Quantcast
Channel: PORNOGRAFO AFICIONADO
Viewing all 7983 articles
Browse latest View live

Relato erótico: “Experimentos 1” (PUBLICADO POR SIBARITA)

$
0
0

verano inolvidable2Daniel me había conseguido a quien, se suponía, podría ser un buen partenaire para los ensayos de Sin títuloSarah, un chico colombiano, Diego, con algo más de veinte años y medianamente alto, casi 1,80, y sin ningún rasgo que le identificase como latino, más aspecto de europeo y con aspecto discreto y talante cortés y educado. Músico de profesión y, de acuerdo a la moda de entonces, media melena limpia y cuidada y bastante guapo de cara.

Iríamos a un pub cercano a Denia, agradable y discreto, a unos 60 km de casa, de modo que los primeros contactos entre Sarah y él serían en el coche para romper el hielo. Sentados juntos sobre los asientos de atrás, conversan entre ellos y parecen sintonizar bien, por su tono y la fluidez de su diálogo, aunque no tardan en producirse algunos silencios que debo romper para que se anime el ambiente. A una discreta señal mía, Sarah, que para la ocasión viste un colorido vestido hindú de suave seda natural, sin mangas y cerrado desde la base del cuello hasta casi media pierna con pequeños botones que ella comienza discretamente a desabrochar y al hacerlo con los tres o cuatro primeros aparecen sus pechos desnudos ante los ojos asombrados de él, ese asombro no impide que reacciones tomándolos en sus manos. No es muy hábil o está tremendamente cortado, se limita a acariciarlos sin avanzar en nada, y así hasta que llegamos al pub nuestro destino. El lugar se presta para todo lo que se quiera hacer en el, pero Sarah tiene que insistir mucho para que se anime, el esfuerzo bien vale la pena porque al fin logra una de las imágenes mas eróticas de la noche, sentado él en una butaca y ella totalmente desnuda, sentada sobre él dándole la espalda, con las piernas abiertas y viéndose entre ellas como su polla entra y sale de su sexo totalmente dilatado. A partir de ese momento ya las cosas ocurrieron normalmente y la noche se animó rápidamente, follaron durante horas, en todas las posturas imaginables y jamás volvieron a verse después de aquella noche.

 

Paseando una noche en un pueblo triste les comentaba que Denia era para mi un lugar comparable en tristeza; habré ido unas 20 veces, siempre en busca de aventuras divertidas pero ni una sola vez he encontrado nada que valiera la pena, y menos desde que cerraron La Guitarra. La verdad es que habíamos ido esa noche porque no teníamos muchas ganas de coche, dimos vueltas y vueltas por el pueblo hasta llegar a la Jamonería, cerca de la estación, y al pasar ante ella me vino a la memoria cuando estuve allí esperando la llegada de mi escritor y amigo favorito. Caprichoso como él solo, se había empeñado en hacer el viaje desde Alicante, en aquel trencito que solo tardaba cinco horas y en un viaje que no le había encantado en absoluto.

Había conocido a José, es su nombre, en una pagina de Adultos, me había hecho gracia su pretensión de encontrar a dos mujeres. Es un encanto si bien no  tiene nada de Adonis, estatura media baja, gordito, mucho  talento como escritor y con media docena de libros publicados, sentido del humor y una sexualidad exacerbada bajo una imagen de carca puritano, como fui descubriendo poco a poco. Habíamos comunicado algunas veces a través de internet hasta que coincidió un viaje de trabajo y, aún sin habernos visto nunca, me invitó a cenar en un restaurante de Valencia, al que llegué con tanto retraso que estaba a punto de cenar solo y marcharse, convencido de que yo no aparecería, pero lo hice y mi apariencia le deslumbró notoriamente, para la ocasión vestía un precioso conjunto de cuero granate, de Jesús del Pozo, falda mini asimétrica y chaqueta cerrada con cremallera bajo la cual solo estaba mi piel. Nos caímos muy bien y la sintonía fue evidente, larga conversación chispeante aderezando una excelente cena, para después ir a una disco de moda aunque no era muy ducho en baile, a mí me encanta. Fue a la barra para buscar unas copas y al  regresar se encontró la sorpresa, la cremallera de mi chaqueta había descendido como por arte de magia, y de mis pechos quedaban ocultos tan solo los pezones que él quiso descubrir enseguida. Falda muy corta y tetas al descubierto eran su postre preferido aquella noche, sobre todo cuando puse mis piernas sobre las suyas al  recostarme en el sofá y se encontró con el camino  expedito entre mis piernas para llegar hasta mi tanga y deslizarse bajo ella, encontrar los labios de mi sexo y abriéndolos acariciar mi clítoris, mientras su otra mano acariciaba mis tetas, pero tuve que interrumpirle para explicarle algunas cosas, la existencia de mi pareja, mi libertad para hacer lo que mejor me apetezca, limitado tan solo por compartirlo con él y él conmigo, sin límites y total complicidad. No se asombró, todo lo contrario, me pidió que nos presentase y cuando llegaste la sintonía fue mas que evidente entre los tres. Ahora sí le permití la entrada cuando sus dedos penetraron mi sexo, aunque ninguno de los tres estaba cómodo allí y decidimos ir hasta su hotel. En realidad no hubo mas sexo aquella noche, la pasamos charlando, conociéndonos, y a medida que la noche y la charla avanzaba se afirmaba la mayor compatibilidad entre nosotros. Era ya de mañana cuando nos separamos, partía el tren que le llevaba a Madrid.

Pasaron muchos meses en los que solo hubo contacto por escrito, su trabajo en Madrid y su familia impedían su vuelta. Hablábamos de libros, los dos ultimábamos los detalles para la publicación de los nuestros que se publicaron casi en las mismas fechas y para su lanzamiento en esta zona coordinamos el viaje deseado.

Decía no hace mucho, que estaba harto del trencito cuando le recibí en Denia, de mal humor y lloriqueando, en muchos aspectos es muy infantil y caprichoso, pero todos los males se le fueron con nuestro primer beso y los que siguieron. Aunque mi vestido no era muy apropiado, de color rosa y tela muy fina, con una super minifalda y escote en V mayúscula que terminaba diez centímetros mas abajo del ombligo y atado en la nuca con el simple lazo de dos cintas muy finas, ni que decir tiene que el escote se ahueca constantemente al caminar, con lo que es fácil verme las tetas al completo. Había pensado ir a tomar algo antes de volver a casa, pero él estaba renuente a ello por lo que fuimos directamente al coche, en el que nada más montar junta con él en los asientos  traseros, se terminó el dialogo a tres para convertirse en un sonido de besos a dos y sus jadeos impacientes mientras con sus manos exploraba y descubría mi cuerpo. No tardó mucho en descubrir el método para eliminar el estorbo del vestido, para tenerme totalmente desnuda entre sus brazos y cuando me senté sobre él con los pies apoyados sobre el asiento y su verga presionando la puerta de mi vagina, me penetró de un golpe, desatado, apretando mis nalgas con sus manos, pretendiendo fundirse con mi sexo, ser absorbido y no salirse nunca; no pensé que pudiera ser así, pero aparte de tener una resistencia que no me imaginaba, también era extraordinariamente hábil y me estaba llevando al séptimo cielo.

Sin darnos cuenta habíamos llegado al bungalow que habíamos alquilado previamente. Sobre una mesa estaba dispuesto un abundante bufet compuesto íntegramente de caviar y de mariscos, que él adora, y varias botellas de vinos blancos y Champagne, sobre todo lo que se avalanzó como si estuviera a punto de morir de hambre; sus manos y su boca se movían con  verdadera ansia y en muy pocos minutos, el jugo  de los crustáceos le chorreaba por toda la cara, por sus manos y brazos, sobre su camisa ahora abierta y, deben ser muy ciertas las leyendas sobre los poderes afrodisíacos  de los mariscos porque a través de su pantalón, podía observarse una fenomenal erección y, para poder estudiarla en condiciones, abrí su pantalón dejando aparecer una verga turgente, la toqué y él como respuesta se arrancó su propia ropa para seguir con la mía, en el suelo, revolcándonos entre caparazones de crustáceos, hicimos el amor más violento y salvaje que nunca antes había hecho y yo me contagié  de su locura. Él bebía en mi sexo el jugo de los mariscos mezclado con el torrente de jugos vaginales que su lengua me estaba provocando, yo de su verga mezclados con los chorros de semen que iba descargando, masticaba al mismo tiempo mis pezones que la carne de marisco o de percebes, yo aplastaba con mi cuerpo al sentarme sobre su polla, los caparazones vacíos pegados al suyo, nos convertimos en masas extrañas de cuerpos humanos cubiertos de restos informes de caparazones, follando sin parar durante horas, él gracias a su Viagra y los mariscos, yo gracias a su energía, a su verga gloriosa y a la locura que habíamos creado.

Sé que le gusta mirarme, y me divierto haciendo que me mire. Al día siguiente me vestí con una simple minifalda negra y una blusa calada de ganchillo, escote barco y puntos muy sueltos, de modo que, a través de sus muchos huecos y calados puede verse mi pecho casi por entero. Fuimos a cenar a un restaurante selecto en el qué, intencionadamente, pedí una mesa en la que estuviera sentada dando la espalda al resto de comensales, tenía muy clara mi intención que no era otra que la de jugar con él, provocando el morbo que a los dos nos gustaba. Mi primer movimiento fue deshacer la lazada que cierra el escote de la blusa y lo mantiene en su lugar, la consecuencia fue que el escote se abrió sobre los hombros, descendió por el frente y quedó sostenido simplemente por la turgencia de mis pechos que quedaron descubiertos hasta casi los pezones y en un equilibrio altamente inestable, el simple peso de la blusa se encargaría de que cayese hasta la cintura y desnudase totalmente mi torso. La llegada del Maitre con la carta coincidió con el momento justo en que se produjo la caída, mis tetas quedaron descubiertas ante sus ojos y los de José y fue el Maitre quien primero  reaccionó, se retiró, eso si, sin cesar de mirarme y caminando de espaldas pero volvió enseguida con un ayudante que portaba un elegante biombo que abrió ante nosotros. No llamó la atención, los clientes habituales del local estaban habituados y sabían que el biombo indicaba la discreta presencia de canallas de guante blanco. Era un tanto vergonzoso que alguien nos pudiera confundir con cualquiera de ellos, pero el biombo servía mi propósito así es que obsequié al Maitre con una visión más amplia de mis tetas  desnudas y me dediqué a mi interlocutor, que a esas alturas  ya babeaba. Acerqué mi silla a la suya permitiéndole que pudiera alcanzarlas con sus manos, con las mías bajo la mesa llegué hasta su verga que había desnudado, me levanté para sentarme a caballo sobre sus piernas, buscando que su polla me penetrase y no cesé de moverme sobre él hasta conseguir que alcanzase un silencioso pero intenso orgasmo. Después cenamos o al menos yo lo hice, la visión de mis tetas desnudas le soliviantaba, así es que le dejé solo en la mesa para que comiendo recuperara fuerzas. Pedí al Maitre hablar en un lugar privado y me condujo a su despacho, tenía una deuda con él por el detalle del biombo, y yo siempre pago mis deudas. Cuando entramos en su despacho ya lo hice con la blusa nuevamente abierta, y fueron sus manos las que me desnudaron totalmente; me condujo hasta el sofá sobre el que me acosté con él encima, tenía una hermosa verga y  sabía usarla en mi boca y mi culo, el hecho de que mi vagina rebosase todavía con el semen de José, no le satisfacía especialmente, prefirió meterme su verga por el culo y yo le recibí gozosa hasta que se vació dentro de mi.

Terminada la cena José estaba en un estado de excitación tremendo, quería volver rápidamente al bungalow para continuar follando, pero yo tenía otros planes. Conduje el coche con sus dedos jugueteando en mi vagina, la blusa caída a la cintura, huelga decir que cada parada en un semáforo provocaba una aglomeración de gente y hasta un par de coches se pegaron a nosotros. Nos detuvimos ante un local swinger conocido y detrás nuestro entraron los conductores de los dos coches que nos habían seguido; rápidamente entablamos conversación con ellos aunque José no estaba muy de acuerdo, se pensaba que con ellos al lado iba a perder mi dedicación, así que tuve que demostrarle lo contrario, una mujer con tres hombres puede ser mucho mas interesante que una simple pareja, cuando además la pareja tiene tres días para disfrutarlos. Pasamos al interior después  de haber tomado unas copas en la barra para conocernos, dos hombres de bastante buena presencia y de una treintena de años cada uno, cuerpos bien formados y cara de golfos, muy poco perspicaces se creyeron que por guaperas yo iba a dejar de lado a José para dedicarme a ellos, cuando en realidad solo me iban a servir como soporte. Fueron ellos los que me sostuvieron en el agua mientras José entre mis piernas me follaba y, solo cuando él se quedó sin fuerzas, les permití un emparedado, uno metido en mi vagina y el otro con su polla en mi culo hasta que un nuevo elemento se nos unió, José ya recuperado y metiéndome su polla en la boca hasta que todos nos corrimos al unísono.

Cuando al día siguiente desperté, lo hice con mi cabeza sobre sus piernas, mi mano aferrada a su verga y su dedo pulgar metido en mi boca como si de su falo se  tratara, continué con la tarea iniciada pero cambiando un poco las cosas, su verga entrando y saliendo de mi boca, lamiendo sus testículos, devorándole entero para después que fuera su boca la que se pegara a mi sexo, la que con su lengua lamiera mi clítoris hasta volverme loca de placer, como sucedió otra vez más tarde cuando sentí como su polla hacía presión sobre mis labios vaginales, como me penetraba hasta sentir sus huevos pegados a mi sexo. Tuve su verga dentro  de mi por todos los lados posibles, boca, culo, vagina, y yo me aventuré dentro de él con mi lengua y mis dedos.

Esa noche volvimos al jakuzzi, tenía necesidad de complementos, de nuevas invenciones, bailé para él y para todos los presentes, me iba desnudando, admitía las manos de todos los hombres que cuando entré en el agua me siguieron, jugué con todos ellos, tuve sus pollas dentro de mi y cuando más tarde me tumbé en la gran cama, fueron incontables los que se vaciaron dentro de mi, los que me tuvieron cuantas veces y como quisieron, hasta terminar con la polla de José y la de otro, metidas al tiempo en mi vagina, una tercera se alojaba en mi culo, otra en mi boca y a dos mas les masturbaba con mis manos. Al día siguiente José regresaba a su casa en Madrid, con varios quilos de menos y un cansancio que tardó algunos días en reponerse de el.

 

Estoy sentada sobre el sofá, en los brazos de Melvin, el vestido abierto y caído hasta la cintura, la falda descubriendo hasta casi mi  tanga y sus manos acariciando mis pechos, pellizcando mis pezones, trepando por mis muslos y apartando mi braga, buscando mi vagina, penetrándome, titilando mi clítoris ya más que dilatado, su boca sin cesar de comerse mi boca. La música de fondo invitaba a bailar, nos levantamos para hacerlo y la fuerza de la gravedad hizo que mi vestido, completamente abierto, cayera por su peso, bailábamos desnudos porque me quitó la braga en el momento mismo que nos levantamos, y en nuestro baile, presionando su verga erecta sobre mi, buscando su acomodo, me condujo hacia una biblioteca contra el muro, me dio la vuelta para apoyar mis manos sobre ella, abombando mi culo se colocó entre mis nalgas y metió su verga impresionante en mi vagina, me llegaba hasta el alma, suponiendo que el alma forme parte  del sexo, pero me daba igual, estaba disfrutando. No llegó a correrse dentro de mi, salió de mi vagina para tomar impulso, de un golpe me clavó su verga entera por el culo y aunque dí un  respingo de dolor, bien pronto aquel dolor se había convertido en un placer intenso, sentía sus testículos chocando con mis nalgas, como se retiraba para avanzar de nuevo buscando perforarme, llegarme a lo mas lejos, y cuando se corrió, y ahora si lo hizo, fue en el momento justo en el que llegó mi orgasmo y mis piernas y las suyas se doblaron sin fuerzas.

Volvimos al sofá y me estaba durmiendo agotada en sus brazos, pero la postura no era nada cómoda así es que tirando de él nos fuimos a mi cama sobre la que enseguida nos quedamos dormidos. Me desperté sintiendo el peso de su cuerpo sobre el mío, de nuevo su verga palpitaba dentro de mi, se retiraba hasta casi sacarla por completo para de un solo empellón meterse hasta los huevos y así hasta vaciarse en una corrida impresionante.

Era temprano para salir y llevábamos tanto tiempo revolcándonos follando, que ya ni nos apetecía, se estaba convirtiendo en aburrido y rutinario; había que solucionarlo y nuestros móviles eran los instrumentos adecuados para ello de modo que los pusimos en marcha para llamar a algunos conocidos y organizar una pequeña fiesta de disfraces que comenzaría en el plazo de dos horas. Era muy poco tiempo y aun así, a las dos horas justas sonó el timbre y al abrir nos encontramos con un Spartacus no muy grande, enfundado a duras penas en un slip de baño a rayas, y una especie de esclava romana envuelta como regalo en una tela de gasa color verde mar. Como disfraz era horrendo, pero dejaba ver un par de tetas fastuosas que correspondían a una colombiana, amiga de Melvin, jovencita, gesto altanero y cuerpo de infarto, la típica persona que se mantendría al margen de los demás señalando al techo con su nariz bien levantada. Era amiga de Melvin, así que a él le tocaba desasnarla, y lo empezó muy bien porque directamente la desnudó las tetas y aproximó a mi boca uno de sus pezones que mordí mientras mi mano buscaba su vagina para encontrar su clítoris que respondió al instante. Detrás de su máscara altiva, aquella niña era un volcán que entraba en erupción violenta; su cuerpo se arqueaba, se contraía en espasmos incontrolados mientras la llegaba el primer orgasmo; ese fue el momento esperado por varios de los hombres presentes, Mel fue el primero que se colocó entre sus piernas y sin miramientos la clavó su verga para después sacarla ensangrentada, el primero que eyaculó dentro de ella, el primero que la sodomizó, aunque luego lo hicieron varios más. Pregunté la razón de tanta violencia, era sencillo, aquella jovencita había jugado con todos ellos,  les había calentado provocando y no permitiendo sus avances y aquel era el momento de que se tomasen sus venganzas; fueron tres los que la tomaron, los tres se corrieron varias veces dentro de ella y, según supe mas tarde, uno de ellos fue causante de su subsiguiente embarazo, aparte de convertirla en adicta al sexo más duro.

No me había gustado nada de lo ocurrido, eché de mi casa a todos ellos prohibiéndoles volver a aparecer en mi vida.

Una larga y buena ducha más tarde, maquillaje y elección de la ropa más adecuada para salir. Elegí una superminifalda de capa color marrón y un camisero blanco, liso y de tela muy fina aunque no por completo transparente, dejando tres  botones sin abrochar, lo necesario para que se viesen los globos de mis pechos pero tapando justo los pezones. El conjunto era impresionante, al caminar o sentarme, la capa de la falda se abría dejando entrever la  tanga color carne, y la blusa a cualquier movimiento provocado,  dejaría salir mis tetas por entero. Zapatos de muy alto tacón completaban el conjunto.

Llamé por teléfono a un viejo conocido para que me sirviera como “chevalier servant”, no era prudente ir sola ni entrar en ningún sitio vestida de tal modo, y nos dirigimos a un local viejo conocido, un antiguo jakuzzi al que las Ordenanzas habían cerrado la piscina, que había sido sustituida por diferentes ambientes, pista de baile, amplias camas y zonas de contactos.  Elegimos la amplia barra de la entrada en la que nos sentamos sobre altos taburetes, con el devastador efecto de que la falda, abierta por completo, mostraba hasta mi tanga y atraía moscones. La zona que ocupábamos en la barra se había superpoblado, los dos primeros, cuarentones, se acercaron sin pronunciar palabra; después llegó una camarera para decirnos que un tercero nos invitaba a tomar con él una botella de Champagne. Se levantó cortés al acercarnos a la mesa que ocupaba, cincuenta años con cuerpo y aspecto muy cuidados, amable y educado, podría merecer la pena, y su conversación agradable merecía un premio, desabroché un cuarto botón de mi camisero y ya mis tetas lucieron desnudas para unas primeras caricias. Pasamos a los salones interiores donde mis dos caballeros pusieron mucho interés en desnudarme por completo, pero que no les permití; permanecí, eso sí, con la blusa completamente abierta y yo misma retiré mi tanga para dejar mi sexo al alcance de sus manos. De sus manos y de sus bocas, porque el recién incorporado decidió homenajearme metiendo su cabeza entre mis piernas para lamer y mordisquear mi clítoris con su lengua. Era mi turno de sentarme sobre sus piernas y colocarme para que su verga entrara en mi vagina, a partir de ese momento mi ropa voló fuera de mi, los movimientos cada vez más descontrolados, mis nalgas rebotaban sobre sus piernas, las llama da s a mi orgasmo eran cada vez más sonoras y en el momento en que me llegó aún tuve fuerzas para cambiarme de lugar, conseguir que su polla abandonase mi vagina y de un solo envite s e colas e entera en mi culo. Para él fue el acabose, ni siquiera se lo había imaginado y cuando la tuvo entera dentro de mi. le vino una corrida monstruosa, se aferraba a mis tetas, se ahogaba con ellas al intentar meterlas enteras en su boca, todo su cuerpo estaba contraído mientras trataba de que su polla me llenase por entero. Después, ya mas calmados, empujaba con su polla todo el semen que había rebosado de mi vagina, no quería que ni una sola gota se perdiera.

Vestidos nuevamente salimos a la barra. Había bastante más gente que cuando entramos y tuvimos que hacernos un hueco para pedir las copas. Supe ahora que era el día de solteros, es decir, el único día de la semana en el que los hombres solos, tenían acceso a todas las instalaciones y, por lo visto, a todas las chicas que hubiera en el local porque mientras varias manos trataban de deshacer el cierre de mi falta, otras trataban de quitarme la braga directamente, llevándose la sorpresa de que no la llevaba puesta, otras mas masajeaban mis tetas, hasta que el más osado, me tomó en brazos, selló mi boca con un largo beso y me llevó de regreso al interior, sobre una de las camas y allí follamos durante una hora, sin prestar atención a las vergas desnudas que trataban de meterse en mi boca, ni a las muchas manos que acariciaban mi cuerpo. Todos los machos que había en el local estaban desatados, y las pocas mujeres do dábamos abasto, pero lo cierto fue que, pese a las muchas pollas que había tenido dentro de mi, el que más me agradaba fue el primero, de modo que decidimos continuar la fiesta fuera de aquel lugar, pero teníamos hambre, y antes de ir a mi casa, buscamos una churrería de las que existen cerca de los mercados, era la hora en que solían abrir y su clientela habitual estaba compuesta de juerguistas agotados, tíos con resaca y putas en  recogida, algunas de ellas acompañadas por sus últimos clientes, tratando todos  de alargar la noche y de saciar el hambre a base de churros con chocolate y la correspondiente copa de aguardiente.

No puede decirse que pese a la muy heterogenea población, mi entrada pasara desapercibida, todos los habituales estaban ya curados de espanto, pero mi camisero ya sin botones y mi falda a la que solo le quedaba un corchete, era más provocativo que si fuera desnuda, y como las mesas eran grandes y colectivas, nuevamente estaba entre ávidos cazadores, lo cual no me importaba demasiado. Tres chicos con no demasiada buena pinta se peleaban entre ellos por sentarse a mi lado y el que lo consiguió no se cortaba un pelo, de inmediato terminó de abrir la capa de mi falda y llevó su mano hasta mi sexo; tuvo un momento de parón al darse cuenta de la ausencia de braga, pero eso fue un aliciente para él porque sacó su mano, se lamió varios dedos y directamente los clavó en mi vagina, me había penetrado con ellos y no se estaba quieto mientras yo me descontrolaba totalmente en mi asiento. Tomó un descanso y fue para abrazarme y con un beso de tornillo meter su lengua en mi boca, abrió por completo mi blusa y se apoderó de mis tetas, sin reparo a que todos nos estuvieran viendo. Bajo la mesa me estaba masturbando y mi clítoris respondía abiertamente a las caricias. Se aproximaba un orgasmo que sería sonoro, y todos los ocupantes de la mesa lo esperaban babeando. Sin embargo no fue el mío el que llegó el primero, sino el de él, Hacía rato que mi mano había desabrochado su bragueta, que mi mano había encontrado su polla y le masturbaba, como bien lo habían podido observar un par de bolivianos que se habían metido bajo la mesa para observarnos en primera fila, creo que uno de ellos se llevó en plena cara la corrida completa de mi acompañante. Llegó el suyo y llegó también el mío, se produjo una explosión intensísima en todo mi ser y en ese momento llegó la sorpresa, de debajo de la mesa u entre mis piernas surgió uno de los bolivianos, tenía su polla enorme y sujetándola con su mano, de un solo golpe la metió en mi vagina. Aquella enormidad me llenó por completo, colocadas mis piernas sobre sus hombros me había clavado sin que pudiera hacer nada para evitarlo y ahora que sentía su polla penetrándome me encantaba aunque se presentó un conflicto de intereses. El joven que antes me había masturbado se había visto superado por la rapidez del boliviano, pero también quería su parte del festín. Era mucho más fuerte y nos levantó en vilo a la vez y lo hizo para sentarme sobre él, pero como la polla del boliviano no había manera de que abandonara mi vagina, la única solución posible fue la que tomó, me metió de un solo golpe su verga por el culo y ese fue el glorioso espectáculo que dimos, desnuda enteramente, con una polla enorme metida en mi vagina, y otra un poco más pequeña, bien clavada en el culo, sin contar las otras muchas que fueron entrando y saliendo de mi boca, y las otras muchas a las que masturbé con mis manos.

Salía de la ducha, en casa, cuando sonó el timbre del intercomunicador con la Portería, había alguien que preguntaba por mí para entregarme mi billetera y portadocumentos. No tenía conocimiento de haberlos perdido, así es que verifiqué rápidamente y al no encontrarlos, autoricé la subida de esa persona hasta mi apartamento; rápidamente me puse lo que tenía más a mano, un corto salto de cama de gasa que descubría muchísimo más de lo que tapaba. Abrí la puerta y me quedé de piedra, la persona que me devolvía la cartera era el mismísimo boliviano que me había follado un par de horas antes; era él mismo, sin duda, el que me había robado la cartera para obtener mi nombre y dirección, pero tampoco podía acusarle puesto que era quien me lo devolvía, diciendo haberla encontrado en La Churrería. Con la sorpresa ni me di cuenta de que mi cuerpo estaba casi totalmente desnudo cuando le hice entrar hasta el salón. Tartamudeando me explicó haber encontrado la cartera, pero su actitud y su tono me hacían suponer que me la había quitado para saber mis datos; no faltaban ni dinero ni documentos, el motivo para mi estaba claro, aquel individuo era sumamente peligroso, buscaba mucho más que lo que había en la cartera, era inteligente, ya que había montado todo aquello, y el sexo que habíamos tenido no le había bastado, seguramente quería mucho más y para conseguirlo podría llegar a ser extremadamente violento. En mi cabeza estaba analizando todas las posibilidades mientras le escuchaba, tendría que ser muy hábil, pero era precisamente el sexo la única manera de salvarme y salir indemne de aquella peligrosísima situación, a partir de aquel momento iba actuar, debía hacerlo, como la mejor actriz del mundo.

Estaba sentada frente a él que no perdía ojo de mi cuerpo, mi salto de cama era corto y transparente, mi juego comenzó con el pecho que, de pronto, apareció totalmente desnudo ante sus ojos, con mis propias manos acaricié mis tetas, me desperecé en el sillón y al estirarme, el corto velo de gasa le mostró todo mi cuerpo desnudo, cambié de asiento para sentarme a su lado y tomé una de sus manos para posarla sobre mis piernas, cogí su cara con mis manos para  estamparle un largo beso en su boca como si le mostrase mi agradecimiento por su buena acción, y se lo creyó, me vio como la tonta del pueblo, su presa más que fácil. Busqué su lengua con la mía para entablar una lucha con ella, dentro de su boca y en la mía, mientras sus manos habían dejado de trepar por mis piernas al llegar a mi sexo que abrió con sus torpes dedos. Actuaba con brusquedad, con mucha violencia, habría que enseñarle otra forma de sexo si quería ganar, pero lo inmediato era calmar su violencia y yo misma me acosté sobre el sofá, abrí mis labios y conduje su polla  para que me penetrase. Martilleaba con furia, tan solo buscaba vaciarse y cuando lo hizo solo produjo en corto rugido gutural, sus fuerzas habían disminuido aunque en ese momento trataba de sodomizarme. El esperaba mi resistencia y me sujetaba con fuerza, pero no lo hice y le sorprendí con ello, me ofrecí claramente, le ayudé a que su polla entrase por completo, con lo que evité la rotura del esfínter y ni mucho menos fue tan doloroso. Me moví bajo él provocándole, tratando de mostrar  que estaba disfrutando, con lo cual le quitaba gran parte de su placer, el componente de violencia, de ese modo le provoqué un nuevo orgasmo y su polla se salió sola. No me paré por ello, comencé por acariciarle con mis manos, amasé sus  testículos, masturbé su polla para después tomarla en mi boca, lamí su glande como si me encantase, le hacía entrar y salir de mi boca, le hacía sentir que me llegaba hasta la garganta y, claro está, le llegó un nuevo orgasmo, el  tercero o cuarto de la sesión, y sus fuerzas le abandonaron por completo, aún así, ahora fui yo la que me puse sobre él, con enorme trabajo conseguí sentarme sobre su polla casi totalmente flácida, ya ni le sentía dentro de mi pero había mucho en juego y tenía que seguir hasta que le llegó una nueva corrida que ya no era ni semen, un líquido blanquecino que más parecía agüilla. Allí cayó dormido y agotado. Me levanté y sin asearme siquiera, llamé a la policía que no tardó en llegar.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       

 

 

  • : En la busqueda de nuevas sensaciones, a veces se encuentran cosas que no son deseadas, pero otras veces nos llevan a la gloria.
 

Relato erótico: “Mi madre, mi hermana y la fiesta de cumpleaños 2” (POR JULIAKI)

$
0
0

CAPITULO 2 (El regalo)

Después de tanta tortura pero ¡bendita tortura!, al sentir de lleno los cuerpos de mi madre y de mi hermana, primero sus respectivos culos sobre mi regazo y después bailando con ellas aquella música tan seductora es algo que me tiene realmente loco. Aprovecho para acariciar zonas impensables días atrás en el cuerpazo de mi madre. No me atrevo a tocar el culo directamente pero sí que rozo muy cerca.

− ¿Qué tal te lo estás pasando hijo?, ¿Te gusta tu fiesta de cumpleaños? – me pregunta al oído juntando aun más su cuerpo al mío.

− Muy bien, mamá. Está todo genial.

Ella sonríe victoriosa por mi respuesta pero al tiempo parece disfrutar con la erección que yo intento disimular a toda costa y que le roza cada dos por tres.

Mamá dice de servir un café y para proceder, según comenta, ¡por fin! a la entrega de mi regalo, ese por el que antes estaba tan impaciente, aunque ahora mi mente está francamente en otro lugar, solo ve culos y tetas por todas partes.

Mi hermana, como siempre, se encarga en la cocina del café y mi madre se sienta a mi lado en el sofá cruzando sus piernas y pasando su mano por mi pierna. Comienza en la rodilla y va subiendo lentamente. Nuestras miradas se cruzan y mis ojos no pueden evitar perderse en ese sexy canalillo.

− ¡Qué mayor estás ya, hijo! – dice pellizcando con sus dedos mi muslo por encima de mi vaquero. – Ya tengo un hombretón en casa. No sabes cuánto he esperado este momento. Estoy muy orgullosa de ti. Bueno, estoy muy orgullosa de los dos.

Mamá siempre sabe como animarnos y halagarnos, pero además de una forma que estimula a cualquiera, porque lo hace siempre con tanto cariño… pero es que hoy además, la veo como muy cariñosona, muy melosa. Mi vista vuelve a recorrer esas curvas impresionantes que marcan su ceñidísimo vestido y sobre todo el escote, que es un hermoso valle de piel morena que forman sus dos prominentes pechos.

− Se te van los ojos – dice ella de pronto, descubriéndome.

− No, esto… no.- respondo cortadísimo al verme pillado en una de mis miradas libidinosas a sus tetas.

− No seas tonto, hombre, es normal. Eres un hombre ya.

− Es que…

− De verdad, Nacho, es normal. Ya no eres el niño que mamaba estos pechos cuando era un bebé – añade cogiendo sus dos tetas y amasándolas de forma que provoque un estremecimiento por todo mi cuerpo.

Ella lo dice como si en este día fuese el cambio de mi vida y hubiese pasado de niño a hombre en un instante. Es verdad que he cambiado en poco tiempo, pues hace bien poco que no había mirado a mi madre como una mujer, desde el punto de vida sexual, pero de un tiempo a esta parte, ya no es solo una madre, sino que irradia mil y unas sensaciones difíciles de controlar, gracias a su sensualidad y una belleza escultural, que me tiene idiota perdido.

Lo cierto es que mi madre está demasiado buena, ella lo sabe y sabe también como sacarse partido con su forma de vestir. Su gran altura le ha permitido mostrar sus piernas en ceñidísimos vaqueros o en vestidos ajustados como el que lleva hoy. Aun recuerdo la paja que me hice la semana pasada cuando la vi con una falda de cuero nueva. Estaba impresionante con aquellas piernas interminables. En casa también viste con ropa más cómoda, pero a mí me sigue pareciendo sexy, con sus vestidos veraniegos tan livianos, sus batitas, pero es que hoy, en esta noche tan especial, está resplandeciente, tan sexy, tan ceñida… y yo bastante salido, para qué engañarnos.

− ¿Estoy guapa? – me pregunta de sopetón.

− Esto… claro… – respondo titubeando.

− Vamos hijo, ya sé que te he puesto nervioso y que te has empalmado. No soy tonta.

Joder, con esa frase me deja pillado del todo. Ya imaginaba que ella se hubiera podido percatar de mi polla dura bajo su culo o pegada a su bajo vientre durante el baile, pero claro, otra cosa no podía ser. Lo extraño es oírla decir eso, con tanta jovialidad.

− Mamá, perdona, pero es que no pude evitarlo…

− No te preocupes, es normal. Estás en la edad. Además, me alegra despertar a esto.

Nada más decir esa frase, pasa su mano por mi paquete y lo agarra suavemente. Sí…. sí, estoy mirando su mano y no acabo de creerlo, pero sus dedos se aferran a mi polla por encima del vaquero y aprietan suavemente. Tardo en reaccionar y es que me parece increíble a pesar de estar viviéndolo.

− ¡Mamá! – digo yo más como sorpresa que como queja y ella retira la mano para no incomodarme más.

− No seas tonto, ya te digo que es normal que estés así, ya eres un hombre y te parezco una mujer atractiva ¿no?

− Esto… sí, claro mamá, estás guapísima.

− Gracias hijo, me gusta que me lo digas y por cierto, me lo dices muy poco.

− Bueno, pues eso. Eres muy guapa.

− Pero… ¿Estoy buena todavía?, ¿Soy una mujer follable?

− ¡Mamá! – reclamo.

− Vamos Nacho, no te cortes ahora. Solo dime si tu madre está buena o no.

− Sabes que sí. Los hombres están locos contigo.

− ¿Ah sí?

− ¿No me digas que no te das cuenta que levantas pasiones?

− Bueno sí que me doy cuenta que me miran pero no sé hasta qué punto eso puede levantar otras cosas – añade arañando levemente el dibujo que forma mi polla bajo el vaquero.

− No soy el único, cuando voy contigo todo el mundo se te queda mirando el culo, el escote, las piernas. Eres una madurita muy sexy.

Su blanca sonrisa sale otra vez a relucir contenta por ese comentario mío, pero es que es cierto, todos los tíos andan embobados con ella, desde sus compañeros de trabajo, nuestros vecinos, muchos familiares y amigos alucinan con esa belleza tan bien conservada de mamá.

− Bueno, estas tetas ya están algo caídas – añade sosteniendo en sus manos sus prominentes pechos. Aquello produce un cosquilleo raro en mi entrepierna que sigue teniendo una empalmada que creo que me va a durar toda la noche. Parece que ella adivina mis pensamientos y me sonríe mirando una vez más hacia mi paquete.

En ese momento aparece Carla en escena con la bandeja de las tazas y con la cafetera echando humo. Mi mirada va ahora a ese otro cuerpazo que tengo en casa. Sus andares me parecen tan sensuales y es que con ese ajustado vestido, sus largas y bien delineadas piernas, sus curvas un redondísimo culo, acompañado de un dulce rostro, la convierten en una mujer espectacular. Hoy, además, está aún más explosiva que nunca.

− ¿Y tu hermana? – me pregunta mamá.

− Mi herma, ¿Qué?

− ¿Qué si está buena?

Tardo en responder y Carla, mientras posa la bandeja sobre la mesita se queda un rato observándome a la espera de mi comentario al respecto. No sé, puede que el vino, que el ser ya un adulto o tener a mis chicas tan apabullantemente hermosas pero me lanzo por fin, dejando las dudas y miedos atrás.

− Sí que está buena, mamá… mucho además. – afirmo.

Ambas ríen, pero noto a Carla un rubor en sus mejillas impregnadas de ese tono rojizo que la hacen más deseable todavía.

− Tiene unas piernas de ensueño y larguísimas – añade mamá acercando su mano y subiéndola por sus muslos hasta colarse por debajo de la faldita de su vestido.

Carla se gira nerviosa y se siente algo cortada después de servir los cafés, pero lo que dice mi madre es cierto, mi hermana es un bellezón, con un culo redondo precioso y unas piernas largas y muy bien formadas.

− Mira que finas, Nacho. – me dice mamá invitándome a que acaricie las piernas de mi hermana.

Subo la mirada y veo que Carla no parece molestarle que lo intente y aun con cierto temor acerco mi mano a sus piernas. Acaricio su gemelo derecho y noto su suavidad de unas piernas finas y bien depiladas. Mamá me observa expectante y en su mirada noto que me incita a subir más. Lo hago temeroso y subo hasta la mitad del muslo percibiendo aun más suavidad en esa parte. Nunca antes había tocado así a mi hermana.

− ¿No son finísimas? – me pregunta mamá.

− Muchísimo – respondo alucinado mientras mi hermana sonríe allí de pie de espaldas a nosotros.

− Tócalas por dentro, verás que son aún más suaves.

Así lo hago y compruebo por primera vez, como puede llegar a ser una piel de terciopelo en la cara interna de los muslos de mi hermana, haciendo que mi polla pegue otro de sus espasmos bajo el pantalón. Me recreo tocando esa parte y subiendo hasta bien arriba, no llegando al “punto crítico” pero sí excesivamente cerca. Me parece oír un ronroneo por parte de mi hermana al tocarla ahí.

Ella se sienta de pronto a mi lado y me da un beso en la mejilla. Hoy está más cariñosa que nunca. Jamás la había visto así.

− Bueno, y ¿mi regalo? – digo de nuevo impaciente, intentando apaciguar los ánimos que los veo demasiado “calientes”. Lo cierto es que también estoy intrigadísimo con saber de qué se trata.

− ¡Qué impaciente! – apunta mamá – verás, es algo muy especial Nacho… y recuerda que es un regalo para los dos.

Lo primero que pasa por mi cabeza es que se trata de un portátil o algo así, y que tendré que compartirlo con Carla.

− Quiero que sea el regalo especial para vosotros. – dice señalándonos a ambos con su dedo. Aunque hoy sea la mayoría de edad de Nacho, es como si fuera la de los dos, porque para mí hoy habéis dejado de ser mis niños. – añade.

No entiendo nada, pero Carla sabe sin duda de qué está hablando y noto muchos nervios en su mirada y en su risita que diría, suena histérica.

− Bueno, ¿pero es algo para Carla y para mí? – pregunto.

− Sí, ella no tuvo un gran regalo en su cumple de los 18 ¿recuerdas?, fue algo de ropa, pero hoy que los dos sois mayores, tendréis vuestro regalo de adultos en conjunto. Aunque Carla ya lo sabe y le gusta, estoy segura de que a ti también.

− ¿Qué es? – le pregunto a Carla, para que me adelante algo, pero ella desvía la mirada nerviosa.

Por más que pienso, no adivino de qué demonios habla mamá. Por mi cabeza pasa la idea de que nos ha comprado un coche y lo compartiríamos una vez que saquemos el carnet, algo muy de adultos, ¿no?, pero me da que debe ser otra cosa.

Sonrío cuando mi madre estira su mano y saca un paquete de debajo del sofá.

− Aquí tienes – me dice.

Extiende el paquete, no muy grande, por lo que deduzco que para nada es la consola y mucho menos el portátil. Por su textura, parece algo de ropa. Me maldigo con mis imaginaciones, pero más todavía cuando rompo el papel nerviosamente para descubrir que me han regalado ¡un calzoncillo!, sí, uno tipo bóxer de color azul marino.

− Gracias – digo bastante decepcionado y con cierto retintín de protesta.

Mi madre se ríe a carcajadas, cuando ve mi cara de sorpresa. Y dirijo mis ojos a Carla que parece pasárselo también muy bien tapando su boca partiéndose de risa. Todavía no sé si es una broma o es realmente el regalo que han elegido.

− ¿No te gusta? – pregunta mamá sin dejar de reír.

− Sí, claro. – respondo con mi sonrisa más forzada

− Es de la marca esa que siempre me pides. Lo escogió tu hermana.

− Es muy chulo, mamá pero…

− ¿Esperabas otra cosa? – interviene mamá.

No respondo, pues en ese momento pienso que estoy siendo muy egoísta y un criajo caprichoso. La verdad es que con el homenaje que me estoy llevando tengo más que de sobra, para que me vea siendo un puto materialista. Sonrío.

− Vete a tu cuarto y pruébatelo. – añade.

− Bueno, ya me lo probaré mañana, mamá.

− No. Ahora. Vete a tu cuarto y te vienes con él puesto y te decimos como te queda. – impone seria.

− Pero, ¿Qué salga con él Ahora?

− ¿Te da vergüenza? Ya te hemos visto en calzoncillos o en bañador muchas veces.

Yo flipo, ¿pues no quieren que me ponga el slip y vuelva tan solo con él puesto para hacer un pase de modelo? Me levanto y voy a mi habitación pensando que quizá allí hay otra sorpresa y por eso mi madre está tan vacilona y tan intrigante. Una vez más me llevo la decepción cuando descubro que en mi cuarto no hay nada nuevo ni ningún tipo de regalo escondido.

En fin, me despojo de la ropa, la pongo sobre la cama y me miro desnudo al espejo. Joder sigo con mi erección de caballo y creo que no se me va bajar en toda la velada. Sin duda que las chicas lo han tenido que notar, pero realmente no parece importarles a ninguna de las dos. Acaricio una vez más mi polla, observándome frente al espejo y pienso que lo mejor es hacerme una paja y bajar esta calentura que me tiene torturado, porque si no, no podré calzarme ese bóxer azul.

− Venga, tardón. – oigo decir a mi hermana dando con sus nudillos en mi puerta.

Coño, no me la voy a poder pelar con tranquilidad. Bueno, lo intentaré esta noche y será una paja memorable recordando todo lo que ha acontecido esta extraña y maravillosa velada. Me pongo los calzoncillos que son bastante ajustados. Por un momento pienso que se han equivocado de talla, pero después al girarme frente al espejo me doy cuenta de que son unos bóxer muy marcados, que por cierto, me quedan bastante bien, todo sea dicho. Me miro de nuevo a la imagen del espejo y veo que mi polla está muy gorda. Ya no sé qué hacer para bajar tanta tensión. Decido pensar en otra cosa, en algo desagradable y tras varios segundos, me concentro y al fin salgo cortado al salón donde me esperan impacientes mis dos chicas. Me da corte que me vean en gayumbos, hoy sobre todo, porque no sabré reponerme de otra erección. Ambas están juntas sentadas en el sofá, extraordinariamente sexys, mostrando sus mejores atributos, labios ardientes por aquí, piernas interminables por allá, canalillo más que sugerente por otro lado… Aplauden nada más hacer yo la entrada, ataviado únicamente con aquel bóxer ajustado y mi polla morcillona remarcada bajo la tela.

− ¡Guau! – grita mi madre poniéndose en pie y aplaudiendo nerviosamente. Carla se pone a su lado y le dice algo al oído, probando la risa de ambas.

No sé lo que se han dicho, pero me gusta la forma en cómo me miran. Me siento realmente halagado y les sonrío a ambas, agradecido por ese regalo, que estaba seguro causaría sensación. Ellas están espectaculares y han conseguido impactarme desde el primer momento, ahora soy yo el que se siente admirado con mi prenda íntima.

− Te queda genial, Nacho. Como un guante- dice mamá – ¿verdad Carla?

− Sí, está muy bueno – añade tímidamente mi hermana.

Nunca antes me había dicho Carla tal cosa, incluso podría haberse reído de mí o decir alguna barbaridad de las suyas, sin embargo noto su sinceridad al decirlo. Me siento el centro de las miradas, corroborado por sus piropos.

− Bueno, ahora te vamos a enseñar los nuestros. – dice de pronto mamá.

− ¿Los vuestros? – pregunto intrigado.

− Sí, nosotras también nos hemos comprado ropa interior.

− ¿En serio? – vuelvo a preguntar intrigado no creyéndome que me vayan a enseñar sus conjuntos de lencería allí mismo. Me sonrío a mí mismo creyendo que eso sería otro sueño sin cumplir, pero intento ser realista pensando que eso no puede ser.

− Claro, amor, ya te dije que hoy hay regalos compartidos. – añade mi madre con su blanca sonrisa.

Ella pasa sus manos por los tirantes del vestido y de la forma más sensual que jamás haya podido imaginar, empieza a hacerlo correr hacia abajo lentamente y sin dejar de mirarme. Si no fuera mi madre, diría que el regalo es un striptease en toda regla. ¡Joder con mi madre! Estoy flipando pues está totalmente desconocida esta noche.

El vestido ha caído hasta el suelo y alucino al ver a mi madre con un tanga blanco minúsculo, cubriendo lo justo y mostrando la mayor porción de carne que le haya visto jamás. En la parte superior dos parches pequeños apenas cubren la aureola de sus pezones y cuando vuelvo a mirar a su entrepierna veo un triangulito que tapa un pubis en los límites más limitados. Decir impresionante es decir poco, es algo increíble, mamá es ahora una de esas tías con las que tantas veces me he pajeado en las páginas de internet, con tangas diminutos, pero coño, esta es mi madre y por cierto no tiene nada que envidiar con todos esos pibones con los que yo me divierto algunas noches en la pantalla de mi ordenador. Sus enormes tetas que parecen salirse y aquel triangulito que tapa lo mínimo… Con sus tacones, sus piernas parecen más esbeltas y torneadas. Esa imagen será difícil de olvidar mientras viva…

Se da la vuelta muy coqueta y muestra su grandioso culo con aquella braguita tanga que se cuela literalmente entre sus cachetes enseñando la redondez de un trasero que no ha perdido la forma en absoluto. Un culazo en toda regla que debe serla envidia de sus compañeras de gimnasio. Nunca jamás había visto el culo a mi madre, así, en vivo y en directo y ahora…

Vienen a mi mente los momentos en que he podido ver a mi madre en bañador, con algún bikini o incluso en casa cuando la he pillado fortuitamente con sus braguitas de algodón, pero es que ahora, ese conjunto de lencería es una invitación al pecado más absoluto. Muestra casi más de lo que cubre.

− Vamos Carla, ahora tú. – ordena mamá entonces.

Alucino. Mi hermana se pone en pie y tras sonreírme baja un tirante de su vestido por sus hombros, luego el otro y con cierta dificultad, pues la prenda está muy pegada a su cuerpo. Me mira y vuelve a mostrarme su blanca sonrisa, después giro la cabeza para volver a ver a mi madre que se está colocando el tanga para tapar algo que cualquier pequeño movimiento pueda dejar al aire. Vuelvo la vista hacia mi hermana que va deslizando ese vestido que siendo tan ceñido le obliga a tener que mover sus caderas para ayudarse a bajarlo. No lo hace con el erotismo de mamá, desde luego, pero estoy igual de alucinado ante ese extraordinario espectáculo.

Cuando por fin cae al suelo el vestido, vuelvo a flipar al descubrir ante mis ojos el hermoso y perfecto cuerpo de Carla que está cubierto por un minúsculo conjunto rojo de sostén y tanga, del mismo color que su vestido que está ahora está a sus pies. Al igual que mamá, esas mini prendas cubren escasamente sus pezones en la parte de arriba y por debajo es también tan reducido como el de mi madre, creo que incluso más, pues es un cuadrado que hace que se vean las ingles de Carla a la perfección, cubriendo únicamente su pubis o más bien su rajita, porque el pubis casi se adivina. El cuerpo de Carla es perfecto en su conjunto y aunque ya lo he visto en bikini un montón de veces y alguna vez en ropa interior, pero ahora, con ese conjunto tan sugerente, esas sandalias de fino tacón y una noche tan increíble, hacen que sienta un temblor por todo mi cuerpo. Me encanta su cintura fina, esas caderas tan bien puestas, sus pechos mucho más pequeños que los de su madre, pero igual de bonitos, me parece una imagen de la chica de mis sueños y creo que en este momento ambas lo son.

− Date la vuelta, cariño, que te vea bien tu hermano – propone mamá sosteniendo su mano en lo alto y obligándola a girar sobre sí misma.

Carla está roja como su tanga, pero preciosa, cuando se da la vuelta y veo su culo casi me da algo. El culazo de Carla, ese trasero perfecto que es la envidia de mis amigos y que en muchas ocasiones he podido admirar en vaqueros o en leggings, incluso en bragas, pero está ahora con un tanga de esos de tira fina que muestra su carne al completo. No tiene marcas, por lo que deduzco que toma el sol desnuda y eso me hace preguntarme, ¿Donde? ¿Por qué no me entero yo?

− ¿Qué tal? Te has quedado mudo – apunta mamá sonriente ante mi atónita mirada.

No puedo responder, primero porque no sé qué decir, pero segundo porque mi boca y mi garganta están secas, así que casi suelto un suspiro en forma de bufido.

− Veo que muy bien, jeje.- dice al fin ella señalando el bulto que muestra mi nuevo bóxer casi apuntándolas a ellas.

No me percaté en absoluto que durante la exhibición de mi hermanita, mi polla hubiera crecido a tope bajo la tela de mi nuevo slip. Me tapo como puedo la tremenda empalmada intentando ocultar algo que se ve a todas luces enorme, como si estuviera más grandiosa que nunca.

Mi madre se acerca hacia mí con esos andares me parecen súper eróticos cuando alza los pies con sus tacones altos y sus muslos y tetas botando a cada paso, en los que por cierto parece que sus tetas van a salirse de su prisión en cualquier momento. A todo esto mi polla sigue pletórica ante esa visión. Mamá retira mis manos de mi entrepierna y las coloca a ambos lados de mi cuerpo.

− Hijo, no te apures, eso que sientes es normal. Dos mujeres vestidas sexy con esta bonita ropa interior y tacones es algo a los que pocos se pueden resistir.

“Dos mujeres en ropa interior” es una expresión que no concuerda con la realidad. Yo diría que dos mujeres monumentales en dos reducidísimos conjuntos de lencería que cubren poco más de lo que la imaginación no pueda desvelar porque si se descuidan un poco acabarán enseñándolo. De nuevo mi polla saluda con un espasmo y ellas se miran y sonríen.

El tanga blanco de mamá realza todas sus curvas y exhibe un cuerpo moreno, pero es que el tanga rojo de Carla, es también una bomba de relojería. Ya no sé a dónde mirar, porque ambas me tienen trastornado.

Mi madre está muy cerca, tanto que casi puedo notar su calor y mi polla se resiste a bajar a pesar de que yo intento poner cordura, pensando que incluso aquello no está sucediendo realmente y pueda ser fruto de una alucinación. Ella sonríe y mis ojos vuelven a admirar ese cuerpo medio desnudo, cuando me dice:

− Mira Nacho, hoy ya no eres un crío, eres mayor de edad. Tienes a dos mujeres que se han vestido para la ocasión de forma muy atrevida y ahora las tienes delante con estas prendas, es lógico que tengas esa erección. No quiero que sientas vergüenza.

A continuación pasa su mano ligeramente por mi miembro acariciándolo por encima del calzoncillo. Ahora no es mi polla la que ha dado un respingo, sino yo por entero, casi cayéndome hacia atrás. Ella amplía su sonrisa al tiempo que acaricia suavemente mi pecho con sus manos.

− Quiero que hoy ambos experimentéis las sensaciones de ser mayores de verdad.

No puedo entender nada de lo que me estaba diciendo, tan solo veo que mi madre, medio desnuda, está a pocos centímetros de mí provocando unas sensaciones rarísimas.

− Vamos a abrir la botella de cava. Tráela de la nevera, Carla. – ordena mamá sin que yo pueda mover un músculo, salvo mi polla que está pletórica y juguetona bajo mi bóxer. Si me descuido saldrá el glande por la parte superior.

Me pasmo una vez más con mi hermana y sus andares cuando acude a la cocina en busca de la botella de cava y mi vista se pierde en ese cuerpo y en ese diminuto tanga que se cuela travieso por sus posaderas. No puede haber algo más sensual… yo sigo sin poder reaccionar, totalmente inmóvil. Es mamá la que se acerca, me da la mano y me lleva hasta el sofá. Voy tras ella sin poder despegar la vista de su culo que en armonioso movimiento oscila ante mí. Se sienta y dando una palmada en el sofá, me ordena que haga lo mismo a su lado.

− No te sientas mal, cariño, tú relájate – me dice, acariciando mi pecho con la punta de sus dedos.

Mi mirada se pierde en esas tetas que apenas son tapadas por el sostén tan pequeño y luego bajo la vista para ver esa braguita que tapa su pubis al límite. ¡Dios, mamá está increíble!

− Es que me siento raro, mamá. – le digo intentando disculparme de nuevo ante mi evidente erección.

− Eso no te tiene que turbar hijo mío, por eso hoy hemos organizado esta fiesta, para que seas el hombre de la casa y disfrutes de tu mayoría de edad.

La mirada de mamá se centra en mi polla que apunta como una montaña bajo mis nuevos calzoncillos. Ella estira la mano acaricia de nuevo suavemente mi bulto, haciéndome estremecer.

Carla se acerca con la botella y mamá ya ha colocado unas copas en la pequeña mesa que hay frente al sofá. Mis ojos van de nuevo a la entrepierna de mi hermana que hace que se forme ese huequito tan apetitoso entre sus muslos.

− Nacho, haz los honores – dice mi madre entregándome la botella para que la abra.

Mientras tanto, Carla, a la que no quito ojo, se sienta a mi lado y sigo sin creerme que mi electrizado cuerpo esté entre estos dos bellezones a los que mi vista no para de quitar ojo, una a la izquierda, otra a la derecha. Abro la botella y no puedo controlar que el gas contenido dentro haga que salga un chorro disparado que pone perdida la alfombra.

Mamá no se enfada, sino que dice un “alegría” aplaudiendo, como si aquello fuera hasta divertido. Reparto el cava en las copas y los tres brindamos ante una noche que se ha convertido en muy especial, tal y como predijo mamá. Estar entre ellas dos es mejor que si me hubiera tocado la lotería y algo que no hubiera ni podido soñar.

− ¿Cómo os sentís chicos? – comienza a hablar mamá tras los brindis y tomando un sorbo.

Observo como sus labios rojos se juntan para tomar ese pequeño trago y no dejo de pensar en si no fuera mi madre, con ganas una mano ya hubiera intentado alcanzar una teta. Es que está para morirse. Luego giro la vista al otro lado y veo otra hermosísima mujer sentada a mi lado con su piel pegada a la mía, sus muslos morenos, ese vientre liso, esos labios pintados que parecen más grandes que nunca.

Ninguno hablamos, supongo que yo estoy cortado, pero mi hermana a pesar de estar al tanto también parece estar llena de dudas.

− Venga, empieza tú Nacho, como me has dicho antes. – ordena mamá.

− Pues me siento muy raro mamá, ya te lo he dicho, no me esperaba esto. Estoy alucinando…

− ¿Quieres decir que te han gustado tus regalos?

− Vosotras dos habéis sido el mejor regalo. – lo digo inconscientemente pero totalmente convencido.

− Genial, ¿ves que fácil? Muy bien Nacho, así es como puedes conquistar a las mujeres. Puede que estés obnubilado, perdido, excitado, pero nunca olvides el caballero que llevas dentro. Eso nos vuelve locas a todas, pero sigue, sigue… ¿qué más te ha gustado de todo esta noche?

− Pues… ¡Me gustó todo! Ha sido una gran sorpresa, desde luego.

− Y eso que aún no has visto lo mejor – añade mamá guiñándole un ojo a Carla.

− ¿Todavía hay más?

− Por supuesto, hijo mío, hoy quiero que sea para los dos un día inolvidable, en el que ya sois adultos y podéis decidir por vosotros mismos. Hoy vamos a desnudarnos del todo.

− ¿Cómo? ¿desnudarnos? – pregunto alarmado.

− A ver, por dentro al menos y decirnos qué sentimos. – añade y vuelve a tener una mirada cómplice con mi hermana.

Después de dar un trago, vuelve al ataque:

− Quiero que nos sinceremos, como tres adultos que somos, ¿estáis de acuerdo?, ¿Os atrevéis?

No hay respuesta pero sí un gesto afirmativo de mi hermana que vuelve a dejarme alucinando. Ellas dos tienen un plan claro y yo estoy perdido a la vez que extraordinariamente sorprendido. Nuestra madre prosigue:

− Bueno, venga, empiezo yo, a ver, seré sincera, ¿vale? Me ha gustado mucho planear todo esto, hablar con Carla durante todos estos días, comentar todo lo que iba a pasar, ver tu cara de asombro. Los besos de esta mañana que te dejaron tan extrañado. Supongo que estarías alucinado…

− Y tanto, mamá, no me lo esperaba. – intervengo.

− Pues eso me hizo sentirme muy feliz y al tiempo rara, como juguetona de algo prohibido que no había podido hacer hasta ahora. Ahora tengo un hombre en casa y me gustó mucho que sintieras eso con el beso. Yo también lo sentí.

Estas palabras de mamá son algo que no me espero. ¿Acaso se excitó besándome esta mañana? ¿Disfrutaba con ese juego? Lo cierto es que fueron unos besos muy tiernos pero muy excitantes. Mamá continúa con su explicación:

− Me encantó sobre todo cuando entraste esta noche en la cocina y nos viste así vestidas. ¿Qué te pasó por la cabeza?

− Pues en la suerte que tenía. De teneros en casa. – respondo con sinceridad.

− Ya, eso lo sé, cariño, pero ¿en qué te fijaste?, ¿qué te hizo sentir algo especial?

− No te entiendo.

− ¿Qué te emocionó?

− Pues no sé, me gustó mucho tu vestido tan ceñido y que mostraba tus curvas.

Mamá no puede evitar una carcajada, pero incluso eso me parece erótico, lo mismo que los movimientos de sus piernas, creo que está excitada Yo continúo envalentonado, sabiendo que eso le gusta tanto a mamá:

− Me encantó la forma de tu pecho bajo ese escote y como tus tetas parecían querer salirse. Y ahora te tengo aquí al lado con ese conjunto, que ni soy capaz de asimilarlo…

Giro mi cabeza y miro a Carla que está expectante esperando algo sobre ella y sé que mamá también lo espera. Me lanzo a demostrar todo lo que me ha excitado de ella:

− Me quedé flipado de ver a Carla también con ese vestido rojo tan corto y ajustado. Estaba preciosa. Nunca la había visto tan sexy.

No puedo evitar hacer una pausa para ver la reacción de ambas y eso me excita más, tanto que mi polla da otro de sus avisos, pero es que en realidad no ha bajado su hinchazón ni un segundo. Me envalentono, bebo un sorbo de cava y continúo:

− Las piernas de Carla me parecen divinas y ahora que la tengo aquí al lado con ese tanga rojo estoy flipado.

Mi hermana sostiene mi cara cara con sus manos plantándome un piquito en la boca, al tiempo que su pecho se junta al mío. Ufff, no aguantaré mucho sin correrme encima.

− ¿Y tú, Carla? – pregunta mi madre a su hija.

Mi hermana me mira, da un pequeño sorbo a su copa y tras una cierta duda expone su visión:

− Bueno me sentí también muy rara todos estos días planeando esto. Tenía muchas dudas e imaginaba que Nacho se iba a sorprender, pero al verlo ahora, me encanta haberlo organizado. Esta mañana cuando te besé y cuando me mirabas las piernas y mi sexo con las mallas de gimnasia, me dio un cosquilleo extraño…

Ufff, no podía creer lo que decía, ¿se ha puesto cachondilla con el beso y mi mirada a su cuerpo? Luego saber que llevan días planeándolo también me resulta muy morboso, pues se que ambas cuando se juntan son inigualables, así que han debido prepararlo todo con dedicación absoluta.

− ¿Y qué has sentido cuando se ha empalmado al vernos con los tangas? – le pregunta a mi hermana.

− Me he excitado al verlo. – contesta apesadumbrada Carla y bebe otro trago.

Si me pinchan no sangro. Lo que tantas veces he soñado en mis innumerables pajas pensando en mi madre o mi hermana está sucediendo hoy, el día de mi cumpleaños. ¿Será que estoy soñando? Ahora, teniéndolas aquí a mi lado, las deseo más que nunca. Lo más alucinante es que mamá dice que todavía habrá más sorpresas…

Juliaki

CONTINUARÁ…

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR.

juliaki@ymail.com

 

Libro para descargar: “Un verano inolvidable” (POR GOLFO)

$
0
0

verano inolvidable2Sinopsis:

Contra mi voluntad, mi madre me informa que su hermana pequeña, mi tía Elena, me va a hacer compañía ese verano en Laredo. Cabreado intento convencer pero no da su brazo a torcer por lo que salgo rumbo a la playa con ella, sin saber que ese verano cambiaría para siempre el rumbo de nuestras vidas. Junto con ella, seduzco a Belén y a su madre.

A partir de ahí, los cuatro juntos nos sumergimos en una espiral de sexo.

MÁS DE 200 PÁGINAS DE ALTO CONTENIDO ERÓTICO

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

http://www.amazon.es/gp/product/B01882R4LO

Para que podías echarle un vistazo, os anexo EL  PRIMER CAPÍTULO:

Capítulo 1

La historia que os voy a contar me ocurrió hace algunos años, cuando estaba estudiando en la universidad. Con casi veintidós años y una más que decente carrera, mis viejos no podían ningún impedimento a que durante las vacaciones de verano, me fuera solo a la casa que teníamos en Laredo. Acostumbraba al terminar los exámenes a irme allí solo y durante más de un mes, pegarme una vida de sultán a base de copas y playa. Por eso cuando una semana antes de salir rumbo a ese paraíso mi madre me informó que tendría que compartir el chalet con mi tía, me disgustó.
Aunque mi relación con la hermana pequeña de mi madre era buena, aun así me jodió porque con Elena allí no podría comportarme como siempre.
«Se ha acabado andar desnudo y llevarme a zorritas a la cama», pensé, «y para colmo tendré que cargar con ella».
Mis reticencias tenían base ya que mi tía era una solterona de cuarenta años a la que nunca se le había conocido novio y que era famosa en la familia por su ingenuidad en temas de pareja. No sé cuántas veces presencié como mi padre le tomaba el pelo abusando de su falta de picardía hasta que mi madre salía en su auxilio y le explicaba el asunto. Al entender la burla, Elena se ponía colorada y cambiaba de tema.
―No entiendo que con casi cuarenta años caigas siempre en esas bromas― le decía mi vieja, ― ¡Madura!
Los justificados reproches de su hermana lo único que conseguían era incrementar la vergüenza de la pobre que normalmente terminaba yéndose de la habitación para evitar que su cuñado siguiera riéndose de ella.
Pero volviendo a ese día, por mucho que intenté hacerle ver a mi madre que además de joderme las vacaciones su hermana se aburriría al estar sola, no conseguí que diera su brazo a torcer y por eso me tuve que hacer a la idea de pasar un mes con ella.

Nos vamos a Laredo mi tía y yo.
Tal y como habíamos quedado, a mediados de Junio, me vi saliendo con ella rumbo al norte. Como a ella no le apetecía conducir en cuanto metimos nuestro equipaje, me dio las llaves de su coche diciendo:
― ¿Quieres conducir? Estoy muy cansada.
Ni que decir tiene que en cuanto la escuché acepté de inmediato porque no en vano el automóvil en cuestión era un precioso BMW descapotable. Encantado con la idea me puse al volante mientras ella se sentaba en el asiento del copiloto. Ya preparados, nos pusimos en camino. No tardé en comprobar que mi tía no había mentido porque al rato se quedó dormida.
Para los que no lo sepan, entre Madrid y Laredo hay unos cuatrocientos cincuenta kilómetros y se tarda unas cuatro horas sin incluir paradas y viendo que no iba a obtener conversación de ella, puse la radio y decidí comprobar si como decían las revistas, ese coche era una maravilla. Con ella roncando a pierna suelta y aunque había mucho tráfico, llegué a Burgos en menos de dos horas y como me había pedido parar en el hotel Landa para almorzar, directamente me salí de la autopista y entré en el parking de ese establecimiento.
Ya aparcado y antes de despertarla, me la quedé mirando. Mi tía seguía dormida y eso me permitió observarla con detenimiento sin que ella se percatara de ese escrutinio.
«Para su edad está buena», sentencié después darle un buen repaso y comprobar que la naturaleza le había dotado de unas ubres que rivalizarían con las de cualquier vaca, «lo que no comprendo es porqué nunca ha tenido novio».
En ese momento fue cuando realmente empecé a verla como mujer ya que hasta entonces Elena era únicamente la hermana de mamá pero ese día corroboré que esa ingenua era dueña de un cuerpo espectacular. Su melena castaña, su estupendo culo y sus largas piernas hacían de ella una mujer atractiva. La confirmación de todo ello vino cuando habiéndola despertado, entramos al restaurante de ese hotel y todos los hombres presentes en el local se quedaron mirando embobados el movimiento de sus nalgas al caminar.
Muerto de risa y queriendo romper el hielo, susurré en su oído:
―Tía, ¡Debías haberte puesto un traje menos pegado!
Ella que ni se había fijado en las miradas que le echaban, me preguntó si no le quedaba bien. Os juro que entonces caí en la cuenta que no sabía el efecto que su cuerpo provocaba a su paso y soltando una carcajada, le solté:
― Estupendamente. ¡Ese es el problema! – y señalando a un grupo de cuarentones sentados en una mesa, proseguí diciendo: ― ¡Te están comiendo con los ojos!
Al mirar hacía ese lugar y comprobar mis palabras, se puso nerviosa y totalmente colorada, me rogó que me pusiera de modo que tapara a esa tropa de salidos. Cómo es normal, obedecí y colocándome de frente a ella, llamé al camarero y pedí nuestras consumiciones.
Mientras nos las traía, Elena seguía muy alterada y se mantenía con la cabeza gacha como si eso evitara que la siguieran mirando. Esa actitud tan esquiva, ratificó punto por punto la opinión que mi viejo tenía de su cuñada:
“Mi tía era, además de ingenua, de una timidez casi enfermiza».
Viendo el mal rato que estaba pasando, le propuse que nos fuéramos pero entonces ella, con un tono de súplica, me soltó:
― ¿Soy tan fea?
Alucinado porque esa mujer hubiese malinterpretado la situación, me tomé unos segundos antes de contestar:
― ¿Eres tonta o qué? No te das cuenta que si te están mirando es porque estás buenísima.
Mi respuesta la descolocó y casi llorando, dijo de muy mal humor:
― ¡No me tomes el pelo! ¡Sé lo que soy y me miro al espejo!
Fue entonces cuando asumiendo que necesitaba que alguien le abriera los ojos y sin recapacitar sobre las consecuencias, contesté:
― Pues ponte gafas. No solo no eres fea sino que eres una belleza. La gran mayoría de las mujeres desearían que las miraran así. Esos tipos te están devorando con los ojos porque seguramente ninguna de sus esposas tiene unas tetas y un trasero tan impresionantes como el tuyo.
La firmeza con la que hablé le hizo quedarse pensando y tras unos instantes de confusión, sonriendo me contestó:
― Gracias por el piropo pero no te creo.
Debí haberme quedado callado pero me parecía inconcebible que se minusvalorara de ese modo y por eso cometí el error de cogerle de la mano y decirle:
― No te he mentido. Si no fueras mi tía, intentaría ligar contigo.
Lo creáis o no creo que en ese preciso momento esa mujer me creyó porque mirándome a los ojos, me dio las gracias sin percatarse que bajo su vestido involuntariamente sus pezones se le habían puesto duros. El tamaño de esos dos bultos fue tal que no pude más que quedarme embobado mientras pensaba:
“¡No me puedo creer que nunca me hubiese fijado en sus pitones».
Tuvo que ser el camarero quien rompiera el incómodo silencio que se había instalado entre nosotros al traer la comanda. Ambos agradecimos su interrupción, ella porque estaba alucinada por el calor con el que la miraba su sobrino y yo por el descubrimiento que Elena era una mujer de bandera.
Al terminar ninguno de los dos comentó nada y hablando de temas insustanciales, nos montamos en el coche sin ser enteramente conscientes que esa breve parada había cambiado algo entre nosotros.
«Estoy como una cabra», mascullé entre dientes, «seguro que se ha dado cuenta de cómo le miraba las tetas».

Durante el resto del camino la hermana de mi madre se mantuvo casi en silencio como rumiando lo sucedido. Solo cuando ya habíamos dejado atrás Bilbao y estábamos a punto de llegar a Laredo, salió de su mutismo y como si no hubiéramos dejado de hablar del tema, me preguntó:
―Si estoy tan buena, ¿Por qué ningún hombre me ha hecho caso?
Como su pregunta me parecía una solemne idiotez, sin medirme, contesté:
―Ya que tienes ese cuerpazo, ¡Muéstralo! ¡Olvídate de trajes cerrados y ponte un escote! ¡Verás cómo acuden en manada!
Confieso que nunca preví que tomándome la palabra, me soltara:
―¿Tú me ayudarías? ¿Me acompañaría a escoger ropa?
La dulzura pero sobre todo la angustia que demostró al pedírmelo, no me dio pie a negarme y por eso le prometí que al día siguiente, la acompañaría de compras. Lo que no me esperaba que poniendo un puchero, Elena contestara:
―No seas malo. Es temprano, ¿Por qué no hoy?
Al mirar el reloj y descubrir que ni siquiera era hora de comer, contesté:
―De acuerdo. Bajamos el equipaje en casa, comemos y te acompaño.
Su sonrisa hizo que mereciera la pena perderme esa tarde de playa, por eso no me quejé cuando habiendo descargado nuestras cosas y sin darme tiempo de acomodarlas en mi habitación, me rogó que fuéramos a un centro comercial a comer y así tener más tiempo para elegir.
―¡He despertado a la bestia!― exclamé al notar la urgencia en sus ojos.
Elena soltando una carcajada, me despeinó con una mano diciendo:
―He decidido hacerte caso y cambiar.
La alegría de su tono me debió advertir que algo iba a suceder pero comportándome como un lelo, me dejé llevar a rastras hasta ese lugar. Una vez allí, entramos en un italiano y mientras comíamos, mi tía no paró de señalar los vestidos de las crías que iban y venían por la galería, preguntando como le quedarían a ella. El colmo fue al terminar y cuando nos dirigíamos hacia el ZARA, Elena se quedó mirando el escaparate de Victoria Secret´s y mostrándome un picardías tan escueto como subido de tono, me preguntara:
―¿Te parecería bien que me lo comprara o es demasiado atrevido?
Cortado por que me preguntara algo tan íntimo, contesté:
―Seguro que te queda de perlas.
Elena al dar por sentada mi aprobación entró conmigo en el local y dirigiéndose a una vendedora, pidió que trajeran uno de su talla. Ya con él en su mano, se metió en el probador dejándome a mí con su bolso fuera. No habían trascurrido tres minutos cuando vi que se entreabría la puerta y la mano de mi tía haciéndome señas de que entrara. Sonrojado hasta decir basta, le hice caso y entré en el pequeño habitáculo para encontrarme a mi tía únicamente vestida con ese conjunto.
Confieso que me quedé obnubilado al contemplarla de esa guisa y recreando mi mirada en sus enormes pechos, no pude más que mostrarle mi asombro diciendo:
― ¡Quién te follara!
La burrada de mi respuesta, la hizo reír y mientras me echaba otra vez para afuera, la escuché decir:
―¡Mira que eres bruto! ¡Qué soy tu tía!
Por su tono descubrí que no se había enfadado por mi exabrupto ya que aunque era el hijo de su hermana, de cierta manera se había sentido halagada con esa muestra tan soez de admiración.
«No puede ser», pensé al saber que además para ella yo era un crío.
Al salir ratificó que no le había molestado tomándome del brazo y con una alegría desbordante, llevándome de una tienda a otra en busca de trapos. No os podéis hacer una idea de cuantas visitamos y cuanta ropa se probó hasta que al cabo de dos horas y con tres bolsas repletas con sus compras, salimos de ese centro comercial.
Ya en el coche, mi tía comentó entre risas:
―Creo que me he pasado. Me he comprado cuatro vestidos, el conjunto de lencería y un par de bikinis.
―Más bien― contesté mientras encendía el automóvil.
Ni siquiera habíamos salido del parking cuando haciéndome parar, me pidió que bajara la capota ya que le apetecía sentir la brisa del mar. Haciendo caso, oprimí el botón y en menos de diez segundos, el techo se escondió y ya totalmente descapotados salimos a la calle.
―¡Me encanta!― chilló con alegría,
La felicidad de su rostro mientras recorríamos el paseo marítimo, me puso de buen humor y momentáneamente me olvidé el parentesco que nos unía, llegando al extremo de posar mi mano sobre su muslo. Al darme cuenta, la retiré lo más rápido que pude pero entonces Elena protestó diciendo:
―Déjala ahí, no me molesta.
La naturalidad con la que lo dijo, me hizo conocer que quizás en pocas ocasiones había sentido sobre su piel la caricia de un hombre y por eso no pude evitar excitarme pensando que podía seguir siendo virgen.
«Estoy desvariando», exclamé mentalmente al percatarme que esa mujer que estaba deseando desflorar era mi familiar mientras a mi lado, ella había vuelto a poner mi mano sobre su muslo.
Instintivamente, mi imaginación voló y mientras pensaba en cómo sería ella en la cama, comencé a acariciarla hasta que la realidad volvió de golpe en un semáforo cuando al mirarla descubrí que tenía su vestido completamente subido y que podía verle las bragas.
«¡Qué coño estoy haciendo!», pensé al darme cuenta que estaba tocando a la hermana de mi madre.
Asustado por ese hecho pero no queriendo que ella se molestara con una rápida huida, aproveché que se ponía verde para retirar mi mano al tener que meter la marcha y ya no volví a ponerla sobre su muslo. Pasado un minuto de reojo comprobé que Elena estaba cabreada pero como no podía reconocer que estaba disfrutando con los toqueteos de su sobrino y más aún el pedirme descaradamente que los continuara.
Afortunadamente estábamos cerca de la casa de mis padres y por eso sin preguntar me dirigí directamente hacia allá. Nada más cruzar la puerta, mi tía desapareció rumbo a su cuarto dejándome con mi conciencia. En mi mente me veía como un pervertidor que se estaba aprovechando de la ingenuidad de esa mujer y de su falta de experiencia y por eso decidí tratar de evitar cualquier tipo de familiaridad aun sabiendo que eso me iba a resultar difícil porque estaríamos ella y yo solos durante un mes.
Habiéndolo resuelto comprendí que lo mejor que podía hacer era irme a dar una vuelta y eso hice. En pocas palabras, hui como un cobarde y no volví hasta que Elena me informó que me estaba esperando para cenar.
―Al rato llego― contesté acojonado que le dijera a mi vieja que la había estado tocando.
Aunque le había dicho que tardaría en volver, comprendí que no me quedaba más remedio que ir a verla y pedirle de alguna manera perdón. Creo que mi tía debió de suponer que tardaría más tiempo porque al entrar en el chalet, escuché que estaba la tele puesta.
Al acercarme al salón, la encontré viendo una de mis películas porno. No sé si fue la sorpresa o el morbo pero desde la puerta me puse a espiar que es lo que hacía para descubrir que creyéndose sola, se estaba masturbando mientras miraba como en la pantalla un jovencito se tiraba a una cuarentona.
“¡No me lo puedo creer!», pensé al saber que entre todas mis películas había ido a escoger una que bien podría ser nuestra historia. «Un veinteañero con una dama que le dobla en edad».
Ese descubrimiento y los gemidos que salían de su garganta al acariciarse el clítoris, me pusieron como una moto y bajándome la bragueta saqué mi pene de su encierro y me empecé a pajear mientras observaba en el sofá a mi tía tocándose. Elena sin saber que su sobrino la espiaba desde el zaguán, separó sus rodillas y metiendo su mano por debajo de su braga, separó sus labios y usando un dedo, lo metió dentro de su sexo.
Sabía que me podía descubrir pero aun así necesitaba verla mejor y por eso agachándome, gateé hasta detrás de un sillón desde donde tendría una vista inmejorable de sus maniobras. Para empeorar la situación y mi calentura, en ese momento, mi querida tía cogió uno de sus senos apretándolo con la mano izquierda mientras la derecha no dejaba de torturar su mojado coño.
“¡Está tan bruta como yo», tuve que admitir mientras me pajeaba para calmar mi excitación.
A mi lado, Elena intensificó sus toqueteos pegando sonoros gemidos. Os juro que podía ver hasta el sudor cayendo por el canalillo de su escote pero aun así quería más. Totalmente excitada, la vi cómo se arqueaba su espalda y como cerraba sus piernas con su mano dentro de ella en un intento de controlar el placer que estaba sintiendo. En ese momento, cerró los ojos cerrados y mientras disfrutaba de un brutal orgasmo, mi tía gritó mi nombre y cayó agotada sobre el sofá, momento que aproveché para salir en silencio tanto de la habitación como de la casa.
Ya en el jardín, me quedé pensando en lo que había visto y no queriendo que Elena se sintiera incómoda, me dije que no le contaría nunca que la había descubierto haciéndose una paja pensando en mí.
“Está tan sola que incluso fantasea que su sobrino intenta seducirla», sentencié tomando la decisión de no darle ninguna excusa para que se sintiera atraída.
La cena.
Diez minutos más tarde, no podía prolongar mi llegada y como no quería volverla a pillar en un renuncio, saludé en voz alta antes de entrar.
― Estoy aquí― contestó Elena.
Siguiendo el sonido de su voz, llegué a la cocina donde mi tía estaba preparando la cena. Nada más verla, supe que me iba a resultar complicado no babear mirándola porque se había puesto cómoda poniéndose una bata negra de raso, tan corta que apenas le tapaba el culo.
“¿De qué va?», me pregunté al observarla porque a lo escueto de su bata se sumaba unas medias de encaje a medio muslo. “¡Se está exhibiendo!».
La certeza de que Elena estaba desbocada y que de algún modo intentaba seducirme, me hizo palidecer y tratando de que no notara la atracción que sentía por ella, abrí el refrigerador y saqué una cerveza. Todavía no la había abierto cuando de pronto se giró y dijo:
― Tengo una botella de vino enfriando. ¿Me podrías poner otra copa?
Su tono meloso me puso los vellos de punta y dejando la cerveza, saqué la botella mientras trataba de ordenar mis pensamientos. Al mirarla, descubrí que ya se había bebido la mitad.
“Macho recuerda quien es», repetí mentalmente intentando retirar mi mirada de su trasero, “está buena pero es tu tía».
Sintiéndome un mierda, serví dos vasos. Al darle el suyo, mi hasta entonces ingenua familiar extendió su brazo y gracias a ello, se le abrió un poco la bata dejándome descubrir que llevaba puesto el picardías que había elegido esa tarde. Mis ojos no pudieron evitar el recorrer su escote y ella al notar que la miraba, sonriendo me soltó:
― Me he puesto el conjunto que tanto te gustó― tras lo cual y sin medirse, se abrió la bata y modeló con descaro a través de la cocina la lencería que llevaba puesta.
Por mucho que intenté no verme afectado con esa exhibición sentándome en una silla, fallé por completo. Sabía que estaba medio borracha pero aun así bajo mi pantalón mi pene salió de su letargo y como si llevase un resorte, se puso duro como pocas veces. El tamaño del bulto que intentaba ocultar era tal que Elena advirtió mi embarazo y en vez de hacer como ni no se hubiera dado cuenta, acercándose a mí, susurró en mi oído con voz alcoholizada:
― ¡Qué mono! A mi sobrinito le gusta cómo me queda.
Colorado y lleno de vergüenza, me quedé callado pero entonces, mi tía envalentonada por mi silencio dio un paso más y sentándose sobre mis rodillas, me preguntó:
― ¿Tú crees que los hombres se fijarían en mí?
Con sus tetas a escasos centímetros de mi boca y mientras intentaba aparentar una tranquilidad que no tenía, con voz temblorosa, respondí:
― Si no se fijan es que son maricas.
Mi respuesta no le satisfizo y cogiendo sus gigantescas peras entre sus manos, insistió:
― ¿No te parece que tengo demasiado pecho?
La desinhibición de esa mujer me estaba poniendo malo. Todo mi ser me pedía hundir la cara en su hondo canalillo pero mi mente me pedía prudencia por lo que haciendo un esfuerzo contesté:
― Para nada.
Mi tía sonrió al escuchar mi respuesta y disfrutando de mi parálisis, se bajó de mis rodillas y dándose la vuelta, puso su pandero a la altura de mi cara y descaradamente siguió acosándome al preguntar:
― Entonces: ¿Será que no me hacen caso porque tengo un culito gordo?
Para entonces estaba como una moto y por eso comprenderéis que tuve que hacer un verdadero ejercicio de autocontrol para no saltar sobre ese par de nalgas que con tanta desfachatez mi tía ponía a mi alcance. Como no le contestaba, Elena estrechó su lazo diciendo:
― Tócalo y dime si lo tengo demasiado flácido.
Como un autómata obedecí llevando mis manos hasta sus glúteos. Si ya de por sí me parecía que Elena tenía un trasero cojonudo al palpar con mis yemas lo duro que lo tenía no pude más que decir mientras seguía manoseándolo:
― ¡Es perfecto y quién diga lo contrario es un imbécil!
La hermana de mi madre al sentir mis magreos gimió de placer y con su respiración entrecortada, se sentó nuevamente sobre mí haciendo que su culo presionara mi verga. Entonces y con un tono sensual, me preguntó:
― ¿Entonces porque no tengo un hombre a mi lado?
Si cómo eso no fuera poco y perdiendo cualquier recato, mi tía comenzó un suave vaivén con su trasero, de forma que mi erecto pene quedó aprisionado entre sus nalgas.
― Elena, ¡Para o no respondo!― protesté al sentir el roce de su sexo contra el mío.
― ¡Contesta!― gritó sin dejar de moverse― ¡Necesito saber por qué estoy sola!
La situación se desbordó sin remedio al sentir la humedad que desprendía su vulva a través de mi pantalón y llevando mis manos hasta sus pechos, me apoderé de ellos y contesté:
― ¡No lo sé! ¡No lo comprendo!
Mi chillido agónico era un pedido de ayuda que no fue escuchado por esa mujer. Mi tía olvidando la cordura, forzó mi calentura restregando sin pausa su coño contra mi miembro. Su continuo acoso no menguó un ápice cuando la lujuria me dominó y metí mis manos bajo su picardías para amasar sus senos, Es más al notar que cogía entre mis dedos sus areolas, rugió como una puta diciendo:
― ¿Por qué no se dan cuenta que necesito un hombre?
Su pregunta resultaba a todas luces extraña si pensáis que en ese instante, mi verga y su chocho estaban a punto de explotar pero aun así contesté:
― ¡Yo si me doy cuenta!
Fue entonces cuando como si estuviéramos sincronizados tanto ella como yo nos vimos avasallados por el placer y sin dejar de movernos, Elena se corrió mientras sentía entre sus piernas que mi pene empezaba a lanzar su simiente sobre mi pantalón. Os juro que ese orgasmo fue brutal y que mi tía disfrutó de él tanto como yo pero entonces debió de percatarse que estaba mal porque levantándose de mis rodillas, me respondió:
― Tú no me sirves, ¡Eres mi sobrino!― y haciendo como si nada hubiera ocurrido, me soltó: ― ¿Cenamos?
Reconozco que tuve que morderme un huevo para no soltarle una hostia al escuchar su desprecio porque no en vano se podría decir que casi me había violado y que ya satisfecha me dejaba tirado como un kleenex usado. Pero cuando iba a maldecirla, vi en su mirada que se sentía culpable de lo ocurrido.
“Siente remordimientos por su actitud», me pareció entender y por eso, no dije nada y en vez de ello, le ayudé a poner la mesa.
Tal y como os imaginareis, durante la cena hubo un silencio sepulcral producto de la certeza de nuestro error pero también a que ambos estábamos tratando de asimilar qué nos había llevado a ese simulacro de acto sexual. Me consta que a ella le estaba reconcomiendo la culpa por haber abusado del hijo de su hermana mientras yo no paraba de echarme en cara que de alguna manera había sido el responsable de su desliz.
Por eso cuando al terminar de cenar, Elena me pidió si podía recoger la mesa, respondí que sí y vi como una liberación que sin despedirse mi tía se fuera a su habitación. Al ir metiendo los platos en el lavavajillas, no podía dejar de repasar todo ese día tratando de hallar la razón por la que esa mujer había actuado así, pero por mucho que lo intenté no lo conseguí y por eso mientras subía a mi cuarto, sentencié:
“Esperemos que mañana todo haya quedado en un mal sueño»…

