Quantcast
Channel: PORNOGRAFO AFICIONADO
Viewing all 7974 articles
Browse latest View live

Relato erótico: ” Hércules. Capítulo 12. Detención..” (POR ALEX BLAME)

$
0
0

Capítulo 12: Detención

La policía tardó un rato en llegar. Tuvo la oportunidad de huir, pero todo le daba igual. Ahora que había saciado su sed de venganza, se sentía más vacio aun y la imagen de la mujer a la que había matado se le aparecía constantemente en su mente. Merecía ser detenido. Merecía pasar el resto de su vida en la cárcel.

La policía entró con su típica sensibilidad, tirando la puerta abajo, con las armas preparadas. Hércules permaneció sentado en el borde de la cama, con la mirada baja mientras seis hombres armados le apuntaban y le gritaban intentando penetrar en su aturdido cerebro. Le decían algo de tumbarse en el suelo y poner las manos en la espalda, pero como Hércules no daba señales de entender y su aspecto era intimidante hicieron que uno de ellos no se complicase más la vida y le disparase con un táser.

Los cincuenta mil voltios recorrieron su cuerpo haciendo que todos sus músculos se contrajesen dolorosamente justo antes de perder el conocimiento.

Despertó en una celda pequeña. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero la luz de la mañana se colaba por un ventanuco iluminando una pared sucia y llena de pintadas. Se incorporó aturdido y con los músculos doloridos. Se estiró y echó un vistazo alrededor. Tras diez minutos dando vueltas como un león enjaulado, decidió leer las pintadas de la pared para pasar el rato.

Había sencillos pareados del tipo:

“Hay que joderse con todos los presentes,

resulta que aquí todos somos inocentes.”

“Me perdí por sus curvas y su cálido interior,

y es que los Mercedes son mi perdición.”

Otros eran un poco más elaborados aunque no se podía decir que llegasen a ser literatura:

“Era una puta loca,

pero como follaba…

tanto me besaba la boca

como un cuchillo sacaba

y cargada de coca

me apuñalaba.

Un día me cansé

y al otro barrio la mandé.

Ahora solo y angustiado

me hago un paja y me corro desolado.”

Solo uno le llamó verdaderamente la atención, no sabía muy bien por qué:

“Ella era la mente y yo las manos que ejecutaban.

Por ella hacía cualquier cosa,

por sus labios rojos ,

por sus pechos pálidos y hermosos,

por un roce de sus muslos gloriosos.

Juntos en la cama, todo era hambre,

pero fuera de ella, nos cubría la sangre.

Por ella maté.

Por ella estoy aquí encerrado.

Por ella me acosan como a un perro enjaulado.

Pero como cualquier perro, estoy satisfecho,

estos polizontes nunca sabrán por mí lo que mi ama ha hecho.”

—¡Vaya! La bella durmiente ha despertado justo a tiempo. —dijo un policía acercando unas esposas a la puerta de la jaula mientras otro le cubría con el táser a punto— Es hora de ver al inspector.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

PRÓXIMO CAPÍTULO: GAYS

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR :
alexblame@gmx.es

 

Relato erótico: “El ídolo 1: Mi compañera no es puta, es ninfomana”. (POR GOLFO)

$
0
0

 

Os quiero aclarar antes de que empecéis a leer mis vivencias que sé que ninguno me va a creer. Me consta que os resultara difícil admitir que fue real y que en verdad me ocurrió. Para la gran mayoría podrá parecerle un relato más o menos aceptable pero nadie aceptará que un ídolo prehispánico haya cambiado mi vida. Reconozco de antemano que de ser yo quien leyera esta historia, tampoco me la creería. Es más si no fuera porque cada mañana al despertar mi antigua profesora de arqueología me trae desnuda el desayuno a mi cama, yo mismo dudaría que me hubiese pasado….
Para empezar, quiero presentarme. Me llamo José y soy un historiador especializado en cultura Maya. La historia que os voy a narrar ocurrió hace cinco años en lo más profundo de la selva Lacandona (para quien no lo sepa, esta selva está en Chiapas, un estado del sureste mexicano famoso por conservar sus raíces indígenas).
Por el aquel entonces yo era solo un mero estudiante de postgrado bajo el mando estricto de Ixcel Ramírez, la jefa del departamento. Esa mujer era una autoridad en todo lo que tuviese que ver con el México anterior a Cortés y por eso cuando me invitó a unirme a una expedición a lo más profundo de esa zona, no dudé un instante en aceptar. Me dio igual tanto su proverbial mala leche como las dificultades intrínsecas que íbamos a sufrir, vi en ello una oportunidad para investigar el extraño pueblo que habita sus laderas.
Desde niño me había interesado la historia de los “lacandones”, una de las últimas tribus en ser sometidas por los españoles  y que debido a lo escarpado de su hábitat nunca ha sido realmente asimilada. A los hombres de esa etnia se les puede distinguir por sus melenas lacias y sus vestimentas blancas a modo de túnicas, en cambio sus mujeres  suelen llevar una blusa blanca complementada por faldas multicolor. Se llaman a ellos mismos “los verdaderos hombres” y se consideran descendientes del imperio maya.
Me comprometí con Ixcell en agosto y como la expedición iba a tener lugar en diciembre para aprovechar la temporada seca,  mis siguientes tres meses los ocupé en estudiar la zona y prepararme físicamente para el esfuerzo que iba a tener que soportar en ese lugar. Pensad que no solo nos enfrentaríamos a jornadas maratonianas sino que tendríamos que sufrir más de treinta y cinco grados con una humedad realmente insana.  Previendo eso diariamente acudí al gimnasio de un amigo que comprendiendo mi problema me permitió, durante ese tiempo, ejercitarme en el interior de la sauna. Gracias a ello, cuando llegó el momento fui el único de sus cinco integrantes que toleró el clima que nos encontramos, el resto que no tuvo esa previsión lo pasó realmente mal.
Ahora me toca detallaros quienes éramos los miembros de ese estudio:
En primer lugar como ya os he contado estaba la jefa que con treinta y cinco años ya era una figura en la arqueología mexicana. Su juventud y su belleza habían hecho correr bulos acerca que había obtenido su puesto a través de sus encantos pero la realidad es que esa mujer era, además de una zorra insoportable, un cerebrito. Su indudable atractivo podía hacerte creer esa mentira pero en cuanto buceabas en sus libros, solo podías quitarte el sombrero ante esa esplendida rubia.
Como segundo, la profesora había nombrado a Luis Escobar, un simpático gordito cuyo único mérito había sido el nunca llevarle la contraria hasta entonces.
Para terminar, estábamos los lacayos. Alberto, Olvido y y yo, tres estudiantes noveles para los cuales esa iba a ser nuestra primera expedición. De ellos contaros que Alberto era un puñetero nerd, primero de mi promoción pero en el terreno, un verdadero inútil. Su carácter pero sobre todo su débil anatomía hizo que desde el principio resultara un estorbo.
En cambio, Olvido era otra cosa. Además de ser brillante en los estudios, al compaginar estos con la práctica del atletismo resultó ser quizás una de las mejor preparadas para lo que nos encontramos. Morena, cuyos rasgos denotaban unos antepasados indígenas, os reconozco que desde el primer día que la conocí  me apabulló tanto por su tremendo culo como por la fama de putón que gozaba en la universidad.
El viaje hasta el yacimiento.
Todavía hoy recuerdo, nuestro viaje hasta esas tierras. La primera etapa de nuestro viaje fue llegar a San Cristóbal de las Casas, pueblo mundialmente conocido tanto por su arquitectura colonial como por ser considerada la capital indígena del sureste. Esa mañana agarramos un avión desde el D.F. hasta Tuxtla Gutiérrez y una vez allí, un autobús hasta  San Cristóbal.
Haciendo noche en ese pueblo, nos levantamos y pasando por los lagos de Montebello nos trasladamos en todoterreno hasta el rio Ixtac donde tomamos contacto por vez primera con los kayaks que iban a ser  nuestro modo de transporte en esas tierras.
Todos nosotros sabíamos de antemano que esas canoas eran el modo más rápido de llegar a nuestro destino pero aun así Alberto no llevaba ni diez minutos en una de ellas cuando se empezó a marear y tuvimos que dar la vuelta para evitar que al vomitar volcara la barca.
El muy cretino había ocultado que era incapaz de montar en barco sin ponerse a morir. Como os imaginareis le cayó una tremenda bronca por parte de Ixcell ya que su enfermedad le hacía inútil para la expedición. Por mucho que protestó e intentó quedarse con el resto, la jefa fui implacable:
-Te quedas aquí. No vienes.
Sabiendo que entre los cuatro restantes tendríamos que llenar su hueco y que no había forma para reclutar otro miembro, le dejamos en tierra y tomamos los kayacks. Nuestro destino era una escarpada montaña llamada Kisin Muúl  . La traducción al español de ese nombre nos debía haber avisado de lo que nos íbamos a encontrar, no en vano en maya significa “montaña maligna”. Los habitantes de esa zona evitan siquiera acercarse. Para ellos, es un lugar poblado por malos espíritus del que hay que huir.
Tras seis horas remando por esas turbias aguas, nos estábamos aproximando a ese lugar cuando de improviso la canoa en la que iba Luis se vio inmersa en un extraño remolino del que se veía incapaz de salir. Esa fue una de las múltiples ocasiones en las que durante esa expedición Olvido demostró su fortaleza física ya que dejando su kayack varado en una de las orillas, se lanzó nadando hasta el del gordito y subiéndose a ella, remando  consiguió liberarla de la corriente.
Su valiente gesto tuvo una consecuencia no prevista, al mojarse su ropa, la camisa se pegó a su piel dejándome descubrir que mi compañera, además de un culo cojonudo, tenía unos pechos de infarto.
“¡Menudo par de tetas!”, pensé al admirar los gruesos pezones que se adivinaban bajo la tela.
Si ya de por sí eso había alborotado mis hormonas, esa morenaza elevó mi temperatura aún mas al llegar a la orilla y sin importarle que estuviéramos presentes, se despojara de la camisa empapada para ponerse otra.
“¡Joder! ¡Qué buena está!”, exclamé mentalmente al observar los dos enormes senos con los que la naturaleza le había dotado.
Como me puso verraco el mirarla, tratando que no se me notara desvíe mi mirada hacia mi jefa. Eso fue quizás lo peor porque al hacerlo descubrí que Ixcell estaba también totalmente embobada mirando a la muchacha. En ese momento creí descubrir en sus ojos el fulgor de un genuino deseo y por eso no pude menos que preguntarme si esa profesora era lesbiana mientras la objeto de nuestras miradas permanecía ajena a lo que su exhibicionismo había provocado.
Una vez solucionado el incidente, recorrimos el escaso kilometro que nos separaba de nuestro destino y con la ayuda del personal indígena, establecimos nuestra base a escasos metros de la pirámide que íbamos a estudiar. Para los que lo desconozcan, os tengo que decir que en el sureste mexicano existen cientos de pirámides mayas, toltecas u olmecas, muchas de ellas no gozan más que de una protección teórica por parte de las autoridades. Por eso la importancia de la de Kisin Muúl, su remota ubicación nos hacía suponer que nunca había sido objeto de expolio pero también era extraño que nuestros antepasados se hubiesen ocupado de esconderla ya que no aparecía en ningún códice ni maya ni español.
La ausencia de Alberto se hizo notar ese mismo día porque al no tener mas que cuatro kayacks para portar todo el equipo, tuvimos que dejar atrás tres de las cinco tiendas individuales previstas y por eso mientras las montábamos asumí que por lógica me iba a tocar compartirla con Luis. Nunca esperé que la jefa tuviese otros planes y que una vez anochecido y mientras cenábamos nos informase que como necesitaba repasar con su segundo las tareas del día siguiente, yo dormiría con Olvido en la más pequeña.
Ni que decir tiene que no me quejé y acepté con agrado esa orden ya que eso me permitiría disfrutar de la compañía de ese bellezón. Me extrañó que mi compañera tampoco se quejara, no en vano lo normal hubiese sido que nos hubiese dividido por sexos. Esa misma noche descubrí la razón de su actitud porque nada mas entrar en la tienda, la morena me soltó:
-No sabes cómo me alegro de dormir contigo- mi pene saltó dentro del pantalón al oírla al pensar que se estaba insinuando pero entonces al ver mi cara, prosiguió diciendo: -¿Te fijaste en cómo Ixcell me miró las chichis?
Haciéndome el despistado le dije que no y entonces ella murmurando dijo:
-Me miró con deseo.
Muerto de risa porque hubiese pensado lo mismo que yo, respondí tanteando  el terreno:
-Yo también te miré así.
-Sí, pero tú eres hombre- contestó y recalcando sus palabras, me confesó:  – No soy lesbiana y no me gusta que una vieja me observe con lujuria.
Sus palabras despertaron mi lado oscuro y acomodando mi cabeza sobre la almohada le solté:
-Entonces, ¿no te importará que mire mientras te desnudas?
Soltando una carcajada se quitó la camisa y tirándomela a la cara  respondió:
-Te vas a hartar porque duermo en tanga- tras lo cual, se despojó de su pantalón y medio en pelotas se metió dentro del mosquitero y sonriendo, me dijo: -Te doy permiso de ver pero no de tocar.
Su descaro me hizo gracia y cambiando de posición, me la quedé mirando fijamente mientras le decía:
-Eres mala- siguiendo la guasa, señalé mi verga ya erecta y le dije: -¿Cómo quieres que se duerma teniendo a una diosa exhibicionista a su lado?
Fue entonces cuando llevando una de sus manos hasta su pecho, descojonada, comentó mientras uno de sus pezones:
-¿Me sabes algo o me hablas al tanteo?
Como os podréis imaginar, me quedé pasmado ante tamaña burrada y más cuando con voz cargada de lujuria, preguntó:
-¿No te vas a desnudar?
De inmediato me quedé en pelotas sin importarme el revelarle que entre mis piernas mi miembro estaba pidiendo guerra. Olvido al fijarse, hizo honor a su nombre y olvidando cualquier recato, se empezó a acariciar mientras me ordenaba:
-¡Mastúrbate para mí!
Su orden me destanteó pero al observar que la mujer había introducido su mano dentro del tanga y que se estaba pajeando sin esperar a que yo lo hiciera. Aceptando que tal y como se decía en la universidad, esa cría era una ninfómana insaciable y que tendría muchas oportunidades de beneficiármela durante la expedición, cogí mi verga entre mis dedos y comencé a masturbarme.
-¡Me encanta cabrón!- gimió sin dejar de mirarme- ¡Lo que voy a disfrutar durante estos dos meses contigo!
La expresión de putón desorejado que lucía su cara me terminó de excitar y acelerando mis maniobras, le espeté:
-Hoy me conformaré mirando pero mañana quiero tu coño.
Mis palabras lejos de cortarla, exacerbaron su calentura y zorreando contestó:
-Tómalo ahora.
Como comprenderéis dejando la seguridad de mi mosquitero, me fui al suyo. Olvido al verme entrar, se arrodilló y sin esperar mi permiso, abrió su boca y se embutió mi verga hasta lo más profundo de su garganta mientras con su mano torturando su pubis. La experiencia de la cría me obligó a dejarla el ritmo. Su lengua era una maga recorriendo los pliegues de mi glande, de manera que rápidamente todo mi pene quedó embadurnado con su saliva. Entonces, se la sacó y me dijo:
-Te voy a dejar seco esta noche- tras lo cual se lo introdujo lentamente.
Me encantó la forma tan sensual con la que lo hizo: ladeando su cara hizo que rebotase en sus mofletes por dentro, antes de incrustárselo. Su calentura era tanta que no tardé en notar que se corría con sus piernas temblaban al hacerlo. Por mucho placer que sintiera, en ningún momento dejó de mamarla. Era como si le fuera su vida en ello. Si bien no soy un semental de veinticinco centímetros, mi sexo tiene un más que decente tamaño y aun así, la muchacha fue capaz de metérselo con facilidad. Por increíble que parezca, sentí sus labios rozando la base de mi pene mientras mi glande disfrutaba de la presión de su garganta.
La manera en la que se comió mi miembro fue demasiado placentera y sin poder aguantar, me corrí sujetando su cabeza al hacerlo. Sé que mi semen se fue directamente a su estómago pero eso no amilanó a Olvido, la cual no solo no trató de zafarse sino que profundizando su mamada, estimuló mis testículos con las manos para prolongar mi orgasmo.
-Dios, ¡Qué gusto!- exclamé desbordado por las sensaciones.
Sonriendo, la puñetera cría cumplió su promesa y solo cuando ya no quedaba nada en mis huevos, se la sacó y abriéndose de piernas, me dijo:
-Date prisa. ¡Quiero correrme todavía unas cuantas veces antes de dormir!
Hundiendo mi cabeza entre sus muslos, me puse a satisfacer su antojo…
El rutinario trabajo de campo tiene sus satisfacciones.
Esa mañana nos despertamos al alba y tras vestirnos, salimos a desayunar. Ixcell y Luis se nos habían adelantado y ya habiendo desayunado, nos azuzaron a que nos diéramos prisa porque había mucho trabajo que hacer. Los malos modos en los que nuestra jefa se dirigió tanto a Olvido como a mí me extrañaron porque no le habíamos dado motivo alguno o eso creí.
Alucinando por sus gritos, esperé que saliera para directamente preguntar al gordito que mosca le había picado.
-Joder, ¿Qué te esperas después de la noche que nos habéis dado?- contestó con sorna -¡No nos fue posible dormir con vuestros gritos!
“¡Con que era eso! Debe ser cierto que es lesbiana y me la he adelantado”, pensé temiendo sus represalias, no en vano era famosa por su mala leche.
Al terminar el café y dirigirme hacia la excavación, se confirmaron mis peores augurios porque obviando que había personal de la zona y que en teoría estaban ahí para esas tareas, esa zorra me mandó desbrozar la zona aledaña al área de trabajo. Queriendo evitar el conflicto, machete en mano, empecé a abrir un claro mientras dos “lacandones”, sentados sobre un tronco, me miraban y haciendo señas, se reían de mí:
-Menudos cabrones- murmuré en voz baja cada vez mas encabronado.
Uno de los indígenas al advertir mi cabreo, se acercó hasta mí y con un primitivo español, me dijo:
-Hacerlo mal. Mucho trabajo y poco resultado- tras lo cual me quitó el machete y me enseñó que para cortar las lianas primero debía de dar un corte en lo alto y luego irme a ras de tierra.
-Gracias- respondí agradecido al ver que esa era la forma idónea de atacar esa maleza.
El tipo sonrió y sin dirigirse a mí, se volvió a sentar junto a su amigo. Durante toda la jornada y eso que estaban a escasos metros de mí, ninguno de los dos me volvió a hablar. A la hora de comer, le conté lo sucedido a mi compañera, la cual me contestó:
-Pues has tenido suerte porque a mí esos pitufos directamente me han ignorado.
-Mira que eres bestia, no les llames así- recriminé a Olvido porque ese apelativo que hacía referencia a su baja estatura podía ofenderles.
Descojonada, murmuró a mi oído:
-El más alto de ellos, no me llega al hombro- y entornando los ojos, me soltó: -De ser proporcional, tendrán penes de niños.
La nueva burrada me hizo reír y pegando un azote en su trasero, le pregunté porque le pedía a uno que se lo enseñara y así lo averiguaba. Sabedora que iba de broma, puso gesto serio y pasando la mano por mi paquete, respondió:
-A lo mejor lo hago, si dejas de cumplir.
Solo la aparición de nuestra jefa, evitó que le contestara como se merecía y en vez de darle un buen pellizco en las tetas, tuve que tapar mi entrepierna con un libro para que Ixcell no se diera cuenta del bulto que crecía bajo mi pantalón. La arqueóloga tras saludarnos se sentó y desplegando un mapa aéreo de la zona, nos señaló una serie de montículos que le hacían suponer que había otras ruinas.
Al estudiar las fotografías, me percaté que de ser ciertas las sospechas de mi jefa, las estructuras estaban orientadas hacía un punto exacto de una de las montañas cercana.
-Tienes razón- contestó y dando la importancia debida a mi hallazgo, nos dijo: -Mañana iremos a revisar.
Una vez levantada la reunión, nos pasamos las siguientes horas haciendo catas en los terrenos con la idea de buscar la mejor ubicación donde empezar a escavar.  El calor y la humedad que tuvimos que soportar esa tarde nos dejaron agotados y fue la propia Ixcell la que al llegar las cinco, nos dijo que lo dejáramos por ese día y que nos fuéramos a descansar.
“Menos mal”, me dije dejándome caer sobre la cama.
Llevaba menos de un minuto cuando desde afuera de la tienda, me llamó Olvido diciendo:
-Voy a darme un baño a la laguna. ¿Te vienes?
Su idea me pareció estupenda y cogiendo un par de toallas salimos del campamento. Al tener que cruzar una zona tupida de vegetación, nos tuvimos que poner en fila india, lo que me permitió admirar las nalgas de esa morena.
-Tienes un culo precioso- dije sin perder de vista esa maravilla.
Mi compañera escuchó mi piropo sin inmutarse y siguió su camino rumbo a la charca. Cuando llegamos y antes de que me diera cuenta, Se desnudó por completo y se tiró al agua por lo que tuve que ser yo quien recogiera su ropa.
-¿Qué esperas?- gritó muerta de risa.
Su tono me hizo saber que nuestro baño iba a tener una clara connotación sexual y por eso con rapidez me desprendí de mis prendas y fui a reunirme con ella. En cuanto me tuvo a su alcance, me agarró por la cintura pegó su pecho a mi espalda. No contenta con ello empezó a frotar sus duros pitones contra mi cuerpo mientras con sus manos agarraba mi pene diciendo:
-Llevo con ganas de esto desde que me desperté.
No me costó ver reflejado en sus ojos el morbo que le daba tenerla asida entre sus dedos y sin esperar mi permiso, comenzó a pajearme. Mi calentura hizo que me diera la vuelta y la cogiera entre mis brazos mientras la besaba. Hasta entonces Olvido había mantenido prudente pero en cuanto sintió la dureza de mi miembro contra su pubis, se puso como loca y abrazándome con sus piernas, me pidió que la tomara.
Al notar como mi pene se deslizaba dentro de ella, cogí sus pechos con las manos y agachando la cabeza empecé a mar de ellos a lo bestia:
-Muérdelos, ¡Hijo de la chingada!
Sus palabras solo hicieron acelerar lo inevitable y presionando mis caderas, se la metí hasta el fondo mientras mis dientes se apoderaban de uno de sus pezones.
-Así me gusta ¡Cabronazo!
Reaccionando a sus insultos, agarré su culo y forcé mi penetración hasta que sentí los vellos de su coño contra mi estómago. Fue entonces cuando comencé a moverme sacando y metiendo mi verga de su interior.
-¡Me tienes ensartada!- gimió descompuesta por el placer.
Su expresión me recordó que todavía no había hecho uso de su culo y muy a su pesar, extraje mi polla y la puse de espaldas a mí.
-¿Qué vas a hacer?- preguntó al sentir mi capullo tanteando el oscuro objeto de deseo que tenía entre sus nalgas.
Sin darle tiempo a reaccionar y con un movimiento de caderas, lo introduje unos centímetros dentro de su ojete. Entonces y solo entonces, murmuré en su oído:
-¿No lo adivinas?
Su esfínter debía de estar acostumbrado a esa clase de uso por que cedió con facilidad y tras breves embestidas, logré embutir su totalidad dentro de sus intestinos.
-¡Maldito!- gimió sin intentar repeler la agresión.
Su aceptación me permitió esperar a que se relajara. Fue la propia Olvido la que después de unos segundos empezara a moverse lentamente. Comprendiendo que al principio ella debía llevar el ritmo, me mantuve tranquilo sintiendo cada uno de los pliegues de su ano abrazando como una anilla mi extensión.
Poco a poco, la zorra aceleró el compás con el que su cuerpo era acuchillado por mi estoque y cuando creí llegado el momento de intervenir, le di un duro azote en sus nalgas mientras le exigía que se moviera más rápido. Mi montura al oír y sentir mi orden, aulló como en celo y cumpliendo a raja tabla mis designios, hizo que su cuerpo se meneara con mayor rapidez.
-¡Mas rápido! ¡Puta!- chillé cogiéndole del pelo y dando otra nalgada.
Mi renovado castigo la hizo reaccionar y convirtiendo su trote en un galope salvaje, buscó nuestro mutuo placer aún con más ahínco.  Aullando a voz en grito, me rogó que  siguiera por lo que alternando entre un cachete y otro le solté una tanda de azotes.
-¡Dale duro a tu zorra!- me rogó totalmente descompuesta por la mezcla de dolor y placer que estaba asolando su cuerpo.
Desgraciadamente para ambos, el cúmulo de sensaciones hizo que explotando dentro de su  culo, regara de semen sus intestinos. Olvido al experimentar la calidez de mi semilla, se corrió con gritos renovados y solo cuando agotado se la saqué, dejó de chillar barbaridades.
Con mi necesidad saciada por el momento, la cogí de la mano y junto con ella salimos de la laguna.  Fue en ese instante cuando al mirar hacía la orilla, mi compañera se percató de una sombra en medio de la espesura y cabreada preguntó quién estaba allí.
-¿Qué pasa?- le dije viendo que se había puesto de mala leche.
Hecha una furia, me contestó:
-¡Alguien nos ha estado espiando!. Seguro que ha sido alguno de los lacandones- tras lo cual y sin secarnos, nos pusimos algo de ropa y fuimos a ver si lográbamos pillar al voyeur.
Pero al llegar al lugar donde había visto al sujeto, descubrimos que no eran huellas de pies descalzos las que hallamos en el suelo sino las de unas zapatillas de deporte.
-Ha sido Luis- dije nada más verlas.
-Te equivocas- me alertó y señalando su pequeño tamaño, contestó: -¡Ha sido Ixcell!
Las pruebas eran claras y evidentes. Como en cincuenta kilómetros a la redonda no había nadie calzado más que nosotros, tuve que aceptar que ¡Nuestra jefa nos espiaba!.
-Será zorra- indignada se quejó y clamando venganza, dijo: -Si esta mañana se ha quejado de mis gritos, ¡Qué no espere que hoy la deje dormir!

 

Su amenaza me alegró porque significaría que  esa noche me dejaría seco y por eso con una sonrisa en los labios, la seguí de vuelta a la base.
 
Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 
 
 

 

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 
 

Relato erótico: “Crónicas de las zapatillas rojas: la camarera.” (POR SIGMA)

$
0
0

CRONICAS DE LAS ZAPATILLAS ROJAS: LA CAMARERA.

Un consejo: es conveniente, aunque no forzoso leer Cazatesoros: Sydney y las zapatillas rojasExpedientes X: el regreso de las zapatillas rojas y Alias: La invasión de las zapatillas rojas antes de leer esta historia.
Gracias a Vaquita por su inspiración.
Por Sigma
Patricia Evans se movía rápida y alegremente entre las mesas del bar sirviendo las copas, con gran agilidad se desplazaba entre los eternos obstáculos, siempre sonriente.
Era una joven de rizado cabello pelirrojo, piel blanca y rostro aniñado, lo que contrastaba con las voluptuosas curvas de su figura: sus preciosos y grandes senos distraían a todo hombre que llegaba a verlos, su esbelta cintura los acentuaba aun más y sus proporcionadas caderas completaban su bella figura de forma armoniosa.
Llevaba puesta una camiseta de algodón, unos pantalones ajustados que llegaban hasta sus pantorrillas y en sus pies unos cómodos zapatos tenis que le permitían aguantar la jornada de trabajo.
– Uuufff, que noche -pensó mientras volvía a la barra por más órdenes- por fortuna casi termina, ha sido una larga semana.
Pero su figura y alegría habían atraído la atención de alguien en particular, un hombre sentado al fondo casi entre las sombras, sin llamar la atención, la miraba atentamente. Llevaba su largo cabello obscuro en una cola de caballo, una camiseta de algodón negra y levemente ajustada, pantalones de vestir y botines de piel negros. Un cinturón con hebilla de plata contrastaba con su obscura ropa, la pieza de metal llevaba esculpida en relieve la cabeza de medusa. Unos pocos lo conocían como Xander Scorpius pero no era su verdadero nombre, era sólo un alias útil a sus fines. Era más conocido por sus contactos y equipo simplemente como X.
– Mmm… Vaya, pero que tenemos aquí, que lindura… -pensó mientras se llevaba su copa a los labios- semejante belleza no debería estar aquí.
Había viajado a un ciudad al sur para ultimar detalles de la operación con uno de sus contactos del extranjero. Tras hacer planes en un bar elegido al azar el contacto se marchó, justo entonces X había visto a la pelirroja sirviendo las bebidas.
– Debería estar en mi harem… -X trataba de capturar solamente a mujeres que sirvieran a su plan maestro, pero había algo en la joven que lo atrajo de inmediato por lo que decidió darse un capricho.
– La quiero… debe ser mía -pensó decidido mientras terminaba su bebida y la llamaba con un gesto. Minutos después ella se acercó a donde estaba.
– Si señor ¿Quiere algo más? -le dijo con una encantadora sonrisa enmarcada por sus rizos rojos.
– Si, en realidad le quiero preguntar algo… señorita…
– Patricia…
– Si, gracias Patricia. Verás, soy dueño de una empresa de modas ¿Has oído de Xcorpius?
La joven lo pensó un momento antes de responder.
– Si… creo que la he escuchado -X se alegró, aunque ya tenían prestigio su empresa aun era relativamente desconocida- ¿Que se le ofrece?
– Bueno, mi nombre es Xander, te confieso que no he dejado de observarte y me preguntaba si querrías modelar para nosotros…
– ¿Como? -respondió sorprendida la joven.
– Vamos a lanzar una línea nueva, estoy buscando chicas jóvenes para la campaña publicitaria, y creo que eres perfecta para nosotros ¿Te interesa?
Aunque a Patricia no le molestaba la idea ni le desagradaba el cliente, había algo en la situación que la hizo desconfiar…
– No se… es muy repentino… -empezó a decir.
– Mira queremos que modeles esto -dijo el hombre al sacar una caja y de esta unas zapatillas rojas de tacón alto- son para la próxima colección y creo que tu lucirías fabulosa con ellos.

La pelirroja los observó con cuidado. El exterior parecía terciopelo y estaba cubierto de complejos diseños florales. El alto tacón era grueso y llevaba el mismo diseñó de la zapatilla, la punta abierta dejaría ver los dedos del pie y una pequeña flor adornaría justo encima.

– Son muy bonitos -dijo al fin, aunque ella no los acostumbraba debido a su trabajo- pero no estoy segura de…
– Vamos dame una oportunidad… llevo tiempo buscando sin éxito alguien como tu.
– Lo siento pero no creo que…
– Tienes dudas, lo entiendo, al menos piénsalo, pruébalos -le dijo mientras le daba la caja con las zapatillas- estaré aquí mañana y me dirás que te parece, si para entonces aun no te convencen no te  volveré a molestar. ¿De acuerdo?
– Mmm… bueno, usted gana, lo pensaré -le dijo Patricia mientras le daba la cuenta- pero no le prometo nada.
– Perfecto, perfecto, gracias -dijo al pagar añadiendo una más que generosa propina.
– Hasta mañana -se despidió la joven al alejarse de la mesa llevándose la caja.
– Hasta luego esclava –respondió X en voz baja.
Apenas un par de horas después Patricia ya estaba en su departamento preparándose para dormir, se había puesto unos cómodos pantaloncillos cortos y una playera delgada, tras cepillarse los dientes se sentó en la cama y entonces recordó el extraño encuentro de esa noche.
– ¡Que raro! De verdad parecía desesperado por que yo aceptara -pensó, entonces recordó las zapatillas en la caja junto a la cama- mmm… vamos a ver.
Las sacó de la caja gris en la que solamente aparecía la palabra Xcorpius en letras negras en la tapa.
– Uufff, no se como pueden ponerse tacones tan altos -pensó mientras observaba esas largas columnas- con esto no aguantaría ni una hora de trabajo.
Tras mirarlos unos instantes se inclinó y con cuidado se las colocó en sus delicados pies. Entraron con gran facilidad quedándole a la perfección.
– Vaya pero ¿Como supo cual era mi medida? Esto se pone más raro -pensó sorprendida- mejor será que no acepte la oferta. Mmm… debo admitir que son muuuy cómodos.
Se levantó de la cama y dio un par de pasos vacilantes pues no acostumbraba usar tacones y menos tan altos.
– ¡Uuuoooohh! -exclamó al sujetarse a un mueble apenas evitando caer- mejor me quito esto antes de que me mate.
Se volvió a sentar y se quitó la zapatillas rojas.
– Lastima, son muy bonitas y por la marca exclusiva, muy raras -pensó mientras se recostaba- pero hay algo en esto que no me da confianza…
Una hora después Patricia dormía plácidamente boca abajo, su rostro hacia un lado y una mano junto a su cabeza, sus largas piernas extendidas sobre la cama, su blanco cuerpo reflejando la débil luz de la luna.
En ese momento empezó a sonar en la distancia el suave y agudo trino de una flauta, a un ritmo lento.
A un lado de la cama las zapatillas rojas empezaron a vibrar con la música, primero de forma tenue pero conforme la melodía aceleraba cada vez de forma más evidente, de pronto, de la parte de atrás de las zapatillas fueron surgiendo un par de cintas del mismo color rojo, aparecían de la nada como extendiéndose de la misma estructura del calzado.
Al fin cada una alcanzó unos veinte centímetros de largo y comenzaron a ondular con la música como tentáculos. Cuando la melodía alcanzó su clímax las zapatillas comenzaron a moverse como si estuvieran vivas, dieron un par de pasos hasta llegar a los pies de la cama y ayudándose de las cintas comenzaron a subir por la orilla de la cobija hasta llegar arriba del colchón.
Entonces, moviéndose muy despacio, se fueron acercando a los descubiertos pies de la indefensa pelirroja.

Tras ponerse justo detrás de la punta de sus pies las zapatillas se colocaron “boca abajo”, con los tacones apuntando casi hacia el techo, entonces las cintas se sujetaron muy despacio a los deliciosos dedos de Patricia y paulatinamente comenzaron a subir por los empeines, muy lentamente.

De pronto la joven se movió entre sueños, al instante las zapatillas se quedaron inmóviles, pero sin soltarse de los pies de ella, que quedó recostada de lado, al igual que sus piernas, lo que facilitó la invasión de las zapatillas embrujadas, que de inmediato continuaron subiendo y colocando los pies de la joven dentro del calzado.
Finalmente cubrieron los talones y en un movimiento tan rápido como suave las cintas se enredaron posesivas a los tobillos de la chica.
Solamente X sabía que al ser activadas por la música las zapatillas se convertían casi en un ser vivo cuyo único deseo era capturar a una hembra y someterla, hacerla suya, no sólo para su propio hambriento placer, sino para el beneplácito del Amo de las zapatillas.
Una vez colocadas, las ahora sensualmente estilizadas piernas de Patricia se fueron poniendo bien rectas poco a poco, primero los dedos, luego las plantas de sus pies se tensaron, los tobillos, los músculos de sus esculturales pantorrillas se pusieron duros, las rodillas bien derechas y al fin los esbeltos muslos, luego las piernas con los pies casi de punta  hicieron girar el cuerpo de la pelirroja hasta ponerla boca arriba para permitir así que las zapatillas se familiarizaran con el cuerpo de su nueva victima, comenzando a sensibilizarla a su poderosa influencia física, mental y sexual.
La chica seguía dormida, inconsciente de lo que le ocurría gracias a las zapatillas hechizadas, las manos a los lados de su cabeza, sus labios de color rosa entreabiertos suavemente, como preparada para un profundo y apasionado beso.
Primero sus piernas se encogieron hasta poner las rodillas casi en el pecho, luego se extendieron bien derechas a unos centímetros de tocar el colchón, luego una pierna bajó y la otra subió, se intercambiaron posiciones varias veces, como si caminara en el aire, después se levantaron derechas y juntas perpendiculares a la cama y se abrieron al máximo en V, para luego bajar hasta casi tocar la sabana y encogerse todavía bien abiertas, como lista para ser poseída por su amante. Finalmente las piernas empezaron a cruzarse una sobre la otra como las de una profesora en los sueños de un estudiante.
Mientras tanto la suave respiración de la joven empezó a acelerarse pues aun dormida empezaba a experimentar un gran placer, en sus sueños se veía recostada entre almohadones, perfumes y texturas orientales, vestida con sedosas y translucidas telas que cubrían su cuerpo, muchos anillos en sus dedos y varias pulseras en sus tobillos, miraba lánguidamente una exótica habitación alfombrada. Entonces escuchó un chasquido de dedos, una música árabe empezó a sonar y ella empezó a bailar para su sultán, sus pies descalzos casi de puntas, sus manos bien arriba sobre la cabeza, sus caderas y hombros girando a ritmo suavemente.
Fuera de su sueño Patricia emulaba perfectamente los movimientos con su cuerpo sonámbulo, moviéndose por la habitación con la gracia sobrenatural que le daban las zapatillas rojas sobre los tacones, mientras se excitaba cada vez más, a cada momento más vulnerable al poder del hechizado calzado.
Respiraba cada vez más rápido, su cabeza reclinada hacia atrás y sus ojos cerrados, sus pezones marcándose tras la playera, su vagina húmeda y lista.
Finalmente tuvo un pequeño orgasmo entre sueños que la hizo sonreír levemente.
Casi al amanecer las zapatillas la llevaron de vuelta a su cama, liberaron sus pies y de un salto bajaron del colchón, pero antes de colocarse en su lugar se acercaron a los tenis de la pelirroja que estaban tirados junto a la cama, las puntas de los tacones se colocaron tocando el costado de las suelas del calzado deportivo y un doble chasquido metálico resonó en el cuarto al ser implantados fragmentos de las zapatillas rojas originales en los tenis.
La joven se movió un poco en la cama debido al sonido pero segundos después dormía de nuevo profundamente. Las zapatillas volvieron a su sitio silenciosamente justo al momento en que la música terminaba, dejando la alcoba como si nada hubiera pasado… o casi.
En un automóvil negro a una calle de distancia X sonreía al apagar la música mientras Bombón, su chofer y guardaespaldas le preguntaba extrañada:
– Pero mi señor ¿Por que no la hizo venir de inmediato para llevárnosla?
– Ah, eso ya sería muy fácil, esta vez quiero que ella misma se entregue a nosotros para acompañarnos, claro, con un poco de ayuda de las zapatillas…
La mañana siguiente Patricia se despertó lista para enfrentar el nuevo día.
– Aaaauuunn -bostezó delicadamente mientras salía de la cama- mmm… creo que no dormí bien, aun me siento un poco cansada.
Se vistió, desayunó algo ligero, se fue primero a correr y luego a nadar, lo que la relajó y la hizo sentir mejor.
En la noche, tras una buena ducha, se puso un juego de ropa interior negra sencilla luego una camiseta negra, unos pantaloncillos hasta la rodilla y sus cómodos tenis.
Un par de horas después estaba en el bar repartiendo las bebidas y sintiéndose fabulosamente bien, moviéndose con más agilidad que nunca entre las personas, evitando incluso un par de posibles accidentes gracias a la velocidad de sus pies, moviéndose casi con la música.
– Vaya, que bien me siento, ni me cansó, ni me tropiezo, creo que me levanté con el pie derecho -pensaba sonriente mientras se movía con gracia entre un grupo de clientes- lo único que quisiera es detener este roce de mis pantaletas en mi entrepierna ¡Me está volviendo loca!
Entonces vio a al hombre de la noche anterior al fondo del bar y con gran seguridad se acercó llevando la caja.
– Buenas noches -saludó de nuevo con una sonrisa mientras devolvía la caja- después de pensarlo decidí que no estoy preparada para trabajar de otra cosa. Gracias de todos modos.
– Oh, no me diga… bueno al menos lo intenté -le respondió X fingiendo decepción- si cambias de idea aquí te dejo mi teléfono y la dirección del hotel donde me hospedo, me voy mañana temprano.
– Se lo agradezco pero no creo que cambie nada -dijo recordando su presentimiento de que algo no estaba bien con la oferta de trabajo, para luego despedirse y dirigirse a la barra.
– Ya veremos si no vuelves a mi encanto -pensó X divertido mientras sacaba un pequeño aparato ultrasónico de su bolsillo.

La pelirroja se movía con soltura llevando un pedido cuando de pronto sus pies tropezaron torpemente entre si, provocando que se le cayera la bandeja con bebidas sobre un grupo de clientes.

– ¡Hey!
– ¡Oye ten cuidado!
– ¡Maldita sea!
– Oh, lo siento mucho, lo siento -se disculpó avergonzada mientras recogía los vasos y un murmullo burlón sonaba alrededor.
Minutos después llevaba otro pedido cuando una explosiva sensación de placer la golpeó en su entrepierna como si fuera un látigo.
– ¡Aaahhhh! -gimió sin poder evitarlo mientras se caía de nuevo la bandeja, ahora en el piso, salpicando a una gran cantidad de personas.
– ¡Aaayyy!
– ¡Cuidado!
– ¡Que torpe!
– Perdón, fue mi culpa -empezó a disculparse a la vez que pensaba- oohh debe haber sido el roce de estas estúpidas pantaletas, no vuelvo a usarlas…
Empezaba a creer que quizás no se había levantado con el pie derecho después de todo, pero no tenía idea de lo que aun le aguardaba…
En menos de una hora tiro o derramó otras tres charolas de bebidas sobre clientes e incluso sobre si misma, sus pies se tropezaban solos o una inesperada sensación de gozo le hacía encogerse y gemir. Empezaba a sentirse avergonzada y excitada a la vez. Lo que la confundía.
– ¿Pero que me pasa? -pensó ya desesperada cuando el encargado le ordenó que descansara unos minutos.
Lo peor era que se sentía cada vez más estimulada sexualmente.
– ¡Oooohhh! -gimió mientras cubría con los brazos sus ya duros y sensibles pezones marcándose incluso en su ropa interior y camiseta- necesito… necesito un poco de… desahogo.
De inmediato entró al baño y metió la mano en sus pantaloncillos para empezar a masturbarse lentamente, sensualmente.
– Mmm… si… eso necesitaba -pensaba la joven al sentarse mientras cerraba los ojos y sus labios se entreabrían tentadoramente- quizá con esto… olvide esta… mala noche.
Pero X la había visto ir al baño y tenía otros planes para Patricia.
– Empieza el espectáculo -pensó sonriente al ajustar su control ultrasónico.
En el baño la linda pelirroja sintió que el placer que se daba se duplicaba en un instante.
– ¡Oooohhh!… ¡Siiiii!… ¡Siiiiii! -sollozaba suavemente mientras sentía que todo le daba vueltas, como en un torbellino… empezó a escuchar una salvaje música que la puso más frenética aun a la vez que percibía que su cuerpo entero comenzaba a vibrar desde la punta de sus pies hasta sus grandes senos. El placer finalmente la abrumó y no pudo contenerse más.
– ¡Aaaaahhhh! ¡Aaaaahhh! ¡Siiiiiiii! -casi gritaba al alcanzar un delicioso orgasmo. Pero al mismo tiempo que la salvaje música dejaba de sonar se dio cuenta de un raro silencio sólo perturbado por una serie de murmullos alrededor. Cuando la pelirroja abrió los ojos se encontró con que ya no estaba en el baño, se encontraba en medio del bar con su mano aun metida en sus pantaloncillos y rodeada por los clientes que la miraban con una mezcla de sorpresa, desprecio y lujuria.
– ¿Que? No es posible… yo… -empezó a balbucear mientras pensaba que definitivamente se había levantado con el pie izquierdo.
En ese momento X salía por la puerta del bar con una sonrisa en su rostro.
Patricia llegó a su departamento descorazonada, había perdido su trabajo y casi la detenían dos policías que tomaban una copa por “faltas a la moral”. No era un buen momento para ella, un par semanas antes había perdido también su trabajo en el gimnasio y ahora esto, además era muy independiente para pedir ayuda.
– Oh… ¿Pero que pudo pasarme? -pensaba preocupada pues se acercaba la fecha de pagos- ¿Y ahora que puedo hacer?
Mientras se desvestía encontró en un bolsillo la tarjeta del hombre del bar.
– Vaya… casi lo olvidaba… -pensó mientras la observaba con cuidado- Xander Scorpius… mmm… me pregunto si… debería ir.
Dudando aun, al terminar de ponerse su ropa de dormir decidió consultarlo con la almohada.
– Mañana será otro día -murmuró filosóficamente mientras se acostaba y apagaba la luz.
Pero aunque no lo sabía su día aun no terminaba, pues empezó a tener extraños sueños eróticos en los que jugaba al tenis vestida con una entallada playera que insinuaba sus grandes pezones, una minúscula falda que mostraba fácilmente con cada movimiento una pequeñísima tanga blanca y en sus pies llevaba unos coquetos zapatos tenis que eran como zapatillas de tacón alto de plataforma.
A cada golpe de la raqueta Patricia sentía un enorme placer sexual que aumentaba debido a los silbidos y aplausos del público que admiraba cada curva y cada movimiento de la voluptuosa pelirroja.
– Aaahhh… aaaaahhh… aaahh -empezó a gemir con cada golpe y revés hasta que explotó de forma deliciosa y desinhibida.
– ¡Ooooooohhhhhh!
Mientras tanto, en el mundo real la pelirroja bailaba ágilmente por su departamento gracias a sus zapatos tenis hechizados que se habían apoderado de ella mientras dormía, poseyéndola y aumentando su vulnerabilidad al poder de las zapatillas rojas. El dulce rostro dormido de Patricia mostraba una gran sonrisa de satisfacción por el reciente orgasmo mientras seguía bailando sensualmente en la soledad de su apartamento.

Al día siguiente, tras un rápido baño, la encantadora joven se puso una camiseta blanca, unos pantalones de mezclilla, sus tenis y de inmediato se dirigió al hotel del hombre del bar, encontrándolo justamente en la entrada del lujoso edificio. Al parecer esperando su automóvil.

– Buenos días… -le dijo sonriendo tímidamente al acercarse- señor Xander. ¿Se acuerda de mi?
– Ah, por supuesto… Patricia ¿No? Es un placer verla de nuevo.
– Bueno tuve un cambio de planes y me preguntaba si aun le interesa que modele.
– Por supuesto que si encanto, esperaba que me dieras la oportunidad -en ese momento un auto negro se detuvo junto a ellos- Acompáñame por favor, voy al aeropuerto.
La pelirroja dudó de subir al auto de ese desconocido, pero X estaba preparado y accionó un botón del control de su bolsillo.
Al instante la desconfianza de la joven fue barrida por una suave sensación de bienestar y placer.
– Bueno… está bien – accedió mientras subía al auto en el que el hombre le mantenía la puerta abierta.
En el interior se encontraban dos mujeres, lo que eliminó cualquier desconfianza que aun le quedaba. Una trigueña estaba al volante, era el chofer y llevaba una gorra y uniforme clásicos. La otra, sentada a lado de la pelirroja, parecía una ayudante o secretaria, era rubia y su apariencia contrastaba entre su corta y provocativa falda y su cabello peinado en dos colas como una colegiala.
– Buenos días señorita -dijo educadamente la chofer, aunque a Patricia le dio la impresión de que la revisaba de arriba abajo por el retrovisor.
– Buenos días -respondió educada.
– ¡Hola! Soy Dana, estoy para servirte -le dijo entusiasta la rubia mientras le estrechaba la mano vigorosamente- y te aseguro que será un placer…
La joven se quedó inmóvil pensando en las connotaciones de semejante explicación hasta que Scorpius la sacó de sus cavilaciones mientras el auto arrancaba.
– Bueno Paty, como te había dicho necesito una modelo para mi ropa y sobre todo para mi línea de calzado. Te pagaría encantado por tu apoyo al proyecto la cifra que tu me digas.
– ¿La que yo quiera? -preguntó impactada.
– Por supuesto, eres justo lo que Xcorpius estaba buscando, eres un sueño hecho realidad para nosotros, de verdad te necesitamos. Por favor dime que aceptas.
– Si, claro, tengo algo de tiempo -murmuró aun sorprendida, sin darse cuenta de que la rubia aun le sostenía la mano.
– Muy bien. Ahora van las condiciones: en primer lugar es un proyecto de al menos un mes y tenemos el tiempo encima así que deberás acompañarnos a mi corporativo, es un lugar tranquilo en el campo.
– Bueno pero…
– Déjame terminar por favor. Además debes firmar este contrato de discreción, hay muchos que tratan de robar mis diseños así que no puedes decirle a nadie a donde vas ni cuando volverás, ni podrás comunicarte con nadie durante las siguientes semanas. ¿De acuerdo?
– Oh… no se… parece demasiado misterioso…
– Te entiendo pero así es el mundo de los negocios… puedes decidirlo mientras llegamos al aeropuerto, piénsalo bien.
La pelirroja sopesó la situación.
– Es mucho dinero… pero no me da confianza… estaría muy aislada y es raro -pensó, dudando.
X accionó de nuevo su control y una vez más las dudas de la joven fueron eliminadas por una agradable sensación de bienestar, casi confianza. Finalmente sonrió y miró al hombre.
– Muy bien, acepto, no se por que pero aunque apenas lo conozco confío en usted.
– Perfecto, perfecto. Dana, infórmale a la capitán que seremos cuatro pasajeros en vez de tres, que esté preparada para salir.
– ¿Que? ¿Ahora mismo? Pero, mi ropa, mi equipaje…
– Como te dije Paty, tenemos el tiempo encima, te proporcionaremos todo lo que necesites…
– Pero mi pasaporte…
– No te preocupes, yo me encargo de todo, tengo contactos… -le dijo X mientras le sonreía cálidamente.

De nuevo sin saber por que la joven confió plenamente en su nuevo jefe.

– Bueno, como usted diga -dijo tímidamente.
Minutos después los cuatro abordaban un jet privado, Patricia notó que la capitán y las dos sobrecargos que los recibieron iban vestidas de forma demasiado sexy: sacos ajustados, blusas desabotonadas de arriba, minifaldas, medias y altos tacones, a donde quiera que la pelirroja veía estaba rodeada por sonrisas, escotes, muslos y pies casi de punta.
– Se ve que es una empresa de moda, le dan mucha importancia a la apariencia -pensaba sorprendida la joven mientras se sentaba a lado de su flamante nuevo jefe.
Enfrente se sentaron las mujeres del auto, la chofer se quitó la gorra y Patricia pudo ver que era una esbelta trigueña y que su elegante uniforme se completaba con unos ajustados pantalones negros y botas de amazona hasta las rodillas.
Casi de inmediato fueron atendidos por las sobrecargos que les llevaron copas de champagne para brindar.
– Por nuestra nueva relación… -dijo X al levantar la copa.
Minutos después despegaban y X le entregaba a Patricia una caja.
– Muy bien, ahora debes ponerte esto.
– ¿Ahora? -preguntó sorprendida.
– Por supuesto, desde este momento eres serás representante de Xcorpius y tienes que vestir de acuerdo a ello. Puedes cambiarte en el servicio.
– Muy bien… usted es el jefe -dijo al levantarse.
En el servicio abrió la caja y se encontró con un elegante conjunto que se puso de inmediato: un vestido blanco de escote redondo que llegaba arriba de las rodillas y unas sandalias blancas de tacón alto con cintas para atar a los tobillos.
– Oh, espero que pueda caminar con esto -pensó mientras se vestía sin saber que su desnudez era observada por una cámara de video conectada al monitor frente al asiento de su nuevo jefe.
Finalmente salió del servicio sintiéndose algo incomoda con tacones tan altos, por lo que tuvo que sujetarse de los asientos al pasar por el pasillo.
– Muy bien Paty, si me lo permites te ves exquisita -le dijo el hombre con amabilidad mientras ella se sentaba, sin dejar de dar un sutil y buen vistazo a sus torneadas piernas y su apetitoso escote.
– Gracias, pero no acostumbro tacones tan altos.
– Te aseguro que muy pronto te acostumbrarás lindura. Ya lo verás. Te ves algo cansada ¿Por que no te recuestas unos minutos? Los asientos son reclinables.
– Bueno, no tengo sueño pero me servirá descansar…
En cuanto recostó su cabeza en el respaldo X oprimió un botón y la pelirroja sintió que un invencible sopor se apoderaba de ella, quedándose de inmediato dormida e indefensa mientras sus piernas se ponían bien derechas y tensas sobre el asiento.
– Ah, muy bien. Esta chica es todo lo que esperaba de ella, debemos darle los primeros condicionamientos -De inmediato las dos mujeres sentadas sonrieron lujuriosas y tras acercarse comenzaron a acariciar las blancas piernas de la pelirroja.
– Escucha con atención Paty, ahora eres una modelo, debes usar tacones y ropa sexy siempre que estés en mi presencia y desde ahora te será fácil caminar así. Dilo.
– Soy una modelo… siempre debo usar tacones y ropa sexy… en su presencia… me será fácil caminar así.
– Otra vez.
– Soy una modelo… siempre debo usar tacones y ropa sexy en su presencia… me será fácil caminar así.
– De nuevo.
– Soy una modelo… siempre debo usar tacones y ropa sexy en su presencia… me será fácil caminar así.
– Muy bien lindura, es un buen inicio… Sin duda me faltaba una pelirroja en mi harem.  
Minutos después Patricia despertaba al escuchar que estaban aterrizando.
– Oh, lo siento. No pensé que estuviera tan cansada.
– No te preocupes Paty, ya llegamos.
El avión finalmente se detuvo y se desabrocharon los cinturones.
– Señor Scorpius no se si podré bajar del avión con estos tacones…
– Claro que podrás, eres una modelo, te será fácil. Es cuestión de seguridad y confiar en ti misma.
– Cierto… soy una modelo… será fácil –susurró, casi repitiendo su condicionamiento.
La pelirroja se levantó y ondulando de forma casi hipnótica sus caderas comenzó a caminar por el pasillo, poniendo un pie entaconado frente al otro con gracia y elegancia. Del mismo modo bajó las escaleras sorprendida de su propia seguridad. A lado del avión un auto deportivo esperaba con la chofer y la ayudante abordo.
Patricia se volvió y miró sonriente a su jefe que la observaba desde arriba de la escalera, le hizo un guiño y comenzó a bajar al auto.
– Serás una esclava perfecta -pensó X al verla subir al auto luciendo sus piernas y con sus pezones marcándose en el vestido- no puedo esperar para someterte y hacerte mía, muy pronto serás mi putita de alcoba…
CONTINUARÁ
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
sigma0@mixmail.com
 


 

Relato erótico: “Jugando con la presentadora de TV atrevida 2” (POR COCHINITO FELIZ)

$
0
0

Beatriz se despertó el domingo de madrugada. Tener que presentar las noticias los fines de semana a laQue belleza: una rubia bien perra desnuditas 8 de la mañana tenía ese inconveniente. Se levantó, medio somnolienta, y al momento se acordó de todo lo que había pasado en el plató de televisión y el camerino el día anterior.
El micrófono inalámbrico estaba en la mesilla de noche.
La sensación de vergüenza vino con toda la crudeza. Su compañera se había dado cuenta que lo había utilizado como un consolador. Y seguro que el rumor se iría extendiendo rápidamente entre sus compañeras y el personal del estudio. Sí, aquel juego que había empezado con Alex, su dominante admirador secreto, se le iba de las manos. Y a pesar de todo, de la vergüenza pasada, de la ansiedad que le provocaba pensar que tenía que ir a trabajar bajo la mirada incrédula de sus compañeros, todavía recordaba lo excitada que había estado obedeciendo a Alex, siendo exhibida como mercancía, y como gracias a ese micrófono había tenido en mejor orgasmo en mucho tiempo.
 No lo podía evitar, aquel juego tan peligroso la ponía completamente cachonda, y hoy seguramente montaría otro numerito subido de tono. Deseaba chatear con Alex, para que le fuese ordenando que ponerse, que hacer, y que la exhibieran como una golfa en directo, ante miles de ojos que la estarían esperando en las teles de sus casas.
Se conectó al chat, pero para su desilusión, Alex no estaba conectado. Sin embargo, se metió en varios foros sobre mujeres guapas y presentadoras, a ver que comentarios había provocado el salir primero con el body escotado, y luego sin el sujetador.
Los comentarios eran tremendos.
“Como estaba de calentorra Beatriz hoy. Menudas tetas, y para que las viéramos bien, luego se quitó el sujetador”
“Es que está pidiendo a gritos una buena polla…yo me ofrezco de voluntario”.
 “Si se llega a mover un poco más, se le hubiese salido los pezones del escote…que lástima, nos quedamos sin verlos.  Aunque es casi lo único que no se le vio”
“Seguro que además del sujetador, también se quitó las bragas. Que pena que no la veamos de cintura para abajo”
Beatriz empezó a excitarse con lo que leía, y cuando más borde, mejor. Era tan delicioso sentirse tratada como un objeto de deseo, nada más que un objeto, por todos aquellos hombres. Sentirse como un cuerpo bonito destinado sólo para el placer.
Miró también las capturas de pantallas colgadas en el foro. Realmente estaba seductora y atrevida con aquel body pegado como una segunda piel que dejaba poco para la imaginación, con el sujetador negro debajo. Pero en las otras fotos, sin el sujetador,  ya no era atrevida, era claramente indecente. Sus pechos se mostraban casi al natural, con aquel poco de tela que prácticamente no ocultaba nada. Sus pezones casi estaban fuera,  empujando la tela con fuerza, como cimas de volcanes. No era de extrañar los comentarios, porque parecía realmente una hembra en celo.
Puso uno de los videos colgados, y desde que luego que era espectacular. Se movía ligeramente hacia delante y atrás, mientras daba las noticias, jugando nerviosamente con el bolígrafo en una mano, y cada vez que se movía hacia delante y juntaba los brazos, una pequeña parte de la aureola de sus pezones duros se asomaba por aquel escote que tapaba tan poquito.
amateurs Aquello era más de lo que ella había creído enseñar. ¿Que pensarían de ellas sus espectadores, cuantos habrían quedado hipnotizados viéndola enseñando tanta carne? Se estremeció de placer, pensando incluso cuantos la habrían  grabado, para verla una y otra vez. Algunos incluso se estarían masturbando con lo que habían visto…no lo podía evitar, todos aquellos pensamientos la excitaban más y mas.
Se vistió muy sexy, con un tanga rojo, de encaje, y una minifalda blanca tan corta que hacía tiempo que no se ponía de lo atrevida que era. Tenía ganas de exhibirse al máximo, no lo podía evitar. ¿Qué sujetador ponerse? Su mente calenturienta repasó mentalmente su colección de sujetadores. Sí, tenía uno que era completamente pornográfico, más propio de una puta en busca de clientes que otra cosa. Lo había comprado en un impulso cuando lo vio, pero luego no se había atrevido a ponérselo nunca.
Fue al armario y lo cogió.
Era también de encaje rojo, pero lo que lo hacía tan indecente es que realmente solo tenía dos medias copas, que simplemente sostenía los pechos por abajo. Los pezones con sus aureolas, y la totalidad de los pechos quedaban al aire, completamente expuestos, sin tapar. La única función del sujetador era apretar los pechos desnudos hacia arriba, haciéndolos más bonitos, sin ocultar nada. Aquello era lo más atrevido que se  había puesto nunca…la vagina chorreaba con solo la idea de ponérselo y en las situaciones comprometidas en las que podría meter. No dudó ni un segundo más, aquella era la ocasión perfecta, para que la viera su admirador. Se lo puso, y luego se colocó un top rojo encima, sintiendo sus pezones endureciéndose contra la tela. Se miró en el espejo. Estaba para hacer perder la cabeza a cualquier hombre que la viera. Realmente iba a juego, porque la tela blanca de la minifalda deja además entrever la tonalidad rojiza del tanga.
Ya tan temprano, pensó, y me arde el coño de gusto y de deseo. Este Alex sabía como excitar a una mujer como ella. Se moría de ganas de que se la follaran a conciencia.
Se puso unos zapatos de tacón y cogió su bolso. Guardó dentro el micrófono, dándole vueltas en la cabeza como se lo devolvería a su compañera y que le diría. Además, metió dentro uno de sus consoladores favoritos, un soberbio cilindro de acero suave y superficie estriada, de cuatro centímetros de grosor y veinte centímetros de largo, con un mango estrecho, para que su vagina se cerrará bien entorno a él y quedara bien inmovilizado dentro de ella, y un botón para que vibrara y le mandara oleadas de placer. Hoy sí iba preparada para cualquier cosa.
Cuando llegó al estudio de televisión, todo estaba en marcha como siempre. El guarda de seguridad y el personal por los pasillos la saludaron con una sonrisa, quizás más amable y marcada que normalmente. Ella saludó y devolvió las sonrisas, pensando nerviosamente que todos habían visto como había dado las noticias el otro día, e incluso el rumor del micrófono podría estar circulando ya por ahí. No ayudaba nada en desmentirlo lo descaradamente vestida que iba hoy por la mañana. Notaba como los hombres la miraban con deseo, como se clavaban aquellos ojos en sus piernas, en su culo, en sus pechos, cómo la desnudaban con la mirada, con ganas de meterle mano… le encantaba aquella sensación. Y todo gracias a Alex. La poca tela del tanga rojo estaba ya encharcada.
Entró en su camerino. Su compañera todavía no había llegado, así que puso el micrófono en su sitio, para que ella lo encontrara con facilidad. Todavía no quería pensar en que le diría ella luego. Mejor no pensarlo siquiera.
Estaba todavía sola, y se dispuso a encender su ordenador portátil. Se moría de ganas de hablar con Alex, de escandalizarse con lo que le pidiera ponerse, de pensar en la locura de todo aquello, de entregarse para ser exhibida como carnaza,…y la sensación maravillosa de hormigueo corriendo por su cuerpo al hacerlo, el placer de entregarse para que aquel hombre la mangoneara. Encendió y el ordenador, y se conectó al chat.
Estaba tan pendiente de aquello, que no se dio que había una pequeña caja de cartón en su mesa. Un paquete de correo urgente, más bien pequeño. Lo miró con curiosidad. Iba a su nombre, no había duda. Pero en el remitente ponía sólo Alex. El corazón se le aceleró y la adrenalina empezó a correr libre por su cuerpo.
Se moría de ganas de abrirlo, pero pensó que tendría que esperar a que él le diera permiso. En condiciones normales lo habría abierto sin dudar, pero si Alex decidía que ropa tenía que ponerse, también tendría que esperar instrucciones respecto al paquete. Si, estaba empezando a pensar como una sumisa obediente, a seguir entregando su voluntad y sus acciones a aquel hombre que no había visto nunca. Le encantaba.
Alex todavía no estaba conectado al chat. La estaba haciendo sufrir impacientemente…y aquello también era un dulce tormento.
MorochaApenas unos momentos después entró  su maquilladora.
– Buenos días, Beatriz, estás todavía más preciosa que ayer…Te mereces que te ponga a tono con lo seductora  que vas.
En unos minutos tenía su pelo corto y rubio perfectamente peinado, con el rimel puesto haciéndoles unos ojos preciosos y penetrantes, resaltando el azul de su mirada. Ella no dejaba de mirar  todo el tiempo el paquete sobre la mesa, muriéndose de ganas de saber que había dentro, pero al mismo tiempo sufriendo por si había algo que la pusiera en una situación más comprometida que la de ayer.
– ¿De que color te pinto los labios?- se preguntó la maquilladora- Creo que lo que te quedaría bien hoy es un rojo pasión…
Cuando acabó, Beatriz parecía la encarnación del deseo.
– Ufff, estás adorable, parece más que vas a una cita con un amante que a presentar la noticias.
Cuando se fue, Beatriz miró el reloj. Quedaban a penas 15 minutos, y no sabía nada de Alex. En unos minutos tendría que salir al plató. Tenía el estómago lleno de mariposas revoloteando, sin acabar de creerse lo que estaba haciendo, de atreverse a salir cada vez más indecente en su programa de noticias.
Por fin el chat se puso en marcha.
“Buenos días, zorrita”
El corazón de Beatriz se desbocó. Ahora empezaba la función, ella como una obediente alumna dispuesta a hacer todo lo que decía su maestro….o mejor, pensó con gusto, como una esclava dispuesta a obedecer en todo momento a su dueño. Él ya no la llamaba ni siquiera Beatriz. Ella era una zorrita, y lo había aceptado desde el principio.
“Buenos días, Alex”
“Ya falta poco para que salgas en la tele”
“Sí, apenas cinco minutos”
“¿Has pasado buena noche”
“Más o menos…la he pasado pensando en ti…y en lo que haces conmigo”
“¿Y te gusta, zorrita?”
“Si, Alex, me encanta….”
“Bien. ¿Te han entregado un paquete?”
Beatriz tragó saliva.
“Si, Alex”
“¿Lo has abierto?”
“No, Alex, pensé que no debía de abrirlo sin tu permiso”
“Muy bien, zorrita, parece que eres lista y cual es tu lugar en esta relación. Como premio te diré que ropa te pondrás hoy”
“Gracias, Alex”
“Hoy te pondrás el segundo de esos bodys negros que más me gustan. Hazlo”
“Si, Alex”
Era como ella temía, pero  en el fondo lo esperaba ardientemente. Se fue a la percha del vestuario y lo cogió, con el corazón sin dejar de latir fuertemente ni un momento. Se quitó el top rojo y se miró con gusto otra vez en el espejo de su camerino. Sus tetas eran sencillamente impresionantes, gracias a la operación de cirugía estética que se había hecho hacía poco.  Firmes y grandes, una talla más de la que tenía antes, y una turgencia como si tuviera veinte años otra vez, no más de cuarenta, con areolas oscuras y redondas, terminadas en dos pezones largos y puntiagudos.  Eran pechos que se burlaban de la ley de la gravedad, que miraban de manera insolente y descarada hacia delante, desafiantes. Y aquel sujetador que no tapaba nada los realzaba en toda su gloria.
El realmente no era un boda, sino una camiseta  negra, de manga larga y tapado hasta el cuello. No mostraba ni un centímetro de su piel. Pero el tejido era de una elasticidad inmensa, y cuenta más se estiraba, más fino se volvía y más se transparentaba todo. Y ella se había preocupado de comprarse una talla menos de la que le correspondía. Cuando se lo puso, notó como sus pechos tiraban con fuerza de la tela elástica, estirándola hasta que parecía que la tela se iba  romper en cualquier momento.
Jadeando, nerviosa, se miró en el espejo, con la boca abierta. La imagen era apabullante.
La tela negra era más o menos espesa por sus hombros y el cuello, pero a la altura de los pechos la tela se había estirado tanto que la visión era impactante. El tejido parecía un simple velo, ligero y oscuro. No es que se intuyera algo…es que casi se veía todo. Se veía el sujetador rojo, se veía el dibujo de los encajes del sujetador, se veía que solo sostenía sus pechos erectos y desafiantes, se veían las pecas de su cuerpo, se veían sus pezones oscuros, sin cubrir, que parecían que iban a perforar la piel en cualquier momento….La excitación la tenía loca, su vagina estaba otra vez ardiendo, y sin poder contenerse deslizó la mano por debajo de la falda. Con avidez lo metió dentro del tanga y empezó a acariciarse el clítoris. Su jugos se escapaban, sin que nada los retuviera, se sentía húmeda y lujuriosa. ¿Cómo iba a salir así a dar las noticias? La sensación de desastre, de ser una víctima camino del matadero la excitó hasta el infinito. Sí, entregarse para que Alex dispusiera de su cuerpo, hiciera con ella lo que quisiera, hacerla sentir todo aquel placer perverso…no quería otra cosa en su vida.
amateur

Respiró profundamente varias veces. Apenas quedaban ya un par de minutos para salir al plató.

