo brutal, no conocía a aquellas mujeres, y su lástima estaba supeditada a algo moral e imaginativo. Pero si conocía a Belle, de hecho, la tenía delante. Eso elevaba la congoja a límites insospechados, aún sabiendo de ella muy poco.
La observó gozar, a su pesar, con los incansables lametones del perro. La vio debatirse cuando ya no pudo soportarlos más. La contempló aullar cuando insertó aquel pene animal. Y, finalmente, admiró su entereza cuando se hizo un ovillo para llorar, al terminar su suplicio.
Al menos, su presencia avalaba que aquellas mujeres dejaban en libertad después a sus víctimas. Elsa tenía muchas reservas sobre eso, ya que las tres aparecían a cara descubierta. ¿Cómo controlaban a sus víctimas? ¿Chantaje? ¿Miedo?
Pero, lo más importante de todo… ¿Qué hacía Belle allí, con ella? ¿Era una coincidencia? No, Elsa no creía en ellas. La probabilidad que una de las víctimas del caso que estaba investigando tropezara con ella, en una ciudad como Los Ángeles, era astronómica, una entre millones. Belle estaba allí por un motivo y debía averiguarlo.
Por eso mismo, apagó el portátil y apagó la lamparita.
―           Buenas noches, Belle – dijo, poniéndose de costado.
―           Buenas noches, Elsa.
Elsa tomó la decisión, en ese momento, que Belle debía seguir con ella, a mano, por lo que pudiera descubrir. Tenía que pensar como tomar ventaja de lo que había descubierto y, por otra parte, debía pensar cómo decirle a Belle que lo sabía.
Era evidente que la chica escondía su pasado. Algo totalmente excusable, por cierto. La miró atentamente, amparada por las sombras que la rodeaban. Al otro lado de la estancia, el rostro y contorno de Belle estaban iluminados tan solo por el resplandor de su pequeña pantalla. Sonreía, de vez en cuando, leyendo algo que le hacía gracia, y seguía balanceando sus tobillos en el aire. Aquel movimiento pausado y distraído, agitaba levemente sus nalgas, bajo la braguita de algodón.
“Que hermosa es. Es como un hada surgida de un cuento”, pensó Elsa mientras su mano, inconscientemente, buscaba el camino entre sus muslos. Cuando se dio cuenta, se giró bruscamente, para obligarse a dormir de una vez, pero no lo consiguió hasta mucho más tarde, y resultó ser un suplicio.
DIARIO DE BELLE: Entrada 5 / Fecha: 18-4-…
 ¡No esperaba que dormir en la misma habitación que Elsa pudiera resultar tan duro! Contemplarla así, tan relajada, tan frágil, sobre la cama… Su expresión se vuelve bellísima cuando está dormida. Me he pasado, al menos, una hora mirándola. Claro que también he mirado su tremendo culo (jijijij). ¿Qué me pasa con ella? Apenas la conozco y la tengo siempre en la mente. ¿Qué espero de ella?
Desde que me ha confesado que es lesbiana, no me la puedo quitar de la cabeza.
Me he fugado de casa y me escondo en su apartamento. Bueno, “fugado” es un término subjetivo. Soy mayor de edad. He abandonado la vigilancia de mi tutora, Lana. Así está mejor dicho (o escrito). Lo único que deseo es que me proteja, que me sirva de ancla para poder agarrarme a ella, para poder frenarme en mis pecados… Oooh, ¿tendré valor para confesarme ante Elsa? He cometido tantos…
 Fin de entrada.
Elsa abrió la puerta del frigorífico y, de un vistazo, dio un somero repaso a la escasez de sus provisiones. Medio cartón de leche, un yogurt – posiblemente caducado –, un bote de Ketchup y otro de mostaza, una botella de Merlot, abierta la noche anterior, y un poco de queso, algo reseco. Ahora tenía una invitada, había que reponer existencias.
Belle estaba en la ducha. Elsa se sorprendió cuando, al despertar, descubrió que la joven estaba ya despierta y mirándola. Elsa dormía poco, acostumbrada por su beligerante vida. Con cuatro o cinco horas, siempre que no hubiera consumido alcohol, tenía casi suficiente, pero una chiquilla como Belle necesitaría más horas.
―           ¿Mala noche? – le preguntó, con una sonrisa.
―           No, ¿por qué?
―           Es temprano aún.
Belle se encogió de hombros, la cabeza apoyada en una mano, echada de costado en el cómodo sofá. Sus ojos se entrecerraron cuando Elsa se levantó de la cama y se quitó la camiseta. Sus enhiestos senos, trabajados por el ejercicio, botaron, libres de sujeción alguna.
―           ¡Venga! Me ducho en cinco minutos y todo el baño para ti – la ánimo la detective, entrando en el cuarto de baño.
Mientras los chorros de agua caían sobre su nuca, Elsa repasaba cuanto había visto en el DVD, la víspera. Se reafirmó en su idea de mantener a Belle cerca y sonsacarla más. ¿Los colombianos a los que se refería, tenían algo que ver con la violación? ¿Una red de esclavitud o algo parecido?
Información, necesitaba más datos. Necesitaban comida… Sonrió al llegar a esa conclusión, y cerró el frigorífico. Estaba algo dispersa esa mañana. Elsa era de esas personas que tienen que comer algo al levantarse, pero no había nada apetecible en casa.
Belle salió del cuarto de baño, secándose el pelo con una toalla. Llevaba puesto el albornoz que antes había utilizado Elsa. “También algo de ropa para Belle. No puede llevar gran cosa en esa mochila”, pensó.
―           He pensado que podríamos desayunar fuera e ir de compras. La nevera está más vacía que el ojo de un tuerto – dijo Elsa, con una de sus peculiares bromas. – Y, a lo mejor, te vendrían bien unas cosillas…
―           ¿Cosillas?
―           Gel, un cepillo de dientes, un cepillo suave para ese bonito pelo… un par de camisetas… no sé… ¿Tampones?
Belle se echó a reír, comprendiendo.
―           Salí casi con lo puesto – se excusó la joven.
―           Eso suponía. Si vas a quedarte aquí, un tiempo, mejor será que te acomodes, ¿no?
Los ojos de Belle se agrandaron enormemente.
―           ¿Me quedo?
―           Si…
Sin darle tiempo a reaccionar, Belle saltó sobre Elsa, abrazándose a su cuello. El albornoz se abrió y sus menudos senos se apretaron contra el firme pecho de Elsa, haciéndole tragar saliva.
―           ¡Gracias, muchas gracias!
―           Vístete, que nos vamos.
Belle besó su mejilla y se giró, dejando caer el albornoz con un suave movimiento de hombros. Quedó desnuda en medio de la sala, caminando hacia donde estaba su mochila. Elsa no pudo dejar de admirar aquel cuerpo joven y vibrante, sutilmente perfecto y totalmente tentador. Su cabello mojado tomaba una tonalidad algo más oscura, pegado a la piel de su espalda. Elsa tuvo que darse la vuelta, inmersa en unos sentimientos que la desbordaban.
“¿Qué me pasa? ¿Por qué pierdo el control?”
Belle se vistió ante ella, sin ningún pudor. Unas braguitas blancas y un sujetador que no hacía juego ni de coña. Elsa se mordió una uña. Había que comprarle ropa, seguro. Finalmente, Belle se puso los jeans rotos que traía la noche en que se conocieron, y una camiseta rosa, con la efigie de Silver Surfer sobre su tabla. Se calzó sus deportivas y se giró para mirar a Elsa. Incluso así, la detective pensó que era una diosa.
―           ¡Vámonos! – exclamó la rubita, alegre.
Elsa la llevó al Kat’s Corner, la presentó a Katherine, algo que había hecho muy pocas veces con otras personas, y se atiborraron de tortitas con caramelo. Belle parecía comer a dos carrillos, con ansias, y Elsa se reía.
―           ¡Deliciosas! ¡Madre mía! Nunca había probado… — decía con la boca llena, sin importarle que los clientes de otras mesas la miraran.
―           ¡SSshhh! Niña, con tranquilidad, que te van a sentar mal…
Tras el desayuno, Elsa condujo hasta su oficina. Dejó el destartalado Buick contra la acera, con los intermitentes encendidos.
―           ¿Trabajas aquí? – preguntó Belle.
―           Si. Sexta planta.
Entraron en el vestíbulo.
―           Buenos días, Vicent – saludó Elsa al conserje.
―           Buenos días, señorita Burke.
Johanna estaba quitando el polvo de los cuadros y sillones con un plumerito realmente cursi. Su rostro se alegró cuando vio entrar a Elsa y sus hormonas desarregladas por el embarazo la impulsaron a darle efusivamente dos besazos en las mejillas, sin ni siquiera mirar que no venía sola. Johanna se quedó cortada, con una pierna aún flexionada y las manos sobre los hombros de Elsa, mirando a Belle por encima de uno de ellos.
―           Johanna, esta es Belle, una… cliente. Belle, ella es Johanna, mi secretaria y amiga personal – hizo las presentaciones.
―           Encantada, jovencita – Johanna se subió las gafas sobre el puente de la nariz y alargó la mano. Belle se la estrechó, estudiando a la mulata.
―           Lo mismo digo, Johanna.
―           ¿Algo nuevo? – preguntó Elsa, avanzando hacia su despacho.
―           No, nada esta mañana.
―           Entra, Belle – le indicó Elsa, abriendo la puerta.
―           ¿Quién es? – susurró Johanna en cuanto Belle entró en el despacho de su jefa y cerró la puerta.
―           Una jovencita con problemas. Me la encontré delante de mi puerta. Tenía mi tarjeta. Ha dormido en casa.
―           ¿Te has convertido en ONG? – el tono de Johanna quiso ser sarcástico, pero no podía ocultar que estaba molesta.
―           Aún no. Tiene que ver con el caso de Ava Miller.
Johanna quedó sorprendida y numerosas preguntas se le agolparon en la garganta.
―           Aún no tengo nada seguro. No es momento para hablarlo – la interrumpió Elsa, que la conocía como a una hermana. – Tengo que hacer unas compras. Si hay algo, me llamas.
―           Claro, Elsa.
Entró en su despacho. Belle estaba admirando la foto de Elsa sobrela Harley.Giróel cuello para mirar a la detective.
―           ¿Es tuya? – preguntó por la gran motocicleta.
―           Ya no la tengo. La destrocé en el desierto – dijo Elsa, con un suspiro.
―           Te veías muy bien sobre ella, como si hubieses nacido para eso.
―           Eso me han dicho en varias ocasiones – sonrió Elsa, tomando su mochila y comprobando su Beretta.
―           ¿Hace falta eso? – le preguntó Belle, señalando el arma.
―           Es mi trabajo, jovencita. Uno no anda por una obra sin casco, y yo no ando por ahí sin armas. ¿Te molesta?
Belle negó con la cabeza y dirigió su atención hacia el mapa urbano de la pared.
―           Bien. Vamos a cambiar de coche.
―           ¿Cuántos tienes? – Belle la había visto con otro coche cuando fue a la mansión.
―           Ya los verás – sonrió.
―           ¿Todos son tuyos? – se impresionó la joven, cuando Elsa la introdujo en el cobertizo de la chatarrería.
―           Si, aunque no están a mi nombre. Así no me pueden descubrir cuando hago seguimientos y vigilancias. Eddy, el dueño de esta chatarrería, me avisa cuando recoge algún vehículo que puede darme resultado. Lo arreglamos, lo camuflamos, lo mejoramos, y lo damos de alta, a nombre de algunos amigos comunes. Es como un almacén privado.
―           ¡Es brutal! – se rió la joven. – Al menos hay diez coches.
―           Si. Hoy vamos a conducir el BMW…
Ese ni siquiera estaba a la vista, sino bajo una lona marrón que Elsa retiró. El coche no estaba abollado como los demás, y aunque era un modelo antiguo, parecía en muy bueno estado. Se trataba de un BMW E34, 520i, de 1992. Era una de las joyas del parque móvil de Elsa. Un coche duro, resistente, y potente, con gran capacidad y muy seguro.
Elsa arrancó, escuchando el potente motor que casi la erotizaba. Saludó con una mano a los perros que le ladraron y a Eddy, que se encontraba en la cabina de la grúa magnética. Puso rumbo a Rodeo Drive y sus famosas tiendas. Belle, a su lado, bajó la ventanilla y conectó la radio.La KZROcobró vida desgranando las notas de “Good morning little schoolgirl”, de los Allman Brothers Band. Era la emisora preferida de Elsa. Blues & Rock. Como decía Eddy, “la música celestial que se escucha en el infierno”. Sonriendo, Belle agitó la cabeza al rimo del endiablado “riff” de la canción. ¡Esto era vida!
Elsa, a media mañana, se dijo que tenía el síndrome de mamá. Se había gastado un buen puñado de dólares en Belle, tantos que ya no llevaba la cuenta, y se divertía incluso más que la joven. La tarjeta VISA de oro de la detective echó humo.
Le compró ropa interior divertida y sexy. Dos pares de zapatos y unas pantuflas. Varias faldas, de distintas larguras, un par de pantalones cortos, puede que muy cortos, y otros largos. Camisetas y blusas, unas gafas de sol, una gorra y un sombrero tejano del que se encaprichó Belle, desde el primer momento. También compraron artículos personales, como gel, champús, cremas, cepillos dentales, esponjas, cepillos para el pelo, algo de maquillaje, coleteros y felpas, y otros artículos de higiene íntima.
―           Te reembolsaré todo esto, Elsa. Te lo prometo – le dijo Belle, besándola en una mejilla, en el interior de un probador.
―           No hace falta. Lo hago con mucho gusto. Es como vestir a una muñeca – se rió Elsa.
―           ¿Qué pasa? ¿No jugaste suficientemente a las muñecas cuando niña?
―           No, yo era más bien de vapulear a los niños.
―           ¿Marimacho? – soltó Belle, con una carcajada.
―           Mucho – dijo Elsa, hinchando el pecho.
―           ¿Me sienta bien? – preguntó Belle, refiriéndose a la túnica ibicenca que se estaba probando.
―           Estás perfecta. ¿La quieres?
―           Pero… ¡si no voy a ir a la playa, ni de fiesta nocturna!
―           Eso no se sabe nunca. Siempre te la puedes poner en la terraza, para provocar a Bernard.
Las dos salieron del probador entre carcajadas.
Una hora más tarde, estaban en un supermercado, camino del ático, comprando suministros. Tuvieron que dar dos viajes desde el maletero del coche al ascensor, llenándolo de bolsas. Elsa jamás compró tanto en una sola tarde.
DIARIO DE BELLE: Entrada 1 / Fecha: 19-4-…
 ¡Cuánto nos hemos divertido las dos comprando! ¡Ha sido genial! Como si fuera mi hermana mayor. Bromeamos, nos reímos, y ganamos confianza a cada minuto. Era como una droga, no quería parar. Me ha tocado un par de veces la cintura y casi pierdo la facultad de hablar, al sentirlas. Elsa me excita como nadie lo ha hecho antes.
 Fin de entrada.
Hacía una noche preciosa y Elsa decidió organizar la cena en la terraza de casa. Quitaron las hamacas y sacaron la mesa extensible entre las dos, junto con unas sillas. Belle se ocupó de adornar la mesa. Encontró servilletas de hilo, pero no cubiertos buenos. Colocó velas y sándalo, así como mantel Burdeos. Elsa preparó unos mariscos marinados con ron y especies, y cuatro grandes tostadas de pan moreno con aceite de oliva, ajo, tomate frotado, y rosbif de venado. Abrió una botella de Pinot Blanc y la dejó airearse un poco.
Elsa envió a Belle a cambiarse, al cuarto de baño, mientras ella lo hacía ante su armario. Escogió una larga túnica africana, de seda y con muchos motivos coloristas. Al minuto, Belle surgió del baño, vistiendo la túnica ibicenca blanca, que pegaba a su cuerpo con un ancho cinto de cuero, lo que hacía que la túnica quedara mucho más corta.
―           Estás preciosa – murmuró Elsa, mientras le hacía dar un par de vueltas a la chiquilla. – Pareces un ángel del Señor…
―           Muchas gracias. En cambio, tú pareces una reina vampiresa – alabó la rubita, mirando como la larga túnica de Elsa, modelaba sus agresivas caderas y sus duros pechos.
―           Entonces, ten cuidado, podría morderte en cualquier momento – río Elsa.
―           Promesas, promesas…
Se sentaron a la mesa, frente a frente, y la detective sirvió dos copas de vino.
―           Aún no tengo edad para beber – informó Belle. – Podrían acusarte de corrupción de menores.
―           En mi casa, esas leyes idiotas no tienen validez. Si una mujer puede amar y tener un hijo, con esa edad, ¿cómo es que coartan su libertad para beber? Es de hipócritas…
―           Tienes toda la razón – asintió Belle, aceptando la copa.
―           Brindo por conocernos mejor – propuso Elsa.
―           Por conocernos mejor – coreó Belle, entrechocando su copa.
Hablaron sobre creencias religiosas, sobre derechos fundamentales, sobre fantasmas, y hasta sobre la derogación de las corridas de toros en Cataluña, mientras comían gambas, cañadillas, y almejas machas. Chupeteaban sus dedos como arpías golosas y vaciaron la botella, entre risas y brindis. Devoraron las crujientes tostadas, regodeándose con la mezcla de sabores.
Belle estaba en la gloria. Nadie la había tratado nunca como lo hacía Elsa, como una mujer adulta y deseada. Ella hacía lo imposible por devolverle cuanto podía a la detective, pero no tenía su experiencia, ni su temperamento. Se quedaba arrebolada, escuchándola; sorbiendo el conocimiento que destilaba cada una de sus palabras.
―           Ven… — le pidió Elsa, alargando su mano hacia ella. – Vayamos a tomar el postre, dentro… Ya hemos divertido bastante a Bernard.
Belle se sofocó y dejó escapar una risita. Sobre la encimera de la cocina, había una ensaladera mediana, con varias frutas peladas y cortadas en su interior. Elsa había añadido un yogurt blanco, algo de nata, dos cucharadas de azúcar, y un buen chorreón de ron y de Cointreau, así como una pizca de canela. La había dejado reposar durante la cena y ahora parecía en su punto. ¡Voilá! ¡Una macedonia Mikonos! Se lo había enseñado un compañero marine, de ascendencia griega, para utilizar las frutas que se maduraban demasiado.
Se sentaron sobre la cama, las piernas cruzadas al estilo indio, con las rodillas asomando por las aperturas laterales de la túnica, en el caso de Elsa, o bien casi totalmente al aire, en el caso de Belle. La ensaladera en medio de las dos, que no cesaban de meter sus cucharas en la dulce mezcla blanquecina.
A los pies de la cama, sobre un viejo cofre del ejército confederado que Elsa tenía para guardar las mantas y ropa vieja, el portátil estaba abierto, mostrando una vieja película de Grace Kelly: Crimen perfecto. Las chicas la miraban de vez en cuando, pero sus ojos siempre volvían a admirar a la que tenía al lado.
―           Elsa… nunca he conocido a alguien como tú – musitó Belle, casi hipnotizada por los ojos violáceos de la detective, que, en aquella penumbra y con el reflejo de la película en blanco y negro, adquirían un brillo sobrenatural.
―           Sssshhh… calla y bésame, niña… — le respondió Elsa, muy bajito, inclinándose sobre ella.
Belle abrió sus labios y recibió la húmeda y roja boca. Aún sabía a macedonia, pero su aliento era espeso y dulzón, algo animal. Elsa estaba muy, muy excitada. Llevaba luchando con este impulso todo el día. Se decía que no debía, que no era ético. Pero, en el fondo, sabía que acabaría así. Belle no era su cliente, era una pieza del puzzle, y, como tal, tenía que darle vueltas, de una y otra manera, hasta que encajara.
Sin embargo, escucharla, sentirla, comprenderla, y, sobre todo, contemplarla, había desatado en ella una pasión desconocida y virulenta, que amenazaba con echar por tierra todo cuando había ideado.
Se hundió en aquella boca deliciosa, en aquella ambrosía que representaban unos labios juveniles, tersos, e inexpertos como los de Belle. Aspiró su aliento, su lengua, su saliva, como un poderoso maelstrón marino, toda sentimientos, toda lujuria.
Belle gimió en su boca, arrastrada por una pasión descomunal, que nunca antes experimentó. Tembló entre los brazos de la detective que, finalmente, la abrazó, acunándola contra su potente pecho. Belle era como un pajarillo indefenso, caído del nido y sin nociones de vuelo. Solo podía abrir su boca y piar, pedir con su lengua, y aceptar lo que caía en el interior de su pico.
Cuando Elsa se retiró, Belle jadeaba. Buscaba oxígeno con urgencia, aturdida por la misma pasión sofocadora. Elsa aprovechó para depositar la casi vacía ensaladera en el suelo. Entonces, alzándose sobre sus rodillas, sacó la túnica por encima de su cabeza, estirazando totalmente sus brazos.
El corazón de Belle redobló su ritmo. Elsa no llevaba absolutamente nada debajo de aquella larga tela de seda. Su cuerpo desnudo relució bajo la escasa luz, formando un sensual conjunto de sombras que parecían ondular, atrayéndola.
Cuando las manos de Elsa se posaron sobre las caderas de la rubita, ésta levantó las manos y dijo simplemente:
―           Soy tuya, Elsa… tuya para siempre…
Y Elsa sacó su blanca túnica de la misma forma, tapando su rostro por un segundo. Belle si llevaba ropa interior, aunque solo fuera una sucinta braguita de satén blanco. La detective deslizó un dedo por uno de sus encantadores pechitos, descendiendo suavemente como un solitario y valiente explorador, hasta golpear levemente el endurecido pezón rosado.
―           Aaaahh…
Más que un suspiro, fue su aliento el que se escapó, como si la abandonara su alma inmortal e invisible. En un lenguaje sin palabras, aquel leve quejido, venía a significar su rendición más incondicional, la entrega más abyecta que un ser humano puede imaginar. Pero, de eso, Elsa aún no sabía nada, y se limitó a pasar el dedo por el otro pezón, tan duro como su hermano.
Veinte segundos más tarde, aquel dedo acarició la suave tela de la braguita, descubriendo que estaba totalmente humedecida y que el flujo ya se deslizaba por la cara interna de los muslos, dada su intensidad.
―           Dios santo, chiquilla, como te mojas… — se asombró Elsa.
―           Gggllll… isss…– farfulló Belle, los ojos entornados.
Elsa la observó. Apenas la había tocado. ¿Se había corrido y ella no se había dado cuenta? Tal humedad no era normal, y no olía a orines. La obligó a recostarse y le sacó la braguita. Con una sonrisa, Elsa se dijo que debía reconocer el terreno de más de cerca. Separó las esbeltas y largas piernas, que se quedaron algo dobladas, pero apoyadas en la sábana, y echó un buen vistazo a ese casi imberbe coñito, que la atraía locamente. Rosado, estrecho, casi infantil, perlado de humedad, y empenachado con un manojito de vello corto y muy rubio. Una delicia en la que no pudo resistir meter un dedo. El coñito lo tragó con avidez, sin molestia alguna.
“Bien, parece que no solo entró el dogo aquí dentro”, se dijo Elsa, emparejando otro dedo.
Arrancó otro dulce quejido a la chiquilla. Una mano le tiró suavemente del pelo. “No solo quieres los dedos, ¿verdad?”. Aplicó su lengua sobre el hinchado clítoris, apretando sobre él. La rubita silbó como una serpiente atrapada, contrayendo las caderas.
―           No…me…dejes…por favor… cómeme…toda…Elsa – imploró con voz de niña.
Aquella voz tuvo un efecto explosivo sobre Elsa, la cual se lanzó a devorar toda aquella pelvis con tal ardor que gruesos goterones caían sobre la sábana. Belle agitaba las caderas, su pubis temblaba con cortos espasmos, y sus puños aferraban la ropa de la cama, con mucha fuerza. Giraba su rostro a un lado y a otro. Los ojos cerrados, la boca abierta en una mueca. De vez en cuando, musitaba algo, que a Elsa le costó entender:
―           Así…así…muerde a tu…perra…solo soy…una guarraaaaah…una putilla que no…se…merece nada…aaa…
Elsa aventuró uno de los dedos que tenía metidos en el coño, en el culito. Entró sin apenas esfuerzo, como si aquel ano estuviera muy acostumbrado a recibir intrusos. Sin embargo, Belle se tensó entera cuando sintió ese apéndice en su interior. Colocó la planta de sus pies sobre los hombros de la detective, y sus manos aferraron la nuca, al mismo tiempo, curvando la espalda hacia delante para mirar a los ojos de Elsa. Ésta se vio apresada contra el coño de Belle y la miró, sorprendida.
―           ¡Otro! ¡Mete otro… por favor…! Méteme otro dedo… en el culo… y me correré… en tu… bocaaaaaa… — exigió roncamente.
Dicho y hecho. Índice y corazón traspasaron el esfínter y Belle explotó, soltando un chorrito de lefa sobre los labios de Elsa. La limpió enteramente, durante varios minutos, dándole tiempo a que se recuperara. Después, se tumbó a su lado, acariciando la blanca piel del vientre, mirándola a los ojos.
―           Dios, Belle… ¿Cómo…?
―           Por favor, no me preguntes ahora… sino, no podré acabar de amarte… por favor – su mirada era tan suplicante como su tono.
Elsa cabeceo, pero solo era un aplazamiento. Tendría que contestar a muchas preguntas. Belle se subió sobre ella, besándola en el cuello, en los labios, en los hombros, y, por fin, en los senos. Se atareó sobre ellos, sin prisas, durante mucho tiempo, poniéndolos tan erectos y duros, que, con solo soplar sobre ellos, la hacía gemir. Después, aplastaba los pezones duramente con sus pulgares y Elsa aullaba.
Metió un esbelto muslo entre las piernas de la latina, con tal pericia que el muslo absorbió rápidamente la hinchada vagina de Elsa. Se frotaban, cada una contra el muslo de la otra, incrementando las febriles sensaciones. Al mismo tiempo, Belle dejaba caer palabras en su oído, palabras que atenazaban la garganta de Elsa y añadían fuego líquido a su coño.
―           Voy a ser… tu esclava… me arrastraré bajo tu escritorio… para lamerte el coño… cuando estés trabajando… Solo comeré… de tu vagina… día y noche… Podrás pagar… con mi cuerpo… entregarme a quien desees… a esa Johanna… que te come… con los ojos… Me convertiré en tu puta… en la perra que saques a pasear… los domingos… Me quedaré preñada para ti… Sé mi dueña… por favor… Te quiero… Te amo… Elsa…
Elsa no pudo contestarle, ni si, ni no, ni bueno, ni malo. No dejaba de correrse, sin parar, dos, tres orgasmos encadenados. Aquellas palabras, el tono ronco, el murmullo de total confesión, el roce de los muslos, la calidez y aroma de su cuerpo… todo ello activó uno orgasmo detrás de otro, dejándola sin aire, sin fuerza, sin neuronas en el cerebro…
Solo podía abrazarse a ella y babear.
Belle había demostrado que no era una chiquilla indefensa y necesitada. Belle era algo desconocido, un ser primario y lleno de experiencia que no correspondía con su edad. Un enigma…
Los ladridos volvieron a resonar, cercanos, pero lejanos a la vez. Belle gruñó, el rostro enterrado en la almohada. ¿Por qué no se callaba ese perro? ¡Qué alguien matara a ese chucho cabrón! Abrió un ojo. Aún era de noche. Elsa estaba dormida, a su lado, desnuda y ofreciéndole su ilustre trasero.
El perro ladró de nuevo. Giró los ojos hacia el arcón de los pies de la cama. ¿Era una película? Gruñendo, Belle se arrastró para cerrar el portátil, pero sus dedos se quedaron a centímetros. ¡Ella conocía esa sala acolchada! ¡No era una película!
Se quedó de rodillas, allí plantada, contemplando como un hombre llevaba a cuestas una chica, con una bolsa en la cabeza. Su boca se abrió, desmesurada, cuando se vio a si misma, gritando y pataleando, al retirar la capucha.
Aquel perro no callaba. ¡Maldito! ¿Qué era todo aquello? ¿Quién eran aquellas mujeres? ¿Por qué no recordaba nada de eso?
Nota que una mano se posa sobre su hombro, desde atrás.
―           ¿Quién eres, Belle? – le pregunta Elsa, suavemente.
                                            CONTINUARÁ…
 

Relato erótico: “Secreto de Familia: Encuentro con Rita 3” (POR MARQUESDUQUE)

$
0
0

-Adivina

La cara de mi hermano era un poema. Sonreía enseñando todos los dientes, en una expresión de autosatisfacción que a mi particularmente me resultaba desagradable.

-¿Y bien?- le pregunté impaciente

-Rita ha cambiado de opinión. Este mismo fin de semana quedaremos.

Eso no me lo esperaba. Parecía obvio que Rita había rehecho su vida y no tenía sentido que quisiera quedar con el capullo de mi hermano. Lo primero que pensé es si me podría acoplar a la cita. Me apetecía ver a Rita y podría preguntarle por Sofía. Luego pretextaría tener cosas que hacer y desaparecería dejándolos solos para que hicieran lo que tuvieran que hacer. Si es que tenían que hacer algo. Que quedasen como amigos no quería decir que fuera a pasar nada, Rita tenía pareja después de todo. Tal vez Mario lo estuviera malinterpretando. Y sí Rita efectivamente estaba pensando en que tuvieran sexo, también podía tenerlo conmigo. Al fin y al cabo no sería la primera vez que terminábamos los tres juntos compartiendo cama.

-Recuerdas los tríos que hacíamos en los buenos tiempos- dije tanteando el terreno

-Ni lo pienses mocoso, tú no estás invitado

-¿Quién te ha pedido nada?- repuse algo molesto. Me había pillado la intención al vuelo.

Los “ménages à trois” comenzaron poco después del primer intercambio, al que habían seguido algunos más. Sofía se encontraba mal y se había acostado antes. Para no molestarla me iba a ir a la otra habitación, la de la hermana de Rita que no viva ya con ellos. Rita le cuchicheo algo a mi hermano y me llamó. Me acerqué y me besó, luego besó a Mario y después otra vez a mí. Pasamos a su cuarto y comenzamos a besarla entre los dos. Se me hacía un poco raro. Pensé que me estaría comiendo toda la saliva de mi hermano de boca de Rita, pero estaba tan excitado que no me importó. Nos tumbamos en la cama y seguimos así un rato. Ella había deslizado sus dedos por nuestros pantalones mientras tanto y nos acariciaba los paquetes. La desnudamos poco a poco y nos prendimos de sus pezones. Llevé mi mano a su entrepierna pero al sentir la de Mario la aparté rápidamente. Mi hermano se colocó sobre ella y la penetró con vigor. Yo la besé mientras tanto y sentí su lengua estremecerse en mi boca ante las sacudidas que recibía del pene que entraba en su coño. Pasé unos instantes comiéndole la boca y acariciándole los pechos mientras mi hermano se la follaba, hasta que no pude aguantar más y aproximé mi polla a sus labios para que me la chupara. Lo hizo con increíble destreza a pesar de tener a ese morlaco encima y me corrí en su boca casi a la vez que Mario lo hacía entre sus piernas.

Después de esa vinieron otras. Sofía era algo más mayor que nosotros y no siempre le apetecía quedarse hasta tan tarde cuando nos íbamos de fiesta. En esas ocasiones en que mi novia se retiraba antes quedaba sobreentendido que follaríamos los tres, Rita, mi hermano y yo, sin remordimientos, sin conciencia de que estuviéramos haciendo algo mal. Una de esas veces Mario se corrió pronto así que yo le sustituí y monté a su chica delante suyo. Luego preferí ir a dormir con Sofía, que tenía la cama más grande. Cuando entre en la cama la desperté y me preguntó si me había tirado a Rita y si me lo había pasado bien. Confesé que sí y nos pusimos a besarnos. Mi polla se puso dura de nuevo. Era muy joven y no me costaba empalmarme en seguida. Al sentirla me preguntó si es que no me había quedado satisfecho. Riendo respondí que debía ser que no y ella se puso a chupármela. Te sabe al coño de mi hija, me dijo, y eso me excitó más aún. Me la follé con ímpetu. Al final, rendidos, nos dormimos los dos.

Realmente a pesar de los antecedentes, ya lejanos, no era probable que esa cita me acabara alcanzando a mí, así que sería mejor dejar de soñar.

¡Iba a quedar con Rita! ¡Al final había dicho que sí! Estaba excitado ante la mera perspectiva. Mi hermano me miraba con fastidio. Se notaba que no tenía mucha fe en esa posibilidad. Además aquello quería decir que seguramente el fin de semana siguiente yo mojaría y él no. Eso añadía un poco de pimienta a mi alegría. La incredulidad del muy capullo había estado deprimiéndome. Entonces oí su vocecita molesta:

-Recuerdas los tríos que hacíamos en los buenos tiempos

-Ni lo pienses mocoso, tú no estás invitado- respondí sin pensarlo. ¿Qué se habría creído el majadero? Que se buscase su propio sexo.

La verdad es que sí que los recordaba. Después de las orgías y los intercambios de parejas los tríos eran el paso natural siguiente. Primero los dos con Rita. Cuando Sofía se encontraba mal o quería acostarse pronto invitábamos a Miguel a compartir nuestra cama y follábamos los tres. Más adelante los dos con Sofía. La primera vez fue una noche que Rita había quedado con su hermana y nos quedamos los demás solos. Yo asumí que igual que en las otras ocasiones Miguel había pillado cacho con Rita, ahora yo lo pillaría con Sofía, pero claro, aunque mi hermano no tenía fuerza moral para negarse, sí ella no quería no había nada que hacer. Intenté estar seductor con ella toda la noche, pero creo que hice el ridículo. Aun así, cuando nos sentamos en el sofá a ver una película, ella se puso en el medio y abrió los brazos para que los dos la abrazáramos, cada uno a un lado. Yo empecé a acariciar su pierna y al no encontrar resistencia en ella terminé metiéndole mano sin disimulo. Mi hermano hacía lo propio y pronto ella nos correspondió tocándonos los paquetes. Le dije algo al oído y aproveché para lamerle la oreja. Miguel no quería quedarse atrás, ya que esta vez estábamos con su chica, y la besó metiéndole la lengua hasta la garganta. Nos olvidamos de la película y le desabotoné la blusa para chupar uno de sus magníficos senos. Parecía mentira como una mujer que nos sobrepasaba tanto en edad podía excitarnos tanto. Mi hermano me había imitado y cada uno estábamos amorrados a una teta mientras nuestras manos tropezaban en sus bragas. Nos repartimos su entrepierna de manera que él le frotaba el clítoris y yo hacía círculos con mis dedos índice y corazón en su vagina. Pronto su coñito maduro estuvo rebosando fluidos y su garganta comenzó a emitir suspiros, señal de que estaba disfrutando. Nos jaló de los cabellos para besarnos intensamente, primero a uno y luego al otro, acariciando nuestras lenguas con la suya y nuestros penes con sus manos expertas. Por indicación suya nos levantamos y acercamos nuestras pollas a sus labios. Primero nos besó en las puntas, luego pasó la lengua por mi glande mientras el rabo de mi hermano le acariciaba la mejilla. Nos la estuvo chupando a los dos un rato. Se metía mi miembro en la boca mientras masturbaba el de Miguel, luego le lamía los huevos a él mientras me la machacaba a mí, después pasaba la lengua entre los dos troncos y así durante un rato. Finalmente se centró en la mía poniendo el culo en pompa y restregándolo en el paquete de su chico que entendió la indirecta y se la metió de un golpe en su vulva chorreante. Yo la agarraba de la melena y ella a mí del culo mientras me follaba su boca y mi hermano su chocho cogiéndola de la cintura. En un momento dado nos miramos, nos sonreímos y chocamos las manos agradecidos de haber conocido a esa familia, a esa madre y esa hija que nos habían cambiado la vida y nos habían introducido en el sexo de un modo más satisfactorio que el de todos los chicos de nuestra edad que conocíamos. Nos corrimos con Sofía y continuamos viendo la película. A la hora de acostarse a dormir lo hicimos los tres en la cama de matrimonio de nuestra anfitriona, donde la volvimos a follar hasta quedar exhaustos.

-Dijiste que María también estaba en la discoteca. ¿Seguía igual de guapa?

Mi hermano interrumpió mis cavilaciones con su pregunta.

-Más guapa aun tal vez. Estaba radiante.

Conocimos a María, la hermana mayor de Rita, la primera hija de Sofía, poco después de aquel trío. Nos impresionó su aspecto y su carisma. Era una versión aun más decidida de Rita, aun más independiente, aun más desacomplejada, que ya era decir mucho. Se notaba que tanto su madre como su hermana la adoraban, era la autentica líder familiar. Escuchamos de sus labios y de los de su marido la historia de cómo aquella familia conservadora normal se había convertido en aquel oasis de libertad sexual en el que nosotros reposábamos, como había convencido a su novio para follar con su madre y con su hermana para olvidar así al padre que las había abandonado. Su marido era un tipo simpático, que se encogía de hombros cuando su mujer explicaba cómo le había inducido a acostarse con Sofía, como queriendo dar a entender que no había tenido otra opción. ¿Quién iba a negarse a algo así? Por supuesto la historia nos calentó a todos y esa noche me follé a Rita con más ganas aún que de costumbre.

Comenzó el curso y yo empecé a ir a la universidad mientras que mi hermano tenía ahora de profesora a Rita en el instituto. A veces quedábamos con María y su marido y hacíamos algo: cenar, ir al cine, al futbol o lo que fuera. Una de esas veces, mi hermano y Sofía se fueron a casa y los demás continuamos la fiesta en una discoteca. Al retirarnos a la madrugada decidimos ir a casa de María a tomar la última copa. Era una morada sencilla pero acogedora, no tan grande como la casa familiar pero decorada con gusto y agradable. Nos servimos unos cubatas y Julio, el marido de María, puso música. Las dos hermanas empezaron a bailar animadas. Se movían de un modo muy sensual lo que me puso un poco cachondo. La manera en que se restregaban no parecía propia de hermanas. Hicieron el baile de las falsas lesbianas con tanto sentimiento que no parecían tan falsas. Entonces Rita se giró quedando cara a cara con su hermana mayor y comenzaron a besarse. Abrí mucho los ojos porque no podía creer lo que estaba viendo y me percaté de que el beso era con lengua, un morreo apasionado. Además se metían mano, Rita le acariciaba las tetas a María que a su vez le sujetaba el culo. Julio estaba muy tranquilo, como si viera algo así todos los días. Yo, simplemente no lo podía creer.

Entre baile y baile empezaron a quitarse la ropa, como en un striptease doble. Primero descubrieron sus senos. María me miró relamiéndose mientras Rita le sostenía los pechos desde atrás como enseñándomelos y le besaba en la nuca y el cuello. Mientras seguían moviéndose al ritmo cadencioso de la música prodigándose besos y caricias. Las hermanas dejaron lo que tenían entre manos y vinieron sensualmente hacia mí. Verlas acercarse contoneándose, tan bellas, tan decididas y tan desnudas me asustó un poco. Tenía una erección brutal que amenazaba con romper mis calzoncillos. Llegaron a mi altura y se arrodillaron ante mí. Entre las dos me desabrocharon los pantalones y me sacaron la polla de los bóxers. Rita me la acarició despacio pero fue María la primera en metérsela en la boca. Me la chuparon entre las dos. Nunca había sentido algo así. Eran unas expertas en lo que hacían. Una me besaba la punta y la otra me lamía el tronco, una la rodeaba con los labios y la otra me pasaba la lengua por los huevos. De vez en cuando se besaban entre ellas. Ante tal tratamiento y tal espectáculo no tardé mucho en estallar. Los chorros de esperma brotaron saltarines manchando las caras de las dos hermanas. Ellas comenzaron a besarse y a lamerse limpiándose el semen la una a la otra y devorándolo todo con glotonería. Estaba extasiado mirándolas. Cuando acabaron fueron a atender a Julio, que se había estado meneando la polla mientras miraba hasta entonces. Su mujer se clavó su verga y Rita le puso el chocho en la boca para que le diera placer. Era obvio que ya habían estado los tres juntos antes. Fui hacia María, que había quedado mirando hacia mí mientras montaba a su marido y la besé. Le metí la lengua en la boca y le chupé las tetas. Luego le acerque mi polla para que la chupara de nuevo hasta que estuviera erecta otra vez. Cuando lo logró fui hasta mi chica, la aparté de Julio y sin más preámbulo se la metí. Ella me abrazaba y jadeaba y movía la pelvis para facilitarme la labor. Se la veía muy cachonda. De reojo vi a Julio erguirse quedando María a cuatro patas y follársela así, arrancándole gemidos cada vez más fuertes. Fue un polvo brutal tras el que quedé rendido. Ahora te pareceré una pervertida, me dijo Rita. Nada de eso, le conteste. Creo que eres maravillosa. Me besó complacida con la respuesta. Prefiero que no le comentes nada de esto a tu hermano ni a mi madre. Ella se ha vuelto muy liberal, pero no entendería lo mío con mi hermana. Ni yo mismo lo entiendo a veces. Le prometí silencio y cumplí mi promesa.

Al día siguiente mientras follábamos Rita me pregunto si me gustaba su hermana, si me gustaría tirármela. Le confesé que sí y me dijo que pronto lo haría, que lo habían hablado y yo también le gustaba. La besé y apreté el ritmo de la penetración. Cuando acabamos le pregunté por su rollo lésbico-incestuoso con su hermana. Empezamos de pequeñas, me dijo, viendo una película porno que se había dejado nuestro padre cuando se marcho. Al principio solo nos masturbábamos mirándola. Luego yo empecé a espiarla cuando estaba con Julio que entonces era su noviete. Un día me pilló y me hizo pasar a la habitación. Digamos que ese día aprendí a hacer una mamada. Luego a solas las dos rememorándolo, bueno, puedes imaginarte. Pero hasta que rompí con Belinda no nos comimos el coño. Desde entonces estamos juntas de vez en cuando. ¿Te perece monstruoso? No sabía lo que me parecía pero sí que estaba empalmadísimo. Tanto que follamos otra vez.

El fin de semana siguiente volvimos a quedar todos, pero en esa ocasión no salimos de casa de Sofía. Después de cenar María propuso jugar al strip-poker y todos aceptamos entre risas.

-Recuerdas la noche del strip-poker- le dije a Miguel.

-Como olvidarla. Gané yo.

