Quantcast
Channel: PORNOGRAFO AFICIONADO
Viewing all 7969 articles
Browse latest View live

Relato erótico: “Descubro que mi madre es tan puta como yo” (POR GOLFO)

$
0
0

 

Mi historia con ese maduro comenzó de la forma más imprevista y para mi desgracia, cambió mi vida. Hasta que le conocí era una mujer preocupada solo por mi profesión y sin tiempo de buscarme una pareja.  No penséis por ello que era un bicho raro, al contrario siempre me he considerado bastante normal.
Antes de nada quiero  presentarme, me llamo Martha tengo 28 años y soy de la ciudad de Monterrey. Físicamente atractiva,  cuando ando por la calle soy objeto de las lisonjas subida de tono de los babosos. Especialmente atraigo a los albañiles y por eso cuando paso por una obra, es raro que no escuchar una serie de piropos. Sé que mi cabello negro junto con mi apariencia elegante despierta en esa gente sus bajos instintos y por eso, llego hasta cruzarme de acera para pasar por enfrente de esos pazguatos. Nunca he comprendido porque lo hago pero reconozco que me resulta reconfortante recibir sus alabanzas quizás porque como estoy soltera y sin novio no tengo quien me las diga.
Muchas veces mis compañeras de la clínica donde trabajo como odontóloga me han recriminado este comportamiento. No les parece sensato ni moral que una bonita flaca  disfrute alegrando la vista a esos trabajadores.   Siempre les había contestado:
-¿Qué hay de malo?
De tanto tentar a la suerte, un día que iba a trabajar un grupo de seis tipos decidió pasar un buen rato divirtiéndose a mi costa. Totalmente despistada no los vi llegar y cuando quise darme cuenta, los tenía encima.
-¿Dónde vas con tanta prisa?- preguntó el líder de esa panda cerrándome el paso.
Por su tono comprendí que estaba en problemas e intenté huir pero sus amigotes me lo impidieron. Muertos de risa, me rodearon mientras me manoseaban de arriba abajo, de modo que en solo unos segundos mi trasero y mis pechos recibieron más “caricias” que durante un par de años.
-¡Dejadme!- lloré sabiendo que si no conseguía que se apiadaran de mí, lo menos que me podía pasar era que esos cabrones me violaran.
El que me cortó el paso me agarró de la cintura y me obligó a pegarme a su cuerpo. Os juro que no sé qué fue más desagradable si su olor fétido o sentir su pene erecto rozando contra mi entrepierna. 
Cuando ya me daba por perdida, apareció un hombretón grande y maduro e interponiéndose entre ellos y yo, me protegió diciendo:
-¿Por qué no os metéis con alguien de vuestro tamaño?
La seguridad que manaba de su voz hizo que el grupo retrocediera, momento que él aprovechó para llevarme en volandas hasta su auto. La facilidad con la que cargó mis casi cincuenta kilos me hizo comprender que estaba ante un gigante y en vez de aterrarme, hundí mi cabeza en su pecho y me puse a llorar.
El moreno me acunó entre sus brazos sin importarle el hecho de no conocerme y durante unos minutos dejó que me desahogara sollozando. Poco a poco, fui tranquilizándome al saberme segura pero al mismo tiempo al oler su fragancia masculina me percaté de lo rara que era esa situación y por eso, le pedí que me dejara en el suelo.
Soltando una carcajada, obvió mis deseos y en vez de dejarme donde yo quería, me depositó en el asiento del copiloto de su carrazo.  Tras lo cual cerrando la puerta, se puso en el lado del volante.
-Niña, ¿Dónde te llevo?- preguntó mientras me ayudaba a abrocharme el cinturón de seguridad.

 

-Tengo que ir a trabajar- respondí muerta de vergüenza al notar que los botones de mi blusa estaban sueltos y que ese hombre podía ver en su totalidad el brasier de encaje que llevaba.
Muerto de risa, comentó:
-Tapate y dime dónde vives. Así no puedes aparecer en la oficina.
Comprendí que tenía razón y por eso le di la dirección de la casa donde vivía con mis padres. El enorme y guapo sujeto asintió y sin preguntar me llevó hasta allá. Me estaba bajando cuando caí en la cuenta que no sabía nada de mi salvador y por eso dándome la vuelta, le agradecí el favor y le pregunté su nombre.
-Fernando- contestó mientras dejaba en mis manos una de sus tarjetas de visita, tras lo cual me dio un beso en la mejilla y despareció entre el tráfico.
Todavía con los nervios a flor de piel, subí en el elevador y abrí la puerta. Pensando que no habría nadie en casa, directamente me fui a mi habitación mientras no dejaba de pensar en ese hombre que me había salvado. Tuve que reconocer que la virilidad que me transmitió, me había puesto cachonda y por eso abriendo mi armario, saqué de él una minifalda y un top color melón que sabía que me sentaba de maravilla.
Satisfecha me miré en el espejo. Allí descubrí que el pensar en ese moreno me había alterado y que la muchachita delgada  que devolvía ese cristal, tenía mis pechitos en punta. En ese momento decidí que iba a llamarle esa misma tarde y que intentaría quedar a cenar con él.
Fue entonces   cuando de pronto un ruido me hizo comprender que no estaba sola y fui a ver quién estaba a esas horas en mi casa. Imaginaros mi sorpresa cuando al llegar a la cocina me encontré a  mi madre con  Mario, el hijo del portero. Si por si eso no fuera poco, me quedé lívida  al comprobar que esa mujer educada a la antigua y de la que nadie nunca ha murmurado siquiera un chisme, estaba besando a ese chaval. Paralizada, me escondí y desde el quicio de la puerta, me quedé espiando la escena. Pegando mi cuerpo a la pared, saqué la cabeza para mirar sin ser vista.
En la habitación y vestida con un traje negro, mi madre llevaba su blusa medio abierta y lo sé porque pude ver como Mario metía su mano bajo la tela y cogía entre sus manos los enormes pechos con los que la naturaleza la había dotado. Dándole lo mismo,   no puso reparo a sus toqueteos y con un extraño fulgor en sus negros ojos, dejó que se los sacara dejándome admirar que la edad había hecho poco daño en ellos y que venciendo la gravedad, se mantenían duros u firmes.
Justo cuando el hijo del portero se estaba metiendo un negro pezón en su boca, mi madre buscó sus besos diciendo:
-¿No prefieres que te la chupe?.
La lujuria sin límite que proyectaba mi vieja convenció al muchacho el cual bajándose los pantalones, sacó su miembro del encierro y  le dijo:
-Cómetela, ¡Puta!.
Creí que mi madre iba a responder con una cachetada a semejante insulto pero completamente ruborizada, se arrodilló frente a él y obedeciendo, lentamente se la fue introduciendo en la boca hasta que sus labios tocaron su base. Satisfecho su amante le presionó la cabeza con sus manos forzándola a proseguir su mamada. No pude evitar quedarme petrificada al comprobar que ese pene se acomodaba perfectamente en la garganta de mi mamá.
-Eres una vieja mamona- alegremente Mario le gritó al sentir la humedad de su boca.

 

Su madura pareja incrementó la velocidad de la maniobra buscando como loca el conseguir el anhelado alimento  y no contenta con ello, con sus dedos comenzó a acariciar los huevazos del muchacho. Para entonces, mi sorpresa había menguado y viendo la maestría con la que estaba mamando esa verga, me empecé a calentar.
Todavía no estoy muy orgullosa, pero  la cachondez con la que mi amada madre la comía provocó que llevara una mano bajo mis propias pantaletas y sin perder ojo, me pusiera a masturbarme. Acariciando con delicadeza mi clítoris, disfruté de ese incestuoso espectáculo cada vez más alterada. Mi pubis me recibió lleno de flujo al admirar a la que siempre había considerado una mojigata mamando sin parar. Descubrir que era al menos tan caliente como yo, me excitó e introduciendo un dedo en mi coñito, gemí calladamente.
Para entonces, los mimos de esa felación había llevado a Mario al borde del orgasmo por lo que gritando le informó que se iba a correr. Mi madre sorprendiéndome nuevamente le pidió que lo hiciera en su boca y acelerara el  compás de su boca hasta que el hijo del portero explotó en su interior. Ella no le hizo ascos a ese semen y prolongando su mamada, consiguió beberse toda la blanca simiente del chaval sin que por ello ni una gota manchara su inmaculado traje.
La cara de deseo que descubrí en mi madre me llevó a un nada filial clímax y con mi entrepierna empapada, hui de allí mientras Mario la colocaba a cuatro patas y cogiéndole de su cintura, le levantaba la falda aireando un culo prieto y bien puesto. Solo me dio tiempo de observar su glande recorriendo los pliegues de mi vieja antes oír que le decía:
-Fóllame, por favor.
No me podía creer que mi madre le estuviese poniendo los cuernos a mi padre.
-Dame lo que mi marido no me da- insistió olvidando que era una señora casi de cincuenta años y que al menos le llevaba treinta al crio,
Cumpliendo sus deseos, Mario cogiéndole su lisa melena negra, la usó como riendas y metiéndosela de un golpe, empezó a cabalgarla. El modo tan brutal con la que apuñaló su sexo la hizo gemir y comportándose como si estuviera en celo, le rogó que no parara.
Ya no pude oír más porque salí del apartamento, incapaz de soportar la calentura que me producía el saber que mi padre tenía una cornamenta descomunal.
Ya en la calle, agarré un taxi que me llevara hasta la clínica odontológica en la que trabajo. Durante el trayecto, la imagen de la zorra de mi  madre y la de mi moreno salvador hicieron que me fuera poniendo aún más cachonda. Por eso al llegar a mi destino tras pedir perdón por mi retraso, entré directamente en el baño.
Sofocada y con mi respiración entrecortada, me senté  y bajándome el tanga, llevé mi mano hasta mi sexo.
“¡Que bruta estoy!”, me dije al recorrer los pliegues de mi vulva y descubrir que estaban húmedos y calientes.
Dejándome llevar, traté de visualizar que se escondía debajo de los pantalones de Fernando y a tenor de su tamaño, me imaginé que ese hombre tenía entre las piernas una hermosa verga coronada con un enorme glande.
No sé si fueron las extrañas circunstancias que me habían pasado pero en cuanto  puse forma a ese aparato deseé hundir mi cara en él y abriendo mis labios, dejar que me entrara hasta la garganta. Os reconozco que sentí como me licuaba con solo pensarlo y dando uso a mis deditos, intenté complacer mi calentura.
Muchas mujeres se niegan a mamar una buena herramienta pero a mí, os confieso que me pone burrísima. Hay pocas cosas que me gusten más que sentir una polla en mi boca mientras mi pareja me dice burradas al oído. Por eso me imaginé que al recogerme a la salida de mi trabajo, ese moreno iba conduciendo cuando sin más prolegómeno aprovechaba un semáforo para bajarle el cierre de su pantalón.
Y que al hacerlo, ese desconocido sonreía y sin dejar de conducir, me cogía de mi negra melena y llevando mi cabeza hasta su entrepierna, me decía:
-Flaca, ¿A qué estas esperando?

 

Su permiso me dio alas y retirando mi cabello, me permití contemplar su atrayente aparato. El aroma a macho que desprendía me hizo relamerme mis labios anticipando el banquete que me iba a dar en su honor y sacando la lengua me puse a lamer con sensual lentitud cada centímetro de su verga.
En mi imaginación, Fernando comportándose como un exigente amo, me ordenó que separara las piernas y que usara una de mis manos para masturbarme. Ni que decir tiene que fue el modo en que mi mente buscó una explicación para el par de dedos que ya tenía clavados hasta el fondo de mi sexo y por eso, todavía con más ardor, seguí pajeándome.
Cada vez más cachonda, me vi lamiendo dos sabrosos huevos antes de abriendo los labios, introducirme toda su extensión hasta el fondo de mi garganta. Ya sentía la acción de su pene contra mis mofletes cuando escuché que una compañera entraba en el baño. Con disgusto comprendí que debía dejarlo para otro momento y bastante acalorada, me vestí y salí del cubículo.
-Martha, ¿Te sientes bien?- preguntó mi amiga al ver mi cara totalmente colorada.
-¿Creo que me voy a poner enferma?- respondí buscando una exclusa creíble para el color de mis mejillas-
Lupe creyó mi versión y sin darle mayor importancia, me dijo que tenía que cuidarme y siguió maquillándose. Roja de vergüenza fui a mi  despacho, deseando que con el trabajo se me pasara el sofoco.
Desgraciadamente, durante toda la mañana, dejé que mi imaginación volara con cada uno de mis clientes. Si era una mujer la paciente a la que tenía que arreglar los dientes, me inventaba que era la zorra de mi madre la mujer que se sentaba en mi consulta y que los instrumentos de dentista con los que trasteaba en su boca, eran la verga de mi salvador. Si por el contrario era un hombre, le cambiaba de cara y me imaginaba que era ese moreno, quien descansaba esperando mis caricias.
De esa forma, al llegar la hora de comer, lejos de tranquilizarme estaba dominada por una brutal lujuria y sin tomar en cuenta las consecuencias, agarré la tarjeta de visita de ese desconocido y le llamé.
Reconocí su voz en cuanto descolgó y temiendo que no se acordara de mí, le dije:
-Fernando, Soy Martha. La boba que esta mañana salvaste.
-Sé quién eres- respondió y muerto de risa, me soltó: -No todos los días están a punto de partirme la cara y menos por culpa de una preciosa flaquita de largas piernas.
El piropo me encantó y más segura de mi misma, comenté:
-Quiero agradecerte el favor y he pensado en invitarte a cenar esta noche.
Mi petición le hizo gracia pero haciéndose el caballero, me respondió:
-Acepto si me dejas elegir el restaurante y pagar la cena.
Su respuesta me satisfizo y con mi coñito rebosando de humedad, le pregunté únicamente como debía ir vestida.  El maduro tonteando descaradamente conmigo, contestó:
– Quiero que esta noche te esmeres y cuando te recoja en tu casa, la mujer que entre en mi coche sea una diosa.
Como imaginareis,  prometí sorprenderle y colgando el teléfono, me puse a planear la forma en que me llevaría a ese gigante a la cama….
La cena donde realmente le conozco.
Tal y como habíamos quedado, Fernando pasó a por mí, lo que nunca me esperé fue que respetando unas costumbres que creía ya anquilosadas, tocara al timbre y se plantara en mi casa. No os podéis imaginar la cara de mi madre cuando vio que esa masa de músculos de más de uno noventa era mi pareja de esa noche. Alucinada por la diferencia de edad, me fue a buscar a mi habitación diciendo:
-Hija, abajo hay un tipo que dice que viene a buscarte.
Por su tono comprendí que estaba molesta pero recordando la postura en que la había pillado esa mañana, decidí castigar su maternal preocupación diciendo:
-Verdad que es impresionante. ¡Está buenísimo!
Cabreada por mi descaro, me exigió que guardase al menos la compostura frente a él y que no notara lo mucho que me atraía. Muerta de risa por su hipocresía, seguí profundizando en una nada inocua rebelión diciendo:
-No me esperes. Si todo sale como espero, ¡Mañana despertaré en sus brazos!
Ni se dignó a contestar mi impertinencia y dejándome sola en mi cuarto, bajó a hacer compañía a Fernando. Creyendo que había ganado esa batalla, tranquilamente terminé de arreglarme. Como deseaba conquistarle, me vestí con un escueto traje de negro bastante sensual y muy escotado que  dejaba también al aire la mayor parte de mis piernas. Encantada por la imagen sexi y elegante del espejo, me eché perfume y bajé a encontrarme con mi cita.
El guapetón que me esperaba recorrió con sus ojos mi cuerpo mientras me deslizaba por las escaleras meneando mi pandero. En su rostro descubrí que había acertado con la vestimenta pero cuando realmente confirmé que le atraía, fue cuando me dijo:
-Nunca creí que con mis años vería a un ángel recién caído del cielo.
Ese educado piropo tan diferente a los que estaba habituada, consiguió sonrojarme y devolviendo su lisonja, le respondí:
-Si yo soy ese ángel, tú eres mi Zeus.
Fernando soltó una carcajada y asiéndome de la cintura, me dio un suave beso en los labios mientras me decía:
-Me podías haber avisado que tu madre nos acompañaría.
La tersura de sus labios y el aroma a macho que desprendía no me dejó asimilar su queja hasta que vi en la puerta a mi vieja lista para salir. La muy pérfida con una sonrisa en su cara, comentó:
-Como tu padre está de viaje, me he auto invitado. ¿Verdad que no te importa?
“¡Será zorra!”, pensé, “¡No le basta con ponerle los cuernos a su marido que encima quiere chafarme los planes!”
Disgustada por partida doble con la mujer que me había traído al mundo, tomé mi bolso y abracé a mi pareja mientras mi madre nos seguía unos pasos atrás. Fernando debió notar mi encabronamiento porque susurrando me preguntó:
-¿Por qué estás tan enfadada con ella?
No pude confesarle la verdad y en vez de ello, pegándome a su cuerpo, respondí:
-Deseaba divertirme contigo esta noche.
Os juro que mi respuesta no tenía un sentido sexual pero mi  pareja de esa noche, me malinterpretó y rozando uno de mis pechos, me dijo al oído:
-No te preocupes, tu madre no tiene por qué enterarse.
Esa robada caricia hizo que mis dos pezones se pusieran como piedras y mi coñito se empapara mientras galantemente Fernando me abría la puerta del copiloto. Rápidamente me subí, no fuera a ser que mi vieja quisiera ocupar el lugar que por derecho tenía reservado. Al ver su gesto de disgusto, comprendí que esa había sido su intención y por ello, sonreí mientras se sentaba en la parte trasera.
Ajeno a ello, el enorme maduro cogió el volante y como si fuera algo normal en él, nos informó que había reservado una mesa en el mejor restaurante de la ciudad.

 

-¿Cómo has conseguido mesa?- pregunté porque era famoso por estar siempre lleno y que si querías ir al él tenías que pedirlo con dos semanas de anticipación.
Muerto de risa, contestó:
-Es mío.
Fue entonces cuando caí en el apellido de su tarjeta y descubrí que estaba con un afamadísimo millonario que no solo era dueño de una cadena de restaurantes sino que era el propietario del casino de mi ciudad.
“¡Dios!, es Fernando Legorreta.
Saber que muchas mujeres hubiesen dado la mitad de su vida por disfrutar de su compañía, me dejó alelada al no comprender que había visto ese hombre en mí. Mientras mi mente rulaba a mil por hora, ese don Juan charlaba animadamente con mi madre.
Un pelín envidiosa de las atenciones con las que trataba a esa zorra, agarré una de sus manos y la puse sobre mi muslo. El maduro no se mostró sorprendido por mi acción y antes de que me diera cuenta me estaba acariciando sin importarle que la mujer que tenía detrás fuera mi madre.
Azuzada por sus caricias, separé mis piernas y levantando mi falda, le dejé clara mi disposición. Él al percatarse de mi entrega, disimulando fue subiendo por mis muslos desnudos acercándose poco a poco a mi sexo. La sensación de estar siendo acariciada con ese público tan selecto, me terminó de excitar y moviendo mis caderas hacia delante busqué el contacto con su mano.
-Señora, ¿sabía que su hija en un poco aventada?- preguntó mientras uno de sus dedos se abría camino bajo mi tanga.
-¿Por qué lo dice don Fernando? – preguntó mi vieja sin saber que en ese momento su hijita estaba siendo gratamente recompensada.
Y mientras le narraba la difícil situación en la que me había conocido, se apoderó de mi clítoris con una de sus yemas. Os reconozco que me creí morir al sentir su dedo hurgando en mi sexo y mordiéndome los labios deje que ese casi desconocido me masturbara mientras a pocos centímetros mi madre conversaba con él, cómodamente aposentada en el sillón trasero.
“¡No puedo ser tan zorra!” pensé mientras todas las células de mi cuerpo ardían por la lujuria.
Mi calentura era máxima cuando sentí que como si fuera un pene, su yema se introducía en mi interior y comenzaba un delicioso vaivén de fuera a adentro y viceversa.
“Me voy a correr”, adiviné al notar que una maravillosa corriente eléctrica asolaba mi anatomía.
Reteniendo las ganas de gritar, sufrí un gigantesco orgasmo mientras mi madre me recriminaba el haberme puesto en riesgo con esos albañiles.
Al maduro no le resultó indiferente comprobar que sus dedos se impregnaban de la pringosa prueba de mi placer e incrementando sus toqueteos, me llevó a la locura mientras su propio pene se alzaba bajo su pantalón. No os tengo que decir que si no llegamos a tener compañía me hubiera lanzado golosa contra su verga porque en ese momento, lo que me hubiese apetecido hubiera sido incrustar ese manjar entre mis mofletes.
En vez de ello, me tuve que conformar con ver que Fernando retiraba su mano de mi entrepierna y llevándosela a su boca, lamía con gusto el flujo que había quedado entre sus dedos. Al verlo, casi me vuelvo a correr y fue entonces cuando decidí que de esa noche no pasaba que yo catara la simiente de ese macho.
Cinco minutos después llegamos a nuestro destino, como el caballero que es, ese maduro nos abrió la puerta y nos llevó a un elegante apartado dentro del restaurante. Al no estar habituada a tanto lujo, tanto mi vieja como yo nos quedamos impresionadas con el detalle de reservar la mejor mesa para nosotros.
Educadamente, nos hizo sentar a cada lado, de forma que yo quedé a su izquierda mientras mi madre se sentaba a su derecha. Comportándose como el perfecto anfitrión, nos preguntó que queríamos beber y en vista que tanto las dos queríamos vino, llamó a su sumiller y le pidió uno de los caldos de su bodega personal.
Al oír que su elección era un Petrus, me quedé nuevamente impresionada porque una botella de ese tinto francés bien podía costar los tres mil quinientos pesos. Al protestar porque me parecía muy caro, Fernando contestó:
-Los buenos vinos están para las grandes ocasiones y qué mejor que estar acompañado de dos bellezas.
La puta de mi vieja quedó encantada con el piropo y luciendo conocimientos, se puso a comentar con él las virtudes de los vinos de Francia contra los de origen español. No sabiendo nada sobre ese tema, me tuve que quedar en silencio y dándole vueltas al placer que ese hombre me había dado, despertó mi lado salvaje y por eso llevé mi mano bajo el mantel.
Mientras mamá y Fernando charlaban posé mis dedos sobre su musculoso muslo y viendo que no repelaba, fui recorriendo la tela de su pantalón hasta llegar a su bragueta. Al hurgar en su entrepierna, me encontré con una enorme verga que confirmó mis previsiones: ¡Fernando estaba magníficamente dotado!. Por eso importándome un carajo que mi vieja estuviera hablando con el, comencé a jalar de ese maravilloso instrumento, devolviendo parte de la vergüenza que me hizo pasar.
Mi maduro estaba aguantando estoicamente el tipo sin quejarse cuando mi madre afortunadamente preguntó dónde estaba el baño y tras recibir las indicaciones se levantó y salió del reservado. Ya solos, Fernando acomodándose en su silla, me preguntó si no prefería mamársela.
¡No me lo tuvo que pedir dos veces!
Cumpliendo mi sueño, me arrodillé bajo la mesa y al amparo del mantel, desabroché su pantalón y saqué de su encierro su aparato.
-¡Es enorme!- exclamé al coger por primera vez esa belleza entre mis dedos.
Larga, gorda y con un capuchón a modo de champiñón  me dejó extasiada y disfrutando como una perra, acerqué mi lengua a esa maravilla. La fuerza de su virilidad era evidente y no solo por los más que llenos huevos que con gozo absorbí sino por el tamaño de las venas que decoraban esa extensión.
Recreándome en la mamada, embadurné con mi saliva todo su pene antes de abriendo mis labios, meterlo hasta el fondo de mi garganta. Fernando al sentirlo, presionó mi cabeza con sus manos forzando aún más esa profunda felación e increíblemente noté que no solo era capaz de absorberla por completo sino que mis labios entraban en contacto con la base de su sexo.
-Supe en cuanto te vi que eras una putita y que te tendría en esta postura- satisfecho, mi maduro me informó.
Ese insulto lejos de cortarme, me azuzó y con más ímpetu, fui metiendo y sacando su miembro de mi boca a la vez que con mis dedos acariciaba la bolsa de sus gordos testículos. Los golpes de su verga contra mis mofletes y garganta, me indujeron un trance lujurioso donde el mundo desapareció y solo existía para mí,  esa polla que rellenaba todo mi ser. Necesitada de hacer la mamada de mi vida, cumplí sus deseos fielmente hasta que el placer se acumuló en sus huevos y pegando un grito, se derramó explosionando en mi boca.
Fue increíble, golpeando mi paladar ese semen se me antojó un manjar solo al alcance de los dioses y no sabiendo si tendría otra oportunidad, devoré su semen como si me fuera la vida en ello, no fuera a ser que nunca beber de ese alucinante manantial y por eso no desperdicié ni una gota. Recorriendo su piel con mi lengua limpié su falo hasta que quedó inmaculado y solo entonces, escuché que mi madre había vuelto y que preguntaba a Fernando por mí:
-Se encontró con un amigo y ahora vuelve- respondió salvaguardando mi honor pero sobretodo evitando el escándalo de que mi vieja se enterara que su hija era una zorrita mamona.
Increíblemente, la mujer que me había dado a luz aprovechando mi teórica ausencia, empezó a tontear con el maduro de una forma tal que apenas tuve tiempo de meter su verga dentro del pantalón y cerrar su bragueta antes que esa guarra pusiera su mano sobre el muslo de mi adorado mientras le decía:
– Don Fernando, ¿Qué ha visto en mi hija?, no le parece que es demasiado joven para usted.
“¡Maldita hija de perra!”, pensé al ver que con todo descaro los dedos de esa puta se acercaban a la virilidad del tipo. No me podía creer el marrón en el que estaba. Despatarrada y con mi coño encharcado bajo la mesa mientras mi madre manoseaba al hombre que me volvía loca.
Disfrutando del momento, el maduro le contestó:
-Piense que su hija es igual que usted pero con veinte años menos. Y viendo como de guapa es usted, me garantizó que con los años no pierda atractivo.
Mi vieja cogiendo ya su instrumento, contestó:
-¿Y no prefiere alguien con más experiencia?
La escena curiosamente me empezó a calentar pero temiendo que esa mujer quisiera también meterse bajo la mesa, pellizqué uno de los gemelos de Fernando para que buscara el modo de que pudiera salir de ese problemazo. Mi maduro comprendió el dilema y soltando una carcajada, le soltó:
-Me encantaría- y haciendo como si buscaba un anticipo, acarició uno de sus pechos, derramando “involuntariamente” la copa de vino sobre su vestido.
Pidiendo disculpas Fernando la ayudó a secarse. Mi madre un tanto molesta, le dijo que no importaba pero que tenía que limpiar esa mancha si no quería que le quedara un cerco y por eso, desapareció rumbo al baño.
Nada más irse, salí de  debajo del mantel mientras muerto de risa, ese Don Juan  se reía de mí diciendo:
-¡Menudo par de putas están hechas la madre y la hija!
Su vulgar exclamación me hizo gracia y siguiéndole la corriente, respondí:
-¿Te imaginas tirarte a la mamá mientras su hija os mira?
Mis palabras cayeron como un obús en su mente y tras pensarlo durante unos segundos, me contestó:
-Paso, tu vieja no me gusta. Pero te propongo otra cosa: ¿Qué opinas de que te encule mientras observas como otro tipo se la folla?
La idea me resultó cautivante y por eso no dudé en aceptar, diciendo:
-Me gustaría pero dudo que pueda ser. ¿Cómo vas a conseguirlo?
Descojonado, me respondió:
-Fácil, tu vieja va a creer que soy yo quien la folla cuando realmente mi verga estará incrustada en tu  culo- y recalcando sus palabras, me pellizcó un pezón diciendo: -Mientras cenamos la voy a poner tan cachonda que no va a poder negarse a que me la tire con una venda en sus ojos.
De esa forma y mientras mi coñito se anegaba de flujo, anticipando el placer que ese millonario me iba a dar esa noche, esperamos a que mi madre volviera del baño.
 
 

 

 Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 
 


 

Relato erótico: “Hércules. Capítulo 17. Adiestramiento.” (POR ALEX BLAME)

$
0
0

Capítulo 17: Adiestramiento.

El día siguiente comenzaron los entrenamientos. Era despertado todos los días a las seis de la mañana y tras el desayuno ya le estaba esperando Afrodita con unas ceñidas mayas y escueto top desafiando el frío mañanero.

Los primeros días los dedicaron a evaluar sus funciones físicas, velocidad, resistencia, agudeza visual e inteligencia. Al principio Hércules intentó disimular sus capacidades tal y como sus madres le habían aconsejado siempre, pero Afrodita lo sabía todo y le obligó a emplearse a fondo.

Tras la evaluación, ambos llegaron a la conclusión de que no necesitaba adiestramiento en cuestiones de lucha cuerpo a cuerpo, pero Afrodita le señaló que no era invulnerable y le enseñó a manejar armas de todo tipo, especialmente las de tipo personal. En pocos días consiguió ser un experto en el manejo de pistolas, fusiles y rifles de francotirador.

—Pensarás que ya estás preparado, —dijo Afrodita cuando la parte física del adiestramiento hubo concluido— pero aun queda la parte más importante, durante los siguientes días te enseñaré a desenvolverte en distintos ambientes desde los barrios más bajos hasta la alta sociedad…

—¿Y qué te hace creer que no puedo hacer esas cosas yo solo? —replicó Hércules— Ya sabes que mi abuelo es una de las personas más ricas del país.

—En efecto —respondió ella— pero hace tiempo que está alejado de las esferas de poder y el pertenecer a una familia como la tuya no te garantiza que seas admitido automáticamente en esos círculos reducidos. Yo haré que eso te resulte más fácil.

—Bien, ¿Y por dónde empezamos?

—¿Qué te parece por las mujeres? —dijo Afrodita— Eres un hombre fuerte y atractivo. Y eso puede ser una herramienta muy útil con las mujeres.

—¿Ahora es cuando me vas a contar que los niños no vienen de París…?

—Algo parecido, en este trabajo te vas a tener que valer de todos los trucos que tengas a tu alcance para cumplir tus misiones y seducir mujeres es uno de ellos.

—¿Y me vas a decir qué es lo que les gusta a las mujeres?

—Soy una mujer, es normal que pueda hablar de ello con cierta autoridad.

—De acuerdo. —dijo Hércules sentándose— Soy todo oídos.

—Lo primero que tienes que saber que el principal órgano erógeno en la mujer es este —dijo Afrodita señalándose la cabeza.

—¿El cabello? —preguntó él con sorna.

—Vamos Hércules, no seas infantil. Sabes perfectamente de lo que hablo. Por muy moderna e independiente que sea una mujer a todas nos encanta que nos halaguen, eso sí, sin pasarse. Mantener el equilibrio en la fina línea que separa el halago de la adulación es un arte que debes aprender y lamentablemente en eso no puedo ayudarte demasiado.

—¿Y entonces en que puedes ayudarme?

—Te contaré que es lo que sentimos las mujeres al hacer el amor para que puedas aprovechar esos conocimientos. Ahora calla y escucha.

—En realidad no somos tan diferentes de los hombres. Cuando vemos un hombre que nos gusta nos sentimos atraídas por él, igual que vosotros aunque no lo demostremos tan visiblemente. En general preferimos que nos traten con delicadeza, nos gustan los mimos y las caricias antes de entrar en faena, ahora te voy a contar un par de secretillos.

—Eso espero, porque hasta ahora no me has contado nada que no sepa o por lo menos suponga.

—Las mujeres no somos como las actrices porno, no nos corremos chupándoos la polla o haciéndoos una cubana, no nos gusta que intentéis sincronizar Radio Nacional con nuestros pezones y tampoco nos gusta que nos frotéis el clítoris como si estuvieseis sacándole el brillo a la plata.

—Es cierto que tenemos un punto G en la pared superior de nuestra vagina, una pequeña zona casi inapreciable, salvo porque cuando nos la acariciáis nos volvemos locas. Para encontrarla normalmente necesitáis que os digamos donde está porque, en esto, cada mujer somos un mundo.

— Pero el punto G y el clítoris no son los únicos lugares que nos producen un intenso placer En el fondo de la vagina hay dos zonas, son el cérvix y los fórnices vaginales, si los estimulas suavemente nos producen un intenso placer y son particularmente utiles porque también se estimula la producción de secreciones que lubrifican el canal vaginal. El punto A, que está entre el cérvix y el punto G y el punto U en los alrededores de la uretra también son especialmente sensibles.

—Joder, creo que voy a tener que tomar apuntes. Se te van a acabar las letras del alfabeto.

—Usa tus dedos y posturas adecuadas, —continuó Afrodita ignorando la interrupción— estimula estos puntos con suavidad y conseguirás que cualquier mujer se vuelva loca de placer.

—En general estamos más dotadas para el sexo que vosotros, al contrario que vosotros, tras el orgasmo volvemos a estar preparadas para continuar. Normalmente no tenemos un periodo refractario como vosotros o es muy pequeño. Por otra parte, todas somos capaces con un poco de entrenamiento de ser multiorgásmicas y al igual que vosotros, somos capaces de eyacular.

—Habla con nosotras antes, durante y después del acto. Averigua lo que nos gusta y no te cortes, háznoslo.

—El sexo anal puede ser placentero, pero no lo hagas a lo bestia. Tomate tu tiempo para lubricar y dilatar el esfínter, eso permitirá que el dolor sea mínimo y se eviten accidentes. Trátanos con respeto, incluso con el sexo duro hay límites. Si nos llevas hasta él sin sobrepasarlo, haremos lo que quieras por ti.

—¿Y eso es todo? —preguntó Hércules con aire cansino.

—Básicamente sí. Ahora practicaremos unas cuantas posturas especialmente placenteras para nosotras y verás por qué lo son.

Hércules se quedó paralizado, con los ojos abiertos, como un ciervo ante los faros de un coche. Afrodita le miró con una sonrisa malévola y le indicó con un dedo que se acercara. Finalmente el joven se acercó y se plantó frente a ella sin poder evitar echar un vistazo a su cuerpo enfundado en uno leggins negros y un escueto top que no dejaba nada a la imaginación.

Flashes de la noche de su llegada con Afrodita desnudándose y acariciandose asaltaron su mente, teniendo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no empalmarse.

Fingiendo no darse cuenta Afrodita le invitó a tumbarse:

—Empezaremos por la más básica, la fusión, —dijo sentandose sobre Hércules—probablemente la habrás experimentado más de una vez. Permite una penetración profunda y al tener nosotras el control nos resulta especialmente placentero.

Hércules se limitó a asentir mientras su profesora le golpeaba suavemente el pubis con su sexo.

—Si te sientas conmigo encima, hacemos la medusa, esta permite las caricias y los besos en nuestras principales zonas erogénas, pechos, labios, cuello, muslos… Es una de mis preferidas para iniciar la relación sexual. —dijo ella frotandose de nuevo contra Hércules que ya había renunciado a luchar contra su erección— Como ves puedo excitar a mi pareja acariciando su glande con mi clítoris y decidir cuando dejo que me penetre…

Hércules aguantó la tortura como mejor pudo. Deseó arrancarle la ropa a esa belleza y follarla. Demostrarla que el sexo duro y apresurado tambien podía ser placentero.

Sin hacer caso, la mujer se separó y se tumbó de lado indicando a Hércules que se colocase a sus espaldas.

—La postura de la somnolienta, también es muy placentera. Me penetras desde atrás y yo retraso la pierna y rodeo tu cintura con ella, así tu tienes acceso a mi clitoris y mis pechos. —dijo cogiendo sus manos y obligandole a entrelazarlas con las suyas de modo que las plamas de Hercules tocaran el dorso de sus manos y acariciandose a continuación las ingles y los pechos para demostraselo— ¿Ves?

—Sí ya veo. —respondió él con la voz ronca y desesperado por tener los pechos y el coño de aquella mujer tan cerca pero tan lejos.

Sin darle tregua, Afrodita se puso en pie, se recolocó los leggins que se habían incrustando en la raja de su sexo y le ordenó que se sentase en una silla.

Apenas se hubo sentado, ella se colocó encima y rodeando el cuello de Hércules con sus brazos comenzó a dar saltitos sobre su erección, mirandole a los ojos con una mirada aprentemente inexpresiva.

—Esta se llama la doma y siempre ha sido una de mis favoritas nos permite acariciarnos y besarnos, en fin muy tierna, Y con solo darme la vuelta tienes acceso de nuevo a mi clitoris. —dijo volviendo a coger sus manos y a acariciarse el sexo.

Hércules creía que iba a enloquecer, pero Afrodita no se dio por enterada y a continuación se puso a cuatro patas señalandole que la postura del perrito era una de las preferidas por todas las parejas y que se podía continuar con el tornillo.

—Ves me tumbo bocarriba y giro mis caderas poniendo las piernas juntas a un lado. Tu de rodillas me penetras presionando mi clitoris y penetrandome profundamente…

Justo cuando creyó que no podría aguantar más Afrodita se levantó y se colocó la ropa. Hércules supiró y se levantó más lentamente dejando que su erección se fuese extinguiendo como un conato de incendio que no acaba de prosperar.

—Ahora tratemos otros asuntos, —dijo Afrodita sonriendo satisfecha por el mal rato que le había hecho pasar a aquel joven y abriendo a la puerta y franqueando el paso a dos tipos que aparentaban un sexo indefinido.

—¡Oh! !Por Dios! ¿Qué es esto? Jamás había visto una melena semejante, está totalmente estropajosa. —dijo el más viejo y delgado con voz afectada—¿Cuánto hace que no te aplicas una mascarilla nutritiva? —añadió tocando su pelo con dos de sus dedos, como si se tratase algún tipo de alga pútrida y maloliente.

Sin dejar de parlotear dio instrucciones al otro hombre que, con gesto resuelto, arregló y cortó el pelo de Hércules, le aplicó mascarillas y le afeitó cuidadosamente la barba.

Tras varias horas de tratamiento no se reconocía a sí mismo. Los siguientes días, como si se tratase de My Fayr Lady, Afrodita le instruyó en la manera de comportarse en sociedad con qué tipo de personas debía tratar y de cuales huir y la mayoría de sutilezas que un hombre vulgar no entendería y todo amante del arte y la literatura debía conocer.

Un día, tras un entrenamiento, el director se le apareció como por ensalmo y le cogió delicadamente con el brazo.

—He seguido tus avances con interés. —dijo el anciano con voz cascada— Afrodita opina que ya estás preparado. Y tú, ¿Te sientes en condiciones de acometer tu primera misión? ¿Quieres comenzar a redimir tus delitos?

—Estoy preparado.

—Perfecto. —dijo deslizando un sobre en la mano de Hércules y abandonándole sin despedirse.

Ya en su habitación, con un leve temblor en sus manos, abrió el sobre. En él había un dossier sobre una mujer. Observó la foto. Tez olivácea, rostro atractivo aunque un poco descarnado, de pómulos altos y ojos grandes y oscuros. Su nariz era recta y respingona y sus labios gruesos y jugosos.

Apartó la foto y leyó el dossier con interés. Para ser la primera misión no le parecía demasiado difícil.

***

—¿Se puede saber que haces con ese aspecto de viejo carcamal? ¿ Y quién es ese hombre al que está ayudando tu hija? —Dijo Hera interrumpiendo su observación.

—Vamos, ya me demostraste que lo sabes de sobra. —respondió Zeus fastidiado.

—Te recuerdo que hicimos un pacto para no interferir con los humanos…

—Que tú mediante subterfugios has roto. —le interrumpió su marido.

—¡Eres un cerdo! —estalló Hera— ¿Cómo te atreves a acusarme de nada mientras tu andas fornicando con humanas igual que un burro salido?

—No lo entiendes, no he tenido más remedio, mujer. Aparta ya de una vez esa desconfianza patológica. No tientes la suerte.

—Entonces permíteme entenderlo. ¿Por qué ayudas a ese joven después de haber cometido esos horribles crímenes? —preguntó ella indignada.

—Porque lo necesitamos. Nuestro pacto nos ata de pies y manos y no puedo reuniros a todos y solventar nuestras rencillas a tiempo para salvar a la humanidad. Así que he tenido que valerme de subterfugios y de la ayuda de Afrodita, que como nadie la toma en serio, puede moverse con más libertad.

—¿De qué demonios hablas?

—Hablo de la caja. Una humana está a punto de encontrarla y necesitamos que alguien la detenga.

—¿La caja? ¿Te refieres a esa caja que le regalaste a Pandora? ¿Y qué importancia tiene? Ella la abrió y ya liberó todos los males del mundo. Además, Epimeteo la enterró en un lugar, lejos del alcance de cualquier hombre.

—Sí, bueno. No todos los males fueron liberados, Pandora cerró la tapa antes de que se liberase el peor de todos. El que acabará con la humanidad entera. Y el gilipollas de Epimeteo la enterró profundamente, pero no pudo evitar jactarse de lo que tenía y dejar pistas por todas las Cícladas. Ahora una humana con vastos recursos está sobre la pista y es como un perro con un hueso. —replicó Zeus echando chispas por los ojos— Y ahora no puedo intervenir directamente ya que alertaría a Hades y este intervendría ansioso por tener un montón de nuevos inquilinos en el averno.

—Maldito seas, tú y tus jueguecitos. —dijo Hera sin poder ocultar su satisfacción— Siempre actuando sin pensar y ahora la vida de millones de inocentes pende de un hilo.

—¿Guardarás el secreto? —preguntó Zeus fastidiado por tener que pedir un favor a su mujer.

—Está bien. No se lo diré a nadie e intentare despistar a Hades. ¿Llegará a tiempo tu hijo para evitar este desastre?

—Eso espero, Hera. Aun tenemos algo de margen y Afrodita le está entrenando bien. Un par de misiones y estará listo. Confía en mí.

—Si me diesen un dracma por cada vez que he escuchado esa frase…

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

PRÓXIMO CAPÍTULO TRANSEXUALES

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR :
alexblame@gmx.es

 

Relato erótico: “Otro loco” (POR WALUM)

$
0
0

Sin título1

Lz
Hola soy Claudia, tengo 33 años, soy muy atractiva, demasiado, o sea en realidad mi cuerpo tuvo mucho que ver mis años de gimnasio, ya que siempre quise mantener todo en su lugar. Junto con mi cabello rubio bien claro y suavemente enrulado. Mis ojos color miel y grandes, mis pechos bien erguidos, desafiantes, incitan, mi perfecta cola, bien parada, resaltada por la ropa que me coloco y mis buenas piernas, no pasan desapercibidas, realmente mis medidas quedaron en 95-53-92.
Hay que sumarle a mi esbelta figura, que vivo sola en un departamento de un edificio viejo, y en mi piso soy la única habitante.
Desde que vine de mi pueblo, allá por el sur, nunca tuve sobresaltos.
Atraída por la gran ciudad, buscaba hacer mi carrera y salir del aburrimiento.
Buscaba la aventura, rechazar pretendientes, nunca traer hombres a mi departamento, solo tener la cabeza puesta en mis metas, convertirme en una excelente profesora de matemáticas, ir a bailar, salir de compras, era lo que me gustaba.
Después de unos meses comencé a trabajar en un colegio importante de la ciudad, fue un buen salto.
Llegó un día, que el colegio decidió ir de excursión a un hospital psiquiátrico y a un parque, para que conozcan un poco los alumnos, como no habían muchos profesores que fueran a ayudar con la disciplina me invitaron y yo acepté, nos encontramos a la mañana temprano, nos dijeron a quien teníamos que ver allá y fuimos, éramos 4 profesores y unos 40 o 45 alumnos mas o menos.
Cuando llegamos nos recibió un jefe médico, y comenzamos la recorrida. Después de conocerlo, el medico de muy buen habito nos invito a conocer todo el hospital, así que lo hicimos sin problemas. Recorrimos habían sectores de recreación y de arte, muy interesante, luego llegamos a otra puerta pero el medico se dio vuelta y nos dijo –Acá hay pacientes aislados porque son peligroso, no creo que quieran verlos. Los 4 ya decidimos que no era lo mejor para los chicos, pero ellos insistieron, el medico nos explico que ninguno hablaba y que no hacían nada estando en sus celdas de altísima seguridad y que no había problema, ante estas garantías aceptamos, así que le dijimos que no había problema.
Ahí si estaban muy locos, a medida que pasábamos el medico nos contaban sus trastornos, era muy feo lo que contaba, hasta que llegamos a la ultima celda, había un sujeto sentado mirando al piso. Cuando nos vio, nos miró. Era castaño claro, de unos 35 años, pelo corto lacio, cejas muy tupidas, cara total de enajenado, gordo debía medir por lo menos 2 metros, su celda era muy fuerte se notaba, entonces el medico nos dijo porque estaba allí, era un depravado. El médico nos dijo que había violado cuatro mujeres, pero por habilidad del abogado estaba allí y no en la cárcel, aunque de cualquier manera, estaba loco. Habla poco, se masturba permanentemente y es muy peligroso hasta para sus compañeros.
Yo me quede helada al escuchar al medico y pensaba en lo sucio y vil del sujeto, él me miraba fijo y me dio mucho miedo, me quedé como atrapada ante tamaño del espécimen, los demás siguieron y yo parada por un segundo y mirándolo. Entonces el sujeto se agarró su miembro por encima del pantalón marcando un bulto enorme, luego me señalo y escuche un susurro creo o fue mi imaginación –La próxima sos vos mamacita. Yo me asuste muchísimo y salí casi corriendo, me integré al grupo y nos fuimos del manicomio.
No le di mucha importancia a lo sucedido, ya que empezó el turno de exámenes y tenia que probar si mis alumnos habían aprendido bien lo que yo les explicaba.
Un día como cualquier otro, llegue a mi departamento cansada de tener que soportar a 40 adolescentes alborotados, agotada completamente, con ganas de un baño caliente y dormir, cuando, después de entrar a mi departamento, encontré un papel abajó, lo abrí y lo leí “La próxima sos vos mamacita. Ya la vas a probar”.
Del terror, la carta se me cayó al piso y me senté en la silla temblando.
¿Cómo había llegado eso a mi casa?, ¿Quién lo envió?
El pánico me invadió de tal manera que no podía reaccionar.
Traté de calmarme y pensar. Busqué el número de teléfono del loquero en la guía y llamé. Me dieron con el médico al que le expliqué todo lo que decía la carta.
“Es rarísimo. El tipo está acá en su pieza, lo acabo de ver. No entiendo como pudo ser. Tal vez sea una casualidad de otra persona, si él no sabe donde vive usted ¿cómo va a mandarle una carta?”, dijo el médico, mitad extrañado y mitad sospechando que yo mentía.
Corté, y deduje que a la policía no podía ir, con esa carta y cuando averigüen que el loco está encerrado, van a pensar que la loca soy yo.
Esa noche casi no dormí. Cerré todas las ventanas, a la puerta le di doble llave, hasta la puerta de mi pieza cerré con llave.
Iba mirando para todos lados en la calle, hasta llegar.
Tenía miedo y era como que lo buscaba entre la gente, estaba paranoica.
Luego de otro día agotador de clases, volví a casa y con miedo abrí la puerta y miré al piso, pero por suerte no había nada.
Me acosté sin dormir, pues me tocaba limpiar todo.
Cuando terminé de hacerlo, me di un baño bien caliente, me dispuse a prepararme la cena.
Mientras estaba cenando, sonó el teléfono, contesté y escuché “La próxima sos vos mamacita”.Cuando intenté preguntar quien era, cortaron.
Ahora sí, sentí como el corazón parecía salirse del pecho, como un frío helado me recorrió el cuerpo, mis pierna temblaban de tal manera que me tuve que sentar.
¿Qué hacer?, llamar de nuevo era absurdo pero tenía que sacarme las ganas de saber.
Llamé haciéndome pasar por otra persona y hable con el medico, para saber que estaban haciendo ahora el loco. El medico me dijo –Acaban de terminar de cenar y se prestaban a dormir.
La confusión mezclada con el miedo eran totales.
¿Cómo? ¿Quién?
Esa noche, nuevamente me encerré toda y no dormí. Cualquier ruido me sobresaltaba, me daba terror. No sabía cuanto tiempo mas podría resistir así.
Luego de pensarlo toda la noche, decidí que no podía seguir así y junté valor y fui al loquero al otro día. Como todos los días me levante, desayuné, me puse mi pantalón de jean celeste ajustado, mis tacos altos, una remera ajustada blanca, y salí rumbo al manicomio.
Lo vi al jefe médico y le dije lo del llamado.
-Realmente no entiendo, señorita que pasa. Ahora la voy a llevar para que lo vea. Yo le creo, pero póngase en mi lugar, tal vez usted se haya alterado al verlo y quedó sugestionada, no sé. Me dijo mirándome raro. Yo le dije que el llamado no era sugestión, y le mostré la carta. Pero él luego de leerla y escucharme seguía sin creerme.
Me llevó a la pieza del loco, me dijo que podía estar 5 minutos, mientras él se fue a una punta del pasillo a hablar con un enfermero.
El loco estaba sentado como la primera vez que lo vi, me miro, y yo le dije juntando coraje -¡¿Por qué me molesta?! ¡¡Termínela con sus amenazas porque acá saben todo!!
El sujeto me miraba raro como no entender lo que yo decía entonces justo intento hablar pero golpeo un bazo y se le calló al piso y el sujeto se asusto terriblemente y empezó a lagrimear.
No pude evitar sonreír al darme cuenta de que el sujeto estaba loco y que era como un bebe inofensivo, lo mire que ya se ponía a llorar y sonreí nuevamente, el sujeto se tomo nuevamente su bulto, pero ya no le di importancia, giré y me fui dándole las gracias al medico.
Me quede un poco mas tranquila pero, sin saber que hacer. Sabía que el loco no era, entonces quien… tal vez era algún alumno que escucho lo que me dijo el loco y ahora estaba haciéndome una broma pesada.
Pasaron diez días en los que no recibí nada.
Un día como cualquier otro mirando las noticias de noche vi una urgente, se decía que había habido una fuga en un manicomio de la ciudad, yo me asuste un poco, pero los del informativo comunicaron que se trataban de pacientes del pabellón de mínima seguridad y que no eran peligrosos.
Igual por precaución y un poco de miedo cerré todo.
Pasé una noche dificilísima. Espiaba la calle permanentemente por la ventana al no poder consolidar el sueño, y solo respiraba cuando veía pasar al patrullero.
No me iba a quedar encerrada paranoicamente pensé, el esta en su celda si es da máxima seguridad y es una loco.
Al otro día estuve en mi casa, miraba televisión esperando sentir alguna noticia
Iba al colegio con un poco de miedo, pero como las amenazas habían cesado y poco a poco iban encontrando a cada uno de los locos me tranquilice, llego el viernes abrí las persianas porque adentro, en la oscuridad no aguantaba más.
Llamé a mi amiga Claudia para que viniera como todos los viernes después de que sale de trabajar, ella me dijo, que era imposible que este viernes viniera ya que había balance en la empresa y se tenía que quedar.
Yo le dije que estaba bien y me quede con un poco de miedo sola en mi casa, como no tenia que hacer comencé a probarme ropa nueva que había comprado hace unas semanas y combine toda clase de ropa, hasta que opté por unos tacos de 10 cm. mas o menos de punta de alfiler, un pantalón gris super ajustado hermoso y una remerita blanca ajustada también, un buen sostén y una minúscula tanga para que no se marcara tanto sobre el pantalón de vestir.
Después de terminar de cenar, fui a mi pieza, era muy temprano todavía. De pronto sonó el teléfono. Atendí en el aparato de mi dormitorio.
Del otro lado de la línea escuché una voz ronca decir “La próxima sos vos mamacita ¿Te pusiste esa linda ropita para mi?
Me volví loca, me estaba viendo. Volé a cerrar la ventana y la persiana.
Volví a levantar el teléfono para llamar a la policía y no tenía tono, busqué algo por las dudas para defenderme y no había nada.
El error fue estar encerrada en la pieza. Abrí la puerta para ir a revisar si la puerta de la casa estaba con llave y congelándome lo vi al loco parado en el medio del comedor, con un celular en una mano, mientras con la otra se tocaba su bulto y se reía.
Había forzado la puerta, yo me quede atónita, pálida y temblando le dije “La policía sabe todo, vienen para acá. Váyase sino quiere que lo atrapen”.
El sujeto soberbiamente me contestó -Los de la policía deben ser videntes, porque vos no pudiste llamarlos, y no creo que lo sean. Yo comencé a gritar desesperadamente entonces el sujeto en un rápido movimiento se aproximó a mi y me dio una bofetada haciéndome caer al piso, yo del dolor me calle y casi no pude reaccionar, entonces el sujeto me dijo en tono violento -¡¡Te quedas quieta o te mato a trompadas, ya lo hice con una de aquellas cuatro, vos no me causarías problemas!! Yo respiraba agitada, me moría de miedo el corazón me salía del pecho, el sujeto era enorme y estaba justo parado delante mío, entonces me tomó del pelo fuertemente haciéndome mucho daño y me paró de un solo tirón dejándome delante de el. El sujeto me miró de arriba abajo, me miraba libidinosamente, su boca goteaba un poco mas de verme, entonces me dijo -¡Estás muy buena de verdad. Tenés unas tetas grandes y divinas, tu culo es espectacular. Te voy a perforar toda muñeca!

 

El sujeto rápidamente teniéndome de los pelos me dirigió hacia mi pieza, mientras yo estaba a punto de gritar entre lagrimas, y me dijo -¡¡Si gritas o haces las cosas mal, te voy a matar, no tengo nada que perder!! Luego ya en mi pieza yo temblaba de miedo y no sabia de lo que era capaz este loco, entonces vi que se empezó a sacar la camisa, luego bajó sus pantalones, quedando solo con slip negro mugriento y bajo el se notaba un enorme bulto. También mostraba su gorda persona, grande pero gorda y muy peludo su cuerpo con un olor que mataba, era totalmente desagradable verlo, el sujeto se reía y me miraba babeando, yo moría de miedo sin saber lo que ese loco era capaz de obligarme ha hacer, sabiendo que corría peligro mi vida.
El sujeto me miró y me dijo en tono fuerte -¡¡Bueno, vamos a ver, sacate la remerita despacio, siempre mirándome a los ojos sacando tu lengüita y yo te digo lo que vas haciendo!! Su boca media abierta, babeando como un ser no normal me daba mucho miedo así que hice lo que me pidió tal cual lo pidió mientras que lo miraba fijamente, el se tocaba su enorme bulto mostrando que debía tener un gran tamaño.
Cuando quede solo con el sostén blanco el loco comenzó a aproximarse a mi, yo me empecé a hacer para atrás de terror que sentía, el rápidamente estaba delante mío y por mas que yo tenia puestos mis altos tacos le llegaba a la altura de su pecho, de pronto sus brazos se abrieron y me sujetaron fuertemente, sus manos me agarraban fácilmente y me tenían totalmente aprisionada, el pánico me invadía completamente, entonces con una de sus enormes manos arrancó violentamente mi sostén dejando mis pechos expuestos, el los miró babeando para luego decirme –¡¡Que ricas tetas tenes putita!! Luego sus manos se apoderaron de mi delantera completamente, el enfermo mental las masajeaba salvajemente, me los apretaba, los movía en círculos, los juntaba y los separaba.
Me mordía los pezones, los tiraba con su boca bien para arriba, me las apretaba con sus manos, me las escupía y succionaba su saliva de ahí, mientras que gritaba eufóricamente ¡¡Mierda, que tetas! ¡Son enormes! Yo miraba con odio y miedo al depravado sujeto deleitándose con mis pechos desaforadamente. Luego apartó su cabeza de mis pechos, me miro con saliva entre sus labios y cara de enfermo y me dijo de un grito -¡¡Ponete de rodillas ahora!! Yo estaba helada, el sujeto me soltó y comencé a arrodillarme lentamente con un miedo atroz, sin saber que locura podría hacerme. Quedando de rodillas frente a enorme espécimen imponía muchísimo miedo, entonces el sujeto se bajó su mugriento slip y dejo a la vista su miembro, yo llore mientras lo miraba, era terrible, enorme, monstruoso, y estaba toda parada desafiante. El riéndose, tomó ese bruto aparato con una mano, y me pegaba con él en la cara, me lo pasó por la nariz, los labios, los ojos, el muy maldito lo mojaba con mis lágrimas dándole un hermoso placer. Era totalmente espantosa y humillante la situación a la que me sometía el loco asqueroso.
Después de como 15 minutos con esa exhibición de poder, se quedó mirándome nuevamente, entonces puso su gran pija entre el medio de mis pechos me miro y me dijo fuertemente -¡¡Ahora juntá tus ricas tetas contra mi palo y movete de arriba abajo, pajeame con tus tetasas!! Yo me sentía terriblemente humillada pero lo hice, no tenia otra opción, el movimiento era rápido, mientras lo miraba con odio y el gozaba de mi totalmente, mientras me tomaba del cuello y decía -¡¡Yo se que te esta gustando puta!! Mis lagrimas no cesaban al escuchar sus comentarios, luego me separó de el diciendo -¡¡Chupala zorra!! Yo no quise hacerlo, me negué completamente, entonces el que me sujetaba del cuello me apretó violentamente diciendo -¡¡Dale o te parto el cuello puta!! Yo agarre su miembro con mi mano y casi no podía sostenerlo, y me lo lleve a la boca rápidamente para no dudar mas, el olor era asqueroso y su grosor casi no entraba en mi boca, mientras que miraba como gozaba ese sátiro conmigo, sintiéndose triunfador, tenerme absolutamente impotente entre sus manos, en esos momentos era suya, suya para gozarme a su voluntad, suya para satisfacer cualquier capricho de su terrible deseo sexual. Eso me mortificaba más psicológicamente que cualquier cosa. Mientras lloraba constantemente.
Yo seguía con mi humillante labor, hasta que el sujeto sacó rápidamente su miembro de mi boca, me agarró por los brazos, me puso de pie delante de el y me empujó violentamente sobre mi cama, yo caí media atónita por la violencia con la que hizo todo y me quede quieta, muerta de miedo, luego el sujeto desprendió mi pantalón gris y lo jaló fuertemente hasta sacarlo completamente, dejándome solo con mi tanga blanca y mis tacos altos. Me sentía indefensa y mi corazón no paraba de latir de miedo.
Luego se puso casi arriba mío, me acariciaba la concha por arriba de la tanga, me apoyó la cabeza de su enorme miembro y presionaba como para penetrarme con tanga y todo, escupió la tanga y la limpió con su lengua, me chupó toda la tanga. De pronto rompió la tanga de los costados, la sacó y me la refregó por la cara, se la puso en la boca y la chupaba, mientras me miraba con ojos de estar disfrutando un manjar.
Yo lloraba totalmente viendo a ese enfermo mental humillándome completamente. Luego levanto mis piernas apuntando al cielo, poniéndolas sobre sus hombros, tiró su cuerpo sobre el mío, quedando mis piernas al costado de mi cara, se subió arriba mío y me dijo con odio cerca de mi cara -¡¡Ahora yegua vas a conocer el dolor y el placer, te los voy a destrozar puta. Fuiste a verme vestida de putita solo para cagarte de risa de mí y a mostrarme tus ricas tetas y tu delicioso culito, pero ahora te tengo yo y te voy a disfrutar puta!! Estaba desencajado, totalmente loco, mientras me decía eso, me dio un cachetazo y me pellizcaba con todo los pezones haciéndome mover toda, puso la cabeza de su miembro en la entrada de mi vagina y junto con un terrible grito que dio, la metió.
Vi dar vueltas todo a mí alrededor, grite fuera de mi -¡¡¡AAAAHhhhhhhyyyyyy!! Una oleada de puntadas abajo me perforaba, sabía que me estaba desgarrando todo, lloraba y lloraba y me contorsionaba toda, era terrible, punzante y mis gritos no cesaban-¡¡AAHyyyy!! ¡¡AAHyyyy!! ¡¡AAHyyyy!! ¡¡AAHyyyy!! ¡¡AAHyyyy!! El saltaba sobre mi cuerpo, me enterraba su miembro en lo más profundo de mí, parecía que la cama no aguantaría sus violentas embestidas y se desplomaría en cualquier momento, mi cuerpo desaparecía bajo el suyo, era horrible y humillante. Al poco tiempo ya tenía todo su miembro adentro. El loco me miraba y me decía a los gritos -¡¡¡¿Y ahora yegua?!!! ¡¡Te la enterré hasta los huevos putita. ¿Te duele no?!!! ¡¡Pero te gusta tenerla adentro te voy a reventar toda puta!! Y siguió con un bruto bombeo.
Hasta que descargó una cantidad asombrosa dentro de mi, sentí todo su liquido entrar rápidamente hasta lo mas profundo de mi ser y el daba un grito de gozo fuertísimo -¡¡¡AAAAHOOOOAAAa!! Yo me quede media dormida, destrozada completamente, no se que mas paso por un rato, estaba mareada y sin saber que pasaría. Luego de la terrible violación que acababa de sufrir, no tenia sentido mi vida casi, cuando pude despertarme, el sujeto estaba mirándome libidinosamente como desde el primer día en que me vio y dijo en tono burlón -¡¡Viste que la próxima ibas a ser vos perrita!! Yo lloraba mas aun y quería matar al loco desaforado que ultrajaba la poca dignidad que me quedaba, el se dio vuelta y tiró sobre la cama ropa diciéndome -¡Vestite puta! Yo rápidamente lo hice añorando su huida rápida al decirme que me vistiera, el sujeto había elegido ropa muy chica, una tanga rosadita caladísima, un pantalón ajustado celeste de calza, y una remerita de colores ajustada, luego de vestirme me quede parada sin saber que hacer, entonces el me miraba solamente, miré la hora y eran las 22:20 o por ahí, supuse que tal vez el sujeto se iría para aprovechar huir en plena noche.
Pero no era así. El sujeto se había puesto su slip mugriento nada más para contener su terrible miembro. Que se lo acariciaba mientras se baboseaba conmigo y decía –¡¡Que rica estas mamacita, sos una yegua infernal, ese culazo que tenes!! Yo estaba helada parada en el medio de mi habitación, con demente sexual a 2 metros. De pronto el sujeto comenzó a aproximarse, el miedo me invadió totalmente, mi corazón latía aceleradísimo, mis piernas temblaban no sabia que haría ese enfermo ahora. El sádico me tomó con sus enormes manos de mi pequeña cintura, refregó su miembro por mi entre pierna y pasó su lengua por mi cara, yo estaba a punto de escupirlo al muy maldito, pero la fuerza con la que me tenia me daba mucho miedo.
El sujeto estaba agitado y excitadísimo se le notaba fácilmente, sus manos soltaron mi delgada cintura y se dirigieron a mi cola, la cual apretó violentamente y masajeó a su antojo rápidamente diciéndome -¡¡Tenes un culito divino!! Yo lloraba completamente mientras el disfrutaba de mi hermoso cuerpo, de pronto me giró rápidamente quedando detrás mío y me dijo -¡¡Ahora saca este culito para afuera, paralo, movelo contra mi bulto y pedime que lo rompa, ofrécemelo!! Yo entre lagrimas siempre le dije suplicando –No, por favor, no cualquier cosa pero eso no. El sujeto me tomó del pelo me pegó un terrible tirón diciéndome -¡¡Ya me cansé de vos, ahora te ahorco y te lo rompo igual!! Yo muerta de miedo al saber que estaba totalmente loco le dije -No, no, no, está bien, hago todo. Entonces hice lo que el maldito me pidió saque mi cola y comencé a refregarla por el mugriento slip de él a medida que le decía -Te doy mi culito virgen ¿lo querés? Es todito tuyo.Luego de decir esas bajas palabras sentí que no tenía vida, me sentí la peor mujer del mundo, culpable. El sujeto gritaba excitado -¡¡Insultame y pedime que te lo destroce!! Fuera de sí, apretándose con las dos manos su bultazo.
Yo ya no tenia nada que perder, estaba muerta de miedo, le dije -Acá tenes mi colita roñoso de mierda, meteme esa pijita si tenes huevos y desvirgármelo, sucio hijo de puta, me das ganas de vomitar. La bronca y la impotencia sobre salieron en mis comentarios, mientras que en un espejo veía como el sujeto me tenia por detrás apoyando su terrible miembro en mi parada cola. El se puso más que loco, y apretándome de la cintura me apoyó con violencia el temible bulto y me dijo al oído -¡¡Te voy a meter la pija hasta los huevos, la voy a dejar enterrada más de una hora en tu deseado culito!! Yo presa del pánico cerré los ojos. De pronto sentí que el sujeto jalaba mi remera fuertemente hasta que consiguió romperla, mis pechos quedaron a su disposición, los cual estrujo desde atrás mientras que seguía apoyando su miembro en mi cola, los apretó rápidamente y luego me bajó de un solo tirón mi pantaloncito ajustado, yo me quede solo con mi tanguita rosada y muerta de miedo.
El sujeto soltó mis pechos y apretó mis nalgas constantemente, también apoyaba su slip que se podía sentir completamente su enorme tamaño sobre mi divina cola, yo moqueaba entre lagrimas, el sujeto solo se babeaba asquerosamente mirando, sobando y apretando mi cola, luego dijo con total morbosidad -¡¡Que hembra infernal sos Claudia, desde que vi tu culito cuando fuiste con el colegio, no hago mas que pensar en él, no dormí pensando en mi pene todo adentro de este divino culito, sabes, tuve que masturbarme constantemente, pero ahora las cosas cambiaron y ahora lo tengo acá totalmente indefenso esperando recibir un buen pijazo!! Y luego largo una carcajada terrorífica, el escalofrió fue total, el miedo era insoportable, sus comentarios locos y sexo patas me asustaban mas, no sabia que hacer, no tenia muchas opciones.
El sujeto seguía manoseando mi divino tesoro mientras que seguía balbuceando -¡¡Claudia te aseguro que te lo voy a romper, porque estoy desesperado por penetrarlo te voy a bombear salvajemente, no te vas a poder sentar en un mes puta!! Yo estaba helada con un miedo terrible, suplicando que un milagro ocurriera, de pronto me tiró sobre la cama fuertemente, agarró mi delgada tanga y la arrancó fuertemente casi levantándome con el tirón que le dio.
Yo había quedado tendida en la cama completamente, quieta presa del pánico y terror que sentía al ver sus violentos movimientos, luego el sujeto se subió sobre mi, aunque difícilmente ya que su con su enorme tamaño me mataría aplastada, tomó mis nalgas, las separó y empezó a colocar la punta de su aterrador miembro sobre la entrada de mi hermosa cola virgen hasta ese momento, poco a poco su cabeza comenzó a abrirse en mi esfínter, el dolor era pavoroso y me hacia dar gritos histéricos de dolor -¡¡¡AAHhhhh!!! ¡¡¡AAHhhhh!!! ¡¡¡AAHhhhh!!! ¡¡Noooooooo!! ¡¡¡AAHhhhh!!! ¡¡¡AAHhhhh!!! ¡¡Nooo!!Pero su miembro seguía entrando cada vez mas, hasta que el sujeto paro de hacerlo, yo respiraba agitada de dolor y mis lagrimas brotaban velozmente de mis ojos, mientras que el maldito loco me decía -¡¿Te gusta?! ¡¡Está toda adentro de tu delicioso culo!! ¡¿Qué sentís ahora que estás desvirgada?! Yo lloraba desoladamente de dolor, bronca e impotencia, mientras el me deliraba y gozaba como un cerdo psicópata sexual.
De pronto el gordo sujeto apretó mis nalgas y comenzó a moverse primero lentamente y luego aceleró salvajemente, sacando y metiendo su enorme miembro en mi cola, el sujeto parecía que saltaba sobre mi, apoyándose en mis nalgas o mi espalda, apretándome contra el colchón mientras yo gritaba de dolor y desconsuelo -¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡Noooo, por favor basta!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!! ¡¡AAhhhyyy!! Pero el sujeto no le daba el mínimo interés a mi dolor y mis gritos de clemencia y seguía acometiendo mas violentamente haciéndolo a propósito. El mundo estalló a mí alrededor. Era brutal, bestial, indescriptible el dolor, no imaginable, parecía que mi cola explotaba. La presión seguía y yo sentía como este maldito me perforaba hasta los intestinos. Mientras que se reía el sádico asqueroso, yo movía la cabeza para los costados desesperada.
Me metía su miembro fuerte como con odio. Yo seguía gritando alocadamente de dolor y bronca, mientras que el sujeto totalmente desenfrenado se subió mas arriba mío, puso sus manos sobre mi espalda y me acometía con mas y mas fuerza haciéndome gritar mas fuerte cada vez -¡¡AAhhooooo!! ¡¡AAhhooooo!! ¡¡AAhhooooo!! ¡¡AAhhooooo!! ¡¡AAhhooooo!!Yo me agarraba fuertemente a la sabana, mientras sentía sus muslos chocar contra mis nalgas velozmente y el horrible sonido de su pelvis chocando contra mi cola haciendo ¡plop!, ¡plop!, ¡plop! Mientras que el sujeto gritaba -¡¡Putita que culo infernal tenes!! Yo lloraba y seguía escuchando ese asqueroso ¡plop! ¡plop! ¡plop! por las estocadas salvajes que recibía mis glúteos vibraban fuertemente con cada penetración. Yo seguía gritando casi desmayada y escuche al maldito que gritaba -¡¡Toma profesorita, sentí toda la leche en tu hermoso culito!! Acabando completamente dentro de mi cola quede atontada y media dormida.
Después de un tiempo no se cuanto, reaccione un poco entre dormida, seguía tirada sobre la cama en la posición donde había sido violada hace unos instantes, entonces sentí como el sujeto masajeaba mi cola todavía no se desde cuando, entonces dijo -¡¡Dale putita recuperate, que te la quiero volver a poner en el culo!! ¡¡Me ha encantado, estaba delicioso, realmente me ha gustado mucho!! Yo escuchaba sus asquerosas palabras sabiendo que había desvirgado mi hermosa cola, que en mi vida había pensado hacerlo y este gordo asqueroso me había ultrajado completamente. Mientras seguía con sus manoseos imparables el asqueroso y decía en tono de burla -¡¡Mirá como lo tengo a tu espectacular culo, paradito, desafiándome para que lo vuelva a romper, y lo voy a volver hacer no tengo dudas!! Yo no podía parar de llorar al escuchar sus viles intenciones, ya estaba muerta casi, mientras que el maldito loco seguía tranquilo como si nada.
Al rato después de un leve tiempo el sujeto se preparo para cumplir con su promesa, yo estaba aterrada sabiendo que no podría hacer nada para evitarlo, me levanto fuertemente y me llevo hacia el espaldar de mi cama, ahí me tuve que aferrar al espaldar y quedar casi en cuatro patas, mientras que el maldito sujeto estaba agitado totalmente excitado, yo temblaba con muchísimo miedo sabiendo que el sádico volvería a acometer contra mi hermosa cola.
El loco se colocó atrás, con una mano me tenia por la cadera teniéndome con mucha fuerza y con la otra empezó a dirigir a su gigante miembro hacia mi hermosa cola. Rápidamente empezó y a empujar, sentí que la enorme cabeza de su miembro empezaba a romper el orificio nuevamente. Yo desesperada de dolor le grite -¡¡Sacala hijo de puta, degenerado, aaaahhhhyyyy!! ¡¡AAAhhhyyy!! ¡¡AAAhhhyyy!! ¡¡AAAhhhyyy!! ¡¡AAAhhhyyy!! Pero el nuevamente como antes me metió todo su miembro en mi interior. Yo golpeaba el espaldar de la cama, mientras abría mi boca buscando desesperadamente aire.
Y seguía gritando aceleradamente, mientras que el seguía metiendo su miembro, cuando entro toda en mi interior, con su boca en mi nuca me dijo vilmente -¡¡Sentila bien yegua que te va a quedar el culo bien abierto!! Y luego comenzó moverse violentamente contra mí, haciéndome gritar aun más. Pero el maldito loco, se reía y seguía bombeando cada vez más fuerte. Sus movimientos eran salvajes muy fuertes arrancándome gritos de dolor -¡¡AAHHHhhh!! ¡¡AAHHHhhh!! ¡¡AAHHHhhh!! ¡¡AAHHHhhh!! ¡¡AAHHHhhh!! Parecía que no acabaría mas el maldito y me haría sufrir mucho mas tiempo, pero de pronto paró sus violentos movimientos, sacando su miembro de mi ser, me tomó por la cintura fuertemente y en un movimiento violento me volteó dejándome delante de el, de rodillas. Entonces el comenzó a masturbarse delante mío mientras gritaba -¡¡Mirame zorra, mirame!! Yo lo miraba muerta de miedo y con terrible odio, entonces el maldito comenzó a descargar su asqueroso liquido sobre mi cara mientras que gritaba de gozo -¡¡Aaoooo!! ¡¡Aaoooo!! ¡¡Aaoooo!! Los chorros de su asqueroso liquido pegaban en mi frente y se corrían hasta mi barbilla, en mis cachetes, en mi pelo, entre mis ojos, en mi boca en toda mi cara y una asombrosa cantidad. Yo me sentía demasiado humillada mientras que el seguía largando su liquido sobre mi. Luego abrió un poco mi boca apretando mi mandíbula y metió la cabeza de su miembro, limpiándose.

 

Yo no podía ver, pero el sujeto rápidamente se vistió y sentí que salio corriendo mientras yo gritaba como loca. Me limpie como pude e intente socorrerme, fue cuando encontré una nota que decía -¡¡Que rica estabas mamacita!! Yo me senté llorando completamente humillada por un demente y adolorida.
 
