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Relato erótico: “El Virus VR 10” (POR JAVIET)

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Recomiendo la lectura de los capítulos anteriores para una mejor comprensión de la historia.

Esta semana está resultando un agobio, Ceci ya está mejor y casi repuesta de las heridas que se ocasiono a sí misma golpeándose contra los barrotes de su celda, fue durante el ataque de los infectados que acabo en barbacoa recordareis que se descontroló bastante, aun dudo si fue por culpa de un ataque de entropía y pretendía unirse a los me atacaban ó bien pretendía defenderme de ellos, de lo que si estoy seguro tras visionar la grabación de la cámara es de que me llamaba, entonces recordé que apenas incendiar el exterior de la muralla y mientras retrocedía, me pareció escuchar mi nombre y pensé que era el diablo llamándome, ahora sé que era ella desde su celda.

Pero retomando el tema, aquella noche la subí al cuarto donde dormían habitualmente los guardias ya que tenia literas, me tire un buen rato haciéndola una cura lo mejor que supe, después la puse una camisa verde de uniforme limpia que saque de un armario, unas bragas y una compresa además de una toalla de baño doblada sobre el colchón por si se orinaba, pase toda la noche preocupado y a su lado menos un momento que dedique a recargar el generador y limpiar las armas usadas, solo tome cafés para estar bien despierto y cerca de ella cuidándola, pues la fiebre hizo que su temperatura aumentara bastante, mientras la observaba recargue mis cargadores vacios y me hice una idea del gasto algo excesivo pero necesario de municiones, contando lo que traje de la ciudad más la que encontré aquí, creía estar bien abastecido para bastante tiempo pero he descubierto que si sufro siete u ocho ataques mas como este, tendré que defenderme a pedradas.

Al amanecer revise la herida y cambie la compresa a Ceci y Salí a retirar los cadáveres quemados al lado de la muralla, me vestí con la ropa interior de invierno de dos piezas que uso para mis “incursiones” nocturnas y sobre ella un viejo mono de mecánico que encontré en el almacén de jardinería de la parte posterior así como unas deportivas viejas, me puse guantes de látex y sobre ellos unos de trabajo hechos de goma que estaban en una taquilla, de la que saque también una mascarilla de fieltro de pintor, unas gafas de plástico de las que se usan en jardinería cuando se recortan setos a máquina, sirven para impedir que esquirlas o ramitas de golpeen los ojos.

Una vez pertrechado me mire al espejo “ridículo pero efectivo” me dijo mi cerebro, el trabajo era sucio pero debía hacerse y rápido, así que aparte de mi estrafalaria indumentaria solo llevaba el cinturón con la pistola cargada y una funda con dos cargadores extra, una hachuela y una soga, aparté un poco mi coche soltándole el freno de mano y abrí el portón de entrada de vehículos, lo justo para salir de perfil encajándolo tras de mí al salir pero sin poner la llave por si había de volver rápido.

Caminé al lado de la muralla, encontrando a los pocos metros al primer muerto junto a ella, este no estaba quemado y lucia un tiro en la cabeza, le sujete el nudo corredizo a una pierna y tire de la soga alejándole unos diez metros de la muralla, le desate y volví a por mas en diagonal, hacia donde las formas oscuras y chamuscadas formaban un montón bajo, al acercarme percibí la peste a carne quemada junto al de la podredumbre de algunos infectados, estos aun con heridas antiguas e infectadas habían conseguido correr hasta sucumbir quemados en su ansia de morderme, el sentido de conservación es una joya, de algún modo me hizo olvidar de la piedad o el asco que sentía ante el cuadro que estaba viendo, asestaba un corte con la hachuela en la nuca o el cuello del caído para asegurarme de que estaba muerto y le sujetaba con la soga en una pierna o un brazo, tiraba de el alejándolo unos metros y volvía a por otro a repetir el proceso, solo un cuerpo se revolvió aun vivo mientras trabajaba tirando de uno de los cuerpos.

Era una mujer y debió haber sido guapa, ahora toda la parte izquierda de su cuerpo era una quemadura inmensa, al quitarla un cuerpo de encima se pudo mover y tambaleándose se incorporo mirándome furiosa, parte de un top lila se destacaba entre la quemadura de su torso, unido a este por los restos de su grasa corporal derretida, una de sus piernas tenía una media de rejilla negra, la otra era solo una gran ampolla oscura que aun soltaba humo, recuerdo su cara porque era lo único más o menos intacto de su cabeza, debió caer de bruces al incendiarse y después el otro la cayó encima impidiéndola moverse, ahora yo arrastraba a ese tipo y ella venia hacia mí.

Su torpe ataque estirando el brazo intentando clavarme sus largas uñas en el cuello, fue esquivado fácilmente al escuchar sus pasos y girarme soltando la soga, di un paso lateral y ella paso junto a mi medio cayéndose por el impulso de su propio cuerpo, la di un empujón según pasaba y la vi caer de bruces, antes de que se volviera a levantarse estaba ya sobre ella, la di un golpe con la hachuela en su cráneo abriéndola la cabeza, su sangre salpicó mis gafas de jardinero y la máscara de fieltro.

Trabaje durante una hora y media apartando cuerpos de la muralla hasta que no quedo ninguno, había parado y vigilado la arboleda circundante frecuentemente para evitar sorpresas, pero mi trabajo fue silencioso y efectivo así que volví al torreón por la puerta de vehículos, recordé que no andaba muy sobrado de municiones, así que volví al cuarto de jardinería y tome un paquete de matarratas de los varios que había, volví a salir mientras lo abría y me pasee entre los cuerpos caídos espolvoreándolos aquí y allá hasta que todos recibieron una rociadita de dicho matarratas, hecho esto regrese al interior de la muralla que pese a perecer vacio y tranquilo no se libro de una buena ronda por si acaso, una vez satisfecho volví a pegar mi coche a las puertas y subí a ducharme para quitarme toda la mugre que había acumulado, deseando mentalmente a los infectados atraídos por el olor a torrezno que vinieran a desayunar, un buen provecho.

Tras la ducha me quede junto a Ceci un buen rato, después subí y charle por el walkie con Julián mientras veía a algunos infectados desayunando en el prado, le comente lo de las municiones y me dijo que tal vez en el otro cuartel más grande de la guardia civil a 30 kilómetros al Sudeste de aquí pues aquel pueblo era mayor, tendrían más armas y municiones de cetme, pues ellos solo tenían rifles carabinas y escopetas civiles con ese tipo de munición, les vendría bien algún fusil de asalto y allí seguramente tendrían más de todo que en este, se ofreció a acompañarme con un par de hombres.

Tras charlar con él, volví al lado de Ceci, esta no despertaba ni estaba tranquila, estaba delirando y la quite la bola de la boca, parecía murmurar entre sueños bastante agitados, pero no conseguí escuchar lo que decía pues ni una palabra salió de su boca, horas después me levante y ande un poco por el torreón, pero enseguida volví junto a ella con una palangana y limpie de nuevo su herida aseándola a continuación, comprobando de paso que no se me había dado muy mal el trabajo de costurero y de aquellos puntos, la quedaría una cicatriz curiosita y no muy grande, entretanto la hablaba de cualquier cosa y la acariciaba la cara y el cuello, aquello parecía calmarla bastante, llame por la noche a Julián y después volví junto a ella, no tenia apetito solo estaba pensando en que no se me muriese y rece por ella, sentado allí mirándola y hablándola me dieron las tantas.

Desperté al día siguiente notando sus dedos en mi rodilla, aquella caricia suave me hizo abrir los ojos aturdido y aun soñoliento, mirándola sorprendido con mis ojos legañosos vi que me miraba con sus ojos verdes de gata, estos reflejaban una expresión de sorpresa al no reconocer el interior de su celda al despertarse, la di un beso en la mejilla y la hablé diciéndola que no se moviera pues estaba mala, Ceci movía la cabeza intentando quitarse la venda que tenía alrededor de ella y entendí que la molestaba, decidí abrir las ventanas pues hacia un día estupendo y dejar que el sol y el aire ayudasen a su curación, mientras la quitaba la venda estuve hablándola como a una niña pequeña, ella me dejaba hacer sin protestar, entonces caí en el detalle de que ella no llevaba puesta la bola, decidí dejarla sin ella mientras estuviera enferma y sujeta a la litera.

Al rato dieron las nueve y subí al piso de arriba donde estaba la terraza a llamar a Julián, tome el walkie y dije:

– Tiroloco para capo, tiroloco para capo, me copias, cambio.

– Adelante tiroloco, capo te copia, cambio.

– Por aquí todo tranquilo, he tenido visita esta noche, se ven más esqueletos y menos chicha, cambio.

– Si son los que rociaste con matarratas no les van a sentar muy bien, cambio.

– Si eso espero, que se jodan, a menos bulto más claridad, cambio.

– ¿Qué tal tu jefa? Cambio.

– Se ha despertado por fin Cecilia, me tenía muy preocupado, hasta he rezado por ella, cambio.

– Entonces es que alguien te a hecho caso, no se si sabes que santa Cecilia es la patrona del pueblo, cambio.

– To…ni.

– Repite capo no te he oído, cambio.

– Te decía lo de la patrona, cambio.

– Después me has llamado, ¿Qué me decías? Cambio.

– Yo no te he llamado, después de lo de la patrona me has dicho que repitiera, cambio.

– Pero yo he oído mi nombre… espera… quiero decir, luego te llamo, corto.

Dejo el walkie en la mesa y bajo aquel tramo de escalones casi de un salto entrando en la habitación, desde la litera Ceci le miraba medio incorporada sobre dos almohadas, el se acerco sin dejar de mirarla a los ojos y la dijo:

– Hola cariño, te he oído llamarme, ¿has dicho Toni?

Ella asintió algo temerosa bajando la cabeza, Toni la puso un dedo bajo la barbilla haciendo que le mirase a la cara y dijo:

– Di mi nombre otra vez por favor necesito oírte, di to… ni, dilo Cecilia.

– To…ni, toni, la salió de golpe la segunda vez.

– Toni, toni, -ella seguía diciéndolo, una vez empezado le salía seguido.

Este no salía de su asombro y la alegría se reflejo en su mirada, dio a Ceci un fuerte abrazo, ella apoyo la cabeza en su hombro y ambos rieron felices.

Una hora después la dijo mientras hacia el gesto que si quería pasear, ella afirmo y Toni la colocó los guantes por delante de su esbelto cuerpo, la quito la braga y la compresa que la había colocado antes de dormirse agotado, echo de menos ver sus pechos ahora tapados por aquella camisa de uniforme, herencia de algún agente muerto que el mismo la puso al meterla en la litera hacia dos días, la coloco asimismo la bola en la boca pero el ya no lo hacía para evitar mordiscos, sino para contenerse de besar a la joven.

Pasearon por el patio, ella husmeaba frecuentemente sobre todo en el lienzo de la muralla donde habían muerto quemados mas infectados, dado que las manchas de sangre y humo estaban en la parte opuesta de la pared, Toni dedujo que la muchacha debía tener el sentido del olfato más desarrollado que el mismo, no la dejaba alejarse demasiado y con la excusa de jugar se mantenía cerca de ella, pues suponía que Ceci no andaría muy fina del equilibrio después del testarazo recibido y dos días de cama, sinceramente estaba preocupado por ella.

Después de un ratito se agacho e hizo sus necesidades esperando en la misma postura hasta que la limpié, el paseo duro un buen rato mas y no la vi gestos de dolor ni perdidas de equilibrio, se me pegaba mucho yo apenas podía contenerme de acariciarla así que la dije que fuéramos a la casa y la bañaría, ella se apresuro a llegar a la puerta del torreón y casi tuve que correr para cogerla.

¿Qué decir? Como imagináis se repitió la anterior escena del baño, solo que esta vez ella lo deseaba y participo más que gustosamente, estaba echada en la bañera después de aclararla y mis manos se perdían acariciando sus pechos, deslice una de ellas acariciándola el vientre hasta su entrepierna y ella abrió ansiosamente las piernas dejándome entrar a la vez que suspiraba ante mi cara, la hice gemir mientras su cuerpo se ondulaba mecido por el placer que recibía, ella ansiaba mas y me lo pedía con los ojos yo no supe resistirme y cogiendo en brazos su cuerpo anhelante y empapado la lleve al dormitorio con la cama grande.

La deje sobre ella estaba excitadísimo y mi erección podía notarse a través de mi pantalón, me lo quite en dos patadas al igual que mi bóxer enfundándome apresuradamente una goma en el miembro, la hice ponerse de rodillas y me situé tras ella, su culito me resultaba provocativamente excitante, guie mi prepucio hasta su vagina y empuje suavemente notando como aquellas paredes se abrían a mi paso, comprimiendo acariciantes mi verga dentro de su húmedo interior, me moví rítmicamente dentro y fuera sin llegar jamás a salir de su chochete, aumentando poco a poco el ritmo de las profundas envestidas, echaba de menos sus suspiros pues sonaban ahogados por la bola y la almohada.

Así que lleve las manos a su nuca y la solté la hebilla de la corea, vi como al tener la boca abierta mientras jadeaba la bola cayo húmeda de saliva sobre la almohada, mientras me movía de nuevo dentro de ella profunamente enviándola el miembro contra la entrada de su útero, ahora la escuchaba jadear de placer mi erección y mi deseo aumentaron al igual que mi ritmo, enviando mi duro instrumento hasta el fondo de su gruta y rellenándola de tumefacta carne cálida repetidamente, su encharcado interior me presionaba en cada vaivén, mis manos tomaron sus pechos haciendo que se incorporara un poco sentándola contra mis muslos y la abrace sin dejar de movernos, bese su cuello ella jadeaba y suspiraba sin poder detenerse arremetiendo con sus nalgas contra mí, la acariciaba los pechos con ambas manos a la vez moviéndome simultáneamente y rellenándola por dentro cada vez más velozmente, resbalando por su cálido túnel hasta el fondo y vuelta de nuevo ,supe que se corría un poco antes de que lo hiciera por la forma en que me apretaba con su túnel vaginal en cortos y rápidos espasmos, deje de contenerme y me solté acertando de pleno mientras ella gritaba entre espasmos de placer, yo eyaculaba en su interior largos y cálidos ríos de esperma.

Estábamos los dos derrengados en la cama ambos bocarriba, nuestra respiración se fue tranquilizando paulatinamente mientras nuestros cuerpos se relajaban, yo la dije:

– Espera a que aprendas a contenerte un poquito, disfrutaremos más del sexo, te enseñare a llegar a punto y parar sin correrte retenerte un minuto y volver a comenzar de nuevo hasta dejarte acabar, se disfruta mucho mas es como dos polvos en vez de uno.

– Toni…

– Si Toni o quien tu…

Me arrepentí o me lo pensé mejor no lo sé, solo recuerdo que me vino a la memoria lo que había dicho Juana, que Ceci era una zorrita liada con el jardinero, no es que me importase el pasado de nadie pues nunca lo ha hecho, siempre he pensado que las parejas anteriores que uno tiene en la vida, solo son un entrenamiento para cuando encuentres a tu verdadero amor, pero decidí poner mi sello de propiedad en la educación que estaba dando a Cecilia, llamémoslo pundonor o egoísmo si queréis, así que me gire mirándola a esos ojazos y dije:

– Ceci escúchame, voy a serte sincero y decirte que no debes acostarte con nadie más que conmigo, porque solo conmigo que te quiero y te enseño en el sexo, alcanzaras orgasmos y te correrás como lo haces ahora, con nadie será nunca mejor que con toni.

Me miraba extrañada recordé que aunque los hubiera experimentado (y mucho) ella no sabía que era esa palabreja de orgasmo, así que la toque el clítoris y ella suspiro haciendo:

– Hummmp.

– Gusto, placer, eso es lo que sientes ¿te gusta?

Ella cabeceo afirmativamente, lo hacía tan rápido que pensé que se desnucaría, separe la mano y la toque entre los pechos luego a mí y de vuelta a ella diciendo:

– Toni quiere a Ceci, si.

– Toni.

Volvió a cabecear y me abrazo muy fuerte, aquella tarde solo nos levantamos de la cama para cenar.

Llame a las 21 a Julián para comunicarle que Ceci estaba mejor, cenamos y volvimos a la cama.

El día siguiente amaneció cubierto y anunciaba lluvias, estábamos gozosamente cansados nos levantamos y tomamos una ducha, luego llame a Julián el cual me insinuó algo de prisa en el tema del combustible, después la puse sus cosas de paseo y salimos a dar una vuelta entre juegos y risas, estábamos felices aunque cada día me reventaba mas atarla y amordazarla, en la cama se revelaba como una autentica fiera, yo evitaba sus labios siempre lo cual nos fastidiaba a ambos por distintas razones, hasta que la explique como parte de su educación, qué éramos novios y solo podíamos besarnos en la cara aunque folláramos, más adelante cuando fuéramos una pareja real de casados, dentro de cinco ó seis meses podríamos besarnos en la boca y haríamos el amor, que es lo mismo pero con un anillo. No creo que lo entendiera pero capto la idea.

Ahora un año y pico después estando solo en esta azotea recapacitando, recuerdo aquel momento, sinceramente quería formar pareja y casarme con Cecilia y tener hijos, ¿Qué había de malo? La rescate, la protegí, me jugué la vida por sus medicamentos y hasta por compresas para ella, etc. Además ella tenía 22 añitos y estaba muy, pero que muy bien, era como una cría y me ocupe de su educación, moldee su personalidad, empezábamos a ser un poquito felices, si… honestamente la quería solo para mi, ¡pero estoy divagando! volvamos a la historia.

Volvimos al torreón y desayunamos, había puesto tranquilizantes en su plato de tortitas y un rato después estaba dormida, la espose a la litera y cerré la puerta, saque los dos bidones de carburante vacios y los metí en mi todo terreno además de dos garrafas de gasolina normal para rellenarlas en el surtidor, me pertreche con mi ropa de incursiones y mis trinchas con cuatro cargadores para fusil donde metí además la pistola en su funda con los dos de reserva, otee desde la azotea los alrededores del torreón y no vi nada sospechoso, así que tomando el walkie avise a Julián de que salía a por combustible indicándole que le llamaría de camino a su casa, para que fuera despejando la entrada del garaje, baje al patio dando marcha atrás al coche y abrí el portón de entrada, sacando el coche y cerrando este tras de mi me puse en camino.

Repetí la operación de hace semanas, un giro amplio alrededor del pueblo hasta más o menos el vehículo de la otra vez, ahí se complicó la cosa pues el primer coche en el que intente tocar el claxon no tenia batería, localice otro algo más cerca de la gasolinera y conseguí hacerlo sonar, el único problema era que tendría menos tiempo para rellenar los bidones mientras se acercaban los infectados, de todos modos me di prisa metiendo una rama entre el techo y el volante, mientras el claxon sonaba partí veloz hacia la gasolinera.

Llegue enseguida, todo seguía igual y el cierre aunque sin llave seguía echado, entre muy atento por si acaso pistola en mano y conecte los surtidores, al salir me di cuenta de un detalle, centrando el coche entre dos de ellos podía rellenar los bidones a la vez y ahorrar tiempo, así lo hice pues en un minuto había realizado la maniobra, desenrosque las tapas y metí las mangueras, mientras se llenaban los bidones fui a la tienda a por dos garrafones de agua como regalo extra para Julián, así como algunas revistas, dulces para los críos y pasatiempos, metiéndolos en una bolsa grande, metí mas golosinas y bollos así como unos pasatiempos y algo para colorear además de una caja de pinturas en otra bolsa para casa, llevándolos al coche.

Antes de irme rellene las dos garrafas de gasolina normal, dejándolas en el coche y no olvide apagar los surtidores fue al salir de la tiendecita y bajar la persiana, cuando el ruido que hice alarmo a dos infectados que se acercaban por la carretera, estos se dirigieron rápidamente hacia mi dándome tiempo apenas de sacar la pistola y meterle una bala en el pecho al primero y una segunda directamente en la cara al segundo a un metro de mi, este cayó muerto al suelo pero el primero al que había dado en el pecho aunque había caído, no estaba muerto todavía y me consiguió sujetar de un tobillo al pasar a su lado camino del coche haciéndome caer, rápidamente rodé a un lado mientras pataleaba dándole en la muñeca y consiguiendo que me soltara dicho tobillo, como pude me levante mientras el lanzaba gritos inarticulados pero que alertarían a los infectados próximos, tome impulso y lance mi pierna con todas sus fuerzas chutando su cabeza, mientras decía:

– Ya, cállate.

Las vertebras cervicales se partieron como remas secas, yo subí al todo terreno y lo puse en marcha saliendo de la gasolinera camino del pueblo, por el camino me encontré con otro infectado en dirección contraria, este se abalanzaba corriendo contra mi coche, frene y le deje llegar gritando golpeo con sus manos el capó y no hice nada salvo meter la primera, fue cuando contorneaba el coche dirigiéndose a mi ventanilla cuando me fui despacio, un doble bote delante y otro detrás me indico que había pasado sobre sus pies, el pobre animal gritaba cayendo al suelo y de paso llamando a todos los infectados de la zona hacia él y dejándome el camino libre.

Estaba a dos manzanas de Julián cuando le llame por el walkie:

– Tiroloco para capo, me recibes, cambio.

– Capo para tiroloco, te copio, adelante.

– Estoy cerca y cargado, llegare en tres minutos, ¿todo listo? Cambio.

– Ya te estamos esperando, en cuanto veamos el coche te abrimos, cambio.

– Recibido, corto.

Efectivamente fue enfocar la calle y vio como la puerta del garaje, pintada de rojo y blanco a grandes franjas se abría hacia arriba plegándose sobre sí misma, bajo la rampa y entro disminuyendo la velocidad, encendió las luces del coche enseguida pues los que estaban junto a la puerta las cerraron rápidamente, dejándolos prácticamente a oscuras.

– vale encended ahora, -retumbo la voz de Julián.

Las luces del parking se encendieron de golpe una vez que cerraron la puerta, hasta que yo saliera cuatro personas se quedarían allí de guardia.

– Bueno, bienvenido seas. –dijo Julián.

– ¡no sabes cómo me alegro de verte! –dijo Toni.

– ¿para meterme la Vuvucela por el culo?

– ¡me cachis! Ya decía yo que se me olvidaba algo.

Todos se rieron y Toni se apeo del coche con una gran bolsa en la mano izquierda, se estrecharon las manos mientras uno del bloque ocupaba el sitio de Toni al volante moviéndolo para acercarlo al depósito donde descargarían el combustible, Toni le dijo a Julián:

– Quédate los dos bidones y pásame dos vacios pero que estén en buen estado y limpios, así será más rápido, debo volver al torreón antes de que vuelvan los infectados.

– Vale muchachos, empezad a descargar.

Mientras hablaban pasearon por el patio un momento, muchos saludaron a Toni este metió la mano en la bosa y llamo a los críos que llegaron en tropel hacia ellos, el sacó los caramelos y los repartió entre la chiquillería que reía alborozada, entrego la bolsa a Julián para que se encargase de repartir los comics revistas y dulces que contenía como quisiera, llagaron a su casa donde tras saludar a Juana tomaron una copa y un puro, Julián le entrego una caja que contenía 50 inyectables de antibióticos diciendo:

– Me ha dicho el farmacéutico que son antivirales muy potentes, que te andes con ojo.

– Tranquilo que me leeré las indicaciones del prospecto, ¿solo 50? Traigo dos bidones.

– Mira pensaba que solo trias uno, no seas desconfiado que en la siguiente entrega ajustamos y ya está.

– No es desconfianza Julián es preocupación por Ceci, entiéndeme.

– Ya lo sé hombre, por cierto ¿Cómo se encuentra?

– Esta mejor gracias, se va poniendo mejor cada día ya dice mi nombre.

– Pues cuando tu creas que pueda la bajas a vernos, he hablado seriamente con la parienta y vecinos, borrón y cuenta nueva, es como si viniera de la capital y aquí solo tiene amigos, ¿me entiendes?

– Te copio capo, gracias amigo.

Toni acabo la copa y salieron del piso, bajando al final del parking donde estaban descargando el todo terreno, allí le esperaba un cajón con comida que estaban cargando en el coche junto a los dos bidones vacios, el dijo que bajaran también los dos garrafones de agua pues era un regalo extra para todos de parte de Cecilia, así se haría más popular entre los vecinos que por una simple orden de Julián.

Montó en el coche se despidió y salió del edificio había estado casi una hora en compañía del alcalde, como por allí no podía salir hacia torreón en coche, callejeo por el pueblo encontrando mas infectados que intentaban interceptarle, eso le dio una idea y pensó que si ya estaban de vuelta en el pueblo no habría ninguno o casi ninguno en la gasolinera así que volvió allí.

En la carretera seguía el tipo al que había pasado por encima de los pies, pero haciendo de buffet libre para cuatro colegas suyos que parecían algo liados con sus intestinos, no queriendo cortarles el rollo los esquivo hábilmente haciendo un desvió por el arcén y siguió adelante, un momento después llego a la gasolinera esquivo los dos cadáveres que aun seguían intactos, aparcando el todo terreno donde estaba antes, encendió los surtidores y recargo los bidones de combustible, la operación no le llevo mucho tiempo pero se sintió inquieto deseando volver al torreón con su chica, sabiendo que llevaba mucho tiempo fuera y de día, pero tuvo suerte y nadie le molesto mientras repostaba así que al terminar apago los surtidores saliendo y cerrando la tienda de nuevo, ansiando llegar a casa siguió camino al torreón sin que nadie le molestara.

Una vez allí metió el coche y como siempre reviso el patio a fondo antes de nada, después lo descargo y lo apoyo contra el portón, metió las cosas que había traído en el almacén y se cambio de ropa lavándose a continuación y liberando a Ceci la dejo en la cama grande, seguidamente coloco las provisiones y el combustible en su sitio, al acabar fue junto a ella y la despertó con suavidad y cariño.

Por la tarde llovía y Ceci no tuvo paseo, pero… tampoco se aburrió, jugaron a los novios.

Continuara…

Bueno amigos, dejemos un momento a estos dos tortolos arrullándose, pregunta ¿el Julián es realmente un despistado? Y Cecilia, ¿su recuperación está siendo demasiado rápida ó dará alguna sorpresa inesperada? Además, ¿creéis que Toni la educa adecuadamente?

En todo caso seguirán pasando cosas y si, habrá algo más de sexo.

¡Sed felices!

Para contactar con el autor:
javiet201010@gmail.com

 

Relato erótico: “Las Profesionales – La granja de esclavas” (POR BLACKFIRES)

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Captura de pantalla 2015-11-19 17.52.52En una exclusiva área comercial de la ciudad la gente recorre la avenida como es habitual, Sin títulovarias personas pasan ante la puerta de una de las nuevas y elegantes salas de estética de la compañía Baxter Health Care & Spa, algunas de estas personas son mujeres jóvenes y profesionales que trabajan en los grandes edificios de oficinas y comercios cercanos, muchas de ellas se detiene un momento a contemplar las grandes pantallas publicitarias colocadas en la entrada de la sala, donde se anuncian los novedosos tratamientos que brindan a la exclusiva clientela. Varias de estas chicas desearían poder atenderse en estas exclusivas salas. Dos de ellas, jóvenes empleadas bancarias, vestidas de faldas azules, zapatos de tacón, blusas blancas y chaquetas azules con el logo del banco al que pertenecen, observando ahora como una sonriente chica de por lo menos 20 años habla sobre el tratamiento recibido en los Salones y Clínicas Baxter donde la ayudaron a perder diez kilos, arreglaron su cabello, la ayudaron con su maquillaje y mejoraron su autoestima en pocas sesiones y a un mínimo costo.

Ambas chicas comentan entre risas que obviamente la chica del comercial recibido en la clínica más de lo que dice, pues al comparar sus fotos de “antes y después” hay un notable aumento en el tamaño de sus senos.

– Claro que si me amentaran dos o tres tallas más de busto me sentiría mucho más feliz.

– No seas tonta por lo menos tu no lo necesitas, yo no encuentro forma de quitarme estos kilos de más.

Mientras ambas chicas conversan y ríen sobre lo que ven en la pantalla, un automóvil se detienen frente a la sala de estética, del auto baja una chica de por lo menos 22 años, vistiendo, una blusa azul, falda blanca y zapatos bajos, su aspecto es algo descuidado y su mirada distraída y triste, entra sin prestar atención a las chicas y habla con la recepcionista.

– Hola mi nombre es Elizabeth Hills, tengo una cita para hoy, la Dra. Carol Arellanos la hizo por mi.

– Bienvenida Señorita, llene este formulario y póngase cómoda mientras preparamos una sala para usted, en unos minutos una de nuestras especialistas le atenderá.

Elizabeth toma asiento y se ponen a llenar los datos solicitados en el formulario, mientras lo hace observar todo a su alrededor, todo es muy elegante. La recepcionista le sonríe a Elizabeth mientras orden algunos expedientes y contesta algunas llamadas telefónicas. La chica usa una blusa celeste y una minifalda negra muy corta la cual deja notar sus esculturales piernas cubiertas por medias de seda negra que son sostenidas por un juego de ligueros de igual color, lo que le da una apariencia extremadamente sensual.

Afuera las chicas del banco siguen observando la pantalla, y detienen sus comentarios y risas, al observar llegar de María Patricia Zurita, la presentadora del noticiero estelar del canal 23. La chica avanza con su paso elegante sobre unos zapatos de tacón de aguja de casi tres pulgadas, las atléticas y perfectas piernas, sostienen un cuerpo delicioso compuesto por torneadas caderas y trasero de avispa, una diminuta cintura y un par de senos redondos y firmes talla 34C, todo esto coronado con un rostro angelical, piel clara, ojos verdes y larga cabellera negra que en forma de rizos cae a sus espaldas.

Al pasar junto Elizabeth le obsequia una sonrisa y se dirige hacia la recepcionista, la cual de recibe de pie y extremadamente feliz de verla.

– Bienvenida Srta. Zurita, es un honor tenerla vuelta.

– Gracias Angelina. Tengo un reservado VIP y para la sesión de esta tarde ¿está todo listo?

– Por supuesto señorita, puede pasar, ya le están esperando.

Angelina entrega a la recién llegada una tarjeta electrónica, que es recibida con una sonrisa y sin decir más la joven camina hacia una puerta de cristal que se abre inmediatamente después que la tarjeta es colocada en la cerradura electrónica.

Elizabeth ha seguido en cámara lenta cada uno de los detalles de la llegada de esta famosa de la televisión, y en su mente empieza a aparecer dudas sobre si es realmente una buena idea atenderse en un salón de belleza tan prestigioso, total que ella nunca sería una chica tan hermosa como Patricia Zurita. Estos pensamientos empiezan a ganarle cuando nuevamente se escucha el sonido de la cerradura electrónica del área VIP, pero está vez los ojos de Elizabeth se quedan fijos en una chica casi tan hermosa como Patricia Zurita, la ve avanzar hacia ella, sus cabellos rubios y recogidos en una trenza, ojos azules y su cuerpo perfecto cubierto por un sexy uniforme blanco que se encarga de marcar sus curvas y realza su busto, donde sobre el seno derecho está bordado del logo de la Clínica Baxter y una placa dorada donde se puede leer Lourdes en letras negras de molde. La chica extiende su mano y con una sonrisa de dice:

– Hola Elizabeth mi nombre es Lourdes, seré la encargada de atenderte el día de hoy, por favor acompáñame tenemos una sala esperando por ti.

Con Elizabeth aún sin reponerse de la primera impresión, Lourdes la guía a través de la puerta de cristal hacía las salas VIP. Avanzan por un corredor donde a cada lado pueden observarse de tres a cuatro puertas y casi al final del corredor entran a una de las salas.

– Bienvenida, esta es una de nuestras salas más exclusivas, junto al vestidor tienes una bata para que te cambias y te pongas más cómoda para la sesión, mientras lo haces yo prepararé tú champú.

Elizabeth aún nerviosa tomar la bata y entra el vestidor, tímidamente empieza a desvestirse hasta sólo quedar en su ropa interior, se coloca la bata y sale para reencontrarse con Lourdes, la cual espera de pie junto a una silla muy parecida a la que usan los dentistas. Lourdes con un gesto de manos la invita a sentarse, Elizabeth se sienta y Lourdes inicia el tratamiento.

– Estás muy tensa Elizabeth relájate, todas las que trabajamos aquí lo hacemos para que te sientas tranquila y relajada. Verás que cuando terminemos esta sesión te sentirás totalmente diferente, empezaremos por tu cabello.

– La verdad es que es la primera vez que estoy en un lugar como éste, realmente no sabía si debía venir.

– Bueno Elizabeth ya está aquí deja todo en mis manos.

Lourdes acciona una palanca junto a la silla y lentamente Elizabeth sientes como la silla se va reclinando, hasta colocarla en una posición semi sentada y su cabeza inclinada hacia atrás queda justo sobre el área de lavado, con una manguera pequeña Lourdes empieza a humedecer el cabello y a masajear su cabeza, poco a poco va agregando algunos químicos mientras de comenta el uso de cada uno de ellos y le da algunos tips sobre un buen lavado y cuidado del cabello, Lourdes sigue agregando más y más químicos a la espuma del champú y sus manos expertas masajean el cuero cabelludo de Elizabeth la cual se empieza a sentir mucho más tranquila y relajada.

– Tienes un cabello precioso… ¿No has pensado en usar un tono mas claro y llamativo, un rubio tal vez?, te quedaría genial.

– La verdad nunca me ha gustado el tono rubio… no me gustaría cambiar el color, así me siento bien.

– Deberías pensarlo, los cambios siempre son interesantes…

Lourdes seca sus manos mientras le recomienda a Elizabeth utilizar un juego de audífonos en los cuales puedo oír música relajante mientras ella lava su cabello, Elizabeth accede y se colocan los audífonos por los cuales inmediatamente empieza escuchar sonidos que le recuerdan el murmullo del mar, la brisa fresca y algunos sonidos más que no logra reconocer, rápidamente Elizabeth empieza a sentirse más relajada y tranquila, poco a poco se va quedando dormida por los sonidos de los audífonos y el masaje en su cabeza. Los aromas que llegan a su nariz no son los usuales que llenan una sala de belleza, son esencias de flores y aromas de velas aromáticas encendidas en el lugar.

Los químicos que Lourdes ha puesto en ella por medio del champú son absorbidos rápidamente por su piel y entran en el torrente sanguíneo llenando su cerebro y haciéndola entrar en un estado de completa relajación, los mensajes subliminales que le llegan a través de los audífonos terminan por aturdir a la indefensa Elizabeth, la cual sin la menor resistencia inicia su proceso de conversión.

Elizabeth sigue aturdida mientras Lourdes, sigue limpiando su cabello y su cabeza, en minutos el aturdido cerebro de Elizabeth empieza asimilar los mensajes subliminales que le llegan por su audífonos, los cuales le ordena relajarse y sentirse tranquila, ella necesita estar tranquila y obedecer los mensajes, no hay nada más gratificante que obedecer, ella necesita ser obediente, ella confía absolutamente en Lourdes. Lo minutos siguientes y Lourdes tranquilamente sentada junto a Elizabeth sonríe cuando empieza a observar cómo los labios de la chica empiezan a murmurar los mensajes que recibe.

Terminado el champú, Lourdes coloca un secador de cabello la cabeza de Elizabeth, mientras Elizabeth sigue murmurando los mensajes.

Unos minutos después Lourdes apaga el audio y poco a poco Elizabeth empieza a despertar, encontrando a una sonriente Lourdes a su lado, toma la mano de la aturdida chica y empieza a masajear las manos con una loción humectante para empezar con la manicura. Mientras tanto empieza a conversarle.

– Bienvenida otra vez, parece que te esta gustando mucho tu sesión. ¿Ves qué todo ahora esta mejor Elizabeth? ¿Confías en mi verdad Elizabeth?

La respuesta es una sonrisa tonta y una mirada aturdida por parte de la chica.

– Me encanta lo relajada que estas, me encantaría saber más de ti, pareces una chica muy interesante a parte de linda. ¿Vives lejos de aquí?

El aturdido cerebro de Elizabeth empieza a luchar por armar ideas y responder a la pregunta. Ella confía en Lourdes y necesita contestar a sus preguntas. Arrastrando las palabras contesta con algo de dificultad.

– Vivo… al otro lado… de la ciudad…

– Que bueno, debe ser un lugar muy tranquilo, ¿Vives con alguien?

– Vivo sola… tengo un gato se llama Pelusa

– Muy bien me encantan los gatos son tan cariñosos y tiernos, tu pareces muy tierna Elizabeth.

Las caricias de Lourdes sube de las manos, al brazo y Elizabeth siente un extraño hormigueo en su cerebro y sin quererlo empieza a sentirse algo excitada. Las preguntas de Lourdes continúan y el cerebro de Elizabeth empieza a detectar un patrón que le indica que mientras más conteste las preguntas, más relajada y feliz se sentirá. Ella confía completamente en Lourdes y necesita contestar sus preguntas. Los minutos pasan y las preguntas pasan de ser casuales a muy personales, pero ya para este punto Elizabeth contestaría casi cualquier cosa. Es como un juguete de cuerda que hablara hasta que la cuerda se le acabe.

– Así que no tienes novio desde hace tres meses, que tonto debe ser ese chico, eres una chica tan hermosa.

Lourdes acaricia el rostro de una ya muy excitada Elizabeth y peina sus cabellos.

– Y dime, ¿Cómo haces para pasarla sola tantas noches?

– Pues yo… me masturbo algunas veces por semana.

Elizabeth apenada rompe el contacto visual y su rostro se torna color carmesí.

– No tienes por que apenarte, Lissy, te contare un secreto, yo también lo hago algunas veces por semana cuando no tengo a nadie a mi lado. Yo tengo un vibrador así no necesito a un chico pues mi vibrador siempre esta a mano, y no se cansa nunca, sabes a lo que me refiero, deberías conseguir uno. Aunque es una lastima que una chica tan linda y con un cuerpo tan bello no tenga a alguien con quien compartir sus noches… Bueno déjame colocar la silla en su posición normal para terminar con un maquillaje sencillo y dar los últimos toques a tu peinado, te veras y sentirás como otra persona cuando terminemos.

Lourdes activa la silla pero no responde, la acciona otra vez pero vuelve a fallar, disculpándose con una sonrisa le explica a Elizabeth que algunas veces eso pasa por desajustes en el mecanismo y que lo resuelve poniendo mas peso en la silla. Sin decir más Lourdes se coloca sobre la silla donde Elizabeth queda casi como un emparedado entre la silla y el cuerpo de Lourdes, donde esos hermosos senos quedan a la altura del rostro de Elizabeth que los contempla y empieza a embriagarse con el aroma que emana el cuerpo de la chica. Repentinamente la silla se inclina a su posición natural y Lourdes inicia el maquillaje.

Minutos después el maquillaje esta terminado y una sonriente Lourdes muestra los resultados de la primera sesión a Elizabeth que con un nuevo semblante se contempla en el espejo sintiéndose hermosa. Los químicos que la mantenían aturdida, ya han hecho su labor y son asimilados por su cuerpo así como los mensajes han sido grabados en su cerebro sin dejar rastro alguno para la mente conciente de Elizabeth.

– Bueno es todo por hoy Elizabeth, has quedado hermosa.

– Gracias Lourdes.

– Es una lastima que solo puedas venir esta vez a ponerte tan hermosas.

– Si es verdad, bajo tus manos y cuidado cualquiera es hermosa… voy a cambiarme.

Elizabeth entra al vestidor y rápidamente se cambia de ropas, lista para salir, se mira al espejo y se siente hermosa y tranquila. En la puerta del VIP Lourdes la espera, al llegar le sonríe mientras dice:

– Se que no es propio hacer esto pero, toma esta tarjeta electrónica y dásela a Ángela en la recepción, ella te programara tu próxima cita.

– No, no Lourdes no puedo aceptar eso, menos si puedo darte problemas.

– No te preocupes, se como resolverlo y me agradara atenderte nuevamente. ¿Confías en mi verdad Elizabeth?

Lourdes toma delicadamente la mano de Elizabeth y luego sube por su brazo casi acariciándola, Elizabeth siente un hormigueo en su cerebro y responde.

– Confío en ti Lourdes, me… me encantaría volver…

– Entonces no se hable mas toma esto y ve a la recepción, ¿confías en mi verdad Elizabeth?

– Confío en ti Lourdes, Gracias por todo Lourdes, volveré pronto…

Lourdes se le acerca y se despide de ella con un beso en la mejilla que por unos milímetros no rosa los labios de Elizabeth que se siente algo atontada y excitada al percatarse de que hubiera deseado besarla en eses momento.

Elizabeth sale del VIP y camina por el pasillo en dirección a la recepción, aun confundida por la despedida pero realmente contenta, al llegar entrega la tarjeta a la recepcionista que la despide con una sonrisa mientras le indica que el próximo viernes tendrá su siguiente sesión, la chica sale del lugar y tomando su auto se mezcla entre el trafico.

Dentro del salón Lourdes termina de recoger las cosas en el privado casi lista para su siguiente clienta y una puerta secreta camuflada en la pared lateral se abre permitiendo la entrada a Helen Bells que como siempre luce extremadamente sensual y algo intimidante en un traje sastre ejecutivo, de falda, blusa y saco acompañando todo el atuendo con sus zapatos de tacón de aguja, medias de seda y ligueros, debajo no hay ni sostén ni bragas pues no las necesita. Lourdes voltea a mirar a la recién llegada y siente como su coño se empieza a humedecer y sus jugos empiezan a escurrir. En su mente solo sabe que necesita obedecer, ser una buena chica y obedecer a Helen pues ella confía totalmente en Helen, obedecer es placer. Helen camina con paso decidido hasta ella y le dice:

– Lo has hecho muy bien Lola, has sido una muy buena chica, buena chica…

– Gra…cias, gracias señora, solo quiero obedecerla.

– Muy bien cuéntame todo.

Helen camina a la silla de atención y sin más abre sus piernas apoyándolas en dos soportes que aparecen bajo la silla al activar un botón, dejando a la vista de Lola ese apetecible coño que la controla y domina, Lola enfundada en traje blanco se arrodilla frente a Helen y empieza a lamerla y alterna las atenciones de su boca experta, contándole lo que Helen quiere saber.

– Candidata N00104, Elizabeth Hills, 23 años, arquitecta, soltera, sin parientes cercanos, referida por la Dra. Carol Arellanos…

Se detiene mientras su lengua recorre cada centímetro de ese coño que mantienen su mente prisionera, saborea cada jugo y aroma que la controla y su lengua sube y baja dando placer a su dueña…

– … los sensores detectaron que su Nivel de Libido al llegar era de 0.5, y su Nivel de Condicionamiento era de 4.20, las drogas de la Dra. Arellanos han sido efectivas en Elizabeth en un 80%…

Helen toma la cabeza de Lola y la entierra en su coño mientras Lola alterna movimientos circulares sobre el coño y hace que su lengua penetre lo más posible ente los labios vaginales, los gemidos de Helen no se hacen esperar elevando la excitación de Lola. Helen sigue acariciando los cabellos de Lola que a su vez sigue encharcando su propio coño con sus jugos pero no puede masturbarse pues no se lo han ordenado.

-… fuerte candidata para nivel 3, se inicio su condicionamiento. Al terminar la primera sesión su Nivel de Libido era de 3.5 y su nivel de Condicionamiento era de 6.3. Se le implantaron las órdenes normales y las órdenes control de avance para…

Una alerta sonora detiene las acciones y una muy excitada Helen revisa su agenda teléfono, donde acaba de recibir un mensaje. Le ordena a Lola detenerse y levantarse, del bolsillo del saco extrae una cadenilla de plata con un broche y mirando a Lola sostiene la cadenilla ante ella.

Lola no necesita recibir ninguna otra orden, simplemente abre los botones de su traje blanco desde la piernas hasta la cintura, revelando sus hermosas piernas cubiertas de medias de seda blanca, ligueros a juego y su coño húmedo sin bragas. Con ambas manos Lola separa sus labios vaginales y esto permite a Helen encontrar rápidamente el arito de plata colocado en el área del clítoris. Allí coloca el broche de la cadenilla que cuelga ahora desde su mano al coño de Lola, con un suave movimiento Helen hace caminar a Lola hacia la puerta oculta y la lleva de paseo como una perrita entrenada siguiendo a su ama por un pasillo detrás de los reservados VIP, al llegar a uno de ellos miran por un espejo falso y entran por otra puerta oculta.

Una chica asiática de por lo menos 20 años vestida con el mismo uniforme de Lola, pero a diferencia de ella, la chica asiática tiene fuera de su uniforme un enorme par de senos con aureolas rosadas con piercing de arillos de plata, esta de pie al lado de una de las sillas de atención. En la silla una completamente desnuda y excitada Patricia Zurita bombea su coño, sosteniendo con su propia mano, un vibrador de tamaño medio mientras la chica asiática acaricia sus senos y le besa apasionadamente, alternando esto con colocar sus hermosos senos en la boca de Patricia que los lame, mama y observa con absoluta devoción.

La chica asiática voltea al escuchar la puerta y colocándole unas gafas de realidad virtual a Patricia se aleja de ella para recibir a Helen y a su sumisa mascota Lola. Patricia recibe una sesión más de escenas sexuales donde mujeres son sometidas y controladas en diferentes locaciones por hombres y/o mujeres dominantes, que las domestican al punto de hacerlas hacer cualquier cosa que les pidan.

– Bienvenida mi señora, me ordeno le avisara en el momento en que la candidata N00133 estuviera a punto de romperse.

– Muy bien Mitsuki, has sido una buena chica, déjame ver como terminas con ella.

Helen avanza hacia la silla y observa a Patricia convulsionar mientras es sometida al condicionamiento mental, se coloca detrás de Lola y sin mas empieza a desabotonarle la parte alta de la bata dejando al alcance de sus manos los exquisitos senos de Lola, que simplemente deja que Helen juegue con sus tetas, Helen observa como Mitsuki retira las gafas y Patricia observa la escena de un par de chicas topless a su alrededor y una total extraña acariciando a una de ellas mientras le besa el cuello.

– Su Nivel de Libido ha superado el 9.8 y su Nivel de Condicionamiento es total.

Mitsuki toma el rostro de Patricia con una mano mientras con su otra mano sostiene ahora el vibrador que Patricia sostenía, empieza a bombearla rápidamente y mirándola a los ojos le dice:

– ¿Confias en mi verdad Patty?

– Aaaaaggg siiiiiii…. Confío en aaaaggg… confío en ti…

– ¿Dime lo que eres Patty?

– Soy una dócil, obediente y sumisa mascota… aaaaagggg…

– ¿Te gustan mis senos?

– Me encantan tus senos…

– Entonces atiéndelos Patty

Patricia levanta su cabeza hasta los senos de Mitsuki y tomándolos con sus manos los acaricia, besa, mama y lame como si su vida misma dependiera de darle placer a la chica con sus manos y boca. Al otro lado Lola no puede dejar de correrse y gemir al ser sometida por las expertas manos de Helen que ahora la sostiene con una mano acariciando su seno izquierdo mientras con su otra mano inserta dos dedos en el completamente mojado coño de Lola, le besa el cuello y lame su oreja mientras contemplan como Patricia luego de cuatro sesiones en el Salón de Belleza termina por perder absoluto control de su mente y su cuerpo.

Mitsuki ataca ferozmente el coño de la excitada Patricia y le dice:

– Me encantan tu cabello Patty, ¿recuerdas de que color era la primera vez que me visitaste?

– No lo recuerdo….

– Claro que no lo recuerdas, era castaño claro, te sugerí que lo pintaras de negro azabache pero tu dijiste que de ninguna manera lo cambiarias de color. ¿De que color es hoy tu cabello?

– Negro azabache aaaagggg…

– Muy bien Patty, buena chica, sabes me encantan tus senos…

Diciendo esto Mitsuki acaricia y besa los senos de la chica que esta a punto de correrse.

– Pero ¿sabes algo?, me encantaría que fueran mas grandes una o dos tallas más, ¿Qué te parece, te gustaría que fueran tan hermosos como los míos Patty?

– Siiii me encantaría tenerlos hermosos como los tuyos

– Los tendrás Patty, necesitas que sean más grandes y hermosos, te ayudaremos a hacerlos grandes y hermosos.

– Ufffff siiii sí quiero…. necesito…

– Necesitas correrte para mi Patty, necesitas correrte y dejar de pensar, obedecer es placer, tu quieres ser una buena chica y obedecer.

– Siiii eso quiero, dejar de pensar… aaaaggg… obedecer y cojeeeeer

– Entonces correte para mi Patty.

Justo en ese momento una señal se activa en uno de los dispositivos de la silla informando que los niveles de Patricia han llegado al máximo y la chica empieza convulsionar y a correrse una y otra y otra vez, Mitsuki se le acerca y tomando su cara hermosa con ambas manos le besa apasionadamente, explorando su boca con su lengua sin casi dejarle respirar. Al terminar su desconectado cerebro asimilara cada orden que le den, cada palabra quedara marcada a fuego para siempre en su subconsciente.

Mitsuki procede a colocar los audífonos en los oídos de una aturdida Patricia, que no demuestra ninguna emoción en su rostro el cual esta inclinado a un costado, solo se nota que sigue conciente por leves parpadeos en sus ojos verdes que miran al vacío y un hilillo de saliva escurriendo desde el borde de sus labios que se mueven al repetir los mensajes que recibe por los audífonos, los mensajes finales previamente preparados entran sin la menor resistencia en su mente haciendo que su cuerpo se convierta en un nuevo juguete sexual, una nueva máquina de placer a disposición de Industrias Fredensborg.

Lola igualmente termina corriéndose y Helen suelta la cadenilla ordenándole ir a terminar de recoger todo en el privado de Elizabeth. Mitzuki espera pacientemente los últimos 15 minutos de sesión de Patty. Luego de esto una complacida Helen observa como Mitzuki coloca una cadenilla en el piercing del clítoris de Patty y simplemente la lleva al baño como a una mascota y la ayuda limpiarse y a volver a ponerse la ropa con que llegara a la sesión.

Helen sale del privado y observa a Mitsuki darle las ultimas instrucciones a Patricia al despedirse, entre ellas olvidar cualquier cosa que pasara en la sesión hasta la siguiente orden implantada en su mente. Helen regresa a su oficina y observa a través de las cámaras de seguridad como la famosa María Patricia Zurita, recoge en la recepción un formulario de inscripción para el novedoso procedimiento de aumento de busto de la Clínica Baxter. El cual no es mas que llenar de nanomáquinas sus senos y que esas nanomáquinas se encarguen de aumentar su tejido graso dándole el volumen a sus pechos, una o dos tallas más grandes, mientras en su cerebro otras nanomáquinas se activan e instalan como receptores que sirven para encender y apagar su nueva personalidad de sumisa entrenada.

Con un par de ordenes en el teclado las pantallas de video cambian a las vistas de tres de las seis salas privadas donde en la primera sala una hermosa morena de enormes pechos esta sentada en la silla con su bata abierta, sus ojos cubiertos con gafas de realidad virtual y audífonos en sus oídos, mientras una chica pelirroja irlandesa de traje blanco de la Clínica Baxter le inserta un vibrador en el coño y arrodillándose en medio de las piernas de la morena comienza a darle una experta sesión de sexo oral ayudada por el vibrador que mete y saca del coño de la morena. En la base de la pantalla aparece en letras blancas sobre fondo negro el texto:

“Tercera semana; Vannesa Harper; 22 años; Oficial de Policía; Nivel de Libido: 6.8; Nivel de Condicionamiento: 7.9”

En la segunda pantalla una chica rubia aparece completamente desnuda, a cuatro patas mientras otra de las especialistas de la Clínica Baxter le inserta en el ano un dildo oscuro como su propia piel de ébano, sus senos oscuros de aureolas más oscuras se balancean al ritmo de las embestidas que da a la rubia, que simplemente sigue a cuatro patas siendo sodomizada y con su boca abierta deja escapar su saliva que escurre al piso, la especialista detiene la embestida y tomando un aplicador que contiene un líquido azul y lo aplica directamente a la base del cuello de la controlada rubia. Con esto la primera carga de nanomáquinas entra directamente al cerebro de la excitada rubia, allí esperaran hasta que todo el tratamiento termine y sean activados. En la pantalla el texto es el siguiente:

“Tercera semana; Michelle Vanderburgh; 24 años; Abogada Asistente del Fiscal de Distrito; Nivel de Libido: 7.2; Nivel de Condicionamiento: 7.5”

En la tercera pantalla una chica latina aparece cambiándose sus ropas en el vestidor, se le nota inquieta al quitarse toda su ropa y quedar en ropa interior antes de colocar su bata para iniciar su sesión. Se coloca la bata y se detiene justo antes de salir del vestidor, regresa sobre sus pasos y nuevamente se quita la bata sacándose el sostén y colocándolo sobre sus otras ropas, se coloca la bata, sale y se encuentra con una sonriente Lourdes que ya tiene todo listo para su champú.

“Segunda semana; Dennis Sandoval; 23 años; Ingeniera Química; Nivel de Libido: 4.6; Nivel de Condicionamiento: 6.7”

El teléfono de Helen empieza a sonar y ella lo contesta mientras sigue observando las pantallas.

– “Hola Helen, cuéntame que tal esta el nuevo establo”

– “Hola Amo Robert, todo marcha según lo planeado, dos nuevas candidatas están listas para la cuarta semana, cuatro candidatas en la segunda. La lista de reservaciones esta llena por los siguientes tres meses y la siguiente semana María Patricia Zurita estará visitando la Clínica Baxter para los implantes mamarios y la segunda fase de su adoctrinamiento”

– “Muy buenas noticias Helen, has sido una excelente chica, una muy buena chica, pronto tendrás tu recompensa”

– “Gracias Amo servirlo y condicionar estas nuevas esclavas es mi mayor recompensa”

– “Muy bien Helen, justo como te hemos programado, ahora se una buena chica y córrete para mi”

Helen empieza a correrse una y otra vez sin el menor control o voluntad, mientras observa por la pantalla a una dócil Dennis Sandoval con su cabeza cubierta con el secador y Lourdes sin ninguna resistencia abre la bata de Dennis y comienza a acariciar y lamer los erguidos pezones de la indefensa chica.

A diez minutos de Salón de Belleza, una Elizabeth renovada, hermosa y segura de si misma, estaciona su auto junto a unos locales comerciales. Al caminar algunas dudas y algo de vergüenza la invaden cuando entra en un Sex Shop. Todas las miradas se detienen en ella, mientras se toma su tiempo viendo la mercancía en exposición. Dos minutos después y con la mirada cómplice y picara de un joven que atiende el Sex Shop sale del lugar con su nuevo vibrador y se dirige a su auto. Al pasar por una vitrina mira su reflejo y decide que es tiempo de un cambio de guardarropa, algo mucho mas sexy no estaría mal, tal vez medias y liguero, una ultima mirada y se pone a pensar que también es tiempo de cambiar ese tono castaño de su cabello por algo más claro y llamativo, un tomo rubio tal vez….

Continuara…
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR ESCRIBIDLE A:
blackfires@hotmail.com

 

Relato erótico: “Novio en estado de coma 2” (POR MARTINA LEMMI)

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MALCRIADA2
   Mis oídos ya hace rato que no pueden creer las palabras que brotan de los labios de Liz.  Por momentos me pongo a pensar que quizás todo esto sea una gran pesadilla, un maligno y prolongado Sin-t-C3-ADtulo24sueño provocado por el coma… O quizás… O quizás esté muerto… y mi cabeza siga trabajando e inventando cosas, tal vez dando forma a mis peores temores… Pero por otro lado siento que es todo tan real: la voz de Liz, la entonación de las palabras, los movimientos que los sonidos permiten deducir… Por lo pronto él avanza hacia ella: eso está bastante claro; los pasos son lentos y pausados pero a la vez firmes y decididos.  El lobo va hacia su presa, la cual se entrega mansa y plácidamente a su influjo…
           Ahora escucho sus bocas besarse: también está claro; hay sonidos como de succión y reconozco auditivamente la forma en que Liz besa aun cuando, debo decir, se le detecta ahora un cariz que demuestra mucho más apasionamiento que otras veces.  Hay un beso largo, prolongado, hasta que finalmente sus bocas se separan: se vuelven a besar un par de veces más pero más corto.  Ahora sí, sus bocas parecen separarse definitivamente o, al menos para dar lugar al momento en que van a pasar a otro tipo de acción.
         Inconfundible llega a mis oídos el sonido de la hebilla de un cinturón; lo primero que puedo suponer es que él está soltándolo para bajar su pantalón.
          “Hmmmm… – dice él –. Se te nota un poco ansiosa por bajármelo…”
           O sea: me equivoqué; es ella por cuenta propia quien lo está haciendo.  No responde ni agrega una palabra, sin embargo, a lo que él ha dicho, sino que aparentemente sus dedos siguen aplicados a la tarea de soltarle el cinturón; a juzgar por lo que se oye, sus movimientos parecieran hacerse cada vez más nerviosos: había comenzado delicadamente pero se advierte que al haber encontrado alguna dificultad para soltar el cinturón, ahora lo hace con menos cuidado y con marcada ansiedad.  Cuando finalmente lo logra, se escucha el deslizarse del pantalón hacia abajo, posiblemente también el calzoncillo… La respiración de Liz se ha vuelto entrecortada, nerviosa, algo jadeante…
          “Hmmmmmmmmmmmmmmm… – suelta él visiblemente excitado – Ssssssí, asssssí…. Cometela toda, ¡toda!!!”
            Ahora sí puedo oír perfectamente que ella succiona… Se la está mamando… lo que nunca quiso hacer conmigo porque decía que era una práctica que le daba asco…
            “Hmmmm… – continúa él, pues su voz es la única que se escucha; de parte de Liz sólo salen sonidos guturales y onomatopéyicos -. Qué buena lengüita que tenés… así, así… Lameme bien la cabecita… así, así.. hmmm… qué bien que lo hacés.  Sos una putita…”
            Esto debería ser el final.  A Liz no le gusta el lenguaje guarro y menos cuando es peyorativo hacia la mujer… Sin embargo, me quedo aguardando una reacción o una negativa de su parte… pero nada; al contrario, parece como si la succión se volviera más frenética aun, como si el epíteto que el médico le había lanzado le diera nuevos bríos en lugar de ahuyentarla… Sinceramente… no puedo creerlo… Ésa no puede ser Liz…
          “Hmmm… sí, putita… así, así… esoooooo… Te voy a llenar esa linda boquita de leche calentita… Así, vamos…”
           Y otra vez el ritmo se acelera… Ella está chupando cada vez más y más alocadamente… Los jadeos de él invaden el aire y no puedo creer que no estén escuchando desde los pasillos, desde la enfermería, desde la guardia o desde las otras habitaciones, por más cerrada que esté la puerta… Se advierte claramente que él está a punto de eyacularle… y que va a hacerlo… en su boca… en esa boquita hermosa que tantas veces besé con pasión y sentimiento…
         “Aaaahhhh… aaaaah… aaaah… – jadea él y, por momentos, me parece que Liz quedar sofocada por alguna fracción de segundo, lo cual evidencia que él debe tener todo su miembro adentro de su boca y que, además, es bastante posible que esté acompañando la succión de parte de ella con movimientos de pelvis por parte de él: en otras palabras, le está cogiendo abiertamente la boca -. Eso, puta, así, asssssí… aaaaaahhhhh…aaahhhhh…aaaaaahhhhhh…. Tragatela toda… trágatela toda, ¡todaaaaa!”
         Acompaña sus palabras con un claro golpe que detecto como tal.  ¿Es posible que él le haya propinado una cachetada?  ¿A Liz? ¿A mi Liz?  ¿Y ella nada hace al respecto y sigue chupando?
         “Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh”
 

Tras el último grito de él, la respiración, si bien continúa jadeante, baja el ritmo.  Está claro que el episodio terminó.  ¿Le acabó en la boca?  Quiero pensar que Liz haya soltado su miembro en el momento en que él eyaculaba.

             “Lo hiciste muy bien, linda…” – dice él en la medida en que va recuperando el habla y la respiración; otra vez detecto que le ha propinado una cachetada, más suave que la anterior y que se me ocurre como de felicitación, como quien palmea a un perrito que ha traído de regreso el palo que han arrojado a lo lejos.
             Ahora también se escucha la respiración de ella… ya no tiene el miembro en su boca.
            “Así me gusta – continúa él -.  Te tragaste tooooda la lechita”
 
ackqh5ke
             Me siento un imbécil por haber llegado a creer que ella soltaría su pene en el momento de acabar.  El sonido de la cama de al lado evidencia que ella, ahora se ha echado de espaldas sobre la misma… Y a continuación,  la cama vuelve a crujir dejando en claro que ahora él también se trepa a la misma… Se puede percibir cómo se va arrebujando y no hace falta ser demasiado imaginativo para darse cuenta de que están uno junto al otro, probablemente él rodeándola con los brazos.  Los besos recomienzan: besos cortos pero cariñosos.
               “Perdón” – dice ella.
                “Perdón por qué?”
                “Porque supuestamente ibas a cogerme… y te hice acabar… Me ganó la ansiedad”
                 “Je,je.. ningún problema, linda… No te sientas mal que en un momentito más te voy a estar dando la cogida de tu vida…”
                  “Epa… – ella parece sorprendida -.  Es que… ¡de verdad se te está parando nuevamente!”
                 “Jaja… se nota que estás mal acostumbrada… Ése te debía coger bastante mal”
                 “¡Fuera de broma! – insiste Liz – ¡Jamás recuerdo que se le haya vuelto a parar tan rápido!”
                  “Je… Tenías una nena al lado y no un hombre por lo que parece”
                  Quiero crispar los puños pero no puedo.  Quiero levantarme y golpearlo… pero no puedo…
                  “Hmmm… qué malo que sos… – dice ella más en tono de lamento que de enojo -.  No te rías de los pobres”
                   “Jajaja… Es que las minas como vos necesitan hombres de verdad… hmm… me gusta cómo me estás tocando…”
                   “Y a mí me encanta tocarte… hmm… esa pija ya está para comérsela de vuelta”
                 “Je,je… sé que es lo que te gustaría, putita hermosa… pero vamos a lo que me habías pedido… ¿qué era?…”
                “Hmmmmm… no me acuerdo, ja…”
                “Querés que te refresque un poco la memoria?”
                 “Eehhmmm… cómo sería eso?”

                 “Primero vas a empezar por ponerte en cuatro patas sobre la cama”

                  Lo está diciendo, claro está, en tono de orden… Es absolutamente insolente hacia ella, hacia una mujer que tiene pareja y a quien le restaban pocos días para casarse, pero una vez más el tono de macho arrogante no pareciera a ella molestarle sino más bien todo lo contrario.  La estructura metálica de la cama cruje, lo cual evidencia que se está produciendo movimiento y que, más que probablemente, ella está adoptando la posición que él le acaba de demandar.  Las siguientes palabras del doctorcito lo confirman:
                 “Muy bien, putita, así me gusta verte… en cuatro patas como una perrita.  A ver si ahora te acordás un poco mejor de lo que me dijiste… ¿qué era lo que querías?”
                 Él paladea y saborea el placer que la situación le provoca.  Ella ríe:
                “No sé – responde haciéndose la tonta -, sigo sin acordarme doctor…”
               “Ajá… vamos a tener que recurrir a otro método para que te acuerdes… hay que profundizar el tratamiento… A ver, paciente, súbase la pollera y bájese la bombachita…”
 
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               Se escucha ruido de tela deslizándose; la muy puta está haciendo al pie de la palabra todo lo que él le dice sin considerarlo humillante ni degradante o bien, lo que es peor, disfrutando con esa degradación a que él la somete.
               “¿Y ahora paciente? ¿Estando con el culito al aire se acuerda mejor?”
              Liz no contesta; la respiración se le ha empezado a entrecortar y se la nota agitada; está claramente excitada por la situación.
             “Quiero que me coja… doctor”
              “Aaaah, mire usted, vamos recuperando la memoria, pero todavía no del todo por lo que parece… ¿Cómo hay que hacer el pedido? ¿Ya se olvidó de las formalidades?”
              “Por favor, doctor… cójame”
               “Ahora me gusta más, jeje… – la risita de él rezuma triunfo -.  Pero lamentablemente no puedo porque me tengo que ir a ver a mi paciente…”
              “¡Noooo! – le interrumpe ella prácticamente en un alarido; difícil es creer que no haya sido oído desde los pasillos -.  Por favor… nooo… no te vayas Javier, no me dejes así…”
            Ella suena desesperada…
            “Pero tengo que irme paciente… Volveré más tarde…”
            “¡Por favooor!” – implora ella en un tono terriblemente hiriente.
            Se produce un instante de silencio.
           “Está bien – concede él -.  Creo que podemos hacer una excepción dado el estado desesperante en que se encuentra la paciente… Además, como ya dije antes, el otro paciente no tiene demasiadas esperanzas, jeje”
           Alcancé a notar un suspiro de alivio en Liz.
            “A ver, putita – continúa él – quiero verla mover el culito, como hacen las perras en celo cuando hay un perro cerca”
            No puedo describir el asco que siento.  De no ser porque no tengo nada en el estómago estoy seguro de que vomitaría de rabia y desagrado ante lo que estoy oyendo.
            “¿Así, doctor?” – dice ella, con un tono que busca sonar ingenuo y a la vez terriblemente perverso.
             “Hmmmm…. sí, paciente… me gusta mucho cómo lo hace…siga así, siga así”
              Mientras continúa degradándola verbalmente, puedo escuchar cómo él se va apeando a la cama; se oye el sonido de las palmas de sus manos posiblemente aferrándola a ella por la cadera; la cama cruje nuevamente… él está comenzando a montarla.  Un “ooh” ahogado, surgido de labios de Liz, marca el inicio de la penetración.  Y una vez más siento que una daga me estuviera lacerando por dentro, regodeándose en mis vísceras…  La cama cruje pero ahora rítmicamente… y a un ritmo cada vez más acelerado.  Los jadeos de él pueblan la habitación junto con los gemidos de Liz… El hijo de puta se la está montando… y todo eso está ocurriendo al lado de la cama en la que yazco… y en la misma pieza…acs9ZfSE
         El ritmo se incrementa… los jadeos y gemidos también…
       “Hmmmm… así, así, así… – dice él – así, puta, mové el culo que yo te la pongo bien puesta”

         Ella, por supuesto, no reacciona… o, más que probablemente, reacciona positivamente a los deseos de él… Puedo imaginar la escena, puedo verla…  Finalmente llega el grito de él, prolongado, sostenido… y el de ella, coronado su orgasmo en un tono sobreagudo que, a decir verdad, no le conocí en ninguna de las oportunidades en que tuvimos sexo.  Por más que me duela, él la está haciendo disfrutar mucho más de lo que yo pueda haberlo hecho alguna vez… Y él la está disfrutando a ella también…, a mi prometida, a quien se iba a casar conmigo apenas unos días después del fatal momento en que me tocara estrellarme en el auto… Quiero despertar… quiero cortar estas ataduras invisibles que me mantienen atado a la cama…

            “¿Lo disfrutaste o me equivoco?” – pregunta él con tono de sorna y sabedor, por supuesto, de la segura respuesta.
           A ella le cuesta recuperar el aliento… Cuando finalmente habla, la voz  le sale algo ahogada, lo cual me da la imagen de que permanece aún en cuatro patas y con el rostro ladeado y prácticamente estrujado contra la cama.
              “Nunca nadie me cogió así en mi vida… – dice -.  Nadie…”
            No dejo de maldecir a quien sea que, desde el más allá, arbitró las cosas de tal modo de permitirme escuchar… Hubiera sido infinitamente más clemente no dejarme hacerlo y que las cosas simplemente discurrieran… O bien dejarme morir… Sí, eso hubiera sido más justo todavía…
            Durante un rato más no se escucha crujir la cama; están seguramente arrebujados uno contra el otro.
            “Sos hermoso” – dice ella.
            “Vos también” – dice él.
                                                                CONTINUARÁabzEjOvm
 

Relato erotico: “Mi madre y el negro X: El nuevo orden”(POR XELLA)

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me darías 2EL NUEVO ORDEN

Sin títuloAlicia no podía dejar de mirar las fotos de su madre, ¿Que la estaba pasando? No sentía el rechazo y el enfado del principio, ni siquiera los celos de hace un par de días. Simplemente sentía morbo y excitacion, tenía ante sí el reportaje gráfico de la primera relación lésbica de su madre y eso la calentaba. Mucho.