Eso es cierto. Que ganó significa que fue el último en conservar los calzoncillos. Teníamos un par de botellas de cava y bebíamos mientras jugábamos. María fue la primera en apostarse las bragas contra mí y perdió. Su trío no pudo nada contra mi full. Sin la menor vergüenza y contoneándose se quitó el tanga por debajo de la falda y me lo tiró a la cara. Estaba claro que le gustaba apostar fuerte. Poco a poco las prendas de ropa fueron cayendo. Cuando quedamos todos desnudos cogimos una de las botellas vacías y nos pusimos a jugar con ella dándole vueltas. Había que besar al que apuntara la botella, un juego adolescente de iniciación sexual típico. Aunque nosotros no éramos exactamente adolescentes, desde luego nuestras acompañantes no lo eran. Rita besó a Julio con confianza, este morreó a Sofía sin el menor sonrojo, Sofía me metió la lengua sin cortarse y como a mí me salió otra vez ella, se la metí con el mismo desparpajo. El momento que yo esperaba, el de besar a María se hizo esperar un poco, pero cuando llegó me lancé sobre ella dispuesto a no dejar pasar la oportunidad. Hubo gritos y risas animándome, y ningún reproche. Después de habernos comido las bocas todos varias veces Rita propuso pasar a cosas más fuertes y como la botella me apuntaba a mí, me chupó la polla un rato. Luego a mí me salió María y esta se abalanzó sobre mí, imitando lo que yo había hecho en la ocasión anterior. Rita aprovechó para irse con Miguel y Julio atacó a Sofía. Las parejas quedaron establecidas así para esa noche y acabé llevando a María a su antiguo cuarto a hacer el amor con ella.

-Tenía ganas de estar contigo, le dije, me atraes mucho.

– ¡Qué mono!, dijo ella. No me extraña que mi hermana te adore. Yo también tenía ganas de acostarme contigo. Se lo dije a Julio nada más verte.

-¿Y a él no le importa?, pregunté yo, aunque ya sabía la respuesta.

-Claro que no, dijo y me besó con su boca húmeda y sensual.

Tenía las tetas algo más grandes que las de Rita, aunque sin llegar a lo de Sofía. Era como una versión de mi amor pero con algo más de curvas. Follamos como locos esa noche. Le chupé las tetas, bajé la lengua por su vientre, juguetee con los pelos de su pubis, le besé el clítoris, le pasé la lengua por el coño como Rita me había enseñado… Cuando noté que se iba a correr, paré y se la metí de un golpe. Estaba mojadísima y entró sin ningún problema. Follamos como salvajes. María se movía de una forma más excitante aún que su hermana, que ya era decir. Tras unas cuantas embestidas la noté estremecerse y alcanzar el orgasmo. Se separó de mi exhausta y yo, que aún no había llegado al mío, me quedé tumbado con la polla apuntando al techo. Se repuso unos instantes y se colocó a cuatro patas de una forma muy sensual. Tranquilo cariño que no te voy a dejar así, dijo, saca un bote que hay en mi bolso y úntame el culo con su contenido. Tardé un poco en darme cuenta de que era vaselina y en comprender lo que eso significaba. Lo hice aprovechando para meterle el dedo en su agujerito de atrás y juguetear con él. Ahora métemela por ahí, me pidió con tranquilidad y así lo hice. Costó más que antes, esa entrada la tenía menos usada obviamente. Aún así no ofreció tanta resistencia como pensaba. Antes de darme cuenta le estaba rompiendo el culo a la hermana de mi novia. Sentía el pene apretadísimo, sus nalgas chocaban contra mi pelvis y la tenía agarrada de las tetas, esas tetas maravillosas. El sonido de mis embestidas y el olor a sexo inundaron la habitación. En tal estado de excitación no tardé mucho en correrme. El semen salió a borbotones y se esparció por el culo de María. Nos besamos contentos. Eres un buen amante, me dijo, mi hermana te ha entrenado bien.

Desde entonces mi obsesión fue metérsela por el culo a Rita. La siguiente noche que follamos mencioné el tema y ella se echó a reír. Le has dado por culo a mi hermana y ahora quieres darme a mí. Lo suponía. Tuve que confesar que llevaba razón. No estaba enfadada, lo entendía como algo normal, María le había contado los pormenores de nuestra noche de sexo (las hermanas se lo contaban todo) y ella había imaginado que querría repetir la experiencia, añadir esa variante a nuestros juegos sexuales. Nunca lo he hecho por ahí, dijo como dudando. Lo haremos más adelante, si te portas bien. Sus palabras, expresadas de un modo muy sensual, me habían dejado cachondo, así que me lancé sobre ella. Mientras follábamos le metí un dedo por el culo, cosa que a ella pareció gustarle.

Nuestros siguientes polvos aumentaron mi fijación con el trasero de mi novia. Se lo palpaba, se lo besaba, se lo lamía, le metía los deditos… Un día mientras nos achuchábamos sacó algo de su bolso. Mira lo que me ha dejado mi hermana. Era el bote de vaselina. Eso quería decir que había llegado el día. No fue tan fácil como con María. Rita lo tenía más apretadito. Intenté meterla pero noté que le hacía daño así que me detuve. La besé despacio. En mis meses de relación y desenfreno sexual con ella había aprendido lo que le gustaba y sabía que en un momento de tensión así agradecería mi cariño. Nuestras lenguas se unieron armoniosas en una danza de lujuria. Mientras le mordía los labios la acariciaba por todo el cuerpo, especialmente en los muslos y en los pechos. Poco a poco mis dedos fueron dirigiéndose a sus ingles y a lo que había entre ellas. Me encantaba la manera en que su coño se abría a mis roces y como suspiraba y se mordía el labio inferior cuando le frotaba el clítoris. La tumbé boca abajo y le pasé la lengua por las paredes de su vagina, le chupé el clítoris y subí hasta su culito. Lo tenía embadurnado con la vaselina así que mis dedos entraron con facilidad. Pero mi polla era más grande que mis dedos. Restregué el glande contra su vulva y su botoncito, solo cuando la vi muy excitada volví a intentarlo en su culo. Metí la punta y le pregunté si debía detenerme. Me pidió por favor que continuara. La metí un poco más. Parecía que le hacía daño pero aun así me decía que no quería que la sacara. Le di un último empujoncito y entró del todo. Estuve quieto unos instantes. Sentía la polla apretadísima en su ano. Lentamente inicié un suave vaivén. Mi cuerpo cayó sobre su espalda y aproveché para manosearle las tetas. La besé en la nuca, en el cuello y cuando giró la cara en la boca. Poco a poco fui acelerando mis movimientos. Sus gemidos eran prueba inequívoca de que estaba disfrutando. Me atreví a ser más contundente y a darle más duro. Los gemidos se convirtieron en gritos pidiéndome que no me detuviera. Me encantaba tenerla así, a mi merced. Me excitaba escucharla y notarla en ese paroxismo. Estuvimos así bastantes minutos. Cuando me parecía que iba a correrme frenaba mis embates para reiniciarlos después, más fuertes que nunca cuando estimaba que había pasado el peligro. Creo que ella se corrió varias veces antes de que terminara escupiendo mi semilla en su ano acogedor. Cuando mi pene volvió a estar flácido y me tumbé a su lado vi unas lagrimillas escapando de sus ojos. ¿Te he hecho daño?, pregunté preocupado. Un poquito, pero ha sido fantástico, respondió ella. Te quiero mucho, añadió. Yo también, le dije y estuvimos besándonos mucho rato antes de dormirnos.

Compartir a Rita, como más adelante a Sofía, con mi hermano estaba bien, pero a mí me gustaban más los tríos con dos mujeres. La primera ocasión que tuve de probar uno fue poco después de empezar el curso. Ahora Rita era mi profesora y Mario iba a la universidad así que pasaba más tiempo con ella que él. Una de las noches que salimos a mi hermano le sentaron mal los cubatas y acabó vomitando. Después de acostarlo en su cama Rita vino a la nuestra, a ver qué hacíamos su madre y yo. Lo que hacíamos era obvio. Ente risas la invitamos a que nos acompañara. ¿Por qué no? Ya habíamos estado juntos de todas las maneras. Recordé la primera noche en esa casa, cuando Rita se enrollaba con Mario y Sofía solo era la madre guapísima de mi profesora. Que pronto iba a cambiar todo. Y ahora ahí estaban las dos. Medio desnudas, en mi cama (bueno, técnicamente en la cama de Sofía), bromeando sobre la vitalidad de mi miembro y acariciándolo. Mi vida era envidiable. Recordé a mis compañeros, orgullosísimos por haberle metido la lengua en la boca a una compañera o, como mucho, haber tenido un coito patético de dos minutos. Les recordé en clase dándose codazos y murmurando lo buena que estaba la profesora, bajito, para que no les oyera. Y ahí estaba yo, a punto de follarme a esa profesora y a su madre, que era una señora de bandera. No podía ser más feliz.

Estuvimos un buen rato besándonos. Me morreaba con Sofía y después con su hija. Les tocaba las tetas y ellas a mí la polla. Aquello me encantaba. Parecía que las dos competían por ver quién besaba mejor, cual me daba más placer. Le mordía los labios a Sofía mientras Rita me besaba la oreja. Después cambiaba. Mi lengua se juntaba con la de la hija y la madre me mordisqueaba el cuello. Hubo un momento en el que se juntaron sus dos lenguas en mi boca. Me pareció fantástico. Me enganché al pezón derecho de mi chica mientras su nena bajaba la boca a mi bragueta y me chupaba la polla como ella tan bien sabía hacerlo. Las tetas de Sofía seguían hechizándome, las agarré con las manos y volví a besarla. Rita seguía con la mamadita cada vez más entregada. Le acaricié el conejito a mi novia y lo noté mojadísimo. Tenía los labios de una en los míos y los de la otra en mi pene. Sofía no pudo aguantar más y apartando a su hija me montó sentándose sobre mí. Mi polla se deslizó por su húmedo coño con toda facilidad. Rita me abrazó y comenzó a besarme. Parecía un muñeco en manos de las dos hembras. Podía ver las enormes tetas de Sofía bamboleándose mientras su hija me murmuraba al oído cuanto me deseaba y lo cachonda que la ponía. Luego me acercó el pezón a la boca para que lo chupase. Me sentía abrumado por el cariño y la sensualidad de las dos mujeres. Sofía aceleró sus movimientos mientras Rita me besaba apasionadamente y se corrió sobre mí. Yo aún no había terminado así que su hija ocupó su puesto y siguió cabalgándome como a su potro. Me besé con mi novia entonces y la acaricié las tetas. Le mordí los pezones y los succioné como si me alimentaran. Rita botaba sobre mí, buscado correrse ella también. Lo hicimos a la vez y cayó desplomada sobre mi cuerpo. Abracé a las dos mujeres bendiciendo la copa de más que había dejado fuera de juego a mi hermano.

Por aquellas fechas conocimos María, la hermana mayor de Rita. Recordé que mi hermano me había dicho que la había visto también en la discoteca y le pregunté si estaba tan guapa como siempre. Me respondió que aún más. Le creí. Era una mujer bella y dinámica. Debía venir de familia. Estaba casada, pero practicaba el intercambio de parejas con su marido, así que pronto se unió a nuestros juegos. Mario debía estar pensando lo mismo que yo porque me recordó la noche del streap-poker y el juego de la botella, la primera en que intimamos con ellos. Esa noche mi hermano se fue con María, yo con Rita y Julio, como se llamaba el marido de María, con mi Sofía. Poco después me acosté yo con María. Era una bomba en la cama, como cabía esperar. Los siguientes meses se dieron todo tipo de combinaciones sexuales: parejas, tríos, cuartetos, etc. Entre semana estábamos con nuestras parejas, aunque algún día me tire a Rita en los baños del colegio en el recreo sin poderme contener. Los fines de semana quedábamos todos y terminábamos haciendo orgias o juegos sexuales de cualquier tipo. Poco a poco nos fuimos tranquilizando y estos encuentros se fueron haciendo más espaciados, pero nunca renunciamos del todo a ellos… hasta que rompimos con nuestras parejas, claro…

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:

jomabou@alumni.uv.es

 

Relato erótico: “El anito de Anita (02)” (POR ADRIANRELOAD)

$
0
0

Amanecí con una resaca terrible y dudando que fuera real lo que mis ojos habían visto por aquella ventana la noche anterior. Tal vez había sido un sueño, pero entonces ¿por qué la maceta del pasillo lucia maltrecha? y ¿por qué las huellas de tierra se apuntaba al cuarto de mi prima?.

Dejando estos pensamientos para momentos de mayor claridad mental, me fui a desayunar. Al lado, mi padre me miraba con una cara de pocos amigos. Anita también apareció, me miro con ternura:

– Primito, ¿te sientes bien?… pregunto preocupada.

– Sí, es solo un pequeño dolor de cabeza… respondí con malestar.

– Juan Daniel… ya tienes edad para cuidarte y no te puedo prohibir que tomes… agrego mi padre, mientras en mi cabeza yo me decía: nooo, es muy temprano para regaños. Sabía que cuando decía mi nombre completo era porque venía una reprimenda.

– Si, está bien, sé que se me paso un poco la mano con los tragos… respondí tratando de cortar aquel sermón que me iba a dar más dolor de cabeza.

Mientras tanto Anita miraba con graciosa solemnidad aquella conversación entre padre e hijo.

– Es bueno que lo reconozcas hijo, y espero que en el futuro te midas mejor… sentencio mi viejo.

– Creo que suficiente castigo tiene con su malestar, mírenle la cara… intervino mi madre intentando terminar con esa conversación, pero más bien termino avivándola.

– Si pobrecito… agrego mi primita dulcemente tratando de salvarme.

– ¿Pobrecito?, imagínate que casi entra a tu cuarto, estaba tan ebrio que no sabía dónde quedaba el suyo… dijo mi padre, poniéndome al descubierto.

Anita me miro intrigada y con un pequeño brillo de fascinación en los ojos… habría adivinado que yo la había observado o simplemente le gustaba la idea de que yo hubiera entrado a su cuarto…

– Ay papa… fue un pequeño error de cálculo… fue lo primero que se me ocurrió decir.

– Error de cálculo y de dirección… imagínate el espectáculo que se hubiera llevado tu pobre primita viéndote en ese estado (si supiera que el espectáculo me lo lleve yo)… suerte que no llegara a mayores… replico mi padre algo enojado.

– Si, que suerte… susurro Anita de mala gana.

– Bueno me voy a trabajar… ahhh, hijo creo que sería de provecho que le enseñaras algo de matemáticas a tu prima, para que cuando comiencen sus clases no esté tan perdida con los números.

– Si, está bien… respondí más animado viendo que ahora se me abría una nueva puerta que podía aprovechar para intimar más con mi primita, y no solo pensaba enseñarle matemáticas…

A ella tampoco le desagrado la idea y acepto inmediatamente, al parecer tenía muchas ganas y disposición de “aprender” muchas cosas. A partir de esa mañana ella me sonreía con más confianza y hasta con mas coquetería, diría yo.

Mi madre definió los horarios de enseñanza: le daría clases a Anita por las mañanas, mientras mi madre iba de compras al mercado… este sería prácticamente el único momento en que estaríamos solos.

Pienso que mi madre quería evitar las miradas lujuriosas que de seguro le daban todos los vendedores del mercado a nuestra dulce e “inocente” prima. También le daría clases por las tardes, pero con mi madre rondando por allí sería difícil intentar hacer algo.

Le dictaría clases a Anita en un cuarto de estudio que teníamos en el segundo piso de la casa, el cual usaba yo normalmente para mis actividades académicas. Lo bueno es que tenía privacidad allí, rara vez mi madre subía a interrumpirme, usualmente, como toda madre, me llamaba a gritos.

La primera clase transcurrió como me lo imaginaba: la tensión sexual era evidente, yo le rosaba los senos con mis codos y notaba como estos se erizaban rápidamente. Mientras Anita a su vez, reaccionaba clavándome sus pezones en mi brazo, quizás también para ver como reaccionaba.

Ese día no ocurrió nada, parecía que ambos nos mediamos a ver hasta dónde estábamos dispuestos a avanzar… estuve a punto de besarla pero sonó el timbre, como quien dice: salvado por la campana. Me parece que los dos terminamos acalorados…

– A la mañana siguiente no se me escaparía… me dije y así fue…

Anita llego al segundo piso con una falda corta, un polo delgado y apretado… como para no dejar de ver sus senos. Con esa vestimenta parecía dispuesta a avanzar más ese día. Se sentó a mi lado y yo no podía concentrarme con semejantes melones a la vista… se me hacía agua a la boca…

Justamente quise tomar un poco de agua, pero con lo distraído que estaba, empuje el vaso… termine derramando el agua por toda la mesa.

– Oh… que torpe soy… dije disculpándome.

– No te preocupes, yo lo limpio… me respondió Anita sonriendo, seguro había notado mi nerviosismo.

Se paró frente a mí, yo me aleje un poco del escritorio para darle espacio… pero por mi torpeza (y para mi suerte) la silla giro y Anita tropezó cayendo en mi silla, entre mis piernas, casi en la misma posición en que habíamos estado en la piscina… ella dándome la espalda y sus jugosas nalgas contra mi ingle…

– Discúlpame… atine a decir.

– No, no importa… me respondió Anita algo nerviosa y sin moverse de su posición.

– Vaya… esta posición me parece conocida… le dije acalorándome.

– Si… también recuerdo esta posición… respondió agitada.

Lentamente mis manos comenzaron a rodear su pequeña cintura, simulando lo ocurrido días antes en la piscina… Anita ansiosa giro hacia mí, me miro con angustia y deseo… nos besamos… no me rehuía, al contrario me buscaba con vehemencia…

El contacto con sus atributos físicos me calentó la sangre y mi verga comenzó a crecer, no lo pensé dos veces, la aleje un poco, me baje el cierre y saque mi pene. Ella no se asustó, parecía saber lo que venía y estaba preparada, con rapidez alejo su falda… su conchita estaba apresada por una blanca tanguita.

Anita se paró un poco, y con su conchita recorrió temblorosa la longitud de mi pene. Este contacto la excito tanto que no sabía qué hacer para metérsela. Presurosa y casi sin pensar, Anita busco donde apoyar sus pies, encontrando en el escritorio un asidero.

Yo la seguía como podía, intentando conservar el equilibrio, jalonee su tanguita, hasta que llegue a romper el elástico de una de sus piernas, dejando al descubierto su pubis mojado. Acto seguido, ella busco con su labios vaginales aquel órgano masculino que la excitaba tanto, transformando a aquella dulce niña en una loca ninfómana.

– Tranquila, más despacio… le decía pero no me hacía caso, Anita estaba ansiosa.

Sujete sus nalgas por debajo, levantándola un poco, ella a su vez se ayudó apoyándose contra el escritorio… deje caer su pubis lentamente sobre mi pene, hasta que al fin hizo diana… sus labios se abrieron dejando entrar a aquel nuevo inquilino, ella se estremeció con este contacto… seguí bajando

su cuerpo contra el mío… y ella lanzaba sus primeros quejidos:

– Ayyy… ouuu…. más despacio… que lo tienes más grueso… más grueso que mi dedo… ayyy….

Y en efecto parecía que lo único que había profanado aquel agujero no había sido más que un dedo, ya que su carne se abría con dificultad ante la entrada de mi verga. Intente proceder más lentamente, pero cuando ya tenía la mitad metida, Anita se movió, quizás por ansiedad, y yo perdiendo el equilibrio la deje caer sobre mi… desgarrando su vagina completamente, entrando de lleno toda mi verga…

– Oucchhhh… ayyyyayyy… uffff… exclamo adolorida mi joven primita.

Intento subir, pero perdió el equilibrio y volvió a caer, recorriendo casi toda mi verga. Repitió esta operación un par de veces más, y yo la deje actuar porque me excitaba ver como ella sola se penetraba, queriendo huir, pero terminando nuevamente clavada… hasta que apreté sus muslos contra mí, apresándola para que no subiera nuevamente.

– Quédate quieta… acostúmbrate a sentirla en tus entrañas… le susurre al oído.

– Si, si… lo que tú digas primito… ufff… ufff… respondía obediente Anita.

La mantuve así un rato mientras una de mis manos jaloneaba sus endurecidos senos. Anita me dejaba obrar a gusto, seguro que estaba más preocupada por la estaca que tenía hundida en su conchita…

– Uhmmm… me estas partiéndooo… ayyy… se quejaba ella.

Comencé a subirla y bajarla lentamente, esta fricción era agradable, sentía su cálida, húmeda y estrecha conchita abrirse… pero la posición era dificultuosa, así que decidí voltearla… Anita me siguió, se paró y

nuevamente se sentó sobre mi verga, quejándose menos que la primera vez.

– Uffff… que dura la tienesss… ooohhhh… comenzaba gemir mi prima.

Ahora estábamos frente a frente, con mis manos bajo sus muslos comencé a subirla y bajarla, ella me abrazaba del cuello y sus senos me apretaban el pecho…

– Uhmmm… Juannn… nunca había sentido esto… ooohhhh… exclamaba excitada Anita.

– ¿Te gusta?… me atreví a preguntarle.

– Siii… sigueee por favor… sigueee… uhmmm… me imploraba mi prima.

La subí al escritorio, la eche en el mueble, le abrí las piernas, y nuevamente le introduje mi masa de carne en su velludo pubis… ahora sí, me dije… y comencé a penetrarla con menos dificultad…

– Ohhhh… soy tuyaaa… uhmmmm…. gemía Anita completamente sometida.

Vaya que esta niña tenía una arrechura guardada desde hacía tiempo, ya que gemía como loca, a veces me miraba con angustia y dolor, pero seguía gimiendo y pidiendo…

– Ahhhhhhh… asiiii, asiii, primitooo… uhmmm… exclamaba loca de placer.

Me parecía injusto que sus preciosos senos, que saltaban dificultosamente, estuvieran apresados por aquel débil polo, yo quería verlos… intente liberarlos, con la excitación del momento no me medí, y tire con fuerza, rasgando la tela…

– No importa… sigueee… sigueee… ella presa de la pasión, término de abrir el polo para que no ofreciera resistencia a mis propósitos.

Desenganche como pude su brasiere, sus redondos senos asomaron, coronados por dos estupendos pezones endurecidos. Esta visión me excito más, ahora estaba a full… incremente mi ritmo… sus senos bailaban armoniosamente al compás de mis arremetidas:

– Ayyy… mas despaciooo… que revientooo… ohhhhh…

Y en efecto reventó… reventó en un orgasmo terrible, que hizo que yo también me viniera… saque rápido mi verga y desparrame mi liquido sobre su vientre…

– Ahhhh… ohhh… uffff… exclamo Anita satisfecha.

Permaneció un rato sobre el escritorio, lucia como si le hubieran dado una paliza… cuando al fin se pudo mover, se sentó sobre el escritorio, me jalo hacia ella, busco mis labios y me beso… Le devolví el beso, me abrazo del cuello y me susurro al oído:

– ¿Por qué demoraste tanto?… otro día más y hubiera tenido que meterme una zanahoria… me confeso con angustia.

– ¿En serio?… le pregunte entre risas.

– Si… tal vez… pero no te burles… me dijo un avergonzada al darse cuenta de lo que había dicho.

– ¿Cómo fue que te animaste a que sucediera esto?… le pregunte.

Sentía curiosidad de saber la forma en que se habían desarrollado las cosas para ella, yo tenía mi punto de vista pero quería su versión de las cosas, por lo sucedido, quizás al final yo no me aprovechaba de ella sino ella de mí, o simplemente éramos victimas de nuestros deseos.

Me explico que después de lo que paso en la piscina me sentí un poco acalorada (arrecha seria la palabra más adecuada, pensé yo), cuando te fuiste a la fiesta no podía dormir pensando en lo que había pasado… así que fui a la cocina a tomar agua, pero en el camino escuche un ruido que salía del cuarto de tus padres, me acerque a su puerta y escuche unos gemidos, sentí curiosidad… dijo inocentemente.

– Genial, lo único que me faltaba, enterarme de la vida sexual de mis padres… dije con desgano.

Este relato funciono como un inhibidor natural, inmediatamente mi verga se puso flácida… ella lo noto:

– ¿Qué paso?… ahhh… yo sé cómo pararla de nuevo… me dijo con una sonrisa pícara.

– No me digas que… que también viste eso… ¡diablos!… replique desganado.

– Sí, pero…

No termino su frase porque inmediatamente cogió mi pene por la base y comenzó a besarle su cabeza, primero tímidamente y luego con más confianza… yo absorto al verla actuar, intentaba dejar de pensar en mis padres.

– ¿Cómo se hacía?… ahhh si, ya me acorde… se decía Anita a sí misma.

Luego saco su lengua, y la paso por la comisura de la cabecita de mi pene, que aun tenia líquidos seminales. Sin mayores aspavientos, se tragó mi leche, la saboreo como quien por primera vez prueba un manjar… ver esto hizo que me olvidara de todo lo demás…

– Sabe un poco raro… un poco meloso pero… no es desagradable… se explicaba ella misma.

Acto seguido procedió a insertar la cabecita de mi pene entre sus labios, apresándolo torpemente, luego se fue insertando centímetro a centímetro aquella verga que crecía nuevamente en su boca…

– Despacio… le dije… hazlo como si se tratara una paleta dulce…

– Si, tienes razón… pero también tengo que mover aquí… me dijo Anita obedientemente.

Deslizando su mano por la base de mi pene comenzó a pajearme, mientras sus labios se movían con más confianza desde la cabeza hasta la mitad de mi verga… ohhh yo estaba en las nubes… la niña aprendía rápido y parecía fascinada con aquel juguete nuevo…

– ¡Mierda! se me viene… trate de advertirle.

Pero fue muy tarde, una avalancha de leche invadió su joven boca, esa boquita de la que nunca había escuchado salir una sucia palabra, ahora se llenaba de mis tibios y blanquecinos líquidos.

Anita se alejó un poco intentado tragar el líquido que se depositaba rápidamente en su garganta, mientras mi pene seguía escupiendo semen, bañando sus labios, su mentón, salpicando sus hermosos senos… pensé que se ahogaría, pero se tragó todo lo que pudo y me miro sorprendida:

– ¡Vaya! no pensé que fuera tanto… dijo maravillada.

Después se pasó la lengua por sus labios que aún estaban melosos por mi leche y agrego:

– ¡Mira! ¡me has manchado toda!… dijo absorta mirándose los senos.

Sin aspavientos cogió parte del semen que yacía en su quijada y se lo metió a la boca… Al verla así pensé que, tal vez en su inocencia, Anita creía que debía tragarse todos los líquidos que salían de mi verga… esta erótica imagen hizo que mi maltrecha verga intentara pararse de nuevo… ella lo noto… pero sabía que si seguíamos en eso podrían descubrirnos:

– Creo que es mejor que me cambie, en cualquier momento puede llegar tu madre… me dijo un poco temerosa, devolviéndome a la realidad.

– Si, tienes razón… respondí resignado.

Anita se bañó y se cambió rápidamente… me hubiera gustado entrar a la ducha con ella, pero no quería abusar de mi suerte y ser descubierto tan pronto… teniendo todo un verano por delante, debía ser paciente y no ponerme en evidencia.

Después Anita se dispuso a lavar su falda manchada con mis líquidos seminales… pero el sonido de la puerta le advirtió de la llegada mi madre… así que Anita oculto su ropa lo más rápido que pudo y se dirigió a la sala a ver a mi madre para no levantar sospechas.

– Y bien sobrinita ¿qué has aprendido hoy día?… pregunto inocentemente mi madre.

– Uy tía… aprendí de todo… respondió Anita mirándome con una sonrisa cómplice y luego de reojo me lanzo una fugaz mirada a mi entrepierna.

– ¿Cómo qué?… insistió mi madre.

Que curiosa la vieja, me decía yo, temiendo que a mi primita se le escapase algo:

– Bueno… sobre tamaños… dimensiones… profundidad… decía Anita recordando todo lo que había visto y lo que habíamos puesto en práctica esa mañana.

– Espero que te haya sido provechoso… agrego mi madre.

– Sí, mucho… dijo complacida Anita.

– Ahora ayúdame a preparar el almuerzo… le pidió mi madre.

Después se la llevo para la cocina, yo aún seguía cansado por la “clase” que le había dado a mi primita… y pensando que más le enseñaría los días siguientes, para su provecho y el mío….

Continuara…

Para contactar con el autor:

AdrianReload@mail.com

 

Relato erótico: “Marina y su padre” (POR DULCEYMORBOSO)

$
0
0

…Un intenso orgasmo sacudió sus entrañas. Sintíó la toalla totalmente empapada bajo sus nalgas y muslos. En su vida había tenido unos orgasmos así. Cada vez que se masturbaba , tenía que poner una toalla en la cama. Se avergonzó de lo que le estaba ocurriendo desde hacía dos meses. Se sentía rara. Jamás había imaginado que la vida le tendría reservada esa situación. Pensó en su marido y en sus hijos y una sensación de culpabilidad se adueñó de su mente. Amaba a su marido por encima de todas las cosas. Sus hijos y él eran todo para Marina. En cambio, no podía evitar aquello… Desde hacía dos meses, cada vez que dormía la siesta, al despertar su cuerpo le pedía ser acariciado. Se levantó y recogió la toalla para echarla a lavar antes que llegara su marido….

    Marina tenía treinta y cuatro años y llevaba casada desde los veintidós. Su vida estaba dedicada por completo a su marido y a sus tres hijos. Era feliz. Laboralmente todo iba sobre ruedas. Hacía dos meses que la habían ascendido de comercial a jefa de ventas. La noticia fue celebrada por toda la familia. Cuando le dieron la noticia enseguida pensó que incluso le beneficiaba familiarmente, pues las reuniones con los jefes eran en la ciudad donde vivía su padre y así tendría oportunidad de verlo más a menudo. Desde hacía cinco años la madre de Marina había fallecido y Carlos , su padre , a pesar de ser un hombre muy activo , se sentía bastante solo.
     Al terminar de poner la lavadora, decidió darse un baño relajante…Mientras la bañera se llenaba decidió llamar a su padre para recordarle que al día siguiente le tocaba reunión en su ciudad.
       – Hola papá…
       – Hola cariño, que tal estas?
       – Bien y tu? Te llamaba para recordarte que mañana voy ahí…- al decirlo no pudo evitar ponerse nerviosa.
        – Lo se cariño, mañana es dia uno. No hacía falta que me lo recordaras, no lo olvido…
        – Gracias por todo papá, te quiero mucho…
        – Y yo a ti Marina….Bueno,mañana nos vemos…
        – Si, hasta mañana papá….- ya iban a colgar, cuando su padre la interrumpió.
        – Oye hija….
         – Dime papá…
         – Mañana te quedarás a dormir la siesta en casa? – Carlos se avergonzó de realizarle esa pregunta a su hija.
          – Si papá….quieres? – Marina se puso nerviosa al preguntárselo.
          – Si cariño, y tu?
          – También papá….- ahora era ella la que se avergonzó al reconocerle eso a su padre.
          – Hasta mañana cariño
          – Hasta mañana….
   

  Al colgar Carlos se sentó en una silla. Se sentía ruborizado. Desde hacía dos meses su vida había cambiado y solo vivía deseando que llegara el dia uno de cada mes. En sus sesenta y siete años de vida jamás había imaginado que le sucedería eso.

      Marina colgó el teléfono y sintió sus mejillas acaloradas. La bañera estaba llena de agua y espuma y se desnudó para meterse en ella. Se miró en el espejo. El día anterior había ido a depilarse y se fijó en su pubis. Lo tenía depilado por completo. Recordó la cara que él había puesto cuando le vió la vagina por primera vez. Él le había reconocido que nunca había visto una mujer adulta con la vagina sin un solo vello. Marina no pudo aguantar la curiosidad de preguntarle si le gustaba y él avergonzado le confesó que le fascinaba.
       El agua estaba caliente y se metió en ella. Cerró los ojos y no pudo evitar recordar aquella tarde en que todo empezó…
    …Era el dia uno y estaba feliz porque aunque tuviera que madrugar mucho para coger el coche y conducir, pensaba que merecía la pena. Si no había cambios de última hora, por la mañana iría a las reuniones y dejaría todo hecho para poder comer con su padre y si él quería aprovecharían la tarde para estar juntos. Desde que su madre había fallecido , ya no lo veía tanto. Antes era su madre la que hacía por venir a visitarlos a ellos y a sus nietos, pero ahora que faltaba ya casi no venía. La mañana había transcurrido rápido pues estuvo muy ocupada. Carlos le había dicho que cocinaría para ella y ella estaba feliz y encantada. Al llegar a casa de su padre se abrazaron felices. Desde niña siempre le había encantado estar cobijada entre sus brazos. Comieron sin dejar de ponerse al dia sobre sus vidas. Ella le contó innumerables anécdotas de sus tres nietos y Carlos la miraba y escuchaba con atención. Después del café Carlos le insistió que debería dormir una siesta. Ella tendría que coger el coche para regresar a su casa y sería peligroso sin haber descansado un poco. Ella se negaba diciéndole que quería aprovechar el tiempo con él. Ella entre risas le dijo que estaba bien, que dormiría la siesta pero con la condición de que le contara un cuento como cuando era niña y durmiera él también una siesta. Todo sucedió con naturalidad. Mientras Marina estaba en el baño, Carlos se puso un pijama y se metió en la cama. La vio salir del baño y no pudo evitar mirar sus piernas desnudas. Marina se había quitado la falda y se había puesto una camiseta de su padre. Ella puso la ropa sobre una silla. Vió su falda, su blusa y el sujetador….Se sintió nervioso y al mismo tiempo avergonzado por lo que sentía.
     Marina con naturalidad se metió en la cama. Dado la extraña situación de estar en una misma cama los dos estaban nerviosos. Permanecieron cada uno en un lado de la cama y se quedaron dormidos. Marina desde niña tenía la costumbre de moverse mucho en la cama. Daba vueltas una y otra vez. Dormida se giró y extendiendo su brazo se abrazó a él. Apoyó su cara en el pecho de su padre. Ni siquiera se dio cuenta que era su padre el hombre que estaba en la cama con ella cuando paso la pierna por encima de la de él. Cuando dormía con su marido le gustaba pasar la pierna y sentir en su braguita el contacto del bulto de su marido. Al cabo de unos minutos aún adormilada sintió esa agradable sensación de la erección presionar su braguita. Poco a poco fue despertando y cuando se dio cuenta lo que estaba pasando se creyó morir de la verguenza. Solo la fina tela de su braga separaba el erecto sexo de su padre de su sensible vagina. Era una locura pero lo que sentía le gustaba mucho y era incapaz de separarse de él. El miedo y la verguenza de que se despertara la impedía moverse. Se quedó quieta mordiendo sus labios. Aquel calor del miembro de su padre inundaba su vagina. Se movió un poco. Vio el rostro de su padre y seguía con los ojos cerrados. Su cabeza le decía que se apartara de -el, su cuerpo le decía otra cosa. Su cuerpo le ganó la batalla a su cabeza. Movió sus caderas y se frotó contra él. En pocos segundos Marina sintió que le alcanzaba el orgasmo con el roce. Ahogó sus gemidos tapando la boca contra el pecho paternal. Una vez repuesta del intenso orgasmo alcanzado se levantó asustada. Nunca había sentido un orgasmo tan intenso. Se duchó mientras mil pensamientos se agolpaban en su cabeza. Pensó en su marido, en sus hijos, en su padre…en su erección…Se estremeció al darse cuenta de un detalle que había pasado desapercibido para ella mientras alcanzaba el orgasmo. Al apoyar su boca en el pecho de él, mientras se corría, sintió como la mano de se padre acariciaba su cabeza. En el momento no se había dado cuenta. Quiso que la tragara la tierra. Su padre se había enterado de todo….Después de mucho tiempo en el baño tenía que salir. Lo vió haciendo la cama. Él se acercó y dándole un beso le preguntó que tal había dormido. Marina se dió cuenta que él también estaba avergonzado. No hicieron ningún comentario sobre lo ocurrido…
    Marina se excitó al recordar. Su mano acarició entre sus piernas. Recordó aquella segunda siesta con él.
     Carlos colgó el teléfono después de la llamada de su hija. Se dió cuenta que solo pensar en el dia siguiente estaba excitado. Cada dia de ese último mes había recordado lo que había sucedido cuando Marina y él decidieron dormir por segunda vez la siesta juntos. En ningún momento mencionaron el primer dia cuando Marina se frotara contra él. Durante la comida conversaron de otras cosas pero se notaban muy nerviosos. Esta vez fue ella la que le pidió a él una camiseta y le dijo que iba a cambiarse para dormir….Carlos se dejó solo un slip para meterse en la cama. Como aquella primera vez, la vio salir del baño. Sus piernas desnudas atrajeron su mirada. Apoyó la ropa en la silla y vio su falda, su blusa, su sujetador…Su corazón comenzó a latir desbocado cuando vio aquella prenda sobre la silla. Su hija había apoyado con total delicadeza sobre la silla también su braga. Su slip se hizo muy pequeño para recoger su sexo totalmente excitado….   
 