 
 
 
 

Relato erótico: “EL LEGADO (9): Navidad, navidad, dulce navidad.” (POR JANIS)

$
0
0

Navidad, Navidad, dulce Navidad.
El viaje a Salamanca es un tanto silencioso. Hemos salido de Madrid casi al mediodía, decidiendo parar en algún punto del camino para almorzar. Las chicas están meditabundas, reservadas, incluso algo tristes. No solo piensan en cuanto ha sucedido en estos días, sino que, a pesar de que nos queda una semana, más o menos, para estar juntos, regreso a la granja.
De repente, Pam empieza a hablar.
―           He visto, mientras hacía la maleta, que solo hay un cinturón con vibrador en el cajón. ¿Alguno de vosotros ha cogido el otro?
―           No, yo no – contesta Maby.
―           Lo he cogido yo – digo, mirando la carretera.
―           Ah – ese simple sonido expresa todas las preguntas del mundo. ¿Sumisas? ¡Una mierda!
―           Se lo he dejado a una vecina – murmuro.
―           ¿Una vecina? – Maby me mira, totalmente sorprendida.
―           Si, Almudena, del tercero B.
―           Pero… pero… — Maby no consigue acabar la frase.
Pam, que también me mira, parece más serena, y eso no me gusta demasiado.
―           ¿Puedes explicarnos por qué? – pregunta calmadamente.
Asiento y relato cómo conocí a Dena, y cómo congeniamos enseguida. Mi primera amiga en Madrid.
―           ¿Así que quieres ingresarla en el círculo también? – la pregunta de Maby es áspera, la verdad.
―           Maby, recuerda que ya no hay círculo – la corta Pam, callándola.
―           No, os lo juro. Nunca he pensado en unirla a vosotras. No siento lo mismo, ni parecido siquiera.
―           ¿Entonces? – Pam parece querer comprender.
―           Ha sido mi primera sumisa, antes que vosotras incluso. Es una forma de experimentar hasta donde puedo llegar.
―           ¿Tendremos que confraternizar? – pregunta Maby, con un mohín de enfado.
―           Eso depende exclusivamente de vosotras – intento zanjar el tema.
―           Es vieja – a Maby le bastan dos palabras para definir todo el asunto.
―           No es vieja. Tiene treinta y tres años. Tiene una hija de catorce. Esta divorciada y trabaja en casa, haciendo algo en Internet, no sé…
―           Te la has follado, ¿verdad? – Pam es más directa con sus preguntas.
―           Si. Ahora se está entrenando para la sodomía, con uno de los cinturones.
―           Está bien. Ya la conoceremos cuando volvamos – murmura Pam, antes de cerrarse en un tenso silencio.
Hacemos un buen centenar de kilómetros, en medio de un silencio opresivo, y ya empiezo a buscar un sitio para parar cuando Maby hace la pregunta:
―           Oye, Pam… ¿La del tercero B es esa que tiene un culo estupendo?
No tengo más remedio que soltar una carcajada. Pam mira a Maby y luego a mí. Se echa a reír también. Acabamos riéndonos tanto, los tres, que tengo que parar a un lado de la carretera. Me seco las lágrimas antes de regresar a la calzada, mientras Pam besa a Maby, llamándola “tontina”.
Los nubarrones de celos se han alejado, por el momento.
Llegamos a Fuente del Tejo justo para el momento del café. Si, somos como los ingleses. No tomamos té, pero si café, aunque no a las cinco, sino a las cuatro, y con dulces de Navidad, por cierto.
Como ya habíamos avisado antes, está toda la familia esperándonos. Desde el más pequeño al más grande. Madre nos abraza con fuerza y cariño, padre besa a las chicas y, mirándome atentamente, me ofrece, por primera vez, su mano. Después, mi madre me toma por los brazos y también me mira, con ojos asombrados.
―           ¿Qué habéis hecho con mi niño grande? – pregunta, tocando mis mollas.
―           He adelgazado, madre – le digo.
―           Ya lo veo, Sergio, pero… ¡has perdido mucho! ¡En solo una semana!
―           No tanto, madre, es la ropa.
―           Y llevas un nuevo peinado… y esos pantalones… ¡Estás muy guapo! – se ríe. — ¿Ha sido cosa vuestra, chicas?
Ellas asienten, también sonrientes. Saúl se acerca y me golpea un hombro, un gesto muy suyo. Le palmeo la espalda. Así son los gestos cariñosos de mi hermano. Gaby, como siempre que puede, está subido a los brazos de Pam. Tonto no es el niño.
Mientras tomamos el café, padre me pone al corriente de lo que ha sucedido en la semana. Como yo había previsto, no mucho. Las cosas están tranquilas. Los pedidos de Navidad están casi todos preparados, y Saúl está ayudando bastante. Me giro hacia él, con una muda pregunta en los ojos.
Saúl nunca ha gustado demasiado de la granja, y se ha quitado del medio cada vez que ha podido. Últimamente, con su trabajo en el taller de su suegro, ni siquiera se planteaba echarnos una mano en las cosechas.
Se encoje de hombros.
―           Mi suegro ha vendido el taller mecánico. Van a construir un centro comercial o algo de eso.
―           Vaya, lo siento – le digo. Es un palo para él, pues estaba esperanzado a tener esa salida.
―           Bueno, ya buscaré algo.
―           Deberías echar el forraje de las vacas, antes de que se haga más tarde – le dice padre.
―           Si, voy.
―           Te acompaño y te ayudo, Saúl – me mira, extrañado. Nunca hemos tenido demasiado compañerismo.
Pero estoy dispuesto a dorarle la píldora si me salgo con la mía. Una pequeña idea está rondando mi cabeza. Bueno, al menos, creo que es mía.
Llenamos los pesebres de las vacas y controlamos el nivel del agua que tienen para beber. Al menos, están servidas para dos días. A padre le gusta tenerlas siempre así. Saúl se apoya contra la cerca, fuera, y enciende un cigarrillo.
―           Estás muy cambiado, Sergio. Es como si te hubieras arrancado la grasa… ¿No habrás ido a una de esas clínicas…?
―           Ssshhh… no quiero que madre se entere – le chisto, dejándole creer lo que él quiera.
―           ¡Ya decía yo! Es imposible perder tanto peso así de rápido. Se te ve bien, hombre. Más fuerte y más hombre, y ese corte de pelo es muy chulo.
―           Gracias.
―           ¿Qué tal Madrid?
―           Otro mundo, Saúl. Tremendamente activo y diferente a esto.
―           Si, eso dicen.
―           ¿Qué perspectivas tienes ahora? – le pregunto.
―           No sé nada seguro. Le he pedido a varios colegas que me avisen si surge algo, pero no creo que vaya a encontrar nada con futuro en Fuente del Tejo – me confiesa. – Tendré que ir a Salamanca, o Valladolid, y no quiero alejarme de mi novia.
―           Entiendo. Es una pena que nunca te haya gustado trabajar en la granja.
―           ¿Por qué lo dices?
―           Pues porque podrías quedarte con padre y madre, en mi lugar.
―           ¿Y tú? – se asombra.
―           Quiero volver a Madrid. Tengo ciertas oportunidades a la vista.
―           ¿Lo saben papá y mamá?
―           No, aún no. Por eso te lo decía. Ya que tengo que hablar con ellos, si tengo a alguien que me sustituirá, será más fácil.
―           No sé…
―           Bueno, conoces las tareas y manejas bien toda la maquinaria, además de saber repararlas. Eres perfecto.
―           La verdad es que la faena no es pesada y estaría en casa – le estoy obligando a reconsiderarlo y no he tenido que clavarle la mirada.
―           Lo que padre me da al mes será para ti y creo que puedo conseguirte algo más.
―           Hace años, las tareas de la granja me parecían pesadas e ingratas, ¿sabes? – me confiesa. – Pero, comparado con los trabajos que tienen algunos de mis amigos, e incluso con el que hacía en el taller de mi suegro, ya no me lo parecen.
―           Una vez que te acostumbras al horario, se está bien. Tienes muchos días libres cuando llega el invierno fuerte, e incluso en verano.
―           Nunca habíamos hablado de esto, tú y yo. Te tenía por un crío…
―           Si, un crío que te saca dos palmos – bromeo.
―           Jeje. Si – tira el cigarrillo a un charco. — ¿Sabes, Carla y yo hemos empezado a buscar un pisito. A ella le va bien en su trabajo y queremos vivir juntos. Si puedo aportar algo a eso, sería un buen comienzo.
―           Puedes hacer más que eso, tonto.
―           ¿A qué te refieres, Sergio?
―           Padre siempre nos ha dicho que cedería un pedazo de terreno a cualquiera de nosotros que quisiera hacerse una casa aquí. Dispones de buena madera propia y de amigos emprendedores. Puedes hacerte una bonita cabaña detrás de los bosquecillos o en otro lugar que te guste, por poco dinero. Espacio hay de sobra.
―           Tienes razón – dice, mirando el horizonte. – Ahorraríamos comprar el terreno y puedo tener una cabaña en pie, de lo más moderna y cómoda, en cuarenta días. Los costes municipales no son demasiados…
Saúl se estaba emocionando con las ideas que le doy. Le planteo la posibilidad de criar setas en la zona umbría del norte de la finca, o volver a abrir el viejo aserradero de Berno. Solo tendría que arrendar la finca al ayuntamiento y plantar más árboles.
Al final, se decide y me da incluso las gracias. Esto de la manipulación, mola.
Esa misma noche, cuando las chicas suben al desván, les cuento lo que Saúl y yo hemos hablado. Pienso hablar con mis padres al día siguiente y decirles que quiero volver a Madrid con ellas, y buscar un empleo. Ellas se alegran muchísimo y me lo demuestran fervorosamente. Dejo sus culitos en paz, por el momento. Aún es pronto para volverlas a sodomizar, pero tienen otros agujeros para jugar y llenar. Ni siquiera nos importa que mis padres nos descubran.
Al día siguiente, lunes, reúno a padre en el taller de madre, y allí les expongo mis ideas. Al principio, madre llora un poco, diciendo que su hijito se marcha de casa, pero a padre le parece bien. Dice, poniéndome una áspera mano sobre el hombro, que Madrid me ha sentado bien, que me ha espabilado. Madre se preocupa por cómo me voy a ganar la vida. Les hablo de la gente que Pam y Maby conocen, en algunos sectores. Que no se preocupen, que algo encontraré.
Hablamos y hablamos, como nunca hemos hecho. Madre se da cuenta que su niño ha crecido. Ha hecho falta que me fuera una semana para que lo aceptara. Sigue llorando, pero noto que está orgullosa. Comentamos la necesidad que tiene Saúl de disponer de un sueldo, ya que él y Carla están buscando casa. Mis padres son cabales y reconocen que lo que me daban a mí como estipendio era una miseria, pero, como yo no tenía apenas gastos y no pedía más, pues se acomodaron a ello. Serán mucho más generosos con Saúl.
También comentamos la posibilidad de construir una casita para la pareja en la finca y eso los anima más que nada. Están muy contentos con la idea de que Saúl acepte quedarse a vivir a su lado. Les dejo haciendo planes sobre la mejor ubicación de la nueva casa.
Uno de dos.
Con esto, me refiero a los asuntos que pretendo dejar solucionados en Fuente del Tejo, antes de marcharme. La verdad es que he tenido mucha suerte de encontrarme con Saúl parado y dispuesto a asumir responsabilidades. En apenas, dos días, el asunto que más me molesta, ha quedado solucionado.
El otro asunto trata sobre una satisfacción personal y puede ser un poco más complicado. Por la noche, solo Pam sube al desván. Al parecer, Gaby está pasando mala noche y madre no hace más que dar vuelta a su habitación. Maby se ha quedado cubriéndonos.
―           Pero me ha dicho que nunca ha hecho el amor en un granero, sobre la paja – me dice, besando mi cuello, los dos desnudos bajo las mantas.
―           Mañana la llevaré al granero y tú nos cubres.
―           Claro, peque.
Es un buen momento para hacerle los dos agujeros a mi hermana, el delantero y el trasero. Le dejo tanta leche dentro, que tiene que sentarse en el pequeño lavabo que tengo en el desván y sacársela, antes de bajar a acostarse con Maby.
Martes. Me levanto temprano y salgo a correr, como todos los días. Ya no me cuesta ningún esfuerzo recorrer diez o doce kilómetros. Mi cuerpo pide más esfuerzo, quizás ejercicio violento. Tendré que ir al gimnasio y escoger algo nuevo.
Ayudo a Saúl con las tareas y le informo de todos los pequeños trucos que siempre he utilizado. Me lo agradece sinceramente.
Después de comer, Pam convence a padre para que la lleve a Parrada, un pueblo cercano, a escoger unas velas y unos centros de mesa para la cena de Noche Buena. Padre farfulla sobre las aparentes locuras que les da a las mujeres.
Que buenas ideas se le ocurren a Pam. Tomo de la mano a Maby y la llevo al viejo granero. El amplio altillo está lleno de alpacas de paja. Tiendo una vieja manta y nos desnudamos. Le lleno sus tres hoyitos, una descarga para cada uno. Nos pasamos más de dos horas follando. Maby pide una tregua al final, riéndose, el pelo lleno de briznas secas.
―           ¡Que la que quiere quedarse preñada es tu hermana! – exclama.
Esa noche no sube nadie, me han enviado un mensaje que si las dejo jugar solas. ¿Qué voy a hacer? Soy un Amo demasiado bueno…
Miércoles. Día de compras. Navidad es el viernes y la cena de Noche Buena, mañana.
Llevo a madre y a las chicas a Salamanca. Tenemos que comprar los mariscos, la bebida, y todo lo necesario para organizar una magnífica comilona. Madre me dice que, como todos los años, van a venir mis tíos de Málaga. No hay forma de escapar a eso, por mucho que uno quiera. Son un peñazo total. ¡Verdaderos beatos!
Padre se encargará de matar al lechón que han reservado en la granja mientras estamos fuera. Le he dicho que Maby es casi vegetariana – la única carne que come es pescado –, y pretendo que no se entere de ese “crimen”. Durante toda la mañana, madre y las chicas me tienen de mulo de carga, recorriendo, primero, el mercado de abastos, y después un gran supermercado Mercadona. ¡Por Dios! ¿Cuántos vamos a comer? ¿El Tercio de Melilla?
Me escapo una hora con las chicas, justo después de almorzar, y las llevo a la laguna Abel. Conozco un par de agujeros en la valla de tela metálica que nos permite acceder al interior de la comuna. No se ve a nadie en la laguna, así que nos tumbamos en la orilla, sobre la suave hierba, tomando los oblicuos rayos de sol de diciembre.
Maby nos pregunta por los hippies, pero sabemos poco sobre ellos. Viven en las grandes barracas de más abajo, y andan desnudos si el tiempo es bueno. La jovencita me mira y me dice que le encantaría estar en una colonia nudista conmigo, y disfrutar viendo como todas las mujeres desean mi badajo.
Esta niña está totalmente salida. El caso es que, entre las dos, me hacen una maravillosa felatio, con lo cual debo devolverles el favor, masturbándolas largamente, una con cada mano, para tenerlas contentas. ¡Después, cuando se mosquean, me echan a la cara que yo soy su Amo! ¡No te jode!
Esta noche, hay tema con las dos. Se arriesgan y suben las dos al desván. En previsión a estas sesiones, he engrasado bien mi dura cama, y apretado todos los tornillos. Apenas hace ruido. No creo que tengamos ocasión durante las fiestas para estar juntos. Deberé compartir el desván sin duda. Así que hay que aprovechar esta noche.
Pam me suplica que la tome analmente, nada más meterse en la cama. Viene ardiendo. Han estado jugando entre ellas mientras todos se acostaban en casa. Le digo a Maby que le lubrique el culito y lo hace muy bien, con saliva y jugos del propio coño de Pam. Mientras, mi hermana me chapa el miembro con real maestría, dejándolo lo suficientemente mojado para intentar la sodomía.
Estas perras ya son maestras en el arte. Pronto podrán meterse lo que sea por el culo, sin hacer figuras raras con la cara. Me prometo visitar de nuevo el sexshop del barrio. Aquella deliciosa dependienta seudo gótica tenía muy buenas ideas…
Penetro a mi hermana por el culo. La tengo tumbada bajo mi cuerpo, sus piernas apoyadas en mis hombros, su ano traspasado. Maby se sienta sobre su cara para ahogar, con su coñito, sus gritos. Nos pasamos jugando buena parte de la noche. Descargo por quinta vez, esta vez, en sus bocas, mientras Maby me mete uno de sus deditos en el culo.
Jueves. Noche Buena. Madre y yo nos pasamos gran parte del día en la cocina. Pam y Maby nos echan una mano, cortando, pelando, emplatando, montando canapés… hay tareas para todos, incluso para Gaby, que es el encargado de colocar las servilletas de tela en los aros. Las chicas juegan a atormentarme. Cada vez que pasan cerca de mí, me pellizcan o me soban, procurando que madre no se de cuenta, pero no estoy yo muy seguro de que madre sea tan despistada.
Nos escapamos en muchas ocasiones, para besarnos unos a otros, fuera, en el porche, o bien en el patio del pozo. Besos fugaces, ávidos lengüetazos, salivas calientes… ¡Delirio navideño! Jajaja…
Mi tía Nati llega, con su familia, a media tarde. Le explico a Maby la historia de tal personaje.
Natividad es la hermana menor de madre. Menor en apenas dos años, hay que puntualizar. En su juventud, fue la oveja negra de la familia. Cuando madre se quedó en estado de Saúl, tenía diecisiete años y no le quedó más remedio que casarse con padre, dejando sola ante sus estrictos padres a Nati. Durante dos años, las cosas fueron muy mal entre ella y sus padres, los cuales estaban muy pendientes de sus andanzas. La coartaban completamente, llegando a encerrarla en varias ocasiones. Finalmente, Nati se fugó y acabó enla Costadel Sol. Allí conoció a Valerian, un joven pastor metodista francés, que estaba construyendo su iglesia. Estaba a cargo de una pequeña comunidad gala e inglesa, en Estepona.
Según Nati, Val – como llama a su ahora esposo – supo ver en ella la angustia que sufría su alma. Más bien creo que le impactó el tremendo cuerpazo que tenía mi tía y que aún mantiene. Hay que reconocer que mi madre es aún atractiva a sus cuarenta años, un tanto ajada por las duras faenas, pero su hermana es incuestionablemente mucho más hermosa que ella, más joven, y mucho mejor cuidada, ya que no le pega ni un palo al agua.
Mi tía Nati es una de esas mujeres atemporales. Con veinte años tenía el mismo cuerpo y el mismo rostro que ahora, dieciocho años más tarde. Y, por cierto, que lo deja en evidencia en el mismo momento en que me abraza. Un poco más y sus pezones me perforan un pulmón. ¡Que pedazos de senos!
Bueno, que me voy por los cerros de Úbeda. Retomando lo que estaba diciendo. El pastor metodista franchute la tomó bajo sus alas, se enamoraron y se casaron. Tía Nati pasó de ser una activista revolucionaria a la perfecta esposa del pastor de una comunidad casi cerrada. Aprendió buenas maneras, dos idiomas, a cocinar, a ayudar a su esposo con su iglesia, a dirigir los asuntos femeninos y sociales de la comunidad, y, sobre todo, a criar hijos.
El matrimonio tiene seis criaturas y ninguna de ellas es ciertamente suya. Tía Nati no puede tener hijos, así que los adoptan. Si, como el que compra ovejas. Por el momento, acogen dos asiáticos, niño y niña, un negrito, una niña saharauis, un jovencito rubio, autóctono y digno de un póster, y otra chiquilla sudamericana. Ni idea de los nombres, en este momento, pero ninguno pasa de los diez años. Es como tener un colegio permanente en casa.
Pero nada de eso es el verdadero problema. No, señor. Aún me acuerdo de la pasada Navidad… Donde los señores Gueran sitúan sus pies, tiene que florecer el espíritu metodista por narices. Durante cinco días, hubo que aprender a rezar según el evangelio metodista, a repetir sus sagradas consignas, y llevar una vida recta y digna. Las chicas se encogen de hombros. Habrá que aguantarse. Solo vamos a quedarnos hasta el domingo.
Pero creo que aún hay una oportunidad de diversión. Cuando mi tía Nati se bajó de la gran furgoneta Espace, que tío Val conduce como si fuera un portaaviones escorado, noté un par de miradas que no me esperaba. ¿Asombro? ¿Interés? ¿Admiración? ¿Morbo? No estoy seguro, pero creo que oscila entre estos cuatro estados. Quizás el gran abrazo que me dio, aplastando sus tetas contra mi pecho, pretendiera decir algo más. Me tironeó de las mejillas, palpó mis brazos e hizo un comentario sobre los kilos que había perdido, mientras pasaba su mano por mi cada vez más plano vientre.
Si mi olfato no me falla, diría que mi tía me ha metido mano.
El que si estuvo muy contento con la llegada de mis tíos, fue Gaby. De pronto, tenía seis amiguitos con los que jugar y perseguir por toda la granja. Pam les presenta a Maby, y ambas reciben una pequeña charla de advertencia sobre los pecados de la soberbia y de la lujuria, por parte del cada vez más calvo tío Val, cuando este averigua que las dos son modelos. Tía Nati está a su lado, asintiendo con la cabeza, pero noto sus ojos clavados en mí.
Si. Cada vez estoy más seguro de su interés. El tabú del incesto ya no me asusta. Me convierto en la sombra de mi tía. Cada vez que se vuelve, estoy ahí, mis penetrantes ojos clavados en ella. Pero no solo eso. Procuro rozarme contra ella, en la cocina, en el pasillo, ante la chimenea, dándole pistas sobre lo que hay escondido en mis pantalones. Creo que la tengo medianamente cachonda a la hora de la cena. Entonces, me siento a su lado. Mis chicas, sentadas frente a mí, no dejan de sonreír maliciosamente. Se han dado perfectamente cuenta de mi juego y se muestran totalmente de acuerdo con la idea de pervertir a una dama hipócrita.
La cena resulta ser tan típica como una estampa navideña. Brindis y buenos deseos, sonrisas que, sin ser falsas, no resultan del todo creíbles. Saúl es el que no bebe de todos los adultos, pues debe conducir tras la cena. Sin embargo, tío Val parece que se ha aficionado bien al vino de la sacra misa, porque ya es la tercera botella que abre y reparte.
En una de esas espontáneas celebraciones, tía Nati se inclina sobre mí y me da un beso en la mejilla, colocando una de sus manos sobre mi muslo, algo perfectamente natural. Lo que no es natural, es que mi polla descansa en la pernera y reacciona al roce de sus dedos. Tía Nati abre la boca, con sorpresa. Sus ojos me miran, como queriendo asegurarse que lo que ha tocado no es el bote de Ketchup. Sonrío débilmente, haciéndome el tímido, pero tía Nati ya ha mordido el anzuelo.
A veces busco comprender el conmutador que la mayoría de las mujeres tienen en el cerebro. Todas dicen que el tamaño no importa, que no gustan de musculosos tipos de gimnasio, que los ligones de playa son una especie a extinguir, pero, en el momento, en que tienen a uno de estos especímenes al alcance, hay como un chispazo en su mente, una liberación de carga positiva o negativa, que genera una inusual sensualidad y libertinaje y las convierte en lobas.
En el caso de mi tía, es un tic, un espasmo muscular que activa su brazo, lanzándolo hacia mi pierna, una y otra vez, apretando tanto la pierna como mi pene, entre risas flojas que trata que coincidan con cualquier comentario jocoso que se diga en la mesa. En uno de esos “incontrolados” movimientos, atrapo su muñeca, metiendo la mano debajo de mi servilleta, justo sobre mi paquete sorpresa. Casi se atraganta con el vino que está a punto de ingerir. Sonrío a mis chicas, las cuales están muy divertidas con nuestro juego, y prendo mi mirada en los ojos de tía Nati, que me mira por encima del borde de su copa.
Mi miembro está cada vez más hinchado y duro, casi no cabe en la pernera. “Jesús divino”, la oigo murmurar. Parte del vino que debe llegar a sus labios, se derrama sobre su pechera. Reacciona malamente, retrayendo su mano y volcando aún más la copa.
―           Ay, ¡que torpe soy! – exclama, intentando secar el vino que empapa sus senos.
―           Pamela, ve con tu tía y ayúdale a ponerse algo mío – dice madre, haciéndome pensar sobre la extraña disponibilidad del destino. Pam me sonríe, al levantarse.
A los tres minutos exactos, también me levanto y murmuro una excusa, fingiendo un retortijón de estómago que me ayuda a esconder el tremendo bulto. Escucho a Pam en su dormitorio.
―           Creo que este sujetador te estará bien. Los de mamá son más pequeños. Sécate bien, tía.
Pam la deja cambiarse y sale al pasillo. “Toda tuya”, marcan sus labios, Regresa al salón y, entonces, me deslizo en busca de mi impresionada tía Nati. Se gira cuando me ve reflejado en el espejo del armario de Pam. Se está abrochando un sujetador de copa suelta, blanco, el único que le puede servir, ya que tiene mucho más pecho que mi hermana. Intenta taparse con los brazos.
―           No deberías estar aquí, Sergio.
―           Yo creo que si – susurro, desabrochando mi pantalón.
Tía Nati contiene la respiración mientras me saco el miembro. Suelta el aire de golpe cuando lo contempla en toda su magnitud.
―           Es un regalo de Dios, tía – le digo.
―           ¿No te duele? – se olvida de su senos casi desnudos, alargando una de sus manos hacia mi polla. Se detiene a unos centímetros.
―           Solo si la muerdes, tía Nati – bromeo. – Tócala, verás que suave y caliente está…
―           No… no… puedo…
―           Vamos, la has estado tocando por encima de mi pantalón toda la cena. Ahora tienes la oportunidad – digo muy suavemente, tomando su mano y depositándola sobre mi polla.
―           Dios bendito…
No dice nada más. Su mano acaricia muy suavemente mi pene, como si quisiera asegurarse de su realidad. Acerca su otra mano, cubriendo más piel. La dejo que manipule, que explore, que experimente cuanto quiera. Noto que respira agitadamente, concentrada en repartir el líquido preseminal que surge del meato. Yergue mi pene contra mi estómago y ella se pega más a mi. La abrazo y ella alza sus ojos oscuros para clavarlos en los míos. Le acaricio los grandes senos con la otra mano. Entreabre la boca, buscando más aire. La siento estremecerse, pero continúa con la paja.
―           No hay tiempo. No tenemos tiempo – musita.
―           Quizás más tarde, tras la cena – le digo.
―           Si, si, mejor – pero no suelta mi polla.
―           Acaba de vestirte, tía Nati – alzo su barbilla y paso mi lengua por sus labios.
Se queda desencantada cuando me marcho. En toda la velada, no volvemos a tener una oportunidad clara. Los niños son enviados a la cama tras los turrones. Gaby comparte su habitación con Jerome, su primito rubio. Todos los demás dormirán en las camas plegables que hemos instalado en el desván. También he colocado dos viejos biombos que teníamos en el cobertizo, para separar los niños de mi espacio, ya que el desván está diáfano. No me preguntéis, cosas de mis tíos. Espero que no armen mucho escándalo.
La velada se alarga, se cuentan anécdotas divertidas, se comparten recuerdos, y se habla de nuevos proyectos. Tía Nati no deja de lanzarme miradas intensas. Maby no deja de poner ojitos, burlándose. Sobre las cuatro de la madrugada, empezamos a rendirnos y retirarnos. Mañana será otro día.
En efecto, la brumosa mañana trae sus propias sorpresas. El reloj digital de mi mesita marca las 7:45, cuando un ruido me despierta. Al principio, creo que es uno de los niños rebullendo, pero acabo dándome cuenta que es el peso de un cuerpo adulto pisando las tablas. El susurro de una mujer tranquiliza a uno de los niños, haciéndole dormir de nuevo. Mi tía ha subido al desván, a echar un vistazo a sus retoños, ¿o a algo más?
Echo para atrás la manta, mostrando mi desnudez, antes de que ella pase entre los biombos de tela. Viste un corto camisón, blanco y semitransparente, de esos que las beatas no suelen llevar. ¿Es en mi honor? Se detiene a los pies de la cama, contemplándome. Yo hago lo mismo. Esas tetas inmensas me hacen salivar, apenas contenidas por el escote del frágil camisón.
―           ¿Tienes tiempo ahora? – le pregunto bajito.
―           Cállate, Satanás – gime, subiéndose a la cama y avanzando a gatas hasta mí.
Cae en mis brazos y la estrujo. Muerdo sus labios y lamo su cuello. Tía Nati acopla su pelvis justo sobre mi polla y empieza a frotarse con ansias. Parece poseída por una extraña fiebre, presa de una compulsión que no puede refrenar. ¿Podría clasificarse esto como caso de posesión?
Al menos, eso es lo que pretende, poseerme.
―           Oh, Dulce Jesús, no me dejes caer en esta tentación… — musita, apartándose y mirándome a los ojos. Deslizo con facilidad su camisón, por encima de su cabeza.
La dejo con sus dudas mientras, con dos dedos, bajo sus braguitas a lo largo de sus potentes piernas. Tampoco es lencería propia de la esposa de un pastor metodista.
―           Sergio, por el amor de Dios, en silencio, por favor… que no despierten mis niños…
―           Claro, tía, pero… a lo mejor tengo que meter tus bragas en tu boca, para que no grites cuando te la meta – susurro en su oído, haciendo que sus caderas se estremezcan.
Llevo una mano a su coño. Joder, es como una fuente, debe de estar goteando sobre la cama. Le meto dos dedos con facilidad, de lo mojada que está. Me come la boca con ferocidad, gimiendo en el interior de ella. Basta de juegos, está más que preparada para recibirme. Coloco a mi tía debajo, y ella se abre de muslos para recibirme. Se aferra a mi cuello y empuja, nada más sentir el glande abrirse paso entre sus labios mayores.
―           ¡Dios! Joder… coño… ¡Puto niñato de mierda! ¡Vas a hacer que… me corra… sin metérmela completamente… — su boca se descontrola; parece un camionero irritado.
Empujo sin demasiados miramientos. Le cuelo más de media polla. Su cuerpo se envara, sus piernas se estiran.
―           ¡Sergi… Sergiiii! ¡Para… para… por Dios! ¡Es como si me estuvieran desvirgando otra vezzz!
Alargo una mano y cojo sus braguitas, haciéndolas una bola. Se las meto en la boca, cortando sus exclamaciones. Quiero follar, no escuchar plegarias marianas. No empujo más, pero si me muevo rápido, dentro de ella. Sus ojos se desorbitan, clavados en mí. Su pelvis empuja instintivamente, tragando más polla de la que puede soportar. Es lo que suele pasar cuando te corres… que no piensas.
Ni se la saco. Ruedo en la cama, dejándola a horcajadas sobre mí. Ella misma se saca las bragas de la boca. Ya está más calmada. La muy puta sonríe, inclinándose para comerme la boca. Ahí tienen una hembra satisfecha. Inicia un ritmo lento y adecuado, estrujando mi polla con los músculos de su coño.
Poso mis manos sobre esos senos desafiantes y mórbidos. Los tiene aún durísimos, la cabrona, con unos pezones grandes y oscuros. Eleva el rostro, cerrando sus oscuros ojos, captando la esencia del goce que obtiene con la penetración. En ese instante, con aquella luz, y con su espléndida cabellera azabache arremolinada sobre parte de su rostro, me recuerda a aquella tentación llamada Sofía Loren, en sus mejores años.
Sus poderosas caderas se agitan, sin perder el ritmo, buscando arrancar el objeto que las enloquece y, quizás, guardarlo en si interior como trofeo. Son caderas de hembra acostumbrada a follar, de una mujer que sabe usar su sexualidad, y, la verdad, me cuesta mucho trabajo unir, en mi imaginación, a tío Val sobre ella.
Me aferro a ellas, hundiendo mis dedos en las prietas carnes. Se queja, pero no hace nada por apartarlas; solo sigue botando sobre mí, agitándose cada vez más. Deja de apoyarse en mi pecho para tomar sus pezones con los dedos, estirazándolos cuanto puede. Está a punto de gritar cuando le meto tres dedos en la boca, acallándola. Su lengua los relame. Babea sobre ellos. Se inclina para besarme. Aprovecha para susurrarme.
―           Sergio… me estoy corriendo… otra vez… niñato…
―           Lo sé, tía, y vas a hacerlo otra vez más, dentro de un ratito – le digo, sonriendo.
―           Cabronazo – jadea. – Quiero que vengas a visitarnos este veranoooo…
―           ¿De verás?
―           En julio… Val organiza una convivencia… en colonia… se lleva a los niños… podríamos follar todo el día… — plantea ella, aún febril por el orgasmo.
―           Pero tú dispones de tus propios amantes allí – me arriesgo a decirle.
Me mira muy atentamente, totalmente quieta.
―           ¿Cómo sabes…?
―           Mi querida tía Nati. No follas como un ama de casa, y menos como la esposa de un pastor como Val. Eres una zorra follando. Eso significa práctica y mucha…
―           Eres un joven muy experto – sonríe. – Pertenezco a un pequeño… club de amigos y conocidos… organizamos amenas veladas culturales…
―           Ya veo. Y ahora, ¿qué prefieres boca o culo? – la sorprendo.
―           ¡Dios! Boca, por supuesto. ¡Esa cosa no va a entrar entre mis nalgas!
Entrar no entró, pero solo porque no insisto. A final, mi tía está más que dispuesta a dejarse hacer. Pero yo quiero dormir un poco más. Tía Nati la chupa como los ángeles, hay que reconocerlo. Hace que me corra en su boca, y luego, me la follo de nuevo, largamente, arrancándole otros dos orgasmos que la dejan para el arrastre.
Cuando se aleja para bajar en silencio las empinadas escaleras, camina con las piernas muy abiertas, el coño irritado. Me duermo con una sonrisa.
―           ¡Navidad, Navidad! ¡Blanca Navidad! ¡Lalala…la la la…!
El villancico berreado me despierta tanto como los saltos en la cama de mis dos chicas y de Gaby. Los barro a los tres con un brazo, derribándoles sobre mí. Miro el reloj. Han pasado tres horas desde que mi tía se ha marchado. Las chicas y mi hermanito, los tres en pijama, juegan a aprisionarme contra la cama. Las niñas tienen más mala leche, porque me aferran la polla con disimulo.
―           ¡Sergi, Sergi! Saúl nos ha dicho que los chicos de último curso de Bachiller organizan un baile, esta noche, en el pabellón municipal – exclama Pam, exaltada.
―           ¿Nos llevarás, cariño? – pregunta, a su vez, Maby.
―           ¡Eso, eso! ¡A mí también! – se apunta Gaby.
Todos nos reímos con el renacuajo.
―           ¿Un baile del Insti? ¿En Navidad? – pregunto, abrazando a Maby.
―           Si, por lo visto es para su viaje de graduación.
―           Vaya, estamos ya como los yankees. ¡Un puto viaje de graduación!
―           Uuuy… Sergio ha dicho un tacoooo – ríe Gaby, señalándome con el dedo.
―           Sea para lo que sea, el caso es que han tenido la idea de organizarlo en Navidad, aprovechando que cae en viernes – explica Pam. – Es una buena idea, ¿no?
―           Está bien, está bien. Iremos a ver a mis antiguos compañeros de clase. ¿Hay que ir de etiqueta? – pregunto cínicamente.
―           Tú tendrías que ir desnudo – me dice Maby, dándome un pico.
―           Uuuuyyy… ¡Maby ha besado a Sergio! ¡Maby ha besado a Sergio! – cacarea Gaby, hasta que Pam le hace cosquillas.
Las chicas van a vestirse y se llevan a Gaby. Yo me pongo el chándal, pienso hacer algo de ejercicio antes de almorzar. Bajo antes de que las chicas estén listas. Madre me sirve algo de café. Tía Nati me mira, sonriente. Se muestra relajada y feliz.
―           Hace frío para correr, Sergio – me dice madre.
―           No importa, ya me calentaré – respondo, sorbiendo el café y mirando, con toda intención, a mi tía, la cual enrojece levemente.
Aparco la camioneta en la puerta de la ferretería del señor Serros. Las chicas, al bajarse, estiran sus falditas y recolocan sus medias. Están de muerte, las dos. Pam viste de rosa y verde, rosa la blusita y verde la faldita, con mucho énfasis en el “ita”, y unas sandalias de alto tacón, a juego con su blusa. Porta unas medias transparentes con reflejos plateados, y un enorme collar de filigranas metálicas al cuello. Maby ha optado por un vestido rojísimo, con hombros al descubierto y escote redondo. La falda se ensancha al pasar de las caderas, cubriendo unas cortitas enaguas plisadas, que dejan al descubierto todas sus endiabladas piernas, enfundadas, a su vez, en unas oscuras medias. Porta unos largos guantes, a juego con su vestido, que terminan por encima de sus codos, sobre los que muestra varios juegos de pulseras. Los zapatos, también a juego, poseen unos vertiginosos tacones de diez centímetros.
Yo aún me pregunto por qué llevaban esos trapitos en la maleta. ¿Es que ya sabían lo del baile o esperaban que las llevara a algún sitio en particular? Creo que aún no he captado lo de la mente previsora de las mujeres. El caso es que, cubiertas con dos largos abrigos de paño oscuro y cuello de cuero, se pegan a mis costados, en cuanto cierro la camioneta.
Yo voy más normalito. Vuelvo a repetir la indumentaria de mi noche en Kapital. De todas formas, no tengo otra… jejeje.
―           En esta ferretería trabajaba, de forma temporal – le digo a Maby.
―           Oooh, ¿mi nene vendía tornillos? – se ríe.
―           No, descargaba en el almacén. Asustaba a los clientes.
―           ¡Gggrrrr! – gruñe, antes de besarme.
La verdad es que, aunque las dos estén para comérselas, Maby está espectacular, digna de una revista de modas. Pam había insistido en ello. Yo debo dar la nota en el baile con mi novia.
Son las diez de la noche y ya hay bastante gente en el pabellón municipal. El aparcamiento y las calles de los alrededores están abarrotados de coches. Hay mucha gente joven, pero también de mediana edad. Matrimonios jóvenes, padres, e incluso abuelos. Es por una buena causa, claro.
―           A ver, Pam, ¿me puedes explicar por qué coño me saluda la gente cuando antes ni sabían que existía? – pregunto, después de responder con varias inclinaciones de cabeza a los atentos saludos de mucha gente.
―           Fácil, tonto. Primero, ya no pareces el palurdo que ellos recuerdan. Ahora eres… interesante, digamos.
―           Segundo, nos llevas a nosotras del brazo – acaba la explicación Maby.
―           Sobre todo a ella… “tu novia”, ¿recuerdas?
―           Si… si, lo sé. No me gusta llamar la atención.
―           Tarde para eso, cariño. Creo que vas a ser el centro de atención – se ríe Maby.
Pago la entrada de los tres. Los dos chavales que están a ambos lado de la gran puerta, no dejan de mirar las piernas de mis chicas. Las dos jóvenes que me venden las entradas, sentadas en dos sillas de jardín ante una mesa, sacada seguramente de la oficina del pabellón, me examinan, de arriba abajo. Conozco a una de ellas. Estaba conmigo en Segundo de ESO.
Pam y Maby reaccionan de inmediato, cuando se lo susurro, componiendo esa sonrisa encantadora, que irradia suficiencia y superioridad, a partes iguales, y que todas las modelos aprenden a mostrar lo primero. A un paso detrás de mí, mis chicas esperan que me guarde la cartera, enfundadas en sus abrigos, para cogerse de nuevo a mis brazos.
Los chicos porteros deben abrir las dos puertas para que podamos pasar, ya que las chicas se niegan a soltarme, ni a entrar, ninguna de ellas, de segundona. Es una entrada en toda regla, envuelta en los murmullos y comentarios de quien está cerca de nosotros.
Dos de dos.
Creo que he cubierto esa satisfacción personal que buscaba. Un pequeño reconocimiento — ¿venganza? – con el que siempre he soñado. Restregar lo que puedo llegar a ser sobre aquellos estupefactos rostros.
¡Ah, me siento genial!
El público que asiste va bien vestido. Para eso es Navidad, pero nadie se puede comparar al porte que saben adoptar mis niñas. Llaman la atención como rosas entre cardos. Algunos chicos intentan acercarse a ellas, ya que conocen a Pam, cuando las dejo solas para ir a por unas copas. Ellas les despiden con una sonrisa y un movimiento de mano. Pura fashion. Bailamos, bebemos, charlamos con conocidos y vecinos. Incluso varias antiguas compañeras de instituto tratan de entablar conversación conmigo.
Ya he visto que Luis Madeiro me mira con malos ojos. Está en uno de los laterales de la pista de parqué, rodeado de Pedro y sus imbéciles amigos. Varias chicas conforman la reunión, sentadas en sillas. Por el momento, ninguno de ellos se ha acercado y lo prefiero. No creo que sea capaz de soportar nada más de ellos.
Dudo que Luis se haya olvidado del conato de la estación, pero nunca se sabe. Dejo de pensar en todo eso y me dedico a divertirme con mis chicas. Pam pretende quedarse en segundo plano. No puede besarme ni tocarme como quisiera, porque todo el mundo sabe que somos hermanos, pero disfruta viendo la representación de Maby, la novia perfecta.
Al cabo de un rato, me doy cuenta de que la pandilla de Luis Madeiro ha formado un extraño círculo cerrado. Gracias a mi estatura, puedo ver que encierran en el interior a dos hombres menudos y muy morenos. Son latinos, de unos treinta años, y parecen acobardados. Los chicos bailan, se ríen, y, disimuladamente les empujan, quizás le insultan, aunque no puedo escucharles. Pienso que los sudamericanos son trabajadores de la zona, inmigrantes, que tan solo quieren pasarla Navidadsintiendo un poco de calor humano. Mala suerte para ellos, han ido a caer en toda una pira de ocio e incomprensión, me parece.
Me muevo, intentando acercarme con disimulo. Pam le indica a Maby que me acompañe y esta se cuelga de mi brazo. No puedo dejarla atrás. Sin embargo, me topo con quienes no me esperaba, antes de llegar más cerca del círculo de chicos.
Loli Guzmán e Indiana. La novia de Luis y, posiblemente, la de Pedro.
―           Hola, Sergio – me sonríe Loli.
Viste elegante, con una camisa blanca, con encajes en puños y pechera; el tejido muy tenso sobre sus imponentes senos. Una larga falda de cuero, de un tono vino tinto, con una gran apertura lateral por la que asoma su pierna izquierda, enfundada en una media de rejilla, complementa su indumentaria.
―           Hola, Loli. Hola, Indiana.
―           Hello – contesta la simpática rubia, que lleva unos shorts de liviana pana marrón, y un suéter cortito, con escote en pico, y nada más debajo, al parecer. Altas botas, tan blancas como su suéter, cubren sus piernas.
―           Nos habían dicho que te habías marchado a la ciudad.
―           Si, estoy en Madrid, con mi hermana y mi novia – les presento a Maby, quien no se separa de mi brazo, ni para darles un beso en la mejilla. Escucha, posa con su hermoso cuerpo, sonríe, y bebe con una delicadeza digna de la realeza. Creo que todas las chicas del baile la envidian rabiosamente, estas dos incluidas.
―           ¿Modelo también? – pregunta Loli, sabiendo que mi hermana lo es.
Asiento. Maby no se digna contestar, mirando altivamente a su alrededor. Su expresión indica, sin lugar a dudas, que está allí solo por mí, que no está acostumbrada a reuniones tan vulgares. ¡Magnífica actriz!
―           Así que has conseguido dejar la granja – Loli intenta un tono despectivo. Se le habrá pegado de su novio.
―           Si, se estaba quedando un poco pequeña – sonrío.
―           Te habrá sorprendido la capital. Mucha gente – me dice, como si ella fuera muy experta, vamos.
―           Si, claro. Pero tengo una magnífica mentora, ¿verdad, cariño?
Maby gira la cabeza hacia nosotros, prestándonos atención. Asiente y sonríe maravillosamente, sin necesidad de contestar.
―           No habla demasiado, ¿no? – dice suavemente Indiana, señalando a Maby, quien ahora mira hacia Pam.
―           Ya se sabe… Modelos… — se ríe Loli.
Suficiente. El círculo se está abriendo. Los chicos tienen a los dos hombres cogidos por los brazos. Intuyo que se va a liar.
―           Ya sé lo que se dice sobre las modelos, Loli, sobre todo de las rubias. Que apenas tienen amueblado el cerebro – digo, mirándola fijamente.
―           Hombre… — intenta retraerse.
―           Si, salgo con una modelo y tengo amistad con varias. Sé lo que son… Sin embargo, por muy tontas y superficiales que sean – ahora Maby si nos está prestando toda su atención –, ninguna de ellas estaría más de un minuto junto a unos subnormales profundos como esos.
Señalo el círculo, que se ha convertido en una especie de procesión, llevando a los dos hombres, posiblemente muy asustados, hacia la calle.
―           Podrían ser compatriotas tuyos, incluso familiares, ¿no, Loli?
Ella se muerde el labio y aparta la mirada, avergonzada.
―           Lo sé… lo sé – suspira.
―           Entonces, discúlpame, debo impedir que esos capullos lleguen más lejos, porque, al parecer, a vosotros os va eso del racismo.
Me doy la vuelta y envío a Maby con Pam. Intenta decir algo, pero no tengo tiempo de hacerle caso. Sigo al grupo de chicos y veo, como al pasar por delante de la mesa que hace de taquilla, Pedro pide a las chicas encargadas un par de billetes, que mete en los bolsillos de los hombres latinos. Estos ni siquiera se quejan, admitiendo cualquier humillación que los jóvenes quieren causarle. Sin duda, no disponen de documentación legal, por lo que no quieren atraer la atención sobre ellos. Tampoco es que les quede otra opción. Han sido expulsados del baile por ocho tíos o más.
Luis, Pedro y tres amigos más, son los encargados de empujarles fuera, riéndose de ellos.
―           Este es un baile para recaudar fondos para organizar un viaje, no para traer a pelados aquí – se ríe Pedro, tan bocazas como siempre.
―           Esos señores han pagado su entrada como cualquiera de los que estamos aquí, Pedro. Apostaría que eso es algo que tú no has hecho. Tienen todo el derecho de entrar y divertirse. No hay ningún cartel que indique un derecho de admisión, ni un motivo para esta discriminación social – expreso en voz alta, detrás de ellos.
Se giran hacia mí, molestos. Soy consciente que puedo tener a más de ellos detrás de mí, pero también ha salido más gente, entre ella, Maby y Pam, para ver lo que ocurre. Si hay problemas, vendrán de cara, me digo.
―           ¡Estaban metiéndose con las chicas! – me grita uno de ellos, llamado Santiago.
―           No me tomes por tonto, Santiago Corberón. No me trago los cuentos. Yo no fui el que se la meneó a sus compañeros en el campamento de Hinojosa, para que no le dejaran solo en el bosque. ¿Qué tenías? ¿Trece años?
Se queda blanco, sus amigos atónitos. Detrás de mí, escucho los murmullos elevarse. Es el momento en que todo puede liarse. Veamos, si puedo controlar todo esto.
―           Señores – me dirijo a los dos hombres, que me miran con agradecimiento –, yo de ustedes, optaría por marcharme de aquí, ahora que pueden.
―           Si, señor – cabecean a la vez. – Gracias. Es usted un caballero.
Todos les miramos alejarse. Apunto a mi siguiente víctima.
―           Eres muy dado a expresar tu opinión por encima de los demás, Pedro, siempre y cuando estés rodeado y protegido por tus amigos.
Sus ojos relampaguean, furioso, al igual que lo están sus compañeros. Pero les estoy increpando en público; deben tener cuidado con lo que contestan. Además, son muy conscientes de mis dos metros y de que ya no parezco un muñeco Michelín.
―           ¿Quieres expresar ahora lo que piensas sobre mí? Creo recordar que siempre lo has hecho. Cuanto más hiriente, mejor, ¿verdad?
―           ¿Qué quieres, Sergio? – pregunta suavemente Luis, con los puños apretados.
―           ¡Vayaaaa! ¡Si sabes como me llamo y todo! Yo creía que no, Luis. Me había acostumbrado a que me conocieras solo como el Chico Masa o Goliat… pero, ya ves… Solo quiero que nos dejéis en paz, que os llevéis vuestras estúpidas bromas de quinceañeros retrasados a otra parte… no sois los amos de este pueblo, aunque vuestros papis os hayan dicho lo contrario.
―           Te estás pasando, Sergio – me advierte Luis.
―           ¿Si? ¿De veras? ¿Cómo tú te has pasado tantos años, conmigo y con otros muchos? ¿Qué diferencia hay, idiota?
―           ¡Cállate! – grita Pedro, dando un paso.
―           Ven aquí, muñequito y me callas tú. Podéis venir todos juntos, si os da miedo. Me pienso quedar aquí y garantizo que, al menos, dos de vosotros, capullos engreídos, pasarán el resto dela Navidaden una cálida cama de hospital – mi voz sube una octava, dura, precisa, casi indiferente. Todo el mundo ha podido oír mi advertencia.
Inclinan la cabeza, derrotados por mi actitud, sin necesidad de violencia. No les he dejado espacio para enfurecerse, para buscar una digna salida. ¡Pum, pum ¡ Machacados desde el principio, con pública retribución. Así se hace, Sergio, me digo, aunque me gustaría que alguno intentara tocarme…
Cuando estoy seguro que ninguno va a responder, me doy la vuelta y entro de nuevo en el pabellón. Maby se cuelga de mi brazo, como si no estuviera preocupada lo más mínimo por mí, aunque yo noto que está temblando.
La gente me mira y cuchichea. Creo que hablaran de esto al menos hasta Año Nuevo.
Al pasar por delante, Loli e Indiana apartan sus miradas, las mejillas rojas.
                                                                            CONTINUARÁ.
Si queréis comentar más en profundidad sobre cualquiera de mis relatos, podéis contactar en:  janis.estigma@hotmail.es
 
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!/


 

Relato erótico: “La nena del 69” (POR ESTHELA)

$
0
0

La nena del 69
 

Hola mi nombre es Esthela, soy una chica de 21 años que estudia la universidad. Soy delgada de piel clara, ojos cafés y tengo el cabello rizado de color café. No soy para nada despampanante, mido 156cm y no tengo muchas pompis; a pesar de ello tengo unos pechitos que si bien no son muy grandes son redondos y muy sexis.
Este año empezare otro semestre mas de mi carrera y necesito un lugar donde hospedarme. Originalmente no soy de esta ciudad, mi familia vive en otra y no puede acompañarme por lo que me toca vivir sola.
A una semana de empezar las clases encontré un departamento que a pesar de ser un poco caro, cuenta con muchas comodidades como: refrigerador, estufa, aire acondicionado, dos cuartos y dos camas. A pesar de que pienso vivir sola uno de los cuartos pienso convertirlo en un estudio para mis trabajos. El lugar es un edificio y el departamento que pienso rentar se encuentra en el quinto piso. Eso me agrada por que al ser el último piso nadie me molestara con ruidos en el techo.
Rápidamente hice el contrato con don Albino y le pague un adelanto con el dinero que había ahorrado de mi trabajo de verano. Al firmarlo me llevo al departamento que seria mi próximo hogar. Mientras subíamos las escaleras don Albino me pregunto que si que estudiaba y por qué una niña tan bonita vive sola. Sentí halagador su comentario y le comente mi situación y de mi familia. De pronto salió un tipo de uno de los departamentos y se nos quedo mirando mientras subíamos las escaleras. Cuando llegamos a donde él le pregunto a dos Albino
-Buenas tarde Albino, ¿Qué tenemos por aquí, nueva vecina?
-Que tal Martin. Si será nuestra nueva vecinita… Mientras lo decía pude notar una sonrisa en Martin y en don Albino pero no le tome importancia.
-Oh ya veo. Pues espero que te sientas como en casa nena. ¿En que cuarto estarás?
Como no sabia el número del cuarto me encogí de hombros, pero don Albino le contesto que mi depa seria el 69.
-Oh. Vaya número que te toco nena, así que serás la nena del 69. Mucho gusto, espero ser un buen vecino para ti. Me extendió la mano y me sonrió. Se la estreche y pude notar que era un poco rasposa.

 

Cuando por fin terminamos de hablar, subimos dos pisos más y llegamos a mi departamento. Tenía todo lo que el cartel decía, además, era amplio para ser un simple departamento, los cuartos no eran muy grandes pero igual se veían cómodos y el baño tenía una tina, así que cuando estuviera muy estresada ya sabía como me relajaría.
Cuando vimos completamente el depa, don Albino me comento que el cuarto del lavado estaba en el sótano del edificio y el tendedero en la azotea, me entrego las llaves y me dijo que disfrutara de mi estancia en el departamento, le di las gracias y cuando estaba apunto de irse, note que me hecho una mirada discreta pero muy completa sobre mí. Cuando por fin se fue, eche una ultima mirada, cerré la puerta y regrese a mi ciudad por todo lo que traería.
Faltando un día para empezar el semestre, volví a mi nuevo departamento, pero esta vez con toda mi ropa y algunas cosas para decorar. Un amigo de la carrera me ayudo a traerme la televisión, una mesa y todo lo que pudiera ser indispensable para poder vivir cómodamente. Al cabo de 4 horas había limpiado y acomodado todo. El departamento se veía hermoso y muy juvenil, justo como me lo había imaginado. Tome un baño en la tina y me metí a la cama para dormir cómodamente.
El resto de la semana fue agobiante, batallaba con el camión en las mañanas y a veces no llegaba a tiempo a la primera clase. Los maestros nos presionaron demasiado a pesar de ser la primera semana y casi siempre llegaba ya a oscuras a mi casa. No les miento, llegaba súper cansada y tener que subir las escaleras se me hacia un martirio.
El viernes por ejemplo de lo cansada que andaba solo alcance a llegar al segundo piso y me quede ahí sentada un buen rato. Cuando estaba a punto de pararme escuche que alguien subía las escaleras. Ni siquiera me pude parar cuando Martin había llegado hasta donde me encontraba.
-Pero mira nada mas que tenemos aquí. Si es la nena del 69. ¿Qué haces sentada en la oscuridad? –me dijo bromeando
-Hola vecino. Estoy descansando, no pude subir mas escalones, ando muy cansada. –le conteste
-Menos mal que eh pasado justo a tiempo para ayudarte pequeña. Si quieres puedo llevarte cargando.
-no se moleste, yo creo que ya puedo subirlos, pero cuando me disponía a subir uno de los escalones, mi pierna derecha se puso débil y caí de pompis en el escalón.
-ya vez preciosa, mejor te llevo.
-no en serio no se moleste… pero antes de que terminara de decir mi frase, Martin me tomo de las piernas y de la espalda y me llevo hasta el quinto piso. La verdad me daba mucha pena, nunca antes me habían cargado así.
Cuando llegamos, Martin me bajo lentamente y mientras lo hacia sentí como una de sus manos se deslizo hasta mis pompis. Rápidamente sentí un escalofrió y di un pequeño salto, pero trate de disimular como si se debiera a otra cosa. Nos despedimos y rápidamente me metí a mi departamento.
Ya adentro tire mi bolso donde guardo mis cuadernos en el sillón. Lentamente me fui quitando los zapatos, el pantalón y la blusa desde la puerta hasta mi cama, quedando únicamente en ropa interior. Me tire en la cama y rápidamente me quede dormida.
Cuando desperté aun era de noche, mire el reloj que tengo al lado de la cama y este marcaba las 12 de la noche. Trate de volver a mi sueño, pero el calor me espanto el sueño, pensé que seria buena idea darme un baño para refrescarme e intentar dormir después. Tome mi bata y fui al baño, abrí la llave de la regadera, el chorro de agua era frio y salía con presión. Me quite la bata y mi ropa interior de color negro para introducirme debajo del chorro de agua.

 

El agua estaba exquisita, deje que el agua me mojara toda y que mi pelo se remojara por completo. Me quede unos momentos disfrutando del chorro de agua y después comencé a enjabonarme los brazos, mis pechitos, mi pancita, mi sexo, mi cabello rizado, en fin, todo mi cuerpo.
Abrí de nuevo la llave del agua y esta comenzó a tumbar todo el jabón de mi cuerpo. De repente unos chorros de agua golpearon exactamente mis pezones, instantáneamente sentí un escalofrió en todo mi cuerpo. Rápidamente me quite del chorro de agua y puse mis manos en mis pechos. Instantáneamente pude sentir como mis pezones se ponían duritos.
Me quede quieta un momento en la bañera y me quede pensando que nunca había sentido algo así. Aun a mis 22 años sigo siendo virgen. Nunca eh tenido la necesidad de tener relaciones, ni mucho menos me eh llegado a masturbar. Las únicas sensaciones que eh experimentado es cuando las sabanas rosan mis pezones o cuando a veces roso mi sexo con la toalla o mis dedos. Siempre eh tenido el temor de salir embarazada o contraer una enfermedad por causa del sexo.
Después de un buen rato dentro de la bañera, salí de ella y comencé a secarme con la toalla. Seque un poco mi cabello y mis risos habían desaparecido. Siempre pasa lo mismo después de bañarme, pero ya después se forman solitos. Me puse mi bata de baño y comencé a lavarme la boca para dormir bien a gusto.
De pronto escuche un fuerte golpe proveniente de la puerta de mi casa y en un instante, las luces se apagaron. Todo eso me tomo por sorpresa, pero después pensé que quizás un transformador de la luz exploto y por eso se fue la luz. No le tome mucha importancia, me enjuague la boca y Salí del baño. Cuando Sali al pasillo, se veían las luces de la calle prendidas y cuando empecé a sospechar, sentí que alguien me observaba desde la oscuridad, cuando estaba apunto de meterme a mi cuarto sentí que algo me rodeo la cintura y de pronto me pusieron algo en la cara. Inmediatamente me sentí muy débil y la vista se me oscureció.
Cuando abrí los ojos, me dolía la cabeza, -como si tuviera una resaca de fin de semana- todo estaba oscuro aun, solo un poco de luz de la calle entraba por las cortinas de la ventana. Poco a poco me fui recuperando, estaba acostada en lo que parecía mi cama, pero no recordaba como había llegado a ella. Tenía mis brazos estirados para atrás, cuando quise acomodarlos algo me lo impedía. La desesperación comenzó a apoderarse de mí cuando de pronto escuche que algo se movía.
-Por fin despiertas bombón. Empezaba a creer que quizás me había excedido.
-¿Quien anda ahí? ¿Que esta pasando?
-Oh no te preocupes nena. Pronto sabrás que esta pasando.
De pronto escuche rechinar una silla y pude notar que una sombra oscura se acercaba hacia mi.
-No te acerques. Aléjate de mí. Auxiliooooo… -comencé a gritar.
-jajajajajaja no te molestes en gritar, ya es muy noche y nadie te va a escuchar preciosa.
Se puso a un lado de mí y de inmediato sentí como su mano entraba y se deslizaba por la abertura de mi bata. Comenzó a tocar uno de mis pechos y a masajearlos lentamente.
-OHH… no llevas ropa interior… -me dijo- pero yo no le conteste. Apenas había salido del baño y no tuve tiempo para ponérmela.
De pronto dejo de toca mi pechito y comenzó a frotar mis pezones con la yema de sus dedos. Sentí un leve escalofrió como el de la bañera y comencé a temblar un poco.
Después de ponerme duritos los pezones comenzó a apretarme uno de mis senos. Cuando lo hizo sentí un ligero espasmo en todo mi pecho, como si algún musculo se me contrajera repentinamente.
-NNH… AHH… deje salir unos leves sonidos de mi boca. Estaba sudando y no sabía porque.
Al parecer noto mis ligeros espasmos y temblores. Porque comenzó a frotar mis pezones haciendo círculos con su dedo y después me apretaba otra vez. Mientras lo hacia con su otra mano comenzó a frotar con su dedo mi muslo derecho. Las contracciones de mis músculos cada vez eran mayores. Repentinamente comenzó a deslizar su mano por debajo de mi bata, hasta llegar a mi sexo.
-tampoco traes bragas. Eres una exhibicionista…
Solo… ignóralo… me dije a mi misma.-
-Ummm que rico… no ahí rastro de ningún bellito en tu conchita… eres toda una putita…
Saco su mano de mi conchita para después abrir un poco la abertura de abajo mi bata, saco mis pechitos que se encontraban cubiertos por mí bata y los dejo al aire. Después de haber hecho todo eso coloco su mano en mi pelvis y con su dedo comenzó a presionar mi vulva y con su otra mano mis pechos.
-NN… FU… su dedo comenzó a deslizarse por toda mi conchita y rápidamente comencé a temblar. Al darse cuenta, acerco su rostro al mio, quiso darme un beso pero voltie la cara y lo que hizo fue lamer mi oreja. Me sentía tan asustada y tan débil que no sabia que pensar.
Su dedo cada vez se movía mas rápido… y de la sensación me tome de uno de los tubos del respaldo -woow nena, que rápido te mojas- me dijo con tono de burla. Eres increíble. Para ser tan bajita tienes unos senos deliciosos, ni grandes ni pequeños y redonditos. Cuando los vi por primera vez se me antojaron. De pronto me empezó a apretar mis pezones con sus dedos. –NHH… KH… HAH…- solamente me limitaba a decir. No quería contestarle, no se lo merecía. Pero la sensación que experimentaba me ocasionaba hacer esos sonidos.
-NN… HAAH!!- inmediatamente sentí como su dedo me penetro y mientras lo movía dentro de mi conchita, comenzó a besarme y chuparme mis pechitos.
Los espasmos comenzaron a llegar uno tras otro, comencé a temblar un poco más y las contracciones de mis músculos las sentía en mis piernas y brazos. Cerré por un momento mis ojos y me mordí el labio inferior para evitar escapar un gemido. Era una sensación increíble, nunca la había sentido. A pesar de que yo no quería sentir todas estas sensaciones, mi cuerpo me traicionaba y se entregaba a ellas.
Lentamente empezó a meter y sacar su dedo de mi conchita, sentí como que algo salía de mi cintura y recorría la parte de en medio de mi espalda hasta la cabeza. La piel se me puso chinita e inesperadamente deje salir el gemido más rico del mundo. El extraño gozo de mi gemido por que comenzó a chuparme los pechos demasiado rápido ocasionando que el placer aumentara.
Estaba perdida en ese mar de sensaciones nuevas y deliciosas. A pesar de que sabia que no era la forma en que hubiera querido estaba poco a poco entregándome a sus perversiones.
-Que rica eres perra, estas bien sabrosa, tus tetas saben exquisitas, tus pezones son fabulosos… mmm… ahh… -comenzó a morderme los pezones- ya están duritos putita… ya estas bien caliente… desde el día en que te vi con albino… te empecé… a desear…
Cuando escuche eso, se me vino a la mente mi vecino, ¡MARTIN! Entre la mescla de placer y lo que escuche no podía pensar con claridad, no podía creer que mi vecino, ese viejo cuarentón, me estuviera haciendo todas esas cosas.
-Martin, déjeme por favor, no me haga esto… se lo suplico… le dije. De pronto dejo de chuparme las tetas y de penetrarme con su dedo.
-Así que me escuchaste, Esthela… bien… así por lo menos sabrás quien fue el primero en cogerte de todos.
-espere ¿Qué dijo? Le pregunte incrédula a lo que mis oídos escucharon.
Se quito de encima de mí y con sus manos me tomo de las rodillas. –Ahora llego el momento de que me hagas cosa perrita. Dicho eso me abrió las piernas y haciendo un último esfuerzo por mantener mi dignidad intacta, trate de patearlo. Mis esfuerzos fueron en vano, me sujeto muy bien de las piernas e inmediatamente sentí algo caliente en mi conchita. Me quede paralizada, fue cuando entendí que estaba a punto de penetrarme con su verga.
Cerré mis ojos tratando de pensar en algo agradable cuando de pronto sentí como entraba su verga lentamente en mí.
-Kuh… fue lo que pronuncie en ese momento. En mi mente pensaba en lo que algunas amigas me habían contado de su primera vez, me dijeron que dolía mucho y yo estaba asustada por que me fuera a doler bastante.
Después de un bufido de Martin sentí como me envistió tratando de meter más su verga en mí. –GH UH… deje escapar de mi boca. Rápidamente comencé a temblar y la cama comenzó a crujir.
-así que no eres virgen pequeña Esthela… creí que batallaría para meterte todo mi paquete, pero entro fácil. Creo que fue por lo mojada que estas. No lo podía creer, según yo soy virgen, nunca había tenido relaciones, no sabia como entender eso que me decía. De pronto sentí que empezó a embestirme lentamente y comencé a sentir las mismas sensaciones de cuando me metía y sacaba su dedo pero mucho más fuertes.
-Que rico se siente mi amigo dentro de ti pequeña, esta contento de poder visitarte… escuchaba que Martin me decía, pero yo estaba como en trance, con la mirada perdida. Cuando me penetro me quede muy quieta, como si fuera solo una muñeca.
Poco a poco fui sintiendo más y mas esa sensación de excitación en todo mi cuerpo, mi respiración era rápida, mi cuerpo temblaba un poco más y tenia ganas de gemir para poder dejar salir todas esas sensaciones, pero no quería darle ese gusto. Sin embargo, Martin me tomo de los pezones y comenzó a pellizcármelos, no pude aguantar más y le regale un mejor gemido que el de hace poco.

-HAH!… AHN
-eso putita, gime, gime para mi, me excita escuchar tus gemidos me decía él..
– AHHHH…NH HN!! 
De pronto Martin saco su “amiguito” de mí y se incorporo muy rápido.
-Ni modo pequeña, tu tienes la culpa. Te la meteré sin condón.
QUEEE!!! No creía lo que me decía, no sabia que estaba usando protección, pero ahora que sé que no lo utilizara me empiezo a preocupar en serio. En ese instante siento que me pone algo pegajoso y caliente en la cara.
-Mira mi pene bombón, esta lleno de semen, esta a punto de explotar. Imagina lo bien que se sentirá al metértelo.
A pesar de que estábamos a oscuras pude ver por la luz que entraba de la calle el tamaño de si pene. –W..WOW pensé. Y un olor nauseabundo comenzó a llenar el cuarto.
-Que pasa con este sucio olor… me siento… excitada… pensé –no lo quiero… no lo quiero decía en mis pensamientos.
-Se nota que ya no aguantas más preciosa. Martin trato de abrirme las piernas, pero esta vez estaba decidida a no abrirlas. Sin embargo, Martin fue mas listo y empujo mis piernas hacia enfrente dejando mi conchita expuesta. Cuando sentí la punta de su “amiguito” en mi conchita fue suficiente para enviar mis escalofríos directo al éxtasis a través de mí.
Pensé –es solo un poco mas de lo anterior, puedes soportarlo. Pero lo que me dijo después me dejo sin esperanza alguna.
-Me correré primero, y lo hare dentro de ti. Pero no te creas que ahí terminara todo, si puedo seguir, seguiremos hasta que YO no pueda más.
-NOO!!… le suplique, pero no me hacia caso, empezó a embestirme mas fuerte que antes y pronto comencé a excitarme.
En mi mente decía. –Esto no es posible!! En este punto, no hay manera de que yo pueda resistir más esto…
De pronto un gran espasmo recorrió todo mi cuerpo y Martin lo noto muy bien.
-Así que aquí es!! Grito con aire de victoria Martin. Este es tu “lugar favorito” Esthelita. Por eso no podías correrte a gusto hace unos momentos. Mientras yo solo gemía y gemía. Sentía que su pene aplastaba algo dentro de mi conchita y hacia que por todo mi cuerpo sintiera un sinfín de escalofríos.
-NOO AHH… NH AH AH solo se escuchaba de parte mía. –pero esta vez, voy a concentrarme en este lugar. Y dicho eso comenzó a embestirme de forma que sintiera toda la fuerza en ese punto que el descubrió en mí.
-HAH HAHN HAH AH AH… Sentía como si me estuvieran abriendo todo mi cuerpo. Imagine que así se a de sentir tener un bebe. De pronto sentí que con su mano tomo uno de mis pechos. Rápidamente comenzó a pellizcar mis pezones y con su boca comenzó a chuparme el pezón de mi otro pecho.
-FWAAAH AHN… Mi mente se quedo en blanco al sentir mis tetas siendo aspiradas con tanta fuerza por Martin.
Y después de todo… me pierdo en el placer y me dejo llevar… escucho a Martin decir –Voy a abrir todo tu útero y voy… a correrme dentro. Pero yo estaba perdida, perdida en el placer y en mis pensamientos. Muy en el fondo de mi mente pienso –No tengo ni el menor interés en él… tampoco quiero terminar adicta al sexo… pero en este momento… solo en este momento… yo…
Pero antes de terminar lo que pensaba comencé a sentir que mi cuerpo comenzaba a vibrar y sentía que los escalofríos salían de mi conchita a cada parte de mi cuerpo y sin saberlo comencé a gemir muy rápido.
– Me corro!  Me corro!  Me corro!  Me corro! comenzó a gritar Martin.
En ese preciso instante comencé a sentir que algo caliente llenaba mi conchita. Escuchaba los gemidos de Martin en mi oreja y sentía como más y más me llenaba de semen. –Ha!!… esto… se siente… tan rico… decía Martin.
Cuando por fin se recupero de su corrida, Martin saco su pene dentro de mí y rápidamente el semen comenzó a brotar de mi vagina. –Vaya, se esta desbordando muy pronto… dijo Martin –Pero maldición, jamás me había corrido tanto de una vez, sentí que me corría el alma. De pronto sentí que puso sus dedos en mi conchita y la abría para examinarla. –Mm… esta es una buena carga. Seria bueno que quedaras embarazada con esto. Y cuando termino de decir eso, cerré mis ojos y me quede profundamente dormida.
 

Relato erótico: “Memorias de un exhibicionista (Parte 12) FINAL ” (POR TALIBOS)

$
0
0

MEMORIAS DE UN EXHIBICIONISTA (Parte 12 –  capítulo final):

CAPÍTULO 24: EL NUEVO PLAN DE ALICIA:

–          Sí, ahí… así me gusta… sigue por ahí – gemía Alicia.
Yo obedecía sus instrucciones sin dudar, aunque, después de haberle comido el coño al menos 50 veces, sabía perfectamente qué botones pulsar para que mi amante disfrutara al máximo. Sin embargo ella siempre me decía cómo debía hacerlo; le encantaba dar órdenes.
Esa tarde estábamos en su casa, concretamente en el salón. Ella ni siquiera se había desnudado, limitándose simplemente a subirse la falda hasta la cintura, quitarse las bragas y despatarrarse en el sofá.
–          Cómemelo – me dijo simplemente.
Y yo obedecí al instante.
Como siempre, me esforzaba al máximo en darle placer a aquella mujer, en ese momento, su coño era todo mi mundo, ardiente, jugoso, delicioso… mi lengua serpenteaba entre sus labios, recorriendo y lamiendo la trémula carne, haciéndola gimotear de placer.
Sin embargo, mi mente estaba en otra parte.
No sabía qué pasaba conmigo; cuando por fin tenía lo que más había ansiado, tampoco me sentía satisfecho. Me faltaba algo. Y no estaba seguro de qué era.
Tenía en mi vida a dos bellas mujeres, ambas me querían, a su manera y yo las quería a ellas. Vale que una de ellas vivía engañada… y quizás fuera eso lo que me molestaba.
Lo cierto es que estaba cansado de esa situación. En el fondo, sabía que había llegado el momento de tomar una decisión, coger el toro por los cuernos y…
–          Joder, qué puta está hecha Tatiana – dijo en ese momento Alicia – Fíjate, sin tener que decirle nada…
Durante un segundo, saqué la cara de entre los muslos abiertos de mi amante y eché un vistazo a la tele, comprendiendo enseguida a qué se refería Ali.
Alicia estaba visionando el montaje en dvd que yo había realizado de nuestra última aventurilla exhibicionista. Ese era uno de los motivos de nuestro encuentro de esa tarde; que ella pudiera ver por fin el vídeo editado de nuestra última excursión.
Bastó una simple ojeada para comprender el motivo del comentario de Ali, no en vano había visto esas mismas imágenes decenas de veces mientras las manipulaba en mi ordenador. Como no necesitaba verlas para saber qué acontecía en la pantalla de la tele, volví a hundir el rostro entre los acogedores muslos de Alicia, mientras ella, por su parte, me dejaba bien claro quién mandaba allí simplemente presionando mi cabeza con la mano, apretando mi cara contra su coño.
–          Tú a lo tuyo – dijo simplemente.
Y como siempre había hecho desde que la conocía… obedecí.
La verdad es que no me importaba demasiado no poder ver el vídeo. Lo tenía muy visto. Y no sólo eso, también sucedía que no me excitaba demasiado, pues no podía quitarme de la cabeza la impresión de que Tatiana disfrutaba cada vez menos con nuestros juegos y no me gustaba demasiado ver su expresión en la pantalla.
Aunque yo me decía que era únicamente una impresión, pues, de no ser así, el comportamiento de Tati esa tarde hubiera sido más que extraño.
Sin poder evitarlo, me puse a recordar la tarde en que grabamos esas imágenes, unos días atrás en el parque. Nuevamente el plan era idea de Ali y, como casi siempre, la prota de la peli iba a ser Tatiana.
Ella no protestó; se limitó a escuchar lo que Ali proponía (¿ordenaba?) y a mostrarse dispuesta a ello. No sé por qué, pero en ese instante recordé la conversación que había quedado pendiente entre ambos la tarde del asalto a Claudia, pero claro, no era el momento para preguntarle por ello, así que tomé nota mental de hacerlo más tarde (olvidándome por supuesto de hacerlo).
En esa ocasión, el plan no era demasiado elaborado. Se trataba únicamente de alegrarle la tarde a algún afortunado chaval.
Lo preparamos todo conforma a las instrucciones de Ali. Ocultamos un par de cámaras en unos lavabos públicos que había en un lugar discreto del parque, concretamente en uno de los retretes, mientras yo me escondía con el portátil en el de al lado, para poder recibir bien la señal de las cámaras, sirviendo además como eventual guardaespaldas por si la cosa se desmadraba.
Alicia, por su parte, se encargaría de filmar unas cuantas tomas en el exterior, usando una pequeña videocámara que yo le había prestado.
La cosa fue sencillísima. Tati, tal y como habíamos acordado, se vistió bastante sexy, con un vestido estampado de generoso escote, con falda por encima de la rodilla, medias negras (bragas no, gracias) y una gabardina, llevando puestas por supuesto unas gafas espía.
En ese parque y a esas horas de la tarde (sí, sí, horas en las que yo debería haber estado trabajando, lo sé) se juntaban por allí muchos grupos de chavales para charlar un rato con los amigos. Ya sabes a los que me refiero, a esos que se sientan directamente en el respaldo de los bancos y ponen los pies sobre el asiento, supongo que porque no saben muy bien cómo se usa una silla…
Pues bien, tras un rato de observarlos con disimulo, Alicia (obviamente no iba a ser Tatiana) escogió a uno de los grupos de chavales. Según me dijo luego, los eligió porque no tenían mala pinta y, sobre todo, porque no había ninguna chica en el grupo.
Tras recibir la indicación de Alicia, Tati se acercó a los chicos, quienes, según se puede ver en las imágenes, se quedaron mirándola sorprendidos. Aunque esa sorpresa no fue nada comparada con la que recibieron a continuación.
–          Si alguno tiene cinco euros, estoy dispuesta a enseñarle el coño – les dijo sin tapujos mi novia.
No, no hay audio de la conversación, pero basta con ver las caras de asombro de los jóvenes para entender que Tatiana siguió las instrucciones de Ali a pies juntillas.
Tras soltar la bomba, Tati se limitó a darse la vuelta y a caminar sin prisa pero sin pausa hacia los servicios donde yo esperaba escondido. Los chicos, tras unos instantes de duda, se pusieron de repente a cotorrear entre ellos, hablando con visible nerviosismo.
Por fin, uno de ellos se armó de valor y, dando un salto, se bajó del banco y caminó en pos de mi novia. Segundos después le siguieron todos los demás, mientras Ali lo grababa todo a escondidas.
Finalmente llegaron a su destino, los servicios públicos. Habíamos escogido ese lugar porque estaban un tanto apartados y no venía mucha gente. De hecho, en el rato que llevaba yo allí escondido no había entrado ni una sola persona.
Mientras se acercaba, Tati me avisó usando uno de los micros de que ya estaba la cosa en marcha, respondiéndole yo que podía entrar sin problemas, pues no había nadie.
Tatiana, al llegar a la puerta, se detuvo un segundo para mirar atrás, no sólo para asegurarse de que los chicos la seguían (como si hubiera alguna duda sobre eso) sino también para que vieran que entraba en el baño de caballeros, no en el de señoras.
Escuché desde mi escondite cómo se abría la puerta del baño y enseguida se escuchó la voz de Tatiana pronunciando mi nombre, confirmándome que era ella quien acababa de entrar. Segundos después percibí como los chicos entraban también en la sala, aunque en ese momento no pude precisar cuántos eran los acompañantes de mi novia.

Puse las cámaras a grabar y me quedé esperando, en tensión. Pero, cosa rara, más que excitado sexualmente me sentía nervioso, preocupado por si alguno de aquellos niñatos perdía el control e intentaba propasarse.
–          Bien. ¿Quién quiere ser el primero? – escuché que decía Tatiana.
El chico en cuestión debió levantar la mano o algo así, en silencio, pues no escuché respuesta alguna.
Se oyeron unos pasos y, de repente, se abrió la puerta del retrete de al lado, por lo que por fin tuve imágenes en pantalla.
Tati, muy seria, entró la primera y, con un gesto de la mano, invitó al primer adolescente a reunirse con ella. Sin embargo, justo cuando el visiblemente nervioso chico iba a entrar, Tati le puso la mano en el pecho deteniéndole en seco.
–          ¿Y los 5 euros?
Me sorprendió su tono, tan tranquilo y sosegado que no parecía ella. Al parecer, a medida que se sucedían nuestras aventurillas, Tatiana iba ganado en aplomo y confianza.
El joven, todo aturrullado, rebuscó en sus pantalones hasta encontrar un billete arrugado, que entregó a la chica, que dio un paso atrás, permitiéndole reunirse con ella en el estrecho habitáculo, cerrando la puerta tras de sí.
Me costó ahogar una carcajada cuando la cara de acojone del chaval apareció en la pantalla del portátil. Se veía bien a las claras que esa era la primera vez que iba a ver el tesoro que una chica oculta entre las piernas. Y uno de calidad suprema, por cierto.
Escuché cómo Tatiana le decía que estuviera tranquilo, que no iba a pasar nada, mientras yo me reía en silencio pensando que lo que el chico querría era que en realidad pasara algo.
Tatiana, no sé si inspirada por la postura de los chicos en el banco, bajó la tapa del water (que por cierto olía a gloria bendita) y, sacando un paquete de pañuelos del bolsillo de la gabardina, colocó varios encima de la cisterna, para poder usarla de asiento.
Cuando lo tuvo listo, se subió de pie en la tapa del water y, dándose la vuelta con cierta dificultad, se las ingenió para quedar sentada encima de la cisterna, con los pies apoyados en la tapa.
El chico, todo cortado, no se había atrevido a decir ni mú, limitándose a permanecer con la espalda apoyada contra la puerta del retrete, dejando que Tati se encargara de todo. Por si quedaba alguna duda, el ver cómo el chico se echaba todavía más para atrás cuando Tati se subió en el water (poniéndole el culo en pompa frente a la cara) en vez de hacia delante, me confirmó todavía más que el chaval no tenía experiencia alguna en aquellas lides.
–          ¿Estás listo? – escuché que preguntaba Tatiana desde mi escondite, mientras veía como el chico asentía vigorosamente.
Y Tati no se hizo de rogar. Agarrando la falda de su vestido, tiró de ella hacia arriba, revelando ante los ojos del afortunado chaval el impresionante espectáculo que la ropa ocultaba.
Tati se había puesto un sexy liguero negro, con las medias a juego, pero había prescindido obviamente de las bragas, con lo que enseguida el alucinado chico se encontró de bruces con aquello que había venido a ver.
Nuevamente me reí en silencio al ver cómo el chaval se quedaba mirando boquiabierto entre las piernas bien separadas de la chica, que por primera vez desde que había empezado la aventurilla parecía estar ligeramente avergonzada, lo que acentuaba todavía más el morbo de la situación.
El muchacho, completamente sin habla, se quedó mirando extasiado el chochito de mi novia, sin atreverse a respirar siquiera, los ojos como platos, literalmente llorando a fuerza de obligarse a no parpadear.
Tati le dejó recrearse con el espectáculo cuanto quiso, no le metió prisa ni nada, consiguiendo que los cinco euros del muchacho fueran los mejor gastados de toda su vida.
En la toma que filmaban las gafas de Tati podía ver perfectamente adonde apuntaba la mirada de mi chica, lo que me permitió comprobar que el muchacho tenía a esas alturas una empalmada de campeonato.
Lo curioso fue que, el chico, al darse cuenta de su estado, no intentó sacar provecho alguno de la situación. Cuando se dio cuenta de que Tati le estaba mirando con todo el descaro el bulto del pantalón, el pobre se puso coloradísimo, balbuceó unas palabras que no entendí y salió del retrete, poniendo punto y final al show.
Por los ruidos y bromas que le dirigieron sus amigos, comprendí que había abandonado el lugar como alma que lleva el diablo, sin duda en busca de un sitio más solitario donde poder dar alivio a sus ardores.
Mientras tanto, Tati, que se había puesto bien el vestido un segundo antes de que su invitado abandonara el habitáculo, indicó a los que quedaban que el siguiente podía pasar.
Ali, mientras tanto, esperaba en el exterior, según me dijo luego excitadísima por la situación, además de bastante frustrada por estar perdiéndose el espectáculo en directo. Pero claro, su presencia fuera era imprescindible, vigilando por si alguien se acercaba a los servicios, para poder avisarnos y abortar la misión.
El siguiente chaval penetró en el retrete, cerrando tras de sí. Estaba tan acojonado como el otro.
La situación se repitió casi punto por punto, quedándose el chico alucinado admirando el tierno coñito de mi novia, que se sujetaba la falda en alto como si fuera una tímida quinceañera enseñándole el conejito a un chico por primera vez. No sé si ese aire de inocencia era real o fingido, pero lo cierto es que resultaba tremendamente erótico.
Y aún así, yo tenía mis dudas sobre si estaría allí obligada o no.
Sin embargo, esta vez Tati introdujo cambios en el guión. No sé si excitada por las libidinosas miradas de los jóvenes, o quizás compadeciéndose de su evidente falta de experiencia, la muy guarrilla aumentó el premio a recibir a cambio de los 5 euros.
–          Si quieres masturbarte, puedes hacerlo – escuché boquiabierto desde mi escondite.
Esta vez el alucinado fui yo. Me quedé atónito mirando la pantalla donde, tras un par de segundos de duda, pude ver cómo el afortunado chico se sacaba la polla del pantalón en menos de un segundo, comenzando a pajearse con entusiasmo, sin dejar ni un instante de recrearse la vista con el coñito de Tatiana.

Ella, por su parte, le dedicó una deliciosa sonrisa al joven y, sin decir nada, se abrió todavía más de piernas, llevando una mano a su coñito, separándose bien los labios con los dedos, mientras sus lindos ojos miraban con atención la juvenil polla que era masturbada con frenesí.
Al ver aquello, el chaval no pudo más, alcanzando un rápido y devastador orgasmo. Tati, que le vio venir desde lejos, se mostró sumamente habilidosa, pues quitó con rapidez los pies de la tapa del water y la alzó, permitiendo al pobre zagal descargar sus pelotas directamente en la taza.
–          Buen chico – le dijo Tati cuando su polla dejó de vomitar semen, supongo que agradeciéndole que no hubiera tomado la iniciativa de dirigirle un par de buenos disparos.
Pero claro, si yo había escuchado perfectamente a Tatiana ofreciéndole al chico la posibilidad de hacerse una paja a su salud, lo mismo habían hecho los que esperaban fuera, por lo que el siguiente visitante entró en el retrete con 5 euros en una mano… y una tremenda erección en la otra.
Pero Tati no se inmutó, limitándose a esperar que la puerta se cerrara para enseñarle el coño al chaval. Éste duró todavía menos, corriéndose como un animal en menos de un minuto.
Como ves, no le faltaba razón a Ali al decir que Tatiana estaba hecha una puta mientras veía el vídeo en su salón. Un poco golfa sí que era. Y yo, la verdad, estaba más cabreado que caliente a esas alturas. Casi estaba deseando que alguno intentara propasarse para hacerle pagar el pato.
El siguiente fue un visto y no visto. Pagó, entró, le echó un vistazo entre las piernas a mi novia y salió escopetado de allí. Ni un minuto. Tati miró directamente a la cámara, sabiendo que yo la estaba viendo y se encogió de hombros haciendo un delicioso mohín que me hizo sonreír. Me sentí un poco mejor.
Aunque no lo supe hasta después, el siguiente era el último de la pandilla. Escuché como los chicos hablaron algo entre ellos, pero no alcancé a entenderles. Lo que sí quedó claro es que, poco después, todos abandonaron el lugar.
Todos menos el último.
En cuanto se reunió con Tati, pude percibir perfectamente que aquel sí que tenía experiencia con mujeres. Y no era de extrañar, pues he de reconocer que era un tipo atractivo.
El aplomo con que se comportaba mostraba a las claras que no iba a alucinar como sus amigos únicamente por ver un coño, así que inmediatamente me puse en tensión, pues, de todos ellos, si alguno iba a dar problemas iba a ser sin duda aquel chico.
Sin embargo, no fue exactamente así.
El chico, como todos, pagó religiosamente los 5 euros a Tatiana, con lo que ella inmediatamente volvió a subirse la falda y a enseñar el coño.
Sin embargo, tras un rápido vistazo, el joven volvió a clavar sus ojos directamente en los de Tati, mirándola con fijeza. En la pantalla aparecía un primer plano de su rostro, con lo que parecía que en realidad estaba mirándome a mí.
–          Ay, ay, ay… – pensé en silencio, dispuesto a ponerme en marcha a la menor indicación por parte de Tati.
Pero no pasó nada, pues se limitó a mirarla simplemente, en silencio, hasta que noté que ella empezaba a ponerse un poquito nerviosa.
–          Eres guapísima – escuché como le decía el chaval a mi novia.
–          Gracias – respondió ella tratando de mantener la compostura.
–          No entiendo como una chica tan guapa como tú se dedica a estas cosas.
–          No soy puta, si es a eso a lo que te refieres – dijo Tati con un ligero brillo de furia en la mirada – Esto no es más que un juego. Lo hago porque me excita.
–          ¿Te excita enseñarle el coño a la gente?
Tatiana tardó unos instantes en contestar.
–          Sí. ¿Y qué pasa? – dijo poniéndose a la defensiva.
–          Nada. Me parece perfecto. Pero entonces deduzco que ahora mismo estás muy excitada, pues se lo has enseñado a cinco tíos.
Nuevo silencio de mi novia. Yo estaba en tensión, dispuesto a saltar como una víbora sobre el inquietante chaval.
–          Sí. Estoy excitada – reconoció ella alzando la cabeza, orgullosa.
–          Me alegro.
Y entonces lo hizo. Con un elegante gesto, el chico llevó la mano hacia delante, metiéndola entre los muslos abiertos de mi novia.
Ella dio un respingo por la sorpresa, mirando anonadada al tío que acababa de meterle mano en el coño y le acariciaba entre las piernas con toda la parsimonia del mundo, como si aquello fuera algo de lo más corriente y moliente.
Yo ya me disponía a salir de mi escondite y a meter la cabeza del cabrito aquel directamente en el desagüe, cuando escuché la voz de Tatiana con tono sorprendentemente firme.
–          Vaya, no se te da nada mal. Se ve que no es el primer coño que tocas. Me gustan los hombres con experiencia.

Lo supe. Aquellas palabras estaban dirigidas a mí. Me estaba diciendo que me estuviera quieto. Que dejara que aquel mamón le tocara el coño.
Y lo hice. Sabía que a Alicia aquello iba a encantarle.
Así, durante los siguientes minutos, tuve que tragarme la rabia mientras veía en la pantalla del portátil cómo un chico de 17 o 18 años le hacía una paja a mi novia encerrados en un sórdido retrete, mientras la ira y los remordimientos hacían presa en mi alma.
Por fortuna, el chico se conformó con masturbarla. Cuando Tati se corrió por fin, hizo un ligero intento de acercamiento, pero ella le dejó bien a las claras que el show había terminado y él, muy educadamente, le dio las gracias y se marchó.
Alicia estaba que se moría por saber los detalles y ver el vídeo, pero, argumentando que me dolía la cabeza (lo que era verdad) logré que nos dejara irnos a casa, prometiéndole que en un par de días podría verlo ya montado.
El trayecto a casa fue bastante silencioso. No fue hasta que llegamos a nuestra calle que me animé a dirigirle por fin la palabra a mi novia.
–          Te lo has pasado bien, ¿eh? – le dije en tono apagado.
–          ¿Tú no? – respondió ella si hacerme mucho caso.
–          Parecías una puta, dejando que el tío ese te sobara el coño – le espeté tratando de herirla.
–          Y tanto. Mira, si hasta he cobrado y todo.
Mientras decía eso, Tati se metió la mano en el sostén y sacó de allí un puñado de billetes arrugados, devolviéndolos enseguida a su sitio tras enseñármelos.
Aquel gesto, unido al frío tono de sus palabras me dolieron mucho más que lo que había pasado en el retrete.
Por eso no disfruté mucho mientras montaba el vídeo. Por eso mi cabeza estaba en otro sitio mientras le comía el coño a Alicia.
……………………..
A pesar de todo, logré que Alicia se corriera. Se lo pasó de lujo aquella tarde, disfrutando del sexo oral mientras se calentaba viendo el vídeo de su última ocurrencia.
Después follamos; era inevitable, pues si no, las pelotas me hubieran estallado sin duda, pues una cosa era estar pensando en otra cosa y otra muy distinta no excitarse mientras se explora entre los muslos de una diosa terrenal.
–          Ali, tenemos que hablar.
Decidí echarle huevos al asunto. Teníamos que aclarar las cosas de una vez. Así que, una vez estuvimos tumbados desnudos en su cama, todavía recuperándonos de la tórrida sesión de que habíamos disfrutado, reuní los suficientes arrestos para ponerle fin a aquella historia.
–          Claro, Víctor. ¿De qué quieres hablar? – me dijo incorporándose.
Respiré hondo y se lo solté. Mis dudas, mis frustraciones, se lo dije todo. Que no me parecía bien lo que estábamos haciendo con Tatiana, que no me parecía que aquella relación nos estuviese llevando a ninguna parte, que a veces me sentía más como su esclavo que como su amante…
Y una vez más, mis palabras no parecieron pillar por sorpresa a Ali, que, como había hecho anteriormente, se apresuró a reconocer su culpa, desarmándome.
–          Lo sé – dijo sentándose en la cama – Tienes razón. Me descontrolo con todo este asunto y al final, la que siempre acaba pagando los platos rotos es Tatiana. Te juro que no me doy cuenta, me propongo cortarme un poco con ella… pero poco a poco voy pidiéndole cada vez más…
–          No. En realidad lo que haces es pedírmelo a mí, sabiendo que Tati no va a decirme que no a nada.
Un ligero brillo de furia refulgió en su mirada, pero desapareció inmediatamente, por lo que no le di importancia.
–          Sí. Es verdad – concedió – Pero yo… no te creas que no en pensado en todo esto…
–          Lo sé, Ali – asentí – Pero no creo que pueda seguir así mucho más. Me siento mal por lo que estoy haciéndole a Tati, me siento mal por lo que le hacemos cuando estamos los tres juntos… y me siento mal porque comprendo que esta relación no lleva a ninguna parte…
Joder. No estaba mintiendo. Me sentía como una mierda. Estaba a punto de cortar con ella. Pero bastaba con alzar un poco la mirada y verla, allí desnuda y sudorosa, sentada en su cama, mostrándose ante mí sin el menor asomo de rubor o vergüenza, para que todas mis convicciones se tambalearan.
Entonces llegó su inesperada respuesta.
–          En eso te equivocas – dijo simplemente.
–          ¿A qué te refieres? – pregunté sin entender.
–          A lo de que esta relación no lleva a ninguna parte. Eso no es verdad.
El corazón me dio un salto en el pecho. No acababa de creerme lo que Ali había dicho. O quizás era que se refería a otra cosa.
–          Lo he pensado mucho, Víctor – dijo tomando mis manos con las suyas – Y me he dado cuenta de que es contigo con quien quiero estar. Voy a romper mi compromiso.
No podía creerlo. Allí estaba. Lo que había deseado tanto. Pero entonces, ¿por qué me sentía tan inquieto?
–          Me da igual el dinero. Sé que contigo seré feliz. Si tú estás dispuesto, podemos estar juntos.
–          ¡Alicia! – exclamé abrazándola con fuerza.
Y follamos otra vez.

……………………………………….
–          Estás muy serio – me dijo Ali un par de horas más tarde, después de una ducha reparadora.
–          Que va – mentí – Te aseguro que me siento muy feliz.
–          No me mientas. Estás pensando en Tatiana.
Miré a Ali fijamente. Tenía razón, estaba pensando en ella.
–          Lo siento. No puedo evitarlo – concedí – Estoy imaginándome cómo decírselo. Todavía me acuerdo de la otra vez. Lo pasó fatal. Y esta vez es definitivo. No quiero hacerle daño.
–          Lo comprendo. Aunque, creo que esta vez no la vas a pillar tan de sorpresa.
–          ¿Cómo? ¡Bah! No creo que Tati sospeche nada de lo nuestro. Piensa en todo lo que ha luchado por mantener nuestra relación a flote. Te considera algo así como una amiga con ciertos “derechos” pero…
–          Ja, ja, ja – se rió Ali – Madre mía Víctor, no puedo creer que seas tan inocentón.
–          No te sigo – contesté un poco molesto.
–          A ver, hijo. Creo que hay un par de cosas que aclararte.
–          Dime – dije con seriedad.
–          Primero, tienes que comprender que Tati no es ni mucho menos tan tonta como tú te crees.
–          Yo no creo que… – dije indignado.
–          No, no, no lo niegues – dijo ella interrumpiéndome – Te aseguro que, por muy discretos que te creas que hemos sido…
–          Te digo que Tatiana no sospecha nada…
–          Y yo no te estoy diciendo que sospeche – dijo Ali con una sonrisa enigmática en los labios – Te digo que ella SABE perfectamente lo nuestro.
Me quedé callado. Mirándola. No podía creerlo, pero pensándolo bien… la frialdad, el distanciamiento de Tati… ¿Sería verdad? ¿Sabría que, a pesar de lo mucho que había hecho por seguir a mi lado yo había terminado traicionándola? Aquello explicaría muchas cosas…
–          ¿Y cómo estás tan segura? – pregunté.
–          Porque lo sabe… gracias a mí.
Me quedé atónito, sin habla. No podía creer lo que acababa de escuchar.
–          ¿Cómo? Se… ¿Se lo has contado?
–          No exactamente – dijo ella con tranquilidad – Decirle… no le he dicho nada. Pero lo sabe desde el primer día, de eso no me cabe ninguna duda…
–          ¿Qué? ¿Cómo?
–          Ay, hijo, no seas tonto. ¿Recuerdas nuestra primera vez, en el sex-shop?
Asentí muy lentamente, sin ser capaz de articular palabra.
–          Esa noche… Yo llevaba el micro. Y ella uno de los auriculares.
La comprensión se abatió sobre mí de forma devastadora. Todo lo que había pasado en las últimas semanas, todas las mentiras, todas las precauciones… para nada. Lo único que había logrado era hacerle cada vez más daño a Tatiana…
–          Pero, ¿cómo has podido…? ¿Por qué…?
–          Venga, Víctor. No te hagas el ofendido. No dirás que no lo has pasado bien últimamente. Estabas deseando meterte en mi cama y yo simplemente…
–          Entonces, ¿a qué vino todo el cuento de que mantuviéramos el secreto? ¿De que no le dijera nada a Tati?
–          Pues, si te soy sincera… No quería que ella dejara de participar en nuestros juegos. Disfruto mucho con ella y, digas lo que digas, a ti te pasa lo mismo. Y te aseguro que ella también lo pasa muy bien y si no…
–          No. Ella participaba en esto porque pensaba que así me quedaría a su lado. Ella…
–          Ella se metió en un retrete con un chaval y dejó que le metiera mano en el coño. Y te aseguro que yo no le dije que lo hiciera. Ella ha participado en todos nuestros juegos y se ha puesto cachonda como una perra. Ella no terminó follándose al chico del probador simplemente porque no se lo pedí. No te equivoques, Víctor. Tatiana es una mujer hecha y derecha a la que le gusta mucho el sexo. No es la pastorcilla inocente que tú te crees que es. Esa es la imagen que ella da cuando está contigo, porque sabe que eso es lo que esperas. Lo que a ti te gusta.
–          Yo no…
–          Y por eso a veces tienes dudas cuando estás conmigo. Yo no soy fácil, me gusta dominar y ser la que lleve la voz cantante, no voy a comportarme jamás distinta de como soy. Y piénsatelo bien, amiguito, si quieres estar conmigo es lo que va a tocar a partir de ahora. Después podrás decir de mí que soy muy puta, te lo concedo, pero no que te pillara por sorpresa cómo soy.
No sabía qué decir ni cómo responder. No me importaba que Ali pretendiera estar al mando de la relación, ya la conocía lo suficiente para saber cómo era. Pero, que me hubiera engañado y, sobre todo, que le hubiera hecho daño a Tatiana…
–          No tengo dudas – sentencié – De verdad deseo estar contigo. Nunca he querido una pareja que se muestre sumisa, ya sabes que, precisamente eso es lo que menos me gusta de Tati. Pero creo que has hecho mal en engañarme y lo único que has logrado es hacerla sufrir.