La noche anterior había vuelto a “sucumbir” a su hermana, Claudia la había usado nuevamente para obtener placer sin dar nada a cambio y ella lo había aceptado como si fuese lo que hubiese de ser. Y a lo mejor era así. A lo mejor estaba hecha para ser usada. Frank lo hacía y a ella le gustaba, ¿Por qué no iba a hacer lo mismo su hermana?

Cuando su madre llegó la noche anterior, ella todavía estaba en el cuarto de Claudia, tumbada boca arriba en la cama y con su hermana sentada sobre su cara, casi no podía respirar, pero le había excitado sobremanera. Facesitting, le había dicho que se llamaba eso. Había permanecido casi 30 minutos en esa posición, con el coño de su hermana en la boca y su ojete en la nariz, perdió la cuenta de cuantos orgadmosntuvo Claudia, lo único que sabía es que ella no había tenido ninguno.

Cuando regresó a su habitación se masturbó furiosamente hasta que se quedó dormida por el agotamiento.

—————

Los días pasaban y la situación volvía a la normalidad, o lo que se estaba convirtiendo en normalidad en aquella casa. Alicia había vuelto a la universidad una vez recuperada de sus lesiones, y el pequeño juego que se traían entre todos seguía su curso, aunque con pequeños cambios.

Siempre que Frank quería follarse a Elena iba acompañado de Becky para que la rubia la usase para su propio placer. Poco a poco iba introduciendo nuevos juegos y juguetes y Elena había aprendido a disfrutar de ello. Desde fustas y esposas, hasta un arnés con el que la mujer se follaba duramente a la chica. Cuando Frank se corría sobre ellas tenían que limpiarse la una a la otra con la lengua.

Alicia por su parte seguía recibiendo fotos de las peripecias de su madre, pero las visitas de Frank se habían reducido, un par de veces a la semana a lo sumo. Por contra, prácticamente todas las noches iba a la habitación de su hermana para ser usada por Claudia, se había convertido en una pequeña marioneta de su hermana y, extrañamente, eso le proporcionaba mucho placer, estaba empezando a actuar sumisamente ante ella incluso fuera de sus juegos de cama.

Un día, Claudia apareció con un nuevo juguetito, era un vibrador que se conectaba por bluetooth al móvil de Alicia, y era controlado por el de Claudia, desde entonces se lo llevaba puesto a clase y trataba de aguantar las vibraciones aleatorias que le mandaba su hermana intentando que nadie se percatase.

————

Un nuevo mensaje de Frank llegó al móvil de Alicia, lo miró ilusionada, aunque algo extrañada, era sábado, y normalmente los sábados Frank disfrutaba a día completo de su madre.

– Esta tarde estaré en tu casa con la zorra de tu madre. Ponle alguna excusa para irte, pero quédate escondida para ver el espectáculo.

La chica se desinfló, realmente volvería a pasar el día con su madre, aunque en el fondo estaba excitada por la idea de ver como se la follaba. ¿Vendría también con Becky?

———–

Después de comer, como había acordado, hizo que se iba de casa, pero se escondió en su habitación hasta que oyó llegar a Frank. Entonces bajó y desde el quicio de la puerta comenzó a espiar la situación. Efectivamente Becky estaba con ellos, vestida con su habitual atuendo de conejita, con el plug anal con forma de cola de conejo insertado en su culo, estaba a cuatro patas situada tras su madre, lamiendo su culo y su coño mientras ésta, a cuatro patas también, chupaba la polla de Frank.

Alicia comenzó a excitarse ante la visión del lascivo trenecito y llevó la mano a su entrepierna, apartó el tanga y comenzó a masturbarse mientras no perdía detalle de como la polla de Frank desaparecía una y otra vez en la garganta de su madre. La manos de Frank estaban aferradas a la nuca de la rubia, marcando el ritmo de la mamada. Desde la puerta Alicia podía escuchar perfectamente el sonido de chapoteo que producía, así como los jadeos de los amantes.

Becky separó las nalgas de Elena con una mano, mientras que con la otra, tras introducirla en el coño para lubricarlos, comenzó a meter dos dedos en el culo de la mujer. Alicia había visto como Frank sodomizaba a su madre, así que los dedos de Becky no debían ser un problema para ella, aun así, no dejaba de ser una escena impactante para la chica. Elena comenzó a bambolear sus caderas movida por el placer, buscando una penetración más profunda por parte de la joven.

– ¿Que crees que estás haciendo?

Alicia se dio la vuelta sobresaltada, y avergonzada, retiró rápidamente la mano de su coño. Era su hermana.

– Yo…

Ni siquiera supo acabar la frase, no podía desviar la mente de lo que estaba pasando en la habitación contigua. Retomó la masturbación aún estando ante Claudia, total, ella la había visto en situaciones más embarazosas aún.

– ¿No puedes ni acabar la frase? ¿Que ibas a decir? ¿”Yo sólo me estoy masturbando mientras veo como se follan a mi madre”? ¿”Yo sólo soy una zorra cachonda que no puede estar un segundo sin llevarme las manos al coño”?

La chica apartó la mano de su hermana y continuó con la suya, Alicia se sobresaltó, era la primera vez que su hermana hacía algo para proporcionarla placer a ella. Cerró los ojos y la dejó hacer.

– Desnúdate… – Susurró Claudia en su oído.

La chica obedeció y en pocos segundos estaba en cueros ante Claudia. Ésta se situó tras ella, masturbandola desde atrás, mientras seguían observando el trío que había en el salón.

Elena estaba sentada a horcajadas sobre la polla de Frank, que estaba en el sofá. La rubia gemía y gritaba cada vez más alto mientras Frank la ensartaba una y otra vez. Tras ella, Becky follaba su culo con una especie de mordaza que llevaba acoplada un consolador.

– ¿Te gusta lo que ves? – Susurraba Claudia. – A la vista está que te excita pero… ¿Que lugar desearías ocupar? – Esa pregunta descolocó a Alicia, obviamente le gustaría estar en el lugar de su madre, follada por la enorme polla de su macho pero… La imagen de Becky arrodillada y sometida a los deseos de los otros dos,amordazada y “obligada” a darles placer de esa manera tan humillante… – Te gusta ser tan zorra como mamá, ¿Verdad? Que te follen como la perra que eres, tener tu ración de polla todos los días… – El aliento de Claudia en su oído estaba volviendo loca a Alicia, que movía las caderas al compás de la mano de su hermana. – pero… Te pone mas que te usen… Ser el juguete de los demás, como nuestra amiga Becky. Te gusta ser usada y humillada sin que a nadie le importe tu placer…

Alicia cerró los ojos y dejó escapar un suspiro, estaba a cien, sentía como su cuerpo estaba a punto de estallar pero, de repente, Claudia paró. La agarró fuerte del pelo y tiró hacia atrás, obligándola a mirarla a los ojos.

– Veamos que tan perras sois.

Y diciendo esto empujó a Alicia obligándola a abrir la puerta y entrar en el salón.

En cuanto sonó la puerta se hizo el silencio, todos miraron a Alicia entrar desnuda y con su hermana sujetandola del pelo. La chica tropezó y Claudia no hizo nada por sujetarla, con lo que cayó al suelo ante Frank, su madre y Becky.

– ¡A-Alicia! ¡Claudia! ¿Q-Que?… – La mujer balbuceaba todavía con la polla de Frank y el consolador de Becky en sus entrañas. – Esto… Esto no es lo que parece.

– ¿Y que parece? – Preguntó Frank, con una sonrisa de oreja a oreja.

Elena se quedó de piedra al ver la tranquilidad que mostraba, entonces cayó en la cuenta de que Alicia estaba desnuda. Intentó levantarse pero Frank la agarró con fuerza de las caderas, bajándola de golpe y metiendole la polla hasta el fondo. Elena grito de sorpresa y dolor.

– ¿Que está pasando aquí? D-dejame levantarme… – Suplicaba Elena.

– ¿Por qué? Hace unos minutos estabas suplicando por mi polla. ¿Es que ya no la quieres? – Frank la miró con severidad, Elena sabía que esa mirada implicaba mas de lo que aparentaba, que Frank no quería jueguecitos ni quejas.

– N-No… O sea… ¡Si! Si…L-La quiero… Pero…

– Ni pero ni nada, ¿Tienes algún problema con hacerlo delante de la gente? No es la primera vez que lo hacemos, ¿Verdad?

– No…pero…

Alicia recordó unas fotos en las que su madre se la chupaba a Frank en los baños de un bar, con gente mirando. Había otras en las que la sodomizó en un parque al aire libre.

– ¿Pero que?

– Son mis hijas…

– Mejor, así todo queda en familia. Claudia, ¿Tu tienes algún problema? – La chica negó con la cabeza. – ¿Y tu, Ali?

– N-No…

– P-pero… – Balbuceaba Elena, pero Frank la levantó en vilo y la tiró abierta de patas en el sofá.

De un golpe le clavó toda la extensión de su miembro en el coño, arrancando un gemido de la rubia. Comenzó un duro mete-saca que consiguió llevar a la mujer al borde del orgasmo. Alicia giró la cabeza, pero no podía evitar mirar de reojo la violenta follada que estaba sufriendo su madre, veía como botaban sus tetas y como se escapaban de su boca los gemidos de placer.

– ¿No es esto lo que quieres? – Decía el negro.

– SSsssiii..mmmhhhh… – Elena ya había perdido toda noción de raciocinio, su cuerpo era puro éxtasis y pertenecía por completo a aquella pantera que la estaba follando.

– Diles a tus hijas lo que eres. Que sepan quien es su madre.

Elena dudó y Frank sacó su polla de golpe, dejando un vacío enorme en la madura mujer.

– Noooo – Protestó, moviendo sus caderas hacia el miembro de Frank.

– Dilo.

– Soy… Soy una puta. Soy la puta de Frank, soy su zorrAHh! – El chico volvió a meter el rabo de un empellón. Elena se mordía los labios de deseo.

– ¿Veis lo puta que es vuestra madre? Se derrite por una buena polla. Aunque lo que le gusta últimamente es otra cosa…

Frank se llevantó dejando nuevamente a la mujer vacía y ansiosa. Desde la posición en la que estaba Alicia, podía ver perfectamente el coño abierto de su madre.

– Últimamente vuestra madre se ha aficionado a follarse a Becky. Le gusta usarla para su propio placer, ¿Verdad? – Elena aparto la mirada. – Venga, Becky. Ponte en la posición que le gusta a Elena. – La chica obediente se tumbó boca arriba, estirada. – Vamos Elena, no seas tímida, si todo queda en familia.

La mujer se tragó sus sentimientos, sabia que si no hacía caso Frank no querría volver a verla, y estaba demasiado enganchada a el para permitirlo, estaba demasiado sometida a él. Total, era un paso más de todos los que había estado haciendo desde que empezó con el chico. Se levantó y se colocó a horcajadas sobre la cara de la chica, insertándose el consolador que llevaba como mordaza. Con la cara roja de vergüenza comenzó a montar la cara de la chica, primero dubitativa, después alentada por la excitación.

Alicia estaba a cien. La escena que ocurría ante sus ojos la estaba volviendo loca, la manera de actuar de su madre incluso ante sus hijas, la manera de usar a aquella chica sin importarle ella ni lo mas mínimo…

Una caricia la sacó de sus pensamientos, Frank se había situado junto a ella, con su enorme polla al lado de su cara. Alicia la agarró con una mano para dirigirla a su boca. La notó pegajosa. “Esta polla acaba de salir del coño de tu madre” se dijo a si misma. Un cosquilleo bajó desde su cabeza hasta su sexo sólo de pensarlo, primero olió, después probó, después devoró. Era extraño. Extraño y excitante. Era un sabor distinto al suyo y al de su hermana, pero a la vez era similar. Comenzó a lamer cada centímetro para recoger ese peculiar sabor, miró al chico a los ojos y después miró a su madre. Ésta la miraba fijamente, con una expresión mezcla de confusión y excitación. Entonces algo pasó entre ellas, una especie de click sonó en sus cabezas y se vieron la una reflejada en la otra. “Es tan zorra como yo” pensaron ambas, y eso les supuso una liberación y una aceptación de la situación en la que estaban enorme, sobre todo a Elena, que acababa de enterarse de todo. Justo en ese momento Elena de fijo en algo en lo que no había reparado. Su hija tenía un tatuaje igual al suyo, ¿Desde cuando…?

Pero algo interrumpió sus pensamientos porque, mientras eso sucedía, Claudia se había quitado la ropa y se había acercado a su madre. Sostuvo ligeramente las mejillas y besó suavemente sus labios.

– A partir de ahora todo irá mejor en casa, mamá. Cada una será quien realmente es.

Elena la miró a los ojos sin comprender, y observó como su hija alzaba la pierna sobre su cabeza, dejando el coño ante su cara. La mujer estaba paralizada, la situación era cada vez mas bizarra, Claudia, al ver la pasividad de su madre la obligó a enterrar la cabeza entre sus piernas. Tras unos segundos de sorpresa, la chica notó como su madre comenzó a mover la lengua, de manera lenta pero segura. El cosquilleo que le producía, unido al morbo de la situación llevaron a Claudia a un orgasmo casi instantáneo, empapando a Elena.

– ¡Que poco has aguantado! – Exclamó Frank. – Tu madre lleva un rato ya y no se a corrido aun, y tú no has durado más que unos segundos.

– Vamos a remediar eso. – Dijo Claudia, picada por las mofas del negro. No le gustaba que se rieran de ella. – Ven aquí, mamá.

Tiró del brazo levantándola, Elena se dejó hacer, sorprendida de la fuerza de su hija. Ésta la arrojó al suelo al lado de Frank y Alicia, apartó al chico de un empujón y lanzó a su hermana a las piernas de su madre.

– Vamos zorra, enseñale a mamá lo bien que se te da comer coños. – Alicia miraba a su hermana asustada. – ¡Vamos!

Sumisamente Alicia apartó la mirada y la dirigió a su madre durante unos segundos antes de enterrar la cabeza en el lugar por donde había nacido.

– P-Pero ¿Que? – Balbuceaba Elena tratando de detener a su hija.

Claudia se situó tras ella, le sujetó la mano y la tiró del pelo.

– Todos hemos visto lo putas que sois – dijo -, es hora de que jugueis juntas como buena madre e hija.

La mujer suspiró cuando Alicia comenzó a lamer, su lengua se movía con habilidad recorriendo con pausa cada rincón de su coño.

– La he enseñado bien, ¿Eh? – Decía Claudia. – Como podrás comprobar es toda una experta.

– ¿T-Tu?… – Elena intentaba hablar entre los espasmos de placer que le producía su hija. – ¿Vosotras?…

– Si. Nosotras. – Claudia se arrodilló al lado de su madre y comenzó a juguetear con sus pezones. – No te imaginas la de orgasmos que me ha dado mi hermanita mientras tu dormías plácidamente en la habitación de al lado. Le encanta ser tan zorra, igual que a ti. – Remarcó la última palabra con un pellizco que arrancó un gemido de su madre.

Frank se masturbaba lentamente viendo la escena, mientras que Becky seguía en la misma posición en la que la habían dejado. La respiración de Elena se aceleró e, inconscientemente llevó sus manos a la cabeza de Alicia, empujándola contra su coño. Alicia intensificó el ritmo, tenía la cara empapada del flujo de su madre y le costaba respirar, pero no estaba dispuesta a parar, notaba perfectamente las convulsiones que provocaba y quería llevarla hasta el final.

La mujer no tardó mucho en estallar en un poderoso orgasmo que la hizo gritar y revolverse en el sitio. Cerró los ojos, no quería que esa sensación acabase y tampoco enfrentarse a la realidad de lo que acababa de suceder.

– Que bonito espectáculo. – Dijo Frank. – Madre e hija demostrándose todo su amor pero, ¿No os olvidáis de algo?

El chico meneaba su enorme polla ante ellas, rápidamente las dos se situaron ante él, arrodillada la una a la otra y Frank comenzó a llevar su polla de la madre a la hija. Al principio reticentes, después completamente entregadas, lamían y chupaban el caramelo que tenían delante, se turnaban y se compenetraban para no molestarse y dar mas placer a su hombre.

No tardó mucho tiempo en derramar su semen en la cara de ambas, que lo recibieron gustosas con la boca abierta. Claudia estaba preparada para tomar una bonita fotografía familiar, con su madre y su hermana cubiertas de lefa.

——————

A partir de ese día nada fue igual. Las tres mujeres de la casa comenzaron a tener sexo asiduamente, Claudia era la dominante, Alicia la sumisa y Elena, dependiendo de con cual estuviese, una cosa o la otra. Rápidamente se instauró también esa cadena de mando para la vida habitual y no sólo para el sexo, así pues, Claudia disponía de su madre y su hermana a su antojo. Ellas hacían las tareas de la casa, las hacía disfrazarse, a veces de asistenta francesa, otras de colegialas, otras simplemente iban completamente desnudas…

Frank las visitaba casi todos los días y disfrutaba de ellas tanto como Claudia. La idea de los piercings en los pezones de Alicia le gustó, así que se los hizo también a Elena. Las hacía llevar una cadenita de oro enganchada a los aritos, o unos pequeños cascabeles que le gustaba hacer sonar mientras las sodomizaba…

Al tiempo acabó mudándose allí, y con él Becky. La chica era el escalafón mas bajo de la pequeña sociedad que habían montado, era poco mas que la mascota, no en vano siempre iba vestida como tal y, por supuesto, que no faltase su plug anal con forma de la cola del animal que correspondiese.

Elena asumió su papel con facilidad, así como la verdadera cara de sus hijas, sentía un especial afecto hacia Alicia, puesto que se veía reflejada en ella, aunque no dejaba pasar la posibilidad de castigarla cuando le tocaba dominar, en parte por que sentía un pequeño acceso de celos por Frank, para demostrar que ella estaba por delante.

Alicia acabó la universidad y comenzó a trabajar en un pequeño periódico local. Fuera de casa actuaba con normalidad pero nada mas entrar sabía cual era su rol. Todavía, muchas noches se masturbaba pensando en el momento en el que todo comenzó, la primera vez que vio a su madre y al negro.

PARA CONTACTAR CON LA AUTORA:
Paramiscosas2012@hotmail.com

 

Relato erótico: “De plebeyo a noble 3. LA ISLA” (POR AMORBOSO)

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Gracias a la tensa relación, pudimos dedicar más tiempo a terminar nuestro proyecto de salida de la isla.

Sobre la barca original, construimos una plataforma de cañas fuertemente atadas con troncos ligeros pero fuertes para darle consistencia. A ambos lados colocamos troncos ligeros y cañas para que actuasen de flotadores y estabilizadores, tal como nos había comentado y dibujado Robert tiempo atrás, según modelos que había visto en sus viajes. En el centro, un mástil que sujetaba una vela de hojas trenzadas y tela que podía rollarse en caso de tormenta. La barca original hacía de almacén, donde metimos toda la comida y agua que pudimos, además de la que cabía en la plataforma.

Todos no podíamos ir, puesto que no sabíamos la duración del viaje y podíamos quedarnos sin comida y agua antes de encontrar ayuda. Primero nos planteamos ir los dos hombres porque tendríamos más fuerza para manejar vela, timón o remos, si fuese necesario.

Más tarde lo pensamos mejor, y caímos en la cuenta de que dejábamos desprotegidas a las mujeres, que escasamente podrían alimentarse de frutas, por lo que sería mejor ir un hombre con dos mujeres.

Reunimos a todas y explicamos la situación, terminando diciéndoles que Peter sería el que iría como hombre con más experiencia en navegación y que las muchachas que podían acompañarle, podían ser Judith y Helen, las dos pupilas.

No puedo explicar el lío que se armó tras nuestras palabras. A las muchachas les daba miedo y no querían ir. Caitlin, la madre, dijo que ella estaba dispuesta a ir, pero deberían ir también sus dos hijas. La tutora no estaba de acuerdo en que se fuesen ellas no fuera que luego no enviasen ayuda.

Después de ver cómo discutían durante un buen rato, les dijimos que se pusiesen de acuerdo y nos comunicasen su decisión, pero que si no elegían a dos, nos iríamos Peter y yo, dejándolas solas para que se buscasen la forma de sobrevivir. Inmediatamente nos marchamos de allí y las dejamos solas para que decidiesen.

Por nuestra parte, comuniqué a Peter que, si se quedaba la tutora, estaba dispuesto a matarla antes de que la barca desapareciese en el horizonte. Peter, por su parte, también tenía claro que no iba a hacer el viaje con ella.

Al anochecer volvimos con ellas y nos informaron que irían la tutora con las pupilas Helen y Judith, quedando las otras dos a cargo de Caitlin.

Ultimamos los preparativos, comprobamos toda la carga de comida y abundante cantidad de monedas y una semana después de esto, partieron los cuatro.

Los que quedamos, reanudamos nuestra vida, aunque poco a poco, muy sutilmente, empezó a haber cambios.

Sin apenas darme cuenta, las mujeres empezaron a poner excusas para evitar ayudarme, hasta que llegó un momento en el cual, solamente trabajaba yo para alimentar a las cinco. Volví a reunirme con ellas y tuvimos nueva discusión la madre y yo, pues ella y sus hijas no debían trabajar y las pupilas que quedaban, tenían que atenderlas a ellas.

-Muy bien. –Dije yo.- Entonces os buscáis la comida vosotras. Yo me marcho.

Y eso hice. Sin prestar oídos a sus protestas, recogí mis cuatro cosas y marché al otro lado de la isla. A pesar de que el camino era sencillo, como ninguna de ellas había venido en las rondas que realizábamos, eran incapaces de encontrarme.

No dejé de hacer las rondas por la isla, pues siempre aparecía algo, y sobre todo, en días de tormentas: cadáveres con armas y dinero o cajas con los objetos más diversos. Aquellos días eché de menos unos barrilitos de ron que guardábamos en el antiguo campamento y que no me había podido llevar. Volví a vivir desnudo, como antes, disfrutando de la naturaleza.

Unos días después de separarme, encontré un cadáver en la playa, que resultó ser el de la tutora, al que me limité a enterrar como venía haciendo con los que había encontrado durante todos aquellos años, sin la menor emoción ni pesar, sino que más bien con desprecio y felicitando a Peter.

Esperé más de un mes, casi dos, para volver a aparecer por la playa donde estaba el campamento, y fue más por las ganas de estar con una mujer que por otra cosa. Ahora que no tenía a Judith ni a Peter, tenía que espabilar para seguir follando.

Unos días antes de aparecer, estuve observando lo que ocurría, viendo que tenían problemas con la comida. Se peleaban por pequeñas piezas de fruta que todavía no había madurado siquiera. Las trampas de caza estaban abandonadas, el fuego de la montaña apagado.

Eché de menos a Sandy, pero pensé que estaría dando alguna vuelta o buscando comida.

Las observaba un tiempo y luego retrocedía a un sitio donde no pudiesen localizarme, para pensar en lo que tenía que hacer.

En previsión, me hice con suficiente cantidad de alimentos que guardé convenientemente, me puse una prenda encima y fui hacia ellas como si estuviese dando la ronda habitual, con la idea de lo que quería perfectamente clara.

Encontré a la madre, las dos hijas y a una de las muchachas intentando pescar algún pez, pero sin éxito al parecer.

En cuanto me vieron, vinieron hacia mí como podían, pues parecían débiles. Se habían cambiado de ropas. Entre las prendas rescatadas debieron encontrar unos camisones abrochados hasta el cuello y se vistieron con ellos

-Por favor, queremos comer. Danos algo de comer. –Dijo la madre, que fue la primera en hablar.

-Si por favor, tenemos hambre. –Decían las demás.

Yo me hice el duro, sabiendo que tenía todos los triunfos en mi mano.

-Lo siento, no estoy dispuesto a trabajar como un esclavo para vosotras. Tenéis toda la fruta que queráis, y en la orilla tenéis cangrejos y moluscos comestibles.

-Pero no sabemos distinguirlos. Sandy murió hace 5 días con muchos dolores, porque comió algo que la envenenó. Tenemos mucho miedo a envenenarnos también. De las frutas que conocemos, solamente quedan las altas que no podemos alcanzarlas, y las bajas ya las hemos consumido. Haremos lo que tú quieras. Te ayudaremos.

Me hice rogar un buen rato, hasta que la madre repitió por segunda vez:

– Seremos lo que tú quieras.

-Pues así será. Desde ahora trabajareis todas para mí. Me serviréis y haréis lo que yo diga. Yo me limitaré a hacer las cosas que vosotras no podáis. Las que no sepáis, yo os enseñaré.

-Lo que tú digas. –Dijo la madre.- ¿Pero puedes darnos algo de comer?

-¡Ah!, otra cosa más. Todas las noches una de vosotras dormirá conmigo, y cada tres días cambiará por otra. Vosotras mismas decidiréis los turnos, pero todas deberéis pasar por mi cama.

Sin decir nada, me desnudé, quedándome mirándolas fijamente.

-Qu… ¿Que quieres? –Dijo la madre.

-Os quiero desnudas desde ahora y mientras estemos en la isla… A todas.

-Mis hijas no pueden ir desnudas por ahí como…

-Si no lo hacen, no comerán. –Corté yo.

No solo era el morbo lo que me hizo pedírselo, sino que también era para que cuando viniesen a buscarnos, no tuviesen las ropas destrozadas y por la misma que lo habíamos hecho nosotros: que tuviesen que ir con la ropa mojada cada vez que se metiesen en el agua.

Rachel, la muchacha que quedaba, fue la primera en desnudarse, levantando su camisón, sacándolo por su cabeza y dejándola caer al suelo. Tenía cuerpo de ánfora, culo respingón, casi sin tetas, pero con unos pezones como enormes cacahuetes con cáscara incluida. Seguida a ella, empezó a desnudarse la hija segunda.

-¡Diana!, pero ¿qué estás haciendo? –Exclamó la madre

-Me preparo para comer, mamá. –Y siguió quitándose la ropa, y dejándola caer también.

La madre, viendo la situación, optó por desnudarse también, pero la mayor no hizo mención. Al contrario, dio media vuelta y se fue al campamento. Todas iban tapándose con las manos como podían. Estaban sonrojadas hasta lo indecible, por lo que, con el fin de ponérselo más fácil, di media vuelta y tras decir: “vestíos y seguidme”, me encaminé al lugar donde había dejado la comida y allí pudieron reponer sus fuerzas. Después volví a recordarles las condiciones. Deberían estar desnudas todo el día. Solamente podían cubrirse por las noches, a la hora de dormir. Además, recalqué que “todas” deberían pasar por mi cama. Y que la que no quisiera, debería salir del campamento y buscarse la vida.

Poco a poco, fueron quedando todas desnudas. Empezó Rachel, le siguió Diana y poco más tarde, lo hizo la madre.

Había llegado por la mañana, y permanecimos allí hasta la noche, comiendo cuando y cuanto tenían ganas. Dormimos todos sobre la hierba y al día siguiente muy temprano, tras acabar con las existencias, volvimos al campamento.

Encontramos a Jessy, la hermana mayor, acurrucada en un rincón y parapetada con todo lo que había en la choza. En cuando aparecimos, salió corriendo y llorando a los brazos de su madre.

-Mamáaaa. ¡Qué miedo he pasado! No he dormido en toda la noche. Por favor, no me dejes sola nunca.

Su madre la estuvo calmando un buen rato hasta que se serenó. Cuando ya estaba más relajada, le hablé yo.

-Como comprenderás, aquí no puedes estar si no acatas mis órdenes, así que deberás marcharte y buscar tu propio lugar en la isla. Puedes irte tranquila, con la seguridad de que si alguien viene a buscarnos, te buscaremos y volverás con nosotros.

Nuevamente se puso a llorar abrazada a su madre que la consolaba con suaves palmadas en la espalda. Por fin volvió a calmarse y se volvió hacia mí, comenzando a desnudarse. No quise hacérselo más difícil, por lo que pedí a Rachel que me enseñase dónde habían enterrado a Sandy, la enterré en condiciones, a pesar de terrible hedor, y luego fuimos a buscar más comida para todos.

A nuestra vuelta, ya iniciada la tarde, estaban todas esperando tanto para comer como para recibir órdenes.

Dejé la comida y pase mi mirada sobre ellas. Cuando mis ojos se posaron en Jessy, no pude menos que detenerme a admirarla. Ya el día anterior, a pesar el amplio camisón, se marcaban sus pechos bien desarrollados, de pezones grandes que pujaban por hacer un agujero en la tela. Las piernas bien torneadas se mostraban al trasluz de la prenda, así como su cintura de avispa… Pero en ese momento, al verla desnuda, no pude reprimir que mi polla se pusiese dura y apuntase al cielo.

Sus pechos se mostraban desafiantes, apuntando al frente. Las aureolas grandes, así como los pezones, que marcaban el centro como flechas clavadas en una diana. Su cintura estrecha hacía resaltar unas caderas redondeadas que daban paso a unos muslos blancos, proporcionados en grosor y que por un lado enmarcaban un coño rodeado de pelo castaño, tirando a rubio y por el otro, daban soporte a un culo redondeado y respingón que me volvía loco.

-¿Eres tú la designada para compartir los tres próximos días? –Pregunté con la esperanza de que fuese la elegida.

-No, la designada es Rachel. –Dijo la madre rápidamente.

-Rachel, chúpame la polla hasta que me corra. Las demás no os mováis para que vayáis aprendiendo lo que me gusta. Desde ahora, la intimidad no existe.

La muchacha se apresuró a cumplir con la orden, mientras todas se daban la vuelta avergonzadas.

-¡He dicho que miréis cómo se hace! No lo repetiré

Todas ellas rojas hasta lo increíble, miraban cómo lo hacía. Jessy lo hacía llorando.

Rachel no era buena haciendo mamadas, pero ponía gran interés. No obstante, no tardé mucho en correrme debido a los días que llevaba de abstinencia. Cuando lo hice, sujeté su cabeza haciéndole tragar toda mi corrida. Mientras retiraba su cabeza de mi polla entre toses y babas, informé a todas de que debían tragar todo y dejarme la polla limpia con su boca. Rachel, chupó y lamió mi polla entre arcadas, hasta que le di orden de parar.

-Espero de todas vosotras que pongáis interés en todo lo que hagáis, especialmente en lo que se refiere a mí. Rachel no lo ha hecho mal del todo, pero tiene que mejorar bastante. Las que tengáis poca práctica o ninguna, probad con alguna fruta para ir aprendiendo.

Y ya más relajado, empecé a distribuir tareas entre ellas, que serían las mismas durante tres días, cambiando, una vez transcurridos, la que quedase libre por la que fuese a ser mí compañera. La compañera saliente, ocuparía el trabajo liberado.

A Jessy la dejé para que me acompañase a encender de nuevo el fuego y dejarla cargo del mismo, teniendo que estar pendiente día y noche. No habló en todo el camino de subida. Solamente sollozaba y se abrazaba con las manos cuando me volvía a mirarla. Harto de tanto lloriqueo, tomé la mala decisión de hacerla situarse delante de mí. Al ir de subida, tenía una perfecta visión de su culo y su coño. Cuando se inclinaba más para subir algún tramo difícil y abría las piernas, me dejaba una perfecta visión de su coño que se abría y de sus pechos. Todo eso sirvió para inflamarme más y subir el resto del camino con mi polla como una piedra y con ganas de follarla. Y lo hubiese hecho allí mismo, pero hubiese sido contra su voluntad y quería que ella consintiese, aunque fuera a disgusto.

Ella era consciente del espectáculo que me estaba dando. Al principio hacía las cosas más extrañas para evitar enseñarme nada, pero pronto se tuvo que concentrar en la subida, a la que no estaba acostumbrada, y se olvidó de mí, o de esconderse de mí.

Al llegar a la cima, junto a la hoguera apagada, tuvimos que recoger madera seca y húmeda, ir apilándola para organizar la pira y dejar suficiente para ir alimentándola. La hoguera estaba montada dentro de un pequeño torreón o chimenea, donde metíamos la madera seca en la parte baja y la verde y húmeda arriba. Conforme se iba secando, caía en la parte baja y se seguía alimentando, aunque la producción de humo no fuese tan grande.

Le expliqué que la seca debía ir abajo y que la húmeda tenía que ser menor cantidad e ir situada encima, le enseñé cuales eran las ramas y hojas que tenía que recoger, en fin, todo lo que necesitaba para mantener la pira.

Durante el tiempo que estuvimos allí, noté que me miraba con atención, lo cual me agradó, pues era síntoma de que tenía interés por aprender.

Recogía madera y hojas a mi lado, preguntando cuando tenía dudas. Nuestros cuerpos se rozaban cuando nos desplazábamos de un lado a otro. Unas veces intencionadamente por mi parte, buscando frotar mi polla por su culo, y otras me pareció que era por parte de ella. Se la veía hasta más alegre.

Cuando terminamos, la bajada de la montaña le resultó más complicada al no estar acostumbrada, por eso, cometiendo un nuevo error por mí parte, la hicimos agarrándola por la cintura y ella con una mano sobre mi hombro. Mientras trabajábamos, no me preocupé de nada, pero durante la bajada, el baile de sus tetas y su cuerpo pegado a mío, volvió a ponérmela dura. Cuando ella se daba cuenta de mí estado, enseguida se las cubría con la mano libre al tiempo que se sonrojaba.

Cuando llegamos al campamento, ya estaba anocheciendo. Yo había recogido algunas frutas y bayas comestibles por el camino, y esa fue nuestra cena. Después de comerlas, nos fuimos a dormir. Rachel y yo a mi choza y las demás a la otra.

Al día siguiente, el fuego se había apagado porque Jessy no había querido hacer nada. Estaba enfadada, sin decir el porqué.

-Jessy. Te has dejado apagar el fuego y eso supondrá un castigo. Ahora sube inmediatamente y vuelve a encender la hoguera.

-¡No me da la gana! ¡No tengo necesidad ni obligación de obedecerte! Si quieres fuego, ve y enciéndelo tú. –Y dando media vuelta, se metió en la choza.

-Por favor, Rachel, sube tú que sabes cómo funciona y llévate a Diana.

Ambas hicieron gesto de partir rápidamente hacia la montaña, pero se detuvieron curiosas cuando yo me dirigí a Caitlin:

-¿Qué crees que debo hacer ahora?

-Por favor, déjala tranquila, ya entrará en razón. Mientras tanto, yo haré sus labores.

-¿Y quién hará las tuyas? Si quieres entra e intenta convencerla. Si se somete, la castigaré y no pasará nada más, si no, la expulsaré del campamento y no volverá aunque lo pida de rodillas.

La madre entró en la choza y no sé qué le diría, pero poco después salían las dos. Jessy con la cara llorosa y una imagen desvalida que la hacían parecer más bella.

Si antes me había impresionado, ahora me dejaba sin habla. Cada segundo me gustaba más, hasta el punto de pasar por alto el castigo prometido.

-Id cada una al trabajo que tenéis encomendado.

Cuando Jessy se dio la vuelta para encaminarse con Diana hacia la montaña y vi su culo, no me pude reprimir.

-Espera. Que Diana y Rachel suban juntas y tu Jessy, ven aquí.

Tuve que apresurarlas, pues todas querían enterarse de lo que iba a pasar. Cuando nos quedamos solos, me senté en una de las piedras más grandes que teníamos alrededor del fuego, para sentarnos a comer, y le indiqué, con un gesto, que se recostase sobre mis piernas.

-¡Estás loco! ¿Cómo se te ocurre semejante barbaridad? …

-Te he prometido un castigo. O lo aceptas o… -Y le señalé la salida.

Llorando, totalmente roja y muerta de vergüenza, se arrodilló a mi lado y se recostó sobre mis piernas. Cuando sentí sus tetas rozando mi muslo, se me puso dura al instante y rozando su vientre.

-Eres un cerdo. –Dijo ella, al tiempo que yo empezaba a pasar mi mano, despacio, por su hermoso culo, en una suave caricia.

ZASSSS. Mi mano cayó con fuerza medida. Ni mucha ni poca, mientras con la otra la sujetaba presionando contra mis pernas

-AAAAYYYYYYYYYYYY.

Repetí los golpes varias veces, hasta completar cinco fuertes palmadas.

Seguidamente acaricié los cachetes golpeados, bajando hasta sus muslos y subiendo de nuevo a su culo. Pensé que me iba a correr sin tocarme, solamente por acariciarla y sentir mi polla contra su cuerpo.

Al principio gemía dolorida, pero poco a poco sus gemidos cambiaron de tono.

Seguí con las caricias, contento porque al bajar el tono de su queja, me daba a entender que estaba aceptando el castigo. Lo que no me esperaba fue que mi pierna, que quedaba bajo su coño, se empezase a mojar. Al bajar mi dedo por su culo y llevarlo hasta su coño, descubrí que estaba totalmente empapado, al tiempo que un gemido escapaba de su boca.

-MMMMMMMMMMMMMMM

¡Estaba excitada!

Seguí recorriendo con movimientos circulares, desde la base de su clítoris, duro e hinchado, hasta la entrada de su vagina, donde metía ligeramente la yema de mi dedo. Sus gemidos fueron aumentando poco a poco.

-MMMMMMMMMMMMMMMMMM MMMMMMMMMMMMMMMMMM

La mano que apoyaba en su espalda, la sustituí por el antebrazo completo, haciendo que ésta quedase sobre su culo, para seguir con el suave masaje en sus glúteos y su ano.

Unos pocos segundos más bastaron para que su respiración, movimientos pélvicos y gemidos me avisasen de que estaba al borde del orgasmo.

Solo tuve que tomar su clítoris entre mis dedos, haciéndole una mini masturbación, para que saltase en un fuerte orgasmo, creo que el primero de su vida.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH

Sus piernas atraparon mis dedos en su coño durante un buen rato, hasta que pasaron los efectos del orgasmo, momento en el que se relajó, dejando caer su peso sobre mis piernas. Dos suaves palmaditas sobre su culo hicieron que quedase arrodillada y sentada sobre sus piernas a mi lado. Su mirada no se levantaba del suelo. Su cara estaba totalmente roja.

-Ahora irás a la montaña, junto a tu hermana, para hacer el trabajo que te corresponde y que Rachel baje para ayudarme a pescar. Hoy te quedarás sin comer. No bajarás para hacerlo. ¿Alguna pregunta?

-He… He dejado de ser virgen, ¿verdad? Ahora soy una mujer marcada.

-Sigues teniendo tu virgo intacto. Otra cosa es que hayas perdido la inocencia al conocer el placer del sexo, pero eso no lo notará nadie si tú no quieres. ¿Algo más?

No dijo más, se levantó y fue a la montaña, mientras yo me dirigía a la playa con los instrumentos de pesca.

Cuando vino Rachel, me encontraba en la playa, junto a las rocas, preparando la red, después de haber capturado algunas piezas con el arpón. Todavía tenía la polla dura, a pesar de estar trabajado sin descanso para que me bajase la calentura. Se arrodilló en la arena, ante mí y se metió la polla en la boca para hacerme una mamada, sin que yo le hubiese insinuado nada.

Primero se metió la punta, pero luego se dedicó a lamerla, recorriéndola en toda su longitud y circunferencia, y haciendo lo mismo con mis huevos. Yo la urgí a que fuese más rápido.

-Venga, métetela ya y hazme una buena mamada.

-Espera un poco. -Me dijo- La tienes mojada del mar y tengo que quitarle primero el sabor a sal.

-Pues date prisa que estoy que no puedo más.

Todavía siguió un rato lamiéndola por todos los lados, hasta que por fin, volvió a meterse la punta en la boca, realizando una suave succión intermitente que hacía que el borde del glande entrase y saliese de sus labios, haciéndome una caricia todo alrededor que me hicieron soltar las primeras gotas de mi corrida.

Entonces se la metió hasta o más profundo de su garganta y continuó con sucesivas salidas y entradas al tiempo que la iba acariciando con su lengua.

No pude resistirme nada a su experto trabajo y mi gran excitación, corriéndome a los pocos minutos tras meterla hasta lo más profundo, tragando ella y volviendo a limpiarla como hacía siempre.

Pero no por eso bajó mi excitación. La recosté sobre la arena, junto a la orilla, y me puse a comerle el coño. Lo hubiese hecho con avaricia, pero no quería que se corriese demasiado deprisa para que disfrutara más.

Me dediqué a pasar la punta de mi lengua por la entrada de su vulva, húmeda también por el agua del mar y algo de su incipiente excitación, pero a mí me gustaba el sabor y la estuve recorriendo un buen rato, incluso después de que sus labios se abriesen y estuviese recorriendo su interior, desde la entrada de su vagina al clítoris.

Luego, empecé a meterle la lengua todo lo que podía y a follarla con ella en movimientos rápidos de entrada y salida. Al mismo tiempo, presionaba con mi nariz sobre su clítoris y la movía ligeramente de lado a lado y con rapidez.

-Siii. Me voy a correeeeerrr. Siiii. Siiii. Me vieneeeee. Me corrooooo.

A pesar de su corrida, no dejó que apartase mi cabeza de su coño, pidiendo más y más y que no parase.

Seguí con el mismo tratamiento un rato más, pero me faltaba e aire y tuve que subir mi boca a su clítoris y meter dos dedos en el coño para follarla con ellos.

Cuando ya estaba a punto de correrse otra vez, me detuve, la hice ponérmela dura otra vez, cosa que consiguió rápidamente, y la follé allí mismo, sobre la arena húmeda, con las olas que iban chocando contra mis cojones y un morbo que a los dos nos excitaba.

A los pocos minutos, Rachel lanzó un fuerte gemido, anunciando su orgasmo, que fue seguido del mío cuando me dejé llevar al sentirlo.

Trabajamos hasta que el sol se situó en la posición del reloj que considerábamos de medio día y nos fuimos a comer con todo lo que habíamos pescado. A la comida no bajó Jessy, pero si su hermana que observé que ocultaba algo de comer y se lo llevaba, pero hice como que no lo había visto.

Por la noche, cenamos todos juntos. A Jessy se la veía natural, conversando animadamente con todos, pero evitando mirarme directamente y poniéndose roja cuando nuestras miradas coincidían.

Cuando ya el fuego eran solamente brasas, tomé de la mano a Rachel y nos fuimos a mi choza, donde volvimos a follar nuevamente.

Al terminar, le pregunté y me contó algo de su vida. Era prostituta desde los 16 años, cuando su padre la vendió al prostíbulo para sacar algo de dinero que luego gastó en borracheras. Había hecho de todo, incluso su padre vino a follársela unas cuantas veces, cuando tenía dinero suficiente.

Su madre no se atrevió a discutir su venta. No salía de casa, siempre con heridas y dolores de las palizas que le daba el padre cuando llegaba borracho, que era un día sí y otro también. Un día recibió a un joven cliente que se corrió antes de meterla, le cayó bien y lo entretuvo hablando, mientras manipulaba su polla, hasta que se le puso dura otra vez y follaron tranquilamente, como dos enamorados. Ahí tuvo su primer orgasmo y él fue su primer amor.

Unos meses después, el muchacho le pidió al dueño que la dejara libre y como era hijo de una familia influyente, la dejó marchar, pero no pasó un día para que se presentaran los guardias a detenerla por haber robado dinero al dueño. Aunque ella lo negó, la llevaron al prostíbulo y buscaron en su habitación, encontrando una bolsa de monedas que el dueño reconoció como suya.

Luego ya fue todo seguido, cárcel, juicio y condena a más cárcel, de donde la sacaron la congregación para enviarla a las colonias a trabajar.

A la mañana siguiente, Jessy no estaba para desayunar. Me dijeron que había madrugado y había subido pronto. No bajó a comer y su hermana le llevó comida. A la noche estuvo totalmente en silencio, y se retiró a dormir nada más cenar.

Esa noche tocaba cambio de pareja y cuando me iba a dormir, pregunté:

-Hoy toca cambio de turno. ¿A quién le toca ahora?

-A mí. –Dijo rápidamente la madre al tiempo que se ponía en pie.

Le hice un gesto con la mano para que fuese a mi choza y… Vuelta a empezar.

Entramos. Ella delante, yo la seguía. Tenía buen cuerpo, los pechos grandes algo caídos y el culo sorprendentemente duro. En general, todavía tenía una figura capaz de excitar a muchos. Me coloqué tras ella, con mi polla, que empezaba a crecer, apoyada en la raja de su culo. Puse mis manos en sus costados y fui subiendo hasta rodear sus pechos, Mientras, con mi boca besaba su cuello, su hombro y mordisqueaba su lóbulo.

Sus generosos pechos, descansaban en mis manos, mientras con las yemas de mis dedos rozaba los pezones. Cuando yo esperaba un suspiro, me dijo:

-Tenemos que hablar, antes de nada.

-¿Hablar? ¿De qué?

-De mis hijas.

-¿Qué les pasa?

-Como sabes, soy la esposa del gobernador de Botany Bay y mis hijas son hijas suyas también y por tanto, somos una familia importante. Tanto Jessy como Diana están destinadas a casarse con hombres importantes, de las mejores familias del territorio, por eso es muy necesario e imprescindible que ambas permanezcan vírgenes y puras hasta su matrimonio. Para ello, quiero hacerte una propuesta.

-Tú dirás- -Respondí intrigado.

-Cuando les toque el turno a ellas para estar contigo, yo las sustituiré. Conmigo podrás tener las relaciones que quieras y calmar tú necesidad, pero no arruines su futuro. ¿Estás de acuerdo?

-No. Yo no estoy calmando mi necesidad con tus hijas y contigo. Estoy abusando de vosotras, igual que abusasteis de mí, y al igual que vosotras, de la forma más placentera para mí.

Pasaréis todas por aquí, y yo haré lo que me dé la gana. Y como siempre, si estáis conformes perfecto, si no, solamente tenéis que marchar, construir vuestra vivienda en otro lugar y buscar vuestra comida. No obstante, si consigues encandilarme para que no tenga necesidad de otra…

-Mi marido nunca ha tenido queja de mí. Siempre he estado dispuesta cuando él ha querido hacer uso del matrimonio.

Me acordé de los gustos violentos de algunos clientes de mi madre y le dije:

-Mis gustos son algo extraños y violentos. Me gusta infligir castigos a las mujeres con las que follo. Dudo que tú puedas aguantar eso.

-Sí, ya he oído hablar de eso. El marido de mi amiga Catherine Collingwood, el conde de Wiltshire tiene tus mismos gustos. Alguna vez nos ha contado algunos detalles en nuestras reuniones semanales y, al parecer, debe gustarle mucho. Estoy dispuesta a que hagas conmigo lo que quieras.

No entendí mucho de lo que me decía, por lo que le respondí:

-Pues veamos qué sabes hacer. –Dije mientras alargaba las manos para seguir acariciando su cuerpo, pero ella, se dio la vuelta entre ellas e inmediatamente se subió a la cama, colocándose a cuatro patas y abriéndose el culo con las manos.

-Te pido que tengas cuidado, porque no tengo aceite para que entre más suave.

Yo me quedé mirando la situación, reconozco que como un tonto, porque no entendía nada. Contaré que la cama la hicimos clavando tres ramas profundas en la cabecera y otras tantas en los pies, formando un cuadrado y uniendo todas ellas con ramas atadas sobre las que colocamos cañas también atadas, con lo que creamos una plataforma con tres patas en la cabecera y otras tres a los pies que cubrimos con hojas, trozos de lona de las velas y telas de hamacas de barcos naufragados. Era una cama grande, diseñada para los tres y donde dormíamos después Peter y yo.

-¿Qué haces? –Le pregunté.

-Estoy preparada para que hagas uso de mí.

-Pffffffsssssss. Baja de la cama y ven a mi lado.

Ella, desconcertada, hizo lo que le mandé. La hice colocarse de espaldas a mí, para poder acariciar sus pechos con tranquilidad y tener su coño a mi alcance. La abracé por la cintura, haciendo presión con mi polla en su culo, volviendo a situarnos como al principio. Nuevamente recorrí su hombro con suaves besos, subí por su cuello hasta el lóbulo de su oreja. Al tiempo, una mano recorría su costado hasta llegar de nuevo a sus pechos para estimularlos con suaves caricias y frotar sus pezones con las yemas de los dedos.

-¡Que sensación más extraña! –Dijo.

Yo seguí, sin prestar atención a sus palabras, acariciando su vientre y bajando poco a poco la otra mano hasta su coño.

-MMMMMMMMMMMM No sé qué me pasa. Tengo sensaciones extrañas.

Cuando sus pezones estaban duros como piedras, su coño bien húmedo y mi polla lista para follarla, le pedí que se acostase en la cama.

-OOOOHHHH. ¿Ahora es cuando te pones violento?

-¿Cuándo qué…? ¡Ah!. Eso luego, ahora voy a follarte.

Se subió nuevamente a la cama, colocándose de rodillas, con la cara sobre el grueso mullido, y separándose los cachetes del culo con las manos.

Yo me coloqué tras ella y recorrí con la punta desde su culo hasta su clítoris.

-MMMMMMMMMM Me gusta tu forma de tratarme.

-Pues todavía no he empezado.

Llevé la punta a la entrada de su coño y se la metí con un ligero empujón. Entró con mucha suavidad, pero ya no pude meter el resto.

-AAAAAAAAAAAYYYYYYYY. PERO QUE HACES. TE ESTÁS EQUIVOCANDO.

Me dijo mientras saltaba hacia adelante.

-¿Cómo? ¿En qué me estoy equivocando?

-Me la estas metiendo por donde me dejarás embarazada. Tienes que meterla por detrás.

Yo me eché a reír y la hice acostar boca arriba, tendiéndome a su lado.

-Cuéntame cómo follabas con tu marido. –Le pregunté, mientras recorría su cuerpo acariciando sus pechos y su coño por encima.

-Antes de casarnos, mi madre y sus amigas y también alguna tía, me aconsejaron que fuese sumisa y complaciente ya que mi marido era el que llevaría todas las iniciativas durante la noche de bodas y por siempre jamás. También me hablaron de que siempre debería utilizar el camisón en nuestras relaciones, y de las obligaciones matrimoniales que tenía una esposa. El mismo día de la boda, mi madre me dijo que, cuando mi marido me pidiese sus derechos, tenía que acostarme boca arriba y abrir bien las piernas, que él ya sabía lo que tenía que hacer y solo tenía que hacerle caso. Pero que, sobre todo, siempre conservase la decencia y llevase el camisón puesto. MMMMMMMM. Me gusta lo que me haces.

-Sigue contando

Y continuó:

-Cuando llegó la noche de bodas y mi reciente marido vino a mi habitación con una botellita que dejó en la mesilla, yo me coloqué como me había dicho mi madre, pero él me dijo que así todavía no. Esa era la postura para dejarme embarazada, pero que esperaríamos unos días para ello. Me hizo poner de rodillas con la cabeza apoyada en el colchón y levantó mi camisa de dormir hasta los riñones…

-OOOOOOHHHHHHH… ¡Cómo me gusta lo que me haces…!

-Recuerdo que le pregunté.

-Esposo mío, ¿esto es decente? Te estoy mostrando mi cuerpo desnudo.

-Todo lo que hagas con tu marido, es decente. –Me respondió

-Después se puso a untarme en el ano un aceite que era el contenido del frasquito, metiendo los dedos a pesar de mis quejas por el dolor. –No te quejes tanto ni te preocupes, que solamente duele al principio. Luego te gustará. – me decía, pero el dolor era horrible…

-UFFFFFFFF… Mmmmmm.

-Sigue, no te pares. –Tuve que pedirle.

-Es que siento unas sensaciones que no había tenido nunca.

-Ya lo sé, pero no te pares.

– Por fin, introdujo su sexo en mi ano, produciéndome todavía mayor dolor. Yo enterraba la cara en el colchón y mordía la tela para amortiguar los gritos y que no le molestasen. Esa vez me pareció que estuvo horas, pero realmente no debió de ser más de un minuto. Suuuuu…. MMMMM… fri mucho esa noche, mientras él entraba y salía de mi culo, hasta que, por fin, la metió todo lo que pudo y descargó toda su esencia en el interior. Inmediatamente se salió y se fue a su habitación, mientras yo me quede llorando durante toda la noche, AAAAAAAAAHHHHHH ¿Qué me has hecho? ¿Qué me pasa? AAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH.

Con sus últimas frases, me había dedicado a frotar y presionar alrededor de su clítoris hasta que le vino un orgasmo intenso.

La dejé recuperar y cuando lo hizo, le volví a pedir que siguiera contándome su historia y prosiguió.

-¿Qué es lo que me has hecho? Nunca había sentido esto.

-Te ha disgustado.

-No. Todo lo contrario. Me ha encantado. ¿Puedes hacer que lo sienta otra vez?

-Sigue contándome y veremos. –Dije volviendo a acariciar su cuerpo.

-A la mañana siguiente permanecí en mi habitación todo el día, poniéndome paños de agua caliente en el ano. Por la noche vino otra vez y me hizo el mismo daño o más que la anterior y eso se repitió durante toda la semana. Mientras entraba y salía de mí, no paraba de decir –OOHHH Que estrecha eres. Cuanto voy a disfrutar contigo. – y aumentaba la velocidad de sus movimientos, incrementando a la vez mi dolor.

-Todo eso duró una semana, al final de la cual ya soportaba bastante bien el acto. Prácticamente no tenía dolor, pero tampoco el placer que me anunció el primer día. A la semana siguiente me encontré indispuesta y tuve que informarle muerta de vergüenza. Me dejó tranquila todas las noches de la semana siguiente, pero al sábado, a medio día, al volver de los oficios religiosos me preguntó si ya se me había pasado, y no teniendo valor para negarlo, dije que sí.

-Me acompañó a mi habitación y llamó a mi doncella, diciéndole que me preparase para acostarme, y a mí, que le esperase que venía enseguida. Al rato vino con su camisa de dormir y me hizo subirme a la cama, pero en lugar de arrodillada, acostada boca arriba.

-MMMMMMMMMM. Estoy sintiendo otra vez esas placenteras sensaciones.

-Sigue con tu relato. –Le dije yo.

-Esa vez se situó entre mis piernas separadas, ajustó el agujero del camisón a mi entrepierna y se levantó el suyo mordiendo el borde para que no cayese. En ese momento pude ver su enorme cosa. Era como un dedo o un poco más de larga y algo más de gruesa. Con eso era con lo que me había hecho tanto daño.

-Le pregunté si me iba a doler como por el otro lado, contestándome que un poco, pero mucho menos que por el culo. Mientras lo decía, se la sujetó con la mano, la apuntó a mi interior y se dejó caer sobre mí. Yo grité como nunca y maldijo varias veces. Volvió a levantarse, escupió y embadurnó de saliva su cosa y realizó la misma operación, volviendo a gritar yo de dolor cuando laaaaaaaaaaaahhhhhhhhh Qué gustooooo.

-Si no sigues tú, yo tampoco.

-Sentí mucho dolor cuando entraba, hasta que hizo tope y él se detuvo un momento, para seguidamente volver a dar un fuerte empujón que me hizo volver a lanzar un largo grito, teniendo que decirme que me callara, que no me estaba matando, aunque yo pensaba que sí. MMMMMM.

-Durante todo el acto, estuvo haciéndome un daño horrible, más que por detrás, además de soltarme sus resoplidos y su frase favorita sobre lo estrecha que era, en la oreja, hasta que resopló más fuerte, la metió todo lo que podía y soltó su esencia, tras lo cual, acarició mi cara mojada por las lágrimas, me dijo: “buena chica, que duermas bien” y se fue a su cuarto. UFFFFFFF

-El resto del mes, fue casi peor que la primera semana, pues vino todas las noches a mi dormitorio durante seis semanas exactas, haciéndome mucho daño todos ellas, a pesar de que me había hecho con un frasquito del aceite que él había utilizado para mi culo y me untaba bien mi sexo con él, lo que me aliviaba algo, sin embargo, no sé por qué le hizo pensar que a mí me estaba gustando y que lo esperaba ansiosa. Luego siguió pero una o dos veces por semana, lo que me resultó más llevadero, pues me daba tiempo para recuperarme. OOOOHHHHHH

-Al mes siguiente, ya no estuve indispuesta y al segundo ya sabía que estaba embarazada. Cuando le di la noticia, una mañana en la que fui al galeno, se alegró mucho y me hizo ir a mi habitación para prepararme, viniendo él al poco rato. Desde ese día pasó a metérmela por detrás, volviendo a hacerme mucho daño, aunque menos que al principio. Siguió así durante todo el embarazo, pero por suerte, a mí dejó de dolerme, pasando a ser una simple molestia. A su tiempo, nació Jessy, después de dos días de parto. SIIIIIIII. NO PAREEEEES. ME GUSTAAAAA.

-Pa… Pasé los quince días de recuperación en la cama y una semana más. Después, cuando estaba en el salón del té amamantando a mi Jessy antes de acostarnos, entró él. Venía de pasar dos días en el club de la ciudad, cosa muy habitual en él desde el tercer mes de casados alegando negocios con otros propietarios. Se quedó mirando como mi hija mamaba de mis pechos, y cuando el ama se la llevó, me hizo ir a esperarle en la habitación, donde reanudó las sesiones por detrás y volviendo a aparecer en mi las molestias, pues lo pechos me pesaban y tenía la parte de abajo dolorida, por la herida que me había hecho el parto al ser Jessy muy grande y todavía no estaba cicatrizada. OOOOOOOOHHHHHHHH

-Cuando metió su cosa en mi ano, empezó a resoplar cada vez más fuerte, hasta que cayó agotado a mi lado. Fue la vez que más tiempo estuvo penetrándome mientras yo sufría tremendos dolores y molestias. Empezó a roncar, pero lo sacudí hasta que se despertó y se fue a su habitación. El resto de mi vida fue igual, excepto que cuando dejaba de estar indispuesta, me la metía por delante durante dos o tres días y luego por detrás hasta el mes siguiente. MMMMMMMMMM

-Solamente tenía descanso los días que tenía reuniones en el club, que duraban un par de días, tres a lo sumo. Y así fue hasta que hace algo más de un año fue nombrado gobernador de Port Elizabeth, puesto que aceptó como inicio de la carrera política que pretende llevar. Dejó a su hermano al cargo de nuestra casa y tierras y, cuando estuvo asentado en su nuevo puesto, nos mandó llamar, con el resultado que ya conoces. MMMMMMMMM.

Cuando terminó su historia, me puse a lamer sus pezones, mientras seguía acariciando su vientre y su pubis.

 

Relato erótico: “MI DON: Ana – Sacando el graduado Cum Laude (26)” (POR SAULILLO77)

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cuñada portada3

Mi vida no podía ser mejor, habían pasado más de 8 meses desde la mudanza y unos 6 en los que Sin títuloAna y yo hacíamos vida normal de pareja, estaba subido en una nube constante de alegría, Ana era todo lo que podía haber soñado, o mejor aun, no ya es que fuera una preciosidad de mujer, que lo era, ni que su forma de ser era tan bella como ella, que lo era, ni tan siquiera era que me completara y me hiciera feliz, que lo hacia, incluso el hecho de que fuera una autentica tigresa en la cama que me costaba domar a fuerza de tenerla 3 horas siendo castigada por mi enorme polla, no, es que ahora encima empezaba a disfrutar, la etapa de aprendizaje y adaptación de Ana había acabado, por ahora, me había costado trabajo, dinero, tiempo y paciencia, pero logré convertir a una mujer sexualmente inexperta, tímida, avergonzada e incomoda con su cuerpo y con el acto en si del sexo, una mujer que le daba vergüenza que la vieran besándonos juntos en su día, ahora era una loba insaciable, un femme fatale que se entregaba a mi con devoción casi militar, que no solo tomaba partido y soportaba mi vehemencia, si no que cogía la iniciativa en el sexo, que me pedía y me exigía sacar lo mejor de mi para complacerla y, cogiendo la comparativa anterior, ahora se me subía encima para calentarnos con largas sesiones de besos y caricias en sitios públicos.

Todo ello, siendo genial formar a tu propia amante desde 0, no me hacia ni la mitad de feliz que el hecho de que fuera de aquello, dejando de lado el sexo, éramos la pareja ideal, visto desde fuera debíamos dar asco de lo bien que congeniábamos, juntos o separados, Ana seguía con su candidez e inocencia innata, pero ya era resabida, no solo conmigo, si no que se hizo de ciudad, aprendió, a veces de malas maneras, que el mundo es cruel y la gran ciudad una selva de cemento peligrosa para animales indefensos y confiados, no podía seguir siendo tan buena que parecía tonta, eso en una Universitaria de un pueblo de Granada, en Madrid, se paga caro.

Como ejemplo extenso, os diré que uno de los profesores se fijo en ella, Ana me hablaba de el, de lo bien que la trataba y de cómo la prestaba mas atención aludiendo a su inteligencia superior al resto, de las veces que la llamaba a su despacho o la hacia quedarse después de clases a charlar con ella, la forma en que Ana me lo contaba era tan dulce y amistosa que no le di importancia hasta que un día para darla una sorpresa fui a la Universidad antes de hora a buscarla, como tardaba en salir entre a preguntar por ella y la encontré charlando de pie con aquel profesor, me había enseñado fotos juntos y le reconocía, me acerqué tranquilo pensado que estarían hablando de cualquier cosa relativa a los estudios, pero según me iba acercando mi detector de problemas se encendió, no era por Ana, estaba sonriendo y charlando amigablemente de espaldas a las taquillas con unos libros abrazados en el pecho, jugueteando con mi gargantilla y cruzada de piernas. Era la pose de el, aparte de ser un hombre de unos 35 años, bastante apuesto, alto y bien arreglado, fueron las posturas las que me recordaron algo, estaba apoyado en las taquillas con el brazo ligeramente por encima de Ana, y con una mano en el bolsillo, la postura me sonaba, Eli me explico en su ida en mis entrenamientos con ella, que el lenguaje corporal del hombre es mil veces mas sencillo que el de la mujer, estaba oxidado, pero recordaba las lecciones, el lenguaje inconsciente del cuerpo, como Ana, al cruzarse de piernas indica que no esta dispuesta o que no le gusta o quiere lo que se le propone, con los libros como barrera natural y cogiendo nuestro amuleto de amor entre los dedos, no podía ser mas elocuente y contundente en su negativa, aun siendo inconsciente. Mientras que la pose de un hombre al acecho suele ser esa, pegarse lo mas posible y cubrirla o rodearla con los brazos para hacerla sentir segura, dejando que el torso se acerqué lo suficiente para dejar que la colonia haga su efecto, y la mano en el bolsillo del pantalón es una simple flecha, le indica donde mirar a su presa. Ese tío iba detrás de Ana, no necesitaba mas para saberlo, hasta llegó a apretarla de un brazo y quitarle un pelo del hombro, pero me quise cerciorar. Si estaba siendo cortés o solo estaba siendo amable, en cuanto me viera y me presentara, el tío me saludaría cordial sin mas, sin cambiar la pose, o sin sobresaltos, así que me acerqué despacio para que Ana me viera antes que el, justo cuando estaba llegando, la mirada de Ana se iluminó ante la sorpresa, obligando al profesor a mirarme sin cambiar la pose, al verme echó su cabeza algo hacia atrás, lo habitual cuando la gente veía mi corpulencia, pero sin variar la pose.

-ANA: ¡¡¡hola amor!!! ¿Que haces aquí? – no la di tiempo a que se moviera y la di un suave beso.

-YO: nada, quería darte una sorpresa, así te recojo y nos vamos a tomar algo.- el profesor dio un salto y se cuadró como un hombre del ejercito ante su general, su cuerpo se tensaba.

-ANA: ah, este el profesor del que te hable, Pablo, este es mi novio, Raúl.- la pobre era tan educada y buena que no se percató de lo que sucedía, lancé mi mano firme para saludarle y el respondió cortésmente con un fuerte apretón de manos saludado.

-PABLO: ah hola, encantado, me han hablado muy bien de ti.- me miró a los ojos y de la forma en que nos miramos los tíos, supo que me había dado cuenta. Apreté mi mano con fuerza como me gustaba hacer, pero esta vez era una demostración de fuerza animal para dejar claras las cosas, el era alto, pero yo más.

-YO: pues no se quien – hice la broma pera destentar la situación un poco, o para que no se notara tanto, mientras rodeaba a Ana con mi brazo, rieron, Ana de broma, conociéndome, el siguiendo la farsa que los 2 sabíamos que era.