“Ya me lo he puesto, Alex”
“Seguro que estás preciosa, espero verte dentro de unos minutos. Me satisface mucho que seas tan obediente y sumisa, zorrita”
Beatriz se atrevió a preguntar.
“¿Quieres que haga algo con la caja, Alex?”
“Jajaja…¿tienes curiosidad, eh?”
“Si, Alex”
“Ya sabes el dicho…la curiosidad mató al gato…pero si haces algo, luego te dejaré abrirla”
“Dime lo que quieres que haga, Alex”
“Quiero en medio de las noticias digas mi nombre..”
Beatriz suspiró aliviada. Aquello no parecía tan comprometido. Pero Alex siguió escribiendo.
“Y como ya vas sabiendo cual es tu lugar en nuestra relación, y cual es la mía, me llamarás como me merezco…me dirás Amo Alex”
Beatriz, cerró los ojos, desesperada, asumiendo que estaba dando un paso más hacía su perdición, hacía la entrega total hacia aquel hombre que no conocía. Además, basta equivocarse para salir luego en todos los zappings de todas las cadenas de televisión. Aquello sería tan humillante, vestida además así….aquello era como un suicidio profesional. Pero su coño seguía ardiendo, quería quemarse más y más. La degradación, la humillación y la entrega de su voluntad la excitaban cada vez más profundamente.
“Si, Amo Alex, haré lo que me ordenas”
“Muy bien, zorrita. Seguro que estás deseando meterte un consolador o una buena polla en el coño”
“Si, Amo Alex”
“¿Te has traído alguno hoy?”
“Sí, Amo Alex”
“Si te portas bien, ya veré si te lo dejo usar luego. A si que marchando, zorrita. Te espero luego, cuando hagas la pausa a las 8 y media”
Beatriz se levantó, temblando de angustia y de placer, y salió del camerino. Mientras caminaba por el pasillo, se sentía agobiada con la gente con la que se cruzaba. Solo tenía conciencia de ser un par de tetas sueltas que iban rebotando con cada paso que daba, pegadas a un coño y un culo, casi todo a la vista. La vergüenza la iba matando poco a poco…pero la excitación y la calentura también.
Se sentía como una fulana barata.

Antes de llegar al plató, se cruzó con su compañera de camerino, Silvia, la otra presentadora que seguía después de ella. La chica la miró de arriba abajo, con los ojos incrédulos, pero luego se sonrió perversamente, negando con la cabeza.

– Buenas, Beatriz….¿vas a dar las noticias, o vienes de  ligar a un bar de camioneros?
Beatriz, bajo el maquillaje, se encendió como una bombilla, sin atreverse a decir nada, deseando que se la tragara la tierra allí mismo. Para su sorpresa, a pesar de todo, la excitación que le llenaba todo el cuerpo no disminuyó ni un ápice.
– Porque desde luego, no has dejado nada a la imaginación. Pero quizás tengas razón, no hay nada como enseñar bien la mercancía para saber lo que se compra.
Beatriz bajó la mirada, sintiendo que su dignidad como persona se iba perdiendo poco a poco. Siempre había tenido algunos roces con su compañera de plató, y parece que ahora se estaba vengando. Y a pesar de todo, ser menospreciada e insultada por ella hacía que su coño ardiera todavía más.
Su compañera habló en voz alta, para que la oyeran los que pasaban por allí y se quedaban mirando a Beatriz vestida tan atrevida. Se lo estaba pasando de lo lindo a su costa.
– ¿Por cierto, me has devuelto ya el micrófono inalámbrico, ese metálico que parece un consolador, de lo grande y gordo que es…o todavía lo llevas puesto?
Su compañera le miró el tanga rojo que transparentaba bajo la minifalda blanca. Varios de los trabajadores de que estaban por allí se rieron por lo bajo. Aquel cotilleo se había extendido con la velocidad del rayo.
Beatriz tomó una tonalidad de rojo intenso que quedó muy bien con el contraste del body negro.
– No, Silvia, ya te lo he devuelto- dijo Beatriz con un hilillo de voz-, te lo he dejado en tu mesa, en su sitio.
– Ah, eso está mejor. Aunque entiendo que cuando hay una necesidad urgente, se tira de lo que haya a mano. Tengo otro micrófono más grande, por si te viene algo más urgente. Pero me lo pides antes, ¿vale?
– Sí, Silvia, como tú digas-dijo esperando que ella la dejara tranquila.
Beatriz no quería seguir allí, abochornada, y comenzó a caminar deprisa hacia el plató. Pero su compañera todavía no había acabado. Le estaba empezando a gustar esto de machacar y mangonear a Beatriz, viendo además que no se defendía. Mientras se alejaba, le dijo.
– Espero que me lo hayas dejado bien limpio y no pringoso….
Beatriz aceleró el paso, mientras escuchaba algunas risas a sus espaldas. Todavía tuvo tiempo de escuchar a uno de mantenimiento que estaba pendiente de la conversación, hacer un comentario jocoso.
– A mí no me importaría quedármelo pringoso…
Beatriz casi corrió por el pasillo, las tetas sueltas rebotando elásticamente en su fina prisión de tela. Llegó por fin al plató, donde su ayudante de cámara la esperaba nervioso.
– Beatriz, que no llegamos, que casi es la hora ya….-el hombre la miró y se quedó callado un momento-. Beatriz….estás…estás….increíble….-atinó a decir viendo aquella hembra voluptuosa vestida (o casi desnuda) para matar.- Yo no sé que te traes entre manos…pero me encanta. Eres la fantasía de cualquier hombre.
Beatriz sonrió agradecida, feliz del apoyo y la devoción incondicional de su ayudante de cámara. Se sentó derecha en su silla, encendió el pc de su mesa y ordenó sus papeles. Todo lo que tenía decir estaba escrito allí, además de en la pantalla junto a la cámara, por lo que le basta irla leyendo mientras se intercalaban los videos. Ya no había marcha atrás, pensó llena de pánico, faltaban unos segundos, y seguro que después del numerito de quitarse el sujetador ayer, hoy habría una audiencia muy superior a lo normal, y estaba claro que ella no los iba defraudar vestida así. Se miró en un monitor que estaba allí, viendo como la verían ella…y la conclusión es que estar desnuda era casi lo mismo que ir con lo que llevaba puesto
Puso su mejor sonrisa, como siempre, mirando a la lente oscura que como un ojo sin párpado capturaba su imagen, dispuesta compartirla con todo el mundo. Se sentía aterrada por dentro, pero al mismo tiempo le parecía que iba a correrse sin necesidad de tocarse con lo que se estaba atreviendo a hacer.
– Entramos en 5…4….3….2…1..¡dentro!
Ya estaba hecho, ya no había escapatoria.
– Buenos días, señores admiradores….- la ojos de Beatriz se agrandaron con lo que acababa de decir, y puso una sonrisa más grande todavía-, quiero decir, señores espectadores…bienvenidos a una nueva edición de las noticias de la mañana…
El ayudante de cámara se pasó una mano por la frente, nervioso.
Beatriz no podía concentrase en lo que leía. Acababa de ganarse salir en los zappings, y acababa de empezar.
– Hoy la Comisión Europea ha aprobado nuevas medidas anticrisis….

Solo era consciente de que su imagen era un primer plano que llenaba la pantalla, en sus pechos apenas cubiertos por la tela tirante, en sus pezones hipersensibles que le mandaban oleadas de placer por todo el cuerpo, en su vagina que era lava ardiendo…

– En otro orden de cosas, hoy en oriente medio se ha presentando el nuevo plan de paz…
Aprendió a vivir con la vergüenza, a sonreír mientras sabía que se exhibía sin reparos para sus espectadores masculinos, mostrando de una manera más que insinuante sus encantos, a hablar como si no pasara nada, como si estar vestida y mostrase como una puta fuera lo normal en ella. Y la verdad es que se estaba convirtiendo en normal, pensó. El placer de degradarse y exhibirse la mataba de gusto.
¿Y cuando iba a decir lo que le había ordenado su amo?
Las noticias siguieron su curso, por Europa, por América, noticias económicas, sucesos, accidentes aéreos…El tiempo iba pasando y Beatriz no encontraba la oportunidad. La angustia de defraudar a su amo empezó a competir con el placer degradante que sentía. Se le estaban acabando las posibilidades. Llegaron a los deportes.
– Hoy los equipos de primera división han hecho un comunicado conjunto sobre…
No, allí tampoco se podía meter. Ya solo quedaba una noticia de cultura….sí, esto prometía, pensó esperanzada.
– Para terminar esta primera edición de noticias les contamos que se ha entregado el premio de novela erótica la sonrisa vertical, que este año ha correspondido a la novela “Placer y morbo en los probadores” escrita bajo el pseudónimo de cochinito feliz.- siendo la otra novela  finalista “Sometiendo a una pareja morbosa”…
 Beatriz dejó un momento de mirar la pantalla, se centró el la cámara que la enfocaba e improvisó.
…escrita por “mí Amo Alex”. El premio fue entregado en el ateneo….
El ayudante miró a la pantalla con el texto y luego a Beatriz, negando extrañado.
Beatriz se sonrió mentalmente. Había escapado de la situación. Se imaginó que alguien mandaría una nota diciendo que ese no era el autor de la  novela finalista..,pero, bueno, ya se preocuparía más delante de eso.
Ya solo le quedaba despedirse. La metedura de pata del principio tampoco era tan terrible, pensó para darse ánimos.
– Les dejo con el pronóstico del tiempo. Volveremos dentro de media hora. Espero que todos usted hayan disfrutado, tanto como yo, con esta primera edición de noticias. Ha sido un placer tenerles pendientes de la información y poder mostrarles con toda claridad y lo mejor que hemos podido los pechos más interesantes…
El ayudante se atragantó.
-…digo, los hechos más interesantes de la actualidad. Hasta luego.
Beatriz se mordió los labios por el desliz, procurando no perder la sonrisa, sintiendo como en un momento se había lanzado al abismo, ella solita, sin necesidad de un empujón.
Pasaron un par de segundos. Eran las ocho y media en punto. Media hora de descanso.
-Estamos fuera- dijo el ayudante de cámara- Joder, Beatriz,.. confundir pechos con hechos, pero mirándote se entiende que cualquiera se confundiría….
Beatriz se levantó, mareada, con el cuerpo ardiendo de placer y de vergüenza. A corto plazo necesitaba que se la follaran ya. A medio plazo, el productor seguro que la llamaría más tarde o más temprano para pedirles explicaciones.  A largo plazo, le esperaba un calvario de comentarios y ver como aquella despedida saldría una y otra vez en todo tipo de programas de zapping. Una humillación casi permanente. Pero lo importante es que había cumplido la orden de su amo, la primera que le daba como tal. Y eso la hacía profundamente feliz, a pesar de todo.
Se fue a paso ligero al camerino, llena de sensaciones contradictorias, dándose cuenta que estaba tirando su carrera profesional por la borda, pero al mismo tiempo sintiendo que estaba descubriendo nuevos mundos de placeres ocultos, intensos y desconocidos. Su compañera Silvia estaba allí, arreglándose, aunque todavía tenía que esperar a que Beatriz diera la segunda edición de las 9.
– No conocía esta faceta tuya, Beatriz.  Me sorprende, y hasta cierto punto me encanta. Lo bueno de todo esto, es que si consigues que te echen, encontrarás trabajo fácil en cualquier bar de striptease…
Silvia se acercó a ella.
– Tengo que reconocer que tienes unas tetas preciosas…no me extraña que te hayas puesto ese sujetador y este camisa elástica…

Como quien no quiere la cosa le pasó la punta de los dedos de una mano por el tejido elástico, de arriba abajo, con suavidad, subiendo a la cima de su pecho, deteniéndose un momento en uno de los pezones que parecía romper la tela en cualquier momento. Beatriz se estremeció de gusto, cerrando los ojos.

Silvia, jugó un poco más con el pezón, cogiéndolo y frotándolo a través de la tela con el pulgar y el índice, haciendo que Beatriz soltara un leve gemido de placer.
Luego, sin previo aviso, Silvia se lo apretó con fuerza. Beatriz dio un gritito de sorpresa y dolor. Pero se disculpó al momento. Sí, sentía la necesidad de humillarse ante su compañera.
– Perdona por haber gritado. No lo debería haberlo hecho, con lo bien que me tratas.
 Silvia la miró despectivamente.
– Esto por quitarme el micrófono inalámbrico y hacer cochinadas con él. Eres una guarra…
– Sí, lo soy, pérdoname.
Silvia la miró con curiosidad, asumiendo muchas cosas nuevas sobre su compañera de trabajo.
– Por cierto, mientras estabas dando las noticias, me he fijado que te has dejado abierto el chat de tu ordenador….
El chat seguía conectado. Beatriz se estremeció preocupada. Definitivamente, todo el asunto se le estaba yendo de las manos.
– Estaba conectado un tal Alex, y me puse a charlar con él, ¿no te importa, verdad…zorrita?
Beatriz puso los ojos en blanco. Aquello no podía estar pasando.
– Parece un chico muy interesante…y muy dominante, ideal para mujeres sumisas como tú. Anda habla con él, que te está esperando.
Beatriz se sentó sin saber que pensar.
“Hola, Amo Alex”
“Hola zorrita, lo has hecho muy bien. Me ha encantado la delicadeza con la que has dejado caer eso de “Mi Amo Alex” como autor de la novela finalista. Ha sido sublime.”
“Gracias, mi Amo”
“Que pena que luego hayas dicho eso de pechos en vez de hechos….vas a ser la comidilla de todos una buena temporada, sobre todo yendo tan provocativa e indecente como una fulana”
“Lo siento,  Amo Alex”
“Por cierto, tu compañera Silvia parece una mujer muy interesante, pero es muy distinta a ti. Le he pedido que me ayude para darte tu premio como ayudante, y está encantada de hacerlo. Haz lo que ella te diga, sin rechistar. De hecho tendrás dos premios, porque tu metedura de pata me ha gustado. De momento, enciende la cámara web del ordenador para que te vea. Yo dejaré la mía apagada”.
“Si, Amo Alex”
 Beatriz dejó de escribir, encendió la cámara web del portátil y miró a Silvia, que tenía una sonrisa retorcida.
– Quítate el tanga.
Beatriz se quedó un momento sorprendida, escuchando incrédula a su compañera. Ella, al ver que no le obedecía, sobre la marcha la abofeteó una vez. Definitivamente, esto de putear a Beatriz la ponía a mil.
– Quítate el tanga, ya. No tenemos toda la mañana.
– Lo siento, Silvia.
Se agachó y se lo bajó hasta los tobillos. Estaba pastoso de todos los jugos de la vagina que ya no era capaz de retener.
– Es suficiente, déjatelo ahí, me gusta más así. Dame el consolador que tienes en el bolso.
Con pasos pequeños, Beatriz se acercó a la mesa, lo cogió y se le dio. Silvio lo miró apreciativamente.
– Ufff, parece un torpedo. Está muy conseguido, y estás estrías al girar tienen que dar un gusto enorme…A ver este botón…
Al apretarlo, el consolador empezó a vibrar fuertemente.
– Que bueno…pero si me están entrando ganas de utilizarlo yo…Anda, ponte a cuatro patas en el suelo.
Beatriz la miró otra vez, sin ser capaz de asimilar lo rápido que estaban cambiando las cosas a su alrededor. Su compañera la trataba como si fuera una auténtica esclava sumisa y obediente…y ella se daba cuenta que asumía su papel con facilidad. La vagina seguía mandando un placer inagotable, y la novedad de aquella situación surrealista era una fuente de lujuria hasta entonces desconocida.
Sin dudarlo, se puso a cuatro patas.
Silvia le subió la falda hasta la cintura, dejando expuesto  un culo con  moreno integral bien a la vista. Lo acarició con suavidad unos momentos, y lo agarró con fuerza un par de veces.
– Realmente tienes cuerpo de escándalo, Beatriz, hasta yo me pongo cachonda viéndote.
– Gracias, Silvia.
– Separa más las piernas.
Beatriz las separó todo lo que pudo, hasta poner tirante el tanga que tenía en los tobillos. Se sentía expuesta y lista para ser usada…y la sensación era de lo mejor que había sentido en su vida. Sí, sentirse usada por cualquiera, ser tratada como un cuerpo sin alma, solo para el placer de quien quisiera usarla como le viniera en gana. No había nada mejor en el mundo que lo que estaba viviendo en este momento.
– Así está bien. Agáchate ahora, baja los hombros hasta que toques con la frente el suelo.
Beatriz los hizo, quedando en una situación de indefensión total, con el culo en pompa, dejando su coño y su culo bien expuesto. Sus pechos aplastaban ahora sus pezones contra el suelo. ¿Cómo podía estar haciendo todo aquello, para un completo desconocido? ¿Cómo podía dejar que su compañera de trabajo la tratara así? ¿Cómo era posible que hubiese salido antes a dar las noticias vestida como una perra en celo? No lo acababa de entender, pero todo era tan gratificante…El orgasmo estaba otra vez muy cerca.

Silvia ajustó la pantalla del ordenador para que la cámara web la enfocara bien.

– Y ahora vas a tener tu primer premio, zorrita, cortesía de tu amo Alex.
Slivia cogió el consolador plateado, y lo apoyó en la entrada de la vagina. Beatriz sintió un estremecimiento de placer. Silvia apretó suavemente. Estaba claro que con tanta lubricación iba a entrar sin problemas.
– ¿Lo quieres dentro, quieres que te lo meta bien hondo, zorrita?
Beatriz gimió con desesperación. Sí, sí, sí…era lo único que quería más que nada en su vida ahora mismo.
– Sí, Silvia, por favor, mételo, fóllame con él.
– Sabes, esto me está gustando mucho…te lo meteré, si también me obedeces a mí como a ella. Ya se lo he comentando a tu amo Alex, y el está de acuerdo en compartirte conmigo. Siempre que él lleve la voz cantante, claro.
Beatriz estaba desesperada. Necesitaba el consolador dentro de ella, ya.
– Sí, Silvia, te obedeceré a ti también.
Silvia seguía jugando con el consolador probando la entrada de la vagina, apretando el clítoris.
– ¿Que tal si me llamas Ama Silvia, zorrita? Suena muy bien, me gusta.
– Sí, Ama Silvia, te obedeceré.
– Ah, estupendo.
Silvia fue apretando poco a poco el consolador contra la vagina, entrando con suavidad, centímetro a centímetro, mientras Beatriz se derretía de gusto. Ahora mismo, aquello era la felicidad absoluta. Su vagina hervía de placer, las endorfinas saturaban sus terminaciones nerviosas. Silvia siguió empujando el cilindro de metal dentro de su sumisa compañera, recreándose, viendo maravillada lo suave que entraba y salía, como un pistón perfectamente engrasado. Era hipnotizante ver como aquella vagina se tragaba aquel monstruo de metal.  Empezó a moverlo con rapidez, dentro y fuera, dentro y fuera, dentro y fuera…cada vez más rápido, mientras Beatriz se abandonaba a sus gritos y gemidos de placer. Silvia enterró el consolador hasta el fondo, hasta que solo asomó un poquito de la empuñadora y pulsó el botón. Al momento se escuchó un zumbido fuerte y poderoso desde las profundidades de la vagina. El placer se desbordaba, llegaba como una ola dispuesto a arrasarlo todo. El orgasmo liberador llegó; Beatriz gritó y gritó, sin importarle que la oyeran, sin importarle donde estaba, feliz de que por la webcam su amo viera como se corría como una zorra indecente para él.
Respiro hondo, gruñendo todavía de satisfacción, mientras el placer se iba disolviendo, dejando paso a la tranquilidad. Pasaron largos segundos hasta que se calmó. Faltaban pocos minutos para que dieran las nueve y tuviera que dar las noticias otra vez.  Sin moverse de su posición miró de refilón.
– Gracias…Ama Silvia.
Silvia apagó el consolador, y para tristeza de Beatriz, se lo sacó, dejando su vagina todavía hambrienta de más sexo.
– De nada, zorrita. Súbete el tanga y dale las gracias a tu amo.
Beatriz, temblando, se lo colocó en su sitio el tanga, se sentó en la silla y tecleó.
“Gracias, Amo Alex. Ama Silvia me ha hecho sentir mucho placer”
“Me ha gustado mucho verte disfrutar y correrte. Te has ganado el segundo regalo”
Beatriz miró a Silvia que cogía la caja y se la ofrecía.
– Toma. Tu regalo, te lo has ganado.
Beatriz la cogió, curiosa por lo que habría dentro.

 

(Continuará. A veces, es mejor no ser tan curiosa…)

 

 

 

Relato erótico: “Maquinas de placer 06” (POR MARTINA LEMMI)

$
0
0

El robot que llevaba en volandas a Laureen, una vez traspuesto el umbral, se movió en la casa como si la conociese.  No le costó ningún trabajo hallar el camino al dormitorio en el cual justamente se hallaba la cama matrimonial.  Delicadamente pero a la vez con un toque de animal salvajismo, depositó sobre el somier a Laureen, quien aún no terminaba de asimilar una situación que la superaba.  Los juguetes tecnológicos aplicados a la vida sexual siempre le habían despertado una cierta resistencia y muy especialmente a partir del episodio que casi había enviado a la tumba a su esposo.  A propósito, se preguntaba en ese momento qué sería de él en manos de esas dos increíbles bellezas allá afuera en el parque.  La joven esposa estaba viviendo una tormenta interna: los intensos celos que le provocaba el saber a Jack en compañía de tan perfectos símiles de hembras humanas, se batían en singular combate contra la creciente excitación de estar en presencia de la más perfecta réplica posible del sensual y varonil Daniel Witt, quien, por muy delirante que pareciese, se hallaba de pie allí, a la cabecera de su propia cama.  La sola idea de pensarlo como robot le generaba miedo, resistencia e inquietud, pero el verle quitarse la remera por sobre su cabeza con la grácil y viril sensualidad con que lo hacía,  la excitaba a tal punto que se sintió mojarse.
El androide no se quitó el short de jean, pareciendo de ese modo jugar con la ansiedad de ella o bien con un cierto suspenso.  Su espléndida caja torácica al descubierto era, de todas formas, suficiente regalo no sólo para la vista sino para mantener la excitación encendida: la réplica del actor, de tan perfecta, excedía la perfección, ya que a Laureen no le parecía que el original estuviera tan bien dotado en cuanto a pectorales ni en cuanto al bulto que se adivinaba bajo la tela de jean.  Remitiendo una vez más a una cierta conducta bellamente animal, el símil de Daniel Witt avanzó hacia ella por sobre la cama marchando sobre puños y rodillas, brindando así a los ojos de Laureen una magnífica e inmejorable vista de sus hombros y brazos, que lucían tensos y estirados al punto de parecer reventar de un momento a otro.  Pronto el androide se halló sobre ella y, sosteniéndole esa mirada penetrante que nunca había dejado de tener, bajó la cabeza hasta apoyar sus labios contra los de Laureen quien, una vez más, cedió ante lo irremediable de la entrega absoluta.  Un atisbo de culpa pugnaba por salir de su interior, pero el calor y la intensidad del momento que estaba viviendo ahogaban cualquier prejuicio o miedo interno.  Se lamentó en el instante en que los labios de ambos se separaron de pronto; ella le miró con una expresión tan suplicante que le hubiera costado reconocerse de haber tenido posibilidad de verse a sí misma. 
Desde allá arriba, él le mantenía la vista clavada mientras tenía sus manos a la cintura y una rodilla a cada lado de Laureen, sobre la cama.  Echada de espaldas como ella se hallaba, lo que ella veía al levantar su vista no era sino un inconmensurable valle de sensualidad en forma de pecho que se movía acompasadamente al ritmo de una respiración cargada de tintes sexuales.  Subiendo con la vista a través de las lomas que formaban tan maravilloso pecho, llegó al hermoso rostro y a esos ojos azules que ni dejaban de mirarla ni permitían dejar de mirarlos.  Venciendo sus propias resistencias, Laureen llevó sus manos hacia el pecho de él y, al acariciarlo, no halló indicio alguno que le dijera que estaba, en realidad, tocando un robot; muy por el contrario, su cuerpo hervía de vida y de virilidad.  El androide avanzó su rodilla derecha hasta ubicarla junto al rostro de Laureen, quien pudo notar cómo el somier se hundía bajo la misma; luego hizo lo propio con su rodilla izquierda y, así, el formidable y apetecible bulto que tan marcadamente abultaba bajo la tela de jean quedó a escasos centímetros por encima del rostro de la joven esposa.  Las manos de ella seguían serpenteando a través de la piel del androide como si se movieran por su cuenta y no pudiera controlarlas; bajándole por el pecho y acariciándole el vientre, llegaron hasta el botón del short cuyos dedos soltaron para luego bajar el cierre.  Con sus manos, ella deslizó la prenda hacia abajo, al menos hasta donde pudo hacerlo puesto que el short le quedó por sobre sus senos.  Era tal el ceñimiento de la prenda al cuerpo que le costó bajarlo ya que parecía estar casi pegado a la piel, de la cual se iba  desprendiendo de un modo que era un abierto llamado al sexo salvaje; fue inevitable, por ello mismo, que el short arrastrara consigo también el bóxer, deslizándose ambas prendas juntas. 
La respiración de Laureen comenzó a entrecortarse mientras ella seguía sin terminar de entender qué estaba pasando ni cómo había llegado a aquello: a apenas centímetros por sobre sus ojos pendían el tan hermoso como generoso falo del androide junto a sus apetecibles testículos.  Se mordió el labio inferior, se pasó la lengua por la comisura y luego, sin poder evitarlo, abrió la boca en un gesto casi involuntario, como si ya no gobernara en absoluto sus propios actos.  Despegando la nuca de la almohada, alzó la cabeza cuanto pudo tratando de alcanzar con ella el objeto de deseo cuya cercanía no le dejaba pensar en otra cosa más que en tenerlo en su boca.  Primero fue en procura del hermoso par de genitales; jugueteó con la lengua entre ellos yendo alternadamente de uno al otro y propinando aquí y allá lengüetadas que llevaron a su boca el sabor y el aroma de una piel que jamás podía ser pensada como artificial.  Abrió la boca cuanto pudo y los envolvió como si tuviera la intención de comerlos; los lamió y los chupó durante largo rato mientras sentía cómo la verga del robot se iba poniendo dura y le rozaba la frente con un rastro lechoso.  Ese hecho sólo pudo operar como estímulo definitivo para decidirse a devorarle el falo y, por tal razón, soltó los huevos del androide y, como si fuera un animal hambriento, fue con su boca en busca del prominente miembro viril. 
Laureen, definitivamente, no se reconocía a sí misma; no era gran afecta a la práctica del sexo oral y, de hecho, recordaba varias discusiones con Jack al respecto, sobre todo en los años de noviazgo y en los primeros tiempos de matrimonio, antes de que él decidiera optar por buscar en mundos de fantasías virtuales lo que no hallaba en la vida conyugal.  Sin embargo, lo que estaba viviendo Laureen era, a todas luces, una sensación inédita para ella: aquel magnífico miembro masculino invitaba lascivamente a lamerlo, chuparlo y devorarlo, aun si en ello le fuera la chance de morir atragantada en el intento.  Lo ingresó en su boca todo cuanto pudo y sintió el extremo muy cerca de su garganta; en ese momento, el robot depositó una mano sobre su cabeza y la llevó aun más contra sí, de tal modo que la verga entró completa y, ahora sí, el magnífico glande calzó en las amígdalas de Laureen provocándole arcadas que, paradójicamente, eran en extremo placenteras.
Aun a pesar del éxtasis que vivía, ella abrió los ojos y elevó la vista hacia él; tal como había previsto, el androide seguía mirándola fijamente.  El saberse con tal verga en la boca a la vez que observada de tal forma, hizo a Laureen sentirse doblemente penetrada.  El magnífico pene se movía dentro de su boca de un modo extraño e inimaginable en hombre alguno; trazaba círculos o semicírculos que llevaban el grado de excitación a niveles que ella nunca había sospechado que pudieran existir: el miembro se sacudía alocadamente, como dotado de vida; bailoteaba, danzaba…  Las arcadas se fueron haciendo cada vez más agudas al estar Laureen siendo sometida a un frenético bombeo oral, el cual, como no podía ser de otra manera, terminó con un torrente seminal que le invadió cada recoveco de su boca y que luego le bajó hacia el estómago como si estuviera tomando posesión del terreno conquistado.  Era semen, pudo comprobarlo; o bien un excelente sustituto mucho más sabroso y excitante al gusto…  No podía ni quería pensar en esa sustancia que reptaba hacia su interior como un preparado de laboratorio; prefirió, más bien, entregarse mansamente a la idea de que era el semen de Daniel Witt lo que la recorría por dentro y la iba poseyendo.  Y, por cierto, a juzgar por la alta calidad de las sensaciones, no necesitaba mucho esfuerzo imaginativo para convencerse de que era realmente así.
Una vez que su boca dejó escapar el pene del androide, tragó aire con tal ímpetu que recién entonces tomó conciencia de que llevaba un largo rato sin respirar.  Estiró los brazos hacia atrás como buscando el extremo del somier y ladeó la cabeza; si su intención era descansar tras lo vivido, estaba equivocada: en el preciso instante de asumir actitud de relajación, el androide la tomó por la cintura y la alzó un poco de la cama para así llevarle hacia arriba la corta falda y, casi antes de que Laureen pudiera darse cuenta de algo, quitarle las bragas deslizándolas a lo largo de las piernas izadas.  El nerviosismo invadió otra vez a Laureen y regresaron las culpas: había que parar aquella locura; no podía concebir estar así de entregada a un artefacto mecánico.  Volvió incluso a pensar en Jack y en que estaría haciendo, pero sus pensamientos y su renuencia se hicieron trizas cuando el androide la ensartó en la vagina e inició una feroz y alocada cabalgata que hacía ver como inconcebible que apenas un instante antes le hubiera eyaculado en la boca.  El miembro no daba señal alguna de flaccidez; por el contrario se mostraba vigoroso y potente yendo cada vez más adentro…y adentro… adentro… Los jadeos de Laureen, ya devenidos en aullidos se fueron haciendo cada vez más audibles hasta que poblaron la habitación y salieron por la ventana… En uno de esos fugaces e impensados momentos que tiene la mente, Laureen se preguntó, no sin vergüenza, si Jack la estaría oyendo en tal estado e incluso, cosa aun más loca, si su vecino Luke Nolan no lo estaría haciendo ya que le parecía imposible que los desaforados gritos que de su garganta brotaban no llegaran más allá de los límites de la propiedad…
Desde su habitación adecuadamente preparada y equipada para tal fin, Luke seguía con atención los movimientos de la casa de los Reed merced al accionar del módulo espía.  No se atrevía, sin embargo, a descenderlo demasiado ni a intentar siquiera acercarse a alguna de las ventanas, particularmente a la del dormitorio, ya que, aun cuando no hubiera visto en el día rastros del perro robot, la presencia de los recién llegados androides le cohibía ante la posibilidad de que fuesen capaces de descubrir el módulo espía.  Como él siempre se decía a sí mismo, las máquinas detectan con facilidad a otras máquinas ya que, después de todo, son sus semejantes.
Por cierto y siendo como era un entusiasta de los juguetes tecnológicos, no podía creer lo que los monitores le estaban mostrando.  Infinidad de veces había visto los avisos publicitarios y hasta había estado investigando acerca de los nuevos modelos lanzados por la World Robots pero verlos en acción superaba cualquier cálculo o expectativa: aquellos robots eran sencillamente increíbles; habría un antes y un después de ellos sin ningún lugar a dudas.
Jack yacía en el medio del parque de espaldas contra el césped y con los pantalones sobre los tobillos mientras una de las hermosas féminas de artificio lo cabalgaba sobre su vientre exhibiendo al aire de la tarde sus hermosos y bamboleantes pechos en tanto que la androide restante, reptando por entre las piernas de Jack y por debajo de la cola de su compañera, hurgaba con su lengua buscando muy posiblemente sus testículos, si bien la distancia prudencial de observación no le permitía a Luke determinarlo.  Esos robots no parecían réplicas: decididamente eran mujeres; lucían y se comportaban como tales.  Lo que Luke no podía entender era cómo Jack prefería entregarse a esos placeres mecánicos cuando tenía a la más bella mujer del mundo en su propia casa y de carne y hueso.  De hecho, una mezcla de rabia e impotencia se había apoderado de él viendo a su vecino entregar a su esposa a un robot sin miramiento ni culpa alguna.  A propósito de ello, debía resistirse por momentos a la fuerte tentación de llevar el módulo espía a la ventana de la habitación para contemplar el magnífico espectáculo de ver a Laureen haciendo el amor, lo cual podía ser una movida peligrosa dadas las circunstancias.  De todas formas, ese mismo temor tenía su parte de alivio puesto que lo libraba de ver cómo ella era montada por un ser de artificio: un verdadero desperdicio que sólo lo llevaba a pensar cómo era posible que Dios, el destino o quien fuese, fuera tan injusto de entregar tan exquisita y excelsa mujer a un hombre que la valoraba tan poco.
Las beldades que con sus carnales encantos envolvían a Jack  habían ahora cambiado de posición; y él también: mientras una era montada por él a cuatro patas, la otra, desde atrás, le lamía el orificio anal.  Asqueroso Jack, pensó Luke: un pervertido vicioso sin remedio… De pronto, una seguidilla de gritos femeninos pobló el aire de la tarde; no provenían de ninguno de los Ferobots, tal como Luke logró comprobar en los monitores, sino que provenían de la casa y se trataba, inconfundiblemente, de la voz de Laureen.  Olvidándose por completo de Jack y de sus dos réplicas, Luke encendió uno de los tantos monitores en el cual comenzaron a aparecer las imágenes de su vecina en una de las muchas filmaciones que de ella había registrado.  Intensificó la percepción sonora del módulo y aumentó el volumen todo cuanto pudo en sus parlantes para escuchar mejor los profundos gemidos de Laureen.  Y así, viéndola y oyéndola, se entregó una vez más al placer solitario…
Fue recién en la mañana y poco antes de partir hacia su trabajo cuando Jack decidió pasar por el dormitorio para ver a su esposa, con quien no había tenido contacto desde que la viera siendo llevada en volandas por el Merobot, pues tanto él como, al parecer, ella, habían estado muy entretenidos después de eso.  Entró sigilosamente por presumir que, tal vez, ella estaría durmiendo, pero se llevó una sorpresa: quien “dormía” (el concepto era sumamente extraño tratándose de un ser mecánico, pero al parecer los fabricantes lo habían equipado con esa posibilidad a los efectos de hacerlo ver lo más humano posible) era el androide, que yacía desparramado sobre las sábanas luciendo en su desnudez un físico realmente envidiable y ni qué decir del fantástico miembro entre sus piernas.  Laureen, por el contrario estaba despierta, sentada contra la almohada y abrazando sus recogidas piernas; en el momento en que Jack entró a la habitación, ella miraba al androide “durmiente” con la vista algo perdida o ausente y no cambió demasiado esa expresión al girarla hacia su esposo; había en el bello rostro de ella, y contrariamente a lo que Jack hubiera esperado, un cierto velo de tristeza.
“¿Y? – preguntó Jack, sonriente y guiñando un ojo a su esposa -.  ¿Cómo estuvo?”
“Estuvo bien” – respondió ella con la voz apagada y sin demasiada efusividad.
“¿Sólo bien? – preguntó él, sin dejar de sonreír -.  A juzgar por eso que se ve ahí – dirigió claramente la vista hacia el miembro del robot -, no creo que hayas alguna vez tenido algo como eso en tu vida, mal que me pese admitirlo…”
“¿Y cómo estuvo lo tuyo?” – repreguntó ella con un deje de ironía, aun cuando su voz seguía sin sonar con demasiada emoción.
“Lo mío fantástico… ¿Es que no vas a decir nada más, Laureen?  ¿Sólo que estuvo bien?   Laureen, estos robots son absolutamente increíbles…”
“¿De dónde sacaste el dinero?” – preguntó ella interrumpiéndole.
Jack resopló.
“¿Es lo único que te importa?  ¿Lo económico?  ¿No valoras el hecho de pasarla bien?  Yo oí tus gemidos ayer, Laureen.  Es más: me pregunto quién en el vecindario pueda no haberlos oído.  ¿Vas a decirme que no lo has pasado bien?  ¿Qué no lo has disfrutado?  ¿No vas a agradecerme siquiera?  Con respecto al dinero…, saqué un préstamo en el trabajo – mintió Jack -, además de… hmm… desprenderme tanto de mi robot conductor como de… Bite”
“¿Vendiste a Bite?” – preguntó ella, arrugando el entrecejo en una expresión de incredulidad.
“¡Laureen, por Dios! ¡Es sólo una máquina…!”
“Como también lo es eso que yace ahí – señaló hacia el androide -.  O las dos que te hacían de todo ayer en el parque… A propósito, tus gritos también se escucharon por todo el vecindario anoche…”
“¡Lo sé, pero no trato de negarlo como haces tú!  Yo lo pasé de maravillas y traje ese Merobot fue justamente con la idea de que también lo hicieras tú… ¿Vas a comparar a estas maravillas mecánicas con ese perro robot?  Te compraré otro perro a la primera oportunidad, uno real, de carne y hueso…: son más baratos…”
“Y también cagan y mean el parque – replicó Laureen -.  ¡Jack!  Creo que esto ha llegado a un límite que no puedo pasar… No fue hace tanto que estuviste cerca de la muerte por buscar emociones virtuales, ¿acaso ya lo olvidaste?”
“¡Pero mi corazón está maravillosamente bien hoy! – exclamó él, tanteándose el pecho -.  Los Erobots no son como el VirtualRoom, Laureen…”
“No voy a negarte que sí gocé con ese androide – admitió ella enterrando el mentón entre las rodillas y echando sobre su semblante un cierto velo de culpa -, pero… tenemos que dejar de ceder ante las sensaciones fugaces y las tentaciones momentáneas.  Lo pasé genial, lo reconozco pero… en algún punto sentí que no era yo, que era alguna otra quien obraba por mí, guiando mis sentidos y mis actos…”
“Lo cual es una buena forma de limpiarse la conciencia – se mofó él -.  Laureen, por favor, no me vengas con eso; ésa que ayer gritaba y gozaba como poseída sí eras tú… En todo caso, puedes decir que era una parte de ti que siempre mantuviste oculta, ya fuera por decisión propia o por algún miedo indefinible, pero ten por seguro que sí eras tú…”
“Me sentí como… si me tragara un remolino – dijo ella, haciendo una pausa para revolear los ojos como si buscara la imagen justa -.., un remolino en el cual me terminé ahogando, por cierto, pero… ahora que lo veo en retrospectiva…, siento vergüenza de mí misma y, aunque no lo puedas creer, eso no es lo más preocupante… Siento que estos robots sólo van a contribuir a alejarnos aun más…”
“¿Hay forma de que alguna vez le veas el lado positivo a algo? – preguntó Jack con evidente fastidio -.  Yo lo veo como que van a ayudar a combatir la rutina y a que revitalicemos nuestro matrimonio…”
“No, Jack Reed, eso es en realidad lo que quieres creer.  La realidad es que ya no encuentras satisfacción en mí, ni sexual ni de otro tipo… Y si quieres que te diga la verdad, yo también siento que cada vez la encuentro menos en ti…”
“Okay, ¿quieres divorciarte?”
“¡Jack, no seas idiota! – vociferó Laureen dirigiendo a su esposo una mirada furtiva -.  ¡Yo no estoy hablando de eso y, en todo caso, si lo mencionas, será porque es a ti a quien le baila esa idea en la cabeza…!  Lo que te estoy tratando de decir es que esos… robots no van a ayudar en nada; sólo van a complicar más las cosas… y dudo mucho que se pueda revitalizar un matrimonio buscando emociones en algo que actúe como sustituto de la pareja.  Para que no creas que soy desagradecida, te agradezco de corazón el que hayas decidido incluirme y que hayas pensado en mí al traerme una réplica de Daniel Witt, de quien bien sabes cuánto me gusta… Pero, Jack, hay que terminar con esto ahora: si mantenemos esos robots aquí en casa, nuestro matrimonio se va a terminar de ir por la borda en pocas semanas…”
Un profundo silencio se instaló en la habitación durante un par de minutos,  siendo sólo interrumpido por el androide, que se removió en su cama en otra de sus tantas actitudes imitativas que, con tanta perfección, buscaban verse humanas.  Jack permaneció algo cabizbajo y pensativo; se le veía claramente decepcionado.  Simplemente dio media vuelta evidenciando clara intención de partir.
“Debo irme o llegaré tarde al trabajo – dijo -.  Además, ahora tendré que conducir el auto yo y no estoy tan ducho”
“Jack…”
“¿Sí?”
“¿Puedo pedirte algo?”
Él permaneció mirándola sin lograr adivinar cuál podría ser la solicitud de su esposa.
“Por favor…, déjame los tres robots en off.  Puede sonar estúpido pero ya bastante tengo con verlos en la casa como para, además, verlos en movimiento… No sé, su presencia me…inquieta, por no decir que me atemoriza…”
Jack asintió varias veces con la cabeza sin que su rostro abandonara en ningún momento su expresión de desazón.  Una vez más se giró y se aprestó a marcharse.
“Te compraré otro perro…” – dijo al salir.
Como no podía ser de otra manera, llegó tarde a su trabajo.   No fue sólo su falta de pericia al volante para moverse por entre el tránsito citadino, sino que además al llegar a su piso y no teniendo robot que guiara el vehículo de vuelta a su casa, no le quedó más remedio que seguir hasta la azotea y pagar estacionamiento para luego bajar en ascensor: se sintió estúpido al no haber previsto ese problema y, sobre todo, el del estacionamiento, que implicaba un coste extra de allí en más.  Durante todo el camino su mente se dividió: por un lado estaba el recuerdo de una tarde y una noche inolvidables junto a Theresa y Elena,  pero por otro la amargura que le había dejado hallar y dejar a Laureen de esa forma.  Él parecía haber hallado la solución a su problema sin riesgo aparente para su salud pero para ella no había solución a nada, no al menos por ese camino: estaba claro que se sentía culpable cada vez que, empujada por él, se dejaba incluir en aventuras eróticas de índole tecnológica;  ya le había ocurrido con el VirtualRoom y ahora le había vuelto a ocurrir con el Erobot.  De ese modo, la alegría que sentía Jack por la acertada adquisición de las Ferobots tenía como contracara la insatisfacción de su esposa con el Merobot.
Durante toda la mañana no tuvo noticias de Miss Karlsten; no le convocó a su oficina para nada y ni siquiera le llamó a través del intercomunicador.  Fue al llegar el corte del mediodía que le avisaron que su jefa lo esperaba, lo cual le irritó puesto que implicaba tal vez sacrificar su horario para almorzar.  Al entrar en la oficina, la encontró ataviada de un modo distinto a como lo hacía siempre, luciendo un largo sacón de piel sintética que le cubría desde el cuello hasta las pantorrillas dejando por debajo al descubierto sus zapatos de agudo taco.
“¿Tienes frío?” – bromeó Jack.
Ella, con un solo movimiento, se libró de su sacón como quien dejase caer una capa.  Lo que quedó al descubierto no pudo menos que impresionar a Jack, cuyos ojos lucieron desorbitados ya que nunca había visto a su jefa de aquella forma.  Lucía un ceñido corsé que terminaba en ligueros que le unían con las largas y sensuales medias de nylon, a lo que se sumaba una escueta tanga, todo de color negro.  Jack bien sabía que Carla Karlsten tenía un cuerpo inmensamente atractivo pero al verla vestida de ese modo, caía en la cuenta de que nunca había pensado que lo fuera tanto; no pudo evitar soltar un prolongado silbido.
“¿Estamos en guerra con alguien?” – preguntó, manteniendo un tono de broma ante el cual ella, sin embargo, se mantuvo seria e imperturbable.
“Sígueme” – le dijo secamente.
Ella se giró y echó a andar sobre sus tacos aguja.  En cuanto le dio la espalda, los ojos de Jack tuvieron una fantástica visión de su trasero como jamás la habían tenido, lo cual le permitió comprobar que, por cierto, lo tenía muy bien formado además de saber realzar sus atributos al moverlo cadenciosa y sensualmente mientras caminaba; no cabía duda de que muchas muchachas jóvenes envidiarían una retaguardia como aquélla.  Así, caminando tras ella y sin poder despegar sus ojos de tan excelente vista, Jack traspuso la “puerta secreta”.  Por mucha confianza que Carla Karlsten le tuviera, llegando al punto de hacerle confidente de sus secretos más íntimos, lo cierto era que jamás le había hecho pasar allí.  Azorado, Jack descubrió un mundo nuevo y aun cuando hubiera tratado de imaginarlo mil veces, jamás lo había pensando tan lóbrego y siniestro; sintió como la piel se le erizaba.  Viendo aquel sitio poblado de ruedas, grilletes, cintas de cuero, collares, cadenas, potros de tormento, látigos y tantos otros enseres, se tenía la sensación de haber viajado en el tiempo.  Lo que desencajaba desde todo punto de vista era el androide, el cual de pie y a un costado constituía allí un anacronismo absoluto: estaba inactivo, tal como lo denotaba la expresión vacía y ausente de sus ojos.  Lo curioso del caso era que, aun descontextualizada, la presencia de esa figura enhiesta e inmóvil contribuía a realzar todo lo sombrío que ese lugar tenía, terminando de darle un aspecto terrorífico.
“¿Lo tienes en off?” – preguntó Jack.
“Así es…” – respondió lacónicamente la jefa.
“¿Con qué sentido? – indagó él -.  ¿No se supone que debería presenciar lo que yo vaya a hacerte para así entender que lo estás gozando?”
“Quiero que primero practiques, que te familiarices con todo esto – explicó ella -.  Ambos sabemos que no eres un hombre que me excite particularmente y ello podría derivar en que yo no me mostrara resuelta a gozar desde el inicio, que necesite mi tiempo… Y en tu caso, bien, esto no es lo tuyo y, como tal, sería interesante que practicaras para así poder someterme del modo más natural posible; sólo así puedo llegar a excitarme y demostrar placer, que es lo que, en definitiva, quiero que el robot vea…”
“Repito: ¿y entonces por qué no está encendido?” – insistió Jack mientras miraba al inmóvil robot con el ceño fruncido y mesándose la barbilla.
“No quiero exponerme a que el robot reaccione mal si ve que no hay placer en mi dolor.  Por lo tanto, creo que es mejor mantenerlo apagado durante la práctica y ponerlo en actividad en cuanto veamos que la cosa nos sale lo suficientemente natural como para convencerle…”
“Je, piensas en todo… – rió Jack -, pero… sigo sin entender qué tengo que hacer…”
“¡Por lo pronto cumplir con tu parte del trato!  Yo ya cumplí con la mía… Por cierto, ¿qué tal esos Ferobots?  ¿Y tu esposa?  ¿Quedó conforme con el Merobot?”
“A decir verdad… – comenzó a decir Jack tristemente mientras echaba una mirada a la hilera de látigos -, no quedó del todo conforme, como tampoco lo has hecho tú con el tuyo.  Empiezo a pensar que los Erobots son androides más adecuados para el consumo masculino que para el femenino…”
“Oh…, lamento de corazón que haya sido así, Jack, pero… ahora…, vamos a lo nuestro…”
Jack volvió a mirar en derredor; por mucho que lo intentaba, no lograba captar aún que era lo que de él se esperaba.  Había allí un arsenal completo como para hacer feliz a cualquier amante del sadomasoquismo o de emociones retro, pero él era totalmente ajeo y neófito en tales cuestiones.
“¿Qué… quieres que haga exactamente?” – preguntó.
“¡Domíname!  ¡Sométeme!  ¡Y golpéame! – rugió su jefa -.  ¿No tienes imaginación?  ¿Es que tengo que decírtelo todo?  Y no olvides tener el control remoto del Merobot a mano para que puedas encenderlo cuando hayamos logrado el clima y la sensación adecuados…”
Jack Reed se encogió de hombros.  Aun cuando esa clase de emociones fuertes no eran el ámbito en el cual encontrara sus placeres, decidió que, después de todo, la cosa podía ser divertida.  Lo que tenía ante sus manos era la posibilidad de reducir a la poderosa Carla Karlsten a una piltrafa humana sin dignidad alguna y ello no dejaba de ser excitante en algún punto.  Así que se decidió a pasar a la acción.
Yendo por detrás de ella, la tomó por los bucles y tironeó con fuerza de su cabeza hacia él.  Miss Karlsten lanzó un alarido de dolor y, extrañamente, Jack encontró placentera la situación; hasta le pareció que su pene quisiera erguirse.  Sosteniéndola siempre por los cabellos le giró la cabeza hasta obligarla a mirarle a los ojos y pudo notar que su jefa tenía la cara contraída en un rictus de dolor; se puso a pensar cuántos empleados de la Payback Company pagarían por presenciar un espectáculo de tal índole…y él lo estaba gozando gratis.
“Bien, puta – dijo, mordiendo las palabras y tratando de no sonar demasiado sobreactuado -; vamos aponerte en el lugar en que mereces estar…”
Con un violento tirón hacia abajo, hizo que Miss Karlsten cayera sobre sus rodillas y pudo entonces comprobar cuán placentera era la imagen de ver a su orgullosa y petulante jefa de ese modo.  Inesperadamente, le estaba encontrando el gustillo a la situación: no era que lo excitaran las situaciones de dominación, sino que lo excitaba esa situación en particular y con esa persona en particular…
“Bésame los zapatos, perra sucia” – le ordenó, divertido pero buscando a la vez no perder firmeza en la voz de mando.
Miss Karlsten pareció vacilar un momento; seguramente estaba siendo sometida a intensos torbellinos interiores desde el momento en que debía ser la primera vez que recibía una orden así en su vida. 
“¿Qué estás esperando, puta?  Bésalos…” – insistió él, con una maliciosa sonrisa dibujada en el rostro.
A Miss Karlsten no le quedó otra alternativa; después de todo, era exactamente lo que le había pedido a él que hiciera y, de algún modo, servía como atisbo de consuelo que, aun dentro de lo humillante de la situación, si él tenía el mando era porque ella se lo había otorgado.  Hasta en una situación como ésa, Miss Karlsten buscaba convencer y tranquilizar a su conciencia para dejar su dignidad lo más a salvo posible.
Apoyando las palmas en el piso bajó la cabeza hasta que sus labios tocaron las puntas de los zapatos de Jack y besaron, primero uno y luego el otro.  Una desagradable sensación le invadió a Miss Karlsten al hacerlo, no pudiendo reprimir una cara de asco y, de hecho, al retirar los labios, escupió levemente como para eliminar cualquier residuo de impureza que hubiera quedado depositado sobre ellos: era una mujer arrogante y dominante librando una feroz batalla contra sí misma; Jack, por su parte, ni siquiera pareció percibir lo que ella acababa de hacer.
Volviendo a tomarla por los cabellos, la izó del piso prácticamente como si fuera un paquete hasta ponerla en pie nuevamente.
“Vamos a probar algunos de tus juguetes” – le dijo al oído, sonriendo maliciosamente.
Llevada a empujones y siempre sostenida por Jack de los cabellos, Miss Karlsten contraía su rostro en evidente mueca de dolor y se veía obligada a marchar con la espalda arqueada mientras él la iba llevando hasta una mesa sobre la cual había diseminados montones de elementos relacionados con actividades fetichistas o sadomasoquistas.  Durante la marcha, Jack no dejó oportunidad de acariciarle las nalgas e incluso de deslizó un dedo por entre ellas, provocando así que la minúscula tanga fuera se enterrara en la zanja de la cola aun más de lo que ya lo estaba.   Jack no pudo evitar soltar una risita malévola.
 Echó de reojo un vistazo al robot y, por un momento, se inquietó como si se hallara en infracción.  De algún modo, estaba haciendo daño a la propietaria del androide y se le cruzó por la cabeza la posibilidad de que, quizás, existiera algún método para que el mismo entrara en funciones de manera automática ante situaciones extremas como aquella.  Para su alivio,  sin embargo, no había en el androide indicio alguno de actividad; sus ojos seguían tan inertes como siempre, lo cual significaba que Jack había exagerado sus temores: no había, al parecer, nada que indicase que la World Robots hubiera equipado al Merobot con un dispositivo semejante al que había imaginado.  Y aun en el supuesto caso de que así fuese y el robot, en algún momento, “despertase”, tampoco había en teoría nada que temer ya que su mandato positrónico le impedía dañar a seres humanos por más que se tratase de hipotéticos agresores de su dueña.
Al llegar ante la mesa y siempre sin soltar el cabello de su jefa, Jack se detuvo a observar con detenimiento los distintos elementos que allí había: todo un paraíso para amantes del sado.  Le llamó la atención muy especialmente un falo artificial que, al tomarlo, sintió como de plástico o tal vez goma sintética: toda una antigüedad, por cierto, pero una perversa antigüedad…
“Eres una zorra muy pervertida” – dijo Jack, divertido, mientras hacía bailar el objeto a centímetros de los ojos de Miss Karlsten.
Volvió a depositar el falo sobre la mesa y concentró su atención en un grueso collar, como de perro, pero ideal para un cuello humano y, por lo que se veía, ajustable hasta el ahogamiento a juzgar por las hebillas que lo jalonaban.  Sonriendo, miró de soslayo a su jefa y descubrió un tinte de miedo en sus ojos, lo cual le produjo nuevamente un intenso e impensado placer: otra vez sintió que su verga quería pararse.  Asintiendo con la cabeza y sin dejar de sonreír, llevó el collar hacia el hermoso cuello de Miss Karlsten y una vez habiéndolo rodeado, lo ajustó hasta  que a ella le costó respirar y su semblante comenzó a cambiar de color; recién entonces decidió Jack que había llegado al límite tolerable, así que aflojó levemente la pieza como para permitirle respirar nuevamente, aunque no lo suficiente como para que no la sintiera bien ceñida al cuello y privándola de libertad.  Una vez que lo hubo hecho, le echó a su jefa una mirada penetrante.
“¿Y?  ¿Cómo se siente? – preguntó – ¿Cómo se siente? ¡Contéstame, puta!” – repitió una y otra vez permitiéndose incluso abofetearla en el rostro y arrancándole, al hacerlo, un par de agudos grititos de dolor.
En ese momento, Jack creyó escuchar algo.  Desviando la atención por un momento de Miss Karlsten, echó un vistazo en dirección al robot ya que le había parecido que el sonido hubiera provenido de esa ubicación.  Le pareció, inclusive, percibir un ligero destello en los ojos del androide pero, al aguzar más la vista para ver mejor, descubrió que no había nada: su imaginación y su paranoia le estaban jugando clarísimamente una mala pasada: el robot seguía apagado sin visos de que tal situación cambiase y no había, por lo tanto, por qué esperar ni mucho menos temer algo diferente.
“Se… siente… bien, Jack…” – musitó Miss Karlsten, provocando que Jack volviera a dirigir la atención hacia su indefensa víctima tras haberla olvidado por unos segundos.
“No me digas Jack… – le reprendió él, tirando de la hebilla del collar y haciendo con ello que el rostro de la mujer se tiñera una vez más de dolor, un dolor sordo ya que Miss Karlsten no lograba emitir sonido debido a la presión del collar sobre su garganta -.  Dime… Señor”
Ella gesticulaba y hacía mímica pero ningún sonido brotaba de su garganta, lo cual hizo a Jack darse cuenta de que debía aflojar un poco la presión de la hebilla para permitirle hablar.  Cuando, finalmente, lo hizo, ella tragó aire y habló entrecortadamente:
“S… sí, S… señor… se  s…siente b… bien, Se…ñor”
“Así me gusta” – dijo él, sonriendo y asestándole un escupitajo en pleno rostro.
El  semblante de Miss Karlsten enrojeció, denotando que hervía por dentro; por una breve instante estuvo a punto de sublevarse y estallar pero se contuvo: resultaba obvio que Jack la estaba probando.  Él, de hecho, buscó mantener su rostro siempre sonriente y su mirada siempre fija a los efectos de no demostrar emoción ni flaqueza alguna; la realidad, sin embargo, era que, por dentro, se estaba preguntando si no habría ido demasiado lejos.  Al parecer fue sólo un temor infundado: Miss Karlsten, simplemente, bajó la cabeza asimilando la afrenta a su mancillada dignidad.  La sonrisa en el rostro de Jack se ensanchó todavía más.  De hecho, en lugar de echarse atrás, redobló la apuesta: llevando una mano hacia la entrepierna de su jefa, tanteó por sobre la tanga y comprobó que estaba mojada.
“Puta de mierda, estás excitada” – le espetó, buscando expresar en el tono de voz el mayor desprecio posible.
Miss Karlsten no terminaba de asimilar lo que estaba ocurriendo y, de hecho, hasta parecía haber olvidado al Merobot o el sentido original de todo aquello.  La situación la estaba llevando a un nuevo grado de excitación que era para ella totalmente nuevo y desconocido.  Durante años había abrigado la fantasía de ser sometida de aquella forma pero jamás había pensado que fuera a ser Jack Reed el responsable de conducirla a tal estado.
Él tomó una cadena de encima de la mesa y la unió a la argolla del collar; luego jaló de la misma a los efectos de demostrarle a su jefa quién era el que tenía el poder en  ese momento.  El cuerpo de ella se sacudió y retorció por el dolor y la degradación.  Jack giró la cabeza y detuvo sus ojos en la estructura de madera circular que se hallaba puesta en forma vertical; entornó la vista y frunció la comisura del labio como si estuviera haciendo cálculos o, tal vez, tratando de determinar la utilidad de tal estructura.  Los grilletes que aparecían adosados a ella, puestos a alturas estratégicamente convenientes como para aprisionar las muñecas y los tobillos de una persona, le dieron la respuesta que necesitaba.  Miró a Miss Karlsten con gesto acusador y despreciativo.
“No quiero ni pensar a cuántos de tus muchachitos has torturado allí, ¿verdad?” – preguntó.
Miss Karlsten estaba claramente nerviosa; bajaba la cabeza aun más y no contestaba.
“Vamos entonces a darte un trago de tu propia medicina” – anunció él y, de inmediato, jaló de la cadena obligando a su jefa a marchar hacia la estructura circular.
Una vez que la ubicó de frente contra la misma, la obligó a colocar sus muñecas dentro de los abiertos grilletes para luego proceder a cerrarlos.  Hizo después lo propio con los tobillos y, de ese modo, Miss Karlsten quedó inmovilizada y disponible para lo que siguiese, lo cual, por extraño que y novedoso que pareciera, dependía por entero de Jack.  Soltó los botones de la espalda del corsé de su jefa dejando expuesta su bella y tersa piel; no conforme con ello, jaló de la tanga hacia abajo de tal forma de dejarle completamente al descubierto un culo que bien podía ser la envidia de muchísimas jovencitas.  Tener a Miss Karlsten de esa forma puso en una encrucijada a Jack: ¿qué sería más placentero para azotar?  ¿Nalgas o espalda?  Mientras meditaba acerca de ello se acercó hacia el exhibidor sobre el cual se hallaban alineados los látigos y, pretendiendo parecer experto, chequeó un par haciéndolos restallar y chasquear en el aire.  Se quedó con uno, finalmente: no era el más grande pero sí el que le daba la impresión de golpear con más fuerza.  Ubicándose a espaldas de Miss Karlsten permaneció inmóvil durante algún momento de tal modo de crear suspenso e incluso hacerla sufrir con ello.  Logró el efecto buscado: pudo ver claramente cómo a la poderosa ejecutiva le comenzaban a temblar sus bellas piernas ante la incertidumbre y ansiedad de la espera.  En una actitud casi refleja, Jack dirigió una mirada de soslayo hacia la derecha, en dirección al robot: seguía tan inmóvil como siempre y sin dar señal alguna de actividad; no había razón para seguir con la paranoia…
Como si fuera un domador de circo, Jack alzó el látigo y se sintió poderoso al hacerlo; ya lo tenía en el aire y aun no había decidido en qué parte de la deseable anatomía de Miss Karlsten caería el primer golpe.  Fue a último momento y al  clavar la vista en ese tan precioso culo que decidió que ése era el lugar adecuado.  El látigo restalló y golpeó con fuerza en las nalgas de la mujer, arrancándole un grito de dolor.  Jack se relamió y volvió a sentir su miembro erguirse al ver la bella carne enrojecerse; la imagen le resultó tan estimulante que le llevó a alzar el látigo nuevamente para hacerlo caer otra vez sin piedad sobre las nalgas de su jefa.  El grito fue aun más intenso y agudo que el anterior y lo mismo fue ocurriendo en los dos golpes sucesivos.
Jack no terminaba de creer que ese objeto de placer sobre el cual dejaba azote tras azote no era otra que la orgullosa, altiva y petulante Miss Karlsten.  Subiendo desde la cola, recorrió con los ojos la preciosa ese de la espalda y decidió que había llegado el momento de cambiar de blanco.  El látigo restalló nuevamente para terminar impactando esta vez entre los omóplatos de la mujer, quien profirió un nuevo grito que, de tan agudo, hizo empalidecer a los que había proferido antes; la excitación de Jack Reed aumentó todavía más, por lo cual golpeó nuevamente y, tal como había previsto, obtuvo de su víctima un grito aun más doliente y lastimero.  Al tercer latigazo sobre la espalda, el grito ya era directamente alarido y el tono terriblemente sobreagudo.  Alzó el látigo para hacerlo caer una vez más, pero… no logró hacerlo…
Como si se hubiese tratado de garfios, sintió que unos poderosos dedos se le clavaban en la muñeca; era extraño porque no le provocaban dolor y, sin embargo, la presión de los mismos actuaba de tal modo que le obligaban a aflojar la tensión de su mano, la cual, laxa, soltó finalmente el mango del látigo, que cayó al piso.  Al girar la cabeza, se encontró con que quien tenía atrapada e inmovilizada su muñeca era… el Merobot…
                                                                                                                                                                                 CONTINUARÁ
Para contactar con la autora:

(martinalemmi@hotmail.com.ar)

 
 

Relato erótico: “la Gemela 3” (POR JAVIET)

$
0
0

   Hola lectores, voy a continuar relatando las andanzas de mi amigo Paco y su ligue una chica llamada Paula, como recordareis estos dos se conocieron en un local llamado “El bareto” y allí comenzó una relación que ya dura meses, naturalmente el bueno de Paco salía cada vez más con ella y menos con la cuadrilla de amigos, hasta que hace unos días en que discutieron y como vulgarmente se dice, la oveja volvió al redil.
Naturalmente la panda le acogió y le animó a superar su disgusto por el viejo sistema de hacerle beber muchas birras y darle palmaditas entre frases de:
–         Ya te lo dijimos, te alejaba de nosotros.
–         Era demasiada tía para ti.
–         Menuda zorra debía ser, se la veía en la cara.
–         Jo tío, si no la vas usar mas, pásanos el teléfono.
Así un largo etcétera en que cada amiguete daba su opinión, esta terapia alcohólica llego a su clímax cuando le hicimos tragar varios “submarinos” de Ron junto con mas birra, un rato después un Paco semidormido empezó a hablar con su voz de borracho, contándonos su historia con Laura con todo lujo de detalles hasta más allá de la hora de cierre del bar en que estábamos, su charla era tan entretenida que aparte del dueño del local y el barman se quedaron más clientes asiduos, haciendo junto a nuestra cuadrilla un circulo de atentos curiosos a la excitante historia que nos contó hasta el amanecer; Ahora tras asimilarla y ordenarla debidamente permitidme que la comparta con todos vosotros.
Unos días después de su primer encuentro en el bar y de follarse mutuamente en el coche, Paco llamó a Laura para ver si quedaban a tomar algo, a lo que la chica accedió encantada pues según dijo le había echado de menos, quedaron para verse el viernes por la tarde y ella le dio su dirección para que pasara a recogerla a casa, pues  estaba cuidando a su hermana Lola que tenía una luxación en un tobillo, pero esperaba que para ese día estaría ya repuesta.
Llegado el día, Paco se vistió más elegante de lo normal, pues vería a Laura y por lo que dedujo posiblemente también a su hermana, además no sabía si estarían allí sus padres y quería dar buena imagen (recordemos que Paco es algo feo, de hecho estuvo mamando de su madre hasta los dos años en lugar de tomar el biberón, pues de esa manera ella le veía la coronilla y no la cara, como a un “terribleador” que yo me sé) salió de casa, tomó su coche y en breve llego con ayuda del GPS a casa de Laura situada a las afueras de la ciudad.
Sin salir del coche la llamó por el móvil:
–         Hola, Laura ¿qué tal estas?
–         ¡hola Paco estoy bien, ya he memorizado tu numero en mi móvil ¿estás bien, vienes ya?
–         La verdad es que estoy en la puerta de tu casa, dentro del coche esperándote.
–         Pues estoy casi lista pero me falta un poquito, ¿Por qué no entras a buscarme y te presento a mi familia?
–         Estoo… me parece algo precipitado, solo nos conocemos de una tarde y…
–         No seas tonto, no te van a comer, además a ellos les gustara conocerte estoy segura.
–         Está bien, voy para allá.
Colgó el teléfono y salió del coche, dirigiéndose a aquella casita unifamiliar blanca de dos pisos y un pequeño patio, al llegar a la puerta pulsó el timbre y esperó unos segundos a que su chica le abriese la puerta, cuando esta se abrió vio a Laura, con unos 20 añitos de mas, la misma cara con forma de corazón, melena larga de color negro azabache, las tetas más grandes de lo que recordaba bajo un fino vestido amarillo, a través del cual se apreciaban unos pezones pujantes del tamaño de garbanzos, la impresión le dejo mudo y permaneció quieto, observando la silueta de la hembra de estrecha cintura y amplias caderas que la luz, proveniente de una ventana revelaba al pasar desde detrás de ella y a través del fino vestido.
Pili había oído el timbre de la puerta, estaba en la cocina y por tanto era la más cercana a esta, sabía que vendría el chico del otro día a buscar a Laura pues ella se lo había anunciado dos días antes. Recordó que la noche en que su hija le conoció, ella estaba en la cama echando un polvo con su marido Jesús, tras calentarse al sentir a Lola teniendo sexo telefónico con Marcos, estaba a cuatro patas recibiendo gustosa el bien dotado miembro de su marido por el culo, disfrutando de cada arremetida que recibía a través del abierto esfínter y sintiendo cada centímetro de caliente y pulsante verga recorrerla por dentro, cuando sintió la calentura de Laura y supo que estaba teniendo sexo con alguien.
Pili de inmediato y sin dejar de agitar las caderas para mayor disfrute de su macho, cerró los ojos y se concentro en la mente de Laura, hasta que vio lo que ella estaba haciendo, le estaba chupando la verga a un tío y menuda pedazo de tranca que se gastaba el maromo ¡parecía una mortadela! aquello la excito más si cabe, sin dejar de recibir los pollazos de su amado por el conducto anal se llevó tres dedos a su chochete y se los clavo a fondo, seguía con los ojos cerrados pero viendo en su mente como su hija le hacia una mamada fabulosa al desconocido.
Pili incluso sacaba la lengua y creía ayudar a Laura a lamer aquel pedazo de verga, todo esto sin dejar de meterse los dedos en su empapada grieta, mientras recibía los embates de Jesús por su atractivo trasero, cuando el chico de Laura eyaculó en su boca un torrente de semen, Pili sentía en su mente la sensación que tenía su hija saboreándolo, con lo cual prácticamente percibió el sabor ligeramente salado, espeso y cálido de aquel macho mientras aceleraba sus dedos dentro de su chochete en un ir y venir casi salvaje, en su culo Jesús arremetía cada vez mas vigorosamente notándola estremecerse entre gemidos de placer y sacudirse mientras se arqueaba entre grititos corriéndose sin dejar de meterse los dedos en el chochete, hasta que el eyaculo entre jadeos varios chorros potentes y cálidos dentro de ella, provocándola otro fuerte y liberador orgasmo que la hizo quedar derrengada en la cama.
También percibió a medias debido al agotamiento, como la vigorosa herramienta de Paco se follaba a Laura hasta correrse de nuevo, a la vez que su hija y en su interior hasta casi desbordarla, Pili inmediatamente se había propuesto probarlo, no sería la primera vez que probaba a un noviete de alguna de ellas, como había hecho con Marcos cuando este empezó a follarse a Lola, las chicas ya sabían el secreto de su madre, así como que ella podía “ver” lo que ellas veían, aunque ellas podían excitarse entre sí no podían ver lo que veía ella pues Pili sabia bloquearlas cuando quería, su precio por consentirlas ser un poco putitas era que ella debía probar y disfrutar esporádicamente de sus chicos, e incluso las animó a que los compartiesen entre ellas.
Aquello paso cuando cumplieron los 18 años, al principio las costó un poco pero pasado un año llegaron a protagonizar autenticas orgias en su pequeña ciudad natal, ahora que contaban 22 añitos el intercambio de novietes entre ellas les parecía algo normal, además de que los chicos solían estar encantados por el hecho te tirarse a dos gemelas, al llegar a la capital Pili las exigió que no fueran tan promiscuas y se echaran por fin novios formales, aunque podían seguir intercambiándoselos si querían, ellas tras alguna discusión habían finalmente aceptado todas sus condiciones.
Pili quería probar al chico nuevo, saborearlo y ser penetrada por aquel gorda miembro, así que se lo dijo a Jesús el cual acepto su propuesta, pues como imaginareis ya estaba acostumbrado a estas alturas a dejarla que hiciera lo que quisiera, pues de una manera u otra el siempre salía beneficiado con las aventurillas de su mujer.
Nunca habían tocado a sus hijas, pero disfrutaban con sus aventuras sexuales desde el instituto, Pili le contaba lo que hacían y así se calentaban para follar, además aquellas experiencias convertían a la mujer en una ninfómana desbocada, cuando se follaba a un novio o amigo de una de ellas, Jesús pedía una satisfacción y solían ir a un local de intercambio para que el pudiera estar con otras mientras la observaba, ella solo se masturbaba o hacia sexo oral, pues tenía prohibido en esas ocasiones follarse a nadie sin que su marido lo autorizase como venganza por los cuernos, con lo cual ambos salían beneficiados con aquel acuerdo.
Pero ella estaba decidida a probar en persona la mortadela del chico nuevo, con esta idea en la cabeza se había puesto aquel vestido semitransparente, Pili estaba casualmente en la cocina cuando oyó el timbre de la puerta y vio su oportunidad, pues quería impresionar a Paco en su primera visita, así que dijo:
–         Llaman a la puerta.
–         Ese es Paco seguro, ya voy. –Dijo Laura desde el baño.
–         No te preocupes, ya le abro yo, tú acaba de arreglarte.
Pili abrió la puerta y miró a su visitante, el muchacho aparentaba unos 23 ó 25 años, vestía bien y de sport, la ropa de tonos claros hacia resaltar el tono moreno de piscina de sus facciones, de cara no era una belleza pero tampoco era feo, se le veía de aspecto fuerte y musculado, naturalmente y como de pasada le miro el paquete que ya abultaba un poco, debía de gustarle lo que estaba viendo a través del vestido amarillo, le llamo la atención que permaneciera allí quieto mirándola sin decir ni pio y con la boca semiabierta, ella dijo:
–         Hola soy Pili la madre de Laura, tú debes de ser Paco.
–         Estoo.. si claro, disculpe me he quedado asombrado, es usted clavada a su hija.
–         Querrás decir a mis hijas.
–         A su hija Laura claro y permítame decirla que son ambas muy guapas.
–         Ya veo que mi hija no te ha hablado de su hermana Lola.
–         Si me ha hablado de ella ¿Por qué lo dice?
–         Porque son gemelas idénticas, ¿no te mencionó ese detalle?
–         No me lo dijo, estoy seguro y tampoco dijo que fuera clavadita a su madre e igual de guapa.
–         Gracias por el piropo chavalote, se bienvenido y anda, pasa al comedor que te presentare a la familia.
Ella le dejo entrar y le indico hacia dónde ir, Pili caminó tras el mirándole descaradamente el culo mientras se daba un pequeño y lujurioso mordisquito en los labios. Sentado en el sofá viendo la tele estaba un hombre de 50 años, moreno de pelo corto, se notaba que se mantenía en forma, era Jesús el padre, se levanto al verle entrar revelando su estatura de 1´80 y Pili los presentó, se estrecharon la mano y el hizo el gesto de darla a ella un beso en la mejilla, la mujer se lo devolvió aprovechando para darle a Paco ese beso muy cerca de la boca.
Los dos hombres se sentaron a charlar ante la tele, entretanto la mujer fue a por unas cervezas y algo de picar que trajo a la mesa y se unió a la conversación, más bien interrogatorio al que Jesús sometía al “nuevo” afortunadamente unos minutos después volvió a sonar el timbre, Pili fue a abrir la puerta bajo la mirada atenta de los dos conversadores, que como de común acuerdo admiraban sus curvas y su bonito culo, la oyeron saludar a Marcos el novio de Lola, el cual aprovechando que nadie les veía, la dio un suave beso en la boca antes de pasar hacia la sala donde Jesús le presentó a Paco, enseguida el chico de 1´70 de altura se sirvió una cerveza, tenía 23 años cabeza rapada, llevaba una camisa floreada y tenía algo de barriguita, pantalones vaqueros y náuticos a juego, todos se pusieron a charlar mientras esperaban a las chicas y veían la tele.
CONTINUARA…
Bueno amig@s este episodio a sido algo flojillo en tema de sexo, dado que tenía que presentar al resto de personajes, así como perfilar algunos detalles de la historia como son los límites del “don” de las protagonistas, pero prometo compensarlo en el siguiente capítulo cuando las chicas bajen de arreglarse.
Entretanto pasadlo bien y sed felices.
 