Todo empeora.
Esa noche fue un suplicio porque mi dormitar se convirtió en pesadilla al imaginarme a mi madre echándome la bronca por haber seducido a su hermana borracha. En mi sueño, me intenté disculpar con ella pero no quiso escuchar mis razones y tras mucho discutir, cerró la discusión diciendo:
― Si llego a saber que mi hijo sería un violador, ¡Hubiera abortado!
Por eso al despertar, me encontraba hundido anímicamente. Me sentía responsable de la metamorfosis que había llevado a esa ingenua y apocada mujer a convertirse en la amantis religiosa de la noche anterior. No me cabía en la cabeza que mi tía me hubiera usado para masturbarse para acto seguido desprenderse de mí como si nada hubiera pasado entre nosotros.
«¡Debe de tener un trauma de infancia!», sentencié y por enésima vez resolví que no volvería a darle motivos para que fantaseara conmigo.
Cómo no tenía ningún sentido quedarme encerrado en mi cuarto, poniéndome un bañador bajé a desayunar. Allí en la cocina, me encontré con Elena. Al observar las profundas ojeras que lucía en su rostro comprendí que también había pasado una mala noche. La tristeza de sus ojos me enterneció y mientras me servía un café, hice como si no me acordara de nada y fingiendo normalidad, le pregunté:
―Me apetece ir a la playa. ¿Me acompañas?
―No sé si debo― respondió con un tono que traslucía la vergüenza que sentía.
Todavía no me explico por qué pero en ese momento intuí que debería enfrentar el problema y por eso sentándome frente a mi tía, le dije:
―Si es por lo que ocurrió anoche, no te preocupes. Fue mi culpa, tú había bebido y te juro que nunca volverá a ocurrir.
Mi auto denuncia la tranquilizó y viendo que yo también estaba arrepentido, contestó:
―Te equivocas, yo soy la mayor y el alcohol no es excusa. Debería haber puesto la cordura― tras lo cual y pensándolo durante unos segundos, dijo: ―¡Dame diez minutos y te acompaño!
Os reconozco que me alegró que Elena no montara un drama sobre todo porque eso significaba que mi vieja nunca se enteraría que su hijito se había dado unos buenos achuchones con su hermana pequeña. Aunque toda esa supuesta tranquilidad desapareció de golpe cuando la vi bajar por las escaleras porque venía estrenando uno de los bikinis que se compró el día anterior y por mucho que se tapaba con un pareo, su belleza hizo que me quedara con la boca abierta al contemplar lo buenísima que estaba.
«¡Dios! Está para darle un buen bocado», pensé mientras retiraba mi vista de ella.
Afortunadamente Elena no advirtió mi mirada y alegremente cogió las llaves de su coche para salir al garaje. Al hacerlo me dio una panorámica excelente de sus nalgas sin caer en el efecto que ellas tendrían en su sobrino.
«¡Menudo culo el de mi tía!», farfullé mentalmente mientras como un perrito faldero la seguía.
Ya en su BMW, me preguntó a qué playa quería ir. Mi estado de shock no me permitía concentrarme y por eso contesté que me daba lo mismo. Elena al escuchar mi respuesta, se quedó pensando durante unos momentos antes de decirme si me apetecía ir al Puntal. Sé que cuando lo dijo debía haberle avisado que esa playa llevaba varios años siendo un refugio nudista pero entonces mi lado perverso me lo impidió porque quería ver como saldría de esta.
―Está bien. Hace tiempo que no voy― contesté.
Habiendo decidido el lugar, bajó la capota y arrancó el coche. Como Laredo es una ciudad pequeña y el Puntal está a la salida del casco urbano, en menos de diez minutos ya estaba aparcando. Ajena al tipo de prácticas que se hacían ahí, mi tía abrió el maletero y sacó las toallas y su sombrilla sin mirar hacia la arena. No fue hasta que habiendo abandonado el paseo entramos en la playa propiamente cuando se percató que la gran mayoría de los veraneantes que estaban tomando el sol estaban desnudos.
―¡No me dijiste que era una playa nudista!― exclamó enfadada encarándose conmigo.
―No lo sabía – mentí― si quieres nos vamos a otra.
Sé que no me creyó pero cuando ya creía que nos daríamos la vuelta, me miró diciendo:
―A mí no me importa pero no esperes que me empelote.
Por su actitud comprendí que sabía que se lo había ocultado para probarla pero también que una vez lanzado el reto, había decidido aceptarlo y no dejarse intimidar. La prueba palpable fue cuando habiendo plantado la sombrilla en la arena, se quitó el pareo y con la mayor naturalidad del mundo, hizo lo mismo con la parte superior de su bikini. Ya en topless, me miró diciendo:
―¿Es esto lo que querías?
No pude ni contestar porque mis ojos se habían quedado prendados en esos pechos que siendo enormes se mantenían firmes, desafiando a la ley de la gravedad. Todavía no me había recuperado de la sorpresa cuando escuché su orden:
―Ahora te toca a ti.
Su tono firme y duro no me dejó otra alternativa que bajarme el traje de baño y desnudarme mientras ella me miraba. En su mirada no había deseo sino enfado pero aun así no pudo evitar asombrarse cuando vio el tamaño de mi pene medio morcillón. Por mi parte estaba totalmente cortado y por eso coloqué mi toalla a dos metros de ella, lejos de la protectora sombra del parasol.
Mi tía habiendo ganado esa batalla sacó la crema solar y se puso a embadurnar su cuerpo con protector mientras yo era incapaz de retirar mis ojos del modo en que se amasaba los pechos para evitar quemarse. Aunque me consta que no fue su intención, esa maniobra provocó que poco a poco mi ya medio excitado miembro alcanzara su máxima dureza. Previéndolo, me di la vuelta para que Elena no se enterara de lo verraco que había puesto a su sobrino. Por su parte cuando terminó de darse crema, ignorándome, sacó un libro de su bolsa de playa, se puso a leer.
«¡Qué vergüenza!», pensé mientras intentaba tranquilizarme para que se me bajara la erección: «Esto me ocurre por cabrón».
Desgraciadamente para mí, cuanto mayor era mi esfuerzo menor era el resultado y por eso durante más de media hora, tuve la polla tiesa sin poder levantarme. Esa inactividad junto con lo poco que había descansado la noche anterior hicieron que me quedara dormido y solo desperté cuando el calor de la mañana era insoportable. Sudando como un cerdo, abrí los ojos y descubrí que mi tía no estaba en su toalla.
«Debe de haberse ido a dar un paseo», sentencié y aprovechando su ausencia, salí corriendo a darme un chapuzón en el mar.
El agua del cantábrico estaba fría y gracias a ello, se calmó el escozor que sentía en mi piel. Pero no evitó que al cabo de unos minutos tomando olas al ver a Elena caminando hacia mí con sus pechos al aire, mi verga volviera a salir de su letargo por el sensual bamboleo de esas dos maravillas.
―¡Está helada!― gritó mientras se sumergía en el mar.
Al emerger y acercarse a mí, comprobé que sus pezones se le habían puesto duros por el contraste de temperatura y no porque estuviera excitada. El que sí estaba caliente como en celo era yo, que viendo esos dos erectos botones decorando sus pechos no pude más que babear mientras me recriminaba mi poca fuerza de voluntad:
«Tengo que dejar de mirarla como mujer, ¡es mi tía!».
Ignorando mi estado, Elena estuvo nadando a mi alrededor hasta que ya con frio decidió volver a su toalla. Viéndola marchar hacía la orilla y en vista que entre mis piernas mi pene seguía excitado, juzgué mejor esperar a que se me bajara. Por eso y aunque me apetecía tumbarme al sol, preferí seguir a remojo. Durante casi media hora estuve nadando hasta que me tranquilicé y entonces con mi miembro ya normal, volví a donde ella estaba.
Fue entonces cuando levantando la mirada de su libro, soltó espantada:
―¡Te has quemado!― para acto seguido recriminarme como si fuera mi madre por no haberme puesto crema.
Aunque me picaba la espalda, tengo que reconocer que no me había dado cuenta que estaba rojo como un camarón y por eso acepté volver a casa en cuanto ella lo dijo. Lo peor fue que durante todo el trayecto, no paró de echarme la bronca y de tratarme como un crío. Su insistencia en mi falta de criterio consiguió ponerme de mala leche y por eso al llegar al chalet, directamente me metí en mi cuarto.
«¿Quién coño se creé?», maldije mientras me tiraba sobre el colchón. Estaba todavía repelando del modo en que me había tratado cuando la vi entrar con un frasco de crema hidratante en sus manos y sin pedirme opinión, me exigió que me quitara el traje de baño para untarme de after sun. Incapaz de rebelarme, me tumbé boca abajo y esperé como un reo de muerte espera la guillotina. Tan cabreado estaba que no me percaté del erotismo que eso entrañaría hasta que sentí el frescor de la crema mientras mi tía la esparcía por mi espalda.
«¡Qué gozada!», pensé al sentir sus dedos recorriendo mi piel. Pero fue cuando noté que sus yemas extendiendo el ungüento por mi culo cuando no pude evitar gemir de placer. Creo que fue entonces cuando ella se percató de la escena y que aunque fuera su sobrino, la realidad es que era una cuarentona acariciando el cuerpo desnudo de un veinteañero, porque de pronto noté crecer bajo la parte superior de su bikini dos pequeños bultos que se fueron haciendo cada vez más grandes.
«¡Se está poniendo bruta!», comprendí. Deseando que siguiera, cerré los ojos y me quedé callado. Sus caricias se fueron haciendo más sutiles, más sensuales hasta que asimilé que lo que realmente estaba haciendo era meterme mano descaradamente. Entusiasmado, experimenté como sus dedos recorrían mi espalda de una forma nada filial, deteniéndose especialmente en mis nalgas. Justo entonces oí un suspiro y entreabriendo mis parpados, descubrí una mancha de humedad en la braga de su bikini.
Su calentura iba en aumento de manera exponencial y sin pensarlo bien, mi tía decidió que esa postura era incómoda y tratando de mejorarla, se puso a horcajadas sobre mí con una pierna a cada lado de mi cuerpo. Al hacerlo su braguita quedó en contacto con mi piel desnuda y de esa forma certifiqué lo mojado de su coño. El continuo masajeo fue lentamente asolando su cordura hasta que absolutamente entregada, empezó a llorar mientras sus dedos recorrían sin parar mis nalgas.
―¿Qué te ocurre?― pregunté dándome la vuelta sin percatarme que boca arriba, dejaba al descubierto mi erección.
Ella al ver mi pene en ese estado, se tapó los ojos y salió corriendo hacia la puerta pero justo cuando ya estaba a punto de salir de la habitación, se giró y con un gran dolor reflejado en su voz, preguntó:
―¿Querías saber lo que le ocurre a tu tía?― y sin esperar mi respuesta, me gritó: ―¡Qué está loca y te desea! – tras lo cual desapareció rumbo a su cuarto.
Su rotunda confesión me dejó K.O. y por eso tardé unos segundos en salir tras ella. La encontré tirada sobre su cama llorando a moco tendido y solo se me ocurrió, tumbarme con ella y abrazándola por detrás tratar de consolarla diciendo:
―Si estás loca, yo también. Sé que está mal pero no puedo evitar verte como mujer.
Una vez confesado que yo sentía lo mismo que ella, no di ningún otro paso permaneciendo únicamente abrazado a Elena. Durante unos minutos, mi tía siguió berreando hasta que lentamente noté que dejaba de sollozar.
―¿Qué vamos a hacer?― dándose la vuelta y mirándome a los ojos, preguntó.
Su pregunta era una llamada de auxilio y aunque en realidad me estaba pidiendo que intentáramos olvidar la atracción que existía entre nosotros al ver el brillo de su mirada y fijarme en sus labios entreabiertos no pude reprimir mis ganas de besarla. Fue un beso suave al principio que rápidamente se volvió apasionado mientras nuestros cuerpos se entrelazaban.
―Te deseo, Elena― susurré en su oído.
―Esto no está bien― escuché que me decía mientras sus labios me colmaban de caricias.
Al notar su urgencia llevé mis manos hasta su bikini y lo desabroché porque me necesitaba sentir la perfección de sus pechos. Mi tía, totalmente contagiada por la pasión, se quedó quieta mientras mis dedos reptaban por su piel. Su mente todavía luchaba contra la idea de acostarse con el hijo de su hermana pero al notar mis caricias, tuvo que morderse los labios para no gritar.
Por mi parte yo ya estaba convencido de dejar a un lado los prejuicios sociales y con mis manos sopesé el tamaño de sus senos. Mientras ella no paraba de gemir, recogiendo entre mis dedos uno de sus pezones lo acerqué a mi boca y sacando la lengua, comencé a recorrer con ella los bordes de su areola.
―Por favor, para― chilló indecisa.
Por mucho que conocía y comprendía sus razones, al oír su súplica lejos de renunciar me azuzó a seguir y bajando por su cuerpo, rocé con mis dedos su tanga.
―No seas malo― rogó apretando sus mandíbulas al notar que mis dedos se habían apoderado de su clítoris.
Totalmente indefensa se quedó quieta mientras sufría y disfrutaba por igual la tortura de su botón. Su entrega me dio los arrestos suficientes para sacarle por los pies su braga y descubrir que mi tía llevaba el coño exquisitamente depilado.
―¡Qué maravilla!― exclamé en voz alta y sin esperar su respuesta, hundí mi cara entre sus piernas.
No me extrañó encontrarme con su sexo empapado pero lo que no me esperaba fue que al pasar mi lengua por sus labios, esa mujer colapsara y pegando un gritó se corriera. Al hacerlo, el aroma a mujer necesitada inundó mi papilas y recreándome en su sabor, recogí su flujo en mi boca mientras mis manos se apoderaban de sus pechos.
―¡No sigas!― se quejó casi llorando.
Aunque verbalmente me exigía que cesara en mi ataque, el resto de su cuerpo me pedía lo contrario mientras involuntariamente separaba sus rodillas y posando su mano en mi cabeza, forzaba el contacto de mi boca. Su doble discurso no consiguió desviarme de mi propósito y mientras pellizcaba sus pezones, introduje mi lengua hasta el fondo de su sexo.
Mi tía chilló de deseo al sentir horadado su conducto y reptando por la cama, me rogó que no continuara. Haciendo caso omiso a su petición, seguí jugando en el interior de su cueva hasta que sentí cómo el placer la dominaba y con su cuerpo temblando, se corría nuevamente en mi boca. Su clímax me informó que estaba dispuesta y atrayéndola hacia mí, puse la cabeza de mi glande entre los labios de su sexo.
―Necesito hacerte el amor― balbuceé casi sin poder hablar por la lujuria.
Con una sonrisa en sus labios, me respondió:
―Yo también― y recalcando sus palabras, gritó: ― ¡Hazme sentir mujer! ¡Necesito ser tuya!
Su completa aceptación permitió que de un solo empujón rellenara su conducto con mi pene. Mi tía al sentir mi glande chocando contra la pared de su vagina, gritó presa del deseo y retorciéndose como posesa, me exigió que la amara. Obedeciendo me apoderé de sus senos y usándolos como ancla, me afiancé con ellos antes de comenzar un suave trote con nuestros cuerpos.
Fue cuando entre gemidos, me gritó:
―Júrame que no te vas arrepentir de esto.
―Jamás―respondí y fuera de mí, incrementé mi velocidad de mis penetraciones.
Elena respondió a mi ataque con pasión y sin importarle ya que el hombre que la estaba haciendo gozar fuera su sobrino, me chilló que no parara. El sonido de los muelles de la cama chirriando se mezcló con sus aullidos y como si fuera la primera vez, se corrió por tercera vez sin parar de moverse. Por mi parte al no haber conseguido satisfacer mi lujuria, convertí mi suave galope en una desenfrenada carrera en busca del placer mientras mi tía disfrutaba de una sucesión de ruidosos orgasmos.
Cuando con mi pene a punto de sembrar su vientre la informé que me iba a correr, en vez de pedirme que eyaculara fuera, Elena contrajo los músculos de su vagina y con una presión desconocida por mí, me obligó a vaciarme en su vagina mientras me decía:
―Quiero sentirlo.
Ni que decir tiene que obedecí y seguí apuñalando su coño hasta que exploté en su interior y agotado por el esfuerzo, me desplomé a su lado. Fue entonces cuando Elena me abrazó llorando. Anonadado pero sobretodo preocupado, le pregunté que le ocurría:
―Soy feliz. Ya había perdido la esperanza que un hombre se fijara en mí.
Sabiendo de la importancia que para ella tenía esa confesión, levanté mi cara y mientras la besaba, le contesté tratando de desdramatizar la situación:
―No solo me he fijado en ti, también en tus tetas.
Soltó una carcajada al oír mi burrada y mientras con sus manos se apoderaba de mis huevos, respondió:
―¿Solo mis tetas? ¿No hay nada más que te guste de mí?
―¡Tu culo!― confesé mientras entre sus dedos mi pene reaccionaba con otra erección.
Muerta de risa, se dio la vuelta y llevando mi miembro hasta su esfínter, susurró:
― Ya que eres tan desgraciado de haber violado a tu tía, termina lo que has empezado. ¡Úsalo! ¡Es todo tuyo!

 

Relato erótico: “De plebeyo a noble 4 – La madre y las hijas” (POR AMORBOSO)

$
0
0

Procuraba acariciar despacio pero manteniendo su excitación, lamí y chupé sus pezones, que crecieron hasta duplicar su tamaño.

-MMMMMMM Megustaaaa.

-Pues aún te va a gustar más. –Me atreví a decir a tenor de lo que me había contado, que me indicaba una falta total de experiencia.

Y fui bajando hasta su pubis besando y lamiendo. En ese punto, me giré para situarme entre sus piernas ya abiertas y me puse a rodear su clítoris con la lengua y lamer su coño.

-OOOOOOOOOHHHHHHHH No seas guarro. Como puedes hacermeeeeee eeeesooooo. Saaal de ahíiiiiiii. AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH NO PARES, SIGUEEE, SIGUEEE AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH.

Nada más dedicarle mi atención a su coño, que se encontraba empapado de las estimulaciones anteriores, se corrió con grandes gritos de placer en un potente orgasmo.

La dejé reposar un rato para volver a acariciar su cuerpo y besar y chupar sus pezones. Estaba más receptiva y pronto volvió a excitarse con mis caricias, por lo que volví a colocarme entre sus piernas y pasar mi lengua recorriendo su raja. No paraba de emitir fuertes gemidos:

-MMMMMMMMMMM. SIIIIIII. ME GUSTAAAAAAA –Repetía una y otra vez.

Cuando consideré que estaba suficientemente excitada, me incorporé para que mi polla rozase bien al entrar, puse la punta en su coño y se la fui metiendo poco a poco, mientras aumentaban sus gemidos.

-OOOOOOOHHHHHHH SIIIIIIII.

Aumenté mis movimientos, entrando y saliendo cada vez con mayor rapidez.

-SIIII, SIII, SIII. –Y de repente…

-NOOOOO. NOOOO. PARAAAAA. PARAAAAA. No puedo quedarme embarazada. No puedo ir embarazada ante mi maridooo.

-OOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHHH AAAAAAAAAAAAHHHHHHHH.

Mientras se quejaba, un nuevo orgasmo la sacudió. Yo le di la vuelta, la coloqué de rodillas y se la metí por el culo. Todavía conservaba la elasticidad y con la ayuda del propio y abundante flujo de ella que lo impregnaba todo, entró con mucha facilidad.

Con una mano acariciando el clítoris y otra las tetas fui aumentando su excitación de nuevo, hasta que volvió a gemir y gritar.

-SIIIIII. SIGUEEEE. OOOOOOOHHHHHH.

Estuve un buen rato dándole. Intenté aguantar mucho, pero todo tiene un límite y acabé con una corrida que descargó abundantemente mis huevos en su culo, alargada por las contracciones del orgasmo de ella que le sobrevino cuando sintió mi corrida.

-OOOOOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHHHHH. Me corrooooooo.

-SIIIII. TE SIENTOOOOOO. AAAAAAAAHHHHHHHH. YO TAMBIEEEN.

Después caí a su lado y me quedé dormido hasta el día siguiente, que con el sol ya alto, desperté, mientras Caitlin seguía dormida. Al salir de mi choza, vi que no había actividad, el fuego no había sido encendido ni se habían recogido las presas de las trampas, cosa que se hacía a primera hora.

Cuando me asomé a la otra choza, estaban las tres dormidas. Al tocar el hombro de Rachel, abrió los ojos y miró alrededor. Sorprendida, por la luz, se levantó rápidamente y salió a encender el fuego. Al salir tras ella, no me dejó hablar.

-Perdona, pero anoche armabais al escándalo que no podíamos dormir. Yo tuve que tocarme tres veces, incluso después de os callaseis, antes de poder dormirme. Ha sido una noche horrible, y todavía no ha acabado. ¿Podemos apartarnos un momento? Estoy otra vez excitada.

Mientras se iniciaba un buen fuego, nos internamos entre la arboleda hasta llegar a un pequeño claro que teníamos preparado con Peter para nuestros juegos con Judith. Cada pocos metros, parábamos para besarnos y poder acariciar su cuerpo, hacer presión con él contra mi polla semi-erecta, acariciar su culo y mordisquear sus pechos.

Cuando llegamos, pasado ya un buen rato, a pesar de la escasa distancia, nos dejamos caer sobre la hierba besándonos y acariciándonos. Besé sus pechos, chupé sus pezones y fui bajando hasta su coño, que estaba encharcado, pasándole la lengua por toda la raja y deteniéndome en su clítoris, que tomé entre mis labios para succionarlo y lamerlo.

Estaba tan caliente que se corrió al momento. Cuando se recuperó, me hizo dar la vuelta y se lanzó sobre mi polla.

Costó tiempo que se me pusiese dura, a pesar de la excelente mamada que me hizo, pero luego pude cumplir como un hombre proporcionándole tres orgasmos, aunque yo estaba seco y no conseguí alcanzar el mío.

El día transcurrió con normalidad. Mientras trabajábamos, Caitlin me contó que nunca había sentido sensaciones como esa noche, y que pensaba y creía con certeza, que sus amigas tampoco las habían sentido nunca, pues estaban contentas cuando sus maridos no se acercaban a ellas. Si ella hubiese sentido eso con su marido, ella misma hubiese ido cada día a buscarlo y me daba las gracias por ello, esperando repetir las siguientes noches.

Esa noche, una fortísima tormenta arruinó nuestros planes. Enormes truenos, múltiples relámpagos y rayos que caían con gran estruendo, acompañados por fuertes vientos y gran cantidad de lluvia, asustaron a las muchachas, que pasaron a nuestra choza asustadas, mientras me encontraba comiendo el coño de Caitlin y se corría por segunda vez.

Las tres se metieron entre nosotros y, aunque la cama estaba hecha holgada para tres, los cinco no cabíamos bien, por lo que tuvimos que ponernos de costado. Yo quedé en un lado y Jessy junto a mí. No sé si fue por azar o premeditado. En aquel momento pensé que fue el azar, pero hoy ya no estoy tan seguro. El caso es que todas se daban la espalda, y Jessy me la daba a mí. Estando tan apretados, mi polla, que ya estaba medio dura, terminó de ponerse como una piedra e instalarse entre los cachetes de su maravilloso culo.

Esa noche no pegué ojo, pero lo hice con gusto. La pasé frotándola despacio por la raja de ese culo divino cuando oía su suave ronquido, y parando cuando este cesaba.

De madrugada debió de sentirse molesta, pues alargó su mano, cogió mi polla como si nada y la bajó sacándola de sus cachetes, con el resultado de que quedó entre sus muslos juntos. En un momento, con ligeros empujoncitos, mi polla quedó rozando su perineo y tras moverme un poco, quedó rozando su coño. Me hubiese corrido en ese mismo momento.

El resto de la noche la pasé frotando mi pene en cortos movimientos por su coño. Durante el sueño llegó a excitarse, incluso creí detectar un par de orgasmos al hacerse más fuerte su respiración durante unos momentos.

A la mañana siguiente, las desperté a todas al salir el sol y las mandé a sus trabajos, para luego follarme a Caitlin por coño y culo hasta que terminé agotado. Ella no se las veces que se corrió también. Por fin, me quedé satisfecho y dormí hasta la tarde.

Por la noche, volvimos a follar, pero esta vez con calma, estuve disfrutando de sus grades tetas, conseguí que me hiciese una mamada, dirigiendo en cada momento sus movimientos porque no tenía ni idea de cómo hacerlo.

Al siguiente día tocaba Diana. La madre volvió a decirme que ella se sacrificaría con gusto para que sus hijas no perdiesen su virginidad. Me lloró y suplicó, pero no le hice caso.

-Esta noche quiero a tu hija en mi cama, u os vais todas fuera.

Aceptó. Estábamos en mi choza, dio media vuelta y salió.

Esa noche, cuando me levanté después de la cena entorno al fuego, Diana se levantó también, situándose ante mí, en dirección a la choza.

-¡Por favor…! -Dijo con voz quejumbrosa su madre.

Si algo me enseñaron mis madres, sobre todo Edwina, fue a respetar a las mujeres. Nunca me pasó por la cabeza deshonrar a las muchachas, pero si era mi intención que sufrieran el castigo de pensar que lo iba a hacer.

Una vez dentro, comencé a acariciarla igual que lo había hecho con su madre. Pegado a su espalda, acaricié su cuerpo que temblaba, sus pechos, sus pezones y llegué hasta su pubis, donde me entretuve frotando por encima hasta que su respiración se aceleró, entonces la hice sentar al borde de la cama y acostarse dejando los pies en el suelo. No colaboraba, pero se dejaba hacer.

Me arrodillé ante ella y le hice separar las piernas. Al principio se negó manteniéndolas juntas con toda su fuerza.

-¿Prefieres que lo haga con violencia y luego os eche a las tres del campamento o lo hacemos con tranquilidad? Tú decides…

Tras unos segundos de indecisión, fue cediendo a mi empuje, hasta que sus piernas se abrieron completamente y ella, en un último gesto de pudor, colocó las manos sobre su coño. Yo me acerqué y comencé a pasar mi lengua por ellas, mientras mis manos acariciaban sus pechos, comprimidos entre sus brazos.

Tomé sus pezones erectos y los froté presionando. Ella retiró sus manos para llevarlas a las mías y aproveché para darle unas pasadas de lengua en el clítoris lo que la desarmó por completo.

-MMMMMMMMM –Fue su respuesta. – Por favor, no… No sigas, respeta mi honor… Por favor…

Seguí atacando su coño sin piedad, chupando su botón, que cada vez era mayor, y pasando la lengua a lo largo de todo el recorrido. Ella puso las manos sobre su vientre, al no poderlas mover estando sujetos los brazos por los míos.

Pronto sus se empezaron a oír sus gemidos de placer

-MMMMMMMMMM. SIIIII.

Me subí a chupar sus gordos pezones y acariciar sus pechos con una mano, mientras con la otra recorría su raja y metía el dedo en busca de su himen, pero sin pasarlo. Sus pechos eran más bien pequeños, a diferencia de su madre y hermana, pero sus pezones destacaban por su grosor y tamaño cuando estaba excitada. Y en ese momento, lo estaba, ¡vaya si lo estaba!

-OOOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHHH SSSIIIIIIIIII. ME GUSTAAAAAAA.

Sus gritos, tan escandalosos o más que los de su madre, así lo anunciaban. Seguí un buen rato sacándole gemidos de placer, hasta que le llegó el orgasmo que no sé si esperaba.

-OOOHHH. OOOHHH. OOOHHH. OOOHHH. OOOHHH. OOOHHH. OOOHHH. MMMMMMMMMMMMMMFFFFFFFFFFFFSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS.

Después, cayó rendida. Subí sus pies a la cama y la coloqué en posición recta, pasando directamente al sueño. Yo dormí mal. Tenía una enorme excitación, tanto interior como exterior.

De madrugada sentí que estaba despierta y se movía frotando sus muslos, pero me hice el dormido porque no estaba seguro de respetar su virginidad.

A la mañana siguiente, no había dormido casi, pero nos levantamos juntos y desayunamos con las demás. Todas fueron a sus obligaciones y yo lo organicé para que Caitlin viniese conmigo.

Cuando llegamos a las rocas de playa, aprovechando que estábamos solos, me dijo:

-Estarás contento. Por lo menos, parece que no ha sufrido tanto como yo y lo ha disfrutado desde el principio…

-Voy a follarte. Dóblate, apoya las manos sobre esa piedra y abre bien las piernas.

Se quedó parada un momento, sin entender lo que le decía, hasta que vio la erección que tenía.

-¿Mi hija no te dejó satisfecho anoche? ¿La deshonraste para nada?

-¡Cállate y ponte como te digo!

Viendo mi mal genio, se colocó como le había dicho, poniendo a mi disposición su maravilloso culo, no tanto como el de su hija, pero muy excitante también, y dejando ver tanto su ano como la suave pelusilla dorada que decoraba su coño.

La admiré un momento, mientras me pajeaba con suavidad. La hija tenía a quién salir.

Iba a metérsela directamente de la excitación que tenía, pero no quise producirle dolor, por lo que empecé recorriendo su coño con la punta de mi polla, que resbaló rápidamente de lo mojada que estaba. Si yo estaba caliente, ella era un volcán en erupción

En el momento que empezaba el recorrido, ella también empezó a hablar:

-Si hubieses aceptado mi propuesta, ahora mi hija estaría intacta y tú satisfecho… MMMMMMMM.

Y se me ocurrió una maldad. Le dije:

-Sí, tienes razón. Además, el acuerdo es de tres días con cada una. Si tu hija no me satisface, me aguantaré.

Y me retiré de ella, que rápidamente se giró y me dijo.

-No por favor John, no te quedes así. Te prometí que podrías usarme y puedes hacerlo. Por favor, sigue. Si mi hija no es capaz de satisfacerte, yo estoy dispuesta a hacerlo.

-Vuelve a colocarte. –Le respondí.

Su coño estaba entreabierto y brillante, me acerqué e hice resbalar, nuevamente, mi polla por su raja. No pudo evitar o no quiso, un leve gemido.

-MMMMM

Hice el recorrido una y otra vez, haciendo que su gemido fuese haciéndose más fuerte y largo, hasta que se abrió totalmente y mi polla resbaló por sí misma y se metió directamente:

-OOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHH.

Su exclamación, mientras entraba a ritmo lento hasta el fondo, me confirmó su calentura. Mis movimientos fueron lentos, entrando y saliendo despacio para evitar correrme rápidamente.

-SIIIII. MAAAASSS. SIIII.

Repetía cada vez más fuerte.

-OOOOOOOHHHHHHH. CÓMO ME GUSTAAAAAA.

Mi excitación estaba en el límite previo al punto sin retorno, pero intentaba que fuese ella la primera en llegar al orgasmo.

Al tiempo que la sacaba, aprovechaba para meter el pulgar, bien ensalivado, en su elástico ano, lo que la debía calentar más, porque sus gritos de placer aumentaban con ello.

-OOOOOOOHHHHHHH. SIIIII.

-¿Te gusta, verdad?

-SIIIII. SIIIII. No pareeeees

-Así no te ha follado nunca tu marido, ¿eh? No te ha follado nunca como te estoy follando yo.

-Nnnnnooo. Mi marido no sabe follaaaaar. Me estas matandoooo.

Por suerte se corrió al poco rato con un fuerte alarido de una forma que me asustó:

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

Resbaló hasta caer de rodillas en la arena. Yo puse mis manos a cada lado de su culo levantándoselo, lo que hizo que reposara su cabeza de lado también sobre la arena. Sus ojos estaban cerrados, disfrutando de los últimos retazos de placer. Yo aproveché y le metí la polla en el culo, aprovechando la lubricación anterior y su elasticidad. Allí no tuve que aguantarme le di una fuerte follada y anuncié mi orgasmo.

-OOOOOOAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH. Me corroooo.

Mi primer chorro entró en su culo, al tiempo de que una ola un poco más fuerte que las demás, alcanzaba la cabeza de ella, casi ahogándola, pues no nos habíamos percatado de que la pleamar estaba alcanzando su punto máximo. Eso hizo que se incorporase y mi polla se saliese de su culo, cayendo las siguientes lechadas sobre su espalda.

Unas fuertes carcajadas me hicieron mirar al borde de la playa. Allí, a la sombra, se encontraban Jessy, Diana y Rachel. Rachel se reía hasta caerse, Diana se reía con una mezcla de alegría y desilusión y Jessy lloraba. Debía de querer marcharse, pero las otras dos la sujetaban y nos señalaban para reírse más y más.

-¡FUERA DE AQUÍ! –Exclamé cabreado- Como no volváis a vuestro trabajo, os dejo una semana sin comer.

Eso las hizo callar y salir corriendo a sus obligaciones.

Yo recogí a Caitlin, que estaba llena de arena, esperma y con más arena y agua en los ojos y la acompañé hasta el hilillo de agua que llamábamos río en el que habíamos hecho una poza para acumular agua y donde pudo lavarse.

Yo la dejé allí y volví a la pesca para aprovechar la marea alta y hacer las capturas con arpón. Luego vino ella y me ayudó con la red que poníamos para recoger la pesca cuando bajaba la marea y atrapar más peces.

Recogido todo, la tomé en brazos y la subí en una roca en la que me había fijado, que tenía una zona en la parte superior bastante plana y la parte que daba al mar, que en algún momento debió de ser algo recta, había sido desgastada por las olas, formando un entrante, ideal para colocarle el culo, lo que me facilitaba mis intenciones. Le hice doblar las rodillas, colocar los pies en mis hombros y abrir las piernas, quedando entre ellas y colocando mi cara delante de su raja… Acerqué mi boca a su coño y me dediqué a darle lengüetazos y jugar con los bordes de los labios. Sacaba la lengua y le daba unos lengüetazos rápidos durante un par de segundos en cualquier parte de su coño, desde el clítoris hasta el perineo, para luego volverla a recoger y cambiar más tarde a un recorrido de arriba abajo y de abajo arriba.

-MMMMMMMMMMMMMMM ¡QUE BUENO! SIGUEEEE PERO DAME MAAAAASSSS.

Ella intentaba hacer presión con sus pies, o soltar alguna de sus manos con las que apoyaba su cuerpo para presionar mi cabeza contra su coño, pero la postura no le permitía hacer fuerza y las manos no le llegaban.

-ME ESTAS MATANDOOOOO.

Le metí dos dedos y la estuve follando con ellos, mientras seguía dándole golpecitos con la lengua en el clítoris.

-AAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH. Más fuerte, más fuerte.

La mantuve al borde del orgasmo un buen rato, subiendo y bajando el ritmo, incluso parando, hasta que arto de sus gritos, le dejé que lo alcanzara. Cuando lo hizo, presionó mi cabeza entre sus piernas, cortándome hasta la respiración, mientras lanzaba un grito como salvaje.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH.

Al borde de la asfixia, aflojó la presión y pude respirar, recogiéndola entre mis brazos, bajándola y depositándola en la arena húmeda. La dejé mucho rato para que se recuperase, mientras miraba el bosque para comprobar que no estaban las chicas por allí.

Mi polla estaba nuevamente dura, por lo que me senté a su lado y la hice empalarse por el culo, pero sentada de espaldas a mí. En esa posición me presentaba su culo cuando sacaba mi polla, y me permitía darle fuertes palmadas en sus cachetes, dejándoselos completamente rojos mientras ella emitía gemidos de placer y pedía más.

Ella misma se estimulaba el clítoris, a indicación mía, y cuando le anuncié mi corrida, aceleró sus movimientos, alcanzando un nuevo y potente orgasmo, cayendo sobre mis piernas con los últimos restos del mismo.

Cuando se recuperó, se sentó en la misma arena y, sin darle tiempo a más, le coloqué polla ante su cara y le dije:

-Chupa.

Inmediatamente se la metió en la boca e hizo lo que pudo hasta que me corrí en ella.

La noche, empezó de manera algo similar. Acaricié a Diana para ir excitándola, pero ella me interrumpió.

-Todavía soy virgen, ¿verdad?

-Sí. Todavía lo eres.

-¿Y cuándo me vas a hacer lo mismo que a mi madre?

-Nunca, no voy a estropear tu futuro de una buena boda por eso.

-Pero yo quiero que me trates igual que a las demás. Quiero que me uses igual que a ellas.

-No. Tú harás lo que te diga. Disfrutarás igual y permanecerás virgen hasta que volvamos o hayamos perdido la esperanza. Por ahora me vas a hacer una mamada.

-¿Qué es eso?

-Chuparme la polla hasta que me corra.

-¿Cómo hizo Rachel el otro día?

-Sí, eso mismo.

-No, no puedo hacer eso, me da mucho asco.

-No te preocupes, que te acostumbrarás. Por ahora lo dejamos para más tarde.

Y me dediqué a acariciarla, lamer y chupar sus pezones y rozar su coño. Pronto respondió a mis acciones, empezando a gemir suavemente. Entonces nos acostamos, me metí entre sus piernas y le empecé a pasar la lengua suavemente hasta que sus labios se abrieron por si mismos de la excitación. En ese momento, me moví para ponerle mi polla ante su cara y le dije:

-Prueba a besarla y pasarle la lengua.

Entonces se decidió. Empezó a pasarle los labios, sacando la lengua tímidamente para luego ir metiéndose la punta poquito a poco. Yo me giré para posicionarme en un 69 conmigo encima y seguir lamiendo su coño. Ella mantenía el glande en su boca y no hacía nada, solamente emitía sonidos amortiguados por mi polla.

-Mmmmmmmm. Mmmmmmm.

Yo empecé a moverme para follarle la boca haciendo coincidir los tiempos para conseguir que cuando se la metía, le daba lengüetazos en el clítoris y cuando la sacaba, dejaba de hacerlo. Eso nos llevó un buen rato, hasta que ella empezó a gemir más fuerte y mi cara se llenó con su corrida. Seguí follándole la boca un segundo más y le advertí que me iba a correr y que tragase mi corrida.

Cuando lo hice, lo poco que eché, se atragantó y le salió por las comisuras y la nariz. Para la siguiente noche, pedí a Rachel que viniese cuando las demás estuviesen dormidas para enseñarle a hacer mamadas. Y aprendió. Ambas se hicieron expertas mamadoras.

Y llegó el día deseado y temido por mí. Hubo cambio de mujer y me tocaba con el objeto de mi devoción: Jessy.

Hacía días que no dábamos la vuelta a la isla, por lo que decidí dar una en compañía de ella.

A ninguna le gustó, y mucho menos a la madre, que intentó convencerme para llevarla a ella en lugar de a su hija, hasta que me dijo:

-Si luego no te satisface, no me tendrás a mí para hacerlo.

-Me aguantaré. Fue mi decisión cuando empecé todo esto. Podéis hacer lo que queráis. Pero si vienes tú ella se va, cuando volvamos ya no deberá estar aquí

Y dicho esto, tomé las cosas que había preparado para llevarme y me puse en marcha. Oía a alguien unos pasos detrás de mí, pero no volví la cabeza en todo el recorrido de nuestra playa de casi una milla. Cuando llegamos al primer grupo de rocas, empecé a subir y me volví para ayudar a quien fuese, pudiendo comprobar con placer que era Jessy. Me agradeció la ayuda y continuamos en la misma situación por el otro lado.

Cuando llegamos al primer lugar de descanso, al volverme después de dejar las cosas en el abrigo, vi como Jessy se retorcía las manos y daba pequeños saltitos.

-¿Qué te ocurre?

-N… Nada.

-¿Por qué estás tan inquieta?

-Tengo… una necesidad… -Dijo al tiempo que se ponía totalmente roja.

-¡Ah! Bueno. Métete entre los árboles, que no me voy a marchar.

-Es que… Tengo miedo de que me ataque algún animal.

En nuestro campamento habíamos preparado unas letrinas aisladas y protegidas para respetar la intimidad de las mujeres, pues a nosotros nos daba igual cualquier lugar.

-¿Quieres que vaya contigo?

-¡NOOOOO!

-Entonces, metete en el mar y hazlo allí.

-¡Pero ahí estaré a la vista de todos!

-Bueno… Todos, todos… No hay muchos, solamente yo.

-Pe..Pero ¡No puedo hacer eso delante de ti! Me da mucha vergüenza.

-Qué más te da. De cualquier forma, van a ser tres días. En algún momento vas a tener que hacerlo, y quizá la situación sea peor. Así que… ¡HAZLO YA!

Algo asustada por mi orden, se dio la vuelta y se dirigió hacia el agua. Su culo quedó ante mis ojos… ¡Que culo tan maravilloso! La concentración de todo el día sobre mi polla para que no se disparase, se fue inmediatamente al garete. Se me puso dura de golpe.

Avanzó hasta meterse en el agua y que esta le llegase a la cintura, entonces se agachó hasta que le llegó al cuello y se giró. Yo me retiré hasta los árboles para intentar que se bajase mi erección, saqué una de las prendas que llevábamos en previsión de frío y se la acerqué a la orilla, luego volví y estuve limpiando y preparando todo para comer. Poco después llegó ella ya vestida.

Comimos en silencio y casi sin mirarnos. Lo justo para pasarnos las cosas. Ella sonrojada y yo temeroso de que se me volviera a disparar. Tras descansar un rato reemprendimos la marcha igual que antes: yo delante y ella unos pasos detrás.

A media tarde apareció ante nosotros un barco encallado en el arrecife, totalmente desarbolado y partido en varios trozos. Me faltó tiempo para dejar las cosas en la arena y nadar hasta él e ir recorriendo los distintos trozos del mismo donde fui de sorpresa en sorpresa. Había toneles bien cerrados con contenido desconocido, pero que sería comida seguramente. Distintas armas, de entre las que me hice con una hermosa espada. Velas de repuesto y prendas de distintos tipos. En una bodega encontré 4 ovejas y un carnero vivos, además de varias más muertas. También había un caballo que estaba totalmente loco. No había forma de acercarse a él. Mordía, daba coces y no paraba quieto un segundo. Buscando el mejor momento, clavé mi espada en dirección a su corazón, muriendo por suerte rápidamente, pues había alcanzado a morderme en el hombro.

Recogí toda la madera que pude y armé una balsa bastante consistente, donde subí a las ovejas y el carnero atados de patas y bien sujetos. Aprovechando la luna llena fuera y la luz de una linterna dentro, estuve trasladando cosas a la playa hasta altas horas de la noche. Descuarticé el caballo y trasladé todos los trozos con gran esfuerzo a la orilla también. Utilicé alguna vela para cubrirlos. Cuando ya quedaba poco, una fuerte ola movió el barco y debió hacer caer la linterna, que se rompió y se inició un incendio. Todavía conseguí sacar un par de pesados toneles antes de que fuese imposible acercarse a las grandes llamas que se produjeron.

Me dormí agotado, viendo las llamas contrastando con el amanecer. Cuando desperté, unas pocas horas después, según la posición del sol, le dije a Jessy que quedase al cuidado de aquello y me fui en busca de ayuda para trasladar todo.

Poco después de mediodía, me encontré con las mujeres que venían corriendo. Al parecer, Caitlin se había levantado temprano y había visto la columna de humo. Pensando que teníamos problemas, se habían lanzado para ayudarnos, de modo que a última hora de la tarde estábamos de nuevo todos juntos. Como por unas cosas o por otras, estábamos cansados, dormimos como pudimos para empezar el traslado de las cosas a primera hora de la mañana siguiente.

Lo primero fue preparar parihuelas para transportar todo y luego organizar grupos para llevarlas, puesto que no todas tenían fuerza suficiente para moverlas.

Ellas se llevaron las cosas de menos peso, quedando yo solo para ahumar y preparar la carne y que no se nos estropease. Volvieron al día siguiente por la tarde, volviendo a cargar lo que les había preparado, sobre todo carne, que todavía quedó para un tercer viaje. Por último, el cuarto día se llevaron otra parte, quedando las cosas muy pesadas allí, con intención de volver para llevarlas por partes, siguiéndolas yo con las ovejas.

Llegamos ya de noche, porque el cansancio acumulado nos obligaba a frecuentes paradas y a viajar más despacio.

A la llegada, recogimos rápidamente, dejando para el día siguiente el hacerlo mejor, y nos fuimos a dormir. Yo fui a mi choza, sin decir nada por el cambio de pareja, siendo seguido por Jessy, después de un rato de susurros que no escuché. Me tumbé en la cama y semi en sueños me di cuenta de que ella se acostaba a mi lado.

Cuando me desperté, el sol ya estaba alto. Me levanté y fui a comprobar lo que habíamos traído. Entre los grandes de poco peso, había forraje seco para los animales, en otros había manteca, diversos cereales, etc. Había utensilios de cocina que nos vinieron estupendamente. Velas de lona que utilicé para proteger nuestras viviendas y hacerlas más impermeables a la lluvia y los vientos, además de otros útiles.

Había guardado unos buenos trozos de carne sin ahumar y ese día comimos carne asada hasta hartarnos. Fue una grandísima fiesta.

Por la noche, llamé a Rachel a mi cama, pues era su turno, cuando saltó Jessy.

-Me toca a mí. El turno es mío.

-No. Le toca a Rachel. Tu turno ha pasado con creces.

-Pero no me has usado…

-Eso no tiene nada que ver. Tú tenías que estar conmigo tres noches y has estado cuatro. Ahora le toca a Rachel.

Follamos como posesos hasta el amanecer, momento en que nos dormimos agotados, no sin antes agradecer a Rachel lo que me había hecho disfrutar.

-No tienes nada que agradecerme. Yo también disfruto mucho contigo y me tienes a tu disposición para lo que quieras durante todo el tiempo que estemos aquí. –Y me soltó de golpe:- Por cierto, no te has dado cuenta, pero Jessy está enamorada de ti.

No supe que decir. La mujer de mis sueños me correspondía. Y con ese pensamiento me quedé dormido.

Al día siguiente todos nos levantamos tarde. Nosotros por habernos dormido tarde y agotados, ellas por haberse dormido más tarde y excitadas.

Durante los dos días siguientes seguimos trayendo lo que quedaba. Una tenía que quedarse al cargo de los animales, para que no se fuesen y decidió quedarse Jessy, que no había dicho una palabra desde la noche del cambio, y solamente la había visto llorar, pero no estaba por la labor de aguantar sus problemas. Los dos días hubo que salir a recoger a los animales porque se le habían escapado.

Los días siguientes pasaron con normalidad organizando todo, volviendo a pescar, aunque ahora teníamos la alimentación muy mejorada, hasta que llegó el segundo día de estar con Diana, en el que, a la hora de la cena, hice el comentario de que al día siguiente comenzaríamos otra ronda alrededor de la isla, ya que la otra había quedado incompleta.

-¡No puede ser! –Saltó Jessy hablando por primera vez en los últimos días.

-¿Cómo? ¿Por qué no puede ser?

-Pueees. Porque mañana es el último día con Diana y al otro toca cambio de turno. Con el tiempo que cuesta dar la vuelta, van a ser muchos días sin tener a nuestra madre o a Rachel para desfogarte.

La otra noche, después de la confidencia de Rachel, llegué a dudar de que fuese cierto, pues su actitud hacia mí era de como que no me soportaba, pero en este momento me pareció que había algo de celos por su hermana, lo que me hizo pensar que quizá fuese cierto.

-Bueno, está bien, iremos cuando cambie el turno.

-Pero a mí no me importa ir. –Saltó inmediatamente Diana.

-Es mejor que te quedes tú. Tu hermana puede ayudarle mejor si lo necesita, como ocurrió el otro día.-Dijo la madre.

Me dio la impresión de que algo sabía o que tenía alguna otra intención. Mucho después me enteré de que sabía lo de su hija, que entre nosotros había distanciamiento y que no la había tocado para nada, a diferencia de la pequeña, por lo que prefirió enviar conmigo a Jessý, pensando que tenía menos posibilidades de “desgraciarla” (fue lo que me dijo) que con la pequeña, con la que había tenido más intimidad.

Así quedó la cosa. Al día siguiente, la madre hizo que nos apartásemos de todas para que la follara, “para que no vengas con tantas ganas”. Por la noche, estaba comiéndole el coño a la hija, cuando entró la madre.

-¿Qué quieres? –Le pregunté.

-Vengo a complacerte de nuevo para que tengas un viaje tranquilo.

-Muy bien. Sube a la cama y ponte fóllate tú misma. –Le dije mientras hacía dar la vuelta a Diana, quedando a cuatro patas y me colocaba entre sus piernas, bocarriba para seguir comiendo su coño y dejando mi polla a disposición de la madre.

-No sé si sabré. Nunca lo he hecho. ¿Por dónde me la meto?

-Seguro que sabrás. Haz como el otro día en la playa. Busca tu placer y todo irá estupendamente. Y métetela por donde más te guste. De momento, chúpamela un poco y pónmela bien dura.

Sin perder un segundo, se puso a mamarla y ensalivarla bien, para enseguida empalarse por el coño si esperar más. Lo tenía más mojado que mi polla recién chupada.

Se la fue metiendo despacio. Sus suspiros indicaban que disfrutaba de cada milímetro que entraba.

Yo me dedicaba a recorrer con mi lengua los labios del coño de Diana, mientras sujetaba su culo para evitar lo que ella quería: clavar su coño en mi cara y frotarlo bien para correrse.

La madre, una vez tuvo toda la polla dentro, comenzó a subir y bajar sobre mi polla, cada vez más rápido, hasta que se desequilibró en uno de los movimientos y lo hizo echando el culo para atrás, lo que hizo que mi polla rozase y presionase con fuerza el clítoris.

A partir de ahí, di gracias a que los hombres no tenemos hueso en la polla, porque estoy seguro de que me lo hubiese roto. Sus movimientos frenéticos atrás y adelante, doblando mi polla para que rozase bien, llegaban a producirme dolor, lo que hacía que aflojase la erección permitiéndole un mayor roce y más excitación para mí, con un nuevo dolor y nueva flojedad.

Se corrió con grandes gritos, como siempre, pero no por eso detuvo su marcha. Me estaba matando sin dejarme llegar a mí, pero estaba disfrutando como nunca.

Yo seguía castigando a la hija con mi lengua, dando vueltas a su clítoris, pero sin atacarlo a fondo, recorriendo su raja pero por los bordes, con algún suave latigazo con la punta en el centro. Poco después, la madre alcanzaba un segundo orgasmo, y coincidiendo con su grito, la hija alcanzó el suyo confundiéndose ambos.

La madre se detuvo un momento y la hija se dejó caer a mi lado. Yo le dije a la madre:

-Venga, haz que me corra de una vez, ¿O tendré que follarme a tu hija?

Se puso en marcha de nuevo, aunque esta vez seguía mis indicaciones para que se pudiese frotar sin hacerme daño y poder llegar yo.

La hice inclinarse sobre mí para poder coger los pezones de sus grandes tetas y estirarlos unas veces y acariciar otras, mientras ella imprimía un movimiento más rápido cada vez. Estaba frotándolos cuando volvió a lanzar un nuevo grito.

-ME CORROOOOOO. AAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH.

Y yo ya no pude más.

-SIIIIII. Y YOOooooo.

Quedamos en la cama tendidos. Yo esperaba volver a empezar, pero me quedé dormido con ellas una a cada lado y así amanecimos.

Por la mañana me levanté temprano, preparé provisiones y agua, -aunque en el camino había tres sitios donde beber, siempre llevábamos agua en unos recipientes hechos con caña de bambú- y mientras se fueron levantando todas.

Desayunamos y di orden de partida a Jessy, saliendo yo primero y ella varios pasos detrás, como siempre, y sin decir ni una palabra. Llegamos al punto donde solíamos parar a medio día para comer. Yo mismo saqué las provisiones y preparé las raciones de ambos. Ella tomó la suya y fue a comérsela a la orilla del mar, mientras yo me quedaba a la sombra de los árboles.

Comidos y descansados reanudamos la marcha sin que la situación cambiase hasta el lugar donde dormimos. En todo el camino hice algunos comentarios que no recibieron respuesta. Encendí fuego y mientras ella preparaba algo para cenar, yo colgué las hamacas de los árboles, dejó mi cena a un lado y la comimos separados, acostándonos pronto sin que me dijese nada.

El segundo día amaneció nublado y empezamos temprano nuestro camino. Tras la comida, mientras cruzábamos un grupo de rocas, se desató un diluvio con fuerte viento que hacía imposible caminar al golpearnos las gruesas gotas de agua con mucha fuerza. La tomé del brazo y la arrastré hasta una oquedad junto al mar, donde nos pudimos guarecer del viento y la lluvia, pero no contaba con el mar. Una enorme ola entró en la pequeña oquedad, terminando de mojarnos y arrastrando nuestras pertenencias hacia fuera. Por suerte mi agilidad me permitió recuperarlas antes de que el agua se las llevase lejos, aunque no pude evitar que todo quedase tan empapado como nosotros.

El temporal duró toda la tarde, hasta casi el anochecer, que se convirtió un fuerte y frío viento. Aproveché la última luz para reunir un buen montón de madera frente a otra oquedad más segura y estrecha. El fuego quedo en la entrada, pero resguardado. Coloqué todo lo que llevábamos en la bolsa alrededor de las llamas, sujetando las telas con piedras para que no se las llevase el viento y se secase, vacié la bolsa donde llevábamos la comida y pertenencias, tirando la carne salada y mojada, separando la fruta y poniendo todo el resto, puesto que estaba hecho de tela, a secar también.

Jessy, sentada junto al fuego me veía hacer pero sin colaborar.

Cuando terminé, avivé bien el fuego y cenamos tranquilamente con parte de las viandas que nos habían quedado. Luego me dediqué a retirar a un lado toda la arena seca que pude, haciendo una cavidad en el suelo. Al terminar, la hoguera estaba baja, por lo que tomé gran cantidad de cenizas y rescoldos, las extendí por el hueco y puse nuevamente la arena encima.

Eso nos dejó un lecho caliente, que cubrí con hojas bastante secas que había recogido junto a la madera.

-Vamos a acostarnos antes de que tengamos más frío. –Le dije.

Ella se puso en un lado, de costado y espaldas a mí. Yo también tuve que ponerme de costado, pues el espacio no daba para mucho. Le hice levantar la cabeza y pasé mi brazo bajo ella.

-Recuéstate sobre mí y estarás más cómoda.

No dijo nada. Se quedó un rato pensativa, pero lo hizo, quedando uno de sus cachetes sobre mi polla.

Con la otra mano esparcí hojas prácticamente secas y algunas ramas para cubrirnos y terminé colocándola sobre su vientre y acariciándola con suave masaje mientras mi otro brazo cruzaba su cuerpo y mi mano tomaba posesión de su pecho y lo acariciaba.

No pude evitar el presionarla contra mí, para disfrute de mi polla.

-¿Me vas a hacer gritar?

-¿Por qué lo preguntas? ¿Quieres? –Le dije suavemente junto a su oreja.

-…

-Ssí. Bueno… No.

Retuvo mi mano que bajaba a su coño.

-Por favor, no. No quiero que sea así. Quiero que sea con alguien que me quiere y al que yo quiera. Y, además, ese hombre será solo mío. No quiero compartirlo con nadie.

-Entonces, ¿yo estoy excluido?

-Mientras sigas con mi madre, mi hermana y Rachel, sí.

-¿Por qué no les preguntas qué les parece a ellas cuando volvamos?

-Porque si quieres algo conmigo, debes ser tú el que decida no estar con ellas y dedicarte a mí en exclusiva.

No respondí a eso. Notaba los latidos de su corazón acelerados e imagino que esperaba que siguiese hablando y aceptar sus condiciones, cosa que no hice.

A pesar de tener mi mano sujeta, no dejaba de acariciar su vientre hasta el borde de su pubis, mientras mantenía la otra inmóvil sobre su pecho. Al terminar de hablar, me quedé quieto y poco después me dormí.

Al rato, me desperté por la bajad de temperatura como consecuencia de que se había ido consumiendo la madera, por lo que me incorporé para echar más leña al fuego y volví a mi sitio. Indudablemente, mis movimientos tuvieron que despertarla, pero no lo demostró, y eso que volví a meterme en el hueco, presionarla contra mí, pasar mi brazo bajo su cuello y coger su pecho.

Lo único que la delató fue el ligero movimiento que hizo para encajar mi polla en su culo.

Como si fuese sin querer, fui metiendo mi pierna entre las suyas, abriendo un ligero hueco poco a poco. Debía de estar impaciente, pues movió la pierna para facilitar mi objetivo. Estaba disfrutando como nunca.

Hice un movimiento de pelvis hacia atrás para cambiar la dirección de mi polla y que dejase de apuntar a sus riñones para pasar a apuntar al frente, rozando su coño. Una inspiración-expiración un poco más fuerte me indicó que iba por buen camino.

Una mano la llevé a su monte de venus, justo en el borde de su coño y la moví en círculos, presionando ligeramente para que se moviese su piel al tiempo que mis dedos e hiciese mover su clítoris encerrado entre los labios. Con la otra, acaricié su pecho y pezón, y con mi polla realizaba ligeros movimientos de frotación.

Al momento empecé a notar que mi polla resbalaba con mayor suavidad y un poco más tarde la tenía totalmente mojada. Entonces, hice un movimiento de pelvis hacia atrás, dejando mi polla fuera del roce con su coño y detuve todos los movimientos, buscando dormirme otra vez, y poco después simulé un breve ronquido que fue respondido por un quejido de ella.

La escena la repetí tres veces, hasta que el sol escasamente se había despegado del horizonte. Me levanté y comprobé que las prendas y la bolsa estaban secas y me la puse, también comprobé la de ella y la coloqué a su lado. Ella seguía simulando dormir. Avivé el fuego y salí a pescar algo y recoger fruta para desayunar.

Después de reponer fuerzas, partimos nuevamente para continuar nuestra ronda. A media mañana, otra vez estaba amenazando temporal lluvia comenzando a llover cuando comenzábamos a cruzar el siguiente bloque de rocas, por lo que aprovechamos la primera oquedad para guarecernos. Pensamos que sería algo breve, pero a cada momento era más fuerte, hasta el punto que se hizo de noche sin poder salir, bloqueados por la fuerza del viento y la lluvia que azotaba el cuerpo como si fuesen agujas, como pude comprobar cuando desnudo, intenté salir en busca de algo para comer y leña seca para encender fuego y no pude hacerlo.

En esa salida, los escasos cinco pasos que di fuera, me quedó el cuerpo cubierto de agua como si me hubiese metido al mar, además de aparecer gran cantidad de manchas rojas donde el agua había golpeado con dureza.

Empecé a secarme con cuidado para no sufrir más de lo necesario al tocar las zonas golpeadas.

-Deja que lo haga yo. –me dijo Jessy tomando de mis manos el paño que utilizaba.

Fue secándome con cuidado toda la espalda, bajó por mi culo y secó mis piernas, arrodillada. Entonces pidió que me diese la vuelta. Cuando lo hice, mi polla enhiesta quedó a la altura de su boca.

-¡Oh! –Exclamó

-Sí. Está así porque necesito una mujer, y como tú no quieres… Por lo menos, podías aliviarme un poco. Eso no te perjudicará y a mí me solucionará muchas molestias.

-¿Y qué tengo que hacer?

-Cógela con tu mano, así, y muévela adelante y atrás, así. –Le enseñé cómo hacerlo. – Puedes darle besos también, pasar la lengua o simplemente, dejar tus labios alrededor de esta parte mientras mueves la mano. –Le dije mientras señalaba el glande.

Resultó ser bastante torpe. Le estuve dando indicaciones todo el tiempo y si no hubiese sido porque estaba enamorado de ella y su cuerpo me excitaba de cualquier manera, la hubiese dejado allí mismo.

Por fin, después de un buen rato, sentí la llegada de mi orgasmo, por lo que le dije que metiese el glande en la boca y lo acariciase con la lengua, al tiempo que movía la mano.

-AAAAHHHHHH. Me corroooo. No te separeeess.

No me hizo caso y se la sacó de la boca con intención de decir algo. Por ello, la primera lechada se repartió entre el interior de su boca, sus labios y barbilla. Soltó mi polla y el resto cayó sobre su ojo, cara y pelo.

No pude evitar un juramento al sentir abandonada mi polla al principio de la corrida. Me separé bruscamente y me alejé de ella.

-Lo he hecho muy mal, ¿verdad?

Con cara y gesto de disgusto me volví hacia ella y le dije:

-Digamos que tienes mucho que aprender si quieres saber cómo complacer a un hombre. Y como no aprendas, llevarás el mismo camino que tu madre. Te encontrarás casada con alguien como tu padre, un hombre que pasará la mayor parte de las noches en el club, rodeado de putas y solo irá a tu cama para preñarte porque no encontrará otro aliciente en ti.

Reconozco que fui algo duro, pero tenía que convencerla para poder follarla. Se puso a llorar, y entre sollozos me dijo:

-Pero a mi madre la oigo gritar, y son gritos de placer…

-Eso es cuando está conmigo, que la he enseñado a disfrutar del sexo, y todavía tiene mucho que aprender. Creo que cuando volvamos iniciaré una nueva ronda con ella para comprobar si estos temporales han traído algo más que agua, y de paso resarcirme de ésta.

Esta vez, el hueco en que nos encontrábamos, no daba para acostarnos. Durante el día habíamos permanecido apoyados y sentados en rocas laterales, pero al llegar la noche, no podíamos descansar así, ni podíamos tumbarnos en el suelo, pues los pies quedaban muy afuera y estaba lleno de piedras, algunas puntiagudas.

Le propuse poner la bolsa en el suelo, sobre la que me sentaría yo y ella se pondría uno de los camisones y lo haría en mi regazo. Luego ambos nos envolveríamos con las hamacas para no pasar frío e intentaríamos dormir hasta el día siguiente.

Ella aceptó y así lo hicimos. Intentamos dejar las piedras más planas, quitando las puntiagudas, conseguimos una postura cómoda dentro de las posibilidades, y nos cubrimos bien, dispuestos a dormir.

Yo, sentado sobre la bolsa de viaje llena de distintas prendas de tela, con las piernas juntas y la espalda apoyada en la parte más lisa de la roca y con un buen rollo de hamaca entre medias. Ella sentada sobre mi pelvis, las piernas abiertas, una a cada lado de las mías, su espalda sobre mi pecho, su cabeza junto a la mía y mis manos sobre su regazo, sujetándola, y ambos cubiertos por la hamaca. De esa forma intentamos dormir.

 

Relato erótico: “Las Profesionales – Los deseos más secretos” (POR BLACKFIRES)

$
0
0

JEFAS PORTADA2Los días pasan lentamente y la ciudad continúa su vida cotidiana, calles llenas de personas y Sin títuloavenidas llenas de autos que avanzan al ritmo de los latidos de la ciudad. En una de las calles del sector norte un auto entra al estacionamiento de un modesto edificio de condominios de la avenida.

El auto se detiene, Elizabeth baja del vehiculo y con paso rápido recorre la distancia que la separa del ascensor que la lleva al quinto piso, donde entra en su pequeño departamento. No termina de llegar y va desvistiéndose rumbo a su recamara. Al pasar por el recibidor su gato intenta interceptarla pero no avanza mucho terreno, pues se encuentra de frente con la puerta que cierra Elizabeth al entrar en el dormitorio.

De una bolsa de compras extrae un video que coloca en el reproductor y en segundos de la pantalla de su televisor del cuarto le llegan las imágenes de una chica siendo sodomizada por un macho, que la penetra por el ano, mientras la chica gime y se aprieta los seno. Frente a la pareja otra mujer con un traje ejecutivo y lentes con aros de pasta negra, observa a la pareja mientras la chica sube y baja movida por las manos de su macho que la sostiene por la cintura, la mujer de lentes apunta cosas en un anotador rayado.

Elizabeth termina por sacarse las bragas y esta en la cama mirando el video solo vestida con la falda gris recogida en la cintura y su blusita de seda abierta completamente con sus senos descubiertos sin sostén. Mientras con una mano acaricia su seno izquierdo con la otra mano empieza a bombearse el coño con el vibrador que comprara hacia unos días en el sex shop, el mismo sex shop del cual se había hecho clienta y en el cual después de muchas dudas y remordimientos había alquilado un par de videos recomendados por el pícaro dependiente de la tienda.

Estos últimos días habían sido una locura, ella nunca habría pensado estar masturbándose de una forma tan descarada en medio de su alcoba, pero su apetito sexual había subido tanto que ella misma se desconocía. Hasta su trabajo se había visto retrasado pues los días los pasaba en la oficina buscando pornografía en Internet. Había empezado por cosas sencillas, parejas, hombres y mujeres teniendo sexo, pero poco a poco los temas fueron cambiando y en poco tiempo ya había olvidado los temas básicos y como atestiguaba el video porno que en ese momento captaba toda su atención, entraba a temas de intercambio de parejas y sexo en grupos.

La excitaba tanto que aquella chica de lentes se pareciera a Lourdes, y que la chica que estaba siendo sodomizada pareciera obedecerla al cambiar de posición. En su mente una palabra aparece al ver como la chica se colocaba sentada sobre el macho dándole la cara a la silla donde la mujer de lentes les observa, “buena chica… buena chica”

La mujer de lentes se levanta soltándose los cabellos que caen en cascadas de rizos dorados y desabotonándose la blusa, avanza al sofá donde esta la pareja, la mujer le ofrece un par de senos redondos y grandes con sus pezones argollados. Toma el rostro de la chica con ambas manos le planta un beso de lengua que acaba con los gemidos de la chica que reacciona a las embestidas de su macho.

Elizabeth casi no puede contenerse al ver como la mujer hace que la chica le lama, mame y acaricie los senos, y la chica se esmera en darle placer a la mujer. Los senos argollados excitan tanto a Elizabeth. Esta a punto de correrse cuando observa como la mujer levanta su falda y mostrándole el coño a la excitada chica esta última comienza a lamerla y mamarla con desesperación. Lo que más llama la atención a Elizabeth es el piercing de la mujer en el clítoris, en el momento en que la chica saca su lengua y la pasa sobre ese clítoris argollado, Elizabeth empieza a convulsionar al correrse una y otra vez al no soportar más…

La mañana la encuentra aturdida en la cama aun con el vibrador en el coño, aun adormilada se va al baño y la regadera termina por despertarla y con ella despierta su libido y sus manos acarician sus senos, su cara, sus coño, rápidamente su cuerpo sucumbe a sus propias caricias, volviendo a correrse.

– Debo estar volviéndome loca… no puedo dejar de tocarme… debo ir a trabajar

Las horas pasan y Elizabeth esta sentada en su oficina completamente distraída buscando pornografía en su computadora, sus bragas siguen empapadas y el su mente no puede dejar de pensar en Lourdes, en sus piernas, su rostro, en sus senos, en su trasero, en sus labios y en su coño… Es vergonzoso y humillante estar pensando todo el día en sexo, mucho más lo es pensar sexualmente en una mujer que casi acaba de conocer, nunca le contaría a nadie tal cosa. Seria tan vergonzoso que alguien se enterara de las cosas que ella estaba haciendo y pensando, jamás podría admitirlo. Ella no es una puta barata como las que observa en las imágenes de videos y fotografías del Internet, putas que son usadas como perras a las que nunca les faltan vergas en sus coños, sus culos y sus bocas. Ella es una joven educada en una buena universidad, una excelente profesional en su campo de trabajo, que gana su propio dinero de forma decente sin necesitad de abrir sus piernas y ser usada como un objeto sexual. Pero que humillante y excitante es sentir tantas ganas de ser esa chica que ahora observa ponerse en cuatro patas mientras dos machos usan su culo, su coño y su boca que con una verga dentro silencia sus gemidos de placer.

El sonido del timbre de su celular la vuelve a la realidad y al contestar reconoce la voz.

– “Hola Elizabeth soy Lourdes de la Sala de Estética Baxter… ¿me recuerdas?”

Elizabeth se siente como una adolescente tonta y nerviosamente contesta:

– “Ho… Hola Lourdes… sí, sí te recuerdo… ¿cuéntame como estas?”

– “Muy bien, Elizabeth solo te llamaba para recordarte nuestra cita de mañana… ¿vendrás verdad?”

– “Sí, sí claro que te veré mañana… quiero decir… iré a atenderme mañana…”

– “Entonces no se diga más querida… te veré mañana en la estética, tengo algunas ideas para un nuevo look que creo que te encantaran, ¿confías en mi verdad Elizabeth?”

– “Sí… Confío en ti Lourdes”

– “Buena chica… hasta mañana”

Una oleada de placer barre el cuerpo de Elizabeth y su coño se humedece mucho más si eso es posible, mientras sus pezones se ponen tan duros como rocas. En su mente aturdida las ganas de masturbarse terminan ganándola y al cerrar la llamada se dirige a los baños de la oficina donde tendrá que aplacar esos deseos.

A varios kilómetros de allí en la oculta oficina de Helen Bells en la Sala de Estética Baxter, una completamente desnuda Lourdes esta sentada en la pierna de Helen, que la sostiene con una mano en la nuca y con su otra mano aun bombea el húmedo coño de Lourdes. Lourdes aun sostiene el teléfono con que acaba de llamar a Elizabeth y con su mirada perdida sigue repitiendo.

– Soy una buena chica…. Soy aaaaagggg… una buena chica…

Helen aun tiene colocado el audífono con que escucho toda la conversación con Elizabeth y usando a Lourdes como una marioneta termino dándole las siguientes instrucciones a la chica. Aun su boca esta justo al lado del oído de Lourdes donde hacia un momento en susurros le decía que decirle a Elizabeth, sacando su lengua lame el lóbulo de la oreja y empieza a morder el lóbulo de Lourdes mientras sus dedos aceleran el bombeo en el coño de su marioneta.

– Claro que lo eres mi querida Lola has sido una muy buena chica… Colócate en Posición de Sumisión 6 como la puta que eres… entendiste…

– Si mi señora como la aaaggg puta que soy….

Lola se levanta y se va al medio del cuarto, separa sus piernas un poco para que su coño sea claramente visible, sus manos se entrelazan en la nuca lo que hace que sus senos queden erguidos y tentadores, su boca entreabierta remata la posición esperando la siguiente orden.

En un sillón colocado frente al escritorio de Helen, Robert Sagel vestido en un costoso traje ejecutivo y corbata de seda, termina su bebida en un vaso de cristal. Desde allí ha visto cada uno de los detalles de la llamada y el control que Helen ejerce sobre las sumisas esclavas. Lentamente se levanta y se coloca detrás de la desnuda Lola que sigue a la espera de nuevas instrucciones.

– Me parece que estas llevando muy bien el proceso de selección.

– Gracias Amo pero quisiera que esto fuero mucho más rápido, pronto requeriremos muchas más candidatas listas para el uso que usted disponga.

– Tranquila Helen, estoy trabajando en eso, recuerda que todo lo bueno siempre es cuestión de esperarlo, lo que fácil se obtiene fácil se va.

Diciendo esto Robert coloca su mano en la nuca de Lola y la hace caminar hasta el escritorio donde Helen aun se mantiene sentada, lentamente Robert inclina a Lola hasta dejarla de cara hacia el sobre del escritorio y lentamente empieza a acariciar el trasero de la chica y sus dedos juguetean en un principio con el coño para luego entrar fácilmente en el húmedo canal vaginal.

– Estamos cubriendo la demanda actual y no tienes por que preocuparte pues estas salas de estética nos están dando excelente material de trabajo para la Granja de Sussy, casualmente hoy recibimos tu paquete VIP. Solo me preocupan algunos detalles meramente administrativos pero en lo operacional lo estas haciendo excelente Helen.

Robert termina por sacarse la verga y lentamente empieza a bombear a la excitada Lola que empieza a recibir una tras otra las rítmicas embestidas de Robert en su húmedo coño. Helen observa complacida y excitada como su amo empieza a cojerse a una de las putas que ella ayudo a crear. Los gemidos de Lola se hacen más fuertes mientras Robert la coloca boca arriba en el escritorio y los senos de Lola se balancean al compás de las embestidas de Robert, Helen empieza a acariciar los enormes senos de la chica mientras observa a Robert con una mirada de lujuria desmedida.

– Me excita saber que ayudo a que todo salga según lo planeado Amo, solo que me gustaría hacer de estas mujeres unas excelentes putas en menos tiempo.

Diciendo esto Helen termina por subirse de rodillas en su escritorio y separando sus piernas, coloca su coño justo sobre la cara de la controlada Lola que sin ninguna orden inicia a mamarla con desesperación lo que logra acallar los gemidos de la chica.

– Paciencia mi querida Helen, paciencia todo a su tiempo solo es cuestión de esperar, ummm esta sumisa esta deliciosa…

– Aggg no es una sumisa Amo, es solo una puta perra deseosa de complacerte… Aggg justo como lo soy yo… Sigue mamando y moviendo tu lengua puta… has que me corra en tu cara perra.

Robert toma la cara de Helen y le planta un beso en los labios a lo que Helen responde moviendo su lengua que entabla una lucha contra la lengua de Robert, mientras este penetra más y más rápido a Lola y esta última sigue mamando con desespero el coño de Helen que no tarda en correrse llenándole la cara de fluidos a Lola.

Minutos después Lola termina por correrse acostada en el escritorio, mientras Helen le mama los senos y le acaricia el clítoris. Robert se aparte del escritorio y Helen toma a Lola por el brazo y la lleva de rodillas frente a Robert, Helen con una mano abre la boca de la chica y le ordena.

– Limpia tus jugos de la verga de tu dueño.

Lola empieza a mamar la verga de Robert mientras Helen lo besa apasionadamente.

– Vaya que estas muy bien entrenada… ummm sigue mamando mi perrita, asii, muy bien buena chica, asiii… y pensar que esta puta antes fuera una brillante enfermera…

– Ya no lo es más señor, ella solo es lo que nosotros queramos que sea, ahora ella es una perra, tu perra.

Diciendo esto Helen coloca un collarín de cuero negro en el cuello de Lola, y allí engancha la cadena a la argolla plateada. Robert observando a la arrodillada chica desnuda, que se esmera por tragar la verga con una boquita pequeña de labios sensuales, le ordena.

– Mírame

La rubia ex enfermera lo observa con sus hermosos ojos azules y con su lengua masajea el erecto miembro de su dueño que esta dentro de su boca. Robert termina por correrse en la boca de Lola que desesperadamente intenta contener en su boca cada gota del semen de su dueño.

Helen se arrodilla y lamiendo la verga de Robert termina de limpiarla y amorosamente la guarda en los pantalones negros a juego con el saco ejecutivo de Robert. Mirando a Lola la besa apasionadamente y ambas mujeres felices juegan en sus bocas con el semen de su dueño y señor.

Al día siguiente una radiante pero nerviosa Elizabeth entra a la Sala de Estética Baxter donde una sonriente recepcionista esta entregando un formulario de inscripción a una chica vestida con el uniforme azul de un banco local. Ambas chicas observa a Elizabeth entrar radiante con un par de zapatos de tacón medio, una minifalda gris y una blusa azul, su cabello castaño luce fabuloso y su sonrisa no oculta su excitación al volver a la sala estética.

– Bienvenida Srta. Hills.

– Hola Ángela, vine a atenderme con Lourdes…

– Todo esta listo Srta. Hills ya estábamos esperando por usted. Déme un momento para avisar a Lourdes que usted esta aquí.

Momentos después Ángela le entrega una tarjeta electrónica y Elizabeth le agradece con una sonrisa. En ese momento la cerradura de la puerta de cristal se activa y se abre, una radiante Lourdes aparece en la puerta de cristal que da acceso a las salas VIP.

Elizabeth avanza con paso ansioso hasta la puerta donde Lourdes la recibe con un beso en la mejilla que hace que Elizabeth se erice de cabeza a pies.

– Hola Elizabeth, me encanta volver a verte, te ves simplemente radiante.

– Hola… hola Lourdes… gracias.

– Pasa por favor, siéntete como en tu nueva casa.

Ambas chicas caminan por el corredor hasta la sala VIP designada para atender a Elizabeth, Lourdes toma la tarjeta electrónica de las manos de Elizabeth y abre la puerta del privado. Mientras Lourdes le da la espalda para abrir la puerta Elizabeth no puede evitar admirar el redondo y provocativo trasero de Lourdes, sus manos se ponen frías y su respiración se acelera.

– Bienvenida otra vez, ya sabes donde esta el vestidor, ponte cómoda y esperare por ti.

Elizabeth entra al privado dirigiéndose al vestidor y empieza a desvestirse hasta quedar solo en ropa interior. Empieza a ponerse la bata y mirándose en un espejo acaricia su cuerpo sobre la bata sintiéndose extremadamente sensual, abre un poco la bata en el escote y después de pensarlo dos veces se abre la bata y saca su sostén dejándolo sobre las ropas que acaba de quitarse. Camina a la silla de atención donde una sonriente Lourdes la espera ya lista para iniciar el lavado de su cabello. Mojando sus cabellos y acariciando su cabeza inicia la limpieza agregando los aromáticos químicos que empiezan a adormecer a Elizabeth. Poco a poco agrega más químicos y cuando todo esta listo coloca los audífonos en los oídos de la indefensa chica, que la mira con una mezcla de aturdimiento y adoración. Lourdes espera unos segundos dejando que los químicos sean absorbidos. Los ojos de la aturdida chica continúan mirándola, Lourdes le coloca unas gafas de realidad virtual donde inicia a ver imágenes relajantes de bosques y valles, y luego poco a poco las imágenes van cambiando a imágenes pornográficas donde aparecen mujeres siendo sometidas por hombres y mujeres de formas diferentes en diversos escenarios.

Lourdes coloca unas correas restrictivas en los brazos y piernas de Elizabeth y lentamente empieza a abrirle la bata a la chica. El aturdido cerebro de Elizabeth no logra reaccionar al sistemático ataque sexual al cual esta siendo sometida, sus senos y pezones erectos responden a las imágenes y mensajes que llegan a su cerebro y su coño empieza a mojarse más y más, mientras los dedos de Lourdes empiezan a acariciar su piel comenzando por sus senos y lentamente deslizándose hasta su entrepierna, donde sin ninguna resistencia hace a un lado las bragas húmedas, sacando un vibrador de una gaveta cercana inicia el ataque al coño de la excitada chica.

Insertando el vibrador en el coño inicia a masturbarla, lame y besa el coño mientras bombea más y más rápido con el vibrador. Ronda tras ronda de imágenes y mensajes martillean el cerebro de Elizabeth que en pocos minutos esta al borde del orgasmo mientras Lourdes sigue lamiendo y mamándole el coño. Lentamente la lengua de Lourdes se desliza por su vulva y sacándole el vibrador usa sus dos manos pasa separar las piernas de la chica y colocándolas en un par de soportes termina teniendo fácil acceso al ano de Elizabeth. La lengua de Lourdes recorre el poco camino que resta hasta el ano de la chica y con un rápido movimiento su lengua inicia el asalto al sensible punto. Elizabeth gime de placer al sentir la lengua entrar en su ano y no logra contenerse, corriéndose una y otra vez mientras los mensajes siguen martillando su cerebro.

Las caricias de Lourdes terminan por dilatar el hasta ahora virgen ano de Elizabeth y empieza a insertar un dedo, luego dos y finalmente inserta el vibrador que poco a poco va entrando acompañado de los gemidos de la chica que atada y drogada no logra controlar su cuerpo.

Lourdes deja el vibrador en su sitio y se aleja para observar un monitor oculto en uno de los muros de la sala donde, para su sorpresa, los niveles de respuesta marcan un inesperado avance:

“Segunda semana: Candidata N00104, Elizabeth Hills; 23 años; Arquitecta; Nivel de Libido: 8.2; Nivel de Condicionamiento: 8.5”

Volviendo al lado de la chica la observa atada y contorsionándose por la excitación a la que es sometida mientras ella delicadamente le acaricia los senos con sus manos, los minutos pasan y Lourdes retira el vibrador del ano, quita y oculta las correas restrictivas y lava los químicos de la cabeza de Elizabeth, que poco a poco vuelve a la realidad pero aun sintiéndose total y absolutamente excitada.

– Hola otra vez Elizabeth veo que estas muy a gusto con tu tratamiento.

– Siiii me siento… muy bien y tranquila.

– Buena chica, buena chica Lissy ¿No te molesta que te llame Lissy o sí?

– Nooooo no me molesta… que me llames Lissy.

– En ese caso tu puedes llamarme Lola, ¿cuéntame Lissy que opinas de un cambio de look?

– Los cambios son buenos…

– Dime una cosa Lizzy ¿por qué la última vez no aceptaste cambiar el color de tu cabello a rubio? ¿Qué pensabas?

– Pensaba que las rubias… son tontas, yo no soy tonta…

– Claro que los cambios son buenos, ¿que opinas de teñirte el cabello de rubio, que piensas del cabello rubio ahora Lissy, confías en mí?

– Confío completamente en ti Lola y me gustaría tener el cabello rubio, ser rubia es excitante y divertido.

– Muy bien Lissy, buena chica, pronto tendrás un cabello rubio y hermoso como el mío.

Al escuchar eso Elizabeth siente como su cuerpo es recorrido con una descarga de placer, pronto será tan bella como Lola y se sentirá mucho más hermosa y obediente, ella necesita obedecer. Ella necesita seguir al pie de la letra cada palabra de las instrucciones que ha recibido en esta sesión, instrucciones que obviamente incluyen el ser rubia y confiar ciegamente en Lola. “Buena chica, buena chica… obedecer es placer, obedecer es placer”

A los pocos minutos Lourdes esta por terminar de secar los últimos mechones de la rubia melena de Elizabeth. Se encarga de peinar los cabellos del frente de la chica que aturdida y excitada casi no logra controlar sus ganas, pues los hermosos senos de Lourdes están casi en su rostro. Se muerde los labios de ganas de besarlos y mamarlos. Mientras lucha por contenerse, Lola le indica.

– Listo Lissy hemos terminado y es hora de que veas que tal has quedado.

Lourdes acomoda la silla y la coloca frente a un espejo donde la nueva Elizabeth observa incrédula su cambio de imagen.

– Es increíble… soy tan… hermosaaa

– Te dije que te quedaría hermoso Lissy, ¿confías en mi verdad Lissy?

Diciendo esto Lourdes desliza sus manos por los hombros y los brazos de Elizabeth acariciándola, y la excitación de la chica aumenta.

– Siiii Lola confío en ti, soy tan hermosa… casi como… tu.

Eizabeth se levanta y se observa en el espejo de cuerpo entero su bata entre abierta y su nuevo look la hacen parecer una estrella de cine, pero lo más hermoso que ella puede ver es a Lourdes sosteniéndola por la cintura y contemplándola en el espejo. Al voltear quedan frente a frente y un silencio incomodo llena el lugar, Elizabeth rompe el silencio diciendo:

– No se como agradecerte…. yoooo

Lourdes la sostiene por la cintura y Elizabeth no lo resiste más, acercándose a Lourdes le planta un tímido beso en los labios que dura unos segundos. Luego avergonzada le da la espalda y agacha la cabeza. Lourdes se coloca a su espalda y le dice:

– No tienes por que avergonzarte Lissy, eres una chica hermosa, solo tienes que mirarte.

Lourdes la toma de la cintura desde la espalda y jalándole la cinta de la bata hace que la bata se abra completamente revelando la piel de Elizabeth que tiembla de pies a cabeza. Lentamente la mano de Lourdes sube por su vientre y le acaricia un seno, Elizaberth responde con un gemido el cual es apagado cuando Lourdes la voltea y tomándola de la cintura le planta un beso de lengua que inicia a explorar la boca de la temblorosa Elizabeth. El beso se hace más intenso y los cuerpos se van fusionando y las carias avanzan sin encontrar resistencia, ambas mujeres necesitan sentirse excitadas y ardientes, Elizabeth la observa y dice:

– Deseo…

– ¿Que deseas Lissy?

– Te deseo y haría cualquier cosa por ti Lola

– ¿Cualquier cosa?