-ANA: pues nada, Pablo, mañana hablamos de lo del fin de semana.

-PABLO: esto…si claro, piénsalo, puede ser importante para ti.- por fin solté su mano, y sin mirar a Ana se despidió saliendo casi huyendo de allí, Ana se me abrazó y me dio otro tierno beso, pero notó que mi mirada se clavó en la espalda de aquel hombre.

-ANA: ¿que te pasa?

-YO: nada, es solo que……… bah da igual, ¿vamos?

-ANA: vale- sonrió de nuevo con su inocencia intacta y se agarró de mi brazo, casi presumiendo de compañía por el pasillo hasta la salida.

Como ya apretaba el calor, y la gasolina esta cara, fui con la scooter, y nos llevé a un parque con una heladería que a ella le encantaba, para echar allí unas horas tirados en el césped, quería ser como siempre, pero si cuando soy feliz me gusta extrapolarlo físicamente, cuando algo me preocupa se me nota en la cara.

-ANA: amor, ¿que te pasa? estas muy raro.

-YO: nada, es solo que……….me he fijado en algo y no me ha gustado.- se quedó petrificada, era la 1º vez que me veía así, y que la comentaba algo que no me había gustado, si, de forma casi imposible, la relación había sido así de idílica.

-ANA: dime.

-YO: veras, no quiero que pienses mal ni nada, pero ese profesor, Pablo, me parece que te tiene enfilada.- se quedó tan quieta como estaba.

-ANA: ¿Pablo?, que va hombre, ¿como piensas eso?

-YO: por como os he visto en el pasillo, mas bien como le he visto a el.

-ANA: no seas bobo, es solo un profesor que le caigo bien.- mi cara era tal que se percató de que iba en serio, se sentó mas cerca de mi, me agarró la cara y me hizo mirarla a los ojos.- me crees ¿verdad?, yo no te haría eso- la sujeté una mano suavizando mi mirada

-YO: no es por ti peque, pero eres demasiado buena, su pose y como se ha puesto al verme y decirle que era tu novio, ese tío va detrás de ti.

-ANA: pero no te pongas celoso, es solo que se ha sorprendido al verte, si es que eres muy grande jajaja solo me deja ayudarle con trabajos y exposiciones- quería rebajar la tensión con su dulzura, me dio un beso tierno que no respondí.

-YO: no son celos…..o si, pero no son imaginaciones mías- esta vez fui yo quien la sujetó la barbilla para mirarla a los ojos firmemente- sabes que te quiero, y que no haría nada en tu perjuicio, no es que quiera que no estés cerca de el y por eso quiera estropear tu posición en la Universidad, hasta ahora no me ha importado, ya lo sabes, pero hazme caso, en cuanto le he visto, lo he sabido, créeme, soy tío y sabes que tengo mas en la cabeza que pájaros, se de lo que hablo.

-ANA: esta bien, te creo, pero aunque fuera cierto, no pasara nada, yo te quiero a ti, confía en mi.

-YO: lo hago, de quien no me fío es de Pablo, veras, ¿que es eso del fin de semana?- me miró riendo ansiosa por contarmelo, pero luego dándose cuenta de algo.

-ANA: bueno, en principio……… me pidió que le ayudara con una tesis que estaba haciendo, y como la quiere acabar antes de los exámenes, me pidió que le ayudara este fin de semana.- sus ojos y gestos denotaban cierta tristeza, se había dado cuenta de algo gracias a mis palabras, pero no lo quería admitir.

-YO: y déjame adivinar, será en su casa………- Ana asintió echándose las manos a la cara.

-ANA: si, de hecho me quiere invitar a cenar y asi trabajar hasta tarde, dios, ¿no creerás que………? no, no me lo creo.

-YO: mira, ni tu ni yo somos tontos, el tío lleva semanas trabajándote hasta que te ha convencido que te necesita, y quiere que le ayudes por que sin ti no puede acavar una tesis quedando en su casa, para quedarte a cenar y trabajar hasta tarde……….es de guión de película de serie b.

-ANA: joder, pero no puede ser, me ha enseñado su trabajo, le he ayudado, me ha hecho caso en mis ideas, es demasiado elaborado como para que sea una trampa.

-YO: no lo se, tu eres mas inteligente que yo, quizá lo tenga preparado o quizá sean imaginaciones mías, no lo se, solo quiero que sepas que ese tío me da mala espina, si alguien es capaz de reconocer a un cazador, es otro cazador.

-ANA: ¿y que hago?, he trabajado duro en su tesis, si sale a la luz me ha dicho que la publicara con mi nombre como junto al suyo, es una buena oportunidad de hacerme un nombre.

-YO: por eso no quiero que pierdas la oportunidad, pero ese tal Pablo se quiere meter entre tus piernas, y no me gusta.

La tardé paso algo mas animada, ahora que estaba hablado, olvidé un poco el tema con la promesa de que Ana tendría cuidado y preguntaría por ahí sobre Pablo.(Aquí hago un inciso, es lo mas difícil del mundo, pero en estos momentos aprendí, aunque no asimilé, la base de una relaciono sana entre pareja, los hombres se hartan de decir que las mujeres son complicadas y no las entendemos, las mujeres que somos simples y brutos, en el fondo, lo que pasa es que no se habla, se quiere que el otro adiviné lo que quieres, y eso es un fallo de base, una mujer se enfada contigo y no sabes por que, al preguntarle solo estas afirmando que no has entendido la ofensa y en vez de tratar de averiguarlo por ti mismo y solucionarlo, demostrando que la importas, vas y se lo preguntas como un tonto, eso las cabrea aun mas, o el cambio, un hombre quiere algo y lo dice o hace sin mas, dando por sentado que a ella también le gustará sin preguntar, cosas así. La confianza puede ser muy traicionera en una pareja, no siempre vas a saber que quiere el otro si no lo preguntas y no siempre van a darte justo lo que necesitas sin decirlo, por lo tanto solo queda hablar del tema, entender y ponerte en los pies del otro, pero sin adivinaciones, eso es imposible y jugártela siempre a que conoces a alguien mejor que ella misma, en este caso me viene a la cabeza por que Ana quería seguir con su tesis pese a mis insinuaciones, y yo no quería que ella siguiera pese a saber que era lo que ella quería, solo dios sabe que hubiera pasado si no lo hablamos.)

Los días pasaron y Ana me comentó que Pablo tenia cierta fama en la Universidad, las nuevas amigas y Alicia la ayudaron a descubrir que varias alumnas con el paso de los años habían tenido sus líos con el, o eso se rumoreaba, llegaron a contactar con una mujer ya de unos 24 años que les dijo que le había denunciado por acoso e intento de violación, pero que al final entre el juez y la Universidad enterraron aquello como un malentendido. Ana se mostraba retraída, no quería comentármelo, pero no tenia mas remedio, estaba empezando a preocuparse, y yo ni os quiero contar, no se lo ordené por que no podía, pero le dejé claro que ni loco la iba a dejar meterse en la casa de aquel tipo, ella le exculpaba diciendo que solo eran rumores, que otros profesores los tenían igual y que no me preocupara tanto, pero veía como sus ojos no estaban tan convencidos, la pobre estaba tan ilusionada con aquella tesis y con las promesas de recomendaciones y grandes trabajos que le podían suponer en un futuro, que no quería ver nada mas. Llegó el viernes y la fui a recoger, quería hablar con ella, al salir me vio y se acercó segura pero preocupada, no se le notaba pero iba vestida de la forma menos sexi que podía, con unos pantalones anchos, un blusa de lana gorda que el cubría desde el cuello hasta las piernas, y unas botas planas, no era su forma de vestir habitual, no quería provocar nada.

-YO: hola amor, ¿como vas?- me abrazó y me besó saludándome, me di cuenta de que ni olía a coco, su cuerpo, su pelo, todo, estaba casi estudiado para no generar reacción sexual alguna.

-ANA: bien, preparada para esa tesis jejeje, tengo 1 hora para comer, quiere tenerlo todo preparado en casa para cuando llegue, ¿que haces por aquí?, ya te dije que iría en bus a casa de Pablo.

-YO. Por que ni loco te voy a dejar ir sola, te llevó.- me dedico una de sus amplias sonrisas y me besó de nuevo.

Creyendo que era un gesto de aceptación y de confianza hacia ella, y lo era, no quería estropear una oportunidad única ni que pensara que no confiaba en ella, pero mi 1º objetivo era saber donde vivía ese tío, me dio una dirección y allí fuimos, aparqué en la calle comiendo algo en un bar cercano, y me quedé charlando con Ana antes de que subiera, la regalé un bolígrafo y todo para que lo tuviera a mano.

-ANA: eres un sol, gracias por entenderme.

-YO: confío en ti, eso es todo, ¿cuando acabareis? Así te llevo a casa- me besó de nuevo feliz como una princesa.

-ANA: pues puedes pasar a recogerme luego, ¿te llamo para que vengas? Es que no se a que hora será, lo mismo me vuelvo en bus.

-YO: tranquila, no hará falta, me voy a quedar aquí.- me miró sorprendida.

-ANA: pero que dices bobo, si son las 4 de la tarde, lo mismo salgo a la 1 o 2 de la mañana.

-YO: pues las voy a pasar aquí.- mis palabras no eran sugerencias ni ideas, eran aclaraciones.

-ANA: que no va a pasar nada……….- ni la dejé terminar.

-YO: exacto, ya me encargaré yo de que no pase nada, tu dime el piso, subes y trabajas, de vez en cuando me mandas un mensaje diciéndome que todo va bien y listo, cuando acabes te llevo a casa.

-ANA: pero no vas a estar aquí 5, 6 o 10 horas sin que al final pase nada.

-YO: lo que no va a ocurrir es que pase algo y no este aquí, si se le ocurre cualquier cosa, te vas, te disculpas por que te encuentras mal y sales de allí.

-ANA: vale, es el piso 5º B, pero me da cosa que te quedes aquí solo….- ponía sus morritos de cría de 6 años.

-YO: por mi no te preocupes, así que ve subiendo y dale recuerdos de mi parte.- trató de convencerme, pero no había argumento posible.

La di la vuelta y la di un azote para que fuera andando, su mirada era de pesadumbre por mi, por que estaba convencida de que iba a ser una perdida de tiempo que estuviera allí, hasta yo pensé que podía serlo, pero era demasiado lo que me jugaba si acertaba, valía la pena estar el resto de mi vida en esa calle, solo para asegurarme que Ana estaba bien. La 1º hora paso sin noticias, luego Ana me mandó un mensaje tranquilizador, estaban trabajando en la tesis, muy ilusionada, con caritas sonrientes y de mas, al igual que las siguientes 3 horas, de vez en cuando me mandaba un mensaje de las mismas características, pidiéndome que me fuera a casa a descansar, empecé a pensar que me había equivocado con aquel tío, ¿estaba oxidado o serian celos quizá?, pero estaba firme en mi posición, aunque no pasara nada, iba a estar allí, prefería quedar como un autentico imbécil tarado antes de que pasara nada. Por suerte, o pura estadística, había una tienda de chinos, de alimentación, refrescos y patatas, cosas así, de vez en cuando iba al bar a mear y charlaba con alguien por teléfono sentado en el bordillo de la acera. Se fue acercando la hora de cenar, y pasaron unas 2 horas sin noticias, al final me mandó un mensaje, diciendo que estaban muy concentrados y que Pablo estaba encantado con ella, que la tesis se escribía sola y que iban a tomarse un descanso para cenar, iban a pedir pizza, eso me dio una idea, esperé a que llegara el repartidor y al abrir la puerta me colé en el portal, con un papel de propaganda, que doblé 5 veces, lo puse en el marco de la puerta en la cerradura, de forma que la puerta no se cerraba del todo, era un ligero truco que me enseñó mi padre, me sentía como un espía y repasaba en mi cabeza cada escenario posible, imaginando peleas al estilo asiático y todo, mi imaginación y el aburrimiento durante horas hacia su mundo aparte, y ahora me sentía mas seguro sabiendo que tenia acceso a la casa, Pablo sabia donde vivía, pero no subí, me salí a seguir trasteando con un brick pequeño de batido de chocolate vacío, que se había convertido en mi mejor amigo en la espera.

Al poco, Ana me mandaba mensajes muy seguidos, paso de picarme por lo rica que estaba al pizza, pasando por decir que Pablo no paraba de llenarla la copa de vino, y de beber, hasta que me tensó con un mensaje diciendo que estaba empezando a ponerse nerviosa por que Pablo le quería quitar el móvil y estaba muy sobón con la bebida. Estaba nervioso, dando vueltas en la calle, mandándola mensajes sobre si estaba bien o que ocurría, pero no contestaba, eso era lo peor que podía pasarme, estuve a nada varias veces de subir pero podía meter la pata, por fin recibí un mensaje de Ana, “sube0”, no hacia falta mas para ponerme a correr, sumándole, Ana era impecable a la hora de escribir, incluso en los mensajes, ese 0 mal puesto, la 1º sin mayúsculas y que no terminara con un punto……….. no había tenido tiempo y calma para escribirlo. Os podéis imaginar mi reacción, avasallé el portal con el hombro sabiendo del papel de la cerradura, y estoy seguro de que aunque hubiera estado cerrada no me hubiera detenido, el golpe que dio contra la pared fue bestial, ni miré el ascensor, subí por las escaleras de 4 en 4, acelerando el ritmo al oír y ver algo de jaleo por encima de mi, pasado por el 3º reconocí la voz de Ana pidiendo que la soltara, el ultimo piso lo subí casi sin tocar las escaleras, dispuesto a echar la puerta abajo, me hubiera dado igual que fuera reforzada o blindada, hubiera hecho un agujero en la pared a cabezazos, por suerte antes de llegar vi a Ana en el rellano con la puerta del piso abierta, tratando de soltarse de Pablo que la tenia agarrada de un brazo.

-ANA: ¡¡suéltame Pablo, por favor!! ¡¡Me tengo que ir!!.

-PABLO: no seas así, lo siento, no quería ofenderte, no te vayas enfadada, pasa y………..- no le di tiempo a mas, me vio de refilón y su mirada al verme subir los últimos 5 escalones de un salto fue de horror, aquella mole iba a por el, y lo sabia, soltó a Ana pero no evitó que mi puño en caída le reventara la cara con tal fuerza por mi inercia e ira, que se estampó contra la pared , haciéndole rebotar, cayendo de espaldas en el marco de la puerta abierta de su casa.

-YO: ¡¡¡que haces maldito carbón!!!- me fui a por el en el suelo, le agarré de la camiseta dispuesto a matarlo, pero me pararon varias cosas.

La 1º fue mi educación en artes marciales, pegar a un tío en el suelo era de cobardes, la 2º era que Pablo estaba inconsciente ya, sangrando por una brecha en la ceja, la 3º fue que Ana me sujetó del brazo tirando de mi, todo ello, y quizá algo de conciencia me llevó a rebajar mi enfado poco a poco, aquel mierda no sabia la suerte que tenia de haberse desmayado a la primera, de hecho creo que, ahora, visto con el tiempo, el que tuve suerte fui yo, si no, lo mismo os estaría escribiendo esto desde la cárcel, si me llega a responder mal o a intentar devolver algún golpe no se que hubiera pasado.

-ANA: ya esta, déjalo, vámonos – la pobre sollozaba, queriendo contenerme, mas asustada y nerviosa de lo que parecia. Tragué saliba y con ella recuperé mi cordura.

-YO: ¿tienes tus cosas?

-ANA: si, todo, vámonos.- imploraba.

-YO: ¿y el bolígrafo que te he dado?

-ANA: esta dentro, déjalo, da igual, vámonos por favor.- solté el cuerpo semi inerte de Pablo, sujeté a Ana por los brazos acariciando su pelo, dejándola ver que ya habia pasado, que ya no era un volcán a punto de estallar, tranquilizándola.

-YO: entra y cógelo.- asintió secándose unas lágrimas que me dolían en el alma.

Me quedé mirando como Pablo volvía un poco en si, debatiéndome, entre querer rematarlo y alegrarme por que se movía y no lo había matado, Ana salió del piso enseñándome el bolígrafo y cogiéndome de la mano tiró de mi para bajar las escaleras, al llegar abajo, a la calle, quiso salir corriendo de allí, pero la abracé y la dejé que se tranquilizara, rompió a llorar desgarrándome por dentro, pero poco a poco mis fuertes latidos y mi respiración se calmaron, y su cabeza pegada a mi pecho fue asimilando y copiando aquello, hasta que normalizó y dejó de llorar.

-ANA: vámonos, por dios, no quiero seguir aquí, soy estúpida y tonta, soy una imbécil, mira que me lo dijiste, pero no, tengo que ser la tonta que todo se lo cree.

-YO: tranquila, no pasa nada, no has hecho nada malo, la culpa es de el, no tuya.

-ANA: no, es mía, no tenia que haberle creído, me lo dijiste.

-YO: tu tranquila, deja que me ocupe de todo, tu solo respira y sigue mi ritmo, respira profundo y suelta el aire, venga, conmigo, 1 y 2, 1 y 2- se fue calmando poco a poco, cuando se estabilizó, cogí el móvil, y llame a la policía.

-ANA: ¿que haces?

-YO: voy a denunciar y hacer que arresten a ese desgraciado.- casi echa a llorar de nuevo.

-ANA: no por dios, no hagas eso, se enteraran en la Universidad.

-YO: Ana, ese tío ha intentado forzarte o acostarse contigo, es tu profesor y no puede hacer eso, a saber con cuantas lo ha intentado ya, no volverá a pasar.- intentó convencerme pero de nuevo, no había opciones.

Hablé con la policía, era necesario, tenían que ser así, la 1º versión es la que cuenta y no dejaría que fuera la de el o la de algún vecino diciendo que yo agredí antes, al llegar, les explicamos lo ocurrido a la policía, nos tomaron declaración y subieron a buscar a Pablo, tuvieron que llamar a una ambulancia, seguía en el rellano sangrando, arrastrándose desorientado, paso 1 hora hasta que pudieron hablar con el después de que los médicos le atendieran y le bajaran a la ambulancia, le tuvieron que dar 9 puntos en la ceja, tenia una ligera contusión en el pómulo y un golpe en la cabeza del rebote en la pared, no se que les dijo pero volvieron, diciendo que me acusaba de haberle agredido sin motivo por celos, era su palabra contra la nuestra y el era un profesor reputado y nosotros 2 críos, casi me acusaban y me querían llevar a interrogar a comisaria. Pero era perro viejo, tenia 19 años pero no era ningún tonto, le pedí a Ana el bolígrafo, sollozaba viendo que podía salir mal todo aquello para nosotros, me lo dio, lo abrí y saque de dentro una grabadora espía, lo había comprado hacia unos días, con mas de 12 horas de grabación, lo activé antes de dárselo a Ana para que subiera, era la leche, solo si lo girabas de cierta manera se descubría y hacia copia automática en un pc que enlazaras, hasta escribía de verdad. Rebobiné unos minutos, y se lo puse a la policía, que lo escuchó durante media hora, delante de nosotros, Ana me miró entre sorprendida, agradecida y furiosa. Se oía perfectamente como Pablo iba pasándose y Ana le rechazaba, queriendo volver al trabajo, pero Pablo insistía pese a que Ana le decía que tenía novio y que dejara de tontear, en un momento, el vino de la comida entró en acción, Pablo la decía que le daba igual y que si estaba allí era por que era una golfa, afectado por el alcohol, decía que sabia que Ana en realidad quería liarse con el, que no podía ser tan tonta de creer que la tesis era real, era un copia pega de sus alumnos del año pasado, que un gran profesor como el no necesitaría la ayuda de una niñata de 1º año tan guapa como ella, Ana comenzó a llorar en mis brazos, rememorando aquello. Se oyó en la cinta como se echaba encima de Ana y esta le daba un bofetón queriendo salir de la casa, oyéndose como forcejeaban, con Ana gritando mi nombre con miedo, oír el proceso y los gimoteos de Ana, que me abrazaba fuerte, me iba cabreando mas, cuando le vi que salía de la ambulancia, sonriente charlando con un medico, me fui a por el de cabeza, dispuesto a matarlo sin piedad esta vez, me tuvieron que parar, a duras penas, entre 4 policías, ni ver como arrestaban a Pablo me tranquilizó, no le gritaba, no hacia movimientos bruscos, no amenazaba, solo le miraba a la cara con odio puro, no era un numero, quería su puta cabeza para desayunar, y la cara de Pablo demostraba que lo sabia. Solo ver a Ana pidiéndome calma entre tanto policía, tapada con una manta, con su cara abrumada y sus dulces ojos llenos de tristeza, me devolvió a mi ser, de nuevo me vi como en el ascensor en la mudanza, siendo la bestia que solo ella podía calmar.

Al final, nos fuimos a casa, le pedí a Alicia que cuidara de Ana unos días, para alejarla de todo aquello, estaba tan tensa y asustada que no pude ni tocarla en 1 semana, mientras que con el Padre de Teo, que era abogado, nos ayudó a tramitar la denuncia, quisimos ir a juicio, montar un escándalo que saliera en las noticias, pero de nuevo la Universidad medio con el juez, no se llegó a juicio, logramos que echaran a Pablo, o como lo llamaron “rescisión de contrato de mutuo acuerdo”, ocultando a la luz publica todo, incluyendo que lo inhabilitaron para la enseñanza, quedó con antecedentes de por vida y unas horas de trabajos sociales, ¿justicia?, eso fue una broma, justicia hubiera sido que me dejaran a solas con el 5 minutos en una habitación sin ventanas. A mi pobre ángel, Ana, le gustó más esa resolución, pese a los rumores, una vez mas, todo quedó en eso y así Ana pudo seguir con su vida en la Universidad sin verse señalada.

Se que no tiene nada que ver con un relato erótico, pero es una experiencia vital para entender el cambio de mentalidad de Ana, mas que un ejemplo, fue la lanzadera del cambio en algunas cosas del carácter de Ana, desde ese día se volvió mas espabilada y lista, era infinitamente mas inteligente que yo, pero se dio cuenta de que en la escuela de la calle, yo la sacaba mucha ventaja, una cosa es ser listo y otra inteligente, y ella aprendió a ser ambas cosas, seguía siendo dulce y cariñosa, pero ese punto de candidez que rozaba la estupidez, desapareció, no se lo podía permitir en una gran ciudad siendo tan bella. Ahora toreaba a los tíos que la entraban, se percató de que muchos de sus nuevos amigos iban detrás de ella, incluso mal metiendo contra mi, yo la daba algunas indicaciones básicas, ahora le parecía increíble no darse cuenta de determinados roces o conversaciones con ellos, somos hombres, se nos nota rápido cuando una mujer nos atrae, sobretodo si esta ya no piensa que todos los tíos somos así de buenos y amables sin esperar nada a cambio. La transformación real fue con sus nuevas amigas, había hecho muchas, pero a la hora de la verdad, cuando surgió lo de Pablo, muchas le dieron la espalda, o hasta se pusieron en su contra con los rumores, Ana se podía convertir en una abeja reina, tenia el físico y la inteligencia para ello, y el resto de abejas no lo podían permitir, se tuvo que hacer mas fuerte, mas contundente en sus respuestas, o al menos ahora las respondía. O de otras muchas que la metían en el grupo de turno solo para usarla de mascota social, ese enjambre que es una Universidad, lleno de chavales que se creen el centro del mundo. A mis ojos ese cambio fue bueno, ahora era capaz de defenderse sola en la cruda realidad, te puede gustar ser el caballero blanco de una dama en apuros, pero tener a tu lado a una mujer fuerte y segura no tiene comparación. Su grupo de amigos se redujo bastante, pero eran de verdad.

Empecemos con el sexo.

Según fue pasando el final del curso, Ana y yo nos volvimos unos amantes de 1º nivel, verla vestida de primavera y verano era un provocación constante, faldas, mini faldas, shorts, blusas vaporosas, tirantes de top ceñido, hombros o espalda o vientre, al aire, o todo a la vez. Siendo de Granada no lo pasaba tan mal con el calor que iba ganando terreno al frío, y se fue haciendo a la moda de Madrid, esa tan bella en que cuanto mas enseñes, sin parecer una puta barata, mas mona vas. Eso provocaba que salir con ella fuera un tormento, podía estar 2 horas follándomela sin parar a gran velocidad, ducharnos, salir a pasear y de ver como iba vestida, las caricias y los roces, ir empalmado toda la puta tarde, llegar a casa y volver a tirármela sin compasión alguna, ya apenas jugaba con la pobre Lara, que se vio obligada a pendonear con varios tíos y desistir de mi, no tenia tiempo material para ella, pero no le resultaba difícil con aquellas tetas que ahora sabia aprovechar tan bien, incluso creo que se lió con Manu, el otro compañero de piso, pero era tan reservado en sus cosas que no lo tengo claro.

Eso si, podría pasarme 1, 2 o 3 capítulos contando como Ana evolucionó hasta convertirse en mi nueva Leona, fue mejorando a pasos agigantados, el ritual era el mismo casi siempre, sexo oral hasta que me corriera y se tragara mi semen, eso era inamovible, a veces yo le correspondía con masturbaciones o comidas de coño, a la vez o posteriormente, pero en cuanto sentía mi simiente en su garganta, pasaba a montarme, la dejaba llevar las riendas hasta que no aguantaba mas, y cada vez era antes, ella disfrutaba al ver como su forma de moverse me excitaba tanto como para no poder sujetarme mas, tomando el mando, allí ella ya no solo soportaba, respondía a mis acometidas como bien podía, y cada vez era mas tiempo. Sus caderas se movían sin parar, no solo recibía, actuaba en consecuencia, daba igual cuantas veces se corriera y cuantas veces me bañara, gritaba alguna obscenidad y seguía pidiendo mas. Probábamos todas las posturas posibles, tumbados, de pie, sentados o en el suelo, la que mas me gustaba era dejándola contra la pared colgada en el aire por mis brazos y amartillarla de cara, mientras me rodeaba con los las piernas, hasta que me corría por 2º vez, normalmente era mas o menos hora y media, dependiendo de cómo Ana reaccionara o se comportara. Si ya estabamos satisfechos, parábamos allí, pero Ana quería mas, con el paso de las semanas su capacidad aumentaba, y yo no podía negarme, de vez en cuando pedía un 3º round, ya se encargaba ella de ponérmela dura de nuevo, entonces era cuando sus ojos brillaban de lujuria, se tumbaba de lado, como cuando dormíamos, me colocaba detrás y le penetraba lentamente desde esa poción, agarrándola fuertemente, y masacrándola lo mejor que sabia, era en este punto en el que ella, poseída por el ritmo frenético de mi falo en su coño incidiendo directamente en su punto G, abriéndola por la mitad, me pedía que sacara a la bestia, la había hablado de ella, y de Zeus pero el no importaba, estaba bien oculto, solo la bestia, clamaba entre gritos y gimoteos que la llamara, y aunque me daba miedo, si quería seguir “entrenándola”, debía acudir a ella, sus ansias por avanzar, y las mías de comprobar hasta donde podíamos llegar, me exigían invocarla.

Con sus nuevas habilidades disfrutamos del inicio del verano y del fin de la Universidad, Ana había sacado la 3º mejor nota de su promoción, le costó dejarme de lado las ultimas semanas por los exámenes, lo celebramos sin salir de la habitación durante una semana, me la había pedido de vacaciones en el trabajo para salir de Madrid con ella e ir a la playa o algo, pero fue acabar las clases, llegar a casa y le dieron por el culo a todo, disfrutamos como gorrinos en barro cada segundo de esa semana, hicimos lo que nos dio la gana el uno con el otro, apenas salimos a beber o comer algo, algunas horas nos quedamos tumbados de cara mirándonos sonriendo, sin tocarnos ni hablar, solo gozando del momento, o que pasáramos 10 horas durmiendo, descansando sin mas, para luego volver a follar durante horas. En uno de esos días, no recuerdo muy bien cual la verdad, nos pasamos de la raya, normalmente cuando Ana pedía el 3º round, eso la mataba durante al menos una hora, no podía ni moverse entre espasmos y temblores, pero esa semana fue un curso acelerado, y ese día según terminamos la 3º ronda, fue Ana la que me saco el semen a mi, y no yo matándola, sus caderas fueron las que hicieron la fuerza, no se si estaba cansado o que ella había mejorado tanto que podía hacerlo, pero cuando eyaculé, ella quedó a medias de su ronda de orgasmos, masturbándose de forma desenfrenada en pleno acto por que no podía seguir percudiendo, se volvía grosera en ese estado de excitación.

-ANA: no me vas a dejar así, ¿no?

-YO: joder Ana, no puedo mas, me acabo de correr, dame un rato.

-ANA: carbón, yo estoy caliente ahora.

-YO: anda, ponte encima y te como tu precioso coño.

-ANA: no, quiero que me folles, esto no se me pasa con unos lengüetazos, necesito tu polla partiéndome por dentro.- se giró echándoseme encima masturbándome mientras su boca se mezclaba con la mía y su lengua, ahora experta, me hacia repasar su cuerpo ardiente con mis manos.

-YO: ya seria la 4º seguida, no puedo mas.- mi cuerpo me traicionaba, mi verga se ponía dura de nuevo ante sus caricias.

-ANA: si puedes, si ……ya sabes…traes a tu amigo.

-YO: ¿quien?, ¿Zeus y la bestia?- sonrió juguetona asintiendo mientras mordisqueaba mi mentón- no, no puedo, no contigo, no hasta que sepa que estas preparada.

-ANA: ¿y que mas preparada puedo estar? Estoy encima tuya, ardiente de deseo, poniéndotela dura y pidiéndote que me abras el coño por 3 vez y saques al animal que se que llevas meses enjaulando, no es un calentón, estoy preparada.- su mirada era segura, pero mi pánico, al conocerme, era mayor.

-YO: no lo se, quizá sea así, pero una cosa es que ahora puedas y otra que cuando empiece seas capaz de acabarlo, si los saco de su agujero no pararé, te quiero con locura, pero aunque te vea llorando y gritando que pare, aunque te desvanezcas, Zeus no tiene compasión, y seria la 4º corrida, puedo estar casi 2 horas con la bestia, o al menos podía antes, no eres capaz de aguantar eso.- mis palabras mas que argumentos en contra, lo eran a favor, de hecho Ana ya se había empalado con mi barra candente que estaba ya a reventar, y me estaba follando casi sin mi permiso.

-ANA: solo hay una forma de saberlo- sus giros de caderas me estaban llevando al cielo, con su larga cabellera húmeda del sudor cayendo por uno de sus hombros.- quizá conmigo si seas capaz de pararte.

-YO: no, para, no con Zeus, no hay piedad.

-ANA: ¿y si solo sacas a la bestia, y no a Zeus?- me asombraba, no tanto ya, que su conversación fuera tan lógica teniendo en cuenta que se estaba follando una polla enorme tan tranquilamente.

Pero sus palabras me abrieron los ojos, siempre que había sacado a la bestia, fue por que Zeus lo demandaba, estaba en plena vorágine depravaba por aquel entonces, y encerrando a Zeus, pensé que la bestia se iba con el, pero nunca me había planteado, ¿y si Raúl, y no Zeus, era quien la traía? ¿Podía acaso? ¿Solo era una 7º velocidad que cualquiera podía meter? ¿o solo la arrogancia y violencia de Zeus podía elevarme hasta ese nivel?, eran dudas importantes, por que Ana ya se estaba corriendo sobre mi, pero seguía siendo empalada de forma criminal por ella misma y llegaba al punto de tomar yo el control y si eso pasaba sin tenerlo claro, podía arruinar todo lo trabajado con Ana.

-YO: esta bien, pero júrame que no cambiará nada si no soy capaz de parar.

-ANA: te lo juro, pero destrózame de una vez, carbón de mierda.- se recostó sobre mí besándome de forma ofensiva, casi provocándome con sus movimientos pélvicos, era una acusación a mi hombría.

Fue como activar un motor a reacción, agarré de sus nalgas separándolas bien y fijándola en la posición, planté los pies con firmeza y comencé a ser yo quien la penetraba, lentamente, sacándola entera y metiéndola de nuevo, cada vez era mas rápido, poco a poco volvió a un estado de excitación que la provocó algún orgasmo leve, la espera la estaba matando mas que si hubiera empezado de golpe, pero no tardó en notar la diferencia a los 5 minutos. Ya no era fácil verla con los ojos abiertos por sorpresa, estaba muy bien acostumbrada ya a mi polla y mis ritmos rápidos, pero irregulares, ahora estaba siendo la bestia, claramente, o volviendo a serla. Como os dije, la bestia no es nada misterioso, no es que ahora se la metiera mas, no era posible, ni que la abriera mas el coño, otro imposible , era el ritmo, ese que pones cuando te pones a 100 con tu pareja, que algunos aguantan 1, 2 o 5 minutos, yo ya iba por 10, a esa velocidad no aprecias los matices, solo veía a Ana moverse incomoda, buscando apoyos en mi pecho, la cama o la pared, sin encontrar consuelo, con orgasmos intensos cada minuto que terminaban en fuente, normalmente ella cuando se venia de esa forma, salía de mi y cuando se le pasaba se volvía a meter mi polla, pero la bestia no daba esa opción, seguí masacrándola hasta que sus ojos se pusieron en blanco y se desvaneció encima mía a los 15 minutos de haber comenzado con la bestia en serio, solo balbuceaba algunas palabras sueltas mientras movía los brazos de forma incoherente, tenia que parar aquello, el problema es que no era capaz, mi mente lo pedía, exigía y ordenaba, pero mi pelvis iba en automático. Tardé como 1 minuto mas en pausar un poco, el tsunami de sensaciones al recobrar a aquel animal salvaje e indómito, me obligaba a seguir, pero no hay mayor fuerza que el amor, fugazmente se me paso por la cabeza la imagen de Madamme, aquella diosa de las calles experta en pollas grandes en sus mejores épocas de puta de lujo, que apenas probó 30 minutos de aquello, y se convirtió en mi esclava particular, Ana en 15 minutos ya estaba ida y si seguía podía ocurrir lo mismo, y no lo queria. Así que la saqué de Ana en uno de los gestos, haciendo brotar un manantial del interior, semen, fluidos y hasta puede que orina, soltó varios chorros largos, y alguno mas corto hasta que su cadera dejo de palpitar, mientras mi polla seguía moviéndose masturbándose con los muslos de Ana, tenia que correrme o corría serio peligro de volver a penetrarla, todo mi ser me lo exigía, pero apretando mi polla entre sus nalgas haciendo presión con mis manos me hice una paja follándome la raja de su trasero, no era la bestia pero si con un ritmo que me saco la 4º corrida a los 10 minutos, en los que Ana había vuelto un poco en si y hasta me besaba. Me vine de tal forma que los chorros de semen salían despedidos al aire y cían en las nalgas y los riñones de ella.

Yo sonreía de forma tonta, había ganado la batalla a la bestia, a duras penas, si, pero había logrado no seguir matando el cuerpo inerte de Ana, Zeus lo hubiera hecho, y ahora estaría de camino al 5º, y el muy animal seguramente aprovechando su inconsciencia la estrenaría el ano ahora que no podía negarse. Pero yo no, y pese a ser difícil había demostrado que podía con ella. Ana estaba recuperándose sin poder levantarse de mi pecho, al soltarla las nalgas y dejar su cuerpo suelto es cuando aprecié que temblaba como una hoja, pero reía y jugaba con mi barbilla, y se agarraba de forma casi hipnótica la gargantilla que le regalé, como si fuera una cadena que le ataba a la realidad, seguía siendo ella, me tranquilizó, la desmonté suavemente dejándola tumbada de cara a mi, durante un rato, hasta que su cuerpo dejo de temblar.

-YO: ¿estas bien?

-ANA: por 1º vez, me alegro de que lo preguntes, esta vez si me has sobrepasado, de verdad creía que estaba lista, pero no, esa puta bestia es imposible, me he perdido, no sabia donde estaba, si no llegas a parar me muero aquí mismo.

-YO: te lo dije, y apenas han sido 15 minutos.

-ANA: ¿tan poco? ¡¡¡Pero si me ha parecido una eternidad!!! Solo quería que parara, pero…. no deseaba que lo hicieras, jajajaja ha sido maravilloso, ¿y tu como te sientes?- me perturbó la pregunta, hasta ahora ninguna de mis amantes se había interesado por mi después de la bestia

-YO: no lo se, joder, me ha gustado volver a probar esa fuerza, pero casi te hago daño.

-ANA: no exageres, daño ninguno, solo me has sorprendido, creía que ya podía con todo, pero veo que no, aun me queda, pero de esta semana no pasa.

Se acurrucó a mi pecho y se durmió con una de sus grandes sonrisas, la abracé fuerte, casi sin creerme la suerte que tenia de tenerla a mi lado, me quise dormir pero mi cuerpo estaba demasiado acelerado, mi mente volaba y el tacto de la piel de Ana me estaba poniendo a tono de nuevo, no podía ser, no había con quién desfogarse, o eso creía. Ella cuando se ponía en mi pecho no lo notaba pero se giró semi inconsciente, y como solía, me agarraba la polla para metérsela entre las piernas y dormir así, solo que esta vez no se encontró con una gran polla en reposo si no con una erección colosal, se despertó de sopetón, mirando la polla agarrada.

-ANA: ¿pero como esta esto así otra vez?- estaba atónita.

-YO: lo siento, no puedo controlarlo, estoy muy acelerado, me has hecho revivir algo que esta fuera de mi control.- estaba avergonzado por 1º vez delante de ella.

-ANA: pues nada, habrá que volver a sacar al animalito, la verdad es que yo también estoy caliente como una perra- y sin más se llevó la polla a la boca empezado una mamada de la suyas.

No me lo podía creer, Ana estaba desatada, tanto o más que yo, apenas 1 hora después de irse de viaje astral por culpa de la bestia, ya pedía más, pero dejó de chupármela.

-ANA: dios, esto esta asqueroso, sabe a….no quiero ni saberlo, vamos a la ducha.- me guiño un ojo mientras se incorporaba, sabiendo que su cuerpo húmedo era demencial para mi.

La seguí hipnotizado por una gota de sudor que recorría su espalda hasta la corva de su cintura, encendí el agua y dejó la alcachofa arriba enganchada a la pared, comenzando ante mis ojos un sensual baño, no hacia falta, yo ya estaba metiéndome en la ducha colocándome detrás de ella, lo que aprovechó para ducharnos a los 2, llevó mis manos a sus senos y a su entre pierna, obligándome a repasar cada recoveco hasta dejarla limpia, lo que salía de su interior era un caudal de agua, semen y fluidos, antiguos y nuevos, con mi polla palpitado entre sus mulos. Mis caricias en su vientre no tardaron en ponerla a 100 y que levantando su cadera se metiera del tirón mi falo hasta el fondo, apoyándose en la pared e iniciando un movimiento de sube y baja cada vez mas rápido, no duro ni 5 minutos, estaba físicamente muy mal, pero aun así se saco sola un orgasmo delicioso.

-ANA: vuelve a sacar a la bestia, mátame de nuevo, y ahora no pares, aunque me muera, ¡¡¡no pares!!!

No hizo falta mas, la sujeté con firmeza y esta vez sin preámbulos arrasé, saqué a la bestia que aun anudaba por allí acechando, deseosa de acabar lo que no le habían dejado hacían un rato, y cuando vio la oportunidad, no perdono. Ana soportó bastante bien los 15 minutos que antes habían sido suficientes, a partir de ahí, volvía a buscar acomodo donde fuera, mis acometidas eran tan animales que la hicieron elevarse en el aire de puntillas, apoyó un pie en cada borde de la bañera y asegurándola con mis manos, se elevó dejándola totalmente abierta y siendo masacrada en el aire, sus orgasmos la hacían retorcerse y hacer sonar sus emanaciones contra el suelo de la bañera, fui recordando como sacar lo mejor de aquel ser que ahora me poseía y pegué un acelerón final aguantando mas de 20 minutos una sangría que rozaba la violación, pero ver su aguanté me prohibía bajar el ritmo, y aunque hubiera querido no estaba por hacerlo, hasta que se le resbaló un pie del borde de la bañera y se medio ladeó, la tenia bien sujeta por la cintura, abrazada desde atrás, y empalada, así que seguí arremetiendo, pero esa posición generaba mas fricción en su interior y se comenzó a quedar colgada de mi, levantaba los 2 piernas recogiéndolas o abriéndolas, buscando menos placer, pero sin encontrarlo, cuando parecía que aguantaba le venia otro orgasmo que la sacudía todo el cuerpo, al final se apoyó con lo pies en la pared de enfrente, haciendo fuerza con su espalda contra mi pecho, y teniendo cierta estabilidad se dejó machacar hasta que me corrí con ella ida casi en su totalidad, pero me vine como nunca con ella, bañándola con una rayo partiéndome la espalda y un volcán de sensaciones olvidadas, hasta llevé mi mano a su coño hirviendo y la masturbé con mis ultimas sacudidas para sacarla un orgasmo final que no pudo ni gritar, ni gemir, solo sentir.

Despacio, me fui sentando en la ducha, con ella bien agarrada, estaba como un títere aguantándose solo por mis brazos rodeando su cintura, sentándola entre mis peinas y abandonando su interior, la pobre estaba convulsionando, pero ahora de forma amplia, no eran tirones cortos, si no que sus piernas se abrían al máximo para cerrarse de golpe, mientras su pechos rebotaban de la respiración agitada y su cabeza luchaba por levantarse de mi hombro derecho. Quise hablar con Ana, pero no respondía, solo gemía, o gruñía más bien. Con cuidado de no tener otra erección, la duché, y poniéndole una camiseta mía vieja y unas bragas, la deje en la cama durmiendo, me di una ducha rápida yo solo. Por algún motivo el miedo a haber destrozado a Ana hasta hacerla un juguete roto, mi mayor temor, no estaba presente, me había dado motivos suficientes para confiar en ella y en que eso no pasaría. Salí a beber algo, estaba tan seco que lo hice en bolas sin saber muy bien que hora era o si había alguien en casa, y al hacerlo me encontré a Lara desnuda, apoyada en la pared acariciándose con un dedo en el coño, mirándome a la cara, y luego a mi polla, su gesto era congestionado, y sin parar de hundir ese dedo en su clítoris. Hacia mucho que no la veía así, se había cansado de ser un don nadie para mí, pero esta vez estaba allí de nuevo.

-YO: hey, golfa, eso en tu cuarto.

-LARA: es que desde allí no oigo bien como te follas a Ana.

-YO: ¿otra vez con eso?

-LARA: si, no puedo evitarlo, no se que la has hecho pero hoy sus gritos me han puesto a mil.- su mano solo aumentaba el ritmo.

-YO: pues nada reina, que te cunda – me giré y me fui a la cocina, me metí entre pecho y espalda media botella de agua fría, pese a las recomendaciones de que eso era malo, pero me ardía el cuerpo, solo quería calmarlo, regresé con un vaso grande para Ana, viendo como Lara seguía a lo suyo.

-LARA: ¿cuando me vas a follar a mi así?- se me echó encima restregando sus enromes y apetecibles tetas por el cuerpo, mientras me miraba implorando. La respuesta era nunca, pero no quise ser grosero con una mujer desnuda que se masturbaba con los ruidos que le llegaban de nuestra habitación.

-YO: ya te he dicho mil veces que soy de Ana, y nadie mas, ahora aparta tu mano de mi polla y déjame volver con mi chica.- si, su mano se había desplazado hasta mi miembro, algo que no era la 1º vez que hacia, pero siempre recibía la misma respuesta. Me metí en el cuarto y no se volvió a saber de nosotros hasta acabar esa semana.

Ana tuvo que usar un par de veces lubricante y vaselina para su coño, estaba al rojo vivo los ultimo días, aun así nos fundíamos como uno solo, y llegamos a nuestro techo, Ana no podía mas, no le era posible llegar mas lejos conmigo a el ritmo de la bestia, 2 y media largas eran su limite, si en esa semana no había avanzado mas, es que ya no podía. Yo estaba como en mis mejores momentos, físicamente estaba hecho un toro, mi cuerpo era casi esculpido de gimnasio, tableta, brazos, piernas, espalda, pecho…..etc, todo marcado y bien colocado, pero no había pisado un gimnasio para hacer ejercicio desde hacia mas de 1 año y medio, todo era de haber follado sin parar y mas aun con Ana los últimos meses, la constancia y el no parar con ella me tenían en el estado físico perfecto, algo que había aborrecido durante mucho tiempo, un tío macizo que podía derretir el polo sur si fuera una mujer. Era consciente de que con la bestia podía dar mas de mi, pero la tenia controlada, según Ana me sacaba su ración de leche con una mamada, llamábamos a la bestia al ruedo, cuando terminaba la 3º o 4º corrida dentro de Ana, apagaba motores, se desmayara o estuviera a punto, me contenía por el propio bien físico de ella, a esas alturas de las sesiones de sexo animal, su cuerpo ya se había rendido, y dejado de intentar igualar las fuerzas hacia rato, era un cacho de carne atropellado por un tren de mercancías, pero a la hora o poco mas , volvíamos a empezar, el ultimo día conté casi 9 horas seguidas, descansando media hora entre sesiones, unas 3 , Ana salió titulada “cum laude” de esa habitación.

Pasados unos días de descanso, de follar y de nosotros mismos, en los que el 1º fue aprender a volver a andar para los 2, noté como sus caderas se habían desplazado, se compró ropa nueva por que había aumentado 1 o 2 tallas de cintura, dejándole aun mejor culo y una figura con curvas que provocaba erecciones con sus andares cada día mas insinuantes, para el final del curso y la vacaciones de verano, Ana era, al menos, tan buena como Madamme, unas 2 horas, y no le andaba lejos a Elonor, casi 3, ya con la bestia sobre el tablero. De nuevo la compararon era injusta, Ana había sido entenada poco a poco desde 0 durante mas de 9 meses, el resto de mujeres no tuvo esa opción, Madamme y también Eleonor con anal, la ultima sumándole a su hija. Ana había sido la mujer que durante mas tiempo seguido me había tirado, y eso se notaba, ahora, aguantaba 1 hora larga a la bestia ella sola, nada mal, pero se recuperaba en unos minutos y volvía a por mas durante otra media hora o mas, sumando desde que empezamos a follar quitando preliminares, unas 2 horas y media sin parar cuando nos poníamos serios, repito, eso ella sola, sin ayuda de su madre o hija, como mis colombianas, y sin “descansos” por el sexo anal como Madamme, masacraba su coño como a ninguna otra y era espectacular, volvió a gritar poseída al follar, no podía contenerse, pero esta vez con razón. Solo mi leona, Mercedes, había sido capaz de aguantar eso, pero es que mas que aguantar, es que aquella mujer lo superaba, las ultimas veces con ella habían sido casi 4 horas de bestia antes de desmayarse, y se recuperaba igual de rápido para aguantar otras 2, joder, si no fuera por que era un pelele a mi ordenes, y no una novia, no se entendería por que no estaba cabalgándola día y noche y seguía con Ana, pero no era capaz de darme lo que me daba mi Granadina, el hecho de que cuando no estabamos follando me hacia igual, o mas feliz, con su forma de ser y como me hacia sentir a su lado.

Después de aquello, se calmó un poco nuestra fogosidad, no lo hacíamos a todas horas, yo seguía trabajando, y el calor del verano siempre me ha dejado atontado y agobiado, teníamos nuestro polvo diario, incluso alguna vez solo era una mamada de su parte, por rutina, pero el día que nos poníamos tontos despertábamos a medio barrio, cumplíamos de sobra las 2 horas y media largas que Ana daba de si, y si estaba muy caliente repetíamos al rato aguantando 1 hora mas con suerte, casi siempre ya con la bestia todo el tiempo, domada y domesticada aunque siempre había veces que se rompía la correa y tardaba unos minutos en contenerla, era su limite, pese a que con las repeticiones Ana oponía mas resistencia durante ese tiempo, al llegar a ese punto su cuerpo entraba en barrena. El sexo se convirtió en algo tan ritual y protocolario en aquel cuarto, que se volvía algo aburrido.

Los siguientes pasos eran el morbo y la excitación, Eli me comento muchas veces que en mi adiestramiento que la rutina y la falta de emociones pueden matar las relaciones, y pese a que generalmente Ana se mostraba tímida y vergonzosa fuera de aquellas 4 paredes de nuestra habitación, su personalidad iba adaptándose, podía ser todo lo dulce y cariñosa que fuera, pero acepto de buen grado ese juego emocionante, hacíamos locuras del tipo de follar en baños públicos, comenzamos en la Universidad el ultimo día de sus clases, una fiesta de graduación, yo me puse el traje de Eric, que ya me quedaba hasta mal, el tiro del pantalón o los costados, mi cuerpo se había vuelto tan musculoso que las medidas de cuando me lo hicieron quedaron pequeñas y desajustadas, pese a ello estaba bastante atractivo, Ana pensó en ir con el vestido negro de las 3 V, pero era demasiado provocador, y ahora, con su aumento de caderas, su aspecto era demencial para cualquier varón adulto, de hecho, cuando se lo probó en casa, la embestí contra la pared y la destrocé de forma inhumana, con el vestido puesto, por delante y por detrás, Ana esa vez paso de tontear al inicio, o querer parar por miedo a romper el vestido, a disfrutar y gozar con aquel vendaval. Como os decía, al final se compró un vestido menos descocado para la graduación, paso de actriz porno en la entrega de premios al cine para adultos, a parecer una princesa de cuento, con un vestido verde palabra de honor, algo abombado y largo, con un tocado precioso en la cabeza, unos pendientes a juego con la gargantilla y un ahumado de ojos color esmeralda, que junto a su tono de piel la hacían dejar en ridículo al resto de mujeres. La piqué durante toda la fiesta y el baile con ello, llamándola princesita, o hada, se enfadaba por que no quería dar esa impresión de niña buena y formal, se estaba labrando un nombre en la Universidad alejándose de esa imagen que le había costado mas de un disgusto. Llegó uno de los bailes lentos, de esas que me gustaban bailar y hacer sobresalir del resto, cuando Ana se percató de que todos nos miraban y se morían de envidia, sonrió obteniendo lo que quería, le estaba cogiendo el gusto a ser el foco de atención.

-ANA: gracias.

-YO: ¿por que?

-ANA: por hacerme sentir la mujer más especial del mundo.

-YO: lo eres y te mereces eso, o más.- sonrió mordiéndose el labio antes de besarme suavemente y pegar sus labios a mi oído.

-ANA: si, merezco que me hagas el amor aquí y ahora.

Me agarró la cabeza y sabiendo que todos miraban me dio un apasionado beso que correspondí encantado, nada de protocolo o formas, su lengua jugó cuanto quiso con la mía, hasta el punto de calentarme y querer tirarla al suelo para follar delante de todos. Ella lo notó y cogiéndome de la mano me arrastró al baño del piso de arriba, el de abajo estaba lleno, con una cola enorme y con 1 pareja ya follando dentro. Según entramos Ana revisó el baño entero, y sabiendo que no había nadie, cuidadosamente se quitó el vestido dejándolo doblando encima de una mesa, iba solo con un tanga minúsculo y los tacones, volviendo a echarse encima de mi y seguir con su juego en mi boca, pero sus manos me sacaron la polla masturbándola con habilidad, sonreía de forma picara y vergonzosa, la situación la ponía caliente, hasta que logró ponérmela como una piedra, se arrodilló y me la chupó de forma hábil pero ansiosa, mirando la puerta de reojo, le daba miedo que la pillaran, pero aun así no paró hasta que mi semen la llenó la boca y se lo tragara, con maestría se puso en pie bajándose el tanga y poniéndose de espaldas a mi, apoyada en la pared, se abrió las nalgas, pidiéndome que la bestia la matara, allí y ahora.

Ataqué sin piedad, me desnudé, su cuerpo era un pecado y tendría que ser confesado después, sus “nuevas caderas” unidas a la estilizada figura por los tacones altos, madre mía, lo que quería hacerle a ese trasero no debía ni de ser legal, la hundí en su coño sin mayor dificultad y arranqué a golpes sus gritos mas ahogados, seguía queriendo que no la pillaran, pero no podía contenerse a los 20 minutos, cada orgasmo que bañaba el suelo era demasiado para ella, los tacones no ayudaban a su estabilidad, así que recordé una postura, la subí de rodillas a la pila del lavamanos, dejándola con el culo ofrecido a mi ataque, y lo masacré una vez estabilizada, matándola 1 hora mas hasta correrme como un cerdo sacándola un grito que resonó por todo el baño y seguramente por todo el pasillo. Quizá hubiéramos seguido camino de mas, pero sonó la puerta del baño, Ana saltó como un resorte, cogió el vestido y se metió en un cubo del baño cerrando la puerta con pestillo a tal velocidad que me dejó petrificado, quise hacer lo mismo pero mi ropa estaba muy desperdigada, entro al lavabo una señora de unos 40 años, supongo que profesora o de la fiesta y me vio en pelotas con la polla medio empalmada tratando de disimular cogiendo mi ropa, me preguntó quien estaba gritando, sin apartar la vista de mi polla, queriendo no ser tan evidente como estaba siendo, la di largas mientras Ana se desternillaba tras la puerta, la señora se dio cuenta del tanga tirado en el suelo y solo dedujo lo obvio.

“esta bien, cuando acabéis, recoger todo……- mirando a la puerta de Ana elevando la voz-……, y niña, felicidades.”

Se fue admirando de reojo mi rabo por última vez, Ana salió con pánico, con la cara roja y el rímel corrido de risa, con el vestido puesto sin la cremallera, mirándome como me iba poniendo algo de la ropa.

-ANA: dios, que vergüenza he pasado.

-YO: ¿perdona?- me abrí de brazos haciendo evidente que el que peor lo había pasado seria yo.

-ANA: ya, pero te conocen a ti, sabrán que era yo, jajajajaja.

-YO: ¿y por que te ríes?

-ANA: jajajaj no lo se, de nervios jajajaja

-YO: que graciosa eres, pues anda que no me ha comido con los ojos la señora.

-ANA: ¿y que esperabas? Estas buenisimo y te plantas así, desnudo, delante de ella, con la polla enorme dando cabezazos después de follárme, sudando y brillando como un dios- se fue acercando acariciando mi pecho.- ¿y sabes que?

-YO: ¿que?- la acariciaba con dulzura los brazos, que sujetaban el vestido sin cerrar.

-ANA: que me he vuelto a poner cachonda de pensar en que nos pillen jijijiji- reía sin comprender aun el por que.

-YO: ¿ahh si?…… ¿y que quieres que hagamos?

-ANA: no lo se podemos……..repetirlo, como tu quieras, pero a mi este rollo travieso me esta haciendo mojarme.

La cosa quedó así por que según lo dijo soltó el vestido y me montó de nuevo de cara, subiéndose encima mía y empalándola con sus movimientos de cadera, estuvimos follando hasta que me corrí de nuevo, Ana estaba lo mas ardiente que había estado en semanas, y no me quedó otra que sacar a la bestia de nuevo para calmar aquella amazona que me estaba matando. Tuve que contenerme si quiera que Ana saliera de allí por su propio pie, nos arreglamos pero le cogí el tanga a Ana y me lo guardé en el bolsillo, negándome a dárselo, volvimos a la fiesta como si no hubiera pasado nada, saludando a la mujer que se había metido en el baño, con Ana roja de vergüenza, como si la gente tuviera rayos x para darse cuenta de que iba sin nada mas que el vestido, al regresar a casa se desató, se untó en aceite y me dejó aprovechare de ella cuanto me dio la gana, con la bestia o sin ella, durante mas de 3 horas hasta que cayó rendida cuando la di por detrás tumbados de lado, eso siempre conseguía llevarla al paraíso cuando aguantaba bien mis acometidas.

A partir de ese día, los juegos se volvieron cada vez mas atrevidos y mas excitantes, ella fué a mi trabajo, habíamos salido de fiesta y había estado follando con Ana hasta la hora de irme a trabajar, dejándola sin saciar supongo, algo bebida, a mi me dejaban trabajar en el almacén solo, me bastaba con mi físico para colocar todo el producto, según la vi sabia que no la había dejado saciada y que venia a terminarlo, aseguré las puertas y sin mediar una sola palabra nos desnudé y le penetré contra una estantería, rodeándome con sus piernas y aceptando aquel fin, tiré la mitad de las cosas de la estantería con los golpes que Ana recibía sin descanso, fue una maravilla como se agarraba al alto de la estantería, de espaldas y como se arqueaba su espalda gritando los orgasmos que la provocaba, tapándola la boca con mis labios hasta que por fin la hice desvanecerse cuando me corrí, al final la vestí, estaba muy cansada, agotada y seguía algo bebida, y la dejé descansar en el despacho del jefe, siendo fin de semana no estaba, y tuve que partirme el pecho por acabar el trabajo con 1 hora menos de tiempo, estaba muerto y no se ni como lo hice, bueno si, dejando un par de cosas pendientes. Cuando regresé al despacho estaba Ana charlando con una encargada amiga, que ya la conocía, y otra de las trabajadoras de por la mañana. Nos quedamos así un rato, charlando entre todos después de mi turno, hasta que Ana se sintió con fuerzas para poder ir a casa, yo la disculpaba por que habíamos estado de fiesta y estaba de resaca, aunque no terminaron de creérselo, entre otras cosas por que Ana me dijo que estando medio ida no sabia si la habían sonsacado que habíamos estado follando en casa antes de ir y luego allí, o algún detalle mas sobre nuestra relación, como el tamaño de mi polla, algo que no era ningún secreto desde que el 2º mes de trabajar allí ayude a una de las chicas en el almacén y los roces eran obvios, o de lo bien que follaba. El rumor se fue extendiendo por el trabajo hasta que todas las mujeres de todos los turnos pedían cambios en horarios para coincidir conmigo, tirándome los tejos de forma evidente, hasta pedían ir al almacén conmigo a “ayudarme”, cuando no había ninguna necesidad. Eso, lejos de enfadar a Ana la ponía mas cachonda aun, que la gente los supiera y que solo ella era la afortunada la distinguía del resto, supongo, por que sus visitas a mi trabajo aumentaron en numero, 1º para ver la competencia, aunque era inútil, no había ninguna a su altura, una encargada rubia mona, y un par de jóvenes cajeras morenas con un buen polvo, pero no me interesaba nadie, nadie salvo Ana, me tenia para ella sola, ya se encargaba de que no me faltará sexo, ni de que la relación fuera de el, cambiara, seguía siendo la mujer perfecta tanto en la cama como fuera de ella, y ahora sin la Universidad tenia mucho mas tiempo para nosotros. 2º por seguir con aquel juego, el morbo estaba en todo momento.

Nos provocándonos uno al otro y buscando formas de jugársela, entrando en una espiral vertiginosa, desde cosas sencillas como hacernos fotos o videos haciéndolo, o una mamada en el cine, una masturbación en un restaurante, o sexo en los baños de algún local, pasando por ir con ropa interior sexi o sin ella, poniéndonos en situaciones incomodas, como en roperos con las/los dependientes de la tienda, mas de una vez casi nos montamos un trío en un ropero, quedando en que alguien nos oyera follar masturbándose, o mirando de reojo, si mi fisco y mi polla eran un imán para las mujeres, el cuerpo de Ana no lo era menos para los hombres. Hasta compramos esposas para atarnos, ella me lo hizo a la cama durante un día entero, follándome antes de irse y al volver horas después, esa me picó en el orgullo, así que se la devolví, la hice invitar a todas las personas que considera amigas o importantes a casa, estuve de lo mas cordial y amigable con todos, pero los disculpe diciendo que tenia que hablar con Ana a solas, la metí en el cuarto arrancándola la ropa, y la medio violé contra la puerta de la entrada, no fue sin consentimiento, pero la situación no era la idónea para ella y no quería con todos allí, al menos al principio, pero a los 5 minutos ella misma me estaba follando, queriendo mantenerse muda, pretendiendo hacer que me corriera en silencio para que no se dieran cuenta, no lo permití, saqué a la bestia y la maté hasta llevarla al carrusel de orgasmos, en mitad de ello, paré, haciéndola gritar que continuara, implorando que siguiera, no lo hice hasta que grito poseída que la partiera por la mitad con mi colosal polla, entonces la di la vuelta y la destrocé como mejor sabia por detrás hasta llenar su interior de semen, saliendo 1 hora después, con ella roja, riendo nerviosa al ver las miradas de todos, que había escuchado sin dificultades como habíamos follado.

Eso me costó mas de lo que pensé, Ana siempre iba por detrás de mi, si a ella se el ocurría una jugarreta, a mi algo peor, y su respuesta siempre era menos contundente, pero llegó el día que Ana uso su intelecto de forma perversa, me invitó a dar un paseo por el parque al atardecer, pasamos muy buena tarde la verdad, merendando y paseando, pero llegando la noche buscó un sitio apartado y me dejó sobar hasta que me puse como un tronco, se dedicó a hacerme una buena mamada, sacándome su ración diaria de leche caliente, sacó las esposas, en mitad de la pasión me pegó a un árbol, me desnudó entero y me colocó las manos encima de una rama y me las puso, al ser tan apartado se aseguró de que nadie viera, y se levanto la falda, dándome su culo a penetrar, lo hice a conciencia, llegando a tirarla al suelo de los espasmos eléctricos que la provocaba sin poder sujetarla con mis manos, se volvía a poner en pie para seguir hasta que por fin me corrí, logrado el objetivo, pensé en ir a casa a acabar aquel juego, pero Ana se dio la vuelta, me besó con ternura y me miró a los ojos.

-ANA: con esto ya puedo aguantar hasta mañana, hasta luego amor. – se puso a recoger las cosas, incluyendo mi ropa, me hizo una foto, y se fue corriendo, ante mi asombro, dejándome en pelotas en un parque, gritándola hasta que ya no me oía.

Esa me costó un lío con la policía, que acudió avisada por un grupo de chavales que iban a beber al parque buscando ese lugar tan apartado, tuve que aguantar sornas, burlas, fotos y videos, las quinceañeras sin apartar su mirada de mi rabo, llegando a frotarse entre ellas con disimulo, mi poca vergüenza me ayudó a sobrellevarlo con alegría, mas aun cuando la policía acudió, al inicio solo una patrulla, pero algo debieron contar por la radio por que acudieron 2 patrullas mas y una lechera (furgoneta antidisturbios), todas con alguna mujer, todo un numerito atrayendo a mas gente hasta que a alguno se le ocurrió usar las llaves de sus esposas para internar abrirlas, creo que era tan simple que no lo hicieron antes por darme un escarmiento, antes de llamar a los bomberos y tener que cortar la rama, que ya había intentado tirar yo, o romper, pero era muy gruesa. Al final pase la noche en los calabozos con una manta, acusado de escándalo publico, pero me las ingenié para convencerles de que había sido una gamberrada de unos compañeros y que yo era la víctima de sus actos, eso y mi carita de lastima y de buenazo tontorrón innata, me sacaron de allí sin cargos, vestido con un chandál de la policía. Fui derecho a casa, alguno puede pensar que cabreado o enfadado con Ana, ¿pero por que?, era parte del juego, y esa vez ella me había ganado. Según llegué la dejé claro que no estaba molesto, su actitud inicial era de miedo a haberse pasado, pero dándola un par de azotes sobre mis rodillas como a las crías malas, zanjé el asunto, ella me regaló una noche animal de sexo, quise castigarla un poco, y durante una comida de coño de cine jugué mas de lo habitual con su ano, nada raro, ya lo hacia antes, la provocaba estremecerse de excitación, ese día no solo acaricié, apreté contra su agujero, esperando alguna reacción negativa, pero mi sorpresa fue ver como, lejos de reprobarlo, sus manos acariciaban mi cabeza hundida entre sus muslos gimiendo de gusto, no pase de allí por miedo a extralimitarme y que se cerrara en redondo a mas avances, podía ser el inicio para tener sexo anal con ella y no iba a estropearlo.

Se la devolví regalándole unas bragas con vibrador a control remoto, y se las puso encantada solo a condición de que ella tuviera el mando, había quedado con unas amigas de la Universidad para despedirse hasta el curso que viene, la fui siguiendo sin que me viera, con el mando en la mano, el de verdad no un mando de garaje roto que le di, al principio di una ligera descarga momentánea en cuanto llegó y saludó a sus amigas, miró el mando de su bolso creyendo que se había pulsado sin querer, luego lo dejaba encendido un rato o daba ligeras descargas seguidas, luego una hora, me mandó un mensaje mientras tiritaba al caminar entre sus amigas, manteniendo la compostura, “¡¡¡carbón, te has quedado el mando!!!” la di un descanso cuando llegaron a una cafetería con las amigas, viéndola desde fuera, cuando la miré y vi que se había clamado y creía que ya había pasado todo, lo encendí y lo puse al máximo, aguantó media hora, después montó un Cristo al romper en un orgasmo que hizo llamar a una ambulancia al encargado creyendo que era un ataque al corazón, quise parar al ver la ambulancia, pero…..oh oh……. me quedé sin pilas con el botón encendido, os lo digo todo.

Me fui a casa por si tenia pilas, no sabia si al quedarme sin ellas, las bragas seguían encendidas o no, y la verdad es que no sabia que era mejor, pero me cansé de buscar, Lara apareció como siempre de la nada, había vuelto a acosarme ahora que Ana no estaba encima mía todo el día, estaba solo en bragas y como era habitual empezó su seducción inútil, me la llevé al cuarto a ver una película, y allí esperé a Ana mientras Lara hacia de oso de peluche, os juro que no me ponía cachondo, pero era inevitable sobar aquel par de tetas enormes, y sus pezones ultra sensibles, como rascarse una picadura. Según llegó a casa Ana se metió en el cuarto, se bajo las bragas levantándose la falda que llevaba y me las tiró a la cara aun vibrando, totalmente encharcadas, le dio igual que estuviera Lara en la cama, la apartó y sacándome la polla se perforó, aun sin que mi polla estuviera empalmada, ya se encargó ella de ponerla como un mástil con su cadera, para estar mas de 2 horas matándose sin hacer yo ningún esfuerzo, salvo volver a jugar con su ano, la pobre Lara salió de allí como un perro con el rabo entre la piernas, apabullada. Cuando terminamos y Ana se quedó complacida, que no ida, me rechistaba sin mucha fuerza el hecho de haberla dejado con las bragas encendidas mas de 5 horas.

-ANA: eres un carbonazo, ¿sabes lo que me has hecho pasar?