 

Relato erótico: “Expedientes X: el regreso de las zapatillas rojas 3” (POR SIGMA)

$
0
0

EXPEDIENTES X:
EL REGRESO DE LAS ZAPATILLAS ROJAS
Parte 3
Un consejo: es conveniente, aunque no forzoso leer Cazatesoros: Sydney y las zapatillas rojas, antes de leer esta historia.
Por Sigma
-Dios que ya termine el día por favor, quiero irme a casa –pensó angustiada la agente Scully a últimas horas del viernes siguiente- necesito relajarme y pensar en algo más.
La agente se apresuró por los pasillos del FBI, vestida como siempre con un traje sastre formal, con pantalones y saco, sin embargo había algunas diferencias: los pantalones eran un poco más entallados en sus nalgas y muslos, el saco más ajustado en el busto y cintura, sus zapatillas tenían tacones un poco más altos, pero todo dentro del reglamento.
Sin embargo eso atraía las miradas inevitablemente hacía ella, era algo sutil, casi intangible, pero evidentemente estaba ahí, una energía sexual la rodeaba, sin darse cuenta movía sus caderas con más sensualidad de lo normal al caminar y al detenerse a comentar algún detalle de un caso cruzaba inconscientemente sus piernas de forma muy sexy.
Pero nada de esto era percibido por la agente, lo que la tenía tan perturbada eran las sensaciones que estaba sufriendo desde el lunes, la primera mañana al entrar a la oficina chocó con una joven analista latina de cabellos largos y rizados, tirando sus documentos al piso, se puso en cuclillas para ayudarla pero antes de darse cuenta Scully tenía fija la mirada en el escote en V de la chica, formado por su blusa con dos botones abiertos, le parecieron atrayentes y apetitosos, sólo cuando ella le dio las gracias la rubia parpadeó y volvió a la realidad. La agente sacudió la cabeza y continuó su camino.
La tarde siguiente al entrar al archivo central para pedir un expediente, la agente se encontró de golpe con una secretaría con las manos apoyadas en un escritorio mientras leía un memorándum, tenía el cabello pelirrojo recogido en la nuca y llevaba una corta falda negra, sin poder evitarlo Scully se quedó paralizada y repasó cada curva de esas pantorrillas y muslos, su boca se entreabrió y se humedeció los labios. De pronto sintió como sus pezones se endurecían bajo la blusa contra su brassier de encaje blanco. En ese momento la secretaría se dio cuenta de su presencia y se dio vuelta para mirarla, la agente salió de inmediato del archivo.
El día anterior, al ir al comedor con Mulder, la rubia se encontró de nuevo con la secretaría, estaba comiendo en una mesa enfrente de ella, llevaba una falda gris algo corta y un suéter negro, mientras su compañero le comentaba una de sus disparatadas teorías Scully no podía apartar la vista de las piernas de la secretaría, esta las cruzaba con gran delicadeza y sus medias negras brillantes atrapaban la vista de la rubia.
La agente se pasaba la mano por la frente y el cuello, por fortuna Mulder estaba tan concentrado en explicar sus ideas que no se dio cuenta. La secretaria extendió sus piernas bajo la mesa, y a la agente le parecieron interminables, pero mientras su mirada recorría ese par de delicias se encontró de pronto con la mirada pícara de la pelirroja que le sonrió abiertamente antes de hacerle un guiño cargado de insinuaciones. Scully volteó de golpe hacía su compañero y no se atrevió a mirar de nuevo.
Finalmente, apenas minutos antes, la agente se sorprendió así misma memorizando las redondeadas nalgas de otra agente que trataba de reconectar un monitor a la parte de atrás de su computadora.
-¡Santo cielo! ¿Pero que me está pasando? Tengo que salir de aquí… -pensó mientras salía del edificio hacía su auto.
Ya en su hogar, tras cenar, darse un largo baño de tina, peinarse y encender la televisión de su cuarto, Dana se preparó al fin para acostarse, se puso un juego de lencería negro que se transparentaba dejando ver su dorado vello púbico y sus rosados pezones, un liguero blanco alrededor de su cintura conectado a sus medias blancas y finalmente calzada con sus zapatos negros de colegiala. Comenzó a acariciarse las piernas sin dejar de mirarlas y sonrió con excitación.
-Ah, esto está mejor, ahora si puedo relajarme como me gusta –pensó mientras ya empezaba a excitarse- oh… como disfruto estas zapatillas tan altas.
Puso las piernas sobre la cama, las extendió por completo, luego las abrió en V y las levantó para verlas bien.
-¡Si, como me gustan mis piernas, son tan esbeltas! –dijo con lujuria mientras deslizaba sus manos por ellas, para luego empezar a acariciar sus senos- Ah, eso es, mis tetitas son tan suaves y carnosas… mmm…
Una de sus manos bajó y se introdujo en su ropa interior, pero cuando comenzó a acariciarse se detuvo y se levantó de la cama con una sonrisa pícara.
-Mmm…tengo una idea divertida –pensó al caminar a su tocador, abrió un cajón y sacó y consolador negro y un control remoto- aaah si, tenía tiempo que no te veía amiguito.
En realidad no recordaba haberlo comprado pero sabía muy bien donde encontrarlo. Scully se recostó, se bajó las pantaletas negras y amorosamente se lo introdujo en su vagina.
-Ah, que rico… mi coñito ya está húmedo –después de introducirlo por completo se subió sus pantaletas, pero aun quería algo más- ahora sólo falta una cosa…
Rápidamente fue a su bolso y sacó un par de esposas metálicas con un solo eslabón uniéndolas, saco la llave y se la llevó con ella, tras recostarse activo su consolador en un programa creciente progresivo, para finalmente esposarse las manos a la espalda. La llave estaba en su mesita de noche por si la necesitaba. Comenzó a excitarse paulatinamente, mientras el consolador aumentaba su vibración.
-Aaaahh, que bien –la rubia comenzó a transpirar y a arquear su espalda, a cerrar los ojos y abrir la boca- ¡Si, si que delicia!
En ese momento empezó a sonar una melodía en su televisor, Crazy in love de Beyoncé, Scully no pudo evitar abrir los ojos al escucharla, entonces vio en la televisión a la bella cantante negra bailando sensualmente, moviendo sus caderas y nalgas de forma frenética. Sin poder controlarse la rubia tuvo un poderoso orgasmo al verlo.
-¡Nooooo! ¡Aaahhh! –agitó su cabeza de lado a lado- ah… ah…
Finalmente se tranquilizó y dormitó un rato, pero despertó cuando sintió como el consolador empezaba a vibrar de nuevo subiendo paulatinamente.
-Uuff creo que tendré que ver a la psicóloga, no se que me está pasando con las mujeres, pero mejor me quito esto, tengo trabajo que hacer antes de dormir –pensó mientras se sentaba en la cama, pero sintió un escalofrío cuando vio que la llave de las esposas no estaban en la mesilla.
-¿Qué? ¿Pero donde está? La dejé justo allí –rápidamente se levantó y comenzó a buscar junto a la mesilla, pero al no encontrarla allí se empezó a mover frenética por la habitación- Dios, no, no, no pude perderla, tiene que estar por aquí…
Pero no encontró nada, peor aun, el consolador seguía subiendo su vibración y no la dejaba concentrarse, empezó a apretar los muslos en un vano intento por controlarse pero la desesperación empezaba a dominarla.
-Dios que voy a hacer, no puedo pedirle a Mulder que venga a liberarme con su llave, sería humillante… -de pronto recordó que tenía herramientas viejas en una caja en la pequeña bodega del patio de atrás.
-Los alicates, eso es, me costará algo de trabajo pero puede funcionar –entonces recordó que tendría que salir al patio- pero debo correr, sólo falta que los vecinos me vean correteando vestida así por el patio trasero.
-¡Oooohhh que rico! -Gimió mientras cerraba los ojos con fuerza, casi había olvidado que el consolador seguía funcionando, tenía que moverse pronto.
Corrió a la puerta trasera, pero por algún motivo no se le ocurrió quitarse sus altísimas zapatillas negras, por fortuna podía alcanzar la manija de la puerta, en cuanto abrió se asomó al patio con cautela, a sólo cinco metros estaba la bodega.
Ya era algo tarde así que no se veía un alma, pero aun así sentía su corazón latiéndole incontrolable y el consolador no le ayudaba. Corrió a la bodega, por fortuna nunca cerraba el candado, como pudo tomó los alicates, cerró y se dirigió a la puerta.
-Bien, casi lo… ooohh… ooohh… logro –pensó al acercarse, pero entonces la puerta se cerró frente a ella por una ráfaga de viento- No, no, por favor.
Scully trató de abrirla pero era inútil, se había cerrado. Ahora estaba en la calle, con un consolador en su vagina llevándola al orgasmo, esposada y vestida en lencería francesa.
-Dios, esto no puede ponerse peor –pensó molesta, cuando escuchó pasos en la esquina de su casa.
-¿Quién anda ahí? ¡Es la policía! –escuchó decir.
-No, no ahora, tengo que esconderme –pensó desesperada y se lanzó tras un arbusto junto a su casa.
Un policía se asomó en la esquina y usó su lámpara para alumbrar la zona, Scully se apretó contra la pared, se encogió y trató de no respirar. Estaba de rodillas, sus pies en punta, sus senos apretados contra sus muslos, casi en posición fetal excepto por sus manos esposadas a su espalda, parecía una sumisa esclava rindiendo culto a un obscuro dios pagano.
El agente dio un par de pasos, pero al parecer sintiéndose conforme se dio la vuelta para volver a la patrulla. La rubia se relajó al fin pero justo entonces el consolador subió al último nivel…
-¡Aaaahhh Papi! –gimió sin poder evitarlo debido a un repentino orgasmo, el policía escuchó algo y se acercó.
-No, no, no, basta –susurró casi llorando, tratando de resistir el placer, pues un enorme orgasmo crecía incontrolable en su entrepierna. El policía estaba muy cerca…
En su radio sonó un mensaje en código de un asalto a mano armada a pocas calles, el policía sacudió la cabeza y se marcho corriendo.
Al verse a salvo, debido a la tensión, la vergüenza y la casi humillación Scully no pudo evitar su tremendo orgasmo, este la hizo recostarse sobre el césped boca arriba y gemir más fuerte de lo que deseaba.
-¡Dios, que exquisito! ¡Siiiiiii!
Desde una ventana de la casa de Scully, semioculta en la penumbra, Sydney Fox la miraba sonriendo, en la mano tenía la llave de las esposas de la extasiada agente.
Finalmente Scully logró entrar por una ventana, se quitó las esposas con los alicates y ya sólo pudo irse a dormir tal y como estaba.
Cuando entró bailando a la camioneta negra esa noche, la agente tenía el cabello revuelto, el cuerpo con manchas de lodo y marcas de esposas en las muñecas, X sacudió la cabeza pensando lo bien que todo estaba funcionando. Sydney Fox subió por la puerta del copiloto.
-¿Qué tal estuvo tu vigilancia Piernas? ¿Tú y Scully se divirtieron?
-¡Si Papito! Más de lo que me imaginaba –dijo sonriente, en su moreno cuello colgaba de una cadena un recuerdo: la llave perdida de la agente.
Poco tiempo después la rubia estaba bailando una lenta danza árabe, llevaba en el cuello una gruesa gargantilla de oro con un exquisito diseño grabado, la forma de la pieza la forzaba a estar muy derecha, en sus caderas llevaba una falda de tela trasparente color azul cielo hasta los tobillos, pero estaba abierta desde el cinto dorado adornado con cadenillas rematadas con cascabeles, mostrando así sus deliciosas piernas por completo, debajo llevaba una tanga roja que se podía desatar en los moños a cada lado de la cadera, su cabello estaba suelto, sus labios pintados al rojo vivo, grandes aros colgaban de sus lóbulos y en sus piernas llevaba unas sandalias azules de tacón de aguja de doce centímetros con gruesas pulseras en los tobillos y las uñas de sus pies estaban también pintadas de rojo intenso.
Sus senos se movían libremente, su piel brillaba ahora por el aceite que Piernas le había untado mientras la masajeaba y acariciaba ante la mirada complacida de X, pero lo peor era que sus manos libres se movían rítmicamente con la música, se deslizaban por sus caderas, sus piernas, sus senos, de forma excitante y sin control alguno.
-Ooohh no, ya ni siquiera puedo controlar mis manos –pensó ya presa de la desesperación- tengo que hacer algo…
En ese momento sus manos se habían unido sobre su cabeza mientras ondulaba sus caderas y busto rítmicamente, X la observaba desde su escritorio mientras bebía una copa.
-Muy bien Dana, es perfecto, tus avances, tu sumisión, tu gusto para vestir, todo es estupendo, si ¡Esa es mi Nena!
-¡Gracias Papi!
-Bien, creo que ya es hora, estás lista para entregarte a mi…
-¡No papi! No lo haré.
-Ya veremos Nena.
-¡Claro Papi!
X se acercó a Dana y empezó a guiarla tomándola de la cintura y guiándola en el baile, la llevó hasta la gran cama redondeada de su habitación, mientras la rubia seguía bailando el enmascarado dio un gentil tirón a las cintas de su tanga, con lo que esta se deshizo como por encanto y se deslizó suavemente por sus piernas, dejando al descubierto la entrepierna, completamente depilada, como la de un bebé. Piernas se había encargado de eso.
Y justamente Piernas, que había estado masturbándose en un mullido sillón, se acercó, tomó las muñecas de Scully y las puso a su espalda, para ponerle unas esposas de acero, pero cubiertas de tela acolchada. Tras fijarlas bien ajustadas retrocedió de nuevo al sillón. X la soltó y apagó la música que se escuchaba. De pronto la agente recuperó el control de su cuerpo.
-Tengo que escapar, es mi última oportunidad –pensó desesperada. Trató de correr a la puerta pero estaba cerrada con llave, X comenzó a perseguirla por la habitación, casi como jugando, y ella trataba de mantener distancia, pero era muy difícil para ella hacerlo en sus altísimos tacones. Sintió la adrenalina correr por sus venas mientras se movía veloz por el lugar bajo la atenta mirada de Piernas.
-Vamos Dana, ven a mi, no te haré daño, lo disfrutarás –le decía X, pero Scully mantenía distancia con éxito.
-Si, aun no puede atraparme, puedo lograrlo –pensó, pero sin darse cuenta comenzó a sonreír con coquetería a su perseguidor, sus pezones se pusieron duros y sensibles, y su vagina se humedeció. Se estaba excitando sin darse cuenta. Risitas como de niña empezaron a salir de su boca cada vez que evadía a X.
Pero finalmente, mientras daba un paso hacía atrás Fox puso su pierna, embutida en una bota negra de enormes tacones, causando que tropezara y cayera hacía atrás sobre la cama, sin embargo en el primer momento no se atemorizó, en su lugar disfrutó la sensación de las sabanas frescas en su cuerpo y la vista de sus piernas calzando tacones sobre la cama.
Cuando se dio cuenta ya tenía a X sobre ella y reaccionó pero muy tarde, trató de patearlo pero el encapuchado simplemente se clavó entre sus piernas, comenzó a besarla en el cuello y a acariciar sus senos.
-¡No, déjeme, suélteme! –gritó la rubia, no con demasiada convicción, mientras inconscientemente rodeaba y apretaba a X con sus piernas, este se bajó el pantalón se quitó la camisa y la capucha, pero debajo llevaba un ancho antifaz, la única característica que pudo ver fue el cabello rubio de su captor. Levantó a la esbelta mujer por la cintura, y ya de pie ambos, la cargó sosteniéndola de las nalgas y le clavó su rígido miembro en su húmedo sexo. La agente se dejó llevar y le ayudó al cruzar sus piernas en su cintura para sostenerse, mientras sus manos atadas a la espalda se abrían y cerraban. X la levantaba y la bajaba una y otra vez, mientras la rubia gemía y cerraba los ojos.
-¡Aaahhh, si, si Papi, sigue, sigue! –después de unos minutos X se sentó al borde de la cama con Scully aun en su regazo, después se recostó mientras seguía moviendo a la chica atrás y adelante, poco a poco fue soltando a la rubia, hasta que ella fue la que se movía cogiéndose a X con entusiasmo.
-Mmmm… ah… muy bien… Dana… ya es hora de que seas… mi espía.
-¡No, no lo haré! –gritó y trato de levantarse de la cama, pero justo entonces la música tipo árabe volvió a sonar en las bocinas,Ojos así de Shakira, y la agente cerró los ojos, incapaz de detener el movimiento de sus caderas al ritmo de la música, sintiendo de nuevo el calor invadirla con aun más fuerza.
-Di que serás mi espía -le susurró X al oído- dilo.
-No… por favor… no –gimió aun resistiéndose, entonces X hizo un gesto con la mano y Piernas se acercó.
Scully sintió a alguien detrás de ella, logró volverse y vio que era la profesora Fox, le liberó las manos que de inmediato se apoyaron en el pecho de X, luego sintió como la morena comenzó a acariciarle el músculo de su ano, con sus suaves dedos, una sensación fresca y excitante recorrió sus nalgas, un lubricante.
-¡No, que hace, basta! –gritó incapaz de hacer nada excepto seguir el ritmo.
Poco a poco Fox comenzó a penetrarla analmente con un consolador doble, por fortuna más pequeño y manejable.
-Ooooohh, nooo, nooo –gimió indefensa.
Fox no se movió mucho, la linda rubia fue la que comenzó a facilitar la penetración al seguir moviéndose con la música, atrás y adelante, atrás y adelante, una y otra vez, hasta que la profesora pudo entrar con facilidad, comenzando a moverse también para su propio placer. Scully estaba siendo cogida por su coño y su ano a la vez. Para colmo, el dolor y la incomodidad que sintió en un principio se convirtieron en un extraño y nunca antes experimentado placer, la comezón de placer que sentía con las zapatillas al bailar amenazó con volverse intolerable.
La profesora empezó a gemir de placer tras ella, no sólo por su propio goce, sino por que estaba cumpliendo los deseos de su señor, pronto se cumplirían sus designios y tendría una nueva hermana para ayudarla y amarla.
-¡Dilo Dana! ¡Di que eres mi esclava y espía! –gritó X mientras le daba suaves golpes a lado de sus nalgas.
-¡Nooooooooo! –todavía logró gritar antes de escuchar de X la frase fatal que marcaría su vida para siempre.
-¡Dilo mi amada Nena! –la agente se arqueó hacía atrás todo lo que pudo con los ojos cerrados, y sus manos se lanzaron a las nalgas de Fox, para apretarla contra ella aumentando la penetración. Su boca se abrió al máximo.
-¡Siiiiii… siiiii… soy tuya Papi… soy tu esclava… tu espía… lo que tu quieras…! -al fin gritó incontrolable, justo con el final de la música. Se derrumbó hacia adelante, sus brazos alrededor del cuello de X, sus pechos aplastados contra el suyo, jadeando, con el cabello cubriéndole el rostro pero una enorme sonrisa insinuándose tras este.
Meses después Scully pasó a dejar una caja de evidencias al sótano, Baxter sonrió de oreja a oreja al verla acercarse, llevaba su típico traje de agente y se veía muy sería pero el guardia ya conocía la naturaleza de la agente. Al fijarse con cuidado notó como bajo la falda se marcaba un liguero.
-¿Un liguero para venir a trabajar? Vaya, jamás lo hubiera creído -pensó excitado.
-Buenas tardes Baxter –saludó amigable Scully.
-Buenas tardes Dana, y te he dicho mil veces que me llames Robert.
-No, eso sería muy inapropiado, somos compañeros de trabajo.
-Si, ya lo se –respondió sin sorpresa Baxter.
-Bien, vengo a dejar esto pero quisiera dar un vistazo a otra caja de pruebas tengo que checar algo.
-Dana, ya sabes que no puedes hacer eso sin el permiso adecuado… -dijo el guardia con una gran sonrisa.
-No puedo perder tiempo con eso, ya sabes que trato de ser ascendida.
-Bueno, ya sabes cual es mi precio…
-Ah, eres terrible, de acuerdo, pero recuerda mi regla: sólo ver, nada de tocar ¿Está claro?
-Por supuesto…
Scully miró al pasillo que llevaba a la bodega de evidencias, dio un paso atrás para quedar oculta por el marco de la puerta, se recargó en el muro, miró al guardia a los ojos, bajo las manos a sus caderas, agarró la falda y comenzó a subirla.
Baxter vio como la falda iba subiendo mientras acariciaba los muslos de Dana, dejando más y más de sus piernas expuestas, hasta que finalmente aparecieron las cimas de su medias blancas, mantenidas en su lugar por ligas negras que se perdían más arriba, luego aparecieron los muslos desnudos y comenzó a aparecer la punta de su tanga, un triangulo muy pequeño de encaje y seda que enseñaba más de lo que ocultaba.
Baxter notó que la prenda estaba puesta por encima del liguero, lo que lo puso más duro aun de lo que ya estaba.
-¿Y eso Dana? ¿Tienes una cita? Mmmm…
-Eso es personal Baxter –dijo para de inmediato soltar la falda.
-No, espera Dana, quiero ver más.
-Mmmm bueno, si te portas bien conmigo la próxima vez tal vez te deje ver más, quizás hasta te deje tocar algo…
-Uuffff, está bien, la espero -gimió el guardia dejándose caer sobre el sillón.
Scully entró rápidamente para buscar las pruebas del caso del coleccionista, varias mujeres habían desaparecido y se sospechaba que fuera un solo hombre.
La agente abrió la caja y las bolsas selladas.
-Bien, no hay nada que pueda relacionar a Papi con esto –pensó con tranquilidad- son muy profesionales pero con mi ayuda no encontrarán ni uno de sus cabellos, bueno de momento va bien, ya lo detectaron, pero aun no tienen nada en absoluto que los ponga tras su pista.
Salió de la bodega, se despidió del guardia con un guiño y se dirigió al archivo central, aun tenía algo que hacer.
Elena apartó un mechón pelirrojo de cabello frente a su cara mientras terminaba de archivar el último expediente del día, al fin podría irse a casa y descansar por hoy. Se inclinó para apagar la computadora y en ese momento sintió como la empujaban contra el escritorio boca abajo, sujetándola por la nuca.
-Hola primor ¿Me extrañaste? –dijo una voz tras ella.
-¿Dana? –dijo sorprendida la mujer mientras se enderezaba- me asustaste.
Pero Scully volvió a obligarla a recostarse de un empujón, le sujeto las manos y se las esposo tras la espalda.
-Quieta lindura, hoy trabajarás horas extra…
-No, por favor Dana, nos verán, podemos perder el trabajo –gimió la chica.
-No te preocupes, ya no hay nadie en este piso y ya cerré la puerta de esta oficina con llave. No nos molestarán.
-Espera, ya no quiero seguir con esto, de haber sabido que eras así yo nunca… Aaaaayyy –chilló la chica cuando Scully le dio una nalgada inesperada.
-Bien ahora que tengo tu atención veamos si fuiste una niña obediente –le susurró mientras le levantaba su falda café, dejando al descubierto unas pantaletas de corte francés negras y unas medias negras con liguero, Scully sonrió complacida- muy lindo, dices que no quieres seguir con esto, pero obedeciste al pie de la letra…
-Dana, eso sólo fue por… aaahhh –gimió por otro azote en su nalga.
-Ya deja de llamarme así, bien sabes como debes llamarme.
-Si Mami, tu mandas –al fin se rindió Elena.
-Muy bien, es hora de disfrutar –le susurró mientras introducía una mano en sus pantaletas y comenzaba a masajearle el clítoris, mientras le besaba la nuca y el cuello.
Minutos después fuera de la oficina se escuchó apagado gemido.
-¡Aaaahh… si mami… si…!
Un rato después Scully acompañaba a Elena a su auto en el estacionamiento, las dos platicaban y se reían animadamente, finalmente llegaron al auto de la secretaria.
-Recuerda que necesito esos expedientes lo antes posible –le comentaba la rubia- y nadie debe saberlo, es una investigación secreta.
-Claro, no te preocupes, yo me encargo de todo.
-Bueno nos vemos muy pronto Elena –dijo Scully con un brillo lascivo en sus ojos a ver las piernas de Elena acomodarse en su asiento.
-Si Mami… digo Dana… -la pelirroja se ruborizó.
-Ah, una cosa más –dijo la rubia mientras le daba una caja a Elena- quiero que desde hoy duermas usando esto al menos un día a la semana.
La chica abrió la caja y se encontró unas zapatillas de color rojo intenso con tacones de vértigo y una pulsera para atar en el tobillo.
-Pero no puedo caminar con tacones tan altos… -empezó a decir la pelirroja antes de ser interrumpida por la rubia que le dio un apasionado beso en la boca. Luego se levantó, vio que no había nadie cerca y al fin se despidió.
-No te preocupes primor, no vas a caminar con ellos, nos vemos –dijo con un guiño para luego darse la vuelta y alejarse.
X esperaba complacido en su camioneta, todo iba de maravilla, si seguía como hasta ese momento pronto tendría esclavas en todos los puntos clave de la sociedad. Pero sin duda un apoyo importante era Dana, gracias a su inteligencia, posición y contactos le había permitido maniobrar casi sin ser detectado por las fuerzas del orden, incluso tenía al experto paranormal del FBI Fox Mulder completamente embobado con insinuaciones y breves vistazos a sus muslos, sus senos o sus nalgas, el experto no había resuelto un caso en semanas. X pronto acumularía suficiente poder para lograr todos sus sueños. Pero era hora de volver al trabajo.
La música ultrasónica comenzó a emitirse, y segundos después de la casa salió Dana bailando libremente, brincando, caminando a paso seguro en unas zapatillas con plataforma y tacones altísimos de charol negro y cintas del mismo color que subían entrecruzándose por sus pantorrillas hasta sus rodillas, atándose en femeninos moños a los lados de sus piernas, llevaba puesta una bata de seda negra, que abría provocativamente a cada paso, mostrando su ropa interior rojo sangre de seda, con un brassier de media copa que potenciaba su escote y unas pantaletas muy estilizadas que hacían que sus piernas se vieran más largas. Sus labios contrastaban con su piel por el tono sangre y las uñas de sus manos estaban muy largas y pintadas del mismo color.
X sonrió orgulloso y satisfecho, pero no por que Scully volviera a él, como tantas otras noches, ni por el exquisito conjunto que había elegido y la hacia lucir tan sexy, sonrió por que la rubia se acercaba despierta, con la vista fija en los ojos del encapuchado y con una sonrisa lujuriosa en su rostro.

 

¿FIN?

 

 
 

Relato erótico: “La nueva asistenta IV (Final)” (POR XELLA)

$
0
0

Durante el resto del día, Ivette comenzó a enseñar a Silvia el contenido de los paquetes que había traído el mensajero… Era ropa, mucha ropa.
La ropa que había elegido Ivette para sustituir a la que había desechado era ropa propia de una puta. Minifaldas cortísimas, shorts ajustados, blusas con un escote de vertigo, vestidos minúsculos, medias de rejilla, de encahe, ligueros, tangas y sujetadores de copa baja.  Toda la ropa estaba pensada para que el cuerpo de Silvia se mostrase lo más sexy posible, y para que no dejase mucho a la imaginación.
También había otras cosas… Había ropa interior que parecía sacada de una aventura sadomasoquista. Esos conjuntos estaban repletos de anillas, correas, cuero y grilletes… Aún después de la seseión de sexo que había tenido comenzó a ponerse cachonda…
Silvia pasó el resto del día con una sensación de calentura espectacular, así que buscó complacer a su ama en lo más posible para que le brindase un nuevo orgasmo, pero no hubo más.
Cuando terminó el día, Silvia volvió a dormir a los pies de la cama.
El día siguiente comenzó como el anterior, y como comenzaría el resto de los días, con Silvia despertando a su ama con una comida de coño. Silvia no se atrevía a volver a desobedecer a Ivette en nada después del castigo recibido, así que en los siguientes días fué al gimnasio y, tragandose su orgullo y su verguenza realizó todos los ejercicios que le correspondían. Una vez asimiló las miradas de la gente, no le resultó difícil, lo que más le costó fue no correrse. Las bolas chinas hacían estragos en su coño, y la tenían loca de placer.
Al llegar a casa, era obediente en grado sumo, intentando conseguir un orgasmo de su ama, pero en los siguientes días no la recompensó con casi ninguno. En esos días Ivette profundizo en el adiestramiento de la esclava. Seguía enseñandole las posiciones que debía dominar, la enseñaba a comerla correctamente las tetas, el coño y el culo. Cada día, cambiaba el plug anal de Silvia, introduciendo uno cada vez más grande y comenzó a hacer books de fotos de su esclava. Comenzaba vistiendola con uno de los atrevidos conjuntos que le había comprado y que poco a poco se fuese desnudando hasta quedar en el estado deseado por Ivette para esa sesión, ya fuera desnuda, en medias y ligero o con uno de los conjuntos sadomaso que había comprado. Una vez así, hacía que Silvia comenzase a masturbarse, con las manos o con vibradores, se trabajaba el coño y el culo, se metía los vibradores en la boca como si fueran pollas de verdad… Al principio Silvia tenía reparo, unas sesiones después, lo hacía como si fuese lo más natural del mundo. La estaba convirtiendo en una auténtica puta…
En cada comida, Ivette suministraba a Su esclava la infusión. Ésta facilitaba el asimilamiento de las nuevas costumbres. Ahora Silvia realizaba sus tareas sin ningún impedimento.
– Vístete esclava, he dejado la ropa preparada en la habitación. – Dijo Ivette una tarde, antes de cenar.
Silvia subió a la habitación y vió lo que le había preparado, una minifalda cortísima y una blusa medio transparente, con un escote impresionante. El atuendo lo completaban unas medias a medio muslo y unos tacones de 15 cm. La minifalda no llegaba ni siquiera a tapar las medias, parecía una puta, pero Silvia había aprendido a no objetar nada. Se vistió y bajó a reunirse con su ama.
– Te he comprado un complemento para completar tu vestimenta. – Le dijo Ivette, dándole una chapita.
Silvia
ANAL WHORE
Propiedad de XC
Rezaba en la chapita.
– Así quedará claro quién eres zorra. Vamos, Enganchalo a tu collar de perra.
Silvia obedeció.
Salieron y montaron en el coche. La incertidumbre tenía a Silvia empapada, había aprendido perfectamente que si se portaba bien, recibiría recompensa y los orgasmos que Ivette le proporcionaba, eran los mejores que había tenido en su vida. Estaba empezando a adorar a esa joven aunque no se daba cuenta.
Unos minutos después, aparcaron el coche y accedieron a un restaurante un poco apartado. Ivette había reservado un reservado apartado del resto de la gente. Eso alivió un poco a Silvia, pero, cuando llegaron, había alguien más.
Un hombre de unos 50 años, ya estaba sentado a la mesa y saludó a Ivette con afecto. A Silvia le echó una mirada pero no el dirigió ni una palabra…
– Me alegro de verte Ivette, ¿Cómo va todo? – Preguntó el hombre
– Todo va como debe ir, no te preocupes que estará todo preparado a su tiempo. – Contestó el ama
– Me alegro. Fue una buena decisión contactar con vosotros… ¿Esta es tu nueva adquisición?. – Dijo, señalando a Silvia
Entonces apareció el camarero. El hombre pidió su plato e Ivette el suyo, así como la bebida y unos entrantes. Cuando Silvia iba a decir su elección, Ivette la cortó.
– Ella no va a pedir nada, no se preocupe. Muchas gracias.
Silvia se quedó con la palabra en la boca, dándose cuenta de que tenía mucha hambre. ¿Pretendían tenerla sin cenar nada?
Comenzó a observar al hombre que las acompañaba, y entonces se dió cuenta que la había llamado “tu nueva adquisición”… ¿Nueva adquisición? ¿Había más como ella? Nunca lo había imaginado… ¿A cuanta gente había hecho chantaje Mistress Ivette? Le entró un acceso de celos… Creía que era la única, su esclava. El hecho de pensar que podía haber más como ella hizo que sintiese un extraño malestar. Entonces desechó la idea. ¿Cómo podía haber más? Ivette era una simple asistenta, si tuviese a su disposición un montón de esclavas no estaría limpiando casas ajenas… Lo que había hecho con ella había sido un conjunto de casualidades que habían desembocado en la situaciación en  la que estaban ahora mismo, con Silvia siendo la esclava de Mistress Ivette.
Entonces Silvia se dió cuenta que sus acompañantes estaban en completo silencio… La estaban mirando fijamente, como esperando que hiciera algo…
– ¿No me has oído esclava? ¿Quieres que te azote aquí mismo? – La gritó Ivette
– ¿Q-Qué? Perdón Mistress… No…
– Me estás dejando en ridículo delante de nuestro acompañante, ¿Es eso lo que quieres?
– ¡No! Por supuesto que no, Mistress
– ¿Entonces a que esperas? ¡Métete debajo de la mesa y haz que nuestro amigo esté cómodo!
Silvia se quedó paralizada, ¿Ahí en medio? ¿A ese hombre? ¿Cómo podía pedirle eso? Debía ser una broma… No podía ponerse en medio del restaurante a comerle la polla a aquél hombre… Aunque estuviesen en un reservado la gente se daría cuenta… Y entonces, se dió cuenta de que ya estaba de rodillas, se había metido debajo de la mesa sin darse siquiera cuenta… Tenía el paquete del hombre delante de su cara y poco a poco, temblando, comenzó a desabrocharle el cinturón y la cremallera. Una polla totalmente erecta salió disparada de su prisión. ¡Era enorme! Comenzó a acariciarla, primero con las manos, después con la lengua, jugando con su glande, rodeándolo, ensalivando el tremendo aparato que unos segundos después estaría completamente dentro de su boca. Notaba la excitación del hombre, la palpitación de su polla entre sus manos y eso la ponía cachonda. Pensar en la situación en la que estaba, en medio de un restaurante, chupándole la polla a un desconocido por orden de su asistenta…
Se sentía como una puta… no, era más que eso… era una esclava… una puta por lo menos cobraba por su trabajo… ella lo hacía por orden de su ama, no podía oponerse. Ni podía ni quería… No estaba segura de lo que haría si tuviera la posibilidad de volverse atrás…
Comenzó a tragarse hasta el fondo la polla del hombre, por Dios, ¡No sabía ni como se llamaba!
Mientras, en la parte de arriba de la mesa, mientras el hombre disfrutaba del buen hacer de Silvia, mantenía una conversación con Ivette.
– Me alegra oir eso Ivette, sabía que tu corporación daría buenos resultados, pero nunca pensé que lo haría tan rápido y tan eficientemente.
– No te preocupes Arturo, tu sobrina está en las mejores manos. Cuando acabemos con ella será tan sumisa como esta putita. Su resistencia ya se ha roto y esá en pleno proceso de entrenamiento. Aquí donde la ves, no llevo ni dos semanas con esta esclava, y mira como se comporta ya.
– Es estupendo. Cuando murió mi padre los únicos herederos que quedábamos eran esa mocosa y yo. Y no estoy dispuesto a compartir su fortuna con ella.
– Entonces, ¿Querrás quedartela después del entrenamiento o nos la cederás como habíamos acordado?
– Es toda vuestra, como acordamos, sólo quiero una noche con ella, para comprobar sus nuevas habilidades y que sepa que si ahora es una perra y una esclava es gracias a mí, para que me lo agradezca como es debido, jajaja.
– Como quieras, daré la orden y le buscarán acomodo en algún lugar, ya hemos estado sondeando compradores y tenemos algunos interesados.
– Si la estáis enseñando igual de bien que a esta zorra no tendrá problema, ¡Cómo la chupa!
Ivette mostró una sosrisa de orgullo en su rostro, siempre es agradable que alaben tu trabajo.
– ¿De donde la habéis sacado? – Preguntó Arturo. – Si es que se puede preguntar. – Apuntó
Ivette le miró con desconfianza, evaluandole. No le gustaba que le preguntaran sobre su trabajos. Después de unos segundos, decidió que no habría problema en contarle algo de la historia de Silvia. Serviría para ponerle cachondo y esperar con más ganas a la zorrita de su sobrina.
– Su marido. – Comenzó Ivette. – Es un empresario que tenía ciertas… Concesiones con hacienda gracias a un trato con nuestra corporación.
Estuvo lucrandose de él durante muchos años y entonces nos intentó estafar. Y nadie juega con nosotros. Le dimos caza y cuando dimos con él le ofrecimos una salida. Sabíamos que tenía una hermana y una mujer, así que le ofrecimos salvar el cuello si nos entregaba a una de ellas.
No tardó ni 3 segundos en vendernos a su mujer.
– ¿Tan rápido? – Preguntó Arturo.
– Exacto, perece que le tenía más apego a su familia. Unas semanas después habíamos comenzado a prepararlo todo, y ya ves como ha terminado la historia.
El camarero llegó con los platos que habían pedido. Una vez los dejó sobre la mesa, se retiró y les volvió a dejar a solas.
Mientras, bajo la mesa, Silvia seguía con su labor. Le estaba costando muchísimo no llevarse las manos al coño. La mamada que estaba realizando, la situación y la sensación del plug anal en su culo la estaba volviendo loca. Se había acostumbrado hasta tal punto a ellos que ahora se sentía extraña si no tenía el culo relleno.
Entonces, el hombre sujeto su cabeza con una mano y la separó de su polla mientras con la otra comenzaba a masturbarse. Antes de darse cuenta, Silvia estaba recibiendo toda su descarga en la cara. Sintió una extraña sensación de orgullo, de trabajo bien hecho, cuando el hombre se corrió sobre ella.
– Sal de ahí abajo, zorra. – Le espetó el hombre. Silvia obedeció.
Se volvió a sentar en su sitio, esta vez con la cara llena de lefa, mientras los dos comensales la observaban.
– ¿Has visto que guarra estás? ¡Estamos en un lugar con clase!. – Gritó Ivette. Silvia, azorada, agachó la cabeza. – Vamos, preguntale al camarero donde está el servicio para empolvarte la nariz.
Silvia estaba derruida por dentro, ¿Cómo iba a hacer eso? ¿Que pensaría el camarero? ¡La echaría del local!
Sin poder seguir pensando, vió como el camarero se acercaba y temiendo un castigo de su ama le llamo con la mano.
– P-Perdón, ¿Me podría indicar donde está el servicio? Tengo que empolvarme la nariz…
El camarero se quedó perplejo cuando le vió la cara. Titubeante, le señalo el camino.
Silvia se levantó y, medio corriendo, fué a lavarse la cara. Cuando llegó y se vió su imagen en el espejo un escalofrío recorrió su entrepierna. La visión que le devolvía era espectacular. Nunca se había visto así… Siempre había vestido sexy y le había gustado seducir con su cuerpo, pero
 nunca se había vestido tan… zorra como hoy. Los taconazos, las medias, la falda que no dejaba mucho a la imaginación y la blusa, ajustada y medio transparente… y sobre todo su cara. Su cara cubierta con la lefa de aquél hombre desconocido, en el baño de un restaurante, era impresionante.
Cuando se puso delante del grifo para limpiarse, se quedó pensativa y, sin saber muy bien porqué lo hizo, comenzó a recoger la lefa con sus dedos y a llevarselo a la boca. No quería reconocerlo pero se había llevado una pequeña decepción cuando el hombre no se había corrido en su boca…
Y, ahora, metiendose en el papel de esclava, se le ocurrió que esa sería la forma en al que una esclava debería limpiarse. Una vez se había tragado todo, se enjuagó la cara con agua y salió del baño en dirección a la mesa.
Cuando llegó, el camarero seguía de pie junto a la mesa y al verla, se quedó mirándola mientras se sentaba.
– Silvia, desgraciadamente, ni Arturo ni yo hemos traído dinero para pagar la cena. – Dijo Ivette
– Y-yo, no he traido tampoco nada. – COntestó Silvia
– Lo sé. Por eso hemos estado hablando con el camarero. Te ha estado observando y te encuentra muy atractiva. Y no ha podido evitar ver la guisa con la que has ido al baño. Se ha ofrecido a pagarnos la cena si le das el mismo tratamiento que a Arturo.
Silvia se lo tomó mejor de lo que esperaba Ivette. Estaba tan cachonda que pensaba que la única forma de llevarse un orgasmo era si se portaba bien y obedecía en todo.
Ivette quedó gratamente complacida cuando vió que la esclava, sin rechistar, se levantaba de su silla y se ponía de rodillas ante el camarero. La cara de este último era de total asombro. Nunca se había esperado estar en una situación así. Cuando Silvia sacó su polla del pantalón estaba tan dura que parecía que iba a reventar.
Silvia comenzó una mamada lenta y profunda, no se entretuvo con tantos jueguecitos como con la anterior.  El camarero, estaba tan cachondo que no tardó más de un par de minutos en descargar en la cara de Silvia. Ésta, directamente comenzó a recoger el semén vertido en su cara con los dedos y a llevárselo a la boca. Cuando hubo terminado, continuó limpiando con la lengua los restos que quedaban en la polla del hombre.
 

– Espero que esto sea suficiente para pagar la cena. – Dijo Arturo, con una sonrisa divertida en sus labios. Se estaba imaginando que era su sobrina la protagonista de esa sutuación y volvía a tener la polla dura.

– ¡Oh! Si, por supuesto. – Dijo el camarero, guardándose su herramienta. – Está todo pagado. Muchas gracias y… vuelvan cuando quieran.
Media hora después, Ivette y Silvia estaban llegando a casa. Ivette abrió la puerta y Silvia, nada más entrar, comenzó a desnudarse.
– Hoy te has portado bien esclava. Tu progreso es estupendo y dentro de poco habrás aceptado totalmente tu nuevo rol.
Silvia sintió una extraña sensación de orgullo por ello. Que Ivette la estuviese felicitando abría las posibilidades de recibir su esperado orgasmo. Ivette comenzó a desnudarse. El coño de Silvia estaba chorreando. La sola visión de su ama desnuda la volvía loca. Ivette se puso a cuatro patas sobre el sofá.
– Ahora trae aquí tu lengua de esclava y lámeme el culo, zorra.
Silvia, rauda, se arrodilló tras el culo de su ama y comenzó a lamer concienzudamente el ano apretadito de Ivette. Ya le había lamido el culo alguna vez pero siempre había sido algo al azar, que hacía mientras la comía el coño. Nunca se había dedicado en pleno a hacerlo.
Ivette se separaba las nalgas con las manos para que Silvia tuvuese total acceso. La esclava comenzó a introducir su lengua en el culo, iniciando un mete saca que estaba volviendo loca a su ama. Estando ya cerca del orgasmo, ésta se incorporó y, tumbando a Silvia en el suelo, se sentó sobre su cara, obligando a la esclava a meter los morros de lleno en su coño, y ofreciendole una visión espectacular de su rosado ojete.
Comenzó a cabalgar la cara de su esclava mientras ésta sacaba la lengua e intentaba que su mistress disfrutase todo lo posible. Unos instantes después, entre gemidos, Ivette comenzó a correrse en la cara de su esclava. Silvia no se movió de su posición mientras Ivette se levantaba e iba al cuarto. Cuando volvió con una especie de arnés pensó que por fin se la iba a follar, ¡Lo estaba deseando! Entonces, Ivette, en vez de ponerse ella el arnés, se lo empezó a colocar a la esclava. Cuando acabó, Silvia se dió cuenta de que no era un consolador… ¡Era un cinturón de castidad!
– P-pero, mistress…
– ¿Que pasa esclava?
– ¿Q-Que es esto? Creía… Creía que me había portado bien… ¡He hecho todo lo que me has ordenado!
PLAFF
– ¡Una insolencia más y te cortaré la lengua, zorra! A ver cuando te das cuenta de que eres una esclava. No tienes poder de decisión en nada de lo que hagas. Tu vida ya no te pertenece, pertenece a tus amos. Tus orgasmos me pertenecen y si no me apetece que tengas uno, no lo tendrás. ¿Entendido esclava?
– Si mistress. – Contestó Silvia, con los ojos llorosos.
– Esta fase de tu entrenamiento ha terminado. En la siguiente tus orgasmos serán restringidos y recibirás un entrenamiento intensivo. Aprenderás a obedecer en todo momento buscando la satisfacción de tu amo, que es lo que verdaderamente importa, y no buscando la tuya, que es lo que has hecho hasta ahora. Mañana serás trasladada a tu nuevo destino como esclava y allí continuará el adiestramiento.
– ¿Nuevo destino?
– ¿Eres sorda o tonta? Eso he dicho
– P-Pero, mi marido…
– ¿Te creés que me importa tu marido? ¿Te creés que a TI te importa tu marido? Te has sometido a mí estos días sin tenerle en cuenta, creo que ahora no te importa tanto lo que piense.
Silvia quedó pensativa… A medida que los días iban pasando, se había ido olvidando poco a poco de que su marido iba a volver y de cómo resolvería la situación. Se dió cuenta de que la vida de esclava no le desagradaba… Era feliz… No se tenía que preocupar de nada, alguien le ordenaba lo que
tenía que hacer en todo momento y ya está. Una vez pasado el primer mal trago de las humillaciones, todo había ido a mejor.
Esa noche Silvia no pudo dormir. Estuvo pensando en qué lío se había metido y que iba a hacer a partir de ahora. Desde hace dos semanas su vida había dado un giro inesperado y no estaba sergura de cuál de los dos modelos de vida prefería… Aunque, realmente, parece que ya no tenía elección.
Por la mañana despertó a su ama con la comida de coño habitual y después de desayunar, Ivette le dijo a SIlvia que hoy ya no iría al gimnasio.
– Van a venir a recogerte y tienes que estar preparada. – Dijo, mientras comenzaba a atar las manos de la esclava detrás de su espalda. – Me has demostrado que si te esfuerzas, serás una buena esclava. Deberás obedecer en todo momento, lo castigos que te van a aplicar si desobedeces harán que los míos te parezcan un juego de niños. Ivette continuó la inmovilización de Silvia atándole los tobillos y poniendole un ballgag en forma de polla.
Estuvieron esperando en el salón durante media hora hasta que se abrió la puerta. Silvia, con su reducida movilidad, intentó ver quién sería el dueño de su destino a partir de ahora, pero al ver quién entraba, el corazón le dió un vuelco. ¡Era Peter!
Peter entró en casa y vió a las dos mujeres en el salón. Se quedó estupefacto. ¿Esa es Silvia? Pensó.
Al acercarse, Silvia comenzó a emitir ruidos ininteligibles.
– Tranquila cariño. – Dijo Peter, acariciando el cabello de su esposa. – Lo sé todo. Se lo que has estado viviendo estos días. Aunque no te lo creas, todo ha sido gracias a mí. Yo te vendí para que fueras una esclava.
Silvia no podía creer lo que estaba oyendo. ¿La había vendido? El hombre al que había amado… ¿Es que ella no le importaba? Las lagrimas comenzaron a recorrer sus ojos.
Ivette, en cambio, estaba asqueada de la pedantería de Peter, ¿Qué había sido idea suya? ¡Había sido una forma de salvar su sucio culo!
– Ahora – Continuó Peter. – No volveremos a vernos nunca, pero quería que supieras que todo lo que vivas a partir de ahora me lo debes agradecer a mí. Cada orgasmo, cada polla que te comas. Me han contado como será tu futuro y me gustaría poder verte por un agujerito, a ver como lo disfrutas jajaja.
Entonces, Peter sintió un pinchazo en el cuello, y cuando se quiso dar la vuelta, vió a Ivette tras él con una jeringuilla en las manos.
– ¿Que…? – Dijo Peter antes de caer al suelo.
Mientras perdía el conocimiento, pudo llegar a ver como Ivette hacía una llamada telefónica.
– Si, ya está.
– …
– A los dos.
– …
– Podéis venir a recogerlos cuando queráis.
– …
– De acuerdo.
– …
– Serán unas piezas valiosas para nuestra colección.
– …
– De acuerdo, corto.
Silvia había contemplado los últimos momentos en shock. La llegada de su marido, la confesión, el ataque de Ivette y la llamada. No era capaz de encontrar una conexión por que su cerebro ahora mismo estaba bloqueado. Lo siguiente fué ver como unos hombres entraban en la casa y, después de
atar y amordazar a Peter de la misma manera que a ella, los metieron a los dos en cajas.
Su destino se había sellado. No había vuelta atrás. Tanto Peter como aquella pequeña asistenta la habían acorralado en una situación de la que ya no quería escapar. Pero todo daba igual, había aceptado su destino.
Sería una esclava ejemplar.
PARA CONTACTAR CON LA AUTORA
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 
 

Relato erótico: ” Hércules. Capítulo 9. Amor cruel.” (POR ALEX BLAME)

$
0
0

Capítulo 9: Amor cruel


Hércules no podía apartar las manos de la joven. El vestido y los tacones resaltaban sus curvas y su sonrisa dulce y sus ojos grandes que no dejaban de mirarle, le excitaban sobremanera.

En cuanto cerró la puerta, Akanke se encaró a él y sonrió. Con aquel vestido blanco estaba espléndida. Su curvas llenaban y estiraban el tejido dándole una formidable figura de reloj de arena y su piel oscura y satinada hacía un contraste perfecto. Seguía sin comprender como alguien podía maltratar a aquel angel que le sonreía con adoración. Estaba totalmente enamorado de ella deseaba abrazarla y protegerla. Llevarla a hacer todas las cosas que haría una joven de su edad y que hasta ahora ella nunca había podido hacer.