– Sí, lo que me pidas…

– ¿Confías en mi Lissy?

Sin decir más Lourdes baja el cierre de su bata blanca la cual revela su cuerpo que solo queda cubierto por un par de medias blancas sostenidas por un liguero de igual color, sin sostén, sin bragas y zapatos de tacón de aguja. Lourdes coloca una mano en el hombro de Elizabeth y aplicándole una mínima presión la ve ir arrodillándose frente al desnudo coño que sin mediar palabras Elizabeth empieza a atender. Al separar los labios vaginales de Lourdes la excitación de Elizabeth aumenta sin control al encontrar el argollado clítoris de su nueva amante. Sin vacilación empieza a mamar y lamer como la más desesperada y hambrienta mujer consumida por sus deseos.

Los minutos pasan y desde un cuarto de control ubicado a varios kilómetros de la sala de estética, Helen observa el desarrollo del proceso de conversión de Elizabeth, a través de una pantalla de video que recibe la señal de alta definición proveniente de las cámaras ocultas en las salas de VIP, la imagen le trae las figuras de Lola siendo mamada por Lizzy que poco a poco empieza a subir por el vientre de Lola hasta apoderarse de los senos mientras Lola le acaricia el trasero y coloca una mano en el coño de Lizzy. La escena continua mientras Helen se levanta y abriendo una puerta entra en un pasillo que la lleva a un quirófano donde a través de un gran ventanal de cristal observa los movimientos del personal de cirugía, compuesto por 1 medico cirujano estético y 4 enfermeras, todos vestidos con el común uniforme verde. Lo único llamativo es que cada una de las 4 enfermeras utilizan un collarín de cuero con una argolla metálica plateada. En la mesa del quirófano una anestesiada María Patricia Zurita, no tiene la menor idea de lo que ha pasado con su cuerpo en las ultimas horas. A su ya espectacular cuerpo de modelo se le ha añadido una carga completa de nanobots en cada uno de sus senos los cuales aumentaran su busto en 2 tallas y entrando a su sistema conformaran una nueva red neuronal que albergara su nueva personalidad, previamente implantada en su mente. Adicionalmente dos implantes más, uno en su argollado clítoris y otro, un receptor inalámbrico en la base de su cráneo, terminan por hacer de ella un nuevo juguete sexual. Helen activa un intercomunicador y se comunica con el esterilizado interior del quirófano.

– “Cual es el estado de la candidata”

Una de las enfermeras se aproxima al intercomunicador y le informa.

– “Todo ha salido según lo agendado, no hay ninguna reacción adversa y los nanos de su cerebro han sido activados y la candidata ha respondido a su activación en un 100%”

– “Muy bien, me parece muy bien… lo has hecho muy bien Mitzuki, has sido una excelente chica, puedes correrte para mi”

Los alargados ojos asiáticos casi ocultos tras la mascarilla de quirófano se cierran y el cuerpo de la enfermera Mitzuki tiembla al correrse a la orden de su dueña Helen.

– “Gracias… Misstres Helen soy una buena chica y me encanta obedecer”

– “En cuanto este lista lleven a la candidata a la sala en incubadoras”

– “Así será Misstres Helen”

Patricia es conducida a una gran sala de recuperación donde el personal médico se encarga de colocarla en una especie de vaina cilíndrica metálica. Al cerrarlo terminara aislada de toda actividad sensorial. A su cuerpo es insertado intravenosas para nutrirla, inocularle un coctel de fármacos que ayudan a condicionarla y mantenerle levemente sedada. Una mascarilla de oxígeno en su rostro cubre lo que queda visible debajo del casco de realidad virtual por el que en el transcurso del tratamiento recibirá el audio sintetizado de su voz y las imágenes de ella misma, generadas digitalmente, imágenes en las que aparecerá siendo utilizada como una esclava sexual en una variedad inimaginable de situaciones y escenarios. Las más de 1,000 repeticiones por hora de los mensajes en video y audio harán que ella entienda perfectamente cual es su nueva actitud para con sus dueños. Varios cables conectados a su cuerpo darán información exacta de su actividad neuronal, signos vitales y su estado de actividad sexual. Adicional a esto esta atada de cabeza a pies por bandas restrictivas, sus pezones y su coño cableados eléctricamente y su culo y coño llenos con vibradores que responden a las imágenes que entran es su cerebro. Patricia Zurita comienza a despertar y empieza a recibir la primera ronda de miles de rondas de adoctrinamiento que recibirá en los próximos 3 días, en los cuales la última fase de su conversión será completada.

– “¿Donde estoy…?”

Patricia se ve a si misma caminando hacia uno de los cuartos de maquillaje del canal de Televisión donde labora.

– “¿Qué estoy haciendo aquí?”

Al entrar al cuarto de maquillaje encuentra sentado en una silla a un hombre de saco y corbata que la observa al entrar y con una mano le indica que se acerque a el. Al aproximarse Patricia puede ver a una chica que supone ella del personal de maquillaje arrodillada entre las piernas del hombre, mientras el hombre con una mano sosteniendo el largo cabello de la chica le marca el ritmo de la mamada que la chica le da.

– “¿Qué demonios es esto?… esto no…”

Patricia observa como aquella verga entra y sale de la boca de la chica que con desesperación aspira, mama y lame cubriendo con su saliva la verga del hombre. Patricia empieza a excitarse y sus bragas se empiezan a mojar mientras en su mente no puede contener las ganas de mamar esa verga y solo se escucha a ella misma decirse “eso es lo que deben hacer las puta, obedecer, necesitas obedecer, mamar, coger y obedecer, tú eres una puta como cualquiera”

– “No yo no… aaaaggg”

Una descarga de placer barre el cuerpo de Patricia mientras ve como la chica ahora sube la falda y el hombre sentado le empieza a meter los dedos en el coño. El hombre vuelve a observar a Patricia y le indica que se acerque, Patricia se excita al obedecer y quedar junto a la chica que ahora mueve sus caderas al compás que marcan los dedos del hombre. El hombre sin más le dice

– “Bésala”

Patricia se aproxima a la chica y sintiendo como sus propios jugos vaginales escurren por sus piernas, besa apasionadamente a la chica, la cual empieza a acariciarle sus nuevas, grandes y sensibles tetas. En su mente no deja de escucharse a si misma decirse “te encanta esto puta, eres una puta y te encanta que te usen”

Patricia rompe el beso y mirando al hombre le dice.

– “Siiiii, soy una puta”

A un lado de la vaina donde el cuerpo de Patricia convulsiona de excitación, Helen y Robert observan tres monitores donde en uno de ellos pueden leer todos los datos que llegan del cuerpo de Patricia, en el segundo monitor hay un colage de imágenes de varios puntos del cuerpo de Patricia atado dentro de la vaina y en el ultimo monitor pueden ver las imágenes generadas digitalmente del primero de miles de encuentro sexuales que Patricia tendrá en las próximas 72 horas y que invaden su mente en ese momento.

Robert observa como uno de los vibradores penetra el coño de Patricia y la desvalida chica mueve sus caderas y sus atadas manos intentan aferrarse a un imaginario hombre que la somete, mientras su respiración se acelera, lo cual es obviamente visible en la imagen de su pecho y es también registrado en el monitor de sus signos vitales.

– Me parece que en este caso esto será mucho más fácil de lo que esperábamos.

– Concuerdo con usted Amo, al parecer esta candidata siempre ha sido una puta por naturaleza.

– No me es de extrañar la rapidez con que llego a ser la presentadora estrella del noticiero, ha debido estar muy ocupada.

– Así parece, le mantendré informado de los progresos de esta perra.

– Me parece muy bien, quiero tener una prueba de campo con ella en cuanto este lista, ahora cuéntame Helen ¿qué más tenemos para hoy?

Diciendo esto Robert y Helen se alejan de la batería de monitores donde una excitada Patricia ahora aparece sentada subiendo y bajando sobre las piernas del hombre, que se mantiene sentado, el cual la penetra mientras le lame y muerde los senos, que la chica de maquillaje desde la espalda de Patricia, sostiene ofreciéndolos al hombre mientras ella besa la espalda y el cuello de Patricia que ahora cabalga en las piernas del hombre entre gemidos de placer.

Robert y Helen avanzan por la amplia sala donde de lado izquierdo pueden verse de 15 a 20 incubadoras exactamente iguales a la que ocupa Patricia. Casi la totalidad de las vainas están ocupadas con las nuevas candidatas. Varias profesionales, incluyendo a Mitzuki, vestidas en ajustados trajes de minifalda parecidos a los de la estética, que marcan sensualmente sus senos en un amplio escote y casi no logran cubrir sus hermosos traseros, atienden a las nuevas profesionales en la última fase de su conversión. Las medias sostenidas por ligueros, los tacones de aguja y los collarines de cuero negro en sus cuellos rematan los atuendos de las dedicadas entrenadoras, mientras supervisan los monitores y realizan ajustes al programa de adoctrinamiento.

En una de las salas VIP de la Sala de Estetica Baxter una agotada Lizzy que esta acostada en la silla de atención, intenta contener sus gemidos mientras Lola le realiza una mamada de coño que la hace ver estrellas y sentirse completamente entregada a la voluntad de Lola.

– Ummmm… sigue por favor… me siento tan…

Lola la observa contorsionarse con cada lenguetazo que da al sensible coño de la desvalida chica, detiene la mamada y le empieza a insertar dos dedos.

– ¿Cómo te sientes Lizzy?

– Aaaaggg… me siento… tan… docil

– ¿Docil? Eso me suena a como si fueras algún tipo de mascota entrenada Lizzy

– Asiiii… Así me siento contigo… como si fuera tu mascota… tu perra…

Lola aumente el ritmo de los dedos que penetran en coño de la chica y la escucha gemir más y más fuerte.

– Así que una mascota… ¿Te gustaría ser mi mascota Lizzy?

– No puedo contenerme de pensar… que soy tu mascota…

– Eso esta muy bien Lizzy, muy bien, buena chica, pero las mascotas no piensan solo obedecen, pensar les causa malestar, obedecer les causa tanto placer…

– Necesito obedecer… Aaaaaggg… no pensar más, no pensar…. Solo obedecer.

Abriéndole las piernas a Lizzy, Lola se coloca entre sus piernas y con su mano libre la toma del cuello y la atrae hacia si hasta que sin resistencia alguna empieza a besarla y lamerle los labios mientras le bombea el coño ahora con tres dedos. Lola saca los dedos del coño de Lizzy y acariciándose sus propios senos cubre estos con los jugos de Lizzy y sin siquiera ordenar nada Lizzy empieza a lamer cada milímetro de los grandes y hermosos senos de Lola. Finalmente ambas chicas se abrazan, besan y acarician. Continúan masturbándose una a la otra hasta que terminar corriendose y agotadas descansan sobre la silla de atención.

Minutos después ambas chicas se levantan y sin cruzar palabras se separan, Lizzy va al vestidor a cambiarse y Lola arregla su uniforme. Al salir Elizabeth del vestidor la vergüenza y la humillación de todo lo pasado vuelven a su mente y mirando el piso empieza a despedirse de Lourdes.

– Buenoooo… yo queria decirte gracias por….

No puede terminar de decir nada pues Lourdes la toma con ambas manos de los pechos y haciéndole presión la coloca contra la pared mientras le fulmina los pensamientos con un apasionado beso de lengua. Elizabeth siente como es aplastada contra la pared por el cuerpo de Lourdes y como la lengua de esta sondea su boca y sin la menor resistencia intenta corresponder al beso. Un segundo después Lourdes rompe el beso y mirándola con una sonrisa le dice:

– Te veré la próxima semana, toma esta tarjeta y ya sabes que hacer Lissy.

Elizabeth la observa aturdida aun y sin mas responde.

– Siiiiiiii…. hasta la próxima semana.

Lourdes la suelta y ambas avanzan hasta la puerta y al abrirla Lourdes le dice al oído a Elizabeth mientras le acaricia el trasero por encima de la minifalda.

– Me encantas, eres una buena chica, hasta pronto.

– Hasta pronto… gracias, por todo…

Elizabeth sale del privado aun sin creer todo lo vivido pero con una nueva forma de ver la vida, se siente y se ve hermosa, nunca se sintió tan excitante y tan feliz. Una lástima que no pudiera compartir lo que siente con nadie, bueno si lo puede compartir… con Lourdes.

Llega a la recepción y entrega la tarjeta a una sonriente Ángela, mientras la recepcionista crea en el sistema su nueva cita de la siguiente semana, Elizabeth no puede dejar de mirar el revelador escote del traje de la chica, el cual casi no puede contener el excelente par de tetas que a cada movimiento de Ángela se balancean provocativamente. Finalmente Ángela termina y poniéndose de pie acompaña a Elizabeth a la puerta, esta vez el es hermoso culo de Ángela el que capta la atención de Elizabeth y al despedirse ambas chicas con un beso en la mejilla Elizabeth lanza una rápida mirada a la entrepierna de Ángela. Al caminar a su auto un pensamiento la hace excitarse tanto, en su mente solo puede pensar para si misma.

– “¿Ángela también tendrá el clítoris argollado?… sería delicioso si así fuera, me encantaría tener el clítoris argollado, seria tan excitante de tenerlo argollado”

Elizabeth termina por llegar a su auto estacionado en la calle, pasando junto a un local comercial de productos electrónicos que anuncia descuentos en las pantallas gigantes de TV de alta definición, que en ese momento en uno de ellos proyectan las imágenes del inicio del noticiero estelar de la cadena local de noticias. Una joven de cabellos castaños y prominente escote saluda a los televidentes.

– “Buenas noches amigos soy Raquel Salinas y este es su noticiero estelar del canal 23. María Patricia Zurita continua de vacaciones, esperamos estés disfrutando tu merecido descanso Patricia… Comencemos con los titulares…”

Patricia se encuentra en una exclusiva fiesta de gala en la azotea de un edificio de la ciudad, donde hombres y mujeres elegantemente vestidos caminan y conversan con sus conocidos entre champaña y caviar, que es repartido por camareras en sexys trajes de empleadas francesas y tacones de aguja de 3 pulgadas. Esta tan contenta de estar allí en medio de la fiesta, como siempre siendo el centro de atención por su fama y belleza. Se encuentra casi completamente desnuda, solo unos zapatos de tacón de aguja y unas medias negras con liguero cubren algo de su cuerpo. Su cuerpo que esta atado de los tobillos en sus piernas y de sus muñecas en sus brazos a un dispositivo de correas negras. El dispositivo que con un juego de botones, la hacen arrodillarse, ponerse de pie o inclinarse al frente.

Es todo un espectáculo observarla en medio de la fiesta con su cuerpo colocado en forma de X. Ver sus torneadas y largas piernas, subiendo un poco más ver ese culo firme y de nalgas redondeadas al final de una espalda un poco arqueada hacia delante, donde se marcan justo en el inicio de la cadera un par de hoyuelos a ambos lados de su espina dorsal. Su cabello negro azabache se desborda en cascada de rizos suaves sobre casi toda su espalda y algunos mechones caen por el frente cubriendo en partes sus grandes y redondos senos que suben y bajan acompasados al ritmo de su respiración. Justo debajo de sus senos un abdomen tan plano y firme como una pared de granito pulido y un poco más abajo de su piercing del ombligo un carnoso coño totalmente depilado que a cada momento se humedece más y más. Para rematar esta aquel hermoso rostro de facciones angelicalmente finas que engalana con unos ojos verdes expectantes y una boca de labios rojos que solo esperan ser usados.

Un hombre de traje azul y corbata roja se aproxima hacia ella acompañado de una escultural hembra de piel blanca y cabellos negros, que usando un cortísimo vestido plateado a juego con sus zapatos casi no logra cubrir nada de sus hermosos senos, su cintura y trasero de avispa.

La pareja se coloca frente a ella y ella les sonríe mientras siente como sus pezones se ponen duros como rocas y su coño se va humedeciendo, el hombre conversa con su pareja mientras no dejan de mirar a Patricia, la cual no entiende nada de lo que hablan. La observan por un momento como si se tratara de una pieza de arte y sin más el hombre acercándose a Patricia se saca la verga de los pantalones, la toma de la estrecha cintura y la empieza a penetrar con fuerza. La chica del vestido plateado se coloca a espaldas de Patricia y arrodillándose le separa las nalgas y empieza a lamerle el ano.

Minutos después Patricia no logra contenerse más y empieza a correrse como una puta mientras observa como otras tres parejas se han acercado a mirar el espectáculo de la fiesta, dos de los hombres ya están sacando sus vergas. En la mente de Patricia solo puede escucharse decirse a ella misma “Eres la puta más famosa de la fiesta, eres la puta más famosa de la fiesta y eso te encanta, ser una puta”. Empieza a correrse otra vez y ya para este punto ha perdido la cuenta de las parejas que la han usado y las veces que se ha corrido en las últimas horas, pero una cosa si es cierta, le ha encantado ser una puta.

Continuara…

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR ESCRIBIDLE A:
blackfires@hotmail.com

 

Relato erótico: “Novio en estado de coma 3” (POR MARTINA LEMMI)

$
0
0

 
no son dos sino tres2

“El suero ya lo cambié yo… vos encargate de las sábanas”

  Sin-t-C3-ADtulo16         “Ah, ok”
            Reconozco las voces.  Son las dos enfermeras que habitualmente realizan el servicio de la habitación.  Debo haber estado “dormido”; suena extraño pero mi estado alterna momentos de sueño inconsciente con otros de sueño comatoso semiconsciente…
            “¿Estuviste en la guardia anoche?” – pregunta una, la que puedo identificar como de menor edad.
            “Sí, sí…” – responde la mayor con un deje de picardía.
            “¿Y? Jiji… contameeeee… ¿qué onda???”
             La otra ríe antes de contestar…
              “Y… mirá… lo que se dice ver no pude ver nada porque el guacho de Javier cerró la puerta, je… Pero escuchar se escuchaba bastante eh…”
               “Hmmmmm… jajaja… ¡No me digas!!!”
                “Jeje… sí… No te das una idea de cómo aullaba la putita ésa… Una perra en celo y no sé si no me quedo corta”
               “Jajajaja… nooooo…. Igual te digo eh…  ¡qué envidia eh! Jaja”
               “Jaaa… ¡Obvio nena! ¿Qué te parece?  Acá todas haríamos cola por tener la verga de Javi un rato en la boquita… pero bueno, él es bastante selectivo por desgracia… Y hay que decir que la turrita ésa, la mujer de este pobre infeliz, es muy linda”
              “Sí… lo es… Y bueno, hay que entenderla… ¿Estaría muy insatisfecha con éste? ¿A ver qué onda?”
              Mis sentidos no reconocen del  todo a lo que estoy siendo sometido, pero dado que el de la audición me funciona a la perfección puedo advertir que la joven está deslizando las sábanas hacia abajo… Y no sé si es mi imaginación o qué, pero me da la impresión de que ahora me baja el calzón, el pañal o lo que sea que tenga puesto… Me ha dejado en bolas…
             “Y… digamos que el pitulín es bastante chiquitín… – dice ella en tono de dictamen aunque notoriamente divertida -.  Se entiende que ella busque por otro lado siendo tan linda mujer… Nunca se lo vi a Javi pero me dijeron que lo tiene grande y hermoso…”
             “Sí… eso me dijeron un par de enfermeras que ya no están acá… y que pudieron disfrutarlo”
             “Hmmm… ¡qué envidia, guachas de mierda! Jaja… ¿Quiénes son?”
             “Como te dije ya no trabajan acá… fue poco antes de que vos vinieras”
             “Hmmm… ¿y qué tengo que hacer para conseguir yo también ese tipo de atención? Jaja…”
          “Estar buena, je… Esas dos perras lo estaban… Si estás apetecible Javi no perdona”
           “Tiene fama de no dejar títere con cabeza, ¿no?”
            “Sí, pero como te dije es muy selectivo.  Al menos por acá a toda esposa de internado o flamante viuda que estuviera buena, le dio como en bolsa”
            Por un momento me parece sentir el aliento de una de las enfermeras muy cerca de mi rostro; a juzgar por el hecho de que viene desde mi derecha creo que es la más joven de ambas.  Creo sentir un roce… no sé… quizás es la sensación una vez más, pero me parece como si me besara en la frente… En efecto, siento un “chuic”
            “Pobre cornudito… – dice en tono lastimero -.  Te convendría no despertar”
             No puedo describir cómo me siento… Como si no fuera suficiente ya con haber oído anoche a mi prometida gozando como una perra con un médico joven, ahora también me toca ser el hazmerreír de las enfermeras, puesto que en su aparente compasión detecto burla.
             Se marchan…, quedo solo… solo con mis pensamientos, con mi dolor, con mi angustia, con mi rabia y con mi impotencia… ¿Es que no hay nadie en la habitación?  ¿Dónde están todos?  ¿Acaso a nadie más le importo?  Y por otra parte, ¿dónde estará Liz?  Uno diría que en el trabajo, pero ya no sé qué pensar… No escucho al médico; no anda por aquí… ¿Y Gastón?  ¿En qué andará ese pendejo de mierda?  Sólo tengo ganas de levantarme de esta maldita cama, salir de esta clínica de porquería y estrangularlo con mis propias manos…
              Luego de una hora o algo así (es difícil la percepción del tiempo en el estado en que estoy) cae mi madre… Y luego de un par de horas más, llega Liz… La puta más puta de las putas… Charlan amablemente entre ambas y Liz busca imponer a sus palabras un tono compungido: maldita perra… Luego mi madre se marcha… Estoy en la habitación con quien iba a ser mi esposa pocos días después de aquel accidente… La escucho caminar por la habitación, de un lado a otro… Taconea, es decir que está elegantemente vestida… ¿Estará en el alto de su trabajo?  Por lo pronto, puedo darme cuenta de que está, una vez más, utilizando su teléfono celular…
            “¡Hola Javi! – saluda y alcanza con el tono de su voz para darse cuenta de que su rostro está encendido y luciendo una sonrisa de oreja a oreja – Otra vez la pesada molestando, jaja…”
            Así que “otra vez la pesada”…, dicho por ella misma; está bien obvio que lo ha llamado durante el resto del día varias veces y muy probablemente desde su trabajo…
            “Ja… y no sé, digo, bombón… Quizás te joda que te llame tantas veces”
CG Xtra
             Una vez más, pareciera que sus palabras confirmaran siempre mis más desagradables sospechas.  Además, no tiene empacho en llamar “bombón” indistintamente a Gastón o al médico… Eso sí, a mí jamás me llamó de ese modo… Pero más allá de eso, pedazo de puta, ¿tan caliente  puede estar detrás de una verga como para andarlo llamando mil veces y hacer el papel de mina desesperada?
              “¿A qué hora vas a andar por acá?… – pausa -… Jiji…y sí, te extraño… Ah ok….sí, sí… dale…..dale…., listo… yo voy a estar acá… Hmmmm…. sí, bombón, jiji… Hmmmmmuack… No tardes eh…No está bien privar a una mujer durante mucho tiempo de una compañía tan linda como la tuya…Hmmm, jaja… besito, bombón…Sí, sí…Chau, chau…”
             Cortó.  ¿Cuánto tardará en llamarlo nuevamente a juzgar por lo que ha dicho?  No me extrañaría que si él retrasase su llegada, ella ya esté llamándolo como una hembra en celo rogando por su macho… Estamos solos en la habitación, ella y yo… Juro que me gustaría despertar y tener las fuerzas suficientes como para ahorcarla en este mismo momento sin que nadie pudiese defenderla… Suena el celular; es el ringtone de ella, con una canción de Joss Stone que es de gusto compartido por ambos y que, de hecho, yo también tengo en el mío.  Nadie puede darse una idea de cuánto me duele escuchar esa melodía con todo lo que para mí significa en relación con la historia de nuestra relación.  ¿Será ahora Javier quien la llama?  ¿No tuvo paciencia para esperar que lo hiciera ella o para verla más tarde tal como habían convenido?  Ella contesta…
         “¡Gasti!…”
          Me equivoqué… Casi me había olvidado de mi empleado con toda esta cuestión del doctorcito.  Es increíble lo rara que puede volverse nuestra mente cuando estamos en situaciones extremadamente insoportables… De pronto pareciera que me interesa y hasta me divierte saber cómo cuernos va ella a manejar la situación para atender a los dos… Creo que en parte tiene que ver con el sentimiento de venganza; es como que quiero, al menos, saber que ella está en apuros… Mi esperanza desde ya es bastante ilusa y vana: en estos días que llevo postrado sobre una cama hospitalaria ya he escuchado lo suficiente como para tener en claro que para Liz no hay situaciones difíciles de manejar en ese sentido…
         “Hmm… sí, lindo, ya sé… yo también te extraño.. perdoname pero ayer no pude… – pausa -… sí, bombón, lo sé, no te enojes… ¡Claro que tengo ganas de verte, tontito!!   Pero entendé mi situación; las cosas no me son fáciles con Lucas en la situación en que está…- otra larga pausa – Hmm, ¿hoy decís?… Mirá… hmm, no sé, tendría que ver cómo viene la mano y entonces te confirmo… ¿sí, bombón?  Ahora, así en el aire, no puedo decirte…”
            Todo más que claro… Está obvio que el doctorcito lo ha desplazado un poco a Gastón del lugar que tenía para ella… En parte (y extrañamente) me alegro: a ese pendejo de mierda le está bien hecho… Al menos el médico no tiene ninguna deuda de lealtad ni ningún código que respetar en relación conmigo; a lo sumo debería replantearse su ética profesional… Pero Gastón… le he dado trabajo, le he confiado el local, lo consideraba un amigo, un hermano menor o tal vez un hijo… y resulta que se estaba cogiendo a mi mujer… Así de simple, así de cruel…
            “Dale lindo… dale, yo te aviso… besito…”
acvecMxe
             Qué mal te veo Gastón… Cuando una mujer dice “te aviso” es porque no tiene la más mínima intención de responder a una invitación tuya pero a la vez no quiere o no se anima a decírtelo en la cara… Ella ya está en otra historia; eso se nota.  El médico debe coger bastante mejor que vos y (aunque duela) mejor que yo que, a juzgar por cómo se vienen dando las cosas, estoy quedando relegado a un clarísimo tercer puesto.  ¿O será cuarto? ¿O quinto? ¿O sexto?  ¿Cómo puedo estar seguro ahora de cuántas vidas paralelas llevaría o lleva Liz cuando la realidad es que recién puedo decir que empiezo a conocerla a partir del hecho de que mis oídos se niegan a acompañar a mi cuerpo en el estado de comatosa indefensión en que se encuentra?
               No sé cuánto tiempo transcurre… Es difícil saberlo en este lugar y en este estado… Alguien entra; ya para esta altura reconozco sus pasos… Y aun cuando ella nada dice; está obvio que es él, que avanza hacia ella y que apenas instantes después sus bocas se están confundiendo en un largo beso, mucho más largo que cualquiera que les haya escuchado propinarse antes mutuamente.  Cuando por fin sus bocas se separan, es ella quien habla:
             “Te extrañé mucho”
             “Y yo… – dice él -.  ¿Tenés ganas de bajar a tomar un café?”
               Ella duda…
              “Hmm, no sé… ¿no es peligroso que nos vean?”
             “Por mí no… tal vez por vos sí…, tenés a tu novio en coma y la gente es rápida para hablar en estos casos… No quiero comprometerte, tenés razón…”
             “¿Ya te vas? – pregunta ella en tono suplicante y desesperado.
            “Acabo de llegar a la clínica, linda – explica él -.  Tengo que ir a ver a mi paciente que, por lo que me dicen, ya está en la última… y a algunos otros pacientes más, pero… ¿da para cenar en algún lado esta noche?”
            “¡Dale! – responde ella entusiasmada – ¡Estaría buenísimo!!!!”
            “Bueno, después hablamos para arreglar bien la hora porque no sé bien a qué hora salgo yo de acá… No te preocupes que iremos a algún lugar por las afueras, lejos de miradas indiscretas y comentarios bolu…”
             Él no logra terminar la frase.  No hace falta ser demasiado perceptivo para reconocer el sonido: ella le ha silenciado los labios estampándole un apasionado beso.
              Él se marcha finalmente… Volvemos a quedar solos en la habitación, ella y yo…: en otro contexto sonaría romántico pero en éste sólo puede sonar cruel.  El resto del día ella lo pasa caminando nerviosamente por la pieza; cada tanto se sienta en la cama, enciende el televisor y lo vuelve a apagar, a veces me doy cuenta que bailotea con sus dedos sobre el teclado del celular: es obvio que envía mensajes y no hace falta ser muy sagaz para adivinar el destinatario… Por supuesto que además cada tanto no se aguanta más y lo llama; cada vez que lo hace regresan las palabras y el tono de voz estúpidamente acaramelados.  Está loca con el doctorcito: no caben dudas… En algún momento entran las enfermeras y si bien con Liz no se intercambian más que los saludos y las palabras de rigor, se puede perfectamente adivinar en el ambiente lo que ellas están pensando al verla o bien, como ellas mismas lo han expresado, la envidia que les carcome por dentro sabiendo que ella está gozando de los favores del joven médico que tantos ratones les despierta…  Luego Liz llama a mi madre: le pide si se puede quedar a la noche… ¡Qué hija de puta!  Ya ni siquiera siento ganas de matarla porque eso sería poco…
            Cuando ella se va, paso la noche en el mayor de los ostracismos, del cual ni siquiera puede sacarme la presencia protectora de mi madre, tan ajena a todo lo que está ocurriendo… Mi cabeza no está aquí, mi cabeza está en algún restaurante de las afueras de la ciudad… o en algún hotel alojamiento… o en la casa del doctor… o en mi propia casa… Ya para esta altura es difícil saber por dónde discurrirán los caminos del perverso morbo de mi novia, quien quizás hasta disfrute de la situación.  Después de todo, si es capaz de gozar siendo cogida en esta misma habitación y junto a la cama en que yazco, ¿qué razón hay para pensar que no vaya a hacerlo en mi propia casa, cuya llave ella tiene en su poder y que pocos días después del accidente iba a ser nuestro hogar conyugal?  Incluso, ¿qué la detendría para dejarse montar sobre la que iba a ser nuestra cama matrimonial, recientemente comprada y aún no estrenada ya que habíamos decidido no usarla para tener sexo de tal modo de reservarla para la noche de bodas y para el resto de nuestras vidas de allí en más?
 
CG Xtra

Durante todo el día siguiente no hay rastros de ella, ningún indicio de que se haya acercado hasta la clínica… Tampoco lo hay del doctor, por cierto… ¿Habrán decidido, ambos, tomarse el día libre?  ¿Faltar a sus obligaciones laborales?  O tal vez sea sábado o domingo, no sé… El hecho es que aparece recién a la noche: habla algunas palabras con la enfermera que está, en ese momento, haciendo el servicio de habitación y me parece detectar en su tono que está alegre, motivada, que viene de pasarla bomba… Apenas la enfermera se marcha, Liz casi no deja que entorne la puerta de la habitación que ya lo está llamando a Javier…

           “¡Hola bombón!  Ya estoy acá… – confirmado, el tono es alegre -… Ah, ok… dale, dale… te espero”
         No deben pasar ni cinco minutos que ya él está ahí; reconozco absolutamente sus pasos para esta altura.  Se besan una vez más; resulta obvio que se están abrazando, toqueteando y franeleando…
         “Hmmm doctor… – dice ella -.  Sólo un par de horas está usted ausente y esta paciente no sabe qué hacer…”
          “Je, je… Vamos a ver qué tenés puesto – dice él y reconozco el sonido del deslizarse de una prenda, aparentemente una falda que ha sido llevada hacia arriba -… Hmmm… qué ropita interior sexy que tenemos hoy, paciente… Así me gusta, que me haga caso y se ponga lo que le digo… Hay que seguir las instrucciones del médico…”
         No puedo creer que sea tan puta y sometida.  Él le dice qué lencería ponerse y ella, servilmente arrastrada, obedece para complacerlo…
      “Hmmm… me da mucho placer saber que le gusta, doctor – Liz le estampa claramente un beso en la boca como remate de sus palabras – ¿Qué tratamiento tiene pensado hoy para esta paciente?”
      “Bien – dice él, siguiéndole a ella en el tono de lasciva y cómplice juerga -.  Esta tanguita que tiene tan enterrada en el culito – al decir “ésta” me da la pauta de que se la está tocando – me hace recordar que aún no hemos tratado esa zona… ¿Qué tal si lo hacemos hoy?”
         “Hmmm…, ¿le parece, doctor?” – el entusiasmo de ella está bien claro en la forma sugerente de preguntar.
         “Sí me parece – responde él, lacónico y haciendo gala de su control de la situación -.  Así que nos damos la vuelta, apoyamos las manitos en la cama de su novio y entregamos la parte de atrás para ser revisada…”
         Ardo dentro de mí, sólo quiero estallar… ¿Puede tener tanto morbo ese tipo como para querer hacerle la cola a mi novia con las manos de ella apoyadas en mi cama?  Por un segundo me parece que la respuesta de Liz sólo puede ser negativa; no creo que lo siga en esta perversión… Iluso de mí: una vez más me equivoco… Claramente percibo que sus manos se apoyan a pocos centímetros de mi cuerpo así como siento su aliento muy cerca de mi rostro.  No sé si es mi imaginación o también lo oigo, pero hasta me da la impresión de escuchar los latidos del corazón de ella, acelerados por la emoción y la excitación del momento…
         Llegan a mis oídos los pasos de él como alejándose unos pocos metros e, inmediatamente, el picaporte de la puerta: la acaba de cerrar; ¡por Dios!, estuvieron todo este tiempo con la puerta abierta… ¡Cuánta desvergüenza!  Los pasos se acercan nuevamente; él está regresando y viene a buscar lo que, al parecer, le pertenece…, lo que yo, por cierto, nunca tuve…  Se producen unos instantes de silencio o, por lo menos, no logran mis oídos precisar qué es lo que está ocurriendo… El aliento de ella junto a mi rostro comienza a dar signos de excitación en aumento, evidenciado ello en lo entrecortado de la respiración.   No escuché que él se desabrochara el pantalón: ninguna hebilla, ningún cinto… Y casi de manera obvia puedo inferir qué es lo que está ocurriendo: él le está sobando el culo… y a ella le gusta…
            “Vamos a lubricar un poco ese culito” – anuncia él.  No llegué a escuchar que escupiera o algo por el estilo, así que no sé con qué se dispone a hacerlo; siendo médico, no es raro que haya venido preparado con vaselina o algo similar.  Lo cierto es que Liz suelta un quejido que es mezcla de dolor y placer en el momento en el cual parece ser que él le ha introducido el dedo.  Claramente se nota que se mueve, se retuerce; él le está escarbando dentro del orto y ella está totalmente entregada.
            “Ese culo ya está hecho” – dice él, del mismo modo que si estuviese dando un diagnóstico.
          Liz sólo suelta una risita nerviosa que se entremezcla con sus quejidos de placer y su respiración entrecortada, pero luego deja escapar un gritito.
         “Está hecho, ¿no?” – insiste él.
          Puedo adivinar a qué se debió el grito de Liz; él le ha introducido el dedo aun más profundo para compelerla a dar una respuesta.
        “S… sí” – responde ella sin dejar de jadear un segundo; casi a continuación un nuevo gritito: el dedo debe haber ido aun más hondo…
       “¿Quién?” – pregunta él, inquisidor.
CG Xtra
       Ella calla por un momento; sólo jadea.  ¿Será la vergüenza lo que la amordaza?  Para esta altura resulta difícil creer eso aunque quizás no le guste mucho la idea de admitir delante de él sus aventuras: algo me dice que por este médico siente algo distinto que lo que pueda sentir por Gastón o por cualquier otro de quien nada me haya enterado… O tal vez sea que simplemente el doctorcito es la novedad y, como tal, se le entrega incondicionalmente.
           “¿Quién fue?  Le estoy preguntando, paciente… – insiste él y ella deja escapar un nuevo grito: el dedo va todavía más adentro haciendo de las suyas -.  Porque estoy seguro que tu novio no fue…”
           La putísima madre que lo parió… Encima se mofa de mí gratuitamente y me menosprecia… Pero creo que lo que más rabia me da es que tiene razón: yo no fui…
             “No… – responde ella casi en un débil balbuceo -.  No fue Lucas…”
             “Je, je… – ríe él -.  Obvio que no… Por lo general novias y casadas reservan esa parte del cuerpo para sus amantes y no podías ser la excepción… ¿Quién fue entonces?”
            “Un… chico” – balbucea ella.
            “¿Hace poco o hace mucho?” – inquiere el doctor.
            “Hace… relativamente poco…” – se ve obligada a admitir Liz.
            “¿Edad?” – pregunta él.
            Liz no contesta… luego un nuevo grito: el dedo inquisidor ha vuelto al ataque…
            “¡Diecinueve!” – responde.
             Una carcajada estruendosa brota de él; imposible pensar que no haya sido oído desde fuera de la habitación.
             “Jajaja… ¡ bien puta!… ¿Y te lo hizo bien?”
             Ella tarda unos segundos, pero contesta:
              “Sí… bien” – pareciera tratar de no sobredimensionar la experiencia anal delante de él a los efectos, quizás, de no generarle celos…
             “Así que sólo bien… – dice él -.  Ahora vas a saber lo que es que te lo hagan de verdad… Preparate para no sentarte durante varios días… Ah… y la entradita del culo te va a quedar como el doble de grande, jeje”
              No puedo creer que ella se deje degradar tanto; ahora sí: él está claramente desabrochándose el pantalón y luego lo desliza hacia abajo…
              “Refregame bien el culo por la pija” – le ordena él imperativo.
              Ella jadea; una vez más se mueve, se retuerce… Puedo percibir cómo la excitación sigue subiendo de nivel aun cuando parecía que ya no podía hacerlo… Pasan unos minutos…
               “Muy bien putita – le dice él, a la vez que acompaña sus palabras con una clara palmadita sobre la nalga como de felicitación -.  Hora de entrarle…”
                                                                            CONTINUARÁCG Xtra
 

Relato erótico: “La nueva asistenta 1” (POR XELLA)

$
0
0

 

Peter y su mujer, Silvia, tenían una vida acomodada. Él era directivo de una gran empresa informática y con su sueldo,

vivían cómodamente los dos. Además, debido a ciertos trapicheos con hacienda, se sacaban un sobresueldo, que nunca viene mal.
 
Llevaban casados 15 años, y aunque ya no eran muy jóvenes, se conservaban bien. Peter siempre había tenido buen físico
pero empezaba a notarsele la edad en las canas que iban asomando en su cabellera, en cambio, Silvia, aguantaba mejor el tipo,
entre que era unos años menor que Peter y que tenía el suficiente tiempo libre como para ir al gimnasio, mantenía
un cuerpo que ya quisieran para ella las muchachitas de 20.
 
Su vida sexual era normalita, Peter no era tonto, y era imposible desaprovechar a una hembra como Silvia. Lo hacían
siempre que podían, aunque normalmente de forma bastante conservadora. El problema era que Peter viajaba mucho, y Silvia no estaba dispuesta a quedarse
con hambre. Cuando Peter no estaba, Silvia se desfogaba con algún compañero del gimnasio, o incluso con algún empleado (el jardinero era su favorito)
Igualmente, en sus viajes de negocios, Peter cerraba muchos de sus acuerdos comeciales ayudado de la compañía de prostitutas de alto standing,
de las que el, por supuesto, también se aprovechaba. Peter tenía un pensamiento que no le venía bien a Silvia, hay cosas en la cama que no
son para hacerlas con una esposa…
 
– Cariño, hoy llegan las candidatas a sustituir a la señora Hopes – dijo Silvia en el desayuno – ¿podrás atenderlas tú?
– ¡Es verdad! Casi se me olvida… No te preocupes cariño, me hago cargo – contestó Peter. Así, también podría elegir a la criada
que más le gustase… Después de tantos años con la señora Hopes, no estaría mal contratar a una jovencita de buen ver
para que le alegrase la vista
– Está bien, entonces me voy al gimnasio
 
La señora Hopes era una mujer muy mayor que había atendido la casa como interina durante los 15 años que llebavan de casados,
pero ya tenía edad de jubilarse y se fué a vivir con su hermana.
 
 
Silvia llegó al gimnasio y fué al vestuario a cambiarse de ropa. Todas las mujeres la miraban allí, tanto jovenes como maduras,
era la envidia de todas. Le gustaba ser el centro de atención, le gustaba despertar envidia en las mujeres y deseo en los hombres,
la hacía sentirse poderosa, dominante… Y con esa sensación de superioridad era feliz. Así, contenta y decidida, se dispuso a realizar
sus ejercicio, sabiendose observada por los hombres, tonteando con alguno, buscando a su próxima presa para el siguiente viaje de Peter.
 
Silvia llegó a casa caliente, entre el tonteo y las miradas se había puesto cachonda.
 
–  Joder, y Peter no llega hasta la tarde… – Pensó
 
Al abrir la puerta y entrar en casa, se encontró con una jovencita vestida de sirvienta. Casi se olvida de ella. La joven acudió solícita
a presentarse ante ella.
 
– Buenos días señora. Me llamo Ivette y soy la nueva ama de llaves de la casa. ¿Necesita algo la señora?
– Buenos días Ivette. Voy a darme una ducha, sigue con tu cometido por favor. – Le dijo mientras la examinaba mejor
 
La chica, estaba de muy buen ver, Peter había estado espabilado… Ya hablaría con él… si no hacía bien su trabajo, no estaba dispuesta a
tener una cara bonita para que alegrase a su marido…
 
Ya en la ducha, Silvia empezó a acariciarse, estaba empapada, había acabado muy cachonda su sesión en el gimnasio… Comenzó a masturbarse
pensando en los objetivos que había visto aquella mañana, se imaginaba cuál la tendría más grande, cuál follaría mejor, cuál le daría más juego…
La encantaba follar con jovencitos… Tenían mucho ímpetu, pero eran meros juguetes en manos de una mujer experimentada como ella. Le encantaba
jugar con ellos y ponerlos a sus pies, que suspirasen por ella de deseo mientras obedecían todas sus peticiones… No pudo reprimir los gemidos
mientras se corría en la ducha.
Esa sensación de superioridad le encantaba…
 
Al salir de la ducha, se dió cuenta de que había una pila de toallas preparadas para ella, debió haber entrado Ivette… ¿La habría escuchado
masturbándose? No sabía porqué pero ese pensamiento hizo que volviese a humedecerse… Desechó la idea y fué a secarse y vestirse, tenía muchas
cosas que hacer ese día
 
 

Los días fueron pasando, Ivette se fué haciendo a su puesto y realmente hacía bien su trabajo. No pasaban desapercibidas para Silvia los

movimientos que Ivette dedicaba a su marido cuando creía que ella no se daba cuenta, ni las miraditas que su marido la echaba de soslayo.
También empezó a notar que le gustaba el riesgo de que Ivette la descubriera masturbándose… Ahora nunca cerraba la puerta del baño mientras se
duchaba. Esa nueva pasión por el voyeurismo la excitaba y la cabreaba… ¿Porqué le calentaba tanto?
Además, últimamente Peter estaba más frío en la cama que de costumbre, así que ese jueguecito de exhibicionismo era su válvula de escape.
 
Salvando eso, todo transcurrió normal hasta el siguiente viaje de Peter.
 
De los nuevos chicos del gimnasio, no veía ninguno que pudiese satisfacerla, así que, como tantas otras veces, llamó a Ian, el jardinero.
 
– Vamos chico, a ver si eres capaz de satisfacer a esta hembra -Le dijo desde la cama
– Creo que la señora no va a quedar decepcionada – Contestó Ian bajandose los pantalones.
 
Ian era un chico negro, de 27 años, que llevaba unos meses trabajando para ellos, y trabajándose a Silvia. Iba aprendiendo sus gustos, y Silvia
se desfogaba de vez en cuando con él.
 
Ian se arrodilló, separando las piernas de Silvia, dejando ver el trabajo de “jardinería” que había hecho ella, dejándose sólo un pequeño
triangulito de pelo. Acarició sus piernas, recoriendolas con sus manos, luego con su lengua, acercándose a su coño. Mientras se acercaba
le llegaba el dulce olor a sexo, Silvia estaba empapada. Lo pudo comprobar con su lengua mientras lamía cada uno de sus recovecos, poco a poco fué bajando
su lengua hasta el culo, comenzó a juguetear con su lengua en ese agujero rosadito.
 
Silvia le agarró de la cabeza y se la metió de lleno en su raja ¡Estaba super-cachonda! Empujó a Ian a la cama mientras ella se arrodillaba delante de él
y comenzaba a meterse su tranca en la boca. No se tomó tiempo de juguetear, en cuanto Ian la tuvo suficientemente dura, se montó sobre el y se
ensartó la polla hasta el fondo. Empezó a cabalgarle como una fiera, mientras ella misma se acariciaba los pezones, botando sobre su polla negra,
taladrandose con ella…
 
–  Vamos campeón, es hora de que montes a tu yegua – Le dijo mientras se ponía a cuatro patas
 
Ian no se lo pensó. Tener a esa hembra a cuatro patas abriendo su coño para que se lo folle era algo irresistible. Tanto, que no duró mucho en su
cometido, a los pocos minutos se corrió sobre ella.
 
– ¿Ya? Joder… Vete fuera de mi vista, no quiero verte en todo el día – Replicó Silvia cabreada, al no haber llegado ella al orgasmo.
 
Mientras Ian se vestía y se iba, Silvia creyó ver una sombra que se movía fuera de la habitación.
 
– Esa pequeña zorra… – Pensó
 
Tenía decidido descargar su frustración hacia Ivette, así que no perdió tiempo y salió directa a buscarla.
 
– ¿Quién te crees que eres para andar husmeando en mi habitación? – La espetó nada más encontrarla
 
PLAFF
 
La bofetada cogió a Silvia por sorpresa, la trastabilló, y cayó al suelo.
 
– No, ¿Quién te crees tú que eres para venir a hablarme de esa manera? – Contestó Ivette. – Si no quieres que nadie te vea
no dejes la puerta abierta. ¿Te crees que no sé que dejas el baño siempre abierto para que oiga cómo te masturbas? Y ahora querías que viese cómo
te lo montabas con el negro ¿eh?
 
–  Nn.. ¡No! – Gritó Silvia, mientras intentaba recomponerse
 
– ¿Te parece bien ponerle los cuernos a tu maridito? ¿Te gustaría que supiese que en cuanto sale por esa puerta te follas al primero que pasa?
 
– ¡Cómo digas una sola palabra de esto a algu ¡PLAFF! – La segunda bofetada tampoco la vió venir, esta vez Silvia se quedo en el suelo
 

– ¿Cómo diga algo que? ¿Me despides? Yo puedo encontrar otro trabajo, en cambio, ¿Tú soportarías un divorcio? – Esa replica dejó a Silvia descolocada

¿Soportarías la humillación pública de haberte estado follando al jardinero? ¿De haberte masturbado delante de la asistenta?
¿Qué diría tu circulo social al ver que eres tan guarra?
 
– Yo… No… No puedes hacer eso, ¡No te creerán!
 
– Claro que me creerán, y si no, tengo esto – Dijo Ivette pulsando un botón de su móvil
 
Lo que vió Silvia la dejó petrificada… ¡Era ella con Ian! ¡Les había grabado! Se la veía a ella a cuatro patas, pidiendole que montara a su yegua…
Eso no dejaba lugar a dudas… No podía permitir que eso viera la luz… Tenía que quitarle ese móvil. En un rápido movimiento, Silvia se lanzó hacia Ivette,
pero igualmente rápido, Ivette cargó el peso de Silvia hacia un lado y la arrojó contra el suelo, sentandose sobre su estómago.
 
¡PLAFF¡ Una nueva bofetada cruzó la cara de Silvia
 
– ¿Qué intentas zorra? ¿Quitarme el movil? ¿Crees que soy tonta? Ya he enviado este video a mi correo, no tienes nada que hacer
 
El miedo se reflejaba en el rostro de Silvia. No podía creer en la situación en la que se encontraba… Además, no se esperaba la fortaleza de la joven.
Se había desembarazado de ella con suma facilidad, a pesar de que Silvia estaba en forma.
 
– ¿Q-Que quieres? – Susurró Silvia – ¿Dinero? Te daré dinero por tu silencio.
 
– ¿Dinero? Claro que me vas a dar dinero, pero todo a su tiempo. Ahora vamos a poner las cosas en su sitio – Contestó la sirvienta, levantandose y liberando a Silvia.
!Vamos¡ !Levanta¡
 
Silvia se levantó lentamente.
 
– ¿Quién de las dos manda aquí? – Pregunto la sirvienta
 
– T-Tú
 
PLAFF
 
– ¡Dirigete a mí con respeto! Te dirigiras a mí como Ama o Mistress.
 
– Sss-Si… Mistress
 
– Eso está mejor. Entonces, ¿Quién debería estar vestida de sirvienta?
 
Silvia no se lo podia creer
 
– Y-Yo, mistress
 
– Entonces comienza a desvestirte, que vas a ponerte el uniforme
 
Silvia se quedó petrificada, pero en cuanto Ivette levanto la mano, no queriendo recibir otra bofetada, se apresuró a quitarse la blusa.
Una vez acabó con la blusa, comenzó a bajarse la falda. Cuando terminó, se quedó mirando a Ivette, con los brazos cubriendose los pechos y
la entrepierna.
 
– ¡Oh! ¡Vamos! ¿Te gusta que te oiga masturbarte pero no quieres que te vea en ropa interior? ¡Baja esos brazos!
 
– Si, mistress – Dijo Silvia, a la vez que obedecía. Llevaba unas bonitas bragas de encaje con un sujetador a juego.
 
Ivette le indicó que fuese a su habitación. Silvia iba delante, andando en ropa interior mientras Ivette la observaba. Se iba a divertir mucho con la
“señora” de la casa.
 
Ya en la habitación, Ivette trajo el unforme de sirvienta de su cuarto, dándoselo a Silvia para que se lo pusiera. Éste, que ya era corto y ajustado de por sí,
quedaba mucho más apretado en el cuerpo de Silvia, más voluptuosa que Ivette.
 
– Vaya vaya, te queda estupendo… – Dijo Ivette – Ahora, comienza a recoger la habitación. Limpia todo el desorden que has montado con Ian.
 
– Si Mistress
 
Silvia comenzó a recoger, primero estiró las sábanas y las mantas y luego, comenzó a recoger los cojines del suelo. Al agacharse, la falda se elevó
mostrando a Ivette una perfecta visión de su culo. Al darse cuenta de esto, Silvia se levantó inmediatamente, gesto que fué castigado por Ivette con
un sonoro azote en su culo.
 
– ¿Que pasa? ¿No quieres recoger?
 
– N-no digo ¡Si! mistress
 
– ¿Entonces a que esperas?
 
Silvia volvió a agacharse, tratando de taparse con las manos. De repente dió un grito cuando Ivette tiró de sus bragas hacia abajo
 
– ¿Pero qu PLAFF – La replica de Silvia fue cortada con otra bofetada
 
– Mira mira, la señora de la casa… ¿Que es esto? – Dijo Ivette, mientras avanzó hacia Silvia introduciendo un dedo en su entrepierna descubierta.
 

A Silvia se le escapo un gemido.

 
– ¿Estás cachonda? – Exclamó Ivette mientras acercaba el dedo a la cara de Silvia – ¡Te he hecho una pregunta!
 
– No mistress
 
– No me mientas perra, no me obligues a volver a pegarte
 
– Ehh Si
 
– ¿Si que?
 
– Si mistress, estoy cachonda…
 
Silvia no sabía lo que le ocurría, ¡Esa chiquilla la estaba poniendo a mil! no entendía como podía estar tan cachonda en esa situación
 
– Muy bien, las dos ganamos cuando dices la verdad – dijo Ivette mientras volvía a introducir los dedos en el coño de Silvia. Un nuevo gemido volvió a
salir de su boca. – Vamos perra, limpiame los dedos
 
Silvia se quedo pensando… entonces intentó limpiarle los dedos con parte del traje de sirvienta.
 
Una nueva bofetada volvió a cruzar la cara de Silvia.
 
– Así no, perra. Con la lengua.
 
Silvia, que nunca había probado sus jugos, hizo de tripas corazón y se metió los dedos en la boca. El sabor dulzón no la desagradó del todo. Cuando hubo
terminado, Ivette retiró los dedos.
 
– Quitate las bragas, según estás de humeda, lo mejor es que tengas el chocho al aire. Eso es. – Dijo Ivette cogiendo las bragas de las manos de Silvia. – Ahora
continúa tu trabajo.
 
Silvia siguió recogiendo el suelo de la habitación, esta vez sin taparse, no quería llevarse otra bofetada. Cuando se incorporó, se dió cuenta de que Ivette había
traído una bolsa… Tan ensimismada estaba en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que había salido de la habitación.
 
Ivette se acercó a Silvia, rapidamente metió los dedos de nuevo en su coño
 
Silvia no se lo podía creer, ¡Se estaba volviendo loca de placer! ¿Cómo era posible que le pusiese cachonda esa situación? Esa joven… Sabía como mover los
dedos… Además, después de la decepción con Ian.. Estaba a puntito de correrse. Ivette notó el grado de excitación de Silvia y retiró inmediatamente los dedos.
 
– ¡NO! – Gritó Silvia
 
– ¿No qué?
 
– Necesito correrme…
 
– Sólo te correrás cuando yo diga que te corras, perra
 
– Pero – PLAFF
 
– ¡Ya basta de responderme! A ver si te enteras, si no quieres que ese video salga a la luz, vas a hacer todo lo que yo te diga. Y ahora como castigo…
 
Ivette se dirigió a la bolsa, sacó unas cuerdas y ató las muñecas a Silvia por detrás de la espalda. Acto seguido, hizo que se arrodillara, apoyando sus
pechos sobre sus rodillas y, atando sus tobillos y pasando las cuerdas por debajo de su cuerpo, acabó el trabajo atando la cuerda al cuello. Silvia estaba
totalmente inmovilizada.
 
– Y ahora la penitencia – Dijo Ivette sacando una pala de ping pong de la bolsa. – 15 golpes. Tendrás que ir contandolos.
 
Silvia abrió los ojos de terror, comenzó a gritar que no lo hiciese, que no volvería a desobedecer. Ivette, ignorándola, comenzó a golpearla. Silvia no paraba de gritar, cuando
llevaban 5 golpes Ivette paró.
 
– Si no cuentas los golpes no valdrán, y seguire azotandote – Dijo Ivette. SIlvia, viendo que no tenía escapatoria empezó a contar
 
– ¡SeeEEis!
 
– No no, los primeros golpes no valen, no los has contado. Empieza desde el principio.
 
– ¡UnnOOO!
– ¡DDos!
– ¡Treeeees!

– ¡QUince! – Gritó Silvia, desfallecida cuando Ivette dió el último azote.

 
– Así aprenderás perra. Si no me obedeces, pagarás las consecuencias. ¿Vas a volver a desobedecerme?
 
– No mistress
 
– Muy bien, vamos a hacer una prueba. – Dijo Ivette, levantandose la falda que llevaba y, sentandose frente a Silvia, se apartó el tanga,
dejando su coño rosado frente a la cara de la sorprendida Silvia. – Es hora de ver como le comes el coño a tu ama.
 
Silvia, sin mucha opción, comenzó a acercar la lengua a la raja de Ivette, cerrando los ojos, evitandopensar en lo que hacía, hasta que entró en
contacto con su objetivo. Ivette estaba cachonda, muy cachonda. Su coño estaba muy húmedo y eso no se lo ponía más fácil a la asustada dueña de la
casa. Comenzó a lamer despacio, de abajo a arriba, evitando introducir demasiado su lengua. Ivette le dió unos toquecitos en la cabeza con la pala,
haciendo que Silvia levantase la cabeza.
 
– O lo haces bien o voy a tener que darte otros 15 azotes, a ver si así aprendes.
 
Ante la amenaza, Silvia hundió la cara en el coño de Ivette, comenzó a lamer, sorber, chupar, morder, pensando en lo que le gustaría a ella que le hicieran.
La verdad es que no sabía tan mal… Era distinto a sus jugos, pero al final no le daba tanto asco… Empezó a pensar en lo que estaba haciendo realmente,
imaginandose la situación desde fuera, estaba atada y arrodilla ante una joven mientras le comía el coño como una posesa… No sabía que le pasaba… Se estaba
volviendo loca de excitación. El culo le seguía molestando por los golpes, pero empezó a ser una sensación secundaria.
 
De repente, Ivette agarró la cabeza de Silvia y la apretó contra su coño, empezó a gemir y a mover sus caderas, hasta que, como un torrente, sus flujos inundaron
la cara de la mujer. No soltó la cabeza todavía, por lo que Silvia siguió lamiendo.
 
Unos minutos después, Ivette apartó a Silvia y se levantó.
 
– Muy bien perra, para ser la primera vez que comes un coño no lo haces nada mal… Aunque con la costumbre, irás mejorando…
 
Ivette rodeó a Silvia y metió dos dedos en su coño.
 
– Vaya vaya, ¡Si sigues chorreando! Incluso después de azotarte… ¿Quieres correte perra?
 
– ¡Si Mistress! Por favor, necesito correrme…
 
– Entonces vas a tener que tenerme contenta… Voy a desatarte y vas a hacer todo lo que yo te diga. ¿Verdad?
 
– Si mistress.
 
Cuando Silvia estaba desatada, Ivette se puso enfrente y comenzó a ordenarle.
 
– Quítate la ropa.
 

Silvia se despojó del uniforme de sirvienta.

 
– ¡La ropa interior también es ropa perra! Si quieres tu orgasmo tendrás que estar más atenta
 
Cuando se quitó el sujetador, sus dos grandes pechos quedarón al aire, Ivette se acercó a observarlos, y comenzó a acariciarlos, sopesándolos.
Su dedo rozaba ligeramente los pezones de Silvia, lo que hacía que saliesen suspiros de sus labios.
 
– Bonitas tetas… – Dijo Ivette. – Túmbate sobre la cama.
 
Silvia obedeció.
 
– Separa las piernas. Muy bien. Tch, no me gusta. Demasiado pelo… A partir de ahora te depilarás entera, ¿Has entendido?
 
– Si Mistress
 
– Ponte a cuatro patas. Arquea un poco la espalda. Esta bien. Ponte esto. – Dijo mientras le tendía un antifaz
 
Cuando lo tuvo colocado, Ivette realizó unas cuantas fotos con el móvil, procurándo que se reconociese bien a Silvia.
 
– Apoya la cabeza contra la cama y sepárate las nalgas. – Empezó a fotografiar el nuevo angulo que le enseñaba Silvia.
 
Se acercó a la cómoda y colocó el móvil allí para grabar en video el resto. Se acercó a Silvia por detrás. Comenzó a acariciarle la espalda, acercándose
levemente a sus nalgas, recorriendo los bordes de su coño y volviendo a alejarse.
 
– ¿Te gusta?
 
– Mmmm Si Mistress.
 
– ¿Porque me llamas Mistress? – Silvia estaba confusa, ¿Porqué le preguntaba eso ahora?
 
– Porque eres mi ama. – Contestó, esperando que fuese esa la respuesta que buscaba.
 
– Soy tu ama… Eso es, y si yo soy tu ama, y tu eres mi esclava, ¿Crees correcto seguir follando con el jardinero cómo estabas haciendo esta tarde?
 
– No Mistress.
 
– ¿Y con los chicos del gimnasio que te traes a casa a escondidas de tu marido?
 
– No mistress.
 
– ¿Y con tu marido?
 
Silvia dudó… Entonces Ivette le metió un dedo en el coño y empezó un ligero mete-saca
 
– No mistress.
 
– ¿Por qué dejabas la puerta del baño abierta mientras te duchabas y te masturbabas?
 
– Por – Porque me excitaba la idea de que me pudiese descubrir, mistress. – Ivette metió otro dedo. Silvia vió la relación, si la respuesta le gustaba, el ritmo
aumentaba
 

– ¿Quién el la sirvienta de la casa ahora?

 
– Yo mistress.
 
– ¿Quieres correrte?
 
– ¡SI! Mistress
 
– Pídemelo.
 
– ¡Déjeme correrme por favor! – Ivette bajó el ritmo y sacó un dedo – ¡Mistress! – Aumentó un poco el ritmo. – ¡Por favor! Seré su esclava,
¡Haré lo que me pida! – Ivette metió el dedo. – POr favor, haga que su esclava se corra, soy una perra.
 
– ¡Mas alto! – Dijo Ivette
 
– ¡SOY UNA PERRA! – Ivette le metió un dedo por el culo mientras aumentaba el ritmo. A Silvia le pilló por sorpresa, pero no le desagradó, al contrario,
fué el desencadenante de un tremendo orgasmo, mayor que todos los que había tenido. Se retorcía de placer sobre las sábanas, gimiendo y gritanto, hasta que
quedó desfallecida en la cama.
 
Ivette sacó los dedos, quitó el antifaz a Silvia y se los ofreció para que los limpiara. Silvia no se lo pensó, se llevó los dedos a la boca y notó un sabor extraño,
mas agrio que antes.
 
¡Mi culo! – Pensó. – Me ha metido el dedo por el culo. – Pero no dejó de chupar.
 
Cuando hubo terminado, Ivette avanzó hacia la cómoda, cogió el móvil y paro la grabación.
 
– ¡Lo has estado grabando! – Gritó Silvia. Ivette le lanzó una mirada gélida – m-mistress – Añadió. No se atrevió a decir nada más. Ahora tenía dos videos con los que
acusarla.
 
– A partir de ahora van a cambiar unas cuantas cosas. Eres mi esclava y, mientras no haya nadie más en la casa, me tratarás como te he enseñado hoy
y harás las tareas de la casa. En cualquier otro caso, guardaremos las apariencias.
 
Eso tranquilizó un poco a Silvia, parece que no tenía intención de difundir los videos…
 
– Me voy a tomar el día libre, no vendré hasta mañana por la tarde. Cuando llegue quiero ver tu coño presentable… Ni un sólo pelo, ¿Entendido?
 
– Si mistress.
 
– Ya iré aclarandote más cosas de aquí en adelante. Y, por supuesto, se acabaron los jueguecitos con el jardinero y los niñatos del gimnasio.
 
– Si mistress
 
Ivette, satisfecha, recogió sus cosas y se marchó de la casa, dejando a Silvia sola con sus pensamientos.
 
Lo primero que hizo Silvia, fue echarse en la cama y comenzar a masturbarse hasta correrse de nuevo, y así, entre convulsiones de placer,
se durmió, desnuda sobre la cama.
 
Para contactar a la autora:
Paramiscosas2012@hotmail.com

http://losrelatosdexella.blogspot.com.es/


 

Relato erótico: “Fitness para todas las edades. (4)” (POR BUENBATO)

$
0
0

portada narco3Pasé dos semanas sin volver a tocar siquiera a Mariana. El Sin títuloasunto con Katia fue peor; y comprendí entonces lo ruin que podía llegar a ser esa muchacha.

Me miraba con desprecio, como si el malo de la película fuese yo pero, al mismo tiempo me provocaba con miradas furtivas, con su precioso cuerpo deambulando de aquí para allá, mirándome fijamente cuando hablaba con mi hija y atrapándome con una sonrisa maliciosa en los momentos en que mi debilidad hacía que mis ojos se posasen sobre su cuerpo. No sólo nos había extorsionado, sino que ahora trataba de torturarme.

Andrea, por su parte, ya no aparecía en los videos, pero seguía asistiendo a las grabaciones de los videos. A veces llegaba a extrañar las veces en que Mariana y yo hacíamos aquello solos, y follábamos entre los aparatos de ejercicios. Ahora todo había cambiado, ella no se atrevía a mirarme, y cuando lo hacía era con un extraño dejo de temor. De Katia, ni hablar; de manera que sólo Andrea me rescataba del aburrimiento en las horas de grabación. Era claro que notaba que algo sucedía, pero no parecía capaz de comprenderlo.

“No lo entenderías nunca, Andrea”, pensaba. Pero sus conversaciones comenzaron a arrojarme indirectas extrañas que me hacían creer que sus sospechas se acercaban mucho a la realidad. Me preguntaba que tanto había platicado a aquellas alturas tanto con Mariana como con Katia, y una sensación de nervios me atrapó.

Los días pasaban, y comentarios fuera de tema, aleatorios, como “creo que un padre puede querer demasiado a su hijas” o “Mariana me ha contado sobre lo mucho que le gusta estar junto a ti”, me hacían pensar que Andrea sabía más de lo que su tranquila actitud reflejaba. A veces tenía ganas de preguntarle directamente a mi hija qué tanto le había dicho a Andrea, pero no era capaz de atreverme por temor a parecer molesto de nuevo. Tenía ganas de pedirle perdón, de volverla a tener en mis brazos y hacerla mía.

Pasaron las semanas, los días en los gimnasios me parecían eternos. Mi hija seguía yendo, pero yo sólo la miraba. Cuando Andrea y su hijo iban, era peor, porque Gael comenzaba a llevarse demasiado bien con ella y el hecho de que su madre y yo nos encerrásemos en mi oficina no disminuían los celos que me atormentaban de pensar que Mariana y él pudieran terminar en alguna especie de romance juvenil. ¿Qué me pasaba? ¿No era acaso esa la mejor solución? ¿No era esa la manera de dar por cerrado el asunto? ¿No me facilitaba aquello el olvidarme de mi hija?

Un día Mariana no apareció, y cuando llegó Andrea lo hizo sola. Aquello me hizo pensar en la peor de las posibilidades.

– ¿Cómo estás? – saludé, con unos ojos inquisitivos

– Bien – me dijo Andrea, con una reserva poco común

– ¿Pasa algo?

Ella me miró durante unos segundos, sus ojos parecían prepararse para observar mi reacción.

– He estado hablando con Mariana – dijo, con una seriedad que me puso nervioso al instante – y con Katia – agregó, al tiempo que sentía como el suelo se desplomaba para tragarme.

– ¿A qué te refieres? – pregunté, con una mal disimulada tranquilidad que hubiese matado de risa a cualquiera

– Lo poco que es por sí solo mucho – dijo

Saboreé sus palabras, confundido.

– En realidad no importa – agregó, poniéndose de pie – Las explicaciones me las darás después, antes tenemos que hacer algo.

– ¿Qué?

– ¿Podrías llamarle a Tomás? – dijo, refiriéndose al subgerente del gimnasio

Me subí a su camioneta, y avanzamos directo al departamento donde ahora vivía. Gael, incluso, se había inscrito en un colegio local. A veces me preguntaba cómo su esposo permitía eso. Hasta donde sabía, él era una especie de hombre de negocios que se movía mucho en el ámbito político. Era un hombre muy mayor, de más de sesenta años a quien por lo visto no le interesaba mucho si su esposa y su hijo se mudaban a otra ciudad de un día a otro.

Salimos del gimnasio, mientras las miradas de los usuarios se desviaban inmisericordemente hacía las perfectas curvas de aquella mujer, vestida con un apretado vestido de mezclilla sin nalgas. La gruesa tela cubría apenas la mitad de sus piernas debido al efecto que sus enormes nalgas tenían sobre el dichoso vestido. Para hacerlo más interesante, la prenda se cerraba y abría de principio a fin mediante un cierre.

Durante el viaje Andrea me habló de temas banales. Yo estaba desconcertado, seguía preguntándome dónde podía estar mi hija al tiempo que la curiosidad – y el temor – sobre las palabras de Andrea me martirizaban.

Había entendido que ella no me diría nada hasta que llegáramos a su departamento. Pero por momentos, durante los semáforos, tenía la sensación de que lo mejor era salir de auto y alejarme corriendo de ahí.

No me di cuenta que ya habíamos llegado hasta que su auto no descendió hasta el estacionamiento subterráneo de un precioso edificio de departamentos. Subimos por el elevador, donde un anciano casi muere de un infarto al estar encerrado con semejante ejemplar de mujer.

Al llegar al quinto piso, nos dirigimos directamente a su puerta. Debía ser un departamento, porque sólo había dos puertas por piso. En efecto, me invitó a sentarme en la sala y desde ahí pude contemplar la gran cocina al fondo, y pude imaginar el amplio tamaño de las tres recamaras que había.

Fue hacía su recamara, y regresó descalza. Yo estaba inmóvil, como un niño castigado. Ella, no obstante, parecía estarse tomando muy a la ligera el tremendo tema que estábamos tratando – o que debíamos tratar, porque ni siquiera habíamos llegado a tocar el tema realmente -.

Se acercó toda sonrisa. Su brillante y oscuro cabello, liso hasta la exageración, retumbaba en cada paso. Su imponente presencia hacía que no tuviera más remedio que mantenerme en mi lugar. La vi arrodillarse ante mí, y el único musculo que moví mientras desabrochaba mis pantalones fue el de mi verga alzándose. Tenía las manos frías cuando rodeó mi tronco con sus dedos, pero enseguida se templaron mientras comenzaba a bombear mi falo.

Si antes estaba confundido, ahora sí que no entendía nada. Parecía divertida y curiosa, mientras observaba mi expresión. Continuó mirándome aún cuando su rostro descendía, cuando su boca se abría y cuando sus labios se cerraban en el cuello de mi pene. Cerré los ojos cuando su lengua se deslizó hábilmente alrededor de mi glande.

Fue alejándose lentamente, y entonces dio un último beso a la punta de mi verga antes de incorporarse y girar ligeramente el cuello.

– ¡Pasa! – gritó entonces

Aquello me tomó completamente por sorpresa. ¿A quién le había dicho eso? Fue entonces cuando Mariana atravesó la puerta. Yo me quedé congelado.

Se acercó un par de pasos y sólo entonces reaccioné e intenté cubrir mi verga con las manos, como si ella no la hubiese visto así decenas de veces. Andrea sonrió dulcemente, tranquilizándome, y llevó su mano sobre las mías, para que yo volviera a descubrir mi pene. Obedecí sus movimientos, sin entender aún qué sucedía.

Con sus rubios cabellos recogidos en una coleta, mi hija vestía una pegada blusa negra de tirantes, que dibujaba perfectamente su silueta, abajo, llevaba un cortísimo y estrecho short para dormir, color rosa con puntos negros, que demostraban lo mucho que habían valido la pena las rutinas de glúteo. Despegué la vista de Mariana cuando escuché de nuevo a Andrea.

– Mariana me ha dicho que ustedes han tenido ciertos problemas – siguió diciendo Andrea, con toda tranquilidad, mientras tomaba el tronco de mi verga y comenzaba a masajearlo, asegurándose de no perdiera rigidez.

– No sé… – comencé a decir

– No vamos a hablar de eso por el momento, ¿de acuerdo? – continuó Andrea, mientras con un ademan invitaba a mi hija a que se arrodillara junto a ella – Creo que tú y yo tenemos más en común de lo que creíamos. Y me alegro de eso.

Yo no entendía nada de lo que decía, aquello era como un sueño y una pesadilla al mismo tiempo.

– Pero antes de continuar deberás prometerme algo – dijo, en el momento en que mi hija caía a su lado

– ¿Qué? – pregunté, ansioso de saber qué seguía

Se acercó a mi oído, sus cabellos lisos y sedosos acariciaron mi oreja.

– Me contaras todo – susurró – sin secretos.

– De acuerdo – respondí, suspirando

Entonces sentí los labios frescos de mi hija rodeando mi glande. Extrañaba de verdad sentir su boca húmeda alrededor de mi verga.

La traviesa risa de Andrea se despidió de mi oído, y entonces descendió. Llevó su boca a mi entrepierna y besó mis testículos en el momento en que Mariana se elevaba con mi verga dentro de su boca. Se separaron, y en sincronía volvieron a acercarse. Mariana a mi izquierda y Andrea a la derecha, besaron mi glande y se deslizaron sobre mi tronco hasta lamer ligeramente mis huevos. Era como si lo hubiesen estado practicando.

Era increíble, el gran amor de mi juventud y mi propia hija, me chupaban la verga al unísono. Mi mente flotaba en el placer que emanaban sus bocas cálidas y dulces. Los rubios cabellos de Mariana y los oscuros lisos de Andrea generaban un contraste espectacular. La mujer no sólo era más grande sino más experimentada, de modo que mi hija a veces se detenía a observar los movimientos de Andrea, para después intentar ella misma igualarlos.

Acariciaba sus cabellos, como si se tratara de mis fieles mascotas. Mariana evitaba verme, y cuando lo hacía parecía apenada de que mi mirada chocara con la suya. Andrea, en cambio, estaba más relajada, y me lanzaba miradas fugaces y cachondas. Me mostraba sus dientes mordiendo juguetonamente mi esponjoso glande o se metía mi verga hasta el fondo de su garganta sin despegar su mirada de la mía.

El sonido de alguien aclarándose la garganta me hizo girar la vista, y entonces me encontré a Gael recargado tranquilamente sobre el marco de la puerta.

Intenté levantarme enseguida, pero las manos de Andrea me detuvieron.

– ¡Tranquilízate! – me dijo – No hay problema.

– Andrea… – intenté decirle

– Vas a tener que ser paciente con las explicaciones – me dijo, en un tono más serio – No lo arruines, y disfrútalo.

Yo no entendía absolutamente nada, ¿Andrea pensaba seguirme chupando la verga así como así frente a su hijo? Y Mariana, ¿Mariana por qué seguía tan tranquila?

La presencia del muchacho me puso realmente nervioso. Vestía un pantalón de algodón blanco, de dormir, y una camiseta amarilla. Parecía recién levantado de la siesta, y miraba la escena como si se tratara de la repetición de un partido de futbol.

Su madre y mi hija seguían chupándome la verga en equipo. Eran un dúo dinámico y talentoso, Andrea lideraba y daba indicaciones concretas con pequeños menos de cabeza y miradas fugaces a Mariana, que obedecía sus instrucciones como si se tratara del ensayo de un baile. Cuando Andrea alzaba las cejas mirando hacía mis testículos, mi hija respondía bajando hasta mis huevos y llevándose cada una de mis bolas a su cálida boca.

Un ligero lengüeteo bastaba para que Mariana y Andrea deslizaran sus preciosas lenguas desde la base de mi tronco hasta la punta de mi verga; sus lenguas entrechocaban al final del viaje, y faltaba poco para que hubieran terminado en un acalorado beso.

Aquello me estaba poniendo realmente cachondo, me pregunté cuál sería la expresión de Gael cuando su madre se tragó completamente mi verga, tosiendo al borde de la asfixia antes de volverla a liberar, pero el muchacho se había movido de lugar. Entonces lo encontré sentado tranquilamente sobre uno de los sillones individuales. Sólo le faltaban un refresco de medio galón y unas palomitas para que pareciera un muchacho típico ante una película. Pero pese a su tranquilidad, su mirada fija en la escena comenzaba a tener repercusiones en su entrepierna, donde el volumen de su verga iba aumentando.

¿Qué rayos estaba pasando? ¿Y qué seguía?

Pude haber hecho un montón conjeturas acerca de lo que claramente se acercaba, pero la voz de Andrea invitando a mi hija a repetir su hazaña me sacó de mis pensamientos.

Mariana se mordió suavemente los labios; miró mi verga como quien mira el fondo de una piscina desde una plataforma de clavados y después me miró a los ojos como si estuviese pidiéndome permiso para proceder. Aquella mirada tenía tantos matices, tantos posibles significados para mí que no pude soportarla; llevé mi mano hacía su nuca y atraje su rostro contra mi entrepierna.

La hice tragarse mi erecto falo por completo, pude sentir su lengua luchando por abrir espacio a aquel pedazo de carne invasor que se clavaba en su garganta. Mantuve mi pesada mano durante unos segundos sobre la cabeza de mi hija, a pesar de las ligeras convulsiones de su cogote. Andrea miraba la escena con una sonrisa completamente fuera de lugar, casi mirando a Mariana con ternura.

Entonces hice a un lado mi mano y mi pequeña pudo por fin alzarse y respirar. Me dirigió una expresión que me hizo entender que todo lo demás podía enterrarse en el pasado. Y entonces tomó mi tronco y volvió a repetir lo mismo, aguantándose las gárgaras, demostrándome lo bien que podía mamar mi verga.

Como una asistente social satisfecha de otro buen trabajo, Andrea se puso de pie y se retiró lo más discretamente que su cuerpazo lo permitía. Iba a dirigir de nuevo la mirada al rostro de Mariana cuando de pronto el sonido de un cierre abriéndose llamó mi atención. Alcé la vista y vi cómo Andrea se acercaba a su hijo, lentamente, mientras dejaba caer tras de sí el vestido de mezclilla. Quedó ante él, con un conjunto anaranjado de lencería de lo más cachondo. Sus glúteos masticaban ya una buena parte de la tela de sus bragas.

Se acercaba lenta y sensualmente a su hijo, quien había comenzado a deshacerse de su ropa. Cuando su madre llegó, la verga erecta de Gael ya estaba más que lista.

– Necesito que me hagas un favor…después veremos, pero antes…tengo cierta urgencia… – fue lo único que alcancé a escuchar en los confusos murmullos de aquella mujer antes de que colocara sus rodillas sobre el sillón donde Gael la esperaba.

Entonces rodeó a su hijo con sus piernas. Él jaló de los tirantes laterales de las bragas de su madre, y estas cayeron, dejándome ver los perfectos glúteos de aquella mujer.

Regresaba a mirar de reojo a mi hija, de vez en cuando, pero esta no pudo sonreír con cierto placer mi sorprendido rostro. Supuse que, si ella sabía lo que yo estaba viendo, su sorpresa había sido igual al enterarse.

Andrea hubiera parecido una gigantesca belleza frente a su hijo de no ser por el fornido cuerpo que el muchacho había obtenido a base de ejercicio.

Miré cómo las nalgas de la mujer descendieron, haciendo desaparecer lenta pero progresivamente la gruesa verga de su hijo entre sus piernas. El muchacho acarició el culo de su madre una vez que esta se tragó su tronco, y ahí permanecieron sus manos, apretujando aquellos deliciosos glúteos una vez que la mujer comenzó a mover sus caderas.

Miré de nuevo hacía mi hija, como esperando que ella tuviera la explicación completa de lo que estaba sucediendo. Ella se sacó mi glande de su boca y sonrió graciosamente, alzando sus hombros. Parecía tan sorprendida como yo de aquello. Comprendí que no era entonces el momento para explicaciones, e invité a mi hija a que se levantara.

La desnudé, con la paciencia de alguien que juega a las muñecas. Retiré su blusa e hice descender su short. Debajo llevaba unas bragas rosas que desentonaban con su pequeño sostén amarillo. Antes de continuar desvistiéndola, mis manos acariciaron su cuerpo, recorriendo cada centímetro de su piel, deteniéndose en su cintura, su rostro, sus piernas y sus nalgas; parecían rememorar aquel cuerpo que alguna vez les había pertenecido y que hoy recuperaban.

Los gemidos de Andrea comenzaban a inundar dulcemente el departamento, como música de fondo mientras mis dedos desabrochaban los ganchillos del sostén de Mariana. Mis labios saludaron los oscuros pezones de mariana, mientras mis manos jugueteaban con la tela de sus bragas. Mi boca continuó su recorrido, mi nariz olió el natural aroma de su cuello y mis labios se encontraron entonces con los suyos. El tiempo pareció detenerse mientras nuestras bocas prometían no volverse a separar nunca.

Sin dejar de besarla, hice caer sus bragas. Ella dio un paso, y después otro. Otro liviano movimiento hizo que sus piernas rodearan mi cuerpo, y uno de mi parte colocó la cabeza de mi falo a las puertas de su concha.

Un espasmo agitó su cuerpo, y sus dientes mordieron mis labios cuando mi verga la penetró. La calidez de su interior llevaron la locura a mi mente, su mojado coño parecía acariciar con lentas fluctuaciones a mi tronco.

Mi sangre corría emocionada por las venas de mi falo, mientras Mariana comenzaba a moverse lentamente. Separó sus labios de los míos, para tener la suficiente libertad de cabalgar sobre mi verga mientras me miraba fijamente con deseo, con pasión, con amor.

Al inicio se movía con aquella gracia que la caracterizaba. Tenía aquella expresión que usaba en los videos durante la muestra de los ejercicios. Una sonrisa cruzó mi rostro cuando me imaginé uno de sus videos titulándose “Salto en cuclillas sobre la verga de mi padre”.

Sus saltos comenzaron a aumentar su intensidad y entonces también mi cuerpo comenzó a moverse. En seguida nuestros cuerpos se adaptaron uno al otro, entonces el placer fue tal que los gemidos de Mariana cubrieron por completo a los de Andrea. Sus gritos agudos escapaban cada vez que su clítoris se arrastraba sobre mi vientre y cada vez que mi grueso tronco se deslizaba dentro de su concha.

Poco a poco, ella se fue agotando, pero mis movimientos fueron sustituyendo a los suyos sin que se perdiera el ritmo. La ayudaba a subir a bajar empujando su colita hacía arriba. Y mis caderas habían tomado la suficiente velocidad para infligir en mi hija una tormenta de placer.

Entonces se corrió, sentí cómo su coño vibraba; percibí sus jugos siendo expulsados y vi sus ojos apretándose de placer. Su respiración se detuvo y su boca se abrió. Su cuerpo se desplomó sobre mi pecho pero yo seguí embistiéndola. Mi verga salía y entraba entre los temblores de su concha. Sus manos rasguñaron mi espalda, sus gritos se alojaron sobre mi oreja y su dientes mordisqueaban mis cabellos. Mis manos apretujaban sus glúteos, sudorosos, mientras mi falo seguía castigándola con embestidas duras y firmes.

Entonces me detuve, y ella cayó rendida sobre mi falo. Su cuerpo perdió solidez y sus manos se colocaron sobre mis pechos. Sudaba de la frente, y me regaló una dulce sonrisa antes de abrir la boca para respirar.

Apenas Mariana había comenzado a recobrar el aliento, la imponente escultura de Andrea apareció tras de ella.

– ¡Uf! – exclamó a mi hija, alzando las cejas – Eso debió haber estado bueno.

Mariana la miró, con una apenada sonrisa. Después bajó su rostro hacía mi pecho, aún agotada.

Andrea me miró con aquella típica cachondez. Abrió la boca, a punto de decir algo, pero se detuvo a meditarlo unos segundos. Finalmente pareció resolver sus pensamientos.

– ¿Cambio de pareja? – dijo entonces, con naturalidad.

Pero no funcionó de mucho, enseguida mi rostro debió ensombrecerse pues la sonrisa de Andrea se borró. Cambió entonces a una expresión más seria, y se lamió los labios antes de continuar con su oferta.

– Heriberto – me dijo, mirándome mientras mí hija, aun clavada en mi verga, descansaba sobre mi pecho – podemos discutir esto o podemos tomárnoslo con calma.

– O podemos olvidarnos de esto.

Suspiró.

– Yo no creo poder olvidarme de esto – llevó sus manos a los hombros de Mariana, y comenzó a masajear suavemente su espalda – Además, tenía pensado iniciar una bonita relación, ¿tiene eso algo de malo?

Yo arrugue los labios. Entendía perfectamente de lo que hablaba. Y efectivamente, lo que ofrecía era por demás atractivo, el sólo morbo de pensar que ambas parejas podríamos encontrarnos y repetir una orgía como aquella me parecía de lo más morboso y excitante. No era un problema moral el que me detenía, eso ya había quedado tan atrás que apenas y lo recordaba. No, era Mariana, eran mis celos, era la idea de pensarla en manos de otro hombre. ¿Sería realmente mía? ¿De verdad se olvidaría para siempre de la existencia de otros hombres para pertenecerme sólo a mí? ¿O aquello terminaría por alejarla de su padre? ¿No sería compartiéndola la mejor manera de conservarla?

Eran cuestiones que ya me habían quitado el sueño varias noches y que no me habían llevado a ninguna conclusión. Ahora la propuesta de Andrea me obligaba a tomar una decisión. Tragué saliva.

Bajé la vista, me encontré con los dulces ojos de Mariana. Me miraba con una expresión neutra. No parecía intentar convencerme de nada, sino simplemente esperaba cuál sería mi respuesta.

– No creo que tenga nada de malo – dije entonces – es sólo que…

– ¿Es sólo que qué? – preguntó Andrea, mirándome fijamente

– No sé si sea lo correcto.

Andrea lamió sus labios, pensativa. Entonces dejó los hombros de Mariana y acarició maternalmente mi rostro.

– Nunca lo sabrás…

Dejó mi rostro.

– …¿sabes? – continuó – Tú y yo nunca sabremos qué es lo correcto y qué no. Ya no podemos saberlo. Por eso para mí ha dejado de importar.

– No entiendo bien qué me quieres decir.

– Quiero decir que dejes de preguntarte por “lo correcto” y comiences a pensar en “lo bueno”. Si lo piensas, son dos cosas distintas.

Andrea terminó por convencerme, y un minuto después vi a mi hija avanzar hacía donde Gael la esperaba. La mano de Andrea desvió mi mirada hacía la de ella, y vi sus labios acercarse a mi rostro. Me besó en la frente, en la nariz y finalmente en los labios.