–          ¡No digas más tonterías! – me soltó un poco enfadada – Te repito que ella no es como crees. Ya me has oído decir mil veces que es una golfa de cuidado. ¡Y puedo demostrártelo!
–          ¿Cómo? Te has vuelto loca.
–          En absoluto. Me he acordado de algo que me dijo Iván.
–          ¿Iván? ¿El del sex-shop?
–          No. El Terrible – dijo Ali haciendo gala de su exquisita paciencia – Pues claro que el del sex-shop.
–          ¿Qué te dijo?
–          Que si nos apetecía participar en un gangbang amateur.
–          ¿En un qué? – el término me sonaba, pero no estaba muy seguro.
–          Un gangbang. Una especie de orgía, sólo que hay una sola mujer y un montón de hombres. Unos miran y los otros… follan.
–          ¿Quieres que Tatiana…? – exclamé atónito.
–          ¿Por qué no? Te apuesto lo que quieras a que, una vez en situación, participará encantada. Mira, si tú te encargas de llevarla al local el próximo sábado, yo lo organizo todo con Iván.
–          ¿Estás hablando en serio?
–          Pues claro. Tú no le digas nada de que vas a romper con ella todavía. Simplemente dile que vamos a hacer alguna cosa en el sex-shop el sábado por la noche. Verás como, en cuanto esté en faena, no podrá resistirse y follará como una loca. Así te darás cuenta por fin de qué clase de chica es.
–          Alicia, no creo que…
–          Además, Iván me dijo que, si participábamos, nos llevaríamos una buena comisión. Los tíos que participan en estas cosas pagan una pasta y luego Iván se encargará de vender el vídeo. Por lo visto se pagan auténticas burradas por estas cosas si son auténticas. Y piensa en lo que disfrutaremos después, viéndolo nosotros…
–          Pero todo esto es una locura. ¿Y si ella no quiere? Sería prácticamente una violación. Hacer que un montón de tíos se la follen…
–          No seas estúpido. Ya verás como participa con gusto. Y además, si por algún asomo la cosa se complicara, piensa que tenemos un montón de vídeos comprometedores de ella. ¿Qué va a hacer?
No me salían las palabras.
–          Vamos, Víctor. Cuando veas cómo es en realidad no dudarás tanto en cortar con ella. Y luego podremos estar juntos…
–          Sí. Supongo que tienes razón – asentí.
–          Una última vez. Te prometo que, después de esto, seremos una pareja normal. Bueno, normal no, una pareja de exhibicionistas… pero solos… tú y yo.
Alicia me besó y yo le devolví el beso, con furia, con pasión. Ella tenía razón, teníamos que hacerlo una vez más y luego podría por fin disfrutar de la vida en pareja. Sin más mentiras, sin más manipulaciones.
Ya tenía claro lo que tenía que hacer…
Y me decidí.
…………………………
Los siguientes días fueron frenéticos. Me dediqué en cuerpo y alma a cumplir las instrucciones de Alicia casi al pie de la letra. Sólo hice unos pequeños cambios para mejorar el conjunto.
Tal y como me sugirió, no le dije ni pío a Tatiana, tratando de comportarme como siempre para que no sospechara nada. Ella seguía mostrándose un poco fría conmigo, pero ahora ya no me preocupaba pues conocía el motivo.
Lo único que le comenté fue que íbamos a quedar el sábado por la noche con Alicia, que tenía una nueva idea en mente que le iba a encantar. Ella asintió sin mucho entusiasmo, pero no me importó en absoluto.
La verdad es que la idea del gangbang me atraía. Podía comprobar por fin si la chica era tan puta como había ido descubriendo poco a poco o si todo serían imaginaciones mías. Sería muy excitante verla follando con otros tíos, mientras otros muchos (yo incluido) miraban. Me parecía super morboso.
Estaba más que decidido. Lo tenía todo clarísimo.
Me pasé un par de veces por el sex-shop, para ultimar detalles con Iván. Allí descubrí (cosa que no me sorprendió lo más mínimo) que Ali venía maquinando todo aquello desde algún tiempo atrás; no fue para nada fruto de la improvisación de la otra tarde.
Iván me tranquilizó bastante, diluyendo las pocas dudas que yo aún pudiera tener. Me aseguró que era requisito imprescindible que todos los hombres que iban a participar en aquello presentaran un informe médico impoluto, en cuanto a que no padecían ningún tipo de enfermedad infecto contagiosa ni ETS, lo que me serenó muchísimo.
Yo, por mi parte, le expuse mis ideas, introduciendo un par de cambios que esperaba fueran una sorpresa para Alicia, para que disfrutáramos todavía más.
Algo de dinero cambió de manos, pues lo que yo proponía suponía una ligera subida del presupuesto, pero lo pagué con gusto, convencido de que a Ali le iba a encantar.
Iván, que al parecer no era la primera vez que participaba en algo como aquello, me aseguró que todo estaba bajo control y que sin duda mis deseos se verían plenamente satisfechos.
Así que nos citamos el sábado por la noche. Todo estaba listo.
…………………………..

Y llegó el sábado. Yo estaba deseando que sucediera, que saliera todo como lo había planeado. Y después estaría por fin con la chica de mis sueños, mi pareja ideal.
Ali estaba ya en el local cuando llegué, esperándome tomando una copa tranquilamente con Iván, con el que intercambié un discreto saludo.
Ella me recibió con un beso, profundo, húmedo, sin importarle la presencia de Iván, que nos miraba divertido.
–          ¿Está todo dispuesto? – le pregunté al hombre cuando los ardientes labios de Ali liberaron los míos.
–          Por supuesto – asintió él – La duda ofende. Soy un profesional. Todo listo. Cámaras, audio… todo preparado. Y los clientes están todos aquí ya. ¿No te has fijado que la tienda está bastante concurrida?
–          Perfecto.
–          ¿Y Tatiana? ¿Has hablado con ella? – preguntó Ali tratando de disimular su ansia.
–          Tranquila preciosa – dije guiñándole un ojo – Te aseguro que nuestra víctima estará aquí justo a tiempo.
Seguimos charlando unos minutos con tranquilidad; al menos Iván y yo, pues Ali no conseguía ocultar su impaciencia, mirando continuamente su reloj y moviendo una pierna con nerviosismo.
Nos tomamos otra ronda de copas, que Iván preparó personalmente en la sala anexa. Ali se bebió la suya casi de un tirón.
Justo entonces miré a Iván y entonces él echó un vistazo a su móvil, que estaba sobre el escritorio y dijo:
–          Creo que nuestra “víctima” está ya preparada.
–          ¿Ya ha llegado Tatiana? – exclamó Ali levantándose de su asiento de un salto.
–          Vamos – dijo Iván señalando hacia la puerta.
Ali sonrió, entusiasmada y me abrazó con fuerza, besándome.
Con una sonrisa de oreja a oreja, la chica salió del despacho, deseando ver cómo un montón de tíos se follaban a Tatiana, demostrándome así que ella tenía razón y mi novia era en realidad una golfa.
–          Estoy cachondísima – me susurró al oído mientras caminábamos por el pasillo de regreso a la tienda.
Entramos en la habitación y esta vez sí que me fijé en que la tienda estaba llena de gente. Debía haber allí 10 o doce tíos sin contar con los empleados del local. Y todos se comían con los ojos a la chica, cachondos y excitados, muertos de ganas de que la cosa se pusiera por finen marcha.
Las puertas del local estaban cerradas, aislándonos por completo del exterior. Ya no había marcha atrás, ahora sólo quedaba comprobar si me había equivocado o no. Si la mujer era tan puta como sospechaba o estaba en un error…
Todo salió a pedir de boca.
Que nosotros tres entráramos en la habitación fue algo así como el botón de encendido de la acción. De pronto, vi cómo uno de los tipos, que sin duda estaba ya que no podía más, se sacó la polla de la bragueta y empezó a pajearse lentamente, acercándose a la chica que todavía no le había visto.
Enseguida, un segundo y un tercero le imitaron y por fin nuestra pobre víctima se percató de lo que estaba sucediendo. Rápidamente, la chica volvió el rostro hacia mí, mirándome a los ojos con una expresión de sorpresa tal que creo la recordaré toda mi vida.
Pero, cosa extraña, no me conmoví en absoluto. No me importó leer la traición en su mirada, la decepción. Habíamos pasado tantas cosas juntos… y todo para terminar de aquella manera.
La joven se volvió, asustada por primera vez, consciente por fin de que de allí no salía sin que se la follaran. Por fin el primer macho llegó hasta ella y, sin pensárselo dos veces, le agarró una teta por encima de la blusa.
La chica trató de zafarse, dándole un empellón, pero sólo logró que el tío se pegara todavía más, estrujando la tremenda erección contra su muslo.
–          No… déjame. Aparta tu asquerosa cosa…
Trató de empujarle nuevamente, pero no logró nada, pues un segundo tipo la agarró por los brazos y, atrayéndola hacia sí, le hundió la lengua hasta la tráquea, ahogando de esa forma sus protestas.
Poco a poco, todos los hombres la rodearon. Uno se envalentonó y, mientras el otro seguía comiéndole la boca a la chica, él aferró una de sus muñecas y, tirando de ella, logró que la cálida manita se cerrara sobre su erecta polla, obligándole a masturbarle. Ni un segundo pasó antes de que otro le imitara usando la otra mano.
Yo estaba muy excitado. Alicia tenía razón, aquello era fantástico.
–          Víctor – logró balbucear la chica logrando librarse por un segundo de los insidiosos labios que la besaban – No…
Ni caso le hice. Alicia tenía razón. Era una puta.
El tipo volvió a apoderarse de sus labios, devorándole de nuevo la boca. Un par de manos atrevidas se colaron rápidamente bajo la falda, levantándosela hasta la cintura, permitiéndonos a los que sólo mirábamos deleitarnos con las torneadas piernas adornadas con medias y liguero.
Una mano, más insidiosa que las demás, se coló rápidamente dentro de las bragas de la chica, empezando a acariciarle vigorosamente el coño. Y no debía de hacerlo del todo mal, pues pronto noté que los muslos empezaban a separarse poco a poco, dejándole franco el acceso.
Enseguida la liberaron de las bragas. Uno de los tíos las deslizó hasta los tobillos y sus compañeros, para facilitar la tarea, literalmente levantaron en vilo el cuerpo de la chica para que pudiera quitárselas.
Aprovechando que ya la tenían levantada, la tumbaron y, muy despacio y sin dejar de sobarla por todas partes, la depositaron de espaldas sobre el suelo. Entonces se abalanzaron como lobos. Los botones de la blusa salieron despedidos en todas direcciones y el sostén no tardó en reunirse con ellos, arrancado literalmente de cuajo.
Sólo pude vislumbrar sus pechos un segundo, pues enseguida se apropiaron de ellos, chupándolos y estrujándolos con frenesí, pero me bastó para constatar que tenía los pezones duros como rocas. Ali tenía razón. Era una puta.
En ese momento me di cuenta de que apenas podía ver el cuerpo de la chica, pues estaba completamente tapado por los hombres que literalmente se la estaban comiendo. Lo único que podía verse era un pie, que había perdido el zapato y asomaba entre la maraña de cuerpos y las manos, que eran mantenidas en alto por dos tipos que las obligaban a empuñar sus pollas como si se tratara de remos.
Tras unos minutos de caricias y chupeteos, los hombres decidieron subir las apuestas. De no ser porque Iván me había explicado que el orden estaba decidido previamente (previo pago de suculentas cantidades) no habría creído posible que aquella jauría humana no se peleara por el honor de ser el primero.
De hecho, fue precisamente al tipo que primero se había sacado la polla a quien correspondía el honor. De rodillas en el suelo, se situó justo entre las piernas de la chica, que eran mantenidas bien abiertas por dos voluntariosos colaboradores. Sin más preámbulos, sujetó las esculpidas caderas de la joven y, obligándola a levantar un poco el trasero, la empitonó de un viaje, provocándole un gritito de sorpresa y placer.
Sin embargo, no tuvo tiempo de quejarse demasiado, pues rápidamente el hombre que más había pujado por obtener los favores de sus cálidos labios hizo uso de su prerrogativa y, sin perder un segundo, le hundió la polla hasta la garganta, provocando que a la chica se le saltaran las lágrimas y empezó a follarle la boca con gran entusiasmo.
Mientras tanto, los otros dos afortunados seguían usando las manos de la mujer para masturbarse, resoplando y disfrutando como locos.
El turno era riguroso y los hombres, con experiencia en aquellas cuestiones, se repartieron el botín como buenos hermanos. Cuando los primeros se hubieron corrido (el primero pegándole unos cuantos buenos lechazos en las tetas, mientras que el otro se vaciaba a conciencia directamente en su garganta), le tocó el turno al que había comprado su culo.
Entre todos le dieron la vuelta a la chica, colocándola a cuatro patas. El tipo se colocó en posición y, antes de que se diera cuenta de lo que pasaba, la mujer se encontró con una buena dosis de rabo insertada por donde nunca brilla el sol.
La pobre boqueó sorprendida, abriendo muchísimo los ojos y dibujando una “o” perfecta con sus carnosos labios. Grave error. Pues la circunstancia fue aprovechada por otro de los rabos que revoloteaban por allí para colarse entre ellos y meterse hasta su tráquea.
Qué espectáculo, follada a la vez por delante y por detrás. De repente me moría de ganas por disfrutar del vídeo con mi novia.
Siguieron así durante un buen rato. Probaron mil posturas, sandwich incluido, con una polla en el coño y otra simultáneamente en el culo. Hasta cinco pollas a la vez se las apañó para manejar la muy golfa. Culo, coño, manos y boca fueron usados a placer. Incluso alguno llegó a colocarla en su sobaco y usarlo para masturbarse, aunque yo, personalmente, no acabo de encontrarle la gracia a eso.
A uno se le ocurrió la idea de meterle a la vez dos pollas en el coño, pero tuvieron que desistir, pues ya era demasiado exigirle a la muchacha.
¿Y ella? Tal vez no me creas, pero te juro que es verdad (además, está en vídeo y puedes comprobarlo). Tras resistirse unos minutos, en cuanto empezaron a juguetear dentro de sus bragas se puso cachonda como una perra y colaboró en todo aquello con gran entusiasmo.
No sé si fue que, cuando comprendió que de allí no escapaba sin que se la follaran, pensó que lo mejor era aprovechar para pasar un buen rato o simplemente fue que poco a poco fue cogiéndole el gusto a la cosa. No sé. Lo cierto es que Alicia tenía razón: era una puta del carajo.
Y yo, por mi parte, te prometo que tuve que hacer bastantes esfuerzos para resistir y no acabar echándole un buen polvo de despedida. Pero no lo hice. No sé, no me pareció bien. Total, si ya había decidido cortar con ella y no volver a verla nunca más, me pareció que follármela iba a ser como aprovecharme de ella. Tonterías mías.
Iván tampoco participó. Aunque se veía que ganas no le faltaban. Creo que, si no lo hizo, fue porque en el fondo al tío le daba un poco de asco tanto semen empapando el cuerpo de la chica. Y total, ella iba a estar disponible a partir de ese momento y con todo lo que él sabía de sus gustos… no le iba a costar nada llevársela al catre.
El espectáculo siguió bastante rato. Tanto que al final me cansé y decidí marcharme. Ali en cambio estaba extasiada y no quería irse aún. No me importó, la dejé allí divirtiéndose.
Para no tener que abrir la puerta de la tienda salí por la de atrás, que el propio Iván me enseñó. Nos despedimos con un apretón de manos y él me aseguró que, en cuanto tuviera listo el vídeo, me llamaría para darme mi copia.
Conduje tranquilamente hasta casa. A partir de ese momento, mi vida tendría sentido.
CAPÍTULO 25: FINAL:
Entré tranquilamente a casa, tarareando una canción que había estado escuchando en la radio.
Dejé las llaves en la mesita del recibidor y colgué la chaqueta. Respiré hondo y, con paso firme, entré en el salón.
–          Hola cari – saludé a Tatiana, que estaba sentada en el salón, viendo la tele sin mucho interés.
–          Hola – respondió ella sin mirarme siquiera.
Aquella frialdad. Me dolió. Había que ponerle remedio.
–          Tatiana. Tenemos que hablar – dije sentándome a su lado.
Ella alzó la mirada, mirándome con tristeza.
–          Vale. Por fin te has decidido – dijo incorporándose un poco.
La miré con ternura. Dios, ¿cómo había podido estar tan ciego?
Bruscamente, me arrodillé en el suelo frente a ella. La pillé de sorpresa, provocando que diera un respingo. Se quedó mirándome boquiabierta, sin saber qué decir.
–          Tatiana. Lo siento. He venido esta noche a pedirte perdón. No sabes cuánto me arrepiento de cómo te he tratado. Entenderé perfectamente que no quieras saber nada más de mí, he sido un mierda, pero, si estás dispuesta a perdonarme, te juro que a partir de hoy empezaré a tratarte como mereces.
Tatiana me miraba alucinada, sin atinar a cerrar siquiera la boca. Desde luego, aquello no era ni por asomo lo que Tati esperaba que iba a suceder.
–          ¿Có… cómo? ¿Qué quieres decir? – balbuceó.
–          Te pido perdón, Tati. Sé que sabes lo mío con Alicia. El otro día me confesó lo del micrófono la noche del sex-shop. Te juro que no lo sabía. Pero eso no es excusa. Dejé que creyeras que, mientras participaras en nuestros juegos, seguiríamos juntos. Y en ese momento no era así. Yo quería tener lo que no podía, sin darme que cuenta de que, lo que ya tenía… era lo que siempre había deseado.
–          Víctor…
La tomé por las manos y, para mi infinito goce, Tati no las retiró, permitiéndome estrecharlas con las mías.
–          He comprendido por fin quien es Alicia. Es un mal bicho, una puta dominante y manipuladora, que nos ha estado usando a ambos para su disfrute. Ella sólo ama a una persona… a sí misma y no se detiene ante nada para obtener lo que quiere.
Tatiana me miraba en silencio.
–          Pero no me arrepiento de haberla conocido. La verdad es que le estoy muy agradecido, pues gracias a ella he comprendido cuales eran en realidad mis sentimientos. Bastó con que ella te amenazara para que yo…
–          ¿Amenazarme? – preguntó Tati extrañada.
–          Sí. Tengo mucho que contarte.
Y lo hice. Se lo conté todo. Sin omisiones. Estuvimos hablando toda la noche sin parar. Al final le conté lo que había preparado Alicia esa noche para ella en el sex-shop.
–          Cuando me lo propuso, se me cayó por fin la venda de los ojos y pude ver por fin cómo era ella. Es un monstruo. No sé cómo se le ocurrió. Supongo que pensaba que me tenía tan hechizado que no me importaría hacerte daño. Pero no, en cuanto me sugirió esa locura, me di cuenta de que antes la mataría que permitirle que te hiciera más daño. Entonces se me ocurrió que era mejor idea todavía c

onvertirla en la víctima de su propio plan.
–          ¿Y lo has hecho? – exclamó Tatiana alucinada.
–          Y tanto que lo he hecho. Espero que no me odies por haber caído tan bajo. Pero es que sentía que tenía que hacérselo pagar. Intentar hacerte eso a ti…
Tatiana me besó. Y yo sentí que me moría de felicidad.
–          Hablé con Iván y le expuse mi idea. Me costó una pasta convencerle, además de renunciar a todos los beneficios que el numerito del sex-shop iba a generar. Total, no había mucho riesgo, pues como muy bien me dijo Ali refiriéndose a ti, tenemos “un montón de vídeos comprometedores de ella”, así que poco iba a poder hacer. Y la hicimos caer en su propia trampa.
–          ¿En serio?
–          Y tan en serio. Aunque, para asegurarnos un poco más, Iván se encargó de echar una buena dosis de afrodisíaco en las bebidas que le sirvió esta noche. Para que estuviera bien a tono.
–          ¿Y ha follado con todos?
–          Bueno… ha follado con todos y, hasta donde yo sé, es posible que todavía siga follando – dije, aunque eran ya más de las seis de la mañana.
–          Increíble.
–          Y tanto. Ya te he dicho que no me arrepiento de haberla conocido, pues me ha permitido comprender mis verdaderos sentimientos por ti. Pero, si llego a saber la clase de zorra manipuladora que era…
–          Y eso que hay cosas que no sabes – me dijo Tati – El otro día me confesó que había usado el vídeo que grabamos con su jefa para obtener un “sustancioso aumento” y un puesto de trabajo mucho mejor. Por lo visto, le comentó a Claudia que sabía lo de Saúl y le enseñó el vídeo…
–          Me imagino el resto. Aunque la verdad no me pilla de sorpresa. Siempre pensé que haría algo así.
Nos quedamos callados unos instantes, mirándonos.
–          Pero todo eso es secundario ahora. Para mí es historia. Un capítulo de mi vida que se cierra. Lo que quiero saber… no, lo que necesito saber… es qué tengo que hacer para que me perdones, para compensar lo mal que te lo he hecho pasar y todo el daño que te he hecho…
Tatiana posó uno de sus encantadores dedos en mis labios, obligándome a callar.
–          Shiist. No sigas. No es necesario. Desde que conocí a Alicia comprendí que iba a ser mi rival por ti y me decidí a luchar. La verdad es que creía que te había perdido y por eso es cierto que lo he pasado muy mal.
–          Tati, yo…
–          No. Déjame hablar. Quise hablarlo contigo, pero me faltó el valor. No sé, no quería dejar de estar a tu lado y tenía miedo de que, si te decía que sabía la verdad, se acabara definitivamente y la eligieras a ella en vez de a mí.
Comprendí que tenía toda la razón.
–          Me has sido infiel y me ha dolido. Pero tú y yo no somos para nada una pareja típica y, sabiendo lo que sabemos el uno del otro, somos conscientes de que nunca va a ser así. Lo que lamento es que, si te hubieras atrevido a confesarme antes las cosas que te atraían, te aseguro que habría participado con gusto en ellas.
–          Pero Tati. Ni en mil años habría imaginado que tú estarías dispuesta. Que tendría tanta suerte como…
–          Pues la tienes. He de confesarte que, superada la vergüenza del principio, lo he pasado bastante bien con estas aventurillas. Y, ahora que vamos a estar los dos solos… disfrutaré mucho más.
Me sentí feliz. La besé con entusiasmo.
–          Y ahora, si quieres que te perdone… – dijo.
–          Lo que quieras.
Tatiana no dijo nada. Se puso en pié y, aferrando mi mano, tiró de mí conduciéndome al dormitorio.
Gracias Alicia. Me has descubierto el camino a la felicidad.
CAPÍTULO 26: EPÍLOGO:
–          Bueno. Y esa es la historia – sentencié tumbado en el diván – A partir de ese punto ya sabes qué pasó perfectamente. Los jefes se reunieron conmigo y tuve la suerte de que se creyeron mi cuento de que estaba con depresión, así que, en vez de despedirme como me merecía, me permitieron conservar mi trabajo a cambio de recibir terapia.
Alcé la vista hacia Martina, mi psiquiatra, con la que llevaba celebrando sesiones más de un mes. Al principio, me había mostrado comedido, un poco avergonzado de estar allí, pero, como no sabía muy bien cómo fingir depresión, acabé por contarle la verdad con pelos y señales.
–          Espero que todo esto quede entre nosotros, ya sabes, lo de la confidencialidad entre médico y paciente…
–          Que sí, pesado. Ya hemos hablado de eso veinte veces. No puedo revelar el contenido de las sesiones a nadie…
–          Me alegro.
–          El problema no es ése. Tu empresa me ha contratado para tratarte de una depresión. Y tú de deprimido, nada de nada.
–          ¿Y dónde está el problema? Tú simplemente escribe un informe diciendo que he superado mis traumas y que estoy oficialmente curado. Se lo tragarán sin problemas. De hecho, el último mes no he faltado ni una vez al trabajo y mis cifras han vuelto a ser las de antes. Los jefes están ahora muy contentos conmigo… y contigo, por ser tan buena terapeuta.
Le guiñé un ojo a Martina, dedicándole una cálida sonrisa. Me deleité unos segundos admirándola, la verdad es que estaba muy buena. Morena, pelo liso siempre eficientemente recogido, buenas tetas, piernas esbeltas… y cuando se levantaba de su asiento y me permitía echarle un vistazo a su culito… ufff.
–          Ya. Si al final está claro que voy a tener que hacer eso – dijo ella mirándome por encima de sus gafas – total, no creo que seas una “amenaza para ti ni para nadie de tu empresa”. Y estás más que listo para hacer tu trabajo…
–          ¡Bien! – exclamé interiormente sin decir ni mú.
–          ¿Y Alicia? ¿Supiste algo de ella?
–          A través de Iván. A ella no he vuelto a verla. Sé que sigue con sus planes de boda con el político gay y en su trabajo. No tengo el menor interés en volver a verla.
–          ¿Detecto ira reprimida?
–          No. Profundo desinterés. Iván me contó que, cuando se recuperó del gangbang montó un poco de escándalo, pero bastó con recordarle los vídeos que teníamos de ella exhibiéndose en el metro, en el cine, en el parque… para que dejara de dar el coñazo. Eso sí, tuvo que pagarle su parte de los beneficios del vídeo.
Martina se quedó callada un momento, calibrando lo que acababa de decirle.
–          Y hablando de otra cosa. ¿Qué tal te va con tu novia?
–          Con mi prometida en realidad – respondí sonriendo.
–          Vaya. Felicidades.
–          Gracias. Considérate invitada a la boda.
–          No has respondido a mi pregunta.
Volví a sonreírle.
–          Me va genial. Ahora que no hay secretos entre nosotros, he comprendido que ella es en verdad mi media naranja. Mi mujer perfecta.
–          ¿En serio? No sé, por lo que me cuentas, Tatiana se muestra demasiado sumisa, demasiado ansiosa por complacerte…
–          Eso se acabó – dije – Bueno, no se acabó. Sólo que ahora es mutuo. Ahora ella propone cosas y las hacemos (no me refiero sólo al plano sexual) ahora sí que siento que tengo pareja y no una criada.
–          Me alegra oír eso. ¿Y el sexo?
–          Abiertos a todo. Estamos probando mogollón de cosas nuevas. Hemos seguido con el exhibicionismo, claro, pero ahora probamos con todo. ¿Te acuerdas de la pareja que conocí con Alicia en el restaurante?
Martina consultó unos segundos su libreta.
–          Saúl y Gemma – dijo cuando localizó el dato.
–          ¡Eso! Pues hemos probado el intercambio de parejas. Les mandé al mail una foto de Tatiana y te aseguro que el tal Saúl no puso pegas al cambio de chica. Nos juntamos un fin de semana en una casa rural. Qué hartón de follar.
–          Te veo muy motivado.
–          ¡Pues claro!
Martina se removió inquieta en su asiento. No era la primera vez que sorprendía en ella esa actitud. Ya había notado que, cuando me interrogaba en cuestiones de sexo, me sonsacaba tantos detalles como podía.
La verdad es que me encantaban las sesiones de terapia. Al principio pasaba un poco de vergüenza, pues cuando empezaba a narrar mis aventuras exhibicionistas, lo normal era que acabara teniendo una erección.
Durante las primeras sesiones me esforzaba por disimular, sentándome y cruzando las piernas, pero un día sorprendí la mirada curiosa de mi guapa terapeuta escrutando mi paquete y a partir de ese momento no hice esfuerzo alguno por esconder mis empalmadas.
Y también noté, con gran regocijo, que pasadas las primeras sesiones, mi atractiva psiquiatra empezó a usar falda en lugar de pantalón, lo que encontré… muy sugerente.
–          Ahora somos una pareja liberal – continué – La verdad es que temo el día en que Tati me diga que le apetece follarse al guarda de seguridad, pero qué le voy a hacer.
–          Claro, al fin y al cabo tú te follaste a Alicia durante semanas – soltó Martina sin poder contenerse.
Enseguida se calló, ruborizándose, plenamente consciente de que su comentario había rebasado la línea de lo políticamente correcto.
–          Bueno… – dijo ruborizada, clavando la vista en su cuaderno y pasando las hojas con nerviosismo – En realidad, no hemos atacado para nada el origen de tus problemas. No hemos buscado donde están las raíces de tus tendencias exhibicionistas…
–          Ni falta que hace. Yo soy muy feliz dando rienda suelta a mis impulsos. No necesito que me “cures” de ellos.
–          No… Lo que quiero decir… Bueno…
–          Dígame, doctora, que hay confianza.
Ella me miró un segundo antes de continuar.
–          Verás, Víctor. Durante las últimas semanas me has ofrecido un relato… permíteme que te diga que un tanto inverosímil.
–          ¿Inverosímil?
–          Sí. No sé, a veces me ha dado la impresión de que… era una historia inventada. Que me estabas contando una trola para pasar el trámite de la terapia a que te obliga la empresa y que, en el fondo, todo eso no es verdad…
No pude evitar sonreír. Sabía perfectamente a donde quería ir a parar mi querida doctora.
–          Vaya. O sea que, en realidad, no te has creído que yo sea exhibicionista. Que todo ha sido un rollo para mantenerte entretenida…
–          Bueno…
–          Por fortuna existen pruebas en vídeo. Y estaré encantado de enseñártelos cuando quieras…
–          Claro – dijo ella coloradísima – Po… podrían ser de interés desde el punto de vista médico…
–          Podría traer alguno a la próxima sesión. Aquí tienes DVD ¿verdad?
–          Sí. Por supuesto.
–          Aunque, pensándolo bien, tampoco hace falta esperar tanto… Podría enseñarte algo ahora mismo…
–          ¿Llevas algún vídeo en el móvil? – exclamó ella estirando el cuello mirándome con avidez.
–          No. Lo cierto es que no. Pero tampoco hace falta.
Lentamente, llevé la mano a la bragueta y la abrí muy despacio, mientras los bonitos ojos de la terapeuta se abrían como platos y me miraban sin pestañear mientras mordisqueaba sin darse cuenta su bolígrafo…
Gracias Alicia. Ahora sí que soy feliz.
FIN

Si deseas enviarme tus opiniones, mándame un e-mail a:

ernestalibos@hotmail.com
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!/
 

Relato erótico: “Descubriendo a Lucía (7)” (POR ALFASCORPII)

$
0
0

7

Mi nueva vida estaba resultando de lo más satisfactoria. En sólo una semana ya había tomado completamente las riendas, y aunque mi nueva condición había propiciado algunos cambios en mí, seguía siendo la misma persona, sólo que con algunos objetivos y gustos diferentes debidos a las circunstancias.

Pasé un par de días tranquilos en los que me centré en hacer bien mi trabajo, aportando nuevas ideas que mi jefe, Gerardo, alabó por resultarle refrescantes y cuya puesta en práctica obtuvo su visto bueno. Eso sí, en ningún momento omitió los piropos no centrados únicamente en mi ingenio. Acepté sus zalameras palabras alabando mi belleza con una sonrisa y dando capotazos como los que Lucía siempre había dado utilizando respuestas como: “Qué cosas dices”, “Tú que me miras con buenos ojos”, etc. Respuestas tontas y prefabricadas con las que dar el asunto por zanjado para cambiar inmediatamente de tema encauzándole nuevamente en la faceta profesional.

Con el paso de los días, las “compañeras” con las que tomaba el café de media mañana, fueron mostrándose menos reticentes conmigo. Poco a poco conseguí que dejasen de verme únicamente como “La jefa”, para empezar a verme como una más de ellas. Esto se convirtió en algo realmente importante para mí, puesto que debido a la ajetreada vida laboral, no tenía más tiempo para relacionarme con otras mujeres. A María, mi hermana, era casi imposible verla entre semana, y Raquel, mi única amiga, estaba a cientos de kilómetros y aún faltaba una semana para que volviese a la ciudad. Necesitaba hacer nuevas amigas, porque aunque ya me sentía una mujer con sensaciones y gustos propios, tenía mucho que aprender sobre la forma de sentir y pensar de las mujeres, a pesar de que ya tenía todos los recuerdos vividos por la Lucía original. Aunque mi masculinidad había sido recluida a un profundo rincón de mi interior, aún seguía pensando como un hombre en muchos aspectos, lo que a la larga podría causarme conflictos con mi entorno, por lo que el hacer nuevas amigas en las que reflejarme podría ser una cuestión de supervivencia. Sabía que la mayoría de mujeres de la empresa me consideraban asquerosamente perfecta: joven, guapa, inteligente y con éxito, pero no podía culparlas por ello, porque era la impresión que Lucía siempre había dado. Tenía que esforzarme para suavizar esa percepción que tenían de mí y que fuesen más tolerantes para conocerme como persona.

El jueves al salir de trabajar, volví a acercarme al hospital. Esa vez sí que pude estar a solas con Antonio, y aunque realmente ya no tenía angustiosos sentimientos que necesitara exteriorizar, resultó gratificante contarle todas mis experiencias a aquella persona tumbada en la cama cuya interlocución era inexistente. El hecho de confesarle a alguien la pequeña aventura con mi cuñado, me sirvió para relativizar el sentimiento de traición a mi hermana. Como le dije al yacente cuerpo de Antonio, al fin y al cabo sólo había sido sexo, esporádico e instintivo, sin sentimiento alguno, por lo que no habría que darle mayor importancia y no debería considerarse una traición hacia María.

Una vez liberada por completo del sentimiento de culpa, no dudé en relatar los detalles de lo ocurrido, haciendo especial énfasis en las maravillosas sensaciones experimentadas, recordándolo todo con una sonrisa en los labios y una humedad en mi tanguita que me obligó a quitarme la chaqueta por el calentón. También le relaté lo vivido con “nuestro” antiguo amigo el mismo día que nos encontramos en ese mismo lugar, consiguiendo que los recuerdos aumentasen mi excitación hasta el punto de que, cuando quise darme cuenta, ya estaba acariciando mi entrepierna por encima del ligero pantalón de traje que llevaba. Tuve que contenerme para no meterme en el cuarto de baño y masturbarme a gusto, a lo que ayudó la súbita entrada de una enfermera para cambiar la bolsa de suero. Al volver a salir, vi su media sonrisa al darse cuenta de cómo mis pezones se marcaban en mi blusa, y el sentimiento de vergüenza consiguió apagar definitivamente mi fuego.

Más sosegada, seguí hablándole al inmóvil cuerpo, cambiando completamente de tema para explicarle mis sensaciones en el trabajo y mis impresiones con el puesto que ahora desempeñaba. Incluso, una vez cogida carrerilla, le relaté las pequeñas cosas del día a día que iba descubriendo en mi proceso de aprendizaje siendo Lucía. Fue una tarde genial para mi salud mental.

Al día siguiente, durante la pausa del café, dos de las compañeras con las que ya asiduamente bajaba a la cafetería, empezaron a hablar de salir esa noche, puesto que era viernes. Eran las dos más jóvenes del grupito, rondarían ambas en torno a los 28-30 años. Me apeteció muchísimo la idea de salir de copas y a bailar (acababa de descubrir que me gustaba bailar) con mujeres de mi edad. La experiencia sería muy enriquecedora, además de divertida, y tampoco tenía ningún otro plan. Estuve tentada de auto-invitarme, pero lo pensé mejor. Estaban empezando a conocerme, pero yo aún seguía siendo su jefa y ciertas reticencias son difíciles de disipar, y si ellas no me lo proponían, debería darles más tiempo para ganarme su confianza y que ellas mismas tuvieran ganas de quedar conmigo fuera del entorno laboral.

Al volver a encerrarme en mi despacho, el sentimiento de soledad me abrumó, era el mismo sentimiento que encontré en los recuerdos Lucía, una soledad que en mi vida anterior nunca había sentido. La imagen de una persona no se podía cambiar de un día para otro, por lo que debía ser paciente y ya conseguiría hacer amigas destruyendo el cascarón en el que mi antecesora se había encerrado.

Un mensaje en mi móvil me sacó de mis pensamientos. No tenía almacenado el número en la agenda, aunque me era conocido:

– Hola, Lucía, soy Pedro. Supongo que te acordarás de mí, porque yo sí que me acuerdo mucho de ti.

– Hola, Pedro. ¿Hay novedades sobre Antonio? – le contesté inmediatamente sintiendo un vuelco en el corazón.

– Tranquila, no hay nada nuevo. Te escribo por si te gustaría quedar esta noche.

Era de esperar, el chico aún estaba en una nube por lo que había pasado entre nosotros. Él era un caramelito para mí pero, dejando a un lado falsas modestias, yo era un auténtico festival de alta repostería para él, y su valentía natural y las hormonas le habían lanzado a intentar la quimera de tenerme una segunda vez.

– Pedro, eres un encanto, pero no te di mi número para esto – le contesté-. Comprenderás que entre tú y yo hay una gran distancia en casi todo, y hay cosas que sólo pasan una vez en la vida.

– Ya, ya, cuento con ello. En realidad, como tenemos un amigo en común, y charlamos tan a gusto el otro día, quería proponerte venir a pasar un rato conmigo y mis amigos y echarnos unas risas…

Sentí curiosidad, la verdad es que me había quedado con ganas de hacer algo de vida social para aquella noche, y puesto que había dejado para más adelante la opción de quedar con las compañeras del café, tal vez tendría la oportunidad de relacionarme con otras personas, aunque sólo fuera un rato para no sentirme tan sola. Pedro me caía muy bien, y el crear una nueva amistad con él siendo Lucía, me podría servir para no desconectarme completamente de mi vida anterior. A través de él podría saber sobre mis padres sin tener que fingir ante ellos.

– Explícate – le contesté.

– Alicia (mi madre) no estará este fin de semana, así que he quedado con dos colegas para que se vengan a tomar algo tranquilamente a mi casa. Sé que podemos parecerte unos críos, y seguro que tendrás otros planes, pero si quisieras venirte, seguro que lo pasas bien.

– Ya veo…

– Venga, Lucía, di que sí. Me encantaría conocer mejor a una amiga de Antonio, y seguro que les caes genial a mis colegas y ellos te caerán bien.

Me estaba convenciendo, aunque la compañía de unos chicos casi adolescentes no era precisamente la que buscaba, podría ser divertido. Sin embargo, una duda asaltó mi cabeza:

– No les habrás contado nada del otro día, ¿no? – le pregunté.

– No, no, claro que no. Eso es para mí, y ya me has dejado claro que en eso se quedará. Sólo les he dicho que conocí a la amiga de un amigo y que me gustaría invitarte. Por ellos, encantados, y además también se vendrá la novia de uno.

Sabía que Pedro era un chico sincero, así que no dudé de su palabra. Finalmente acepté su invitación, y tras darme la dirección de su casa, que por supuesto yo conocía perfectamente, quedamos para las 10 de la noche.

Al salir del trabajo pasé por una tienda, no podía presentarme en casa de Pedro con las manos vacías, y puesto que sabía perfectamente que la velada consistiría en tomar copas en su casa, decidí comprar una botella de buen whisky de malta para los chicos (estaba casi segura de que beberían whisky barato igual que yo había hecho a su edad), y una botella de un buen y dulce ron añejo para poder tomarme yo una copa sin que me destrozase el estómago.

Tras una hora de ejercicio en mi gimnasio particular y una rápida cena, me duché y arreglé para acudir a casa de Pedro. Al abrir el armario de los vestidos de verano, el primero que vi era uno de los que me había comprado con María, el que no había estrenado, y me pareció una buena ocasión para hacerlo. Al ponérmelo, no recordaba que fuera tan ajustado, era como una segunda piel de color negro que envolvía mi silueta desde mis pechos, con un generoso escote recto, hasta casi la mitad de mis muslos. Tuve, incluso, que cambiarme la ropa interior, puesto que las dos prendas se marcaban en la tela dando una fea impresión. Uno de los cambios en mi forma de pensar desde que era Lucía se me hizo patente en aquel momento: como hombre, nunca me habría dado cuenta de ese detalle, sin embargo, ahora me parecía importantísimo el estar siempre perfecta, fuese cual fuese la ocasión; por lo que me puse un mínimo tanga negro y preferí prescindir del uso de sujetador. El vestido proporcionaba la sujeción justa para que mis pechos se mantuvieran en su sitio formando un bonito y generoso busto sin parecer que rebosaba por encima de la tela. Me calcé un par de zapatos con un buen tacón y miré el resultado en el espejo. Me vi, simplemente, espectacular. Demasiado espectacular para el plan que tenía por delante, pero lo cierto es que me apetecía estrenar el vestido y no tenía ninguna otra ocasión en mente para hacerlo. Estaba increíblemente sexy, con mis curvas envueltas en la fina tela para dibujar con precisión mi silueta. El escote formaba un balcón al que cualquiera querría asomarse, con un bonito canalillo entre ambos pechos. Mis glúteos se veían firmes, redondeados y duros, y la corta falda junto con los tacones me hacían unas piernas kilométricas. El negro del vestido y los zapatos contrastaba con mi piel, y al ser mi cabello del mismo color, hacía que mis azules ojos destacasen confiriéndome una penetrante y felina mirada. A pesar de la explosividad de la prenda elegida, y su sensualidad, esta me quedaba elegante, no haciéndome parecer una puta mostrando carnaza. Mostraba, pero sugería más que mostrar, y en parte por eso me había costado el dineral que había pagado por él.

A pesar de que la casa de Pedro sólo estaba a una parada de metro de mi casa, pedí un taxi. Aunque mi intención era la de quedarme allí sólo el tiempo de tomarme una copa, preferí no coger el coche, y para volver pediría otro taxi, puesto que no era aconsejable que una mujer como yo tomase el metro sola a partir de ciertas horas.

Pedro me abrió la puerta de su casa con una sonrisa de oreja a oreja. Me dio dos besos y no trató de ocultar cómo me miraba de arriba abajo con un resoplido:

– Estás de infarto – me dijo.

– Gracias. He traído un par de cosas – le contesté cambiando de tema.

– Genial, pasa, ya han llegado los demás – dijo cogiendo las dos botellas.

Al entrar en aquella casa los recuerdos de mi vida anterior invadieron mi mente. Recuerdos de juegos de niños, de películas, de partidas de videojuegos, de explicaciones de matemáticas…. Pero sobre todos ellos, el recuerdo de Alicia, aquella guapa madre soltera que me había dado el mayor regalo de mi vida.

Cuando entramos en el salón, los dos chicos que estaban allí sentados se levantaron como un resorte, y en sus rostros vi el reflejo de la impresión que les produje, se quedaron ojipláticos. Tenían la misma edad que Pedro, y no esperaban encontrarse con una mujer como yo más que en las fotografías que solían mirar en sus ordenadores. Mi amigo me los presentó como Luis y Carlos, compañeros suyos en el primer curso de la universidad.

– ¿No iba a venir una chica también? – pregunté al ver que la única presencia femenina era la mía.

– Sí – contestó Carlos-, mi novia. Pero al final le ha tocado ir a trabajar esta noche.

– Vaya, ¿en qué trabaja?.

– Es camarera, y aunque tiene turno de mañana, algunas noches de fin de semana le toca hacer unas horas.

– Pues ya lo siento, me hubiese gustado conocerla a ella también.

Luis y Carlos ocuparon los sillones, y yo me senté en el sofá junto a Pedro y frente a ellos, de tal modo que tuve que cruzar pudorosamente las piernas dándoles una buena vista del firme muslo que quedaba por encima. Qué recuerdos me traía ese sofá…

Mi amigo les enseñó las botellas que había llevado, y con una ovación hacia mí, dejaron las copas que acababan de servirse para ponerse “mi” whisky mientras Pedro me servía galantemente el ron tras preguntarme qué me apetecía.

Como era de esperar por la novedad, fui el centro de la conversación, de tal modo que relaté cómo había conocido a Pedro y la historia de nuestro amigo común. Percibí cómo escuchaban cada una de mis palabras como si estuviese entonando una bella melodía, extasiados contemplando y siguiendo cada uno de mis gestos como si quisieran memorizar cada detalle de mí. Estaba empezando a acostumbrarme a producir ese comportamiento en cuantos hombres me rodeaban, pero en aquellos chicos, debido a su juventud, era especialmente marcado.

Supe que eran compañeros de clase estudiando la misma carrera que yo había hecho (Pedro había decidido estudiar la carrera aconsejado por mí), por lo que la conversación fue muy fluida con continuas preguntas sobre mi trabajo que no me importó contestar. Entre trago y trago, la timidez inicial se fue disipando, y poco a poco la conversación fue tornándose más amena con bromas y anécdotas que me hicieron reír. También supe algo más sobre aquellos chicos, como que Luis era una especie de genio informático (aunque estuviese estudiando otra cosa), y que Carlos, a pesar de llevar tan sólo un mes saliendo con su novia, estaba totalmente colado por ella.

La verdad es que me sentí cómoda con aquellos chicos. Con una copa delante, apenas se notaba la diferencia de edad, y yo conocía perfectamente su forma de pensar y sus inquietudes, pues eran las mismas que yo había tenido cuando era un chico de su edad. Pero cuando terminé mi copa, decidí que era el momento de marcharme. Ya había hecho la suficiente vida social, había afianzado un principio de amistad con Pedro, y me había divertido.

– Venga, quédate un rato más, Lucía – me dijo mi amigo cuando me levanté-. Es muy pronto y lo estamos pasando bien.

– No te vayas – dijeron los otros dos a coro.

– Podríamos jugar a “Yo nunca” – añadió Luis iluminándosele el rostro.

– ¿“Yo nunca”? – pregunté picándome la curiosidad.

– ¡Buena idea! – exclamó Pedro.

Me explicó que se trataba de un juego para beber, y sobre todo, para conocer mejor a quienes participaban. La dinámica era sencilla: todos teníamos nuestra bebida, pero no se nos permitía beber hasta que el juego dictase que debíamos hacerlo. Para beber, y por turnos, cada uno debía hacer una afirmación real que empezase con “Yo nunca…”. Si el resto de participantes sí que habían realizado esa acción, debían beber. El juego se basaba en la sinceridad, en las ganas de ingerir alcohol, y en tratar de averiguar cosas sobre los compañeros.

Me pareció divertido, y puesto que viviendo como Lucía sólo tenía algo más de una semana de experiencias, pensé que saldría airosa consiguiendo emborrachar a esos tres muchachos para marcharme serena a casa habiéndome reído con ellos. Me senté y Pedro me sirvió otra copa.

– Empiezo yo con algo suave – dijo Carlos-: Yo nunca he montado en globo.

Luis fue el único que levantó su copa y dio un trago.

– Suave, pero ya has ido a pillar – le dijo a su compañero-. Los dos sabíais que el verano pasado me regalaron un viaje. Me toca: Yo nunca he matado un pájaro con el coche.

– ¡Qué cabrón eres! – exclamó sonriendo Carlos mientras levantaba su copa.

– Yo nunca he trabajado en una oficina – dijo Pedro guiñándome un ojo.

– Has ido a tiro fijo, ¿eh? – le dije sonriéndole para dar un trago.

Era mi turno. Por un momento estuve tentada de decir algo que sabía de él, pero como se suponía que no podía conocerlo, preferí lanzar una afirmación que pudiese implicarles a los tres y que fuera real teniendo sólo en cuenta mi nueva vida:

– Yo nunca he jugado con la Play Station.

Los tres bebieron de sus copas, y me reí un rato mientras trataban de convencerme que debía probarlo.

El juego prosiguió, turno por turno, lanzándose pequeñas puyas entre ellos hasta que Luis se dio cuenta de que yo no había vuelto a beber más que con la afirmación de la oficina.

– Yo nunca he tenido un coche propio – dijo tanteándome.

Fui la única que bebió, y los chicos intercambiaron miradas con las que acordaron sin palabras ir a por mí. Con afirmaciones sobre el piso, el trabajo, o incluso prendas femeninas, consiguieron hacerme beber todas las veces. Empecé a sentir los efectos del alcohol, había olvidado por completo que mi resistencia a la bebida se había mermado considerablemente desde que era Lucía, y entré en un estado de alegría desinhibida con el que me uní a las carcajadas del resto cuando Carlos bebió ante la afirmación: “Yo nunca me he puesto unas bragas”, lo que tuvo que explicar contándonos la loca historia de cómo cuando era pequeño su madre le puso un día unas braguitas de su hermana como castigo por haber estado escondiendo los calzoncillos usados en un cajón.

Al ver que llevaba varios turnos sin dejar de beber, se “apiadaron” de mí, y el tema de la ropa interior acabó derivando en el terreno sexual.

– Yo nunca me he hecho una paja pensando en la novia de un colega – dijo Carlos.

Los otros dos bebieron, y ante la mirada inquisitiva de Carlos, ambos se encogieron de hombros. El atisbo de tensión desapareció cuando Pedro afirmó: “Tío, tu novia está buena”, con lo que acabamos riéndonos los cuatro.

– Yo nunca me he hecho una paja pensando en una profesora – dijo Luis.

Pedro y Carlos bebieron y explicaron que en sus respectivos institutos habían tenido alguna profesora que, a pesar de no ser especialmente atractiva, les había puesto hasta llegar a ese punto.

– Yo nunca me he hecho una paja pensando en la madre de un colega – dijo Pedro.

Luis y Carlos se miraron y ambos bebieron.

– ¡Joder, lo sabía! – exclamó Pedro con indignación-. Sois unos cabrones.

Los aludidos se encogieron de hombros y con un: “Tío, tu madre está buena” que soltó Carlos imitándole, acabamos riéndonos los cuatro nuevamente.

– Si vosotros supierais – pensé moviendo el culito sobre el mismo asiento en el que ocho años atrás Antonio había probado los encantos de Alicia.

Tal vez fuera por el efecto del alcohol, o por tanto mencionar sus masturbaciones, o por la evocación al recuerdo de mi estreno con la madre de Pedro, pero empecé a sentirme excitada.

– Así que os gustan las mujeres mayores, ¿eh? – les dije.

– Joder, es que si son como la madre de Pedro… – contestó Carlos.

– Dejemos ya el tema de Alicia – dijo el aludido contrariado.

En aquel momento me resultó curioso que Pedro se refiriese a su madre por su nombre, en lugar de por “mamá” o “madre”, pero entonces recordé que desde que el chico entró en la adolescencia, siempre la había llamado así, supuse que era una especie de acto de rebeldía que había mantenido en el tiempo.

– O mejor – intervino Luis-, si esas mujeres mayores son como tú, ya ni te cuento – añadió mirándome.

Los otros dos resoplaron al unísono sonriéndome, y entonces me di cuenta de que a los tres se les marcaba ligeramente la entrepierna. Ellos también estaban excitados, y no era por hablar de masturbaciones o de Alicia, era por mí y yo lo sabía. ¡Cómo me gustaba provocar eso!.

– Sois encantadores – les dije con una sonrisa haciendo un cambio de postura y cruce de piernas del que no perdió detalle ninguno de los tres.

Me sentí tan bien siendo el centro de sus deseos, que quise seguir jugando con ellos.

– Yo nunca he follado con una chica borracha – les solté.

Los tres levantaron sus copas y bebieron.

– ¡Vaya! – dije-, ¿es que las chicas de vuestra edad no saben mantener las piernas cerradas cuando beben?.

Los cuatro nos reímos, y acabaron confesándome que los tres se habían estrenado así en fiestas de pueblos. Pensé que tenían un curioso denominador común, y así fue como me enteré de que Pedro sólo había tenido dos precipitadas experiencias antes de conocerme a mí.

– Tendré que tener cuidado de no emborracharme… – dejé caer mirándoles seductoramente.

Los tres rieron con nerviosismo, sabía que eso les había terminado de poner las pollas como barras de acero, y ese pensamiento consiguió acalorarme.

– Yo nunca le he comido el coño a una tía – prosiguió Carlos con el juego tratando de sacarles información a sus amigos.

Fui la única que bebió, y los tres chicos se quedaron atónitos mirándome.

– Bueno – dije entre risas-, hay que probar de todo en esta vida…

En aquel momento, los paquetes en las entrepiernas de los tres se me hicieron tan evidentes, que sentí cómo mis pezones se endurecían en respuesta.

– Joder, Lucía – dijo Carlos-, ¡eres la bomba!.

Le sonreí, le guiñé un ojo y le pregunté:

– ¿Y tú no se lo has comido a tu novia?, ¡pobrecita!.

Los otros dos se partieron de risa.

– Bueno, es que aún no he tenido la oportunidad… – contestó avergonzado y arrepintiéndose de haber sacado el tema llevado por la euforia etílica.

Luis acudió en su rescate, y para que su amigo no se sintiera tan mal, afirmó de repente:

– Yo nunca he tenido la polla dentro de la boca de una tía.

Pedro fue el único que bebió de su copa mirándome de reojo, lo que los otros no percibieron exclamando un: “¡Qué cabrón!” al unísono. En cuanto a mí, esa evocación aumentó mi excitación, haciéndome sentir los pezones tan duros como para atravesar mi bonito vestido mientras mi tanguita se humedecía. Sabía que en ese momento estaba marcando pezones y que los tres chicos se estaban dando un festín mirándome las tetas, lo cual aceleraba mis pulsaciones.

– ¿Tampoco te la ha chupado tu novia? – le pregunté nuevamente a Carlos con sorpresa.

– Es que… – contestó volviéndole la vergüenza- Sólo llevamos un mes… Aún no hemos hecho nada más que enrollarnos… y no quiero presionarla…

– Es que está buena y no quiere que se le escape – intervino Luis entre risas.

– Él también está bueno – contesté yo confesando sin querer mis pensamientos-. Seguro que ella también lo está deseando… Yo lo desearía…

En ese momento me di cuenta de que me estaba dejando llevar por el alcohol y la excitación. Ninguno de los tres chicos estaba nada mal, siendo Pedro el más atractivo. Aun así, en cualquier otra circunstancia me habrían parecido unos pre-adultos sin más, en los que no habría centrado mi atención; sin embargo, en aquel momento de ligera embriaguez, las duras pollas que adivinaba bajo sus pantalones me estaban incendiando.

– A lo mejor tendría que tener yo una charla con tu novia – le dije a Carlos catapultada por los efectos del alcohol-. ¿Cómo se llama?, ¿en qué bar trabaja?,

– Se llama Irina – me contestó atropellado por mi ímpetu.

– ¿Irina? – le pregunté resultándome familiar tan particular nombre.

– Sí, es que es rusa. Trabaja en un pub del centro llamado “El Dandy”.

¡No me lo podía creer!, aquello era el colmo de la casualidad. “El Dandy” era el pub de aquel tipo que había conocido y con el que había tenido mi primera experiencia sexual con un hombre desde que era Lucía. Al instante supe por qué me resultaba familiar el nombre de la novia de Carlos:

– “Tengo una camarera en el primer turno, una muñeca rusa de 18 años llamada Irina a la que le encanta hacerme una mamada todas las mañanas. Es adicta a desayunar mi leche calentita… Jejeje, ya sabes…”- resonó en mi cabeza la voz del dueño del pub.

Parecía que el destino hubiese cerrado otro círculo entorno a mí, y lo tomé como una especie de señal. Sentí lástima de Carlos, llevaba un mes saliendo con una chica que le gustaba de verdad y aún no había tenido sexo con ella por no querer forzar la marcha, y resultaba que yo sabía que esa chica tenía la afición de practicarle una felación a su jefe todos los días. De hecho, sospeché que aquella noche la “famosa” Irina no estaba trabajando en el pub, sino más bien estaba trabajándose a su jefe, lo que avivó aún más la hoguera de mi lujuria.

– Ya que Irina está trabajando – le dije a Carlos poniéndome en pie ante él-, a lo mejor necesitas liberarte un poco.

El chico me miró de arriba abajo con los ojos como platos y la entrepierna a punto de reventarle el pantalón. Los otros dos estaban igual.

– ¿A qué te refieres? – preguntó casi en un susurro.

Le sonreí, y me mordí instintivamente el labio como si quisiera refrenar mi deseo, pero este ya era irrefrenable. Estaba cachonda, y me sentía justiciera. Me apetecía comerme la polla de ese chico, como su novia hacía cada mañana con su jefe, y darle la satisfacción de engañarla como ella hacía con él.

Me arrodillé ante él, y acaricié sus piernas y el duro paquete que yo había provocado.

– Joder, Lucía – me dijo resoplando-, no juegues conmigo…

– No estoy jugando – le susurré-, quiero comerme tu polla… – añadí desabrochándole el pantalón.

Oí cómo los otros dos resoplaban. Pedro sabía lo que era encontrarse en esa situación, y ahora no perdía detalle. Luis, en el sillón contiguo al de Carlos, tenía una privilegiada vista de cuanto ocurría, y sonreía incrédulo sujetándose la entrepierna. Yo le devolví la sonrisa guiñándole uno de mis azules ojos, y por la expresión de su cara, vi que casi consigo que se corra.

Bajé un poco el pantalón de Carlos y el calzoncillo, lo justo para ver la rosada cabeza de su verga y parte del tronco. Se veía tan apetitosa, que me relamí los labios y la besé suavemente.

– Por favor, Lucía – suplicó el muchacho-. Tengo novia… no quiero ponerle los cuernos… – añadió poniéndome las manos sobre los hombros.

– ¿No quieres que te la chupe un poquito? – le pregunté en tono meloso.

– Me pones malísimo… pero no puedo…

– Joder, Carlos – le dijo Luis poniéndose en pie indignado-. Tienes a la tía más buena que he visto nunca dispuesta a hacerte una mamada… ¿y lo vas a rechazar?. Ojalá yo tuviera tu suerte…

Vi el rostro de Carlos enrojecido de excitación y vergüenza, y aunque sabía que su novia se la estaba dando con queso, yo no era quién para decírselo. Y tampoco le iba a forzar a hacer algo de lo que pudiera arrepentirse, por lo que me eché un poco hacia atrás dispuesta a levantarme. Pero al girar mi cara hacia la izquierda, me encontré con el exagerado paquete de Luis ante mí. Tenía otra joven verga a mi alcance, para mí sola, y tenía tanta hambre de degustar una, que no dudé en girarme sobre las rodillas, y desabrochar ese otro pantalón para tirar de él y de la ropa interior dejándoselo en los tobillos. El falo de Luis se presentó ante mí como una estaca, tieso y duro, con su punta humedecida por la excitación. No era especialmente impresionante en tamaño, pero su aspecto era tan apetecible que me la metí en la boca deslizándola por mis húmedos labios hasta que llegó a mi garganta.

– ¡Oooohhhhhh! – gimió Luis sin salir de su asombro.

Sentí cómo el músculo latía contra mi lengua, y me di cuenta de que el chico estaba tan excitado que los latidos se estaban convirtiendo en espasmos. La calidez, humedad y suavidad de mi boca le impresionaron tanto, que la joven próstata se disparó como un arma cargada sin seguro. Apenas tuve tiempo de retirar el glande de mi garganta cuando se corrió. Invadió el fondo de mi boca con ardiente y densa leche que tuve que tragar inmediatamente para no ahogarme. Conseguí sacármela un poco más para ponerla sobre mi lengua, y siguió eyaculando borbotones de lefa que me llenaron con su sabor. Luis gruñía, y su polla seguía vaciándose en mi boca. Era una corrida abundante y espesa, deliciosamente abundante y espesa. Su gusto, aunque muy parecido al que dos días antes había paladeado de Pedro, era ligeramente distinto, y también me gustaba. Tragué cuanto pude, pero fue inevitable que parte rezumara por la comisura de mis labios y resbalase hasta mi barbilla. Aquel muchacho se estaba corriendo como un caballo, y en sus últimos espasmos pude disfrutar de su elixir durante unos segundos antes de tragarlo.

Le solté, y limpiándome los labios y la barbilla con los dedos para relamerlos deleitándome con el sabor y la textura de ese exclusivo néctar, vi cómo el chico se desplomaba sobre el sillón.

– Eres más rápido que el rayo – le dije con una pícara sonrisa.

– Yo… – dijo avergonzado pero resoplando de satisfacción.- Tu boca… Ha sido lo mejor de mi vida…

Sentí mi tanguita empapado con mis jugos. Estaba claro que me excitaba sobremanera el que se me corrieran en la boca. Así que miré a Carlos con cara de zorra hambrienta. Este tenía los ojos fuera de las órbitas. Su glande, desnudo por mí, ahora brillaba húmedo por la excitación de lo que acababa de presenciar.

– Ahora sí que quieres, ¿verdad? – le dije girándome nuevamente hacia él.

No pudo articular palabra, sólo asentir con la cabeza. Agarré su duro músculo para liberarlo de la presión de la ropa, y lo succioné hasta la mitad. Ya tenía suficiente experiencia como para saber que los tentadores jovencitos apenas aguantaban unas pocas chupaditas antes de explotar. Y así fue, que tras un par de succiones arriba y abajo con mis labios deslizándose por su tronco, sentí cómo Carlos se derramaba sobre mi lengua. Su semen también tenía un último y sutil gusto distinto al del anterior, con lo que descubrí que cada hombre tenía un sabor característico, tal vez debido a la alimentación. Pero el sabor predominante era el agridulce y salado sabor a leche de hombre al que estaba empezando a hacerme tan adicta como parecía serlo Irina, la novia rusa de aquel chico. Con la boca nuevamente llena de polla y candente y denso esperma, saboreé sin poder evitar que una de mis manos se colara bajo mi falda para acariciarme el húmedo tanga.

Me tragué toda la corrida dando más chupadas con las que obtuve cálidos chorros del delicioso elixir de aquel chico, mamando de la verga para extraer la última gota, momento en el que sentí cómo una mano acariciaba mi culo. Dejé mi golosina con su dueño extasiado, y al girar la cabeza vi que la mano que acariciaba mi culo era la de Pedro.

– ¿Te has olvidado de mí?- me dijo sonriéndome.

-¿Tú también quieres correrte en mi boquita? – le pregunté poniendo cara inocente situando el dedo índice sobre mi labio inferior.

– Si no estás llena ya…

– Aún tengo hambre, y he dejado el postre para el final – le contesté agarrando su paquete.

Se quitó todas las prendas inferiores, y me ofreció ese magnífico músculo que ya había probado dos días atrás. Tenía la esperanza de que esta vez me durase un poco más el caramelo, así que preferí tener una postura más cómoda para realizar la felación a conciencia. Le pedí a Carlos que se levantara, y este me dejó su sitio para que me sentase en el sillón mientras Pedro se situaba delante de mí poniendo nuevamente su mástil a la altura de mi boca.

Luis y Carlos observaron cómo el rosado glande de su amigo se posaba en mis labios y estos lo recibían acogiéndolo y haciéndolo entrar entre ellos.

– Esto es mejor que ver a una actriz porno en una peli – oí que decía Luis.

– Lucía está más buena y es mucho más elegante que esas actrices – le contestó Carlos.

Oír aquello me encantó, y quise darles un buen espectáculo a ambos haciéndole una mamada a Pedro que resultase muy visual, para lo cual succioné lentamente la polla tirando de ella hacia mi boca y hasta que tocó mi garganta. Mi amigo suspiró, y por el tono supe que esta vez sí que iba a aguantar un poco más. Me la saqué lentamente, chupando con suavidad hasta que la punta apareció nuevamente de entre mis labios.

– Jooodeeeeer… – dijeron los tres chicos al unísono alimentando mi lascivia.

Tomé nuevamente el glande, y le propicié unas chupadas cortas utilizando únicamente los labios, haciéndolo entrar y salir repetidamente entre ellos para que su punta incidiese contra mi lengua con suaves toquecitos que acariciaban la rosada piel, como si estuviese probando un polo de hielo demasiado frío para comerlo entero. Después, hice que aquella herramienta de placer penetrase en mi boca absorbiendo cuanta longitud de duro músculo cupo en mí. Lo envolví con mi paladar, lengua y carrillos, y lo succioné mientras me lo sacaba dejándolo impregnado de mi saliva.

– Lucía – me dijo Pedro resoplando-, si lo haces así vas a hacer que me corra tan rápido como estos dos…

– Quiero que tu leche me llene la boca como ya lo ha hecho la suya – le contesté viendo por el rabillo del ojo cómo los otros dos no perdían detalle con sus miembros nuevamente erectos.

Volví a comerme el duro rabo de Pedro, y sabiendo que los otros dos miraban con atención, ladeé ligeramente la cabeza, coloqué mi negro cabello tras la oreja para despejarme el rostro, y empecé a chupar haciendo que el glande incidiese contra el interior de mi carrillo derecho; de tal modo que los tres chicos podían ver cómo cada vez que esa lanza perforaba mis labios, su punta se adivinaba en mi perfil mientras mi azulada mirada se clavaba en los ojos de los dos espectadores. Se me hacía la boca agua, y puesto que así no podía tragar mi propia saliva, esta salía de entre mis labios embadurnando el ariete que los penetraba produciendo un característico sonido: “Slurp, slurp, slurp…”

Estaba tan cachonda, que ya iba a por todas. Mientras chupaba la dureza de Pedro, mi mente no dejaba de darle vueltas a la idea de que ya no tenía suficiente con hacerles una mamada a cada uno. Tenía a tres apetecibles jovencitos con sus instrumentos tiesos por mí y para mí, y quería follármelos, necesitaba follármelos. El ver a los otros dos chicos observándome con sus inhiestas vergas, no hacía más que hacer más apremiante ese deseo. Así que volví a la posición de engullir, y succioné esa rica polla con fuerza, oprimiéndola con mi boca, penetrándome hasta casi tocar la garganta, mamando con movimientos de mi cabeza hacia delante y hacia atrás como si me fuera la vida en ello, ejerciendo toda la presión de la que mis carnosos labios eran capaces, imprimiendo una velocidad que me convirtió en la más voraz de las felatrices.

– Aaah, Lucía, aaaah, aaaaahhhh, aaaaaaaaaaahhhhhhh, Lucíaaaaaahhh… – gimió el beneficiario de mi glotonería.

Sentí las palpitaciones, ya le tenía a punto, pero no me detuve.

– También se va a correr dentro – oí que decía Luis.

– Esta tía es increíble – comentó Carlos.

– ¡¡¡Y se lo va a tragar todoooooooohhhhhhh!!! – gritó Pedro explotando.

Mi boca volvió a inundarse de leche hirviendo, el delicioso semen de Pedro que se estrelló contra mi paladar mientras su glande lo empujaba hacia mi garganta. Tragué la primera y más generosa eyaculación, y seguí autofollándome la boca con esa pétrea polla mientras convulsionaba escupiendo lechazos dentro de la cavidad, sintiendo cómo el denso y cálido fluido estimulaba mis papilas gustativas resbalando por mi lengua para, finalmente, verterse a través de mi garganta. Fue la menos abundante de las tres corridas que acababa de tomarme (seguramente ese mismo día se había pajeado pensando en mí), pero me resultó la más deliciosa siendo la de sabor más dulce de las que había probado. Decidí dejarles un imborrable recuerdo a los tres sacándome la verga de la boca para que su último estertor y eyaculación fuese sobre mis enrojecidos labios recibiendo el esperma con un beso. El blanco néctar se derramó sobre mis labios, impregnándolos con su brillo, recorrió el carnoso labio inferior, y fluyó por las comisuras de mi boca. Me separé de la fuente del lechoso manjar, y miré a los tres chicos que me contemplaban maravillados. Me relamí la corrida con la punta de la lengua, y me llevé hacia la boca con un dedo lo que había resbalado hasta mi barbilla:

– Uuummmmm – gemí degustando.

– Uuuufffff – resoplaron los tres.

Me puse en pie, y con una sonrisa miré a los tres chicos con sus prendas inferiores en los tobillos. Las pollas de Luis y Carlos me apuntaban, mientras la de Pedro languidecía. No dejaban de estar cómicos, pero mi lujuria de incontrolables hormonas femeninas recorriendo mis venas, no me permitía más que verlos como objetos de deseo.

Estaba sedienta, así que le di un último trago a mi copa, y poniéndome con las manos sobre las caderas, dije:

– Bueno, chicos, ahora ya no podéis decir: “Yo nunca he tenido la polla en la boca de una tía”… – ¿Ahora qué queréis hacer?.

– “Zorra revienta-braguetas” – dijo en mi cabeza el vestigio masculino que me quedaba-. Y lo que me gusta serlo – le contesté.

– Podríamos ir a la cama de Alicia… – sugirió Pedro con Luis asintiendo con la cabeza.

Estaba en plena combustión interna, empapada, con los pezones como pitones de morlaco, con tres yogurines para mí sola, el regusto de sus corridas en mi paladar, y el morbo de utilizar la cama de aquella que me había desvirgado cuando yo era un chico como aquellos tres… Estaba dispuesta a todo cuanto surgiese.

CONTINUARÁ…

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR

alfascorpii1978@outlook.es

 

Relato erótico: “Mi madre y el negro I: Descubrimiento” (POR XELLA)

$
0
0

Alicia bajó a desayunar harta de oír a su madre. 
– Ya es hora de despertarse, ¿No crees? – Le dijo ésta cuando llegó a la cocina. 
Alicia se llevó la mano a la cabeza, la noche anterior había sido muy dura y tenía una resaca de caballo, lo último que necesitaba oír eran los sermones de su madre. Se sentó al lado de su hermana y comenzó a marear los cereales con la cuchara. 
– ¿Demasiada fiesta ayer? – La chinchaba Claudia, en voz baja, para que su madre no la oyera – ¿O también te sentó mal la cena? 
– Oh, cállate. – Dijo, dando un manotazo a su hermana en el hombro. 
– ¿Cuantos cayeron anoche? – Seguía la chica. – Cubatas, digo, chicos ya se que ninguno. 
Alicia, cansada, volvió a lanzar un manotazo a su hermana, esta vez dirigido a su cara pero ésta, más fresca y espabilada, lo detuvo con rapidez. 
– ¡Chicas! ¿No podéis estar un minuto tranquilas? – Las reprendió su madre. – Venga, acabad el desayuno que tenemos muchas cosas que hacer. 
La chica mandó una mirada de reproche a su hermana y siguió dando vueltas a su tazón, esperando que desapareciera mágicamente. No entraba nada en su estómago. 
Alicia se llevaba bien con su hermana, pero eso no evitaba que siempre se estuvieran peleando.  Claudia era unos años más pequeña que ella pero siempre se las daba de marisabidilla, siempre tenía que quedar por encima de Alicia. Realmente se parecían bastante, físicamente Claudia era una fotocopia de su hermana, muchas veces las confundían, lo que exasperaba a la mayor. Ambas morenas, castañas, ojos marrones y estatura media, algo más bajita Claudia. Tenían un cuerpo bien formado pero no exuberante. En cuanto a su forma de ser, a ojos de Alicia su hermana era bastante irritante a veces, y muy inmadura. A ojos de los demás (su madre, por ejemplo) eran tan parecidas cómo en el físico. 
La madre de ambas, Elena, no se parecía demasiado a ellas, salvo en su bien formado cuerpo que mantenía a base de dieta permanente y gimnasio. Elena era rubia, blanca de piel, unos ojos verdes preciosos y más alta que sus hijas. Estaba claro que habían salido a su padre. 
Su padre… Su padre era un cabrón. O había sido un cabrón, por lo menos. Las abandonó cuando las chicas eran pequeñas, dejándolas sin un duro y sin nadie que las pudiese mantener. Elena tuvo que doblar turnos en el trabajo para poder dar de comer a las niñas. Pero la situación  mejoró. Un día, el padre apareció muerto, parece ser que fue un infarto. Ni siquiera fueron al funeral de ese infeliz pero, al estar todavía casados, el dinero y la pensión que correspondía gracias al seguro de vida que poseía el hombre, recayó por completo en Elena y sus hijas, lo que las permitió vivir de manera desahogada. 
– ¿Por qué tuve que salir ayer? – Se dijo a si misma Alicia, cuando llegó a su cuarto. 
Sabía perfectamente que hoy iba a ser un día duro, venía el último camión de mudanza y tenían que colocar todas las cajas. Si ya de por sí no era una tarea agradable, con la resaca que llevaba encima se convertía en un pequeño infierno. 
– Pues por que quieres comerte un buen rabo por fin. – Dijo Claudia. No se había dado cuenta que había subido tras ella. 
Alicia nuevamente intentó golpear a su hermana pero, igual que antes, esta consiguió esquivarla. 
– Admitelo, cometiste un error al dejar a Gonzalo. – Continuaba la pequeña, a una distancia prudencial. – Te comieron la cabeza, creíste que ibas a ser la reina de la noche y ahora no te comes un colín. 
– No tienes ni idea de lo que hago o dejo de hacer. 
– ¿Ah, no? Entonces, ¿Mojaste anoche? ¿Te quitaron las telarañas? 
Alicia se puso roja cómo un tomate. No, no “le quitaron las telarañas” pero no lo quería admitir ante su hermana. Realmente pensaba que haber dejado a Gonzalo fue un error, al menos visto desde la distancia. Era su novio desde los 15 años, y había descubierto todo con el, la trataba genial pero… 
Pero sus amigas le comían la cabeza. Que si se habían ligado a uno, se habían tirado a otro, que “¡Que sosa eres, Alicia! Solo has probado un hombre”. Le decían que a poco que se soltarse y dejase al chico, le iban a llover los amantes. Y allí estaba. Llevaba 6 meses de sequía. 
– ¿A ti que te importa? Vete a jugar con las muñecas, ¡Niñata! 
Salió tras ella y Claudia saltó por encima de la cama para evitarla. Cuando estaba en la puerta de la habitación dijo:
– A lo mejor necesitas que te presente algún amigo… Creo que Manolo te caería bien. 
Y salió de la habitación. 
Alicia, harta de las burlas de su hermana y del dolor de cabeza, se dio una ducha. Cuando salió, había una camita encima de su cama con una nota. 
Este es mi amigo Manolo, cuídalo bien 😉 
Decía. Al abrir la caja y ver el interior no pudo evitar sonrojarse. Dentro había un consolador rosa, de buen tamaño. Desde que lo había dejado con Gonzalo no había tenido sexo, pero tampoco se había masturbado. Le parecía que el sexo era algo para compartir con alguien y que masturbarse era rebajarse de alguna manera. 
Levantó a Manolo y vio que tenia un pequeño botón en la base. Lo pulsó y el aparato comenzó a vibrar. Una fugaz escena de ella usando aquel juguetito hizo que un escalofrío fruto de la excitacion recorriera su espalda. ¿Lo habría usado mucho su hermana? Y parecía tonta… 
– ¡Chicas! ¡Ya está aquí el camión! – Gritó su madre desde la planta de abajo. 
Del susto Alicia dejó caer el vibrador. Rápidamente lo recogió y lo guardo en un cajón de su mesita. 
– Lo siento Manolo, creo que no eres mi tipo. – Dijo, se vistió rápidamente y bajo con su madre. 
Cuando vio la cantidad de cajas que había se desanimó. Habia pensado tener la tarde libre y parecía que se iban a tirar allí una eternidad. 
– ¿Quieres que recojamos todo esto en una mañana? – Le preguntó a su madre. 
– ¿Que esperabas? Venga anda, deja de quejarte y empieza a subir cosas. 
Alicia resopló y cogió una caja. Casi se le cae cuando le vio entrar. 
Un chico negro de su edad acababa de entrar por la puerta de casa cargando una caja. 
– Buenos días, Ali. ¿Fue muy dura la noche de ayer? – Apuntó, después de ver la cara de resaca que llevaba. Después se echó a reír, dejo la caja y volvió a salir hacia el camión. 
– ¿Que hace EL aquí? – Preguntó furiosa a su madre. – Sabes que no le soporto. 
– No digas tonterías, ¡Si le conoces desde que erais críos! Además, si es majisimo. 
– ¿Que tiene que ver desde cuando le conozca? ¡Es insoportable! Siempre se está metiendo conmigo. 
– Te lo tomas todo muy a pecho, está de broma. Sabes que ha tenido una infancia difícil, siempre ha estado sólo… Y también siempre nos ha echado una mano cuando se lo hemos pedido. Además, ¿No te quejabas de que era mucho para nosotras solas? Con el aquí tardaremos menos. 
– Preferiría tirarme todo el día cargando cajas pero no tener que verle la cara… – Rezongó la chica. 
– Deja de refunfuñar y comienza a coger cajas, ¡Venga! 
Alicia obedeció de mala gana, estaba siendo un día estupendo. 
Frank, el chico negro que las estaba ayudando, había ido a clase de Alicia desde que eran pequeños. Siempre se habían llevado mal. Frank se metía con la chica a la mínima posibilidad y, lo que más rabia le daba era que parecía que el resto del mundo no se daba cuenta de lo imbécil que era. 
Era verdad que había tenido una infancia difícil, había perdido a sus padres muy temprano y había ido siempre de una casa a otra. Ya de muy joven comenzó a hacer algo más que trastadas pero, debido a su situación, la gente parecía pasarlo por alto. 
En cuanto llegó a la edad de dieciséis años, en los que no es obligatorio asistir a clase, dejo el colegio. Empezó a hacer trabajos de mantenimiento a conocidos y de esa forma había salido adelante. La madre de Alicia siempre se había comparecido de él así que, para desgracia de la chica, siempre que surgía la ocasión le llamaba, e incluso a veces le había invitado a comer. 
Esas cosas hacían que Alicia le odiara todavía más, puesto que, a diferencia de con ella, con su familia era un santo. 
Pero había algo más que molestaba a la chica. Con el paso de los años y el despertar de sus hormonas, no se le pasaba por alto las miradas que Frank dedicaba tanto a su madre como a su hermana. Y seguro que a ella, cuando no se daba cuenta, también. Aprovechaba la mínima excusa para tener un roce, un contacto más íntimo… 
Solo de pensarlo le entraban ganas de vomitar. 
– ¿Que haces aquí? ¿Intentas escaquearse? – Le dijo a Claudia cuando la vio zanganeando en la habitación. 
– Estoy colocando las cosas, estúpida. ¿O es que la resaca no te deja ver bien? 
– Pues aquí tienes otra caja más. – Dejó la caja en el suelo. – ¿Has visto que mamá ha llamado al imbécil de Frank? 
– No se que problema tienes con el chico… Siempre que puede nos echa una mano. 
– ¡Ahhggg! Tu también con lo mismo no, por favor. 
– ¿Que os ocurre, chicas? – Preguntó Frank, entrando por la puerta. – ¿Me echabais de menos? 
– ¡Hola Frank! – Saludó Claudia. – Gracias por venir a echarnos una mano. 
– Siempre es un placer estar rodeado de chicas guapas. – Replicó, guiñando un ojo. – Y… De ti. – Dijo, mirando a Alicia. 
Claudia se echó a reír ante la ocurrencia del chico. 
– Pffff… No estoy para discutir. – Contestó Alicia. – Por lo menos estando tu aquí acabaremos antes, necesito echarme a dormir un rato. 
– Que pasa, ¿Ya te has olvidado? – Claudia miraba con cara de reproche a su hermana y, ante su falta de entendimiento añadió. – ¡Hoy venías conmigo al cine! Nadie quiere ver la nueva de American Pie conmigo y tu te ofreciste a acompañarme. 
Era verdad, maldita sea su buena voluntad. Por lo menos se podría dormir en la sala… 
Una vez acabaron con todo, Alicia llevó a su hermana al centro comercial. 
– ¡María! ¿Que haces aquí? – Gritó su hermana al llegar a la cola. – ¿No decías que no querías venir? 
– Ya lo se, tía, pero Adrián se ha empeñado en invitarme. – Dijo la chica, señalando a un chico que estaba un poco más adelante en la cola. – Menos mal que has venido, no sabia como decirle que no… No me apetece quedarme sola con el, pero ha insistido tanto… Si estáis aquí se cortará un poco. 
– Si está. – Cortó Alicia. – Si ya tienes con quien ver la película yo me voy a dormir. Te espero en casa. 
Dio un beso a su hermana y se fue, sin oportunidad de dejarla replicar y con su cómoda y confortable cama en mente. 
Llegó rápidamente a su casa. Esperaba poder descansar tranquila puesto que su madre había dicho que iba a ir a comprar, y Frank, aunque se iba a quedar a mirar un grifo que goteaba, ya debería haber acabado. 
Subió las escaleras directa a su cuarto, pero a mitad de camino se detuvo. Había oído algo. Llegaban ruidos desde el salón. ¿No se había ido Frank todavía?
Se acercó a la sala con la intención de decirle que se diese prisa o, por lo menos, que no hiciese ruido, pero nada mas verle se quedó muda.
El chico estaba de pie, sin camiseta. Tenía tanto odio hacia su persona que nunca se había dado cuenta del cuerpo tan definido que tenía el chico. Estaba tras el sofá y Alicia no veía mucho más pero, tras situarse para ver mejor, la chica casi se cae al suelo de la impresión, ¡Estaba completamente desnudo! Y no solo eso, ¡No estaba sólo!
En un primer momento no se había fijado en la cara de Frank, pero no había duda. Los ojos cerrados, la cara alzada, como mirando al cielo, la boca entreabierta, respiración agitada… Estaba claro lo que le estaba haciendo su acompañante… Alicia no la veía bien, solamente la coronilla por encima del sofá, pero le debía estar haciendo una mamada de campeonato.
Frank acompañaba los vaivenes de su amante con la mano sobre su nuca, marcándole el ritmo.
– Eso es, zorrita… Trágatela entera… – Farfullaba el chico.
¡Ese cabrón se había traído a una zorra a casa! Aprovechando que iban a estar todas fuera… Cuando su madre se enterase iba a poner el grito en el cielo,por lo menos no volvería a ver a ese infeliz. Alicia estuvo a punto de entrar y ponerse a gritarle pero en el último momento se detuvo, aunque le costase admitirlo, la situación era muy morbosa lo que, unido a sus meses de abstinencia, la estaba poniendo muy cachonda.
Podía escuchar la respiración agitada de Frank, así como el húmedo sonido de roce producido entre la polla de él y la garganta de ella. De vez en cuando parecía que la chica se atragantaba, hacía un sonido como de arcada ahogada y continuaba con la faena.
– Has mejorado mucho desde la última vez. – Decía él. – Ahora te cabe entera.
Al decir eso empujó la cabeza de su “zorra” contra su polla y la obligó a mantenerla hasta dentro durante varios segundos. La chica se agitó un poco, debía costarle respirar y, cuando Frank la soltó, tragó una enorme bocanada de aire.
– Esa es mi zorrita, estás hecha una verdadera traga-pollas. Me has echado de menos, ¿Verdad?
Como respuesta, la chica volvió a meterse el rabo de Frank en la boca y, por como sonaba, lo hacía con ansia. Estuvieron unos minutos más, hasta que Frank la ordenó que parara.
– Para un poco, zorra. Antes de correrme quiero follarte como la puta que eres. Tiéndete aquí.
Cuando comenzaron a moverse, Alicia se apartó de la puerta con miedo a que la descubrieran. 
– Veo que has sido obediente y te has depilado el coño como te ordené. Ahora prepárate que vas a recibir tu premio.
Alicia volvió a asomarse, con cuidado, intentando no dejarse ver. Por suerte, Frank estaba de lado, y su pareja estaba con los pies en el suelo y el cuerpo sobre el brazo del sofá, lo que dejaba su sexo expuesto e imposibilitaba que viera a Alicia.
Pero la chica no se fijó en eso, no podía apartar la mirada del monstruo que tenia delante. La polla de Frank se mostraba enhiesta entre el y su víctima, era de un tamaño descomunal. “¿Piensa meterle eso? ¡La va a partir en dos!” Pensaba Alicia. Su novio (EX-novio, tuvo que recordarse) la tenía de buen tamaño, pero era una miniatura en comparación de aquella monstruosidad.
Frank se la agarraba, agitándola, golpeando con ella las nalgas de la chica. Ésta, como obedeciendo una orden, se las separó con sus manos, dejando a la vista del chico su coño y su culo. Alicia pudo comprobar que no tenía un sólo pelo en su entrepierna.
Mientras veía como el chico iba introduciendo centímetro a centímetro su enorme polla en el coño de su amante, Alicia comenzó a restregar sus muslos uno contra otro. La excitación que le producía esa situación iba en aumento, y no pudo evitar que una de sus manos descendiera a su entrepierna.
El chico comenzó a bombear, primero lentamente, dejando que el coño su acompañante se adaptara a su polla. Después comenzó a aumentar el ritmo. 
Un rítmico PLAS PLAS PLAS al chocar los dos cuerpos llegaba a oídos de Alicia, acompañado de los gemidos de la chica, que parecía disfrutar de la enorme polla que la penetraba. Alicia acompasó también los movimientos de sus dedos al ritmo de los amantes, imaginando que estaba participando en la acción.
El contraste del negro cuerpo del joven con la pálida piel de la chica era impresionante, su polla, negra y enorme desaparecía una y otra vez en un movimiento hipnótico que tenía atrapada a Alicia. Sus dedos se movían rápidamente en su sexo, acelerando su respiración, trasladándola a un inevitable y ansiado orgasmo.
La zorra que se estaba follando Frank comenzó a gritar, las piernas le temblaban y pedía más. Estaba al borde del orgasmo. Cuando Alicia oyó sus gritos notó como un escalofrío le recorría la espalda, pero pensó que era debido a la excitación del momento. Ella también estaba al borde del orgasmo.
– Ven aquí, puta. – Dijo Frank. – Ya tienes la merienda preparada. Una buena ración de leche.
La chica, obediente, se dio la vuelta y se colocó de rodillas ante Frank, agarró la enorme polla con las dos manos, abrió la boca y comenzó a pajear al chico poniendo una cara de lascivia que Alicia nunca había visto antes.
Alicia se había quedado petrificada. Aún tenía un par de dedos dentro de su coño, pero ya inmóviles. La boca estaba entreabierta, pero no para dejar escapar los silenciosos gemidos de placer de hace unos segundos, si no de pura estupefacción.
La “zorrita” de Frank… Era su madre.
 