 
 

Relato erótico: “Venganza de hermanita 2 ” (POR LEONNELA)

$
0
0

Allí seguía, pegada a la habitación de mi hermana, mirando mórbidamente a través de la abertura de la puerta la consagración de su traición,  alterada por sus jadeos que espeluznaban mi sexo. La delgadez de mi hermana se veía magnifica estando despatarrada, sus pechos medianos ganaban   volumen producto de la excitación y ligeramente  se sacudían mostrándose aun mas tentadores, tanto que casi involuntariamente agarré los míos  acunándolos en mis manos y dejando que un suave jugueteo despierte  mis pezones.
Sus codos sobre el colchón, su espalda curveada de forma que su trasero se levantaba arrogante, y sus  muslos abiertos en una posición de perrita, desprotegían su sexo y permitían que sus carnes se abrieran para ser invadidas. Agarraba las sabanas, encrespando sus puños, producto del placer de ser duramente tomada, a momentos con lo ojos achinados y los labios entreabiertos volteaba el rostro sudoroso hacia él y me permitía ver su carita linda trasformada en un rostro herido por el puñal del placer.
Recibía tantos embates que quizá producto del agotamiento o de la calentura, se echaba hacia adelante, acomodando sus pechos sobre la almohada, mientras su trasero alcanzaba la posición perfecta para que David estando al filo de la cama pudiera darle una penetración aún más profunda, que daba la impresión de quedarse atrapado en aquella cavidad, como si fuera succionado por ventosas o  como si quisiera introducirle hasta sus gemelos, para luego descorcharse  y reiniciar el movimiento de mete y saca…
Era glorioso el espectáculo de sus testículos magullando contra la entrada, se veían duros, sonrosados, y tal como lo había imaginado, estaban hermosamente depilados tanto que me producía ganas de acercarme a gatas y mientras él se la follaba,  enseñarle lo que es una buena mamada, pero tenia que conformarme con lamer mis dedos húmedos de mi propio néctar.
El color sangre de las mejillas así como el sudor que brillaba incluso en los glúteos masculinos me hacia comprender que ya llevaban un buen rato en la cogida. Cómo hubiera querido estirar mi mano, rozarlo, y propinarle unos cuantos azotes para ayudarle a apresurar las movidas, pero no podía mas que deleitarme con mirar e imaginar que era yo quien estaba siendo cogida…
Sentía el agitarse de mi respiración y la sensación de llenura en mis pechos, y mientras me sostenía del marco de la puerta, presionaba  mis pezones, jugando  a estirarlos al ritmo en que mi hermana era penetrada. Me puse de cuclillas separando mis muslos, pasé mi mano entre mis piernas calentándolas con el vaho tibio de las ganas, apretaba mis muslos queriendo contenerme, pero mi libido era mas fuerte, me puse de pie y separando mis piernas, deslicé nuevamente mi mano por mi pubis, hallando forma de acariciar mi clítoris que en aquel momento era mi único consuelo.

Sorprendida fui testigo de como David  desistía de penetrarla, y separando los glúteos  de Gisella dejaba que su lengua transite por la vulva, recibiendo los jugos de un fuerte orgasmo que la hacia  relinchar,  chupaba como si fuera miel lo que descendía de las entrañas, y no conforme con eso deslizó su lengua hasta  bordear el trasero y hundirse vez tras vez en aquella gruta prohibida…diablos!! Y yo que pensaba que era de los que no les gustaba besar el cul…..
Qué calentura!!  de golpe volteé la vista hacia el pasillo y luego al ventanal que se ubicaba a la derecha, las persianas estaban cerradas y sin escuchar mas que  las necesidades de mi  cuerpo,  apresurada me bajé los pantalones, y haciendo a un lado mi tanga, presioné sobre mi clítoris buscando un desenlace que calmara esa sensación de ahogo en mi sexo, mis dedos se movilizaban de izquierda a derecha con urgencia, y tan solo  la imagen de mi hermana llena de saliva y chorreante de fluidos, y sobretodo ver desde mi escondite la ejecución perfecta de un beso negro  fue suficiente para que un orgasmo terminara de empapar mis bragas.
Las piernas me flaqueaban y mi garganta estaba seca, había tenido que callar los gemidos y morder mis labios para ahogar los gritos que acostumbraba dar cuando mi cuerpo llegaba a la gloria;  me tumbé contra la pared, procurando calmar mi respiración, acomodé mi brasier,  subí el cierre de mi jean, mientras los gimoteos de Gisella parecían retumbar contra con las paredes.
Definitivamente mi hermanita me sorprendía, por lo visto  era mas lista que yo, o más puta,  no solo  mi supuesta venganza había quedado frustrada sino que además me había utilizado para deshacerse de Rafael  y pasar un fin de semana de copas.  No sabía lo que resultaría mas conveniente, quizá debía contarle todo a Rafa, quizá enfrentar a mi hermana, tal vez seducir a David como un nuevo intento de castigarla, quien sabe, quien sabe lo que haría.  Aunque de hecho no me interesaba que Rafael descubriera aún la verdad, total aunque hubiera sido una dulce venganza acabar con su matrimonio, en nada me alegraría, ser justamente yo la que le regalara la felicidad, empujándola a los brazos de su amante, no, simplemente sería otro desquite sin fruto.
Aún envuelta en mis cavilaciones  permanecí allí, el morbo me tenía pegada a la puerta hasta el momento en que David, se encrespó en rápidos movimientos y luego lo de siempre, un  empuje contra la cadera desbordando todo lo que llevaba por dentro.  Se quedaron tendidos en la cama…
_David, estuviste increíble…mas que otras veces
_Así?  Genial, vamos mejorando, de eso se trata
_Si, claro…aunque no se si Maritza tiene algo que ver en esto?
_Tu hermana? porque dices eso?
_Sales con ella no?
_Solo hemos salido un par de veces y fue tu idea para que Rafael dejara de sospechar.
_Lo sé, pero eso no incluía que miraras su trasero y quien sabe que cosas más y no lo niegues!!
_Jajaja con que celosa eh?
_Te has acostado con ella?
_No, vamos, vamos deja de imaginar cosas…y ven para acá, sé como te gusta que te quite el enojo…ouuch …espera niña, espera no soy de hierro,  dame unos minutos iré tomar un poco de aire.
 Quedé casi petrificada al escucharle acercándose a la puerta, me deslicé rápidamente por el pasillo a la habitación contigua, en un intento de impedir que me descubriera, pero sus pasos tras de mí y el chirriar de la puerta abriéndose, me pusieron inquieta, como si yo fuera la que debía ocultarse.
Sin duda me había visto puesto que entró a la habitación haciendo un gesto de que guardara silencio, y pese a la impresión, no pude evitar bajar  la vista desde sus ojos claros hacia su bóxer,  pero ante su desvergüenza, rápidamente desvié la mirada, provocando su sonrisa burlona.
_Te gusta lo que ves?
Diantres que se creía este tío!! Se acababa de follar a mi hermana y ahora estaba  de guarro conmigo
_Idiota!, ve a seguir traicionado a tu mejor amigo, anda que mi hermana espera a que le des más…
_Pues, sospecho que no es la única que quiere…o me equivoco? murmuró  agarrándome un pezón que ya se mostraba duro a través de la camisetilla.
Lo apretó en círculos  tirando de él, haciendo que el placer castigue mi cuerpo, me gustaba el contacto de sus dedos, la suavidad de sus yemas rodeando mi botón,  pero orgullosa levanté mi mano en un intento fallido de abofetearle
Me sujetó de la muñeca y bajó con fuerza mi brazo dejándome inmovilizada e ignorando mi contrariedad acercó su mano a mi otro seno, alimentándolo de sus roces como si quisiera humillarme provocándome placer. Con todo el cinismo intentó sacarlo del brasier para manoseármelo con más libertad como si estuviera seguro que  no se lo impediría.
_Qué te crees? estúpido!!
_Estúpido? porque intento darte lo que quieres? Vaya que eres malagradecida, si de seguro ya tienes el coño mojado.
Le miré con desprecio para disimular  la calentura que me producían sus palabras, pero ignoró mis gestos indignados y apretándome contra su cuerpo me dejó sentir la erección que amenazaba con rasgar mi sexo y aún más se atrevió a sobajear la redondez de mi trasero sensualmente enfundado en el jean.
Mientras procuraba ocultar el gozo de ser morreada volvió a mi mente la imagen de mi hermana en cuatro, su cabello agitándose, el sudor resbalando por su cuello, sus pezones erectos, su sexo mojado, su predisposición de puta, y me dio envidia de sentir aquello que la hacia gemir tanto, diantres!! Me estaba tratando como a una viciosa cualquiera… y yo lo estaba aceptando.
_Vamos chiquita deja de reñir tanto, si esto te encanta,  mira como se te paran los pezones, y eso que aún no prueban mis labios, al instante llevó su boca a ellos, e inevitablemente expulsé mi pecho hacia adelante ofreciéndoselos, pero el maldito se detuvo y en lugar de lamerlos, no hizo mas que soplar sobre ellos, haciéndome berrear de ganas.
Su risa burlona, me volvía a humillar, y forcejeando le empujé dispuesta a salir.
_Detente…viciosa voyeur
Volteé a mirarlo sorprendida,
_Sí, eso que escuchaste: voyeur, o crees acaso que no me di cuenta de lo que hacías mientras disfrutabas espiando?
Tenias las tetas paradas y te las sobajeabas, mientras mirabas como me enculataba a tu hermanita, te pusiste tan caliente que no te importo quitarte los pantalones corriendo el riesgo de ser descubierta, y ahora que te quiero dar lo que necesitas te haces la difícil golfilla?
Sí, esos deditos entrando y saliendo de tu coñito me ponían a mil, por eso giré el cuerpo de Gisela para poder mirarte con mas facilidad, como me ponía verte allí semiflexionada con las téticas agitadas, el pubis descubierto y tu mano engolosinada entre tus piernas,  se me ponía mas dura  y arremetía contra tu hermana, pensando que era tu coño el que me comía, me pones niña, mira como me pones…
Dicho esto, bajó su bóxer dejando que su pene muestre totalmente su erección y sujetándome por la cabeza me obligó a mirar como se la jalaba.
Palidecí,  el maldito era certero con las palabras, y lograba desencajarme y debo reconocer que su trato grotesco me estaba calentando demasiado.
 

Nuevamente sus manos en mis pezones, ahora por debajo de la camiseta, masajeando mis pulpas, y empujándome por los hombros me obligó a deslizarme hacia abajo de forma que su pieza quedaba encallada entre mis pechos, navegando en un mar de saliva.
Mi cara quedó tan cerca, que percibía el aroma de mi hermana, y asqueándome apreté mis labios impidiendo su acceso, pero unos fuertes pellizcos en mis senos me obligaron a abrir la boca y dejar que me la enterrara hasta producirme una arcada, luego  empezó a deslizarla suavemente, con más tino, con más ritmo y apreté mis labios formando un anillo a su medida, por el cual entraba y salía a su antojo, definitivamente me gustaba chupársela.
_Así Maritza asiii…que  delicioso…sigue…sigue….lo haces mejor que tu hermana…
Había dicho la frase perfecta:…”mejor que tu hermana”…eso disparaba mi excitación a limites en que ya no me importaba nada más que demostrarle cuan golfilla podía ser.
Dejé mis pantalones por el piso, y terminé sentada sobre él, con mis brazos colgados de su cuello,  mis piernas abrazadas a su espalda, y llenando mi coño  con  su pieza.  Brincaba y agitaba mis caderas sobre su capullo, comiéndolo de apoco, bajando centímetro a centímetro, subiendo y llegando a profundidad, unos cuantos movimientos duros y esa sensación de querer morirme se reflejaba en mi ceño fruncido, en mis ojos achicados y en mis jadeos propios de una delicia de orgasmo.
Una nalgada me obligó a continuar como potra embravecida, repitiendo el vaivén de subida y bajada hasta sentir un amortiguamiento en mis muslos,  y la presión de mis uñas clavándose en su espalda…
Desde la otra habitación nos llegaba el  sonido del televisor,  me deleitaba imaginando  a mi hermanita tirada en la cama aburriéndose con alguna película de drama, mientras yo me divertía con  David. Cómo me encantaría que nos viera así, como animales alebrestados, traicionada en su propia casa, después de haber sido follada. Seguro se trasformarían sus gestos por la sorpresa, y sus ojitos claros parirían lágrimas de dolor…cómo me gustaría…cómo me gustaría….
Me tumbé sobre la cama ubicándome en cuatro, y ahí supe lo que es una buena cogida, mis gemidos se hicieron descontrolados  no se si por las buenas estocadas o por mi maligno deseo de que Gisella nos escuchara, mi espalda se arqueaba, y mi vulva hervía de tanto placer, un nuevo orgasmo palpitaba en mi sexo, largo e intenso, terminando de robarme el aliento…David continuó fustigándome  y unos pocos segundos después sus movimientos se aceleraron aún mas…

 

Un ruido en la puerta me hizo voltear: Gisella, parada en el umbral, pálida como si la muerte le hubiera besado el rostro.
David quiso parar por la impresión de verla, pero su orgasmo era imposible ya de detener   su pelvis se arremangó contra mi cuerpo, y soltó la irrigación de su néctar, mientras se le escapaban unos cuantos gemidos de placer.
Nunca tuve orgasmo tan delicioso, quizá porque David era un macho de primera o tal vez porque estuvo intrínseca la intención de castigar a Gisella…pero mi hermanita nunca dejaba de sorprenderme
_Siempre quisiste todo lo que era mío y veo que los años  no te han cambiado…verdad Maritza?
Se acercó, y acariciando mi mejilla maliciosamente susurró:
_Ya es hora de que aprendamos a compartir….
Diablos!! Si  que subestimaba a mi hermana,
Reponiéndome de la sorpresa, di un toque juguetón en su nariz y mirándola a los ojos respondí:
_Mmmm porqué no, después de todo…mamá siempre decía que las hermanitas no se pelean…sino que comparten todo lo que tienen…
Ambas reímos cínicamente, ante la mirada incrédula de David.

PARA CONTACTAR CONMIGO leonnela8@hotmail.com

!
 
 
 

Relato erótico: “Descubriendo a Lucía (3)” (POR ALFASCORPII)

$
0
0

3

Comencé mi primer día de trabajo como Lucía levantándome a las 6:30 de la mañana y siguiendo todas las rutinas que ella habría seguido. El tema del vestuario fue sencillo, pues uno de los armarios de mi vestidor estaba exclusivamente dedicado a los trajes para el trabajo. Elegí uno negro, de tejido veraniego, formado por una falda que se ajustaba perfectamente a mis caderas y muslos para cubrir hasta las rodillas, una chaqueta entallada y una blusa blanca. Para completar, unos zapatos negros, abiertos, terminados en punta y, por supuesto, con un tacón fino de casi diez centímetros. Al verme en los espejos, estos me devolvieron la imagen de una auténtica ejecutiva, un bellezón que provocaría los suspiros de sus subordinados.

El asunto del maquillaje me resultó mucho más sencillo de lo que habría esperado. Lucía apenas se maquillaba, no le hacía falta. Con un simple toque de color rojizo-terroso en mis mejillas y una pasada de pintalabios a juego, estaba lista para dar mi mejor cara.

No fui a trabajar en trasporte público, como siempre había hecho siendo Antonio, sino que cogí el coche de Lucía, un Mini Cooper prácticamente nuevo, de color crema, que podría aparcar en la plaza de garaje reservada para mí en el edificio de la empresa.

Confieso que estaba tan nervioso como el día que un chico recién licenciado, llamado Antonio, comenzó a trabajar en la empresa tres años atrás. Era como empezar en un nuevo puesto, aunque partía con la gran ventaja de atesorar en mis recuerdos toda la experiencia de mi predecesora.

Una pequeña parte de estos nervios se esfumó ante el saludo del guarda del parking.

– Buenos días, señorita Lucía –me dijo con una amplia sonrisa-, me alegro mucho de su regreso.

Todo el mundo me reconocería como Lucía, la Subdirectora de Operaciones de la empresa, y no tendría nada por lo que preocuparme salvo por hacer mi trabajo.

– Buenos días… – busqué el nombre del guarda entre los recuerdos de Lucía, pero este no apareció, ¡no lo sabía! – …Manuel – dije finalmente leyendo el nombre en su placa del pecho y devolviéndole una cálida sonrisa-. Muchas gracias, yo también me alegro de regresar

Su rostro se iluminó al escuchar su nombre en mis labios y deleitarse con mi sonrisa. La antigua Lucía habría devuelto el saludo con frialdad, sin más. Sospeché que aquel hombre tendría alguna fantasía conmigo aquel día.

Tomé el ascensor, y en lugar de marcar la primera planta, como siempre había hecho, marqué la última, la reservada a los cargos más altos de la empresa. El último piso del edificio estaba dividido, únicamente, en siete despachos independientes, un cuarto de baño y una sala de reuniones. Todas las puertas estaban cerradas y el silencio era absoluto, parecía que era la primera en llegar esa mañana. Avancé por el pasillo para llegar a mi despacho, dejando atrás a la izquierda los tres despachos de los Jefes de Sección que estaban bajo mi responsabilidad, y a la derecha, el cuarto de baño y los despachos correspondientes al Secretario de Recursos Humanos y el de su homólogo Financiero. Mi despacho estaba frente al del Subdirector Financiero y de Recursos Humanos, y contiguo al de Gerardo, el Director General. El último despacho correspondía al Presidente de la empresa, aunque rara vez lo ocupaba.

Como Antonio, sólo había estado dos veces en el despacho de Lucía. Una con mi jefe directo, y otra yo solo, ambas para preparar la reunión que acabó en accidente. Sonreí al recordar lo nervioso que había estado en la primera reunión, y lo excitado que había estado en la segunda, yo solo en aquel despacho con aquella mujer tan sexy, sin poder evitar que una y otra vez acudieran a mi mente situaciones de película porno.

La decoración era bastante minimalista, a Lucía no le gustaban las distracciones en el trabajo, por lo que a parte de los elementos típicos de un despacho para el trabajo del día a día, la única decoración consistía en una planta, una foto de sus sobrinos sobre la mesa, y los títulos y reconocimientos obtenidos enmarcados y colgados en una pared.

Dejé el maletín sobre el escritorio, aunque antes de sentarme corroboré que Gerardo no se encontraba en el despacho de al lado. Encendí el ordenador, y comencé con la lectura de correos atrasados. Poco a poco fueron llegando el resto de inquilinos de la planta, quienes al ver luz a través de la puerta de mi despacho fueron pasando por este a saludarme como un goteo que no me dejó hacer nada en media hora. Todos me dieron dos besos y expresaron cuánto se alegraban de verme allí y entera, pero aunque yo les traté con la calidez y cercanía habitual en mí, noté que ellos conservaban la prudente cordialidad y distancia que siempre habían mantenido con la antigua Lucía. Para ella, los sentimientos y vida propia de aquellas personas no tenían ningún interés, tan sólo eran compañeros de trabajo o subordinados a los que no conocía más allá de lo estrictamente profesional. Yo debía cambiar aquello.

A las 9:00 llegó Gerardo, mi jefe y el de todos.

– ¡Hola, preciosa! – dijo entrando en mi despacho y cerrando la puerta tras de sí.

– Hola, Gerardo – respondí poniéndome en pie para rodear la mesa.

– Estás tan fabulosa como siempre – añadió mirándome de arriba abajo sin pudor alguno-. ¡Cuánto me alegro de verte aquí de nuevo!.

Se acercó a mí, y en lugar de darme dos tímidos besos y apartarse como el resto había hecho, sus besos fueron cálidos en mis mejillas y sus brazos me estrecharon contra su pecho. A pesar de ser un hombre en plena cincuentena, se mantenía fuerte, y aunque gracias a los tacones yo era más alta que él, por primera vez desde que era Lucía, tuve la percepción de diferencia de peso, volumen, fuerza y delicadeza de mi cuerpo con respecto al de Antonio. Me sentí atrapada entre sus brazos, sin escapatoria posible, con su cuerpo pegado al mío envolviéndome. La incomodidad de tan íntimo abrazo se acrecentó cuando percibí cuánto se alegraba realmente de verme de nuevo. Sentí en mi entrepierna cómo algo duro se apretaba contra ella. ¡Gerardo se estaba empalmando!, ¡por Dios!.

Tras unos instantes en los que su erección era tan patente que presionaba mi pubis, Gerardo, fue plenamente consciente de la situación, y liberó su abrazo permitiéndome dar medio paso atrás pero manteniéndome sujeta por los hombros. Sentí rubor en las mejillas, aquella era la situación más embarazosa en la que me había encontrado en mi vida. Me sentía avergonzado. Mi mente heterosexual masculina trataba de asquearse al haber sentido la erección de un hombre, pero mi cuerpo femenino enviaba unas señales bien distintas a mi cerebro: me había gustado y me había excitado. Incluso podía sentir cómo el tanguita que me había puesto ese día se humedecía. Estaba terriblemente confuso, completamente paralizado.

Vi el brillo en los ojos de aquel hombre, me deseaba con todas sus fuerzas, y no pudo reprimir el impulso de intentar besarme. Volví a la realidad cuando vi su rostro acercándose al mío. Sin ser consciente de ello, unos reflejos como los que la antigua Lucía habría tenido, me salvaron de tan terrible trance. Fui más rápida que él, y justo antes de que sus labios contactaran con los míos, mi rostro giró de tal modo que pasó de largo para darme un simple beso en la mejilla, y tras eso, mi cuerpo me sorprendió con un suave movimiento felino que hizo que Gerardo soltase sus manos atenazando mis hombros sin sentir brusquedad en ello.

– Gracias, Gerardo, por hacerme sentir tan querida aquí – le dije para aliviar la tensión -. Tenía ganas de reincorporarme al trabajo y dejar la mala experiencia atrás. Yo también me alegro mucho de verte… – tira y afloja, tira y afloja, lo que Lucía llevaba haciendo durante siete años con maestría.

El jefe esbozó una sonrisa de oreja a oreja. Había conseguido que no se sintiera totalmente rechazado, y disimuladamente vi cómo el incipiente bulto de su entrepierna iba desapareciendo para volver todo a la normalidad. No pude evitar que la visión de aquel paquete me produjese cierto cosquilleo en mi interior… Pero pareció que conseguí mi objetivo, la tensión sexual entre ambos se disipó.

– Bueno – dijo él-. Como ya te escribí por mail, tómatelo con calma. Que hoy sólo sea una toma de contacto con el trabajo, no te estreses… Si quieres, luego podemos comer juntos, charlar, tomar una copa… – inconscientemente volvía al ataque.

– Muchas gracias por el ofrecimiento – respondí-, me encantaría comer contigo, pero a la salida tengo que ir a ver a alguien, y seguramente pase antes por casa para comer algo rápido –no era mentira, pues esa mañana me había levantado con el firme propósito de ir al hospital.

– Claro, claro, es viernes e imaginaba que ya tendrías tus planes. Ya tomaremos algo juntos otro día.

– “Lo que tú quieres tomar es a mí” – pensé.- Por supuesto – le dije a él-, y hoy seguro que tus niñas se alegran de que vayas a comer con ellas.

Tira y afloja, tira y afloja…

Asintiendo con la cabeza, con otra sonrisa en los labios, Gerardo se despidió para encerrarse en su despacho.

Suspiré aliviado cuando oí la puerta de su despacho, y me sentí satisfecho de mí mismo por cómo había manejado la situación, pero recordé cómo me había excitado al sentir su polla dura contra mí, y ese recuerdo hizo que volviese a sentirme excitada notando mis pezones erizados contra la suave tela del sujetador.

– ¿Pero qué coño me pasa? – me pregunté mentalmente -, ¡me ha excitado un tío!.

– Pues eso, querida – me respondí-, que ahora tienes coño y te excitan las pollas duras.

No podía creerlo, no podía ser, yo seguía siendo yo mismo, y me gustaban las mujeres. Mujeres como Raquel, mujeres como yo misma, porque ahora era una mujer…

– ¡Dios! – exclamé por dentro-, ¡me voy a volver loco!.

Respiré profundamente e intenté calmarme. Me senté en la silla y traté de controlar el ataque de pánico que me estaba entrando. Poco a poco recobré la calma, algo por lo que siempre me había caracterizado, y desterré de mi mente cualquier preocupación sobre el asunto recordando el sexo del día anterior con Raquel. Miré la pantalla del ordenador, y viendo la cantidad de correos que aún tenía que revisar y contestar, conseguí que todo volviera a su cauce.

Pasé prácticamente toda la mañana encerrado en mi despacho, recibiendo y enviando mails, hasta que a las 13:00 convoqué una reunión con los Jefes de Sección para que me pusieran al día, de primera mano, sobre las novedades de la semana de cara a empezar la siguiente.

Nos metimos los cuatro en la sala de reuniones, que aunque era demasiado grande para sólo cuatro personas, nos permitía estar más cómodos que en mi despacho, cada uno con su propio ordenador portátil y papeles. Yo me senté a un lado de la mesa, y ellos tres al otro. Por un momento me sentí como si estuviese ante un tribunal de examen, con la gran diferencia de que la examinadora, en este caso, era yo.

Era la única mujer en la sala, la única mujer de los altos cargos, y también la más joven. Rafael y Julio tendrían alrededor de 60 años, y Andrés, recién pasados los 50. Traté de hacer la reunión lo más informal posible, mostrándome dialogante y cercana a ellos, lo que rápidamente notaron. Poco a poco, la tensión que solía haber en las reuniones con su jefa se fue disipando, y la charla y el ambiente fueron distendidos, permitiendo incluso algún chiste que ninguno de ellos habría hecho con la antigua Lucía.

Me sentí muy satisfecho conmigo mismo, estaba interpretando mi papel a la perfección, de tal modo que mis subordinados seguían viendo a Lucía, su jefa, pero no como un ser estratosférico con el que no se pudiera dialogar, sino como una persona renovada, más amigable y cercana.

Me sentí tan cómodo, que cuando ya habíamos acabado lo estrictamente profesional, y sólo charlábamos, me levanté de la mesa para quitarme la chaqueta, porque a pesar del aire acondicionado, el calor del mes de Julio era patente en la sala. Al haber bajado la guardia que habitualmente mantenían con Lucía, percibí cómo los tres hombres se me quedaban mirando embobados, y eso me gustó. Sumándolo a las reacciones del guarda del parking y de Gerardo, fui plenamente consciente del gran poder que tenía sobre los hombres con mi nueva apariencia. Ante aquellos tres allí reunidos se presentaba una belleza de 30 años de edad, de larga melena azabache, ojos de un intenso color azul claro enmarcados con largas pestañas negras, labios carnosos, coloreados y muy sensuales; con un cuerpo voluptuoso en todas sus formas: generosos y redondeados pechos, estilizada cintura, anchas caderas, culito redondo y firme, largas piernas de tersos muslos… Ataviada con una entallada y ajustada camisa blanca que envolvía mis curvas como un guante, una falda negra pegada a mis piernas hasta casi las rodillas, y unos exquisitos zapatos de tacón… Entendí perfectamente sus miradas, y un nuevo sentimiento floreció en mí: me sentí coqueta.

Con la excusa de colgar la chaqueta en el perchero que había junto a la ventana tras de mí, me giré con elegancia exponiendo mi culo a sus atentas miradas. Me entretuve unos instantes, haciendo como que buscaba algo en un bolsillo de la chaqueta, y viendo a través del tenue reflejo en la ventana, cómo aquellos tres hombres devoraban mi culo con sus miradas e intercambiaban sonrisas cómplices entre ellos. Aquello me resultó divertido, me hizo sentir bien alimentando ese nuevo sentimiento de coquetería, y me entraron ganas de jugar explorando mi sensualidad. Me di cuenta que al vestirme por la mañana me había abrochado todos los botones de la camisa, como habría hecho siendo un hombre, pero ya no lo era, y tenía mucho que lucir. Disimuladamente, desabroché los dos botones superiores, abriendo un buen escote hasta la línea del sujetador y me giré con una leve sacudida de mi melena.

– ¡Qué calor! – dije con naturalidad.

Los tres hombres sonrieron, y percibí cómo sus miradas se dirigían a mi cuello y escote para apartarlas rápidamente, lo cual a mí también me hizo sonreír.

Me senté, y proseguí con la conversación, interesándome por las anécdotas que distendidamente contaban mis subordinados. Me sentí a gusto, y conocí un poco más la forma de pensar de aquellos tres. Sin duda, la postura defensiva que siempre habían mantenido frente a su jefa, había cambiado. Sin darse cuenta, para ellos, durante ese tiempo había abandonado mi rol de jefa para únicamente representar el de una mujer atractiva a la que trataban de agradar y hacer reír.

Me dejé llevar por la coquetería, me sentí más juguetona, y alimenté sus miradas reclinándome hacia delante para prestarles toda mi atención, situando mis brazos sobre la mesa y mis pechos sobre ellos. De este modo, les proporcioné unas privilegiadas vistas de mi escote, con mis grandes pechos alzándose apretados por la presión de mi cuerpo, mostrando una buena parte de su esplendor a través de la camisa abierta.

Por mucho que trataran de evitarlo, vi claramente cómo las miradas de mis interlocutores bajaban continuamente de mis ojos a mis pechos, para volver a subir como si rebotaran en ellos y volver a bajar inevitablemente. Se estaban dando un festín, y yo me estaba divirtiendo de lo lindo al sentirme tan irresistible.

De forma distraída, cogí uno de mis bolígrafos, y tras jugar con él unos instantes entre los dedos, me llevé uno de los extremos hacia mi boca. Lo apoyé sobre el labio inferior, y lo recorrí acariciándolo, entreabriendo un poco la boca para introducir en ella la punta y sujetarla con los dientes.

Ninguno de aquellos tres hombres se perdió un solo detalle de mi gesto, y por el brillo de sus ojos supe que tenían las pollas como estacas por mí, y que esa tarde-noche habría tres esposas muy satisfechas cuando sus maridos las follasen con ganas pensando en mí. Aquella idea me excitaba humedeciendo mi tanguita y poniéndome los pezones duros para marcarse ligeramente a través del sujetador y la camisa, lo cual pondría aún más duras aquellas tres pollas, tan duras como para empalarme por todos mis agujeros… y cómo me ponía eso…

– ¡Joder! – exclamé mentalmente y echándome hacia atrás -.¡Estoy pensando en pollas duras…! ¡y me estoy excitando!.

El estado de embriaguez de hormonas femeninas al que había sucumbido se disipó repentinamente. Miré el reloj, eran casi las tres de la tarde, hora de salida, así que me dio la excusa perfecta para dar por terminada la reunión y quedarme solo.

Ocultando mi batalla interna, recogí mis cosas y me despedí de los tres Jefes de Sección. Ninguno pudo levantarse de la mesa como gesto de cortesía, los tres se hicieron los remolones recogiendo los papeles para evitar que comprobase las erecciones que sabía que había provocado.

Ya ni siquiera pasé por el despacho, directamente me fui a buscar el coche. Necesitaba conducir y que el aire frío del climatizador me diese en la cara.

De camino a casa, alejé de mi mente cualquier pensamiento relacionado con el sexo, y me centré exclusivamente en lo realmente importante, mi propósito para esa tarde y que hasta ese momento había evitado: ir al hospital a “verme”.

Pasé por casa, y tras comer la ensalada que mi asistenta me había preparado, y un trozo de chocolate al que no pude renunciar al verlo en un armarito, me di una rápida pero relajante ducha de agua fría para dejar atrás todo lo acontecido esa mañana, y afrontar el trance que se me presentaba con fuerzas renovadas.

Por mucho que tratara de negarlo, la feminidad se estaba apoderando de mí, y me sentí reconfortada al entrar en el vestidor y estrenar uno de los vestidos que dos días atrás me había comprado con mi hermana. Elegí el que era un poco más largo, sin escote, como si inconscientemente mi mente se negase a repetir el juego de provocación que había iniciado en la sala de reuniones, aunque dejando la puerta abierta a la sensualidad, siendo ajustado a cada una de mis bellas formas como una segunda piel, pero con la elegancia de la insinuación en lugar de la provocación directa.

Ya en el hospital, consulté en recepción la planta y habitación en la que Antonio Sánchez Castilla se encontraba y, respirando profundamente, fui al encuentro de mi antiguo yo. Caminando por el pasillo de la décima planta, a escasos metros de la habitación indicada, el corazón me dio un vuelco cuando la puerta se abrió y por ella salieron mis padres. ¡Mis padres!. En mi afán por aceptar mi cambio de identidad y afrontar mi nueva vida, prácticamente les había desterrado de mis pensamientos para evitar el dolor y la tristeza. Y ahí me los encontré. Pasaron a mi lado sin reconocerme, y vi la tristeza en sus rostros. Me quedé paralizado, observando cómo se alejaban de mí sin saber que aquella mujer del pasillo era su hijo atrapado en un cuerpo y una vida que no eran suyos… y las lágrimas se me saltaron de los ojos. Lloré desconsoladamente, cuanto no había llorado hasta entonces, y toda persona que por allí pasó pudo ver a una mujer rota por la pérdida de un ser querido. Y así era, puesto que yo había perdido a dos: mis padres. Tuve que ir al baño, y allí terminé de desahogarme, soltando hasta la última lágrima hasta entonces reprimida. Cuando el dolor volvió a hacerse soportable, y pude recomponerme frente al espejo, volví a dirigirme hacia mi objetivo.

La habitación estaba libre, salvo por el cuerpo que yacía reposando en la cama, conectado a los aparatos que lo mantenían con vida. Ahí estaba mi verdadero cuerpo, plácidamente dormido, una carcasa vacía… La contemplación de mí mismo desde esa perspectiva, fue aún más surrealista que cuando descubrí que me había convertido en Lucía. Me sentí mareado y tuve que sentarme.

Durante una hora, me dediqué únicamente a refrescar en mi memoria aquellos rasgos que antes veía cada mañana en el espejo y que, en ese momento, me resultaban familiares pero ajenos. Hasta que una idea que ya había tenido en otro momento, acudió a mí:

– Lucía – le dije en voz alta a aquel joven dormido-, ¿estás ahí?, ¿puedes oírme?.

Por supuesto, no obtuve respuesta alguna, ni tan siquiera un indicio que alentase una mínima esperanza. Volví a hablarle:

– Lucía, ¿estás ahí dentro?. Soy… Antonio. Si es así, despierta, por favor…

Sólo el sonido de las máquinas de soporte vital interrumpían el silencio.

– Tras el accidente me desperté dentro de tu cuerpo… Siendo tú…

Seguí sin obtener respuesta o un atisbo de reacción, pero el hecho de confesar en voz alta lo que me había ocurrido, fue un desahogo que alivió parte de la carga que llevaba dentro. Y seguí hablando, relatando como si aquel cuerpo pudiese escucharme, cuanto me había ocurrido desde que desperté en una habitación de ese mismo hospital, y aquello me hizo sentir mejor.

Salí del hospital y comencé a dar vueltas por la ciudad con el coche. En mi cabeza no podía dejar de pensar en cuanto había sucedido ese día: el trabajo, mi jefe, la reunión con los Jefes de Sección, ver a mis padres, encontrar mi verdadero cuerpo sumido en un profundo sueño… Demasiadas emociones para un solo día. No quería volver a casa y seguir pensando en todo aquello, así que, puesto que aún eran las siete de la tarde y era viernes, decidí aparcar junto a un elegante pub cuya fachada me llamó la atención. Tomaría una cerveza para aplacar la sed y el calor, y me distraería observando a la clientela.

A esas horas no había mucha gente, así que pude elegir sentarme en una mesa que me permitía observar todo el local. Al momento, un camarero que aparentaba treinta y pocos años, se acercó para tomarme nota:

– Buenas tardes, señorita – dijo con una cautivadora sonrisa -, ¿qué desea tomar?.

Le observé de la cabeza a los pies, tenía buena planta, lo suficientemente buena para que mis hormonas femeninas se me dispararan gritándome que me gustaba lo que veía. Traté de rechazar su llamada.

Sonreí al camarero, y aunque mi idea inicial era la de tomarme una cerveza, de pronto cambié de opinión, me apetecía algo más fuerte, y sobre todo más dulce:

– Un ron añejo con cola, por favor.

El hombre volvió a sonreírme, estaba claro que a él también le gustaba lo que veía, y asintiendo con la cabeza se dirigió a la barra. Mientras preparaba la copa, no me quitó el ojo de encima, así que para no alentarle, me hice la distraída jugueteando con el móvil. Me trajo la copa y un pequeño cuenco con gominolas que dejó sobre la mesa.

– Cortesía de la casa – dijo guiñándome un ojo.

– Gracias – contesté buscando la cartera en el bolso -, y me cobras, por favor – añadí dándole un billete. No tenía intención de hacer más que una consumición.

El camarero recogió el billete y percibí en él que había adivinado mi intención de marcharme pronto, por lo que se mostró algo contrariado. Al traerme la vuelta, no pudo reprimir su impulso de volver a hablarme:

– Gracias, preciosa – dijo esta vez con un cálido tono de voz y perdiendo totalmente la formalidad que debía mantener con una clienta-. Si deseas algo más, aquí me tienes para servirte…

Sin duda, no se refería únicamente a servirme una bebida.

– Está bien, gracias – le contesté sin apartar la vista de la pantalla de mi móvil.

Yo nunca habría sido tan cortante, habría contestado con la misma familiaridad que él había utilizado, pero realmente mis hormonas femeninas estaban en pie de guerra, y me estaba costando un mundo sobreponerme a ellas para negar que aquel hombre me atraía.

El primer trago de la copa me resultó de lo más refrescante, estaba muerto de sed, y el dulce sabor del ron envejecido con la cola hizo las delicias de mi paladar. Antonio nunca habría pedido ese combinado, se habría tomado una cerveza, o un whisky con cola en el caso de querer algo más fuerte, pero yo ya no era Antonio, era Lucía, y estaba descubriendo que lo que me había ocurrido conllevaba cambios más profundos que lo meramente físico.

Se estaba a gusto en aquel pub, había poca gente y la música ambiental era bastante agradable, así que dando sorbos de la copa, saqué cualquier preocupación de mis pensamientos observando a la clientela mientras buscaba en eBay artículos para darme algún capricho, ya que mi nuevo sueldo me lo permitía con holgura.

Estaba tan sediento, que apuré la bebida casi sin darme cuenta, así que le hice un gesto al camarero, al cual se le iluminó el rostro cuando entendió que quería otra consumición. Me puso la copa con una amplia sonrisa, y con su cálido tono de voz me dijo:

– A esta te invito yo.

– Gracias – le dije devolviéndole la sonrisa. El alcohol había conseguido relajarme y no veía la necesidad de mostrarme antipática-, pero no es necesario…

– Gracias a ti por alegrarme la tarde. Ya sabes, para lo que necesites… – añadió guiñándome el ojo y haciéndome sentir un cosquilleo interno.

La segunda copa me duró algo más, y entre trago y trago compré en eBay algunas chucherías que se me antojaron aunque luego resultaran inútiles. Cuando terminé la copa, consulté el reloj, y vi que ya era hora de marcharse, así que me levanté sintiéndome mareada. ¡Uf!, los efectos de la bebida eran más patentes de lo que habría imaginado. Estaba claro que mi tolerancia al alcohol se había visto muy mermada al convertirme en Lucía, y no sólo me había afectado al equilibrio, sino que sentía esa sensación de euforia y bienestar propia de un principio de borrachera que me envalentonó para acercarme a la barra, y decirle unas últimas palabras a aquel atractivo camarero que me observaba con atención. Manteniendo con dificultad el equilibrio sobre los tacones, traté de caminar con toda la elegancia de la que fui capaz, y pensé: “Estos zapatos son preciosos, y estoy divina con ellos, pero van a conseguir que me mate”. Si una semana atrás me hubiesen dicho que yo era capaz de tener un pensamiento así, habría matado a quien lo hubiera dicho.

Con pasos algo más vacilantes de lo que me habría gustado, llegué hasta la barra acercándome a aquel que me sonreía ampliamente. Estaba saboreando el que fuese hacia él, disfrutando de cada uno de mis pasos mientras sus ojos marrones seguían el contoneo de mis caderas. Puse el bolso sobre la barra, y rebuscando en él, saqué la llave del coche y la cartera.

– Déjame que te pague la ssssegunda copa – dije denotando en mi habla los efectos del alcohol-, no me conocessss de nada…

El camarero me miró fijamente, y puso una mano sobre la mía para evitar que abriese la cartera. El contacto me produjo un cosquilleo.

– Ha sido una invitación personal, preciosa – dijo. Y mirando la llave del coche, con su cálido tono de voz añadió: ¿No pensarás coger el coche ahora, verdad?.

No supe contestar, realmente estaba mareado y me costaba enlazar pensamientos.

– Deberías esperar un rato a que se te bajen las copas– prosiguió-. Yo puedo salir ahora mismo y quedarme contigo hasta que estés preparada para conducir.

– Gracias – contesté sintiendo cómo el cosquilleo de mi interior se acrecentaba.

En aquel momento, mi juicio estaba tan nublado, que cualquier palabra amable era bien recibida. Estaba realmente borracha, y no sólo de alcohol…

Una nueva sonrisa, esta vez de satisfacción, se dibujó en su atractivo rostro. Intercambió unas palabras con un compañero, que me miró de arriba abajo resoplando, y salió de la barra para cogerme de un brazo e invitarme a salir.

– Vivo aquí al lado- me dijo cuando salimos al calor de la calle-. Tengo aire acondicionado y, si quieres, te invito a un café para que te ayude a despejarte.

Aquello me pareció una buena idea. En otro momento me habría opuesto diametralmente a aquella proposición. Habría pedido un taxi y me habría marchado. Pero me costaba razonar, y en mi interior deseaba quedarme con ese hombre, me sentía irremediablemente atraída hacia él y no podía resistirme a ese sentimiento.

Realmente vivía en el portal de al lado del pub en el que trabajaba, y antes de darme cuenta, ya estaba sentada en el sofá de su salón con un café con hielo entre mis manos. Me dijo su nombre, el cual olvidé casi al instante y, tras un breve titubeo, yo le dije que me llamaba Lucía. Charlamos de cosas triviales entre sorbo y sorbo de café bien cargado, y así descubrí que no era un simple camarero del pub, sino que realmente era el dueño y que había decidido servirme a mí personalmente.

Poco a poco mi embotado cerebro se fue despejando, pero no podía evitar que mis ojos le estudiasen con detenimiento. Me gustaba mucho lo que veía, y la sensación de cosquilleo de mi interior se había convertido en una profunda sensación de vacío que me obligaba a mantenerme en tensión. Él me observaba con fascinación, con sus brillantes ojos siguiendo cada línea de mi anatomía, me deseaba desde que entré por la puerta de su local.

Por fin, me despejé lo suficiente para tener la fuerza de voluntad de acabar con esa situación, por lo que me puse en pie ante él y le dije:

– Ya me encuentro bien… y… tengo que marcharme…

Mi subconsciente me traicionó, y aquello sonó mucho más dubitativo de lo que yo hubiera querido expresar. Ante mi vacilación, en lugar de expresar decepción por mis palabras, su cara denotó cuánto le excitaba, devorándome con la mirada y relamiéndose como quien está ante un manjar, y eso hizo que la sensación de vacío de mi interior fuese aún más apremiante. Me excité, sentí humedad entre mis piernas, y los pezones se me pusieron tan duros que se marcaron por debajo del ajustado vestido que llevaba. Como un acto reflejo, mis manos fueron hacia mis muslos, tirando hacia abajo de la falda que, con un balanceo de caderas, estiré para que quedase perfecta delineando mi silueta.

Ese gesto inconsciente a él le animó aún más, y observé cómo en su entrepierna se marcaba un protuberante paquete que aceleró mi lubricación y provocó que el rubor subiese hasta mis mejillas. Se levantó, y poniendo sus manos sobre mis caderas, las recorrió hasta cogerme de la cintura. Aquella caricia me dejó sin aliento.

– No te vayas… – me susurró.

Sobreponiéndose a todas las señales de mi cuerpo, mi mente masculina hizo un último alarde por tomar el control de mis actos:

– El que me hayas invitado a una copa y un café no quiere decir que me vaya a abrir de piernas para ti – le dije tratando de mantenerme firme.

– No – contestó él con su cautivadora sonrisa-. Pero el que no me hayas quitado el ojo de encima desde que entraste en el pub, sí –añadió acariciando eróticamente mi cintura.

Me quedé totalmente desarmado. En ese momento fui consciente de que tenía razón. A pesar de haber querido negarlo, y tratar de evitarlo, durante el tiempo que había pasado sentado en la mesa del pub, mis miradas habían ido una y otra vez hacia él. Sentí la boca seca, y humedecí mis labios instintivamente en un claro gesto que denotaba mi propia excitación, por lo que, de repente, sentí el contacto de sus masculinos labios en los míos y su lengua penetrando en mi boca a través de ellos. Un terremoto sacudió mi interior, entré en combustión y mi cuerpo se tensó como la cuerda de un violín. Aquellos labios apremiantes y esa lengua audaz sacudieron los pilares de mis convicciones y me volvieron loca de excitación. Me entregué a ese beso, enredando mi lengua con la suya, presionando mis jugosos labios contra los suyos, dejando que explorase mi boca mientras mis brazos rodeaban su cuello para que todo mi cuerpo se apretase contra el suyo.

Estaba duro, y su dureza me gustaba. Sentía su erección como una lanza presionándome el pubis, y eso me hacía vibrar. Sus manos se deslizaron por mi cintura y cogieron mi culo con fuerza, apretándome los glúteos y haciendo que su pértiga me punzase en la pelvis. Estaba tan excitada, que cualquier vestigio de masculinidad desapareció completamente de mí. Deseaba a ese hombre con todos mis sentidos, deseaba ver su cuerpo desnudo, oír su respiración excitada, inhalar su aroma, acariciar su dureza, saborear su piel…

El camarero invadió toda mi boca con su lengua, haciéndome sentir que lo quería dentro de mí. Recorrió mi cuerpo con sus grandes manos, acariciando la abertura del vestido en mi espalda, subiendo hasta mis poderosos pechos para presionarlos con las palmas de sus manos, con mis pezones restregándose contra la suave tela interior del sujetador. Me estaba derritiendo en sus manos, en ese momento era suya y yo quería que me poseyera.

Mis manos recorrieron su pecho y espalda, acariciando con las yemas de mis dedos sus formas. Agarré su culo con fuerza, como él había agarrado el mío, y empujé con mis caderas para que su abultadísima entrepierna se clavase contra mi vulva. Había pasado casi todo el día pensando en duros penes, y en ese momento tenía para mí una marmórea polla que anhelaba tocar e introducir dentro de mí.

Con una habilidad que me sorprendió, desabroché su pantalón haciéndolo caer mientras él se desembarazaba de los zapatos, e introduje mis manos por la cintura de su calzoncillo. “¡Oooohhhh!”, ahí estaba el objeto de mi deseo. Con su lengua haciendo diabluras en mi boca, yo cogí aquella polla con mis suaves manos. La recorrí arriba y abajo, explorando su longitud, grosor y dureza, y me encantó. Había desterrado totalmente de mí a Antonio, era como si nunca hubiese sido él y nunca hubiese tenido mi propio órgano masculino. Ahora era Lucía, y estaba descubriendo cómo a Lucía le fascinaba tener un falo entre sus manos para acariciarlo.

El dueño del pub bajó sus manos de mis pechos y me subió la falda que tan coquetamente yo me había recolocado. Mi reacción fue inmediata: mis manos soltaron su verga y me sujeté de sus hombros para que una de mis piernas abrazase su cadera atrayendo su sexo hacia el mío. Mi tanguita humedeció su calzoncillo, y su glande me presionó a través de ambas prendas, estimulándome el clítoris y haciéndome jadear.

– Te estás abriendo de piernas para mí, preciosa – me susurró al oído.

– Ni siquiera me has quitado la ropa aún – le dije invitándole, borracha de lujuria.

Tiró de mi vestido hacia arriba y, dándolo la vuelta según lo subía por mi anatomía, me lo sacó por la cabeza. Sin esperar a que se desabrochase los botones, yo hice lo mismo con su camisa, quedándonos ambos en ropa interior.

– ¡Pero qué polvazo tienes, Lucía! – me dijo comiéndome con la mirada.

– Y tú me lo vas a quitar…

La sensación de vacío en mi interior era tan apremiante, que era mi vagina quien hablaba en mi nombre. Necesitaba sentirme llena, quería tener esa polla dentro de mí, y la excitación y el deseo eran tan grandes que era lo único en lo que podía pensar.

– Date la vuelta. Quiero memorizar lo buena que estás y disfrutar ese culito prieto que me ha vuelto loco en cuanto ha entrado meneándose en el pub.

Su apelación a mi narcisismo dio justamente en la diana. Yo sabía perfectamente lo buena que estaba, tanto como para masturbarme con mi imagen en los espejos de mi vestidor, por lo que me sentí encantada de darme la vuelta para mostrarle la redondez de mi culito.

– Precioso- dijo-, el mejor culo que he tenido aquí.

– ¿Acaso los has tenido mejores en otro sitio?- le pregunté indignada.

– Puede ser… – contestó desabrochándome el sujetador-, pero nunca he tenido en mis manos unos melones tan ricos como estos- añadió cogiéndomelos desde atrás y apretándomelos con fuerza-. Tienes la mejores tetas que he visto y acariciado nunca.

La fuerza del masaje en mis pechos me hizo jadear, y sus palabras me hicieron suspirar para mojar aún más mi tanga. Apreté mi cuerpo al suyo, y sentí la longitud de su erección con mis nalgas, me cautivó sentir su excitación con esa parte de mi anatomía; quise más, y él también quería más. Se bajó el calzoncillo y sentí su duro órgano entre mis glúteos, piel con piel, y me encantó. Sus manos bajaron de mis pechos delineando mi silueta para colarse bajo la humedad de mi tanga, y acariciarme el chorreante coño.

– Ummmm – gemí gustosa.

Acarició mi vulva, impregnándose de mis cálidos fluidos, masajeándome el clítoris mientras su glande trataba de abrirse paso entre mis nalgas y chocaba contra la tira del tanga. Me tenía tan excitada, que no dudé en ponerme completamente a su merced bajándome la ropa interior mientras él extendía mis jugos hacia mi suave entrada trasera. Empujó con la cabeza de aquella polla que yo tanto ansiaba tener dentro de mí, pero no con la suficiente fuerza como para vencer la natural resistencia de mi estrecho agujerito. Sólo estaba tanteando si yo aceptaría ser dada por el culo, calentándome más y más… Yo ya no podía soportar tanta excitación, necesitaba ser penetrada ya, fuese por donde fuese, así que me agaché para soltar las trabillas de mis zapatos y bajarme de los tacones, ofreciéndole mi culo en todo su esplendor.

– ¡Joder, métemela ya! – me sorprendí pidiéndole sin incorporarme.

– Definitivamente, sí es el mejor culo que he tenido nunca – contestó.

Y arremetió con fuerza con su ariete, haciéndome sentir cómo su glande se abría paso entre mis glúteos para incidir contra mi ano. ¡Iba a ser follada por el culo porque yo lo había pedido!. Pero, ¡oh, sorpresa!, mi ojal no estaba resuelto a dejarse vencer por tan grueso invasor, así que la lubricación aplicada en la zona hizo que la punta de la verga de aquel hombre se deslizase por toda la raja hasta que finalmente encontró una abertura ansiosa por devorarla, y esta fue la entrada de mi coño, que engulló el duro miembro hasta que la pelvis de aquel macho chocó contra mi culo.

– Aaaaaahhhhhhmmmm – gemí satisfecha.

– Oooooohhhhh – gimió él.

Desde que era Lucía, mi sexo sólo había sido explorado por mis propios dedos, los de Raquel y su experta lengua, y ninguno de ellos había profundizado hasta ese nivel. Era, justamente, la sensación que mi cuerpo había estado buscando desde que sintió la polla dura de mi jefe contra él, y era una auténtica gozada que ansiaba seguir experimentando.

El camarero me dio un par de envites más, deleitándome con la dureza de su lanza abriéndome por dentro. Pero a pesar de tenerme sujeta por las caderas, puesto que yo no tenía ningún otro punto de apoyo, no conseguía penetrarme con la profundidad que a ambos nos gustaría, así que manejándome como si fuese una muñeca, con una fuerza que me resultó aún más excitante, me sacó el falo y me tumbó sobre el sofá para rápidamente ponerse encima y, ahora sí, meterme su verga a fondo, cuanto nuestro cuerpos permitieron.

– ¡¡¡Aaaaaahhhhhhh!!! – me hizo gritar.

Las sensaciones eran tan intensas, que no podía evitar emitir sonoras muestras de placer, los mismos sonidos que siempre me había excitado oír cuando era un hombre. No podía controlarlo, simplemente gemía de gusto.

Mi amante repitió su movimiento, retirándose para volver a clavármela a fondo, taladrándome el coño y golpeándome el clítoris con su pelvis, haciéndome ver las estrellas. Me aferré a su pétreo culo con las manos y apreté mis muslos contra sus caderas. Ahora que sabía lo que era ser follada por un hombre, quería experimentarlo con la máxima intensidad, que su virilidad se clavase tan dentro de mí que me hiciera sentir llena de ella.

Mirándome fijamente, aquel hombre siguió penetrándome una y otra vez con movimientos de cadera lentos pero firmes. Mi vagina envolvía su falo succionándolo como si quisiera tragárselo, con unas maravillosas y electrizantes contracciones que me hacían jadear y acompañar sus movimientos para que ese potente músculo alcanzase lo más profundo de mi ardiente gruta. El placer era incomparable, y la sensación de una pétrea polla abriéndome por dentro era indescriptible. Sus dedos se colaron en mi boca abierta, y los chupé con deleite saboreando en ellos el salado gusto de mi coñito mientras él seguía dándome empujones que consumían su leño en la hoguera de mi placer.

Mis manos recorrían su fuerte espalda atrayéndolo hacia mí para que su boca atrapase uno de mis bamboleantes pechos y succionase el erizado pezón para hacerme gritar de gusto. Estaba llegando al momento culminante, y la cabeza me daba vueltas, no ya por los efectos del alcohol, sino por las continuas embestidas de aquel macho follándome sin compasión.

El dueño del pub aceleró el ritmo, gruñendo con cada empellón, golpeando mi clítoris con su pelvis para que este vibrase con cada profunda penetración. Sacó los dedos de mi boca, soltó mi pecho, y clavando sus ojos en los míos me sujetó por los hombros para acelerar aún más el ritmo y volverme totalmente loca en un torbellino de gemidos mientras su verga latía dentro de mi licuado coñito.

Había fuego en sus ojos y, de pronto, apretó los dientes con una salvaje embestida de su cadera que me dejó sin aliento. Un gruñido animal escapó de entre sus dientes, y una abrasadora explosión inundó mis entrañas escaldándome por dentro. La violencia de su arremetida, la incrustación de su glande en las profundidades de mi vagina, el golpe seco en mi clítoris, y la ardiente sensación de su esperma derramándose dentro de mí, me hicieron llegar a la cúspide del placer. Me corrí con él, sintiendo que el mundo giraba a mi alrededor, descargando toda la tensión sexual acumulada durante el día, con mi cuerpo elevándose del sofá en un espasmo que hizo vibrar cada fibra de mi ser, y al decaer mi orgasmo y relajarme, me sentí una verdadera mujer.

Aquel que sin saberlo había dado la vuelta a todos mis prejuicios, salió de mí y se levantó para admirar mi cuerpo desnudo y sudoroso sobre el sofá. En su rostro se mostraba satisfacción, pero, aunque no lo verbalizó, en él pude leer que la satisfacción no era total. Sus ojos me revelaron que físicamente sí debía ser la mujer más atractiva que se había follado, pero el polvo que acababa de echarme no había sido, ni de lejos, el mejor de su vida.

Lo que en él percibí, me dejó una agridulce sensación. Aunque para mí la experiencia había sido increíble, sentía la necesidad de que para él también lo fuese. No por él, sino por mí, como satisfacción personal. En mi fuero interno reconocí que mi papel no había sido demasiado activo, simplemente me había dejado llevar por la situación, y esa no era mi forma de ser. Estaba segura de que aquel tipo pensaba: “Acabo de follarme a la típica tía buena, espectacular a la vista, pero sosa en la cama”.

– Necesito una ducha – dijo confirmándome mis sospechas-, si ya estás bien para conducir y quieres marcharte, lo entenderé.

Sin más, me dejó allí y se fue al cuarto de baño. Yo no podía dejar así las cosas, acababa de descubrir lo que era ser follada por un hombre, y quería más, mucho más. Ese macho había despertado en mí a la hembra salvaje que llevaba dentro, y se lo iba a demostrar.