Hércules acercó sus manos y acarició a la mujer. Inmediatamente percibió como sus caricias incendiaban el cuerpo de la joven que temblaba y gemía apagadamente. Sin contenerse más, la abrazó estrechamente y le dio un largo beso. Las lenguas se juntaron y se exploraron hasta que la falta de aire les obligó a separarse. Hércules aprovechó para acariciar la frente los pómulos y los labios de la joven. Akanke atrapó sus dedos con la boca y los lamió lentamente mientras le miraba a los ojos.

Sus manos se cerraron en el culo de la joven, lo acariciaron y lo estrujaron con fuerza a través de la suave tela del vestido mientras enterraba la cara en el cuello de la joven, aspirando el intenso aroma que emanaba. Lo besó y lo mordió suavemente mientras Akanke acariciaba y tironeaba de su pelo respirando apresuradamente.

Hércules le bajó el tirante del vestido descubriendo uno de sus pechos. Acercó su boca y se metió el pezón, chupándolo con suavidad sintiendo con su lengua como crecía y se endurecía. Un nuevo lametón, un nuevo suspiro de ella, que arrinconada contra la pared, no podía evitar temblar de deseo de la cabeza a los pies.

Hércules volvió a besarla mientras la joven le quitaba la camisa y acariciaba su pecho y su abdomen. Sus cuerpos contactaban y se frotaban controlados por un deseo incontenible. Las manos de Akanke abrieron los pantalones y se colaron en el interior de los calzoncillos palpando su polla con las manos suaves y calientes. Hércules suspiró y agarró los pechos de la joven estrujándoselos, esta vez con más violencia, acuciado por el deseo.

Akanke había liberado su polla y la pajeaba y la frotaba contra el suave tejido que cubría sus muslos devolviéndole los besos e incendiando la piel de su cuello con sus labios.

Incapaz de contenerse un segundo más le arremangó la falda del vestido y separándole las piernas le metió la polla lentamente, disfrutando de cada centímetro de aquel húmedo y cálido pasadizo, disfrutando del prolongado temblor del cuerpo de la joven al sentir su miembro dentro de ella.

Enterró la cabeza en el cuello palpitante de Akanke y agarrándola por las caderas separó su culo ligeramente de la pared y empezó a moverse con suavidad dentro de ella, sintiendo el placer de la joven como si fuera suyo. Su polla, dura como el acero, se abría paso en el delicado coño de la joven enviándole intensos relámpagos de placer.

Akanke envolvió sus caderas con las piernas y sin dejar de gemir se dejó llevar hasta la cama, pero cuando el intentó tumbarla en ella acercó la boca a su la oreja y en susurros le suplicó que se sentase en el borde con ella encima.

Hércules se sentó y observó expectante como ella se soltaba el pelo y le miraba a los ojos intensamente. La joven posó una mano sobre su hombro con suavidad y comenzó a mover sus caderas arriba y abajo apuñalándose profundamente con la polla. Akanke gemía y se retorcía, sus pechos saltaban y su cuerpo se cubría de sudor por el esfuerzo, pero ella no apartaba sus grandes y oscuros ojos de los de él. Hércules observó su mirada velada por el deseo que solo apartó por efecto de un intenso orgasmo. La joven tembló y se paralizó. Hércules la levantó en vilo y siguió follándola ahora con más fuerza.

Cuando la tumbó sobre la cama, la joven encogió las piernas bajo el cuerpo de Hércules y lo rechazó con una sonrisa traviesa. Antes de que Hércules volviese a acercarse se escurrió y lo dejó sentado sobre la cama mientras se quitaba el vestido y exhibía su cuerpo ante él.

Akanke se dio la vuelta y se acercó a la pared. Apoyando las manos en ella, giró la cabeza y le invitó con un gesto a follarla. Hércules se acercó observando cómo los jugos orgásmicos escurrían por el interior de sus muslos. Cogiendo la melena besó su espalda y la penetró de nuevo. Los rápidos empujones hicieron que ella volviera a gemir excitada. Hércules tiró de su pelo obligándola a girar la cabeza y la besó sin dejar de follarla.

Tras deshacer el beso, Akanke adelantó sus caderas dejando que la polla de su amante saliese de su coño. Cuando Hércules intentó volver a penetrarla, ella cogió su polla y la dirigió a su ano. Hércules intentó protestar, no quería abusar del cuerpo de la joven, pero Akanke le miró con ternura y volvió a acercar el glande a la abertura de su ano.

Esta vez fue Hércules el que tembló de arriba abajo. Su miembro atravesó con suavidad el esfínter arrancando a la joven un suave quejido. Le metió la polla hasta el fondo y se quedó quieto acariciándole el pubis con suavidad mientras esperaba que el dolor se mitigase.

Tras unos instantes la joven comenzó a mover las caderas con suavidad y el hizo lo mismo. El culo de la joven estrujaba su polla de una manera deliciosa. Sin poder evitarlo empezó a moverse con más intensidad mientras clavaba sus dedos en el culo y los muslos de su amante. Cuando se dio cuenta estaba follándola con todas sus fuerzas sin dejar de masturbarla. Sus gemidos se mezclaron con los gritos de la joven que se agarraba como podía a la pared pidiéndole que le diese cada vez más hasta que no aguantó más y se corrió.

Akanke se apartó y cogió la polla de Hércules aun estremecida, lamiéndola y masturbándola hasta que los chorreones de semen salieron disparados de su polla salpicando con fuerza el cuello y los pechos de la joven.

Se tumbaron sobre la cama jadeando y sonriendo como tontos. Hubiese querido quedarse allí toda la tarde, follando con aquella oscura gacela, pero tenía que irse a entrenar así que se ducho rápidamente y salió de casa dejando a su amada durmiendo a pierna suelta.

Se sentía tan exaltado que en el entrenamiento casi se deja llevar sin darse cuenta. Afortunadamente se percató justo a tiempo y no envió el balón al cinturón de asteroides. A pesar de que logró concentrarse y rendir adecuadamente en el entrenamiento, sus gestos le delataron y todo el mundo le tomó el pelo y le acosó con un montón de preguntas que él se negó a responder, no sabía si por timidez o por un deseo egoísta de tener a Akanke para él solo.

Tras dos horas extenuantes para todos menos para él, entró en la ducha y antes de que el resto del equipo se organizase para llevarle en contra de su voluntad a la cervecería de siempre, se escurrió fuera del campo de entrenamiento y se dirigió directamente a casa, ansioso de abrazar de nuevo a la mujer que amaba.

***

Por una vez el gran Zeus, el rey de los dioses, era impotente. Maniatado por el acuerdo al que había llegado con el resto de los dioses del Olimpo, observó como su querido hijo llegaba a su casa ilusionado para descubrir que no había nadie en el piso. Apretando los puños hasta que sus nudillos quedaban blancos vio como encontraba la nota de Akanke y arrugándola rompía a llorar.

Se giró y descubrió a Hera mirándolo con curiosidad.

—¡Has sido tú! ¡Tú te las arreglado para que esos cabrones encontrasen a esa mujer con el único objetivo de herir a mi…

—¿A tu qué? —preguntó Hera con un gesto maligno— ¿Acaso hay algo que debas contarme?

Zeus se limitó a resoplar dándole a entender que estaba perdiendo la paciencia.

—Sabes perfectamente que pactamos un acuerdo. No influimos en la vida de los humanos. Y también sabes perfectamente de que si lo hubiese infringido tú te habrías enterado.

Zeus sabía que tenía las manos atadas y observaba impotente como Hércules se tumbaba en su cama hecho un ovillo sin saber qué hacer. Deseó fulminar a los hombres que se habían llevado a la joven. Deseó convertir en polvo a aquella escoria que estaba torturándola y violándola , pero hasta el poder de un Dios era limitado. Estaba seguro de que su esposa estaba detrás de todo aquello. Esa zorra celosa y vengativa sospechaba que Hércules era su hijo y había decidido vengarse.

Lo único que se le ocurría es que hubiese llegado a algún tipo de acuerdo con Hades, el único que se había negado a firmar el acuerdo aduciendo que él estaba más interesado en los muertos que en los vivos.

Hades probablemente no lo haría si no ganase algo con ello. Y solo se le ocurría una cosa que Hades podía querer de su esposa… lo más sangrante es que Hera conocía sus sospechas y se regodeaba en ellas.

Le hubiese gustado pillar a esos dos en la cama follando, les haría pagar muy caro, pero no podía dejarse llevar por su genio. Tenía que concentrarse en su objetivo, tenía que recordar que había engendrado a aquel chico por capricho. La humanidad tenía los días contados sin él.

Durante un instante se le pasó por la cabeza contarle a sus esposa toda la verdad, pero aquella harpía era capaz de contárselo todo a Hades y entonces si que tendría un problema. No se podía imaginar nada que le sedujese más a su hermano que atiborrar sus dominios con toda la humanidad. No le contaría nada a menos que fuese estrictamente necesario.

Volvió a echar un vistazo a su hijo que por fin se había dormido. Lo único que podía hacer por él era proporcionarle un sueño largo y profundo.

Con aflicción vio el cuerpo joven y fuerte, hecho un ovillo, durmiendo con la nota de Akanke echa un ovillo dentro de su puño.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

PRÓXIMO CAPÍTULO: SADOMASO

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR :
alexblame@gmx.es

 

“COMO DESCUBRÍ MI NATURALEZA DOMINANTE” (POR GOLFO) LIBRO PARA DESCARGAR

$
0
0

Captura de pantalla 2015-11-19 17.52.52

Sinopsis:

Una universitaria se va a vivir a casa de su tía enferma, cuando muere tiene que hacerse cuidado de un bebé sin saber que terminará entre las sábanas del viudo. Junto con él descubrirá su verdadera naturaleza. Mientras con su amado es todo dulzura, con las mujeres se comportará como una estricta dominante

ALTO CONTENIDO ERÓTICO

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

http://www.amazon.es/gp/product/B01882R4LO

Para que podías echarle un vistazo, os anexo los dos primeros capítulos:

Capítulo 1.

Mi nombre es Elena y soy una estudiante de medicina de veintidós años. Mi vida sería como la de cualquier otra si no llega a ser porque actualmente caliento las sábanas de mi tío. Muchos se podrán ver sorprendidos e incluso escandalizados pero soy feliz amando y deseando a ese hombre.
Si quiero explicaros como llegué a acostarme con el tío Manuel, tengo que retroceder cuatro años cuando llegué a Madrid a estudiar. Habiendo acabado el colegio en mi Valladolid natal, mis padres decidieron que cursara medicina en la Autónoma de Madrid y por eso me vi viviendo en la capital. Aunque iba a residir en un colegio mayor, mi madre me encomendó a su hermana pequeña que vivía también ahí. La tía Susana me tomó bajo su amparo y de esa forma, empecé a frecuentar su casa. Allí fue donde conocí a su marido, un moreno de muy buen ver que además de estar bueno, era uno de los directivos más jóvenes de un gran banco.
Desde un primer momento, comprendí que eran un matrimonio ideal. Guapos y ricos, estaban enamorados uno del otro. Su esposo estaba dedicado en cuerpo y alma a satisfacer a la tía. Nada era poco para ella, mi tío la consentía y mimaba de tal forma que empecé sin darme cuenta a envidiar su relación. Muchas veces desee que llegado el momento, encontrara yo también una pareja que me quisiera con locura.
Para colmo, mi tía Susana era un bellezón por lo que siempre me sentí apocada en su presencia. Dulce y buena, esa mujer me trató con un cariño tal que jamás se me ocurrió que algún día la sustituiría en su cama. Aunque apreciaba en su justa medida a su marido y sabía que destilaba virilidad por todos sus poros, nunca llegué a verlo como era un hombre, siempre lo consideré materia prohibida. Por eso me alegré cuando me enteré de que se había quedado embarazada.
Esa pareja llevaba buscando muchos años el tener hijos y siendo profundamente conservadora, Susana vio en el fruto que crecía en su vientre un regalo de Dios. Por eso cuando en una revisión rutinaria le descubrieron que padecía cáncer, se negó en rotundo a tratárselo porque eso pondría en peligro la viabilidad del feto. Inútilmente la intenté convencer de que ya tendría otras oportunidades de ser madre pero mis palabras cargadas de razón cayeron en saco roto.
Lo único de lo que pude convencerla fue de que me dejara cuidarla en su casa. Al principio se negó también pero con la ayuda de mi tío, al final dio su brazo a torcer. Por esa desgraciada circunstancia me fui a vivir a ese chalet del Viso y eso cambió mi vida. Nunca he vuelto a dejar esas paredes y os confieso que espero nunca tenerlo que hacer.
La tía estaba de cinco meses cuando se enteró y viéndola parecía imposible que estuviera tan mal y que el cáncer le estuviera corroyendo por dentro. Sus pechos que ya eran grandes, se pusieron enormes al entrar en estado y su cara nunca reflejó la enfermedad de forma clara su enfermedad. Al llegar a su casa, me acogió como si fuera su propia hermana y me dio el cuarto de invitados que estaba junto al suyo. Debido a que mi pared pegaba con la suya, fui testigo de las noches de dolor que pasó esa pareja y de cómo Manuel lloraba en silencio la agonía de la que era su vida.
Gracias a mis estudios, casi a diario le tenía que explicar cómo iba evolucionando el cáncer de su amada y aunque las noticias eran cada vez peores, nunca se mostró desánimo y cuanto peor pintaba la cosa, con más cariño cuidaba a su amor. Fue entonces cuando poco a poco me enamoré de ese buen hombre. Aunque fuera mi tío y me llevara quince años, no pude dejar de valorar su dedicación y sin darme cuenta, su presencia se hizo parte esencial en mi vida.
A los ochos meses de embarazo, el cáncer se le había extendido a los pulmones y por eso su médico insistió en adelantar el parto. Todavía recuerdo esa tarde. Mi tía me llamó a su cuarto y con gran entereza, me pidió que le dijera la verdad:
―Si lo adelantamos, ¿Mi hijo correrá peligro?
―No― contesté sin mentir – ya tiene buen peso y es más dañino para él seguir dentro de tu útero por si todo falla.
Indirectamente, le estaba diciendo que su hígado no podía dar más de sí y que en cualquier momento podría colapsar, matando no solo a ella sino a su retoño. Mi franqueza la convenció y cogiéndome de la mano, me soltó:
―Elena. Quiero que me prometas algo….
―Por supuesto, tía― respondí sin saber que quería.
―….si muero, quiero que te ocupes de criar a mi hijo. ¡Debes ser su madre!
Aunque estaba escandalizada por el verdadero significado de sus palabras, no pude contrariarla y se lo prometí. “La pobre debe de estar delirando”, me dije mientras le prestaba ese extraño juramento porque no en vano el niño tendría un padre. Un gemido de dolor me hizo olvidar el asunto y llamando al médico pedí su ayuda. El médico al ver que había empeorado su estado, decidió no esperar más y llamando a una ambulancia, se la llevó al hospital.
De esa forma, tuve que ser yo quien le diera la noticia a su marido:
―Tío, tienes que venir. Estamos en el hospital San Carlos. Van a provocar el parto.
Ni que decir tiene que dejó todo y acudió lo más rápido que pudo a esa clínica. Cuando llegó, su mujer estaba en quirófano y por eso fui testigo de su derrumbe. Completamente deshecho, se hundió en un sillón y sin hacer aspavientos, se puso a llorar como un crio. Al cabo de una hora, uno de los que la trataban nos vino avisar de que el niño había nacido bien y que se tendría que pasar unos días en la incubadora.
Acababa de darnos la buena noticia, cuando mi tío preguntó por su mujer. El medico puso cara de circunstancias y con voz pausada, contestó que la estaban tratando de extirpar el cáncer del hígado. Sus palabras tranquilizaron a Manuel pero no a mí, porque no me cupo ninguna duda de que esa operación solo serviría para alargarle la vida pero no para salvarla.
La noticia del nacimiento de Manolito le alegró y confiado en la salvación de la madre me pidió que le acompañara a ver al crío en el nido. Os juro que viendo su alegría, no fui capaz de decirle la verdad y con el corazón encogido acudí con él a ver al bebé.
En cuanto lo vi, me eché a llorar porque no en vano sabía que ya se le podía considerar huérfano:
“¡Nunca iba a llegar a conocer a su madre!”
En cambio su padre al verlo no pudo reprimir el orgullo y casi a voz en grito, empezó a alabar la fortaleza que mostraba ya en la cuna. Tampoco en esa ocasión me fue posible explicarle el motivo de mi llanto y secándome las lágrimas, sonreí diciendo que estaba de acuerdo.
Como os podréis imaginar cuatro horas después apareció su médico y cogiendo del brazo al marido de la paciente, le explicó que se habían encontrado con que el cáncer se había extendido de forma tal que no había nada que hacer. Mi tío estaba tan destrozado que no pudo preguntar por la esperanza de vida de su mujer, por lo que tuve que ser yo quien lo hiciera.
―Dudo que tenga un mes― contestó el cirujano apesadumbrado.
La noticia le cayó como un jarro de agua fría a su marido y hundiéndose en un doloroso silencio, se quedó callado el resto de la tarde. Os juro que se ya quería a ese hombre, el duelo del que fui testigo me hizo amarlo más. Nunca había visto y estoy segura que nunca veré a nadie que adore de esa forma a su mujer.
La agonía de mi tía Susana iba a ser larga y por eso decidí exponerle a mi tío que durante el tiempo que me necesitara allí me tendría y que por el cuidado de su hijo, no se preocupara porque yo me ocuparía de él.
―Gracias― contestó con la voz tomada― te lo agradezco. Voy a necesitar toda la ayuda posible.
Tras lo cual se encerró en el baño para que no le viera llorar. Esa noche, dormimos los dos en la habitación y a la mañana siguiente, una enfermera nos vino a avisar que Susana quería vernos. Al llegar a la UCI, Manuel volvió a demostrar un coraje digno de encomio porque el hombre que saludó a su mujer, era otro. Frente a ella, no hizo muestra del dolor que sentía e incluso bromeó con ella sobre el próximo verano.
Su esposa, que no era tonta, se dio cuenta de la farsa de su marido pero no dijo nada. En un momento que me quedé con ella a solas, me preguntó:
―¿Cuánto me queda?
―Muy poco― respondí con el corazón encogido.
Fue entonces cuando cogiéndome de la mano me recordó mi promesa diciendo:
―¡Cuida de nuestro hijo! ¡Haz que esté orgullosa de él!
Sin saber que decir, volví a reafirmar mi juramento tras lo cual mi tía sonrió diciendo:
―Manuel sabrá hacerte muy feliz.
La rotundidad de su afirmación y el hecho que el aludido volviera a entrar en la habitación hizo imposible que la contrariara. Mi rechazo no era a la idea de compartir mi vida con ese hombre sino a que conociéndolo nunca nadie podría sustituirla en su corazón.

CAPÍTULO 2

A los dos días, nos dieron al niño. Siendo sano no tenía ningún sentido que estuviera más tiempo en el hospital por lo que tuvimos que llevárnoslo a casa mientras su madre agonizaba en una habitación. Todavía recuerdo esa mañana, Manuel lo cogió en brazos y su cara reflejó la angustia que sentía. Compadeciéndome de él, se lo retiré y con todo el cariño que pude, dije:
―Tío, déjamelo a mí. Tú ocúpate de Susana y no te preocupes, lo cuidaré como si fuera mío hasta que puedas hacerlo.
Indirectamente, le estaba diciendo que yo lo cuidaría hasta que su madre hubiese muerto pero lejos de caer en lo inevitable, ese hombretón me contestó:
―Gracias, cuando salga Susana de esta, también sabrá compensarte.
No quise responderle que nunca saldría y despidiéndome de él, llevé al bebe hasta su casa. Durante el trayecto, pensé en el lio que me había metido pero mirando al bebe y verlo tan indefenso decidí que debía dejar ese tema para el futuro. Acostumbrada a los recién nacidos por las prácticas que había hecho en Pediatría neonatal, no tuve problemas en hacerme con todo lo indispensable para cuidarlo y por eso una hora después, ya cómodamente instalada en el salón, empecé a darle el biberón.
Eso que es tan normal y que toda madre sabe hacer, me resultó imposible porque el chaval no cogía la tetina y desesperada llamé a mi madre. Tal y como me esperaba mientras marcaba, se rió de mí llamándome novata y ante mi insistencia, me preguntó:
―¿Por qué no intentas dárselo con el pecho descubierto?
Al preguntarle el por qué, soltó una carcajada diciendo:
―Tonta, porque al oír tu corazón y sentir tu piel, se tranquilizará.
Su respuesta me convenció y quitándome la camisa, puse su carita contra mi pecho. Ocurrió exactamente como había predicho, en cuanto Manolito sintió mi corazón, se asió como un loco del biberón y empezó a comer. Lo que no me había avisado mi madre, fue que al sentir yo su cara contra mi seno, me indujo a considerarlo ya mío y con una alegría que me invadió por completo, sonreí pensando en que no sería tan desagradable cumplir la promesa dada.
Una vez se había terminado las dos onzas y al ir a cambiarle ocurrió otra cosa que me dejó apabullada. Entretenida colocando el portabebé, no me percaté que había puesto su cabeza contra mi pecho y el enano al sentir uno de mis pezones contra su boca, instintivamente se puso a mamar. El placer físico que sentí fue inmenso (no un orgasmo no penséis mal). La sensación de notar sus labios succionando en busca de una leche inexistente fue tan tierna que de mis ojos brotaron unas lágrimas de dicha que me dejaron confundida.
No sé si obré mal pero lo cierto es que a partir de entonces después de cada toma, dejaba que el bebé se durmiera con mi pezón en su boca.
“Es como darle un chupete”, me decía para convencerme de que no era raro pero lo cierto es que cuanto más mamaba ese crio de mis pechos, mi amor por él se incrementaba y empecé a verlo como hijo mío.
Lo que no fue tan normal y lo reconozco fue que ya a partir del tercer día, me entraran verdaderas ganas de amamantarlo y obviando toda cordura, investigué si había algo que me provocara leche. No tardé en hallar que la Prolactina ayudaba y sin meditar las consecuencias, busqué estimular la producción de leche con ella.
Mientras esto ocurría, mi tía agonizaba y Manuel vivía día y noche en el hospital solo viniendo a casa durante un par de horas para ver al chaval. Dueña absoluta de la casa, nadie fue consciente de que me empezaba a tomar esa medicina. A la semana justa de nacer, fue la primera vez que mi niño bebió la leche de mis pechos y al notarlo, me creí la mujer más feliz del mundo. No sé si fue la medicina, el estímulo de mis pezones o algo psicológico pero la verdad es que mis pechos no solo crecieron sino que se convirtieron en un par de tetas que rivalizaban con los de cualquier ama de cría.
Mi producción fue tal que dejé de darle biberón y solo mamando de mis pechos, Manolito empezó a coger peso y a criarse estupendamente. El primer problema fue a los quince días de nacido que aprovechando que su madre había mejorado momentáneamente, Manuel decidió bautizarle junto a ella. La presencia del padre mientras le vestía y las tres horas que estuvimos en el Hospital, provocaron que mis pechos se inflaran como balones, llegando incluso, a sin necesidad de que el bebé me estimulara, de mis pezones brotara un manantial de leche dejándome perdida la camisa. Sé que mi tío se percató de algo por el modo en que me miró al darse cuenta de los dos manchones que tenía en mi blusa, pero creo que no quiso investigar más cuando ante la pregunta de cómo me había manchado, le contesté que se me había caído café.
La cara con la que se me quedó mirando los pechos, no solo me intranquilizó porque me descubriera sino porque percibí un ramalazo de deseo en ella. Lo cierto es que más excitada de lo que me gustaría reconocer, al llegar a casa di de mamar al que ya consideraba propio y tumbándome en la cama, no pude evitar masturbarme pensando en Manuel.
Al principio fue casi involuntario, mientras recordaba sus ojos fijos en mi escote, dejé caer una mano sobre mis pechos y lentamente me puse a acariciarlos. Mis pezones se pusieron inmediatamente duros y al sentirlos no fui capaz de parar. Como una quinceañera, me desabroché la blusa y pasando mi mano por encima de mi sujetador, empecé a estimularlos mientras con los ojos cerrados soñaba que era mi tío quien los tocaba.
Mi calentura fue en aumento y ya ni siquiera pellizcarlos me fue suficiente y por eso levantándome la falda, comencé a sobar mi pubis mientras seguía imaginado que eran sus dedos los que se acercaban cada vez más a mi sexo. Por mucho que intenté un par de veces dejarlo, no pude y al cabo de cinco minutos, no solo me terminé de desnudar sino que abriendo el cajón de la mesilla, saqué un consolador.
Comportándome como una actriz porno en una escena, lamí ese pene artificial suspirando por que algún fuera el de él y ya completamente lubricado con mi saliva, me lo introduje hasta el fondo mientras me derretía deseando que fuera Manuel el que me hubiese separado las rodillas y me estuviese follando. La lujuria me dominó al imaginar a mi tío entre mis piernas y uniendo un orgasmo con el siguiente no paré hasta que agotada, caí desplomada pero insatisfecha. Cuando me recuperé, cayeron sobre mí los remordimientos de haberme dejado llevar por esos sentimientos mientras el objeto de mis deseos estaba cuidando a la mujer que realmente amaba y por eso no pude evitar echarme a llorar, prometiéndome a mí misma que eso no se volvería a repetir.
Tratando de olvidar lo ocurrido, intenté estudiar algo porque tenía bastante dejadas las materias de mi carrera. Llevaba media hora enfrascada entre los libros cuando escuché el llanto de mi bebe y corriendo fui a ver que le pasaba. Manolito en cuanto le cogí en brazos, buscó mi pezón y olvidándome de todo, sonreí dejando que mamara.
―Voy a ser tu madre aunque tu padre todavía no lo sepa― susurré al oído del niño mientras mi entrepierna se volvía a encharcar.

 

Relato erótico: “Mis morbosas vacaciones (1)” (POR ALFASCORPII)

$
0
0

Mis morbosas vacaciones (1)

Hay veces que las cosas no salen como las planeas, una pequeña chispa puede trastocarlo todo y llegar a cambiar tu mundo.

Hola, mi nombre es Laura, tengo 24 años, acabo de terminar mi carrera de Ingeniería, y ésta es la historia que me gustaría relatarles:

Por fin habían llegado las vacaciones de verano, y con ello acababa de terminar mi último examen en la universidad. Para concluir mis estudios sólo me faltaba presentar el Proyecto Fin de Carrera, que ya lo tenía bastante avanzado, aunque tendría que trabajar en él todo el verano para poder presentarlo en la convocatoria de Septiembre.

Los padres de mi novio, Luis, tenían una preciosa casa en la sierra, en plena naturaleza, que estaría a nuestra disposición durante una semana en la segunda quincena de Julio. Luis invitó a nuestros amigos a pasar esa semana con nosotros, así yo podría continuar trabajando en mi proyecto, sin quedarse él sólo las horas que me enfrascase con el ordenador.

A éstas minivacaciones campestres se apuntaron Susana y Pedro, pareja consolidada desde hacía tres años (poco más o menos como Luis y yo), Manolo (amigo mío desde la infancia) y Juan (con el que no me llevaba muy bien). Todos tenían, más o menos, la misma edad que nosotros, entre los 23 años de Susana y los 26 de Juan.

Cuando llegamos a la casa, tras hora y media de viaje en coche, los padres de Juan nos recibieron cargando las maletas en su todoterreno, puesto que ellos habían pasado la primera quincena allí y, tras resolver unos asuntos de negocios en la ciudad, no volverían a la sierra hasta una semana más tarde.

– Cuidadla bien – dijo el padre dándole las llaves a su hijo -, y no hagáis mucho el gamberro. Que quede todo como está.

– Claro, papá, no te preocupes. Ya somos mayorcitos…

En cuanto los padres se despidieron, salimos todos disparados hacia la casa para verla. Luis nos la enseñó haciendo el reparto de habitaciones, de tal modo que las dos parejas tuvimos nuestra cama grande, y Manolo y Juan compartirían el dormitorio de dos camas.

La casa era amplia, decorada al estilo rural, sencilla pero con todas las comodidades de la vida moderna, y como aliciente, estaba junto a un río que formaba una charca a apenas cincuenta metros de la vivienda. Era como tener una piscina natural para nosotros solos.

Pasamos la tarde organizando la casa, especialmente la cocina, donde tuvimos que encajar en los armarios, haciendo Tetris, todos los víveres que habíamos llevado, sobre todo el ingente número de latas de cerveza. También planeamos las actividades que haríamos en los días siguientes, desde rutas de montaña, hasta piragüismo en el embalse cercano.

Por la noche, después de una copiosa cena bien regada con litros de cerveza, las botellas de bebidas más fuertes fueron abriéndose, corriendo el alcohol por nuestras gargantas mientras reíamos y disfrutábamos consumiendo parte de nuestra juventud con una buena borrachera.

Al día siguiente desperté con un buen dolor de cabeza que sólo el ibuprofeno pudo mitigar. Había sido la primera en irme a la cama, y también la primera en levantarme, así que dejé a Luis roncando como un oso, para desayunar algo e intentar trabajar en mi proyecto, aunque sólo fuese una hora.

La mañana fue poco provechosa, me costaba centrarme frente al ordenador, y poco a poco fueron amaneciendo el resto de resacosos para hacerme imposible escribir nada en condiciones.

Después de la comida, que en realidad fue un desayuno tardío (el segundo para mí), estaban todos aún tan hechos polvo, que prefirieron sestear para recuperarse y así pasar las horas centrales y más calurosas del día. Incluso Susana, a la que yo nunca había visto borracha, tenía cara de haberse bebido la noche anterior hasta el agua de los floreros.

– Aprovechando que me dejaréis tranquila un rato- le dije a Luis cuando ya estábamos a solas en nuestro dormitorio-, intentaré trabajar un poco.

– Está bien, cariño – me contestó dándome un beso -, pero tampoco te esfuerces demasiado, estamos de vacaciones y mañana tendrás todo el día para trabajar.

– Claro, en cuanto me canse, y si aún no te has levantado, iré a darme un baño a la charca – concluí cogiendo las cosas de baño para llevármelas al salón.

Tras una hora escribiendo delante de la pantalla, ya estaba cansada por el pegajoso calor de finales de Julio, así que, viendo que ni Luis ni ninguno de los otros se levantaban aún, cerré el ordenador, me puse el bikini-tanga, y salí a darme un buen baño en la charca. El agua estaba genial, fresca pero no demasiado fría, así que disfruté de la agradable sensación de nadar teniendo el río para mí sola.

A los diez minutos, oí un chapoteo tras de mí, y al girarme vi a Juan surgiendo del fondo del río hasta ponerse en pie, quedándole el nivel del agua por la mitad de su liso abdomen.

– Está buenísima – dijo echándose el pelo mojado hacia atrás.

Aquel gesto me provocó una pequeña descarga que recorrió todo mi cuerpo.

A pesar de no congeniar con él, siempre me había sentido físicamente atraída por Juan: era un chico guapo, atlético, bastante más alto que mi novio, y un par de años mayor que yo. Desde el día que me lo presentó Luis, a pesar de que muchas veces había tenido ganas de estrangularle, nunca había dejado de fijarme en él, de tal modo que, bastante a menudo, tenía ardientes fantasías con él. Para mí, Juan tenía el erotismo del malo de la película.

La pequeña descarga que sentí se evidenció físicamente con un erizamiento de mis pezones, lo que me hizo quedarme sumergida de cuello hacia abajo.

– Sí, está genial – le contesté -. ¿Y los demás? – pregunté nadando hacia él.

– Están todos más dormidos que una marmota. Anoche se les fue un poco la mano… menos mal que yo me fui a la cama a tiempo, un poco después de irte tú.

– Ya… Luis no vino a la cama hasta las 7, dando tumbos.

– Como Manolo, que llegó a la habitación tan perjudicado que se tropezó y cayó sobre mi cama despertándome.

– ¡Vaya novios tenemos! – exclamé riéndome mientras me ponía en pie junto a Juan.

Éste rió con ganas, pero advertí que no me miraba a la cara. Sus ojos estaban fijos en mis pechos, y brillaban observando cómo mis pezones le apuntaban a través de la fina tela del bikini. La breve charla me había echo olvidar por un instante mi estado. El agua me quedaba justo por debajo de los pechos, y los pezones se me marcaban muy notoriamente.

Sentí vergüenza, pero también se acrecentó mi excitación al comprobar que a Juan parecía gustarle lo que veía.

No es que yo sea una top-model, pero creo que no estoy nada mal: mi pelo es castaño y mis ojos marrones, algo muy común, aunque con el conjunto de los rasgos de mi cara creo que podría considerárseme atractiva. Soy de estatura media y complexión más bien delgada, culo redondito, pequeño y prieto, cintura estrecha y pechos redondeados, generosos para mi complexión, aunque tampoco muy grandes. En definitiva, no soy un bellezón imponente, pero tengo cada cosa en su sitio y sé que, por lo general, les gusto a los hombres. Como, por ejemplo, a Manolo, mi amigo de la infancia y quien me presentó a mi novio.

Sé a ciencia cierta que Manolo me desea, aunque yo siempre le he visto únicamente como a un amigo. Pero tengo que confesar que me encanta tontear con él, mostrándole mi amistad a través de efusivos abrazos, inocentes besos, e “inconscientes” caricias. No es más que un juego, y lo hago sin malicia, simplemente me gusta sentirme deseada.

Ésta actitud con nuestro amigo, mi novio se la toma como una natural muestra de afecto, porque a los ojos de cualquiera no es más que eso, aunque en más de un abrazo he notado el duro paquete de Manolo dispuesto para follarme.

Y esto me lleva a donde lo había dejado: Juan nunca había mostrado ningún especial interés por mí, más bien lo contrario, muchas veces parecía que mi sola presencia le irritaba, y eso a mí también me ponía enferma. Pero aquel día, en que parecía estar con el hacha de guerra enterrada, cuando le tuve delante de mí, mojado y sonriente con sus ojos dándose un festín con mis tetas y pezones, me encantó.

– Mi cara está más arriba – le dije sacándole de su ensoñación.

– Yo… eh… – contestó apurado y más rojo que un tomate.

¡Uf!, me encantaba esa situación, me excitaba tener en ese estado a aquel con el que tanto había discutido, pero no en vano, había protagonizado muchas de mis fantasías. Me sentí traviesa, y quise deleitarme prolongando ese momento.

– ¡Creo que necesitas enfriarte la cabeza! – le dije abalanzándome sobre él para hacerle zambullirse.

El efecto que se produjo fue exactamente el que buscaba: Juan me recibió con los brazos abiertos, y mi empuje le hizo perder el equilibrio cuando todo mi cuerpo se pegó al suyo. Durante un par de segundos, bajo el agua, mis pechos se aplastaron contra su torso clavándole los pitones que él me había provocado. Mis caderas chocaron contra las suyas y, a través de la tela de su bañador y de mi bikini, pude sentir su sexo bajo el mío. ¡Qué gozada!, tenía la polla erecta y dura por mí. En aquel instante, aunque no hubiésemos estado dentro del agua, mi tanguita habría acabado empapado igualmente.

Volvimos a ponernos en pie, separándonos unos centímetros y mirándonos fijamente.

– Espero que no quieras devolverme la aguadilla – le dije con picardía mientras me giraba para alejarme de él.

El anzuelo estaba echado, y Juan lo mordió con ganas. Como si se le acabase de ocurrir a él mismo, dio un paso hacia mí poniéndome una mano sobre el hombro, y justo antes de que su pie consiguiera ponerme la zancadilla para zambullirme, yo di un paso hacia atrás.

– ¡Oh! – exclamamos los dos.

Mi culito contactó con su dura verga, que a pesar del bañador se alojó entre mis nalgas. Él se quedó paralizado, y yo no me moví. Estaba hiperexcitada, sintiendo cómo aquél que hasta ese día había sido inmune a mis encantos, estaba tan excitado como yo.

No podía pensar con claridad, el morbo de la situación obnubiló mi juicio. Quería sentir esa polla bien dura, la deseaba, anhelaba que Juan me follase como había hecho tantas veces en mi imaginación… aunque por otro lado no quería serle infiel a mi novio, su amigo… Pero mi cuerpo reaccionó antes que mi cerebro, la “inocente” travesura se me había ido de las manos. Mis caderas continuaron el juego por su cuenta, haciendo que mi culito se moviese arriba y abajo, apretando y masajeando ese mástil con las dos nalgas.

– Uffff, Laura – me susurró al oído.

Todos mis sentidos estaban centrados en mis sensibles glúteos, que recorrían la longitud de esa estaca provocándome agradables cosquilleos que se extendían hasta mi coñito. Pero necesitaba sentirla aún más, y me dejé llevar por la lujuria. Mis manos fueron hacia atrás y tiraron de su bañador hasta bajárselo lo suficiente para liberar su polla.

– Mmmm – gemí al sentir el contacto de la suave piel de su glande sobre mis redondeces.

– Esto no está bien – me dijo Juan en tono de reproche, aunque sin dejar de acompañar los movimientos de mis caderas con las suyas.

– Mmmm, lo sé – contesté -, pero me está gustando tanto…

Su glande se restregaba en la raja, contra la tira del tanga, pero yo seguía necesitando sentirlo aún más, así que de nuevo, sin pensarlo, me sorprendí a mí misma tirando de los laterales del tanguita hacia abajo para dejármelo a medio muslo.

– Jooodeeeeer, Laura – dijo Juan moviendo nuevamente la verga entre mis nalgas para seguir friccionando -, qué culito tan apretado tienessss…

Sus manos me tomaron por las caderas y sentí cómo ese poderoso músculo se iba abriendo paso entre mis cachetes, haciéndome suspirar. Los pezones me dolían de excitación, mi coñito ardía, me palpitaba el clítoris, y mi agujerito trasero se relajaba con cada caricia. Todo mi cuerpo se estaba entregando a aquel macho para que, bajo el agua, pudiese entrar por donde nadie lo había hecho.

Recientemente se había despertado en mí la curiosidad por el sexo anal, y en dos ocasiones lo había intentado con mi novio, pero los nervios y el miedo al dolor me habían impedido relajarme en ambas ocasiones, manteniendo mi ojal virgen. Esos dos intentos fallidos no habían conseguido hacer desaparecer mi curiosidad, sino todo lo contrario, la curiosidad se había convertido en deseo… realmente ansiaba que me diesen por el culo….

Y allí estaba, con la pollaza del amigo de mi novio abriéndose camino por mi culito, totalmente entregada a él, sintiendo cómo su glande comenzaba a explorar la delicada piel de mi esfínter mientras éste comenzaba a dilatarse y hacerse receptivo con cada empujón.

Juan ya se había dejado llevar por sus impulsos de hombre, haciendo cada vez más fuerza, llamando con la punta de su verga a mi entreabierta puerta trasera, resoplándome al oído…

Estaba a punto de poder entrar, en cada acometida la lanceada cabeza ya podía penetrar un par de milímetros dentro del ojal, haciéndome sentir un delicioso calorcito.

La suerte estaba echada, por fin mi culo iba a ser desvirgado y los dos traicionaríamos a mi novio, a su amigo, pero…

– Grrrrr – gruñó mi macho entre dientes.

De repente sentí un calor abrasador en mi ano, por fuera, en tres o cuatro oleadas que me provocaron un pequeño amago de orgasmo. Giré la cabeza y vi a Juan con los ojos cerrados y los dientes apretados… estaba terminando de correrse sin haber logrado metérmela.

– Ufffff – suspiramos al unísono.

Algún poder superior y la pura excitación, habían sido mucho más cuerdos que nosotros dos, logrando que mi “amante” se corriese antes de sellar nuestra infidelidad con una penetración. En realidad, sólo habíamos tenido unos pocos roces íntimos, poco más que una fantasía.

Nos separamos y recolocamos nuestra ropa de baño viendo cómo el blanquecino líquido se diluía en el agua y era arrastrado por la corriente. La tensión entre ambos se podía cortar con un cuchillo, hasta que se esfumó repentinamente cuando un “¡Chicos!”, nos hizo mirar hacia la orilla. Susana y Pedro nos saludaban acercándose al río en bañador para darse un chapuzón.

Cinco minutos después, ya estábamos todos metidos en la charca, los seis, jugando a tirarnos la pelota unos a otros. Apenas crucé ninguna palabra con Juan.

Por la noche, después de cenar, nos fuimos pronto a la cama para poder madrugar al día siguiente. Luis, Pedro, Susana y Juan iban a hacer una marcha hasta una laguna de la sierra para acampar allí y hacer noche. Manolo iba a acercarse al pueblo, donde tenía una amiga veterinaria con la que iba a pasar el día, y como él mismo había dicho: “Echar unos polvos por la noche”. En cuanto a mí, aprovecharía el día de tranquilidad y soledad para trabajar seriamente en el proyecto y, así, estar más libre al día siguiente para disfrutar con todos.

En la cama, no podía dejar de darle vueltas a lo ocurrido con Juan en el río, me sentía culpable, pero también excitada, así que calenté a Luis hasta que conseguí que me hiciera el amor pausada y silenciosamente, evitando que los demás pudieran escucharnos. Así, medio satisfecha, pude quedarme dormida pensando: “Sólo ha sido otra fantasía, nunca llegará a más”.