Contempló impertérrita como el chico derramaba su semen sobre la cara de su madre, que lo recibía con deleite, intentando atrapar con su boca la mayor cantidad posible.
Una vez acabó, Elena limpió con sonoros lametones el enorme miembro que tenía ante ella, y comenzó a recoger con sus dedos los chorretones que se habían escapado hacia su cara o sus tetas. Después, mirando con lascivia al chico, se llevó los dedos a la boca.
Alicia, tras ver a su madre de una manera que jamás había pensado, se dio la vuelta e intentó salir de la casa sin que la oyeran. No se podían enterar de que los había visto, debía parecer que llegaba ahora.
Esperó en la calle unos minutos y después llamó al timbre, se negaba a volver a entrar de improviso.
Frank abrió la puerta. Estaba sin camiseta todavía.
– Hola, ¿Ya habéis salido del cine? 
Alicia se quedó clavada en el sitio. Aquél cabrón acababa de follarse a su madre. A su “zorrita” como la llamaba él. Inconscientemente, la mirada la chica se detuvo en su entrepierna, estaba algo abultada. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo levantó la vista, azorada, sólo para encontrarse la mirada fija de Frank, adornada con una ligera sonrisa.
– ¿Que pasa? ¿Tengo monos en la cara? – Dijo, con sorna.
– Quítate de en medio.
Alicia subió a su cuarto, esta vez sin interrupciones ni sorpresas, cerró la puerta y se tiró en la cama. Necesitaba descansar, había sido un día demasiado agitado.
PARA CONTACTAR CON LA AUTORA
 

Relato erótico “V de Venganza” (POR ROGER DAVID)

$
0
0

V de Venganza… 20 Años Después.
Esta historia comienza en un remoto y empobrecido pueblo ubicado en una alejada región montañosa, lugar predilecto para algunos narco traficantes para mantener escondidas sus plantaciones de drogas, y como así mismo otros pocos laboratorios para la producción de la misma.
Los habitantes del lugar de por si gentes sumamente humildes y trabajadores vivían aterrados por esa horda de mal vivientes que habían llegado a convivir con ellos solo hace algunos años, estos casi se habían adueñado de la región sembrando violencia, asesinándose entre ellos y haciendo que los originarios de la zona vivieran día y noche asustados e intimidados.
El joven Her con 31 años de edad, vivía solitario en una pequeña casa habitación la cual había heredado de sus abuelos, los cuales ya habían fallecido desde hace ya unos buenos años.
Su vivienda se encontraba a la orilla de un sombreado camino rural poco transitado, a los pies de uno de los muchos cerros que adornaban aquel bellísimo paisaje, contaba con unas cuantas hectáreas de terreno en donde reinaban inmensos árboles ancestrales, y riachuelos que bajaban serpenteantes de las colinas que les antecedían.
Debido a la humildad de su familia, nunca se le prestó atención al valor de los terrenos que ellos poseían, que si bien no eran una cantidad incalculable, no dejaban de tener un buen valor comercial si alguien estuviese interesado en comprarlos, pero para la familia contar con aquellos paradisiacos paisajes era lo más normal del mundo, nunca le dieron real importancia, ya que ellos los habían heredado de sus padres y ellos de los padres de sus padres, y así sucesivamente.
A su progenitor nunca lo había conocido y de su madre lo único que sabía de ella es que una vez de haberlo dado a luz había viajado hasta capital a trabajar de empleada doméstica.
Solo fueron los primeros meses de ausencia en que la madre de Her había enviado dinero a sus padres para la mantención del pequeño que había dejado a sus cuidados, hasta en que en un momento dado las escasas cantidades de dinero simplemente ya no llegaron, como así mismo nunca más se supo de su vida.
Su educación había sido escasa, ya que por necesidades de la vida su abuelo había tenido que retirarlo del colegio y ponerlo a trabajar junto con él en la única empresa maderera que funcionaba por aquella lejana región montañosa en la cual ellos vivían.
En sus días de pago era común que él niño debía volver solo a su casa, ya que una vez de hacer la larga fila para recibir su salario, este le era arrebatado por su abuelo quien se largaba a beber por las cantinas del lugar con sus amigos, dejándole solo lo necesario para algunas compras de golosinas o algún juguete barato.
Pero tampoco se puede decir que su infancia haya sido del todo mala, al chico le encantaban los días en que don Queno, su abuelo, lo sacaba de madrugada, y juntos se internaban montaña adentro buscando en diversos riachuelos el mejor pozón para pescar truchas, y volver por las tardes al calor de su hogar en donde su abuela los esperaba a ambos con la sartén lista para freír el pescado fresco recién salido del agua.
Su mejor navidad fue en la ocasión en que mientras cenaba junto a su abuela, vio llegar a don Queno casi cayéndose de borracho cargando una vieja y destartalada bicicleta que a los días fue el mismo Her quien la reparo. Este fue su único y mejor regalo que recibió en su solitaria infancia, pero que hicieron de esta navidad la más feliz y la más recordada hasta los años que cambiaron el rumbo de su existencia.
Ya con 17 años y convertido en todo un jovenzuelo, con su abuelo habían creado un fuerte lazo de amistad que iban más allá del cariño filial, alternaban sus salidas a pescar con la caza, se pasaban días enteros recorriendo los cerros en busca de jabalíes salvajes.
Su primer trofeo de caza le salió caro, pues fue en la ocasión que después de un certero tiro de escopeta por parte de su abuelo, Her sigilosamente se acercó al cuerpo del animal, que aún se mantenía respirando pesadamente, no supo en que momento fue que el marrano sacando sus últimas fuerzas y guiado por su instinto de supervivencia se abalanzo sobre el cuerpo del chico.
El impacto acompañado del miedo tomaron por sorpresa al pobre muchacho iniciándose un verdadero combate cuerpo a cuerpo entre el joven y el animal que luchaba por su vida, su abuelo asustado y temiendo por la vida de su único nieto no se atrevía a disparar el arma temiendo no darle al jabalí y despacharse al otro mundo a su muchacho. Her sintió en las carnes de su propia cara la feroz mordida del animal, la cual le dejaría una horrenda cicatriz que lo acompañaría por el resto de su vida, como pudo se las fue arreglando para sacar de entre sus ropas la afilada cuchilla que solía cargar los días en que se internaba en los cerros con su abuelo, el viejo por su parte le gritaba con todo su vozarrón…
–En el corazón Herrrr!!! En el corazonnnn!!!
Her como pudo en forma temblorosa y desesperada enterró la cuchilla en las carnes del animal, que a pesar de estar siendo acuchillado en el mismo corazón no dejaba de jadear y embestir al aplastado cuerpo de Her, este a su vez con la navaja y mano enterradas ambas dentro del cuerpo del salvaje marrano no dejaba de acuchillar y revolver lo que hubiera dentro de aquel pesado y hediondo cuerpo de jabalí, hasta que este lentamente comenzó a cesar en los movimientos hasta caer muerto junto al cuerpo del ensangrentado muchacho.
Fueron a los pocos meses de esta trágica experiencia en que en un furtivo viaje de sus abuelos a la ciudad más cercana, el bus en cual viajaban se desbarranco, dejando al pobre jovenzuelo solo en esta vida.
Her no era un chico de malos sentimientos, era moreno, de gruesas y toscas facciones en su rostro marcado por la llamativa cicatriz, de ojos negros y bien cejudos. De anchas espaldas y brazos fuertes, 1.80 mts. de estatura por lo menos, en esos tiempos había desarrollado una llamativa musculatura debido al esforzado trabajo en la empresa maderera.
Después de la muerte de sus abuelos, el joven dejo el trabajo en la empresa y monto afuera de su casa, aprovechando que esta se encontraba a orillas del frondoso camino, un improvisado taller de bicicletas que a los dos años y con mucho esfuerzo lo transformo en un consolidado taller mecánico (para variar).
Se dio el lujo hasta de contratar a tres jóvenes ayudantes que residían en el pueblo, este se encontraba a solo unos cuantos kilómetros de donde él vivía, con los cuales no tuvo ningún tipo de problemas, uno de ellos era el flaco Petronilo, un joven mecánico de 21 años, era su mejor ayudante y mano derecha en el taller, de temperamento lujurioso y desequilibrado, este aprovechaba cualquier momento del día para ver revistas pornográficas y masturbarse a espaldas de Her, sus revistas favoritas eran de BDSM o Humillaciones, le encantaba ver este tipo de material.
Lamentablemente el flaco Petronilo no tenía suerte en el amor, era extremadamente delgado, su mandíbula superior sobresalía de las facciones de su cara, mostrando a la vista de quien tuviera al frente una ensalada de dientes amarillentos y de todos los portes posibles, unos montados arriba de los otros, en donde también se veía claramente restos de comida que ya estaban petrificados a ellos debido a la casi nula higiene bucal, de ojos pequeños que hasta costaba saber si los tenia abiertos o cerrados, y a pesar de tener una caliente mirada de degenerado que no se le quitaba a ninguna hora del día, el pobre daba el aspecto de estar enfermo de Sida.
Muchas mujeres del pueblo con solo verlo cambiaban de dirección asustadas, ya que era una lluvia de leperadas que este les mandaba en forma desvergonzada, de hecho era el mismo quien se encargaba de la decoración del taller de Her, tapizándolo con fotografías de mujeres desnudas, esto A Her le causaba un poco de gracia, por lo tanto no le decía nada, el hombre hacia muy bien su trabajo, y además ellos trabajaban en un taller, así que era normal lo de las fotos de mujeres hermosas y sin nada de ropa.
Her poco a poco se había ganado el respeto y cariño de las gentes del lugar, ya que habían pocos hombres que hasta el momento no se dejaban llevar ni intimidar, por las numerosas bandas de traficantes que ya se creían los únicos dueños de aquellas tierras.
Por las tardes después de cerrar el taller se iba a juntar con su novia, una hermosa chica de 17 años llamada Odette que era las más deseada por todos los hombres de la zona, a pesar de su edad esta poseía un tremendo cuerpazo de Diosa, llevaban solo 5 meses de noviazgo y se juntaban a escondidas de todo el mundo en un apartado riachuelo que se encontraba dentro de los terrenos que el joven mecánico había heredado, en donde pasaban por lo menos tres tardes a la semana, Her ni siquiera se lo había contado al Petronilo su único y fiel amigo.
La nena estaba segura y así se lo había hecho saber a Her que su familia, una de las más acomodadas de la zona, jamás aprobarían el noviazgo de ella con un hombre tan humilde y trabajador como lo era él, y sumado por la notoria diferencia de edad.
Odette de mejor condición social que Her, le había presentado a su hermano mayor Julián que vivía en el mismo pueblo, este le enviaba varios vehículos a Her para su reparación ya que poseía una pequeña empresa de transporte de documentación que prestaban servicio en las escasas industrias madereras que estaban instaladas en los bosques aledaños al pueblo.
Ambos jóvenes hacían planes de casarse, de tener hijos y quizás algún día marcharse juntos y empezar una nueva vida lejos de todo, en donde nadie se interpusiera a los sentimientos de ellos, todo era romántico e idílico para Her,
–Deseo tanto que reúnas el dinero que me has dicho para que nos vayamos de este pueblo que detesto, le decía la joven mientras miraba como el viento mecía los árboles que estaban frente a ellos,
–Dame un año y nos largaremos, te aseguro que mientras estemos juntos nada te faltara, le decía Her, con sus negros ojos de romántico enamorado y que con una de sus manos intentaba disimuladamente cubrir su cicatriz, a la vez que la veía hermosa, con sus lacios cabellos castaños claros que caían desordenadamente sobre sus hombros y su carita de niña buena, de nariz respingona y labios rojos carmesí, con una figura tremenda llena de curvas que invitaban al pecado carnal y que ella escondía tímidamente bajo sus ropas, con unas hermosas rodillas dobladas, al estar sentada sobre el pasto, que daban paso a unos enloquecedores y apetitosos muslos torneaos y bien dibujados por debajo del vestido.
Her debido a su solitaria infancia, era un hombre muy tímido con las mujeres, solo en muy pocas ocasiones e inducido por el Petronilo, había intimado con unas cuantas prostitutas del pueblo, su tosquedad y su notoria cicatriz en el rostro le hacían cohibirse delante de cualquier chica, por eso se sintió perdido de amor cuando conoció a la bella y candorosa Odette en una oportunidad en que ella le llevo una pequeña motocicleta para su reparación.
Con una casi nula experiencia en el plano sexual y de cómo seducir íntimamente a una mujer, sentía en su pene una fuerte erección en las oportunidades en que ambos se juntaban para hacerse cariño y hablar de sus cosas, las ganas que le tenía el joven a la muchacha eran tremendas, a estas alturas y a pesar del candor que irradiaba la nena la veía como a una verdadera hembra, Odette como ya se dijo se gastaba un físico de infarto, pero Her sabía de la nobleza de la chica, además que ella en estos casi 5 meses de noviazgo no le había dado pie para que lo de ellos llegara más allá en lo que se refiere a intimidad, por ello Her la respetaba, estaba seguro de su amor, y además que sabía que ella estaba decidida a fugarse con el cuándo lo estimaran conveniente.
Fue una soleada tarde en que Her se encontraba reparando una de las tres camionetas del hermano de Odette, que debían viajar para esa misma tarde hacia la capital, cuando se fijó en una extraña protuberancia en la carrocería, con sus expertas manos tanteo los latones dándose cuenta al instante que la pintura no era la original del vehículo, agudizo su vista y vio la tapa sobrepuesta en aquella superficie de lata, con un atornillador dibujo y carcomió el cuadrado de la lata hasta que por fin pudo quitarla, sus ojos no lo creían cuando con una de sus manos retiro del interior de la especie de cajón, un pesado paquete cuadrado que daba el aspecto de ser un queso envuelto en bolsas, su estupefacción se terminó de golpe cuando cayó en cuenta de que lo que tenía en sus manos era un paquete de droga de alta pureza.
Como pudo llego a la oficina del taller y tomo el teléfono, llamo nerviosamente a Odette para decirle lo que había encontrado en uno de los vehículos de su hermano,
–Her!! Estas seguro de lo que me estás diciendo!?,
–Claro que estoy seguro!… si en este mismo momento tengo un paquete de droga en mis manos, y por lo menos deben haber unos 10 en el compartimento de la camioneta, tu hermano sabe algo de esto?
–Ehhh…no! no lo creo…Her por favor no toques nada más, yo voy para tu taller enseguida, y yo misma llamare a Julián para que nos explique, por favor no llames a nadie hasta que yo llegue, le pedía Odette a Her, en su voz se notaba la congoja y preocupación por lo que estaba sucediendo.
Una vez que Odette le cortó la llamada a Her, se dispuso inmediatamente a llamar a Julián para ponerle en conocimiento de lo que estaba sucediendo.
–Que pasa Ode?…aún estoy reponiéndome de las folladas que te pegue anoche mamacita… de verdad que te movías rico mi vida, le consultaba y decía Julián a su chica…
–Se ha dado cuenta!, tenemos que hacer algo rápido, antes que se le ocurra llamar a la policía, mira que ahí sí que mi viejo me mata!!
–Que se ha dado cuenta de que?…quién? de que mierda me hablas!?
–De la coca Julián!! Her la encontró en una de tus camionetas!! Ya has ganado bastante dinero para que nos casemos y nadie nos diga nada, así que vamos a la policía tal como la habíamos acordado…
–No mamessss y como la encontró!?…
–No lo sé… no lo sé!!!, le pedí que dejara todo tal cual, así que hagamos algo rápido antes de que se despabile…además que ya estoy aburrida de tener que dármelas de su novia y besarme con él, para mantener escondidos tus vehículos! … ese tipo me da asco… si hasta se parece al cuajinais con esa horrible cicatriz en su cara… además que es moreno y hediondo a grasas y aceites mecánicos…
–Está bien amor no te preocupes!!…me levanto y te paso a buscar en 5 minutos…
Her esperaba la llegada de Odette, sumamente nervioso paseándose entre el taller y la casa, buscaba una respuesta al hallazgo, francamente no creía que el hermano de su novia estuviera involucrado en una cosa como esa,
–Porque tan nervioso jefe, le pregunto el Petronilo, moviendo sus notorias mandíbulas a la vez que se comía un chicle y limpiaba con sus aceitados dedos un repuesto,
–Nada, le dijo Her, lo que pasa es que estoy esperando a una chica del pueblo llamada Odette, que viene para acá…
–Odette?… pero si ella no es la hija de don Ambrosio, el viejo ese que es dueño de casi todos los locales que hay en el pueblo?
–Si ella misma…
–Y a que se supone que viene?… esa chica es muy problemática y altanera, fue compañera mía en el colegio, (el Petronilo había repetido muchos cursos, además que tenía serios problemas de aprendizaje) eso sí que está muy rebuenota, se gasta un culo como para los Dioses, jejeje… pero siempre se mete en problemas para que luego su papi tenga que arreglárselos… le decía el Petronilo a Her, desconociendo la relación que su jefe tenía con la hija de uno de los hombres más pudientes y reconocidos del lugar…
Her más preocupado por lo que había encontrado no le dio importancia a como el Petronilo se refería a su novia, además que él ni se lo imaginaba,
–Es que hay un problema con uno de los vehículos de su hermano, yo la llame para…
–Y de que hermano me hablas?, le interrumpió Petronilo, –Si ella no tiene hermanos…
–Pero esos vehículos son del hermano de ella!, le decía el incrédulo Her a su joven ayudante…
–Esas camionetas son del Julián, ese es otro patán que le gusta la vida fácil y vive a costillas de sus padres, de hecho fue el padre de Julián quien le compro los vehículos para que este los trabajara en algo productivo… además que este último tiempo he visto a esos dos muy acaramelados, se juntan casi todas las tardes a beber cervezas en una de las fondas…
Her no creía en todo lo que le decía el más joven de sus ayudantes, las sirenas de los autos policiales lo sacaron del estado de embobamiento en cual se encontraba, vio a Odette bajar de la mano junto a Julián de uno de los carros, la escena era muy extraña…
–Ahí está!! Es el!!, le decía Odette a uno de los policías de civil que llego junto al llamativo operativo policial, mientras apuntaba con su dedo índice a Her…
El joven mecánico no se dio cuenta de nada, en el momento en que se preparaba para informarle a la policía de su hallazgo fue tomado y arrojado con violencia al suelo, mientras rápidamente era esposado.
Desde la tierra en donde estaba tirado muy sorprendido vio como a sus tres ayudantes también los estaban esposando, mientras Odette y Julián hablaban con la policía señalando los tres vehículos en que seguramente el traficaba la droga.
Los minutos se le hicieron eternos, un obeso policía lo tenía inmovilizado con una de sus rodillas ejerciendo fuerza en sus espaldas, Her sabía que todo era un error, apenas pudiera les iba a decir la verdad y todo iba a quedar claro, hasta que una vez que lo hicieron ponerse de pie, le notificaron que quedaba en calidad de detenido por falta grave a la ley de drogas.
La denuncia había sido hecha por la joven, declarando que esa misma tarde en el momento en que ella llego a esperar a su novio a que llegara al taller para retirar uno de los vehículos, y al haber llegado un poco más temprano, vio como el delincuente mecánico guardaba quesos de droga en uno de los vehículos, y que lo escucho hablar con alguien de que la mercancía ya iba en camino, y que había sido tanto su estupor que huyo a la casa de su novio temiendo por su propia vida, si es que los traficantes se llegaban a dar cuenta de su presencia.
–Este es un error!…yo solo soy mecánico!, no sé nada de esas cosas!!, iba diciendo Her totalmente conmocionado mientras lo arrastraban al carro policial, miraba a todos con sus ojos asustados, vio la imagen de Odette quien se mantenía abrazada por Julián quien lo miraba con una burlona sonrisa, este la abrazaba como si la estuviera protegiendo de aquel lugar en donde supuestamente se almacenaba el alucinógeno para ser enviado a la ciudad para su comercialización. –Por favor yo no he hecho nada!… Odette por favor explícales!!
Un viejo policía que en una ocasión le había llevado la bicicleta de su propio hijo para que Her la reparase, se compadeció del asustado y joven mecánico,
–Porque dice Ud. que esta joven nos puede explicar… si ella misma es la denunciante? le consulto a Her antes de que lo metieran en el calabozo del vehículo, refiriéndose a Odette,
–Ella es mi novia!…vamos Odette diles la verdad!!
–Y que dice Ud. jovencita? aquí el hombre dice que la conoce y que son novios…
Odette se desenredo del abrazo en que la mantenían, para acercarse desafiante al lugar en donde se encontraba el policía y el esposado Her,
–Escúcheme bien sargento!, le decía la rica pero calculadora jovencita de 17 años, –Yo misma fui quien les entrego a este delincuente… Usted bien conoce a mi padre y a mi familia, y ahora le pregunto yo a Usted… Como se le puede ocurrir que una chica como yo podría alguna vez involucrarse con semejante tipejo!?… solo mírelo!!!… es ordinario y feo, y el solo verle esa cicatriz en su cara me producen repulsiones que me harían hasta vomitar en cualquier momento!!, si no tiene ni familia, todos en el pueblo dicen que su madre fue una prostituta y que la mataron por drogadicta en la ciudad, solo piense en eso y se va a dar la respuesta Ud. mismo…
Con la seguridad en que hablaba la curvilínea chica, ya no se habló nada más del tema, Her fue apresado y trasladado hasta la comisaria del pueblo junto con sus ayudantes, su casa y taller fueron acordonados y clausurados para reunir más evidencias para la investigación.
Pasaron 20 largos y lúgubres días en los cuales Her espero en la fría celda de la comisaria para que se hiciera justicia y lo pusieran en libertad, pensaba en Odette aún no creía que ella se hubiera burlado de el de aquella forma, supo que a sus tres ayudantes lo dejaron libres en la misma noche del día de la detención por falta de méritos, pero sus pensamientos seguían puestos en la persona de su chica, seguramente la habían obligado, en esas confusas cavilaciones se encontraba cuando llego el fatídico día, un viejo policía fue quien lo notifico,
–De espaldas muchacho, que te vas para la ciudad, le dijo a la vez que le ponía las grilletas que lo privaban de libertad,
–Qué?, adonde me llevan!?…todo esto es un error!!… esa droga no era mía…
–jajajaja!! Eso es lo mismo que dicen todos los pelafustanes como tú, todos son inocentes… así que le tendrás que rogar al juez de la ciudad, aquí no te queremos… te sometieron a proceso, y lo más seguro es que estarás unos buenos años tras la sombra, a ver si así se te quitan las malas costumbres, andando!!, le dijo esto último dándole un fuerte empujón para que se moviera más rápido.
Her en la oscuridad del viejo vehículo estatal hiso el viaje de 7 horas hasta la ciudad meditabundo, pensaba en cómo había llegado a esta situación, poco a poco llegaba a la conclusión de que lo habían utilizado, Odette la nena más linda que había conocido en su solitaria vida solo hace algunos meses lo había traicionado, humillado y utilizado para incriminarlo, no entendía que razones pudo haber tenido ella para hacer una cosa como tal, un grueso nudo se le formo en su garganta, sus ojos se le nublaron por las lágrimas, recordó su niñez, los felices días de pesca y caza con su abuelo, la navidad en que le habían regalado una bicicleta, extrañamente vio el rostro desconocido de su madre a quien siempre amo en silencio, y simplemente rompió a llorar amargamente por su desgracia, mientras el transporte policial seguía rumbo a la penitenciaría de la ciudad.
La condena fue de 6 años por el hecho de ser primerizo, todo en la cárcel era sencillamente asqueroso, el ambiente carcelario lentamente comenzaba a absorber al joven provinciano que había caído por tráfico de drogas.
Los primeros meses Her intento mantenerse al margen de todas las atrocidades que ahí ocurrían, estaba preso en una galería de reos de alta peligrosidad, siendo que debería estar con otros de su misma condición, pero todo dentro del recinto carcelario era un desorden administrativo con letras mayúsculas, el caos imperante era de toda índole, hasta los guardias tenían aspecto de maleantes, según era lo que apreciaba el incauto y provinciano recluso.
No faltaron los reos que quisieron sacar ventaja de Her. Existían en la cárcel diversas bandas de delincuentes que hacían de las suyas molestando y aprovechándose de los reos que eran más tranquilos y solitarios, y Her era uno de ellos, su carácter tímido y solitario ya había sido advertido por la banda del “Cara de Caballo”, este era uno de los más temidos reclusos del penal.
En varias oportunidades el Cara de Caballo hostigaba a Her para tenerlo para sus mandados así como ya tenía a una docena de primerizos. Pero el rudo muchacho de campo sencillamente no mostraba ninguna intención en caer en esa condición, en varias oportunidades le robaron pertenencias, como también le habían ordenado que les lavara la ropa, situación que el muchacho se negó rotundamente, situación que llevo a que lo golpearan en grupo y en forma infame en muchas ocasiones.
La banda del Cara de Caballo también ya había advertido que nadie concurría a visitarlo, solo era un desgarbado y joven campesino con cara de deficiente mental quien lo venía a visitar una vez al mes, así que decidieron que tenían que actuar rápido.
Fue una lluviosa y estruendosa noche de invierno en que los continuos relámpagos iluminaban las altas murallas y las torres de vigilancia, mientras el joven provinciano se encontraba en su litera traspuesto tras un agotador día en la lavandería del penal, en que en la oscuridad imperante y al son de los ronquidos de sus compañeros de reclusión en los camarotes contiguos, sintió una pesada humanidad que se echaba sobre sus espaldas, la frialdad del estoque en su cuello lo dejaron aterrorizado, hasta que la pastosa voz del Cara de Caballo le ponía en antecedente de lo que ahora le iba a ocurrir,
–Hola Hercito, sientes el filo de mi cuchillo en tu cuello?, Her no podía hablar del miedo que sentía por su vida, –He intentado de hacerte ver que tú me perteneces en esta cárcel, pero eres tan pendejo para tus cosas, que tendré que tomar otra medida para hacerte entender, así que tranquilito que o si no te mando para el otro mundo…ahora prepárate que te voy a convertir en mi maricon personal…
Her sintió la dura verga del Cara de Caballo en sus glúteos, al instante se percató de la asquerosidad que pretendían hacerle, mientras el veterano delincuente intentaba bajarle los pantalones, en la mente de Her pasaban mil ideas por minuto, hasta que cayó en cuenta que si no hacía algo rápido, su hombría se vería mancillada, luego de tras muchos forcejeos como un rayo recordó la vez en que tubo encima de su cuerpo un hediondo jabalí, saco fuerzas de las mismas que hacía cuando trabajaba cargando troncos en la empresa maderera, pero el cara de equino también tenía lo suyo, prácticamente lo tenía inmovilizado, ya varios reos se habían despertado y miraban lo que sucedía en la litera de Her.
La lucha de cuerpos continuaba hasta que Her tomando fuerzas con su cabeza le planto un certero cabezazo en las mismas narices de su adversario, la sangre del cara de caballo manaba como un grifo, situación que el provinciano aprovecho para girar su cuerpo y tomar la mano que oprimía el cuchillo en su cuello, ambos hombres ejercían fuerzas descomunales, a estas alturas el reo más antiguo lo único que quería era despacharse al más nuevo, si no era así su autoridad en la cárcel se vería alterada, su error había sido no tomar en cuenta el buen estado físico que tenía su víctima.
Her por fin logro retirar la mano con el cuchillo, con fuerzas se la fue dando vuelta hasta ponerla a la altura del pecho del Cara de Caballo, hasta que en sus oídos escucho claramente la voz de su abuelo “–En el corazón Herrrr!!! En el corazonnnn!!!”, la cara del muchacho se transformó en la de un tigre enardecido, y con las mismas fuerzas que en una oportunidad había matado un animal hundió la cuchilla en el corazón de su adversario…
–No lo hagas por favor Her!!, rogaba el Cara de Caballo, con su cara descongestionada por el pánico…–Her no lo hag…
El alienado e iracundo muchacho, con su cara desfigurada por la ira, le dijo…
 
–Her era para mi familia hijo de puta!!… Escúchame bien pedazo de cabron… me llamo Herculano… pendejoooo!!, me llamo Herculano Pincheira Pincheira!!!… y te estoy despachando por mariconnnn!!!!, termino diciéndole cuando ya estaba revolviéndole la cuchilla enterrada en pleno corazón del infeliz del Cara de Caballo.
El joven Herculano se percató de otro cuerpo que se abalanzaba a socorrer a su mal herido jefe, pero el exaltado y joven recluso que estaba todo bañado en sangre sin pensarla fue al encuentro del otro maleante, tres certeras estocadas le propino sin darle tiempo a nada, destripándolo y mandándolo al otro mundo.
Las escasas luces de la galería se encendieron dejando la escena en semi oscuridad, a los guardias ya les habían dado aviso que en el módulo 16 se estaba produciendo una riña, cuando llegaron al lugar de la pelea encontraron a Herculano Pincheira de pie y al lado de los dos cuerpos sin vida, todo ensangrentado con el estoque aun goteando la sangre de sus dos atacantes, en ese mismo momento la luz celeste de un sonoro relámpago ilumino la cara y cuerpo de Herculano Pincheira, quien con sable en mano respiraba aceleradamente, su rostro era la de un verdadero demonio enardecido, así lo vieron todos.
Frente a las sórdidas miradas de los que fueron testigos de la osadía del muchacho que se había despachado el solo a dos de los más temidos reclusos del penal, y al ver llegar a los guardias arrojo el cuchillo al suelo, lentamente puso sus manos detrás de la cabeza en señal de que ya todo había pasado, de su cara se apodero una malévola sonrisa de triunfo, el muy maricon del cara de caballo se creía muy vivo y ni siquiera le había alcanzado a bajar los pantalones reía para sus adentros.
Dos meses se la paso Herculano en la oscuridad de una celda de castigo, odiando a la mujer causante de sus desgracias y sin ver la luz del día, sumado a que por el doble homicidio le chantaron 14 años más de presidio, ya que a los dos que se había despachado más les hacía un favor a la sociedad que un crimen mismo, opinaron las autoridades carcelarias y de justicia.
El reconocido presidario de Don Herculano como lo llamaban después de la ferocidad en que se había despachado al Cara de Caballo con uno de sus amigos, recibió por algunos años las visitas del Petronilo, su desalineado ayudante que tuvo en los tiempos en que había tenido un taller, este le dio conocimiento de lo que había sucedido con su amada Odette, después de la tragedia, Herculano ya había cumplido 37 años de edad, y aun le faltaba mucho por cumplir de su condena.
–Her porque no me dijiste que andabas con esa pendeja?, yo bien la conocía y te hubiera dicho lo muy zorra que era para sus cosas…
–Porque en esos entonces yo era todo un pendejo romántico, jajaja!!, así que la muy puta se casó con ese tal Julián?
–Así mismito como te acabo de contar Her…, Su amigo Petronilo se sentía cohibido por aquel sórdido ambiente carcelario, un tremendo negro casi azulado con cara de africano, de gruesos labios carnosos, no le quitaba la vista de encima, sus musculosos brazos daban la impresión que este podría triturar hasta el acero, si debía medir por lo menos 2 metros de altura calculaba el asustado flaco Petronilo, don Herculano se percató de esto,
–Jejejeje, no te preocupes Petronio (así le decía Her por cariño a su amigo), este es el negro Filomeno y es inofensivo, está aquí porque descuartizo a su mujer después de pillarla culiando en pelotas con su compadre, jajajaja, antes era un hombre decente y trabajador pero también se lo jodieron, me costó mucho trabajo hacer que dejara de lloriquear cuando recién cayo en la cana, jejeje, y por favor flaco de mierda dime Herculano, ese siempre fue mi nombre, solo mis abuelos que en paz descansen me llamaban Her, jejeje!!
–Y dime Herculano, te la alcanzaste a tirar… aunque sea solo una vez a la pendeja esa, le decía el Petronilo sin dejar de mirar de reojo al negro Filomeno que no le quitaba la vista de encima…
–Nooo!!, la muy zorra me decía no quería acostarse conmigo hasta después que nos casáramos…jajajaja!!!… y yo le creía a la gran puta de mierda…
–Uffff que puta esa y te digo ahora que ya está casada está más buenota que nunca, y se las da de toda una señora…
–Ya no empieces con tus webadas mira que me caliento tanto que capaz que me fugue esta misma noche para ir a culearla, jajajaja!!!, luego que hablaron de cosas sin sentido, Her le hiso la solicitud a su leal Petronilo, –Te voy a pedir un favor Petronio, le dijo don Herculano a su amigo poniéndose un poco más serio…
–Pues dime no más Her, si para eso estamos los amigos…
–De verdad agradezco que me vengas a visitar…pero aquí es donde vivo desde hace años, este es mi mundo, y te digo que por ahora no me falta nada, así que ya no te molestes en venir a visitarme, si algún día logro salir de aquí te llamare…para que me vengas a buscar y nos vayamos de putas para celebrar, jejeje …pero mientras tanto vuelve a tu hogar y hace una vida normal, solo te pido una cosa… quiero que vigiles o estés al pendiente de todo lo que haga y deje de hacer esa zorra mal parida que me destruyo la vida, porque apenas salga le voy a ir a cobrar la factura, termino diciéndole con su cara llena del más profundo odio y rencor…
–No mames Herculano y que le piensas hacer!?
–Me la voy a violar!… me la voy a culiar bien culiada!!, por perra para sus cosas!!!, le decía con sus ojos enrojecidos por un iracundo aborrecimiento, para luego continuar, –No me importa caer en cana de nuevo…le voy a romper el culo a vergazos para que aprenda a ser gente! y para que no se crea que me olvide del asuntito que tenía conmigo, con la diferencia que ahora sí que sabrá quién es don Herculano, jajajaja!!!!!, el negro Filomeno ahora se sonreía y asentía con su cabeza, aprobando todas las palabras que decía su amigo-jefe.
–Uffff que afortunado serias si lograras hacer eso Her… esa mamacita está hecha para recibir verga por todos sus orificios, ahora se las da de remilgada y elegante, ya nadie se acuerda de lo que paso, pero si yo tuviera tus cojones ya de hace rato se lo hubiera mandado a guardar, jejeje, pero es casi imposible, vez que me la topo por ahí me mira como si yo le diera asco, jajaja!!!…
–Pues si me cumples con lo que te estoy diciendo veré la forma que tú también te la culies, jejeje y que no salgas mal parado en todo este asuntito…jejeje…
–Pero y si nos denuncia, como lo hiso contigo…
–No me importaaaaa!!, vocifero don Herculano, ya lo he decidido… la vamos a culiar hasta cansarnos!!!, exclamaba a la vez que se ponía de pie abrazando al negro Filomeno, al Petronilo le dio la impresión que esos dos ya habían hablado del tema con anterioridad, –Ya verás lo bien que la vas a pasar flaquito amigo mío, a don Herculano se lo joden una sola vez en la vida, jajajaja, aún me faltan como 15 años, pero la haremos, te lo aseguro, y si caemos en la cana no te preocupes serán como las vacaciones de tu vida, jajaja!!!…
–Está bien amigo…pero como la harás con tus cosas quien te traerá lo que te haga falta,
–Observa Petronio!. Don Herculano chispeo suavemente su dedo pulgar con el índice, y de la nada y de entre medio de toda la gente que visitaban a los reclusos aparecieron tres maleantes dispuestos a todo lo que les ordenara su jefe, –Oye cara de zapatilla, le dijo a uno de ellos, –Aquí mi amigo el flaquito dientudo necesita un dinerito para poder irse a su pueblo, apenas termino de decir lo último el cara de zapatilla rápidamente desapareció volviendo a los pocos minutos con una cantidad de dinero no exorbitante pero si como para darse unos buenos gustos por un mes entero.
El Petronilo quedo sorprendido, pero más petrificado quedo cuando don Herculano le dijo a otro de sus compinches, –Ve a buscar a la nueva…
El maleante llego con una sonriente joven de quizás unos 18 años de edad, de pelo y ojos negros, no era bonita pero tampoco era fea, tenía una cara de viciosa y buena para la cama que no se la quitaban ni a palos, se gastaba un culo de concurso, andaba vestida con una cortísima minifalda negra, –Esta es la Candy, te la puedes llevar hasta mañana, jejejeje es mi regalo de despedida, y no te preocupes… porque si te roba algo mañana mismo mandamos a que se la despachen, pero no lo hará ella sabe que se tiene que portar bien, jejejeje.
–Ohhh Her de verdad que me sorprendes, y que honda?…como haces todo esto?…
–Mejor ni te cuento…, jejejeje es un negocio que me dejo un amigo a los pocos meses que llegue a esta cárcel, el pobrecito se tuvo que morir por maricon, veras aquí en la cárcel se puede hacer de todo, solo debes saber hacerla y tener los contactos precisos, jejeje…
Esa fue la última vez que Her vio a su amigo y antiguo ayudante, quien se marchó feliz con un buen dinero y con una fémina de campeonato, después de eso volvió a su pueblo y se dedicó a trabajar, pero siempre al pendiente de la hembra causante de la desgracia de un pobre hombre inocente.
El tiempo paso y don Herculano era toda una autoridad en la penitenciaría capitalina, se despachó a unos cuantos más a parte del cara de caballo, y ponía en su lugar a los que pretendían aprovecharse de los primerizos que caían presos, pero no a todos, se encargaba de saber los motivos, y cuando se enteraba de que estos eran nuevos, o que caían por haber tenido enredos con mujeres despechadas, él se encargaba de que estos tuvieran un pasar más o menos decente dentro de la cárcel, a veces hasta tenía que palmeteárselos para que se avivaran, y aprendieran a hacer caso.
(15 años después)
Aquel día lunes don Herculano ya con 51 años a cuestas bajo del bus inter provincial que lo traslado desde la capital hasta su montañoso pueblo natal, junto a él bajo el negro Filomeno, quien cargaba los únicos dos bolsos que llevaban de equipaje, estaban solo a 2 kilómetros del lugar que había sido el hogar del ex mecánico, hubiesen podido tomar un taxi, o llamar al viejo amigo Petronilo, pero don Herculano prefirió que se fueran de a pie, quería ver con sus propios ojos el estado en que se encontraba su tan añorado pueblo natal.
Nadie de las personas que se cruzaron por sus caminos pusieron atención en aquel viejo moreno, gordo y grandote con cara de delincuente que caminaba fumando y observándolo todo, acompañado por un negro que media casi 2 metros de altura.
La cicatriz de su cara iba disimuladamente escondida bajo los gruesos y tupidos pelos semi canosos de su barba sin afeitar, cruzaron el pueblo y tomaron el camino que los guio hasta la que había sido su casa, al llegar a ella tuvieron que hacer grandes esfuerzos para saltear las altas matas de zarzamora que habían tapado el ingreso a esta, del taller no quedaba nada, se lo habían robado todo, caminaron hasta la puerta de la vieja casa de madera y basto con solo empujarla para que esta se abriera completamente, al ingresar el viejo ex presidario vio que en su interior estaba todo deteriorado, y que las paredes estaban todas pintarrajeadas por sendos grafitis que él nunca en su vida había visto antes.
Luego de las primeras impresiones don Herculano de muy malas ganas se dio a ordenar un poco aquel desastre, su ordenamiento consistió solo en despejar la basura hacia los rincones de la casa, está en comparación a la celda en que estuvo por 20 años era todo un paraíso, mientras el negro Filomeno ubicaba una silla cerca de la ventana y se sentaba a mirar hacia afuera, como si estuviese vigilando.
El viejo encontró latas de cervezas y muchas colillas de cigarro, y uno que otro papelillo de marihuana, pensó que su casa estaba siendo usada por drogadictos, pero ya verían esos pendejos si se les ocurría volver a poner un solo pie en su vivienda, se juramentaba mientras recorría su casa que a pesar de la inmundicia reinante le encontró encantadoramente acogedora.
La habitación de sus abuelos estaba prácticamente vacía, solo quedaba en pie el gran camastro de fierro con un mugriento colchón que se encontraba todo cubierto por pulgas y con notorias manchas de meados de perros que llegaban a dormir por las noches, don Herculano sabiéndose ya en libertad sintió el pesado cansancio de todo aquel tiempo de reclusión, dedujo que ahora si podría dormir tranquilo, simplemente el vejete se acomodó en el suelo y acomodando un pequeño bolso que traía cruzado en su gruesa humanidad a modo de cabecera, se durmió.
Durmió y durmió todo lo que no había dormido en aquellos 20 años en que estuvo preso por culpa de una vil mujer que le había hecho una mala jugada.
Se despertó al mediodía del martes, por la ventana vio que el negro Filomeno estaba desmalezando el lugar que en su niñez había sido el patio de su casa, se estiro todo lo que pudo y bajo al riachuelo donde se lavó la cara e hizo gárgaras, una vez en condiciones que según el eran más presentables, decidió agarrar un azadón y se puso a despejar la entrada a su casa, en compañía de su buen amigo el negro.
Todos traspirados terminaron la labor. En casi un solo día habían parado todos los postes que cercaban su propiedad, ya en la tarde se dirigió al municipio para actualizar la documentación que certificaban que él era el dueño de aquellos terrenos abandonados, y una vez que termino con todo el trámite se fue a buscar a su amigo el Petronilo, para que lo acompañara a comprar cervezas y cigarros para celebrar su llegada.
Ya en la noche y una vez que con el viejo Petronilo terminaron de entrar las bolsas con las compras se dedicaron a beber cervezas y a recordar los viejos tiempos, narrándole los pormenores de la detención al negro Filomeno quien escuchaba la historia de como si se tratase de un verdadero cuento de hadas, como también hablaron de la vida de Odette, luego que su amigo le dio todos los detalles de la odiosa mujer, se le ocurrió una brillante idea,
–Como ya te dije Herculano, esa hembra esta dibujada a mano, tiene un cuerpazo que ni te lo imaginas, jejeje… si quieres le vamos a echar una miradita, aún es temprano y casi todas las noches va a cenar con el estúpido de su marido al único restorán que les va quedando, jejeje…
–Cómo? Y ellos no eran los dueños de casi todos los locales del pueblo?,
–Tú lo dijiste… “eran”. Ese Julián se encargó de despilfarrar casi todo el dinero que les dejo el padre de Odette, el pobre viejo se murió de un paro cardiaco, aún les quedan unas pocas propiedades, pero el hombre está más que endeudado, y aun así se siguen dando la gran vida de ricachones, y casi todos en el pueblo saben de sus serios problemas bancarios, don Herculano al escuchar todo lo que le decía el Petronilo en cuanto a los problemas de aquel matrimonio causantes de sus desdichas solo miraba al negro Filomeno quien parecía tomar nota mentalmente de todo lo que decía el amigo de su jefe.
–Jejeje…gran idea la tuya amigo Petronio… me encantaría echarle una miradita a la puta, aun no sé cómo la voy a hacer pero hace 15 años te jure que me las pagaría, y aun estoy dispuesto a cumplir con mi palabra, jejeje…
–Oye Herculano, no es que yo sea cobrador ni nada parecido…pero recuerdas que también te comprometiste con otra cosa?, jejeje…
–Jajajaja!!! Tú sí que eres caliente viejo dientudo hijo de puta!… Para tu suerte si, aun lo recuerdo y tu tranquilo que también probaras de ese manjar que se ha conservado tan bueno según como tú mismo me lo has dicho…jejeje…
Ya en el pueblo los dos viejos más el negro, que se veía mucho más joven que ellos, se dirigieron al restorán que según don Petronilo debía estar Odette, y efectivamente así fue.
Don Herculano quedo impactado con lo que veía desde los ventanales del local, era la misma tremenda hembra con la que en su lejana Juventud se habían besado a orillas de un riachuelo, le vio su misma hermosa cara de niña mal criada, llevaba su pelo castaño alisado, sus labios exquisitamente retocados con brillo labial que le daban un aspecto lujurioso para sus propios sentidos, se preguntaba… como se vería ella chupando una verga?.
Continuando con sus apreciaciones determino que Odette ya con 37 años de edad, estaba hecha todo un monumento de mujer, la veía fresca y radiante, su corto vestido primaveral dejaban ver sus bellas piernas y muslos que estaban para devorárselos, en esos momentos ella platicaba con su marido con una sonrisa ampliamente deslumbrante, a Julián solo podía verle las espaldas.
A don Herculano le dieron unas salvajes ganas de ingresar al local y despacharse el mismo y con sus propias manos al babosiento de Julián, para luego tomar el femenino cuerpo que desde ahora el declaraba que pasaba a ser de su propiedad, para arrancarle a la fuerza sus ropas hasta desnudarla, y nalguearla hasta pelarle el culo y sacarle sangre por haber sido tan zorra, tan puta y perra para sus cosas, y para que aprendiera a no andar haciéndole tantas mamadas a la gente.
Sus sentimientos eran encontrados, si bien la había odiado y aborrecido en el transcurso de todo ese tiempo, muy extrañamente también la deseaba, aun quería poseerla, violársela hasta preñarla, y volvérsela a violar hasta cansarse, y aun así pensaba que eso era poco, pero cuando vio la rabiosa mirada de calentura mal sana con que la miraba su leal amigo del Petronilo recordó las palabras de este mismo cuando le dijo del profundo asco que ella sentía con tal solo mirarlo, como así también recordó las nítidas palabras que le dijo ella a un policía en el mismo día de su detención: “Usted bien conoce a mi padre y a mi familia, y ahora le pregunto yo a Usted… Como se le puede ocurrir que una chica como yo podría alguna vez involucrarse con semejante tipejo!?… solo mírelo!!!… es ordinario y feo, y el solo verle esa cicatriz en su cara me producen repulsiones que me harían hasta vomitar en cualquier momento!!, si no tiene ni familia, todos en el pueblo dicen que su madre fue una prostituta y que la mataron por drogadicta en la ciudad, solo piense en eso y se va a dar la respuesta Ud. mismo…”.
Estaba decidido!!
Tenía todo el tiempo del mundo para planearlo, buscaría la instancia y la ocasión para hacerla pagar por su burlesca traición. Después de violársela el mismo, sería el negro Filomeno quien entraría en acción, el descendiente de africanos ya sabía cuál era su misión perforadora con tan suculenta hembra, y ahora su nuevo instrumento de venganza se encontraba justo parado al lado de el con su pronunciada mandíbula superior salida hacia adelante, masajeándose la verga con cara de degenerado, y perdido en la calentura por poseer el cuerpo de tan distinguida dama, se empeñaría y se encargaría el mismo de que su amigo el Petronilo preñase a tan apetitosa hembra, ese sería su mejor desquite para aquella altanera y mal criada mujer casada que durante 20 años se había dado una vida llena de lujos, mientras él se podría en una infernal cárcel capitalina.
–Suficiente… ya he visto demasiado… tenías razón Petronio la putilla esa está bien buena, veré la forma de que nos la podamos culear hasta cansarnos y que no nos pueda denunciar, jejejeje, ya se me ocurrió algo, así que junta semen Petronio, que ahí adentro de ese local está la futura madre de tus dos hijos, jajajajaja!!!…
Esa noche en que Her después de 20 años y convertido en todo un don Herculano volvió a ver a Odette en toda su magnificencia de hembra seria y felizmente casada, renacieron y se abrieron en él todas las heridas del pasado, quería venganza a bajo cualquier precio, pero esta vez no quería que nuevamente lo humillaran y lo volvieran a meter preso, por lo tanto sería cuidadoso, y como si ahora el destino estuviese de su parte y como si los planetas se alinearan de pleno en su favor, en pocos días ocurriría el acontecimiento que daría el comienzo para su tan esperado desquite.
Fueron casi 4 días de parranda en los que anduvo el ex presidiario con sus amigos, hasta que rendidos por el cansancio de las seguidas y escandalosas borracheras que se mandaron, cayeron en total estado de semi inconciencia, a duras penas pasaron a dejar a don Petronilo a su humilde morada, para luego pasar a dejar al negro a su nueva vivienda que arrendo en el pueblo, en la cual se dedicaría a realizar sus nuevas labores ahora que estaba en libertad.
Don Herculano totalmente borracho se las arregló para poder llegar hasta su casa, una vez que ya estuvo en ella solo se hecho en el viejo catre lleno de pulgas que había sido de sus abuelos y cayo profundamente dormido, en la semana tenía que ver unos asuntos con el negro Filomeno.
Aquellas juveniles voces de hembras eran como una dulce melodía que llegaban a sus oídos, el viejo Herculano creía estar en unos de sus más idílicos sueños, pero poco a poco las voces y las risas femeninas se fueron combinando con otras no tanto, estas cada vez se fueron haciendo más reales, hasta que se despertó, sumamente confundido y con un enloquecedor dolor de cabeza debido a la resaca, como pudo se paró de la cama y silenciosamente fue para la puerta de la habitación y se asomó para ver qué pasaba en la sala de estar de su casa, y fue cuando la vio por primera vez.
Su primera impresión fue de infarto, si hace 20 años había conocido a la nena más linda del mundo, esta que estaba viendo ahora en su misma casa estaba tres veces mejor. Lo malo de todo el asunto era que las chicas estaban acompañadas de dos pelafustanes que seguramente las habían llevado hasta su casa supuestamente abandonada para servírselas, los dos jóvenes bebían de sus cervezas y estaban fumando hierba, conminando a las nenas para que ellas también fumaran. Quiso escuchar más de lo que ahí pasaba:
–Vamos Ángela, convence a Jazmín para que fume con nosotros…
–Déjenla tranquila, ella ya les dijo que no quería fumar… sus padres son muy estrictos y son capaces de internarla si la llegasen a sorprender que ha fumado hierba, les contestaba Ángela a la vez que le mandaba una senda fumada al cigarrillo de marihuana…
Don Herculano seguía observándolo todo desde la puerta entre abierta de su habitación, ya caía en cuenta de que eran estos los chicuelos que tenían su humilde morada como su casa club para hacer de las suyas, estudio a la tal Ángela, se dio cuenta que la nena debía tener unos 17 o 18 años, estimo que la hembrita no era fea, pero esas raras vestimentas no lo dejaban ver nada más y eso lo confundían, la chica andaba vestida toda de negro, su pelo era azul oscuro y con chasquillas, muy blanca de cutis, y una serie de cruces y cadenas colgando que no le decían nada.
Pero ahí estaba Jazmín, una mocosa con un espeluznante cuerpo de hembra hecha y derecha, con un vestido negro que se le entallaba exquisitamente en las bondadosas y curvilíneas formas de su fina y delicada anatomía, con unos potentes y torneados muslos bien ponderados a su estatura y femenina contextura que estaban hechos para ser lamidos y besados hasta la locura, sus tetas medianamente grandes, firmes y paraditas de tamaño preciso hacían un perfecto juego con el resto de su cuerpo.
De pelo castaño claro, y de ojos entre verdosos y azulados, le daban un aspecto celestial, pero su cara, esa familiar carita de niña buena le recordaba a alguien, hasta que poco a poco se fue dando cuenta, era la misma Odette en persona, pero había algo que la diferenciaba, esta nena estaba mucho más jovial de la que él había visto solo hace 4 días, y esta era un poco más alta que la otra, era más delicada, más rica y más potente, sus marcadas y diabólicas formas en su cintura la hacían ver más antojable, más hembra, mas buenota, verdaderamente la nena estaba para comérsela así mismito y tal como estaba, decretaba finalmente don Herculano.
El viejo por un momento pensó en que se estaba volviendo loco, o sea si a Odette la había declarado una Diosa hace 20 años, esta niña de tiernos 18 añitos recién cumplidos, era un verdadero ángel en el cuerpo de una Diosa de diosas.
Mientras tanto el viejo cavilaba en su casual descubrimiento, en la sala de su vivienda los jóvenes continuaban en sus insistencia para que la bella Jazmín, probara por primera vez el estímulo de la marihuana,
–Ángela tú no te metas…es Jazmín quien debe decidir, decía un imberbe muchacho que tenía su cara poblada de espinillas… –Vamos Jazmín pruébala, yo sé que te va a gustar…
–Ay Nico…es que me da penita…yo nunca lo he hecho, y no se de los efectos que me podrían ocasionar…
Don Herculano estaba atento a todo lo que sucedía en la habitación, ya sabía que aquella endemoniada pendeja se llamaba Jazmín, pero la idea ya estaba casi clara en su mente solo tenía que confirmarlo.
La insólita situación lo tenían entre caliente y entretenido, vio que la nena finalmente se negó a fumar la droga, situación que extrañamente le agrado, esas mamadas estaban hechas para otro tipo de gentuza pero no para ella, no para “su Jazmín”, se decía inconscientemente a la vez que no dejaba de mirarla y recorrerla con su calentona mirada, aquella juvenil y curvilínea chica lo tenían en un agradable estado de excitación.
Luego de unos minutos de mantenerse observando lo que ocurría en su misma casa, vio como Ángela se comenzaba a besar con uno de los jóvenes, mientras el otro pendejo de las espinillas intentaba por todos los medios seducir a Jazmín, para hacerle cualquier tipo de cochinada, poco a poco unos extraños celos se comenzaron a apoderar de su temperamento y cuando vio que la chica se abrazaba al feliz muchacho para darse un beso en la boca, el viejo salió de su lugar para darle el susto de sus vidas,
–Y quien les ha dado permiso para entrar en mi casa!!!, les grito con su tremendo vozarrón, una vez que dejo ver su gruesa y tosca humanidad.
Uno de los jóvenes aunque temeroso de aquel obeso hombre con cara de delincuente que osaba interrumpirlos en su jarana, quiso quedar bien ante las asustadas chicas,
–Y quien eres tu vagabundo de mierda…agradece que no te vimos antes porque o si no…
El pobre muchacho no alcanzo a terminar lo que estaba diciendo, cuando fue agarrado por el pescuezo y arrimado contra una de las murallas pintadas con grafitis,
–Pues yo soy el dueño de casa pelmazo de mierda… y me llamo Herculano, te queda claro pendejo bueno para la paja…, le decía en forma amenazante y con su mano peluda rodeando todo el cuello de casi asfixiado chico, en su defensa salto el que tenía la cara con espinillas, quien no alcanzo a hacer nada ya que un rápido y certero guantazo en el rostro lo dejo fuera de combate y lloriqueando como una niña, a su lado callo su amigo recién tomando las primeras bocanadas de aire, las aterrorizadas hembras estaban agachadas y abrazadas en un rincón aun no eran conscientes de lo que estaba ocurriendo, ellas jugaban en esa casa desde que eran niñas, y nunca habían escuchado que aquellas tierras tuvieran algún dueño…
El viejo se acercó a los espantados chicos con sus manos empuñadas, como si les fuera a dar la zurra de sus vidas estos trastabillando y casi gateando se arrastraron hacia la puerta de salida y apenas pudieron salieron corriendo como si hubieran visto al demonio, las jóvenes hembritas quedaron desamparadas,
–Jajajaja!!! Y ustedes dos…a ese par de maricones tienen por novios?…jajaja, son incapaces de ni defenderlas de un pobre viejo como yo, jajajaja, y que harían ustedes si yo me las violara, las espantadas chicas estaban mudas sobre todo con esto último que estaba diciendo ese obeso monstruo que había aparecido desde la otra habitación de la casa, el viejo inspeccionaba los bolsos de las chicas, en donde encontró unos diminutos bikinis de baño…
–Y que mamadas son estos? Les pregunto mientras los olía…
Ángela que era un poco más valiente que Jazmín, se atrevió contestar,
–Son trajes de baños…señor…
–Así está mejor…pero dime don Herculano… así me llamo, te queda claro cara de Morticia!?, jajaja!!! Y donde se supone que van a bañar?, seguía interrogando a la vez que se abría una lata de cerveza y se la bebía…
–Pensábamos bajar al rio…después de fumarnos unos cuantos…
–Y quien les dio permiso para bañarse en mi propiedad!?
–Discúlpenos señor no sabíamos que Usted era el dueño…
–Pues ahora lo saben!… así que me deben!!…a parte que los muy frescos se estaban bebiendo mis cervezas…
–Señor le juro que se las pagaremos, pero por favor no nos haga daño, intervino Jazmín con sus ojos y voz suplicantes…
El viejo quedo hechizado con solo saber que la exquisita muchacha se estaba dirigiendo a él…
–Y a ti quien te dio permiso para hablar? pendeja caliente!…te vi cómo te estabas besando con aquel maricon que te acaba de dejar botada…
–Yo no me estaba besando señor…lo que pasa es que él me estaba pidiendo ser su novia, snifffs…
–Pues no tienes mi permiso para ser su novia!!! Le rugió como un oso en la misma cara de Jazmín, quien fuertemente cerró sus ojos y recibió en su rostro todas las babas que botaba el iracundo vejete,
–Usted no puede prohibirme nada…mis padres son…
El viejo se la jugo de todo a nada….
–Yo puedo prohibirte lo que quiera pendeja!… conozco muy bien a tus padres… tu eres la hija de Odette y Julián verdad?
–Ehhh siii, y como los conoce?
–Soy muy amigo de ellos pendejita rica… y estoy pensando en estos mismos momentos de ir a contarles que su hijita se viene a drogar a mi casa con su amiga la Morticia, y que crees tú que opinaran ellos?…vamos ricura dímelo…
–Yo no soy la Morticia viejo asqueroso…y para que Usted sepa soy gótica…ayyyy!! Suéltemeee!,
Don Herculano al ser interrumpido por Ángela, la tomo de las mechas e hiso que ella se pusiera de pie, para asestarle un fuerte tortazo en rostro que la dejaron paralizada y sin ganas de seguir opinando…
–Plaffff!!! Le sonó en el rostro el fiero guantazo que le propinaron por insolente, –Cuando don Herculano está hablando nadie le interrumpe!!! , Te queda claro pendeja con cara de vampira!!!, jajajaja, –Y para que tu sepas también conozco a tus padres, le mintió don Herculano, –Así que desde ahora me empiezan a respetar el par de pendejas mal paridas, jajaja!!!, o quieren que me las zurre ahorita mismo por mal criadas y por no portarse bien?!!!, les dijo a la vez que se comenzaba a sacar su grueso cinturón de cuero,
–Es usted un viejo aprovechador!!… y no le creo nada eso que usted conoce a mis padres, ellos no se mezclan con gente de su clase…le iba diciendo Jazmín al vejete mientras se ponía de pie y en forma altanera seguía con su afrenta, –Si me toca un solo pelo sabrá quien es mi familia… la gente como Usted da asco y no deber… Plafffff!!!, la chamaca fue acallada de un solo charchazo en la boca, el más fuerte y con más odio dado por el vejete en el transcurso de esa tarde, don Herculano vio en ella a Odette la misma tarde en que lo metió preso injustamente, Jazmín cayó al suelo, y se dio cuenta que el fiero vejete no le habían importado para nada sus amenazas, ahora sí que estaba más asustada que nunca, y cuando el viejo se proponía en descargar su odio ahora contra el inocente cuerpo de Ángela, esta comenzó a suplicar…
–Noooo… por favor don Herculano!!… no nos pegue plisss…nos portaremos biennnn…snifff, ahora era Ángela quien rogaba y comenzaba a llorar de miedo, el viejo al verlas a las dos hembras llorando y humilladas se calmó un poco, odio haber tenido que golpear a su Jazmín, pero su madre tenía la culpa de todo, así que tomo un poco de aire,
–Jejeje así está mejor Morticita rica…, escúchenme bien par de trolas de mierda, que les quede claro que desde hoy me pertenecen, jejeje… ahora las voy a dejar para que sigan en lo que estaban… desde hoy mi casa la pueden usar para venir a fumar sus porquerías y beber cervezas a su antojo, yo no las acusare, como también están autorizadas para bañarse en el rio, pero solo ustedes dos solas, no quiero que me traigan pelafustanes, porque les juro que si lo hacen les voy a pelar el culo a correazos a las dos, o acaso no sienten miedo a que se las culien, jajajaja!!!, y cuidadito con ir a contarle a sus padres, porque ahí las únicas que perderán son ustedes, pues a ellos no les gustara saber en las condiciones que las pille con esos dos patanes amariconados, así que ahora partieron a bañarse, que yo tengo que ir ver un negocio en el pueblo, jejeje, junto que decir lo último el vejete se retiró dando un certero portazo.
El viejo se fue pensando en que si él se las hubiese querido violar a las dos juntas lo hubiera hecho, pero lo de andar violando a pendejas calientes no era lo de él, ahora sabía que a Jazmín tendría que poseerla si o si, de la Morticia se daba cuenta que caería solita, pero la hija de Odette era altanera y orgullosa por lo tanto decidía que ella pasaba a ser su plato de fondo y este se debía ir cocinando a fuego lento para que cuando la pendeja se tuviera que acostar con el todo fuera aún más delicioso, ya tenía la receta en sus manos, y con la puta de su madre otra seria la historia.
–Estas bien?, le consulto Ángela a Jazmín, una vez que se limpió las lágrimas…
–Si…ese hombre me da miedo, y quién es? De donde apareció?
–Pero si el mismo lo dijo…es don Herculano…
–Te dolió cuando te pego?,
–Sí, pero no importa, yo tuve la culpa no debí haberle contestado…
–Como que no importa?, le consulto una escandalizada Jazmín a su amiga, –Si se atrevió a golpearte!?
–No seas tonta mira, de verdad que el Nico con el Rene ya me aburrían, y don Herculano nos tiene un refri lleno de cervezas, ya no será necesario recurrir a ellos para que nos compren, y la hierba, por aquí crece sola, jijiji…
–Tu sí que estás loca Ángela!…a ese hombre ni siquiera le conocemos, tiene una mirada extraña, y cuando me hablo cerca de mi cara le vi una horrenda cicatriz en su rostro, de seguro que es un delincuente…
–Pero dijo que conocía a nuestros padres…
–Solo lo dijo para asustarnos…mira si tú quieres venir a bañarte y a fumar es asunto tuyo…lo que es yo me largo…
–Está bien amiga, pero no te sulfures…y donde nos bañaremos ahora?, si esta era la mejor parte y nadie nos molestaba?, le iba diciendo Ángela a Jazmín cuando ya se retiraban…
–Ahí veremos pero yo no entro más a esta casa…
–Entonces prométeme que nos vendremos a bañar igual…
–No lo sé… no lo sé… quizás pero cuando ese hombre ya no lo veamos por aquí…
Ángela se apuró un poco y se interpuso en el andar de su amiga,
–Jazmín!… recuerda lo que nos dijo, que si no nos portábamos bien nos iba a zurrar…quieres eso?, quieres que él vaya y te acuse a tus padres que estábamos fumando hierba, porque aunque les jures que no lo hiciste no te lo creerán, además que don Herculano ya nos dijo que podíamos usar su casa cuando quisiéramos. Ángela noto que su amiga se lo estaba pensando, –Ves si después de todo no debe ser tan malo, solo se enojó porque le estábamos usando su casa…
–Lo pensare pero no te prometo nada, ese viejo me da asco… le contesto la asustada Jazmín a su amiga, mientras apuraba su paso para llegar lo más pronto posible a su casa.
Pasaron algunas semanas después de lo sucedido, fueron incontables las veces en que Ángela intento convencer a Jazmín para que fueran a bañarse a los terrenos de don Herculano, pero la nena se negaba rotundamente a volver por esos lugares, hasta que una tarde la joven gótica por fin la pudo convencer,
–Solo iremos a bañarnos…yo no pienso poner un solo pie en aquella miserable vivienda, le dijo Jazmín a su amiga…
–No te preocupes Jazz, solo será un ratito, nos damos unos buenos chapuzones y nos venimos de regreso, además que al viejo ese ni siquiera lo he vuelto a ver, se me hace que eso de que él era el dueño de la casa solo fueron mentiras para asustarnos.
Cuando pudieron pasar por debajo de la alambrada, bajaron por un sombreado sendero, ya casi se escuchaba el estruendo de la corriente del agua, las nenas ya iban más confiadas, y cuando ya se disponían a sacarse la ropa para quedar en sus diminutos bikinis, lo que vieron fue espeluznante y a la vez desquiciantes para sus juveniles temperamentos.
(30 minutos antes)
Don Herculano esperaba noticias del negro Filomeno, este le había pedido que le diera solo unas semanas para tener todo listo, en la ansiosa espera el vejete se lo pasaba bebiendo en el desorden de su mugrosa vivienda, pero aquella tarde era de una angustiante calor, recordó al par de pendejas que había asustado hace algún tiempo, sabía que aparecerían en cualquier momento, pensando en ello decidió que bajaría al rio a darse unos buenos chapuzones, tal como lo hacía cuando era pendejo (así pensaba ahora)…
Nado unos buenos minutos, el pozón que se formaba era perfecto para ello, intentaba quitársela de la mente pero no podía, la impresión que le había dejado la hija de Odette habían hecho que el solitario viejo deseara ahora con más ímpetu aun concretar su venganza con la familia de la pendeja con cuerpo de Diosa, y pensar que el podría haber tenido una hija o un hijo de esa misma edad, eso lo entristecía, pensando en esto se salió del agua y se fue a tirar en una sombra, estaba desnudo y no le importaba quien le iba a decir algo si todo a su alrededor le pertenecía, de pronto cayo en cuenta en que estaba sentado en la misma parte en donde hace ya más de 20 años había estado con su amada Odette, la recordó como era ella en aquellos tiempos, sus dulces 17 años, sus piernas y cuerpo perfecto, ahora se maldecía por ni siquiera haberla manoseado, la recordó tal como estaba ahora toda una dama de alta alcurnia, y lo mejor de todo… con deudas.
Extrañamente se comenzó a excitar, se maldijo por aun desearla, se maldecía por odiarla con todas sus fuerzas, pero sabía que el ya no podía ser bueno y confiado, esa mujer lo había cambiado, llevo su mano a su verga y se la comenzó a frotar imaginando a Odette desnuda y a su lado…y bueno también muchas cosas más…
Ángela y Jazmín se quedaron sin habla, ahí estaba el viejo Herculano masturbándose al aire libre, por lo que se agacharon rápidamente y aunque ellas querían no podían dejar de mirarle la verga, hasta que Jazmín más asqueada que excitada le dijo a su amiga que ella se retiraba,
–Ese viejo degenerado se está tocando su cosa, le decía bajito a su amiga…
Ángela miraba la función con sus ojos vidriosos…
–Shhh…silencio que no nos vea…
–Ángela!, no me vas a decir que te gusta lo que estás viendo…
–Es solo un pobre viejo masturbándose, anda no seas boba y miremos un ratito…
Las nenas siguieron mirando por un rato, lo veían con su rostro descongestionado por la calentura, moviendo su mano rápidamente de arriba y hacia abajo, su gruesa verga llena de pelos encrespados desde la base y los testículos apuntaba directamente hacia los cielos, su panza y pecho también estaban poblados de gruesos pelos entre canosos y negros, en definitiva don Herculano era peludo por todos lados.
–Ángela creo que me voy para mi casa, ver eso me repugna… no entiendo cómo te puede gustar mirarlo…
–Solo le veo la verga tonta…como se te ocurre que me va a gustar semejante vejestorio, si ni siquiera tiene dientes, la gótica con su vestido negro y sus cruces colgando se mordía el labio inferior mirando la caliente escena. Y en efecto en la cárcel don Herculano había perdido toda su dentadura a la falta de dentistas al interior del penal, solo habían sacamuelas como les llamaban a los reos que se ofrecían a socorrer a los adoloridos pacientes al interior de la cárcel.
El viejo quien se mantenía el plena paja, advirtió los cuchicheos que provenían desde muy cerca de donde él estaba, simplemente fue bajando su ritmo, hasta que las pudo ver parapetadas en un arbusto y mirando como él se masturbaba, situación que lo calentaron aún más, estuvo a punto de derramar sus lecherazos en el aire, pero decidió darse un descanso a ver qué pasaba con aquellas pendejas mironas.
–Ángela yo me voy…si tú quieres…
–Vete yo te sigo en un instante, le decía Ángela frotándose una pierna con su manita llena de anillos raros…–Solo esperare a que termine… Ufff que grande la tiene…mira esas venas hinchadas Jaz dime que no te gustaría pasar tu lengua por ellas…Jaz te estoy hablando mujer…Jazmín!…Jazmín!…
Ángela recién se dio cuenta que su amiga se había ido y cuando volvió su excitada mirada hacia donde el viejo obeso se corría una paja de campeonato, lo vio que este ya se había puesto sus pantalones y venia hacia donde estaba ella, la calentura sele paso en el acto y su cuerpo empezó a temblar de miedo por lo que el vejete pudiera hacerle si es que este se había dado cuenta de que lo había estado espiando.
–Hola Morticia, jejeje y que haces por aquí lindura, le dijo el viejo, y mirando hacia todas direcciones le pregunto, –Y tu amiga no vino contigo…
–Ehhh no, yo acabo de llegar…solo quería darme un baño don Herculano, como usted nos había dado permiso pensé que…
–Pues báñate pendeja, y dime desde hace cuánto rato que estas aquí…
–Como le dije… recién llegue, no me había dado cuenta que Ud. Andaba por aquí… y gracias de todas maneras pero creo que mejor me voy, no quería molestar…
–Que te bañes te dijeee!!, le grito el viejo que a estas alturas ansiaba ver el cuerpo semi desnudo de la chica gótica…
Ángela solo le contesto,
–Está bien…está bien…me bañare un ratito pero luego me voy ehhh…
–Claro que si lindura solo un ratito, jejeje…
La chica comenzó sacarse sus cruces y todos los artilugios que antecedían a su extraña vestimenta, luego muy nerviosamente continuo con sus negros botines, el vejete estaba expectante, ahora que la veía a plena luz del día se daba cuenta que Ángela también era una joven de por si exquisita, un poco rara para vestirse pero totalmente encamable, y con ese pelo azul y su extraño maquillaje vampiresco le daban una misteriosa belleza que el desconocía.
La nena desabotono su vestido con parsimonia mirando de reojo al viejo ese que deseaba verla bañándose, notaba la calentona mirada de sus ojos en su cuerpo, se estaba poniendo más nerviosa de lo que ya estaba, en el momento en que Ángela retiro su vestido hacia arriba, dejando a la vista su esplendorosa figura de adolescente amazona solo vestida con un diminuto bikini rojo, el viejo estuvo a punto de violársela así mismo como estaba de pie.
A don Herculano casi se le salieron los ojos, habían sido 20 largos años, en que ni se había imaginado un cuerpo como aquel, ninguna de las putas que por años trabajaron para el al interior de la cárcel, se gastaba un cuerpazo como el que estaba viendo solo aun metro de él, la vio con su pelo azul oscuro, la sombra de sus ojos la hacían ver coma una real y verdadera hembra vampiresa, era la verdad se decía para sus adentros, ahora no se estaba burlando, sus uñas pintadas de negro realzaban el albo color de su piel, esta no era una Diosa, era un verdadero y exquisito demonio hecho para dar placer a los pecadores, y él estaba dispuesto a probar ahora mismo lo que la tal Ángela poseía al medio de sus hermosos muslos,
–Creo que me daré una bañadita, jijiji la chica se había dado cuenta que el viejo ese no podría tener buenas intenciones con ella…
–Espera aun no!, mira ahí en aquella sombrita tengo algunas cervecitas… que tal si vamos a beber, jejeje…
La gótica sabía que no debía, pero también sabía que más peligroso seria negarse, ya que aún recordaba cuando el viejo se la había tostado por insolente…
–Está bien…pero solo una…yo no estoy acostumbrada a beber, don Herculano sabía que la pendeja mentía, pero no le importaba…
Una vez que llegaron al mismo lugar en donde el viejo se había estado masturbando y ya sentados en el pasto, le paso una lata a la nena, y abrió otra para él, se la bebía sin dejar de comérsela con la mirada, Ángela estaba arrepentida de no haberse marchado con Jazmín, la pobre chamaca a pesar de ser una nena de moda alternativa y sin perjuicios se encontraba viviendo una pesadilla, don Herculano solo hace algunos minutos que la estaba tocando en sus piernas sin dejar de mirarla.
La gótica siempre se había jactado de ser una chica liberal, hasta le había mentido a su mejor amiga contándole que ella ya había tenido relaciones con algunos chicos, y la verdad era que la pobre Ángela era virgen, era totalmente inexperta en el sexo.
El viejo que también estaba nervioso de calentura y ganas de abalanzarse sobre aquel cuerpo de 18 años, encendió un cigarrillo para darle tiempo a la hembra de que asimilara en su mente lo que en pocos minutos le iba a suceder, a la vez que notaba su piel como se erizaba al estar en contacto con sus dedos.
La chica no estaba clara de lo que realmente quería el vejete de ella, o sea sabía que corría un riesgo inminente a que se la violaran, pero extrañamente al recordar la verga que se gastaba le hacían sentirse confundida, pero en el momento en que el vejete fue acercando su mano por sus blancos muslos y en dirección a la tela que protegía su vagina, le vio sus ojos que parecían los de un lobo hambriento de carne fresca, mientras también lo veía que se lamia asquerosamente sus gruesos labios.
Automáticamente la gótica llevo su mirada a la verga del vejete y vio como esta lentamente se empezaba a parar por debajo del pantalón, don Herculano se percató de lo miraba Ángela…
–Tócala!!, le ordeno con su gruesa y grave voz,
La nena lo quedo mirando con ojos expectantes, moviendo su cabeza en forma negativa, las palabras no le salían y la boca se le había secado, su lata de cerveza aún estaba llena…
–Que la toques mierdaaaa!!!, le volvió a gritar tomando el mismo la mano de la chica y haciendo que se la agarrara de lleno, la gótica ahí supo que lo que don Herculano ordenaba esto se tenía que cumplir…–Siéntela pendeja porque ahora sí que vas a saber lo que es recibir verga de verdad, jajajaja!!!
Ángela temblaba de miedo, el viejo prácticamente le estaba confirmando sus temores, se la iban a violar en un descampado, sus ojos se llenaron de lágrimas de pánico, ya no era la nena valiente que no le temía a las reacciones de los hombres, ella sabía manejarse con chamacos de su edad y nunca imagino estar en tales condiciones con un vulgar viejo carente de dientes y cincuentón, que su ansiosa mirada de lujurioso deseo más la aterraban.
El viejo bebiéndose su último trago de cerveza arrojó ambas latas hacia un lado a la vez que él se tumbaba de espaldas en el pasto, tomo a la asustada chica de los brazos y la atrajo hacia su ancho pecho poblado de gruesos pelos canosos, clavándole su herramienta en el vientre de ella, mientras le retiraba el sujetador le consulto mirándola a sus asustados ojos,
–Te han metido alguna vez una buena verga de verdad pendeja?
Ángela sintió en sus narices el hediondo aliento a boca desaseada, a la vez que se percataba que el viejo solo tenía sus dos colmillos por dentadura.
–Noooo!!!, le pudo contestar al fin…
–No me mientas Morticia…te vi la cara de puta con la que me mirabas cuando me estaba pajeando, jejejeje… eso me dice que eres buena para la verga…así que dime la verdad!!!!, a don Herculano mas se le paro cuando sintió las desnudas y juveniles tetas de Ángela comprimirse contra su pecho.
–De verdad don Herculano…sniffs…nunca me lo han hecho…por favor no me viole…
–Jajajaja, claro que no te voy a violar pendeja buscona, vamos a culiar que es distinto, le decía mientras que con una mano la sujetaba de su cintura con la otra se sacaba los pantalones, para seguir diciéndole muy cerca de su cara,
–No te darás ni cuenta cuando tu solita te estarás clavando en mi verga, jajaja!!, arrojándola hacia un lado de su obeso cuerpo le dijo, –Miraaaa!!!, lo que vieron los asustados ojos de la antojable nena gótica fue un miembro enorme y muy gordo lleno de venas multicolores que pulsaban rápidamente producto del aceleramiento de la presión sanguínea. Desde donde había estado mirando anteriormente no había dimensionado su tamaño y grosor, noto que esa verga gruesa y nervuda mas se parecía a la de un caballo que a la de los hombres que ella había visto en algunas películas pornográficas, por lo menos esta debía medir unos 23 centímetros le calculaba la asustada pendejita, nunca en su vida había imaginado una herramienta de carne tan descomunal.
La nena al estar tan cerca de aquel monstruoso falo, cayó en un verdadero estado de pánico, sus tímidas lágrimas se transformaron en llanto,
–Buuaaaaa…no don Herculano…sniffsss con esa cosa me va a destrozar…buaaaahhh!!!! Sniffsss sniffsss….
–No llores mierdaaaaa!!!! que ni siquiera te la he empezado a meter, deja tu estúpido llanto cuando verdaderamente la estés sintiendo en la zorraaa!!! Jajajaja!!!!
–No me lo haga…por favor…sniffssss, seré buenita y me vestiré normal…pero no me la vaya a meter buaaaaa!! Snifffsss… sniffssss…
–Déjate de estupideces y tócamela estúpida!!! ya verás que te va a gustar!!!, le ordenaba el vejete con su voz ronca, mientras el mismo le limpiaba la cara con sus toscas manos, esto hiso que la desafortunada joven se sintiera un poco más segura, volvió a poner su mirada en la cosota que le estaban solicitando que ella atendiera, el vejete ya le estaba sobando una teta.
Tímidamente acerco sus manos temblorosas, ahora que la tenía cerca le daba miedo tocarla, cerro sus ojos y se dio fuerzas hasta que al fin se
la agarro, la sintió caliente, húmeda y durísima como si estuviera agarrando el palo de un hacha, miro al vejete y lo vio con sus ojos enrojecidos, este la miraba como si verdaderamente se la quisiera comer, la pobrecita y asustada chica solo se quedó agarrada a la estaca de carne sin saber qué hacer.
–Y qué esperas pendeja!?, empieza a pajearme!, con semejante tranca que me gasto te tienes que acostumbrar a ella!!, jajaja, vamos… hazlo!! yo sé que tú puedes!!, jajaja… diciéndole esto último a la avergonzada chiquilla puso sus manazas sobre las de ella y le obligo a que comenzara a subirlas y bajarlas, Ángela quien se encontraba de rodillas masturbando la estaca de don Herculano, y ya pasado unos buenos minutos, no supo en que momento el vejete había retirado sus manos, y ahí se encontraba practicándole ella solita una desvergonzada masturbación a un viejo que podía ser su abuelo y que para rematarla ni siquiera conocía, la paja continuaba frenéticamente.
A la curvilínea y portentosa joven gótica al parecer ya se le había pasado el miedo, la masturbación que le estaba propinando a don Herculano era de campeonato, pero aun así le daba algo de asco cuando le veía a la punta bajarle el pellejo, dando paso a que sus ojos miraran el glande azulado, ya notaba que sus manos y la cosa del vejete olían fuertemente a meados y otro tipo de sustancia que no pudo definir, y que sin que ella se diera cuenta esos prolíficos olores le atraían, ahora gracias a sus fuertes y rítmicos movimientos manuales se la sentía más dura y más recia que antes, cada vez que miraba al vejete como queriendo preguntarle con su mirada si es que lo estaba haciendo bien ,veía a este sonreírle en forma desvergonzada mostrándole solamente sus dos únicas piezas dentales amarillentas, hasta que escucho nuevamente lo que le tocaba hacer,
–Ahora… chúpamela Morticia!!, límpiame la verga con tu lengüita!!!,
–Me llamo Ángela… escucho!!?, la gótica ya estaba entrando en confianza con el vejete, además que no le gustaba que le tratara de Morticia.
La nena acerco su cara a la verga, en esos momentos tenia toda la intención de chupársela, pero al ver la verga con algunos gruesos y encrespados pelos pegados en el glande, y ese desagradable y fuerte olor a orina, le dieron una profundas arcadas, el vejete al percatarse de esto se semi inclino para decirle en forma aireada,
–Y que te pasa ahora zorraaaaaa!?, acaso no me la quieres chuparrrrrr!!?
–Es que me da asco… su cosa esta muy hedionda, por favor ya déjeme ir…
El viejo automáticamente se puso de pie con cara de estar muy enojado, la arrojo sobre el pasto, Ángela se contorsionaba y retorcía pataleando en todas direcciones en señal de proteger su cosita de la ansiosa mirada de degenerado que tenía ese tal don Herculano, prácticamente a puros tirones le arranco la parte de abajo del bikini, dejando a la gótica totalmente desnuda, quiso pegarle para que aprendiera a obedecer, pero cuando su tosca mirada tropezó con aquel sedoso triangulo de tiernos pelitos negros y brillosos quedo íntegramente hechizado, como pudo le tomo las piernas abriéndoselas de par en par, sin importarle el dolor que le causaba a Ángela, para luego ir acercándose a la apretada y virgen zorrita y proceder a olerla, el aroma que desprendía la tierna panocha de la joven gótica era para enloquecer a cualquier hombre, la oloroso hasta el cansancio, una vez que sus narices estuvieron impregnadas de aroma a hembra solo dijo,
–Ahhhh… que rico hueles aquí abajo lindura, de verdad que huele a hembra caliente y sedienta de verga, jejeje, diciendo esto último abrió su bocota babeante y lentamente se fue acercando a esa apetitosa y frágil panochita para comenzar a devorársela a su total antojo, se dio a lamerle el tajo hasta el cansancio, el viejo estaba fascinado nunca en su vida había chupado una zorra, esta era como su primera vez, se la chupaba, se la lamia y se la escupía, para luego explorársela con sus gruesos dedos de campesino, todo era mágico para don Herculano, por primera vez iba disfrutar de una mujer que no fuese puta, y lo más importante: estaba solo a minutos de ser él… Herculano Pincheira quien iba a descartuchar a una joven hembra gótica que tuvo la mala suerte de cruzarse por su camino, estaba en un sueño del cual no quería despertar nunca jamás.
Ángela sentía repulsión por todo lo que le hacían ahí abajo, solo a unas cuartas de donde estaba su ombligo, hiso un esfuerzo por controlar sus nauseas,
pero lo que no sabía la pobre jovencita era que lo peor estaba por llegar.
Cuando don Herculano por fin se cansó de sorber jugos, chupar, lamer y
jugar con su nunca antes penetrada zorrita le alzó las piernas doblándoselas y haciendo que se quedara con ellas abiertas, para empezar a montarse sobre su curvilínea anatomía con claras intenciones de meterle aquella monstruosidad de verga que ahora la tenía más tiesa y parada que nunca.
La gótica al notar que el vejete se le estaba montando para convertirla en su mujer instintivamente comenzó una frenética lucha para defender su virginidad, pero más que eso era el tremendo pánico que sentía al solo imaginarse estar siendo penetrada por semejante animal, el vejete que ya estaba caliente al máximo no iba a dejar pasar esa oportunidad y ya estando montado cómodamente sobre su blanco y curvilíneo cuerpo, le aplico dos severas cachetadas en el rostro, estas fueron tan bestiales y dolorosas que la nena automáticamente se quedó paralizada y shokeada esperando sin saber lo que iba a suceder…
–Ahora vas a saber lo que es culear con un verdadero macho caliente pendeja con cara de muerta!!!, jejejeje, así que déjate de pendejadas, ya estás en edad de ser gozada por un hombre de verdad putaaaa!!!,
–No… por favor don Herculanooo no me violeeeee… snifssss…
–Yo no te estoy violando pendejaaaa!…fuiste tú solita la que se vino a meter a mi propiedad, nadie te forzooo!… y vi como tú y la otra putaaa me miraban la verga escondidas detrás de un arbusto, así que no seas zorra para tus cosas, jajaja!!…viniste por verga…y verga tendrasss!!, jajajajaja!!!!!
Ángela noto como el viejo una vez que dijo esto último ubico la cabeza amoratada de su herramienta justo en la entrada de su virginal panochita, este sin esperar nada más solo comenzó a empujar con fuerzas y sin consideraciones.
A cada a empujón su enorme tranca parecía destrozarla por dentro, pero de pronto sintió que el dolor se hacía cada vez más intenso e insoportable, la dolorosa sensación en su vagina era que la estaban rompiendo por dentro, el vejete hacia fuerzas desmesuradas por meter su herramienta lo que más pudiera adentro de esa apretada panocha que se negaba a recibirlo por completo, ambos cuerpos sudaban, el suplicio para Ángela ni siquiera comenzaba aun, don Herculano volvió a acomodarse en los abiertos y blancos muslo de la gótica, le miro sus ojos negros y su cabellera azulada, el rímel ya se le había corrido y se desparramaba por la asustada lozanía de su cara, hasta que ella lo vio cerrar sus ojos como si este viejo asqueroso se concentrara en algo, y fue cuando lo sintió entrar,
–Nooooooooooooooooooooooo!!!!!, fue el primer desgarrador grito que se sintió a las orillas del rio, el viejo empujo firme y en forma salvaje alojándole su verga al interior de su cuerpo en toda su extensión, su virgen vagina ya no lo era, se lo había comido todo, –Ahhhhhhhhhhhhyyyyyyyyyyyy…que me doliooooooo!!!! Saqueloooooo!!! Buahhhhhhhh!!!! Buaaahhhhhh!!!! Ayyyyyyyyyyy!! Ayyyyyyyyyy!! No por favorrrrrrr!!!! Sniffsssssssssss! Snifsssssssssssssss!!!.
Ángela lloraba con su carita desencajada por el inmenso dolor que le causaba el sentir su coñito abierto y ensartado por una verga que le llegaba hasta la misma altura de su cintura.
–Cállate zorraaaaa!! Y acepta el dolor de la vergaaaaa!!! Jajajaja!!! Eres mía pendeja, te cabo de convertir en mi mujer, jejejeje… Te juro que desde ahora te encantara que te meta mi tranca…, el viejo le decía esto con todo su cuerpo echado hacia adelante, sintiendo en su verga la exquisita sensación en que el joven coño de Ángela le abrazaba su herramienta, –Ohhhhhh… era verdad lo que me decías pendejaaa!… tu coño me aprieta la verga en forma exquisita Mmmmmm… , el viejo lentamente empezaba a hacer unas especies de círculos con su cintura pero siempre empujando hacia adentro, para luego seguir envileciendo a la asustada chamaca, –Ahora acostúmbrate cosita que luego nos comenzaremos a mover fuerte, Ohhhh! Ahhhhhh!! Que delicia es estar adentro de tu cuerpo mi reinaaaa, le decía el salvaje de don Herculano, quien ya se había comenzado a mover lentamente, para ir agarrando ritmo y fuerzas a medida que metía y sacaba.
El viento mecía la copa de los árboles, el paisaje de por si era paradisiaco, la corriente del rio seguía por su cauce y a orillas de este una joven de 18 años estaba culiando con un viejo de 51, ella debajo de él, y el montado sobre ella dando su vida por aquella desquiciante cacha que se estaba pegando con una exquisita chica gótica.
El vejete seguía penetrándola con todas sus fuerzas, y el dolor no desaparecía del cuerpo de Ángela, a estas alturas su vagina se le había dormido de tantos feroces espolonazos, la nena solo se dejaba hacer, llorando en silencio y con su manita y deditos semi doblados en su boca no daba crédito a lo que le estaba sucediendo, sentía sobre su figura el pesado cuerpo de don Herculano que no cesaba en sus furiosas arremetidas, se quedó quieta intentando controlar su respiración, deseaba que aquel doloroso martirio terminara cuanto antes, aunque a estas alturas el vejete estaba tan metido dentro de su cuerpo que sentía los latidos de la verga al interior de su estómago, como también sentía sus testículos como le rozaban su apretado esfínter, la nena estaba clara que la habían abierto por completo.
Don Herculano aserruchaba firme, sentía el aroma de su pelo y de su piel, por ningún motivo pensaba en parar la faena copuladora, la pendeja estaba realmente exquisita, y él se había prometido que nunca más tendría consideraciones antes de poseer a alguna mujer, ya que si se les trataba bien estas se comportaban como una verdaderas zorras, y les daba por hacerles pendejadas a los hombres, así que determinaba que estaba muy bien lo que le estaba haciendo a Ángela, con esto último redoblo las fuerzas y los empujes hacia el afiebrado cuerpo de la nena.
De pronto el viejo se tomó un descanso pero se la dejo totalmente envainada, Ángela al saberse ensartada a cabalidad se sintió extraña, sentía la verga del viejo como si fuese un animal con vida propia que se movía dentro de su cuerpo, al estar totalmente ensartada por su vagina, de pronto imagino que la verga se hinchaba cada vez más y más, el vejete nuevamente había vuelto a sus enloquecedores movimientos de mete y saca, haciéndolo una y otra vez, así estuvieron por largos minutos, lo que sentía la gótica en esos momentos era algo totalmente nuevo para ella, ya no sentía dolor, sentía que mientras más fuertes fuesen los vergazos que le daban, más gustillo sentía al interior de su zorrita, Ángela no quería reconocerlo pero era su propio cuerpo quien en esos momentos le decía lo muy rico que se la estaba culiando un viejo que apenas conocía.
Don Herculano se la estuvo culiando por un buen rato, la follada ya iba como para los 45 minutos por lo menos, y Ángela ya se movía al mismo ritmo con que le empujaban la verga para adentro, mientras más firme ella empujara contra la verga más rico y delicioso era el placer que le otorgaba su sistema nervioso, de pronto sintió una sensación de como si se le fuera a parar el corazón, era algo desconocido, como una poseída empezó a menear su cuerpo en forma acelerada jadeando y gimiendo como una vulgar puta, el vejete babeaba de gusto y calentura, la pendeja ya culeaba como una verdadera mujer y él era el causante de ello y quien le había enseñado, junto su bocota de depredador junto a los morados labios de la chamaca, quien lo recibió con un exquisito beso con lengua, don Herculano no era un besador innato, pero viendo la desesperada forma en que Ángela metía su lengua dentro de la boca de él solo comenzó a hacer lo mismo, aquella juvenil boquita de 18 años sabia a menta, y era verdad.
Ambos amantes no se daban cuenta de la forma salvaje en que se estaban dando, don Herculano como pudo fue dando vuelta el cuerpo de la muchacha, hasta que quedo ella montada sobre la redonda y prominente panza peluda del vejete,
–Lo ves putaaaaa! Yo sabía que te iba a encantar la vergaaaa!!!, la gótica casi no lo escuchaba solo estaba concentrada en moverse y refregarse bien refregada la verga del viejo en su ensangrentada conchita, sus tetas saltaban exquisitamente al mismo ritmo en que la nena hacia sus movimientos de placer haciendo enloquecedores círculos, su cintura se movía desquiciantemente como una acordeón, combinando con firmes subidas y bajadas de caderas para luego hacer unas diabólicas ondulaciones como queriendo sacarse aquella deliciosa estaca de carne por la boca.
El viejo comenzó a darle unas fuertes estocadas hacia arriba, ensartándola con ferocidad…
–Mmmmfssss, gesticulaba a duras penas la diabólica muchacha…
–Te gusta zorraaaaaa!!! Te gusta que te lo hagannnnn!!!
–Siiiiiii… es muy…ri cooooooo…que a una se la cu…liennnn!!!…, le confirmaba la transpirada gótica sin dejar de menearse.
–Jejejeje…yo sabía que te iba a gustar mi vida…desde hoy eres mi hembra…quiero que vengas día por medio a acostarte conmigo…lo harás ricura?
–Siiii don Herculanoooo… Usted me culia muy ricoooooo… yo vendré todos los días a acostarme con Ustedddd…Ohhhhhh auchhhhh..que ricoooo mi amorrrrrr…le decía la caliente chamaca sin ni siquiera saber lo que estaba diciendo…
–Jajajaja con eso ultimo te sacaste el premiado lindura, jejeje…desde hoy serás mi putita… y no pienso compartirte con nadie, jejejeje solo serás miaaaaa!!!, le dijo a la vez que le mandaba una salvaje estocada, que Ángela recibió con cara de degenerada, desde hace rato que era inconsciente que se la caían las babas de su dulce boquita…
Don Herculano la atrajo hacia el abrazándola con sus peludas manazas, a la vez que le daba sendas chupadas a las duras tetas que se gastaba Ángela, ella ya lo disfrutaba todo, su mente estaba en blanco, solo sentía oleadas de placer por todo lo que le hacía don Herculano, y se lo demostraba con exquisitos movimientos de su cuerpo para el beneplácito de aquella grandiosa verga que se la tenían ensartada en lo más recóndito de su espléndida anatomía.
El vejete solo dejaba que Ángela se moviera como quisiera, hasta que al verla en el total estado de calentura en que se encontraba se la desclavo como si ella fuese una muñeca y la puso en 4 patas como a las perras, la sangre virginal corría por los potentes muslos de la hembra, pero a ella ya no le importaba nada, el viejo comenzó a chuparle el culo como si este fuese un helado, la nena sentía muy rico, la sensación de la lengua del vejete en su esfínter casi la enloquecieron, le encantaba sentir las babas de don Herculano chorrear por sus muslos, pero cuando noto la verga acomodarse en la misma entrada de su culo, nuevamente cayo en pánico…
–Nooooo!!!, noooo!!, noooo!, por favor don Herculano eso nooooo!!! Otra vez nooooo!, decía con su vocecita entre caliente y asustada.
El viejo no tubo compasión por la tierna chamaca, una vez que acomodo la tranca en el cerrado orificio posterior de Ángela no se lo metió, sencillamente fue el quien agarrando a la joven de sus muy marcadas caderas, con fuerzas la atrajo hacia el y la empujo contra su apéndice vergal enterrándose por completo el culo de la nena contra su verga.
La gótica recibió el salvaje empalamiento con un ahogado grito de tortuoso horror, sus dedos se crisparon y se enterraban en el pasto, con su cara congestionada y su boca totalmente abierta, recibía por el orto los tormentosos apuntalamientos de verga, su vista se le nublo cuando su cuerpo no fue capaz ya de resistir el desgarrador sufrimiento al cual estaba siendo sometido y la pobre sencillamente se desmayó.
Don Herculano quien no estaba al tanto de lo que le ocurría a su joven víctima y a posterior de aquel bestial enculamiento le empezó a dar con rabia, como si ella hubiese sido la culpable de todas sus desgracias, pasaban los minutos y ante las salvajes arremetidas y producto del incesante y doloroso suplicio la gótica poco a poco volvió en sí, sentía que en cualquier momento la iban a matar a vergazos por el culo, acompañado de que mientras más profundo le daban, más se le revolvía el estómago, y sabiéndose imposibilitada de cualquier tipo de escape simplemente comenzó a vomitar mientras implacablemente le seguían rompiendo el culo bestialmente,
–Jajajaja!!! Que cerda me saliste para tus cosas Mamasota, por cochinona te voy a seguir rompiendo el orto para que no puedas cagar en dos meses, jajajaja!!!!,
El vejete la seguía enculando sin piedad, la gótica una vez que se pudo limpiar la amarga bilis de la boca, y temiendo por su vida saco un poco de fuerzas y le comenzó a solicitar al vejete,
–Ayyyyyyy!!! Ohhhhhhh!!!! Don Herculano….no tan fuerte por favor!!…. que me va a matarrrrrrrrr por el culoooooooooo!!!!! Gritaba la nuevamente adolorida Ángela una vez recuperada de sus regurgitaciones…
Pero el vejete que estaba bañado en sudor solo seguía enculandola como un poseído,
–Plafff!… plafff!!… plaffff!!!… retumbaban las redondas y antojables nalgotas da la gótica ante el enardecido ataque del caliente y eufórico vejete, Ángela ahora aguantaba el brutal ataque mordiéndose el labio inferior con una verdadera expresión de doloroso pánico, sus ojos se mantenían abiertos como si estuviesen presenciando un milagro, pero ante cada brutal enterrada de verga del lujurioso vejete, de sus labios morados ya brotaban gemidos que más parecían de placer que de dolor, así lo confirmaba también su respiración agitada y excitada, el intenso dolor anal y el saberse puesta en cuatro patas le hacían sentirse más mujer, más hembra y más perra, pensaba en lo extraño que era todo esto ya que ella nunca en su vida se había sentido así.
El viejo Herculano estaba culeandosela como enloquecido, miraba ese portentoso y tremendo cuerpazo que la gótica comúnmente escondía debajo de sus oscuras ropas, le miraba ese glorioso par de nalgotas que le sorbían sus 23 centímetros de verga casi en su totalidad,
–Ayyyyyy don Herculano… más despacio por favor…que me va a rajar por el culo, el cuerpo y las tetas de la gótica se movían en forma escandalosa, al mismo ritmo en que le perforaban el culazo.
–Ya te dije que tenías que aceptar el dolor de la vergaaa!!, jajajaja!!, aguanta mi Morticia que después de unas cuantas folladas por el ano te harás una adicta a que te den por el culo!!, jajajaja!!! Tomaaaa!!!, el viejo seguía arremetiendo y la gótica continuaba recibiendo verga, –Muéveme el culo pendeja recuerda que desde hoy eres mi mujerrrr!!!, don Herculano se estaba pegando la follada de su vida, y Ángela lo secundaba en sus viles abominaciones.
La hermosa joven de pelo azul y blanca piel ya gozaba desde hace rato con lo que ahora le hacía don Herculano, estaba casi enloquecida de calentura al escuchar ese lenguaje soez y vulgar con que la trataba el miserable vejete, las estocadas que le daban por el culo cada vez eran más recias y profundas, haciendo que su delineado cuerpo le regalaran oleadas de placer anal, sensaciones que la obligaban a retorcerse de gusto intentando de atornillar por el culo a aquella gruesa verga que tan deliciosamente la perforaba, la gótica ya no podía más de tanto placer que le estaban otorgando, por su parte don Herculano al notar de lo bien que se lo estaba pasando la chiquilla, la tomo violentamente de su azulado cabello intentando tratarla como a una yegua, para luego comenzar a darle más duro por el culo, esto fue demasiado para la pobre y caliente Ángela, simplemente la nena se llegó a mear de tanto placer…
–Ayyy don Herc… siento algo raroooo!! Ayyyyyy que ric….Ohhhh que esto Diosssss!!! Ohhhhh que ricoooooo!!! Ufffffff!!, hasta que la nena exploto en un muy extraño pero enloquecedor orgasmo, –Ayyyyyy que meooooo!!! Ayyyy que me meooooooo!!!! Asiiiiiiii!! Deme más durooooo!!! Don Herculano no aguanto masssss, me voy a me…… Ayyyyyy me mieeeeeeeeeee!!!!! Ohhhhhhhh que ricooooooooo!!!
Ángela corcoveaba de auténtico placer, sus muslos y piernas chorreaban de su propia orina, el vejete estaba encantado no sabía de ninguna puta que se hubiera llegado a mear de tanta calentura, y él lo había logrado con una linda chiquilla de pelo azul y de 18 añitos, sabía que Ángela le traería buena suerte, si hasta ya le estaba empezando a tomar cariño a la pendejilla caliente esa, que seguía retorciéndose de placer con su vergota metida en lo más profundo de sus intestinos.
El viejo ex recluso que aun aguantaba sus fuerzas la desclavo de una, Ángela sintió su orificio posterior vacío en el mismo momento en que se le lleno de aire, su cuerpo estaba electrizado, aun se sentía dependiente de aquella monstruosa verga que la había convertido en mujer a orillas de un rio, con cara de viciosa se puso de espaldas y abrió sus muslos todo lo que pudo, para demandar lo que a ella le correspondía,
–Don Her…cu…la…no… síga…me cu…liando!!…
–Jejejeje, mira que eres puta y viciosa pendeja endemoniada… te he estado follando por más de una hora y todavía quieres más!!?, jajajaja!!! ni las putas profesionales piden verga con tanta ansiedad como lo estás haciendo zorraaa!!!, jajajajaja!!!!…
–Por favor don Herculano solo otro ratito, le pedía en forma suplicante y con sus ojos llorosos de calentura moviendo sus caderas ondulatoriamente, la nena ya no aguantaba más de tanta excitación al estar mirando la verga del vejete como amenazaba de lo tiesa y parada que aun la tenía, la jovencita estaba totalmente fuera de sí, mientras le abría las piernas ofreciéndose y acomodándose esperando a recibir nuevamente la tranca al interior de su cuerpo…–Por favor don Herculanoooo!… violemeeee!!…. culiemeee!!… culiemeeee una última vez y acabemos con esto!!!, empezaba a sollozar extasiada y desesperada porque el viejo le metiera la verga,
–Jajajajaja!!! Jamás me imagine lo buena que me saldrías para la verga, jajaja!!!, a ver? grita más fuerte pendeja porque no te creo mucho lo que me estas pidiendo, jejeje…
–Follemeeeeeeee!!! Culiemeeee de una buena vezzzzzzzzzz!!!!, gritaba Ángela con sus piernas totalmente abiertas…–Soy su putaaaa!!! Soy una putaaaaa y puede culiarme todo lo que quieraaaaaaaaaaaaaa!!, gritaba histérica y con voz ronca, la nena lloraba de calentura aun no saciada.
El viejo ya no aguantando más se abalanzo sobre su cuerpo y comenzó a besarla frenética y asquerosamente, le metía su inmunda lengua en la inmaculada boca con sabor a menta, Ángela recibía sus salivas y recorría con su lengüita sus rosadas encías como así mismo los dos únicos dientes que el viejo poseía, prácticamente se los estaba chupando, la gótica le lamia la cara, su sabor salado y su olor a macho la tenían cautivada, quería todo lo de él, su tranca ya estaba nuevamente en su máxima erección, don Herculano nunca en su vida imagino que aquella niña de tan solo 18 años virgen y sin usar por nadie, se iba a calentar tanto después de haber probado su verga, si eran 33 años de diferencia entre ellos.
Don Herculano totalmente enardecido recorría con sus peludas y grotescas manos el suave y curvilíneo cuerpazo de Ángela, que a puros gemidos seguía rogando por que la ensartaran nuevamente, el viejo se subió a su desesperado cuerpo sediento de verga, y ubico su gruesa tranca en el recién estrenado reducto de amor de la nena, poco a poco se la fue metiendo mientras le decía a sus perfumados oídos,
–Que rica tienes la zorra pendeja caliente…esto es lo que querías? …pues ahí la tienes, el viejo se la fue metiendo de a poco, sintiendo la estreches de la muchacha, –Aun la tienes apretadita mi vida, le decía el viejo verde con sus ojos cerrados, y con cara de gozador, la gótica sentía que el vejete nuevamente la estaba llenando de verga, sus gemidos comenzaban a aumentar,
–Mmmmmm…, la nena se imaginaba que don Herculano jamás acabaría de meterle verga, y le encantaba sentirlo así, sus jadeos no demoraron en hacerse notar…
–Jejeje…que zorrita más rica es a la que me estoy culeando, le decía mientras empujaba profundo sobre el acalorado cuerpo de la joven el cual también jadeaba en forma exquisita, –Lo ves pendeja como te encanta la verga? Te mueves rico para culear… eres una verdadera putita, jejeje…
Don Herculano empezó con los rudos movimientos de mete y saca, ya estaba casi por llegar al tan ansiado orgasmo…
–Ahhhhh don Herculanooooo masssss!….masssss!!…..masssssssss!!!!, le imploraba Ángela quien se movía totalmente aferrada de las anchas y peludas espaldas de su amante…
–Tomaaaa!! Tomaaaaa!! Le decía el vejete apuntalándola con bestialidad, –Eres mi perraaa calienteeeee!!
–Siiiiiii yo soy su perraaaaaaaaaa!!!!, le confirmaba la nena con sus ojitos cerrados y presa por la calentura que le causaba al sentirse penetrada por aquel ordinario vejestorio…
La panochita de la gótica nuevamente chorreaba cuantiosas cantidades de líquidos vaginales, la verga de don Herculano entraba y salía sin ningún impedimento de la resbalosa entrada intima de la nena, ella también empujaba sus caderas hacia adelante en busca de verga, el viejo prácticamente la estaba matando de placer, hasta que las tibiezas de sus carnes le ganaron a la estaca penetradora,
–Ohhhh que rico estoy sintiendo pendeja te lo voy a dar…
–Demelooooooo lo quieroooooooo…echemeloooo todoooooooo!!!
Ambos se pusieron a culiar rápidamente, con sus respiraciones totalmente agitadas y entre mezcladas, –Ah ha! Ah ha!! Ah ha!! Ah ha!!! Ah ha!!!! Se escuchaba alrededor de ellos como si estuviesen dándose desesperados, hasta que el vejete sintió como si lo estuviesen noqueando…
–Arrrrrggggggggggggg!!! Tomaaaaaa pendejaaaaaaaa… ojala te quedes bien preñadaaaaaa….ahhhhhhh…que rico me comes la vergaaaaaa!….mamitaaaaaaa!! mmmmmfsssss…
Ángela al sentir por primera vez en su vida como una inmensa verga escupía cuantiosas cantidades de un líquido espeso y caliente al interior de su cuerpo, nuevamente no se aguantó y volvió a mearse de una verdadera y genuina calentura, a la vez que solo meneaba muy despacito su cintura para que aquel falo al cual ella estaba bañando con sus calientes líquidos, y que tan exquisitamente la estaba fertilizando no se le saliera ningún centímetro de su interior, solo sintió que su cuerpo se desintegraba, mordiéndose su labio inferior gozo atenazada al cuerpo de su macho, hasta que sintió que este dejo de hacer fuerzas con su verga, ambos quedaron pegados por unos buenos minutos.
El viejo Herculano la desclavo y se quedó tirado un rato junto al inmóvil cuerpo de la gótica,
–Eres toda una hembra Ángela, y me gustaría que te quedaras conmigo, pero ya está anocheciendo, toma tus ropas y lárgateee, tus papis se podrían preocupar, jejejeje, le dijo medio en serio y medio burlándose…
Mientras la avergonzada y agotada hembrita se vestía, el desnudo vejete la contemplaba, y una vez que ya estuvo completamente vestida, le dijo…
–Cuando volverás para que repitamos?, jejeje…
–No lo sé… le respondió la nena con un hilillo de voz…
–Pues yo quiero que vengas el próximo viernes, te daré una semana para que descanses… invéntate algo en tu casa para que nos acostemos en mi vivienda… quiero que pasemos un fin de semana entero encerrados y culiando, jejejeje…
–No sé si mis padres me dejaran salir…
–No me importaaaa lo que digan tus padres!!…, le vocifero en sus mismas narices, y tomándola violentamente de sus cabellos le puso en conocimiento, –Desde hoy eres mi mujerrr!!!..o acaso no recuerdas lo rico que te meneabas solo hace unos minutos… y quiero que te sigas vistiendo de la misma forma en que lo has hecho hasta hoy…te queda claro putillaaaaa!!!!
–Siiii,
–Si queeee!!
–Si don Herculano me queda claroooo…
–Así está mejor pendeja!…y no quiero enterarme que andas enredada con algún chamaco del pueblo, porque soy capaz de matarte a patadas, y de paso me despacho al pendejo que desde hoy se atreva a tocarte o molestarte…necesitas dinero!?, la nena totalmente sorprendida por la insólitas aclaraciones que le hacia el vejete, solo negó con su cabeza…–Bien! si necesitas algo solo vienes y me dices, ahora lárgate que ya es tarde… y te estaré esperando el próximo viernes en la tardecita, jejejeje…
A los dos días de ocurrida la violación de Ángela, en la casa de Odette y Julián se vivía otra situación.
Era de noche y mientras Jazmín se encontraba en su habitación, retocando su cutis y piel corporal con finas cremas y lociones, en la habitación de sus padres reinaba la preocupación,
–De verdad que no sé qué hacer Odette, los bancos ya no quieren dar más plazos, todas las propiedades están casi embargadas, y ahora les dio por encapricharse con nuestra casa…de verdad que no sé qué hacer amor, ya ni los pocos narcos que van quedando en la región quieren hacer negocios conmigo…
Odette quien vestía una fina bata de seda que le llegaba hasta un poquito más arriba de la mitad de su tonificados muslos, miraba al único hombre de su vida y a quien amaba con todas las fuerzas de su corazón, pensaba en que de alguna forma saldrían de esa situación, a ella no le importaba que él se haya despilfarrado la fortuna que ella había heredado de su familia, total lo habían hecho juntos, el pobre nunca había sido bueno para los negocios.
Ella en su juventud se la había jugado entera por estar junto a Julián, y había jurado ante Dios estar en las buenas y en las malas junto a él, a veces pensaba en lo que habían hecho producto de la inmadurez, y cuando en algunas ocasiones recordaba al pobre infeliz que habían utilizado para salirse con las suyas, prefería no pensar en el tema, estaba segura que a Her lo habían matado en la cárcel o vivía de vagabundo en la ciudad.
–Tranquilo cariño ya verás que en la reunión de mañana sabrás encontrar una solución,
–Mi vida…los del banco dijeron que ya no había más plazo, y te están citando a ti a la reunión, me han dicho que las únicas propiedades que nos quedan están a tu nombre, por lo tanto yo ya no tengo ninguna potestad ni injerencia sobre las decisiones que de ahora en adelante se tomaran, y la verdad amor yo ya estoy harto de dar explicaciones…
–No te atormentes Julián, ya has hecho suficiente… yo iré a la reunión con esa gentuza, ellos solo son empleados, con mi nombre y buen apellido sabré como dar vuelta la situación, así que tranquilo…
Julián veía lo hermosa que era ella, y tenía razón siempre en el pueblo se había hecho lo que la familia de Odette determinaba, aunque ya no estaba don Ambrosio, sabía que el nombre de su mujer aun prevalecía entre los más acomodados de la región, seguramente que a ella si le darían esperanzas se aferraba el pobre a una señal de esperanza a la delicada situación financiera en la cual estaban.
La tremenda hembra se recostó en el lecho matrimonial como queriendo tener sexo, pero su marido no estaba de ánimos para nada, la mujer entendió su reacción, así que se relajó y se prepararía para la reunión del día siguiente, ella pondría en su lugar a esa chusma que ni siquiera gozaban de un buen apellido como el de ella, y que se atrevían a tomar decisiones con el dinero que no era de ellos.
Odette iba vestida con un elegante traje color crema, al ingresar al banco fue el blanco de casi todas las miradas de los ahí presentes casi todas masculinas, prácticamente se la estaban comiendo, le miraban sus rotundas curvas provocativas haciéndola ver como una mujer totalmente apetecible, con sus piernas enfundadas en medias de seda que invitaban a cualquier macho a sobárselas. Su bello rostro de rasgos apacibles y con su cuerpo tentador despertaban las ansias carnales de todos los ahí presentes, la señora estaba hecha para el deseo sexual, con un culo impresionante y redondo daban lugar a una hembra imponente, sexy y tentadora, que estaba hecha para la cama, un hombrecillo pequeño y regordete con lentes de gruesos cristales salió a recibirla,
–Señora Odette…buenos días la estábamos esperando…
–Buenos días… vengo hablar con el gerente, le contesto a aquel tipejo con la característica altanería con los que ella trataba a los que consideraba de más baja clase social que la de ella…
–Pues el Gerente del banco no está, ha viajado a la capital… su reunión es con el abogado del banco y con los principales acreedores…
–Entonces me voy… yo no acostumbro a hablar con los empleados… así que dígame cuando puedo volver?,,,
–Señora… le repito su reunión es con los abogados, el gerente no tiene nada que ver en esto, Odette puso una cara de fastidio al tener que forzosamente entenderse con aquel hombre con cara de roedor, –Solo serán unos minutos… el principal acreedor quiere llegar a un acuerdo, pero eso depende de Usted… si se retira ya no habrán posibilidades y darán la orden de embargo para hoy mismo…, el viejo tomo un poco de aire y continuo, –Señora su situación financiera es bastante delicada le recomiendo que ingrese a la reunión…
–Está bien pero que sea rápido, dijo finalmente la elegante señora…
–Por petición de nuestro cliente y principal acreedor de sus deudas este a solicitado que la reunión sea en su residencia, vera la documentación está en poder de los abogados del banco, ellos ya han revisado todo, y si Ud. no llega a un acuerdo con el acreedor ya no habrá más que hacer…
–Y adonde es la reunión entonces?…
–No es muy lejos, por solicitud del señor Pincheira el banco ha puesto un vehículo a su disposición, le acompañara su abogado… este le está esperando afuera…
Odette fue acompañada por el hombre del banco hasta el vehículo que la llevaría hasta la residencia del señor Pincheira, principal acreedor que había comprado las deudas del feliz y respetable matrimonio.
Odette no puso atención que el abogado del señor Pincheira era un negro alto y de labios carnosos, solamente y con extrema elegancia se subió al vehículo dispuesto por el banco para que la trasladaran hasta las dependencias en donde seguramente ella llegaría a un acuerdo comercial para salir de su difícil situación financiera. El vehículo se puso en marcha y tomo rumbo hacia la casa de don Herculano.
(Continuara)
 