CONTINUARÁ…

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR

alfascorpii1978@outlook.es

 

Relato erótico: “El ídolo 2: Las nalgas de la profesora fueron mías” (POR GOLFO)

$
0
0

Sin título1

Tal y como había amenazado, Olvido se encargó que esa noche nadie durmiera en el campamento. Cabreada al descubrir que nuestra jefa había estado espiándonos mientras follábamos en la laguna, decidió vengarse y cómo le interesaba tanto nuestra actividad sexual, le regaló una sinfonía de gritos y jadeos que nunca olvidaría.
Polvo tras polvo, me obligó a acompañarla en su lujuria durante horas y solo cuando comprobó que me había dejado seco y que por mucho que lo intentara, se había convertido en un imposible el reanimar a mi alicaído miembro, solo entonces me dejó descansar aunque fuera por poco tiempo.
Agotado como no podía ser de otra forma pero alegre al haber pasado unas de las mejores noches de mi vida, me levanté a desayunar. La jeta con la que nos recibió nuestra profesora fue increíble pero no hizo ningún comentario. Su gesto enfadado me informó del éxito que había obtenido mi compañera.
“¡Qué se joda!”, pensé descojonado al recordar el volumen de los gritos de Olvido y conociendo su lujuria supe que se iba a repetir durante el tiempo que tardara esa expedición.
Por su parte, mi compañera estaba en su salsa.  Sabiéndose victoriosa, demostró su buen humor a todos repartiendo sonrisas y bromas por doquier, lo que hizo todavía más amarga la derrota de Ixcell.
Media hora más tarde y acompañados por nuestros ayudantes nativos, salimos rumbo al punto donde convergían las pirámides. Lo curioso es que si bien en un principio, los lacandones no mostraron su disconformidad en cuanto se dieron cuenta, empezaron a mostrar su rechazo. En un primer momento fueron susurros entre ellos pero, al irnos acercando su malestar, fue in crescendo hasta que en un  determinado lugar se negaron de plano en seguir adelante.
La doctora intentó dialogar con su jefe pero por mucho que lo intentó no consiguió convencerle. Decidida a seguir adelante, Ixcell les pidió que nos esperaran allí pero entonces el nativo le respondió:
-Ese sitio está maldito, ¡No deben de ir allí!
La arqueóloga asumió que sus creencias y supersticiones le hacían actuar así y sin hacer caso a sus avisos, nos llamó  a los miembros de la expedición y tras informarnos, nos preguntó si alguien ponía algún reparo en continuar.
-No- respondimos casi al unísono los tres.
Una vez de acuerdo cogimos nuestras mochilas y reiniciamos la marcha hacía la montaña. El lacandón haciendo su último intento, nos gritó mientras nos internábamos en la selva:
-Los que osan entrar en esa tierra, o mueren o ¡salen cambiados!
Haciendo oídos sordos continuamos sin variar un ápice nuestro rumbo. Si de por sí sus temores me parecían fuera de lugar, no pude dejar de sonreír cuando acercándose Olvido hasta mí, susurró en mi oído:
-Te imaginas que es cierto y al salir de aquí, me ha crecido una polla. ¡Te juro que sería tu culo el primero que desvirgaría!
La burrada de la muchacha diluyó el escaso resquemor que había en mi corazón y ya completamente seguro que habíamos hecho lo correcto, le contesté:
-A lo mejor te sale otro coño. Si es así, podré decir que también yo fui el primero.
Tras lo cual al darnos cuenta que Luis e Ixcell se habían adelantado un buen trecho, tuvimos que correr para alcanzarlos. Al llegar hasta ellos, de muy mala leche, la doctora nos regañó diciendo:
-No hay que echar en saco roto sus advertencias, puede que haya animales peligrosos o trampas por lo que es mejor que vayamos juntos.
Asumiendo que esa rubia estirada tenía razón, procuré a partir de entonces seguir su ritmo. Ritmo atroz que hizo que Luis no tardara en resoplar y nos pidiera que hiciéramos una parada. Nuevamente, nuestra jefa demostró lo zorra que era y olvidando el sufrimiento de su segundo, se negó y le obligó a reiniciar la marcha. Incapaz de rebelarse y sudando a raudales, el gordito intentó seguir su paso pero no pudo evitar pegar un traspié y caer redondo sobre un matorral. Los alaridos que pegó el tipo nos alertó del problema y al aproximarnos con cuidados, Fue Ixcell la que descubrió que había caído sobre una planta que no solo tenía afiladas espinas sino que era venenosa:
-Esperad, es una “Urera baccifera” y ¡Es peligrosa!
Una vez avisado, me obligó a ponerme guantes y con mucho cuidado, ayudarla a levantar al accidentado. El pobre Luis lloraba de dolor pero eso no fue lo que me dejó aterrorizado sino el observar que en los lugares donde se le habían clavado las púas, se había formado de inmediato una pústula.
-¿Qué hacemos?- pregunté preocupado por el estado del accidentado.
Tomando el mando, la jefa vio que a cien metros había un claro y llamando a Olvido, entre los tres conseguimos llevarle a rastras para atenderlo allí. Una vez en ese lugar, lo tumbamos y con mucho cuidado empezamos a retirar una a una las espinas, aplicando al hacerlo un antiséptico en las heridas. La selva fue testigo de los berridos que pegó nuestro compañero. Su dolor fue tal que en un momento dado se desmayó, lo que facilitó nuestra labor y al fin conseguimos extraerle todas.
Acabábamos de terminar cuando al otear el cielo, vimos que se acercaba una tormenta.
-¡Mierda! ¡Hay que buscar un refugio!- gritó la arqueóloga por primera ocasión preocupada.
Fue entonces cuando mi compañera descubrió lo que parecía una cueva en un montículo cercano y señalándosela a nuestra jefa, esta decidió que valía la pena llevar a Luis hasta ese lugar. Con él a hombros, fue una tortura el recorrer ese kilometro porque una vez despierto, no dejaba de llorar. Por eso fue una liberación llegar hasta la entrada de la supuesta cueva, pero justo cuando estaba a punto de entrar en ella, mi jefa me paró diciendo:
-No es una cueva. ¡Es parte de una pirámide!
Alucinado por la noticia, levanté la mirada para descubrir que lo que suponíamos que era una montaña en realidad se trataba de una pirámide de dimensiones colosales. Os juro que me quedé sin habla al verla porque si no me fallaban mis cálculos debía ser la más grande jamás descubierta en tierras mexicanas.
Depositando al accidentado en el suelo, corrí alrededor de la increíble construcción contando los pasos. Al terminar con la respiración entrecortada por el  esfuerzo, la informé:
-Ixcell, ¡Mide unos novecientos metros de perímetro!
La constatación de que estábamos ante el mayor descubrimiento arqueológico de los últimos cien años, la trastornó y olvidándose del herido, nos exigió que empezáramos a documentar todo. Cuando le recordé que debíamos antes de terminar de cuidar a Luis, me contestó:
-Esa planta es dolorosa pero no mortal y como lo único que podemos hacer por él es esperar: ¡Pongámonos a trabajar! – y recalcando su verdadera motivación, me soltó: -¡Pasaremos a la historia!
Por eso siguiendo sus instrucciones, empezamos a fotografiar y medir la pirámide con el conjunto de aparatos que habíamos traído desde el D.F.  De esa forma confirmamos que con sus 72 metros de altura y sus 926 metros de diámetro, ¡Era mayor que la Pirámide del Sol!
“¡Cómo es posible que no se haya descubierto antes!”, estaba pensando cuando de improviso un grito de angustia retumbó en la selva.
Al reconocer la voz de Olvido salí corriendo a auxiliarla pero cuando llegue hasta ella, la encontré llorando arrodillada ante el cuerpo de Luis:
-¿Qué ha pasado?- pregunté pero al fijarme en el herido comprendí, ¡Había muerto!
Fue entonces cuando llegó nuestra jefa y al constatar el deceso de su  ayudante, se permitió el lujo de soltar una lágrima tras lo cual dirigiéndose a nosotros dos, tuvo los santos huevos de soltar:
-Me equivoqué. Luis debía de ser alérgico pero aunque hubiésemos intentado evacuarlo, su destino estaba marcado. Ahora nuestro deber es enterrarlo y honrarlo con nuestro descubrimiento.
Si no llega a ser mi profesora y necesitar su nota para doctorarme, os juro que le hubiese saltado al cuello por hija de puta. Pero en vez de hacerlo, busqué un lugar donde darle sepultura y cogiendo una pala empecé a cavar. Ixcell al ver donde había decidido excavar la tumba, pegándome un grito me obligó a buscar otro sitio más alejado, diciendo:
-Ahí no, está demasiado cerca y puedes destrozar algún vestigio.
“¡Será malparida!”, pensé y en silencio, me puse a localizar otra ubicación. Para evitar que me hiciera parar otra vez, le pregunté:
-¿Te parece bien en el claro?
La muy zorra ni siquiera me contestó porque ya había vuelto a documentar la pirámide. Gracias a que el terreno resultó blando, en media hora tenía lista la tumba y volviendo hasta donde se encontraban ellas, comenté que necesitaba ayuda para trasladar el cadáver. De muy malos modos y quejándose de tener que abandonar su trabajo, me ayudó junto con Olvido a llevar a Luis hasta su sepultura. Una vez allí y tras un breve responso, lo enterramos sin mayor ceremonia tras lo cual y con una sonrisa en su boca, comentó:
-Ahora que hemos acabado, vamos a por nuestro nombre en la posteridad.
“¡Menuda hija de la chingada!”, mascullé en silencio cabreado por su falta de humanidad pero asumiendo que una queja caería en saco roto, las acompañé de vuelta hasta las ruinas. En ese instante la hubiese matado con mis propias manos pero me tranquilizó observar en los ojos de mi compañera que ella también miraba con rencor a  nuestra jefa. Ella misma me confirmó que  albergaba mis mismos sentimientos cuando aprovechando que Ixcell se había adelantado, se acercó a mí y murmuró:
-Esta tía es una completa zorra. Si fuera por ella, nos mataría a todos para llevarse todo el mérito por nuestro descubrimiento.
Dándole toda la razón pero queriendo quitar hierro al asunto, le dije al oído:
-Quizás se lleve una sorpresa y sea ella quién desaparezca.
Aunque era broma, mis palabras la hicieron recapacitar y tras unos instantes, me soltó:
-Dejemos antes que trabaje y cuando ya hayamos documentado todo, hablamos.
Os confieso que me quedé helado al comprender que esa morena se había tomado en serio mi sugerencia y que esa idea no le desagradaba en absoluto. Si ya de por si eso era macabro, más lo fue percatarme pensando en cómo me cargaría a esa puñetera rubia.
El resto del día lo pasamos estudiando el exterior de la pirámide ya que nuestra jefa había decidido que el interior de la gruta lo haríamos al día siguiente. Faltaban dos horas para anochecer cuando Ixcell dio por terminada la jornada y recogiendo sus notas, nos ordenó volver al campamento.
Al llegar al lugar donde en teoría nos esperarían los lacandones, descubrimos que no estaban y creyendo que nos esperarían junto a las tiendas, seguimos camino hasta la base. Cuando llegamos a donde debían de estar las tiendas, nos encontramos con que no solo no estaban sino que habían desvalijado  parte de nuestras pertenencias y lo peor que habían robado nuestros kayacks.
Curiosamente lo único que no tocaron fueron los víveres y el resto de nuestros instrumentos pero lo que respecta a ropa, herramientas y demás, todo había desaparecido. Desmoralizados, nos sentamos y comenzamos a discutir sobre qué hacer. La postura de Olvido y la mía era intentar volver pero entonces Ixcell, halló que no se habían llevado el teléfono satélite y sonriendo, comentó:
-No hay problema, llamaré a la universidad y nos mandarán suministros y ayuda.  
Y tal y como había anticipado, telefoneó a uno de los catedráticos de arqueología y consiguió que se comprometiera en apoyarnos con nuevos recursos pero que tardarían una semana en llegar. Una vez había colgado, nos ordenó volver a la pirámide porque en el interior de la gruta tendríamos refugio. Retornando con los escasos suministros que habían dejado y al recordar la conversación con su colega, caí en la cuenta que en ningún momento le había mencionado nuestro descubrimiento.
“Lo quiere solo para ella”, me dije.
El camino de vuelta fue penoso porque además del peso extra de nuestras mochilas, nos tuvimos que enfrentar con la oscuridad. Por eso si bien habíamos tardado antes una hora en hacer ese trayecto, esa noche perdimos dos en llegar hasta las ruinas. Ya en la pirámide, Ixcell montó el campamento a la entrada de la gruta pero se negó de plano a que encendiéramos la hoguera en su interior, diciendo:
-Podemos dañar los restos.
Sin faltarle razón, no vi que después de seiscientos años a la intemperie que daño podía hacer un poco de humo pero como no quería discutir la prendí al aire libre. La cena como no podía ser de otra forma, fue extraña por una parte estábamos tristes por la muerte de Luis pero también entusiasmados con la idea de conocer el alcance de nuestro descubrimiento. Fue al final cuando comportándose por primera vez como humana, la profesora sacó una botella de ron y poniéndose en pie, nos pidió que brindáramos por el difunto.
No os tengo que contar que tanto Olvido como yo aceptamos de buen grado el alcohol y rellenando nuestros vasos con esa bebida, brindamos por Luis. Lo cierto fue que una vez abierta la puerta, no solo acabamos con esa botella sino que dejándonos llevar dimos buena cuenta de otra. Ese ron nos unió y empezamos a conversar como si fuéramos viejos amigos. Tras media hora y bastante borracha, la jefa nos mandó a dormir.
Asumiendo que iba a disfrutar del cuerpo de mi compañera y sin importarme que Ixcell me viera, me desnudé y metiéndome en el saco de dormir, llamé a Olvido a mi lado. La morena no hizo ascos a mi sugerencia y quitándose la ropa se unió a mí en su interior.  En cuanto sentí su piel contra la mía, la besé. Fue un beso posesivo, mi lengua forzó su boca mientras mis manos se apoderaban de su trasero. Ella, mas alterada de lo quele hubiera gustado reconocer, frotó su pubis contra mi pene, mientras me decía:
-Mira a la zorra de la jefa, ¡No nos pierde de vista!
-Tranquila, quiero disfrutar de ti-, le dije mientras la despojaba del camisón.
Saberme espiado por esa rubia, me terminó de calentar y bajando por su cuerpo, saqué la lengua dejando un reguero húmedo en su piel. Sus pezones reaccionaron incluso antes de que los chupara, de forma que recibieron las caricias de mi apendice duros y erguidos. Olvido gimió cuando pellizcándolos le dije que eran hermosos.
Tener su botón en mi boca, mientras tocaba su culo, era una gozad por lo que prolongué largo rato mi estancia entre sus pechos. Esa noche quería poseerla lentamente pero ella necesitada de ser tomada, separando sus piernas, restregó su pubis contra mi sexo. No tuve que ser un genio para comprender que buscaba que mi penetración pero decidido a dar un buen espectáculo a la puta que desde su saco nos miraba,  la rechacé diciéndole:
-¡Tranquila zorrita!
Con lentitud, seguí bajando por su cuerpo mientras le acariciaba las piernas. Mi compañera gimió al sentir que me acercaba a su entrepierna y deseando que me diera prisa, me avisó que no podía más. El sexo de la morena olía a hembra hambrienta y viendo lo dispuesta que estaba le separé aún más sus rodillas. Estaba a punto de lanzarme sobre ella cuando escuché:
-¡Déjame a mí!
Al darme la vuelta, me encontré a Ixcell totalmente desnuda frente a nosotros.  Sus pechos eran aún mejores de lo que me había imaginado y sin pedir opinión a mi compañera, dejé que ella me sustituyera entre sus piernas. Haciendome a un lado, observé como la rubia separaba los labios a mi alucinada amiga y antes que se pudiese quejar, la ví sacar la lengua y tantear con ella el botón rosado de la morena:
-No quiero- gritó al sentir que la mujer se ponía a devorar su sexo, pero no hizo ningún intento por evitar sus caricias.
Os reconozco que me puso a mil, admirar con mis propios ojos el modo tan sensual con el que esa zorra se empezaba a comer el coño que tenía a su disposición. Alternado lametazos y mordidas, la profesora llevó a mi amiga al clímax en menos de un minuto.  La morena que llevaba gimiendo un buen rato, aferró con sus manos la cabeza  de su jefa en un intento de prolongar el placer que estaba sintiendo mientras de su cueva brotaba un pegajoso arrollo:
-¡Qué rica estás!- soltó Ixcell paladeando su flujo y sin dejar de beber de su entrepierna, me ordenó: -¿Qué esperas para follarme?
Cumplí su mandato, poniendo la cabeza de mi glande en su abertura. Al hacerlo tuve que admitir que esa zorra estaba buena y mientras jugaba con su clítoris, le pregunté:
-¿Estás segura?
-Sí-, me respondió  con la respiración entrecortada por su excitación.
“Seré idiota”, pensé mientras lentamente le metía mi pene en su interior, “¡me podía haber dicho que no y me hubiera quedado con las ganas!”.
Mi pausada forma de penetrarla, hizo que toda la piel de mi extensión disfrutara  de los pliegues de su sexo al hacerlo. La cueva de esa rubia demostró ser estrecha y suave como si casi no hubiera sido usada.  Ixcell sin dejar de dar placer a Olvido y levantando su trasero, me rogó que acelerara diciendo:
-¡Hazme gritar como a está puta!.
Tras lo cual empezó a meter y a sacar mi pene de su interior a una velocidad inusitada. Estaba como poseída, sus ganas de ser tomada eran tantas que incluso me hizo daño.
-Quieta- grité al sentir que si seguía a ese ritmo iba a dejar mi pene inservible durante semanas.
Al ver que no respondía y seguía descontrolada, le di un duro azote en su culo diciéndole:
-O me haces caso o tendré que castigarte.
Ixcell se quedó parada esperando mis órdenes. Al comprobar que se había quedado quieta, le pedí que siguiera comiendo el chocho de una más que excitada Olvido y reinicié mi cabalgata. La profesora relinchó al sentir que me asía a sus pechos mientras mi pene la apuñalaba sin piedad. Escuchar sus gemidos y los de la morena cada vez que mi sexo chocaba contra la pared de su vagina, fue el banderazo de salida para que acelerara mis incursiones. Comportándonos como un engranaje perfecto, mi pene y su lengua dieron cuenta de sendos chochos mientras sus dueñas no paraban de gemir.
-Me corro- escuché que Olvido gritaba cuando la rubia incrementando su placer metió unos de sus dedos dentro del culo de la morena.
Al comprobar que mi compañera había llegado al orgasmo, decidí ir en busca del mío y cambiando de postura, agarré la melena de la rubia y renovando mis azotes, la azucé a incrementar su ritmo. Eso, la cabreó y chillando me exigió que parara.
-¡No me sale de los cojones!- respondí sin dejar de castigar su trasero.
Con su respiración entrecortada por el placer pero todavía indignada, mi profesora intentó separarse de mí. Sujetándola con mi brazo se lo impedí y riéndome de ella, seguí cabalgando su cuerpo mientras mis manos castigaban sus nalgas.
Todavía no quería correrme, antes me apetecía humillarla y sacar de su cuerpo un orgasmo que recordar en el futuro. Por eso ejerciendo una autoridad que nadie me había dado exigí a Olvido que se apoderara de sus pechos y los torturara.  Mi compañera no se hizo de rogar y cumpliendo mi mandato pellizcó duramente los pechos de su profesora mientras yo seguía follándomela sin parar. El doble maltrato llevó a la rubia hasta el límite y obteniendo un placer no deseado se corrió empapando  mis piernas con su flujo.  Su evidente derrota fue demasiado para mi torturado pene y exploté en el interior de su cueva.
Mi jefa, al sentir que mi simiente bañaba su entrepierna, se zafó de nosotros y poniéndose en pie, gritó:
-Os habéis pasado. Cuando lleguen los suministros, ¡Os iréis de vuelta!
Solté una carcajada al oírla porque me daba igual, ya había tomado mi premio y nada se podía comparar con haber violado a esa estirada. Lo que no me esperé fue que Olvido, abrazándose a mí, murmurara en mi oído:
-Cuando lleguen los suministros, ¡Será su cadáver lo que se lleven!
 
 
 Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 

 

 

 

Relato erótico: “De profesion canguro 04” (POR JANIS)

$
0
0

Obsesión lingual.
 Tamara salió de la ducha, secándose con la gran toalla. Jimmy, su sobrinito la miró por un momento, enfrascado en sus dibujos favoritos. Estaba acostumbrado a ver a su tía desnuda, así como a su madre. No le dio importancia alguna.
―           ¿Vas a salir esta noche, Tamara? – le preguntó Fanny, desde la cocina.
―           Sí, cariño. He quedado con unas amigas para ir al cine y después a un pub.
―           Entonces, ¿no vas a cenar aquí?
―           No – respondió Tamara, asomándose a la cocina, totalmente desnuda, con la toalla al hombro.
Fanny sonrió, mirándola mientras cortaba unas verduras.
―           Estás preciosa – le dijo su cuñada, sin dejar su tarea. – ¿Vendrás tarde?
―           No lo sé, Fanny. Ya sabes como son estas cosas. Sabes cuando empiezas, pero no cuando terminas.
―           ¿Qué me vas a contar a mí? Un poco más y acabo alcohólica en la uni. De todas formas, es bueno que salgas con tus amigas. No puedes estar trabajando a todas horas. Necesitas divertirte…
―           Pero a veces me cuesta separarme de ti – le dijo la joven rubia, acercándose mimosa.
La pelirroja sonrió, dejó el cuchillo sobre la tabla y se inclinó para besar dulcemente los labios de su cuñada.
―           Si no vienes muy tarde, esta noche, despiértame – dijo Fanny, con una risita. – Te estaré esperando dispuesta…
―           Vale, cariño. Voy a vestirme – Tamara salió corriendo con un gritito que Fanny le arrancó al darle un cachete en el desnudo trasero.
Una vez en su dormitorio, Tamara se sentó ante el pequeño tocador y se pintó los ojos, sombreándolos con un tono marrón dorado y perfilándolos de oscuro. Últimamente, le encantaba el look de Taylor Momsen, sobre todo desde que muchas chicas le habían dicho que se parecía bastante a ella. Claro estaba que no podía asumir esa apariencia cuando trabajaba de niñera. No daría una buena imagen. Pero ahora que se dirigía a su segunda y secreta profesión, tenía que estar lo más guapa posible.
Dotó sus pequeños labios de brillo y de color rosa chicle y se colocó unos grandes aros en los lóbulos, así como una gargantilla de bisutería. Quedando complacida con lo que el espejo reflejaba, se levantó y se inclinó sobre la ropa que había dispuesto sobre la cama. Subió un culote negro por sus piernas que se ajustó divinamente a sus caderas, y desechó la idea de ponerse sujetador. Pantalones anchos de raso, en color lila, y una blusa cortita beige. Probó el escote desabrochando un botón y se sonrió en el espejo. Perfecta.
Sacó unos zapatos de alta plataforma y se los puso. Retocó su cola de caballo, pasándose el cepillo un par de veces y quedó satisfecha. Tomó un anorak del armario y un bolso a juego con los zapatos.
―           ¡Me voy! – exclamó al salir por la puerta de entrada.
―           ¡Diviértete! – le contestó Fanny.
Se subió a su Skoda Citigo y salió del barrio, en dirección a la ronda urbana. Tomó la dirección del centro, donde se encontraban los cines y espectáculos y pensó en su cita. Si Fanny supiera que no eran amigas del colegio con las que se iba a ver esa noche, sino con una madura señora, la cosa no acabaría bien, ni mucho menos.
Sus ingresos como canguro no eran tan lucrativos como su servicio de acompañante de féminas. Todo había surgido a partir de las relaciones que mantenía con algunas madres. Emma fue la primera en proponérselo.
―           ¿Por qué no me acompañas? – le dijo mientras ella cambiaba al pequeño Daniel.
―           ¿A cenar? – preguntó Tamara.
―           Sí.
―           Pero si no vas a llevar al pequeño…
―           No importa, quiero cenar contigo. ¿Te apetece?
―           Sí, estaría bien. ¿Las dos solas?
―           Sí, mi marido está en otra convención.
―           ¿A qué hora?
Aquella misma noche, sentadas frente a frente en el coqueto restaurante, Emma le dijo en broma:
―           Deberías cobrarme por cenar contigo. Estás tan guapa…
A Emma no le cobró, pero le sacó una cara pulsera que la mujer le regaló con mucho gusto. Desde ese momento, Tamara se planteó salir con otras mujeres por dinero y regalos. Una joven acompañante de féminas.
Claro que procuró separar sus clientes diurnos de las nocturnas. Las primeras solían ser madres jóvenes o trabajadoras, con las que era poco frecuente que mantuviera una relación, salvo una buena amistad. Las segundas, eran damas más maduras, más de su gusto, que querían algo más que una amistad. Las acompañaba al cine, a cenar, a ciertos espectáculos, e incluso había viajado a Cardiff con algunas de ellas. Solía pasar gran parte de la noche con ellas, e incluso dormían juntas, con lo cual necesitaba montar ciertas excusas para Fanny. Esa noche, había quedado citada con la señora Laundas.
 Emily Laundas miró su diminuto reloj de pulsera. Aún faltaban minutos para que se cumpliera la hora de la cita, así que procuró calmarse. Había sido todo un paso decidirse a quedar con una acompañante. Emily era una mujer muy vistosa, elegante, y opulenta, con unos bien cuidados cuarenta y cinco años. Llevaba un peinado de ciento cincuenta libras, exquisitamente esculpido. Emily pertenecía a esa alta sociedad reprimida que vegetaba en un gran apartamento de la colina Hossman, un barrio periférico y caro. Estaba casada con un arquitecto esnob, no tenían hijos, ni ella un hobby definido. Llevaba tiempo pensando en un amante, pero nunca se atrevió a dar el paso. Su amiga del club de campo, la señora Dencker le habló de cierta compañía hermosa, joven y discreta, que había utilizado en diversas ocasiones.
―           No me sentiría a gusto con un gigoló – le contestó Emily.
―           No, querida. No hablo de un hombre, sino de una chica. ¡No me digas que no hiciste algo en ese exclusivo internado en que estuviste de jovencita!
―           Bueno… – Emily enrojeció al recordar, de repente, las oscuras tardes de invierno, metidas entre las sábanas. Las risas y los felices tocamientos. Por un momento, deseó probar de nuevo.
―           Te daré su número, querida – le dijo su amiga, palmeándole la mano.
Había tardado dos semanas en decidirse, pero finalmente había llamado a la chica. Charlaron por teléfono y Emily quedó muy satisfecha de cuanto aquella chiquilla le decía. Su edad, sus preferencias, incluso su físico cuando le envió una foto con el móvil, le parecieron muy adecuados. Charlaron en un par de ocasiones más, antes de concretar la cita y Emily se sintió totalmente atraída por la dulzura de Tamara, por su aspecto aniñado, y por su necesidad de ser atendida por una mujer madura. Estaba impaciente por verla en persona.
Dejó pasar el tiempo, rememorando los jadeos y gemidos que llenaban la habitación que compartía en el internado Maifalder. Desde entonces, no había vuelto a tocar piel femenina, pero había soñado con Leonor, su compañera de dormitorio, muchas veces.
En ese momento, Tamara cruzó la puerta y Emily la devoró con los ojos. Parecía más niña, pero, al mismo tiempo, se movía con sensualidad. Era muy bonita, se dijo, antes de levantar una mano, atrayendo su atención.
Tamara sonrió al detenerse delante de la pequeña mesa de la cafetería. También ella estaba impresionada por aquella mujer al natural. Era mucho más opulenta y elegante de lo que pudo ver en la foto enviada. La mujer se puso en pie y le dio dos besos en las lozanas mejillas. Tamara sintió un leve tirón entre sus piernas. Aquello prometía.
―           Creo que te lo he comentado con anterioridad, eres muy hermosa – le dijo Emily.
―           Gracias, señora – sonrió Tamara.
―           Llámame Emily. Vamos a ser amigas, ¿no?
―           Por supuesto – “tú pagas”, se dijo la joven.
―           ¿Nos vamos?
―           Sí.
Tamara no se sentía como una prostituta, en absoluto. Primero, andaba sólo con mujeres, y segundo, algunas ni siquiera querían tener sexo, solo compañía. El Royal Scène no estaba lejos de allí, apenas un par de calles al norte, y llegaron enseguida. Era un cine antiguo, reconvertido como tantos otros de su época en un coqueto multicine con cinco salas, dos grandes y tres pequeñitas.
―           ¿Qué vamos a ver? – preguntó Emily, mirando la cartelera.
―           Lo que tú quieras, Emily – repuso Tamara. – Pero te aconsejaría esa película francesa.
Emily miró la dirección del dedo de la jovencita. “Le bonheur de mademoiselle Jodine”, leyó.
―           ¿Por alguna particularidad?
―           Sí, por dos. La sala es pequeña y oscura – levantó otro dedo –, y no va a entrar nadie más a ver esa película.
Emily se rió bajito. No era nada tonta la chica, se dijo. Se acercó a la taquilla y sacó dos entradas. Al entrar en el vestíbulo, donde la calefacción se notaba considerablemente, Tamara se quitó el anorak que llevaba. La señora Laundas la dejó caminar delante de ella, observando el bonito culito que le hacía aquel pantalón de perneras anchas. Notó que se le secaba la boca. ¡Dios! ¡Y si no estaba a la altura? Aquella niña era monísima y no quería fastidiarla. Tan sólo tenía que mantener la serenidad. Era como montar en bicicleta, una vez aprendido nunca se olvidaba.
La mujer observó la sala al entrar. En realidad era muy pequeña, apenas una treintena de butacas y una pantalla de dos por tres metros. Se sentaron al final, en el rincón más alejado de la puerta. Emily también se quitó su abrigo, disponiéndolo sobre sus piernas. Tamara, en cambio, lo dejó en el asiento contiguo.
Ni siquiera habían comprado palomitas ni refrescos. La señora estaba ansiosa realmente y no estaba para picotear. Como buena acompañante, Tamara no abrió la boca. Cruzó las piernas y se arrellanó en el asiento. La sala se apagó y comenzaron los anuncios y luego los extractos de novedades. Con satisfacción, la señora comprobó que apenas podía ver más que el contorno del perfil de Tamara. Sin duda, aquella chica se había sentado allí, en esa misma sala, en más ocasiones.
Emily ni siquiera esperó a que empezara la película para besuquear el suave cuello de la chica. Tamara se rió por las cosquillas. La mano de la señora palpó uno de sus muslos y luego ascendió hasta su blusa, colándose por debajo. Emily acarició aquellos dulces pechitos, regodeándose en el tacto y en la ausencia de sostén. Reconocía que se estaba poniendo muy bruta. Todo aquel toqueteo hacía reaparecer sensaciones que tenía olvidadas.
―           ¡Madre mía! ¡Qué tetitas más deliciosas tienes! ¡Quisiera mordisqueártelas cuando salgamos de aquí! – susurró Emily.
―           ¿Por qué no ahora? – respondió Tamara, alzándose la blusa y dejando sus marfileños pechitos al abrigo de la penumbra.
―           ¡Oh, joder, joder! – dos dedos de la señora pellizcaron en pezón izquierdo con fuerza, haciendo jadear a la chica rubia. Después, inclinó la cabeza y se apoderó de la punta del cono de carne con los dientes.
Tamara se estremeció completamente. Aquella mujer sabía tratarla como deseaba. Sí seguía por ese camino, no tardaría en correrse. Alzó una mano y acarició la cabellera de la señora, haciendo que mordiera con más interés. No se atrevía a pedirle un buen bocado porque no quería asustarla, pero sin duda es lo que más deseaba.
La mano de la madura mujer estrujaba convenientemente sus senos, arañándolos levemente con las uñas. Tamara se mordía el labio, tratando de retener los gemidos que amenazaban con escaparse. No pudiendo soportarlo más, Tamara levantó el rostro de la mujer y buscó sus labios con ardor. El ansioso beso tomó un poco por sorpresa a Emily, pero tardó poco en enviar su lengua en busca de su contrincante. Tamara sabía jugar muy bien con su lengua y los besos. Succionaba como nadie y tenía todo un repertorio de niveles de lengua, como los llamaba.
Emily comenzó a alucinar cuando Tamara se puso a ello. Se echó hacia atrás, dejando que la chiquilla tomara la iniciativa y se recostara sobre ella, saboreando su saliva, enfundando la lengua con sus labios. La mano de Tamara exploró su pecho, buscando una apertura para colarse. Desabotonó un par de botones y sus dedos se deslizaron como pequeños animales furtivos. Con dos dedos, sacó uno de los senos del interior de la copa, pero sus pellizcos fueron suaves y tiernos, levantando la cabeza de la aureola lentamente hasta conseguir que se endureciera.
―           Oh, sí, así…
Emily llevó una de sus manos al duro trasero juvenil, aprovechando que prácticamente la chiquilla estaba recostada sobre ella. El liviano pantalón permitía sobar a consciencia. Apretó salvajemente aquellas nalgas mullidas y tensas a la vez, sacando una queja de los labios de su acompañante. Sin embargo, Tamara aprovechó aquel movimiento para deslizar una de sus piernas entre las de la señora, subiendo la larga falda todo lo que pudo. Nada más sentir la presión entre sus piernas, Emily las abrió de par en par, dejando que Tamara hiciese lo que quisiese.
―           Ay, Emily, qué ansiosa estoy – murmuró Tamara sobre los labios de la señora.
―           Eres puro fuego…
―           ¿Puedo meter la mano? – preguntó Tamara como una niña buena, refiriéndose a las piernas de la mujer. — ¿Qué tipo de braguitas llevas?
―           … lencería fina…un culote tipo… boxer, amplio – jadeó la mujer, sintiendo como la mano de la chiquilla se colaba bajo su falda.
―           Me gusta – susurró Tamara a su oído.
Los dedos de Tamara remontaron el acrílico de los pantys hasta llegar a la entrepierna ofrecida. Allí, la humedad era evidente y notable. Frotó la vulva con los dedos extendidos y tiesos, haciendo tragar saliva a Emily.
―           Rompe los pantys… hazlo, putilla – rezongó Emily. – Tócame, Tamara…
La joven rasgó con pericia las medias sobre la entrepierna, permitiendo introducir una mano para acariciar suavemente el flojo pantaloncito de encaje que ocultaba el sexo de la mujer. En la penumbra, mordiéndose el labio inferior, Emily posó sus ojos sobre el rostro de la chiquilla, enfrascado en su caricia. Se le antojó bellísima con aquella escasa iluminación. ¿Por qué una chiquilla como ella rondaba mujeres maduras? ¿Qué clase de vida llevaba?
Alejó esas preguntas de su mente, ni era el momento ni su problema. Estaba allí para gozar de su acompañante, para gozar como nunca…
Dos dedos de la rubia se colaron por el lateral del amplio culote, topando con un coño de pubis bien recortado y labios mayores inflamados de deseo. Tuvo la impresión de acariciar la vagina de una compañera de su edad, porque aquel sexo no había dado de sí con ningún parto. Coló los dos dedos en su interior, escuchando el siseo de la mujer.
“Lento, hazlo lento, que no se corra enseguida”, se dijo, frenando el ritmo de su mano.
―           Aaah… putita… no es tu primera vez, ¿verdad? – musitó tras lamer los labios de Tamara, que mantenía su frente pegada a la de la señora.
―           No, señora…
―           ¿Te gustan las viejas como yo? – Emily la aferró fuertemente por la cola de caballo.
―           Me chiflan… pero no eres… vieja… mi señora – dijo Tamara, entre dientes, la cabeza ladeada por el súbito tirón.
Emily sintió como sus entrañas se licuaban al escuchar aquella denominación que había surgido tan natural de los delicados labios de Tamara. “Mi señora”. La hizo imaginarse tumbada sobre cojines plumosos, rodeada de chiquillas de todas las razas y colores, y decidiendo a quien desflorar o castigar, según le viniera en ganas. “Mi señora.” ¡Qué morbo le hacía sentir!
Los dedos de la chica se llenaron de lefa que amenazaba con desbordar el tejido y deslizarse bajo sus medias. Tamara llevó su dedo corazón a rascar suavemente el clítoris y se encontró con toda una sorpresa. Emily poseía un clítoris descomunal. Se lo imaginó sobresaliendo desafiante y rollizo, completamente tieso. Nada más rozarlo, Emily botó en la butaca de cine, dejando escapar un gruñido. Con tal órgano, Tamara debía llevar cuidado con sus caricias. Corría el riesgo de hacerla acabar enseguida y eso podía significar quedarse sin propina.
Sin embargo, cada vez le costaba más esfuerzo serenarse. Podía intuir lo increíblemente cerda que podía ser aquella burguesa y eso la ponía frenética. Deseaba meter su cara entre aquellas piernas y aspirar el aroma a coño maduro que debía desprender.
―           ¡No puedo más, señora! ¡Tengo que comérmela! – exclamó en un ronco susurro Tamara, tirándose de rodillas al suelo, entre las piernas de Emily.
―           ¿Qué…? – repuso la mujer, sorprendida por la vehemencia de la joven.
―           Quiero lamerle el coño… por favor… déjeme hacerlo… meter mi lengua en su sexo… por favor – Tamara gemía mientras sus manos subían el tejido de la falda para dejar la entrepierna de la mujer al descubierto.
Los ansiosos dedos desgarraron aún más la rotura de los pantys, permitiendo que una mano apartara a un lado el flojo culote y la lengua sedienta se lanzara a lamer cada gota de humedad.
―           ¡Ooooh, síííí… cómetelo todo… mi niña! – exclamó Emily, con voz ronca. Si hubiera habido otro espectador con ellas, lo hubiera escuchado sin duda.
La mujer se dejó caer en la butaca, levantando su pelvis para incrustarla en el mentón de la chiquilla. Ésta, arrodilla en el suelo, metía la cabeza bajo la falda, en busca del mayor tufo posible. La cubierta cabeza formaba un bulto que se agitaba en el bajo vientre y Emily la mantenía aferrada con ambas manos, una de sus piernas cabalgando el brazo de la butaca.
Totalmente a oscuras, los labios de Tamara aspiraron con fuerza aquel gigantesco clítoris, haciéndolo rodar entre sus dientes. Las caderas de Emily se dispararon como si hubiera recibido una descarga.
―           Oooiiigggg… p-para… paraaaa… aaahhggg… – Emily intentaba detener la lengua de Tamara, pero las palabras apenas brotaban de su reseca boca. Se estaba corriendo como nunca, traspasada por pequeños espasmos de puro placer. Ah, cuanto había echado de menos aquello… que siguiera lamiendo aquella niña, poco le importaba ya si se le escapaba unas gotas de pipi. – Sigue… sigue así, Leonor… por el amor de Diossss…
Tamara, dedicada a su tarea, escuchó aquel nombre extraño, pero no hizo pregunta alguna – tampoco era el momento – y siguió atormentando aquel botón de la locura. Sin duda, la señora estaba desvariando de gusto. A saber quien sería la tal Leonor.
Emily se corrió una segunda vez, en menos de un minuto, y en esa ocasión dejó escapar el mayor flujo que salió nunca de sus entrañas, llenando la boca de Tamara. Ésta se relamió tras tragarlo y salió de debajo de la falda. Estaba loca por gozar, pero sabía que aquella mujer sólo utilizaría los dedos para contentarla y, por eso, prefería salir del cine. La calentura de la señora la había puesto frenética y la había hecho gozar en los primeros quince minutos de la sesión. Ambas necesitaban una cama e intimidad.
―           Necesito que me folle… señora – murmuró, sin levantarse del suelo.
Emily aún jadeaba, recuperándose de su impresionante orgasmo. Su fiebre sexual había descendido a niveles controlables, pero el morbo seguía en su cerebro, activando imágenes libidinosas e inconfesables que mantenía su interés bien alto.
―           Aquí no podemos, pequeña.
―           A su casa… lléveme a su casa, por Dios. Me muero…
―           ¿Ahora?
―           Ahora mismo. Tengo el coche cerca – Emily la ayudó a levantarse, mientras pensaba en la propuesta. Su marido estaba en una convención, en Escocia. Estarían solas y ninguna vecina chismorrearía sobre dos mujeres en casa.
―           ¡Vamos! – se decidió la mujer, tomando su abrigo del suelo, donde había resbalado.
A su lado, Tamara se puso el anorak para que cubriera cualquier desperfecto en su ropa. El chico de las palomitas se quedó mirándolas, extrañado de que se marcharan tan rápidamente. De acuerdo que la película esa era un tostón, pero… ¿tan mala era?
Ya en la calle, ambas aspiraron el aire frío de febrero, calmándose algo. Caminaron hasta el coche de Tamara y ésta le preguntó a su contratante:
―           ¿Ha traído coche, señora?
―           No, cariño, vine en taxi.
―           Mejor – sonrió Tamara, abriendo su vehículo.
Emily contempló el rostro arrebolado de la rubita y sus límpidos ojos que la hacían parecer un ángel. ¿Estaba fingiendo cuanto habían hecho? La mujer no lo creía, era demasiado joven para ser tan buena actriz. ¿Cuál sería su historia?, acabó preguntándose. En un ramalazo de cordura, desechó la idea de preguntar.
Tamara arrancó y le pidió su dirección. Emily, tras decírselo, se volvió a sentir traviesa y juguetona. Avanzó una mano, depositándola en el muslo de la conductora. Notó los firmes músculos bajo el pantalón, activando los pedales. Sus dedos se clavaron en la entrepierna. Tamara se rió y le quitó la mano.
―           Nos vamos a matar como siga, señora – Tamara tan sólo utilizaba aquella forma respetuosa para referirse a su clienta. Sabía que le encantaba a la mujer y a ella también.
―           ¿Te lo han hecho alguna vez?
―           ¿El qué, señora?
―           Masturbarte mientras conduces – Emily volvió a colocar sus dedos en el sitio indicado.
―           No, nunca. Hace poco que conduzco…
―           Pues vamos a probar ahora.
―           No… espere…
Pero Emily no hizo caso. Desabotonó la cintura del pantalón y descendió la cremallera de la bragueta. De esa forma, pudo introducir su mano derecha, con la palma pegada al pubis de Tamara, deslizándose bajo el pegado culote.
―           ¡Por San Jorge! ¡Estás chorreando, niña!
―           Usted me tiene así, señora.
―           Céntrate en la carretera y déjame a mí – se relamió la mujer, introduciendo uno de sus dedos en el coñito de Tamara.
Aunque redujo la velocidad, Tamara no las tuvo todas consigo. Aquellos dedos la enloquecían, la traspasaban, la enervaban de tal manera que estuvo más de una vez a punto de soltar el volante y empujarlos hasta el interior de su cuerpo. Mantenía la sien derecha apoyada en el cristal de la ventanilla y los ojos se le entornaban de placer. Conducía sólo con una mano, la derecha. La izquierda estaba apoyada sobre el hombro de Emily. Ésta, sin llevar el cinturón puesto, se inclinaba un poco hacia delante, para poder admirar las expresiones de placer que adoptaba Tamara, entre suspiro y suspiro. Sus dedos estaban atareados entre los muslos y, de vez en cuando, giraba la cabeza para atrapar uno de los dedos de Tamara sobre su hombro y chuparlo.
La rubita se corrió dulcemente, sin abandonarse del todo, sin perder de vista la carretera. Al menos sirvió para calmarla algo y dejar que llegaran a la casa de la señora, un magnífico chalé de dos plantas, con amplio jardín, al que no presto nada de atención Tamara. Nada más cerrar la puerta exterior, Emily abrazó la chiquilla, desnudándola con impaciencia. Quería verla desnuda, necesitaba ver si era como había imaginado en sus caricias.
Así que ni siquiera subieron al dormitorio, sino que ambas quedaron desnudas en el despacho biblioteca de su marido. Entre risas y pellizquitos, Tamara quedó con las nalgas apoyadas al escritorio, mientras la señora la abrazaba y besaba profundamente.
Ahora que podía verla al natural, Tamara estaba muy satisfecha de la suerte que había tenido con aquella señora. Era bastante atractiva y su cuerpo algo flojo pero despampanante. Además, era toda una perra altiva que la trataba como Tamara se merecía.
―           Ven, putilla… te voy a devolver esa lamida… ¡multiplicada por siete!
Tamara chilló, divertida, cuando la señora la arrojó sobre un mullido sillón individual, tapizado con líneas verticales, beige y rojas. Tamara quedó espatarrada sobre el mueble y Emily se encargó, de rodillas ante ella, de abrirla bastante de piernas. Entonces, con un grosero ruido de succión, se lanzó a devorar aquel coñito que, para colmo, no tenía un solo pelito.
Tamara suspiró, cerró los ojos y dejó caer la cabeza a un lado, atrapando el pelo de la señora con una mano. Una sonrisa beatífica no abandonaba sus labios, al menos al principio. Luego, la lengua, labios y dientes de Emily aumentaron su paroxismo, llevándola a culear agitadamente para que aquella lengua se hundiera aún más en su sexo.
Sus quejidos aumentaron, su respiración se volvió jadeante, sus ojos giraban en las órbitas. La mano que posaba sobre la cabeza de Emily se agarrotó, convirtiéndose en una zarpa que tironeaba del arreglado cabello de la señora. Todo eso sucedía a medida que la lamida seguía, lenta y persistente.
―           Aaaaaoooohhh… me corro… señora, por Dios… – dejó escapar Tamara, cerrando sus piernas y atrapando la cabeza de Emily entre ellas.
Emily apoyó la barbilla sobre el pubis de la joven y la admiró mientras se recuperaba del orgasmo.
―           ¿Quieres un trago, putilla? – le preguntó, poniéndose en pie.
―           No, gracias… estoy de maravilla ahora…
―           Pues no hemos hecho más que empezar, niña – dijo la señora, sacando del mueble bar, una cara botella de coñac.
Emily atrapó un cojín, lo tiró al suelo, ante el sillón donde aún estaba desmadejada Tamara y se arrodilló de nuevo. Descorchó la botella y dejó caer algunas gotas sobre el ombligo de la joven. Emily se inclinó y las limpió con la lengua. Riendo, Tamara se abrió de piernas ante las indicaciones de la señora. Un reguero de coñac bajó por su vientre y pubis hasta correr por encima de su vagina, donde la ávida boca de Emily esperaba para recoger el licor.
―           Ay… escuece – se quejó Tamara, muy bajito.
―           ¡A callar, putita!
―           Sí, señora.
―           Te he prometido que te lo devolvería por siete, ¿verdad? Pues vamos a por la segunda, cariño…
Aquella noche, Tamara no regresó a casa ya que se quedó dormida, totalmente agotada, en los protectores brazos de la señora Emily. Las dos desnudas y abrazadas en la gran cama de matrimonio. A la mañana siguiente, junto con un opíparo desayuno, Tamara recibió un cheque de mil libras esterlinas y un enorme beso de despedida.
Mientras arrancaba su coche, deseó que la señora no tardara demasiado en llamarla otra vez.
Si queréis comentar algo, mi email es: la.janis@hotmail.es
 
 

Relato erótico: “El caballero 2” (POR AMORBOSO)

$
0
0

Pasan los días y caballero y joven siguen buscando caravanas de esclavos. Al poco de salir del castillo, se les unió el antiguo soldado del padre del joven, al que llamaban “Tronco”, muy diestro con la espada y lanza. Más adelante, se les unieron dos soldados más, capturados para cargar y descargar los pesados botines y cuyo destino final era la muerte. A uno lo llamaban “Hércules” , una broma por ser delgado y desgarbado. Sin embargo, tenía una gran agilidad y destreza con la espada. Al tercero, un hombre extremadamente velludo, le llamaban “Pelao”, porque uno de los muchos señores de la zona, le pilló medio desnudo, seduciendo a su hija, pero como la cosa no había llegado a mayores y parece ser que la propia hija estaba muy de acuerdo, se limitó a castigarlo con una depilación integral a la brea y expulsándolo desnudo y pelado. Su arma favorita era un palo largo, que manejaba con destreza y con el que rompía brazos y piernas y abría cabezas con casco incluido.

No se les da mal el negocio, pues recuperaron un par de doncellas que devolvieron a sus padres y una buena cantidad de otras mujeres, que vendieron a pueblerinos solos para que se casaran con ellas.

Por supuesto que no fueron célibes ninguno. Unos más y otros menos, pudieron llevarse a alguna de las muchachas, o ya señoras, tras algún matorral para satisfacer sus deseos, además de sus visitas a las posadas donde se encontraban las mejores putas. Así descubrieron el porqué del apodo de “Tronco”. Tenía una polla, que si bien no era muy larga, tenía un buen grosor. Alguien había dicho que parecía un tronco de los que se echaban al fogón, por lo grueso y corto, y así nació el apodo.

Entre unas cosas y otras, todos llevaban la bolsa bien llena, y esto nos lleva al principio de esta historia, cuando uno de esos días decidieron gastar algunas monedas en las putas de la posada de uno de los pueblos por los que pasaron.

Empezaron por beber unas buenas jarras de cerveza, con las muchachas sentadas en sus piernas, dejando entrever sus abundantes tetas que sobresalían de sus escotes.

También metían mano bajo sus faldas, mientras ellas se hacían las vírgenes y recatadas, retirando sus manos entres risas, abrazos y besos.

Estando con este entretenimiento, llegó un soldado a toda prisa, sudoroso y cubierto de polvo, preguntando por el Conde Teodomiro y su escudero Valentín. El posadero los señaló y fue corriendo hasta ellos.

-Conde Teodomiro, me envía el Conde Loarre para contratar vuestros servicios con urgencia.

Viendo su lamentable estado, el caballero dijo:

-Estoy dispuesto a escucharte, pero no será antes de que seas bien atendido. ¡¡POSADERO, TRAED UNA JARRA DE CERVEZA PARA ESTE HOMBRE!! –Dijo levantando la voz y acercándole un taburete con el pie.

Tras un largo trago, el soldado continuó.

-Gracias, señor, realmente lo necesitaba. Mi señor, el Conde Loarre, quedó viudo y sin hijos que pudiesen dar continuidad a su título. Ahora, transcurrido el tiempo prudencial de luto, ha decidido casarse, eligiendo a Doña Petronila, la hermana del Conde Montearagón, que lleva viuda varios años ya. Esto, a la muerte del Conde Montearagón, mayor ya y también sin hijos, le permitirá anexionar sus valles al ser la viuda su heredera.

Paró para tomar otro trago y dijo el caballero.

-Lo veo muy bien, pero no se que tenemos que ver nosotros en esto, ni la urgencia.

-Veréis, mi señor, -dijo limpiándose la espuma de la boca con la manga de su uniforme- cuando la viuda se dirigía hacia el castillo de Loarre, su comitiva fue asaltada por unos maleantes o tratantes de esclavos árabes, que se la llevaron prisionera. El Conde me ha dicho que os dará dos bolsas de monedas si se la lleváis sana y salva. Os llevan dos días de ventaja, por lo que deberíais salir inmediatamente, antes de que se adentren mucho en territorio enemigo y no podáis recuperarla.

-No se hable más. –Dijo el caballero poniéndose en pie y arrojando al suelo a la mujer sentada en sus rodillas.- Salimos ahora mismo para rescatarla.

Los cinco, con un considerable bulto en sus calzones, salieron de la posada y partieron en busca de la dama.

Fueron haciendo averiguaciones, hasta que dieron con el rastro de los maleantes, y galoparon casi sin descanso durante tres días, hasta que un anochecer, vieron una hoguera a un lado del camino, todavía un poco lejos, con dos carromatos y los caballos atados a un árbol cercano.

El caballero mandó esperar escondidos y cuando ya era de noche muy cerrada, cerca del cambio de guardia, Valentín se acercó con sigilo y cortó el cuello al hombre que estaba de guardia. El gorgogeo que señalaba el final de su vida, despertó algunos de los maleantes. Inmediatamente se acercaron los demás y, tras una lucha en la que murieron siete de ellos, varios de ellos a manos de Hércules, redujeron a los ocho restantes, que arrojaron sus armas. Solamente uno de ellos quiso coger una espada y atacar nuevamente, pero una flecha en el corazón lo hizo desistir.

Revisados los carromatos, encontraron en uno a cuatro mujeres, una ya mayor, de unos 22 ó 25 años, atada y amordazada y tres jovencitas de entre 15 y 19, y el otro cargado con provisiones para el camino

La mayor, resultó Doña Petronila y las menores, las hijas de un campesino, raptadas unos días atrás, al pasar por la cabaña donde se encontraban mientras su padre y madre habían ido al pueblo a vender sus productos y comprar otros que necesitaban.

Tras atar a todos, amenazarlos de muerte si volvían a verlos y llevarse una buena parte de las provisiones, partieron hacia el castillo del Conde Loarre.

Por el camino, pasaron junto a la casa de las muchachas, cuyos padres cambiaron el llanto por alegría inmensa al recuperarlas. Como era casi de noche, el campesino insistió para que se quedasen a dormir en su casa, y empezó a dar órdenes para que sus hijas y mujer llevasen todo a al pajar de la cuadra y dejasen las camas limpias para el caballero y sus hombres.

El caballero no lo consintió y decidieron dormir ellos en el pajar. Eso si, les dieron una magnífica cena y un no menos magnífico desayuno al día siguiente, antes de partir.

Siguiendo su ruta, la viuda se agotaba sobre el caballo. Además de no haber montado nunca, era uno de los caballos de tiro de las carretas, por lo que le resultaba incómodo.

A medio día les hizo parar para descansar y comer algo, y lo hicieron a un lado del camino, pero a la dama no le gustaba estar al sol, por lo que debieron de buscar una arboleda para que estuviese a gusto.

Aprovecharon para comer algo sentados alrededor de un fuego que encendieron. Al terminar, la señora se puso en pie y con voz enérgica, dijo:

-Conde, ven conmigo. Y vosotros, vigilad que no vengan los secuestradores a recuperarme.

Cuando vio que todos no dirigíamos a la linde del bosquecillo a vigilar, dio media vuelta y se metió tras unos arbustos.

Se oyeron voces cuyo contenido no se entendía, y pronto un gran silencio con pequeños ruidos aislados.

Los soldados y el joven se habían colocado separados para así cubrir mayor zona de vigilancia. Al no ver a los demás, Valentín volvió atrás ocultándose y sin hacer ruido, hasta llegar a un lado de los arbustos donde estaban Doña Petronila y el caballero.

Sonriente, vio cómo el caballero comía el coño a la mujer, que se había desnudado, mientras ella presionaba su cabeza con una mano y frotaba los pezones con la otra.

-Ooooohhh ¡Qué lengua tienes, conde! Sigue así, así.

El joven se sacó su polla y empezó a pajearse despacio ante la excitante escena. Concentrado en ella, observó, una vez que levantó la vista, movimiento entre los arbustos que rodeaban a la pareja. Echó mano a su espada pensando que les atacaban, y ya iba a lanzar el grito de aviso, cuando vio que los que movían los arbustos eran los soldados, que a su vez estaban pajeándose mientras buscaban un mejor punto de vista.

Más tranquilo, siguió observando a la pareja.

-Mmmmmmm. Sigue, conde, me voy a correr.

-Siiii, me viene

-No pares, conde. Me corrooooooo.

Por si no había quedado claro, los movimientos de la pelvis de ella contra la boca de él, lo delataban.

El conde intentó levantarse. El joven alcanzó a ver la entrada de su coño toda brillante, con un clítoris sobresaliente y labios abiertos como una flor.

-¿Dónde vas, maricón de mierda? ¿Te he dicho que dejaras de comerme el coño?

El conde volvió a colocarse entre sus piernas para seguir dándole lengua.

-Esto está mejor. Méteme la lengua bien adentro.

-OOOOOOOh Siiii. Vas aprendiendo.

-Chúpame el clítoris.

-AAAAAAAh. Siiii. Qué gusto.

Las piernas de ella abiertas al máximo, los pies sobre la espalda del conde, su cabeza inmersa en el río de flujo y babas que manaba de su coño y que luego le contaron al joven los soldados que mejor lo veían, que se encharcaba en el suelo y ella gritando tan fuerte que hubiese atraído a todos los maleantes de varias leguas a la redonda, daban fe de lo que la dama estaba disfrutando.

-Siiii, conde, siiii. Sigue comiéndome el coñoooo, me corro otra veeeeeeez. AAAAAAAAAAAAAAH.

Cuando terminó su corrida, dio un fuerte empujón al conde, que lo hizo caer de espaldas, mientras ella se recuperaba toda abierta de piernas y pasando suavemente la mano por el coño.

-No te muevas. –Dijo cuando vio que el conde intentaba levantarse, mientras seguía con su masaje y relajación.

El conde, de frente a ese coño totalmente empapado y viendo lo que la dama estaba haciendo, cada vez se excitaba más. Tenía la polla como una piedra, a punto de reventar.

El muchacho y los soldados se habían corrido dos o tres veces, según edad y posibilidades, pero seguían dándole sin parar, sin dejar de ver la excitante escena.

Cuando la mujer se recuperó, no se lo pensó dos veces. Se levantó decidida en busca del conde, que de espaldas en el suelo y totalmente empalmado, se acariciaba la polla en busca de su merecido placer.

-¡Deja en paz esa polla de mierda que tienes que te voy a follar como nunca te han follado!

Se colocó sobre el conde, con una rodilla a cada lado y se ensartó la polla de un solo golpe. Era una polla normalita y entró con suma facilidad, pero igual hubiese dado que fuera un inmenso pollón, dado lo mojada que estaba.

Sus movimientos, parecidos a los de una posesa, iban desde un rápido movimiento atrás y adelante, alternando con otros arriba y abajo y giros circulares aplastando su clítoris contra la pelvis del conde.

-No puedo maaaás. Me corroooo. –Dijo el conde, incapaz de aguantar ante semejante ataque.

-Espera, maricón de mierda, o te corto los huevos como me dejes a medias. ¡Maldito seas! ¿No puedes aguantar ni un minuto? –Dijo ella cuando sintió la corrida del conde.

Gracias a que la polla se fue desinflando despacio y a los movimientos de ella frotando el clítoris contra él y su mano metida entre ambos, no tardó en alcanzar un nuevo orgasmo.

-AAAAAAAAAAAAhhhh.

Se levantó lo suficiente para colocar su coño sobre la boca del conde y le dijo:

-Déjamelo bien limpio, ya que no has sabido hacerme disfrutar como un hombre.

Él, con sus movimientos limitados por la posición de ella, no le quedó más remedio que meterle la lengua para limpiar la corrida, al tiempo que ella volvía a excitarse y le agarraba del pelo para presionar la cabeza contra su coño, hasta que alcanzó su último orgasmo.

En ese punto, los mirones volvieron rápidamente a sus puestos, dejando a la pareja que hiciese lo que quisiera.

Al poco, la voz del conde llamó a todos para recoger el campamento. Cuando se presentaron pudieron ver a un conde con la cara roja, que se limpiaba chorretones de lefa y fluidos.

Recogieron todo y siguieron su camino. Delante, la dama y el caballero, detrás y algo apartados, los demás. Aprovechaban la distancia para intercambiar comentarios de lo observado. Todos coincidieron en que jamás habían escuchado un lenguaje tan soez, ni siquiera en las putas que frecuentaban, mucho menos en la que se supone una gran dama.

Cabalgaron durante toda la tarde, hasta que la proximidad de la noche les obligó a levantar un nuevo campamento para dormir.

Hicieron una nueva hoguera donde prepararon la cena, que comieron sentados alrededor. Al terminar, dijo la dama:

-Dejad lo que lleváis en las manos y poneos todos de pie.

Nadie se movió, pero todos quedaron mirándola.

-¡No me habéis oído, pandilla de inútiles! ¡Todos de pie!

Dudando, dejaron lo que estaban haciendo y se pusieron todos en pie.

-Bajaos los calzones y enseñad vuestras pollas.

-Señora, no podemos hacer eso, el señor Cond…

-¡Como no saquéis vuestras pollas inmediatamente, le diré a mi futuro esposo que me habéis violado y os mandará cortar la cabeza!… o algo peor.

-…de nos matará si se entera. –Continuaba con la frase el caballero.

Con más duda que antes y con vergüenza añadida, dejaron caer sus calzones y comenzaron a mostrar sus penes, casi erectos por la situación.

La variedad debió de gustarle, pues sonrió con satisfacción. Fue dando la vuelta sopesando los atributos de cada uno. El Conde, normalita, Hércules, delgada pero muy larga, alcanzando su tamaño máximo con las manipulaciones de ella, Tronco… La extasió. La tomó con las dos manos, la pajeó un par de veces y sopesó el grueso leño con un suspiro de satisfacción. Por último, tomó la polla del Pelao, gruesa y venosa, de buen tamaño también, tras sopesarla y pajearla también, se volvió a los demás y dijo.

-¡Tú! –Dijo señalando a Valentín, al tiempo que se desnudaba- Fóllame bien con la hermosa polla que tienes y vosotros, maricones, masturbaros pero no quiero que se pierda ni una gota, el que se corra antes de que lo ordene, lo acusaré de violador, si no le corto antes los huevos. –En ese momento, tomó una de las dagas de los hombres.

Valentín se acercó a la mujer, que, de espaldas a él, se dobló por la cintura y dijo:

-Métemela por el coño, y quiero a vosotros tres –señalando a los soldados- con vuestras pollas en mis manos y boca.

-Y yo, mi señora. -Dijo el caballero.

-Tú a masturbarte. Todos iréis rotando, y al que se corra sin mi permiso, se la cortaré inmediatamente. ¡Y rápido, que estoy que ardo desde hace rato!

El joven se situó tras ella, se pajeó para asegurar su dureza y deslizó una mano por el coño de la mujer.

-¡Joder! ¡Si está ya chorreando!

-¿Eres imbécil o qué? ¿No te he dicho que llevo caliente desde hace rato? Déjate de tonterías y clávamela hasta el fondo.

El joven no dijo nada más. Dobló ligeramente sus rodillas, cogió la polla con su mano y la apuntó a la entrada del coño, para seguidamente, clavarla sin contemplaciones.

Después de la corrida de medio día, estaban preparados todos para aguantar lo que fuese necesario.

Pronto empezaron a oírse en el campamento los gemidos de placer de la dama.

-OOOOOOOhhh. SIIIIII. Qué bien follas cabrón. Sigue, sigue.

El muchacho se movía cada vez más rápido, conforme sentía el placer y el incremento de humedad de la mujer, hasta que…

-AAAAAAAAAAAAhhhh. Me corrooooo. No pareees. –Dijo ella a la vez que se corría.

El muchacho siguió dándole duro hasta que ella misma se salió, dejándolo con un palmo de narices… mejor dicho, de polla.

Segundos después, la mujer dio nuevas órdenes.

-Tú, Pelao, túmbate boca arriba en el suelo y tú Hércules, por el culo.

Acto seguido, se situó sobre el Pelao, con una pierna a cada lado y se arrodilló, metiéndose su polla (más gorda que la del joven, pero bastante más corta) en el coño. Se inclinó hacia delante para permitir que Hércules se la metiese por el culo. Este, escupió sobre su polla y en el ano de ella y empezó a clavar la punta.

Poco a poco fue metiéndola toda, hasta que su pelvis chocó con el culo de ella. Si bien no era gorda, era de gran longitud, por lo que la mujer exclamó.

-UFFF. La siento tan adentro que creo que me ha llegado hasta la garganta. – Y empezó a moverse adelante y atrás, volviendo sus gemidos al poco tiempo.

El joven aprovechó, adelantándose al Conde, para meter su polla en la boca de ella y follarla por ahí. El Conde se tuvo que conformar con una paja.

-OOOOOOOhh. Me siento llena. Me matáis de gusto, cabrones. –Dijo al poco tiempo, retirando de su boca al muchacho y soltando al Conde.

No por ello disminuyó su ritmo, al contrario, cada vez movía su cuerpo más deprisa. Los hombres no tenían que hacer nada, solo poner sus pollas.

-AAAAAAAAAAAAAhhhh.

Un nuevo orgasmo la sacudió, quedando derrengada unos segundos sobre el Pelao.

Tras reponerse, hizo colocarse a Tronco en el suelo y al joven detrás, para repetir las mismas posiciones y movimientos.

Esta vez, se arrodilló a los pies, para ensalivar bien la tremenda polla a base de lametazos, ya que le resultaba imposible meter ni siquiera la punta, para que pudiese entrarle mejor.

-Valentín, métemela por el coño hasta que esto esté listo.

El muchacho, le metió un buen trozo en el coño, pero solamente sentía los golpes en su útero, ya que era demasiado delgada para entrar después de la del Pelao.

-Pelao, sigue tú, que con este no me entero. –Dijo la mujer, abandonando por un momento su labor.

El Pelao no se hizo esperar y se la clavó de una sola vez, haciéndole soltar un nuevo gemido, pero sin dejar de ensalivar.

-MMMMMMMMM.

Él empezó a moverse con rapidez, más buscando más su placer que el de ella, pero aún sintió como se corría unos segundos antes de hacerlo él.

-MMMMMMMMMMMMM. AAAAAAAAAAAAAAh.

-OOOOOOOOOOh. SIIIII. ¡Que puta eres! Te vamos a dejar el coño y el culo reventados.

Considerando que ya estaba bien mojada, se colocó sobre ella y se la fue metiendo despacio y poco a poco.

-Jodeeeer. Me vas a reventar el coño.

Pero siguió metiéndosela mientras se acariciaba el clítoris. Solamente se oía los soplidos de ella aguantando y soltando la respiración.

-Uf, uf, uf…

Cuando la tuvo toda dentro, se quedó un rato quieta, con ella dentro, sin dejar su clítoris, hasta que se acostumbró a semejante tamaño. Luego, intentó inclinarse hacia delante, pero solo pudo hacerlo ligeramente.

-Ahora tú. –Dijo al muchacho.- Métemela rápido por el culo, que ya tienes el camino abierto.

El joven, con gran esfuerzo, consiguió meterla despacio y escupiendo reiteradas veces, hasta que chocó con su culo, momento en el que se detuvo para que ella se adaptase.

Una vez acostumbrada a ambos, volvió a moverse, solo que esta vez, era tan grande la presión en su coño que solamente se movía uno o dos centímetros, obligando al muchacho a que fuese él el que se moviese. Este, entre el grosor de su polla y la presión que le hacía la de Tronco, enseguida sintió la necesidad de correrse.

-OOOOOOOhhh. Señora, qué estrecho está esto. No voy a poder soportarlo mucho tiempo más.

-Siiiii. Sigue, cabrón, que tus huevos peligran. –Dijo ella, lo que tuvo la virtud de asustar al muchacho y hacer que se le pasasen parte de las ganas.

Por su parte Tronco, decía.

-OOOOOOhh. Señora. Es la primera vez que la meto tan adentro y tanto tiempo. Tenéis un coño magnífico.

Entonces, la abrazó contra su pecho y empezó a moverse con rapidez, metiéndola entera y sacándola casi hasta la punta.

La mujer empezó a gritar de gusto, se inició un orgasmo continuo que le hacía lanzar gritos como si la estuviesen torturando.

-AAAAAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGG. SIIIIIIII

Fue dando todo un repertorio de gritos, cada vez más bajos en volumen, conforme se iba agotando.

Por último, cuando sintió que la llenaba el coño de leche en enorme cantidad, alcanzó otro tan fuerte que la hizo perder el sentido. Ambos quedaron inmóviles, mientras a él le bajaba la erección y ella se recuperaba.

Mientras, el muchacho, que se había quedado fuera hacía rato y viendo que no se movía, volvió a clavársela en el culo y, agarrándose a sus tetas, le dio también un fuerte mete-saca, que aún le hizo alcanzar un leve orgasmo cuando también le llenó el culo con su corrida, por el suave gemido que emitió en su desmayo.

Habían pasado varias horas desde que empezaron. La luna llena iluminaba el campamento, junto con los rescoldos de la hoguera, cuando los que estaban mirando, sintieron una daga en su cuello y una mano que tapaba su boca, mientras eran retirados hacia la oscuridad y maniatados, volviendo a caer sus captores sobre el resto que ya estaban siendo sujetados por sus compañeros.

En un momento, se vieron todos los hombres atados de pies y manos, alrededor de un árbol, sin calzones, con sus partes al aire, mientras la mujer, atada solamente de manos y desnuda, esperaba también su destino a manos de aquellos hombres.

-JA, JA, JA, JA, JA. ¿No es esta la puta hermana del Conde que capturamos hace días y que vendimos a los moros? –Decía uno que parecía el jefe.

-Pues sí. Es ella. JA, JA, JA, JA, JA.

-¡Esto si que va ha ser un buen negocio! Se la venderemos de nuevo a los comerciantes de esclavos, junto a todos estos, para que la vendan de puta y a ellos los coloquen de eunucos en algún harén. –Dijo un segundo.

-Pero antes la disfrutaremos un poco. No querréis hacer como la otra vez, que no nos dejasteis tocarla. – Dijo un tercero.

-Si, esta vez vamos a follarla hasta que nos hartemos. Solamente deberéis tener cuidado de no estropearla demasiado. Debemos venderla a buen precio. Yo empezaré. Estoy que reviento desde hace rato, de tanto verlos follar.

Pronto estuvieron todos desnudos. Eran un grupo de ocho hombres y el jefe.

Uno de ellos quedó vigilando a los hombres, mientras los demás se acercaron a la mujer para disfrutar de su cuerpo. Estuvieron durante horas dándole y corriéndose por el culo, coño y boca, mientras se bebían el vino que llevaban nuestros amigos en sus pellejos.

Cerca ya del amanecer, el que había quedado de vigilancia y que también estaba excitado, decidió disfrutar también, pero sus gustos eran distintos.

Se quitó sus calzones, sacando una polla normalita y dura. Se aproximó a Hércules y acarició su larga polla, luego pasó al Pelao y frotó la de Tronco que se encontraban uno a cada lado, diciendo.

-Mmmmm. ¡Cuánto voy a disfrutar con estas pollas!

Seguidamente, se agachó y metió en la boca un buen trozo de polla de Hércules, que intentaba zafarse con bruscos movimientos, pero sin conseguirlo.

No pudo evitar que la experta boca del maleante se la pusiese dura nuevamente. El maleante, lo separó del grupo y, sin soltar sus manos, atadas a la espalda ni sus pies, lo arrojó al suelo boca arriba algo más lejos. Con la daga en la mano y con cuidado, se acercó a Hércules diciendo:

-Vamos a ver cuanto placer eres capaz de darme. Te advierto que si haces cualquier intento de rebelión, te cortaré el cuello.

Se arrodilló, situándolo entre sus piernas y él mismo se ensartó el culo en la larga polla. Sus movimientos metiendo y sacando fueron inmediatos, dando botes sobre la polla de Hércules, que le hacían sentir fuertes dolores en la parte de los riñones que estaba en el suelo.

Levantando un poco el cuerpo, llevó sus manos atadas a esa parte, encontrando que en el suelo, semioculto por las hojas, estaba uno de los cuchillos que todos llevaban y que habían utilizado en la cena.

Siguió levantando su cuerpo para conseguir colocar bien el filo y cortar las cuerdas de sus muñecas, moviéndose los movimientos de Hércules, que, una vez suelto, contribuyó a su placer, moviéndose a buen ritmo, para ser él el que le follase el culo. No pudo evitar excitarse, por lo que no tardó en correrse en dentro del culo del maleante, el cual, al sentirlo, también alcanzó su placer, salpicando al soldado desde el estómago hasta el pelo con una serie de escupitajos de lefa.

-OOOOOOOOOOOOOOOOhhhhhhhhhh. Qué gustooooo.

Dijo el maleante mientras se corría. Fueron sus últimas palabras, ya que, aprovechando que cerró los ojos mientras se corría y que él tenía el cuerpo arqueado para clavársela bien, sacó el cuchillo y le dio un largo tajo en el cuello.

Los leves sonidos que emitió, no alertaron a nadie. Sus compañeros, casi borrachos y agotados, yacían alrededor de la mujer, todos dormidos, incluida ella.

Hércules se deshizo del cuerpo del maleante y fue junto a sus compañeros a toda velocidad para cortar sus ligaduras.

En un momento, todos se pusieron en pie y tomaron la primera espada, puñal o daga que pillaron y, sin la más mínima piedad, degollaron a los delincuentes.

Ya no pudieron dormir, por lo que, tras montar una vigilancia, se dedicaron a recoger las armas de los muertos y retirarles las bolsas de dinero que llevaban, para cargar algunos de los caballos que localizaron no muy lejos y venderlo todo en alguno de los pueblos.

Por fin, el Conde los mandó reunir un poco alejados del campamento para que no los oyese Doña Petronila si se despertaba y lanzó la pregunta en voz baja:

-¿Qué os parece esta mujer para el Conde Loarre?

-Que lo va a matar de agotamiento en dos días. –Dijo uno.

-Que va a llevar unos cuernos como un alce. –Dijo otro.

-Que va a ser el hazmerreír de todos los pueblos y condados.

-Que seguro que si tiene un heredero, no será hijo suyo.

-Que…

Todos fueron dando su opinión. El Conde volvió a preguntar:

-¿Y qué pensáis que podemos hacer?

Uno dijo:

-Yo la devolvería a los árabes.

Y todos asintieron.

Ya no se habló más. Cuando la dama despertó, desmontaron el campamento y siguieron su camino, solo que esta vez fueron dando un rodeo poco a poco, hasta volver hacia el punto donde la habían recuperado sin que ella se diese cuenta, ayudados por un cielo nublado que escondía el sol y evitaba que ella se diese cuenta,… de haber sabido orientarse.

No se habían movido mucho desde que los dejaron. Cuando les dieron alcance, los unos ataron y amordazaron a la mujer y los otros aprestaron sus armas para defenderse, pero el Conde los convenció de que iban en son de paz. Negociaron de nuevo la venta de Doña Petronila y se marcharon con nuevas bolsas de dinero y acompañados por los apagados y cada vez más lejanos gritos de la mujer.

Fueron al castillo del Conde de Montearagón para informarle del encargo del Conde de Loarre y que no había sido posible localizarla al haber perdido su rastro. El Conde se apenó mucho, pero no podía perder la oportunidad de evitar que su condado cayese en manos de cualquiera cuando falleciese, por lo que les agradeció el servicio con un par de bolsas y para que pasasen por un convento algo alejado a recoger a una sobrina lejana, que quedaba ahora como heredera, para que se casase con el Conde de Loarre y así sellar su amistad y unión.

Nuestros amigos la recogieron, la llevaron al Castillo de Loarre, donde se casó con el Conde y le dio cuatro hijos y una hija, que fueron el disfrute de su vejez y que heredaron todo a su muerte.

También los recompensó, aunque en menor medida, por sus desvelos. Luego siguieron su camino, ahora con las bolsas a rebosar de monedas, hasta encontrar la primera posada con buenas putas para empezar a gastarlas.