-YO: en realidad desde la ambulancia de la cafetería, no.- me miró sorprendida, no sabía que la iba a seguir.

-ANA: que mamón, ¿y que paso después? Por que mis amigas se estaban preocupando, las he tenido que dejar para venir derecha aquí, ¿por que no lo apagaste?

-YO: me quedé sin pilas, y vine a buscar, pero al final desistí.- se enfadó un poco.

-ANA: ¿me tienes por ahí chorreando mientras te vas a casa a estar con Lara bien abrazados?

-YO: no mujer, siento si te molesto, ya sabes como se pone Lara cuando estamos solos, y sin los demás que se han ido de escapada con el coche, esta mas suelta que nunca.- se puso de morros exagerando cómicamente la situación, cada día se parecía mas a mi.

-ANA: pues que sepas que el de la ambulancia me ha metido mano.

-YO: ¿no jodas? ¿Al final te atendieron?

-ANA: si, idiota, hasta me querían dar un calmante por que no sabían por estaba acelerado el corazón y los sudores frios que tenia en pleno junio.

-YO: jajajaj pobrecilla mía – jugaba a abrazarla mientras ella se resistía.- ¿y dices que te metía mano?

-ANA: si, jo, me han metido en la ambulancia y al quedarnos solos uno de ellos se ha puesto sobón.

-YO: lo mismo estaba preocupado….

-ANA: los cojones, me ha hecho quitarme el top quedando solo con la falda y en sujetador, y me ha repasado con sus manos todo el pecho con la excusa de oír el corazón y los pulmones.- se puso frente a mi cruzada de brazos.

-YO: no puedo culparle, estas muy buena.- la di un beso en la mejilla

-ANA: ¡¡ah!! ¿y te da igual que me vayan metiendo mano?

-YO: no, ya sabes que no, pero es medico y tu una chica lista y fuerte, ¿que te iba ha hacer que no te dejaras tu?

-ANA: pues podía haberme liado con el, era mono……- su sonrisa se le escapaba, era delicioso verla tratar de ponerme celoso.

-YO: bueno, siendo así, lo mismo me tengo que enfadar contigo- me fui acercando dándola besitos por el brazo, subiendo hasta su cuello.

-ANA: calla bobo, ya sabes que soy solo tuya.

-YO: buena chica, quizá deba recordarte lo buen amante que soy para que no andes tonteando por ahí con otros…- mi mano se metió entre sus muslos masturbando y penetrando su coño con un dedo, haciéndola retorcerse, y dejar sus brazos cruzados para apoyarse en la cama echando su cuerpo un poco hacia atrás.

-ANA: ummm….por dios…para….me duele….ufffffff- gemía aunque su gesto era de dolor.

-YO: ¿estas bien?

-ANA: si, es solo que después de follar y con lo de las bragas, tengo el coño irritado, dios, mis amigas, me han visto así, que vergüenza, alguna se ha tenido que dar cuenta.

-YO: joder, siento si me he pasado, estabamos en plena venganza de nuestros juegos y…..- me estaba preocupando pero Ana solo estaba siendo cuidadosa, se me echó encima besándome.

-ANA: no amor, me ha encantado en el fondo, esa sensación, delante de todos, solo de recordarlo me mojo, pero me duele, por favor no te lo tomes mal.- pobre, la había hecho pasar un calvario y aun así me pedía disculpas ella a mi, decidí probar suerte de nuevo.

-YO: esta bien, pero si no podemos por tu dolor, podríamos probar con….el seco anal.- se sacudió la cabeza negándose mirándome a escasos centímetros de mi cara.

-ANA: no, ya te he dicho muchas veces que no, lo siento pero me da miedo, me vas a romper algo con tu cosita.

-YO: bueno, no tenemos por que hacerlo de golpe, podemos ir jugando, he urgado un poco allí y no te ha molestado.- se puso roja al darse cuenta de que yo me había percatado.

-ANA: ya…si…..pero no se…no es lo mismo….me gusta como juegas por fuera, me hace temblar, ¿pero una penetración? Madre mía, solo de pensarlo me tenso y se me cierra en culo.- reía de forma leve.

-YO: bueno, casi meto un dedo, he estado apretando suavemente, y no te ha dolido ¿verdad?

-ANA: no, pero por que estaba muy cachonda, lo mismo me hubieras metido un dedo entero y no me hubiera enterado.

-YO joder eso se avisa, y te meto hasta el codo- me miró ofendida, sonriendo conociéndome.

-ANA: no seas animal, lo decía por decir, no se, la verdad es que me ha gustado un poco.- se mordía la uña del dedo pulgar, golosa al reconocerlo.

-YO: ves, solo es cuestión de ir probando, poco a poco, hasta donde veas que aguantas, caricias, luego con un dedo, luego varios, si llegamos a un punto en que te duele, lo dejamos, ya me conoces, no te haría daño jamas, pero si te gusta y lo soportas podemos intentarlo, ¿vale?

Me miraba pensativa, realmente le había gustado, no había sentido nada de dolor y confiaba en mi al 100%, podía haberla dicho que yo era santa claus y se lo hubiera creído, podía usar eso en su contra, pero no lo hacia y precisamente por eso confiaba en mi de esa manera, justo después ahí un ejemplo. Además llevaba tiempo pidiéndoselo, sabia de sobra que me moría por follárme ese culazo que había echado, antes era apetecible, ahora era una obsesión, el de Alicia , mi compañera de piso y novia de mi mejor amigo, seguía siendo mejor, a mi gusto, hablando objetivamente, Alicia tenia las posaderas de Jenifer López, era un escándalo de trasero, pero Ana, con su desplazamiento de caderas y aquellas prendas un par de tallas menores que se ponía de vez en cuando, estaba volviéndome loco.

-ANA: prométeme que no me dolerá.

-YO: no puedo prometerte eso, peque, todas las veces que lo he hecho, mas las primeras, ha dolido, no voy a engañarte, es parte del placer de hacerlo de esa forma, pero como cuando te desvirgué, dolerá un poco y mírate ahora, eres toda una campeona, si me dejas, lo haré de la forma mas dulce, cariñosa y tierna que pueda, si lo aguantas al principio, que viéndote como has soportado todo hasta ahora, lo vas a hacer, vas a disfrutar como nunca, pero si no, no pasa nada, yo te quiero igual y tu coño es el mas delicioso que pueda soñar follárme el resto de mi vida.

-ANA: vale, esta bien, ábreme el culo mi amor.

CONTINUARA…………….
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Relato erótico: “Una nena indefensa fue mi perdición 3” (POR GOLFO)

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LA OBSESION 2Una nena indefensa fue mi perdición 3.
Sin títuloAl salir de mi habitación, estaba hecho una furia. La actitud de esa zorra me hacía sentir engañado, manipulado pero ante todo usado. Jamás en mi vida me había enfrentado a una situación parecida. Con fama de buitre, en manos de Malena me sentía un pardillo.
«¿Qué coño me pasa?», murmuré para mí mientras bajaba al salón. No en vano había ofrecido mi ayuda a esa jovencita, creyendo que sería una presa fácil al estar indefensa.
Desgraciadamente, todas mis previsiones habían resultado erróneas y si al llegar había supuesto que no tardaría en pasármela por la piedra, en ese momento dudaba realmente si no sería yo finalmente su trofeo.
-Macho, ¡reacciona!- pensé en voz alta mientras buscaba el consuelo de un copazo.
Estaba todavía poniéndome hielos cuando a través de la cristalera del salón, vi a Malena en la piscina. Mi sorpresa fue total observar que estaba tomando el sol desnuda.
-¡Esta tía de qué va!- me pregunté al tiempo que terminaba de servirme el cubata.
Dudé que hacer. Esa guarrilla se merecía una reprimenda pero no queriendo parecer demasiado interesado pero, a la vez tratando de averiguar qué era lo que esa arpía me tenía preparado, salí a la terraza con mi bebida. Una vez allí, me senté en una mesa frente a la tumbona donde estaba tomando el sol y descaradamente di un exhaustivo repaso a su anatomía antes de comentar:
-Veo que es cierto que no tienes ropa.
Levantando su mirada, contestó con naturalidad:
-¿Te molesta? No creí que te importara puesto que ya me habías visto al natural.
Su desfachatez, al no dar importancia a lo sucedido en el jacuzzi, me confirmó que Malena tenía poco de ingenua. No en vano, se había masturbado usando mi miembro como consolador. Rememorando ese instante, me di cuenta que lo que más me molestaba no era que lo hubiese hecho sino que no me hubiese dejado terminar dentro de ella. Por eso y queriendo castigar su falta, la contesté mientras fijaba mis ojos en su entrepierna:
-En la bañera, no pude verte bien. Estaba ocupado tocándote las tetas.
Mi burrada, lejos de molestarla, la divirtió y soltando una carcajada, me espetó:
-¿Y qué te parezco? ¿Estoy buena?
Sin títuloPor la erección que lucía bajo el pantalón, era evidente la respuesta pero no queriendo ceder ante su evidente tonteo, respondí:
-Te falta culo.
-No parecía disgustarte por el modo que lo tocabas- contestó muerta de risa mientras para dar mayor énfasis a sus palabras, se levantaba y girándose, me mostraba sus nalgas.
Azuzado por su actitud, dando un sorbo a mi bebida, le aclaré:
-He dicho que te falta culo, no que no te echaría un polvo.
Mi intención había sido molestarla pero soltando una carcajada me hizo saber que había errado el blanco y más cuando mordiéndose los labios, me preguntó:
-¿Solo uno?
Ese jueguecito me estaba cansando al notar que ella llevaba la iniciativa, por ello decidí echar un órdago y alargando mi mano, acaricié su trasero antes de comentar:
-Para empezar. Luego dependiendo de cómo te portes, quizás me apetezca estrenarte por detrás- debí acertar porque en cuanto hice referencia a su agujero posterior, Malena se puso roja como un tomate.
Disfrutando de esa inesperada victoria, me quedé pensando en su reacción. Supe que había abierto una grieta en su armadura y queriendo aprovechar la circunstancia, la cogí de la cintura y la senté sobre mis rodillas mientras ella intentaba zafarse.
-¿Te da miedo que te rompa el culito?- susurré en su oído.
Increíblemente, Malena dejó de debatirse al escuchar mi pregunta e indignada, contestó:
-¡No me da miedo sino asco! Jamás he permitido que nadie lo intenté.
Todavía hoy doy gracias a que, al oírla, comprendiera que siendo una manipuladora nata no iba a permitir que ese tabú supusiera un estorbo para cumplir sus sueños. Gracias a las cámaras que había instalado en su cuarto, me había enterado que sus intenciones eran seducirme y que así tuviese que hacerme cargo de su hija. Por eso, dando un sonoro azote en una de sus nalgas, la reté diciendo:
-Te propongo algo. Tú me das tu trasero y yo me comprometo a cuidar de Adela y de ti indefinidamente.
Mi propuesta la sorprendió y por un momento estuvo a punto de soltarme una bofetada pero, tras unos segundos de indecisión, se levantó de mis rodillas y contestó:
-Déjame pensarlo.
Descojonado, la observé huyendo rumbo a la casa y cuando ya estaba a punto de entrar, le grité:
-No tardes mucho, ¡hay más culos en Madrid!…

Os tengo que confesar que pocas veces he disfrutado tanto de un copazo. Sabiendo que a esa cría no le quedaría más remedio que aceptar mi oferta, paladeé cada uno de los sorbos con lentitud mientras pensaba en mis siguientes pasos. Tras analizarlo, supuse que Malena no se entregaría tan fácilmente y que intentaría negociar.
«Lo va a tener complicado, ¡no pienso ceder respecto a su culo!», rumié satisfecho.
Estudiando las diferentes alternativas que me propondría, concluí que a buen seguro esa monada intentaría sacar un rédito económico.
«En ese aspecto puedo ser flexible», determiné gracias a mi buena situación financiera. «Le puedo poner un sueldo pero tendrá que ejercer de criada y mantener la casa limpia».
Otra de las cuestiones que pondría sobre la mesa era su hija. Sobre ese aspecto, Adela me gustaba por lo que dejaría que viviera en la casa pero poniendo unos límites: ¡Nunca la reconocería como hija mía!
Sin darme cuenta, fui enumerando los puntos en los que podríamos llegar a un acuerdo y cuales serían causa de fricción hasta que creyendo que había examinado el asunto desde todas las ópticas, concluí que la relación que tendría Malena conmigo sería una especie de pornochacha.
“Dinero, vivienda y protección a cambio de sexo”.
Fue entonces cuando recordé a su ex y caí en la cuenta que también tendría que ocuparme de ese cabrón. El tema no me preocupaba porque ya se había comportado como un cobarde pero aun así como medida de precaución decidí indagar quien era. Por eso, llamé a un amigo detective y le pedí que le investigara, tras lo cual y viendo que no tenía nada más que hacer, me fui a ver la tele.
Durante el resto de la mañana, Malena se quedó encerrada en su cuarto y solo tuve constancia de su presencia cuando escuché ruido procedente de la cocina. El típico sonido de cacerolas me hizo adivinar que estaba cocinando y satisfecho por el modo en que se estaba desarrollando todo, me acomodé en el sofá a esperar que me llamara.
«Ya está actuando de criada sin habérselo pedido», murmuré mientras llegaba hasta mí el delicioso olor de lo que estaba preparando: «Como sepa tal cómo huele, me voy a poner las botas», concluí.
Mi capacidad de asombro fue puesta en prueba cuando al cabo de media hora, vi salir a esa monada usando como única vestimenta uno de mis jerséis. La diferencia de tamaño hacía que en ella, ese suéter le sirviera de vestido.
«Realmente es un bombón», pensé mientras recorría con mi mirada los estupendos muslos de la criatura.
Haciendo como si no supiera que la estaba observando, Malena puso dos platos en la mesa y acercándose a mí con una sonrisa, me soltó:
-¿Te parece que hablemos de tu oferta mientras comemos?
Su tono dulce y sensual me informó que las negociaciones iban a ser arduas y que esa zorrita iba a usar todas sus armas para llegar a un acuerdo favorable a sus intereses.
-Me parece perfecto- respondí deseando saber qué era lo que iba a proponerme.
Satisfecha y creyendo con razón que sería menos duro con sus reivindicaciones con el estómago lleno, me pidió que me sentara mientras traía la comida. Tras lo cual, meneando descaradamente ese pandero que me traía loco, salió rumbo a la cocina.
«¡No tiene un polvo sino cien!», sentencié más excitado de lo que debería estar si no quería meter la pata y que al final el resultado fuera desastroso para mí.
Al cabo de unos pocos minutos, esa monada volvió con un guiso típico de su pueblo que sobrepasó todas mis expectativas.
-¡Está cojonudo!- exclamé impresionado y no era para menos, porque era una auténtica delicia.
Noté que le agradó mi exabrupto y dándome las gracias, llenó mi copa con vino mientras me decía:
-He pensado mucho en lo que me ofreces y aunque suene duro, he decidido hacerte una contraoferta…
-Soy todo oído- respondí.
Prestando toda mi atención, advertí que Malena estaba nerviosa y por ello no me extrañó que se tomara unos segundos en desvelar sus condiciones.
-Quiero que sepas que ante todo estoy agradecida a ti por cómo te has portado con nosotras- comenzó diciendo y quizás recordando las penurias que le hizo pasar el energúmeno que era el padre de Adela, su voz se quebró y necesitó un tiempo para tranquilizarse.
Mientras lo hacía, tuve que retener mis ganas de levantarme de mi asiento para consolarla porque lo quisiera o no, esa muchacha me tenía embelesado y sentía su dolor como mío propio.
«Joder, me tiene enchochado», murmuré mentalmente al darme cuenta.
Ya más tranquila, me soltó:
-Como sabes, he hecho muchas tonterías últimamente y no quiero que se repita. Ahora lo más importante para mí es Adela y por ella, estoy dispuesta a todo- tras lo cual, entró al trapo diciendo- -Me has pedido mi culo para seguirnos ayudando pero eso siempre sería temporal hasta que te cansaras de mí. Mi hija necesita estabilidad y no algo ocasional….- confieso que se me erizaron los pelos al comprender por donde iba. Malena confirmó mis augurios al decirme con tono serio:-…te ofrezco ser de tu propiedad para toda la vida con una única condición, reconocerás a Adela como tu hija.
Y tras soltar ese bombazo, se quedó callada esperando mi respuesta. Os juro que no había previsto esa propuesta y queriendo aclarar en qué consistía, dije:
-Cuando dices que serías de mi propiedad, ¿a qué te refieres exactamente?
Incapaz de verme a los ojos, respondió:
-Si aceptas ser el padre de la niña, yo seré tu puta, tu criada, tu enfermera y podrás hacer uso de mí cuándo, cómo, dónde y tantas veces como quieras..-y levantando su mirada, exclamó totalmente histérica:- …¡Coño! ¡Seré tu esclava!
Esa oferta iba más allá de mis expectativas pero también las responsabilidades que tendría que adquirir. Mi plan inicial era echarla un par de polvos y luego olvidarme. Pero esa zorrilla había cambiado las tornas y se entregaba a mí de por vida pero a cambio tendría que adoptar a su retoño.
-Tendré que pensarlo- sentencié lleno de dudas.
Curiosamente, Malena se alegró al no oír un “no” rotundo y acercándose a mí, se arrodilló a mis pies para acto seguido y sin pedir mi opinión, comenzar a acariciar mi entrepierna.
-¿Qué haces?- pregunté sorprendido.
Con un extraño brillo en sus ojos, me respondió mientras me bajaba la bragueta:
-Darte un anticipo por si aceptas ser mi dueño.
En cuanto tuvo mi sexo en sus manos, la expresión de su rostro cambió, denotando una lujuria que hasta entonces me había pasado desapercibida y cumpliendo con su palabra, lentamente se la fue introduciendo en la boca hasta que sus labios tocaron su base.
-Me estás poniendo bruto- susurré al notar que mi pene que hasta entonces se había mantenido en letargo, se había despertado producto de sus caricias y ya lucía una brutal erección.
Malena sonrió al oírme y sensualmente me bajó el pantalón, dejando mi tallo al descubierto. Aunque en realidad ya me lo había visto, su cara reflejó sorpresa al admirar mi tamaño.
-Umm- gimió atrevidamente mordiéndose los labios.
Sin mayor prolegómeno, esa muchachita me empezó a masturbar. La expresión de su cara, al principio impávida, fue cambiando al irme pajeando y cuando apenas llevaba unos segundos, me pareció que estaba excitada e incluso creí notar que se le habían puesto duros los pezones.
«Dios, ¡Qué boca!», exclamé mentalmente al sentir el sensual modo con el que volvía a apoderarse de mi miembro.
Con un ritmo excesivamente lento para mí, recorrió mi glande con su lengua y embadurnándolo con su saliva, me miró dulcemente antes de írselo metiendo centímetro a centímetro en su interior al tiempo que usando sus manos, acariciaba mis huevos cómo sondeando cuanto semen contenía dentro de ellos. La maestría que demostró me hizo gruñir satisfecho al advertir que su garganta parecía hecha exprofeso para mi pene.
Desgraciadamente la excitación acumulada y su pericia, hicieron que antes de tiempo descargara mi cargamento contra su paladar. Ella, lejos de mostrarse contrariada, se puso a ordeñar mi simiente con un ansia tal que creí que tardaría días en que se me volviera a poner dura.
Recreándose en mi verga con su lengua, recolectó mi semen mientras sus manos seguían ordeñándome buscando dejarme seco. Cuando de mis huevos ya no salía más leche, persiguió cualquier gota que hubiese quedado hasta que la dejó completamente limpia.
Una vez satisfecha, Malena me miró y lamiéndose los labios en plan guarrona, me soltó:
-Si quieres algo mas solo tienes que reconocer a Adela como tu hija- tras lo cual, se levantó y recogió los platos usados, dejándome solo en el comedor.

 

Relato erótico: “Descubriendo el sexo” (POR ADRIANAV)

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DE LOCA A LOCA PORTADA2Descubriendo el sexo – Parte 2

Sin títuloRosa tarareaba una canción en voz baja siguiendo la música de la radio de la vecina de al lado. La misma radio que a veces escucho desde nuestra cocina ya que está apenas a tres casas de distancia de la mía.

– ¿Dormiste bien Andreita?

– Si… -dije con un poco de reserva ya que se me cruzó a una velocidad vertiginosa por la mente lo que Arturo me había hecho anoche. Pero de seguro que ella no nos había escuchado porque nunca dejó de roncar.

– Es un poco incómodo que duermas así pero es lo único que podemos ofrecerte.

– No se preocupe Rosa. Aunque esta noche prefiero ir a dormir a mi casa. Solamente para dormir.

– Bueno… no sé si eso está bien porque prometí cuidarte.

– Lo sé. Pero paso el día entero aquí con ustedes y solamente a la hora de dormir me voy a mi cama.

– Bueno… cuando regrese Arturo lo hablamos. ¿Si?

– Si.

Y me sirvió el desayuno que me devoré con hambre poco común para mi, a esa hora del día.

Cuando terminé me dijo:

– Has crecido de golpe Andrea. Y pensar que hasta hace poco eras apenas una niña. Estás hecha una señorita ya m’hija, no parece haber pasado tanto tiempo.

– Si?

– Y te has puesto muy linda. Me gusta como estas desarrollándote.

– Gracias. Usted también es muy linda Rosa.

– Qué lindo que me lo diga una joven como tu. Me cuido. Bastante.

Era la verdad, pensé. Es alta, debe de medir alrededor de un metro setenta. A pesar de no ser muy delgada, tiene muy lindas piernas que hacia arriba se ponen un poco más gruesas donde se forma un trasero muy bonito y bien formado. Se le nota mucho con el pantalón elástico que lleva puesto en ese momento, porque se le mete entre las nalgas y no deja nada a la imaginación. Cuando camina se le mueven deliciosamente como a mi me gustaría que me pasara y se le marcan mucho las curvas de abajo de los glúteos. Otra de sus virtudes es su pecho, no muy grande pero bien firme. Anoche pude confirmarlo. Pero lo más agradable es su cara. De tez bien blanca con un pelo castaño claro, de ojos grises que te inspiran ternura. Su boca, grande y labios finos bien formados. Y para colmo tiene un carácter muy suave y es extremadamente cariñosa con todos los que la rodean. Estaba tan concentrada en mis pensamientos que había dejado de escucharla por un momento.

– …y debes mantenerte así para que los hombres se sientan atraídos y te traten como a una reina.

– ¿Si?

– Si. ¿No te has dado cuenta qué diferente te miran ahora que te ha crecido todo?

– No sé…

– Fíjate cuando camines por los alrededores. Sobre todo los mayores. Fíjate también cuando venga Arturo. A lo mejor no te has dado cuenta porque no le has prestado atención a eso todavía, pero te mira con una sonrisa. Eso es que le gusta tu cuerpo.

– ¿Si?! -me puse colorada.

– No te pongas así mi amor, eso no me preocupa. Al contrario, me divierte cuando se pone así de excitado -me guiñó un ojo y continuó diciendo:

– Claro! Con esas piernas y esa cola que te has echado. Además esa carita tan bella con tus labios gruesitos y ojitos grandes y tan vivos, despiertas el deseo en los machos de la villa.

– Ja, ja, ja! -Me reí nerviosa – Rosa, voy a pasar por casa a ponerme un short y otra camiseta porque me voy al río a juntarme con los niños y de paso bañarme.

– Bueno. No mas charla. Anda. Te dejo ir porque allá está Julian cuidando de tus hermanos también.

– Gracias. Hasta luego.

Y salí rumbo a mi casa. En el camino Don Jacinto, el más viejito de la villa que siempre se sentaba en la puerta, me saludó como siempre mirándome de abajo hacia arriba. Me hacía gracia la cara que ponía y cómo reaccionaba energéticamente cuando me cruzaba con él. Comprobaba la teoría de Rosa.

En casa me cambié de ropa y cuando iba a poner mi calzoncito en el cesto de la ropa para lavar, me llegó ese aroma a sexo que había quedado impregnado. Me provocó una reacción imprevista entre las piernas y me la llevé a la nariz para sentirlo más fuerte. Me gustó demasiado e inconscientemente me toqué. Pero la imagen del momento que vino a mi mente fue la de Arturo abrazado a mis espaldas con su pito intentando entrar un poco y saliendo. Pensé en su mano debajo de mi pierna ayudándome a mantenerla un poco abierta y su otra mano en mi tetita mientras nos chupábamos las lenguas.

No sé cómo llegué a esto, pero me estaba acariciando el clítoris mientras revivía lo sucedido con él. Sin embargo nunca recordé lo de Julián.

El ruido de uno de mis hermanos entrando como una tromba en la casa me volvió a la realidad y me quité la mano de allí. Por supuesto que a él no le importó mi desnudez. Estábamos acostumbrados a vernos así.

– Hola! Vine a buscar la pelota plástica y me voy al río otra vez. ¿Vienes?

– Si, me estaba cambiando para ir.

– ¡Dale, dale, apúrate! -dijo revolviendo la bolsa donde guardaba la dichosa pelota.

Me puse el short y la camiseta y salimos disparados por su apuro. La verdad es que nunca entendí esos arranques que les da para hacer las cosas corriendo! Lo mismo que con Julián, que me dejó ardiendo de deseos por apurado. Me desagradaba que no tuvieran paciencia.

Ni bien llegamos me metí al agua y levantándome la camiseta aproveché a pasarme jabón. Después me lavé el resto por dentro del short. Estaba terminando cuando sentí que Julián se me acerca por detrás abrazándome.

– Uy, que linda… -me dijo pegando su pito a mi cola.

Los niños alrededor ni caso hacían a lo que estaba pasando. Todos estaban concentrados en jugar.

– No -le dije retirándome.

– ¿Qué pasa?

– Es que no tengo ganas que me hagas eso.

– Yo no iba a hacer nada!

– Bueno, por las dudas.

– Está bien -y así como se me pegó, se fue y siguió jugando divertidamente con los demás.

A pesar de su tamaño, Julián todavía era un niño en ese sentido y con un porcentaje muy bajo de responsabilidad de acuerdo a su edad. Pero la verdad es que después de lo que pasó con su padre, mis expectativas al respecto eran otras. Ya yo no quería que me volviera a tocar.

Después de chapucear un rato sola, me senté en el piso de pinocha como le llamamos a los restos secos que se desprenden del pino, y me puse a pensar con una atención que jamás había experimentado.

Sentí que algo había cambiado enormemente en mí. Hubo una especie de madurez en mi reacción con Julián. Necesitaba procesar las cosas con la responsabilidad de que lo que haría en adelante en todas las cosas de mi vida, tenían que ser pasos muy decisivos.

Era como un choque eléctrico que me había transformado de una noche a la mañana. Ahora repasaba mi vida desde que recuerdo tener claras imágenes de mi niñez y la fui comparando con los procesos que me habían enseñando diferentes cosas en el crecimiento. Repasé la vida de mis padres, las de mis hermanos, las de la gente que conocía y la villa. Pero llegado un momento mis pensamientos quedaron en suspenso tratando de adivinar qué más necesitaba aprender ahora y en mis años venideros. Y me di cuenta de que uno de mis anhelos habría sido el de ir con mis padres a la ciudad. Quería conocer más de ese mundo tan distante para mi alcance.

Absorta en mis pensamientos, el grito de mis hermanos haciendo señas para que fuera a jugar con ellos, me quitó la concentración.

– No. No tengo ganas de jugar ahora -les dije.

Y levantándome recogí la toalla y la jabonera, me puse las zapatillas de goma y tomé camino de regreso. Pero no sé si con conciencia o no, tomé el rumbo largo, el que pasaba por el plantío de maíz donde Arturo con otros tres vecinos de la villa trabajan. La verdad es que no tenía ganas de ir a mi casa o a la de Rosa.

Un buen rato caminé hasta que divisé el comienzo del cañaveral. A lo lejos había un hombre con una azada y otro con un sombrero de paja hablando. Cuando había avanzado bastante me di cuenta de que era Arturo. Y no sé de dónde ni porqué me puse algo nerviosa. “¿Paso o no paso?” “No, mejor me regreso!” Y cuando me estaba volteando para devolverme al río, sentí que Arturo me gritaba:

– ¡Andreíta!

Me giré y le hice adiós con la mano.

– ¡Ven! ¡No te vayas! ¡Espera que quiero decirte algo!

Y girando otra vez hacia él, me detuve. “¿Qué hago?” pensé.

Vi que avanzaba hacia mi diciéndome:

– ¿Adónde ibas?

– A ninguna parte, solamente estaba caminando.

Y ya más cerca se quitó el sombrero y me dijo:

– Hola -acercándose titubeando en donde darme el beso.

– Hola -le dije avanzando y titubeando también.

Y sonriendo su beso fue a para a la comisura de mi boca.

¡Sonreí poniéndome colorada por supuesto! Ese hombre me provocaba otra vez. Y lo mejor es que me gustaba.

– Perdona que estoy todo sudado por el trabajo. ¿Tienes un ratito?

– Si.

– ¿O prefieres volver al río?

– No. No tengo ganas. Ya fui.

– Ven que te voy a enseñar donde trabajamos si quieres.

– Bueno.

Mis pensamientos me delataban: “La verdad es que viniste porque querías encontrarlo” “No lo ocultes Andrea” “Te gusta esto”.

– Ven -me tendió la mano que le di de inmediato.

Me guió por una senda rodeada de una muralla de cañas a ambos lados. Estaban altas. Para poder ver algo amplio tenía que mirar hacia el cielo.

– Esta es la plantación. Por la mitad tenemos una casita hecha por nosotros para descansar cuando nos agotamos. Y allí nos quedamos algunas noches durante la cosecha porque el trabajo se multiplica y se pone muy intenso.

– ¿Pero no es peligroso?

– No. ¿Porqué lo dices?

– …no sé, me imagino que hay culebras y arañas o cosas así.

– Por eso utilizamos botas. Pero dentro de la casa no hay. La tenemos bien limpia y es muy raro que se acerquen adonde hay actividad humana.

Bajé la vista deteniéndome y me quedé pensando porque yo solo llevaba chancletas. Me miró y se rió. Yo también, me hizo mucha gracia como nos entendimos en silencio, sin decirnos nada. Entonces agachándose imprevistamente me dijo:

– Súbete en mi espalda.

Lo miré con interrogante.

– Así te protejo de cualquier animalito o insecto -sonrió.

Y me subí abrazándome del cuello. Me pasó su sombrero que coloqué en mi cabeza muy divertida porque me imaginaba lo grande que me quedaba. Mientras caminaba, sus movimientos me producían una linda sensación porque su espalda se restregaba contra mi. El olor a sudor y las manos cerradas en mis piernas terminaba de cerrar el circuito que me producía ese calor que aceleraba mi metabolismo sexual. Como una autómata pegué mi cara a la de él como pude. Él volteó la suya y me dio un besito corto en los labios. Me reí mimosamente. Arturo me sonrió preguntándome:

– ¿Estas contenta?

– Si

– Ahora dime la verdad… ¿Pasaste por casualidad por aquí o viniste porque querías verme?

Hubo una pausa antes de contestarle:

– Vine porque quería.

Varios pasos más adelante me volvió a preguntar.

– ¿Tienes ganas de hacer lo que hicimos anoche?

Me demoré otra vez en responder. Todavía me daba un poco de vergüenza darle a conocer mi deseo. Escondí mi cara contra su cuello y balbucí:

– …si…

– ¿Muchas ganas?

– Si muchas -dije rápido como con valentía.

– Yo también mi vida. Te tengo muchas ganas… Y si no hay nadie en la casita a lo mejor te lo puedo volver a hacer.

Yo seguía pegada a su cuello y apreté un poco más mi pelvis a su espalda. Me sentía vivir una fantasía, algo como un sueño, mediante el cual tenía expectativas de que me podía hacer sentir esa misma sensación maravillosa de la noche anterior.

Diez pasos más adelante me dijo:

– Aquí está -y me bajó lentamente hasta que volví a tocar el piso.

Apareció un descampado. Una torre alta de hierro con un tanque grande de agua y al lado la casita hecha de adobe con techo de zinc y maderas. Abrió la puerta y me sorprendí por la limpieza del piso de cemento brillante pintado de gris. A la izquierda al lado de una ventana, un fogón de leña con dos hornillas y una chimenea, una mesada de cemento lustrado, llave de agua para lavar platos, una mesa y dos bancos largos a los lados. A la derecha, tres camas en “U” y una en el medio cerrando un cuadrado. Dos mesitas con lámparas de aceite. Una de las camas pegada a otra ventana más grande que la de la cocina.

– ¡Que linda casita! -fue mi expresión sincera.

– ¿Te gusta? Tu puedes venir cuando quieras. Serás la única mujer que permitimos aquí porque soy quien decide qué hacer en este caso. Yo hice esta casa con mis manos y un poco ayuda de los muchachos. Y tenemos un pacto de que todo lo que tenemos aquí no lo comentamos con nadie. Y todo lo que pasa aquí tampoco nadie debe de enterarse. Y como te conozco desde que naciste y sé muy bien que tu eres una de esas personas leales a las que no le gusta hablar nada acerca de los demás, es que me permití mostrarte nuestro secreto.

– Pero… ¿nadie mas que ustedes conocen la casa?

– Si. Por varias razones. La mantenemos linda y acogedora porque no hay niños y no se junta mucha gente adentro durante el invierno. Preferimos que esto se mantenga así.

– Yo no lo diré a nadie, te lo prometo.

– Lo sé. De otra forma no te lo habría revelado -avanzó hasta pegarse a mi y con sus manos en mi cara me atrajo, yo avancé con el mismo deseo y nos besamos por un buen rato. Le abracé la cintura y me puse en puntas de pie hasta alcanzar ese grosor entre las piernas, que deseaba desde que salí del río. Arturo bajó las manos hasta mis nalgas y me ayudó a apretarme más y restregarlo circularmente. Esa sensación catapultó mi lengua y los labios con deseo y un gemido interno que descubría el aumento de mi calentura.

– Tócamela y acaríciala -me pidió separándose un poco.

Bajé la mano sin dejar de mirarlo a los ojos haciendo caso a lo que me pidió y se la toqué pasando la palma y los dedos por sobre el pantalón. Ya estaba dura.

– Mira cómo me pones chiquita… -cerró los ojos pegando los labios a los míos otra vez.

“Y yo… igual” pensé. Entre las piernas prácticamente me mojaba toda. Es impresionante cómo me segrega la conchita, algo que hasta anoche nunca me había pasado!

De pronto se separó de mi y me dijo:

– Me voy a dar una ducha, ya vengo.

Se quitó la ropa que dejó doblada sobre una cesta. Quedó completamente desnudo ante mis ojos. Me encantó ver su cuerpo así. Tenía el pito durísimo, apuntando hacia arriba.

El calor entre mis piernas subía de temperatura…

Salió y subiéndome a la cama me arrodillé frente la ventana para seguir viéndolo. Se paró al lado de una tubería y jalando de una cuerda bajaba un chorro de agua de la torre. Me miró sonriendo y con un jabón se lavó la cabeza y el cuerpo.

Me fascinaba verlo. Me gustaba mucho ese hombre. Sentía que le quería y lo deseaba con todas mis fuerzas en ese momento. Tanto que, cuando volví a la realidad, me estaba acariciando el clítoris sin tener conciencia de ello. Él se lavó la pija mirándome. Me hizo señas para que fuera.

No me hice esperar ni un segundo y salí. Me esperó con la pija en su mano y cuando estuve a su lado me beso en la boca y me dijo:

– Chúpamela.

Me arrodillé y con mi mano aferrada al pedazo de carne me la metí en la boca.

– Hahhh… fue todo lo que sentí de él, como aprobando que le gustaba.

Me tomó del cabello guiando los movimientos de mi cabeza en un ir y venir.

– Chúpamela así… despacio… deja que tu saliva me la moje bien… asiiiihh…

Mi mano aferrada ponía el límite de lo que entraba entre mis labios para no ahogarme. Otra vez ese sabor que me ponía más caliente! Me estaba encantando chupar! Me gustaba tener eso en la boca y saber lo que le provocaba a esa otra persona.

– ¿Quieres probar mi leche?

Y mirándolo desde allí abajo asentí con mi cabeza.

– Apróntate porque aquí viene… trata de tragar un poco y el resto guárdalo en tu boca para besarnos con eso después! ¿Si?

– Mhmmm…. asentí.

Guiada por sus manos apoyadas a los lados de mi cara… una, dos, tres, cuatro estocadas y se contrajo haciendo una pausa, mantuvo su aliento por un instante, la dureza de esa pija también se detuvo por un segundo y las venas crecieron entre mis dedos y mis labios, exactamente en el momento que sentí la invasión de un chorro de esa leche viscosa con mucha mas cantidad de lo que esperaba sentir… Tragué eso en el mismo instante que otro chorro se coló entre mis labios entrecerrados y un poco salió por la comisura de la boca. Volví a abrir y otro chorro menos caudaloso lo depositó en mi lengua. Tenía la boca llena. Tragué otro poco mientras más seguía saliendo de la cabeza y yo se la seguía chupando. Instintivamente mi mano lo pajeaba por el tronco mientras mis labios se mantenían rodeando la cabeza y manteniendo como podía ese líquido como él me lo había pedido.

Cuando sus contracciones se detuvieron, sus manos me elevaron la cara haciéndome parar y abrió la boca para besarme. Las lenguas se mezclaron junto con su leche. Eso me pareció tan sensual que apreté mi pelvis contra su pito y me restregué con fuerzas en puntas de pie otra vez. Estuvimos así hasta que nuestras bocas quedaron limpias por completo.

Nos separamos un poco y me quitó la camiseta. Mis tetitas se apoyaron en su pecho y sus manos bajaron para quitarme el short. Mi ropa quedó colgada de un travesaño de la torre y nos abrazamos. Piel con piel… hasta que de pronto jaló de la cuerda y un chorro de agua nos mojó por completo a los dos.

Grité de susto y él se rió a carcajadas manteniéndonos abrazados.

– Ja, ja, ja! ¿Te gustó?

– Siiii!!! …malo! Me asusté! – volví a gritar y a reír divertida y feliz a la vez.

Me levantó y lo abracé con las piernas en la cintura. Aguántate me dijo y caminó hacia la casa. Cerró la puerta y me depositó en el piso. Agarró dos toallas y nos secamos. Se acostó en la cama y me pidió que hiciera lo mismo.

Me abracé a él de lado y con su brazo por debajo de mi cuello me atrajo a esa boca que me provocaba otra vez. Nos besamos con ternura al principio pero rápidamente esos besos pasaban a la etapa de calentura. Me puso de espaldas y él giró de lado. Bajó la boca poco a poco hasta atrapar un pezón chupándolo con suavidad. Mis sentidos se agudizaron. Bajó la mano hasta mi entrepierna y acarició lentamente los labios de mi vulva que empezaban a mojarse nuevamente.

– Esta conchita tuya me vuelve loco -me dijo mirándome fijo a los ojos.

Me retorcí un poco buscando el mayor placer y lo volví a besar con más fuerza.

Sus dedos se avivaron e intentaban entrar un poco para luego recorrer el camino hasta el clítoris. Me animé a bajar mi mano y agarrarle la pija sin que me lo pidiera. La sentía crecer en mi mano. Lo pajeaba despacio.

– ¿Esta conchita tiene ganas de que mi pija se le meta adentro? -me preguntó moviendo sus dedos que me hacían sentir en una nube de placer.

– Siiihhh…! -fue lo único que pude decir antes de volver a invadirle la boca con mi lengua.

Nos pajeábamos uno al otro. Nos retorcíamos, nos besábamos nos apretábamos como podíamos hasta que él giró con sus rodillas entre mis piernas separándomelas lo más que pudo y mirándome a los ojos me preguntó:

– ¿Estas lista?

– Si

– Recuerda que te va a doler un poco. Pero será la última vez que te duela cuando una pija te penetre.

Asentí.

Y fue entonces cuando por fin el calor de la cabeza de su pija se apoyó en los labios de mi ensopada vulva. Desde anoche pensaba en que se repitiera esto!

Mirándonos fijos a los ojos con deseo mutuo, su pelvis se apoyó con un poco de fuerza y la sentí penetrar los labios de mi conchita que se abrían satisfactoriamente a esa aventura. Sentí el estiramiento que me provocaba y una chispa de dolor al tensarse contra mi virginidad. Esa cabeza se me alojaba casi toda adentro!

A pesar de ello, sentía placer porque tenía la expectativa de saber qué sería sentirlo todo adentro de mi. Bajó su cara para besarnos y una mano en mi nalga ayudó al momento que su pelvis provocaba que esa pija entrara con más fuerza. Sentí un tirón seguido de un poco de dolor, pero la mano en mi nalga frenó mi reflejo por separarme y todo el tronco de su pija se coló en mis entrañas…!

– Aaaahhhyhh…! -fue mi grito ahogado por nuestros labios que seguían apretados. Nos quedamos muy quietos. Nos seguíamos besando con locura, algo que me sirvió para distraer un poco la atención a ese dolor que al final no fue tan exagerado como lo había pensado…

– Mi chiquita… que rica estas así…! Me encanta que me hayas dejado clavarte toda la pija! Ya no vas a tener más problemas para sentir las pijas que tu quieras ahí… -me dijo moviendo apenas la cintura.

Ese movimiento me provocó un suspiro entre dolorozo y de placer total! Sentía la conchita totalmente estirada. Esa pija me ponía lejos de cualquier razonamiento normal!

Me acariciaba y me llenaba de besos mientras me decía cosas que me derretían.

– Estas demasiado buena! Tu cuerpo provoca que la pija de cualquier hombre tenga ganas de estar aquí donde yo tengo la mía! No puedo aguantar el deseo cuando te veo pasar y me imagino que lo mismo provocas a los demás… Tienes unas piernas de ensueño y un culo tan divino que me lo quisiera cojer también!

Entonces me sonreí y me anime a decirle:

– ¿De veras pasa eso? -dije pensando en el viejito que me miraba al pasar.

– Si. ¿Acaso no te has dado cuenta?

– A veces. Pero no sabia… -no me dejó terminar:

– Ahora lo verás más claro… y pasamos como diez minutos hablando de como yo provocaba deseos de cojer a más de uno en la villa. Nos movíamos de de vez en cuando.

No voy a decir que el dolor se me había pasado del todo, pero el placer tapaba cualquier molestia y le moví la conchita dandole a entender lo que quería.

Apoyó sus brazos a los lados de mi cuerpo y movió la pelvis lentamente hacia afuera y de inmediato su pija volvió a penetrarme. En el próximo movimiento lo ayudé haciendo lo mismo y aumentamos la libertad de movimientos hasta que nos empezamos a cojer cada vez con más concentración y locura. Nos besábamos. Abrí las piernas con más confianza y lo abracé con ellas.

– ¿Tenías muchas ganas de que te cojiera hoy?

– Muchas ganas! Aaahh…

Estuvimos así por un tiempo que no puedo calcular porque perdí la noción del tiempo. Todos mi sentidos se concentraban en ese lugar donde el placer nos ponía fuera de razón!

Sentía la tensión de las paredes de mi vulva provocada por el grosor de su pija. Y él dijo:

– La tienes tan apretadita que es peligroso!

– ¿Peligroso?

– Si! Porque eso me va hacer acabar antes de disfrutarte lo que quiero…

– Mmmhhhmmm…. me encanta! Así! -grité con confianza y sin poder pensar en lo que decía!

– ¿Así? -dijo empujándola con más violencia.

– Si!!! Asiiiii!! -yo gritaba totalmente fuera de control. Y él también!

– Te voy a llenar de leche esa concha mi cielo!!! ¿Quieres?

– Siii! Quiero!

Nos cojíamos con insolencia hasta que sentí que me decía: “Aquí viene!” “Toma!” y el calor de la leche invadiendo mis entrañas, haciéndome explotar en una dimensión totalmente desconocida para mí!

Nos separábamos y nos volvíamos a juntar, pausaba la pija bien adentro y sentía el impulso de otra descarga. Así sucesivamente muchas veces hasta que bajamos la tensión y nos fuimos quedando tranquilos hasta la total quietud.

Su mano acarició mi cabello mientras nos mirábamos a los ojos. Todavía estaba adentro de mi, pero ya la tensión en las paredes de la vulva había aflojado un poco.

– Me pones tan loco! Te tengo tantas ganas mi cielito!

Me sonreí sonoramente antes de decir acariciándole la cara con una mano:

– Yo también…

– ¿Te gustó cojer así?

– Si, me gustó.

– Ahora te vas a dar cuenta cuántas pijas pones así… ¿Te gusta mucho la pija de los hombres, verdad?

– Sihh… por lo menos la tuya.

– Ya probarás otras, me imagino.

– No sé.

Y nos quedamos fundidos así por una hora por lo menos. Acariciándonos, besándonos…

– Bueno, es hora de que vayas regresando. Antes de que llegue el atardecer.

Al levantarme me sentí algo tenso entre las piernas y caminé un poco divertido.

Él se rió y me dijo que era normal, que así me iba a sentir por un rato por lo menos. Me vestí y salimos. Me llevó hasta el camino fuera de la plantación y emprendí el regreso a casa llena de pensamientos pero con una sonrisa en mi corazón y en mis labios por lo sucedido. Me fascinaba este momento de mi vida.

PARA CONTACTAR CON LA AUTORA
adriana.valiente@yahoo.com

 

“LA SECRETARIA, ESE OBJETO DE DESEO”, (POR GOLFO) LIBRO PARA DESCARGAR.

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SECRETARIA PORTADA2Sinopsis:

Tirarse a una secretaria es uno de las fantasías mas concurrentes en la mente de todo hombre. GOLFO como autor erótico nos ha descrito muchas veces el amor o el desamor entre un jefe y una secretaria. Aquí encontrareis los mejores relatos escritos por el teniendo a ese oscuro objeto de deseo como protagonista.

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Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Capítulo uno.

Descubrí a mi secretaria en mi jardín.
Eran las once de la noche de un viernes cuando escuché a Sultán. El perro iba a despertar a toda la urbanización con sus ladridos. “Seguramente debe de haber pillado a un gato”, pensé al levantarme del sofá donde estaba viendo la televisión. Al abrir la puerta, el frío de la noche me golpeó la cara, y para colmo, llovía a mares, por lo que volví a entrar para ponerme un abrigo.
Enfundado en el anorak empecé a buscar al animal por el jardín, disgustado por salir a esas horas y encima tener que empaparme. Al irme acercando me di cuenta que tenía algo acorralado, pero por el tamaño de la sombra no era un gato, debía de ser un perro, por lo que agarré un tubo por si tenía que defenderme. Cuál no sería mi sorpresa al comprobar que su presa consistía en una mujer totalmente empapada, por lo que para evitar que le hiciera daño tuve que atar al perro, antes de preguntarle que narices hacían en mi jardín. Con Sultán a buen recaudo, me aproximé a la mujer, que resultó ser Carmen, mi secretaria.
―¿Qué coño haces aquí?―, le pregunté hecho una furia, mientras la levantaba del suelo.
No me contestó, por lo que decidí que lo mejor era entrar en la casa, la mujer estaba aterrada, y no me extrañaba después de pasar al menos cinco minutos acorralada sin saber si alguien la iba a oír.
Estaba hecha un desastre, el barro la cubría por completo, pelo, cara y ropa era todo uno, debió de tropezarse al huir del animal y rodar por el suelo. Ella siempre tan formal, tan bien conjuntada, tan discreta, debía de estar fatal para ni siquiera quejarse.
―No puedes estar así―, le dije mientras sacaba de un armario una toalla, para que se bañara.
Al extenderle la toalla, seguía con la mirada ausente.
―Carmen, despierta.
Nada, era como un mueble, seguía de pie en el mismo sitio que la había dejado.
―Tienes que tomar una ducha, sino te vas a enfermar.
Me empecé a preocupar, no reaccionaba. Estaba en estado de shock, por lo que tuve que obligarla a acompañarme al baño y abriéndole la ducha, la metí vestida debajo del agua caliente. No me lo podía creer, ni siquiera al sentir como el chorro golpeaba en su cara, se reanimaba, era una muñeca que se quedaba quieta en la posición que su dueño la dejaba. “Necesitará ropa seca”, por lo que temiendo que se cayera, la senté en la bañera, dejándola sola en el baño.
Rápidamente busqué en mi armario algo que pudiera servirle, cosa difícil ya que yo era mucho más alto que ella, por lo que me decidí por una camiseta y un pantalón de deporte. Al volver, al baño, no se había movido. Si no fuera por el hecho de que tenía los ojos abiertos, hubiera pensado que se había desmayado. “Joder, y ahora qué hago”, nunca en mi vida me había enfrentado con una situación semejante, lo único que tenía claro es que tenía que terminar de quitarle el barro, esperando que para entonces hubiera recuperado la cordura.
Cortado por la situación, con el teléfono de la ducha le fui retirando la tierra tanto del pelo como de la ropa, no me entraba en la cabeza que ni siquiera reaccionara al notar como le retiraba los restos de césped de sus piernas. Sin saber cómo actuar, la puse en pie para terminar de bañarla, como una autómata me obedecía, se dejaba limpiar sin oponer resistencia. Al cerrar el grifo, ya mi preocupación era máxima, tenía que secarla y cambiarla, pero para ello había que desnudarla, y no me sentía con ganas de hacerlo, no fuera a pensar mal de mí cuando se recuperara. Decidí que tenía que reanimarla de alguna manera, por lo que volví a sentarla y corriendo fui a por un café.
Suerte que en mi cocina siempre hay una cafetera lista, por lo que entre que saqué una taza y lo serví, no debí de abandonarla más de un minuto. “Madre mía, que broncón”, pensé al retornar a su lado, y descubrir que todo seguía igual. Me senté en el suelo, para que me fuera más fácil dárselo, pero descubrí lo complicado que era intentar obligar a beber a alguien que no responde. Tuve que usar mis dos manos para hacerlo, mientras que con una, le abría la boca, con la otra le vertía el café dentro. Tardé una eternidad en que se lo terminara, constantemente se atragantaba y vomitaba encima de mí.
Todo seguía igual, aunque no me gustara, tenía que quitarle la ropa, por lo que la saqué de la bañera, dejándola en medio del baño. Estaba totalmente descolocado, indeciso de cómo empezar. Traté de pensar como sería más sencillo, si debía de empezar por arriba con la camisa, o por abajo con la falda. Muchas veces había desnudado a una mujer, pero jamás me había visto en algo parecido. Decidí quitarle primero la falda, por lo que bajándole el cierre, esta cayó al suelo. El agacharme a retirársela de los pies, me dio la oportunidad de verla sus piernas, la blancura de su piel resaltaba con el tanga rojo que llevaba puesto. La situación se estaba empezando a convertir en morbosa, nunca hubiera supuesto que una mojigata como ella, usara una prenda tan sexi. Le tocaba el turno a la blusa, por lo que me puse en frente de ella, y botón a botón fui desabrochándola. Cada vez que abría uno, el escote crecía dejándome entrever más porción de su pecho. “Me estoy poniendo bruto”, reconocí molesto conmigo mismo, por lo que me di prisa en terminar.
Al quitarle la camisa, Carmen se quedó en ropa interior, su sujetador más que esconder, exhibía la perfección de sus pechos, nunca me había fijado pero la señorita tenía un par dignos de museo. Tuve que rodearla con mis brazos para alcanzar el broche, lo que provocó que me tuviera que pegar a ella, la ducha no había conseguido acabar con su perfume, por lo que me llegó el olor a mujer en su totalidad. Me costó un poco pero conseguí abrir el corchete, y ya sin disimulo, la despojé con cuidado disfrutando de la visión de sus pezones. “Está buena la cabrona”, sentencié al verla desnuda. Durante dos años había tenido a mi lado a un cañón y no me percaté de ello.
No solo tenía buen cuerpo, al quitarle el maquillaje resultaba que era guapa, hay mujeres que lejos de mejorar pintadas, lo único que hacen es estropearse. Secarla fue otra cosa, al no tener ninguna prenda que la tapara, pude disfrutar y mucho de ella, cualquiera que me hubiese visto, no podría quejarse de la forma profesional en que la sequé, pero yo sí sé, que sentí al recorrer con la toalla todo su cuerpo, que noté al levantarle los pechos para secarle sus pliegues, rozándole el borde de sus pezones, cómo me encantó el abrirle las piernas y descubrir un sexo perfectamente depilado, que tuve que secar concienzudamente, quedando impregnado su olor en mi mano.
Totalmente excitado le puse mi camiseta, y viendo lo bien que le quedaba con sus pitones marcándose sobre la tela, me olvidé de colocarle los pantalones, dejando su sexo al aire.
Llevándola de la mano, fuimos hasta salón, dejándola en el sofá de enfrente de la tele, mientras revisaba su bolso, tratando de descubrir algo de ella. Solo sabía que vivía por Móstoles y que su familia era de un pueblo de Burgos. En el bolso llevaba de todo pero nada que me sirviera para localizar a nadie amigo suyo, por lo que contrariado volví a la habitación. Me había dejado puesta la película porno, y Carmen absorta seguía las escenas que se estaban desarrollando. Me senté a su lado observándola, mientras en la tele una rubia le bajaba la bragueta al protagonista, cuando de pronto la muchacha se levanta e imitando a la actriz empieza a copiar sus movimientos. “No estoy abusando de ella”, me repetía, intentándome de auto convencer que no estaba haciendo nada malo, al notar como se introducía mi pene en su boca, y empezaba a realizarme una exquisita mamada.
Seguía al pie de la letra, a la protagonista. Acelerando sus maniobras cuando la rubia incrementaba las suyas, mordisqueándome los testículos cuando la mujer lo hacía, y lo más importante, tragándose todo mi semen como ocurría en la película.
Éramos parte de elenco, sin haber rodado ni un solo segundo de celuloide. Estaba siendo participe de la imaginación degenerada del guionista, por lo que esperé que nos deparaba la siguiente escena. Lo supe en cuanto se puso a cuatro piernas, iba a ser una escena de sexo anal, por lo que imitando en este caso al actor, me mojé las manos con el flujo de su sexo e introduciendo dos dedos relajé su esfínter, a la vez que le colocaba la punta de mi glande en su agujero. Fueron dos penetraciones brutales, una ficticia y una real, cabalgando sobre nuestras monturas en una carrera en la que los dos jinetes íbamos a resultar vencedores, golpeábamos sus lomos mientras tirábamos de las riendas de su pelo. Mi yegua relinchó desbocada al sentir como mi simiente le regaba el interior, y desplomada cayó sobre el sofá.
Desgraciadamente, la película terminó en ese momento y de igual forma Carmen recuperó en ese instante su pose distraída. Incrédulo esperé unos minutos a ver si la muchacha respondía pero fue una espera infructuosa, seguía en otra galaxia sin darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor. Entre tanto, mi mente trabajaba a mil, el sentimiento de culpabilidad que sentía me obligo a vestirla y esta vez sí le puse los pantalones, llevándola a la cama de invitados.
“Me he pasado dos pueblos”, era todo lo que me machaconamente pensaba mientras metía la ropa de mi secretaria en la secadora, “mañana como se acuerde de algo, me va a acusar de haberla violado”. Sin tener ni idea de cómo se lo iba a explicar, me acerqué al cuarto donde la había depositado, encontrándomela totalmente dormida, por lo que tomé la decisión de hacer lo mismo.
Dormí realmente mal, me pasé toda la noche imaginando que me metían en la cárcel y que un negrazo me usaba en la celda, por lo que a las ocho de la mañana ya estaba en pie desayunando, cuando apareció medio dormida en la cocina.
―Don Manuel, ¿qué ha pasado?, solo me acuerdo de venir a su casa a traerle unos papeles―, me preguntó totalmente ajena a lo que realmente había ocurrido.
―Carmen, anoche te encontré en estado de shock en mi jardín, , por lo que te metí en la casa, estabas empapada y helada por lo que tuve que cambiarte ―, el rubor apareció en su cara al oír que yo la había desvestido,―como no me sabía ningún teléfono de tus amigos, te dejé durmiendo aquí.
―Gracias, no sé qué me ocurrió. Perdone, ¿y mi ropa?
―Arrugada pero seca, disculpa que no sepa planchar―, le respondí más tranquilo, sacando la ropa de la secadora.
Mientras se vestía en otra habitación, me senté a terminar de desayunar, respirando tranquilo, no se acordaba de nada, por lo que mis problemas habían terminado. Al volver la muchacha le ofrecí un café, pero me dijo que tenía prisa, por lo que la acompañe a la verja del jardín. Ya se iba cuando se dio la vuelta y mirándome me dijo:
―Don Manuel, siempre he pensado de usted que era un GOLFO…, pero cuando quiera puede invitarme a ver otra película―
Cerró la puerta, dejándome solo.

 

Relato erótico: “Grata Sorpresa 4 ” (PUBLICADO POR ALEX)

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Unos días más tarde había quedado con Laura de vernos nuevamente en la cafetería donde solíamos quedar, ella me comento que se retrasaría un poco en llegar, al llegar yo a la cafetería, estaban todas las mesas llenas, por lo me dispuse a sentarme en la barra, estando allí, entro la dependienta de la tienda de ropa de al lado, poniéndose a mi lado, supongo que en aquel instante no se había dado cuenta quien era el que estaba a su lado, por lo que me atreví a saludarla, girándose ella hacia mí, y descubriendo al lado de quien se había sentado, pues de inmediato note que se había puesto un tanto nerviosa, “estate tranquila mujer, y disfruta del refresco, que mi intención no es comerte” a lo que ella me dijo con una sonrisa sarcástica que tranquila ya estaba, lo único que no se esperaba verme de nuevo, y que desde luego que no la comería, la chica tenía sobre unos 30 años, llevaba el pelo con media melena y morena, debía medir sobre 1,60, se le intuían unos pechos bastante generosos, y no estaba nada mal, esa es la verdad, me presente, ella me dijo que se llamaba Sara y nos dimos 2 besos.

Empezamos a entablar una conversación, me pregunto qué cuantos años me llevaba con ella, si era mi novia, etc. “Sara voy a explicártelo, Laura es estudiante, está aquí cursando un máster y a la vez es mi sumisa mientras este aquí en Barcelona (no quería dejar a Laura como una chica guapa y tonta) y hace todo lo que yo le pida” a lo que ella exclamo:

“Tu Sumisa!!!!! estáis mas locos de lo que pensaba, creía que solo habíais tenido un calentón el otro día y entrasteis a desahogaros en mi tienda”

Yo.- “Sara, escúchame, el otro día yo por lo menos en tu tienda no me desahogue, pero no voy a negarte que ella si lo hizo y muy a gusto por cierto, y tampoco te negare que yo también disfrute de ello, tanto viéndola como sintiéndola, y además viéndote la cara de circunstancias que nos pusiste al oír como se corría y como nos mirabas al salir, puedo preguntarte ¿si te dio morbo todo eso?”

Sara.- “Morbo, lo que estabais salidos los dos, que morbo me iba a dar eso a mi …”

Yo.- “perdona pues si te ofendimos, no era esa nuestra intención, y tampoco lo es que ahora mismo estés tan nerviosa por lo que ya paso hace días”

Sara.- “No estoy nerviosa por eso Alex”

Yo.- “Entonces porque lo estas, no será por estar hablando conmigo de todo esto no?”

En ese momento entro Laura por la puerta, acercándose a mí saludándome y dándome un beso, y como acababan de dejar libre una mesa, mande a Laura a que la pillara y se esperara en ella hasta que yo fuera.

Yo.- insistí “por que estas nerviosa entonces”

Sara.- “por nada, debo marcharme Alex”

Yo.- “No será que la conversación que estamos llevando, que te está gustando, y por ello estas asustada? no has hecho nunca ninguna locura parecida? que harías si ahora mismo deslizara mi mano…?”

Sara.- sin dejarme terminar lo que estaba diciéndole “estás loco lo sabes?, y además tengo un novio al que quiero muchísimo y no se merecería lo que tú me propones”

Yo.- “sabes Sara, acabas de decirme que no te disgustaría y además estoy casi seguro que si te tocara sequito no lo encontraría”

Sara estaba ya muy nerviosa, y empezó a recoger su bolso para levantarse, cuando la cogí por la barbilla para que me mirara a los ojos y con la otra mano se la puse en la entrepierna por encima de los tejanos, frotándola un poco, cerrando ella los ojos, quite mi mano de su entrepierna, le di un beso, y le susurre al oído “tu también te dejarías masturbar y te correrías en mi mano si yo quisiera, eres tan perra como Laura“ seguidamente la deje allí y me fui dirección a la mesa donde me esperaba Laura, esta había estado mirándonos todo el rato, estaba celosa, lo note al instante, cuando me senté a su lado, rápidamente se abalanzo sobre mí para besarme, pero dejo sus ojos abiertos mirando a Sara en tono desafiante, hasta que esta se fue.

Laura.- “era la mujer de la tienda verdad? le gusta esa chica Amo?

Yo.- “que me guste o no debe serte indiferente, solo tengo una perra, y esa eres tú, por lo que si quisiera algo mas con ella, te lo haría saber no te preocupes. Has acabado con lo que estabas tomando?”

Salimos de la cafetería en dirección al apartamento que había alquilado, por fin iba a someter a mi sumisa como era debido, en la misma puerta antes de abrir, la hice desnudar en el propio rellano, cogiendo yo sus ropas y bolso, le mande ponerse de rodillas y entrar a 4 patas al apartamento, una vez dentro, le tape los ojos, hice que se incorporara quedándose de rodillas y le ate las manos en su espalda, coloque una almohada en el suelo para que pudiera apoyar su cabeza, y le separe las piernas, con mi mano le acaricie, y comprobé que estaba bastante lubricada, le coloque una pinza de colgar ropa en un pezón, a lo que soltó un grito, dándole yo como respuesta un azote en su precioso culo y diciéndole que no quería oírla, pues si gritaba me vería obligado a taparle la boca, le coloque una nueva pinza en el otro pezón, se tenso al sentirla en el, pero esta vez no chillo y se lo compense con una caricia en su sexo, mientras la estimulaba con los dedos de una mano, con la otra se los estaba metiendo en su coño, primero dos, luego tres.

Laura no tardo en pedirme permiso para correrse, a lo que me negué, le di varios azotes en su culo para bajarle la excitación, y aproveche para invadir su culito con un dedo, tenía el ano empapado de su propio flujo, pero su culito estaba muy prieto, nunca había entrado nada por allí, y era la primera vez que ella sentía algo en esa parte de su cuerpo, y la sobresalto al sentirlo, pero no dijo nada, empecé a follarla nuevamente por el coño con mis dedos, mientras poco a poco se le estaba dilatando también su ano, pues le estaba metiendo también ya dos de mis dedos dentro, cuando note que ya resbalaban bien, y no que no le hacía daño, saque de mi bolsa varios plugs anales de diferentes tamaños que había comprado, empezando a follarla con el más pequeño, Laura no paraba de gemir, le estaba gustando todo lo que le estaba haciendo, me obligaba a hacer pequeñas paradas para azotarla y poder frenar así su excitación, aunque ahora mismo hasta los azotes la excitaban aun mas, cambie el plug pequeño por el mediano, y lo fui metiendo lentamente hasta dentro, una vez allí se lo saque una vez y se lo volví a meter de golpe dejándolo insertado ya en su culo.

La cogí del pelo e hice que se pusiera de rodillas, le metí mi polla en la boca y empecé a follarla con ella, mientras le estaba estirado de las pinzas que llevaba puestas en los pezones, notaba que estaba ya a punto de correrse, además tal como la tenía en ese momento no podía pedírmelo, pero notaba como se estaba empezando a tensar, por lo que le saque la polla de la boca, la cogí por el pelo y le dije “zorra ni se te ocurra correrte, te estoy usando solo para mi placer, cuando me haya cansado entonces te daré tu premio solo si lo mereces, pero mientras tanto aguanta y que no deba repetírtelo” en ese instante empezó asomar alguna lagrima por su mejilla, pero nuevamente y esta vez cogiéndola por la cabeza empecé a follarla de nuevo, cuando yo estaba a punto de correrme le saque la polla de la boca y me corrí en su puta y dulce cara, mientras con mi polla le estaba esparciendo toda mi leche por ella, Laura mantenía la boca abierta por si se la metía de nuevo, cosa que hice para que me limpiara de semen mi miembro.

Luego por el pelo cogida, hice que se incorporara y la lleve hasta una silla que tenía preparada, en esta le había colocado anteriormente un consolador de unos 25 cm, el cual aguantaba fijado a la silla con unas correas, hice que se pusiera de cuclillas y emboque el pollon en su coño, presionándola de los hombros hice que sentara, ahora mismo la tenía con un plug en su culo y con un pollon en su coño, la ate con las piernas separadas a patas de la silla, le quite una de las pinzas de un pezón estirando de ella, con lo que nuevamente pego un pequeño chillido, luego le estire de la otra, y le coloque esas pinzas en sus labios vaginales, al final le coloque tres en cada labio, cuando supongo que ya pensaba que estaban todas colocadas le coloque una última, esta pellizcándole el clítoris, al mismo tiempo que se la colocaba le metí mi lengua en su boca, para así ahogar su posible chillido, y por último había comprado una especie de ventosas para los pezones vibratorios, se los coloque uno en cada pezón poniéndolos a máxima vibración, esto ya le empezaba a gustar mas.

Nuevamente, le di un beso y luego le dije “ahora voy a cenar pues tengo hambre, ni se te ocurra aprovechar para correrte mientras esta yo fuera, pues lo sabré al instante si lo haces” le coloque unos auriculares con música bastante alta e hice como si me fuera, pero en vez de eso me tumbe en la cama a observarla.