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 
 

Relato erótico: “Enculando a la malcriada y a su amiga por zorras” (POR GOLFO)

$
0
0

Segunda parte de Educando a una malcriada, la hija de un amigo.
Al despertarme y  ver que Isabel dormía plácidamente abrazada a mí, comprendí que no había sido un sueño lo poco que recordaba de la noche anterior. Tratando de aclarar mis ideas, hice memoria de como esa zorra me había drogado y que no contenta con ello, había aprovechado mi indefensión para acostarse conmigo. Su falta de moral era tan enorme que sabiendo que nunca hubiera accedido a hacerlo, me había paralizado con drogas y ya inmóvil, no solo había usado mi pene como ariete sobre el que empalarse sino incluso me había obligado a comerle el coño.  Lo único bueno fue que se equivocó con la dosis y al liberarme antes de tiempo, castigué su infamia rompiéndole el culo.
De madrugada me pareció proporcionado pero, a la luz del día, pensé que el haber desflorado ese rosado esfínter había sido una cuasi violación y por mucho que ella había sido la primera en forzarme, temí que al espabilarse esa pelirroja quisiera ponerme una denuncia. Asustado más que  por las consecuencias legales por el tener que enfrentarme a Manolo cuando se enterara que me había tirado a su hija, me quedé quieto esperando que esa cría se despertara.
Durante al menos media hora, tuve que aguantar a mi conciencia machacándome el cerebro hasta que abriendo sus ojos, Isabel me miró sonriendo y dijo:
-¿Estás listo para echarme otro polvo?
La desfachatez de esa zorra me sacó de las casillas al dar por sentado que me apetecía reanudar una relación que nunca debió de tener lugar. Ni siquiera le contesté y zafándome de su abrazó, me levanté y directamente me metí al baño. Lo que no preví fue que esa niñata me siguiera e intentara entrar conmigo a la ducha.
-¿Qué haces?- pregunté impidiendo que cumpliera sus deseos.
Isabel, al comprender que no quería ducharme con ella, lejos de enfadarse,  se sentó en la taza del váter y mientras no perdía ojo de mi cuerpo desnudo, me soltó:
-¿No me jodas que después de follarme toda la noche, ahora te haces el estrecho?
Su tono alegre me dejo claro que no tenía ningún remordimiento por haberse tirado al amigo de su viejo pero cuando realmente mostró  su desvergüenza  fue cuando obviando que podía verla, se puso a mear mientras muerta de risa, me decía:
-Me arde el coñito por tu culpa- y recalcando sus palabras, separó sus labios demostrando que lo tenía rozado de tanto follar.
La ausencia de cualquier tipo de moral en esa chavala me encabronó y sabiendo que de haber un culpable no era yo si no ella, respondí de muy mala leche:
-¡Mira niña!  Si te duele el chocho, piénsatelo mejor antes de comportarte como una zorra.
Al oír mi respuesta, curiosamente, lo que le molestó no fue que le llamara zorra sino que le recordara su corta edad e indignada, salió del baño y haciendo un berrinche, me gritó desde la puerta:
-¡Te odio!
Su brusca reacción me hizo conocer que ese era su punto débil y aunque os parezca raro, eso me tranquilizó y tomando nota, terminé de ducharme  sabiendo que esa malcriada esperaría su oportunidad para devolverme la afrenta.
Acababa de vestirme para ir a trabajar cuando escuché que Isabel tocaba educadamente a mi puerta. Al abrir, la pelirroja me preguntó si al salir de la universidad podía traerse a una amiga a casa. Aunque no tenía ninguna duda que tramaba algo, le di permiso recordándole que todo lo que tenía prohibido.
La muchacha con su típico tono malcriado me contestó:
-Ya lo sé, ni alcohol, ni drogas.
-Tampoco te traigas ningún tipo a casa. No quiero ser encima quien le tenga que decir a tu padre que su bebita se ha quedado preñada.
– ¡Serás cabrón!  ¿Acaso anoche te pusiste condón?- exclamó muy cabreada por mi nueva referencia a sus pocas primaveras.
Pensando que a buen seguro, esa guarrilla me tendría preparada una jugarreta cuando volviera a casa,  me metí en el coche y me dirigí a mi oficina.
Al volver a casa, Isabel me presenta a su amiga.
El duro día a día de la oficina me hizo olvidar durante toda la jornada  a esa pelirroja. El trabajo que se había acumulado durante el fin de semana me tuvo tan ocupado que apenas comí y por eso cuando por la tarde, aterricé en mi chalet, lo primero que hice fue coger una cerveza del refrigerador y hacerme un bocadillo, tras lo cual busqué donde se encontraba la hija de mi amigo.
La encontré tomando el sol en la piscina con un bañador bastante coqueto pero en absoluto indecente. Cansado me senté en la tumbona de al lado y mientras daba un primer mordisco al bocata, pregunté:
-¿No ibas a traer hoy a una amiga?
Levantando su mirada, me sonrió diciendo:
-Está nadando. Cuando termine te la presento.
Os juro que no vi doblez en sus palabras porque al mirar hacia la piscina, observé una silueta de mujer nadando a crol por lo que olvidándome de ella, pregunté a la pelirroja que había hecho. La muy bruja soltando una carcajada me contestó:
-Cómo esta mañana amanecí con mi chocho adolorido tuve que buscarme alguien que me diera mimitos.
Estaba a punto de responder esa impertinencia cuando escuché que su amiga le pedía una toalla para salir de la piscina. La rapidez de la pelirroja para levantarse de la tumbona y llevarle una franela blanca me extrañó pero no dando a ese tema mayor importancia, di un sorbo a mi cerveza. Sorbo que se me fue por el otro lado al ver salir a su amiga del agua totalmente desnuda. Todavía seguía estornudando cuando plantándose las dos frente a mí, Isabel me la presentó diciendo:
-Javier quiero que conozcas a Mary.
La cría que era una castaña muy mona, se acercó y mientras se tapaba con la toalla, me dio un beso en la mejilla diciendo:
-Ya me ha contado Isa, el maravilloso amante que eres.
Cortado con la recién llegada por su franqueza y hecho una furia con la hija de mi amigo por su “locuacidad”, no pude mas que contestar con un escueto “gracias” a su confesión. Cuando ya creía que nada me podía sorprender, Isabel le susurró algo en el oído y con una expresión pícara en su rostro, la castaña permitió que la toalla se fuera deslizando hasta que quedó completamente en bolas frente a mí.
-Verdad que es preciosa- comentó la pelirroja mientras comenzaba a recorrer el cuello de su amiga con sus besos.
Nada me había preparado para esa escena y por ello, me quedé paralizado admirando como la malcriada iba acariciando con sus manos el cuerpo desnudo de Mary sin dejarla de besar. Testigo involuntario de esa demostración lésbica lo que realmente me impresionó fue percatarme de lo mucho que se parecían ambas mujeres. Delgadas y dotadas con un culo estupendo, ambas adolecían de falta de tetas y si a eso le añadimos que siguiendo la moda de rasurarse las dos llevaban el coño depilado, parecían un clon cuya única diferencia era el color del pelo.
“¡Son unas niñas!” exclamé mentalmente más interesado de lo que me gustaría reconocer. 
Mary azuzada por las caricias de su amiga y quizás también por la cara de pazguato que debía tener yo en ese instante, se dio la vuelta y se apoderó con pasión de los labios carnosos de Isabel. Mi situación era complicada, si me levantaba y me iba, parecería que las tenía miedo pero si me quedaba podría suponer que era un viejo verde, por eso aunque lo sensato hubiera sido huir, permanecí observándolas con la esperanza que viendo que no conseguían el efecto deseado, se cansaran y me dejaran en paz.
Desgraciadamente los hechos posteriores me sacaron de error porque Isabel, viendo que permanecía sentado en silencio, incrementó su  presión sobre mí, desanudando su traje de baño. Mary con sus pezones ya erizados, sonrió y mientras ayudaba a su amiga a despojarse del mismo, me preguntó:
-¿No quieres unirte?
-Todavía no- respondí aunque mi interior ya empezaba a darle vueltas a esa idea.
No dando importancia a mi rechazo, las dos ya desnudas se volvieron a besar a un metro escaso de donde yo permanecía sentado. La naturalidad con la que ambas se entregaban a Lesbos, me hizo afirmar que esa no era la primera vez que lo hacían y como si me hubiese leído el pensamiento, cogiendo uno de los pechos de su amiga entre los dientes, le dijo:
-Enseñemos al viejito como nos amamos.
El gemido que pegó la castaña al sentir el dulce mordisco sobre su areola me confirmó lo anterior y ya sin disimulo ni recato me puse a disfrutar de la escena mientras me terminaba la cerveza.
“¡Joder con las cría!” pensé al observar que Mary dejando caer su cuerpo, se arrodillaba y hundiendo su cara entre las piernas de la pelirroja, sacaba su lengua y se ponía a lamer con verdadera ansia el juvenil coño de su amiga.
La cabrona de la malcriada viendo mi interés en la maniobra abrió sus piernas y separando con sus dedos los pliegues de su sexo, se permitió el lujo de colaborar con la castaña mientras me guiñaba un ojo, retándome mientras su amiga lamía sin descanso el rosado botón que escondía entre sus pliegues.
-¡Sigue putita mía!-  gritó descompuesta al notar esa húmeda y continuada caricia.
El dulce insulto azuzó a la muchacha y con los gemidos de placer de la pelirroja resonando en sus oídos, introdujo uno de sus dedos en el sexo de Isabel con la intención de acelerar su orgasmo.
-¡Cabrona!- chilló al notarlo y no queriendo que ser ella la primera en correrse, obligó a su amiga a sentarse en uno de los sillones de mimbre que había junto a mi tumbona.
-¡Espera! ¡Deja que ponga la toalla!- le pidió Mary al notar la dureza de ese material.
Con rapidez la castaña colocó la franela de forma que al sentarse su trasero estuviera a salvo del mimbre y posando su pandero, miró a Isabel y le dijo:
-¡Comételo!
La hija de mi amigo no dudó en complacerla y hundiendo su cara entre los muslos de Mary, lamió con deseo sus pliegues antes de penetrar con la lengua en su interior.          La escena que me estaban brindando esas dos terminó de alborotar mis hormonas y con la mirada fija en el coño de esa chavala, me saqué la polla y acercándome por detrás, la puse entre los cachetes de Isabel.
La pelirroja al sentir mi pene jugueteando con su entrada trasera sonrió y mientras se echaba hacia atrás para forzar el contacto, incrementó la velocidad con la que se comía el coño de su amiga. Mary, al notar que Isabel no conformándose con usar su lengua, acababa de introducir un par de dedos en su sexo, gimió como loca pidiendo más. Ese fue el momento culmen que me indujo a forzar con un movimiento de caderas su esfínter:
-¡Dame duro!- gritó la malcriada al experimentar como mi verga violentaba su estrecho conducto.
La aceptación de la muchacha disolvió cualquier reparo que tuviera a volver a hacer uso de su culo y por eso, le incrusté de un solo golpe toda mi extensión.
-¡Me duele!- protestó pero al segundo empujón, muerta de risa, rectificó diciendo: ¡Pero me encanta!
-¡Serás puta!- contesté y recalcando mis palabras con hechos, azoté su trasero marcando el ritmo con el que la penetraba.
El duro tratamiento exacerbó a la pelirroja y colapsando sobre el cuerpo de su amiga, se corrió dando berridos.  Mary al escuchar su placer, se contagió de él y mientras se pellizcaba los pezones con dureza, buscó presionando con una mano sobre la roja melena su propio orgasmo. Interpretando el deseo que se leía en los ojos de la castaña, azucé a Isabel a que acelerara la velocidad con la que sus dedos se la estaban follando. De forma que en menos de un minuto y mientras yo seguía cabalgando sobre el culo de la otra, de la garganta de Mary surgió un colosal berrido muestra clara de que había llegado al clímax.
La certeza que ese par de zorras habían obtenido su dosis de placer, permitió que me lanzara en pos del mío y convirtiendo mis penetraciones en fieras cuchilladas, castigué su esfínter a un ritmo creciente hasta que con un aullido mi verga explotó regando sus intestinos con mi simiente y agotado me dejé caer sobre su espalda. Tras unos minutos soportando mi peso, Isabel se deshizo de mí y levantándose, le dijo a su amiga:
-Luego te toca a ti disfrutar del viejo.
Y abrazadas las vi marchar al interior de la casa, dejándome en mitad de la piscina deslechado y humillado por igual. Os juro que fue entonces cuando indignado, decidí que esa puta se arrepentiría de haber jugado conmigo y recogiendo mi ropa, me dirigí  hasta mi cuarto a planear mi respuesta.
Proyecto su castigo.
Tras cavilar durante largo rato, comprendí que mi venganza debía de ser total para que a esa malcriada no se le volviera a pasar por la cabeza el intentar nuevamente tomarme el pelo. Con mi cerebro azuzado por la humillación sufrida, me imaginé muchos castigos pero ninguno me convenció por no ser definitivos.
Cabreado decidí irme a dar una vuelta, esperando que al cambiar de aires me viniera la inspiración. La fortuna quiso que en la barra del bar donde aterricé, la camarera me preguntara que me ocurría. La amistad que creció a lo largo de meses donde ella me servía copas y yo pagaba, me permitió explicarle cual era mi problema. Madisson una vez había terminado, muerta de risa, me contestó:
-Lo que una mujer no acepta es que el hombre que ella cree tener en sus manos, la ignore y regale todas sus atenciones a otra.
-¿Me estás diciendo que la ponga celosa?
-Así es. La muy tonta sin darse cuenta te lo ha puesto en bandeja. Tu error ha sido follártela a ella en vez de a su amiga.  Si te hubieras tirado a la castaña, tendrías a la pecosa comiendo de tu mano.
El sentido común que escondían sus palabras me convenció y dándole las gracias, pagué la cuenta y me fui a casa. Al llegar como tantas tardes, fui al salón y cogiendo un libro de la estantería, me puse a leer mientras esperaba que la hija de mi amigo hiciera su aparición.
Tal y como preví, la malcriada al enterarse de mi vuelta no tardó en bajar a donde yo estaba. Al verla entrar con un diminuto top y un más exiguo short, supe que venía con la clara intención de molestarme, por eso, levantando la mirada saludé y reanudé mi lectura. Mi ausencia de respuesta, le divirtió y buscando incrementar mi humillación, comentó como si nada:
-Me encanta la facilidad con la que los hombres caen ante cualquier mujer que se les ponga a tiro.
Lo que esa pelirroja no se esperaba es que dejando el libro a un lado, le soltara:
-Tienes razón te resultó fácil y aunque todavía me parece inconcebible, en cuanto eché el ojo a tu amiga, me resultó irresistible.
Mi respuesta la descolocó y más cuando poniendo cara de deseo, comenté:
-No te haces idea de cómo me apetece tirármela- y recalcando mi supuesto embeleso, seguí diciendo: -Mary es impresionante. Solo pensar en que tal y como le dijiste esta noche va a estar entre mis brazos, me trae loco.
Al escucharme, se enfadó y haciendo como si no se lo hubiera llegado a creer, me respondió:
-Si tanto te atraía porque me follaste a mí y no a ella.
-No creo que quieras saber la verdad- contesté y viendo que esperaba una respuesta, le dije: -¡Eras el único culo que tenía a mano!
Mis palabras cayeron como un obús en su infantil autoestima y roja de coraje, se levantó y desapareció rumbo a las escaleras. Sentado en mi sillón, disfruté del dulce sabor de la victoria y sabiendo que vendría su contraataque, me preparé mentalmente para reaccionar a sus acometidas. Cómo en ese momento no estaba cachondo, mi intención era conseguir que  Isabel se comiera todos y cada uno de sus desplantes y si para ello me tenía que acostar con Mary, lo haría.
Mientras recapacitaba sobre ello, no me cupo duda que la maldita pecosa estaría comentando a su amiga nuestra conversación y por eso cuando al cabo de cuarto de hora, la castaña apareció por la habitación supe que la había mandado ella para comprobar si era cierto. Cumpliendo con mi papel, le pregunté si quería una copa. La jovencita contestó que sí y con todo el descaro del mundo, se aposentó en el sofá dejando al aire un buen porcentaje de sus muslos.
-Estás preciosa- comenté mientras servía dos rones con cola.
Tras lo cual me senté frente a ella y empecé a preguntarle lo típico: qué estudiaba, donde vivía… A la muchachita le encantó ser el centro de atención y disfrutando de tener a un maduro como yo solo para ella, olvidándose del cometido que traía empezó a tontear conmigo preguntando cosas de mi vida.
Como hombre experto en esas lides, le fui narrando mis éxitos y algún fracaso para irla interesando, de forma que al cabo de veinte minutos ya la tenía comiendo de mi mano. Siendo tan joven, no solo  le impresionó mi alto nivel de vida sino también el número de países que conocía y supe que estaba a punto de caramelo cuando entornando sus ojos, preguntó:
-¿Y por qué todavía no te has casado?
La respuesta obvia hubiese sido contestarle que porque no había encontrado todavía la mujer pero en vez de ello, respondí:
-No soy fácil de cazar- y nada colocar ese anzuelo a su alcance, le dije: ¿Te apetece salir a cenar conmigo tú y yo solos?
Mary dudó unos instantes porque eso no era lo que había quedado con Isabel, pero el reto que suponía seducirme la convenció y cogiendo su bolso, se levantó diciendo:
-Vámonos antes que me arrepienta.
Interiormente satisfecho, pasé mi mano por su cintura y la llevé hasta el garaje. Una vez allí, al comprobar que estaba admirada que mi coche fuera un Porsche último modelo, pregunté agitando las llaves frente a su cara.
-¿Quieres conducir?
La inocente cría no vio la red que estaba tejiendo a su alrededor y con sus ojos brillando de emoción, contestó cogiéndolas al vuelo:
-Me encantaría.
Era tanta sus ganas de conducir ese deportivo que al ponerse al volante, pude observar que involuntariamente sus pezoncitos se marcaban bajo la tela de su vestido y sabiendo que no iba a protestar, dejé caer una mano sobre sus muslos mientras arrancaba.
-¿Dónde vamos?- preguntó con genuina alegría.
Mi plan era impresionarla y que durante el viaje de vuelta, calentarla de una forma tal que no dudara en meterse en mi cama. Por eso, le comenté si conocía el Mark’s American Cuisine. Mary al escucharme, comentó:
-Claro, es el mejor restaurante de la ciudad pero dudo que podamos ir, hay que hacer la reserva con semanas de anticipación.
-Por eso no te preocupes- respondí- yo siempre tengo mesa.
La sorpresa que leí en su cara, ratificó mi decisión y aprovechando que la castaña conducía, llamé al dueño un viejo amigo que me debía un par de favores inconfesables. Tras colgar y mientras acariciaba suavemente su pierna, le solté:
-Acelera que nos están esperando.
La cría que jamás había infringido el estricto límite de velocidad de Texas no supo que hacer por la que tuve que darle un empujoncito y presionando su rodilla, subí sin parar las revoluciones del coche hasta que vi que el velocímetro marcaba cien millas por hora. Esos ciento sesenta kilómetros por hora que en España nos resulta hasta normal es una velocidad disparatada en los Estados Unidos por lo que la cría sudando la gota fría se puso tensa al volante.
-Disfruta princesa, el Porsche tiene un anulador de radar por lo que a menos que veas un coche de policía, no desaceleres.
Dominada por esa carrera desenfrenada, Mary no fue consciente que se le había subido la falda, dejando a mi libre observación el tanga blanco que tapaba su entrepierna.  Al verlo y sin cortarme  en lo más mínimo, me lo quedé mirando y al comprobar que lo tenía totalmente encharcado, riendo le solté mientras lo rozaba con un dedo:
-Te ha puesto cachonda la velocidad, ¿Verdad putita?
-¡Sí!…- alcanzó a decir antes de que mi caricia le obligara a soltar el acelerador.
Obviando el peligro que suponía el masturbarla siendo una conductora novel,  aproveché su disposición para retirando la tela pasar mi yema por sus pliegues antes de concentrarme en el botón de su entrepierna. La pobre cría al experimentar en su clítoris ese  tierno pero continuo toqueteo, no duró mucho y por eso cuando al fin aparcó frente al restaurante ya se había corrido un par de veces y por eso tuve que esperar unos minutos a que su respiración se normalizara.
Ya más tranquila, me miró sonriendo y me dijo:
-Eres un cabrón. ¡Nos podíamos haber matado!
Descojonado, la cogí de la melena y acercando sus labios a los míos, le solté:
-Pero te ha encantado.
Mary totalmente entregada buscó mis besos con una pasión que incluso a mí me sorprendió y por eso muerto de risa, pregunté:
-¿No prefieres dejarlo para después de la cena?
-¿Dejar el qué?- dijo haciéndose la niña buena.
– El que tú y yo nos acostemos.
Al escucharlo, en plan zorra abrió la puerta del coche y posando su mano en mi bragueta,  cogió entre sus dedos mi miembro mientras me decía:
-Solo si me prometes que al volver a tu casa, seré tuya.
Mi respuesta consistió en un azote en su trasero y pasando mi mano por la cintura, entramos al local. Tal y como había adivinado, Mary quedó apabullada por el lujo de ese restaurante y creyéndose por primera vez miembro de su selecta concurrencia fue saludando a todas las mesas en plan diva.
Modelando a todos su belleza, meneó su estupendo pandero mientras seguíamos al camarero. Comprendí que no solo estaba luciéndose frente a la galería porque que de alguna manera, Mary quería mostrarme que, teniéndola a mi lado, la gente envidiaría mi suerte.
Mis sospechas quedaron confirmadas cuando habiendo ya ocupado nuestros sitios, la castaña entornando sus ojos en plan coqueta me soltó:
-Me tienes desconcertada y no sé a qué atenerme. ¿Cuál es tu relación con Isabel?
-Ninguna- respondí. – Es solo la hija de un amigo que por idiota tengo que soportar.
Al oír el modo en que me refería a la pelirroja sus ojos adquirieron un brillo extraño y con tono meloso, insistió:
-Eso no es lo que dice ella.
Ya interesado, le pregunté qué era lo que decía esa malcriada.
-Según Isabel, estás enamorado de ella y por eso le has pedido que se fuera a vivir contigo.
-¡Será puta!- exclamé indignado y hecho una furia, expliqué a su amiga los verdaderos motivos por los que la pelirroja vivía conmigo. Tras escucharme atentamente al terminar, cogió mi mano diciendo:
-Me alegro- contestó sin poder ocultar su satisfacción.
Ya abierta la veda, decidí hacerle la misma pregunta porque me convenía saber qué tenían esas dos crías entre ellas para saber mejor como atacarlas. Mary poniéndose como un tomate, me contestó:
-Quizás no te lo creas después de vernos en la piscina, pero entre Isabel y yo solo hay una buena amistad.
Que esa muchacha disfrazara de amistad una clara relación, me serviría de base para obligarla a traicionar a la malcriada y por eso haciendo que la creía,  pregunté:
-¿Te apetece reírte esta noche?
-Claro- respondió- ¿En qué piensas?
Con una sonrisa, le expliqué mis planes…
Volvemos a casa.
Conociendo de antemano que nos íbamos a encontrar a Isabel cabreada,  aparqué el coche y sin hablar, agarré de la cintura a Mary y con ella, entré en a la casa. La castaña seguía nerviosa porque no en vano iba a traicionar a su amiga pero curiosamente, esa perspectiva la tenía cachonda y con su coño completamente encharcado, deseaba que llegara el momento en que la pelirroja apareciera.
-Estoy tan cachonda que me lo va a notar en cuando me vea- susurró en voz baja mientras le servía una copa en el salón.
Todavía no había terminado de servirlas cuando Isabel entró en la habitación y sin ni siquiera mirarme, se enfrentó a su amiga preguntándole de donde venía:
-Javier me llevó a cenar.
Echa una furia, la malcriada le recriminó por haberla dejado sola pero entonces la muchacha se acercó dónde estaba ella y pegando un pellizco en uno de sus pezones, le contestó:
-Hice lo que me pediste. Javier ha aceptado acostarse con las dos.
Aunque en teoría había conseguido su propósito, la pelirroja comprendió que algo no cuadraba cuando me vio sacar una cámara de fotos de un cajón.
-¿A qué viene la cámara?- preguntó.
Sin llegarla a contestar y mientras yo ajustaba la cámara de fotos, Mary empezó a desabrochar los botones del camisón de su amiga.
-¡Qué coño haces!- protestó indignada al notar que sin pedirle su opinión la estaba empezando a desnudar.
-Para que pase la noche con nosotras, Javier quiere tener pruebas de que fuimos nosotras quienes lo seducimos y por eso me ha pedido que demuestre que eres una zorra bisexual.
Os podréis imaginar el cabreo de la pelirroja. Furibunda y colorada, apartó las manos de su amiga de sus pechos y dándose la vuelta, me enfrentó diciendo:
-¿Es eso verdad?- en sus ojos no había deseo sino desprecio pero aun así su cuerpo la traicionó cuando mirando con descaro sus pechos, descubrí que tenía los pezones duros.
Soltando una carcajada, desgarré su vestido y dejándola desnuda, contesté:
-Sí. Desde que llegaste a mi casa, te has comportado como una zorra y ya es hora de que te demuestre quien manda- y aprovechando su cercanía, la besé.
Indignada, me soltó un tortazo y tratando de zafarse me insultó, pero muerto de risa la reduje y llamando a su amiga, le solté:
-¿Te apetece castigarla?
Sin llegárselo a creer, Isabel escuchó a Mary contestar:
-Sí, amo.
La pelirroja nunca se hubiera imaginado que la mojigata de su amiga se excitara pensando en someterla y por eso cuando Mary me preguntó con su voz marcada por el deseo si tenía una cuerda con la que atarla, le sorprendió sentir que su coño se licuaba. Fue entonces cuando respondí que tenía algo mejor y sacando de un cajón una fusta y un collar con correa, se los di.
Al verla con ellos en la mano, Isabel no pudo evitar temblar de pasión y comportándose por primera vez en su vida como una sumisa, se arrodilló a sus pies mientras la castaña disfrutando de su nuevo poder ser desnudaba. Reconozco que me encantó observar esa escena y más escuchar a Mary exigir a la pelirroja que se masturbara mientras ella se despojaba de su ropa.
“Increíble”, pensé al comprobar que obviando cualquier reticencia, Isabel llevaba su mano a su entrepierna y se ponía  a masturbar con rapidez.
Descojonada, la castaña le recriminó ser tan puta y llegando a su lado, le ató el collar al cuello y tirando de la cadena, la obligó a ir de rodillas hasta el sofá donde me había sentado. Una vez allí, con la fusta empezó a azotarle su trasero  mientras cámara en mano me dedicaba a inmortalizar el momento.
Fue entonces cuando la pelirroja me volvió a sorprender porque, al sentir  la caricia del cuero sobre su culo, le gritó:
-¡Dame duro!
Sus palabras fueron el acicate que Mary necesitó para montarse sobre ella y tirando de su collar, obligarla a recorrer la habitación con ella sobre su espalda. Comportándose como su jinete, la cogió de la melena con una mano mientras con la otra usaba la fusta para forzarla a gatear, de manera que durante unos minutos fue su montura hasta que cansada por el juego, se bajó y mirándome, me pidió permiso para empezar.
-Es toda tuya- respondí mientras seguía sacando fotos.
La castaña al escuchar que le daba mi autorización, usó la fusta para penetrar el coño de su amiga.
-¡Qué gusto!- aulló al notar la intrusión del aparato y retorciéndose sobre la alfombra, le pidió que no parara.
La total entrega que mostraba su amiga junto con mi presencia fueron el detonante para que dejándose llevar por su excitación Mary obligara a su montura a tumbarse boca arriba, tras lo cual sentándose a horcajadas sobre su cara, le exigió que le diera placer. Isabel también estaba sobre excitada y adoptando una actitud sumisa, separó con sus dedos los pliegues del chocho de la castaña y comenzó a lamer con desesperación.
Satisfecha, Mary aprovechó el instante para seguir torturando el sexo de la pelirroja con la vara y mientras violaba  cada vez más rápido su cueva, se dedicó a pellizcar brutalmente sus pezones.
-Ahhh-  gimió Isabel al sentir que su amiga le retorcía una de sus aureolas mientras la insultaba llamándola “puta lesbiana”.
Isabel dominada por su papel, usó su lengua para penetrar en el sexo de su amiga. Mary al sentir que estaban llegando al orgasmo y que sentado en el sofá yo no perdía ojo de lo que sucedía, decidió que era el momento que habíamos previsto y me pidió que me desnudara. Como personalmente estaba como una moto, en pocos segundos, me empeloté y acudí a su lado.
Ocupada con el coño de su amiga, Isabel no cayó en mis intenciones hasta que Mary la obligó a ponerse de rodillas con el culo en pompa. La pelirroja intentó protestar diciendo que no quería pero obviando sus quejas, la castaña le dio un bofetón y la forzó a seguir comiéndole el coño mientras yo me ponía a su espalda. Isabel trató de evitar que mi contacto en cuanto que mi glande jugueteaba con su sexo.
-¡Muévete todo lo que quieras!- le grité mientras un solo empujón metía toda mi extensión en su cueva.
Al introducir mi falo, descubrí que esa zorra estaba empapada y por eso ni siquiera la dejé acostumbrarse antes de acelerar mi ritmo. Concentrada en el coño de su amiga, Isabel movió sus caderas facilitando mi intrusión sin dejar de lamer una y otra vez el clítoris de Mary.
-¡Eres un putón!- la castaña soltó a la malcriada al comprobar que recibía con gozo las embestidas de mi pene.
Entonces decidí dejar clara su claudicación y cogiendo sus nalgas entre mis manos, las abrí y metiendo un dedo en su interior, susurré en su oído:
-Lo estoy grabando todo. Sonríe a la cámara mientras te doy por culo.
-¡No, por favor!- gritó acojonada que quedase grabada su degradación.
Su rechazo solo consiguió incrementar mi morbo y presionando su esfínter, lentamente fui horadándolo mientras la malcriada no paraba de gritar. Su sufrimiento lejos de provocar compasión en su amiga, azuzó su excitación y mientras le soltaba un fuerte azote en el trasero, me reclamó que la penetrara sin piedad, diciendo:
-¡Haz que esta puta sufra!
Incitado sus palabras, cabalgué salvajemente sobre ese culo. Mis embestidas ya de por sí rápidas, alcanzaron un ritmo infernal que derribó una a una todas sus defensas hasta que contra toda lógica, el dolor se transformó en placer y berreando, Isabel se corrió sobre a alfombra.
-No quiero- protestó al sentir todo su cuerpo temblando de placer.
Su mente todavía seguía luchando contra la idea de ser usada como mercancía mi cuando al experimentar que ese orgasmo no terminaba sino que se iba acrecentando de manera exponencial, se dio por vencida y gritando me rogo que no parara.  Al escuchar su rendición, la cogí de la melena y usando su cabello rojizo como riendas, me lancé en un desenfrenado galope mientras su amiga se dedicaba a azotar su espalda con la fusta.
-¡No puedo más!- chilló y cayendo desplomada, su mente se quebró al asumir estaba disfrutando del papel sumiso que le habíamos adjudicado.
La claudicación de Isabel no menguó la excitación de su amiga que deseando demostrar que estaba de mi lado, me soltó:
-Amo, fóllese esa boca de puta.
Asumiendo que deseaba humillarla al tener que comerse mi verga aún manchada con los restos de su intestino, saqué mi pene de su interior y lo llevé hasta su boca. Isabel no quiso o no pudo negarse y por eso abriendo sus labios, dejó que incrustara mi pene en su garganta. La propia excitación de la pelirroja hizo que no pusiera reparo en limpiar con su lengua mi verga.
El saber que esa malcriada estaba en mis manos, me terminó de calentar y sabiendo que no tardaría en expulsar mi semen, forzando su garganta la avisé de  mi inminente eyaculación. Mary muerta de risa, azotó nuevamente su trasero mientras le ordenaba  que se tragara todo. Por eso cuando exploté en el interior de su boca, tuvo que engullir mi simiente mientras, incomprensiblemente, un brutal orgasmo la paralizaba por completo.
Agotada, Isabel se dejó caer sobre la alfombra y sollozando por su debilidad, se quedó mirando como Mary y yo nos besábamos mientras nos reíamos de ella y de su desamparo…
Epílogo.
Desde esa noche, Mary e Isabel comparten mi cama. Sus cuerpos casi adolecentes son míos y aunque nunca había sentido preferencia por comportarme como dominante, me he convertido en su amo y ellas en mis dos perritas sumisas.
La malcriada nunca volvió a España y cuando su padre la llamó para preguntar por su retorno, le tuvo que reconocer que estaba preñada y que el padre de su retoño era yo. Como os imaginareis perdí un amigo pero eso no me importó al saber que todas las noches, la pelirroja y su amiga me esperaban desnudas deseando complacer hasta el último de mis deseos.
 
Para comentarios, también tenéis mi email:
golfoenmadrid@hotmail.es
 
 Si quieres ver un reportaje fotográfico más amplio sobre la modelo que inspira este relato búscalo en mi otro Blog:     http://fotosgolfas.blogspot.com.es/
 
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 
 
 

Relato erótico: “EL LEGADO (11): Elke la noruega.” (POR JANIS)

$
0
0

Elke, la noruega.
 
Aspiro con fruición el aire de Madrid, antes de meterme en el portal del inmueble. Regreso de correr diez kilómetros y el frío casi congela el sudor sobre mi rostro. Hace tanto que hasta yo lo noto. Pero estoy contento de estar de nuevo aquí.
Le mando un mensaje a Dena. “Estoy ahí en ½ hora. Quítatelo todo.”
Mis maletas están en medio del vestidor, donde las solté anoche, antes de meternos los tres en la cama. Tengo que acabar el vestidor y así poder dejar la poca ropa que he traído. Tengo que renovar vestuario, pero no quiero hacerlo demasiado pronto. ¿Qué pasa si aún pierdo diez kilos? He traído conmigo lo que he creído que echaría de menos. Esta semana ha sido como una despedida. Me da en la nariz que no volveré por la granja en una buena temporada.
Prometo solemnemente que hoy haré tres cosas esenciales. Romperle el culo a Dena, la primera. Acabar el vestidor, la segunda, y pasarme por el gimnasio Stetonic, para ver que puedo escoger como actividad desgastadora. Me meto en la ducha y, después, cuando me estoy quitando tres pelos de la barbilla, Pam aparece reflejada en el espejo.
Lleva una de las mantas echada sobre los hombros, pues está desnuda.
―           Vas a bajar a follártela, ¿no? – pregunta suavemente.
La miro un buen rato a través del espejo. Ella baja la mirada. Entonces contesto:
―           Si, Pam. Prometí que la encularía a mi regreso.
―           Quiero conocerla.
Lo dice tan bajito que no estoy seguro de haberlo escuchado realmente. Me giro y la abrazo. Yo también estoy desnudo.
―           No es como nuestro amor. Es amistad, simplemente, pero quiero dominarla.
Pam asiente. Lo sabe, pero aún así, le duele. No se le puede poner fronteras al amor… ¿o era puertas al campo? No importa.
―           Vuelve a la cama, amor mío. Pronto estaré de vuelta, para preparar el desayuno.
Me besa y se mete en el dormitorio. Me visto en un santiamén. Hoy no habrá desayuno en casa de Dena, solo sexo.
La puerta se abre al primer golpe de nudillo. No he querido llamar al timbre, seguramente Patricia está durmiendo. Dena aparece, totalmente desnuda y las mejillas encendidas. Mira a los lados por si algún vecino apareciera. Es raro, porque el matrimonio octogenario que comparte la planta con ella, no salen jamás de casa. Pero, aún así, lo comprueba.
Tiene los pezones tan erectos que creo que van a despegar de las aureolas. Su sexo está pulcramente rasurado. Ha debido hacerlo ayer mismo, por si me pasaba a mi llegada.
Pellizco sus pezones mientras la beso suavemente en los labios.
―           Muy bien, esclava. Me alegro de verte tan obediente.
―           Gracias, Amo Sergio. Te he echado mucho de menos…
Le doy una palmada en las nalgas y cierro la puerta detrás de mí.
―           ¿Patricia duerme?
―           Si, mi Dueño. En vacaciones se acuesta tarde y se levanta aún más tarde.
―           Está bien. A partir de mañana, vendré más tarde, para hacerle el desayuno a ella.
―           Como desees, Señor.
―           ¿Has usado el cinturón todos los días?
Sonríe, como si recordara algo gracioso.
―           Si, Amo, todas las noches. Me cabe el puño en el culo…
―           Veo que te ha gustado el cinturón.
―           Mucho, mi Señor, muchísimas gracias por hacerme descubrir todas estas maravillas – me dice, echándome los brazos al cuello y llenándome el rostro de besitos.
―           Compórtate, zorra – le doy otra palmada en los glúteos.
Estamos los dos de pie, en mitad del comedor cocina, ella desnuda, sin importarle lo más mínimo. Ella sonríe, más pícara aún, y agita sus nalgas, como incitándome a golpearla más fuerte. La ignoro, no estoy de humor para causar daño.
―           ¡A la cama! ¡De rodillas, cara sobre el colchón! – le digo, en un duro tono.
Ella sale corriendo, bamboleando sus senos y ese culazo. No estoy seguro pero creo que ha soltado una risita. ¡Ay, que cruz! Saco de mi bolsillo las dos esposas que he hecho con dos pedazos de cuerda del tenderete de la azotea. Otra cosa que tengo que arreglar…
Examino el esfínter de Dena al reunirme con ella en el dormitorio. Tiene razón, lo tiene muy blandito. Creo que ha jugado demasiadas horas con él. Mejor para ella. Se sorprende cuando paso los lazos por sus muñecas, apretándolos. Llevo sus manos hasta los tobillos, y paso el lazo del otro extremo por sus pies, apretándolos igualmente por encima del talón.
―           ¿Amo Sergio…?
―           Es para que no te muevas de ese sitio.
―           No me moveré, Señor.
Veo la crema lubricante sobre una de las mesitas de noche. Le pongo un poco en el culo, haciendo entrar fácilmente mi dedo y luego otro más. Me arrodillo sobre la pequeña alfombra que tiene al lado de la cama y meto mi lengua en el coño. Ella suspira y relaja su cuerpo. No tarda mucho en correrse; parece que me echaba de menos.
La dejo recuperar el aliento. Mientras, me quito la ropa. Dedico un buen rato a masajearle el ano, abriendo todo lo que puedo el agujero. Dena ya está babeando sobre la cama, y, de vez en cuando, tironea de las cuerdas, como si no se acordara de que están ahí.
Restriego mi glande contra su hinchado clítoris. Solo puede mover sus nalgas que, en ese momento, son totalmente mías, aplastadas por mis grandes manos.
―           Amo… — suplica.
Le meto una parte del manubrio en el coño, justo la suficiente para abrirla, pero no para dañarla. Gime, las nalgas temblorosas. Culeo rápido, dos, tres, cinco veces, y se la saco como si tuviera avispas en su interior. Inmediatamente, sin pausa, le meto todo el glande en el culo, de una sola vez. Ahoga el grito contra el colchón. Se la saco y el esfínter palpita, como reclamando más de ese cuerpo invasor.
Vuelvo a empezar. Se la meto en el coño, otros cinco embistes, quizás un poco más profundos, y se la saco. Esta vez gruñe, como regañándome por sacarla, pero, a continuación, le meto algo más que el glande en el culo.
―           ¡Diosss! – emite desde el colchón.
Realizo esta operación hasta seis veces, ahondando más en cada una de ellas, hasta que consigo meterla entera, tanto por la vagina como por el ano. Mi perra doblemente taladrada.
Dena jadea tras un fuerte orgasmo que la ha tomado por sorpresa, al llegar la polla a su cerviz. Siente calambres en las ingles por la posición. Lo sé porque intenta incorporarse para aliviar la tensión, pero no brota ni una sola queja de sus labios. ¡Que bien las conoce Rasputín! Echo de menos las palabras del viejo monje…
Ahora que la he desfondado, es hora de follarme su culazo. Le quito las esposas de cuerda y dejo que se estirase sobre la cama. Suspira cuando lo hace. Le meto un dedo en la boca, que succiona con cariño y gratitud.
―           ¿Estás preparada, zorra mía, para que te folle el culo?
―           Es tuyo, mi Dueño.
Trato ese culo como si no existieran más partes de su cuerpo, solo esas nalgas prietas, esa mojada entrepierna, el rojizo agujero de su ano, y el remonte de la espalda para apoyarme. Me apodero de las nalgas, apretándolas con saña, arañándolas, pellizcándolas, y golpeándolas, mientras mi polla la penetra y profundiza en sus tripas, cada vez más lejos de la luz.
Bombeo fuerte al meter más de la mitad de mi miembro. Con cada embate, hundo un poco más de carne, mientras sigo apretando sus nalgas. Dena empieza a gemir fuerte, los ojos cerrados, las aletas de la nariz vibrando. Llevo los dedos de mi mano izquierda a su clítoris, pasando por delante de su pubis. Lo pellizco con rabia y ella aúlla, corriéndose una vez más. Cae sobre la cama, incapaz de soportar ni mi peso, ni mi empuje.
No la dejo descansar. Me sitúo sobre ella, hundiendo más mi polla, mis dos manos como garras sobre sus nalgas, izándome sobre ella, imponiendo un ritmo infernal. No es más que un pedazo de carne abierto para mí, donde clavo mi polla como una espada de matador.
Estoy por acabar. Le levanto la cabeza, asiéndola por el pelo. Vuelve a apoyarse sobre sus manos, quedando a cuatro patas. Mantiene un gemido constante, algo entrecortado. Los dos nos movemos con urgencia, buscando ese orgasmo intenso que no deja de anunciarse. Ni ella, ni yo nos acordamos de Patricia, inmersos en nuestra lujuria.
Entonces, ella descubre, en un vistazo relampagueante, el rostro de su hija reflejado en el espejo del comodín, espiando nuestro acto.
―           Amo… ¡Amo! ¡Está… mirando… Sergiooo…! – intenta decir.
Pero yo no la escucho. No escucharía ni la casa cayéndose, atrapado por el placer que me recorre.
 