Los besos de Andrea me confundían. Estaban llenos de sensaciones extrañas que me hacían preguntarme cuales eran las verdaderas intenciones de aquella mujer. Su misteriosa belleza acentuaba aún más su extraño comportamiento y sus caricias y palabras dulces contribuían a volverme loco. Nuestros labios se separaron, y ella se acomodó de la misma manera en como lo había hecho con Gael hacía unos minutos. Sus piernas rodearon mi cintura y nuestras partes se acercaron peligrosamente.

A lo lejos, escuché murmurar a los muchachos mientras platicaban. Aunque Mariana ya tenía experiencia en estas artes, y Gael evidentemente también, ahora parecían un par de novios en su primera vez. Apenas y se atrevían a mirarse, y parecían apenados con lo que estaban a punto de hacer. Supongo que Mariana tomó la decisión, pues empujó al chico para que se sentase sobre el sillón. Jugueteó un momento con el falo erecto del muchacho, como si estuviese evaluándolo. El chico tenía una buena herramienta, y aunque no tenía las dimensiones de la mía, sí que le deparaba un buen futuro.

Mi hija se colocó de cuclillas sobre aquella verga, dándole la espalda al muchacho y ofreciéndonos el espectáculo de su morbosa desnudez. Su coño abierto y goteante se tambaleaba sobre aquel falo endurecido mientras terminaba de acomodarse. Gael la sostuvo por las caderas, apuntó su falo y preparó sus caderas.

Entonces la penetró. Con lentitud, pero con firmeza. Con el cuidado y determinación con el que se administra una vacuna. Un espasmo impulsó a mi hija hacía el frente, pero las manos del muchacho la sostuvieron con sus manos sobre sus tetitas. Los blancos dientes de Mariana aparecieron, mordiendo su labio inferior, saboreando la textura y el tamaño de aquel nuevo habitante de su coño.

Seré sincero. Alguna vez llegué a imaginarme a mi hija siendo follada por alguien más. Era una especie de fantasía que no dejaba de parecerme una mala idea, como algo que supuestamente no tendría que desear. No imaginaba ahora cómo aquello se volvía realidad, cómo tan rápido, y cómo de aquella manera.

Mi hija comenzó a saltar lentamente sobre aquel tronco. Aquella escena me causaba una extraña combinación de excitación y celos. Andrea debió notarlo, puesto que empujó mi barbilla para que la mirara. Tenía una cálida sonrisa de madre.

– Todo está bien – dijo

Moví la cabeza afirmativamente. Mi respiración se normalizó, y mi atención comenzó a concentrarse en su cuerpo. Se acercó a mí, ofreciéndome su pecho. Mis manos se apropiaron enseguida de aquellos preciosos melones; mi verga sentía el roce húmedo de su coño. Sus pechos firmes y voluminosos se acercaron más, y entonces mi boca comenzó a explorar la textura de sus oscuros pezones. Mi nariz rozaba la sus senos mientras mi lengua jugueteaba con aquellas tetillas que se endurecían en mi boca.

Cayó lentamente, y mi verga se instaló en su cálido coño. Comenzó a cabalgar enseguida, mientras yo guiaba sus caderas, aunque poca falta le hacía. Follaba con la profesionalidad de una estrella porno, y sus movimientos tenían esa capacidad de satisfacerse así misma al tiempo que enloquecía de goce a su acompañante.

Mis manos se divertían de lo lindo con sus formidables glúteos, sus movimientos hacían que sus tetas chocaran contra mi rostro y sus manos despeinaban mis cabellos. Su hermosa cabellera danzaba ligeramente al ritmo de sus movimientos. Su blanca piel se enrojecía de placer.

Sentía su coño contrayéndose contra mi verga; ella sonreía cuando miraba mi expresión complacida cuando aumentaba la intensidad de sus rebotes. Yo comencé a moverme más, embistiendo mi verga contra su coño. Entonces sus agitadas respiraciones se convirtieron en gemidos de placer que se combinaron con los agudos gimoteos que Mariana lanzaba a lo lejos, mientras saltaba como conejita sobre el agradecido tronco de Gael que, embadurnado con los jugos de mi hija, reflejaba los rayos de luz.

El muchacho besaba la espalda de Mariana, mientras sus manos se deslizaban sobre las tetitas de la chica. Aquella posición me dejaba ver a detalle el dilatado coño de mi hija. Podía ver su pequeño clítoris enrojecido, y los labios vaginales abriendo paso para engullir el falo del muchacho. Una sensación extraña se instaló en mi mente, y pronto comprendí que era cualquier cosa menos enojo. No me molestaba, ¿por qué no me molestaba?

Mariana cruzó por un segundo sus ojos con los míos, parecíamos vernos en cámara lenta, aunque en realidad ella vibraba por las embestidas que el muchacho le provocaba. Sus ojos parecían preguntarme si yo me encontraba bien. Supongo que los míos respondieron algo tranquilizador, porque ella sonrió satisfecha y cerró los parpados, entregándose al placer.

Andrea acercó sus labios a los míos, y me perdí no sé cuánto tiempo en aquella boca. A veces, mientras mis manos recorrían su figura, yo me preguntaba cómo un cuerpo era capaz de mantenerse en semejante estado. ¿Cómo se podía ser tan hermosa?

Los gemidos de Mariana de pronto me parecieron más cercanos, y lo estaban. Ahora los chicos habían cambiado de posición. Con la cabeza recostada sobre uno de los sofás grandes y con las piernas extendidas, Mariana recibía las embestidas del muchacho. Aquella escena parecía aún más guarra, porque de no ser porque todos sabíamos lo que sucedía, cualquiera hubiese dicho que Gael estaba violando a mi hija.

Aquello, lo admito, me calentó. Me hizo recordar la intensidad con la que antes me la había follado, y me hacían pensar en que sería cuestión de tiempo para que se repitiera. Me gustaba, de cierta manera, dominarla; me gustaba transmitirle esa sensación, de mi enorme cuerpo sobre su pequeña figura. Ver cómo aquel muchacho la tomaba de las caderas y la rebotaba sobre su verga como una muñeca de trapo, hizo que mi falo se endureciera aún más.

Andrea se puso de pie entonces, y se acomodó de la misma forma que Mariana. Sólo que parecía algo injusto, el tierno culito de Mariana apenas y se acercaba a el enorme culazo que aquella morena ostentaba. Pude ver el ojete de Andrea, no había que ser un experto para saber los kilómetros de verga que habían pasado por ahí. Debajo, su húmedo coño parecía susurrarme que me acercara.

No necesitaba una invitación para colocarme tras aquella yegua. Sus preciosas nalgas fueron conquistadas con las caricias de mis manos, mientras mi verga se enfilaba acomodándose en el canal entre sus glúteos. Entonces penetré hasta lo más profundo de su coño.

Cara a cara, a menos de quince centímetros, los enrojecidos rostros de aquellas preciosidades se compartían gemidos y suspiros al ritmo de los embates de nosotros. Andrea de vez en cuando giraba a verme, y me regalaba una sonrisa pícara que parecía preguntarme “¿te gusta todo esto?”. Sólo entonces entendía que, después de todo, aquella mujer era la gran ganadora de todo aquel embrollo. Era una tipa lista, más inteligente que bonita.

El placer se expandió por la sala. De alguna manera, la temperatura debió haber aumentado, y el aroma a sexo se notaba en cada respiración. Nuestras pieles brillaban por el sudor, y los gemidos y respiraciones agitadas habían dejado de tener un solo dueño. En todos mis años, aquella era la primera orgía en la que participaba, y no me imagino cómo alguna podría ser mejor.

Minutos después, los gritos de Mariana recorrieron toda la casa; fue un orgasmo tan magnifico que la propia Andrea se inspiró. Sentí su coño contrayéndose, y a ella misma ejerciendo fuerza contra mi verga. Su respiración agitada y sus nalgas vibrando invadieron la escena durante unos segundos, antes de que su cabeza cayese rendida sobre el sofá.

Cesé un poco mis embestidas, al igual que Gael. Las dos mujeres estaban recostadas, como desmayadas, sobre los asientos. Nuestras vergas seguían ensartadas en ellas.

Mi pollas estaba agotada y adolorida. Había estado conteniéndome pero cada vez era mucho más complicado. Mariana despegó su rostro del sofá, su sudor parecía lágrimas y una sonrisa agotada me explicó que estaba contenta.

Entonces sentí que estaba a punto de eyacular. Me detuve, mientras Andrea recobraba el aliento sobre el sofá. Bajé mis labios hasta su oído.

– Debo correrme dentro de ella – dije

Ella asintió. Alzó la vista y con la mirada le indicó a su hijo que se acercara. El muchacho sacó su verga de mi hija, y se dirigió hacía su madre, quien engulló su falo como compensación. Mirando aquella escena, me coloqué detrás de Mariana, que me esperaba pacientemente, como una vaquilla esperando a su toro. Mi verga sobó el exterior de su mojado coño, y sin más aviso la penetré.

Estaba tan húmeda que no hacía falta ninguna preparativa. La embestí a un ritmo acelerado, y sus gemidos no tardaron en presentarse. Giró el cuello y me miró con una expresión de feliz dominada. Juntamos nuestros ojos, recordándonos que yo la follaría y la protegería para siempre, y que ella estaría siempre ahí para recibir mi verga y saborear mi leche.

Mis manos rodeaban su cinturita, sus nalgas chocaban contra mi entrepierna, mi tronco se deslizaba entre sus labios vaginales al tiempo que mi respiración aumentaba su ritmo y sus gimoteos se transformaban en gritos de placer.

Vi cómo la verga de Gael salía de la boca de Andrea. Vi cómo se corría, embadurnando el rostro de su madre con su leche y salpicando el de mi hija. Vi como Andrea se llevaba a la boca, complacida, el glande del muchacho. Vi cómo su rostro se acercaba al de mi hija, y vi como se besaban, mientras se compartían con sus lenguas el esperma de Gael.

Entonces me corrí. Me corrí como no lo recordaba, mi verga se instaló hasta el fondo de aquel precioso coñito pero eso no evitó que por los costados mi leche se desembocara. Saqué mi falo, me incliné y besé sus nalgas, y su esfínter, y su coño derramando mi leche, agradecido por la bendición de poder follarme aquel precioso culito.

La casa tenía tres regaderas; yo me bañé sólo en una, y mi hija en otra. Madre e hijo se bañaron juntos. Vestidos y limpios, nos encontramos en la sala. Andrea y yo salimos primero. Estaba vestida con el mismo vestido, y actuaba como si nada extraordinario hubiera ocurrido. Me invitó a sentarme junto a ella.

– ¿Por dónde empezamos?

– ¿Puedo elegir? – pregunté

– Bien.

La miré, preguntando qué tanta sinceridad podría esperar de ella. Sus ojos no parecían tener la intención de mentir. Pensé que aquella tarde, ella me había mostrado una confianza que no dejaba espacio a dudas.

– ¿Cómo te enteraste? De lo de Mariana y yo.

– Una se las huele – dijo, acomodándose sobre el sofá – Platicando con Mariana y con Katia, fui confirmando mis sospechas. El caso de Katia me preocupa, pero después hablaremos de ella. Yo me di cuenta de que Mariana y tú estaban peleados, de una forma un tanto extraña. Una tarde se lo pregunté directamente a Mariana. Tu pobre hija se puso tan roja que sus mentiras pésimas daban risa. Finalmente lo admitió.

– Comprendo – dije, apretando los labios

– Por experiencia – me dijo, con un tono más serio – te puedo decir que esto es muchísimo más delicado de lo que crees. Mariana debe aprender a mantener esto en secreto. Pero Katia…

– ¿Qué sabes de Katia?

– Sé que lo sabe, sé que tuvo algo que ver contigo, sé que intentaste ponerla de tu lado y sé que fallaste. Entiendo que los tiene tomados por el cuello.

Yo respiré, incomodo. Andrea tenía razón, pero no me gustaba recordar aquello.

– Creo que sí lo sabes todo, ¿qué es entonces lo que querías que yo te explicara?

– Algo sencillo – sentenció Andrea, mirándome con una malicia que no le conocía – Quiero que me expliques cómo puedes permitir esto.

 

Relato erótico: “Luna azul mejor que el viagra” (POR GOLFO)

$
0
0

portada narco2
 

La conocí una noche oscura, sin luna, una noche negra, como mi propio estado de ánimo, el malecón, atestado de gente, bebiendo y divirtiéndose, profundizaba mas mi depresión. Como a un zombie, mis piernas me llevaban hacia el café de la Parroquia, mientras mi mente se reconcomía en una espiral autodestructiva

.
El ruido de las cucharitas al chocar con el cristal, tan típicamente jarocho, me hizo reaccionar, en una mesa de la acera, estaba Tito, mi amigo de juergas, un golfo como yo, simpático, cuya apariencia no delataba sus años de borracheras y excesos, por el contrario se mantenía joven, era un cazador avispado, preparado para saltar sobre cualquier presa que llevara faldas, sin importarle, lo mas mínimo, el hecho estar casado (Casado, pero no castrado…. era su frase preferida). A su lado estaba sentada, una de sus tantas amigas.
¡Compadre!-, me llamó, – siéntate con nosotros-, y dirigiéndose a la mujer, le dijo, – Luna, te presento al gachupín mas cabrón que ha llegado a pisar Veracruz-.
A regañadientes, me acerqué. Al saludarla, su aroma, a hembra satisfecha, inundó el ambiente, lejos de hacerme reaccionar, me hundió más en mi propia melancolía. Mecánicamente, me senté en la silla que el mesero, me tendía.
-¡Que onda!, llevaba un chingo de tiempo sin verte-, alegramente comentó mi amigo, -ya no te dejas ver-.
-He estado muy ocupado-, contesté tratando de evadir la contestación.
No me apetecía nada, el convivir en ese momento, quería estar solo. La conversación empezó a recorrer las diferentes peripecias, en la que habíamos estado involucrados, la exageración era el tono predominante, Tito me describía como un superman incansable, cuyas proezas rivalizarían con cualquier actor porno. Tanta alabanza, empezaba a calar en mi interior, a nadie le molesta que le ensalcen, empecé a reirme, a disfrutar. Luna era una morena de pelo corto, atractiva, su escote dejaba entrever unos magníficos pechos, que no me eran indiferentes. La escasez de su falda, mostraba descaradamente unas piernas contorneadas. Ella, sabedora de su atractivo, jugaba con nosotros, unas veces cruzándolas, otras agachándose para que buscáramos con la mirada, entre el canal de sus senos, el inicio rosado de sus pezones.
Las cervezas, que con ansia consumía, provocaron que necesitara ir al baño. De pié, frente al urinario, me dí cuenta que estaba feliz, mis problemas parecían lejanos, el alcohol y la muchacha me habían reanimado, entre mis manos estaba la demostración, lejos de estar en letargo, me pedía acción.
Al volver a la mesa, vi que María, la esposa de mi amigo, le estaba montando la bronca, a voz en grito le reprochaba que fuera tan descarado de exhibir a su amante en publico. Los tres estaban de pié, Luna no sabía donde meterse.
-Hola María-, le dije acercándome, mi mano se posó en la cintura de Luna,- veo que ya conoces a mi novia-, con un beso en sus labios, afiancé mis palabras.
Para la muchacha, fuí su tabla de salvación, pegando su cuerpo al mío, abrió sus labios, dejando profundizar a mi lengua en su boca.
-¿Tu Novia?, pero, Tú, ¿No andabas con una chilanga-, contestó azorada, por el ridículo que había montado, sin dejarme contestar, pidió disculpas a los dos, -Que oso, he montado, parece ser que he metido la pata hasta el fondo, perdonar pero me confundí-.
Tito, estaba atónito, no cabía en si de gozo, por la forma que se había librado, y sin dejar pasar la oportunidad, la acusó de ver moros con trinquetes en todas partes, de ser una celosa incorregible, y magnánimamente le comunicó que la perdonaba, pero que se asegurara antes.
Mientras tanto, seguía abrazado a la muñeca, sus pechos se clavaban contra mi, su proximidad motivó que algo en mí, empezara a crecer, ya no me pedía acción, me pedía una guerra sin cuartel, violenta, larga, inhumana, donde no hubiera prisioneros, donde el final viniera marcado por el cansancio de tanta destrucción.
Con una sonrisa, sin palabras, me demostró que había reparado en mi excitación:
-Mira que eres GOLFO-, me susurro al oído, sin separarse, disfrutando de su control sobre mí, recién adquirido, sus caderas presionaron aun más mis pantalones, reforzando la necesidad imperiosa de salir de su encierro. Sus pezones se tornaron duros, su camisa no pudo ocultar las dos pequeñas montañitas que crecieron en la cima de sus pechos, cuando mi mano empezó a recorrer la curva de su trasero.
De no haber sido, por María que intentando disculparse, nos cortó al invitarnos a cenar, la situación se hubiera vuelto insoportable.
Luna, no me dejó responder, antes que tanto Tito como Yo, pudiéramos buscar una excusa para rechazar la invitación, ella aceptó.
-De acuerdo, pero nos tenéis que llevar, ya que no hemos traído carro-.

Como corderos al sacrificio, fuimos llevados al coche. La cara de mi amigo era un poema, no creía que se pudiera salvar durante la cena, yo, por mi parte, no estaba mejor, sabía que era un peón en manos de las dos mujeres.

 
Contra la costumbre mexicana, donde los hombres ocupan las plazas delanteras, Luna hizo que me sentara a su lado, dejando al matrimonio delante. No habíamos arrancado, cuando ya estaba pegada a mi, y sus manos, sin vergüenza, recorrían mis piernas, concentrándose en la ya demasiada excitada e indefensa presa.
Las dos mujeres charlaban de cosas insulsas, mientras unos dedos se hacían fuertes, asiendo el total de mi extensión, y comenzando a imprimir un movimiento frenético. La situación era morbosa, estaba siendo masturbado, por la novia de mi amigo, en presencia de su esposa.
-Estas muy callado-, afirmó María hablándome,- ¿te ha comido la lengua un gato?.
No podía contestarla, toda mi concentración estaba en evitar correrme. Con un guiño, me hizo saber, que sabía lo que estabamos haciendo en el asiento trasero, y que no le importaba. Luna previendo mi climax, agachó su cabeza, introduciéndose mi pene en su boca. La suavidad de sus labios, y la humedad de su lengua, hicieron el resto, en breves sacudidas exploté, recogiendo ella, hasta el ultimo resto de la lava que salía de la erupción que había provocado.
Incorporándose, me besó, compartiendo conmigo el resto del semen que todavía no se había tragado. Su sabor dulzon me sorprendió, ya que nunca lo había probado, pero lejos de asquearme, me reactivó.
Habíamos llegado al restaurante, las dos mujeres se fueron al baño, mientras el camarero nos acercó a nuestra mesa.
-Gracias-, me dijo Tito,- no sabes como te agradezco el favor, si no llega a ser por ti, me caigo con todo el paquete. ¿Pero, ahora ,que coño hacemos?.
-Disimular-, le contesté sintiéndome mal, le había traicionado en su presencia, y ni se había enterado, y lo peor, es que estaba encantado.
Durante la cena, quizás por no soportar la tensión de tener a la esposa y a la amante sentadas en la misma mesa, mi amigo, el gran vividor, se dedicó a beber sin control, sus copas se llenaban y se vaciaban con asombrosa rapidez. Su mujer, que en otras ocasiones, le criticaba su afición a la bebida, se mantenía tranquila, hasta se podía decir que le alentaba a seguir emborrachándose. Luna, en papel estelar, bromeaba, reía, coqueaba no solo conmigo, sino con Tito, y hasta con María, se sabía la reina, y ejercía. Yo, por mi parte, seguía excitado, mis miradas recorrían ansiosas las figuras de mis dos acompañantes, eran dos mujeres de bandera, diferentes la piel blanca y el pelo rubio de Maria, contrastaban con el color cobrizo y el pelo negro de la muchacha, pero iguales en atractivo.
Al pagar la cuenta, el estado de Tito, era ya lamentable, el alcohol ingerido era demasiado, le costaba hablar, su lengua se trababa, de forma que era inteligible. Decidimos que así no podía conducir, por lo que agarré el coche, para acercarlos a su casa. Durante el trayecto, tuve que soportar que me repitiera mil veces, lo amigo que era mio, que me consideraba un hermano, que gracias a Dios que me había conocido, que era su cuatache….
El peso de su amistad, recayó sobre mí, cuando tuve que cargarle hasta su cama, ochenta kilos de borracho durante un trayecto que se me hizo eterno.
María parecía encantada:
-No te quejes, cuando te vas de pedo con él, la mayoría de las veces, soy yo, quien tiene que subirle, a la habitación, así que, hoy te ha tocado-.
Jodido, y cabreado, le subí por las escaleras, varias veces estuve a punto de caerme rodando por ellas, mientras oía las risas de las mujeres y escuchaba la música, de un cantante de salsa, que habían puesto.
Por fín, conseguí mi objetivo, bruscamente le dejé caer sobre el colchón.
-Quítate al menos los zapatos-, le pedí, como toda respuesta un gruñido, por lo que fui yo el que tuvo que quitárselos, y arroparle. Mi amigo, ya no era el cazador implacable, sino un guiñapo ebrio.
Cuando me reuní con ellas, estaban platicando animadamente mientras se tomaban una cuba.
No hay una para mí-, pregunté, refiriéndome a una copa.
No, hay dos-, me contestó Maria,- vuestra demostración en el carro, me ha puesto cachonda-, mientras me besaba.
Luna, no se hizo de rogar, su mano empezó a recorrer mi miembro, a la vez que se abrazaba a nosotros dos.
Con urgencia, desnudamos a la rubia. EL vestido, al caer, mostró un cuerpo bien formado, sus senos eran mucho mejores de lo que me había imaginado.
-Quiero que me comas entera-, dijo, mientras se sentaba en la mesa del comedor, abriendo sus piernas.
Me fijé en su sexo, depilado, dejando solo un pequeño triangulo de pelos, que como una flecha señalaba mi destino.
Cogí sus pies con las manos, mi lengua comenzó a dibujar círculos, alrededor de su pierna, acercándome despacio hacia abajo. Su excitación era enorme, la esposa de mi amigo, se estaba comportando como una puta. La humedad de su monte, se convirtió en un torrente cuando con la punta descubrí su clítoris. Ya no me pude refrenar, como si fuera un micropene, mi lengua se introdujo en su interior, a la vez que mi mano apretaba el pecho que Luna me había dejado libre. La morena estaba chupando el pezón de la rubia, mientras su mano estaba ocupada estimulándose ella misma.
Esa unión a tres, donde ella era el centro de atención, provocó su orgasmo, sin vergüenza, agarró mi cabeza , para que mi boca se hiciera cargo del río que en ese momento caía sin control sobre la mesa.
Sobreexcitado, me quité los pantalones, y dándole la vuelta, la penetré sin compasión. Luna aprovecho la ocasión para tumbarse en la mesa, y que María se hiciera cargo de su sexo.
Cada vez que mi miembro se introducía en su vulva, su lengua entraba en la de la morena. Poco a poco fui incrementado mis acometidas, mis dedos empezaron a jugar con ella, introduciéndose en su entrada trasera. El sentir que su orificio virgen era violado la excitó mas si cabe, y con sus manos estrujó cruelmente los pechos de Luna.
-Hazlo-, me pidió.
Supe enseguida, lo que quería, sacando mi pene, comencé a restregarlo contra sus nalgas para aprovechar que la humedad facilitaría la maniobra. Ella protestó, lo necesitaba ya, con su mano me dirigió directamente. De un solo golpe, toda mi extensión entró dentro de ella, dos lágrimas fueron la única demostración del daño. Ya no era persona, estaba dominado por la urgencia, usé su pelo como riendas y cabalgué directamente hacia mi destino, explotando y llenándola de mi semen.
Agotado, me tumbé en la mesa, Luna se acercó pidiendo su ración.
-Espera un poco que me recupere-, le pedí,-si lo hubiera sabido me habría tomado antes, una de esas pastillas azules-
Para qué necesitas Viagra, teniendo a la Luna azul- Me contestó, mientras sus labios se abrían para recibir su promesa,
Tenía razón:
¿ Para que quiero el Viagra teniendo a Luna azul?

 
 


 
 
 

Relato erótico:” MI DON: Ana – Noches de estreno (27)” (POR SAULILLO77)

$
0
0

cuñada portada3Esto era demasiado ya, Ana estaba a un nivel que no creí posible para una mujer, que lejos de la Sin títulocama, era la niña mas dulce y cariñosa que os podáis imaginar, una princesita adorable y risueña, una loba en la cama disfrazada de cordero ante la opinión publica, un regalo del cielo que disfrutaba en exclusiva para mi. El juego de ir provocándonos en publico tenia su punto, pero no era nada como cuando nos poníamos a follar en serio, eran una animalada, y ya no solo de mi parte, desde que acabó el curso Ana era capaz de follárme a mi, incluyendo a la bestia, casi 3 horas, era una barrera infranqueable, allí se desvanecía, pero ella sola, muchas veces sin que yo hiciera nada, o casi, pero cuando metía a aquel engendro del infierno en la partida, Ana y yo no podíamos aguantar mas de 1 hora y media, que no lo soportara ella era normal, ¿pero yo? No se como, Ana, había superado a mi leona, aquella hembra que soportaba 4 horas de bestia, casi quedaba atrás ante Ana, que no solo era capaz de aguantar un tiempo considerable, aunque no tanto como mi leona, si no que se peleaba con la bestia, no solo soportaba el vendaval, había batalla.

Ana me hizo el mayor regalo de todos, me demostró que una mujer muy bien entrenada y adiestrada, con tiempo y practica, podía, no solo sobrellevar a la bestia, si no ganarle la partida, yo , o vosotros, que podéis pensar a estar alturas que ese animal descontrolado era el máximo que se puede dar, pues no, resulta que aquella Granadina, mi prima que no era tal, aquella mujer que desvirgué apenas hacia 1 año y medio, y que llevaba 9 meses adiestrando follándomela a diario, era capaz de domesticar aquella abominación. Obviamente, eso dependía de las circunstancias, no siempre pasaba, y cuando rompía la cadena Ana casi siempre solía salir mal parada, pero podía soltar la cadena sin miedo alguno, no os hacéis una idea de lo que era, para mi, follar con la bestia desatada y ver a una mujer dando golpes de pelvis de igual o mayor intensidad, durante 20 minutos hasta que era yo el que tenia que rendirme ante ella, jamas me había pasado, con nadie, pero tampoco había estado tanto tiempo con nadie como para poder averiguarlo, a toda mujer con la que había estado no le había dado o tiempo o margen para hacerse con la situación, quizá, bueno, no, quizá no, seguro, que si durante 5 o 6 meses sin parar hubiera estado follando con mi leona, Madamme o Eleonor, ellas estarían a ese nivel o mejor, pero a todas las ventilé de forma desprevenida, a veces muy espaciada en el tiempo unas con otras, y siendo yo el dominante, incluso mi leona, la mujer que creía que no podía ser superada, me di cuenta de que en realidad, ella no hacia nada después de unas horas seguidas, era yo el que masacraba y ella la que se dejaba hacer, así lograba aguantar tanto, sin esfuerzo físico de su parte, sin presentarme lucha. Ana no era mi leona, como Mercedes, no era mi hembra sumisa como Eleonor, o Yasmine en su ida, ni mi obediente devota como Madamme, era mi igual, y desde ese estatus las había superado a todas, como siempre digo, no es una comparación justa, a ellas nos las di el tiempo que a Ana, pero ninguna se mereció nunca que las tratara de otra forma, Ana si.

Solo había algo que quedaba por probar, y era el sexo anal, y tal como escribí al final del ultimo relato, Ana esaba preparada para ello. Después de aceptar hacerlo, y de llevar nuestros sexo a niveles que no concebía, fui preparándola cada día, marqué unos plazos, mi mente racional no iba a dejar que, aquel diamante en bruto del tamaño de un melón que había estado tallando con mimo durante 10 meses, hasta convertirse en la joya mas grande de todos los tiempos, Ana, se fuera a estropear por no hacer las cosas con cabeza. A lo largo de las semanas ya era complicado tener a Ana en un momento de excitación tal que su mente se evadía, y solo ahí me permitía jugar con su ano, siempre eran roces y caricias, pero aumentando el numero de minutos dedicados, jugando a penetrar sin llegar a hacerlo.

Lo digo a cada relato de esta fase de mi vida, pero no podía ser mejor y mas feliz, la novia, amiga y amante perfecta todo en 1 sola mujer, vivía independizado con mis mejores amigos, tenia dinero ahorrado y un trabajo que me pagaba lo que necesitara pero que no absorbía mi vida.Con el extra de que Lara volvió a por mi, a Ana ya le daba igual cuando follábamos que nos oyeran, bastante teníamos con sobrellevarnos el uno al otro como para andar con remilgos, y eso Lara no lo soportaba, no se si era solo el oírnos, si estaba enamorada de mi, o solo quería lo que Ana tenia, o arrebatárselo solo por joder, ahí personas así en el mundo, lo cierto es que después de acabar el curso de la Universidad, Lara estaba mas tiempo en casa y aprovechaba cualquier resquicio de tiempo para ira a por mi, pero ya descaradamente, delante de Ana incluso, hacia comentarios llamandola mosquita muerta o la pincesa pomposa, siempre a tono de broma, eran amigas, pero las miradas que se dedicaban y las respuestas de una a la otra eran de enemigas, de esas amistades entre mujeres que los tíos no entendemos. Yo solo me reía cuando se ponían así, Ana me entendía, era irrisorio que aquella mujer, por muy golfa y calienta pollas que fuera, siendo virgen, me aguantara un solo polvo, y que se creyera mas preparada, o a mi nivel, que Ana, era gracioso, por lo tanto muchas veces la discusión terminaba entre risas y llevándome a mi novia a follar como condenados para demostrar quien mandaba. Eso no cambiaba nada, Lara era una coneja en celo, y buscaba mi rabo con desesperación, sabia cuando estabamos follando y que yo casi siempre salía a altas horas de la mañana desnudo a la cocina a reponer líquidos, esperaba en la cocina, en el salón por donde debía de pasar o directamente en la puerta, semi o completamente desnuda, muchas veces haciéndose un dedo, me acosaba y me seguía pidiéndome que dejara a esa frígida y me acostara con ella. Yo no podía evitar fijarme en sus enormes tetas, eran una delicia para al vista, pero no pase de eso, no me interesaba para nada, y sabia que a Ana le gustaba que diera portazos a sus intenciones. Volvió a meterse en mi cama cuando Ana salía y yo me quedaba durmiendo, mas de una vez me desperté con Lara intentando meterse mi polla en su cerrado coño, alguna otra besándome con ella, la muy zorra aprovechaba que estaba medio dormido para hacerse pasar por Ana hasta que me daba cuenta, generalmente al ir a agarrar sus pechos para seguir con el calentón, y notar la abrupta diferencia.

Uno de esos dais llegó, creo que era jueves, Ana había quedado temprano con Alicia para ir a comprarse biquinis para la temporada de piscina, Manu y Teo trabajaban por la mañana y nos quedamos Lara y yo solos en casa, Lara andaba despierta, no solía dormir mucho por la mañana, todo lo contrario a mi, que soy mas bien un ave nocturna, Ana y yo nos dimos algún achuchón antes de que se fuera, pero casi ni me entere cuando se fue, estaba profundamente dormido, serian las 11:30 mas o menos, cuando un sueño húmedo me recorría el cuerpo hasta darme cuenta de que no era un sueño, abrí un ojo para encontrarme a Lara haciéndome una paja, CON SUS ENORMES TETAS, era un espectáculo gigantesco ver mi tremendo rabo empalmado aprisionado entre aquellas 2 masas enormes de carne, debo reconocer que tarde unos segundos en reaccionar, y mi cabeza quería ceder a las peticiones y suplicas de mi cuerpo que la dejara seguir, pero logre hablar.

-YO: Lara, para.

-LARA: ¿por que?, ¿no te gusta?

-YO: claro que si, pero para.

-LARA: no quiero, y tu polla me dice que tampoco quieres.

-YO: lo que quiero yo y lo que quiere mi polla son cosas diferentes, apártate, o te aparto yo.- mi tono se volvió tan rudo que Lara paro en seco poniendo cara de desesperación sin entender que un hombre fuera capaz de rechazar aquello, pero se negaba a abandonar, subió su cuerpo recostándose sobre mi aprisionando mi rabo entre las piernas poniéndome sus tetas casi en la cara, no puede evitar atacar uno de sus pezones, a lo que ella se retorció de placer.

-LARA: ¿ves como en el fondo tú también quieres? – la muy zorra tenia razón, algo dentro de mi ser estaba queriendo follarsela de forma criminal, mientras me comía a duras penas esas enormes tetas y notaba como sus pezones eran mas sensibles que los de nadie a los que se los había comido, quizá por ello me quedé jugando con ellos unos minutos, no quería, o si, pero no podía evitarlo.

-YO: dios, que pedazo de tetas, me pasaría el día jugando con ellas.- estaba enajenado con ellas.

-LARA: son todas tuyas, solo tienes que hacer lo que yo te diga. – estaba logrando doblegarme, ese día, no se por que, me tenia temblando ante al idea de tirármela, pero cometió un error, si se hubiera callado o no hubiera dicho esas palabras, quizá no hubiera parado, quizá, no lo se, lo que se es que al oírla decir eso me sentí usado, manipulado y dirigido por alguien que no era yo, de pronto me vi en 3º persona como si acabara de entrar en la habitación, viendo la escena por 1º vez, mi cabeza se sacudió y me di cuenta de lo que estaba haciendo.

-YO: quítate de encima.- me incorporé un poco elevando mi cuerpo y el suyo a la vez con fuerza.

-LARA: ¿que dices?, no seas tonto, venga sigue….- se contoneaba mientras jugueteaba con sus tetas cerca de mi cara.

-YO: apártate.- mi expresividad facial es muy fácil de leer, y Lara leyó en mi cara que no habría otra advertencia, lo siguiente seria sacarla de mi habitación a la fuerza.

Se tumbó a mi lado mirándome sin entender nada, mirándome a mi, incorporado, con la polla como una estaca y aquella mujer de tetas enormes rogando que la desvirgara, y aun así, me había contenido, dios sabrá como. Me fui al baño y me di una ducha de agua fría, pero mi empalme no se bajaba tan fácilmente, por 1º vez en meses me tuve que hacer una paja, para que aquello bajara, tirando de imágenes de Ana en mi mente, negando recuerdos de otras y cerrando la puerta a volver a salir y terminar lo empezado con Lara. Sin haber consumado nada me sentía mal por Ana, era la 1º vez que sentía que le había fallado y que no me había controlado, ¿pero acaso se me podía culpar? Era un chico de 19 años, mi mente aun estaba sin amueblar, supongo, quizá no debí dejar que Lara se tomara tantas confianzas, en vez de tener confianza ciega en mi auto control. Salí a buscar mi teléfono y llamar a Ana, me encontré con Lara masturbándose a mi espera, la cogí del brazo y la ordené salir de allí, a las bravas la saqué, de forma brusca, mientras marcaba los números en el movil.

-ANA: dime amor.

-YO: hey peque ¿como estas?

-ANA: bien, aquí probándonos cositas, ¿tú eres más de verme con pareos o sin ellos?

-YO: por mi irías desnuda siempre, así que mejor haz caso en moda a Alicia.

-ANA: jajaja vale bobo, ¿querías algo?

-YO: si, veras…..no ha pasado nada, pero…..según te has ido, adivina….

-ANA: Lara se ha metido en la cama….

-YO: exacto.

-ANA: no me asustes Raúl.

-YO: no, tranquila, ya te digo, no ha pasado nada, pero ha estado a punto….

-ANA: ¿y te sientes tan mal que me tienes que llamar para decírmelo? ¿Hasta donde has llegado?

-YO: nada, me he despertado creyendo que estaba contigo y era Lara haciéndome una cubana, la he dicho que parara pero no se cuanto llevaría, la tenia dura ya….

-ANA: que mala puta…¡la habrás detenido!.

-YO: si, pero se me ha echado encima y me ha puesto las tetas encima, no se que me ha pasado pero he jugado con ellas mas de lo que quiero admitir.

-ANA: ¡¿y entonces?!

-YO: me la he quitado de encima y me he ido a la ducha, lo siento, no he podido evitarlo, al final entre el agua fría y una paja se me ha pasado y la acabo de echar del cuarto.

-ANA: ¿ya esta?- pregunto sorprendida.

-YO: joder que más quieres, si eso me la follo.- estaba indignado a mi me parecía relevante, y por su reacción, a ella no.

-ANA: no amor, pero eso no es nada, es mas, te quiero mas ahora.

-YO: chica no hay quien te entienda.- le contaba que casi la pongo los cuernos ¿y me decía que me quería mas?

-ANA: jajja soy una mujer complicada, pero me alegro de que te la quites de encima pese a sus grandes argumentos. – no se si lo dijo con doble intención o no- y que me lo cuentes por malo que te parezca, eres el hombre perfecto, tu tranquilo en un rato voy a casa y me dices como me quedan los biquinis, y ya si eso…….un besito muackk.- y me colgó, sin mas.

Me quedé atontado sentado en la cama, todo preocupado que estaba y ella logró minimízalo hasta el punto de convertirlo en algo bueno, con una llamada, de golpe no me parecía tan mal lo ocurrido, joder, que suerte tenia con aquella mujer. Salí convencido de mi seguridad impenetrable de nuevo, en pelotas buscando a Lara, que estaba en la cocina de espaldas a la mesa, con una de sus protocolarias bragas y una camiseta interior amplia de tirantes, dejando ver su tetas al aire por los lados, ataqué pegando mi polla a su trasero y metiéndole las manos por detrás agarrando sus tetas, masajeando sin descanso, acercando mis labios a su oído.

-YO: eres una puta, casi me doblegas esta vez.- la solté tal azoté de tal manera en el trasero que soltó un grito de dolor y se le borró la cara de lasciva que tenía, de casi haberlo logrado.

-LARA: lo haré, tú dame tiempo, uno de estos días serás mío y no querrás volver con Ana.- se dio la vuelta agarrándome del cuello y tumbandose sobre la mesa obligándome a caer sobre ella, rodándome con las piernas, la miré a los ojos amagando besarla.

-YO: en tu puta vida, soy de Ana, y tu, mala zorra, no estas a su altura en ningún nivel, te follaré, después de lo de hoy estoy seguro, pero será cuando yo quiera, y te demostraré que no eres nadie a su lado.

Me incorporé para alejarme de ella pero Lara se quedó pegada a mi a horcajadas, agarrada de mi cuello y frotándose la pelvis contra mi polla, sin yo hacer esfuerzo alguno salvo estar de pie, mi fuerza, mas que asustarla, la ponía mas cachonda aun, verme como sin esfuerzo la sostenía sin problemas, la separe las piernas queriendo sacármela de encima, me fui a la nevera con ella colgada de mi cuello, como una lapa, era casi denigrante para ella, ver como yo bebía algo para desayunar o me movía por la cocina como si ella no estuviera besándome el cuello o el pecho o se estuviera restregando contra mi, sin ningún resultado, me volví a la cama, seguía con sueño por su culpa, y ella detrás de mi, se acostó conmigo dejándome meterla mano entre sus tetas, para quedarme dormido mientras jugaba con uno de sus pezones.

Lo se, no tiene sentido, jugar con ella de esa forma, permitirla tantas confianzas y luego no tirármela, era antinatural, pero a mi me gustaba dormir abrazado a una mujer, sentir su cuerpo y mi calor cubriéndonos a los 2, a Lara le hacia parecer que avanzaba, y a Ana mas que no parcele mal, le encantaba ver así de humillada a su amiga.

No se cuantas horas pasaron, me despertó el sonido de Ana entrando en la habitación con unas bolsas, mirándonos en la cama como yo me despertaba y sacaba la mano de las tetas de Lara sin disimulo alguno. Casi en automático, Lara se ponía en pie y salía de la habitación, dedicandose ella y Ana alguna mirada asesina, si para mi era difícil entender la relación entre Lara y yo, la relación entre ellas ni lo intentaba comprender, amigas que se odiaban. Mientras se iba pude ver como las bragas de Lara estaba mojadas en su coño, solo con el roce continuo de mis dedos en sus pezones, según se fue me centré en Ana, que dejaba las bolsas en el suelo, de nuevo comprendí mi mundo, estaba vestida con unos jeans ajustadísimos, de esos de una talla o 2 menos, de antes de su ensanchamiento de caderas, su culo era demoniaco, con solo una blusa rosa vaporosa que dejaba ver su cuerpo a tras luz y su sujetador negro, me di un golpe en la cabeza por lo idiota que era, tenia a una diosa y casi pierdo la cabeza por un par de buenas tetas, me levanté y me fui a por su trasero, acariciándolo mientras Ana se incorporaba de dejar las bolsas, para ir rodeándola con mis brazos metiéndose por debajo de la blusa en su cintura, hasta abrazarla, y besar sus labios cuando giró su cara sonriente.

-ANA: hola amor, ¿y esto?

-YO: te he echado de menos.

-ANA: ya se ve, ¿estas bien?

-YO: ahora que te tengo entre mis brazos, si.

-ANA: mira que eres bobo.- la di la vuelta besándonos, entre tierna y apasionadamente, de forma espontanea sacándola su sonrisa de ángel.

-YO: no soy bobo, no me ha gustado casi caer, y que no te importe, más.

-ANA: no es que no me importe, solo confío en ti, ciegamente.

-YO: pues casi te fallo.

-ANA: pero no lo has hecho, y me has llamado para contarme que no lo has hecho, jajaja eres un cielo.- de nuevo rebajo el problema hasta no ser nada.- anda no te procures por esa fulana, ¿vale?- con tono de madre

-YO: vale, nada enséñame que has comprado.- se ilusionó al verme mas animado, y me besó con dulzura antes de quitarse la ropa, con mi ayuda, los jeans la obligaban a solicitarlo, su cuerpo con aquel sujetado negro de encaje y un tanga minúsculo del mismo color, espero que no la vieran así algún dependiente mirón, que los había, por que era provocación andante, mas con Alicia, imaginaba ver a aquellas 2 en un pequeño ropero, desnudas, probándose biquinis, si había algún depravado con cámaras de vigilancia, sin duda esa cinta iría a sus favoritos, no se muy bien por que, pero mirando como Ana iba sacando las prendas, pregunté.- ¿que tal con Alicia?

-ANA: genial, es un cielo de mujer, nos hemos estado ayudando con las prendas y probándonos juntas, jajja ha sido muy divertido- lo que me imaginaba- así la distraigo un poco.

-YO: ¿de que?

-ANA: ¿no te lo ha dicho Teo?- no me había comentado nada, aunque si era cierto que la relación de mejores amigos no era tal desde hacia tiempo, trabaja muchas horas y luego en casa estaba muy desanimado, bebía de mas y se ponía algo tonto con Alicia.

-YO: pues no, pero no he hablado mucho con el últimamente.

-ANA: ni tu ni nadie, ni Alicia, esta muy distante dice, esto de vivir juntos esta siendo muy duro para ellos.

-YO: joder, pues quien lo diría, eran la pareja perfecta.

-ANA: ya, pues eso se acabo, Alicia dice que están un poco hartos ya….

-YO: no van a irse de casa, ¿no?- me miro algo triste.

-ANA: ojalá fuera solo eso….han hablado de cortar y todo. – me pilló en fuera de juego, ya era raro que aquello ocurriera, eran ideales y felices juntos, o así les recordaba yo, mas raro aun es que Teo no me hubiera dicho ni palabra, pero si el estaba distante, yo aun mas, mi vida era Ana y poco mas.

-YO: joder, pues tengo que hablar con el, puffff que mal, y yo sin darme cuenta.

-ANA: y con ella, también es tu amiga, o como decías tu hermanita pequeña.- pues tenia razón.

-YO: pues si……- no terminé de hablar cuando salió disparada de la habitación, para volver con ella de la mano.

Conmigo en pelota picada, algo de lo que no me di cuenta hasta que la vi clavar sus ojos en mi polla, no era al 1º vez que la veía, pero con ella delante solía tener cierto decoro, pero si ahora corría a ponerme algo solo evidenciaría mi vergüenza, y la verdad, es que no tenia nada de lo que avergonzarme. No se si a Ana le pareció igual o ni se percató al ser algo natural y ordinario ya para ella, así que allí estaba yo, desnudo con mi cuerpo moldeado de follar como animales y mi polla enorme en reposo colgando, de pie, ante mi novia con el sujetador y en tanga, ofreciéndome a Alicia para saludarla, que venia solo con unos shorts de pijama elásticos y en sujetador, la cosa, vista desde fuera, no podía ser mas rocambolesca, pero para mi asombro, era de lo mas natural, era consciente de lo que ocurría, pero me parecía peor opción evidenciarlo con algún gesto, así que actúe como si nada.

-YO: hola hermanita, ¿que tal?- la abracé como me gustaba.(hago aclaración, no se vosotros, pero a mi esto de saludar con 2 besos, bien para romper el hielo con desconocidas, pero a las mujeres que merece la pena, se han ganado algo distinto, para mi, la mayor muestra de respeto y cariño hacia una mujer es que se ganara que la saludara con 1 solo beso y un abrazo, las distingo del resto)

-ALICIA: bien, aquí de compras que este trasto que tienes por novia.

-ANA: ya, claro, como que tu eres un angelito jajajaja- se dieron un abrazo cariñoso.- veras, siento si te molesto pero….- la paré en seco, si alguien iba a meterse sin permiso en su vida, seria yo, y la culpable no seria Ana por decírmelo.

-YO: ven reina, siéntate.- la deje sentarse al borde de la cama, mientras que Ana lo hizo a su lado, y yo con algo de disimulo lo hice en el suelo para evitar una línea directa de visión a mi rabo. – veras, últimamente os veo a Teo y a ti muy enfadados, que ya no sois iguales a como erais antes, y he preguntado a Ana y sin querer decírmelo me ha dejado ver que no estáis bien.- Ana me miro con una medio sonrisa entendiendo mi artimaña para dejarla bien a ella ante su amiga, Alicia en cambio cerró los ojos agachando la cabeza apesadumbrada.

-ALICIA: pues si, que quieres que te diga Raúl, lo estoy pasando mal, bueno, lo estamos pasando mal.

-YO: ¿pero que os pasa?, si sois la pareja perfecta

-ALICIA: lo éramos, nos hemos cansado de ello, al menos yo, no es por vivir juntos, es que llevamos mucho tiempo juntos, nos conocemos demasiado bien, y últimamente entre el trabajo y que solo esta conmigo para salir de fiesta y beber, ya no es el mismo.

-YO: es el mismo, solo que ahora tiene responsabilidades mayores y no puede dedicarte el tiempo que te mereces.

-ALICIA: eso quiero pensar, pero tu no vives con el en el mismo cuarto todos los días, ni has visto como ha cambiado, o quizá he cambiado yo, y ahora le veo de forma diferente, no se, yo le quiero, y se que me quiere, pero ya no basta con decirlo.

-ANA: ya Ali, pero no podéis seguir así.- la miré crucificándola, estabamos allí para ayudar, no para disolver.

-YO: no es eso mujer, no vais a perder todo lo ganado este tiempo, solo hay que tratar de arreglarlo.

-ALICIA: eso intento, he hablado con el, pero solo se enfada mas por que el no se da cuenta del cambio que ha dado, me culpa a mi de todo.- empezaba a llorar.

-YO: ¿de que te va a culpar? ¡¡¡Si eres un encanto!!!

-ALICIA: no lo se, me dice que soy yo quien cambia y que no le entiendo y que soy una tremendista, que me creo mejor que el o que si ya no le veo como un novio……- calmé sus lagrimas como pude mientas Ana ayudaba, joder, todo eso pasaba bajo mi techo y yo sin enterarme.

-YO: va, va, tu tranquila, será el estrés del trabajo o lo que sea, ya hablare yo con el.- me miró ilusionada.

-ALICIA: ¿en serio?, no quiero mal meter entre vosotros.

-YO que vas a mal meter tonta, si es Teo, mi mejor amigo, hablare con el hasta que nos peguemos como cromañones y luego le invitaré a una cerveza, así hacer hombres de verdad uh uh- con tono de broma, para sacarla una sonrisilla que echaba de menos.

-ALICIA: muchas gracias, no se que mas hacer, si hasta he ido a comprarme unos mini biquinis y ropa intima sexy, con Ana ayudando, a ver si le animo, eres un afortunado, no sabes el sol de mujer que tienes. – se abrazaron entre ellas consolándose, me avergüenzo de decir que mi gozo era ver sus tetas chocar entre si.

-ANA: oye, ¿y si le ensañamos a este tonto lo que nos hemos comprado? Así vemos sin nos queda bien desde el punto de vista de un cerdo salido- me guiñó un ojo, Alicia la miró algo confundida.

-ALICIA: pero….es ropa íntima….- la mirada de Ana era de no comprenderla.

-ANA: pero si llevamos meses lavándonos las bragas y calzoncillos unos a otros y nos hemos visto medio en bolas ya, ¿que mas te da?- y cogiéndola de la mano la arrastró hasta su cuarto a coger las bolsas de las compras, para volver riendo las 2.

Ni me mejor sueño o imaginación podían haber concebido que aquellas 2 mujeres me hieran un pase de biquinis y ropa inferior estando yo desnudo, cuando se fueron pensé en taparme, ¿pero para que? si ya estaba hecho, así me iba a quedar. Me senté en la cama y me prepare para disfrutar como un enano, volvieron y dejaron un montón de bolsas en el suelo, Ana se desnudó sin mas, quedándose mirando a Alicia, esta fue a coger una bolsa e irse para el baño, pero Ana la sujetó del brazo.

-ANA: ¿donde vas?

-ALICIA: hija, no me voy a cambiar aquí delante de tu novio.

-ANA: si anda, y vas a estar dándote paseos todo el rato, no seas cría, que es Raúl….- no se si lo estaba haciendo a posta o no, pero la dejé seguir a su bola, estaba logrando que Alicia, mi mujer perfecta de antaño, aquella por la que odiaba alguna vez por envidia a mi mejor amigo, me hiciera un pase de modelos de ropa intima y que se desnudara delante de mi.

Se quedó unos segundos pensativa, mientras Ana sacaba el 1º bañador, era 1 pieza entera, un bañador normal, de azul oscuro, elástico y dejándola la espalda al aire con un ligero escote, nada llamativo si no fuera por la figura de la mujer que iba dentro, dándose una vuelta y colocándose bien las tetas y el culo.

-ANA: ¿que tal?

-YO: hombre, de inicio, bien, pero….no se, es muy recatado.

-ALICIA: eso le he dicho yo, que es perder potencial, pero ha insistido y estaba de oferta.

-ANA: a mi me gusta, me hace ir segura, me recuerda a cuando iba a la playa de niña.- allí estaba mi tierna y cariñosa novia. – Venga ahora tu- azuzo a Alicia, que estaba roja.

Al final entre Ana y ella se quitó el sostén, dejándome su par de tetas a la vista, nada que no hubiera visto ya, sus pezones eran algo pequeños pero estaban tiesos, los shorts se los quitó ella sola, tan elásticos con su protuberante cadera que casi tuvo que desencajarlos, para mi sorpresa no llevaba nada debajo y medio tapándose se quiso poner un biquini de una bolsa, Ana la cogió de la mano y la dio un vuelta obligándola a pender la posición de sus manos y dejar de taparse.

-ANA: mira que cuerpazo, ya me gustaría a mi tener ese culo, ¿verdad amor?- la verdad era que si, pese a que Ana tenia un cuerpo 10 esas caderas y esas nalgas eran sobrehumanas, y mas aun desnudas.

-ALICIA: ya, claro, como tu andas tan corta ahora…..- bromeaba perdiendo el apuro que el daba, pero me constató que también se había dado cuenta del ensanche de Ana.

-YO: muy buen culo, de lo poco que tienes que envidiarla, peque.- quise adular a las 2.

Alicia se vio querida y femenina, con algo mas de salero se probó un biquini blanco de lo mas normal, de hecho parecía la parte de arriba mas un sujetador deportivo que un biquini, y la parte de abajo grande, tapándole gran parte de su maravilloso culo, mas un short que unas bragas. Mi aprobación la tenia, Ana saco una cámara de fotos y se lío a hacerse fotos juntas o por separado, era la época del boom del face y mas redes sociales así, y de mujeres colgando fotos en picado de su cara dejando ver cuanto mas escote mejor, luego Ana se quitó el bañador y Alicia la siguió con algo de rubor, pero seria la ultima muestra de tal cosa, se fueron probado ahora ya si biquinis las 2, mucho mas escuetos y atrevidos cada cual, de flores, rosas fucsia, amarillos chillones, con alguno que ya solo eran curdas con triángulos tapando las tetas, y luego solo cuerdas tapando los pezones y el coño, eran una delicia, verlas ponerse quitarse y hacerse fotos, hasta me dieron la cámara a mi para ir ganando tiempo. Ana saco la artillería, 1º con un biquini negro que apenas contenía sus pechos y con la parte de atrás de la braga siendo un medio culo, en su trasero como el que tenia antes, podía entenderse pero en el de ahora era un juego eterno, se tapaba una nalga y la otra quedaba al aire, mi polla empezaba a reaccionar, pero no llegó a ponerse dura hasta que no vi a Alicia en un minúsculo biquini, la parte de arriba eran solo cuerdas y unos diminutos triángulos que ni siquiera daban para taparla los pezones tan pequeños que tenia en comparación con Ana o Lara, pero el remate es que era un biquini de tanga de hilo, yo que estaba haciendo fotos y jugando con Ana, no pude evitar esa excitación del miembro al verla contonearse como una modelo, y agacharse con un paso de baile moviendo su melena, supuse que era parte del juego, Alicia era mi hermanita, pero mi hermanita me la estaba poniendo dura y se estaba dando cuenta, por 1º vez me vio la polla totalmente empalmada, y aunque quería disimular, no apartaba la vista.

Disimulé haciéndolas fotos de frente, de perfil y abrazadas mientras reían, Ana terminó con un biquini exacto al de Alicia, negro diminuto y de tanga de hilo, no le quedaba para nada pero que a Alicia, pero ella no tenia esas portentosas posaderas. Pero so mejores tetas.

-ANA: ¿que, te gustan?

-YO: increíbles, vais a arrasar este verano.

-ALICIA: pues eso espero, y aun falta lo mejor- sacó al última bolsa, de una famosísima marca de ropa interior que incluye secretos y ángeles.

Sin mas se puso una serie de bragas, sujetadores y medias que no rebajaron calentura, ya sentado con Ana encima mía tapándome la erección, pese a ser privado nos pidió que la fotografiaríamos así, para dárselas a Teo como regalo, luego se cambió y se puso un conjunto de encaje blanco con tanga que me volvió a poner a 100%, se agachaba y se separaba las nalgas de forma provocativa, no se con que intenciones pero me daba igual, su remate fue desnudarse y ponerse solo un corpiño elástico de tela transparente, de los de Ana, sin nada debajo, eso me permitió fijarme en su coño por 1º vez, con algo de bello cuidado.

-ANA: que dices amor, ¿como le queda?

-ALICIA: me ha dicho Ana que esto os pone a los tíos.- no se la veía muy segura.

-YO: no lo hagas por el, hazlo por que te gusta a ti, y si, bueno, esta bien, pero a ti no te hace brillar.

-ALICIA: ¿como?

-YO: veras, a Ana le queda de cine, por su tono de piel y por sus pechos y su figura, pero a ti … no, tu mejor parte es las caderas y ese culo de escándalo, y esa prenda no lo acentúa, debes aprovechar mejor tu trasero si quieres que Teo se vuelva loco.

-ANA: pues ahora que lo dices, es verdad, quizá unos leggins con tangas, o culotte con medias y tirantes…..- se puso a buscar como loca, y saco eso mismo.

Como a un maniquí la quito el corpiño y la calzó un tanga y unos leggins ajustadísimos, sin preámbulos, me dieron ganas de follármela allí mismo y si no estuviera Ana delante lo hubiera hecho, a pesar de que se empezaba a poner de moda ir solo con leggins sin faldas o vestidos encima, dios bendiga la moda, Alicia era mucho menos descarada, pero ante aquello no había discusión, era evocador, insuperable, o eso creía, Ana la desvistió de nuevo y la puso un conjunto con medias, una liga, y tirantes, para rematarla con una falda de vestir ajustada de medio muslo, puffffff la madre que la parió, sin disimulo alguno me fui a su trasero y lo “arreglé”, recibiendo un tortazo de parte de Ana con cariño, palpando por 1º vez el culo de Alicia, que se reía sin hacer mucho esfuerzo por apartarse de mi.

-ALICIA: jajaja casi no puedo ni moverme con esta falda pero mira que culo, esto es pecado.

-YO: ya te digo, si con esto Teo no reacciona, no lo hará con nada.

Me abrazó sin importarla que mi polla tiesa casi la atravesara el estomago, dándonos las gracias, y recogiendo las cosas se fue la mar de feliz, según se marchó cerré la puerta y cogí en volandas a Ana que gritó de sorpresa, la tiré a la cama, y la desnudé, por decir algo ante prendas tan minúsculas, a tal velocidad que ni le dio tiempo a decir nada antes de que la ensartara del tirón, vaya mañanita llevaba, necesitaba desfogarme y por fin tenia a mi extintor a mano. Tumbada boca arriba me recibió rodeándome con las piernas y besándonos apasionadamente.

-ANA: tranquilo toro, que me vas a matar.

-YO: lo voy a hacer, te deseo.

-ANA: a mi, ¿o a las teta de Lara?

-YO: a ti.

-ANA: ¿y a mi o al culo de Alicia?- sonreí al entender varias cosas, la 1º que Ana quería sentirse poderosa en la comparación, la 2º que quería que yo lo dijera para tratar de convencerme, y el 3º era que Ana había manipulado a Alicia para dejarme ese espectáculo, mi joven aprendiz estaba siendo una alumna aventajada y le había regalado a su maestro una de sus fantasías.

-YO: eres un peligro, casi la violo delante de ti.

-ANA: pues fóllame ahora a mi.

Encantando, arremetí con todo, sacando a la bestia y soltándola, si era lo que quería se lo iba a dar, acelerando mis embestidas fui metiendo mi largo en su interior hasta penétrala por completo y una vez allí, notando como sus paredes vaginales cedían ante mi, fui percutiendo en su pelvis con una violencia mayor a cada paso de los minutos, buscando su boca, su oído, su cuello y sus senos con mis labios, mientras mis manos se apoyaban en el colchón para dejar a mi cadera libre de presión y así matarla, sus gemidos fueron aumentando, escapándosele risas de emoción. Al ver venir un orgasmo, aprendí a tomarme descansos cuando se corría, paraba y con mis dedos la hacia venirse hasta que se pasaba, para volver a la penetración, debía tomar esos atajos si quería mantener el listón, Ana estaba a un nivel desproporcionado respecto a su inicio en el sexo. Después del 1º orgasmo la levanté una pierna para usarla de amarre, y así elevar el ritmo aun mas durante un buen rato, viendo como mi amada se pellizcaba los pezones y jugaba con sus senos mientras sus manos tenia control, las oleadas le hacían agarrarse a la colcha de la cama, y abrirse de piernas para tener menos fricción, ella también tenia su trucos, pero no evitó un 2º orgasmo que la sacudió el cuerpo y me hizo caer sobre ella, buscando sus labios y su lengua de forma desenfrenada, sus uñas se clavaban en mi espalda al notar como mi pelvis continuaba con movimientos dulces y largos. Tomó el control y me giró tumbándome a mi, boca arriba, era su turno, lo veía en su cara, en sus ojos y en su melena, se agachó para besarme, como cogiendo fuerzas para incorporarse apoyada en mi pecho, y mirando al techo, moviéndose al son de una música inexistente, se dejó acostumbrar a mi rabo en su interior, haciendo giros amplios de caderas, mientras mis manos acariciaban sus muslos e iba subiendo por su vientre, lo que la hacia morderse el labio de lujuria, hasta alcanzar sus pechos, duros y salientes, me incorporé para besarlos y chuparlos como un crío de teta, hasta que me empujó de nuevo contra la cama, se apoyó en mi pecho y empezó a subir y bajar su cadera, con mi polla entera dentro y sin sacar mas de la mitad, aun así eran gestos grandes para ella, que fue aumentando el ritmo, por decirlo de alguna manera, ella también saco a su bestia, y me cabalgó de forma brusca y agresiva mas de media hora, no podía aguantar mas de 5 minutos seguidos así, paraba por cansancio o por que se corría, para besarme y acariciarnos, hasta volver a empezar, cambiado apoyos de sus manos, en mi pecho, en el colchón, a los lados de mi cabeza , o bien echándose un poco hacia uno de los lados, dejándome atacar uno de sus pezones, pero ahora fui yo quien sin soportar mas se vació en su interior, con una serie de espasmos brutales, que la hicieron estremecerse y sacar una sonrisa picarona de logro alcanzado.

-ANA: ¿crees que ellos lo harán como nosotros? Teo y Alicia….

-YO: pues no lo creo, pero no lo se.

-ANA: yo tampoco, según me ha contado ella Teo no la tiene tan grande como tu, dice que algo mas de la mitad, y eso que solo te la había visto en reposo.- joder, no sabia que se habían fijado tanto.

-YO: bueno, pero no solo es el tamaño peque, lo mismo se mueve como un diablo en la cama.

-ANA: ¿mejor que tu?, ni de broma

-YO: no hace falta ser yo para ser bueno en la cama.- me empezaba a cabrear tener que defender al pobre Teo.

-ANA: ni eso, según dice Alicia……- la corté un beso y un cachete en el culo.

-YO. Deja que Alicia y Teo arreglen sus cosas, y no te metas, ahora termina lo que has empezado, por que ya tengo la polla dura de nuevo.

La saqué de encima poniéndola a 4 patas, viendo como se llevaba la mano al coño para acariciárselo y abrírselo, mientras yo me ponía detrás de rodillas, y la fui perforando con calma su conejito caliente, sacándola suspiros y gemidos de aguante hasta tenerla empalada de nuevo, la levanté poniéndola de rodillas también y comencé a follármela de forma animal agarrándola de las tetas mientras nos buscábamos con los labios, el sonido era atronado de mis golpes en su trasero, pero continuo, la atravesé hasta sacarla un orgasmo animal que manchó toda la cama y sabanas con su fluidos, pero no paré, ella aguantaba mas, solo la dejé caer a 4 patas de nuevo, para verla hacer fuerza contra mis embestidas, mas que eso, moverse en dirección contraria mientras la mismísima bestia la estaba matando ya en su carrusel de orgasmos, 1 hora después, hasta que su cuerpo dijo basta y se dejo caer dando con el pecho en la cama siendo un culo me pompa castigado sin piedad, aun así gritaba y gemía cada orgasmo, mordiendo las sabanas para no alertar a los vecinos, sollozando de gusto hasta que me fui a correr por 2º vez, como siempre regalé lo mejor para el final, un acelerón final que hizo que Ana volviera en si de su estado, manteniéndose en vilo en el aire solo con las piernas y la fuerza de su espalda y vientre, sin manos apoyadas que estaba separando sus nalgas, estaba en el momento oportuno.

-YO: peque, te voy a meter un dedo en el ano.

-ANA: vale, pero amor, ten cuidado.- asintió con la poca cordura que le quedaba.

Me chupé el dedo pulgar de la mano izquierda, y lo pase por el coño de mi amante hasta tenerlo bien mojado, luego hice lo mismo con su ano, jugando con el, apretando un poco sin llegar a entrar, sacándola gemidos, ahora previniendo mi corrida, fui bajando el ritmo un poco, necesitaba tiempo, fui amagando, apretando mas en su ano, notando como de estar completamente cerrado a ir cediendo ante mi dedo, mi otra mano se fue a su clítoris y la masturbó para no perder ese nivel de placer, para que cuando hice el golpe final metí, el principio del pulgar en su culo, soltó un alarido descomunal mientras mi mano aceleraba en su vulva, cuando se calmó volví a apretar para introducir ya con mas facilidad el resto del dedo, a pocos, sin forzar y sin hacer gestos raros, solo iba haciéndose sitio con calma, sin dejar de masturbarla a la vez que la penetraba, viendo como sus músculos del recto iban cediendo.

-ANA: ¡¡DIOS!! Duele, duele mucho.

-YO: ¿lo saco?

-ANA: ¡¡¡NO!!! Déjalo, no te muevas, solo sigue, pero no muevas ese dedo.

Haciéndola caso aceleré de nuevo mis embestidas un minuto mas, usando mi dedo como agarre para terminar matándola en otro orgasmo que baño mis piernas, y puso su cuerpo a convulsionar, eso no ayudó a mantener mi dedo quieto, y como un pescadilla que se muerde la cola, la volvía a hacerse correr por la sensación de ser doblemente penetrada, bastó para que mi semen la inundara de nuevo, haciéndola notar como los chorros de esperma la iban alcanzando hasta la pared del útero.

-ANA: madre de dios, no pares ahora, sigue – estaba poseída, roja y angustiada pero pedía mas, una vez que empezaba algo no lo terminaba hasta dominarlo.

Fui sacando el dedo despacio, hasta que Ana se recuperó dándose la vuelta de rodillas, besando alocada, llevando una de sus manos a mi polla y masturbando en busca de su 3º ronda, mis manos iban directas a su trasero, jugando con el dedo corazón por encima del ano, provocando que Ana se petrificara, mirándome con la boca abierta y mirada lasciva, le daban pequeños espasmos al notar mi dedo pasar por allí, tratando de bajar su cadera para que la volviera a penetrar, a la 4º le llevé un dedo corazón a su boca, el cual chupó entendiendo la idea, lo dejó bañado para que cuando lo bajé a su ano estuviera listo, me abrazó y sacó la cadera facilitando que volviera a apretar y penetrar su ano con el dedo, nada mas meter la punta volvió a temblar entre mis brazos, gimiendo, mirándome a los ojos, pegados frente con frente, abarcando todo el aire que podía con su boca, según mi dedo iba haciendo fuerza, saliendo para ganar empuje y volviendo a entrar mas profundamente, oyéndola gimotear cuando notaba como se iba abriendo.

-YO: ¿te duele?

-ANA: un poco, pero puedo soportarlo, sigue.

Con mucho cuidado seguí hasta meterle el dedo entero, obligándola a respirar con golpes de aire al expirar, jugando con en su interior, besando de vez en cuando, me ladeé un poco para que mi otra mano fuera a su coño, penetrándola también y acariciando su clítoris con el pulgar mientras el resto de dedos se hundían en su interior hasta encontrar su punto G. Lo estaba soportando por mi, por que sabia que yo quería, pero solo con el ano no estaba disfrutando, aun no, así que aceleré el proceso llevándola a un orgasmo con mi mano trabajando su vagina sin descanso, mientras mi dedo salía y entraba con cuidado de su ano, notando como acompasaba su cadera cuando entraba y salía, me estaba poniendo malo al ver a Ana poseída y dejándose masacrar por ambas hendiduras, la agaché para dejarla a 4 patas y atacar sus coño con mis labios, comiéndoselo como bien sabia, pero ahora, mientras una mano jugaba con su clítoris y mi lengua repasaba cada rincón, mi otra mano estaba en su ano siendo cruelmente placentera en su culo, se agarró a la almohada, para soportar aquel vendaval de sensaciones que la estaban martirizando, se corrió varias veces, y en ese estado logré introducir otro dedo en su ano, sin piedad ya que, ahora si, estaba disfrutando del placer del sexo anal, volvía a hacer fuerza contra mi, pidiéndome que continuara hasta meterla ya 3 dedos por el culo, era un espectáculo grotesco. Totalmente empalmado, me arrodillé detrás de ella, pasando mi rabo por todo su culo.

-YO: ¿estas preparada?

-ANA: si, pero en mucho cuidado.- asintió casi sin mirarme.

Con mimo coloqué puse la punta del glande en su ano abierto, y gracias al trabajo previó, metí la punta de forma continua pero despacio, Ana hizo el silencio, su cara reflejada en el espejo de enfrente era de dolor angustioso, pero se mantenía firme soportando que cada milímetro de mi polla fuera haciéndole un agujero enorme en el culo, con fuerza fui entrando, la presión era brutal, pero según pasaba la barra de carne ella cedía, me dolía la polla de la fuerza de sus músculos, pero al final metí mas de media polla dentro, arrancándola gemidos de lastima, gritos escandalosos, que sin duda Lara y Alicia estarían oyendo, sollozaba que la estaba partiendo el culo, que la abría en dos, y que lo hiciera con cuidado, quise ser rápido, y sin dar mucho tiempo la saqué y volví a meter un par de veces de forma calmada, hasta lograr algo de fricción, que devolvió aquello mas al sexo que a un castigo medieval que parecía por la mirada y los gestos de Ana, siendo mas fluido todo reaccionó volviendo a mi dimensión según iba penetrándola a una velocidad ridículamente lenta, hasta que ya no había tanta presión, agarrándose a lo que podía, la almohada o las barras de la cabecera de la cama, mientras mis penetraciones aumentaban en ritmo muy pausadamente, pero su cuerpo se vencía a mi fuerza, notando como su piel del ano se contraía y se expandía con los movimientos de mi pelvis, llegando a gemir de gusto, mientras una de sus manos se fue a su coño para seguir aumentando el placer, pero lo tuvo que dejar, solo tenia fuerzas para aguantar mis acometidas en su culo, fue una maravilla estrenarlo y ver como se volvía cada vez mas fácil y mas estimulante para ella. No me había dado cuenta pero mi rabo ahora la penetraba totalmente, la tenia que doler horrores, chocando con sus nalgas de forma rítmica y sacándola un par de orgasmos anales con palabras obscenas impropias de una señorita, una gozada que solo pude mantener 20 minutos hasta reventar de semen su interior, la presión, fricción y verla tiritar cuando la sacaba cogiendo aire para aguantar la siguiente usurpación de su virginal culo no me dio para mas, cuando Ana casi se desmayaba de hacer fuerza contra mi, los últimos goles de cadera derivados de mis sacudidas me hicieron vencerme sobre la espalda de ella, quedando dentro y notando como mi polla volvía a un estado flácida mientras el agujero de su ano se mantenía enorme, respirando a su vez, acompasando mi pecho a su espalda.

Había pensado en llevármela a un fin de semana de viaje o a el hotel donde la desvirgué, para hacer el estreno anal de forma romántica, pero me había puesto muy caliente entre Lara, Alicia y que mi novia las manipulara de esa manera, no pude contenerme y a Ana no pareció molestarle. Había un silencio sepulcral en la habitación, pasamos unos segundos, tratando de hacer que Ana volviera a respirar de forma natural.

-YO: ¿como estas princesa?

-ANA: me escuece, no me duele pero lo tengo resentido, joder, que burrada.

-YO: ¿te ha gustado?- tardo unos segundos en contestar.

-ANA: si, no se, me dolía al principio, me radia el culo, pero lo deseaba, luego se ha ido disipando, no es que no me doliera, pero solo notaba placer, ¿es normal?

-YO: creo que si, la verdad es que no se como te debes de sentir.- estaba intentando incorporarse, la ayudé.

-ANA: es que, no se, creí que me iba a doler todo el tiempo, y no, llegado un punto algo ha cambiado y me ha empezado a gustar, no podía casi moverme, pero bien, al final no ha sido para tanto jejeje- era increíble, perfecta en todos los aspectos.

La saqué de su interior admirando el agujero hecho, tenia semen y alguna gota de sangre brotando de su ano, y al mirarme la polla vi lo mismo mas algo de mierda en mi polla, (si chicos y chicas, cuando se folla por el culo en la vida real sin una lavativa previa, pasa alguna vez, el porno nos tiene mal acostumbrados.), Ana se dio la vuelta mirándomela con cierta cara de asco.

-ANA: dios, que guarrada, perdona.

-YO: tranquila, es normal la primera vez, no pasa nada.- se giró avergonzada, viéndose en el espejo de espaldas.

-ANA: ¡¡MADRE MIA!! ¿Has visto mi pobre culo?, ¡¡¡Mira que agujero!!!- sonreí ante su expresión, tan sorprendida y sincera, mientras se llevaba la mano al culo y palpaba encima, asombrada de cómo se iba cerrando poco a poco, y de como goteaba mi semen.

-YO: eso es culpa mía, jajaja, venga vamos a la ducha y nos limpiamos bien antes de que se te cierre y estés cagando sangre y semen 2 días……¿estas bien entonces?

-ANA: si, tranquilo, ya me conoces, solo me ha pillado de sorpresa, pobre de mi, vaya socavón….- se miraba de refilón sin prestarme mucha atención pero colocando sus manos como los niños para que la cogiera.

Me puse en pie y la cogí en brazos como recién casados, viendo en su cara gestos de escozor, la metí en la bañera y me pidió que saliera, no estaba como para poder apagar mi fuego si me encendía al verla duchándose, en el bidé me lavé un poco la polla, cuando salió Ana, tapándose lo mas que podía, me metí yo y terminé de asearme mientras Ana se secaba su larga melena. Me dio tiempo a salir de la ducha, darla un beso por la espalda, notando su gesto torcido al rozar mi polla su trasero y notar algo de crema que se había puesto en su culo, y salir a beber algo, de nuevo estaba seco, de nuevo iba en bolas, y de nuevo al salir estaba Lara en la puerta del pasillo, desnuda y masacrándose con una masturbación feroz, la ayudé llevando mis manos a sus tetas y dándola la vuelta para que notara mi polla en su trasero.

-YO: que sepas que acabo de desvirgar el culo a Ana, ¿aun te crees mejor que ella?- susurré a su oído y la solté un azote en un teta antes de estrujárselas y jugar con su aureolas, le hizo correrse al notar mis dedos en sus pezones, di por sentado que seria por su masturbación , no se cuento llevaría allí.

La sorpresa fue al soltarla e ir a al cocina por el salón ver a Alicia haciendo exactamente lo mismo, masturbándose tirada en el sofá aun con el ultimo modelo que la vi puesto, estaba tan ensimismada que ni se dio cuenta de que yo estaba allí, así que pase de largo, quedándome a mirar mas de lo precavido, como se metía 3 dedos en un coño totalmente brillante de fluidos. ”Pobres, ¿que les pasara?” pensaba sin darme cuenta que el problema, era yo, o mejor dicho, éramos Ana y yo follando, solo con oír como Ana era embestida por mi rabo ahora que ambas me habían visto desnudo con la polla tiesa las volvía locas, Alicia no era así para nada, y por estúpido que pareciera en ese momento, no me di cuenta de ese detalle, o si lo hice, lo ignoré, mi vida era Ana. Al volver de la cocina ya estaba Ana en el sofá hablando con Alicia como si tal cosa, no se si la había visto o no, o si Alicia me había visto a mi o no, me dio igual, me fui a ponerme unos pantalones cortos amplios sin mas, empezaba a apretar el calor y solo iba con eso habitualmente, pero desde ese día, siempre que estaba solo en casa con ellas, iba desnudo, mezcla de comodidad y morbo, la idea de acabar follándome a todas se pasaba por mi cabeza, pero me golpeaba en el melón, era un idea estúpida de cerdo salido, tenia a Ana y ahora tenia también su ano, y lo iba a aprovechar.

Sin ir mas lejos esa misma noche volvimos a follar, y la volví a abrir el culo, con muchísimos menos problemas, y con Ana algo mas activa, como siempre había hecho, con el paso de los días iba enseñando y practicando con ella hasta que dominaba bien el tema, para cuando empezamos a ir a la piscina Ana era una experta en el sexo anal, hasta busco como hacerse la lavativas ella sola, por Internet, para que no se repitiera lo de la 1º vez, ya casi no pasaba, y después de la 2º o 3º vez ya no sangró mas por el culo, todo ello llevó a que aumentara de golpe las horas de sexo seguido con ella, esas apenas 3 horas de solo sexo vaginal aumentaron a casi 4 y media con el, y pese a que lograba que se corriera con el sexo anal, un arte bastante difícil, (aclaración nueva, el sexo anal es diferente, algunos ya lo sabréis y otros no, pero mientras en la vagina las mujeres tiene las terminaciones nerviosas que generan el placer en los primeros 5-6 centímetros de su interior, en el Ano no lo hay, son terminaciones nerviosas normales, por lo tanto en el sexo anal el punto esta en que, a la mujer, ese nivel de dolor al sentir la fricción, la excite, algunas no lo soportan mas por miedo al dolor que por el dolor en si, pero están preparadas para parir y soltar un bebe con la cabeza de 19 centímetros de diámetro por el coño, están preparadas para soportar dolor, y a las que disfrutan del sexo anal lo saben bien, por eso muchas a la vez que son penetradas se masturban en clítoris), siempre terminaba matándola con la bestia por el coño, era colosal vernos follar, y mas de una sesión tengo gravadas para confirmarlo. Si atacar su coño desde atrás era un escándalo, metérsela por el ano era aun mejor, empezando una de las sesiones.

Creo recordar que fue el 1º día de piscina en que fuimos y pasamos el día allí, habíamos vuelto antes la chicas y yo en el coche, sobre las 7, Manu y Teo habían quedado para salir y charlar, a ver si Manu tenia mas suerte, mis intentos por hablar con Teo sobre su relación con Alicia no fueron nada bien, llegado a enfadarse conmigo y con Alicia, y ese día en la piscina no fue diferente, me las tuve que llevar para separarlos, pero la verdad es que fue una excusa, quería llevarme a Ana a casa y reventarla por culpa de su biquini escueto, era uno de los normales pero su cuerpo lo hacia demasiado, jugueteando con la gargantilla, y tonteando con caricias y roces en el agua. Incluyendo ver a Alicia con uno de los atrevidos coqueteando con Teo, sin éxito, y con Lara, bueno, a ella os podéis imaginar, sus enormes tetas se le salían mas de una vez del biquini, sin importarla demasiado ni hacer nada por evitarlo, lo llevaba mas suelto de lo normal y aprovechaba para restregarse conmigo jugando en el agua, o dándola crema, mas de una erección tuve que esquivar al notar sus manos bajo el agua masturbándome, Ana se percataba y me la sacaba de encima. Yo con mi cuerpo formado, marcando músculos con tableta incluida, y mi doble bañador para evitar aun más miradas de mujeres sobre mí. Ana estaba encantada pero tensa por que todas esas chicas se fijaban en mi y mas de una entabló conversación conmigo en la cola del puesto de helados o en el acceso a vestuarios, y mi actitud dicharachera las daba pie, por lo que no tardaba en echárseme encima y agarrarse de mi cuello para dejar claro que aquel hombre estaba pillado, a mi me pasaba igual con ella, sin duda era de las mas atractivas de la piscina, pero ninguno se arrimaba al verme junto a ella. Por eso al llegar a casa la destrocé en el 1º polvo, estando mas de 1 hora follándome su culo con ella en vilo por los aires, cuando se repuso me miró lujuriosa, saqué un consolador corto pero ancho que teníamos, en forma de huevo, y se lo metí en el ano, dejándoselo allí mientras la desmayé por el coño al 2º polvo mas de hora y media, haciendo gritar barbaridades y sacar de mi al animal que llevaba dentro, martirizándola contra la pared, era la 1º vez en varios meses que lograba que Ana se desvaneciera, pero apenas duro así unos minutos, logrando que terminara corriéndome en su boca con una de sus mamadas de cine, tragándose encantada todo mi semen acumulado de todo el día. Salimos a cenar algo, charlamos con Lara y Alicia un rato para calmarla, llamé a Manu y me dijo que iban a salir de marcha y que volverían tarde, así que volvimos a nuestros respectivos dormitorios.

-ANA: bueno, vale ¿y ahora que?- quería consejo sobre cual seria la siguiente travesura una vez dominado el anal, pero estaba en banco, había leído y repasado mil cosas ya y casi todas estaban completadas, todas las que puedan cumplirse entre 2, y sin sado que no nos gustaba a ninguno, algún cachete o bofetada llevada por la pasión, pero nada raro.

-YO: pues la verdad es que no lo se, me tienes agotando mi imaginación, queda poco o nada.

-ANA: la verdad es que a mi también, ¿no hay mas en Internet?

-YO: nada legal jajaja, todo lo que queda es con más gente.

-ANA: no se, me da cosa, yo te quiero a ti.

-YO: mujer, y yo a ti, es solo probar, y ver si se disfruta o no, te juro que para mi no significa nada.

-ANA: que no, no te pongas pesado, algo mas tiene que haber.

-YO: pues no se me ocurre nada, nada que no incluya a mas gente….., ya sabes tríos, orgías o intercambios de pareja.- se moría de celos con que me miraran mas de 2 chicas por la calle, a Lara se lo permitía para castigarla, pero dar vía libre a eso creía que era su punto débil.

-ANA: ainsss, no se, es que me da mucha vergüenza que me vean desnuda – aluciné al no oír una negación rotunda.

-YO: no seas boba, ya te ha visto mas de una, y sabes que los tíos matarían por estar contigo, no se, yo solo lo digo por que no hay mas opciones.

-ANA: pero yo no quiero, ni necesito tíos, te tengo a ti, pero si tu quieres……..alguna mujer…..- incrédulo con su disposición.-….podríamos……..- zanje su idea.

-YO: yo tampoco quiero ni necesito más mujeres – me miró sin creérselo – en serio, pero si quieres que sigamos jugando, no hay opción.- no lo necesitaba, Ana me colmaba y ya podía desatarme con ella, con cierto autocontrol, pero no sabia hasta donde estaría dispuesta a llegar.

-ANA: ¿y donde conocemos gente………..así?- ¡¡joder que se lo estaba planteando de verdad!!

-YO: bueno, no hay un número de envió de salidos a domicilio, ya viste como es de fácil encontrar gente que quiera lo que tu y yo tenemos, como la recepcionista del hotel en tu cumpleaños, los dependientes de las tiendas o cualquiera, son gente normal.

-ANA: ya, pero me muero solo de pensar que otra persona desconocida me vea, no ya desnuda, sino……ya sabes……….follando.

-YO: ¿de que hablas? hemos estado follando en sitios públicos, y Lara esta todo el día pegada a la puerta cuando lo hacemos – se le iluminó la cara.

-ANA: claro, Lara, ¿como no se me había ocurrido?, lleva meses tirándote ficha y la conozco de sobra, es perfecta, podemos jugar con ella como queramos, esta loca contigo y tu polla, lleva semanas rogándome que la deje que te folle, la hablé de como me desvirgaste a mi y quiere que se lo hagas a ella.- me abrume por su ímpetu y la cantidad de información dada.

-YO: coño, ¿y por que a ti y no a mi?

-ANA: yo que se, se habrá cansado de intentar convencerte a ti y lo intentaba conmigo de nuevo.- lo noté cierto tono raro.

-YO: ¿como que contigo……..de nuevo?- se puso roja como un tomate.

-ANA: bueno veras, es que Lara y yo, bueno…antes de lo nuestro y luego al volver a Granada pues eso….

-YO: ¿que?

-ANA: pues que nos liábamos y eso, ya sabes, rollo lesbianas, pero sin serlo.- me quedé patidifuso ante esa revelación.

-YO: joder que calladito te lo tenias, ¿y ahora las vas dejando que tonteé con tu novio?

-ANA: es una guarra pero era mi amiga y me sentía sola, no se, por probar…eso no importa, lo que importa es que esta aquí con nosotros, y podemos hacer con ella lo que queramos.- su cara era casi maquiavélica.

-YO: bueno podemos seguir jugando con ella…….- me cortó con un beso de nerviosismo.

-ANA: no, basta de juegos, va a ser nuestra………. putilla jejeje- se me echó encima masturbándome, no se si la idea la estaba calentando o si quería excitarme para que me pareciera mejor idea, cuando la verdad, ya me lo parecía.

No me atraía la idea de follar con Lara, si no, eso ya hubiera pasado hacia meses, era que Ana quería que lo hiera, y con su consentimiento, follárme aquel par de tetas de Lara no seria ningún problema, mas aun desvirgarla, algo que me parecía increíble, si tenia rollos con Ana, era una calienta pollas y llevaba meses provocándome, que su coño aun no hubiera sido profanado era un milagro. Lara se había urbanizado un poco, ya no era un guarra hippie porrera, se preocupaba de su estilo, y se compró ropa mas ceñida y atrevida, se arreglaba el pelo y esas cosas, supongo que con lo ligera de casos que era, su monumental escote, ahora si siendo bien trabajado y expuesto con vértigo, tendría a unos cuantos babeando tras ella, pero mi cabeza sabia que lo hacia solo por mi, muchos de los modelos que se compraba se los veía a Ana o los imitaba, quería ser ella, para tenerme a mi. Como no funcionó es cuando empezó a ir medio desnuda por la casa, luego desnuda y luego a meterse en mi cama e iniciar sus torpes y grotescos intentos por que me abalanzara sobre ella, para entonces tenia su cuerpo mas que visto, su culo no era tan malo, al igual que el resto de su cuerpo, su cara algo estropeada y su pelo corto no me gustaban, pero simplemente todo quedaba afeado por sus enormes tetas, sin sujetador casi ni caían pese a su peso, tenia unos pezones enormes y altamente sensibles, y su coño pasó de ir con bastante bello a ir completamente rasurada, lo se por que el día que se rasuró me lo fue a enseñar toda orgullosa.