 

Relato erótico: “la Gemela 4” (POR JAVIET)

$
0
0

 Se recomienda la lectura de los capítulos anteriores para una mejor comprensión de la historia.
 Paco estaba algo cortado, aunque intentaba integrarse en la animada conversación que sostenían los padres de Laura y Lola con Marcos el novio de esta última, no podía evitar lanzar furtivas miradas al escote de la mujer, su perfil tan parecido al de la joven, junto a sus pechos grandes y aquellos pezones que pujaban contra la tela liviana del vestido amarillo le atraían excitándolo, de hecho comenzó a empalmarse sin proponérselo, cambió de postura para que no se le notase el bulto pero al estar sentados todos en el tresillo en forma de L ante la tele, tenía pocas opciones para cambiar de lugar, decidió coger su botellín de cerveza aun frio y ponérselo como al descuido sobre el paquete para bajarlo un poco, pues el mejor que nadie sabía el tamaño que podría alcanzar y no quería causar mala impresión.
Dos minutos después se oyó cerrar una puerta en el piso de arriba, se oyeron pasos bajando las escaleras y risas femeninas, unos segundos después las gemelas Lola y Laura aparecieron por la puerta del salón casi directamente ante Paco, pues era el más cercano a aquella entrada y que no pudo más que admirarlas mientras se ponía en pie.
Una de ellas (Lola) llevaba su negro pelo sujeto con un coletero rosa sobre su nuca, dejándoselo caer hasta el principio de la espalda, dejando perfectamente visible su preciosa carita en forma de corazón, en sus orejas lucía unos pendientes finos en forma de aros dorados, bajo su estilizado cuello una camisa de manga corta de color blanco con finos cuadritos rojos, que acababa unos centímetros por debajo de sus pechos donde unas lengüetas de la misma tela permitían hacer un coqueto nudo, se había dejado abierto el escote lo bastante para insinuar sus perfectos pechos, la prenda dejaba bien a la vista su cintura y ombligo, el cual estaba decorado con un pequeño pero llamativo piercing en forma de perla, una falda de algodón azul cielo con volantes blancos, junto con unas deportivas a juego completaban su indumentaria.
Laura llevaba el pelo suelto desparramándose por sus hombros, traía puesta una bonita camiseta azulona de cuello barco con tirantitos finos, que aún sin ceñir su torso resaltaba sus pechos tamaño pomelo, apenas se vislumbraban dos o tres centímetros de piel entre la camiseta y la ligera faldita blanca de amplio vuelo que lucía, esta acababa unos centímetros antes de las rodillas, también llevaba unas zapatillas a juego con su vestimenta.
Ambas chicas eran de semejante altura y hermosa figura, a simple vista era casi imposible distinguirlas, las dos jóvenes se habían pintado y maquillado resaltando la belleza de sus facciones, sus ojos sabiamente realzados y sombreados en tonos suaves resultaban un imán para las miradas, los labios de ambas resultaban tentadores por su brillante efecto de humedad, aunque el tono de carmín usado por ellas variaba ligeramente de color.
La pausa de las chicas en la puerta del salón apenas había sido de 5 ó 6 segundos, pero a Paco le parecía muchísimo más tiempo mientras las observaba, intentando saber cuál de las gemelas era “su” Laura y cual no, entretanto el volumen de su paquete aumento al excitarse con la visión de aquellas hembras tan excitantes, el no se dio cuenta pero ellas si lo hicieron, las chicas le miraron y cuchichearon algo entre risitas para seguidamente acercarse y saludarle, Laura dijo:
–         Hola cielo, – Añadiendo más bajito, mientras le besaba en la mejilla.- Menos mal que le das la espalda a mis padres, parece que te hemos gustado mi hermanita y yo.
–         Estooo… si claro perdona, Hola Laura tenía muchas ganas de verte.
–         Ya se nota nene, mira te voy a presentar a mi hermana Lola, mira Lola este es Paco, ya te he hablado de él.
–         Si, ¡y mucho! – dijo ella mientras se acercaba a darle un beso, aprovechando para rozarle el pecho con sus tetas.
–         Eencantadoo de conocerte Lola, – dijo el notándose aun mas excitado al sentir aquella presión sobre su pecho, a la vez que cortado por la presencia en la sala de los padres y el novio de la chica.
Seguidamente las chicas fueron a saludar a marcos, momento que Paco aprovecho para excusarse e ir al servicio, Laura le dijo que usara el de la primera planta a la derecha de las escaleras, pues era el que iba mejor, Paco subió y una vez allí dentro se saco el nabo y tras abrir el agua fría del lavabo lo metió en ella, manteniéndolo sumergido mientras se le bajaba la erección, a la vez que se miraba al espejo y decía:
–         ¿Pero tú estás tonto o qué? Ponerte así delante de toda esta gente que no conoces, ¿quieres que te echen a patadas o que, so idiota? Y lo peor que ambas se han dado cuenta de cómo estabas, ¡joder si hasta Lola te ha dado un roce con las tetas que…uuff! Bueno pues ahora tranquilízate un poco y sales como si nada, vamos a ver si causamos buena impresión y nos vamos pronto, tengo ganas de repetir lo del otro día con Laura pero a solas.
Entre tanto, en el salón tenía lugar otra conversación a media voz entre los padres, las hijas y Marcos, Lola estaba diciendo:
–         Llevabas razón hermanita, menuda polla se gasta, la he notado a través de la falda.
–         Ya te dije que estaba muy bien dotado – Dijo Laura, añadiendo. – y cuando entra te rellena a base de bien, creedme que es el más grande que he probado.
–         Pues yo lo voy a probar hoy mismo hermanita. – Dijo Lola. – Aquí a marcos no le molesta, verdad cari.
–         Ya sabes que no ¡zorrita mía! – Dijo el aludido Marcos mientras metía la mano bajo la falda de su novia, añadiendo a continuación – Así volveré a follarme a Laura mientras tú te lo montas con ese Paco, hace más de 15 días que no la monto.
–         Porque estabas ocupado con nosotros, ó es que no recuerdas el trió que nos montamos el miércoles. – Dijo Jesús sonriendo, mientras metía un dedo desde atrás en coño de Pili por debajo del vestido amarillo.
Esta empezó a menear las caderas según entraba libremente aquel dedo en su chochete pues no llevaba bragas, dejando la mente abierta para que la excitación que sentía fuera percibida por sus hijas, se mojó los labios lascivamente con su lengua y gimió sin dejar de menearse mientras decía:
–         No me lo vayáis a espantar por ser muy lanzadas, ya sabéis que yo también deseo probarlo.
–         Yo quiero montarme un trió con mama y con él, no lo olvidéis. – Dijo Jesús.
–         ¿sabéis qué? esto me empieza a sobrar. – Dijo Laura mientras se quitaba el tanga negro que llevaba y donde ya se apreciaban manchitas de humedad.
Marcos que estaba de pie entre ambas chicas no perdió el tiempo y sin dejar de sobetear la entrepierna de Lola, metió su otra mano bajo la falda de Laura, apreciando la humedad de su coñito, un minuto después pajeaba a las chicas a dos manos, la tele sonaba en segundo plano al ser bajado su volumen para poder oír si Paco bajaba del baño, así que solo se escuchaban los sonidos de chapoteos de dedos en las ansiosas vaginas y los suspiros de sus dueñas en el salón.
Las tres hembras hábilmente masturbadas y de sobras recalentadas por el morbo de la situación, además de percibirse gozando en sus mentes y verse las unas a las otras disfrutando a tan corta distancia, no tardaron en correrse de pie como estaban contra los dedos invasores de sus sexos, Laura se estremeció gimiendo y abrazándose al brazo izquierdo de Marcos cuya mano la hacía gozar, Lola estaba abierta de piernas recibiendo las caricias digitales de la mano diestra del joven, con el culete apoyado en el respaldo del sofá, cuando se corrió a su vez entre jadeos que ella misma procuraba ahogar tapándose la boca con una de sus manitas, casi encima de ella Pili estaba inclinada con el culo en pompa recibiendo los dedos de Jesús dándola placer en su chochete, enseguida se corrió y para ahogar los gemidos de gusto beso a Marcos en la boca.
Laura se recupero un poco y ordenó sus ropas, vio como su madre le comía la boca al novio de su hermana, aun persistía en su mente la sensación de calentura sexual y supo que eso no podía detenerse de golpe, no al menos con aquellas dos lobas al lado y con ganas de guerra, así que tras secarse un poco el chochete con el tanga pero sin ponérselo dijo:
–         ¿vais a parar un poquito o no? Hay alguien nuevo en la casa.
–         No cielo, ahora que papa esta cachondo y marcos también vamos a tirarnos a nuestras chicas. – Dijo Jesús.
Marcos la miro sin ocultar su deseo, mientras se lamia los dedos que la habían hecho gozar dijo:
–         Laura cielito, si no quieres ser la única sin follar de aquí a 5 minutos, deberías subir a ver como tu chico se baja la erección.
–         Si anda hija, ve a ver que hace Paco y entretenle un ratito. – Dijo Pili.
–         En media hora subo a relevarte y estrenármelo, así que ni te hagas la mema recatada, ni por el contrario la zorra ansiosa y me lo vayas a agotar. – Dijo Lola.
–         Mejor será que te apuntes el cuento y no seas ¡TU! la que me lo agote niña, recuerda que yo también quiero probar esa mortadela. – Dijo Pili a la vez que suspiraba con los dedos de su marido Jesus moviendose aun dentro de su chochete.
Así que Laura salió del salón y subió las escaleras hasta el baño de la primera planta, donde aplicó el oído a la puerta asiendo la manilla y dándose cuenta de que el pestillo no estaba echado, en el interior Paco con los pantalones de color mostaza caídos alrededor de los tobillos, no conseguía bajarse la erección, pues cuando parecía haberlo logrado escucho lo que parecían grititos y gemidos, con lo que su aparato había vuelto a crecer hasta estar más duro que una piedra, al pensar en lo que deberían estar haciendo los vecinos. (En su cabeza resultaba imposible pensar que sus anfitrionas estuvieran siendo pajeadas justo bajo sus pies en el salón)
Llevaba allí metido más de 10 minutos y nada, seguía erecto del todo, pensó seriamente en golpearse la erección  con el teléfono de la ducha ó contra la pila del lavabo para que se bajase, pero se contenía porque le rondaba la idea de tirarse a Laura esa tarde y aquello sería francamente contraproducente, además también estaba la salida de hacerse un pajote, pero no le parecía ni correcto ni decente en esas circunstancias y rodeado de desconocidos.
La puerta se abrió de repente y apareció Laura entrando decidida en el baño, viendo a Paco con aquello en la mano (ó con la mano en aquello, como queráis decirlo) dio un pequeño grito, nuestro amigo se quedó mudo de la sorpresa y cuando quiso reaccionar ella se había abalanzado sobre él y le estaba besando en la boca con una pasión increíble, le mordisqueaba los labios y le metía su inquieta lengua en su boca, el respondía al beso como buenamente podía mientras las manos de la chica se adueñaban de su miembro, en un momento y tras comprobar su dureza interrumpió el beso el tiempo suficiente para empujarlo dejándolo sentado en la taza del wc y fue situándose sobre él para una vez levantada la falda, dejarse caer suavemente sobre el amoratado prepucio de nuestro amigo.
Pese a haberse secado el chochete en la planta de abajo, la visión del erecto y enorme miembro de Paco la había vuelto a excitar, cuando sintió el prepucio rozándole los labios vaginales, su chochete ya producía flujos en abundancia y ella simplemente se dejo caer sobre aquel erecto miembro que tanto había deseado, se le clavo profundamente sintiéndose rellena de carne caliente y notándolo hasta en el cuello del útero, Laura abrió la boca por la impresion dejando salir un largo jadeo de gusto mientras se cogía de los hombros del chico para sujetarse, seguidamente comenzó a cabalgarlo despacio para sentir cada centímetro dentro de su interior, el placer la hacía ir cada vez más rápido a la vez que agitaba sus caderas.
Paco no permanecía quieto, metió sus manos bajo el borde de la camiseta azul y las subió acariciando la piel de Laura hasta llegar a sus preciosos pechos desprovistos de sujetador, los pezones de la chica estaban erectos reclamando sus caricias y el rápidamente acaricio y presionó en el derecho mientras lamia y mordisqueaba ávidamente el otro pezón, mientras su dueña se empalaba repetidamente en la verga del muchacho y le abrazaba la cabeza contra su pecho mientras gemía cada vez más fuerte.
El intentó acoplar sus caderazos a los vaivenes del cuerpo que lo cabalgaba pero la chica se agitaba velozmente saltando sobre él, sentía su miembro estrujado dentro de la ajustada funda movediza y encharcada que era el chochete de su Laura, unos placenteros instantes después y sin detener la frenética cabalgada, la sintio tensarse y estremecerse a la vez que lanzaba un grito contra la cabeza que seguía mamándola los pezones, seguido de una serie de jadeos entrecortados al correrse en plena cabalgada, Laura disfruto de su orgasmo mientras u cuerpo se arqueaba entre espasmos y temblores hasta que ralentizo su cabalgada tras aquella gozada, pues su cuerpo intentaba relajarse tras la liberación de placer, a la mente de la chica llegaban sensaciones de placer no solamente propias, sino de su madre y hermana disfrutando mientras follaban en la planta baja.
Pero Paco no sabía nada de aquellas sensaciones, solo sabía que lo estaba pasando de vicio con su chica y que ella aflojaba la cabalgada tras su corrida, el solo sabía que no quería quedarse a medias y decidió tomar la iniciativa, sacando las manos de la camiseta de Laura las bajo hasta sus caderas y acaricio con ellas los firmes cachetes del culito de la chica que seguía moviéndose suavemente sobre el aun empalada, Paco no queriendo quedarse a medias además de ansioso y  deseoso de disfrutar de su chica, notaba las contracciones del túnel vaginal en toda la longitud de su miembro y comenzó a moverse, dando caderazos fuertes que impulsaban su rabo en las profundidades de la empapada vagina, disfruto del placer de follarse a su chica mientras ella volvía a gemir de nuevo, se miraron a los ojos y se besaron con pasión mientras el aumentaba los caderazos enviando una y otra vez su tieso órgano dentro de ella, la jodía agarrado a los cachetes del culo para impulsarse y al mismo tiempo generar un efecto de rebote que les hizo aumentar la velocidad e intensidad del placer.
En la mente de Laura el sentimiento de placer que sentían su madre y hermana, se unía al placer autentico que sentía en su cuerpo mientras sentía la verga del chico dentro de ella hasta lo más profundo de su vientre, notaba el prepucio meterse en su útero con cada envite recibido; el punto “G” no era rozado con la penetración del miembro, ¡era aplastado! en cada vaivén contra la pared vaginal dado el calibre del miembro invasor que se movía arriba y abajo, rebozado en abundante flujo que no paraba de producir el prensil chochete de la chica, su clítoris estaba sensible e hinchado como pocas veces había estado y le enviaba sin parar ramalazos de puro gusto, ella gozaba y pasó de jadear a casi rugir con todas aquellas sensaciones agolpándose en su cabeza, se corrió dos veces más sin que el chico aflojara el ritmo de la follada que la estaba propinando.
Paco disfrutaba una enormidad, pero esteba algo incomodo, por lo que decidió cambiar de postura así que la dijo:
–         Laura cariño, agárrate a mi cuello y no te caigas que nos vamos de viaje.
–         Cooomooo que deee viaajee, yo yaaa eestooy de viaaje al cieeeloo.
–         Tu solo agárrate que nos vamos.
El se movió levantándose de la taza del wc, ella seguía clavada sobre el muchacho pero al notarse en el aire, ciñó con sus piernas las caderas de Paco y se sujetó con fuerza, Paco se giro un poco y dio un par de pasos mientras la daba un par de profundos envites, apoyo a la chica en la pared con el culo contra el toallero y allí la dio varias fuertes arremetidas como si quisiera clavarla a dicha pared, Laura gritaba de gusto al sentirse así usada y dominada por aquel macho fuerte que la jodía en vilo y sin parar, Paco se giro un poco mas y su siguiente escala fue en la pila del lavabo que aun tenía el agua que había usado para bajarse los ánimos infructuosamente, volvió a apoyar allí el culete de Laura y siguió metiéndola el miembro sin parar de disfrutar, ella le recibía ansiosa pero ahora con cada arremetida que impulsaba el miembro en el chochete su culete bajaba, al tocar el agua fría daba un respingo y saltaba hacia arriba, justo para recibir el siguiente envite que la sumía la verga de nuevo y aun más profundamente.
Laura entre gemidos y con los ojos semicerrados decía:
–         Asiiii dame maas, machoteee follameee, estoy empapadaa.
–         No voy a aguantaar mucho más cieeloo.
–         Pueees damelooo, coorretee,
Paco volvió a cogerla y la levanto con el miembro bien dentro de su chochete, la chica se aferraba con brazos a piernas al cuerpo del muchacho, sus pechos se agitaban rozándose contra su camisa mientras completaba el giro y volvía a la taza del wc, dejándola sentada en la tapa de madera, Laura se soltó al sentirse apoyada y se concentro en el placer que sentía, mientras el bueno de Paco reanudaba la follada ahora desde una postura más de su agrado y con renovados ánimos, mantenía con sus manos separados los muslos de la chica y veía su depilado vientre, aquel chochete era invadido por su gordo rabo que lucía una corona blancuzca de flujo batido alrededor, el miembro se movía sin dificultad y Paco se dejo llevar buscando su inminente corrida mientras aumentaba su velocidad de penetración, el placer se adueño de ambos y acoplaron sus movimientos, Laura levanto su camiseta y se tironeaba los pezones con las manos tensándose de gusto mientras alcanzaba otra corrida, los movimientos y temblores provocaron el orgasmo de Paco que soltó sus dos primeros y más potentes chorretones de esperma en el interior de Laura mientras decía:
–         Arggg nenaaa me corrooooo.
–         Siii loo notoooo, damelooo, todooo dentrooo.
Pero por prudencia o instinto, el se retiro y saco el miembro de aquella ajustada funda mientras seguía eyaculando el siguiente chorretón regó la entrada del chochete, empapándola el clítoris y los labios mayores, los cuatro o cinco que siguieron fueron a parar a su vientre y dejaron su blanca muestra láctea hasta la parte baja de sus pechos, el gustazo que sintieron los hizo estar en silencio unos segundos mientras sus cuerpos se relajaban.
Paco al acabar de eyacular había vuelto a meter el miembro en la rajita de Laura, esta se frotaba el cuerpo con el esperma del chico para excitarlo y de paso aprovechar e hidratarse la piel del vientre y los pechos, incluso se chupó lujuriosamente los dedos al acabar, el seguía erecto y estaba aumentando el ritmo de un segundo polvo arrancándola un suspiro de gusto, pero ella recordando a su hermana y madre esperando turno, decidió no agotarlo así que dijo:
–         Paco para, tenemos más gente en casa y llevamos aquí un montón de tiempo.
–         Si cielo, llevas razón pero estas tan buena y eres tan…
–         Luego seguiremos estate tranquilo, pero ahora sal de mi y estate quieto, mira me he manchado un poco la camiseta con tu leche, saldré del baño e iré al salón a ver que andan haciendo, enseguida volveré a la habitación a cambiarme, vístete espera 5 minutos y ven es la puerta de la izquierda, así luego bajaremos juntos.
–         Está bien, pero ¿estarán muy mosqueados por la tardanza? No quiero causar mala impresión.
–         Tu estate tranquilo que seguro que algo habrán estado haciendo y seguro que no nos han echado de menos, ahora venga… dame un beso y haz lo que te he dicho.
Mientras se besaban Paco la dio unos cuantos meneos, pero ella fue inflexible y finalmente salió de aquel cálido conejito, Laura se limpio con un poco de papel se colocó la ropa y salió del baño, bajando al salón y sonriendo como el gato que se comió al canario, luciendo orgullosa la mancha de esperma en su camiseta azulona, ante el cuadro que formaban sus seres queridos.
Paco se lavó y se peinó pues tenía el pelo como un loco, procedió a vestirse y al pasar los 5 minutos salió y se dirigió a la habitación de la izquierda.
 CONTINUARA…
   Bueno niños y niñas, espero que os haya gustado esta entrega, en el siguiente capítulo veremos que pasaba en el salón entre Marcos y Lola y los padres de las chicas, mientras nuestra parejita “facía coyunta” en el baño, me ha parecido mejor hacerlo en capítulos separados por ser menos lioso dado el número de personas, habitaciones, pisos y posturas. Gracias a eso me he podido extender un poquito en el texto, en fin que lo disfrutéis y os ayude a ser un poquito más felices, cuidaros y no seáis rácanos dejando comentarios, si dais consejos o ayudas a la historia serán tenidas en cuenta.
 

Relato erótico: “Tentaciones de primo” (POR LEONNELA)

$
0
0

Estaba allí, tirada en la mullida cama sin caber de felicidad, la maletas regadas por el piso,  eran la mayor prueba de que no se trataba de un espejismo, sino que estaba en mi nueva habitación, en una ciudad enorme, con una perspectiva diferente y una oportunidad con la cual había sido bendecida.
Mis padres acababan de despedirse, dejándome instalada en el departamento capitalino propiedad de mis tíos y que desde ese día compartiría con mi primo Mateo. El tenía 22  y estaba en cuarto año de arquitectura, mientras que yo a mis 18 años iniciaba mi vida universitaria.
 La situación económica de mis padres no era muy buena en esos momentos, por lo que se les dificultaba el pago del alquiler de un departamento para mi instalación, así que mis tíos que me tenían mucho cariño y valoraban mi esfuerzo por haber conseguido una beca académica,  facilitaron mi estadía allí, considerando además, que por mis claras muestras de responsabilidad, podía ser una buena influencia para Mateo, que ya les había dado unos cuantos dolores de cabeza.
 Desde luego a Mateo no le hizo mucha gracia mi llegada, puesto que de alguna forma estaba penetrando en su intimidad, sin embargo no le quedaba otra que aceptar la voluntad de sus padres, a menos que quisiera perder sus comodidades y privilegios.
 Las primeras semanas se mostró  indiferente, seguía su vida con normalidad, repartiendo su tiempo entre la universidad, las parrandas, los amigos y sus novias. Era de carácter alocado e impulsivo y aunque quizá antes no le había prestado mayor atención, era un muchacho bastante atractivo, moreno, de ojos oscuros, con pestañas largas rizadas que casi llegaban a sus párpados, contrastando con sus demás rasgos profundamente masculinos, llevaba el cabello algo mechoso, y la  vestimenta caprichosa como si quisiera decir a todas luces  que hacía lo que quería.
 Mis rasgos eran similares a los suyos ya que en ambos predominaba la línea materna, con la diferencia de que mis ojos no eran tan oscuros, y en lugar de tener ese gesto de vasta coquetería mas bien tenía la apariencia de una chica pueblerina que aun mantenía ese aire inocentón, propio de quien no ha tenido mucha vida social y ha sido protegida en exceso.
 Las veces que Mateo había ido al pueblo a pasar vacaciones, la pasábamos bien, era divertido y mis padres me permitían salir con él hasta tarde, puesto que confiaban en que siendo mi primo, espantaría a algún atrevido, pero en realidad lo que hacía era procurar emparejarme con algún amigo ya que consideraba que soy algo anticuada para mi edad.
 De todas formas pese a tener esos buenos recuerdos de camaradería, ahora que vivía en su departamento, procuraba no inmiscuirme en sus cosas, así aseguraba mi permanencia allí,  es mas, en lo posible, trataba de facilitarle algunas tareas que no me costaban esfuerzo como preparar el desayuno antes de salir ala U, o alguna labor de casa a las que estaba acostumbrada.  Creo que esos pequeños detalles hicieron que poco a poco, vaya bajando la guardia,  y entendiera que no era una espía informante de sus actividades, sino simplemente su prima, a quien le pudiera dar un voto de confianza sin arrepentirse.
 Fue así como empezamos a llevarnos mejor, a cambio de mis atenciones y discreción frente a sus padres,  él me daba cierto grado de seguridad, ya que pese a que era una muchacha atractiva,  por mi timidez se me dificultaba un poco hacer amistad y como mi primo era bastante popular en el campus estudiantil, fácilmente me inmiscuyó en su circulo de amistades; aunque tan solo de manera superficial puesto que mis metas estaban enfocadas casi absolutamente a lograr la excelencia académica, que me permitiría seguir manteniendo la beca, por ello mi tiempo básicamente se reducía a los estudios, y alguna esporádica salida.
 Generalmente entre semana me quedaba sola hasta la media noche o  a veces un poco mas tarde, puesto que Mateo salía con sus amigos, mientras yo me entretenía viendo alguna película o la mayoría de veces haciendo tareas, lo cual le hacia mucha gracia puesto que decía que hay que  disfrutar la juventud y que no es necesario quemarse las pestaña para aprobar un semestre. Era el único tema en el que jamás estaríamos de acuerdo, quizá porque el no comprendía que mis posibilidades económicas diferían mucho de las de él y yo no podía darme el lujo de arriesgarme a bajar mis puntajes porque podía significar el acabose de mi carrera.
 Fue así como mas de una noche me encontró bostezando frente al computador, o dormida sobre mis libros; solía despertarme cariñosamente, a veces pasaba la mano por mi larga cabellera rizada, o acariciaba mis mejillas diciendo entre dientes: tontita otra vez esforzándote demasiado…  Me daba ganas de recriminarle, pero prefería disfrutar de sus gestos dulces, de sus dedos en mi rostro, de sus labios en mi mano, o simplemente de esa caricia sobre mis hombros, que me ponía feliz por sus cuidados.
 En algunas ocasiones que aún estaba despierta, cuando escuchaba las llaves en la cerradura, me recostaba a esperar su jugueteo en mi cabello, me estaba acostumbrando a ello. Al principio me despertaba tiernamente para encaminarme a mi habitación pero últimamente me tomaba en brazos y el mismo me llevaba a mi cama; al levantarme, su mano obligadamente se posaba en  mis muslos   haciéndome estremecer, mas aun cuando por mi escasa ropa fácilmente se deslizaba por mis glúteos llegando a confundirme con nuevas sensaciones, ya que nadie había avanzado tanto  como para tocarme  ahí.
Me sentí una pluma entre sus brazos, me gustaba su cercanía por lo que solía acurrucarme contra su pecho gozando del corto trayecto que recorríamos desde el estudio hacia mi recámara, luego depositándome con cuidado, me tomaba de las axilas para acomodarme sobre la almohada y no se si involuntariamente o no, rozaba mis pechos;  inmediatamente mis pezones se erectaban como si quisieran rasgar la tela, y mientras me daba un beso de dulces sueños, su pulgar bajaba por mi pecho rasqueteando ligeramente mis botones. Eso era suficiente para que durante varios minutos un calor terrible entre mis piernas no me dejara conciliar el sueño, y terminara apretando una almohada entre mis muslos y dando pellizcos a mis pezones.
 Varias veces se había repetido la misma escena, y cada vez sus manos se atrevían un poco más, ya no solo su pulgar me rozaba, sino su palma entera se abría sobre mi pecho transmitiéndome su tibieza y el beso en la mejilla se había deslizado hacia un imperceptible roce de sus labios en mis pezones. Cómo me gustaba  que la camiseta de tela fina quedara húmeda de su saliva, por posar su boca sobre mis brotes.
 Durante el día todo era usual, salvo que nos tratábamos con más complicidad. Mateo era más gentil, incluso en ocasiones me ayudaba con alguna investigación cuando se trataba de alguna materia que él ya había tomado, y extrañamente cada vez llegaba más temprano a casa. Entraba a mi habitación, se recostaba y acomodándome sobre su pecho nos entreteníamos charlando de boberías. Algunas veces buscaba mis pies con los suyos, y sus manos hallaban refugio en las mías. Sentía muy rico sus atenciones, mucho más porque sabia que no era precisamente un tipo afectuoso, pero su trato conmigo era especial, más especial que con cualquiera de sus amigas.

Pero una noche algo  definitivamente cambio…

 Era cerca de las diez, acababa de salir de la ducha y mientras me secaba el cabello comía una barra de chocolate, estaba vestida con una blusita que apenas cubría mis tetitas  duras y de tamaño mediano, con una aureola rosada y unos pezones que quizá por los ímpetus hormonales siempre estaban de pie, tanto que solían  atraer las miradas de mi primo, sin que a veces pueda disimularlo y que por esa razón se habían convertido en mis consentidas. Usaba una bombacha corta y bastante holgada, comúnmente usaba ese tipo de prendas por los calores veraniegos, y también porque a mi edad los deseos sexuales se manifestaban con cierta insistencia y eso me permitía meter mis manos y tocar mi vagina hasta ponerla húmeda de tanto jugueteo.
 Me sorprendió escuchar el ruido de su auto en el garaje tan temprano y no se porqué pero esta vez en lugar de fingir dormirme sobre los libros, corrí a su habitación y me tendí en su cama, mi corazón palpitaba con fuerza como si se adelantara a intuir algo que cambiaría mi vida.
 Ingresó, le escuché llamarme, pero no respondí, fue hacia la cocina, al parecer tomó algo del refrigerador, luego se dirigió a mi habitación, y como no me encontró insistió en llamar,  me buscó en el estudio y por ultimo se dirigió a su habitación. Encendió las luces y fingiendo ser herida por los fluorescentes me di vuelta y haciendo gestos de adormilada levanté la una rodilla hacia mi cintura, sin importarme que al hacerlo la bombacha holgada quizá dejaba entrever mi cola descubierta o mi coñito depilado.
 Permaneció de pie, sentía su mirada sobre mí, y afortunadamente había puesto mi brazo sobre mi frente de modo que no percibían como me temblaban los párpados así como tampoco podía notar como mis labios vibraban y como los de abajo se me humedecían de tan solo imaginar que mi cuerpo estuviera pervirtiendo sus pensamientos.
 Hizo un resoplido como diciendo, woauu que es lo que veo, luego se sentó al filo de la cama y posó su mano sobre mi muslo, empezó a acariciarlo desde la rodilla hacia arriba, mientras decía:
 _Cami…amor despierta
 Yo fingía no escucharle y dejaba que sus manos me tocaran llegando incluso a mis cachetes traseros que llenos de juventud se veían  duros y redondeados, metió la mano más al fondo de modo que con la caricia rozaba la carnosidad de mis glúteos y uno de sus dedos se hundía en la línea que dividía mis nalgas, no se si percibía mi humedad, seguro que sí, porque me sentía mojadita y al pasarla por mi coñito hizo un sonido como si absorbiera el aire a través de su dentadura, dándome clara muestra de que le gustaba lo que sentía.
 El palpitar en mi sexo me hizo respingar y rápidamente retiró su mano, luego escuché como se quitaba los zapatos, la camisa cayó encima de la cama y el sonido del cierre de su pantalón me hizo saber que también se lo había quitado.
 Se recostó detrás mío, nuestras respiraciones se volvían intensas, mas aun cuando me hechó un brazo encima y su pelvis quedó adherida a mi trasero, claramente sentía como su pene estaba despabilado, duro, y parecía querer herirme con aquella arma. Acarició mi vientre, haciendo círculos en él,  rozaba la parte superior de mi pubis, donde tan solo tenía una pequeña porción de vellito al ras de la piel, casi sin disimulo su mano libre subía a mis tetitas, las acarició de lleno, halando mis pezones, yo ya no aguantaba, era lo más excitante que había vivido, y dándome vuelta quedaron mis tetitas frente a su rostro; ni por  un segundo lo dudó, se atrevió a levantar la blusa y sentí por primera vez la humedad de su lengua, las chupaba suave, y luego las mamaba mas duro. Quería morirme, rogarle que no dejara de hacerlo pero tenía que seguir disfrutando en silencio. El hambre que sentía entre las piernas me hacia abrirme un poco, y como si entendiera mis intenciones casi al instante sus dedos se revolcaban entre mis labios, subían hacia  mi clítoris bajaban a mi vagina, produciendo un hormigueo muy rico, empezó a introducir su dedo por mi orificio que aun permanecía sellado, insistió suavemente hasta meterme casi la mitad de su índice, procuraba perforarme pero me causaba un poquito de dolor y estremeciendo mis caderas, gemí.
 _Te lastimé mi amor?
 Qué mala actriz resulté, Mateo sabia perfectamente que estaba despierta y cómo no iba a darse cuenta si mi humedad destilaba tanto que tenia la bombacha empapada, aun así no respondí, queriendo mantener mi mentira hasta el final, pero él virando mi rostro,  acercó sus labios a los míos, me besaba despacio y poco a poco fui respondiendo a sus besos,  al punto de que nuestras lenguas se entregaban completas, me la introducía pausadamente y la sacaba, dejando que yo deslice la mía por entre sus dientes.
 Cami…Cami…gemía entre beso y beso y yo respondía consintiendo que nuestras salivas se mezclen, nuestras lenguas se conozcan y nuestros sexos se aprieten.
 No había ninguna explicación para lo que nos pasaba, éramos primos pero eso carecía de importancia, en ese momento lo último en lo que pensaba era en el parentesco, solo quería sentir, como sus manos me iban desnudando y sus labios protegiendo mi cuerpo con su saliva.
 Las sensaciones eran intensas, estaba recostado sobre mi, llenando su boca con mis pechos, los chupaba, los atrapaba con sus labios y los estiraba, a momento los mordisqueaba y volvía a  metérselos totalmente. Bajó por mi abdomen surcando mi vientre, hasta coronar mi pubis con su rostro y ya sin resistir me abrí de piernas, dejando que me enseñe lo que es sentirse mujer.
 Percibía mi vulva como si mi olor le incitara, lamía mis labios y paseaba su lengua por mis pliegues, provocándome latidos que amenazaban con desgarrar mi sexo. De tanta felicidad le agarraba  del cabello y golpeaba su rostro con mis empujones pero lejos de apartarse me los chupaba con más ganas. Se adueñó de mi clítoris, acariciándole indirectamente, pasando las yemas alrededor de él, y moviéndolo horizontalmente, no resistía más, sus dedos  en mi capullo y su  lengua penetrándome el coño me hicieron estremecer mientras jadeaba de placer. Mis líquidos  escurrían, toda esa savia contenida era desechada en la boca de mi primo, que disfrutaba tragándola.
 Quedé tirada en la cama, con el corazón galopando a mil, con  su rostro sobre mis piernas y sus dedos cosquilleando mi pubis.
 Me abrazó con dulzura y al juntarse, sentí como su pene  punzaba contra mi muslo, y con la torpeza de una inexperta, acerqué mis manos a ese trozo tibio de carne que destilaba fluidos, la toqué y por arte de magia se agrandaba en mis manos, la acaricie saboreando su tamaño, era grande para imaginarla escurriéndose en mi agujero, pero no tenía temor, ya había esperado demasiado por saber lo que se siente cuando una verga se mueve dentro, tan solo pensaba en mis ganas de ser penetrada mientras se la jalaba de arriba abajo.
 Acerqué mi rostro dejando que mis labios me guiaran, mi legua comenzó a desplazarse, por su cabecita,  poco a poco me la fui metiendo, chupaba con algo de torpeza pero sus gemidos me decían que iba muy bien, poco a poco entendía que entre más me la comiera y mas profundo bajara mas deliraba, la saliva suavizaba los movimientos  hasta que  garroteando contra mi boca se estremeció continuamente, lanzando un chorro de leche contra mi boca. El semen se desparramaba por mis comisuras mientras hacia esfuerzos por tragármela toda, sí, había disfrutado mucho de mi primera mamada.
 Nos quedamos dormidos, abrazados, con la piel satisfecha de habernos amado.
 El despertador dio las 7 de la mañana,  dimos un brinco en la cama y salimos para la universidad.
 Durante la semana no volvimos a hablar del tema, yo me sentía algo insegura de querer avanzar más, no tanto porque fuera mi primo sino mas bien porque le conocía y sabia que era un mujeriego de peso, así que pensé que era mejor dejar las cosas ahí para evitar sufrimientos; seguro él pensaba lo mismo y no quería lastimarme porque tampoco insistió, simplemente dejamos las cosas en el olvido, como si nada hubiera pasado.
 Procuraba ya no dormirme sobre mis libros para evitar tentaciones, y en lo posible me acostaba más temprano o estudiaba en mi habitación, también mi primo parecía evitarme puesto que ya no entraba a mi recámara con la misma confianza, ni le sentía llegar en las madrugadas a cobijarme.
 Sin embargo, aunque tratáramos de obviar ese capítulo, a veces nos sorprendíamos mirándonos a escondidas, cuando Mateo salía de la ducha con el cabello húmedo y la toalla sobre la cintura, simplemente me faltaba el aire, sus pectorales se marcaban y me hacían recordar cuantas noches me refugie en sus brazos. También yo sentía sus miradas mientras preparaba los desayunos, se dejaba llevar por la forma bonita en que mis caderas moldeaban los shores y a veces incluso al dar vuelta miraba mi vientre y mis muslos.
 A veces Mateo optaba por no salir de casa, y se tiraba en el sofá a mirar tv, algunas ocasiones lo hacíamos juntos, otras tantas lo dejaba solo cuando alguna de sus novias lo distraía al teléfono o en el chat. No podía disimular, los celos me corroían, y aunque me dolía reconocerlo me importaba más de lo que yo quería.
 Con esa aparente indiferencia continuamos unas cuantas semanas hasta que llegaron los exámenes de fin de ciclo, había obtenido muy buenos resultados y compartía mi alegría telefónicamente con mis padres, estaba en eso cuando llegó Mateo y con aires de autosuficiencia  puso su reporte en mi cara, estaba casi eufórico, había aprobado el ciclo sin quedarse suspendido en ninguna materia. 
 _Te das cuenta primita, aprobé y sin quemarme las pestañas estudiando.
 _Ah si? pues mira esto, dije mientras le mostraba mis excelentes.
 _No esperaba menos de ti, sonrió genuinamente, y agarrándome de la cintura me apretó contra su cuerpo haciéndome dar vueltas como niños traviesos. Hace mucho no sentía su pecho aplastando mis senos, ni su pubis crispando mi vulva, y aunque sólo era un gesto de emoción por el fin de ciclo, para mí su cercanía era el mejor premio que podía recibir por mis notas.
 Nos quedamos en silencio, acariciándonos con miradas y casi sin darme cuenta, nuevamente volvía a sentir sus labios, la frescura de su saliva y la inquietud de su lengua; un beso dulce, largo, que se volvía apasionado a medida que nuestros cuerpos se juntaban con desesperación,  sus manos se desplegaron por debajo de mi blusa mientras aquellos pulgares volvían a apretarse contra mis senos, ya no quería detener nada y dejé que su boca vuelva a saborear mis pezones llenándome de esa sensación que enardecía mis genitales.
 Me alzó en brazos y yo abrí mis piernas sujetándome de sus caderas, totalmente prendida a su cuerpo, concibiendo que mis movimientos le cuenten que estaba lista para avanzar más…
 Cami… estás segura amor?
Ya no hubo más respuesta que mis besos descontrolados.
 Sujetándome del trasero me llevó a mi habitación, mi cama fue testigo, de cómo mi vestido iba cayendo, al igual que su ropa besando el suelo, sus labios en mis hombros, en mis muslos, los míos en su espalda y en su abdomen;  nuestra desnudez calentaba nuestros cuerpos, como lo había soñado en tantas de mis madrugadas.
 Recostado sobre mi,  me hacia sentir su peso, su fuerza, su sudor, revolcándonos nos dejábamos impregnados ese olor a hambre retrasada, a ansias y a lujuria. Sus manos reconocían mis caderas las palpaban siguiendo el sendero de mis glúteos, buscando mis escondrijos para darme placer.
 Mis piernas se explayaban ante la insistencia de sus labios por chupar  mi sexo, lamia mis jugos y su lengua iniciaba la desfloración de mi coño. Entraba y salía, intercalando estímulos con su dedo que se veía presuroso por coronarme.
 _Cami…Cami…estas tan cerrada….que siento correrme solo pensando en metértela…
Sus palabras me llenaban de un morbo desconocido, su aroma…su lengua… sus dedos… sus gemidos…eran demasiado; desde mis profundidades emergió un deseo de gritar, hasta que aquellas palpitaciones que devoraban mi vulva,  me devolvieran la vida.
 Me dejó descansar unos segundos, mientras chupaba con delirio mis senos, estaba tan caliente que mi cuerpo no se negaba a más placer, ansiaba esa primera penetración, deliraba por sentir que me partiera hasta el alma con cada una de sus estocadas.
 Crucé mis piernas, mis muslos se veían hermosos aprisionando su espalda, y haciéndose hacia adelante colocó su pene en mi entrada. El ardor y el dolor s e evidenciaban en las muecas de mi rostro y en mis callados gemidos, no quería que él lo notara, debía ser valiente para que pudiera seguir en su intento de abrirme completa,  pero no podía engañarlo mis carnes apretadas, se resistían y el estaba pendiente de mis gestos.
Duele Cami?..duele mucho?
No amor… sigue…sigue…
 Pese a mi insistencia, Mateo se detenía, y continuaba llenándome de besos, que levantaban mi excitación a límites en que yo misma me  acomodé, buscando que su pene empezara nuevamente a punzar. La resistencia de mi vagina iba cediendo, sentía como desfilaba hacia adentro, raspando mis paredes, y un ligero dolor me hizo gemir; lo había logrado, estaba llenándome con su verga, conectándome totalmente a su cuerpo y a sus emociones.
 Se quedó quieto como si temiera herirme, disfrutando del momento y abrazándome con fuerza. Poco después sus caderas se agitaban con suavidad, el dolor era apenas un recuerdo y el placer renacía en mis entrañas,  sus movimientos de entrada y salía  me hacían gemir, ya no de malestar sino de una necesidad de seguir siendo arrasada,  punteada, penetrada una y otra vez…
En su rostro veía la gloria, y en el mío el placer, me gustaba ser empalada y queriendo que llegara aun mas profundo levante mis piernas a su cintura, su sudor se confundía con el mío al igual que nuestros gemidos y respiraciones; era delicioso su movimiento de cadera, el vaivén de nuestros cuerpos acoplados perfectamente, y esa sensación increíble de estar siendo follada.
 Unos pocos minutos así y volví a estremecerme, otro orgasmo iluminaba mi cara, y nuevas palpitaciones  hinchaban mi vulva, simplemente me corrí, me corrí con la intensidad de quien veía cumplirse su sueño.
Mateo duró tan solo unos segundos más, ya sin temor empujaba con fuerza, su movimiento se aceleró y dándome profundas estocadas, se quedó quieto llenando mi sexo de aquella leche que llevaba mi nombre.
 Se acomodó entre mis senos, y con dulzura acariciaba mi vientre, no sabíamos que decir, así que solo dejamos que la magia de aquel momento, acompañara la intensidad de nuestros abrazos.
 Desde aquella noche fuimos inseparables, y aquel departamento se convirtió en el cómplice de nuestro amor  de primos….
PARA CONTACTAR CON LA AUTORA:

leonnela8@hotmail.com

 
 

Relato erótico: “16 dias, la vida sigue” (POR SOLITARIO)

$
0
0

–¡Buenos días Claudia! ¿Cómo vamos?

–Hola José, bien, sin novedad. Algo flojillo. Según me dicen ahora, cuando empiezan las vacaciones, se anima el negocio. Los rodríguez salen de sus madrigueras.

–¿Has visto a Mila?

–Si, acaba de marcharse, tenía una cita concertada desde ayer.

–Aja, no me dijo nada, y esta mañana cuando me levante ya se había ido.

–Bueno, voy a salir, cuando llegue que me llame. Por cierto, ¿con quién era la cita?

–Me dijo que era un antiguo cliente que la llamó directamente, aunque ella vino ayer a reportar la cita.

–Bien, bien. Hasta luego.

Voy corriendo al centro de control. Esta cita me huele mal y tengo que averiguar que ocurre.

Busco la posición de su móvil, en el mapa, con el GPS activado.. Aparece en una calle de Hermosilla, desplazándose. Introduzco los datos para activar el audio del móvil de Mila.

Se oye ruido de vehículo en marcha, va conduciendo. No se oye hablar deduzco que va sola.

Se detiene. Llevara el móvil en el bolso y por eso los ruidos que oigo. Puerta que se cierra.

Ruido de roces en el bolso al andar.

Cambia el ruido ambiente, al fondo una música y ruido típico, parece un bar.

–Hola Gerardo, gracias por venir.

Voz masculina.

–Por ti lo que haga falta, sabes que no puedo negarte nada.

–¡Un café, por favor! ¡Solo!

–Dime, que te pasa. La otra noche con tu marido, en el club, creo que te pasaste un poco ¿No? Y no me dijiste nada, excepto lo de vernos hoy aquí.

–Si, un rato antes, en casa, me arrastre como una perra para que me dejara fuera de “su” negocio. Porque ahora es todo suyo.

–¿Cómo? ¿Qué ha pasado?, cuéntamelo con detalle.

–Me descubrió. Lo sabe todo, bueno, casi todo, sobre mí, mis andanzas y las de Ana, mi hija. Me chantajea, si no le obedezco me enviara a la cárcel por una temporada.

–¡Buenooo!, En peores me las he visto, ¿quieres que le mande al desorejado? Ese le pega dos navajazos y lo hace desaparecer.

–¡Noo, por dios! El muy cabrón me tiene cogida. Al parecer, ha metido pruebas de lo que hacíamos en una caja, se la ha dejado, en custodia, a un albacea y tiene que dar señal de vida cada cierto tiempo. Si no lo hace, tienen orden de abrir una carta, con instrucciones, para poner en manos de la policía, todo el material. Y te lo aseguro, he visto una muestra y no fanfarronea.

–Vaya, y parecía tonto el cornudo.

–Él no sabía nada. Vivía en su mundo y era feliz así. Y yo hacia lo que quería y el era mi pantalla de respetabilidad. Ahora se ha ido todo a la mierda. Ya no tengo que fingir, pero lo tengo encima, me controla, me vigila y tú sabes que no he soportado nunca, que un tío me diga lo que tengo o no tengo que hacer. Además se ha quedado con todos mis ahorros.

Estoy harta y por eso te he pedido que vengas.

Quiero que me ayudes a desaparecer.

–¿Cómo? ¿Y adónde vas a ir?

–Me dijiste que estabas en contacto con un grupo de productores franceses de cine porno ¿no? ¿Tú crees que me darían trabajo?

–Por eso no te preocupes, ahora están de moda los videos con MILF y tu das el tipo. Pero, ¿y tus hijos? ¿Los vas a llevar al rodaje?

–Eso no me preocupa. Que se queden con él. Yo creía que ninguno era suyo y resulta que Ana si lo es. De los otros no sé quién es el padre. Ni me importa. Con el estarán bien y yo me quito un estorbo de encima.

–¿Has pensado que yo podría ser el padre de tu hijo? Cuando te quedaste embarazada del niño, estuve emperrado contigo una temporada. Follamos mucho, me cobraste una pasta, siempre sin condón. Y tú descansaste de las píldoras por aquella época, lo recuerdo bien, porque después seguimos follando hasta el parto.

–Podría ser. Ahora que lo dices, si, se te parece. Jajaja. Podrías ser el padre de Pepito. Jajaja. Ponte de acuerdo con José y haz la prueba de ADN. Así descubrió el cabrón que no eran suyos. Pero volvamos a lo que me interesa. ¿Me ayudaras?

–Si, cuenta conmigo. Haré unas gestiones y te llamaré en dos o tres días.

–No, no me llames. Yo te llamo a ti. Puede que tenga intervenidos los teléfonos, no me fio. Dentro de dos días te llamo. Ahora otro favor.

–Tú dirás.

–Me tienes que dar trescientos euros. Es la tarifa que ha puesto y si no los llevo sospechará. Ya te los devolveré.

–No te preocupes. Antes de irte me los cobraré en carne. Pienso dejarte el culo como un bebedero de patos.

–Gracias, de verdad no sabes cómo te lo agradezco.

–Pues, subiendo conmigo, ahora mismo, a la habitación que tengo reservada aquí.

–Pero que golfo eres. Vamos, que quiero disfrutar otra vez de tu polla en mi culo. Y déjamelo bien abierto. Después iré a que me la meta el cabrón a ver si se da cuenta de cómo me lo has dejado.

Se oyen ruidos de pisadas, ascensor, silencio.

–Bésame como solo tú sabes.

Silencio. Puerta que se cierra.

–Desnúdame.

–Joder, cada día estas más buena. Déjame ver ese agujerito que me vuelve loco.

–Cómeme el coño Gerardo. Cómetelo.

–Chúpamela, Aahhhg, Que boca tienes puta, guarra, mamona. ¡Paraa!. Para, que me corro y quiero tu culo. ¡Dámelo!. ¡Dámelo ya!

–Si, cabrón, hijoputa, follame, dame por culo. AHHGGG

Están un buen rato diciéndose barbaridades, follando, después un descanso en el que predomina el silencio.

–Voy a ducharme, Mila. ¿Vienes?

–No, hoy me voy así para que me folle el cornudo, con toda tu leche dentro de mi culo y coño.

–Como tú quieras.

Silencio.

–Me voy Gerardo, lo dicho en dos días te llamo.

–Adiós, y no te apures, ya mismo estas en Paris follando ante las cámaras.

–Adiós, guasón.

Ruidos de bolso, coche. Está en camino.

Llamo a mi abogado, le doy algunas instrucciones y me voy al piso. Aun no ha llegado. Saludo a Claudia de nuevo. Se oyen gritos y lamentos.

–¿Qué pasa, Claudia?

–Bah, no te preocupes. Amelia está con un cliente de los sumisos y le está dando duro.

–Pon la cámara a ver que hacen.

–Vaya, ¿eres un mirón? Cada día me sorprendes más.

–Y tu a mí también. He visto los cuadrantes y no has estado con ningún cliente desde que abrimos. ¿Por qué?

–Vaya, me pillaste. No, no me apetece, no me gusta y como las demás los atienden, yo prefiero dedicarme a la gestión. ¿Te parece mal?

–No, me parece bien. Sigue así. Lo haces bien. ¿Cómo se portan las nuevas?

–Estupendamente. No tenemos problemas y se ganan las comisiones. Las profesionales porque lo son y las amas de casa por el morbo.

–Magnifico. Hombre, aquí llega Mila. ¡Te has escapado esta mañana sin avisar! Podías haberme despertado.

–No quise hacerlo. Te vi durmiendo tan a gusto que me dio pena despertarte. Un beso.

Me besa, intenta hacerlo con lengua pero no abro la boca. Huele a semen. Me aparto un poco.

–¿Te ocurre algo?

–Noo, a mi nada. Pero vamos a salir, te esperaba.

–¿A dónde vamos?

–Ya lo sabrás, vamos.

–Uyy, que misterioso estas. Bien, vámonos.

Vamos al despacho de mi abogado. Uno que no estaba en la lista de clientes de Mila. Me aseguré de que no la conocía.

–Hola Hugo, como estas, esta es Mila, mi ex mujer. ¿Lo tienes todo preparado?

–Sí, José. Esta todo a falta de la firma. Necesitamos testigos, voy a por ellos.

Mila me mira sorprendida.

–¿Cómo que tu ex mujer? ¿Desde cuándo?

–Desde ahora mismo. Firma los papeles que te presente Hugo y ya puedes irte cuando quieras. En ellos renuncias a todo derecho sobre el patrimonio, ya teníamos separación de bienes y eso no es un problema. También renuncias a la custodia de los niños.

–Y ¿esto a que viene?

–Mila, lo nuestro ha terminado, terminó el ocho de Abril y tú lo sabes.

Entran Hugo y dos personas más. Toma nota de los datos y los incluye en el documento a firmar. Mila está desconcertada. No sabe a qué viene esto.

Vamos todos a otro despacho donde un Notario da fe de los documentos y ante él los firmamos, los testigos, Mila y yo.

–Entonces, ¿todo se acabó?

–Si, Mila. Todo ha terminado.

Eres libre para marcharte a Paris o donde quieras. No te retengo. Todo ha acabado entre los dos. Te libero de todo lo que te dije. No más chantajes. Ya nada nos ata.

–¡¿Me espiabas?!

–Si. Te dije que no podía fiarme de ti, y has demostrado que no andaba equivocado. Te he estado espiando todo el tiempo y conozco tus planes. Te daré dinero para que puedas rehacer tu vida. Como puta o como lo que quieras. No me gustaría que cayeras en manos de algún grupo mafioso y acabaras en un burdel, o medio desnuda en la calle de algún polígono industrial, dejándote follar el culo por veinte euros. No tengo tan mala leche.

–¿Y los niños?

–Tu misma has dicho que son un estorbo. Podrás verlos cuando me lo pidas y yo lo permita, pero vivirán conmigo, estarán más seguros. Ah, por cierto, dile a Gerardo que cuando quiera podemos hacer la prueba de ADN para ver si Pepito o Mili o los dos, son hijos suyos. Podemos llegar a un acuerdo. La otra noche en el club, cuando estuve con Alma me confesó que Gerardo quería hijos pero ella no podía tenerlos.

–Pero esto, yo no lo esperaba.

–¿No? tú querías librarte de mí y yo te lo facilito. A enemigo que huye, puente de plata.

–Yo no soy tu enemiga José. Aunque no lo creas, te quiero.

–No empieces de nuevo, Mila. Ya no tienes que fingir. Eres libre de hacer lo que te de la real gana. Es lo que deseabas ¿no? Pues ya lo tienes.

–Pero, no así.

–No, así, ¿Cómo?. Estabas dispuesta a ponerte en manos de Gerardo para escapar. Arriesgándote a caer en manos de los mafiosos que trabajan con él. Solo tenías que decírmelo y te hubiera dejado ir. Vete Mila, vete.

Trataré de verte lo menos posible. Aun me hace daño tu presencia. Lo que ocurrió la otra noche en el club me confirmó que no teníamos futuro. Coge tus cosas y vete. Yo trataré de olvidarte, aunque es tarea casi imposible. Vete.

Fuimos todo el trayecto de vuelta a casa en silencio, ya no quedaba nada por decir.

Al llegar al que fue nuestro hogar.

–¿Cuándo quieres que me vaya?

–¡Ahora!.¡ Toma cien mil euros!. Vete donde quieras y mandas a alguien para recoger tus cosas. Pero vete. No quiero verte más. Deja las llaves en el recibidor.

Seria, contrariada. No derrama ni una sola lágrima. Yo, estaba a punto de romper en sollozos y ella estática, desafiante. Bella. Dios. Es preciosa. Como una serpiente de coral, de líneas estilizadas, de bellísimos colores, pero de mordedura venenosa, mortal.

Me quedo en el salón. Ella, en el dormitorio, recoge algunas cosas en una maleta y se marcha, sin decir nada. Oigo la puerta cerrarse y sin poder soportarlo más, rompo a llorar como un niño, a quien acaban de arrebatarle lo que más quería.

Adiós Mila. Sé que no podre olvidarte jamás.

Acabas de cerrar otro capítulo de mi, últimamente, azarosa vida. Adiós.

Poco después oigo abrirse la puerta. ¿Mila? No, son los niños con Ana.

–¡Mamá, ya estamos aquí!

–Me ve en el salón, llorando.

–¿Papá, que pasa? ¿Dónde está mamá?

–Dale de merendar a los niños y que se vayan a jugar con la play, luego hablamos.

Se abre de nuevo la puerta, es Marga. Muy alterada.

–¿Qué has le has hecho cabrón? ¿Por qué la has obligado a irse? ¿Qué le has dicho?

–Siéntate y cálmate. ¡Ana!

Ana entra, le indico que se siente junto a Marga.

–Nos hemos divorciado. Ella se ha ido porque así lo he decidido. Escuchad esta grabación.

Les pongo la grabación de lo hablado con Gerardo. Ana llora, se levanta y me abraza. Marga mueve la cabeza negando.

–No puedo creerlo, y se marcha, ¿así? Y ¿ya está?

–Ya lo ves Marga. Mila no quiere ni ha querido nunca a nadie. Es una psicópata. Carece de sentimientos, de alma. Es lo que le ha permitido mantener un engaño durante tantos años. A ti también Marga, a ti también, te ha engañado.

Ana, mi pobre Ana. Histérica.

–¡Papá, tu no nos dejaras! ¿Verdad?. ¡Por favor, papá, te lo suplico, no nos abandones!

–No, Ana, mi vida, no os abandonaré nunca. Estaré siempre a vuestro lado.

–Y tu Marga, ¿qué piensas hacer?

–Yo no sabía nada de esto. Pero Mila ha sido y es mi amiga, no puedo dejarla sola. Sé que sin mí se perderá. Le he dicho que mi casa es suya y me voy con ella.

–Cuídala, Marga, cuídala. No te separes de ella y si en algún momento me necesita, sin que ella lo sepa. Dímelo.

Me acerco a ella, que se levanta, nos abrazamos. Esto es una despedida definitiva. Deja sus llaves en la mesa y se marcha.

Pepito y Mili están en la puerta mirándonos.

–¿Qué pasa papá? ¿Y mamá?

–Ha salido de viaje. Ya volverá.

–¿Por qué llora Ana?

–Le ha caído algo en el ojo.

Pepito, se acerca a darme un beso.

–¿Mamá no volverá, verdad?

–Creo que no. Pepito. Pero vosotros podréis verla cuando queráis..

Se echo a llorar en mis brazos. Mili influenciada por el drama se abraza también.

Ni Ana ni yo cenamos. Se nos ha ido el apetito. Se ha llevado a los niños. Llora en silencio.

–Ya ves Ana, no has tenido que decidir. Tu madre lo ha hecho por ti.

–Pero, no lo entiendo. Yo se que nos quería, a todos, a ti también. ¿Por qué ha hecho esto ahora, cuando todo parecía ir bien?

–No, cariño, no te engañes. Tu madre nos quiere, a su manera, pero no encajamos en sus planes. Somos un estorbo. De todos modos podréis verla cuando queráis. Yo no voy a oponerme. Y ahora acuéstate y duerme. Me besa y se marcha.

Al entrar en la habitación veo la puerta del armario de Mila abierta de par en par. Al ir a cerrarla veo un bulto extraño bajo unas sábanas. Lo descubro, es una especie de baúl de cincuenta centímetros de largo, unos treinta de ancho y treinta y cinco o cuarenta de alto, cerrado con un candado sin llave.

Voy por mi herramienta y consigo abrirlo quitando los pernos de las bisagras, para no dañar el candado.

Dentro, el dildo con arnés que ya conocía, plugs y algunos utensilios sexuales. Veo unas libretas de medio folio, con tapas negras, algunas amarillentas por el paso del tiempo. Cojo una, están numeradas. He cogido la uno. En la primera página:

16 de Agosto de 1992

Hola diario, es la primera vez que te escribo, espero hacerlo muchas veces..

En casa se están preparando para ir a Sevilla a ver la Expo, 92. Saldremos mañana. No me hace mucha gracia, sé que voy a pasar un calor infernal y detesto sudar.

He quedado con Marga para ir a una fiesta en casa de Gerardo, con María y otros amigos. Nos han dicho que habrá dinero. María me ha prometido que voy a ganar mucho si me dejo guiar por ella. A la vuelta te contaré lo que hemos hecho.

-_______________

Ya estoy aquí, voy a contarte todo lo que me ocurra en mi nueva vida como puta. Si, lo lees bien, soy una puta desde hoy, en que he cobrado 10.000 pesetas por mi primer trabajo con mi cuerpo.

En la fiesta solo estábamos Marga y yo, Pedro, amigo de María y Gerardo, que parece ser el jefe, ya que todos le obedecen. Tomamos refrescos, y nos atrevimos con cubatas, me puse un poco piripi, Marga también, bailamos y hubo un momento en que yo bailaba con Pedro, que está buenísimo, que empezó a tocarme el culo, ya sabía lo que quería. Me llevo a una habitación, me desnudo y me folló, yo estaba en la gloria, me gustaba lo que me hacía. Cuando me quise dar cuenta me la estaba metiendo él por el chochito y Gerardo por atrás, en mi culito. Y que gusto me daban. María le comía el coñito a Marga, que se retorcía de gusto. No sé cuantas veces me corrí, ni cuantas ellos dentro de mí, muchas. Y fue fantástico. Cuando terminamos nos dieron el dinero a las dos y quedamos en vernos en casa de María dos veces en semana, miércoles y viernes a las doce del mediodía. Hasta la próxima. Chau.

Dios mío, Mila llevaba un control exhaustivo de sus actividades como ramera, todo ordenado, cada cosa en su sitio. No me puede extrañar, que me haya toreado durante todos estos años, sin que yo me diera cuenta. Conté dieciocho libretas. Las tres últimas en blanco. De cien hojas cada una. Eso supone mil quinientas hojas, y describía un trabajo por hoja, ya fueran tres líneas o llenar la hoja por las dos caras. Fechas, nombres, lugares, importe cobrado, gastos generados. Estaba todo allí.

Era muy tarde. Con todas las libretas me fui al despacho del otro piso donde tenía los escáneres, grabe en un pendrive todo lo escaneado y devolví las libretas a su sitio, colocando los pernos y ensuciándolos para que no se notara que los había sacado.

Dos días después.

Suena el teléfono.

–¡Hola!, ¿José?

–Si. ¿Quién es?

–Soy Gerardo, nos conocimos en el club liberal, ¿recuerdas?.

–Si, por desgracia lo recuerdo.

–Bueno, veras, no quiero crear problemas, pero Mila me dijo que cabía la posibilidad de que Pepito fuera hijo mío, ¿lo sabías?

–Si, algo hablé con ella sobre esto. ¿Qué quieres?

–¿Es posible que me permitas hacer la prueba de ADN para saberlo?

–Por mí no hay problema, cuando quieras.

–Esta tarde ¿puede ser?

–De acuerdo, ¿conoces algún laboratorio?

–Pues no. ¿Y tú?

–Sí te presentaré a un amigo que fue el que me hizo los de los niños.

Le doy la dirección del bar, donde me veo con Andrés, y quedamos a las cinco.

Tras las presentaciones de rigor Andrés, a quien ya había avisado le realizó, sobre la marcha, el frotis bucal para la prueba.

–¿Sabes algo de Mila?

–No, solo sé que se fue a vivir con Marga.

–Es que, ahora está conmigo. Trabaja en el club y..Bueno, está bien.

–¿Qué me quieres decir Gerardo?

–Es que yo siempre he apreciado a Mila. Mientras estuvo casada contigo..

–Solo te la follabas, ya lo sé.

–No quiero enfrentamientos, solo decirte que voy a pedirle que vivamos juntos.

–¿Y?

–Pues, que si no te importa.

–¡A mí! Y¿ porque me iba a importar? Mila es libre de hacer lo que quiera. Estamos divorciados. Ya no tengo nada que ver con ella. Puede hacer con su vida lo que quiera.

–Me ha pedido que le lleve sus cosas, me ha hecho una lista. ¿puedo llevármelas?

–Por supuesto. Vienes conmigo a mi casa y te las llevas, no hay problema.

–Gracias, verás, también me insinuó, que quizás a ti te podía interesar, venderme el negocio. Sé que va bien, pero creo que no es lo tuyo. Piénsalo y dime algo cuando nos volvamos a ver. Por el dinero no te preocupes.

–Lo pensaré. Si, quizás sea un buen momento para cambiar de aires.

Nos despedimos, tras ponernos de acuerdo para vernos cuando estuvieran las pruebas.

En el despacho del local está Claudia contestando al teléfono y tomando notas.

–Claudia, te veo triste ¿Cómo te va en tu casa?

–Estoy sola, José, muy sola. ¿Por qué?

–Estaba pensando…. En que podíamos…. Vivir juntos, podríamos controlar mejor a los niños, sobre todo a las mayores. ¿Qué te parece?

–¡Uyy! ¡Tú vas buscando algo!

–Si, busco tranquilidad, después de todo lo que ha pasado, creo que tú y yo, podríamos intentar rehacer nuestras vidas, poner un poco de orden.

— Gerardo me ha propuesto comprar el negocio.. Y lo que te propongo es: ¿Quieres venirte a vivir tú y tus hijas, conmigo y mis hijos? ¿Y así, tratar de olvidar, este mal trago que hemos pasado?

–¿Y vas a vender el negocio?

–¿Por qué no? Los dos sabemos que esto no nos va, ni a ti ni a mí. Tu estas aquí obligada por mí. Y yo estoy asqueado de toda esta podredumbre. Quiero apartar a los niños de esto. No es bueno para ellos.

–Y hay algo más. Compré una casa, en la costa de Alicante. En un pueblecito precioso, junto al mar

–Dices que compraste una casa en la costa ¿para qué?

–Hubo un momento en que pensé que la reconciliación con Mila era posible. Incluso conviviendo con Marga. Después, ya sabes lo que ha pasado. No las tenía todas conmigo, por eso no se lo dije a nadie.

–José. No puedo decirte que esté enamorada de ti, te aprecio, también se que no estás enamorado de mi, sigues enganchado con Mila.

Pero, ¿sabes lo que te digo? Que podemos intentarlo. De todas formas el primer hombre en hacer que me corra has sido tú.

Creo que nos queda mucho por aprender y follando lo podemos pasar bien. Y a mí esto del puterío no me va demasiado. Por mí adelante. ¿Cuándo nos vamos?

–Ahora mismo, nos podríamos ir a probar la cama nueva. ¿Te parece?

–¡Pero qué bribón eres! ¡Tú lo que quieres es echarme un polvo!

–Pues claro, no uno, un montón. Tenemos muchas cosas en común Claudia. Los dos estamos solos, las hijas de la misma edad, hemos sido engañados y corneados y sobre todo, nos hemos pasado muchos años de nuestra vida sin sexo. Creo que es hora de recuperar el tiempo perdido.

La cara de Claudia se ilumina, se levanta y viene lenta, sinuosamente, hacia mí. Acaricia con el dorso de su mano derecha mi mejilla, con la izquierda se apodera de mi nuca y me atrae hacia ella. Acerca su boca a la mía, se unen nuestros labios, se abren y dan paso a nuestras lenguas que se debaten en un furioso batallar, mis manos recorren su cintura y atrapan los redondos globos de sus nalgas. Sus pezones a través de la blusa, sin sostén, aguijonean mi pecho. Mi hermano pequeño no se hace rogar, pugnando por salir de su estrecho alojamiento, empujando y rozándole el pubis.

–Amelia acaba de salir de su cuchitril, trae a un hombre, de unos cincuenta años, atado con un collar de castigo para perros en el cuello, a cuatro patas y con un plug cola de caballo en el culo. No podemos evitar reírnos.

Ella viste de látex negro, braguitas abiertas y sostén con unas aberturas, a través de las cuales, sobresale la aureola y sus oscuros y gordos pezones. Con una fusta en la mano, golpea la grupa del supuesto caballo, frente a él le obliga a lamerle la vagina, abriéndosela ella con las dos manos,. La mujer se agacha y por detrás, aparta la cola y coge su bolsa escrotal apretando y retorciéndola, hasta que el grito del pobre hombre la obliga a soltarle.

–¡Eeehh!, ¿Qué hacéis? ¿Desde cuándo estáis liados?

Responde Claudia.

–Aun no estamos liados pero lo vamos a estar.

–¿Se divierte señor? ¿Le satisface su Domina?

El hombre se mantiene en silencio.

–¡Puedes contestar, burro!

–Shii, mi ama, me hace muy feliz.

–Ea, divertíos, yo me llevo al burro a la cuadra. Su ama tiene ganas de hacer pis.

–Te quedas sola Amalia, cerramos la puerta. Estamos aquí al lado..

–Vale, ya me contareis que está pasando.

Nos vamos directamente al dormitorio. Claudia se desnuda apresuradamente, con violencia, arrojando las prendas al pasillo y al suelo de la habitación. Voy tras ella admirando su cuerpo. Casi tan alta como yo, rubia natural. De piernas largas y bien torneadas, curvas en sus caderas que producen vértigo. Los pechos no muy grandes, aunque les afecta la gravedad, ligeramente, es hermosa.

Al acariciarla con las yemas de mis dedos percibo la suavidad de su piel, muy clara, tersa. Ella me ayuda a desnudarme mientras me recreo en la visión de sus formas. La cara de rasgos delicados pero firmes, nariz recta. Nos tendemos abrazados, de lado, acariciándonos el cuerpo mutuamente.

Me obligo a no tocar su sexo, pasar de largo con mis caricias, me incorporo para mimar sus muslos, las pantorrillas y los pies. Pequeños para su estatura, finos delicados, deditos redonditos. Paso mi lengua entre los dedos, mordisqueo el talón, chupo los dedos gordos, que son finos, deslizo mis dedos por sus frágiles tobillos, araño suavemente las pantorrillas y vuelvo a los muslos, paso la lengua, muerdo levemente, gime, se acaricia los senos y pellizca sus pezones.

Beso cada centímetro de su piel, excepto el pubis, sigo sin tocarlo. Ella me abraza mientras me entretengo con sus piernas. Masajea con una mano mi verga enhiesta, con la otra los testículos.

Detengo la mano que pajea mi polla, porque estoy al límite. Me obligo a seguir acariciándola. Empujo su cuerpo hacia atrás, levanta y abre sus rodillas, ofreciéndome su fruta, totalmente depilada, brillante, por los jugos que produce. Es un chochito pequeño, casi como el de una niña. Los belfos cerrados, hasta que al abrir las rodillas, se abre como una boquita vertical, mostrando unos labios menores rosados, con finos hilos de líquido, cayendo por la parte inferior, hacia el ano. ¿Ano? Es una pequeña hendidura rodeada de pequeñas arruguitas radiales. De un tono ligeramente más oscuro que la piel.

Y no puedo evitar enterrar mi cara entre sus muslos y lamer, chupar, beber, aquel manjar que se me ofrece. Paseo mi lengua desde el pequeño orificio trasero hasta la bolita carnosa en la parte superior de la coyuntura de los labios vulvares. Delicioso. ¿Cómo puedo haber estado tantos años sin probar esto?