Después de un par de minutos Laura comenzó haciendo fuerza a levantar su culito y dejándose caer nuevamente, le costaba bastante pues estaba con las manos atadas en la espalda y a la vez sus piernas atadas a la silla, pero aun sabiendo sus límites empezó a follarse con el vibrador que tenía en el coño y a la vez el plug que le había insertado en su ano, cada vez le gustaba más, cuando notaba que estaba a punto de correrse se quedaba inmóvil jadeando por la excitación y el esfuerzo que estaba realizando, nuevamente comenzaba a darse placer hasta estar casi a punto de correrse cuando volvía a reposar nuevamente, durante unos 30 minutos al menos la tuve en esta situación, ella pensando que yo había salido no podía reprimirse y solo pensaba en darse placer, aunque estaba orgulloso de su comportamiento porque la chica estaba reprimiéndose, cuando sentía que su corrida estaba próxima, en una de estas veces me puse a su lado masturbándome, y cuando calcule que estaba nuevamente a punto le destape los ojos dejando que me descubriera allí a su lado, al verme del susto que se llevo se quedo inmóvil, aunque seguía jadeando, le aparte el auricular de uno de sus oídos y le dije “vaya pedazo de puta que estas hecha, no puedo dejarte sola ni un momento, que enseguida empiezas a follarte tu misma perra, ¿quieres correrte zorra?” a lo que rápidamente me dijo que no aguantaba más, que había sido buena y no se había corrido aún, mientras yo me estaba pajeando y corriéndome encima de sus tetas, cuando acabe me puse en cuclillas y le dije “ya puedes correrte perra” empezó a moverse nuevamente y cuando note que estaba empezando a correrse le empecé a quitar las pinzas con estirones, su orgasmo fue brutal, sus gemidos iniciales se convirtieron en una mezcla de gritos, gemidos, y espasmos, sus ojos se volvieron blancos durante unos instantes, en un momento casi pensé que había perdido el conocimiento, pero al cabo de unos segundos empezó a reaccionar nuevamente.

Laura.-”gracias amo, jamás imagine poder obtener un placer igual, este ha sido mucho más intenso de los experimentados hasta ahora, quiero más señor …”

Empecé a soltarla de las ataduras con la silla, y la mande levantarse, cosa que le costó un poco hacerlo, pues llevaba allí en esa postura con las piernas abiertas, y el falo en su interior casi ya una hora, además aun estaba con sus manos atadas a la espalda.

Le mande ponerse de rodillas en la cama y con la cabeza apoyada sobre esta, la empecé a follar con el plug que aun estaba en culo insertado, tenía las piernas, el culo, y su coño como si se hubiera meado, allí donde la mirabas estaba empapada a lo que le pregunte “seguro que te has meado cerda”

Laura.- entre gemidos “No mi señor, no es pis, es de mi orgasmo de antes, ahhh”

Retire por completo el plug sustituyéndolo con mi verga, le solté las manos de la espalda y le mande masturbarse con una mano mientras que con la otra quería que se apretara los pezones, mientras la cogí de la cintura para poderla encular mejor, de nuevo volvió a pedirme permiso, esta vez se la negué, esta vez quería ser yo el que llenara su culo antes con mi leche, así que empecé a follarla más rápido y a darle azotes en las nalgas hasta que le llene las entrañas con mi leche, retire mi polla de su culo viendo salir mis líquidos de su culo y seguí dándole azotes, cuando le pregunte si aun deseaba correrse, como casi ya no podía casi hablar pues estaba muy cansada me indico con la cabeza que así era, y le dije que tenía mi autorización para correrse, cosa que hizo casi de inmediato, pues Laura hacia ya rato que se está deshaciendo por dentro.

La deje descansar un rato después de toda la sesión, su respiración se fue espaciando poco a poco hasta que se quedo dormida en la misma posición en que había tenido su último orgasmo, mientras me senté a los pies de la cama a observarla.

Continuara…

Puntuar y comentar no cuesta nada, sin embargo yo almenos agradezco leeros y a la vez me anima a seguir contando la historia, gracias por leerme y por vuestros comentarios, tanto los públicos como los que me envias al mail.

Alex

Como siempre estoy a vuestra disposición tanto en el mail como en el msn, para lo que deseéis y sois bienvenid@s.

mar.lex.bcn@gmail.com

 

Relato erótico: “Fitness para todas las edades. (3)” (POR BUENBATO)

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LA OBSESION 2Casi una hora después, Katia salió de la oficina con la Sin títulofrente altiva y el rostro enrojecido. No podía estar enojada, porque finalmente accedimos a sus deseos, pero tampoco creí que estuviese apenada, aunque debía. Nos tenía por el cuello, exigía la mitad del dinero generado por las visualizaciones y la publicidad, y aunque jamás quiso admitirlo, no había más que ido a extorsionarnos con el asunto del incesto.

Yo estaba realmente furioso, pero mantuve la calma, por Mariana. Después de todo, a Mariana, en su inocencia, le parecía justo que Katia se llevara la mitad. Pero yo sabía que no, Katia editaba los videos y su trabajo era sin duda valioso, pero ello no le daba absolutamente el derecho a llevarse la mitad del dinero. Pero no teníamos alternativa.

Segundos después de que la negrita se fue, Andrea asomó la cabeza, extrañada por lo sucedido, aunque no tenía realmente idea de qué había sucedido.

– ¿Quién es esa chica? – preguntó, mientras pasaba para sentarse al lado de Mariana.

Mariana, quien era su admiradora, no se emocionó mucho al tenerla frente a ella. Era obvio que sospechaba que algo había sucedido ahí antes de que llegara, y la idea no parecía agradarle mucho. Yo suspiré, un achaque de celos de mi hija era lo que menos necesitaba ahora.

El resto de los días se normalizaron, hasta cierto punto. Andrea terminaría por pasar una larga temporada en la ciudad, pues un congreso nacional de fitness se iba a celebrar el mes entrante, de manera que tuve la oportunidad de estar con ella varias veces y Mariana tuvo la oportunidad de participar a su lado en no uno sino tres programas.

Durante las grabaciones, Katia aprovechó para mostrarse de lo más arrogante. Mariana no lo notaba, pero estaba claro que la maldita negra no hacía más que poner a prueba nuestro temor a que revelara nuestro secreto. Con el tiempo, pareció comenzar a divertirse con aquello.

Tal era su actitud, que la propia Andrea pareció notarlo, e incluso durante la segunda grabación no soportó más las ganas de preguntarme.

– ¿Cuál es exactamente el papel de esa niña? – dijo, en un tono despectivo que revelaba su molestia

– Ella inició el programa con Mariana – intenté justificar – Siempre ha editado los videos.

– Pues es bastante arrogante, ni siquiera Mariana se porta así.

– Bueno – suspiré – tiene su carácter.

Andrea no pareció satisfecha con aquello, estaba claro que lo que fuera que ahí sucediera le intrigaba. Había pasado de ser un visitante ocasional a una parte fundamental en el programa, en mi vida y en la vida de Mariana. Ni siquiera yo me daba cuenta de lo mucho que comenzaba a pasar junto a su lado.

Respecto a Katia, sabía que tenía que hacer algo. Aunque las palabras de la negra parecían sinceras en el sentido de que guardaría el secreto, aquello no dejaba de representar una amenaza. Cualquier molestia o ataque de furia podía provocar que comenzara a hablar de más, y aquello era demasiado riesgo como para permitirlo. Además, ella no tenía el menor derecho a quedarse con la mitad del dinero.

Es común creer que quienes practicamos fisiculturismo somos un montón de tipos torpes sin cerebro. Y probablemente si tengan algo de razón, pero también somos decididos y hallamos en lo más mínimo la inspiración para hacer grandes cosas. Mi inspiración llegó de un viejo libro que me llegó a la mente. Me lo regaló uno de mis primeros entrenadores, cuando apenas iniciaba mis entrenamientos.

El libro combina la fisicultura con la filosofía china, o algo así. Recordé uno de los capítulos, en los que sugerían convertir lo negativo en nuestra fuerza. En poner a nuestros enemigos de nuestro lado. En hacer que aquellos que quisieran hacernos daños estuvieran tan inmersos en nosotros que su intento de hundirnos los hundiría también a ellos.

Fue entonces cuando se me ocurrió que la única manera de controlar a Katia, de asegurarme que jamás abriera su maldita boca, era atarla a nosotros. Que no pudiera causarnos daño sin causárselo también a ella. Decidí que tenía que hacerla parte de todo aquello, a cualquier precio.

No fue difícil. La chica siempre había mostrado interés en los tipos musculosos, y yo era uno de ellos. Aunque mucho mayor para ella, siempre me había percatado de sus miradas recorriendo mis brazos, mi tórax y mis piernas. Siempre la había ignorado, pero ahora esperaba que su interés en mi siguiera vivo de alguna manera.

Comencé a poner a prueba mi plan durante una de las grabaciones. Sentado en los aparatos, no quitaba la mirada de sus ojos. Ella se percató, y no tardó en sentirse perturbada por mi mirada. Trató de sonreírme y también trató de mirarme con desprecio, pero ninguna de las dos cosas sirvió para que yo parara. Quería hacerla sentir incomoda, porque sabía que en chicas como ella aquello era

En los entrenamientos del gimnasio. Comencé a acércame a ella, con el pretexto de ayudarle a sus entrenamientos. Ella no se atrevía a rechazarme entre tanta gente, de modo que tuvo que aceptar mi cercanía. Aquello me dio la oportunidad de platicar con ella, en conversaciones que se extendían cada vez más.

Mariana no tardó en percatarse de ello, y muchas veces discutimos “discretamente” en presencia de Katia. Aquello, sin embargo, funcionó con la negrita, pues la hizo sentir que su cercanía a mi comenzaba a hacer estragos en la relación con mi hija. Como toda zorra, estaba claro que aquella negreta se sentía adulada con los celos que provocaba. Cosas similares sucedían con Andrea, aunque esta tuvo la extraña razón de acercarse y platicar durante largas charlas con la negrita. ¿De qué podían hablar?

Mariana, por su parte, pareció comprender que yo era un tipo sin remedio, y aunque seguimos disfrutando sin problemas de nuestros encuentros sexuales, ella fue conociendo a otro chico: Gael, ni más ni menos que el hijo de Andrea, a quien ella había inscrito al gimnasio. Aunque era un tipo bastante bien parecido, digno de su preciosa madre, y aunque tenía la misma disciplina en el ejercicio que hacía que yo mismo me reflejara en él, no pude evitar un extraño sentimiento de celos; lo cual era irónico, pues así como el muchacho coqueteaba con mi hija, yo también actuaba como un adolescente calenturiento tras el bombón de Katia.

– Veo que Mariana tiene un nuevo amigo – me dijo una vez la chica, inquisidoramente

– Creo que es un buen muchacho – dije, alzando los hombros

– ¿No te dan celos? – preguntó Katia, maliciosamente – Celos de padre, me refiero – dijo, alzando las cejas

Ni siquiera le contesté.

Mis acercamientos con la negrita fueron aumentando. Y aunque ella a veces demostró desinterés – y un poco de asco hacía mi – la insistencia terminó por hacer estragos en ella. Charlábamos por horas, estuviese Mariana presente o no. A veces tenía duda de si Katia era lo suficientemente inexperta para caer en mi trampa o si estaba tramando algo. Pero si era así no lo demostraba.

A veces yo dejaba de buscarla, sólo para saber cuánto tardaba ella en marcarme por teléfono o enviarme un mensaje de texto. Y aquello me permitió saber lo mucho que representaba para ella, pues sus llamadas y mensajes no tardaban más que algunas horas en llegarme.

Cuando como parte del flirteo, comenzamos a intercambiarnos fotos, me llevé varias buenas sorpresas, especialmente cuando me enviaba auto fotos donde podía verse la perfecta figura atrapada en sus apretados conjuntos de entrenamiento.

Las horas de entrenamiento eran las mejores. Yo hacía como que la guiaba, mientras le miraba descaradamente su culo, y ella hacía como que me seguía, mostrándome atrevidamente las curvas de su cuerpo. Fue entonces cuando me di cuenta de que la trampa en la que la deseaba hacer caer era también una trampa para mí, que moría día a día por hacerla mía.

Fue hasta un domingo por la noche cuando la tensión entre nosotros estalló. Los domingos eran los únicos días en los que el gimnasio principal cerraba temprano, a las siete de la tarde. También era el único día en el que yo era el único encargado, pues mis empleados tenían que descansar. La había estado mirando durante toda la tarde y ella me lanzaba sonrisas cómplices de vez en cuando.

Había llegado tarde, al cuarto para la seis, y aquella fue la primera señal de que aquella tarde sería diferente. Mariana había entrenado en la mañana y debía estar descansando en casa.

Éramos ya los últimos, y aunque mi corazón latía al mil por hora preferí no hacerme ilusiones y mantuve la calma. Me acerqué a ella, que en aquel momento alzaba el peso en la máquina para isquiotibiales. Con aquella posición, boca abajo y mostrando las dimensiones de sus glúteos, el sólo hecho de mirarla era insoportable. Vestía un short deportivo morado y un sujetador deportivo rosado, que dejaba desnuda su cintura. Aunque solía alisárselo con plancha, su cabello natural tenía el rizado típico de la raza negra. Era una verdadera delicia, y yo no tenía idea de cómo comportarme ante tremenda diosa. Estaba tan excitado, que pensé que si no me la follaba a ella tendría que descargar mi apetito en mi hija.

– Ya vamos a cerrar – dije, sin saber qué tanto se notaban los nervios en mi voz

Ella detuvo su ejercicio y alzó la vista, incorporándose sobre sus antebrazos.

– Ya son las últimas – me dijo, mostrándome sus blancos dientes

Idiotizado, le dije que iba a ir cerrando el local en lo que ella terminaba. Era increíble que me estuviera comportando como un mocoso ante una adolescente como ella.

Subí a cerrar las ventanas del segundo piso y la puerta de la azotea; cuando baje, Katia estaba guardando sus cosas en su mochila. Me acerqué a ella cuando se estaba vistiendo su sudadera.

– Hace un poco de frio – me dijo, sonriéndome

Pude ver sus ojos deslizándose furtivamente a mi entrepierna, pero decidí no mencionar aquello. Esa chica emanaba sensualidad en cada acto.

– Bueno, debemos irnos

Ella se lamió los labios, y su rostro se tornó serio, como si hubiera esperado algo distinto de mi parte. Pero yo estaba tan confundido como ella, y no alcanzaba a pensar en qué debía decirle.

Salimos minutos después, la chica sólo se había colocado una sudadera, de modo que el frio viento debía estarle pegando directamente en sus piernas. Entonces supuse que podía tomar aquello como una oportunidad.

– Es algo noche, ¿no? – le pregunté, ella giró el rostro y me sonrió, de manera afirmativa, como diciéndome “qué remedio queda”.

Entonces me enjuague los labios con mi boca, y me atreví a preguntarle.

– ¿Quieres que te lleve a tu casa? – le dije, con la mayor serenidad posible – Me queda de paso.

Ella no me respondió de inmediato, miró hacia el horizonte, como confirmando una última vez de que el autobús no se hallaba cerca. Entonces me miró de nuevo y movió su cabeza afirmativamente.

Durante el viaje no hablamos más que los mismos comentarios sobre el clima. Le pregunté si no tenía frio con aquellos shorts tan cortos, y ella admitió entre risas que había cometido un error al elegir esa indumentaria.

Sacó su botella de agua, y suspiró al ver que se hallaba vacía.

– Yo también olvidé llenar mi bule de agua – le dije – Y tengo mucha sed.

– Casi siempre me da sed hasta que llego a mi casa – dijo, en un comentario que no entendí del todo

Seguimos charlando de cosas sin importancia hasta que el automóvil se detuvo frente a su edificio de departamentos.

No pudimos decirnos nada durante quince incómodos segundos en el que nos mantuvimos dentro del inmóvil vehículo.

– Te deben estar esperando tus padres – le dije

Ella me miró.

– Sólo vivo con mi mamá.

– ¡Oh! – exclamé

– Ella no está – continuó – Fue a cuidar a mi abuela.

Otros diez segundos de silencio se hicieron presentes. ¿Aquello había sido un comentario sin importancia o lo había dicho por alguna razón?

– ¿No tienes algo de agua? – me atreví a preguntarle

– ¡Sí! – dijo de pronto, como si aquella pregunta fuera la que estuviera esperando – Digo, sí, puedo darte algo de agua.

Le di mi botella de agua. Y ella bajó del automóvil. Se dirigió al edificio pero se detuvo en el primer escalón de la entrada principal. Regresó corriendo y se asomó por la ventanilla.

– Puedes subir, si quieres, vivo en el tercer piso. El 303. – me dijo rápidamente, antes de salir corriendo hacia el departamento.

Me quedé solo. En el auto. Completamente idiotizado. ¿Qué rayos había sido eso? Analicé todo de principio a fin. Entonces decidí que lo mejor sería subir. Estacioné el auto en un espacio bajo un árbol, y bajé del vehículo. Alcé la vista y vi cómo la luz del departamento de Katia se encendía. Miré a los lados, la calle estaba vacía.

Subí las escaleras a trompicones, y llegué al 303 del tercer piso. La puerta estaba entreabierta, y entré velozmente. Entonces la negrita chocó su cara contra mi rostro, iba de salida cuando yo entraba y nos encontramos violentamente. Dejó caer la botella con agua, y mis manos se dirigieron a su rostro, para revisar si el golpe no le había causado ningún daño.

Ella alzó los ojos y me miró, y yo no pude apartar la vista de sus oscuros y redondos ojos. Era como si nuestras pupilas fueran dos poderosos imanes incapaces de despegarse. Entonces nuestros labios chocaron.

Pensé en los labios de Mariana y en los de Sandra, pensé incluso en los de Verónica, pero no recordaba unos tan suaves, tan llenos de vida, tan cálidos y tan dulces como los que Katia tenía. Los rasgos africanos de su boca se notaban a la perfección en aquellos carnosos labios. Mis manos se dirigieron a su cintura y entonces ella rodeó mi cuello y se impulsó en mi firme cuerpo para alzar sus piernas y rodear mi cintura con ellas.

Parecíamos dos viejos amantes, aunque aquel era apenas nuestro primer beso. Podía sentir toda la pasión, todo el deseo y toda la excitación contenida en nuestros cuerpos. Su piel canela tenía un olor precioso, y mis manos recorrían sus piernas mientras sus pechos, mucho más evidentes que los de mi hija, se apretujaban contra mis pectorales. Era una verdadera diosa, una verdadera diosa.

Fui cargándola hasta donde me indicó que se hallaba su recamara. Me señalaba el camino rápidamente, para después regresar sus labios a los míos. Parecíamos dos locos enamorados después de mucho tiempo de no vernos. Caí sentado sobre la cama y entonces ella se acomodó sobre mí. Comenzó a levantarme la camiseta, pero yo lo hice por ella. Entonces ella se sacó rápidamente su sudadera y enseguida su sujetador; sus dos tetas saltaron a la vista. Eran redondas y bastante más grandes de lo que me imaginaba; sus pezones oscuros me recordaron a los de Mariana, sólo que sobre su piel morena apenas y se distinguían.

Incorporé mi espalda para que mi boca pudiera alcanzar aquellos suculentos pedazos de carne dura. Mi lengua exploró la rugosidad de sus pezones, y ella abrazó mi cabeza para soportar los intensos magreos que mi boca provocaba en sus tetas. Sus manos recorrieron mi ancha espalda, como si yo fuese un tesoro al que tanto había anhelado.

Separé mi cara de sus pechos y mi boca regresó a sus labios. Un minuto después, separó sus labios de los míos y me regaló una traviesa sonrisa, me invitó a recostarme, y yo me quedé recargado sobre mis hombros. Entonces ella desamarró la cuerda de mis pantalones deportivos y comenzó a deslizarlos, dejándome en calzoncillos. Se agachó, y desató mis zapatos deportivos. Volvió a subir, sonriente, y entonces dirigió sus labios hacía mi entrepierna. Besaba mi endurecida verga a través de la tela de mis calzoncillos

Si aquel era un ritual para excitarme, lo había logrado a la perfección, y se convenció de aquello cuando mordió suavemente la forma de mi tronco. Maldición, esa negrita me estaba volviendo realmente loco.

Entonces por fin deslizó mis calzoncillos, liberando mi endurecida verga. Me lanzó una mirada aprobatoria, y sonrió maliciosamente, mientras miraba mi tronco palpitando a unos centímetros de su rostro. Parecía evaluarlo, desde mi perspectiva, parecía una pequeña fiera, con sus cabellos rizados y desordenados, sus ojos brillantes y su boca gruesa, mostrando los blancos dientes en una sonrisa coqueta.

Entonces abrió la boca, y se acercó lentamente; sentí el calor de su aliento rodeando la punta de mi verga, pero ella aún no me tocaba. Entonces cerró suavemente la boca, y mi verga sintió la más hermosa sensación. Su húmeda y cálida boca agasajó a mi glande, mientras su lengua exploraba alrededor de mi tronco.

Sus labios se sentían igual de bien en mi verga que en mi boca. Los músculos de su boca rodeaban con firmeza mi grueso tronco, y su lengua iba lamiendo la piel de mi verga al tiempo que descendía hasta engullirla por completo. Lo hacía con una habilidad tal que me hizo preguntarme muchas cosas acerca de su experiencia en asuntos sexuales; pero mis pensamientos se disiparon cuando sus manos tomaron mi falo y comenzaron a masajearlo mientras su lengua se azotaba dulcemente sobre mi glande. Yo estaba flotando en el paraíso.

Siguió chupando mi verga de mil maneras, a veces rápido, a veces lento. A veces recorriendo todo el largo de mi falo con su lengua, y a veces engulléndola por completo hasta comenzar a sufrir arcadas. A veces también se deslizaba hasta mis huevos, donde saboreaba mis testículos metiéndose y chupando completo uno por uno. Si yo hubiese muerto en ese momento, hubiera sido con una amplia sonrisa.

Posó sus pies sobre el suelo del cuarto, sólo el tiempo necesario para bajarse su short deportivo y sus bragas. Entonces regresó sobre la cama y continuó mamándome la verga. Alzaba su enorme culo como un trofeo, al tiempo que su cabecita se mantenía baja para seguir chupándome el pene. En aquella posición, su trasero formaba realmente la figura de un corazón. Mi falo se endureció hasta el límite sólo de ver aquello.

Unos segundo más, y entonces ella avanzó con sus rodillas hacía mí, hasta que su coño perfectamente depilado le dio un coqueto beso a la punta de mi verga. Volvió a abrazarme, y sus labios se unieron de nuevo a los míos.

Entonces ella se alzó unos centímetros, sostuvo mi tronco y lo apuntó contra la entrada de su coño, y antes de dejarse caer, habló.

– Hoy dejaré de ser virgen – me susurró.

Entonces me besó.

Si realmente era virgen o no jamás lo sabré; pero mi verga entró con relativa facilidad y sin detenerse hasta lo más profundo de su mojada concha. Ella lanzó un suspiró fuerte cuando mi pene chocó contra el tope de su coño. Entonces yo abandoné sus labios y caí de espaldas sobre la cama. Ella me siguió, sosteniéndose con sus manos sobre la cama.

Mis manos se dirigieron a sus preciosas nalgas, desde donde me encargué de acomodarlas al ritmo de los movimientos lentos de mis caderas. Los primeros mete y saca sólo la hicieron respirar agitadamente, pero conforme aumentaba el ritmo de mis movimientos sus respiraciones fueron siendo sustituidas por auténticos gemidos llenos de placer.

– Te quiero – le dije, sin estar yo mismo seguro de que tan cierto era aquello

Ella sonrió, y me respondió comenzando a mover sus caderas. Entonces sus movimientos se unieron a los míos, y comenzamos a aumentar juntos la intensidad de aquel mete y saca. Ella parecía una maquina de jugos, y aquello provocaba una preciosa sensación combinada entre un coño bien lubricado pero a la vez muy apretado, lo que hacía que cada embestida valiera oro.

Seguimos así por minutos, sin ni siquiera cambiar de posición. A veces mi boca apretujaba sus pezones, lo que sumaba más placer al provocado por las arremetidas de mi verga. Yo movía mis caderas, pero eran sus sentones los que más ajetreo provocaban.

Sus gemidos se escuchaban justo en mi oído. A veces vengaba mis fuertes embestidas mordiéndome suavemente el cuello. Para mí era increíble follar con tanta pasión con una chica de su edad. Parecíamos una pareja de recién casados.

– Que bien lo haces – le tuve que decir

– Me encanta – dijo, con la voz entrecortada por el placer

– Lo haces bastante bien – seguí – Me encanta sentir cómo me abraza tu coño

Ella sonrió complacida con aquellas palabras.

– Sigue – dijo

– Me gusta cómo me muerdes, como me rasguñas cuando te la meto bien adentro. Eres como un animalito – seguí, entre respiraciones agitadas – una gatita en celo, una perrita mojada…

Ella cerró los ojos, como si quisiera imaginar mis palabras.

– Mierda, Heriberto – suspiró – Que bien se siente esto.

Aumenté la intensidad de mis embestidas con el pasar de los minutos; mis labios besaban su cuello, sus tetas y sus labios, como si estuviese tranquilizando a una criatura salvaje que no paraba de saltar y saltar para ensartarse de coño contra mi verga.

– ¡Ah! ¡Ahhhh! ¡Aahh! ¡Aaaaahhhhhhhhh! – gimió

Su cuerpo se arqueó, su coño comenzó a sentir convulsiones y sus brazos rodearon mi cuello. Sus manos arañaron mi espalda, mientras aquel orgasmo la volvía loca. Respiró durante segundos sobre mi cuello. Mis manos abrazaron sus glúteos, tenerlos apretujados entre mis dedos era una sensación preciosa. Entonces recuperó el aliento, al tiempo que los espasmos en su entrepierna cesaban.

– ¡Aaahhh! – gritó – ¡Que rico!

– ¿Te gusta? – murmuré

– Mucho – dijo – Me encanta tu vergota.

Aquello fue suficiente. Entonces yo tampoco pude resistir más, y mi glande comenzó a escupir un montón de esperma que llenó su coño hasta desbordarse. Nos seguimos besando, mientras su concha y mi verga continuaban aquel intercambio de fluidos.

Nos bañamos juntos, nos secamos y, desnudos, cenamos un guisado de pollo que ella había preparado. Regresamos a la cama, donde cubrimos nuestra desnudez con las sabanas blancas.

– ¿Quieres dormir aquí? – me preguntó, recostada sobre mi pecho – Mi mamá llega hasta mañana, después de clases.

Sonreí.

– Tengo que ir a casa.

– Sólo hoy – insistió

Decidí probar algo.

– Mariana me está esperando.

Como sospeché, el tono de Katia se volvió serio.

– ¿Y eso qué? – me espetó

– Pues que debe estar preocupada.

– Dile la verdad – me dijo, alzando la cabeza, con sus hombros recargados en mis pechos, mirando con interés la expresión de mi respuesta.

Apreté los labios.

– Creo que es muy pronto para que lo sepa.

Ella alzó las cejas, como si la respuesta no hubiera sido la esperada. Era extraño ver a una chica de su edad comportándose con el dramatismo de las actrices de telenovela, pero supuse que ese era un estrago más de la televisión nacional.

Por alguna razón, quizás la necesidad de regresar a casa antes de que fuese más tarde, me hizo apurar las cosas. Me pregunto ahora si ese fue un error de mi parte, pero más bien creo que no había manera alguna de convencerla. No importa cuánto tiempo hubiese esperado. Decidí entonces tocar el tema de las ganancias.

– Sabes, Katia, creo que, ahora que…comenzamos a entendernos más, quizás podríamos platicar con más calma el asunto de los videos.

Ella comprendió de qué iba aquello, pero prefirió parecer confundida.

– No te entiendo.

– Me refiero al dinero, a lo del cincuenta por ciento de las ganancias.

– ¿Eso qué tiene? – preguntó, como si no hubiera nada que discutir respecto a ello.

– Tú sabes que, el cincuenta por ciento no sería justo. Somos varios quienes participamos en eso, sería injusto que Ma…

– Participo tanto como ella, no entiendo qué es lo que me quieres decir, ¿Qué por haberte acostado conmigo voy a acceder a lo que quieras?

– No te estoy diciendo que accedas a nada – me estaba poniendo nervioso – Sólo te estoy diciendo que no es un reparto justo. Te estoy proponiendo que tomes lo que te corresponde, y no lo que crees que te corresponde sólo porque sabes que Mariana y yo…

Una mirada seria se dibujó en su rostro. Parecía molesta, ¿pero qué maldito derecho tenía de enojarse?

– Te follas a tu hija – dijo, extendiendo un dedo de su mano – vienes y me follas a mi – dijo, alzando un segundo dedo – y ahora quieres creer que puedes hacer lo que quieras.

– Te equivocas – dije, tratando de tranquilizarla

– ¿En qué me equivoco? ¿Crees que tengo ganas de decirle a alguien cómo te estabas follando a Mariana? Yo sólo pido lo que me corresponde – justificó

– ¡Hablas como si tú no nos estuvieras extorsionando! – estallé, ella se levantó de inmediato. La sabana cayó sobres sus piernas, y sus tetas volvieron a quedar al descubierto.

Se vistió rápidamente con un camisón, mientras yo apretaba mis ojos, pasmado de lo mal que había salido todo.

– Vete de aquí – dijo, casi como un susurro

– No puedes hacer esto – le dije – lo que estás haciendo está mal, y lo sabes perfectamente. No puedes ser tan mentirosa.

– Vete de aquí – repitió, era obvio que no necesitaba explicaciones.

Manejé tan rápido y tan peligrosamente sobre la vacía avenida que no supe ni cuándo ni cómo logré llegar hasta la casa. Eran las doce y media de la madrugada. Las luces del barrio estaban apagadas, pero la luz de la recamara de Mariana seguía encendida. Entré cegado por la ira.

Me dirigí directamente a mi recamara, y al encender la luz la imagen de Mariana sobre mi cama me sobresaltó. Estaba dormida, me debió esperar durante horas antes de caer dormida, como una ofrenda, sobre mi propia cama. De pronto, molesto aún, tuve la sensación de que todo había sido culpa de ella; nada de aquello hubiese sucedido si ella nunca me hubiese dado aquel beso. Era ella la que había provocado aquello, y era yo quien lo había empeorado. Ahora Katia nos tenía en sus manos, y así sería siempre.

Mariana estaba vestida con un pijama; la blusa blanca de mangas rosas tenía un estampado de Hello Kitty, mientras que sus pantalones suaves y rosas tenían también estampados de la marca. Me hubiese parecido tierna de no haber sido por mi terrible estado de ánimo.

Comencé a desvestirme, mientras la miraba. Su presencia no dejaba de molestarme, y un montón de ideas de odio, culpas y rencores comenzaron a desplomarse sobre mi mente. Noté entonces lo endurecida que estaba mi verga, ¿qué me pasaba? Miré su cuerpo, descansando tibiamente sobre la cama; su carita respirando por la boca. Me bajé los calzoncillos, quedando mi musculoso cuerpo completamente desnudo y con mi falo hecho un duro tronco.

Me dirigí hacía la cama y la tomé de uno de sus pies, jalándolo con fuerza. Ella despertó asustada mientras caía pesadamente sobre el suelo. Sus ojos me miraron congelados de terror antes de que mi mano la tomara del cabello y la jalara hacía el cuarto de baño.

– ¡Qué haces aquí! – espeté – ¿Qué quieres? ¡Eh! ¿Qué quieres?

– ¡Papá! – dijo ella, completamente confundida

La lancé contra el suelo del baño, mientras cerraba la puerta del cuarto tras de mí.

– ¿Quieres que te folle? Maldita perra – espeté – Eso es lo único que quieres, ¿no? Que te folle como la puta que eres.

Mariana miró mi desnudez; parecía querer dar una buena explicación, pero en realidad no sabía qué era lo que sucedía.

– ¿Qué pasa? – preguntó, completamente confundida, mientras mis manos la tomaban de los cabellos de nuevo y la obligaban a incorporarse.

– Estúpida zorra – le dije, dejando caer su pecho sobre la plataforma del amplio lavamanos, tal y como la había colocado hacía unos días, solo que sin ofrecerle el escalón esta vez.

Ella intentó ponerse de pie, pero entonces mi cuerpo cayó sobre ella, aplastando su vientre contra el lavabo; mi verga se colocó justo tras su precioso trasero, mientras una de mis manos le alzaba la cabeza de los cabellos y la otra manoseaba impunemente sus tetitas bajo la tela.

Acorralada, ella no pudo evitar que mis manos hicieran descender sus pantalones y sus bragas al mismo tiempo, dejándolas apiñadas en sus rodillas y exponiendo completamente su desnudo culo.

Con una precisión tremenda, le arranqué un desgarrador grito a Mariana en el momento en que mi verga atravesaba su apenas húmedo coño. Nunca había sentido su concha tan seca, y comprendí el dolor que debía estar sintiendo con aquel tronco rugoso en su pobre vaginita.

– Papaaaaaaaá – dijo, mientras el llanto se apoderaba de ella.

Aquello pudo haberme conmovido y hacerme parar aquello, pero su rostro destrozado por el dolor y las lágrimas no hizo más que vigorizar más mi pene. Permanecía largo rato viendo como lloraba, no le decía nada, pero mis ojos severos caían sobre su confundida mirada al tiempo que las lágrimas escapaban a chorro por sus parpados. Al pobre coñito de Mariana no le quedó más remedio que comenzar a expulsar los jugos vaginales necesarios para aliviar aquella repentina invasión.

Entonces comencé a moverme, en una rápida aceleración que mi hija no tuvo más remedio que soportar entre gimoteos y gritos de piedad.

Atacaba su indefensa concha sin piedad. Sólo me detenía para recuperar el aliento antes de reiniciar mis fuertes embates contra su coño. Si a ella se le escapaba el aliento por momentos, era algo que no me importaba. Tenía que coordinar sus suspiros, sus ruegos, sus sollozos y gemidos para poder seguir respirando.

– ¿Por qué? – me preguntaba a través del espejo – Papi, ¿qué hice? Dimeeee… – dijo, antes de que una nueva avalancha de embestidas la hicieran callar.

– Porque eres una maldita perra – le dije, tenía tantas ganas de decirle todas esas cosas, era como liberarme de algo que ni yo entendía – por que se que te gusta que te folle. Porque me gusta ver tu cara de guarra cuando te meto mi verga. No creas que no me doy cuenta, maldita zorra, tus ojos de puta cuando me chupas la verga. Puta, puta, puta… – continué, acelerando las embestidas de mis caderas sobre sus enrojecidas nalguitas.

– ¡Ahh!¡Ahh!¡Ah!¡Ahhhhh! – tuvo que seguir gimiendo ella.

– …puta, puta zorra de mierda. Guarra chupa vergas…

Ella me escuchaba, no era la primera vez que le decía esas palabras, pero siempre habían sido con cierto cariño. El tono con que ahora se las decía hacía que cada palabra fuera una punzada en su alma.

Un aceite para bebés, que Mariana solía utilizar para suavizar sus manos después de los ejercicios más rudos con las maquinas del gimnasio, apareció ante mi vista. Una idea cruzó rápidamente en mi cabeza y se instaló de lleno en mi mente. Tomé el bote y derramé algo de líquido sobre la plataforma del lavabo, todo sin dejar de seguir castigando el coño de Mariana, que seguía gimiendo de forzado placer. Mojé mis dedos con el aceite, hasta que quedaron completamente embadurnados.

– Papi, ya papi. Por favvoorrrr – pedía, con su voz confundiéndose entre gimoteos.

Todo fue tan rápido e inesperado para Mariana que no pudo resistirse cuando el primero de mis gruesos dedos atravesó la resistencia de su esfínter para insertarse entre las paredes externas de su ano. Menos aún pudo hacer cuando el segundo dedo se abrió paso. Gritaba de dolor, mientras seguía rogándome que parara. Pero era demasiado tarde ya. Aquello había endurecido mi verga hasta el límite, y mi mente nadaba ya en el mar de los más bajos deseos.

– ¡No! Ya, papá, vamos a la cama – me pidió, confundida de qué me sucedía – Papi, a la cama.

– ¡Cállate la boca, maldita puta! – dije, cegado por no sé qué sentimiento – Aquí es donde te gusta, aquí es donde te llené de leche la otra vez, no te hagas la inocente ahora. ¿Te acuerdas o no de cómo me corrí en tu coño? ¡¿Eh?!

Ella me miró asustada a través del espejo.

– ¡Te acuerdas o no!

– Papí – dijo, como si no me reconociese

– Respóndeme maldita zorra – le dije, metiendo aún más profundo mis dedos, provocándole un agudo dolor en su recto.

– ¡Sí! – dijo, con tal de que me detuviera – Sí, te corriste en mi, aquí, aquí te corriste en mí.

– Puta zorra – concluí

Saqué los dedos de su culo, y de un par de patadas abrí aún más las piernas de Mariana, lo suficiente para que mi verga pudiera abrirse paso hasta colocarse justo en la entrada de su apretado culo. Intentó resistirse, pero nuestras fuerzas no tenían punto de comparación.

– ¡No, no, no! – dijo, al sentir mi glande sobre la rugosa entrada de su ojete.

Un coro de gritos y sollozos acompañaron mi primer impulso contra su esfínter, sus lloriqueos se intensificaban a cada milímetro en el que mi duro falo avanzaba dentro de las paredes de su culo.

– ¡Papá! Papi, por favor – dijo, con la voz entrecortada por el llanto – Papi, dueeeeleeeeee…¡yaaaa aaahhhh! – gritó, sin poder seguir hablando.

Pero nunca me detuve, continué pujando hasta que la mitad de mi verga quedó ensartada en su hasta entonces virgen culo. Deslumbrado por el deseo, apenas le di algunos segundos para que recobrara el aire antes de continuar con el avance de mi falo. Un nuevo conjunto de alaridos salieron de su dulce boca mientras el resto de mi pene terminaba por penetrarla. En segundos, mi hija terminó completamente empalada por el culo.

Mi verga palpitaba a través de mi vena dentro de su apretado recto, mientras su temblorosa nariz aspiraba los mocos de su llanto. Una extraña calma apareció, y en el silencio, ella acomodó su adolorido culito. Parecía tratar de entender qué estaba sucediendo sin atreverse a mirarme. Miraba hacia los lados, enfocando su atención a los artículos de baño sobre el lavabo, como si nada de aquello estuviera sucediendo. Yo, en cambio, disfrutaba enormemente la bella imagen de mi verga desapareciendo entre sus nalgas. Le había roto el culo a mi hija, y era maravilloso.

Comencé a bombearla, entonces sus ojos me buscaron y encontraron en el espejo; su ojos brillaban por las lagrimas y me pedían que parara, pero yo no hacía más que meter y sacar más rápido y más intensamente mi verga en su apretado culo. Su recto palpitaba de dolor, y estaba comenzando a apretujarse aún más por la hinchazón causada por el dolor.

Pero también comenzaba a dilatarse, y pronto el dolor iba dando paso al placer que sus ojos blanquecinos iban revelando.

– Papi, papi, papi yaaa… – seguía pidiendo en vano, en una voz tan baja que sólo servía de fondo musical para mis embestidas.

Ella miraba sus lágrimas corriendo por su rostro mientras mis impulsos contra su recto la impulsaban hacia adelante y hacia atrás. Había terminado por rendirse pero aquello no mitigaba el dolor de su culo ni el de su corazón. Permaneció resistiendo los embates de mi verga atravesando furiosamente el anillo de su culo. Entonces el silencio fue sustituyéndose por sus primeros gemidos. Sentí como el anillo de su culo cedía, dejando que mi gordo tronco entrara y saliera con más facilidad.

Ella abrió su boca, en un círculo perfecto y oscuro que revelaba el placer que escapaba en cada uno de sus gemidos.

Entonces mi corazón se enterneció por aquella muestra clara de inocencia. Comprendí que lo que había hecho con ella era propio de barbaros, y que mi pobre hija no había tenido más remedio que soportarlo. Traté de ser más suave en mis movimientos, mirando su rostro para saber qué clase de movimientos le provocaban más placer.

Logré entonces el ritmo adecuado, pero a esas alturas ya estaba tratando de contener la corrida que se estaba desbordando en mis huevos. Ella aumentaba cada vez más y más sus gemidos. Entonces sus pupilas desaparecieron, y sus ojos quedaron en blanco antes de cerrarse con fuerza, aquello me hizo aumentar la velocidad de mis embates y una electricidad recorrió todo mi cuerpo.

Con una fuerza descomunal, un chorro de esperma salió disparado contra las paredes de lo más profundo del culo de Mariana. Ella había caído agotada sobre sus hombros; era como si en cualquier momento fuese a desmayarse.

El mundo daba vueltas a mí alrededor mientras mi verga seguía pulsando mientras más y más leche se descargaba en el ojete de mi hija. Sólo entonces desperté de aquella fase. Me miré al espejo y me avergoncé de mi mismo.

Salí al cuarto, abandonando a mi hija sobre el lavabo, completamente desfallecida. Sus pantalones y sus bragas aún colgaban arremolinados en sus tobillos, mientras mi esperma comenzaba a escurrirle por las nalgas. Me vestí rápidamente, cuando estaba listo, la vi saliendo lentamente por la puerta del baño, mirándome con ojos perdidos. Me recordó a esas veces en las que se asomaba en el cuarto de su madre y yo para decirnos que tenía miedo de dormir sola.

Salí de la casa, nervioso, extrañado. No supe a dónde dirigirme. No entendía qué había hecho, no podía coordinar mis pensamientos. Pensé en Mariana, mi pobre hija. Pensé en Katia, pensé en odiarla pero estaba muy cansado para ello. Saqué el celular, y marqué al primer número que me vino a la mente. El tono sonó tres veces, estaba a punto de colgar cuando de pronto una voz extrañada me contestó.

– ¿Heriberto?

– Andrea

 

Relato erótico: “Emputeciendo a una jovencita (8)” (POR LUCKM)

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LA OBSESION 2Rosa estaba en su cuarto. Las chicas estaban poniéndose los bikinis, la entrada del parking de la casa chirriaba cuando los felices padres Sin títulovolvían de su jornada de golf. Entraron comentando las mejores jugadas.

Eva y Laura estaban en una especie de taburetes de la cocina, Ana leía el Hola en un sillón.

Jorge – Hola chicas! Que tal la mañana?.

Ana – Bien, empapadas.

Eva aguanto una risa.

Rosa apareció por la escalera mirándonos a todos.

Yo – Buenos días Rosa, ya era hora gandula!

Jorge – Si, es una dormilona. Podrías disfrutar las mañanas como el resto de las chicas.

Laura – Si Rosa, deberías – dijo mirándola a los ojos y sonriendo.

Rosa se encamino a la cocina y se sentó en uno de los taburetes, abrió los ojos como platos, en la tele de la cocina se veía su escena en la ducha, ella completamente desnuda acariciando sus tetas cubiertas de jabón y metiéndose los dedos en el coño. La tele estaba de espaldas al salón donde estaban su padre y Jorge. Eva la miro riéndose.

Rosa estaba pálida.

Jorge – Y que vais a hacer hoy?.

Ana – Pues ahora nos toca pedicura y esas cosas de chicas, si no os importa. Tenemos que ponernos guapas.

Rosa miro a Laura, laura afirmo discretamente.

Laura – Si, la pobre Rosa va echa un desastre, la vamos a dejar como nueva.

Rosa miraba a su hermana sin saber que decir.

Ana – Bien chicos, el baño de arriba queda declarado zona prohibida.

Jorge – Carlos, vamos a tomar un aperitivo?

Yo – Perfecto, estas mañanas de piscina me abren el apetito.

Eva llevo una cámara con la escena que pude ver mas tarde.

Entraron las cuatro en el baño, era un baño enorme, tenia hasta un jacuzzi para 2 personas, dos espejos… etc. Se notaba que a la dueña de la casa le gustaba cuidarse.

Laura – Bien hermanita, quieres bajar a hablar con papa o harás lo que te digamos?.

Rosa – Sois unas guarras, ni penséis que voy a entrar en el juego!

Ana – O si, claro que lo harás, ya estas en el, o no recuerdas el video de la cocina, sigue en el reproductor por cierto, Carlos esta con tu padre y mi marido tomando unas cervezas en la cocina, si no le mandamos un sms en dos min le dirá a tu padre que tienen que hablar. Confían en el, los dos, lo sabes no?. Si no como te crees que dos moros como esos iban a dejar a un tío guapo como Carlos entrar en esta casa llena de coños.

Laura – Bueno, tampoco es así Ana, ellos no piensas que tengamos coños.

Eva – Pues creo que Carlos si se dio cuenta jijiji.

Ana saco su móvil y miro a Rosa.

Ana – Y bien?

Rosa las miraba. Temblaba. – Que tendría que hacer? No pienso dejar que ese tío me folle.

Laura- Claro que no hermanita, no hará falta, pero si que entres en el juego para que estemos seguras de que no te chivas.

Rosa – Esta bien, pero nada de follar con Carlos, me da asco, y menos chuparle eso!

Ana – Eso?

Laura – Su polla, le cuesta decirlo a la pobre.

Ana – Jajaja, si, vale, nada de “eso”.

Rosa – Prometido?

Eva – Claro! Como íbamos a dejar que te follara sin querer tu?.

Rosa – Y ahora que hacemos?

Ana – Desnúdate.

Rosa – Para?

Nos haremos unas fotos con el móvil de tu hermana todas desnudas. Ella las guardara como garantía, te fías de ella verdad?.

Rosa- Si, mas o menos.

Ana – Bien, fuera ropa chicas.

Las tres se quedaron desnudas en un segundo, Rosa las miro a las tres desnudas, con sus coños depilados, y despacio se quito la ropa.

Laura – Uff, que horror hermanita, como puedes llevar el coño así?

Rosa se miro su entrepierna viendo su mata de pelo.

Rosa, no se, no sabia que se pudiera llevar de otra manera.

Ana – Lo arreglaremos tranquila, de momento ponte aquí con nosotras que Eva saque un par de fotos.

Eva cogió el móvil de Laura y les saco una foto.

Eva, mas juntas. Ana paso un brazo por encima de los hombros de las dos hermanas y las atrajo hacia si con fuerza, Eva saco un par mas.

Ana – Ahora las niñas solas – Le copio el móvil a Eva, bien, a ver esas tetas niñas.

Eva que había ocupado el sitio de su madre agarro una tetad de cada hermana y sonrío a la cámara. Laura tb sonreía, Rosa no sabia donde meterse.

Ana – Bien, poneros es cuclillas… muy bien, ahora abrir las piernas. Ummm, la de tíos que pagarían por ver esos tres coños, Rosa, el tuyo es horrible, mira… Le enseño la foto que había sacado, se veían las rajas de Eva y Laura y a ella solo una mata de pelo.

Laura – Jo, pare que tienes una ardilla ahí.

Eva – jajaja, si y además despeinada!

Las tres rieron.

Ana – Bien, arreglémoslo, no podemos dejar que tu novio te vea así.

Rosa . Mi novio? Estas de broma no?.

Ana – No me lo digas, no se acerca a ti?. No te toca no?.

Rosa – Que ni se le ocurra, no antes de la boda y quedan dos años.

Eva – Cuanto lleváis de novios?

Rosa – Cinco años?

Eva – Y nunca se la tocaste? No se la pusiste dura? Con esos melones que te gastas debe ir empalmado todo el día.

Rosa – No, es un caballero, cuando le pasa se disculpa y se aparta.

Ana – Madre mía, es igualito que Jorge, la que te espera guapa.

Rosa – Por que?, es un hombre decente!.

Ana – Por que si es incapaz de ver lo salida que estas cogerte y follarte como su hembra me temo que después será como el mío, un inútil.

Rosa – Eso te paso a ti?, por eso dejas que Carlos te haga esas cosas?

Ana – Chica, lo que me hace Carlos no tiene nombre.

Rosa – Pero tuviste a Eva con Jorge!. O no es suya?

Ana – Si, si lo es, pero no es lo mismo quedarse embarazada que follar, ya lo descubrirás cuando te quedes a medias y andes todo el día en la ducha metiéndote los dedos como ahora. Entonces me llamaras y me pedirás que te mande a Carlos.

Rosa – No creo.

Ana – Bueno, siéntate en el lavabo.

Rosa – Para?.

Laura – Venga hermanita, no seas pesada.

Rosa se sentó en el lavabo, la hicieron subir los pies, su coño quedo completamente expuesto, tuvo que echarse hacia atrás y apoyar la espalda en el espejo. Ana había situado la cámara justo frente a ella. Ana cogió un taburete se sentó frente a ella, su cara quedaba a la altura de su coño, Laura y Eva se sentaron tb en el lavabo, una a cada lado de Rosa, Laura busco un cepillo y empezó a cepillarla el pelo. Eva encontró un bote de crema hidratante y empezó a echárselo por los hombros, algunas gotas caían sobre sus gordas tetas. Ana le rasuro el coño con una maquinilla, luego le aplico una crema depilatoria, mientras esperaba a que surtiera efecto le acariciaba la parte interna de los muslos.

Ana – Tienes un cuerpo escultural.

Rosa – No se que decir.

Ana – Di gracias.

Rosa – Gracias.

Eva bajo de sus hombros y le agarro un seno, laura viéndola le agarro el otro, ambas se las masajeaban.

Rosa suspiraba, – no por favor –

Eva – Ssss tranquila, esto forma parte del trato.

Rosa – Pero… Yo no…

Laura – Tranquila hermanita, no es bueno hacerlo siempre sola.

Rosa no dijo nada mas, tres mujeres sobaban sus partes intimas, la coaccionaban la estaban fotografiando y no podía hacer nada para evitarlo.

Ana fue quitando la crema depilatoria, luego con una toallita de manos y agua retiro los restos de crema, después siguió pasando la toalla por el coño de Rosa procurando que notara la rugosidad de esta en su clítoris. Rosa suspiraba. En un momento dado las tres se hicieron un guiño, Eva y Laura se inclinaron metiéndose un pezón cada una en la boca, Ana se inclino y pego su boca al coño de Rosa, esta dio un respingo pero tres bocas succionándola eran demasiado. Las tres iban muy despacio, no querían que se corriera todavía, daban largos lametazos, estiraban sus pezones, amasaban sus tetas.

Ana estaba disfrutando como una loca, mientras le chupaba el coño metía los dedos en el suyo, la temperatura del baño subía. Ana pasaba tb su lengua por el ano de Rosa, esta daba un respingo cada vez que lo notaba pero no se movía, solo suspiraba.

En unos 10 min Ana disimuladamente me mando un SMS, – Lista -. Mis dos acompañantes estaban en la piscina cada uno con una cerveza y unos aperitivos en el borde del agua.

Yo – Me vais a perdonar un min, tengo que mirar un mail de la oficina.

Jorge – ok, tranquilo, hasta que las chicas no estén listas no saldremos a comer, me habían invitado a comer y cenar fuera todos los días, el padre de Laura decía que era lo mínimo por aguantar a esas “cotorras” como el las llamaba todo el día. Le decía a la cara que no servían para nada, que eran unas inútiles. Yo salí pitando.

Entre en el baño y cerré el pestillo. Rosa tenia la mirada ida, el placer que le estaban dando era demasiado para ella. Me miro con sorpresa y miedo. Me acerque, Eva y Laura la agarraron las manos y los tobillos para que no pudiera cerrar las piernas, me acerque, Ana metía su lengua en su agujero saboreando sus líquidos.

Yo – Vaya con la santita.

Rosa – Que hace el aquí? Me dijisteis…

Ana – Esta zorra esta muy buena amo, no puede parar de chorrear, mira que bonito coño.

Lo mire, lo acaricie con una mano, sus labios eran muy suaves, estaba empapada, entre sus flujos y la saliva de Ana…

Laura – Mi pobre hermanita es virgen amo, el tonto de su novio ni la toca.

Rosa – No, por favor.

Eva – Ssss, tranquila, esto te iba a pasar igual, solo que no te esperabas con quien.

Ana bajo mi bañador, se metió un segundo mi polla en la boca, y sacándosela la puso justo en la entrada del coño de Rosa, fue moviéndola hasta que la punta estaba justo en su agujero, notaba el calor que salía de su coño.

Yo – Veras, no puedo dejar que con lo que sabes salgas de aquí igual.

Rosa – Pero tenéis las fotos, Laura las tiene, que te las de, no me importa.

Eva – Jajaja, fotos? Dárselas? Eran para el estúpida, y ves eso que hay encima de la estantería, es una cámara de video, lo hemos grabado todo, y lo que vamos a grabar ahora.

Rosa – que vas a grabar?.

Laura – Tu desvirgamiento.

Rosa – No!

Laura – Tranquila, el mío tb lo esta, es para el álbum familiar, ya te contaremos como va mas tarde.

Empuje un poco, la cabeza de mi polla entro en su coño, ella abrió los ojos, otro empujón mas y llegue a su himen. Intentaba apartarse pero no podía.

Yo – Ssss, quieta zorrita, si te mueves para el lugar equivocado se romperá. – Comencé a sacar y meter mi polla despacio parando justo al limite, Eva y Laura volvían a chupar sus pezones, Ana se masturbaba apoyada en la pared mirándonos. Rosa estaba excitada, movía la cabeza negando pero su coño soltaba líquidos sin parar.

La mire, sujete una de sus tetas en cada mano y saque mi polla justo al limite.

Yo – Mírame!

Yo – Ves, soy el que te va desvirgar.

Ella me miraba, aguantaba la respiración.

Rosa – no.

Di dos golpes de cadera y mi polla entro hasta el fondo de aquel coño virgen, ella dio un bote.

Yo – Ya eres mi PUTA!

Le estrujaba las tetas, empujaba con fuerza, sacaba mi polla y se la volvía a clavar, ella suspiraba, dos lagrimas salieron de sus ojos pero estaba excitada. Seguí follandomela unos minutos. Laura y Eva le susurraban en sus oídos.

Laura – Ya eres una puta hermanita!

Eva – Si, la puta del amo.

Laura – Quien iba a decir que fueras tan guarra!

Laura me miro, algo se le había ocurrido.

Laura – Amo! Préñela! Córrase dentro por favor.

Rosa – No!!.

Laura – Tu calla zorra!!.

Ana – Si!, no podemos dejar que se case con ese cateto

Yo seguía empujando, no me quedaba mucho.

Eva – Si amo, quiero ver como estas tetas dan leche, te casaras con ella para salvar el honor de la familia y así nos tendrás a todas a mano.

Laura – Si amo, vamos, mi padre hará lo que haga falta.

Rosa – No, por favor, le quiero.

Eva – Ya se te pasara!, y yo seré la madrina de la criatura amo!

Me reí, mire a Rosa, estaba muy buena y el plan no era malo.

Yo – Bien zorra, empieza el proceso de preñado, seguí empujando cada vez mas fuerte.

Laura – Que bien hermanita, vas a ser mama!!

Eva – Y te follaremos todas todos los días.

Laura – Si – Papi te pondrá una casa, iremos allí a ver como te crece la tripa y a follarte.

Ana – Si, seguro que el amo esta encantado de que su nueva mujercita folle como una ninfomanía todos los días.

Yo – En cuanto nos casemos iras desnuda siempre por casa zorra, así todos veremos como te crece la barriga y las tetas!

Ana se metía los dedos con furia.

Ana – Joder, que ganas de empezar a hacerla guarradas de verdad!

Eva – Menudo atracón de leche que nos vamos a dar con estas ubres. Que ganas de ver a una embarazada dar botes sobre una polla, me preñaras a mi tb amo?.

Yo – Cuando te cases zorra, y a Laura tb.

Laura – Ummmmmmm!!

Yo sequia empujando, mis pelotas se contrajeron y empecé a escupir semen en su coño, fue una corrida terrible, el morbo de la nueva historia me había puesto a 100. Rosa nos miraba pasmada.

Espere un minuto y saque mi polla.

Ana – No te muevas zorra, deja que el semen llegue a lo mas profundo de tu coño.

Rosa ni se movió, ya no la sujetaban pero estaba quieta mirándonos. Laura se arrodillo, se puso delante de su coño y le dio unos lametazos.

Laura – Umm, que gusto, lamer el semen del que va salir mi sobri!

Yo – Bien chicas bajar, Laura, tu quédate, Rosa, tu no te muevas.

Las chicas se marcharon, Rosa lloraba.

Rosa- No me hagáis esto, por favor.

Yo – Por? Estas enamorada del cornudo de tu novio?.

Rosa – No, no se, es lo que papa quería. Un chico bien, educado, de buena familia, de la iglesia

Yo – Jajaja, bien, te voy a proponer algo, pero solo una vez, saque una pastilla del bolsillo de mi bañador.

Laura – Que es eso amo?.

Yo – La píldora del día después zorrita.

Rosa – Dámela por favor!.

Yo – No todavía no.

Rosa – Hare lo que quieras! Dejare que me hagas lo que quieras cuando quieras.

Yo – Esto es lo que vamos a hacer, hay 24 horas de plazo para tomársela. Si durante las 24 próximas horas sigues el juego del preñado, buscas mi polla y mi semen como si fieras mi mujer loca por quedarte embarazada mañana a esta hora te la daré.

Rosa – Buscar que me embaraces?.

Yo – Que te preñe puta, que te preñe como si fueras una perra, quiero que lo supliques, que me busques, que me hagas que me corra dentro de ti hasta quedar seco.

Rosa – Y después todo acabara?

Yo – Bueno, quizás te folle ocasionalmente pero podrás seguir con el cornudo.

Rosa – Esta bien, 24 Horas.

Yo – Bien, arrodíllate, bésame la polla, métetela en la boca sácatela y di…

Laura cogió la cámara para grabar un primer plano.

Rosa se acerco, se metió mi polla en la boca y la chupo unos instantes.

Rosa – Ummm, por favor Carlos, quiero que esta polla sea la que me preñe, que me hagas un hijo, quiero que me folles hasta el día en que tenga que ir a dar a luz, lo harás?, por favor?.

Yo – Claro que si putita, anda, baja y habla con Ana, dile que quieres quedarte embarazada y que te cuente las mejores maneras de hacerlo.

Rosa se vistió y salio del baño.

Laura – Jo amo, yo quería verla con un tripón, como le crecen las tetas…

Yo – Y quien te dijo que no lo veras?.

Laura – Pero la píldora?

Yo – esto? Es contra el mareo creo, no estoy seguro.

Comimos todos juntos en un restaurante cercano luego volvimos para la clásica siesta. Ana se llevo a su marido arriba y el Padre de Laura les siguió. Yo me tumbe en el sofá. Eva se acerco, sin decir nada se quito la parte de abajo del bikini, me quito el bañador y se metió mi polla que estaba dura solo de pensar en lo que le íbamos a hacer a la hermana de Laura. Esta se masturbaba justo enfrente, se había subido la camiseta y sacado sus grandes ubres del bikini, sabia que me encantaba que siempre estuvieran a la vista. Rosa estaba en otro sofá mirándonos a los tres.

Yo – Desnúdate tu también.

Rosa – Pero estas con Eva.

Yo – No me discutas, quiero ver las tetas de las dos hermanitas, que contento estará tu papi con semejante par de hembras.

Rosa – No se, no creo.

Laura – Jajaja

Rosa se quito la camiseta y el bikini, abrió las piernas y se acaricio los pechos mientras nos miraba.

Eva se corrió rápidamente y se aparto, Laura tomo su lugar, yo estaba de los mas relajado dejándome hacer, daba gusto verlas trabajar. Rosa había bajado una mano a su raja y se tocaba, su cara estaba roja. Laura se corrió tb.

Laura – Tu turno hermanita, ya sabes como va esto, sácale lo que tanto quieres.

Rosa – No quiero, me obligáis.

Yo – Ya ya, vamos putita.

Rosa – No me llames así!

Yo – Te llamare como me apetezca, ven aquí.

Ella se acerco, su coño se veía mojado, los pezones estaban duros, lo negaba pero ya estaba entrando en el juego.

Se puso encima en cuclillas, cogió mi polla y empujándola se la metió en el coño, empezó a dar botes, primero despacio, luego según se calentaba mas deprisa. Tardo unos diez minutos en correrse. Yo me corrí al poco rato, mientras lo hacia empujaba con las caderas para clavársela hasta la matriz, caímos los dos rendidos, ella se desacoplo. Laura se acerco corriendo y abriéndola el coño desde atrás le puso un tampón.

A sugerencia de Ana era mejor que llevase las próximas 24 horas todo el semen posible dentro.

Follamos tres veces mas esa tarde, me follara a quien me follara Rosa siempre estaba cerca masturbándose cuando notaba que me quedaba poco se acercaba, se quitaba el tampón y abría las piernas. Se corría casi todas las veces, era de orgasmo fácil. Cuando me la follaba solo a ella se podía correr tres o cuatro veces, al final se quedaba agotada, desmadejada sobre la mesa o el sofá, con sus tetas colgando, estaba preciosa la verdad.

Por la noche fuimos todos al cine y a cenar. Nada mas llegar a casa los dos padres se fueron a dormir alegando que estaban molidos.

Nada mas subir las chicas se desnudaron.

Rosa – Estáis locas, podrían bajar.

Ana – Tranquila, no lo harán, les echamos algo en la comida.

Rosa – Somníferos?? Estáis locas.

Ana – Eso y algo mas.

Rosa – Que mas?

Laura – Ya lo veras, tranquila.

Laura se acerco a su hermana y la desnudo completamente.

Nos sentamos los tres en el sofá, Laura se acurruco contra mi y me cogió la polla, mire a Rosa y ella pronto hizo lo mismo.

Ana se sentó en frente y mientras se acariciaba nos echaba unas fotos con el móvil.

Ana – Que hermosa familia vais a ser!

Laura – Si!, verdad hermanita?.

Rosa – Si, bueno, si – dudaba, tenia mi polla en su mano, su hermana pequeña desnuda al lado y una mujer mirándola y sacándola fotos. Su cabeza estaba confusa, y cuando se le aclaraba solo podía pensar en su coño lleno ya por cuatro corridas, y las que le quedaban. Laura y Eva se levantaron y se fueron arriba, Rosa y yo nos quedamos abajo tranquilamente. Follamos durante una hora aproximadamente, probamos varias posturas, Rosa se iba relajando y aceptaba variaciones.

Verla en el espejo del salón de frente mientras me la follaba a cuatro patas y sus ubres se movían era impresionante.

Ana le iba sacando fotos, decía que fotografiar el principio de una pareja y como hacíamos nuestro primer niño la ponía muy cachonda. Rosa directamente pasaba y se dejaba hacer.

Al cabo de un rato en un descanso, a mi ya me dolían las pelotas de tanto correrme Ana nos puso unas coca colas. Rosa no tardo en caer dormida. La subimos arriba entre los dos.

A la mañana siguiente estábamos los cuatro en la piscina, fue la ultima follada, en una tumbona, mientras Eva, Laura y Ana nos miraban.

Termine de correrme, ella misma se aparto y se puso el tampón y me miro.

Rosa – Ya? Me la darás?.

Saque la pastilla del bolsillo y la puse en una mesa.

Yo – Solo una cosa mas.

Rosa se puso en cuclillas mirándonos, las chicas la gravaban con su móviles. Estaba completamente desnuda sus grandes tetas colgaban, su coño depilado estaba abierto, se veía el hilo salir.

Rosa puso su mejor sonrisa.

Hola papi, esto es solo para que sepas que tu pequeña seguramente esta preñada, ya no aguantaba mas así que le pedí a Carlos estas vacaciones que por favor me embarazara, necesito sentir una vida dentro de mi, ya se que no podrás creerlo así que mira esto.

Bajo la mano hasta su coño y retiro el tampón. El suelo era de terracota negra, salió un poco de semen cayendo al suelo, luego empezó a salir mas, ella empezó a masturbarse para con su corrida terminar de vaciar su coño, la mancha en el suelo iba creciendo, su coño escupía semen sin parar.

Me acerque a la mesa, le metí la pastilla en la boca y le acerque mi polla.

Yo – Necesitaras tomar algo para ayudar para tragarla.

Rosa me miro sumisa y se metió mi polla en la boca, fue la primera corrida que tragaba.

*** Un mes mas tarde.

Ana había ido corriendo a casa de Laura. Su hermana estaba histérica.

Ana – El que?

Rosa – La píldora!

Ana se fijo en el predictor del suelo del baño.

Ana – Estas embarazada!!!

Rosa – Siiii – entre lagrimas.

Laura estaba mirando a su hermana con cara de felicidad.

Laura – Que bien hermanita! Voy a ser tia!

Rosa – No, no puede ser!.

Ana – Bueno, llamare a Carlos, habrá que decírselo a tu padre y preparar la boda, vas a estar preciosa de blanco, como una virgen, jejeje.

Rosa – No, no me casare con el, es un cabrón.

Ana – Oh si, si que lo harás.

Rosa – ni muerta!

Ana – El ya sabia que pasaría esto y lo que dirías.

Rosa – Y que importa? No lo hare.

Ana – Oh si, si que lo harás, primero por que estarás bien follada, no como yo. Y segundo por que no puedes evitarlo.

Rosa, que significa eso.

Ana saco su móvil, y le enseño unas fotografías.

Rosa – No puede ser!!, yo no hice eso!!.

Laura – Realmente no, pero lo parece verdad?.

En las fotos se veía a Rosa con Jorge en todo tipo de posturas, jugando con su polla, con ella en la boca, en el coño, sentada sobre su cara. El estaba dormido, ella también, pero eso no se apreciaba.

**************

7 meses mas tarde.

Estábamos los tres en la cocina de nuestra nueva casa. El padre de Laura después del cabreo accedió a la boda, no le quedaba otro remedio, y nos regalo un bonito chalet al norte de Madrid como regalo de boda. Laura con la escusa de cuidar de su hermana se había mudado con nosotros hacia un mes. Laura tenia permiso para ir vestida por casa cuando no estábamos follando o durmiendo juntos, pero Rosa debía ir siempre desnuda. En la peluquería habían alucinado cuando pidió que la hicieran un laser en el coño estando preñada pero al final habían accedido. En ese momento Laura ordeñaba a su hermana con un saca leches mientras Rosa estaba sentada en su silla con vibrador incorporado. Laura decía que cuando estaba excitada la sacaba mas leche. Era ordeñada por la mañana y por la tarde. Habíamos leído que cuanto mas leche le sacáramos mas produciría para el bebe. Los pezones de Rosa goteaban leche a todas horas, y cuando se excitaba, mas.

Por las mañanas Rosa y su tripa cada vez mas grande se levantaba, nos preparaba el desayuno y mientras ambos nos tomábamos el café y charlábamos del futuro bebe ella arrodillada bajo la mesa me la chupaba hasta que me corría. Laura decía que no era bueno que fuera al trabajo con presión en las pelotas. Por lo demás hacíamos una vida normal. Laura iba a clase, Rosa se ocupaba de la casa… y esperaba a que Ana, Eva, Laura o yo decidiéramos follarnosla, se había vuelto una ninfómana como las demás, aceptaba lo que fuera y buscaba nuevas ideas por internet, los padres se pasaban de cuando en cuando a vernos y Eva fue nombrada oficialmente madrina así no le faltaba excusa para venir cuando quisiera, además estando Laura viviendo allí se quedaba cuando quería.