¡Qué equivocada estaba!.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR

alfascorpii1978@outlook.es

 

Relato erótico: ” Niña curiosa 4″ (POR LEONNELA)

$
0
0

_Cuídate mamá…regresa pronto…
Un beso en la mejilla y un abrazo cariñoso, fueron la despedida. Mamá viajaba, iba a una pasantía por unos días, y yo quedaba al cuidado de mi tío. Me quedé allí,  mirándola, hasta que su silueta se confundió con la de otros tantos pasajeros que abordaban el avión.
Quedarme a solas con Martin  y poder dormir en sus brazos era mi gran sueño, había fantaseado tantas noches con que amaneciera a mi lado y ahora con el viaje de mi madre, al fin tendríamos esa oportunidad, pero extrañamente en lugar de estar feliz  algo revoloteaba en mi interior, la espina de la culpa punzaba y me dolía alegrarme de su partida.
No puedo engañarme, aunque sé que estas confesiones quizá no caben en un relato erótico, debo reconocer que a mas de mi loco enamoramiento, había momentos en que tomaba conciencia de que aquella extraña relación con mi tío era una aberración, un sueño del que mas temprano que tarde tenia que despertar, pero que podía hacer? si mis sentimientos me arrasaban y bastaba una sola de sus miradas para que olvidara todo.
Caminamos sin decir nada, como si estuviéramos ausentes;  el tenía la mirada perdida y las manos en los bolsillos, pateaba cada piedrecilla que encontraba como si le recriminara algo a la vida; callada y distante seguía su paso desalentado, y de rato en rato buscaba su mirada, pero lo único que encontraba era tristeza en cada uno de sus gestos.
En casa las cosas no fueron diferentes, teníamos toda el espacio para nosotros solos, sin embargo ninguno intentaba un acercamiento; al contrario Martín parecía rehuirme. Mientras preparábamos algo de comer, recordaba cuantas veces en ese mismo lugar, a hurtadillas pegaba su cuerpo al mío, como si le bastara un pequeño roce para despertar al deseo, otras tantas veces nos arriesgábamos a ser descubiertos, por tan solo el premio de un beso, pero esa noche en que podíamos ser dueños del mundo, tontamente actuábamos como dos extraños.
Cenamos juntos, sin hablar, sé que Martin estaba tan confundido como yo, y aquella copa de licor que bebió de golpe, era la clara muestra de que algo le atormentaba.
Sí, las últimas palabras de mamá en el aeropuerto habían calado profundo  
_Martin, por favor cuida de Dianita, sé que la ves como a una hija,  por eso  la dejo contigo, no sabes lo bueno que es tener en quien confiar…gracias hermanito.
Confiaba en él, en su hermano menor, en su propia sangre, y confiaba en mí, la niña de sus ojos…pero tan solo éramos un par de farsantes que escondidos tras de una máscara vivian una doble vida.
Más que nunca comprendía a mi tío,  se cómo se sentía, se lo difícil que era mirarme como a una sobrina cuando su cuerpo le reclamaba tomarme como mujer, sí, entendía el martirio de no saber qué hacer, porque por primera vez me sentí sucia y avergonzada; sin resistir más, coloqué los platos en la alacena, y me encerré en mi habitación.
Tirada en mi cama pensaba en lo injusta que era la vida con nosotros,  porqué tenía que amarle de esa forma, prqué tenía que haber puesto mis ojos en alguien de mi familia, porque confundía mis sentimientos de manera tan dramática, pero no había más respuesta que mis propios lamentos.  Abrazada a mi almohada quería matar la necesidad nociva de tocarle, intentaba verle de manera diferente, pero el recuerdo de su cuerpo envuelto en el mío, de mis pechos aplastados por su tórax, de su pelvis adherida a mi pubis, de su sexo guarecido en el mío, no hacían sino provocarme estremecimientos, y unas ganas enormes de volver a estar en sus brazos.
Que perversa me sentí cuando olvidando aquel ataque de moralidad,  deslicé mi mano entre mis muslos buscando placer, aquel placer al que me había acostumbrado en sus carnes. Su imagen se mezcló en mis pensamientos y mis pechos respondieron al instante; haciendo a un lado las braguitas ejecuté un movimiento rápido de izquierda a derecha sobre mi clítoris en búsqueda de un orgasmo, no tenía ganas de caricias ni preludios, la puta conciencia andaba a flor de piel y me conformaba con sentir esa fuerte corriente deslizándose por mi coño, esa felicidad intensa que relaja el cuerpo y el alma, para ver si así controlaba, la necesidad animal de correr a buscarle.
En esos momentos escuché sus pasos en el pasillo, acercándose, el ruido de la manija de mi puerta, se confundía con el chapotear de dos dedos en mi coño,  di un salto en la cama y automáticamente me levanté a abrir, me hubiera bastado  que pasara su brazo por encima de mi hombro o me besara el rostro para que mi sonrisa floreciera; la calidez de su mano en mi cintura, hubiera sido suficiente para que yo olvidara nuestro parentesco, pero sus pasos retrocediendo, me dejaron con la mano extendida hacia el aldabón y la sonrisa marchita.
Traté de dormir, pero estaba demasiado inquieta para lograrlo, era doloroso que nuestra complicidad terminara en aquella frialdad. Dejándome llevar por mis impulsos y mi calentura, salí de mi habitación.
Bajé las escalares y desde ahí pude verle en el recibidor, continué despacio,  sin voltear a mirarle, estaba consciente de que a pesar de las medias luces, la batica blanca que usaba resaltaba en la semioscuridad, aunque no mas que mis tetitas, vibrando ligeramente a cada paso que daba; la tela algodonada se amoldaba a mi caderas dejando ver mi silueta juvenil, y su transparencia revelaba el divino triángulo entre en mis muslos, apenas cubierto por una tanguita también blanca.
Pasé sin decir nada, calcinándome con aquella mirada cargada de fuego, aquella con la que sin necesidad de tocarme hacia erectar mis pezones… giró un poco su cuerpo, como si no quisiera perder detalle de la  curva de mi trasero, o como si tuviera una lucha interna por detenerse o ir tras de mí.
Crucé a la cocina, hice un poco de ruido en los trastes, y me serví un vaso de agua, me quedé en la mesa unos minutos, como si esperara que entrara, de rato en rato volteaba a la puerta ansiando  que lo que sentía por mi, fuera más fuerte que cualquier duda y me abrazara, pero contrario a lo que esperaba, no dijo nada, ni tampoco se acercó.
El dolor de su indiferencia se transformó en rabia, quien se creía para ignorarme de esa forma, no lo merecía, no después de lo que vivimos. Dejé caer mi rostro sobre la mesa,  y una vez más me abofeteó el recuerdo de sus besos… de su sudor en mi espalda,….de su olor impregnado en mi cuerpo…de su semen resbalando por mis ingles….de sus palabras dulces…
Allí estaba dejándome llevar nuevamente por mis instintos, pero de qué me servía pensar en eso, sino tan solo para alborotar mi hambre, azoté el vaso contra el lavadero y cruzando el umbral de la cocina caminé descalza por la vereda que conduce al patio, hasta una pequeña área de descanso, aquel era mi sitio favorito cuando estaba triste; acomodé una colchoneta en el césped acurrucándome como cuando era niña, llenándome del aroma de los lirios sembrados por sus manos; protegida por un lienzo de estrellas en las que sin poder evitar buscaba sus ojos.
No sé exactamente cuánto tiempo pasó, pero creo que me dormí  ligeramente, un breve roce en mi mejilla me hizo voltear, y tenía a Martin  inclinado junto a mí.
_Ya nena es tarde y hace frio, sube a tu habitación.
_Iré luego respondí, apartando bruscamente su mano de mi rostro, quería mostrarle que ahora era yo la que rechazaba su compañía.
_Tranquila, deja de protestar y  hazme caso, mira como estas helada, te vas a resfriar chiquita
_Ya dije que voy luego.!!! Que parte de eso no entiendes???
_Que subas ahora, niñita caprichosa!!
Le miré retadora e ignorándole me di vuelta, pero él me agarro del brazo con fuerza
_Que subas y punto, ya es hora de que aprendas a obedecer!!
_Quien te crees?, no eres más que… mi “tío”
_ok, solo soy tu tío, y si quieres que te trate como a una mocosa para que entiendas,  es lo que haré, y sin decir más, estalló fuertemente su mano en mi trasero, haciéndome espabilar.
Le miré con rabia, apartándolo de mí, tan solo para hacerme acreedora del segundo y del tercer azote.
Que le pasaba a mi tío, jamás había actuado así conmigo, estaba fuera de sí, como si gozara humillándome, sin embargo esa actitud recia me confundía, me hacía sentir algo distinto,  algo  que me provocó un estremecimiento, como si en lugar de molestarme me causara….agrado? No…no podía ser…
Volví a envalentonarme y cayó un nuevo azote…esa fogosidad extraña en mi cola, esa mirada intensa con la que me latigueaba, sus palabras cortantes, y la impresión de sentirme indefensa, me desconcertaba… no podía creerlo, yo…. disfrutaba de ese trato?
Volví a refutar, como si tuviera la secreta intención de provocarle, de alterarle para recibir más azotes, no puedo explicar, pero me estaba causando morbo descubrir que bajo ese manto de dulzura con el que siempre fui consentida había un hombre imponente capaz de dominar mi rebeldía y diablos!! me gustaba…me  gustaba demasiado
Se acercó amenazante y como un animalito asustado, lentamente me incorporé y di el primer paso dispuesta a obedecer
_Ahora te sientas y te quedas allí hasta que yo te diga!!, y cuando se me dé la gana te ordenaré ir directo a tu habitación o quieres más azotes para que te demuestre que conmigo no haces lo que te da la gana!!
Temblé, no sé si  atemorizada, sorprendida, o excitada,  jamás mi tío me había lastimado, siempre era tierno, pero ahora…
_Siéntate!! Porque no sabes lo que soy capaz de hacerte!! No quieras despertar a un Martín que no conoces.
Sus palabras ya no tenían aquel dejo de dulzura, eran fuertes y autoritarias, sus gestos dominantes, pero insólitamente y sin deducir como… estaba…estaba… mojando mis bragas….
 _Estúpido!!!  Deja de lastimarme!
No sé si le insulte por orgullo o por provocarle aun más, pero de un  jalón me puso sobre sus rodillas, y el estallido de otro par de chirlazos me hizo retorcer, golpeé sus muslos defendiéndome,  pero el dolorcito de los  azotes  poco a poco me fue aquietando, eso y la terrible sensación de humedad que recorría mi entrepierna.
Era delicioso, el choque de su palma estrellándose en mi trasero, el ardor del azote, el estremecimiento en  la vulva, el palpitar en mi sexo, no cabe duda estaba húmeda de deseo, de ganas, de hambre…Sus ansias de someterme parecían no agotarse e inesperadamente levantó mi bata dejando al aire la redondez de mis glúteos que parecían cuartearse con el frio de la noche y el ardor de sus manotazos; apreté los puños, y estalló un nuevo golpe, pero esta vez suave como si fuera una caricia.
_Así mijita…tranquila …ya mamita…ya….susurraba mientras palmoteaba suavemente, apretando mis muslos,  mimando mi cola lacerada por su propia saña, masajeando tiernamente como si quisiera aplicar un bálsamo que curara las huellas de sus azotes. Mi cuerpo totalmente relajado dejaba que me sobajeara por donde quisiera y me abría, me abría al placer.
 Creí morir cuando inclinándose, sus labios rozaron mis peñascos, soplaba sobre ellos erizándolos y su lengua vagabundeó por las ronchas que embellecían mis carnes; lamia refrescándome con su saliva mientras su pija endurecida punzaba contra mi cuerpo.
Subía…bajaba… apretando mis nalgas y esta vez su pulgar se orilló en mi canal navegando en mis aguas, como un peregrino que disfruta siguiendo la ruta del mar
Emitió un suave gemido al sentirme tan húmeda, y queriendo disimular mi calentura apreté mis piernas impidiéndole el paso. Otro chirlazo cayó sobre mis glúteos, y luego una suave caricia separando mis nalgas, su  pulgar  volvió a caminar por mi línea, haciendo un recorrido desde mi vulva hasta bordear la parte  externa de mi culito que se tensaba ante sus intentos de introducirse.
_Te lo voy a abrir putita…claro que te lo voy a abrir, así acabaremos con tus malcriadeces…
Con lametazos en la parte baja de mi espalda me relajaba mientras exploraba   alrededor del orificio intentando abrirlo,  ya no había forma de ocultar mi excitación, y entre gemido y gemido  con suavidad separé mis muslos.
Fácilmente agarró el hilo de mi tanga, y lo deslizó hacia los tobillos, y con un rápido juego de pies yo misma lo dejé caer; su pulgar se zambulló en mi coño, una y otra vez, haciendo círculos en el, entrando, saliendo y deslizándose hacia adelante de forma que separaba mis labios y terminaba en mi botoncito hinchado, allí se detuvo varios segundos, cercándolo con su pulgar y su índice, amasándolo, apretándolo, estirándolo una , dos, diez veces..;empecé a gemir más intensamente y a apretar mi pubis contra su muslos, a punto de alcanzar lo que me hacía falta
_No te corras nena…aun no…aguanta un poco….
Metió su otra mano por dentro de la bata acariciando mis senos,  y a medida que me engañaba dando placer a mis pezones, su dedo se hundió en mi culito, ingresó despacio y mi esfínter lejos de rechazarlo se acomodaba al invasor, su pulgar ingresaba con vehemencia mientras su dedo medio devoraba mi coño, estaba siendo ensartada por dos vías y yo no creía que se podía tener tanto placer, sus movimientos continuos me provocaban espasmos que parecían correr desde mi vulva hacia atrás, y sin poder controlarme grité mientras mis líquidos chorreaba por su mano.
Me di vuelta y le abracé fuerte, luego nos besamos con necesidad, mis labios se perdían en los suyos, chupándonos, explorándonos, comiéndonos, penetrándonos con nuestras lenguas, y ahogándonos con nuestras ansias, dejé caer mi cuello hacia atrás, obligando a que sus labios descendieran a mis pechos, lamia mis pezones dando suaves mordiscos y abriendo su boca se amamantó de mis senos.
Me incorporé un poco, ensalivaba su cuello mientras me restregaba contra su paquete, lo tenía duro, punzante, tanto que se me antojaba engullirlo,  baje fácilmente sus pantalones y dando un brinco termine de rodillas frente a él, me adueñé de su pieza, aquella pieza que conocía el sendero de mi boca, que gustaba de aquel camino ensalivado por donde entraba y salía a su antojo.
Mi cabello caía sobre mi rostro mientras yo me comía por completo su miembro, tomándolo de la base le decía  que yo era su puta, y me entendía demonios que me entendía, se engarrotaba tomando un bello color rojizo y de su orificio brotaban lagrimas de placer.
El sonido de un chirlazo acompañó un quejido, mi mano volvió a estrellarse con fuerza contra su trasero, haciendo que su pelvis se echara hacia el frente llenándome a tope , uno…dos..tres azotes, ayudaban a acelerar sus movimientos, y el sonido de mis succiones se mezclaba con sus gemidos.
Me agarró de los cabellos, mientras embestía con furia mi boca, tan solo unos cuantos choques mas, y sentí aquellos latidos que anuncian una buena corrida, ya presentía su lava caliente, pero se apartó de mi unos segundos apretando su base como si quisiera cortar su erupción,  luego sin dejar de besarnos terminé recostada en la mesita de jardín con los muslos separados, buscando nuevamente sus ojos en las estrellas mientras Martin inclinado, insertaba su lengua en mi coño, llevándome  al infinito.
Lamia…cielos!!! Cómo lamia, jugueteaba en mis labios recorría mi clítoris, se deslizaba por mi pubis y volvía a bajar; con su índice y su pulgar separaba mi entrada, y su rugosa lengua luchaba por penetrarme profundo. Dándome una nalgada me hizo dar vuelta, quedando con los pies asentados sobre el césped, y el torso recostado sobre la mesilla; se inclinó, y ubicándose entre mis muslos abiertos, volvió a premiarme con su lengua con aquella lengua que quería llenarse de mis más íntimos sabores.
La sentí hurgoneando en mi culito, abrazando completamente el anillo que poco a poco empezaba a dilatar  permitiendo que se sumergiera en aquella divina  profundidad; lamia cada espacio y succionaba cada pliegue al punto que deseaba sentir mucho más que su lengua.
Dejando caer un hilo de saliva en mi orificio me atacó con su índice, lo desplayó suave sintonizando con mi esfínter, lo movía internamente abriéndose paso hasta lograr introducirlo completo, serpenteando entraba y salía, lo oscilaba agrandando la entrada y casi sin notarlo su dedo medio también resbaló. Era delicioso sentir como sus dos dedos se abrían en el interior reclamando más espacio y ansié enormemente sentir más…
Su pene se hundió en mi coño, dándome unas cuantas arremetidas, y  sin querer correrse ahí  punzó contra mi cola, el impacto del primer choque, dolió un poco, me asustaba la sensación de desgarre a medida que su pieza me desvirgara,  pero estaba tan cachonda que me abría dándole paso; retrocedió y volvió  a meter su glande, una..dos..tres veces…
_Ahhhh… ahhhh…
_Duele mucho chiquita?
_Ahhh… poquito, respondí  tratando de ser complaciente, aunque de hecho ardía pero era soportable
No teníamos ningún lubricante a la mano, pero mis líquidos eran abundantes, además disponíamos de nuestra saliva con la que se embadurnó para seguir intentando.
Volvió a ingresar la punta y me encontró un poco  más dilatada, la metió un par de veces sin profundizar demasiado
 _Ahhh sigue tío…sigue… aguanto  un poco mas…
Ante mi pedido  la desplazaba al interior deteniéndose cuando notaba que mi cuerpo se resistía; llenándome de besos  me relajaba, y la metía cada vez mas profundo…
Procuraba ser considerado ante cualquier gesto de incomodidad
_Duele chiquita…si quieres lo dejamos para otro día..
_Sigue…ahhh…sigue….despacito….
Permanecimos varios minutos en los avances, hasta que al fin logró introducirla completa, el ano se había dilatado y sentía claramente como mis paredes ahorcaban su pene, estaba atrancada, con todo adentro y él sin querer lastimarme permanecía inmóvil.
Sus dedos volvieron a mi clítoris, a mí amado capuchón, lo estiraba y jugueteaba excitándome al máximo, y poco a poco empecé un movimiento suave de cadera, de modo que su pene empezaba a entrar y salir…
Martín jadeaba siguiendo mi ritmo, con suaves acometidas que relajaban mi recto, el dolor disminuía notablemente y esa sensación de tensión en mi cola empezaba a gustarme
_Así…sigue…mmm dame un poco mas….
_Si amor te doy lo que quieras, pero avísame si te duele o  si quieres que pare chiquita… ahhhh….ahhhh
Su vientre chocaba contra mis nalgas, y su pene desaparecía en mi cola, nada quedaba por meter, entraba y salía más deprisa con una ligereza que no hubiera soñado
Era sorprendente la forma en que tan solo con un poco de relajación, aquel enorme  ariete había profundizado en mi coñito, sus movimientos se aceleraban, y mis gritos de placer también. Entraba y salía y yo totalmente encendida, me hacia  atrás para recibir con más fuerza los embates. No paraba de cogerme, fustigándome con furia, y de tan solo recordar por donde me estaba dando, mi coño se encharcaba aun más. Me daba sin miedo, sin contemplaciones, como se le debe  dar a una mujer que sabe gozar del sexo, mi cuerpo se acoplaba perfecto a su cogida y lejos de sentir dolor gozaba como nunca imaginé. Las paredes estrechas de mi culito, ajustaban bien rico dándome una sensación de hormigeo, de llenura, de querer morir siendo culiada…
_Que rico..que rico…que ajustadito lo tienes….ahhh me provoca corrermeeee!!!
_Yaaaaa, yaaaaaaaaa, bramé descontrolada, ese es mi grito de guerra, de triunfo, de lograr la banderola de máximo de placer
_Puta madre!!! Dianita, me vuelves pendejo….
 No resistí tanto, unos fuertes latidos en mi vulva me hicieron correr, y unos extraños palpitaciones en mi cola alargaron intensamente  mi orgasmo.
Martin continuó, no sé cómo pudo resistir tanta presión sin venirse, me agarró de las caderas montándome con fuerza, me apercolló unos segundos más, y abatido se quedó enganchado en mi, mientras verdaderos chorros de nata alimentaban  mi culito.
Definitivamente, el sexo anal es  algo increíble, la implicación psicológica de romper con las prohibiciones, de estar por encima de una falsa moral, de conocer mi cuerpo y gozar de los placeres que algunas por temor se reprimen, la satisfacción de sentirme mujer a plenitud, y sobre todo,  el estar consciente que es una práctica que me lleva a límites de excitación insospechados en los que  disfruto de las más intensas corridas, hacen que lo considere, un acto especial de mi repertorio sexual.
Después de aquellos deliciosos orgasmos, Martin me abrazo con fuerza,  tomada en brazos entramos a la casa, y terminamos en mi habitación.
Su cuerpo desnudo pegado al mío, su respiración sobre mi cuello, nuestros rostros iluminados de felicidad, sí, mi sueño se había hecho realidad…mi sueño de amanecer juntos.
En la madrugada, sentí un cosquilleo entre mis muslos…
_Jajaja que haces  Martin?
_Que??? ya olvidaste lo que es sexo oral? Pues esta es la forma como te despertaré siempre…
_Mmmm significa que todas las noches dormirás conmigo?
_No se chiquita si podremos dormir juntos todas las noches…pero ten por seguro que muero porque así sea.
_Al menos, es un buen comienzo no?
_Si mi amor y ruego que también tengamos un buen final, un final  juntos….Te amo nena.
Sonreí, no hacía falta que respondiera, él sabía que le amaba profundamente.
Los rayos del sol colándose por las cortinas nos descubrieron abrazados y felices, soñando con que nada pudiera alejarnos….
 
 

Relato erótico: “Mis morbosas vacaciones (2)” (POR ALFASCORPII)

$
0
0

Mis morbosas vacaciones (2)

Al día siguiente Luis me despertó a las 8 de la mañana, ya se iban a marchar de excursión, pero yo, muy adormilada aún, le deseé que lo pasaran bien pidiéndole que me dejase dormir cinco minutos más.

Cuando volví a despertar, no habían pasado cinco minutos, sino dos horas. Todos se habían marchado, incluso Manolo, así que tras desayunar y asearme me puse en la mesa del salón a trabajar.

Apenas llevaba media hora frente al ordenador, cuando de repente apareció Juan, que dejó su mochila y una tienda de campaña en el suelo, saludándome:

– Hola, Laura.

– Pero… ¿qué haces tú aquí? – le pregunté sin salir de mi asombro.

– Bueno… verás… – contestó dubitativo -. Les he dicho a los demás que me he torcido el tobillo y que no aguantaría la marcha… así que me he dado la vuelta…

– ¿Es grave? – pregunté preocupada -, ¿por qué no se han vuelto contigo?.

– Porque les he dicho que no era nada y que no quería fastidiarles la excursión, aunque no podría hacer una caminata de cinco horas…

– Ya… ¿y es verdad? – le pregunté con algunas sospechas.

– Pues claro que no… no me he torcido el tobillo… necesitaba hablar contigo, Laura… de lo que pasó ayer…

– Lo de ayer… – dije pensativa rememorando cada sensación – …no fue más que un calentón… – añadí tratando de convencerme a mí misma más que a él.

– Es lo que yo creo – contestó Juan sentándose al otro lado de la mesa -, pero he estado toda la noche dándole vueltas y llegué a la conclusión de que debíamos hablarlo. Quería saber qué pensabas tú.

– Claro, claro… Sólo fue un juego que se nos fue de las manos… Yo estoy con Luis…

– Tu novio y mi mejor amigo… así que entre nosotros no hay nada.

– Eso es – le dije tratando de alejar locas fantasías de mi mente -, ¡si ni siquiera nos llevamos bien!.

– Eso es lo único en lo que siempre hemos estado de acuerdo – afirmó con una tensa sonrisa.

La situación era embarazosa, y parecía que los dos intentábamos zanjar el asunto cuanto antes para seguir con nuestras vidas como si nada hubiese ocurrido.

– Pues muy bien – concluyó ante mi silencio -, tema solucionado.

Y, poniéndose en pie y dirigiéndose hacia la mochila y la tienda de campaña, añadió:

– Guardo los bártulos, me voy al río y te dejo trabajar.

– Espera, que te ayudo con la tienda – le dije poniéndome en pie yo también y acercándome a él, aunque no pude evitar el admirar su bonito culo al agacharse para coger las cosas.

– No ha-ce fal… – la frase se le cortó a medias al incorporarse y observarme de pies a cabeza ante él.

En su pantalón se hizo visible un aumento de riego sanguíneo en la zona pélvica.

Me miré a mí misma y comprobé por qué empezaba a abultarse su entrepierna. Cuando él había llegado, yo estaba tras la mesa y la pantalla del ordenador, de tal modo que Juan sólo había podido ver mi cara. Como a esas horas ya hacía calor, y estaba sola, no me había molestado en vestirme más que con un corto top de tirantes, bajo el que no me había puesto sujetador, y una pequeña braguita que apenas ocultaba lo pudorosamente correcto.

– ¡Pero qué buena estás! – exclamó dejando caer nuevamente la mochila.

Mis ojos no podían apartarse de su incipiente erección, contemplando cómo aquel paquete aumentaba y aumentaba, haciéndome sentir un cosquilleo en mi zona más íntima. Ante aquella visión y su comentario, no pude reprimir el impulso, y cuando me quise dar cuenta, mi mano ya estaba palpando el enorme abultamiento de su pantalón de deporte.

Él me agarró de la cintura y me atrajo hacia sí, pegando mi cuerpo al suyo para que, como el día anterior, sintiese su dureza en toda su extensión.

Mis pezones se pusieron como escarpias, y sentí cómo mi braguita comenzaba a humedecerse. Sentía los labios secos, y mirándole a los ojos me pasé la lengua para humedecerlos. Volvía a desearle, con todas mis fuerzas, y no era capaz más que de responder a los impulsos de mi cuerpo.

– Tienes un polvazo, Laurita.

– ¿Ah, sí? – pregunté denotando mi excitación en la voz -. Creía que habías venido a dejar claro que sólo somos amigos por una persona en común.

– No – contestó apretándome aún más contra su inhiesto músculo-. Mira cómo me pones… he venido para follarte…

– Menos amenazar y más actuar – le respondí sin poder creer cómo aquellas palabras estaban saliendo de mí.

Sus labios chocaron contra los míos y su lengua invadió mi boca. Nos fusionamos en un beso voraz, ansioso, desesperado… una despiadada lucha a muerte de dos húmedas lenguas que se buscaban mutuamente.

Las grandes manos de Juan recorrían mi cuerpo, delineando mi espalda y cintura, apretándome el culo, amasándome los pechos, poniéndome la piel de gallina, haciéndome contonear con cada una de sus caricias.

Mis manos también exploraban su cuerpo, colándose bajo su camiseta para sentir el tacto de sus pectorales y abdomen, apretando su duro culo, y recorriendo su aún más duro miembro. El día anterior me había parecido grande al sentirlo entre mis nalgas, poderoso al correrse contra mi ano, pero ahora, al tacto, me parecía imponente. Tantas veces había fantaseado con esa polla… imaginando que su tamaño sería acorde a la estatura del dueño… Quería comprobarlo, necesitaba comprobarlo… Bajé el pantalón sin esfuerzo, y él me ayudó deshaciéndose de todas sus prendas, quedándose únicamente con el slip para que fuese yo quien se lo quitase en última instancia.

Me sacó el top, y se quedó admirando mis pechos de erizados pezones para, un instante después, agarrarlos con sus manos, apretarlos y pellizcar las rosadas cúspides mientras su lengua hacía diabluras con la mía. Me estaba volviendo loca, estaba desatada y necesitaba más de él.

Bajé su ropa interior y “¡Oh!”, ahí estaba ese orgulloso falo, con sus dos compañeros colgando, todo para mí. No era tan grande como había fantaseado en múltiples ocasiones, pero era de buen tamaño, mayor que el de mi novio.

Luis volvió a mi cabeza en ese instante, una sombra de duda que nubló mi mente por unos momentos, dejándome paralizada, observando esa dura verga de cabeza rosada y tronco venoso… ¿Qué estaba pasando?, mis travesuras estaban yendo demasiado lejos, estaba jugando con fuego, y me iba a quemar… quería quemarme… pero no debía.

Juan no dudó un instante, tomándome por el talle, me alzó en volandas haciéndome notar su dureza en mis húmedas braguitas para, acto seguido, dejarme caer sobre el sofá como si fuese una muñeca. Su calculada rudeza me excitó sobremanera, un calor abrasador partió desde lo más profundo de mí, recorriendo todo mi cuerpo y haciéndome temblar con un suspiro. Luis desapareció de mis pensamientos, la infidelidad dejó ser un problema para convertirse en una imperiosa necesidad y en un excitante aliciente.

Mi amante se puso sobre mí. Besó mis labios anhelantes, surcó mi sensible cuello con su boca, devoró mis estimulados pechos, recorrió el valle de mi vientre y aspiró el aroma de mi deseo con su nariz pegada a mi más íntima prenda.

– Me estás matando – le dije casi sin aliento.

No respondió, abrió la boca, y con sus dientes atrapó mis braguitas para tirar de ellas hacia abajo. El roce de sus dientes arrastrando la tela sobre mi vulva me provocó un escalofrío que hizo que mi espalda y mi culito se despegasen del sofá facilitando su tarea de dejarme sin ropa interior. Sus manos se desplazaron por mis nalgas y ayudaron a sus incisivos para dejarme totalmente expuesta ante él, completamente desnuda, con las piernas abiertas mostrándole mis rasurados, húmedos e hinchados labios vaginales; con mis pechos subiendo y bajando con el alocado ritmo de mi respiración; con mi boca entreabierta en una muda súplica, y con mis ojos centelleando con la luz del deseo y la lujuria.

– Laura – me dijo con su voz teñida de pasión -, ahora sí que te voy a matar…

Sólo pude suspirar.

Como una nube que ocultase el sol, todo su cuerpo se colocó sobre mí y, de pronto, con un golpe seco de sus caderas, sentí cómo su grueso pene se abría paso por mi interior para alojarse en mi vagina, hasta que su pubis golpeó con el mío consiguiendo que mi clítoris vibrase con el empellón.

– ¡Aaaaaahhh! – gemí gritando.

Esa enérgica embestida, esa audaz y profunda penetración, me provocó tal placer que todo cuanto me rodeaba dejó de existir para centrarme únicamente en las sensaciones que mi coñito, lleno de polla, enviaba por todo mi cuerpo para mi deleite.

Agarré a Juan por la cabeza, y atraje su boca a la mía para besarle, demostrándole pasionalmente cuánto me había gustado su maniobra.

Sentí su ariete deslizándose entre las paredes de mi gruta para retirarse ligeramente y volver a acometer sin piedad.

– ¡Qué gustazo! – me oí exclamar.

Por unos minutos, esas fueron mis últimas palabras. Juan empezó a follarme como nunca antes me habían follado, imprimiendo tal violencia a las embestidas de sus caderas que, cada vez que rítmicamente su verga me abría por dentro, su glande se incrustaba en lo más profundo de mi ser y su pelvis chocaba contra mi clítoris, sólo jadeos, gemidos y gritos incoherentes podían salir de mi garganta.

Yo nunca había sido tan escandalosa, pero era tanta la carga sexual y el goce que experimentaba, que incluso había perdido el control de mis cuerdas vocales.

Aquella polla era magnífica, grande, gruesa, larga, y me perforaba con tantas ansias que mi coño chorreaba. Mis manos recorrieron sus anchas espaldas y acabaron agarrando con fuerza su culo de pétreos glúteos contraídos, haciéndome sentirle aún más intensamente.

Mi espalda y mi culito se restregaban contra el sofá en cada empujón, mis pechos se mecían arriba y abajo como si corriese los 50 metros lisos sin sujetador, mi botoncito del placer estaba duro y vibraba con cada choque, pero mi coñito… Esa profunda entrada era un festival de sensaciones: calor, humedad chapoteante, hormigueos, cosquilleos, descargas eléctricas, contracciones…

Juan me estaba echando un polvo pasional, potente, enérgico y enormemente satisfactorio, pero por esas mismas causas, también fue corto. Mi cabeza comenzó a dar vueltas, y sentí que escapaba de mi cuerpo, me faltaba el aire, y el calor subió desde mi sexo hasta mis mejillas haciéndome sentir febril. Él comenzó a jadear entre gruñidos, imprimiendo más fuerza a cada follada, hasta que con un último gruñido sentí cómo me inundaba por dentro con una explosión de candente y espeso elixir de hombre.

– ¡Oooooooooooooohhhhhhhh! – grité.

La sensación de su corrida escaldando mi ya candente vagina fue lo que me hizo ver las estrellas. Perdí todo contacto con la realidad mientras todo mi cuerpo se convulsionaba en el más intenso orgasmo que jamás había tenido, hasta que volví a tomar conciencia del mundo cuando nuestros cuerpos extasiados se desplomaron sobre el improvisado lecho, quedando inmovilizada por el peso de ese magnífico semental.

Nos quedamos inertes, sólo escuchando nuestras respiraciones, recuperándonos de la intensa experiencia, hasta que tuve la necesidad de mi pequeño vicio secreto.

– Necesito un cigarrito – le dije.

Juan se incorporó sacándome su ya flácida virilidad embadurnada con nuestros mutuos fluidos.

– ¿Pero tú fumas? – me preguntó sorprendido -. Nunca te he visto.

– Claro que nunca me has visto – le contesté sonriéndole -, porque sólo fumo después de echar un polvo… me relaja. ¿Podrías traerme el tabaco de la mesilla de noche de mi dormitorio?.

Juan asintió y me dejó sola unos instantes, regalándome la vista con su trasero mientras se alejaba. Mi mente estaba en blanco, disfrutando de los ecos de lo que acababa de ocurrir.

Tras pasar por el cuarto de baño y limpiarse, mi amante volvió con mi paquete de tabaco, sentándose a mi lado para observar cómo me encendía un cigarrillo y exhalaba el humo en un suspiro que escapó a través de mis labios.

– Pero qué sexy eres… – dijo mirándome con renovada pasión.

Tuve un Déjà vu, aquellas mismas palabras ya las había oído en otra ocasión similar, en boca de Luis. Era la misma expresión que había empleado mi novio cuando nos acostamos juntos por primera vez y contempló fascinado mi pequeño vicio.

Pero en ese momento, quien estaba a mi lado no era mi novio, sino su amigo. Hasta ese preciso instante no fui consciente de la implicación que tenía lo que acababa de hacer: ¡Acababa de ponerle los cuernos a Luis!… ¡y para colmo había sido con su mejor amigo!.

– ¿Pero qué hemos hecho? – le pregunté a Juan consternada.

– Echar un polvo apoteósico – contestó seguro.

– Pero… ¿y Luis?.

– Ya… – pareció dudar – Esto no ha sido premeditado, simplemente ha pasado lo que tenía que pasar…

– Lo que tenía que pasar… – repetí pensativa mientras me llevaba el cigarrillo a los labios.

– No te tortures – me dijo acariciándome la pierna -. Desde que te conozco, siempre he sentido una irracional atracción por ti, y hasta ayer había conseguido interiorizarlo para que no se notara… pero hay cosas que no pueden ser contenidas eternamente…

Me sentí algo aliviada, porque era exactamente lo mismo que me había ocurrido a mí, pero seguía confusa. Realmente quería a mi novio, aunque lo que acababa de ocurrir denotaba que no me sentía satisfecha con él.

– No quiero dejar a Luis – dije pensando en voz alta.

– Y yo no quiero que lo hagas por mí – me contestó Juan creyendo que le hablaba a él -, como tampoco quiero perderle a él como amigo. Además, Laura, tú y yo no tendríamos ningún futuro juntos.

¿Pero cómo podía ser tan engreído de creer que dejaría a mi novio para mantener una relación con él…?. A pesar de que no era eso lo que me estaba planteando, a sus palabras no le faltaban veracidad: Juan y yo éramos totalmente incompatibles en casi todos los aspectos, como acababa de corroborar con su presuntuoso comentario. Nunca nos habíamos llevado especialmente bien, cuando él decía blanco, yo decía negro, simplemente estábamos en ondas diferentes. Y fruto de esa discordancia, habíamos tenido más de una discusión en la que Luis había tenido que mediar entre su novia y su amigo.

– Eso es verdad – respondí obviando lo desacertado de su presunción -. Esto que ha pasado debería quedar aquí. Sólo ha sido un calentón porque nos atraemos físicamente, nada más…

– Aunque yo no me arrepiento – añadió pasando la mano de mi pierna a la cintura -. ¡Ha sido un polvazo!.

Sentí un cosquilleo que se propagó desde el punto de contacto de sus dedos con mi piel, hasta mi sexo, a lo que mis pezones respondieron volviendo a ponerse duros.

– Uffff – resoplé con un escalofrío -, y tanto que lo ha sido… creo que yo tampoco me arrepiento.

Le di una nueva calada a mi cigarrillo y exhalé el humo pausadamente, observando de reojo cómo Juan me contemplaba con su pedazo de carne recuperando la vida, parecía que le excitaba verme fumar. Además, no hay que olvidar que estaba desnuda a su lado, con los pezones erizados como colofón de mis turgentes senos. Aquella situación me excitaba a mí también.

Su mano seguía delineando mi silueta, y sus largos dedos comenzaron a recorrer el contorno de mi pecho izquierdo. Esa suave caricia consiguió que mi coñito comenzase a humedecerse. El roce de sus dedos en mis zonas erógenas, la visión de aquel macho desnudo para mí, con su polla aumentando de tamaño, siendo yo la causa de dicho crecimiento, estaban excitándome más allá de lo que querría admitir. En aquel momento me sentí muy sexy, cargada de erotismo, un irresistible objeto de deseo… Aquello me encantaba, y mi naturaleza siempre había sido provocadora, así que no pude evitar comenzar nuevamente el juego.

Le di una nueva calada al cigarrillo y me giré hacia Juan para echarle el aromático humo, soplándoselo a través de mis rosados labios de la forma más sensual de la que fui capaz, acentuando la provocación con mi caída de pestañas más seductora.

– Eres una calientabraguetas – me dijo con su verga alzándose para mí.

– Y tú un cabrón follanovias – le contesté dándole el último beso a la boquilla del cigarro para volver a echarle mi aliento lentamente.

– Me pone malísimo eso que haces… Me vuelven loco esos labios de puta que pones…

– ¿Ah, sí? – pregunté mordiéndome el labio inferior y recreándome -. A mí me pone malísima esa pollaza con la que te follas a las novias de tus amigos – añadí pasándome la lengua por los labios.

– Después de discutir contigo, no sabes cuántas veces he imaginado que callaba tu boca de replicona llenándotela con esta polla. Tienes labios de buena come-rabos…

– Ni te lo imaginas – repliqué relamiéndome de nuevo -. Y tú no sabes cuántas veces he imaginado que me comía tu polla para hacerte callar y no tener que seguir escuchando cómo me contestabas…

Su verga ya estaba totalmente erecta, mirándome con su ojo ciego. Realmente era más grande que aquella que llevaba degustando exclusivamente desde hacía tres años. Se veía tan apetitosa que yo, plena de lujuriosa gula, ansiaba probarla y hacerla estremecer en mi boca.

Con una nueva muestra de la medida rudeza con que me había tirado en el sofá, Juan agarró mi cabeza y la forzó hasta que su dulce plátano contactó con mis labios. No tuvo que seguir empujando, porque fui yo la que succionó con todas sus fuerzas para llenarme de falo hasta la garganta.

– Ooooohhhhh – gimió.

Me acomodé en el sofá poniéndome a cuatro patas, apoyando mis pechos sobre su muslo izquierdo y con mi cabeza sobre aquel mástil. Tenía la boca llena de dura carne, y aún había más que no podía engullir, así que comencé un lento sube y baja succionante, mientras con la mano masajeaba lo que no era capaz de tragar. Me gustaba el tacto de su verga en mi lengua, y su olor y sabor a hombre que, junto con sus ocasionales gemidos, estaban haciéndome el coño agua.

Noté cómo su mano dejaba mi cabeza y se deslizaba por mi columna vertebral, consiguiendo que toda mi espalda se arquease con una sacudida. Llegó hasta mi culito en alto, y comenzó a acariciármelo describiendo su redondez. Sus dedos empezaron a explorar la separación de mis nalgas, y tantearon la suave piel de mi ojal.

– Mmmmm – gemí sin dejar de chuparle la polla.

Sus dedos continuaron investigando, y llegaron hasta mi empapada vulva para recorrer sus labios, provocándome un maravilloso cosquilleo, pero no se detuvo ahí. Continuó con su búsqueda, abriéndome la almeja, e introduciéndome dos dedos para follarme con ellos. Aquellas íntimas caricias eran tan deliciosas, que no era capaz de concentrarme en darle placer con mi boca.

Cuando sacó los dedos de mi conejito, por un momento pensé que ya no le estaba gustando cómo se la mamaba, pero inmediatamente este pensamiento desapareció de mi cabeza, cuando sus falanges, bien embadurnadas con mis cálidos fluidos, volvieron a mi culo y empezaron a estimular su angosta entrada mojándola con mis juguitos. En ese momento sí que me detuve, me saqué la verga de la boca y tuve que suspirar.

Frotaba mi entrada trasera con las yemas, untándola con mi propia lubricación. Al igual que ocurriese el día anterior con el roce de su estaca, mi pequeño orificio fue respondiendo a su saber hacer, relajándose, abriéndose poco a poco como una flor, hasta que su dedo corazón se metió por el agujerito.

– Uuummm – gemí al sentir el cálido cosquilleo de mi ano perforado.

Ese dedo trazó movimientos circulares, dilatando mi esfínter y haciéndome sentir una extraña sensación mezcla de placer e incomodidad.

– No dejes de chuparme la polla – me dijo poniendo su otra mano sobre mi cabeza -. Lo haces muy bien…

Envolví nuevamente su glande con mis labios, y volví a succionar como si fuera un polo de hielo. Su dedo salió de atrás y volvió a registrar mi almeja para embadurnarse con más lubricante, mientas en mi ojal se instalaba su pulgar manteniéndolo abierto. Aquella sensación de leve doble penetración me hizo arquear más la espalda de puro gusto.

Su dedo corazón volvió a ocupar el puesto del pulgar, penetrando mi ano una y otra vez, ensanchándolo y lubricándolo hasta que:

– ¡Uuuummmm! – volví a gemir cuando otro de sus dedos logró entrar también.

Los dos dedos siguieron con su trabajo, entrando y saliendo, aumentando el diámetro de la entrada, y me estaba gustando tanto, que inconscientemente aumenté el ritmo y fuerza de mis succiones.

– Uffffff – suspiró Juan tomándome de la barbilla para sacarme la piruleta de la boca -. Si sigues chupándomela así vas a conseguir que me corra… Y creo que ya estás preparada para seguir con lo que no pudimos hacer ayer.

– ¿Quieres darme por culo, cabronazo? – le pregunté.

– Ayer estuve a punto – contestó -, pero eres tan zorra y calientabraguetas que conseguiste que me corriese antes de tiempo. ¡Ahora voy follarte ese culo inquieto que tienes!.

Aquello me hizo sonreír, tanto por su forma de decirlo, como por el recuerdo de lo sucedido el día anterior.

La expectativa de conseguir, por fin, lo que llevaba tiempo deseando, me excitó más aún. Sabía que estaba preparada, de hecho ya lo había estado el día anterior, pero ahora sí que había llegado el momento de la verdad, mi anhelo se iba a hacer realidad: ¡mi culito iba a ser desvirgado!, y nada menos que por el tío con el que tantas veces había fantaseado.

– Eres un engreído – le espeté -, y no hay nada que me dé más por el culo que un engreído – añadí invitándole a cumplir su amenaza.

Sacándome los dedos se levantó y, mostrándome su falo con la punta enrojecida y brillante por mi saliva, rodeó el sofá para colocarse de rodillas tras de mí.

Apoyé la cabeza en los antebrazos y, respirando con fuerza por la expectación, alcé mi culo cuanto pude, dejándolo totalmente expuesto a él.

Sentí su mano sujetando mi cadera izquierda, y su glande deslizándose entre mis cachetes hasta que alcanzó el agujero. Con un empujón, sentí cómo la cabeza de aquel ariete me penetraba el ano dilatándolo al máximo.

– ¡Aaaggggg! – grité.

Me había dolido, aunque no tanto como había temido en anteriores intentos con mi novio. Era un dolor soportable pero, al fin y al cabo, seguía siendo dolor.