Es una autentica exquisitez. Me entretengo un poco más con la punta de la lengua en su bolita. Me aprieta, con las dos manos la cabeza sobre su coño, casi no puedo respirar. Ahora comprendo el ansia que sufre esta mujer cuando no logra llegar al clímax. Pero me lo he propuesto y lo lograré. Sus piernas se mueven sin control. Las estira y encoge, las abre y las cierra, con mi cabeza apresada entre sus dos marfileñas columnas. Arquea su cuerpo, retirándolo de mi boca y al instante siguiente lo empuja hacia mí y mis labios se estrellan contra la delicia de su carne, rosada, suave, con aromas de hembra en celo.

Sigo asaeteando su clítoris, recuerdo lo que escuche a su hija decir y le introduje poco a poco un dedo en su culo, al tiempo que seguía trabajándole su garbancito. Y llegó.

Una contracción que aprisionó mi cabeza entre los muslos, me inmovilizó, me soltaba un poco, yo excitaba su botón y ella apretaba de nuevo y gritaba. Ahhh. Ahhh. Para, para. Sigue, sigue.

Así una y otra vez hasta estallar en una convulsión que me despidió hacia atrás con un grito atronador. Colocó sus manos entre los muslos cerrados y se volcó de lado, adoptando una la postura fetal, tiritando, temblando.

Me senté a su lado y acaricie sus hombros, besaba el lóbulo de la oreja, se lo mordisqueaba. Se abrió, de brazos, piernas, tendida boca arriba. Con un hilo de saliva en la comisura del labio.

–¡Que gusto, dioss! José, ha sido maravilloso. Cuando me tomaste por el culo, el otro día, me hiciste gozar, pero esto de ahora no tiene comparación.

–¡Ahora, fóllame!. Méteme tu polla y follame. Aún no sé lo que es correrme con una polla dentro de mi coño.

Me coloque en la postura tradicional, la del misionero. Fui clavando mi polla en su vientre. Despacio, sin prisas, besando su boca y acariciándola. Entraba y salía con una suavidad divina, su sexo sorbía mi polla hacia su interior. Sentía como si una mano de gelatina masajeara mi miembro. Yo, mientras, pensaba en ecuaciones matemáticas. Tiempo, tiempo y sudor, calor, besos, lenguas que se enredan, mis dedos se clavan en su nuca, araña mi espalda, muerdo sus labios, la barbilla.

Y estalló. Fue un grito que salía del fondo de su cuerpo, la dejaba sin aire y boqueaba por conseguir más. Se contorsionó, me levantó, arqueando su espalda y se dejó caer.

Tras recuperarse un poco me abrazó. No quería soltarme. No hablaba.

–No puedo hablar. Me matas, de gusto. Ahora me siento inmensamente feliz. Sigue. No te pares y sigue, lléname de tu leche. Quiero sentirla dentro de mí. Quiero meterte entero dentro de mí. Sigue follándome. ¡No pares!

Y seguí. Yo seguía dentro de ella sin correrme. Inicie de nuevo el movimiento copulatorio. Con sus besos, el aroma de su piel, pellizcando sus pezones. Me corrí.

Sentí un torrente de esperma atravesar la uretra y salir disparada dentro de sus entrañas. Un calambrazo recorrió mi espalda, hasta estallar, en miles de lucecitas amarillas en mi cerebro. Y ella repitió. Bajo mi cuerpo, sentí su convulsión y tuvo otro orgasmo.

Me deje caer de espaldas a su lado. Entrelazó los dedos de su mano con los míos. Giró su cara hacia mí, yo hacia ella, nos dimos un beso con una ternura infinita.

Por fin había logrado ser el primero en algo, le propicié su primer orgasmo por su culo y ahora follándole el coño.

Abrió la boca para hablar y le puse un dedo sobre los labios.

–Sshhh Ahora no digas nada. Este momento es mágico. Disfrútalo.

Y así lo hicimos, mirándonos a los ojos.

Pero la magia se rompió.

–¡Papá! ¿Estás en casa? Ya estamos aquí. Joder ¿Qué hace esta ropa en tirada en el suelo?

–¿Papá? ¿Qué hacéis? ¡¡Claudia!! Ven tu madre está aquí.

–Ana, joder, llévate a los niños de aquí.

Se asoman Claudia y Ana con un brazo sobre el hombro de la otra y riéndose a carcajada limpia.

–Vaya como se lo montan los carrozas, Ana. ¿Les ayudamos?

–Por mi encantada. ¿Tú qué dices papá?

–Que os dejéis de cachondeo y preparadle la cena a todos los niños. A partir de hoy viviremos todos juntos.

Aparecen todos los pequeños. Nos tapamos como podemos

–¡¡Bieeen!!

Los malvados niños gritan a coro, nosotros no podemos hacer otra cosa que reírnos. Nos sentimos felices.

Ana y Claudia se los llevan a la cocina. Preparan la cena para todos. Durante la cena les prohíbo hablar de lo que han visto y nos gastan bromas, se pitorrean de la prohibición. Los mando a la cama. Las dos mayores duermen juntas. Mili y Elena en la habitación de los niños y Pepito en la que se preparó para Marga, quejándose, quiere dormir con Elena. Ana se encara con él.

–Pepe, a dormir solo, que un pajarito me ha dicho, que te mueves mucho bajo las sábanas y sabemos lo que haces. A Elena la puedes asustar y no la vas a dejar dormir.

–Y tu si puedes dormir con Claudia, y yo también sé lo que hacéis las dos bajo las sábanas.

–¿Y qué hacemos mocoso?

–Lo he visto papá, Claudia tenía la cabeza entre las piernas de Ana y se lo chupaba.

–¿Qué le chupaba?

–El chochito papá, pareces tonto.

–¿Cuándo has visto eso, Pepito?

–Muchas veces, la última esta tarde, antes de irnos al parque. Ellas creían que estábamos jugando con la play, pero yo las vi por una rajita de la puerta. Y Ana lloraba, se reía. Está loca.

–Anda, niño, anda, vete a la cama, solo ¡Eh! Y a dormir.

Se retiran todos.

Claudia y yo nos acostamos en silencio. Me había hecho gracia Pepito, queriendo tener un lio con Elena.

Recordé que con su edad, jugaba con un amigo, su hermana y su prima, en su casa, los padres trabajaban en la fábrica. Jugábamos a esconder.

Fui a esconderme dentro de un armario, y allí estaban las dos chiquillas, de ocho o nueve años. Me asusté, pero me dejaron entrar y cerraron la puerta.

Estábamos muy apretados. Yo, en medio, con sus cuerpos apretándose contra mí, sintiendo su calor. Tuve una erección.

Dios mío, eso era pecado, iría al infierno para toda la eternidad.

Una mano, por la izquierda, se aferro a mi pollita por encima del pantalón, otra, por la derecha, me cogió la nuca y me obligó a besar su boca, me dio asco.

No había besado nunca antes a nadie en la boca. La siguiente vez que bese unos labios eran de Mila, trece años después. Mila, tengo que olvidarte.

Pero lo peor fue que eyaculé. Fue algo totalmente involuntario.

Cuando salimos de aquel armario del diablo, las niñas se reían y se tocaban sus partes. Yo intentaba tapar la mancha que tenía en el pantalón.

Me marche, no jugué con ellas nunca más.

Tuve que confesarme, el cura me preguntaba, una y otra vez, quienes eran las niñas. Quería sus nombres. Pero yo no se lo dije. Me castigó con una penitencia muy dura y no me dio seguridad del perdón de los pecados por no haber denunciado a aquellas pobres niñas.

Claudia me interrumpió mis pensamientos.

–José, ¿crees que, lo nuestro, funcionará? Mira que de casada lo he pasado muy mal.

–No lo sé, Claudia, pero creo que vale la pena intentarlo ¿No? Me gustas, eres una gran mujer, inteligente, bonita, con un cuerpo de infarto. Y están los niños. Nos necesitan y se llevan bien. Funcionará, ya lo veras. Yo pondré todo de mi parte para que marche bien.

–Yo me encuentro muy bien contigo, lo de esta tarde ha sido fabuloso. Quiero repetirlo todos los días. Nunca había sentido nada igual. Con mi hija siempre aparecía el fantasma de la culpa. Me hacía sentir mal. Claro que, si no llega a ser por ella, no me hubiera enterado de lo que es un orgasmo.

Me hace reír, en silencio, en la oscuridad.

–Te aseguro que, después de lo que estamos descubriendo, lo vamos a pasar bien, no lo dudes. ¿Qué te parece si mañana nos vamos a Alicante?. Conocéis la casa y pasamos unos días allí. Unas vacaciones. ¿Qué me dices?

–¡Uy, si! Tengo ganas de verla. Y las niñas estarán encantadas de ir a la playa.

Me abraza. Nos besamos.

Se acurruca contra mí, rodeo sus hombros con mi brazo.

Después de la batalla de la tarde, estamos agotados y nos dormimos enseguida.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:

noespabilo57@gmail.com

 

Relato erótico: “El ídolo 4: la hija del jefe resultó ser una diosa”. (POR GOLFO)

$
0
0

Sin título1

Si creía que el haber sido designado por KuKulcan como su elegido iba a ser gratuito y que si ese Dios me había encargado convertirme en rey de los lacandones no iba a traer acarreado otras obligaciones, me equivoqué.
¡KuKulcan tenía otros planes para mí!
Afortunadamente y como podréis leer a continuación, me dio un deber que me traería muchas satisfacciones.
 
Ese Dios me da una misión
La misma noche en que fui entronizado como rey de los lacandones y luego de haber hecho uso de Olvido-Yatzil y de Ixcell como mis concubinas, ese ser me visitó. Os aviso que fue en sueños pero como comprenderéis por los hechos posteriores, ¡Fue real!
Agotado después de una jornada extenuante, caí en la cama y me quedé dormido en seguida, por lo que me resulta imposible determinar en qué momento de mi sueño recibí su visita, pero al despertar su recuerdo fue tan nítido que a raíz de él se desencadenó toda esta historia.
En  esa visión onírica, me vi entrando en la famosa gruta solo, sin compañía. En su interior me esperaba “La serpiente alada”, la más grande deidad maya y una de sus divinidades creadoras, enroscada alrededor del monolito esculpido en su honor.
Nada más verme y como desperezándose tras un largo tiempo de vigilia, se deslizó y en toda su magnificencia, pronunció mi misión y mi condena:
-Halach uinik debes saber que te he encomendado sacar a mi raza de su ignominia. El dolor acumulado durante estos seis siglos no tiene traducción humana y valorándote digno, te voy a dar los elementos para que “Los verdaderos Hombres” renazcan.
Comprendí que se refería a los indígenas que se mantuvieron fieles a sus dioses y que nunca aceptaron a los que trajeron los españoles a esta parte de América.
-Tu misión será difícil porque su degradación y muerte ha llevado a ese pueblo antes glorioso a su casi total extinción. El orgullo de los mayas ha sido salvaguardado por un puñado de hombres que sin mi ayuda difícilmente llegarían a soportar otros veinte años de pobreza y marginación. Por eso tu primera encomienda será acabar con su miseria, darles estudios y un estado para que se convierta en lo que siempre debían haber sido y no fueron: Los elegidos de KuKulcan.
“Puta madre”, pensé, “lo suyo es un mal endémico, cuya solución es un tema que rebasa la vida de un hombre”. Como si me hubiese escuchado, prosiguió:
-Los recursos te serán dados y bajo tu mando, mi pueblo debe crecer y multiplicarse. Eres mi semilla y como un manglar nace de un solo fruto, tus descendientes se extenderán por todo el orbe- y antes de desaparecer, me amenazó: -¡Hay de ti sino cumples mi mandato o permites que mi pueblo olvide quien es y será siempre su Dios!
Cuando me desperté con el vivido recuerdo de su visita, creí que había sido solo un sueño pero no llevaba ni cinco minutos en pie cuando Uxmall, me sacó del error. Pidiendo permiso para entrar en mi choza, el jefe indígena se postró ante mi diciendo:
– Halach uinik, KuKulcan me ha pedido que te haga entrega del tesoro que hemos resguardado para ti durante siglos.
Tras lo cual, me hizo salir para observar a lo que se refería. Os podréis imaginar mi sorpresa cuando vi a un nutrido grupo de cargadores trayendo un saco cada uno a sus espaldas. En cuanto el primero de ellos depositó su carga ante mí, le pedí que me la mostrara. No os puedo contar mi sorpresa al descubrir que ese pueblo que no tenía donde caerse muerto había sido depositario de una verdadera fortuna en oro y piedras preciosas. Haciendo un rápido cálculo de cincuenta kilos por porteador, esos hombres acaban de hacerme entrega de más de  una tonelada.
Mi cara de sorpresa fue malinterpretada por el indígena y saliendo al paso antes de que le preguntara, me soltó:
-No he creído conveniente traer hoy el grueso del tesoro, pero si son sus deseos deme una semana y lo tendrá aquí….
Empiezo a cumplir mi misión, empezando por casa.
Sin haber asimilado suficientemente que gracias al regalo de KuKulcan podía considerarme uno de los hombres más ricos de México y con ello del mundo, entré nuevamente en mi choza Yatzin, al verme entrar, me comentó:
-Halach uinik, Ixcell quiere comentarle algo.
Girándome hacia la nombrada, la vi con una mezcla de miedo y esperanza en sus ojos:
-¿Qué quieres?- pregunté.
Cayendo de rodillas y besándome los pies, me dijo:
-Mi rey, acabo de caer en la cuenta que por mi culpa el secreto de esta pirámide corre peligro. Le pido que me permita llamar al D.F. para que cancelen la ayuda que solicité. ¡Todavía estamos a tiempo!
Disfrutando de la sumisión de la rubia pero sobretodo deseando comprobar hasta qué punto era leal a mí, no le expliqué que la madre del profesor con el que había hablado era “lacandona” y que por lo tanto no hacía falta.
-No me fio de ti- respondí.
La mujer al oírme, se echó a llorar al saber que por su comportamiento anterior, mis dudas eran lógicas. Buscando convencerme, me confesó:
-Si vienen otros miembros de la universidad, se apropiarán de nuestros descubrimientos.
Se arrepintió nada más terminar de hablar porque me había reconocido que lo único que le seguía importando era pasar a la posteridad como una gran arqueóloga y no es destino del que ya era mi pueblo.
-Sigues siendo una zorra- dije y deseando darle un escarmiento, le ordené: -Las zorras no llevan ropa, desde ahora y hasta que cambie de opinión, irás desnuda.
Tras lo cual la obligué a salir de la choza. Aunque mi idea había sido quedarme solo porque tenía muchas cosas en las que pensar, Yatzin no cogió la indirecta y viendo que me había sentado, se acercó a mí, diciendo:
-Puedo ayudar a mi rey, ¿Necesita que le relaje?
Sin pedir mi opinión, se arrodilló y metiendo su mano bajó mi túnica, empezó a acariciar mi entrepierna. Muerto de risa y recordando la misión de KuKulcan, la comenté:
-Te aviso que el Dios me ha ordenado esparcir mi semilla en todos los vientres que pueda.
Lo que no me esperaba fue que poniendo cara de putón desorejado, contestara:
-Mi cuerpo es tuyo- y recalcando sus palabras, buscó mi contacto subiéndose sobre mis rodillas.
No tardé en responder a su beso con pasión y ella al sentir que mis manos acariciaban su culo desnudo, sacó mi pene de su encierro mientras me decía:.
-Hazme madre.
Incapaz de contenerme, le separé las piernas y dejé que se incrustara mi miembro en su sexo. Contra toda lógica, era ella la más necesitada y quitándole la sudadera, redescubrí con placer la perfección de sus pechos. Dotados con unos pezones grandes y negros, sus pechos juveniles se me antojaron todavía más apetecibles que la primera vez y abriendo mi boca, me puse a mamar ese manjar con sus gemidos como música ambiente.
Olvido-Yatzin, contagiada por la pasión, se quedó quieta mientras lengua jugaba con los bordes de sus areolas. Poco a poco,  mis caricias se fueron haciendo cada vez más obsesivas y disfrutando de mi ataque, sus caderas comenzaron a moverse en busca del placer. Ajeno a su calentura y mientras mi pene se afianzaba dentro de su cueva, con mis manos sopesé el tamaño de sus senos y haciéndola disfrutar, pellizqué uno de sus pezones. Al sentir mi caricia, se mojó, haciendo correr su flujo por mis muslos.
-Fóllame, mi rey- suspiró totalmente indefensa.
Comprendí que me estaba retando y por eso cogiéndola en brazos la llevé hasta el colchón.
-Quiero tener un hijo- me soltó  con voz temblorosa.
Le respondí hundiendo mi cara entre sus piernas. Su sexo me esperaba completamente mojado y al pasar mi lengua por sus labios, el aroma a mujer necesitada inundó mi papilas. Recreándome en su sabor, recogí su flujo en mi boca mientras mis manos se apoderaban de sus pechos. Mi antigua compañera colaboró separando sus rodillas y posando su mano en mi cabeza, me soltó:
-Soy toda tuya.
Su confesión me termino de excitar y pellizcando nuevamente sus pezones, introduje mi lengua hasta el fondo de su sexo.  Yatzin bramó de gozo y reptando por la cama, me rogó que la penetrase. Haciendo caso omiso a su petición, seguí tanteando con mi lengua en el interior de su cueva hasta que comprendí que esa morena estaba lista.  Solo entonces,  puse la cabeza de mi glande entre los labios de su sexo.
-Tómame-, exigió moviendo sus caderas.
Comprendiendo que de no darme prisa se correría, de un solo arreón llené su sexo con mi pene. Mi concubina, al notar la cabeza de m glande chocando contra la pared de su vagina, gritó presa del deseo y retorciéndose como posesa, me pidió que la cogiera los pechos.  Obedeciendo me apoderé de sus senos y usándolos como ancla, me afiancé con ellos antes de comenzar un suave trote con nuestros cuerpos. Fue entonces su cuando,  berreando entre gemidos, gritó:
-Júrame que  no vas a parar hasta preñarme. Quiero pertenecerte y que tu simiente florezca en mi vientre.
Como eso era exactamente lo que deseaba, me hizo enloquecer y fuera de mí, incrementé mi velocidad de mis penetraciones. Yatzin respondió a mis esfuerzos con lujuria y sin importarle que sus gritos fueran oídos por mi pueblo, me chilló que no parara. El sonido de la selva no pudo acallar sus gemidos y completamente entregada a mí, se corrió nuevamente. Al querer yo también disfrutar, convertí mi lento trotar en un desbocado galope cuyo único fin era satisfacer mi lujuria.  Mientras alcanzaba mi meta, mi amante al soportar mi ataque unió uno tras otro una sucesión de ruidosos orgasmos.
Su rotunda entrega me terminó de excitar y por eso cuando con mi pene estaba a punto de sembrar su vientre, informé a mi concubina de lo que iba a ocurrir. Yatzin al oírlo, gritó alborozada que me corriera dentro de ella y contrayendo  los músculos de su vagina, obligó a mi pene a vaciarse en su vagina.
-Mi rey- sollozó al notar las explosiones de mi miembro en su interior y sin dejar que me apartara de ella, convirtió su sexo en una ordeñadora y no cejó hasta que vació todo el semen de mis huevos,
Agotado por el esfuerzo, me desplomé a su lado. La morena me abrazó y riendo, me soltó:
-Nunca creí que el pensar en quedarme embarazada me hiciera ser feliz. Durante toda mi vida, he disfrutado de mis parejas pero me sentía vacía. Ahora sé que se debía a que esperaba al hombre que me llenara.
Su confesión me hizo gracia y en plan de guasa, pregunté:
-¿Y ya lo has encontrado?
Muerta de risa al escuchar mi respuesta, se apoderó de mis huevos mientras me decía:
-Sí y aunque sea el elegido de un Dios, ¡Todavía no ha conseguido saciarme!…
Establezco el marco con el que asegurar el renacimiento del pueblo lacandón.
Mis primeras decisiones como líder de ese pueblo fue dotarle de los instrumentos económicos con los que afianzar su futuro. Acudiendo al mercado, transformé una pequeña parte del tesoro que me habían dado en dinero en metálico y con ello, me transformé en uno de los hombres más adinerados de México, para acto seguido comprar a través de un conocido participaciones en las empresas que cotizaban en la bolsa del país.
Una vez con esos paquetes en mi poder, nombré a personas de mi confianza en sus consejos y conseguí que dedicaran parte de sus recursos a invertir en la educación y la sanidad de la zona donde se ubicaba mi pueblo. Esa decisión provocó las dudas en el consejo de ancianos, el cual me pidió una reunión. En ella, fue Uxmal quien  las expresó.
Halach uinik, ¿Por qué permite que sean otros quien invierta aquí y no lo hacemos directamente?
Comprendiendo sus reticencias, contesté:
-Debemos ser cuidadosos mientras sigamos estando indefensos. Si mostramos al exterior que tenemos oro, vendrán a saquearnos. De este modo, para los demás seguiremos siendo un pueblo pobre del que nadie puede sacar nada.
Mi respuesta le satisfizo porque no en vano seguía la tradición centenaria de su gente que, siendo inmensamente ricos, habían ocultado su riqueza. Habiendo aclarado el tema, le anticipé mi siguiente paso:
-Siguiendo el mandato de KuKulcan, he concertado una cita con el Gobernador de Chiapas. En ella le vamos a pedir que dote al pueblo Lacandón de un territorio exclusivo en el que se aplique nuestras leyes.
Todos sin distinción estuvieron de acuerdo pero dudaron que fuera capaz de sacarle esa antigua reclamación:
-Jamás nos concederán ese tipo de autonomía.
Solté una carcajada, diciendo:
-¡Poderoso caballero es don dinero!
 Como en teoría yo solo era un asesor de ese pueblo, el consejo nombró unos representantes para entrevistarse con el mandatario local. La elección me sorprendió porque olvidándose del que había ejercido como su jefe durante años, Uxmal no estaba entre ellos. En cambio decidieron incluir a su hija Zulia a la que yo no conocía.
Al preguntarle la razón, el indígena me contestó:
-Zulia es entre todo mi pueblo la más capacitada para ello, no en vano, es de las pocas licenciadas con la que contamos.
Extrañado que en una sociedad tan machista, la hija del jefe hubiese estudiado en el exterior, pregunté:
-¿Qué ha cursado?
-Leyes y economía, mi rey.
Ante su respuesta, le mostré mi extrañeza de no haberla conocido antes. Creyendo que era una queja, contestó:
-Vive en Tuxtla Gutiérrez. Trabaja para el departamento de asuntos indígenas del estado.
“Vendrá estupendamente tener a alguien versado en el interior del gobierno”, pensé satisfecho. Al preguntarle cuando iba a conocerla, el antiguo jefe lacandón respondió:
-Le estará esperando en el palacio de gobierno.
Saber que no conocería a esa mujer hasta instantes antes de reunirme con el gobernador me molestó y por eso cambiando los planes, le informé:
-Como la reunión es el miércoles, llegaremos a esa ciudad el martes y así tendré tiempo de hablar con ella y que me cuente que es lo que ella piensa.
Nuevamente, Uxmal me malinterpretó y pidiéndome perdón de antemano, me soltó:
-Señor, como usted sabe mi hija le está reservada pero creí que no le urgía tomar otra esposa.
Como podréis comprender esa revelación me dejó de piedra y por eso midiendo mis palabras para que el indígena no se sintiera ofendido al pensar que rechazaba su retoño, contesté:
-No me urge pero si Zulia conoce los intríngulis del gobierno, me vendría bien conocer su punto de vista con anterioridad.
Uxmal respiró aliviado porque en su modo de pensar, el casamiento de su hija mayor exigía una fiesta y más se iba a unir con su rey. Una vez arreglado el malentendido, le expliqué pormenorizadamente mi plan….
La tarde anterior a la cita, junto con un  nutrido grupo de lacandones, Olvido-Yatzin y yo llegamos al hotel Camino Real. Mi concubina había elegido ese y no otro por su cercanía sin pensar en que dirían al vernos llegar. Siendo la cadena de lujo por excelencia de México, los empleados de la puerta nos cortaron el paso.  Solo cuando demostré que había pagado la reserva y amenacé con publicar en todos los periódicos que nos habían negado la entrada por racismo, el director salió y viendo el problema que se le avecinaba decidió dejarnos pasar. Sé que lo hizo a regañadientes y que por eso no relegó en un ala apartada del hotel.
Mi cabreo fue máximo y en mi mente decidí que lo primero que iba a hacer de vuelta a casa, iba ser dar un escarmiento a ese racista.  Durante siglos ese pueblo había recibido menosprecios sin responder y no pensaba dejar que eso siguiera siendo la norma.
“Este cabrón tiene los días contados en este Hotel”, vengativamente pensé.
Al entrar en el Hall a recoger nuestras llaves, vi que se acercaba hacia mí una belleza indígena. Morena de piel y diminuta de estatura no por ello dejaba de desprender a su alrededor un aura de extraño magnetismo. Supe que era Zulia desde que mis ojos se posaron en su cuerpo pero no tardé en confirmarlo cuando los otros miembros de la delegación se arrodillaron a sus pies. Fue entonces al honrarla cuando escuché por primera vez su título:
-¡Madre de Reyes!
La muchacha sabedora que su destino estaba unido al mío y sin importarle el que nunca nos hubiéramos visto, se inclinó ante mí diciendo:
-Señor, estoy honrada de conocer a mi rey.
Su voz grave y casi masculina contrastaba con la exquisita femineidad de su silueta pero a la vez tenía una suavidad que me erizó todos los vellos de mi piel. Cortado por desconocer cómo debía de dirigirme a ella en público, directamente se lo pregunté:
-Lo correcto sería “Cariñito” o “Amor” pero con Zulia será suficiente- bromeó luciendo una espléndida sonrisa.
La modernidad que demostró al reírse de ese ceremonial trasnochado me encantó pero no así uno de los ancianos que de muy mal humor le soltó:
-No le haga caso, debe tratarla como “Princesa”.
La regañina del viejo me hizo gracia y dotando a mi tono de una excesiva formalidad, le pedí que me acompañara diciendo:
-¿Podría escoltar a la excelsa princesa de mi pueblo a su habitación?
Mis palabras cayeron como un obús entre los lacandones porque, siguiendo su extraño protocolo, Zulia estaba bajo mi protección y por lo tanto debería dormir en mi choza. Como estábamos en un hotel, se suponía que debía de compartir mi cama. Al escuchar las quejas de mis súbditos, llevando a mi prometida a una esquina le informé que había prometido a su padre no adelantar nuestra unión:
-Se lo agradezco pero aunque no formalicemos nuestro matrimonio, aun así debo dormir con usted.
-Pues entonces no hablemos más- respondí y dirigiéndome a los miembros de la delegación, informé: -La princesa dormirá con vuestro rey.
Asumí que se habían dado por satisfechos cuando en silencio nos acompañaron hasta la habitación. En aquel momento no me fijé que Olvido había seguido nuestra conversación con cara de pocos amigos porque, no en vano, la presencia de esa monada directamente la delegaba a un segundo plano. Fue al llegar hasta nuestro cuarto cuando Zulia se quedó charlando con uno de los ancianos, la morena muy enfadada me comentó:
-¿Madre de reyes? ¡Si no mide ni siquiera un metro y medio!
-Así es- respondió desde la puerta Zulia: -Mido uno cuarenta y ocho.
Al mirarla, descubrí que seguía sonriendo como si no le hubiese afectado el insulto. Quitando hierro al asunto, pedí a mi concubina que me sirviera una copa. Ésta  viendo que había metido la pata, sin protestar fue al serví-bar y me puso un ron. La pequeña pero orgullosa dama aprovechó el momento para decirle a su rival:
-Sirvienta, ponle otra copa a la futura esposa de nuestro rey.  
Sé que fue poco apropiado pero no pude reprimir la carcajada al comprobar que Olvido refunfuñando cumplía la orden que había recibido. Al principio creí que motivada quizás por el miedo a recibir un castigo había claudicado pero me equivoqué porque de pronto al traérsela se la echó por encima, empapando por completo su vestido.
Os juro que pensé que iba a montar una buena pero en vez de ello y con una voz dulce, Zulia me rogó:
-¿Podría mi rey darse una vuelta por el hotel y no volver hasta dentro de media hora?
Comprendí que deliberadamente me estaba echando para ajustar las cuentas con la morena. Asumiendo que en algún momento ese enfrentamiento iba a ocurrir y que eso solo adelantaba acontecimientos, me despedí y huyendo de esa planta, me refugié en el bar.
Tal y como me pidió no volví a mi cuarto hasta pasados cuarenta y cinco minutos. Al entrar no me cupo duda de quién había ganado al ver a Olvido con un ojo morado peinando a la diminuta mujer que permanecía sentada totalmente desnuda.
Sin poder retirar la mirada del espectacular cuerpo de la cría, las saludé diciendo:
-Veo que habéis llegado a un acuerdo- y sentándome en una silla, pregunté a Zulia que problemas tendíamos con el gobernador.
La muchacha demostrando que tras esos ojos negros había una cabeza muy bien amueblada, me empezó a detallar uno por uno los escollos con los que nos encontraríamos sin ahorrar ningún detalle. Reconozco que me costó concentrarme en sus palabras y no en los pequeños pero perfectos pechos de la princesa. Esta con su discurso aprendido se explayó durante largo rato sin que le hiciera mella la calidez de mi mirada. Cada minuto que pasaba y ante el apabullante número de trabas, pensé que nuestra petición no tenía futuro porque era legalmente imposible el forzar esa autonomía indígena.
Pero entonces alzando tanto su voz como su diminuto cuerpo, me soltó:
-Sabiendo esto, prometí a mi padre que no fallaría a mi rey. Como sé de qué pie cojea el gobernador, mañana en la reunión, firmará el decreto reconociendo a los lacandones como pueblo y dotándolo de las cincuenta mil hectáreas que usted quería.
Disfrutando de su culo perfectamente contorneado y no por ello menos impresionado, tuve que preguntar como lo había conseguido. Zulia, sonriendo, contestó:
-De algo me ha debido servir tener unas fotos de ese hombre con su amante transexual pero también debo reconocer que aceptó gracias al cheque que usted le va a dar de un millón de dólares.
Descojonado  por la astucia de ese bicho de mujer, me atreví a agradecer su intervención con un beso en los labios. La muchacha obviando la presencia de mi concubina se dejó llevar y me respondió con pasión. Los duros pitones de la niña se clavaron en mi pecho y sin recordar la promesa que le hice a su viejo, la cogí entre mis brazos y la llevé hasta la cama.
Ella al observar que bajo mi pantalón, mi pene pedía que lo sacara de su encierro, murmuró en mi oído:
-Mi rey lo deseo pero no podemos fallar a nuestro pueblo- reconociendo que tenía toda la razón, la dejé de besar porque no me fiaba de no ceder a la tentación. 
Pero nuevamente esa chavala que no parecía haber roto nunca un plato, poniendo un gestó pícaro, llamó a Olvido y la ordenó:
-Desnúdate y vente a la cama. Mi futuro marido me va a hacer el amor a través de ti.
Esa peculiar orden sorprendió a la morena que, sin saber exactamente en qué iba a consistir su función, dejó caer su vestido y tímidamente  se tumbó junto a ella. Zulia, muerta de risa, la acogió entre sus brazos diciendo:
-Mi rey tiene buen gusto a la hora de elegir sus mujeres- y ante mi atónita mirada la besó mientras le decía: – Si vamos a compartir a nuestro hombre será mejor que seamos amigas.
Y recalcando sus palabras puso su pecho en la boca de la asustada concubina. Comprendí al instante los planes de esa cría y desnudándome, acudí a mi lugar entre las sábanas.Cómodamente tumbado en el colchón fui testigo de cómo se besaban. Tengo que reconocer que por mucho que estuviese ya acostumbrado a tener a dos mujeres en mi cama, ver a Olvido separando las rodillas de la princesa me excitó. Con una ternura inaudita con una mujer que solo media hora antes odiaba, la morena se agachó a sus pies y sensualmente empezó a darle besos en los tobillos mientras le decía que nunca tendría queja de ella.
“¡Qué maravilla!” exclamé mentalmente al observar cómo sacando la lengua, iba subiendo por sus piernas mientras dejaba un húmedo surco sobre la piel de Zulia.
La lacandona cada vez más excitada, pidió a mi concubina que se diera prisa porque quería ver a su rey tomándola pero Olvido ralentizó más si cabe la velocidad de sus caricias, de forma que cuando su boca ya estaba a escasos centímetros de su sexo, Zulia no pudo evitar empezar a gemir mientras con los dedos pellizcaba sus pezones.
-Amor mio, ¡Fóllame a través de esta puta!- rogó descompuesta.
No tardé en comprender que a la morena, la idea de compartirme con ella, le había sobre excitado y por eso cuando sintió que con mi mano acariciaba sus pechos, se volvió loca y cogiendo entre sus labios el clítoris de la mujercita, empezó a masturbarla con verdadera ansia.
-¡Mas!- chilló Zulia y llevando  un pezón hasta mi boca, me lo dio como ofrenda.
Aunque temía luego no poder contenerme, no me hice de rogar y abriendo mis labios, me apoderé de si aureola. Ella al sentir la humedad de mi boca justo en el momento en que Olvido le torturaba el botón de su sexo con un par de dedos, fue más de lo que pudo soportar y se corrió sonoramente sobre el colchón. La morena al saborear su placer, decidió prolongar su orgasmo con una serie de suaves mordiscos.
Fueron tantos y tan altos sus gemidos,  que ambos pudimos comprobar que esa mujer iba a ser una fiera en la cama. Entonces aprovechando que la postura de ambas me daba una inmejorable visión del culo de Olvido,  poniéndome a su espalda, acerqué mi miembro y me puse a juguetear con sus labios inferiores. Zulia al observar mi glande acariciando la vulva de nuestra concubina, gimió de deseo y besándome, me rogó:
-Fóllanos,
Como supondréis de antemano, obedecí metiendo mi pene en el interior de la morena
-¡Gracias!- gritó la susodicha al experimentar mi intrusión.
La total aceptación de la princesa quedó clara cuando presionando con sus manos la cabeza de la mujer, forzó nuevamente su contacto. Ésta agradecida se concentró en el clítoris de la cría mientras yo iba acelerando lentamente la velocidad de mis caderas.  La calentura de ambas se iba desbordando por momentos y con las de ellas, la mía. Acuciado por las ganas de disfrutar de esa mujercita pero tirándome a la otra, en un momento, le solté:
-He prometido a tu padre que no te desvirgaría pero nada he dicho sobre tu culo.
-Será tuyo en su día – contestó con un deje de rabia- pero ahora, fóllate a nuestra putita sin contemplaciones-
Su oferta me dio alas y agarrando a la morena de las caderas, profundicé en mis embestidas. Usando mi pene apuñalé su sexo con ferocidad. Mi nuevo ímpetu provocó que Zulia deseara saber que se sentía al ser poseída por un hombre y elevando la cota de su excitación hasta límites nunca antes experimentados, gritara:
-Me corro.
Su entrega fue la gota que derramó el vaso de Olvido, la cual, uniéndose a su princesa, abrió la espita de su coño derramando su flujo por mis piernas. Demasiado excitado para aguantar más, permití que mi miembro se liberara y con una copiosa eyaculación, sembré de blanca simiente la vagina de mi concubina.
Satisfecha, Zulia me abrazó diciendo:
-Gracias mi rey por hacerme disfrutar tanto sin tocarme pero como sabes es tu deber dar a nuestro pueblo muchos descendientes… – y poniendo voz de puta, me soltó: -¿Te apetece que repitamos?
 
 

Para comentarios, también tenéis mi email:

golfoenmadrid@hotmail.es


 Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/

 

 

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

 

 

Relato erótico: “La infiel Diana y sus cornudos (Adrián) parte 8” (PUBLICADO POR BOSTMUTRU)

$
0
0

El día siguiente me levante temprano con una sensación de intranquilidad me aliste y me fui a la universidad a media mañana llame a Diana al celular no me contesto ya me imaginaba que estaba ocupada haciendo de las suyas, al medio día al salir de clases intente nuevamente ahí me contesto Diana se escuchaba música de reggaetón a mucho volumen también se oían risas, al contestar se le escuchaba la voz algo agitada diciéndome…. Ho la aamor como e est as…. Yo bien amor tu estas bien…. Siii…. Se te escucha raro…. Es quee estamoss bailan do re ggae tón. De repente al fondo se escuchó que le gritaron…. Perrea Diana perrea…. seguido de muchas risas, le pregunte que pasa ella solo respondió…. Nadaaa a mor solo baiiilo jejejeee…. Donde estas…. En u na finca amor te dejo quee mee están jodiendo toda aa…. Que, que…. Mi familia me está molestando bye amorrr aaa. Se escucharon risas y se cortó la comunicación.

Era obvio para mí que se la estaban cogiendo, Yo termine con una erección en mis pantalones me sentía cornudo quería ver lo que estaría haciendo, ya quería llegar a casa y hacerme una paja tome el bus fueron 30 minutos de un viaje que se me hizo largo al llegar a la unidad uno de los porteros de nombre Luis de unos 40 años, corpulento 1.70 mts con bigote algunas canas, me abre la puerta en eso llega el otro portero Daniel de 30 años, negro, 1.80 mts de cuerpo musculado ejercitado de apariencia intimidante, al verme me saluda con una gran sonrisa…. Buena tarde don Adrián… buena tarde respondo, en seguida se dirige a Luis…. rápido Luis aproveche vaya donde don Javier que le tiene una buena sorpresa.

Me dirigí a casa al pasar por la casa de Javier se escuchaba música de Reggaetón a un alto volumen, se me hizo un nudo en el estómago sentía que se me iba a reventar la verga de lo excitado que estaba al entrar me encuentro a mi padre (Fernando) de 45 años, 1.70mts, cabello canoso, delgado algo barrigón y a mi madre (Lucia) de 41 años, 1.65, cabello negro lizo hasta los hombros, ojos café, y un rostro hermoso de cuerpo estilizado como el de una modelo que a pesar de su edad lo conserva muy bien con una cola redonda, respingona y senos de tamaño mediano, tenía puesta una blusa azul oscura con los hombros destapados con boleritos que cubría sus senos y no llevaba sostén para que no se le notaran las tiritas también traía un pantalón de mezclilla blanco ceñido al cuerpo que dejaba ver su hermosa figura como si fuera una segunda piel y unas sandalias blancas, se encontraban almorzando me saludan, mamá se empieza aquejar diciendo…. Este viejito de al lado invito a unos amigos y todo el día a puesto esa música ya me tiene cansada les avise al portero para que le pidiera que le bajara a esa música pero nada y eso se escucha una gritería y risas. En eso papá dice…. Jejeje esa gritería yo creo que el vecino contrato una putica jajaja…. Hay Fernando dice mi mamá…. Pero es cierto se alcanzan a escuchar los jadeos y gritos de una mujer quien ve a ese viejito se la está pasando bueno jajaja. Y era cierto si se ponía atención entre la música se escuchaban los gritos de una mujer que para mí eran familiares y conocidos por suerte mis padres no se daban cuenta de que la que estaba gritando y jadiando era mi dulce noviecita a la cual ellos apreciaban y querían casi como una hija la cual decían que era lo mejor que me había pasado. Mi madre toda indignada solo decía viejo verde y pervertido voy a tener que ir yo a decirle que pare esa fiestecita que acá vivimos familias decentes, al escuchar eso sentí que el mundo se me venía encima donde mi madre fuera y se enterara que la que se están cogiendo es a mi novia, por suerte papá logro calmarla y decirle que no se metiera que para que crear broncas con los vecinos que mejor llevar las cosas tranquilas…. Si mamá además vi a Luis que iba para la casa de don Javier….

Ojala logre que el vecino le baje a ese escándalo que ya no me lo aguanto más. Mi madre molesta me sirvió de comer mientras escuchábamos la fiesta del vecino con los jadeos y gritos de mi novia, fue algo incómodo mis padres terminaron de comer, papá dijo que tenía que ir a la oficina que se le quedaron unos papeles que necesitaba revisar para hacer unos pedidos de unos insumos que no se iba a demorar, le dio un beso a mi madre se despidió de mí y se fue yo termine de comer subí a mi habitación cerré con llave la puerta me empecé hacer una paja mientras pensaba en como don Javier se cogía a mi novia, habían pasado 30 minutos desde que llegue a casa mientras me masturbaba sonó la puerta de mi habitación era mi mamá…. Adrián abra que hace…. Estaba durmiendo mamá…. Vaya donde el vecino y le dice que pare ese escándalo…. No mamá yo no quiero problemas con el vecino…. Usted no es capaz de nada no me va tocar ir a mi…. No mamá espere. Escuche los pasos retirarse intente ponerme los pantalones rápido para alcanzarla pero fue tarde alcance a escuchar la puerta de la casa cerrarse.

Un frio me recorrió el cuerpo de solo pensar que mi madre descubriera que Diana era una putica y como ella es tan orgullosa siempre dando una buena imagen hacia los demás de familia modelo y que su hijo tuviera una relación formal con una zorrita la iba a dejar con la dignidad por el suelo, solo me senté a esperar lo peor 30 minutos después escuche la puerta salí a ver era mi padre me pregunto por mamá le dije que salió pregunto para donde le mentí le dije que no sabía pero ya se había demorado eso me tenía nervioso, la música, los gritos, risas y escandalo seguían mientras tanto mi papá y yo nos pusimos a ver televisión, media hora después mamá llego se veía extraña algo sudada al ver a mi padre se sobresaltó se puso nerviosa.

Mi padre al verla le pregunto dónde estaba ella le respondió que salió a caminar que hacía mucho calor que se iba bañar se fue rápidamente como evitando a mi padre y se metió en el baño mi padre me miro extrañado y siguió viendo la televisión media hora después la música seso subí al segundo piso y desde una ventana alcance a ver a salir cuatro viejos de la casa de don Javier riendo y hablando, 20 minutos después vi quien parecía a Diana salir rápidamente para no ser descubierta.

A eso de las 8 de la noche me llamo Javier me dijo que fuera a su casa que tenía mucho que contarme, me dirigí rápido a su casa salí sin que mis padres se dieran cuenta, al llegar Javier me recibió con una gran sonrisa me dijo adelante me invito a sentarme en el sofá me dijo ponte cómodo mientras me decía eso desabotono su pantalón y se lo quito junto con su bóxer dejando ver su poya morcillona colgando junto a sus enormes pelotas, empecé a quitarme el pantalón y la ropa interior me senté en el sofá ya traía una erección Javier al verme rio y me dijo …. cornudito que putito eres, mira que te tengo una sorpresa y esta vez me prepare bien para que lo puedas disfrutar.

En esas saco una video cámara casera la conecto al televisor saco un pequeño control que tenía la cámara se sentó al lado mío y me dijo…. Tu noviecita vino esta mañana a eso de las 9 y vieras la pasamos muy bien la muy puta se vino con un vestido de una pieza rojo de falda cortica a medio muslo vieras como se le veían esas piernotas tan torneadas y provocadoras la faldita tenia vuelo y aun así se le notaba ese culote redondo y delicioso que se gasta y con esos tacones de aguja negros lo hacía resaltar más, de la cintura para arriba el vestido le quedaba ceñido dejándole ver esa silueta de guitarra en ese abdomen traía un cinturón negro ancho, el vestido no tenía mangas era un straple que se veía increíble conteniendo ese par de tetas gordas perfectas y suculentas que tiene tu noviecita, su cabello lo llevaba lizo con una línea en su lado derecho sus ojos delineados y esos apetecibles labios de color rojo. Claro que sabía a qué vestido se refería yo se lo regale me costó mucho dinero se veía espectacular con él.

Javier continuo diciéndome…. ella ya sabía a qué venia al verme entro muy coqueta bamboleando esas caderas haciendo que se moviera ese apetitoso trasero llegamos hasta la sala dio la vuelta y empezó besarme dulcemente disfrutándolo saboree esos suaves y hermosos labios la pasión aumento y nos comimos nuestras lenguas al terminar la muy puta me dijo hola don Javier vine para recibir la lección…. Claro amor vas a ver que hoy vas a recibir una lección que te va a servir para toda la vida. Luego saque la videocámara la acomode en esta mesita de centro apuntando hacia nosotros Diana al verla me dijo que no quería que la grabara le dije que se tranquilizara que esto iba hacer para uso privado y que le iba a dar una copia para que ella también lo disfrutar, le prometí que no le iba a mostrar a nadie el video, ella me sonrió prendí la cámara nos empezamos apegar un morreo delicioso. Ahora putico sumiso ya sabes que hacer miro a su entrepierna pude ver esa verga totalmente parada enorme instintivamente estire mi mano empecé a tocársela la apreté entre mis dedos y empecé a subir y bajar mi mano el solo me dijo… aaa si cornudito. Tomo el control y le dio play.

La pantalla se encendió pude ver a mi novia con don Javier besándose muy apasionadamente mientras este la manoseaba y le metía la mano por debajo de su falda agarrándole ese culote le habría esas nalgotas con las dos manos y le metía los dedos, le pasaba la mano por su chochita metiendo su mano entre las bragas mientras tanto mi dulce Diana lo besaba y le agarraba el bulto sobre el pantalón que se veía marcado la pobres se veía desesperada le pidió por favor que si le podía chupar la poya Javier no la quiso dejar esperando la tomo de los hombros la hizo arrodillar, ella empezó a desabrochar rápido su pantalón se lo quito junto con su ropa interior se le podía ver esos 23 cm de carne gorda totalmente parado palpitando Diana no se pudo contener lo tomo con sus manitas y lo empezó a chupar, el viejo solo gemía le decía lo rico que lo hacía que era una experta mamona ella solo chupaba le pasaba la lengua por todo el tronco se iba hasta las pelotas las lamia se las metía a la boca y las chupaba luego se metía la verga a su boca y chupaba así estuvo un rato hasta que el viejo la detuvo le dijo que se sentara en el sofá y abriera las piernas Javier se arrodillo entre ellas cogió su diminuta tanguita blanca que apenas cubría ese chochito carnoso la corrió hacia un lado y se lo empezó a comer con gula mi novia empezó a gemir y a retorcerse pidiendo más, tenía una cara de puta que no podía con ella la tuvo un rato así gimiendo cuando su vagina estuvo mojada escurriendo sus jugos la dejo al borde del sofá se enderezó le puso sus piernas en los hombros y la embistió clavándole todo ese pedazo de carne en sus entrañas mi novia solo grito y le dijo…. Aaahh me abriste toda que grande sos aaahh…. Y tu tan apretadita mami a pesar de ser una putica siento que me aprietas la verga mmmm. Solo veía como la empezó a taladrar primero despacio luego rápido haciéndola gemir de placer mientras la clavaba le agarraba las tetas, le bajo el straple dejándole al aire ese par de tetas gordas las cual apretó y chupo a gusto.

Javier se la saco y se sentó al lado de ella en el sofá, Diana se iba a quitar la ropa pero Javier la detuvo le dijo que se la quería coger con esa ropita puesta Diana le dijo que no que mejor se la quitaba por que no la quería ensuciar y que además era un regalo de su novio Javier solo la puso de ladito con la tanguita corrida a un lado y se la clavo entera se rio y le dijo zorrita y la empezó a bombear sin misericordia mientras le apretaba una teta y le besaba el cuello haciéndola delirar y gemir de placer tenía la mirada perdida siguió así un rato hasta que ella no aguanto, su mirada se puso perdida y se empezó a venir su chochita escurría y mojaba toda la vega de Javier mientras este seguía entrando y saliendo de ella sin parar el cuerpo de mi pobre novia empezó a convulsionar en un orgasmo intenso que la hizo gritar y casi desvanecer.

Después en el video vi como la acomodo en cuatro subiéndole la faldita sobre la espalda y bajándole la tanguita a medio muslo para después abrirle esas nalgotas dejando expuesto ese anito rosadito y cerrado empezó a pasarle un dedo en forma circular por su anito lo cual provocaba gemiditos en ella después vi como Javier abriéndole esas nalgas entierra su cara en ella y empieza a pasarle la lengua por su ano lamiendo devorándolo para después enterrar su lengua en el sacándola y metiéndola Diana solo paro más el culo facilitándole el trabajo pidiéndole que le chupara el culo, el viejo verde se lo estuvo trabajando hasta que se lo dejo dilatado cuando lo consiguió y se lo dejo bien lubricado le agarro una nalga se la abrió con la otra cogió sus 23cm de humanidad gorda y venosa lo apunto a su ano y lo empezó a empujar con fuerza al sentir que esa morcilla iba a atravesar su dilatado anito empezó a gemir y a decirle…. No don Javier es muy grande me va a partir…. Tranquila puta no te hagas la estrecha conmigo estoy seguro que no es la primera verga que te rompe el culo más bien relájate para que te entre bien. El viejo siguió haciendo fuerza hasta que logro meterle la cabeza mi novia abrió los ojos todo lo que podía y dio un grito más bien un quejido aahhh se me abrió el culo…. Tranquila bebe todavía faltan como 20 cm. Acto seguido se los dejo ir todos de un empujo hasta sus enormes pelotas chocaron contra su concha mi dulce novia solo dio un grito…. Aaaah mi culito me lo partió todo…. Bebe que rico se siente lo tienes bien apretado te lo voy a dejar adentro para que te acostumbres. Se quedó quieto un rato hasta que pude ver como Diana comenzaba a mover su cola en forma circular y hacer fuerza hacia atrás para enterrarse toda la verga al ver esto Javier empezó a sacar y a meter su poya cada vez más rápido hasta que cogió buen ritmo mi novia estaba entregada totalmente Javier se aferró a sus caderas y le empezó a dar duro las deliciosas tetas de mi novia se bamboleaban sin control sus pezones estaban hinchados y en punta de la excitación que traía…. Sí que rico culo tienes Dianita no puedo creer que te lo esté clavando no sabes cuánto tiempo espere este momento aaahh siii que buena estas mamacita rica…. Aaahh Siga así dooon Javier que ricaaaa po yaaa tiene sígamela metiendo aaaahh la siento toda cuando me la mete aaaahh que rico me abre el culo aaahhh. Le estuvo dando por el culo como 10 minutos en medio de un concierto de gemido hasta que el amor de mi vida le dijo que se iba a venir de nuevo don Javier le dijo…. veinte guarra que yo también voy acabar y te voy a llenar el culo de leche, mi novia empezó a gemir y convulsionar en un orgasmo su coñito empezó a aventar sus juguitos sus brazos flaquearon y callo de cara sobre el sofá con los ojos casi en blanco con cada convulsión le apretaba la verga a mi viejo vecino…. A puta me aprietas la verga como me ordeñas perra toma mi leche solo veía como sus enormes pelotas se contraían y le llenaban el culo de leche Javier cayó encima de ella con la verga todavía enterraba la tuvo metida hasta que empezó a perder dureza.

Yo mientras tanto me hacia una paja como loco con la mi mano toda untada de líquido preseminal de la verga chorreante de Don Javier la tenía durísima y toda lubricada de sus jugos la masturbaba a buen ritmo yo la miraba y el viejo solo gemía y me felicitaba por el buen trabajo y por lo buena que estaba la puta de mi novia de repente escucho aplauso y que felicitan a Don Javier cuando veo el video veo a cuatro viejos de entre 60 y 70 años no tan bien conservado como Javier, arrugados de carnes flácidas algo de barriga totalmente desnudos pero con unas poyas impresionantes grandes de buen tamaño alrededor de 20cm totalmente paradas con unas pelotas grandes que les colgaban mucho veo como mi vecino le saca la verga a mi novia ella algo asustada intenta acomodarse las tetas en el vestido y subirse la tanga.

Un viejo le dice…. Y esta es la putica de la que nos hablaste…. Sí que te parece respondió Javier…. Que es una profesional la putica sabe y cuantos añitos es que tiene…. 21 años y mira no está rica?…. ufff 21 si está bien buena y por lo que vimos hace de todo creo que vamos a gastar una buena platica hoy…. Vas a ver que si vale la pena respondió Javier. Diana asustada le dijo a Javier…. Que significa esto Javier que está pasando…. Nada Diana es que le hable a unos amigos de ti y me rogaron por conocerte a fondo jajaja…. No Javier yo mejor me voy. Uno de los viejos le dijo…. Nada de eso mamita ya pagamos por adelantado y no aceptamos devoluciones después de ver lo rica que estas. Diana intento coger su bolso e irse pero la atajaron uno de los viejos se puso detrás de ella y le tapó la boca los otros dos la agarraron de los brazos y piernas levantándola dejándola en el aire con las piernas abiertas el ultimo viejo le agarro la tanguita y se la arranco dejándole el coñito abultado, gordito y baboso expuesto el viejo se puso entre sus piernas y rápidamente se la metió entera Diana intento gemir pero con su boca tapada su gemido fue ahogado. Javier dijo mejor pongo la música para que empiece esta fiesta, fue al equipo de sonido y puso una emisora de reggaetón y subió el volumen a un nivel alto acto seguido toma la cámara y empieza a filmar la culeada que le estaba metiendo el viejo a mi novia con la música alta el viejo de atrás le soltó la boca sus manos fueron directas a ese enorme par de tetas se las saco del vestido y se las empezó a apretar, mi pobre novia empezó a decir…. no me la meta más aaahhh por favooor dejen me iiirrr aaa mmm me la estaaan metiendoo y sacandooo mmm aaahh siiii si me dejaaann iirr noo dire nada aaahhh siiiii mmmm. El viejo la seguía bombeando mi pobre novia ultrajada solo gemía y gemía estuvieron así 10 minutos hasta que ella empezó a blanquear los ojos a arquear su cuerpo y empezar a moverse erráticamente y a gemir fuertemente el viejo solo dijo me está apretando la verga a que rico puta de repente se ve como mi novia empieza a venirse toda gritando de placer el viejo no aguanta le saca la poya y se le viene encima echándole semen sobre el vestido y su cuquita se la dejo toda enlechada los demás viejos solo lo felicitaban y le decían lo bien que se cogió a esa puta.

La dejaron sobre el sofá adormilada por el orgasmo con las piernas abiertas de inmediatamente el viejo que le había agarrado las tetas le subió las piernas a sus hombros y la empezó a bombear como si no hubiera un mañana le daba duro a mi dulce novia no le quedó otra que empezar a gemir y pedir por favor que parara solo veía como la tranca del viejo le abría la cuquita a mi novia la cual se le veía hinchada y babeante, Diana solo le decía pare aaauuuhh por favooorrr me está matando aaaahh siiiiii no voy aguantaaaar muchooo aaaahh mmmm siiiii aaaahhh. Mi novia tuvo otro orgasmo el viejo dijo…. Si tienes razón esta puta aprieta cuando se viene aaahhh que buena es esta zorra. Y la siguió cogiendo 10 minutos más sin importarle que quedara como ida por el orgasmo hasta que sintió que la pobre se volvía a venir y le apretó la vega al viejo otra vez que esta vez no aguanto y se vino llenándola de semen en lo más profundo de su matriz el viejo se la empujo 5 veces y con cada empujón le metía un trallazo de leche que al parecer fue mucha ya que cuando le saco el pene de la vagina de mi novia empezó a brotar goterones de un semen amarillento, todos reían y estaban felices, pude ver en el hermoso rostro de Diana una sonrisa con su mirada perdida como si estuviera en éxtasis.

Uno de los viejos que faltaba por cogérsela se sentó al lado de ella y le dijo ya sabes que hacer y se empezó a sacudir su enorme pene, Diana solo lo miro, miro su verga y como autómata se subió sobre el con su manita le agarro la verga la dirigió a su coñito y empezó a metérsela Diana empezó a gemir el viejo le dice…. Así guarrita cabálgame como una profesional. Mi novia empezó a mover las caderas en forma circular después a subir y a bajar arqueo su cuerpo hacia atrás dejando expuestas esas enormes tetas el viejo al ver esos pezones rosados todos brotados y en punta se los agarro los empezó a estirar y a retorcer mi novia solo gritaba de repente le cogió las tetas se las apretó y las trajo hacia él se las empezó a chupar con gula duro sacándole gemidos, luego le paso los brazos rodeándola por esa suave espalda quedando totalmente sobre el dejándole ese delicioso redondo y carnoso culo expuesto mientras el viejo le seguía chupando las tetas y mi novia no dejaba de moverse cabalgándolo con gran maestría, el viejo se sacó la deliciosa teta de su boca y mirando a su amigo que faltaba por follarla y le dijo…. Ese culo está pidiendo a gritos una verga. El viejo no la hizo esperar se fue detrás de mí noviecita que lo miro con cara de puta y jadiando, el viejo solo le puso el glande de su enorme morcilla en su ano rosadito y dilatado para después empujársela y dejársela ir toda hasta chocar contra sus nalgas Diana solo emitió un grito de dolor y placer, yo veía alucinado mientras le hacía una paja a don Javier como le hacían una doble penetración un par de viejos a mi dulce y bella novia, un par de viejos que podrían ser sus abuelos, ese par de abuelos se sincronizaron mientras uno se la enterraba el otro casi se la sacaba toda y se la volvía a meter entera así la tuvieron a buen ritmo mientras la cogían le apretaban, le chupaban las tetas y la nalgueaban así estuvieron como a los 10 minutos cuando se escucha el timbre de la puerta, Javier dijo …. Puta madre ahora quien será, le pidió a uno de los viejos que siguiera grabando mientras el miraba a ver qué pasaba se puso el pantalón y salió a ver quién era.

3 minutos después entra con Daniel uno de los porteros, Javier le dice…. Mire Daniel es que estamos en medio de una fiesta como nos va a quitar la musiquita, Daniel con los ojos afuera viendo como dos viejos se cogían a mi novia le dice…. Don Javier esa no es la novia de don Adrian…. Si es tremenda puta la zorrita vieras como le gusta la verga…. Se nota mira como lo disfruta la muy puta, yo nunca me imaginé que fuera tan putica se veía toda linda y decente quien ve a la condenada pero sí que está muy buena mírale ese culo y ese par de tetas como goza…. Si las que menos corren vuelan y esta le encanta que se la cojan…. Uuuyy no me diga eso que desde que la vi le tengo unas ganas de metérsela por ese culo y llenarla de leche…. A pero bueno Daniel por que no arreglamos así nos deja seguir la fiestecita con mis amigos y a cambio se la coge para que se quite esas ganas…. Uff claro yo no voy a desaprovechar le tomó la palabra pero con una condición…. ¿Cuál?…. que no me vaya a dejar a Luis fuera de esta fiesta que él también le tiene unas ganas cada vez que la ve entrar a la unidad me dice que se la quiere meter…. Bueno después de que terminen este par de viejos sigue usted y después va a llamar a Luis para que pase un buen rato al final la compartimos y todos felices. En eso los viejos seguían dándole mi novia gimiendo entregada al placer mientras ese par de viejos la usaban, en eso mi novia empieza a gemir fuertemente a poner los ojos en blanco y a tener espasmos mi novia se empezó a venir su coño empezó a chorrear los viejos no aguantaron y le empezaron a llenar los intestinos y la matriz de pura leche se descargaron dentro de ella con todo, mi novia quedo agotada entre los viejos.

Daniel apurado ya se había quitado la ropa dejando ver su cuerpo musculado definido con una enorme poya negra de 24 cm más gruesa que la de Javier circuncidada, venosa con unas pelotas grandes totalmente depilada les dijo…. bueno me toca, los viejos dejaron tirada a Diana en el sofá que al ver la enorme poya que le iba a tocar le regalo una sonrisa llena de perversión, Daniel le quito el vestido que lo traía todo arrugado en su cintura con él le limpio en semen que le dejaron los viejos en su chocho y en el culo, cogió del pelo la hizo arrodillar y le dijo chúpala rápido que no tengo mucho tiempo acto seguido le clavo la poya en la boca a mi novia quien como podía intentaba chupar ese enorme pene Daniel gemía y la felicitaba por la buena puta que era, luego la tiro al sofá la abrió de piernas y la clavo le empezó dándole duro Diana solo gritaba e intentaba resistir las embestidas, la enorme verga negra de Daniel la abría toda y le estiraba las paredes vaginales la pobre gemía y rápidamente le saco un orgasmo su mirada se puso vidriosa perdida su cuerpo se empezó a sacudir y a venirse el negro solo decía a mierda esta perra se vino y me está ahorcando la verga aaahhh sí que buena esta, luego se la saco la volteo la puso en cuatro sobre el sofá y la empezó a follar como si nada mi novia babeaba gemía y se reía como tonta así la tuvo un rato hasta que se la saco, luego la llevo hasta el comedor la puso boca abajo sobre el la mitad de su cuerpo sobre la mesa sus pies en el suelo le hizo empinar el culo le abrió las nalgas con ambas manos y con la verga dura como una barra de metal le empezó a perforar el culo lentamente mi novia puso cara de sorpresa cuando ese tremendo invasor la empezó abrir como pudo resistió hasta que tuvo los 24 cm totalmente en sus entrañas se la dejo un rato ahí metida para que se acostumbrara en eso se escucha el sonido de un celular timbrando Javier fue al bolso de Diana y saco su celular miro quien llamaba y dijo…. Es el cornudo silencio todos, contéstale Dianita…. No don Javier aaauu no que tengo esta poyota dentro del culo aaayy no le voy a poder hablaaar…. Tranquila vas a ver que si puedes.

Javier contesto y le paso a mi pobre novia el teléfono que se vio forzada a contestar en esas Daniel empezó a moverse a meter y a sacar su verga le las entrañas de mi novia que resistía mientras me hablaba, Daniel cogió buen ritmo mi novia con cara de puta con el teléfono en su mano junto al oído trataba de disimular, de un momento a otro alguien grito perrea y empezaron a corear perrea Diana perrea, mi novia obedientemente mientras me hablaba paro el culo y lo empezó a mover arriba y abajo con la poya de Daniel dentro del culo entrando y saliendo al ritmo de la música, mi novia como pudo me hablo cuando ya vio que no pudo más se despidió de mí y me colgó para poder gritar y gemir de placer mientras todos reían y se burlaban de mi diciéndome lo estúpido y cornudo que era Diana siguió moviéndose como poseída entregada al placer, Daniel la estuvo cogiendo como por 20 minutos con diferentes poses se la clavaba en la vagina en el culo hasta que los llegaron al orgasmo al mismo tiempo Daniel se le vino adentro de su chochito después se la saco le pidió que le limpiara la verga mi novia agotada le cogió esa verga morcillona la empezó a chupar hasta dejarla limpia y reluciente.

Daniel empezó a vestirse rápido le dijo a Javier…. Ya le mando a Luis don Javier. Javier le dijo…. Ok dejémosla descansar mientras viene Luis.

En el video se ve un corte y después se ve a Luis ya sin ropa con una poya gruesa de 20 cm parada se acerca a mi novia que está en el sofá la acaricia le toca las tetas el culo se la monta encima la empieza a besar Diana le corresponde mientras lo hacen Luis empieza a buscar su chochita con su pene cuando lo encuentra se la empieza a meter mi novia empieza a cabalgar se siguen besando después Luis le coge ese par de tetas gordas y las empieza a chupar como si la estuviera ordeñando estuvieron un rato así cabalgando y chupándole las tetas luego la acostó la siguió cogiendo después la puso en cuatro la siguió cogiendo llevaba 30 minutos cogiéndola hasta que decidió que la quería encular así que sin más la empezó a coger por el culo mi novia gozaba como loca gemía de placer estaba totalmente entregada estaban en esas cuando de repente suena el timbre de la puerta, Javier emputado dijo… ahora quien puta madre será. Se fue a abrir la puerta dejando que la filmación de la película porno con mi novia como protagonista siguiera.

Cual fue la sorpresa cuando mi mamá entra sin pedir permiso toda indignada a parar la fiesta y se encuentra con la imagen de mi novia en cuatro patas en medio de la sala con el vigilante detrás de ella metiéndole un trozo de carne gorda que tiene por poya en ese culo redondo, parado, hermoso, perfecto sin ningún defecto con sus enormes tetas con los pezones a reventar bamboleándose totalmente entregada con cara de puta gimiendo de placer pidiendo más verga, junto a cuatro viejos totalmente desnudos con unas enormes poyas totalmente paradas masturbándose viendo y grabando como se cogen a su nuera, la dulce y tierna niña que creía que era la mejor mujer para su hijo la cual idealizaban como la mujer perfecta para que formara parte de su familia. Horrorizada por lo que veía solamente dijo…. Diana que significa esto por Dios?, mi novia en un momento de conciencia reconoció la voz y la imagen de su suegra y asustada solo respondió…. Lucia no es lo que parece…. Que no es lo que parece Luis el vigilante te la está metiendo….aaahh puedo explicarlooo…. Que vas a explicar…. Mire Lucia esas poyas son tan enormes aaah uno no es de piedra mmnnn uno no se puede resistir…. Y mi hijo acaso no te importa…. Siiii aahhh siii me importa pero el no sabe satisfacer aauuu las necesidades de mmnnn una mujer como yo aaahhh necesito que me lleven al límite asiiiii y me hagan sentir mujer aaahhh Javier sabeee como aaahhh y la tiene maaasss grandeee que su hijo aaayyy…. Eso no es excusa me equivoque con usted, usted es una puta completa…. Eso lo dice mmmnn por que nooo le ha pasa do pero deje queee don Javier le muestre aaahh como y me vaaa a entender aaahh que rico Luis.

En esos se ve como Javier llega por detrás de mi madre le entierra el bulto entre las nalgas sobre el pantalón al sentir el enorme bulto de Javier mi madre sintiéndose sorprendida no le queda más que gemir, gemido que fue tapado por una mano de Javier, mi madre trato de zafarse pero mi vecino la sujeto paso su mano libre por el frente desabrochando rápidamente el pantalón blanco de mi madre y metiendo su mano rápidamente en su vagina, por el movimiento que se veía sobre el pantalón se notaba que jugaba con su clítoris, la pobre solo lanzaba gemidos ahogados por la mano de Javier mientras veían como Luis seguía enculando a mi novia, momentos después Luis anuncio que iba a acabar pego un bufido y empezó a descargarse en los intestinos de mi novia le metía penetradas profunda y eyaculaba dentro de ella podía verse como los testículos de Luis se contraían con cada lechazo que le daba mientras mi novia gemía y de su vagina empezaron a brotar sus jugos en un intenso orgasmo en ese momento mi madre gimió intensamente casi se cae como si sus piernas flaquearan sus ojos se blanquearon Javier no la dejó caer y la siguió dediando mientras dijo…. Huy Dianita tu suegra se vino me mojo toda la mano yo creo que le gusto verte correr y como te llenaban el culo jajaja. Luis respondió…. Doña Lucia quien la ve también le gusta las guarradas. Diana le dijo…. Suegra esto es muy rico.

Luis le saco la verga ya toda morcillona y de inmediatamente del culote dilatado de mi novia le empezó a salir goterones de leche para después caer al suelo toda sudada y agitada, Javier tiro a mi madre sobre la mesa del comedor boca abajo con sus piernas colgando agitada por el orgasmo, Javier se quitó el pantalón dejando ver sus 23 cm en pie de guerra nuevamente, Lucia al ver el tamaño de su miembro abrió los ojos totalmente sorprendida dijo…. Es muy grande muchísimo más grande que la de mi marido y muchísimo más gruesa. Mi novia le respondió…. Si también es muchísimo más grande que la de Adrián. Javier empezó a bajarle el pantalón blanco a Lucia hasta las rodillas dejando ver un panti algo grande Javier le Dijo a mi madre…. Esta algo grande tu interior a mí me gustan más las tanguitas pequeñas además tenes un buen culo para que te lo tapes con esa ropa interior para la próxima vez que te coja te quiero ver con tanguitas que se te metan por ese hermoso culo. Acto seguido le bajo el interior hasta las rodillas intento sujetárselas pero Javier fue más rápido.

Desde atrás se pudo ver el hermoso culo de mi madre redondo bien parado y su cuquita peludita, carnosita. Javier se deleitó se pasó la lengua por la boca con sus manos la agarro de las nalgas la acomodo dejándola empinada para después decirle…. Perdón por hacerte esperar Lucia por cierto me gustan los coñitos depilados. Rápidamente le acomodo la poya en la entrada de su mojada vagina y se la empujo toda hasta adentro mi madre intento poner una mano en el abdomen de Javier y decir nooo pero fue tarde ya se lo había clavado toda mi madre solo grito al sentir como la abrió toda esa descomunal verga, Javier exclamo…. Aaahhh mierda que apretada estas Lucia Fernando la debe tener muy pequeña por que la tienes tan cerrada como la de tu nuera en tu familia como que las tiene pequeñas pero no te preocupes de ahora en adelante te voy a dar un buen uso…. Nooo Javier aaahhh la tienes muy grande siento que me abriste toda aaaayyy sácala por favor mmmnn aaahh…. Nada de eso cuando te acostumbres vas a ver que no te la quieres sacar. Javier estuvo haciendo movimientos circulares pegado al culo de mi madre con toda su hombría dentro de ella hasta que ella empezó a dar gemiditos y a parar más el culo con su cara y medio cuerpo pegados a la mesa…. Veo que ya te estas acostumbrando e Lucia dijo Javier quien cogiéndola de las caderas se la empezó a sacar casi hasta el glande para volver a meter y empezar a bombear lentamente.