Un poco mas tarde nació una niña preciosa a la que pusimos…

Y fin.

Bueno, se termino, espero que os guste el ultimo. Como siempre encantado si alguna/o quiere charlar un rato

Skype luckmmm1000

… zorrita, lo que e mandaste… espectacular, espero que te devuelvan el portatil pronto

 

 

Relato erótico:”LAS TRES REINAS 2- HARALD Y KAIRA” (PUBLICADO POR MALEANTE)

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Salud y buena fortuna! Aquí va el segundo relato de Harald. Siento mucho la tardanza. Y siento si es muy largo. Espero sinceramente que os guste y disfrutéis. Agradezco el feedback. Si queréis contactar conmigo podéis hacerlo en lemaleante@gmail.com. Qué os vaya bonito y muchísimas gracias!

El Maleante.

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knights-tale-03La mañana era brumosa. Un manto espeso de niebla blanca abrazaba con fuerza el bosque sabiendo que en breves momentos el sol la haría desaparecer. Entre el espeso follaje de árboles y zarzas un imponente corcel  negro avanzaba con paso lento pero decidido. No en vano llevaba ocho pasajeros más sin contar algún que otro peso añadido, pero eso no parecía molestarle demasiado. Helhest estaba feliz. Por fin volvían  a casa y lo demostraba acelerando el paso o soltando algún que otro resoplido satisfecho que hacían que emitiera un vaho blancuzco de sus imponentes fosas nasales. Montados sobre él iba su amo Harald, al que adoraba como un dios y que se dejaba la piel en su cuidado. Y luego estaba Odalyn. Aquella misteriosa muchacha pelirroja. Era sorprendentemente ligera y había algo en ella que intrigaba al caballo. Parecía tener mano con los animales pues no había necesitado mucho para saber que le sucedía a Helhest y que hacer para remediarlo. Aun así no parecía ser nadie de malas intenciones. Y su amo no solía rodearse de gente que no era de confiar. Y luego  estaba lo único que hacía incomodo ese viaje. Los lobos. Los seis lobeznos que estaban metidos en una bolsa de piel de oso y colgados a uno de sus costados. Aún eran muy pequeños, pero tenían un tamaño muy superior al de unos lobeznos de dos semanas y además  abierto los ojos pero  aún mamaban, a pesar de los pequeños dientes que empezaban a asomar. Se removían en la bolsa gimoteaban y algunos sacaban la cabeza de la bolsa para observar curiosos todo lo que les rodeaba. Habían empezado a desarrollar la vista y el oído y todo les llamaba la atención. Aun así eran pequeños sí. Helhest bien habría podido aplastarlos a todos con sus potentes cascos. Aun así se sentía incómodo junto a ellos. El instinto le decía que aquellas pequeñas y gimoteantes bolitas de pelo se convertirían en veloces y perfectas máquinas de matar. Y no se olvidaba del agradable rato que les habían hecho pasar los lobos a él y a su amo. Pero su amo no había puesto objeción así que de nada servía quejarse.

Harald estaba pensativo. Lynn estaba sentada delante suyo con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados como queriendo disfrutar de la mañana. Aun no se creía que le hubiera pedido que viniera con él y más aún le sorprendió que ella aceptara inmediatamente. Y luego estaban los lobos. ¿Cómo demonios había accedido a llevárselos? Lynn había sido firme.

-“Bueno… Prometí que los cuidaría. Así que si me voy contigo no puedo dejarlos aquí ¿verdad?  Además sería una pena que te separaras de ellos. ¡Con lo que les gustas!”

¿Qué él les gustaba a los lobos? ¿Qué locura era aquella? Cuando se dispuso a colgar la alforja de piel de oso del lomo de Helhest, este lo miró con acritud y fastidio. “¿Qué quieres que le haga?” Se excusó Harald. “Ella no se va a desprender de ellos” Parecía que ya se había resignado. Sorprendentemente toleraba muy bien a Lynn. Helhest solía mostrarse un poco reacio al principio a que extraños se montaran sobre él. La atención de Harald estaba en muchos sitios a la vez. En Ragnastein con su amada Kaira. En Lynn y el misterio que encerraba. Aún no sabía por qué estaba en aquella cabaña, y también sentía recelo hacia su comportamiento y sus curiosas costumbres. Y por último al bosque. Llevaban un día de camino y habían perdido otro recogiendo cosas de las que Lynn no quería separarse y confeccionando la bolsa para los cachorros. Al final la casa había quedado vacía y solitaria. Lynn la había mirado con pena y nostalgia pero no había vacilado al marcharse. Sí. Harald miraba al bosque. Y como hacía poco más de una semana se sentía incómodo. La muchacha aseguraba que los animales del bosque no les atacarían (otra cosa que sorprendía a nuestro héroe, la afinidad de Odalyn con los animales). Aun así la intranquilidad le invadía. La sensación de que no estaban solos era cada vez mayor. En un momento determinado creyó ver un destello entre los matorrales.  Y en el bosque no había nada que emitiera destellos. Nada salvo el metal claro. Harald estaba en una encrucijada. ¿Qué debía hacer? ¿Seguir adelante? ¿Detenerse? ¿Aumentar el paso? Si daba marcha atrás corría el riesgo de quienquiera que los estuviera observando los atacar por detrás. Además con el peso que llevaban Helhest no podría darles esquinazo. A parte según Lynn ese era el camino más directo. Tomando otro tendrían que tomar un rodeo de tres días. Y a ninguno de los dos les interesaba  perder ese tiempo. Por el contrario si seguían adelante el bosque era más espeso y los árboles se cerraban como una cúpula. Y detenerse no les serviría de nada.

-“¡Odín! ¡Qué no me esté equivocando!-se dijo el jinete sin dejar de avanzar.  Unos metros más adelante el camino torcía hacia la izquierda pero estaba bloqueado por un carro viejo. Justo delante de ellos había un roble  viejo bajo y retorcido con unas pocas hojas. Sentado en su copa se hallaba un hombre más cerca de los treinta que de los veinte. Tenía el pelo dorado y ligeramente ondulado hasta la nuca no mostraba rastro de barba alguna y sus rasgos eran suaves y delicados. Sus ropajes eran de bastante buena calidad pero estaban muy gastados.  Vestía un jubón pardo, una capa verde oscuro, unos pantalones de lana grises y unas botas de cuero reforzado. Tenía varios anillos de oro y piedras preciosas. Balanceaba sus piernas a un ritmo pausado como s nada le importarse. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca el hombre pareció por fin reparar en ellos y dirigió su mirada y Harald pudo verle los ojos. Eran muy azules y miraban a los viajeros con burla, lo cual no gustó nada a Harald. El hombre sonreía lo cual no hizo más que  inquietar a Harald. ¿Por qué negarlo? Ese hombre repugnaba a Harald.

-Buenos días viajeros. ¿Hermosa mañana verdad?-saludó el hombre cordial.

-Ciertamente-contestó secamente Harald.

-Buenos días tengáis vos también buen hombre-respondió Lynn jovial y haciendo una graciosa inclinación de cabeza.

El hombre pareció fijarse mejor en la chica. Harald pudo ver como se relamía. Eso lo puso tenso. Hasta Helhest se removía intranquilo. Harald se inclinó hacia el con un poco de dificultad hacia el cuello del animal para palmearlo y tranquilizarle pero también susurró algo en su oído.

-Si se acerca, vuélale esa estúpida sonrisa de una coz amigo

-¿Qué os trae por estos lúgubres bosques?-preguntó el hombre con una sonrisa.

-Eso me temo-escupió Harald –que es asunto nuestro.

-¡Os ruego que me disculpéis!-exclamó el hombre aparentando estar dolido- No era mi intención ofenderos.

-Vamos a Ragnastein. La capital del reino.-le dijo Lynn alegremente.

-“¡Lynn! ¿Pero qué haces? ¡No le cuentes nada!”-pensó Harald con urgencia.

-¿Ragnastein eh?-dijo interesado. El orgullo de Istramor. Una gran ciudad. ¿Y cómo se llaman los viajeros que van a Ragnastein?

-Yo soy Odalyn.-respondió la chica.

-Un bello nombre. ¿Solo Odalyn? ¿Tendréis un padre no?

-Solo Odalyn

-Un placer conoceros  mi señora-le dijo con una mirada que no auguraba nada bueno.

-“Lynn… No es la mejor idea que has tenido en tu vida el contarle sobre nosotros a esta sabandija y…”

-¿Y vos buen hombre?-preguntó a Harald interrumpiendo sus cavilaciones pero  mirando con interés a Helhest.

-“Si ya sabe quién es Lynn…”

-Soy Bjorn hijo de Sven-mintió suplicando a los dioses que Lynn no lo desenmascarara. Afortunadamente no lo hizo.- ¿Y vos quien sois? Por vuestro aspecto diría que sois un noble.

-¡Pero qué perspicaz!-río el hombre- Y por favor perdonad mi insolencia-dijo fingiendo estar dolido.- Yo soy Erik el Magnífico. Señor del bosque. ¡Bienvenidos a mis dominios!

Abrió los brazo como queriendo abarcar el bosque entero.

-“Un bandido en otras palabras. El día mejora por momentos-pensó Harald hastiado”

-Estos bosques no son seguros prosiguió Eric. Deberíais portar una escolta.

-Gracias. Pero así como estamos vamos muy bien-le contestó Harald intentando salir del paso lo más rápidamente posible. Ahora si no os importa proseguiremos nuestro camino.

-Lo veo difícil-contestó Eric señalando al carro en medio del camino- El camino está bloqueado.

-En ese caso apartaremos el carro pasaremos

-Me temo que eso no será posible-dijo el noble con una pena que no sentía.- Veréis: Como ya os he dicho estáis en mis dominios. Y por tanto debéis pagar un pequeño precio por circular por él. Y luego está la escolta claro.

-Os hemos dicho que no necesitamos una escolta.-Harald sentía que las cosas iban muy pero que muy mal.

-¡Tonterías!-respondió Eric con ligereza- Todo el mundo necesita protección. Además: pensad en mis pobres hombres. Ellos también tienen que comer. ¿Verdad muchachos?

knights-tale-04Y en ese momento aparecieron hombres en los árboles y espesura. Los tenían rodeado. Portaban armas de hierro y alguna de acero muchas de ellas oxidadas. Por lo general vestían diferentes piezas de armaduras y su ropa estaba sucia y deshilachada. Todos ellas tenían alguna cicatriz y estaban sucios todos tenían muecas burlonas y reían maliciosamente.

-“¡Será hijo de mil padres!”-maldijo Harald en silencio- “Nos ha distraído y mientras sus hombres han cerrado el circulo.

-Me da la impresión que vuestro concepto de pequeño precio y el mío son algo distintos.-dijo Harald con calma intentando quitar hierro al asunto.

-¡Es posible, es posible!-río Eric- A fin de cuentas así se inician las guerras. Porque sus contrincantes no se entienden. Así que para evitar disgustos y malentendidos procuraré ser claro. Me da la impresión de que viajaríais más ligeros sin esas pesadas alforjas. Y vuestro pobre caballo… ¡El pobre parece exhausto! Permitid que nos encarguemos de él. Y no creo que necesitéis esas armas. A fin de cuentas gozareis de la protección de mis hombres. Y vuestra ropa no es que sea muy apropiada para andar por el bosque. Con gusto os proporcionaré otra mejor. Y finalmente… El bosque no es buen lugar para una mujer. Está lleno de fieras salvajes.

-“No más peligrosas que unos rufianes como vosotros seguro-pensó con desdén Harald.

-Por ello considero que sería mejor si se quedara aquí-terminó Eric siendo coreado por las risas socarronas de sus hombres.

Harald pensaba a toda velocidad. Miró hacia el carro, miró a los hombres. Había arqueros en los árboles.

-“Si no fuera por esas malditas flechas… Quizá Helhest pudiera saltar el carro y huir de aquí corriendo. Pero tenemos mucho peso. Si solo estuviéramos Lynn y yo… A parte los lobos podrían sufrir daños. ¿Y ahora por qué pienso en esas malditas bestias?-la cabeza de Harald era un hervidero.”

-¡Yo quiero sus botas!-rugió un gigante con el torso descubierto, un hacha de doble filo cabeza calva y barba negra espesa con aspecto de ser muy irascible. Solo tenía un ojo azul el otro estaba surcado por una cicatriz y era blanco.

-¡Yo su cuchillo! ¡Es muy bonito!-dijo otro más pequeño con ropas de cuero que parecía un ratón y portaba un cuchillo mellado.

-Ese arco me vendría bien-dijo una voz.

-¿Eso de la bolsa son lobos? ¡Genial! Me vendría bien una capa de lobo. Aunque son un poco pequeños-dijo otra.

-Yo me quedo con el caballo

-¡Antes muerto pedazo de mierda! ¡Me lo quedaré yo!

-¡No! ¡Yo!-dijo un tercero

-¡Yo la espada!

-¡Yo el jubón!   

-¡Yo quiero que esa puta me enseñe las tetas y después follarmela hasta que reviente!

-¡Sí! ¡Que la furcia se desnude!

-¡Yo me la follo primero! 

-¡No yo!

-Vamos, vamos muchachos-río Eric levantando una mano como queriendo calmar la situación. Un poco de serenidad. No somos ningunos bandidos. Bueno… quizás un poco-lo cual hizo que los hombres se carcajearan- ¡Pero es una gran idea! ¿Por qué no nos muestras a todos lo hermosa que eres preciosa?-dijo el jefe de los bandidos con una sonrisa ladina.

-“Bueno. Parece que mi  viaje acaba aquí. Si quieren a Lynn tendrán que venir a por ella. Y pongo a Tyr por testigo que no seré una presa fácil.”-se dijo Harald- Lo siento por Helhest, Odalyn y los lobos. Que tengan este final… ¡Maldición! ¡He vuelto a pensar en esas fieras rastreras!”

Se dispuso a descolgar el arco de su espalda para proteger a la chica con todas sus fuerzas. Pero ya no estaba sentada delante de él. Había bajado del caballo y se había puesto frente a él.

-“¡Pero qué haces niña estúpida! ¿Estás suplicando que te violen aquí mismo o qué?”

-Lynn… Vuelve a subir.-el tono de Harald era tajante.

-Pero estamos en sus dominios- dijo simplemente la chica con total tranquilidad.

-¡Me importa una mierda!-rugió Harald fuera de sí- Por favor y por tu bien: ¡Sube al puto caballo!

-Pero el propio rey me ha hecho una petición. Y debo cumplirla.

Y acto seguido aflojó los tirantes de su vestido y este calló con majestuosidad mostrando a Odalyn en todo su esplendor.

Los hombres silbaban gritaban y reían. Estaban enloquecidos.

-¿Habéis visto qué tetas?

-¡Yo quiero estrujárselas!

-¡Tiene el coño rojo!

-¡Por los dioses qué culo!

-¡Voy a follarmela ahora mismo!

-¡No, yo seré el primero!

-¡No, yo!

La discusión siguió así un poco más.

-¡Silencio imbéciles!-rugió Eric abandonado su serenidad por primera vez. La mujer es mía. Quizás os la entregue cuando me aburra de ella.

Bajó del árbol con habilidad y avanzó hacia la chica con tranquilidad mientras se desabrochaba los pantalones para dejar al descubierto un falo de tamaño no despreciable y pálido totalmente erecto. Harald quería cargar una flecha y clavársela a esa sabandija para borrarle esa burlona sonrisa. Pero algo se lo impidió. Intentó luchar pero su cuerpo no respondía.

Eric estaba a cinco pasos de Lynn.

-Deberías sentirte orgullosa niña-le dijo a Odalyn risueño. Vas a ser follada por un rey.

Harald quería maldecir a toda la estirpe de ese bastardo. Pero tampoco tenía voz.

-Y parece que el cobarde de tu amigo no va a hacer nada por ti.-continuó esta vez a solo dos pasos.

Aunque estaba de espaldas Harald vio por un segundo  que ella sonreía como quien sabe que ha ganado el juego.

-Yo no me acercaría más.- Dijo Lynn con una voz segura y más profunda que nada tenía que ver con su voz risueña y cantarina. El viento agitaba su cabello rojo con fuerza otorgándole un aspecto salvaje. Era verdad. ¿Cuándo había arreciado el viento? Hace unos instantes no soplaba ni una mísera brisa.

Eric sonrió con maldad.

-Un rey no acepta órdenes de nadie.

Y se dispuso a atrapar a la chica.

Todo sucedió muy rápido. Antes de que los dedos del bandido rozaran siquiera a la mujer esté salió despedido hacia atrás ante el asombro de todos. Eso provocó que todos los hombres se lanzaran al centro del círculo dispuestos a acabar con su vida. Lo cual encabritó a Helhest que empezó a cocear y a relinchar como una fiera salvaje. Lo cual derribó a Harald aunque se las apañó para caer sin hacerse daño. A Harald también le siguieron el contenido de las alforjas pues Helhest no paraba de moverse y él por el contrario no podía reaccionar. Los arqueros disparaban flechas sin parar pero el viento las desviaba y ninguna daba en el blanco salvo en alguno de los bandidos que caían al suelo fulminados. Unas sombras se movían rápidas entre los bandidos atacando como un enjambre furioso. Tras fijarse un rato Harald vio que eran lobos. Pero eran enormes. ¿Y cómo eran tan rápidos? Parecían saber cómo esquivar las armas y el momento justo de atacar. Uno de los guerreros, el gigante tuerto del hacha de dos manos que había exigido las botas de Harald avanzó furibundo contra Lynn dispuesto a asesinarla pero cuando faltaba poco para alcanzarla se paró en seco con una mueca de terror. El hacha se le cayó de las manos y la contempló como si fuera la mismísima reina de los muertos, Hela.

-¡Por los dioses! ¡No! ¡Nooo! ¡Aléjate de mí monstruo!-gritó el hombre como un chiquillo asustado.

Intentó huir pero una de aquellas bestias lo derribó y le desgarró brutalmente la garganta. También vio como Helhest aplastaba la cabeza de un arquero que había caído al suelo con sus potentes cascos. Todo se sucedió rápida y confusamente. Al final el viento se detuvo y en el camino no había más que cadáveres y armas desperdigadas. Odalyn seguía desnuda y de espaldas al sorprendido Harald. Contemplaba la masacre en silencio. De repente uno de los cadáveres se levantó y corrió hacia ella furioso portando una daga. Era Eric, que al parecer los lobos habían olvidado liquidar por estar en el suelo. Aun así tenía una contusión en la cara y una ceja rota, por lo que la sangre le corría por la cara.

-¡Tú! ¿Qué has hecho con mis hombres mala puta? ¿Cómo te atreves a faltarle el respeto a Eric el Magnífico hijo de Marwin, rey supremo de…?

Y se detuvo en seco a unos pasos de la chica. Con gesto de pavor. La mano que sostenía el arma le temblaba violentamente y empezó a ascender.

-¿Q…qué haces?- balbuceó el hombre.- ¡Para! ¡Te lo suplico! ¡Basta!

El cuchillo se dirigía directamente hacia su propia cara. Parecía que estaba haciendo esfuerzos por detener  su brazo incluso utilizó el otro para ayudar a detener el avance. Pero era inútil. La punta se clavó en tu ojo derecho y se abrió paso a través de la carne y se hundió poco a poco acompañado de los alaridos del malhechor. Cuando el arma estuvo incrustada del todo  la sacó bruscamente y se la incrustó con igual violencia en la otra cuenca. Eso acabó con su agonía.

El bosque se quedó en silencio. Pasó un instante, dos, tres. Lynn se volvió sonriente hacia Harald.

knights-tale-05-¡Loados sean los dioses! ¿Qué ha pasado aquí?-preguntó la chica.-Cuando suelo cocinar conejos suele ser bastante sucio. ¡Pero no tanto!

Harald estaba incrédulo. Y algo asustado. Quizás por eso había creído ver un breve resplandor verde en los ojos de la muchacha que se había apagado en un instante devolviendo a sus ojos su color normal.

-Odalyn… ¿Qué ha pasado?-preguntó Harald.

-Eso mismo me pregunto yo. Son bandidos, ¿verdad? Seguro que Helhest y tú les os habéis encargado de ellos y estarías tan centrado en la tarea que no te habrás dado cuenta de nada. ¡En verdad eres un gran guerrero!

Harald era un buen guerrero no había duda. Pero era imposible que la chica creyera que un hombre solo era capaz de abatir a por lo menos una veintena. Y más aún que no hubiera visto nada de lo ocurrido.

-¡Oh no! ¡Mis cosas!-exclamó la chica- ¡Se han desparramado todas! La verdad Harald tu caballo es un encanto. Pero un poco bruto a veces. ¿Ayúdame, quieres?

Harald  recogió los objetos en silencio sin asimilar aun lo que había visto. Era un poco difícil encontrar las pertenencias de la chica en ese caos. Pero al final no era tan complicado. Bastaba con buscar objetos que desentonaran con aquel lugar. Así encontró Harald, varios paquetitos de hierbas, minerales de colores, semillas, libros varios, cacerolas varias… Cuando lo habían reunido todo Lynn lo fue guardando todo en las alforjas de un Helhest más calmado. Una vez estuvo guardado Lynn empezó a alterarse.

-No está todo… Pero no está por aquí. He buscado por todas partes. ¿Dónde está? ¿Me lo habré dejado en casa? ¡No! ¡Imposible! Fue lo primero que guardé-Odalyn murmuraba por lo bajo para sí misma con un tono nervioso.

-Lynn… ¿Falta algo?-preguntó Harald interesado en ella.

-¡Calla Harald! ¡No me dejas pensar!-le espetó Lynn con fastidio.

-Deberíamos seguir.-continuó el joven.-No quiero tener otro incidente como este.

-¡Aún no! Tengo que encontrar algo.

-Pero… ¿el qué?-Harald estaba cada vez más confuso.

-¡Coño Harald! ¡Déjame pensar!-gritó ella fuera de sí.

Harald terminó de estar perplejo. No solo por lo extraño de la situación, sino por el temperamento de Lynn. La había oído hablar así a veces. Pero siempre le resultaba desconcertante como podía llegar a hablar peor que un remero. Aquella joven con ese aspecto tan delicado. Algo llamó la atención de Harald justo al pié del árbol donde había estado sentado el “Rey del Bosque” había un par de cadáveres desplomados uno presentaba mordeduras en todo el cuerpo y el otro tenía una flecha en la garganta. Algo llamaba a Harald hacia allí. No sabía por qué pero ahí había algo. Movió los cadáveres y en efecto ahí estaba. Un bulto grande y con el aspecto de ser pesado envuelto en un trapo de cuero con todo el mimo del mundo.

-“Quizás esto sea lo que busca-pensó el joven”

Cogió el paquete y lo examinó con detenimiento. Era pesado, no había duda. Lo agitó un poco y nada se movió dentro.

“-No es una caja-pensó el chico.- Y si lo es, está vacía o su contenido es muy ligero. Con estas dimensiones lo más probable es que sea un libro.”

Empezó a desenvolver el extraño paquete y por uno de los lados pudo ver un montón de hojas amarillentas apiladas.

-“En efecto. Es un libro-pensó para sí”

Se dispuso a seguir desenvolviéndolo pero entonces Lynn apareció detrás de él.

-Harald: ¿Qué estás haciendo? ¿Qué escondes ahí?-preguntó la chica asomando su cabecita por uno de los costados del hombre.

Harald empezó a mostrarle su hallazgo pero Lynn se lo arrebató nada más verlo.

-¡Lo has encontrado!-exclamó ella encantada- ¡Qué alivio! Creí que lo había perdido. Se te da bien encontrar cosas aunque a veces seas un poco estúpido. ¡Un momento! ¿No lo habrás abierto verdad? ¿Ni intentado leerlo?

¿Aquella niña le había llamado estúpido? Eso sí que era inaudito, cuando ella había estado hablando tranquilamente con el jefe de los bandidos.

-No, no lo he abierto. ¿Qué es ese libro Lynn? ¿Por qué es tan importante?

El rostro de Odalyn palideció.

-Entonces: ¿Lo has abierto?-preguntó preocupada.

-Ya te he dicho que…-empezaba a estar molesto de su insistencia.

-Harald.-lo interrumpió ella. Es muy importante. ¿Lo has leído sí o no?

-No. Ya te lo he dicho. Empecé a desenvolverlo hasta que pude ver que era un libro. Ni siquiera he visto la portada.  

-¿Estás seguro?- Lynn no parecía convencida.

-¡Sí!  ¡Maldita sea!

-Está bien, está bien. Siento mucho haberme puesto así.-se disculpó ella. Pero este libro es muy importante.

-Y supongo que no me dirás de que libro se trata ¿verdad?-preguntó Harald

Lynn puso los ojos en blanco como respuesta.

-Vale, vale. Lo he entendido.-dijo Harald conciliador.- En fin guarda eso en las alforjas y vámonos… ¡Y por Freyja e Idun, vístete de una vez!-exclamó Harald al percatarse de que la joven aún seguía desnuda.

-¡Oh vaya!-río Lynn.- ¿Cuándo me he desnudado?

Harald estuvo a punto de contarle el incidente de antes pero decidió callarse. Aun tuvieron que tardar un poco más para recuperar el vestido de Lynn, que el viento había arrastrado a la copa de un árbol y que recuperaron entre las risas de Lynn y el fastidio de Harald. Una vez lo tuvieron se dirigieron a Helhest para reanudar la marcha. Pero los contratiempos no acababan ahí. La bolsa de piel de oso se había soltado de Helhest. Su propietario la buscó con los ojos. La encontró un poco más allá. Pero estaba vacía. No había ni rastro de los lobos. Y Harald empezó a preocuparse.

-¡Odalyn! Los lobos han…

Lynn estaba de cuclillas maravillada contemplando a los seis lobeznos que jugaban entre ellos y correteaban. Algunos de ellos tenían el hocico manchado de sangre y otros estaban atareados alimentándose con voracidad de los cadáveres de los enemigos caídos.

-Mira Harald!-exclamó Lynn emocionada.- ¡Los lobos ya comen carne!

Harald miraba incrédulo alas pequeñas criaturas. ¿Ya se habían destetado? ¡Sí solo tenían dos semanas! Lo normal era que lo hicieran en cuatro. Nuestro héroe palmeó el cuello de su fiel corcel y sin dejar de mirar la escena dijo.

-Helhest viejo amigo: vamos a necesitar mucha carne.

Y Helhest empezó a moverse nervioso.

-¡Tú no joder!-le dijo Harald al alarmado caballo.- ¡Tú no!

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knights-tale-06Ya era noche cerrada. Nuestros agotados viajeros habían encontrado un claro bien cubierto donde descansar. Un alegre fuego crepitaba frente a ellos. Harald había insistido en dormir a oscuras alegando que no se sentía con fuerzas para para enfrentarse a otros bandidos (ya que Odalyn pensaba que él se había encargado antes de los otros bandidos). Pero Lynn aseguró que seguro que tenían una noche tranquila y encendió la hoguera con habilidad y presteza. Harald estaba apoyado contra un árbol grueso y rodeado de  gruesas pieles contra el frío. Ya habían cenado. Algunas de las provisiones que traía Lynn y un ciervo que había cazado Harald que fue en gran parte devorado por las pequeñas bestias y regado con leche de cierva que llevaba Lynn en un odre y que se había acabado. Ahora los lobeznos estaban somnolientos y en vez de quedarse en la cómoda bolsa de piel de oso se acercaron a Harald para dormir a sus pies. Este intentó apartarlos varias veces pero al ver que volvían desistió y enseguida se vio incapaz de moverse por tener seis lobeznos durmiendo sobre él. Lynn terminó de echar unas ramas al fuego y se acercó  a Harald.

-¿Hoy también vas a dormir desnuda?-preguntó Harald con sorna.

-No.-respondió Lynn simplemente.- Estamos en el bosque, es de noche y hace frío. Lo inteligente es dormir cuanto más abrigada mejor. Hazme sitio.

-¿Cómo que te haga sitio? Hay sitio de sobra para dormir.-le dijo Harald.- Además los lobos se te han adelantado.

-Sí. Pero dos cuerpos se calientan mejor que uno. Y si están los lobos mucho mejor. Más calor para todos. Además: ¿Ahora vas a poner trabas? Te recuerdo que hemos estado toda la semana durmiendo…

-¡Vale, vale!-claudicó el hombre.- ¡Entra de una maldita vez!

Odalyn entró con agilidad y con una risita. Cogió a dos de los cachorros que se despertaron con un bostezo y se los puso en el regazo y los tres se acomodaron lo mejor posible. Los lobeznos se volvieron a dormir otra vez.

-Habrá que organizar las guardias.-dijo Harald.

-Harald: Siempre te tomas todo demasiado a pecho.-le dijo ella con un bostezo. Relájate un poco y duerme.

Y en seguida empezó a respirar con suavidad. Harald también se habría dormido. Pero no podía. Tenía demasiadas cosas en la cabeza. Sin quererlo había conocido a una amiga de lo más curiosa y adoptado a una camada de lobos. Casi parecían una familia. Harald se quitó eso de la cabeza. Un brillo plateado interrumpió sus pensamientos. Hubiera desenvainado su espada o su “scramasax”  pero Lynn y los lobos no se lo permitían. Ante él apareció un magnifico ciervo blanco que era la fuente del destello.

-Hola.-saludó simplemente Harald.- ¿Ya nos conocemos verdad? Te vi aquel día en la cascada. Tus amigos casi me matan.

El ciervo simplemente le miró con solemnidad.

-En verdad eres hermoso.-siguió el joven.- No estas hecho para ser cazado. De hecho creo que si alguna vez tengo la oportunidad nunca lo haré. Pero si no te importa seguiré cazando otros ciervos. Uno tiene que comer.

El ciervo lo miró un poco más y salió galopando con paso grácil y su brillo se perdió en el bosque.

-Pues adiós-se despidió. Buenas noches.

¿De verdad le había hablado a un ciervo blanco? Desde luego su estancia en los bosques aquellos días le habían afectado bastante. Kaira no se lo creería desde luego. ¡Kaira! ¿Cómo estaría? ¿Estaría preocupada? Seguramente. No quedaba mucho de camino así que dentro de muy poco si no había percances muy pronto estaría con ella. Miró al bosque. Luego al poco cielo que le permitían ver los árboles. A los lobeznos que dormían profundamente y a los que acariciaba distraídamente. ¿Sería posible que les estuviera cogiendo cariño? Y luego miró a Odalyn. Se había acurrucado contra él como una gatita junto al fuego y ahora dormía plácidamente. Sonreía. Estaba más bella que nunca. Luego miró a Helhest que estaba de pie mirando la escena con curiosidad. Harald suspiró y se dirigió al caballo:

-Definitivamente Helhest: Cuando me vea, Kaira me mata.

Y cayó dormido profundamente.   

   

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knights-tale-11Tras otro día y medio de viaje Ragnastein se alzó imponente ante ellos. Sus altos muros de piedra protegían la ciudad. Harald sintió alegría. ¡Por fin estaba en casa! Después de algo más de una semana por fin veía su ciudad natal. Aceleró el paso y se dirigió a las Puertas de Hierro, la negra entrada de la ciudad.

-Eso que ves es Ragnastein Lynn. Mi ciudad natal y la capital del reino de Istramor-explicó Harald con orgullo.

-¡Es enorme!-se maravilló Lynn- De pequeña me leían y contaban  historias sobre grandes guerreros, ciudades y tesoros. ¡Pero  nunca imaginé que fueran tan grandes! ¿Cuánta gente vive aquí?        

-No estoy muy seguro. Quizás estemos en torno a los quince mil.

-¿Tantos?- Lynn no cabía en su asombro.- ¿Cómo se abastecen a quince mil personas?

-Hace aproximadamente doscientos años nuestros antepasados vivían en pequeños clanes desperdigados y vivían mayormente de la pesca y el saqueo a otras tierras. Eso cambió con Ragnar el Azote Helado. También conocido como el Conquistador. Él quería una raza de guerreros poderosos que pudieran llamar su hogar a todo el mundo y la última frontera que no pudieran cruzar fuera el cielo. Así que empezó unificando a los diferentes clanes. En algunos casos mató al jefe de algunos de ellos para hacerse con su control. Después cuando tuvo suficiente se dedicó al pillaje y saqueo de tierras cercanas. Pero no se centró solo en el oro las pieles y los objetos de valor. Ragnar sabía que si quería cumplir su ambición necesitaría conocimiento a parte de la brutal fuerza que ya poseía. Así que también se encargó de tomar como esclavos a agricultores, galenos, sabios, políticos, soldados… Los puso a su servicio e instruyó a sus hombres. Siempre fue un hombre práctico y lo que no le servía lo desechaba. Así se lo hizo saber a los prisioneros que capturaba para que le fueran de máxima utilidad. Nuestras cosechas mejoraron, ahora conocíamos mejores estrategias de combate y tecnología militar, podíamos comerciar y por supuesto nuestros saqueos mejoraron. Con una gran fuerza y un nuevo conocimiento ampliado no tardó en hacerse con grandes extensiones de tierras y cuando cumplió cuarenta y tres veranos ya se había hecho con parte de los territorios de reinos como Alithaei, Kyrgaros y nuestros enemigos eternos: Malatheim. De esa manera dio nacimiento al reino de Istramor coronándose a sí mismo como Ragnar Aaren  el primero de su nombre. El primer rey de Istramor. Todo gran imperio necesita un gran bastión por lo que decidió construir Ragnastein. Todos los descendientes del Azote Helado tienen la obligación de mejorar este asentamiento. Desde entonces los habitantes no han hecho más que crecer.

-Vaya… Desde luego hay cosas que no se aprenden en un bosque.-río la joven- ¿Entramos ya? ¡Me muero de ganas de verla por dentro!

-Desde luego. ¡Ah! Nada como volver a casa-respondió Harald

Se acercaron a las Puertas de Hierro pero un joven armado les cortó el paso.

-¡Alto!-se dirigió a ellos con el tono imperante que da la edad y un cargo de guardia- ¡Identificaos!

El muchacho era rubio con las sienes rapadas con el pelo dispuesto en una cresta de guerra, tenía los ojos azules como el hielo. Tendría unos dieciséis años pero era bastante alto y fuerte. Una pequeña pelusa asomaba en su barbilla y mejillas. Vestía ropas de cuero endurecido con alguna incrustación de metal, portaba un escudo de roble redondo bastante pesado con un broquel metálico en el centro y una lanza de aspecto amenazante junto con una espada recta que colgaba de su cinto. En su cinto. El emblema del escudo eran tres líneas diagonales rojas similares a un arañazo de fiera salvaje sobre un fondo negro.

-“Es curioso”-pensó Harald-“No recuerdo a este muchacho. Probablemente sea nuevo. ¿Por qué me suena tanto? Y ese peinado de guerra… Otro polluelo impaciente por entrar en combate.”

-¡Salud y que Odín te guarde amigo!-saludó amablemente Harald- Yo vivo aquí en la ciudad y me gustaría volver a casa. Me llamo Harald. Y esta es  Odalyn ella es… mi amiga. Tu aspecto me resulta muy familiar. ¡Eso es! Debes de ser hijo de Arnbjorn Arvid el jefe de la guardia, tenéis la misma mandíbula y ojos. El me conoce. Es un buen nombre y…

-¡Silencio!-le cortó bruscamente el joven.- ¿Cómo te atreves a tratarme con tal cercanía campesino?

-Lo lamento-dijo Harald tranquilamente. No era mi intención…

-¡Hablaras cuando te dé permiso! Además no te conozco. No te había visto nunca. A decir verdad pareces bastante sospechoso. Y ese caballo que llevas no parece uno acorde a alguien de tu calaña. Seguro que has robado esa bestia magnifica.

-Te aseguro que el caballo es mío y lleva conmigo desde que es un potro.

-¿Acaso me consideras de tu misma calaña?-el joven estaba furibundo- Usa un tono más respetuoso o puede que acabes malherido plebeyo.

-Lo lamento señor. Siento haberos molestado.-prosiguió Harald para nada acobardado y con una cordial sonrisa.

-¿Te burlas de mi bastardo? Bájate del caballo. ¡Ahora! ¡Y tú también mujer!-ladró el muchacho.

-Parece que te has metido en un lío Harald-dijo Lynn con ligereza.

-No temas Lynn. Seguro que si le pido disculpas al guardián de la puerta todo se arreglará.

-¿Osas compararme con un vulgar guarda? ¿Sabes acaso quien soy pedazo de mierda?-estaba rojo de furia. Soy Osborn hijo de Arnbjorn de la casa Arvid! Uno de los vasallos más importantes del rey. ¡Podría despedazarte aquí mismo y a nadie le importaría!     

-¡Ya sabía yo que erais hijo de Arnbjorn!-río Harald- tenéis un parecido casi idéntico y.

El joven clavó la lanza en el suelo y sacó la espada. Realmente estaba enfadado.

-¡Creo que le daré de comer tu cadáver a los perros bastardo!-dijo con tono gélido.

Se dispuso a levantar la espada para atacar. Harald no se molestó en moverse.

-¡Osborn!-rugió una voz detrás suya una voz potente- ¿Qué diablos haces? ¿Es esa forma de tratar a un visitante?

Osborn titubeó un instante.

-Padre. Yo solo… Solo estaba mostrándole disciplina.-respondió con tono vacilante.- Me ha faltado al respeto.

-Harías bien cuidar tu orgullo muchacho.-respondió secamente un hombre de unos cuarenta años de barba larga y negra igual que su pelo algo cano. Su armadura era similar a la de su hijo. Solo que él llevaba una hombrera metálica con el blasón negro sobre fondo azul de un águila con las alas extendidas sobre un árbol. El emblema de la casa Arvid.

Su vista se fijó entonces en Helhest. Enmudeció y se dirigió hacia el animal.

-Este caballo lo conozco. ¿Pero que hace aquí? ¡Nunca se alejaría de su propietario!

En ese momento Harald soltó una sonora carcajada.

-Sigues siendo tan perspicaz como siempre Arnbjorn.-dijo Harald al hombre.

En ese momento el hombre que se llamaba Arnbjorn pareció reparar por primera vez en Harald. Y no pudo ocultar su asombro.

-¡Harald! Perdón… ¡Majestad! ¿Qué hacéis aquí? Llevamos buscándoos días y…

-¿Majestad?-Lynn estaba confusa y miró a Harald buscando respuestas.

Harald simplemente suspiró y se puso a hablar con serenidad.

-Creo que no me he presentado apropiadamente Odalyn. Mi nombre es Harald Aaren hijo de Rasmus. Señor de Ragnastein y soberano de Istramor. Bienvenida a mi hogar.

Odalyn abrió la boca para decir algo pero se calló. Osborn inclinaba la cabeza y estaba rojo pero esta vez de vergüenza. No en vano  había estado a punto de matar a su rey aparte de haberle llamado “pedazo de mierda” y otras lindezas.  Harald simplemente le palmeó el hombro y le dijo.

-Ahorra energías chico. La próxima vez trágate tu orgullo y limítate a hacer tu trabajo. Y si ves algo fuera de lugar procura comunicárselo a un superior. Se fiero e implacable cuando sea necesario. Si algún día entramos en combate te aseguro que serás el primero al que llame.-y diciendo esto le volvió a palmear el hombro.- Capitán Arvid: si pudierais abrir las puertas… Quisiera volver a casa. Y ya de paso ver a mi mujer.

 -Sí majestad. ¡Abrid las puertas! ¡Abrid las puertas! ¡El rey Harald ha vuelto!

-“Una bienvenida ruidosa. ¡Justo lo que quería!-pensó Harald con sarcasmo”

Se dispuso a subir en Helhest para entrar mientras las puertas se abrían.

-Vamos Lynn. Sube.-le dijo a la muchacha.

Pero Lynn no se movía. Parecía no estar ahí.

-¿Lynn? ¿Estás bien?-se empezó a preocupar Harald.

-¡Loados sean los dioses!-exclamó por fin Odalyn.- ¡He estado durmiendo con un rey!

-“Discreta como siempre Lynn.-pensó Harald, esta vez con fastidio.”

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knights-tale-12 Para cuando se abrieron las puertas una escolta de guerreros se había congregado en torno al rey su acompañante y su montura. Todos ellos portaban armaduras de cuero hierro y acero. Pero ningún atuendo era idéntico.  Lo único que tenían en común esos guerreros era que portaban el escudo negro con el arañazo rojo, que Lynn aprendió más tarde que era el blasón de los Aaren. Los soldados de Istramor tenían derecho a equiparse como les viniera en gana y de acuerdo a su cometido. Pero en todo caso debían portar en todo momento algo que diera a saber a qué señor servían y en todo caso que ese señor servía al reino. Por eso era muy común que los hombres y mujeres que se prestaban a servir en la defensa de algún señor fueran marcados a fuego con su blasón y en algunos casos de la hermandad de guerreros a la que pertenecían. Conforme más avanzaban más multitud se congregaba a su alrededor. La noticia de que el rey Harald había vuelto se había extendido rápido y mucha gente había salido a recibir a su monarca. Harald avanzaba con paso firme y erguido en Helhest. Sentía los murmullos que había sobre su enigmática acompañante. Sabía que muchos estarían alabando su evidente belleza y era muy posible que los términos que estaban utilizando algunos fueran muy similares a los bandidos del bosque si no peores. Y también intuía que sus súbditos estarían haciendo especulaciones sobre la relación entre señor y muchacha y algo le decía que no era precisamente la de noble caballero que ha rescatado a una damisela en apuros. No es que le preocupara mucho. Le importaban más los pensamientos de Kaira sobre el asunto. A pesar de haber dormido con ella más de una vez, nunca había sido infiel a Kaira. Lynn no parecía preocupada en absoluto. A decir verdad estaba sorprendentemente callada. Daba muestras de maravillarse por todo lo que veía pero no había abierto la boca. Aun así Harald no la forzó a hablar. Tenía demasiado en lo que pensar. Siguieron avanzando en línea recta dejando atrás edificios de todo tipo desde casas de una única planta que parecían estar hechas a partir del casco de un drakkar a enormes mansiones de piedra.  Al final llegaron al centro de la ciudad. En él se hallaba Ulfgard. La fortaleza de la casa Aaren. Era enorme. Se hallaba sobre una colina la que se accedía mediante un gran sendero que la rodeaba hasta el gran puente de piedra que daba a la entrada de la fortaleza que la guardaban dos enormes puertas de roble talladas con runas y escenas de grandes batallas delos dioses. Para cuando Harald y su sequito llegaron al puente las puertas estaban abiertas de par en par para él. Esperando ante ellas había un hombre de avanzada edad vestido con ricos ropajes y con una larga barba blanca así como su melena.

-Sed bienvenido a casa majestad.-dijo solemnemente.- Siempre es un placer veros de vuelta.

-Daven.-le saludó cordialmente Harald.- ¿No hace ni un instante que acabo de llegar y ya estás aquí esperándome?    

-Es trabajo del Gran Mayordomo conocer las necesidades de su señor y llevarlas a cabo.-contestó simplemente.- Si no os importa creo que me llevaré a vuestro caballo a los establos.

-Una gran idea.-aprobó Harald.- Helhest se merece un descanso.

-También ha llegado a mis oídos que venís acompañado.

-Sí. Ella es Odalyn. Es…-Harald titubeó un segundo.-…mi amiga. Búscale una habitación cómoda.

-Como gustéis. Si sois tan amable de seguirme Odalyn.-dijo el anciano dirigiéndose a la chica.

-Mis cosas están en las alforjas.-contestó secamente ella. Tengo que llevarlas conmigo.

-No temáis. Ordenaré a alguien que os las lleve.

Satisfecha al parecer con la respuesta Lynn se bajó de Helhest hurgó un momento en las alforjas y sacó el misterioso libro envuelto. Después se dispuso a descolgar la bolsa de los lobos.

-¡Oh vaya!-exclamó Daven al ver a las fierecillas.- De esto sí que no me habían informado. En cualquier caso supongo que habrá sitio en las perreras…

-Los lobos se quedan conmigo-contestó secamente Lynn.

-Pero mi señora-protestó Daven-los lobos no…

-¡Se quedan conmigo!-Lynn fue tajante

-Tranquilo, Daven.-se mostró conciliador Harald.-Ya solucionaremos eso luego. ¿Dónde está mi esposa?

-La reina Kaira ha salido. No ha podido soportar más el esperaros y ha decidido pagar su frustración con las criaturas del bosque.-informó Daven.

-“Típico de Kaira”.-pensó Harald divertido.-“Siempre que algo la molesta, maldice todo a su paso, destroza cosas o se va al bosque a destripar bestias. ¡Pobre de la fiera desdichada que se la encuentre!”

-No importa Daven. Tengo que ponerme al día con los asuntos del palacio. ¡Y asearme! ¡Estas ropas de viaje se me van a adherir a la piel!

-Por supuesto majestad. Ordenaré que os preparen un baño. Y por supuesto hacer que se encarguen de vuestra montura. Si lo deseáis después os pondré al corriente de los eventos en vuestra ausencia. Vos podéis seguirme Odalyn. Con vuestros-Daven vaciló al mirar a los lobos-acompañantes.

-Daven te proporcionará lo que necesites.-le dijo Harald a Lynn Puedes pasearte por el palacio si lo deseas. Acostúmbrate a él. Luego iré a verte y…

Pero Lynn ya seguía a Daven. Ni siquiera se había despedido de Harald. En verdad parecía molesta.

-“¿Qué le pasará ahora?”-se preguntó Harald-“¿Qué habré hecho para provocar enfado? ¡En fin! ¡Nunca entenderé a las mujeres!

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Harald se sentía un hombre nuevo. Se había bañado, y aseado debidamente y ya no despedía ese rancio olor a sudor, cuero, tierra mojada, caballo, y un sinfín olores más. Además había sustituido su ropa de viaje por un jubón de seda pardo unos pantalones de lana verde oscuro unas ricas botas de piel seguida de un cómodo manto de piel de oso negro. Además llevaba su “sax” escondido entre las ropas.   Acompañado de un par de discretos anillos de oro y una corona  también de oro que consistía en un aro con bellas filigranas que se colocaba hasta tapar la frente de su propietario el aspecto era completamente distinto. Se observó en el espejo. Aquel misterioso viajero extraviado se había esfumado para dar paso al rey de Istramor. Miró con más atención y se sintió más viejo de lo que en realidad era. Su barba había crecido más y así vestido parecía tener seis o siete años más de los que en realidad tenía.

-“Verdaderamente…”-se dijo Harald-“…esta corona me hace parecer mayor. Mejor. Que mis súbditos sepan que los gobierna un hombre y no un chiquillo.”    

Se dirigió al gran salón recibiendo varias reverencias y muestras de respeto por parte de los habitantes del castillo.

-“¡Odín, si me conocen desde que era un chiquillo!”-pensó para sí- ¡No hace falta que se muestren tan sumisos!”

Por fin llegó al gran salón. Era una estancia colosal con multitud de escudos y armas colgando de las paredes. El techo estaba compuesto de enormes vigas de robre y arcos del mismo material. En el centro había una alargada fogata que solía arder con bravura de noche o siempre que había algún banquete. Había muchas. Mesas dispuestas alrededor de la hoguera y por fin había una tarima con una mesa que se retiraba si había alguna audiencia. Y justo en el centro de la misma reposaban los dos tronos de madera altos y ricamente tallados. Obviamente para el rey y la reina. A Harald le gustaban eran simples pero elegantes. Y bastante cómodos cuando uno se hacía a ellos. Cumplían su cometido. Demostraban poder sin ser ostentosos. Harald había oído que había reyes que se forjaban tronos a hechos con espadas de enemigos caídos de piedra o metales preciosos y joyas. ¿A qué clase de idiota se le ocurrían semejantes ideas? Podía entender lo del trono de piedra. Sin contar que era mucho más costoso de fabricar que uno de madera, más incómodo y más difícil de transportar. ¿Pero qué sentido tenía hacer uno de espadas? Las espadas estaban para combatir no para adornar y no era precisamente fácil forjarlas. Además el que se sentara en semejante aberración solo podía esperar desgastarse el culo y sucumbir ante una muerte horrible. ¿Y el de oro y joyas? Un trono es un trono. ¿A qué imbécil descerebrado se le ocurría malgastar tanto tiempo y recursos en un trono así? Los materiales valiosos servían para orfebrería y fines comerciales. Le sorprendía que reinos como aquellos no se hubieran arruinado aún.

knights-tale-13-¡Aquí estas!-gritó una voz jovial a sus espaldas- ¡Ah mierda! ¡Sigues entero! Tenía la esperanza de que no volvieras y si volvías que lo hicieras brutalmente mutilado. ¡De esa manera yo reinaría en tu lugar!

Harald se volvió sabiendo perfectamente quien era.   

-Antes tendrías que lidiar con los cientos de bastardos y herederos que dejaría con tal que no reinaras. ¡Y si llegaras a sentarte en mi silla, bajaría de los mismísimos salones de Valhalla para expulsarte de una patada en el culo!-dijo Harald alegremente mientras corría a abrazar al hombre rubio de pelo corto y barba espesas fuerte mediano y vestido con ricos ropajes que era su hermano.

-¡Harald!-gritó el hombre con los brazos abiertos.

-¡Leif! ¿Cómo estas hermanito? Veo que no has echado a perder mi reino.-bromeó Harald abrazándole con fuerza.

-Sí. Estaba ocupado con oscuras e insidiosas conspiraciones para destronarte.-siguió Leif.

-¿Destronarme? ¿Un mequetrefe como tú? ¡Ja!-río Harald.

-Espera y veras hermanito. Espera y veras…

-¿Que tal mi ausencia? ¿Ha habido problemas?-preguntó Harald serio.

-Bueno… Las cosas se complicaron cuando te perdimos el rastro en esa cacería. Me habría quedado a buscarte más tiempo. Pero dejar Ragnastein sin un Aaren que la gobernara tanto tiempo ya era malo. Dejé a mis mejores rastreadores y volví. Conociéndote creíamos que volverías tras unos tres días o a lo sumo con algún trofeo. Pero no aparecías, Nos has dado un susto de muerte hermano. Por cierto: ¿Dónde has estado? ¿Y qué has estado haciendo? Las mujeres hablan de un joven nada despreciable ¿Seguro que solo has estado persiguiendo ciervos en el bosque Harald?-peguntó Leif malicioso.

-Calla Leif río Harald. Todo a su tiempo. ¿Algo más?

-Informes, navales y bélicos, quejas de los campesinos, alguna rencilla entre señores menores, un par de juicios sin importancia, cotilleos insulsos, un par de bodas… No te has perdido nada hermano.

-Ya veo. ¿Y Kaira?

-¿Kaira?-río Leif divertido- ¡Insoportable! Ni la furia de Thor se le podía comparar. Estaba inquieta como una fiera enjaulada. Enseguida perdía los nervios. Rompió algún que otro plato y cuando no pudo más fue al patio a entrenarse. ¡Casi destroza a un muchacho a golpe de escudo! ¿Seguro 0que no te casaste con una valkiria hermano? ¡Porque tiene el temperamento y la belleza de una!

-Esa es mi mujer.-sonrío Harald.-Tendrás que disculparme. Tengo que ver si Lynn se ha instalado bien.

-Lynn… ¡Así que es verdad! ¡Has traído a una mujer contigo! Y se comenta algo de que has estado durmiendo con ella. ¡Kaira te va a matar!-canturreó Leif burlón.- ¿Sabes? Cuando tú no estés podría hacerle compañía. Y una vez pasado el luto… Seguro que Kaira acepta mi compañía.

-Entonces me acompañarías tú al Valhala porque dudo mucho que a Kelda le hiciera gracia que hicieras caso a otra mujer. Y si ella no te mata Kaira terminaría el trabajo. Además te hará falta algo más para librarte de tu hermano mayor.

-En eso estoy Harald-río Leif- En eso estoy… 

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 Después de pelear un poco más con su hermano, Harald fue a ver a Lynn. Según había oído Daven la había alojado en uno de las mejores habitaciones de invitados. El viejo y astuto Daven… ¡Qué bien se le daba intuir los deseos de sus amos! Fue directamente hacia allí. Una vez delante de la puerta llamó tres veces. La habitación en principio era lujosa. Con las mejores pieles, una cama de excelente calidad con un colchón de plumas, muebles ricamente tallados para garantizar la comodidad del invitado y una gran chimenea que caldeaba toda la estancia. Pero la habitación parecía más bien un vertedero. La cama estaba desecha las pertenencias de Lynn desperdigadas por todas partes. Odalyn estaba en la cama tumbada de cualquier manera con el vestido un poco remangado y caído por lo que no había que esforzarse mucho para poder ver sus atributos. Estaba acariciando a los lobos que observaban interesados y algunos intentaban moverse torpemente por el colchón. Cuando Lynn vio a Harald su gesto se ensombreció e hizo un mohín despectivo que al joven rey le hizo gracia.

-Veo que la alcoba es de tu agrado.-le dijo Harald divertido.

-Me gustaba más como estabas antes.-respondió Lynn simplemente.-Así estás ridículo.

Era un claro intento de molestar a Harald. Pero él no se lo tomó a mal.

-Si llego a saber que te gustaban las habitaciones de este estilo le habría dicho a Daven que lo desordenara antes de que vinieras. ¿Quién sabe? Con un poco de hierba y ramitas y tierra este lugar sería de lo más acogedor.-bromeó Harald con intención de quitarle hierro al asunto.

-¡Oh vaya! ¡El rey de Istramor tiene sentido del humor! ¿Por qué no llamas a tus sirvientes para que rían tus gracias?-dijo Lynn despectivamente no sin antes haber hecho un intento por contener una pequeña risa pues la broma de Harald le había divertido.

-Lynn…-le dijo Harald como si hablara con una chiquilla malhumorada.- ¿Qué te pasa? Desde que hemos entrado has estado distante y molesta. Y me gustaría saber el porqué de tu enfado. Porque dudo que haya hecho nada que haya podido molestarte. Pero podría equivocarme.

-No es eso es que… ¿Por qué no me dijiste que eras rey? Sabía que no eras un campesino. ¡Pero nunca me imaginé esto! ¡Ahora es como si no te conociera de nada! Harald “solo Harald” se ha ido para dejar paso a Harald el rey. Y yo di cobijo en mi casa al primero.

-¿Qué estás diciendo?- Harald estaba perplejo.- El hecho de que no te dijera que era rey no significa nada. Esa persona que conociste en el bosque es quien soy. Me comporté como un viajero que busca cobijo. Y después como un amigo. Esa es la verdad. Y la razón de ocultar quien era, es simple. No todo el mundo me aprecia. Tu casa podría haber sido una guarida de bandidos. De llegar a saber mi identidad podría haberme robado y después haberme cortado el cuello. O podría haber pedido un rescate por mi cabeza y si los reinos vecinos llegaran a saber que he sido secuestrado podrían pensar que el reino es débil y lo atacarían. Y en segundo lugar no quería que me trataras como a tu superior. Y la verdad no me arrepiento de haberme callado. De esa manera pude hacer una amiga. Y un rey no tiene muchos amigos.

-Pero podías haberlo dicho cuando me propusiste ir contigo.-dijo Lynn que no había podido evitar ruborizarse.- Con un simple: “Odalyn soy rey de un reino entero y tengo un palacio gigantesco. Me vendría bien otra sirvienta” habría bastado.

-¿Crees que si te pedí venir aquí fue para que fueras una sirvienta?-preguntó Harald incrédulo.-Te ofrecí venir para que empezaras una nueva vida en la que no estuvieras sola. Puedes ser lo que quieras. Desde, guerrera, a navegante a escribana, hasta agricultora… Te traje por el aprecio que te tenía. No porque creí que podrías servirme.

-¿De verdad?-Lynn parecía muy conmovida.

-De verdad. Bueno… ¿Qué piensas de todo esto?-le dijo refiriéndose al castillo y sus estancias.

-¡Que eres idiota Harald Aaren!-dijo riéndose.

-¿Lo ves? Ahora no me has tratado como a un rey. Sino como a un amigo-río Harald. ¿No te gustan tus estancias?

-Son muy bonitas. Pero se me hace raro. No estoy acostumbrada a dormir en sitio tan… ¡Tan raro! Me recuerda a las historias que me leían mis padres. Pero nunca pensé que llegaría a estar en una de ellas.-contestó la joven abrumada.

-Te acostumbraras. Me han dicho que habrá un gran banquete para celebrar mi vuelta. Estos súbditos míos son un poco exagerados. Sería un honor que vinieras.

-¿Bromeas? ¡Estoy agotada! Te agradezco la invitación pero tanta gente nueva… Necesito tiempo y no estoy muy hambrienta. Además no puedo dejar solas a estas fierecillas.  En otra ocasión.

-Por si acaso le diré a Daven que te mande una bandeja con comida y algo para nuestros amiguitos.

-Me cae bien tu amigo Daven. Es humilde pero no parece alguien que se amedrente fácilmente.

-Desde luego que no. Su familia siempre ha servido y aconsejado a la mía. Y siempre han llevado a cabo su tarea con eficiencia y orgullo. Ahora que estamos en Ragnastein… ¿Qué te gustaría hacer?-preguntó Harald.

Estuvieron hablando largo rato de las impresiones de la chica y de lo que deseaba hacer en aquel nuevo mundo. Harald le contó sobre el castillo y sus habitantes. Lynn hizo su mejor esfuerzo para retener todo. Pero era demasiada información para retenerla de golpe. Tanto hablaron que la tarde se hizo noche. Y habrían seguido así si Daven no los hubiera interrumpido.

-Siento molestaros mi lord y a vos también Odalyn. Pero el gran banquete en vuestro honor va a comenzar y es necesaria vuestra presencia.

-¿Qué?-Harald estaba perplejo.- ¿Qué hora es?

-Ya ha anochecido mi señor. Vuestra esposa ha preguntado por vos.

-¿Cómo?-Harald palideció. ¿Hace cuánto ha llegado?

-Diría que unas tres horas, señor. Veo que vuestra invitada no está debidamente  vestida. Podría traerle algún vestido que le fuera bien y…

Pero fue interrumpido por un Harald que salía frenético de la estancia.

-¡Mierda!-maldijo.- ¿Tres horas? ¡Ahora sí que me mata Kaira!

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Harald se apresuró a entrar en la gran sala. Le habría gustado pensar en que decir una vez dentro pero ya llegaba tarde. Así que respiro, adquirió su rol de monarca y entro en la Gran sala con un porte solemne y altivo. Dentro había música y risas pero cesaron de golpe cuando el rey entró.  La sala estaba a rebosar entre sirvientes, guardias, señores mayores y menores. A Daven le habría gustado anunciar la llegada de su señor pero este se había apresurado y ya no tenía mucho sentido. Conforme fue avanzando saludo cordialmente a sus hombres, criados y gente que vagaba por la sala y le devolvían los saludos con respeto y admiración. El aire olía a humo, carne asada, sopa recién hecha, cerveza, hidromiel, vino y un sinfín de olores típico de un banquete.  Conforme se fue acercando vio a su hermano y a la mujer de este en el asiento de honor. Leif aprovechó para levantar la copa hacia él y sonreír burlonamente sabiendo en el lío que estaba Harald. Y por fin en el centro sentada junto al trono vacío del rey se hallaba Kaira, la reina de Istramor. Se habían hecho canciones que hablaba de su belleza y gracilidad. Pero ninguna le hacía justicia. Era más alta que Lynn Su pelo haría palidecer al oro su rostro era fino y delicado y sus ojos competían con la intensidad y el brillo del cielo primaveral que bien podían ser cálidos y hermosos o fríos e implacables. En aquel momento eran fríos como el hielo.

-“Parece molesta”-se dijo Harald

Cuando nuestro rey llegó ante su reina se arrodilló tomó su mano la besó con delicadeza y mirándola a los ojos pronunció solemnemente:

-Mi señora. Vuestro rey ha vuelto a casa.

La reina Kaira solo inclinó la cabeza y no dijo nada más. Cuando el rey se sentó el alboroto y alegría de la fiesta volvió al ambiente. Harald comió y río con ganas como nunca antes lo había hecho.  Intentó hablar con Kaira en un par de ocasiones pero ella se mostró silenciosa como una tumba.

-“Pues sí. Está molesta.”

Cuando hubo saciado su hambre y su sed Harald no se sintió con ganas de festejar así que le propuso a Kaira e que se retiraran. Ella simplemente se levantó con dignidad y se dispuso a salir. Los reyes se despidieron y se dirigieron rumo a sus aposentos.

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Harald y Kaira entraron en su alcoba. Era grande y espaciosa. Con una gran cama al fondo y decorada en conjunto por ambos reyes así que era fácil ver una cabeza de oso en la pared o unas cortinas de encaje.

-Dioses: Echaba de menos este lugar.-dijo Harald acechándose a la cama.

Se giró de repente justo a tiempo para evitar el jarrón que volaba hacia su cabeza y que se estrelló contra la pared haciéndose añicos. Harald sonrío a su mujer y exclamó divertido:

-¡Te veo molesta!

-¡Harald Aaren!-rugió Kaira iracunda.- ¡Eres el mayor imbécil que haya visto el mundo! ¡Casi dos semanas! ¡Casi dos malditas semanas desaparecido! ¿Sabes lo preocupada que he estado? Temiéndome lo peor. ¡Yendo todos los días a buscarte sin el menor resultado! ¡Y cuando por fin no puedo más y voy a cazar se te ocurre volver! ¡Pero no! ¡No se te ha ocurrido esperar a tu amada mujer que tanto se ha preocupado por ti para correr a sus brazos! ¡En vez de eso te has acicalado, has estado peleándote con el idiota de tu hermano y has estado atendiendo a una invitada totalmente desconocida!

-¡Oh! ¿Y estas celosa?-replicó Harald burlón.

-¡Corre por tu vida gusano!

Los siguientes instantes fueron una especie de danza en la que Kaira intentaba golpear a Harald con toda sarta de objetos arrojadizos y mientras le profesaba toda clase de lindezas que es mejor no mencionar.  Y Harald los esquivaba con agilidad mientras enfurecía más a Kaira con jocosos comentarios como: “¡Has fallado!” o “¡Inténtalo de nuevo!” o “¡La próxima vez será!” o “Te veo algo torpe cariño. ¿Quieres intentarlo otra vez mañana?” o “¡Vamos! ¡Mi difunta madre ya me habría abierto la cabeza unas trece veces!” o “Puedo quedarme inmóvil si eso te ayuda a acertar.” o “¡Asgard! ¡Estas preciosa cunado te enfureces!” A estas alturas ni un ejército de fieros guerreros podría haber detenido a Kaira.

-“¡Esta es mi chica!”-pensó encantado y excitado a partes iguales.

Llegó un momento en el que Harald se cansó de juzgar y con la fuerza de un depredador se abalanzó contra Kaira la abrazó y la besó con violencia. Al principio ella se resintió un poco pero después empezó a corresponder con pasión. Harald se separó de su jadeante mujer y acercándose a ella con una sonrisa lobuna le susurró:

-Esta es la Kaira a la que me gusta follarme.

 

-Eres un idiota Harald Aaren.-contestó ella tenuemente y estremeciéndose.

Y una vez más volvieron a besarse con pasión y voracidad. Voracidad del hombre que bebe después de estar cinco días sin haber catado una mísera gota de agua. Y es que el pobre Harald había pasado varios días al lado de una bella damisela que no mostraba mucho reparo en despojarse de su ropa. Existía un dicho entre los hombres del norte: “Quien vive en el hielo arde como el sol”. Así que no es difícil imaginar la batalla interior que había sufrido nuestro pobre hombre cuando Lynn se mostraba en todo su esplendor con la inocencia de una niña. Kaira abandonó su furia ciega para sustituirla por pasión. Una pasión ardiente que amenazaba con quemarla. Pasión por ver de nuevo al hombre al que amaba como a la vida misma, al que llevaba dos angustiosas semanas sin ver y por el que tanto se había preocupado. Así que ambos devoraban los labios del otro como lo haría una jauría de lobos ante un pedazo de carne.  Harald aproximo su entrepierna a la de su amada como queriendo demostrarle que no era indiferente. Y como respuesta ella creyó juicioso subirse a horcajadas sobre él y abrazarle fuerte con sus piernas. Como temiendo en algún momento que algo pudiera separarlos. En un confuso remolino de besos y caricias consiguieron aterrizar en la gran cama. Y ahí decidieron que la ropa ya no era necesaria la ropa de modo que procedieron a quitársela con presteza. Y así quedaron el rey y la reina de Istramor. Desnudos. En él era evidente su juventud y fuerza. A pesar de contar con veintitrés inviernos, su cuerpo se hallaba curtido y trabajad por su arduo entrenamiento de guerrero y los duros inviernos que él y su gente tenían que soportar. Su virilidad se hallaba totalmente erguida. Harald ya conocía de sobra los cuchicheos de las criadas sobre las dimensiones de esta y más de una se preguntaba como como la reina con sus tiernas veinte primaveras podía manejarla. Como ya sabréis Kaira era una mujer muy hermosa. Pero los que la vieran desnuda afirmarían que era una diosa encarnada. Su larga melena rubia caía por su suave espalda y orondos pechos de piel tostada con aureolas medianas y pequeños rosados pezones que ya se mostraban erguidos. Sus ojos azules brillaban con lujuria y deseo. Y su lampiña feminidad lucía húmeda y brillante así como el pícaro botoncito en la misma. No era común que las mujeres del norte se afeitaran sus sexos pero un día la pareja descubrió que las prostitutas que llegaban de lejanas tierras de misterio donde el sol acariciaba los campos siempre y se hablaba de reyes con un ejército de esposas celosamente guardado, lucían sus flores sin el menor rastro de pelo. Y decidieron probar. Así descubrieron lo placentero que era sentir la fresca brisa en sus sexos desnudos y como eso favorecía el contacto de piel contra piel.