―           Mi hija… Patri… aaah… ¡Patricia! Aaaaahh… ¡Jodeeer! ¡PATRICIAAAAAA!
Dena se corre en cuando mi semen riega su culo ardiente, con el nombre de su hija en la boca, como el augurio de un oráculo. La jovencita ha debido correr a su cuarto porque, cuando miro, no hay rastro de ella.
Mientras desayunamos, les cuento a mis chicas lo que ha ocurrido con Dena. Pam, a pesar de su celoso malestar, se preocupa por Patricia. “¿Y si se ha traumatizado?”. La tranquilizo, solo es curiosidad. Les cuento que lo que Dena desea es compartir su hija conmigo, pero que aún no sé como tomarme eso. “Sin prisas”, es el consejo de Maby, siempre más práctica, y creo que está en lo cierto.
Mi morenita me comunica que tiene que hacer unas cuantas llamadas para buscarme un trabajo digno. A media mañana, se marcha, diciéndonos que no volverá para almorzar.
Me pongo con el vestidor. Pam me ayuda. Me alarga herramientas, sujeta las tablas que tengo que aserrar, y recoge el polvo que cae al hacer los agujeros. Entre faena, me da besitos y achuchones cariñosos. Es una buena manera de trabajar… ¡Que aprendan los patronos!
Termino el vestidor después de almorzar. Contemplo mi pequeña obra y Pam bate palmas. Ha quedado genial. He dividido la habitación en dos, mitad para cada chica, con el gran espejo de pared en el centro y otro más pequeño en la pared contraria, para que puedan verse por detrás y por delante. Hay colgadores para los trajes, repisas para camisetas y suéteres, y barras bajeras para zapatos, en ambas mitades del vestidor. Dos pequeños muebles con cajones – aún sin pintar – contienen ropa interior y calcetines. La tapa superior de estos muebles se alza, revelando pulseras, pendientes, anillos y collares de mis niñas. Guantes, gorros y bufandas, tienen un sitio propio en el altillo del vestidor. Bueno, al menos, así lo ha diseñado Pam. Ahora queda colocar todo, pero de eso, se ocupan ellas.
Mi ropa ocupa un ínfimo espacio a la derecha, según se entra, en territorio de mi hermana. No necesito más.
A las cinco, me pongo ropa deportiva y busco el gimnasio Stetonic. No es difícil de encontrar y está cerquita. Hay una chica de tetas masivas en recepción. Tiene unos ojos muy bonitos, pero seguro que nadie se los mira. Parece decepcionada cuando pregunto por Pepi. Tarda cinco minutos en aparecer, sudorosa y moviendo su saltarina trenza.
―           Hola – me saluda, una ceja enarcada. – ¿Me recuerdas?
Creo que reconoce mi voz, sobre todo.
―           El chico del aerobic del parque, ¿no?
―           Exacto. Sergio.
―           ¿Has adelgazado?
―           Si, un poco – me río.
―           ¿Un poco? ¿Estás de coña? Has entrado en quirófano, ¿no?
―           Si. – es una explicación como otra cualquiera.
―           Menudo cambio, tío. ¿Y ahora qué?
―           Busco fortalecer músculos, definir y endurecer. Corro cada día y hago flexiones, pero ya no consigo nada. Espero que no te haya interrumpido en algo.
―           Oh, no te preocupes, solo estaba calentando en una clase de spinning.
―           ¿Spi qué?
―           Jajaja… bicicletas estáticas, con música inspiradora.
―           Ah, yo es que soy de pueblo, ¿sabes?
Se vuelve a reír. Me coge del brazo y palpa el músculo.
―           Pues muy débil no está, que digamos. ¿Te enseño el gimnasio?
―           Vale, guapa.
―           Aiiins, eso de lo dirás a todas, seguro – dice, arrastrándome del brazo.
Son unas buenas instalaciones, grandes y bien acondicionadas. Buenas duchas, muchos espejos, buena climatización, aparatos modernos y, sobre todo, buenos monitores. Según Pepi, en los meses fuertes, o sea, antes y después del verano, suelen tener hasta trescientos socios, que luego se quedan en la mitad.
Me complace, sobre todo, los aparatos de musculación. Uno de los monitores, que debe de tener sobre los cincuenta años, un curtido veterano de los circuitos de fitness, me dice que tengo mucho potencial por mi estatura y mi peso. Habrá que hacerle caso. Le pregunto a Pepi sobre los horarios. Por lo visto, el gimnasio abre a las ocho y cierra a las diez. Los cursos tienen un horario reducido, buscando el compendio general, pero van rotando para que no acaparen una franja horaria permanente.
En un tablón de anuncios leo que comienza un nuevo curso de karate rinoshukan, un arte marcial típicamente japonesa. Pienso que eso si debe ser todo lo dinámico que busco. Pregunto por ello a Pepi.
―           Bien. Puedo apuntarte a esa clase. Se da tres veces en semana, en clases de dos horas. Empezará el día dos de enero. El dojo está en la parte de atrás del gimnasio, al pasar las duchas. Hay entrada también por el otro lado. Necesitaras un karategi blanco, de algodón. Si no tienes, puedes comprar uno de tu talla en nuestra tienda.
―           Je, tenéis de todo, ¿no?
―           Por supuesto, hasta vitaminas, esteroides legales, y cositas para desayunar – se ríe ella.
―           Está bien. Apúntame. También me pasaré otros días para hacer bancos de pesas
He ojeado el periódico. Las ofertas de trabajo que vienen en su interior son pésimas. La mayoría busca comerciales a comisión, o bien putas en todos los formatos. Por el momento, paso de buscar puerta a puerta. Tengo esperanza en las amistades de Maby que, aunque no sean muy legales, manejan dinero contante y sonante.
Según ella, ha dejado todo su terreno sembrado y abonado, ahora hay que esperar. Se ha puesto tan contenta con el vestidor que me ha echado un polvo sobre la moqueta con la que he revestido el suelo del mismo. Pam nos ha estado mirando mientras vigilaba la cena.
Son las diez de la mañana cuando llamo a la puerta de Dena. Viste una larga bata de seda, roja, con dos grandes rosas negras en la espalda. Como siempre, tiene bien alta la calefacción del apartamento para poder estar desnuda. Inclinándose, me besa las manos, me da los buenos días, y, a continuación, me besa en la boca.
Le pregunto sobre Patricia.
―           Estuvo todo el día encerrada en su habitación. No quise presionarla. Le deje la comida fuera, en una bandeja. Estoy muy preocupada, Amo… — puedo notar la congoja en su voz.
―           Creo que podría hablar con ella – la tranquilizo. — ¿Cuál es su desayuno favorito?
―           Crèpes con mermelada.
―           Pues nada… enséñame a hacer crèpes, putona mía.
Dena se ríe bajito, colgándose de mi brazo.
Cuando entro en el dormitorio de Patricia, bandeja en mano, sé que se está haciendo la dormida. No tengo prisa. Dejo la bandeja sobre el escritorio y me siento en el filo de la cama, mirándola. Está de costado, con las manos metidas bajo la almohada. Se le ve un hombro, recubierto de los pequeños unicornios, de diferentes colores, que plagan su infantil pijama. Su pelo forma una aureola sobre la almohada. Está surgiendo con fuerza de sus formas de niña y apunta a convertirse en una bella señorita.
―           Patricia… sé que no duermes – susurro, sin apartar mi vista de ella.
Al minuto, abre los ojos, buscando mi rostro sin girar el suyo.
―           Te he hecho el desayuno que más te gusta. ¿Quieres comer en la cama?
Se encoge de hombros, pero incorpora su torso. Meto la mano debajo de ella, subiendo y ahuecando la almohada. Después, pongo la bandeja sobre la cama. Ella le hace sitio, recogiendo sus cubiertas piernas.
―           Crèpes – musita, relamiéndose.
―           Si, y un buen cacao. Come.
La observo como unta mermelada en una de las finas tortillas, la lía como un cigarro, y la devora en un abrir y cerrar de ojos. Hace lo mismo con otra, antes de dar un sorbo a la tibia taza.
―           Tenemos que hablar, Patricia – le digo, muy suave. Ella me mira y le suben los colores.
―           No quiero hablar – me dice, sin mirarme.
―           Yo tampoco, pero tenemos que hacerlo. Eso que sientes, ahí dentro – señalo su pecho –, no puedes guardártelo. Te hará daño más tarde.
―           Os vi… a mamá y a ti – murmura, mirándome.
―           Lo sé. Yo también te vi, y en otra ocasión también, ¿verdad?
Baja la vista y asiente.
―           Sientes curiosidad, lo comprendo.
Un nuevo asentimiento.
―           Y puede que aún no comprendas nuestros juegos. ¿Te sientes molesta por eso? – aventuro.
Niega esta vez. Suspira y se come un tercer crépe. La dejo terminar de beberse el cacao y retiro la bandeja.
―           He leído sobre sexo, con mis amigas. Sé lo que estabais haciendo – no me mira, avergonzada. – Estabais follando…
―           Si, eso es. Tu madre y yo somos amigos y nos divertimos. ¿Sabes que mamá tiene derecho a divertirse también, no?
―           Si. Hacía tiempo que no la veía reírse así.
―           Entonces, ¿por qué este berrinche?
Se encoge de hombros y baja de nuevo la vista. Buff, va a ser difícil. Le alzo la barbilla con un dedo. Tiene una mancha de mermelada en el mentón. Se la quito con el dedo. De repente, Patrica aprisiona mi mano y, sin mirarme siempre, se lleva el dedo con el que la he limpiado a la boca, succionando la mermelada. Su lengua es cálida y muy suave. Acaba tan rápidamente como ha empezado. Tiene el rostro encendido.
Comprendo lo que siente. Son celos, aunque no puede, ni se atreve a explicarlo.
Patricia se tumba de nuevo en la cama. Me da la espalda y se tapa con las mantas. Es una forma de despedirme, con la excusa de dormirse de nuevo. Me pongo en pie y sonrío.
―           Está bien, pequeñaja. Finge dormir y despídeme. Excusas de crías. Mañana volveré y te volveré a hacer un buen desayuno, solo para ti, pero, si no estás levantada y vestida, esperándome, me marcharé y no volveré. De ti depende, Patricia.
No da muestras de haberme escuchado, pero sé que lo ha hecho. Salgo de su habitación y aferro a su madre por el cabello. Me está esperando, con mirada ansiosa. La apoyo sobre el pequeño mostrador de la cocina y le meto caña en el culo, mientras le cuento lo que he hablado con su hija.
Sonríe y me pide permiso para llevarse una mano al coño.
Sin embargo, los planes cambian, de la noche a la mañana. Dena me envía un mensaje. Se marcha a Sevilla, con Patricia, al día siguiente. Su padre ha sufrido una angina de pecho y piensa pasar el Año Nuevo con su familia. No volverá hasta Reyes. Puede que sea lo mejor para hacerse entender por Patricia. Ya lo veremos cuando vuelvan.
Empiezo a entrenar en el gimnasio. Simón, el monitor cincuentón, cree que le engaño y que ya he levantado pesas anteriormente. Después de negarlo varias veces, le dejo creer lo que quiera. Me gusta esa actividad, noto como mis músculos se desperezan bajo la piel, como si despertaran tras un largo sueño. Me doy cuenta que Pepi pasa demasiadas veces por delante de mí…
Las chicas me obligan a acompañarlas de compras. Hay que vestirse para la fiesta de Año Nuevo. Ni siquiera sé lo que vamos a hacer, pero, sin duda, ellas si.
Finalmente, me entero que Begoña ha conseguido que su amante le deje usar su casa de campo en las sierras de Madrid, para celebrar una fiesta de fin de año.
―           Básicamente amigos – me dice Pam.
―           Si… una treintena de modelos, sus novios o amantes, y algunos compromisos – se ríe Maby al ver mi cara.
―           Joder… habrá que engalanarse – digo.
―           ¿Por qué te crees que estamos de compras?
Como mucha otra gente de Madrid, en veladas comola Noche Vieja, debemos reunirnos con amigos más o menos íntimos, ya que nuestras familias están lejos. Este es el primer Año Nuevo que voy a pasar sin mis padres… Al menos, tengo a Pam y ella me tiene a mí. Maby está acostumbrada a estar sola, bueno, todo lo sola que ella puede estar, claro.
Así que Begoña nos ha invitado a cenar con ella en el chalé, junto con Elke. Al parecer, Sara ha decidido visitar a su gran familia gitana, a Barcelona, y Zaíma vendrá más tarde, con un nuevo novio que se ha agenciado. La casa de campo es grandiosa y enorme, con magníficos jardines formando pequeñas terrazas. Claro que nadie va a salir a esos jardines con la temperatura que hace, pero lucen elegantes desde los ventanales del gran salón.
Cuando hablo de un gran salón, es un salón enorme, como para meter cien invitados, junto con los muebles. Ya está todo decorado y preparado. Bego ha trabajo en ello toda la semana, con la ayuda de Elke. La bella noruega nos comenta que, por el momento, no se lleva demasiado bien con su padre, sobre todo después de su nueva y última boda. Así que prefiere pasar estos días en España, con sus amigas, y, con estas palabras, abraza impulsivamente a Pam.
Verlas a las dos juntas, es una delicia. Una, pelirroja, y la otra, con ese rubio tan intenso, que solo los escandinavos pueden tener. Elke es algo más alta que mi hermana, pero más esbelta. El mini vestido de lamé que viste deja patente sus perfectas y larguísimas piernas. Lleva el pelo recogido en un alto moño, del que brotan rizadas guedejas rubias, que se reparten graciosamente en su expuesta nuca y en sus sienes. Sus ojos se parecen bastante a los míos, algo menos grises, y más azules, pero igualmente claros. Elke es una de esas personas que tienen una mirada franca y sincera, incapaz de ocultar malos sentimientos. Eso, unido a la simetría perfecta de sus facciones, la convierte en una de las modelos más contratadas de la agencia. Es como una bella estatua que hubiera cobrado vida.
Cenamos los cinco entre buenos deseos, continuados brindis y suaves besos. Tomamos las uvas en el momento indicado y reparto piquitos en los labios de todas. La verdad es que las chicas me han vestido que me salgo esta noche. Camisa de seda, roja y negra, un pantalón de fina mezclilla, gris perla, con una caída perfecta que el sastre de Massimo Dutti arregló personalmente. Cinturón y zapatos a juego, imitación a charol. Vamos, pa comerme…
Bego se cuelga del brazo que Maby deja libre, y nos lleva al salón. Hay que celebrarlo con más champán. Pam llama a la granja para desear un feliz año a toda la familia, y me pasa el móvil para que haga lo mismo. Maby consigue contactar con su madre en Maui y charla con ella unos minutos. Bego, que no tiene familia a quien llamar, manifiesta con alegría, que su jefe se va a escapar pronto de su esposa e hijos, y vendrá al chalé.
―           Hay que empezar el año follando, ¿no? – dice, con una carcajada.
―           Claro que sí. Pienso hacer lo mismo, al final de la noche – itero alzando mi copa de champán.
―           Cuidado con el alcohol, peque. No estás acostumbrado – me sopla Pam, sobre mi hombro.
Es cierto. No he bebido nunca, pero me siento especialmente sediento esta noche. Empiezan a llegar los primeros invitados. Elke no se separa de Pam. Supone que, siendo las dos chicas que están solas, es lo más propio. Maby, embutida en su vestido tubular y blanco inmaculado, se cuelga de mi brazo, repitiendo el numerito del baile de Navidad. Me siento orgulloso de mi chica. Pam me sonríe, también aferrada a uno de los marfileños brazos de Elke, y me anima a seguir la velada. Mi hermana viste un flotante y nebuloso traje negro, que destaca poderosamente su pálida piel y el color de su cabello.
Zaíma llega con su novio, un tipo de más de treinta años, cuyo pelo rubio está en franca retirada. Está algo bebido y se cree el más gracioso del mundo mundial. ¡Pobrecito! Zaíma nos besa a todos, deseándonos un buen año, aunque ella, particularmente, no tenga esa creencia. Es musulmana.
En un impulso, que aún no he conseguido descifrar, atrapo una botella de vodka “Absolut”, sin empezar. Maby me mira, con el ceño fruncido.
―           ¡Hoy me siento ruso! – le digo, guiándole un ojo. Me mira con asombro, cuando me bebo el transparente licor sin mezclar y sin hielo.
En menos de una hora, me ventilo la botella, yo solo. Me hace adoptar una sonrisa floja y algo cínica, y, al contemplarme en uno de los espejos, tomo nota que mis ojos brillan con algo a caballo entre la lujuria y la travesura. Sin embargo, no me siento borracho, solo relajado.
Me paso buena parte de la velada en pie, apoyado en el respaldo de un alto sillón orejero, en el que se sienta Maby. Apoyo mis codos en lo más alto, y dejo caer una de mis manos hacia delante, jugando con la oscura cabellera de mi “novia”, la cual no deja de llevarse uno de mis dedos a la boca. Desde esa percha, me dedico a observar a cuanto pasa ante mí.
Muchas de sus amigas y conocidas, todas compañeras de profesión, se detienen ante nosotros. La saludan, se interesan por mí, acaban besándome las mejillas y sugiriendo los más dispares temas de conversación, mientras noto sus ojos analizarme y catalogarme. Algunas van más allá, y, en cuanto se quedan a solas, deslizan su número de móvil en mi bolsillo, o se insinúan descaradamente, olvidando su mano sobre mi brazo. Me hubiera gustado llevarme a alguna de ellas a los dormitorios del piso superior y haberlas follado a gusto, pero no es el momento.
―           ¡Putitas descaradas! – masculla Maby, aferrando mi mano.
―           No las muerdas aún – me río.
Contemplo a mi hermana. Está sentada en otro sillón, hermano del que nos sostiene, pero ella sujeta a Elke sobre sus rodillas. Parecen muy animadas, charlando con los rostros muy pegados. La noruega muestra su ropa interior, sin pudor alguno, la cortísima falda arremangada casi del todo.
―           Voy a buscar algo más de beber – le digo a Maby, besándole la parte superior de la cabeza. — ¿Te traigo algo?
―           No deberías beber más, amorcito.
―           No me siento raro, aún.
―           Está bien, mi dueño, ¿Me podrías traer unos pocos bombones de esos tan ricos?
Me sirvo otro “Absolut” bien generoso, en la mesa de las bebidas, y entro en la cocina, buscando los bombones. Bego está dentro, de espaldas a la puerta, las manos apoyadas en la encimera, ante la ventana. Se seca los ojos cuando me escucha.
―           ¿Estás llorando? – le pregunto.
No quiere girarse y sigue intentando contener sus lágrimas. Dejo el vaso a su lado, y la abrazo, desde atrás. Ella reclina su cabeza hacia atrás, apoyándola en mi pecho, y cruza sus brazos sobre mis manos. La escucho suspirar.
―           Deja que adivine… Tu jefe no ha podido darle esquinazo a su familia…
Begoña asiente y se ríe flojito.
―           ¿Tenías un número de telepatía en la granja?
―           Si, así pasamos las veladas cuando se pone el sol – sigo con la broma.
―           Tenía ilusión por empezar el año sintiéndome algo más que la “otra” – se seca las lágrimas, con dos dedos.
―           Bueno, la “otra” recibe las ingratitudes del secretismo, pero, en compensación, recibe los mejores trabajitos de su amante, ¿o no?
―           ¡Jajaja! ¡Tienes razón, Sergio! ¡Su esposa no se puede imaginar las sesiones de Viagra que su Antoñito me regala! – Bego se gira en mis brazos y me echa los suyos al cuello.
―           Para animarte, no puedo ofrecerte más que la posibilidad de reunirte dentro de un rato con nosotros, en una de las habitaciones – le ofrezco, con toda sinceridad.
―           ¿Contigo y con Maby? – se asombra ella.
―           Si.
―           Te lo agradezco, de veras…
―           Pero… — la animo a continuar la frase.
―           Pero lo preferiría sin Maby.
Asiento y la beso en la frente.
―           Eso es algo que no debo ofrecerte – le digo.
―           Lo sé y te admiro por ello, Sergio. No creí que quedaran hombres como tú y menos con tu edad – me devuelve el beso, pero en una mejilla. – Anda, vuelve con Maby.
―           Si… oye, ¿quedan bombones?
Queda poco para que amanezca cuando Maby y yo subimos las escaleras, entre risitas.
―           ¿Qué dijo Pam, primera a la derecha? – le pregunto.
―           No, amorcito, a la izquierda – me responde, señalando una de las puertas.
―           Sssshhh… sin ruidos – tengo la voz un tanto estropajosa por el vodka, pero mi mente está clara. O el “Absolut” es muy flojo, o yo he bebido, anteriormente, más vodka del que recuerdo. — ¿Estarán liadas?
―           Seguramente. No han subido aquí a jugar al parchis – susurra Maby, empujando la puerta.
Tanto el dormitorio como la cama son grandes, y las paredes, empapeladas con curiosos motivos egipcios, están decoradas con arte africano, en su mayoría. Puedo ver todo eso a la luz de las lamparitas de las mesitas de noche. Elke está tumbada boca arriba, desnuda y con las manos aferrando la almohada. Tiembla bajo la lengua de Pamela, quien le está comiendo todo el coño, con voracidad.
Maby sofoca una risita y tira de mi mano, hacia la cama. La noruega no se ha dado cuenta de nuestra presencia, inmersa en lo que siente más debajo de su ombligo. Ondula su cintura como una bailarina exótica, al compás de la lengua de Pam. Maby, tan traviesa como siempre, se inclina lentamente sobre la rubia y lame sus labios.
Elke abre los ojos, con lógica sorpresa, y contempla, sin comprender, a su joven compañera. De repente, me ve y baja sus manos para tocar, con urgencia, la cabeza de Pam.
―           Hola, hermanito – me sonríe, al levantar la cabeza.
―           Vaya, os lo teníais muy calladito – comenta Maby, irónicamente.
―           Ha surgido esta noche – se encoge de hombros Pam.
―           ¿Podemos unirnos? – pregunto, desabrochando el pantalón.
―           Yo… no sé… hay más habitaciones – murmura Elke, muy cortada.
―           Es que estamos acostumbradas a compartir, querida – le dice Maby, tumbándose a su lado y besándola de nuevo.
Con los ojos muy abiertos, Elke observa, a pesar de que Maby la esté besando, como me bajo los boxers y enseño mi gran miembro.
―           ¡Waaoo! – exclama, realmente impresionada, despegándose de la morena. Pero vuelve a callarse cuando ve como Pam atrapa mi polla con una mano, para llevársela a la boca.
Pam se atarea con alegría sobre su preciado tesoro, buscando que alcance una dureza ideal.
―           ¡Son… son hermanos! – musita Elke.
―           Así es. Se aman muchísimo, tanto que no pueden dejar de follar juntos – le susurra Maby, metiéndole la lengua en la oreja. – Nos amamos los tres y compartimos piso…
―           Entonces, ¿no es novio tuyo?
―           Es el novio de las dos, pero, ante la gente que les conoce, que saben que son hermanos, deben disimular. Entonces, yo soy su novia… una tapadera, jijiji… ¿Te molesta?
―           ¡Brutal! ¡No, es un amor lindo!
―           ¿Te gusta Pamela? – le pregunto, en pie, mientras mi hermana sigue atareada.
―           Es buena amiga y hoy me ha hecho feliz. No me ha dejado sola – dice, tras asentir con la cabeza. se la nota confusa, abrumada por cuanto está sucediendo tan deprisa.
―           ¿Y yo? ¿No te gusto? – le dice Maby, aferrándole un pecho, un poco mayor que los suyos propios, pero no mucho más.
―           Siempre, Maby, siempre gustarme. Eres muy, muy guapa. Pero eras pequeña y no me atrevo a decirte nada – contesta Elke, mirándola a los ojos.
―           ¿Eres lesbiana? – le pregunto, gateando sobre la cama mientras que Pam me sigue con la boca, como puede.
Elke se encoge de hombros, como si no supiera la respuesta.
―           Me gustan amigas modelos… — y se abandona a la presión de la lengua de Maby, que no deja de buscar sus labios.
Pam pasa mi polla de su boca a su coño, casi sin interrupción. Quiere follar ya. La tumbo al lado de Elke y ésta no deja de mirar de reojo la potencia y tamaño del manubrio hundiéndose en el coñito de mi hermana. Creo que eso es lo que la pone muy caliente, el morbo de pensar que somos hermanos. El incesto es un poderoso incentivo. Empuja la cabecita de Maby hacia su rubio coño, muy recortado, y se estremece cuando se lo empieza a chupar.
―           ¿Te gusta… el pollón… de mi hermano? – jadea Pam, girando el rostro y mirándola.
―           Muy grande…
―           Enorme, Elke… me abre toda… ahora después, la probaras tú…
―           No sé… da miedo… ooooooh… ¡Maby… Maby! – casi grita, apartando la cabeza de la morena de su coño.
―           ¿Si, qué? – pregunta Maby, creyendo que ha hecho algo mal.
―           Casi correrme…
―           De eso se trata, tonta, de que te corras una y otra vez…
―           No sé… nunca hecho más de una vez… — sus ojos me miran, casi con vergüenza.
Paro de embestir a Pam, que se queja bajito. Maby y yo nos miramos.
―           ¿Estás diciendo que solo te corres una sola vez y ya está? – le pregunto y ella asiente.
―           No serás virgen, ¿verdad? – le insta Maby.
―           No.
―           ¿Entonces?
Se encoge de nuevo de hombros. Veo miedo y pena en sus ojos. ¿Qué secreto oculta la noruega? Se muerde un labio y decide contestar.
―           Una mujer mayor me enseñó. Antigua jefa. Ella solo hacía correrme una vez. Después a dormir.
―           Así que tenías que refrenarte para no acabar enseguida, ¿no? – comprende Maby.
―           Si.
―           ¿Y no has estado con nadie más desde entonces? – indago.
―           No. Hoy primera vez en España – dice, apartando la mirada.
―           Uff, que triste – dice mi hermana, haciendo que me salga de ella. Se impulsa hasta su amiga para besarla en la mejilla.
Al otro lado, Maby le pellizca suavemente un pezón, y yo me inclino para besarla, muy suavemente en los labios. Algo me dice que Elke no se lleva demasiado bien con los hombres. Sin embargo, sus labios responden a mi caricia, con suaves besitos; sus dedos acarician mi pecho, mi vientre, y acaban descendiendo hasta mi verga, con cierta curiosidad. Palpan y recorren toda su longitud, pero no es suficiente. Quiere verla.
Las tres chicas se rehacen en la cama para permitirme tumbarme en el centro de la cama. Entonces, colocando mis manos tras la nuca, me dejo explorar. Las chicas animan constantemente a Elke, diciendo donde debe tocar, cómo debe hacerlo, y cuando debe parar. La noruega no parece haber visto muchas pollas, ni de este, ni de otro tamaño. Juega con el glande mucho tiempo, pasa sus dedos por el escroto, y frota fuertemente mi pene. Su tez casi albina se ha puesto roja, por la emoción. Sonríe como una tonta, cada vez que mis chicas la animan.
―           ¿Quieres que mi hermano te la meta, cariño? No te hará daño, ya lo verás…
Elke se niega cada vez que se lo preguntan. Acepta palparla, menearla, y hasta succionarla, pero no quiere ir más allá. Cuando empiezo a culear a Maby, se tumba a nuestro lado, mirando muy atentamente como se la meto por detrás, en el coño. Abre sus piernas y deja que Pam la masturbe largamente, corriéndose en silencio. Le digo a Pam que no la deje, que la haga excitarse de nuevo. Esta vez, mi hermana lame tanto su culito como su sexo. Maby me hace girarme para poder besar la boca de la noruega.
Se corren casi a la vez. Las dejo abrazadas y me ocupo de mi hermana, que tiene un calentón de órdago. Más tarde, al sodomizar a mis chicas, Elke vuelve a interesarse por la técnica. Bueno, más que interesarse, a asombrarse. Estoy seguro que no lo ha visto nunca de cerca. Pregunta muchas veces si les duele. Mis chicas se ufanan de su entrenamiento y de su capacidad. Pam le hace probar con un dedito. No tenemos crema y solo podemos utilizar saliva, por lo que Pam la ensaliva muchísimo, pero, finalmente, le introduce todo su dedo índice.
Observo como toda la columna vertebral de Elke se ondula por la sensación que recibe, cuando el dedo hurga en su interior.
Finalmente, los cuatro nos quedamos dormidos, con el día ya bien avanzado, después de múltiples orgasmos. Elke no se ha atrevido a que la penetrara, pero ha descubierto que el sexo llega mucho más allá de lo que pensaba. ¡Que belleza desperdiciada! ¡Es un crimen limitar a una mujer de esa forma!
Año Nuevo ha pasado sin que nos demos cuenta. Nos hemos levantado muy tarde y vuelto a la ciudad, tras un somero almuerzo. Las chicas están destrozadas y se acuestan pronto.
Al día siguiente, empiezo mis clases de karate. El estilo rinoshukan parece hecho para mí, artes marciales basadas en la fortaleza y en la resistencia. Nada de pataditas voladoras y poses sin pies ni cabeza. El sensei es un brasileño de unos sesenta años, pequeño y compacto. Nunca alza la voz hablando, solo cuando da órdenes. Nos cuenta que este estilo, en particular, fue desarrollado para entrenar a samuráis durante las largas campañas. Entrenaban su cuerpo para soportar la carga de un enemigo y poder devolver un solo golpe, contundente y letal, en el caso de que se quedaran sin armas.
Al principio, no es más que un largo calentamiento, que permite al sensei observarnos y comprobar en qué condiciones se encuentra nuestros cuerpos. Pero tengo la sensación que he llamado su atención, ya veremos.
Dena regresa el día cuatro de enero. Su padre se ha recuperado bien, me cuenta, arrodillada desnuda ante mí. Parece que ha hecho las paces con Patricia, aunque la cosa sigue aún algo tensa y suele cambiar de rumbo a la mínima ocasión. Su hija le ha preguntado por nuestros planes, si vamos a vivir juntos, si pensamos consolidar nuestra relación, o si vamos a seguir más tiempo con el juego de dominación. Dena no sabe qué responderle, pues ella misma no acaba de decidirse.
Me cuenta que fantasea son Patricia, que se excita con ella, que sueña con ella, pero no se atreve a dar el paso definitivo. Por mi parte, no pienso influir en ninguna de ellas. Pongo mucho cuidado en no manipularlas. No es que sea moralista en esto, pero no quiero que haya remordimientos, ni acusaciones, una vez que sus cabezas se enfríen.
Dena tiene razón. Patricia ha encontrado una forma de volverla loca: las preguntas. Al principio, Dena creía que era mera curiosidad, el impulso de comprender lo que sucedía en su entorno, pero esa niña es mucho más astuta de lo que parece y, ahora, me integra a mí también en el juego. Nos hace preguntas de todo tipo, unas veces a solas, otras veces cuando estamos juntos. Preguntas sobre nosotros, sobre lo que hacemos, sobre lo que pretendemos… Preguntas que rodean, una y otra vez, lo que en verdad anhela, lo que le importa, y eso es algo que sigo esperando a que suelte.
Al día siguiente, es Patricia quien me abre la puerta, como recordándome lo último que le dije, antes de marcharse. Me recibe peinada y vestida, y con una bella sonrisa, me hace pasar. Su madre me espera detrás de ella, las manos unidas sobre su vientre, los ojos bajos, y su desnudez cubierta solo por una bata, que no deja de entreabrirse.
Patricia no parece darle importancia a que su madre vista así. Cuando escucha, de los labios de su madre, el título de Amo, enarca las cejas y pregunta, tratando de entender.
―           Es un juego de obediencia entre tu madre y yo – le respondo sencillamente.
―           ¿Puedo jugar también? – pregunta, tras pensarlo un rato.
―           No, lo siento, Patricia. Para participar, hay que aceptar todas las condiciones, y tú, por ahora, no puedes cumplir ese requisito. Quizás, dentro de poco, lo consigas.
Se encoge de hombros, como si comprendiera la escueta respuesta. Queda poco para acabar con esta situación. En un par de días empezará el colegio y tendré que cambiar los desayunos quizás por meriendas.
En la mañana de Reyes, mis chicas me dan una sorpresa. Se levantan antes que yo para hacerme el desayuno y entregarme mi regalo. Es un precioso reloj de esfera blindada en titanio, muy deportivo y elegante. Bajo la esfera, una inscripción: “De tus zorras, con sumisión”.
Todo un detalle. Las beso profusamente.
Les entrego los suyos. Dos cajitas iguales, pequeñas y forradas en paño de terciopelo rojo. Las abren con expectación, y se quedan algo confusas.
―           ¿Un solo pendiente para cada una? – pregunta Pam, al comprobar que dentro de las cajitas descansa un pequeño objeto de oro, con una forma que recuerda a un zarcillo.
―           No son pendientes. Son piercings de oro, para vuestro pezón derecho.
―           ¡Ooooh! – exclama, a la vez.
―           Tenéis cita mañana, en la tienda de tatuajes, el Gato Negro, en el paseo Suárez. ¿Os gusta?
Maby se cuelga de mi cuello enseguida, y me mete la lengua hasta la campanilla.
―           Gracias, Sergi. Siempre quise uno, pero no me decidía – me abraza Pam por el costado.
Al día siguiente, nada más entrar en casa, se quitan los suéteres y las blusas para enseñarme, con orgullo, los piercings quirúrgicos que les taladran el pezón derecho. Tardaran unos días en colocarse los que le he regalado, pero ya lucen geniales.
Una llamada de la agencia, al día siguiente, incorpora a mis chicas a sus trabajos. Se acabaron las vacaciones. Pamela debe salir de viaje, en un par de días. Empieza una gira de presentación de la colección de pieles auténticas de una famosa peletera. La idea es realizar los pases en las mejores estaciones de esquí de Europa. Elke es la otra chica escogida de la agencia. Estarán un mes fuera, al menos. La noche antes de la partida, la despedimos como se merece, Maby con lágrimas y yo con dos imponentes corridas.
Maby, por su parte, es llamada para otro asunto que no es exactamente trabajo. Los socios propietarios han decidido dinamizar a sus chicas y aquellas que, por el momento, están desocupadas, deben ponerse en manos de un preparador físico, que las entrenaran a diario. Dos horas por la mañana y dos por la tarde.
Esto hace que Maby regrese a casa bastante exaltada, cada día, y ha tomado la costumbre de enloquecerme. Está todo el día buscando nuevas formas de excitarme, de insinuarse, de calentarme, para que acabe follándomela en cualquier rincón del piso. Por las noches, se duerme, abrazada a mí con fuerza.
Sin embargo, todo eso no me parece una reacción lógica por quedarse a solas conmigo, sino, más bien, una forma de compensar que Pam no está con nosotros. No se muestra sumisa, sino más bien desafiante, provocativa, como pretendiendo irritarme para que la castigue. Es lo que creo, pues ha conseguido que la azote en dos ocasiones.
La primera vez por desobedecerme. Se empeñó en conocer a Dena, y, aprovechando una de mis ausencias, bajó a su piso para pedirle una bandeja para hornear. Cuando Dena me dijo que había estado allí, me cabreé y subí. Mientras la pregonaba, Maby mantenía los ojos bajos, pero sonreía. Me irritó tanto que le dí una buena azotaína sobre mis rodillas, con mi mano.
La dejé sobre la cama, de bruces, tras aplicarle crema. No le permití masturbarse, pero yo tuve que bajar a toda prisa y desahogarme con Dena.
La segunda vez, una semana después, fue ella la que trajo una fusta. La compró en el sexshop y, tras entregarmela, me confesó que había sentido la tentación de follarse a su entrenador, así que debía castigarla.
Yo no quería. Le expliqué que las tentaciones son algo humano, que ella también debía sentirlas. Que tenía suficiente con que me lo hubiera confesado. Que había sabido reprimirse.
No me hizo caso. Maby argumentó que me pertenecía, que no debía sentir nada por otra persona que no fuera yo, o quien le designara. Era deber mío, como Amo, castigarla, demostrarle cuanto la quería procurándole dolor.
Una parte de mí, le daba la razón. Sabía que tenía hacerlo… pero al inocente y enamorado Sergio aún le cuesta trabajo hacer sufrir a quien más ama. Finalmente, la instalé de bruces sobre la mesa del comedor, desnuda, y le puse el móvil en la mano. Pam nos llama todas las noches y nos cuenta todo sobre su trabajo, sus compañeras, y los sitios que visita. Ordené a Maby que llamara a Pam y le confesara su pecado mientras la azotaba con la fusta.
Acabó llorando y masturbándose como una loca, compartiendo su orgasmo con Pam, casi a tres mil kilómetros.
No sé como analizar la mente de Maby. Debería ser una adolescente alocada y vanidosa, dada su educación, su despego familiar, y su trabajo. Una chiquilla que solo debería pensar en si misma, en divertirse, en los chicos que la pueden adorar, y en fiestas fastuosas. Sin embargo, se ha olvidado de todo eso, y solo está entregada a mi persona. Me ronda, me acecha, me vigila; está atenta a cualquiera de mis necesidades, para satisfacerlas de alguna forma. Yo no la llamaría una esclava, más bien una joven y hermosísima vestal, entregada a mi culto y adoración.
Eso es. Exactamente eso.
He tomado la costumbre, cada tarde, de bajar y preparar la merienda que Patricia elige. Un día crèpes, otro, tostadas americanas, o bien tortilla al gusto, o un simple bol de cereales. Me siento a su lado, viéndola comer, hablando del colegio, de sus amigas, o de lo que ella prefiera. Su madre lo hace frente a ella. Según su humor, permite que su madre comparta su merienda.
A veces, se ha negado, en esos días malos en que la odia. Me pide que ordene que su madre se arrodille a su lado, y le tira galletas al suelo, o pedazos de su propio plato, para que su madre se los coma, sin usar las manos. Es terriblemente excitante.
En esos momentos, le pregunto por qué actúa así, por qué castiga a su madre, que solo hace quererla. Patricia me mira, con esa mirada huidiza, preñada de fantasiosos deseos. Solo susurra, “por ti” y sigue atormentando a su madre.
En el fondo, sé que me desea, que le gustaría entregarse como su madre, pero se niega a que yo la venza en ese juego. Creo que para su edad, para esos catorce años que ya ha dejado atrás, es demasiado madura, o puede que demasiado orgullosa.
Después de merendar y charlar, suelo llevarme a Dena al dormitorio, y no cerramos la puerta. ¿Para qué? Patricia ya nos ha espiado en todas las posturas. Así mismo, cuando la jovencita se encierra en su habitación, tomo a su madre en la sala, sin ocultarme. Dena ya no sofoca sus gemidos, ni sus gritos. Noto su tremenda excitación, después de que su hija la haya humillado, y, habitualmente, me pide que la haga sufrir, sea con azotes, sea penetrándola.
A mediados de mes, Pamela nos visita por sorpresa, todo un fin de semana. Tiene el rostro aún más moteado de pecas, debido al sol que se refleja en las cumbres nevadas.
―           Bronceado de rica – le dice Maby, sobándole el trasero, tras abrazarla.
Tomando un café en la cocina, nos explica que el lunes parten para Austria; que la campaña va muy bien y que se está hablando de hacer una parecida en Estados Unidos y Canadá. Aún está por ver si utilizaran modelos europeas o americanas.
Me alegro mucho por ella, pero Pam no quiere felicitaciones. La noto titubeante, desde que ha abierto la puerta. Se muerde insistentemente el labio, y sus ojos evitan cruzarse con los míos. Finalmente, se decide.
―           Hermanito… mi dueño y señor… tengo algo que confesar. A ti también, cariño – le dice a Maby.
―           Uy, suena a algo serio – sonríe Maby.
―           ¡Alto! Confesar es un acto serio y responsable. Se merece un pequeño ritual propio – propongo, divertido en el fondo.
―           Amo, ¿usamos la mesa? – Maby se refiere a la posición que le hice asumir en su último castigo.
―           Está bien. Prepárala tú.
Maby pone mano a la obra con energía. Desnuda completamente a Pam, que está temblando, totalmente entregada. Parece demasiado pensativa y, entonces, me preocupo verdaderamente por lo que puede ser eso que quiere confesarnos. No ha traído maleta, salvo una liviana bolsa de mano.
Su recia parka multicolor queda en el suelo, junto con un grueso suéter de lana marrón y azul. Al quitarle la camiseta térmica, vemos que no lleva sujetador. Finalmente, Maby le quita las botas de montaña y la ajusta malla de esquí, rosa y celeste, que cubre sus preciosas piernas.
Pamela queda de bruces sobre la gran mesa, vistiendo, tan solo, unas estrechas braguitas de talle alto, color salmón. Mantenemos la temperatura del piso alta para poder hacer eso mismo. Maby le indica que se agarre a los bordes de la mesa con las manos, y que separe las piernas.
―           A ver, mi zorra hermana, ¿qué tienes que confesarnos?
―           Me acuso de haber… quebrantado la confianza de mi Amo y Señor, durante mi ausencia…
―           ¿De qué forma, guarra? – le pregunta Maby.
―           Elke y yo… nos hemos… enamorado – musita, temblando. – Hemos estado durmiendo juntas, durante todo el viaje.
Nos quedamos todos callados. Eso es serio. Puede significar el fin de todo.
―           ¿Puedo? – me pregunta Maby, alzando su mano.
Asiento y su mano abierta baja velozmente para golpear fuertemente una de las nalgas de Pam. Contiene el grito, apretando los labios, pero el glúteo enrojece rápidamente.
―           ¡Traidora! – la reprende y Pam solo asiente, sin palabras.
―           ¿Qué pretendes hacer ahora? – le pregunto.
―           No lo sé… ¡lo juro! No pretendía que esto ocurriera. Estaba muy a gusto con nuestra vida. Empezó como un juego, ya sabéis, en Noche Vieja, pero Elke es tan… tan…
―           Oh, claro. También decías eso de mí. ¡Clac! – resuena el nuevo cachetazo. Esta vez, Pam se queja.
―           Deja que se explique, Maby – le digo.
―           ¿Para qué? ¡Ya ha confesado que nos ha puesto los cuernos!
―           Sé que te duele, Maby – contesto, mientras inclino mi cabeza para atrapar la mirada de mi hermana. – A mí también me jode, pero es importante que nos diga por qué.
―           ¡Es diferente a lo que siento por ti, Sergi! O incluso por ti, Maby… Con vosotros es como un pacto, un misterio vital, algo que perdura en el alma… ¡como una comunión! Pero con Elke siento otras cosas, quizás más mundanas, pero igual de vitales.
―           Sentimientos que no tienen porque ser escondidos, ¿verdad? – digo, comprendiendo su propia tentación.
―           Si. No tengo que ocultarme…
―           ¡Conmigo tampoco tenías que esconderte! – exclama Maby.
―           No, pero si con Sergio, y eso me mata – sollozó Pam – pero ya no importa. Os he fallado…
Maby la golpea nuevamente, un par de veces.
―           ¡Basta! – la reprendo. – Pam no merece más azotes. Ha confesado por remordimiento. Ha sido débil, lejos de nosotros, pero también es valiente y ha demostrado que nos ama aún.
―           Pero…
―           ¡Ni pero, ni ostias! ¿Qué clase de amo sería si no supiera mantener a mis sumisas? No es más doloroso el castigo, sino la falta de él. Pamela ha venido en busca de perdón, lo necesita y lo tendrá. Ya habrá tiempo para recriminarle su falta.
―           Eres más sabio que yo, mi amor – agacha la cabeza Maby, dando un paso atrás.
Ayudo a mi hermana a sentarse en la mesa. Se abraza a mí e inunda mi pecho de besitos, humedeciendo la camisa con sus lágrimas. Acaricio sus adorados rizos rojizos.
―           Sergi, te juro que, cada día, al levantarme, pensaba llamarte y decírtelo… pero iba perdiendo voluntad al pasar las horas. Al anochecer, solo quería que Elke me abrazara, y volvía a caer. Maby, te juro que pensaba en todo eso cuando me confesaste lo de tu preparador, solo que tú resististe.
―           Yo amo realmente a tu hermano, Pamela. No son solo palabras. Jamás amaré a otra persona.
―           Bueno, ahora solo importa lo que piensas hacer – corto la escenita.
―           Lo he estado hablando con ella. Al final, solo le vemos una salida sensata. Elke conoce parte de nuestra relación. Comprende nuestro incesto, y nuestra unión a tres bandas. Le he ofrecido vivir con nosotros… pero no se atreve…
―           ¿Por qué? – Maby no comprende.
―           Elke es técnicamente lesbiana, algo le sucedió en su adolescencia, que le hace tener miedo de los hombres. Se dejó llevar en Noche Vieja, porque confiaba en nosotras, había bebido y estaba muy impresionada por lo que estaba descubriendo. Reconoce que Sergio fue muy atento y amable con ella, y que tocó y palpó su pene a conciencia, pero, ahora, en frío, no se atreve a vivir en una especie de comuna gallinero. Le he prometido que nadie la presionará. Que hará lo que le plazca, que separaríamos las camas…
―           Me parece perfecto – digo. — ¿Qué ha contestado?
―           Me ha pedido un tiempo para pensarlo. Su compañera de piso deja el país en tres meses. Mientras saldremos como pareja, como novias, y veremos qué pasa…
―           ¿Qué pasará con nosotros? – pregunta sutilmente Maby.
―           No lo sé. No quiero dejaros tampoco. Sergio es mi dueño y tú eres mi cariñito – Pam abre sus brazos para que su joven amante la abrace. – Lo siento muchísimo, Maby… mucho… mucho…
―           Lo sé. Ya te hemos perdonado, tranquila – Maby intenta besar cada linda peca de su rostro.
Las abarco a las dos con mis brazos. Pam me mira, esperando una respuesta.
―           Pam, aunque te declaraste mi sumisa, no soy nadie para interponerme en tu corazón. Mejor que cualquiera, sé que es perfectamente posible que el corazón se divida entre diversos amores, aunque nunca son iguales. Te quiero a ti como hermana y como amante, a Maby como mi primera novia, y posiblemente, querré a otras más adelante, por otros motivos, que pueden ser más o menos tan válidos como los primeros.
―           ¿Entonces? – me pregunta, esperanzada.
―           No tengo las respuestas, pero creo que lo más sensato sería, como bien has dicho, pasar un tiempo de prueba. Yo tampoco quiero perderte, aunque deberemos frenar un poco para dejarte espacio para esa nueva relación. Sal con tu novia, Pam, experimenta y disfruta. No la mientas sobre lo que sucede aquí, cuéntaselo todo, desde el principio; que entienda nuestro amor. Ella decidirá por sí sola, y lo que decida será bienvenido.
Maby asiente.
―           Pero quiero que seas mía y de Maby, al menos una vez a la semana. Le dirás a Elke que puede poner las reglas que ella desee, si se quiere quedar con nosotros, sea por una noche, o para siempre. La respetaré por lo que es, tu pareja, pero también puedes decirle que le ofrezco el mismo amor que comparto contigo y con Maby, y creo que hablo también por ti, ¿no? – miro a mi morenita, quien tiene las lágrimas saltadas, escuchándome.
―           Si, Amo, por supuesto. ¡Joder, que labia tienes…!
Mi hermana salta sobre mí, abrazándome muy fuerte. Es una noche para la emoción. Tengo que esforzarme al máximo para contentarlas a las dos. Pamela lleva unas semanas sin ser sodomizada y no puedo permitir que ese culazo se cierre lo más mínimo. Maby, por otra parte, se enardece con nuestra pasión y relata las guarrerías que hemos estado haciendo a solas, mientras Pam y yo follamos como conejos. El morbo está asegurado.
―           He bajado a conocer a Dena – le cuenta Maby, tumbada sobre ella, en la cama. Por mi parte, alterno mis embistes entre sus vaginas cada tres o cuatro minutos.
―           ¿Si? Cuenta… — Pam le echa los brazos al cuello y mordisquea su barbilla.
―           Me gané unos buenos azotes, pero debo decir que así, de cerca, está muy buena. No es tan vieja como creía – dice Maby, con una sonrisa.
―           ¿Te dio unos azotes? – se asombra Pam.
―           No, tonta, Sergi me atizó en el culo por desobedecerle.
―           Como los que tú me has dado… — saca de nuevo la lengua.
―           Creo que te gustaron demasiado… así no es castigo… — Maby intenta atrapar la esquiva lengua.
Asisto a esa excitante conversación, mientras sigo follando uno y otro coñito. Espero que la solución que hemos buscado a este nuevo problema, dé sus frutos cuanto antes. ¿Se convertirá el trío en una doble pareja? Lo espero y lo deseo. Elke me cae bien, aunque no siento por ella nada definido por ahora. Sin embargo, si mi hermana es feliz, yo lo seré también. No quiero perder a Pam y no soy tan hijo de puta para obligarla a terminar con alguien a quien ama, aunque pueda hacerlo.
¿Qué hubiera hecho Rasputín?
                                       CONTINUARÁ
Comentarios extensos a: janis.estigma@hotmail.es
 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!/
 

Relato erótico: “La casa de campo” (POR CABALLEROCAPAGRIS)

$
0
0

Sonó el teléfono mientras salía del baño con el recién colocado albornoz. Tras descolgar con el clásico “dígame” escuché su voz.

Hola, Víctor. ¿Qué tal?.
Hola Isa. Muy bien ¿y tú qué tal?
Bien pero necesito un favor. Es acerca de lo de mañana. Mi marido trabaja y Ángel no me coge el móvil. El problema es que aun no hemos comprado la comida ni la bebida; y necesito que me acompañes a comprar para luego acercarme al campo. ¿Me recoges a las 18:00?, ¡por favor!
Perfecto. No tenía nada que hacer. Hasta las seis.

Es probable que haya iniciado este relato de una forma que haga despistar al lector. Imagino que agradecerán unas pequeñas explicaciones que los sitúen lo mejor posible. Intentaré hacerlo breve y claro, para poder volver a lo que quiero compartir con todos ustedes cuanto antes:
Mi nombre es Víctor y tengo 29 años. Estoy casado con Ana. Ana tiene dos hermanas, Isa y María, y un hermano, Ángel. Mi mujer es la menor de los hermanos. María es la mayor con 48. Isa tiene 45 y Ángel tiene 38.
El día en el que ocurrió lo que voy a contar fue el sábado 24 de enero de 2009. El lugar no es importante. Pero si debéis saber que al día siguiente tuvimos una comida familiar en la casa de campo del marido de Isa. Dicha casita se encuentra a algo menos de 1 hora en coche de la ciudad. Tiene en propiedad una pequeña finca. La casa es discreta pero lo suficientemente confortable y amplia. De vez en cuando hacemos comidas familiares allí, y aquel domingo teníamos una a lo grande; pues no solíamos coincidir todos muy a menudo.
Isa estaba muy ilusionada y se había llevado toda la semana recaudando el dinero que habíamos estipulado pagar cada uno. Pero necesitaba a su marido para que le acompañara a comprar y llevar las cosas, pues no tiene carné de conducir. Al marido no poder, y estar el hermano Ángel desaparecido; yo fui el primer cuñado en el que pensó. Lo cual me llenó de orgullo en aquel instante, y en estos momentos me llena de erecciones cada vez que lo recuerdo.
Salimos del supermercado más tarde de lo esperado, ya era noche cerrada. Cargamos el coche de bebidas y comida en abundancia y nos dirigimos a la casa de campo. A mitad del camino se puso a llover después de todo un día de amenazantes nubes negras.

Pues vaya tela, al final vamos a tener que prepararlo todo en el salón en lugar de en el porche. –Dijo Isa-
Bueno, así encendemos la chimenea ¿no?. Queda todo como más familiar y calentito.
Jajajaja. Tu todo lo ves positivo, hijo.

Al llegar a la finca ya llovía a mares, y serpientes de plata partían el cielo en dos a cada poco. Me cubrí la cabeza con el abrigo para abrir la cancela. El camino de tierra que separa la cancela de la finca de la puerta de la casa estaba embarrado. Dejé el coche justo ante la puerta y nos bajamos corriendo, cargados de bolsas. Al entrar en la casa ambos resoplamos al unísono.

Uff, Isa, a esto se le llama llover ¿eh?
Madre mía. Voy a ponerme cómoda. Cuanto antes acabemos aquí antes nos vamos. No está la noche para bromas.

Llevé las bolsas a la cocina, aledaña al salón donde se suponía que íbamos a almorzar todos al día siguiente. Al poco apareció Isa. Se había puesto el pantalón de un viejo chándal azul marino de andar por casa, y un chaleco, de cuello alto, color negro.

– ¡Manos a la obra!

Metimos el hielo en el congelador, las bebidas en el frigorífico y despensa. Guardamos la comida, y colocamos las mesas con manteles y las sillas. Todo listo para el día siguiente. Isa cocinó algunas cosas para guardarlas hechas en el frigorífico. Finalmente limpiamos un poco la casa y dejamos lista la chimenea, con la madera a su lado a salvo del agua.
Cuando terminamos todo eran las 22:00 horas. Fuera no paraba de llover y la tormenta era más intensa.

La tenemos encima.
Sí. Venga cámbiate, que mientras antes nos vayamos mejor; no tiene pinta de parar

Isa abrió la puerta de entrada y se asomó al porche. Hacía mucho frío y viento. El agua iba en todas direcciones. La solitaria finca dejaba ver sus olivos, encinas y naranjos cada vez que el brillo de un relámpago derramaba su luz muerta. De nuevo cerramos la puerta y entramos. Isa se dirigió a mí.

El fango del camino es muy peligroso, no sería la primera vez que un coche se queda ahí. Ahora mismo no podemos salir.
Esperemos un poco. Dije yo intentando calmar su evidente falta de tranquilidad ante la situación.

A las 23:15 se fue la luz. La lluvia, incesante, parecía anunciar el fin del mundo. Y los relámpagos atravesaban la casa como un fantasma. Ayudada por la luz del móvil, Isa sacó velas de un cajón del viejo mueble de la televisión, encendiendo algunas con un mechero que sacó del mismo cajón. Las colocó distribuidas por el salón. La noté más temerosa, así que tomé la iniciativa de la situación.

Viendo la hora que es lo mejor es que nos quedemos aquí a dormir. Así mañana ya estamos cuando vengan todos. Llamemos a nuestras casas y comentemos la situación, seguro que lo entenderán.
Pero………
No te preocupes, yo duermo en la habitación de tu hija y no necesitaré ropa. Con que me dejes una manta me bastó. Cenemos algo de lo que hemos comprado y a dormir. Mañana amanecerá un buen día.
Llevas razón, es lo más lógico. No se puede salir. Llamemos.

Tras la comprensión de su marido y su hermana, mi mujer, nos relajamos un poco al ver que ya no teníamos que enfrentarnos al temporal con el coche.
Cenamos algo de la comida fría que compramos y abrimos un par de cervezas. Tras la cena decidimos abrir una de las tres botellas de ron que habíamos comprado para el día siguiente.

¡Por qué no, leñe!. Que para eso nos hemos currado toda la comida de mañana. –Recuerdo que dijo ella cuando se lo propuse-.

Bebimos en el sofá, ante la mesita de diseño rústico, a un lado de la gran mesa en la que íbamos a comer al día siguiente, y frente a la chimenea. La luz de las velas nos daba un ambiente lúgubre a la par que cálido. Habíamos encendido unos troncos en la chimenea. De vez en cuando todo se iluminaba por la tormenta. Mientras más bebíamos más se adentraba dentro de mí la luz de flash que llegaba a través de la ventana. Hablábamos sin parar. Primero sobre las pasadas navidades, luego sobre su nuevo trabajo como limpiadora, luego sobre política local….. En algún momento de la conversación me detuve a observarla mientras hablaba.
Pensé en que siempre nos habíamos llevado bien, le tenía cariño y estaba seguro que ese cariño era mutuo. No sentía ese afecto por los demás hermanos de Ana.
No voy a decir que nunca había pensado cómo sería acostarme con ella, pues mentiría. Pero algo me hizo clic en mi interior tras un flash de tormenta, me quedé callado y la observé mientras ella hablaba y hablaba.
Saboreando mi tercera copa pensé en que no era una mujer espectacular, ni falta que le hacía. Ahí, sentada a mi lado en el sofá de tres plazas, con el pantalón de chándal y el chaleco abrigado, supe entender el valor de sus piernas, algo gruesas en los muslos, pero bellas. Adoré imaginar el calor maduro de sus anchas caderas; no demasiado anchas, solo lo justo para una mujer de 45 años. Mi vista iba desde sus ojos, a los que asentía para que supiera que quería seguirla en su conversación, a su cuerpo.
Quizá me detuve demasiado en sus pechos. No por ser grandes, que no parecían serlo; más bien porque trataba de imaginarlos comparándolos con los de su hermana. Se veían más gorditos pero más o menos igual de grandes, una 90; de todos modos debía tenerlos bien sujetos porque eran dos bolas perfectas bajo la abrigada prenda. Cuando volví la vista a sus ojos ella ya no hablaba. ¿Llevaría callada mucho rato?. ¿Cuánto tiempo llevaba mirándole los pechos?….

Oye, guapo, ¡que estoy aquí!.

Es posible que una de las razones por la que Isa me caía tan bien es porque le gustaba tomar cubatas de vez en cuando y pasarlo bien. Cuando cenábamos en su casa, o ellos con nosotros, siempre acabábamos tomando una copita de más y pasándolo en grande jugando al trivial o a las cartas.

– Perdona cuñada. Es que las copas me tienen ya medio dormido.-Dije intentando esforzar una sonrisa inocente-.

Bueno, oye venga vamos a tomarnos otra y a jugar a algo ¿no?.

Si no llega a ser por la naturalidad con la que hablaba, hubiera jurado que la forma en la que se echaba la nueva copa era diferente a las anteriores. Lo único que vi seguro es que se la llenaba más de la cuenta.

Oye que casi nos hemos acabado ya la botella Isa. Mejor decir que solo hemos comprado dos y tirar esta.- Miré el reloj, eran las 2:42 horas.

Estábamos bastante bebidos, pero nos encontrábamos bien. Teníamos esa sensación de euforia cuerda que da el alcohol, pero que siempre deja en herencia dolor de cabeza al día siguiente. Sobre la mesa se desperdigaba una baraja de cartas a las que ya no teníamos más ganas de dar juego.
Con la quinta copa de cada uno vaciamos la botella. Nos echamos hacia atrás en el sofá. Se estaba muy agradable a la luz de las velas, y el calor que manaba de la chimenea había creado un clima cálido en todo el salón. Por primera vez estábamos ajenos al temporal de fuera. La luz, eso sí, seguía sin volver.

Bueno a ver cuñado, cuéntame.¿qué tal te va con mi hermana?
Muy bien, ya sabes…..
No me refiero a lo feliz que se os ve, jajaja. Es que como antes me mirabas los pechos pues es posible que no vaya la cosa muy bien.
No seas mala, no te miraba los pechos, solo….
Si, sí- Me interrumpió, en tono bromista- Ahora dime que estabas quedándote dormido o que solo mirabas al vacío, justo aquí- Se las señalo.
Desde luego como eres Isa. ¿Qué quieres que te diga que me va mal y que estoy necesitado? Jajaja, no es tu día de suerte lo siento.

Las risas desembocaron en un silencio que se hizo incómodo por alargarse demasiado. Ella apuró la copa y se levantó diciendo que iba a mear. La observé hasta que desapareció por la puerta que comunica el salón con el pasillo del baño y las dos habitaciones. Se tambaleaba ligeramente por el alcohol y su voz sonó estropajosa cuando dijo “voy al baño”.
Cuando regresó le propuse irnos ya a dormir, pero ella se sentó y me dijo que todavía no. Propuso un juego y sacó una botellita de licor de bellota. Intenté rechazarlo pues ya estaba mareado, pero dijo que solo un poco mientras jugábamos a algo. Le pregunté que a qué le apetecía jugar.

A verdad o prenda.
Jajaja, Isa que no tenemos 15 años.
Bueno pues juega, me gusta ese juego y nunca juego.

Finalmente accedí a jugar. Tiramos un dado y me tocó preguntar a mí. Me eche hacia atrás con el chupito de licor de bellota y pensé.

Veamos, ¿Eres alcohólica? Jajajaja
Plas -me azotó en el antebrazo-
Pues claro que no, un día es un día, he tenido una semana muy dura. Ya verás como tampoco es para tanto mañana, tonto. Voy yo….. ¿desde cuando no te la mama mi hermana?.

La rapidez y la sorpresa de la pregunta me hizo escupir el licor que bebía en ese momento. La miré sorprendido y ella me respondió con una mueca cómica.

¿¿¿A que viene esa pregunta????
No estás obligado, puedes pagar una prenda.
¡Que te lo crees tu!. Pues hace tiempo que no, ea ya está me toca a mí….
¿Cómo?- me interrumpió- ¡No me lo creo!, que mi hermanita no te la chupa?
Ya ves, imagino que eso es algo que no le gusta demasiado y con el tiempo lo ha dejado de hacer. Pero nos va bien en la cama eh.
Que clasiquita es la pobre.
Bueno me toca venga, no te vas a librar. ¿cómo es tu vida sexual?
¿Qué te has creído?, ¡prenda!
Anda, eres tu la que haces esas preguntas, yo ni quería jugar. Está bien te tienes que quitar…….. el pantalón.
Como me resfríe es tu culpa. -dijo con voz de dibujos animados-

Se levantó y se quitó el pantalón del chándal. Solo tenía una braguita, más pequeña de lo que esperaba, de color blanco. Se dio la vuelta para dejar el pantalón sobre una silla que estaba al lado de la chimenea. Las braguitas le llegaban hasta poco más de la mitad de cada nalga. Sus nalgas eran blanquecinas y bailonas, un poco celulíticas. Sus muslos gorditos y brillantes por la luz de la chimenea. Se le veía bastante depiladita. El conjunto era bello de ver, me gustó. Sin querer mi pene despertó. Cuando se sentó de nuevo, como siempre sonriente, el alcohol había provocado una erección enorme y descontrolada. Intenté disimularla, pero el pene me palpitaba bajo el pantalón vaquero.

– Me toca. ¡Que eres un peligro!. ¿alguna vez has sido infiel a mi hermana?.

Pensé en Rocío y me quedé en blanco. Aquel desliz repetido durante una semana. Intenté disimular diciendo prenda en tono de broma, pero me salio fatal

Prenda jajajaja.
Muy bonito. ¡Eres un capullo!. Ya hablaremos de eso. Quítate el pantalón, golfo.

El dulce recuerdo de Rocío había reanimado la erección. Si me quitaba el pantalón se iba a notar muchísimo. Quise resistirme, me daba mucha vergüenza.

Me voy a la cama…. Creo que ya sí es hora de dormir.
Oye que me tienes en bragas nene. ¡Vamos!.

Pude haberme negado en redondo pero me lo quité. El pene apretaba el calzoncillo hacia arriba dejando parte de los huevos fuera. Me senté de nuevo intentando que no se me viera mucho. La miré. Ella estaba cortada, rápidamente se le fue la gallardía con la que afrontó el juego.

Llevas razón Victor, es hora de irnos ya a la cama. Son las 3:30 y mañana hay que estar listos a las 12:00. Duerme en la cama de mi hija, ya te he dejado una manta. Hasta mañana.
Hasta mañana.

Se levantó y se fue. Yo me quedé un rato sentado apurando lo que me quedaba de licor. Después me fui también.
Antes de entrar en la habitación donde iba a dormir miré la puerta cerrada de la habitación de matrimonio. Suspiré y decidí no darle más vueltas, no debía sentirme abochornado; solo había sido un juego inocente, en el que no había pasado nada.
Al entrar en la habitación me alegré, no recordaba que la cama de su hija era grande y cómoda. Me desnudé y me metí en ella. La manta abrigaba lo suficiente. Puse el despertador del móvil a las 11:00 y apagué la luz.
No supe cuanto tiempo había pasado, pero me despertó el ruido de un trueno, volvía la tormenta. Cuando me movía para cambiar de postura un relámpago iluminó la habitación. Como una aparición, vi a mi cuñada a los pies de la cama justo en el momento en el que dejaba caer el camisón que se había puesto para dormir.
Nuestros ojos se cruzaron en ese instante pero ninguno dijimos nada. Aparté la manta para facilitarle el acceso. Se echó encima mía sin llegar a tumbarse. Puso una de sus manos sobre mi pene. Éste descansaba sobre mi ombligo. Al sentir el calor de sus manos me estremecí y sentí que aun estaba un poco larga. Esto, unido al mareo que tenía, me indicaba que no había pasado mucho tiempo desde que me quedé dormido. Empezó a masturbarme lentamente, la sentía de lado, apoyada en la almohada, su cara estaba cerca de la mía. Solo pronunció una frase, que aun hoy en día despierta mis deseos más salvajes y primitivos:

Esto queda aquí, solo es un sueño.

El calor de su cuerpo calentaba el mío más que la manta, que ya reposaba en el suelo. Mi pene no tardó en llegar a su máximo tamaño, ella siguió masturbándome un poco más; ahora besándome. Nuestras lenguas se entrecruzaban como las de dos adolescentes enamorados.
Sentí su lengua recorriendo mis pechos y abdomen. La sentía húmeda y se movía traviesa. Noté como poco a poco bajaba a la par que ella se acomodaba más hacia los pies de la cama. Me agarró el paquete por los huevos, dejando la polla muy erguida. Notaba el capullo muy vivo; de repente, sentí un baño húmedo que recorrió la polla lentamente desde el capullo hasta abajo del todo. Lentamente sentí como el calor húmedo subía y luego vuelta a bajar. En unas de las subidas la lengua se quedó dando vueltas por el capullo. Apenas se veía nada, solo su sombra. Otro flash de relámpago volvió a iluminarnos. Pude ver sus ojos posados sobre los míos, como si ella sí pudiera verme en la oscuridad de la noche, mientras movía la lengua en torno a mi punta enrojecida. La imagen de su cara viciosa se me quedó grabada en la mente como una foto, hecha por la naturaleza con ese flash de tormenta.
Mi excitación se multiplicó. Ella se levantó y se sentó sobre mi vientre. Con una mano me levanto un poco la cabeza y me la metió entre sus pechos. Sentí la dureza de los pezones. Los lamí ávido, recorriendo con la lengua lo que intuí como aureola en cada uno de ellos.
-Eso es nene, cómeselos a Isa. Eso es cariño, así muy bien. Ahora son tuyas. Ummmmm.
Al poco tiempo se levanto un poco, quitándome los pechos del alcance de mi boca. Me agarró la polla y la clavó en su cueva húmeda. Se acomodó un poco y empezó a moverse. Notaba su aliento cerca de la nariz. Así que supuse que estaba con cada codo apoyado sobre la almohada, a ambos lados de mi cara. Se empezó a mover como nunca una mujer ha sabido moverse encima mía. Planté las manos sobre sus nalgas y apreté. Noté como sus caderas subían y bajaban con destreza. Ella gimoteaba casi en silencio, yo dejaba escapar algún gemido entre los de ella. De repente cambió la posición y se quedó erguida sobre mí. Ahora se movía arrastrando el coño sobre mi pene hacia delante y hacia detrás. Sus manos reposaban en mi vientre. De nuevo un rayo. Ahora pude verla con los ojos cerrados y los pechos, ni pequeños ni grandes, bailando al compás que se marcaba en la follada. Continuamos a oscuras, ahora agarraba sus pechos
Y empecé a empujar desde abajo con fuerza, acompañando su movimiento. Ella empezó a gemir con fuerza y yo a jadear como un pobre perro. Solo se le oía a ella. Sus gemidos debían estar retumbando por toda la casa, en mitad de la tormenta, en mitad, del campo, en mitad de la soledad del invierno.
Se levantó y nos movimos con sincronización. Como si todo estuviera ensayado. Se coloco de rodillas. Noté, tocando su espalda, que se arqueaba hacia abajo, dejando la cara sobre la almohada y solamente el culo levantado para ser follada. Me situé detrás, busque su coño con las manos y lo lamí un rato. Trabajé su botoncito durante un rato, tragué todo lo que salió. Acompañando un gemido atronador noté un poco de pis en mi paladar.
Luego me situe detrás. Y se la metí. Entró como un cuchillo en mantequilla. Un nuevo relámpago me la descubrió en todo su esplendor. Una buena hembra se me presentaba como en bandeja. La cabeza sobre la almohada y la espalda curvada hasta dejar a mi alcance un amplio culo y un sexo hambriento. Sobreexcitado por esa última fotografía que me brindaba la tormenta, empujé y empujé con todas mis fuerzas. Entregué el resto en esa follada. Alternaba azotes con el mayor ritmo de follada que podía. Ella gemía a voces y pedía más. Yo también empecé a gemir como un oso.

Me….. me viene…… me viene Isa…… – Logré decir-
Espera.

Se libró y me hizo ponerme de pie al pie de la cama. Se acomodó apresuradamente y tanteó hasta localizar mi pene. Noté como lo masturbaba con una humedad constante. Justo en ese momento sonó un ruido electrónico acompañado de luz. La luz había vuelto y la del pasillo estaba encendida, colándose por la puerta entreabierta.
La miré, ella estaba de lado, apoyada sobre la almohada. Con una mano sosteniéndome la polla mientras me masturbaba fuerte, dejando el capullo entero dentro de su boca, donde lo golpeaba con la lengua a la vez que masturbaba. La otra mano se la refregaba por el sexo con una rapidez casi violenta. Me miró y continuó mirándome hasta que me corrí. Toda el semen cayo en su boca, cuando lo sintió la soltó y la abarcó entera con la boca. La chupó hasta tragarse la última gota.
Me tumbé en la cama, no hablamos durante un rato. Ella miró la hora en mi móvil. Eran las 5:02 de la madrugada.

Es hora de dormir, Víctor. Recuerda, eso ha sido solo un sueño.

Me besó, pasándome un poco de semen que aun conservaba en la boca. Después se fue con una naturalidad, que hasta me hizo dudar de si todo había sido un sueño.
Esto es lo que ocurrió en una casa de campo de España la madrugada del sábado 24 de enero al domingo 25 del 2009. No pensaba contarlo. Todo quedó ahí. Tanto en aquella comida como después. Nuestra relación era la de siempre.
Pero hoy he recibido un correo electrónico de ella. La única forma de superar la excitación que me ha producido el leerlo ha sido escribir esto, y compartirlo anónimamente con quien quiera leerlo.
 
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
 

Relato erótico: “El tatuaje” (POR ALEX BLAME)

$
0
0

Me gusta pasear por la cafetería de la universidad, los cafés  son baratos y siempre encuentro alguien que me inspire un nuevo trabajo. La gente que acude allí viene atraída por las discusiones, los menús baratos, las mujeres jóvenes y hermosas o las timbas de mus y tute.
Me acodé en la barra y pedí un capuchino. A esas horas no había mucha gente y la enormidad del recinto junto con los muebles baratos y de color claro lo hacían parecer aún más vacío. Me giré y eché un vistazo a la parroquia. A la derecha, al fondo, había un grupito de jóvenes que murmuraban en tono conspirativo con unas cervezas en la mano. En el centro, cuatro aspirantes a veterinarios, los mismos de siempre, jugaban una partida de mus y se insultaban con furia a intervalos regulares.  A la izquierda, y lo más alejadas posible de los ruidosos tahúres tres pijas con tacones quilométricos y trajes chaqueta repasaban apuntes mientras tomaban café y soltaban miradas asesinas a los veterinarios.
Sin  embargo sólo ella llamó mi atención. Sentada en una mesa, delante de unos apuntes a  los que no hacía ningún caso, miraba al vacío a través de mí como si fuese transparente. Y eso no suele ser frecuente, con mi metro ochenta y cinco, mi pelo largo y desteñido por la práctica de deporte al aire libre y mis ojos color acero, podía crear atracción o rechazo pero pocas veces indiferencia.
Me moví inquieto y eso le sacó de sus ensoñaciones. Me miró con atención y aproveché para dedicarle una espléndida sonrisa. Durante un instante creí que habíamos conectado. Ella sonrió, pero enseguida recordó algo y su rostro adquirió tal tinte de melancolía que me conmovió y atrajo toda mi atención

.

Era una joven bellísima, o eso me lo pareció, la cara perfectamente ovalada enmarcaba unos ojos grandes y oscuros, una nariz recta y pequeña y unos labios gruesos y rojos a pesar de la ausencia de maquillaje. Sus pestañas eran largas negras y suavemente rizadas, lo mismo que su pelo, lo mismo que el ala del cuervo. Al saberse objeto de mi escrutinio, bajó la vista azorada y pasando el pelo por detrás de sus preciosas orejas, se concentró por fin en sus apuntes.
Unos segundos después aquella expresión  que mezclaba sonrisa y desconsuelo, me había convencido de que tenía mi musa. Me levante del taburete y me acerque a su mesa con un nuevo café en la mano.
-Hola  ¿Esta libre? Está todo tan lleno…  –dije con una sonrisa mirando la sala medio vacía.
Ella levantó la vista un poco descolocada. Era evidente que no era frecuente que nadie se atreviera a penetrar esa muralla invisible que había levantado a su alrededor.
 -Gracias, eres un sol. –continué, ignorando su mirada desesperada.
Bebí un sorbo de café y me quedé mirándola fijamente, ella miraba fijamente sus apuntes.  Un mechón de su pelo se escapó y calló sobre su cara. Yo sin pensarlo demasiado, se lo aparté con naturalidad con mis manos sucias de óleo y trementina.
Ella apartó bruscamente la cabeza  mirándome a los ojos por fin.
-Pensaba pegar la hebra un rato antes de proponerte nada pero como veo que eres mujer de pocas palabras iré al grano, necesito algo de ti. –dije  con una sonrisa intentando desarmarla.
-Por el aspecto de mis manos y mi ropa ya habrás llegado a la conclusión de que soy pintor, y resulta que tu rostro me resulta inspirador y me pregunto si te gustaría posar para mí.
El rostro de sorpresa que puso me pareció realmente encantador. Antes de que ella pudiese negarse o siquiera replicar continué:
-Sé que no es una petición muy común, así que,  ¿Qué te parece si vienes conmigo a mi estudio, te enseño mi obra y luego decides. No está muy lejos y puedes preguntar a cualquiera si no te fías de lo que te digo, todas las camareras me conocen.
-No lo dudo.
-Menos mal, creí que eras sordomuda, –replique con otra sonrisa –odio desperdiciar saliva.
-Venga, ¿Qué me dices? No te voy a obligar a nada, y aunque al final no poses, por lo menos pasaras un buen rato admirando las mejores obras que se han pintado desde la Gioconda.
-Al menos autoestima no te falta. –replicó ella ligeramente divertida.
-Tanta que nunca recuerdo que aún no soy mundialmente famoso. –dije riéndome –mi nombre es Jaime aunque todo el mundo me llama Jam.
-Yo soy Carolina y nadie me llama Carol.
-Encantado Carol, ahora que ya nos conocemos vamos de museos. –dije recogiendo sus apuntes y ayudándola a levantarse.
Salimos de la cafetería. Yo iba ligeramente por delante. Tenía a Carolina agarrada de la muñeca y tiraba de ella con suavidad. Ella se dejaba hacer medio hipnotizada por la seguridad que tenía en mí mismo. Yo no paraba de hablar y de hacerle preguntas, que ella, sólo en ocasiones respondía con  monosílabos. Afortunadamente el estudio estaba lo suficientemente cerca como para no hacerme pesado.
Mi taller era en realidad la buhardilla de un edificio de cinco pisos  de los años setenta roído por la aluminosis. Era bajo, caluroso en verano y frío en invierno y tenía manchas de humedad en todas las paredes, pero era barato, muy luminoso y lo bastante amplio como para que cupiesen todos mis trastos.
Abrí la puerta metálica y le franqueé el paso. Carolina entró y le echó un vistazo a la estancia.
-No parece el taller de Picasso precisamente –dijo con sorna acercándose al montón de lienzos que había apilados en la única pared que no rezumaba humedad.
Los repaso uno por uno, lentamente, parándose a inspeccionar los que le gustaban, haciendo preguntas y comentarios. Yo respondía lo mejor que sabía cada vez más atraído por su misteriosa actitud.
-Bueno ¿Qué opinas, soy digno de inmortalizarte para la posteridad?
-La verdad es que me has sorprendido, algunos son geniales, siempre teniendo en cuenta que no entiendo casi nada de arte.
-Estupendo,  ponte aquí –dije sentándola inmediatamente en un taburete antes de que pudiese negarse.
Al principio estaba tranquila y sonreía ligeramente, yo me limite a simular que esbozaba un boceto mientras esperaba. La sombra de melancolía que había nublado su mirada volvió y pude al fin captarla en el block. Durante los siguientes minutos me dedique a rellenar hojas del block con el carboncillo sin decir nada para no alterar aquel frágil estado de ánimo.
Finalmente no pude aguantar más deje el block en el suelo y la besé. Por un instante sus labios se quedaron quietos y fríos pero en seguida de cerraron sobre los míos y me devolvieron el beso. La timidez dejo paso a la avidez. Nuestras bocas sólo se separaban para respirar jadeantes.
Con un movimiento casual acerque mis manos a su pecho y acaricie su seno derecho a través de la blusa.
El efecto fue inmediato  y se separó dando un respingo:
-Lo siento pero no puedo –dijo mientras las lágrimas comenzaban a correr por su rostro.
-¿He hecho algo mal? –pregunté confuso.
-No, de veras, no es por ti –dijo cruzando los brazos sobre su pecho en actitud protectora.
Sin dejar que terminara de explicarse me acerqué de nuevo a ella y la abracé con fuerza. Carolina no se resistió, pero tampoco dejo de llorar. Le besé de nuevo, esta vez en  las mejillas, saboreando la sal de sus lágrimas mientras ella gemía quedamente y se intentaba resistir sin fuerza ninguna.
Puse una mano bajo su barbilla y  levantándole la cara, obligándole a mirarme a los ojos le besé de nuevo en la boca. El sabor de su boca inundo la mía  mezclándose con las sal de sus lágrimas. Esta vez dirigí mis manos hacía su melena. Ella notó que era un gesto forzado y se apartó una vez más de mí. Pero en vez de huir, como me esperaba, respiro hondo y empezó a desabotonarse la blusa.
Jamás olvidare los minutos siguientes.
Temblando como una hoja se desabrochó la blusa y se la quitó mostrándome un sencillo sujetador de color blanco. Con un movimiento de rabia tiro del cierre y el sujetador calló a sus pies. En el lado izquierdo, dónde debería estar su pecho, había una  prótesis de silicona con un par de feas cicatrices en vez de pezón.
Me acerqué lentamente y dudé. Finalmente decidí agarrar el toro por los cuernos y acaricié las dos  cicatrices.
-Ha debido ser duro.
-Ni te lo puedes imaginar –dijo Carol un poco más relajada al ver que reaccionaba con normalidad –fueron ocho meses horribles, pero ahora ya estoy perfectamente.
-¿Sabes por qué son hermosas? –pregunte sin dejar de acariciarlas –Porque son el símbolo de tu victoria sobre la enfermedad. No lo olvides cada vez que te despelotes delante de mí.
Del resto de su ropa me encargué yo con un masculino toque de precipitación y torpeza. Cuando la tumbé sobre la cama aún estaba un poco nerviosa, así que opté por recostarme a su lado admirando y acariciando todo su cuerpo  esbelto y juvenil como si fuese una obra de arte. Cada vez más segura de sí misma  se giró hacia mí mientras  me desabrochaba los pantalones y buscaba mi pene erecto en su interior.
Sus manos suaves y cálidas me hicieron hervir de excitación. Con dos patadas me quite los pantalones y los calzoncillos. Carolina me acarició la polla un poco más y se la metió en la boca. Sus labios gruesos y cálidos envolviendo mi verga y me arrancaron un gemido de placer. Su lengua caliente y húmeda me acariciaba el glande haciéndome temblar. Aparté su cabeza con delicadeza para evitar correrme inmediatamente y la tumbé debajo de mí.  Besando de nuevo su boca introduje mi mano entre su piernas acariciando su pubis. Su sexo se excitó y ella gimió con lujuria. Poco a poco mi boca fue bajando por su cuerpo mordisqueando y lamiendo mientras mis dedos jugueteaban con su sexo haciéndola retorcerse.
 Incapaz de contenerme un segundo más separé sus piernas y la penetré. Carol se apretó contra mí  y me arañó gimiendo con fuerza. Su coño estaba caliente y húmedo y mi polla se abría paso  con delicadeza en su interior.
Por fin su mirada era limpia, no había dolor, no había remordimiento, solo había deseo.
Me pidió ponerse encima y obedientemente la levanté y puse su cuerpo ligero sobre mi regazo. Sin dejar de mirarme a los ojos me cogió la polla y se la introdujo milímetro a milímetro en su interior. Con una sonrisa maliciosa comenzó a subir y bajar por mi polla con una lentitud desesperante. Si yo intentaba aumentar el ritmo ella hacia el gesto de separarse y volvía a tomar el control. A pesar de ello sólo verla disfrutar, estirando su cuerpo sudoroso y dejando que  lo acariciase sin vacilaciones era para mí suficiente.
Cuando creyó que me había hecho sufrir suficiente un rápido empujón dio paso a una frenética cabalgada,  sudorosa y jadeante subía y bajaba, se retorcía, gemía, gritaba y me insultaba.
Aún estaba encima de mi cuando me corrí. Mi pene se retorció y expulso su contenido en su interior excitándola aún más. Yo, con un movimiento rápido, me giré y me tumbe sobre ella penetrándola con todas mis fuerzas. A los pocos segundos noté como mi pene vibraba debido a los espasmos incontrolados de su vagina. Sólo un orgasmo brutal le obligo a apartar sus ojos de los míos.
Instantes después estábamos uno al lado del otro mirando al techo borrachos de sexo.
-Quiero hacerte un regalo –dije reflexionando en voz alta.
-¿Me vas a regalar un cuadro?
-No exactamente –respondí mientras le vendaba los ojos con un trapo casi limpio. – Y nada de trampas.
Después de asegurarme de que no veía nada fui a uno de los rincones de la habitación y cogí el carrito. Con un algodón extendí la solución antiséptica por su torso y lo que quedaba de su pecho izquierdo.
-Ahora no te muevas –dije mientras encendía la máquina de tatuar.
-Qué romántico? ¿Me vas a empastar una muela? –replicó Carolina entre risas. –¿Con esto te ganas la vida?
 

-No, con la pintura me gano la vida y con esto pago todo lo demás. –respondí  -Avísame si te duele.
-Muy bueno –dijo Carol cuando empecé mi tarea –¿Esto es de lo que se quejan tanto los que se hacen tatuajes? Tendrían que probar con sesiones de seis semanas de quimioterapia y una de descanso, y otras seis de quimioterapia y así varios meses.
-Debió de ser muy duro. –dije yo mientras avanzaba por su ombligo en dirección a sus pechos.
-Lo gracioso es que para mí era mucho peor la semana de descanso. El dolor no te deja pensar en lo que realmente estas pasando. Sin embargo cuando estas un poco mejor te planteas si todo este sufrimiento merecerá la pena o peor aún en la posibilidad real de que puedes morir cuando apenas has empezado a vivir.
La sesión de tatuaje, no fue tan dolorosa pero sí fue tan larga como una de quimioterapia, así que cuando terminé yo estaba rendido y ella acalambrada de estar obligada a no moverse.
Finalmente moví ligeramente su cuerpo para admirar como la piel de su torso agitaba las hojas y las flores que había tatuado igual que lo hubiese hecho el viento. Antes de quitarle la venda de los ojos embadurné el tatuaje con abundante crema antibiótica y lo tape con varios apósitos.
-Bueno, lista. –dije quitándole la venda de los ojos.
-Cabrón. ¿No me lo vas a dejar ver?
-Hasta dentro de tres días no puedes dejarlo al aire, si no podría infectarse y  se estropearían los colores. –replique maliciosamente.
-Dios mío. Es tardísimo. –Dijo Carol mientras se ponía la ropa a toda prisa y me daba un beso de despedida.
-¿Volveremos a vernos? Aún no he terminado contigo. –pregunté mientras me levantaba y la acompañaba a la puerta en pelota picada.
-Terminar, ¿En qué sentido? –replicó con una sonrisa maligna.
-En todos. Toma mi tarjeta, llámame cuando quieras o ven a verme. Lo he pasado muy bien Carol.
-Yo también –dijo Carolina con un mohín –y no me llames Carol.
Los días siguientes los pase bastante ocupado preparando una exposición pero eso no me impidió hablar con Carol por teléfono.  A duras penas conseguí mantenerla engañada para que no se quitase los vendajes.
El martes a las siete de la mañana finalmente se quitó los apósitos y me despertó al quinto intento. Estaba encantada con el tatuaje. Dijo que era lo más bonito que había visto jamás y casi entre lágrimas me dijo que nunca lo olvidaría. Me dijo que se pasaría por mi casa a la tarde y me colgó antes de que pudiese responder nada diciendo que tenía que hacer algo en ese momento.
El resto de la mañana lo pase superexcitado esperando a Carol, así que cuando recibí una segunda llamada de un número desconocido,  no estaba ni mucho menos preparado para lo que iba a oír.
-Diga –contesté intentando imaginar quién podía tener tanta prisa para hablar conmigo antes de la una de la tarde.
-Hola, -dijo una voz suave, aparentemente de una mujer de mediana edad, desde el otro lado de la línea – no me conoces pero yo acabo de conocerte a ti. Soy Julia, la madre de Carolina y quiero que sepas lo que has hecho.
Toda la excitación que había acumulado durante la mañana hasta ese momento, se me paso al instante. Me encogí instintivamente y estuve a punto de colgar pero no estaba dispuesto a renunciar a Carol tan fácilmente así que intente replicar:
-Señora, quiero que sepa…
-Lo siento, pero prefiero que no me interrumpas mientras te hable, porque si no,  no sé si podré terminar. –continuó  Julia dejándome con la palabra en la boca.
-Antes de tener la enfermedad Carolina era una chica preciosa y una hija perfecta. Siempre alegre y dispuesta a ayudar. Y entonces, hace tres años le diagnosticaron el cáncer. –comenzó Julia tomándose un segundo para coger aire – Durante la enfermedad luchó como una leona, se sometió a los ciclos de quimioterapia sin quejas. Incluso animándonos a nosotros en  nuestros momentos bajos. Incluso cuando le dijeron que iban a tener que operarle y vaciarle el pecho izquierdo, no pareció afectarse y siguió adelante con una fortaleza que nos sorprendió. Pero todo cambió tras la  operación. Cuando vio esas dos…. terribles cicatrices se echó a llorar y aunque totalmente curada del cáncer se sumió en una profunda depresión
A partir de ese momento en el relato, la voz de la mujer comenzó a temblar ligeramente:
-Pagamos la cirugía de la prótesis por nuestra cuenta para acortar al máximo el tiempo de espera, pero con las cicatrices los médicos no pudieron hacer nada. Durante el siguiente año y pico se encerró en sí misma y prácticamente cortó todo contacto con lo que antes le interesaba, amigas, lectura, estudios todo quedo aparcado, aparentemente para siempre. La llevamos a  dos psiquiatras sin resultado, hasta que hace seis meses conocimos al Dr. Blanco. Con una paciencia infinita logró sacarla de su mutismo y aunque no volvió a ser la misma por lo menos comenzó a interesarse por lo que le rodeaba. Y entonces apareciste tú.
-El viernes ya estábamos a punto de volvernos locos cuando llego. Mi marido, policía jubilado, ya estaba a punto de llamar a sus excompañeros. Íbamos a echarle una bronca de campeonato por no habernos avisado, pero la sonrisa que llevaba puesta en su rostro nos congeló los nuestros. La primera sonrisa franca en dos años y medio. Los días siguientes, al contrario de lo que esperábamos la sonrisa se mantuvo junto con algo más que sólo podíamos definir como expectación.
-Para nosotros cualquier cosa era mejor que el infierno que habíamos pasado, así que cuando esta mañana nos reunió vestida únicamente con un albornoz estábamos preparados para casi todo.  
-Cuando se abrió el albornoz no pudimos creerlo. –dijo la mujer con un profundo sollozo –Toda la parte izquierda del torso de Carolina estaba ocupada por una masa de vegetación y flores que se enredaban y se movían con cada respiración y cada movimiento de su torso. En vez de cicatrices ahora había flores e insectos de colores extraños, en vez de una mujer con un pecho mutilado había una mujer hermosa con una belleza única. Una mujer que por primera vez estaba orgullosa de ser como era.
El irrefrenable llanto  de la mujer interrumpió la narración y me dejo azorado sin saber qué hacer con el móvil. El momento se estaba alargando y estaba a punto de dar una excusa y colgar cuando una voz masculina se puso al aparato.
-Hola hijo, quiero que sepas que me has hecho pasar el momento más bochornoso de mi vida. No veía el cuerpo desnudo de mi hija desde que tenía seis años. En cualquier otra situación esto hubiera bastado para pegarte un tiro, pero lo que has le has hecho a mi hija  es el regalo más bonito que nadie le ha hecho ni nadie le hará en su vida. Y puedes hacer lo que quieras, dejarla tirada sin explicaciones incluso, que no bastara para que olvide que nos la has devuelto.
-A propósito ¿cómo ha dado conmigo?
-Oh, eso no importa. Aún conozco mucha gente en la policía. A propósito nos gustaría que… esto quedase entre nosotros, ya sabes, que no se enterase de que hemos hablado. Sólo queríamos agradecerte lo que has hecho, no sólo por ella sino también por toda la familia.
Cuando llamó a la puerta aún estaba un poco superado por los acontecimientos.  Era gracioso, ahora era yo el que parecía confuso y ella la que rezumaba alegría y vitalidad por todos sus poros.
-Hola Jam, ¿Me has echado de menos? ¿Quieres que pose para ti?
-Si te digo la verdad Carol, -dije cogiéndola entre mis brazos  –voy a hacerte el amor toda la noche, y luego quizás llore entre polvo y polvo. No hay mayor condena para un artista que no poder exponer su obra maestra.
-Míralo de otra manera, también  es la única oportunidad  de que un artista no se aleje nunca demasiado  de ella –replicó Carolina comenzando a desnudarse…
 

 PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:

alexblame@gmx.es

 
¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

Relato erótico: “Una amiga me ayuda con el cabrón de mi vecino” (POR GOLFO)

$
0
0

 
 

Me pone super cachonda el cabrón de mi vecino 2.

 

Mi desesperación creció de manera exponencial al saberme en sus manos y aunque sabía que la manera en que ese maldito me dosificaba sus caricias era con el objeto de volverme loca, no pude evitar que cómo un tsunami mi calentura alcanzara unos límites ridículos.

Considerándome una mujer atractiva, sus continuos rechazos me estaban hundiendo en la miseria y tratando de sacudirme su influjo, nada mas llegar a casa llamé a una amiga y le pedí que me sacara de copas. Alicia no puso reparo alguno en acompañarme y quedé con ella en una hora.
Decidida a triunfar esa noche, me puse un sexy vestido rojo que me sentaba de vicio y unos tacones de trece centímetros con los que aliviar mi  impotencia. Antes de salir me tomé un par de chupitos para ir calentando y ya medio entonada, llamé al ascensor.
Para mi desgracia en ese preciso momento, José salió de su piso y dando un repaso a mis pintas,  con descaro comentó:
-¿Te he dejado tan caliente que vas en busca de guerra?
Más que una pregunta era una afirmación y humillada hasta decir basta porque aunque me costara reconocerlo era verdad, contesté muy cabreada:
-No eres el único.
Muerto de risa, ese cabrón me levantó la falda y dejándome claro el poder que ejercía en mí, manoseó mi culo mientras decía:
-Lo sé pero soy el mejor.
Si  ya estaba bruta de por sí, cuando sentí sus dedos hurgando en mi trasero,  creí que me iba a dar un sofoco por la temperatura tan alta que alcanzó mi chumino e intentando zafarme de su abrazo, le solté:
-He quedado con uno que si cumple, ¡No cómo tú!
Nada más decirlo me arrepentí porque de mis palabras se podía deducir que aceptaba que me ponía cachonda. Mi inútil rebelión le divirtió y mientras me daba un suave pellizco en las nalgas, me informó:
-Mañana, no quedes con nadie.
La promesa que se escondía detrás de esa orden, terminó de ponerme como una moto y babeando ante la perspectiva de pasar toda una noche con él, salí huyendo  rumbo a las escaleras sin esperar que llegara el ascensor. No había recorrido ni el primer tramo, cuando escuché que me gritaba:
-Recuerda, te quiero sin bragas.
Con mi mente hecha un lio, caminé hasta el bar donde había quedado con mi amiga. Durante el trayecto, me recriminé mi falta de autoestima por no haberle soltado una bofetada cuando me tocó y debido a eso, estaba casi llorando cuando saludé a Alicia.
-¿Qué te ocurre?- preguntó al verme en ese estado.
Incapaz de quedarme con ese dolor dentro, le expliqué lo mal que me sentía por culpa del capullo de mi vecino. Con todo lujo de detalles, narré mi desgracia mientras ella se iba enfadando cada vez más hasta que ya hecha una furia, me comentó:
-No te comprendo. Eres un cañón de mujer y mírate, ¡Parece que disfrutas humillándote!
Dejándome llevar por la desesperación, empecé a berrear en sus brazos mientras la música del local amortiguaba mis gemidos. Alicia me estuvo consolando durante un rato hasta que harta de mi insensatez, me soltó;
-Vamos a emborracharnos.
Tras lo cual, llamó al camarero y pidió un par de copas. No sé si fue el cariño que me demostró o el efecto del alcohol que recorría mis venas pero poco a poco fui olvidándome de José mientras bailábamos como locas en mitad de la pista. Varios cafres se nos acercaron pero en ese momento lo que nos apetecía era divertirnos entre nosotras y por eso no hicimos caso a sus ataques. Tres horas más tarde, ya bastante borrachitas, salimos del bar y sin ganas de seguir deambulando por las calles, pregunté a mi amiga:
-¿Nos tomamos la última en mi casa?
Alicia aceptó sin pensárselo y por eso a los quince minutos estábamos abriendo la puerta de mi apartamento. Al entrar no tardamos en oir el sonido de un berrido que venía de casa del vecino.
-Lo ves. Ese cabrón todas las noches se folla a una diferente- comenté y muerta de risa, dije: -Si no me equivoco esta es la gritona.
 
-Joder, ¡Se oye todo!- Alicia respondió pidiéndome que me callara.
Acostumbrada a ese tipo de serenatas, la dejé en mitad del salón y me fui a servir un par de copas. Ya de vuelta, no tardé en descubrir que mi amiga se había visto afectada por la demostración de mi vecino al ver que estaba completamente colorada.
-Es alucinante, ¿Verdad?
El volumen de los gemidos de la pareja de esa noche de mi vecino lejos de menguar, habían aumentado y por eso tras pensárselo un momento, me contestó mientras cogía su vaso de mis manos:
-Ahora comprendo cómo te tiene. ¡Ese tipo es un semental! Reconozco que me ha puesto cachonda.
Esa confesión no hubiera tenido importancia si en ese momento, no se hubiera acercado a mí y pegando su cara a la mía, preguntara:
-¿Qué te apetece hacer?
Aunque nunca me he considerado lesbiana, la cercanía de sus labios entreabiertos me excitó y no pude resistir acariciar sus pechos por encima de la tela. Fue entonces cuando Alicia sonrió al ver mis labios tan cerca de los suyos y cogiendo mi cabeza entre sus manos, me besó. Sentir su lengua introduciéndose en mi boca fue maravilloso, pero aún más el notar sus pechos posándose delicadamente contra los míos.
Desinhibida por el alcohol y azuzada por el ruido que venía del apartamento de mi vecino, deslicé los tirantes del vestido de mi amiga, dejando al aire sus bonitos pechos. Ella no solo no puso impedimento alguno sino que luciendo una extraña sonrisa, alentó descaradamente mis maniobras diciendo:
-Vamos a enseñar a ese cabrón que también en esta casa ¡Sabemos gritar!
Sus palabras me permitieron continuar y por eso recorrí con mi lengua su cuello en dirección a sus oscuros pezones que erizados esperaban con ansía mi llegada. Alicia no pudo reprimir un suspiro cuando sintió la humedad de mi boca recorriendo sus areolas. Yo por mi parte, deseaba aunque fuera con ella liberar la excitación que llevaba acumulando durante meses aunque al día siguiente nos odiáramos  por caer en la tentación.
-¡Me encanta!- gritó al notar que con mis dientes estaba mordisqueando sus pechos mientras la terminaba de desnudar.
Ya desnuda, mi amiga me miró con el deseo reflejado en sus ojos y sin pedir mi permiso, fue desabrochando los botones de mi traje mientras permitía que mi mano se apoderara de su trasero.
-Nunca he estado con otra mujer- reconocí al quedar en pelotas frente a ella.
-Para mí, también es mi primera vez-, respondió y sin dar importancia a que ambas fuéramos nuevas en esas lides, me cogió de la mano y me llevó hasta mi cama.
Una vez allí, levantando mi trasero, me despojó del tanga dejándome totalmente desnuda. Para entonces, éramos dos mujeres necesitadas y nuestra excitación inundó la habitación con su sonido.
 
-Te deseo- susurró en mi oído mientras se quitaba sus bragas y se acostaba a mi lado.
La confianza que nos teníamos le permitió apoderarse con su boca  de mis pechos mientras sus dedos se iban acercando cautelosamente a mi sexo. Os juro que al experimentar la suavidad de su piel sobre la mía, me hizo olvidarme de José y respondiendo a sus caricias, me tumbé sobre las sábanas mientras gemía de placer. Alicia al percatarse de mi entrega,  separando mis piernas, fue bajando por mi cuerpo. Cuando su lengua entretuvo jugando con mi ombligo, creí que me moría y pegando un aullido, le grité:
-¡Hazme sentir nuevamente viva!
Mi amiga ya imbuida por su papel, abrió con sus dedos los labios de mi sexo y dejó mi botón al descubierto. Fue entonces cuando llevando su cabeza hasta mi entrepierna, la punta de su lengua se aproximó a mi coño. La dudas de lo que estábamos haciendo vinieron a mi mente y suspirando le pregunté si estaba segura. Alicia, sonriendo, comprendió mis reparos y dejándolos a un lado, con una exasperante lentitud se fue acercando.
-Dios!-gemí al sentir su aliento.
Con los nervios a flor de piel pero ya dispuesta, le pedí que tomara posesión de su feudo y para recalcar mi deseo, acerqué su cabeza a mi sexo mientras le rogaba que no me dejara a medias.
-No pienso hacerlo- respondió  mientras recorría  mis pliegues y se concentraba en mi erecto botón.
Tanto tiempo a dieta y la ternura de mi amiga hicieron que el efecto de sus caricias fuese inmediato y retorciéndome en la cama,  me corrí salvajemente. Sorprendida pero igualmente encantada por la violencia de mi orgasmo, mi amante se fue bebiendo mi flujo al ritmo que brotaba de mi chocho. Su insistencia prolongó mi placer en un éxtasis continuado que me hizo desear  más.  Fuera de sí y con las hormonas de una hembra en celo, Alicia cambio de postura y  entrelazó nuestras piernas, pegando mi torturado sexo al suyo. Esa maniobra que tantas veces había visto en las películas pero que nunca había practicado, fue el banderazo de salida a una loca carrera de ambas por encontrar el placer.

Fundidas nuestras pieles por la fuerza de nuestra pasión nos lanzamos al galope. Rozando nuestros coños con un frenesí sin igual, compartimos la humedad de nuestros sexos mientras como si estuviéramos lejos de la civilización, no dejábamos de gritar.  El escándalo de nuestros gritos debía de oírse en toda la planta y aun así, no sentí ningún reparo porque de esa manera estaba haciendo partícipe a José, mi vecino, que también yo tenía compañía.