Mi madre empezó a gemir en su rostro se veía un placer emergente mientras todo eso pasaba Luis ya se había vestido y le dice a Javier…. Bueno Javier muchas gracias por la fiesta espero que no vaya a durar mucho porque los vecinos se van a quejar por cierto doña Lucia fue la primera en quejarse y mírela ya está disfrutando de ella, que puta es señora con su permiso los dejo y a ver si uno de estos días le hago una visita cuando este solita ha y señorita Diana fue un placer conocerla a fondo. Le hizo un giño y se fue mi novia muy educada le mando un beso y una sonrisa, los viejos cogieron a mi novia y la pusieron a mamar a cogérsela se turnaban el que quedaba libre grababa, le hacían doble penetración, la ponían en cuatro, la enculaban mi novia ya agotada como un muñequito de trapo solo se dejaba hacer, también grababan a mi madre y a Javier como se la cogía ahí en la mesa ya le daba más duro mi madre solo le ponía el culo y lo movía circularmente gemía le decía que le gustaba como se la cogía que se sentía llena de su verga había logrado emputecer a mi madre quien yo la veía decente y pudorosa, uno de los viejos le dijo que se la dejara coger Javier le respondió…. No para la próxima vez tal vez ahora no que la estoy estrenando yo jajajaja…. Que egoísta eres viejo miserable jajaja respondió el viejo…. Siga disfrutando de la nuerita que ya pagaron por ella jejejeje.

Los viejos siguieron cogiéndose a mi novia hasta que la tiraron en el piso boca arriba ya totalmente agotada sudada empezaron a pajearse y a venirse encima de ella los cuatro viejos la llenaron de semen en la cara, pelo, en las tetas, abdomen, en sus muslos, la bañaron de leche quedo toda untada hecha en desastre pero satisfecha solo sonreía.

Por otra parte seguían mi mamá y Javier en la misma posición ahora se enfocaban en ellos grababan como se la culeaban, Javier levantaba a mi madre la tomaba del rostro haciéndola girar y se besaban apasionadamente se veía como jugaban con sus lenguas se le veían las tetas afuera con los pezones a reventar parados moviéndose al ritmo de la cogida Javier se los apretaba y jugaba con ellos mi madre solo gemía pedía más que le diera más duro Javier le decía…. Te gusta…. Siii aahhh me gustaaa muchoooo…. Te gusto como se cogieron a tu nuera…. Siii la cogieron aaahh ummm bien ricoooo…. Eso es lo que te espera la próxima vez….siii aahhh…..aaahhh prepárate puta aaahh me voy a venir…. Siii damelooo todo yo también me vengo aahhhh. Javier la empujo sobre la mesa la cogió de ambos brazos y le empezó a dar rápido y duro ella de cara sobre la mesa empezó a gemir y a gritar fuerte recibiendo los embates de su culeador hasta que ambos gritaron Javier empezó a eyacular y a surtir de leche a mi madre llenándola tanto que mientras lo hacía le empezaba a salir semen por la vagina a mi madre chorreando sus pierna mientras este daba sus últimas bombeadas, por su parte mi madre se convulsionaba en un orgasmo intenso que la hizo desfallecer y poner sus ojos en blanco Javier quedo encima de ella con la poya adentró mientras perdía dureza.

Javier le saco el pene morcilludo y de la vagina de mi madre empezó a salir una gran cantidad de semen que escurrieron por sus piernas y algunas gotas fueron a caer a su ropa interior, luego dijo…. bueno muchachos esto se acabo es mejor que se retire…. Javier hombre gracias que buena puta te conseguiste haber cuando la próxima y a ver si nos dejas cogen con esta otra, señalando a mi madre…. Claro yo les aviso. Le entregaron la cámara aun grabando Javier la puso apuntado de manera que se viera la sala y el comedor Los viejos se empezaron a vestir, mi madre reacciono y dijo…. Por Dios que hice…. Nada que no desearas Lucia ahora no te hagas la digna que se ve que te encanto…. Pero ahora no voy a poder mirar a mi marido…. Jajaja mira aprende de tu nuera, (que se veía aun tirada en el piso llena de semen) ella sigue amando a tu hijo pero se siente plena por el morbo y la excitación que le da engañarlo si ella puede tú también ahora que lo hiciste sé que sientes lo mismo que ella y no vas a poder dejarlo. Mi madre se subió el panti y el pantalón toda llena de leche y le dijo me tengo que ir…. Ok aquí te espero cuando tu marido se vaya a trabajar y tu hijo a la universidad…. No lo creo…. Lucia sé que vas a venir. Mi madre se fue Javier levanto a mi novia y la llevo hacia el baño se ve que Javier vuelve por la cámara la lleva a el baño y la graba dándose una ducha mostrando ese rico y apetecible cuerpo mojado recorriéndole el agua por él y a mi novia con una cara de guarra sonriendo y sobándose ese enorme culo y sus grandes tetas después se ve a Javier con el pulgar arriba y se corta el video.

Ya la verga me dolía de tanto pajearme ya no aguante y me vine Javier me miro y me dijo dale puto cornudo que ya casi me vengo me tomo del pelo y tirando de el me dirigió a su enorme verga no sé qué me paso solo abrí mi boca y me la clavo subía y bajaba mi cabeza chupando ese enorme trozo de carne hasta que grito aaahh si puto traga leche como la puta de tu novia y como lo hará la puta de tu madre aaaahh siiiii empezó a eyacular en mi boca borbotones de leche caliente era tanta que me llenó la boca haciéndome tragar un poco otro salió de mi boca dejando bañada la verga de don Javier que algo molesto me dijo…. Mira me dejaste chorreada la verga límpiamela bien con esa boca de cornudo marica. Yo solo obedecí me trague su leche le chupe esa poya dejándola bien limpiecita.

Después de eso me dijo que sus amigos se fueron cuando Diana se terminó de duchar, Ella se quedó un rato más mientras se arreglaba con una ropa que trajo en el bolso un shorcito, una blusita y unas sandalias antes de irse le dijo que la gran lección de ese día era que ella era buena puta y le entrego 300 mil pesos de los 600 que le dieron los 4 viejos por el servicio ella le pregunto por qué solo le dio la mitad, él le respondió porque él era el que le conseguía los clientes se rio y le dio un beso apasionado manoseándole y metiéndole mano a ese espectacular culo le dio una nalgada y la mando para la casa.

Luego de eso fui a casa intente dormir pero estaba sobre excitado me hice muchas pajas esa noche me sentía cornudo, humillado y muy excitado. A la mañana siguiente me levante cuando vi a mi madre en su pijama un shorcito cortico y una blusita pequeña de tiritas tuve una erección inmediata no podía dejar de mirarle el culo y las tetas tuve que irme hacer una paja recordando cómo se la culiaron, desde ese día cada vez que la veía me provocaba una erección y me la imaginaba teniendo teniendo sexo.

Steven: oh por Dios me prostituyeron a Diana.

Adrián: si don Javier la inicio con sus amigos y tuvo suerte ya que desde ese día empezó a cogerse a mi madre.

Antonio: no puedo creerlo no pensé que Diana permitiera que ese viejo la prostituyera siempre fue muy centrada.

Adrián: si y lo es pero ese viejo saco lo peor de ella su instinto más básico.

Steven: y esto volvió a pasar.

Adrián: bueno no sé si Javier la volvió a prostituir si sé que siguió con su aventura con el pero después todo cambio y creo que para bien.

Steven: podrías explicarme.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR

bostmutru@hotmail.com

 

Relato erótico: “la Gemela 5” (POR JAVIET)

$
0
0

Sin título1

   Recomiendo la lectura de los episodios anteriores para una mejor comprensión de la historia.
   El relato actual ocurre después de que las gemelas Lola y Laura, fueran simultáneamente masturbadas a dos manos por Marcos el novio de la primera, justo al lado de ellos Jesús el papá de las chicas hacia lo mismo pajeando a su esposa Pili desde detrás de ella, con una mano bajo su vestido amarillo y dos dedos en su sexo, hasta correrse todas las mujeres muy rápido y casi a la vez en los dedos de los dos hombres, recordad que tras cambiar unas palabras Pili y Lola enviaron a Laura a hacer lo que quisiera con Paco, que estaba desaparecido desde hacía rato en el servicio de la planta de arriba, lo que allí ocurrió lo tenéis en el capitulo anterior, este episodio sucede al mismo tiempo que aquel y comienza en el momento en que Laura salió del salón…
Lola dejo de mirar la puerta por donde su hermana se había ido y se centro en lo que tenía ante sus ojos.
Pili se arrodillaba en ese momento ante Jesús mientras le desabrochaba la bragueta, ella decidió hacer lo mismo con su chico y ni corta ni perezosa se sentó en el apoyabrazos del sofá a escasos centímetros de la pareja y tirando del cinturón atrajo a Marcos hacia ella, solo cuando lo tenía a colocado a su gusto para que no le impidiese la visión de sus padres procedió a desabrocharle la bragueta, extrajo su miembro de casi 19 cm de largo, de grosor era bastante normalito y con una ligera curva a la derecha, estaba bastante erecto y a estas alturas de su relación ya era de sobras conocido por las tres féminas de la casa, no pudo dejar de compararlo con el de Jesús que era de tamaño medio, pero lo compensaba con un gordo prepucio que parecía el badajo de una campana.
Puso manos a la obra (literalmente) comenzando a masturbar el miembro de su novio, pero no dejando de mirar como el gordo prepucio de Jesús desaparecía entre los labios de Pili, esta lo devoraba con glotonería sacándoselo de cuando en cuando para recorrerlo entero con la lengua, estaba tan distraída que no reparó en que marcos sujetándose la base del pene con una mano, lo orientó hacia su boca al tiempo que con la otra la asía de la coleta, empujando la cabeza bruscamente hacia su miembro, haciendo que este entrase en su boca mientras decía:
–         ¡vamos zorrita, ya miraras después, ahora chúpamela!
Ella no podía ni quería protestar, le iba mucho el rollo duro de su chico y se afanaba en hacer una buena mamada, mientras Marcos sujetándola de la coleta e impulsándose con las caderas la follaba la boca, mirándola y disfrutando morbosamente de la visión de su preciosa chica con aquella camisa tan sexi blanca a cuadritos rojos, se la mamaba como buenamente podía, más bien tragándosela y dejándola salir rozándola apenas con sus gordezuelos labios pintados de rojo como la zorra que realmente era, la operación era dirigida por su mano derecha aferrándola del coletero y sus caderas que impulsaban su polla violentamente hacia su campanilla, observó que las manos de ella se perdían bajo su falda, el muchacho también veía desde arriba como su miembro se manchaba de carmín y baba, el exceso de saliva que salía de la boca de Lola, resbalaba por su barbilla y cuello hasta su escote y mojaba sus pechos que se agitaban por los movimientos y envites haciéndolos brillar con esa humedad, la visión lo excitó aun más de lo que estaba y acelero sus acometidas entre jadeos de gusto, a la vez que ponía su mano izquierda en la nuca de la joven al sentir que le venía la leche, exclamó:
–         Siigueee no paresss zorriiitaaa, toomaaa.
El orgasmo fue muy intenso y la corrida abundante, sus piernas temblaban mientras descargaba y se agarro con ambas manos a lo que pudo, es decir la cabeza de su amada Lola que se vio empujada contra el vientre del Marcos, mientras este soltaba chorretones de caliente esperma que iban directos a la tráquea y el estomago de la chica, la cual al ser medio ahogada por aquella abundancia láctea sufrió un golpe de tos, provocando que parte de aquel esperma salpicara el vientre y vello púbico de Marcos.
Pili no se perdía nada de lo que ocurría, dado que su ángulo de visión mientras mamaba a Jesús se reducía al vientre del hombre, cerró los ojos y sin dejar de chupársela ávidamente a su querido esposo abrió su mente para “ver” que hacían las chicas, percibió a Laura empalada en la magnífica verga de Paco, saltando sobre él y teniendo varios orgasmos que aumentaron la calentura y la velocidad de la mamada que estaba haciendo a su maridito, su propio  clítoris latía ansioso y deseaba ser acariciado, así que sin cortarse se puso la mano derecha bajo el vestido  procediendo a pellizcarlo y sobarlo.
Enseguida disfruto de sus dedos mientras mamaba sin pausa, cambiando ahora su concentración a Lola que estaba situada a su espalda, percibió dentro de su mente como ella era usada por Marcos que la follaba la boca sin tregua, el sentimiento que percibía no era de desagrado sino de excitación, su hija se masturbaba a dos manos mientras el chico usaba la boca para descargarse, de hecho la chica se corrió en el momento en que los chorros de esperma la golpearon su campanilla como si fuera un clítoris, el grado de excitación de Pili era ya inmenso y aunque no se había corrido aun, estaba tan encharcada que parecía tener una fuente de flujo entre sus piernas, pues parte del mismo resbalaba por la cara interna de sus muslos.
Detuvo la mamada aunque Jesús protestó un poco y decidió cambiar de postura, entretanto Marcos satisfecho pero algo cansado se tumbó bocarriba en el sofá, Lola se arrodillo cerca de su miembro que estaba medio fláccido y lo lamio para limpiarle de los restos de esperma que aun tenia, Pili se arrodillo al lado de la chica y procedió a limpiar con su boca los genitales y el pubis del chico mientras su hija se ocupaba del miembro, entretanto Jesús miraba los culos de aquellas dos hembras en celo, decidió quitarle la falda y el tanga a Lola y se puso manos a la obra aprovechando para acariciarla el culete, recordad que los padres no follaban a sus hijas, pero esa era su única limitación dadas las circunstancias “especiales” de ellas.
Al principio solo podían acariciarlas y besarlas, cuando llegaron a la capital no queriendo volver a caer en la actitud escandalosa que los había hecho salir de su ciudad natal, lo hablaron y discutieron a fondo pero siendo conscientes de no podían ni querían reprimirlas en exceso, lo cual no las hubiera favorecido en su búsqueda de tranquilidad y estabilidad dada la union telepática que tenían, la misma conexión hacía imposible ocultarle nada a su madre, así que tras arduas discusiones y negociaciones en la intimad del hogar, los cuatro llegaron a un acuerdo por el cual el sexo oral y la masturbación mutuas habían sido aceptados, pero no la penetración de las hijas por el tema del incesto ó algo peor, aunque ellas hacía tiempo que tomaban sus píldoras anticonceptivas para prevenir riesgos.
Jesús dejo la falda y el tanga de Lola en la mesa y se arrodilló ante los culos de aquellas dos hembras admirándolos y comparándolos a la vez, el de Pili era precioso y de sobras conocido por él, pero a la vez debía admirar que pese a su veteranía resultaba sumamente atractivo y excitante, el de Lola era más juvenil con su piel más suave y su contorno alto, lo notaba duro pero flexible al tacto e igualmente atrayente que el de su mujer, levantó la mirada y las vio allí tan excitantes mientras lamian y chupaban por turno la verga y los genitales de Marcos que decidió actuar de inmediato.
Arrodillado entre ambas puso sus manos en el chochete de las dos mujeres, acariciaba los labios vaginales y presionaba sus clítoris a la vez, seguidamente se inclino a la derecha y paso su lengua por el chochete mojado de Pili, recorriendo desde la parte de atrás de su vagina y fue subiendo despacio por el surco, hasta su agujerito anal sin olvidarse de presionar en la zona perineal con su lengua cada vez que pasaba, repitiendo varias veces aquel recorrido tan excitante y saturándose la lengua del sabor del flujo, la escucho gimotear de placer al sacarse el miembro de Marcos de la boca, entonces cambio de objetivo abandonando su presa pero manteniendo sus dedos hurgando en sus labios y clítoris.
Su cuerpo se inclinaba a la izquierda e hizo la misma operación en Lola, su carne más joven estaba empapada también de ricos fluidos que el saboreo, mientras lamia y hurgaba con su lengua insistió en apretársela contra el ano, advirtió que su dueña llevaba las manos a sus cachas abriéndoselas para facilitar la entrada de su lengua, Jesús se esmeró en el beso negro que estaba haciéndole a la joven sin dejar de tironear y apretar los clítoris de ambas con sus manos, Pili gemía con la boca rellena de la hombría de Marcos, Lola jadeaba de placer y no tardo en correrse gozando entre temblores, caderazos y espasmos mientras Jesús no cesaba de mover ni sus empapadas manos en los coñitos, ni su lengua en aquel agujero.
 Pili no tardo en seguirla, los dedos de Jesús la tenían a tope y además disfrutaba con el miembro de marcos dentro de su ansiosa boca sabiendo aun a semen, entonces tuvo la percepción del orgasmo de su hija Lola estallando en su mente mientras jadeaba lanzándola su cálido aliento contra su cara, aquello la saturo placer y se dejo arrastrar por un crescendo se sensaciones y gozos, empezó a correrse de puro gusto y entonces creyó sentir simultáneamente a Laura corriéndose a la vez en el baño mientras recibía la corrida de Paco en su vientre, aquel sentimiento la arrastro gozosamente en un torbellino de éxtasis orgásmico, haciendo que su orgasmo se prolongara más de lo normal mientras su cuerpo se tensaba temblando entre contracciones, la soberbia emisión de fluidos que soltó empapó sus muslos hasta el suelo.
Pili se quedo allí de rodillas medio grogui por la intensidad de su orgasmo, Jesús con ayuda de Lola la ayudaron a sentarse en un extremo del tresillo mientras que marcos se cambiaba de sitio colocándose en el extremo opuesto del mismo, Jesús se sentó en el suelo al lado de su mujer mientras esta se relajaba y recuperaba, diciéndola:
–         Joder nena, menuda corrida te has dado.
–         Si cielo ha sido alucinante, – dijo Pili, añadiendo:
–         Que sepas que Laura también lo ha pasado bien y no tardara en bajar, por no mencionar la corrida de Lola mientras la metías tu lengua en el culo y nos pajeabas, tengo aun un torbellino de sensaciones, olores y sabores en la cabeza, dadme unos minutos.
La aludida Lola al oír esto, se empezó a quitar la camisa para cambiársela a su hermana cuando bajase y poder subir a tirarse a Paco, mirándola desde el tresillo Marcos la dejo hacer mientras se acariciaba el miembro largo y delgado que no había llegado a correrse en la boca de Pili aunque estuvo a punto, cuando su novia se quedo desnuda ante todos el muchacho dijo galantemente:
–         Lolita cielo, tienes un cuerpazo fenomenal y un polvo divino.
–         Gracias cariño mío, me gusta que te guste.
–         Mira como estoy ¿no te apetece sentarte aquí un poquito mientras baja tu hermana?
–         Puesss… si y mucho, pero he de subir y…
–         Anda tonta, ven y así hacemos tiempo pasándolo bien de paso, te deseo.
Jesús desde el suelo observaba como Pili se recuperaba, pero no se perdía la conversación de ellos así que intervino diciendo:
–         Vamos hija, que trabajo te cuesta darle ese capricho antes de ponerle los cuernos, móntatelo un poco que ahora baja tu hermana y te releva.
–         Está bien pero solo un poquito. – Dijo la joven.
Rápidamente se situó de espaldas a Marcos y abriendo sus piernas las situó por fuera de las de este, flexionándolas y haciendo descender su cuerpo hasta notar el prepucio del chico abriéndose paso en su coñito, el joven admiró las bonitas nalgas de su chica mientras descendían hacia su vientre, luego sintió como el ajustado estuche que era la vagina de Lola engullía su miembro totalmente, aquella deliciosa sensación de suave pero prieta y cálida humedad le envolvía el falo totalmente, ambos gimieron al unísono y la chica comenzó a moverse subiendo y bajando rítmicamente sobre el rabo de Marcos.
Jesús se inclino sobre la cara de Pili dándola un besazo con lengua que pareció durar una eternidad, ambos cerraron los ojos durante aquel momento de amor y cariño, escuchando de fondo mientras tanto el rumor de la tele que quedaba bastante ahogado por los suspiros de la pareja que jodía alegremente a un metro de ellos, al dejar de besarse ella le dijo:
–         Únete a ellos vamos, se ve que lo deseas.
–         No cielo me quedare contigo, en cuanto te recuperes te la voy a meter.
–         Bueno ya estoy bastante recuperada cariñín, -dijo Pili sonriendo- pero míralos follando, ¿te gusta verlos así?
Jesús había visto la lujuria en los ojos de su mujer, siguió aquella mirada y se encontró observando a la pareja, Marcos solo movía las caderas mientras que Lola se había dejado caer contra el pecho del chico y tenía la cabeza caída hacia atrás, se agitaba saltando sobre aquella verga que se clavaba en sus entrañas, las manos de Marcos la acariciaban sus tetas y tironeaban de sus pezones, ella gemía de gusto mientras lo cabalgaba sin pausa.
–         Hacen buena pareja, – dijo Jesús- ella es tan salida como su madre.
–         ¡Zalamero! – dijo Pili- mira el cómo se encorva, debe estar a punto de llenarla de leche otra vez.
En ese momento se oyeron pasos por la escalera y apareció Laura, todos se habían detenido y estaban a la espera pues no sabían si bajaba sola, la joven tras contemplar el cuadro que presentaba la familia dijo a media voz:
–         Tranquilos que bajo sola, tenemos cinco minutos luego me espera en la habitación pero no hagamos ruido pues saldrá al pasillo y podría oírnos.
–         Joder tía ya te vale, me has cortado la corrida. –Dijo Marcos.
–         Yo también estaba cerca. – Añadió Lola, levantándose rápido y dejando el miembro de este brillante de flujos tenso y vibrante en el aire en plan desafiante.
–         Oye tía, no me jodas, ¡no me dejaras así!
–         Tranquilo nene que ahora Laura te lo bajara, ¿no tenias tantas ganas de montarla?
Laura ya se estaba quitando la ropa y pasándosela a su hermana, en menos de un minuto se acerco al joven y le dio unos besos en el tieso ariete que seguía tenso azotando el aire, lo engullo ávidamente y tras arrearle unos cuantas chupadas para limpiarlo del resto de flujo vaginal de Lola, se lo saco para decir:
–         Joroba Loli, como sabes hoy de fuerte.
–         Ya lo sé, es que estoy que ardo de impaciencia por probar lo que tú ya sabes, sin hacer de menos a nadie. – dijo ella.
La chica ya se había puesto la falda y la camiseta, reparando entonces en la mancha de semen de Paco, ni corta ni perezosa la llevó a su boca y la dio un lametazo, probándola como si fuera una experta y ofreciéndosela a Pili que denegó el ofrecimiento con un movimiento de cabeza, lola se volvió a colocar bien la ropa y se quitó el coletero dejándolo sobre la mesa, acto seguido saludo y se dirigió al piso de arriba.
Marcos que era mamado de nuevo por Laura, dijo algo enfurruñado:
–         Ahí va, subiendo los escalones de dos en dos, como si no tuviera bastante con…
–         Yo estaba igual de ansiosa el día que te estrené ¿no lo recuerdas? – dijo Laura tras sacarse el rabo de la boca e incorporarse.
–         Ya lo creo que lo estaba, -Dijo Pili, añadiendo- estaba tan mojada esperándote que había que ir detrás de ella con el mocho, todos los perros del barrio aullaron a la casa durante dos días, por el olor a hembra en celo que iba dejando.
–         A mí me dejo los dedos y la lengua agotados, incluso tuve agujetas por intentar aliviarla, – Intervino Jesús.
–         A su hermana y a mí también nos costó tranquilizarla, estaba como loca por montarte, – Dijo Pili- por cierto maridito mío, si quieres ya estoy bastante repuesta y te necesito dentro.
–         Tus palabras son ordenes mi señora.
Jesús cuya erección había resurgido tras la interrupción y el posterior striptease de sus hijas, se arrodillo delante de su parienta y tiró un poco de sus piernas para que sacase su culito del sillón, cuando la colocó a su gusto se dedico a guiar e introducir el miembro en el suculento, untuoso y afeitado coño de su esposa Pili.
Marcos sumido en la envidia dijo:
–         Vamos Laura, súbete y follame.
–         No cari, mi chico se ha corrido en mi conejo y aun conservo algo de su leche, házmelo por el culito si quieres.
–         Está bien – Dijo el- si es tan gorda como dices te lo habrá cedido y no es que me apetezca bailar el húla-hop en tu chochete.
Laura cambio el sitio con Marcos y se arrodillo en el asiento del sofá, a un metro de sus progenitores que follaban a lo suyo aparentemente ajenos a lo que ocurría, ella bajó el cuerpo haciendo que resaltase su culete ya que en esa postura podía apoyarse en el respaldo con la cabeza y brazos, para aguantar mejor las embestidas que sabia le propinaría Marcos al sodomizarla.
Este se encontraba de rodillas en el suelo y con el miembro a la altura justa del orificio anal de la joven, de hecho estaba acabando de lubricarlo con saliva y metiéndole un dedo para ir calentándolo, los gemidos de Pili y Jesús ayudaban a calentar aun más el ambiente y el muchacho con solo mirar a la derecha veía perfectamente la polla de su suegro sumirse hasta las bolas en su suegra, situó el miembro en posición y fue empujando suavemente en el agujero de Laura, esta gimió de la impresión pero fue solo un instante, el mismo que tardo su capullo en vencer la resistencia del esfínter de la chica, se sintió bien y agusto metiéndose en ella, el hueco se amoldaba perfectamente a su largo pero delgado miembro y fue aumentando levemente su velocidad mientras se sentía oprimido y masajeado por las estrecheces de aquel conducto según su dueña se movía sincronizándose con él.
Las dos parejas se movían rítmicamente, apenas separados `por una distancia de un metro, Marcos miraba la cara y las tetas de Pili mientras Jesús la acariciaba los gruesos pezones, las oscuras aureolas de sus tetas parecían estar hipnotizándole con aquel movimiento regulares que hacían cada vez que su cuerpo se estremecía al recibir los vergazos, cortos pero fuertes de Jesús hundiéndole el cipote hasta las mismísimas pelotas para seguidamente sacarlo casi todo y volver a hundirlo decidido, se fijo en su atractivo vientre bastante plano y bien formado para haber tenido hijas, recordó que desde el primer día ese plano vientre le enamoró de su suegra, más abajo veía la entrada de aquella vagina perlada de húmedas gotitas y su vulva abriéndose según engullía la verga en su interior, hasta que los pelos de la base del miembro se lo ocultaban a la vista, retrocediendo de nuevo y volviendo a mostrarle la misma secuencia.
Jesús capto la mirada de Marcos, decidiendo seguir su ejemplo y mirar como follaban, recorrió con la mirada la estilizada figura de Laura, era bella tenía un cuerpo bien formado tal y como recordaba a Pili a su edad, se fijo en sus cachas apreciando la atractiva forma de su culito donde el chico hundía vigorosamente su miembro, desde su posición veía bastante bien como entraba en ella, siguió subiendo y vio las formas de sus caderas y riñones, parecía acariciarla con la mirada y fue recorriendo aquella espalda hasta la curva de su cuello, su pelo se movía al compas del movimiento de la pareja ocultando y descubriendo alternativamente la cara de Laura, esta tenía los ojos cerrados y la boca abierta, de aquellos atractivos labios gordezuelos surgían suspiros y gemidos según recibía los caderazos que sumían la verga del chico en las profundidades de su culo.
Se fijó entonces en la cara de Pili y la vio con los ojos cerrados mientras jadeaba de placer, entendió que en ese momento estaban las tres en conexión y que las dos mujeres estaban siendo jodidas mientras “veían mentalmente” como Lola se tiraba a Paco. Jesús dio un cachetito en la cara de su mujer y cuando esta lo miró dijo:
–         No seas tramposa cariño, estáis las dos curioseando lo que hace lola se os nota mucho, hagamos una cosa nueva y cuéntanos lo que ves mientras os seguimos follando, así disfrutaremos todos.
Ella sonrió lascivamente y se paso la lengua para humedecer sus labios resecos por tanto suspiro, la verga de su marido seguía hundiéndose en su chochete y ella simplemente asintió cerrando los ojos a continuación, pasaron unos veinte segundos mientras ambos hombres seguían sumiendo sus vergas en sus respectivas parejas hasta que Pili entre suspiros comenzó a hablar con los ojos cerrados y totalmente concentrada diciendo:
–         Veo a lola, esta desnuda tumbada en la cama de Laura, el chico… Paco esta sobre ella y la está metiendo todo su tronco dentro, ella le abraza con los brazos y las piernas recibiendo sus vergazos, el la levanta de la cama y la clava de nuevo en ella en cada envite que da.
–         Sigue cariño, – dijo Jesús a la vez que arremetía más fuerte y seguido,- sigue contándonos ¿qué siente ella?
–         Lola lo está pasando de vicio… la sientoooo gemir y gozaaar, siento como el rabo la reeecorreee por dentrooo, ella le besa en el cuellooo y agita sus caaderas para sentir cada centimetroooo de carnee dentro.
Sin ser consciente más que del placer que sentían, cada una de las mujeres disfrutaba de las verga que la horadaba recibiendo su propia dosis de placer, pero al mismo tiempo enviando sus pensamientos y percepciones a las demás de forma automática, el resultado era que vivían en ese momento en que cada una de ellas a la vez que eran folladas solo podían percibir un aluvión de placer y gusto en sus mentes, convirtiéndose todas en breves momentos en unas autenticas lobas en celo.
Pili seguía relatando entre gemidos como su hija era penetrada y usada en la habitación, a la vez estaba recibiendo los vergazos cada vez mas frenéticos de Jesús que parecían a punto de desfondarla, a su lado Laura seguía siendo enculada por Marcos cuya cara era una mezcla de deseo e ira, los caderazos eran muy veloces y él se agarraba a las caderas de la chica mas como sujeción que como punto de apoyo, pues el cuerpo de Laura se contorneaba y agitaba en todas direcciones pareciendo más que ella se clavaba en la verga que a viceversa, ella musitaba entre jadeos y algo más bajo que su madre, pero decían lo mismo pues las dos relataban como la gran verga de Paco se clavaba chapoteando en un mar de flujo hasta la matriz de Lola.
Marcos se corrió el primero, enviando cálidos chorretones de esperma que inundaron el intestino de Laura, esta no tenía ya ningún control como para retenerse y se dejo ir corriéndose patas abajo al sentirse inundada, el chico seguía envistiéndola frenéticamente tras una corta pausa para recuperarse y consiguiendo que ella alcanzase un segundo orgasmo minutos después.
A su lado Pili se corrió a su vez y su ondular de caderas entre espasmos de placer provocó la eyaculación potente de su marido Jesus, que tras soltar su esperma dentro de ella consiguió sacarse la verga para depositar las últimas gotas en su vientre plano, pues era de todos sabido que esa imagen le calentaba bastante, ella seguía basculando las caderas pues seguía caliente con las oleadas de placer que sentía recorriéndola aun por dentro de cuerpo y mente, Jesús apoyo su miembro contra su chochete como si fuera un tapón y presiono con sus dedos su prepucio sobre el hinchado clítoris de ella, el movimiento oscilante del vientre de Pili hacia el resto y así masturbada la mujer no tardo en encadenar un nuevo orgasmo.
Lola en la habitación se corría una y otra vez, había sentido el orgasmo de su hermana, seguido a poca distancia por el de su madre, todo esto a la vez que el gordo aparato de Paco la barrenaba hasta donde pocas veces la había llegado nadie y sintiéndose vigorosamente clavada a la cama, su mente era un caos de placeres y gozos, su propio orgasmo la sorprendió y gritó de puro gusto mientras sus caderas danzaban frenéticamente, la corrida de Paco en su interior la sorprendió pues el chico solo jadeaba y no la avisó de que llegaba al orgasmo, pero ella disfrutó del aluvión de esperma caliente que la rellenó por dentro, además de facilitar aun mas los movimientos de aquella polla e instantes después ella se corrió de nuevo, esta vez siendo totalmente consciente de que lo hacía y disfrutando una enormidad al hacerlo.
Las cosas se fueron calmando, Pili les informó de que Lola y Paco se estaban vistiendo e iban a bajar al salón, todos se colocaron de nuevo sus ropas y subieron el volumen de la tele, incluso Laura vestida como Lola se coloco el coletero de su hermana, la habitación fue perfumada aunque las ventanas habían estado abiertas para disimular el olor a sexo, sacaron unos canapés (ya preparados en la cocina) para recuperar fuerzas y se pusieron cómodos.
Minutos después Paco acompañado de Lola entraron en el salón y se excusaron por la tardanza, el se sentó a ver el futbol con los otros hombres y las mujeres hicieron un corrillo hablando de sus cosas, algo más tarde Lola y Laura subieron a su habitación cuchicheando mientras Pili se mostraba ante Paco como una perfecta anfitriona, las chicas fueron a la habitación e hicieron de nuevo la cama, se intercambiaron de nuevo la ropa y volvieron al salón sentándose esta vez Laura al lado de Paco y Lola al lado de marcos que no tardó en abrazarla.
La tarde paso y las chicas dijeron de salir a divertirse, los jóvenes se fueron en sus coches a bailar y en casa solo quedaron Jesús y Pili, esta última cuando el coche de Paco doblaba la esquina dijo:
–         Hoy te libras porque ya me pillas cansada, pero quedan más días.
CONTINUARA…
   Bueno amig@s espero que os haya gustado este extenso relato, confieso que ha resultado un poco lioso escribirlo con tanta gente, posturas y situaciones simultaneas, espero vuestros comentarios al respecto, mientras llegan ya estoy con la continuación donde Pili se tirara a Paco, mientras tanto ya sabéis…¡SED FELICES!
 

Relato erótico: “Mis ex me cambiaron la vida 1” (POR AMORBOSO)

$
0
0

Mis amigos me llaman Jóse (con acento en la ‘”o”), me considero de mediana edad, aunque esta no tenga importancia. Ahora y desde hace bastantes años, vivo en un pueblo abandonado de los Pirineos, en el que soy el único habitante y el cual quiero rehabilitar para que vuelva a recuperar su esplendor de antaño. Estudié ingeniería mecánica con resultados brillantes y estuve trabajando en una gran empresa, que me pagaba un buen salario, hasta hace unos años, cuando tuve la suerte de ganar un pequeño premio a la lotería, con el que hice mis números, añadiendo mis ahorros y calculé que me daba para vivir modestamente hasta mi jubilación dedicándome a lo que más me gusta: la agricultura y la ganadería.

Me casé a los 18 años y me separé 6 meses después. Siempre he sido muy exigente y mi esposa no podía soportarlo, por lo que optamos por separarnos de mutuo acuerdo y llevar nuestra vida cada uno por separado. Así que llevo una vida de ermitaño…

Bueno… No… Estoy mintiendo.

Todos los jueves voy a otro pueblo cercano, donde hay un club de carretera muy concurrido por las excelentes mujeres que tienen, los frecuentes cambios y sus precios razonables. Donde paso la noche con la puta o putas que me apetecen.

¿Que porque el jueves y no el sábado? Porque el fin de semana está lleno de camioneros que no pueden circular por las carreteras y de los vecinos de todos los pueblos de los alrededores.

A mí no me gusta ser el siguiente, después de no se sabe cuántos, aunque se hayan lavado. Cuando llega el jueves, ya están más limpias y me da menos reparo.

Después de mucho buscar y no gustarme nada, encontré el pueblo donde vivo, que me encantó porque se encontraba en una ladera, frente a un valle de pinos y verde y donde me quedé en una de las casas más grandes y mejor conservadas, aunque todas en general estaban en ruinas. Ahí nació la idea de recuperar el pueblo, de darle una nueva vida para que nuevas parejas se asentasen, tuviesen hijos y se convirtiese en un lugar próspero.

En estos años, he ido reparándola y acondicionándola para vivir con las máximas comodidades que puedo disponer. Aquí no llega la señal de televisión, no hay telefonía de ningún tipo. Si quieres hablar, hay que desplazarse a un monte cercano, a unos veinte minutos andando, donde hay cobertura de la compañía con la que tengo contrato. Tengo energía eléctrica porque hay cerca una central hidroeléctrica y me volvieron a habilitar la corriente para el pueblo, cortada desde que quedó abandonado, además de complementarlo con unas placas solares y un generador de emergencia para cuando se corta el suministro en los días o noches de tormenta.

Poco más abajo del pueblo, están ubicados unos terrenos donde, los antiguos habitantes antes y yo ahora, tengo el huerto, de tierra muy buena para el cultivo y con agua próxima.

Durante la semana, me dedico a cultivar mis hortalizas, cuidar de las 3 vacas que tengo y los 8 terneros. El tiempo libre lo dedico a reparar la casa o sentarme bajo un árbol a disfrutar del paisaje.

Mi único contacto con la gente, es un matrimonio vecino, de un pueblo a unos cinco kilómetros pasado el mío, casi vacío también. Los conocí a raíz de cruzarme por las mañanas en el puticlub, cuando él entraba y yo me iba. Pasan por mi casa cuando van al mercado a vender sus productos, ya que tenemos un acuerdo: como mis hortalizas son mejores y tienen mejor vista que las de ellos, se llevan todas juntas y así consiguen mejor precio para las suyas y yo me ahorro los gastos del viaje y de contratar el puesto en el mercado, ya que mi cantidad de producto no es muy grande. Con esto salimos ganando los dos, hasta el punto de que no solamente me mantengo, sino que aún ahorro algo de dinero. También me relaciono con casi todos los habitantes del cercano pueblo anterior al mío, donde voy a comprar provisiones de vez en cuando.

Con mi familia, sin hermanos y con mis padres fallecidos, no tengo prácticamente ningún contacto, y con Marta, mi ex, tampoco, aunque tiene mi número de teléfono que sirvió hace tiempo para avisarme del fallecimiento de un tío mío y coincidir su llamada en un viernes a primera hora, cuando estaba despertándome en el club con una preciosa muchacha chupando mi polla. Ambos coincidimos en el entierro, nos dimos un par de besos en las mejillas y ya no nos hemos vuelto a ver.

Una existencia tranquila y feliz. Lo tenía todo: comida sana, dinero, trabajo: el que me gustaba, mujeres: cada semana, etc. Sé que a muchos les encantaría cambiar su vida por la mía, pero… Siempre hay un pero.

Hace unos años, coincidiendo con el fin del curso escolar, se dieron una serie de circunstancias que han dado lugar a la historia que quiero contar.

El primer jueves del principio de esta historia, no pude bajar al club porque una de las vacas estaba de parto y tuve que atenderla. El siguiente, mi amigo Paco, cambió el día de mercado y estuve recolectando y preparando todo para que se lo llevara.

El miércoles siguiente, estaba tan salido que me masturbé tres veces, y el jueves no tenía ganas de bajar al club.

Así que, al cuarto jueves, cuando bajé al club y puse mi teléfono en marcha (en mi casa lo tenía apagado al no haber cobertura), empezaron a entrar mensajes de llamadas perdidas, todas del mismo número y que me era totalmente desconocido. Debía de haber más de 60 mensajes. Me decidí a llamar para ver que ocurría.

-…

-¡Dígame!

-Hola, soy Jóse. Tengo muchas llamadas de ese número que no puedo identificar.

-Hola, soy Silvia, la hermana de Marta, tu ex.

-… -Me quedé en blanco durante unos largos segundos.

Durante un momento, vinieron a mi memoria los recuerdos desde mis 16 años. Silvia tiene 2 años más que yo.

Cuando nos desplazamos a la ciudad por el trabajo de mi padre, yo perdí mi grupo de amigos y me encontraba solo y aburrido hasta que un primo me invitó a salir con su grupo, todos ellos entre 3 y 4 años mayores que yo, pero como no tenía otra cosa, acepté.

Conseguí integrarme pronto en el grupo, sin que el ser más joven afectase a las relaciones, ya que siempre he sido más alto que los demás de mi edad y no destacaba en nada con ellos.

En el mismo grupo había, entre otras, dos chicas, Marta y Silvia. Silvia un dos años mayor que yo y Marta uno menor. Desde el primer momento me fijé en Silvia. Sus preciosos ojos, su pelo, su cara perfecta, sus pechos, su culo, sus curvas. Por lo menos, en la parte que se podía observar por fuera, ya que no era nada normal en aquella época el que las chicas fuesen ligeras de ropa.

Pregunté entre los chicos y me dijeron que tenía novio, pero que debido a que pertenecía a una secta de tipo religioso y además trabajaba en el despacho de su padre, no le quedaba mucho tiempo libre y que se le veía poco con el grupo. Cuando mostré mi intención de intentar conquistarla, todos se partieron de risa.

-Tú no eres plato para esa mesa.

-Dudo que tu familia tenga tanto dinero como la de él.

-Esa tiene más interés por el dinero que los préstamos de los bancos.

Estas fueron algunas de las frases que me tuve que oír. Todos coincidieron que iba con él por el dinero de la familia y la posición social, pero yo, tonto de mí, pensé que podría enamorarla y llegar a casarme con ella.

Con tal fin, comencé a cortejarla en lo que pude, pues Marta siempre estaba pegada a ella y eso me cortaba mucho. Las sacaba a bailar cuando íbamos a discotecas y salas de baile. Empecé a ir a buscarla a su casa cuando quedábamos con el grupo y así me enteré de que ambas eran hermanas.

Le compré pequeños regalos, pues mi economía no era muy boyante, dependiendo de la propina de mis padres. También tuve que comprarle a su hermana. Salidas al cine, paseos, helados, chocolates calientes, en fin, todas las tonterías que hacíamos de muy jóvenes, solo que en pareja de tres.

En la ciudad de la que venía, tenía una amiga que, aunque no me gustaba mucho, sí que me permitía disfrutar de su cuerpo en forma de manoseos y masturbaciones y yo le dejaba disfrutar del mío en forma de masturbaciones y mamadas. Al no tener a nadie igual en ese pueblo, iba siempre más salido que el pico de un minero.

Poco a poco, en los bailes, empecé a presionarla contra mí, bajando mi mano hasta su culo para que notase la dureza de mi polla. Al principio, los dos o tres primeros días, me subía la mano, pero pronto cambió de idea y me dejó hacer, mientras sentía su respiración ligeramente acelerada.

Yo me aproveché y a la semana siguiente, bajaba la mano para acariciar sus piernas por encima de la falda hasta encima de la rodilla, mientras buscaba los rincones con menos luz para ocultar los movimientos. Como ella seguía sin decir nada, a la siguiente vez, se la levanté en el espacio entre nosotros para acariciar el interior de sus muslos y sentir su respiración agitada.

A la semana siguiente ya vino con una falda un poco más corta y fácil de disimular, por lo que yo me permití ir calentándola, para luego acariciar su coño por encima de la braga de cuello alto que se llevaba entonces, sintiendo cómo se iba empapando, pero bloqueando cualquier intento de metérselo por el costado.

Todo esto, siempre entre un morbo terrible, ya que bailaba con ella un par de temas, cambiaba con su hermana y con alguna otra del grupo, para volver a ella y seguir donde lo habíamos dejado, encontrándola cada vez más excitada y mojada. Mientras, ella también bailaba con otros, pero ninguno le hacía nada por respeto a su noviazgo.

Algunas semanas después, ya me permitía meter el dedo por el costado y rozarle el clítoris, hasta que a los dos o tres bailes, se corría abrazándome fuertemente. Luego, cuando terminaba la canción, se sentaba y ya no quería bailar más, echando a mis brazos a su hermana, por la que, en aquel entonces, no tenía gran interés.

Pronto me permitió bajar sus bragas hasta los muslos, tapada por la falda, para llegar mejor a su coño y proporcionarle mejores orgasmos.

Varias semanas después, mientras la masturbaba, le propuse al oído el ir a los baños a follar.

-¿Qué te parece si voy al baño y te hago una señal cuando este vacío para que vengas y terminamos esto con un buen polvo?

-¿Estás loco? Tengo novio y me guardo para él. Soy una mujer decente.

Esto último, lo dijo jadeante unos segundos antes de correrse en lo que me pareció uno de los orgasmos más fuertes que le había visto.

-Por lo menos, vamos y me haces una mamada… O una paja. –Continué yo.

Ella se recompuso un poco y me soltó dos bofetadas diciéndome:

-¡Guarro!, ¡Degenerado! ¡No vuelvas a dirigirme la palabra en tu vida!, además, se lo diré a mi novio para que te parta la cara.

Y acto seguido, fue a la mesa, cogió su bolso y de mal genio dijo un seco “Adiós” y se fue, seguida de cerca por su hermana.

Los demás, me preguntaron que qué había pasado y, aunque yo no dije nada, cada uno imaginó las cosas más guarras que se les ocurrieron.

Estuve dos meses sin salir con el grupo, hasta que mi primo me convenció para ir, ya que celebraba su cumpleaños. Me dijo que, desde ese día, ninguna de las dos hermanas había aparecido por allí. Esta vez las había invitado, pero no sabía seguro si irían.

Durante ese tiempo, visitaba lugares habituales, pero sin coincidir con ellos, por lo que hice amistad con otros chicos y chicas, alguna de estas últimas conseguí llevar a los baños, e incluso a una de ellas, a la cama, que fue con la que me estrené y con la que aprendí casi todo lo que se, a pesar de su juventud.

Ese día lo pasamos bien. De las dos hermanas, solamente vino la pequeña, Marta, que estuvo cerca de mí en todo momento. No hice preguntas a nadie ni me las hicieron. Bailamos todos con todas y lo pasamos fenomenal. A raíz de ello, quedé en volver y eso se convirtió en ir casi todas las semanas, sin dejar mis otras amistades, encontrándome siempre con Marta, que cada vez intentaba acapararme más.

Cada día se parecía más a su hermana en cuanto a cuerpo y belleza de cara. Cuando bailaba con ella, también intentaba meterle mano, pero ella sabía escaparse y dejarme con las ganas. Con estas idas y venidas, nos hicimos novios y el mismo día que cumplió los 18 años, nos casamos.

Su hermana lo había hecho dos años antes, porque se había quedado embarazada. Yo no asistí a la boda, a pesar de la insistencia, de la que era mi novia ya, para que fuese. A lo que me negué rotundamente. No tuve que dar demasiadas explicaciones, pues su hermana le había contado su versión de los hechos y yo solamente la frase final, en la que ambos habíamos coincidido.

El día de nuestra boda, acudió con su flamante y rico marido, y una niña pequeña. Al terminar la ceremonia (por la iglesia, eso si, que otra cosa estaba mal visto), todo fueron besos y abrazos con familiares propios y contrarios. Cuando me llegó el turno de recibir los parabienes de ellos, me las ingenié para no darle ni un beso, ni tocarla. Entre saludar a mi nuevo cuñado y besar y acariciar a la niña, di tiempo para que otros familiares se metiesen por el medio y evitar todo contacto.

Más tarde, en la comida que dimos a los invitados, ya habíamos dispuesto las mesas y quién se sentaría en cada lugar, convenciendo a mi mujer para poner a mis cuñados separados de nosotros y más cerca de los amigos. A los postres, era costumbre el pasar por las mesas agradeciendo a los invitados su asistencia y preguntando si habían comido bien, tenían más hambre, etc. En resumen, lo típico para quedar bien.

Cuando llegamos a su mesa, yo procuré situarme tras ellos para no verles la cara, y no volví a tener más contacto, ya que, aunque nos fuimos todos los jóvenes a una discoteca, ellos se excusaron por acostar a la pequeña. Cosa de la que me enteré porque me lo dijo mi mujer al día siguiente, sin que yo preguntase ni antes ni después.

La noche de bodas creo que fue demasiado mojigata. La pasamos en un hotel. Mi mujer se metió en el baño vestida, para salir luego con la toalla de baño más grande que pudo encontrar en la mano y con un conjunto negro de braga, de las de cuello alto que se levaban entonces, y sujetador que resultaba algo más sugerente, todo ello cubierto por… No se cómo decirlo. No sé si era un camisoncito corto abierto por delante y con mangas o una capa transparente con mangas y anudada al cuello con un lazo.

Yo la esperaba junto al mueble-bar, desnudo, con una botella de champan abierta, una copa en cada mano y mi polla apuntando al cielo imaginando lo que íbamos a disfrutar.

-¡Ppppero Jóse! ¿Qué haces así? ¡Ponte el pijama por lo menos! –Dijo mientras abría la cama y colocaba la toalla en ella.

-¡Qué más da, si dentro de un momento estaremos los dos igual!

-No seas grosero ni guarro. Ponte algo encima.

Así que me puse los calzoncillos encima para no empezar con mal pie, y brindamos por un largo futuro de amor y felicidad.

Estuvimos bebiendo pequeños sorbos entre besos y suaves caricias que yo le dedicaba, hasta que las vaciamos y la llevé de la mano hasta la cama. Me hizo apagar la luz, quedando iluminados por el resplandor que entraba por la ventana, mal cubierta por una cortina opaca.

Desaté el lazo de su camisón mientras la besaba, para ir quitándoselo poco a poco, besé su cuello y hombros, mientras deslizaba el tirante de su sujetador, hasta que pude soltarlo y quitárselo, a lo que respondió tapándose con las manos.

Yo arrodillado a su lado sobre la cama y armado de paciencia, fui besando su cuerpo y retirando sus manos poco a poco, hasta hacer míos sus pezones, para ponerlos duros a base de chuparlos y lamerlos. A partir de aquí, aumentaron sus gemidos, y mi mano, que recorría sus muslos en una suave caricia, se encontró con una buena humedad al rozar su braga.

Cuando creí que estaba lo bastante excitada, empecé a bajar su braga con una mano, mientras en un ejercicio de equilibrio, chupaba un pezón y acariciaba el otro con la otra mano. Tuvo un conato de retirar mi mano, pero al final se arrepintió y me dejó actuar.

Cuando estuvo desnuda, le insinué que me desnudase a mí mientras me enderezaba, a lo que ella se negó mientras se tapaba de nuevo las tetas y el coño.

Yo me bajé de la cama, me bajé el calzoncillo y saqué mi polla, dura como una piedra, entre las luces y las sombras, pude observar su cara de preocupación. Indudablemente, tenía miedo a perder su virginidad.

Una vez desnudos los dos, volví a besar su cuerpo y repetir mis caricias para que se relajase. Mientras, me desplacé despacio para colocarme entre sus piernas, momento en que volví a notarla tensa. No por ello me amilané ni me detuve en el deseo de excitarla, volví besar y lamer sus pezones, acariciarlos, pasé mi mano por su vientre, para bajar hasta su coño y pasar mis dedos por encima, notando su humedad, a mi juicio insuficiente.

Bajé mi cabeza hasta su coño y empecé a lamerlo recorriendo sus labios de abajo arriba hasta su clítoris. En cuanto se dio cuenta, empezó a empujar mi cabeza con una mano, mientras me golpeaba con la otra y me decía:

-¡Pero! ¿Qué haces? Asqueroso, cerdo, guarro.

Ese fue mi final. Me acosté a su lado y cuando iba a recoger la sábana para cubrirme me dijo:

-¡Espera! ¿Qué te ocurre? ¿Te has enfadado?

-No, pero veo que no estás lo suficientemente excitada para recibirme, así que será mejor dejarlo para otro día.

-No, por favor, estoy muy excitada. Estoy deseando que me la metas.

-Bueno, a mí se me ha bajado un poco. Chúpamela para ponerla a tono.

-¿Pero es que me he casado con un cerdo depravado? ¿No tienes una idea de lo que es una relación normal? ¿Esto es lo que te enseñaron las putas? – Le había dicho que una vez fuimos de putas con los amigos y que por eso tenía algo de experiencia. En ningún momento le dije que, cuando no estaba con ella, me dedicaba a follarme a otra u otras.

Así que me pajee para ponerla dura, me la mojé con saliva y sin más la coloqué a la entrada de su coño. Estaba tan cerrada que era imposible meterla. Me quedé quieto, le di un beso metiéndole la lengua hasta el estómago y le presioné un pezón hasta hacerle daño, lo que la distrajo lo suficiente para poderla meter hasta encontrar el tope de su virgo, donde volví a parar nuevamente para volver a intentar excitarla.

A ella le hizo algo de daño, porque me preguntó:

-Ya está.

-Sí, ya he hecho tope.

-Bueno, pues no era para tanto.

En ese momento, di el golpe de riñones necesario, clavándola toda entera, hasta que mis huevos chocaron con los labios.

-Aaaaajjjjjjj. Cabrón, me has engañado. Ufff qué daño. Sácamela inmediatamente.

Lo intenté, pero sentí como mi polla era aprisionada y que no salía. Cuando intentaba moverla, nos producía un dolor a ambos, y sobre todo a ella, que nos obligaba a detenernos. Ella se puso histérica y yo nervioso.

-Vamos a relajarnos. -Le dije.

-Siii, pero sal de mi. Me haces mucho daño.

-Relájate, cariño, y verás cómo sale sola.

Entonces me acordé de una anécdota que había oído.

-Tranquila, intenta poner los talones sobre mis riñones. Despacio. –Le dije.

Cuando los hubo colocado, ensalivé bien mi dedo sin que se diese cuenta y metí mi mano entre ambos, y en el momento que decía:

-Y ahora ¿Qué?

Metí el dedo medio de golpe en su culo. Dio un grito y flojo sus músculos, liberando mi polla.

Para qué voy a contar los nuevos insultos que me dirigió. Al día siguiente salimos de viaje de novios a una zona de playa, donde estuvimos tres semanas intentando por mi parte que olvidase el mal rato a base de besos y caricias. Al finalizar la primera, hice un intento, pero se negó. Al finalizar la segunda hice otro, enseñándole un aceite lubricante vaginal que había comprado para que no sintiese dolor. Con ello aceptó y, a base de muchas caricias besos, toqueteos y suaves penetraciones conseguí que alcanzase un alto nivel de excitación, para poder bombear con más rapidez hasta que alcanzó su primer orgasmo y yo pude correrme ya en el límite de mi resistencia.

A partir de ahí, nuestras relaciones mejoraron, pasamos a hacer el amor una vez por semana, pero sin aceptar ningún tipo de variación.

Pero solamente fueron los primeros meses. Yo quería su culo, intentaba obligarla a que fuese desnuda por casa, empecé a insistir mucho en que me la chupase y que me dejase comerle el coño, pero no aceptó porque le daba mucho asco. Quería palmearle el culo, pinzarle los pezones, etc. Llegué a ponerle una película porno donde se veía todo esto, que terminó yendo ella al baño a vomitar.

Empezaron nuestras broncas por mi cabreo, hasta que llegamos a un punto en el que tuvimos que parar y reflexionar. Hablamos las cosas y a los seis meses de casados nos separamos. No volví a saber nada más de ella.

-Caramba, eres la persona que menos esperaba oír. ¿Cómo has conseguido mi número? –Caí en la cuenta nada más pronunciar la frase.

-Me lo ha dado mi hermana

-Si…, ya… ¿Qué tal está?

-Bien, trabajando y llevando su vida.

-¿Se ha vuelto a casar?

-No. Ha tenido varias parejas, pero le han durado poco. Ahora está sola.

Estábamos manteniendo una conversación sin mucho interés, al menos por mi parte, como si estuviésemos hablando del tiempo. Ella estaba como nerviosa, sin atreverse a decir lo que quería. Al final fui yo el que tuvo que preguntar.

-¿Para qué querías hablar conmigo?

-Es queeee… No se cómo empezar. Tengo que pedirte un favor y no sé cómo hacerlo. Sobre todo después de cómo terminamos tú y yo.

-¿Por qué no empiezas desde el principio?

-Verás, no sé si sabrás que me separé de mi marido y que este falleció.

-No, no tenía ni idea de ello. Tampoco es que tenga mucha relación con nuestras antiguas amistades.

-Pueees… resulta, que después de estar contigo, no pude evitar mis deseos de sexo. Pude convencer a mi novio para mantener relaciones, pero eran muy esporádicas, prácticamente de mes en mes, con muchas precauciones e insatisfactorias. Un día, conocí a un hombre que me cautivó. Sin pensarlo dos veces, me fui con él a un hotel donde nos pasamos horas follando sin ningún tipo de control, y donde quedé tan exhausta y harta de placer, que tuve que permanecer allí, varias horas hasta recuperarme.

-Esto lo estuvimos repitiendo una o dos veces por semana durante varios meses. –Continuó.- hasta que me di cuenta de que llevaba una falta. Por suerte no había dejado de mantener relaciones con mi novio, por lo que le planteé la situación y decidió que nos casábamos inmediatamente y eso hicimos.

-Nuestras relaciones fueron tan sosas de casados como las de novios, incluso a veces, más esporádicas. Por suerte en la finca donde vivíamos, mi marido había contratado un servicio de vigilancia durante todo el día, que me vino de perillas, pues había siete vigilantes que se alternaban cada ocho horas, además de rotar cada día, y que los cambiaban cada mes. Yo me aprovechaba y me follaba al de mañana y al de tarde, por lo que no me quejaba de estar mal atendida cuando alguna noche mí marido venía con ganas y me dejaba a medias como siempre.

-Unos años después, le diagnosticaron un cáncer y le hicieron unos análisis muy completos, donde se descubrió que era estéril. Inmediatamente pidió la prueba de paternidad de mi hija y al dar negativa, nos repudió y nos separamos, aunque me pasaba una pensión para poder mantenernos. Duró dos años, y en los últimos momentos de su vida, me nombró su heredera y a la niña cuando yo faltase.

-El caso es que Verónica, Vero, mi hija, se ha criado sin padre. Sin una figura que le impusiese respeto y la llevase por el camino recto. Yo, como madre, le he dado todos los caprichos, consiguiendo una hija consentida, que hace lo que quiere, que no estudia y que con 20 años ha suspendido un curso de niños de 16 teniendo que volver a repetir. Uno más de los muchos que ha repetido.

-Si la admiten es por lo mucho que pago yo para que lo hagan, pero resulta inútil. Acaba de terminar el último curso por segunda vez y no ha aprobado ni el recreo, como vulgarmente se dice, y estoy que no sé qué hacer con ella.

-Hay mañanas que viene drogada y medio desnuda, después de haber pasado la noche fuera. Tiene un novio que me parece más un chulo de putas, pero del que dice que está enamorada y que nadie sabe tratarla como él.

-Para colmar el vaso, hace 3 semanas, me avisaron de que estaba internada en una clínica privada. Cuando fui a salir, pensé en llevar dinero para pagar los gastos que ocasionase y al ir a buscarlo, eché a faltar una cantidad importante. Cuando llegué a la clínica, me informaron de que le habían realizado un aborto y que había surgido una complicación, pero que con dos días de hospitalización, podrían darle el alta y realizar su vida normal. Una vez asimilado esto, pregunté cuanto nos iba a costar, y fue cuando me informaron de que ya lo había pagado ella.

En este punto yo le contesté.

-Todo eso lo entiendo, pero yo no sé qué puedo hacer para solucionar tu problema. ¿Necesitas reponer el dinero?

-No. No es problema de dinero… Verás… Entre hermanas nos lo contamos todo, o casi todo. Por mi hermana sé que eres una persona dominante y severa, que es lo que necesita mi hija, y me gustaría que te hicieses cargo de ella durante el verano para ver si la convences de que tiene que estudiar y no llevar la vida que lleva. Necesita una mano dura, ya que no tiene la figura de un padre, para que centre su vida y sus estudios. Además, si la tuvieses una temporada contigo, quizá pierda el interés por esas amistades.

-Te pagaré lo que me pidas, si es razonable, y te daré una gratificación al final, si consigues que estudie.

-La verdad es que no sé qué decirte. Me parece absurdo lo que pides, y más que me lo pidas a mí. Por otro lado, hace mucho que no me relaciono con la gente de ciudad. Déjame pensarlo durante una semana. Al siguiente fin de semana, ven con tu hija a pasarlo aquí. Nosotros hablaremos y decidiremos qué hacer con ella. Por si acaso, trae los libros, pero sin decírselo. –Le respondí.

Acordamos hacerlo así y le di la dirección del pueblo más cercano. Quedamos a mediodía del sábado, ya que costaba bastante llegar hasta allí.

-Si me ayudas, prometo pagarte la deuda que tengo contigo desde jóvenes. –Refiriéndose a la mamada y follada.

-Las deudas impagadas, generan intereses, y los intereses no pagados, también general nuevos intereses. Tu deuda a estas alturas ya es muy grande, pero no tienes por qué pagarla.

-Bueno, ya acordaremos la forma de pago. Seguramente no tendrás inconveniente en permitirme pagarla a plazos.

Esto último me pareció que lo decía con voz casi sensual, pero no podría jurarlo.

Terminamos la conversación y yo me metí al club, donde dos amables señoritas me subieron y mantuvieron en la gloria hasta el día siguiente.

Durante esa semana, quedé con mi amigo Paco para contarle lo que pasaba y que necesitaba que me bajase el sábado al pueblo con su furgoneta, ya que mi intención era volver a casa en el coche de ellas para conocerlas mejor mientras las guiaba.

Y llegó el sábado. Paco pasó a recogerme y me llevó al pueblo. Cuando llegamos, eran sobre las 12:30. Yo no las esperaba antes de las 14:00. Me pareció extraño que hubiese tanta gente en la plaza. En el pueblo viven 40 vecinos y conté 32 allí.

Paramos frente al bar, un lugar con mostrador, mesas, neveras y bebidas, donde tú te sirves lo que quieres y dejas el importe en una caja que hay junto a la tarifa de precios. Normalmente, siempre sobra algo de dinero. Uno de los vecinos se encarga de reponer las bebidas y su mujer hace la limpieza todos los días.

Al entrar, nos sorprendió que hubiese dos mujeres, una de las cuales enseguida identifiqué como Silvia y por tanto, la otra debía ser su hija Vane. Y aún más me sorprendió su apariencia.

Silvia con camisa blanca que dejaba traslucir su sujetador blanco también, pero de diseño caro, y un pantalón negro. Pelo rubio teñido y suelto manos muy bien cuidadas, y cuando se puso de pie, unos zapatos de tacón de aguja que le hacían unas piernas interminables.

El contraste, su hija. Una joven de 1.70 aproximadamente, como su madre, con el lado derecho de la cabeza totalmente rapado que mostraba un complicado tatuaje. Por el lado izquierdo, un pelo largo y negro, con una franja azul celeste y otra verde claro. Una camiseta de tirantes que tapaban dos tetas que presentaban buen tamaño y que se mantenían tiesas por su propio ser, ya que no se apreciaba sujetador.

También unos pantalones vaqueros, llenos de rotos y descosidos que mostraban, en un culo perfecto, trozos de un tanga azul.

Completaban la imagen unas zapatillas tipo deporte, sucias y medio rotas, con unos calcetines rollados en los tobillos.

¡Qué vería en mi cara Silvia que se acercó rápidamente para decirme en voz baja!:

-No te asustes, no es tan malo como parece. –Y ya en voz alta:

-Mira Vero, este es Jóse, el amigo del que te he hablado y que nos ha invitado a pasar el fin de semana.

-Joder, viejo, vaya mierda pueblo que tienes. Desde hace por lo menos una hora no tengo cobertura en el iPhone ni en la iPad .

Fue su saludo, sin que su madre dijese nada, y al que respondí, aunque no sabía a qué se refería. A mí me sonaba a teléfonos, pero no lo tenía muy claro.

-Encantado de conocerte, Vero, pero no te preocupes, que todo tiene solución.

Y dirigiéndome a ambas, pero en especial a Silvia:

-Vámonos, que hay mucho por hacer. –Refiriéndome a la educación.

Pagué las cuatro cervezas que se habían tomado, más la de mi amigo Paco y salimos a buscar su coche, aparcado en una calle lateral. Un Mercedes último modelo, según me dijeron.

Salimos del pueblo, en dirección a mi casa, por caminos entre altos pinos, bastante bien cuidados gracias a que los guardabosques debían de circular por ellos y la administración se encargaba de mantenerlos en condiciones.

A los pocos minutos, no más de cinco, la niña, sentada delante junto a su madre dijo:

-Me cago en la puta. Pero es que no vamos a llegar nunca. Además, me estoy meando.

-¿Quieres que paremos y orinas entre los árboles?

-¿Eres tonto o qué? Gilipollas. ¿Es que quieres que me pique algún bicho?

-No, no. No te preocupes que pronto llegaremos.

Su madre tampoco dijo nada, y el pronto se convirtió en 45 minutos, hasta que llegamos a mi pueblo y a la puerta de mi casa.

Nada más bajarnos del coche, preguntó:

-¿Dónde coño tienes el meadero?

-Entra por la puerta y sigue todo recto hasta el final del pasillo, sales por la otra puerta y a la izquierda.

Salió como una bala, volviendo al instante.

-Maldito cabrón, allí solamente está el establo de las vacas. ¿Y el wáter?

-Puedes ir allí, o si lo prefieres puedes salir por la puerta del otro lado, que da al campo, y elegir el lugar que prefieras.

-¿Pero es que no hay ni un triste retrete?

-Para qué lo quieres, teniendo todo el campo para ti.

Marchó bufando, mientras su madre y yo sacábamos las maletas y las entrábamos en casa. Esta constaba de dos plantas. Inicialmente, sus dueños debían tener animales en la planta baja y la vivienda, que constaba de seis habitaciones, en la superior. Yo limpié, remodelé y preparé la inferior, dividiéndola por la mitad dedicando una de ellas a cocina-comedor-salón, a la que llamaba genéricamente “la cocina”, y la otra mitad, la dividí en dos partes. Una muy grande que era mi dormitorio y otra algo más pequeña que era un enorme baño, con ducha, yacusi y el resto de complementos. La cocina tenía una chimenea, a la que había adosado un hogar con cocina de leña y fregadero. Por una puerta lateral, se pasaba a mi dormitorio, que quedaba tras la chimenea, con el fin de aprovechar el calor en invierno, con una cama de 2×2 metros. Al otro lado de la cocina, otra puerta cuyo uso no especifiqué y que daba al baño. La cocina de leña calentaba el agua para el baño, y se complementaba con un calentador eléctrico. Encima había habilitado una de las habitaciones para posibles invitados, con dos camas pequeñas, lo más barato que encontré, ya que no pensaba de alguien viniese a quedarse allí nunca, también calentadas por la salida de humos de la chimenea, pues los inviernos son fríos y hay que estar preparado.

Dejamos las maletas en la cocina, pasé a enseñarle mi dormitorio y luego subimos a la habitación superior. En ella también había un lavabo antiguo, compuesto de jofaina, jarra de agua y mesa con todo ello. Abajo, las toallas. Junto a ella, un cubo vacío.

-Como aquí no tengo baño, os he dejado ese lavabo antiguo para lavaros y el cubo vacío por si tenéis alguna necesidad por la noche.

-No, si rústico ya es, ya. –Dijo Silvia.

-Quédate aquí, que ahora subo vuestras maletas.

-No, yo bajo también y sube solamente las de Vero. Yo dormiré contigo.

Cuando me la quedé mirando, dijo riendo.

-Así empezaré a pagar los plazos…

-Y si no llegamos a un acuerdo.

-Estoy segura de que me los devolverás.

Acababa de subir las maletas, cuando llegó Vero ya despotricando, Se había quitado los pantalones pues se había manchado al no tener práctica. Verla así y ponérseme dura la polla fue todo uno.

Si no miraba su cabeza, tenía delante un par de tetas apuntando al frente, marcando unos pitones que parecían grandes y separados como cuernos de toro, casi descubiertas por arriba gracias al escote de la camiseta que por abajo le llegaba al ombligo, y un poco más abajo un tanga consistente en un triangulito a la altura de los riñones, con un hilo que se metía entre los cachetes de un culo perfecto y otros dos, que por los costados, se unían con el otro en un triángulo que escasamente cubría su depilado coño.

En un lado, cerca del coño, llevaba tatuada una cruz gamada y en el otro una polla con el texto “Mario” debajo.

-Podías comportarte un poco más decentemente, ahora que eres la invitada de un extraño. –Dijo su madre.

-Me comporto como quiero. Y sabes que estoy aquí porque me has obligado. –Hizo una pausa- Y ya estoy hasta el coño de esta mierda casa, de este asqueroso pueblo vacío y del cabrón de tu amigo, que ya que nos invita, nos podría haber alojado en un hotel.

Yo me di media vuelta, más porque no se me notara mi erección que por lo que estaba oyendo, y las dejé discutiendo. Cuando estaba saliendo me dijo la niña:

-Por lo menos, dime donde hay un teléfono y donde está la televisión. Y si tienes WiFi, la contraseña, y donde hay cobertura para el móvil.