Desnudos como estaban Harald dominó a su mujer colocándose sobre ella y comenzando a dejar sobre su dorada piel  húmedos surcos de saliva como si quisiera probar con el mayor detenimiento un suculento manjar. Eso arrancó varios suspiros y gemidos de una sobreexcitada Kaira. Por fin Harald llegó a los pechos de su señora y estuvo un buen rato lamiéndolos mordiéndolos y succionándolos, haciendo gritar a Kaira como una autentica cierva en celo. Con paciencia y parsimonia llegó al húmedo sexo de la joven y  entonces empezó a paladearlo con gusto y deleite como si fuera un delicado sabor para ir devorándolo progresivamente con violencia y determinación como queriendo destrozar la garganta de su mujer haciéndola gritar hasta que se quedara sin voz mientras el torturaba sus pechos y sus picudos pezones. Entonces llegó lo inevitable. La espalda de la joven Kaira se arqueó de repente y emitió un aullido digno de una loba. Harald entonces se apartó para dejar a su amada descansar. Cuando hubo recobrado el aliento ella se acercó a él gateando felinamente y buscando su hombría.

-¿Qué haces?-preguntó el hombre

-¿No es obvio?-preguntó Kaira con una voz sensual.-Tengo que satisfacer a mi rey.

Harald la detuvo.

-No mi señora. Hoy sois vos la que debéis ser reverenciada y agasajada. Debo compensaros por teneos preocupada y por mi falta de tacto. Además me gustaría entrar en vos y…

-¡Furia de Nidhogg Harald! ¡Deja de hacer el imbécil y follame de una vez!

-Si me lo pides así…-dijo él con una sonrisa ladina.

Así se dispuso nuestro héroe a atravesar a su compañera con su lanza.

-¡Por Freyja sí!-aulló Kaira.- ¡Bienvenido a casa amor mío! ¡Bienvenido a casa!

Esa fue una de las batallas más duras que tuvo que afrontar el joven rey de Istramor. Atravesaba a Kaira con fuetes vaivenes mientras sus bocas volvían a luchar de nuevo y Kaira arañaba con furia y excitación su espalda dejando marcas de profundos arañazos. Así estuvieron un rato más hasta que Harald le susurró algo a Kaira y ella sonrió. Se separaron y la joven reina se puso a cuatro patas moviendo las caderas provocativamente invitando a su rey que la montara. Harald lo hizo con deseó y premura pues no soportaba dejar la faena a medias. En ese momento ambos entraron en trance. Kaira estaba siendo montada por el hombre que amaba. Le excitaba sentirse suya. Ella no era una mujer que se dejara amedrentar por nadie. Pero Harald tenía la virtud de desarmarla de dejarla totalmente desconcertada y confusa. Y eso le encantaba. Harald se sentía feliz. Había vuelto a casa y estaba con la mujer a la que tanto había extrañado. Se sentía muy unido a ella. Puede que tuviera un carácter algo explosivo pero eso era una de las muchas cosas que maravillaban al joven. Sintió que iba a derramar su semilla pero entonces por un instante la imagen risueña de una desnuda Odalyn apareció en su mente y Harald explotó pensando en dos mujeres a la vez.

Ambos se separaron jadeando debido al duro esfuerzo. Estaban cansados pero eufóricos se agarraron la mano el uno a otro y contemplaron las vigas del techo en silencio.

-Te echaba de menos.-rompió el silencio Kaira.

-No más que yo a ti-contestó Harald con una sonrisa burlona y dándole un suave beso en los labios.

-Me tenías muy preocupada. ¿Dónde has estado?

-¡Oh ya sabes! Vagabundeando-dijo Harald con ligereza mientras jugueteaba con uno de los pezones de Harald.

-Hablo en serio Harald.-dijo ella con tono serio. No hemos sabido nada de ti. Has estado desaparecido  casi dos semanas. No hemos encontrado tu rastro ni el de Helhest. ¡Y mira que es difícil no ver a esa bestia! Es como si hubierais desaparecido. Y cuando he vuelto he oído los rumores. Se dice que has tarado a una misteriosa mujer contigo.

Harald suspiró. Y sin dejar de juguetear con los pezones de su mujer comenzó a contar su relato. De cómo se había extraviado, la persecución de los lobos, la herida de Helhest, el encuentro con Odalyn… Pero tuvo mucho cuidado de no mencionar el encuentro con los bandidos, las misteriosas habilidades de Odalyn ni por que la había traído consigo. Pues ni él mismo creía comprender bien lo que había pasado en aquellas dos ocasiones. Kaira no lo interrumpió en ningún momento. Tras estar en silencio un momento la reina preguntó simplemente:

-¿Te has acostado con ella Harald?

-Yo…-titubeó este.

-No me importa si lo has hecho. Sé que eres un hombre fogoso y que estabas perdido en el bosque. Y si es tan joven como me has dicho, no es de extrañar que hayas sucumbido a ella. Pero por favor no me mientas. No lo soportaría.

Harald se tomó su tiempo para responder, pensando en las noches que habían dormido juntos.

-No. Ni siquiera la he tocado. Tú eres mi mujer. Y a pesar que como rey y guerrero tenía derecho a tomarla solo me mantengo fiel a ti.

-¿De verdad?

-Sí.

Kaira sonrío con ternura y acarició el rostro de Harald.

-Eso es muy tierno mi amor. Y te creo. Pero te conozco y detecto que no me lo has contado todo.

Harald vaciló un poco pero decidió ser sincero.

-Puede que ella y yo… Hayamos dormido juntos en nuestra estancia en el bosque… estando ella completamente desnuda. Pero te juro por lo más sagrado que ella no lo hacía con malas intenciones.-se apresuró a añadir al ver que Kaira habría os ojos sorprendida.- Es una jovencita buena y gentil. Nunca ha salido de ese bosque y hay muchas cosas que desconoce. Pero nunca hicimos nada.

El rostro de Kaira se iluminó y besó tiernamente a Harald.

-Te quiero Harald Aaren. No merezco un esposo como tú. ¡Pero tampoco te creas que tú te merezcas a una mujer como yo!   

-Entonces me consideraré un idiota con suerte.

-¿Por qué la trajiste contigo?-preguntó Kaira riendo por la ocurrencia de su marido.

Harald se tomó su tiempo.

-Porque sentía lastima por ella. Tan sola en ese bosque. Sin el contacto de ningún ser humano. No podía dejarla ahí. ¿Lo entiendes?

-¡Al final resulta que bajo esa apariencia fiera tienes corazón Harald!

-Muy graciosa.-repuso él con sarcasmo.

-Pero igualmente, estoy decepcionada contigo.

-¿Por qué?-preguntó el joven confuso.

-Porque no has satisfecho a tu reina como es debido. Aún hay un agujero que no has usado.-dijo ella con una sonrisa pícara y dirigiendo los ojos hacia abajo.

-¿Segura?-preguntó Harald dubitativo.- Hace que no lo hacemos por ahí y no quiero…

-Claro, que si no eres lo suficientemente hombre…-dijo Kaira burlona, lo que entre ellos era una declaración de guerra.

-¡Te vas a tragar tus palabras!-contestó Harald con malicia poniéndose manos a la obra.

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Ahora Harald sí que estaba cansado. Kaira se había dormido después de un orgasmo brutal de haber gritado como una loca. Él también se hallaba somnoliento. Se reía en su cabeza pensando en si la pobre Kaira podría sentarse mañana. ¡Le estaba bien empleada por mostrarse demasiado audaz! Cuando estaba a punto de dormirse pensó en Lynn. ¿Cómo estaría? ¿Se habría hecho al castillo? Esperaba que sí. Pensó en ella desnuda y preciosa. Lo magnifica y temible que había estado en el bosque. Aún no alcanzaba a comprender lo que había sucedido en el bosque. ¿Quién era aquella muchacha? ¿Siempre había vivido ahí? ¿Y su familia? ¿Y es pesado y misterioso libro que portaba? Esas eran algunas de las preguntas que acudían a su mente. Pensó tanto en la joven que creyó verla desnuda frente a él. Con su preciosa melena roja ondeando y mirándole con curiosidad y pureza ella le llamaba. Sí que debía estar cansado. Porque la oía muy cerca. Demasiado cerca. Enfocó la mirada y retrocedió sobresaltado. Lynn estaba en verdad ahí.

-¡Lynn!-susurró el rey sobresaltado.- ¿Qué demonios haces aquí?

-Harald…-dijo simplemente Odalyn.-Tengo un problema.

 

CONTINUARÁ…

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  • : Harald y Odalyn se disponen a viajar a Ragnastein. Pero el camino es peligroso y ambos viajeros ocultan más de un secreto.
 

Relato erótico: “Hércules. Capítulo 31. La verdad duele” (POR ALEX BLAME)

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Capítulo 31:La verdad duele.

De camino a La Alameda, sentado en el asiento trasero del viejo taxi, Hércules estuvo tentado varias veces de abrir la caja. Por primera vez entendía a Pandora. La curiosidad por saber si lo que había dentro era el fin de la humanidad o un cuento de viejas hacía que sacase una y otra vez aquel objeto aparentemente anodino del bolsillo de la gabardina.

La sacó una vez más y esta vez el taxista desde el otro lado del espejo retrovisor se dio cuenta.

—¿Un regalo para su novia? —preguntó el hombre fijando sus ojos saltones en la caja.

—Mmm, sí. Algo parecido. —respondió Hércules imaginando la cara que pondría Afrodita en el momento que le entregase aquel objeto.

—No se preocupe. Si conozco un poco a las mujeres has elegido bien. Esos trastos pequeños y de colorines les encantan. Siempre que la cagaba, le regalaba una chorrada de esas a mi exmujer y lograba ablandarla. Me aguantó veintidós años antes de darme la patada. —dijo el taxista con una sonrisa cariada.

—Gracias. Oir eso de una persona experimentada como usted es un alivio. —respondió él sin poder evitar soltar el sarcasmo.

El taxi giró a la derecha y las luces perforaron la oscuridad. Los arboles que rodeaban el sendero formaban un estrecho tunel de sombras cambiantes y fantasmagoricas con las brillantes luces de la antigua mansión al final.

Pero no eran las luces las que le atraían. Detrás de aquellos muros estaba Afrodita. No sabía muy bien como le recibiría. ¿Estaría tan ansiosa como él por el reencuentro? ¿O ya le habría buscado a algún sustituto?

La grava crujió bajo las ruedas cuando el taxista finalmente paró el coche frente a la puerta. Hécules salió del taxi apresuradamente y le dio unos cuantos billetes al taxista sin esperar a recibir el cambio antes de entrar precipitadamente en el edificio.

Afrodita entró en su habitación. Estaba aburrida de estar allí abajo. Quería volver al Olimpo. Si por lo menos estuviese Hércules para divertirse un poco… Se paró ante el espejo, el mismo espejo frente al que habían hecho el amor hacía quince días. Desde el día de la ópera no había vuelto a verle. Cogió un poco de perfume y se lo aplicó al cuello, acariciándoselo con suavidad. En ese momento un movimiento furtivo en el espejo la hizo darse la vuelta con curiosidad.

—Hola preciosa. —dijo Hércules jugueteando con una pequeña cajita— Estoy de vuelta.

—Te has tomado tu tiempo. ¿Lo has pasado bien? —preguntó observando su cuerpo desnudo tendido relajadamente en su cama.

—He hecho lo necesario para conseguir la caja. —respondió él.

—Y seguro que te sacrificaste por el bien de la misión. —le reprochó afrodita sin poder evitarlo.

—Vaya, no me imaginaba que la mujer perfecta fuese capaz de tener celos.

—No son celos, era ansiedad y falta de noticias. No sabía si lo habías conseguido o habías fracasado. —mintió Afrodita acercándose a la cama y alargando el brazo para coger la caja.

Hércules sonrió y la apartó lo justo para obligar a su amante a pasar el cuerpo por encima del suyo, momento que aprovechó para agarrarla por la cintura.

—Te he echado de menos. —dijo Hércules.

—Sí, sobre todo cuando estabas entre los muslos de aquella pelirroja tetuda y forrada.

—Pude quedarme, pero no lo hice. —dijo Hércules abriendo la bata de Afrodita y deslizando sus manos por su piel tibia y suave.

Las manos de Hércules le hicieron olvidarse de la caja y suspiró quedamente antes de que él la besase. Sus labios se juntaron durante un instante. Afrodita se hizo un poco la dura y sin abrir su boca intentó separarlos haciendo un mohín. Hércules se incorporó siguiendo aquellos labios hasta que estuvo sentado con la bella joven encima, prácticamente piel contra piel.

Cogiéndola por el cuello la besó una y otra vez hasta que Afrodita se rindió y quitándose la bata se abrazó a él, dando rienda suelta a su deseo. Las manos de su hermanastro se desplazaron por su cuerpo tocando y sopesándolo todo, haciendo que el deseo prendiese en ella como un fuego abrasador.

Cuando se dio cuenta, estaba meciéndose en su regazo, con su polla hundida profundamente en su sexo. Excitada se agarró a su nuca y comenzó a realizar movimientos más amplios y profundos, empalándose con fuerza mientras Hércules no dejaba de besar sus labios y sus pechos.

El miembro del joven, duro y caliente se abría paso en su coño haciéndola sentir un placer intenso que hacía que su cuerpo se estremeciese y temblase cubierto de sudor. Sus manos se entrelazaron a la vez que Hércules le daba la vuelta y se situaba sobre ella.

Afrodita abrió sus piernas dejando que le aprisionase las manos contra el colchón mientras seguía follándola. Bajó su mirada excitada y deseosa de ver como aquel magnifico miembro entraba y salía de su congestionada vagina, una y otra vez, colmándola y chocando los pubis sonoramente.

Sentía con todo su cuerpo la fuerza desatada de aquel hombre al empujar sobre ella, cada vez más fuerte, hasta que un intenso orgasmo recorrió su cuerpo una y otra vez haciéndola estremecerse durante lo que creyó que era una eternidad. Indefensa, solo pudo dejar que aquel joven la embistiera con fuerza hasta que pudo recuperarse y lo apartó con un gesto.

Esta vez fue él el que se tumbó boca arriba mientras ella se inclinaba sobre su pene y besaba su glande con suavidad, provocándole apagados gemidos. Con una sonrisa abrió la boca, se metió la polla en ella y empezó a chupar, primero con suavidad, luego más intensamente.

Afrodita acarició el vientre de Hércules sintiendo como sus músculos se contraían con cada chupada, cada vez con más intensidad, hasta que doblándose eyaculó con un ronco gemido. Afrodita sintió como su boca se inundaba con el calor de la semilla de su hermanastro. Cuando su amante se hubo vaciado totalmente, se apartó y tragó el semen antes de besarle de nuevo.

Exhaustos se tumbaron en la cama uno al lado del otro. Hércules cogió la caja que aun estaba sobre la cama y la examinó con detenimiento.

—¿Cómo sabes que es la caja de Pandora? —preguntó él de repente dándole vueltas—Cuando se la quité a Arabela estaba totalmente convencido. Pero mientras más la examino más vulgar me parece. Además si fuese de verdad la caja, como sabes que tiene el último mal, el que acabará con la humanidad.

—¿Quieres apostar contra ello? —preguntó Afrodita sin ningunas ganas de contarle a aquel hombre la realidad.

—En serio. ¿Quién ha verificado que esta es la verdadera caja?

—Eso no te importa. Tu solo tienes que cumplir la órdenes que te damos y punto. ¿No querías ayudar? Pues eso es lo que haces. —dijo Afrodita intentando coger la caja.

—Sí, estoy dispuesto a llevar a cabo las misiones que me encomendéis, pero otra cosa es que no me plantee los motivos. No me gusta que me mantengáis a ciegas. —replicó él apartando la caja de su alcance.

—Yo sé lo mismo que tú…

—Eso sí que no me lo creo. Quizás deba abrir la caja para saber por mi mismo el secreto que oculta.

—¡No! —exclamó ella— Por favor, no la abras.

Hércules la manipuló con cuidado, fingiendo no hacer caso de sus súplicas, pero no muy seguro de saber qué hacer con la caja. El objeto tenía una serie de muescas que ocultaban media docena de pasadores. Hércules soltó uno haciendo que la caja emitiese un sordo crujido.

Las súplicas de Afrodita se hicieron más intensas y lastimeras a medida que los pasadores saltaban hasta que la diosa no pudo aguantar más y accedió a contarle lo que quisiese.

—Quiero que me cuentes porque estás tan segura de que esta es la caja verdadera. —dijo Hércules.

—Porque conozco al que la hizo y la vi cuando se la entregó a Pandora.

—¿Me quieres decir que conoces a Zeus y que le viste entregar la caja?

—Exacto.

—¡Ja! y ahora me dirás que lo viste porque eres Afrodita, la mismísima hija de Zeus la de la belleza incomparable.

—¿Acaso no te lo parezco? —preguntó ella súbitamente picada en su orgullo.

—Vale, lo entiendo. Y si eres una diosa, ¿Por qué no te ocupaste de todo esto? Solo tenías que haber ido al islote y llevarte la caja.

—No es tan sencillo. En el pasado todos los dioses firmamos un pacto y tú padre se vio obligado a concebirte y utilizarte para recuperar su caja sin tener que intervenir él o alguno de los dioses bajo sus órdenes provocando una guerra en el Olimpo.

—Un momento. —dijo Hércules súbitamente interesado— Has dicho mi padre. ¿Sabes quién es mi padre?

—Yo… —intentó ganar tiempo consciente de que había metido la pata.

—Déjate de rodeos si no quieres que me enfade. —dijo cogiendo a Afrodita por la garganta.

La diosa intentó revolverse, pero Hércules, a pesar de ser solo un semidiós, era más fuerte que ella y no podía liberarse. Una nueva pregunta y una nueva sacudida bastaron para que Afrodita le contara entre lágrimas la historia completa de como Zeus había urdido un plan para seducir a su madre.

Cuando terminó de contar se sintió liberada, pero en cuanto miró a Hércules vio como el peso lo llevaba ahora él. Ahora que las piezas encajaban al verdad le estaba abrumando.

Hércules vio como su vida empezaba a cobrar sentido. Las razones de porque sus madres le habían ocultado la realidad sobre su nacimiento, por qué tenía aquella fuerza. Era abrumador y a la vez liberador hasta que cayó en ello. Afrodita también era hija de Zeus. Estaba enamorado de su hermana. Y aun peor, había tenido relaciones sexuales con ella.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente.

PRÓXIMO CAPÍTULO: HETERO GENERAL

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR :

alexblame@gmx.es

 

Relato erótico: ” Hercules. Capítulo 32. El Borde del Precipicio.” (POR ALEX BLAME)

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Capítulo 32. El borde del precipicio.

Salió de la mansión mareado y con una sensación de vértigo increíble. Su cabeza le daba vueltas. De todos esos dioses egoístas y mentirosos se lo podía esperar, pero que su propia hermana lo sedujese y le ocultase toda la verdad sobre su origen, hacía que le diesen ganas de destruirlo todo. Apretó los puños y sin querer mirar a los lados, ni escuchar las llamadas de Afrodita intentando explicarse, cogió el primer coche que encontró y salió derrapando por el camino de grava.

Condujo sin rumbo fijo, cogiendo los desvíos al azar y conduciendo a una velocidad endiablada con sus pensamientos muy lejos de allí. No podía creer que todo lo que tocase terminase de una u otra manera en catástrofe. El traqueteó del coche al meterse por un camino sin asfaltar le sacó de sus pensamientos justo a tiempo. Apretando la mandíbula pisó a fondo el freno evitando que el coche acabase cayendo por el acantilado.

Salió del coche suspirando de alivio. Se acercó al borde, vio la caída a pico de más de setenta metros y observó como las olas batían contra los agudos escollos del fondo.

El vendaval procedente del mar agitaba su pelo y lo enredaba impidiéndole observar la salvaje belleza del paisaje. Se ató la melena con un cordón y caminó por el borde con la mirada perdida. Una estrecha vereda recorría la costa subiendo hacia el lugar donde los acantilados eran más altos.

Ascendió por el camino, observando como el mar golpeaba furiosamente las rocas y farallones del fondo cada vez un poco más lejos. Cuando llegó a la parte más alta del promontorio el agua estaba más de trescientos más abajo. Atraído por la altura y el ruido de las olas se acercó al borde hasta que la punta de sus zapatos asomó por el abismo. El viento azotaba su cuerpo impidiendo que cayese hacia adelante.

Abriendo los brazos se inclinó un poco más hacia adelante, dejando que fuese el fuerte viento el que le equilibrase proporcionándole una salvaje sensación de libertad…

—¡Por favor, no lo haga! Soy la agente Gómez, Pamela Gómez. ¡Se que tiene problemas, pero lo que está a punto de hacer es lo único que no tiene solución!

Hércules se dio la vuelta sorprendido. Una mujer bajita, vestida de guardia civil le hablaba como a un suicida, mientras que con movimientos suaves intentaba disuadirle de algo que no pensaba hacer.

Al ver el rostro sombrío y amenazante de Hércules, la mujer echó inconscientemente la mano a su pistolera.

—No pretendía suicidarme, de hecho sería lo último que haría. —respondió él relajando su gesto sin conseguir que la guardia civil apartase su mano de la culata de la pistola.

—¿Ah sí? ¿Entonces qué hacías ahí ?

—Meditar, observar como las olas rompían en la costa, dejarme llevar por el viento…

—¡Ah! Ahora ya lo entiendo. No eres un suicida. Simplemente eres un majara. —dijo ella— Anda apártate del borde y ven hacia aquí. Lo último que me apetecería en este mundo sería tener que extraer los trocitos que quedasen de tu cuerpo de esa olla hirviente, antes de que se los comiesen los cangrejos.

Hércules levantó cómicamente las manos y se alejó del borde. La joven no carecía de atractivo, tenía el pelo negro y cortado muy corto y unos ojos de un azul intenso. Sus labios eran gruesos y tentadores a pesar de estar apenas maquillados. Siguió acercándose, observando la nariz pequeña y respingona y las largas y rizadas pestañas que rodeaban sus ojos.

—¡Quieto, ahí está bien! ¿Tienes una identificación? —preguntó la guardia alargando la mano.

Hércules le alargó su DNI y observó como la mujer lo escudriñaba con curiosidad.

—¿Te llamas Hércules? ¿En serio? ¿Quién diablos le pondría a un niño un nombre así?

—¿Una mujer a la que Zeus viola disfrazado de caballo y da a luz un hijo con fuerza sobrehumana que se folla a su hermana Afrodita sería suficiente?

—Decididamente estás como una cabra. —dijo ella al fin relajada tomando como una broma el sarcasmo de Hércules.

No sabía muy bien por qué, pero soltar todo aquello a una desconocida, aunque no se creyera una palabra, había aliviado su frustración o fue esa sonrisa amplia y desinhibida adornada por unos dientes pequeños y perfectos.

—¿Hay alguna manera de compartir un café contigo sin que acabe esposado? —dijo él juntando las muñecas frente a ella en un arrebato.

La mujer sonrió de nuevo y sus mejillas se sonrojaron ligeramente. Inmediatamente supo que habían conectado.

—La verdad es que ahora estoy de servicio, pero termino dentro de dos horas. Si quieres aburrirte un rato puedes esperarme en el bar del pueblo. Al llegar a la carretera asfaltada a la derecha. —dijo ella no muy convencida de que un tío tan bueno estuviese dispuesto a esperar por ella tanto tiempo.

—Allí estaré. Así te demostraré que puedo aburrirme y no recurrir a los barbitúricos, el cianuro o las cuchillas de afeitar.

Increíblemente, aquel tipo esperó por ella. Ni siquiera se había molestado en cambiarse porque estaba convencida de que no estaría allí cuando llegase. Ahora, frente a él era consciente de las manchas de sudor de su uniforme tras un largo día de patrulla y tuvo que tragarse unos juramentos al ver a Hércules, tomando un chupito de licor café casero y charlando animadamente con el camarero, la otra única persona viviente del local.

—Hola, agente Gómez. —saludo Hércules levantando el chupito en señal de saludo— Como puede ver aun estoy vivo.

—Hola señor Ramos, no sé si por mucho tiempo si sigues bebiendo ese mejunje. Debí empapelar a este idiota por fabricarlo en el patio trasero de su casa y no vender la receta como desatascador de inodoros.

Los tres rieron aunque la risa del camarero tenía un ligero tono ofendido. La guardia se acercó a la barra y pidió un chupito que se ventiló de un trago para darse valor.

—Estábamos charlando de tus hazañas mientras esperaba por ti. Ha sido muy revelador. —dijo Hércules sonriendo.

—Sí este lugar es un hervidero de delincuencia. —dijo la joven con ironía— Mi mayor hazaña ha sido detener a un jodido idiota que intentó arrancar el cajero automático del banco con el tractor porque quería recuperar su tarjeta.

—Me acuerdo. —dijo el camarero entre risas— Casimiro siempre ha sido un tipo muy impaciente. Intentó sacar dinero para ir de putas a las cuatro de la mañana y no podía esperar a que abrieran el banco así que intentó recuperar la tarjeta.

—¿Sabes Marcos, que esta mujer dijo que el nombre no me pegaba? —dijo Hércules cambiando de tema— Lo que no me explico es como se atrevió a entrar en el Cuerpo llamándose Pamela.

—Sí, es algo que nunca le perdonaré a mi abuela. Era una fan de Dallas y se empeñó en ponerme este nombre. De todas maneras mi nombre nunca me ha supuesto un problema. Cada vez que alguien se mete con él recibe un rodillazo en las pelotas. —respondió mirando a Hércules con seriedad.

Hércules la miró un instante con seriedad antes de prorrumpir en una sonora carcajada. Aquella mujer pequeña y decidida le encantaba. Cuando miraba aquellos ojos azules ella le devolvía una mirada franca, sin hostilidad, pero tampoco tímida o huidiza. Los vecinos empezaban a llegar para jugar la partida de después de la cena y por fin dejaron de ser el centro de atención. Pidieron unas cervezas y un par de raciones de callos y las comieron tranquilamente mientras charlaban subidos a unos taburetes.

Cuando se dio cuenta Pam estaba contándole su vida a aquel desconocido mientras el escuchaba y preguntaba con interés. Era evidente que no quería hablar mucho de él, pero se sentía tan atraída por aquel hombre y era tan fácil hablar con él que no le importó.

Las dos raciones desaparecieron y pidieron otra de calamares para completar la cena. Pam estaba desesperada. Era evidente que Hércules solo estaba de paso y solo tenía una oportunidad. Jamás se había comportado así, pero si quería llegar a algo con él tendría que ser esa misma noche.

Cuando terminaron de cenar le dijo en tono casual que tenía en casa un licor mucho mejor que aquel matarratas. Hércules asintió, mostrando sus dientes en una amplia sonrisa y acercándose a su oído le dijo a Pam que no le cabía una gota de alcohol más, pero que estaba dispuesto a acompañarla a su casa de todas maneras. Sus labios le rozaron la oreja provocándole un escalofrío y aumentando su determinación. Aquel hombre tenía que ser suyo, ya.

Salieron a la calle donde estaba aparcado el vetusto Megane de cuatrocientos mil quilómetros que tenía a su servicio. En cuanto se acomodaron y las luces interiores se hubieron apagado Hércules le cogió la cabeza y le dio un beso largo y húmedo que puso a Pam al borde de la locura. Desde que había llegado a aquel pueblo no había conocido nadie por el que se hubiese sentido ni remotamente interesada, con lo que la larga temporada de sequía le ayudó a dejar de lado cualquier atisbo de prudencia.

Arrancó el coche y le costó no poner la sirena y llegar a su casa a toda leche. Había alquilado una casita al lado del cuartel, así que dejó el coche para que pudieran usarlo sus compañeros y se fueron andando hasta su casa.

Hércules no se fijó en los muebles gastados ni en la pintura desconchada toda su atención estaba centrada en la mujer. Con aparente tranquilidad la dejo quitarse la cartuchera y dejar el arma en un cajón, pero cuando fue a quitarse las esposas con un movimiento sorpresivo se las quitó de las manos, esposó a Pam y la colgó de un perchero por las muñecas.

La joven gritó y le insultó más por haber sido engañada que porque pensase que aquel hombre fuese hacerle daño. Se sentía a la vez indefensa y excitada. Hércules se acercó y le lamió el cuello y la mandíbula mientras le abría la guerrera. Pam forcejeó inútilmente. El perchero estaba sorprendentemente bien fijado a la pared y no pudo evitar que el hombre recorriera su cuerpo estrujando y pellizcando con suavidad donde le placía.

Sin hacer caso de las quejas de la agente, fue abriendo uno a uno los botones de su camisa, besando cada porción de piel morena que quedaba a la vista hasta que estuvo totalmente abierta.

—¡Vaya! ¿Seguro que este sujetador es el reglamentario? —dijo Hércules al ver el sostén rojo profusamente bordado?

—¡Vete a la mierdaaaah! —respondió ella justo antes de que Hércules chupase sus pezones a través de la seda transparente.

Pam, impotente no pudo evitar que el hombre soltase el cierre del sujetador dejando sus pechos a la vista. Hércules los inspeccionó con detenimiento provocando a Pam que forcejeaba inútilmente. Los sopesó eran tersos y morenos, no demasiado grandes, pero con unos pezones prominentes que invitaban a chupar y mordisquear. Hércules le dio un par de golpes suaves observando cómo temblaban y se bamboleaban hasta quedarse totalmente quietos.

Pam estaba a punto de insultarle de nuevo, desesperada porque dejase de jugar con ella. Aquel idiota engreído se creía que podía hacer lo que quisiese con ella… Cuando él se acercó y la besó de nuevo se dio cuenta de que podía. Sin dejar de saborearla le quitó la visera y acarició su pelo negro y brillante.

Hércules acarició su pelo antes de bajar sus manos por su cuello y meterlas bajo su camisa para envolver a la mujer en un apretado abrazo. Asaltando su boca sin descanso, pegó su cuerpo a sus caderas deseoso de que notase su erección. Pam gimió y se restregó contra él igualmente ansiosa.

Hércules deshizo el beso y sus labios comenzaron a bajar por su cuello y su mandíbula. Su lengua se deslizó traviesa por detrás de sus orejas, por sus hombros y llegó hasta sus axilas aun húmedas y calientes por un día de trabajo. Pam intentó revolverse, pero él la aprisionó contra la pared disfrutando a placer del sabor salado y el aroma excitante de su cuerpo.

Sus labios se desplazaron por sus costillas, disfrutando de la incomodidad de la agente que no paraba de moverse. Pam vio como el hombre manipulaba los corchetes de sus pantalones y se los bajaba de un tirón dejando a la vista el resto del conjunto.

Hércules se retiró un par de pasos para admirar el cuerpo de la mujer hasta que esta se sintió incomoda. Con delicadeza le quitó las botas reglamentarias y los pantalones. Pam sin apenas ser consciente levantó sus piernas facilitándole la maniobra. El desconocido las acarició disfrutando de su suavidad besándolas a medida que subía por ellas hasta llegar a las proximidades de su sexo.

No podía mas, su sexo hervía deseoso de que aquel hombre lo acariciase y lo colmase de placer y no podía hacer otra cosa que agitar sus caderas intentando atraerlo.

Él apartó el delicado tanga que cubría el pubis de la joven y acaricio la pequeña mata de pelo que lo cubría provocando un largo suspiro. Consciente de que la joven no podía esperar más, lo besó y avanzó recorriendo los labios de su vulva abierta y húmeda solo para él. Pam separó las piernas de la pared y las abría dejando su sexo expuesto ante él y Hércules no se hizo esperar su lengua invadió su sexo haciendo temblar todo su cuerpo.

No se había dado cuenta de cuánto lo necesitaba. Notaba como su sexo se hinchaba irradiando placer por todo su cuerpo. De un nuevo tirón consiguió arrancar el perchero de la pared y librándose de él agarró la melena de aquel hombre apretándolo contra ella.

Libre por fin le dio un empujón y salió corriendo de allí en dirección a la habitación. Cuando Hércules llegó ella ya se había desembarazado de las esposas y del resto de su ropa. Le esperaba tumbada con las manos entre sus piernas, acariciándose, con el cuerpo tenso como la cuerda de un piano.

Hércules se inclinó sobre ella y acarició su cuerpo. Pamela no se movió, pero soltó un ligero gemido. Tras desnudarse se colocó sobre ella. Esta vez no había impedimentos y la agente exploró aquel cuerpo que parecía cincelado en piedra. Acarició sus pectorales y los arañó sin piedad, bajando por su vientre hasta tropezar con su polla.

El suave roce y aquella mirada fija y hambrienta, fueron suficientes para que el deseo de Hércules se multiplicase. Las manos pequeñas y cálidas acariciaron su miembro y lo guiaron erecto a su interior.

La joven se estremeció de nuevo al sentir el miembro de aquel hombre en sus entrañas, Rodeó su cintura con sus piernas y fijó su mirada en él abandonándose totalmente al placer.

Hércules se dejó llevar penetrándola con todas sus fuerzas mientras ella gemía y gritaba agarrándose a él con todas sus fuerzas. Cogiendo sus piernas las levantó mordisqueando sus tobillos y sus talones sin dejar de atacar aquel delicioso coño con saña.

Hércules sintió que Pam estaba a punto de correrse y se retiró apresuradamente. Pam refunfuño y abrió sus piernas mostrando su sexo hirviente, pero él se lo tomó con calma y tirando de su tobillo la acercó a él y la sentó sobre la cama. Agachándose acaricio su cara con ternura y besó sus labios con delicadeza. Al principio ella respondió devolviendo besos y caricias unos instantes hasta que termino por estallar:

—¿Quieres dejar de putearme y clavármela de una vez? —preguntó de mal humor.

Hércules la abrazó y se puso en pie con ella colgada de su cuello. Siguiendo sus ordenes la levantó un instante justo antes de penetrarla de nuevo.

En aquel momento Pam pudo sentir como aquel hombre elevaba y dejaba caer su cuerpo como si se tratase de una pluma empalándola con su miembro y haciendo que se deshiciese de placer. Gimiendo cada vez más fuerte, se agarró a su cuello y le miró a los ojos, para que Hércules pudiese ver el placer grabado en ellos.

La joven saltaba en su regazo, pero sus ojos estaban fijos en él sin apartarlos, ni siquiera cuando su cuerpo se vio asaltado por un intenso orgasmo. Hércules la llevó de nuevo a la cama y siguió penetrándola unos instantes más antes de apartarse y correrse sobre su vientre.

Pam creyó que allí iba a acabar todo, pero aquella fiera de melena dorada, en vez de tumbarse a su lado jadeante la cogió en brazos y se la llevó al baño. La puso bajo la ducha. El agua tibia corrió por su cuerpo llevándose los restos de sudor y esperma, pero lo mejor es que aun sentía aquel gigantón tras ella acariciándola y besándola.

Cuando se dio cuenta estaba de nuevo empalmado. Ella lo notó y dándose la vuelta se agachó y se metió la polla en la boca chupándola con fuerza…

***

Hércules calló finalmente. El tercer vaso de Gyntonic estaba vacío y se sentía un pelín mareado.

Durante un momento se estableció un silencio entre ellos. Pam le miraba fijamente a los ojos, con el semblante serio. Hércules se removió incómodo, pero no apartó la mirada, intentando descubrir que era lo que pasaba por la mente de su novia. Intentando adivinar si lo seguiría siendo ahora que lo sabía todo de él.

—¡Vaya! Es una historia interesante. No te enfades, pero necesito comprobar una cosa. —dijo ella alargando a Hércules un horrible y pesado busto de bronce de Beethoven.

No necesitaba preguntarle a Pam que era lo que quería que hiciese. Lo cogió con las dos manos y sin aparente esfuerzo le arrancó la cabeza a la estatuilla.

—Perdona, pero tenía que asegurarme de que no estaba majara, porque me he creído toda tu historia y no es algo fácil de digerir. Siento todo lo que te pasó y sobre todo lo siento por Akanke. Esa pobre mujer nunca tuvo suerte.

—Lo entiendo. —respondió Hércules deseando abrazarla sin atreverse a hacerlo— Y entederé que ahora que lo sabes todo no soportes continuar con alguien como yo.

Fue ella la que tomó la iniciativa y se sentó sobre él. Sin decir nada acaricio su mentón y sus mejillas y tras mirarle a los ojos le besó suavemente.

—La verdad es que desde que te vi por primera vez sabía que había algo distinto en ti, pero nunca pensé que fueses una especie de superhéroe vengador. —empezó ella recorriendo los hombros y el cuello de su novio con sus dedos delgados y suaves— No me gusta lo que hiciste, hay otras formas de solucionar las cosas. Son las autoridades las que deben aplicar justicia, pero supongo que el hecho de que todos las personas de las que te vengaste mereciesen como poco lo que les hiciste, que salvaste a la humanidad y todo esto, junto con el intenso y ciego amor que siento por ti, equilibran la balanza.

El suspiro de Hércules fue casi audible. Aliviado de haber confesado todo por fin acercó sus labios a los de Pam con intención de besarla.

—Un momento, —dijo ella poniéndole un dedo sobre los labios—antes de nada quiero que me prometas que nunca más vas hacer nada parecido. Ni siquiera por mí. ¿Lo has entendido? Estoy seguro de que Akanke tampoco hubiese querido que hicieses todo aquello por ella.

—De acuerdo. —respondió él— Te lo prometo.

—¡Ah! Y otra cosa. Quiero que sepas que a partir de ahora lo de “estoy cansado” no te va a servir de excusa. —dijo Pam frotándose de nuevo contra él— Y espero que empieces a poner en práctica tus dotes sobrenaturales follándome toda la noche hasta que mi coño eche humo.

Hércules agarró a su amante por toda respuesta y cogiéndola como si se tratase de una pluma se la llevó al dormitorio con la intención de demostrarle de lo que era capaz un hijo de Zeus en cuestión de sexo.

***

—¿No crees que es un poco bajita para él? —preguntó Afrodita observando a Pam con detenimiento.

—No seas gilipollas. Lo último que me esperaba de ti es que te pusieses celosa de una mortal. Hacen una bonita pareja y no quiero que hagas nada que la estropeé. —dijo Zeus haciendo que sus dedos chisporrotearan dejando claro a su hija que aquello no era meramente una recomendación.

Aquel pueblo pacífico y aquella joven pequeña, pero dura y avispada parecía ser todo lo que su hijo necesitaba. Desde el primer día se convirtieron en uno y no se volvieron a separar. Ella seguía en el cuerpo mientras que él, con la paga que había recibido de La Organización por sus servicios, había montado un pequeño taller en el que reparaba desde maquinaria agrícola hasta aparatos informáticos.

Zeus miró a la pareja de nuevo. Observó como su hijo estaba cada vez más enamorado de aquella joven. Estaba convencido de que tras estos meses al fin se había confiado a ella y podrían construir una relación que duraría toda la vida.

NOTA: Esta es una serie de treinta y seis capítulos, cada uno en una de las categorías de esta web. Trataré de publicar uno cada tres días y al final de cada uno indicaré cual es la categoría del capítulo siguiente.

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Relato erótico: “Una nena indefensa fue mi perdición 4” (POR GOLFO)

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me daríasLa mamada con la que esa cría presionó para que tomara rápido una decisión, me dejó Sin títulocaliente e insatisfecho. Ser consciente que solo necesitaba ceder y reconocer a Adela como mi hija, para tener a Malena a mi entera satisfacción, me traía loco. No en vano, esa monada era la dueña de uno de los mejores culos con los que me había topado y necesitaba hacerlo mío.
La tenía a mi alcance pero el precio que tendría que pagar era caro. Como sabéis mi idea inicial era echarle unos polvos y tras lo cual olvidarme de ella, pero ella me había sorprendido con una oferta inimaginable por mí cuando la conocí:
«Si aceptaba ser el padre de su hija, ella se entregaría a mí sin poner ningún límite».
Reconozco que eso me tenía desconcertado, la razón me pedía rechazar ese ofrecimiento pero mis hormonas me pedían exactamente lo contrario y por ello no podía dejar de pensar en que la tendría donde, cuando y todas las veces que quisiera a mi disposición. Si ya eso era tentación suficiente, esa maldita niña había incrementado la apuesta poniendo sobre la mesa su virginal trasero.
«¡Sería el primero en usar su culo!».
Solo imaginarme separando sus duras nalgas para tomar al asalto ese inmaculado ojete, hacía que valorara dar ese salto al vacío. Me sentía como Enrique de Navarra, pretendiente al trono de Francia, cuando terminó con la cuestión sucesoria diciendo: “Paris, bien vale una misa”. En este caso y parafraseando a ese noble francés, sentencié:
-Malena, bien vale ser padre.
Aun así antes de dar ese paso, decidí consultarlo con Juan y por ello cogiendo mi móvil, le llamé. Como comprenderéis no podía soltarle ese bombazo telefónicamente, razón por la cual le invité a tomar unas copas en el bar de siempre. Mi amigo además de un estupendo abogado, es un gorrón incorregible por lo que no se pudo negar a un par de rondas gratis. Colgando el teléfono, salí de casa y cogí mi coche porque había quedado con él en media hora.
Tal y como había previsto, Juan ya estaba humedeciendo su garganta cuando llegué y por ello llamando al camarero pedí una copa para refrescar la mía. Mientras dábamos cuenta de la primera consumición le expliqué lo que me había ocurrido con la muchacha desde que la salváramos de su antigua pareja.
Chismoso como él solo, en silencio, escuchó cómo le narraba el peculiar modo en que esa chiquilla había empezado a tontear conmigo. Tampoco dijo nada cuando le conté la escenita en el probador y el subsecuente desfalco a mi tarjeta de crédito pero cuando le expliqué lo ocurrido en el jacuzzi y me explayé con los detalles de cómo Malena me había usado a modo de consolador, riendo, comentó:
-Y nos parecía una ingenua.
Sus palabras me dieron el valor de confesarle mi fascinación al verla en pelotas tomando el sol y cómo su descaro me había hecho discutir con ella. Asintiendo y de ese modo dándome la razón, escuchó mi relato pero cuando llegué al momento en que cabreado me había ofrecido a mantenerlas a las dos si me daba su trasero, descojonado me preguntó si me había dado una hostia.
-No, se indignó pero en vez de rechazar la idea de plano, me pidió un tiempo para pensárselo.
Muerto de risa, Juan espetó:
-Y ahora, ¡tienes miedo que acepte!.
Avergonzado, miré a mi copa y repliqué:
-Peor, ¡me ha hecho una contraoferta!
-¡No me jodas!- exclamó a carcajada limpia, tras lo que me preguntó limpiándose las lágrimas de los ojos – ¿Qué quiere esa zorrita y que te ofrece?
Fue entonces cuando le informé que si adoptaba como hija mía a su retoño, Malena se comprometía no solo a darme su culo sino a comportarse de por vida como mi esclava sexual.
-No es tonta la chavala- refunfuñó haciendo su aparición el abogado. – A efectos legales sería tu pareja de hecho y tú, el padre de su hija. De cansarte de ella o ella de ti, ¡podría pedirte una pensión compensatoria!
-Ya lo había pensado y es eso lo que me trae jodido- comenté y abriéndome de par en par a mi amigo, le expliqué que estaba encaprichado con Malena y que deseaba hacerla mía.
-Comprendo- murmuró y bebiéndose su copa de un trago, me soltó: – pídeme un whisky, mientras pienso en alguna solución.
Ni que decir tiene que llamé al empleado del bar y pedí que nos trajera la tercer tanda de bebidas. Juan mientras tanto puso su cerebro a trabajar y por eso cuando el camarero nos había rellenado los vasos, se le iluminó su cara y adoptando una postura de absoluta profesionalidad, dijo:
– Ya sabes que en cuestión legal, nada es blanco ni negro sino todo grises con matices.
-Lo sé- respondí al haber oído muchas veces de sus labios esa expresión con la que hacía referencia a la imposibilidad de establecer un pronóstico seguro sobre el resultado de un asunto- ¿qué se te ha ocurrido?
Sonriendo malévolamente, espetó:
-Si elaboramos el documento con el que reconoces esa paternidad de modo que se pueda sobreentender que lo haces porque Malena te ha convencido que la niña es sangre de tu sangre, de haber problemas, puedes acusarla de haber actuado de mala fe y anular esa adopción por estar basada en el engaño.
-¿Me estás diciendo que podría beneficiármela a mi antojo y que cuando me cansara de ella, romper el acuerdo?
-Es poco ético pero así es. No te puedo garantizar que salgas de rositas pero lo que sí te confirmo es que de haber pensión, te saldría barata.
-Eso es todo lo que quería oír- contesté y alzando mi copa, exclamé: -¡Brindemos por mi futura hija y por el culo de su madre!….

Dos horas y tres copas más tarde, salí del local con la idea de ir a tomar en propiedad lo que ya consideraba mío. Alcoholizado pero sobre todo caliente, encendí mi coche con la idea de disfrutar de esa putita en cuanto llegara a casa. Para que os hagáis una idea de lo cachondo que me había puesto la conversación con Juan, solo tengo que deciros que le obligué a redactar a mano el reconocimiento de paternidad que me abriría las puertas de su trasero. Hoy sé que si no llega a estar tan borracho como yo, mi amigo se hubiese negado a cometer semejante insensatez y me hubiese pedido más tiempo para estudiar el documento.
«Le voy a romper ese culito nada más verla», declaré excitado como un mono mientras conducía camino a mi casa.
Para entonces esa idea era una obsesión, en mi mente lo único que existía eran esas nalgas y mi deseo de usarlas. Obviando cualquier resto de cordura, aceleré para hundir cuanto antes mi cara entre sus piernas y gracias a ello, en menos de diez minutos, accioné el mando de la puerta que daba acceso a mi propiedad.
Lo que no me esperaba fue encontrarme a Malena siendo zarandeada por su ex. Azuzado por los gritos de esa mujer, salí del Porche y sin pensármelo dos veces, me fui contra él. El tipo en cuestión no se esperaba mi intervención y por eso al recibir mi empujón, salió despedido contra la pared.
-Fuera de mi casa- grité cogiendo una azada que el jardinero había dejado tirada en un rincón.
Envalentonado por su cara de miedo, repetí mi orden mientras señalaba la salida con el mango de madera de esa herramienta. A pesar del terror que se reflejaba en sus ojos, el sujeto tuvo el valor suficiente para encarárseme y con voz temblorosa, me pidió que no me metiera porque era un asunto entre él y la madre de su hija. Fue entonces cuando las musas se apiadaron de mí y soltando una carcajada impregnada de desprecio, contesté:
-¿Tu hija? ¡No me hagas reír! Todavía no sabes que llevas dos años siendo un cornudo y que mientras tu pagabas las facturas, yo era quien me la follaba…-haciendo un inciso dramático, esperé que asimilara la información para, acto seguido, dirigirme a la muchacha, diciendo: -¡Díselo! Dile quien es el verdadero padre de Adela.
Malena vio una salida a su situación y pegándose a mí, dejó que la cogiera de la cintura mientras contestaba con una sonrisa malévola en su rostro:
– Mi hija heredó los ojos verdes de su padre- tras lo cual me besó.
Su ex estaba perplejo, no se esperaba esa respuesta y tras comprobar el color de mis pupilas, la ira le consumió pero gracias a que llevaba en mi mano la azada, no se lanzó contra mí y mientras salía de la parcela, solo pudo gritar:
-¡Zorra! ¡Me vengaré!
La muchacha al ver que desaparecía dando un portazo, me dio las gracias y se intentó retirar, pero no la dejé y reteniéndola con mi brazo, forcé sus labios con mi lengua mientras con descaro me ponía a sobarle su trasero. Durante unos segundos, no dijo nada y se dejó hacer pero al notar que mi beso se iba haciendo cada vez más posesivo y que no me cortaba en estrujar su culo con mis manos, protestó diciendo:
-¿Qué haces?
-Tomar lo que es mío- respondí y antes que pudiera hacer algo por evitarlo, desgarré su blusa dejando sus pechos al descubierto.
Acostumbrada a manipular, quizás por eso, mi acción la cogió desprevenida. Nada pudo hacer para impedir que mi boca se apoderara de uno de sus pezones al tiempo que aprisionaba el otro entre mis dedos.
-Por favor- gimió la cría sin percatarse que, por su tono, descubrí que mi violencia le estaba excitando.
No sé si fue el alcohol o el deseo largamente reprimido pero, olvidando cualquier tipo de cautela, mordisqueé esas areolas con una voracidad creciente.
-No quiero- susurró descompuesta mientras involuntariamente colaboraba conmigo presionando mi cabeza contra su pecho.
Comprendí que Malena debía llevar tiempo sin alimentar a su retoño al saborear del pequeño torrente que brotaba de sus tetas y eso en vez de cortarme, espoleó aún más mi lujuria y alzándola entre mis brazos, apoyé su espalda contra el coche y me puse a mamar. La leche de esa mujer no consiguió saciarme, todo lo contrario y fuera de mí, bebí de esos dos cántaros buscando apagar mi sed.
Su dueña, que en un principio se había mostrado reacia, también se vio afectada por mi urgencia y contra su voluntad, un incendio se comenzó a formar entre sus piernas.
-Me encanta- murmuró mientras intentaba calmar la comezón que sentía, frotando su sexo contra el bulto que crecía sin control bajo mi pantalón.
Fascinado con sus ubres, no reparé en que me había bajado la bragueta hasta que metiendo una mano por ella, sacó mi verga de su encierro.
-¡Fóllame!- rogó con una rara entonación que no supe interpretar –¡Lo necesito!
Su petición enervó todavía más mi lujuria y sin cambiar de postura rasgué sus bragas, dejando indefenso mi siguiente objetivo. Malena supo que iba a ser complacida de un modo rudo cuando experimentó la acción de mis dedos sobre su clítoris.
-Esto es lo que deseabas, ¿verdad putita- comenté al escuchar el profundo gemido que salió de su garganta.
Ni siquiera pudo contestar, le costaba hasta el respirar mientras todo su cuerpo temblaba al ritmo con el que torturaba su ya henchido botón.
-Contesta, putita. ¡Te encanta! ¿Verdad que sí?- insistí reemplazando mis yemas por mi glande.
Ese pene que no podía ver, lo podía sentir frotándose contra su vulva y eso la traía loca. Deseando apaciguar su calentura, Malena, con un breve movimiento de caderas, colocó mi erección entre sus pliegues y me imploró que la tomara diciendo:
-Hazme tuya, te lo ruego. ¡No aguanto más!
La entrega de esa mujer se vio recompensada y lentamente fui introduciendo centímetro a centímetro mi miembro por ese estrecho conducto hasta que noté que, rellenándola por completo, la cabeza de mi verga chocaba contra la pared de su vagina.
-Dios, ¡me tienes totalmente empalada!- aulló de placer la cría, quizás acostumbrada a un falo de menor tamaño.
-Pues todavía no he terminado de meterla- susurré en su oído al tiempo que empezaba un rítmico martilleo con el que a cada embestida conseguía meter un poco más de polla en su interior.
-¡Me vas a matar!- gimió satisfecha al tiempo que colaboraba conmigo dejándose caer sobre mí.
Una y otra vez, seguí machacando su pequeño cuerpo hasta que producto de ese maltrato, su vagina cedió y mi pene campeó libremente en su interior.
-¡No pares!- gritó al sentir que la humedad se adueñaba de su sexo y que sus neuronas estaban a punto de explotar.
Yo también comprendí que no iba a tardar mucho en derramar mi simiente en su interior y asumiendo que no se iba a quejar, saqué mi verga de su coño, le di la vuelta y colocándola de espaldas a mí, la volví a penetrar pero esta vez sin piedad.
Esa nueva posición desbordó sus expectativas y no pudiendo retener más tiempo su orgasmo, gritando de gozo, se corrió apoyando su pecho sobre el capó del coche.
-¡Úsame!- chilló todavía necesitada de más placer.
Confieso que me daban igual sus deseos porque estaba inmerso en una vorágine cuyo único fin era liberar la tensión que se había acumulado en mis huevos. Buscando mis intereses, usé su melena como riendas y azuzando a mi montura con un par de azotes, convertí mi trote en un desbocado galopar.
-Así, ¡sigue así!- rugió al experimentar que su clímax se alargaba e intensificaba con esa desenfrenada monta.
Toda ella vibró de dicha al notar que lejos de aminorar mi ritmo, incluso lo aceleraba. Lo que no se esperaba fue que deseando marcarla como mía, llevara mi boca hasta su nuca y la mordiera con rudeza.
-Ahhh- gimió adolorida al notar mis dientes hundiéndose en los músculos de su cuello pero en vez de tratar de zafarse, maulló como gata en celo y convirtiendo sus caderas en un torbellino, buscó ordeñar mi miembro.
La temperatura de su coño, la humedad que envolvía mi verga y sus chillidos fueron los acicates que necesitaba para explotar. Sintiendo que estaba a punto de eyacular, me agarré a sus hombros y me lancé a tumba abierta en pos de mi placer. Malena comprendió mis intenciones y de viva voz, me rogó que sembrara su fértil interior con mi semen.
Juro que ni siquiera pensé en la posibilidad de dejarla embarazada, todo mi ser necesitaba descargar mi tensión dentro de ella y dejándome llevar, rellené con blancas descargas el interior de su vagina. La cría al notar que su conducto se llenaba de mi leche, se retorció buscando que no se desperdiciara nada, con lo que nuevamente se corrió.
-Se nota que tenías ganas de follar- exclamé satisfecho al verla sollozar tirada sobre el motor del Porche.
Lo que no me esperaba fue que levantando su mirada, me sonriera y con tono pícaro, contestara:
-Así es, desde que te conocí me moría de ganas de ser tuya. Por eso tuve que presionarte al ver que no me hacías caso.
Su descaro me hizo gracia y dando un sonoro azote en su todavía virginal trasero, contesté:
-Vete a ver a Adela, no vaya a ser que tenga hambre “nuestra hija”.
Su cara se iluminó al oír que me refería a su retoño de ese modo y riendo ilusionada, me preguntó si no le daba un beso antes. Muerto de risa, mordí sus labios y susurrando en su oído, le avisé:
-Esta noche, tu culo será mío.
Su respuesta no pudo ser más estimuladora porque con un brillo radiante en su mirada, respondió alegremente:
-Ya es tuyo, esta noche, ¡solo tomarás posesión de él!- tras lo cual salió corriendo hacia la casa, dejándome disfrutar de la desnudez de su trasero mientras subía por las escaleras.

 

Relato erótico: “Mi secretaria tiene cara de niña y cuerpo de mujer 9 Y FINAL” (POR GOLFO)

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CAPÍTULO 9

Cuando madre e hija me confirmaron su disposición para quedarse embarazadas, creció en mí la sensación de verme acorralado, manipulado y hasta usado por esas dos. Desde el principio me había parecido sumamente extraño que sin apenas conocerme esas dos mujeres tan guapas me hubiesen nombrado su dueño y acogido en su casa sin pedir nada a cambio. Por eso la seguridad con la que tanto mi secretaria como su progenitora daban por sentado que sus vientres podían y debían engendrar un hijo mío, me perturbó.
«Para ellas soy un mero donante de esperma», sentencié cabreado.
Aunque gran parte de mí no estaba de acuerdo con esa reflexión y sabía que era injusta, no pude quedarme con ellas y salí de allí. Ya en la calle, busqué un bar donde ahogar mis penas sumergiéndolas en alcohol. Tras las primeras copas durante las cuales mantenía todos y cada uno de mis reproches hacia su actitud, me tranquilicé y comencé a ver los aspectos positivos de ese deseo.
«Tengo cuarenta años y si espero más, en vez de padre seré abuelo», recapacité mientras apuraba mi tercer whisky.
Tampoco me pareció una locura la idea de hacerles el amor estando preñadas porque siempre me habían gustado las panzas de las mujeres embarazadas, pero lo que realmente me hizo comprender que no era tan mala decisión fue cuando me las imaginé dando de mamar a un hijo. La imagen de sus pechos cargados de leche se convirtió en definitiva y pagando la cuenta, volví a la casa.
Mi fuga las había preocupado seriamente al temer que se habían extralimitado y por eso cuando me vieron llegar, ambas me pidieron perdón por haberse planteado el hacerme padre. Curiosamente la más preocupada de las dos era Azucena, la cual con lágrimas en los ojos, me rogó que no tomara en cuenta la idiotez que habían planteado y que a partir de ese momento, tanto ella como María iban a tomar la píldora.
Sin revelar mi cambio de opinión, quise saber los motivos que le habían llevado a ella en particular a tantear con la maternidad. Mi pregunta la cogió desprevenida y por ello le costó unos segundos responder con sus mejillas completamente coloradas:
-Me falta poco para la menopausia y como siempre me había quedado con ganas de otro hijo, pensé en que usted me lo diera.
Ignoro el porqué pero algo me decía que siendo verdad su respuesta se había guardado la verdadera razón. Como no estaba seguro preferí interrogar a María por los suyos y ésta con la inconsciencia propia de la edad, contestó:
-Mi madre y yo tememos el día en que te canse de nosotras y conociéndote sabemos que con un hijo nunca nos abandonará.
Me horrorizó escuchar tal insensatez porque además de ser un recurso inútil si terminaba hasta los huevos de ellas, se le podía dar la vuelta y por ello contesté:
-No os habéis dado cuenta que si es al revés y sois vosotras las que os desilusionáis de mí, tendríais que aguantarme por ser el padre de vuestro hijo.
Mirando al suelo, la cuarentona contestó:
-Olvidando el hecho que he jurado servirle de por vida, un hijo suyo sería un regalo y siempre le estaría agradecida.
Supe a ciencia cierta que sería así y respecto a ella, esa respuesta me valía pero no así respecto a su hija porque debido a su juventud tenía años para planteárselo antes que la naturaleza siguiera su cauce y no pudiese tener descendencia.
Mirándola a los ojos, pedí su opinión y tras unos segundos pensando, respondió:
-Eres injusto con nosotras al considerarnos menos por ser tus sumisas. ¿Acaso te cuestionarías mis razones si fuera tu novia?
-Sería lo mismo, es más te llamaría loca porque solo hace unos días que nos conocemos.
Fuera de sí, me soltó:
-¿Y si fuera tu esposa?
Ahí me pilló porque según nuestra educación un hijo es la consecuencia lógica de casarse. Por eso defendiéndome como gato panza arriba, contesté.
-Pero no lo eres, ¡no estamos casados!
Con lágrimas en los ojos y dejándose caer en la alfombra, llorando replicó:
-Para mí, ¡si lo estamos! – y recitando parte del ritual en el que se convirtió en mi sumisa, me soltó: -Desnuda llegué a ti, te reconocí como mi dueño. Te cedí mi corazón y te juré fidelidad de por vida. ¿No es eso suficiente prueba que soy tu mujer?
Su dolor me paralizó y mientras trataba de asimilar sus palabras, mi preciosa secretaria insistió:
-Nunca pensé que se podía querer a alguien como yo te quiero y menos que desearía ser madre tan joven- y haciendo una pausa, me gritó: ¡Joder! ¡Te amo! ¡Soy tuya! ¡Y quiero que me preñes! ¿Te parece tan raro?
Todavía con su grito retumbando en mis oídos, fui a ella y estrechándola entre mis brazos, la besé. María respondió a mis besos con pasión mientras su madre se unía a nosotros reclamando su lugar. Sus bocas y sus cuerpos buscaron mis caricias sin pedirme nada a cambio y de pie en mitad del salón, comprendí que acababa de unir mi destino a ellas.
Nuestras ropas nos sobraban y prenda a prenda, fueron cayendo a la alfombra mientras mis manos, sus manos firmaban la paz acariciando mi pecho, sus pechos. Contagiados por la lujuria, nos sumimos en el placer sin importar a quien pertenecía la piel a la que besábamos, el culo que acariciábamos o el sexo del que nos adueñábamos, convirtiendo ese maremágnum de cuerpos en una danza de fecundidad que no parecía tener fin.
Confirmé mi completa claudicación cuando María separando los pliegues de su madre, cogió mi sexo y con voz dulce pero firme, comentó:
-No solo queremos ser tus sumisas, queremos ser tus mujeres y formar una familia. ¿Estás dispuesto a correr ese riesgo?
-¡Lo estoy!- contesté mientras hundía mi sexo en la vagina de Azucena.
-¡Gracias!¡Amor mío!- gritó la rubia al experimentar mi intrusión y saber lo que significaba.
María no quiso quedarse fuera y poniendo su coño en la boca de su madre-esposa-pareja forzó el contacto presionando con las manos su cabeza. Ésta agradecida se concentró en el clítoris de la morena mientras yo iba acelerando lentamente la velocidad de mis caderas. Conociendo de antemano cual era mi papel, no me permití ninguna licencia y concentrado en germinar a la mayor de mis esposas, recibí con agrado la confirmación que iba en buen camino al sentir como su sexo rezumaba de flujo.
-Muévete o tendré que obligarte- ordené recordándole a la rubia que además de ser mi mujer seguía siendo mi sumisa.
Mi violenta reacción las dejó paralizadas y por eso repitiendo mi órdago, le volví a dar otra nalgada:
-Me habéis exigido que os preñe y eso pienso hacer aunque para ello tenga que violaros.
Mis palabras les sirvieron de acicate al echarles en cara el motivo por el que estábamos haciendo ese trio. María dándome la razón dijo:
-Fóllatela sin contemplaciones.
Su consentimiento me dio alas y agarrando a su madre de las caderas, profundicé en mis embestidas. Usando mi pene cual cuchillo, apuñalé su sexo con ferocidad. Mi nuevo ímpetu provocó que Azucena recordara que además de su hombre era su dueño y al mezclarse en su interior mi violencia y mi ternura, ese extraña dualidad elevó la cota de su excitación hasta límites pocas veces antes experimentados.
-¡Me corro!- bufó indefensa.
Su entrega fue la gota que derramó el vaso de su retoño y uniéndose a su placer, explotó en su boca. Ser testigo del sus orgasmos simultáneos, me permitió liberar mi tensión y con una copiosa eyaculación, sembré de blanca simiente la vagina de Azucena.
Reconozco que fue una sensación rara saber que esa cuarentona esperaba con desesperación que mi semen germinara su útero y por eso creo que tardé tanto tiempo en vaciar mis huevos.
Satisfecha al comprobar la cara de felicidad de su madre, me rogó que la llevara en brazos hasta la cama:
-No quiero que por levantarse, esta anciana pierda la oportunidad de ser madre.
Me pareció una completa idiotez que creyera que poniéndose de pie, disminuirían las posibilidades de resultar embarazada pero como no quería discutir por un tema tan nimio, no dije nada y respeté su petición. Levantando del suelo a la rubia, la llevé hasta nuestro cuarto y depositándola suavemente sobre la cama, aguardé.
Tras lo cual María me pidió que me tumbara entre ellas dos. Ni que decir tiene que obedecí, sin saber que tenía pensado esa morena. No acababa de acomodarme cuando me pidió que me quedara inmóvil. Reconozco que me picaba la curiosidad y por eso apoyando mi cabeza en la almohada, esperé a ver qué hacían cerrando los ojos para que mi mirada no cortara su inspiración.
Privado de la vista, me concentré en lo que experimentaba al sentir cuatro manos recorriendo mi pecho. Perfectamente distinguí cuáles eran de Azucena y cuáles eran las de su hija porque las de esta última se mostraron más atrevidas. Poco a poco los toqueteos de ambas mujeres fueron adquiriendo confianza y en un momento dado, María tomó mi miembro entre sus manos y este se irguió orgulloso, creciendo hasta su longitud máxima.
-¿Estas cachondo o te ha picado una abeja?- preguntó divertida al abarcar entre sus dedos mi erección.
Soltando una carcajada, su madre en plan de guasa le explicó que desgraciadamente por muchos hombres que conociera, eran pocos los que tenían entre sus piernas algo de ese tamaño y dureza. Su piropo azuzó mi calentura mientras esperaba sus siguientes movimientos. Viendo que las dejaba hacer, juntaron sus manos sobre mi pene e imprimiendo un suave ritmo, me empezaron a masturbar.
Confieso que me encantó cuando al unísono María y Azucena fueron izando y bajando la piel de mi miembro de un modo tan coordinado que consiguieron dotar a esa paja de una sensualidad pocas veces experimentada por mí.
-¡Bésame!- soltó la menor de mis sumisas más alterada de lo que nunca había supuesto que estaría al pajearme en conjunto con su madre.
Alucinado contemplé como Azucena, cogiendo sus labios entre los suyos, la besaba con pasión. Su ardor me hizo entreabrir los ojos y ver que la rubia no solo le había hecho caso sino que llevando su mano a la entrepierna de su retoño, la estaba acariciando. Los gemidos de la morena no tardaron en surgir de su garganta al ver hoyado su sexo. Y dejándolas interactuar, disfruté de la forma tierna pero apasionada con la que esas dos bellezas se hacían el amor.
En un momento dado, ya parecía que me habían olvidado cuando pasando una pierna sobre mí, María se empezó a ensartar con mi miembro mientras la otra favorecía su excitación acariciándole los pechos. Esa dupla de caricias me permitió apreciar casi de inmediato como se humedecía su sexo mientras absorbía en su interior mi miembro.
Azucena contenta de tenernos juntos en la cama, comenzó a mamar de los pechos de la morena mientras mi falo desaparecía centímetro a centímetro dentro su chavala. A partir de ese momento, María aceleró sus maniobras, dejando que mi pene entrar y saliera a sus anchas de su interior mientras bajaba mis manos hasta su culo y cogiéndola de la cintura, me ponía ayudarla. El contacto mi glande chocando contra la pared de su vagina incrementó sus ganas de ser inseminada y ya sin ninguna cortapisa, cabalgó sobre mí alegremente.
Al advertir que su hija estaba disfrutando, la madre decidió que ella también quería disfrutar y llevando su sexo a mi boca, me pidió que se lo comiera. No hice ascos a su sugerencia y separando sus labios, localicé ese hinchado clítoris y me puse a jugar con él con mi lengua hasta que conseguí sacar de su dueña prolongados y fuertes gemidos con cada lamida.
María al ver que Azucena se retorcía gozando le dedicó un pellizco en un pezón, recriminándole en plan de broma que fuera tan zorra.
-¡Más respeto! No soy una zorra sino vuestra zorra- exclamó sin pararse de mover.
Lo que no se esperaba en absoluto la mayor de mis sumisas fue que su pequeña sonriendo le contestara:
-Espero que Manuel tenga reservas, porque esto me está encantando y quiero repetir.
Muerta de risa, al escuchar que sin haber terminado ya estaba pensando en follar otra vez, exclamó:
-Hija mía, ¡eres un putón desorejao!
Esa sintonía carente de personalismos no celos les hizo sincronizar sus cuerpos y aunque parezca mentira, al mismo tiempo saboreé el clímax de la rubia mientras el flujo de la morena salpicaba mis piernas y cansado de mantenerme a la expectativa, decidí tomar las riendas y sin pedirles su opinión, las obligué a cambiar de posición y poniéndolas una encima de la otra, cogí a María de las caderas y de un solo empujón le clavé todo mi estoque.
Esta no protestó por el cambio sino que chillando de placer, besó a su madre con pasión. Completamente entregadas a la lujuria, mis sumisas vieron como alternando entre sus sexos mi pene repartía sus atenciones entre las dos. Una vez era el coño de la madre el que recibía mi ataque para sin pausa ni aviso previo fuera el de la chavala el objeto del mismo trato.
Esa alternancia las sorprendió y mientras se retorcían de placer, la morena me pidió que aunque fuera esporádicamente esa postura pasara a formar parte de nuestra rutina sexual. Sin poderme creer que les estuviera gustando tanto, les informé que la próxima vez probaría con otra variante.
-¿Cuál?- preguntó.
Descojonado, contesté:
-En vez vuestros coños usaré vuestros culos.
Recibieron esa amenaza con ilusión y a base de gritos me jalonearon para que incrementara la violencia de mis penetraciones. No hizo falta que lo repitieran mucho y usando mi miembro como ariete, agrandé la brecha de sus defensas y en particular en las de María que pegando un sonoro aullido se corrió.
-¿Te gusta putita como te trata nuestro macho?- preguntó su madre.
Con la respiración entrecortada y mientras el reguero de flujo que brotaba de su coño bañaba el de su pareja, respondió:
-¡Sí! Me encanta como me folla nuestro marido.
Asumiendo el hecho que se refiriera a mí de ese modo, repliqué:
-Pues ya que soy vuestro marido, os aviso que no voy a dejaros de follar a todas horas hasta que os quedéis embarazadas para que una vez hayáis parido, desayunar y cenar con vuestra leche.
Esa amenaza surtió el efecto contrario y bufando de placer, María se asió a los pechos de Azucena pidiéndome más caña. ¡Por supuesto se la di! Cogiéndola de los hombros, los usé para impulsarme de manera que con cada embestida mi glande chocaba con la pared de su vagina mientras mis huevos rebotaban contra su vulva convertida en un frontón.
-Sigue, por favor, ¡no pares!- aulló de placer la muchacha.
Era tal su calentura que olvidando toda prudencia, apoyó su cara en la almohada y separando con las manos sus nalgas, buscó que mi pene se hundiera aún más hondo en su interior. Al hacerlo me permitió redescubrir su ojete y si no llego a estar convencido a inseminarlas, con gusto le hubiera roto ese precioso culo que sin pensar a lo que se exponía, había puesto a mi disposición.
-Si sigues presumiendo de culo abierto, ¡cambio de objetivo!
Mi exabrupto terminó de excitarla y dejándose caer sobre su vieja, me imploró que me corriera en su interior. No sé si fue su ruego o si esa postura facilitó mi eyaculación pero lo cierto es que mi cuerpo se vio envuelto por el placer y con bruscas sacudidas de mis caderas, rellené su vagina con lo que tanto ansiaban y ella al sentir que esparcía mi semilla en su fértil vagina, llorando me pidió que la besara.
-¿Qué te pasa?
-Nada, mi amor. Lloro porque soy feliz. Al saber que además de ser tus mujeres y fieles putas quieres que seamos las madres de tus hijos…

EPÍLOGO

Esa noche y las semanas siguientes, me dediqué en cuerpo y alma a dejar preñadas a ese par de bellezas y sé que lo conseguí porque desde hace dos meses, todas las mañanas María y Azucena compiten por ver cuál de las dos llega antes a vomitar al baño.
Todavía casi no se les nota la panza pero lo que me tiene sumamente ilusionado es comprobar el tamaño que están adquiriendo sus pechos. Si al final su producción va en consonancia con el grosor de sus ubres, sé que cada vez que se los pida:
¡Tendré mi ración de leche asegurada!