-YO: esta bien, pero por que tu quieres, entiende que a mi esto me da igual, yo te quiero a ti.

-ANA: lo se, confío en ti, si no, no te lo pediría, llevamos meses aguantando a esa zorra desnuda en nuestra cama sin tirártela, pero ahora te pido que lo hagas, quiero que la próxima vez que te vea tiemble y no ande metiéndote mano.

-YO: esta bien, ¿como quieres que lo hagamos?

-ANA: no lo se, no tengo ni idea, ¿la llamo?- se refería a decirla que viniera al cuarto ahora.

-YO: jajajaja no, esa loca debe estar masturbándose en el pasillo o el salón, como hace siempre que sabe que estamos follando, así cuando salgo me busca para ver si tengo ganas de más y le toca a ella, o por si sales tú y se mete ella en la cama.

-ANA: que golfa es, pues lo va a pagar, me voy a salir a su cuarto, que tengo allí algo para ella, cuando se meta aquí contigo, haz como si no pasara nada, como siempre y cuando se despiste, usa las cuerdas y las esposas, átala y déjala bien abierta de piernas, como haces conmigo.- me gustó su serenidad y me asombró su determinación.

-YO: ¿y si se resiste?- sonrió bajando su boca hasta mi polla poniéndomela dura con sus labios.

-ANA: esa zorra quiere tanto este enorme falo, que no te pondrá pegas en el como si le dices que la vas a follar, así que cuando este así, no se, haz…… lo que sabes………… para tenerla de……..¿esclava?- sonreía malévolamente.

Le costó dejar de chupármela para irse de la habitación completamente desnuda, la oí hablar con Lara en el salón, y como de un portazo se metía en el cuarto de Lara. Al momento sentí como Lara se acercó corriendo, se metió en mi cuarto desnuda y viéndome boca arriba con la polla tiesa, se me echó encima como solía hacer cuando iba confiada.

-YO: hey, ¿que tal?

-LARA: aquí estoy para lo que necesites.

-YO ¿y que se supone que necesito de ti?

-LARA: no te hagas el tonto, Ana me acaba de contar que no puede mas contigo y se siente mal por que no es capaz de seguirte cuando la follas, que te quedas a medias, yo si soy capaz, déjame demostrarlo mientras ella llora en mi cuarto – que lista era Ana, se estaba volviendo una manipuladora nata, me la había servido en bandeja.

-YO: bueno, es cierto, Ana últimamente esta menos pendiente de mi, no como tu.- la pobre ilusa creyó que iba en serio, y sonrió creyendo que su plan había funcionado, que por fin yo me había dado cuenta de que ella era mejor que Ana, así que se lo hice creer.- y la verdad es que llevo unas semanas tirándomela pensando en ti y tus tetas- una mentira tan grande como sus senos, los cuales puso orgullosa en mi cara.

-LARA: ¿estos?- se los lamí gustoso, ahora si como había llegado a soñar hacerlo, agarrándolos con ambas manos y apretándolos entre ellos, chupando sus pezones, como había notado, eran tan sensibles que en pocos lametazos los tenia tiesos y el cuerpo le temblaba.

-YO: los mismos, necesito hacerte mía, pero me da miedo, eres virgen….

-LARA: da igual, no soy como la frígida de tu novia, a mi me puedes romper el coño a tu gusto sin miedo, aunque sea la 1º vez.

-YO: eso dicen todas, pero siempre salen huyendo….- puse la cara de tristeza más falsa que pude.

-LARA: yo no lo haré, déjame que te haga mío y me tendrás siempre.- su cuerpo era de gelatina, estaba frotándose con mi polla palpitando entre sus piernas y su tetas ahogándome en la cara.

-YO: esta bien, pero si empezamos ya no pararemos hasta que yo quiera, y para eso no puedo jugármela, déjame que te ate a la cama.- la petición era extraña pero Ana dio en el clavo, estaba tan desesperada que le daba igual como, le brillaban los ojos de felicidad.

-LARA: hazme lo que quieras.- por 1º vez probé sus labios, y su lengua, sin duda era habilidosa, su fama era merecida, y mis manos instintivamente se pusieron trabajar aquellas montañas que tenia por senos, a los que tenia ganas pese a haber jugado con ellos antes.

La di la vuelta tumbada boca arriba sobre la cama, y con mucho mimo fui colocándole las esposas en la barra de la cabecera de la cama, eso dejó sus pechos a mi entera disposición, los cuales castigué hasta sacarla un orgasmo no buscado, sus pezones eran puro fuego y con solo eso y frotarse los muslos, ya había cedido, me aguanté la risa, ya estaba así sin haberla tocado aun, y se las daba de hembra superior a Ana, ilusa. Fui bajando por sus piernas hasta atarlas a los laterales del somier, con unas cuerdas que Ana compró, asegurándolas bien fuerte y dejándola totalmente abierta y expuesta.

-LARA: fóllame ya carbón, me tienes loca, párteme el coño de una vez, quiero ser tu puta.- su palabras estaban dirigidas, serian las chorradas que les decía a los chicos para tenerlos comiendo de su mano como calienta pollas que era.

-YO: y lo ves a ser.- subí de nuevo por su cuerpo con mis labios, parándome en sus pezones, sus aureolas eran tremendas y sus pezones erectos como conos de carretera, hasta que llegué a su oído.- ¿vas a ser mi puta?

-LARA: si, haré lo que quieras y cuando quieras, pero métemela ya.

-YO: bien, por que vas a ser mi puta, y a partir de ahora eres mía, dilo.

-LARA: soy tuya.

-YO: no te creo.

-LARA: ¿que puedo hacer para que me creas?

-YO: ¿que tal una prueba?

-LARA: lo que sea.

-ANA: bien, Ana es mi chica y ahora esta triste por tu culpa, no logro disfrutar con ella por que te tengo en mi cabeza todo el tiempo – otra mentira mas- pero ella es mi novia, y tu eres mi…..

-LARA: soy tu puta.

-YO: correcto, ¿y que hace mi puta?

-LARA: lo que tu quieras.

-YO: perfecto, por que ahora quiero que seas mi puta…. y la de Ana.- su cara se movió, estaba ida aceptando sin saber de que iba aquello, confusa.

-LARA: ¿como que de Ana?

-YO: mis putas no me discuten, asienten o dejan de serlo, ¿quieres ser mi puta o no?- mi boca bajo a sus pezones y mi mano a su coño, tenia que trabajármela bien para que relacionara el placer con mis ordenes, seria la puta de Ana y mía, pero si quería completa sumisión de su parte tenia que hacerlo antes de que Ana entrara en escena para un resultado perfecto, no sabia si Ana estaría a la altura de aquello.

-LARA: si, quiero ser tu puta, pero…..- mis dedos entraron en su coño provocando otro orgasmo demasiado fácil para mi.

-YO: no hay peros, aceptas o me voy a por Ana y te dejo aquí atada…….- mi lengua experta y mis hábiles falanges la estaban matando, así que tardó en responder.

-LARA: dios, si, vale, seré tu puta y la de Ana, haré lo que queráis y seré vuestra.

-YO: bien por que esa será la prueba, voy a ir a por Ana, y te ofreceré como presente, harás lo que te ordene y serás lo que ella diga que seas, todo lo que haga Ana es como si fuera yo, y si faltas a tu palabra con ella, lo harás conmigo y volverás a ser la compañera de piso que no quiero tirarme ¿lo has entendido?

-LARA: si, hazla venir cuando quieras- su cuerpo eclosionó en un 3º orgasmo, tan rápido y fácil como los otros, pero esta vez en parte, su aceptación de la situación hizo mella, más que mis dedos y mi lengua.

-YO: no, quiero que la llames tú, grita a pleno pulmón, sabes cuanto para que se oiga desde tu habitación ¿verdad?

-LARA: si.

-YO: pues llámala y pídela que venga para que hagas lo que quiera contigo.- obedeció gritando mis palabras, mientras yo abría la puerta del cuarto, fue una tontería, Ana estaba en la puerta escuchándolo todo – ves, ya estas aquí, sabía que volverías, y tengo un regalo.

-ANA: dime amor.- me miró loca de pasión, si había oído todo entendía por donde iban los tiros y como la había domado, la cogí de la cintura, estaba desnuda y con una bolsa de plástico en la mano.

La coloqué a los pies de la cama viendo a su amiga temblado por los 3 orgasmos seguidos que le había sacado solo con acariciarla, totalmente expuesta y atada, me puse detrás de Ana y la forcé metiéndole mi polla del tirón en su coño por detrás, arrancándola un grito de pasión, sacándola lentamente y volviendo a meter con mas fuerza aun varias veces, nada que no aguantara pero haciendo que Lara nos mirara excitada.

-YO: te traigo este regalo, para saldar cuentas, siento que pienses que no eres suficiente para mí, y por eso te traigo a nuestra….

-LARA: su puta, soy la puta de los 2, y soy lo que quieran que sea y haré lo que quieran que haga.- su seguridad y firmeza hicieron que Ana se estremeciera, eso y que mi polla la seguía partiendo en dos y mis manso repasaban sus pechos y su vientre.

-ANA: muchas gracias amor, hacia mucho que quiera tener a esta puta, es una puta virgen, eso vale mucho pero no es muy útil, quiero desvirgarla ya.

-YO: lo que tu quieras, pero lo veo complicado, ¿que opinas tu? Puta

-LARA: será un honor que me abran el coño por 1º vez.

-YO: ¿como lo hacemos peque?

-ANA: traigo esto.- abrió la bolsa que traía dejando caer sobre Lara 3 consoladores, me resultaban familiares, y cuando los vi bien me di cuenta, eran los 3 con los que preparé a Ana para desvirgarla en fin de año, supuse que se habían quedado en la habitación, pero se los había guardado y conservado hasta ahora.

El 1º era fino y vibraba, el 2º era igual de corto y fino al inicio, pero iba aumentado su tamaño hasta la base, el 3º era un tamaño de polla normal, mas grande que los otros 2 y con estrías de forma natural

-YO: vaya con mi pequeña, ¿los has guardado?

-ANA: eso y mas, no veas lo bien que me venían en mis noches sola por culpa de esta puta que se llevaba a todos los chicos que se arrimaban a mi, ahora voy a abrirla el coño como me hiciste tu a mi, pero no vas a tirártela, aun no, la voy a desvirgar yo con el mas grande, ¿te parece bien? Puta.

-LARA: lo que usted quiera.- tenía la cabeza libre y elevada por la almohada, así que sus ojos podían observar el tamaño de las trancas, temblando al ver como Ana jugaba y chupaba el más grande mientras yo ya me la follaba a buen ritmo, con su cara algo desanimada al oír que no me la iba a tirar por ahora.

Ana se fue agachando y gateando hasta ponerse entre las piernas de Lara, y comenzar a comerle el coño, según parecía no era la 1º vez, pero no por ello dejé de penetrarla al ponerse a 4 patas, si mi ritmo en el trasero de Ana iba aumentado, los de la lengua y los dedos de Ana en el coño de Lara no eran menores, logró que se corriera un par de veces mas antes de correrse ella por mis arremetidas, eran tan fuertes que se puso encima de Lara, poniéndome de rodillas en la cama detrás de ella y acelerando el ritmo hasta matarla durante mas de 30 minutos, en los que Ana y Lara tenían un festival lésbico de besos y caricias, Ana sabia que su pezones eran volcanes y lo aprovechaba mientras aun podía ser dueña de su cuerpo, cuando me puse serio, los gritos de Ana por mis acometidas en su interior era bestiales, estaba sintiendo como se le abría el coño y me bañaban con sus orgasmos mientras Lara castigaba los pezones de Ana con su lengua. Terminé cogiendo a Ana del vientre subiendo su cuerpo y poniéndola de rodillas sin dejar de masacrarla para que Lara viera bien como Ana aguantaba de sobra aquello y mas, en aquel momento debió darse cuenta de la trampa, pero en el fondo lo deseaba tanto que le daba igual, solo disfrutaba de vernos follar sin puertas de por medio. Pasados 20 minutos mas, la situación me llevó a correrme dentro de Ana sacándola un orgasmo que la encendió, más que apagarla.

-ANA: así se folla, puta, no te creas que eres mejor que yo, por que este animal te destrozara mas que a mi, ya lo veras, pero ahora seré yo, ¿me ayudas amor?- se dobló para besarme alocadamente.

-YO: claro.

La saqué de su interior para dejarla sitio, se tumbaba sobre el coño de Lara que estaba rezumando fluidos, Ana cogió el mas pequeño de los dildos y lo puso a vibrar, para luego metérselo de golpe a Lara que casi se corre de nuevo solo con eso, no tuvo que moverlo dentro de ella mucho tiempo hasta que lo logró introducir sin problemas, aun así, con calma y sin prisa fue creando sitio, haciendo círculos, con mis indicaciones, al rato su coño aceptaba aquello, así que cambió al otro, que metió de forma violenta hasta al zona donde se ensanchaba, Lara gemía de placer pero se notó alguna mueca de dolor cuando fue sintiendo como su coño se abría ante el empuje de Ana que estaba con cara sádica, la tuve que pedir que fuera con mas calma y cuidado, aceptó a regañadientes, pero logró otro orgasmo del interior de Lara, llegó a rozar el limen, el cuerpo de Lara se removió de dolor.

-LARA: ¡¡¡por el amor de dios, hacedlo de una vez, me voy a morir!!!

-ANA: tú calla puta, eres mi regalo y lo haré como y cuando quiera.- esas palabras era impropias de mi dulce Ana, se había metido en el papel a conciencia, y estaba disfrutando.

Cambió de consolador y cogió el mas grande, lo pringó de vaselina que guardábamos de antaño, cuando su coño se irritaba, lo untó y lo fue metiendo hasta volver a notar el limen, eso martirizó a la pobre Lara, que pese a chorrear de placer sentía morirse por dentro, Ana tuvo compasión y haciendo la cuenta atrás, dio la estocada final, empujó tan fuerte que le metió el consolador casi entero, obligando a Lara a gritar y moverse de tal forma que me preocupó.

-ANA: ¡¡dios Lo siento, déjame que lo saqué!!- la paré.

-YO: déjalo, ya esta dentro, se tiene que acostumbrar.

Lara imploraba clemencia, pero no lo tendría, sujetaba a Ana para que no acudiera en su ayuda, se movía como un perro la 1º vez que lo atan a un poste, con la cara roja y compungida, poco a poco fue adaptándose, su gritos y sollozos disminuyeron, hasta que se quedo quieta, suspirando.

-LARA: dios, no es tan bonito como lo pintan, me arde el puto coño, no lo aguanto mas.

-YO: tranquila puta, esto es solo la primera vez, ahora veras como gozas.

Quité a Ana, y me puse al mando, cogí lo poco del consolador que quedaba fuera, casi con las uñas, y lo fui sacando lentamente hasta dejarlo casi fuera, Ana miró horrorizada como brotaba sangre del coño y goteaba alguna gota del consolador, le pedí que se centrara en comerle los pezones a Lara, la tenia que devolver al juego. Mientras ella cumplía, apenas pudiendo con una teta a la vez, yo volví a hundir el consolador en su interior de forma mas suave y circular, su gemido mostró escozor pero no dolor, llegando a un punto localizado de penetración optima, lo fui sacando y metiendo con un ritmo tranquilo y pausado, dando pequeños respiros, cambiando las muecas por suspiros y los quejidos por gemidos, el trabajo de Ana estaba ayudando y se volvió a correr, allí aceleré la mano y lamía su clítoris, arrancándola orgasmo tras orgasmo, estaba encantada y moviendo la cintura queriendo abarcar mas de aquel consolador que la estaba matando, Ana acariciando y lamiendo sus enormes tetas con sus pezones sensibles, mi lengua recorría todo su hinchado clítoris mientras el consolador la follaba sin descanso, no aguantó mas y rompió a llorar con un orgasmo final que me pringó toda la cara con una fuente de fluidos, tirando de las cuerdas y las esposas, culebreando extasiada. La dejé tranquila y descansando, recuperándose de un ligero temblor entre sus muslos, sacando el consolador bañado de fluidos, dándoselo a chupar y lamer a Ana, que lo cogió encantada y se le llevó a la boca, montándose encima de Lara, y jugando a besarse y chupar el falo las 2 a la vez, para probar sus jugos, hasta que quedó seco, Ana se incorporó riendo de forma endiablada. Lara nos miraba con los ojos abiertos y respirando con una celeridad desproporcionada, sus enormes tetas eran movidas con violencia.

-ANA: no ha estado nada mal para ser la 1º vez, puta, ¿quieres mas?- Lara estaba roja y avergonzada, el calentón había pasado y se daba cuenta de su humillante situación, era un momento clave para saber si seria nuestra puta o no para siempre, así que mi mano volvió a su coño y haciéndola un dedo, buscando su punto G, la obligué a contestar.

-LARA: si.- apartó la mirada cerrando los ojos, admitiendo que le gustaba aquello, aunque no era lo que esperaba.

-ANA: ¿quieres esta polla?- se retorció y me la agarró, tiesa de nuevo después de lo ocurrido.

-LARA: si.- ahora sus ojos se clavaron en mí, pidiendo que cumpliera mi palabra, con lágrimas en los ojos.

-ANA: pues vas a tener que ganártelo, mira – cogió el consolador y lo pegó a mi polla, era algo mas de la mitad que la mía, eso ayudo a Lara a comprender el lío en el que se había metido, pero no pudo evitar relamerse.- si quieres que mi hombre te posea, vas a entrenar muy duro y vas a ser mi puta particular, a partir de ahora no te acercarás a el, si yo no te lo ordeno, se ha acabado ir de espaldas a mi tonteando con el, soy tu ama, y me obedecerás ¿me has oído?

-LARA: si.

-ANA: si te portas bien te ayudare a follártelo, pero si no me haces caso, se acabo todo.- Lara asintió sin despegar sus ojos de mi polla tiesa.

-YO: ahora mira como se folla de verdad.- Ana me entendió.

Se movió, yo con ella, colgándose de mi cuello y me rodeó la cintura con sus piernas, cruzándolas, la pegué sobre mi pecho colocándome al borde de la cama, con Ana flotando encima de la misma, dejando que Lara tuviera un 1º plano descomunal, y allí mismo la ensarté entera, el grito de Lara por ver como Ana se metía aquella bestialidad sin inmutarse me excitó mas que si lo hubiera dado la propia ultrajada. Ana me miró con la boca abierta por mi poco cuidado, eso me llevó a follármela sin descanso mas de 20 minutos así, sin dejar de bajar el ritmo haciendo que los fluidos de Ana cayeran sobre Lara, sus corridas cada día eran mas abundantes y eso facilitaba que mis penetraciones fueran mas largas, se la metía y se la sacaba prácticamente entera cada vez y a gran velocidad, Ana cedió, no soportaba esa fricción y aprendió trucos para aguantar mas, abriéndose de piernas y estirándolas hacia arriba, mis manos en su culo era suficiente apoyo como para terminar corriéndome, poro la maté, bajándola y poniéndola a 4 patas sobre Lara, ensartándola por el culo dejando que viera el 1º plano de nuevo, regalé unos 10 minutos finales en que saqué a la bestia, Ana enloqueció, mientras que Lara temblaba solo de pensar que yo me la tirara así algún día, gritando que parara y pidiendo clemencia, mientras Ana sonreía halagada moviendo la cintura como una autentica profesional, luciéndose. En esos apenas 10 minutos de la bestia Ana quedó en blanco, a veces la bestia era controlada, y aguantaba mas mi dulce Granadina, y otras veces se me rompía la cadena, esa fue una de esas veces, era un muñeco de trapo, se tuvo que tumbar sobre Lara al no hacer ninguna fuerza para mantenerse erguida, corriéndome como un animal en un frenesí final matándola sobre el cuerpo de Lara y cayendo fundido sobre las 2, joder, me había quedado sin fuerzas, hacia mucho que no estaba así, pero me dio para comerle las tetas a Lara de nuevo, era un agravio comparativo, Ana las tenia de buen tamaño, normales y exquisitamente colocadas, pero las de Lara eran un prodigio de la anatomía femenina, un insulto a las leyes de la física. Mientras Ana se retorcía, tumbaba de lado sobre Lara, en un estado semi hipnótico, me quedé mirando a Lara y sus tetas, me puse de rodillas sobre su vientre y plante mi polla flácida y pringosa entre sus tetas, dándola en la barbilla con el glande.

-YO: dime, puta, ¿te crees que aguantarais esto que acaba de pasar?

-LARA: no.- lo dijo clavándome su mirada a los ojos, moviendo la cabeza de forma nerviosa diciendo que no.

-YO: me alegro de que por fin lo entiendas, eres inferior, en cualquier sentido, a Ana, y por lo tanto nuestra puta, solo podrás quitarte ese cartel si logras superarla.

-LARA: si, pero….quiero decir, no voy a poder hacerlo nunca.

-YO: eso queda en lo bien que te portes y lo rápido que aprendas.

Deshice los nudos y le quité las esposas, dejándola ir al baño, Ana supervisó su ducha, ya vuelta un poco en si, salieron desnudas y húmedas, por suerte estaba demasiado cansado para darme cuenta, me di una ducha fría, retomando sensaciones, volvía a tener un juguete roto, una mujer esclavizada para el sexo, pero ahora era compartida con Ana, mi verdadero amor, la mujer que siendo dulce y cariñosa, seguía mi ritmo sexual y se adaptaba o tomaba partido de aquellos juegos sexuales. Supuse que era la evolución lógica de una relación estable sin que se deteriorara, no podíamos seguir siendo la”parejita recién casada” siempre, estabamos madurando y aprendiendo juntos. En mis pensamientos estaba cuando Ana entró en el baño mientras me secaba, no sabia cuanto tiempo había pasado desde que me metí en la ducha, Ana estaba preparada para dormir, con uno de sus corpiños fosforitos transparentes, solo con el y un tanga a los que les había cogido el gusto, dejándome ver sus tetas a través de la tela con su espalda al aire solo tapada por unos tirantes elásticos, cerró la puerta y se acercó abandonando el papel de ama, cayendo a mis brazos con una de sus maravillosas sonrisas.

-ANA: dios, que gustazo, me acabo de quitar un yunque de encima con esa cerda.

-YO: vamos, ¿que no te parece mal?

-ANA: ¿que dices? Me encanta, ha sido un acierto, sobretodo con ella, tienes que verla, la he preparado para ti, la he ordenado que duerma con nosotros esta noche, solo dormir, y ni me mira a la cara, y obedece como un corderillo, nunca pensé que ver a alguien así me…..

-YO: ¿excitaría?- asintió algo avergonzada.- es normal, pasas de ver a una persona a un objeto, a tener poder sobre ella, y eso atrae, pero tienes que tener cuidado de no pasarte pero también de no parecer débil, si quieres mantenerla en este estado.

-ANA: vale, tu guía – me besó tiernamente, recordando que seguía allí mi novia perfecta, dios, era el hombre mas afortunado de la tierra, no hablo de una frase hecha, si no que no podía ser mas feliz con una mujer así a mi lado.

Volvimos juntos al cuarto y entonces vi a Lara de pie, mirándonos atenta y solo vestida con uno de los corpiños elásticos transparentes de Ana y un tanga, de los que no era asidua y mas que eso era en contra, siempre iba con grandes bragas discutiendo y alegando en contra de una prenda intima tan incomoda como el tanga, ufffffff, no os podéis hacer una idea, ver a Ana así era un pecado, y a Alicia no le quedaban bien, pero las tetas de Lara encerradas en esa tela eran un escándalo, se medio tapaba, le ordené que apartara las manos, dios, era groseramente obsceno, me recordó a Eleonor, la madre colombiana, saliendo a la piscina el 1º día con el biquini de su hija, pero mas grotesco aun, en Ana quedaba de frente como un vestido de noche algo descocado, casi ni se notaba que no había tela de los costados hacia atrás, pero en Lara la tela terminaba antes en el pecho, y se le salían las tetas por los lados y por encima, eran 2 balones de basket metidos en una de esas redes de medio kilo de naranjas o patatas. Estaba roja de vergüenza y caliente, si tenia los pezones tan sensibles el roce de aquella tela en ellos debían ser continuo y fuerte, no es que no se le cayeran y la tela las sostuvieran, ya sabia que desnuda y de pie no se le movían pese a la gravedad, es que las tenia pegadas al cuerpo como si estuviera boca abajo en el suelo, casi le nacían al final del cuello, no puede evitar ir a por ella y acariciar sus pechos, metiendo mi lengua hasta su laringe, acto que devolvió encantada, mas apasionada cuando mis manos fueron a su trasero y se metieron entre sus nalgas dando pequeños tirones leves del hilo del tanga, provocándole una fricción en el coño que la mojó al instante, lo noté, al ponerme detrás de ella y atacar su cuello mientras mis manos se apoderaban de sus senos sin poder abarcarlos, en mi polla al meterse entre sus muslos, como su calentura y su humedad iban aumentando, pero no se movía, solo se dejaba hacer, mirando en el espejo de enfrente toda la escena y mi estaca atravesándola de lado a lado. Ana se nos puso delante, y con suavidad me fue levantando la cara hasta hacerme mirarla.

-ANA: tranquilo amor, esta noche solo dormiremos.- me paró en seco separándome de ella por que me conocía lo suficiente como para saber que si seguía, Lara no salía de allí sin ser ensartada y ella quería enseñarla, poco a poco, como hice yo con ella.

Me acosté como siempre, metiendo mi polla entre las piernas de Ana y abrazándola dándola mi calor, aspirando su pelo y su olor a coco, dándole la espalda a Alicia, pero no tardé mucho en darme la vuelta y hacer los mismo con ella, era el juguete nuevo y quería probarlo, mis manos se centraron en sus tetas con los 2 salientes de los pezones, y su pelo corto, que no olía a nada, decidí probarla de nuevo, y ya de paso modificarla a mi gusto.

-YO: a partir de mañana quiero que tu y tu pelo oláis a vainilla, no eres una zorra barata, eres mía y yo solo tengo lo mejor. ¿Me has oído?

-LARA: dalo por hecho.

Me estaba costando conciliar el sueño con ellas 2 en la cama, las fui intercalando hasta que me quedé dormido, con sueños de futuro para esa nueva relación formada.

CONTINUARA………
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
poesiaerestu@outlook.es

 

Relato erótico: “Descubriendo el sexo 3a PARTE” (POR ADRIANAV)

$
0
0

DE LOCA A LOCA PORTADA2Llegué a casa en pleno atardecer. En todo el camino pensé en lo que me estaba pasando. Sin títuloEsto había sucedido a una velocidad vertiginosa, casi que ni tiempo tuve de pensarlo. Mas bien solo me dediqué a disfrutarlo.

El pequeñísimo vecindario allí estaba como siempre. Los hombres reunidos en una mesa vieja y desvencijada jungando cartas y bebiendo vino. A mi paso, como venían haciéndolo últimamente, pausaban el juego para prácticamente desnudarme con la mirada. Antes me molestaba, ahora lo disfrutaba.

Luego me cruce con Don Jacinto que con una sonrisa me hace señas para que me acerque.

¿Qué tal Don como le va?

Bien m’ija, bien -dice sin levantarse de la silla.

Y cuando me doblo para darle un beso como todos los niños hacen con él, ni corto ni perezoso, siento su mano envolviendome una pierna.

Ya estas hecha toda una mujercita.

Gracias Don Jacinto -le digo poniéndome colorada y sin saber qué hacer con ese momento.

Estas muy linda… -mientras su mano me acaricia.

Al principio me quedo cortada, pero después me divierte y le sonrío con ternura. El pobre… está viejito ya. Y saliéndome suavemente de la situación le digo:

Bueno, hasta mañana, me tengo que ir a casa.

Y arranco antes de que me de mas charla. Recordé lo que me había dicho Rosa con respecto al crecimiento, a pasar de niña a joven con formas de mujer, a ser el centro de muchas miradas con intensiones sensuales.

Pero lo descarté otra vez pensando que era un poco exagerado ese pensamiento.

En mi casa me cambié. Tengo el interior manchado de los restos de Arturo y mientras lo miro me sonrío y me provoca recordar la imagen de él sobre mí. Me lavo el pelo y el cuerpo en la regadera de afuera, con paredes construídas de cañas de bambú, sin techo. Me gusta estar limpia, lo disfruto.

Paso otro rato acomodando mis cosas y finalmente emprendo camino hasta la casa de Rosa y Arturo. Vamos a cenar.

Charlo un rato con ella hasta que llega Arturo. Saluda a Rosa que se ocupa finalizando la comida y viene a mí plantándome un beso en los labios.

Qué bien hueles…

Gracias.

Le sonrío.

Me cambio y vuelvo -me dijo.

Regresó y preguntó por su hijo Julian, a lo que su esposa Rosa contestó de inmediato:

Le pedí que se quedara con los hermanos de Andreita otra vez para que ella pueda dormir sola esta noche.

Buena idea.

Pasamos la cena charlando y Arturo contó de que es posible que por los próximos tres días no venga a dormir porque tienen que empezar la cosecha. Luego la conversación pasó a otros temas y finalmente me levanté a ayudar a limpiar la cocina.

Arturo se fue a acostar y luego lo siguió Rosa.

Acuéstate cuando quieras Andreita. No te preocupes por nosotros.

Estuve fuera un rato. Seguía pensando en mis padres que todavía no llegaban con las noticias de la visa para ir al norte y en el deseo que yo tenía de viajar, de conocer la ciudad que apenas estaba a tres horas o de subir a un avión por primera vez para ir a otro país. ¡El día que lo lograra iba a ser muy excitante!

Sé que tenía un tío en el norte, y allí era para adonde mi familia apuntaba emigrar. Él se había ofrecido ayudarnos porque le había ido muy bien. Tuvo la fortuna de poner un negocio con el que le fue de maravillas.

La luz de las estrellas apagó mis pensamientos y volví a recordar lo pasado con Arturo. Un cosquilleo entre las piernas me hizo reaccionar. Y sin siquiera planearlo, me toqué. Estaba mojada. Seguí tocándome y con un dedo recorrí la vagina de abajo hacia arriba. Me acaricié el clítoris y mis labios se separaron para dejar salir una bocanada de aire mezclado con un tímido gemido. Pensaba que él estaba a pocos pasos. Que esta noche no iba a poder sentirlo cerca porque a lo mejor Rosa no se iba a dormir tan temprano como la noche anterior y descarté la posiblidad por completo.

Me levanté del tronco donde estaba sentada y entré. Me quité la ropa y dejé mis tetitas al aire para meterme en la cama. Cuando ya había acostumbrado la vista a la luz de la luna que entraba por la ventana, me dí cuenta que Rosa montada encima de Arturo y tapada con las sábanas, se estaban dedicando a mirarme sonrientes.

Uy, perdón! -dije medio atontada y me metí en la cama dandoles la espalda.

No mi chiquita, no te preocupes. Está bien. No sientas verguenza. Es que no nos dimos cuenta que entrabas -me dijo Rosa.

Ven -me dice Arturo- arrímate aquí.

La mano palmeaba su cama llamándome para que me acostara con ellos.

Dudé porque Rosa estaba allí, pero apoyó a Arturo diciéndome:

Ven. No sientas verguenza – y rodando al otro lado de la cama me dejó lugar al lado de Arturo.

Entonces reaccioné y dije:

No… yo, yo no quiero molestarlos. Puedo dormir aquí, no se preocupen -señalando la cama donde me encontraba.

¡No, no y no, mi linda! No te vamos a dejar solita! -dijo Arturo atrayéndome pasando el brazo por debajo de mi nuca.

Y sentí su piel cuando me giré hacia él. Me dí cuenta que estaba desnudo por completo. Y Rosa dijo:

Andreita, Arturo quiere hacerse nuestro protector esta noche. No quiere dejarte dormir solita. -me dijo apoyando su cara sobre el pecho de su marido.

Si -contesteo él- Y yo también me siento protegido rodeada de ustedes dos! Ja, ja, ja…

Su mano me araciaba la espalda.

Ven -dijo Rosa- vamos a usarlo de almohada!

Y empujándome la cabeza con cariño nos juntamos en su pecho. Yo me sonreía nerviosa. No sabía qué hacer, cómo reaccionar…

Sentí movimiento mas abajo de la cintura de Arturo y me percaté que la mano de Rosa lo acariciaba entre las piernas. Intenté hacerme la tonta, pero ella me sonrió. Suficiente para hacerme entender de que ella sabía que su mano no me había pasado desapercibida. Y sin dejar de mirarme a los ojos descendió hasta desaparecer entre las sábanas. Un movimiento de Arturo acompañado de un gemido daban por entendido de que se estaba haciendo cargo de su pija con la boca.

Él giro su cara hacia mí y pegó los labios a los míos. A pesar de los nervios, mis flujos vaginales no se aguantaron mas y comencé a ensoparme. La lengua penetró en mi boca.

Los únicos sonidos que se escuchaban eran los grillos afuera, la boca de Rosa chupando la pija a su marido y los ruidos que provocaban nuestros besos. Todo me parecía irreal. La rapidez con que seguían multiplicándose los hechos sexuales de mi vida en los últimos dos días parecía poco normal. Mas bien era algo mágico…!

Rosa apartó las sábanas y con una mano atrajo la mía para que le agarrara la pija a su marido mientras ella seguía chupando. Me gustó sentirla en mi mano. También sentía los labios de ella pegando contra mis dedos cada vez que se la hundía en la boca.

¡Que rico tenerlas a las dos en la cama asi! ¡Rosa, quitale el calzón a Andrea! -le ordenó.

Ella, abandonando su pija, vino hasta mi lado y me bajó el calzón despacio, como disfrutandol hasta quitarmelo. Me quedó mirando entre las piernas mientras Arturo no soltaba mis labios y seguía besándome.

Y fue entonces en ese momento en que sentí que la boca de Rosa me besaba entre las piernas al igual que la boca de su marido hacía lo mismo con mis labios!! Rosa me metía la lengua y me pasaba dos dedos por el clítoris.

Hasta ese momento había creído que, cojer como lo había hecho con él, era el sumun del sentimiento físico. ¡Nunca habría pensado en que había más cosas deliciosas por conocer!

Me envolvió un estado insoportablemente caliente que me pedía a gritos que me liberara y dejara escapar gemidos y retorcijones con total libertad. Y así lo hice…

Abrí las piernas tanto como la posición me dejaba y me aferré a los cabellos de Rosa que se había entusiasmado chupándome. Mi mano masturbaba a Arturo ahora sin piedad. Su boca bajaba y se apoderaba de mis pezones.

Por mi cabeza no pasaba otra cosa mas que el sexo que estaba sintiendo. Ni pensamientos, ni imágenes, ni ruidos… estaba en un estado de éxtasis total! Que delirio!

Rosa me levantó las piernas más en alto y ahora su lengua luchaba por entrarme por detras. Y Arturo al darse cuenta le dijo:

Si mi amor, asi. Mójaselo bien, abréselo porque por ahí quiero que la sienta.

Rosa se dió a la tarea que su marido le pedía. Me metió un dedo en mi culito virgen y cuando lo hacía, sus labios volvían a mi vulva. Me sentí incómoda al principio al recibir esa invasión por mi trasero, pero al ratito lo empecé a disfrutar. Luego dejaba mis vulva y volvía a mojarlos con saliva e intentaba dos! Nunca había creído que por ahí podía disfrutar también!

Mientras tanto Arturo se enderezó y se sentó en mi pecho con una rodilla a cada lado de mi cara. Cuando le tomé la pija con mis dos manos él se adelantó y mis labios se apoderaron de la cabeza.

¡Chúpala! -me pidió.

Ese era mi deseo y no me hice esperar. Me le metí como pude y comencé a saborearlo con mi lengua primero, luego me la metía hasta donde podía y volvía a sacarla. Continuaba en esa tarea mientras Rosa habilmente me hacía disfrutar su entregada labor que chuparme por debajo.

El olor a sexo y los gemidos invadieron el ambiente del pequeño cuarto. Me sentía insoportablemente deseosa. Quería disfrutar sin parar, no quería que esa noche tuviera final.

Los dos dedos de Rosa ya se habían acomodado dentro de mi culito y ya no me incomodaban. Al contrario, me estaba gustando.

Arturo se sale de mi boca y hace lugar para que Rosa abandonando lo que me hacía, se sube hasta montarse arriba mío. Intenta juntar su vulva con la mía. Estamos ensopadas! Me mira a los ojos de una forma que no había sentido hasta ese momento y bajando la cabeza lentamente junta sus labios con los míos.

Jamás había pensado en dos mujeres besándose de la forma que empezamos a hacerlo. En cuanto su lengua invadió mi boca, yo hice lo mismo y sentí un deseo impresionante de moverme para que nuestros sexos se restregaran con fuerza. Ella entendió mi deseo y cruzó un pierna por entre las mías quedando entrelazadas. Así la sentí. Mi clítoris era restregado por el suyo y no dejábamos de besarnos. Sentí un climax insoportablemente delicioso. La suavidad de nuestros sexos entremezclando la humedad acrecentaba ese olor insoportablemente delicioso. Y fue tanto el entusiasmo que moví con furia mi cintura hasta que sentí que Rosa gemía cada vez más alto hasta llegar a una pausa y finalmente otro grito que me hizo enloquecer. Las dos estábamos llegando a un orgasmo profundo.

Nos quedamos quietas por un minuto hasta que Arturo pidió a Rosa que giráramos me dejara a mí encima de ella.

Con ese movimiento quedé encima de ella con mi culito expuesto para él. Se acomodó detras mío y sentí el calor de la cabeza de su pija en la misma entrada.

Me acarició la espalda con sus manos. Rosa me acariciaba las tetitas y me besaba en los labios con sensualidad.

Todo parecía estar listo para mi primera vez por detras. Ya no podía arrepentirme. Entonces empujó un poco deslizandose lentamente dentro de mi culito virgen acompañando con salidas y entradas bien cortas. Me dolía un poco. Era más grande que los dos dedos de Rosa pero yo esperaba acostumbrarme como lo hice con ella. Mis expectativas fueron siendo suplantadas por un deseo increíble de ser cojida por él a como fuera.

Rosa había tomado mis nalgas y las abría para ayudar, empujándome mas hacia su marido.

Asi mi linda… asi… Tienes el culito apretadito. Es peligroso porque me puedes hacer acabar muy rápido. Muevete despacito por favor…!

Estas ensopadísima Andreita…. -me dijo Rosa sin despegar sus labios de los míos. -¿Te gusta que Arturo te la meta por el culo?

…aha… sss…sssiii! -en ese momento me metía todo lo que quedaba e hizo una pausa.

Todo me parecía hermoso! Me encantaba estar asi, atrapada entre los dos. Se ocupaban de hacerme disfrutar tanto…

El grosor de su pija dentro de mi culito me elevaba la temperatura de mi conchita que deseaba ser sobada. Como adivinando mis deseos, ella me pasó la mano, me acarició el clitoris por unos segundos y me introdujo un dedo. Poco a poco empecé a mover la cintura, no me aguantaba más estar tan quieta con eso tan rico adentro. Él entendió mi necesidad e hizo lo mismo.

Rosa me besaba otra vez y me decía:

Estas disfrutando mucho mi niña. Tu carita lo dice todo. Disfruta lo más que puedas. Grita si tienes ganas. Pídenos lo que quieras hacer.

No podía pedir algo específico. Todo me gustaba, no sabía elegir todavía, quizas porque seguía descubriendo más cosas que me gustaban demasiado.

Asiiiihh…. asihhh… -llegué a balbucear con mi lengua peleando con la de Rosa.

Otra vez Arturo me embestía con precisión de la forma que más me hacía sentir. Su pelvis golpeaba contra mis nalgas mientras se aferraba a mis caderas.

Ufff… que rico y apretadito tienes el culo Andreita…!

mmnhhh… sssiih?

Asi mi cielito, asi mueve las caderas que te voy a llenar de leche ese culito sabroso.

– Dale Arturo, acábale dentro ya porque esta niña se está desbordando!

Y en ese momento me vino un choque eléctrico por todo el cuerpo concentrándose en la entrada del culo y en los labios de mi vulva que apretaba los dedos de Rosa. Y soltándome de los labios de ella exploté sin aguantarme:

Aaaaghhh….! Aaaaghh! Asíiiiihhhh…. Sssiiiii!!!!

Métesela duro, dásela! -gritó Rosa mientras yo le ensopaba los dedos que me tenía metidos hasta que salió un poco rodando por su mano.

Toma!!! -me gritó Arturo aferrándose con fuerza a mi cintura y empujandola lo más adentro que pudo hasta que paró y quedó así, apretado mientras su pija no paraba de hacer convulsiones… mientras se vaciaba dentro mío!

Me quedé quieta. Qué rico sentía cuando me estaba echando su leche dentro!

Rosa, esta niña me ha sacado tanta leche como hace tiempo que no me sucedía. Es tan calentona… me encanta cojérmela!

No dejes de cojértela. Me gusta que nos cojas a las dos las veces que quieras. No me importa que se lo hagas, me gusta saber que se lo haces a ella. Me calientas mas!

De verdad no te molestaría? -le preguntó Arturo a su mujer.

No! Al contrario! Me fascinó chuparsela y restregarnos, besarnos las tetas y la boca. Yo también me quedo con ese deseo. No te asustes Andreita, es la primera vez que se lo hago a una mujer y me encantó. ¿te sientes bien?

Si -respondí mientras él me la sacaba lentamente. Me tiré a un lado de Rosa que me acarició la cara mirándome con ternura.

Yo la miré a los ojos y nos sonreímos. Eso me dió un impulso involuntario y me acerqué a besarla en la boca otra vez. Ella me acercó sus dedos ensopados de mi venida y lo puso entre los labios de ella y míos. Los chupamos juntas.

Arturo se levantó y fue al baño a enjuagarse. Se demoró. Y con Rosa aprovechamos para seguir besándonos.

Chúpame las tetas -me dijo.

Y sin hacerme esperar hice lo mismo que ella me había hecho hace unos minutos. Se retorcía ayudándome con las manos en mi nuca. No sé cuánto estuve haciéndoselo hasta que en un momento me pidió:

Chúpame la concha que quiero acabar en tu boca.

Bajé hasta encontrarme frente a su concha. Cuando arrimé mi boca ella se abrió los labios de la vulva y le planté un beso con mi boca totalmente abierta, para abarcar lo más que podía. El huequito de entrada quedó bien en medio y me provocó meterle la lengua.

Sus manos se crisparon en mi cabeza mientras sus caderas se elevaban con deseos y volvían a bajar en un compás continuado. Esas movidas fueron acrecentando la velocidad y apretándose más contra mis labios.

Asíiii mi niña, asssiiihhh. que te la estoy echando en la boca! Asiii… toma!!!

Y mientras se retorcía mi cara empezó a mojarse totalmente, en la boca un líquido sabroso encendía más los movimientos de mis labios y la lengua hasta que ella fue perdiendo la fuerza de sus embestidas y la presión de sus manos en mi cabeza.

Me quedé por un rato pasandole la lengua como un gato, oliendo lo que tanto me llamaba la atención, separándome de vez en cuando para mirarle la concha. Tenía un poco de bellos alrededor, no muchos pero eran bien suaves.

Entonces sentí las manos de Arturo que había regresado. Me acariciaba toda en esa posición. Minutos después se acostó y nos hizo poner a cada uno de cada lado suyo.

No sé cuánto habrá pasado de tiempo, pero me quedé dormida.

PARA CONTACTAR CON LA AUTORA
adriana.valiente@yahoo.com

 

Relato erótico: “Teniente Smallbird 2ª parte” (POR ALEX BLAME)

$
0
0

3

SECRETARIA PORTADA2Smallbird se levantó al día siguiente acompañado por una Sin títulorespetable resaca. Entró en el baño tosiendo y descargó un escupitajo negro como su alma en la taza mientras meaba. Suspirando tragó un par de aspirinas y encendió su primer cigarrillo del día. Desayunó un café frío y se puso una camiseta limpia antes de ponerse la cazadora y el casco y salir de casa.

Entró en la comisaría precipitadamente y mientras le pedía a Gracia que preparase la sala de conferencias para una proyección se dirigió al despacho del comisario.

—Espero que tengas noticias, la alcaldesa está hecha un basilisco y me ha amenazado con arrancarme las pelotas si no resolvemos el caso para el fin de semana.

—Aun no tengo nada concreto pero creo que he dado con un posible móvil del asesinato. Ahora mismo vamos a analizar unos videos que la víctima hizo en casa de su vecina.

—¿La camarera?

—Sí, por lo que he podido averiguar la chantajeaba, al menos al principio, para poder acostarse con ella.

—Estupendo, sexo, violencia y cintas de video. —dijo Negrete resoplando— Por Cristo bendito, mantén todas las copias de esos archivos controladas. Si esos videos salen en alguna televisión o en algún canal de internet estaremos mañana todos en la calle.

—Descuida jefe, desde hoy esos archivos estarán únicamente bajo mi poder y solo se los dejaré a personal de confianza.

—¿Y qué vas a hacer ahora? —preguntó el comisario.

—Vamos a analizar el material y luego vamos a traer a tío y sobrina para aclarar alguna cosilla sin importancia, será entonces cuando les presionaremos con todo lo que tenemos a ver qué averiguamos.

—¿Crees que son los asesinos? —preguntó Negrete con desconfianza.

—La chica no creo que tenga nada que ver, pero el arquitecto, pese a su capa externa ligeramente afectada, es posesivo y manipulador, podría ser nuestro hombre. Cuando la chica llegó a la ciudad le faltaba poco para la mayoría de edad, aunque ningún juez lo condenará podemos apretarle las tuercas insinuando que si le acusamos esas pruebas podrían hacerse públicas.

—De acuerdo, adelante entonces, pero no te pases, estás jugando con fuego y toda la prensa está encima nuestro. Huelen la sangre.

Smallbird salió del despacho satisfecho y se dirigió a la sala de conferencias dónde Viñales ya lo tenía todo preparado.

Smallbird le dio las gracias y les explicó a todos los reunidos lo que había encontrado. Sin más dilación conectó el disco duro, seleccionó el primer archivo y lo reprodujo ante la mirada a veces interesada a veces asqueada de los investigadores.

—¡Joder! ¡Ya era hora! —exclamó Arjona— Después del trabajito de ayer necesitaba algo así. La noche pasada la pasé soñando con que era el compañero de celda de un Nacho Vidal hipersalido.

—¿Es realmente necesario ver todo esto? —intervino la agente Viñales.

—Buena pregunta. Necesitamos todos los detalles porque luego vamos a interrogar a tío y sobrina y mientras más sepamos de todo esto, más posibilidad habrá de sorprenderlos y hacer que hablen. —respondió Smallbird—¡ Ah! Y aprovecha, Arjona, porque en cuanto terminemos volverás a examinar esos archivos. Puede que encontremos más información oculta en esas carpetas.

Arjona hizo una mueca de asco y se concentró en el visionado del siguiente archivo. Smallbird ya los había visto todos la noche anterior pero imitó a todos los presentes concentrándose en la pantalla.

Vanesa pasaba de nuevo por delante de la cámara y se dirigía a la puerta tras haber sonado el timbre.

—Hola, ¿Necesitas algo?— Se oyó decir fuera de cámara a la joven con la voz nerviosa.

—Sabes por qué he venido. ¿Te ha gustado la película?

—Yo no sé a qué te refieres. —intentó disimular la joven.

—Sé perfectamente que has abierto tu correo y has examinado el archivo así que no te molestes en mentirme. —dijo Alex Blame que por primera vez aparecía ante la cámara mientras iba acorralando a la joven contra una de las paredes del salón.

La joven intentó revolverse y empujar al señor Blame para conseguir zafarse de él, evidentemente sin conseguirlo.

—¡Déjame en paz o empezaré a gritar! —dijo la joven no muy convencida.

—No creo que lo hagas —replicó Blame acariciando la suave piel de la joven con unos dedos gordos como morcillas— que iba a decir papá si descubriese que la putita de su hija protagoniza una sórdida película acompañada de su hermano.

—Eres un cabrón. —dijo intentando reponerse.

—No, soy un cabrón con suerte. —dijo Blame alargando la mano y sobando el cuerpo de la joven por encima del ligero vestido de algodón.

Vanesa reaccionó inmediatamente y le dio un fuerte bofetón. Alex Blame sonrió y se lo devolvió con desgana. La joven gritó y se echó una mano a la mejilla. El hombre la cogió por un brazo y de un empujón la tiró sobre el sofá con una sonrisa maligna.

—Ni se te ocurra volver a hacerlo putita. Ahora desnúdate para mí —dijo el tipo sentándose cómodamente en el sofá y echándose mano al paquete.

La joven lo pensó durante unos segundos y finalmente se puso de pie apesadumbrada.

—Vamos putita, no tengo todo el día. ¿O prefieres que cuelgue tus grandes éxitos en internet? Por cierto ¿Y esos sonidos tan raros que hace tu tío cuando folla? ¿A qué se deben? ¿Alguna de vuestras antepasadas se folló un aullador?

La joven no le hizo caso y se quitó el vestido sin ninguna ceremonia.

—Vamos, vamos. Sé que lo puedes hacer mejor. —dijo él poniendo música con un mp3 que llevaba consigo.

Vanesa suspiró, cerró los ojos y comenzó a moverse al ritmo de la música. Desde una nueva perspectiva, todos vieron como los pechos grandes y turgentes de la joven se balanceaban al ritmo de la música ante la mirada porcina y acuosa de Blame.

—Así está mejor —dijo él— ahora quítate las bragas, quiero ver ese chochito rubito en vivo y en directo.

La joven se quitó obedientemente las sencillas braguitas de algodón que portaba y se quedó totalmente desnuda ante la libidinosa mirada de aquel tipo.

En el silencio de la sala de conferencias se oyó como Arjona tragaba saliva audiblemente al ver el cuerpo pálido y el vello rubio adornando el sexo de la joven.

—Realmente deliciosa. —dijo Blame babeando ante la visión del cuerpo joven y turgente mecerse sugerente al ritmo de la música.

Alex gruño y revolvió con su manaza en el bolsillo del albornoz sacando una pequeña pastilla azul.

—Esto, cariño —dijo mostrándole a la joven la Viagra antes de tragarla—me permitirá hacerte volar durante horas.

La risa resonó por todo el piso mientras Blame se quitaba el albornoz que llevaba puesto y le mostraba a la joven un cuerpo gordo blanco y ligeramente sudoroso. Su polla erecta y congestionada se bamboleaba bajo su tripa dándole una aspecto estrambótico.

Con la mirada fija en los grises ojos de la joven, se acercó a ella y le dio un largo beso en la boca. La joven se quedó rígida con los brazos quietos a los costados y cerrando los puños impotente mientras el hombre repasaba su boca su cuello y sus clavículas con la lengua.

—Tranquila cariño. Mi fuerte con las mujeres no es la primera impresión pero pronto sabrás apreciar todo lo que te voy a dar. —dijo agarrándose la polla y restregándola contra los muslos tensos de la joven.

Blame cogió a la joven con suavidad por un hombro y la guio fuera del campo de la cámara. Un nuevo plano les enfocó mientras entraban en la habitación. Blame le empujó contra la pared y agarrando uno de sus pechos lo chupó con avaricia. Vanesa gimió y con un gesto de miedo y asco tensó todo su cuerpo incapaz de de decidir si gritar o dejarse hacer.

—¿Cómo conseguiste hacer la película? —preguntó ella tras un par de minutos de magreo y dolorosos chupetones.

—Muy sencillo. —respondió él sin parar de estrujar emocionado los redondos pechos de la joven— El día que me ofrecí para instalarte gratis internet aproveché y puse algunas cámaras en tu piso.

—Cerdo, y yo me fie de ti.

—No te flageles, no eres la única, en realidad vivo de eso. Tengo una página web donde ofrezco películas gratis, cuando cualquier idiota se baja una de ellas yo robo todos los datos que hay almacenados en su ordenador. Oro puro.

Alex no se extendió más y agarró a la joven lanzándola sin miramientos sobre la cama. Sin dejarla reaccionar se tiró sobre ella inmovilizándola con su peso. Con un suspiro de placer se cogió la polla con la mano y la enterró en el fondo del coño de la joven.

—Vamos putita, imagina que soy tu querido tío que viene a consolarte en tu soledad.

Vanesa soltó un breve grito al notar como la polla de aquel hombre entraba cuando su coño aun no estaba del todo preparado e intentó revolverse pero Alex sujetó sin miramientos sus muñecas contra el colchón.

Segundos después Blame comenzó a entrar y salir abriéndose pasó en el deliciosamente estrecho coño de la joven y no tardó en correrse resoplando y empujando como un elefante marino.

A pesar de todo, la joven vio como tras la eyaculación la polla de su agresor seguía dura y caliente como un hierro al rojo.

—Tienes un chocho precioso putita. —dijo Blame enterrando la cabeza entre las piernas de la joven y chuperreteándole su sexo.

Muy a su pesar Vanesa comenzó a excitarse y olvidándose de quién estaba entre sus piernas agarró su cabeza y tiró de ella gimiendo mientras agitaba su pubis y arqueaba su espalda.

Blame penetró en el cálido interior de la joven, en esta ocasión con sus dedos, mientras que con maestría golpeaba con fuerza el clítoris de la joven con la lengua haciéndole retorcerse de placer con cada impacto.

A continuación Blame cogió a la joven aun estremecida y sentándose en el borde de la cama la depositó sobre su regazo. Esta vez fue ella la que cogió la polla con sus manos y se la metió en su coño, ahora totalmente encharcado de deseo. Agarrándose a los hombros comenzó a subir y bajar empalándose con el miembro de Blame, cerrando los ojos y dejándose llevar por el placer.

—Muy bien, más rápido putita. —dijo Blame sudando y resoplando.

La joven siguió cabalgando hasta que agotada se dejó caer brillante de sudor, Blame la agarró entonces por la cintura y la alzó en el aire sin dejar de penetrarla a un ritmo salvaje. Jadeante por el esfuerzo la depositó sobre un aparador y siguió follándola hasta que la joven se corrió gritando e hincando las uñas en la espalda de su chantajista.

Sin dejarla reponerse la obligó a arrodillarse y le metió la polla en la boca. Vanesa chupó obediente la polla de Blame olvidándose de cualquier comedimiento, repasando el miembro de extremo a extremo con su lengua, chupando y mordisqueando.

—¡Sí putita! Eso es. —dijo Blame enterrando la polla en el fondo de la boca de la joven y eyaculando de nuevo.

Alex sacó la polla mientras la joven tosía y escupía semen y golpeó las mejillas de la joven con su miembro aun duro como una piedra.

Ante la mirada alucinada de los presentes aquel cabrón cogía a la joven y la ponía a cuatro patas en la cama y lubricando su coño con un poco de saliva volvía a penetrarla.

Los dos amantes se alternaron en sus orgasmos sin solución de continuidad hasta que finalmente tras más de hora y media de ejercicios gimnásticos se tumbaron en la cama agotados y jadeantes.

—¡Joder! —exclamó Arjona cuando terminó la proyección— ¡Qué gran pérdida para la humanidad! Este tipo era el Cecil B. De Mille de los videos caseros.

El resto de la mañana la pasaron viendo maratonianas sesiones de sexo y preguntándose cuanto debía comer aquel tipo para poder mantener aquella tripa realizando un ejercicio tan intenso.

Cuando volvieron de la comida, Smallbird llamó a Vanesa y a su tío citándolos por separado para “aclarar unos detalles en la comisaría”.

Mientras esperaban la llegada de ambos, Smallbird echó una mirada al informe preliminar de la autopsia sin que averiguase nada que no le hubiesen contado antes los periódicos.

Salvador fue el primero en llegar con diez minutos de adelanto, Camino lo condujo a la sala de interrogatorios dónde Smallbird le esperaba tranquilamente sentado y cerró la puerta a sus espaldas.

—Perdone que le recibamos aquí, pero están redecorando mi despacho y no tengo un sitio mejor para recibirle. —mintió Smallbird con total naturalidad— Siéntese, por favor.

Smallbird abrió una carpeta llena de papeles que no tenían nada que ver con el caso mientras esperaba a que el tío Salvador se pusiese todo lo cómodo que era posible en la silla metálica que el detective le había ofrecido.

—Vaya. Así que es aquí donde obtienen las confesiones de los asesinos. —dijo Salvador mirando a su alrededor e intentando no parecer nervioso.

—Ante todo gracias por venir, sabemos que es un hombre muy ocupado. —dijo el teniente entrelazando los dedos sobre la mesa.

—En efecto, así que le ruego que vayamos al grano, por favor.

—Por supuesto. ¿Podría decirme donde estuvo la anteanoche? Digamos desde las nueve hasta las seis y cuarto de la mañana.

—¿Está insinuando que soy sospechoso?

—Oh no, —respondió Smallbird poniendo una cara de inocencia digna de un óscar— es todo pura rutina. Pedimos la coartada de todas las personas relacionadas con la víctima para descartar a la gente y evitar que nos enredemos en falsas pistas. Ya sabe no debemos malgastar el dinero del contribuyente.

—Lo entiendo —dijo Salvador—¿Pero qué tengo que ver yo con ese tipo tan desagradable? Creo que cruzarme un par de veces con él en el ascensor no quiere decir que estemos relacionados de ningún modo.

—Sí, bueno, el caso es que follarse a la misma mujer suele ser una relación bastante comprometida.

Las pupilas del arquitecto se dilataron y se quedo rígido durante un momento. Un ligero temblor del labio inferior denotaba el tumulto de emociones que pasaban en ese momento por su cabeza. Smallbird sacó un cigarrillo del paquete y lo encendió exhalando el humo a los ojos de aquel mequetrefe.

—¿Qué está insinuando? —acertó a decir al fin el hombre en un susurro ahogado por la nicotina.

—No lo estoy insinuando. Sé que se ha estado follando a su sobrina, al menos desde que llegó a la ciudad y sé que la víctima, el señor Blame, le tomó el relevo entre las piernas de Vanesa.

—¡Esto es intolerable! ¡Voy a hablar ahora mismo con mi abogado y les voy a demandar por atentado contra el honor! ¿Cómo se atreven …?

—Tenemos pruebas documentales. —le cortó Smallbird mostrándole una memoria extraíble pero sin ninguna intención de mostrarle el contenido— Así que será mejor que nos diga donde estuvo anteanoche y sus abogados no se verán obligados a determinar cuántos delitos ha cometido al abusar de una menor y encima con estrechos lazos de sangre.

—¿Pruebas? —preguntó el hombre temblando.

—Sí, tenemos un video con el que la víctima chantajeó a su sobrina. ¿Sigue afirmando que no conoce a Alex Blame de nada? —dijo Smallbird dando una nueva calada al pitillo.

—De nada absolutamente, señor. —respondió el arquitecto repentinamente respetuoso.

O el tipo era un actor consumado o la sorpresa había sido total. Después de eso, Salvador se derrumbó y respondió a todas las preguntas sin oponer ninguna resistencia. Según su declaración estuvo trabajando hasta tarde aquella noche y tenía varios compañeros como testigos, con los que a continuación habían ido a tomar algo al centro. Como comprobaría más tarde hablando con ellos, Salvador tenía una coartada sólida hasta las cuatro y pico de la mañana con lo que era imposible que hubiese podido cometer el crimen en persona.

El teniente dejó a Camino con el viejo verde, convenciéndole de que si había dicho la verdad no emprenderíamos ninguna acción judicial contra él y salió de la sala de interrogatorios para recibir a Vanesa que estaba a punto de llegar.

Con la chica decidió ser más suave y la recibió en su despacho. En cuanto atravesó la puerta y vio la cara de circunstancias del detective, automáticamente supo que su secreto había quedado a la luz.

—Sabía que solo era cuestión de tiempo —dijo ella sentándose y poniendo el bolso en la silla que quedaba libre.

—Entiendes entonces que debo hacerte unas preguntas.

—Desde luego. —replicó Vanesa tragando saliva.

—¿Puedes decirme qué estuviste haciendo la noche y la madrugada del asesinato del señor Blame? —preguntó el teniente.

—Estuve trabajando en la cafetería hasta la una, después recogí el local con la ayuda de mi compañero y me derrumbé en la cama a eso de las dos de la mañana. Me levanté a las cinco y cuarto de la mañana para servir los desayunos y me fui a casa unos minutos después de que tú terminases tu tostada y te fueses, a eso de las once.

—Tienes un horario complicado —dijo Smallbird.

—Depende de lo que se entretenga la parroquia. Normalmente no llego tan tarde a casa pero la otra noche había partido y la gente siempre se lía.

—Entiendo. ¿Cómo conociste a la víctima?

—Llegó al edificio unos pocos meses después que yo. Me crucé con él un par de veces al principio y aunque solo le faltó meter su hocico debajo de mi falda se mostró educado y no me pareció especialmente peligroso.

—Con el tiempo fue cogiendo confianza y comencé a encontrármelo más a menudo en la puerta o en el ascensor. Un día le comenté lo mucho que me molestaba tener que ir a la cafetería para tener una conexión wifi decente y él me dijo que se dedicaba a eso y que podía instalarme un par de repetidores para que la señal de la cafetería llegase a casa.

—Ahí fue cuando te pinchó el piso… —dijo Smallbird para permitir a la joven coger aire.

—En efecto, aquellos dos días instaló seis cámaras y varios micrófonos en mi casa. Incluso me puso una en el baño y se mondaba de risa viéndome cagar cuando estaba estreñida. —dijo la joven rabiosa.

—Desde luego ese tipo era una joya. ¿Qué pasó a continuación? —preguntó el detective.

—Lo has visto en los videos. Me chantajeó y fue tal como él había dicho. El tipo es muy hábil en todo lo que hace y con el tiempo, tal como me había prometido, empezó a gustarme lo que me hacía y establecimos una especie de morbosa y retorcida relación únicamente basada en el sexo. Cuando quería algo llamaba a mi puerta me hacía lo que le apetecía y luego se volvía a su piso.

El teniente se recostó pensativo mientras la joven describía los pormenores de su relación con aquel degenerado. Estaba claro que los continuos abusos que había sufrido por parte de su tío, probablemente incluso antes de que llegara a la capital, le habían dejado la autoestima por los suelos y Blame había llegado en el momento justo para establecer con ella una relación de dominación que la joven había aceptado con naturalidad.

—¿Sabes si Blame tenía enemigos?

—Los coleccionaba. —dijo la joven con una carcajada exenta de toda alegría— Decía que mientras más éxito tuviese, más enemigos tendría. Según él, la última vez que los había contado tenía dos mil trescientos y pico. Yo creo que exageraba.

—¿A qué se dedicaba?

—Venta de información. De cualquier tipo, conseguida de cualquier manera. Páginas de bajada de archivos, espionaje industrial, intercambio de favores…

—¿Podría haber sido alguno de ellos el autor del crimen?—preguntó Smallbird con interés.

—No lo creo. Protegía muy bien su identidad cuando hacía negocios. Además supongo que ya estaréis investigando a los cuentistas.

—¿De qué hablas? —preguntó el detective sorprendido.

—¿De veras no habéis logrado averiguar nada? ¿No habéis descubierto lo del perfil de Alex Blame en guarrorelatos? ¿Ni sabéis nada de los ochenta y ocho relatos?…

PARA CONTACTAR AL AUTOR:

alexblame@gmx.es

 

Relato erótico: “LAS TRES REINAS 3- LA VIDA EN RAGNASTEIN” (PUBLICADO POR MALEANTE)

$
0
0

herederas3

Salud y buena fortuna! Y aquí va el tercero! Por fin! Harald Aaren vuelve con sus andanzas y desventuras. Siento mucho haber tardado tanto pero ahora mismo estoy fuera del país y no siempre puedo escribir. Pero ya está hecho! Me ha sorprendido gratamente encontrar comentarios positivos llevando a penas dos relatos escritos. Sinceramente no me esperaba que la gente se tomara unos minutos de su valioso tiempo para opinar en torno a mis relatos. Es muy de agradecer.  Espero sinceramente que disfrutéis leyéndolo tanto o más de lo que disfruto yo escribiendo. Como ya sabéis sois libres de dar vuestra opinión sea buena o mala. Si queréis contactar conmigo podéis hacerlo en lemaleante@gmail.com  Gracias otra vez y disfrutad de la lectura!

El Maleante.

……………………………………………………………………………………………………………………..

 

5Harald estaba, como no perplejo. No era de menos. A fin de cuentas no es muy común que una bella joven se presente desnuda en la alcoba de alguien como si nada.

-¿M…mi ayuda?-balbuceó Harald, que aún no se había recuperado de la sorpresa inicial.- Lynn, ¿sabes qué hora es?  No puedes venir en mi habitación en mitad de la noche así como así.

-Pero tú dijiste que si necesitaba algo acudiera a ti-contestó Odalyn inocente.

-¡Yo no dije eso en ningún momento!-respondió Harald iracundo e intentando no gritar.

-Pues debiste ser más específico y decirme claramente que no podía venir a tu dormitorio a estas horas de la noche. Ahora ven. Necesito tu ayuda.-contestó simplemente Odalyn.

Harald estaba aún medio dormido y estaba demasiado cansado para encontrar lógica en los sinsentidos de la joven. A estas alturas poco le importaba su desnudez así que salió de la cama con cuidado de no despertar a su mujer  y comenzó a vestirse con lo básico mascullando entre dientes.

-¡Vaya!-exclamó Lynn con sorpresa.- ¡Tu virilidad es enorme!

La frustración de Harald iba en aumento.

-En el bosque vi a varios machos en época de celo. Se les ponía muy grande y grueso cuando querían montar a las hembras. Pero nunca había visto la de un hombre. ¿Todos la tienen de ese tamaño?

Los dientes de Harald rechinaban como los de un perro rabioso y estaba empezando a gruñir como uno.

-Cuando curé a Helhest vi que él también la tenía bastante grande.  Más que los ciervos. ¿Quién la tiene más grande? ¿Tu o Helhe…?

-¡De acuerdo Lynn!-explotó Harald furioso.- ¡Ya me he dado cuenta de lo mucho que te impresiona! ¿Ahora querrías hacer el favor de dejar de hablar de mi polla?

-¡Oh!- exclamó divertida Lynn- Así que ¿así es como se llama?

Entonces pasó lo que Harald quería evitar a toda costa: Que Kaira se despertara.

-Mmmmmm ¿Harald?-bostezó la reina- ¿Qué haces despierto? Es muy tarde.

-Nada mi amor-se apresuró a responder Harald.-Un asunto que debo solucionar. Vuelve a dormir. No tardaré.

-Más te vale.-respondió una somnolienta Kaira durmiéndose de nuevo.

3Por suerte para Harald a Kaira le costaba centrarse nada más despertarse a menos que la situación lo requiriera. Y más si se acostaba cansada. Y con la guerra que le había dado Harald era muy probable que lo estuviera. Así que probablemente no se había percatado de  la presencia y desnudez de Lynn.

-Tienes que controlar más tu genio Harald.-le reprendió Odalyn con ligereza.

Harald ni se dignó a contestar. Caminaron en silencio por los fríos pasillos de Ulfgard  bañados con la débil luz de una luna creciente. Harald aún estaba molesto por la reciente intervención de Odalyn y su evidente falta de tacto. Pero se le paso al ver la belleza que emanaba cada poro de su piel bañada por la luz de la luna y el sensual vaivén de sus nalgas desnudas que ella movía sin percatarse de lo atractivas que resultaban. Lo cual hizo que Harald se agitara un poco. Se había equivocado: Aún le afectaba la desnudez de la joven.

-Bueno.-rompió por fin Harald el silencio y en parte para apartar su mente de tales pensamientos.- ¿Vas a decirme cual es el problema que tienes?

-¿Qué?-Lynn parecía ensimismada- ¡Oh sí! Espera a que lleguemos a la habitación.

-“A saber que gran problema tiene ahora”-pensó Harald con sarcasmo.

Caminaron hasta la puerta abierta de la habitación de invitados. O lo que antes era la habitación de invitados. Si antes estaba desordenada ahora era un completo caos. Los tapices estaban desgarrados, la cama estaba desecha y había cuencos y adornos esparcidos por doquier. Harald creyó distinguir los pedazos de un orinal roto a lo lejos. Y el dosel de la rica cama estaba arañado y mordido. La escena fue tan repentina para Harald que no sabía muy bien cómo debía reaccionar. No estaba seguro si enfurecerse por el desorden, reírse como un maniaco, tomar aire e intentar mostrarse amable… La verdad es que el ser molestado a estas horas y esa capacidad que parecía tener  Lynn para enervar su libido o aumentar su frustración no favorecían demasiado el buen humor de Harald. Optó por un tono de voz neutral.

-¿Qué ha pasado aquí Odalyn?   

-Ese es el problema Harald-dijo ella con voz aliviada al parecer por que el rey había dado con la raíz del problema.- Lo siento pero no podemos dormir aquí.

-No me digas.-añadió el monarca sarcástico.

-Los pequeños están nerviosos.-continuó Lynn.- se agobian aquí dentro. Y yo también. Creía que sería como dormir en una cueva. Pero no lo es. Las cuevas están vivas. Estas cuatro paredes son muy estresantes. He intentado calmarles pero no paran quietos.

-Sí, ya veo.-repuso Harald sarcástico.

-Así que necesitamos otro sitio donde dormir.

-¿Ahora?-preguntó Harald incrédulo.

-¡Pues claro Harald! La gente duerme de noche ¿no?-respondió Lynn con obviedad.- A veces pienso que no eres muy inteligente.

Las siguientes horas fueron un agotador “busca una estancia del agrado de una misteriosa y atractiva joven y seis lobeznos que se desarrollan a un ritmo alarmante”. Harald le propuso varios sitios que se le ocurrieron. Las habitaciones de servicio eran demasiado pequeñas, los barracones femeninos estaban llenos de armas y apestaban a aceite y a piel rancia. Cosa que no agradaba ni a los lobos ni a la muchacha. Los establos estaban bien pero a los caballos no parecía hacerles mucha gracia el tener a seis potenciales máquinas de matar durmiendo con ellos. Probaron con otras habitaciones de invitados con ventanas más grandes, menos decoración, más altas más bajas… Pero ninguna era la apropiada. Y el sótano quedaba descartado. Lynn no sabía muy bien lo que era pero cuando vio las escaleras que había que bajar y lo profundo que estaba retrocedió asustada. Harald ya no podía más. Estaba agotado por el viaje y por el esfuerzo que había hecho con Kaira. Solo quería poder volver a la cama dormir las pocas horas que quedaban hasta el alba con su mujer abrazada, y poder comenzar con el arduo trabajo que era ser el rey de un gran imperio. Así que debido a su urgencia de acabar con aquella búsqueda sin sentido a Harald se le ocurrió una idea diabólica para vengarse de Lynn.

4-¡Ahora lo recuerdo!-exclamó Harald con un fingido entusiasmo.- Hay una habitación especial que guardamos para huéspedes exigentes como tú.

-¿De verdad?- contestó Lynn esperanzada.- ¿Habrá sitio suficiente para los pequeños?

-¡Desde luego! ¡Y para todas tus cosas!- Harald ya se imaginaba la cara de decepción que pondría Lynn cuando conociera la cruda verdad.

Se adentraron por varios pasillos y escaleras de Ulfgard, mientras Harald degustaba su pequeña venganza en su interior. Mientras tanto Lynn parecía inquieta. Daba la impresión de que intentaba imaginarse que clase de habitación especial podría ser aquella, y por qué no se la habían ofrecido en primer lugar. Tras  caminar algún tiempo entre las entrañas de la fortaleza llegaron a un gran claustro por el que se veía el cielo estrellado. El claustro era como si algún caprichoso dios se hubiera empeñado en que un bosque creciera ahí. Había robles, arces, hayas castaños así como arbustos y musgo. El tercer rey de Istramor Erik Aaren “El Erudito” había decidido que un rey debía tener un lugar donde relajarse sus arduas labores y poder estar en paz. Por eso hizo construir ese pequeño bosque en la fortaleza. Además era el responsable del enorme fresno que crecía en el centro. Era como si los Aaren hubieran decidido construir Ulfgard alrededor del Yggdrasil o como si el “Árbol del Mundo” se hubiera encaprichado con crecer en aquel lugar. Desgraciadamente hacía tiempo que nadie cuidaba ese bosque centenario. Los predecesores de Harald prefirieron preocuparse de otros asuntos como la guerra o el comercio.  Por eso ahora carecía del esplendor que había tenido antaño. Oculta entre la maleza se hallaba una vulgar puerta. Harald se detuvo ante ella.

-Hemos llegado. Estos son tus nuevos aposentos-anunció Harald abriendo la puerta e intentando contener la risa.

Cuando abrió la puerta la cara de Lynn era una mueca de asombro. Ante ella se hallaba una gran habitación llena de toda clase de mugrientos utensilios y polvo. Cuando “El Erudito” mandó construir el pequeño bosque decidió que era buena idea que en él hubiera un almacén donde guardar herramientas de jardinería para el cuidado de las plantas. En principio tenía ser una pequeña habitación pero el arquitecto que diseño los planos se equivocó porque en aquella época el reino tenía algo grande que celebrar. Así que estaba algo borracho cuando dibujo los planos. Y para cuando quiso enmendar su error ya fue tarde. Por eso el rey Erik tuvo un precioso bosque y un almacén de herramientas desproporcionadamente grande. Y por supuesto los años de abandono habían convertido aquel lugar en un agujero inmundo. Solo las mazmorras eran peores.

-Bueno: ¿qué te parece?-preguntó Harald esperando la reacción de la muchacha.

-Harald… Lynn parecía estar en shock- Esto es…

-“Ahora es cuando explota”-pensó para sí Harald expectante.

-No podemos quedarnos aquí.-repuso Lynn.

-“Oh sí.”-el rey de Istramor celebraba su victoria.- “¿Cómo sienta tener la esperanza de descansar en paz y que se vea truncada porque a alguien le parece buena idea disponer de ti justo en ese momento?”

-Sabía que la habitación iba a ser grandiosa. Pero no tanto. No puedes destinar semejante alcoba para alguien tan insignificante como yo. Como mínimo al rey de algún reino. Seguro que todas estas cosas apiladas son para que nadie indebido pueda instalarse aquí. Solo le haría falta una ventana para que fuera perfecto. Incluso estas fierecillas están contentas. Qué pena no poder quedarnos.

Lynn había dejado a los lobeznos en el suelo (a los que había transportado durante todo el trayecto) “Solo faltaba que me los hubiera endilgado a mi” Había pensado Harald. Ahora olisqueaban y husmeaban todo con curiosidad.

Ahora era Harald el que estaba en shock. De todas las reacciones esa era la que menos se esperaba.

-“Es un maldito almacén de trastos inmundo Lynn. Está sucio no tiene ventanas y dormir dentro es como estar en un una tumba. ¡Por todos los gigantes ni siquiera tiene una maldita chimenea!”- pensó Harald fuera de sí.

1Iba a responder algo pero vio la pena en el rostro de Lynn por creer no ser digna de lo que para ella era todo un palacio. Y eso lo desarmó.

-“¡Dioses no! ¡No pongas esa cara! ¡No la soporto!

Por alguna razón Harald no podía soportar ver a Lynn triste. Y sobre todo, aunque ella afirmara ser menos importante que una noble, Lynn tenía una dignidad y gracia que muy poca gente tenía a pesar de tener unos modales un tanto mejorables.

-Bueno…-carraspeó Harald- sí que es verdad que esta habitación es muy solicitada por su… amplio espacio y sus hermosas vistas-Harald intentaba encontrarle a aquella pocilga virtudes que no tenía.- Pero eres mi invitada. ¿Qué clase de anfitrión sería si no te agasajara debidamente? Si quieres la habitación, es tuya.

-¿De verdad?-Lynn parecía emocionada- ¡No! Gracias Harald, pero es demasiado para mí.

-¡Tonterías! Si vas a alojarte bajo mi techo lo harás de la manera que estés más cómoda. ¡Es una orden como tu anfitrión y como rey!-exclamó Harald en un intento de ser serio que a Lynn le pareció de lo más cómico. Pero no se rió.

-¿De verdad que nos podemos quedar?-

-¡Maldita sea, sí!-Harald quería que aquella maldita búsqueda terminara de una vez.-Tu y esos pequeños monstruos os podéis quedar.

Y Harald recibió un fugaz beso en la mejilla.

-¡Gracias! ¡Gracias!-Lynn no cabía en sí de gozo.- ¡Ahora me pareces menos estúpido Harald Aaren! 

-Mmmmm… ¿Gracias? “¿Acabas de volver a llamarme estúpido Lynn?”

Harald empezó a mirar un poco mejor la habitación.

-A decir verdad no está tan mal.-dijo en voz alta- Hay bastante sitio. Solo habría que quitar todos estos trastos inservibles, y limpiar un poco. Supongo que se podrían instalar unos braseros. O mejor una estufa de hierro para no tener problemas con el humo. Y puede que hasta se pudiera abrir un hueco en la pared para hacer un ventanal. Los muros son sólidos. Aguantarían sin problemas. Es decir… Que aunque metiéramos una cama una mesa algunas sillas y demás muebles aún habría suficiente espacio para una joven y seis lobos adultos. Por muy grandes que sean. ¿Tú qué opinas Lynn?

Pero Lynn no escuchaba se había recostado contra un árbol cercano y estaba respirando con tranquilidad profundamente dormida y desnuda con los seis lobeznos a su alrededor acurrucados y en paz.

-“Lo que hay que ver. Debían estar muy cansados. Y mira que ponerse a dormir así de cualquier manera”-pensó Harald para sí mientras se quitaba la capa para tapar con ella a los durmientes. Tampoco pensó mucho en el hecho de haber mencionado que los lobos podían quedarse por lo menos hasta que fueran adultos.

Con paso cansado se dirigió de nuevo a su alcoba. Cuando por fin entró en el dormitorio se metió en la cama con su mujer que estaba profundamente dormida. Cerró los ojos y se dispuso a dormir. Pero entonces los cuernos del amanecer sonaron como un trueno, anunciando un nuevo día y con ello la jornada de Harald.

-“¡Mierda Lynn!”-maldijo el rey de Istramor saliendo de la cama hecho una furia y preparándose para atender a su reino.

  …………………………………………………………………………………………………………………….

9Ser rey no era tarea fácil. Y más aún ser el rey de Istramor. Algunos reyes dejaban sus asuntos políticos en manos de criados u otros nobles para dedicarse a labores más placenteras, como lo eran cazar, asistir a grandes banquetes, comer, beber y pelearse hasta perder el juicio, saquear tierras vecinas, fornicar con varias mujeres… Pero el rey Harald no era de ese tipo. Si algo ocurría en su reino quería ser el primero en saberlo. Esa mañana el rey no estaba de muy buen humor. Prácticamente no había dormido. Y en la cena del día anterior no había comido demasiado debido al agotamiento y de sus deseos de hablar y yacer de su amada reina. Así que a la intensa falta de sueño se le podía añadir un hambre atroz y la segura creencia de que sus deberes para aquel día no serían escasos. De modo que nuestro joven monarca se hallaba de un humor pésimo dispuesto a destripar o parir el cuello con sus manos desnudas a cualquiera que osara contrariarle más de la cuenta. Pero cuando entró en la Gran Sala su olfato de cazador se deleitó con los aromas del pan recién orneado,  los huevos fritos, la panceta y las gachas. Y es que el bueno de Daven había intuido que su señor no estaría lo que se decía en posesión total de sus facultades. De modo que había ordenado a los cocineros y sirvientes que el desayuno de aquel día fuera abundante y copioso para que al menos su alteza pudiera mantenerse en pie.  Harald, que sabía de la intervención del viejo mayordomo en aquello le deseó  mentalmente una vida larga y un puesto de honor en el Valhala cuando muriera. Se sentó en su asiento de honor y enseguida fue abordado por sirvientes que le proveyeron con comida y le saludaron amablemente. Harald intentó ser cordial pero sus ansias por comer y sus secas respuestas les dieron a entender que lo mejor era dejar las bandejas de comida desearle bien y marcharse en silencio. Estando entretenido comiendo Daven se acercó a comprobar si todo era del agrado de su amo.

-Buenos días majestad. ¿Es todo de vuestro agra…? ¡Por Surt y el fuego eterno!-exclamó cuando vio el rostro cansado y ojeroso de Harald.-Me atrevería a decir que no habéis tenido una noche muy… sosegada mi señor.

-En efecto Daven-contestó Harald-Esta noche he tenido ciertos… contratiempos.

-Entiendo. Lamento perturbar vuestra comida. Pero vuestra invitada Odalyn y sus… pequeños acompañantes han desaparecido. Los he buscado por todas partes pero no he podido hallarlos. He de añadir que su habitación estaba en un estado algo lamentable y todas sus pertenencias siguen ahí. Es curioso.

Harald suspiró. En parte porque el problema que Daven mencionaba ya estaba solucionado y porque compadecía al viejo.

-No temas Daven. Sé dónde están. Anoche tenían ciertos problemas con sus aposentos y me encargué de darles unos que fueran más de su agrado.

-¿Lo hicisteis?-saltó Daven extrañado pero se calmó al mirar el cansado rostro de su rey, y hacer relaciones.- Oh… Ya comprendo.

Harald asintió con un gran bostezo.

-Estáis agotado milord. Quizá deberíais tomaros un descanso. Ayer fue un día duro y…

-No, no-le interrumpió Harald con otro sonoro bostezo.- Soy rey y como tal debo atender a mi reino.

El bostezo que dio Harald fue profundo que su boca parecía el mismo Ginnugagap.

-¿Quiere mi amo que le traiga alguna bebida?-dejó escapar Daven casualmente.- ¿Algún brebaje vigorizante?

-“Ahora mismo te besaría anciano”-se dijo Harald- Sí Daven. Es justo lo que necesito. Una bebida que me despierte. Dile a Orm que me prepare una.

-Siento decepcionaros mi señor-dijo Daven eligiendo con cuidado sus palabras.- Pero maese Orm ha muerto.

10Por unos segundos Harald se despertó completamente.

¿Qué?… ¿Cuándo?-lord Aaren estaba incrédulo.

-Hace unos días. Cinco si la memoria no me falla. Lo encontramos derrumbado en sus aposentos con una jarra de buen vino y una prostituta asustada. Ella jura que estaban… divirtiéndose y que de repente se desplomó. Llamamos a uno de los mejores galenos de la ciudad. Descartó el envenenamiento. Parece que a nuestro pobre Orm le tocaba partir ese día.  Que Oden lo tenga en su seno…

-Y que su alegría no tenga fin en el Valhala.-terminó Harald algo conmocionado.

El bueno de Maese Orm. Conocido por muchos como Orm “El Malhumorado”. El galeno de su padre desde que Harald tenía memoria. Era conocido por su constante mal humor, su afición por el juego, la bebida, la comida y las mujeres. También había sido un gigante pelirrojo con una barba poblada y algo calvo con unas manos enormes que nadie diría que servían para el oficio de curar. Pero había pocas personas que podían afirmar haber sido tan leales como el viejo Orm. Conocía de memoria las propiedades de todos los ingredientes que había el reino y de varios extranjeros. Y siempre se prestaba voluntario a asistir y socorrer a quien fuera aunque lo hiciera salpicado de maldiciones, gruñidos y un falso fastidio. Eran famosas sus discusiones con varios miembros del castillo, en especial con las matronas pues afirmaba saber más del arte de traer vástagos al mundo que aquellas “viejas ineptas y arrugadas”. Había asistido a más de un  miembro de la corte y había salvado millares de vidas. Nadie sabía de donde venía ni si tenía alguna familia. Era hermético con su pasado. Pero todos recordaban muy bien su llegada. Cuando el anterior galeno fue ejecutado por robar de las arcas reales El rey Rasmus ordenó pregonar por todo el reino que el puesto de “Galeno Real” estaba vacante. Fueron muchos los hombres y mujeres que se presentaron a aburrir al rey Rasmus con sus largas listas de conocimientos y méritos. Hasta que aquel gigante pelirrojo había irrumpido en la gran sala abriéndose pasó a través de los candidatos y la guardia. Cuando llegó ante el rey le exigió gritando que lo eligiera a él para esa tarea, ante el asombro de todos. Todos pensaban que el rey Rasmus lo mandaría apresar, lo castigaría por su insolencia y mandarlo ejecutar. Pero en vez de eso el rey lo miró divertido y le preguntó por qué debería hacer tal cosa. Pensando que se estaba riendo de él, se puso rojo de ira y espetó:

-Podría pegaros tal paliza que se os sacaría todos vuestros dientes ocho veces, haría desaparecer vuestra nariz, os arrancaría la barba a jirones y acabaríais tan hinchado y ensangrentado como una uva madura. Tanto que ni vuestra madre podría reconoceros. Y después procedería a rehaceros y curaros. Cuando acabara con vos sería como si nunca os hubiese tocado. Quien sabe: quizás hasta pudiera haceros más agradable a la vista.