-El teléfono más cercano está en un pueblo a más de 10Km., la señal de televisión no llega hasta aquí ni la de los teléfonos móviles de cualquier compañía. Como mucho, hay cobertura de mala calidad en un monte a unos 20 minutos andando desde aquí. Por supuesto que WiFi tampoco hay. Si quieres, en la radio se coge una emisora que emite música clásica.

-¡Pero cómo coño se puede vivir así! ¿A qué parte del mundo de mierda me has traído? -dijo a su madre- Como no nos vayamos pronto seré yo la que se largue.

Solamente di media vuelta y seguí mi camino. Pronto las llamé a comer, pues tenía la comida casi preparada. Verdura y carne a la plancha. Vero no probó la verdura, porque según dijo, y confirmó su madre, no le gustaba. La comida fue tranquila. La mesa las ocultaba en su mayor parte, y fue lo mejor, porque Vero se había puesto una minifalda vaquera que justo le tapaba el culo y su madre otra también vaquera, pero no tan corta. Encima, ambas una camiseta y sin sujetador.

Por la tarde les enseñé el huerto, las calles vacías con las casas hundidas, mientras explicaba mi proyecto sobre el pueblo. Yo iba durante toda la visita empalmado solamente de verlas, fuimos hasta el río y Vero dijo:

-¿Me puedo bañar? Desde que he entrado en el establo me noto un olor a vaca que tira de espaldas.

-Si, por supuesto. Volvamos a casa y te vienes con un bañador. Así te quitarás también algo del calor que hace.

-¿No hay bichos que me puedan atacar?

-No te preocupes. En todas estas montañas el único animal peligroso es el jabalí, y solo es peligroso si lo acorralas o lo hieres. Rara vez se ve alguno.

-¿Y en el agua?

-Con suerte podrás ver alguna trucha, pero tampoco hay muchas.

Sin decir nada más, se sacó la camiseta, se quitó la falda y se bajó y sacó el tanga con un movimiento de patada, quedando totalmente desnuda y metiéndose en el agua, que, aunque fría, estaba muy agradable. Mi polla amenazaba con reventar por todos los lados.

-Vamos a meternos nosotros también. –Dijo Silvia bastante colorada mientras se desnudaba también. Supongo que para que lo de su hija pareciese natural. Pude apreciar lo bien que se conservaba.

Sus pechos firmes, su culo redondo, sin tripa ni el más mínimo asomo de grasa, evidenciaban sus cuidados, probablemente en largas horas de gimnasio y masajes. Llevaba un tanga blanco, no tan mínimo como su hija, cuyos laterales subían por encima de la cadera para bajar al triángulo de su pubis. El conjunto realzaba más su cuerpo haciéndolo parecer más largo, y que cuando se lo quitó, dejó ver un coño moreno de sol o rayos uva y totalmente depilado.

-Sí, bañaros mientras yo doy una vuelta. –Dije con intención de apartarme y hacerme una paja.

-Venga, báñate con nosotras. –dijo Silvia mientras se acercaba desnuda y comenzaba a soltarme la ropa, empezando por el cinturón.

Yo, que estaba bastante cortado por la situación, no reaccioné a tiempo cuando me bajó de un tirón los pantalones y los calzoncillos, obteniendo como resultado un golpe de mi polla en su barbilla cuando se soltó y otro seguido en la nariz.

-Vaya, se ve que estás contento. –Dijo sorprendida.

-Es que verte me produce mucha alegría.

-¡Jodeeerrr! Con el amiguito de mamá. Vaya tranca que se gasta el viejo –Dijo Vero que se había vuelto al oír la conversación.- Solo falta que la sepa usar bien.

-No dudes que sí. –Dije yo sin azoramiento, pues esta escena me lo eliminó de golpe.- Vamos al agua.

Terminé de quitarme la ropa, cogí de la mano a Silvia, que estaba más colorada que un tomate, y la arrastré entre grititos al agua, que nos llegaba a la cintura.

Estuvimos un buen rato haciéndonos aguadillas y jugando a tonterías cuyo único fin era: el de ellas, frotarse contra mi polla y el mío tocar sus duras tetas, su coño y culo y pasar mi polla por todos lados. Fue agradable y excitante. Con muchas risas y morbo. Incluso Vero se comportó como debía, con amabilidad y alegría, disfrutando del momento.

Un rato después, salimos del agua y nos sentamos en las piedras de la orilla, para que el sol de final de la tarde secase nuestros cuerpos.

Mi erección no había bajado con el agua fría y, aunque no decían nada, ninguna de las dos me quitaba ojo.

Se hizo de noche, cenamos pronto, tomé una botella de vino y dos copas y nos fuimos a la cama. Vero arriba, no sin protestar, quejándose por el miedo a estar sola en la planta, de que no hubiese televisión y de que no tenía cobertura para su iphone, y Silvia y yo a mi habitación.

Nada más cerrar la puerta, Silvia se abalanzó sobre mí y empezó a comerme la boca y a frotar mi polla sobre el pantalón, con la mano. Yo eché mis manos a su culo y la apreté contra mí. Localicé la cremallera y el enganche de su falda y se la solté. Tiré de su camiseta hacia arriba y cuando se la saqué por la cabeza, su falda cayó al separarse, quedando totalmente desnuda.

-¿Cuándo te has quitado el tanga? No me he dado cuenta.

-Es que no me lo he puesto al salir del agua.

No dije más tonterías. Me agarré a sus pechos para chuparlos y acariciarlos, mientras ella, a toda prisa, desabrochaba mi pantalón y escapaba de mi boca al agacharse mientras me lo bajaba hasta los tobillos, a la vez que el calzoncillo.

Sin perder un instante, se metió la punta de mi polla en la boca, la sacó y empezó a lamerla en toda su extensión, para metérsela entera hasta la garganta y repetir, en una de las mejores felaciones que me habían hecho. Superior incluso a las de las profesionales, pues por mi tamaño, no se atrevían a metérsela a fondo, y eso que probaban pollas de todo tipo.

Estaba al borde del orgasmo cuando la cogí en brazos y la llevé a la cama, perdiendo los pantalones por el camino, y colocándome entre sus piernas para lamer y saborear su coño, que tanto había deseado.

Su calentura debía ser tan alta como la mía, pues no hice más que pasar la lengua por su clítoris y se corrió con un fuerte grito:

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGGGG.

La dejé un momento que se recuperara y volví a sus pezones, pero no me dio tiempo. Se lanzó sobre mi polla para lamerla y chuparla. La recorría con la lengua desde la punta hasta los huevos, y luego se la metía en su boca, en una alternancia que, con la excitación de las escenas del día, me puso rápidamente al borde del orgasmo.

-Me voy a corree. –Le avisé, pero no hizo mención de retirarse, sino que se la metió hasta lo más profundo de su garganta.

Sin poder aguantar más, me corrí abundantemente dentro, sin que ella dejase escapar ni una sola gota.

-MMMMMMMMMMMMMM Jodeeeeerrrrr. Que gusto me daaaaasss…..

Una vez repuesto, tomé la botella y escancié el vino en las copas, pasándole una a ella para brindar.

-Brindemos por la consecución de nuestro propósito… –Dije yo.

-Y por nosotros. –Dijo ella con una sonrisa enigmática.

Fuimos dando pequeños sorbos, ella sentada en la cama, desnuda, con la espalda apoyada en la cabecera y yo sentado en el borde, recorriendo sus muslos con mi mano y apreciando su cuerpo y tetas, mientras hablábamos.

-A tu hija hay que prestarle más atención y hay que ser muy duro con ella para que vuelva al buen camino. No carece de educación, pero ha sido tan consentida y abandonada, que hace lo contrario de lo que se espera de ella, solo para llamar la atención. No creo que estos meses que faltan hasta el nuevo curso pueda enderezarla.

-¿Y qué propones?…

-Dada la edad que tiene, ya no debería ir a un colegio como alumna. Deberías matricularla en el curso, comprar los libros, y solamente presentarse a los exámenes. Ella se quedará aquí y yo me encargaré de disciplinarla y hacerle estudiar para que apruebe, aunque creo que sabe más de lo que demuestra.

-Creo que eso podré arreglarlo, tengo influencias en el colegio donde ha estado y sé que no pondrán reparos. Sobre todo, si sigo pagando las clases…. Y hablando de pagar… Esa mano tuya me está poniendo a tono para pagar mi plazo de la deuda.

-Y mi pluma está dispuesta y llena de tinta para firmar el recibo. –Le dije mientras me inclinaba sobre sus pezones, que esta vez pude disfrutar lamiendo primero alrededor de ellos, mientras mi mano seguía recorriendo sus muslos, para ir acercándose a su coño, y luego chupándolos y dándole toques con la lengua.

Al llegar a su coño, pasé un dedo por sus labios, ya ligeramente abiertos y mojados de nuevo, recorriéndolos despacio, si tocar su clítoris, para incrementar su deseo sin llevarla al orgasmo.

Ella se movió dándose la vuelta, y obligándome a ponerme de espaldas en la cama, mientras se subía sobre mí para hacer un 69. Por segunda vez, su lengua volvió a mojar mi polla en toda su longitud, bajando desde la punta hasta los huevos, para volver a subir y recorrer el borde del glande. Con pequeños toques unas veces y otras metiéndose solamente la punta. Pronto me tuvo loco de deseo.

Por mi parte, metí mis brazos entre sus piernas, con mis codos bajo ella y mis manos a la altura de su coño y culo. Con esa postura, conseguía forzarlas a su máxima apertura, al mismo tiempo que separaba con mis dedos los labios del coño. Metí mi lengua en su agujero todo lo que pude, incluso llegue a subir a su ano, donde me entretuve en ensalivarlo bien. Bajé a su clítoris prominente, que metí en mi boca, presioné con mis labios y succioné.

-OOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHH Cabrón. ¿Qué me estás haciendo? ¡Joder qué gusto me estás dando!

-Calla y sigue chupando, puta.

Le metía el dedo pulgar en el coño y frotaba la zona del punto G, mientras daba suaves lamida a su clítoris. Con mi polla otra vez a punto de reventar se separó de mí, se dio la vuelta y me dijo:

-La necesito en mi coño. Necesito esa polla en mi coño.

Se colocó a horcajadas sobre mí, cogió mi polla y la apuntó a su entrada de un solo empujón se la clavó hasta los huevos, emitiendo un fuerte gemido.

-MMMMMMMMMMMMMMMMMM. Esto siiiii. Me siento llena. Noto como empuja mi útero.

Lo dijo cerrando los ojos y con la cabeza levantada, mientras un gesto de satisfacción se reflejaba en su cara. Al momento, comenzó a cabalgarme, con la polla bien incrustada, moviendo su cuerpo y caderas adelante y atrás. Se inclinó sobre mí, dejando a mi alcance sus pechos, a los que llevé mis manos inmediatamente para acariciarlos.

-Jodeeer. Cómo me roza el clítoris. –Dijo unos segundos antes de repetir.

-Jodeer. Jodeeer. Me voy a correeeer. Me corrooooo. Siiii. AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH.

Cayó sobre mí totalmente ida, recuperándose. Poco después me confesaba.

-Ha sido tremendo. Creo que no he tenido nunca un orgasmo tan bueno, y sin embargo sigo excitada.

-Por mí no lo dejes.

Y empezó a moverse nuevamente. Al principio despacio pero poco a poco fue acelerando. No cabe duda que el baño de la tarde nos había excitado mucho. Por un momento imaginé a Vero arriba en su cama, masturbándose furiosamente y eso hizo que se me volviese a poner tan dura como al principio.

Le pedí su culo, pero me lo negó. Me dijo que más adelante lo veríamos, pero que nadie lo había usado y que por el momento ese camino estaba vedado.

Hice que nos diésemos la vuelta, quedando ella debajo, y le pedí que colocase sus talones en mis riñones, luego empecé un mete-saca furioso que le produjo dos orgasmos más, que yo me enterase, antes de correrme junto a ella en un tercero.

Entre paradas para recuperarnos fuimos terminando la botella de vino, hasta que, totalmente agotados, nos quedamos dormidos.

 

Relato erótico: “Obsequio especial” (POR LEONNELA)

$
0
0

Sin título1

_Jajaja no te hagas líos …. dáselo
_Dáselo??? Como se nota que no es tu trasero el que va a quedar sin poder sentarse!!
_Ay Paola no exageres el sexo anal no es tal malo, te acostumbras y ya!!! Además es un arma de mujeres y la estas desaprovechando
_Lo se, lo se, El problema es que tengo miedo que me lastime,  te juro que se me van las ganas y no se me antoja nada de nada
_Tranquila, solo relájate, y si pierdes el deseo inventa una fantasía, pon una peli, o por ultimo mientras lo haces, piensa en otro, ya veras como las ganas se te desatan jajaja
_jajaja Magali, tendré que buscar a ese alguien que pueda alborotar mis hormonas
_No busques tanto niña, o crees que no me he dado cuenta como te brillan los ojos cuando ves al colega de tu novio
_ Cuando veo a quien?  A Carlos? que imaginación la tuya!!
_Exactamente a Carlos, y  no te atrevas a negarlo
_Bueno pues, nadie podría negar que es atractivo …madre!!!. mira la hora!!! no voy a alcanzar a Ricardo,
_Ok ok me llamas y suerte con lo del regalo.
Me despedí de mi amiga, no porque estuviera retrasada, sino mas bien porque la conocía demasiado y sabia que no iba a parar hasta hacerme confesar que me atraía Carlos, y como no,  si tenia el encanto de los hombres experimentados  que saben como tratar a una mujer, sin duda, a algunos la madurez los vuelve aun mas interesantes, pero  en esos momentos  solo tenia cabeza para pensar en la mala racha que estaba pasando con mi novio.
Hace unas pocas noches habíamos discutido, debido a que me negaba a tener sexo anal, ya llevábamos mas de un año juntos, pero aun no me sentía preparada para ello, o quizás como decía  Magaly, Ricardo no había sido lo suficientemente persuasivo como para incitarme. Sin embargo, consiente de que nuestra relación era buena, y que para él era tan importante ese aspecto, decidí que seria conveniente al menos intentarlo, así que resolví pasar por su oficina llevándole un obsequio que le mostrara mi predisposición a complacerle en lo que tanto quería…
_hola Lina, esta Ricardo?
_Si Srta. Paola, al momento está reunido con el Lic. Carlos Silva.
_Ohh, bueno entraré un par de minutos a saludar
_Perdóneme Srta. pero el Lic. Ricardo ordenó no ser interrumpido, regáleme un segundo y la anuncio
-No, Lina, por favor…es que quiero darle una sorpresa
_Ay Srta. Paola que pena con usted, pero el licenciado es muy estricto y no quiero ganarme una reprimenda
Casi ignorando su último comentario abrí mi cartera, saque una bolsita de regalo y mostrándosela a la secretaria de mi novio, con voz melosa le dije:
_Solo voy a dejar esto Lina, por fis no me arruines la sorpresa
Ella golpeteó las uñas en el escritorio como diciendo para sí misma : qué hago…qué hago…
Aprovechando su momento de duda con una sonrisa traviesa abrí la bolsa y le dejé ver el contenido,
Lina soltó una risita y  con cierta malicia añadió,
_Creo que me ganaré una reprimenda si no la dejo entrar verdad?
_Reprimenda? Jajaja Lina, eso es motivo de asesinato!!
Me devolvió un guiño de ojo y dándose por vencida  me permitió el ingreso a la salita que conduce al despacho de mi novio, no sin antes responsabilizarme si ocurría algún inconveniente
Al llegar, estuve a punto de golpear la puerta, pero al oír carcajadas  en el interior, mi sexto sentido femenino me detuvo. Por las risas me di cuenta de que se trataba de un tema informal, o sea una charla de hombres mmmm esa si era una tentación inaguantable para mi, así que me quede detrás de la puerta tratando de escucharlos.
_Jajaja o sea que en tooooodo este tiempo nunca lo han hecho?
_Hermano no te lo cuento para que te mofes, es un asunto serio, me encanta el sexo anal, me pone cachondo, como ninguna cosa, pero Paola no se, en eso es tan modosa, se lo he pedido de mil formas pero siempre  me sale con la escusa, de ay me duele!!, no por ahí no!!!, me da miedo!!,  y por último hace un par de noches me dijo que soy un enfermo y que eso es una asquerosidad! …imagínate!!
_Vamos Ricardo entiéndela, algunas mujeres son mas tradicionales, pero si se tiene paciencia para estimularlas terminan accediendo
_Estimularla? Ya te digo que he tratado de mil formas y nada, me encantaría verla gozando, disfrutando como una guarra, pero que vahh  la niña anda inaccesible
_Trátala mas suave, ve despacio, las caritas dulces suelen terminar siendo unas fierecilla; aquí en confianza  con algunas  me ha tomado semanas y hasta meses convencerlas, pero joder que valió la pena
_no me vengas con clases de sexo a estas alturas, o acaso crees que a otras no me las he follado por ahí?
_jajaja Ricardo cálmate,  solo daba mi opinión
_Es más solo para que te mueras de envidia te contaré a quien le he dado últimamente, te acuerdas de Danny la pasante que estuvo en la oficina hace unos 4 meses? la rubiecita que tiene ese par de tetazas
_Ufff esa niña si que esta bien puestica
_Buena es poco, buenísima y ufff hermano le di hasta cansarme,.…imagina a esa preciosura en mi escritorio, toda caliente, abiertica para mi…..ni bien le mandé mano y la zorra ya estaba mojada, ufff mejor ni lo recuerdo
_Y como le hiciste con Paola no que andaban de amigas? … Yo que tu no me arriesgaba tanto,
_Que vahh hermano nada de líos, aquí tu maestro se las sabe todas jajaja, Oye y te acuerdas de Laurita? la que estuvo en información,  esa si es completa, le encanta que le den por detrás….
No podía creer lo que escuchaba, mi novio Ricardo de la manera más fría y desfachatada le contaba a Carlos, detalles de nuestra intimidad, y no solo eso, sino que por pura casualidad me acababa de enterar, que mientras decía amarme me traicionaba con cuanta tipa podía
Me sentí herida, humillada, lastimada; de seguro ni el peor sexo anal podría doler tanto como su cinismo, pero quería saberlo todo, así que me quede allí, tras la puerta de su despacho, enterándome de todas sus marranadas.
Sin resistir tanto descaro, me tumbe contra la pared,  mientras un par de lágrimas de coraje resbalaban por mis mejillas. Abrí mi cartera y en un intento de sacar una toallita de papel para limpiarme, involuntariamente solté la bolsa con el obsequio, produciendo  algo de ruido al caer en el piso.
Demonios!! Solo eso me faltaba que me descubrieran espiándolos. Al instante escuche unos pasos acercándose a la puerta, no tenia donde ocultarme así que me quede allí dispuesta a afrontar lo que viniera.
La manija cedió, y Carlos sacó la cabeza hacia el pasillo quedándose perplejo ante mi presencia,  le hice una seña de que se callara pues no quería que Ricardo me viera derrotada.
Desde el interior de la oficina mi novio preguntó:
_Que fue Carlos, pasa algo?
_NNo … nnada hermano, debió ser cualquier ruido, pero dame un par de minutos, aprovecho y doy una vuelta por  mi oficina.
_Ok luego seguimos.
Sin esperar mas me dirigí a la salida y su colega siguió tras de mi.
_Espera Paola espera, no lo tomes así..
_Cómo  mierda quieres que lo tome eh?
_Por favor  tranquilízate, vamos déjame al menos llevarte a  casa, no puedes manejar así.
_Que no!!!, pero si en verdad quieres hacer algo por mi, no le digas Ricardo que los escuché
_Ok, ok  no me meteré en esto,… pero tranquila …ven… ven pequeña…
Me tomó del brazo y con dulzura me acercó a su cuerpo, me sentía tan desprotegida que deje que me abrazara y ansiosa de un poco afecto recosté mi cabeza  sobre su hombro. Era la primera vez que estábamos tan cerca, tanto que su pecho presionaba contra  mis senos y su abdomen contra el mío, solo nuestros sexos guardaban algo de distancia, como si temieran rozarse.
_Tranquila…tranquila…
Me apretó más, sus manos  descendieron por mi espalda hasta encajarlas en  mi cintura, se sentía su tibieza través de la blusa de satín, basto un pequeño movimiento para juntar nuestros sexo, quedándonos totalmente adheridos y sin importarme que estuviéramos en medio del pasillo no se si por despecho o por atracción, busque refugio en su boca
Le besé suavemente, rocé sus labios llenándolos de mi humedad; abrí mi boca buscando una caricia mas profunda pero   él apenas respondió a mi beso, me sabia vulnerable y simplemente me volvió a abrazar…
Estaba dolida por la traición de Ricardo pero también ligeramente excitada por la cercanía de Carlos, y presa de mis sentimientos encontrados, con una audacia inusitada murmuré:
_ Carlos quieres tener sexo anal conmigo?
Se quedó estupefacto, achinó los ojos como si dudara de lo que había escuchado, seguramente era inentendible para el que una mujer que se negaba a tener sexo de ese tipo con su novio, ahora se lo ofreciera abiertamente a él, la verdad es que tampoco yo comprendía mi osadía
Permanecio callado. Pude haber interpretado su silencio  como un rechazo, o su falta de reacción como un desdén, pero vi deseo en su mirada y tomándole del brazo le guie hacia a su oficina.
Mientras yo cerraba la puerta tras de nosotros, él hizo a un lado la papelera y se sentó en su escritorio, se le notaba algo desconcertado así que me acerqué lentamente y me ubiqué entre sus muslos. Le volví a besar, esta vez  tenia la boca abierta como si esperara mis labios y respondió a mis besos con marcada intensidad. Su legua se paseo por mi interior, produciéndome un delicioso cosquilleo; intercambiamos saliva, y nos comimos con desesperación la boca
Sin dejar de besarme, me arrinconó contra la pared restregándome su cuerpo, premiándome con el palpitar de su corazón en mi pecho y el de su pene en mi vagina, nos juntamos más como necesitados de sentirnos
Su boca me saciaba, su lengua tibia me excitaba y buscando más de mí, descendió por mis hombros haciéndome estremecer.
El primer botón de mi blusa se abrió, el segundo dejo entrever el encaje  de mi brasier, y el tercero la morena piel de  mis pechos.  Yo misma zafaba el cuarto botón, cuando mi celular sonó, era el timbre que identificaba a Ricardo. No tenia intenciones de contestar la llamada, pero su repiqueo fue suficiente para dejarme vacilante. Quise disimular mi nerviosismo pero Carlos notó mis dudas y alejándose de mii se tiró en su sillón.
Tenía muchas emociones contradictorias,  sin embargo en voz baja murmuré:
­_Debo interpretar que no quieres  hacerlo conmigo?
_La pregunta no es si yo quiero hacerlo contigo linda, sino mas bien si tu estas segura de que quieres  conmigo…
La duda se volvió a reflejar en mis ojos. El comprendiéndolo todo quitó el seguro de la puerta y sin decir nada salí.
Esa noche me masturbe como nunca, recordaba sus besos, su bragueta abultada, su nariz metida en mis senos, su sexo punteándome, y ansié enormemente ser follada…follada por él.
Las cuatro semana  siguientes fueron confusas emocionalmente,  pensaba en Ricardo pese a sus engaños,  pero también recordaba los besos de Carlos.
 El fin de semana me quedé en  casa, no esperaba a nadie así que tan solo vestía una batica de esas ligeritas que por la comodidad se usan en casa, de tela suave, con tiritas y cortica. Eran como las 20h00 cuando sonó el timbre del departamento, se trataba de Carlos, desde lo sucedido en su oficina, no habíamos vuelto a hablar, y verlo nuevamente aceleró mi corazón, pero procurando mantenerme serena le invité a pasar.
Nos saludamos con un beso en la mejilla y sin más, levantando una bolsa de regalo preguntó:
_Se te hace conocido esto? ….se te  olvidó… aquel día…
Claro que lo recordaba, era el obsequio que llevaba para Ricardo, y que luego de tremendos besos  quedó olvidado en su escritorio
_Abriste la bolsa?  Viste lo que es?
_ Bueno la verdad si, …es… una tanguita fuxia, una tanguita amarrada a un lubricante anal
_No me digas que también leíste la nota?
_Este…perdona Pao, pero no resistí la curiosidad…
_La leyó el?
_No, no le he mencionado nada, recuerda que prometí no meterme en sus líos, pero ya hubiera querido yo recibir un regalo así…
 Saque la notita de la funda y la leí en voz baja: la tanguita me la pongo esta noche….tienes alguna idea de que podemos hacer con el lubricante?
Instintivamente alcé a mirar a Carlos, quien aprovechando mi distraimiento, entretenía su vista en mis pezones que marcaban la pechera; carraspeó cuando nuestras miradas se cruzaron y de forma seductora murmuró:
_Pao se perfectamente todo lo que se puede hacer con aquello…
_Jajaja no te lo estoy  preguntando!!! solo leía la nota!!!                          
_ Jajaja Lo se linda, solo bromeaba, pero a veces las bromas  resultan,  respondió  guiñándome un ojo.
Algo nerviosa desvié la vista hacia el regalo y sin atinar que decir indagué:
_Y porque no me lo entregaste antes eh?
_Puedo responder a cualquier pregunta menos a esa
_Humm así? Y a que se debe  tanto misterio?
_Cosas mías… no querrás saberlas…
_Ok, ok, y  lo de responder a cualquier curiosidad sigue en pie?
_Desde luego, soy un libro abierto para ti
_Por más intima que sea la pregunta?
_Responderé  a lo que quieras, si incluye una copa de vino
_Trato hecho!! Sonreí satisfecha y me dirigí al bar a servir dos copas de licor.
Al dar vuelta, de nuevo sus ojos descansaban sobre mí,  esta vez jugueteando en mis caderas, subiendo a mi cintura y descendiendo a mis muslos, sentí que perdía seguridad ante la insistencia de su mirada y apresurando el paso me senté en el sofá junto a él.
Mentalmente trate de formular una pregunta, quizá me arriesgaba a ser malinterpretada pero necesitaba la opinión de un hombre y Carlos me daba la sensación de tener experiencia en el asunto, así que sin más aspavientos me lance:
_Que tiene de bueno el sexo anal que les  gusta tanto?
Levantó un poco las cejas como si nuevamente le sorprendiera mi atrevimiento, bebió un sorbo de vino e interrogó:
_No te gusta? o asumes que no te gusta, porque no lo has probado?
_La que hace las preguntas soy yo, que no se te olvide eh
_Jajaja ok ok pero esto te costara más de una copa de vino
Sonreí como respuesta
Se reclinó en el sillón, cruzó la pierna, y empezó a tratar el asunto de manera algo formal
_El sexo anal a mas del inmenso  placer físico que te lo voy a detallar después,  conlleva  una parte sicológica, particularmente me encanta por que es un reto conseguirlo, la mayoría de las mujeres no se lo dan a cualquiera, sino a alguien que  ha sabido llevarlas a niveles altos de excitación y lograrlo te hace sentir bien como hombre. También tiene cierta implicación de dominio, la posición a cuatro patitas te hace sentir dueño de la mujer, fantasear con que tienes una esclava a tu disposición para hacer con ella lo que quieras, además…
Mientras él desvariaba con su clase educativa, casi sin darme cuenta baje la vista por sus pectorales, tenia dos o tres botones de la camisa abiertos, y se alcanzaba a ver algo de la vellosidad de su pecho,;brazos fuertes, espalda amplia, con la típica figura de un hombre dedicado al deporte. Sin poder evitar recordé aquella tarde…. sus besos, su lengua tibia, sus manos cálidas, su respiración agitada, su sexo endurecido…
El notó mi distraimiento y pasando su mano por mi mejilla malintencionadamente murmuró:
_No prestas total atención, así que temo que termines reprobando el examen que te tomaré al final de la clase….
Un escalofrío me recorrió por la espalda, y una leve contracción inquietó mi sexo. Posó su mano en mi rodilla y añadió:
_Tienes muchas curiosidades sobre el sexo anal cierto? Ven, ven te lo explico todo, dijo mientras me hacia señas de que recostara mi cabeza sobre sus muslos.
Sin objetar a sus indicaciones, me recosté en el sillón, dejando mi cabeza sobre sus piernas, el tomó mi mano y continuó:
_Mira chiquita, debes hacerlo cuando realmente estés convencida de querer intentarlo, cuando tu cuerpo te de las señales de que no quiere esperar mas por probarlo, desde luego siguiendo un preludio que te tenga en los límites de la excitación, así en lugar de dolor, sentirás placer, o al menos una mezcla de las dos cosas.
La excitación es la clave en esto, mira por ejemplo las caricias en tus senos cumplen con la función de preparar el camino, hay que tomar tiempo en masajear tus tetitas, en tirar de tus pezones hasta que se hinchen, y luego despacio pasarles la lengua, particularmente me pasaría largos minutos besándolos, lamiéndolos hasta hacerte gemir de gusto, los succionaría con fuerza y luego perdona la frase, pero te los mamaria bien rico…
Tan solo de escucharlo sentí como mi cuerpo se afiebró, mis pezones se tensaron como si tuvieran hambre de esas caricias, pero él se limitaba a relatar y a acariciar mis hombros. 
_No perdería oportunidad de acariciar tus muslos, besaría tus tobillos, tus rodillas hasta que por tu propia cuenta empieces a separarlos permitiéndome el acceso a tus ingles, pero si crees que me comería tu sexo, te equivocas, te haría esperar por ello, y me retiraría a acariciar tu pubis, a besar tu vientre y a morder tu cintura, bueno también pasearía mis dedos por tus labios vaginales…
Me estremecí sin poder evitarlo, supongo que  notaba mi estado de éxtasis sin embargo preguntó:
_Estas bien? Sucede algo?
_No, nno nada, respondí en medio de un suspiro
_Que bien…entonces continuo: a estas alturas tu clítoris estaría erecto,  y bordeándolo con mis dedos te arrancaría los primeros gemidos, estoy seguro que tus piernas se abrirían al máximo, y en ese momento te introduciría un par de dedos, los movería suave al principio luego aceleraría como si te estuviera cogiendo…
Era dificil resistir, apretaba mis piernas queriendo guardar mi compostura, pero el infierno que sentía, me hizo doblarlos haciendo que la bata se recoja, quedando mis muslos desnudos; los ajusté muy fuerte en un intento de controlar mis ganas
_Ves, tú eres una niñita buena y mantienes cerraditas las piernas, no todas son así, otras se abren y  gozan de buenas estocadas….
Era un perfecto desgraciado, estaba jugando con mi mente, doblegándola, excitando mi parte cerebral a tal punto que ya se veían los estragos de la lujuria en mi cuerpo, mis pezones parados, mis labios entreabiertos, mis pechos expulsados hacia afuera; afortunadamente no veía mis ingles mojadas, pero intuyo que hasta percibía mi olor de mujer.
_Como te decía, después de varios minutos de agazaparte mis dedos, me metería entre tus muslos y con mi lengua probaría el sabor de tus pliegues, labios mayores, labios menores, entrada vaginal, todo ese coñito rico terminaría lleno de mi saliva. Subiría a tu ombligo… por cierto no te he contado que  soy fanático de los ombligos, verdad?  la forma del ombligo dice que tan sensual puede ser una mujer… anda Pao déjame ver el tuyo…
No pensaba con coherencia, tampoco meditaba que para mostrárselo debía subir mi bata y a más de exhibir mis muslos, vería mi tanga, mi pubis, mis caderas, pero afiebrada como estaba  respondí con monosílabos entrecortados
_Ah…este….ssi …
Puso sus manos en mis muslos, los acarició suavemente desde mis rodillas hasta la parte superior, subiendo y bajando, luego con sumo cuidado deslizó mi batita hacia mi cintura dejando a la vista las braguitas transparentes que protegían mi pubis. Acarició mi vientre, e introdujo repetidas veces su índice en mi ombligo  como si me lo follara suavemente.
_Epa!! justo como lo imaginé…tienes un ombligo precioso, pequeño, estrecho…haría maravillas en él, supongo linda, que todos tus orificios… son así de excitantes….
Me arrancó otro gemido, parecía ser que en los últimos minutos era mi única forma de respuesta..la excitación me tenía no solo tonta, sino hasta muda
De cuando en cuando, Carlos subía y bajaba su mano por mi brazo rozando ligeramente la parte exterior de mi senos, ese pequeño roce me ponía literalmente cachonda pero el fingía mantenerse ajeno a mi excitación y continuaba con sus palabras que no tenían otra intención que calentarme hasta ofuscarme
_Donde nos quedamos mamita? Ahh si, en que metería mi lengua en tu ombligo, percibiría tu pubis, y ahora si bajaría a lamer completamente tu coño  delicioso, le daría lenguazos desde tu parte trasera, me comería toda la línea de tu sexo, y de cuando en cuando te introduciría la lengua follándote el culito…
A estas alturas la excitación era incontrolable, me estremecía de placer, mis pezones estaban a reventar, y sabiendo que ya no habría resistencia de mi parte chantó una mano a escasos centímetros de mi seno, yo ansiaba que los apretara que tirara de mis botones , y se los comiera, pero él apenas, rasqueteo mis pezones, que se levantaron como un par de soldados de soldados listos para la guerra.
Luego con la tranquilidad de quien sabe que tiene la batalla ganada, metió la mano por dentro de la bata y agarró de lleno mis senos, hurgoneaba ente ellos, los amasaba, me manoseaba sin prisas como si tuviera toda la noche para volverme loca de excitación; como siempre yo tan solo respondía con gemidos 
_Ahhh… Ahhhhhh
_Así mija asii….así responde una putita,…ábrete linda, ábrete, que quiero revisar si estas lista.
Obediente separé mis muslos, introdujo sus dedos dentro de mis braguitas, y me descubrió totalmente húmeda
_Ahhhh que rico ábrete, ábrete mas que quiero explorarte profundo
Sus palabras me volvían loca, ansiaba que me cogiera que me diera una buena paliza, que me reventara hasta el alma, y queriendo demostrárselo me abría completa, para que hiciera en mi sexo todo lo que se le antojara.
Al fin se inclinó sobre mis pechos lamiendo mis aureolas; no se si me enloquecía mas, sus dientes rasgando mis pezones, sus labios succionando mis pulpas, o el inclemente vaivén de su pulgar en mi clítoris
Ya no quería esperar más, di vuelta, mi rostro quedo a escasos centímetros de su pene, estaba tan cachonda que yo misma abrí su pantalón y me incline a chupársela, se la comía con desesperación mientras el empujaba su pelvis queriéndome llenar de  toda su herramienta. No me cansaba de comerla, ni de apretar los testículos en busca de su leche, mientras Carlos eufórico sobajeaba mi trasero.  
Me ordenó colocarme cuatro en el sillón, y él se ubico tras de mi, masajeo mis senos, y haciendo a un lado la tanguita introdujo su pene en mi coño, me lo hundió de golpe arrancándome un largo gemido, preludio del glorioso mete y saca repetitivo
_Esto te gusta no?, golfilla que delicioso lo tienes ahhhhhhhhhh
Lo empujaba con fuerza, con furia, al mismo ritmo que mis caderas echándose hacia atrás para lograr más profundidad, no necesité mucho y acompañada de incesantes gemidos me corrí.
Caí de bruces sobre el sillón, y él con el mayor de los cuidados separo mis muslos, y se lanzó a darme una comida de coño, diantres!!! cómo podía hacerlo tan delicioso, su lengua , sus dientes , sus dedos, ufffffffffff
_Más.. sigueee  asiiii sigue así Carlos…
_Ahora viene lo mejor putita, se me acaba de antojar inaugurarte, lo entendiste zorringa?
Un estremecimiento me recorrió, no se si por sus palabras o por la suavidad de su lengua invadiendo mi culito, era una sensación tan extraña y sin duda un morbo tremendo sentir los besos tibios de un hombre  profanando aquel lugar inexplorado.
Estando en cuatro separó mis glúteos, e intercalaba la humedad de su lengua con un suave masaje en la entrada de mi orificio, me había debilitado tanto mentalmente, que yo no necesitaba de preludios, quería que me la introdujera toda.
Tomó un poco del lubricante que yo había comprado para que Ricardo me inaugurara, y con suavidad fue introduciéndome sus dedos, al principio mi cuerpo rechazaba la sensación de ser asediada, pero sus manos magreando mis pechos, era el estimulo perfecto para dejarme hacer.
Una vez acostumbrada al ir y venir de sus dedos, colocó la punta de su miembro en  mi cola, haciendo pequeños movimientos circulatorios sobre ella, y dando suaves golpeteos que permitieran el ingreso del glande.
 Su pene presionó la entrada, la primera impresión fue de un dolorcillo que me hizo aquietarme, un nuevo intento me provocó un estremecimiento; ardió un poco, era como si la piel se rasgara ligeramente
Con suavidad continuó empujando hasta que emití un gemido al abrirse mis carnes, por acto reflejo coloqué mi mano en su pelvis deteniéndole de hacer mas presión, se detuvo unos segundos mientras yo cerré los ojos tratando de concentrarme en las sensaciones, calor, tibieza, tirantez en la cola, pero aun así me llenó el morbo de saber cuanto había entrado y botando mi mano hacia atrás la pasee por su pene, notando que al menos el glande ya estaba en el interior.
Estaba algo tensa, pero sus dedos estimulando mi clítoris me hacían olvidar del ligero dolor que sentía, sus movimientos lentos y acompasados empezaron a abrirme sin mayores contratiempos, tanto que comencé a mover mis  caderas buscando por mi propia cuenta acelerar la penetración. Centímetro a centímetro fuimos ganando terrero y a medida que su pene entraba desgarrando mi culito, disfrutaba de la deliciosa sensación del placer mezclado con dolor.
Esa hambre de sentir más, de querer ser llenada a plenitud, manifestada por el suave contorneo de mi  trasero, le daba la seguridad de que mi cuerpo no solo soportaba más presión, sino que necesita ser coronada de una vez.
Empujó fuerte arrancándome el jadeo mas fuerte de la noche, había ingresado profundamente, tanto que al rozar mis dedos por su pubis descubrí que no quedada un centímetro por meter, todo se perdía en mi interior
Nos quedamos quietos, el sudor de su frente de cuando en cuando caía sobre mi cuerpo y sus manos  como garfios se atenazaban a mis caderas. La retiró un poco, despacio y no puedo negar que el desgarre me hizo quedar casi inmóvil, mas sus manos dedicadas a darme placer estimulando mi clítoris me hacían desear  seguir siendo ensartada. Mis gemidos de gusto lo animaban y empezó a mover las caderas con más fuerza…
_Que puteria!!! Que deliciosa te vez ahhhhhh te estoy coronandoo
_Ahhhh Sigue..sigue nooo pares….. asiii..toda …toda…
_Claro que la tienes toda!! deberías verlo putita no queda nada fuera
Tomándome de la cadera me hizo hacia atrás, y estirándose un poco buscó algo en la mesilla de centro, quise ver de que se trataba  pero no pude hacerlo  y el continuó dándome profundo. Mis gemidos eran incesantes, estaba descubriendo lo que es el sexo anal y lo estaba disfrutan como un guarra.
Una extraña sensación de espasmos en mi culito me hizo empujar con fuerza hacia atrás, buscando el fondo, estaba llegando a límites desconocidos de placer y unas fuertes contracciones en mi sexo acompañaron mi más intensa corrida.
Mi muslos temblaban y mis brazos perdían fuerza, mis gemidos de cachondez, se mezclaban con los jadeos de Carlos; empujó sus caderas en movimientos rápidos y cortos que permitían una fricción mas continua y en medio de un gemido  llego hasta lo profundo, se quedo allí quieto,  totalmente adherido a mi, mientras una ola de líquidos inundaron mi orificio, haciéndome disfrutar de nuevos espasmos.
La retiro despacio, parte de su corrida se impregno en mis glúteos y unas cuantas gotas cayeron en el sofá como prueba de aquel perfecto momento.
Luego de tomar una ducha y de relajarnos un poco terminamos en mi cama, me abrazó desde atrás y susurró
_Te tengo un obsequio especial, espera que te lo muestro
Solté una carcajada
_jajaja Cuando hiciste eso eh??? No me di cuenta!!
_jajaja disfrutabas demasiado como para que pudiera notarlo, y quería que lo vieras desde mi perspectiva
_Me di cuenta que tomaste algo de la mesilla de centro pero la verdad no le di importancia, déjame, déjame ver bien
Nuevamente dio un clic y volvió a reproducirse el video tomado con su celular mientras cachondeábamos, la imagen de su pene desapareciendo en mi trasero, mis movimientos alocados buscando mas profundidad, los gemidos de goce,  mi carita de perra mientras me corría, y al final una imagen desenfocada causada por el temblor de su cuerpo al eyacular en mi interior…la ultima toma totalmente movida apuntaba al sillón, pero no dejaba de oírse nuestros gritos de placer.
_Ufffffff  vaya obsequio,  parezco toda una guarra
_Una guarra preciosa sin duda
_Me pasas el video a mi celu?
_Claro, es tuyo, así cada que lo veas piensas en mi
Al tener el video en mi dispositivo,  di unos cuantos clic y solté una carcajada de verdadero deleite
_Jajaja Carlitos a que no sabes lo que hice… Se lo acabo de enviar a… Ricardo!!!
_ Que hiciste que????
_Siempre dijo que quería verme gozando y disfrutando como una guarra no? Pues ahí me tiene!!!
No acaba de decir la última frase y mi teléfono timbro repetidas veces causándome aun más satisfacción. Era Ricardo. Apague el teléfono y musite: Venganza ….dulce venganza… darle a su amigo lo que él siempre quiso…
Carlos me miraba furioso, echo la sábana a un lado y empezó a vestirse
_Tamaño lío en el que me has metido!!
Coquetamente respondí:
_ Pero valió la pena  o no?
_Ssi, si valió la pena, pero no era necesario llegar a tanto..
_Pues se lo merece !!!!
Suavizando sus gestos respondió
Y yo que me merezco?
Lanzándome a su cuello murmure:
_Tú te mereces mis besos ….todos mis besos…
_mmm solo tus besos? Yo creo que también  un par de buenas nalgadas y… algo mas…
_algo mas?? Jajaja pues no me hagas esperar tanto…
 PARA CONTACTAR CON LA AUTORA:
leonnela8@hotmail.com

 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 
 

Relato erótico: “Cronicas de las zapatillas rojas, la camarera 5” (POR SIGMA)

$
0
0

CRÓNICAS DE LAS ZAPATILLAS ROJAS: LA CAMARERA 5.
Un consejo: es conveniente, aunque no forzoso leer Cazatesoros: Sydney y las zapatillas rojas, Expedientes X: el regreso de las zapatillas rojas y Alias: La invasión de las zapatillas rojas antes de leer esta historia.
Dedicado a Vaquita por su inspiración.
Por Sigma
– ¡Aaahhh… aaahhh… ooohhh… -gemía Muñequita casi contra su voluntad mientras era deliciosamente poseída por Bombón. La esbelta trigueña vestía únicamente unas botas rojas de tacón muy alto y un duro pero a la vez suave y placentero consolador doble mientras recostada de espaldas sujetaba los perfectos y altos tacones de esclava de la pelirroja para guiarla y moverla a su antojo, dándose placer y forzándola a ella al gozo, siguiendo ambas el frenético ritmo de la melodía clásica Czardas de Monti.
– Mmm… siiiii… eso es… mi muñequita… pronto te doblegarás… -le susurraba con voz ronca Bombón.
La camarera-modelo se encontraba convertida en un delicado paquete de placer, arrodillada en el regazo de la chofer siendo penetrada una y otra vez, únicamente llevaba puestas sus zapatillas de esclava y unas medias rojas con liguero, sus metálicos tacones, su cinto negro y sus grilletes estaban interconectados por medio de eslabones en un único bloque que le impedía otra acción que no fuera sentir placer, ni siquiera podía mirar pues su captora le había colocado a la pelirroja su propio collarín que le había regalado su señor, forzándola a mirar hacía arriba, lo que combinado con su posición arrodillada y los hombros hacía atrás la dejaban en una postura como de perpetuo éxtasis y sumisión. Eso la enfurecía… y la hacía vibrar de excitación.
– ¡Oooohhh!… maldicioooohhhn… -gemía ahogada en su propio gozo. Llevaba un par de días a merced de Bombón pero esta no había podido doblegarla, y por momentos parecía que olvidaba el objetivo y simplemente disfrutaba poseer a Muñequita. Ni siquiera la habían dejada salir de la gran cama del estudio, allí habían atendido todas sus necesidades como si fuera una reina… o una mascota.
– ¡Oooooooohhhhh! -sollozó al fin la camarera al alcanzar el orgasmo, mientras sacudía frenética su cabeza haciendo bailar sus encantadores rizos rojos de lado a lado.
– ¡Aaaaaaaahhhhaa! -gimió a su vez Bombón perdiendo el sentido de tanto placer al estallar en su esbelto cuerpo, justo al terminar la música.
La pelirroja al fin pudo derrumbarse libre del control de la trigueña sobre sus tacones cayendo de lado sobre la cama, agotada, pero aun consciente.
– Oooohhh… que  exquisito… pero yo… debería dominar… no ser dominada… -pensó mientras descansaba de lado. Sabía que debería estar terriblemente adolorida por sus ataduras, pero de algún modo el poder de las zapatillas rojas lo impedía. Con mucho trabajo y lentamente, logró girar su cuerpo para mirar a la trigueña que dormía plácida a su lado, con el consolador todavía dentro de ella.
– Mmm… pero que linda se ve… me encanta su coñito… ¡No! Basta… estar a su merced ya me está afectando… -pensó mientras revisaba la habitación únicamente con sus ojos, pues apenas podía moverse- tiene que haber una salida…
En ese momento Muñequita vio en la mesita a lado de la cama un objeto que atrapó su atención.
– ¡Un control de mi Amo! Bombón debió traerlo con ella… si pudiera llegar a el.
Pero pronto se dio cuenta de que era inútil, apenas podía moverse estando sometida así, en especial sin despertar a su captora.
Sin embargo la pelirroja no podía saber que las eternas cámaras de vigilancia en el complejo no solamente permitían a Piernas y a Nena ver el espectáculo y masturbarse frenéticamente desde el cuarto de control. Desde otro lugar lejano, de forma remota, X observaba complacido el desarrollo de los acontecimientos.
– Muy bien… después de esto mi Muñequita no se rebelará. Pero ahora debo asegurarme de que Bombón tampoco lo haga -el hombre oprimió una serie de comandos en su computadora a gran velocidad y una señal codificada de control remoto se emitió desde su computadora en el complejo.
– ¿Qué…? -susurró la pelirroja, para de inmediato guardar silencio. Los grilletes de sus muñecas se habían abierto con un débil clic.
– ¿Pero como…? -pensó un instante mientras al tener las manos libres pudo al fin, lentamente y en silencio, separar sus tobillos y soltar los grilletes del cinto para que no le estorbaran, pero claro no podía quitarse sus zapatillas de esclava, solamente su Amo podía liberarla de estar dominada de esa forma.
– Quizás los grilletes tienen un mecanismo de tiempo o… no importa, con esto me basta -pensó sonriente mientras se extendía sobre la cama y tomaba el control de la mesita. Introdujo un nuevo código y lo activó. Una suave y lenta melodía empezó a sonar en las bocinas y sus ojos brillaron complacidos al ver como las largas piernas de la durmiente trigueña empezaban a pulsar con la música, luego se extendieron en toda su gloria y empezaron a dibujar trazos en el aire.
Muñequita subió el volumen de la música y al instante Bombón se levantó de la cama para empezar a bailar sensualmente por todo el cuarto. Se movía como una bailarina exótica luciendo su esbelto cuerpo aun brillante de sudor, sus caderas, sus senos, sus nalgas y claro sus piernas. Solamente su cabeza inclinada mostraba que seguía dormida.
Pero eso terminó cuando la camarera le dio un sonoro azote en las nalgas al pasar cerca de la cama.
– ¡Aaayyy…! -gritó al despertar bruscamente- ¿Pero qué…? ¿… estoy bailando?
– Silencio esclava -le dijo con una sonrisa la joven.
– ¿Como te atreves putita?… Oohh… mis manos no me obedecen…Te arrepentirás de esto…
– Si piensas repetir lo que ya me hiciste… lo esperaré con ansias. Pero ahora es mi turno de divertirme. -le dijo a Bombón entre risas mientras se acercaba con mirada lujuriosa a su bailarina.
En el cuarto de control, Piernas y Nena observaban hipnotizadas el giro de los acontecimientos, vestían únicamente sus uniformes de esclava con garras de acero que sometían sus bellos senos y taparrabos que dejaban descubiertas sus apetecibles nalgas, mientras sus pies en punta calzados con zapatillas rojas de ballet descansaban sobre el tablero de mando, recargadas en los cómodos sillones de cuero del cuarto de control ahora se masturbaban furiosamente al ver que el dominio cambiaba de manos, se suponía que debían ir a ayudar a Bombón pero estaban ya demasiado sometidas a sus propios impulsos sexuales para poder resistir una visión tan erótica. Pronto en el silencioso cuarto no se escuchaban más que sus gemidos de placer.
– Oooohhh… ooohhh…. nnnnggg…
– Mmm… aaahhh… aaahhh…
En el estudio la pelirroja se había sentado en el sillón del escritorio y tras ponerse el consolador doble hizo que la chofer, dándole la espalda, se empalara a si misma bajando y subiendo una y otra en su regazo, siguiendo el ritmo de la exótica música, penetrándose y penetrando a su captora de forma enloquecedoramente deliciosa.
– Aaaahhh… nnnngg… por… favor…
-gimió la trigueña dominada por su placer, multiplicado por el poder mágico de las zapatillas rojas.
– Oooohhh… siiii… es mi… turno… de… poseerte… ahora tu… me pertenecerás.
– Noo… noo… por favor… noo -susurró la trigueña tratando de resistir, pero subiendo y bajando cada vez más rápido.
– Siii… siii… serás mía… siii… -respondía Muñequita a cada una de sus palabras- recuerda… que debemos… pertenecernos… unas a otras…
Sin poder evitarlo, los esbeltos dedos de Bombón apretaron con ansias los muslos de Muñequita mientras su boca se convertía en una O perfecta y arqueaba la espalda de placer.
Al sentir como se tensaba su cautiva, la pelirroja la hizo girarse, sujeto el suave rostro de la chofer y la obligó a mirarla a los ojos mientras compartían su orgasmo, apoderándose para siempre de una parte de su voluntad y su alma. Desde ese momento la esbelta ex agente de la CIA sería más vulnerable y sensible al dominio de la dulce camarera.
– ¡Aaaaaaaaahhhhhh! -gritaron casi al unísono para de inmediato engancharse en un largo y húmedo beso mientras se recostaban en el escritorio acolchado junto a ellas.
Desde donde se encontraba, X sonrió satisfecho, solamente faltaba algo más para completar ese juego de poder que había surgido en su ausencia, oprimió rápidamente varios botones de su computadora y un par de nuevas señales codificadas fueron enviadas a su estudio de forma remota.
Una nueva melodía empezó a sonar en las bocinas causando que las piernas de las dos esclavas adormiladas sobre el escritorio empezaran a palpitar siguiendo el ritmo. Muy pronto los dos preciosos pares de piernas de mujer se tensaron bien rectas, los pies casi en punta dentro de su estilizado calzado, para finalmente comenzar a dar pasitos y bailar en el aire aun recostadas.
De pronto la melodía alcanzó su clímax y los cuerpos de las dos hembras se giraron para ponerse una frente a otra y de inmediato sus manos se apoyaron tras ellas, sus deliciosas piernas se atraparon entre si, empezando a mover sus cuerpos, sus caderas, ondulando una contra la otra, rozando delicadamente sus coñitos entre si.
– Mmm… ah… ah…
– Ah… oh… oh…
Ambas empezaron a gemir aun entre sueños, el placer creciendo cada vez más dentro de ellas.
X no pudo contenerse más y empezó a masturbarse con energía mientras observaba la sensual contienda en su monitor de alta definición, impaciente por volver para disfrutar de sus queridas esclavas en su base de operaciones, mientras en otro monitor veía como Piernas y Nena obedecían también a la música y con sus piernas enredadas entre si se masturbaban sin control con sus manos apoyadas en el piso detrás de ellas, los sillones de cuero olvidados en un rincón, los rostros de las cuatro magníficas esclavas vueltos hacía el techo, sus ojos cerrados, sus largos cabellos colgando sueltos y sus cuerpos vibrantes y jóvenes moviéndose siguiendo la música, mientras ya empezaban a gemir a todo pulmón bajo el control de las zapatillas rojas.
– ¡Aaaaaahh… aaaahhh… aaaaahh…! -sollozaban de placer, casi sincronizadas como una sola criatura de deseo.
X ya se masturbaba frenético observando a sus hembras dándose placer entre si como las verdaderas hermanas y amantes en las que se estaban convirtiendo.
En las bocinas del edificio principal del complejo sonó la dominante voz del Amo transmitida por internet:
– ¡En posición esclavas!
A la vez las cuatro odaliscas se separaron a un paso y se arrodillaron en su postura de sumisión ante la cámara, sus pies en punta, su mirada baja en aceptación, sus pequeñas manos, con las uñas pintadas de colores brillantes, sujetaban posesivas sus propios tobillos, simbolizando el poder de su dueño sobre ellas, sus ojos enmarcados por maquillajes exóticos y sus labios pintados para parecer más lujuriosos y gruesos, en colores que contrastaban con la piel de cada una de ellas, mientras empezaban a responder a X formando silabas y palabras que indicaban su posición como esclavas, pronto gruñían de placer mientras sus piernas palpitaban siguiendo el ritmo.
– ¿Qué eres?
– Soy tu esclava… aaahhh… tu odalisca… tu hembra… tu juguete sexual… aaahhh… tu muñeca de placer…–respondieron como una sola voz.
– Excelente… ¿Cual es tu misión?
– Complacerte en todos tus caprichos… aaahhh… tus deseos son órdenes…
– ¿Cuales son tus órdenes?
– El placer y la lujuria… aaahhh… pertenecer a mis hermanas… amar mi cuerpo… lucirlo para los demás… ooohhh… lucir mis tetas y mi coñito… mostrar mis piernas… aaahhh… estar siempre disponible y lubricada… usar siempre tacones altos… siempre…
– ¿Qué te excita?
– Mi Amo y Señor, me enloquece y excita… mis hermanas me excitan… ooohhh… debo masturbarme si estoy sola y me excito… aaahhh… ver mi cuerpo me excita… me gusta mirar mi cuerpo y el de mis hermanas…
– ¿Harás todo lo que te pida?
– Todo… lo que quieras… cuando quieras… aaahhhh… mi cuerpo… mi mente… son tuyos… en la cama y fuera de ella… soy tuya… para siempre… aaahhhh…
Lo repetían una y otra vez al unísono como un embrujo, con cada sonido sus deliciosos y voluptuosos labios reflejaban todo la inmensa lujuria atrapada en las zapatillas rojas, convirtiendo a las bellas mujeres en recipientes para compartir una fracción de ese deseo sexual, que sin embargo las abrasaría vivas si no lo desahogaban constantemente, pero solamente su Amo y parcialmente sus hermanitas podían satisfacer su interminable y perpetua excitación, ahora definitivamente le pertenecían a X y a las voraces zapatillas rojas.
– ¡Ahora mastúrbate para mi esclava! –ordenó el hombre.
– ¡Oooohhh… si mi señor…! –dijeron a la vez las cuatro al apretar con más fuerza su tobillo izquierdo mientras su mano derecha se introducía en el hueco frontal de sus pantaletas y empezaban a acariciarse deliciosamente- ooohhh… aaahhh…
Lanzaban sus cabezas hacía atrás, sus rostros hacia el techo, sus labios abiertos, sus ojos cerrados y sus espaldas arqueadas al máximo, sus manos apretando fuertemente sus delicados tobillos para mantenerse a si mismas sometidas a su Amo, sus piernas arrodilladas se abrieron al límite, como ofreciendo sus coñitos, buscando, rogando por aun más placer.
– Muy bien mis putitas esclavas, se han ganado su premio… ¡Tengan el mejor orgasmo de sus vidas! ¡Vénganse para mí! ¡Ahora!
– ¡Aaaaahhhhhh!… aaaaaaaaaahhhhh… oooooooooohhhh… -las cuatro mujeres gritaron a la vez al alcanzar el mayor gozo que jamás hubieran experimentado en sus vidas, incluyendo el causado hasta ese día por las propias zapatillas rojas.
Luego se desplomaron suavemente y antes de caer dormidas por el más maravilloso sopor de sus vidas alcanzaron a murmurar unas pocas palabras.
– Te amo… Papito.
– Te amo… Papi.
– Te amo… mi señor.
– Te amo… mi Amo.
Luego las parejas se miraron y cerraron los ojos al murmurar:
– Te amo… hermanita.
Días después Muñequita dormía profundamente en su alcoba, únicamente llevaba puestas sus zapatillas de metal de esclavitud, unas medias blancas al muslo y unas pantaletas a juego semitransparentes que en lugar de cubrir su entrepierna la enmarcaba de forma más atractiva.
Sus rojos labios se entreabrieron de forma seductora y empezó a jadear suavemente, mientras sus manos se agarraban con ansias a las sabanas bajo ella. Finalmente dio un gritito de placer incontenible.
– ¡Ooooooohhh… siiiii!
Debajo de las sabanas salió Nena todavía vestida como colegiala, incluidos unas altas zapatillas de charol negro, punta redondeada y correa en el empeine.
– ¿Lo disfrutaste Mamita? -le preguntó tímidamente la rubia.
– Ooohhh… si mi Nenita… lo hiciste maravillosamente, eres una buena niña.
El rostro de la rubia se iluminó de alegría ante el halago.
– Pero ahora tengo trabajo, así que ve a jugar o hacer la tarea que te dejó Papi.
La mujer salió corriendo, sonriente y sin mirar atrás. De inmediato Muñequita se metió al baño y se dio una ducha y luego se vistió, primero un conjunto de lencería rosa, un corset que exageraba sus curvas de forma exquisita, haciendo parecer su cintura aun más esbelta y sus senos y caderas aun más grandes. Luego ajustó sus ya casi secas medias blancas al muslo con un liguero sujeto a broches del corset, en lugar de cubrir sus piernas las destacaban como perfectas esculturas sexuales. Se puso un vestido blanco muy corto que dejaba ver las cimas de sus medias y un generoso escote cuadrado apenas cubriendo sus pezones. El conjunto se completaba con un delantal rosa de encaje y sus zapatillas de esclavitud.
Finalmente se puso una pequeña tanga blanca, al ser la última prenda sería fácil quitársela si debía complacer a su Amo de inmediato.
Acomodó sus rizos rojos en un peinado alto y se fue a la cocina a recoger el desayuno de su Amo.
En la cocina estaba la joven cocinera de ojos verdes, corto cabello castaño y piel bronceada con la charola lista. Pero antes de tomarla, Muñequita le habló.
-Pon tus manos sobre la barra e inclínate -con ojos sorprendidos pero incapaz de desobedecer la cocinera lo hizo, dejando casi expuestas bajo su saco de chef sus nalgas cubiertas de medias blancas, intentó inútilmente jalar el saco para cubrirse.
– ¡No te dije que te cubrieras… quieta! -le gruño la camarera, con lo que la chef se quedó paralizada como estatua mientras la joven le acariciaba sus expuestas nalgas y piernas con lujuria.
– Mmm… si… cada vez estás mejor… si el Amo no te requiere quiero que vengas a verme esta noche… -le dijo con los ojos ardiendo al ver sus curvas.
– Pero…
– ¡No discutas! -le ordenó mientras le daba un buen azote.
– Oooooooohhhh… ooohh… -gimió por el orgasmo y el ardor que le causó el dominio de la pelirroja- Siiii… Mamita…
Tomó la charola y se marchó para llegar a tiempo con el desayuno de X y esperaba poder coger rico para desahogarse.
– Ooohh… sigo caliente… las hermanitas no me… satisfacen… lo suficiente. Solamente mi Amo me salva de enloquecer de lujuria.
Ya en la puerta del estudio se encontró con Piernas la encantadora doncella sexual que parecía esperar en la puerta con las manos frente a ella.
– Aun lado Piernas, traigo el desayuno -dijo con calma, pero la morena se interpuso.
– Lo siento, pero no puedes pasar, Papito está ocupado -le dijo decidida.
Pero la pelirroja la miró a los ojos y silbó una rápida melodía en un tono muy preciso.
La morena al instante se recargó en la puerta con sus perfectas piernas apenas sosteniéndola.
– Ahora obedece esclava… quiero que empieces a masturbarte desesperadamente, vete a tu alcoba, deja la puerta abierta y sigue hasta que el Amo te llame o hasta que pierdas el sentido de tanto placer… Y si alguien entra complácelo en lo que quiera.
Piernas salió corriendo y suspiró profundamente mientras introducía su mano bajo su corta falda y dentro de sus pantaletas francesas.
– Aaaaahhh…
Luego la pelirroja entró al estudio meditando sobre la frase: el conocimiento es poder. Incluso cuando no sabía de donde llegaba o por que lo tenía.
Al entrar sonrió sensualmente con sus labios ahora perpetuamente de color rojo intenso, al Amo le gustaba verla así por eso hizo que le tatuaran ese color.
– Ordené que no me molestaran… desobedeciste… -le dijo molesto X mientras observaba una serie de fotos y videos en sus monitores.
De inmediato la pelirroja se acercó al escritorio, dejó la charola y se apoyó inclinándose, con lo que sus grandes senos casi se salían del corset.
– Oh… Amo… por favor… te necesito tanto… siento que me quemo por dentro -le suplicó mientras acariciaba su escote de forma provocativa.
– Eso no me importa… – empezó a decirle pero sin dejar de mirarla.
– Ooohh… mis tetitas te necesitan, mi panochita está húmeda y lista, mi chochito está esperándote -mientras decía esto se dio la vuelta y se puso a cuatro patas en la cama, se levantó la cortísima falda y le mostró sus nalgas y su húmedo sexo- por favor… Amo.
X no pudo reprimir una sonrisa.
– Eres incorregible Muñequita, pero siendo tan sumisa y complaciente no es fácil molestarse contigo -le dijo mientras se acercaba y se iba desvistiendo.
– Si Amo… soy sumisa a ti. Te pertenezco.
– Di que eres… -le ordenó mientras iba subiendo a la cama y colocándose tras ella.
– Soy tu esclava, tu juguete, tu odalisca… oooohhhh… -gimió al sentir como su Amo le arrancaba la pequeña tanga bajo la falda.
– Di que me necesitas… -le ordenó mientras le acariciaba sus muslos y sus preciosas nalgas expuestas.
– Aaaaaahh… dependo de ti… no existo sin ti… me moriría sin ti… oooohhh… -gimió de nuevo cuando X empezó a penetrarla con dos dedos lentamente.
– Muy bien… has aprendido mucho linda pelirroja… mi Muñequita esclava…
El hombre miraba fascinado como gritaba y se retorcía la que una vez fuera una dulce camarera y que bajo su manipulación y condicionamiento se había convertido en un putita sumisa y desinhibida, excepto con sus hermanas claro, con ellas era dominante. Eran un contraste agradable para X, que estaba orgulloso de haber conseguido alterar tanto la conducta y deseo de la joven pelirroja.
Oprimió un botón de su control y la música empezó a sonar enloqueciendo a Muñequita. Aun a cuatro patas arqueó su espalda y empezó a mover sus caderas atrás y adelante, una y otra vez, al ritmo de la melodía.
– Ooohh… Amo… por favor… tómame… átame a tu voluntad… aaahh…
X sujetó las preciosas caderas de la camarera y la penetró desde atrás de forma salvaje y apasionada.
– ¡Aaaaayyyy… siiiii… siiiii… asiiii… aaahhh…! -empezó a gritar mientras empujaba con vigor hacia atrás, en segundos ya gemía escandalosamente, acoplándose al ritmo de la música y las embestidas de su Amo.
En un único y violento movimiento X desgarró el pequeño vestido y lo arrancó, lanzándolo tras él, dejando a la joven vibrando y pulsando sobre la cama vestida con el corset, las medias y las zapatillas de esclava.
– Mmm… muy bien… las prendas enmarcan tu coñito… y tus nalgas de… forma exquisita…
– Disfrútalas Aaaaahhmo… son tuyas… igual que yo…
– Aaahhh… eso es… te has convertido… en una perfecta… esclava… estoy muy… complacido… con tu sumisión…
– Oooohhh… gracias Amo… lo único que deseo es… complacerte… por favor no pares… más rápido…
Con una sonrisa X cedió brevemente a la súplica de su hembra, cogiéndosela frenéticamente.
– Siii… siii… eeeeso… -la pelirroja estaba al borde del clímax cuando su macho se detuvo y salió de ella sin aviso.
– No… por favor… sigue -empezó a gemir la joven de frustración cuando X se inclinó y tras sujetar sus muñecas las encadeno en su espalda, dejándola apoyada únicamente en sus rodillas y su cabeza, como esclava antigua recién entregada a su nuevo Amo.
– Por favor… -volvió a suplicar la linda camarera, mientras la música aumentaba de volumen.
– Me encanta tenerte así esclava, indefensa y lujuriosa -le dijo X al darle una suave nalgada.
– Oooohhh… por favor… me vas a volver loca… te necesito… mi macho…
Por un instante el hombre la miró fijamente, para luego usar ambas manos para abrir las firmes nalgas de su odalisca y acomodar su miembro duro en su ano y penetrarla fácilmente al estar lubricado por su húmeda putita esclava.
– ¡Aaaaagggghhh…. aaahhh… siiii… sigue Amo… ooohhh… me enloqueces…! -empezó a gritar frenética con cada penetración la linda camarerita convertida en zorra lujuriosa esclavizada al placer.
– Bien… al fin te convertí en… mi putita descerebrada… pero ahora haremos… algo muy especial…
– ¡Siii… siii… hazme lo… ooohhh… que quieras… me matas… me matas de placer!
X empezó a masturbar a la linda pelirroja acariciando su clítoris rápidamente mientras seguía poseyéndola más y más rápido hasta que de nuevo la joven se movía al ritmo de la música y el sexo que le imponía su Amo.
– Aaahhh… aaahhh… maaas… quiero maaaass… ooohhh…
– Ooohhh… Muñequita… eres una… buena zorrita… -le susurró X al oído a la joven mientras le daba un buen azote en la nalga.
– ¡Aaaahhh… Amo… me vengo… me veeeenngo… hazme tuyaaaa…!
– ¡Es el momento esclava! -le gritó su Amo mientras salía de ella, para luego girarla poniéndola de espaldas, se colocó encima, la sujetó de la barbilla obligándola a mirarlo a los ojos y empezó a hablarle guturalmente en una lengua que llevaba muerta dos mil años.
– ¡Aaaaaaaaaarrrrrrrrrggggghhhh! -aulló como nunca la pelirroja al tener el orgasmo más poderoso, abrumador y delicioso de su vida gracias a esas palabras. Su cabeza se lanzó hacia atrás, su boca y ojos se abrieron al máximo, su cuerpo entero se convirtió en un arco sobre la cama, mientras sus piernas pulsaban con la música poniéndose en punta aun dentro de sus zapatillas de esclava.
Finalmente se derrumbó extasiada, sus piernas aun palpitando suavemente con la melodía, sus rojos labios se abrieron jadeantes y se convirtieron en una gran sonrisa de placer, al abrirse sus ojos estaban en blanco, sin pupila discernible, la constante exposición por largo tiempo a las zapatillas rojas la había convertido en una muñeca de placer que X ahora podía programar a voluntad como un juguete, cuando lo deseara solamente tendría que decir las palabras de poder en la lengua antigua y ya no necesitaría quebrar su voluntad para cambiar el comportamiento de sus esclavas. A menos que eso le complaciera.
– Muy bien… cada vez domino más el poder de este artefacto –pensó orgulloso el hombre mientras se recostaba a lado de su esclava que esperaba instrucciones- pero aun necesito a una experta en ciencias ocultas y sobre todo a una patrocinadora para poder lanzar las zapatillas al mundo entero.
Acarició el rostro de la sonriente y expectante camarera a su lado.
– Muy pronto miles de mujeres me llamarán Amo igual que tú Muñequita…
– Si… Amo… -respondió con voz dulce la sonriente pelirroja que ahora se había convertido en un verdadera Muñequita.
X tomo el teléfono del estudio y realizó una llamada interna en el edificio.
– Bombón… escucha con atención pues tengo una misión para ti… es hora de que me conozca la señorita Ivanka Trump…
FIN
 
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
sigma0@mixmail.com
 
 
Viewing all 7974 articles
Browse latest View live