Alicia debió pensar algo parecido porque mientras posaba sus manos sobre mis pechos y así forzarme a acelerar mis movimientos, me dijo:
-¡Mas alto! ¡Qué se entere de lo puta que es su vecina!
Sus palabras me contagiaron de un fervor mayor y lanzándome al galope, busqué tanto su placer como el mío. Chocando continuamente mi coño contra el suyo, conseguí desbordar la pasión de mi amiga y al cabo de unos minutos, la oí gemir de gozo. Su orgasmo aceleró el mío y anegándome por segunda vez en la noche, me desplomé entre sus brazos.
Ya relajadas, nos quedamos abrazadas una a la otra y en esa postura, nos dormimos.
A la mañana siguiente al despertarme, Alicia seguía abrazada a mí y observando su cuerpo desnudo, rememoré el placer que había disfrutado con un sentimiento extraño. Por una parte me era complicado porque no en vano, había sido mi amiga durante años y no sabía cómo iba a reaccionar cuando abriera los ojos, pero por otra no podía negar el placer que sus caricias me habían provocado y por eso me mantuve quieta y que fuera ella quien diera el primer paso.
No llevaba ni cinco minutos despierta cuando noté que se movía y no queriendo que me descubriera cerré mis ojos y me hice la dormida. Os reconozco que estaba horrorizada porque pensaba que sin el aliciente del alcohol tanto ella como yo íbamos a hacer como si nada hubiese ocurrido pero Alicia me sacó de mi error, cuando en silencio y con una ternura sin igual, empezó a acariciar mi cuerpo aprovechando que para ella, estaba todavía soñando.
-Eres un putón- susurré al notar sus dedos recorriendo mis pechos.
El tono dulce con el que le solté ese improperio, le hizo saber que no ponía ningún reparo a reanudar lo de la noche anterior  y por eso ya confiada, usando su lengua recorrió todos mis pliegues y se apoderó del clítoris que tanto le había gustado unas horas antes. Imbuida por la lujuria, usó su lengua para recrearse en mi almeja. Su sabor agridulce la cautivó y por eso no le pareció extraño usarla para follarme como si de su pene se tratara.
Al sentir que el placer se iba acumulando en mi entrepierna fue cuando me percaté que aunque nunca me hubiera dado cuenta era bisexual disfrutaba siéndolo.
-¡Por favor! ¡Sigue!- aullé al experimentar la caricia de uno de sus dedos en mi ojete.
Decidida a darme nuevamente  placer, metió una de sus yemas en mi ojete mientras escuchaba como mi respiración se aceleraba. Alicia estaba tan ansiosa por servirme que no anticipó mi orgasmo hasta que mi flujo empapó sus mejillas y entonces completamente cachonda y con su propio coño anegado de placer, se dedicó a satisfacer a mi gozo.  Sus renovadas ganas  me llevaron a alcanzar un orgasmo tras otro retorciéndome en la cama y justo cuando caía rendida en el colchón, Alicia comentó:
-Llevo desde anoche pensando en tu vecino- y poniendo cara de putilla, me preguntó: -¿Te apetece que hoy nos lo follemos entre las dos?….
Como “buenas amigas” decidimos enfrentarnos con José.

Abusando de la fascinación que sentía por él, mi vecino me había citado esa tarde nuevamente en el portal, poniéndome como condición que debía acudir sin bragas. Su idea era como tantas veces aprovechar el trayecto en ascensor para volver  a ponerme bruta y después dejarme rumiando sola mi excitación pero en esa ocasión todo iba a ser diferente porque aunque no lo supiera ese día no iba a ir sola.
¡Alicia me acompañaría!
Tal y como había quedado José llegó al portal puntualmente y sonrió al verme esperándole sin percatarse de la presencia de mi amiga. Ella se comportó como si fuera una vecina que casualmente esperaba también al ascensor.
Como otros días, el ruín de ese tipo esperó a que entrara en él para ponerse detrás de mí y empezar a tocarme. Lo que no se esperaba es que al sentir sus manos rozando mis pezones, me diese la vuelta y sin darle tiempo a reaccionar bajándole su bragueta, saqué su miembro todavía morcillón de su encierro.
-¡Qué haces!- protestó cortado al no estar preparado pero sobre todo por la presencia de Alicia.
Esta ni siquiera se lo pensó y colocándose a su lado, me ayudó a bajarle el pantalón. La sorpresa que se llevó no le dio tiempo a reaccionar y para cuando se quiso enterar, ya le habíamos quitado los pantalones y le habíamos dejado en calzones.
-¿Será una broma?- exclamó cuando le dejamos allí en mitad del ascensor medio desnudo y sin llaves de su piso.
Entonces y desde la puerta de mi piso, mi amiga le respondió:
-Para nada. Si quieres que te devolvamos las llaves, antes tendrás que comportarte y dejarnos satisfechas.
Tras lo cual entrando en el apartamento, lo dejó abierto para que José entrara detrás. Mi vecino tardó solo  unos instantes en comprender que no le quedaba más remedio que acompañarnos e intentando recuperar sus pertenencias, accedió al piso de muy mal genio.
-Dadme mis cosas- exclamó al ver que Alicia le esperaba sentada en el sofá.
Con la tranquilidad del que sabe que tiene al otro en su poder, sonrió y abriéndose de piernas, le mostró su sexo desnudo y dijo:
-Cállate y empieza a comer.
Indignado, se negó amenazando con llamar a la policía. A ello e interviniendo, contesté pasándole el teléfono:
-Toma, llama. Explícales que dos jovencitas te han desnudado en el ascensor y te han quitado las llaves de tu casa. Ja jajá…
Lo absurdo del planteamiento le hizo recapacitar y todavía de mala leche, preguntó:
-Si accedo, ¿Al terminar me daréis mis llaves?
-Por supuesto- respondí- una vez que nos hayas satisfecho, no nos sirves para nada.
Mi promesa le tranquilizó y aunque era humillante para él, al final accedió y quitándose la camisa, nos soltó:
-¿Con cuál de las dos putas comienzo?
Muerta de risa, me senté junto a Alicia y levantándome la falda del vestido, contesté:
-Nos da igual. Para que te dejemos ir tendrás que habernos complacido a ambas.
Alicia, hurgando en su herido, apoyó mis palabras diciendo:
-Date prisa que se enfrían los conejos.
Derrotado por las circunstancias, a José no le quedó más remedio que arrodillarse frente a nosotras y separándole las piernas a mi amiga, empezar a lamer su sexo. Lo que no se esperaba fue que la rubia le parara y pusiera uno de sus pies a la altura de su cara, diciendo:
-Empieza por mis dedos.
Esa nueva humillación le encolerizó más pero aun así, abriendo su boca, sacó la lengua y comenzó a recorrer con ella las comisuras de sus dedos. Alicia, no contenta con ese pequeño triunfo, me abrazó y me besó mientras José obedecía sus órdenes. Os juro que ver a ese cabrón prostrado, me excitó y bajando los tirantes de mi vestido, puse mis pechos a disposición de mi amiga. La rubia no les hizo ascos y se puso a mamar de ellos mientras mi vecino seguía lamiéndole los pies.
-¡Qué boca tienes! ¡Cabrona!- exclamé al sentir la húmeda caricia de su lengua recorriendo mis areolas.
Alicia al escuchar mis gemidos, incrementó su lactancia mientras separaba sus rodillas, diciendo a José de ese modo que ya podía subir por sus piernas. El moreno quizás azuzado por la escena lésbica que estaba contemplando, fue dejando un mojado surco por sus pantorrillas en dirección a su meta. Para entonces ya estaba brutísima y por eso llevé mis manos hasta las tetas de la rubia y sacándolas por el escoté, me dediqué a acariciarlas.
Al recibir ese doble estímulo, la rubia no pudo más que empezar a gemir de placer y mordiendo uno de mis pezones, incitó mi morbo diciendo:
-Puta mía, ¡Necesito comerte el coño!
Ni que decir tiene que al oírla, la complací y poniéndome a horcajadas sobre ella, puse mi sexo en su cara. Alicia en cuanto vio mi vulva a su alcance, usó sus dedos para separarme los pliegues y ya con mi botón al descubierto, sacó su lengua y empezó a relamerlo con fruición.
-¡Cómo me gusta!- gemí olvidando momentáneamente a ese moreno que para entonces ya iba por los muslos de mi amiga.
Mi aullido aguijoneó la excitación de la rubia que mientras seguía mordisqueándome el clítoris, con un dedo comenzó a penetrar mi conducto con una rapidez que no tardó en sacar de mi garganta nuevos chillidos.
-¡Sigue que me estás volviendo loca!- grité sintiendo que mi coño se encharcaba.
Dispuesta a darme placer, Alicia incrementó la velocidad con la que sus yemas me follaban mientras entre  sus piernas, José ya había alcanzado su sexo. Al notar que mi vecino se apoderaba de su propio botón, gimió descompuesta diciendo:
-A mí, ¡No! ¡Fóllate a mi zorrita!
Mi vecino tardó en comprender los deseos de mi amiga, por lo que tuvo que ser ella quien me bajara de su cara y pusiera mis nalgas a su disposición. Aunque intenté protestar, Alicia no cedió y con tono dominante, me ordenó:
-Deja que te folle mientras tú me comes el chumino.
 
Para entonces José ya se había repuesto y colocando su glande entre mis labios, comprobó que mi sexo estaba suficientemente lubricado y de un solo empujón, hundió todo su miembro en mí.
-¡Dios!- chillé al notar mi conducto invadido y la cabeza de mi pene chocando contra la pared de mi vagina.
Increíblemente excitada, me agaché entre las piernas de mi amiga y me puse a saborear su flujo mientras ese cabrón comenzaba un mete saca de lo más estimulante.
-Te gusta, ¿Verdad?, putita- susurró la rubia en mi oído.
-Síííí..- gemí ya dominada por el placer que asolaba mis entrañas y recreándome en el chocho de Alicia, bebí sin parar del néctar que manaba de sus entrañas.
A mi espalda, José cada vez se sentía más cómodo y menos humillado por lo que ya sumido en la acción, no tuvo reparo para darme un duro azote diciendo:
-Mete dos de tus dedos en esa puta.
Su sugerencia lejos de molestarme, me estimuló y cumpliendo sus deseos, introduje dos de mis yemas en el coño hirviendo de la rubia. Mi amiga al sentir esa invasión separó aún más sus rodillas comunicándome su aceptación. 
Mi vecino viendo su entrega, volvió a azotar mi culo incitándome a sumar un tercer dedo a los otros dos. Alicia estaba tan mojada que su sexo no tuvo problemas en aceptar las caricias de tres falanges moviéndose en su interior.  La facilidad con la que los absorbió y los gemidos de placer que salieron de su garganta, incrementaron el morbo que sentía y sin que tuviera José que pedírmelo, metí un cuarto.
-Eres muy mala- chilló llena de gozo al experimentar la presión de tantos dedos en su interior.
Fue entonces cuando decidí probar su resistencia y mientras sentía que me estaba derritiendo por el acoso de la verga de mi vecino dentro de mí, introduje el último.
-¡Me encanta!- oí que Alicia decía mordiéndose los labios de placer.
Ya puesta y observando que el coño de mi amiga era capaz de todo, presioné mi mano e introduje toda ella en su interior.
-¡Me duele pero me gusta!- bramó como cierva en celo al sentir mi puño dentro de su vagina y retorciéndose sobre el sofá, gritó: -¡Hazme más puta de lo que soy!
Comprendí lo que me pedía y cerrando mi mano en su interior comencé a mover mi puño  golpeando suavemente las paredes de su sexo.
-¡No pares!- chilló y mientras todo su ser se licuaba, insistió: ¡Hazlo duro!
Sus palabras me terminaron de convencer y con rápidos movimientos de muñeca, como si fuera un martillo asolé sus defensas hasta que pidiendo una tregua se desplomó sobre el sofá. El observar su orgasmo no solo no apaciguó mi morbo sino que lo aceleró y mientras le exigía a José que siguiera follándome, usando mi puño golpeé sin parar su interior.
-¡Por favor!- aulló al notar que su clímax se prologaba uniéndose con el siguiente- ¡No puedo más!
La sensación de tenerla en mis manos fue tan placentera que sin dejarla de machacar pedí a mi vecino que derramara su simiente dentro de mí. El moreno ya contagiado de nuestra pasión me cogió  de las caderas y comenzó un cruel asalto que no tardó en conseguir sus frutos:
-¡Me corro!- berreé gritando al sentir que todo ese cúmulo de sensaciones me estaban desbordando y que mi cuerpo estaba a punto de estallar.
José al escuchar mis gritos, aceleró aún más si cabe el ritmo de sus incursiones y coincidiendo con mi orgasmo, noté las brutales explosiones de su pene bañando con su lefa mi vagina.
-Cabrón, ¡No te has puesto condón!- grité asustada al caer que me estaba follando a pelo.
Como comprenderéis trate de zafarme pero olvidando cualquier recato, me agarró de las tetas e inmovilizándome, prosiguió esparciendo su simiente en mi interior. La angustia de poder quedarme embarazada y la imposibilidad de evitarlo, amplificó ´mi placer regalándome un orgasmo tan brutal que caí sobre mi amiga, babeando e incapaz de moverme.
Fue entonces cuando José sacando su verga, no soltó:
-Ya he cumplido, ¿Dónde están mis cosas?
Agotadas y satisfechas, le dijimos donde estaban y sin movernos del sofá, observamos cómo se ponía el pantalón y revisaba si tenía las llaves. Habiendo comprobado que podía irse, mi vecino se acercó a nosotras y mientras nos pellizcaba un pezón a cada una, se despidió diciendo:
-Mañana, os espero a las ocho. ¡Venid sin bragas y con ganas que os dé por culo!

Tras lo cual, nos dejó allí tiradas sabiendo que al día siguiente ni Alicia ni yo podríamos evitar estar allí puntuales.

Para comentarios, también tenéis mi email:

golfoenmadrid@hotmail.es
 
 

Relato erótico: “Mi madre y el negro II: Asimilación” (POR XELLA)

$
0
0

Daba vueltas de un lado a otro. No podía dormir.
Aun era de día y la luz se filtraba por las rendijas de las persianas, pero no era eso lo que la impedía dormir.
“Ven aquí, puta. Ya tienes la merienda preparada. Una buena ración de leche.”
Oía la voz de Frank en su cabeza, y veía la imagen de su madre, arrodillada ante su enorme polla, esperando su “merienda”.
¿Como había podido pasar eso? Ni en sus peores pesadillas se habría podido imaginar algo así. ¿Su madre estaba loca? Y encima con ese… ese…
La imagen de la enorme polla del chico, justo antes de penetrar a su madre la asaltó y un escalofrío la recorrió de arriba a abajo. El contraste de aquel enorme falo negro y la pálida piel de su madre se le había quedado grabado a fuego en las retinas. Recordó como antes de ver quien era en realidad la “zorrita” la escena la había calentado, incluso se había comenzado a tocar… Incluso ahora, notaba como movía inconscientemente sus muslos, intentando aplacar las sensaciones que la invadían.
Se sentía horrible. ¿Como podía calentarla eso? Así era imposible dormir. Se levantó y fue directa a su móvil.
– Hola. Se que es algo repentino pero… Tengo que hablar contigo.
—————–
Todavía faltaban 10 minutos para que llegase pero no había podido esperar, las paredes de su habitación la aprisionaban y no podía quitarse lo que había visto de la cabeza. Ni eso ni la calentura que la abordaba.
Muchas veces había pensado en hacer lo que estaba haciendo en ese momento pero siempre se echaba atrás. Cuando alguien toma una decisión, debe atenerse a las consecuencias. A todas.
Vio como el coche se acercaba y sentimientos enfrentados abordaron su mente.
– Hola Alicia.
– Hola, Gonzalo.
Fue extraño darle dos besos a su ex. No se veían desde que Alicia le había dejado.
– ¿Que tal estás? – Preguntó el chico. – Parecías preocupada cuando me llamaste.
– No es nada. – Alicia apartó la mirada, todavía no estaba convencida de estar haciendo lo correcto. – Sólo… Tenía ganas de verte… ¿Quieres que cenemos algo?
– Esta bien, yo invito.
Se dirigieron a un restaurante cercano. No había mucha mas gente en el sitio.
– ¿Que tal te va todo? No se nada de ti desde… – Alicia no acabó la frase. “Desde que te dejé tirado” era lo único que venia a su cabeza.
– No te voy a mentir, al principio lo pasé muy mal… – La chica notaba el resentimiento en las palabras de Gonzalo. La hizo sentir muy culpable. – Pero después lo superé. Ahora estoy con otra persona. Se llama Rebeca. Me ayudó mucho.
Alicia no se esperaba eso, fue un duro golpe, creía que iba a seguir sólo, al igual que ella. Que tonta había sido, era un chico magnifico, ¿Como iba a seguir sólo?
 
– Me alegro. – Se obligó a decir. – Quería verte para ver si podíamos ser amigos al menos. Has sido una parte importante de mi vida y no querría perderte. – Alargó la mano y acarició suavemente la del chico. Éste, después de un momento de duda, la retiró.
– Alicia…
– Lo siento… No quería incomodarte…
La cena transcurrió entre comentarios anodinos  e intrascendentes. Alicia había pensado en volver a intentar algo con Gonzalo, pero ya no estaba libre, así que se tragó su orgullo y puso su mejor cara ante él. Debería buscar otra manera de aplacar su libido.
– Me alegra que podamos ser amigos al menos. – Dijo el chico. – Realmente lo he pasado muy mal pero, te echaba de menos. – Una sonrisa afloró en la cara de Alicia. A lo mejor… – Me gustaría que conocieras a Rebeca, seguro que os caeis bien.
Un jarro de agua fría cayó sobre la chica, le había malinterpretado. La idea de conocer a su novia era lo mas lejano a pasar un rato agradable que se le pudiese pasar por la mente.
– Voy al servicio y te llevo a casa, ¿De acuerdo?
La chica asintió mientras veía como se alejaba, maldiciendose por lo estupida que había sido.
 “Ya tienes la merienda”
Se estremeció. Las imágenes volvían a su mente después de la decepción de la cena. Tenia que hacerlo, era ahora o nunca.
– Pero, ¿Que…? – Exclamó Gonzalo. No le había dado tiempo ni a subirse la bragueta.
Alicia irrumpió en el baño de hombres y, asegurándose de que estaba vacío se abalanzó sobre su ex, comiéndole la boca.
– ¡Alicia! ¿Que estás haciendo? No podemos…
– ¡Calla! No me digas que tú no lo deseas. – Su mano se dirigió rauda al rabo del chico, agarrándolo con firmeza y notando como se ponía duro enseguida.
– Pero yo… ¡No puedo! Rebeca…
– Olvídate de ella, aunque sea por un instante. No tiene por que enterarse de nada, no hay nadie más por aquí. – Alicia, que recordaba cuanto le gustaba eso, comenzó a recorrer con su lengua la oreja de Gonzalo mientras le susurraba. – Hazme tuya una vez más, por los viejos tiempos.
El chico estaba confuso. Confuso y cachondo. Realmente había soñado durante mucho tiempo con la posibilidad de estar de nuevo con Alicia, pero nunca se lo había imaginado de esa forma…
La chica bajó de golpe los pantalones y los calzoncillos y se arrodilló ante el miembro del chico. Cuando lo tuvo entre las manos, soltó un pequeño gemido de placer, estaba realmente caliente y por fin tenia una polla que la saciara, aunque…
La imagen de la enorme polla de Frank antes de penetrar a su madre volvió a ella. A su lado, la de Gonzalo parecía un juguete…
Desechó esos pensamientos y comenzó a lamer el rabo que tenía delante, lentamente, disfrutando del olor y el sabor que casi tenia olvidado.
Se entretuvo jugando con el glande, arrancando suspiros de la boca de Gonzalo.
– Oh, Dios… Estás loca… – Decía éste. – ¿Como hemos llegado a est… ¡Ah!
Un pequeño mordisco le hizo dar un gritito, él entendió la advertencia: No continúes por ahí.
Engulló la polla de golpe, manteniéndola en el fondo de su garganta unos segundos, paró para coger aire y vuelta a empezar. Las manos de Gonzalo se situaron en la nuca de su ex, acompañando con ellas sus movimientos.
– Alicia… Si sigues así… Bufff…
La chica se levantó, agarró a Gonzalo de la pechera y le sentó sobre un retrete. Se quitó el top que llevaba, arrojándolo a un lado, levantó su falda y se quitó el tanga, que quedó enganchado en uno de los tobillos solamente.
Se sentó a horcajadas, introduciéndose la polla de golpe. Estaba tan empapada que no le costó nada hacerlo.
Sus tetas estaban a la altura de la boca de Gonzalo, que no dudo en bajar el sujetador y empezar a lamer los erectos pezones de la chica.
Un incauto cliente del restaurante entró en el servicio. Se quedó anonadado cuando vio a la chica cabalgando como si no hubiera un mañana.
– P-Perdon… – Se excusó, saliendo de nuevo.
Esto no interrumpió a los fogosos amantes que siguieron con su faena.
– Oh dios… Alicia..
– Aquí me tienes… Fóllame… Haz que me corra…
El chico estaba a 100, aunque el sexo con Rebeca era genial, Alicia…
– ¡Me voy! ¡Alicia!
La chica rápidamente desmontó y se arrodilló entre las piernas de su ex.
– ¿Que haces? – Preguntó este. Alicia nunca había hecho nada parecido, se la había chupado, pero nunca después de follar, y mucho menos con esa cara de vicio. – ¿No iras a…?
La chica le masturbaba con vehemencia, con el glande metido en su boca y mirándole con ojos de deseo. Ante esa imagen, Gonzalo no pudo mas que correrse de inmediato.
 
Alicia recibió el semen de su ex por primera vez.  ¿Que coño estaba haciendo? ¿Por que se había comportado así? No parecía ella, pero estaba tan caliente… 
“Tu también has tomado tu merienda…”
La imagen de su madre arrodillada acudió a su mente. Rápidamente escupió la corrida de Gonzalo a un lado y se levantó.
– Yo… Yo… Esto está mal… – Balbuceó.
– No… Realmente había estado esperándolo mucho tiempo… Yo… – Gonzalo la miraba a los ojos. – Te quiero, Alicia. Volvamos a intentarlo.
Alicia entró en un estado de pánico. ¿Por que había llamado a Gonzalo? Se vistió apresuradamente y salio murmurando una disculpa.
Tuvo que volver en metro. Notaba las miradas de la gente sobre ella aunque, suponía, sólo eran imaginaciones suyas.
Lo único que estaba claro es que era una imbécil. Había actuado de manera impetuosa y había hecho una estupidez. Eso y que todavía seguía caliente…
No sabía por qué, el sexo con Gonzalo siempre había sido muy satisfactorio… Pero… Esta vez se había quedado a medias…
Llegó a su casa y volvió a subir a su habitación sin dirigirle la palabra a nadie. Se arrebuñó entre las sabanas y se echó a llorar.
“¿Por que me está pasando esto?” Alicia no lo entendía. Solo tenia clara una cosa: Todo había sido por culpa de Frank. El haberse encontrado a ese hijo de puta con su madre había dinamitado su mente. ¿Como se atrevía? ¡Era su madre!
Todavía veía a aquel cabrón ante ella. “Toma tu merienda, zorrita.”
¿Por que su madre había caído tan bajo?
No se dio cuenta de lo que estaba pasando hasta que los gemidos se escapaban sonoramente de su boca. Entonces reaccionó y vio que estaba masturbándose. Necesitaba correrse, necesitaba desahogarse. Abrió el cajón de la mesilla. Ahí estaba.
Manolo.
Cogió el vibrador rosa que le había dado su hermana. Rápidamente lo dirigió hacia su coño y, de un solo empujón lo introdujo hasta el fondo. Se encogió al sentirse penetrada de aquella extraña manera por primera vez pero, en pocos segundos, se tumbó boca arriba y se abrió completamente de piernas. Nunca había pensado que un simple trozo de plástico le podría dar tanto placer. Su hermana era mas lista de lo que pensaba…
Entonces se acordó de algo. Buscó un poco con sus dedos hasta encontrarlo y pulso el botón que conectaba la vibración.
– Mmmmmpppfpfff.
Intentó ahogar el gemido que salió de su boca, pero tuvo que ponerse boca abajo y morder la almohada para no despertar a toda la casa. Aquél aparato era maravilloso. La vibración la recorría entera desde lo mas hondo de sus entrañas.
Una pequeña idea apareció en su mente de manera inesperada, sin que ella lo buscase, al menos de forma consciente. Comenzó a pensar que Manolo no era de color rosa, si no que era negro. Negro y enorme. Llevó una mano a sus pezones y comenzó a pellizcar los mientras pensaba como una enorme tranca negra la follaba desde atrás. Podía notar los huevos golpeando contra su coño, las manos de su amante agarrando sus caderas, usándolas para meter su rabo mas adentro en cada embestida.
“Aquí tienes tu merienda, zorrita” Oyó en su cabeza la voz de Frank mientras su cuerpo estallaba en un tremendo orgasmo. Alicia se retorcía en estertores de placer mientras intentaba o impedir que loa gemidos escapasen de su boca y despertasen a todo el vecindario.
Se mantuvo unos minutos en la misma posición, con el vibrador todavía encendido entre sus manos temblorosas hasta que algo la sobresaltó: le dio la impresión de que l puerta se había movido. Un ligero e imperceptible crujido y, con el rabillo del ojo, le pareció haber visto una sombra alejarse. 
¿La habían visto?
El rubor acudió a su cara mientras apagaba y guardaba a Manolo. ¿Su madre? ¿Su hermana? … ¿Frank? 
No… No podía ser él… No se habría quedado a dormir… Aunque a lo mejor… Se había quedado con su madre…
Incluso con esos pensamientos en la cabeza se durmió rápidamente.
Había sido un día agotador.
 
 
 
PARA CONTACTAR CON LA AUTORA
 

Relato erótico: “Placer en el cuarto piso” (POR ESTHELA)

$
0
0

 
 

Placer en el cuarto piso.
Han pasado dos semanas desde que Martin entro a mi departamento en la noche y me cogió a la fuerza. Desde entonces trato de no topármelo en las escaleras, sin embargo, a veces la suerte no es buena conmigo y cuando lo veo no cruzo ninguna palabra con él, pero puedo ver una sonrisa de triunfo en su rostro. 
Dos semanas han pasado ya. Gracias a la escuela que me mantiene ocupada he podido seguir como si nada hubiera pasado, sin embargo a veces mientras me baño y veo mi cuerpo desnudo se me vienen a la mente pequeños momentos de esa ocasión, momentos en donde sentía un poco de placer, momentos donde sin ninguna razón mi cuerpo gozaba de todas las porquerías que me hacia, momentos donde perdía la mente por completo y me dejaba llevar por unos instantes.
Era un sábado por la mañana, me desperté temprano para lavar mi ropa antes que otro vecino del edificio se me adelantara. Cuando baje al cuarto piso pude escuchar unos gritos de uno de los tres departamentos. Esto no me extrañaba ya que a veces cuando bajaba para ir a la escuela me tocaba escuchar alguna que otra discusión. Seguí mi camino sin prestar mucha atención hasta que llegue al cuarto de lavado. Metí mi ropa a una de las lavadoras y la puse andar, como tardaría un rato en lavar me regrese a mi departamento. Cuando estaba apunto de llegar al cuarto piso pude ver como la pareja estaba discutiendo en el pasillo y cuando la mujer, que al parecer era la esposa, me vio, tomo una maleta y bajo las escaleras sin decir ninguna otra palabra. Por otra parte su esposo, un hombre algo mayor, con un poco de sobrepeso, canusco y un físico poco atractivo se quedo mirándome detenidamente. Como si nada hubiera pasado seguí mi camino hasta llegar a mi departamento.
Después de desayunar y haber limpiado un poco baje al cuarto de lavado por mi ropa, al llegar pude ver al vecino de la discusión de esta mañana sentado leyendo el diario y al lado de el un cesto con ropa. Cuando me vio entrar dejo de leer y me miro por unos momentos antes de decir:
–Disculpa por lo de esta mañana muchacha, que pena que nos vieras discutiendo en el pasillo. –Descuide no hay problema –le conteste
–Mi nombre es Alberto, tengo un placer.
–Yo si Esthela –le conteste.
–Oh ya veo, eres la chica que vive en el departamento del 69 verdad –me dijo
–Si soy yo –le conteste mientras sacaba rápido mi ropa de una de las lavadorasDe pronto Alberto se puso de pie y comenzó a acercarse hacia mí, de pronto se agacho cerca de mi y cuando creí que estaba apunto de hacerme algo me dijo:
-Toma se te cayó esto Esthela. Cuando mire lo que me estaba dando, vi que era una de mis tangas negras con encajes, le respondí con un gracias

y rápidamente me puse de pie y regrese a mi depa lo mas rápido posible.
La mañana transcurrió muy bien, limpie todo el desorden que tenia y tendí mi ropa en la azotea del edificio. Ya por eso de las doce del medio día, subí a quitar mi ropa y ahí se encontraba Alberto haciendo lo mismo. Cuando me vio me saludo de nuevo y comenzó a platicar conmigo. Me conto que trabajaba como camarógrafo, que tenia 48 años, que le gustaba el futbol, en fin, varias cosas, yo solo me limitaba a escucharlo. Hasta que de pronto me dijo:
–Esthela, sé que no nos conocemos muy bien, pero, sino es mucha molestia, podrías preparar un poco de comida para mi. Yo no soy bueno en la cocina, de eso se encarga mi esposa, pero… ya viste lo de esta mañana…
-La verdad no se si pueda… tengo cosas que hacer ahorita –le conteste, pero aun así no dejaba de insistir.
–Por favor Esthelita, no seas malita, ayuda a este pobre viejo… -Ok, esta bien, nomas dejo mi ropa y voy a su departamento.
Baje a mi depa y deje mi ropa en la cama, cerré con llave y baje a su departamento, al llegar toque la puerta y me invito a pasar. Lo primero que note fue todo el desorden; latas de soda y cerveza tiradas en el suelo, bolsas de frituras y otras golosinas en la mesa o regadas en el piso, ahora entendí porque discutían tanto.
–Disculpa el desorden Esthelita, mi esposa no limpio antes de irse. Pero pasa a la cocina y ve que puedes hacer.
Sentí un poco de lastima por su esposa pero al menos ya había tomado una buena decisión al irse. Mire lo que había en el refrigerador y a pesar de que la mitad del refrigerador estaba lleno de cervezas pude encontrar lo necesario para hacer una comida decente.
Mientras preparaba la comida, Alberto se puso a limpiar. Después de una hora terminamos al mismo tiempo y nos sentamos a comer. Estuvimos platicando otro buen rato y ahora me toco hablar a mí: Le conteste puras preguntas que el me hacia: que estudiaba, que era de otra ciudad, que no tenia novio, etc.
De pronto sonó mi celular, era una de mis amigas, hablaba para invitarme a salir. Platicamos un poco y nos pusimos de acuerdo para la hora, colgamos y le dije a Alberto que me tenía que retirar, me dio las gracias por la comida y me acompaño a la puerta.
Cuando salí, pude notar que me metió algo en la bolsa de atrás de mi pantalón. Cuando me voltie me dijo con una sonrisa, esto es para que te diviertas esta noche y sin decir mas cerro la puerta. Cuando llegue a mi depa saque rápido lo que me había metido, era un condón envuelto en un billete. Me dio risa el detalle del preservativo pero el dinero lo acepte bien.
En el tiempo que faltaba para la hora acordada me puse a alistar mi ropa, había decidido usar una blusa azul con rayas, acompañada de una mini falda negra y unas zapatillas negras. De la ropa que había dejado en mi cama saque un brasier azul y mi tanguita negra de la mañana. Me metí a bañar y cuando salí del baño comencé a cambiarme. A las 8:30 pasaron por mí y fuimos a pasear, bailar y cenar.
Después de pasarla muy bien fui la primera a la que dejaron, eran alrededor de las dos de la madrugada cuando llegue al edificio donde vivía, desgraciadamente alguien había cerrado con llave la puerta del edificio y para rematar no tenia llave. Sin embargo, a los 10 minutos de no saber que hacer llego un carro, del cual se bajo Alberto. Cuando llego hasta donde estaba me miro y me pregunto: -Preciosa, que haces aquí sola a estas horas

–Hola, me quede afuera, la puerta esta cerrada y no tengo llave.
–Pues que mal, pero estas de suerte por que yo si tengo la llave –me dijo y sin más la abrió y pudimos pasar.
Mientras subíamos las escaleras me pregunto como me había ido, que si utilice el regalo que me había dado, a lo cual le conteste que solo el dinero. Cuando llegamos al piso donde él vivía me invito a pasar y acompañarlo con unos tragos, sin embargo no me gustaba mucho la idea
–Vamos Esthela, unos tragos y ya, te gusta el tequila, la cerveza…
–Ok, esta bien –De mala gana acepte, pero solo porque se me antojo un poco de tequila.
Me senté el la barra y sirvió dos shoot de tequila, le di un trago pequeño mientras Alberto se lo tomo de un trago.
–Vamos Esthela, tómatelo de golpe
–no me los tomo de golpe.
–Anda preciosa, yo creí que sabias tomar –me dijo. Y como no queriendo, me tome de golpe lo que me quedaba.
La sensación fue un poco amarga y Alberto se burlo por la mueca que hice. –Vez no pasa nada mamita… Anda tomate otro junto conmigo. –Me dijo mientras me serbia otro shoot. –a la cuenta de 3. 1… 2… 3. –y sin mas me pase otro shot completo.
Cuando sentí lo caliente del tequila en mi garganta comencé a marearme, pero trate de disimular un poco, sin embargo, Alberto se dio cuenta cuando me puse de pie ya que por poco me caigo.
–Apoco ya te mareaste Esthelita, que poco aguantaste –me dijo. Me tomo del brazo y me sentó en el sillón.
–lo siento, es que ya había tomado un poco de cerveza con mis amigas. –le conteste.
Cerré mis ojos por que la luz de la sala me molestaba. Alberto se sentó enfrente de mí y escuchaba hablaba pero no entendía muy bien lo que decía. Me quede un buen rato sentada con los ojos cerrados y de pronto sentí que Alberto se sentó a un lado de mi. No decía nada, solo se sentó a un lado de mí.
De pronto sentí que puso su mano en mis muslos y comenzó a acariciarlos lentamente, pegue un leve grito cuando lo sentí y quise abrir los ojos pero la luz me lo impedía. –Pero que esta haciendo –le grite –Shhh preciosa, solo déjate llevar –me decía mientras deslizaba su mano por debajo de mi minifalda.
Inmediatamente volvieron a mi mente los momentos que tuve con Martin hace dos semanas, ocasionando que sudara frio. Alberto acerco su boca a mi cara y comenzó a decir
–Vamos Esthelita, eres la chica del 69, acaso ¿no sabes cual es tu misión?
-¿Qué misión? ¿De que estas hablando? Le pregunte asustada.
–Parece que Martin nada mas se dedico a cogerte y no te explico nada.
-¿Martin? ¿Cómo sabes que…? –Estaba a punto de terminar mi pregunta cuando de pronto sentí los dedos de Alberto en mi conchita. Por instinto o por susto abrí mis piernas, situación que fue aprovechada por Alberto para continuar tocándome.
Sentada en el sillón y con sus dedos tocando mi conchita por encima de mi tanguita, hice un esfuerzo para ponerme de pie, pero Alberto me lo impedía. Con su otra mano puesta en mi pierna impedía que me levantara del sillón.
–parece que este es mi día de suerte, mi esposa se fue, conocí a la que será la nueva putita del edificio y por si fuera poco seré el segundo de todos en cogérsela. Me la pusiste muy fácil Esthela, cuando cruzaste la puerta de mi departamento hace unos momentos supe que no saldrías de aquí sin antes haberte pegado una buena cogida.
–Eres un desgraciado, como te a través a… -y de pronto sentí sus labios en los míos y pude sentir el asqueroso aliento alcohólico de Alberto. Trataba de quitármelo de encima pero me sujeto con su mano el rostro para impedírmelo. Fue el beso mas asqueroso que había tenido y me pareció eterno. De pronto Alberto me tomo con sus manos la cabeza y comenzó a movérmela. Cuando dejo de movérmela, me soltó y me dijo;
–Te quieres ir, intenta salir. –Sin pensarla dos veces me puse de pie pero sentía que todo me daba vueltas, cuando quise caminar tropecé con la mesa de la sala y caí al suelo. Escuche las carcajadas de Alberto y de pronto sentí que me levantaba y me llevaba a algún lado.
De pronto me soltó y caí en lo que parecía una cama, al parecer estaba oscuro así que abrí los ojos, pero no podía ver nada. Trate de incorporarme pero no podía por que aun me sentía muy mareada y sentía que todo me daba vueltas. Comencé a sentir que Alberto me quitaba los tacones. Después de haber logrado quitármelos comencé a sentir como sus manos masajeaban mis piernas y estas se perdían por dentro de mi vestido. Comencé a gritar pero recordé que la última vez que me paso algo similar no había funcionado.

-¿Que es lo que quiere? ¿Por favor déjeme en paz? –le decía entre sollozos.
–Vamos Esthelita, no te pongas así, deberías de disfrutar el momento, de que sirve que te pongas triste, igual te voy a coger. Mejor déjate querer y disfruta de la cogida que te voy a dar.
Y dicho eso me saco la tanguita rápidamente, mi minifalda le costó un poco sacármela pero igual lo logro y mi blusa y me brasier no fueron muy difíciles tampoco. Sus palabras resonaron en mi mente y al no tener otra alternativa deje de pelear. No le tomo ni dos minutos en dejarme completamente desnuda. Sin perder tiempo se fue directo a mi conchita y comenzó a chupármela salvajemente.
Me quede completamente quieta, sintiendo como su lengua húmeda recorría cada parte de mi rajita. Me tomo de mis pompis y comenzó a apretármelas con sus manos hasta el punto de encajarme sus uñas. -NNH… AHH… -exclame. Mientras Alberto seguía muy ocupado con mi conchita. Sin embargo después de probarla suficiente se incorporo y prendió la luz del cuarto. Pude notar que estaba desvistiéndose porque podía ver un poco, pero aun asi la luz me molestaba así que mejor decidí no abrirlos y quedarme quieta hasta que la apagara de nuevo.
–mmmm!! Que rica te vez desnudita Esthelita… Tu piel clara brilla con la luz… mmmm… que deliciosa te vez!! Que ricas tetas tienes, redonditas y sabrosas, tus piernitas, delgaditas y bien formadas, mmmm… me encanta tocarlas –Me decía mientras me las sobaba con sus manos…
-Me encantas amor, desde que te vi esta mañana en el lavado, con ese pelo enchinado me mataste preciosa, deseaba cogerte ahí mismo, encima del lavado… Pero ahora te tengo en mi cama y te voy a pegar la mejor cogida de tu vida.
Sin decir más se puso encima de mí y comenzó a chuparme los pechos. Lo hacia lentamente, de tal forma que pudiera sentir lo suficientemente bien su lengua en mis pezones.
–AHH… NNH… -gemía mientras lo hacia. Al escucharme comenzó a apretarme con su mano mi otro pechito y de vez en cuando me pellizcaba el pezón. Comencé a excitarme de inmediato, pero no quería que se diera cuenta. Quería por lo menos hacer que batallase, pero fue inútil, al poco tiempo llevo sus dedos a mi conchita y pudo notar lo húmeda que estaba.
–Así que ya estas caliente mi amor, ufff… que putita eres y mira que apenas te probé la rajita y saboree tus tetas. –Pero lo que no sabía es que empezó por lo que considero mis puntos débiles. Al igual que con Martin, me puse húmeda cuando me hizo lo mismo que Alberto.
Volvió a sumergir su cara en mi entrepierna y con su lengua empezó a extraer los líquidos que había producido y a calentarme más.
–ahhh!!! Están deliciosos amor… tus juguitos estas muy sabrosos… más sabrosos que los de mi esposa… mmm… –Y siguió chupando mi conchita.
-HAH!… AHN… basta… por favor… bast…a… me… estas… ma…tand…o. –le decía mientras ponía mis manos en su cabeza. Pero Alberto no me hacia caso, al contrario siguió chupando mas rápido y fuerte hasta que por fin comencé a correrme.
–AHHHH…NH HN!!  -sentía como la lengua de Alberto se movía mas rápido dentro de mi y extraía todo el flujo que había producido.
Cuando por fin me paso el orgasmo me quede muy quieta respirando, de pronto Alberto dejo de chupar mi sexo y me dijo.
–Eres una chica súper fácil de complacer. Pero que tan buenas eres complaciendo. –me pregunto. Y acto seguido se acostó a un lado de mí y me dijo.
–Te toca chupármela. –No captaba lo que me decía “chupársela a él” pero como… –Anda preciosa, solo mira como esta, necesita un poco de diversión… mire hacia donde me decía y pude ver su verga. Flácida pero larga. –Anda corazón, hazme feliz, hazme sentir lo que yo te hice sentir hacer unos momentos.
No sabia que hacer, tenia miedo de hacer lo que me pedía, no quería hacerlo, me sentiría como una puta si lo hacia.

–anda Esthela, te estoy esperando. –me grito. Y sin pensarla dos veces me baje de la cama y me puse de pie. Lo mire a los ojos y después mire a la puerta. Camine hacia ella y cuando estaba apunto de llegar Alberto me dijo.
–si te quieres ir será inútil, la puerta solo yo la se abrir. –Pero yo no iba hacia la puerta, toque el interruptor y las luces se apagaron. Volví lentamente hacia la cama y cuando por fin me subí a ella comencé a buscar con mis manos el pedazo de Alberto. Cuando por fin lo toque me hinque cerca, me puse un mechón de pelo que me estorbaba por detrás de la oreja y lentamente fui bajando mi cabeza hasta que mis labios tocaron la punta de su verga.
El corazón me latía muy rápido, cerré mis ojos y lentamente fui metiendo su pene en mi boca. Un gemido por parte de Alberto me indico que le gusto la sensación de tener su verga dentro de mi boquita, lentamente y como no queriendo la cosa comencé a meterlo y a sacarlo lentamente. De vez en cuando recorría con mi lengua toda la punta, ocasionando que Alberto temblara levemente.
Por algún motivo que no conocía, una parte de mi le gustaban esos temblores que le ocasionaba a Alberto. Y con cada temblor, seguía chupándosela mas rápido. De pronto escuche un ruido y abrí los ojos. No podía mirar la cara de Alberto pero podía ver un punto rojo que se movía enfrente de mí. Sin dejar de chupar seguía mirando fijamente ese punto rojo que no sabia que era hasta que decidí seguir con lo mio.
Poco a poco la verga de Alberto fue perdiendo flacidez y comenzó a ponerse muy dura. Comencé a chupársela mas rápido, parecía como si estuviera poseída y de pronto Alberto me tomo de la cara y me saco su pedazo de la boca. Escuchaba como su respiración muy agitada y de pronto me recostó en la cama, me tomo de las piernas y me dijo.
–Hiciste un buen trabajo con tu boquita, déjame recompensarte. –Y sin decir más me metió su verga por mi conchita. Por lo mojada que estaba su verga entro de inmediato. Estando recostada boca arriba Alberto comenzó a penetrarme en una posición que me dijo se llamaba el misionero.
El ritmo que llevaba Alberto no era conciso, cambiaba de lento a rápido y viceversa, lo cual ocasionaba que no me acostumbrara a la situación, sin embargo, a los minutos eso ya no importaba, puesto que comencé a excitarme demasiado. Escuchaba como Alberto bufaba. –Ahh… sii… eso… que rica tu concha… ummmm… es perfecta… me decía mientras me cogía. Estaba súper excitada, me dolían los pezones de lo excitada que estaba y pronto comencé a gemir. –AHH… NH AH AH Alberto se dio cuenta de mi situación y comenzó a darme mas duro. Cuando estaba apunto de alcanzar un segundo orgasmo, Alberto dejo de cogerme y se recostó a un lado de mí tratando de tomar aire. –vaya… me canse… eres difícil de complacer… ufff… ahhh…

Después de un tiempo Alberto seguía sin pronunciar ninguna otra palabra. Cuando por fin creí que ya todo había acabado y ya podía irme a mi casa Alberto se puso de pie y prendió la luz. Cuando lo hizo la luz me lastimo los ojos y los cerré de inmediato. Cuando por fin pude ver mire a Alberto desnudo acomodando unos objetos. Cuando se dio la vuelta pude ver el tamaño de lo que hace unos momentos tenia dentro de mi boca. Quede sorprendía y asustada por el tamaño de su sexo. Pronto volvió a la cama y me ordeno ponerme en cuatro. Pero no quería obedecer, ya quería terminar todo esto e irme a mi departamento, pero al ver que no le hacia caso me tomo del pelo haciendo que por instinto me pusiera en la posición que el deseaba. –Que es lo que quieres ahora –le pregunte temerosa. –Ahora Esthela, vamos a probar tu culito. Me contesto mientras me acariciaba los pompis. –Según Martin, tu culito aun esta sin estrenar, así que vamos a estrenarlo.
De pronto sentí que metía sus dedos en mi rajita y los movía en círculos, instantáneamente sentí que mis piernas perdían fuerza y por un instante pude ver como sus dedos estaban empapados de mis juguitos. Después de eso, los llevo hasta la entrada de mi culito y uno por uno me los metió. Sentí un espasmo intenso acompañado de un dolor agudo.
–Vaya, si que lo tienes apretadito Esthelita, pero con la ayuda de tus juguitos me pedazo entrara fácilmente.
–Espere por favor, no siga, me duele… por favor… y sin hacerme caso puso su mano en mis pompis y lentamente me fue penetrando. Mientras lo hacia ahogue un grito en el colchón de la cama. Alberto me tomo de las caderas y lentamente fue penetrándome. Después de lo que parecía una eternidad de dolor por fin me acostumbre a tener su verga en mi culito, pero para entonces estaba exhausta.
De pronto sentí que sacaba su verga y con sus manos me abría los pompis, sentí su peso en mis piernas, como si se sentara encima de mí y enseguida pude sentir como me la metía por mi conchita. Puso sus dos en mis pompis y lentamente empezó con el mete y saca. Me sentía agradecida de que no siguiera por mi culito pero ahora no me quedaba de otra más que dejarme llevar.
Dejo de sobarme los pompis y puso sus manos a un lado de mí para apoyarse en la cama y poderse acomodar. Yo mientras, me encontraba recostada boca abajo, casi en la orilla de la cama y concentrando todo mi peso en mis brazos con la cabeza ligeramente arriba. Alberto volvió a sentarse encima de mis muslos y puso su mano en la parte baja de mi nuca. Comenzó a cogerme lentamente. Después sentí como con su boca me mordía el cuello y de pronto me tiraba el cabello hacia enfrente.
–AHH…MMM… gemía. Y de pronto comenzó a tirar de mi cabello.
–AHHHH…NH HN!! … MMMM -decía mientras aumentaba la velocidad.
Sin aviso alguno comenzó a embestirme muy fuerte y rápido, ocasionando que me empezara a excitar.
– AHH AHH… AHH… MMMM…-gemía con cada embestida que me daba.
De pronto el peso de Alberto ocasiono que quedara completamente recostada en la cama y mi cabeza quedara colgando de la cama. Trataba de levantarme pero Alberto pesaba demasiado y con sus embestidas menos podía.
–NHH NHH NHH AHH.. Hasta que Alberto paro de inmediato.
Veo que te esta gustando, putita… tus gemidos son la provocación que necesito para seguir dándote mas fuerte. Pero al ver que no le respondía comenzó de nuevo. FAP, FAP, FAP… se escuchaba, al momento que Alberto me cogía.
–MMMM… AH… NH… -eso es preciosa, gime, muéstrame que te gusta la forma en que te cojo. Sentía el golpe de sus embestidas en mis pompis y como estas temblaban cada ve que su pelvis chocaba con ellas. –NHH AHH… NNHH UMMMM… Una vez mas Alberto dejo de embestirme y de pronto sentí como su lengua se introducía en mi conchita. Sentí unos espasmos deliciosos y como estos recorrían mi espalda.
Me quede quieta sintiendo todo ese placer y deje que mi cabeza colgara de la cama. Un momento después Alberto continuo de la misma forma que le principio.
–Estas bien rica putita… que rico te estoy cogiendo… tenia años sin coger tan rico… ni con mi esposa había cogido así de rico… ummmm… eres la mejor nena que se a hospedado en el 69 hasta ahora. –y sin decir mas comenzó el mete y saca.
La excitación comenzó a apoderarse de mi cuando Alberto comenzó a darme muy rápido. –UMMM… AH… AH UJUM… UMMM… AH AH-mientras gemía, Alberto me tomo del cabello y jalo de él, se recostó encima de mi espalda y siguió con lo suyo. Sentía como si me estuviera montando y mi cabello fueran las riendas con las que me controlaba.
De pronto escuche un gran gemido por parte de Alberto y sentí como algo caliente me llenaba por dentro. Alberto se estaba corriendo dentro de mí, sentía como su verga disparaba chorros de semen y estos chocaban con las paredes de mi conchita. De pronto Alberto se salió dentro de mi y me giro de tal forma que quedara boca arriba. En un instante chorros de semen comenzaron a caer en mi cara y mis pechos.
–si eso preciosa, siente la lechita caliente que te estoy dando… ummmm sii que rico, ver tu carita llena de mocos… ummmm. –al cabo de unos segundos Alberto se tranquilizo y se recostó a un lado de mi. Yo por otro lado tenía mi carita y mis pechos llenos de semen.
Al cabo de un rato Alberto se quedo dormido y fue cuando aproveche para salir de su departamento. Al ver que no se escuchaba ningún ruido en el edificio, tome mi ropa y subí al quinto piso desnuda, debido a que el cuarto y el quinto piso no tienen luz en los pasillos. Abrí la puerta de mi departamento y me metí enseguida cerrando con seguro de inmediato. Tire la ropa en la sala y me fui directo a la bañera a quitarme todo el semen que Alberto descargo en mi.

 
 
 

.

 

 

 

Relato erótico: ” Hércules. Capítulo 18. Primera Misión.” (POR ALEX BLAME)

$
0
0

Capítulo 18: Primera misión.

El dossier no decía mucho de la mujer. Se llamaba Francesca Lobato y cantaba en un sórdido club de las afueras. No tenía antecedentes de arrestos, pero el club en el que trabajaba era famoso por ser un lugar de encuentro de las mafias chinas.

Los servicios secretos habían puesto el club bajo vigilancia, y sospechaban que usaban a las mujeres como correo para pasar secretos industriales y militares, el problema es que eran extremadamente cautos y no sabían exactamente como lo hacían, ni cual era la mujer que lo hacía.

Tras unos meses de vigilancia habían restringido las sospechosas a cuatro mujeres. Una de ellas era especialmente prometedora. A principios de mes, nunca el mismo día, la mujer llegaba al trabajo con un bolso especialmente grande y salía a la hora del cierre con el bolso más abultado de lo normal.

Su misión era seducir a la mujer y hurgar en el contenido del bolso hasta encontrar el material, fotografiarlo y dejarlo todo en su sitio para detenerla posteriormente en caso de que resultase ser lo que esperaban.

Revisó el resto de las hojas del informe. Estaba claro que habían hecho un extenso trabajo de documentación, aunque curiosamente, la mayoría de la información era bastante reciente, no había apenas nada que tuviese más de cinco años de antigüedad.

Observó de nuevo la foto y se preguntó que ocultaban esos ojos grandes enmarcados por unas pestañas largas y rizadas. ¿Por qué no había datos anteriores? ¿Cómo haría para acercarse a ella?

Se acostó en la cama mirando al techo pensativo. Era su primera misión y no quería cagarla. Aunque dudaba mucho que aquello mejorase su estado de ánimo, estaba dispuesto a cumplir las misiones que le encomendasen. Al menos no tenía que matar a nadie, no quería empezar su nueva vida como había terminado al anterior.

Se acercó al teléfono y estuvo tentado de llamar a sus madres, pero no se sentía con fuerzas para enfrentarse de nuevo a ellas. Volvió a colgar el aparato y se quedó mirando al techo, con la mente en blanco, hasta que se quedo dormido.

Aquel garito era bastante más acogedor por dentro de lo que parecía por fuera. La iluminación era suave y la música disco de los ochenta y noventa no estaba demasiado alta, solo lo suficiente para que las bailarinas semidesnudas que se agarraban a las barras, contorsionando sus cuerpos, pudiesen seguir el ritmo.

Entre el público había bastantes individuos de aspecto oriental que veían evolucionar a las mujeres con lujuria y esperaban ganarse su favor a base de introducir billetes entre las tiras de sus tangas.

Hércules se dirigió a la barra, pidió un Glennfidich con hielo y acodado en ella esperó a que Francesca saliese al escenario que ocupaba el fondo del establecimiento.

Antes de su actuación tuvo que fingir interés en una torpe imitación del baile de Flashdance por parte de una rubia cuya enorme pechuga estaba más dotada para usar los pechos como los flotadores de un hidroavión que para realizar los relativamente complicados pasos de un baile moderno. Todo quedó compensado cuando el agua cayó sobre la mujer haciendo que la camiseta revelase el tamaño real de los pechos y erizase unos pezones de tamaño titánico.

Cuando se hubieron apagado los silbidos y los aplausos, la mujer se retiró dejando que un operario recogiese el agua del suelo con una fregona.

Pidió otra copa mientras observaba como el hombre dejaba la fregona y cogiendo un micrófono presentaba a Francesca. Después de describirla como la heredera de Sade y ensalzar su belleza se retiró para dejar paso a la mujer que aparecía en ese momento en el escenario.

Llevaba un vestido rojo de lentejuelas cruzado en la cintura con un escote en v estrecho y profundo. La falda era larga y tenía una raja en el lado derecho que le llegaba casi hasta la cintura y se cerraba justo en la cadera con un bordado plateado.

Hércules observó el pelo largo, negro y ligeramente ondulado que reposaba sobre su hombro izquierdo, tapando aquella parte de su pecho. La mujer se inclinó para saludar y sus pechos se movieron pesados y jugosos evidenciando que no llevaba sujetador.

El público aplaudió hasta que la cantante, con un ligero mohín de sus labios gruesos y rojos como la sangre, les invitó a callar y comenzó a cantar. Su voz era suave y acariciadora, pero Francesca le añadía un toque grave y ligeramente ronco que hacía que la canción de Sade tuviese un punto más sensual.

Apenas se movía, pero sus ojos recorrían la sala con intensidad haciendo que cada hombre presente se sumergiese en la melodía y creyese ser el protagonista. Durante unos instantes calló y dejó que el saxofonista que la acompañaba se marcase un solo. La melancolía del instrumento llenó la sala haciendo que todo el mundo se sintiese embargado por una profunda emoción.

Francesca fijó el micrófono al pie y acariciándolo con unas manos de dedos largos y suaves comenzó a cantar de nuevo, esta vez meciéndose suavemente, sin dejar de envolver con sus manos el aparato y acercando sus labios sensualmente hasta casi tocar la superficie cromada, dejando que la raja de su vestido se abriese dando a los presentes una visión de unas piernas largas y morenas encaramadas a unas sandalias de tacón alto.

Hércules bebió el resto del whisky de un trago mirando a la mujer fijamente a los ojos a pesar de que sabía perfectamente de que ella no le podía ver, cegada como estaba por los focos.

Cuando la canción terminó se impuso un silencio que se prolongó un instante antes de que la parroquia prorrumpiese en una sonora aclamación.

Hércules dejó el dinero sobre la barra y se escabulló antes de que las luces volvieran a encenderse.

A la mañana siguiente se dirigió al domicilio de Francesca, que figuraba en el informe y aparcó dos puertas más abajo su coche alquilado. Como esperaba, Francesca no se levantó hasta tarde y hacia el mediodía la vio salir del portal vestida con uno vaqueros, una sencilla blusa y calzando unas bailarinas. Abandonó la terraza del bar de la esquina en el que había pasado buena parte de la mañana y la siguió calle abajo. Tras unos doscientos metros dobló una esquina y entró en un supermercado.

Hércules entró a su vez y cogió un carrito. Paseó por los pasillos y eligió varios productos al azar mientras la buscaba. Finalmente la encontró en la sección de congelados. Se colocó a su lado y hurgó con interés entre las terrinas de helados mientras la observaba de reojo.

Era la primera vez que la observaba de cerca, aun en bailarinas era casi tan alta como él. Llevaba el pelo atado en una apretada cola de caballo dejando a la vista una tez morena y tersa, sin apenas arrugas o imperfecciones. Dos grandes aros de oro colgaban de sus orejas y una pequeña piedra en la aleta de su nariz junto con sus ojos grandes y ligeramente rasgados le daban un aire exótico y un inconfundible atractivo.

—Una mujer tan bella merece algo más que una comida congelada. —dijo Hércules mientras fingía inspeccionar una terrina de stracciatella.

—¿De veras? —preguntó ella con una sonrisa escéptica mientras metía una pizza y un par de cajas de canelones.

Su voz ronca y sensual, y la forma pausada de hablar hizo que Hércules sintiese como crecía su excitación.

—Pues claro, hay un montón de comida prefabricada sin tener que comerla ardiendo por fuera y hecha un témpano de hielo por dentro.

Sabía que no era una respuesta muy inteligente, pero había conseguido que ella le mirase por fin y rápidamente detectó en sus ojos una chispa de interés. Continuó charlando con ella y haciendo chistes malos sobre la comida preparada mientras elegían productos de los estantes.

Francesca hablaba poco y escuchaba lo que Hércules decía con una sonrisa irónica, pero se dejaba guiar por el supermercado en un tortuoso circuito por los distintos pasillos del establecimiento. Finalmente Hércules se presentó y le invitó a tomar algo en una terraza.

La mujer miró el reloj frunciendo el ceño pero finalmente aceptó y le sugirió el local dónde había pasado la mañana. Hércules fingió un poco de embarazo y le dijo que en aquel bar había hecho un simpa hacía poco para forzarla a elegir otro.

Finalmente acabaron en la terraza de una cafetería a un par de manzanas de allí. El calor del mediodía empezaba a ser intenso así que Hércules pidió una caña mientras ella pedía una cola sin hielo.

Fingiendo inocencia le dijo que se le iba a calentar muy rápido el refresco. Ella respondió que tenía que proteger su garganta ya que era cantante. Hércules aprovechó para interrogarla y mostrar su admiración. Inmediatamente le preguntó dónde podía ir a oírla cantar. Ella, al principio quiso negarse a contárselo, lo que le dio indicios de que quizás se avergonzaba un poco del lugar donde cantaba, pero al final terminó confesándolo.

Tras apurar las bebidas, Hércues pagó la cuenta y se despidieron con dos besos. El cálido contacto con su piel provocó otro pequeño chispazo como si la atracción creciente entre ellos se descargase con el contacto.

—¿No me vas a pedir el número de mi móvil? —preguntó ella al ver que él se daba la vuelta dispuesto a alejarse de ella.

—¿Para qué si ya sé dónde encontrarte? —respondió Hércules girándose y despidiéndose de ella para a continuación seguir su camino.

Aquella misma noche se presentó en el local de nuevo. Había cambiado de indumentaria. Se había puesto uno de los trajes de Armani del armario y se había llevado un Porsche Cayenne del garaje de La Alameda.

Esta vez había elegido un lugar cerca del escenario para poder ver a la mujer más de cerca y que ella pudiese verle a él. Francesca no tardó en salir de nuevo. Esta vez llevaba un vestido de seda de corte oriental color marfil con una raja en el lateral tan vertiginosa como la del día anterior.

Antes de que comenzasen los primeros acordes y la luz volviese a cegarla, la mujer exploró el lugar con la mirada y no tardó en localizarle. Con un sonrisa se acercó al micrófono y comenzó a cantar Sweetest Taboo. Al contrario que en otras ocasiones, la mirada de Francesca casi no se apartó del lugar donde estaba Hércules mientras acariciaba el micrófono posesivamente.

La canción terminó y el público rugió unos segundos antes de volver su interés de nuevo a las bailarinas. Francesca bajó del escenario y repartió algunos besos y confidencias con empleados y clientes hasta que por fin llegó a él.

—¿Te ha gustado? —pregunto ella sin poder disimular su interés por la respuesta.

—Has estado fantástica, derrochas tanta sensualidad que me han entrado ganas de lanzarme al escenario y hacerte el amor allí mismo, delante de todo el mundo.

La cantante sonrió satisfecha durante un instante pero su gesto se volvió rápidamente entre ansioso e inseguro.

Notaba que estaba a punto de echarse atrás así que Hércules se adelantó y mientras acariciaba su pelo negro y sedoso le preguntó a qué hora terminaba.

Francesca dudó, estaba claro que había algo que parecía sumirla en la indecisión. La mano de Hércules se desplazó por su cara y rozó los labios de la mujer recorriendo la abertura de su boca acabando por convencerla.

—Tengo otra actuación dentro de una hora y habré terminado. —respondió ella con un ronco suspiro.

Charlaron un rato más y él la invitó a una copa de Champán antes de que se retirara a prepararse para la siguiente actuación. Cuando salió de nuevo al escenario, Hércules había abandonado el local. Francesca lo buscó entre el público sin éxito así que terminó sumida en un mar de dudas.

Al salir se encontró con el joven apoyado en el todoterreno con una sonrisa traviesa consciente de que ella, por un momento, había dudado que se hubiese quedado a esperarla.

Con un “estúpido” se introdujo en el Cayenne dejando que el hombre cerrase la puerta. El acogedor interior y el olor a cuero se mezclaron con el aroma del perfume del hombre aumentando su excitación. Mientras se dejaba llevar, no le importaba dónde, Francesca pensaba en el siempre crítico momento de descubrir su secreto.

Odiaba ser así, odiaba tener que pasar por aquel trago cada vez que conocía a un hombre que le interesaba. Nunca sabía lo que pasaría. En ocasiones había terminado muy mal y viendo los músculos que amenazaban con romper el traje de Armani de Hércules un escalofrío recorrió su espalda.

Hércules la llevó a un pub del centro. Pidieron un par de copas y charlaron, la música estaba tan alta que les obliga a acercar la boca a la oreja del otro para poder entenderse y él lo aprovechó rozándola con sus labios y sus dientes mientras le hablaba.

Tras unos minutos Hércules no se contuvo más y abrazando a la mujer por la cintura le besó el cuello y la mandíbula. Francesca suspiró excitada, pero a pesar de todo Hércules notó cierta resistencia. Ignorando las indecisiones de la mujer la abrazó y la besó en la boca, explorándola con suavidad y saboreándola sin apresurarse, mientras sus manos acariciaban su espalda.

Sin dejar de besarla deslizó las manos por la resbaladiza seda del vestido hasta agarrar su culo apretándolo y acercando sus caderas contra él, deseoso de que ella pusiese sentir la erección que ocultaban sus pantalones.

—No, aquí no. —dijo Francesca apartándose sofocada como si las caderas de Hércules le quemaran.

Hércules estaba tan excitado que hubiese ido al mismo infierno con aquella mujer. Asiéndola por la cintura la llevó fuera del ruidoso pub y la guio hasta el todoterreno. Antes de arrancar se inclinó sobre ella y la besó mientras acariciaba el muslo que asomaba por la raja del vestido. Ella suspiró y le apartó diciéndole que le llevase a un sitio más íntimo.

Aun tenía las llaves de su viejo apartamento así que la llevó allí. Cuando abrió la puerta la imagen de Akanke recibiéndolo con una sonrisa le asaltó haciéndole vacilar. Francesca lo notó y para evitar unas preguntas que no quería responder se lanzó sobre ella y acorralándola contra la pared la besó con violencia. La mujer sorprendida respondió al beso con la misma ansia dejando que las manos de Hércules estrujaran con violencia sus pechos a través de la seda del vestido.

Abrazándose y tropezando avanzaron hacia el dormitorio. Por el camino Francesca fue quitándole hábilmente la ropa hasta que cuando llegaron a la cama Hércules se vio totalmente desnudo.

Aquel hombre tenía el cuerpo de un héroe griego. Sus músculos se marcaban bajo su piel incitándole a arañarlos y mordisquearlos. Lo tumbó sobre la cama y tras ponerse encima de él le besó durante unos instantes antes de comenzar a recorrer su cuerpo con su boca, sabia a sal y a perfume. Mordisqueó sus tetillas haciéndole suspirar y fue bajando por su vientre, acariciando con sus uñas cada uno de los abultados músculos antes de llegar a su pubis.

Levantó la vista y con una sonrisa traviesa cogió el tallo de su polla con una mano. Sin dejar de mirarle levantó el miembro y lamió su base para continuar con sus huevos. Hércules suspiró de nuevo dejándole hacer y acariciándole suavemente el cuello.

Poco a poco, con desesperante lentitud fue avanzando por el tronco de su polla hasta que al fin llego a su glande. Lo recorrió juguetona con la punta de su lengua, rozándola con sus dientes, sintiendo como crecía por momentos.

Sin aguantarse más lo rozó ligeramente con sus labios antes de abrir la boca y meterse la polla dentro. Dejándose llevar comenzó a chuparla primero suavemente, luego con más fuerza subiendo y bajando por aquel mástil palpitante y sintiendo como todo el cuerpo de Hércules se estremecía y sus músculos se contraían debido al intenso placer.

Había llegado la hora de la verdad. El momento que más odiaba, pero si lo retrasaba más sabría que no sería capaz. Ese chico le gustaba de verdad y lo deseaba con todo su ser. Esperando que los estremecimientos de miedo los interpretara como excitación se puso en pie y se desabrochó los botones que tenía el vestido en el hombro izquierdo.

Intentando librarse de la desagradable sensación de vulnerabilidad que sentía al descubrir su secreto, se bajó la cremallera del vestido quedando desnuda salvo por un culotte delicadamente bordado y las sandalias de tacón.

Sintió los ojos de él clavados en sus pechos redondos, del tamaño de pomelos con los pezones pequeños y erectos por su intensa excitación. Le miró un instantes a los ojos antes de inclinarse para bajarse el culotte. Se incorporó con las piernas muy juntas dejando que observara el pelo oscuro y rizado que cubría sus piernas.

Respiro hondo y cerrando los ojos separó las piernas.

Mudo de sorpresa, Hércules observó como de su entrepierna caía un pene semierecto. Francesca se quedó quieta esperando, con los ojos cerrados y temblando de la cabeza a los pies. Por un momento no supo qué hacer, se quedó petrificado, pero luego se centró en la misión y hasta agradeció que fuese tan diferente a Akanke. Eso le ayudaría a apartar las constantes comparaciones entre las dos mujeres de su mente.

Se levantó y se acercó a Francesca que seguía esperando con la cabeza baja y los ojos cerrados. La mujer, al sentir su presencia, se puso rígida y tembló expectante. Hércules adelantó la mano y acarició su mejilla con suavidad. Francesca reaccionó defensivamente ante el contacto hasta que se dio cuenta de que era una caricia, se relajó y abrió los ojos.

Las manos de Hércules rozaron sus labios antes de introducirlos en su boca. Sintió como los chupaba con fuerza envolviéndolos con su densa y cálida saliva. Al fin relajada, Francesca se dio la vuelta y apoyando las manos sobre un viejo tocador separó las piernas.

Hércules acarició los muslos de Francesca y separó sus cachetes introduciendole con suavidad los dedos embadurnados en su propia saliva en el ano. La mujer soltó un ronco gemido mientras dejaba que Hércules explorara y dilatara su esfínter.

Los gemidos y los estremecimientos de Francesca hicieron que su deseo creciese. Con suavidad acercó la punta de su polla al oscuro y estrecho agujero y con delicadeza la penetró. El calor y la estrechez del culo de Francesca eran deliciosos. Poco a poco comenzó a meter y sacar el miembro de las entrañas de la mujer, cada vez más rápido, cada vez con más fuerza, viendo la cara de intenso placer de ella en el espejo.

Asiendo su melena empujó con todas sus fuerzas mientras Francesca se agarraba con desesperación al tocador para no perder el equilibrio.

Dándose un descanso Hércules tiró de su melena y obligó a la artista a volver la cabeza para besarle de nuevo el cuello la mandíbula y la boca. Cuando se separaron, ella soltó un gemido de insatisfacción al sentir como escapaba el miembro de su culo.

Dándose la vuelta lo besó desviando la atención de Hércules de su miembro semierecto y lo tumbó en la cama. Dándole la espalda se ensartó su polla de nuevo con un largo gemido. Deshaciéndose de las sandalias coloco piernas y brazos a ambos lados del cuerpo de Hércules y comenzó a subir y bajar cada vez más rápido mientras su polla erecta se balanceaba golpeando su vientre.

El placer volvía a ser intenso y apenas se dio cuenta cuando las manos de Hércules agarraron su miembro y comenzaron a sacudirlo con fuerza mientras se corría en su culo. El calor de la semilla del joven unido a sus caricias hicieron que no pudiese contenerse más y se corriese derramando su semilla sobre su propio vientre.

Durante esos instantes sintió una intensa felicidad que pronto se vio disminuida por la sensación de no sentirse una mujer completa.

Hércules apartó a Francesca con suavidad y se tumbó de lado, abrazando su cuerpo para quedarse casi inmediatamente dormido.

Los días siguientes fueron una vorágine de sexo. Hércules la atosigaba y buscaba su contacto constantemente, haciendo el amor una y otra vez hasta que ella rendida y dolorida le pedía una tregua.

Él insistía en ir a todas sus actuaciones fingiendo no poder separarse de ella ni un minuto hasta que por fin un día la llevó al trabajo y observó que llevaba el bolso que aparecía en las fotos del dossier. Era tan grande que bromeó preguntándole qué diablos llevaba allí dentro. Francesca consiguió ocultar bastante bien la tensión cuando escuchó la broma, pero a Hércules no le pasó desapercibida.

No volvió a hablar del tema durante toda la noche y cuando llegaron al piso le hizo el amor consiguiendo que se corriera dos veces y acabara durmiéndose totalmente exhausta.

En total silencio, cogió el bolso y se lo llevó a la cocina. Una vez allí, en la oscuridad, lo abrió descubriendo varios fajos de documentos. Los inspeccionó y los fotografío con el móvil antes de volver a colocarlos en su interior, junto con un diminuto dispositivo de localización por GPS.

Dos días después unos hombres se encargaron de llevársela. Nunca la volvió a ver.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente. Además, si queréis leer esta serie desde el principio o saber algo más sobre ella, puedes hacerlo en el índice que he publicado en la sección de entrevistas/ info: http://www.todorelatos.com/relato/124900/

PRÓXIMO CAPÍTULO: SEXO CON MADUROS

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR :
alexblame@gmx.es

 

Relato erótico: “El florista” (POR WALUM)

$
0
0

Florista
Hola soy Laura y esto sucedió hace como unos meses atrás, le cuento que soy profesora, tengo 31 años vivo en una linda casa que esta en el centro de la ciudad casi, es muy acogedor y para ser una mujer que vive sola nunca había tenido problemas con ningún vecino, mas que alguno que por ahí intentara invitarme a salir, porque creo que soy una mujer bastante llamativa a los ojos de los hombres, aunque me estatura es mas bien baja 1,60 con tacos altos que siempre ando, hacen que tenga la estatura perfecta, mientras que mis años de gimnasio, en total 5 años de gimnasio han hecho de mi cuerpo que siempre fue bastante desarrollado, algo mas marcado y bien proporcionado con unos pechos normales o grandes, una cintura muy estrecha que me encanta y mi parte posterior que es lo mejor que he tenido siempre, mi cola bien salida para afuera y bien redonda y parada que es una de las causa de las cosas que escucho en la calle y las miradas, me encanta, es mi orgullo en total mis medidas son 90-56-97. Siempre supe que llamaba mucho la atención masculina, pero no siempre me favoreció. Mi vida estaba muy bien, conozco a mucha gente y cosas así.
No había nada que afectara mal mi vida, el único problema y algo que me desagradaba mucho era que siempre para ir a trabajar paso por unos locales comerciales, donde había uno que odiaba sobre todo, un local de flores donde siempre estaban un grupo de señores como de unos 45 – 55 años y siempre se la pasaban bebiendo alcohol, y el dueño de la florería era un gordo pesado, bien panzón medio pelado y baboso a mas no poder y cuando yo salía siempre se me quedaban viendo como queriéndome desvestir.
Pero no había tanto de que quejarme. Los ignoraba, pero un día que yo salí para ir a casa de mis papás de visita como de costumbre, y realmente me gusta vestir bien, me puse un pantalón rosadito súper ajustado y un top blanco, al salir de mi casa estaban otra vez la bola de viejos borrachos riendo y también como era costumbre bebiendo, al pasar por ahí el gordo asqueroso, se paró y me miró fijamente, yo me asuste pero no seguí caminando rápido, cuando pase me dijo -¡¡Mamacita que buen culo, me gustaría tocártelo!! Yo hice como que no oí nada y seguí caminando mas aprisa y solo oí que los viejos reían por que había dicho ese tipo, de regreso a mi casa temí encontrarlos de nuevo pero mi alivio fue que el local estaba cerrado imagine que habían acabado borrachos y se habían ido a dormir.
Después de unos días yo me tranquilice porque no los veía muy seguidos, un día como cualquier otro, fui al local que esta al lado de la florería que es de un amigo de mi padre, don Javier que es un viejito muy bueno que lo conozco de toda la vida, hablamos un rato largo, me contó que estaba mal económicamente que no sabia cuanto mas iba a poder mantener el local y cosas por el estilo, yo me sentí muy mal, de pronto escuche un grito de dolor fuertísimo y un golpe, parecía que venia de al lado, de la florería, yo hice una cara pero no pregunte hasta que se volvió a producir un golpe mas fuerte, entonces don Javier me dijo en tono bajito, que seguramente era el florista que le estaba pegando a su mujer, que era un loco agresivo y la golpeaba seguido.
Yo me sentí con mucho odio, me daba mas asco aun el maldito gordo asqueroso, pero no podía hacer nada, luego la charla duro un rato mas y me fui. Me había quedado media mal, pensaba en esa pobre mujer y ese asqueroso y maldito sujeto. Paso una semana y llego un lunes, pensé en ir a ver a don Javier a la cerrajería, sabia que no estaban los borrachos así que fui a buscarlo. Entre al local y no había nadie, me resulto extraño, dije hola, pero nadie contestó, pensé que tal vez había salido a comprar algo, así que decidí esperar un poco.
De pronto escuche ruidos en la parte de atrás del local, como pude me asomé por una pequeña ventanita que había atrás, se podía ver el patio de una casa, de repente vi a el gordo asqueroso los pantalones bajados y una señora medio gorda como de unos 45 años, debía ser su señora, arrodillada y desnuda haciéndole una mamada, metía y sacaba un miembro de un enorme tamaño, debía ser como de 25 cm y gordísimo, me quede sorprendida de como cabía en esa boca aquel enorme miembro se veía una enorme cabeza roja y brillante por la saliva de la señora, el vil sujeto solo cerraba los ojos y su rostro era de puro placer mientras aquella señora devoraba ansiosamente su miembro el viejo solo exclamaba -¡¡Si puta cometela toda, o no vas a comer nada!! ¡¡AHHh mamamela así puta¡¡¡ ahhh!! Yo escuche eso y me pareció mas que humillante, era su esposa y la humillaba sintiéndose todo poderoso, yo no se como pude estar observando todo eso pero algo no me dejaba irme estaba boquiabierta sorprendida, habrían pasado como unos 10 minutos en los que yo estaba ahí viendo como esa señora se humillaba frente a ese maldito sujeto que era su esposo, el de pronto dijo -¡¡Abrí bien la boquita¡¡ Luego, sacó su enorme miembro de la boca de la señora y la empezó a masturbar, la señora estaba quieta, solo con la boca abierta esperando la descarga, no tardo mucho mas y empezaron a salir los disparos de semen del miembro del gordo y se los hecho en la boca y en toda la cara, ya después de haber descargado todo el viejo agarro su miembro y empezó a pasárselo por la cara de la señora y a darle golpes en las mejillas y en los labios con su verga la señora solo permanecía quieta, todo eso que estaba yo viendo en ese momento me pareció asqueroso y obsceno, yo estaba mirando cuando de repente, el tipo miro hacia la pequeña ventana y yo rápidamente como un impulso reaccione para quitarme de ahí no se si el me reconocería, pero me asuste mucho y me fui a mi casa con miedo. Me parecía demasiado asqueroso lo que acababa de presenciar en esos instantes y en mi mente solo recodaba aquella imagen de la señora totalmente sometida mamando ese enorme instrumento y también estaba sugestionada por si el gordo asqueroso quizás me habría visto espiándolo y tal vez me habría reconocido, llegue a casa con un estado de nerviosismo. Me fui a duchar y otra vez en la soledad imagine esa escena y otra vez volvió el miedo en mi.
Lo peor es que tenia que ir a ver a don Javier para darle unas cosas de mi papá, pensé en positivo y pensé que tal vez no había visto y mucho menos reconocido del todo y no supiera que era yo la que había estado observando, otra vez fui para lo de don Javier con una velocidad impresionante, pensé en dejar los papeles y correr a casa de nuevo, cuando estaba llegando a la cerrajería de el, estaba afuera el gordo florista sentado en la puerta de su local, el corazón latía por que tendría que pasar cerca de ahí y imagine tal vez me diría algo por haberlo espiado a el y a su mujer, pero no podía voltear, así que al verlo solo camine y al pasar me miró, se sonrió con una sonrisa bastante burlona y con eso y su mirada me di cuenta que el ya sabia que yo había sido la que había estado observándolo, voltee la mirada y seguí caminando, me metí en lo de don Javier le deje los papeles sin explicarle mucho y salí rápidamente hacia otro lado, cuando llegue a mi casa estaba asustada pensaba miles de cosas, como de que pensaría de mi el gordo que yo estaba ahí viéndolo y un sin fin de cosas. Como pude intente evitar ese pensamiento y seguí preparando todo para el otro día de clases. Al otro día luego de dar largas jornadas de clases me olvide un poco del asunto, así pasaron los días yo trataba no salir tanto, tenia miedo de toparme con el florista y otra vez sentir su mirada, los días fueron pasando seguía todo bien y de manera simple fui olvidando un poco lo que me había pasado unos días antes.
Una semana después era un lunes salí tarde de mi casa porque no llegaba a clases y en el momento de salir, con la violencia de sacar la llave se me cortó por la mitad, maldije mi suerte pero debía llegar al trabajo, ese día me había puesto una diminuta tanga porque me puse un pantalón ajustado blanco y no tenia que notarse tanto y una camisita ajustada rosadita con mis altos tacos, me veía muy bien, luego que trascurrió todo el día era obvio que tenia q arreglar la cerradura y la llave, así que tenia que ir a lo de don Javier a decirle tenia un pequeño temor de encontrarme con el florista, pero con fortuna mía estaba cerrada la florería, entre a lo de don Javier mucho mas tranquila, le explique lo que me había pasado y el fue hasta mi casa y en unos minutos arreglo todo, cambio la cerradura y me dio nuevas llaves, mientras que hablábamos y me contaba que el negocio seguía muy mal y hasta debía varios meses de alquiler, realmente estaba duro el trabajo. Luego lo acompañe hasta el local sabiendo que la florería estaba cerrada y el seguía contándome sus altibajos, me hacia sentir mal el pobre, pero nada podía hacer, luego de unos minutos mas de charla decidí volver a casa a comer algo, me fui saliendo tranquilamente, pero cuando salí el corazón volvió a latir fuertemente al ver al florista, justo sacando los carteles de su local a la calle, yo pasé caminando rápido y el me miró sonriendo, yo giré la cara y vi a través del vidrio del local como me devoraba con la vista mi trasero, con muy poca discreción, una mirada de morbo total, camine mas aprisa, no me desagrada que miren, pero con discreción, no como ese asqueroso sujeto.
Esa noche, no tenia mucho sueño, así que me quedé en el comedor leyendo una revista y escuchando música, ya me había olvidado de lo que había visto estaba mucho mas relajada, a eso de las 10 me agarró sueño, apagué la luz del comedor, fui al baño y me acosté. Estaba con la luz del velador prendida leyendo hasta que vi que me dormía, justo que la iba a apagar, miré a la ventana y había la sombra de alguien parado justo en la ventana. Lo veía entre las hendijas de la persiana, juntando fuerzas dije “Quien está ahí?, nadie me respondió y la sombra siguió ahí. Cuando me dispuse a tomar el teléfono, la sombra desapareció sin hacer ruido. Me quede muerta de miedo, sin saber que hacer. Esa noche fue terrible, me moría de miedo sin saber que hacer. Pero paso, el otro día fue mas normal, no me tope con el maldito florista, que me daba cuenta que últimamente estaba cerrada la florería, seguramente debía impuestos o cosas por el estilo ese maldito. No le preste mucha atención igual.
Cuando iba llegando la noche todo estaba tranquilo, iba a salir a tomar algo seguramente, así que luego de ver varias veces si todas las puertas estaban cerradas, decidí darme una ducha, preparé el baño y llevé ropa nueva que me había comprado para cambiarme adentro luego de salir de la ducha. Terminé de ducharme, me puse una tanga rosadita bien chica, un pantalón blanco finito y unos tacos altos, arriba me puse una remerita negra media escotada. Fui saliendo acomodándome el pelo y cuando termine de salir del baño sentí un ruido en el comedor, fui rápido y allí lo vi. Quedé dura del terror al ver a un tipo gordo con una pasamontañas que le cubría la cabeza, quise correr a la puerta pero me agarró del brazo y me dio una trompada en el estómago que me hizo perder la respiración, me tiró sobre un sillón, luego se puso delante mío y me dijo -¡¡Mira te portas bien, o te mato a golpes, esta todo cerrado y nadie me ha visto, así que es muy fácil!! Yo llorando lo escuchaba y mire para todos lados dándome cuenta de que estaban todas las cortinas y persianas cerradas, algo que yo no acostumbro a hacer, porque no se ve nada de afuera.
Temblaba de miedo, el sujeto seguía con su pasamontañas en la cabeza dando vueltas. Era bien grande, yo empecé a recuperar el oxigeno y antes de que pudiera gritar me dio un cachetazo diciéndome -¡¡Ni lo intentes zorra!! Yo temblaba de miedo entre lágrimas sin saber que hacer, mi corazón estaba a mil de miedo. Luego de mirarme fijamente mientras yo temblaba de miedo dijo -¡¡Si haces todo lo que te diga, nada malo te va a pasar!! Estaba con el pasamontañas, me levanto del sillón, intenté hacer un movimiento con la mano y me dio un cachetazo tan fuerte que me dobló la cara.
Yo lloraba sin saber a que me sometería ese sujeto. Entonces el sujeto mientras me tenia del brazo dijo -¡¡Sabes Laura, tienes unas piernas preciosas!! Me quede helada, sabía mi nombre. -¡¡Y esa cintura!! ¡¡Y esa cola, es fantástica!! Sentí como dio un paso hacia mí y luego paso sus manos en mi cintura. Yo rogaba un milagro mientras seguía quieta, presa del pánico. De pronto apoyo su bulto en mi trasero, pude sentir sobre mis nalgas su excitación, una fuerte excitación. El maldito me estaba apoyando descaradamente. Mientras me decía al oído -¡¡Tenes un cuerpazo, y siempre lo estas mostrando descaradamente….deberías cuidarte, podría pasarte algo!! El sujeto se reía descaradamente, ante mi miedo total. Luego de estar así, sin saber que intentaría conmigo me dijo al oído -¡¡Tenés un culo divino, paralo y movelo contra mi bulto!! Yo le dije -¡¡No, por favor basta!! El sujeto me apretó fuertemente el cuello y me contesto -¡¡Hacelo o te mato a trompadas!! Yo con muchísimo miedo y sintiéndome totalmente humillada comencé a menear mi cola como me había obligado, su bulto era grande, se podía percibir, yo temblaba mientras seguía haciendo lo que el maldito sujeto me pedía, me decía al oído
-¡¡Que precioso culo tenes Laura redondo, grande y paradito te tengo que decir que es excitante vértelo mover por la calle!! Yo supe entonces que el maldito sujeto me tenia estudiado los movimientos, tal vez era un psicópata, el miedo se apodero aun mas de mi, que no sabia que hacer. Mientras seguía admirando mi hermosa cola, tomo mis nalgas y las separó, para apoyar mejor, su grueso bulto que se le notaba en los pantalones. Mi cola se enterraba bajo su barriga horrible, mientras me apoyaba su miembro con mas fuerza, y decía -¡¡Uyyy….mueve tu culo Laura…menéalo como a los hombres nos gusta!! Yo seguía con su humillante petición y pare lo mas que pude mi cola, la empecé a mover suavemente de lado a lado mientras rozaba su pantalón. De pronto aparto su bulto de mi cola, se paro junto a mí, apoyo su mano sobre mi cola y empezó a estrujar cada una de mis pompas. Deje de mover mi cola, pero el sujeto dijo -¡¿Qué pasa?! ¡¡No he dicho que pares!! ¡Sigue meneando el culo PUTA! Yo seguí moviéndolo, mientras el disfrutaba apretándolo, estrujándolo y sobándolo a mas no poder. Luego volvió a ponerse detrás mío y sus manos me rodearon hasta atrapar mis pechos, yo no hice nada, permanecí inmóvil, mientras que el sujeto decía a viva voz -¡¡Que buenas tetas tenes Laura!! Me apretaba los pechos con énfasis, los amasaba fuertemente murmurándome al oído -¡¡Que tetas!..¡Son enormes y están bien duras! El sujeto me estaba humillando completamente, sabiendo que me doblaba en tamaño, todas las puertas y ventanas estaban cerradas de modo de que nadie escuchara ni viera nada, en otras palabras en esos momentos el sabia que me tenia absolutamente impotente entre sus manos, era suya, a no ser que me salvara un milagro, era suya para gozarme a su voluntad.
Eso me hacia llorar completamente sintiéndome casi muerta. De pronto el maldito sujeto me tomó del pelo fuertemente, tirandoló y me dijo al oído -¡¿Laura que te pareció como mi mujer me la estaba chupando!? ¿¡¡Te gusto!!? ¡¡ Y por eso observabas con la boca abierta!! Yo ahí recordé eso, entonces el sujeto era el maldito florista de la otra cuadra, me empecé a sacudir para todos lados y a gritar, entonces el tiró mi pelo y me dio un cachetazo fuertísimo que me hizo callar, se sacó el pasamontañas y volvió a amenazarme, pero esta vez con una navaja que tenia, mis posibilidades eran nulas, el sujeto tenia mucha fuerza, y me sacaba mucho en tamaño, estaba totalmente indefensa, justo cuando iba a gritar nuevamente el me dijo con vos violenta -¡¡Si gritas te mato a golpes!! Yo me quede helada con su amenaza, no sabia que hacer.
El se puso delante mío, y entonces me rodeo con sus brazos e hizo bajar sus gordas manos mis nalgas agarro cada una con una mano y las apretó fuertemente, en ese instante grité -¡¡Auxiliooo!! ¡¡Soltame loco!! El soltó mi cola y me agarró fuertemente del cuello y volvió a amenazarme apretando fuertemente casi dejándome sin aire, luego me miró fijamente y me dijo -¡¡No me importa nada ricurita, estas bien buena y te voy a gozar, yo te voy hacer gozar y vas a pedir mas verga como mi mujer lo pide a gritos!! Y rió vilmente, yo comencé a llorar sin sentido diciéndole que me soltara, pero el sujeto estaba como poseído completamente. Después el gordo mugriento de decir eso metió su cabeza sobre mis pechos y en un movimiento fugas mordió levemente uno de ellos a través de la tela, como un perro hambriento mordía levemente y succionaba mis pechos por encima de la camisa mientras que sus manos masajeaban rítmicamente mi cola, yo estaba quieta sin reaccionar ante aquella tremenda manoseada que me estaba dando aquel gordo feo y asqueroso sujeto, no podía creer como me podía estar pasando esto a mi, de pronto sentí como el sujeto aparto su boca de mis pechos y en un movimiento rápido jaló mi camisita, dejándome con mi sostén blanco y nuevamente volvió hacia mis pechos lamiendo y mordiéndolos ahora con un poco mas fuerza.
El sujeto lentamente empezó a conducirme a una pequeña mesita donde preparo a mis alumnos, de pronto sentí como sus manos se apartaron de mis nalgas y las llevo donde estaba el botón de mi pantalón, yo furiosa aunque aturdida por la situación saque sus manos violentamente, pero el mordió súbitamente mi pecho y me hizo intentar cubrirme arriba sacando mis manos de abajo a lo cual, el pudo desprender mi pantalón, luego sus manos subieron hacia mis pechos y rompió mi sostén, quedando mis pechos al aire libre. El me miró y dijo -¡¡Estás muy buena de verdad.
Tenés unas tetas divinas y un culo espectacular. Te voy a perforar toda muñeca!! ¡¡Tus tetas las voy a saborear como nunca te lo han hecho!! Agarro con sus gordas manos mis pechos, los chupaba y lengüeteaba yo sentía mucha repulsión, lo observaba como el locamente no paraba de chupar mis pechos, yo estaba casi sobre la mesa, de pronto el gordo asqueroso se aparto de mis pechos y vi como jaló violentamente mi pantalón, dejándome solo en tanga y tacos, el sujeto al ver mi pequeña tanga dijo
-¡¡Heee Laura si que sos una calienta pijas mira la tanguita que usas!! Yo seguía llorando ante sus viles comentarios, totalmente desmoralizada sintiéndome una cualquiera, estaba en sus manos completamente seguramente el asqueroso gordo que siempre odie me iba a poseer y hacer lo que el quisiera conmigo, como lo hacia con su gorda esposa, pero ahora tenia a una mujer mucho mas joven de 33 años y con un buen cuerpo, quizás el siempre estuvo con mujeres viejas y gordas como su mujer, pero ahora era todo lo contrario, ahora iba a gozar un cuerpo joven que en su vida hubiera soñado con tenerlo.
Luego el sujeto dijo en tono de burla y superioridad -¡¡Ahora si mami, prepárate a gozar como nunca!! ¡¡Te voy a clavar como nunca vas a pedir más!! Yo solo lo mire con cara de odio y resentimiento pero no dije nada, enseguida se aparto de mi y bajo su pantalón negro sucio y quedo en slip, yo miré hacia abajo y vi un gran bulto, como que algo intentaba salir pronto, luego se colocó entre mis piernas y pude sentir su enorme bulto en pequeños vaivenes me lo restregaba a la altura de mi vagina por encima de la tanga, estuvo un rato así hasta que se aparto de mi y se bajo el slip, ante mi apareció un enorme miembro de unos 25 cm. gorda, muy gorda y venosa, con la cabeza brillante debido al liquido preseminal que había arrojado, el sujeto me dijo con vos fuerte -¡¡Ahora mámala puta, sabia que te gusto mi verga por eso me estabas espiando el otro día!! ¡¡Ahora es toda para ti cometela!! Me dio asco hacer eso, le grite con violencia y seguridad -¡¡Estas loco degenerado!! El rápidamente con violencia agarró mi mano y la puso en su miembro, estaba caliente me empezó a dirigir mi mano de arriba abajo, el sujeto tomo mis hombros y los hizo hacia abajo y por mas que puse mucha resistencia, me terminó dejando arrodillada como el quería, mi mano subía y bajaba de su enorme miembro, yo estaba justo enfrente de aquel miembro, me daba asco el olor a mugre que tenia, la situación era muy morbosa y bastante asquerosa, nunca habría yo podido imaginar estar en una situación así, el me tomó la mandíbula me obligo a abrir mi boca, como pude ante su violencia en mi, empecé a chupársela, el sabor me desagrado completamente, quería vomitar, era muy desagradable y humillante, ese pedazo de carne no cabía en mi boca así que no me lo metía todo. Miré hacia arriba mirando al maldito sujeto y al verlo llore con mas fuerza al verlo con una sonrisa grande y cara de total locura y placer, mientras que comenzó a decir
-¡¡Así mamita ahhh ahgg mas rápido putita!! Eso me torturaba aun mas, eran escalofriantes sus viles comentarios, el acariciaba mi cabeza dirigía mis movimientos cada vez más rápidos, mientras que gemía fuertemente y yo seguía chupando lamiendo y succionando su asqueroso miembro, no podía pensar en nada que en lo asqueroso de la situación, yo chupándole el miembro a aquel gordo morboso, dándole mucho placer con mi boca algo que nunca había hecho porque me parecía humillante, sin saber porque, el sujeto paró y me levanto, me agarro de mi cintura y me volteo hacia la mesa de espaldas a el, sentía mucho miedo y asco, el dijo fuertemente -¡¡Tenes un culo perfecto, quiero que lo pares para mí!! Luego agarro su miembro duro y empezó a dar pequeños golpes en mis nalgas, luego dijo -¡¡Mové tu colita!! Yo con miedo empecé a menear mi cola en círculos levemente, el rápidamente empezó a golpear mas fuerte mi cola con su miembro. Era lo más bajo que pensé que me sometería, no podía creer que ese gordo se aprovechara completamente de todo mi cuerpo. Yo antes de que el sujeto siguiera torturándome dije -¡¡No por favor ya basta váyase, déjeme se lo suplico!! Pero el hizo oídos sordos a mis suplicas y se burlo contestando -¡¡No te preocupes Laura te va a gustar, vos solo para bien el culo y disfrútala!! Luego con sus manos jalo de los tirantes de mi tanga dejándola a medio muslo, el sujeto se quedo quieto y casi gritó -¡¡Ahhh bueno, que cola impresionante tenes Laura!! ¡¡Esta bien rico paralo más putita!! El sujeto estaba apunto de violarme, estalle en mas lagrimas y luego sentí que la punta de su miembro estaba en la entrada de mi vagina, yo me quede estática esperando que el hiciera la violación y se marchara, poco a poco fue metiendo su miembro dentro de mi vagina el dolor se hizo insoportable y grite un poco
-¡¡Aahhhyyy!! Entonces volví a suplicar gritándole entre dolor y bronca -¡¡Nooooo soltame por favor, basta!! El siguió metiendo su miembro gordo dentro de mi ser mientras que decía burlándose -¡¡AAhhh que apretadita estas Laura, que rico me la aprieta AHHH!! ¡¡Solo falta un poco mas para que te la clave toda putita!! El sujeto llego a meterla toda, haciéndome sentir un dolor terrible y la dejo ahí un rato esperando que mi vagina se acoplara un poco a aquella enorme verga en ese momento miré hacia atrás y vi como el maldito sujeto me tenia totalmente expuesta para el, después me tomo por las caderas y empezó a moverse rápidamente casi violento, yo rebotaba de atrás adelante sintiéndome una cualquiera, totalmente entregada por la violencia y el sometimiento, ahí estaba aquel gordo repugnante haciéndome, disfrutándome y gozándome a su antojo. Luego el sujeto soltó mis caderas y me tomó por los brazos y los jalo hacia atrás y ahí impuso un ritmo violentísimo haciéndome morir de dolor, yo gritaba adolorida y con mucho odio pero el seguía mas fuerte y gritaba -¡¡AAhhh que bonita te vez asiiiii disfrutándoola como una putita!! El me seguía violando con mucha fuerza metía y sacaba su miembro de mi vagina de una manera salvaje increíble yo solo gritaba, luego de un rato de ese enfermizo movimiento se detuvo, sacó su miembro, me volteó y me puso de nuevo de rodillas diciéndome -¡¡Ahora te toca tomarte esta leche que esta guardada para vos puta!!
Su miembro seguía parada igual, parecía no cansarse, la tome con una mano y la empecé a chupar con odio y humillada, quería morir, el al ver mi falta de cooperación grito -¡¡Más rápido putita mas rápido!! Yo seguí igual, entonces el maldito tomó mi pelo desde atrás, lo anudo a su mano e impuso el ritmo que el quería mientras gemía -¡¡AAhh Aohhh así perra asiii ahhhhh mas rápido!! Mis mejillas me dolían de estar chupando ese miembro tan grande y rápidamente hasta que sentí que el cuerpo del vil sujeto comenzó a convulsionarse y grito -¡¡Me vengo putita abre tu boquita yaaaaa ahhhh!!