11Toda la sala se quedó en un silencio sepulcral. Que fue roto frente al asombro de todos por las carcajadas del rey, que se reía como si hubiese perdido el juicio. Tras unas demostraciones básicas de que conocía el oficio, el rey decidió que ese era su nuevo galeno. Harald tenía tres años, pero había sentido fascinación, miedo y respeto por ese hombre que así le había hablado a su padre. Su perdida dolió a Harald pero procuró no mostrarlo.

-¿Qué se hizo con él?-preguntó Harald

-Lo que se debe hacer con un hombre así.-respondió con obviedad  Daven.- Se le lavó y se le vistió ricamente. Al atardecer hicimos una pira le dimos las gracias y quemamos el cuerpo mientras los soldados cantaban “La balada del Drakar Negro”. Aunque él y yo disintiéramos en algunos aspectos era un buen hombre y un leal sirviente del reino.

-¿Y quién le ha relevado?-preguntó Harald queriendo terminar cuanto antes.

-En cuanto a eso mi señor… aún no hemos tenido ocasión de encontrar un galeno real.

-¿Qué? ¿Pero no tenía un aprendiz?-preguntó Harald incrédulo, pues esa solía ser la tradición.

-Ya sabéis como era. No quería a “ningún mequetrefe que interviniera en su trabajo y su vida”. Así que no tenía ninguno.

-“No es que Orm fuera muy ordenado que digamos. Y sí. Eso suena como algo que diría él”-pensó Harald para sí.

-¿Y no habéis buscado un nuevo galeno?-preguntó Harald

-Lo intentamos señor. Pero la reina Kaira estaba muy ocupada con otros asuntos y no ha podido encargarse de todos ellos.

-¿Kaira ha estado administrando los asuntos del reino?-Harald estaba sorprendido- Pero si ella los odia. Prefiere los asuntos del palacio y la ciudad. Además Leif podría haberse encargado de ellos en mi ausencia.

-Y vuestro hermano se ofreció, pero su majestad la reina Kaira fue firme en esa decisión. Según sus propias palabras una reina debe saber gobernar su reino.

-“Mi reina, mi amor, mi guerrera y mi valkiria…-pensó Harald con ternura. ¿Te has encargado de tus quehaceres, los míos y aún has encontrado tiempo de buscar y preocuparte por un idiota como yo? Claramente no te merezco.”

-Creo que la reina continua durmiendo. Podéis pedirle un resumen de los acontecimientos dado que ella los atendió personalmente. Mandaré a alguien a despertarla y…

-No.-la voz de Harald era tajante.- Dejadla dormir. Es más no quiero que nadie la moleste. Manda a una doncella o dos que atiendan sus necesidades. Pero no quiero que nadie la moleste.

Kaira se había ganado un descanso más que nadie.

-Como gustéis majestad. Puedo intentar haceros un resumen de un par de asuntos que oído y…

Daven fue interrumpido por otro sonoro bostezo.

-Creo que primero mejor os traeré ese brebaje mi rey.-repuso Daven diplomático- El resumen puede esperar.

Harald pronunció una disculpa que fue distorsionada por otro bostezo.

  …………………………………………………………………………………………………………………….

12Gracias al fuerte mejunje de las hierbas que habían pertenecido una vez a un hombre que se llamaba Orm, Harald se sentía algo más despierto. La bebida, aunque amarga como una batalla perdida empezaba a correr por su sangre despertando los aletargados sentidos del rey. Una vez alimentado y medianamente despierto se dirigió a dar un pequeño paseo antes de su ardua jornada. Pensó en comprobar el estado de Lynn y los lobeznos, pero no le apetecía caminar hasta el bosque interior. En su lugar se dirigió a uno de los amplios balcones de Ulfgard a respirar el fresco aire matutino. Unos momentos después se dirigió a la Gran Sala ya vacía. Seguramente tendría audiencias. Harald se tomaba su labor muy en serio. Peo no podía con las audiencias. Cuando la gente venía contarle sus aflicciones y a pedirle que les pusiera remedio o las arreglara, le daba la impresión que siempre se lo pedían como si tuviera la respuesta a todo y como si él no tuviera quehaceres o preocupaciones. Los campesinos tenían siempre alguna demanda, deseo o riña entre ellos. Normalmente eran poca cosa: dos campesinos querían las mismas tierras, una joven se embarazada por un amante ilícito, quejas ante alguna de las tarifas o impuestos, invitaciones a fastidiosos eventos públicos a los que el rey tenía que asistir…  A veces traían problemas de verdad como bandidos, ataques por fieras salvajes, asesinatos, peleas entre familias o clanes (que había que parar de inmediato para que el conflicto no afectara a más gente). También tenía que firmar un sinfín de permisos y documentos, proveer de dinero a los gremios, ejército y arquitectos para nuevos proyectos. En resumen Harald pasó unas tres horas de la mañana intentando mantener el tipo ante una tarea que encontraba nada grata. Después venían las reuniones con la corte para saber cómo iban las cosechas, la defensa, las naves, la ganadería, el bienestar, la economía… Normalmente solía acabar con los representantes de cada ámbito solicitando más dinero al rey para nuevos proyectos. Algunas veces tenían sentido. Pero otras veces eran exageraciones y sus contantes parloteos y suplicas le daban dolor de cabeza a Harald, y muchas veces tenía que calmar su sangre nórdica que le exigía que si algo le desagradaba simplemente, lo golpeara, lacerara, acuchillara, aplastara, degollara, atravesara o mutilara hasta que dejara de hacerlo. Cuando la reunión acabó Harald recibió un mensaje que le entregó Daven. Era una simple moneda de hierro,  con el símbolo de una mano llameante.  Señal de que su presencia en La Fragua  era requerida.

-“¿Qué tendrá en mente ese loco de Algurn?”-se preguntó el monarca con un suspiro dirigiéndose a donde sus deberes la llevaban.

La Fragua, el centro de trabajo principal de los más finos artesanos de Istramor. No cualquiera podía trabajar allí. Estaba reservado solo para los mejores artesanos que estuvieran dispuestos a poner su talento al servicio del rey y el reino. Ulfgard estaba construido sobre un complejo sistema de túneles y galerías. Muchas de ellas habían servido muy bien de mazmorras, bodegas y bóvedas. Y es que las raíces de Ulfgard era donde se encontraban las mazmorras y La Fragua. Aunque tuviera ese nombre no eran solo espadas y armaduras lo que salían de allí. Todas las grandes ideas, artilugios, métodos e invenciones que habían hecho grandes a Istramor se habían “fraguado” allí. Por obvias razones de seguridad las mazmorras y La Fragua  estaban separadas por gruesos muros artificiales y naturales. Aquel lugar guardaba cientos de secretos y artilugios experimentales, que era mejor que nadie observara y menos tuviera acceso a ellos si se daba una fuga (algo improbable, pero mejor pecar de precavidos). Allí abajo había toda clase de trabajadores. Desde alfareros que hacían cuencos y jarrones dignos de adornar las estancias de Asgard, herreros que hacían espadas más afiladas y temibles que las garras y colmillos de cualquier bestia que hubiera existido, alquimistas que fabricaban toda clase de mejunjes. Desde potentes analgésicos a venenos que proporcionaban un final horrible. También había Ingenieros y arquitectos que diseñaban las más formidables y maravillosas construcciones, como también escribas que se encargaban de plasmar todo el conocimiento en los libros y un sinfín de oficios más. El mensaje que le había llegado a Harald venía concretamente de la sección del “Los hijos de Nidavellir”. La sección de aplicaciones prácticas, cuyo símbolo era una mano llameante. Señal de que harían cualquier cosa  por lograr sus objetivos.  Pocas personas conocían de la existencia de “La fragua”. Y menos personas  aún conocían su ubicación. No era buena idea que todo el mundo supiera donde se producían los avances del reino. Había hasta un grupo especial de sirvientes que se encargaban exclusivamente en cocinar, alimentar a los trabajadores, limpiar, y hacer lo que fura que hiciera que los habitantes de La Fragua    pudieran hacer su trabajo lo mejor posible. Harald se movió en silencio y con normalidad. No quería levantar ninguna sospecha. Caminó por varias galerías y pasillos, hasta que llegó a una vieja pero solida puerta de roble que se encontraba en una de las alas más remotas de la planta baja. La abrió y ante el apareció un viejo armario de escobas con todo tipo de materiales de limpieza. El pasillo estaba desierto, salvo por un criado con el pelo como la ceniza que estaba limpiando pausadamente el pasillo al que Harald saludó con una ligera inclinación de cabeza. Salvo que no era un criado. Era uno de los muchos guardianes ocultos que había en el castillo. Su trabajo era custodiar aquel viejo armario que era más de lo que parecía. No estaba solo. Habría seguramente, más de los suyos ocultos en las cercanías. Si había problemas se presentarían de inmediato en un suspiro y sacarían armas de la nada. Ese era su trabajo. Cumplir su labor sin que nadie supiera que la estaban llevando a cabo. Eran discretos, silenciosos, rápidos, eficientes y letales. Como sombras. De hecho así le gustaba a Harald llamarlos: Sombras. Se metió en el armario y cerró la puerta. Una vez allí buscó la pequeña hendidura que había en el suelo escondida entre unos trapos y demás utensilios de limpieza y metió una pequeña punta de lanza que tenía como colgante. Cuando estuvo completamente dentro, giró la muñeca como si de una llave se tratara. Acto seguido con un sordo crujido la pared frontal se abrió como una puerta corredera mostrando un lúgubre pasadizo de escaleras que daban hacia abajo iluminado tenuemente por unas antorchas. Recogió la llave se adentró en el pasadizo cerró la puerta apretando un botón en la pared y descendió hacia la negrura que no parecía tener final.    

……………………………………………………………………………………………………………………..

13Le gustaba el montacargas. A Harald le gustaba mucho. La primera vez que vio esa curiosa plataforma de madera con cuerdas y poleas se había sentido extrañado y desconfiado. Pero era un gran trabajo de ingeniería y pronto descubrió que viajar en él era de lo más cómodo.  Debido a la ausencia de corrientes fuertes de viento a penas se tambaleaba y el recorrido normalmente era tranquilo. Gracias a un sistema de contrapesos y a la energía de un río subterráneo apenas costaba esfuerzo ponerlo en marcha.  Parecía que la plataforma no hacía más que descender en la oscuridad eterna a la que hacía frente con la luz de unos tenues candiles. Mientras bajaba Harald miraba a la oscuridad. Aquello era un cráter de piedra y por supuesto tenía sus límites y paredes naturales. Pero la negrura total hacía imposible distinguir nada. Aun así Harald vio y oyó algún movimiento a sonido. En la oscuridad. Sabía perfectamente de que se trataba. Eran ellos. Las Sombras. Su labor era proteger La Fragua y por lo tanto moraban en las paredes como letales y temibles arañas, siempre vigilando en las pasarelas y puestos de guardia que  se habían construido para tal propósito en la pared rocosa. Si algo estaba fuera de lugar o había algún peligro caerían sobre la amenaza como un enjambre furioso. A pesar de la tenue luz podían ver perfectamente que el visitante era el rey al que habían jurado proteger así que el trayecto de Harald fue silencioso. Por fin llegó hasta el fondo y una vez ahí pudo oír la música de la fragua: metal sonando, líquidos hirviendo, plumas escribiendo, fuego crepitando…   La Fragua estaba viva. Nada más bajarse del montacargas Harald vio una figura encapuchada que vestía una túnica gris y que le esperaba.

-Salud Egil. ¿Piensas salir alguna vez de este agujero?-preguntó Harald con sorna.

El encapuchado levantó la cabeza, dejando a la vista el rostro de un anciano de largo pelo y espesa barba gris con aspecto de estar cansado.

-Majestad…-dijo Egil con una voz profunda y lúgubre.- Ya sabéis que vivo para mi trabajo. Y las distracciones del mundo exterior hace tiempo que dejaron de interesarme. Así que son ciertos los rumores. Habéis vuelto de vuestro… viaje.

-¿Los rumores llegan tan abajo?-bromeó Harald.

-Solo los importantes.

-¿Está Algurn aquí?-continuó Harald.

-¿Ese viejo testarudo? No. A quién buscáis es a Bahir, ese jovenzuelo con aves en la cabeza. Está en su rincón con sus planos y su desorden. Estaba muy excitado y decía que tenía algo importante que mostraros.

-En ese caso mejor voy a buscarle.

-Si no os importa os acompañaré un trecho. Tengo que regresar a mi trabajo.

Ambos el anciano y el monarca caminaron por el complejo laberinto de túneles, galerías, bóvedas, celdas y pasadizos. En cada uno había artesanos ejerciendo su labor: herreros. Alfareros, tejedores, curtidores, cada uno tenía su nombre y su símbolo.

-¿Cómo va tu trabajo Egil?-preguntó cortésmente Harald.

-Bien, bien.-contestó el anciano.- Ahora estoy con un nuevo proyecto.

-¿Ah sí? ¿De qué se trata?-preguntó curioso el rey.   

– Cosas mías. Solo quiero probar una pequeña teoría

-¿Significa eso que vas a dejar de dedicarte a las pócimas y brebajes?-preguntó Harald con una risita.

-Me ofendéis majestad. Mi trabajo es mucho más amplio que las “pócimas y brebajes” como vos las llamáis. La alquimia es una ciencia misteriosa y complicada. Los alquimistas nos tomamos nuestra labor con seriedad y orgullo dijo mostrando con vehemencia el medallón de metal que lucía al cuello de un cráneo apoyado en un cáliz y ambos rodeados por una serpiente. El símbolo de su sección. Tras dejar atrás los habitáculos y lugares de trabajo siguieron caminando y hablando de banalidades y de sus respectivos deberes.

-En serio Egil: ¿De verdad piensas quedarte encerrado aquí toda tu vida?-decía Harald jovial.

-Yo vivo para mi trabajo y la investigación majestad ya deberíais…

Egil no pudo acabar la frase porque en ese momento se oyó una explosión  que hizo retumbar toda la cueva a la vez que unas lenguas de fuego salían de una puerta de hierro blindada. Un suceso así habría alarmado a cualquiera. Pero no a los moradores de La Fragua que estaban bastante acostumbrados a ese tipo de… pequeños imprevistos. Egil soltó una maldición.

-Malditos locos… “Los hijos de Nidavellir” conseguirán sepultarnos algún día a todos.

-¿En qué exactamente, se basa esa aversión que tenéis los alquimistas y los hijos los unos a los otros?-preguntó el monarca.

-No es aversión mi rey. Digamos que el modo de proceder de los hijos es… muy desacorde al nuestro. Nosotros buscamos nuevas fórmulas basándonos en la lógica, el método y la cautela. En cambio esas cabras locas les dan igual como proceder. Experimentan al azar obteniendo resultados al azar. Algunos satisfactorios, sí. Pero asumen demasiados riesgos. Vos mismo habéis comprobado que los resultados pueden ser… explosivos. Literalmente.

-Y supongo que ya habrás discutido amablemente tu punto de vista con Algurn.-repuso Harald imaginando la respuesta.

-¿Con ese sesos de roca?-preguntó Egil molesto- Lo intenté un par de veces. Y lo único que conseguí  fueron insultos y herramientas dirigidas contra mi persona.

-Exageras…-le quitó importancia el rey

-Tal vez. O tal vez no. En cualquier caso mi señor me parece que los dos tenemos asuntos de los que ocuparnos. Oden os guarde mi rey.

-Suerte con tus investigaciones Egil.-se despidió el rey palmeándole la espalda.      

Se adentró por el territorio de Los hijos de Nidavellir buscando una puerta en particular. Al fin la encontró. Una puerta de metal roja de la herrumbre y bastante abollada. A su lado había un letrero que rezaba así: “Bahir el Alocado. Genio inventor y decano del desastre.”

-“Bahir y su discreción…”-pensó Harald con un suspiro.

Llamó tres veces. Y como no recibió respuesta decidió entrar.

El propietario de aquellas estancias tenía como apodo “El Alocado”. El por qué se veía reflejado en ellas. Desorden. Pergaminos desenrollados y enrollados por doquier. Hojas en blanco desperdigadas y cientos de complejos bocetos en la pared dibujados con carbón y una tinta a base de zumo de frutas sangre y demás ingredientes. Restos de comida y platos sucios o a medio terminar, pedazos de carbón una chimenea extinguida. Un camastro pequeño abandonado en una esquina, extrañas maquetas de futuros proyectos a base, de madera, metal y hueso. Había estanterías llenas de varios cachivaches, libros y diversas herramientas desperdigadas y un banco de trabajo no muy ordenado.. También había una mesa llena de bocetos en la que descansaba una cabeza con una maraña de pelo negro sentada en una silla. El rey se dirigió a ella.

-Bahir… Bahir…-llamó en susurros intentando despertarle.

Al ver que no funcionaba intentó sacudirle un poco. Lo cual solo sirvió para que mascullara algo ininteligible.

-“En fin” –pensó Harald- “No tengo todo el día”

Y acto seguido agarró la silla y tiró bruscamente de ella haciendo que el durmiente se precipitara al suelo al faltarle un apoyo. El pobre diablo despertó como si uno de sus pies estuviera ardiendo.

-¡Dioses! ¡Qué demonios! ¡Majestad!-exclamó cuando fue consciente de su entorno.

-Buenos días Bahir. Siento haberte despertado tan abruptamente. Pero he oído que querías verme. Y no tengo todo el día. Si te sirve de consuelo mi primera idea fue arrojarte agua fría. Pero me pareció demasiado y temía por tus diseños.

-¿Cómo?-respondió incrédulo Bahir- ¿Ya es por la mañana? El tiempo si pasa rápido aquí. He estado trabajando en algunos proyectos y… Gracias por no despertarme de peor forma majestad.

Bahir era un extraño personaje. Era de estatura media y bastante delgado  y un cuerpo fibroso acostumbrado como estaba a trabajar en La Fragua. Su piel era como la caoba denotando su procedencia extranjera y llevaba una media melena negra hasta los hombros y algo de barba descuidada. Portaba una sonrisa perpetua de blancos dientes. Lo que más llamaba la atención de Bahir eran sus ojos. Eran dorados y llenos de inteligencia y locura lo cual a veces le daban aspecto de maníaco. Tendía a abstraerse en el trabajo y cuando se emocionaba explicando alguno de sus diseños tendía a hablar a una velocidad desmesurada. La historia de Bahir era simple. El Maestro Algurn, jefe de sección de Los hijos de Nidavellir lo encontró en una lejana ciudad del este, donde el sol siempre lucía la arena dominaba todo en lugar de la nieve y las ciudades guardaban mil y una maravillas que en gran parte eran desconocidas en aquellos lares.  En uno de sus viajes Algurn dio con Bahir, un huérfano de las calles. El viejo Maestro no dio muchos detalles pero algo en los ojos del muchacho le llamó la atención. Así que se lo llevó con él a Istramor como su ayudante para comprobar incrédulo que el chico tenía un don para las aplicaciones prácticas. En esos momentos Bahir intentaba poner orden sin éxito en sus estancias. Harald empezaba a impacientarse.

-Bahir… ¿Qué es aquello que tenías que mostrarme?

-¿Qué?… ¡Oh sí, sí claro!-Bahir corría por la habitación tropezándose y maldiciendo.- ¡Qué me parta un rayo! ¿Dónde está?

El joven buscaba frenéticamente. Harald esperaba no estar así toda la mañana.

-¡Por fin! ¡Ahí está!-exclamó cogiendo un bulto cubierto con un lienzo que estaba en una estantería.

Mientras lo agarraba derribó unos cuantos libros de la estantería. Cuando lo tubo se mostró ansioso ante el rey.

-¿Vas a mostrármelo?-Harald empezaba a mosquearse.

-Aquí no. Hay que ir al campo de pruebas. No temáis. Es la puerta en frente a la mía.

Salieron de la alcoba-taller para entrar por una gruesa puerta cuya llave Bahir tenía. Una vez dentro se encontraron en una larga estancia con variaos estantes llenos de diversas armas y varios monigotes hechos de madera y paja que servían como sujetos de prueba. Muchos de ellos estaban mutilados atravesados o quemados señal de las “pruebas” que habían sufrido. Bahir señaló a un monigote de paja con dianas pintadas en puntos vitales y que estaba bien lejos en el fondo de la sala. Acto seguido quitó el lienzo del misterioso bulto que había colocado en una mesa con gesto teatral. Harald no se esperaba aquello.

-Bahir… ¡Por todos los gigantes! ¿Qué demonios es eso? ¿Se supone que es un arco?

El objeto en cuestión era una especie de estructura que al final tenía dos palas de metal unidas por una cuerda. También tenía extrañas partes que el rey no comprendía de que servían.

 -Eso majestad…  Es el fututo de las armas a distancia. En mi lugar de origen algunos guardas los portaban. He intentado reproducirlos. Y no ha sido fácil basándome solo en vagos recuerdos. En cuanto a si es un arco… Es algo parecido. Yo prefiero llamarlo arco cruzado. ¡Es una maravilla! Intentad dispararle al objetivo. Los proyectiles están sobre la mesa.-dijo apuntando hacia el lejano muñeco.

-¿Quieres que dispare con eso?-exclamó Harald incrédulo.

14Harald era un excelente tirador. Se había ejercitado con el arco desde una edad en la que aún no podía sostener uno de verdad y menos tensarlo. Pero no creía que disparar con ese cacharro fuera posible. Aun así lo intentó. Cogió el dichoso arco cruzado por el extraño mango con una mano. Con la otra agarró uno de los cortos proyectiles que estaban en la mesa y lo colocó en la cuerda. Agarró el arma con las palas en posición vertical y se dispuso a tensar la flecha con la otra mano. Tarea que le resultó imposible.

-¡No, no majestad!-exclamó Bahir quitándole el artefacto de las manos.- No se hace así. Lo siento, quizás debí tener en cuenta que al ser una nueva invención quizás no supierais como funciona.

Acto seguido prosiguió a tensar la cuerda pisando el arco y tirando con fuerza. Lo que le costó unos instantes. Por último colocó una de las pequeñas flechas en la ranura del mango por delante de la cuerda y se la entregó a Harald con cuidado.

-Listo majestad. Ahora solo debéis de apuntar y apretar esa pestaña. Tened cuidado. Es un modelo experimental y aún hay cosas que se deben mejorar.  Apoyadlo en vuestro hombro para ganar estabilidad.

Harald se mostraba algo escéptico frente a esa parodia de arco. Así que sin mucha convicción apretó el pequeño resorte del curioso artefacto. En menos de lo que bate las alas una libélula el pequeño dardo voló disparado del artefacto para estrellarse contra la cabeza del muñeco y atravesarla limpiamente. El rey se quedó sin saber muy bien que decir. Con aquel curioso artefacto acababa de generarle una muerte instantánea a aquel monigote. Intentó cargar el artefacto de nuevo pero la sorpresa le impidió manipularlo debidamente. Bahir selo arrebató y lo cargó de nuevo entregándoselo a su amo que disparó otra vez. Y otra. Y otra. Y otra. De esa manera el muñeco de pruebas presentaba heridas que se verían horribles en un cuerpo humano. Llegó un momento en el que Harald intentó cargar el arma el mimo. Pero la rompió sin querer lo cual le hizo sentirse estúpido. Sin embargo Bahir le justifico diciendo que era el primer modelo que verdaderamente funcionaba. Que aún le faltaba mucho para ser perfecto. Harald cogió un arco y flechas que había en un estante y disparó al objetivo .Al tener más experiencia con  el arco largo sus disparos fueron más certeros y rápidos. Acto seguido volvieron a las estancias de Bahir.

-Veo que os habéis fijado. El arco es más manejable y rápido y más fácil de cargar. Pero esta belleza alcanza distancias endiabladas. Y es mortal. Aunque si a su majestad no le place…-empezó Bahir algo decepcionado.

-Me place. Soy más afine al arco. Pero me place mucho. ¿Cuándo lo repares puedo quedármelo?

-¡Por supuesto que no!-exclamó Bahir para la sorpresa de Harald.- Este modelo es un desastre. Cuando lo mejore os haré un arma digna de un rey. Y ya que os gusta tanto el arco os presentaré cuando pueda una idea que tengo en mente.-dijo emocionado Bahir que ya empezaba a no entendérsele de lo rápido que hablaba.

-Quiero cien.-dijo Harald.-A nuestra guardia le vendrán bien. ¿Puedes conseguirlo?

-Bueno… Necesitaré unas cuantas manos más. El arma aún no está terminada… Y cuesta hacerlas y los materiales son caros…

-Pierde cuidado con eso. ¿Puedes hacerlo?…  ¿Bahir?… ¡Bahir!-Bahir se había dormido.

-¿Qué…? ¡Oh sí, sí! Por supuesto majestad.

-Excelente. Una cosa más. ¿Dónde está Algurn?-quisiera hablar con él.

-El Maestro Algurn está en El Horno. Supervisando un par de…-Bahir no acabó la frase pues se durmió de nuevo.

-¡Bahir!-gritó Harald

-¡Presente y para servir!-gritó Bahir al despertarse de sopetón.

-Bahir… ¿Cuándo fue la última vez que dormiste?-preguntó Harald algo seguro.

-Pues… Bahir comenzó a pensar- ¡Vaya! No me acuerdo. Empecé con la pruebas del último prototipo  dos días después del funeral de Maese Orm… ¡Oh cierto! Maese Orm ha muerto. Nunca le conocí pero…

-Bahir… -le interrumpió Harald-Eso fue hace tres días. ¿Llevas tres días sin dormir?

A Harald le tocó golpear a Bahir en el hombro para despertarle de nuevo. Como siempre contestó algo aleatorio.

-Bahir tienes que dormir. No puedes trabajar así.

-Luego majestad. Ahora tengo que hacer otro modelo e implementar mejoras.

-Bahir esto no es sano. Duerme.

-De verdad estoy bien. No me encuentro…-se durmió de nuevo para ser despertado de nuevo por el rey-…bien.

Harald no tenía tiempo para pelear con Bahir. Pero temía por él. Si trabajaba en esas condiciones podía hacerse daño o herir a alguien. Entonces reparó en un saquito de piel en el suelo. Lo recogió y cuando o tubo cerca de la cara supo lo que era por su fuerte olor. Aun así extendió un poco de los polvos que había en el interior y lo olfateó unos instantes.

-¿Sedantes?-preguntó Harald al joven ingeniero.

-Sí. Egil me los dio. Según él para que durmiera mejor. Tengo que mezclarlos con agua y beberlos. Pero no me hacen falta beberlos. Duermo perfectamente.

-Aja…dijo Harald asintiendo con una sonrisa sarcástica.

Acto seguido sopló el contenido de su mano, directamente a la cara de un sorprendido Bahir. No pasaron unos segundos hasta que Bahir se desplomó como un muerto debido a la mezcla de potentes hierbas.

-“Hay que ver”.-murmuró Harald para sí mientras acostaba al joven en su cama- “Es un trabajador excepcional pero no sabe cuándo parar. En fin. Vayamos a ver a Algurn. Descansa chico. Te lo has ganado.”

 

……………………………………………………………………………………………………………………..

Si La Fragua era un complejo ser vivo, El Horno era su corazón. Una gigantesca bestia ardiente que nunca paraba de exhalar ardientes ráfagas de aire y que estaba día y noche en funcionamiento. En él unos cien hombres y mujeres sudorosas, robustas y curtidas trabajaban codo con codo sin descanso, transportando menas de metal, fundiéndolas, vertiéndolo en moldes moldeándolo y trasportando las enormes piezas ya montadas. En el centro de todo el caos subido en una mesa y vigilándolo todo se hallaba un hombre de espesa barba castaña chamuscada aquí y allá. Era calvo salvo por algunos mechones de pelo que portaba en la nuca y costados de su enorme cabeza. Sus manos eran enormes y ásperas debido al arduo trabajo y su piel morena por la caricia del fuego. Habría sido un hombre imponente. Si no fuera porque le llegaba a Harald a la cintura.

-Salud y buena fortuna Maese Algurn.-saludo cordialmente el rey.

El hombrecillo se giró al oír su nombre.

-Ah, ahí estáis.-soltó sin más.- Y de una pieza por lo que veo. Bien, bien.

Algurn Alberich. Jefe de los Hijos de Nidavellir. Para muchos el mejor hasta la fecha. También apodado “Algurn el Talentoso”, “Algurn Cantar de Acero” o “Algurn el Enano”. Este último apodo no era muy difundido públicamente. Se murmuraban muchos rumores en torno a Algurn. Unos decían que su madre lo abandonó por ser monstruoso, otros que nació con barba y un martillo en la mano. Otros que el mismo Oden bajo a su una cuando era un bebe para bendecirle con el don de la forja a cambio de su peculiar aspecto. Pero el más extendido de todos era que en verdad era un Enano. Un verdadero Hijo de Nidavellir que se perdió en Midgard  nada más nacer.

-Trabajando duro por lo que veo.-dijo Harald.

-Veis bien. Algunos no tenemos tiempo de sentar el culo y no hacer nada todo el día.-dijo Algurn distraídamente mientras vociferaba unas órdenes.  

-No supongo que no.-admitió Harald.- ¿En qué estáis trabajando?

-Lo que nos pedisteis hace unos meses. Esa petición vuestra de encargarnos de los desechos humanos y de paso mejorar el sistema de abastecimiento de agua. Al principio me pareció que podíais limpiaros el culo con vuestra petición que queréis que os diga. Pero luego pensé más en ello y creo que es posible. He pensado en que podríamos mover las aguas (la potable y las negras) con tubos de metal. Tengo que decidir el material aún por el tema de la corrosión. Y eso implicaría agujerear el suelo. Tengo que asegurarme de que las cuevas no sean un problema para agujerear. Pero en principio todo marcha bien. También hemos comprobado si las bombas funcionan bien.

-¿Las bombas?-preguntó Harald extrañado.

-Ya sabéis el sistema de inundación de El Horno. Aquí tenemos muchos materiales inflamables y la fuente de calor principal está aquí. Sería muy inconveniente si se propagara un fuego teniendo en cuenta que el palacio y la ciudad están arriba. Y si la estructura de las cuevas se viera afectada la fortaleza podría hundirse. Y quien sabe. Tal vez parte de la ciudad. Por eso si hay un incendio incontrolable en El Horno, salimos todos, lo sellamos y lo inundamos con agua de los manantiales subterráneos. Después la extraemos.

-Ya comprendo. Por cierto: He estado con Bahir.

-¿Esa cabra loca? ¿Qué ha hecho esta vez?-preguntó Algurn como si esperara que la mitad de La Fragua  estuviera en llamas.

-La verdad es que me ha mostrado un invento muy interesante. Un nuevo sistema para lanzar proyectiles…

-¡Ah!-soltó más tranquilo”-Su dichoso “arco cruzado”. Yo prefiero llamarlo Avispa. El otro nombre es muy largo. He de decir que es ingenioso. Me ha dado hasta una idea en la que estoy trabajando. Os la contaré cuando esté más desarrollada.

Después de arreglar un par de asunto más el rey tubo suficiente con deambular bajo tierra y decidió volver a la superficie. Una vez ahí agradeció el aire fresco y puro. Aún tuvo que esperar un poco a que sus ojos se acostumbraran a la luz. Sintió hambre y sueño. ¡Y eso que su jornada aún no había acabado!

……………………………………………………………………………………………………………………..

14Gracias a los dioses era hora de comer. Comió con Kaira y algunos de los miembros de su corte. Nada más sentarse junto a su mujer, lo recibió como solo ella sabía.

-Te voy a matar-le dijo en un susurro.

Harald se rió para sí mismo.

-Si siempre que dijeras que me vas a matar actuaras como ayer dejaría que me mataras todos los días cariño.-susurró Harald con una sonrisa lobuna.

-Idiota-lo contestó la reina sonrojándose.

Aquel día estaba espectacular como siempre. Vestía un vestido verde con un ligero escote u unas zapatillas de seda también verdes que le daban un aspecto delicioso. Llevaba el pelo suelto y una preciosa y delicada diadema de plata con un enorme zafiro en la frente que resaltaba sus preciosos ojos.

-Un pajarito me ha dicho que has dado la orden expresa de que no se me despertara.-continuó Kaira.

-Ese pajarito debería aprender a no decir todo lo que cuentan.-bromeó Harald.

-Harald: ¿Por qué lo has hecho? Sabes que odio quedarme en la cama todo el día.

-¡No me mientas Kaira Eivor, que te conozco!-río Harald.-Más de una vez me has suplicado que nos quedásemos todo el día en la cama. Además necesitabas descansar mi vida. Sé que no has estado ociosa estos días entre buscarme y dirigir el reino. Debías estar agotada.

-Lo dice el que ayer llegó a casa después de dos semanas fuera. Por ese precio podrías haberte quedado también.

-Me habría encantado cariño. Pero es mi deber real. Se supone que es lo que debo hacer.  

-¡También es mi deber! Sabes de sobra que puedo ayudarte con los asuntos de palacio y estado. No soy ninguna princesita indefensa-se quejó haciendo un mohín que Harald encontró enternecedor.

-Desde luego que no lo eres. Eres mi reina. Mi Valkiria y mi guerrera. Se lo fuerte que eres. Pero también he de admitir que disfruto mimándote.-dijo dándole un beso en la mejilla.

Por un memento Kaira no dijo nada. Después se le puso una sonrisa diabólica y dijo.

-¿Ah sí? ¿Conque disfrutas mimándome? ¡Qué maravillosa coincidencia! Porque yo también quiero mimarte

Acto seguido la mano de Kaira empezó moverse con suavidad por el muslo de su marido.

-Kaira… ¿Qué…?-Harald no entendía lo que pretendía su mujer.

-¡Calla tonto!-le susurró la reina juguetona.- Disimula y disfruta.

Acto seguido la mano helada de Kaira se metió por la cinturilla del pantalón de Harald. Lo cual le hizo dar un pequeño salto.

-¡No me jodas Kaira!-susurró casi imperceptiblemente el rey de Istramor. ¿Aquí?…¿Ahora?

-Calla… O nos van a descubrir. Actúa normal.-dijo Kaira mientras su mano intentaba despertar al aletargado miembro de Harald.    

Amar a tu pareja y varios años de matrimonio ayudan mucho así que en unos instantes Kaira tenía la virilidad de su esposo totalmente erguida y fuera de sus pantalones. Harald estaba perplejo a la par que excitado. Kaira nunca era tan atrevida. La suave mano de la reina subía y bajaba por el grueso falo del rey produciéndole un placer indescriptible. Además el placer se multiplicaba por lo indebido de la situación. Ellos dos… en pleno banquete y rodeados de gente.

-“¿Te imaginas que no solo usara las mano?-se dijo Harald totalmente excitado “Que usara esos gloriosos pechos o esa boca que tan bien me conoce… ¡No! Eso ya sería demasiado. Nos descubrirían. ¡Pero qué bien estaría!”

-Vaya, vaya Harald-murmuró la reina con malicia- se te ve incómodo. ¿Puede ser que quieras que pare?

Harald le lanzó una murada asesina como respuesta mues tenía que hacer mucho esfuerzo por contener sus jadeos y gemidos. La verdad es que Kaira sabía lo que se hacía. En un momento de lucidez Harald intentó deslizar una de sus manos libres por el vestido de Kaira. Pero esta le detuvo.

-¡Quieto!-susurró la reina.-Tú lo tienes más difícil. Y si intentas colar tu mano por mi vestido nos descubren seguro. Tranquilo ya me cobraré este servicio después.

Harald creía estar en el Valhala. Hubo un momento que alguien a quien no recordaría más tarde que le preguntó algo y el no pudo más que contestar lo primero que se le vino a la cabeza. Y por fin todo fue como debía. Harald Aaren rey de Istramor llegó al éxtasis de una forma anormalmente copiosa e intensa. Tuvo que hacer esfuerzos considerables para no gritar. Después de su intenso orgasmo el rey necesitó unos segundos para contener el aliento.

Su extraña mueca no pasó desapercibida a sus invitados pero Harald fue rápido y lo justificó diciendo que se había mordido la lengua. Lo cual provocó que la reina ahogara una carcajada. A Harald le habría encantado seguir con la faena con su mujer en la alcoba. Pero su jornada no había acabado. Ni mucho menos. Cuando se despidió de los comensales del banquete y fue a dar un pequeño paseo antes de atender alguno los tontos asuntos de la tarde, creyó oír hablar a una de las sirvientas con otra sobre una blanquecina substancia de fuerte olor bajo la mesa del rey. Por si acaso Harald Aaren caminó más ligero. 

  …………………………………………………………………………………………………………………….   

6Los gritos sobresaltaron a Harald. No estaba muy seguro de dónde venían pero se las apañó en seguirlos hasta un corro de mujeres y hombres con aspecto de estar nerviosos. Harald se abrió paso entre ellos para observar una escena dantesca: El suelo estaba empapado de alguna sopa o guiso, la cazuela yacía volcada algo más lejos y en medio de la faena una muchachita de unos doce años aullando de dolor.

-¿Qué, en el nombre de Oden ha pasado aquí?-preguntó el rey conmocionado.

-La pobre Allie… la pobre Allie-sollozaba una criada.

-Ya le dije yo que no llevara sola el puchero. ¡Qué era demasiado pasado para ella!-dijo otra

-¡Oh dioses! ¡Mirad esas ampollas!-exclamó un hombre menudo horrorizado.

-¿Qué vamos a hacer?

-¡Debemos llevarla al galeno!

-¡Idiota! ¡Maese Orm está muerto! 

-¿Qué hacemos? Si no la ayudamos se pondrá peor.

-Sí. Podría hasta…

Harald conocía un truco o dos para tratar heridas superficiales. Pero esas quemaduras no tenían ningún buen aspecto. Necesitaban ayuda urgente. ¿Pero qué hacer? Orm estaba muerto. ¿Y dónde conseguir un galeno tan rápido? Quizá en la ciudad, pero Allie necesitaba ser atendida ya. Mientras intentaba tomar una decisión Harald no se percató de la figura pelirroja que se había arrodillado sobre la agonizante niña vestida únicamente con un simple vestido verde y descalza.

-“¿Lynn? ¿De dónde ha aparecido?”

La muchacha había rasgado para sorpresa de todos las ropas de la pobre Allie y observaba y palpaba el torso lleno de feas ampollas de la joven, que ya empezaba a convertirse en mujer.

-Quemaduras serias-dijo hablando sola- Necesita atención inmediata. No sé si tengo suficiente con mis remedios. Harald, ¿tenéis medicinas?

Harald se sorprendió un poco pero se repuso rápido.

-Sí. Tenemos bastantes.-dijo pensando en las estancias de Orm, que estaban bastante cerca.

-Bien, vamos.-dijo Lynn seria- Cárgala tú.

Los criados estaban desconcertados. No solo por la repentina aparición desea joven sino por el descaro con el que le hablaba a su rey. Pero más se sorprendieron cuando vieron al rey recoger a la malherida muchacha del suelo y la llevaba a las habitaciones de Orm seguida por aquella misteriosa joven.

Nada más entrar Lynn derribó el contenido de una gran mesa y Harald colocó a Allie con mucho cuidado. La pequeña no había dejado de gemir de dolor. Lynn empezó a revolver entre las decenas de estanterías y armarios en busca de cosas de medicinas y en un abrir y cerrar de ojos ya tenía vendas, tijeras y   un   sin fin de hierbas, polvos y mejunjes de los cuales solo Harald podía identificar unos pocos.  En seguida empezó a dar instrucciones: Harald encendió un fuego y colocó una sartén. Lynn cogió varias hierbas y ungüentos y poniéndolos en la sartén hizo una cataplasma. Sin embargo había un problema.

-Necesito lengua de serpiente para bajar la inflamación. Pero no veo por ninguna parte.-dijo Lynn seria.

-Lengua de serpiente… Yo ya he visto esa planta antes-dijo Harald pensativo.

Y la mente de Harald voló a cuando era niño y se quemó en la lumbre y Orm tuvo que curarlo.

-¡Ya está! La lengua de serpiente está… Ahí arriba.-dijo Harald perdiendo la emoción al comprobar que la dichosa planta se encontraba en el estante más alto de todos.

Lynn se propuso alcanzarla dando unos pequeños y graciosos saltitos que ni de lejos servían para alcanzar el último ingrediente.

-Harald, aúpame.-dijo Lynn de repente

-¿Que haga qué?-la verdad Lynn hacía unas peticiones precipitadas inesperadas.

-¿Acaso estás sordo? Levántame en brazos. Yo no llego y tú tampoco. Pero juntos sí. Que haya que explicártelo todo…-dijo Lynn con fastidio.

Así que Harald aupó a la liviana jovencita. Pero como aun no era suficiente Lynn se removió encima de Harald para subir más arriba instalándose en sus hombros. Dejando la cabeza de Harald en las faldas de la muchacha. Y con unas interesantes vistas.

-“¡Barbas de Thor Lynn! ¿Es que no portas nada debajo de este vestido?”-se dijo Harald conmocionado.

-¿Ya la tienes?-preguntó Harald impaciente.

-¡Aún no!-gritó Lynn- No la encuentro.

Harald empezaba a estar realmente nervioso. Ante sus ojos tenía completamente expuesta la hermosa feminidad de Odalyn, con esos pocos vellos pelirrojos. Una visión de lo más tentadora. Incluso para el más recto de los hombres. Además las faldas de Lynn actuaban como una carpa creando una atmosfera cerrada y por tanto haciendo que Harald Aaren respirará el aroma proveniente de la joven como si de una flor se tratase. Lo cual no hacía más que elevar el lívido del rey.

Mientras tanto Lynn, que no parecía darse cuenta de la apurada situación de su amigo seguía sin éxito buscando la condenada planta mientras maldecía con unas palabrotas no muy apropiadas para una señorita.

¿La has encontrado?

-¡Su puta madre, no!-exclamaba Lynn fuera de sí.- ¿Dónde está el jodido ingrediente maldita sea?

-“¡Oh Thor! ¡Oh Thor! ¡Oh Thor! ¡Oh Thor!-maldecía Harald en su mente- Encuéntralo rápido Lynn o por el amor de una madre te juro que no respondo…”

-¡Ya la tengo!-exclamó la chica triunfante- ¡Mierda, está atascado!

-¡Lynn no te muevas tanto! ¡Vas a desequilibrarnos!-gritó Harald con su voz amortiguada por el vestido de la joven.

Pero Lynn seguía forcejeando con fuerza amenazando gravemente a la estabilidad de ambos.

-¡Ya es mía!-exclamó la joven después de un último tirón.

Pero por desgracia para los dos desembocó en que Harald perdiera el equilibrio y se llevara a la pelirroja con él. Harald soltó un improperio pero en el último momento se las apañó para poner a Lynn sobre su pecho para evitar que se lastimara. Lo cual acabó con el rey de Istramor algo magullado.

-¡Diablos Harald!-exclamó la joven pletórica.- ¡Me has salvado! ¿Estás bien?

Harald hubiera respondido pero le era imposible. Los abundantes pechos de su amiga estaban presionados contra su rostro impidiéndole articular palabra.

-Vaya, perdón-dijo la muchacha apartándose y dejando respirar al joven.-Gracias otra vez por evitar que me hiciera daño. Eres muy galante Harald.

Y acto seguido Harald recibió un fugaz beso en los labios, lo cual no se esperaba. Acto seguido pensó en quitarse a Lynn de encima. Pero no lo hizo. Le gustaba esa posición. No había nada de malo en permanecer así unos instantes más ¿verdad? Pero para desgracia de ambos la puerta se abrió y un sirviente entró en ella, seguramente a comprobar el estado de la pobre Allie. Y observó incrédulo la comprometedora escena. Harald con delicadez apartó a Lynn de encima que se puso de nuevo a atender a Lynn como si nada hubiera pasado y sin ningún aspecto de estar avergonzada. Harald fulminó al criado con una mirada que venía  decir algo así: “Estamos en ello así que lárgate. Y no se te ocurra comentar nada de lo que has visto o te castraré como a un caballo” Lo cual surtió un efecto mágico. Mira que haberse olvidado de la niña herida…

-“Harald:-se dijo a sí mismo- Eres idiota”     

……………………………………………………………………………………………………………………..

15Allie se encontraba vendada y dormida por el poderoso sedante que le había administrado Lynn. Por suerte no era tan grave como parecía. Unas curas más y reposo y volvería a corretear como un cervatillo. Según Lynn quizás hasta no quedara cicatriz.

Harald estaba impresionado, con el pulso, la precisión y eficacia de Lynn. En unos instantes había tratado una horrible quemadura con gran facilidad. No estaba exenta de sorpresas eso desde luego. Y luego estaba el suceso del bosque con los bandidos… Mejor no pensar en ello.

La verdad Harald ahora si estaba derrotado. El estrés de las últimas horas y la fuerte caída al suelo le habían agotado sobremanera. Por suerte aunque Leif fuera algo molesto a veces era un buen hermano y un sustituto diligente. Así que medio obligó al rey que se retirara a sus aposentos para que descansara un poco. A penas se tumbó en la cama el rey cayó en un profundo sueño. No habrían pasado ni dos horas cuando la puerta de la alcoba se abrió sigilosamente y unos pies ligeros se aproximaron a la cama del monarca. Pero Harald dormía profundamente. Si el intruso llevaba un cuchillo era posible que la vida de Harald hubiera acabado en ese mismo instante. Por suerte el intruso no portaba ningún cuchillo.

Ligero como un gato el misterioso personaje subió a la cama matrimonial y dirigió su atención a la entrepierna del rey. Con sumo cuidado bajó los pantalones del rey contemplando la también dormida virilidad del rey. Y poniendo una pícara sonrisa se dispuso a despertarlo.

Harald estaba teniendo un sueño estupendo. No recordaba muy bien de que se trataba pero se sentía genial. Era como si flotara en una nube y no pudo evitar poner una estúpida sonrisa. Pero el sueño era tan real que…

En ese momento el rey abrió los ojos y pudo ver a la reina Kaira ocupada lamiendo su miembro con parsimonia y gusto.

-¡Ah! Ya te has despertado.-dijo ella jovial.

-¡Y de qué manera! ¿No sabes que es de mala educación despertar a un hombre cansado?-preguntó Harald jocoso.

-Bueno… Es que estaba excitada.-se disculpó Kaira.-Además pensé que no te molestaría. Porque no te molesta, ¿verdad?

-No… Lo cierto es que no.-dijo Harald tranquilamente.

En ese momento Harald cerró los ojos, respiró plácidamente y se centró en el inmenso placer que le proporcionaba su esposa. Cuando el placer era demasiado se abstraía en otros pensamientos. De ese modo podía hacer que el placer fuera aun mayor y durara más.

-Sí que estas aguantando.-dijo Kaira juguetona.- ¿No vas a correrte?

-¿Cómo podría después del meneo que me has dado antes en la comida?-contestó Harald con guasa.

-Te ha gustado ¿eh perro?-dijo mientras apretaba el miembro de su marido algo más.-Se ve que voy a tener que jugar más duramente.

-¿Más duramente que esto?-bromeó Harald señalando su virilidad con el mentón.

-Muy gracioso.-dijo Kaira subiéndose a horcajadas y preparándose ara de nuevo unirse con su marido.

Y una vez más la unión tuvo lugar.

-¡Dioses!-aulló Kaira.- ¡Ya me empezaba a hacer falta esto!

-No podías aguantar ni siquiera un día ¿eh?

-¡Perro!-insultó Kaira.

-¡Furcia!-respondió Harald.

16Y Kaira empezó a moverse con violencia. Nada de ternura ni de ir paso a paso. Todo se trataba de satisfacer los deseos de la reina y Harald no estaba en condiciones de seguirle el ritmo. Así que se dejó hacer. En un momento de lucidez se le ocurrió lamer y pellizcar las portentosas mamas de Kaira para aumentar más su placer si era posible. Los gritos de Kaira parecían querer echar la fortaleza abajo.

-¡Joder Kaira! ¿Tienes una forja por Coño?

-¿Y tú un ariete por polla?

Los dos amantes siguieron dándose placer mutuamente y besándose con locura.

-Kaira… casi estoy.

-¡No! ¡Aún no cabronazo! ¡Espérame!-exclamó furiosa la reina moviéndose aún más velozmente y arañando el pecho de su rey.  

Y por fin ambos acabaron al unísono. Kaira sintió como sus entrañas eran salvajemente inundados y eso la hizo feliz. Porque, ¿qué mujer no disfruta siendo llenada por el hombre que ama?

 -Dioses… ha sido genial Harald. Te quiero.

Harald no respondió.

-¡Cielos! ¿Eso te lo he hecho yo?-dijo fijándose en las marcas rojas de arañazos que Harald tenía en el pecho.- ¡Lo siento cariño! Ya sabes que suelo emocionarme y me descontrolo un poco.

Harald seguía sin responder.

-¡Maldita sea Harald! ¿Quieres responder algo o…?

Pero Harald no escuchaba. Se había dormido profundamente y respiraba con suavidad.

-Hay que ver. Solo lo hacemos una vez hoy y ya te duermes.

Y así, Kaira se arregló el vestido, el pelo y metió sus pechos en su sitio. Sería mejor que se lavara un poco para no pasearse con aquel potente olor por el castillo. Después cogió una manta de pieles y la extendió sobre su inconsciente esposo. Después lo besó amorosamente en los labios y se despidió con unas tiernas palabras, dejando al rey durmiendo pacíficamente.  

……………………………………………………………………………………………………………………..

7Cuando Harald se despertó el crepúsculo ya había comenzado y los cuernos vespertinos ya sonaban, dando así fin a la jornada de muchos. Harald no sabía muy bien que hacer, pero ese pensamiento se esfumó cuando se le ocurrió que hacer. Así que se puso en  camino.

Cuando llegó al bosque interior el sol se había ocultado casi por completo. Se adentró en aquella enorme maraña de vegetación como si de un mundo totalmente se tratase. Cualquiera diría que aquello en verdad era un bosque si no supiera que en el otro extremo se hallaba la muralla con la puerta al desproporcionado cobertizo de herramientas. Para cuando vislumbró la puerta empotrada en la pared algo se lanzó sobre sus tobillos. Al principio se sobresaltó pero después al mirar al suelo no pudo más que reírse. 

-¡Malditos bichos! ¡Crecéis a una velocidad endiablada!

Los seis lobeznos habían salido a recibirle como un ciclón algunos jadeaban como si necesitaran agua urgentemente. Otros se revolvían y le saludaban como si fuera su madre a la que no veían en mucho tiempo. Y otros simplemente le mordían los tobillos de forma juguetona. Harald cogió a una de esas fierecilla que empezó a moverse como un diablo y a morder y lamer sus manos. ¿Sería posible que de verdad se estuviera encariñando con esas bestias?

Adentrándose más en el bosque vio a Lynn que estaba deshaciéndose de unas cuantas zarzas con cuatro cachivaches roñosos que habría encontrado en el cobertizo.  Harald la observó trabajar un rato hasta que la joven se percató de su presencia.

-¡Has venido!-dijo sonriendo.

-Bueno… tenía que ver cómo te habías instalado. También habrá que hablar de convertir esto en tu hogar.

-¿La niña está bien?-dijo Lynn algo preocupada.

-¿Allie? ¡Perfectamente! Sus padres la están cuidando y gracias a las pautas que les diste se recuperará en unos días. Hiciste un trabajo excepcional Lynn.

-Bueno… Solo eran unas quemaduras. Tratarlas es bastante sencillo.-dijo Lynn sonrojándose.-Tu tampoco fuiste un ayudante demasiado inepto.

-¿Dónde has aprendido a sanar?

-En el bosque. En casa he tenido siempre libros con pautas, remedios y descripción de ingredientes. Y cuando algún animal era herido normalmente intentaba curarlo. Así es como fui cogiendo práctica. Además no eres el único viajero al que he atendido.

Harald contempló a la muchacha. Era hermosa desde luego. Y también tenía ese aura de misterio y sabiduría ancestral que tanto intrigaba. A Harald le habían contado cuando era un niño que las Nornas, las tres diosas del destino, vigilaban la vida de todos los seres vivos y que si algo sucedía era porque entraba dentro de sus planes. Tenía gracia que Orm, su antiguo galeno real hubiera muerto hace unos días y él, se hubiera traído a esa jovencita que al parecer sabía cómo sanar. Harald sintió una corazonada.

-Lynn: ¿llegado el caso podrías soldar huesos?

-¡Claro! Basta con usar ramas rectas y fijarlas bien a la extremidad dañada. También conozco un buen remedio a base de leche de cabra y tejo que ayuda a que…

-¿Sabes tratar enfermedades?-le cortó Harald

-Sí. Resfriado común, gripe, viruela, sífilis….

-¿Sabes coser y amputar?

-Algo extremo y asqueroso… Pero sí…

-¿Cómo te manejas con los envenenamientos?

-¡Coño Harald!-exclamó Lynn enfadada.- ¿Quieres dejar de hacerme preguntas y luego interrumpirme? ¿A dónde quieres ir a parar?

Harald estaba pensando cómo abordar el tema.

-Lynn… ¿Te gustaría ser mi galeno? Por supuesto no estas obligada.-dijo viendo que Lynn iba a contestar.- Pero si te gusta y lo haces bien podrías dedicarte a ello. Y te pagaría claro está… Pero no tienes que aceptar si no quieres y…

-¿Lo dices en serio?-contestó Lynn emocionada.

-Desde luego.

-¡Sí! ¡Sí maldita sea!-dijo abrazando efusivamente a su amigo. Lo cual hizo que fueran rodeaos por la jauría de lobeznos.

-Te dije que les gustabas.-dijo Odalyn riendo.

-Muy graciosa.-dijo Harald agachándose para acariciar a las criaturas. ¿Les has puesto nombre?

Harald no sabía por qué había dicho eso.

-Aun no.- admitió la joven.- No me parecía justo hacerlo sin ti.

-Ya pensaremos en alguno en otro momento. De momento está oscureciendo. Pronto será la hora de cenar y sería bueno que te consigamos una cama. ¿Quieres que cenemos en La Gran Sala o prefieres quedarte aquí?

-Creo que cenaré aquí. Tanta gente de golpe… Además a los pequeños no les gusta estar solos. Además también tienen hambre. Otro día quizás.

-Está bien. Le diré a Daven que os traigan la cena. Y un jergón o algo hasta que te consigamos una cama en condiciones. ¿No tendrás problemas con el lecho verdad?-preguntó Harald algo preocupado por la experiencia de la noche pasada.

-¡En absoluto! Lo que traigas estará bien.

-Muy bien. Entonces te veré mañana. Buenas noches Lynn.

-Buenas noches Harald-dijo dándole un abrazo.-Gracias por todo.

-De nada… Y sí. Buenas noches a vosotros también fierecillas.-le dijo Harald a los lobos que en seguida habían empezado a montar jaleo a su alrededor.

Harald estaba de buen humor. Aunque cansado, ese día había sido productivo. Esperaba que hoy pudiera dormir en paz. Ahora cenaría e iría a dormir con Kaira y quizás algo más.

Entonces calló en la cuenta de que Odalyn y Kaira no se habían conocido aun. Aunque la aptitud de su mujer por la presencia de la muchacha parecía positiva tenía miedo de lo que podría pasar si se encontraban. Se podía armar una buena.

-“Ay Oden… ¡Dame fuerza!-formuló una muda súplica a los cielos”

CONTINUARÁ…

8

  • : El rey Harald Aaren ha vuelto a casa. Y una vez allí tendrá que reincorporarse a sus quehaceres como monarca así como asegurarse que su invitada se instale adecuadamente y recuperar el tiempo perdido con su hermosa mujer.
 

Relato erótico: “El Club de los Cinco” (PUBLICADO POR SIBARITA)

$
0
0

portada narco3

Llevaba en el País poco más de diez y las cosas hasta Captura de pantalla 2015-12-04 10.38.27entonces no me habían ido demasiado mal, tenía una habitación en una especie de casa comunal, un colchón donde dormir con mi entonces pareja y en el que todas las noches tenía que soportarlo, y hasta había conseguido un pequeño trabajito que nos permitía comer todos los días, si bien es verdad que mi pareja no aportaba nada más que palabras y seguía buscando su primer trabajo. Aquella situación tenía que romper por algún sitio, no era plan continuar en un país desconocido, sin conocer a nadie más que a un médico joven y guapísimo del que me quedé prendada nada más verle avanzar hacia mí en el vestíbulo de un hospital público. Por descontado se dirigió hacia mí para preguntarme lo que yo buscaba, nada extraño porque yo era la única europea en medio de la tropa nacional que lo llenaba. Al confirmar su impresión me invitó a seguirle a su consultorio y solo cuando me pidió desvestirme para hacerme un reconocimiento, me di cuenta de lo complicado de la situación, desnuda sobre una camilla y con las manos de un tío guapísimo sobre mí. Muy profesionales al principio, por supuesto, pero que se iban haciendo mas cálidas a medida que avanzaba en su exploración, hasta el punto de que su tacto sobre mis pechos era ya una caricia descarada y mis piernas se separaban en muda pero significativa llamada. Pudo pasar de todo en ese momento, pero una llamada en la puerta y la inmediata entrada de una enfermera, obligó a terminar el examen, no sin antes despedirnos con su propuesta de invitarme a un helado después de su hora de salida. Helado que me vino muy bien porque me sentía verdaderamente caldeada como consecuencia de su exploración, no muy profesional, la verdad sea dicha. Le volví a encontrar ya por la tarde, me había duchado y cambiado de ropa, un pantalón de jeans y una camisa blanca de un tejido suave que permitía apreciar mis pechos no cubiertos por sostén alguno, de lo cual se dio cuenta de inmediato, como también de que la camisa tenía tres botones desabrochados, uno mas de lo políticamente correcto. Comimos el helado en la calle, ante un kiosko al que habitualmente iba; había sintonía entre nosotros, no cabía duda, así es que cuando me invitó a bailar en una pequeña discoteca muy cerca de su casa, acepté encantada. Hacía tiempo que no tenía una compañía tan agradable y al que sentí enseguida podía contarle un bosquejo de mi llegada allí, sin omitir la existencia temporal de una pareja que no tardaría en desaparecer. Estábamos sentados en la semi oscuridad de la sala, vacía aquella hora, y no tardé mucho en sentir que pasaba su brazo sobre mis hombros, y que aquel gesto no solo no me molestaba, sino que me volqué hacia él poniendo mi cabeza apoyada en su pecho. Al apretarme contra él, su mano hizo contacto con mi piel, la parte de mis pechos que descubría el escote bastante abierto, pero como entendí que su mano tendría dificultades para avanzar, abrí otro par de botones de la camisa y su mano avanzo para tomar mi pecho. A partir de ahí fue él quien tomó la iniciativa, desabrocho la blusa por completo, a plenas manos cogió mis pechos y comenzó a hacer una firme presión sobre ellos; tan solo los soltó para tomar mis pezones con su boca, aunque sus manos habían desabrochado la pretina de mi pantalón y con dificultades trataban de llegar hasta mi sexo. Tarea imposible, no hay nada mas odioso para el sexo que un pantalón como el que yo llevaba. Para sentir mi cuerpo y que sintiera el suyo, me llevó hasta la pista de baile, la luz era muy tenue y mi camisa seguía abierta, nuestro baile era de espaldas, yo le volvía la espalda y él no paraba de pellizcar mis pezones, de apretar mis pechos, de ponerme a millón porque sentía el deseo de quitarme el pantalón y hacer que me montase, pero allí no era posible y le pedí me llevase hasta mi casa. Subí y volví a bajar a toda prisa, el tiempo justo para cambiar mi pantalón por una falda con la que facilitar que ocurriera aquello que debería suceder y que los dos estábamos deseando. Podía haberle hecho entrar en la casa, no estaba mi pareja, pero no quise contaminar aquella primera vez que haríamos el amor.

Nunca antes había ido a un autocine, un estupendo invento como pude comprobar enseguida, entramos con el coche, nos pasamos al asiento de atrás y a partir de ahí no me enteré ni de que película exhibían; primero fue la camisa, después fueron falda y braga antes de desnudarse él y de que se me pasase el temor que nos descubriesen, aunque me dijo que en todos los coches estaban haciendo lo mismo. Su coche era un todo terreno con bastante anchos asientos traseros sobre los que me acostó para ponerse encima, para elevarme al cielo cuando me metió su verga, después de haberme lamido por todos los lados, como por todos los lados me hizo el amor y que yo le apremiase para que se corriera en mi interior, si bien luego me preguntó que tipo de protección estaba usando, y al responderle que ninguna, se enfadó realmente conmigo, llamándome de irresponsable para arriba y también fue la razón de llevarme a su casa y hacerme tomar “la píldora del día después”; y la de antes, porque ya que en su casa no había nadie follamos como conejos y sin parar durante toda la noche. Por la mañana tenía que volver al hospital, pero no sin antes echar el primer polvo del día y quedar para comer juntos en el comedor de su trabajo.

Cuando nos encontramos se produjo una especie explosión interna en cada uno de nosotros, es verdad que me había puesto una especie de pareo-vestido de color rosa que me dejaba toda la espalda al aire y el simple roce de aquella tela sobre mi pecho producía un efecto devastador, mis pezones se marcaban enormemente bajo la tela. Me llevó a su despacho para, nada más cerrar la puerta tras nosotros, cogerme entre sus brazos, darme un verdadero beso de tornillo con su lengua enlazada con la mía y apartar con sus manos la tela del pareo para tomar mis tetas. Era un riesgo tremendo porque alguien podía entrar de improviso y sorprendernos, pero allí mismo hicimos el amor, sentado él en su silla y yo sobre sus piernas y botando sobre su polla metida en mi vagina. Después todo aquello se convirtió en rutina, todos los días iba a buscarle, todos los días hacíamos el amor allí, para volver a repetirlo en su casa, su coche, una disco  o en cualquier sitio, hasta en el coche aparcado en una calle oscura. Por cierto que en una de ellas tuvimos un incidente imprevisto; estábamos haciendo el amor dentro del coche cuando nos deslumbraron los faros de otro que llegaba y se paraba tras nosotros. A toda prisa recompusimos nuestra ropa, era una patrulla de policía que, a golpe de linterna nos pidió identificarnos  una vez hecho, seguirles hasta su comisaría. Por supuesto era ilegal el detenernos, cuando lo que realmente sucedía es que, un par de calles mas adelante, pararon su coche, se bajaron y vinieron hacia nosotros para, con todo descaro, pedirnos dinero que pagamos, mejor era eso que meternos en un lío con policías, así que la noche terminó follando de nuevo dentro del coche y riendo al mismo tiempo como locos.

Durante los meses que duró nuestra relación hubo varios episodios memorables y que no voy a dejar de relatar. El primero de ellos fue una invitación que nos hicieron para pasar un largo fin de semana en una pequeña isla del litoral, en la que, la conocida que nos invitó, tenía una casa y pésima fama según mi medico preferido, que no la podía ver ni en pintura, pero le convencí para acompañarme y él accedió para no dejarme sola y en malas manos, según sus palabras. Nuestra anfitriona no preparó demasiados comestibles, pero el surtido de bebidas era copioso y abundante, lo que ya daba una idea del ambiente que nos íbamos a encontrar. En efecto, en la isla nos esperaban los amigos de nuestra anfitriona, todos ellos propietarios de las casas vecinas, y bastante bebidos todos a nuestra llegada. Nos presentaron como recién casados y para celebrarlo se consumieron ya varias botellas, de modo que nos escabullimos y caminando por la orilla del mar llegamos a una playa solitaria; allí nos olvidamos de los prejuicios de mi acompañante y de los ruidosos y borrachos vecinos de la anfitriona, enseguida desaparecieron los bañadores y en la orilla, pero dentro del agua follamos como locos y durante mucho tiempo, pero al salir del agua mi vagina estuvo largo rato expulsando el agua que me había entrado a presión a cada uno de sus bombeos. Volvimos a la casa los primeros y nos acostamos en dos catres cercanos. El no estaba tranquilo, conocía bien el carácter local y cambiamos de cama para acostarnos juntos, temía y acertó en ello, que el grupo de gente, ya muy borrachos vendrían y tratarían de comprobar si nos acostábamos juntos o el cuento de recién casado era solo para evitarme moscones. Acertó en su sospecha, pero antes de que nadie llegase volvimos a follar y abstraídos en ello no nos dimos cuenta de que un grupo de borrachos nos observaba desde la puerta y comenzaron a jalearnos. No se bien si eso despertó en él algunos instintos escondidos o fue una táctica para despistarlos, pero aparte de bombear con verdadera furia, no tuvo empacho en provocarme un sonoro orgasmo a fuerza de que su lengua jugase con mi clítoris y cuando aún no me había repuesto, me dio la vuelta y delante de todos me folló por el culo, sin mi permiso y sin aviso de ninguna clase, simplemente y de forma bastante brusca hizo presión y me metió su polla por el culo mientras los espectadores que tanto había denigrado le aplaudían. En realidad no solo le aplaudían, uno de ellos se acercó a nosotros para acariciarme las teta pero fue rechazado, pero los otros no se cortaron ni un pelo para formar parejas en comenzar a follar hasta por el suelo, lo que nos obligaba a continuar haciendo lo mismo, estaba claro que si nos separábamos vendría de inmediato sobre mi alguno de ellos y, fuerza es reconocer que continuar follando no nos desagradaba en absoluto, aunque fuese con algunas manos anónimas que me apretaban las tetas.

La consecuencia de aquel viaje fue un embarazo y un aborto que me practicó una de sus hermanas.

En aquella época y paseando sola cerca de su casa, se me acercó un tipo joven, el típico guaperas, que comenzó a darme coba comenzando por decirme era muy amigo de mi medico. Pocos días después y haciendo Stop en una carretera cerca de un pueblo típico de la montaña, un coche se paró ante mi y, lo que son las casualidades, era el mismo personaje que volvía con su mujer embarazadísima. Eran simpáticos y durante el viaje les conté un poco de mis aventuras; juntos me ofrecieron ocupar una casa que tenían en la misma plaza donde vivía mi medico, con la condición de cuidar de ella. Como la propuesta me la hicieron juntos, no tuve problema en aceptarla y, a partir de entonces salía de una casa para meterme en la otra casi pegada, aunque como el mediquito lindo era un verdadero Don Juan, algunas veces me encontraba la plaza de su cama ya ocupada por alguna enfermera o cualquiera de sus muchas amigas, aparte de que, al continuar teniendo como pareja oficial al mismo acompañante con el que hice el viaje, casi todas las noches tenía que terminarlas en la cama con él, de modo que mi vida sexual era mas que copiosa, entre uno y otro no había un solo día en que no saliese por menos de dos o tres coitos. Por cierto que pocas semanas mas tarde tuve retraso con la bajada de la regla, y esta vez me auto-convencí de que lo quería, por lo que durante varias noches seguidas tuve que follar con mi pareja de entonces para que él pensase que el bebé era suyo, sin dejar por ello de follar varias veces al día con mi medico. Lo malo fue que tanto va el cántaro a la fuente, como dicen, que follar demasiadas veces cada día, esa actividad ocupaba el 80%   de mi tiempo y no exagero nada, me provocó un descolgamiénto del feto y lo perdí. Como consecuencia  de aquella crisis me sentí un tanto abandonada por él aunque la posibilidad de ser padre nunca le había entusiasmado; sencillamente inicié una nueva etapa que comenzó haciendo stop en una calle de la ciudad y el primer coche que se detuvo fue el de un joven francés, huido  de Chile por el golpe de Pinocho. Charlamos, me llevó hasta mi casa y quedamos en encontrarnos por la tarde en la puerta de mi casa para ir a bailar en una discoteca. No tenía nada pensado, pero cuando llegó a buscarme, vio aparecer una mujer provocativa, deslumbrante y sencilla al mismo tiempo, maquillados los ojos, un simple toque de lápiz de labios y sin mas adornos que una minifalda y una camisa blanca de lino, que permitía ver a través la forma y tamaño de mis pechos. Como suponía se mostró encantado de verme vestida de tal modo, no fue a una discoteca donde me llevó, sino a un exclusivo club privado donde se repitió el saludo inicial, un beso, pero esta vez en la boca, y continuó con su lengua jugando con la mía; nos sentamos y yo lo hice directamente sobre sus piernas por lo cual no tardé en sentir la dureza de su erección bajo sus pantalones. Se iniciaron las caricias bajo mi camisa, aunque no tardaron mucho en desabrocharla para jugar con mis pechos y pezones que enseguida respondieron erectándose. Sabía besar, no había duda, sus besos y caricias me estaban excitando, y cuando me propuso ir a una de las habitaciones le acompañe encantada. El ambiente era agradable y de buen gusto, se veía que los socios del Club eran gente bien, y el desarrollo de la noche estuvo en consonancia con las expectativas, hicimos el amor con verdaderas ganas, su piel era suave y él adoptó toda una amplia gama de recursos, desde lo mas suave hasta lo mas violento, me gustaba y aquella noche conocí cosas del sexo que ni siquiera imaginaba, tanto es así que cuando me propuso bajar al yakuzzi, donde podría haber otras personas, no me opuse, lo tomé como la cosa mas normal del mundo, Ya no solo me embestía, sino que pegaba y separaba su cadera de mi con violencia, sus tetas empapadas rebotaban con cada arremetida, sin dejar de subir la velocidad, buscando ritmos cómodos que pudiera mantener durante unos minutos, cuando me cansaba bajaba la velocidad pero no cesaba en el movimiento, y retomaba con violencia, noté que Eli vibrara todo el tiempo, ya no gritaba, solo aguantaba como una pared los martillazos que le daba, en silencio, soltando algún gemido entre respiraciones, noté en repetidas ocasiones como su cuerpo se tensaba y debía de correrse, entre el agua y mi fuerza no lo percibía. La llevé a un orgasmo tras otro, durante mas de 15 minutos no paré y eso me llevó a correrme de forma brutal en su interior, descendiendo el ritmo hasta que paré del todo. . Envueltos en las batas bajamos a un enorme piscina burbujeante, en la que, como me había anunciado, había tres o cuatro personas en el agua, en la que penetré totalmente desnuda y participé encantada en todos los juegos y posturas que me fue indicando. Salvo una vez con el medico y en circunstancias especiales, nunca había tenido relaciones sexuales en publico, y sin embargo allí estaba yo follando en una piscina con alguien que acababa de conocer y con un corro de espectadores que se nos iban acercando. Tampoco puse reparos cuando el primero de ellos se pegó a mi espalda y sentí su cuerpo desnudo contra el mío, tampoco cuando mi pareja sacó su verga de mi vagina para dejar su puesto a otro de los intrusos, o cuando después de varias corridas en mi interior, me tomaron en brazos entre varios de ello para ofrecerme, piernas abiertas y en la superficie del agua a la verga tiesa de mi acompañante, como muda ofrenda de mis folladores y su agradecimiento al haberme cedido a ellos.

Con todo lo sucedido habían cambiado mis valores, y comencé a pensar en alternativas para tener una buena vida, estaba en el país donde aquello que me proponía era posible. Para comenzar me fui apartando de mi médico y de mi pareja oficial, aunque lo de este fue un poco mas complicado, tenía muchas mañas, demostró ser peor persona de lo que yo pensaba aunque un nuevo amigo me lo quitó de encima de una vez por todas y yo me las arreglé para ir perdiendo el miedo a vivir sola, eso era lo único que me había mantenido atada a él, y a él acudí una noche en que no podía eliminar el miedo. Claro que también tuve que pagar por ello, solo tenía una cama en la que dormir así que tuve que acostarme con él y aceptar que me follase, digamos que en recuerdo de los viejos tiempos, y como sabía que no pasaría de aquella noche quiso llegar a terrenos que le estaban y le habían estado siempre vetados y la noche termino en un buen golpe de mi pie en sus huevos cuando, pese a lo previamente acordado, que no eyacularía dentro de mi, lo hizo con la intención de tratar de fecundarme, cosa que por fortuna no sucedió, pero que se quedó con los huevos bien machacados. Nunca más volví a verle.

Tras varias semanas de reflexión me lancé a conocer gente, importantes, por supuesto, y para ello me vestí con mis mejores galas, un vestido de noche de gasa enteramente transparente, hecho para seducir con ropa interior, aunque tan solo me puse una escueta tanga negra, los ojos muy pintados y tacones de 9cm a pesar de saber de antemano que al final de la noche tendría los pies destrozados. Pedí un taxi que me llevó a un restaurante selecto que estaba de moda. Sabía de antemano que tendría dificultades para que el Maitre me otorgara una mesa, pero contaba para ellos con la colaboración de los caballeros que ocupaban mesas sin mujeres; no tardó en suceder, mientras hablaba con el Maitre, uno de los caballeros que ocupaban una mesa de cinco, se acercó para presentarse e invitarme a compartir su mesa. Se presentó como Almirante X e hizo bastante alarde de su jerarquía. Dos Generales, un Almirante, un diplomático extranjero y otro civil, alto cargo de un Ministerio; esa era la composición de la mesa a la que me habían invitado y a la que me senté con la mejor de mis sonrisas, correspondiendo así a la lluvia de piropos con los que me recibieron. Me explicaron que estaban celebrando la firma de un importante contrato, y que mejor forma para hacerlo que compartir su mesa con una bella y elegante extranjera. En mi fuero interior sabía perfectamente que mi vestido, tal como lo llevaba, no era precisamente muy elegante, jamás lo es un vestido que permite ver todo mi cuerpo casi completamente desnudo, pero eso era precisamente lo que les atraía y ninguna otra ropa hubiera estado tan bien elegida. La cena fue muy buena y abundantemente regada con vinos y Champagnes, licores con los postres aunque ya me habían hecho saber que su postre preferido hubiera sido yo servida allí en bandeja, pero los clientes ajenos a nuestro grupo se hubieran sentido muy hipócritamente ofendidos si los camareros hubieran aparecido con una bandeja y yo sobre ella. Estaban todos, será mas acertado decir que estábamos los seis bastante achispados cuando me invitaron a un club privado del cual todos eran socios, todos salvo el diplomático extranjero, y en el cual se entraba utilizando la llave que cada uno tenía, llave que además daba nombre al club, The Key. La salida del restaurante fue un tanto caótica, cada uno de ellos quería llevarme en su coche, pero yo le di preferencia al Almirante, él había sido el que primero me había invitado. Por supuesto que el coche estaba conducido por un marino con guantes blancos y uniforme con cordones dorados, muy serio en su papel, lo cual no impidió que el Almirante se tomase conmigo algunas libertades, besarme y abrazarme, deslizar el amplio escote de mi vestido para tocar mis tetas, y no hubo mas porque el club estaba verdaderamente a poca distancia de restaurante donde habíamos cenado, aparte de que su mano izquierda estaba ocupada con mis tetas, y la derecha escursionando entre mis muslos. Llegamos al club muy formalitos y enseguida se reunieron los cinco del grupo, me enseñaron las instalaciones de las que se sentían muy orgullosos, y al fin nos aposentamos en un salón decorado con gusto y en cuya mesa central había ya una buena provisión de bebidas. El primero en invitarme a bailar fue uno de los Generales, lo hizo en plan guerrero desplegando toda su estrategia de conquista, tan apretado que podía sentir todo su cuerpo contra el mío y con sus manos recorriendo mis nalgas al través del vestido, el segundo, su colega en rango, ya fue un poco mas osado, además de sobarme, dejó una de sus manos en avanzada sobre mi pecho y hasta llegó a bajar el escote para verlo y acariciarlo. El tercero en la fila era el civil, el mas joven del grupo, descarado y prepotente, hizo lo mismo que el anterior pero con mucho mas descaro, me subía el vestido por detrás para que todos pudieran ver mis nalgas y mi tanga, con lo que consiguió que se oyese unos cuantos bufidos de los espectadores. El Diplomático no lo fue en su caso, tenía en sus brazos una mujer deseable, con un vestido subido hasta casi la cintura y un trasero casi  enteramente desnudo que amasaba con sus manos, fue el primero que me besó en la boca y me bajó el vestido hasta la cintura, pero el baile terminó ahí, era el turno del Almirante. Aunque todos querían llevarme a la cama, tácitamente admitían que este sería el mas favorecido de la noche; antes de iniciar el baile con él quise recomponer el estado de mi vestido, pero las voces de todos ellos me pedían que hicieran justamente lo contrario; accedí y sus ruegos y dejé caer al suelo mi vestido, la tanga me la quitó él solemnemente, y fueron sus manos las primeras que acariciaron mi sexo, el baile fue ajeno totalmente a la música que sonaba por los altavoces, un tío en mangas de camisa y pantalones, con una mujer totalmente desnuda entre sus brazos, en realidad lo estaba entre sus brazos y los de los otros, porque allí se rompió el consenso y todos pretendían follarme los primeros. Llegamos a un acuerdo y para ponerlo en practica pasamos a una sala mas grande en cuyo centro había un jakuzzi en el cual nos metimos los seis desnudos; aquello era una autentico desmadre, así es que fui yo la que tomé el control de las operaciones. Les formé contra las paredes del jakuzzi y les pasé revista deteniéndome en cada uno de ellos, todas sus armas estaban bien derechas, una tras otra las metí en mi vaina, uno tras otro le rodeé su cintura con mis piernas, dejándome caer sobre cada una de sus vergas y cuya munición descargaron dentro de mi. Ahora venía el asedio, sentados todos sobre el borde del yakuzzi y con las piernas abiertas, les fui atacando uno a uno con mi boca sobre sus vergas, todos se defendieron heroicamente pero terminaron rindiendo sus armas cuando se terminaron sus municiones.

Salí de allí por la mañana en compañía del Almirante, llevaba en mi bolso 30.000$ americanos, una tarjeta de socia del club, con su correspondiente llave, varias invitaciones a  continuar sobre lo ya avanzado, aparte de la invitación a su casa de mi acompañante, recién divorciado y con una casa que era la copia descarada de la Casa Blanca norteamericana; allí su ayudante nos preparó un abundante desayuno y tras el descansamos un poco, con polvo incluido antes de dormirnos.

De allí salí un año y medio después, siendo la única dueña de una selecta tienda de moda para mujer, un taller de confección, un club de noche para caballeros, un ático precioso y una solida cuenta corriente en divisas, en uno de los principales bancos. Todo ello gracias a la amistad de nuestro exclusivo Club de los Cinco y, como no, lo que puede el sexo.

 El Club de los Cinco

Desde el día que nos conocimos, así los denominé interiormente, si bien con la partida del diplomático extranjero el grupo se vio reducido a cuatro. Como quiera que nada se rompió al pasar a ser la pareja semi oficial del Almirante, unos meses mas tarde se concretó secretamente el grupo de los cinco y yo pasé por elección unánime a ser el quinto elemento de pleno derecho, amigos íntimos capaces de hacer todo lo que fuera necesario para ayudar a cualquier miembro del grupo que tuviera alguna necesidad. Meses después me llamó por teléfono Omar, al alto funcionario del Estado, quería hablar conmigo secretamente y eso bastó para que nos encontrásemos tomando toda clase de precauciones, de noche, en el segundo sótano de un centro comercial desierto a aquellas horas. Un potente grupo de presión había falsificado las conclusiones de un proyecto realizado por Omar y su gente; lo habían presentado al directorio financiero y desviado 500 millones de dólares norteamericanos. Había que impedir el cierre de la operación, impedir la fuga del dinero y desenmascarar al político gubernamental que había montado toda la trama, aparte de evitar que la reputación y el buen nombre de nuestro amigo quedase en entredicho.

Después de haberme explicado todo el asunto y sabiendo de su gran inquietud, le sugerí nos encontráramos, por casualidad, en el Club The Key, a donde llegamos en distintos coches una hora mas tarde, con algunos apuros el tiempo justo para cambiar a un atuendo mas acorde con el Club. Nos saludamos con un efusivo abrazo al encontrarnos, tal como hubiéramos hecho si lleváramos semanas sin vernos, y como había que evitar las suspicacias pasamos a una pequeña sala de baile en la que tan solo había luces tenues. Mi vestimenta se componía de una larga falda negra, de seda muy tenue, y una chaqueta de la misma tela y con solo dos botones como cierre. Entramos en la pista y aunque no había nadie mas en ella, nos pegamos con un tórrido beso mientras sus manos desabrochaban completamente mi chaqueta para apoderarse de mis pechos e iniciar una larga sesión de besos y caricias que terminaron sobre la cama en una de las habitaciones, la reservada para el Club de los Cinco.

Apenas nos habíamos vestidos cuando nos avisaron de la entrada de nuestro enemigo, con su corte de amiguetes celebrando, de forma anticipada, los millones que se pensaban embolsar al día siguiente. Había que utilizar la oportunidad, estando en grupo sería menos suspicaz, aparte de que no dejaría pasar la ocasión de lucirse como conquistador ante sus amigos.

Retoqué mi maquillaje, desabroché uno de los botones  de la chaqueta, y cogida al brazo de Omar nos presentamos en el salón principal, donde se encontraba el individuo aquel. Al vernos se acercó hipócritamente a saludarnos y como atraídos por un iman, sus ojos se quedaron clavados en mi escote, en mis tetas porque al haber dejado abierto uno de los botones la chaqueta se abría casi por entero y mi pecho era mas que visible. Se dio cuenta de que me había percatado de la dirección en que miraban sus ojos, se puso rojo pero yo le sonreí para indicarle que no solo no me molestaba su mirada, sino que me sentía halagada por ella y para demostrárselo y sin que Omar se diera por enterado, abrí la chaqueta por completo y solo unos segundos, lo justo para que se diera cuenta que lo estaba haciendo solo para él.

Casi nos arrastró a su mesa como invitados, para él era el placer supremo, tener a su mesa a la persona que pensaba hundir en el descrédito y además, llevarse a la cama a la mujer que llevaba al brazo, así que se sentó a mi lado, del lado en que mas se abría mi chaqueta y ver como a cada uno de mis movimientos mis pechos salían a tomar el aire. Para hablar con Omar, sentado a mi derecha, apoyó su mano sobre mi muslo como si no se hubiera dado cuenta, hizo lo mismo al momento siguiente pero un poco mas arriba y dejándola apoyada por mas tiempo, así es que estaba reaccionando como yo esperaba y era el momento de avanzar. A mi señal Omar se levantó para ir al baño, yo a mi vez puse mi mano sobre la suya, una simple presión que entendió como luz verde para que siguiera avanzando y mientras lo hacía y llegaba hasta el borde de mi tanga, yo abría el segundo botón de la chaqueta y las ofrecía a sus ojos y a sus manos que , a toda prisa se apoderaron de ellas, todo ello ante los ojos de su corte. Omar ya regresaba y abroché de nuevo mi chaqueta y adoptando una postura recatada lo que aumentó la rechifla hacia Omar de sus compinches y que él soportó estoicamente. Un rato después y consumida toda una botella de Champagne mas, empecé a simular que me hacía bastante mas efecto del real y me apoyé claramente sobre el tipo aquel, sin reaccionar cuando desabrochó totalmente mi chaqueta y comenzó a apretar y acariciar mis tetas con sus manos; volví la cara hacia él que aprovechó para estamparme un beso en plena boca mientras tiraba de mi hasta tumbarme sobre sus piernas y avanzar con una de sus manos hasta meterla debajo de mi tanga y sobre mi sexo.

En el Club The Key todo era posible, pero él prefirió llevarme hasta una de las habitaciones donde me desnudó y trató de acostarme sobre la cama. Le pedí que antes fuéramos al jakuzzi donde los preliminares podrían ser mas divertidos, así, los dos desnudos y aparentando tambalearme por la bebida, entramos en el agua en la que al momento aparecieron varios de sus esbirros. Les ignoré centrándome sobre nuestro enemigo, aunque abrazándome por la espalda me hizo pegarme a cada uno de  ellos, así cada uno de ellos hizo lo que quería, apretarme las tetas, abrir los labios de mi vulva, meter sus pollas en mi y correrse dentro, después me sujetaron varios de ellos mientras uno por uno iban metiendo y sacando sus pollas en mi boca y cuando se cansaron, o cuando su líder se lo indicó, me hicieron inclinar hacia adelante mientras él hacía presión con su verga sobre mi culo y me la metía hasta todo lo dentro que podía y así acabó en el Club The Key, la continuación fue en su casa, como yo pensaba. En la semana que allí permanecí averigüé la combinación de su caja fuerte, conseguí pruebas fotográficas de todos sus manejos, y cuando avisados por mi aparecieron en la puerta los miembros restantes de el Club de los Cinco, acompañados de la escolta Presidencial en pleno y a cuya cabeza estaba el mismo Presidente, el personajillo imitador de Machiavello vió como el cielo se le caía encima, sobre todo cuando yo misma abrí su caja fuerte, saqué los documentos y los puse en las manos del Presidente.