Juan se quedó inmóvil, permitiendo que me acostumbrase al grosor de su potente músculo. Y me acostumbré, desapareciendo el dolor para convertirse en una sensación de intenso calor con la que suspiré.

Su mano derecha dejó de apuntar, y me sujetó con firmeza de la cadera del mismo modo que hacía con la izquierda.

– ¡Pero qué culito más apretado tienes! – me dijo -. Me encanta, Laura, siempre he querido darte por culo.

– Estaba sin estrenar – le contesté respirando profundamente -. Venga, desvírgamelo, pedazo de cabrón.

La embestida fue brutal. Aquella lanza de carne se abrió paso por mi recto con tal violencia, que sentí su pubis chocando contra mis nalgas como si me hubiesen dado un azote. Experimenté cada milímetro de su verga perforándome el ano como si me hubiesen metido una barra de hierro al rojo vivo. Y grité, ¡vaya si grité!, pero no sólo porque sintiese que me ensartaban con puro fuego, sino que también grité de excitación, de júbilo por el triunfo conseguido y, sorprendentemente, también de placer mezclado con dolor.

Estaba totalmente empalada, y sentía cómo mi cuerpo se contraía intentando expulsar a aquel invasor que lo había profanado, pero con cada contracción, el dolor iba remitiendo.

– ¡Diossss, qué culo más voraz tienessss! – exclamó Juan sin moverse, disfrutando de cómo mi recto estrangulaba su verga.

Sólo pude asentir con un sutil quejido.

Tras dejar que mi cuerpo se adaptase al grosor de su ariete, lentamente, Juan se retiró hacia atrás, dejándome una intensa sensación de alivio por cada centímetro que su polla iba desalojando de mi interior, hasta que con un acuoso “¡Chofff!”, salió de mi ano dejándomelo totalmente dilatado.

– Uuuuuuufffff – medio aullé y suspiré según salía.

Pero volviendo a agarrar su miembro con la mano, mi sodomizador apuntó de nuevo, y sentí cómo su glande se abría paso otra vez por mi culito para presionar mi agujero y, venciendo su ya escasa resistencia, introducirse provocándome un delicioso cosquilleo.

– Mmmmm – gemí.

Siguió empujando y percibí cómo el grosor del tronco iba llenándome por dentro, arrastrándose por mis entrañas con una agradable sensación de calor, hasta que me la metió entera con sus huevos chocando contra mis hinchados labios vaginales.

El dolor había desaparecido por completo, y la extraña y agradable sensación que experimentaba, comenzaba a asemejarse al placer.

– Quiero más – le hice saber.

– ¡Pero qué zorra eres! – me contestó -. No he hecho más que abrirte el culo y ya me pides que te lo folle bien…

– Mmmm, sí – le dije levantando la cabeza y estirando los brazos para quedarme a cuatro patas -. Dame bien por el culo, cabronazo.

Apoyé las manos sobre el reposabrazos del sofá, y al incorporarme sentí cómo las contracciones de mi esfínter y todo el recto se hacían más potentes, pasando de ser una agradable sensación, a un verdadero placer.

A él también le gustó que me incorporase, emitiendo un gemido de satisfacción según me levantaba, de tal modo que se agarró bien de mi culo y tiró de él, clavándome su lanza cuanto nuestros cuerpos permitieron.

– Uuuummmmm – volví a gemir yo.

– Te voy a dar tu merecido, calientabraguetasssss – susurró él entre dientes.

Ya sin miramientos, se echó hacia atrás rápidamente y, antes de llegar a salir y de que me diese tiempo a suspirar, volvió a embestir con fuerza, a fondo, muy a fondo.

– Aaaaaaaahhhh – grité embriagada de deleite.

Sus caderas chocaron contra mi culito con el sonido de una palmada, y me estremecí con el calor y el gusto que sentí en mi estrecho orificio al ser penetrado brutalmente. Pero no tuve tregua, porque inmediatamente Juan se retiró para volver a darme otra vez, seguido, sin compasión.

– Ah, ah – salió de mi boca en breves interjecciones como respuesta a sus acometidas.

Su fiereza enculándome, y la exquisita sensación, me habían gustado, me habían gustado mucho.

Mi amante cogió un buen ritmo de mete-saca, empujando mis posaderas una y otra vez, bombeando de tal modo que cada salvaje penetración me hacía jadear como si estuviese en una carrera de fondo, porque a fondo me metía su polla.

Todo mi cuerpo se movía por su empuje, manejado con firmeza como si fuese un juguete en sus manos, y me encantaba esa sensación. Me sentía sometida, dominada, cabalgada y sodomizada como si fuese una vulgar zorra, con mis pechos colgando y zarandeándose con el vaivén, con mis nalgas al rojo por el reincidente choque de su pubis contra ellas, con mi vulva protuberante e hipersensible al contacto de sus pelotas, y mi coño llorando de placer con cálidos fluidos que recorrían la cara interna de mis muslos.

Tenía la boca abierta, tratando de atrapar bocanadas de aire que escapaban de mi garganta en cortos gritos cada vez que era empujada y dilatada por dentro. Sentía la polla de Juan como una tuneladora que trataba de excavar en roca pura, abriendo un estrecho conducto en el que podía sentir la fricción con un intenso calor en todas sus paredes. Era tan maravillosamente placentero, que no entendía cómo había podido retrasar durante tanto tiempo el experimentar esa práctica. Era una auténtica gloria a la que podría hacerme adicta.

Me encontraba al borde del abismo, a punto de saltar al vacío, pero el orgásmico empujón no llegaba, prolongado mi goce hasta cotas que no había conocido hasta entonces.

Con los ojos cerrados, intensificando aún más el cúmulo de sensaciones, oía mis propios gritos de placer, los gruñidos de mi macho, el rítmico golpeteo en mi culo, y un sutil chapoteo de la verga deslizándose por mi ano. Hasta que todo se detuvo de repente.

– ¿Por qué paras, cabrón? – pregunté a ciegas -. ¡Sigue dándome por el culo, que me encanta!.

– Manolo – contestó Juan con su polla estática en mi recto.

– ¡¿QUÉ?! – grité abriendo los ojos y girando la cabeza.

Allí, en la puerta del salón, estaba Manolo, mi eterno pretendiente, mirándonos con una sonrisa de oreja a oreja mientras sujetaba en alto su teléfono móvil para inmortalizar mi infidelidad (y desvirgado anal) en una fotografía.

“¡Click!”.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR

alfascorpii1978@outlook.es

 

Relato erótico: “Memorias de un exhibicionista (Parte 9)” (POR TALIBOS)

$
0
0

MEMORIAS DE UN EXHIBICIONISTA (Parte 9):
CAPÍTULO 17: LOS JUGUETES DE ALICIA:
Domingo por la mañana. No fueron precisamente las primeras luces del alba las que me sacaron del sueño. Más bien las del mediodía. O más tarde incluso. Estaba en modo vago total.
Me estiré en la cama, solazándome con lo bien que me encontraba después de una reparadora noche de descanso. Estiré brazos y piernas todo lo que pude, desperezándome y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba solito en la cama.
Joder, debía haber estado en coma si no me había enterado de cuando Tatiana se había levantado, pues ella no solía ser discreta precisamente.
–          ¿Tati? – exclamé en voz alta, alzando a duras penas la cabeza de la almohada.
Escuché entonces un golpe sordo y unos ruidos procedentes del cuarto de baño anexo, lo que me reveló el paradero de la chica.
–          ¡Estoy en el baño! – me contestó, su voz amortiguada por la puerta que separaba ambas estancias.
–          ¿Estás en la ducha? – pregunté empezando a sentirme juguetón – ¡Voy a reunirme contigo!
–          ¡NO! – aulló la chica en voz todavía más alta, sorprendiéndome – ¡Ya casi he acabado! ¡Me visto en un segundo y ya salgo!
Resignado, me dejé caer de nuevo encima del colchón. Mi memoria regresó entonces a los acontecimientos del día anterior, lo que provocó que una sonrisilla estúpida se perfilara en mis labios. Como quien no quiere la cosa, deslicé una mano bajo las sábanas y la colé dentro de mi slip, comenzando a sobarme el falo, que empezaba a ponerse morcillón. No tenía verdaderas intenciones de masturbarme, era sólo que… me apetecía tocarme un poco los huevos.
Como había prometido, un par de minutos después la puerta del baño se abrió y apareció Tati, vestida con shorts y camiseta, con el pelo envuelto en una toalla. Me lamenté en silencio pues, si llega a llevar la toalla envolviéndole el cuerpo en vez de la cabeza, no habría tardado ni un segundo en arrancársela y empezar el día con alegría, como dicen por la tele.
–          Hola guapísima – le dije sonriente, cruzando las manos tras la nuca y mirándola divertido.
–          Bu… buenos días, cari – respondió ella bastante aturrullada – ¿Qué tal has dormido?
–          Estupendamente. Anoche estaba agotado. He dormido toda la noche de un tirón.
–          Sí y yo – asintió la chica – Estaba cansadísima.
Tati me miró un segundo, mientras charlábamos, pero, cuando nuestros ojos se encontraron, ella apartó la mirada, ruborizándose un poco.
–          ¿Estás bien? – pregunté un tanto inquieto.
–          Sí, sí, estupendamente.
Demasiado rápida su respuesta. Y seguía sin mirarme a los ojos.
–          Ya sé que es tarde, pero, ¿quieres que te prepare algo para desayunar? – dijo tratando de cambiar de tema – Puedes darte una ducha mientras tanto.
Y salió del dormitorio sin esperar siquiera mi respuesta. Mi nivel de inquietud subió considerablemente.
Minutos después, mientras me enjabonaba bajo el chorro de la ducha, mi cabeza no paraba de darle vueltas a la situación. ¿Se habría arrepentido de lo del día anterior? ¿Se sentiría avergonzada? ¿Iba a echarse atrás?
Joder. Sobre todo esperaba que no se sintiera molesta. Podría soportar que Tati decidiera abandonar el juego, pero, si la habíamos traumatizado de alguna forma…
Cuando me reuní con ella en la cocina, era yo el que se sentía aturrullado. Tenía la sensación de que podía irse todo al garete. Una pena, ahora que las cosas empezaban a ponerse de veras divertidas…
–          ¿Quieres café? – me preguntó mientras yo me sentaba a la mesa.
–          Sí, por favor.
Tras llenar mi taza, Tati se sentó enfrente de mí y empezamos a comernos unas tostadas. Yo la miraba en silencio, nervioso, temeroso de interrogarla sobre lo que estaba rondándome por la cabeza. Se había quitado la toalla de la cabeza y estaba super sexy, con los cabellos mojados empapando su camiseta.
–          ¿Cómo estás? – pregunté, armándome de valor.
–          Bien – dijo ella encogiéndose de hombros – Lo de ayer fue una locura.
–          Sí que lo fue. ¿Y no hay nada que quieras contarme?
Tati se quedó mirándome, con la tostada a medio camino hasta su boca. Me di cuenta de que tenía una pequeña mancha de mantequilla en la mejilla, lo que le daba un aire de inocencia conmovedor.
–          No. ¿A qué te refieres?
–          A lo de ayer. ¿Estás segura de que…?
–          ¿Otra vez con lo mismo? – exclamó la chica interrumpiéndome, poniendo los ojos en blanco – Ya te he dicho que estoy decidida a participar en esto. No voy a rendirme…
–          Vale, vale – respondí alzando las manos en señal de paz, sorprendido por el súbito arranque de Tati – Es sólo que me preocupo por ti. Y antes, cuando saliste del baño, me pareció que estabas un poco rara…
En cuanto dije esto, Tati, sin poder evitarlo, bajó la mirada, como si se avergonzase de algo.
–          ¿Lo ves? – exclamé triunfante – A ti te pasa algo. No lo niegues. Vamos nena, es necesario que seas sincera conmigo. Si no estás a gusto con esta historia…
–          Que no, tonto, que no es eso…
Me quedé parado. Había conseguido que admitiera que algo pasaba, ahora sólo faltaba sonsacarle qué era.
–          A ver – dijo ella suspirando resignada – Esta mañana, cuando iba a la ducha… Jo, cari, me da vergüenza decírtelo…
Aquello despertó todavía más mi interés.
–          No seas tonta. Puedes contarme lo que quieras – dije estirando una mano y aferrando la suya por encima de la mesa.

–          Bueno… pensé que… Lo de ayer… Ya sabes, las fotos y eso…
No tenía ni idea de adonde quería llegar. Pero algo me decía que no iba a ser un problema tal y como me temía minutos antes.
–          Venga, Tati, dímelo. Confía en mí.
–          Se me ha ocurrido… ya sabes… probar yo sola.
–          ¿Probar el qué?
–          Pues eso… Hacer unas fotos…
Sí, ya lo sé, tienes razón, parecía medio idiota. No sé cómo me costó tanto comprender a qué se refería. Esa mañana estaba bastante espesito, lo reconozco.
–          ¿Quieres decir que te has hecho unas fotos en el baño? – pregunté divertido, cuando por fin encajaron todas las piezas del puzzle.
Tati no contestó, sino que asintió con la cabeza en silencio, toda colorada, mientras bebía lentamente de su café.
–          ¡Tengo que ver eso inmediatamente! – exclamé poniéndome de pie de un salto – ¿Dónde está tu móvil?
La perspectiva de que Tati se hubiera hecho fotos ella solita me hizo abandonar el modo vago total y entrar directamente en el de verraco máximo. La sola idea de que mi novia, la vergonzosa Tatiana, se hubiera animado a hacerse fotos guarrillas, me excitaba terriblemente. Porque las fotos tenían que ser guarrillas, ¿verdad?
Tatiana no dijo ni mú mientras yo salía de la cocina e iba al salón, a revisar la mesita donde siempre dejábamos los teléfonos y las llaves. El suyo no estaba.
–          ¿Dónde has metido el teléfono? – aullé desde el salón.
Pero ella no contestó, lo que me hizo recelar.
Con la sospecha en mente, regresé a la cocina y la miré con suspicacia. Tati, tratando de disimular, no me miraba directamente, pretendiendo estar totalmente concentrada en su taza de café.
–          Lo llevas encima, ¿verdad? – inquirí juguetón.
Tati no dijo nada, pero sus labios se curvaron casi imperceptiblemente con una sonrisilla pícara.
–          Dámelo – canturreé, aproximándome muy despacio.
Tati, que no me quitaba ojo, sonreía cada vez más abiertamente, desplazando su silla por el suelo muy despacio, apartándose de mí. Yo, como el lobo de Caperucita, me acercaba dispuesto a atacarla en cualquier momento y ella, con disimulo, se preparaba para la fuga.
Finalmente, el depredador se arrojó sobe su presa, pero ésta, con agilidad pasmosa, se incorporó de un salto y, dando un gritito, salió disparada de la cocina, seguida de cerca por el lobo, que estaba cada vez más cachondo y no estaba pensando en comérsela precisamente.
La persecución duró poco. La pobre gacela fue arrinconada en el dormitorio y arrojada sobre el colchón, entre risas, mientras el lobo se encaramaba encima de ella (aprovechando el meneo para sobetearla a placer) y, tras sentarse sobre su estómago, sujetó sus manos junto a la cabecera de la cama, impidiéndole escapar.
Tatiana, riendo, se retorcía bajo mi cuerpo, tratando de librarse, pero yo no la dejaba. No me costó nada encontrar el teléfono, que estaba metido en la cinturilla de sus shorts. Ella dio un gritito cuando aferré el aparato, pero me las arreglé para sujetar sus dos manos con una sola de las mías, con lo que podía manipular el teléfono con la otra. Tatiana me miraba con una expresión medio lasciva, medio divertida, que me hizo estremecer.
Desbloqueando el móvil con el pulgar (ambos conocemos la clave del teléfono del otro) no tardé ni un segundo en acceder a la galería fotográfica, mientras Tati se retorcía muerta de la risa, intentando recuperar el aparato.
En cuanto empecé a ver las fotos, dejé de reírme. No, que va, no vayas a pensar que no me gustaron… es que me dejaron sin palabras.
Tatiana se había apuntado a la moda del “selfie” y se había hecho un montón de fotos en la intimidad del cuarto de baño. Para las primeras, había usado el espejo que hay encima del lavabo, haciéndose unas instantáneas, bastante inocentes, en ropa interior, sosteniendo el teléfono en una mano mientras adoptaba poses no demasiado sugerentes.
Pero la cosa se iba caldeando.
Pronto, el sujetador desapareció del panorama, pero, por desgracia, la chica no dejaba en ningún momento de taparse los senos con la mano libre, lo que he de reconocer resultaba super erótico.
Entonces comenzó una serie de fotos en las que no usó el espejo, los “selfies” propiamente dichos, en los que, estirando el brazo al máximo, se hacía fotos desde arriba, con una perspectiva cenital.
Joder, qué cachondo me puse; me encantaron esas tomas en las que la chica se fotografiaba su exquisita anatomía, tapándose pudorosamente los pechos con el brazo. En algunas, se atisbaba un poquito de areola, a punto de dejar entrever el pezón y eran esas las que me ponían malo.
La madre que la parió. Eso fue lo que pensé cuando, por fin, descubrió uno de sus senos permitiendo admirarlo en todo su esplendor, deleitándome con su forma y tamaño perfectos.
–          Veo que te gustan – escuché que decía Tatiana.
–          ¿Eh? – dije regresando por un instante al mundo real.
Miré a Tatiana y me encontré con que sonreía de oreja a oreja. Sin darme apenas cuenta,  había liberado sus manos, pues estaba manipulando el móvil con las dos mías, pero ella había desistido de intentar escapar, permitiéndome disfrutar del show fotográfico.
–          Te gustan, ¿eh? – repitió.
–          Pues claro. Joder, nena, no veas lo cachondo que me he puesto…
–          No, si ya lo veo.
Era verdad. En mis shorts se apreciaba un tremendo bulto que mostraba bien a las claras mi estado de excitación. Juguetona, Tati llevó una manita al bulto y apretó con ganas, haciéndome gemir de placer. Hasta me mareé un poco.
Una vez perdidas las fuerzas, derrotado como Sansón (seguro de que eso de que le cortaron el pelo es un rollo, yo supongo que Dalila se la chupó o algo así), me derrumbé al lado de Tatiana, que reía divertida.
Me recosté en la almohada, a su lado, mientras ella apoyaba su cabecita en mi pecho, mojando mi camiseta con su cabello todavía húmedo, mientras mi brazo la rodeaba, estrechándola contra mí.
–          Estás preciosa – le dije besándola en la frente.
Ella no dijo nada, simplemente ronroneó como una gatita y se apretó todavía más.
Sosteniendo el teléfono entre ambos, puse la pantalla de forma que los dos pudiéramos verla sin problemas. Fui pasando las fotos muy despacio, recreándome en ellas, mientras hacía comentarios sobre lo sexy que se veía Tati y lo increíblemente guapa que había salido.
Ella recibía mis piropos con evidente placer y claro, deseosa de que yo también estuviera contento, me alegró de la forma que más me gustaba…
Sin que me diera cuenta al principio, Tati dejó su manita apoyada sobre mi corazón, pero, después de haber pasado 2 o 3 fotos, me di cuenta de que la había movido mucho más al sur, lo que me hizo sonreír.
Un par de minutos después, ambos repasábamos el reportaje fotográfico, muy juntitos en la cama, su cabecita reposando en mi pecho y su mano dentro de mis shorts, aferrando con fuerza mi herramienta y masturbándola con cariño, haciéndome disfrutar todavía más de la sesión.
Pronto llegamos a las fotos de completa desnudez y en ellas, Tati aparecía con las tetas ya completamente al aire, pero tapándose el coñito como si le diera vergüenza. No engañaba a nadie.
Las instantáneas finales eran geniales, recién duchadita, con el pelo mojado y brillantes gotitas de agua refulgiendo sobre su piel y completamente despatarrada en el baño, con un pie subido al mármol del lavabo, enseñando su chochito a cámara sin ningún rubor.
–          Joder, nena, voy a tener que poner ésta como fondo de pantalla en mi móvil.
–          Ni se te ocurra cari, que como la vez alguien… – dijo ella apretando perturbadoramente su mano sobre mi erección.
–          Tranquila, cariño, que es broma – dije, obteniendo un notable alivio de presión.
Poco después me corría como una bestia, dando resoplidos y sosteniendo el móvil a duras penas.
Tatiana, habilidosa, no dejó de deslizar su manita por mi rabo mientras eyaculaba, alargando todo lo que pudo mi orgasmo. Cuando acabé, jadeante, le sonreí y ella me devolvió la sonrisa, guiñándome un ojo. Sacó entonces su mano de mi pantalón y la miró, pringosa de semen y dijo:
–          Voy a tener que lavarme de nuevo.
–          Co… como quieras – jadeé recobrando el aliento.
–          ¿Vienes?
¿Tú que crees que hice?
——————

Lunes. Me esperaba una semanita de aúpa. Si quería tener la tarde del miércoles libre, tenía que ponerme las pilas y acabar con el trabajo atrasado, amén de todo el follón que tenía para esa semana.
Sin embargo, por una vez, mi imbecilidad acudió al rescate. Tuve mucha suerte.
Tras un par de horas hasta el cuello de papeles, paré para echar un café unos segundos en la sala de descanso. Como un gilipollas, no se me ocurrió otra cosa que ponerme a repasar con el móvil unas cuantas fotos que había transferido desde el teléfono de Tatiana. Embelesado y excitado con las imágenes, no me di cuenta de que Jorge, un compañero, se acercaba a charlar un poco.
Y claro, me pilló mirando las fotos.
–          No me jodas, Víctor. ¿Esa es tu novia?
Ni te cuento el susto que me dio. Casi me da un infarto. Acojonado, me apresuré a esconder el teléfono, pero Jorge no iba a dejarme escapar.
–          Venga, tío, déjame verla…
Para qué voy a aburrirte con la conversación. El tío se pasó media mañana dándome el coñazo, mandándome correos y wassaps al móvil. Yo estaba bastante cabreado, sopesando ir a soltarle un buen par de hostias. Pero entonces, llegó un mensaje que decía: “No seas cabrón. Si me pasas la foto te hago el informe de zona de la semana pasada”
¿Qué crees que hice? Y no sólo con él. Esa mañana me busqué un par de ayudantes más. Me costó que vieran a mi novia en pelotas (bueno, ellos y Dios sabe cuanta gente más, pues, aunque juraron y perjuraron que no enseñarían la foto a nadie, no les creí ni por un momento). Pero bueno, todo fuera por una buena causa; lo cierto es que el miércoles tenía todo el papeleo listo y pude dedicarme a hacer visitas, con lo que, a las tres en punto, estaba introduciendo la llave en la cerradura de casa, deseando averiguar qué tenía preparado Alicia para ese día.
—————————–
Alicia no fue puntual; el tráfico al parecer, así que no empezamos a almorzar hasta las tres y media. Llegó cargada como una mula, con varias bolsas de plástico, el abrigo medio arrastrando, el bolso colgado del brazo y un maletín al hombro que, obviamente, contenía un ordenador portátil, supuse que del trabajo.
Tras ayudarla a descargar, traté de echar un subrepticio vistazo al contenido de las bolsas, para averiguar en qué consistían los tan cacareados juguetes, pero bastó una mirada admonitoria de Ali para hacerme desistir de mi empeño.
Nos sentamos a la mesa y empezamos a almorzar, charlando alegremente, del trabajo sobre todo, eludiendo, al menos momentáneamente, el auténtico motivo de aquella reunión informal.  Tati nos hizo reír contándonos que, tanto el lunes como el martes, varias compañeras habían adoptado la técnica de “sostenes fuera”, logrando incrementar las ventas en la sección de caballeros.
–          Pues está claro – dijo Alicia riendo – Lo que tienes que hacer es llevarte a Víctor al trabajo y ponerle a vender en la sección femenina con la picha asomando por la bragueta y os forráis con las comisiones.
–          Buena idea – dijo Tati con aplomo – Quizás lo haga.
Y nos partimos de risa.
Seguimos hablando un rato, con alabanzas (un pelín exageradas) a las habilidades culinarias de mi novia, cosa que ella agradeció enormemente, a pesar de saber perfectamente que no éramos sinceros al cien por cien.
Por una vez, no fui yo el encargado de llevar el peso de la conversación, sino que las chicas llevaban la voz cantante. Por mi parte, encontraba mucho más interesante deleitarme en silencio con la hermosura de mis dos acompañantes. La pelirroja voluptuosa y la bella morenita. Tati iba vestida para estar por casa, un pantalón y una camisa con las mangas remangadas, lo que le daba un aire casual muy atractivo. Ali, por su parte, iba vestida para el trabajo, falda ajustada, por encima de la rodilla de color beige y una blusa de color claro. Eficiente y sexy. Me sentía el más afortunado de los hombres rodeado de tanta beldad.
Alicia se quejó especialmente de una tal Claudia, la dueña de la agencia, que, al parecer, había abandonado su costumbre de no aparecer por el trabajo y ahora se pasaba el día metida en la oficina, dándole el coñazo a los empleados. Tanto Tati como yo nos solidarizamos con Alicia, pues ¿quién no ha tenido alguna vez a un imbécil por jefe?
Fue un almuerzo agradable, entre 3 amigos normales y corrientes, sin que nada demostrara que todos estábamos pensando constantemente en el auténtico motivo de la reunión. Era como si nos diera miedo abordar la cuestión.
Bueno, eso no es del todo cierto. Alicia simplemente estaba disfrutando del almuerzo y podría jurar que también de nuestro nerviosismo.
Tras almorzar, nos sentamos en el salón, en los mismos puestos que el sábado anterior, las chicas en el sofá y yo en el sillón de enfrente. Serví unos cafés… y me quedé esperando, a ver qué intenciones tenía Ali. Y Tatiana, idem de lo mismo.
Por aquel entonces, ya había quedado claro quien era el jefe de nuestro pequeño clan.
–          Bueno, bueno – dijo por fin Ali, atrayendo de manera inmediata nuestra atención – Os prometí que hoy iba a traeros unos juguetitos… Y aquí están.
Miré con curiosidad a Alicia, sintiendo una gran expectación. No sé qué esperaba que fueran los inventos de Alicia, un espectacular consolador positrónico o qué sé yo, por lo que debo admitir que no pude evitar sentirme un poquito decepcionado cuando Ali sacó de su bolso una pequeña bolsita y se la alargó a Tati.
Mi novia, interesada, abrió la bolsa y echó un vistazo, quedándose visiblemente sorprendida, mientras yo me mordía las uñas por la curiosidad. Introdujo entonces la mano en la bolsa y sacó un objeto que, de tan común que era, hizo que me quedara atónito.
–          ¿Unas gafas? – exclamamos Tati y yo con perfecta sincronía.
–          Ajá – respondió Ali mirándonos con malicia.
Tati, tan sorprendida como yo (quizás también había estado esperando el consolador positrónico) volvió a meter la mano en la bolsa y extrajo un nuevo par de gafas, alargándome las primeras.
Como dos monos de laboratorio, examinamos las lentes desde todos los ángulos, mirándolas con desconcierto.
–          Pero no son unas gafas cualquiera – dijo Ali sin dejar de sonreír – Ponéoslas.
–          Pero yo tengo la vista perfectamente – argumenté.
–          No te preocupes. Los cristales no están graduados.
Encogiéndome de hombros, imité a Tati que ya se había puesto las suyas y me miraba desconcertada. La miré y pude comprobar que las gafas, de montura negra, le quedaban realmente bien, dándole un aire intelectual bastante sexy.
Aunque qué coño, Tati habría estado sexy hasta con un palomo cagándose en su hombro.
Sin saber qué pensar, miré a Ali y vi que había extraído el portátil de su maletín y estaba manipulándolo. Miré a mi novia y, encogiéndome de hombros, me resigné a que Alicia se dignara en explicarnos en qué consistía todo aquello.
–          ¡Voilá! – exclamó por fin Alicia tras manipular el ordenador un par de minutos.
Girando el aparato, nos mostró la pantalla, en la que aparecían dos ventanitas de webcam ejecutadas y en ambas aparecía la propia Alicia, con el portátil sobre las rodillas, sonriendo de oreja a oreja.
–          ¡Anda, si es justo lo que estoy mirando! – exclamó Tati dándose cuenta un instante antes que yo.
–          Ostras, es verdad. Las gafas son cámaras…
Alucinado, me quité las gafas y volví a examinarlas. Perfectamente camuflado en el puente entre los dos cristales, se ocultaba un objetivo.
–          ¡Bingo! – exclamó Ali aplaudiendo entusiasmada.
Miré la pantalla y vi mi propio rostro en ambas ventanas desde dos ángulos diferentes, uno desde abajo, de la cámara de mis gafas y el otro desde el punto de vista de Tati, que me miraba alucinada.
–          ¿Te acuerdas del otro día, en el probador? – exclamó Ali – ¿Recuerdas que dijiste que te habría encantado grabar a las chicas que te miraban? ¡Pues con esto puedes hacerlo sin problemas!
–          No me jodas – dije ofuscado – Cómo coño se te ha ocurrido esto…
–          A ver – dijo Ali regodeándose – Inteligente que es una…
–          ¿Y de dónde demonios has sacado estas gafas?
–          Pues del mismo sitio que las demás cosas. Encontré una web, *******delespia.org donde puedes comprar un montón de cosas parecidas de forma anónima.
Tardé un par de segundos en que sus palabras calaran en mi mente.
–          ¿Las demás cosas? ¿Qué cosas?
–          Pues estas.
Alicia recogió la bolsa y acabó de vaciarla encima del sofá. Cuando acabó, sobre el cojín reposaban las dos camaritas más pequeñas que había visto en mi vida (cubos de unos dos centímetros de lado), un minúsculo auricular y lo que debía ser (aunque no lo pareciera) un diminuto micrófono.
–          No me jodas – balbuceé – ¿Qué pretendes? ¿Vamos a colarnos en la embajada soviética? Esto qué es, ¿Mission Impossible?
–          Vamos, no seas tonto, no me digas que no se te ocurren mil cositas que podemos hacer con estos cacharros – dijo Ali mirándome con picardía.
No, si el problema no era que no se me ocurrieran cosas que hacer con ellos, el problema era que sí que se me ocurrían cosas.
–          ¿Y cómo funcionan? – intervino Tati haciendo gala de un gran pragmatismo.
–          A ver. Todos los apartaos son inalámbricos. Según el fabricante, la calidad de la señal es alta en un radio de unos 50 metros…
–          Aunque eso dependerá de si hay paredes o muros por medio – dije con aire entendido mientras examinaba una de las micro cámaras.
–          Supongo. Pues bien, cada aparato emite por una “frecuencia” única, sintonizada con el software de éste portátil. Es decir, que la señal es sólo para este receptor, no puede captarla cualquiera que pase por allí con wifi.
–          Menos mal – dije para mí.
–          Y el micrófono está sintonizado con el auricular. También tiene 50 metros de alcance.
–          ¿En serio? – dijo Tati cogiendo ambos aparatos e intentando probarlos – ¿Hola? ¿Hola?
–          A ver, dame – dije tomando el micro de sus manos – Nena, ¿me oyes? – susurré en voz baja.
–          ¡Sí que te oigo! – exclamó entusiasmada, riendo como una niña.
–          Siento que haya sólo dos gafas y un único micro. Cuando los encargué, no sabía que ibas a unirte a nosotros – dijo Ali dirigiéndose a mi novia – Si nos van bien, podemos encargar alguna más.
–          ¿Y las cámaras?
–          Funcionan igual que las gafas. De hecho, es posible recibir la señal de las cuatro cámaras simultáneamente. Ya lo he probado y es verdad. Según el que me lo vendió, este trasto tiene potencia suficiente para manejar 7 u 8 cámaras sin problemas.
–          ¿También te has comprado el portátil?
–          Sí. Hace un par de días.
–          Joder, pues con todo esto creo que podemos rodar una peli, vaya – dije con filosofía.
–          Sí – dijo Ali mirándome con expresión enigmática – Una porno. De exhibicionistas….

CAPÍTULO 18: PROBANDO LOS JUGUETES:

¿Tú qué crees que hicimos? Pues claro. Obviamente, Alicia no nos había citado esa tarde sólo para enseñarnos los aparatos. Estaba deseando probarlos. Y, como imaginas, lo tenía todo calculado hasta el último detalle. Tati y yo éramos los reclutas, imprescindibles para la misión, pero obligados a obedecer órdenes. Sin voz ni voto, vaya.
Las dos chicas se refugiaron en el dormitorio, con las bolsas que Ali había traído, con intención de cambiarse de ropa. Yo hice lo mismo, librándome del traje y vistiéndome más cómodo, pantalón de sport, camiseta y camisa, calzado cómodo y una cazadora. Sin ropa interior, por supuesto, je, je.
Las chicas tardaron un buen rato en estar listas, lo que yo aproveché para juguetear un poco con los aparatejos. Tenía que reconocerlo, la idea de Ali me seducía. Se me ocurrían cientos de maneras de darles uso. El problema era que no estaba seguro de si mis sugerencias serían escuchadas.
Un buen rato después, cerca de las seis de la tarde, reaparecieron por fin las dos mujeres.
Ali se había cambiado únicamente la falda, poniéndose una minifalda mucho más corta (y mucho más sexy). Cuando se agachaba un poco, la faldita permitía atisbar el borde de encaje de sus medias, lo que resultaba bastante más que estimulante. Además, se había desabrochado un botón extra de la blusa, lo que aprecié inmediatamente, en cuanto la chica se inclinó ligeramente delante de mí para meter la otra falda en una de las bolsas, brindándome un excitante atisbo de un sujetador de color claro.
Tatiana apareció un instante después y, cuando lo hizo, me dejó completamente sin palabras. Ali no la había hecho cambiarse simplemente de ropa. La había transformado por completo.
Para empezar, le había puesto una peluca, de color negro intensísimo, liso y melena corta, a lo paje, por encima de los hombros. Después, le había puesto un top también negro, que le quedaba convenientemente ajustado, realzando su esplendoroso busto y encima una camisa blanca, con sólo un par de botones abrochados, por lo que sus pechos asomaban con descaro, embutidos en el top que parecía ser un par de tallas más pequeño de lo debido. Una minifalda parecida a la de Ali y unas medias super oscuras, coronado el conjunto por unas botas con hebillas. Para acabar, se puso una chaqueta de cuero que Ali sacó de una bolsa. Un look urbano, duro y moderno, bastante alejado de la imagen habitual de Tati, pero que, como todo lo que se ponía, le quedaba de putísima madre.
–          Estáis preciosas – dije tratando de ser caballero – Super sexys.
Alicia me dio las gracias sin hacerme mucho caso, mientras terminaba de recoger sus cosas, pero Tati sí que se sintió halagada, dedicándome una encantadora sonrisa.
–          Bueno, ¿qué? – dijo Ali incorporándose – ¿Nos vamos?
–          Claro. Pero, ¿adónde?
–          ¿Dónde queda la parada del metro más cercana?
En ese momento supe por fin qué nos había preparado Alicia para esa tarde.
—————————-
Media hora después, los tres estábamos sentados en un banco del andén de la estación de metro, esperando la llegada del siguiente convoy.
No había mucha gente con nosotros, de hecho quedaban algunos bancos libres, pero yo ya había advertido que mis dos acompañantes atraían irresistiblemente la atención de todos los tíos que había. Llegué a pensar en esconderlas un poquito, no fueran a distraer al conductor del tren y tuviéramos una desgracia.
Ali estaba dándonos los últimos detalles de la operación que tenía en mente. Por una vez, iba a ser yo el protagonista de la historia, lo que me puso bastante nervioso y tranquilizó visiblemente a Tati.
El plan de Ali era muy sencillo y con un nivel de riesgo escasísimo, pues se trataba únicamente de comprobar si los aparatos funcionaban bien. De fácil que era, no podíamos fallar; sin embargo, precisamente por lo bien que salió todo, acabé jorobando el invento. ¿Que cómo lo hice? Pues siendo un guarro, por supuesto.
Cuando llegó el tren, nos desplegamos tal y como habíamos decidido minutos antes. La situación era que ni pintada, pues, justo en los asientos que había al lado de la puerta, estaban sentadas dos guapas jóvenes de veintipocos años, charlando animadamente entre ellas.
Ocupaban los asientos que miran hacia el interior del vagón y, como sabrás, esos siempre van en grupos de tres, con lo que quedaba uno libre que fue inmediatamente ocupado por Tatiana, que llevaba una de las gafas puestas.
Ali, por su parte, se sentó justo enfrente, con el portátil abierto sobre las rodillas, procurando que nadie más que ella pudiera ver la pantalla y enfocando subrepticiamente hacia las chicas con una de las mini cámaras.
Las puertas se cerraron enseguida y yo ocupé tranquilamente mi posición. ¿Qué dónde fue eso? Pues está bastante claro. Me puse en pié, justo delante de las dos chicas y de Tatiana, agarrado distraídamente a una barra para no caerme, llevando puesto el segundo par de gafas. Simulando que no me había dado cuenta, la bragueta de mi pantalón estaba completamente abierta, permitiendo que, con un simple vistazo, cualquiera de las tres mujeres que había frente a mí pudiera vislumbrar mi pajarito.
Como ves, era un plan sin riesgo alguno. Lo normal era que ninguna de las chicas dijera nada y, si por un casual alguna se cabreaba y me reprendía, bastaría con simular embarazo y que todo había sido accidental (“Uy, gracias, no me había dado cuenta. Qué vergüenza”).
Un buen plan, con todo calculado, o al menos así lo creí al principio.
Simulando estar pensando en mis cosas, permanecí en pie frente a las tres mujeres. Tatiana, con una sonrisilla en los labios, me echaba disimuladas miraditas, divertida por la situación y procurando que en todo momento la cámara de las gafas apuntara a mi bragueta abierta.
Al principio me sentía bastante tranquilo, aquello no era nada especial comparado con anteriores experiencias, pero entonces sucedió algo: las chicas se dieron cuenta de que llevaba la cremallera abierta.
Sí, ya sé. Eso era lo que pretendíamos claro, así que podría decirse que todo iba a pedir de boca, pero…
Me di cuenta de que la conversación entre las mujeres había menguado bastante y entonces, percibí por el rabillo del ojo cómo una le daba un disimulado codazo a su compañera y le hacía un ligero gesto con la cabeza, apuntando hacia mí.
Me puse en tensión. Empecé a sudar. Fue justo entonces cuando me di cuenta del fallo del plan. Respirando hondo, traté de calmarme y recuperar la compostura. Resistiendo la tentación, logré no mirar directamente a las chicas, aparentando estar profundamente interesado en el oscuro túnel que desfilaba por la ventana.
Cuando no pude más, desvié los ojos hacia Tati, que seguía mirándome divertida, pero aquello no ayudó precisamente, pues mi novia había cruzado las piernas y el borde de sus medias asomaba eróticamente bajo su minifalda.
Joder. Mierda. Paquirrín en bañador. Notaba perfectamente cómo una gota de sudor se deslizaba por mi espalda, haciéndome cosquillas. No podía mirarlas directamente, pero mi visión periférica percibía cómo ambas chicas echaban disimuladas miraditas a la bragueta abierta. Y el monstruo, que estaba empezando a despertar, amenazaba con escaparse de la cueva de un momento a otro. Qué quieres, soy exhibicionista. Me excito cuando me miran.
Entonces se me ocurrió que podía al menos conseguir que aquello quedara bien registrado. Me quité las gafas y sacando un pañuelo del bolsillo, empecé a limpiar los cristales, procurando en todo momento que el objetivo apuntara hacia mis bellas compañeras y también no obstruirlo en ningún momento.
Cómo había podido olvidarme. La excitación de exhibirme. Ya no podía más.
Y sucedió. Mi polla, ya completamente erecta, tensando la tela del pantalón, se escapó bruscamente de la bragueta, bamboleando frente a los asombrados ojos de las chicas. Como ya me daba todo igual, las miré por fin directamente y juro que pude percibir un inconfundible brillo de lujuria en la mirada de la que estaba justo frente a mí.
Pero el momento pasó pronto. Escandalizada, su compañera la agarró del brazo y ambas se pusieron en pié, obligándome a apartarme. Con  habilidad, yo había devuelto mi pene al interior del pantalón y me había abrochado la cremallera, rezando porque las chicas no montaran un escándalo.
Por fortuna no fue así, pues justo en ese instante el tren llegó a otra estación, las puertas se abrieron y las chicas salieron de allí como alma que lleva el diablo. Excitado y un poquito asustado, me dejé caer en el asiento al lado de Tatiana, quien, tras mirarme divertida unos segundos, estalló en sonoras carcajadas, que fueron pronto secundadas por Alicia y, finalmente, también por mí.
Los otros pasajeros nos miraban como si estuviéramos locos (no iban muy desencaminados) pero, como ninguno se había apercibido de lo que había pasado, no nos hicieron mucho caso.
Ali se levantó y se cambió de asiento, sentándose entre nosotros, de forma que ocupamos los tres asientos. De esta forma, pudo mostrarnos las grabaciones que habíamos logrado con las cámaras sin que nadie más pudiera verlo.
Joder. Menuda maravilla. Teníamos tres tomas desde diferentes ángulos de nuestra primera aventura en metro. Mientras contemplaba las imágenes, en mi cabeza ya iba montando mentalmente el vídeo, escogiendo fragmentos de uno u otro para crear una secuencia.
La toma de Tati era buenísima, pues se las había apañado no sólo para filmar un buen plano de mi bragueta abierta (y de la aparición final del monstruo), sino que también había mirado de vez en cuando a nuestras acompañantes, logrando pillarlas un par de veces mirando con disimulo a mi entrepierna. Me excité muchísimo al verlo.
Por su parte, la de Ali no era tan buena, por razones obvias, ya que yo estaba justo en medio. Aún así, había logrado captar varias miradas de una de las chicas hacia la zona de conflicto que me encantaron.