FIN

 

Relato erótico: “El Virus VR 11” (POR JAVIET)

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Recomiendo la lectura de los episodios anteriores para una mejor comprensión de la historia.

Estoy escribiendo intentando recordar la historia en orden cronológico, ha pasado mucho tiempo desde aquellas fechas, recuerdo perfectamente lo del episodio anterior y estaba escribiendo la continuación cuando ha ocurrido el siguiente flashback…

Las imágenes se agolpan en mi cabeza, me caigo de la silla quedando en el suelo sin poder moverme, todo mi cuerpo tiembla, sigo recordando y parecen escenas de una mala película dentro de mi cabeza, veo la sonrisa de Ceci feliz a mi lado con la luz del sol incidiendo detrás de ella y transformando su pelo rubio en un aura dorada, su cuerpo desnudo, caricias mutuas, un grupo de amigos celebrando algo, un anillo precioso con un diamante o algo así, médicos, mas infectados en distintas habitaciones atados y recuperándose, otros de espaldas un arma y un tiro en la nuca, médicos y soldados hablando conmigo sonrientes, expedición de captura por el pueblo, salen muchos son una multitud, tiros y gritos, una niña y a Ceci gritando “es mi hermana Nina” mordisco, dolor fuerte en la muñeca, una habitación brillante, estoy tumbado un medico me pincha algo y escucho “antídoto probable” caos, mas dolor y temblores, sangre, ellos entran, huida, helicóptero, veo la cara de Ceci alejarse dentro de uno de ellos, estira sus manos hacia mí gritando y la maquina se aleja llevándosela, corro detrás, caigo al suelo.

Mi cuerpo en el suelo parece sufrir un ataque de epilepsia, he salido de él pero algo tira de vuelta de mi fuertemente vuelvo a mi funda de carne y los escenas siguen en mi cabeza más largas e intensas pero sin parar de cambiar, no son mis últimos recuerdos, pero son casi los más recientes y frescos, son de cuando yo era uno de ellos… o casi.

Veo pies a mi alrededor, todo tipo de pies calzados, con todo tipo de calzados e incluso pies desnudos, manchados regueros de orín y heces que se deslizan bajando hacia ellos, me duele muchísimo la cabeza y los veo pasar a mi alrededor se oyen gritos y gruñidos, pero sobre todo las respiraciones y el sonido de los pies arrastrándose, me incorporo despacio levantándome entre nauseas y vómitos, uno se acerca a mi olfateándome, no reacciono ni me muevo soy como un poste mientas varios se acercan escrutándome, se van y voy detrás despacio a veces me empujan veo un cuerpo rodeado de Infectados mordiéndole, le reconozco como a uno del grupo de Julián, me embarga el hambre me arrodillo entre ellos, aparto a uno pues soy más fuerte y agachándome muerdo un costado del cuerpo y mastico, la sangre cae como salsa por mi barbilla.

Veo otro fogonazo en mi mente, es de noche estoy en una casa todo está oscuro excepto la poca luz de luna que entra por la ventana, estoy tumbado en el suelo con gente a mi alrededor, nadie habla solo se escuchan gruñidos ocasionales y ronquidos, tengo hambre y me levanto, ando por la casa veo movimientos y gruñidos en un rincón, me acerco encontrando a una mujer siendo follada por un tío, está a cuatro patas y el tío se la clava por donde puede, me acerco y miro olfateando el olor a hembra en celo hasta que otro tipo de hambre me inunda, llevo las manos a mi pantalón y tras varios intentos rompo mi bragueta, sacando mi miembro a la vez que el otro acaba y se cae hacia atrás, le sustituyo rápido rellenando a la hembra, esta gime al recibirme moviendo sus ancas por instinto, la acompaño en sus movimientos cada vez mas frenéticos hasta que me corro dentro de ella, saliendo y dejando paso al siguiente que va llegando a mi lado, me separo de ellos mi flácido miembro sigue colgando sucio no me acuerdo de guardarlo.

Otro fogonazo y me veo corriendo por el bosque, hemos rodeado a un cervatillo somos como una manada de lobos y estamos cazando, los demás parecen seguir las ordenes que hago con las manos, finalmente lo cogemos y empezamos a comérnoslo, uno de mis compañeros molesta e intenta coger lo que yo como, le gruño pero no se aleja sino que me devuelve el gruñido y da un puñetazo, me arrojo sobre el estrangulándole a la vez que le muerdo en la cara, los demás gritan y gruñen apartándose de nosotros, cuando su cuerpo muerto se queda quieto por fin me levanto y escupo un buen trozo de su mejilla, los demás han comprendido quien es el líder y se callan de golpe, me agacho a comer el cervatillo y solo entonces se animan a volver a comer lo que les dejo, el rebelde muerto es nuestro postre.

Viene otro fogonazo a mi mente, recuerdo como poco a poco recupere la memoria, tardó días en volver del todo y fue por culpa de la dichosa gasolinera, me pare allí y me senté delante durante mucho tiempo, llovió y entre en ella abriendo el cierre, no sé como lo recordé pero el hecho es que lo conseguí, no deje entrar a ninguno de mis compañeros ocasionales de manada, comí lo que encontré y bebí agua de lluvia de una gotera, mi conciencia volvía lentamente a mi y empecé a rehuir a los demás infectados separándome de ellos, mi pequeño grupo incluía a varias mujeres y comencé a evitarlas aunque me buscaran por las noches, finalmente me deje medio vencer por otro de los machos cuando me golpeo a traición y me quede abandonado como quería, al fin estaba solo.

En otro fogonazo me veo volviendo al torreón, quieto ante el intentando pensar mientras mis recuerdos volvían a mi mente, me pase días buscando refugio y comida en el bosque para volver siempre al caer la tarde, un día tras otro me paraba frente al torreón mientras afluían de nuevo mis recuerdos, poco a poco mi mente se volvía a colocar, pero era tan lento y caótico como un epiléptico en pleno ataque intentando montar un rompecabezas o un cubo de rubik, un día parado ante el torreón dos silabas salieron de mi boca:

– Ce…ci

Al principio solo fueron unas lágrimas lo que broto de mis ojos, pero las siguieron una inundación, llore durante horas, recordé a mi amor y apoyándome en su recuerdo mi memoria volvió del todo, aunque me llevo algún tiempo.

Recordé que tenía que volver allí dentro, un día se me ocurrió hacer una escalera, la hice atando trozos de rama sobre una rama larga con la tela de lo que quedaba de mi camiseta, luego me dirigí al torreón evitando las trampas y los espinos que había puesto yo mismo, seguidamente salte sobre el foso viendo en el fondo de este los restos putrefactos y medio quemados de varios cuerpos, evite caer allí y coloque la escalera, subiendo por ella hasta la muralla retirándola a continuación para arrojarla al interior del patio, baje y busque en el cobertizo la llave de repuesto que había escondido hacía mucho tiempo.

Otro fogonazo y me veo dentro del torreón, recuperando mi memoria entre objetos familiares, oliendo la ropa de Ceci y mirando la huella de su cuerpo sobre la sabana, durmiéndome en el sofá para no desdibujar aquella silueta, recordando su cara como un faro en la noche y volviendo a la normalidad gracias a ella, un par de semanas (creo) después de entrar en el torreón y descubrir que recordaba hablar medianamente rápido, e incluso leer y escribir torpemente mordiéndome la punta de la lengua, me sentí lo bastante lucido para conectar la radio y llamar al punto seguro 4, me contestaron pero no se lo acababan de creer, finalmente tras llamar varias veces e identificarme sin que me creyeran, escuche la voz de Julián cuando el oficial de comunicaciones le paso el micro, con voz dura me dijo:

– Mira idiota, no sé quien coño es, pero no es Antonio Lope, le vi caer con mis propios ojos.

– Claro que caí capo, pero me he levantado de entre los muertos para meterte la Vuvucela por el culo.

– ¡NO!… no es posible, Toni… ¿eres realmente tú? Llevas casi tres meses dado por muerto.

– ¿Tres meses? bueno amigo si te soy sincero no sé si lo he estado, pero me voy recuperando.

– O sea que la mierda de “antídoto probable” del doctor Dalton funciona, me alegro por ti tío.

– Parece que si díselo y que la use, ¿y mi Ceci?

– Más gordita y guapa cada día tío con suerte, la dejaste embarazada cabroncete.

La conversación siguió un rato mas, luego vinieron las noticias malas, en espera de cómo funcionaba el antídoto debería permanecer en cuarentena como cualquier otro Infectado, es decir 8 meses desde el día de mi mordedura, se suponía que debía tomar antibioticos hasta entonces y confiar en que mi cuerpo expulsase el virus por la orina.

Me recupero levantándome del suelo, antes estos ataques eran más fuertes, me solían dejar baldado y hecho polvo al menos un día, pero van remitiendo espero que cesen cuando expulse el virus, pero os seguiré contando un poquito más.

Me dieron ánimos pero la realidad es que no se fiaban, por si tenía una recaída y en ese caso mejor tenerme lejos, mi estatus había pasado de superviviente a conejillo de indias, al menos me dejan charlar por la radio con Ceci y aquí entre nosotros os diré que tiene una voz preciosa.

Me sacaran de aquí en helicóptero, según mis cuentas cuando falten 15 días para que mi rubia dé a luz, una vez que acabe mi cuarentena y si todo va bien, entretanto seguiré escribiendo mis recuerdos, tal vez le hagan falta a mi hijo.

Continuara…

¿Médicos, soldados, helicópteros, trampas, alambres de espino, foso? Pero… ¿esto qué é lo que é? (saludos Malaga)

Tranquilos lector@s, no os habéis perdido ninguna entrega, (en caso de que si, pulsad sobre javiet en el encabezamiento, e iréis a la página de autor donde los podréis repasar) este relato es un paréntesis en la historia de Toni, más bien es un vistazo a su futuro.

Disculpadme si es un tanto escatológico o sucio pero e intentado ponerme en el lado contrario del fusil para que nos hagamos una fugaz idea de la ¿vida? de un infectado de VR y recordemos que no es zombi muerto, sino algo vivo y con instintos primarios aunque bastante básicos.

¡Sed felices!

Para contactar con el autor:
javiet201010@gmail.com

 

Relato erótico: “Cómo seducir a una top model en 5 pasos (09)” (POR JANIS)

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portada criada2La diva.

Nota de la autora: Quedaría muy agradecida con sus comentarios y opiniones, que siguen siendo muy importantes para mí. Pueden usar mi correo: janis.estigma hotmail.es

Gracias a todos mis lectores, y prometo contestar a todos.

Sin títuloLas cosas habían mejorado bastante para Cristo en ese último mes. En lo personal, había conseguido una intimidad con su tía y su prima que jamás consiguió con otros miembros de su familia, ni siquiera con su madre. Es que un chantaje y una esclavitud encubierta unen mucho, la verdad.

Zara, por su parte, había pasado de una actitud colaboracionista con su jefa a una decidida admiración. Para Cristo era evidente que se habían hecho novias. Para el gitanito, era perfecto. Le permitía jugar la carta del familiar simpático y asegurar su puesto en la empresa.

De hecho, en lo profesional, Cristo estaba empezando a ser un tanto imprescindible, sin tener que tocar la tecla de la familia. Poco a poco, se estaba empapando de todos los secretillos y rumores que recorrían los pasillos y platós, no solo de la agencia en si, sino del mundillo en general. Las chicas bromeaban con él, le hacían partícipe de sus pecadillos, de los cotilleos y envidias. Se reían con sus bromas y chistes picantes. Cristo era como el bufón eunuco del harén, y eso le encantaba.

Sabía perfectamente que no podía conseguir nada con aquellos ángeles hermosos, que se codeaban con estrellas de cine, magnates, y poderosos promotores. No cabía ninguna aventura romántica con ellas, pero si podía guardar y encubrir sus secretos, sus debilidades.

Con ello, conseguiría más poder y pasta, las dos “Pes” del negocio.

En lo sentimental, las cosas también le iban bien. Sus tontos prejuicios sobre Chessy acabaron cuando el bonito y largo pene de su novia le otorgó la mejor noche de sexo que pudiera recordar. Ya no pensaba en ella como en un hombre disfrazado, sino que había alcanzado una nueva categoría sexual. Ahora, para Cristo, existía un tercer género: “la hemma”, o hembra macho. Daba igual que fuera un simple travestí, o un transexual hormonado, o bien un hermafrodita escapado de un sueño. Si era bella y parecía una mujer, no importaba que pudiera tener la Torre Eiffel entre las piernas, pues entraba en esa categoría.

Por su parte, Chessy le había insinuado que con algunos de sus clientes, en ocasiones, llegaba un poco más lejos que un simple masaje. Cristo se quedó mirándola. Ya sabía que una cosita tan hermosa como ella no podría escapar del efecto pulpo de los tíos, y menos con dinero de por medio.

― ¿A qué te refieres, Chessy? – inquirió Cristo, tratando de averiguar más.

― Bueno, algunos clientes quieren complementar el masaje con unas friegas más eróticas, ya sabes – se mordió ella el labio, con ese mohín vergonzoso tan característico.

― ¿Una pajita? ¿Una mamada?

Ella asintió vigorosamente varias veces, llevándose las manos a la espalda y bajando la mirada. Estaba preciosa, allí de pie, parada ante él, mientras Cristo, sentado en un butacón gigantesco, veía el “football”, tratando de entender las reglas americanas.

La conversación había surgido casi por casualidad, en el apartamento de Chessy. Ella planchaba algo de ropa y él veía la tele. El verano se acercaba y ella comentó que, en esa época, su trabajo aumentaba de clientela. Al “claro, nena, lo que necesites” de él, ella no pudo soportarlo más, y le confesó parte de lo que requería también su trabajo de masajista.

Cristo no era gilipollas, aunque se lo hiciese. Algunas de sus primas también estaban en el mismo gremio. No el de las masajistas, sino en el de putones verbeneros. En Algeciras no había Ramblas como en Barcelona, pero había paseo marítimo de cojones para hacer la calle, o bien las esquinas de siempre en el Saladillo. Cristo conocía el percal, pues todas sus andanzas festivas estaban relacionadas con putitas y putonas. Pero reconocía que lo que Chessy hacía no tenía mucho parecido con lo que las guarronas de la calle ofrecían.

Según ella, Chessy no aceptaba penetraciones de ningún tipo; solo sexo oral, y no con todo el mundo. Era algo que surgía entre sus clientes más habituales y seguros. Ya había una confianza y una intimidad entre ellos que les vinculaba.

― Tómalo como un masaje terapéutico – susurró ella, al inclinarse para besarlo.

― ¿Un masaje terapéutico? ¡Estás hablando de hacerles una gayolaaaa!

― Pero nene, eso es con música de pulseras. Yo no llevo de eso – ronroneó Chessy, frotando su naricita contra la del gitanito.

― ¡La madre que me…! ¡Chessy, déjate de hostias! ¿Te los follas?

Chessy se arrodilló a su lado, las manos entrelazadas sobre sus muslos. Sus grandes ojos se llenaron de lágrimas. Su barbilla tembló por la emoción.

“¡Joder! Es clavadita al gatito de Shrek, cuando pone esos ojitos tiernos.”, pensó Cristo, sintiendo como su enfado se diluía.

― No, Cristo, te lo juro. ¡Nada de contacto! Ni siquiera dejo que me toquen. Solo yo actúo, que para eso soy masajista diplomada. Es casi lo mismo, nene. Froto sus cuerpos desnudos con aceite, pellizco músculos y tendones… ¿qué más da que les frote la polla también? Me permite cobrar el doble…

“Hombre, visto así…”

― Llevo tratando a algunos más de dos años. Sé en lo que trabajan, quienes componen su familia, si tienen amantes o no, si están enfermos… ¡Lo sé todo sobre ellos! Me pagan para combatir el estrés, la tensión de sus cuerpos, la presión de sus trabajos cotidianos. ¿Debería dejarles marcharse con una profesional del sexo, después de haber palpado sus cuerpos hasta la saciedad? ¿Qué otra se lleve el dinero que me pertenece por derecho?

Cristo se quedó rápidamente sin respuestas. No es que Chessy fuera más lista que él, sino porque era una buena oradora y, sobre todo, porque tenía razón. Los prejuicios de Cristo estaban basados en la falsa moralidad y en el machismo. “Mi novia no puede ser puta, pero yo, en cuanto puedo, me paso las noches con ellas.” Ese es el pensamiento más extendido entre este tipo de fauna.

Finalmente, Cristo tuvo que dar su brazo a torcer, sobre todo cuando le arrancó la promesa que solo seguiría con el sexo oral. En contramedida, Chessy le hizo detallar, al por menor, que era, para él, sexo oral. “Pajas y mamadas”, respondió él.

― Vamos a ver, amorcito… sexo oral es todo lo que se puede hacer con las manos, con la boca, y con las partes del cuerpo que no sean ni el sexo, ni el ano – expuso ella.

― Pero…

― Se puede masturbar con las manos, con los pies, con las corvas y los muslos, con los glúteos, con el pelo – enumeró ella, dejándole con la boca abierta. – Se puede hacer una cubana con los senos, y usar la boca no solo para chupar una polla… ya sabes… beso negro, traje completo de saliva, el beso eterno… Así mismo, el cuerpo desnudo no está exento de posibilidades, sobre todo disponiendo de un buen aceite corporal. Ahí tenemos el masaje tailandés, las friegas calientes japonesas, el baño turco, la técnica de la serpiente, y, claro está, la cama deslizante.

― ¿La… la c-cama desliz…? – balbuceó Cristo.

― Deslizante, cariño. Se coloca un plástico grande sobre la cama y se derrama un bote de aceite. Los cuerpos desnudos se embadurnan y se frotan el uno contra otro, incapaces de aferrarse y abrazarse, hasta…

― Si, si, lo he entendido… lo entiendo… – la cortó él, agitando los brazos.

Nunca hubiera creído que existían tantas técnicas amatorias. Para Cristo, estar con una mujer era follarla y correrte; todo lo más, sacarle una buena mamada. De hecho, no hacía mucho que había aprendido a toquetear el coño de una mujer, llevándola al orgasmo.

― ¿Todo eso? – gimió Cristo.

― Si, cariño. Son derivaciones de una técnica sexual, pero, en el fondo, es lo mismo aunque aporten distintos placeres.

Cristo se llevó un dedo a los labios, cayendo en un mutismo reflexivo. A los pocos minutos, en que Chessy esperó pacientemente, de rodillas siempre, Cristo dijo:

― ¡Está bien! Puedes hacer todo eso, menos follar con el cliente. ¡Nada de darle tu culito! ¡Eso te lo dilato yo solo!

― Claro, cariño. Mi culito es solo tuyo… pero…

― ¿PERO? – el rostro de Cristo se desfiguró, rojo por el cabreo.

― Verás, mis clientes son repetitivos gracias al morbo… debido a que no soy una mujer, ¿comprendes?

Cristo no contestó. Apretaba los brazos del sillón con los dedos, los ojos entrecerrados. Aquello superaba su tolerancia de macho.

― Ellos quieren tocarme y para eso me pagan. ¿Pueden tocarme?

― Si – musitó bajito el gitano.

― ¿Pueden acariciarme las nalguitas?

― Si, jodiá…

― ¿Y agarrar mi pollita?

― ¡¡SSII!! ¡MALDITA SEA! ¡TODO MENOS DARTE POR EL CULO, COÑO!

― Gracias, nene – dijo ella, con una sonrisa de triunfo y poniéndose en pie. – Y, ahora, cariñito mío, viendo que estás muy tenso, ¿Qué tal si te ocupas de lo que has prometido?

Cristo, jadeando tras el grito, miró incrédulo, como Chessy se bajaba el chándal, mostrando sus perfectas nalgas. Encendido, tardó microsegundos en quedarse desnudo, mientras contemplaba como su novia se desnudaba lentamente, regodeándose en aquel cuerpo despampanante que le traía loco. Ella se sentó sobre las rodillas de su chico, haciendo coincidir los dos miembros. El de él, estaba tieso y expectante, el de ella, lánguido y morcillón. Los enredaron con placer, entre besos húmedos y caricias desaforadas. Parecían dos animales en celo, que no se daban cuartel en sus apetitos. El dedo de Cristo, cada vez más hábil en el menester, se coló por el dúctil esfínter de Chessy. Lo dilató sin necesidad de usar otra cosa que su saliva –tampoco es que hiciera falta demasiado para que se tragara su pene-, y alzándole las nalgas, se la introdujo de un golpe.

Mano de santo, oiga.

Chessy relinchó de gusto, echando la cabeza hacia atrás. Pequeñita pero cumplidora, se dijo ella, cabalgando el apéndice de su novio. Cristo, como de costumbre, se afanaba en los gloriosos senos de su chica. Siempre se preguntaba, al verlos, como era posible que un tío poseyera los senos mas sublimes que había visto jamás, sin necesidad de operarse.

El miembro de Chessy fue creciendo, a medida que se enredaba en el placer. Lo pegó al suave vientre de Cristo, rozándose con el ombliguito de botón. A Chessy le encantaba el cuerpecito de su novio, tan suave y tierno, tan liviano y dispuesto. Mordisqueó de nuevo los morenos labios, aspirando el aliento del chico, y se preguntó, en uno de esos pensamientos estúpidos que se pasan por la cabeza en los momentos de gran placer y dicha: ¿Qué veo en Cristo para que me guste tanto?

Como podéis comprobar, no solo es patrimonio de las mujeres pensar en musarañas cuando se las están follando, algunos tíos también lo hacen. Bueno, no sé si llamarlo tío es apropiado… El caso es que Chessy saltaba sobre la polla de Cristo, jadeaba y se agitaba, y, al mismo tiempo, repasaba las cualidades que le atraían de su chico. A saber usted por qué…

El chico ideal de Chessy era alguien más alto, de complexión delgada y flexible, rasgos duros y masculinos, y, sobre todo miembros velludos. En cambio, Cristo era la antítesis de todo eso. Quizás por eso mismo, la atraía. ¿No es cierto que los polos opuestos se atraigan? Pero Cristo no era “su” polo opuesto, sino el contrario de su idealización. A lo mejor, en el fondo, el ideal era tan solo el reflejo de nuestra personalidad. El caso es que Cristo la atrajo desde el primer momento en que le vio, tan perdido en la gran urbe, tan exótico con aquellos rasgos delicados. Era distinto a cuanto conocía, tanto en amistades, como en clientela. Además, estaba su inquieta y singular personalidad. Cristo no pensaba como los neoyorquinos, ni siquiera como un americano. Cristo era gitano, europeo, y masón, por así decirlo. Ni siquiera era un tipo particularmente morboso y atrevido, epítome del género que la enloquecía, pero, con aquello, podía resumir lo que le atraía de su novio.

Lanzó su pelvis hacia delante, frotando su polla con más dureza contra el vientre de Cristo, y musitó a su oído:

― Me voy a correr, cariñito… sobre tu barriguita…

― ¡Hazlo, mala pécora! Voy a regarte el culo… voy a preñarte… ese culazooooo…

Cristo se corrió, sin dejar de agitarse, dejando una buena cantidad de semen en el recto de Chessy, quien, al sentirlo, dejó escapar un chorrito acuoso, justo sobre el ombligo masculino. Tras esto, descabalgó al chico y, sin ningún escrúpulo, lamió la polla de su chico hasta dejarla limpia.

― Te dejo acabar el partido, cariño – le dijo Chessy, recogiendo su ropa del suelo y dirigiéndose al baño.

Estaba contenta. Al final, había abordado la cuestión que la tenía en vilo, la vertiente putera de su trabajo. La cosa había ido mejor de lo que esperaba. Tendría que perder algunos clientes a los que ofrecía su trasero, pero, en lo principal estaría bien. De hecho, no solía ofrecer más que sexo oral.

Sonrió a su reflejo en el espejo. “Ya lo decía Gandhi, hablando se entiende la gente.”

____________________

Priscila acompañaba a Thomas Gerrund hasta el ascensor, cuando éste se abrió revelando otra de las nuevas celebridades del mes, en la agencia. Cristo, desde su puesto en el mostrador de atención y bienvenida, lo veía todo, sin apenas alzar la cabeza. Alma le había enseñado a mirar sin levantar la cabeza, a ras del mostrador de mármol.

Thomas Gerrund era un famoso fotógrafo inglés que había firmado un contrato con la agencia, por un tiempo de dos años. Era un hombre de unos treinta y tanto años, alto y delgado, con movimientos parsimoniosos. A Cristo no le extrañaba que fuera un poquito gay, sobre todo por como movía y colocaba las muñecas, dejando sus largas manos colgadas, como muertas. Pero, al parecer, tenía muy buen ojo con las chicas, sabiendo cómo sacarles ese hálito salvaje que toda mujer lleva en su interior.

Sin embargo, por muy famoso que fuera el fotógrafo, los ojos de Cristo no se apartaban de la persona que había surgido del ascensor. Se trataba de una de esas chicas inolvidables, de las que arrasan al bajarse de una limusina, ante los flashes de la prensa. Era una criatura angelical que trepaba fuertemente hacia el ranking de las diez hembras más bellas del mundo.

Hacía unas semanas que la jefa Candy la presentó en la agencia. Calenda Eirre, una modelo en alza, famosa ya en su país de origen, Venezuela, a la que la prensa internacional catalogaba ya como la sucesora de Adriana Lima, tanto por su belleza como por su parecido.

Era realmente cierto que se parecía a la famosa modelo carioca. Morena, con ojos rasgados, verdes como los de una gata, que te miraban desde su metro ochenta y dos como si fueses un simple aperitivo. Al menos, eso es lo que Cristo sentía cuando Calenda le miraba, al pasar. Tenía diecinueve años –aunque era imposible adivinar la edad de una mujer así, quien, desde los quince años, ya no tenía ningún rasgo juvenil- y había fichado por la agencia, trasladándose desde Caracas. Para Cristo, desde el momento en que la vio, resultó ser la mujer más bella que sus ojos habían percibido jamás, ni vería seguramente.

Al segundo día que Calenda pasó por la agencia, venía sola y se detuvo en el mostrador a preguntar por el horario de su sesión. Mientras Alma buscaba la información, Cristo, que hacía todo lo posible por no mirar a la modelo directamente, se decidió a hablarle.

― Bienvenida a Nueva York, señorita Eirre.

― Gracias…

― Me puedes llamar Cristo.

― ¿Cómo el Señor? – preguntó en castellano, enarcando una ceja.

Se le notaba forzada con el inglés, y aquella pregunta se le escapó en su idioma natal, con ese deje tan particular y engolado.

― No, como el Zeñor no, criatura. Cristo viene de Cristóbal – sonrió él, usando también el castellano.

― Ay, chama, ¿eres españolito, mi vida? – se llevó las manos a la cara, con alegría.

― Po zi, zeñorita Eirre. Del zur de Ezpaña.

― ¡Que chévere, pana! Me da mucho gusto poder hablar en mi lengua acá, en Nueva York. ¡Me encanta como habláis los españoles! ¡Suena taaaan lindo!

― Po aquí eztamos pa lo que usté quiera, peazo de cuerpo – sonrió Cristo.

― La sesión empieza dentro de media hora, señorita Eirre. Puede pasarse por maquillaje, al fondo del pasillo – les cortó Alma.

― Muy amable, señorita…

― Alma – se presentó la dueña del mostrador.

― Alma… bonito nombre. Cristo, ¿podemos almorzar cuando acabe? – le preguntó, mirándole con aquellos preciosos ojos felinos, y dejándole con la boca abierta.

― Si lo desea. Estaré aquí, trabajando – respondió, esta vez en inglés.

Se alejó taconeando sensualmente. Tanto Cristo como Alma contemplaron aquel culito meneón, cada uno ubicándolo en su particular fantasía.

― ¡Mira tú! – la pelirroja le atizó un codazo cariñoso. — ¡Has ligado!

― ¡Anda ya!

― ¡Si te ha invitado a almorzar y todo, pillo!

― No conoce a nadie y yo hablo español, eso es todo. Me va a utilizar para aprender a moverse en Nueva York, ya verás – respondió Cristo, suspirando interiormente.

Cristo no se hizo ninguna ilusión con aquella invitación. Sabía perfectamente que no podría jamás optar a tener una aventura amorosa con aquellas grandes divas. Lo mejor era reírse con ellas, disfrutar de su encanto, y beneficiarse de su amistad. Pero, no le hacía daño a nadie si fantaseaba un rato con Calenda Eirre, la supuesta heredera de Adriana Lima, ¿no?

Lo cierto es que la amistad surgió espontáneamente entre ellos dos, de forma muy natural. Calenda se pasó por el mostrador tres horas más tarde, y Cristo la llevó a un sitio discreto y alejado de la agencia. Almorzaron una deliciosa pizza en una trattoría familiar que Chessy había descubierto. Calenda acabó chupándose los dedos y riendo por ello. Cristo se quedaba en trance, contemplando aquellos divinos labios sorber y chupetear los hilachos de queso fundido. En su mente, aquello no era queso, en absoluto, ni tampoco estaban en una pizzería, en el SoHo.

A partir de entonces, cada vez que llegaba a la agencia, se detenía a charlar un ratito con él y, cada vez que podían, salían a almorzar juntos. Calenda no tenía más amigos que él, en la ciudad, y tampoco los necesitaba. Apenas disponía de tiempo para más relaciones. Todo era trabajo y trabajo. Promociones, publicidad, rodajes y sesiones. En eso se había convertido su vida. Sabía perfectamente que cualquiera de sus compañeras, en la agencia, mataría por lo que ella tenía y no disfrutaba. Pero ninguna de ellas tomaba el puesto de Calenda al volver a casa, al final de la jornada, algo que para ella, era lo peor de todo.

Por eso mismo, los momentos que pasaba en compañía de Cristo eran sumamente agradables, entrañables para evocar, para aferrarse a ellos en los momentos en que quedaba a solas. Verdaderamente, consideraba al pequeño español como el hermanito que nunca tuvo. Ni siquiera sabía la verdadera edad de Cristo, pues era un dato que no le interesaba. El gitano la entendía, la animaba con sus peroratas y sus soeces palabras, y calmaba su ansiedad, demostrando poseer una experiencia mucho mayor a la de ella.

El físico infantil de su nuevo amigo le encantaba, pues, al ser mucho más bajo que ella, y de apariencia tan endeble, no asumía una figura dominante a su lado. Ese era uno de los secretos que Calenda trataba de disimular en su entorno inmediato, y que Cristo supo ver enseguida. Calenda se ponía nerviosa al tener un hombre rondándola. Cuando más autoritario e insistente, mucho peor. Era como si hubiera tenido alguna mala experiencia con ese tipo de sujetos. Sin embargo, Cristo no le preguntó nada, sabiendo que era cuestión de tiempo que ella misma le contara su vida pasada.

Lo primero que supo sobre Calenda, lo hizo en su sitio secreto de la agencia, en la pequeña azotea del cartel publicitario. Calenda se había puesto nerviosa con el promotor y Cristo, en un alarde de habilidad, le mostró el sitio, que en si era ideal para fumar. La morenaza venezolana había adquirido ese vicio, aunque solo cuando estaba tensa.

― Ese hombre me recuerda a mi padre – rezongó en español, soltando una bocanada de humo.

― Usa el inglés, tanto tú como yo, debemos perfeccionar. ¿Tu padre? ¿Se quedó en Caracas?

― No, está aquí, conmigo. Es mi representante.

― Vaya. Eso es perfecto, ¿no?

― No, nada de eso.

Cristo se quedó sorprendido con la respuesta, pero intuyó que no sería buena idea ahondar más en el tema. Con la habilidad de un estafador, cambió de tema, consiguiendo que ella se relajara, antes de regresar a su sesión.

_____________________________________________________________________

Un domingo por la mañana, el móvil de Cristo sonó. Era temprano. Él y Chessy estaban aún en la cama, dormidos tras una velada de sexo y chocolate, en el apartamento de ella. Con los ojos cerrados y la voz gruñona, Cristo contestó.

― Cristo, perdona por molestarte, pero no sabía a quien llamar – el acento venezolano y la fluidez histérica del tono, le acabaron de despertar.

― Tranquila, Calenda. Despacio… ¿qué pasa?

― No quiero volver a casa en este momento, pero no sé donde quedarme. Necesito reflexionar…

― Mira, Calenda. Estoy en casa de mi chica, en el Village – Cristo miró a Chessy, pidiéndole permiso con los ojos y ella asintió. – Toma un taxi y dale esta dirección… Te esperamos para desayunar, ¿vale?

― Muchísimas gracias, amigo mío. Nos vemos.

Chessy ya se estaba poniendo una larga camiseta, sentada en un lateral de la cama.

― ¿Así que esa era la famosa Calenda? – preguntó al ponerse en pie.

― Si. Sonaba muy rara…

― Es muy hermosa – musitó Chessy. Lo dijo como una aseveración, mientras entraba en la cocina.

― Si, es la apuesta de la jefa, en este momento. Uno de los ángeles de la moda…

― Y, por lo visto, se ha hecho amiga tuya…

― Ya te lo he contado, Chessy. Le caí bien desde el primer día. Hablamos en español y la ayudo a adaptarse a Nueva York.

― Ya, ya – dijo ella, enchufando la cafetera.

― ¿Celosa, cariño?

― No, más bien preocupada.

― ¿Por qué?

― Las chicas como ella no se hacen amigas del ordenanza de la agencia. Suelen tener promotores, protectores, peces gordos que han invertido en ella, a su alrededor.

Cristo se encogió de hombros, las manos en los bolsillos.

― Pues ella está sola. Bueno, vive con su padre – contestó él.

― Suena extraño.

― Si. Oculta algo, lo sé, pero aún no se ha confiado a mí…

― Puede que ahora lo haga – sonrió Chessy, señalando las tazas para que Cristo las colocara sobre la mesa.

Calenda apareció diez minutos después. Traía ropa de fiesta, por lo que había que suponer que aún no había pasado por su casa. Cristo hizo las presentaciones.

― Calenda, esta es mi chica, Chessy. Ella es Calenda Eirre.

Las chicas se besaron en la mejilla y Chessy le pudo echar un buen vistazo. Aún sin gustarle las mujeres, tuvo que reconocer que Calenda era una mujer por la cual perder el sentido, el cerebro, y el corazón. En verdad, era impresionante. Con esa mirada que parecía devorarte, cambiando de tonalidades de verde con la luz; ese cuerpo de infarto, ahora enfundado en un estrecho y corto vestido de lamé dorado. Llevaba el pelo casi rizado y despeinado, como si hubiera saltado de la cama con prisas. Traía dos altos zapatos en la mano, subiendo las escaleras del bloque descalza. Aún así, le sacaba a Chessy diez centímetros, por lo menos.

― Vamos a desayunar. Parece que necesitas un buen café – la invitó Chessy a sentarse.

― Gracias. De veras que lo necesito.

― No has llegado a tu casa, ¿verdad? – le preguntó Cristo.

― No, vengo de Lexington Avenue. He pasado allí la noche… en casa de un amigo de mi padre.

― Si quieres, después de desayunar, puedes ducharte. Te prestaré algo de ropa – le dijo Chessy, con suavidad, señalando hacia el cuarto de baño.

― Muchas gracias, te lo agradezco.

Acepto un buen tazón de café con leche y devoró un par de tostadas, pensativamente. Chessy y Cristo la miraban de reojo, sin atosigarla. Se notaba que quería contar algo, pero no encontraba la forma o el momento, quizás.

Acabaron de desayunar y Chessy le entregó una toalla limpia, así como una camiseta y una sudadera, junto con unos anchos y largos pantalones deportivos.

― Te puedo dejar algo de ropa interior, pero solo uso tangas y boxers. Sujetadores los que quieras – le dijo Chessy, con una sonrisa. – Tengo unas deportivas nuevas. ¿Qué número calzas?

― Un nueve.

― Te estarán bien.

― No te preocupes por la ropa interior. Con la ropa ya haces suficiente – tomó las manos de Chessy, las dos paradas ante la puerta del cuarto de baño, y la miró a los ojos. – Muchas gracias por todo, Chessy. No sé cómo pagaros…

― Si quieres agradecerlo de algún modo, habla con Cristo. Está muy preocupado por ti. Te aprecia, ¿sabes?

Calenda asintió y le soltó las manos, introduciéndose en el cuarto de baño. Quince minutos más tarde, salió vestida y con mejor cara. Había borrado las trazas de maquillaje y tenía el pelo desenredado y cepillado, aunque húmedo.

― ¿Por qué no subes con ella a la terraza? – le propuso Chessy a Cristo. – Hace una mañana preciosa. Podría secarse el cabello al sol y tener un rato de intimidad…

Calenda le sonrió, de nuevo agradecida porque la comprendieran tan bien. Tomó el cepillo en una mano y registró su bolso hasta sacar un paquete de cigarrillos y un encendedor. Cristo salió al pasillo y llamó el ascensor. Ya en su interior, Calenda apoyó un codo en el hombro de Cristo, recobrando la intimidad que solían compartir.

La azotea encantó a la modelo. Los vecinos del inmueble la tenían acondicionada como solarium, con hamacas coloristas, mesitas de jardín, y celosías de madera para desanimar los mirones.

― ¡Estos apartamentos son una pasada! – exclamó, dejándose caer sobre una de las hamacas. – ¡Un edificio rosa! ¡Madre mía! ¿Por qué?

― Todos los vecinos son gays – se encogió de hombros Cristo, sentándose en un butacón de mimbre.

― ¡Claro! Soy tonta. Esto es el Village – se rió. — ¿Y qué hace tu chica entre tantos gays?

― Ella también lo es, de cierta forma.

― ¿Bisexual? – Calenda mostró una sonrisita.

― No, transexual – dijo Cristo, en un soplo.

Los ojos de la modelo se abrieron y mucho.

― No me digas que…

Cristo asintió.

― ¡Es guapísimo! ¡No se nota en absoluto! – exclamó ella.

― Se considera una mujer totalmente, de los pies a la cabeza.

― ¿Y está…? – Calenda se cortó, al preguntar.

― ¿Operada? – Calenda asintió. ― No. Podría perder mucha sensibilidad. De todas formas, tiene un pene precioso – sonrió Cristo.

― No imaginaba que tú…

― ¿Qué yo qué? – se picó Cristo.

― No te enfades, porfa… que no sabía que te gustase esa rama del sexo, vamos…

― Y no creo que me guste – dijo él, muy serio.

― ¿Entonces?

― Es una larga historia.

― Cuenta. Aquí se está bien – dijo ella, retrepándose de cara al sol y cerrando los ojos.

― Está bien. Le pedí salir a Chessy, creyendo que era una chica.

― ¡Chama! ¿De verás?

― Ajá. Nos conocíamos de tontear en el Central Park, de compartir clases de Tai Chi y tal, pero nada más. Jamás imaginé que fuera un transexual.

― ¿Y lo aceptaste así como así?

― No, que va. Me reboté un tanto. Primero me marché y luego reflexioné. Finalmente, decidí darle una oportunidad. Ahora la veo como lo que es: una mujer bellísima con una polla juguetona.

― ¡Jajaja! – estalló Calenda en carcajadas. — ¿Y cómo os va el sexo?

― Las intimidades para otro día, Calenda. Ahora es tu turno de confesar ciertas cosas…

― ¿Yo?

― Si, tú. Estás fatal y necesitas confesarte con alguien. Según me dijiste, soy tu único amigo…

Calenda agachó la mirada y guardó silencio. Incorporándose un tanto, pasó el cepillo por su húmeda cabellera, lentamente. Tras un par de minutos, asintió, aceptando la sugerencia. Empezó a hablar con una vocecita casi infantil.

― Lo que voy a contarte podría hacer tambalear toda mi carrera, Cristo, así que te ruego guardar el secreto, por favor.

Cristo hizo una cruz con los dedos índices de sus manos y, posándolos sobre sus labios, los besó.

― ¡Por estas! – juró.

― Mi madre se fugó de casa cuando apenas tenía cinco años. No la recuerdo. Mi padre me crió, con la ayuda de una de sus hermanas, así como alguna que otra amante. No he tenido lo que se dice una niñez demasiado jovial. Aunque mi padre jamás me ha tocado -de forma sexual, me refiero-, si ha negociado conmigo de muchas maneras. A los catorce años, vendió mi virginidad en una subasta de amigos. A partir de ahí, cada dos fines de semana me entregaba a uno de ellos, por una buena cantidad de dinero. Al cabo de unos meses, me cedió por un año entero a una dudosa agencia de modelos de Maracaibo…

Cristo tenía la boca abierta, sorprendido por lo que la chica guardaba en su interior.

― Esta agencia vendió mi cuerpo como quiso. Junto a otras chicas, asistíamos a inauguraciones, carreras urbanas, y spots locales publicitarios. Apenas cobrábamos y los promotores tenían total libertad con nosotras. A los dieciséis años, mi padre falsificó mi documento de identidad para poder registrarme en un concurso nacional de belleza. Me presentó a dos de los jueces sobornables y me obligó a yacer varias veces con ellos. Como era natural, gané el concurso. Con ese título, mi padre negoció mi entrada en una de las más famosas agencias de modelos de Caracas, en donde empecé a darme a conocer.

“Esta fama es lo que mi padre necesitaba para prostituirme a un alto nivel, “de lujo”. Trabajaba en sesiones y publicidad, y los fines de semana alegraba la vida de ciertos tipos ricos.”

El tono de Calenda era irónico, como si sintiera asco de sí misma. Cristo apretaba los puños, asqueado también, pero por la actitud de ese padre miserable.

― Sin embargo, en la agencia, conocí a Elina, una chica de mi edad, recién ingresada en el mundillo del modelaje. Era muy dulce y algo ingenua. Nos hicimos muy amigas. Ella era de Caracas y me invitó muchas veces a comer con su familia y a pasar algunas noches en su casa. Nunca le dije nada de lo que mi padre me obligaba a hacer; me hubiera muerto de vergüenza. Al final, brotó algo más que la amistad, entre nosotras.

“Sin embargo, mi padre no vio aquello con buenos ojos. Según él, limitaba mi tiempo y mis posibilidades. Cada vez debía estar más dispuesta para mis obligaciones de prostituta. Elina, aunque era muy mona y atractiva, no tenía las mismas posibilidades que yo. Yo debía volar alto y ella, siempre según mi padre, era un ancla.”

“Por entonces, no sabía gran cosa de las asuntos de mi padre, pero había conseguido ciertos préstamos de una gente sin escrúpulos, avalados por mi prometedor futuro laboral. Así que, cuando esos tipos comprobaron que ese futuro tardaba en despegar a causa de la relación que mantenía con Elina, tomaron cartas en el asunto, aconsejados por mi propio padre.”

“Papa estaba asustado. Los plazos de los intereses vencían y yo no parecía querer subir al siguiente peldaño de la escalinata de la gloria. Decidió que él debía tomar la decisión por mí, pero debía de hacerlo de una forma en que yo no supiese de su manipulación, ya que podría repudiarlo y negarlo. Así que, un día, ordenó secuestrarnos, a mí y a Elina.”

― ¿QUÉ? – exclamó Cristo, alucinado.

― Unos individuos enmascarados nos raptaron a la salida de una pasarela, subiéndonos a una furgoneta. Nos llevaron a una hacienda y nos… vejaron de mil formas, hasta que, finalmente, fuimos filmadas y subastadas por la red. Uno de los enmascarados nos dejó bien claro que la que consiguiera la puja más alta, se salvaría de ser vendida. A cambio, trabajaría unos años para pagar la deuda contraída con ellos. La chica que perdiera, sería vendida inmediatamente. De nosotras mismas dependía nuestra libertad. Tendríamos que ser sugerentes, seductoras, y agresivas. En suma, buenas putas.”

“Elina era demasiado inocente para actuar así, y yo era toda una profesional. Estaba demasiado asustada como para dejarme vencer. Aún queriendo a Elina, la superé, sabiendo que, con ello, la estaba condenado a una vida miserable. Una mañana, se llevaron a Elina, entre lloros y gritos, vendida a unos asquerosos degenerados. Me costó mucho superar aquello. En verdad, no he vuelto a mantener una relación amorosa con nadie, ni hombre, ni mujer.”

“Mi padre niveló sus finanzas y yo despegué en mi carrera. Confié en que mi padre pagaría mi deuda con los cabrones que nos secuestraron. Entonces fue cuando me enteré de que mi padre era socio de ellos y que todo había sido ideado por él. Le odié a muerte, le sigo odiando aún, pero me tenía cogida y anulada. Llevaba demasiados años sometida a su voluntad como para liberarme de un golpe.”

“Como caída del cielo, llegó la oferta de Fusion Model Group. Podría abandonar Venezuela y venirme a Nueva York. Pensé que podría liberarme… Firmé el contrato y pretendí dejar a mi padre atrás, por crápula. Sin embargo, estaba preparado para un juego así. Me hizo chantaje con las pruebas que tenía sobre el secuestro, las terribles vivencias en aquella hacienda, y cuanto hice para superar a mi amiga y abandonarla. No pude hacer otra cosa que traerle conmigo y mantenerle como el vividor que es.”

― ¡Joder con la historia! – susurró Cristo. — ¿Lo tienes en casa metido?

Calenda asintió. Se mantenía echada hacia atrás, en la hamaca, con el rostro alzado hacia el sol y los ojos cerrados. Sin embargo, las lágrimas rodaban mansamente por sus perfectas mejillas, pero sin dar ningún sollozo. Lloraba en silencio, como si estuviera acostumbrada a hacerlo.

― Calenda – la llamó suavemente Cristo.

Ella abrió los ojos y giró el rostro hacia él, pasando la vista a su través, como si no estuviera. Sin embargo, respondió:

― ¿Si?

― ¿De dónde venías esta mañana?

― He pasado la noche con un viejo, en un apartamento frente al central Park.

― ¿Enviada por tu padre?

― Si – de nuevo brotaron las lágrimas. – Desperté en la cama, desnuda. Aquel tipo roncaba fuerte y ya no pude soportarlo más. Tenía que marcharme, huir de la influencia de mi padre. Pero no conozco a nadie en Nueva York más que a ti, Cristo.

― Tranquila, Calenda. Hiciste bien en acudir. ¿Qué piensas hacer ahora?

― No lo sé. No creo que pueda soportar más a ese parásito – dijo, encendiendo un cigarrillo.

― Seguirá haciéndote chantaje, lo sabes ¿no?

Calenda meneó la cabeza, casi con resignación. Después, se encogió de hombros, como diciendo que así era la vida que le había tocado vivir.

― Yo te ayudaré si lo deseas.

― ¿De verás, Cristo?

― Si, pero solo si me aseguras que estás dispuesta a enfrentarte a tu padre. No servirá de nada lo que pueda sugerir, si no presentas batalla. ¿Comprendes?

― Si, Cristo. Eres mi caballero con armadura – dijo, alargando la mano para atrapar la de Cristo y apretarla dulcemente.

Con una sonrisa, inclinó la cabeza y depositó un par de besitos sobre la pequeña palma del gitano, sumamente agradecida.

CONTINUARÁ…

 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (02)” (POR ADRIANRELOAD)

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cuñada portada3Regrese a mi habitación y encontré a Mili quitándose la ropa, se inclino completamente Sin títulode espaldas a mi, todo su enorme trasero lucia aun meloso por mi semen. Sus carnosas nalgas me daban un magnifico paisaje, tuve ganas de clavármela de nuevo, parecía una invitación… pero note que quería recoger la sabana que estaba en el piso. Se cubrió con la sabana y se asusto al verme en la puerta, observándola… quizás quiso reprocharme algo, pero solo llego a decir…

Creo que necesito una ducha… dijo con timidez.

Era obvio, no iba a ir a la facultad con el perfume de mi esperma sobre su redondo trasero y sus bien formados muslos.

Claro… dije y le di paso para que fuera a la ducha.

Intente alejar cualquier recuerdo de lo sucedido, porque me daban ganas de entrar a la ducha, aunque dudo que Mili, ahora menos excitada, me dejara poner en practica esa idea. Poco después ella ingreso a mi habitación cubierta por mi bata…

No había otra cosa que ponerme, espero que no te importe… me dijo avergonzada.

No te preocupes, te queda mejor a ti que a mi… repuse.

Una tibia sonrisa suya me animo a pensar que las cosas podían volver a su cauce normal. Un incomodo silencio nuevamente reino entre nosotros. Entendí que quería un poco de espacio para cambiarse. La había visto desnuda y en una pose por demás sugerente, pero sin alcohol en la sangre y sin la picazón en sus partes intimas que antes tenia, seguramente se sentiría mas pudorosa. Así que salí so pretexto de prepararle el desayuno.

Después de desayunar llegamos a la universidad y presentamos nuestro informe, no sabíamos que teníamos que sustentarlo, así que no preparamos nada porque nos la pasamos envueltos en la iniciación anal de Mili. Expusimos el trabajo como pudimos, imagínense que tan mal nos fue; después de beber mucho vino y poseer el trasero de Mili, yo no podía concentrarme mucho y ella estaba igual de distraída que yo. El profesor nos puso una mala nota…

Al terminar la clase se desato la pelea; me echo la culpa de nuestro traspié académico, aunque nos iba bien en los otros informes, me hizo responsable si es que reprobaba… yo sabia que su enojo no era tanto por el curso sino por la perforación que le hice a su enorme trasero… Intente calmarla, pero no logre mucho… terminamos peleados, por suerte esa semana no había informe que presentar, aun así nos veríamos en clase. No tenia ganas de ofrecerle paz y ella tampoco parecía querer dármela…

Evito verme o saludarme, al igual que yo evite ver o hablar con Javier. Algo de remordimiento tuve, me era incomodo saludarlo después de que me deleite con las nalgas de su enamorada…

¿Como estas?… escuche que me decían, al voltear note que era Javier.

Ahí…mas o menos… repuse sin animo.

Mili me contó todo… replico serio.

¡Mierd…!, lo sabia, Milagros se lo confeso… bueno hace tiempo que no me agarro a golpes con nadie, parece que hoy vuelvo al club de la pelea… pensé, esperando el primer golpe del recientemente cornudo…

¿A si?… respondí incrédulo.

Si… dijo pensativo y agrego: no te preocupes, se lo fastidiosa que puede ser Mili…

¿Qué?… pregunte sin entender.

Ya sabes, cuando la reprueban se pone insoportable… pero ya se le pasara…

Ahhh… exclame con cierto alivio.

Al parecer Mili no le había contado la historia completa, porque sino se armaba la pelea del siglo en el patio de la facultad.

Por tu culpa tendré que volver a llamar a mi amiga… te conté de esa que succiona vergas como toda una profesional, además tiene unas senos enormes… me dijo burlonamente.

¿Qué?¿Con Mili no te basta?… le pregunte.

Bueno, a Mili no le gusta practicarme sexo oral… tu sabes algunas mujeres piensan que es denigrante… tonterías suyas…

Lo mire extrañado, porque recordé la espectacular mamada que días antes me dio Mili, no tuve que decirle nada, ella misma engullo mi verga con vehemencia… al parecer también recibí las caricias de los labios de Mili en mi verga antes que Javier… hasta ese punto llego la excitación de Mili, se olvido de sus convicciones sobre el sexo oral, sucumbiendo ante el placer y la gratitud hacia el pene que le desfloro su ano…

Además, cuando Milagros se pone fastidiosa, prefiero buscarme a otra… replicó Javier, notando mi silencio e intentando justificar su infidelidad.

No le podía reprochar mucho porque yo mismo le fui infiel a mi enamorada, seducido por las curvas de Mili. Javier se alejo, diciéndome que si quería podía darme el numero de su amiga.

Esa semana, al salir con mi enamorada, tuve que disimular la cara de culpabilidad. Ella me noto distraído, me excuse diciendo que tenia mucho trabajo en la universidad… y me creyó. Caraj… ¿por que tanto remordimiento?, en toda mi vida es la primera vez que he sido infiel, y dudo que vuelva a repetirlo… me dije, intentando acallar mi conciencia, pero no tardaría mucho en tropezar de nuevo con la misma piedra.

Termino la semana y nuevamente vi a Mili en clase, otra vez teníamos que hacer un informe, seria el ultimo del ciclo… ya no podíamos evitarnos. Quedamos de acuerdo en hacer el trabajo el sábado por la tarde, en la facultad. No mencione nada de ir a mi casa o la suya, no creo que hubiera aceptado… además su trato conmigo era frío… ella tampoco sospechaba que caería de nuevo en una infidelidad…

Nos encontramos en la sala de computo de la facultad. Mili vino con un pantalón blanco apretado, note el revuelo que causo en el pasillo, todos los hombres babearon al verla pasar. Después me daría cuenta que su pantalón no tenia bolsillos en la parte trasera, aunado al claro color, casi translucido del pantalón, uno prácticamente podía verle todo su jugoso trasero. Llegue a pensar que no traía ropa interior, luego descubriría que su diminuta tanga blanca se había perdido entre sus generosas nalgas.

Intente concentrarme en el trabajo, su trato indiferente no me daba lugar a otra cosa, sin embargo, por momentos soñaba despierto, recordaba lo sucedido dos semanas atrás o como la vi de espaldas minutos antes, con su sugerente pantalón blanco, que no dejaba mucho a la imaginación.

Llego la hora de cerrar la sala de computo y no habíamos terminado el informe. El tipo que administraba la sala nos conocía, así que nos dejo quedarnos unos minutos más. A pesar de eso no pudimos finalizar el trabajo. Al abandonar el centro de computo, nos dimos cuenta que la facultad estaba prácticamente desierta…

Debemos presentar el informe el lunes, solo nos queda el domingo… le dije.

¿Qué hacemos?… pregunto secamente.

No se, vamos a tu casa… sugerí.

No, un virus mato mi computadora y no la he arreglado… me contesto de mala gana.

Entonces vamos a mi casa… dije.

Eso te convendría… me dijo con desconfianza.

¿Quieres terminar el informe o no?… pregunte con seriedad.

Pero tu quieres ir a tu casa a trabajar o a que… me respondió con cierto enojo.

¿A que te refieres?… conteste enfadado.

Ni creas que te vas a aprovechar de nuevo de…

No te hagas la inocente, que yo no soy el único culpable… respondí fríamente.

No dijo nada, simplemente recibí una estruendosa bofetada que me dejo helado, no supe que hacer, estaba molesto pero no la iba a golpear. Pensé en otra cosa para desquitarme, la abrace con fuerza y la bese. Mili no reacciono, por unos instantes llegue a sentir que me correspondía, pero luego vino el forcejeo, me aparto bruscamente, lucia iracunda pero parecía haber disfrutado del beso que le robe, al menos eso creí hasta que me dio otra bofetada.

Idiota… me grito con lo que me parecía una fingida furia o pudor.

Después, sin dar pie a una replica mía, ingreso presurosa al baño de damas que estaba a escasos metros de nosotros. Vacile unos segundos, pero con la rabia que tenia no iba a dejar las cosas así. Ingrese también al baño de damas.

La encontré frente al lavamanos, mirándose en el gran espejo del baño.

¿Qué haces aquí?… pregunto sorprendida.

Esto… dije, y nuevamente la abrace y bese.

Hubo menos forcejeo que la primera vez, llegue a sentir su lengua, sus brazos parecían querer abrazar mi cuello, pero nuevamente me alejo y otra vez mi mejilla enrojeció por una bofetada.

Cuando voltee el rostro para verla, me miro de manera extraña, pensé que me daría otro golpe, pero me tomo del cuello y fue ella misma quien me beso, en un lujurioso pero extraño beso. Esta vez yo la aleje, ahora había pasión en el brillo de sus negros ojos. Su pecho henchido subía y bajaba por la adrenalina que esa situación generaba… viendo su rostro ansioso y sus medianos melones ir y venir, me dije ¿Por qué no?… tome su blusa, y en un rápido movimiento la jale, rompiendo todos sus botones y dejando a mi vista sus senos… me abalance sobre ellos jaloneando su brasier y engullendo sus pezones…

Ahhh… gimió sorprendida.

Mili respiraba agitada, me acaricio el cabello, pero sus manos prefirieron buscar en mi pantalón, hice lo propio con el suyo. Ella tomo mi endurecida verga entre sus dedos y yo le bajaba como podía su apretado pantalón y la pequeña prenda que parecía ser su ropa interior. Mi pantalón cayo al suelo por su propio peso mientras Mili no dejaba de pajear mi pene.

Deje de acariciar sus senos y la bese nuevamente, cuando me aparte, en sus ojos veía deseo… no dije nada, bruscamente hice que se volteara, que me diera la espalda. Cuando Mili entendió lo que yo quería, no ofreció resistencia, solo se agarro de los bordes del lavamanos esperando que la sometiera.

De espaldas a mi, con su pantalón y su ropa interior apenas por debajo de su pubis, me hice espacio entre sus redondas formas, mi tiesa verga como dirigida se ubico a la entrada de su ano. Alce la vista y la vi por el espejo, una expresión de ansiedad se leía en su rostro.

Vamos… susurro súper excitada.

Simplemente le fui hundiendo mi verga, que al principio no entro, pero fui empujando y ella a su vez inclinaba su espalda, haciendo que su trasero presionara contra mi pene, hasta que al fin logro entrar…

Ohhhhh…. se quejo ella, mientras parecía temblar de placer.

En su boca abierta un gesto dulce de dolor. Repuesta del impacto inicial, Mili siguió empujando hacia atrás, mientras yo apresaba su estrecha cintura y arremetía hacia delante. En este raro forcejeo le fui clavando centímetro a centímetro mi verga. Parecía que iba a desfallecer, pero seguía empujando su enorme trasero hacia mi, solo así acallaría ese cosquilleo anal que ahora tenia, que la dominaba, sabia todo el placer que aquello le podía deparar.

Los ojos de Mili lagrimeaban, no sabia si de alegría por ser nuevamente atorada por el ano o de dolor porque esta vez no había crema que nos ayudase… hasta que por fin la tuvo toda adentro, bajo la cabeza, parecía disfrutar teniendo todo mi pene dentro de su estrecho agujero, llenándola…

Uhmmm…. Ufff… escuchaba su respiración entrecortada.

Sus manos se asían con fuerza al lavamanos, y las mías no soltaban su pequeña cintura… cualquiera que entrara al baño en ese momento podía pensar que se trataba de una violación: Yo presionándola contra el lavamanos y ella con su blusa desgarrada, su brasier roto, sus senos al aire, su pantalón bajado a medias, mis manos aferradas a su cintura y claro… mi pene abriendo sus gordas nalgas…

Hasta que Mili levanto el rostro y me vio por el espejo… parecía poseída, tenia la misma expresión de locura pasional que le vi días atrás en mi cuarto…

¿Qué esperas?… fue lo que me reclamo a media voz.

No tuvo que decir mas, comencé a cabalgarla, dificultosamente y escuchando sus quejidos, yo reprimía los míos… a mi también me causaba un poco de dolor perforar su estrecho ano. Su esfínter apresaba mi pene, parecía no querer soltarlo. Paulatinamente las penetraciones fueron mas agradables, disfrutaba de la fricción de mi miembro contra su pequeño agujero… ella también…

Uhhhh… uhmmm… ohhhh… la escuchaba gemir complacida

Una de sus manos soltó el lavamanos y se dirigió a sus henchidos senos, ella misma se dedico a estrujarlos mientras soportaba mis embestidas contra su inflado trasero. Mi ingle rebotaba contra sus redondas nalgas produciendo armónico ruido que resonaba en todo el baño…

Mili se inclinaba, procurando que mi verga le entrara mejor, que sus nalgas dieran paso a penetraciones mas profundas. Su cabeza prácticamente apoyada de lado en el espejo, un codo contra la unión entre el lavamanos y la pared, mientras su mano libre no dejaba de acariciar sus senos que retumbaban con cada incursión de mi pene en su ahora ágil esfínter.

Ayyy… debo estar loca… uhmmm… vocifero ella.

¿Por qué?… pregunte jadeante, sin dejar de moverme.

Uhmmm… porque me gusta demasiado… ohhh… respondió, volteando parcialmente y mirándome directamente a los ojos.

Esto me excito mas, ahora mis arremetidas eran mas fuertes y rápidas. Ella volvió contra el espejo, soportando y disfrutando de mi vigor. El espejo se empaño con su sudor, con el aliento de sus gemidos que cada vez eran mas continuos..

Uhhh… me vas a mataaar… ahhhh…. exclamaba ella, a punto de reventar de placer.

Tomaaa… grite castigándole el ano con mayor vehemencia.

Poco después llene su ano con mi ardiente semen, el goce que esto origino se propago por todo sus ser, transformándolo en un prolongado orgasmo… Mili apoyo los codos en el lavamanos respirando dificultosamente. Yo no dejaba de presionar mi verga contra sus enormes nalgas, esperando que mi pene dejara de escupir lo que parecían litros y litros de esperma…

Me dedique tanto a observar sus reacciones, a través del espejo, que no me di mayor tiempo de contemplar su imponente trasero: con mi verga partiéndola en dos, sus carnosas nalgas arremangadas contra mi ingle, sus redondas formas terminaban armoniosamente en su estrecha cintura… mi pene se fue deshinchando mientras yo admiraba sus curvilíneas formas…

Luego me aleje, Mili seguía apoyada contra el lavamanos, reponiéndose de toda la agitación que le provoco su satisfactorio orgasmo… yo retrocedí unos pasos y aprecie su gran culo bronceado, su pequeño y enrojecido ano destilando mi leche, manchando su pantalón… Ella volteo, me miro satisfecha y con su pantalón tal y como estaba se me acerco. No le importo que el piso estuviera sucio o que su pantalón fuera blanco… simplemente se arrodillo y se trago mi semi erecta verga… limpiando, lamiendo y relamiendo cada gota de semen…

Menos agitado, suspiraba complacido por las caricias que sus labios y su lengua le brindaban a mi también enrojecida verga…

Finalmente Mili apoyo su cabeza en mi ingle, sus brazos rodeaban mis piernas, parecía cansada, después de la furiosa cogida que le di, supongo que debía comprenderla. Ella se lo busco con esas repetidas bofetadas… me justifique, luego me dije: además ambos lo disfrutamos… espero que no me eche la culpa por lo sucedido otra vez… parece que leyó mis pensamientos:

Ahora ¿que vamos a hacer?… me pregunto a media voz desde su posición

No conteste, porque tampoco sabia la respuesta… Mili con cara de angustia me miro desde abajo, con sus rojizos labios aun melosos por mi leche.

No se…. fue mi sincera respuesta.

Para contactar con el autor:

AdrianReload@mail.com

 
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