A él se lo llevaron preso, sin juicio a una mazmorra en lugar desconocido, a mi el agradecimiento no oficial del Estado, un par de millones de dólares más en mi cuenta y la fiesta interna en el Club de los Cinco, con el abrazo de Omar como final.

Nelson, General de la Guardia Nacional y candidato in-pectore a ser Ministro de Defensa, tan solo le faltan un par de apoyos de diputados de la Asamblea, uno de ellos un puritano y reaccionario personaje,  el otro era la voz de su amo del primero, el encargado de los trabajos sucios. Me pide ayuda para quitarle de en medio los obstáculos y, por supuesto las explicaciones me las dio en la cama. Hay que recordar que en el Club de los Cinco era norma que me acostase con quien quisiera de los cuatro miembros masculinos, pero como nunca he sido idiota, ahora ya no era la pareja de ninguno de ellos pero si hubiera sido de uno en vez libre y de todos, se hubieran generado conflictos de muy difícil solución, todos estábamos unidos y era yo el elemento aglutinante.

Después de varios días de reflexión sobre cual podía ser la estrategia a seguir, caí en la cuenta de que, quizás, la forma mas directa y sencilla podría ser la que mejor funcionase, así es que sencillamente pedí una cita con el Parlamentario, para lo cual buscamos el mejor maquillador de cine que pudimos encontrar, lentillas de otro color, pelo teñido y peinado diferente, cara con un maquillaje tan discreto que pareciese que no llevaba nada, zapatos un poco deformados y simulando tener ya varios años. Como vestimenta una braga sin adornos y un sujetador muy poco favorecedor, sobre lo cual me pondría una vieja gabardina clásica y con solapas que se cerraban hasta el cuello. Mi historia: nueva en el país y sin recursos, detenida en el aeropuerto por falta de visa, hablando mal el idioma y llevada al cuartel de la policía de extranjería, supuestamente para ser interrogada y en que había sido violada repetidas veces, incluso por el mismo general que dirigía el centro, el general Nelson Y. Una ocasión tan suculenta como para dejarla pasar por nuestro adversario, pero que antes de caer en ella, la haría verificar mil veces antes de hacer nada. En ese plano tenía que convertir los hechos en reales y sin fallos, manipulando tan solo aquello que no fuera comprometedor para nosotros. El riesgo era importante y yo lo conocía pero era necesario, de modo que pocos días después llegó, llegué al aeropuerto principal, como una mujer sin visa de entrada en el país y como previsto, arrestada en el control de pasaportes y conducida a la misma Central como suponía. Varios interrogatorios en los que hubo primero cierta violencia verbal y acentuándose progresivamente ante mi obstinado silencio; primera acción violenta de un bruto, una bofetada al tiempo que con su otra mano me sujetaba por el corpiño de mi vestido y del que, al echarme hacia atrás para huir de sus golpes saltaron todos los botones y, ¡sorpresa!, debajo del vestido solo estaban mis tetas desnudas. La verdad es que saltaron mis tetas, pero también lo hicieron los ojos de mis interrogadores que sin buscarlo se habían encontrado con una fuente de inspiración; vinieron sobre mi y mientras uno me sujetaba, el otro desgarraba mi ropa y sacando su verga me la metía brutalmente mientras mordía mis tetas y las amasaba. Después fue el turno del segundo, mas brutal si cabe que su compañero pues me dio la vuelta sobre la mesa, me puso boca abajo pero dejando que colgaran mis piernas, separó mis nalgas y de un solo envite me sodomizó y no paró de moverse  hasta que se corrió en mi interior. Con el ruido y mis gritos entró un oficial, que les amenazó con su pistola para que saliesen, después me llevaron a una cama de la enfermería, vacía en aquellos momentos y un enfermero me curó de las pequeñas lesiones que tenía, pero nadie se preocupó de facilitarme algo de ropa, la mía había sido destrozada por los brutos anteriores, de modo que bajo la sabana mi cuerpo continuaba totalmente desnudo y me hacía suponer que las violaciones no habían terminado, en efecto, el primero fue el mismo enfermero esa misma noche. Ya dormía cuando retiraron las ropas de la cama y sus manos recorrían mi cuerpo, había fuerza para separar mis piernas, pero no violencia, se acostó sobre mí y me penetró después de que consiguió me humedeciese a base de caricias sobre mi clítoris y ellas consiguieron que yo también tuviera un orgasmo y mis manos apretaran su espalda para que me penetrara mas profundamente, y en ese plan estuvimos más de media noche porque a partir del primer polvo, contribuí ardientemente a los siguientes, de modo que violación fue la primera, en las siguientes colaboré de muy buena gana y lo mismo en las noches que siguieron.

Tres días después alguien me llevó ropa, una bata vestido, una braga y unas chanclas para los pies. Me ordenaron vestirme y de esa guisa me llevaron ante un juez que, al conocer los informes no halló motivo para mi detención y ordenó mi puesta en libertad inmediata y que se me alojase por cuenta del Estado mientras se arreglaba mi documentación.

Pasé allí una semana hasta que solicité audiencia con el Parlamentario puritano y le expliqué los hechos y señalando a Nelson como uno de los violadores. Al escuchar aquello se le pusieron tiesas hasta las orejas, para él era la oportunidad soñada aunque para hacerlo público tuviera que moverse con pies de plomo. Mientras verificaba mi versión hizo que me llevasen a una casa segura y permaneciese en ella sin contacto ninguno con el exterior, aunque mis carceleros, un matrimonio cincuentón, me mantenía al tanto de lo que ocurría en el mundo y me atendían con amabilidad. Todos los días me ponía la misma bata-vestido, sin sostén y a la mujer le dije que me estaba muy prieto el que me habían dado, en previsión de que en cualquier momento, como así fue, se presentaría el Parlamentario para hablar conmigo, y así estábamos sentados frente a frente, ofreciéndome visa para poder estar libremente en el país, una cantidad modesta de dinero que me permitiera vivir mientras encontraba trabajo, y hasta su ayuda personal para ello. Todo para que yo mantuviese mi postura durante todo el proceso mediático que él y los suyos estaban preparando para hundir a Nelson. Continuando en mi papel de lerda y desdichada fui muy despacio perdiendo la compostura en mi actitud, le pedí un cigarrillo que él me ofreció sin levantarse, me incliné para cogerlo y al hacerlo y sin que se percatase desbroché uno de los botones de la bata que al darme fuego, siempre sin levantarse, le permitió ver perfectamente que debajo de la bata no había nada mas que mi cuerpo desnudo. Se puso rojo y se irguió como si le hubiera atacado, le costó un poco recuperar la compostura, y yo seguí mirándole como si no me hubiera dado cuenta de nada. En cierto momento me removí en mi asiento, como si me estuviera agobiando con su presión verbal, en el movimiento mis piernas se abrieron permitiéndole ver mis muslos hasta la braga, mostrándome cada vez mas asustada por el proceso de que me estaba hablando. El trataba de darme confianza, que todo lo dejase en sus manos, que se ocuparía de mi, y yo seguía con mi papel de mujer atemorizada y poseedora de un gran y peligroso secreto. Se acercó como para inspirarme confianza, y yo profundicé el escote de la bata, estaba parado junto a mi asiento y no miraba mi cabeza, miraba claramente, fijamente mis tetas, y cuando posó una de sus manos sobre mi hombro, me apoyé mas contra ella dejándome reclinar contra sus piernas. Se hizo un silencio aunque su respiración se hacía mas sonora por momentos, su mano se deslizaba lentamente sobre mi piel, estaba llegando hasta mi pecho, y cuando levanté mis ojos y le miré fijamente a los suyos, se rompió y asió con fuerza una de mis tetas y bajó su cabeza para besarme en la boca, me hizo levantar arrancando la bata, después la braga y él mismo y sin soltarme se quitaba toda su ropa, se sentó en el sofá y me hizo sentar sobre sus piernas, su polla tiesa estaba en las puertas de mi vagina, con lo que le bastó una leve presión para metérmela todo lo que daba, estaba a punto de correrse y lo hizo dentro, ya no podía contenerse y como había grabado todas las secuencias, estaba completamente en mis manos y en las del Club de los Cinco.

Hubo un día en el que volvieron los recuerdos, sucedió en una discoteca de moda en la que me encontraba con algunos amigos, sentí sobre mi pecho casi descubierto, la mirada fija de alguien que no tardé en identificar, tenía ante mis ojos a mi Medico, aquel con el que había vivido toda una historia y que ahora, bastantes años después, nos reencontrábamos. Sonreí ante su descaro, sus ojos seguían fijados en mi pecho que el gran escote de mi vestido descubría casi por entero, habíamos jugueteado un poco entre amigos, y en el juego se habían ido saliendo del vestido, llegando por momentos a verse claramente mis pezones. Tal como estaba me levanté y me dirigí a su mesa mientras él, al verme llegar se levantaba; fui yo la que le saludé con un lento beso sobre sus labios, al que respondió con el mismo calor con el que siempre lo había hecho, nos abrazamos largo rato y cuando nos soltamos y al haber estado con los brazos atados tras su cuello, el vestido había dejado por entero y a la vista mis tetas. Las cubrí lentamente y me senté a su lado, hablamos de su vida, se había casado y tenía un par de hijos, estaba allí celebrando el nuevo embarazo y en efecto, allí llegaban una de sus hermanas, y la barrigona que abultaba ya bastante, abrazos con su hermana, nos habíamos llevado muy bien hasta que me alejé de ellos, presentación a su mujer que me miraba insegura, como con miedo. Hubo risas de todos, yo me inventé una historia para rellenar el hueco de años que hizo reir bastante y en la que todo era muy amable, pero que desde los primeros momentos sentí el roce de su mano sobre mis piernas, me estaba buscando. No tardó en pedirle permiso a su mujer para sacarme a bailar y cuando lo hicimos fue en medio de la gente y fuera de miradas. No había palabras, sentía todo su cuerpo literalmente pegado contra el mío, sus manos que no paraban de recorrer mi espalda, penetrando bajo la tela del vestido y llegando a mis costados, una travesura, me volví de espaldas a él, con lo que sus manos ahora estaban sobre mis pechos y los apretaba con fuerza, eché mis nalgas hacia atrás para sentir sobre ellas el bulto de su verga, pero no se podía mantener por mas tiempo la situación y volvimos a la mesa muy tranquilos, ambos sabíamos que nada estaba concluido, ni siquiera la noche. Fui al baño el tiempo justo para enviar un mensaje a su buscapersonas, una urgencia medica  le requería en el hospital y de allí desviado a mi Club, The Key, mensaje que recibió cuando ya estaba de nuevo en la mesa; tuvo que acudir a la llamada, su hermana acompañaría a su mujer a su casa. Despedidas, les llamaría para invitarle un día, y yo me dirigí al Club a esperar su llegada. Yo misma le abrí la puerta y le hice entrar, miraba con ojos de asombro la riqueza y el lujo del lugar, pero sobre todo me miraban a mi y a mi escote  bajado nuevamente hasta los pezones, nuevo beso mas que apasionado, sus manos que tenían verdadera hambre, y no había lugar para divagaciones, así es que tirando de él le conduje a una de nuestras habitaciones, el Club de los Cinco, y cerré la puerta tras nosotros para abrirle mis piernas a su lengua voraz que entraba en mi vagina como si de su polla se tratase, a su verga que me penetró cuando mis piernas se anudaron en torno a sus riñones, cuando forcé aún un poco mas aquella postura para que penetrase por el culo, tomaba su verga con mis manos, mis labios la albergaban y mi lengua la recorría entera, le soltaba para que me la metiera, para que me follara aún mas fuerte de lo que antes lo hacía y así  follamos cuanto quiso, en todas las posturas, en todas las aberturas posibles, aunque solo se permitió descargar su semen en mi culo, hacerlo en la vagina solo se lo permitía en su mujer, de ahí sus casi tres hijos. Después, en el jakuzzi, cuando le hice sentar sobre el borde para tomar su verga con mi boca en la que retuve todo el semen de su corrida para devolvérselo en su boca con un beso profundo. Le sentía muy cortado, era su primera vez en un jakuzzi, con bastante gente alrededor y sintiendo el roce de otros cuerpos sobre los nuestros, tenia que enseñarle como me enseño a mi montones de cosas años atrás. Inicié el movimiento en el agua, abrazada o huyendo de él y en la huida simulada, chocando con cuerpos de hombre que me retenían para acariciarme, y mientras me dejaba hacer, le miraba fijamente a él, me ofrecía a él, le llamaba a él y cuando le tuve contra mi llevé las manos del desconocido hacia mi sexo y dejé que sus dedos me penetraran, me apoyé sobre otro de los presentes para ofrecer el culo a mi anticuado medico que me aferró por las caderas y bombeaba sobre mi hasta correrse, dándome como premio a todos los presentes que quisieron aceptar el regalo que les ofrecía, todos me tuvieron, vagina, culo, boca, de uno en uno y después hasta de tres en tres ante los ojos alucinados de mi medico que huyó despavorido y salió otra vez de mi vida. De aquella melé salió un hermoso trio que nos mantuvo despiertos durante horas y me hizo conocer nuevos amigos.

Nicolas, Major General, por supuesto miembro del  Club de los Cinco. La verdad es que desnudo a mi lado no parecía tan impresionante, aunque era muy bueno en la cama, como me acababa de demostrar una vez mas, pero tampoco su problema era de vital importancia ni había millones en juego. Era mas simple, un vividor de muy buena familia había conquistado a su hija y estaba en camino de hacerla un caso irrecuperable. Para Nicolas hubiera sido fácil hacer desaparecer al corruptor, pero eso era algo que no haría nunca, por principios, el abuso de poder no entraba en su vocabulario ni en su cabeza, había que conseguir sacarla de su trampa de la forma mas limpia posible y sin que su hija reaccionase de forma negativa. Era un buen lío aunque fuese hasta divertido algo tan fácil.

Sábado noche, en la disco mas in de la capital se encuentra Pancho Pepe con sus amigotes y sus niñas de coro, las sifrinas que beben los vientos por aquel cretino rico y mala gente, y entre ellas, como no, la hija de Nicolas, la favorita en ese momento, hasta que la vendiera para algún prostíbulo. Se abre la puerta de la disco y hago mi entrada acompañada de tres tipazos impresionantes y otras tantas mujeres a cual mas bella. Yo visto un traje negro de seda que cuelga sencillamente de los hombros, de alguna manera recuerda a una casulla o a un poncho si se quiere, sencillamente se pasa la cabeza por un hueco y se deja caer la tela alrededor, solo que en este caso, el vestido es ajustado al cuerpo y abierto completamente por los lados, con lo que a cada paso o movimiento se puede ver que todo mi cuerpo desnudo está debajo. Las cuatro mujeres vestimos iguales y el grupo se dirige a ocupar una mesa en el lugar mas visible de la sala, solo yo no lo hago, ni siquiera me acerco a la mesa con ellos, camino muy despacio por la sala, me detengo, observo lo que hay alrededor, ondulando mi cuerpo al compás de la música y el vestido revoloteando en torno mío, las respuestas visuales son numerosas y muy claras, los ojos de los machos no me abandonan un instante. Camino hasta la pista donde me hacen un hueco que rápidamente se convierte un circulo en torno mío; apago el cigarrillo en un cenicero, y al inclinarme para hacerlo la tela del vestido se abre y todos los cercanos pueden verme desnuda bajo ella; salgo a bailar, me aislo con la música, entro en una burbuja transparente en la que estoy totalmente sola, bailo y mis manos juegan con el vestido, abren y cierran las aberturas laterales y los paños de tela se alejan de mi cuerpo, se diría que mi cuerpo totalmente desnudo baila solo, y alrededor revolotea la seda. En torno mío el circulo es muy grande, lo forman todos los hombres y hombrecillos que había en el local, entre ellos Pancho Pepe y sus críos que babean. Con mi cuerpo totalmente al descubierto hago señas a uno cualquiera de los espectadores para que venga hacia mí, pero la mano de Pancho Pepe le detiene y es el quien se me acerca con los ojos saltones de lujuria. Mientras tanto mis amigos se han hecho con el grupo de niñas y las han rodeado protegiéndolas. Frente a Pancho Pepe, aunque todos los demás me tienen a su vista, saco mi vestido por la cabeza quedándome desnuda y él hace lo mismo con la suya hasta que su verga luce tiesa y babeante. Sin haberme tocado ya brilla en la punta de su verga el líquido preseminal y sin embargo no se atreve a acercarse, de modo que soy yo quien lo hago, quien agarro su verga y tiro de ella para atraerle a mi y fundo su boca con la mía, en el que mi lengua encuentra la suya y se enlaza con ella. Le hago sentar sobre una de las sillas cercanas a la pista y bailo ante él y solo para él, cerca, cada vez mas cerca, hasta tomar con mis manos su verga que acaricio y masturbo hasta que parece alcanza su máximo tamaño, avanzo sobre ella y me siento consiguiendo una total penetración; él se desata, me apresa con sus brazos, bombea con su polla, le iza sobre sus piernas para hacerme avanzar sobre ellas y sentarme cuando tiene mi esfínter a su alcance, penetrándome brutalmente, y yo juego su mismo juego, allí en medio de la pista desarrollamos una muy larga sesión de sexo duro, le provoco, me río de él, también le poseo y cuando ya no puede con su alma, cuando se han agotado sus fuerzas pero aún le tengo sobre mi y bien metido, a un gesto mío, un gay con una polla monstruosa, se acuesta sobre nosotros y se la mete entera por el culo sin hacer caso a sus gritos y yo sujetándole y evitando que se escape, y le sodomiza con toda su fuerza y de modo que ,a cada envite, Pancho Pepe grita como una mujer violada y yo siento todavía su polla en mi interior y como tiene un orgasmo dentro mío. Todo ha sido filmado, las niñas han visto como su héroe se derrumba, pierde su fuerza sobre ellas y nos vamos de allí con ellas, con la hija de Nicolás que es la que me importa y me mira aterrada. Ha visto un sexo que ni se imaginaba y creo se ha curado de adicciones.

Por supuesto el video grabado fue filtrado a los Medios y a las Redes Sociales, sin mi cara para no ser identificada, pero la suya muy clara y a la vista. Otra misión cumplida para el Club de los Cinco aunque aquella no había terminado, los cuatro hombres querían tenerme como aparecí en el video, y la fiesta fue de las que no se olvidan, estuve cinco días en una clínica privada, haciendo una cura de sueño para reponerme del cansancio.

  • : Infinitamente más que amigos
 

Relato erótico: “Descubrí a mi secretaria en el jardín” (POR GOLFO)

$
0
0

CAZADOREran las once de la noche de un viernes cuando escuché a Sultán. El perro iba a despertar a toda la urbanización con Sin títulosus ladridos. “Seguramente debe de haber pillado a un gato”, pensé al levantarme del sofá donde estaba viendo la televisión. Al abrir la puerta, el frío de la noche me golpeó la cara, y para colmo, llovía a mares, por lo que volví a entrar para ponerme un abrigo.

Enfundado en el anorak empecé a buscar al animal por el jardín, disgustado por salir a esa horas y encima tener que empaparme. Al irme acercando me di cuenta que tenía algo acorralado, pero por el tamaño de la sombra no era un gato, debía de ser un perro, por lo que agarré un tubo por si tenía que defenderme. Cual no sería mi sorpresa al comprobar que su presa consistía en una mujer totalmente empapada, por lo que para evitar que le hiciera daño tuve que atar al perro, antes de preguntarle que narices hacían en mi jardín. Con Sultán a buen recaudo, me aproximé a la mujer, que resultó ser Carmen, mi secretaria.
-¿Qué coño haces aquí?-, le pregunté hecho una furia, mientras la levantaba del suelo.
No me contestó, por lo que decidí que lo mejor era entrar en la casa, la mujer estaba aterrada, y no me extrañaba después de pasar al menos cinco minutos acorralada sin saber si alguien la iba a oír.
Estaba hecha un desastre, el barro la cubría por completo, pelo, cara y ropa era todo uno, debió de tropezarse al huir del animal y rodar por el suelo. Ella siempre tan formal, tan bien conjuntada, tan discreta, debía de estar fatal para ni siquiera quejarse.
-No puedes estar así-, le dije mientras sacaba de un armario una toalla, para que se bañara.
Al extenderle la toalla, seguía con la mirada ausente.
-Carmen, despierta-
Nada, era como un mueble, seguía de pie en el mismo sitio que la había dejado.
-Tienes que tomar una ducha, sino te vas a enfermar-
Me empecé a preocupar, no reaccionaba. Estaba en estado de shock, por lo que tuve que obligarla a acompañarme al baño y abriéndole la ducha, la metí vestida debajo del agua caliente. No me lo podía creer, ni siquiera al sentir como el chorro golpeaba en su cara, se reanimaba, era una muñeca que se quedaba quieta en la posición que su dueño la dejaba. Necesitara ropa seca”, por lo que temiendo que se cayera, la senté en la bañera, dejándola sola en el baño.
Rápidamente busqué en mi armario algo que pudiera servirle, cosa difícil ya que yo era mucho mas alto que ella, por lo que me decidí por una camiseta y un pantalón de deporte. Al volver, al baño, no se había movido. Si no fuera por el hecho de que tenía los ojos abiertos, hubiera pensado que se había desmayado. “Joder, y ahora que hago”, nunca en mi vida me había enfrentado con una situación semejante, lo único que tenía claro es que tenía que terminar de quitarle el barro, esperando que para entonces hubiera recuperado la cordura.

Cortado por la situación, con el teléfono de la ducha le fui retirando la tierra tanto del pelo como de la ropa, no me entraba en la cabeza que ni siquiera reaccionara al notar como le retiraba los restos de césped de sus piernas. Sin saber como actuar, la pusé en pié para terminar de bañarla, como una autómata me obedecía, se dejaba limpiar sin oponer resistencia. Al cerrar el grifo, ya mi preocupación era máxima, tenía que secarla y cambiarla, pero para ello había que desnudarla, y no me sentía con ganas de hacerlo, no fuera a pensar mal de mí cuando se recuperara. Decidí que tenía que reanimarla de alguna manera, por lo que volví a sentarla y corriendo fui a por un café.
Suerte que en mi cocina siempre hay una cafetera lista, por lo que entre que saqué una taza y lo serví, no debí de abandonarla mas de un minuto. “Madre mía, que broncón”, pensé al retornar a su lado, y descubrir que todo seguía igual. Me senté en el suelo, para que me fuera mas fácil dárselo, pero descubrí lo complicado que era intentar obligar a beber a alguien que no responde. Tuve que usar mis dos manos para hacerlo, mientras que con una, le abría la boca, con la otra le vertía el café dentro. Tardé una eternidad en que se lo terminara, constantemente se atragantaba y vomitaba encima de mí.
Todo seguía igual, aunque no me gustara, tenía que quitarle la ropa, por lo que la saqué de la bañera, dejándola en medio del baño. Estaba totalmente descolocado, indeciso de cómo empezar. Traté de pensar como sería mas sencillo, si debía de empezar por arriba con la camisa, o por abajo con la falda. Muchas veces había desnudado a una mujer, pero jamás me había visto en algo parecido. Decidí quitarle primero la falda, por lo que bajándole el cierre, esta cayó al suelo. El agacharme a retirársela de los pies, me dio la oportunidad de verla sus piernas, la blancura de su piel resaltaba con el tanga rojo que llevaba puesto. La situación se estaba empezando a convertir en morbosa, nunca hubiera supuesto que una mojigata como ella, usara una prenda tan sexi. Le tocaba el turno a la blusa, por lo que me puse en frente de ella, y botón a botón fui desabrochándola. Cada vez que abría uno, el escote crecía dejándome entrever mas porción de su pecho. “Me estoy poniendo bruto”, reconocí molesto conmigo mismo, por lo que me di prisa en terminar.
Al quitarle la camisa, Carmen se quedó en ropa interior, su sujetador mas que esconder, exhibía la perfección de sus pechos, nunca me había fijado pero la señorita tenía un par dignos de museo. Tuve que rodearla con mis brazos para alcanzar el broche, lo que provocó que me tuviera que pegar a ella, la ducha no había conseguido acabar con su perfume, por lo que me llegó el olor a mujer en su totalidad. Me costó un poco pero conseguí abrir el corchete, y ya sin disimulo, la despojé con cuidado disfrutando de la visión de sus pezones. “Está buena la cabrona”, sentencié al verla desnuda. Durante dos años había tenido a mi lado a un cañón y no me percaté de ello.
No solo tenía buen cuerpo , al quitarle el maquillaje resultaba que era guapa, hay mujeres que lejos de mejorar pintadas, lo único que hacen es estropearse. Secarla fue otra cosa, al no tener ninguna prenda que la tapara, pude disfrutar y mucho de ella, cualquiera que me hubiese visto, no podría quejarse de la forma profesional en que la sequé, pero yo si sé, que sentí al recorrer con la toalla todo su cuerpo, que noté al levantarle los pechos para secarle sus pliegues, rozándole el borde de sus pezones, cómo me encantó el abrirle las piernas y descubrir un sexo perfectamente depilado, que tuve que secar concienzudamente, quedando impregnado su olor en mi mano.
Totalmente excitado le puse mi camiseta, y viendo lo bien que le quedaba con sus pitones marcándose sobre la tela, me olvidé de colocarle los pantalones, dejando su sexo al aire.
Llevándola de la mano, fuimos hasta salón, dejándola en el sofá de enfrente de la tele, mientras revisaba su bolso, tratando de descubrir algo de ella. Solo sabía que vivía por Móstoles y que su familia era de un pueblo de Burgos. En el bolso llevaba de todo pero nada que me sirviera para localizar a nadie amigo suyo, por lo que contrariado volví a la habitación. Me había dejado puesta la película porno, y Carmen absorta seguía las escenas que se estaban desarrollando. Me senté a su lado observándola, mientras en la tele una rubia le bajaba la bragueta al protagonista, cuando de pronto la muchacha se levanta e imitando a la actriz empieza a copiar sus movimiento. “No estoy abusando de ella”, me repetía, intentándome de autoconvencer que no estaba haciendo nada malo, al notar como se introducía mi pene en su boca, y empezaba a realizarme una exquisita mamada.
Seguía al pie de la letra, a la protagonista. Acelerando sus maniobras cuando la rubia incrementaba las suyas, mordisqueándome los testículos cuando la mujer lo hacía, y lo mas importante, tragándose todo mi semen como ocurría en la película.
Éramos parte de elenco, sin haber rodado ni un solo segundo de celuloide. Estaba siendo participe de la imaginación degenerada del guionista, por lo que esperé que nos deparaba la siguiente escena. Lo supe en cuanto se puso a cuatro piernas, iba a ser una escena de sexo anal, por lo que imitando en este caso al actor, me mojé las manos con el flujo de su sexo e introduciendo dos dedos relajé su esfínter, a la vez que le colocaba la punta de mi glande en su agujero. Fueron dos penetraciones brutales, una ficticia y una real, cabalgando sobre nuestras monturas en una carrera en la que los dos jinetes íbamos a resultar vencedores, golpeábamos sus lomos mientras tirábamos de las riendas de su pelo. Mi yegua relinchó desbocada al sentir como mi simiente le regaba el interior, y desplomada cayó sobre el sofá.
Desgraciadamente, la película terminó en ese momento y de igual forma Carmen recuperó en ese instante su pose distraída. Incrédulo esperé unos minutos a ver si la muchacha respondía pero fue una espera infructuosa, seguía en otra galaxia sin darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor. Entre tanto, mi mente trabajaba a mil, el sentimiento de culpabilidad que sentía me obligo a vestirla y esta vez si le puse los pantalones, llevándola a la cama de invitados.
“Me he pasado dos pueblos”, era todo lo que me machaconamente pensaba mientras metía la ropa de mi secretaria en la secadora, “mañana como se acuerde de algo, me va a acusar de haberla violado”. Sin tener ni idea de cómo se lo iba a explicar, me acerqué al cuarto donde la había depositado, encontrándomela totalmente dormida, por lo que tomé la decisión de hacer lo mismo.
Dormí realmente mal, me pasé toda la noche imaginando que me metían en la cárcel y que un negrazo me usaba en la celda, por lo que a las ocho de la mañana ya estaba en pié desayunando, cuando apareció medio dormida en la cocina.
-Don Manuel, ¿qué ha pasado?, solo me acuerdo de venir a su casa a traerle unos papeles-, me preguntó totalmente ajena a lo que realmente había ocurrido.
-Carmen, anoche te encontré en estado de shock en mi jardín, , por lo que te metí en la casa, estabas empapada y helada por lo que tuve que cambiarte -, el rubor apareció en su cara al oír que yo la había desvestido,-como no me sabía ningún teléfono de tus amigos, te dejé durmiendo aquí-.
-Gracias, no se que me ocurrió. Perdone, ¿y mi ropa?-.
-Arrugada pero seca, disculpa que no sepa planchar-, le respondí mas tranquilo, sacando la ropa de la secadora.
Mientras se vestía en otra habitación, me senté a terminar de desayunar, respirando tranquilo, no se acordaba de nada, por lo que mis problemas habían terminado. Al volver la muchacha le ofrecí un café, pero me dijo que tenia prisa, por lo que la acompañe a la verja del jardín. Ya se iba cuando se dio la vuelta y mirándome me dijo:
-Don Manuel, siempre he pensado de usted que era un GOLFO…, pero cuando quiera puede invitarme a ver otra película-
Cerró la puerta, dejándome solo.
 

Relato erótico: “Secreto de Familia: María” (POR MARQUESDUQUE)

$
0
0

DE LOCA A LOCA PORTADA2

Acababa de conseguir que mi novio se acostara con mi madre y ahora quería que desvirgara a mi hermana. ¿Cómo había llegado a algo así?

Sin títuloHola, me llamo María y tengo cuarenta y tantos, un marido fantástico y dos hijos maravillosos, pero cuando ocurrió lo que estoy contando tenía 17, acababa de perder la virginidad con mi novio, actualmente mi marido, que a su vez, la acababa de perder con mi madre. Ya solo faltaba que se acostase con Rita, mi hermana pequeña, dos años menor que yo, para cerrar el círculo. Creo que esto no suele ocurrir en la mayoría de las familias. Probablemente tampoco hubiera ocurrido en la mía si no se hubieran dado una serie de circunstancias. La primera es que nuestro padre nos abandono, largándose con su secretaria. Mi madre entró en una depresión que me hizo temer por el futuro de nuestra familia. La otra es que yo en aquella época llevaba un rollito muy hippie, muy liberado. Además me gustaba mucho el sexo. A penas podía pensar en otra cosa. A mis 17 no era una supermodelo que fuera por ahí rompiendo corazones, pero era graciosa y gustaba bastante a los chicos. No era muy alta ni muy llamativa, pero me consideraba mona de cara, con el pelo castaño algo rizado, y delgadita. Mi hermana y yo nos parecíamos, pero ella estaba menos desarrollada y llevaba el pelo corto con tonos rojizos.

Había notado que a mi novio le excitaba mi madre. Es normal, era, aun es, una mujer de bandera, a Julio, como se llama mi marido, se le iban los ojos con sus escotes. Yo, en mi juventud y bendita ingenuidad, andaba dando vueltas a como se podían conciliar las ideas románticas de amor tradicional, para toda la vida y demás, con las nuevas ideas del feminismo y el amor libre, que en esos años posteriores a la dictadura hacían furor. Quería a mi novio y quería estar con él. Era un cielo: atento, respetuoso y nunca me negaba nada. Además era guapo. Alto, moreno… era más intelectual que deportista, pero a mí tampoco me gustaban los hombres demasiado atléticos, así que no me importaba. Que le mirase las tetas a mi madre no me ponía celosa, más bien me hacía gracia. Yo también les miraba el paquete a otros hombres. A su vez quería tener una vida sexual plena, experimentar cosas, no ser como mi madre, dependiente de un hombre que la había traicionado. Julio y yo aún no habíamos perdido la virginidad. Se la había chupado y él me había comido el coño a mí, pero dar el siguiente paso nos ponía nerviosos. Entonces se me ocurrió: Julio debía acostarse con mi madre. Ella saldría de la depresión y Julio adquiriría las necesarias destrezas para ser un buen amante y estrenarme a mí como es debido. Sin saberlo había inventado la pareja liberal, que obviamente ya estaba inventada, pero que era un concepto revolucionario para mí. Podía tener las dos cosas, estar siempre con mi novio y tener sexo con otras personas, porque si él podía hacerlo con mi madre, yo podría hacerlo en el futuro con quien me placiese. No es que tuviera el deseo concreto de hacerlo con nadie en particular, simplemente no me quería cerrar puertas. Era una idea genial. Solo faltaba que se lo pareciese a él. Que mi madre le gustaba estaba claro, solo faltaba que tuviese el valor de admitirlo… de admitirlo y de intentar seducirla. No sabía si mi madre estaría interesada en montárselo con él, pero seguro que ver a otro hombre interesado en ella, especialmente si era más joven, le haría bien. La secretaria con la que se había fugado mi padre era, obviamente, más joven que mi madre, y esto la carcomía, haciéndole sentir vieja. Que se diera cuenta que podía volver loco a un crio la animaría seguro. Primero tenía que convencerle a él de que lo intentase. Ya veríamos como liaba a mi madre luego. Escogí para planteárselo el momento que me pareció mejor, mientras nos estábamos enrollando. Estábamos en mi habitación. Mi madre no estaba, pero Rita sí, y nos espiaba desde la puerta. No era la primera vez que lo hacía, supongo que tenía curiosidad y que la pobre se aburría. Normalmente fingía que no me daba cuenta y la dejaba mirar. De hecho me excitaba que lo hiciera. Después de un par de morreos, cuando ya sentía la polla de mi novio dura dentro del pantalón se lo plantee.

-Creo que deberías acostarte con mi madre.

-¿Qué?

Me dijo que estaba loca y había momentos en que estaba de acuerdo, pero veía que estaba perdiendo a mi madre y con ella mi familia y no estaba dispuesta a consentirlo. A grandes males, grandes remedios. Si mi padre no sabía apreciarla otros hombres lo harían, aunque para ello el primero tuviera que ser mi propio novio. Le llamé reprimido, traje a colación una anécdota de un día que le había puesto crema a mi madre en la playa y había terminado empalmado, en fin, argumenté mi locura lo mejor que pude. No esperaba convencerlo a la primera, se trataba de meter esa idea en su cabecita y dejar que el morbo fuera haciendo su trabajo. Cuando consideré el trabajo hecho seguimos besándonos. Bajé mi boca hasta su entrepierna con la intención de comerle la polla cuando se me ocurrió otra extravagancia. Mi hermana seguía allí mirando, no necesitaba verla para estar segura de ello. Estaría con las braguitas húmedas, tal vez masturbándose, pensando en la verga de mi novio. Lejos de encelarme eso me ponía cachondísima. Y además podía usarlo en mi favor. Olvidándome de Julio di un salto y me dirigí a la puerta. Rita no lo esperaba y la sorprendí con las manos en las bragas. La obligué a entrar en la habitación ante el pasmo de mi novio que continuaba con el miembro al aire. La pobre Rita estaba atoradísima, apenas podía balbucear una disculpa.

-Tranquila, es normal que tengas curiosidad- le dije yo- Ven, mírala más de cerca. A Julio no le importa.- Al pobre no le había pedido su opinión, pero a juzgar por lo empalmada que estaba su polla, no creo que le importara. Murmuró alguna protesta, pero lo ignoramos. – ¿quieres tocarla?- mi hermana alargó la manita y palpó su miembro. Estaba excitadísima. Puse mi mano sobre la suya y la moví para que le hiciera una paja. Bajé la cabeza y continué con la mamada. Después de un par de chupetones invité a Rita a hacer lo mismo. Era su primera mamada. Mi objetivo era desinhibir a Julio. Si mi hermana podía chupársela, podía tirarse a mi madre. Además a mi hermanita le vendría bien un poco de acción, después de tanto mirarnos. Acerqué mi boca al oído de nuestro semental y le pregunté si le gustaba lo que estaba ocurriendo. Susurró un reproche poco creíble y sonreí para mis adentros. Julio sería como una marioneta en mis manos. Terminamos en un 69 mientras Rita le chupaba los huevos. No tardó mucho en correrse, pero como el caballero que era me siguió lamiendo hasta que me corrí. También masturbó a mi hermana. En el momento del orgasmo las dos terminamos besándonos. Fue un poco raro, pero me gustó.

Esa noche me deslicé a la habitación de mi hermana para hablar con ella, no quería que lo que había pasado le provocara un trauma o algo así:

-Hola Rita. Quería hablar contigo de lo que ha pasado antes.

-No quería espiaros, de verdad, es que oí un ruido y… – estaba guapísima con rubor en sus mejillas y gesto de culpabilidad.

-Tranquila cariño, tienes curiosidad, es normal. No debí sorprenderte de ese modo y menos ponerte en una situación tan incómoda. Lo siento, me dejé llevar.

-Bueno, no fue tan incómoda- confesó ella con una sonrisilla- Julio tiene una buena polla.

-Ja ja, menuda zorrita, ¿ahora te gusta la polla de mi novio?

-¡Eh! ¡Que fuiste tú quien me obligó a chupársela!

-¿Obligar? Si lo estabas deseando…

Reímos las dos y le hice cosquillas. Todo parecía estar bien. Se la veía preciosa, orgullo de hermana aparte, en la penumbra, con su pijama de unicornios.

-Y lo del morreo entre nosotras. ¿Te gusto? No quiero que las cosas se pongan raras entre nosotras.

-Bueno, fue un poco extraño, pero me puso calentísima. No pasa nada, solo jugueteamos un poco.

-Me alegro que lo veas así- le dije y la besé en la mejilla- Estoy cachonda de acordarme. ¿Nos masturbamos?

-Vale. La película está debajo de la cama.

Se refería a una película porno que se había dejado nuestro padre antes de irse. La habíamos visto una docena de veces y aun nos calentaba. Desde la segunda vez que la pusimos que nos masturbábamos con una de las escenas que nos gustaba especialmente. Era un típico trío de dos chicas con un chico. La peli, un vieja cinta vhs, estaba ya pausada en esa escena que apareció en pantalla al darle al play. Las dos chicas se la chupaban a dúo al maromo, como habíamos hecho nosotras con Julio unas horas antes. Esta coincidencia me excitó y empecé a acariciarme la entrepierna. De reojo vi que mi hermana hacia lo mismo. Ellas estaban delgaditas y tenían unos pechos enormes, posiblemente artificiales. El chico tenía un pene desproporcionadamente grande, de unos 25 centímetros. Uf, que polla, comenté. Sí, y mira que tetas tienen ellas, dijo mi hermana. ¿Te fijas más en las tetas de ellas que en la polla de él?, pregunté yo. En las dos cosas. ¿Por qué? ¿Es algo malo?, dijo ella inocentemente. No, claro que no, la tranquilicé yo. No pasa nada. Seguimos masturbándonos, cada vez más cachondas. Estábamos en su cama, como la ropa nos molestaba nos la fuimos quitando. En un momento dado noté su manita en mis tetas, como ayudándome. Yo hice lo mismo por ella. En la pantalla el chico se follaba a la rubia mientras le comía el coño a la morena. Ellas se besaban. En el momento del orgasmo giré la cabeza hasta que mis labios se encontraron con los de mi hermana. Nos morreamos como lo habíamos hecho con mi novio. Me dije que era cosa del calentón, que simplemente nos ayudábamos a corrernos, como buenas hermanas que se hacen un favor. No concebía que a aquello se le pudiera llamar incesto.

Unos días después vi una ocasión perfecta para desarrollar mi plan. Estábamos todos viendo una película en mi casa, o sea, mi madre, mi hermana, Julio y yo. Mi novio estaba entre mi madre y yo. Aunque era verano hacia airecillo y nos tapábamos con una sabana en el regazo. Aprovechando que esto me daba intimidad comencé a tocarle el paquete coincidiendo con una escena de sexo que me había calentado. Entonces se me ocurrió. Mi madre no montaría un escándalo con nosotras delante y menos en su estado. Era un momento ideal para que Julio le metiera mano. Se lo susurré al oído, pero el muy cobarde no me hizo caso. Dispuesta a obligarlo, le cogí la mano y se la coloqué a mi madre en la pierna. El pobre se puso rojo como un tomate, pero no la retiró. Mi madre también estaba azorada, pero tampoco se movía. Allí estaban como dos pasmarotes con la mano de mi novio inmóvil en la pierna de mi madre. En la pantalla un hombre casado le hacía el amor a una putilla. A mi hermana eso le recordó lo que nos había hecho nuestro padre y murmuró algo contra los hombres. Vi en ello una oportunidad e intervine con un comentario a favor de la libertad sexual y la desinhibición. Mi madre, como yo esperaba, se sorprendió y me preguntó directamente defendía la infidelidad de mi padre. Era la ocasión que esperaba. Muy tranquila contesté que no, pero que si él se tiraba a su secretaria, ella también podía tirarse a un jovencito… por ejemplo Julio. De este modo le estaba dejando claro que no me pondría celosa si eso ocurría. A ella le hizo gracia la ocurrencia “fíjate, esta juventud” y esas cosas. Se notaba que se estaba relajando, hasta le dio un beso a Julio en la mejilla. Este se animó y comenzó a mover la mano. Yo se la seguía meneando, cada vez la tenía más dura. Le dije al oído que le metiera la mano en las bragas. Esta vez me hizo caso. Mi madre debía estar calentísima. En un momento dado se levantó, tirando la sabanita por el suelo y dejando el miembro de mi novio al aire y se fue, supongo que a masturbarse sola. Ni siquiera se dio cuenta de que le estaba haciendo una paja a Julio. Rita sí que lo vio y se acercó melosa. Volví a colocar la sabana, metí la cabeza dentro y se la chupé mientras mi hermana y él se besaban. Cuando se corrió en mi boca saber que tendría en la suya la saliva de mi hermana me excitó aun más.

Después de aquel avance me propuse espiar a mi madre masturbándose. Era obvio que eso era lo que había ido a hacer cuando se levantó del sofá. Podía ser interesante para mis fines, tal vez me diera información útil y, en todo caso me daba morbo verla así. Mi hermana estuvo de acuerdo conmigo y me ayudó a vigilarla. Un día que estaba comentando con Julio la jugada de la metida de mano, asegurándole que aquello demostraba que a mi madre le ponía cachonda y que podía tirársela, mientras el ponía escusas, vino Rita excitadísima. Mi novio había venido a comer a mi casa y estábamos pasando la sobremesa en mi cuarto. Lo está haciendo, afirmó. ¿Ahora?, me pregunté, ¿sabiendo que estamos todos en casa, en pleno día? Cogí a mi chico de la mano y seguimos a mi hermana. En efecto mi madre estaba tocándose. Había estado mirando a Julio de un modo un poco raro durante toda la comida. Nos quedamos mirándola por una rendija divertidos. Noté mis bragas húmedas y me puse a tontear con él. Para deleite de Rita que nos miraba de reojo le saque la verga y me puse a meneársela. Mi madre se tensó, aceleró los movimientos y se corrió gritando: ¡Julio! Aceleré yo también y el aludido se corrió en mi mano en silencio. Sin poder aguantar la risa corrimos a mi habitación. Ahora no negaras que esta desando que te la folles, le dije, hasta se masturba pensando en ti. Mi novio no sabía que decir.

El siguiente paso de mi plan me lo sugirió Rita, que ya era mi cómplice sin reparos. ¿Y si los dejamos solos, me dijo, en una playa nudista? Convencer a mi madre de que fuéramos a una con Julio el fin de semana siguiente no sería muy difícil: desde el divorcio estaba apática y hacía lo que queríamos sin oponer mucha resistencia. Ciertamente sería una situación excitante, los dos desnudos entre la arena y el agua. Me pareció una gran idea y nos pusimos manos a la obra. Mama refunfuñó un poco pero accedió. Creo que la posibilidad de verle la minga a mi novio la ponía cachonda. En cuanto a él… como de costumbre se encogió de hombros. Una vez llegamos y nos desnudamos Rita y yo fingimos habernos dejado la crema protectora en el coche y desaparecimos. Les dejamos un rato y, cuando volvimos los vimos bañándose en el mar. Parecían muy juntitos, me resultó sospechoso. El resto del día ni siquiera se miraron. Cuando me quedé a solas con Julio, unos días después, y le interrogué, la sorpresa: se habían enrollado en el agua. Me lo dijo titubeando, como avergonzado. Concretamente se habían masturbado el uno al otro. Le pedí que me diera los detalles y los imitamos, como en una reconstrucción de los hechos. Como habían estado primero jugando en el agua para aliviar tensiones, como habían hablado de nosotras y de lo que pasó el día de la metida de mano, como ella había rozado la polla erecta de él, así como por casualidad, como había empezado a meneársela mientras él terminaba lo que no había podido en el sofá, metiéndole los dedos en el coño. Estuvimos reproduciéndolo todo hasta corrernos en nuestras manos como habían hecho ellos en el mar. Siempre me había preguntado si a la hora de la verdad me sentiría celosa, si Julio y mi madre, finalmente, hacían algo. Era raro, en parte lo estaba y en parte no. Me parecía que habíamos cruzado una frontera peligrosa, pero, por otra parte, era lo que yo quería, y me excitaba muchísimo solo de pensarlo.

Después de ese paso adelante vino uno hacia atrás. Mi madre debía estar nerviosa o avergonzada o sentirse culpable porque dejó de hablarle a Julio y casi también a mí. No dijo nada al respecto, no se oponía a que mi novio viniera a casa ni nada parecido, simplemente lo evitaba, no le dirigía la palabra y si lo hacía él, respondía con monosílabos. Tampoco conmigo se mostraba especialmente dicharachera. No sabía qué hacer. Ya le había insinuado que no me importaría que se acostase con mi novio, pero o no había pillado la indirecta o no se la había tomado en serio. Suponía que insistir en el tema empeoraría las cosas, así que me limité a observar esperando que pasada la tormenta todo volviera a la normalidad y me surgiera una nueva ocasión de avanzar en mi plan. Pasaron semanas y todo seguía igual o, tal vez, peor. Cada día estaba más preocupada. Además la sombra de la depresión que en los felices días de las metidas de mano y masturbaciones en honor de mi novio se había alejado parecía volver a rondarla perseverante. La gota que colmó el vaso la produjo una discusión con mi padre. No recuerdo porque fue, alguna cuestión económica derivada del divorcio supongo. Mientras discutían habían ido elevando el tono y haciéndose reproches estúpidos. En el momento de máxima agitación el cabrón de mi padre le recordó a mi madre lo joven y guapa que era su secretaria y actual amante, y lo vieja y amargada que era ella. Mi progenitora había estallado en llanto y el debate había terminado ahí. Estaba furiosa con él por haber dicho aquello, pero también con ella, por dejar que le afectara de esa forma. Los días siguientes fueron terribles. Mi madre parecía una zombi. Cuando no podía más me encerraba con Rita en mi habitación o en la suya para no verla sollozar y auto-compadecerse y no terminar discutiendo y empeorando aun más las cosas. También me apoyé en Julio desahogando con él las cosas que no podía decirle a mi madre. Uno de esos días en que mama vagaba por la casa como un anima en pena y mi novio había venido a verme perdí la paciencia. Fui hacia ella y le dije todo lo que pensaba. Le dije que aquello no podía herirla así, que no necesitábamos a aquel cabrón en absoluto, que ella era una mujer joven y bella, que si él se tiraba a su secretaria ella podía hacerlo con alguien más joven, con Julio por ejemplo.

-¡No digas tonterías!-me espetó. Le recordé que se masturbaba pensando en él, que hasta le hizo una paja en la playa. Ella no sabía que yo lo sabía, así que se quedó perpleja -¡Estás loca! – me dijo finalmente a falta de argumentos mejores. No pude más y me fui llorando seguida de Rita que trataba de confortarme. Me costó unos minutos serenarme y acordarme que habíamos dejado a Julio a solas con mi madre en medio de semejante follón. Me sequé las lágrimas y cogida de la mano de mi hermana volvimos a la habitación de mi madre. Pensaba que tendría que rescatarlo de una situación violenta. Mientras nos acercábamos me extraño oír unos gemidos. La puerta estaba abierta y en la cama, despreocupados de nosotras, mi novio y mi madre se besaban. Rita y yo nos quedamos petrificadas. Noté que me apretaba la mano. Mis bragas se humedecieron y creo que las suyas también. Julio le chupaba los pezones a mi madre. Esas tetas de las que mi hermana y yo habíamos mamado estaban ahora en sus manos y en su boca. Siguieron desnudándose y besándose, ignorándonos por completo. Ahora ella le chupaba la polla. Noté que Rita se pegaba mucho a mí. Mi madre lamía esa verga que mi hermana y yo habíamos mamado antes. Mama colocó a mi novio sobre ella e hizo que le penetrara. Mi hermana y yo nos abrazamos. Estuvimos mirando hasta que acabaron, después les dejamos solos y fuimos a mi cuarto. Estábamos muy calientes. Rápidamente nos desnudamos y comenzamos a masturbarnos. Pronto noté su manita en mis pechos, la correspondí con la mía y estuvimos un rato haciéndonos un dedo y tocándonos las tetas. En un momento dado no me pude aguantar y me tiré sobre ella. Nos besamos y mi mano sustituyó a la suya entre sus piernas. Ella me correspondió y nos pajeamos la una a la otra mientras nos comíamos las bocas. Nuestros senos se rozaban. Me estaba volviendo loca de gusto… ¡con mi propia hermana! Nunca antes me habían excitado mujeres ni mucho menos de mi familia, pero en aquellos momentos estaba derritiéndome. Encajé mi muslo derecho en su vulva de modo que le quedó el izquierdo en contacto con la mía y comenzamos a frotarnos. Primero despacito, cada vez más fuerte. No sé como mama y Julio no se enteraron, nuestros gemidos cada vez eran más altos y el olor a sexo inundaba la habitación. Así nos corrimos, mojando nuestras piernas.

Al día siguiente en lugar de culpabilidad todo eran sonrisas. Me llevé a Julio aparte y le pregunté: ¿Sigues siendo mi novio, no? ¿No te enamoraras ahora de mi madre?

No seas tonta, se limitó a contestar y nos besamos. Eso me bastó para quitarme los celillos que a pesar de mi convencimiento de que aquello era una buena idea me habían entrado. Esa mañana fuimos de nuevo a la playa nudista. Esta vez nos bañamos los cuatro. Mi hermana y yo empezamos a meterle mano a Julio como en broma. Mi madre nos miraba divertida y murmuraba: estáis locas. De repente se me ocurrió algo: Repetid lo de la paja, que lo veamos Rita y yo. Mama rió. Lo que digo, locas de remate. La playa estaba desierta así que cuando ella puso la escusa de que podían sorprenderlos protestamos las dos. Él, como de costumbre no decía nada, en espera de cómo se desarrollaran los acontecimientos. Tanto insistimos que al final se acercaron insinuantes el uno a la otra. Después de su noche de pasión los dos lo estaban deseando. Mi madre le agarró la polla empalmada por nuestros juegos de antes y se la meneó. Luego se besaron como la otra vez. Rita y yo nos tocábamos bajo el agua sin que ellos, que estaban a lo suyo, se dieran cuenta. Antes de que él se corriera pararon y ella lo abrazó facilitando la penetración. Mi hermana y yo reímos y los jaleamos mientras follaban. Se besaban como locos y las tetas de ella chocaban contra el pecho de él. Era muy excitante mirarlos. Mi hermana me metía el dedito por el coño y yo a ella le frotaba el clítoris. Queríamos besarnos pero mi madre no lo hubiera entendido, ya era un milagro que se estuviera follando a mi novio delante de nosotras. Nos corrimos casi a la vez que ellos y volvimos a la orilla.

Esa misma noche estábamos los cuatro viendo una película con la sabanita en el regazo, como el día de la metida de mano. No necesité que una escena me pusiera caliente para acariciarle la polla a mi novio como en esa ocasión, pero esta vez ya sin disimulo. Él, por su parte, no necesitó tampoco que yo le incitara para meter la mano entre las piernas de mi madre. Esta reía y no paraba de repetir que estábamos locos, pero se la veía más feliz que en años. Mi hermanita nos miraba con envidia sin poder participar, hasta que no se le ocurrió otra cosa que meter la cabeza dentro de la sabana y chuparle la pija a Julio. Estaba sentada al lado de mi madre, así que para llegar hasta su objeto de deseo se recostó sobre de ella, de modo que cuando bajaba la cabeza para meterse la polla de mi chico del todo en la garganta sus pechos rozaban los muslos de nuestra progenitora. ¿Qué hacéis locas? Preguntaba riendo mientras Julio le metía los dedos en el coñito y Rita y yo, que la imité, le comíamos la polla a nuestro macho. Mama no perdía detalle de la doble mamada alucinando ante el que algo así se pudiera hacer. Julio giró la cabeza y comenzó a morrearse con su futura suegra. Luego le quitó la blusa y se puso a comerle las tetas. Cuando ya no aguantó más se levantó apartando nuestras bocas de sus genitales, agarró a mi madre de las piernas, haciendo gala de una iniciativa desconocida en él hasta entonces y se la metió de un golpe. Mi madre se volvía loca mientras mi novio se la follaba delante de nosotras. Me desnudé, froté mis tetas contra el brazo de nuestro semental y le besé profundamente, metiendo mi lengua hasta su garganta. Rita hizo lo mismo desde el otro lado, lo que no impedía que siguieran follando, bajando un poco el ritmo para chuparnos Julio la lengua a mi hermana o a mí alternativamente. Al cabo de un rato nos separamos de él para masturbarnos a gusto ante ese espectáculo de porno en vivo que nos estaban dando. Ellos aprovecharon para acelerar las embestidas y joder cada vez más duro. Mi madre estaba en la gloria y yo era feliz viéndoles. Estuvieron así un rato hasta que los vimos llegar al orgasmo casi a la vez. Nosotras también disfrutamos con nuestros dedos.

Después de aquellos acontecimientos me sentía preparada para perder mi virginidad. Mi madre ya había disfrutado, ahora me tocaba a mí. Para el siguiente fin de semana les pedí a las dos, ella y mi hermana, que nos dejaran a solas a Julio y a mí. Preparé una cena romántica y compré condones. Lo tenía todo preparado. Él comprendió que había llegado el momento y cuando terminamos de cenar me llevó a mi cuarto en brazos mientras nos besábamos. No hizo falta hablar, los dos sabíamos lo que iba a suceder. Me tendió en la cama y se desnudó. Comenzó a besarme despacio, deleitándose. Nos mordíamos los labios, nuestras lenguas se juntaban. Siguió besándome por el cuello, bajó hasta mis senos y los chupó, desprendiéndome de la blusa y el sujetador. Rodeó mis pezones con la lengua mientras me amasaba las tetas, los besó, los succionó… solo con eso ya me dejó al borde del orgasmo. Luego bajó por mi vientre, jugó un rato en mi ombligo haciéndome cosquillas y llegó hasta mi monte de Venus. Aspiró el aroma que salía de entre mis piernas y decidió besarme los muslos. También me mordió las rodillas a la vez que yo, con mis pies, le acariciaba el miembro erecto. Volvió a subir la lengua por mis piernas, esta vez entrando por la cara interna de mis muslos. Llegó a las ingles y las acarició con los labios. Yo a esas alturas ya estaba deshaciéndome en sus caricias y besos. Me pasó la lengua por la vagina, la metió dentro y la movió de un lado a otro. Estuve a punto de explotar. Luego me lamió el clítoris, lo empapó de saliva, lo rodeó con sus labios y lo aspiró. Aquí ya no pude más y me corrí en su boca. Agradecida le besé y noté el sabor de mis flujos en sus labios. Dispuesta a retribuirle le tumbé sobre la cama y fui yo ahora quién le besó en el cuello. Bajé la lengua por su cuerpo hasta llegar a su pene grueso, erecto, magnífico. Le di besitos en la punta mientras lo sujetaba por la base. Al tacto de mi mano lo noté caliente, palpitante… Se la había comido muchas veces, pero esta era especial. La lamí de la punta a la base, le chupé los huevos y, finalmente, me la metí en la boca, la rodee con la lengua y me puse a mamar. Lo hacía como si me fuera la vida en ello, le acariciaba los cojones y succionaba su polla como si fuera a extraer el más preciado manjar. Al cabo de un rato tuve que pararme porque noté que si no se iba a correr y quería que me la metiera, que me desvirgase. Nos besamos de nuevo tiernamente, otra vez me mordió las tetas y me acarició la entrepierna. Me tumbé sobre la cama y separé los muslos. Él acercó la polla a mi vulva y la pasó por mis labios vaginales, luego golpeó mi clítoris con su glande. ¡Vamos, métemela ya!, rogué. Sonrió y me metió la puntita. Lo hacía despacio. La metió un poco más y notó la resistencia. Empezó a dolerme un poco, pero se podía aguantar y estaba muy excitada. Empujo un poco y ¡chas!, ya no era virgen. Unas gotitas de sangre resbalaron por mis muslos. La metió entera y la dejó quieta. Poco a poco me fui acostumbrando a ella y el dolor dejó paso al placer. Comenzó a moverse muy lentamente, era genial, estaba en la gloria. Fue acelerando el ritmo, haciéndolo cada vez más deprisa. Mientras me tocaba las tetas y me besaba. Cada vez le daba más duro, más rápido, más fuerte. Nos corrimos a la vez, fue fantástico, grité su nombre hasta que su lengua en la mía me hizo callar.

Después de esa maravillosa primera vez follábamos tanto como podíamos. Me había hecho celosa y ya no le dejaba tirarse a mi madre ni juguetear con mi hermana: lo quería solo para mí. Pasamos unas semanas como de luna de miel haciendo el amor en cada ocasión que se nos presentaba, contando con la colaboración de mi familia a la que no le importaba dejarnos solos cuando lo necesitábamos. Un día estábamos en la faena cuando con el rabillo del ojo observe a alguien espiarnos. Era mi hermana de nuevo. Desde que había perdido la virginidad la tenía desatendida, nada de sesiones masturbatorias las dos solas y, por supuesto, no la había dejado acercarse a mi novio. Me dio pena y busque con la mirada la aprobación de mi hombre, que también había reparado en su presencia. Él asintió así que la dejé pasar. En aquellos momentos estaba cabalgando sobre él. Atraje a mi hermana hacia mí y la besé. Nuestras lenguas se rozaron mientras tenia aun el pene de Julio dentro. Entonces le susurre al oído a Rita que le besara. Así lo hizo mientras yo seguía montándole. Noté que su polla crecía más en mi coño. Se comían las bocas con pasión. Ella se fue desnudando y ofreciéndole los senos para que los besara y el chochito para que la masturbara. Caí sobre ellos y juntamos las tres lenguas mientras nos corriamos. Repetimos esta especie de tríos en los que mi novio me follaba a mí y hacía correrse a mi hermana con los dedos o la boca un par de veces. También un par de días que no podía estar con Julio acabé masturbándome con mi hermana mientras veíamos la película porno que se había dejado mi padre, como solíamos, o ante el relato de mi pérdida de la virginidad, en que yo no le ahorraba detalles, explicándole explícitamente lo que se sentía cuando una polla te horadaba el coño. Fue en una de esas ocasiones, mientras simulaba que mis dedos eran la polla de Julio y el coño de mi hermana era el mío y la hacía correrse susurrándole guarradas al oído, cuando comprendí que aquello tenía que pasar. Igual que se había follado a mi madre, mi novio debía follarse a mi hermana.

El siguiente fin de semana hablé con él. Es sobre mi hermana, le dije. Quieres que me acueste con ella, interrumpió él. No hay problema. Casi me molestó que pusiera tan pocas resistencias, después de lo que me costó que lo hiciera con mi madre, pero debo reconocer que se veía venir. Además, una vez derribas las barreras, y nosotros ya las habíamos derribado, todo es más fácil.

Recuerdas que tu novia soy yo, ¿verdad?, le dije algo picada. Claro tonta. Eres tú la que ha venido a pedírmelo. Era verdad, no podía negarlo. De igual modo fui a hablar con Rita. Es mi novio, le dije. No va a ser el novio de las dos, ni nada parecido. Tú tendrás pronto tu propio novio. O novia, lo que más te guste. Julio es el mío. Solo vamos a compartirlo por ahora. Para que sepas lo que es tener una polla dentro. Ella asintió en silencio y me besó en los labios. La hice entrar en mi habitación donde mi chico nos esperaba. ¿Queréis que os deje solos? No, se apresuró a responder ella. Quédate. Él no opuso ninguna objeción así que me quedé mirando a un paso de distancia mientras se besaban. Se habían comido las bocas otras veces, pero se notaba que aquella ocasión era especial. No hablaban, solo se acariciaban y se mordían. Se fueron desnudando y yo empecé a tocarme entre las piernas. Estaba excitada de verlos. Él le lamía ahora los pezones a ella. Luego fue bajando la lengua hasta llegar a su coñito. Chupó un rato e hizo que ella se estremeciera, pero no llegó a correrse. Después ella le chupó a él. Lo hizo por todo el cuerpo, hasta llegar a su miembro erguido. Le dio besitos en la punta, se lo metió entero en la boca. Le había enseñado bien. Cuando se tendió sobre la cama con los muslos separados y él acercó su pene a los labios de su vulva, Rita extendió la mano hacia mí. Se la cogí y me la apretó fuerte. Quería compartir esto conmigo y eso me emocionó. Quería mucho a mi hermanita. Julio se la metió con delicadeza. Su experiencia conmigo le sirvió para hacerlo aún mejor. Se estaba convirtiendo en un experto. Cuando noté que ella disfrutaba no pude más y me llevé su mano al coño para que me lo tocara. Ella lo entendió y me metió el dedito como ella sabía, como a mí me gustaba. Mientras follaban no dejaban de besarse. Sus lenguas bailaban al ritmo de sus embestidas. Nos corrimos los tres a la vez. Una lágrima le caía a Rita por la mejilla. La besé con pasión. Después a él. Me tumbé con ellos y quedamos allí abrazados.

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR:
jomabou@alumni.uv.es

 

“La esposa de un narco y su hermana son mis vecinas” LIBRO PARA DESCARGAR

$
0
0

portada narco2

Sinopsis:

Un buen día, el piso de al lado se ocupa. Marcos, un abogado, se sorprende al descubrir que sus vecinas son la esposa y la hermana de un narco que defendió. Todo se complica por la atracción que demuestran por él. Cuando ya no creía que podría sorprenderle, esas dos mujeres sacan los trapos sucios de su propia familia y para colmo, reconocen ser la jefas de una secta de fanáticos, llamada LA HERMANDAD.

Bájatelo pinchando en el banner o en el siguiente enlace:

http://www.amazon.es/s?_encoding=UTF8&field-author=Fernando%20Neira%20(GOLFO)&search-alias=digital-text

Para que podías echarle un vistazo, os anexo el primer capítulo:

Capítulo uno.

Estoy jodido. Mi ritmo de vida se ha visto alterado por culpa de mis vecinas. Hasta hace seis meses, siempre me había considerado un perro en lo que respecta a mujeres y aun así, con cuarenta y tres años, me he visto sorprendido por la actitud que han mostrado desde que se mudaron al ático de al lado.

Todavía recuerdo el sábado que hicieron la mudanza. Ese día tenía una resaca monumental producto de la ingesta incontrolada de Whisky a la que estoy fatalmente habituado. Me había acostado pasadas las seis de la madrugada con una borrachera de las que hacen época pero con una borracha del montón.  

Estaba durmiendo cuando sin previo aviso, llegó a mis oídos el escándalo de los trabajadores de la empresa de mudanza subiendo y colocando los muebles. Tardé en reconocer la razón de tamaño estrépito, el dolor de mi cabeza me hizo levantarme y sin darme cuenta que como única vestimenta llevaba unos calzoncillos, salí al rellano a ver cuál era la razón de semejante ruido. Al abrir la puerta me encontré de bruces con un enorme aparador que bloqueaba la salida de mi piso. Hecho una furia, obligué a los operarios a desbloquear el paso y cabreado volví a mi cama.

En mi cuarto, María, una asidua visitante de la casa, se estaba vistiendo.

―Marcos. Me voy. Gracias por lo de ayer.

En mis planes estaba pasarme todo el fin de semana retozando con esa mujer, pero gracias a mis “amables vecinos” me lo iba a pasar solo. Comprendiendo a la mujer, no hice ningún intento para que cambiara de opinión. De haber sido al revés, yo hubiera tardado incluso menos tiempo en salir huyendo de ese infierno.

―Te invito a tomar un café al bar de abajo― le dije mientras me ponía una camiseta y un pantalón corto. Necesitaba inyectarme en vena cafeína.

Mi amiga aceptó mi invitación de buen grado y en menos de cinco minutos estábamos sentados en la barra desayunando. Ella quiso que me fuera a su casa a seguir con lo nuestro pero ya se había perdido la magia. Sus negras ojeras me hicieron recordar una vieja expresión: “ayer me acosté a las tres con una chica diez, hoy me levanté a las diez con una chica tres”. Buscando una excusa, rechacé su oferta amablemente prometiéndole que el siguiente viernes iba a invitarla a cenar en compensación. Prefería quedarme solo a tener que volver a empezar con el galanteo con ese gallo desplumado que era María sin el maquillaje. Ambos sabíamos que era mentira, nuestra relación consiste solo en sexo esporádico, cuando ella o yo estábamos sin plan, nos llamábamos para echar un polvo y nada más.

Al despedirnos, decidí salir a correr por el Retiro con la sana intención de sudar todo el alcohol ingerido. Tengo la costumbre de darle cuatro vueltas a ese parque a diario, pero ese día fui incapaz de completar la segunda. Con el bofe fuera, me tuve que sentar en uno de sus bancos a intenta normalizar mi respiración. “Joder, anoche me pasé”, pensé sin reconocer que un cuarentón no tiene el mismo aguante que un muchacho y que aunque había bebido en exceso, la realidad de mi estado tenía mucho más que ver con mi edad. Con la moral por los suelos, volví a mi piso.

Había trascurrido solo dos horas y por eso me sorprendió descubrir que habían acabado con la mudanza. Encantado con el silencio reinante en casa, me metí en la sauna que había hecho instalar en la terraza. El vapor obró maravillas, abriendo mis poros y eliminando las toxinas de poblaban mis venas. Al cabo de media hora, completamente sudado salí y sin pensar en que después de dos años volvía a tener vecinos, me tiré desnudo a la pequeña piscina que tengo en el segundo piso del dúplex donde vivo. Sé que es un lujo carísimo, pero después de quince años ejerciendo como abogado penalista es un capricho al que no estoy dispuesto a renunciar. Estuve haciendo largos un buen rato, hasta que el frio de esa mañana primaveral me obligó a salir.

Estaba secándome las piernas cuando a mi espalda escuché unas risas de mujer. Al girarme, descubrí que dos mujeres, que debían rondar los treinta años, estaban mirándome al otro lado del murete que dividía nuestras terrazas. Avergonzado, me enrollé la toalla y sonriendo en plan hipócrita, me metí de nuevo en mi habitación.

«¡Mierda!, voy a tener que poner un seto si quiero seguir bañándome en pelotas», me dije molesto por la intromisión de las dos muchachas.

Acababa de terminar de vestirme cuando escuché que alguien tocaba el timbre, y sin terminar de arreglarme salí a ver quién era. Me sorprendió toparme de frente con mis dos vecinas. Debido al corte de verme siendo observado, ni siquiera había tenido tiempo de percatarme que además de ser dos preciosidades de mujer, las conocía:

Eran Tania y Sofía, la esposa y la hermana de Dmitri Paulovich, un narco al que había defendido hacía tres meses y que aprovechando que había conseguido sacarle de la trena mediante una elevada fianza, había huido de España, o al menos eso era lo que se suponía. Sin saber que decir, les abrí la puerta de par en par y bastante más asustado de lo que me hubiese gustado reconocer les pregunté en qué podía servirles.

Tanía, la mujer de ese sanguinario, en un perfecto español pero imbuido en un fuerte acento ruso, me pidió perdón si me habían molestado sus risas pero que les había sorprendido darse cuenta que su vecino no era otro que el abogado de su marido.

―Soy yo el que les tiene que pedir perdón. Llevo demasiado tiempo sin vecinos, y me había acostumbrado a nadar desnudo. Lo siento no se volverá a repetir.

―No se preocupe por eso. En nuestra Rusia natal el desnudo no es ningún tabú. Hemos venido a invitarle a cenar como muestra de nuestro arrepentimiento.

La naturalidad con la que se refirió a mi escena nudista, me tranquilizó y sin pensármelo dos veces, acepté su invitación, tras lo cual se despidieron de mí con un “hasta luego”. De haber visto como Sofía me miraba el culo, quizás no hubiese aceptado ir esa noche a cenar, no en vano su hermano era el responsable directo de medio centenar de muertes.

Al cerrar la puerta, me desmoroné. Había luchado duro para conseguir un estatus y ahora de un plumazo, mi paraíso se iba a convertir en un infierno. Vivir pared con pared con uno de los tipos más peligroso de toda el hampa ruso era una idea que no me agradaba nada y peor, si ese hombre me había pagado una suculenta suma para conseguir que le sacara. Nadie se iba a creer que nuestra relación solo había consistido en dos visitas a la cárcel y que no tenía nada que ver con sus sucios enjuagues y negocios. Hecho un manojo de nervios, decidí salir a comer a un restaurante para pensar qué narices iba a hacer con mi vida ahora que la mafia había llamado a mi puerta. Nada más salir, comprendí que debía de vender mi casa y mudarme por mucho que la crisis estuviera en su máximo apogeo. En el portal de mi casa dos enormes sicarios estaban haciendo guardia con caras de pocos amigos.

Durante la comida, hice un recuento de los diferentes escenarios con los que me iba a encontrar. Si seguía viviendo a su lado, era un hecho que no iba a poderme escapar de formar parte de su organización, pero si me iba de espantada, ese hijo de puta se enteraría y podía pensar que no le quería como vecino, lo que era en la práctica una condena a muerte. Hiciera lo que hiciese, estaba jodido. «Lo mejor que puedo hacer es ser educado pero intentar reducir al mínimo el trato», pensé mientras me prometía a mí mismo que esa noche iba a ser la primera y última que cenara con ellos.

Recordando las normas de educación rusa, salí a comprar unos presentes que llevar a la cena. Según su estricto protocolo el invitado debía de llevar regalos a todos los anfitriones y como no sabía si Dmitri estaba escondido en la casa, opté por ser prudente y decidí también comprarle a él. No me resultó fácil elegir, un mafioso tiene de todo por lo que me incliné por lo caro y entrando en Loewe le compré unos gemelos de oro. Ya que estaba allí, pedí consejo a la dependienta respecto a las dos mujeres.

―A las rusas les encantan los pañuelos― me respondió.

Al salir por la puerta, mi cuenta corriente había recibido un bajón considerable pero estaba contento, no iban a poderse quejar de mi esplendidez. No me apetecía volver a casa, por lo que para hacer tiempo, me fui al corte inglés de Serrano a comprarme un traje. De vuelta a mi piso, me dediqué a leer un rato en una tumbona de la piscina, esperando que así se me hiciera más corta la espera. Estaba totalmente enfrascado en la lectura, cuando un ruido me hizo levantar mi mirada del libro. Sofía, la hermana pequeña del mafioso, estaba dándose crema completamente desnuda en su terraza. La visión de ese pedazo de mujer en cueros mientras se extendía la protección por toda su piel, hizo que se me cayera el café, estrellándose la taza contra el suelo.

Asustado, me puse a recoger los pedazos, cuando de repente escuché que me decía si necesitaba ayuda. Tratando de parecer tranquilo, le dije que no, que lo único que pasaba era que había roto una taza.

―¿Qué es lo que ponerle nervioso?― contestó.

Al mirarla, me quedé petrificado, la muchacha se estaba pellizcando su pezones mientras con su lengua recorría sensualmente sus labios. Sin saber qué hacer ni que responder, terminé de recoger el estropicio y sin hablar, me metí a la casa. Ya en el salón, miré hacia atrás a ver que hacía. Sofía, consciente de ser observada, se abrió de piernas y separando los labios de su sexo, empezó a masturbarse sin pudor. No tuve que ver más, si antes tenía miedo de tenerles de vecinos, tras esa demostración estaba aterrorizado. Dmitri era un hijo de perra celoso y no creí que le hiciera ninguna gracia que un picapleitos se enrollara con su hermanita.

« Para colmo de males, la niña es una calientapollas», pensé mientras trataba de tranquilizarme metiéndome en la bañera. «Joder, si su hermano no fuera quién es, le iba a dar a esa cría lo que se merece», me dije al recordar lo buenísima que estaba, «la haría berrear de placer y la pondría a besarme los pies».

Excitado, cerré los ojos y me dediqué a relajar mi inhiesto miembro. Dejándome llevar por la fantasía, visualicé como sería ponerla en plan perrito sobre mis sabanas. Me la imaginé entrando en mi habitación y suplicando que le hiciera el amor. En mi mente, me tumbé en la cama y le ordené que se hiciera cargo de mi pene. Sofía no se hizo de rogar y acercando su boca, me empezó a dar una mamada de campeonato. Me vi penetrándola, haciéndola chillar de placer mientras me pedía más. En mi mente, su cuñada, alertada por los gritos, entraba en mi cuarto. Al vernos disfrutando, se excitó y retirando a la pelirroja de mí, hizo explotar mi sexo en el interior de su boca.

Era un imposible, aunque se metieran en mi cama desnudas nunca podría disfrutar de sus caricias, era demasiado peligroso, pero el morbo de esa situación hizo que no tardara en correrme. Ya tranquilo, observé que sobre el agua mi semen navegaba formando figuras. «¡Qué desperdicio!», exclamé para mí y fijándome en el reloj, supe que ya era la hora de vestirme para la cena.

A las nueve en punto, estaba tocando el timbre de su casa. Para los rusos la puntualidad es una virtud y su ausencia una falta de educación imperdonable. Una sirvienta me abrió la puerta con una sonrisa y, cortésmente, me hizo pasar a la biblioteca. Tuve que reconocer que la empresa de mudanzas había hecho un buen trabajo, era difícil darse cuenta que esas dos mujeres llevaban escasas doce horas en ese piso. Todo estaba en su lugar y en contra de lo que me esperaba, la elección de la decoración denotaba un gusto que poco tenía que ver con la idea preconcebida de lo que me iba encontrar. Había supuesto que esa familia iba hacer uso de la típica ostentación del nuevo rico. Sobre la mesa, una botella de vodka helado y tres vasos.

―Bienvenido―, escuché a mi espalda. Al darme la vuelta, vi que Tanía, mi anfitriona, era la que me había saludado. Su elegancia volvió a sorprenderme. Enfundada en un traje largo sin escote parecía una diosa. Su pelo rubio y su piel blanca eran realzados por la negra tela.

―Gracias― respondí ―¿su marido?

―No va a venir, pero le ha dejado un mensaje― me contestó y con gesto serio encendió el DVD.

En la pantalla de la televisión apareció un suntuoso despacho y detrás de la mesa, Dmitri. No me costó reconocer esa cara, puesto que, ya formaba parte de mis pesadillas. Parecía contento, sin hacer caso a que estaba siendo grabado, bromeaba con uno de sus esbirros. Al cabo de dos minutos, debieron de avisarle y dirigiéndose a la cámara, empezó a dirigirse a mí.

―Marcos, ¡Querido hermano!, siento no haberme podido despedirme de ti pero, como sabes mis negocios, requerían mi presencia fuera de España. Solo nos hemos visto un par de veces pero ya te considero de mi sangre y por eso te encomiendo lo más sagrado para mí, mi esposa y mi dulce hermana. Necesito que no les falte de nada y que te ocupes de defenderlas si las autoridades buscan una posible deportación. Sé que no vas a defraudar la confianza que deposito en ti y como muestra de mi agradecimiento, permíteme darte este ejemplo de amistad.

En ese momento, su esposa puso en mis manos un maletín. Dudé un instante si abrirlo o no, ese cabrón no había pedido mi opinión, me estaba ordenando no solo que me hiciera cargo de la defensa legal de ambas mujeres sino que ocupara de ellas por completo.

«No tengo más remedio que aceptar sino lo hago soy hombre muerto», pensé mientras abría el maletín. Me quedé sin habla al contemplar su contenido, estaba repleto de fajos de billetes de cien euros. No pude evitar exclamar:

―¡Debe haber más de quinientos mil euros!

―Setecientos cincuenta mil, exactamente― Tania rectificó. ―Es para cubrir los gastos que le ocasionemos durante los próximos doce meses.

«¡Puta madre! Son ciento veinticinco millones de pesetas, por ese dinero vendo hasta mi madre», me dije sin salir de mi asombro. El ruso jugaba duro, si aguantaba, sin meterme en demasiados líos, cinco años, me podía jubilar en las Islas vírgenes.

―Considéreme su abogado― las informé extendiendo la mano.

La mujer, tirando de ella, me plantó un beso en la mejilla y al hacerlo pegó su cuerpo contra el mío. Sentir sus pechos me excitó. La mujer se dio cuenta y alargando el abrazo, sonriendo, me respondió cogiendo la botella de la mesa:

―Hay que celebrarlo.

Sirvió dos copas y de un solo trago se bebió su contenido. Al imitarla, el vodka quemó dolorosamente mi garganta, haciéndome toser. Ella se percató que no estaba habituado a ese licor y aun así las rellenó nuevamente, alzando su copa, hizo un brindis en ruso que no comprendí y al interrogarla por su significado, me respondió:

― Qué no sea ésta la última vez que bebemos juntos, con ayuda de Dios.

Es de todos conocidos la importancia que dan lo eslavos a los brindis, y por eso buscando satisfacer esa costumbre, levanté mi bebida diciendo:

―Señora, juro por mi honor servirla. ¡Que nuestra amistad dure muchos años!

Satisfecha por mis palabras, vació su vodka y señalándome el mío, esperó a que yo hiciera lo mismo. No me hice de rogar, pensaba que mi estómago no iba a soportar otra agresión igual pero en contra de lo que parecía lógico, ese segundo trago me encantó. En ese momento, Sofía hizo su entrada a la habitación, preguntando que estábamos celebrando. Su cuñada acercándose a ella, le explicó:

―Marcos ha aceptado ser el hombre de confianza de Dmitri, sabes lo que significa, a partir de ahora debes obedecerle.

―Por mí, estar bien. Yo contenta― respondió en ese español chapurreado tan característico, tras lo cual me miró y poniéndose melosa, dijo: ―no dudar de colaboración mía.

Su tono me puso la piel de gallina. Era una declaración de guerra, la muchacha se me estaba insinuando sin importarle que la esposa de su hermano estuviera presente. Tratando de quitar hierro al asunto, decidí preguntarles si había algo urgente que tratar.

―Eso, ¡mañana! Te hemos invitado y la cena ya está lista―, contestó Tanía, zanjando el asunto.

―Perdone mi despiste, señora, le he traído un presente― dije dando a cada una su paquete. La dependienta de Loewe había acertado de pleno, a las dos mujeres les entusiasmó su regalo. Según ellas, se notaba que conocía al sexo femenino, Dmitri les había obsequiado muchas cosas pero ninguna tan fina.

―¿Pasamos a cenar?― preguntó Tania.

No esperó mi respuesta, abriendo una puerta corrediza me mostró el comedor. Al entrar estuve a punto de gritar al sentir la mano de Sofía magreándome descaradamente el culo. Intenté que la señora de la casa no se diera cuenta de los toqueteos que estaba siendo objeto pero dudo mucho que una mujer, tan avispada, no se percatara de lo que estaba haciendo su cuñada. Con educación les acerqué la silla para que se sentaran.

―Eres todo un caballero― galantemente me agradeció Tania. ―En nuestra patria se ha perdido la buena educación. Ahora solo abundan los patanes.

Esa rubia destilaba clase por todos sus poros, su delicado modo de moverse, la finura de sus rasgos, hablaban de sus orígenes cien por cien aristocráticos. En cambio, Sofía era un volcán a punto de explotar, su enorme vitalidad iba acorde con el tamaño de sus pechos. La naturaleza la había dotado de dos enormes senos, que en ese mismo instante me mostraba en su plenitud a través del escote de su vestido.

«Tranquilo macho, esa mujer es un peligro», tuve que repetir mentalmente varias veces para que la excitación no me dominara: «Si le pones la mano encima, su hermano te corta los huevos». La incomodidad inicial se fue relajando durante el trascurso de la cena. Ambas jóvenes no solo eran unas modelos de belleza sino que demostraron tener una extensa cultura y un gran sentido del humor, de modo que cuando cayó la primera botella, ya habíamos entrado en confianza y fue Sofía, la que preguntó si tenía novia.

―No, ninguna mujer con un poco de sentido común me aguanta. Soy el prototipo de solterón empedernido.

―Las españolas no saber de hombres, ¿Verdad?

Esperaba que Tanía, cortarse la conversación pero en vez de ello, contestó:

―Si, en Moscú no duras seis meses soltero. Alguna compatriota te echaría el lazo nada más verte.

―¿El lazo? Y ¡un polvo!― soltó la pelirroja con una sonrisa pícara.

Su cuñada, lejos de escandalizarse de la burrada que había soltado la pelirroja, se destornilló de risa, dándole la razón:

―Si nunca he comprendido porqué en España piensan que las rusas somos frías, no hay nadie más caliente que una moscovita. Sino que le pregunten a mi marido.

Las carcajadas de ambas bellezas fueron un aviso de que me estaba moviendo por arenas movedizas y tratando de salirme del pantano en el que me había metido, contesté que la próxima vez que fuera tenía que presentarme a una de sus amigas. Fue entonces cuando noté que un pie desnudo estaba subiendo por mi pantalón y se concentraba en mi entrepierna. No tenía ninguna duda sobre quien era la propietaria del pie que frotaba mi pene. Durante unos minutos tuve que soportar que la muchacha intentara hacerme una paja mientras yo seguía platicando tranquilamente con Tania. Afortunadamente cuando ya creía que no iba a poder aguantar sin correrme, la criada llegó y susurró al oído de su señora que acababan de llegar otros invitados.

Sonriendo, me explicó que habían invitado a unos amigos a tomar una copa, si no me importaba, tomaríamos el café en la terraza. Accedí encantado, ya que eso me daba la oportunidad de salir airoso del acoso de Sofía. Camino de la azotea volví a ser objeto de las caricias de la pelirroja. Con la desfachatez que da la juventud, me agarró de la cintura y me dijo que estaba cachonda desde que me vio desnudo esa mañana. Tratando de evitar un escándalo, no tuve más remedio que llevármela a un rincón y pedirle que parara que no estaba bien porque yo era un empleado de Dmitri,

La muchacha me escuchó poniendo un puchero, para acto seguido decirme:

―Yo dejarte por hoy pero tú dame beso.

No sé por qué cedí a su chantaje y cogiéndola entre mis brazos acerqué mis labios a los suyos. Si pensaba que se iba a conformar con un morreo corto, estaba equivocado, pegándose a mí, me besó sensualmente mientras rozaba sin disimulo su sexo contra mi pierna. Tenía que haberme separado en ese instante pero me dejé llevar por la lujuria y agarrando sus nalgas, profundicé en ella de tal manera que si no llega a ser porque escuchamos que los invitados se acercaban la hubiese desnudado allí mismo.

«¡Cómo me pone esta cría!», pensé mientras disimulaba la erección.

Tania, ejerciendo de anfitriona, me introdujo a las tres parejas. Dos de ellas trabajaban en la embajada mientras que el otro matrimonio estaba de visita, lo más curioso fue el modo en que me presentó:

―Marcos es el encargado de España, cualquier tema en ausencia de mi marido tendréis que tratarlo con él.

Las caras de los asistentes se transformaron y con un respeto desmedido se fueron presentado, explicando cuáles eran sus funciones dentro de la organización. Asustado por lo súbito de mi nombramiento, me quedé callado memorizando lo que me estaban diciendo. Cuando acabaron esperé a que Tania estuviese sola y acercándome a ella, le pedí explicaciones:

―Tú no te preocupes, poca gente lo sabe pero yo soy la verdadera jefa de la familia. Cuando te lleguen con un problema, solo tendrás que preguntarme.

Creo que fue entonces cuando realmente caí en la bronca en la que me había metido. Dmitri no era más que el lacayo que su mujer usaba para sortear el machismo imperante dentro de la mafia y ella, sabiendo que su marido iba a estar inoperante durante largo tiempo, había decidido sustituirlo por mí. Estaba en las manos de esa bella y fría mujer. Sintiéndome una mierda, cogí una botella y sentado en un rincón, empecé a beber sin control. Desconozco si me pidieron opinión o si lo dieron por hecho, pero al cabo de media hora la fiesta se trasladó a mi terraza porqué la gente quería tomarse un baño. Totalmente borracho aproveché para ausentarme y sin despedirme, me fui a dormir la moña en mi cama.