Mi vídeo, por su parte, era bastante malo en su primera mitad, pues no me había atrevido a mirar a las chicas. Pero luego, cuando simulé lo de la limpieza, había logrado un morboso primer plano de las chicas mirándome con disimulo y, finalmente, cuando la cosa se estropeó, filmé también mi propia erección asomando con descaro de mi pantalón y el último vistazo que una de las chicas le dedicó. Morbo puro.
Alicia, mientras veíamos el vídeo, no paró de burlarse de mí por haberme empalmado de esa forma. Al principio, excitado por la situación y las imágenes grabadas, no me importó mucho, pero, cuando Tati se sumó a las bromitas, debo reconocer que me piqué un poco.
–          Pues a ver si te ríes tanto cuando te toque a ti – le solté haciéndola dejar de reír de repente.
–          Eso – asintió Ali mirándola enigmáticamente – Veremos si te ríes después.
Algo en su tono me puso un poquito nervioso.
Sin embargo, contra todo pronóstico, fue Ali la siguiente en probar la cámara.
Repetimos el numerito, con ella de pié, delante de un señor mayor, conmigo sentado al lado y Tatiana enfrente, manipulando el ordenador.
Ali, con habilidad, se había subido varios centímetros la minifalda, de forma que el borde de las medias podía verse a placer. Para taparse del resto de viajeros, se había puesto su querida gabardina, que la tapaba por detrás, por lo que el espectáculo quedaba reservado para mí y para el tipo que había a mi lado.
Y la verdad es que el tío no se quejó. De vez en cuando, traté de emular a Tati, obteniendo tomas del hombre, mirando hacia el lado con disimulo, aunque la verdad es que no era necesaria tanta precaución, pues el tío tenía clavados los ojos en las cachas de Ali con todo el descaro del mundo, sin alterarse lo más mínimo.
Ali, cada vez más en su salsa, decidió poner más carne en el asador. Inclinándose repentinamente, levantó un poco un pié del suelo, comenzando a rascarse el tobillo, como si la hubiese asaltado un irresistible picor. Enseguida retomó su posición frente a nosotros, pero habiendo logrado su objetivo: que la minifalda se le subiera todavía más.
Joder, qué sexy estaba. Qué morbazo. La corta faldita estaba ya tan subida que no sólo dejaba ver el borde de las medias (y un excitante liguero que yo no sabía que llevaba) sino que permitía atisbar por delante la braguita de la chica. No sé si sería mi imaginación, pero juraría que había una tenue manchita de humedad en la tela.
Miré de nuevo a mi compañero y, sorprendentemente, me encontré con sus ojos clavados en mí. Me quedé paralizado por un segundo, pensando que nos habían descubierto, pero el tipo lo que hizo fue dirigirme una mirada cómplice, resoplar y volver a fijar su atención en las cachas de Alicia.
Me reí por dentro e hice lo mismo. Regalarme con el morboso espectáculo que nos ofrecía la joven.
Seguimos así unos minutos más, en los que pude obtener incluso unas buenas imágenes del bulto que había empezado a formarse en el pantalón del hombre.
Entonces el metro se detuvo y subió bastante gente, poniendo punto y final a la diversión. Una mujer mayor ocupó el asiento libre al lado del tipo y claro, Ali no tuvo más remedio que ponerse bien la falda.
El hombre, un poquito apesadumbrado, hizo ademán de ir detrás de Ali, pero ella le dirigió una mirada indicándole que no estaba por la labor y, por fortuna, el tipo se comportó y no insistió.
Como quedaba una sola parada para llegar al fin de línea, nos bajamos los tres del tren, reuniéndonos un par de minutos después para repasar las grabaciones.
La de Tati estaba bastante bien, con buenas tomas de los ojos del tipo saliéndose de sus órbitas pues Ali, al tratarse de un único objetivo, no había tenido problema alguno en no interponerse ante la cámara.
Mi toma también era muy morbosa, aunque he de reconocer que grabé más que nada los muslos de Alicia. En cambio, la toma de Ali resultó ser espectacular, pues, en cuanto la chica cogió un poco de confianza, no tuvo reparo alguno en mirar directamente al hombre, pudiendo grabar magníficos planos en los que el tipo la desnudaba con la mirada.
–          Ya hora te toca a ti – dijo Ali entonces, cogiendo el portátil de las manos de Tatiana – Esto es lo que vamos a hacer…
Como me temía, su plan para Tati era un pelín más atrevido. Bueno. Un pelín no, un pelo entero.
—————————–
Cambiamos de línea, para disminuir el riesgo de encontrarnos con alguien que nos hubiera visto antes.
Yo no acababa de verlo claro, el plan de Ali me parecía demasiado arriesgado, pero bastó que me opusiera un  poco para que Tati saltara como un resorte, anunciando que lo haría. Qué podía hacer, eran dos contra uno.
Esta vez nos costó bastante encontrar la ocasión perfecta. Estuvimos más de una hora vagando por diferentes trenes, buscando las condiciones óptimas. Hasta que lo conseguimos.
Un vagón solitario, sólo un par de viajeros al fondo. Justo lo que necesitábamos.
Ali y yo nos fuimos otro extremo, lo más alejados posible de los otros viajeros, sentándonos juntos, con el portátil activado, simulando estar hablando de nuestras cosas, sin prestar atención a lo que nos rodeaba.
Mientras, Tatiana, visiblemente nerviosa, se las apañó para colocar con disimulo una de las mini cámaras bajo uno de los asientos que miraban hacia el interior del vagón, de forma que enfocara justo enfrente. Cuando la tuvo lista, simplemente se sentó en el asiento que quedaba delante del objetivo, al otro lado del vagón, por lo que pronto tuvimos su imagen en la pantalla del portátil, sentada con las piernas cruzadas y el cuerpo tan tenso que parecía estar a punto de saltar en cualquier momento.
–          Nena – oí que susurraba Alicia a mi lado – Hay que comprobar el encuadre. Ya sabes lo que hay que hacer.
Tardé un segundo en comprender que Ali había equipado a mi novia con el auricular y se había quedado el micro para darle instrucciones. La miré en silencio, su rostro exaltado, los ojos brillantes por la excitación. A aquella chica no le gustaba únicamente exhibirse; también le encantaba dar órdenes.
–          Vamos, Tati, enséñanos tu precioso coñito…
Aquellas palabras captaron mi atención. Pegando mi hombro a Ali, miré sin parpadear a la pantalla, el corazón latiéndome desaforado en el pecho.
Tati, toda ruborizada, miró subrepticiamente a los otros viajeros que iban en el vagón, pero, como además de estar retirados estaban sentados de espaldas a ella, logró tranquilizarse lo suficiente como para obedecer.
Madre mía. Cuando por fin Tatiana separó los muslos y aferró el borde de su minifalda, sentí cómo mi miembro daba un salto dentro del pantalón. Tenía de nuevo la boca seca.
Qué espectáculo, mi chica abierta de piernas en el vagón de metro, enseñándonos el coño a través de la cámara, pues, obviamente, Alicia le había ordenado que fuera sin bragas.
–          Vale, nena, encuadre perfecto – comunicó Ale – Ya puedes cerrar las piernas.
Cosa que Tatiana hizo inmediatamente. Ahora sólo faltaba esperar.
En la siguiente parada no tuvimos suerte. Se subió únicamente una pareja de ancianos que, por desgracia, se sentaron justo delante de Tatiana, tapándonos la cámara y amenazando con estropear todo el plan.
Pero la fortuna no nos había abandonado, pues se bajaron enseguida, sólo dos paradas más adelante, agarrados por el brazo y con andar tambaleante.
Y, precisamente en esa parada, subió a bordo el candidato ideal para la idea que Ali tenía en mente.
Un hombre joven, más próximo a los treinta que a los cuarenta, bien vestido, con un periódico en la mano. Entró al vagón y, como hubiera hecho cualquier tío en su lugar, al ver a la preciosa chica sentada y solitaria, se colocó justo enfrente, empezando a leer su periódico tras haberle echado un par de miradas apreciativas a Tatiana.
Alicia y yo no nos perdíamos detalle, pues, aunque sus piernas nos tapaban el objetivo de la cámara oculta bajo su asiento, teníamos una magnífica visión del tipo gracias a las gafas que llevaba puestas Tati.
–          Asegúrate de llamar su atención – siseó Ali por el micro.
Cosa fácil. Tatiana no tuvo más que cruzarse de piernas. De todos es bien sabido que, cuando una tía buena cruza las piernas, una alarma salta en el cerebro de los hombres que hay cerca. Y el tipo aquel no fue ninguna excepción. Asomándose por encima del periódico, lanzó una mirada admirativa a Tatiana, que simulaba no haberse dado cuenta de nada.
–          Adelante con el plan – dijo Ali.
El plan. Menudo plan era ese. Estuve a punto de pararlo todo en ese momento. Pero no lo hice, pues, he de reconocer que me moría por ver lo que iba a pasar.
Fue muy sencillo. Dejamos pasar un par de minutos y Tatiana (cuyas dotes de actriz me sorprendieron), empezó a dar cabezadas en su asiento. Gracias a su cámara pudimos comprobar que el tipo no se perdía detalle, aunque, por desgracia, no teníamos imagen de Tati en el ordenador.

–          Mierda – me susurró Ali – Pásame la otra cámara.
Entendiendo sus intenciones, saqué la segunda mini cámara del bolsillo y se la di. Ali, con mucho cuidado, la colocó en el respaldo del asiento que tenía delante, de forma que al menos pudiera registrar una imagen lateral de Tatiana fingiendo dormir. No era una toma muy buena, pero mejor eso que nada.
Otra parada. La suerte nos sonreía. No subió nadie. En cuanto el tren reanudó su marcha, Ali ordenó a Tatiana que diera un pasito más.
Tragué saliva, los ojos clavados en la pantalla del portátil, deseando ver si Tati se atrevía. Y vaya si se atrevió.
Mi chica, simulando estar ya completamente dormida, descruzó las piernas y, recostada contra la ventanilla que había a su espalda, permitió que sus muslos se separaran, dando vía libre a los lujuriosos ojos del viajero para regalarse con la hermosura que ocultaban.
En pantalla vimos cómo el hombre se ponía en tensión, sus manos se crisparon sobre el periódico, arrugándolo. No podía creerse lo que estaba viendo.
Con nerviosismo, miró a ambos lados, para asegurarse de que nadie le veía espiando bajo la faldita de Tatiana. Los otros viajeros seguían de espaldas y Ali y yo, con las cabezas inclinadas sobre el ordenador, simulábamos no estar dándonos cuenta de nada.
Más calmado, el tipo se inclinó levemente, agachando la cabeza para poder atisbar mejor bajo la falda de la chica. Al hacerlo, el hombre separó un poco los pies, lo que permitió que, durante unos instantes, pudiéramos ver en pantalla a Tati, despatarrada en su asiento, exhibiendo impúdicamente la hermosura que ocultaba entre sus piernas. Y aquel hombre parecía ser un rendido admirador de la hermosura.
Yo no dejaba de pensar en qué estaría pensando Tati en ese instante. ¿Estará asustada? ¿Excitada? Yo, por mi parte, ya portaba una erección de campeonato y sentía además un intenso escozor en los ojos, supongo que de esforzarme tanto en no parpadear.
Entonces el tipo fue un poco más allá. Dejando con mucho cuidado (para no hacer ruido) el periódico en el asiento de al lado, sacó su móvil del bolsillo y, subrepticiamente, consiguió unas buenas imágenes del chochito expuesto de mi novia. No me preocupó acabar viendo las imágenes en Internet, pues el disfraz de Tati era muy bueno. Mientras lo hacía, llevó una mano a su entrepierna y estrujó su propia erección por encima del pantalón. Por un momento, temí que se sacara la chorra allí mismo, pero se contuvo.
Me alegré de que Tati tuviera la suficiente presencia de ánimo para mantener los ojos bien cerrados, pues estoy seguro de que, si hubiese visto al tipo sobándose el falo delante de ella, hubiera sido incapaz de continuar con la farsa.
Estaba excitadísimo, no podía más. Me estaba poniendo cachondísimo sólo de ver cómo mi novia se exhibía. No sé, es posible que incluso más de cuando lo había hecho yo un par de horas antes.
Entonces se me ocurrió. Si estaba cachondo, ¿por qué iba a aguantarme? Total, nadie más que Ali podía verme… y la verdad, me apetecía que me viera.
Procurando que el tipo no se diera cuenta de mis maniobras (aunque los respaldos de los asientos nos ocultaban de su vista), me las apañé para sacar mi durísima polla de la bragueta del pantalón.
–          Pero, ¿qué coño haces? – siseó Ali mirándome sorprendida.
–          Estoy cachondo perdido. Voy a hacerme una paja.
Por toda respuesta, Ali se rió en silencio, aunque no pudo evitar echar un vistazo a mi erección, cosa que me encantó.
Procurando no hacer ruido ni movimientos bruscos, empecé a masturbarme lentamente, con los ojos de nuevo clavados en los acontecimientos de la pantalla.
Finalmente, el tipo se cansó de echar fotos o de grabar. Volvió a mirar a los lados. Algo se avecinaba.
–          Jo, ya va, ya va – susurraba Alicia in perderse detalle – Ahora tranquila Tatiana, no muevas ni un músculo…
Alicia no me había dicho que llegaríamos tan lejos, pero debería habérmelo imaginado. Sin embargo, a esas alturas y con lo excitado que estaba, no se me pasó por la mente ponerle fin a aquello. Mi mano empezó a deslizarse más deprisa sobre mi polla.
Con mucho cuidado, moviéndose muy despacito, el tipo se puso de pié, dando un sigiloso paso hacia la bella durmiente. En cuanto se movió, volvió a despejarse el plano de la mini cámara, por lo que pude regalarme con la visión de Tati despatarrada en su asiento. Joder, no me extrañaba que el tío se hubiera puesto en acción, el espectáculo no era para menos.
Inesperadamente, Alicia plantó su mano sobre mi polla, deteniendo mi paja. El corazón me latía desbocado, pues era eso precisamente lo que había estado deseando. La miré y me encontré con un indescriptible brillo de lujuria refulgiendo en el fondo de sus ojos.
No hizo falta que dijera nada. Mi mano soltó mi instrumento, que enseguida fue empuñado con firmeza por Alicia, haciéndome estremecer. Con mucho cuidado, deslicé mi mano bajo el portátil, que estaba en su regazo y, moviéndola con destreza, la colé bajo su falda, acariciando su cálida piel desnuda en el punto en que terminaban sus medias, haciéndola gemir en voz baja y obligándola a separar de forma inconsciente los muslos, facilitándome el acceso.

Con habilidad, colé un par de dedos bajos sus braguitas, deleitándome con la humedad y el calor que había entre sus piernas. Su mano, entretanto, no permaneció ociosa, comenzando a deslizarse lentamente sobre mi rezumante falo, haciéndome ver estrellitas por el placer.
Nuestro amigo, mientras tanto, se las había ingeniado para acuclillarse justo frente a las piernas abiertas de Tatiana, volviendo a usar su móvil para obtener unos buenos primeros planos.
–          No te muevas, Tati, tranquila – gimoteaba Alicia, tratando de ahogar los suspiros de placer que mis inquietos dedos le provocaban.
Por fin y con mucho cuidado, el hombre se sentó junto a Tati, que no movía ni un músculo. Se tomó entonces un pequeño respiro, sin dejar de sobarse la polla por encima del pantalón, volviendo a mirar a los lados, reuniendo valor suficiente para atreverse a más.
Alicia, con los ojos brillantes, no se perdía detalle y parecía estar a punto de gritarle al tipo que siguiera. Su excitación se traducía en la fiereza con que su mano me masturbaba, deslizándose sobre mi polla a toda velocidad. Traté de calmarla, sujetándola con mi otra mano, logrando que bajara un poco el ritmo.
Justo entonces, el tipo se atrevió. Con infinito cuidado, rozó suavemente una pierna de Tati, con los dedos, con el cuerpo en tensión, a punto de saltar. Tati, por su parte, también parecía tensa como una cuerda de piano, pero Alicia no iba a dejarla escapar, susurrándole palabras tranquilizadoras y recordándole que aquello lo estaba haciendo por mí.
Poco a poco y como Tatiana, no daba muestras de despertarse, el hombre fue ganado confianza, atreviéndose a posar su mano con decisión en el muslo de la chica, acariciándolo con mucho cuidado, pero llegando cada vez más arriba.
–          Así, cabrón, así – siseaba Alicia enfebrecida – Tócale el coño, vamos cabrón.
Joder, cómo se ponía. No sé por qué, pero el verla tan fuera de control me cortó un poco el rollo. Empecé a preocuparme al pensar en hasta donde sería capaz de llegar aquella mujer con tal de satisfacer sus deseos.
Entonces Alicia se corrió. Mis dedos, que instantes antes habían atrapado su clítoris entre sus yemas acariciándolo, parecieron arder por el intenso calor que brotaba de las entrañas de Ali. La chica bufó, soltando mi polla y tapándose la boca con la mano, para ahogar el grito de placer que había estado a punto de escapársele.
Nervioso, alcé la vista por si el tipo se había dado cuenta de algo, pero estaba tan concentrado en lo suyo que podríamos haber explotado un petardo sin que se enterara de nada. Mientras tanto, yo no había dejado de acariciar y estimular la vagina de Alicia, que se deshacía en un mar de humedad entre mis dedos, mientras sus caderas se movían agitadas por pequeños espasmos de placer.
Riendo, divertido por la intensidad de la corrida de Ali, agarré el portátil (que por poco no se había caído al suelo) y lo afirmé bien entre nosotros. Ni corto ni perezoso y una vez recuperada la imagen, agarré la muñeca de Alicia y atraje su mano hasta mi rabo, con intenciones obvias.
Una sonrisilla maliciosa se dibujó en sus labios, dedicándome un sensual guiño antes de reanudar la paja; pero, de repente, sus ojos se abrieron como platos, clavándose en la pantalla.
Justo en ese instante, el tipo llegó hasta el final. Envalentonado por la aparente falta de resistencia de Tati (y puede que habiendo notado que la chica fingía dormir mientras se dejaba meter mano) el tipejo deslizó su mano por completo bajo la minifalda de Tatiana, posándola por fin en su coño.
Según me contó Tati después, el hombre no se cortó un pelo y, tras percibir que estaba húmeda, no dudó en introducir uno de sus dedazos en el coñito de mi chica, clavándoselo hasta el fondo.
Y claro, aquello ya era demasiado para Tati, que, dando un respingo, trató de empujar al tipo y apartarlo de su cuerpo serrano.
Y pasó lo que tantas veces habíamos comentado Alicia y yo. El tipo no se detuvo.
Con un gruñido, se echó encima de Tatiana sobre el banco, aplastándola con su peso y obligándola a tumbarse en los asientos. Habiendo perdido por completo el control, el tipo le metía mano a la pobre chica por todas partes, mientras ella trataba de escapar con desespero.
Obviamente, me puse en acción, poniéndome en pié de un salto. Alicia, por un instante, me agarró por el brazo, como si intentara detenerme, aunque no lo hizo con mucha convicción. Daba igual, no habría podido pararme.
Un segundo después, estaba encima del tipejo ese y agarrándole por la chaqueta, lo quité de encima de Tatiana de un tirón, arrojándole contra los asientos que ocupaba minutos antes.
El pobre me miró asustado unos segundos sin reaccionar y fue una suerte para él que no lo hiciera, pues si llega a intentar algo lo tiro por una ventanilla.
Los otros viajeros, sorprendidos por el jaleo, se habían vuelto a mirarnos alucinados. El hombre, sin decir ni pío, se puso en pié a trompicones, justo en el instante en que llegábamos a otra parada.
Con una expresión de alivio casi cómica, el pobre tipo se dirigió a las puertas que se abrían y casi corriendo, salió disparado del tren, perdiéndose en la estación. Segundos después, los otros viajero, supongo que temerosos de verse mezclados en algún follón, se bajaron también, procurando no mirarnos en ningún momento.
–          ¿Estás bien? – pregunté volviéndome preocupado hacia Tatiana y ayudándola a sentarse derecha.
–          Sí, sí, no te preocupes…
–          ¿Te ha hecho daño?
–          No, no, estoy bien… Ha sido el susto.
Alicia apareció entonces a nuestro lado, sentándose en el asiento que quedaba libre.
–          Menuda pasada, Tatiana, lo has hecho increíblemente bien. No sabes cuánto se ha excitado Víctor mientras te miraba… Ha empezado a masturbarse…
–          La madre que la parió – pensé – ¿Se había vuelto loca?
–          No digas tonterías – le dije en tono muy serio – La cosa se nos ha ido de las manos. Una cosa es exhibirse con cuidado y otra lo que acaba de pasar. Lo mejor va a ser ponerle fin a esta locura…
Estaba enfadado. Y preocupado. Si nos dejábamos arrastrar, no podía imaginarme hasta donde sería capaz de llevarnos Alicia. Había que poner el freno.
–          Esto se acabó – dije – Lo mejor será que nos olvidemos de estos juegos y que…
Empecé a soltar mi discurso, argumentando apropiadamente lo que quería decir, dando sólidas razones de peso para poner fin a aquella locura.
Las muy…. zorras. Me dejaron hablar durante varios minutos sin decir ni pío, hasta que por fin me di cuenta de que las dos estaban aguantando las ganas de reír a duras penas.
–          ¿Se puede saber qué coño os pasa? ¿De qué cojones os reís?
Tati, con los ojos llorosos, aguantando como podía la risa, consiguió articular con el rostro ruborizado…
–          Cari… Tu pene…
Miré mi propia bragueta, mudo de estupor. Joder. Me había dejado la polla fuera. Y seguía bastante dura.
Las dos se echaron a reír abiertamente, mientras que yo, sintiéndome muy avergonzado, forcejeaba con la bragueta para esconder mi erección en mis pantalones.
–          ¿Así que no te habías puesto cachondo? – dijo Ali mirándome con sonrisa traviesa.
Derrotado, me dejé caer en el asiento, sabiendo que todos mis argumentos habían perdido su razón de ser. Las dos chicas, descojonadas, se partieron a mi costa un buen rato todavía.
Cuando llegamos a la última parada, nos bajamos del tren tras recuperar la cámara de debajo del asiento.
–          Bueno, chicos – dijo Ali – Me voy. Me esperan en casa para cenar. Mi prometido, ya sabéis…
Le devolvimos todos los cacharros y ella los guardó en el maletín del portátil.
–          ¿Quedamos mañana otra vez? – preguntó ilusionada.
–          Mañana no puedo – me apresuré a decir – Me toca coger el coche y hacer varias visitas fuera de la provincia. No volveré hasta la noche.
–          Sí, y yo mañana estoy de tarde. Una compañera me ha pedido que se lo cambiara…
–          Bueno, pues el viernes entonces – dijo mirando a Tatiana de forma enigmática.
–          Ok. Hablamos el viernes por la mañana – asentí.
Nos despedimos de Ali, que iba a tomar un taxi, pero, justo antes de marcharse, se acercó a mi novia y le dijo algo al oído que la hizo enrojecer.
Por fin, la joven se marchó con el portátil al hombro, lanzándonos un guiño cómplice y riéndose divertida.
–          ¿Qué te ha dicho? – pregunté intrigado.
Tatiana me miró fijamente un instante, muy colorada, antes de decidirse a responder.
–          Me ha dicho… Que no desperdicie esa erección.
—————————-
Un par de minutos después, con mucho sigilo, nos colamos en los servicios de caballeros de la estación. Y echamos un polvo de la hostia en uno de los retretes. Me la follé a lo bestia, apoyada contra la pared, sus piernas anudadas en torno a mi cintura, ahogando sus gritos de placer enterrando su rostro en mi cuello. Fue un polvazo, que alivió por fin la increíble excitación de la jornada.
Al día siguiente, por la noche, me enteré de que Tati me había mentido y que las palabras de Alicia al oído habían sido otras muy distintas.
TALIBOS

Si deseas enviarme tus opiniones, mándame un E-Mail a:

ernestalibos@hotmail.com
Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 
 

Relato erótico: “Mi nueva vida 5” (POR SOLITARIO)

$
0
0

Jueves 2 de mayo

Es fiesta en Madrid y salimos a divertirnos con los niños. Mi vida había dado un giro de ciento ochenta grados.

Me sentía feliz acompañado por mis mujeres y mis hijos.

Pero no quería demostrarlo. Debía mantenerme firme y seguir adelante con mis planes.

–Mila, ¿recuerdas la casa rural que alquilamos el ultimo puente?

–¿A qué viene eso ahora Marga?

–Es que se me ha ocurrido gastarle una broma a Eduardo.

–Marga que te conozco. ¿Qué vas a liar?.

–Nada tonta, ya verás.

Oigo esta conversación mientras paseamos por el parque. Marga marca con su móvil.

–¿Hola? ¿Eres Loli?————Si mira soy Marga la que os alquiló la casa rural en ———- ¿La tenéis libre para este fin de semana?. ¿Sí?, estupendo, te llamo en unos minutos para confirmártelo.

Marca de nuevo.

–¿Amalia? Hooola, soy Marga, ¿como estas cariño?, ———–bien. Mira te llamaba por si os apetece a ti y a Edu veniros con los niños a una casa rural en——–. Si, vamos con Mila, José, Claudia y los niños, ¿cómo lo ves? ————¿Si? ——–De acuerdo, mañana os recogemos, a las nueve. ————Traeros ropa de abrigo que hace frio en la sierra. Un beso Chau.

–Hecho Mila. Ya lo tenemos.

–¿Qué demonios estas planeando Marga?, Que eres una conspiradora.

–Solo seguir tus órdenes, José. A ver qué te parece.

Y me explicó el plan. Me reía para mis adentros. Era maquiavélico.

Al regresar a casa, después de la cena nos acostamos temprano, pero como los niños habían visto el desastre de cama quisieron dormir también con nosotros y nos acostamos todos juntos.

Al rato percibí un roce en mi verga por encima del pijama, era Mila. Cogí su mano y por encima de mi pecho se la puse a Marga, que estaba boca arriba, en una teta. Ésta, que no estaba dormida, se giro hacia mí, pensando que era yo y me cogió mi palo, llevándose la sorpresa de encontrarse con la otra mano de Mila. Se volvieron las dos dándome la espalda y así pude dormir.

Tenía claro que no podía darle preferencia a ninguna de las dos.

Así podía mantener el equilibrio.

Viernes 3 de mayo de 2013

A las siete y media nos levantamos. Las cotidianas peleas por los lavabos, el desayuno y a los coches. Marga fue a recoger a Claudia y sus hijas y nosotros a Edu para que nos siguiera, ya que no conocía el camino. El trayecto se amenizó con las típicas canciones. -Vamos a contar mentiras trailara–. ¿Mentiras? ¿Más mentiras? Joder.

Atravesamos el pueblo, cogimos un desvío, por un camino vecinal de unos tres kilómetros y llegamos a la casa. Ya la conocíamos.

Era una construcción no terminada, tenía la planta baja diáfana y sin paredes, por lo que se podía aparcar los coches debajo de la primera planta donde la dueña guardaba enseres y herramientas. La parte habitable estaba en la primera planta.

Una escalera llevaba a un amplio corredor cubierto, con barandilla a lo largo de toda la fachada. En el centro la puerta de un salón muy grande, con una chimenea en medio y amplios ventanales hacia la parte opuesta a la puerta. A ambos lados las habitaciones, dos y no muy grandes, con dos literas en cada una de ellas a las que también se accedía desde el corredor. Una puerta en el extremo derecho, visto desde el frente, era el servicio.

Acomodamos a los niños en las habitaciones, las cuatro niñas en una y los tres niños en la otra.

Nosotros dormiríamos en el salón en unas colchonetas, en el suelo, alrededor de la chimenea.

Salimos de excursión por los alrededores, los niños se lo pasaron bien.

Las mujeres se quedaron preparando las viandas mientras Edu y yo dimos una vuelta.

Me atosigaba a preguntas sobre mí, porque había tomado la decisión de irme de la empresa. Yo me reía y le respondía con evasivas.

Pero cuando no me veía lo miraba con verdaderos deseos de darle con un palo en la cabeza y acabar con él. Pero me aguantaba.

Llamamos a los niños a comer y cuando terminamos salimos todos a pasear. Me rezague hablando con Claudia, Marga charlando con Amalia y algo más adelante Edu con Mila. Ella asentía o negaba, a veces se reía, no me imaginaba de qué iba la conversación.

Anochecía y regresamos a la casa.

Los niños cenaron y se fueron a sus cuartos.

Nos quedamos comiendo, bebiendo vino y charlando. Después de tomar café comenzaron los chupitos de ron miel con nata y canela y otros licores.

Todas las mujeres se las apañan para hacer beber a Edu.

Marga apaga algunas lámparas dejando una luz tenue, conecta un equipo de música y baila con Amalia.

A su vez, Claudia, con su chándal, me coge de la mano y me saca a bailar.

Mila sale al corredor. Al poco Edu, tambaleándose por la bebida, la sigue.

Yo sentía hormigas y ratones en el estomago, pero debía mantener la compostura.

La otra pareja no pierde el tiempo, Marga besa a Amalia en la boca y la otra lo acepta. Se miman mutuamente. La mano de mi cómplice acaricia la teta de Amalia sobre la camiseta, se había desprendido de la chaqueta del conjunto de deporte, levanta la parte inferior y mete la mano bajo la tela para sobarla directamente. La otra va desde las tetas al sexo paseándose a lo largo del cuerpo. Introduce la mano por la cintura elástica del pantalón, no hay que imaginar mucho, está acariciando su coño.

Claudia me besa y le respondo, meto mi mano por la cintura y me sorprende, no lleva bragas, acaricio los labios de su vulva, cálida y húmeda. Sus besos me ponen a cien, es toda una experta con la lengua en mis labios, mi cara, mi cuello. No puedo evitar una evidente erección.

Entra Mila, mira sonriente a Marga. Se dirige al colchón y se acuesta, cubriéndose con una manta.

Al poco llega Edu, con cara de enfado, tumbándose en el extremo opuesto. En el rincón. Marga comenta algo a su pareja y van a tumbarse, Amalia entre las dos.

Claudia sigue bailando conmigo acercándose al interruptor de la luz y la apaga. El salón queda alumbrado con la tenue luz de la chimenea que esta sin llama, solo las brasas. Pasa su mano sobre el bulto de mi pantalón dándole un pellizco, al tiempo que me susurra.

–Aun no, aguanta un poco.

Le hablo balbuceando.

–¡BUUFFF! Claudia como me pones.

–Esta noche obtendrás tu primera venganza. Pero después lo harás conmigo. Estoy muy caliente con todo esto. José, has despertado mi bestia sexual. Aguanta.

Me empuja hacia las mujeres y me indica que me acueste entre Mila y Amalia, ella se tumba al otro lado de Marga. Formábamos un tándem, Claudia, Marga Amalia, yo, y Mila, con Edu fuera de combate a poca distancia, dormido.

Bajo la manta acaricio a Mila con mi mano izquierda, se gira hacia mí, me besa, siento a Amalia arrimarse a mi derecha, vuelvo mi cabeza y veo a Marga empujándola.

Mila me indica que me dé la vuelta hacia Amalia, al tiempo que desliza mi pantalón y slip a lo largo de los muslos, se mete bajo la manta para sacármelo por los pies, liberando mi instrumento que esta tieso por los roces con Claudia.

Subo mi mano acariciando los muslos de la mujer de Edu sobre su ropa. Desde el muslo hasta las tetas, sobre la camiseta, no lleva sostén, allí me encuentro con la mano de Marga, compartimos unos senos bastante más grandes que los de Mila, de pezones gruesos como mi dedo índice y duros, que resaltan a través de la tela.

Marga le coge la mano y la coloca en mi verga que va a estallar. Amalia la masajea, acaricia y la mueve arriba y abajo.

Definitivamente he de reconocer que son autenticas profesionales del sexo.

Me controlo para no correrme antes de tiempo con los manoseos de las dos. Bajo el pantalón de Amalia hasta las rodillas. Subo mi pie, lo engancho en su pantalón y lo empujo hasta quitárselo, con su ayuda. Paso mis dedos sobre su tanga, siento una mano que lo aparta a un lado y lo deja expedito para que introduzca mis dedos en el. Es Marga.

Está muy mojado, noto la humedad en sus pliegues, paseo un dedo desde el ano hasta la parte superior de su sexo, rozando el botón del placer, que aprecio más grande que los que he conocido hasta ahora. Tras algunos minutos de tocamientos y con la ayuda de Marga siento sus jadeos indicando que esta próximo el orgasmo y así es.

Un sonido parecido al arrullo de un palomo, reprimido, una contracción de todo su cuerpo, llega al clímax.

Unos segundos después se gira hacia Marga besándose con pasión.

Me acoplo por detrás y coloco mi miembro entre sus nalgas, ella encoge un poco las piernas para facilitar la penetración en su coño que yo no dudo en perpetrar.

Con movimientos lentos, girándome para vigilar al marido que duerme apenas a tres metros de nosotros. Oigo sus ronquidos. Sigo moviéndome mientras Mila me acaricia los testículos por detrás. Claudia que se mete bajo la manta y por los movimientos y los jadeos le come el coño a Marga. A su vez esta acaricia el sexo de mi penetrada rozando mi pene.

Percibo un temblor en las piernas de Amalia, sube la intensidad, se va a correr, ¡¡Ahhh!!.

¡Nos quedamos quietos!.

Esperamos la posible reacción de Edu, pero no se produce, la borrachera parece que lo tiene frito.

Segundos después es Marga quien suspira fuertemente sujetando la oculta cabeza de Claudia sobre su sexo.

La oscuridad ya es total, las brasas están ya cubiertas por cenizas y solo nos alumbran las estrellas a través de las ventanas.

Tengo la polla a punto. Sigo sin correrme, Amalia sigue en la misma posición y no se mueve.

Restriego mi aparato por la raja de su culo, lo lubrico con sus fluidos e intento un primer acercamiento, la cabeza entra un poco, se queja, fuera, engraso, otra vez.

Insisto una y otra vez, hasta dar un empujón y la introduzco hasta la mitad. Me paro, dejo que el esfínter anal se adapte a la agresión, me muevo lentamente. Percibo movimiento por el frente de mi pareja, no sé si Marga o Claudia le excitan el clítoris, la besan le comen las tetas y— lo inevitable.

¡¡¡¡AAAHHHGGGGG!!!!

Un grito acompañado de un estertor brutal que casi arranca mi polla y se queda quieta.

Simulo roncar. No sé si se ha despertado Edu.

El marido se revuelve en su colchoneta gruñe y sigue durmiendo.

Como no protesta me muevo hasta que no puedo más y me corro en su culo.

Mila me masajea los testículos por atrás, pero aparto su mano y me duermo.

No sé el tiempo que ha pasado, algo me despierta, oigo el chillido estridente de un ave nocturna. Busco el pantalón bajo la manta, me lo pongo y me levanto para ir al servicio.

Hace frio, todos parecen dormir, avivo el fuego con leña para caldear un poco la sala y salgo al corredor. Siento el frio de la noche en mi cara. Al acercarme a la puerta del WC oigo jadeos, quejidos.

Presto atención, parece que proceden de la habitación de las niñas. Con cuidado me asomo por una pequeña ventana que da al corredor. Está oscuro, pero los ruidos proceden de dentro.

Muy despacio abro la puerta lo justo para poder pasar, cerrándola a continuación. En la cama de debajo de la litera que está a la derecha se aprecia un gran bulto que se mueve y gime. En la cama superior de la litera izquierda hay un bultito, aquí se acuesta Mili, oigo su respiración, duerme. Pero las otras dos al parecer no.

Bajo la manta hay luz, una linterna encendida. Veo las siluetas de Ana y Claudia, como sombras fantasmagóricas proyectadas sobre la ropa. ¿Juegan?, ¿hacen el amor?. No lo sé, solo me importa que estén bien. Regreso al corredor y entro en el servicio. Al salir me encuentro a las dos asomadas a la puerta, con cara de pillas, a pesar del frio están desnudas, cubriéndose con la manta. Son preciosas.

Si esto hubiera ocurrido hace un mes habría puesto el grito en el cielo. Ahora les mando un beso con la mano y regreso a la cama.

Todos siguen durmiendo.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:

noespabilo57@gmail.com

 

Relato erótico: “Cayendo en la red II” (POR XELLA)

$
0
0

– ¿Que ha pasado? – Preguntó Susana nada más ver su cara. – ¿No ha ido bien?
Amanda rompió a llorar sin poder decir nada.
– No te preocupes, mira, vamos a hacer una cosa, te llevo a casa y si quieres me lo cuentas tranquilamente mientras tomamos un café, ¿De acuerdo?
Amanda asintió, lo que menos le apetecía ahora mismo era estar sola.
Durante el viaje en coche permaneció cayada, dejando escapar alguna lagrima de vez en cuando.
Cuando llegaron, en vez de cafés, Susana preguntó donde estaba el minibar y preparó dos copas de Whisky, alegando que a esas horas entraba mejor un cubata que un café. Amanda estaba de acuerdo, además, el alcohol haría más fácil que se desahogara con su amiga.
Cuando casi habían acabado la primera copa, empezó a contarle lo que había pasado, como su hombre había intentado sodomizarla y ella no se había dejado, ¡No lo había hecho nunca!, pero no era por eso por lo que se sentía mal, era el fracaso, el saber que el resto de chicas se dejaban y ella no la hacía sentirse… inferior, como si fuese peor que ellas…
– Tú… ¿Tú lo haces? –  Preguntó a Susana.
– Claro que sí, ¡Y tú tambien lo harás! No te preocupes, a mi al principio también me daba miedo, pero ahora casi me gusta más que que me la metan por el coño, da más placer a los hombres y eso me hace sentir bien.
– Pero…
– No te preocupes Amanda. – Dijo, mientras agarraba su mano y la miraba fijamente a los ojos.
El contacto hizo que Amanda reaccionara, acordándose de sus fantasías con Susana. Se estremeció y se ruborizó, pero esta vez no apartó la mirada. (…Solo existes para dar placer…)
– ¿Quieres… que te ayude? – Preguntó Susana.
– ¿Cómo?
– Bueno… La primera vez nunca es fácil… Y los hombres pueden ser un poco bruscos a veces…
La mano de Susana apretó con fuerza la de Amanda, y se quedó mirandola fijamente. Amanda la miró y notó que su coño estaba chorreando. Sus ojos se desviaron hasta su vertiginoso escote, hecho que no pasó desapercibido a Susana, que dejó escapar una sonrisa. Amanda no fue capaz de decir nada, en vez de eso, Susana se levantó y animó a Amanda a ir tras ella. Cuando ésta no puso ninguna objección, Susana supo que Amanda estaba deseando esto.
– Vaya, parece que alguien se ha estado divirtiendo. – Dijo Susana al entrar en la habitación.
Los dos vibradores estaban encima de la cama y las bolas chinas en la mesilla, sin abrir todavía.
– Y-Yo, ¡Lo siento! N-No es lo que parece… (…Eres una zorra, vas a follarte a tu secretaria…) – Se disculpó Amanda.
– ¿Y que parece? jajaja no te preocupes, yo he dejado los míos igual. Es más, seguramente cuando llegue los use otra vez antes de irme a dormir… A no ser que no duerma en casa. – Dijo, guiñandole un ojo. – Además, nos vendrá bien para practicar.
Diciendo esto, se dió la vuelta y comenzó a besar a Amanda en la boca. Se quedó paralizada, sentir los labios de una mujer contra los suyos era algo totalmente desconocido… Y no era para nada desagradable… Quería protestar, pero era incapaz de hacerlo. Su amiga estaba consiguiendo ponerla a mil y, antes de darse cuenta, estaba devolviendole el beso.
Al ver esto, la pelirroja comenzó a acariciar la espalda de Amanda, lentamente, aprovechando para deslizar hacia abajo los tirantes de su vestido. En unos segundos, Amanda estaba en ropa interior ante ella.
– Bonito conjunto. – Susurró. Inmediatamente comenzó a despojarse ella de su ropa.
La lencería de Amanda era sexy, pero la de Susana era demasiado. Un sujetador de copa baja que casi no llegaba a tapar los pezones, y un tanga minúsculo, con un triangulito en la parte delantera que tapaba lo justo y dejaba ver que su dueña estaba totalmente depilada.
Susana arrastró a Amanda a la cama, tendiendola sobre ella y comenzó a mover sus manos con maestría, recorriendo cada parte de su cuerpo, calentando a su jefa y llevandola al borde del orgasmo.
– ¡P-para! (…No pares…). – Dijo Amanda, pero cuando Susana no paró, no volvió a quejarse, dejandose llevar por el primer orgasmo que le proporcionaba una mujer.
Su cuerpo se retorcía, sus labios dejaban escapar gemidos mudos, pero Susana no paró, al contrario, aumento el ritmo, haciendo explotar a Amanda y volviendola loca. Amanda no se lo podía creer, ¡Estaba con una mujer! Quería resistirse, pero algo en su cabeza se lo impedía, la voz lejana la decía que lo que hacía estaba bien, que era su misión en la vida, dar y recibir placer. Decidió abandonarse, hacer caso a la voz y dejarse llevar por Susana.
La pelirroja no paraba. Se había arrodillado al borde de la cama y, apartando las piernas de Amanda comenzó a lamer los restos de su corrida. No tardó mucho en volver a tenerla al borde del orgasmo y entonces la ordenó ponerse a cuatro patas (…Debes obedecer, no tienes voluntad…). Amanda obedeció la orden al instante, como por instinto y antes de darse cuenta tenía el culo en pompa frente a la cara de Susana.
– Muy bien Amanda, verás como lo vas a disfrutar… A partir de ahora cualquier hombre podrá disponer de tu culo a su antojo… Y cualquier mujer… (…Tu culo no te pertenece…)
Susana empezó a lamer el rosado ojete de la chica para lubricarlo. Al principio sólo lamía por fuera, realizando circulos alrededor del ano de Amanda, pero al ver las positivas reacciones de la chica comenzó a introducir su lengua dentro. Mientras le comía el culo, estaba introduciendo el vibrador más pequeño en su coño, para lubricarlo. Cuando vió que el ojete estaba más distendido y relajado, sacó el vibrador, lo apoyó en la entrada de su objetivo y, con suavidad, comenzó a introducirlo acompañada de los velados gemidos de Amanda. Tras unos segundos el falo estaba metido hasta la base.
– ¿Que tal? – Preguntó Susana.
– MMMMmmmm Bienn. (…Eres una zorra y esto te encanta…)
– Entonces vamos a proseguir.
Mientras decía esto, comenzó a extraer el consolador mientras lo hacía girar lentamente, esa sensación estaba volviendo loca a Amanda. Los músculos de su culo intentaban atrapar el falo y no dejarlo salir, ¿Cómo no había probado eso antes? (…Eres un objeto sexual…). La secretaria extrajo el consolador entero y se lo acercó a Amanda a la boca.
¿Qué? ¿Chupar eso que ha estado en mi culo? (…Debes obedecer… Tu opinión no importa…) Dudo unos segundos y despues abrió lentamente la boca para permitir que Susana lo introdujera (…Muy bien…Buena chica…). Ni siquiera se dio cuenta de a que sabía, a los pocos segundos Susana lo retiró de su boca y volvió a introducirlo en su culo.
– Muy bien… Buena chica… – Dijo Susana.
Eso fue bastante reconfortante y la hizo sentir bien… ¡Era una buena chica!
Volvió a ofrecerle el consolador y esta vez lo chupó sin dudarlo ni un segundo.
– Eso es… Para complacer bien a un hombre, hay que ser una buena perra (…Buena perra…) y limpiarle la polla despues de follar… Debes acostumbrarte a ello… (…Debes acostumbrarte a ello…)
Después de unos minutos, Susana le introdujo el falo en la boca, pero esta vez, en vez de sacarlo, lo dejó ahí. En su lugar, cogió el otro consolador, más grande y, en vez de meterselo a ella, comenzó a introducirselo ella en el coño.
– No vas a ser tu la única que disfrute ¿Eh?
(…Tu deber es dar placer…)
Sin dudarlo, Amanda extrajo el consolador de su boca y, gateando sensualmente, se situó sobre el coño de Susana. Esta se arió de piernas, facilitandole el acceso y se sacó la polla de plástico.
Es… un coño… Pensó Amanda. (…Tu boca no te pertenece, sólo existes para dar placer…Eres un objeto…)
La voz en su cabeza nublaba su mente y eliminaba las dudas acerca de lo que estaba haciendo, así que, acercó lentamente su lengua a la raja expuesta de la pelirroja. Estaba totalmente depilada.
Al rozarla con la punta de la lengua, ésta lanzó un gemido de placer y eso fue lo último que necesitaba Amanda para lanzarse (…Su placer es tu placer…). Hundió la cara en la entrepierna de su compañera y comenzó a darle lamidas de arriba a abajo, a un ritmo frenético que estaba volviendo loca a Susana. En unos segundos, la pelirroja se corrió, empapando su cara.
– Oh Dios… Parece que no has comido en tu vida… Aprendes rápido… Pero no hemos venido a eso…
Susana se volvió a situar ante el culo de Amanda y volvió a invadir su ojete con el consolador, esta vez con el grande. UNa vez había entrado y salido un par de veces, Susana comenzó un mete-saca con rapidez y energía, haciendo que Amanda comenzase a gritar de placer. No se lo creía, su culo le estaba proporcionando un placer inmenso, no sabría decir si mayor que siendo follada por el coño… El ser sodomizada conllevaba un punto de humillación y sumisión que aumentaba el placer y el morbo… Además… (…Los hombres prefieren darte por el culo…) Seguro que los hombres preferían darle por el culo…
Amanda acabó por correrse entre gritos y suspiros, revolviendose sobre la cama, pero intentando que el falo no se saliese de su culo en ningún momento.
(…Debes servir correctamente a tu hombre…)
Cuando acabó, automáticamente se dió la vuelta y comenzó a limpiar el consolador con la lengua, mirando a Susana a los ojos, viendo la satifacción y el orgullo en ellos.
– Buena chica… buena perra. (…Eres una buena perra, eres una buena chica…) – Dijo esta
¡Era una buena chica! (…¡Perra!…) Se sentía en un punto de felicidad extremo. Saber que se había portado bien le proporcionaba casi tanto placer como correrse. (…Tu placer no importa…)
Pasaron el resto de la noche sin salir de la cama, satisfaciendose la una a la otra hasta la mañana siguiente.
– Al final no hemos estrenado las bolas chinas… – Dijo Susana al prepararse para irse.
– N-no… No se muy bien como usarlas, ¿Me harán daño?
– ¡Claro que no! No es precisamente dolor lo que te proporcionaran… -Contestó, guiñandole un ojo. – Mira, vamos a hacer una cosa… Mañana, al ir a trabajar, te las llevas puestas… y… al final del día… si no te las has quitado y me lo demuestras… te daré tu recompensa…
Amanda comenzó a chorrear sólo con imaginárselo… Susana se puso el abrigo y, despidiendose con un humedo beso, se marchó.
Esa tarde Amanda tomó una decisión… Iba a desmelenarse y la próxima vez que quedasen con un hombre iba a encargarse de que se fuese satisfecho, y para eso, lo primero era…
Colocó la cámara en un pequeño trípode. Había dejado en un lado de la habitación toda la ropa que iba a ponerse para la sesión de fotos y, modelito tras modelito, comenzó a probarselos y a sacar fotos.
La sesión incluía de todo, vestidos ajustados con escotazo y la espalda al aire, vaqueros que marcaban su culo al detalle, shorts, minifaldas y hasta bikinis. Con cada prenda adoptaba las poses más sensuales que se le ocurrían, imaginando que lo estaba haciendo para su hombre (…Eso es… Exhíbete… Muestrate como la zorra que eres…)
Cuando acabó con ello comenzó a subirlas a la página. No pudo evitar masturbarse mientras lo hacía. Introdujo el consolador pequeño en su coño en modo vibración y el grande lo metía y sacaba de su culo con la mano que le quedaba libre. Las imagenes de sus escarceos con Susana recorrían su cabeza mientras algo le decía que se estaba comportando bien, que era una buena chica…
Con el pensamiento de lo que le esperaba al día siguiente, se durmió.
Salió de su coche y se dirigió al ascensor. El pequeño trayecto que había hecho para llegar al garaje de su trabajo había sido totalmente distinto a cualquiera que hubiese realizado anteriormente. Se había vestido con unos taconazos y un vestido ajustado que le quedaba realmente bien, quería impresionar a Susana y demostrarle que había mejorado mucho, Y además, las bolas chinas la hacían estremecerse con cada movimiento… Era una sensación extraña, se sentía llena por dentro y daba la impresión de que se le iban a caer, pero estaban perfectamente sujetas y le proporcionaban un cosquilleo casi constnte en su coño. Los badenes eran ahora la parte más divertida del viaje.
Así entro en el ascensor, donde se encontró con compañeros de trabajo que la recorrieron con la mirada de arriba a abajo, no era para menos… Amanda, agachó la mirada y se sonrojo, intentando evitar el contacto visual (…Eres un objeto, debes mostrarte…).
– Buenos días. – Saludó Susana, de forma bastante formal.
– B-Buenos días… – Contestó Amanda, algo cortada, pensando que la recibiría de otra manera.
Entró a su despacho y se sentó frente al ordenador.
Evitó salir de su despacho durante todo el día, canceló algunas reuniones alegando que tenía cosas que hacer y pasó todo el día encerrada, salvo por algunas visitas al servicio. En realidad, el frío recibimiento de Susana la había afectado… Estaba emocionada con la pequeña aventura que habían tenido pero parece que su secretaria no pensaba lo mismo…
La pantalla de su ordenador fue una completa exibición de porno durante ese día. Estuvo todo el tiempo buscando imagenes y videos que consiguiesen satisfacer el fuego que le recorría el coño. Buscaba tanto sexo lésbico como heterosexual, pero siempre tenían en común que había un componente de dominación, y siempre había una mujer que era humillada y tratada como un objeto sexual. Le llamó poderosamente la atención los videos en los que una mujer era tratada como una mascota… (…Eres una buena perra…) atándole un collar y una correa, obligándola a ir a cuatro patas… A algunas includo les metían una especie de consolador anal con forma de rabo de animal…
Tuvo que hacer varias excursiones al servicio para masturbarse. Se sacaba las bolas chinas y las llevaba a su boca mientras con la mano bombeada su coño hasta alcanzar el extasis.