Saco su miembro, tomó mi cara obligándome a abrir mi boca y comenzaron a caer sus disparos de semen, yo cerré los ojos y sentí los chorros, sentí un liquido caliente y viscoso en mis ojos, nariz y boca. El sujeto me trataba peor que a una puta haciendo cosas que no haría ni por dinero. El luego de terminar de humillarme dijo -¡¡Yaaa, ahhh ahora si Laura has quedado bien cogida y bañada de semen como vos querías!! Yo como pude lo mire con odio de muerte, el sonrío y siguió burlándose diciendo -¡¡Te vez linda con tu cara llena de leche!! Luego fuimos al baño donde me limpio la cara y los restos de semen de mi pelo. Luego me llevo a mi pieza, y seleccionó un pantalón rosado bien ceñido al cuerpo con una mini tanga roja y una remerita ajustada de varios colores, luego me dijo -¡¡Que rica estas!! ¡¡Laura me gusta mucho tu culo y tus tetas bien paraditas, parece mentira que te acabo de culiar!! Yo pensaba lo mismo parecía mentira como yo una mujer soltera de 33 años, linda con un cuerpo envidiable había caído en sus manos, en las manos de un gordo baboso y sucio, que debería haber sido un sueño algún día tocarme y poseerme y que ahora lo había logrado.

El sujeto se aproximo a mi me tomó por la cintura y me aferro a su gordo cuerpo mientras decía -¡¡Ay Laura sabes que, tengo mucha leche para darte y disfrutarte!! Sus palabras vulgares en el tono de burla como me las decía producían mas odio en mí, quería matarlo a ese sujeto asqueroso, pero no podía hacer nada y me quedaba quieta esperando que se marchara, pero el maldito tomó mi mano y la puso sobre su pene, diciendo -¡¡Sentí como me pongo de verte!! Yo lloraba solamente, mientras que el sujeto comenzó a acariciarme un pecho y luego empezó a morder mis senos por encima de mi remerita y los estrujaba desaforadamente, de pronto me arrancó mi remerita de un tirón salvaje, dejando mis pechos libres totalmente el miro mis pechos diciendo -¡¡Que preciosa estas putita eres una muñequita!! Y luego empezó a chupar mis pechos y morderlos como un desesperado total. Eso me asustaba mucho y me daba mucho asco lo vil del sujeto. Luego dijo en todo fuerte -¡¡Quiero que mi pene disfrute estos limones!! Y me tomo de los hombros, me hizo agacharme, ponerme de rodillas enfrente de el, luego el agarro su pene y empezó a golpear mis pechos, era una humillación de sometimiento, pero no podía hacer nada, de pronto dijo -¡¡Ahora quiero que me hagas una paja con tus lindas tetas, quiero ver lo puta que sos!! Puso su miembro hinchado entre mis pechos y tomándome de los hombros comenzó a moverme de arriba abajo rítmicamente. El sujeto me miraba y decía -¡¡Aaahhh que rico Laura sos toda una putita, te encanta la verga se nota mucho que necesitabas algo de esto, pero no te preocupes que yo te voy a dar una culiada que nunca olvidaras!!
Eso era más humillante todavía sus humillaciones verbales, su ironía y que el sujeto se sentía mi dueño, lloraba y no podía creer que esto me pasara a mí. En medio de la humillación que me daba dijo -¡¡Ahora voy a disfrutarte mas todavía, vas a tener toda esta verga adentro de nuevo, pero primero quiero disfrutar mas todo tu cuerpo!! Me levanto de donde estaba agarro mis piernas y sus manos fueron su subiendo hasta agarrar mi cola con sus gordas manos, la estrujo fuertemente y luego me giró violentamente y me agarró por detrás apoyando todo su asqueroso miembro sobre mi pantalón, podía sentir completamente la rigidez de su miembro entre mis glúteos, el sujeto estaba excitadísimo y sus manos recorrían mis pechos y todo mi cuerpo mientras seguía apoyando su asqueroso miembro en mi cola diciéndome al oído -¡¡Tenes un culo perfecto putita quiero que lo pares de nuevo!! Y me sujeto fuertemente del pelo tirando de el, yo lo hice sin dudar por el dolor y el siguió con su tarea de seguir disfrutando de tener a mi cola paradita completamente sobre su asqueroso miembro, el sujeto me refregaba su miembro y decía vilmente algo que me dejo helada y muerta de miedo -¡¡Laura siempre te veía pasar, con este hermoso culito, cuando usas estos pantalones de putita y pasas calentando a todos, no hago mas que pensar en él, pensando en mi pene todo adentro de este divino culito, y ahora por fin lo tengo!! Yo estalle en mas lagrimas, no lo podía creer el sujeto me iba a violar analmente también y le suplique que no, que por favor no, pero el estaba poseído por el deseo y me gritaba que me callara o me mataba a golpes, luego con respiración agitada comenzó a bajar el cierre del pantalón y bajándolo dio un violento tirón dejando mis pantalones en los tobillos, dejándome solo con la diminuta tanga roja que me había hecho poner el maldito, el sujeto se babeo mirándome, luego dijo -¡¡Te ves bien putita con esa tanguita!!
Siguiendo con su miembro apoyado en mi cola, se sentía el calor que despedía ese aparato, yo miraba el espejo de mi pieza viendo a ese gordo teniéndome completamente entre sus asquerosas manos, era indignante. De repente tomándome por la cintura me tiró violentamente sobre la cama, cayendo boca abajo rápidamente intente levantarme pero el sujeto ya estaba arrodillado casi encima mío con una de sus manos sobre la espalda yo mire al gordo baboso que estaba excitadísimo, no podía creer que su miembro estaba totalmente erecto con su cabezota completamente roja, el sujeto comenzó a acariciar mis glúteos agresivamente apretándolos y sobandolos a mas no poder mientras decía -¡¡Que buen culito tenes Laura, grande, duro y bien paradito!! Luego me dio par de palmadas en mis glúteos, para después seguir acariciandolos, el sujeto se puso de rodillas y empezó con su miembro duro a golpearla, el sujeto se divertía conmigo entonces dijo -¡¡Tenés un culito rico, volvelo a sacar para afuera, paralo!! Yo lo hice con mucho miedo, entonces el con sus manos abría mis nalgas y metía su miembro entre medio de ellas, yo sentía su enorme miembro y me invadía un escalofrió terrible y muchísimo pánico, mientras que moría de resentimiento al ver a ese maldito sujeto a través del espejo, veía a ese gordo inmundo teniendo mi cola bien paradita para el.
Luego siguió con sus caricias a mi cola mientras que seguía balbuceando cosas como -¡¡Que bonito culo!! ¡¡Quiero cogerte por acá, te lo voy abrir todo mamita!! De repente en un movimiento violento tomo mi tanga y la jaló dejándola en tobillos, luego empezó a acariciarse su miembro duro y empezó a ponerlo con su dedo dentro de mi cola, yo me movía para todos lados intentado huir, el sujeto se enojó y grito -¡¡Quédate quieta zorra!! ¡¡No te preocupes que te lo voy hacer delicioso, vas aullar de placer cuando lo tengas bien adentro!! Yo veía fijamente al espejo para ver todo lo que pasaba atrás de mí, con sus manos separo mis glúteos y fue poniendo la cabeza de su enorme miembro en la puerta de mi esfínter, luego presiono contra mi haciendo entrar su glande en mi cuerpo, yo con lagrimas solté un grito fuerte de dolor -¡¡AAAhhhyyyyyy aahhh aahhh!! El sujeto seguía lentamente introduciendo su enorme miembro dentro mío desgarrándome mientras decía -¡¡Quédate tranquila putita ahora vas a gozar cuando te lo meta todo, cuando entre toda voy a ser quien mas desearas que te culee estoy seguro!! Yo lloraba mas aun por sus comentarios y por el desgarre de mi hermosa cola que no aguantaba mas el dolor mientras que el gritaba de placer al sentir mi estreches -¡¡AAaaahhh putita, que rico me lo estas apretando, hooooo haaaa!!
Poco a poco siguió metiendo su enorme miembro dentro de mi pequeño esfínter, yo sentía un dolor increíble, mire hacia atrás y ya estaba casi toda dentro de mí, grite suplicando al maldito que me dejara -¡¡AAAhyyyyy ah soltame por favor!! ¡¡¡Soltame!!! Pero su miembro ya estaba dentro de mi, y se perdía entre mis glúteos, después de eso dejo su enorme miembro dentro de mi por un rato sin moverse, mientras que yo miraba por el espejo como me veía, era lo mas terrible que había visto, no lo podía creer, veía mi hermosa cola clavada por la enorme verga de ese gordo asqueroso y sucio que sonreía con aire de victoria, luego comenzó a moverse contra mi despacio, subía sacando casi todo su miembro y lo volvía a meter completamente en mi ser haciéndome dar gritos de dolor fuertísimos -¡¡AAAyy!! ¡¡AAAyy!! ¡¡AAAyy!! ¡¡AAAyy!! Luego el sujeto comenzó a moverse mucho mas fuerte contra mi mientras gritaba de gozo y decía -¡¡AAAhhh tómala putitaaa aaahh que rico se ve tu culito ensartado aaaaaahhhh siempre había soñado este momento asiiiiiiii ahhhh!! Yo lloraba y gritaba de dolor y humillación mientras el sujeto gozaba a más no poder teniendo mi cuerpo a su disposición y aprovechándolo completamente. El sujeto luego comenzó un movimiento desenfrenado, puso sus manos gordas sobre mi espalda y se monto sobre mí aplastándome, su pelvis se movía violentamente contra mí, mientras que gritaba fuertemente
-¡¡Que culo infernal tenes Laura, por Dios!! Y se escuchaba ese asqueroso ¡plop! ¡plop! ¡plop! Por las estocadas salvajes que recibía, los cachetes de mi cola vibraban con cada penetración. El sujeto estaba todo traspirado y medio cansado pero seguía gozando y gritando cosas, me dijo -¡¡Te vez mas linda así, con un macho clavándote así… Ooooohhh, que rico me lo aprietas, este culito es mío!! El gordo asqueroso aullaba de placer, y así estuvo por lo menos 20 minutos aplastándome y penetrándome violentamente, cuando de repente dijo -¡¡Prepárate putita que te voy a bañar de leche!! Y grito -¡¡AAahhhhhhhhhhh!! Yo sentí como un chorro de semen caliente invadía mi interior, después saco su miembro dirigiendo las siguientes descargas hacia mis nalgas, las baño de semen, luego empezó a esparcírmela y a golpearlas con su verga en todo el contorno de mis nalgas. Luego cayó rendido agitado al costado mío, y me explico como había planeado todo, como había conseguido la llave, mientras que yo no podía hacer nada estaba muerta de dolor, el sujeto luego se vistió y me amenazo de muerte diciéndome que sabía todos mis movimientos y tenia varios amigos que podían hacer el trabajo sucio. Yo me quede llorando a más no poder muerta de dolor y miedo.
Hechos ficticios.
 
 

Relato erótico: “LA FÁBRICA (5)” (POR MARTINA LEMMI)

$
0
0

Al salir de la oficina de Luis pasé frente a la de Hugo.  Con la conmoción reciente, había olvidado totalmente que Luciano me había dicho que pasara.  Quizás, pensé, ya se habría marchado y, de no ser así, bien podía hacerme la distraída e irme simplemente: ya no faltaba mucho para la chicharra de salida.  Pasé frente a la puerta sigilosamente o, al menos, lo más sigilosamente que mis tacos me permitían; no resultó…
“¡Sole! – exclamó en el momento mismo de asomarse por la puerta entreabierta; me llamó así: Sole, como si fuera su amiga de toda la vida -.  La estaba esperando; pase, por favor…”
Fue como si me hubieran arrojado un nuevo peso sobre mis ya castigadas espaldas.  Acababa de salir de una pesadilla en la oficina contigua y vaya a saber a qué nueva pesadilla me enfrentaría ahora.  Con abatimiento y resignación, bajé mi cabeza y entré en la oficina.
“¿Qué pasó ahí? – quiso saber Luciano apenas cerró la puerta -.  ¿Qué les hizo Luis?”
Yo no quería hablar; simplemente negué con la cabeza, como llamándome a silencio.
“No tengas miedo, Sole – me dijo, con un tono que pretendía ser tranquilizador -.  Tenés un amigo acá… Podés contar conmigo; a mí no me gustan algunos de los tratos que Luis tiene para con las empleadas.  Además, vos no sos empleada de él…”
Me mordí el labio inferior.  ¿Tenía que contarle?  ¿Sería posible que, después de todo y contrariamente a la primera impresión que me había dado, Luciano no fuera tan malo?  ¿Sería realmente sincero en su interés o simplemente un morboso deseoso de disfrutar con el relato de lo ocurrido? Quizás de verdad quería ayudarme y tal vez existiera entre los dueños de la fábrica alguna interna que yo desconocía.  De ser así, Luciano bien podía interceder ante su padre.  No era la mejor ayuda del mundo, desde ya, pero…
“Me… golpeó” – balbuceé.
Su rostro se contrajo en una mueca que parecía mezclar sorpresa e indignación.
“¿Qué?” – preguntó.
“Me golpeó… Me dio una zurra”
“¿En la cola?”
“En la cola…” – respondí, tragando saliva y con un apenas audible hilillo de voz.
“¡Es un enfermo! – vociferó -.  Ni a mi viejo ni a mí nos gusta su tendencia perversa a aplicar castigos corporales.  Además, ¡nos puede traer problemas legales!  En fin: ¿a ambas las castigó?”
“No… -, sólo a mí”
“¿A Eve no?”- preguntó extrañado y abriendo grandes los ojos.
“No”
“¿Por qué?”
“Ella se… fue simplemente.  No se quedó para recibir su castigo”
“¡Y lo bien que hizo! Deberías haber hecho lo mismo”
“Sí, tal vez, pero bueno…, temí por mi trabajo y pensé que…”
“Dejame ver ese culo”
Fue un balde de hielo.  Cuando empezaba a creer que Luciano era distinto a los demás e inclusive a la idea que de él mismo yo me había hecho a priori, cayó la frase más desubicada y guarra que podía esperar oír.  Arrugué el rostro y fruncí el entrecejo:
“¿Q… qué?”
“Dejame ver cómo está… ¿Duele?”
Lo insólito e insolente del pedido no cuadraba en absoluto con la caballerosidad y generosidad con que lo hacía.  Quizás fue esa contradicción lo que, de algún modo, me llevó a aflojar las defensas.
“Sí… – respondí -; duele”
“¿Me dejás ver?”
Con la cara de todos colores, me giré y, una vez más, llevé hacia arriba mi falda para, luego, bajar mi tanga y enseñarle mis nalgas.
“¡Hijo de puta! – rugió -.  ¡Te la dejó roja! Aguardame un instante…”
Salió a toda prisa de la oficina con destino impreciso.  Se me ocurrió pensar que, tal vez, hubiera ido en busca de Luis para molerlo a palos; sin embargo, en ningún momento llegó a mis oídos el sonido de la puerta contigua abriéndose.  Por otra parte, el quedarme allí sola con mi cola al aire estaba lejos de ser una situación cómoda: ni siquiera había dejado bien cerrada la puerta; comencé a intranquilizarme y rogué que Luciano volviera pronto.  Al cabo de un rato y para mi alivio apareció; llevaba en sus manos un pote blanco:
“Aquí lo encontré – me dijo -.  Es un ungüento muy útil para contusiones.  Lo usamos seguido aquí en la fábrica porque, cada tanto, algún operario termina con una mano o un pie aprisionado debajo de un motor o de un rollo de cortina.  Inclinate un poco hacia adelante así te lo puedo aplicar”
¡Dios!  Qué situación extraña.  Su tono y su actitud eran de caballerosa solidaridad, pero por otra parte…,¡estaba a punto de aplicarme una pomada en las nalgas!  ¿Era posible que hasta para ayudarme tuvieran que humillarme?
Me incliné tal como él pedía y al instante sentí el contacto de sus embadurnados dedos sobre mi piel.  Al principio estuvo bien claro que estaba desparramando el ungüento; luego comenzó a masajear y a trazar círculos con las yemas de sus dedos.  Me sentí muy extraña.  Lo hacía bien, con ternura y, a mi pesar, provocaba en mí una sensación placentera.  Cerré mis ojos y me entregué al acto; la suavidad de sus dedos era relajante y, de manera impensada, parecía exorcizar algunos de los temores y traumas que la fábrica venía instalando en mí.  De pronto sonó la chicharra: lo increíble del asunto fue que lo lamenté.  Luciano, casi de manera automática, retiró la mano de mi trasero como habilitándome a irme.
“No se detenga, Luciano… – dije, sin reconocerme -; siga, por favor”
No supe la reacción de él a mis espaldas ya que no podía verlo; se me dio por pensar que debió haber sonreído, pero quizás fue sólo una sensación o simplemente mi imaginación.  Por lo pronto, y para mí eso era lo importante, retomó el tan fino trabajo que estaba haciendo con mi cola.  Parecía que, de manera mágica, los dolores que me había dejado la paliza en la otra oficina estuvieran quedando atrás.  No quería que se detuviera y, de hecho, perdí noción del tiempo y hasta de que Daniel me esperaba en el auto.  Fue el sonido de mi celular lo que me trajo de vuelta a la realidad.  En efecto, al echar un vistazo a la pantalla, comprobé que era Daniel.
“Es mi novio” – dije y creo que, de manera involuntaria, se me escapó un deje de tristeza en el tono.
“Contestale – me instó Luciano -, o se va a preocupar”
Sí, él tenía razón; llevando el celular a mi oído escuché la voz de Daniel preguntándome si tenía para mucho.  Me dio culpa, mucha culpa, pero el delicado masaje de ungüento que Luciano estaba haciendo sobre mi cola lograba incluso erradicar eso.
“Un momento, amor – dije, al teléfono -.  Termino con un balance y ya estoy.  Bancame, ¿sí?”
Daniel, por supuesto, era un amor y me tenía infinita paciencia en todo; era capaz, si yo se lo pedía, de quedarse fuera esperando hasta que fuera ya noche cerrada.  Así que aceptó sin quejas.  Una vez que corté la comunicación, volví a entregarme al placer.  Luciano lo hacía mejor a cada momento y, verdaderamente, yo no tenía ganas de que terminara nunca.  Hasta me incliné aun un poco más hacia adelante para ofrecer mi cola al placentero masaje.  Fue él, finalmente, quien lo dio por terminado al cabo de algunos minutos porque, de ser por mí, quizás no se lo fuera a pedir jamás.
“Bien, Soledad – me dijo, hablando muy cerca de mi oído -.  Va a ser mejor que vaya porque su novio la espera”
Estoy segura de que en ese momento mi expresión debió haber sido la de una niñita a la que sus padres ordenan que entre a la casa luego de haber estado jugando todo el día en la calle: la misma decepción.  Pero, pensándolo con frialdad, Luciano tenía toda la razón y, por otra parte, la culpa volvió a invadirme al momento en que él interrumpió el masaje.  Me acomodé la ropa.
“Si sigue el dolor, mañana te sigo aplicando” – me dijo él en un tono que era pura dulzura.
Antes de irme me giré un poco hacia él y fue inevitable que nos sostuviéramos la mirada durante algún rato.  De pronto lo veía a él de un modo totalmente distinto a cómo lo veía hasta una media hora antes.  Me guiñó un ojo y, como para aumentar aún más mis culpas, el gesto me calentó.  Me despedí sin demasiadas palabras y me encaminé hacia el auto, en donde Daniel me aguardaba…
Como era dable esperar, el siguiente fue un día de bastante revuelo en la fábrica.  Aun en el supuesto caso de que lo ocurrido conmigo no hubiera trascendido demasiado, difícil era pensar que Evelyn se hubiera quedado en el molde sin decir palabra, no después de la actitud orgullosa con que había dado media vuelta para marcharse de la oficina de Luis en la tarde del día anterior.  Y aun en el suponiendo que se hubiera mantenido callada, el propio Luis había anticipado que Evelyn ya no iba a seguir trabajando allí, lo cual era en sí una forma de comenzar a hacer público lo ocurrido.  Por cierto, el eventual despido de Evelyn me producía una doble sensación: me generaba por un lado, alegría y no era para menos pues ella me había odiado desde el primer momento; su salida de la fábrica, tal vez, podría hacer más fácil mi inserción en el trabajo y la convivencia armoniosa con el resto del personal.  Pero por otra parte la cuestión me generaba un fuerte sentimiento de culpa e inclusive de vergüenza, pues ella se iba por no haber cedido ante los degradantes requerimientos de sus patrones.  Más allá de ello y aun si Luis hubiera dado marcha atrás con la decisión de la que tan convencido parecía el día anterior, estaba también Luciano, quien se había mostrado indignado al enterarse de la paliza y era posible que intercediera a mi favor.  Ninguna de todas esas posibilidades era, a decir verdad, completamente halagüeña para mí, ya que en todos los casos implicaba que la noticia de mi culo al aire recibiendo una paliza se iba a hacer vox populi dentro de la fábrica, llegando incluso a los operarios de planta: en verdad, no conocía a ninguno de ellos más que de vista pero, aun así, la perspectiva de imaginar mi historia en boca de todos ellos sólo me generaba espanto… y, una vez más, vergüenza.
Varias veces vi a Hugo salir de su oficina y entrar en la de Luis; se lo notaba alterado, a decir verdad.  Evelyn, contrariamente a lo que yo podría haber esperado, se presentó a trabajar y estaba ubicada a su escritorio, lo cual significaba que, o bien la decisión de Luis había sido revisada o bien ella aún no había sido formal y debidamente notificada de su despido.  Luego de la primera hora de jornada, sin embargo, Estela se acercó y le pidió que la acompañara en un par de oportunidades; las seguí con la vista y pude comprobar que fueron a la oficina de Hugo; luego Evelyn volvió sola; se la notaba contrariada pero serena.  Un rato después fue nuevamente convocada, pero en este caso a la oficina de Luis, luego otra vez a la de Hugo y cuando volvió lo hizo definitivamente; nadie más vino para llamarla ni tan siquiera le sonó el conmutador. 
Estela también parecía tener una mañana agitada entrando y saliendo de ambas oficinas de manera continua.  El dato curioso: nadie en ningún momento me llamó a mí; la sensación, una vez más, era que poco importaba lo que yo dijese u opinase.  El problema central no parecía ser tanto el castigo a mí aplicado sino más bien un conflicto de jurisdicciones: Hugo (o al menos ésa era la impresión que me daba viendo todo de lejos y sólo guiándome por los movimientos y gestos) no toleraba que Luis se hubiera tomado atribuciones sobre una empleada que, en realidad, era suya.  ¿Debía de ello sacar yo la conclusión de que entonces él me veía como su propiedad?   ¿Como un mueble?  ¿Un objeto?  En todo caso, fuera como fuese, no dejaba de sonar como algo demente el que yo tuviera que refugiarme en Hugo que era quien, en definitiva, me había obligado a practicarle sexo oral en mi entrevista de trabajo y a lamerle el culo en mi segundo día laboral.  Era como si yo necesitase un monstruo para protegerme de otro: me vino a la cabeza la película “Godzilla”.
Luciano estuvo ese día por la fábrica pero no pareció aportar por las oficinas, de lo cual podía yo inferir que no estaba participando abiertamente en lo que se estaba discutiendo o bien que no tenía voz ni voto.  No era desdeñable, sin embargo, la posibilidad de que hubiera sido él y no Evelyn ni Luis quien había iniciado esa mañana la aparente tormenta de dimes y diretes.  Debo confesar que, al verlo a la distancia, un cosquilleo me recorrió; él me sonrió y volvió a guiñarme un ojo, pero no se acercó a mi escritorio como lo había hecho en las dos ocasiones anteriores, lo cual, tengo que admitir, me generó una cierta decepción.  Sin embargo, casi al instante, vi entrar a su esposa y a su hijo, lo cual me clarificó un poco más la situación y el porqué de su comportamiento.  Qué extraño puede ser todo y cuán cambiante: apenas dos días atrás me había sentido aliviada ante la presencia de la esposa de Luciano y hasta la había visto como mi “salvadora”.  De pronto, sin embargo, su presencia me molestaba y hasta me despertaba algo de celo.  ¡Dios!  Me estaba volviendo loca.  Yo, que tenía planes de casarme (aunque postergados), estaba teniendo celos de un hombre que era casado: toda una locura…
Floriana, por su parte, miraba algo extrañada el revuelo que parecía estarse viviendo dentro de la fábrica.  Por lo que aparentaba, nadie la había puesto al tanto ya que un par de veces se me acercó para preguntarme, en voz baja, si sabía qué estaba ocurriendo.  Yo negué con la cabeza y me desentendí, pero me dio la impresión de que luego, alguna de las chicas algo le debió haber dicho y, desde ese momento, dejó de insistirme: quizás, si estaba ahora al corriente de lo que me había ocurrido, no quería hablarlo ni seguirme preguntando para no someterme a una humillación mayor que la que yo había pasado.  ¡Pobre Floriana!  Lejos estaba de pensar que ya, para esa altura, ésa era la menor humillación por la que yo podía llegar a pasar.
Poco antes del receso del mediodía Estela se acercó a Evelyn y le dijo algo al oído.  Luego de ello Evelyn se puso en pie y comenzó a juntar sus cosas; su rostro se mantenía impertérrito aunque ello parecía ser una cáscara, como si por dentro estuviera llena de resentimiento y odio.  La situación era más que clara: la acababan de despedir.  Siento culpa de decir que me alegré.  Y mi culpa tiene que ver, en buena medida, con el hecho de que ella era despedida por no haber accedido a aquello que yo sí: la que había mostrado dignidad y firmeza se estaba yendo, la que se había sometido sin dignidad alguna se quedaba.  Rocío, su amiga, lucía preocupada y compungida; hasta me dio la impresión de que fuera a romper a llorar de un momento a otro.  Habló algunas pocas palabras con Evelyn pero ésta siempre pareció comportarse como si no le diera verdadera importancia al asunto.  “Es lo mejor que me puede pasar”, le escuché decir en algún momento con aire de superación, lo cual aumentó todavía más mis culpas.  Las sensaciones en mí eran contradictorias; Evelyn se despidió del resto de las chicas, incluso de Floriana, pero no se acercó a mi escritorio.  Y aunque pareciera paradójico, yo sentía ganas de ponerme de pie y despedirme para que, al menos, las cosas quedaran bien entre nosotras.  Es que por un lado me alegraba su despido pero por el otro sabía bien que recaerían en mí buena parte de las culpas de ello.  Lo concreto fue que no me animé a saludarla; una vez más demostré cobardía y bajeza; ella se marchó sin siquiera volver la mirada hacia mí.
Alejando fantasmas y culpas volví a concentrarme en mi trabajo, pero no pasó mucho antes de que volviera a escucharse el clásico taconeo de Estela acercándose.  Ya para esa altura y habiéndose marchado Evelyn, su proximidad me producía una cierta inquietud.  ¿A quién vendría a llamar ahora?  ¿Y si era yo?  ¿Qué pasaba si finalmente Hugo había decidido despedirme una vez anoticiado de la reyerta del día anterior?  Estela se plantó entre los escritorios y echó una mirada en círculo hacia todas nosotras.  Aun cuando no hubiera aún dicho nada, cada una de nosotros interrumpió lo que estaba haciendo y se mantuvo en silencio ante la inminencia de que, con toda seguridad, se había ubicado allí para decirnos algo.
“Chicas…- dijo finalmente -.  Tengo que comunicarles que… renuncié”
Las expresiones en los rostros fueron, obviamente, de una gran consternación y una exclamación de asombro brotó al unísono de nosotras.
“¿Cómo que… renunciaste?” – preguntaba Floriana absolutamente boquiabierta y arrugando el rostro.
“Pero… ¿por qué?” – preguntaba Rocío, quien ni siquiera se había recuperado aún del despido de su amiga.
“¿Renunciaste o te despidieron?” – indagó, más incisiva, Milagros.
“Renuncié, chicas… repitió Estela levantando las cejas y asintiendo con pesadumbre -.  Es largo de explicar y no sé si viene a cuento hacerlo en este momento pero… para hacerlo simple digamos que tiene que ver con algo que pasó ayer y con un problema entre Hugo y Luis”
Al igual que ocurría con el resto de las chicas, una gran tristeza se apoderó de mí al ver a Estela de esa forma.  La realidad era que había sido mi superior jerárquico en esa fábrica por muy corto tiempo y, sin embargo, su presencia había significado, para mí, una cierta contención en aquel ámbito; sé que suena extraño decir eso: Estela había sido, después de todo, quien había recortado mi falda, como también quien me había llevado, según el caso, a la oficina de Hugo o de Luis para entregarme en sus garras o incluso quien había hecho de intermediario con Luciano.  Y, sin embargo, su trato amable se había convertido, en esos pocos días, en una cierto “refugio” para mí.  Pero, claro, no dejaba de ser cierto que, ya lo hiciera consciente o inconscientemente (o bien simplemente como parte de su trabajo), Estela había actuado de algún modo como mi “entregadora”, prácticamente envolviéndome como para regalo y colocándome un moño encima para ser disfrutada por aquellos perversos jefes que me habían tocado en suerte.  Y no me cabía ninguna duda de que, precisamente, en ese punto debía estar lo nodal de su renuncia.  Ella era, después de todo, empleada de Hugo, al menos desde el punto de vista formal; no era difícil suponer que, si realmente él se había molestado por lo ocurrido en la tarde anterior, también la habría acusado a ella por entregarme a disposición de Luis.  No la habría despedido, seguramente; se notaba que entre ella y él había una relación bastante estrecha y una gran confianza.  Pero Estela, quizás, no habría soportado el planteo o la acusación…
Todo esto que yo armaba en mi mente era, desde ya, una cadena de suposiciones que se iban ensamblando una con otra y, sin embargo, ya para esa altura yo estaba plenamente convencida de no estar muy lejos de lo realmente sucedido.  Por eso fue que mientras algunas de las chicas (sobre todo Floriana) no paraban de arrojarle preguntas a Estela o de indagar al respecto, yo me sumí en el triste mutismo propio de quien ya ha entendido todo.  Y si Estela no quería ahondar en detalles, eso podía tener que ver, por un lado, con la ética del secreto empresarial pero también con el hecho de no humillarme más de lo que ya había sido yo humillada.
Se despidió muy efusivamente de nosotras y hubo lágrimas en los ojos tanto de ella como de algunas de las chicas, sobre todo de Floriana.  Y en el momento en que la ahora ex secretaria abandonó la fábrica me asaltó una angustiante sensación de soledad y desprotección: de pronto tenía ganas de que Luciano estuviera allí.  De seguro que el hijo de Hugo andaría rondando por algún sector de la fábrica pero yo deseaba tenerlo allí, pues no estando ya Estela, él pasaba a ser ahora casi mi único “protector” dentro de la fábrica; era terriblemente paradójico verlo de ese modo, pero las circunstancias, tan particulares y cambiantes a cada momento, me arrojaban a tal paradoja .  Por suerte Luciano no tardó mucho rato en aparecer: habiendo renunciado Estela, él se movió, por lo menos en aquella tarde y algunos de los días posteriores, como si fuera el secretario.  Un cosquilleo me invadió cuando, en un momento, inclinándose y acercándose a mi oído, me preguntó cómo estaba mi cola.  Otra vez la paradoja y las sensaciones extrañas: la pregunta era terriblemente insolente…y sin embargo me sonó cargada de una gran caballerosidad.  La realidad era que mi trasero se había recuperado bien luego de que él me aplicara el ungüento, pero, no sin culpa, mentí:
“Más o menos – dije, casi en un cuchicheo -.  Es decir…, bastante mejor pero aún duele”
Qué mal me sentí luego de haber dicho eso; el rostro de Daniel se dibujó en mi mente.
“Bien – asintió Luciano -.  Después hablamos entonces”
Y otra vez me hizo ese guiño de ojos que me ruborizaba.  Apenas Luciano se fue, Floriana, desde su escritorio, se estiró lo más que pudo para hablarme cerca del oído.
“¿Qué onda con Luchi, Sole?” – preguntó, con una sonrisa que fusionaba complicidad y curiosidad.
Me ruboricé aún más.
“¡Nada!  ¡Nada, tarada!” – respondí también sonriendo, pero a la vez fingiendo estar sorprendida por la pregunta.
En tanto, Rocío, la amiga de Evelyn, me dirigió desde su lugar una mirada fulgurante.  Aun cuando no dijo nada, sentí en ese momento que era Evelyn quien me miraba a través de sus ojos.  Y era como si dijera “ahora también te vas a voltear a éste”.
Bajé la cabeza, avergonzada.  Cuando levanté la vista nuevamente, ya Rocío estaba nuevamente inmersa en lo suyo.
Respondí varios llamados de clientes y traté de sonar ante cada uno lo más solícita y servicial que fuera posible; tuve bien en cuenta los consejos que me había dado Hugo en aquella entrevista laboral de la cual parecía haber pasado una eternidad.  No tuve, sin embargo, necesidad de recurrir a formas de hablar lascivamente procaces o que implicaran una autodegradación frente al cliente.  Así fue, al menos, hasta que llamó Inchausti, el cliente de Corrientes que había quedado en volver a comunicarse.
“¿Cómo estás, Sole?  Extrañé tu voz…” – me dijo.
“Hola, señor Inchausti.  Yo también extrañé la suya” – mentí, dándole a mi voz un tono amable pero también muy sugerente.
La operación estaba casi hecha; preguntó acerca de las formas de llevar a cabo el pago a través de un “clearing” bancario así como también la forma de entrega, pero en el medio de dichas cuestiones, siempre se le escapaba alguna pregunta referente a detalles como, por ejemplo, cómo iba yo vestida o si me miraban mucho allí en la fábrica; se trataba, desde ya, de una insolencia a todas voces a pesar de lo cual traté de responder siempre lo más amablemente posible y buscando un cierto equilibrio entre “mantenerlo calentito” y manejar la operación con profesionalidad: después de todo se trataba de vender y la realidad era que Inchausti estaba a muchos kilómetros y no iba a verlo nunca.  Volvió a insistir en pedirme el número de celular y volví a negárselo con la mayor cortesía del mundo aun a pesar de los puntapiés que, por debajo del escritorio, me propinaba Floriana.
Poco después de haber colgado el tubo, Luciano volvió a acercarse a mi escritorio; al igual que antes, una sonrisa algo boba se dibujó en mi rostro.
“Hugo no está.  Va a tardar algún rato – me dijo -.  ¿Vamos a la oficina así te aplico eso?”
En efecto, yo había visto unos minutos antes a su padre salir con algo de prisa y notablemente contrariado.  Demás está decir que me puse en pie prestamente apenas Luciano me hizo la propuesta.  Mientras lo acompañaba a la oficina de Hugo, eché un vistazo a las chicas y pude detectar una vez más en los ojos de Floriana ese brillo cómplice y pícaro que tenía cada vez que me preguntaba sobre Luciano.  En Rocío, en cambio, noté un gesto de desprecio que, una vez más, me hizo por un momento sentir que Evelyn seguía allí.  De todas formas, Rocío no era Evelyn: lo suyo nunca iba a pasar de una mirada.
Una vez dentro de la oficina, Luciano volvió a pedirme que levantara mi falda y bajara mi tanga, a lo cual obedecí rápidamente.  Sentir otra vez el contacto de su mano embadurnándome las nalgas con el ungüento fue hermoso: cerré los ojos entregándome al momento mientras me mordía el labio inferior e, involuntariamente, una de mis piernas se flexionaba apoyándose sobre la otra. 
“Una pena lo de Estela…” – dijo él, con pesar y sin dejar de masajearme la cola; fue como un súbito ataque de realidad en medio del goce.
“Sí…- convine -.  La conocí poco pero me caía bien.  ¿Qué… pasó realmente?”
“Simplemente que a mi viejo no le gusta que Luis decida sobre empleadas que no corresponden a su ámbito.  Algo de eso ya te había dicho…”
“Evelyn sí es de su ámbito” – dije asintiendo con la cabeza.
“Claro, en ese caso él es libre de despedirla porque es… o, bueno, era su empleada, pero a vos no tiene por qué golpearte.  No puede dejarte a la miseria tan lindo culito…”
En el momento en que dijo eso sentí que me mojaba.  Otra vez el rostro de Daniel se me cruzó como una sombra; tenía que controlarme.
“Y ahora se han quedado sin secretaria…” – agregué, como para desviar el tema.
“Sí… y no va a ser fácil reemplazarla”
“Qué pena… ¿No tienen siquiera a nadie en vista? ¿Vos no te animás a ocupar ese puesto? – giré la cabeza ligeramente sobre mi hombro con una sonrisa complaciente -.  Se nota que sos muy inteligente y capaz y bien podrías…”
“No, no es lo mío – negó él, firmemente -.  No estoy para oficinas; me gusta estar cerca de los operarios de planta controlándolos… o bien cerca de las empleadas administrativas, je”
Me estampó un beso muy delicado sobre la mejilla al momento de pronunciar su última frase y mi cara se puso de todos colores.
“Y… entonces, ¿no tienen a nadie?” – desvié otra vez el eje de la conversación.
“Mi viejo salió de la fábrica para hablar con alguien pero no sé si será fácil de convencer.   En lo personal, me da la impresión de que la nueva secretaria saldrá de aquí dentro, de la fábrica…”
“¿De la fábrica?  Hmm, ¿quién?”
“Demasiadas preguntas, muchachita – dijo él riendo y con la voz entrecortada en el mismo momento en que uno de sus dedos, de manera en principio innecesaria aunque supuestamente accidental, se deslizaba todo a lo largo de mi zanja.  A mi pesar me arrancó un jadeo; él no pudo haberlo ignorado pero siguió hablando como si nada -.  De todas maneras, puedo adelantarte algo aunque, desde luego, no deja de ser sólo mi parecer.  Yo creo que hay dos candidatas fuertes: una es Floriana…”
“¿Flori?” – exclamé con alegría mientras mi rostro se encendía.
“Sí, Flori, es muy seria, honesta y conocedora del trabajo”
“¡Sí que lo es!  Me pone alegre por ella…”
“Tomalo con pinzas, no es seguro”
“Sí, sí, por supuesto, entiendo.  ¿Y la otra candidata?”
Interrumpió por un instante su masaje sobre mi cola y acercó la boca a mi oreja como para hablarme al oído; parecía no haber necesidad de tal cosa pues no había nadie cerca. 
“La otra se llama Soledad Moreitz” – dijo, propinándome un nuevo beso en la mejilla y retomando el masajeo de mis nalgas que, por unos instantes, había abandonado.
Yo no sabía qué decir; estaba como tonta.  No cabía en mí de la excitación no sólo por lo placentero de su delicado trabajo sobre mi cola sino también por lo inesperado de la noticia que acababa de soltar así, tan de sopetón.
“¿Vas a decirme que no lo habías pensado?” – preguntó.
“N…no, honestamente no… Nunca se me hubiera ocurrido” – respondí yo sin necesidad alguna de mentir.
“Mi viejo quedó muy impresionado por lo eficiente que sos y lo rápido que te acostumbraste a tus nuevas tareas”
Me quedé meditando sobre aquellas palabras en busca de su real significado.  ¿A qué tareas se referiría Hugo?  Me vino a la cabeza aquello que dijo acerca de la necesidad de aprender a lamer el culo del jefe.  ¿Sería que yo lo había hecho tan bien que eso me incluía en la lista de candidatas?  No obstante, la idea de que se pensara en mí para un puesto tan importante se me hacía harto demente considerando que yo me había peleado con Evelyn en las oficinas, pero a la vez había a la vez un plus que jugaba a mi favor: Luciano.
Continuó masajeándome la cola y volvió a deslizar la punta de un dedo por entre mis nalgas, lo cual me hizo descartar de plano que antes lo hubiera hecho por accidente.  Sin embargo, lo extraño fue que, lejos de ofenderme, lo que me hizo me gustó y el pensar que se trataba de una acción deliberada ponía mi excitación por los aires. Supongo que Luciano lo notó ya que insistió en repetir el acto un par de veces más.  Me humedecí.
“Te gusta, ¿verdad?” – preguntó poniendo su boca junto a mi oído.
Me sobresalté y hasta estuve a punto de acomodarme la ropa e irme; algo inexplicable, sin embargo, me detuvo.
“No lo ocultes; se nota que te gusta mucho” –insistió, besándome por detrás del lóbulo de la oreja.
Como cada vez que la culpa volvía a invadirme, el rostro de Daniel me apareció otra vez en la mente. Pero la manera en que Luciano me tocaba era muy especial y, por momentos, me aislaba del mundo, llevándome a un planeta en el que no existía traba ni límite alguno sino que estábamos sólo yo, él… y el placer.  Me devané los sesos pensando qué hacer.  ¿Qué era lo mejor?.  ¿Huir de allí?  ¿Quedarme callada y simplemente dejarlo hacer?  Elegí contestar:
“Sí – dije -, me… gusta mucho”
Luciano rió y me besó en el cuello.  Había hecho conmigo un trabajo perfecto, sutil y maquiavélico al mismo tiempo: me preparó, me calentó, me hizo desearlo… y ahora me tenía entregada en sus manos sin necesidad de dar órdenes.  A diferencia de lo que me había ocurrido con Hugo o con Luis, en este caso yo sí deseaba el contacto.  Y él se daba perfecta cuenta de ello.
Puso ante mis ojos un dedo índice con la punta totalmente embadurnada en el ungüento que me aplicaba.  Una vez que me lo mostró, bajó luego la mano llevándola lentamente hacia mi retaguardia y, súbitamente, sentí el dedo entrándome en el orificio anal.  Un gritito se me escapó de la garganta pero el placer tapaba cualquier sensación de dolor.  El dedo ingresó haciendo círculos y pude sentir cómo se doblaba dentro mío.  Estrellé varias veces uno de mis tacos contra el piso; no podía más de tanta excitación: sólo deseaba ser cogida.
“Nunca te hicieron la cola, ¿verdad?” – preguntó mientras su dedo seguía serpenteando por entre mis cada vez más separados plexos.
La pregunta me hizo sentir mucha vergüenza.  Negué con la cabeza, nerviosamente.
“Mi esposa jamás me entrega esa parte de su cuerpo – continuó él -.  Y eso es algo que me fastidia…”
No había más que decir: sus palabras eran algo más que insinuación; eran lisa y llanamente invitación.  Aun así, yo seguía muda, entregada al inconmensurable placer de dejarlo hacer a su antojo.  En un momento retiró el dedo de mi entrada trasera y lo lamenté en el alma.  Quería que volviera a introducirlo, pero… ¿podía rebajarme al grado de pedírselo?  No hizo falta de todos modos: estaba aún en pleno debate conmigo misma cuando sentí el esponjoso y húmedo contacto de su pene contra mi cola y sólo deseé tenerlo dentro; el rostro de Daniel volvía a dibujarse en mi cabeza pero aparecía cada vez más difuso, como alejándose.  Luciano jugó un poco con su miembro sobre el orificio; luego me tomó por los cabellos y por un brazo y así, con delicadeza pero a la vez imponiéndose como el macho sobre su hembra, me llevó hasta el escritorio de Hugo haciéndome inclinar y apoyar mi vientre sobre el mismo.  Con Daniel jamás me había sentido de ese modo; yo era, en ese momento, una hembra en celo: Luciano me hacía sentir de ese modo.
De cualquier modo, la inminencia de ser penetrada por detrás no dejaba de generarme temor ante lo desconocido.  Y había algo más: al inclinarme sobre el escritorio hasta apoyar mi mejilla detuve la vista en el pomo de la puerta y un súbito terror me asaltó:
“Lu… ciano” – musité.
“¿Sole?”
“¿Q… qué p… pasa si… alguien entra?  No sé, tu esposa, o Hugo…”
“Hugo va a tardar – respondió desdeñoso -.  Y, si por alguna razón decidiera volver antes de tiempo, no pienso de todas formas perderme ese culito precioso – me propinó una suave palmada -, así que correré el riesgo, jeje… En cuanto a mi esposa no está en la fábrica así que podemos trabajar tranquilos”
No agregó nada más ni tampoco me dio a mí tiempo de hacerlo porque su verga ya había comenzado a entrar en mi culo.  Placer y dolor fueron una misma cosa; su miembro avanzaba dentro de mí e, indudablemente, el ungüento que Luciano había aplicado unos minutos antes, estaba facilitando el trabajo.  Clavé las uñas contra el borde del escritorio hasta casi arrancar astillas de la madera en tanto que mi boca profirió un grito ultra agudo que no pude contener a pesar de todo cuanto intenté recordar que estábamos en un ámbito de trabajo y que podía haber gente deambulando fuera de la oficina.  Él me siguió entrando y entrando mientras yo pataleaba y arrojaba manotazos al aire sin poder contener el frenesí que me invadía y me descontrolaba; jamás había vivido algo así.  No era lo mismo que cuando hacía el amor con Daniel, no.  El modo en que Luciano lo hacía era totalmente distinto y si a eso se le agregaba que yo nunca había sido penetrada analmente, la sensación que me invadía era la de ser una hembra tomada por el macho, poseída en el real sentido de la palabra. De pronto sentí que él estaba hablando; giré apenas la cabeza sobre mi hombro para mirarlo por el rabillo del ojo y noté que tenía un celular en la oreja.
“Sí, linda… – decía -, nos estamos arreglando dentro de todo aunque no es fácil porque Estela era irreemplazable… No, no… No, todavía no hay nadie; veremos qué decide mi viejo… ¿Y el enano ése fue al colegio o se hizo el otario?”
Yo no podía creerlo.  Estaba hablando con su esposa y lo hacía con absoluta naturalidad; las palabras ni siquiera le salían entrecortadas.  ¿Podía ser tan morboso de llamarla mientras me cogía por el culo?  Y lo peor de todo fue que su depravada ocurrencia hizo subir bien alto la temperatura de mi morbo porque la situación me excitó.  Mi entrepierna estaba totalmente húmeda y yo sólo quería tocarme.  Al momento de cortar la comunicación con su esposa, Luciano le envió muchos besos y varias palabras edulcoradas.  Jamás dejó de bombearme por el culo y, en todo caso, lo que hizo fue intensificar el ritmo una vez que cortó la llamada.  Ya tenía yo su verga tan adentro que podía sentir sus huevos aplastándose contra mí.
“Llamá a tu novio” – me ordenó, de pronto.
Despegué mi rostro del escritorio y levanté levemente la cabeza; abrí enormes los ojos.
“¿Q… qué?”
“Llamalo, dale… Es muy divertido y muy excitante, vas a ver”
Yo no daba crédito a mis oídos y, por cierto, no podía hacer esa locura que me acababa de ordenar.  Me parecía terriblemente enfermo pero, además, lo cierto era que yo no podría nunca mantener el tono de mi voz así de sereno y natural como lo había hecho él al hablar con su mujer.
“N… no, no puedo hacerlo – dije… -.  Además, dejé mi celular en mi bolso”
Era una excusa, desde ya, y por cierto terminó siendo una mala idea recurrir a ella.
“¿Recordás el número de memoria? – me preguntó sin dejar de penetrarme.
“S… sí – respondí entre jadeos -, pero… ¿por qué…?”
“Llamalo con el mío” – dijo, apoyando su celular sobre el escritorio y haciéndolo deslizar hasta que se detuvo a escasos centímetros de mi rostro.
En ese momento me di cuenta de lo tonta que había sido al decirle que recordaba el número aunque, de todas formas, ni en mi más perverso cálculo hubiera podido yo pensar que Luciano iba a pedirme una locura así.
“Lu… ciano – balbuceé, con la voz entrecortada -.  N…no puedo.  Por favor te p… pido que…”
“Llamalo – insistió -; ya vas a ver cómo el placer aumenta diez veces por lo morboso de la situación-  Cuando estés hablando con él estando ensartada por el culo, te vas a sentir una verdadera puta”
Con gran culpa, tuve que admitir para mí misma que la idea era perversamente atrayente.
“Pero… Luciano – dije -. ¿cómo voy a hacer p… para que no se dé cuenta que…”
“Algo se te va a ocurrir.  Llamalo”
El tono de él era tan firme y concluyente que no me dejaba lugar a opción o, al menos, así lo sentía yo, pero por otra parte y como ya dije antes, la idea me empezaba a despertar mucho morbo.  No fue fácil mover mis dedos sobre el teclado mientras Luciano me seguía bombeando; de hecho, un par de veces me equivoqué y tuve que volver a empezar.  Finalmente logré comunicarme.  Casi se me paró el corazón al oír la voz de Daniel al otro lado:
“Hola…”
“Ho… hola, Dani, s… soy Sole…”
“¿Sole?  ¿Pasa algo?  ¿De qué celular me estás llamando?”
“N… no, no p… pasa nada, mi dulce.  Es que… tenía muchas ganas de hablar con vos”
“Pero… es raro que me llames a esta hora.  ¿No estás trabajando? Y repito, ¿de quién es ese teléfono?”
“El t… teléfono es de un amigo, un compañero de trabajo que me lo prestó de onda acá en la fábrica… – mentí yo y en ese exacto momento sentí una palmadita sobre la nalga en señal de cómplice felicitación -.  Y… simplemente: ¡tenía ganas de oír tu voz, Dani!”
“Pero… es todo muy raro.   Se te nota nerviosa, Sole”
“Es que… no es que esté nerviosa, Dani.  ¡Es que… estoy caliente!  ¡Aaaah!”
Justo en el momento de decirle eso, la verga de Luciano entró en mí incluso mucho más que antes.  Yo ya no podía contener mis jadeos ni evitar que se convirtieran en gritos.  Al otro lado de la comunicación se produjo un momento de silencio; era obvio que Daniel debía estar más que sorprendido.  Cuando volvió a hablar, lo hizo con la voz deliberadamente baja, lo cual era bastante lógico considerando que se hallaba en su ámbito de trabajo.
“Sole…; no entiendo nada, estás loca.  ¿En dónde estás ahora?”
“Estoy… encerrada en un baño; no te preoc… aaah, no te preocupes, nadie me ve ni me oye”
“¿Y… qué estás haciendo?” – preguntó Daniel quien, a juzgar por su tono de voz, debía estar pensando que yo estaba por entero fuera de mis cabales.
“M… me estoy t… tocando”
Nuevamente silencio al otro lado.
“¿Que te estás qué…?” – preguntó finalmente, corroída su voz por la  incredulidad.
“Estoy tocándome, Dani… M… masturbándome…”
Alcancé a oír detrás de mí una leve risita de Luciano; rogué que Daniel no la hubiera escuchado.  Por suerte pareció no ser así.
“P… pero, n… no entiendo, Sole, te desconozco.  ¿Qué…?”
“De pronto comencé a pensar en vos – lo interrumpí -.  Y no pude contenerme; tuve que venir al baño a masturbarme, p… pero… mmm… necesito oír tu voz para hacerlo mejor”
En ese momento Luciano me enterró la verga aun con más fuerza que antes y me hizo soltar un largo y ahogado gemido.  No quería pensar qué cara pudiese estar poniendo Daniel al otro lado de la comunicación.
“Un momento, Sole – dijo -… voy a ir a un lugar donde pueda hablar más en privado”
Tardó unos segundos y volvió al habla:
“Ya está.  Sole, te juro que no logro entender nada”
“No hay que en… tender nada, dulce… Quiero oír de tu voz cosas que me pongan… mmm… muy caliente, más de lo que ya estoy”
Un silencio se produjo al otro lado de la línea mientras Luciano seguía bombeándome por la retaguardia.  Daniel no decía nada, lo cual aumentaba el riesgo de que escuchara, así que fui yo quien habló:
“Dani…, tengo ganas de… t… tener tu pija entre mis p… piernas, ahora…”
“¡Sole! – aulló Daniel desde el otro lado -.  ¡Insisto en que te desconozco!  Ése no es tu lenguaje…”
“Así, así, quiero tu pija, dámela…” – no paraba de repetir yo en lo que era, en realidad, un claro mensaje para Luciano, quien no paraba de penetrarme como una máquina.  Pero fuesen mis palabras para quien fuesen, surtieron efecto: después de tanto insistirle, Daniel se sumó al juego.
“¿Asi que querés mi pija? – preguntó, de pronto, en el teléfono —  Ahí la tenés, atorranta…”
Sonreí.  Ahora era yo quien lo desconocía a él: eso que acababa de decir estaba muy lejos de su estilo.  Aproveché, no obstante, el momento propicio y di rienda suelta a tanta explosión contenida que tenía en mi garganta y en mi sexo:
“Mmmm, así, así, ¡Sí! Más, más… ¡más!”
Excitado al oírme, Luciano incrementó el ritmo de la cogida que me estaba dando y me hizo jadear el doble.  Me vi obligada a soltar el celular aunque lo dejé junto a mi oído y me aferré otra vez con fuerza a los bordes del escritorio.
“Mmmm, ¿así te gusta? – me llegaba la voz de Daniel desde el otro lado de la comunicación -.  ¿Así, putita, así?  ¿La querés más adentro todavía?”
“¡Sí! – aullé -.  ¡La quiero toda adentrro!  ¡Así!  Aaaaah, mmmm, sí, sí, mmmm, sin piedad, sí…. ¡Aaaay! ¡Qué grande y hermosa la tenés!  Mmmm…”
Los gritos que se intercalaban entre mis palabras y jadeos se debían a que Luciano, ya para esa altura, más que penetrarme, me estaba lisa y llanamente perforando.  ¿Hasta dónde era capaz de llevar su verga?  Daniel, por su parte, seguía diciéndome cosas lascivas al teléfono en la ingenua creencia de que era él quien me estaba excitando;  me llevé una mano hacia la vagina y comencé a masturbarme mientras mantenía la cara aplastada contra el escritorio.  El final fue apoteótico: los gritos de Daniel en el celular (¿se estaría masturbando?) se mezclaron con mis gemidos y con los cada vez más cavernícolas jadeos de Luciano, los cuales yo rogaba que no fueran oídos por Daniel.  La sensación de ser una hembra tomada quedó rubricada cuando el tibio líquido invadió mi canal trasero.  Mi último grito, prolongado y lastimero pero también placentero, debió sin dudas haber preocupado a mi novio.
“¿Sole?  ¿Sole? – preguntaba, con claros signos de angustia en la voz -.  ¿Estás ahí?  ¿Estás bien?”
Yo durante algún rato no dije palabra (en realidad no podía) sino que sólo emití jadeos que se fueron espaciando cada vez más en la medida en que iba recuperando, poco a poco, el ritmo de la respiración.  Aun ensartada en el falo de Luciano, me las arreglé para tomar el teléfono y responder:
“Sí, Dani, estoy bien, fue fantástico.  Muaaa, besito, te quiero, dulce”
Y corté la comunicación sin siquiera darle chance a preguntar algo más.  No me sentía en condiciones de hablar ni por el estado en que estaba ni por la culpa que, luego del éxtasis, volvía a hacer presa de mí.  De todas formas, no se podía negar que había vivido un momento fantástico y en eso no le había mentido a mi novio: acababa de tener el mejor orgasmo de mi vida, mal que me pesara… y mal que le pesara a Daniel.
                                                                                                                                                                                         CONTINUARÁ
Para contactar con la autora:

(martinalemmi@hotmail.com.ar)

¡SEGURO QUE TE GUSTARÁ!
 

Relato erótico: “Vacaciones Frustradas” (POR WALUM)

$
0
0

Hola soy Vivian, tengo 34 años, realmente siempre me encanto la independencia, es por eso que me independice de mis padres aunque ya tarde tuve que hacerlo, aunque estaba viviendo con una amiga, decidimos cambiarnos por separado, yo conseguí un lindo departamento a muy bajo precio a unas cuadras de mis padres, era hermoso el departamento. Tengo que aclarar que soy muy atractiva, demasiado, o sea en realidad mi cuerpo tuvo mucho que ver mis años de gimnasio, ya que siempre quise mantener todo en su lugar. Junto con mi cabello rubio bien claro y suavemente enrulado. Mis ojos color miel y grandes, mis pechos bien erguidos, desafiantes, incitan, mi perfecta cola, bien parada, resaltada por la ropa que me coloco realmente es tan notorio que es inevitable las miradas continuas cuando ando por la calle, obvio seguidas de mis buenas piernas, no pasan desapercibidas, realmente mis medidas quedaron en 90-55-93.

Buscaba la aventura, rechazar pretendientes, nunca traer hombres a mi departamento, solo tener la cabeza puesta en mis metas, convertirme en una excelente profesora de matemáticas, ir a bailar, salir de compras, era lo que me gustaba.
Comencé a trabajar en un colegio importante de la ciudad, fue un buen salto. Luego de pasar un año excelente había juntado una determinada cantidad de dinero, suficiente como para emprender un lindo viaje a la costa, ya estábamos a fines de Diciembre, y esperábamos con una amiga las vacaciones ansiosamente, organizamos todo, conseguimos un excelente departamento estaba un poco apartada de las otras, pero era hermosa, teníamos la playa casi para nosotras solas.
Se nos hizo bastante corto el viaje y sin problemas por suerte, cuando llegamos me acosté en el dormitorio, mientras que mi amiga se quedo acomodando algunas cosas. Estábamos realmente muy felices. Al fin vacaciones. Al otro día estuvimos en la playa y con el ardor del primer día de sol, nos acostamos bastante temprano. Al otro día fuimos temprano a la playa. Las 2 íbamos vestidas con faldas muy cortitas y los comentarios de los jóvenes que pasaban no dejaban de escucharse, ya en la playa casi desierta estaba con una bikini negra chiquita que me quedaba bárbaro a pesar de ser bastante chica. Luego de ese excelente día de playa decidimos volver para comer algo temprano y salir a la noche, hacer algo. Cuando llegamos a la puerta de nuestro departamento, apareció de atrás de un árbol y de repente asustándonos mucho, un tipo que nos miro fijamente, yo sin saber le pregunte -¿Que desea?
El tipo alto flaco, pelo medio largo, bastante sucio enrulado, de tez media oscura, su ropa parecían harapos. Sus manos tenían las uñas largas y sucias. Con el pantalón como todo sucio y manchado. Luego de un rato en silencio y con mucha dificultad, como tartamudeando, dijo con una voz de ultratumba -¿Tienen algo de comer? Con un fuerte olor a alcohol, mientras nos miraba de arriba abajo sudando, mi amiga rápidamente contestó -Ah si, espere un poquito que le traemos algo de la casa. Las dos entramos rápidamente hacia el departamento. Mientras íbamos, me di vuelta y vi al tipo con sus ojos clavados en mi cola. Típico pero me dio risa verlo así con cara de tonto. Luego bajamos y le llevamos unos sándwich. Luego a la noche decidimos quedarnos a descansar porque el sol nos había cansado mucho, mi amiga se fue a dar un baño y yo me fui a ver el mar desde el balcón y escuchar las olas romper en la playa, como hacía calor, estaba solo con ropa interior, compuesta por una tanguita muy chiquita blanca y un corpiñito de levante blanco. Luego de terminar mi ceremonia me fui a acostar.
Al otro día volvimos a ir a la playa, salimos a comer de todo un poco, cuando volvimos al departamento casi al anochecer, apareció de nuevo el sujeto medio raro pidiendo comida nuevamente, las dos volvimos a ir a buscar algo, dándome cuenta como sus ojos se clavaban en mi cola de nuevo. Esa noche había buena tele así que vimos la tele y después a dormir, antes me fui al balcón como siempre lo hacia, siempre con ropa interior, contemplando la paz. Así pasaron dos o tres días, siempre muy parecido, el sujeto siempre iba a buscar comida, yo me reía de la cara de tonto al mirar mi cola, mientras que yo la movía mas aun para que pusiera esa cara. Un día íbamos con mi amiga con pantalones bien ajustados, ella verde claro y yo rosadito de gasa bien livianito hermoso, y nos encontramos con el mendigo en la puerta como siempre, fuimos a buscar algo, mientras que seguía mirando como se quedaba con cara de tonto, hasta que cuando volvimos, mire en su parte baja, un bulto sobre su bolsillo, pensé que seria algo que tenia guardado, igual no le di mucha importancia. Al otro día paso lo mismo, solo que ahí me di cuenta de que el sujeto se excitaba de sobre manera al vernos y era su bulto ese bulto, yo me reía con la idea y me movía mas vivamente. A la noche mi ceremonia en el balcón y así.
Llego el viernes y nos levantamos temprano, de repente a eso de las 10 de la mañana suena el celular de mi amiga. Veo que su cara empieza a cambiar para mal, corta y me cuenta que necesitaba volver para arreglar un tema en el trabajo si o si y volvía. Yo le dije que bueno nos fuéramos, pero ella me dijo que no tardaba, seguramente el domingo a la noche estaba acá. Yo con medio desgano acepte porque todavía nos quedaban días para disfrutar.
El día sin mi amiga fue distinto, la playa me aburrió así q fui a dar unas vueltas por ahí, después volví al departamento, para mi sorpresa no estaba el mendigo, me pareció muy raro. A la noche hice lo de siempre contemplando el mar y la soledad. Fue aburrido en realidad, al otro día hice lo mismo, volví a la hora de siempre, el mendigo tampoco estaba, me pareció mejor al estar sola. Cayó la noche rápidamente, salí al balcón con una tanguita rosadita bien calada, y un sostén de levante bien lindo rosadito también, era unos de mis conjuntos de ropa interior más lindas y chiquita de todas.
Estaba muy tranquila fumando un cigarrillo, cuando de repente escucho gritos de ayuda bien fuertes -¡¡Ayuda!! ¡¡Me muero!!Yo empecé a mirar para todos lados, hasta que pude asomarme sin que se viera mi cuerpo y vi que estaba el mendigo este de siempre, tirado casi en la puerta del departamento gritando y gritando -¡¡Me muero!! ¡¡Ayuda!! Yo me quede quita entonces el me vio justo, y gritó -¡¡Por favor señorita me muero de hambre!! ¡¡Ayudeme!! Y su voz se entre cortaba, yo me sentí muy presionada y con cargo de conciencia si no hacia nada, así que rápidamente me metí adentro, agarre la primer ropa que encontré, que era una remerita blanca media ajustada, un pantalón celeste ajustadito y unos tacos bien altos porque no encontré los otros, saque un sándwich de la heladera y baje rápidamente. Mientras seguía escuchando sus gritos de ayuda, baje, salí rápido a abrir la puerta del consorcio, cuando salí no había nadie, me pareció muy extraño así que salí unos metros mas, pero cuando iba menos de un metro una mano me tapó la boca violentamente desde atrás, entre en pánico extremo no sabia que pasaba, el miedo me invadió completamente intente gritar o morderlo pero quien me tenia, tenia mucha fuerza, me volteo y me metió al consorcio nuevamente yendo hacia el departamento, yo intentaba soltarme, pataleaba me sacudía, pero me tenia muy fuerte agarrada.

No sabia que hacer, llegamos al departamento y vi por el espejo que se trataba del mendigo, el que me sujetaba desde atrás fuertemente, entonces ya dentro del departamento me dijo al oído con su asquerosa y mal oliente voz -¡¡Tranquila gatita, me parece que no entendés. Estoy acá porque te vengo a coger toda la noche, me tenés loco yegua, te quiero romper el culo!! ¡¡Te cagabas de risa de mí y me mostrabas tu rico culito, pero ahora lo tengo en mis manos!! Y metió su asquerosa mano en mi hermosa cola. Yo estalle en llantos al escuchar sus aberrantes intenciones, el miedo me sobrepaso no sabia q hacer lloraba desesperada, el me dijo al oído nuevamente -¡Si gritas te mato a golpes! Y luego me empujo fuertemente, cuando estaba por gritar me dio un cachetazo fuertísimo, y otro así me dejo mas muerta de miedo sin saber que hacer, solo llorar. Luego me tomó fuertemente del brazo con su enorme y áspera mano, mientras me decía

-¡¡Todas las noches mirando el mar y con esas ricas tanguitas, me has estado calentado puta!! Yo lloraba, solamente las lagrimas se esparcían por mi rostro, mientras el se baboseaba, estaba aislada en un departamento sin nada para defenderme, el sujeto se debía sentir triunfador, al tenerme absolutamente impotente entre sus manos, era suya, suya para gozarme a voluntad, suya para satisfacer cualquier capricho de sus depravados instintos y desenfrenados deseos. No sabia que hacer el miedo era superior a cualquier cosa, el de pronto me giró y me tomó por detrás fuertemente apoyando todo su miembro en mi cola, se refregaba de lado a lado mientras me decía
-¡¡Estas infernal, putita, tenes un culo perfecto, quiero que lo pares para mí!! Yo escuchaba sus sucios comentarios y no hacia nada, entonces el me dio un golpe diciendo nuevamente -¡¡Vamos para tu culito zorra!! Yo ante el fuerte golpe lo hice sin dudar nuevamente y sentía su bulto que era bastante sobre la delgada tela del pantalón celeste, mientras el disfrutaba teniendo mi cola en popa totalmente. De pronto jaló mi remerita blanca arrancándola, yo sentí mucho miedo estaba solo con mi sostén blanco que rápidamente lo arrancó al no poder abrirlo, sus manos se apoderaron de mis pechos completamente y los comenzó a estrujar desesperadamente, mientras que seguía apoyando su enorme bulto en mi hermosa cola riéndose y diciéndome al oído -¡¡Estás muy buena de verdad. Tenés unas tetas divinas y un culo espectacular. Te voy a perforar toda muñeca!! Yo me moría de miedo sabia que iba a cumplir con lo que decía y le suplicaba contaste mente pero a el maldito solo le causaba risa. El silencio de afuera era espantoso, nadie en muchos kilómetros, el vil sujeto lo sabia, que por mas que gritara era poco probable que alguien me escuchara, el sujeto lo sabia y en esos momentos lo estaba haciendo saber, sabia que en ese momento era como mi dueño, que podía hacerme lo que quisiera, que podía apoderarse completamente de mí, y que sólo me iba a violar cuando y como él quisiera, y cuantas veces quisiera. Eso me daba un bajón emocional que casi me desmayo.
El sujeto de pronto me tomó del pelo y me dijo al oído fuertemente -¡¡Hace todo lo que te digo o te mato a golpes!! Luego jaló de mi pelo fuertemente hacia la pared, el dolor fue enorme, el sujeto me soltó y se apoyó contra la pared, yo estaba muerta de miedo frente a el no sabia que hacer, entonces el sujeto dijo -¡¡Vamos puta de rodillas!! Yo lo hice ante sus fuertes gritos y el miedo me invadió completamente al estar debajo de él, sometida completamente sin saber que se le ocurría hacer al maldito sujeto. Luego se bajó sus pantalones y su slip dejando su enorme miembro colgando, todo sucio y muy gordo, lo tomó con su mano teniéndolo fuerte riéndose, y me pegó con él en la cara, me lo pasó por la nariz, los ojos y luego se detuvo en mis labios, como demostrando su poder. El olor de su miembro era asqueroso y la humillación mas asquerosa todavía. Yo lloraba desconsoladamente sin remedio alguno. Luego me tomó por la mandíbula y a duras penas pudo colocar sólo parte de la gigante cabeza en mi boca, yo no hice nada, entonces el gritó
-¡¡Vamos chupa rápido o te mato!! Yo con mucho miedo obedecí rápidamente y chupaba rápidamente haciéndolo gemir desenfrenadamente. Luego de un largo rato, me sujetó la cabeza, gritó y acabó dentro de mi boca, manteniéndome sujeta a su pene para que ella trague todo. El líquido espantoso me lleno la boca, y como pude saque mi boca de allí, escupiendo mientras que chorreaba su asqueroso líquido blanquecino. Yo lloraba a más no poder, quería vomitar, era espantoso, el sujeto como si nada y rápidamente, él me tomó de la cintura, y me llevó a la cama, con su pene todavía duro, me dijo -¡¡Ponete en cuatro nena!! Yo completamente sometida lo hice, entonces el jaló mi pantalón dejando mi tanguita diminuta a su devoción. Rápidamente comenzó a acariciarme desenfrenadamente mientras que decía -¡¡Que rica estas, estas tanguitas de puta que usas demuestran que te gusta!! Yo lloraba desconsoladamente, pero poco a poco mi cuerpo empezaba a jugarme en contra, de prontos él se acomodó atrás y apuntó su pene a mi vagina. Yo con el último aliento grité -¡¡Noo, por favor!! Pero el maldito sujeto metió la cabezota de un golpe, y seguía metiendo el resto lo que me provocó un grito fuerte
-¡¡Noooooo, hijo de puta me reventaste, me duele sacala!! El tipo riéndose, metió mas hasta el fondo y comenzó a gran velocidad a meter y sacar. Mis gritos eran dolorosos -¡¡Ahhyyyy!! ¡¡Ahhyyyy!! ¡¡Ahhyyyy!! Mientras que intentaba acomodarme, porque cada empujón me tiraba para adelante. Después de seguir con la tortura del vaivén acelerado logré mantenerme, y despacio comencé a moverme para adelante y atrás acompañando su inmundo ritmo. Mis gemidos eran cada vez mas fuertes en cada empujón, mezcla de dolor y un calor extraño que empezaba a sentir todo mi cuerpo y no podía disimular, el sujeto se percató de eso rápidamente y gritaba al mismo ritmo que me embestía brutalmente
-¡¡Pero que puta sos, te gusta que te cojan como a una zorra!! Yo lloraba, pero mis gemidos seguían sin poder controlarlos para su asqueroso placer y seguía gritándome barbaridades -¡¡Ves como te gusta, puta!! ¡¡Querías que te cogiera!! ¡¡Desde el primer día que te vi, querías que te la meta toda!! ¡¡Puta!! ¡¡Tomá!! ¡¡Como te gusta!! Yo me sentí totalmente humillada frente a sus insultos y el vaivén asqueroso que mantenía sobre mi y grite como pude -¡¡Noooooo… no me digas asiiiii… aaaahhhhhh… por favooooor….. Ahhhhhh… ya bastaaaaaaahhhhhhh!! El sujeto siguió con sus violentos movimientos no sé cuanto tiempo, pero me pareció una eternidad, hasta que él volvió a gritar fuerte y acabó dentro mío. Esperó un rato atrás mío y sobre mí, bombeó otro poco, y la sacó, provocándome un dolor y una repulsión total. Luego se levantó para mi alivio, yo me quede tirada, rendida en la cama, el reviso un poco y tiró sobre mi pantalón rosado de gasa ajustadísimo, diciéndome -¡¡Vestite!! Yo rápidamente accedí sin preguntar suponiendo que por lo que me dijo pronto partiría, me levante, me puse el pantalón y el se acercó nuevamente, era enorme, me intimidaba su presencia, se puso bien adelante mío y llevó una de sus asquerosas manos a mis glúteos, apretándolos fuertemente, mientras me miraba libidinosamente y me decía babeando
-¡¡Me mostrás la concha y el culo y te reís de mí desde el primer día, te voy a destrozar puta!! Yo solo lagrimeaba sabiendo que la pesadilla no había terminado aun, de pronto tomó mi mano y la puso sobre su enorme miembro que ya estaba duro nuevamente, yo con bronca y muchas lagrimas en los ojos le dije -¡¿Que carajo querés ahora hijo de puta?! Las palabras me salieron del alma, el resentimiento era enorme, pero me quede muerta de miedo cuando el sucio sujeto contestó sádicamente -¡¡Quiero tu deliciosa colita!! Yo me morí de bronca y grite -¡¡Noooooo, hijo de puta, cualquier cosa menos eso!! Pero el sujeto me giró violentamente y apoyó su miembro sobre mi pantalón y comenzó a refregarlo vilmente, yo peleaba por impedirlo pero el sujeto me tenia fuertemente, mientras que comenzaba a decirme cosas al oído, el muy maldito disfrutaba completamente de la situación diciéndome –¡¡Desde que ví tu hermoso culito, cuando entrabas a buscarme comida, no hago mas que pensar en él, no dormí pensando en mi pene todo adentro de este divino agujerito, y ahora lo tengo aquí totalmente indefenso esperando que lo entierre hasta el fondo!! Yo estalle en mas lagrimas, no podía contenerme ante sus asqueroso comentarios, me superaban, estaba a punto de un ataque de nervios, cuando de repente jaló mi pantalón hasta abajo y me dio un empujón hacia la cama diciéndome –¡¡Volvete a ponerte en cuatro, pero apoyá el pecho en la cama para no irte para adelante!! Yo no lo hice, pero el me levantó de los pelos violentamente y enfurecido, luego me dejó como el quería, con mi cola apuntando hacia arriba, completamente indefenso, me sujetaba fuertemente del pelo sometiéndome a su antojo y me decía burlándose -¡¡Mirá como lo tengo a tu culo, parado, desafiándome para que lo rompa!! Se reía completamente, hasta que se puso detrás mío y dijo

-¡¡No te quisiera asustar mas, pero te digo que te lo voy a romper, porque estoy desesperado por penetrarlo, te voy a bombear peor que por la concha!! Yo cerré los ojos, y pedí un milagro, pero no iba a llegar, puso una de sus manos sobre mi espalda y me apretaba contra el colchón y con la otra empezó a dirigir su enorme y asqueroso miembro hacia mi cola. Empezó a empujar, sentía el calor de su miembro detrás mío, hasta que sentí que la cabeza de su miembro empezaba a romper mi orificio para entrar, solté un grito fuertemente con desesperación -¡¡Noooooo, pará hijo de puta que no entra!! ¡¡AAahhhhhyyyy!! Pero el seguía metiendo ese enorme miembro sin compasión y yo seguía gritando desaforadamente de dolor -¡¡Sacala turro degenerado, aaaayyyyyyyyy!! El maldito enfermo nuevamente como antes empujó violentamente, haciéndome ver las estrellas del terrible dolor, le daba trompadas al colchón mientras abría toda la boca buscando desesperadamente aire. Parecía que me iba a morir, cuando metió todo su miembro en mí, con su boca en mi nuca me dijo burlándose -¡¡Sentila bien yegua que te va a quedar el culo bien abierto!! Y comenzó a meter y sacar violentamente.

A un ritmo acelerado, haciéndome gritar de puro dolor, era impresionante, pensé que me iba a desmayar, gritaba de dolor permanentemente. No podía mas le grité suplicando casi -¡Aaaaaaaahhh!… Aaaaaaaaaaayyy….deja mi culo, por favor me duele!! ¡¡Ya no aguanto más!! El sujeto largo una carcajada espeluznante, asustándome más aun y dijo -¡¿A quién crees que engañas?! ¡¡Sé muy bien que té esta gustando, si me pides que te suelte es para calentarme y que té de más duro!! Y acelero su ritmo mas aun, haciéndome morir completamente de dolor, era insoportable y brutal. Estuvo casi dos horas así hasta que con un grito fuertísimo acabó en mi interior. Luego sacó su miembro, provocándome otro grito al salir la cabeza, y una vez afuera con los dedos le abrió los costados de agujero. Al ver que mi orificio estaba súper abierto, largó una carcajada y dijo -¡¡Que rica estaba tu colita zorra, ha sido deliciosa!! Luego se vistió rápidamente y salió sin dejar rastro, dejándome casi muerta física y psíquicamente, seguí llorando hasta el amanecer.
 
 
Viewing all 7969 articles
Browse latest View live