Debían de ser las cinco de la madrugada cuando me desperté con la garganta reseca. Sin encender la luz, me levanté a servirme un coctel de aspirinas que me permitiera seguir durmiendo. Tras ponerme el albornoz, salí rumbo a la cocina pero al cruzar el salón, escuché que todavía quedaba alguien de la fiesta en la piscina. No queriendo molestar pero intrigado por los jadeos que llegaban a mis oídos, fui sigilosamente hasta la ventana para descubrir una escena que me dejó de piedra. Sobre una de las tumbonas, Tania estaba totalmente desnuda y Sofía le estaba comiendo con pasión su sexo. No pude retirar la vista de esas dos mujeres haciendo el amor. La rubia con la cabeza echada hacia atrás disfrutaba de las caricias de la hermana de su marido mientras con sus dedos no dejaba de pellizcarse los pechos. Era alucinante ser coparticipe involuntario de tanto placer, incapaz de dejar de mirarlas mi miembro despertó de su letargo e irguiéndose, me pidió que le hiciera caso. Nunca he sido un voyeur pero reconozco que ver a Sofía disfrutando del coño de Tania era algo que jamás iba a volver a tener la oportunidad de ver y asiéndolo con mi mano, empecé a masturbarme.

Llevaban tiempo haciéndolo porque la rubia no tardó en retorcerse gritando mientras se corría en la boca de su amante. Pensé que con su orgasmo había terminado el espectáculo, pero me llevé una grata sorpresa al ver como cambiaban de postura y Sofía se ponía a cuatro patas, para facilitar que las caricias de la otra mujer. Fue entonces cuando me percaté que Tanía estaba totalmente depilada y que encima tenía un culo de infarto. Completamente dominado por la lujuria, disfruté del modo en que le separó las nalgas. Mi recién estrenada jefa sacando su lengua se entretuvo relajando los músculos del esfínter. Sofía tuvo que morderse los labios para no gritar al sentir que su ano era violado por los dedos de la mujer.

Si aquello ya era de por sí alucinante, más aún fue ver que Tanía se levantaba y se ajustaba un arnés con un tremendo falo a su cintura. Le susurró unas dulces palabras mientras se acercaba y colocando la punta del consolador en el esfínter de su indefensa cuñada, de un solo golpe se lo introdujo por completo en su interior. Sofía gritó al sentir que se desgarraba por dentro, pero no intentó liberarse del castigo, sino que meneando sus caderas buscó amoldarse al instrumento antes de empezar a moverse como posesa. Su cuñada esperó que se acomodase antes de darle una fuerte nalgada en el culo. Fue el estímulo que ambas necesitaban para lanzarse en un galope desbocado. Para afianzarse, la rubia uso los pechos de su cuñada como agarre y mordiéndole el cuello, cambió el culo de la muchacha por su sexo y con fuerza la penetró mientras su indefensa víctima se derrumbaba sobre la tumbona. Los gemidos de placer de Sofía coincidieron con mi orgasmo y retirándome sin hacer ruido, volví a mi cama aún más sediento de lo que me levanté.

«Hay que joderse, pensaba que la fijación de Sofía por mí me iba a traer problemas con Dmitri, pero ahora resulta que también es la putita de su cuñada. Sera mejor que evite cualquier relación con ella».

 

 

 

 

 

Relato erótico: “El Virus VR 12” (POR JAVIET)

$
0
0

Recomiendo la lectura de los episodios anteriores para una mejor comprensión de la historia.

Después de mi recaída comí algo, tome un tranquilizante y un antibiótico, dormí unas 20 horas seguidas y ahora me dispongo a seguir contándoos lo que ocurrió en aquella época. Recordad que mi historia cuenta los hechos que ocurrieron durante casi dos años, de los cuales estuve unos 8 meses en la ciudad cuando el virus se extendió e hizo estragos entre la población, después vine aquí al torreón y conocí a Cecilia, estando con ella casi nueve meses hasta que me mordieron y… cambie de bando durante tres meses más, ahora mientras estoy solo cumpliendo mi cuarentena forzosa he decidido escribir mis recuerdos, cuando me rescaten finalmente habrán pasado dos años justos desde que Aparicio el Virus VR.

Recuerdo que fue a los dos meses de estar con Ceci cuando dijo por fin mi nombre, aun nos quedaba mucho de vivir juntos y nos pasarían bastantes cosas, seguiré contando desde ahí…

Aquella semana de mayo fue bastante buena como habéis leído en el capítulo 10, el domingo Julián me dijo que bajara a oír las noticias a su casa pues tenía que pedirme algo, sinceramente no me apetecía demasiado pero le dije que si invitaba a una cena me tendría allí a las 21,00 y charlaríamos. A media tarde pasee a Ceci y la baje a la celda, no se lo tomo muy bien pues en esos pocos días se había acostumbrado a estar casi siempre en el salón o en el dormitorio, pegada a mi intentaba convencerme rozándome y llamándome en tono más bien meloso, pues aunque la seguía paseando con los guantes atados por delante, apenas la ponía la bola en la boca más que en algunas ocasiones y cuando estábamos en la cama puesto que no la podía vigilar dormido, al igual que cuando teníamos sexo pero eso era más por no ser yo quien cediera y la besara en su tentadora boca, me costó bastante esfuerzo dejarla allí sola pero tenía cosas que hacer.

Subí a la terraza llamando a los infectados, golpee con la cacerola en las almenas hasta que asomaron unos cuantos, mate a uno de ellos y me retire al interior del torreón, media hora después mientras ellos se cenaban a su compañero muerto, baje al comedor y me prepare mi ropa de incursión así como mis armas para más tarde, a las 19,00 baje y la di su cena a Ceci con una dosis de tranquilizantes, me quede hablando con ella hasta que se durmió, la pinche su antibiótico y subí a vestirme para ir a cenar con Julián.

Salí del torreón una vez más, después de cerrar bien la puerta y usando la cuerda baje por la parte posterior de la muralla, me dirigí rápida pero atentamente empuñando mi cetme corto con silenciador, a la zona de la arboleda que daba a los bloques de viviendas que controlaba mi amigo, una vez allí saque el walkie avisando de que llegaba para que estuvieran preparados, les había indicado anteriormente que me tirasen una cuerda desde el tercer piso, así no tendría que exponerme de mas rodeando dichos bloques de viviendas hasta la puerta pequeña, me dieron el OK y baje con calma la cuesta de aquella vaguada hasta el arroyo, ahí me detuve controlando a mi alrededor hasta que me asegure de que no había infectados en los alrededores, subí la otra cuestecilla hasta la calle y me acerque al bloque de tres pisos de color crema, allí desde una de las ventanas de la tercera planta me tiraron la soga, rápidamente me colgué el cetme a la espalda y trepe ágilmente hasta que unas manos femeninas me ayudaron a entrar en el piso.

Una vez dentro me fije en la dueña de aquellas manos, era morena y con el pelo corto a lo chico aunque algo más largo por detrás, sus ojos color marrón me devolvieron sonrientes la mirada, tenía una cara angulosa pero atractiva con labios finos y nariz afilada, en su barbilla tenía una rajita provocadora e incitante y aparentaba unos 30 años, su indumentaria no revelaba nada de su cuerpo al llevar un pantalón de pana y una amplia camisa a cuadros azules abrochada casi totalmente, llevaba una canana en bandolera cruzándola el pecho llena de cartuchos, a la izquierda de ella una escopeta del calibre 12 con sus dos cañones paralelos estaba apoyada en la pared, detrás estaba Julián mirando la escena sonriente sin perderme de vista, cuando pensó que tanto la mujer como yo nos habíamos dado el lote visual nos presentó:

– Toni se bienvenido, te presento a Mara.

– Ah hola Mara, encantado de conocerte.

La estreche la mano pero ella buscaba algo más, usándola para atraerme dio un ligero tirón y me dio dos besos en las mejillas aunque excesivamente cerca de mi boca, al separarse me miro a la cara diciendo:

– Yo sí que estoy encantada de conocerte mocetón, a ver si encuentras un ratito libre y nos conocemos mejor.

– Bueno no sé, tenemos que hablar Julián y yo de varias cosas. –Respondí algo cortado.

– Si, tenemos mucho de lo que hablar, -Terció Julián añadiendo- tal vez luego cuando acabes tu guardia, te apetezca pasar a tomarte algo Mara.

– Ya sabes que a Juana no le gusta mucho que baje a tu casa, mejor pasaros por la nuestra a eso de las once y… ya veremos, mi compañera Lucy también quiere conocer a Toni y estoy segura de que la visita será provechosa.

– De acuerdo pasaremos después de cenar a tomar algo, vamos Toni tenemos que charlar.

– De acuerdo vamos, hasta luego Mara.

Bajaron las escaleras de camino a casa de su anfitrión Toni le preguntó quién era aquella chica tan simpatica, Julián le dijo que ella y su compañera Lucy eran las dos zorras de las que le hablo la primera noche, advirtiéndole que se habían tomado muy en serio la misión de tirárselo, puesto que ahora era el único tío al que no habían probado de todos los supervivientes.

– Pero ya tengo a Ceci y…

Toni se calló, nadie debía saber que se lo montaban entre ellos, no sabía si lo aceptarían si sabían que se acostaba con una infectada, Julián le miro de reojo diciendo a continuación:

– Algunas personas susceptibles y cotillas especulan si te tiras a la Ceci, si es así o no es solo cosa tuya, pero despejarías dudas si te dieras un alivio con las chicas ¿me entiendes?

– Si hombre te entiendo perfectamente.

– Además estate tranquilo, aquí no se usan gomas pues todos estamos sanos.

– ¿Seguro que si? Creo recordar que había muchas infecciones y sida por el mundo, antes de que se fuese a la mierda.

– Claro que los había, pero también archivos e informes médicos, por no mencionar a los farmacéuticos que saben lo que les compras y para lo se usa, en ese aspecto son mejores que los curas pues atienden a creyentes y ateos, digamos que ciertas personas llegaron aquí cuando las puertas del bloque ya estaban cerradas y se quedaron fuera, la comunidad estuvo de acuerdo en no exponerse a más riesgos.

Toni estuvo a punto de darle un puñetazo pero se contuvo a tiempo, no arreglaría nada con ello y además el otro seguía hablando, decía que hubo una gran discusión entre los casi cien vecinos originales, parte a favor y parte en contra de la medida, aduciendo que esas personas solo eran más bocas a comer y parte de ellos sin una medicación especifica morirían sin remedio después de comerse sus esperanzas, las reservas de comida y medicamentos eran limitadas para las necesidades de todos si querían sobrevivir, finalmente se votó varias veces pero la decisión fue finalmente unánime y venció la supervivencia.

– Sinceramente preferiría no haber sabido nada de eso, no me gusta…

– Mira Toni, tanto si te gusta como si no, los números cantan llevamos 10 meses aquí y no tenemos discusiones ni celos ni tonterías de drogas, estamos vivos y nos va bien, incluso un yonki que se nos coló esta hoy en día rehabilitado, trabajando y viviendo como uno más.

El resto del camino lo hicieron en silencio hasta que llegaron a casa de Julián, la señora Juana les esperaba sonriente pero al verles llegar serios inquirió en que pasaba, charlaron del tema y ella dijo que su marido era de los que pensaban que debían entrar los desahuciados, hasta que la masa de vecinos les supero en número en la última votación dándole una última opción, o aceptaba la decisión o salía a la calle con los que defendía.

Un rato después estaban cenando, al principio la tensión se podía cortar con un cuchillo pero se fue aflojando paulatinamente al ir Toni aceptando lo que ya no tenía remedio, al acabar la cena Julián dijo a su mujer que salía a comprobar los puestos de guardia con Toni, tomarían la copa con algún vecino pero volverían antes de las noticias para escucharlas con ella, Juana se mostro de acuerdo echando una mirada picara a Toni que este interpretó con “pásalo bien” y los dos hombres salieron.

Unos minutos después estaban en el bloque B ante la puerta del 2ºA, Julián toco tres veces a la puerta que casi inmediatamente se abrió asomando la atractiva cara de Mara recientemente maquillada y con los labios pintados sugerentemente, esta había cambiado su indumentaria por una camisa muy liviana de color rosa claro que acababa justo bajo su culete, los dio unos besos al entrar tras saludarlos y los guio al comedor, llevaba abrochados solamente dos botones por debajo del escote con lo que su generoso pecho parecía querer escapar de dicha camisa a cada paso que daba, aparte de sus zapatillas marrones y un escueto tanga blanco que se la transparentaba no tenia mas ropa encima.

Lucy estaba sentada en un sofá y se levanto al verlos entrar, era más joven que su compañera entre los 25 ó 27 años, no llagaba al metro setenta y era delgada de pechos pequeños y figura espigada, su cuerpo parecía en una forma física excelente bajo aquella apariencia frágil, pero lo que más llamaba la atención era su media melena pelirroja y el par de coletas a los lados de su nuca sujetos con coleteros de vivos colores, dándola un aspecto pícaro de niña traviesa, bajo su flequillo tenía grandes ojos azules y nariz respingona sobre una boca de labios glotones pintados de color rosa brillante, tenia puesta una camiseta corta de tirantitos finos color verde claro y un pantalón corto, que no era otra cosa que un vaquero recortado tres centímetros por dejo de las ingles, se acerco rápido y dio dos besos a Toni igual que lo había hecho anteriormente su amiga muy cerca de la boca.

Tras la presentación a Lucy tomaron asiento mientras Mara serbia unas copas, Julián en sillón y Toni en el sofá junto al reposabrazos, al acabar de servir mara se puso delante de Toni diciendo:

– Lo siento cariño, estas en mi sitio así que ponte en medio.

Ella tomo asiento y nuestro protagonista quedo flanqueado por las dos atractivas mujeres, desde el sillón Julián disfrutaba del licor y permaneció allí unos minutos, comenzando una charla intranscendente solo para romper el hielo, apurando su trago y excusándose diciendo que debía revisar los puestos de guardia pero que volvería al cabo de media hora, antes de salir dijo desde la puerta:

– Divertíos mucho y aprovechad el tiempo, no tardare demasiado.

Apenas cerrarse la puerta las chicas abandonaron su actitud tranquila, Mara se giro en el sillón abalanzándose contra la boca de Toni y besándole los labios con ansia, Lucy hizo lo mismo desde el lado contrario y comenzó a desabrocharle la camisa mientras le besaba en el cuello, Mara se soltó los botones de su camisa sin dejar de besarle para una vez hecho, guiar una de las manos de este hacia ellos para que los acariciara, en la banda contraria Lucy acabados los botones de las prendas que el muchacho tenia, levantaba su camiseta y le daba mordisquitos en su musculado pecho a la vez que lo lamia con su lengua vivaz e inquieta, se oyó la voz de Mara al separarse de la boca de Toni:

– Tómalo Lucy, besa bastante bien.

Esta dejo de lamerle levantando la cabeza y poniendo sus manos en la cabeza que Mara le pasaba, el se dejaba hacer gustosamente pues aquellas dos mujeres conocían perfectamente su oficio y lo estaban metiendo en una espiral de placeres que hacía tiempo que no disfrutaba, mientras Lucy se ocupaba aplicadamente de su boca, Mara se arrodillo en el sofá y empezó a trastear con el cinturón y la bragueta de Toni soltando cierres y desabrochando botones, la precipitación de sus dedos denotaba ansiedad por descubrir si la dureza que sentía bajo sus manos era tan real como aparentaba, tres capas de tela más abajo descubrió el bóxer azulón abultado por una tremenda erección, no pudo evitar mojarse el chochete ante el miembro que se apreciaba bajo dicha tela, bajó del sofá y se arrodillo en el suelo ante Toni poniendo sus manos a los costados de este dijo en voz alta a Lucy:

– Parece de buen tamaño, haz que se ponga de pie y mira.

Lucy dejo de besarlo y le ayudó a levantarse, Toni se dejaba hacer pero había metido mano bajo la camiseta de la pelirroja y no soltó uno de los pequeños pechos de la chica, una vez levantado del asiento Mara tiro con ambas manos de la ropa y sus pantalones bajaron hasta los tobillos, un segundo tirón esta vez del bóxer azulón hacia abajo libero el miembro erecto y vibrante de Toni que oscilo contra la cara de la morena Mara, esta retiro la cara tras el golpe y sujetó el miembro con la mano diciendo:

– ¡Así que esas tenemos! Al cabezón le gusta pegarme en los morros.

– Perdona Mara no ha sido aposta –Dijo Toni a la vez que se movía torpemente, con los pantalones en los tobillos.

– ¡Deja de hacer el pingüino o te caerás! –Afirmó Lucy a la vez que tiraba de la camisa de este haciendo que cayera de nuevo sentado en el sofá.

Mara se metía el miembro en la boca, iniciando una sesión de chupeteo circular en torno al prepucio de Toni que le hizo estremecerse de placer, seguidamente lo hizo profundizar entre sus fauces empapadas de saliva dándole toques con la lengua y haciendo vibrar sus labios contra aquel mástil de carne, subía y bajaba lentamente la cabeza mientras el macho se estremecía de placer abandonando momentáneamente el pecho de Lucy, esta aprovecho para levantarse y ponerse de pie ante él, dándole un cachetito en la cara para que abriese los ojos y la mirase.

Mientras Mara chupaba despacio y con todo el vicio posible aquella verga, Lucy se desnudó despacio haciéndole un striptease tremendamente insinuante quitándose las zapatillas y la camiseta, se aproximo mucho a él cambiando de postura para quitarse los pantaloncitos a centímetros de su cara sin cesar de contornear su firme cuerpo, Mara aumento un poco la velocidad de su mamada, sin olvidarse de juguetear circularmente con su lengua en toda la superficie del miembro contenido en su boca, hilillos de saliva salían de ella mojando las pelotas de Toni, este gozaba a más no poder, Lucy se quito el pantalón de los tobillos inclinando su cuerpo y dejando su culito ante las narices del hombre, haciéndolo temblar y vibrar sugestivamente ante él, entre sus nalgas aun tenía el fino cordel de un tanga de color rojo vivo.

El olor a chochete y flujo le llenaba las fosas nasales, Lucy se comenzaba a quitar el tanga moviéndose seductoramente y la mamada era sensacional, Toni estaba alucinado de placer y casi a punto de explotar en la boca de Mara, pero esta se dio cuenta aflojando el ritmo y dándole un pellizquito en los testículos, aquello refreno un tanto sus ímpetus pero no su deseo, la pelirroja se quito el tanga y le mostro su chochito semi afeitado con un pequeño matojo bien recortado de pelo rojizo formando una flechita invertida que señalaba a su rajita, parecía querer decir “insertar aquí” Lucy aun con él tanga en la mano se lo paso a Toni por la nariz, a la vez que volvía al sofá arrodillándose a su lado para que el acariciase sus senos, Mara se levanto y puso sus pechos ante Toni para que se los chupase un momento, cosa que este hizo sin pérdida de tiempo y deseando devolver parte del placer recibido de la morena que aun de pie le masturbaba suavemente.

Lucy se acaricio el chochete ya húmedo con las dos manos introduciéndose dos dedos dentro, sentía la mano de Toni acariciándola los pechos y pellizcándola primero un pezón y luego el otro alternativamente, con los ojos cerrados por el placer se dejo vencer hacia adelante, sus dedos aumentaron el ritmo y de su chochete salía un sonido de chapoteo bastante excitante, hasta dar con su boca en la mano de Mara que envolvía y masturbaba el erecto miembro del joven, sus labios chuparon dedos y prepucio a la vez, sintió en su boca el sabor conocido de la saliva de su amiga, a la vez que el del liquido preseminal que exudaba el gordo y sobreexcitado pene, sus labios se volvieron más ansiosos dejándolo entrar más profundamente en su boca cálida según los dedos de Mara abandonaban su presa, Lucy no abría los ojos para sentirlo todo más intensamente, lo notaba caliente y duro mas y mas dentro de ella lo fue notando hasta su garganta, cálido y palpitante solo detuvo aquella entrada al notar su nariz presionar en los testículos de Toni, su cabeza parecía quieta allí clavada pero su lengua seguía moviéndose muy activa.

Mara estaba cachonda también, se metía dos dedos en el chochete mientras Toni la comía los pezones, suspiros de placer salían de su boca sin parar, separándose de Toni se puso de pie en el sofá y le acerco el chochete a la cara, este se dejo caer hacia el respaldo y ella le empujo el coño a la boca, el muchacho comenzó a chuparlo ansiosamente y la morena estremeciéndose de gozo, sintió como la temblaban las rodillas y se dejo caer levemente contra aquella boca, el muchacho mordisqueo el clítoris y los labios vaginales, con su mano libre intento acariciarla o meterla un dedo en el chochete pero no pudo hacerlo bien, así que rebozo un dedo en aquella mezcla de saliva y flujo, empujándolo a ciegas hacia su culo y consiguiendo entrar en el tras vencer una ligera resistencia de su esfínter, moviéndolo rítmicamente dentro y fuera, antes de darla un prolongado beso con lengua en todo el chochete, la vagina y culo de mara se vieron penetrados y rebuscados interiormente por aquella lengua y dedo inquietos, sintiendo los dientes y las encías de Toni frotando su hinchado clítoris sin parar de hacerla gozar de gusto por los dos sitios, la estaba haciendo correrse así de pie ante él, ella aullaba prácticamente se agarro a su cabeza para no caerse, mientras el orgasmo la recorría de arriba abajo mientras su cuerpo se tensaba y sus rodillas temblaban de placer.

Lucy se incorporo sacándose el miembro de la boca al escuchar gozar a su amiga, sin pensárselo dos veces se bajó del sofá tirando un poco de las piernas de Toni para que sacara el culo, situándose de horcajadas y dando la espalda a la pareja fue bajando su chochete sobre el enrojecido miembro del muchacho, clavándose en el suavemente sintiendo como la abría el canal vaginal según entraba, su empapado interior se ajustaba al mástil de carne como un guante, ella comenzó a trotar y dar saltitos sobre aquel obelisco gimiendo de gusto contrayendo las paredes de su vagina contra él, siguió meciendo las caderas y agitándose contra el vientre de Toni a la vez que se tironeaba de los pezones, disfrutando de espaldas al hombre sobre el que montaba y a su amiga Mara, que una vez repuesta de su orgasmo la miraba con los ojos chispeantes de deseo.

Rápidamente Mara bajo del sofá y se arrodilló al lado de Lucy besándola en la boca, ella participo activamente en aquel apasionado beso con lengua que parecía no querer acabar, mientras las manos de Mara sustituían a las de la pelirroja tironeando sus pezones y acariciando firmemente sus pequeños senos, Toni daba fuertes envites enviando su gordo miembro a las profundidades de Lucy, esta gemía de placer y medio sollozaba ante las caricias, besos y arremetidas de sus dos ocasionales amantes, en un momento dado las mujeres dejaron de besarse y Lucy tras una larga y profunda respiración salpicada de gemidos exclamo:

– ¡asi cabrón, me corrooo no pareees jooodeme fuerte destrózameee!

– ¿Oye mara, no te parece que es un poco sucia hablando?

– No has oído nada Toni, cuando esta zorra se pone es una autentica cerda.

– ¿cerda yoo? Bolleeera de miiierdaa, tu y el cabrooon que tengo detrás me vaaaais a comer el chichi.

– Así que cabrón eh, toma cabrón… deslenguada te voy a enseñar modales. –Dijo Toni a la vez que estrellaba sus manos abiertas contra el bonito culo de Lucy repetidamente.

– Aaahhhh caaabroooon me corroooo.

Los azotes se repetían rítmicamente, a la vez que los envites mandaban la verga profundamente dentro de Lucy, que envuelta en el placer de su corrida sentía al mismo tiempo los dedos de su amiga tirándola de los pezones sin compasión, no satisfecho con eso y al ver que los insultos aumentaban de volumen y tono, el hombre aferro con ambas manos los cachetes del culo y la hizo botar brutalmente sobre el miembro como si quisiera atravesarla, Lucy gritaba más aun pero ahora era de placer sintiéndose dominada, su amiga Mara la empujo incorporándola e hizo un gesto que Toni advirtió cogiéndola de las coletas y jalando hacia su pecho suavemente, Lucy se vio elevada y acabo apoyada contra el pecho del hombre sin que este la soltase de las coletas, diciéndola al oído entre suspiros sin dejar de darla envites:

– Mueve el culo y mece las caderas nena, una carga de leche esta lista y a punto para ti, ya va llegando.

– ¡Tu Mara! Chúpanos a los dos ¡a la vez! –Dijo seguidamente Toni dirigiéndose a la otra.

La aludida se puso a la faena enseguida, dio un paso de rodillas e inclinándose ante las piernas juntas de Toni, aplico su boca a todo lo que no fuera tela mientras se metía dos dedos en el chochete frenéticamente, lamia las pelotas y chupaba el trozo de miembro que quedaba libre entre una estocada y otra, seguía la línea de los labios vaginales llenándose la boca con los restos de flujo de Lucy, saboreándolos y subiendo por ellos hasta el hinchado y sensible clítoris que mordisqueaba con gusto, para acabar lamiendo aquel vientre que lucía una estrecha flecha invertida pelirroja, una vez allí seguía la flecha volviendo a chupetear y lamer de nuevo todo lo que hallaba en su camino, sin detenerse hacia el mismo recorrido una y otra vez hasta que sus propios dedos llevaron a Mara a un nuevo orgasmo.

Toni ya no se podía contener mas, Lucy medio girada jadeaba contra su boca tras correrse el había soltado sus coletas y amasaba sus pechos con las manos, el calor de su piel y el agitarse de sus cuerpos, mas la boca de Mara le hicieron llegar a punto de correrse varias veces, la sintió agitarse de nuevo, su chochete la apretaba y la sintió temblar interiormente sus estremecimientos aumentaron y dio un último envite, dejo de contenerse para dejarse ir expulsando un chorretón de leche dentro de la chica exclamando:

– Me cooorooo chicaaas, meee voooy.

– Sii asii damelo dentrooo. –Dijo Lucy.

Mara no estaba de acuerdo, pero aun estremecida por su reciente orgasmo estaba algo torpe, solo tardo unos segundos en ver desbordarse el exceso de esperma del chochete de su amiga, aun así empujo el culo de Lucy hacia arriba mientras rápidamente sacaba el miembro de Toni de allí y se lo metía en la boca, aunque solo consiguió un último chorrito de esperma dentro de ella lo chupo golosa hasta dejar el miembro limpio, lo aparto a un lado y se hocico en el chochete de la pelirroja, lamiéndola como una posesa y casi metiéndose en ella hasta que la hizo una limpieza tan buena, que la chica alcanzo otro orgasmo bastante intenso.

Unos (pocos) minutos después, vino Julián a buscarle tras dar su ronda y entretenerse un poquito para que les diese tiempo a terminar, según dijo el escándalo que estaban formando se escuchaba en todo el bloque, recomendándoles que la próxima vez fueran algo más discretos o atraerían a los infectados, tras aquel comentario fueron a su casa a escuchar la radio y sus noticias.

———————————-

Continuara…

Estimados lectores, al finalizar el capitulo 10 puse que tendríamos más sexo… pero no con quien, espero que os haya gustado tanto como a Toni, pero ¿debe seguir Toni visitando a las chicas para evitar el rechazo hacia Ceci por los vecinos? O serla fiel pase lo que pase.

¿De que querrá hablar Julián con él? Y ¿Qué noticias dará la radio?

Podéis dejar ideas o comentarios como siempre.

¡Sed felices!

Para contactar con el autor:
javiet201010@gmail.com

 

Relato erótico: “Rompiéndole el culo a Mili (03)” (POR ADRIANRELOAD)

$
0
0

cuñada portada3Tras un silencio incomodo intente agregar algo, pero el sonido de unos pasos acercándose Sin títulonos hizo darnos cuenta del lugar y la situación en que estábamos, mas aun de la forma en que nos veíamos…

¿Qué hacemos?… me pregunto asustada.

Por mi mente cruzo cerrar la puerta del baño, pero… ¡Estábamos en el baño para profesoras!, generalmente ellas tenían una llave. El baño también era usado por el personal administrativo, cuyas oficinas estaban cerca. Diablos, ¿Nos habrán escuchado?..

Pues hay que escondernos… dije presuroso indicándole una de las cabinas de los baños.

En cualquier otro baño hubiera sido una situación bochornosa, una travesura tal vez sin mayor consecuencia, pero en los claustros de la universidad y dependiendo de quien ingresase a ese baño de damas, podría significarnos una expulsión segura.

Los pasos se oían cada vez mas cerca. Con el pantalón apenas sobre las rodillas, me apresure a ingresar a una de esas cabinas, Mili en cambio, presa del miedo, intentaba arreglarse… regrese donde ella y la jale… con sus senos al aire y su apretado pantalón por debajo del pubis.

Ya dentro de la cabina me senté en uno de los sanitarios y Mili se sentó en mis rodillas, de espaldas a mí. Con lo estrecho del lugar, las desnudas nalgas de Mili estaban prácticamente sobre mi ingle, también desnuda. Una tentación a la que no preste mucha atención en ese momento, por lo peligroso de la situación.

Para nuestra mala suerte el cerrojo de la puerta estaba roto. No había tiempo para ir a otra cabina, la puerta exterior del baño hacia un chirrido que nos indicaba que alguien iba a entrar. Mili se inclino y con las 2 manos empujo la puerta de nuestra cabina para mantenerla cerrada. En esta acción sus nalgas se abrieron y la posición que adoptaba era por demás excitante, provocadora.

Mi verga parecía tener vida propia, sin pensar en la delicada de nuestra situación, simplemente empezó a endurecer… Mili lo noto, mejor dicho lo sintió, un temblorcillo la recorrió su espalda, soltó un poco la puerta, luego se recompuso y la presiono nuevamente.

Ni si quiera se te ocurra… me reprocho en voz baja, volteando a medias, quiso decir mas pero…

El sonido de unos tacones dentro del baño nos indico que la intrusa ya estaba dentro. Primero el sonido del lavadero… ojala que solo quiera lavarse las manos, pensé, mientras instintivamente mi verga se había situado en sus labios vaginales, rozándolos. Mili bajo la cabeza, tal vez maldiciendo mi inoportuna excitación o tan solo controlando la suya.

Luego de unos segundos su conchita comenzó a mojarse, humedeciendo también mi pene. En esos momentos nuestra inoportuna visita ingresaba al sanitario de a lado.

No podía evitarlo, lo prohibido de la situación, las carnosas nalgas de Mili, su estrecha cintura, su pubis empapado… no aguante más y sin pensarlo la tome de la cintura y l jale suavemente más hacia mí. Quería sentir mejor su conchita.

Mili volteo su cabeza a medias, pude ver su expresión sorpresa. Otro temblorcillo la recorrió al sentir que ahora mi verga se hundía parcialmente a lo largo de su humedecida vagina. Quizás hicimos algo de ruido, pero creo que el ruido que generaba la huésped de al lado logro solapar el nuestro.

No había penetrado la vagina de Mili, este lugar se me había hecho improbable, debido a su reciente interés anal. Además su conchita parecía solamente destinada a su enamorado Javier. Al recordarlo me moleste… ¿Por que he de limitarme solo a su ano?…

Escuche que la intrusa bajaba la cadena y aproveche para levantar las nalgas de Mili y acomodar mi pene a la entrada de su vagina. Al inicio ella forcejeo un poco, pero con mi verga ya en posición, con la cabecita de mi pene parcialmente dentro suyo, propiciándole un rico cosquilleo, ella se detuvo, luego simplemente fue descendiendo, insertándose centímetro a centímetro mi tiesa verga. Sentía el cuerpo de Mili estremecerse.

Al lado, nuestra compañera ocasional había terminado sus necesidades y se disponía a salir. Escuche el ruido de su puerta abriéndose, mientras sentía los labios vaginales de Mili completamente abiertos, estrechando mi pene con toda su humedad y calidez.

Ella ahogo un gemido en su garganta, pero presa de su excitación procedió a menear su esplendoroso rabo por toda mi ingle, sentía como mi pene revolvía su intimidad y la llenaba de placer…

Uhmmm… esta vez si se le escapo un dulce y profundo gemido.

Yo también quise soltar un Uff… estaba en las nubes, se sentía tan bien tenerla así. Solo que reaccione, recordé nuestra situación e instintivamente me puse rígido. Mili se dio cuenta de lo inoportuno de su gemido. Solo quedaba rogar que nuestra visitante no lo hubiese notado… pero…

¿Hay alguien ahí?.. pregunto una voz, parecía la secretaria del Decano.

Por la gran put… ya nos jodimos, pensé. Mili se puso helada, su cuerpo se contrajo, mi pene sufrió las consecuencia des este espasmo. Ella casi suelta la puerta. La empuje para que no sucediera y nuevamente hicimos ruido.

¿Hay alguien ahí? Contesten… dijo mas seria, escuche sus tacones acercarse.

Ninguna respuesta solo silencio, sentía a Mili lloriquear desde su posición, sabia que no respondería nada…así que…

Si, si… disculpe es que tengo un malestar… dije con la voz mas femenina que mis cuerdas bucales me permitieron.

Su voz no me es familiar… ¿Es usted Profesora de esta facultad?…

No, no… repuse nervioso, que caraj… invento.

¿Entonces?

Soy estudiante, hace poco ingrese a esta facultad.

Pues debe saber que este baño es solo para profesoras y personal administrativo…

Si, si, disculpe… es solo que tuve una emergencia… a este punto mi voz ya no salía tan fina como hubiera querido.

Esta bien muchacha, por esta vez lo voy a dejar pasar… dijo con voz desconfiada.

Como había inclinado un poco a Mili hacia un lado, para que mi voz se escuchase, no se por que pero, el tono de voz de la señora me puso en guardia, mire por debajo de la puerta y note como su sombra se iba ensanchando… Maldición, la vieja se esta agachando, seguro quiere ver por debajo de la puerta…

En acto reflejo, levante las piernas lo más que pude, me fui hundiendo en el retrete, gracias al peso de las enormes nalgas de mi compañera. Mis manos soltaron la cintura de Mili y me apoye en las paredes de la cabina. Logre detener mi descenso. Mili se percato de mi accionar, y dejo de presionar sus jugosas nalgas contra mi, se levanto un poco.

Observe como la sombra de nuestra inoportuna visita volvía a su forma original, Uff, al parecer quedo satisfecha con ver los zapatos de Mili, sus pies femeninos con sus uñas pintadas. Escuche sus pasos alejarse, el sonido del lavabo.

No se demore mucho jovencita, el portero no debe tardar en venir a hacer la limpieza y cerrar el baño.

No, no, en un rato salgo… respondí con voz cada vez mas masculina.

Mi incomoda posición hacia que me costara seguir con mi imitación. Por fortuna, escuche sus pasos alejándose. Se detuvo en la puerta… Maldición…

Cuídese también de los resfriados, parece que su voz esta un poquito ronca… dijo antes de salir.

Si, ujum, gracias… respondí.

Suspire aliviado al escuchar la puerta cerrarse, Mili también se relajo, nuevamente su abultado trasero hizo presión contra mi, me iba a hundir, puse mis pies contra el suelo y la empuje para afuera. En ese trance le hundí mi verga con fuerza, ella se estremeció.

Ohhh… exclamo, no me sonó a queja sino a sorpresa, grata sorpresa.

No dijo nada, entendí que aceptaba mi proceder, que no ponía objeciones a que termináramos lo que habíamos empezado. Me acomode en el sanitario, revolviendo mi pene en su conchita que volvía a empaparse.

Uhmmm… no creo que… protesto a media voz, denotando su excitación.

No la deje continuar mis manos buscaron sus senos, los encontré henchidos, subiendo y bajando por la agitada respiración de Mili, sus erizados pezones aceptaron mis caricias…

Ayyy… no… por favor no… no hagas eso…me rogaba, sin embargo el tono de su voz me invitaba a hacerlo.

Esta bien… le dije, y retándola agregue: puedes levantarte, no te voy a retener…

Ella se fue levantando poco a poco, pero nuevamente se dejo caer… ahora se le erizo toda la piel…

¿Por que me haces esto?… uhmmm… sabes que no puedo…

No puedes ser infiel por ese agujero o no puedes o soportar el placer que te estoy propiciando, no puedes alejarte… quise preguntarle. Como respondiéndome ella meneo su delicioso trasero en toda mi ingle, saboreando la rigidez y anchura de mi pene. Nuevamente subió y se dejo caer… una y otra vez…

Ay Chris … que placer… me haces hacer locuras…

Y tu me vuelves loco… le respondí.

Dejo de sujetar la puerta y sus manos hacían que las mías estrujaran sus senos, mientras sus trasero no dejaba de rebotar contra mi ingle…

Ahhh… ahhh…va a venir el portero… ahhh ahhh…

No importa… le decía.

Uyy

Pocos segundos depuse, quizás por lo vertiginoso de sus movimientos de ascenso y descenso, por esa dulce fricción entre nuestros genitales y por la adrenalina de la situación, la posibilidad de ser descubiertos, todo ello se aunó para provocarnos un placentero orgasmo.

Ahhhh… uhmmm…

Uff….

Mi leche intento contradecir la ley de gravedad, chorros y chorros de viscoso liquido llenaban su tambien lubricada y empapada conchita, sin embargo terminaban escurriendo nuevamente desde sus intimidades.

Toda esta grata agitación provoco que nuestros cuerpos se relajen, sobre todo el de ella, que nuevamente se dejo caer sobre mí, saboreando esa nueva experiencia, esa prohibida situación… así poco a poco me fui hundiendo.

Solo reaccione cuando sentí el agua del retrete en mis nalgas.

Oyeee… espera…

Ay si… lo siento… me dijo y se paro.

Yo también me pare nos miramos… ¿culpa? ¿Vergüenza?, intentaba descifrar que era lo que sus negros ojos brillantes intentaban decirme… sin embargo no era eso…

Me tomo del cuello y me acerco a sus carnosos y rojizos labios, parecía una efusiva muestra de agradecimiento, de cariño tal vez… permanecimos unidos así unos segundos, quizás minutos… hasta que…

El vibrar y el tenue sonido en mi pantalón, me indicaban que tenia una llamada… continuamos besándonos unos instantes mas, sin embargo el persistente sonido hizo que nos alejáramos.

El celular dejo de sonar, ahora si se notaba que había incomodidad en su expresión. Nuevamente el celular y su persistente sonido, lo reconocí, era el timbrado que había configurado para ella, mi enamorada… ¡Diablos!, tengo enamorada…

Anda contesta, puede ser algo importante… me dijo Mili.

Permiteme un segundo… le dije.

Con la cabeza semi inclinada, quizás para no verme, Mili se hizo a un lado, cejándome salir de la cabina del sanitario. Ella permaneció allí.

Busque presuroso mi celular, como esperaba era Viviana, mi enamorada.

Hola amor, dime… conteste mecánicamente.

No se como le habrá caído a Mili escuchar ese saludo telefónico, al que yo estaba acostumbrado, instintivamente voltee a la cabina donde ella estaba, hasta ese momento no hubo mayor señal de movimiento, parecía que quería escuchar atenta mi conversación. Sin embargo después de mi respuesta escuche un pequeño ajetreo. Se estará arreglando pensé.

¿Por que me contestas tan agitado?… inquirió Viviana.

Me has atrapado en el baño… le dije intentando guardar la compostura.

Ah… lo siento… me dijo con voz risueña.

No, no importa, dime ¿Ha ocurrido algo?… pregunte preocupado.

No, es solo que como me habías dicho que tus padres iban a salir a una reunión familiar… pensé que podría visitarte a tu casa… y no se, ver unos videos y… me dijo con su dulce voz.

Viviana nunca me diría que quería ir a mi casa para hacer el amor como conejos, esa parte escabrosa y los comentarios subidos de tono siempre me los dejaba a mí. Este pudor, su inocente invitación, era una de las pocas veces en que se me ofrecía tácitamente. Su forma de decirlo, su vocecita, todo ello me robaba una sonrisa…

Sonrisa que capto Mili al salir del baño, y sonrisa que disimule volteando el rostro.

Uy am… tartamudee, me cohibí de decirle amor porque Mili estaba cerca y después de lo sucedido, era un poco incomodo, solo agregue: Viviana, lo siento, te dije que tenía que terminar un trabajo, debo presentarlo el lunes…

Pero lo haces mañana, vamos es solo un ratito… insistió.

¿Un ratito?… le dije sonriendo nuevamente.

Bueno, tú eres el que siempre se demora en eso… me dijo un poco avergonzada y me sonó también a queja.

Era cierto, ella no tardaba mucho en tener un orgasmo, generalmente yo me demoraba más y a veces lograba arrancarle un segundo orgasmo. Pero con Mili siempre se dio la coincidencia que terminábamos los dos al mismo tiempo. La observe estaba frente al espejo donde hace un rato la había poseído, nuevamente estaba enfundada en su pantalón blanco, la observe desde sus bien formadas pantorrillas, sus carnosos muslos y ese abultado pero firme trasero… nuevamente se me armaba una erección… pero…

Amor… ¿Qué dices? ¿Aceptas?… insistió Viviana por el celular.

¿Qué?.. respondí volviendo a mis cabales.

¿Aceptas?…

No, no puedo… le dije y vi una tibia sonrisa de Mili por el espejo.

Esta bien, ya se como eres con tus trabajos… me dijo resignada.

La próxima te lo compenso…

Mira, me debes una, te tomo la palabra… me dijo sonriendo.

Esta bien…

Solo mándame un beso y dime que me amas y dormiré tranquila… me dijo traviesamente.

Viviana hay gente acá… respondí bajando la voz.

Claro, Mili esta acá, con un oído parado y sus deliciosos melones también, ella intentaba arreglarse la blusa de alguna forma, yo le había roto los botones y no podía abrochárselos. Que decir de su brassiere, era historia, intentaba acomodárselo pero a menos que tuviera cinta adhesiva no se iban a quedar en su posición.

Vamos amor… insistía Viviana con su voz de niña.

Es que… intentaba refutar mientras veía a Mili quitarse el brassiere completamente, no tenía arreglo.

¿Acaso no me amas?… preguntó juguetonamente Viviana.

Una pregunta caprichosa que siempre me hacia cuando quería algo, era un jueguito inocente cuya respuesta era evidente… pero después lo sucedido… ¿La amo?… ¿Por qué hago esto?… Si la amara no lo haría…Ella no se lo merece…

¿Amor?… insistió Viviana, en busca de respuesta.

Esta bien… Te amo… duerme bien… luego hice el sonido de un beso, quería terminar esa conversación antes de que los sentimientos de culpabilidad terminaran de asaltarme.

Yo también te amo… trabaja y pórtate bien… ella también hizo un sonoro beso por el celular, creo que hasta Mili lo oyó, y luego colgó.

Ese te amo, me partió el corazón, me sentí una gran basura, un mentiroso de la peor calaña.

Milagros ya había solucionado el problema de su blusa: hacia la mitad de su abdomen había formado un simple moño con los bordes de su blusa. Se veía deliciosamente escotado este arreglo, pero funcionaba de maravillas. Por suerte su blusa no era tan clara y no se veían directamente sus senos, pero diablos la silueta que formaba la tela y el puntillazo de sus pezones…

Cariñosa la niña… me dijo Mili sacándome de mi abstracción.

Si bueno, ella es así… dije pensativo.

Bueno si quiera a ti te llaman, el mío ni se acuerda…

Me acorde de la frase de Javier: “Cuando Mili se pone así prefiero buscarme a otra”… Idiota no sabe el mujeron que tiene, no la aprecia… y yo con que moral me atrevo a pensar así… me recrimine.

Bueno, salgamos de aquí… le dije, mire mi celular: ya son casi las 9, el portero no debe demorar en venir.

Esta bien, solo una cosa… súbete el pantalón… me dijo sonriendo.

Diablos.

Me arregle lo mejor que pude. Milagros salio primera, para ver si es que había moros en la costa… como el pasillo estaba despejado me paso la voz para que saliera.

Caminamos silenciosos, pensativos, solo antes de llegar a la puerta de la universidad me dijo…

No sabia que imitabas tan bien la voz de una mujer… cuidado se te puede hacer costumbre… me dijo burlonamente.

Ya cállate… le dije entre risas.

Para contactar con el autor:

AdrianReload@mail.com

 

Relato erótico: “Mi madre, mi hermana y la fiesta de cumpleaños 3” (POR JULIAKI)

$
0
0

CAPITULO 3 (Fotos para el recuerdo)

Todo lo que sucede esta noche es increíble y soy incapaz de asimilarlo, es más, creo que mañana me despertaré de uno de los sueños más maravillosos de mi corta vida.

Mamá estira sus brazos para recolocarse el moño que adorna su cabeza y en ese movimiento tan sensual, además de conseguir excitarme, la veo como una mujer deseable y no precisamente como a una madre. Miro hacia Carla y ella está a mi lado, parece pensativa. Me encanta su perfil, esa nariz respingona, esos labios pintados de rosa fucsia, esa barbilla fina, bueno… y si miro hacia abajo, no veo más que una mujer impresionante. Apenas con 19, pero hoy la veo muy mujer, más atractiva que nunca, ¡Mi bombón!

− Bueno, ¿Qué os parece? ¿Seguimos con las fotos? – propone nuestra madre.

− Pero mamá… ¿Así? – pregunto confuso.

− ¿Así cómo?

− Pues ¿qué cómo vamos a seguir con las fotos de cumple en ropa interior? – repito alarmado señalando nuestros cuerpos únicamente tapados por nuestras más que limitadas prendas.

− ¿Qué pasa hombretón? ¿Te vas a asustar porque estemos en ropa interior a estas alturas? Además, estas fotos no saldrán de aquí, tranquilo. Será nuestro secreto en un día muy especial. ¿Vale? – asegura ella sonriente.

− ¿Solo para nosotros? – reitero con asombro.

− Sí, tranquilo, no salen de mi móvil. Te lo prometo.

Nada más decir eso, se levanta del sofá y sin añadir nada más a su seguridad de madre y de anfitriona en este fiestorro, se dispone a fotografiarnos.

− Carla, ponte sobre tu hermano – ordena nuestra jefa de protocolo.

No me lo puedo creer. Sí, sí, mi hermana con esa minúscula braguita-tanga roja que se cuela tan maravillosamente por sus posaderas y se pierde en tan hermoso lugar, se va a sentar sobre mí. Por un momento creo que es un amago, pero no, me mira justo antes de posar su culo sobre mis rodillas. Está algo cortada, lo percibo, pero no quiere ser la que rompa ese cúmulo de sorpresas que están engalanando la noche. Abre sus piernas separándolas, dándome el culo, que se muestra más abierto y más apetitoso que nunca. Sus perfectos muslos, se ven preciosos desde atrás y ahora están a cada lado de mis piernas. Trago saliva y veo como poco a poco se va sentando encima hasta que su trasero perfecto se ubica apoyado sobre mis rodillas. ¡Joder, qué sensación más maravillosa! El poder notar la piel del culo suave de mi hermana sobre mi piel es algo único, me agarro a su cintura que también es suave, con una piel de terciopelo. Ella gira su cabeza y con una cara preciosa, me sonríe, sabiendo que me tiene loco perdido. Sabe que está buena y sabe también que yo lo sé. ¡No me lo puedo creer!

− Hija, ponte más atrás, que así estáis de un soso… – comenta mamá con la cámara de su móvil en la mano y enfocándonos.

En ese momento Carla levanta ligeramente su culito, algo que me permite ver bajo él la forma de los labios de su coño, ¡madre mía, qué sensación! Se apoya con sus manos en mis rodillas y se deja caer sobre… sí, sí…. se apoya directamente sobre mi verga que está como una piedra, lo juro, ella lo nota porque justo en el instante en que se produce el contacto de su chochito con mi polla ambos damos un suspiro. Mis manos siguen aferradas a su cintura disfrutando de su suavidad, pero lo realmente impactante está bajo mi ropa interior en donde puedo percibir la vulva caliente sobre mi miembro. Cierro los ojos al percibir esa maravillosa sensación y cuando los abro todavía alucino más, viendo a Carla sentada sobre mi polla.

− ¡Qué bien estáis así! – dice nuestra madre disparando fotos, más cerca y más lejos, con flashes que me parecen estrellas.

Para colmo, cuando mamá gira a nuestro alrededor en esa silla, puedo admirar ese cuerpazo que apenas cubre nada, de hecho, uno de sus pezones empieza a asomar ligeramente, algo que ella no ha debido notar. Luego la miro a la entrepierna intentando adivinar lo que oculta ese mini tanga. Carla se mueve ligeramente para colocarse en una pose y vuelvo a notar su sexo directamente sobre el mío. No me molesta tenerla encima lo más mínimo, de hecho me parece creer que no pesa nada. Así me pasaría horas.

− Dale un beso, Carla. – es la siguiente orden.

Mi hermana se gira ligeramente y al hacerlo su coño se aferra aun más a mi polla. ¡Dios, de esta me da algo! Luego veo como abre la boca, sin duda eso le está gustando tanto como a mí. No puedo creerlo, si una semana antes hubiera propuesto que mi hermana se pusiera en braguitas sobre mí, me hubiera partido la cara de un sopapo. Ahora ella está ahí, sentada directamente sobre mí, disfrutando el momento creo que tanto como yo, además de notar la dureza que se mantiene allá abajo. En ese giro, mis manos pasan de su cintura a su tripita, acariciando el ombligo con la yema de mis dedos. Sus labios abiertos se van acercando a mi boca y ella los posa suavemente sobre los míos en un beso increíble, que dura unos cuantos segundos, mientras mamá sigue con sus fotos. Carla saca su lengua y la mía no trata de atraparla, apenas nos rozamos dos o tres veces pero eso hace que mi polla se humedezca aun más y creo que ella también pues noto que su humedad me traspasa hasta mí.

− Ahora Carla, súbete al revés. – propone mamá.

− ¿Cómo? ¿Al revés?- pregunta inocente mi hermana aunque no hay mucho más que entender y yo sigo sin acabármelo de creer.

− Hija, pues que te des la vuelta y te pongas a horcajadas sobre Nacho.

− ¿Pero cara a cara? – pregunta mi hermana para cerciorarse sabiendo que eso ya ha traspasado la frontera de la decencia, la ética, la moral y hasta las puertas del infierno.

− Ya lo hemos hablado, Carla… – dice con su cara más seria, mamá.

Me gustaría saber todo lo que han hablado entre ellas porque esto es un no parar de sorpresas y a cada momento estoy alucinando más y más. Supongo que lo tienen todo bien atado y planificado, aunque por lo que deduzco, a mi hermana le supera alguna de las indicaciones. Tras levantarse y echarme una ojeada al bulto que se muestra en su pleno apogeo, yo aprovecho para echar otro vistazo a su entrepierna y se ve claramente la humedad que ha traspasado la tela y ya no sé si es mi humedad, la suya o posiblemente la de ambos. Se gira, pasándose el pelo tras la oreja de una forma que me parece tan sensual, tan divina, que en estos momentos creo que estoy enamorado y no veo ninguna mujer más bella que Carla. Sus piernas vuelven a abrirse, de cara a mí y yo la espero ansioso sentado sobre la silla. Sus ojos brillan, sus pezones se marcan en la tela de su sostén y abajo, esa tirilla rectangular que tapa su pubis y muestra el pliegue de sus ingles. Esto es algo que no se me va a olvidar mientras viva.

Se sienta sobre mis rodillas notando de nuevo su tersura y sus manos se apoyan en mis hombros. Vuelve a mirarme, sonríe para después observar detenidamente como a cámara lenta se va bajando por mis piernas hasta que nuestros sexos entran en contacto. ¡Sólo nos separan las finas telas de nuestras respectivas prendas íntimas!

Ella cierra los ojos al tiempo que vuelve a abrir la boca en un suspiro. Sin duda está cachonda perdida. Vuelvo a sostener su cintura con mis manos que también suben y bajan esta curvatura que me encanta. Su vulva está abierta o eso me parece y ha atrapado a mi nabo que se ubica en el medio. No sé si podré aguantar más esta amenaza que la ataca de lleno.

− ¡Genial, chicos! – grita mamá eufórica- Si no fuera porque estáis en ropa interior parece que estuvierais follando, jajaja… – añade con una risa nerviosa.

Y es cierto, mi hermana está sobre mí y yo estoy en la gloria, sin asimilar que estamos en esa pose con la que siempre había soñado. Por otro lado, ya ni me choca oír a mamá decir la palabra “follar”

− ¡Acaríciala el culo, Nacho!

Carla vuelve su cabeza hacia mamá y solo ve el mohín en su cara, después me mira a mí y sigo sin creerme que pueda sobarle el trasero a Carla que se mueve nerviosa sobre mi cuerpo. Tan solo sonrío forzadamente y con un hilo de voz:

− ¿No te importa?

− Adelante. – afirma sonriendo con sus mejillas sonrosadas.

Así que obedezco y apoyo mis manos en las posaderas de esa preciosa criatura y comienzo a acariciarlas suavemente. Ella cierra los ojos y sigue con su boca ligeramente abierta, tomando aire. Es una maravilla tocar ese culazo que tantas veces he soñado embutido en unos leggings, en unos vaqueros o con la braguita de su bikini, ahora puedo tocar su piel directamente y ¡es tan suave!

− Vaya, se me acaba la batería – dice mamá – Esperad, no os mováis que voy a por el cargador.

Mamá abandona la estancia en dirección a su cuarto y Carla y yo nos quedamos allí inmóviles, bueno, no del todo, porque noto como las caderas de ella se mueven cada vez que mis manos la soban, y ese movimiento provoca que nuestros sexos se rocen una y otra vez. Podría estar quieto esperando el regreso de mamá, pero sigo aprovechando la ocasión para seguir acariciando esas redondas y perfectas posaderas. Su pelvis se sigue moviendo casi imperceptiblemente, pero lo suficiente para notar nuestros sexos en contacto cada vez más intensamente. Por un momento permanecemos callados mirándonos a los ojos, con un brillo especial que nos mantiene tensos y excitados a la vez.

− Ufff, qué situación – dice Carla al fin en un suspiro que suena agitado.

− Sí, es todo tan extraño. – contesto también con dificultad.

− Está muy dura – añade y yo no me creo ni lo que dice.

− ¿El qué?

− Joder Nacho, tu polla, ¿Qué va a ser?… ¡Está durísima!

− ¿La notas? – le pregunto absurdamente

− ¡Como para no!

− Perdona… yo…

− No pasa nada, es normal, supongo. Es que me siento rara, solo es eso.

− Yo también. Espero que no estés molesta.

− ¡No! – lo dice con tanta euforia que luego se da cuenta y repite un “no” menos rotundo.

Vuelvo a mirar a sus preciosos ojos y a su boca, disfrutando este momento en su plenitud, pues me parece estar en el cielo, seguro que es algo así.

− ¡Vaya cumpleaños! – me dice sonriendo.

− ¡Y tanto!, lo teníais bien planeado ¿no?

− Bueno, sí, llevamos semanas con los preparativos.

− ¿Semanas?

− Sí. ¿Te están gustando las sorpresas? – me pregunta con su blanca sonrisa haciendo un leve movimiento de caderas para volver a sentir su vulva.

− No lo dudes, estoy que no me lo creo.

− Bueno, yo tampoco, porque una cosa era prepararlo y ahora estar así, bueno… no es lo mismo, yo también estoy sorprendida.

En ese momento mamá aparece de nuevo con el cable cargador de su móvil y lo enchufa al otro lado del salón.

− Poneros de pie, hijos, que no llego hasta allí con el cable. – nos dice.

Me cuesta soltarme de la cintura de mi hermana y creo que ella también está a gusto, pues no toma la iniciativa de levantarse.

− Venga. – insiste la otra desde el fondo.

Al fin Carla apoya sus tacones en el suelo y se pone en pie, mirando directamente al bulto de mi calzoncillo. Cuando me pongo en pie, la erección es contundente y ella sonríe. Se muerde ligeramente el labio inferior, algo que le hace parecer todavía más fascinante.

− Acercaros, hijos. – insiste mamá.

La verdad es que tengo cierto temor, no porque hasta ahora las sorpresas no hayan sido magníficas y cachondas, pero es la intriga por lo siguiente lo que me tiene atenazado. Nos da la mano a ambos y vuelve a mirarnos con esa ternura que siempre nos contagia, pero esta noche además, lo está haciendo con una desconocida sensualidad. El cuerpo de mi madre vuelve a ser admirado por este mortal con el certificado de mi polla que pega otro de sus saludos endureciéndose al imaginar lo que debe ser follárselo.

− Hijos míos, cuánto habéis crecido. Espero que hoy esté siendo un día especial para vosotros… para mí lo es y mucho. ¿Qué opináis? – nos pregunta con su cara de orgullo.

− Yo me siento contrariado, pero al mismo tiempo muy feliz – comento ante tanta sorpresa.

− Lo sé hijo, ya le expliqué hace tiempo a Carla que todo esto era algo muy especial. Habéis dejado de ser mis niños y hoy quiero que seáis mis chicos mayores, como dos adultos que ya sois. Ya sé que esto te parece raro, pero quiero que empecéis a conocer vuestros cuerpos más allá de vuestras masturbaciones en solitario, entendiendo que algún día conoceréis a alguien muy exclusivo y para entonces sepáis como actuar, cómo ser realmente complacientes y sabedores de cosas que ahora son desconocidas, ocultas, prohibidas… Quiero que perdáis los miedos, esos titubeos que pueden ser un problema. Cuanto hubiera deseado que mi madre me enseñara esas cosas en su día y no tener que aprenderlas a base de errores…

Carla y yo nos miramos con cara de asombro mientras mamá sigue como si no pasara nada y todo aquello fuera lo más natural del mundo. Yo estoy encantado, Carla creo que también, pero desde luego la cosa no es muy normal y al igual que Carla mi cuerpo ordena una cosa, mientras mi cabeza me tortura internamente queriendo poner algo de juicio.

− Esta es solo una fiesta, imaginad que es un sueño, un momento único que tenéis que aprovechar y luego la vida volverá a ser como antes, pero con una lección muy bien aprendida.

En lo que tiene razón es con lo del sueño, porque lo parece y en que hay que aprovechar la situación, también queda dicho. Lo que no me queda claro es que después de todo esto, la vida vuelva a ser como antes.

− Venga, sigamos con las fotos – añade mamá – ahora quiero que abraces a tu hermano – ordena a Carla.

Mi hermana no duda tanto como hasta ahora, suelta la mano de mamá y me abraza pegando su cuerpo contra el mío. Esa sensación es increíble, no solamente por tener a mi preciosa hermana pegada a mi cuerpo prácticamente desnuda, sino que lo haga con esa entrega y ese ímpetu. Sus manos se agarran por detrás de mi cuello y sus tetas se pegan a mi pecho. Noto su piel adherida a la mía y como mi miembro se aprisiona bajo el calzoncillo entre nuestros cuerpos. Mamá sigue disparando fotos y nos jalea:

− Genial, chicos, ahora besaros.

Carla duda unos instantes, pero después me mira y veo en sus ojos un brillo que me electriza. Nos damos un pequeño beso y ese calor que emanan sus labios es algo increíble.

− ¿Qué pasa?, ¿Ya? – nos pregunta mamá al ver que la cosa ha durado muy poco.

− Nada, pero… – empieza mi hermana

− Sin peros, Carla, acuérdate de cómo te enseñé. – añade la otra.

¿Mamá ha enseñado a Carla a besar? Estoy que ya no me caben más sorpresas en mi cabeza o igual es que la locura se ha apoderado de mi débil cuerpo y no logro entender nada, pero cuando quiero reaccionar, la boca de mi hermana se apodera de la mía y esta vez con todas las ganas. Sus labios muerden los míos al principio, haciendo que abra ligeramente la boca, momento que ella aprovecha para introducir su lengua y rozarse activamente con la mía. Es algo único y que me deja anonadado, agarrándome a su culo y entregado a ese beso que hace tensar mi polla. Cierro los ojos para poder sentir ese morreo como se merece y desde luego que ahora sí que quiero que el tiempo se detenga. ¡Qué maravilla sentir la lengua de Carla rozando la mía y morder y lamer nuestros labios como si nos fuera la vida en ello!

Nunca había sentido un beso así. Alguna vez he podido dar algún pico a alguna de mis compañeras de clase, pero casi como un juego. Esto es otra cosa, que nada tiene que ver, desde luego.

− ¡Guauu! – se oye decir a mamá contenta.- ¡Qué bonito!

Esto es una locura. Cuando giro la cabeza, la veo sonriendo y aplaudiendo. Apoya el móvil que le sirve de cámara sobre la mesa y se dirige a Carla.

− Bueno, hazme alguna a mí ahora.

Mi madre ocupa ahora el lugar de mi hermana y se abraza con fuerza a mí. Su cuerpo es distinto, pero igual de embriagador y sensual. Sus caderas más prominentes me permiten abarcar más caricias con mis manos. Sus enormes tetas ocupan gran parte de mi torso desnudo y percibo su blandura, que es puro placer, además ella es más osada y con sus manos pellizca mi culo, ya no sé qué más puede pasar. Mamá está, sin ningún género de dudas, totalmente desbocada. Quiero achacárselo al alcohol y no sé si mañana ninguno de los tres seremos capaces de mirarnos a la cara, pero siguiendo su consejo y sus palabras, disfrutaré de la velada sin importarme nada más.

La boca de mamá ataca literalmente la mía, sin que apenas me deje tiempo a reaccionar. Si antes dude poco con Carla, ahora con ella el morbo se convierte en demencia. No sé por qué pero le muerdo el labio inferior suavemente, algo que al principio me sorprende a mí mismo, esperando que ella me suelte alguna bronca de las suyas y lejos de eso ella repite la misma acción conmigo entrando en un juego de lenguas, labios y dientes en bocas y besos frenéticos. No sé cuánto tiempo estamos así, solo cuando mamá se separa, pasa su lengua por sus labios ensalivados y me mira con los ojos vidriosos:

− ¡Vaya, como besa mi niño! – dice

− Mamá… – quiero intervenir en medio de toda la confusión.

− Schhsss. No digas nada y disfruta el momento – dice poniendo su índice en mi labio sabiendo que sigo con mis temores.

Se gira hacia mi hermana y le pregunta:

− ¿Qué tal hemos salido?

− Ufff, bien mamá, esto es tremendo. – responde la otra.

− ¿Por qué hija?

− ¡Joder mamá, todo esto es una pasada!

Nuestra madre no deja que digamos tacos, pero esta vez tampoco reprime a su hija por eso y es que Carla tiene toda la razón, esto es irracional, anormal, extraño, loco… Mamá ríe casi a carcajadas disfrutando de todo, especialmente de nuestro estupor. Desde luego, está totalmente desconocida.

− ¿Qué pasa?, ¿Acaso no os gusta? – dice de pronto con cierto tono de enfado.

No hay respuesta de parte de ninguno, simplemente afirmamos con nuestro silencio.

− ¿Te gustan mis tetas, Nacho? – me pregunta mamá de pronto con su cuerpo pegado al mío.

Tardo un rato en contestar mientras mi vista no se separa de ese canalillo maravilloso que forma el sostén tan cerca de mí.

− Creo que es hora de que desenvuelvas tus regalos. – afirma.

Por un momento pienso que había algún regalo escondido después de todo este curioso festín, pero no, mamá a donde señala es a sus pechos.

− Mamá, pero… ¿quieres decir que…? – digo señalando su sostén con un movimiento de mis manos hacia los lados dando a entender lo que creo estar entendiendo.

Ella está totalmente salida, ha bebido demasiado cava y ya no es que esté achispada, es que está como una moto, sino no lo entiendo. ¿No me está pidiendo que le quite el sujetador?

− Venga hijo. ¿Hay que decírtelo todo?, ¿A qué esperas?, ¿No te apetece verme las tetas? – me incita.

− Yo… no…

− ¿No?

− Bueno, sí, pero…

− Vamos, cariño, qué sé que lo estás deseando, que me las devoras con los ojos. Ya es hora de que las disfrutes en vivo, ya eres mi hombrecito y me apetece mucho mostrártelas.

La mano de mamá acaricia mi torso desnudo mirándome fijamente a los ojos, algo que hace que sienta un temblor por todo mi cuerpo. Es cierto lo que dice y esas tetas son mi sueño, lo que no acabo es de encajar lo de quitarle el sostén.

Ante mi tardanza echa las manos a su espalda mientras las mías continúan sujetas a su cintura. Ella suelta el corchete de su pequeña prenda que queda suelta enganchada entre nuestros cuerpos.

− Pero mamá – le digo sorprendido y algo asustado aunque ella no dice nada, tan solo sonríe pasando su lengua entre los labios.

Giro mi cabeza hacia Carla esperando ver en su cara un atisbo de cordura o que diga lo que yo ahora pienso, pero no me da tiempo, mi madre se separa ligeramente lo suficiente para que el sujetador caiga al suelo.

¡Coño!, ¡sus tetas!… las que siempre soñé están ahora pegadas a mi pecho. No puede ser, me cuesta estar viviéndolo.

− Venga hija, tú sigue haciendo fotos.

− Pero… – intento preguntarme qué está pasando y cómo mi madre quiere seguir con esta fiesta desenfrenada.

− Tú calla y disfruta, cariño.

Las fotos siguen saliendo y casi no puedo mirar a los ojos a mi madre, en parte por vergüenza, pero principalmente porque están clavados en sus tetas. Ella se separa un poco más para que yo lo disfrute esa vista. Me sonríe. Miro a Carla, me sonríe también. Debo tener cara de idiota en estos momentos.

− ¿Qué te parecen?, ¿Te gustan?, ¿te las imaginabas así? – pregunta sosteniéndolas entre sus manos a pocos centímetros de mí.

Su sonrisa debe ser el reflejo de la mía. Sus dos enormes tetas están ahora entre sus manos, en vivo y en directo. Me parecen mucho más grandes de lo que había visto ocultas, redondas, ligeramente caídas y con dos grandes pezones rosados.

− No, esto… sí, mucho. – respondo tartamudeando y con una erección de caballo que no pasa desapercibida en absoluto para ninguna de las dos.

− Jajaja, entonces, tócalas, anda. – ordena.

En ese instante pienso que debería serenarme, decir que todo está saliéndose de lo racional, que estamos prácticamente desnudos, decirle que eso no puede ser, que todo esto se le está yendo de las manos. Sin embargo las mías, casi autómatas, agarran cada una de sus tetas y comienzo a acariciarlas, para después amasarlas con todas las ganas. ¡Qué delicia!

Mamá me mira a los ojos y me sonríe, veo que disfruta con mis toques y supongo que también haciéndome feliz a mí en el día de mi cumpleaños, ese que nunca podré olvidar jamás.

Mi hermana sigue con las fotos. Me giro para mirarla y está enfocando mi cara, que imagino debe ser un poema. Yo admiro su cuerpo por enésima vez, ese que antes tuve encima de mí, con su cintura estrecha, la curva armoniosa de sus caderas, ese agujerito que forman sus muslos al llegar a sus ingles y abajo sus piernas cruzadas a la altura de los tobillos con esas sandalias de tacón. ¡Está preciosa!

Vuelvo a la faena de seguir acariciando las tetas a mamá como un poseso, ante su risita nerviosa, mientras sus manos siguen sobando al mismo tiempo mi culo. Es una maravilla, me siento más que feliz ahora mismo, sintiendo la tersura y suavidad de esas grandes tetas con las que siempre soñé mientras ella acaricia mi culo poniendo mi polla durísima, si no lo estaba ya. ¿Se puede pedir algo más?

− ¿Qué tal? – me pregunta casi susurrándome.

− De maravilla. – respondo sin dejar de amasar esas grandes protuberancias que tiempo atrás me dieran de mamar.

− ¿Ves que bien? Por fin las puedes tocar. Ahora, ¡Quítame las braguitas, cariño! – dice de pronto.

No puedo creer lo que dice, de hecho aunque lo he oído le ruego que me lo repita.

− ¿Qué has dicho?

− Que me bajes el tanga y me desnudes del todo. ¿No te apetece?- dice sin dejar de sonreír.

− No puedo hacer eso. – digo en un momento, que creo es de lucidez, aunque mi polla esté pensando compoletamente lo contrario.

− Yo te ayudo, cariño. – dice al tiempo que sostiene mis manos con las suyas y las pone en sus caderas a la altura del elástico de su tanga para que se lo baje.

− Pero, mamá… ¿Quieres que te las quite y dejarte desnuda?

− Mira Nacho, tu regalo de hoy y el de tu hermana también, aparte de estos conjuntos sexys, es enseñaros cosas para que podáis conquistar a una chica y a un chico en el futuro con toda la experiencia que podáis adquirir en el día de hoy, lo digo porque yo fui con total inexperiencia a esa primera vez y así se sufre mucho, es preferible tener ciertos conocimientos… Por ejemplo, ¿Has visto alguna mujer desnuda en vivo?

No puedo responder, me cuesta hasta tragar saliva. Ella me mira a los ojos y noto hasta una cara de cierto enfado porque yo no siga sus planes sin rechistar. Hace ese gesto en el que levanta las cejas y ladea su cabeza de forma casi amenazante, esperando con impaciencia mi respuesta.

− No, mamá, nunca he visto una mujer desnuda.

− ¿Y? ¿No te gustaría verla ahora?

− Sí – contesto tímidamente y lo cierto es que es lo que más me apetece del mundo.

− Pues venga. No seas bobo.

− ¿Estás segura, mamá?

− Yo estoy segurísima y tu polla, por lo que veo también. – dice y a continuación agarra mi miembro que se endurece más todavía bajo mi calzoncillo cuando siento su mano aferrándose firmemente a él.

No sé si habla mi madre o la voz de mi mala conciencia, pero me agacho teniendo justo enfrente el sexo de mi madre que imagino palpitante bajo su tanga. Debe estar igual de excitada que yo, de otro modo no veo que esta barbaridad siga adelante.

Lentamente arrastro las tiras de esas minúsculas braguitas por los costados de sus caderas. Miro por última vez hacia sus ojos antes de continuar y ella sólo se limita a sonreír confirmando que continúe con la operación.

− ¡Muy bien, hijo! – me anima. – Tu Carla, sigue con las fotos o mejor haz un vídeo.

Yo sigo a lo mío y comienzo a deslizar hacia abajo la última prenda que cubre el precioso cuerpo de mamá hasta que descubro el comienzo de los pelitos de su pubis. La braguita se va enrollando lentamente con mis dedos a medida que bajo por sus muslos. No sé por qué pero en un principio no miro directamente a su sexo, no puedo hacerlo, solo atiendo a como baja por sus piernas eso pequeño tanga que por cierto veo que brilla en su interior, algo que corrobora lo que pensaba antes: Mamá está mojada y muy cachonda. Saco la prenda por debajo de sus tacones y se queda completamente desnuda frente a mí, mientras yo sigo agachado. Intento levantarme, pero ella sostiene fuertemente mi cabeza, lo que obliga a que mi vista se detenga justo ahí, frente a su precioso sexo. Ella quiere que disfrute de esa visión. Veo que se ha recortado los pelitos de su pubis y una larga tira se pierde hasta llegar a cada lado de los labios que se muestran brillantes. Abre ligeramente las piernas y puedo ver más de cerca y con todo lujo de detalles cada forma de esos pliegues, la largura de su rajita, los labios mayores, menores, el botoncito del que tantas veces oí hablar. Un sexo inflamado, tantas veces soñado y ahora delante de mis narices. Puedo sentir su olor, el embriagador aroma que fluye de su sexo esplendoroso.

− ¿Y bien? ¿Te gusta el primer coño que ves?- me pregunta sin dejar de sonreír.

No respondo. A estas alturas me estoy acostumbrando a oírle decir a mamá esa palabra, de hecho me gusta que lo llame así, porque es un señor coño, una de las cosas más bonitas que he visto jamás. Miro a sus ojos, para después seguir admirando ese sexo en vivo. Ella ayuda abriendo un poco más las piernas y con sus pulgares separar los labios mayores, para hacerme descubrir la puerta que conduce al paraíso.

Me invita a levantarme y me da un largo abrazo. ¡Mi madre está desnuda abrazándome!

− Bueno, ahora te toca desenvolver el otro regalo. – dice señalando a Carla.

Miro hacia ella y la veo sonrojada de nuevo, supongo que está muy cortada con todo, pero igual de cachonda que su madre, no hay duda. ¿No será verdad que mi segundo regalo es ver a Carla desnuda? ¡Dios!

− Vamos, hija, acércate, deja el móvil sobre la mesa – le indica.

Carla deja la cámara sobre la mesa apuntando hacia donde yo estoy, creo que sigue en modo grabación. Mi hermana se acerca lentamente. Me gusta ver como se menean sus caderas al hacerlo y yo continúo abrazado a mamá, sosteniendo su cintura, acariciando gran parte de sus caderas, los costados de sus pechos. ¡Estoy en la gloria!

− ¿Te apetece desenvolver tu segundo regalo, Nacho? – me invita mamá.

− Sí, claro. – digo eufórico, casi sin pensar, pero es que el impulso me mueve más que mi sentido común. Mi respuesta ha gustado a Carla que sonríe mientras se sitúa frente a mí con sus piernas muy juntas mirando al suelo. Es una diosa.

− Date la vuelta, cariño – ordena a su hija.

Veo la espalda preciosa de mi hermana y su culito en el que se cuela la fina tela de su tanga. ¡Qué pasada!

− Venga hijo, ahora suéltale los corchetes del sujetador. Esa es la primera lección que debes aprender y no todos los chicos tienen soltura en eso. Cuando estés con tu novia, alucinará si sabes despojarle de esa prenda con habilidad.

− Y ¿tú Carla?, ¿Dispuesta a mostrarle a tu hermano tu hermoso cuerpo? – pregunta mamá retirando la melena de la su hija mientras esta asiente tímidamente.

Mis manos temblorosas se aventuran con los corchetes. Estoy como una moto en todos los sentidos y miro a mamá que me sonríe a mi lado, animándome e indicándome cada paso. Logro soltar uno con cierta dificultad, pero el segundo me resulta más sencillo. El sujetador sale disparado hacia delante y mi hermana baja sus brazos ayudando a que la prenda caiga al suelo. No los veo, pero me los imagino. Al principio, creo que instintivamente se tapa los pechos con cierta vergüenza, pero después, el giro que da sobre sí misma, es muy lento, pausado, me da la impresión que muy ensayado, haciéndome sentir más que feliz por ese momento que es el que siempre tuve en mis fantasías y ahora es pura realidad. Carla sonríe observando mi reacción ofreciéndome una vista impresionante de unas tetas perfectas, redondas y que por cierto, son mucho más grandes de lo que aparentaban con la prenda puesta. No tanto como las de mamá, por supuesto, pero de una medida y forma que se me antojan perfectas. Instintivamente comparo las tetas de ambas y mamá sonríe cuando exploro su cuerpo desnudo de arriba a abajo. Después vuelvo la vista a los ojos de Carla y a su sonrisa, que parece que está invitándome al pecado. La aureola es más pequeña que la de su madre y de color marrón. Su pezón se ve erguido, lo noto duro sin tocarlo. Confirmo que la belleza de mi hermana es fuera de serie y esas tetas tampoco se borrarán de mi mente mientras viva.

− Ahora, la última prenda. – me anima mamá señalando el pequeño tanga que porta su hija.

Parece que Carla siente de nuevo cierto rubor, pues sus mejillas se tornan encarnadas y sostiene con mucha vergüenza sus braguitas por los costados intentando guardar la compostura y su secreto más íntimo. En ese momento mamá aparta las manos de Carla, pero ella la detiene sosteniendo sus muñecas durante unos segundos. Entonces, incompresiblemente, nuestra madre se lanza a por la boca de su hija y le planta un morreo de alucinar. La una desnuda y la otra a punto de estarlo entran en un abrazo acompasado por caricias y un increíble intercambio de labios, lenguas y saliva. ¡Wow!

Yo estoy que no me tengo en pie, viendo a mi madre despelotada, acariciando los pechos desnudos de su hija y mordiendo sus labios y metiendo su lengua hasta la campanilla. La escena lésbica que forma parte de mi repertorio porno en mis noches más locas, pero ahora en vivo y de la mano de mi madre y mi hermana. Tras un beso largo, se separan me miran expectantes. Ambas están excitadas, se nota en el brillo intenso de sus ojos.

− Vamos Nacho, ayúdame. – dice mamá sosteniendo el tanga de Carla por uno de sus costados, dispuesta a bajárselo.

Carla está muy cortada, lo noto en sus gestos, aunque también imagino que muy excitada, es evidente, pero le puede la idea de mostrar su cuerpo desnudo ante mí.

− ¿Qué te pasa mi amor? – le dice mamá retirando un mechón de su pelo que cubría parte de su cara.

− Es que… mamá, es la primera vez que me quedo desnuda delante de un hombre.

Reconozco que me considere por fin un hombre y no el niñato que siempre dice que soy. Mi pecho se hincha y me doy cuenta de que está con su vista clavada en mis abdominales. Sin duda le gusta lo que ve. Pues yo, ni te cuento.

Me cuesta creer que la visión de ese cuerpo no haya sido disfrutado por nadie, me siento más dichoso y afortunado sabiendo que seré el primero en admirarlo.

− Esta es otra de las razones por la quería que hicierais esto. La primera vez es cortante y es preferible que sea en una clase práctica como esta. Además, también es importante que lo tengas en cuenta, hijo… – interviene mamá con su precioso cuerpo desnudo a mi lado, hablando con total naturalidad.

− ¿El qué? – pregunto contrariado.

− Pues que las mujeres somos más indecisas a la hora de mostrar nuestras intimidades, tendrás que ser cauto y no agobiar a la chica que tengas delante, ser considerado, caballeroso, cariñoso y sobre todo paciente. Ahora, para que ella no se sienta tan cortada, invítala con dulzura a que se dé la vuelta.

Agarrado a la cintura de mi hermana la muevo con delicadeza y ella se queda de espaldas a mí. Su precioso culo está ante mi vista. Mamá me hace una seña para que sostenga uno de los costados de su braguita a la altura de su cadera derecha y ella hace lo propio en la otra.

− Ahora, bájala, despacio. Disfruta del momento y haz que ella también lo sienta. Es muy importante que nunca tengas prisa en desnudar a una mujer – me explica.

Así lo hacemos, ayudado por los consejos y la mano de mamá, uno por cada lado, tiramos hacia abajo y esa braguita de tanga, que apenas hace unos segundos estaba insertada en la rajita del culo de mi preciosa hermana ahora se está deslizando por sus muslos y en un abrir y cerrar de ojos está en el suelo. Se nota igualmente cierta humedad en la prenda y no es para menos.

Observo el culo desnudo de mi hermana y lo veo divino, entonces ella levanta un pie y luego el otro, pero al hacerlo la pequeña prenda queda enganchada en uno de sus finos tacones. Se tiene que apoyar en mi hombro y ese momento es flipante. Su pierna está flexionada para poderse quitar la braguita del todo. Su teta está ligeramente caída dejando una vista alucinante que también quedará grabada en mi memoria, pero más aún la de su coñito que se muestra por detrás como una fruta jugosa… ¡apetitosa!

Mamá se da cuenta de esa visión que me ha dejado tan impactado y ordena a continuación a su hija girarse hacia nosotros que seguimos agachados, para ayudarla a desenganchar esa pequeña prenda. No puedo creer lo que veo. El chochito de Carla está completamente rasurado, sin un pelito, se ve claramente la raja brillante y se nota mucho más cerrado que el de mamá, pero tanto o más maravilloso que el de esta. ¡Un coño precioso!

Por un momento los tres permanecimos callados esperando a que nuestra profesora de esa noche dé el siguiente paso, porque todos sabemos que aquello es el comienzo de algo muy especial.

− ¿Has visto Nacho que guapa está tu hermana? – me pregunta mamá agachada a mi lado, señalando esa rajita preciosa e invitando a su hija a abrir ligeramente las piernas.

− ¡Alucinante!- contesto y al hacerlo agarro mi polla ya que necesito tocarme para verificar que sigo vivo. Veo que mi reacción ha gustado a Carla, pues suelta una risita nerviosa, imagino que muy excitada y orgullosa de ofrecerme su desnudez y ese chochito tan deseado que me parece el más bonito del mundo.

− Hemos rasurado todo muy bien, ¿has visto, hijo?, exclusivamente para tu cumpleaños. ¿Te gusta ese regalo? – añade mi madre.

− ¡Joder… mucho! – añado eufórico.

− Ahora tócale las tetas a tu hermana. Hazlo con suavidad y así vas aprendiendo.

No doy crédito. Tocar una teta a Carla una semana antes hubiera sido un bofetón como poco en mi cara. Ahora, la admiro, la veo allí desnuda mirando al suelo, muerta de vergüenza pero dispuesta a recibir mis caricias. Entonces me decido, me voy levantando para dibujar cada una de las curvas que forman sus caderas y su cintura. Termino de incorporarme hasta quedar a su altura. Nos miramos a los ojos y después acaricio esos pechos, suaves y divinos, mientras ella apoya su boca en mi hombro. La oigo respirar entrecortadamente. Tenerla desnuda es demasiado y no abarco a acariciar sus tetas su culo, sus muslos… pero no me atrevo a tocar ese coño que me ha impactado tanto. Creo que no está preparada ni tampoco yo del todo, aunque ganas, evidentemente no me faltan.

Ellas lo tienen todo planeado, tanto que me asusta, porque justo en ese momento mamá nos separa sabiendo que no quiere que se rompa la magia, tan solo acaricia ella la piel de su hija ofreciéndome esa visión tan bonita, mientras las tengo delante despelotadas.

− No todas las mujeres que veas desnudas serán tan bonitas como esta – me dice mamá acariciando las caderas de su hija.

− Desde luego. – afirmo, admirando su gran belleza.

Es totalmente cierto. Mamá es una mujer madura, preciosa, con unas curvas que desearían muchas jóvenes, pero es que mi hermana se sencillamente espectacular, si ya lo es vestida, desnuda es la cosa más bonita que se pueda soñar. Me entretengo en observar ese cuerpo mientras mamá no pierde detalle de nuestras reacciones.

A continuación se junta al cuerpo de su hija para volver a fundirse en un abrazo, esta vez, ambas desnudas y me lanza su siguiente orden:

− ¡Grábanos, Nacho!

Con mis manos todavía temblorosas de tanta sensación, recojo el móvil que está sobre la mesa y sigo las instrucciones de mamá, que ahora veo abrazada a mi hermana. Están espectaculares… tan solo ataviadas con sus zapatos de fino tacón. Grabo el vídeo mientras ellas comienzan a morderse los labios, a juguetear con sus lenguas, están acariciando sus espaldas, sus pechos, sus caderas…. Esto es demasiado. De nuevo la escena lésbica de las que me vuelven loco en el ordenador y ahora en vivo y en directo, protagonizada por mis dos musas masturbatorias. No sé dónde mirar, porque cualquier resquicio, cualquier curva, cualquier escena es superior a la anterior.

Me fijo bien en ellas y me siento dichoso y orgulloso de tenerlas. Por un lado mi madre con ese perfil curvilíneo lleno de redondeces que invita a comérsela, con un culo grande y esas tetas de la misma proporción, acompañado de unas piernas robustas. Por otro lado mi hermana, mucho más delgada, con menos pecho, pero con una silueta muy bien delineada, provista de unas piernas adorables, largas y acabadas en esas sandalias tan bonitas. Y lo asombroso es el culito, tan redondo, tan respingón, digno de la capitana del equipo de vóley que ahora solo yo tengo el privilegio de disfrutar y además ¡completamente desnuda! Voy girando alrededor de ambas bellezas, grabando esa erótica y cachonda escena mientras mi polla no deja de dar espasmos, deseosa de entrar en juego. ¿Lo logrará?

La mano de mamá se aferra al culo de Carla y separa sus cachetes cada vez. Carla abre la boca, parece que con la intención de protestar, pero al hacerlo la lengua de mamá entra en acción y se cuela de nuevo en su boca con todas las ganas. Mi mano se va directamente a sobar mi paquete, que está que revienta. Me acaricio suavemente ante esa increíble actuación de dos hembras calientes.

− ¿Has sacado todo Nacho? – pregunta mi madre volviéndose hacia mí y recogiendo con su lengua la saliva que ambas se han intercambiado con fruición.

− Sí, mamá. – respondo acariciando instintivamente mi polla aprisionada bajo mi única prenda y ese gesto a ellas parece gustarles.

− ¿Y tú cariño? ¿estás cachonda? – le pregunta a mi hermana mesando su cabello y acariciando su culo.

− ¡Mucho, mamá! – responde la otra.

− ¿Ves hijo? Así es como se calienta a una mujer. ¿Te has fijado? – me pregunta.

− Mamá… todo esto… – digo yo todavía alucinado con este sueño de la noche del sexo, del placer, de la depravación más absoluta.

− Todo esto… ¡No acaba más que empezar, hijo mío!

Juliaki

CONTINUARÁ…

PARA CONTACTAR CON EL AUTOR.

juliaki@ymail.com

 
Viewing all 7983 articles
Browse latest View live