Entonces, volvía a introducir las bolas en su coño y volvía a la oficina.

Al final del día, mientras recogía las cosas para irse, algo decepcionada por el asunto de Susana llamaron a la puerta. ¿Quién será? A estas horas no debe quedar nadie… Hizo ver como que no había nadie. Volvieron a llamar.
– ¿Quién es? – Dijo Amanda abriendo la puerta, queriendo despachar a quien la molestaba.
Entonces vió frente a la puerta a Susana…
– ¿Qué pasa? ¿Ya no quieres verme? – Dijo ésta, entrando en el despacho y plantandole un morreo a Amanda.
La mujer se quedó paralizada, ¡Había pasado de ella durante todo el día! No entendía lo que estaba pasando… Pero ahora mismo le daba igual… Sólo quería que ese momento no acabase nunca… A pesar de todas las veces que se había masturbado, su coño estaba chorreando de nuevo.
– ¿Has cumplido lo que hablamos? Recuerda que te recompensaré bien si eres una buena chica… (…Eres una buena chica…perra…)
Amanda, que llevaba deseando todo el día este momento y ya creía que no iba a llegar, se sentó sobre su escritorio, se subió el vestido y, apartando el tanga a un lado, enseñó a su secretaria la cuerdecita que salía de su coño.
– ¡Muy bien! Una buena perra tiene que ser obediente… Y tu te has ganado tu premio…
Susana se acercó a Amanda mientras se quitaba el vestido y, tirando lentamente de la cuerda, comenzó a sacar las bolas chinas. Cada bola que salía era acompañada de un gemido por parte de Amanda. Cuando finalizó, acercó el juguete a la boca de su jefa, que lo aceptó sin rechistar.
La pelirroja se dió la vuelta y empezó a buscar en una bolsa que había traído consigo. Cuando volvió a darse la vuelta y Amanda vió lo que tenía entre las manos su coño se humedeció al instante, un enorme falo negro unido a una especie de arnés. Susana comenzó a ajustarselo. Estaba impresionante, entre la lencería que llevaba y el pollón de plástico formaba una estampa realmente excitante a ojos de Amanda (…Necesitas comerte esa polla…Sólo sirves para dar placer…). La mujer comenzó a humedecerse los labios con la lengua mientras su mente fantaseaba con lo que iba a hacerle su secretaria.
– Parece que te gusta lo que ves… – Dijo Susana.
Amanda asintió, incapaz de articular palabra.
– ¿Quieres probar de que soy capaz con esto puesto?
– S-Si… – Susurró
– Entonces, demuéstrame que lo deseas, calientame mientras te quitas el vestido.
Sin dudarlo, Amanda comenzó a contonearse al ritmo de una música que sólo sonaba en su cabeza, mientras con sus manos recorría su cuerpo imaginando que eran las manos de Susana (…Eso es… Eres una buena chica…).
Se deslizó primero un tirante mientras, de espaldas, se agachaba sugerentemente para que la pelirroja contemplase el movimiento de su culo. Estaba segura de que en esa postura, el vestido ajustado permitía intuir perfectamente el tanga que llevaba.
Cuando le llegó el turno al segundo tirante, Amanda se arrodilló delante de Susana, apretando sus pechos con los brazos para mostrar su generoso escote a través del vestido que poco a poco se deslizaba por su cuerpo. Comenzó a acercarse al falo de plástico y a restregarselo por la cara, pasándolo sobre sus labios mientras movía su cuerpo sensualmente para permiti que el vestido se cayese hasta la cintura. Se levantó para dejarlo caer del todo y, con su pie, lo empujó hasta un lado de la habitación, quedándose sólo en la preciosa lencería que se había petso ese día.
– Muy bien, eres una buena chica. – El coño de Amanda se estremeció al oir eso, ¡Era una buena chica! (…Eres una perra…) – ¿Y qué hace una buena chica cuando tiene a su hombre delante?.
Amanda se arrodilló sin decir nada más y comenzó a lamer de arriba a abajo el consolador. Susana estaba muy satisfecha, Amanda aprendía rápido. No le volvería a pasar nunca lo del último sábado. La secretaría estaba a cien viendo como su jefa devoraba la polla que se había puesto.
– Muy bien… eres una buena perra… (…¡Soy una buena perra!…). – Dijo, mientras apartaba con cariño el pelo de su cara. – Hoy te has portado muy bien, has obedecido y has llevado las bolas chinas todo el día…
Amanda estaba orgullosa, ¡Se había portado bien! ¡Era una buena chica! (…Perra…) Eso significaba que se había ganado su premio… (…Tu placer no importa…)
– Vamos a ver si te sigues portando igual de bien… – Susana dijo esto mientras se separaba de Amanda y se ponía a cuatro patas sobre el escritorio.
Apartó el hilo de su tanga dejando acceso libre a su jefa. No tuvo que decir nada más, en unos segundos Amanda se afanaba en comerse el coño de la mujer por segunda vez en su vida. Susana bajó la cintura para poner sobre la boca de Amanda su ojete y ésta no rechistó, su lengua comenzó a juguetear con el, haciendo circulos e intentando pequeñas incursiones. Susana estaba en la gloria, Amanda se esforzaba para darle todo el placer que era capaz de ofrecer…
Cuando comenzó a sentir que el orgasmo de la pelirroja estaba a punto de llegar, comenzó a aumentar el ritmo y a alternar sus lamidas entre el culo y el coño de la chica hasta que consiguió que se corriese sobre su boca. Mientras recibía el orgasmo, estuvo a punto de correrse ella también (…Su placer es tu placer…), ¿Qué le pasaba? Si ni siquiera se había tocado…
Susana se bajó de la mesa y, agarrando de las copas del sujetador de Amanda tiró hacia abajo dejando sus tetas al aire. Comenzó a acariciar lentamente los pezones de su jefa, mientras la rodeaba y se situaba tras ella. Amanda notaba las tetas de Susana pegadas a su espalda y la polla de plástico rozándole el culo. Esto, unido a las caricias en los pezones de Susana la estaba volviendo loca. La secretaria comenzó a pellizcarla pero, lejos de causarle dolor, le daban pequeños espasmos de placer.
– ¿Quieres que probemos de qué sirvieron nuestros ejercicios del fin de semana? – Preguntó Susana.
– Mmmm Siii
Susana empujo la espalda de Amanda hasta que esta se inclinó, quedando con el culo en pompa y las tetas pegadas a su escritorio. La pelirroja apartó el tanga de Amanda a un lado y de un empujón le metió la polla en el coño. Estaba tan empapada que no le costó ningún trabajo.
Después de unas cuantas embestidas y, una vez lubricado el consolador, sacó la polla y la colocó en la entrada trasera de Amanda. Susana comenzó a introducirla despacito, disfrutando de las maravillosas vistas que tenía, viendo como la enorme polla desaparecía en el culo de su jefa hasta que éste se la tragó entera. La mantuvo dentro unos instantes para que Amanda se aclimatase a ella.
– Eres una buena perra… Tu culo se la ha tragado enterita… – Diciendo esto volvió a sacarla hasta la punta y de nuevo adentro.
Repitió ese movimiento varias veces, llevando al éxtasis a su jefa. Cuando notó que estaba a punto de correrse, comenzó a aumentar la velocidad, acompañando las embestidas con pequeños azotes en las nalgas, o con pellizcos en los pezones.
Amanda no podía aguantar más. Nunca había imaginado disfrutar tanto por el culo, ¡Era maravilloso! ¡Era una buena perra! Eh… ¡Chica! El orgasmo la sobrevino de repente, pero no vino sólo, comenzó a encadenar un orgasmo tras otro sin descanso, dejándose caer sobre el escritorio puesto que las piernas no eran capaces de aguantarla.
Susana sacó la polla del culo de su jefa, dejando el ojete abierto en una O enorme. Amanda se dió la vuelta inmediatamente y, arrodillándose, comenzó a limpiar la polla con su lengua hasta dejarla impoluta.
– Muy bien pequeña… Eres una buena perra… Satisfarás totalmente a cualquiera que quiera poseerte…
Amanda estaba orgullosa de los comentarios de Susana. Y además se había corrido como nunca…
– Parece que te ha gustado el juego que hemos hecho con las bolas chinas… No te preocupes que ya se me ocurrirán más cosas a las que jugar…
Mientras decía esto, Susana se estaba quitando el arnés y comenzando a vestirse. Se dio la vuelta y salió del despacho, no sin antes girarse en la puerta y lanzarle un beso a Amanda, que todavía estaba desnuda y arrodillada en medio de la sala.
PARA CONTACTAR CON LA AUTORA
 

Relato erótico: “Burke Investigations (04)” (POR JANIS)

$
0
0

 

El caso del perro violador. Capítulo 4.
El rostro de Belle era la pura representación de la sorpresa. Se veía en aquella grabación, desnuda y atada; se oía gritar y suplicar; incluso reconocía su propia forma de correrse. Comprobó que estaba más joven, más niña. Hacía unos años de aquella grabación.
Elsa se inclinó y pausó la escena. Belle quedó con los ojos fijos en la imagen estática. El gran dogo tironeaba de su miembro anudado, intentando sacarlo de la vagina dela Belleaniñada, que aullaba, agitando la cabeza, contra el suelo acolchado.
―           ¿Cuándo pasó? – preguntó suavemente Elsa.
―           No… no…
―           ¿Dónde se encuentra ese sótano?
Belle meneó la cabeza, incapaz de pronunciar nada.
―           ¿Quién te llevó allí? ¿Conoces a esas mujeres?
―           ¡NO LO SÉ! – exclamó finalmente, como si sacara la cabeza del fondo de un estanque para poder respirar. — ¡No recuerdo esto!
Elsa la miró. Aquellas lágrimas eran reales, no era una actuación. La tomó de los brazos y la estrechó contra su pecho desnudo, calmándola, murmurándole, casi cantándole palabras tranquilizadoras, hasta que la chiquilla se quedó adormilada entre sus brazos.
Con la modorra, llegó el sueño, y con el sueño, el recuerdo esquivo. Belle se acordó de aquel rostro que la asustaba, que la persiguió tantas noches en turbias pesadillas que no recordaba. El hombre de los dientes de oro.
Despertó sobresaltada. Estaba acostada en la cama de Elsa, seguía desnuda, pero estaba cubierta por la sábana. La detective estaba sentada en el sofá, frente a ella. Se había colocado una camiseta sobre su cuerpo, pero nada de ropa interior. Repasaba, quizás por centésima vez, la grabación. No iba a confesar jamás que se humedecía cada vez que la veía. Miró a la chiquilla.
―           ¿Te encuentras mejor? – le preguntó.
Belle meneó la cabeza, negándolo. Tenía los ojos enrojecidos y las mejillas mojadas. Incluso durmiendo había estado llorando.
―           Recuerdo… un hombre…
―           ¿Si? ¿Sabes su nombre?
La chiquilla negó de nuevo con la cabeza.
―           Tiene dientes de oro y sus ojos son fríos y duros – le describe. – Solo le vi una vez.
―           ¿Es este? – Elsa le buscó en la grabación, pausando la imagen.
Belle se levantó y acudió a su lado, arrastrando la sábana, que portaba como una larga capa. Se estremeció al ver el odioso rostro.
―           Si, es él…
―           ¿Cuándo le viste la cara? ¿En qué sitio? – preguntó ansiosa Elsa. ¿Dispondría de una nueva pista?
―           En mi colegio.
―           ¿En tu colegio? – se asombró la detective. — ¿Cuánto tiempo hace de esto? ¿Qué recuerdas? ¡Por Dios, Belle, necesito saberlo!
―           Hace… hace tres años… tenía quince… Estudiaba en el colegio católico Melvin, de Pasadena. Ese es el uniforme – señaló con un dedo la pantalla.
―           Sigue. Sitúate como si estuviera pasando.
―           Habían anunciado un nuevo taller de alfarería y todas estábamos entusiasmadas… me dirigía allí… no lo vi escondido…
―           Sigue, Belle, casi lo tienes.
―           Debajo de las escaleras… en el viejo patio. Estaba ese hombre esperando… esperándome… con esos dientes de oro. ¡Allí le vi! ¡Allí me atrapó!
―           ¿Qué más recuerdas, Belle? Haz un esfuerzo.
La chiquilla negó con la cabeza. Se asomó a la terraza, llevando siempre la sábana sobre ella. Ya no había luna, estaba por amanecer.
―           Todo es confuso. Creo que me drogó. Recuerdo un pañuelo o algo así, sobre mi boca. Pero no me acuerdo de nada más, y menos de… ¡ESO! – señaló la escena congelada, en ese momento en la pantalla, como si fuera una imagen de la película El Exorcista.
―           Tranquila, pequeña, ya no te puede hacer daño.
―           Pe-pero… me la metió… ¡Ese puto perro me metió su asquerosa polla! – estalló.
Elsa la contempló, pensando en todas las cerdadas que Belle había pronunciado, horas antes, al borde del orgasmo. De acuerdo que saber que la había violado un perro no era para dar saltos de alegría, pero… ¿cómo podía ser tan modosa ahora cuando la había hecho correrse como nunca, un rato antes? ¿Es que tenía un desarreglo mental? ¿Doble personalidad? ¿Trastorno bipolar?
Elsa no era una experta en estos temas, pero cabía la posibilidad. Lo único cierto era que Belle era una víctima, en cualquier caso, y que no podía pedirle más ayuda que la que podía recordar. Elsa estaría a su lado, para protegerla y para cuidarla. La atrajo hasta sentarla a su lado, acunándola y besándole el rostro. Supo calmarla, arrullándola con su voz, contándole lo primer que se le pasó por la cabeza, para que su mente no volviera a ese punto. Le habló incluso de una de sus misiones en Pakistán, sin importarle revelarle datos militares. El caso es que la respiración de Belle se serenó hasta el punto de empezar a dar cabezadas cuando el sol apuntó desde el este.
Elsa llamó a Ava Miller, mientras conducía hacia Pasadena. Le informó que no tenía más pistas sobre el paradero del DVD, y que, desgraciadamente, debería cerrar el caso. Ava le pidió que siguiera investigando un poco más, por si surgía algo nuevo que posibilitara recuperar lo que deseaba.
―           Como quiera. Es su dinero – alzó el hombro de la mano que manejaba el volante del BMW.
El colegio privado era mixto desde diez años atrás. Todos vestían uniformes. Las chicas las faldas azules, los chicos pantalones del mismo color. Las camisas blancas eran indistintas para ambos sexos. Zapatos negros y corbatas rojas, estrechas. Algunos alumnos portaban sobre los hombros, o atados a la cintura, livianos jerseys azules, como complemento. Elsa no tenía apenas datos que le permitieran meter las narices en los archivos del colegio, pero si podía hablar con los conserjes. Estos tipos suelen ser las mejores fuentes de información, pues suelen estar en el meollo de los problemas. Quizás es algo que viene con el cargo…
Le costó una sonrisa y un billete de veinte pavos. Un viejo conserje, de sonrisa algo desdentada, se acordaba de todo, hasta de las medidas de Marilyn Monroe, que en paz descanse. Una niña desapareció tres años atrás, en febrero. Él estaba en el colegio, y se acordaba. Y si, se acordaba también del taller. Nunca se llegó a realizar, ni siquiera se impartió su clase de inauguración, pero todo estaba preparado, incluso los palés con los bultos de arcilla habían llegado esa misma mañana. Era un taller anunciado como tarea alternativa, pero se retiró el mismo día, cuando llegó la policía para investigar la desaparición de la niña.
Luego, una semana más tarde, la niña apareció. Se había escapado de casa, una travesura.
―           ¿Volvió a este colegio? – preguntó Elsa.
―           No, porque sabría quien es. Debía ser de las más jóvenes, porque no recuerdo su rostro y yo tengo una memoria excelente para las chicas guapas – casi babeó al decir aquello.
Aquel taller escamaba el instinto de sabueso de la detective. ¿Por qué se suspendía una de esas actividades en un colegio privado, donde no faltaba el dinero? Solo por dos motivos: uno, no se presentaba ningún alumno; dos, el profesor no aparecía…
Solo necesitaba hacer unas cuantas preguntas a la secretaria del colegio y enterarse quien fue ese monitor de alfarería. No le costó otro billete, pero si varias sonrisas a una madura cacatúa que la devoró con los ojos. Pero tenía un nombre: W. Tythos. Elsa lo había escuchado con anterioridad, pero no recordaba dónde, ni cuando. Tendría que buscarlo en Google.
DIARIO DE BELLE: Entrada 2 / Fecha: 20-4-…
 
He visto todo el contenido del DVD. He visto mi escena seis veces, pero no recuerdo nada. Ni esas mujeres, ni el perro, solo la cara del tipo de los dientes de oro. Cuantas más veces la veo, más morbo me da. Me he masturbado dos veces… Ya no me asusta, ni me preocupa. Como dice Elsa, ya ha pasado, no me puede hacer daño, pero ver como me embiste esa bestia, como se hincha su pene en el interior de mi… ¡Dios! Tengo la piel erizada.
Incluso esas mujeres que me violentan, que introducen sus dedos en mi interior… ¿Será ese el verdadero motivo que ha condicionado mi vida, antes de que ocurriera todo lo demás? ¿Por eso me gustan las mujeres?
Bueno, debo decir que ese cacho de perro me violó y no por eso me gustan los chuchos. No sé qué pensar, salvo que deseo que Elsa esté ya de vuelta. Me siento vacía sin ella. Sabe que le oculto cosas. No es tonta. Al contrario, es la persona más inteligente que he conocido, pero no me presiona, deja que todo surja en su momento.
Quiero amarla de nuevo. Joder… otro dedito más…
Fin de entrada.
―           Wassy Tythos… sabía que te conocía – musitó Elsa, ante una de las pantallas del Centro Hamsson para Jubilados.
Era un artista plástico, así se llamaban ahora los escultores, que estaba tomando relevancia. Parecía que, en estos dos últimos años, había encontrado un mecenas que le estaba sacando de su mediocridad.
¿Así que este artista había estado a punto de dar una clase de cerámica a unos jovencitos? ¿Qué sucedió? ¿Una brutal resaca que le impidió cumplir con su compromiso?
―           ¿Encuentras lo que buscabas, muñeca? – le preguntó el octogenario que estaba a su lado, intentando ver algo más que el canalillo de sus senos.
―           Si, casi he acabado, señor Thorne. Ha sido usted muy amable de dejarme su puesto – contestó ella, sonriéndole.
―           Por ti, lo que sea, Elsa. Me recuerdas tanto a mi Judith…
Elsa buscó el nombre del patrocinador de Tythos, pero no lo encontró, pero supo que era la tercera vez que exponía obras en la galería ArteMisa. ¿Eso podía significar algo? Puso el nombre de la galería en el buscador y supo que estaba en Hollywood, y que pertenecía a un grupo de inversiones llamado Dekstron Inc.
Bueno, algo era. Tenía que llamar al Barón y averiguar quien estaba detrás de aquel nombre empresarial. El hacker chino le debía un par de favores aún.
―           Muchas gracias por su amabilidad, señor Thorne – le dijo Elsa, levantándose de la silla y dándole un besito en la calva.
―           Nada, querida, cuando quieras vuelves a visitarme – la abrazó el viejales, abarcando algo más que su cintura con las manos.
Una rápida visita a la galería ArteMisa no da resultados. Las obras del artista, algo infantiles según el gusto de Elsa, llenan parte del gran local, pero no hay ni rastro de Tythos. Intentar conseguir su dirección no sirve de nada con el maduro y agitado gay que dirige la sala de exposición.
―           Le puedo dar su número de teléfono, señorita, o bien, puede pasarse por aquí esta noche. El señor Tythos da una charla sobre arte y pasión – le dijo el gerente, señalando un cartel con la foto del artista.
Por fin, una noticia interesante. Elsa se acercó al afiche, contemplando bien el rostro, y sonrió, girándose hacia el hombre.
―           Nos veremos esta noche – se despidió.
Elsa aparcó el coche y llamó a Johanna. Estaba ante el inmueble que contenía su ático. No tenía recados urgentes.
“Bien. Necesito concentrarme en este follón.”
Belle estaba tirada en la cama, viendo la tele, y solo llevaba un batín corto de Elsa sobre su cuerpo. Al ver a la detective, se puso en pie, y se acercó a ella, con la cabeza baja, avergonzada.
―           ¿Qué te ocurre, niña?
―           Elsa, yo…
Elsa la tomó de las manos, intentando que levantara la cabeza y la mirara.
―           Me siento tan… llena de vergüenza – musitó finalmente, con los celestes ojos muy húmedos.
―           ¿Por qué? Tú no tienes la culpa de nada.
Elsa abrió los brazos y Belle se refugió entre ellos, sintiéndose a salvo del mundo, arropada por la fuerte personalidad de la mujer. Besó la mejilla morena y estuvo a punto de darle un lametón. Se contuvo.
―           Vamos, vístete. Te llevaré a almorzar – Elsa le hizo dar media vuelta y le palmeó suavemente el trasero, haciéndola reír.
Devoró a la joven con los ojos, admirándola mientras se vestía. A cada día que pasaba, Elsa estaba más enganchada a esa jovencita, y se asustaba de la fuerza que estaban tomando esos sentimientos. No podía apartar la mirada de esas largas piernas, de esos rutilantes cabellos que destacaban como hilos de oro blanco. Quería aspirar esa juventud y belleza que se desprendían de ella.
Parpadeó, obligándose a apartar la mirada mientras la chiquilla se colocaba unos shorts muy cortitos y estrechos, rojos, y una camisita blanca, de manga sisa y cuello chino. Se calzó unas de las nuevas sandalias compradas la víspera y pasó al cuarto de baño a retocar sutilmente su imagen, con un poco de lápiz de labios.
―           ¿Dónde me llevas? – preguntó Belle, una vez en el coche.
―           Vamos al puerto deportivo de Torrance. ¿Te gusta el tiburón?
―           No lo sé.
―           Bien. Vas a probarlo hoy.
El sitio resultó ser una gran terraza, abierta al mar, en los mismos muelles deportivos. Grandes sombrillas de paja ofrecían sombras a las numerosas mesas y los clientes almorzaban entre balandros y yates. Belle quedó encantada con el restaurante y miraba de reojo a la gente elegante que comía a su alrededor. También era consciente de los ojos que estaban clavados en sus piernas desnudas, pero eso le gustaba; le encantaba saberse deseada y estar al lado de Elsa.
Dejó que Elsa pidiera por las dos, mientras ella admiraba a la detective. Hoy se había vestido con unos apretados jeans que ceñían sus caderas como un guante. Una camisa de corte masculino, en un tono tostado, estaba lo suficientemente abierta como para mostrar un buen canalillo, para acabar remetida en los jeans, bajo un ancho cinturón de piel de serpiente. Como siempre que trabajaba, Elsa calzaba deportivas y, a veces, botas militares.
Elsa estaba sentada al sol, con sus gafas oscuras ocultando sus maravillosos ojos, lo que molestaba un tanto a Belle, quien había preferido la protección de la sombrilla, dada la claridad de su piel. A cada hora que pasaba a su lado, Belle estaba más segura que Elsa era la mujer de su vida, y elaboraba cien planes distintos para sincerarse con ella. Deseaba hacerlo, mejor dicho, necesitaba hacerlo. Contarle la verdad a Elsa era indispensable, pero, a la vez, demasiado traumático. Belle se sentía morir de vergüenza cuando pensaba seriamente en ello. Por eso mismo, aplazaba este acto una y otra vez.
―           Ya sé que no me contestaste cuando te lo pregunté, pero me intriga… — dijo la chiquilla, colocando sus gafas de sol sobre a cabeza.
―           ¿Qué cosa?
―           Que si habías matado a alguien.
Elsa esperó a que el camarero depositara su cerveza yla Pepside Belle en la mesa, y se alejara, para responder.
―           No como detective, pero si como policía y como soldado. Pero nunca hubo nada personal, siempre fue en defensa propia, o bien cumpliendo órdenes. No te voy a decir un número, Belle.
―           Está bien. Es suficiente.
―           ¿Por qué tienes tanto interés en saberlo?
―           No lo sé… no hago más que darle vueltas a esos tipos que me buscan…
―           ¿Los colombianos?
―           Si. Necesitaba saber si puedes defenderme. Eso es todo – la chiquilla bajó la mirada.
―           No te preocupes. Sabré defenderte.
―           Mi bello caballero – sonrió Belle, dando un trago a su refresco.
―           ¡Jajaja…! ¿Me quitarás la armadura esta noche?
Belle le sacó la lengua y calló, pues el camarero se acercaba con su pedido. Tiburón asado, acompañado de una salsa de algas y almejas, sobre un lecho de hojaldre.
―           Huele bien – opinó Belle, inclinándose sobre su plato.
―           La carne tendrá un ligero regusto a leña, al haber sido asada en un espetón, mézclala con la salsa a cada bocado – recomendó la detective.
Belle tuvo que admitir que era un bocado exquisito, aunque tuvo que acostumbrarse al sabor un tanto acre de la carne. No había molestas espinas como en otros pescados, y la salsa estaba deliciosa. Belle no dejaba de hacerle preguntas sobre su vida y su trabajo, demostrando gran curiosidad. Llegaron a los postres muy animadas, y pidieron un pudding de nueces, regado de crema Chantilly, para compartirlo.
―           Hay una pregunta que me ronda la cabeza – dijo Elsa, de repente, tras una pequeña lucha de cucharillas para atrapar más nata.
―           ¿Si? – contestó la chiquilla, llevándose el trofeo a la boca.
―           ¿Te dedicaste a ser modelo después de salir del colegio privado, o bien ya estabas en eso mientras estudiabas?
A Belle no le gustó el tono de esa pregunta. Parecía lógica e inocente, pero Elsa la miraba fijamente. Soltó la cucharilla en el plato.
―           No volví nunca a ese colegio. Estuve enferma, con una neumonía. Mamá me ingresó en el hospital. Ahora que he visto esa grabación, supongo que la neumonía pudo ser una excusa, una invención. Seguramente, revisaron mis heridas o algo así. El caso es que mi madre me explicó que había estado muy enferma y que debía estar bajo su observación algunas semanas. Contrató una profesora particular y estudié en casa. Mamá fue quien me presentó a unas pruebas fotográficas para hacer de modelo, un poco después.
Elsa cabeceó, satisfecha con la explicación.
―           Así que tu madre se gana bien la vida, ¿no?
―           Supongo, ¿por qué lo preguntas?
―           Me has dicho que tu padre es marino y que llevas dos años sin verle. La pensión que puede pasarle a tu madre no puede cubrir un colegio privado, ni clases particulares. Así que tu madre es quien consigue los ingresos para casa…
―           Y, como trabaja con colombianos, piensas que es una narcotraficante, ¿no? – dijo Belle, mordaz.
Elsa alzó sus hombros.
―           Eres tú la que ha llegado a esa conclusión – dijo Elsa, alzando la mano y llamando al camarero. – La cuenta, por favor.
―           No sé lo que hace mi madre, pero ya lo había pensado…
―           Chica lista. ¿Te apetece asistir a una charla sobre arte esta tarde?
―           ¿Arte? – se extrañó la joven.
―           Si, escultura.
―           ¿Eso te da morbo?
Elsa estalló en carcajadas, en el momento en que el camarero traía la factura. Entregó su tarjeta y miró a Belle.
―           No, ya eres lo suficientemente morbosa por las dos, nena. Es un asunto laboral pero no me gusta ir sola a un acto social, destaco demasiado.
―           Ah, pues entonces iremos. ¿Hay que ir de gala?
―           No, solo vistosas – se rió de nuevo la detective.
Elsa tenía un hombro apoyado en una de las estrechas columnas de metal que aguantaban el techo en cúpula de la galería ArteMisa. Junto a ella, Belle sostenía una copa casi vacía de cava en una mano, y con la otra jugueteaba con los dedos de Elsa. Mantenían una atención cortes, pero distante, a lo que el señor Tythos trataba de comunicarles.
Elsa, sobria y elegante con su pantalón blanco y una camisa de seda negra, totalmente abotonada y cerrada en el cuello con un lazo blanco. Belle, por el contrario, juvenil y alegre, con unos vaqueros muy ceñidos, tirantes y una camisa de hombre que Elsa le había dejado, blanca con rayitas azules. Llevaba los puños remangados y el cuello alzado. Unas sandalias de tacón fino, blancas, remataban sus pies. Ambas llevaban el pelo recogido y arreglado. Elsa en un alto moño. Belle había trenzado toda su larga melena en una frondosa trenza que surgía de la parte superior de su cabeza.
Estaban espléndidas, pero no superaban en absoluto las trajes caros y la pedrería que exhibía, allí dentro, la treintena de personas reunidas. Wassy Tythos hablaba y hablaba, sobre las nuevas texturas, sobre el cénit de los arcos discordantes, sobre arte vivo, y otros temas que no decían nada para Elsa. Pero el hombre parecía muy contento de escuchar su propia voz en aquel espacio engalanado con sus obras. Para la detective, estas obras eran un fiel reflejo de su creador. El artista era un tipo encorvado y reseco, de manos fuertes y grandes, curtidas por la talla y los ásperos materiales. Tendría unos cuarenta y tantos años y poseía una buena mata de pelo, negra e hirsuta, difícil de peinar. Una barbita bien recortada adornaba su mentón, y vestía como un patrón de yate; solo le faltaba la gorra.
―           ¿Nos perdemos ahí detrás y me metes mano? – le sopló a la oreja Belle, con mucha picardía.
―           ¡No seas descarada!
―           ¡Es que me aburrooooo!
Con disimulo, Elsa le otorgo varios pellizcos en las nalgas, que hicieron saltar a la rubita.
―           ¡Ouch! ¡Ouch!
Habían pasado una tarde muy divertida, cuando llegaron al ático. Belle llenó el jacuzzi y llamó a Elsa, esperándola desnuda dentro del agua. No pudo resistirse, por supuesto. Estuvieron más de una hora en remojo, brindándose placeres, hasta que se pasaron a la cama.
Elsa estaba descubriendo que permanecer cerca de Belle era caer, una y otra vez, en la tentación más frenética. La chiquilla conocía demasiadas triquiñuelas eróticas como para solo llevar la vida que le había relatado. Tenía que haber mucho más…
Finalmente, el artista acabó con su disertación y los invitados se dispersaron, unos para hablar con él, otros hacia los canapés y las bebidas que esperaban sobre una mesa. Elsa esperó a que los asistentes desocuparan a Tythos y se dirigió en su busca.
―           Una charla muy amena. Tiene usted profundos conocimientos sobre arte, señor Tythos.
―           Muy agradecido, señora…
―           Señorita Burke – se presentó Elsa, extendiendo la mano.
―           Encantado, señorita Burke – la estrechó el artista.
―           Lo mismo digo. He seguido su ascenso con curiosidad.
―           ¿Si? ¿Es usted agente artística?
―           No, soy profesora de idiomas en el colegio católico Melvin, en Pasadena. ¿Lo recuerda?
El rostro afilado de Tythos se tensa, su sonrisa se borra.
―           Ahora mismo, no caigo…
―           Oh, es una lástima. Nos conocimos allí. Usted iba a dar un taller sobre alfarería artística, uno de esos interesantes cursos alternativos para los alumnos.
―           ¡Ah, si! ¡Ya recuerdo! – se relajó un poco.
―           Estaba muy ilusionada con aquella posibilidad, ¿sabe? Aún no comprendo por qué se suspendió el taller, de repente – dijo Elsa, apurando su copa y depositándola en la bandeja de un camarero.
―           Bueno, ya sabe. Hay cosas que fallan, imposibilidad de fechas…
―           Lo que es verdaderamente curioso es que usted, hace tres años, era poco más que un artista callejero. Ese curso ya estaba financiado y pagado… Perder una ocasión así, debió de dolerle, señor Tythos.
―           ¿Quién es usted? – masculló, en voz baja, el artista. Una vena, en su sien izquierda, empezó a latir.
Elsa sacó una tarjeta del pequeño bolso que llevaba en una mano y se la ofreció.
―           ¿Detective privado? No tengo nada que hablar con usted – intentó escabullirse.
―           Como prefiera. Estoy investigando el antiguo secuestro de una menor en el colegio Melvin, justo el mismo día en que usted no se presentó para el anunciado taller…
El artista se quedó quieto, esperando más información.
―           Han surgido nuevas pruebas sobre aquel asunto, que podrían reabrir el caso. ¿Prefiere usted hablar con la policía?
―           Este no es el lugar… Venga – Tythos se giró y caminó rápidamente hacia el fondo de la sala.
Elsa se giró hacia Belle, quien la miraba, con una ceja alzada. Le hizo un gesto que la esperara ahí y siguió al artista. El hombre la esperaba en un pequeño despacho, con un montón de latas de barniz sintético en uno de los rincones. Cerró la puerta cuando Elsa entró.
―           ¿Qué es lo que quiere? – preguntó, lamiéndose los labios.
―           Me gustaría saber por qué se suspendió aquel taller de alfarería.
―           No lo sé. No me dieron explicaciones. Yo andaba metido en todos esos pequeños cursillos, en aquella época. En colegios, salas de juventud, hogar de jubilados… El administrador del colegio contrató el taller y él mismo me llamó para decir que se suspendía.
―           ¿El administrador del colegio?
―           Si.
Elsa no recordaba ningún administrador, sino una administradora.
―           ¿Recuerda su nombre?
―           Era algo que sonaba a gracioso… ¿Un beso tonto? No. ¿Un beso loco? ¡Si, eso es! Madkiss… el señor Madkiss.
―           ¿Seguro?
―           Si, ese era el nombre con el que estaba firmado el cheque que me envió, con la mitad de lo acordado. Nada más.
―           Está bien, señor Tythos. Le estoy muy agradecida por su ayuda.
―           Espero no volverla a ver por aquí – se despidió él, recuperando su orgullo.
―           Espero que no esté usted implicado, sino me volverá a ver, téngalo por seguro – respondió la detective, acojonándole.
Caminó de regreso hasta donde la esperaba Belle y, tomándola de la mano, abandonaron la galería.
Elsa intentaba poner orden en sus ideas, pero le estaba costando trabajo. Estaba tumbada en su cama, con las manos en la nuca, en camiseta y braguitas, y mirando el techo. Belle se encontraba en la terraza, tentando a Bernard, según ella.
Tenía un caso entre manos al que no le veía la salida. Sospechaba de la implicación de Lana Warner, pero carecía de pruebas sólidas. No se le ocurriría acusar, sin ellas, a un peso pesado como la viuda Warner; seria un suicidio. Por otro lado, intentaba reconstruir el secuestro y violación de Belle. Entre ambos casos existían sutiles conexiones que no acababan de fraguar. El puzzle estaba aún disperso, nebuloso, en una palabra, incompleto.
Sintió cosquillas en uno de sus pies. Belle, a cuatro patas, se reía, pues había llegado hasta ella sin que la detectase, perdida en sus cavilaciones.
―           ¡Buuu! – exclamó la jovencita.
―           Uy, que susto – respondió Elsa, sin mover un músculo.
―           ¡Sosa! – le sacó la lengua Belle. — ¿Has acabado?
―           Que remedio. Tengo un cacao mental impresionante.
―           Puedo ayudarte, si quieres – se ofreció Belle, tumbándose a su lado.
―           ¿Cómo?
―           Dicen que cuando tienes algo en la punta de la lengua y no consigues recordarlo, lo mejor es hacer otra cosa. ¡Pues hagamos otra cosa! – expuso Belle para, seguidamente, besarle el cuello.
―           ¡Jajajaja! ¿Otra vez?
―           Otra y otra más… y después, otra… Siempre estoy sedienta de ti.
―           Un hombre sabio dijo: “Dadle de beber al sediento…”
―           Muy sabio era, si, señora – Belle hundió su lengua en la boca que adoraba, cortando una conversación cada vez más tonta y sin sentido.
Elsa sacó sus manos de debajo de la nunca, abrazando a Belle. Aquellos labios la volvían loca. No, no eran los labios, era toda ella, toda Belle. Jamás nadie había influido en ella como esa chiquilla; nadie había conseguido apartarla tan fácilmente de sus convicciones, de sus costumbres. Solo Belle.
¿Qué tenía ella de especial? ¿Qué la hacía tan sensual, tan deseable?
Dejó de pensar y la atrajo aún más contra ella, hasta sentir una de sus esbeltas piernas buscar un sitio entre las suyas.
Allá vamos otra vez, pensó.
Si queréis comentar algo, mi email es: la.janis@hotmail.es
 
Para ver todos mis relatos: http://www.relatoseroticosinteractivos.com/author/janis/
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!/


 
Viewing all 8038 articles
Browse latest View live